. Wj^. , .r^ >> <■ ^7*1^ ^ HISTORIA FÍSICA Y POLÍTICA DE CHILE. HISTORIA. TOMO TERCERO. ,,^'n,S _-EN LA IMPRENTA DE FAIN Y THCNOT, cali. Racinc, ^8. cerca del Orteou. >.ívíá^4 HISTORIA física y política DE CHILE SEGÜN DOCUMENTOS ADQUIRIDOS EN ESTA REPÚBLICA DURANTE DOCE AÑOS DE RESIDENCIA EN ELLA T PCBLICADA BAJO LOS AUSPICIOS DEL SUPREMO GOBIERNO POR CLAUDIO GAY CIUDADANO CHILENO , INDIVIDUO DE VARIAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS NACIONALES Y ESTRAMCEKÁS, CABALLERO DE LA LEGIÓN DE BONOR. HISTORIA. TOMO TERCERO. parís EN CASA DEL AUTOR. CHILE EN EL MUSEO DE HISTORIA NATURAL DE SANTIAGO. MDCCCXLVn HISTORIA DE CHILE. CAPITULO PRIMERO. Recibe Laso noticia de su remplazo en el gobierno de Chile. — Suspéndela ejecución de sus proyectos. — Llega su sucesor y le entrega el mando- — Ciertas dificultades al prestar residencia. — Cae de nuevo enfermo. — Va desde la Concepción á Santiago, y finalmente, de esta capital á la del Perú. — Obispados de Santiago y de la Concepción provistos. — Quedan otra vez vacantes, y vuelven á ser ocupados. (1638—1639.) El 18 de octubre, recibió don Francisco Laso en San- tiago la noticia de que el rey le habia nombrado un sucesor en el mando y gobierno del reino de Chile. Bien que él no la hubiese solicitado , se halló tanto mas con- forme con esta real determinación , cuanto conocía el mérito del sucesor que le enviaba, el cual era don Fran- cisco López de Zuñiga , Marques de Baydes , militar de gran renombre en las guerras de Flandes. Desde el instante mismo en que tuvo este aviso , sus- pendió Laso de la Vega la ejecución de todos sus proyec- tos , no queriendo comprometer el estado satisfactorio en que se hallaban las cosas de la guerra ; porque no podia disimularse á sí mismo , que , si bien se habia desvelado. 6 HISTORIA DE CEULE. también la fortuna le había favorecido. Sin embargo, pensaba, — y no era el solo, — que si las guerras del continente hubiesen permitido el trasporte de dos mil buenos soldados de España á Chile, probableijiente ha- bría conseguido el fin, — que era la paz, — por mas que los capitanes mas antiguos de su ejército le ase- gurasen que mientras exis'iesen Indios habria guerra. A mediados de febrero de 1G39, recibió el goberna- nador cesante segundo aviso anunciándole la próxima llegada del marques de Baydes, y se puso en marcha para la Concepción , á cuyo puerto arribó en efecto don Francisco López de Zúñiga por fines de abril , y en donde desembarcó á las diez de la noche en medio de salvas de artillería y á la luz brillante de una iluminación jeneral que hubiera podido competir con la claridad del día. Es verdad que semejantes demostraciones se hacían en todos los recibimientos de nuevo gobernador, y si podían y debían lisonjear al que llegaba, no tenían nada de hu- millante para el que se iba. Don Francisco Laso esperaba en persona al marques, y al primer paso que este dio en tierra, se abrazaron los dos beneméritos guerreros, y antiguos compañero^ de armas. Laso pasó á Zúñiga el bastón del mando inme- diatamente; pero el nuevo gobernador se negó por cor- tesía á recibirlo , hasta que la insistencia del antiguo le hizo ver que ya sería descortesía el no aceptarlo. A su vez, se adelantó el cabildo, tomó allí mismo la juraal marques, le acompañó á la iglesia á dar gracias, y luego le condujo á su casa. Laso se retiró entonces á la suya muy aliviado de una carga pesada y peligrosa ; pero sintiendo, á pesar de eso, que sus esfuerzos no hubiesen bastado para conquistar una paz final y duradera , ooobs- CAPITULO I. 7 tante las victorias que habia conseguido. Por otra parte, no dejaba de tener algunos recelos de que cuanto habia hecho por conciliarse y atraerse las voluntades no seria bastante para que no hubiese quejosos de su gobierno , y en efecto los hubo ; á penas dejó el mando , se produ- jeron quejas, y algunas tanto mas amargas, cuanto hasta entonces habian sida comprimidas. Entre las quejas, bien ó mal fundadas, notó con melancolía rasgos de ingratitud , puesto que, lejos de tener motivo alguno de fundamento, no habia uno solo de esta especie de quejosos que no hubiese recibido un favor suyo. El marques de Baydes , al tomar residencia á su pre- decesor, se portó como un verdadero caballero , deján- dole ser liberal , por un lado , para acallar quejas; y, por otro, manifestándose reconocido á los felices esfuerzos de su gobierno , á los cuales deberla el buen éxito del suyo, si, tal vez, tenia la dicha de lograrlo. No poco conso- lado con el noble y digno porte del marques , Laso mar- chó para Santiago, en donde permaneció aun seis meses cuidando de su salud , hasta que, viendo cuan poco alivio tenia , se embarcó para el Perij con esperanza de hallarlo en Lima. Pero se engañó ; su mal era una hidropesía que habia contraído en Chile, y falleció el 5 de julio del año si- guiente 16^0 , á los cincuenta años de edad. Su consti- tución robusta le prometía una mucho mas larga vida , pero la guerra le habia ocasionado demasiadas fatigas. Así acabó el magnánimo Laso, que lo era tanto por bon- dad como por superioridad de talento. Su prudencia y previsión eran iguales á su valentía y á su resolución , según el caso lo exijia ; y á pesar de su semblante poco 8 HISTORIA DE CHILE. agradable (1), era muy bondadoso. El reino de Chile le ha debido mucho, y no puede menos de recordar con veneración su memoria. Volviendo á los asuntos del reino, antes de tratar del feliz gobierno del marques de Baydes , tenemos que hablar de la autoridad eclesiástica , cuyo influjo ha sido tan benéfico en las calamidades que por tan largos años han padecido los Chilenos. Desde que el obispo de Santiago , Espinosa , se habia retirado á España por resentimiento contra los oidores de la Audiencia, el obispado habia quedado vacante, bien que el rey hubiese ofrecido su mitra al P. Luis de Valdivia cuando , en 1612 , volvió con plenos poderes para la pacificación de los Araucanos. El ilustre jesuita habia expuesto al monarca que los diversos cuidados de que iba á encargase no le permitirían el desempeñar las obligaciones de tan elevada prelacia , y solo habia accep- tado el cargo de visitador jeneral del obispado , cuya silla continuó vacante hasta en 162/i. que fué á ponerse la mitra el ilustrísimo don Francisco de Salcedo (2). Este amable prelado habia sido jesuita del colejio de Tucuman , cuyo obispo, prendado de sus virtudes y ca- lidades , le habia nombrado visitador jeneral y tesorero de su iglesia. Después , habia pasado de Dean á la de Buenos Aires, y de la catedral de la Plata, habia ido á ser obispo de la capital de Chile. Dejando á parte la ciencia que tenia, que era vasta, el ilustre Salcedo estaba (1) Feroz. Pero la ley de agradecido, siendo, como he sido, hechura de este gobernador, me obliga á decir que don Francisco Laso de la Vega mere- cía que se hablase mucho bien de ¿I , y á contar como el mayor favor de la fortuna el haber sido honrado por este gobernador con grados y pruebas de su confianza en mi. — Tesillo. (2) Natural de Ciudad Real, en la Mancha. CAl'ÍTÜLO I. 9 dotado de las mas bellas prendas personales , entre las cuales brillaba su ardiente y extremada caridad , en tér- minos que mas parecía ser mayordomo que señor de sus rentas. A par de la caridad con todo genero de necesi- tados , tenia el celo de fundaciones , y en la ciudad de San Miguel , fundó un colejio de jesuítas , á los cuales dotó con las dos ricas estancias del Tejar y San Pedro mártir ; y como sus productos no podian ser cosechados oportunamente, dio por de pronto á los padres, mien- tras llegaba el tiempo de disfrutar de ellos , seis mil pesos en metálico. Los pobres todos , de cualquiera clase que fuesen , mendigos ó vergonzantes, eran acreedores de las rentas del obispado , ó á lo menos lo parecían , al ver la certeza con que contaban ser socorridos. Pero los que mas exci- taban el celo caritativo del prelado eran los negros y los Indios, de los cuales se declaró tan acérrimo protector, que no sufria les hicieran la menor vejación sin afearla, reprenderla y castigarla en cuanto le pertenecía. En Santiago , mandó edificar las casas episcopales con lonjas dependientes para mercaderes ; y con sus réditos, fundó una capellanía con la obligación de una misa en la catedral todos los jueves del año. Enfin , de cien mil pesos con que entró en el obispado, todo lo dio sin que le quedase un cuarto ; y á su muerte , que sucedió en 1635 , todo el obispado quedó inconsolable. En su testa- mento , habia dispuesto que su cuerpo fuese depositado en la iglesia del colegio de jesuítas, y luego, trasladado al suyo de Tucuman ; pero tanta fué la aflicción del clero al oir esta cláusula , que el amable prelado les dejó la facultad de enterrarle en donde mas quisiesen ; y en efecto , quedó en su catedral de Santiago. 10 HISTORIA DE CHILE. Al mismo tiempo , la mitra de la Concepción habia también estado vacante durante largos años por un acon- tecimiento muy diferente, aunque bastante particular. En fines de 1616, Felipe III habia presentado al papa para este obispado al majistral de la catedral de Lima , don Carlos Marcelo Cornerino , natural de Trujillo , bien que hijo de padres franceses. Nombrado obispo de la Concepción , este prelado recibió la consagración en Lima, el 18 de octubre 1618, de manos del ilustrísimo señor don Gonzalo de Ocampo , y al punto de embar- carse para su nueva residencia , el mismo Felipe líl le dio el obispado de Trujillo, de suerte que la Concepción ee quedó sin obispo aun dos años mas ; hasta que en 7 de abril 1620, fué á serlo Fr. Luis Jerónimo de Ore, reli- jioso franciscano, cuyos padres, — cosa notable, — habian sido fundadores de las monjas de Santa Clara de Guamanga de donde era natural. El nombramiento de este obispo causó un verdadero júbilo en todo el reino de Chile , á donde habia alcanzado fácilmente su renombre de sabiduría, y de conversor de infieles en el Perú. Es muy cierto que estas famas y re- nombres tienen siempre algo , cuando no mucho de exa- jerado ; pero es un hecho , que Ore compuso un manual en siete lenguas diferentes , y que tuvo el talento incom- prensible de traducir al idioma peruano el catecismo y muchos himnos del breviario. Igualmente , puso en verso , — porque también parece que era poeta, — toda la vida , pasión y muerte de Jesucristo , y fué autor del martirolüjio de la Florida. A penas llegó á su obispado , dio á la imprenta la Vida de san Francisco Solano ; por manera que si se ha de juzgar su vida por sus obras y misiones, la cosa se hace casi increíble. CAPÍTULO I. 11 Ademas de su ciencia y sus talentos , tenia este prelado un carácter anjelical. Jamas negaba una gracia que no fuese contra justicia, y aun cuando lo fuese, si no habia perjuicio para nadie mas que para él , la concedía. Llegó á la Concepción con su hábito de San Francisco , sin cairiisa debajo ; porque nunca quiso apartarse de la regla ; y á pocos días, un pobre muy problemático, puesto que todos suponian que se hallaba muy lejano de serlo , le pidió una camisa vieja al obispo. Como este no tenia mas camisa que sus hábitos, se quitó el escapulario, y sa- cando la túnica que llevaba debajo , la presentó al men- digo. Mas estaba tan vieja y remendada, que el pobre no quiso tomarla; visto lo cual por su ilustrísima, se volvió á poner su túnica, su escapulario por encima, y le dio dinero al mendigo para que fuese á comprar camisas. Una de dos , ó hay manía (y seria una celestial manía), ó hay un espíritu de caridad tan vivo en estos hombres privilejiados, que no pueden vivir si no es multiplicando su existencia por la de muchísimos de sus semejantes, sintiendo sus males como si les fueren propios y perso- nales. Que un obispo sea un verdadero padre de los pobres , como lo mandó Jesucristo , nada de extraño tiene ; como tampoco el que, para cumplir con este cris- tiano deber, se imponga privaciones de puro convenio , y que no son tales en realidad ; pero lo que penetra de veneración por ellos es que viven pobremente á fin de poder satisfacer este deseo incesante, sin mas motivo que satisfacerlo. Pues esto era lo que le sucedía al obispo de la Concepción, Las rentas del obispado no eran pin- gües, es muy cierto; pero aun suministraban lo suficiente para mantener el decoro exterior, mas necesario de lo que so cree comunmente, á la consideración de los 12 HISTORIA DE CHILE. grandes de la iglesia. Sería muy extraño que, teniendo los reyes y grandes de la tierra palacios y libreas , lujo y ostentación , con que imponen á la pluralidad de los hombres , el Rey de los cielos y de la tierra tuviese por fuerza que servirse de mendigos. Pues si no lo era el obispo de la Concepción , poco le faltaba , porque vivia con lo poco que un hombre necesita para sustentarse, y daba todo lo demás ; y no contento con eso, sus alhajas y cuanto tenia , andaban de mano en mano empeñadas como si hubiesen sido de un derrochado aruinado. A la par de su liberalidad brillaban en él las demás calidades de un verdadero apóstol. Cuando habia que acudir con remedio , ya fuese espiritual , ya temporal , á la parte mas remota de su obispado , no era posible mo- derar su celo , y ni estaciones , ni nieves , ni canículas , ni mar proceloso que fuesen bastantes á detenerle. La menor tardanza angustiaba su corazón visiblemente y en términos , que todos convenian de que la mayor des- gracia material , real y verdadera que le pudiese suceder, le haría padecer mucho menos. Luego que su solicitud paternal quedó satisfecha de haberse ejercitado con fruto y provecho por todas las partes accesibles de su rebaño , el ínclito prelado volvió los ojos hacia los pobres habitantes del archipiélago de Chiloe, con los cuales la guerra interminable y perma- nente con los Araucunos tenia las comunicaciones cons- tantemente interrumpidas; y á fuerza de pensar en ello , le vino la idea de hacer el viaje por mar, noobstante las objeciones que ofrecían lo peligroso de aquella navega- ción , y la frajilidad de las piraguas de que era forzoso servirse. Los PP. jesuitas Juan López Ruiz y Gaspar Hernández , que estaban á la sazón con su ilustrísima , le CAPÍTULO I. 13 expusieron que había riesgos que ninguna urjencia pre- sente le obligaba á arrostrar. — ¿Si ya suplicase á V. R. fuesen por mí á esta visita , no lo harían ? les preguntó el obispo. — Sin la menor de- mora, respondieron los dos PP. á una. — ¿Pues porque quieren V. Reverencias que yo repare en lo que ellas no repararían ? Como no había réplica posible á este argumento , el viaje quedó resuelto , y al punto el obispo fué á pedir en persona al gobernador, — que era aun Córdova , — le allanase en cuanto le fuese posible las dificultades que podía haber para su ejecución. El gobernador se mostró muy solícito y reconocido , puesto que nadie mejor que un misionero tan piadoso y tan consumado como S. S. I. podía atraer los endurecidos Indios de Valdivia y Osorno á la relijion cristiana y á la paz , por consiguiente ; y que este suceso seria tanto mas interesante y grato para el rey, cuanto S. M. meditaba la restauración de la pri- mera de las dos plazas dichas. Partió con esto el obispo para su lejana visita , lle- vando en su compañía , — por grande fortuna , — á los dosPP. jesuítas, cuyo cuidado salvó á S. I. de grandes riesgos. Como era el primer obispo de la Concepción que los habitantes de aquellas islas habían visto y oído pre- dicar, este y sus sermones produjeron al principio una grande sensación en ellos ; pero lo que mas les agradaba era la liberalidad y la sensibilidad del santo prelado. Mientras permaneció en aquellos parajes, no había duda en que podía tener algunas esperanzas , esperanzas por las cuales empleó un año entero en esta visita ; pero al fin , empezó á creer que Dios no había permitido aun que la claridad del cielo luciese para aquellos infelices , y se ik HISTORIA DE CHILE. volvió muy aflijido á la Concepción, dejando, — coíi todo eso , — una larga memoria, y mucho sentimiento porque su ausencia no podia menos de ser larga. Mas que larga fué , en efecto , puesto que el mucho trabajo que se tomaba y el poco cuidado que tenia por sí mismo le acarrearon una grave enfermedad de que falleció á principios de 1630 , con grande dolor y pesa- dumbre de todo el obispado , y aun de todas las partes del reino. Bien que la historia se resienta de exajeraciones , que tienen siempre el mismo origen, cual es la pasión de los primeros datos , — que por fuerza han de ser contem- poráneos ; — bien que , decíamos , haya exajeracion en relatos de prelados y de sus virtudes, lo mismo que en los de guerreros y sus hazañas , aun hay en los primeros un no sé qué fácil y halagüeño que insensiblemente penetra el ánimo del lector sin exaltar su imaginación , y le deja mas satisfecho. Ciertamente ninguno dudará del recato excesivamente timorato del obispo que fué á Santiago de Chile efl 1638 , á ocupar la silla episcopal , vacante seis años habia ; y, con todo eso , la pintura que hacen de él los escritores de aquel tiempo, sin que sea increíble, da ocasión á pensar en la causa que podia tener, causa que, verdadera 6 supuesta , atenúa infinitamente el mérito de dicho recato ; porque claro está que huyendo siempre del enemigo , no hay nunca cOííibaté ; y, sin combate , no hay gloriado vencimiento. Pues esto era precisamente lo que le sucedía al nuevo obispo de Santiago de Chile , Don Francisco Gaspar de Yillaroel (1). Era este prelado fraile Agustino de la provincia de Lima, y natural de Quito, tan relijioso de (1) o Villaruel, según escriben algunos. CAPÍTULO I. 15 sa órdén de ermitaños siendo obispo ^ como lo habia sido ántés de serlo, sin querer mas vestidura que su hábito, ni mas aparato en su palacio episcopal que el que tenia én su celda. Hasta aquí nada hay de nuevo ni de extraño, no siendo este ejemplar único en su especie , puesto que todos los obispos que le hablan precedido , — siendo él el 7' de Santiago de Chile, — hablan obrado en sustancia lo mismo , ciñéndose en sus gastos á lo puramente nece- sario , con el fin de dar todo lo demás. Estos ejemplos de caridad y de abnegación recrean el ánimo, son la mayor honra de la humanidad, y nunca, sobre este punto , padece exajeracion la historia. A buen seguro , habrá pocos lectores , — si los hay , — que crean lo contrario. Pero volviendo á nuestro tema , tenia el obispo Villarroel un temor tan grande de las mujeres, que solo por evitar las ocasiones de verlas, no quiso que una hermana suya , — que habia venido de Quito á verle , — viviese en su casa, porque necesariamente habia de tener visitas de otras damas ; y por la misma razón , no daba Audiencia á ninguna , — sin distinción de clase, — á menos que el presentado Fr. Luis de Lagos se hallase de tercero en la visita. Es verdad que era el escrupuloso prelado muy dado á la oración mental , y claro estaba que para un tal ejercicio piadoso lo mejor que podia ha- cer era huir de distracciones. En una palabra , vivia ha- ciendo continua penitencia; y en cuanto á la caridad, la practicaba en términos que , dividida su renta en cuatro partes, solo se reservaba una para sí, y los gastos de su casa. Su desprecio de riquezas fué tal , que un dia le oye- ron decir que no queria enterrasen su cuerpo en sagrado, si moria con dinero. 16 HISTORIA DE CEÜLE. Entre otros medios de emplear y ami de empeñar las rentas de la mitra, tenia, como era bastante natural , el de reedificar templos , y fundó el de las esclavas del san- tísimo sacramento, que formaban una hermandad ó cofradía de señoras. El obispado de la Concepción quedó también provisto con el nombramiento á su mitra de don Diego Zambrano de Villalobos, en 16o7. Antes de este, habia sido nom- brado al mismo puesto el Franciscano Fr. Bernardino de Guzman ; pero habia muerto sin entrar en goce de su título. Villalobos (1) era cura párroco de la villa imperial de Potosí ; muy docto , y, en efecto , graduado de doctor por la universidad de Salamanca. Como todos los obispos de Chile, este se mostró desprendido, y, si no fundó, cedió las casas que le pertenecian para convento de las monjas de la Merced. Por lo demás , á ejemplo de todos sus antecesores , sabio , celoso y dadivoso en extremo. (1) Natural de Mérida (Castilla la Nueva). M CAPITULO II. Estado de las misiones y misioneros. — Docilidad de los Indios. — División de la pro\¡ncia de la compañía de Jesús, en provincia y viceprovincia. — Establecimiento de la Universidad en el colejio Máximo de Santiago. — Aca- bamiento de este edificio. — Dedicación feliz del templo y particularidades que luvo. — Años trascurridos. La mayor oposición que hallaban los misioneros de parte de los Indios para convertirlos á la fe católica naciade la pluralidad de mujeres. Esta era la mayor difi- cultad que tenian que vencer. Fuera de aquí , no habia en el mundo sujetos mas acomodados para ser verdade- ros cristianos, en atención á que no solo eran sensibles y racionales, sino que sus creencias religiosas los tenian preparados, por decirlo así, á admitir sin repugnancia muchos puntos esenciales de la verdadera fe. Creian en un solo Dios infinitamente bueno, justo, sabio y pode- roso, que llamaban Pellan, y en un principio del mal. Creian en la inmortalidad del alma, en las recompensas y penas eternas , y situaban los lugares en donde las al- mas debían recibir las unas ó las otras , según hablan sido justas 6 injustas, buenas ó perversas en esta vida; los situaban , decíamos , al occidente, no lejos el uno del otro. Ademas de esta preciosa disposición , tenían los Indios a que proporciona un juicio recto y sano , en razón de la robustez de su cuerpo , y según el aforismo mcíis sana in corpore sano ; porque realmente, en quitándoles la pasión de mujeres y de combates , no habia hombres en el mundo mas avenidos ni mas fáciles de persuadir con 111. Historia. — 18 HISTORIA DE CHILE. buenas razones, lo que provenia sin duda de su perfecta constitución , exenta de los humores y achaques á que la humanidad está sujeta en todas partes. Pero en tra- tándose de mujeres, era muy difícil entenderse con ellos , no solo porque realmente creian no poder vivir sin poseer muchas, ó mas de una ; sino también porque en esto fundaban su mayor alarde de riqueza y de os- tentación. Y, en efecto, era una cuestión exorbitante de lujo , puesto qué la mujer no llevaba dote , y que, al contrario , era el marido quien pagaba por ella á su sue- gro como si la hubiera comprado. En todo lo demás , eran admirables : sus costumbres , en punto á relacio- nes sociales y legales , tenian tanto vigor y eran tan in- violables para ellos como si fuesen leyes debatidas, votadas, sancionadas y promulgadas. Para mantener el orden , no necesitaban ni tenian cárceles ; el respeto y obediencia á los superiores , por un lado ; y , por otro , el temor del vituperio , eran suficiente freno para impe- dirles de apartarse de lo que era lícito , permitido ó tole- rado. Para ser soldados, no necesitaban ni levas ni quintas : á una voz , á la menor señal de sus respectivos caciques , todos se ponian en pié prontos á defender la patria, sin pedir sueldos ni grados, y costeando cada cual sus armas y sus gastos personales, persuadidos como lo estaban todos de que en esto no hacian mas que llenar un deber muy personal , lejos de figurarse que debian pagárselo los demás, y estarles aun muy reco- nocidos. Esta era la razón por la cual, de la noche á la mañana , se veia aparecer en donde menos se soñaba un ejército araucano en orden de batalla. Para eso ha- bla bastado la trompeta, y á la primera llamada, hijos, mujeres, intereses, todo quedaba detras del interés CAPÍTULO II. 19 común , que era la independencia del suelo patrio. Si estos eran bárbaros, es preciso confesar que lo eran de una especie bastante particular y rara, y así fué que tan luego como los jesuitas del colegio Máximo de San- tiago, y otros misioneros, pudieron entenderse con ellos, lo hicieron de modo que la presencia de estos entre los Indios era una señal de júbilo y de alegría. Debemos acordarnos, para que esta aserción no cause sorpresa, que el P. Luis de Valdivia y sus colegas, al ir del Perú á Chile tenian ya un gran conocimiento de la lengua y de las costumbres de los Indios, y pudieron desde luego empezar sus misiones , en cuanto lo permitia el estado de la guerra ; y mas de una vez se han alejado , según dice Olivares , mas de cien leguas de las armas españo- las por tierras enemigas. Hasta el año 1611 , en que se fundó el colejio de Men- doza , y hasta la fundación del de la Concepción por el P. Luis de Valdivia, que ha sido el gran motor de las misiones, y fundador del colejio Máximo de Santiago y otras residencias, todos los frutos conseguidos por el celo admirable de los misioneros , y todo el impulso dado á las misiones han surjido del colejio Máximo de San Miguel de Santiago, á lo menos, hasta en 161/;. Cier- tamente , cada colejio y cada residencia tienen grandes derechos á ser citados , y lo senin cuando llegue el caso y en cuanto el interés jeneral de la historia lo permita ; pero entretanto , el hecho es el que acabamos de sentar. Entre las misiones mas fructuosas, hemos contado ya la que el P. rector del colejio Máximo hizo con los PP. Vechi y Aranda por los pueblos de Arauco , desde donde los dos últimos pasaron al Archipiélago de Chiloé para volver luego á Arauco. Los pacíficos habitantes de aque- 20 HISTORIA DE CHILE. Has islas presentaban menos resistencia , se ofrecian mas dóciles á la enseñanza , y se dejaban convertir á cente- nares. Como era natural , siempre habia en el número de convertidos muchos mas ancianos, niños y mujeres que mozos y , en jeneral , hombres en la fuerza de la viri- lidad , por la razón de que estos tenian que vencer mas pasiones para someterse á la doctrina de los misioneros. Las ocasiones en que los Indios se mostraban menos avenidos á la razón eran las que nacian de sus reuniones festivas que duraban muchos dias, se renovaban con fre- cuencia, y durante las cuales estaban en un estado per- manente de embriaguez. En mas de una de estas oca- siones, los PP. llevaron su celo hasta pedir al goberna- dor de Castro dispersase las romerías de los Indios por la fuerza, y no atreviéndose á ello el jefe español sin una autorización especial , obtuvieron que el gobernador del reino se la diese. Después de una rica cosecha de almas en las islas del Archipiélago, los dos jcsuitas volvieron , como lo hemos dicho, á los pueblos de Arauco, que eran catorce, no concentrados cada uno en un punto , sino diseminados sus vecinos en una cierta circunscripción por los campos y tierras , de modo que el trabajo y las molestias que se tomaban los misioneros eran céntuplos. Y con todo eso trabajaban con un éxito verdaderamente maravilloso en el cultivo de la viña del Señor. El método con que pro- cedian á sus sermones y á la propagación de la fe no tendría nada de extraño en una sociedad arreglada y dispuesta á seguir sus prácticas sin violencia ; pero al considerar que este método producía efectos infalibles con hombres de mala voluntad , — en gran parte , — y para con los cuales no habia orden ni ley de que preva- CAPÍTULO II. 21 lerse, realmente la imaginación se para, y no se sabe cual sea mas de admirar entre el poder persuasivo de los jesuítas y la sumisión espontánea de los llamados bárbaros. Es verdad que parece obraban estos con cautela ha- ciendo cuanto podian para que los misioneros cayesen en alguna trampa y se descubriesen por hombres con pasiones como los demás ; y como lo que mas desconfiados les tenia era la sospecha de que cuanto les decian en punto á mujeres , se encaminaba á aprovecharse ellos mismos de ellas, he aquí lo que tramaron. Un dia que los misioneros se mostraron mas elocuentes y mas fervorosos que nunca en reprobar la pluralidad de mujeres , y en querer imponer la ley de no tener mas que una, y aun esta lejítimameiite como lo manda la Iglesia, sus oyentes manifestaron quedar convencidos de la bondad de sus consejos y hallarse dispuestos á seguirlos, por manera que los jesuítas se retiraron gozosos de haber conseguido lo que hasta entonces les habia parecido un imposible. Dos dias después se presentaron en lascasinas de los R. P. dos caciques con acompañamiento de muchos Indios , en compañía de los cuales habían ido dos mu- chachas araucanas de las mejor parecidas, y que estaban engalanadas como en dia de fiesta. Recibieron los jesuítas á los mensajeros con el mayor agasajo, como acostum- braban , preguntándoles qué habia de nuevo. « Admirados, — respondió uno de los caciques, — del celo con que os imponéis molestias y trabajos por nuestro bien ; — convencidos , por el desinterés con que lo ha- céis, de que nuestra conversión y la de nuestros hijos y mujeres son vuestras solas miras ; agradecidos á vuestra buena voluntad, y con el único fin de haceros mas lleva- 22 HISTORIA DE CHILE. dera la morada entre nosotros, morada que quisiéramos adoptaseis para siempre sin iros nunca á otras tierras ; hemos resuelto en consejo pleno de ancianos y caciques el ayudaros con cuanto esté de nuestra parte. Aquí estáis solos sin nadie que os sirva. No sabemos como os com- ponéis para vivir y sustentaros , puesto que andáis siempre por los Butalmapus predicando, bautizando, casando y ayudando á bien morir. ¿Quién os adereza vuestra comida? ¿Quién os barre la casa y acude á otros menesteres indispensables de la vida? No lo sabemos, y pensando que vuestra caridad no os deja tiempo para pensar en vosotros mismos y en vuestras necesidades , y que necesariamente tenéis que pasarlo muy mal , hemos resuelto que en adelante tengáis á lo menos quien os sirva , y cuide de vuestras personas; y para eso , hemos traido en nuestra compañía dos doncellas muy en estado de hacerlo á vuestro gusto. Mirareis por ellas; las ins- truiréis, y cuando se hallen ya bastante instruidas, nos las devolvereis por otras dos, y así sucesivemente , de modo que por un lado no padeceréis por falta de cuidado ; y, por otro , conseguiréis mas fácilmente el fin á donde se encaminan vuestros afanes y tareas. Helas aquí, — continuó el cacique, — las dos que os traemos hoy. Mirad si os agradan. » El mismo tentador en carne y hueso no habria hablado mejor. El P. Oracio Vechi habia tenido los ojos clavados constantemente en los del orador mensajero, procurando leer en su interior, no para su gobierno , puesto que su respuesta estaba pronta, no pudiendo ser mas que una, sino para penetrar su intención y sacar partido de ella. Cuando hubo acabado , le dio gracias muy brevemente y sin la menor afectación por el presente. CAPÍTULO II. 23 « Si realmente, — le dijo, — hubiéramos padecido ne- cesidades en punto al servicio de nuestra persona, mas bien hubiéramos aceptado el de hombres que el de mujeres; porque estas no pueden vivir con nosotros, ni nosotros con ellas. — » ¿Como así? respondió el cacique, sorprendido. — » Porque es así , replicó Vechi. Nuestros votos , nuestra regla excluyen las mujeres de entre nosotros. » Aturdido con esta respuesta , y pareciéndole que no habia entendido bien , el cacique insistió. — (í ¿ Pues como podéis pasaros sin mujeres ? — » Perfectamente, y tan perfectamente que el tener- las nos seria incómodo. — » ¿No seréis acaso hombres como los demás ? — » Creo que sí; pero nuestras necesidades, ó por mejor decir, nuestras pasiones son el producto de nues- tros hábitos. Tenemos el de pasarnos sin mujeres , y si nos quisieren forzar á tenerlas nos darían pesadumbre. — » ¿ Querrás decir acaso , que nosotros podríamos habituarnos á pasarnos sin ellas? - » Perfectamente. Pero como la ley cristiana os permite tener una (lo que no nos permite á nosotros) no hay inconveniente en que la tengáis. Con la que escojáis seréis mucho mas felices, en atención á que vuestros afectos se fijarán en ella y en los hijos que os dé , en lugar de tenerlos desparramados , errantes y vagabundos, con una infinidad de cuidados de que os veríais aliviados si no tuvieseis mas que una. — » En suma, ¿no queréis á estas doncellas? — » Ni por pensamiento. Os agradecemos mucho e cuidado, y á ellas también ; pero es preciso que volváis á llevarlas á su casa. » 24 HISTORIA DE CHILE. Tal fué el efecto de este desengaño para con los Indios, que ya desde el dia siguiente los dos jesuítas vieron sem- blantes mas francos y mas abiertos , y voluntades mucho mas dispuestas. Sin mas fuerzas que la autoridad que esta aclaración les dio , solos, sin bayonetas ni cañones, dispusieron la repartición de dias y de conversiones entre las diferentes parcialidades , nombrando , como si fuesen jefes supremos, el dia y el cacique que en él debia venir con un cierto número de los suyos á oir la palabra divina y aprovechar de su ministerio. Tales fueron los frutos que los jesuítas sacaron de estas misiones, que posteriormente, cuando Valdivia pidió al P. provincial Diego de Torres misioneros para la prosecución de la paz , ya habia mucho tiempo , — dice Ovalle, — que el P. Vechi le instaba para que le dejase volver á sus mi- siones de Arauco ; á lo cual aun no habia podido el pro- vincial acceder porque los jesuítas del colejio Máximo hacian falta en él. Accedió enfin , con la carta del P. Luis de Valdivia , y Vechi y Aranda vieron el cielo abierto ; en términos que se reian de la zozobra general que causaba á los Españoles el verles pasar el Biobio con el mal acon- tecimiento, — que habría podido ser tan venturoso , — de la huida de las mujeres de Ancanamun. « Todos los ojos se llenaban de lágrimas al partirse estos padres con tanto gozo para irse al medio de hombres bárbaros , sicut oves hi medio tuporum ; aunque ya, — continua Ovalle, — los que eran leones y lobos se iban haciendo ovejas con ellos. » Y esta es la verdad de la historia. ¿ Y como seria po- sible que estos hombres que se iban á ciento y doscientas leguas lejos de los suyos, solos entre los Indios, no los conociesen mejor, y no supiesen lo que era mas conve- CAPÍTULO 11. 25 niente para alcanzar el fin tan deseado ? ¿ En qué podia estribar la presunción contraria de sus contradictores , cuando aun en las naciones mas cultas , el hombre de guerra es tan diferente de sí mismo después que pasa al estado social y civil? Pero en medio de otros obstáculos para que los admi- rables misioneros recojiesen todo el fruto que debian prometerse de sus heroicas tareas , habia el de su corto número. Hasta en 1627, el Paraguay, Tucuman y Chile formaban una sola provincia de la compañía , con un solo provincial. Los jesuitas de esta provincia pasaban indiferentemente de Tucuman á Chile y vice versa, según lo exijian las misiones , y la capacidad especial que cada uno tenia para llenarlas. En la época que decíamos, 1627, viendo el jeneral de la orden que ya poseía un suficiente número de colejios y residencias , hizo de Chile una sola provincia, dividiendo la antigua en dos, con tanta mas razón , cuanto el Paraguay mismo , que al principio no tenia mas que residencias, ya ahora contaba suficientes colegios , y era muy inútil el continuar en- viando los misioneros de cada provincia á misiones de- masiado lejanas con graves inconvenientes y trabajos. Estas fueron las razones que hubo para hacer de Chile una viceprovincia distinta de la del Paraguay, con subor- dinación á la del Perú, de la cual habia dependido desde los principios, sacando de esta unión una grande utilidad, ya en misioneros , ya en auxilios. Después de hecha la división de la provincia , el pri- mer viceprovincial de Chile fué el P. Juan Romero , á la sazón rector del colejio máximo de San Miguel de San- tiago ; y en este punto se dejó libertad de elección á los PP. que prefiriesen fijarse en una ó en otra parte, ya 26 HISTORIA DE CHILE. fuese en Chile ó en el Paraguay. Al año siguiente , el P. Gaspar Sobrino trajo de España cuarenta y uno je- suitas á Buenos Aires , y seis de ellos tenían su destino en Chile. El mismo Sobrino venia nombrado para ser viceprovincial , y se trasladó con sus seis jesuitas á su colejio máximo. En 1629, hubo congregación provincial en el Perú, y la viceprovinciade Chile fué representada en ella por el P. Vicente Modolell , nombrado desde Pioma por rector del colejio de San Miguel , el cual volvió á él con diez relijiosos y hermanos mas que le fueron concedidos por el P. provincial Nicolás Duran. Al momento de la división de la provincia , la Univer- sidad se habia establecido en el colejio de San Miguel de Santiago , con el título de ESTUDIOS GENERALES, y por bula de Gregorio XY. El P. Sobrino dio gran fo- mento á estos estudios , y completó la fábrica material del edificio en dos meses, obra que, en opinión de todos, pedia á lo menos un año , y cuya media naranja , que era de cedro, con hermosos adornos, causaba admira- ción á los mejores conocedores. Para celebrar la dedi- cación del hermosísimo templo , hubo una octava mag- nífica, y en cada dia de ella predicó un relijioso diferente á un concurso inmenso y brillante , con presencia del obispo y de todo su clero. El acabamiento y la dedica- ción de que hablamos acrecentaron en sumo grado la devoción de los cristianos y convirtieron un sinnúmero de Indios que venian, Dios sabe de donde, á contemplar estas maravillas. En esta ocasión , hubo lugar para averiguar y saber que muchos negros que pasaban por cristianos no lo eran en realidad , y todos fueron bautizados. Los Indios CAPÍTULO II. 27 de Quillota y de Coquimbo fueron á pedir misiones , las cuales les fueron concedidas con el mas celoso apresura- miento , yendo en persona el mismo P. rector entre los misioneros. Los agasajos con que fueron recibidos eran las mejores pruebas de los deseos que aquellos infelices tenian de ser cristianos. En Coquimbo , los caciques lla- maron los suyos á junta y resolvieron dar tierras y aun medios á los PP. para fundar allí una residencia ; pero el P. rector tuvo el desconsuelo de no poder aceptar por falta de suficiente número de sus santos operarios , que tenian aun que atender á diversas localidades. CAPITULO III. El gobernador Baydes tiene proyectos de paz. — Van jefes araucanos á pedír- sela.— Otros lio la quieren. — Lincopicliion y Antiguenu levantan un ejér- cito en Puren. — Sale el gobernador de Santiago con tropas de leva á disgusto del cabildo. — Despliega la bandera de paz en Yumbel. — Los Araucanos se presentan en batalla. — Permanecen en observación. — Pasa Baydes el Biobio. — Practica actos hostiles. — Pide Lincopichion la paz — Aroilsticio. — Retiranse los ejércitos. ( 1639—1640.) Confesémoslo , el gobernador Laso de la Vega habia allanado mucho las dificultades que se oponían á la paz. La opinión jeneral , desnuda de pasión personal , era que habia hecho mas que ningún gobernador, y que hubiera sido mejor no quitarle el mando ó no habérsele dado. Que la opinión nos perdone, esta disyuntiva es poco lójica. El bien incontestable que era debido á su go- bierno , Laso no hubiera podido hacerlo si no lo hubiese desempeñado. De suerte que lo que hizo era otro tanto de ganado, con grande utilidad para llegar alfin deseado, como luego se verá. Como Laso era behcoso , su sucesor , el marques de Baydes, era partidario de la paz, por no decir pací- fico (1). Sin embargo, podia serlo sin causar por eso sorpresa, habiendo servido en Flandes con renombre, en el empleo de maestre de campo. Baydes era un per- sonaje de alta distinción. Al título de marques , reunia los de conde de Pedroso y señor de las nueve villas del (1) Los sucesos probarán que no ha habido militar en el orbe que haya tenido mas valor personal. CAPÍTULO III. 29 Estado de Tobar. El virey , según se creía , le envió con el situado , tropas y pertrechos. Ya le hemos visto llegar y su recibimiento por su antecesor y por el cabildo de esta ciudad , con el fausto y esplendidez usados en semejante ocasión con todos los gobernadores. El dia de este reconocmiento fué el 25 de abril. El 13 de mayo siguiente, recibió el cabildo de Santiago carta suya, y en su vista, despachó á su alcalde ordinario don Bernardo Amasa á darle la bienvenida. A poco tiempo , el gober- nador salió para la capital , encontró la diputación acos- tumbrada en Maipo; fué recibido en la casa de Campo, siempre pronta , y el 26 de setiembre , reconocido por capitán jeneral del reino y presidente de su real Au- diencia. Es sensible el tener que dar crédito á insinuaciones que ajan el carácter de un hombre benemérito ; pero la verdad histórica lo exije. Don Francisco Laso de la Vega dejaba resentimientos , — bien ó mal fundados, — en Chile por haber hecho desaires á personas de distinción que , ademas de la ofensa , habían experimentado algunos perjuicios. Sí el hecho es cierto ( y por des- gracia tales hechos carecen rara vez de fundamento), si el hecho es cierto, es tanto mas de sentir, cuanto á buen seguro, Laso no había pensado nunca mas que en llenar su deber, aunque tal vez con exajerado celo. El marques de Baydes, al tomarle residencia, se halló muy perplejo , y su antecesor tuvo por conveniente el indem- nizar con dinero á algunos quejosos , antes de sahr para Lima por octubre 1639. Al relatar los acontecimientos del gobierno de Baydes, no podemos menos de desentendernos de las diversas opiniones de los recopiladores de aquel tiempo ; por- 30 HISTORIA DE CHILE. que, diametralmente opuesto en su sistema á su pre- decesor, según unos, Baydes obró bien y con éxito; y, al parecer de otros , erró aun mas , y su error fué mas funesto. Por consiguiente, lo mas seguro es comparar los hechos y los resultados , — teniendo siempre cuenta con los incidentes , — para sacar una consecuencia ra- cional. Y para justificar á Laso en lo esencial de su cargo , sentemos que Baydes halló á los Indios batidos y aleja- dos de la frontera española ; y al real ejército , con mil setecientas y cuarenta plazas efectivas ; perfectamente organizado y con el porte marcial español tal que en Flandes mismo no se habia visto ninguno mas brillante. Sin embargo , notemos de paso , y esto también para descargo de Laso , que el lucido ejército que halló , y el estado próspero por entonces de la guerra , no le impi- dieron al jeneral Baydes de exijir que los milicianos se alistasen con mas exacliliid de la observada hasta en- tonces [i). En esto, no habia contradicción, ni aun aparente ; pero aunque la hubiese , la crítica debería respetarla , en atención á que los que mandan y go- biernan deben tener secretos sus intentos y, en cuanto posible , los medios de que piensan valerse para conse- guirlos. El carácter bondadoso de Baydes penetró muy luego y como por encanto hasta los Butalmapus guerreros los mas lejanos; pero , cosa extraña y ciertamente contraria á lo que se debia de temer si los Indios hubiesen sido lo que decian los militares españoles, lejos de aprestarse (11 Corto debió de ser el refuerzo de tropa que Don Francisco Lopoz de Zíifíiga trajo de Lima, i)ues no le impidió de dar á la ciudad de Santiago el pesar de llevar, el dia 16 de noviembre , sus vecinos á la guerra.— Perez-Garcia. CAPÍTULO IIÍ. 31 á la guerra para rescatar lo que Laso les había quitado , fueron á pedir la paz á Baydes. Es verdad que el mar- ques , según decian , se habia servido , por debajo de mano, del intérprete Vivancos, — que era muy bien quisto de los Araucanos , — para que viniesen á pedír- sela. Muy bien habia hecho, si lo hizo. Sea lo que fuere , el marques de Baydes , bien que de natural apacible , llenaba su deber en términos de dis- gustar al paternal cabildo de Santiago , siempre vijilante por el interés de sus administrados ; porque , por de pronto , impuso á la ciudad , — á la verdad por orden del virey, — veinte mil ducados de alcabalas , que eran 27,500 pesos, y el cabildo tuvo muchísimo trabajo en alcanzar que esta contribución fuese reducida á doce mil y quinientos. Enfm , como hemos dicho , los supues- tos bárbaros Araucanos enviaron embajadores á cumpli- mentar al gobernador sobre su llegada, y, cosa notable, en su cumplido mezclaron, — con la mas fina política, — el nombre de Laso de la Vega, alzando á las nubes su ciencia militar y su noble carácter. Pidieron, en se- guida, la paz , pero dignamente, sin desviar de un ápice de su eterno tema : « Paz sin esclavitud, dijeron ellos; de lo contrario , apelaremos á la guerra , que nunca nos causó, ni nos causará temor. » Sin embargo , Baydes, sin dejar de manifestarse muy dispuesto á concederla, quiso hacerse de rogar. ¡ Qué cosa mas clara! Pero antes de pasar adelante, hay que advertir que en la época de que hablamos las consideraciones que tenian que hacer los gobernadores de Chile sobre el estado de cosas de aquel reino estaban muy subordinadas al estado de cosas de la monarquía española. Ya entonces el inconmensurable edificio de esta 32 HISTORIA DE CHILE. colosal monarquía crujía por muchas partes, amena- zando ruina bajo su propio peso : el Portugal perdido ; la Cataluña sublevada; guerra con el imperio de Ale- mania ; guerra con la belicosa y terrible Francia , con- ducida entonces por el astuto cardenal Mazarino , fiel sectario político del profundo Richelieu. Tal era ya el desastroso aspecto de la decadencia española. Volviendo á los Araucanos , estos deseaban tan since- ramente la paz , que algunos desertaron y pasaron á los Españoles. Otros, deseosos de volver á ver los suyos que estaban prisioneros , hicieron instancias encarecidas para canjearlos. En todas las ocasiones de comunica- ción que se presentaban , proponían indirectamente la paz con insinuaciones muy claras. Pero esto no bastaba ; porque al mismo tiempo , Lincopichion , á la sazón jeneral araucano , y su vicetoquí Antiguenu levantaban en Puren un ejército; y, por esta causa, en lugar de conceder la paz que le pedian los otros , y que él mismo deseaba cordialmente, Baydes salió de Santiago el 20 de noviembre, con las fuerzas que habia disponibles, y marchó sobre San Felipe de lumbel. Allí vio , por los estados de los cuerpos , que su ejér- cito se componía de mil setecientos y cuarenta soldados tan aguerridos como los de Flandes, ademas de los cuales , tenia á su disposición los encomenderos y jente de leva que habia sacado de la capital. Hallándose fuerte, Baydes pensó en usar de bondad antes de apelar á las armas , y mandó desplegar la bandera de paz , que flotó durante muchos dias en Yumbel para que viniesen á aco- jerse á ella los que lo deseasen ; pero lejos de eso , Lin- copichion y su vicetoquí marcharon al encuentro del cuerpo de observación mandado por el maestre de campo CAPÍTULO III. 33 Soberal , y se formaron en orden de batalla con ademan de querer empeñar una acción. Noobstante , Soberal se mantuvo inmóbil con arma al brazo , en una actitud imponente , y, sea que en efecto impuso al enemigo , ó que este hubiese visto en su inmobilidad un deseo sin- cero de no guerrear, se retiró. Baydes, después de haber meditado sobre este hecho, que no habia impedido que la bandera de paz conti- nuase de flotar en Yurabel, el 4 de enero I6/1O , la mandó amainar, se puso en movimiento, pasó el Bio- bio , marchó sobre Angol , Puren, Imperial y Boroa ; atravesó el Tolten y envió á talar los hermosos campos de Villa Rica. El efecto de este acto hostil fué inme- diato ; Lincopichion envió á pedirle la paz , tomando bajo su responsabilidad la adhesión de los demás jefes araucanos. Muy satisfecho con este resultado , el gobernador acojió con mucho agrado el mensaje; pero respondió que noobstante el vivo deseo que tenia de paz , no podia menos, — por el interés de la paz misma, — de exijir prendas de la fidelidad á ella por parte de los jefes araucanos ; que viniesen estos á darle estos gajes , — que eran indispensables , — y que desde luego entraría en negociación. Así fué, Lincopichion se presentó en persona, ofreció rehenes, que fueron aceptados; y quedó estipulado que el dia 6 de enero del año si- guiente 1641 , seria celebrado en Quillin un congreso jeneral , en el cual se asentarian las condiciones de la paz y cjue hasta entonces no solo habria armisticio entre las despartes belijerantes, sino que, para mayor abun- damiento , el ejército araucano seria inmediatamente licenciado y disuelto. III. Historia. 3 34 niSTORIA DE CHILE. Así se verificó. Lincopichion mandó que los individuos que la componían se retirasen á sus respectivos Butal- mapus; Baydes regresó con el suyo a la frontera, y se retiró en persona á la Concepción, á donde llegó el 12 de marzo. CAPITULO IV. Preparativos de paz. — Presajios que indujeron los Araucanos á desearla. — Erupción del volcan de Villarica. — Sale Baydes con grandes fuerzas y apa- rato. — Sufrajlos al gobernador Loyola en el mismo sitio de su catástrofe, — Incidente. — ConOanza de los Araucanos. — Desconfianza de los Españoles. (1640-1641.) Las historias de pueblos primitivos están tan llenas de hechos semejantes al que vamos á narrar, que ninguna novedad deberá este de causar á los lectores , aunque sea algo mas extraño y mucho mas poético que cuantos hayan podido leerse , como sucede con todas las cosas de los Araucanos. Si estos deseaban y pedian la paz á los Españoles, no era por temor que tuviesen á estos , ni por cansancio de la guerra , sino porque creian en agüeros , y c[ue tuvieron algunos en los cuales creyeron ver claramente que el cielo mismo se lo mandaba. El primero de estos agüeros fué la aparición de algunas águilas reales , de cuyas aves solo tenian una idea tradicional por haberse dejado ver en los aires poco antes que los Españoles hubiesen ido á subyugarlos ; el segundo , una tan espantosa erupción del volcan de Villa Rica que las explosiones persuadieron á los Españoles mismos que todos sus fuertes eran ata- cados simultáneamente, y se defendían con su artillería. El cielo y la tierra parecían abrasarse á la vez , devora- dos por torrentes de lava que como una lluvia de fuego arrojaba el volcan á distancias enormes , y en medio de estos torrentes , peñascos de dimensiones increibles , es- 36 HISTORIA DE CHILE. • parciendo hasta muy lejos en redondo espanto y pavor con sus bramidos (1). El tercer agüero fué la visión, — que duró tres meses (2), — de dos ejércitos aéreos ; uno encimado los Españoles, y otre encima de ellos. El jeneral que mandaba el primero montaba un soberbio caballo blanco , y blandía un des- mesurado alfanje ; y en todos los encuentros , batia al ejército contrario. Pero dejando á parte las visiones de los Indios , esta erupción del volcan de Villa Rica fué tan espantosa, que las aguas del rio Allipen , en donde cayó mucha lava , hirvieron en términos de cocer vivos cuantos peces habia en ellas ; y que las del Tolten , — con el cual se junta el Allipen , — recibieron por comunicación la misma intensidad ignea y reprodujeron el mismo fenómeno. Juzgúese cual no debió de ser el incendio y el estrépito, y juzgúese del pavor que causó entre los Araucanos , cuando estos vieron sus habitaciones invadidas de repente por una inundación causada por una salida de madre de estos dos rios, y que llegó á las mas altas, forzándolos á refujiarse en la cumbre de los montes. El oratorio del volcan era inmenso. El vértice de la montaña se habia abierto tan profundamente y con tal violencia que la mitad de él se desmoronó al oriente , y la otra al occidente. Los Indios, aterrados, vieron , como lo hemos dicho , una señal de la voluntad de arriba de que se sometiesen á los Españoles y reconociesen al rey de España por su señor (3) , y así lo hicieron. (1) Todas las mujeres embarazadas en un largo radio de los contornos mal- parieron de susto. — Ovalle. (2) Como lo confirmaron don Pedro de Sotomayor, doña Catalina de San- tander y otros Españoles cautivos. —Ovalle. (3) La mas terrible visión que tuvieron los Araucanos entonces fué la de un CAPÍTULO IV. 37 En efecto , en todo lo restante del año no cesaron de manifestar el mismo empeño , ya enviando con el menor pretexto mensajes al gobernador, ya por la actividad con que hacian los preparativos del parlamento. Baydes hacia lo mismo por su parte , y probaba que deseaba con ansia que llegase el momento feliz en que se proponía asegurar una paz duradera. En una reunión del cabildo, presidida por él el 16 de octubre, pidió se acordase la convocación de encomenderos y vecinos para que el dia 15 de diciembre siguiente se le incorporasen para con- currir á la solemnidad de las paces. El cabildo le re- presentó que esta concurrencia no le parecía fuese indispensable , al paso que podría acarrear algunos in- convenientes; y le rogó se sirviese permitir se consultasen los antecedentes que debían de existir en la Concepción acerca del caso. Sin embargo , cuando Baydes salió de la Concepción para la plaza del Nacimiento, el dia 18 de diciembre, llevaba un séquito inmenso. En la susodicha plaza, y á sus inmediaciones habia un ejército de dos mil trescientos cincuenta soldados, y cerca de siete mil almas mas, que iban al parlamento de Quillin. — Por mas que algunos autores hayan sido de parecer de que tan crecido número era increíble, no opinamos lo mismo , y, lejos de hallarlo exajerado, nos parece corto, en atención al objeto que lo atraia. Y es de notar que en él , se deben contar los re- lijiosos de diferentes órdenes , muchos jesuítas , clérigos y sacerdotes (1). árbol que, ardiendo de las raices al copo, navegaba derecho, perfectamente perpendicular, por la corriente de! Allipen , seguido de un animal disforme, quimera , monstruo horrendo con la cabeza erizada de cuernos , y bramando espantosamente. fO En cuanto ;í1 número de sus tropas, Carvallo asegura que le acabalan 38 HISTORIA DE CHILE. Al llegar á la plaza del Nacimiento , le vinieron al encuento dos de los principales caciques , — Clentaru y Liencura , — seguidos de muchos de los suyos sin armas , y con cinco Españolas cautivas , tres mujeres y dos niñas que eran nietas de una de ellas. El marques las estrechó con ternura derramando lágrimas de con- suelo por un lado , y de dolor por otro , viéndolas tan desfiguradas y desconocidas no solo en su exterior, sino también en sus maneras y en su lenguaje. Claro era ; al cabo de cuarenta y dos años de cautiverio , nada habia que extrañar en todo esto. Cuando el marques les abrió los brazos , las infelices quisieron arrojarse á sus pies , expresando como podían su reconocimiento medio en indio medio en mal español, aunque pronunciando correctamente el titulo de Ángel de la paz y de la miseri- cordia de Dios , con que le saludaron. Inmediatamente , dio Baydes la orden de marcha y salió el ejército en el mejor orden para la antigua ciudad de Angol. En el valle del rio, pasó revista á sus tropas. En Curalab, — en el mismo sitio donde habia sido muerto don Martin Oñez y Loyola , — mandó erijir un túmulo, levantar altares, y cantar una misa y oficio de difuntos, mientras que se decian misas rezadas. Después de haber llenado este cristiano deber, levantó de nuevo el campo, y continuó su marcha á Quillin , lugar de la celebración de las paces. En este punto , el enemigo mortal de los hombres hizo cuanto pudo por desbaratar todo cuanto hablan hecho Araucanos y Españoles para alcanzar el término tan de llegar cuatrocientos hombres de España ; pero parece cosa difícil, en aten- ción al estado de la metrópoli. Sin embargo, nombra al capitán Iñigo López que los condujo. CAPÍTULO IV. á9 deseado de sus desastrosas guerras. Para ello , el demo- nio mismo en persona, sin duda alguna, suscitó cuatro Araucanos, que, al ver llegar el ejército español , se huye- ron tierra adentro esparciendo el alarma y asegurando que los Españoles no iban para hacer paces sino para degollarlos á todos, visto el poderoso ejército que lleva- ban. En realidad, el marques de Baydes hubiera podido prever este acontecimiento , y adelantarse un poco menos acompañado. Esto era lo que pensaban muchos de los Indios , que viendo tal despliegue de fuerzas militares y no militares , se c|uedaron parados y desconfiados. A fin de serenarlos , el gobernador envió mensajeros por todos lados, asegurando que su numeroso acompañamiento era para honrar la paz y no para romperla , y que lejos de querer causarles el menor daño , les haria todo el bien que acertasen á desear y él á cumplir. En efecto , esta multitud , que pasaba de diez mil almas, no rompió una espiga de trigo , ni una caña de maiz en todo el tránsito. Una vez se hallaron tranquilizados, los naturales pa- saron á la confianza sin límites con la misma prontitud que se habian entregado á la sospecha , y se descolgaban á centenares y á miles de las montañas al llano para venir á los cuarteles de los Españoles para congratularse con ellos de la paz. Lincopichion llegó en persona muy luego con el séquito de los cuatro toquis hereditarios, de muchos ulmenes y de un crecido número de otros nacio- nales. El marqués no necesitaba para recibirlos bien de los consejos de la política , y le bastaban para honrarlos y agasajarlos, como á ellos les gusta tanto, sus propios sentimientos de bondad. Los sentó á su mesa , y durante el festin no cesó de colmarlos de agasajos y de pruebas de sincera cordialidad ; por manera que de la noche á la llO inSTOñlA DE CHILE. mañana la voz y fama de lo que se habia pasado en esta primera jornada, y de las pruebas que el gobernador les había dado de franca amistad , volaron de boca en boca por todas las comarcas , y atrajeron ya al dia siguiente tantos Indios, que era un verdadero dia del juicio. Y como los del dia anterior hablan hecho correr la voz de los buenos y ricos regalos que Baydes les habia hecho , los que llegaban ahora venian cargados también de pre- sentes y regalos, como ellos los entienden, para mostrarse reconocidos hacia él. Y con todo eso , aun volvió la desconfianza á envene- nar la alegría pura y franca de que gozaban Españoles y Araucanos , con un inesperado incidente , y fué que un Indio que se acababa de huir de Lima, en donde estaba como prisionero , se llegó en este punto al gobernador, y le dijo muy confidentemente no se fiase de los Arauca- nos, bien que estuviesen desarmados, porque no tendrían que andar mucho para hallar armas y volver á tomarlas cuando viesen la suya. Aunque de natural bondadoso , Baydes no era débil y dudó de los motivos que podía tener el Indio delator de las intenciones de los suyos. Sin embargo, como la pru- dencia nunca es de mas en semejantes casos , tuvo un consejo en el cual oyó con muchísimo disgusto á muchos ' Españoles denigrar bajamente á aquellos valientes In- dios, que allí mismo desarmados en medio de tantas fuerzas enemigas , se mantenían serenos y alegres sin el menor temor ; y mas por no despreciar pareceres que porque lo juzgase necesario , dio algunas disposiciones militares. Los Araucanos vieron ejecutar movimientos sin inmutarse , y al parecer recreándose con ellos, puesto que no les pudiese quedar duda de que eran medidas de # CAPÍTUL0lv7 ki precaución. Depues de haberlos mirado, y cuando hu- bieron dado pruebas de lo indiferentes que les eran , preguntaron sin afectación qué era lo que habia sucedido de nuevo , y oyendo por respuesta lo que el fugado habia dicho al gobernador, se lo fueron á pedir para enviarlo á mentir á las nubes con la punta de sus lanzas. No pareciéndole que fuese absolutamente necesaria esta justicia sumaria al uso de los Indios, el jeneral los tranquilizó, asegurándoles que no habia creido una pala- bra , y que los movimientos que habían visto eran puras formalidades de ordenanza. i^ • w CAPITULO V. Orden de marcha. — Disposiciones militares.— Disposición del local del con- greso. — Formalidades y sacrificios. — Deliberación. — Paz. — Condiciones. Repetición del ceremonial. — Conciusioi!. — Salida del congreso. — Rego- cijos.— Marcha el gobernador. — Ratificaciones de caciques ausentes. — Be- lleza del suelo de la Imperial. — Misioneros. — Exhumación.— Sufrajios. — Regreso. (1641.) Amaneció por fin el dia feliz tan deseado. El gober- nador mandó formar dos divisiones con los dos tercios del maestre de campo y del sárjente mayor ; aquel á la derecha, y este á la izquierda, cada cual con su ca- ballería correspondiente al costado. Prontas ya á marchar en columna de honor , salió el marques de Baydes de su alojamiento precedido de sesenta caciques, entre los cuales habia muchos de los principales, como eran Linco- pichion (1) , don Antonio Chicaguala, hijo de una noble dama española y de un Araucano de distinción que la habia escojido por esposa ; Guaquillauquen y otros. In- mediatamente tras del gobernador iba su guardia , com- puesta de capitanes reformados. A estos seguia una co- lumna de infantería. Otradecaballeríacerraba la marcha. La división del sárjente mayor dio la vanguardia , los flanqueadores y batidores. Esta última , al llegar al sitio señalado , destacó puestos á cubrir todas las veredas y avenidas. Los artilleros quedaron al pié de sus cañones respectivos mecha en mano. (1) Carvallo nombra por primero de lodosa Pulapichion ; pero es el solo escritor que haga esta mención. _-WkK CAPÍTULO V. 43 El local en donde iba á reunirse el congreso era un recinto formado de una enramada , cuyas ramas arquea- das por encima , lo cubrían con una verdadera bóveda impenetrable á los rayos del sol. En llegando, el mar- ques se apeó , y todos hicieron lo mismo. Un dilatado redoble puso fin á todo movimiento. Los clarines y trompetas hirieron los aires con una marcha triunfal, á cuyo paso entró Baydes seguido de los asistentes con voto al parlamento. El gobernador, vuelto ala asamblea, se mantuvo algunos instantes en pié, hasta que el capi- tán Miguel Ibancos , intérprete jeneral , anunció que el parlamento se hallaba abierto. Baydes se sentó , y los Españoles siguieron su ejemplo. Les Indios se sentaron en el suelo , en medio y en redondo , observando su orden acostumbrado de precedencia. Después de algunos instantes de solemne y silencioso recojimiento , Anteguenu , como señor de aquella tierra , se levantó el primero con un ramo de canelo en la mano, y anunció que antes de deliberar, se iban á inmolar las víctimas cuya sangre habia de sellar la paz. En efecto , un toqui introdujo un camellito que fué sacrificado. A este sacrificio siguieron otros, hasta veinte y ocho. Si el animal no moria del primer palo que el cacique le daba en la cabeza, otro se levantaba y lo acababa. Muertos los camellitos , les sacaron los corazones , y con su san- gre , fueron en orden uno tras de otro á regar el ramo del canelo que les presentaba Anteguenu. En nada de esto se muestra nueva esta historia. En la sagrada escritura abundan semejantes hostias y sa- crificios , y el modo con que procedían en su ejecución los caciques araucanos , así como también otras mu- chas de sus cosas , prueba que eran mas bien de una 44 HISTORIA DE CHILE. ^^ ,J^ raza antigua de hombres , que una nueva y naciente. Concluidas las ceremonias, los caciques se volvieron á sentar y entraron en deliberación. Las condiciones que les hablan sido propuestas eran las mismas que en otro tiempo habia aceptado Ancanamun , mas la facultad de volverse á sus tierras respectivas , que los rigores de la guerra les habían forzado á abandonar ; y la de vivir independientes como los mismos Españoles vasallos de la corona de España, sin formar encomiendas. El an- ciano Liencura, tan elocuente como sesudo y valiente, y uno de los mas influyentes cacicpes , les pintó estas dos condiciones adicionales con colores tan vivos, com- parando los beneficios de la paz á los desastres de la guerra , que todos se pusieron en pié clamando : « ¡ La paz , la paz 1 » Lincopichion y Anteguenu cooperaron con Liencura á este resultado , por medio de elegantes discursos, de que presumían mucho, y con razón. Por su parte , los Españoles quedaron autorizados á levantar y repoblar pacíficamente sus antiguas ciudades y colonias. Desde aquel instante, quedaban las dos naciones ahadas para toda guerra ofensiva y defensiva contra otros extranjeros que pudiesen invadir las tierras de unos y otros. En el hecho de ser enemigos de los Españoles, los Araucanos los hablan de considerar como sus enemi^ gos propios. Finalmente, todos los cautivos españoles eran libres de volverse en el instante mismo á los suyos. Y en rehenes de la fidelidad á estos tratados , cada parcialidad ofreció dos de sus principales señores. A penas esta grande resolución se comunicó al con- curso inmenso que se hallaba de la parte de afuera del CAPÍTULO V. /l5 rústico salón de la paz, se oyeron clamores de contento, y las salvas de artillería hicieron resonar los ecos. Ante- guenu presentó el ramo del canelo , símbolo de la paz , al marques, y este lo recibió con muestras del mayor aprecio. Nada mas quedaba que hacer, y Baydes, bajando de su estrado, dio la señal de la salida del congreso. Las salvas redoblaron ; les aplausos eran frenéticos ; las músicas hacían subir al cielo el entusiasmo; todo era alegría, júbilo y parabienes. Españoles y Araucanos, Araucanos y Españoles mezclados y confundidos como hermanos aquel dia , vagaban , formaban círculos , comían y bebían , y parecían mas dichosos, unos y otros, que nunca lo hubiesen podido ser con los mas brillantes triunfos guerreros. Pero á este propósito , aun los Indios quisieron ver un simulacro español , y la caballería eje- cutó algunas cargas tan bien hechas por una parte como sostenidas por la otra. Baydes dio la orden de marcha para el dia siguiente sobre la Imperial. La bondad de este gobernador se había manifestado tan á las claras, como también la dulce satisfacción que experimentaba , que los Indios quedaron muy convencidos de la duración de la paz, que seria eterna si él pudiese gobernar eternamente el reino de Chile. Así fué que al dia siguiente se desha- cían en demostraciones y expresiones de reconocimiento, prometiéndole y jurándole afecto y fidelidad mientras viviese. Enfm , partiéronse Españoles y Araucanos. Sin embargo, muchos caciques se habían hallado ausentes del congreso, y bien que no hubiese para que dudar de su adhesión á la paz , Baydes se había propuesto pedirla ; pero no fué necesario. Treinta de estos caciques le aguar- Il6 HISTOfUA DE CHILE. daban al paso por Repocura , con este objeto , y gozosos, le prestaron homenaje. El marques les preguntó porque se habían abstenido de asistir al dia de fiesta y de júbilo universal de Quillin , y le respondieron que por honrarle á él , y á sí mismos recibiéndole en sus tierras ; derecho quetenian como todos los demás caciques. Esta respuesta le agradó mucho á Baydes , que conocía bien el corazón humano , y sabia que la dignidad personal es una prenda de sentimientos honrados. ■«? Al llegar á la Imperial , se desplegó á sus ojos el mas bello cuadro de perspectiva. Los campos hermosos (i) de aquel suelo y las tierras de labrantío estaban cubiertas de trabajadores , hombres , mujeres y muchachos , que luego que descubrieron á los Españoles , dejaron su tra- bajo para acudir á recibirlos con mil muestras de alegría y agasajo. Allí también esperaban al gobernador sesenta y tres caciques, y dieron contentos su adhesión á la paz. Para dar una idea de las gustosas sensaciones que debia de experimentar Baides , no podemos menos de bosque- jar el mapa pintoresco de aquella comarca, sacado de varios autores, especialmente de Ovalle. Allí , el cielo y suelo brotan alegría. La tierra , fecun- dísima, se esplaya anchurosa, matizada, por decirlo así, con suaves y verdes colinas que forman en sus espacios los mas amenos valles, cubiertas, lo mismo que las lomas de suave declivio, de numerosos ganados. Los habitantes son blancos , apacibles y dóciles. Hay en las costas y riberas muchos mestizos, hijos de Españolas cautivas , entre los cuales se ven muchos rubios. Todos estos estaban bautizados por los cautivos españoles, aun- que sin olio , y los Indios mismos , por lo jeneral , son (1) El mas hermoso del orbe, dice OvalIc CAPÍTULO V. 47 cristianos; tienen mucho cariño á los Españoles; hacen cruces en sus habitaciones y dicen Jesús cuando estor- nudan, tropiezan ó se lastiman. Esto es poco de extrañar porque habian tratado mucho á los jesuítas á los cuales profesaban el mas acendrado afecto. Entre estos Indios habia Españoles que hubieran podido salir de cautiverio, y que prefirieron el quedarse , ya sea por la vergüenza de volver á verse entre los suyos , desfigurados , la len- gua casi olvidada y convertidos por el hábito en verda- deros Indios ; ya porque tenian afectos muy arraigados en la tierra , puesto que habia algunos que tenian allí hasta treinta hijos, de los cuales la mayor parte ya les habian dado nietos. Estos infelices eran los que mas exci- taban á los naturales á que pidiesen misiones y jesuítas, porque sentían que sus corazones se secaban por falta del rocío consolador de la fe que se apagaba en el olvido. Sobre esto, el P. Juan de Hoscoso escribía á su pro- vincial , de una de sus misiones á aquella tierra , que estos Españoles naturalizados de que hablamos , le ten- dían los brazos con lágrimas y sollozos , como sí se viesen precipitados en un abismo , para que les ayudase á salir de él. Volviendo á nuestra narración, mas de cien mil Indios dieron la paz. Los jesuítas y otros misioneros se entraron por sus tierras. El marques de Baydes entró no en la Im- perial, sino en las ruinas de aquella tan desgraciada como hermosa cuidad , maravillosamente situada en una ele- vación sobre el ángulo que forma el rio de su nombre con el de las Damas, — bordado de arboledas de diversos árboles frutales españoles, á la sombra de los cuales cruzan los Indios en sus canoas las aguas apacibles de aquel rio , mientras que por sus orillas y á grandes dis- ¿8 HISTORIA DE CHILE. tancias se ven por aquel delicioso valle verdes y risueñas huertas. Entre estas llamó la atención de Baydes una, y preguntando de quien era , le dijeron habia pertenecido al obispo don Agustín de Cisneros. Esta respuesta le trajo las lágrimas á los ojos, y mandó que inmediata- mente se hiciesen las mas eficaces dilijencias para des- cubrir los huesos del santo prelado. En efecto , el obispo Cisneros habia sido enterrado en la catedral , y al lado del evangelio del altar mayor descubrieron la caja que contenia sus huesos. Al punto , el marqués mandó levantar un altar para que allí mismo se le hiciesen sufrajios , antes de trasla- darle á la Concepción, Se pusieron á obedecerle , y por dos veces oyeron una voz que decia : «No ahí, no, sino en tal huerta. » Dieron parte á Baydes de esta particularidad, y mandó indagar quien habia dado aquella voz. Esto no se pudo averiguar, pero sí se supo que la huerta señalada habia sido de una abuela del jeneral don Diego González Montero , — allí presente á la sazón , — y que acababa de ofrecer un hermoso crucifijo que poseia y que era precisamente herencia de una tia suya que habia vivido allí, y habia sido señora de aquella misma huerta. Estos detalles , muy históricos y muy ciertos , son su- mamente interesantes para todos los lectores en jeneral , pero especialmente para los descendientes de aquellos valientes y perseverantes Españoles, que fecundaron aquellas hermosas tierras con su sangue. En resumen , la paz quedaba asegurada , vistas las infinitas pruebas de buena fe y de satisfacción con que los Indios saludaron el dia en que se fundó , y el encare- cimiento con que la hablan pedido. El hacha, distintivo del supremo mando de las armas , pasó de manos de CAPÍTULO V. h^ Lincopichion á las de los cuatro toquis natos, cuya in- signia era en todos tiempos. La vuelta de los asistentes al parlamento de Quillin (1) fué la señal de reuniones , fiestas y romerías para todos los Butalmapus , que todos celebraron la paz con el mayor entusiasmo , y empezaron muy luego á gozar de sus benéficos efectos , entablando comunicaciones y relaciones de tráfico y comercio con los Españoles; cultivando y repoblando las comarcas de donde los furores de la guerra los hablan arrojado , y, finalmente , aprovechándose y gozando del fruto de las misiones de sus amigos predilectos , los jesuítas. Baydes les habia prometido de evacuar la plaza de San Francisco de la Vega en Angol, y les cumplió su palabra. A su regreso á la Concepción , el 7 de febrero , fué reci- bido con indecibles y bien merecidas demostraciones de reconocimiento. Al punto en que llegó , informó al rey de la conclusión de la paz, pidiéndole su real apro- bación y mil pobladores para sacar todo el fruto que se debia esperar de ella. El rey quedó muy satisfecho con la nueva; pero el estado de la metrópoli llenaba dema- siado su atención y sus cuidados para que pudiese dis- traerlos en objetos que , aunque fuesen muy interesantes, estaban muy lejanos, y eran bastante hipotéticos. (1) En el mapa está escrito Quillen ; pero hemos del)¡do conformarnos;! todos los escritores, inclusos Ovalle y Molina. ni. Historia. CAPITULO VI. Resultados de la paz. — Contradicciones increíbles. — Una nueva ínsuiTeccioii. — So aquietan los Indios. — Motivos que tuvieron para obrar acalorada- mente. (1641 — 1644.) Este acto del gobierno del marques de Baydes es uno de los mas solemnes , dignos é interesantes de la historia de Chile , y aunque haya excitado ciertas intemperantes críticas, no las citamos, porque realmente no nos parece que merezcan la pena. El juicio de los lectores de esta historia ha tenido hasta aquí bastantes datos para for- marse y dirijirse aun fin cual es la solución del problema moral que ofrecía la interminable guerra de la Araucania. Gloria pues al marques de Baydes , y honra eterna á su memoria por sus virtudes y magnánimos sentimientos, — que no nacian de timidez sino de su profunda sensibi- hdad. — La noble jenerosidad con que rescató, — á sus espensas, — á muchos cautivos españoles que, habiendo sido comprados por sus posedores habria sido injusto quitárselos sin indemnizarlos, puso el colmo á la repu- tación inmortal que adquirió entonces don Francisco López de Zúñiga de hombre de alma noble, grande y sensible. En cuanto á ladiverjencia de opiniones y senti- mientos que el hecho feliz de la paz, que le fué debida, suscitó , ya se sabe que no hay mas que confrontarlos con las consecuencias , para apreciarlos en su justo valor. Y sin embargo, ha habido escritores que han asen- tado , — con una visible satisfacción , penosa para los ' CAPÍTULO VI. 51 lectores sensatos y juiciosos , — que los Indios rompieron la paz. Es muy cierto. ¿Pero cuando y por qué causa? — Ya lo veremos , y hallaremos en la verdad misma la prueba material contraria de lo que piensan y dicen ; á saber : que por la paz, cesaron los horrores de la guerra ; se repoblaron y cultivaron las tierras de los Indios, poco antes desiertas y abandonadas ; nació el comercio entre Indios y Españoles, y, finalmente, se dejaron convertir aquellos por los misioneros , que fueron á vivir entre ellos, y aun no tantos como los Indios querían y pedian, porque su número no permitía se les diese esta satisfac- ción (i). Pero aunque realmente un caso aciago hubiese sido causa de que se malograse el fruto de la paz , esto no habría sido prueba de que los Araucanos no la querían. Lo que le sucedió al P. Luis de Valdivia con Ancanamun hubiera podido sucederle á Baydes con Lincopichion, ó cualquiera de los demás jefes araucanos. Pero nada de eso sucedió, ni cosa semejante. Solamente, y cerca de dos años después, se alzaron algunos Indios de la Cordillera, á los cuales , en resumen , los mismos Arau- canos redujeron á la razón. T aun este alzamiento, — muy parcial , — le pareció de muy poca importancia al marques (2). (1) «Nada quedaba mas que levantar las antiguas poblaciones, y para ello hubieran sido muy interesantes los mil colonos que el Marques habla pedido. Con estos y algunas mujeres de Santiago, en donde las hay de sobra, muy luego se hubiese conseguido , puesto que los Indios instaban continuamente para que se hiciese, como era natural que lo deseasen en el estado de confianza de que gozaban, gracias á la sabiduría del gobernador. » — Ovalle. (2) Como se ve en el punto de una carta suya, fecha del 4 de junio 1644 , á Ovalle, hablando de dicho acontecimiento : « .... Pero como los nuevos amigos no falten, poco nos importan los alzados de la Cordillera. Hasta ahora, el acierto prueba que la empresa ha sido una verdadera inspiración de arriba. 52 HISTORIA DE CHILE. En efecto , no hay mas que leer con atención los su- cesos de aquella época. En febrero, había llegado Baydes á la Concepción de vuelta de Quillin. En abril , marchó de allí para Santiago con el fin de ver por sí mismo y remediar los daños causados por una plaga de langostas que habían devorado todas las sementeras ; y permane- ció en dicha capital hasta fines de 16/io , es decir , cerca de dos años. Por consiguiente , los caciques que violaron la paz, tuvieron bastante tiempo para saber por los bienes ó los males que les resultaban de ella , si les con- venía ó no les convenia. Luego que le llegó la noticia , el gobernador marchó á la frontera, mandó que compa- reciesen los caciques fronterizos y les hizo muy justas reconvenciones. Los caciques se justificaron probando claramente que eran muy inocentes del hecho de la su- blevación parcial de la Cordillera. El marques no pudo menos de manifestarse satisfecho con las razones que le dieron, pero noobstante, exijió que tomasen las armas y se le incorporasen para ir á castigar á los perjuros. Los caciques se rehusaron á hacerlo porque les repugnaba el ir á verter la sangre de sus hermanos , y dijeron que lo que harían con mucho gusto seria amonestarles y per- suadirles á que se aquietasen. Baydes era demasiado sensible y justo para ofenderse con esta bella repuesta , y reflexionando que la demora en semejantes casos suele ser fatal, se puso personal- mente en marcha con sus tropas para ir á pacificarlos él mismo. Llegó , los atacó , los dispersó , matando á al- gunos y llevándose á otros prisioneros ; y la cosa se acabó. Algunos dicen que tres veces tuvo que volver allá, i Dios sea servido continuar favoreciénflonos con eslas inspiraciones y con sus frutes!» — Ovalle. CAPÍTULO \I. 53 y que el mal que les hizo ocasionó represalias por parte de ellos ; que se echaron sobre la provincia de Chillan , en donde capturaron personas y robaron ganados ; y que batieron una partida que salió de San Bartolomé de Gamboa para atajarlos. Así fué, ó poco mas ó menos; pero las parcialidades de la frontera querian la paz , y este estado de cosas les perjudicaba ; de suerte que enviaron á suplicar al gobernador permitiese que el veedor jeneral del ejército español , — Fuente y Villalobos , — fuese con ellos para ponerle fin pacíficamente. Villalobos, — ya los lectores lo saben , — era un verdadero protector de los Indios , y tenia mucho influjo para con sus compatricios. Marchó Villalobos , con el beneplácito del gobernador , en com- pañía de los Araucanos de la frontera ; llegaron , habla- ron á los revoltosos , y sin la menor hostilidad , se resta- bleció el orden. Veamos ahora la causa , real ó aparente, de esta pequeña infracción á los tratados de Quillin. Si los Indios eran desconfiados como dicen , podria ser no careciesen de motivos para ello , y en el caso de que acabamos de hablar no obraron por inconstancia , sino tal vez por eso. La causa que tuvieron ahora para temer fué la llegada de otra escuadra holandesa con proyectos hostiles contra Chile. A la primera noticia de esta aparición , los Indios creyeron que los Holandeses eran Españoles que venian á reforzar los que habia , y someterlos de una vez , aprovechándose del descuido en que los tenia la paz. Este fué el hecho, y al punto en que supieron con certeza que, lejos de ser Españoles, los Ho- landeses eran enemigos de estos , se dejaron persuadir fácilmente y se aquietaron. En suma, los jesuítas dicen que bajo el mando de 54 HISTORIA DE CHILE. Baydes todo ha sido tranquilidad, sin mal suceso, ni mas muerte que la de un solo capitán. Por fin , para for- marse juicio de los beneficios que Chile ha debido á su gobierno, no hay mas que leer la carta que el P. Diego de Rosales escribe al P. Luis de Valdivia. Hé aquí esta carta, es decir, algunos puntos sucinta y claramente extractados. Su fecha es de Arauco , á 20 de abril de 16/r3. — Pero creemos deber dar principio con ella á un nuevo capítulo. CAPITULO VII. Solución evidente de la cuestión de la paz y de la guerra. — Carta del P.Diego de Rosales al ilustre P. Luis de Valdivia. — Otra de un cautivo español al P. Juan de Albiz. Esta carta se halla aquí como un monumento eterno de la verdad de los hechos. En donde no hay interés ni pasión, no hay sospechas posibles. Cuando los hechos hablan , las mejores razones son grandes sinrazones. Las peripecias que ha presentado hasta aquí la guerra de los Araucanos , si por una parte han ofrecido un gran pro- blema difícil de resolver ; por otro , han hecho surjir de los mayores conflictos datos sufíicientes para resolverlo. Pero semejantes problemas no se resuelven nunca con oposiciones anárquicas, con pasiones ciegas y desenfre- nadas , ni con presunciones que carecen del menor fun- damento , como lo son siempre las de hombres muy necesarios é interesantes sin duda alguna , — pero que no siendo resortes principales sino ajentes sometidos á una dirección superior, deberían obrar ciegamente y no querer dirijir, con riesgo de entravar, parar é inuti- lizar la potencia del resorte principal del movimiento. Antes de pasar adelante, debemos notar que, según la historia, el P. Luis de Valdivia debia haber fallecido en aquella fecha ; pero el P. Rosales lo ignoraba , como se ve por el principio de su carta. Mi P. Luis de Valdivia, no he cumplido con mi deber dejando ignorar á V. R. el estado en que están las cosas de este reino. En este momento, ya se hallan cumplidos 56 HISTORIA DE CHILE. los paternales deseos de V. R. , y gozamos del fruto de sus trabajos, y de las semillas preciosas que V. R. habia sembrado en estos campos. El gobernador Raydes acaba de levantar con su sensibilidad y su saber esta rica cosecha dando y obteniendo paz por todos lados. He aquí los interesantes detalles de este venturoso aconte- cimiento. Lincopichion y Putapichion (1) , principales cabezas de la Imperial, hacia la cordillera, y á su ejemplo , los de la costa , los de Pilmayquen , Lincoya , Paycavi , Ilicura , Contun, Puren, Tirua, Calcoimo y Relomo, todos estos se han acojido á la paz , espontáneamente y gozosos de volverse á sus antiguos hogares que hablan tenido que abandonar. Ya están de vuelta á ellos con sus mujeres , sus hijos y sus ganados , y durante dos años no se ha hurtado ni un solo caballo , ni causado el menor mal poi' parte de ellos , ni por nuestra parte. Es cierto, con todo eso , que el demonio les puso , al cabo de este tiempo , en la cabeza á algunos caciques de la cordillera pretextos ó motivos de alterar la paz ; pero el gobernador lo supo con oportunidad, mandó prender á veinte de los mas revoltosos y los declaró por traidores. Lejos de declararse en favor de estos , los ca- ciques de la costa salieron á recibirle hasta la Imperial con diez y nueve camellos del pais , á los cuales dieron muerte inmediatamente en su presencia, demostrando con esta acción, cuan inocentes estaban de lo acaecido, y cuan distantes de querer romper la paz , puesto que la volvían á ratificar y sellar con la sangre de estas últimas víctimas. (1) Es cosa notable que ninguno de los escritores contemporáneos haya men- cionado áPutapicliion en esta grande transacción , si no es Carvallo, y ahora en este punto , el P. Rosales. CAPÍTULO Vil. 57 Sin embargo , los de Aliante, Anteguenu, Puvinco y otros no vinieron á su encuentro. Uno solo se presentó con un camello ; pero los guerreros de San Crislóval y Talcamavida (1) no lo quisieron recibir. En vista de esto, el gobernador mandó declararles de nuevo la guerra con grande estrépito de cajas y trompetas. Oyenlo los de la Imperial , los amigos de Arauco, y de San Cristo val , todos los de la costa y aun algunos de la Cordillera, y estos todos unánimes y de acuerdo , intiman á los revoltosos que puesto quieren guerra , se vayan á sus tierras , y si no lo hacían , en el término de tres días verían sus re- sultados. Así sucedió , el gobernador tuvo que imponerse á si mismo el cruel deber de castigarlos y lo mandó ejecutar con mucho sentimiento. A unos mil que se separaron vo- luntariamente de los revoltosos y vinieron á someterse á Angol , los pasó Baydes entre el Biobio y la Laja, á fin de que estuviesen al abrigo de seducciones ó de ataques. Para protejerlos, hay cien hombres en el fuerte de Angol. Tal es el estado de cosas en cuanto á lo temporal. Hasta ahora, en lo espiritual no teníamos posibilidad de obrar con fruto ; pero después de la paz , fui con el campo de Arauco por la costa visitando á los nuevos amigos , que salían á los caminos para verme , oírme y obedecerme con el mayor gusto y la mas suave docilidad. Es realmente cosa de alabar á Dios el ver á estos hom- bres, poco ha tan feroces, ahora tan mansos, blandos é intelijentes , prestándose á oírme y recibiendo con ansia la fe, cuyos misterios les parecen cosa maravillosa y los llenan de júbilo. La lengua me es ya tan familiar, (1) Talcamahuida, Talcamauida y Talcamavida son una misma cosa: pero los fidedignos en este punto escriben Talcamavida, y así se ve en el mapa. » 58 HISTORIA DE CHILE. que no la cedo en esto á ninguno de nuestros hermanos, si no es al P. Juan Moscoso , el cual es criollo y se ha ejer- citado mas en ella. Somos tres aquí en Arauco ; hay otros mk tres en Buena Esperanza y cuatro en Chiloé. Seria nece- " sario que hubiese muchos mas operarios. Los PP. continuaron residiendo en el Castillo, en donde V. Reverencia los habia dejado , y yo también viví en él algunos años con el P. Torrella, que ha ido á recibir de Dios el premio de sus grandes merecimien- tos; pero como era demasiado estrecha esta habitación , hice añadir une iglesia exterior que dicen se aventaja á la del colejio de Penco. Voy edificando poco á poco nuestra casa , haciéndola capaz de albergar muchos misioneros. Todo se debe , y todo lo debemos al grande espíritu de V. Reverencia. La memoria de sus hechos está tan fresca como el primer día. ¿ Y como no lo ha de estar, componiéndose nuestras hermosas cosechas de lo que ha sembrado Vuestra Reverencia? No hay mas que pregun- társelo á los Indios de Arauco , ó por mejor decir no hay mas que oirles, sin preguntárselo : « A mí me ha bauti- zado Valdivia , » « y á mí también , » « y a mí también , » y centenares, miles de voces se levantan á porfía ensal- zando el nombre de Valdivia. ¿Qué gozo no tendría V. Reverencia en volver á ver estos terribles hombres de Puren , de llicura y de Paycavi , tan dóciles y mansos á sus suaves persuasiones? Cuando les digo que V. Reve- rencia vive, y que pueden estar seguros no los ha olvi- dado, se admiran pareciéndoles cosa imposible. Dios quiera que dure muchos años su admiración. Ruego á V. Reverencia no se olvide de mí en sus oraciones. Arauco, á 20 de abril ÍGÍxo. Concluyamos el capítulo con un extracto de un cautivo CAPÍTULO VII. 59 ¿¡»4spañol , llamado Francisco de Almendras , al P. Juan de Albiz, fecha de 29 de marzo 1643. ¡Cuanto me holgaria, padre mió de mi alma, de poder ir á confesarme con V. Paternidad ! Una sola vez lo he podido hacer en el espacio de cuarenta años del cautiverio en que estoy. Ya he escrito muchas veces al señor marques anunciándole y atestiguando el vivo deseo que tienen estos Indios de que vengan con asiento muchos PP. jesuitas á sus tierras. Toda este jente, desde la Imperial (en donde ya vivo) hasta Valdivia, Osorno y Yillarica tienen losmismos deseos ; pero quieren que sus misioneros sean PP. de la compañía de Jesús por causa de sus ejemplares virtudes en las cuales se pueden fiar, sin temor de que les quiten á sus mujeres y á sus hijas , como lo hacian los curas de otro tiempo , cuyos excesos escandalosos tienen muy presentes algunos an- cianos que aun viven. He esperado mucho tiempo que V. Paternidad vendría con el P. Francisco Vargas, ó con otro ; mas ya que el señor marques no se lo ha permitido , pido por el amor de Dios á V. Paternidad se llegue hasta el fuerte del Nacimiento, en donde trataremos de lo concerniente á mi salvación y á la de los mios, pues tengo muchos hijos y nietos. En caso que V. Paternidad no pueda por sí mismo , hágame la caridad de enviarme algún otro Padre de la compañía ; porque aunque estoy á treinta leguas de dicho fuerte , con su aviso me pondré al punto en camino con mis hijos y allí esperaré. Dios recompense á V. paternidad del agasajo que han recibido en su santa casa estos caciques y su séquito. Continuamente hablan de ello con el mas encarecido reconocimiento. 60 HISTORIA DE CHILE. He recibido el catecismo y demás autos de devoción que V. Paternidad se ha servido remitirme, los cuales, luego que los he vuelto á saber de memoria, los he dado á mi amigo Gaspar Alvarez, que se halla cautivo con- migo. # CAPÍTULO vm. Envía el gobernador socorro de tropas al de Buenos Aires, amenazado de una invasión por parte del Brasil. — Armada iiolandesa. — Da muerte su coman- dante al de la isla de Cliiloc. — Muere el jeneral holandés. — La escuadra en Valdivia y su desemi)arco. — Los Holandeses se fortifican. — Esperi- mentan escasez de víveres y deserciones. — Tienen que retirarse. — Equipa el virey del Perií una escuadra. — Reedificación de Valdivia. ( 1644— Í646.) Para mayor abundamiento de cuanto queda dicho de los buenos efectos de la paz , añadiremos que en las actas del cabildo de Santiago está escrito , que el 2 de abril 16/i.2 , acordó esta corporación se hiciese una procesión con misa cantada y sermón en acción de gracias por la paz , y por las redenciones que se habían hecho de cautivos. El 13 de diciembre , Baydes pasó de la Concepción á Santiago con el objeto de aprontar un socorro de tropa que le pedia el gobernador de Buenos Aires , temeroso de una invasión de Portugueses del Brasil , sublevados en América contra España, á ejemplo de la Península. El socorro pedido por el gobernador de la Plata, y en- viado por el de Chile, se compuso de doscientos hom- bres bien armados y equipados (1). Baydes volvió muy luego á la frontera , marchándose de Santiago á princi- pios de 16i3. Todo el reino de Chile gozaba , pues , de una satisfac- ción grande , debida á su gobernador, cuando hé aquí un (1) A espensas del obispo de Santiago, Villaroel, que liizo este grande desembolso en servicio del estado. — Carvallo. V 62 HISTORIA DE CHILE. i; r. nuevo acontecimiento que la entristeció inopinadamente. Un dia , los habitantes de la Concepción vieron entrar impensadamente una piragua en el puerto , en la cual había un jesuita. ¿De donde podia venir un jesuita solo en una piragua ? — Nada menos que de la isla de Ghiloe. Tal habia sido el arrojo del P. Domingo Lázaro. Es ver- dad que el objeto de este arriesgado viaje por una mar borrascosa en tan frágil bajel, lo justificaba sin disminuir su mérito , puesto que el P. Lázaro lo habia emprendido para llevar al gobernador la noticia de que una poderosa armada holandesa habia invadido la isla de Chiloe con preparativos que anunciaban una grande empresa. Bien que , por orden del virey del Perú , Valparaíso se hallase fortificado y armado con cañones de bronce fundidos en Lima en 16/i0 , de los cuales algunos fueron posterior- mente enviados también á la plaza de Valdivia , el gober- nador tuvo por conveniente despachar sobre la marcha al mismo jesuita P. Lázaro con el maestre de campo Soberal para que fuesen á coiliunicar el acontecimiento al virey. Como de costumbre , el admirable cabildo de Santiago costeó los gastos del viaje , aprontando dos mil y quinientos pesos , noobstante sus grandes apuros. Vengamos á la armada holandesa. Esta expedición era mandada por Hendrick Brower(i), cuyos proyectos é instrucciones selladas, — que tenia orden del conde Mauricio de no abrir hasta que se hallase en el mar del Sur , — eran el hacer alianza con los na- (1) Este nombre propio ha sido pronunciado y escrito de diferentes mane- ras, — como era natural,— que no se le semejan ni de muy lejos. Unos lian escrito Brun; otros, Brunt, otros, Brehaul. Warden , que ha sido un cónsul jeneral de los Estados Unidos de América en Paris, y que la escrito la cronolo- jía histórica de la America, lo escribe como se ve. Su pronunciación en español es Brauer. ^ CAPÍTULO VIH. 63 turales de Chile contra los Españoles , con el fin de for- mar allí establecimientos holandeses. Para eso , equi- paron tres navios de alto bordo , que eran el Jmsterdam^ la Concordia^ el Flesinr/ue. Brower habia salido del Texel 1 el 6 de noviembre 16/|2 , y arribó á Fernambuco el 22 de diciembre para concertarse con el conde de Nasao , gobernador general de las posesiones holandesas en aquellos parajes. El almirantazgo de allí reforzó su es- cuadra con el navio el Naranjo y el yatche Delfín. El 15 de enero , volvió el almirante holandés á salir al mar con el rumbo al estrecho de Lemaire , á cuya orilla occiden- , tal ancló el 18 de marzo en la bahía de Valentin. Desde aquí, puso la proa á la isla de Chiloe, y llegó á ella el 1° de mayo. Después de haber em^pleado cinco ó seis dias en buscar i^'-if un ancladero cómodo y seguro , Brower fondeó al norte de la isla en un puerto que dicen tomó el nombre del al- mirante (1) , y mandó poner á la orilla de un rio , — á dos leguas mas arriba de su desemboque en el mar , — una bandera blanca, una navaja, y un collar de perlas de vidrio ; pero al instante vieron bajar un hombre á ca- ballo de una colina , en donde habia una multitud de hombres , mujeres y muchachos mirando á los recien- venidos, el cual arrojó con resolución al agua la bandera, la navaja y el collar. Las llanuras circunvecinas esta- ban cubiertas de caballos y de ganados pastando. Los naturales habian salido todos de sus habitaciones , cerrando la puerta, y poniendo delante de ella una cruz, cuyo aspecto fué para los Holandeses una seña clara y evidente de que los habitantes de aquella tierra (1) También se llama : el Puerto Ingles, dice Warden, á quien lomamos algunos de los detalles de este acontecimiento. 64 HISTORIA DE CHILE. debían estar bautizados y sometidos á los Españoles. El 16, el mayor Blaeuwbeck (1) de la escuadra, que se hallaba á la sazón á bordo del yatche con una compañía , vio á la orilla del rio algunos soldados de caballería, cuyo lenguaje no comprendieron los Holan- deses al principio, hasta que oyeron que decían en español muy claro, que los Holandeses no iban con buenas intenciones. Oyendo esto , el mayor de la es- cuadra , lejos de probar lo contrario , mandó amainar la bandera blanca que flotaba en el yatche é izar la en- carnada, y bajo la protección del fuego del yatche, desembarcó con sus soldados, se internó hasta cierto trecho hasta que pudo cojer una familia chilena com- puesta del hombre, de la mujer y de dos muchachos; pero no pudiendo sacarles una palabra, resolvió el ir á buscar informaciones á otra parte. El 19 se fué con el yatche y la chalupa á Carelmapú, en donde había un fortín que atacó y del cual se apo- deró aunque con pérdida de seis hombres (2); pero no halló dentro mas que algunos soldados y caballos y á un Indio que se llevó. Por otro lado , Brower había sido mas feliz que su mayor , y habiéndose enterado de que Castro era la ca- pital del archipiélago de Chiloe , puso la proa en su di- rección , y el 6 de junio entró por el canal que separa la isla del continente , hasta dar vista á la ciudad. El coman- dante de la plaza, don Andrés Muñoz de Herrera, que quiso oponérsele, fué muerto con la mayor parte de sus soldados, y los Holandeses, que iban diciendo á los In- (1) Pronunciación aproximada Bliubec. (2) No vemos en ninguna parte el nombre del oficial que mandaba esta fortificación, que probablemente no era mas que pasajera. CAPÍTULO VIII. 65 dios que ellos no eran bárbaros ni sanguinarios, y que no hacian mal á nadie , saltaron en tierra , pillaron , in- cendiaron y cometieron mil profanaciones, achacando después una parte de estos excesos á los pobres habi- tantes, de los cuales contaban habían levantado los techos desús casas , y las habían incendiado ellos mismos antes de abandonar la ciudad. Lo único que confesaban era que habían saqueado un poco, omitiendo que habían incendiado una inocente y pacífica nave que estaba para alargarse. No quedándole que hacer allí, Brower se fué, y el 8, fondeó en una islita al norte de Valdivia. Todas las hazañas que hizo por de pronto se redujeron á cojer y llevarse prisionera á una pobre vieja española, que se llamaba Luisa Pízarro y tenía setenta y cinco años, con el fin de que esta les enterase de las fuerzas y otras par- ticularidades de los Españoles. El 17 , los Holandeses cojieron á tres naturales, y con ayuda de la viejecita española les dieron á entender que los pondrían en li- bertad , si querían ir á decir á los suyos que los Holan- deses no eran un pueblo bárbaro , y que no iban para hacer mal á los Chilenos, sino bien , uniéndose con ellos contra los Españoles. Seria muy difícil el poder asegurar si los naturales lo creyeron ó no lo creyeron. Lo solo cierto es que, al día siguiente, les llevaron víveres en cambio de armas de Europa. Hendrick Brower era natu- ralmente de humor tétrico, y padecía ademas una en- fermedad que se agravaba con la mas mínima contra- riedad. Viendo cuan poco progresaba , y cuan frecuentes eran la borrascas , se le irritaron los humores en tal ma- nera , que murió , por decirlo así , inopinadamente , el 7 de agosto, pidiendo que le enterrasen en Valdivia, III. Historia. 3 6é HISTORIA DE CHILE. Elias Harckmans , que tomó el mando de la escuadra , entró el 21 , en el rio de Valdivia. Al principio , los na- turales le llevaron provisiones por armas, y proba- blemente lo que les contó de que el gobernador de Castro habia hecho ahorcar á muchos de los suyos (1) los hubiera atraído ; porque, en efecto , ya hablan llegado á verse con ellos muchos caciques cumcos y de Osorno. Pero, un clia , los Holandeses tuvieron la inadvertencia de preguntar donde estaban las minas de oro, y desde el mismo instante, los naturales arrugaron las cejas, los mi- raron con sospecha, y finalmente no les llevaron mas víveres. Sin embargo , continuaban fortificándose en Valdivia, aunque también padecían escasez de mate- riales, por habérseles perdido en un temporal un transporte muy importante cargado con instrumentos y materiales de construcción. Poco á poco , su situación llegó á ser imposible , y las deserciones empezaron á hacer ver á Harckmans que lo mas seguro seria volverse á la mar. Entre tanto , el consejero del almirantazgo Elbert Cnjspinsen habia vuelto á Fernambuco con el Amslerdam para dar cuenta del progreso de la expedición y traer refuerzos ; pero diez dias después, el 26 de setiembre, Harckmans perdió la última esperanza que tenia de po- derle aguardar allí en una conferencia que tuvo con algunos caciques, los cuales le expusieron la imposibili- dad en que se hallaban de suministrarle provisiones, puesto que ellos mismos carecían des ellas ; que en otra (l) Claro es que líarckniaiis fabricaba una historia, puesto que el coman- dante (Je Castro iiabla sido muerto por los Holandeses. Por otra parte, aiiora se ve rl motivo secreto que liahian teñirlo algunos caciques de la Cordillera para sublevarse. • CAPÍTULO VIII. 67 ocasión, por ejemplo, de allí á dos años, lo podrían hacer mejor. A esta insinuación política, se siguieron algunos actos hostiles departe de los naturales, de modo que, por de pronto , los Holandeses dejaron á Valdivia y pasaron á la isla de Constantino , desde donde pusieron á lávela el 18 de octubre para volver á Fernambuco. Este fué el resultado de la famosa expedición Brower , compuesta , como se ha visto , de cuatro navios de alto bordo y un yatche, en los cuales llevaba noventa y dos piezas de ar- tillería, treintay cuatro de bronce, y cincuenta y ocho de hierro, con suficientes tropas y pertrechos, materiales é instrumentos de construcción. Mientras tanto, el virey del Perú, don Francisco de Toledo y Leyba , marquesde Mancera , habia recibido el parte que le hablan llevado el jesuíta Lázaro y el maestre de campo Villanueva y Soberal de la venida de la es- cuadra holandesa, y habia tomado medidas inmediata- mente para enviar una poderosa armada no solo con el designio de desalojar á los Holandeses , sino también de repoblar y fortificar la plaza de Valdivia. El 31 de di- ciembre, salió del Callao una escuadra de diez navios (1) con mil y doscientos soldados (2) y la mas brillante ar- tillería de bronce que se hubiese visto hasta entonces, bajo el mando de su propio hijo primogénito , don An- tonio de Leyba , al cual suministró setecientos mil duca- dos para que llevase á buen fin su empresa. Esta expedi- ción no habiendo llegado á su destino hasta el G de febrero 1645, no tuvo enemigos que expulsar, puesto (1) En un manuscrito de Alsedo , se lee solo seis buques. Los diez los asienta Ovalle por cartas escritas del Perú mismo, cu la misma época y actualidad de los hechos. (2) Algunos autores dicen ochocientos. 68 HISTORIA DE CHILE. • que los Holandeses se habían retirado en octubre del año anterior. Pero se halló muy á punto para reedificar la ciudad de Valdivia y fortificarla, según las intenciones del virey, el cual contaba, sin duda alguna, con la real cédula que muy luego le llegó para que ejecutase este proyecto (1). «^jf Don Antonio de Leyba, su hijo , mandó poner manos á la obra, al punto en que desembarcó su jente en la isla de Constantino , y en poco tiempo, á fuerza de ánimo y de brazos, se hallaron obras y trabajadores á cubierto. Entretanto , habiendo recibido aviso de que el goberna- dor de Chile estaba en marcha para apoyarle , si era ne- cesario , le envió á decir que era inútil y que no habia para que se tomase la molestia , ni cansase sus tropas. Esta respuesta la recibió Baydes hallándose sobre el Quepe , desde donde regresó á la Concepción. Sobre este hecho , el P. Diego de Rosales , superior de las misiones de Arauco, escribia al P. Ovalle; que la reconstrucción y repoblación de Valdivia se habian ejecutado como por encanto , gracias á los medios poderosos empleados para ello , y á la unión de voluntades tanto de parte de los que mandaban y dirigían , como de los que obedecian y eje- cutaban; q\iQ cuatro jesuítas habian asistido á esta inte- resante obra, cf En cuanto á mí , dice Rosales , he ido tres veces á Puren , Paicavi, Ilicura y Tirua, y siempre con frutos de bendición. Los Indios son cada dia mas dóciles. El P. Juan Moscoso se apresta en este mismo instante para hacer el mismo viaje. » Concluyamos que los Indios fueron fieles á los tratados, no solo no haciendo alianza con los enemigos de los Es- (-1) Bajo la Invocación de María. 4 CAPITULO VIH. 69 pañoles , sino también ofreciéndose á unirse á estos para expulsar á los otros (1). (1) Entre los rasgos de patriotismo y de arrojo de los Españoles, todos los autores cuentan que hubo veinte , cuyos nombres por desgracia quedaron igno- rados, los cuales, con el beneplácito dfil gobernador, se arriesgaron hasta Val- divia á reconocer. Bien que los Holandeses se hubiesen ya marchado, el hecho no es menos de notar, puesto que iban para asegurarse de ello. «^ 4 CAPITULO IX. Duración de la paz. — Cuestión de preferencia de invocación á la Virgen, en el Cabildo de Santiago.— Cuestión de esta misma preferencia por parte de la Audiencia y del Obispo. — Razones de esta preferencia. — Remplazo de Baydes.— Su salida de Santiago. — Su muerte gloriosa. (1645—1646.) El gobernador, de regreso del Quepe, llegó á la Con- cepción el 22 de marzo. En todo este año no hubo sucesos notables. Solo la ciudad de Santiago , que era la piedra fundamental del grande edificio del reino y centro de todos sus padecimientos , tuvo en esta época que gemir con una nueva calamidad, cual fué una epidemia de vi- ruelas que causó una gran mortandad , y obligó al cabildo y á sus vecinos á apelar al auxilio de la religión , ha- ciendo rogativas á san Sebastian con novenas, y proce- siones de la iglesia de la Merced á la Catedral. Hubo otro cabildo muy prolongado, en el cual tenian los capitulares que debatir una muy grave cuestión , á saber : el cumplimiento de una real cédula de 10 de marzo de í 663 , en la cual mandaba el rey que las ciu- dades de Chile celebrasen una fiesta á la Virgen , bajo la invocación que fuese mas de la devoción de cada una. Era un verdadero conflicto , y en efecto , la sesión fué larga y animada, porque era caso arduo el votar por Nuestra Señora de las Mercedes mas bien que por la del Rosario, ó por esta, de preferencia á la del Socorro. Por fin , esta última obtuvo la mayoría , y fué proclamada reina y señora de aquella santa función. CAPÍTULO IX. 71 Pero este voto dado á Nuestra Señora del Socorro por el cabildo no puso fin al conflicto ; lejos de eso , tal vez complicó la grave question de que se trataba. Los cabil- dantes, entrando en deliberación sobre esta materia, hablan usado de un derecho que creían inconteslable ; pero el obispo y la real Audiencia tuvieron distinto modo de pensar, y persuadidos que á ellos les competía y no al cabildo el nombrar la Virgen á quien se habían de ele- var los corazones y las plegarías en el día señalado , nombraron á Nuestra Señora de la Victoria , la cual fué colocada, en virtud de este nombramiento y sin apela- ción , con su peana en el altar mayor de la catedral. La sola excusa que S. S. ílustrísíma y sus señorías de la Audiencia pudieron haber tenido para dar un tal des- aire al cabildo, ha sido que, según la tradición, la imájen de la Virgen de la Victoria, nombrada por ellos, había sido rescatada por Felipe II de los Moriscos de Granada , al mismo tiempo que el Santo Cristo de la Vera Cruz que se venera en la iglesia de la Merced ; y que dicho monarca hizo don de estas santas imájenes á la ciudad de Santiago. Por lo demás , el derecho del cabildo para ser juez en la materia era el mas incontestable , siendo el mas natural , y su elección se había fundado en la par- ticular devoción que inspiraba Nuestra Señora del So- corro , como abogada y protectora que era de la ciudad de Santiago desde su fundación y la de su cabildo , el cual tuvo que resignarse con el consuelo de que la Madre de Dios era una sola bajo las diferentes invocaciones con que la veneran sus devotos , y que la tradición sobre Nuestra Señora de la Victoria y el rey Felipe II no podía menos de ser respetada por todos. Mientras tanto , el marques de Baydes , después de su 72 HISTORIA DE CHILE. regreso á la frontera, estableció las casas de conversión de Santafé , San Cristóval y Santa Juana bajo la direc- ción de los jesuítas; fortificó las plazas de la línea y re- forzó sus guarniciones, y satisfecho de haber llenado sus deberes en todo según su severa conciencia, se volvió á la Concepción , en donde esperó tranquilamente la lle- gada de un sucesor, que ya le habia sido anunciado , y que él mismo habia pedido mas de una vez , como el rey mismo lo dice (i). Con esta noticia, envió ásu mujer y á su familia para que le esperasen en Lima. A principios de mayo llegó su sucesor á la Concepción y le entregó el mando , después de lo cual salió para Santiago á despe- dirse del cabildo y darle gracias por el celo de su coope- ración al buen éxito de sus actos administrativos tanto en la guerra como en la paz. Allí se mantuvo hasta el primero de octubre que marchó á embarcarse en Valpa- raiso para el Callao. El sentimiento con que el cabildo, la Audiencia, el obispo, la ciudad y todo el reino vieron marchar á Baydes se colije de lo venturoso de su gobierno, y así fué que le colmaron de bendiciones. Por lo mismo , no nos detendremos en apologías superfluas , puesto que los ánimos de los lectores no pueden menos de hallarse muy conformes con los de los habitantes de Chile, y dejare- mos á un lado todo lo que nos dicen del mérito de este gran gobernador los escritores de aquellas cosas , incluso el mismo Ovalle. Las alabanzas mayores y mas dignas de hombres como el marques de Baydes se hallan conte- nidas en la relación de sus hechos , y en las sensaciones que produce su nombre. Pero no por eso le dejaremos (1) Real cédula fecha en Zaragoza á 22 de noviembre de lGZi5. — Carvallo. CAPÍTULO IX. 73 tan pronto, y los lectores nos agradecerán que los ¿conduzcamos en pos de él, para ver cual ha sido su suerte. ¡Desgraciada, infausta suerte! Porque este hombre tan pacífico que preferia los beneficios de la paz á las mas brillantes conquistas de las armas, era no solo el mas grande hombre de guerra que hubiese mandado en Chile , sino también el de mas valor personal , el mas intrépido y aun temerario de todos los militares del uni- verso. Se embarcó , como hemos dicho , en Yalparaiso ; llegó al Perú; vio al virey; recibió sus elojios y salió del Callao (1) por fines del año 1556, con su famiha para España. Navegó viento en popa hasta dar vista á Cádiz, con la perspectiva feliz de verse muy pronto cubierto de lauros y de aplauso hasta por el mismo soberano. Pero á una vida tan gloriosa correspondía un fin , tal vez , mas glorioso. España estaba en guerra con los In- gleses, y habia guardacostas de esta nación en aquellas aguas. Uno de estos ataca al navio en donde iba Baydes , el cual toma el mando , y se defiende á pesar de la supe- rioridad de fuerzas del enemigo sin querer rendirse , y se defiende hasta que su nave acribillada de cañonazos se incendia finalmente. Entonces, muere el heroico gober- nador de Chile ; muere su mujer ; y si se salvan sus hijos, se salvan porque los enemigos mismos los sustraen á las llamas, y los llevan prisioneros á Londres. (1) En su manuscrito de la Historia de Cliile, Aisedo dice que salió con un convoy de galeones, que en este mismo punto partió por el mar del Sur para España con cuantiosas cantidades de oro y plata del erario, y muchas pertene- cientes á particulares. — Sin embargo , Pérez García, citando al mismo Aisedo , no menciona una sola palabra de esto y se limita á decir que se embarcó en el Callao. — Otros dicen que marchó por Panamá. t 7/i HISTORIA DE CHILE. Al volver en libertad á su patria , uno de ellos , don Francisco de Zúñiga , tomó el hábito de la compañía de Jesús; volvió á Chile; fué uno de los misioneros mas celosos; llegó á Provincial, y murió en la Concepción en edad muy avanzada. i CAPITULO X. Gobierno de Don Martin de Múxica (1). Propone ratificar la paz. — Segundo parlamento. — Ratificación. — Incidentes. — Adiciones á los artículos ante=- riores. — Fiestas y regocijos. — Retíranse las parles contratantes. — Regreso del gobernador á la Concepción. ( 1G46— 1647.) Es cosa de admirar el consumo de jenerales ilustres que hizo la guerra de los Araucanos. Don Marlin de Múxica , caballero del hábito de Santiago, ha sido uno de ellos, habiéndose acreditado mucho en las guerras de Flandes, en donde sus brillantes servicios le habian hecho alcanzar el empleo de maestre de campo. Ya le hemos dejado reconocido por el cabildo de la Concep- ción. El de Santiago no tardó en enviarle su cumplido de bienvenida por el rejidor Ruiz de Gamboa, mientras en la capital se hacian los preparativos acostumbrados para recibirle en persona , para lo cual ya el caballo , silla y dosel de aparato estaban prontos. El cabildo de la capital no reparaba en gastos ni en sacrificios cuando se trataba de asuntos de dignidad nacional , y, muy luego después, tuvo que hacer aprestos de ornatos tristes y fúnebres para honrar y llorar la muerte de su gobernador pasado. Era admirable el cabildo de Santiago. Halló, pues, Múxica, á su entrada en el gobierno, una paz sólida ; un buen ejército ; la plaza de Valdivia (1) Por mas que, jeneralmentc, la ortografía modificada , — tal vez dema- siado para la dignidad de la lengua,— se estienda á ios nombres propios, creemos que es un abuso, y por lo mismo escribimos Múxica. 76 HISTORIA DE CHILE. ^^ restaurada, poblada y fortificada, y Valparaíso y Arica puestos en buen estado de defensa por el hijo del virey. Pero á poco tiempo , recibió la mala nueva de la muerte del comandante de Valdivia, que era el benemérito don Alonso de Villanueva y Soberal. Para su remplazo, nom- bró Múxica á don Francisco Gil de Negrete, el cual marchó sin demora para su destino por tierra , llevando reses vivas y otras provisiones de que carecían los mora- dores y la guarnición de Valdivia , bajo la protección de una pequeña escolta. Por lo demás, el nuevo gobernador no mudó de em- pleados, ni quitó empleos. Rebolledo quedó con el suyo de maestre de campo ; y el de sarjento mayor lo dio á don Ambrosio de Urrea. Cosa particular, Negrete fué atacado impensadamente por los caciques Mariantu, Carihuanque y Catinaguel, los cuales le quitaron el convoy, y Dios solo sabe como él mismo y algunos soldados de la escolta pudieron llegar en salvo á Valdivia. Esta novedad , que seria efectiva- mente una prueba de la inconstancia y mala fe que se atribuyen á los Indios , tendrá probablemente algún misterio que tal vez la historia aclarará. Mientras tanto , Múxica , que deseaba mucho la paz , creyó oportuno para mantenerla sólidamente el no dejar dudas ni sospechas sobre este particular á los Araucanos , y envió al veedor jeneral Villalobos (1), muy querido de ellos, para pro- ponerles su ratificación en un nuevo parlamento , que seria celebrado al año siguiente, en Quillin de Puren , (1) Con Villalobos, — dice Carvallo,— fué el P. Juan de Moscoso, de la ex- tinguida compañía de Jesús. — Al parecer, este escritor confundía la división de la provincia de la compañía con su extinción, de la cual nadie ha hablado basta ahora. W CAPÍTULO X. 77 por el mes de febrero. Tomadas estas medidas, marchó de la Concepción para Santiago , en donde fué recibido y reconocido con los honores y fausto acostumbrados, el dia 26 de setiembre, por el cabildo y por la Audiencia. Moscoso y Villalobos, á su vuelta, le informaron de que los Butalmapus estaban muy conformes en la ratifi- cación propuesta, y c{ue el dia 15 de febrero del siguiente año , concurrirían todos los caciques al parlamento de Quillin. Con esta ocasión , el cabildo y la ciudad tuvieron el inevitable sentimiento de oirse pedir soldados, vecinos y encomenderos para mayor ostentación y solemnidad de dicho congreso. Con todo eso , viendo la moderación con que el gobernador exijia este sacrificio, diciendo en su oficio que bastaban diez individuos de cada compañía , y veinte de la de su señoría, no tuvo ánimos para oponerse á su pretensión, y en el término de tresdias, los hombres pedidos, que eran de los mas distinguidos de la ciudad, en gran parte , y de caballería , se hallaron acuartelados con sus armas y caballos. El gobernador habia obrado con tanta circunspección en su oficio, hecho en forma de proyecto ó auto , — que fué presentado en el consejo por el alcalde Antonio de Zabala , — que ni siquiera lo habia firmado ; y esta circunstancia fué una razón mas para que el cabildo le honrase con una pronta obediencia. Salió Múxica con estas tropas de Santiago hacia media- dos de noviembre, y el 29 , celebró la pascua en Acúleo, desde donde prosiguió á Yumbel de la frontera. Allí estableció sus cuarteles , y concentró las tropas con que pensaba ir á Quillin. Estas fuerzas, que ascendían á cuatro mil hombres , se componían de la tropa escojida de cada fuerte formando columnas del porte el mas mar- cial y completamente provistas de todo lo necesario. De 78 HISTORIA DE CHILE. suerte que al llegar á Quillin con el gobernador á la cabeza, causaron la misma sensación á los Araucanos, que si estos no hubiesen visto nunca tropas españolas ; porque su pasión dominante eran las armas y la guerra. Es verdad que en este instante se hallaban poseidos y penetrados de sentimientos benévolos por reconocimiento hacia Múxica, el cu¿il habia tenido la buena política de congraciarse con ellos dando libertad al capitán Chica- guala, — que habia sido hecho prisionero por Baydes en su última compaña, — y á otros principales caciques Araucanos que hablan participado de la misma suerte. Al dia siguiente, "lli de febrero Í6kl, se celebró el segundo parlamento de Quillin , y la paz quedó ratifi- cada con aplauso jeneral , noobstante un melancólico su- ceso que no podia menos de entristecer los ánimos, por muy dispuestos que se hallasen á la alegría y al regocijo. Este suceso fué que los tres caciques Carihuanque , Cati- naguel y Mariantu, que hablan atacado á Negrete en el camino para Valdivia, tuvieron la osadía de presentarse en el congreso. Mientras duró la deliberación, el gober- nador se contuvo ; pero el ceremonial una vez concluido , les mandó comparecer y les reconvino con severa auto- ridad. No teniendo excusas plausibles que dar, implora- ron su perdón ; pero Múxica respondió que no hallándose allí por entonces como potencia justiciera ni ejecutiva, lo que podia y le correspondía hacer era referirse al juicio y decisión de los demás caciques y capitanes de guerra sus compatricios, sobre la gracia ó el castigo que merecía su desleal infracción á los tratados estipulados y jurados por ellos en aquel mismo sitio. Entraron los caciques y capitanes de guerra en con- sejo, y al cabo de una bastante larga deliberación , CAPÍTULO X. 79 votaron todos que los culpables debían ser entregados , no ala clemencia, sino á la justicia del gobernador, como dignos del mas rigoroso castigo. Aceptó Múxica , y para que sirviese de escarmiento su suerte , los mandó deca- pitar, y exponer sus cabezas en diversas encrucijadas de caminos (1). Acto de vigor ha sido este que ha debido costarle mucho al gobernador español; pero la política lo exijia tal vez. En efecto, produjo una profunda sensación; mas Múxica lo habia previsto , y como por entonces no era necesario aflijir los ánimos , dio la señal de los regocijos, y la artillería, la música , las voces y el movimiento de un jentío inmenso los distrajeron de modo que no era fácil el permanecer dominado por serias reflexiones. Después vendrían estas , y con ellas los efectos saluda- bles que se esperaba produjesen. Lo restante del dia lo .%'fpasaron , Araucanos y Españoles , fraternizando en in- finitas maneras de entretenimientos y festines , y hacién- dose recíprocamente promesas de eterna amistad y de inalterable lealtad. Los artículos adicionales que se estipularon en esta ratificación fueron : que los Indios suministrarían á la plaza de Valdivia todos los auxilios de que pudiese nece- sitar y que ellos pudiesen darle ; que el camino de la fron- tera á dicha plaza se hallaría siempre libre y seguro (1) Perez-García refiere que los tres delincuentes no se presentaron en el congreso ; que su ausencia fué notada ; que Baydes pidió le fuesen entregados ; que se los entregaron, é hizo en ellos la justicia que queda referida. Esta versión es menos verosímil que la anterior, la cual pertenece á Car- vallo. El hecho, según este lo refiere, es de los que no se imajinan, cuando no se saben de cierto, y, por otra parte, si realmente se hubiesen ocultado los culpables, no lo habrían hecho con tan pocas precauciones que se hubiesen mantenido, por decirlo asi, á mano para dejarse cojera discreción. 80 HISTORIA DE CHILE. .^ ^, para los convoyes, tropas y viajeros españoles, bajo la responsabilidad de los mismos naturales; que los Espa- ñoles levantarían sin ninguna oposición sus antiguas poblaciones , y otras nuevas en donde mas lo tuviesen por conveniente. Estas ratificaciones produjeron excelentes resultados , y por de pronto , el mas esencial é inmediato fué el de la recíproca confianza que las dos partes contratantes co- braron , en vista de la perseverancia de cada una. Este era un gran punto , sobre todo de parte de los Indios , cuya desconfianza , justa ó injusta , real ó supuesta, era motivo á pretcsto para alterar cuando menos se esperaba la buena correlación la mejor establecida. El episodio trájico de aquel dia, olvidado en el aturdimiento del tumulto , no podia menos de recordarse después y de producir reflexiones favorables al mantenimiento de la paz y del buen orden. Así sucedió , y la serie de los acon- tecimientos que vamos á narrar, bien examinada, pro- bará que si la desconfianza renació con su antiguo im- perio sobre los espíritus araucanos , tal vez no fué por culpa suya. Al dia siguiente , Múxica se puso en marcha para re- gresar á la frontera colmado de presentes y protestas, en cambio de los ([ue él habia dejado á los Araucanos , y el dia 20 de marzo entró en la Concepción. CAPITULO XI. Visilan los Indios á las Indias de encomienda de la frontera.— Seducen & algu- nas, que se van con ellos. — Otros piden al gobernador licencia para llevarse á otras que eran sus parientas. — Concédelo el gobernador. — Opónesc el obispo á esta condescendencia. — Conllicto entre las dos autoridades.— Noble reconciliación. — Falsas acusaciones. — Terremoto. — Hostilidades. (1647—1648.) La recíproca confianza de que hemos hablado al fin del precedente capítulo se manifestó muy luego á las claras en la frecuencia y familiaridad con que los Indios iban á la frontera española , y en el descuido con que los Españoles los veian ir y venir. Antes, iban con el objeto de comerciar y traficar, mas ahora , no buscaban ni si- quiera pretextos , y continuamente se les veia llegar sin que dijesen , ni que nadie les preguntase qué querían. Sin embargo , por mucho gusto que tuviesen en vaguear para divertir su ociosidad , otros objetos los atraían allí , y estos objetos eran el amor ó la amistad que tenían natu- ralmente á sus paisanas de encomienda, las cuales, bien que fuesen cristianas , ó por lo menos estuviesen bautizadas, los acojian muy bien. Como también esto era muy natural , nadie hizo alto en ello , y aun algunas de estas Indias se volvieron á su tierra sin causar grande estrañeza. Poco á poco , esta tendencia á sentimientos primitivos se generalizó tanto, que algunos Indios ricos pidieron al gobernador por gracia, les devolviesen algunas de estas mujeres, con pretexto ó motivo real de paren - ll¡. Historia. A 82 UISTORIA DE CHILE. tesco, y el gobernador no tuvo dificultad en concedérselo, visto el estado de paz y concordia en que se hallaban. Pero el obispo de la Concepción condenó estas con- descendencias como contrarias al principal objeto de la guerra y de la paz , que era la conversión de aquellos in- fieles , y resultó una desgraciada competencia entre él y el jefe militar, con deplorable escándalo. El prelado es- cribió un edicto prohibiendo el regreso de los Indios é Indias ya bautizados al seno de los que permanecían en el paganismo , y este edicto se publicó en la catedral en hora y en momento en que el gobernador y el obispo mismo se hallaban en la iglesia. Atónito Múxica de este inesperado atentado contra su autoridad , se levantó airado para salir ; pero el obispo le paró con un exhorto y el gobernador tuvo bastante frescura para reflexionar, y se volvió á sentar. Aun hizo mas y oyó , ó pareció oir con la sumisión de un buen cristiano (sumisión que le hizo mucha honra en opinión de todos), el exhorto y el edicto ; y al fin del oficio divino, aguardó á que el prelado saliese y le acompañó á su casa. El obispo no fué menos político , y devolvió inmedia- tamente la visita al gobernador. En ellase trataron con los mayores miramientos y quedaron , al parecer, muy recon- ciliados. Si no fué así, á lo menos el escándalo cesó con honra del uno y del otro. Pero como sucede siempre en semejantes casos , habia habido dos partidos , y aunque , gracias á la frescura y al porte digno de Múxica, no hubiese habido en esta circunstancia ni vencidos ni vence- dores , puesto que el desenlace se redujo al reconoci- miento tácito por parte de la autoridad militar de que en píuntos de relijion nada tenia que ver , uno de los dos CAPÍTULO XI. 83 partidos quedó descontento y no reparó en decir que el gobernador se habla mostrado débil en el hecho de ceder tan fácilmente á la autoridad eclesiástica, la cual se habia apoyado en pretextos de caso de conciencia para que reconociesen su ascendiente en todas materias. De aquí , los críticos pasaron á dar por muy sentado c[ue cuanto hablan hecho y dicho los jesuítas sobre las mila- grosas conversiones que hablan operado en sus misiones, era todo pura ficción, y, en suma, un recurso muy oportuno para que se les juzgase por muy interesantes y necesarios; que los Indios no tenían la menor noción del cristianismo , ni sabían una sola palabra de la doctrina. Estos susurros llegaron á oídos del gobernador y le hicieron alguna impresión , de modo que juzgó seria con- veniente informarse , — sin darles precisamente crédito, — del mas ó menos fundamento que podían tener ; y de las averiguaciones que mandó hacer sobre la materia, resultó que se creyó obligado á pasar informe á la corte del hecho (1). Los enemigos de los jesuítas han llevado su enemistad hasta el punto de asegurar que reconveni- dos estos PP. misioneros sobre la diferencia que habia (Je sus dichos á sus hechos, se hablan disculpado con falta de tiempo y aun con el corto número de su personal. Uno y otro era cierto, sobre todo el insuficiente número de misioneros. Pero á pesar de eso , si la acusación no nacía de ignorancia, procedía de una causa odiosa, puesto que todo cuanto se ha dicho del fruto de las mi- siones ha sido probado con hechos auténticos ; y para mayor abundamiento, los lectores verán á su tiempo (1) Carvallo es el solo que haya usado de estas declamaciones como argu- mentos propios á probar sus opiniones , las cuales seria muy difícil sacar en limpio. 84 HISTORIA DE CHILE. cuales fueron estas misiones; cuales el celo y trabajos de los jesuítas y cuales sus frutos. Porque hasta aquí, todo cuanto han leido acerca de esta importante materia , aunque muy explícito y muy probado por resultados por- tentosos , no ha sido mas que una idea que se les ha dado de paso , no siendo posible mezclar á cada instante rela- ciones distintas y que podrían ocasionar confusión. Mas de una vez hemos tenido ocasión de ensalzar, como lo merecían, los desvelos de los capitulares de Santiago, admirando su tesón impertérrito y tranquilo en medio de circunstancias las mas críticas en que hom- bres responsables, — moralmente, — se hayan visto jamás. Pues en este instante en que , al cabo de tantas zozobras y sacrificios, gozaban del fruto de sus afanes y tareas ; en este instante en que no habia mas que algunos dias que al sello y blasones de la ciudad se les habia aña- dido , por auto del cabildo , el exergo de : « Muy noble y muy leal ; » el 13 de mayo , enfin , á las diez y media de la noche , un espantoso terremoto , — movimiento de trepidación, — súbito, inesperado y sin ningún presa- jio , derribó los templos , edificios y casas de la capital con tan horrendo estrépito , que el eco lo propagó á muchas leguas por todos lados (1). Según algunos, el número de muertos en esta lastimosa catástrofe ascendió á dos mil; otros lo han calculado de setecientos. El obispo recibió heridas y contusiones graves, y luego que pudo, dio á la imprenta los detalles lastimosos de este aconte- cimiento, del cual, sin embargo, solo se supo en jene- ral , lo que se halló escrito en los libros del cabildo. (1) Toda la América meridional sintió este terremoto; pero en donde mas estragos causó fué en Santiago, que quedó arruinada enteramente. Hubo setenta conmociones, con espantosos ruidos sotcrráneos. — Carvallo. CAPÍTULO XI. 85 La pérdida ocasionada por el terremoto en los templos fué calculada por Vallaroel en trecientos rail pesos , — pero ha quedado ignorada la que padecieron los par- ticulares. En su escrito , el obispo habla de anuncios que precedieron al temblor, y que, en su opinión, eran falsos; pero sí conviene en que durante la crisis hubo prodijios que se parecían mucho á milagros. Respetemos toda creencia , y mucho mas en estos casos en que fenó- menos desconocidos aun á los hombres mas sabios ma- nifiestan evidentemente la pequenez y miseria del hombre, y al mismo tiempo , cuan impenetrables son los misterios de la creación. Al punto en que el gobernador recibió la noticia de este funesto suceso, salió apresuradamente para la arrui- nada Santiago, á donde llegó el dia 2ü de julio (1). Pa- rece que su palacio habia resistido á la conmoción de la tierra, puesto que se hallaba en pié y queMúxica no titubeó en ir á habitar en él. Su llegada sirvió de gran consuelo y dio muchas esperanzas á los desgraciados habitantes de que sus males tendrían pronta y buena reparación. Los capitulares pidieron al rey les eximiese de alcabalas, del almojarifazgo, unión de armas y papel sellado, y que les rebajase de cinco á tres el rédito de los censos , de los cuales los principales ascendían á nuevecientos mil pesos; y mientras el monarca decidla, suplicaron al go- bernador del reino y al virey , se sirviesen hacer estas concesiones provisionalmente. El gobernador no podia tomar sobre sí el dar semejantes providencias; pero tanto (1) Con la primera noticia del temblor, habia ya Música enviado dos mil pesos. Después, el virey marques de Manceray los hacendados do Lima envia- ron hasta treinta mil, sin contar otras cantidades con que contribuyeron á la reedificación de la catedral y de los dos convenios de monjas de Sania Clara y de la Concepción. — Carvallo. 86 HISTORIA DE CHILE, él como el virey cooperaron mucho al alivio de tantos males, y al año siguiente, el monarca concedió todo cuanto el cabildo de Santiago le habia pedido (1). Múxica permaneció cuatro meses en la capital ali- viando y consolando en cuanto podia á sus infelices mo- radores , hasta que tuvo que salir apresuradamente á campaña. Alcapagui , ulmén de Quinchilea , habia le- vantado fuerzas para vengar sobre la restaurada ciudad de Valdivia las muertes de Carihuante , Catinaguel y Mariantu , decapitados en Quillin , y ya habia intercep- tado un convoy de doscientos caballos y mil vacas que, por orden del virey , iban para dicha plaza , conducido por el capitán Juan de Espejo , con una corta escolta de diez hombres , los cuales quedaron en poder de los In- dios, ó fueron muertos. El 27 de noviembre , el gobernador pasó por Maypú , y el 15 de diciembre llegó á la frontera. Pero estos de- talles piden capítulo á parte. (1) Real cédula de 1° de junio de lOSO.— Sin embargo, Carvallo asegura, hablando de los censos, que su rebaja no habia sido concedida, bien (¡ue no hubiese casa que no fuese censataria de algún monasterio, cuya consideración habia influido mucho para que la ciudad fuese reedificada sobre sus propias ruinas , y no en el valle de Tango, ó en Melipilla , ó en Quillata, como muchos votos lo habían pedido. CAPITULO XII. Interrupción momentánea y parcial de la paz. — La castigan los mismos Indios. — Atacan los levantados segunda vez á Valdivia. — Son recliazados. — Las parcialidades fieles piden la reedificación de las antiguas plazas españolas. — Accede el gobernador y va á reconocer los sitios propios para ello. — Cae enfermo y se retira á Tucapel. — Levanta Rebolledo dos fuertes y la plaza de Boroa. — Funda el gobernador cuatro casas de conversión. — Excesos de correrías. — Prohíbelas Múxica bajo pena de la vida. — Regresa á la Con- cepción, y de allí va ¿Santiago. — Muere inopinadamente. — Rumores sobre las causas de su muerte. ( 1648—1641). ) Hallándose en la plaza del Nacimiento, el gobernador mandó llamar á los caciques déla Imperial , — de Boroa, — de Tolten y Mariquina, responsables de la seguridad de la ruta de Valdivia, los cuales reconocieron justos los cargos que les hizo , y tomaron por su cuenta el castigar á los delincuentes, como lo merecían, con rigor que sirviese de escarmiento á otros. Veamos, mientras tanto, lo que habia sucedido. El vengador de los Indios castigados en Quillin se habia finjido enfermo, y valiéndose de la amistad que le profesaba el gobernador de Valdivia, — Negrete, — le mandó á pedir le enviase el jesuíta Andrés de Lira , — que era cura párroco de la ciudad, — para que le asistiese en el último trance de la vida. En respuesta , Negrete , que no creyó deber acceder á lo que le pedia el Indio , despachó á un teniente, llamado Lunel, en una piragua para que le fuese á buscar y le trajese á Valdivia en donde se le administrarían todos los socorros temporales y espirituales de que pudiese necesitar. Marchó Lunel , 88 HISTORIA DE CHILE. llegó y envió avisar al enfermo de su llegada y de las órdenes de su jefe. El enfermo finjido fué á la playa con semblante moribundo , llevado en hombros de algunos de los suyos. Viéndole en tal estado, Lunel saltó en tierra con sus soldados, y al punto él y ellos fueron asesinados, y con su sangre fué despedida la flecha de la guerra. Muy luego un cuerpo de tres mil hombres atacó abier- tamente la plaza de Valdivia ; pero Negrete tenia buena artillería y les causó un borroso descalabro , concluyendo su completa derrota con un cuerpo de caballería que mandó salir, y que no dejó uno de cuantos pudo alcanzar. En mucho tiempo , no volvieron á parecer; y el resultado fué que las parcialidades fieles, como la Imperial, Boroa, Tolten y Mariquina se vieron obligadas á pedir protec- ción á los Españoles contra los suyos, suplicándoles vol- viesen á poblar las antiguas colonias. La palabra dada por los caciques de la Imperial habia sido muy bien cumplida, echándose de sorpresa sobre Cayumapü, Calle-Calle y Quinchilea, en donde rescataron los caballos y la mayor parte de las vacas que ellos mismos condu- jeron á Valdivia. A fin de reconocer por sí mismo la conveniencia de estas restauraciones, Múxica salió sin demora para Val- divia; pero en el camino resintió un ataque de gota , mal á que estaba sujeto, y, desde la orillas del rio Caraupe, — hoy de los Sauces, — tuvo que irse á Tucapel. Desde allí comisionó al maestre de campo Rebolledo para que, habiendo bien reconocido y escojido las posiciones mas ventajosas, mandase trazar y levantar dos fuertes entre los rios Tolten y Calle-Calle , y reconstruir la plaza de Boroa. Marchó Rebolledo á dar cumplimiento á esta orden , CAPÍTULO XII. 89 que desempeñó muy bien, aunque muchas veces este M maestre de campo tenia la fatalidad de que el éxito de sus empresas no correspondiese al cuidado y celo con que procedía. En la orilla septentrional del Mariquina , levantó el fuerte de San José , y puso de comandantes en él á dos buenos capitanes , que fueron don Juan de Es- pejo, y don Luis González de Medina. En la parte me- ridional del Tolten , hizo construir el de San Martin , en la parcialidad de Piufquen, dejando este fuerte depen- diente de la plaza de Boroa , la cual mandó restaurar. Esta plaza estaba situada en el mas delicioso territorio sobre el rio Quepe , en una posición fuertísima , sobre un barranco cuya escarpa profunda protejia uno de sus lados. Rebolledo dejó de comandante en ella al capitán don Ambrosio de Urrea , á quien luego después el go- bernador mismo sustituyó don Juan de Roa. Estas construcciones aumentaban y estendian el poder de las armas españolas. La plaza de Arauco, que ya se sabe era la residencia de los maestres de campo , fué tras- ladada al centro de Tucapel. La de Yumbel lo fué al Nacimiento , á la parte austral del Biobio. En esta misma época, Negrete , que mandaba en Val- divia, fué promovido al mando de capitán jeneral del Tucuman, y, en su lugar, nombró el gobernador á don Alonso de Córdova y Figueroa. No obstante se hallaba aflijido cruelmente del ataque de gota , Múxica no estuvo en la inacción en Tucapel , y fundó dos casas de conversión; una en Moquehua, y otra en Tucapel mismo , las cuales fueron recomendadas á los franciscanos, cuyo guardián era Fr. Juan de Pardo. Para los jesuítas fundó otras dos : una en la parcialidad de Ranquilue, en el sitio llamado Peñueías ; y otra en la 90 HISTORIA DE CHILE. plaza de Boroa ; la primera dirijida por el P. Alonso del Poro ; y esta última por el P. Diego de Rosales. Pero por otro lado, sucedían cosas deplorables y odiosas. De Boroa se liacian correrías á las tierras insu- misas, y las partidas españolas no se contentaban con in- vadir estas , sino que se propasaban á entrar en las de paz y sacaban de ellas hombres y mujeres , en términos que ya hablan arrancado hasta quinientos infelices á sus hogares. Irritado de esta infracción á los tratados, el P. Rosales informó al gobernador de estos abusos tan perjudiciales para la paz como deshonrosos para el nombre español , y Müxica mandó que inmediatamente los In- dios arrebatados á sus familias les fuesen devueltos , con prohibición en lo sucesivo de cometer semejantes excesos, *t pena de la vida á los autores de ellos. Satisfecho el gobernador de que no habia que temer con los fuertes levantados , á los c|ue se deben de añadir los que por la parte de Valdivia habia construido Negreta , los cuales fueron los de las Cruces y la Animas; se marchó ala Concepción para cuidar de su salud. Allí permaneció hasta el 9 de abril del año siguiente, en que salió para á ir á invernar en Santiago, en donde recibió pruebas de la satisfacción jeneral que daba su buen gobierno. Pero las cosas de este mundo son inconstantes y perece- deras ; estando un día á la mesa muy bueno , comiendo una ensalada, se quedó muerto. Su muerte repentina podia muy bien ser causada por una de las traiciones del mal cruel de la gota , que asesina casi siempre á los que la padecen ; pero sin embargo se susurró otra cosa , sobre laque hablan en los mismos términos, poco masó menos, los escritores de aquel tiempo. He aquí este caso. Habiéndose descubierto que corrían por la isla de Chi- CAPITULO XII. 91 loe despachos falsificados de favores ó mercedes de enco- miendas, el gobernador habia mandado formar una instrucción secreta sobre el particular , la cual no se hizo tan secretamente , que no llegase á oidos de los intere- sados. Quien ó quienes eran estos interesados falsarios nadie lo sabia con certeza , solo se suponía que no podia ser otro mas que uno de los propios secretarios del go- bernador, ó uno de los parientes que tenia en Chiloe. Sea quien fuese, nunca se pudo descubrir , y si el crimen ha tenido lugar, ha quedado impune. Como la Providencia consiente rara vez semejantes impunidades, y que no es probable que si hubiese habido realmente culpables no se hubiesen descubierto tarde ó temprano, vale mucho mas creer que la gota fué el solo homicida de este buen gobernador, cuya muerte fué muy sentida, y justamente llorada. Por de pronto , fué enterrado en una capilla provisio- nal, é Ínterin se acababa la reedificación la catedral, reedificación que tardó mucho tiempo en verificarse completamente; y sin embargo, al trasladar sus cenizas, se le halló la mano derecha entera respetada por la cor- rupción de la materia. Fué una particularidad muy digna de curiosidad, y que la ciencia hubiera debido explicar, pero que no explicó. CAPITULO XIIL Gobierno interino del maestre de campo don Alonso de Córdova y Figueroa. — Particularidad de su interinato.— Su buen porte y conducta en el mando. — Otro parlamento.— Otra ratificuciún de la paz.— Reedificación de la ca- pital. — Llega por gobernador, también interino, don Antonio de Acuña y Cabrera, — Todavía otro parlamento. %. . (1649-1651.) Las antiguas quejas del gobernador Laso de la Vega contra los interinatos del mando en manos de un juris- consulto de la real Audiencia habian producido efecto , y el rey habia ordenado que en lo sucesivo los goberna- dores escojiesen un sucesor interino , puesto que mejor que nadie ellos debian conocer los sujetos del ejército aptos á llenar este cargo , y que en virtud de esta elec- ción que debian hacer de antemano proponiendo dos sujetos al virey, este enviase, también de antemano, al gobernador de Chile un pliego cerrado , inviolable hasta después de su muerte , que se abrirla para saber cual era el sucesor que el virey habia nombrado de los dos pro- puestos por el gobernador. Esta disposición, en verdad muy oportuna, hizo re- caer el mando , á la muerte de Múxica , en Córdova y Figueroa, oficial muy acreditado , que habia ido á Chile como simple soldado en la compañía del capitán Paez de Clavijo, una de los mil hombres que Felipe II I habia enviado, en 1605, al gobernador García Ramón. Des- pués de haber alcanzado y bien merecido el grado de oficial , Córdova y Figueroa habia pasado á Lima para CAPÍTULO XIII. 93 recibir el premio debido y mandado dar á los benemé- ritos del ejército de Chile , y habia vuelto áeste reino con su primo el gobernador Córdova. De suerte que contaba cuarenta años de servicios , y ciertamente el interinato no hubiera podido recaer en mejores manos. Sin querer averiguar cuales habían sido anteriormente sus opiniones tocante á la paz , vemos ahora que la polí- tica que siguió fué la de mantenerla y consohdarla. En efecto, se trasladó inmediatamente á la frontera con el maestre de campo Rebolledo y con el sarjento mayor Urrea, y se alojó en la plaza del Nacimiento desde donde dio aviso á los toquis natos, caciques y ulmenes, para que , si permanecían con deseos de conservar la paz , fuesen á ratificarla en un nuevo congreso. Los jefes arau- canos manifestaron en la prontitud con que se presen- taron á la llamada del jeneral español que los que tenian de mantenerla no eran menores que los suyos. Este nuevo parlamento debió haber tenido lugar á principios de no- viembre (1) , y en él se ratificaron las paces con satisfac- ción jeneral de las partes contratantes. Los regocijos fueron los mismos que los que se hablan hecho en las dos precedentes asambleas de Quillin , y la concurrencia de caciques y otros jefes indios fué aquí mucho mas nume- rosa de lo que habia sido en aquellas (2). Satisfecho con haber dado este primer paso esencial en su gobierno interino , Córdova y Figueroa regresó á (1) No es posible, dice García, que esta deliberación se haya abierto el 12 de noviembre , puesto que en dicha fecha ya el gobernador estaba de vuelta en la Concepción. (2) Fueron tantos los Indios que concurrieron allí, dice Carvallo refirién- dose á don Pedro de Córdova , que jamas se habían visto tantos ni antes ni des- pués, y todos llevaban recuerdos al gobernador, unos, alabándose de haber' servido bajo su mando, y otros, de ser sus ahijados en el bautismo. > 94 HISTORIA DE CHILE. la Concepción , y vio claramente en los semblantes que todos le estaban muy agradecidos de que así lo hubiese hecho. Tal vez estas demostraciones de agradecimiento procedian de que se temia no fuese este gobernador par- tidario de la paz ; porque no siempre lo habia sido ; pero sabido es , al punto en que el hombre asciende al mando, muda de modo de pensar , hallándose con datos y preci- siones que ignoraba cuando no tenia mas que obedecer. Al despedirse de los archiulmenes , ulmenes y caciques, el gobernador español les dijo que por parte de los Es- pañoles, jamás la paz seria violada , y que el jefe militar que la violase, ó infrinjiese en lo mas mínimo sus artículos, tendria pena de la vida. Mientras que Córdova y Figueroa atendia á lo miUtar, político y administrativo , vijilando sobretodo la buena distribución de caudales en los diferentes ramos de su cargo , los cabildos trabajaban con no menor esmero en el fomento de la prosperidad de sus ciudades. La de Santiago salia de las ruinas del terremoto hermoseada é infinitamente mejorada en sus casas y edificios. El cabildo de Santiago halló tan prontos y tan buenos arbitrios con su admirable celo , con el cual cooperó mucho el del obispo , que en 22 de marzo 1650, ya la catedral estaba concluida. Ya los habitantes de la capital se empezaban á consolar de las pérdidas que habían tenido en el terremoto ; ya decían , — como sucede á menudo en las cosas de este mundo : — no hay mal que por bien ne venga 5 ya se prometían un aumento incesante de pros- peridad con el gobernador que tenían , y cuyo interinato no dudaban se convirtiese en propiedad del mando en atención á los méritos y servicios de Córdova y Figueroa, cuando de repente el cabildo de Santiago recibió , el 20 CAPÍTULO XIII. 95 de abril , la noticia de que un nuevo virey habia nom- brado nuevo gobernador interino de Cliile. Es decir, que este cabildo tenia que comprar caballo , silla y dosel para el gobernador interino , y que estar pronto para hacer las mismas adquisiciones para el propietario que no tar- daria en llegar tras él. El número de caballos, sillas y doseles destinados al recibimiento de tantos gobernadores como se sucedían en el mando del reino era tan prodi- jioso como el de los gobernadores mismos. Sin embargo , Córdova y Figueroa habia tenido poco que reformar en situaciones militares. Solo habia resta- blecido la plaza de San Felipe de Arauco , cuya impor- tancia conocía especialmente como maestre de campo que habia sido en ella ; pero no por eso abandonó la de Tuca- peí. La sola mudanza que hizo en esta fué trasladar la residencia del maestre de campo de ella á la de Arauco, en donde este jefe residía anteriormente. Por lo demás, en el poco tiempo que tuvo el mando , Córdova y Fi- gueroa se hizo querer sobremanera, y causó grande tris- teza al ejército el oir que le llegaba remplazo. Su rempla- zante llegó , en efecto , á la Concepción á principios de mayo, le entregó el mando, y se quedó en la Con- cepción (1). Pero debemos advertir que la real Audiencia no le habia reconocido por presidente, sin duda picada de que sus presidentes hablan dejado de ser considerados aptos á ejercer el interinato del mando militar ; y esperando tal vez que esta omisión pasarla como una pura inadver- tencia sin importancia. Pero no sucedió asi , y el rey le (1 En donde estaba avecindado, como lo están hoy sus descendientes, tan honrados cojiio queridos. El sárjenlo mayor don Pedro de Córdova y Figue- roa , autor del nías largo manuscrito de la Historia de Chile, era nielo suyo. 96 HISTORIA DE CHILE. hizo cargos al tribunal sobre no haber reconocido al go- bernador interino por su presidente. La excusa que pre- sentó fué que, habiendo sido este gobernador nombrado en pliego cerrado y sellado con las armas del virey ante- rior, habia creido la real Audiencia que este nombra- miento no seria mas que provisional , tanto mas, cuanto el maestre de campo Córdova y Figueroa habia podido satisfacer su noble ambición militar con verse en corto tiempo promovido, en primer lugar, al gobierno de Val- divia por traslado de Gil de Negrete de dicha plaza al gobierno de Tucuman ; y muy luego , del gobierno de Valdivia al de todo el reino. Probablemente, esta excusa no satisfizo al monarca, puesto que manifestó su real desagrado á la Audiencia , con apercibimiento de que, en lo sucesivo, observase lo mandado en 7 de mayo 1635 , sin discurrir sobre ei par- ticular , pues debe suponer que aquella resolución habia sido tomada con acuerdo y deliberación. En una palabra , Córdova y Figueroa fué un oficial je- neral muy distinguido y uno de los mas beneméritos de la guerra de Chile (1). El nuevo virey que le habia nom- brado un sucesor interino fué don García Sarmiento de Sotomayor , conde de Salvatierra , y este sucesor se lla- maba don Antonio de Acuña y Cabrera, caballero del hábito de Santiago , el cual habia servido en Flandes con grado de capitán de caballería. De Flandes habia pasado al Perú con un correjimiento de provincia, y el conde de Salvatierra le habia nombrado maestre de campo del Callao, desde donde pasó al gobierno interino de Chile. (1) Felipe IV le habla nombrado posteriormente presidente de la Audiencia de Santa Fé de Bogóla, pero justamente acababa de fallecer cuando llegó este nombramiento. CAPÍTULO XIII. 97 Acuña era muy vano y llegó á la Concepción con una numerosa familia y mucha ostentación. Reconocido por el cabildo de la capital de la frontera , empezó á ejercer el mando , y manifestó en sus primeros actos su carácter poco digno y muy codicioso. Se dejaba dominar por in- fluencias domésticas. Su mujer , doña Juana de Salazar, era su oráculo aun en las mas serias medidas de gobierno, y esta particularidad habria sido menos extraña, si su influjo se hubiera parado aquí ; pero no ; porque no se ejecutaba mas que lo que ella misma aprobaba. Con este dato lastimoso, ya los lectores pueden prever nuevos desaciertos , y tal vez funestos , bajo el mando de este gobernador interino , y por desgracia sucedieron. La gobernadora de Chile, que, á pesar de sus preten- siones á la ciencia gubernativa , no tenia mas capacidad de la que necesitaba para perder á su marido compro- metiéndole gravemente, obtuvo de él que nombrase á dos hermanos de ella , don Juan y don José de Salazar ; al primero, maestre de campo; y al segundo, sarjento mayor ; y con esta injeniosa medida, los dos empleos mi- litares mas importantes pasaron de la dirección hábil y experimentada de Rebolledo y Ürrea á manos ignorantes é inexpertas (1). A penas estos dos jefes fueron puestos en posesión de sus empleos , empezaron á dar pruebas de sus principales miras , que eran el aprovecharse de él haciendo un vergonzoso tráfico , en el cual empezaron por rivalizar con los vivanderos del ejército, y concluyeron con excluir á estos de su sórdido comercio levantándose (1) A esta particularidad , Carvallo añade otra aun mas odiosa : según este escritor, el gobernador Acuña quitó el empleo por de pronto solo á Rebolledo para vendérselo al sarjento mayor Urrea en tros mil pesos , y muy luego, buscó y halló pretextos para despojar á este último. 111. HlíTORIA, « 98 HISTORIA. DE CHILE. enteramente con él , y sustituyéndose á ellos. Desde el mismo instante , los víveres empezaron á venderse tan caros que los pobres compradores gritaban misericordia. La historia se avergüenza de tener que ofrecer seme- jantes rasgos á los lectores; pero tal es la naturaleza de su deber. El gobernador Acuña pensó, ante todas cosas, bien que no hubiese aun un año que se habian ratificado las paces, en proponer una nueva ratificación. El objeto de este acto superabundante podia muy bien ser político , según su modo de pensar ; pero nadie era de este parecer , y , jeneralmente fué atribuido á la mania de especular. Sin embargo , también era cierto que los naturales de Osorno, Cumco , Valdivia , Calle-Galle y Quinchilea se hallaban en actitud hostil , y tal vez la intención de Acuña era reducirlos al gremio de los pacíficos y quitarse la zo- zobra que , sin duda , le causaban. Pero si tal era su in- tención , muy luego se debieron cumplir sus deseos , puesto que todos estos naturales que acabamos de nom- brar , y á los cuales se deben de añadir los de Cayumapú y Huanegue , le enviaron á pedir la paz y misioneros por medio de don Martin Uribe , gobernador de la pro- vincia de Chiloe. De todos modos , el gobernador hizo saber á todos los Butalmapus que el dia 7 de noviembre seria celebrado un nuevo parlamento en la misma plaza del Nacimiento , en el cual quedarian las paces aun mas consolidadas , mediante las ratificaciones de los caciques y jefes araucanos que no hubiesen adherido anteriormente á ellas. El dia del emplazamiento. Acuña se halló en la plaza señalada con ocho mil hombres, Españoles y auxi- liares. Los Indios concurrieron en número de veinte CAPÍTULO XIII. 99 mil ; pero el gobernador notó con mucho enfado que faltaban muchos caciques, circunstancia que anularla de hecho las ratificaciones cuando menos se pensase en ello. Para obviar á este grave inconveniente , Acuña des- pachó al veedor jeneral Villalobos con el jesuíta Vargas y el capitán de auxiliares Quixada á notificar á los ca- ciques ausentes diesen su voto de adhesión como si estu- viesen presentes; y para los mismos fines, envió la misma orden al comandante de Chiloe , el cual comisionó al P. Juan de Moscoso , acompañado del capitán de ca- ballería don Juan de Albarado , para que fuese á verse con los Indios de la parcialidad de Cumco, y pedirles lo mismo. Todos estos comisionados se hallaron reunidos en Osorno y negociaron con tanto acierto, que todos los caciques ausentes del parlamento adhirieron á la ratifica- ción de la paz, con la cual quedó el reino sin cuidados por este lado , y todos los caminos eran seguros , desde Val- divia á Chiloe , como lo estaban desde la Concepción á Valdivia. Hubo banquetes y regocijos después del con- greso, y el IS de diciembre, ya Acuña se hallaba de vuelta en la Concepción. Pero tal consumo de víveres hablan hecho los asistentes á la reunión de la plaza del Nacimiento, que no quedaron provisiones para la cam- paña siguiente , y que á pocos dias de su regreso á la Concepción el gobernador hubo de pedirlos al cabildo de Santiago. CAPITULO XIV. El gobernador en Santiago. — Pasa informes á la corte. — Resultados favora- bles que le trajeron. — Increíble conducta del maestre de campo y del sár- jenlo mayor. - Quejas de los Indios.— Satisfacción que se les da.— Resta- blecimiento de la tranquilidad.— El gobernador quita los empleos á sus cuñados. — Naufrajio del situado para Valdivia.— Infeliz suerte de los náu- fragos.— Venganza ejecutada en los naturales de Cumco.— Socorre el cabildo de Santiago con víveres la ciudad de Valdivia. — Grande expedición contra los Cumcos. — Ruptura de un puente. — Desastres. (1651—1654.) El gobernador Acuña tenia por lo menos mucho valor personal, puesto que estando aun en la incertidumbre de las intenciones que podían tener los caciques ausentes del parlamento, se arriesgó á ir con los solos oficiales reformados que componían su guardia á visitar la plaza de Boroa, y luego después, desde esta plaza, solo y dis- frazado de paisano , á Valdivia , y desde Valdivia á Bo- roa , de regreso. Bien que este hecho haya sido tachado de arrojo inútil y solo dictado por la ambición , nos pa- rece que aunque fuse así , — suposición muy improbable, — anuncia en su autor un hombre de resolución capaz de hacer mucho mas cuando llegase el caso , puesto que tanto hacia inútilmente. Decíamos, pues, que el gobernador habia pedido víveres al cabildo de Santiago para volver á campaña, y en efecto, á principios del año , pasó el Biobio con el ejército, puso una buena guarnición en Boroa; dio el encargo de abrir el camino de Chiloe á don Diego Gon- zález Montero, y regresó á la Concepción, de donde CAPÍTULO XIV. 101 muy pronto salió para la capital del reino. El dia 21 de marzo fué reconocido , festejado y honrado con las mis- mas atenciones que todos sus precesores por el cabildo, y el mismo dia por la real Audiencia (1). El primer deber que el gobernador hubo de desem- peñar hallándose en Santiago , fué el despachar informes para la corte del estado en que se hallaban las cosas del reino de Chile , y, según dicen algunos , lo desempeñó con mucho talento sirviéndose de la elocuente pluma del P. Fr. Agustin Carrillo de Ojeda, ponderando la hermosa perspectiva de paz que el último parlamento abría á las dos naciones araucana y española, y haciendo mención de la precaución personal que habia tomado de ir hasta Valdivia y volver de allí á Boroa con su solo séquito , para asegurarse de la seguridad de los caminos. Es cierto que habia en este informe una suposición y una omisión ; la primera era que habia ido á Valdivia con su séquito ; y la segunda , que lo habia ejecutado con dis- fraz ; pero de todos modos, consiguió captar la atención del monarca , que le nombró gobernador de Chile en propiedad por ocho años, en los cuales no debia de con- tarse el tiempo de su interinato. Por desgracia de este gobernador, su mujer y los hermanos de esta lo echaban todo á perder por su baja codicia, y le comprometían miserablemente , puesto que no podia ignorar que sus dos cuñados, cada uno en su plaza, se hacian los traficantes de todo jénero de comer- cio , hasta de los de primera necesidad. Si esto bastaba , (1) Que habia mandado se le preparase casa, dice el cabildo. Por esto se ve que el capitán jeneral del reino y presidente de la Audiencia no tenia casa en Santiago , al paso que la tenia en la Concepción. De donde se sigue que el tribunal hubiera debido residir en esta última ciudad, ó no tener por presidente al jefe militar. 102 HISTORIA DE CHILE. — por mi! razones , — para perderlos á todos ellos ; el modo que tenían de observar las estipulaciones de la paz tantas veces ratificadas, sobraba para ello y para que todos lo deseasen sin piedad. El maestre de campo y su hermano el sarjento mayor, guiados por su propio in- terés y sin mas motivo , no dejaban un solo instante de quietud á los Pehuenches y Quilliches, que habitaban la cordillera, entrando continuamente en sus tierras y arrebatándoles sus mujeres y sus hijas. Temerosos de que luego les iba á suceder lo mismo , se quejaron á gri- tos los subandinos, y los de la frontera empezaron á mostrarse recelosos é inquietos, hasta que no pudiendo ya contenerse , representaron al gobierno. Alarmado Acuña con estas demostraciones, quitó á sus cuñados de las plazas que mandaban , y envió al jesuíta Rosales para que calmase á los Indios pehuenches y quilliches. El jesuíta aceptó la misión, pero con la con- dición de que llevarla consigo á todos los naturales que hablan sido extraídos de sus hogares en aquellas corre- rías. Consintió en ello el gobernador, y con este salvo conducto, el P. Rosales volvió á dejar bien afianzada la paz , entregando á sus familias respectivas mas de qui- nientas mujeres , muchachos y muchachas que el maestre de campo y el sarjento mayor les habían quitado. No haremos á los lectores la injuria de pretender ayudarles con comentarios superfinos á sacar consecuen- cias claras como la luz de estos hechos siempre los mis- mos, con la diferencia solo de buenos ó malos pretextos, y de mas ó menos disimulo. Acuña era capaz, muy capaz, pero no menos débil , y aunque nos cuesta repe- tirlo, sumiso á los caprichos de una insensata mujer. Pero no anticipemos. CAPÍTULO XIV. 103 El dia 26 de marzo , naufragó en la punta de la ga- lera (1) el navio que transportaba de Lima el situado para Valdivia. El capitán del buque se llamaba Gabriel de Lequiña. Los pasajeros y tripulación componian el número de ochenta personas, entre las cuales habia mu- chos clérigos y relijiosos (2). Todos se salvaron del nau- frajio ; pero los Indios cumcos los degollaron á todos. El motivo principal de esta atrocidad fué el robar impu- nemente el cargamento que enteramente habían salvado. A los primeros amagos, los infelices se habian atrinche- rado; pero luego, creyendo haberse engañado porque no veian mas que algunos pocos naturales que se mos- traban compasivos , lejos de parecerles hostiles, se aban- donaron á la confianza y perecieron. He aquí de qué manera. "Viéndolos en actitud de defenderse, los mas de los Indios se quedaron en emboscada , y algunos pocos fueron á consolar á los náufragos, refiriéndoles los dife- rentes acontecimientos por los cuales Españoles é Indios gozaban de una dichosa paz ; diciéndoles que habia mi- sioneros entre ellos, y una casa de conversión en Gumco, á donde los conducirian si gustaban con el cargamento. Creyeron los náufragos ; salieron de su trinchera , se dejaron guiar y cayeron en la emboscada que mandaba un capitán de ellos , llamado Namuchi , el cual tuvo por conveniente el coronar esta buena obra destruyendo la casa de conversión , y llevándose á su misionero , que lo era el P. Agustin Yillaza , al capitán Antonio Nuñez y á otros ocho Españoles. (1) 40° 30' latilud austral. (2) Olivares , en Pérez García , dice un sacerdote y treinta Españoles. El transporte llevaba setenta mil pesos. iiili HISTORIA DE CHILE. Adviértase sin tardanza que Nancupillan , jeneral de Osorno , mandó al instante dar libertad al jesuíta. Por otro lado , el gobernador de la provincia de Chiloe, que ya no era Urribe sino don Ignacio de la Carrera Turrugoyen , corrió á vengar la muerte de los náufragos con doscientos Españoles y trescientos auxiliares, con cuyas fuerzas asoló la parcialidad de Cumco y degolló á todos los habitantes que pudo y eran hombres de armas tomar. Sin duda alguna, de estos lastimosos principios se van á seguir represalias , y de una en otra, se encen- derá una nueva guerra , que era lo que mas deseaba la famiha del gobernador. Por de pronto , el hecho de haber dado muerte á los náufragos indefensos era una especie de justificación en favor del maestre de campo y de su hermano (á lo menos así lo creían ellos) de la con- ducta que hablan observado en sus mandos. Con la no- ticia , Acuña salió apresuradamente de Santiago para la Concepción á donde llegó el 15 de enero de 1652, y despachó incontinenti las fuerzas de que pudo dispo- ner, y que creyó suficientes para castigar á los Cumcos. El capitán que mandaba estas fuerzas se llamaba Juan de Roa, el cual volvió á la plaza de Arauco , de donde habia salido, sin haber hecho nada. Lo mas particular fué que nunca se supo porqué no habia hecho nada. A lo menos nadie lo ha dicho. Lo mas probable era que Roa no se halló con suficientes fuerzas. Esta reflexión es tanto mas plausible , cuanto Acuña resolvió , á conse- cuencia , poner todo el ejército en campaña para sacar completa venganza de la atroz alevosía de los Cumcos. Entretanto , el admirable cabildo de Santiago tenia que atender á todos lados. Todos los golpes se descarga- ban sobre él. Con la pérdida del socorro opimo que le CAPÍTULO XIV. 105 llegaba , Valdivia padecía hambre , y el cabildo tuvo que enviarle y le envió carnes saladas, y granos en abun- dancia. Por otro lado, el cielo parecía dispuesto á aílijir á todo aquel obispado. Mientras que por un lado , una plaga de ratones devoraba el sustento de sus habitantes en las tierras sembradas ; por otro , una epizootia le diez- maba sus ganados , y una peste de viruelas , que con prodijiosa prontitud le había venido de Buenos Aires por Tucuman y Cuyo, causaba- una dolorosa mortandad. Tal era el estado de angustia en que se hallaba la ca- pital del reino cuando el cabildo recibió, en 8 de enero 1653 , una carta del gobernador que le pedia en- comenderos y jente de guerra para la expedición que se aprestaba. Como hemos dicho , esta expedición se com- ponía de todo el ejército , mandado por don Juan de Salazar, depuesto poco antes de su empleo de maestre de campo por su mismo cuñado. Es verdad que los pre- parativos duraron un año, puesto que el 18 de octubre siguiente , volvió el gobernador á pedir cuatrocientos caballos que le faltaban, y que hasta el 11 de enero 165/i, la poderosa expedición no víó la cara al enemigo. Pero aun tenemos que exponer lo que pasaba entre los Cum- cos antes de hablar de ella. Los Cumcos habían ya sido cruelmente castigados , bien que con justicia , por el comandante Turrugoyen , el cual había mandado colgar á cuatro caciques, y cau- sado la muerte de muchos otros Indios, sin contar el saqueo y otras consecuencias de represalias, que cada escritor cuenta á su modo. Este castigo , lejos de haber- los intimidado , los había irritado , y con ayuda de sus vecinos , habían levantado un cuerpo de tres mil comba- tientes de á pié y de quinientos de á caballo , cuyo mando 106 HISTORIA DE CHILE. dieron á Curipillan, jefe de Osorno y el mismo que habia puesto en libertad al jesuita Villaza. En vista de este hecho que recordamos , se podría creer que Curipillan habia querido solo engañar y adormecer la vijilancia de Carrera Turrugoyen (1); pero cuando el jefe de Osorno dio libertad al jesuita , aun los Cumcos no hablan sido castigados y no tenian motivo de represalia, aunque es cierto que podian aguardarse á tenerlo. De todas ma- neras, envió un emisario de toda su confianza, llamado Cuyulabquen, con pretexto de pedir á Carrera la paz, y en realidad , para observar y ver por donde convendría atacarle para mejor sorprenderle. Se partió Cuyulab- quen , llegó , fué poco diestro ; descubrió Turrugoyen que iba como espía y le mandó colgar. Sin embargo, ó tal vez por eso mismo , Curipillan atacó al dia siguiente el acampamento de Carrera; pero este estaba ya prevenido y le rechazó causándole bastante pérdida , sin haber experimentado por su parte mas que la de dos soldados y un trompeta. El Indio batido des- pidió la flecha de guerra y todos los caciques de la an- tigua liga acudieron á la llamada. Veamos lo que hacen los Españoles. Como queda dicho , Acuña estaba determinado y ya pronto á mandar marchar el ejército á las órdenes de su hermano político don Juan. Esta resolución, — digá- moslo en honra de los oficiales de Chile, — causaba un jeneral disgusto , sobretodo porque sabían que el gober- nador obraba contra su modo de pensar , y solo por de- bilidad y condescendencia con su mujer. Era tal la repugnancia con que iban á esta expedición , que menos- preciando su propio ínteres, y cuidándose muy poco del (1) Como lo piensan algunos escritores. CAPÍTULO XIV. 107 resentimiento de su primer jefe, y mucho menos del de la instigadora de los males que temian, se presentaron algu- nos al gobernador, y le expusieron : — que los Indios que iba el ejército á castigar componían una sola parcialidad ; que las demás no se mezclaban en la querella ; que los gobernadores de Chiloe y A^aldivia bastaban para casti- garlos y que ya no lo hablan hecho mal ; que el tránsito del ejército á provincias lejanas por medio de las que mediaban y se mantenían en paz, las alarmarla con riesgo de encender una guerra jeneral ; que si se llegaban á ofuscarse y á tomar las armas , seria muy peligroso te- nerlas á la espalda, puesto que eran sus moradores dueños de los rios y de los desfiladeros de las montañas ; que el estado de la monarquía reclamaba mucha circuns- pección , y que seria muy cruel en tales circunstancias, comprometer una paz que tanto habla costado y de la cual tantos bienes se habían prometido (1). El gobernador , sordo á estas justas representaciones, dio la orden de marcha y salió el ejército por diciembre al mando de don Juan de Salazar , compuesto de nove- cientos Españoles y mil y quinientos auxiliares. No te- niendo enemigos de por medio, pasó los rios Biobio, Canten, Tolten y Calle-Calle sin obstáculo, y solo tuvo que detenerse delante de Pao Bueno , que por aquella parte no tenia vado. Al otro lado habla mil y quinientos Cumcos en orden de batalla ; pero el maestre de campo no se detuvo en eso ; mandó echar un puente, y el 41 de enero 1 65/i , lo empezó á pasar. Era mucha la prisa que tenia el maestre de campo de mostrarse valiente y acertado , porque un poco mas arriba (1) Este dato tan honroso para los oficiales del ejército de Chile es debido á Carvallo. 108 HISTORIA DE CHILE. tenia un buen vado, si hubiese sabido mandarlo buscar ; pero lejos de eso, echó por un rodeo en lugar de un atajo. Desde la orilla en donde él estaba hasta un islote que parte el rio en dos brazos, llevaron dos sogas que afian- zaron cuanto pudieron ; pero para conseguirlo, los alca- buceros que iban en balsas, tuvieron que desalojar á algunos Indios que defendían el islote. Esto no les fué difícil , por mas que el jefe de la expedición ensalzase el hecho como si fuese una inaudita hazaña, solo porque el comandante de los tiradores era un don Sebastian de Sa- lazar , tal vez hermano suyo ó á lo menos pariente cercano , puesto que no se haya dicho. Las sogas estando al parecer bien afianzadas, sirvieron á sostener un frájil puente de balsas , y el ejército empezó á pasar. Una vez dueños de la isla, los Españoles tuvieron que hacer en el brazo del rio, muchísimo mas ancho, que les quedaba que pasar, la misma operación para establecer otro puente mas largo , y por consiguiente mas frájil. Los oficiales viejos del ejército hicieron en esta ocasión reflexiones sobre el mal éxito probable de la operación ; pero Salazar las despreció con altanería y no tuvieron mas que obedecer. La artillería puesta en batería sobre el islote estaba pronta á sostener los pontoneros; pero no tuvo mucha pólvora que gastar , en atención á que los Cumcos no hicieron mas resistencia que la c|ue se ne- cesitaba para irritar la demencia del jeneral español. Claro era que no tenian intención de defender el paso del rio, con la previsión, — que no pedia grandes esfuerzos de imajinacion, — de lo que iba á suceder. Solo la ce- guedad de Salazar no preveía nada. El puente quedó pues echado , y entraron por él un sarjento mayor de Valdivia, cuatro capitanes, un comi- CAPÍTULO XIV. 109 sario de Indios , un capitán de amigos y tres de auxi- liares (1) con unos doscientos hombres. Los Indios pare- cían mas maravillados que temerosos del arrojo de estos valientes que avanzaron intrépidamente por el puente , hasta que, viéndoles bastante empeñados, empezaron á disputarles el paso con tanto denuedo que los de- tuvieron. El jeneral , viendo la resistencia, hizo entrar por el puente un refuerzo ; porque es de advertir que la artillería española no podia tirar sino matando mas Es- pañoles que Cumcos. Fuerzan, enfin, los Españoles la cabeza del puente y empiezan á formarse á la otra orilla, cuando de repente se hunde precisamente por la parte del islote. Los que no hablan pasado caen al agua, mucho menos profunda de lo que hablan creido , puesto que no subia mas que á la cintura , y estos buenos sol- dados, sin titubear , en lugar de volverse, salen á donde ya sus hermanos en muy corto número sebatian contra fuerzas muy superiores. Pero aun reunidos , componían una fuerza numérica demasiado inferior para salir triun- fantes de la acción. Los que hablan pasado primero, eran solo cien Españoles, y los que se les incorporaron después de la ruptura del puente , doscientos auxiliares, componiendo un total de trescientos hombres mandados por los oficiales arriba nombrados. Con tanta desigual- dad , la lucha no podia durar , y por mas bizarramente que se batieron , los que no murieron quedaron en poder de los Cumcos. (1) El mayor don Domingo de Amor; los capitanes Muñoz de Perelra, Salazar, Rodríguez de Ccrna , y Gallegos de Herrera ; el comisario Juan Cata- lán ; el capitán de amigos Lizama, y los de auxiliares Maripagui, Tanamilla y Leubullican. CAPITULO XV. El gobernador manda procesar á su cuñado y le quita el empleo. — Recae Acuña en su anterior debilidad y nombra al mismo maestre de campo para nueva expedición. — Avísale Bascuñan que muchos caciques araucanos le anuncian un alzamiento jeneral si la expedición se ejecuta. — Ejecútase. — Verifícase el alzamiento. — Estragos horrorosos cometidos por los Araucanos. — Huida del gobernador de la plaza de Buena Esperanza á la Concepción. — Deplorables particularidades de los que huian con él. — Llegan á la Con- cepción. — Incendio de la plaza de Buena Esperanza. (1654 — 1655.) No deben olvidar los lectores, para formarse un juicio asegurado de la moral de la historia, que todos estos desastres fueron debidos á la baja codicia, la cual era tan notoria en Chile, que públicamente, sin el menor recato, hablan sido vendidos prisioneros indios hechos en cor- rerías no solo injustas sino también hechas contra los derechos de la guerra y con desprecio de las capitula- ciones de paz. A este recuerdo se debe añadir la reflexión de que Rio Bueno dista unas ciento y cincuenta leguas de la frontera española , y que todo este tránsito lo hizo el ejército español sin oposición para ir á castigar á los Cumcos, habitantes de la parte austral mas lejana de Chile , entre Valdivia y Chiloe , sin que las provincias intermedias lo impidiesen. Al contrario , muchos caciques guerreros los accompañaron y auxiliaron. Dejamos la consecuencia que se ha de sacar de aquí á los lectores. Cuando Salazar vio los resultados infaustos de su ceguedad ; cuando vio á sus pobres soldados que, asidos á fragmentos del puente, llevados por la corriente á la otra CAPÍTULO XV. 111 orilla , iban á ser inmolados como lo acababan de ser ya sus valientes hermanos , enmudeció ; pero no supo ó no pudo hacer mas, y se retiró hasta la frontera sin mas obstáculo que el que habia tenido para ir. Prueba asombrosa de la buena fe con que los Indios respetaron los tratados de paz , á lo menos en esta ocasión. La conducta de este maestre de campo habia causado una irritación jeneral , y su cuñado le mandó formar causa y quitar el empleo ; pero la misma debilidad que lo habia impelido á cometer el grave precedente yerro , le impelió ahora á reincidir en él ; es decir que los suyos , — por no nombrar tantas veces á una mujer en cosas tan serias, — los suyos, decíamos, le persuadieron de que, lejos de vituperar la conducta de Salazar, debia , al contrario , declararla justificada por la honra de la fa- milia , cuya consideración era la primera que debia de tener. En efecto. Acuña declaró á su cuñado justifi- cado , y aun honrosamente vindicado ; lo repuso en el empleo , y proyectó otra expedición semejante á la pre- cedente bajo del mando del mismo Salazar. Al punto en que se difundió tan descabellado proyecto, don Francisco de Bascuñan , que mandaba la plaza de Boroa (1), escribió al gobernador exponiéndole que catorce caciques de sus confederación habian ido á pe- dirle encarecidamente pusiese en su noticia, como cosa cierta é indudable , que la ejecución del proyecto , de que tanto hablaban , de otra expedición contra los Cum- cos , ocasionarla infaliblemente un alzamiento jeneral de (1) Los lectores saben que este valiente capitán habia caido prisionero en la famosa batalla de las Cangrejeras y habia estado cautivo muchos años. Como él mismo ha escrito su vida, sin duda los recopiladores de aquel tiempo han juzgado que era inútil referir como habia salido de cautiverio y se habla incorporado coa el ejército. Si lo han hecho , no lo hemos TÍsto. 112 HISTORIA DE CHILE. los Indios, y que ellos mismos, por mil razones que no podian expresar, tendrían que mantenerse neutrales en lugar de apoyar á los Españoles. Este parte, con el mismo tenor, lo repitió Bascuñan por segundo expreso sin que el gobernador le diese el menor crédito ni importan- cia (1). Es verdad que también seria posible que no lo recibiese, puesto que era notorio que gran parte de su correspondencia no llegaba á sus manos. Enfm , el 6 de febrero 1655, el maestre de campo Salazar volvió á salir con cuatrocientos Españoles y dos mil auxiliares para ir á vengarse de los Cumcos. Mientras tanto , los Araucanos se preparaban por su lado y ya hablan nombrado por sus jefes á Clentaru , toqui hereditario de Lauquemapu , el cual nombró de vicetoquí á Chicaguala. Los Cumcos , que hablan hecho la anterior campaña bajo el mando de Ynaqueupu ó Ina- keupu, jeneral muy acreditado, le conservaron el mando. Ya este caudillo habia conquistado muchos caballos en las dehesas de la falda de los Andes , desde Itata por el rio Chodban hasta el de Nuble. El capitán don Barto- lomé Gómez Bravo habia salido de la plaza de Santa Lucía de Yurnbel con ciento y noventa y cinco caballos solamente , creyendo que no tendría que arrostrar mas que cuatrocientos ó quinientos Indios , pero se engañó y muy luego se vio rodeado en los llanos de Nuble por mas de dos mil Indios que mandaba Inakeupu. De suerte que no le quedó mas recurso que el de abrirse paso por medio de los enemigos ,. y lo intentó ; pero él , otros dos capitanes y el párroco de Yumbel , don Juan Bernal , quedaron allí muertos con sesenta Espa- (1) Un Indio leal que. corrió á la Concepción con la noticia del alzamiento , recibió en recompensa cincuenta azotes públicamente. — Carvallo. CArÍTÜLO XV. 113 ñoles mas. Si los demás lograron salvarse, lo han debido á la noche que se oscureció mucho. Volviendo al principal objeto de la historia , el ejército se reunió en la plaza del Nacimiento desde donde pasando por Boroa , en cuya plaza mandaba Bascuñan que se le incorporó, continuó su marcha sobre Rio Bueno. Entretanto , el capitán don Juan de Fontalba fué á la Concepción desde la plaza de Buena Esperanza á poner en noticia del gobernador que una India que tenia en su casa , y que era hija de Leubupillan cacique de la parcialidad de Tomeco , le habia prevenido se pusiese en salvo en atención á que dentro de dos dias se verifi- caria el alzamiento jeneral de los Araucanos. El gober- nador oyó esta relación con desagrado ; miró á Fontalba con ceño, y le dio á entender que eran todos unos envidiosos. Sin embargo, alguna impresión le hizo la nueva, puesto que al punto salió con una compañía de infantería y la suya de oficiales reformados para la plaza de Buena Esperanza , á donde llegó aquella noche misma del dia 12 de febrero. El dia íli, tuvo lugar el levantamiento. En un mismo instante y como si fuese á una voz , los Araucanos se ar- rojaron como un torrente que rompe los diques que lo contenian , sobre los establecimientos y estancias com- prendidos entre losrios Maule y Biobio ; atacaron á la vez todas las plazas ; hicieron mil y trescientos prisioneros ; saquearon trescientas noventa y seis estancias (1); y se llevaron cuatrocientas mil cabezas de ganado vacuno, lanar, caballar, etc. , cuya pérdida ascendió á ocho mi- (1) Cuatrocientas sesenta y dos haciendas de campo, dicen Rojas y Oli- vares ; — dos mil , cuenta Figueroa, — Pérez García. III. Historia. S i 14 HISTORIA DE CHILE. llones de pesos. Las casas de conversión sufrieron la suerte jeneral ; todas fueron derribadas , y los misione ros quedaron cautivos. Las iglesias fueron incendiadas, y ya se supone que los sublevados no respetaron los vasos sagrados ni las imájenes. En una palabra , de treinta mil Indios amigos solo quedaron treinta. Todos los de- mas tomaron parte en el alzamiento , al que cooperaron mas que los otros por la razón de que habian adquirido conocimientos de que carecian los demás. El gobernador, en la plaza de Buena Esperanza , se hacia aun ilusiones, á pesar de cuanto le habian dicho y de su propia razón , cuando de repente llega el alférez Nicolás Gatica que había podido escaparse después de haber sido sorprendido en Tarpellanca al vadear el rio de la Laja. Tras de este oficial fueron llegando labra- dores que habian tenido que abandonar sus caseríos al pillaje y al incendio para salvar sus vidas. Sobrecojido y aterrado el gobernador, no pudo ó no supo hacer mas que mandar evacuar las plazas de la frontera. Por colmo, le vinieron á dar parte de que ya se acercaban las avan- zadas de uno de los caciques , que era Marillanca , y suplicó mas bien que mandó que saliese una partida de caballería á contenerlos. Salió Soto Mayor y Ángulo y tuvo esfuerzo y valor personal bastante para dar muerte por su propia mano al jefe Marillanca; pero los Españoles fueron completamente derrotados, y pocos pudieron salvarse. Con estos dispersos llegó á la plaza el comisario de caballería don Domingo Parra diciendo que los Indios venian con intención de tomarla, y en seguida , de marchar sobre la Concepción. El terror de Acuña, al oir esta nueva, llegó á su colmo. En vano , militares de corazón y sangre fria hicieron CAPÍTULO XV. Ii5 cuanto pudieron para darle ánimos ; el gobernador quedó tan completamente desmoralizado, que salió de la plaza , la cual estaba fuertemente guarnecida con las tropas y vecinos de San Rosendo , Santa Lucia y San Cristoval, que se habian refujiado allí, y tomó el camino de la Con- cepción , llevando tras si hombres, mujeres, niños, clérigos, jesuítas y hasta el santísimo sacramento, que estos últimos guardaron en una custodia precipitada- mente. Inútil sería el añadir que con tal precipitación , ninguno de cuantos huian con el gobernador pudo salvar mas de lo que llevaba encima de su propio individuo. ¿ Pero como seria posible pintar los desastres de estos infelices fujitivos, principalmente los que aflijieron á las mujeres y á los niños que no tenian caballos ni bagajes y que hubieron de huir á pié? Baste decir que hubo madres que dejaron á sus hijos escondidos en un monte con la esperanza de volverlos á buscar; que otras los dejaban caer en el camino sin fuerzas para poder soste- nerlos, y que otras se dejaban caer ellas mismas de des- fallecimiento y abandonándose enteramente á la provi- dencia. En cuanto al gobernador, á cada paso se le figuraba que los Araucanos se le iban á echar encima. Estaba tan turbado y tan presuroso de llegar á la Concepción , que anduvo de noche con dos soldados determinados, de- jando la dirección de la retirada al capitán Fontllba , y no tuvo descanso hasta que llegó. Al dia siguiente los demás fujitivos, menos los muchos desgraciados que habían quedado en el camino, llegaron también. Toda la ciudad salió con una custodia en procesión á recibir el santísimo que llevaban los jesuitas y que estos deposita- ron en la iglesia de su colejio. 116 HISTORIA DE CHILE. La plaza de Buena Esperanza, habiendo quedado abandonada, la incendiaron los Indios después de ha- berla saqueado. En el incendio de las iglesias sucedieron portentos que algunos historiadores refieren y que la his- toria de nuestros dias respeta por veneración á nuestra relijion , sin tocar en ellos , á fin de sustraerlos al in- sulto de la incredulidad. Lo que hubo de muy humano y muy natural en aquella circunstancia fué, que ochocientas arrobas de pólvora que habia en vasijas de barro en un soterráneo, se inflamaron, causaron una horrenda explo- sión que esparció el pavor, con muerte de algunas mu- jeres, muy lejos entre los Araucanos, y enterraron bajo de miontes de escombros de la ruina á muchísimos de los saqueadores é incendiarios. CAPITULO XVI. Providencias de seguridad del cabildo de Santiago. — Abandono de la plaza del Nacimiento. — El sarjento mayor Salazar que la mandaba intenta reti- rarse por el Biobio. — Varan los transportes y los alijera poniendo mujeres y niños á tierra. — Sacrifican los Araucanos todas estas victimas. — Vara segunda vez Salazar y muere él mismo con todos los suyos á manos de los Araucanos. — Acontecimiento análogo de la guarnición de Talcamavida. — Levantamiento en la Concepción. — Intentan matar al gobernador y á un oidor de Santiago. — Refujianse en el colejio de jesuítas. — El pueblo nom- bra por gobernador al veedor Villalobos. — Aceptación de este. — Detalles. (1655.) Mientras llega el momento oportuno de saber lo que le adviene al ejército sobre Rio Bueno y á su maestre de campo jeneral don Juan de Salazar ya cortado por los Araucanos , demos un vistazo á la capital del reino por saber lo que se pasa en ella. Las noticias que corrían allí eran aun mas infaustas que la verdad misma ya tan lastimosa , como acabamos de ver. Según estas noticias , el gobernador se hallaba cercado en la plaza de Buena Esperanza sin ninguna perspectiva de salvación ; los Araucanos , cuyo campo estaba formado sobre el rio de la Laja , hacian correrías hasta acercarse á tres leguas de la Concepción , y ya se habían apoderado de los fuertes San Rosendo , San Pedro y Golcura , ejecutando atrocidades en los ven- cidos. Menos estas atrocidades , que no habian podido tener lugar, gracias á que los habitantes se habian refujiado con tiempo á la plaza de Buena Esperanza , esta última 118 HISTORIA DE CHILE. noticia era cierta , puesto que dichos fuertes habian sido abandonados. Con estas alarmantes nuevas, el cabildo de Santiago pensó en tomar providencias de seguridad , y nombró á don Juan Rodulfo Lisperger (1) de apode- rado jeneral del reino para c|ue fuese á Lima á exponer al virey su triste situación y pedirle prontos socorros. Pidió al correjidor enarbolase la bandera real , y nom- brase capitanes aguerridos y experimentados para man- dar las compañías milicianas, enviando una de estas lo mas pronto posible á las orillas del Maule. Los capitanes nombrados en aquella crítica circunstancia por el corre- jidor de Santiago se condujeron en todo de manera que sus descendientes pueden hoy alabarse altamente y con orgullo de haberlos tenido por projenitores. El correjidor, que era el jefe de las milicias , tomó una de dichas com- pañías á sus órdenes, dejó el mando de las armas al alcalde del primer voto , y tuvo la gallardía de marchar en persona á defender el paso del Maule contra los Arau- canos , si llegaban á intentarlo. Luego que en Santiago se hubieron tomado medidas de defensa eventual , se pusieron todos á esperar nuevos é inevitables acontecimientos con heroico estoicismo, y á raciocinar acerca de lo sucedido. Por mas que se diga que á lo pasado no hay remedio, siempre se goza de cierta distracción , que sirve de consuelo , en discurrir sobre los mas tristes acontecimientos. Entretanto , el sárjente mayor don José Salazar se hallaba en la plaza del Nacimiento con doscientos cua- renta hombres de guarnición , y habia rechazado ya dos asaltos que le habia dado el vicetoquí araucano Chica- (1) One no debe de ser confundido con el maestre de campo de este nombre que imiiió liaco mas de cuarenta años eii una sorpresa del fuerte de Boroa. CAPÍTULO XVÍ. 119 guala ; pero temiendo no poder resistir al tercero , — que probablemente le iba á dar, — tomó don José Salazar la resolución mas loca de cuantas hubiera podido sujerirle su temor. Bien que las aguas del Biobio estuviesen muy bajas en muchas partes , y que no fuese posible el nave- gar por él con mucha carga sin exponerse á varar, re- solvió embarcarse en balsas con la guarnición y los mora- dores, y abandonar la plaza. Pareciéndoles increible que hablase seriamente , algunos de sus capitanes oyeron este proyecto como una pura proposición eventual , y respondieron que su ejecución seria imposible hasta que con el invierno creciesen las aguas del rio ; pero viendo que insistía y tomaba disposiciones para ejecutarlo , ha- blaron con mas firmeza asegurando que era imposible , y que le acarrearla una grave responsabilidad. Tiempo perdido , el proyecto fué puesto en ejecución ; la guarnición y los habitantes se embarcaron y dejaron la buena y fuerte plaza, que hubiera podido resistir bas- tante tiempo para que se tomasen mejores resoluciones , enteramente abandonada. Chicaguala , lejos de oponerse á su marcha , vio la suya y dejó ir á los Españoles rio abajo, convencido de que muy pronto los tendría á discreción ; y para asegurar mas este resultado, despachó un propio á su primer jefe para que atajase á los fugitivos por su lado (1). Al trazar este hecho los dedos se hielan y dejan caer la pluma. Flotaron y bogaron las balsas hasta en frente á la plaza de San Rosendo , ya arruinada , y allí vararon. (1) Pérez García suponía , sin duda , que era cierto lo que se decía en San- tiago, que el gobernador se hallaba sitiado en la plaza de Buena Esperanza, y dice que alli le dirijió el aviso Chicaguala á Clentaru para que levantase el sitio por acudir á los fujitivos ; suposición enteramente inadmisible. 120 HISTORIA DE CHILE. Para alijerarlas , Salazar mandó poner en tierra trescien- tas cincuenta personas, viejos, mujeres y niños, los cuales fueron todos víctimas allí mismo de los Arauca- nos (1). Asi alijerado, don José de Salazar flotó, y pro- siguió su retirada hasta en frente á Monterey, que varó segunda vez , en un sitio llamado Tanahuillin ; y esta vez sin recurso humano, puesto que quedaron las balsas en- calladas aun después de haber arrojado al agua la ar- tillería y demás carga inerte. Esto era lo que aguardaban Clentaru y Chicaguala, siguiendo paso á paso, cada uno por su lado , á los fugitivos navegantes sobre los cuales se arrojaron con furor. Los Españoles los recibie- ron mas que con su acostumbrado denuedo, con la reso- lución de hombres desesperados que saben que no les queda mas que morir ó vencer, y tal vez hubieran po- dido sino vencer á lo menos salvarse , sin el fatal incen- dio de una botija de pólvora que con su explosión los entregó en completo desorden á la venganza de sus ene- migos. Una suerte análoga á la de la guarnición de la plaza del Nacimiento le cupo á la del fuerte de Talcamavida. Hallándose ausente el comandante , su interino tomó la resolución de abandonar el puesto é irse rio abajo á la (1) Por muy increible que parezca este aclo de egoismo, el Iiecho, tal como lo narra Carvallo, lo es aun mucho mas. Según este, Salazar envió las mujeres y demás brazos impotentes por delante con un oficial á la plaza de San Rosendo, en frente á la cual vararon las balsas. El enviado, no sabiendo qué partido tomar, puso ¡as trescienias cincuenta personas de que estaba encar- gado, en tierra, entregándolas, por decirlo asi, al cuchillo de los Araucanos, y luego se volvió á dar cuenta de su misión. Al oir lo que habia sucedido , el sarjento mayor sacó el sable y le dio una cuchillada. Suponiendo que el enviado se haya visto reducido á esta cruel extremidad , y haya podido flotar y volverse solo, ¿como, en vista del resultado , ha po- dido Salazar ir á buscar con certeza la misma suerte? CAPÍTULO XVI. 121 Concepción con sus soldados, y con tanto apresura- miento que olvidó retirar una centinela la cual quedó abandonada á discreción del enemigo. Mientras tanto , los habitantes de la Concepción esta- ban reducidos á bivaquear en la plaza atrincherados. Los Araucanos llevaban el insulto hasta la puerta , por decirlo así , de la capital de la frontera. Les habitantes que no eran ricos morian de hambre por la grande carestía del pan y de víveres. Esta deplorable situación , al principio, consternaba á los que padecian sin sujerirles medio alguno de salir de ella; pero al fin los exasperó en tér- minos que recordando súbitamente el origen de sus pa- decimientos, solevantaron todos á una voz, gritando : ¡ Muerte al gobernador ! Dicho y hecho , corren todos en masa unánimes y resueltos á ejecutar la funesta sen- tencia que la desesperación les habia dictado , contra Acuña y contra el oidor de Santiago , don Juan de Huerta , que se hallaba de visitador en la Concepción. Por fortuna, un hombre de frescura, don Miguel de Lastra, pudo salvarlos escondiéndolos en el colejiodelosjesuitas. No hallándolos en el primer ímpetu , se enfriaron los ánimos y una nueva idea los distrajo : como necesita- ban de un buen gobernador, corrieron á casa del veedor Villalobos , que era jeneralmente querido hasta de los mismos Araucanos; lo cojieron en sus brazos, á pesar de la resistencia que hizo , y le llevaron en triunfo proclamándole gobernador. La reflexión le vino á Villalobos de que era un deber para él el aceptar, como medio mas seguro de salvar la vida á Acuña y al oidor , y aceptó. Lo primero que hizo fué mandar, y lo primero que mandó , que cada cual se retirase á su casa y no volviese á perturbar la tranquilidad pública. En 122 HISTORIA DE CHILE. seguida , nombró de maestre de campo á don Ambrosio de Urrea, y de sárjenlo mayor á don Jerónimo Molina. Por otro lado, era muy cierto que los Araucanos esta- ban á las puertas de la Concepción , y tal vez se hubieran apoderado de la ciudad si hubiesen pensado en ello ; pero, por dicha , se contentaron con inquietarla. Tan pronto interceptaban víveres ; tan pronto aprisionaban un habi- tante á trescientas varas de la plaza. Una noche causaron una sorpresa atacando el molino de los jesuitas ; pero el valeroso molinero mató de un tiro á uno de ellos , y los demás no parecieron hallarse en disposición de hacer mas ruido. Enfin , para pintar de un solo rasgo á cuanto llegaba su atrevimiento , un dia á los tres de la tarde penetraron dentro , y se llevaron á un sacristán de la catedral con algunas mujeres. En las demás plazas ha sucedido lo que ya hemos visto, y solo tenemos que añadir, empezando por Valdi- via , que estaba sitiada ; que el sarjento mayor don Gonzalo González de la Gonzalera y Mendoza hizo una salida con doscientos veinte y cinco hombres contra dos mil sitiadores , los derrotó y se volvia con algunas captu- ras , cuando de repente se vio cercado por cuatro mil , mandados par Calicheu y Calihueque. Noobstante su in-. ferioridad numérica , se mantuvo firme , dando lugar á que el gobernador de la plaza, don Diego González Mon- tero, viniese á socorrerle. Llegó en efecto este jefe, dio muerte á Colicheu y derrotó á Calihueque , sin perder la captura que había hecho el sarjento mayor, acción que tuvo lugar el 8 de mayo , dia del Arcanjel San Miguel , que quedó allí para siempre , — á petición del goberna- dor Montero , — dia de fiesta feriada. En San Bartolomé de Gamboa , sucedió lo que en otros CAPÍTULO XVI. 123 tiempos hemos visto en la antigua Imperial , ó á lo me- nos, algo muy semejante. Nuestra Señora, patrona tutelar de la plaza, estaba expuesta en público. Un dia, al ama- necer, los Araucanos, en un ataque, dispararon algunas flechase contra la Santa Imájen. Los moradores y la guarnición deliberaron el abandonar la plaza, aflijida, por otra parte , de una enfermedad epidémica, y atrave- saron el Maule , llevando en procesión todas las imájenes que tenian. Nada hallamos concerniente á las plazas de Tucapel y Lebu. De las de Arauco y Boroa hablaremos cuando hayamos visto lo que sucedió en la grande expedición de Rio Bueno. CAPITULO XVII. Suerte de la expedición sobre Rio Bueno. — Incendio del fuerte de San Martin. — Llega el gobernador de este fuerte á los cuarteles del ejército. — Confu- sión del maestre de campo. — Resuelve retirarse por mar. — Oposición de sus oficiales. — Ejecuta noobstante su proyecto. — Otros detalles. ( Í655.) Los Araucanos incendiaron el fuerte de San Martin , en la parcialidad de Pitubquen situado á la orilla meri- dional del Tolten , y aprisionaron la guarnición y los moradores. El comandante de este fuerte pudo salvarse en un excelente caballo á pelo y sin sombrero en la ca- beza , y llegó aquella noche á los cuarteles del maestre de campo don Juan de Salazar comandante en jefe del ejército expedicionario , que se hallaba á las orillas del rio Quetahue. Al mismo tiempo que el comandante del fuerte de San Martin , llegaron otros Españoles , y por ellos supo Salazar el jeneral levantamiento de los Indios y el sitio de la plaza de Boroa. Con estas noticias, perdió la cabeza, se puso en mo- vimiento para hacer algo, y al amanecer del dia siguiente entró en la plaza de Mariquina, que mandó evacuar, yéndose desde allí al castillo de las cruces. La carrera habia sido larga , tuvo necesidad de descansar, y con el descanso le vino el uso de la razón. La situación del ejército, por no decir la suya, era sumamente critica teniendo como tenia á la espalda un espacio inmenso cubierto de enemigos. Esta reflexión le sujirió la idea de CAPÍTULO XVII. 125 marchar á Valdivia , y hacer su retirada por mar ; pensa- miento que fué altamente desaprobado por los mas dignos y acreditados Españoles que no podian dijerir el verse expuestos á la deshonra de una retirada pusilánime , al paso que el ejército estaba intacto , lozano y pronto á batirse. Si era cierto que tendria , para retirarse por tierra , montes y rios que atravesar, también lo era que unos estaban muy transitables, y los otros ofrecian buenos vados por todas partes. A estas consideraciones, anadian estos pundonorosos oficiales, que el retirarse por mar no solo seria una vergüenza para ellos sino también un aumento de fuerza moral en sus enemigos que los pondría mas indómitos que nunca , y con mucha razón. El que mas insistió sobre la oportunidad y la conve- niencia de deshacer lo andado por tierra fué don Fran- cisco Rascuñan , el cual le representó de palabra y por escrito, que por de pronto tendrían la ventaja de so- correr á la plaza de Boroa, desde donde se podrían dirijir las operaciones de la retirada con mas reposo y acierto (1) ; al paso que era un verdadero deshonor para las armas españolas el no hacerlo. Pero Salazar no tenia oidos , su resolución estaba tomada , y sin oir mas con- sejos , mandó degollar unos seis mil caballos de remonta, carga y equipajes , marchó para Valdivia , se embarcó en los transportes que hablan llevado el situado , y volvió á la Concepción. Este resultado no se verificó sin algunos episodios. Los auxiliares , que tantos servicios habían hecho á los Es- (1) Los escritores de aquel tiempo, por no especiCcar, han sido tan poco caritativos, que atribuyen este parecer del feliz cautivo Bascuñan á la circuns- tancia de tener en aquella plaza á su hijo; lo que no les impide de convenir en que todos los oñciales acreditados eran del mismo dictamen. 126 HISTORIA DE CHILE. pañoles y á su causa, se rebelaron un dia , dieron muerte á sus capitanes y los mas desertaron á los suyos. Por otro lado , don Cosme Cisternas , sucesor de Car- rera en el mando de Chiloe, tenia orden del maestre de campo Salazar para ir á esperarle á Osorno. Cisternas se habia puesto en marcha para dar cumplimiento á esta orden , con ciento y cincuenta Españoles y cuatrocientos cincuenta auxiliares, y aunque lesCumcos, en número de cuatro mil mandados por Nameuché , quisieron dete- nerle , los arrojó matándoles cuatrocientos. Pero no sin sensibles pérdidas por su parte , pérdidas que dejan el ánimo suspenso , lejos de creer á pies juntos que el jefe español haya vencido completamente. En efecto, tuvo cincuenta heridos , tres Españoles y siete auxiliares muertos. El capitán Vargas Machuca tuvo que hacer pro- dijios de valor para salvarse, y no sabe él mismo como lo pudo , puesto que le derribaron del caballo mortalmente herido. Por lo mismo , Machuca atribuye su salvación á un milagro que fué la aparición del difunto jesuíta Villaza. Tanto habló Machuca de esta aparición , y del convencimiento que tenia de haberle debido la vida , que al año siguiente , el comisario del santo oficio de San- tiago , Albiz , le llamó y le pidió una declaración , le cual dio el 9 de diciembre de 1656. Volviendo á Cisternas, este se empeñó en llegar á Osorno y lo consiguió ; pero á la vuelta , que verificó con la certidumbre de que era inútil aguardar por Salazar en Osorno, se halló cortado por Nameuché con seis mil hombres. Viéndole en batalla y en actitud de oponerse á su marcha , le atacó con denuedo. Nameuché se batió con arte y con indecible valor ; pero fué deshecho con pér- dida de cerca de setecientos muertos. De los Españoles CAPÍTULO XVII. 127 y auxiliares hubo unos sesenta heridos de muerte. Verificado el regreso á Chiloe , los auxiliares conspi- raron para ir á juntarse con los suyos. Tuvo Cisternas noticia de este proyecto , puso presos á algunos caciques, ahorcó á cinco de ellos , y con este acto de vigor, cortó el complot, pero no de raiz. Al año siguiente, los descon- tentos amigos empezaban ya á rumiar otro semejante proyecto al pasado. Cisternas, que lo supo, mandó dar muerte á diez y siete caciques , y descuartizar al que era cabeza de la conspiración para exponer sus cuartos por los caminos, para escarmiento de otros. Se ejecutó la sentencia , y en mas de cincuenta años , no hubo mas motivo de hacer justicia en ellos. Nos queda que hacer mención de las plazas de Boroa y Arauco. La de Boroa se mantuvo firme, y mas adelante hablaremos de ella. La de Arauco , que estaba mandada por el Navarro don José Volea, fué incendiada por los Araucanos (1). Su comandante se retiró con la guarni- ción y los vecinos al castillo de San Ildefonso , situado en una altura dominante , como si fuese una ciudadela pro- tectora de aquella plaza , y último recurso para sus de- fensores. Los Araucanos atacaron á Volea en esta ciuda- dela, y siempre fueron rechazados con pérdidas. No satisfecho con esto , el comandante español hacia saUdas con buen éxito. Habiendo dado muerte en una de ellas á un capitán de grande reputación , que era de Puren , los Españoles llevaron el cadáver al castillo para que los Araucanos lo fuesen á pedir, en cuyo caso , antes de (1) Al jesuíta Jerónimo de Barra, que se hallaba allí, le llevaron los Arau- canos á lo mas alto de Colocólo, que dominaba la plaza , sin duda para inmo- larlo; pero el misionero se mostró tan impertérrito, y les habló tan al alma , que no se atrevieron á tocarle un pelo de la cabeza. — Carvallo. 128 HISTORIA DE CHILE. entregarlo , habrían pedido los sitiados que les llevasen víveres. El cálculo no era malo , pero noobstante , salió errado. lie aquí porqué. El cacique Guayquili tenia un prisionero español , el cual era un cura párroco de la plaza de Colcura , y se llamaba don Juan de Saa. A este sacerdote le impuso su amo cacique que fuese á pedir á los suyos el cadáver del capitán de Puren antes c|ue los Españoles tuviesen la tentación de despedazarlo para exponer sus miembros en los caminos. Tuvo que llenar esta misión el licenciado don Juan Saa, y hubo que entregarle el cadáver (1). Viendo el comandante del castillo que los Araucanos le dejaban algún descanso y parecian haberse alejado , envió á cojer frutos en el campo á algunas mujeres es- pañolas con algunos muchachos, vijilados por una par- tida de cuarenta hombres. Al punto que los Araucanos, que se hallaban emboscados , las vieron , se arrojaron sobre ellas. Volea salió deprisa á socorrerlas y rechazó á los Indios. Una Española , en esta ocasión , cortó la ca- beza , — cercen á cercen , — á un enemigo ; la levantó en la punta de una lanza con mucha gallardía, y gritó apellidándose como gritan ellos. Picado de este hecho , Clentaru proyectó apoderarse del castillo por astucia si no podia conseguirlo á viva fuerza. Para eso envió un parlamentario á Volea pidiéndole una conferencia para tratar de paz, en su mismo castillo. El comandante español aceptó la propuesta , y Clentaru fué á verse con él en compañía de muchos caciques , llevando todos en la mano el simbólico ramo de canelo. Después de recí- (1) Como este cura llenó su misión ; como le dejaron ir; como no se quedó; qué prendas dejó de que volverla, etc., etc. Todas las circunstancias necesarias al crédito de un hecho les parecen inútiles á los escritores de las cosas de Chile. CAPÍTULO XVII. 129 procos saludos muy cordiales , en apariencia , Clentarú habló largamente recordando los innumerables motivos que tenían los Españoles para fiarse en él y en los suyos , puesto que desde que habían poblado á Arauco , habían sido sus verdaderos hermanos de armas, y su cacique Colocólo, el mas sincero y leal de sus amigos, en términos que había abrazado la relíjion cristiana, y la había defendido siempre desde entonces con las armas en la mano. En cuanto á nosotros mismos, añadió Clentarú, hemos abandonado nuestros nacionales, y nos hemos coligado contra ellos con los Españoles, derramando su sangre y cubriendo los campos con sus huesos. Es verdad que así nos lo habían mandado nuestros mayo- res encargándonos encarecidamente , al irse de esta vida á la otra , que nos mantuviésemos siempre en paz y en amistad con vosotros; y á este consejo, que hemos seguido en cuanto nos ha sido posible , debo añadir que vuestra amistad y trato nos eran útiles y provechosos. Cuando , á pesar nuestro, la paz ha sido momentánea- mente interrumpida , debéis acordaros que los Pelan- tarú, los Ancanamun y otros jefes araucanos os la pi- dieron y nos obligaron á aceptarla ponderándonos , por un lado, sus beneficios, y pintándonos, por otro, los inútiles horrores de la guerra. Por otra parte, no podéis haber olvidado los esfuerzos de Queupuantú , las súplicas de Rinco , y los parlamentarios que continuamente nos enviaba Turculipí para que nos uniésemos á ellos contra vosotros, y que no lo hemos hecho. Cuando hemos tenido conocimiento de que se tramaba alguna conjura- ción, al punto os hemos dado parte del hecho, con datos ciertos , fijos y seguros para que la cortaseis en sus principios; y, dejando lo que ha sucedido en tiempos 111. HlSTOKlA y 130 HISTORIA DE CHILE. pasados , ya acabáis de ver que yo mismo , en las cir- cunstancias presentes , he dado aviso , por dos veces , á vuestro gobernador de que iba á haber un levanta- miento jeneral. Todos los presentes me habéis visto en- trar con setenta caciques aquí mismo para participarlo á Pizarro , interino en ausencia de don Juan de Salazar ; y desde aquí , fui yo mismo en persona á ponerlo en noticia del gobernador, el cual, si no me creyó, no ha sido culpa mia. ¿Cuantas parcialidades no hemos suje- tado á vuestro dominio desde Lebu hasta la Imperial ? Y aun el año pasado, ¿No nos hemos juntado por ventura, para ir á castigar los de Rio Bueno? ¿No hemos acaso perdido en esta expedición , por el servicio del Rey, á muchos de nuestros hermanos, parientes y amigos? Ya lo veis. Si ha habido levantamiento no ha sido por causa nuestra, puesto que nos hemos negado á tomar parte en él , y que , ademas , hemos hecho cuanto hemos podido para cortarlo , hasta que vinieron fuerzas supe- riores de Puren , Ilicura y Tucapel que nos forzaron á tomar las armas. Y aun después de haberlas tomado , ¿ qué mal os hemos hecho ? Ninguno. Ciertamente , nuestras flechas no han herido ni menos muerto á mu- chos Españoles ; porque , en lugar de apuntárselas , las tirábamos muy alto por encima de ellos. Hé aqui la ver- dad de los hechos. Ahora que nuestros opresores se han ido, volvemos á nuestra natural inchnacion hacia voso- tros, pidiéndoos nos sostengáis contra ellos, porque solos no bastamos , como tampoco vosotros no bastaríais sin nosotros. Estas agudas memorias de Clentarú , en parte ciertas , y en parte aparentes, produjeron tanto mas efecto, cuanto en el fuerte habia en su favor el poderoso ar- ^ CAPÍTULO XVII. 131 gumento del hambre , y que él ofreció víveres. Con todo eso, Volea se mantuvo, sino enteramente y abierta- mente desconfiado, á lo menos con dudas; pero como, en resumidas cuentas , no tenia autoridad para tomar una resolución personal , nada arriesgaba en transmi- tir al gobernador las proposiciones de Glentarü , man- teniéndose él mismo con precauciones. El jefe araucano halló muy conveniente esta medida , y pidió que cuanto antes se ejecutase, antes que los de Talcamavida, que tenian las mismas intenciones, fuesen por delante, cosa que le seria muy sensible. Este último rasgo hubiera engañado completamente á Volea (1) si este capitán no hubiese sido tan precavido; y mas cuando Glentarü añadió que él mismo enviaria algunos caciques, los cuales le seria de mucha satisfacción fuesen acompaña- dos por el P. Jesuíta de la Barra y por el capitán de amigos Quixada. Sin embargo , los caciques enviados por Clentarú al gobernador del reino tenian orden para volverse desde el rio Laraquete llevando bien asegurados al jesuíta y al capitán de amigos. Al amanecer del dia siguiente, se marcharon. Mientras tanto , Clentarú , que habia no- (1) Estas particularidades, muy notables, son de Carvallo, el cual las justi- fica plausiblemente, declarando que las debe al P. jesuíta Rosales, compañero y amigo del P. Jerónimo de la Barra. Ademas , todos los otros escritores con- temporáneos están , poco mas ó menos , de acuerdo en la sustancia de estos acontecimientos , y solo difieren en que dicen menos y con menor especificación. Quiroga, dice Carvallo, supone sin fundamento, que en Arauco hubo otro comandante, — que no nombra , — y el cual por sospechoso, fué relevado por Volea, que, según P«ojas, se aventuró solo y con gran riesgo a ir á tomar el mando. «Pero yo, continua Carvallo, que muchas veces anduve estas veinte leguas, cuando no habia colonia alguna española, y que he sido comandante de la expresada plaza en tiempo de sospeclias de guerra , y me impuse de la situación y avenidas para hacer mejor su defensa , digo que toca en lo imposi- ble su entrada en ella, y mas estando asediada. » — Carvallo. 132 HISTORIA DE CHILE. tado el hambre tristemente grabada en las caras espa- ñolas , mandó preparar un abundante y copioso ban- quete á su vista , pero fuera del alcance de los fuegos del castillo, y convidó al comandante Volea y á la guarnición , pidiendo llevasen algunas armas para hacer salvas en celebración de la paz tan bien entablada. Esto le pareció demasiado á Volea y despertó su descon- fianza, que se habia adormecido algún tanto, y no solo rehusó el convite, sino que impuso pena de la vida al que se atreviese á salir de la plaza. Noobstante, tan importunado se vio con súplicas arrancadas por la ne- cesidad á algunas mujeres y muchachos , que los dejó ir, y todos quedaron en manos de los Araucanos. Ademas, los caciques enviados á la Concepción hablan vuelto, llevando presos al jesuíta y al capitán de amigos, y no habiendo podido conseguir mas con su astucia, Clen- tarú quiso manifestarse satisfecho con esto y se puso á burlarse de Volea renovando ataques contra el fuerte hasta incendiarlo una mañana, aunque sin causar es- tragos , porque los sitiados pudieron apagar el fuego , poco favorecido por el viento, que, por fortuna, le era contrario. Entretanto, el gobernador popular Villalobos sabia la estrecha y apurada situación de los defensores de Arauco, y conociendo que seria imposible el dejar subsistir aquella plaza, resolvió que fuese evacuada. Para llevar á efecto esta resolución , comisionó al capitán don Anto- nio Buitrón , el cual salió en una nave con fuerzas repu- tadas suficientes (1) para darle cumplimiento. Buitrón era un valiente Vizcaíno, oficial de tino y conocimientos, y (1) Con cien hombres, Figucroa; — con doscientos cincuenta, Rojas; — - con trescientos , Carvallo refiriéndose al P. Rosales. Esto debe de ser la verdad. CAPITULO XVII. 13o ejecutó con felicidad la operación. Los Araucanos qui- sieron oponerse al desembarco y avanzaron pelotones de caballería ; pero Buitrón , teniendo sus soldados ya prontos y preparados cada uno con su número de fila para evitar la confusión , envió algunas descargas que ahuyentaron á los enemigos; desembarcó, y llegó fe- lizmente al socorro de los desdichados sitiados que le recibieron como á verdadero redentor. El traslado de los habitantes y de sus ajuares abordo se hizo sin la me- nor pérdida. Pero el mismo Buitrón tuvo una desgra- ciada fatalidad , y fué que se le incendió un frasco de pólvora que le abrasó el rostro ; y con todo eso , llevó á buen fin su ardua comisión regresando á la Concepción sin perder un solo individuo. CAPITULO XVIII. Resumen de las plazas que perdieron los Españoles después del levanta- miento.— Particularidad de la de Chillan. — Patriótica conducta del corre- jidor Pizarro. — Situación de la Concepción. — Bascuñan rechaza á los Arau- canos.— El gobernador popular Villalobos nombra un maestre de campo y un sárjenlo mayor. — Los antiguos son arrestados. — Don Antonio de Acuña huye á Valparaíso y de allí pasa á Santiago.— La real Audiencia le sostiene. Apelación del cabildo de la Concepción al virey. — Informe al mismo de la real Audiencia de Chile. — El virey manda comparecer ante él en Lima al gobernador Acuña, al maestre de campo y sárjenlo mayor arrestados; y al correjidor y rejidor de la Concepción. — Acuña desobedece. — Los demás ci- tados van á Lima y regresan purificados. — El virey nombra un sucesor al gobierno de Chile. — Liega esle á la Concepción , y después de haber reci- bido el bastón de manos de su predecesor, le envia arrestado á Lima. — Socorros que llevaba el gobernador Portel. — Cesa Villalobos de mandar.— Son nombrados otro maestre de campo y otro sárjenlo mayor. — Los Arau- canos interceptan en las inmediaciones á la Concepción el paso para ir al socorro de Boroa. — Son balidos , y quedan los caminos despejados. ( 1655—1656. ) Resumiendo los últimos acontecimientos después del levantamiento jeneral de los Indios , los Españoles perdieron las plazas de San Pedro, — Colcura, — Buena-Esperanza , — Nacimiento , — Talcamavida, — San Rosendo , — Santa Lucía , — San Cristóval y San Bartolomé de Gamboa. La de Chillan , que no tenia guar- nición , fué defendida por sus moradores en número de mil y quinientas personas de diferentes edades y sexos , hasta que , perdiendo la esperanza de ser socorridos y hallándose diezmados por una enfermedad epidémica , abandonaron sus hogares y se acojieron á la protección del bizarro correjidor que guardaba el paso del Maule , y que los custodió en salvo hasta Santiago. El cabildo CAPÍTULO XVIII. 185 de la capital ensalzó su conducta, y acordó en junta de 80 de abril , se abriese una suscripción en favor de "los míseros fujitivos de Chillan. Boroa quedó aislada, sin socorro y sin comunicación , y aun no podemos saber cual será su suerte. El fuerte de San Martin , sobre el Tolten , fué el primero atacado é incendiado , y ya hemos visto á su comandante llegar á uña de caballo y en pelo, sin sombrero en la cabeza , á dar parte de la subleva- ción de los Indios al cuartel jeneral del maestre de campo, establecido sobre elQuetahue. Los gobernadores de Valdivia y deChiloe se mantenían firmes y, loque mas es, rechazaban con ventajas á los enemigos. Veamos ahora en qué pararon los sucesos de la Concepción. Esta capital de las plazas de la frontera era continua- mente insultada por los Araucanos. Bascuñan , que es- taba allí, los rechazaba y aun los castigaba alguna vez. En medio de esto , el pueblo irritado se habia sublevado, como hemos visto, y habia ido á dar muerte al gober- nador, que en la opinión jeneral era el causante de todos sus males , siendo el solo responsable de su segu- ridad, — y al oidor Huerta. El ministro de real hacienda Lastra los habia salvado, sacando al primero por una ventana de su palacio y ocultándolo en el colejio de los jesuitas; y al oidor visitador, en el convento de San Juan de Dios ; pero todo esto no lo pudo ejecutar tan sijilosa- mente que no llegase á noticia de las cabezas del motin, y los amotinados corrieron furiosos al colejio. El rector habia tomado bien sus medidas con esta previsión , y les abrió las puertas de par en par para que buscasen al objeto de su justa ira. Le buscaron , en efecto , por los mas escondidos rincones del edificio, y no hallándole se retiraron. Mientras tanto, se enfriaban los rencores, y 136 HISTORIA DE CHILE. el buen discurso volvía poco á poco á dirigir las cabezas á mejores fines. Como no podían quedar sin gobernador , nombraron á Villalobos , que aceptó el cargo después de una larga é inútil resistencia. Este episodio dio lugar á otros. El gobernador popular dio el empleo de maestre de campo á Urrea, y el de sarjen to mayor á Molina, bien que Rebolledo y Cerdan (1) , que los llenaban , estuvie- sen presentes dando órdenes de defensa , y ejerciéndolos como lo habían hecho, — particularmente el primero, — después de tanto tiempo. Rebolledo, picado, dicen que arrojó con despecho el bastón del mando ; pero luego vio que se trataba de algo mas que de quitarle el em- pleo , y en efecto le pusieron arrestado , como también al sarjento mayor Cerdan , en un barco anclado en el puerto de Talcahuano. El motivo de esta medida extre- mada con dos oficiales jenerales, de los cuales el primero había trabajado tantos años en la guerra de Chile sino con éxito siempre igual é infalible , á lo menos con in- contestable celo, no se aclara por de pronto, y solo en el desenlace se transluce que estos dos jefes habían sido sospechados de ser tal vez los instigadores del motín contra el gobernador Acuña y el oidor de Santiago, Huerta. Luego que el rector del colejio de jesuítas vio que los amotinados se habían alejado y que no volvían , dio al gobernador el buen consejo de ponerse en salvo. Acuña pensaba en lo mismo. Su mujer se había retirado ya precipitadamente á Santiago , angustiada y llena de zozobra al ver los funestos resultados de sus cálculos. Hasta entonces , nada se sabía de su hermano , el {\) o Serdan. CAPITULO XVÍII. 137 cual también , sin duda alguna , se habia ocultado , sin lo cual hubiera corrido tantos riesgos , ó talvez mas que su cuñado. Este, como lo acabamos de decir, pen- saba en sustraerse al furor popular y lo consiguió embar- cándose sijilosamente para Valparaíso , desde donde se fué á Santiago. La real Audiencia , ya sea en favor del buen orden , cuyo trastorno en ningún caso ni por mo- tivo alguno debe ser aprobado ; ya porque uno de sus miembros habia corrido la misma suerte que el goberna- dor , se manifestó defensora de la causa de este , y tachó al ayuntamiento de la Concepción de debilidad y de usurpación de autoridad , en el hecho de haber nombrado otro gobernador. El cabildo de la Concepción probó por su conducta en esta delicada ocurrencia, que el supuesto acto de usurpación de autoridad no habia sido masque un recurso dictado por la prudencia, y que tal vez el gober- nador de Acuña y su consorte el oidor Huerta le hablan debido su salvación. En efecto, la primer orden dada por el gobernador popular Villalobos habia sido la de la separación de los tumultuosos, y Dios sabe si otro en su lugar habria tenido la misma inspiración , y si sus órdenes hubieran sido tan pronto obedecidas , en el caso que la hubiese tenido. Por consiguiente, el cabildo de la capital de la frontera se manifestó muy dispuesto á volver á re- conocer al gobernador antiguo : pero no quiso quedarse con el peso de una acusación injusta y se quejó al virey, exponiéndole la verdad de los hechos por medio del P. Jesuíta Jerónimo de Monte Mayor , rector del colejio de Buena Esperanza , el cual habia sido testigo ocular de la mala conducta de los Salazares en sus mandos. La representación del cabildo de la Concepción al virey fué apoyada por otra análoga del de Santiago , por 138 HISTORIA DE CHILE. medio de su procurador Don Juan Rodulfo Lisperger , en vista de los informes de la real Audiencia á la misma autoridad superior. Al ver todas estas quejas , el virey mandó que el gobernador Acuña con toda su familia , Rebolledo, Cerdan , el correjidor de la Concepción, D. Francisco Gaete y el rejidor Don Juan Bravo se presentasen inmediatamente en Lima á prestar residen- cia y dar cuenta de su conducta. Rebolledo , Cerdan , el correjidor y el rejidor obedecieron sin demora, pasaron al Perú , respondieron á todos los cargos que les hizo el virey , y volvieron purificados de la sospecha de haber tenido parte en el levantamiento de la Concepción con- tra el gobernador y el visitador Huerta. Pero Acuña no solo no obedeció , sino que también se produjo con expresiones de resentimiento poco decorosas. Sin em- bargo , el virey , sin parecer dar la menor importancia á esta particularidad, le nombró inmediatamente un sucesor , que fué el almirante don Pedro Portel Casa- nate , el cual arribó a la Concepción el dia 1° de enero 1656. Acuña , al punto en que habia recibido la noticia , se habia puesto en camino para la frontera , sabiendo que ya no tenia que temer resentimientos , y se halló á la llegada de su sucesor. Este le trató con mucha cortesía y miramiento, y le hizo saber con rodeos de urbanidad , que la orden que traia era de enviarle arrestado á Lima. Acuña , que habia reflexionado , obedeció esta vez y se embarcó con toda su familia para el Perú. Sigámosle para volver luego á los asuntos de Chile. El virey, ciertamente, habia cometido un acto arbi- trario , un arranque de grande de España al anular con su propia autoridad el despacho real en virtud del cual habia Acuña gobernado el reino de Chile, y esta CAPÍTULO XVIII. 139 fué la excusa que dio el ex-gobernador de no haber obe- decido á su primera orden. En cuanto á los actos de su gobierno , no habia excusa posible , y el virey le mandó formar causa enviando al oidor de Lima don Alvaro de Ibarra á la Concepción á tomar informes, mientras, por otro lado , informaba él á la corte sobre los aconteci- mientos que habían arruinado todos los frutos de la paz conseguida á costa de tantos desastres. En respuesta , el rey manifestó su alto desagrado (1) , y envió un real sello en blanco al virey para que , si lo creia oportuno , nombrase gobernador de Chile á su propio hijo don Juan de Henriquez. Acuña, procesado y condenado á la pérdida de sus empleos con una ruidosa sentencia, apeló á la piedad del monarca, el cual juzgó, sin duda alguna, era plausible el motivo que alegaba para no haber obe- decido al virey, puesto que S. M. advirtió , — en res- puesta al recurso en gracia de Acuña, — á los vireyes de que su autoridad no se extendía á quitar empleos obte- nidos con reales despachos , y que en semejantes casos , cuando hubiese premura, se asesorasen, en lo sucesivo, con la real Audiencia de Lima. Al mismo tiempo indul- taba al gobernador desposeído , declarándole acreedor á ser indemnizado de todos los daños y perjuicios que se le huÍ3Íesen seguido de su causa y de la pérdida del empleo, con tal que no fuese en el mismo reino de Chile. Pero este consuelo le llegó muy tarde al indul- tado. Acuña habia sucumbido á sus pesares y amargas memorias cuando llegó esta real cédula á Lima (2). Volviendo á nuestra narración, Chile habia tenido dos satisfacciones con la venida del nuevo gobernador, (1) Real cédula de 12 de noviembre 1656. (2) Fecha de 28 de junio 1660, 140 HISTORIA DE CHILE. á saber, la de la marcha de su predecesor, y la de su llegada. Don Pedro Portel Casanate , caballero del hábito de Santiago, prometía, en efecto, mucho por sus antecedentes , como almirante del mar del Sur. Sin duda todo esto pedia conocimientos especiales algún tanto distintos de los que se necesitaban para rescatar lo perdido en el anterior gobierno; pero en grandes apuros surjen fácilmente las esperanzas. Es verdad que Casanate, ademas de su nombre tan recomendable, llegó á la Concepción con el situado para el ejército, y un refuerzo (1), municiones y pertrechos. El cabildo de Santiago vio en este precioso socorro el resultado del buen desempeño de su procurador Lisperger enviado á Lima á pedirlo al virey, y que regresó con el séquito del gobernador Portel Casanate. Este , como lo acabamos de decir, era esencialmente un acreditado marino, pero la guerra de tierra difiere de la de mar, y Casanate, que no lo ignoraba y que tenia la noble ambición de obrar con acierto, se formó un consejo consultativo compuesto de doce antiguos y e.xpe- rimentados oficiales del ejército. El benemérito veedor jeneral Villalobos, gobernador popular, cesó gustosísimo de serlo, é ipso fació, el maestre de campo y el sarjento mayor que él habia nombrado , hubieron de dejar sus puestos, el primero, á don Jerónimo de Molina, y el segundo, á don Ignacio de laCarrerayTurrugoyen(2), (1) De quinientos hombres, Quiroga. —De 37G, Carvallo. — Este niímero debe de ser el cierto, puesto que Carvallo cita al P. Rosales, allí presente en aquella ocasión. Ademas del situado, envió el virey 180,000 pesos para gastos de guerra, y G,000 hanegas de trigo para el ejército. Las relijiosas y los parti- culares de Lima enviaron sábanas y camisas para dos mil soldados, y hasta dinero destinado á comprarles cigarros. (2) Es de notar que Perez-Garcia cita á Figueroa asentando que el sar- CAPÍTULO XVIII. 141 elejidos para llenarlos por el actual gobernador, el cual nombró de comisario á don Luis de Lara. Enfm , llegó el caso de obrar. Habia trece meses que la plaza de Boroa estaba aban - donada á sus solos recursos en medio de las mas beli- cosas parcialidades enemigas. Ya se empezaba á mur- murar de la inacción de Casanate , que habia llegado el 1" de enero y que al cabo de dos meses nada parecia haber hecho para ir al socorro de dicha plaza , la cual reclamaba con urjencia sus primeras atenciones. Pero la verdad era que esta expedición pedia mucha reflexión y muchas precauciones. Las tropas que hubiesen de componerla tenian que atravesar sesenta leguas de tier- ras enemigas, cortadas por rios, montañas y desfilade- ros. Por consiguiente era preciso que fuesen seguras de la victoria , en suficiente número , todas las que habia disponibles, dejando la capital de la frontera sin de- fensores , en un caso imprevisto aunque no imposible , puesto que los Araucanos , batidos por Bascuñan , se ha- blan alejado muy poco y no habían cesado de infestar los caminos matando viajantes, é interceptando víveres y comunicaciones. Era pues preciso, para poder mar- char, tener el tránsito despejado. El gobernador puso esta operación á cargo de Molina, y este maestre de campo los fué á atacar en un bosque en donde se ha- blan atrincherado en número de mil hombres. El pri- mer objeto de Molina era tomar todas las salidas del jento mayor nombrado por Casanate fué don Martin de Erizar. Que nos per- done el señor Perez-Garcia. Figueroa dice que fué don Ignacio de la Carrera. Carvallo dice lo mismo, y añade que los descendientes de Molina y de la Car- rera en Ciiile lian tenido diversas fortunas ; los del primero, — en la provincia de la Concepción , — adversa ; y los del segundo , — en Santiago , — muy próspera. ill'! HISTORIA DE CHILE. bosque; el segundo, entrar en él con fuerzas suficientes, y así lo hizo. Pero después que hubo tomado todas las veredas para que no se le escapasen, accedió á la súplica que le hizo el padre Francisco Vargas de que le permitiese ir á exhortarlos á rendirse antes de atacarlos. Fué el P. je- suíta y les habló tan al alma que los convenció y se entregaron todos, menos el que los mandaba, el cual era un Indio yanacona, llamado Ignacio , ausente por entonces en busca de un refuerzo para volver sobre la Concepción. Con esta declaración , y antes que tuviese noticia de lo que habia sucedido en el bosque, Molina envió un fuerte destacamento para cojerle muerto ó vivo. Como estaba muy ajeno de pensar en ello, Ignacio fué sorprendido fácilmente , conducido á presencia del go- bernador, juzgado y sentenciado á muerte , y ahorcado ; pero no por eso quedaron los carninos depejados. Otra columna de dos mil y quinientos Indios volvió, pocos dias después, á interceptarlos. El gobernador salió en persona á hacerles frente y los batió completamente, haciéndoles doscientos prisioneros, y dispersando á todos los que pu- dieron huir, pues dejaron muchos muertos. Esta primera acción de guerra , mandada por el go- bernador en personna , le dio mucho crédito en el reino , en su ejército y aun entre los mismos Araucanos, que quedaron atónitos de ver cuan pronto los Españoles se hablan puesto en actitud ofensiva. Fué en términos, que hablaron de influjo sobrenatural , de milagrosas apari- ciones y portentos (1). (1) Decían que san Fabián se habia aparecido á caballo en el aire blan- diendo una espada flanibante , y apellidándose , como hacían los Indios : « Yo soy Fabián. » CAPÍTULO XVIII. l/l3 Después de esta victoria , oyendo hablar de una imá- jen de nuestra Señora que un buen Indio habia ocul- tado en la isla de la Laja para que no fuese profanada, resolvió Casanate ir á recojerla, y en la ejecución de este acto relijioso, tuvo aun ocasión de mostrarse capaz de castigar á los Indios, lejos de temerlos, y mandó col- gar de un árbol al caudillo Huechuqueu. De regreso con la imájen de la Yirjen á la Concepción , fué recibido con aplauso y expresiones del mas acendrado recono- cimiento. Esta entrada fué tanto mas solemne, cuanto salió una procesión á recibir á nuestra Señora, con mú- sicas y triples salvas del castillo. CAPITULO XIX. Sitio de la plaza de Boroa y su defensa. — Expedición para ir á salvar la guar- nición.— El cabildo de Santiago envia sus milicias y sus vecinos para guar- dar la Concepción. — Voluntarios aventureros que siguen el cuerpo expedi- cionario.— Oposición de los enemigos sobre el rio de la Laja. — Son bati- dos.— Segunda oposición sobre el rio de los Saúcos.— Son balidos segunda vez. — Arribo feliz del socorro — Salvación. — Regreso triunfal i la Con- cepción.— Episodios. ( 165G. ) A pocos dias del levantamiento jeneral de los Indios , es d^ecir, cuatro ó cinco después del paso de la expedi- ción de Salazar sobre Rio-Bueno , fué sitiada la plaza de Boroa. Los lectores deben recordar que al tránsito por dicha plaza, el maestre de campo jeneral de la expedi- ción se habia llevado á don Francisco Bascuñan con la mayor y mejor parte de la guarnición , dejando den- tro solos cuarenta hombres bajo el mando del capi- tán don Miguel de Aguiar, que quedó de gobernador interino. Habiendo tenido aviso de la sublevación de los natu- rales, Aguiar calculó que no podia menos de verse muy pronto sitiado y empezó á tomar serenamente medidas de precaución mandando salir de la plaza á los Indios que residían allí con sus familias, — como bocas inútiles, por lo jnénos, sino como enemigos; — apreciando el tiempo que podrían durar los víveres para doscientos personas que tenia en su recinto, y aumentando con cuan- tos recursos pudo hallar sus almacenes. A estas precau- ciones económicas añadió otras de material defensa, CAPÍTULO XIX. 145 fortificando las obras exteriores de la capital de la plaza con revellines en los cuales pocos hombres bastaban para defender un frente, en toda su extensión. Hecho esto , Aguiar se puso á esperar valientemente con sus dos subalternos y sus cuarenta hombres de armas tomar (á los cuales podian juntarse otros cincuenta ó sesenta de entre los moradores) que los Indios viniesen á atacar la plaza, acontecimiento que sucedió muy luego como lo acabamos de decir. En efecto , Clentarü apareció á su vista á la cabeza de un verdadero cuerpo de ejército, puesto que se colije fácilmente de diversas aserciones sobre el particular que ascendían sus fuerzas á diez mil combatientes de cuyo mando en jefe participaba su vicetoqui Chicaguala. Los lectores no pueden menos de pararse al leer y considerar que cien hombres, — según el cálculo arriba hecho, — abandonados en el centro de un país enemigo, belicoso, resentido y ansioso de venganza, hayan podido man- tenerse firmes mas de un año , resistiendo á ataques con- tinuos de diay de noche; padeciendo escasez y necesi- dades , y dando lugar á que al cabo de esta eternidad de tiempo, — que tal ha debido de parecerles á los infe- lices sitiados, — fuesen á su socorro y los salvasen. Real- mente , la razón lo hace increíble ; pero como así sucedió , no hay para que dudar de ello. Solo, seria muy intere- sante el saber como ha podido ser, y por desgracia, las noticias de la época carecieron, sin duda, de un diario de las operaciones de la defensa para transmitirmos los episodios y peripecias de este célebre sitio. Por otra parte , visto el corto número de defensores , y la situa- ción de la plaza, todo lo que podian hacer los sitiados era resistir, como resistieron , durante trece meses á tan 111. HlSTOlUA. 10 146 HISTORIA DE CHILE. numerosos enemigos. Boroa, situada entre el Quepe, al norte, y el Tolten , al sur, — casi igual distancia, y en una quebrada de la cadena de montañas que se es- tiende de Villa-Rica al mar, — no podia menos detener cuatro frentes que defender, y, en efecto , así lo muestra el mapa. Cien hombres para su defensa en un ataque simultaneo de las cuatro caras, — á dos mil y quinientos enemigos por cada una , — daban veinte y cinco de- fensores (1). Veinte y cinco contra dos mil y quinientos, pasa todo cuanto se ha podido inventar de fabuloso. Si á esta consideración se añade la de la naturaleza de la fortificación que los protejia, el asombro crece hasta que para en incredulidad, puesto que dichas fortifica- ciones eran puras y simples trincheras con foso y pali- zada : recinto interior, formado por una estacada; foso, contraescarpa, otra palizada, y en medio de dos plazas de armas , inútiles si las hubiese , porque no teniendo defensores serian favorables al enemigo , un rebe- IHn, solo puesto defendible con un corto número de ellos. Sin embargo , lo repetimos , Boroa se mantuvo trece meses con los solos defensores contra la multitud de ene- migos , unos y otros expresados. Y lo que es mas , los ataques eran incesantes y furibundos, tan pronto de noche , tan pronto de dia , y muchas veces , cuando me- nos lo aguardaban. Las armas de fuego solas justifican esta resistencia ; protejidos por la palizada , cuantos mas Indios se aglomeraban sobre un punto , tanto mas destrozo hacían en ellos los fuegos de la plaza. Estos (1) En atención á que el frente norte estaba naturalmente defendido por un barranco formado por un desagüe del Quepe, quedaban tres caras que de- fender, y treinta y tres hombres por cada una. CAPÍTULO XIX. illl destrozos los arredraban por algunos dias , en que redu- cían el sitio á bloqueo esperando que el hambre seria un poderoso auxiliar para ellos, hasta que , viendo que dicho auxiliar no se apresuraba, se impacientaban y volvían á atacar sin mas resultado que anteriormente. Noobstante, á fuerza de ataques, ya hablan obtenido que los sitiados se concentrasen en el recinto interior , y aproximándose á la paliza capital , hablan logrado in- cendiar algunas casas, cuyo fuego bastaron á extinguir los habitantes pacíficos. ¿Pero de donde les venia la enorme cantidad de pól- vora y municiones que los defensores debieron haber consumido en un año? — Helo aquí. En primer lugar, Bascuñan habia tenido muy buen cuidado en almacenar la plaza que mandaba con provisiones de boca y guerra mas que suficientes, con previsiones de apuros even- tuales; y en segundo, tocante á los víveres, los Espa- ñoles de la plaza de Boroa tenian algunos , — y tal vez muchos, — buenos amigos entre los Indios que hablan salido de ella al principio, no como bocas inútiles, sino como auxiliares secretos. Este ha sido el misterio , — porque claro está que necesariamente ha debido haber alguno en su larga existencia sin recurso visible. Este misterio , nos lo dejan adivinar ciertas sencilleces de los escritores de aquel tiempo , como , por exemplo , la de decirnos que un Indio amigo habia ido á Valdivia y les habia traido secretamente á los defensores de Boroa víveres y municiones. ¿ Y qué víveres y municiones podía llevar un hombre solo, ni dos ni diez? Claro está, por consiguiente, que los sitiados fueron socorridos una y muchas veces , no por uno , sino por algunos ó muchos amigos secretos, y que estos amigos no po- 148 HISTORIA DE CHILE. dian ser otros mas que los Indios que les eran adictos.. En cuanto á las municiones , ya se sabe que hasta las piedras pueden servir de proyectiles á falta de otros ; pero probablemente, ya no les quedaba ninguna especie de metal, puesto que tuvieron que hacer balas de plata. Toda la que habia en la plaza, del estado , de la igle- sia (1) ó de particulares fué empleada en esto. Enfin , tanto hicieron, que, como vamos á ver, el socorro les llegó á tiempo. Un dia, los sitiados vieron á los sitia- dores dividirse, y que un cuerpo, que les pareció fuerte de cuatro mil hombres, conducido por el jeneral en jefe Clentarú, se destacaba marchando á paso acelerado hacia el norte; y así era, en efecto. El jefe araucano acababa de recibir aviso de que muchas fuerzas españolas iban á levantar el sitio de Boroa, y encontinenti , salió para ir á esperarlas en la isla de la Laja, en donde luego lo hallaremos. Mientras tanto , veamos en qué pen- saba el gobernador Casanate en la Concepción. Este jefe pensaba en ir á socorrer á los valientes de Boroa. Ya los caminos habian sido despejados , primero por Bascuñan , y después por el mismo gobernador en persona; pero aun quedaban reparos. El consejo consul- tativo que Casanate se habia formado de oficiales expe- rimentados se hallaba dividido sobre este asunto arduo , según ellos decian , de decidir. Los que fueron consulta- dos íntimamente fueron mas categóricos y respondieron que seria temeridad comprometer la suerte del ejército con riesgo de dejar todo el reino sin defensores, por una empresa cuyo éxito, ademas de ser incierto, era de (1) Los conversores, ol Padre Rosales y su conipañcio, que era sin (¡uda Vargas, bien que no ie nombran, dieron toda la plata sagrada para csle ob- jeto, y posteriormente Felipe IV los indemnizó con seis mil pesos.— Figueroa. CAPÍTULO XIX. 149 temer fuese ya inútil , en atención á que no era probable que los defensores de Boroa hubiesen podido resistir tanto tiempo á los numerosos enemigos , que sin duda se hablan apoderado de ellos. Por probable que fuese esta conjetura, Casanate sentia que su deber era, á lo menos, el asegurarse del hecho ; y , ademas , oia á algunos oficiales hábiles , bizarros y fidedignos , que le aseguraban , que si Boroa hubiese cesado de existir, ya los mismos Indios lo hubieran publicado. En consecuencia , el gobernador creyó deber asesorarse con la real audiencia, la cual oyó por su parte á militares que le inspiraban confianza por sus luces , y que opinaron que la expedición era tar- día y que seria tan inútil como arriesgada , no solo para las tropas que la hubiesen de componer , sino también para el país, que quedarla casi sin defensores. Fácil es el imajinarse cuan perplejo debia de verse Casanate, temiendo, por un lado, emprender una ope- ración arriesgada ; y , por otro , faltar á un deber que el honor miütar le imponía imperiosamente, á saber, el socorrer una plaza gravemente comprometida. Hallán- dose en este conflicto , llega de Valdivia don Diego Gon- zález Montero , y^ asegura que Boroa existe , y que no comprende como no ha sido ya socorrida. Esta misma opinión habia sida emitida y sostenida por Bascuñan , Erizar y Carrera Iturruguyen , que se hallaban presen- tes, y el gobernador reunió un nuevo consejo en el cual Montero corroboró su parecer con razones irresis- tibles, diciendo que el no socorrer la plaza de Boroa seria un borrón eterno para las armas españolas , y una causa inefable de desmoralización para el ejército de Chile, cuyos individuos se acordarían de este abandono en casos apurados, y tendrían mucho menos ardor para 150 HISTORIA DE CHILE. aventurarse por cualesquiera causa que fuese ; que , en la misma proporción , creceria la insolencia de los ene- migos ; que el riesgo de la plaza abandonada era evi- dente , y que el de las tropas que fuesen á socorrerla era mas que dudoso , imajinario ; que , en cuanto á la segu- ridad interior del país, la Concepción se hallaba en buen estado de defensa, y que el gobernador del reino se quedarla dentro con las fuerzas que juzgase suficientes ; que una porción del ejército , compuesta esencialmente de caballería, deberla situarse en la isla déla Laja para hacer diversión al enemigo , por una parte ; mientras que, por otra, servirla de base de operación á la columna de la expedición ; que en esta se necesitaba poca caba- llería, y , por fin , que su objeto era solo el libertar á los sitiados, y no el prolongar la permanencia de la plaza, en el momento actual inútil y gravosa, en atención que no se podian hacer frecuentemente semejantes expe- diciones. El caso , concluyó Montero , es llegar avan- zando y rechazando al enemigo , sin pensar en perse- guirlo. Tiempo vendrá en que nuestras armas vuelvan á tomar una ofensiva activa. La moción fué apoyada y triunfó con una grande mayoría y suma satisfacción de Casanate , que se vio enfin autorizado á seguir el impulso de su propia inclinación , enviando á salvar los interesantes sitia- dos de Boroa. Sin embargo, era indispensable el ase- gurar la defensa de la Concepción, y para ello, el cabildo de Santiago , siempre pronto á sacrificarse por el bien jeneral , acordó que era muy justo el que sus milicias y vecinos fuesen á protejer la capital de la fron- tera, y fueron , en efecto , contentos y denodados como si fuesen á una fiesta. Una vez hechos todos los prepa- CAPÍTULO XIX. 151 rativos de marcha , y tomadas las medidas de seguridad interior, salió la expedición , compuesta de setecientos hombres de infantería al mando de Bascuñan , y alguna caballería. La columna de observación que debia esta- cionar en la isla de la Laja estaba mandada por el capi- tán Erizar. Gallardos voluntarios aventureros pidieron ir y fueron en esta célebre expedición, entre otros, don Luis de las Cuevas, don Francisco Bravo de Sarabia y don Alonso de Silva, hijo del maestre de campo de este nombre. Salieron , por fin , de la Concepción el l/t de marzo, todos ufanos y alegres, enviando, por decirlo así, por delante sus corazones á sus jenerosos hermanos de la plaza de Boroa, héroes increibles de valor y constancia. ¿ Porque quien puede calcular lo que habian tenido que padecer ; los ataques y sorpresas que habian rechazado , y los rasgos. de valor que habian tenido? Estas eran las conversaciones de los oficiales y soldados de esta expedi- ción , y tal era el entusiasmo y el ardor de que los ani- maban estas consideraciones, que los setecientos hombres que los componian vallan siete mil. Y así fué que á penas se presentó Clentaru para dis- putarles el paso, no en el rio mismo de la Laja, sino cuando la mayor parte lo habian pasado, lo arrollaron, y dispersaron sus fuerzas, quintuplas, á lo menos; las di- siparon , decíamos, como el humo. Avergonzado el jefe araucano , se rehace sobre el rio de los Sanees , anima á los suyos, los exhorta, mas en vano. En aquel instante, los Españoles eran invencibles, y se hubieran abierto paso por medio de los mayores obstáculos volando al so- corro de sus hermanos. Segunda vez los Araucanos fue- ron batidos y dispersados. 152 HISTORIA DE CHILE. Huyen y llevan la noticia á Chicaguala que habia que- dado encargado del sitio ; pero antes que ellos se la diesen, ya el jefe araucano la habia presentido, así como también los corazones de los sitiados habian pre- sentido su salvación. De repente, en efecto, oyen tirar. ¡ Que los lectores se imajinen las sensaciones que han debido experimentar en este momento hombres deses- peranzados ! Oyen tiros , ven cohetes ascender en los aires , y gritan todos á una voz : « ¡ Respondamos ! y , como ya no temian carecer de pólvora , la artillería y los mosquetes responden con estrépito espantoso ; ha- cen estremecer á los ecos , á Chicaguala y á los suyos. Levantan estos apresuradamente el sitio , y cuando llegan los hermanos de la expedición ya son recibidos en el glacis por los hermanos salvados. Este era el objeto principal , y nada mas quedaba que hacer que tomar algún descanso y regresar. Y como á los corazones cristianos, si son, sobre todo , españoles , la fe los pone , en estos casos , en contacto misterioso con los cielos , lo que los sitiados sacaron con mas cuidado y veneración de la plaza, fué una imájen de nuestra Señora, cuya protección habian implorado mil veces postrados, saliendo de su presencia confortados y animosos (i). — Del cielo á bajo, las hon- ras principales fueron para el capitán Aguiar, que con tanto acierto habia dirijido las operaciones de la de- fensa. Así volvieron á la Concepción en donde se puede conjeturar el júbilo cordial con que fueron recibidos. Dejémosles descansar, y demos cuenta de algunos in- teresantes episodios, de que gustarán mucho mas los (1) Esta iniíjen fué venerada después bajo la invocación de nuestra Señora de Puren. CAPÍTULO XIX. 153 lectores, ahora que los libertados que les causaban cui- dado les dejan libre la imajinacion (1). La defensa material de la plaza no tenia nada de extraño mientras habia pólvora y proyectiles. A la que habia en el repuesto se juntó la de un hallazgo precioso de una botija llena de ella que se encontró bajo las ruinas de un antiguo baluarte, y trescientas libras mas, envia- das por Bascuñan , — el cual tenia intereses y afectos en la plaza, — desde Quetachué, é introducidas con el auxilio del cacique de la parcialidad de Maquehua , An- tuvilü. Con la pólvora de la botija, se descubrieron dos enormes barras de plomo. Habia , pues , los elementos de una vigorosa defensa, puesto que poseían los sitia- dos , entre otras piezas de artillería , dos de á ocho ; y en seis ataques de viva fuerza que los sitiadores les die- ron, tuvieron tantos muertos, que renunciaron á estos medios, y apelaron al bloqueo para que se rindiesen por hambre, sin perjuicio de los recursos de la astucia, que emplearon aunque con poca maña. En cuanto al hambre , ya hemos dicho que los Españo- les no habían tenido que padecer, gracias á la asistencia que les prestaron muchos Indios amigos á los cuales se juntaban otros, que si no eran amigos eran interesados, y les vendían reses, aves y legumbres por dinero contante. El cacique Antuvilú , que acabamos de nombrar, era el mas activo ájente y proveedor de la plaza. Este , con sus hijos, parientes, allegados y amigos, á pesar de las penas severas que incurría , hallaba siempre medio (1) Hemos diferido el contar estos episodios, porque, en jeneral, hacen la narración pesada con disgusto de los lectores. Por lo demás, aunque solo en Carvallo los hayamos vislo, los hemos adoptado por gustosos y verosimiles. Semejantes hechos, con la variedad de nombres propios y de circunst.inclas que encierran , no se inventan. 154 HISTORIA DE CHILE. de introducir por la noche víveres en la plaza. Con todo eso, hubo un momento de desánimo en los sitiados, los cuales, desesperando, por un lado, de ser socorridos, y recibiendo, por otro, fieras intimaciones del enemigo cuyas numerosas fuerzas eran formidables, comparati- vamente á la cortedad de su número, no se hallaron le- janos de capitular, y aun hubo consejo para deliberar sobre si era ó no conveniente. El mismo comandante Aguiar estaba muy perplejo y vacilante ; pero un te- niente ó subteniente, llamado Lesana, habló con tanta gallardía, y fué tan eficazmente apoyado por el jesuíta Rosales y su compañero Astorga, que renunciaron á la idea de rendirse bajo cualesquiera condiciones, por ventajosas que fuesen, y resolvieron defenderse hasta morir (1). Viendo pues los jefes araucanos que los Españoles se mantenían firmes sin carecer de municiones de guerra ni de boca, y que las repulsas de su artillería en los ataques que les daban eran destructoras, pensaron en emplear arterías para sorprenderlos, y con este objeto, enviaron un dia dos espías cuyas instrucciones eran que se refujiasen á la plaza como desertores y permane- ciesen en ella dando pruebas de fidelidad hasta que ha- llasen una buena ocasión de abrirles las puertas. Fueron los dos enviados recibidos por los Españoles ; pero ya sea que no supiesen hacer bien su papel, ó que por ca- sualidad se descubriese su verdadero intento, el capitán Aguiar les mandó dar muerte. (1) En esta resolución influyeron principalmente los citados misioneros, apelando al cielo de la falta de recursos terrestres. Un milagroso crucifijo, y la imájen déla Virjen, de que hemos hablado, hablan parecido ajitados, á los ojos de los fíeles, con congojas humanas y visibles, durante el consejo. CAPÍTULO XIX. 155 No habiendo producido este estratajema el efecto de- seado, imajinaron los Indios otro que fué el mandar al capitán Ponce de León , que tenian prisionero , escribiese una carta á los jesuitas conversores, anun- ciándoles que en ellos consistia el que hubiese paz y que los sitiados pudiesen salir ilesos de la plaza ; que si real- mente la deseaban, podia salir uno de ellos á tratar de esto con uno de los jefes araucanos que se adelantada solo hasta un sitio neutro. Creyeron que la oferta era sincera, y el P. Rosales salió sin hacerse de rogar. Chicaguala se presentó por su lado, y entraron en ne- gociación ; pero el jesuita era demasiado fino para no penetrar desde luego las malas intenciones del Arau- cano, aunque supo disimular, y se mantuvo hasta que pudo, sin dar la menor seña de recelo, y sin dejar de hablar como convencido de la sinceridad de su adver- sario, acercarse á la plaza y escaparse. Sin embargo, el trecho que tenia que correr era bastante largo y Chi- caguala dio la señal para que saliese una fuerte embos- cada que tenia en asechanza. Salieron los emboscados, y persiguieron al P. Rosales con la esperanza de apo- derarse de él ó de poder entrar con él en la plaza, no dando tiempo á que cerrasen la puerta que ya le hablan abierto. Pero les salió errado el cálculo. El jesuita entró , la puerta se cerró , y en el ataque que dieron , ciegos y furiosos, ala plaza, perdieron muchísimos combatientes y entre ellos á diez caciques, de los cuales uno fué Col- pinahuel. En venganza, trajeron al capitán Ponce de León á vista de la plaza , y en presencia de los Españoles , le dieron una muerte cruel. Sin embargo, aun volvieron á probar fortuna em- pleando otros ardides. Un dia , don Fernando de Bas- 156 ■ HISTORIA DE CHILE. cuñan , — hijo del Feliz cautivo , — que se hallaba en la plaza, recibió un aviso secreto de que su padre habia encargado un mensajero fiel á toda prueba , de ir á sa- carle á él y á los dos misioneros para llevarlos en salvo á la Concepción, y también al capitán Aguiar, que mandaba la plaza , si queria salvarse con ellos. Esta añadidura descubrió patentemente al joven Bascuñan la trama grosera del mensaje , aunque ya suponía él que nunca su padre le habria propuesto el salvarse solo con los jesuítas ; pero al ver comprendido en la proposición al mismo jefe de la defensa , conoció claramente que se trataba de una sorpresa. En consecuencia, meditaron el aprovecharse de esta certeza y cojer en su propia red al intrigante. Este era el cacique Inakeupú , conocido efec- tivamente por ser muy afecto á Bascuñan , y, á su vez , recibió respuesta secreta de que cuando lo juzgase opor- tuno, se acercase , y que á una señal, saldrían Bascuñan y los misioneros para entregarse en sus manos. Sin duda Inakeupú no tenia gran fe él mismo en su propio estratajema, y le pareció que habia producido efecto con demasiada facilidad ; porque en el dia señalado, le repugnó el acercarse y encargó á su hermano Aylla- curiche y al cacique Neculantü (1) fuesen en su lugar, en atención á que él tenia que quedarse emboscado con los seis mil hombres destinados á operar una sorpresa. Fueron Ayllacuriche y Neculantü , y probablemente tenian algún recelo también , puesto que no se acercaron bastante para que la estacada en forma de trampa ó puente levadizo, preparada por los sitiados para cojerlos (1) Estos nombres propios y otras particularidades de estos detalles no dejan la menor diuia de que son ciertos. Sobre todo son cosas muy naturales y parte de la estralcjia de los Indios. CAPÍTULO XIX. 157 entre la puerta y el rebellín, los cojiese. En vista de este resultado , Inakeupú se retiró con su emboscada. Por fin . los Indios de la Imperial , dándose por amigos con tantos mas visos de verdad cuanto habia entre ellos muchos de los proveedores nocturnos de la plaza de Boroa , dieron noticia á los sitiados de que el ejército español acababa de experimentar una completa derrota, y habia vuelto á la Concepción en deplorable estado ; de suerte que no tenian para que conservar esperanzas de ser socorridos , y que si querían fiarse á ellos y á su pa- labra , único medio de evitar el caer entre las manos de sus crueles enemigos , estaban muy prontos á ir á sacarlos de la plaza. Al mismo tiempo que los sitiados de Boroa recibían esta proposición de los de la Imperial , les llegaba otra semejante de Lebuepillan , jefe de los de x\ngol. Este se adelantó á mas , y fué con ochocientos hombres de ca- ballería, — que dejó fuera de la vista de la plaza, — y envió un parlamento al comandante Aguiar proponién- dole que se fiase á él , y no á los de la Imperial , y que le daba su palabra de conducir sanos y salvos á la Concep- ción á todos los Españoles que se hallaban en la plaza. Aguiar recibió con muestra de contento uno y otro mensaje, á los cuales respondió aceptando y diciendo que viniesen. Los de la Imperial no lo tuvieron por conve- niente , puesto que no parecieron ; pero Lebuepillan cayó en la trampa que él mismo habia sujerido armar. En el rebellín, estaban puestos en batería los dos cañones de á ocho cargados á metralla. Los tiradores tenian escon- didos pero á mano sus mosquetes. Al dia siguiente del mensaje se acercó Lebuepillan con sutenieneGuayquilab y doscientos hombres , los cuales llegaron á la boca de 158 HISTORIA DE CHILE. los cañones cubiertos de un techo de yerba, é invisibles, y cuando Aguiar lo juzgó oportuno dio la señal, y la metralla y los mosquetes hicieron una carnicería espan- tosa en los Indios, de los cuales setenta cayeron muertos con dos jefes. Desde aquel dia , cesaron los estratajemas. Estos relatos , que los mas de los sitiados de Boroa hacian en la Concepción, eran mas gustosos en boca del jesuíta Rosales , y á él se refiere la precedente nar- ración. \. CAPITULO XX. Va el gobernador á Santiago. — Su reconocimiento por el cabildo y la real Audiencia. — Su regreso á la Concepción.— Deserción de un soldado mes- tizo, su causa y sus resultados. — Este soldado, llamado Alexos, bate á los Españoles en Palomares. — Alexos retrocede para ir á reforzarse. — Vuelve á pasar la frontera y los bate segunda vez en Loncuen , con muerte del jefe español. { 1656—1657.) El gobernador Casan ate, como se ve, había empezado felizmente su gobierno. La opinión jeneral le era muy favorable y todos tenian esperanza en él. Sus intenciones eran buenas , y sus conocimientos muy suficientes ; pero las cosas de Chile eran tan diferentes de las cosas de otras partes , que no habia imajinacion capaz de prever los eventos , azares é incidentes inesperados que , cuando menos se pensaba, surjian de causas las mas despreciables. Pero no anticipemos. Con el buen éxito , Portel se sintió animado y bien inspirado. Tan pronto como vio á los valientes de Boroa redimidos y salvos en la Concepción , dio orden para que ^ fuesen repobladas algunas plazas , — no quince , como algunos escritores han dicho , porque habria sido un absurdo disparate, — sino algunas : Buena Esperanza, Talcamavida (1), y el poblar mas, á pesar de algunos escritores , habria sido excesivo , en atención á que los Araucanos tenian incontestablemente la iniciativa hostil, y que las fuerzas distraídas del ejército para guarnecer tantas plazas, habrían hecho mucha falta. Al mismo (1) Solas nombradas por Figueroa. 160 HISTORIA DE CHILE. tiempo , tomó muy buenas providencias económicas conducentes al fomento de estancias de ganados y de caballos; de fábricas y aun de la agricultura. Hecho esto , pensó en ir á darse á reconocer en la capital por el cabildo y la real Audiencia. Se partió en efecto, se halló en Maipu con la diputación enviada á su encuentro, y el inevitable caballo nuevo, así como le estaba prepa- rado un flamante dosel para su recibo en Santiago. Es preciso confesar que estos aprestos , tan costosos como periódicos (porque se hacían para los gobernadores in- terinos lo mismo que para los titulares) , si acusaban ostentación de parte de los capitulares, era una noble ostentación , con la cual se complicaba un mundo de urbanidad caballeresca que daba una alta opinión de ellos. Enfm , el 13 de mayo , fué reconocido el almirante Portel Casanate por gobernador interino del reino y presidente de su real Audiencia. Allí permaneció hasta el 3 de octubre que salió tan apresuradamente para la frontera , que el dia 10 llegó á Chimbarongo, y el oO á la Concepción. Mes y medio después de su salida de Santiago, hubo en esta capital (1) un acontecimiento escandaloso , sin duda , pero despre- ciable , y que , noobstante , tuvo deplorables consecuen- cias. Helo aquí. Habia entre los arcabuceros un mestizo , llamado Alexos(2), extremado en valentía y destreza, calidades (1) « Terrible fué el suceso sucedido en la ciudad de Santiago», dice Pérez- García. — « En 19 de diciembre 1056 , entre las 10 y las 11 del dia , ha sucedido en esta ciudad uno de los mayores escándalos y alborotos que se ¡layan oído en la cristiandad. » Libro del cabildo, n° 15. — Por consiguiente , Carvallo ha es- tado mal informado dando á entender que el acontecimiento de que se trata ha sucedido en la Concepción, y atribuyéndolo ú la ausencia del gobernador. (2) Único nombre que le dan todos los escritores, sin ningún apellido. CAPÍTULO XX. 161 que ninguno se atrevía á disputarle y que le hacían res- petar de todos sus compañeros. Entre sus amigos , que eran muchos , había probablemente algunos aduladores , ó tal vez sinceros entusiastas de su mérito , que le pu- sieron en la cabeza que un hombre como él no debia permanecer de simple soldado , y que era una injusticia el no ascenderle á oficial. Alexos, que estaba, y con bastante razón como se verá luego , suficientemente pe- netrado de su propia importancia , empezó á cavilar y concluyó pidiendo ascenso de alférez de caballería. Bien que fuese apreciado como un excelente soldado, suins- tancia no fué atendida y solo obtuvo una decente re- compensa del gobernador, recompensa que, en honra suya , debemos de decir dejó su amor propio satisfecho. Pero muy pronto recayó en sus funestas cavilaciones, gracias á pérfidas reflexiones que le hacían diciéndole que si, en lugar de ser mestizo, fuese enteramente Español, ya había mucho tiempo le hubiesen nombrado oficial, y que visto estaba que por la causa dicha nunca lo seria. « Puesto que es así , — concluyó Alexos, — que no soy Español y sí Indio, me voy con los míos. Quizá me sabrán apreciar mejor. » Y en efecto , pasó con arma y bagaje á los Araucanos, los cuales le recibieron á brazos abiertos , en términos que Clentarú le nombró su vicetoquí por muerte de Ghi- caguala , y muy luego ascendió á toqui jeneral , por fallecimiento del mismo Clentarú. Afin de mostrarse digno de este honor, y tal vez de satisfacer su resenti- miento, Alexos propuso nada menos que marchar sobre la Concepción , y de hecho se puso en movimiento con una columna lijera de tres ó cuatrocientos caballos. El Ul. Historia. H 162 HISTORIA DE CHILE. capitán don Juan de Zuñiga (1), que mandaba el fuerte de Nuestra Señora de Ale , tuvo aviso de este movimiento y salió con un destacamento que le pareció suficiente al encuentro del enemigo. Los Araucunos y los Españoles se avistaron en Budeuco, en el valle de Palomares. Alexos varió de dirección al punto y tomó posición en una altura bastante rápida. Zuñiga , en lugar de hacer un pequeño rodeo , acometió por el repecho que tenia que subir para llegar al enemigo el cual se mantuvo in- móbil y le dejó subir hasta la mitad de la cuesta , y en- tonces , se arrojó como un torrente sobre los Españoles, los arrolló y pasó á cuchillo todos los que no pudieron salvarse. Zuñiga fué herido al mismo tiempo que su caballo y cayó. Viendo pasar junto á él su teniente bien mon- tado , le rogó le pusiese en ancas del suyo ; pero dicho oficial , que tenia resentimientos contra su capitán , le dejó en manos de los Araucanos, los cuales le decapi- taron (2). Alexos oyó , después de esta victoria , que marchaban fuerzas superiores contra él, y tuvo un consejo con su vicetoqui Mizque , y los capitanes Ynacillo Calicheuque, Rehuecan y Huenecura , los cuales , así como otros mu- chos de sus soldados, hablan sido amigos de los Espa- ñoles y eran ahora sus mas crueles enemigos. De este consejo resultó que regresaron para ir á reforzarse, y muy pronto volvieron á pasar el Biobio con mil hombres. Entre tanto , el gobernador tenia en la Concepción un (1) Los manuscritos dicen Zuñiga. (2) Eslc episodio solo se vé en Carvallo; pero lo apoya con una nota, di- ciendo que el desdicliado Zuñiga era de Santiago, y que su viuda, doña Petro- nila de IMier, le sobrevivió setenta años. En cuanto al hecho, lo atestiguó un Indio yanacona, ailí presente. CAPÍTULO XX. 163 buen refuerzo que le habia llegado á Valparaíso en- viado por el virey , mientras se hallaba en Santiago (1) , y ya no carecía de tropas ; pero como el parte que reci- bió de la nueva irrupción de Alexos no le atribuía mas que mil hombres , se contentó Casanate con mandar sa- liese un capitán con la fuerza que le pareciese suficiente á rechazarlo. En virtud de esta orden salió de la plaza de Buena- Esperanza el sarjento mayor Don Bartolomé Gómez Bravo con doscientos ochenta Españoles y algu- nos auxiliares de San Gristóval , que servían con sueldo en el ejército. Marchó Bravo toda la mañana hasta me- dio dia sin haber avistado enemigos , y siendo excesivo el calor, mandó hacer alto al borde de un barranco para dar descanso á los soldados y á sus caballos. No habia mucho tiempo que estaban allí cuando, súbita- mente, las centinelas avanzadas dieron la señal de alerta. Venían enemigos , en efecto , pero en corto nú- mero, una fuerte descubierta. El jefe español mandó formar con calma y se puso á observarlos. Mientras tanto, un Indio de San Gristóval , llamado Bernabel , se ade- lantó solo haciendo seña de que no habia que darse por entendido, y pareció descender al fondo de la quebrada. A la parte opuesta, vieron los Españoles otro Indio que hacía absolutamente la misma maniobra , y no sabiendo lo que podría ser, esperaron á ver en qué paraba. Es pues el caso que el que llegaba del lado de los enemigos era un Indio llamado Guentecura, el cual habia perte- (1) Como no era posible que Pérez-García ignorase este hecho , no hemos dado crédito á Carvallo, según el cual, el gobernador fué de Santiago á la Concepción con los seiscientos hombres que componían este refuerzo , llevando eu su compañía á Don Dionisio Cimbrón , nuevo obispo de la capital de la fron- tera , por muerte del ilustrisimo Don Diego de Zambrano ; y á la mas llorida juventud de Santiago , que quiso ir á batirse bajo su mando. ÍQd HISTORIA DE CHILE. necido á una encomienda (1) , y bien que se hubiese vuelto á los suyos , no habia perdido enteramente el afecto á sus antiguos amos, y en prueba de ello, se expuso para dar aviso de que las fuerzas araucanas eran mas de mil y de los mas aguerridos combatientes ; que por lo tanto , el sárjente mayor haría bien en no esperarlos. En la conversación muy corta que Guentecura tuvo con Bernabel, le preguntó este porque habia desertado, puesto que tenia apego á los Españoles. — « Porque me habiun llevado á mi mujer, respondió Guentecura, y no podia vivir sin ella. Pero no pierdo la esperanza de volver. » Se separaron los dos leales, y Bernabel comunicó el aviso al sárjente mayor que desgraciadamente lo des- preció mandando marchar al encuentro de los enemigos, no obstante algunas reflexiones que oficiales experimen- tados le hicieron. Tenia Bravo, — según decian, — cier- tos motivos para aprovechar la primera ocasión que se presentase de mostrarse arrojado ; y así respondió : « Antes daré cien pasos para morir , que uno solo para huir de la muerte. » En efecto, se pusieron en movi- miento, y muy luego oyeron los clarines españoles, pí- fanos y cornetas de que se servían los Araucanos. A poco trecho después, los descubrieron avanzando en buen orden , formados en dos columnas en masa con distancia entre ellas llevando á su frente al valiente Alexos , su toqui, fiero y erguido de mandarlos, y tal vez con la certeza de la victoria. Su aspecto era tan intrépido é im- ponente, que algunos individuos españoles volvieron las espaldas. El sárjente mayor mandó fuesen perseguidos y arcabuceados incontinenti , y así se ejecutó. (1) Cuyo encomendero era don Juan de Montesinos. — Figueroa. CAPÍTULO XX. 165 En esto , ya se veian las caras á los Araucanos. Bravo pidió al capellán echase la bendición , alentándole , por- que el pobre sacerdote no acertaba á llenar su minis- terio , de turbado y atemorizado que estaba con la fiera presencia de los Araucanos. El sarjento mayor , á pesar de su valiente determinación , no se disimulaba que no podia menos de estrellarse contra fuerzas tan superiores, si no tenia en su favor alguna otra ventaja, y tomó po- sición en una alturita de suave declivio , con la espalda guardada por un pantano , pero que no ofrecia bastante superficie para desplegar y hacer movimientos que po- dian ser necesarios, sin exponerse á algún desorden. Alexos sonrió con desden , se volvió á los suyos que des- plegaron por la mas sencilla maniobra en semicírculo , y arrancó con tal ímpetu, que los Españoles pudieron á penas resistir al choque. En el corto espacio que ocupa- ban no tenian bastante libertad de movimiento, y des- pués de la primera descarga, al servirse de las picas, no podian manejarlas ; al paso que los enemigos se servian de las suyas con muchísima ventaja. En medio del tumulto de este fiero combate, una voz gritó que el sarjento mayor habia muerto (1). Era muy cierto; pero noobstante, un teniente, — Don Jerónimo de Campos, — lo desmintió dando una cuchillada al que habia gritado , y la lucha continuó. Viendo que la saña con que peleaban hacia perder el tino álos suyos, el sagaz Alexos mandó un movimiento retrogrado , pero para tomar (1) El sarjento mayor don Bartolomé Gómez Bravo , muerto en esta acción , fué tan hollado por los pies de los caballos, y quedó tan desflgurado que su cuerpo no fue reconocido sino á duras penas. Estaba avecindado en la Con- cepción , y casado con doña Gregoria de Fontalba, de una de las principales familias; pero no dejó descendientes. Era hombre muy instruido y del mas amable trato , con otras prendas muy recomendables. — Figueroa. '166 HISTORIA DE CHILE. aliento y volver á la carga. Era aquel dia uno de los mas ardorosos , y la hora , una de las mas abrasadoras, y esta reflexión le sujirió al jefe mestizo una idea tan diabólica como aguda. Viendo que la yerba crecida de la loma y de todo el campo estaba torrada por los ardores del estío, mandó pegarle fuego por diversas partes, y la que se halló sometida al influjo del viento envolvió á los Espa- ñoles en una nube espesa de humo. Al verla venir , estos últimos, ya casi batidos y exánimes, se encomendaron á Dios, y esperaron resignados la consecuencia inme- diata, que era infalible. Los Araucanos , en efecto, qui- sieron aprovecharse de este velo para arrojarse sobre ellos sin ser vistos ; pero el humo , verdadero humo de paja , se disipó á tiempo para que los Españoles viesen venir sus golpes y los parasen en cuanto les era posible; y este nuevo empeño, — cosa increíble,— aun duró una hora. Segunda vez retrocedieron los Araucanos para renovar la acción. En aquel instante, ya los Españoles no podian pro- meterse el resistir á un tercer ataque. Las carabinas y mosquetes se habian perdido, y muchas picas se hablan roto , de suerte que no les quedaban mas armas que las espadas , arma demasiado corta para que pu- diese servirles contra las largas lanzas de los Araucanos. Si, pues, estos les deban un tercer asalto, podian con- tarse por perdidos. Pero por fortuna, ignoraban sus enemigos el extremo á que se hallaban reducidos, y por la resistencia que acababan de experimentar, no podian menos de pensar que la prolongarían. Esto y las pérdi- das bastante considerables que habia tenido Alexos en las dos precedentes peleas, á las que se podian añadir los heridos y el cansancio de los caballos , representado CAPÍTULO XX. 167 por Huenecura y Rehuecan, le persuadieron que sepodia retirar honrosamente , puesto que no se le podia contestar la victoria, y lo ejecutó altaneramente al son belicoso de los clarines. En esta reñida acción , perdieron los Españoles , ade- mas del sárjenlo mayor, al capellán ( jovencito que habia celebrado misa nueva justamente la víspera del dia en que salió de la plaza con esta expedición) ; á los capi- tanes Juan de la Cruz , Portugués , y Juan de Medina ; al cirujano , y cuarenta y ocho hombres mas. El parte de este hecho militar voló á la Concepción. El gobernador determinó castigar sin misericordia á los agresores , y para eso , destacó á don Alonso Gómez Hi- dalgo con suficientes fuerzas. Pero otros asuntos impor- tantes reclaman la atención de los lectores y los distrae- rán de las congojosas sensaciones que causan los desastres de la guerra. CAPITULO XXI. Caso extraño sucedido en Santiago.— El provincial de San Francisco pretende que las monjas de Santa Clara deben estar bajo su jurisdicción — Las mon- jas sostienen que pertenecen á la del obispo. — Litijio. — Sentencia en favor de las monjas. — Apelación, y sentencia en favor del provincial.— Notifica- ción.— Protesta. — Cercan las tropas el convento. — Quieren huir las mon- jas y la tropa las detiene. — Acude la Audiencia y le niegan la entrada en el convento. — Llega el ayuntamiento y le sucede lo mismo. — Conflicto entre el pueblo y la tropa. — Huyen las monjas. — El ayuntamiento injusta- mente acusado de haber sido causante de la tropelía. — Dignidad del cabildo. — Orden del virey para que las monjas se restituyan á su convento.— Obe- decen y apelan á Roma. — Sentencia final en su favor. ( 1657.) La batalla del capítulo que precede fué reputada ocom una victoria , y en este sentido la comunicó el goberna- dor al cabildo de Santiago , el cual la transmitió bajo el mismo aspecto al virey. Pero aunque realmente esta su- puesta victoria hubiese sido menos sofística, el año se presentaba aciago para todo el reino. Bien que el acon- tecimiento que vamos á narrar y que en verdad es muy extraño , no tenga que ver con la guerra ni con la po- lítica, aun produjo en Santiago dolorosas sensaciones que recayeron esencialmente sobre el ilustrísimo ca- bildo , altamente digno de respeto y de los mayores mi- ramientos (1). Habia habido bajo el gobierno de Acuña, hallándose vacante la mitra de Santiago , una cuestión que casi se (1) Carvallo, que solo relata este hecho, produce piezas auténticas, y dice que solo lo menciona por rectificar ciertas particularidades con que lo ha nar- rado el jesuíta Rosales. CAPÍTULO XXI. 169 podría llamar de arreglo de familia , entre la abadesa de las monjas de Santa Clara, — que los lectores se acorda- rán sin duda eran las antiguas clarisas de Osorno , — y el provincial de la orden de San Francisco. Fundado el convento de estas relijiosas por algunas señoras de dicha última ciudad, hablan sido reducidas á clau- sura , como queda dicho á su tiempo , por el obispo , y desde aquel instante hablan pertenecido á su jurisdicción. No obstante, el provincial de franciscanos, fundándose en que el obispo Pérez de Espinosa al abandonar su obispado , le habla delegado esta supremacía , pretendía mantenerla, y la abadesa de Santa Clara se negaba á reconocerla. Tal fué el oríjen de un ruidoso litigio en el cual fueron nombrados por jueces arbitros Fr. Dioni- sio Cimbrón, obispo de la Concepción, que se hallaba en Santiago, y el presbítero don Alonso de Córdova, los cuales sentenciaron á favor de la abadesa de clarisas. Poco satisfecho con esta sentencia, el relijioso pre- lado apeló al tribunal eclesiástico metropolitano de Lima, y allí ganó su causa obteniendo del virey una declaración de su derecho y del de sus sucesores , con una provisión para que la real Audiencia de Chile le pusiese en posesión de la prerogativa que era el objeto del litijio. El tribu- nal de Santiago comisionó para ello á uno de sus miem- bros (i), el cual, para ejecutarlo, mandó cercar el con- vento de Santa Clara por tres compañías de milicianos, mandados por un maestre de campo (2). Amedrentadas á la vista de tan formidable aparato , las monjas abren las puertas, y el provincial (3), en persona, entra en el (1) Don Pedro de Azaña. (2) Don Antonio Calero. (3) Fray Alonso Cordero. 170 HISTORIA DE CHILE. convento con todos sus relijiosos. La campana llama las monjas á capítulo, y hallándose reunidas, se les no- tifica la sentencia de Lima y la provisión del virey. Las clarisas protestan contra la violencia que les hacen , y pretenden recurrir al consejo de Indias, á Roma y á todos los tribunales del mundo, antes que reconocer la usurpación del prelado franciscano. Atónitos de tal resistencia , este y el oidor encargado de la notificación amonestaron, primero, á las monjas, y viéndolas firmes en su propósito, las amenazaron con tan poco miramiento que casi rayaba en insulto. Las esposas de Jesucristo, atemorizadas con las terribles amenazas que les hacian , amenazas que á la vista de la tropa creyeron se iban á ejecutar, se entregaron á una fuga desordenada, unas por un claustro, otras por otro , y todas dirijiéndose á las puertas de su santa casa para dejarla toda entera á la disposición del provincial. Los milicianos ^ que descansaban sobre las armas, se ponen alerta oyendo tan tremendo estrépito , y se forman prontos á resistir, hasta que viendo á las monjas que querían huir á bandadas , por no hacerles mal detenién- dolas con las armas, las contuvieron con las manos (1), y esto lo ejecutaron con tales miramientos , — por mas que digan ciertos escritores, — que muchas se escapa- ron. El hecho , racionalmente narrado , es ya bastante deplorable para que sea superfino el afearlo con suposi- ciones infundadas, y desmentidas por las consecuencias inmediatas. Al punto en que la noticia de este acontecimiento se (1) Esta es la verdad que cualesquiera cabeza juiciosa comprende , en lugar de suponer gratuitamente que los infelices milicianos, — que no hacian mas que obedecer, — pusieron las manos en ellas para ultrajarlas. CAPÍTULO XXI. 171 esparció por la ciudad , los padres, hermanos y parientes de las monjas corrieron á producir sus quejas en la Au- diencia, que justamente se hallaba en su estrado, y salió en cuerpo para ir á poner término á tan fatal escándalo. Llegaron los majisírados al convento de Santa Clara con el aparato imponente que correspondia á su superior au- toridad ; pero al entrar, fueron detenidos por el jefe que mandaba la tropa, el cual les representó que tales eran las órdenes que tenia. En vista de este inesperado obs- táculo, el tribunal envió incontinenti á un escribano de cámara á intimar al doctor Azaña suspendiese la ejecu- ción del mandato que le hablan dado ; pero no fué obe- decido. Muy luego después de la llegada de la Audiencia al teatro del desorden, se presentó en él el ayunta- miento de Santiago, precedido de su correjidor (1) , de sus alcaldes ordinarios (2), y de una gran parte del pue- blo , ya en tropel y tumulto ; mas el comandante de las milicias no le permitió tampoco entrar. El correjidor le hizo responsable de las consecuencias , pidiendo favor al rey, mas en vano, y viendo al pueblo, ya amotinado en un verdadero estado de exaltación , arrojarse para forzar la entrada, mandó á sus soldados hacer fuego. Al oir la explosión de las armas, las monjas que no hablan podido huir al principio , lo consiguieron esta vez á favor del conflicto entre la tropa y el pueblo , y se re- fujiaron en el convento de la Concepción. El oidor en- cargado de la comisión acusó al ayuntamiento de haber sido el causante de aquella tropelía; mas el ayunta- miento le oyó con dignidad sin dar respuesta alguna á este desleal subterfujio , y se limitó á ordenar una ins- (1) Don José de Morales y Negrete. (2) Don Valentín Fernández de Córdova , y don Martin de ürquiza. 172 HISTORIA DE CHILE. truccion del hecho , del cual el tribunal mismo , que se hallaba allí presente, habia sido testigo. El juez ecle- siástico mandó por su parte formar causa á todos los acusados de ultraje á las vírjenes de Jesucristo , y los declaró descomulgados. Luego que el virey recibió , de diferentes partes , in- formes de este malhadado acontecimiento , envió nueva provisión á la abadesa de Nuestra Señora de la Concep- ción de Santiago para que despidiese á las clarisas ; y á estas para que se restituyesen á su convento , con libertad de recurrir á donde quisiesen ; y manteniendo , de Ínterin , al provincial de San Francisco en su prero- gativa. Forzoso les fué á las monjas de Santa Clara obe- decer , y obedecieron ; pero recurrieron á la Curia Ro- mana, cuya sentencia (1) fué que nunca las monjas de Santa Clara habian podido , ni debian depender del pro- vincial de la orden de San Francisco sino del obispo , y que en consecuencia mandaba S. S. (2) permaneciesen bajo la jurisdicción del ordinario. Continuando los malos presajios con que se presentó aquel año, el 15 de marzo, entre las ocho y nueve de la mañana , hubo un nuevo terremoto mas largo que el del 13 de mayo de ÍQlil. Apenas, por decirlo así, se hallaba concluida la reedificación de la catedral , cuando, al costado del poniente , los arcos cedieron , y desplo- mándose por aquella parte el edificio, causó ruinas en otros y en las casas inmediatas nuevamente cons- truidas. El estrago que hizo en la Concepción este temblor fué mucho mayor, porque la mar, que subió desmesurada- (1) 12 (le febrero 1661. (2) Alejandro VII. CAPÍTULO XXI. 173 mente, invadió la ciudad por tres veces y la asoló en- teramente. Sin embargo , solo cuatro personas perecie- ron , y hé aqui el motivo á que se atribuyó esta circuns- tancia feliz. Un pobre jornalero portugués habia enviado en aquella mañana muy temprano, aun hijo suyo (1) al monte á buscar leña, y el mozo al regreso , llevando un hacecito en hombros, habia encontrado un anciano venerable vestido con un ropaje largo y morado , el cual le pre- guntó si era de la Concepción. — Sí soy , respondió el muchacho. — Pues corre, replicó el personaje, y haz que se sepa en la ciudad de que muy luego , en esta misma mañana, habrá un formidable temblor de tierra que la arruinará, para que sus vecinos salgan á po- nerse en salvo en el campo sin perder tiempo en querer salvar sus haberes y ajuares. Volvió Abrantes á la ciudad , y antes de llegar á casa de su padre dijo á cuantos encontró en su camino lo que le acababa de suceder en el monte. Este ruido se esparció como un relámpago , y, si halló algunos incré- dulos, fehzmente fueron pocos, y la mayor parte de los vecinos se apresuraron á huir de la calamidad de que se veian amenazados. Viendo la ciudad conmovida , el gobernador y el obispo llamaron , cada uno por su lado , al mozo para informarse del hecho , y este confirmó lo que todos decian , causándoles grande sorpresa , porque hablaba con tanto seso y reposo que no daba lugar á que se creyese que estaba falto de juicio. Sin embargo, su padre , hombre maduro y razonable , pensó que su hijo habia tenido alguna visión infundida por algún vano (1) Manm'I Brantes, ó, sin duda alguna, Ábranles. i74 HISTORIA DE CHILE. ^ temor, y para que no volviese á tener semejantes visiones, levantó el azote para castigarle ; pero al descargar el golpe, experimentó un temblor que se lo quitó de la mano (1). (1) Figueroa asegura haber oido esta particularidad en la plaza de Arauco, de la boca misma de una de las personas á quien el mozo habla dado el aviso para que huyese. ^C capítulo XXII. Audacia de los Araucanos. — Represión de sus agresiones. — Ejecuciones. — Represalias. — Alexos y sus empresas. — Repoblación de Conuco, excursión á la isla de la Laja.— Ventajas. — Campaña feliz en Puren.— Vuelve Alexos á pasar el Biobio y marcha sobre Conuco. — Sorprende dos centinelas y los ahorca. — Encuentro del capitán Cajero de Conuco con las tropas de Alexos. — Batalla. — Son batidos los Españoles. — Otros detalles de aquella campaña. — El cabildo de Santiago pide socorro al virey. — Llega este socorro á la Concepción. — Viéndose reforzado, toma el gobernador la ofensiva. — Bri- llante campaña. — Muerte de Alexos. (1657—1661.) El mismo dia en que se esperimentó el terremoto, llegó por consuelo á Santiago la noticia, traida por algunos cautivos españoles escapados de las tierras arau- canas, de que los naturales se reunian en asambleas para ir á juntarse con los Indios de paz y dar un golpe formidable á los Españoles. Esta nueva causó mas es- panto que el temblor, y el cabildo de Santiago mandó marchar inmediatamente cien hombres á vijilar el paso del Maule. La Audiencia, aun mas alarmada que el ayuntamiento, era de parecer que en dicho paso se cons- truyesen fortificaciones con un recinto para que sirviesede punto de reunión y de acojida á los Españoles dispersos y descarriados ; pero los animosos capitulares no lo juzga- ron necesario , y persistieron en que bastaba se custo- diase bien aquel punto, sin oponerse á que se poblase otro que el gobernador elijiese, sin necesidad de darle el nombre de ciudad ó villa ni otro alguno. Por el lado de la Concepción , el caso era ó hubiera 176 HISTORIA DE CHILE. sido, por mejor decir, mas apurado, si el gobernador no hubiese tenido fuerzas disponibles para marchar al encuentro de los enemigos, cuya audacia no guardaba límites , pues ya se aventuraban á ir á infestar los cami- nos , y cometer atrocidades en las inmediaciones de la capital de la frontera. En vista de esto, Casanate, que sabia que los montes espesos eran guaridas muy seguras para los Araucanos en las derrotas, mandó salir á don Alonso Gómez Hidalgo con una fuerte columna, y orden de incendiarlos para despejar y desalojar á los saltea- dores. El expediente produjo un excelente resultado , por de pronto , pues el capitán de caballería, — que era también intérprete jeneral, — don Tomas de Soto , á la cabeza de una de las columnas volantes en que dividió sus fuerzas Gómez Hidalgo , cojió á cinco Araucanos que fueron colgados, así como algunos otros que tuvieron por otros lados la misma suerte. Pero esto no los arre- dró , y lejos de mostrarse amedrentados, hicieron repre- salias en esta ocasión , quitando la vida á tres Españoles. Era admirable el arrojo de aquellos Araucanos , que , en partidas lijeras, se alejaban centenares de leguas de los suyos y de todo socorro , sin base de operaciones y sin esperanza de refuerzo. Era una temeridad que real- mente parece fabulosa. El mestizo Alexos se habia acre- ditado tanto con la victoria de Budeuco , que todos se apresuraban á servir bajo su mando. Viéndose á la ca- beza de mil combatientes experimentados, los organizó en dos batallones de cinco compañías cada uno con sus capitanes y subalternos, enteramente como lo hacian todas las naciones militares. Sin embargo , el gobernador habia enviado , por di- ciembre del año anterior, á don Martin de Erizar, bi- CAPÍTULO XXII. 177 zarro oficial , á repoblar San Fabián de Conuco , y recorrer la isla de la Laja ; y , por otro lado , habia dado orden á don Ignacio de la Carrera para que fuese á in- quietar sin descanso á los Indios de Arauco y Tucapel , los mas terribles guerreros entre todos ellos. Erizar cumplió con su encargo de poblar á Conuco, y luego después, prosiguiendo en la ejecución de las ór- denes que tenia, encontró un dia al amanecer á los ene- migos sobre el vado de Tarpellada, — en la Laja, — tan descuidados , que los batió muy á su salvo , y volvió con algunos prisioneros á Conuco. En cuanto á don Ignacio de la Carrera, este tenia que habérselas con enemigos mas temibles; pero noobstante, se internó hasta Puren , hizo todo el mal que pudo en Arauco y Tucapel hasta Ilicura , y aun dio muerte á un Llancapilqui , caudillo afamado. Por fin , habiendo reci- bido aviso de que un cuerpo de Araucanos estaba atrin- cherado en el distrito dePanguerrehue, los fué á desalojar y lo consiguió , pasando muchos á cuchillo , y forzando á los demás á refujiarse á los montes. Después de lo cual , dio la campaña por concluida , viendo entrar el mes de marzo, y regresó á la Concepción. Volviendo al intrépido desertor Alexos, este pasó el Biobio con sus dos batallones perfectamente organizados y disciplinados , y tuvo la osadía de marchar sobre Co- nuco en donde estaban los Españoles tan lejanos de pen- sar en él , que halló dos centinelas avanzadas dormidas con entero descuido. Advirtiendo con su infalible saga- cidad que podia sacar un gran partido de estos dos sol- dados, se contentó por de pronto , con hacerlos prisione- ros , y supo efectivamente por ellos que un capitán , Don Pedro Gallegos, habia salido de la plaza con trescientos 111. Historia. 12 178 mSTORIA DE CHILE. hombres para ir á cobrar el pré á la Tesorería , y que muy pronto debia estar de vuelta. Satisfecho con estas señas , el jefe araucano mandó colgar á los dos soldados españoles , y pareciéndole que le seria mas provechoso el marchar al encuentro del capitán cajero á su regreso de la Concepción , que el perder tiempo delante de la plaza, le fué á buscar. Muy luego, en efecto, regresó Gallegos, que marchaba con pocas precauciones militares y pocos soldados, de- jando cerca de doscientos detrás. Habiendo llegado así al molino del Ciego , que en aquel tiempo era una casa fuerte llamada de San Rafael , á la orilla de un arroyo , y bastante próxima á Conuco , supo que habia enemi- gos no lejos de allí, y esperó aquella noche que se le fuesen incorporando sus soldados, Al dia siguiente, viéndose con unos doscientos , continuó su marcha con menos cuidado de encontrar á los Araucanos, y este encuentro , ya previsto , se verificó muy luego ; porque no habia andado mucho cuando sus descubiertas le dieron parte de haberlos avistado con una fuerza numé- rica muy superior á la de los Españoles. Gallegos se aseguró por sí mismo de la verdad , y no pudiendo pro- meterse ventaja alguna con sus cortas fuerzas , tomó po- sición en una loma defendida por el frente con dos profundas zanjas, y por la espalda, por un bosque. Para mayor abundamiento, pidió en alta voz á sus solda- dos uno que se arriesgase á pasar voluntariamente por medio de los enemigos , para ir á decir á sus compañe- ros que retrocediesen ; y al gobernador, que le enviase socorro. Oyendo esto, salió al frente uno (1), se puso á ca- (1) Juan Fernandez Astudiiio. CAPÍTULO XXII. 179 bailo en el del teniente de su compañía , sacó la es- pada y arremetió con tanto arranque por medio de los enemigos, que estos, muy lejanos de pensar en se- mejante locura , no supieron ó no pudieron hacer mas que abrirle paso, y llegó ileso á la Concepción sin mas accidente que el de haber dejado caer su som- brero (1). Mientras tanto , Gallegos mandó echar pié á tierra á sus soldados, y poner todos los caballos á retaguardia con los de bagajes á la entrada del bosque que tenian á la espalda, y esperó de pié firme al enemigo. Este cal- culó muy bien que la posición era fuerte y que le costaria caro el tomarla por asalto. En consecuencia , empeñó la acción con proyectiles , y mientras se batian Españoles y Araucanos de lejos, destacó dos compañías para que por una marcha disimulada se entrasen en el bosque , y atacasen á los caballos, los cuales, no teniendo por donde huir, se hablan de echar necesariamente sobre sus propios dueños, atrepellándolos y desordenándolos. Así sucedió. En lo mas ardoroso de la defensa , y cuando Alexos mas la irritaba amagando asalto, caen de repente mas de doscientos caballos de tropel sobre las espaldas de los Españoles y los ponen en una completa confusión precipitando á muchos en las zanjas que los defendían , mientras que los xiraucanos asaltan muy á su salvo la po- sición , la toman y no dejan ni uno vivo. Nada le quedaba que hacer al victorioso Alexos mas que saquear las cajas que contenían los sueldos de la guarnición de Conuco , y así lo hizo , después de lo cual se retiró antes que le sorprendiesen mayores fuerzas. En (.1) Este valiente, según dice Carvallo, ha sido tan mal recompeusado que murió mendigo. 180 HISTORIA DE cniLE. efecto , no tardó en llegar el refuerzo pedido al goberna- dor por medio del valiente Astudillo ; pero solo llegó bastante á tiempo para contar los muertos entre los cuales habia dos moribundos que aun daban señas de vida. Estos eran justamente el capitán Gallegos, y otro llamado don Francisco Guirao , los cuales curaron de sus graves y numerosas heridas, lo que fué una fatalidad para el primero , puesto que apenas se halló restablecido, le procesaron y fué encerrado en un castillo en donde muy luego murió , realmente de sentimiento. El cabildo de Santiago habia mandado salir cien hom- bres para cubrir el Maule , y salieron en efecto ; pero llegaron muy tarde , y ya los Indios de la cordillera ha- bian ejecutado una excursión en aquel territorio, y arruinado algunas estancias, después de lo cual se habian retirado. Se necesitarian volúmenes para poder narrar los encuentros infinitos y episodios menores que acaecieron en aquella época, y que no son precisa- mente de cuenta de la historia. Sin embargo , merece una mención particular el siguiente porque contiene un nombre propio digno de pasar á la posteridad, y del cual hablaremos aun á su tiempo. Siendo el principal objeto de las incursiones de los Araucanos el robar caballos, se puso una particular vi- jilancia en impedírselo. Un dia, se echaron de impro- viso sobre una estancia del Maule, y lograron llevarse muchos sin que nadie pudiese oponerse á este insulto. El comandante que custodiaba aquella estancia, en- gaitado par un falso rumor, que los Indios mismos con toda su astucia habian , sin duda alguna , echado por delante , habia acudido á otro punto indicado. No viendo traza de enemigos allí, regresó apresuradamente con CAPÍTULO XXII. 181 los solos treinta hombres que mandaba, imajinando la verdad del caso. Este comandante era natural de la ciudad de Santiago y se llamaba Luis de Lara, el cual desde los primeros pasos en el servicio , como simple soldado , se habia distinguido por su valor é inteligen- cia. De vuelta , pues , de su falsa alarma , apresurándose como hemos dicho , llegó á tiempo que los enemigos se retiraban con la presa que acababan de hacer, y bien que fuesen mas de ciento, los atacó con tal denuedo, que los derrotó , les quitó los caballos que se llevaban , y aun hizo algunos prisoneros. Pero todas estas ventajas parciales no impedian que en grande , los Araucanos empleaban cada dia una audaz iniciativa que tenia casi acobardado á todo el reino. El paternal cabildo de Santiago apelaba continuamente al virey pintándole los diversos motivos de zozobra que surgian del estado de la guerra y pidiéndole auxilios , y el virey , que era aun Alba de Liste , le prestaba con ad- mirable celo todos cuantos podia. En el momento de que hablamos, enero de 4658, estaban todos en Santiago con el mayor cuidado porque sabian que los Indios de la ciudad conspiraban sin descanso para allanar las resistencias que podían encontrar los suyos , y unirse á ellos. En vano , hablan sido ya severamente castigados algunos motores que hablan sido descubiertos; estos ejemplares no habían producido efecto, y la conspira- ción era permanente , por decirlo asi. Estas noticias es- critas por el cabildo al virey Alba produjeron un resul- tado inmediato , á saber el arribo á la Concepción de un buen refuerzo , con caudales para pagar la tropa , y diez y ocho mil pesos mas para gastos extraordinarios de guerra. 182 HISTORIA DE CHILE. Viéndose así reforzado , el gobernador Portel Casa- nate , ya aburrido de tener que mantenerse en la defen- siva , pasó el Biobio para ir á castigar al mestizo deser- tor Alexos ; pero no tuvo esta satisfacción porque la pro- videncia se encargó ella misma de ejecutar este castigo. Fuera de esto, el gobernador hizo una brillante cam- paña , si se ha de jusgar su importancia por los rego- cijos de Santiago, en donde , con este plausible motivo, hubo tres dias de corridas de toros. Felicitándonos de ahorrar á los lectores la repetición de hechos demasiado frecuentes para que no hayan llegado á perder algo del interés que merecen , pasemos á ver cual ha sido la suerte del atrevido Alexos. En el momento en que este mestizo se habia vuelto á los suyos, habia vuelto también á sus inclinaciones, á saber, la embriaguez y muchas mujeres. Mientras que el deseo de satisfacer sus resentimientos le hacia correr por montes y por valles , tan pronto avanzando , tan luego retirándose , se guardaba de lo uno y de las otras ; pero hallándose en descanso , se entregaba enteramente ásus pasiones. Entre las diversas mujeres que tenia, la pri- mera que habia escojido le amaba locamente, y con sus primeras infidelidades perdió casi enteramente la razón. Por casualidad , el primer objeto de su inconstancia tenia un afecto acendrado á su compañera desdeñada, y se manifestó tan indiferente como la otra se mostraba apasio- nada ; de suerte que la una por exceso , y la otra por falta de ternura, le fastidiaron, y Alexos tomó otra nueva que supo fijar su inclinación voltaria. Desde aquel ins- tante , no solo se vieron desdeñadas las otras dos , sino también cruelmente maltratadas, en términos que la pri- mera (que habia sida hecha prisionera, ya sea como CAPÍTULO XXII. 183 Española ó como India amiga, punto que la historia no aclara), vio su pasión súbitamente cambiada en deseos de Venganza, y su compañera le persuadió fácilmente que c lo mas corto era matarlo. En efecto , las dos amigas ul- trajadas meditaron su plan , tomaron sus medidas , ocul- tando bajo el semblante de completa resignación su pro- yecto, y una noche en que Alexos se hallaba postrado por la embriaguez , le dieron fácilmente muerte ; después de lo cual se refujiaron al campo español , en donde fue- ron muy bien recibidas (1). (1) La recompensa que les dieron no anuncia que la que se hallaba entre los Araucanos prisonera fuese de mucha distinción, puesto que, por lo que dice Figueroa, dicha recompensa se redujo á señalarles sueldo y ración de soldado. CAPITULO XXIII. Resumen de los males del reino de Chile bajo el gobierno de Portel Casanate. — Nuevos contratiempos. — Peste en el ejército. — Pérdida de un transporte con víveres. — Tregua inesperada. — Proyecto de entrar en campaña. — Miz- que sucesor de Alexos.— Este entra en campaña , por su lado , al mismo tiempo que los Españoles por el suyo, sin saber unos de otros. — Caso raro y feliz debido á esta mutua ignorancia. — Batalla de la Laja. — Victoria por los Españoles.— Ventajas que en ella consiguieron.— Otra victoria , corolario de esta primera. — Muerte del jefe araucano. — Muerte del gobernador español. (1G6Í— 1GG2.) Parece cosa increíble que haya habido hombres bas- tante sufridos para resistir al encadenamiento de males que continuamente los aílijian , y sobre todo no se com- prende en donde ni de qué manera hallaban medios de soportarlos sin sucumbir mil veces. Luchando perpetua- mente con sus terribles enemigos los Araucanos , por un lado, experimentaban los Españoles, por otro, fatales consecuencias de fenómenos destructores, y consecuen- cias aun mas funestas de epidemias , pestes, plagas y de- vastaciones. El mismo dia en que la tierra se conmovía; que Santiago, apenas restaurada, se demolía de nuevo ; que la Concepción crujia por todas partes y era invadida por el mar con jeneral ruina de todas sus casas y edifi- cios , sus habitantes morian cada dia de una epidemia de viruelas que se los llevaba numerosos y en muy poco tiempo. Los Indios, que nada arriesgaban con los terremotos , puesto que no tenian edificios , sabian que los Españoles tenian, al contrario, mucho que perder, y corrían á atacar por todas partes sus están- CAPÍTULO XXIII. 185 cias y potreros, aumentando sus desastres y sus an- gustias. Han debido notar los lectores que el mismo dia del último terremoto, fué un dia señalado de invasión de enemigos. Los males que causó el desertor mestizo Alexos fueron incalculables. Como no podia meditar ni prometerse una buena batalja campal, ni hallarse en todas partes á la vez , el gobernador se mantenía en la Concepción, y enviaba, según la ocurrencia, oficiales de su confianza á los puntos diversos atacados, y casi siempre estos oficiales eran batidos. Así hemos visto , pri- mero á Zuñiga , después á Bravo y en fin á Hidalgo der- rotados y muertos por Alexos. Si la acción del segundo , bien que haya sido muerto , se ha reputado como vic- toria , sin duda ha sido porque los Españoles quedaron , no con el campo de batalla, sino firmes (en apariencia, porque en realidad ya se hallaban exánimes); sino firmes, decíamos, en su posición. Si Alexos hubiera vuelto á la carga , sin duda alguna los habría acabado , y si no lo hizo fué porc|ue Huenecura y Rehuecan , que aunque se hallaban con él eran afectos á los Españoles , como se ha visto en su lugar con respecto al primero, le disuadieron de ello bajo pretextos especiosos. Ademas de los hechos notables relatados, hubo una infinidad de detalles menores que no caen bajo la cuenta de la historia. Mientras que Alexos amenazaba la Con- cepción , Juakeupu , de la Cordillera , por sí mismo y por su segundo Cadillanca , asolaba los valles del Maule, robaba caballos, mataba á unos y se llevaba á otros cautivos á una cueva que tenia á la entrada de la Cordillera. Así desaparecían las estancias. Después del hecho referido del valiente Lara , Juakeupu se habiá 186 HISTORIA DE CHILE. internado por medio de Cauquenes hasta Chanco. El capitán Mier, enviado por el gobernador para conte- nerle, tuvo que volver muy pronto á la Concepción ba- tido y avergonzado. Por fin llegó un refuerzo de Lima , y hemos visto á Portel Casanate hacer una brillante campaña, cuyos detalles, aunque no los hayamos leido, los podemos imajinar, poco másamenos, sin riesgo de engañarnos. El orden cronolójico de todos estos hechos ha sido el que les hemos dado ó puesto. Pero para mayor abunda- miento, vamos á fijarnos en lo mas esencial tocante á este punto con los asientos del mismo cabildo de San- tiago. En historia nunca puede haber exceso de pre- cisión y de claridad , aunque á menudo tiene que decir cosas que es completamente indiferente ignorar ó saber. En 1658, el reino se hallaba en el mayor apuro y el cabildo lo expuso al virey pidiéndole socorro, el cual llegó en el mismo año y muy pronto , puesto que el go- bernador hizo la susodicha brillante campaña en la cual consiguió tantas ventajas en globo, entre las cuales se ve expresada la mas apreciable , á saber, el rescate de veinte y tantos cautivos españoles. Lo mas particular es que el gobernador iba principalmente contra Alexos y que no se dice ni una palabra de este desertor, en este hecho. En 1659, no hubo, según el mismo cabildo, ninguna acción de guerra, si hemos de juzgar por la carta que recibió del gobernador en G de octubre, y en la cual el jefe militar y político le indica algún mejoramiento en el estado de cosas , « gracias á los cabildantes de San- tiago. » Pero en otra del 13 de febrero de 1660, les dice CAPÍTULO XXIII. 187 que se halla en Palomares pronto á pasar el Biobio en busca de Alexos. En 25 de junio, y 8 de julio, recibieron otras dos que los pusieron en gran cuidado, pues en ellas les pedia le enviasen refuerzos de milicianos y aun de vecinos. Los motivos de este nuevo apuro eran , que el ejército se hallaba apestado con grande mortandad de soldados; y que los enemigos hablan vuelto á atacar los potreros españoles y hablan derrotado al capitán Juan de Barrera, que habia salido á su encuentro, matándole quince hombre y llevándole seis prisioneros. En 10 de setiembre se perdió el transporte del capitán Juan Ma- chado, que iba cargado de víveres para el ejército, y en vista de tantos males, acudió de nuevo el cabildo al virey, despachando para Lima el navio de don Pedro de Prado. Enfm , el 27 de febrero 1601 , otra carta del goberna- dor continua anunciando al mismo cabildo una serie in- terminable de trabajos y de pérdidas (1). El obispo Cim- brón de la Concepción habia muerto á fuerza de congojas y trabajos, y el gobernador habia proseguido solo la reedificación de la Concepción ; porque tenia en aquel illustre obispo un poderoso auxiliar, por el santo celo con que le ayudaba. Sin embargo de todo esto , con la muerte de Alexos sobrevino una tregua inesperada que sirvió de mucho alivio , y el gobernador se aprovechó de ella para dar algún paso adelante. Sin duda esta tregua habia sido debida á la asamblea solenne en que los Butalmapus nombraron por sucesor de Alexos á Mizque, el cual nombró de vicetoquí áCalicheuque, y sucedió que mientras (1) Rojas dice que durante el gobierno de Portel yCasanate, mataron los Araucanos mas de mil Españoles, é hicieron muchísimos prisioneros. 188 HISTORIA DE CHILE. Casanate daba órdenes para entrar en campaña, Mizque hacia otro tanto por su lado. El motivo del movimiento araucano era la noticia del proyecto de los Españoles de ir á castigar á los Quechereguas, y la erección del fuerte de Lota cerca de la cuesta de Villagra. En efecto Portel habia mandado construir dicho fuerte ; pensaba en penetrar al medio de los Quechereguas , y esta expe- dición se puso en marcha mucho antes de lo que se creia, al mando del maestre de campo Molina, com- puesta de seiscientos Españoles y de los Indios que ser- vían con sueldo. El toqui Mizque salió por su lado con mil y quinien- tos Araucanos bien armados y provistos de cuerdas 6 sogas para llevarse amarrados á los Españoles. Tal era la confianza que tenia en la victoria el famoso Yanacona Mizque , que no estaba muy lejano de pensar en apode- rarse de la Concepción. Animado con estos soberbios proyectos, pasó el Biobio y fué á acampar en la isla de la Laja á la parte septentrional del rio Cariboro entre los vados del Salto y de Curanilahue , poco antes que los Es- pañoles, dirijidos por su maestre de campo Hidalgo, por el sárjente mayor Erizar y el comisario Luis de Lara(l), pasando por el de Negrete se acampasen á la parte opuesta sobre el rio de la Laja. Un Indio yanacona, por nombre Tanamilla , se habia quedado atrás por algún motivo , y siendo ya noche cerrada, habia perdido las huellas del ejército español, que creyó ya al otro lado de la Laja , y pasó por el vado del Salto para incorporarse. Este In- dio , que era de los de San Cristóval , ya vueltos amigos de los Españoles (porque, regla jeneral , el progreso en (1) El mismo valiente natural de Santiago, do quien hemos hablado poco ha, ascendido á este grado por su valor y méritos. CAPÍTULO XXIll. 189 bien no solo vence á la naturaleza sino que aun la hace repugnante), este Indio, decíamos, al salir del agua vio un ejército acampado , y no dudando fuese el español se fué aproximando sin cuidado, hasta que estando ya cerca, notó el descuido de centinelas avanzadas, délas cuales no habia ni una, y entró en cuidado. Quiso retro- gradar ; pero en aquel instante le sintieron los que , sin formalidades de ordenanza escrita, estaban tan vijilan- tes como si se hallasen en garitas con armas al brazo , y le preguntaron quién era y qué quería ; á lo cual res- pondió Tanamilla con mucha serenidad, que corria tras su caballo que se le habia escapado. Esta respuesta, pronta , natural y corroborada por el ropaje y el lenguaje del Indio , fué aceptada sin réplica y nadie pensó mas en él ; de suerte que pudo volver á pasar el vado y se in- corporó con los Españoles , á cuyos jefes dio parte de la descubierta que acababa de hacer por la mas rara casua- lidad. Era tan rara, en efecto, que ni Hidalgo, ni Erizar ni nadie le quiso creer sino don Luis de Lara. Sin embargo viendo á Tanamilla noblemente exaltado de la duda que de su veracidad tenian , y ofrecer su cabeza en prendas de la certeza del hecho , forzoso les fué el darle crédito , y desde luego entraron en consejo. Al amanecer, Luis de Lara pasó con una columna por el vado de Curanilahue, combinando con tanto acierto su movimiento con el del sárjente mayor Erizar, que en el mismo instante, este jefe se halló pronto con otra, des- pués de haber atravesado el rio por el del Salto , para atacar simultáneamente por la izquierda el campo ene- migo, mientras él lo atacaba por la derecha. El resultado de un plan tan bien meditado y ejecutado era infalible , y no fué menos ventajoso. Los Araucanos sorprendidos 190 HISTORIA DE CHILE. por dos descargas á boca de jarro, se ven , acto contifmo, atropellados, pateados, degollados. Ni un momento tu- vieron para defenderse. Unos se arrojaron al rio y se aho- garon. Otros, muy pocos, tuvieron la buena suerte de salvarse por el pedregal de las canteras ; y, en resumen , perdieron seiscientos muertos ; mas de doscientos pri- sioneros ; mil y trescientos caballos , y un cúmulo de armas ofensivas y defensivas , conquistadas por ellos an- teriormente en diversos encuentros sobre los Españoles. Pero aun no pararon aquí estas grandes ventajas. El toqui Mizque no se hallaba en este campamento , ha- biéndose quedado atrás con algunos de sus capitanes á, las márjenes del Guaque. Esta noticia la dieron los pri- sioneros al jefe del ejército español , el cual mandó formar una columna lijera, vestida con el traje de los mismos Indios y montada en sus mismos caballos para ir á sor- prenderle. Con estos elementos , no era empresa muy ardua ; pero sin embargo merece elojio la conducta del oficial (cuyo nombre quedó ignorado) , que mandó esta expedición improvisada. Partió con su columna, llegó á la vista del alojamiento del jeneral araucano , situado á la derecha de la altura llamada de las Guanacas, y se puso á escaramucear como para hacer el ejercicio. Sorprendido Mizque, no sabiendo porque se hallaban allí , les mandó á llamar para que sobre la marcha fuesen á su presencia. El oficial español mandó pasar á retaguardia y agarrotar al enviado , y tomada esta precaución , apresuró su marcha ; pero al llegar al sitio, mandó con una señal desplegar á su co- lumna, y como por encanto , el valiente Mizque se halló cercado con treinta de los suyos. Fué este un éxito feliz que no merecía ser manchado con indignidades , y que , CAPÍTULO XXIII. 191 sin embargo , lo fué , y lo que es mas , por un hidalgo , llamado don Juan García , no buen cristiano , sin duda. Este no habia podido olvidar un supuesto agravio que el jefe araucano le habia hecho, no se sabe en qué tiempo, llamándole con ciertos nombres que le disonaron , y queriendo vengarse malamente en este instante, se llegó al infeliz Mizque y le cortó una oreja. Aflijido por este ultraje del que , para bochorno de su agresor, le era im- posible sacar venganza , pidió le quitasen la vida , gracia que le fué negada (1) aUí, y que recibió en la plaza de Buena Esperanza , á donde fué llevado y en donde murió resignado (2). El ejército español prosiguió su marcha sobre Que- chereguas causando estragos, como lo ejecutó también en Puren y en los estados de Tucapel y Arauco. Los In- dios , consternados , empezaron á clamar por la paz , y el gobernador se manifestó pronto á concedérsela; pero aunque algunos hayan escrito que dicha paz habia que- dado establecida, no es probable que así haya sucedido , como se verá. El júbilo que causó la victoria de la Laja , y la captura (1) A este episodio, añade Carvallo que este jefe araucano habla tomado por mujer á una señora cautiva española, ya casada, y que en ella habla tenido dos hijos, los cuales idolatraba, asi como también á su madre. El trato que daba á esta, y la estimación en que la tenia hubieran sido dignos del hombre el mas social y mas cristiano. Cuando esta señora salió de cautiverio, su marido español la recibió en sus brazos, y adoptó por hijos suyos á los dos que habia tenido de Mizque. No hay novelas mas gustosas que los episodios de la historia de Chile. (2) Es cosa extraña que Pérez-García ignorase que el cerro en donde fué sor- prendido Mizque se llamaba de las Giíanaras, puesto que este escritor, refi- riéndose á Olivares, dice que por falta de nombre, lo llamaron desde entonces el cerro de Mizque. En este punto, Carvallo merece un particular crédito. — Igualmente , parece haber ignorado que la expedición española continuó su marcha militar y victoriosa por medio de Quechereguas, Puren , y aun Arauco y Tucapel , como lo prueban las consecuencias. 192 HISTORIA DE CHILE. del jefe araucano fué tan jeneral como plausible. Lo que hicieron en Santiago para celebrarlo no se puede saber, puesto que el libro del cabildo número 16 , en que se hallaban lasadas de este acontecimiento, tiene de menos ciento y ochenta pajinas , habiéndose concluido el nú- mero 15 el dia 15 de noviembre, pocos dias antes de dicha victoria. El gobernador Portel Casanate tuvo algún alivio en su cruel mal de hidropesía con este buen suceso ; pero su enfermedad habia hecho demasiados progresos y murió en la Concepción por febrero 1662. Fué fortuna para él. La real Audiencia habia pasado á la corte informes que le eran poco favorables, y el rey habia encargado á este tribunal , con fecha 5 de julio 1658 , vijilase sus operaciones. Parece cosa increíble , porque era mucho mas fácil nombrarle un sucesor, tanto mas cuanto Portel era gobernador interino, y este sucesor que fué , — cosa aun mas increíble , — el mismo obispo de la Concepción Fr. Dionisio Cimbrón , solo fué nom- brado en 9 de abril 1662 , cuando el prelado y el mismo Portel Casanate hablan fallecido. Es verdad que el obispo no debia gobernar sino de Ínterin llegaba el propietario don Juan de Balboa y Mogrovejo , el cual murió en el viaje á Chile. Por fin , el rey nombró á don Jerónimo de Benavente y Quiñones , al mismo tiempo que á don Diego de Benavides , conde de Santistevan , de virey del Perú; pero Benavente y Quiñones no llegó. De todos modos , si Portel no se hallaba , en tierra , en su ver- dadero campo de batalla , tuvo muchos contratiempos independientes de su ciencia militar , mucho celo , y murió pobre. CAPITULO XXIV. El obispo de la Concepción. — Su consagración y su muerte.— Particularidad relativa al noble carácter del último gobernador Portel Casanate. — Nombra- niieuto en el cabildo de la catedral de un provisor y vicario jeneral del obispado. — Anula el arzobispo de Lima dicho nombramiento, y provee á dichas dignidades. — Sede vacante en Santiago. — Posesión de la mitra por el P. Fr. Diego de Humanzoro. — Jesuítas. — Misiones á los habitantes de Santiago. — Buenos frutos que produjeron. — Misión de Buena Esperanza. — Su elevación á colejio.— Sus rentas.— Hechiceras de Talcamavida.— Peste de viruelas entre los Indios. — El jesuíta Mascardi.— Su celo y sus servicios. — Misiones vacantes. — Su restablecimiento. (Años transcurridos.) Los lectores han visto muerto al obispo de la Con- cepción , Fray Dionisio Cimbrón y no lo han visto con- sagrado. El fondo de la historia de tlhile es guerra , y guerra continua , y esta circunstancia obliga á observar cierto método para que haya la mayor claridad posible en la narración de los acontecimientos jenerales. El obispo anterior de la Concepción era , como hemos dicho, don Diego Zambrano de Villalobos el cual fué promovido á la mitra de Santiago en 1650. Fr. Dionisio Cimbrón fué presentado para ser su sucesor, en k de junio 1651 , por Felipe IV. Antes , habia sido muchas veces abad del convento de Bernardos de Nuestra Señora de Osera , y por fin , habia llegado al jeneralato de su orden. El 12 de agosto 1652, hizo su profesión de fe en Madrid, ante el nuncio del papa, Rospicioli. El 2/|. de junio 1653 , firmó sus bulas el pontífice Inocencio X; se embarcó luego que las recibió para Lima , y el arzobispo Villagomez le consagró en la iglesia metropolitana del III. HlSTOKIA. 13 194 HISTORIA DE CHILE. Perú el dia 9 de agosto de 1654. Nueve meses después, se embarcó para Valparaíso, pasó por Santiago , perma- neció allí diez y ocho meses y fué juez en el famoso pro- ceso de las monjas de Santa Clara con el provincial de franciscanos. Últimamente , tomó posesión de su obis- pado el dia 8 de octubre de 1656 (1). Fr. Dionisio Cimbrón tenia en sumo grado todas las virtudes de un verdadero apóstol , y las mas recomenda- bles cualidades de un hombre social. El arzobispo de Lima le queria mucho , y suplía á menudo con sus libe- ralidades á lo que no alcanzaba la cortedad de las rentas de su obispado. La particularidad del nombramiento de este prelado al interinato militar y político del reino de Chile pierde un poco de su extrañeza en el hecho de tener que asesorarse en sus determinaciones como gobernador y como presidente de la Audiencia, con el oidor mas antiguo ; con el obispo de Santiago •, con los maestre de campo y sarjento mayor ; con el comisario jeneral de caballería y veedor jeneral , en junta ó consejo. Ya se ve que dicha junta podría rara vez verificarse , en aten- ción á la distancia de Santiago á la Concepción , y á que la morada del obispo y de los oidores era allí y no aquí. Pero ya hemos dicho que esta medida era muy provi- sional , puesto que el gobernador en propiedad estaba en camino para Chile ; y sobretodo no llegó el caso de ponerla en ejecución , porque que el prelado murió ex- tinguido por una disentería, el 19 de enero 1661. El obispado de la Concepción estaba tan pobre en aquella época „ que los canónigos y diversos capellanes de la catedral podían á penas subsistir, y que tuvieron (1) Esle obispo fué el último de los de la Concepción que tomaron el título de obispo de la Imperial. — Carvallo. CAPITULO XXIV. 195 que moderar mucho el fausto del templo mismo, tan necesario en las metrópolis para la solemnidad que pide el servicio divino. En esta ocasión , el gobernador Por- tel Casanate dio una prueba tan espléndida como evi- dente de sus sentimientos relijiosos , y de su grandiosa liberalidad, costeando los gastos del culto, y suminis- trando un fondo de existencia decente á sus ministros. Esta particularidad del noble carácter del gobernador Portel se concilla mal , á primera vista , con los informes poco favorables que la real audiencia de Santiago habia dado de su gobierno al rey ; pero reflexionándolo bien , se comprende que dicho tribunal obró en conciencia por el bien jeneral , y lo hizo con muchísimo miramiento , puesto que el Monarca se entendía misteriosamente con sus ministros , por respetos , sin duda alguna , á otros méritos eminentes de Portel Casanate. A la muerte del obispo Cimbrón , el deán convocó á cabildo y se hizo nombrar, por decirlo así, él mismo de provisor y vicario jeneral ; pero el arzobispo Villagomez de Lima tachó de nulo este nombramiento , y elijió , por- que así le pertenecía, para llenar las dos dignidades di- chas, al hcenciado don Juan de Ruelas cura del Tercio de Conuco, el cual gobernó dignamente el obispado mientras su mitra quedó vacante. El obispo de Santiago , don Diego Zambrano de Villa- lobos , habia precedido al sepulcro al de la Concepción , y habia muerto en esta última ciudad , en donde le habia sorprendido la enfermedad de que murió. Para ocupar la sede vacante de la capital del reino, Felipe IV ha- bia presentado, primero ádon Fernando de Avendaño , y en seguida á don Diego de Encinas, los cuales supli- caron al rey se dignase admitir su renuncia , por la cual 196 HISTORIA DE CHILE. fué presentado en último lugar, el P. Diego de Hu- manzaro (1). Este prelado , que habia sido difinidor y provincial de su orden de San Francisco , y rejenteado hasta jubilación la cátedra de teolojía , se puso la mitra de Santiago en 1601 , y le tocó reedificar la parte de la catedral arruinada por el último terremoto de 1657. En 1670, presidió el sínodo tercero. Como se ve, á pesar de los desastres que padeció la grande monarquía española en el xvii" siglo , no dejaban sus monarcas de atender á los cuidados mas urjentes que pedian sus mas lejanos reinos. Entre estos cuidados, sabian que el mas esencial , tal vez, era , es y será siem- pre el del mantenimiento de la relijion del estado , y que en Españoles sobretodo, la creencia y la fe son tan inhe- rentes á su naturaleza, que si la llegasen á perder, podrían hacer cuenta haber perdido el mas poderoso móbil de sus acciones, la base de su existencia. En je- neral , si los que tienen sobre sus hombros el grave peso del gobierno de su nación supiesen utilizar , ó pensa- sen en ello , el poderoso móbil de que hablamos , menos y menores serian los conflictos entre los hombres, sin que por eso dejasen de dar largos pasos hacia el fin que la sociedad mas culta y mas adelantada pueda proponerse ; y no cabe duda en que los Españoles solos eran capa- ces , por esta misma razón , de resistir á la serie increíble de calamidades que han tenido que padecer en la con- quista de Chile , y de mantenerse firmes en el propósito de realizar , sino en totalidad, en la mayor y mas esen- cial parte sus proyectos. Tal era el motivo de la exactitud con que de la metrópoli atendía al mantenimiento y (1) Guipuzcoano , descendiente de la familia de Loyola , y guardián del con- vento de San Francisco de la ciudad de Cuzco. CAPÍIULO XXIV. 197 al influjo del gobierno eclesiástico; y en este punto, to- das la religiones han coadyuvado al éxito , cooperando eficazmente con el celo de los obispos de Santiago y de la Concepción ; pero por su instituto especial , los jesui- tas tenian , por decirlo así, á su cargo esta cooperación. La necesidad de dividir metódicamente las materias para la comodidad del lector y claridad de la historia, y el cuidado de evitar la monotonía de repeticiones in- mediatas, obligan á omitir alguna vez episodios que merecen una seria atención, y por eso la narración retrocede otras tantas veces para no dejarlos en el olvido. En el terremoto de 13 mayo 1647, la capital quedó arruinada : casas, edificios públicos y templos, todo cayó, y por consiguiente, el colejio máximo de San Mi- guel y su Iglesia, obras, en principio, del inmortal P. Luis de Valdivia, y fruto de diez y seis años de tareas y de afanes de sus jesuítas, los cuales en algunos minu- tos los vieron anonadados , ó , lo que es lo mismo , redu- cidos á una montaña de escombros y confusión. Sin em- bargo, su primer cuidado no fué el sentimiento, por tanto muy natural , de esta jnmensa pérdida , sino el partido espiritual que se podia sacer de ella. En el caos de las ruinas del templo , solo se salvaron dos imágenes ; una de Cristo crucificado , y otra de nuestra Señora ; la primera pendiente de un solo clavo por los pies, en un vacío que quedó entre el pavimento y la parte superior del retablo , apoyado al fragmento de una columna ; y la segunda , en el contorno del nicho del altar, que solo quedó en pié de todo él. La capital , como todas las capi- tales , á pesar de los horrores de la guerra, de zozobras continuas y de perdidas considerables , brillaba con un 198 HISTORIA DE CHILE. lujo exorbitante , y resonaba con anedoctas de aven- turas escandalosas de libertinaje. La ocasión era la mas oportuna para abrir los ojos de la razón y pene- trar los corazones , y esto fué en lo que primero pen- saron los arruinados jesuitas del colejio máximo de Santiago. Como sucede jeneralmente en conmociones de la tierra, la puerta y el cancel de la iglesia, que no sopor- taban ningún peso , habian quedado en pié formando una especie de capilla, y allí colocaron los padres las dos imájenes de Cristo y de la Vírjen , y allí también elevaron un pulpito. Los ánimos de los Santiagueses se habian apocado y parecían consternados. El suelo tem- blaba, á ratos, ajitado como si le amenazase un nuevo despedazamiento de la naturaleza (1). Un jesuíta subió (2) al pulpito, y al instante la plazuela del colejio se vio llena de oyentes. Los temas de los sermones eran el lujo ; la licencia de las costumbres ; la relajación ; el ol- vido de santos deberes, y el castigo del cielo. La pintura de los males que aflijian á la mayor parte del reino , puestos en parangón con la indolencia y el amor de pla- ceres de la capital ; la exposición de la miseria jeneral comparada á exorbitantes y superfluos gastos de pura vanidad, y el cuadro de las lágrimas de tantos misera- bles confundiéndose con el ruido de pasatiempos indi- gnos de corazones cristianos , y con su odioso egoísmo , despertaron á las almas y las llenaron de vergüenza y de arrepentimiento. La elocuencia de los jesuitas era tanto (1) Olivares asegura que por espacio de dos meses, á cortos ó largos inter- valos, se sintieron conmociones leves aunque perceptibles. (2) Diferentes padres de la compañía predicaron en aquella misión de cir- cunstancia , y por eso , sin duda , no han sido nombrados individualmente. CAPÍTULO XXIV. 199 mas irresistible , cuanto no tenian que tomar puntos ni prepararse para hablar. Tenian el retablo de la situación del reino delante de los ojos y no les quedaba mas que indicar los diversos detalles de su conjunto. La verdad era patente y nadie podia desconocerla. Y así sucedió que de la noche á la mañana, las costumbres de la capital se reformaron ; el lujo en los hombres , y la coquetería en las mujeres desaparecieron ; se perdonaron deudas ; se hicieron restituciones ; se deshicieron calumnias; se re- conciliaron enemigos, que hasta entonces hablan pare- cido irreconciliables, y hasta matrimonios desunidos con escándalo, y detrimento de sus inocentes frutos, desunidos mucho tiempo habia, tuvieron compasión de sí mismos y de sus hijos ^ y volvieron al gremio de las jen- tes cristianas y honradas. Los lectores han visto á estos celebérrimos misioneros francamente calumniados, sin saber porqué, á no ser que fuese porque diferian de modo de pensar en punto al mejor medio de conseguir la pacificación y la conver- sión de los Indios, y tal vez porque el propuesto por ellos habia sido constantemente justificado por los aconteci- mientos. Desde 1612, época en que Valdivia envió obre- ros á la misión de Buena Esperanza, hasta 16/il que el sensible y valeroso marques de Baydes conquistó una paz duradera, los jesuítas se habían arriesgado infinitas veces internándose entre los Indios á ciento y doscientas leguas, como ya se ha dicho, lejos de las armas españo- las. La intrepidez de estos misioneros sojuzgaba á los que iban á convertir, tanto como la dulce persuasiva de su len- guaje y la suavidad de sus modales. La pureza probada de sus costumbres acababa de hacer sus predicaciones in'esistibles. 200 HISTORIA DE CHILE. Después de la paz de Baydes, la misión de Buena Esperanza recibió el título de colejio incoado, con pro- pios y arbitrios para alimento de sus misioneros y del de los extraños que llegasen allí. Esta misión tenia una iglesia , y á muy poco tiempo , se veian en ella muchos mas Indios que Españoles. En ratos de descanso, los PP. hacian concurrir á ella los hijos en edad tierna, y aun adulta , de los naturales , con el fin no solo de ins- truirlos en los deberes del cristiano, sino también de adelantarlos hasta enseñarles gramática. Los propios de que hablamos arriba, eran, en primer lugar, una viña y una bodega, que Ventura Beltran habia dejado á la misión de Buena Esperanza , con tierras que le dio des- pués el Dean don Juan de Fonseca, y que poseia dicha misión en nombre del colejio de la Concepción ; y en se- gundo lugar, de la hacienda que le legó el sarjento mayor don Francisco Rodriguez de Ledesma, compuesta de estancias, ganados, esclavos y alhajas, y con la sola con- dición de que le admitiesen en su compañía de Jesús á la hora de su muerte, como lo hicieron los jesuítas. Las misiones eran fructuosas jeneralmente, aunque en algunas partes los Padres hallaban ciertas resisten- cias que provenían del jenio de los habitantes. En Tal- camavida , por ejemplo , la causa particular de la resisten- cia nacia de la confianza que tenian los naturales en sus hechiceras ó Machis , como ellos las llamaban , curanderas que los sanaban con simples ó yerbas cuyo secreto les habia comunicado el diablo , con quien tenian pacto hecho según ellos creian. La verdad era que estas mujeres tenian tal hábito de observación , que á la primera ojeada conocían el mal de que adolecía el enfermo , y le aplicaban con éxito su remedio. Pero por el temor de que otras presumiesen CAPÍTULO XXIV. 201 descubrir los mismos secretos, y llegasen á conseguirlo, empleaban mil trazas y embelecos para persuadirles que su ciencia se la comunicaba Antupilai (exactamente, enemigo de la luz, nuestro ánjel de las tinieblas). Estas curanderas charlatanas fueron crueles rivales de los mi- sioneros hasta que estos, felizmente inspirados, se dedi- caron con particular esmero á convertirlas á ellas las primeras , apoderándose de su espíritu en tal manera , que lo que ellas creian una pura ficción , les parecia luego la cosa mas grave , por la misma razón que tenian mas imajinacion , y se convertían. Y es de notar que la con- versión de una de estas supuestas hechiceras ocasionaba centenares de otras. Volviendo á la cuestión jeneral , mientras se go- zaron los frutos de la paz, mientras los Indios se mantuvieron reunidos en ciertas circunscripciones , los jesuítas no cesaron , ni un dia, de atraer pocos ó muchos de estos jentiles al cristianismo , hasta que hubo gober- nadores que tuvieron por conveniente deshacer lo que tantos trabajos habia costado á otros gobernadores y á los misioneros , á saber , reunir á los Indios en sociedad á fin de poder convertirlos y civilizarlos mas fácilmente; persuadiéndoles á que se dividiesen y esparciesen á lo lejos para sembrar las mas tierras que pudiesen , que era el mejor modo de enriquecerse. En el punto en que reci- bieron esta licencia, ó este consejo, ó tal vez algo mas, se alejaron y dispersaron , en efecto , y desde aquel ins- tante *el trabajo de las misiones se hizo improbo. Y con todo eso, aun en el año 165/i, bautizaron los jesuítas á sete- cientos Indios, jóvenes y adultos , hombres y mujeres. Es verdad que en este año, que fué el anterior al del levantamiento jeneral, hubo una causa extraordinaria 202 HISTORIA DE CHILE. para que en el ejercicio de su ministerio se mostrasen ángeles á los ojos de los infieles. Esta causa fué una peste de viruelas, mal que espantaba á los naturales en tal extremo , que hasta las mujeres mas amadas , y hasta sus mismos hijos se les hacian odiosos , y los abandona- ban , ó los arrojaban á los montes ; porque era cierto que de los inficionados, pocos eran los que se salvaban. En esta circunstancia, los misioneros les aparecieron con toda su superioridad , buscando á los enfermos aban- donados ; llegándose á ellos sin reparo ; administrándo- les consuelos y remedios, y volviendo á muchos á la vida. Al ver esto, ¿ como no hablan de reputar á los jesuitas por algo mas, mucho mas que los demás hombres? Así sucedió que todos los buscaban ; todos creian en ellos y todos cedian ásu voluntad, cuando no tenian pasiones que la contrapesasen (1) ; y hasta los mismos naturales de San Cristóval , que hablan sido siempre los mas ter- cos , se rindieron en esta ocasión y se dejaron bautizar en número de ciento , es decir , los mas. Los lectores no habrán olvidado que forzado, enfin , á creer en el levantamiento , el gobernador Acuña se habia trasladado de la Concepción á la plaza de Buena Espe- ranza, y que lejos de defenderla cuando le dieron partede la llegada de enemigos , la abandonó precipitadamente , bien que pudiese defenderla , puesto que habia en ella tres mil almas, armas, municiones y provisiones. La huida fué tan sin reflexión, que ni tiempo dio á los vecinos para llevar lo que mas les interesaba de cuanto poseian. (1) En la reducción de Santa Fé á siete leguas de Bucna-Esperanza, dice Olivares que los Indios liuian por las quebradas como animales perseguidos por cazadores, y que en una montaña hallaron los Padres hasta catorce enfer- mos abandonados á todas las inclemencias del cielo y de la tierra. CAPÍTULO XXIV. 20S Los misioneros jesuitas tuvieron que dejar los vasos sa- grados y plata de la iglesia, no habiendo podido conse- guir mas que un caballo de bagaje. Ni lugar tuvieron para reservar, y el jesuíta Lázaro (1) llevaba en sus manos la custodia. En aquel instante, el P. Nicolás Mascardi, que era del colejio de Buena Esperanza, se hallaba fuera de ahí ejerciendo su ministerio , y viendo los caminos de la Concepción interceptados por los In- dios, se marchó á la ciudad de San Bartolomé de Chillan en donde fué el alma de la resistencia y resignación con que los habitantes , abandonados á si mismos , hicieron frente á la guerra y á la peste que los diezmaba. Cuando por último recurso , salieron para ir á ponerse bajo la protección del valiente Pizarro , correjidor de Santiago , que guardaba el Maule, el P. Mascardi iba con ellos sos- teniéndolos con sus consejos y servicios temporales y es- pirituales , por espacio de veinte y cuatro leguas que hay de un punto á otro , y muchos le debieron la vida. Juz- juese qué pruebas de vigor y de fuerza de alma ha te- nido que dar en esta lastimosa circunstancia, sin poder disfrutar un solo momento de descanso ni de dia ni de noche. Calumniar á semejantes hombres es, dejando á parte la impiedad, la mas indigna bajeza. Habiendo llegado á Maule, claro era que Pizarro no podia introducir los contajiados en Santiago, y que con gran sentimiento hubo de dejarlos. Muchos de ellos te- nían parientes ó amigos en aquella tierra , y los mas se esparcieron á dos, cuatro, seis leguas de distancia, y como no tenian confianza, ó á lo menos, tanta confianza en nadie como en el P. Mascardi , este tuvo que quedarse, (l) El mismo que no hacia mucho habia ido en una piragua de Chiloé á la Coucepclon para dar parte de la iuvasioa de los Holandeses. 204 HISTORIA DE CHILE. y en lugar de entregarse al descanso de que necesitaba tal vez tanto como el que mas, se entregó á nuevas fatigas y desvelos , acudiendo sin cesar de una parte á otra se- gún la urjencia que habia. Cedió , por fin , el mal , y el P. Nicolás pudo partirse para la Concepción ; pero en el camino , se halló con una compañía de caballería que iba á resguardar los caminos , y en la cual no habia capellán. Pues en lugar de conti- nuar su viaje á la Concepción , se volvió con esta tropa é hizo la campaña con ella, y con ella regresó. A penas habia llegado , á penas habia tenido tiempo para disfrutar del consuelo de verse reunido con sus compañeros de tra- bajos apostólicos, oyó que unos cuarenta Indios amigos, los solos que hubiesen permanecido fieles en la subleva- ción jeneral , se hablan acojido á la Estancia del rey, ó Buena Esperanza, luego que los guerreros araucanos se hablan alejado de allí, y fué á buscarlos. Pero no se apre- suró á volver con ellos. Desde aquel punto , enviaba men- sajes á los de guerra, demostrándoles la inutilidad de los infinitos males que ocasionaba , y convidándolos con la paz ; y, en esta ocasión , tuvo la satisfacción imponde- rable de sacar de cautiverio á un capitán , llamado don Pedro Soto , que los Indios habian respetado por haber emparentado con algunos de ellos, y con el cual fueron rescatados otros cuarenta Españoles , hombres , niños y mujeres. El gobernador Portel Casanate habia creído oportuno declarar las misiones vacantes por falta de objeto , visto el estado permanente de guerra, y la deserción jeneral de los Indios Yanaconas y demás ; y esta determinación habia parado á los jesuítas en sus proyectos de reedifi- car su colejio é iglesia. Este decreto del gobernador fué CAPÍTULO XXIV. 205 notificado en forma al rector del colejio , alegando que los capellanes de los cuerpos bastaban , en el estado de cosas, para el servicio espiritual. El rector replicó que aun quedaban Indios amigos , y que no era razón el re- nunciar á los frutos futuros de las misiones, y que en tal supuesto, los capellanes del ejército no tenian morada fija, ni el conocimiento necesario de la lengua, carácter y costumbres de los naturales. Noobstante , el goberna- dor mantuvo su determinación , y los jesuítas quedaron paralizados hasta en 1663, que por real cédula de 9 de febrero , el rey los rehabilitó con todas las facultades , propios y arbitrios con que se hallaban apoyados ante- riormente. CAPITULO XXV. Gobierno interino y pasajero del maestre de campo don Diego González Montero. — Los Araucanos nombran un toqui jeneral. — Preparativos de guerra que hace diclio toqui. — El gobernador español recibe parte, al mismo tiempo, de estos preparativos y de la llegada á la Concepción de otro gobernador interino. — Socorros que llevaba este á Chile. — Naufrajio de uno de los trans- portes.— Repara el virey, conde de Santistevan, esta pérdida.— Pasa el nuevo gobernador de la Concepción á Santiago. — Carácter de este jefe su- perior.— Guerra.— Batalla de la cuesta de Villagra. — Victoria y sus conse- cuencias. (1662—1663.) El interinato del maestre de campo Montero fué tan pasajero que algunos escritores lo ignoraron ó no creyeron necesario el hablar de él ; y por la misma ra- zón, probablemente, la real Audiencia no le reconoció por presidente ; porque sabia , sin duda alguna, que con el aviso de la muerte de Portel Casanate , el virey habia nombrado sin demora un gobernador interino oportuna- mente, al paso que el nombramiento era eventual, con- forme á lo mandado (1). Estas mutaciones tan frecuentes en la suprema autoridad del reino eran contra su digni- dad , y la real Audiencia de Santiago queria mantener la suya , con muchísima razón. En lo militar , el orden de antigüedad, y, en caso de excepción, la mayor ap- tidud señalan necesariamente el sujeto en quien debe recaer accidentalmente el mando ; pero no sucede lo mismo en un cuerpo esencialmente político , dejando á parte lo jurídico en que un militar no tiene que ver ; el cual tiene secretos de estado que es importantísimo no (1) Real cédula de Madrid, 7 de mayo 1635. CAPÍTULO XXV. 207 divulgar dejándolos penetrar lo menos que se pueda. Por lo demás, la real Audiencia no hubiera tenido razón de negar á González Montero una honra especial á la que sus méritos y servicios le daban un incontestable derecho, una vez habia llegado á la cumbre de la jerar- quía militar , aunque fuese accidentalmente é interina- mente , exponiéndose á nuevo desagrado del rey. Este Maestre de Campo (1) , sujeto noble y de mucha distin- ción , habia sido ya gobernador de Valdivia y de la Con- cepción , y habia hermoseado esta capital de las plazas de la frontera con obras públicas, entre las cuales, una estatua fuente de bronce que elevó en la plaza mayor ha- bría perpetuado su memoria , si el mar no se la hubiese llevado sin dejar ni siquiera vestigio de ella , en la inun- dación de 1657. Mientras gobernó, se dedicó especial- mente á dar fomento á la agricultura , á las fábricas y al comercio , hallándose el reino en una completa paz de tregua de hostilidades, debida á la muerte de Mizque, en parte, y en parte á los últimos escarmientos que ha- blan experimentado los Araucanos, y que los hablan obli- gado á apellidar por la paz. Pero repentinamente , le llegó aviso de que hablan nombrado por toqui jeneral sucesor de Mizque á uno de sus guerreros mas acreditados, llamado Cahcheuque, y que este se disponía á hacer sus pruebas reuniendo com- batientes para entrar en Campaña. En vista de este aviso, Montero pensaba ya en salirle al encuentro , cuando llegó parte á Santiago del arribo al puerto de la Concep- ción de don Ángel de Pereda (2), nombrado nueva- (1) Natural de la ciudad de Santiago. (2) Los escritores de aquel tiempo llaman Pereda á este gobernador, y dicen era de Queveda , principado de Asturias. Era, sin duda alguna, todo 208 HISTORIA DE CHILE. mente por el virey del Perú al gobierno interino de Chile, y renunció , como era natural , á su proyecto. El nuevo gobernador, caballero del hábito de San- tiago y oficial experimentado y acreditado en Flandes, fué , en efecto , reconocido por el cabildo de la Concep- ción el dia 22 de mayo. Llevaba de Lima trescientos y cincuenta soldados y el situado ; pero las lluvias empeza- ron á caer tan abundantes que ni se pensó en guerra , y poniendo á sus tropas en cuarteles de invierno, se fué él mismo á invernar y á darse á reconocer en San- tiago , formalidad que tuvo lugar por parte del cabildo y de la audiencia el dia 30 de junio. Inútil seria el aña- dir que pasó por Maipú, y que se halló allí con la dipu- tación , el caballo y la silla que le esperaban para llevarle á la casa de campo , y desde allí á la capital. Es á saber que el virey del Perú era entonces don Diego de Benavides y la Cueva, conde de Santistevan, el cual se hallaba penetrado de que para alcanzar la paz se necesitaba pasar por buenos sucesos de guerra , y que para conseguir estos , eran necesarios medios. Por esta razón , estaba muy dispuesto á conceder todo cuanto estuviese en su mano para llegar al fin deseado , y no solo dio por de pronto al gobernador Pereda el situado y los trescientos cincuenta hombres con que llegó á la Concepción , sino que envió inmediatamente tras de él otros dos transportes con doscientos mas cada uno, y trescientos mil pesos para gastos de guerra. Por una fa- talidad , uno de estos buques se perdió sobre Itata , y lo que fué mas sensible, se ahogaron ciento cuarenta y siete soldados y toda la tripulación del barco. El gobernador lo contrario, es decir Pereda y Quevedo, que existen aun como nombres de familia y de lugar, en dicho principado. CAPITULO XXV. 209 Pereda dio parte inmediatamente de este triste aconte- cimiento al virey, y este hizo cuanto pudo para reparar aquel desastre, enviando otros doscientos hombres y mas caudales (1). Es muy probable que la reedificación de muchas pla- zas que los Españoles fueron restaurando poco á poco con su invencible perseverancia empezó entonces ; por- que muy difícilmente habia podido verificarse en la larga serie de adversidades y contratiempos de la que hasta ahora no hemos salido, á no ser durante los últimos buenos sucesos del mando de Portel Casanate. De todos modos, se levantaron los fuertes del Pino y de San Pedro, al otro lado del Biobio. Ya hemos visto restau- radas las plazas de Buena Esperanza y Talcamavida, y al fin fueron reconstruidas las de Colcura , Arauco , Tuca- pel, Yumbel, Nacimiento, Santa Juana, Puren, Tolten, Repocura y San Cristóval. Sin duda alguna, el conde de Santistevan habia llegado á su vireinato del Perú im- pregnado del espíritu mas que caballeresco, romanesco de su rey Felipe IV, el cual cuanto masperdia de los vastos dominios de que habia heredado mas grande se creia(2). Los refuerzos que el conde de Santistevan enviaba continuamente á Chile eran tan considerables como costosos, puesto que mandaba ir á buscar hombres á mil leguas, hasta Quito, y cada uno, puesto en Lima, (1) Según la máxima que hemos adoptado como racional , á saber, que es mas fácil ignorar que inventar, anotamos este l)cclio sin salir garantes de que no sea algo exajerado. El total de hombres enviados en esta ocasión por el conde de Santistevan á Chile, según este dato, habría sido de nuevecientos cincuenta hombres, y nos parece excesivo en las circunstancias. (2) A penas perdió el Portugal, tomó el título de Felipe el Grande, ocur- rencia que inspiro á los Franceses, cuyo carácter risueño rie hasta de ellos mismos , el dicho agudo : « Que el rey de España era como un agujero , puesto que cuanto mas le quitaban , mas grande se hacia. » III. Historia. 14 210 lílSTbíliA DE ciíILE. costaba al real ferárió sbbré doscientos cincuenta pesos. El gobernador Pereda tenia un fondo de religión ciertameiilé tiiiif laudable, pero poco común en mili- tares (1), y su primer pensamiento fué el restableci- miento de casas de conversión y de misiones. Era igtial- mcrlte modesto y desconfiado de sí mismo, y mantuvo el cohsejo militar compuesto de doce vocales, fundado por su antecesor. El empleo de maestre de campo jenet-al lo dio á don Ignacio de la Carrera , y el de sarjento mayor, á don Juan de las Riielas. El bizarro í.uis de Lara continuó de comisario jeneral. Sin embargo de los deseog t[ue tenia él actual gobernador de trabajar por la paz , vio muy luego que para alcanzarla tendriá que conquistarla. Los Araucanos hablan nombrado por Sucesor de Sü ya muerto toqui jeneral Mizque, áotro guer- rerd afamado, llamado Golicheuqüe, yestfe qüefiá cuanto áíites hacer sus pruebas. El pretexto de queja que tenian los Araucanos era el establecimiento de las plazas de Lota y de San Pedro. Bien que digamos pretexto , en rigor se podría fcohsiderar como verdadero motivo , en aten- ción á qiie podian invocar los artículos de paz estipulados én tiempo del P. Luis de Valdivia de los cuales los prin- cipales eran : el Biobio por línea divisoria entre Arau- canos y Españoles. Es verdad , que después de la paz de Baydes en Quillin, y sus diferentes ratificaciones, algunas parcialidades hablan pedido la reedificación de las anti- guas plazas españolas; pero era por su propio interés y protección contra los demás naturales que aborrecían el dominio español. Sea como fuere, ofuscados de la reconstrucción de las (1) f ¡giléroa asegura que «stc gobernador pasaba siete horas cada dlá én oración incnial y rezada. CAPÍTULO XXV. 211 citadas plazas , juntaron una división de dos mil hombres, se atrincheraron sobre la cuesta de Villagra y empezaron á insultar el territorio de Lota, mientras les llegaban mas fuerzas. El primer pensamiento del gobernador fué in- terceptarles las comunicaciones é impedir que les llega- sen refuerzos , y para eso , dio dos mil hombres á don Ignacio de la Carrera para que fuese á atacarlos, con advertencia y orden de ocupar el paso del Chibilingo. En efecto , la retirada del enemigo era por este punto , y por allí mismo podían venirles refuerzos. Emprendió Carrera su movimiento á principios de enero 1663 (1). Lo primero que tenia que hacer era enviar una co- lumna al paso de Chibilingo para cortar la retirada al enemigo, é impedir la venida de refuerzos. Si lo hizo ó no, luego lo veremos. Entretanto, llegó al frente de la posición que ocupaban los Araucanos y empezó á subir la cuesta , no por la via trillada , sino por otra mas in- mediata al mar, á los lados de la cual los Indios hablan puesto uvas y frutas para despertar la golosina de los Españoles, y distraerlos. Sin duda, las trincheras ene- migas no estaban muy en alto , ni el declivio debia de ser muy pendiente , puesto que la caballería podia car- gar en el descenso. En efecto , la vanguardia española se vio súbitamente cortada por un trozo de caballos arau- canos que la separaron por el flanco derecho del cuerpo de batalla, sin poder detener su ímpetu ni con una verdadera tempestad de fuegos , ni con una masa heri- zada de picas. Esta hábil maniobra de los Araucanos puso en desorden las filas españolas. La batalla estaba perdida , y se hubiera perdido sin remedio , si el maestre de campo Carrera, con admirable serenidad, no hubiese (1) No hemos hallado mas exactitud que esta en ningún escritor. 212 HISTORIA DE CHILE. mandado al capitán de caballería don Alonso de Cór- dova y Figueroa (1) , el cual se hallaba de reten, que cargase á escape por el flanco con su compañía. El capi- tán Figueroa obedeció con prontitud y con tan impetuoso arranque, que á su vez puso en desorden á los Arauca- nos, los cuales se retiraron con tanta precipitación que atropellaron un destacamento de su infantería que llegaba para sostenerlos. Así rehechos y animados, los Españoles quisieron aprovecharse de la ventaja que tenian y penetraron con el mismo arranque en el recinto del campo enemigo. El primero que pasó el foso fué un inmortal soldado cuyo nombre, como suyo ó de algún otro héroe, es célebre en la historia, y pocos hay que no conozcan el nombre de Farfan. Los enemigos , puestos en fuga , se arrojaron por la falda del monte que cae sobre Arauco para sal- varse por el paso del Chibilingo. Si la columna que Car- rera habia mandado establecerse sobre dicho paso se hubiera hallado allí, ni un solo Araucano se habría sal- vado; pero el paso estaba libre, y cuando llegó el capi- tán Juan Muñoz con tropa de Yumbel para cubrirlo , ya era tarde. Este capitán fué agriamente reconvenido por su tardanza, y se disculpó con que no habia recibido ór- denes, excusa mal dijerida por los escritores, puesto que si no hubiese recibido órdenes, no habría llegado allí ni tarde ni temprano. Su excusa habrá sin duda sido que las recibió demasiado tarde (2). (1) Este capitán fué mi padre, dice Figueroa, y á él le fueron debidas la victoria de aquel dia y sus felices consecuencias, como consta del testimonio auténtico, que obra en mis manos, ante el correjidor Soto-Mayor de la Con- cepción , firmado por testigos de visla. (2) Hemos visto una sumaria información en defensa de este capitán,— ase- gura Figueroa ,— de la cual resulta que Muñoz no habia recibido órdenes, y CArÍTULO XXV. 213 La pérdida de los enemigos fué de quinientos hombres, entre los cuales se halló el cuerpo de su toqui Coli- cheuque. La de los Españoles, casi ninguna. Como casi siempre sucedia en estas acciones, hubo algunos episo- dios entre los cuales citan el de un Español á quien un Araucano habia arrancado por el pelo de la silla de su caballo y se lo llevaba, ün tirador que lo vio le hizo tan buena puntería, que derribó al enemigo muerto de su caballo , y salvó al pobre cautivo. Después de esta victoria, don Ignacio de la Carrera penetro á fuego y á sangre por todas las parcialidades de Arauco hasta obligar á los naturales á pedir la paz, la cual les fué concedida , como se verá en el siguiente capítulo. que por ser hora de pleamar, el Chibilongo solo se podia pasar á nado. Que Figueroa añada á la palabra órdenes, la palabra á tiempo, y la excusa se com- prende. La de la subida de la marea es poco diestra. CAPITULO XXVÍ. Paz. — Aclividad, buen gobierno y rclijiosidad del gobernador Pereda. — Asistencia que dio á las casas de labranza. — Repoblación de San Bartolomé de Gamboa. — Otro gobernador llega por Buenos Aires. — Se hace reconocer y empieza á ejercer en San Luis de Cuyo. — Pasa á Mendoza, y desde alli envia orden al maestre de campo Carrera de apoderarse del mando, qui- tándoselo á Pereda. — Marcha este á Santiago en donde se ve perseguido por un preboste que tiene orden de prenderle. — Quiere Pereda evitar este ultraje, y se rompe una pierna al saltar la cerca del convento de San Fran- cisco. — Puede marchar á Valparaíso y de alli á Lima. — Le procesan , se justifica, le rehabilitan y va de gobernador á Tucuman, en donde fallece. — El gobernador Menesés va por Mendoza directamente á Santiago. — Su brillante reconocimento- — Da gracias por él al cabildo.— Carácter y prendas de este gobernador. — Perspectiva. (1663—1604.) Jamas habían visto los Chilenos gobernador que fuese, con el celo y valor que tenia Pereda, tan bon- dadoso y religioso como él. En este último punto , era un verdadero cura rezando siete horas al dia,y con todo eso ningún ramo quedaba desatendido en su administra- ción. Lejos de eso , luego que accediendo á las súplicas de los Indios (los cuales todos, de los Andes al mar, le pidieron la paz ) , los satisfizo y los dejó sosegados , volvió sus ojos á lo interior español y se puso á vivifi- carlo. Los caseríos se hallaban , por decirlo así , despo- blados, las tierras de labrantío, en un lastimoso aban- dono ; y para poblar los unos y hacer fructificar los otros, llamó por bando labradores, les dio tierras, ganados é instrumentos aratorios, y en breve tiempo, campos poco habia desiertos anunciaron la existencia en ellos CAPÍTULO XXVI. SÍ5 de trabajadores laboriosos, pronietjpiidq la recQ|npcnsa de su trabajo en abundantes cosechas. Todos estíjs ade- lantos , hechos á costa del erario , debiap serle reinte- grados en abasto de carnes y granos para el ejército. Tras esta reparación de males causados por los desas- tres de la guerra , otra nq menos^ interesante bajo otro aspecto , llamó su atención , y esta fué la de purgar el suelo del obispado de la Concepción (que por fin res- piraba libre de tantos males como le hablan aflijido) de jente ociosa y vagabunda , obligando á tocjos los que no tenian oficio á tener uno, bajo severas penas. ]Ep i|pa palabra , cada ci|al tenia qiie decir , llegado el caso , con qifé vivia ó subsistía. En todas sps acciones este gober- nador daba muestras incontestables de la rectitud de su juicio ; de la bondad de su corazop , y fiel vigor de su justicia. Tranquilo por la parle exterior de la frontera, y satis- fecho del aspecto que tomaba insensiblemente lo interior del reino, Pereda pensó pn reupir los infelices dispersos de la ciudad dp San Bg-rtojoptié de ¡Gambqa y en resti- tuirles aqpella tierra de promisión levantando la ciudad arruinada, satisfacción que ha debido tener, aunque, á la verdad, no la haya disfrutacjo mientras tuvo el mando su- perior de Chile, por cosas y causa? incrpibl^s y cj^e luego veremos. Con estq pens^mientq ( pQrqij^ P^^^^í" Y ?j^' cutar para Pereda eran dos movimientos en uno, noobs- tante sus siete lioras canónicas de rezo), cop este pen- samiento , decíamos , envió á don Ángel de Saldias y á don Alonso García de la Peña acompañados por don Basilio de Roxas con doscientos hombres para protejer los trabajadores en caso necesario, y hepho el acopio necesario de maderas y otros materiales, se puso mano 216 HISTORIA DE CHILE. á la obra; pero, como acabamos de decir, no tuvo el gusto de verla concluida siendo gobernador (1). Ademas de esto, trasladó la plaza de Conuco á Yumbel; fortificó los pasos del rio de la Laja por Tarpellanca y el Salto , y mandó levantar la plaza de San Cristóval. ¿ Qué podia haber hecho Pereda con su pureza de costumbres, con su largueza, y con su celo infa- tigable? No lo sabemos; pero de repente, llega otro gobernador, Don Francisco de Menesés, por Buenos Aires; continúa este su viaje á Chile, y en San Luis de Loyola se da á reconocer, toma posesión del mando y desde Mendoza , escribe para que el gobernador Pereda entregue inmediatamente el suyo al maestre de campo Carrera , y la presidencia del real tribunal de Santiago , al oidor decano Solarzano. Uno y otro se hizo sin la me- nor resistencia de su parte, y no teniendo ya que hacer en la Concepción , se fué á Santiago. Mientras tanto, su sucesor llegaba á pasos largos reprobando y despreciando cuanto veia , y una vez en la Concepción , despachó á un preboste para que se asegurase de la persona de Pereda. Marchó el preboste ; pero el gobernador desposeído , que era querido de todos en Chile, recibió aviso, aunque bastante tarde, del hecho, y fué á refujiarse en el convento de San Francisco, cuyas puertas se hallaban ya cerradas por ser de noche. Viéndose sin asilo , Pereda apeló al ánimo , mas por salvar el decoro del empleo ultrajado que por él mismo, y queriendo saltar por el muro ó (1) Por mas que Carvallo asegure que la repoblación proyectada se realizó por setiembre 1663. Por lo demás, adoptamos sin reparo que la ciudad haya sido dedicada al ángel de la guarda sin desposeer á san Bartolomé de su pa- tronaje especial, aunque sea bastante singular esta composición con los santos. CAPÍTULO XXVI. 217 cerca del convento , se rompió una pierna. Este acci- dente aumentó el escándalo y el sentimiento. El cabildo y la ciudad de Santiago manifestaron abiertamente el verdadero pesar que les daba un acontecimiento tan ex- traordinario é inexplicable. Justamente en aquel ins- tante se hallaban los cabildantes abrumados de queha- ceres y cuidados : fiestas por el nacimiento de don Carlos de Austria príncipe de Asturias ; inquietud por una nueva peste que aflijia al vecindario , y hasta impertinencias de las monjas clarisas de la Cañada, que muraban una calle para aumentar la extensión de su convento ; y , en- fin , el reconocimiento del nuevo gobernador con el acostumbrado aparato. Pues con todo eso , aun halló me- dios y modo el ilustre y jeneroso cabildo de Santiago para tomar una parte sensible en la desgracia del digno gobernador Pereda. La real Audiencia , por su lado , le honró con la expresión viva de los mismos sentimien- tos, y uniéndose cordialmente al cabildo, comisionó á un oidor para que fuese con el alcalde enviado por los capitulares para acompañarle en su marcha, pasando por Chillan para ver en qué estado se hallaba la reedifi- cación de su querida ciudad San Bartolomé de Gam- boa (i). Llegó por diciembre á la Concepción y se em- barcó para Valparaíso, desde donde fué áLima. Procesado allí, salió puro de toda mancha, y el rey le mandó dar el gobierno de Tucuman , que conservó hasta su muerte (2). (1) Por lo que dice Carvallo que al irse, dio Pereda fianza de 32,627 pesos y 5 reales , debidos á la caja del veedor jeneral , se colije, cnQn , el motivo de su persecución , motivo que anuló , como ya se ha dicho. (2) El proceso de Don Augel de Pereda, ex gobernador de Chile, el cual no se ha de confundir con el correjidor del mismo nombre de Paucarcolla, de quien dicen Jorge Juan y ülloa en su viaje al mar del Sur, que murió en 1665 en el motin de los Vizcaínos y montañeses de su provincia; el proceso del ex- gobernador, decimos, duró mucho tiempo, y fué sentenciado por la real Au- 218 HISTORIA DE CHILE. La tropelía de Menesés le hizo odioso (\e antemano en el reino de Chile, tan odioso como §u antecesor, víct tima de su ipconsideracion y altanería , era amado de todos por sus virtudes y su carácter anjelical , que en nada perjudicaban ni á su tino militar , ni al aciefto de sus medidas de gobierno. Pero es preciso ponfesavlo ; como luego veremos , Menesés era uno de los jenerales mas beneméritos , y fué ui^o cío Ips gobernadores m^vs felices en sys providencias ya militares ya administrati- vas. Su carácter atropellado será un feo lunci,r en jas pa- jinas de su historia; porque fuera de este defecto, grande sin duda en hombres destinados á llenar empleos que pi- den imperiosamente dignidad ; fuera de este defecto , decíamos , Menesés ha recibido prodigalidad de dones de la naturaleza , y pra lástima que esta le hubiese re- husado uno tan esencial como lo es el don de jeitos. Este gobernador (1) contaba treinta años de servicio en Flandes , Milán , Ñapóles , y , en la misma península española , en Cataluña ; y tenia el graclo de jenerfil {\p la artillería , circunstancia que anadia muchq prestijio á su representación. Ya hemos dicho que se habia dado á reconocer en la provincia de Cuyo , en San Luis de Loyola , y que de allí habia pasado á Mendoza (2) , desde donde nombró de gobernador de l(i§ armas del reino de Chile á don Ignacio de la Carrera. Los diputados del cabildo de Santiago saUerq^i el l^á^. pmv^ 4^^^Pi\{^^ V;¥'^ diencia de Santiago de Chile , á donde volvió Pereda en mayo 1668, según lo asienta el ayuntamiento de la capital, en acuerdo de 5 de mayo. En marzo 1670, tomó el gobierno de Tucumaii en donde murió , y todos los escritores asientan que ervluimado siete años después, su cuerpo estaba no solo intacto , sino tam- bién sin la menor rijidez cadavérica. (1) De origen Portugués. (2) En los primeros dias de diciembre 1663. CAPÍTULO XXVI. 219 ir á cumplimentarle á Mendoza mismo , desde donde le acompañaron hasta la casa de Campo ; y los capitulares todos le fueron á buscar alli , el 20. El reconocimiento de este gobernador fué tan espléndido , que dos dias después se presentó en el consistorio para dar gracias al cabildo del esmero y ostentación con que le hablan honrado en su recibimiento. No pudiendo ser aun apreciado por su mérito, y, lejos de eso, habiendo dado el primer paso en falso, no se comprende este exceso de honra, á no ser que fuese porque llevaba de España un refuerzo de trescientos buenos soldados , y una real cédula en la cual el rey igualaba los méritos y servicios del ejército de Chile á los del de Flandes , y la consideración y prero- gativas de los individuos de aquel , á las que se concedían á los de este. A la verdad , con esta real cédul aiba otra poniendo en libertad á los Indios cautivos , y prohibiendo que se cautivasen otros en lo sucesivo , de ninguna de las tres especies de cautiverio , á saber : prisioneros en acciones de guerra ; niños cautivados en correrías y que permanecían en cautiverio hasta la edad de veinte años ; y, enfin, los verdaderos esclayos vendidos por sus padres ó parientes. Notemos al terminar este capítulo con la perspectiva del estado del reino , que Pereda lo habia dejado en paz ; que habia elevado algunos fuertes en puntos que pedian vijilancia, y que la ciudad de San Bartolomé de Gamboa en Chillan estaba ya casi á punto de recibir á sus anti- guos moradores. CAPITULO XXVil. Los Indios se alarman con la noticia del carácter de Menesés. — Nombran por sucesor de Caliclieuque al guerrero Udalebi, y este nombra por su vicetoquí á Calbuñancú.— Reúnen tropas y toman posición sobre la cuesta de Yilla- gra. — Va á desalojarlos Carrera y los bate. — Con esta noticia, el gober- nador prolonga su mansión en Santiago.— Oportunas medidas de su admi- nistración.— Regresa á la Concepción. — Marcha hostilmente por medio de las tierras enemigas. — Levanta la plaza de Puren y el fuerte de Virgucnco, — Pone de comandante, en la primera, á Luis de Lara con trescientos homl)res, y en la segunda, al capitán Paredes con sesenta. — Los jefes Araucanos molestan inútilmente ¡a de Puren. — Retn-anse y se atrincheran en el lago de Bntaleubú, — Va á desalojarlos Lara y es batido y herido. — Apenas curado, vuelve á salir y vuelve á ser batido. — Se hace con aliados. — Va con ellos á orillas del Canten y conquista ganados. — Quieren los In- dios cortarle la retirada y los bate. — Udalebi da una sorpresa á la plaza de Puren y es rechazado. — Él mismo sorprendido , batido y muerto sobre el rio de los Sauces. — Igual suerte de su vicetoqui sobre el Quepe. — Regresa Lara triunfante á su plaza. — Sorpresa del fuerte de Virguenco por Ague- lipi. — Su castigo. ( 1664—1665.) Los Araucanos, al oir como el gobernador Pereda, que ellos mismos conocían por un ánjel de paz y de bon- dad, había sido expulsado del gobierno por su sucesor, pensaron que este no podía menos de ser el jenio per- sonificado de la guerra y de la discordia, y se prepara- ron para lo que podía suceder. El puesto de toqui je- neral estando vacante por la muerte de Colicheuque, los Butalmapus le dieron por sucesor otro guerrero tan conocido por su arrojo como por su sagacidad estratíjica , llamado Udalebi, y este nombró por vicetoqui á otro cuyo nombre era Calbuñancú. Estos dos jefes quisieron mostrarse dignos de la confianza que tenían en ellos sus compatricios, y reuniendo un cuerpo de ejército, cuya CAPÍTULO XXVII. 221 fuerza numérica no hallamos mencionada , tomaron po- sición en la misma cuesta de Villagra , de donde poco habia , los habían desalojado los Españoles causándoles bastante pérdida. Noticioso el gobernador de armas Carrera de esta no- vedad , marchó á la cabeza de suficientes fuerzas con rapidez y oportunidad ; atacó la posición , que fué de- fendida con tanto denuedo y tesón como atacada ; hubo una reñida batalla, largo rato indecisa, y al fin , las ar- mas españolas triunfaron arrojando á los Araucanos del alto de Villagra con muerte de muchos. En cuanto á los Españoles , solo perdieron siete hombres. Cuando la noticia de esta acción de guerra llegó á San- tiago, el gobernador, que no tenia antecedente alguno de semejante suceso , estaba para marcharse á la Con- cepción , y el Cabildo , en cuerpo , habia ido á su palacio á rogarle difiriese su partida, en atención á que habia asuntos bastante graves que reclamaban su presencia en la Capital. No viendo motivo urjente para no condes- cender á los deseos del ayuntamiento , Meneses continuó su mansión en Santiago durante algunos meses y en este tiempo dio pruebas de previsión y de celo con sus pro- videncias administrativas. En primer lugar , mandó ven- der los empleos de rejidor que hablan sido comprados por la ciudad, aumentando sus rentas con su valor. Es- ^ tabléelo carnicerías. Prohibió la exportación del sebo tan necesario en el pais. Prohibió igualmente la del oro y de la plata sellados. Despachó diez y seis mil fanegas de trigo á la Concepción para el ejército , y mandó hacer provisión de catorce mil mas para el año siguiente. Nom- bró un visitador jeneral para que vijilase la exactitud de los encomenderos en cumplir con lo mandado en favor áz2 HISTORIA DE CHILE. de los Indios de sus respectivá's encomiendas (1) , á saber, ¿jue no los agobiasen á fuerza de trabajo , y que no les fallasen en ninguna de las asistencias á que tenían de- recho. El 20 de diciembre , salió el gobernador para la Con- bepcion , y el 30 , ya estaba acuartelado en la plaza de Yumbel. El primer pensamiento que le vino allí , en vista de que los Araucanos no manifestaban intenciones pací- ficas, fué el de levantar la plaza antigua de Purcn , aban- donada desde 162/i., y para ejecutarlo, entró por las tieirras enemigas con mil y seiscientos hombres, Espa- ñoles y auxiliares , á fuego y á sangre. Cuando creyó haber hecho suficientes estragos para no dejar duda á los naturales de que si querían paz los Españoles no era por- que temiesen la guerra, se concentró en Puren, en el inismo punto en donde existia la antigua plaza , y dando inmediatamente orden para empezar las obras, se puso él mismo con sus propias manos á animar á los trabaja- dores , cooperando al trazado del recinto. Tanto empeño formó y tanto hizo , que en pocos dias se vio con sorpresa la plaza de Puren en pié, como si nunca hubiese dejado de existir. El intrépido Lara , de Santiago , fué nombrado gobernador de ella , con mucho escozor de algunos ofi- ciales, que conociendo su loca valentía, veian en su nom- bramiento una fuente perenne de riesgos y peligros, y algunos lo manifestaron así á Meneses ; pero el goberna- dor, para quien el noble defecto de Lara era la mejor re- comendación , persistió , tomando la precaución de sujetar sus determinaciones á un consejo de oficiales experimen- tados (2). Entendemos por consejo, aquí, un conseje (1) Real cédula de 27 de junio 1662. (2) El número de doce personas ^ como dice Figueroa , ni de doce oflciales, CAPITüLb xxVii. ^23 puramenle Consultativo , porque si era razonable mode- rar con reflexiones bien apoyadas el ardor impetuoso del jefe, habria sido absurdo el que no pudiese obrar sin la aprobación de sus subordinados. No satisfecho enter-anfente con la reconstrucción de iá plaza de Puren , Menesés mandó levantar otra en Vir- güenco, en la falda de la Cordillera , y la llamó San Car- los, en honra del príncipe de Asturias. Esta recibió una guarnición de sesenta hombres , mandados por un ca- pitán que era Pedro Paredes. Si el pensamiento de levantar la de Puren fué bueno , el de construir esta última fué funesto como luego veremos. Después de al- gunas correrías ■ el gobernador volvió á la Concepción. Luís de Lara quedó el héroe del teatro de la guerra y se portó como tal. Sü infatigable actividad y su imper- térrito corazón hacian surjir acciones debajo de tierra, biisn que algunas no le fuesen favorables. Los jefes araucanos Udalebi y Calbuñancú conocían pel'féctamente el carácter arrojado del comandante de ia plaza que tanto les ofuscaba , levantada á sus barbas en su propio territorio ; porque uno y otro eran justa- mente de Pureh ; é hicieron cuanto pudieron para irri- tarle, á fin de obligarle á hacer una imprudente salida, puesto que teriian fuerzas décuplas, y planes bien con- certados para exterminarle á él y á todas sus Españoles. Luis de Lara pateaba y se consumía viéndose, por de- conio dicen Perez-Garcia y oíros, no es admisible. En la plaza de Fufen quedó luía guarnición de trescientos hombres , y los doce vocales del consejo no podían ser otros mas que los seis capitanes de las tves compañías ( suponiendo dos, primero y segundo, en cada una ); y sus seis tenientes, en la misma suposición. Por consiguiente , los sub;iitcrnos liabrian sido ios jefes de su jefe, que no hubiera podido hacer nada sin su aprobación. Ademas, semejante consejo hubiera sido defectuoso y vicioso en el hecho mismo de ser tan nimi'roso. 224 HISTORIA DE CHILE. cirio así, con las manos atadas, no por la voluntad del consejo que tenia que oir sino por sus justas reflexiones, al cabo de las cuales se hallaba siempre la inevitable y perentoria de hacerle responsable de los desastres infa- libles que acarrearía su temeridad. En efecto , los Arau- canos no pretendieron nunca, en los infinitos ataques que le dieron, tomar la plaza, sabiendo muy bien cuanto les costaría , sino el sacar su guarnición á campo raso ; y por eso, no atacaron nunca con grandes fuerzas, de- jando creer á los sitiados que no tenian allí mas. En un asalto final , padecieron ó simularon haber experimen- tado tan grande descalabro, que desacamparon súbita- mente. Lara quiso salir á perseguirlos sin descanso ; pero sus consejeros le representaron que su retirada podia ser una treta, y el ardoroso Santiagués se cruzó los brazos con despecho. Por su parte, el consejo, en jeneral, y cada miembro en particular, no podian disimularse que tenian una mi- sión muy desairada si la habian de llenar perpetuamente con medidas de prudencia, teniendo á cada instante á raya el ímpetu j eneróse de su comandante. Ya empeza- ban á experimentar cierta cortedad en su presencia, como si interiormente sintiesen que su autoridad se hacia ridicula, cuando recibió Lara aviso de que los Arauca- nos se habian establecido y atrincherado sobre el lago de Butaleubú, adonde les debían llegar refuerzos para volver á la ofensiva con mas éxito. Sin entrar en con- sejo con nadie , Lara mandó tocar botasilla , formar y salir de la plaza doscientos cincuenta hombres; se puso á la cabeza, y marchó intrépido al enemigo. Noobstante, al aspecto de sus trincheras, conoció que se habia apre- surado demasiado , y que no tenia bastante jente para CAPÍTULO XXVII. 225 tanta empresa ; pero ya era tarde. Dispuso su columna de ataque ; despachó por delante á los tiradores , y se arrojó , él á la cabeza , sobre el campo araucano ; y esto era justamente lo que los enemigos buscaban después de tanto tiempo. Fortuna fué para los Españoles que , á su vez , los Araucanos se apresuraron también demasiado saliendo con furia de sus trincheras y no dejándoles duda de que iban á ser exterminados si no concentraban poderosa- mente su resistencia. Así lo hicieron , y empezaron á retrogradar paso á paso con los tiradores y dos pedreros á la cabeza , unos y otros sin tirar hasta que los enemigos estuviesen bastante cerca para no perder un solo tiro. En el primer arranque los Araucanos hablan llegado hasta las bocas de las armas de fuego, y los mas avan- zados hablan caido muertos entibiando , sin duda alguna, el ardor de los que les seguían , no en un orden muy cer- rado y rigoroso. Los Españoles habiendo vuelto á cargar sus armas , — los que habían tirado , — prosiguieron su retirada recibiendo un diluvio de proyectiles, de uno de los cuales fué herido el valiente Lara. Este accidente , por de pronto, desalentó un poco á sus tropas; pero la reflexión de que era preciso salvarlo á toda costa les dio un verdadero coraje. Viendo que el enemigo no se acer- caba bastante para abrasarlo , los tiradores y los pedre- ros en un orden maravilloso arrancaron á su frente, é hicieron una descarga tan bien aprovechada que le obligaron á un alto durante el cual se replegaron y se pusieron en la misma actitud. Por fin, al cabo de una larga retirada, en la cual perecieron muchos Españoles, llegaron á verse bajo la protección de la plaza los demás y volvieron á ella salvos con su bizarro coman- U!. Historia- 15 226 HISTORIA DE CHILE. dante, que idolatraban, bastante gravemente herido. No hay mal que por bien no venga, y aunque los mas de los refranes sean cosa tan necia como desmalazada , este se halla aquí muy en su lugar con respecto áLara; no porque su herida le hubiese hecho mas cauto, sino porque acababa de convencerse de que su intrépido corazón necesitaba un guia menos presuroso que su volcánica cabeza. Soportó , pues, su mal con muchísima paciencia, y gracias á su sana encarnadura, no tardó demasiada- mente en verse en estado de volver á buscar su desquite ; pero aun no le salió la cuenta, y dos ó tres veces fué to- davía batido con pérdida, siendo todo lo que la historia puede decir sobre este particular, por no haber creido conveniente los croniqueros contemporáneos el cansarla paciencia de los lectores con detalles poco interesantes, sin duda. Es verdad que las felices consecuencias del valor y de la perseverancia del héroe santiagués los llamaban á prisa. Pero no anticipemos. Noobstante sus derrotas repetidas , Lara consiguió el hacerse con nada menos que seis mil aliados de los na- turales, y con ellosyj^arte de los suyos emprendió una marcha tan rápida y tan oportuna sobre el Canten, que hizo una captura considerable de ganados. Los natu- rales, sorprendidos, no supieron ó no pudieron resistirle; pero volviendo en sí, se reunieron con la prontitud que les era habitual y le quisieron cortar la retirada. Con esto ya habia contado Lara, y así marchaba, por decirlo así, sobre aviso, con las mas minuciosas precauciones mili- tares; de suerte que uno de sus descubridores disemina- dos alcanzó á ver, probablemente sin ser visto, una fuerte emboscada , de la cual se apresuró á dar aviso á sus jefes. En vista de esto, el comandante español destacó una CAPÍTULO XXVII. 227 columna lijera para que por un rodeo les fuese á caer sobre la espalda, mientras él marchaba de frente con el mayor aparente descuido. Llega á la altura de la ase- chanza y continúa , llevando todos sus tiradores el arma preparada , de modo que haciendo medio jiro á la dere- cha , no tenian mas que tirar para matar. Salen los Indios de repente con un espantoso aullido y se arrojan á los Españoles , los cuales los reciben serenamente y los sa- crifican á boca de jarro , mientras que la columnita des- tacada los carga por detras aturdiéndolos en tal manera que no pensaron ya mas que en huir dejando muchos prisioneros , y cien hombres muertos. Regresó pues triunfante Lara á su plaza de Puren , y empezaba á penas á disfrutar con algún sosiego , aunque sin descuido, la satisfacción de una lejítima venganza satisfecha , cuando inesperadamente , la misma noche de su regreso , ve la plaza tan amenazada por escalada que un gran número de enemigos se hablan introducido en ella para abrir la puerta á los demás. El caso fué que Udalebi , digno rival del héroe chileno en coraje y ardor, picado de no haber podido atajar á este en su expedi- ción sobre el Gauten , juzgó que debia tener necesidad de descanso á su vuelta , y que ciertamente no contaría con un ataque tan pronto. En efecto , sin haber sido precisa- mente sorprendidos, los Españoles no esperaban por se- mejante asalto , el cual fué tan súbito , tan impetuoso y bien combinado , que no hubo tiempo en la plaza para tomar las armas un minuto de antemano. Sin embargo la crisis no fué larga , bien que los pri- meros enemigos que entraron hubiesen hecho ya la puerta pedazos para abrir á los suyos. Ya estos habian empezado á entrar y habian cojido á cuatro ó seis Espa- 228 HISTORIA DE CHILE. ñoles que desaparecieron entre los enemigos como si la tierra los hubiese tragado. Pero , en su furor , los Arau- canos no atendian á guardar un orden regular de cora- bate , y la estrechez de la puerta les hubiera obligado , en todo caso , á romperlo momentáneamente. En este instante crítico Lara fué el que tuvo mas frescura entre todas las cabezas frías de la plaza. Mientras que los ene- migos se agolpaban , habiendo ya muchos dentro , una descarga horrenda á metralla los arrojó á fuera con mas prisa de la que habian tenido para introducirse , y muy luego no quedó ni uno de ellos en lo interior , á no ser los que habian muerto. No pudiendo pensar razonablemente en seguirlos , el valeroso comandante puso en pos de ellos á tres ó cuatro de los Indios fieles , de los cuales habia muchos ; todos los que tenian sus familias con los Españoles , y en jene- ral, los que eran mas inmediatos á la frontera eran de fiar. Sin esto , la mayor parte de los acontecimientos serian mas que inexplicables , casi milagrosos. Como lobos ó zorras , estos naturales seguian sin perder de vista á los Araucanos batidos, deteniéndose cuando ellos se detenían , y desapareciendo , al menor ruido que per- cibían , en las matas, zarzas y desigualdades del terreno. A la mañana siguiente , volvió uno de ellos y aseguró á Lara que Udalebí con los suyos se dírijia al rio de los Sauces , y que una de las escuchas que habian salido de la plaza habia proseguido observándolos, mientras él volvía á dar parte de la dirección que habian tomado. Sin perder un solo instante , Lara manda formar una columna , se pone á su frente y marcha en la misma dirección con su Indio, enviando á otros, apare- jados con Españoles , por delante y por los flancos , y CAPÍTULO XXVII. 229 llevando todos sus soldados raciones para ellos y pienso para los caballos. Anduvieron todo aquel dia y la mayor parte de la noche sin mas descanso que el necesario para tomar sustento, y al amanecer del siguiente dia, caye- ron de improviso sobre el campo de Udalebi , que con quinientos de los suyos descansaba de la pasada refriega, distante de pensar que otra mas ardua se le preparase tan de cerca. La prudencia y la frescura de Lara en esta sorpresa se igualaron á su arrojo. Los Araucanos cruel- mente despertados huyeron en dispersión como si un poder sobrenatural los persiguiese ; pero no todos pu- dieron salvarse ; mas de ciento quedaron alli muertos , y entre ellos su jefe Udalebi; y, por mayor dicha, los seis españoles arrebatados de la plaza de Puren el ante- víspera, fueron rescatados. Pero el vicetoqui Calbuñancii no se hallaba allí, y por algunos prisioneros, Lara supo que este estaba acantonado sobre el Quepe. La ocasión era propicia si sabia aprovecharla antes que Calbuñancú recibiese aviso de la derrota y muerte de su jeneral. La tropa y los ca- ballos estaban rendidos, á la verdad; pero en la tar- danza habia peligro , y Lara , sintiéndese inspirado , se dirigió sobre el Quepe , luego que sus soldados hubieron tomado algún descanso. Esta resolución no era mas ar- riesgada que la precedente de ir de la plaza de Puren á la orilla del rio de los Sauces, y el feliz éxito que habia tenido la primera pedia un corolario, á saber la derrota del vicetoqui. Así sucedió. La intrepidez de Lara hacia vanos los peligros. Llenos de confianza en él, sus solda- dos le siguieron seguros de alcanzar otra victoria , y di- ciendo que si el ejército poseyese dosLaras, la guerra se habría acabado ya mucho tiempo habia. 230 HISTORIA DE CHILE. Dicho y hecho, al anochecer del día siguiente, llega uno de sus auxiliares escuchas á decirle que se avis- taban fuegos. Lara manda hacer alto y va él mismo á observar. Vuelve, rodea su campo de escuchas, y da descanso á su tropa , sin pensar que él mismo lo necesi- taba tanto como el que mas. Al cabo de cuatro ó cinco horas, sus soldados descansados y animosos, se formaron, se pusieron en marcha sin tambor ni trompeta y midieron tan bien la distancia, que al punto de rayar el alba, se echaron sobre los Araucanos é hicieron en ellos una carnicería espantosa. El mismo Galbuñancii quedó muerto. No quedándoles nada mas que hacer allí , los Españoles regresaron á su plaza de Puren con noventa prisioneros. Se observa ya en estos detalles cierto desmayo en la resistencia de los naturales. Ya no se ven aquellas juntas numerosas, ni aquellos arranques furiosos y pertinaces que no dejaban ni un solo instante de tregua á las armas españolas. Sin embargo , mientras el gallardo Lara salía victorioso de sus repetidas empresas , hubo que deplorar por otro lado un suceso muy funesto. El capitán Paredes, que, como hemos dicho, mandaba con sesenta hombres el fuerte de Virguenco, levantado á la falda de la cor- dillera, tenia mucha confianza en el cacique Aguélipi de Quilacó , el cual se manifestaba muy ufano de la honra que le hacia el oficial español , y cultivaba su amistad con buenos oficios continuos que no le permitían á Paredes dudar del apego y de la lealtad de dicho cacique. Este, pues , ofuscado , como la mayor parte de los suyos , de la erección del fuerte de Virguenco, y persuadido de que la astucia es tan lejítima como la fuerza, se fué un dia á pedir al capitán Paredes doce soldados para operar una CAPÍTULO XXVII. 231 sorpresa sobre los Pehuenches , sus vecinos , que le mo- lestaban demasiado. Creyendo que seria cosa de muy poca importancia , Paredes se los dio y Aguélipi se los llevó ; pero tan pronto como se vio con ellos bastante lejos del fuerte , les mandó dar muerte con mucho sijilo, y dos dias después volvió con supuestos prisioneros Pe- huenches , puesto que los hombres y mujeres que pre- sentó á Paredes eran habitantes de su localidad. Al verle llegar tan triunfante, el incauto comandante español salió á recibirle , le tendió la mano , se empezó á entre- tener con él , y mientras tanto , el pérfido Aguélipi hizo una señal , salió á ella una masa de guerreros , y estos se apoderaron del comandante y de su fuerte. Don Alonso de Córdova y Figueroa corrió , tan pronto como supo este acontecimiento , á salvar, si posible era , á los Españoles ; pero ya llegó tarde , y no halló mas que cadáveres. No pudiendo resucitarlos , se creyó oportuno vengarlos , y el maestre de campo Erizar marchó con todos los rigores de la guerra por medio de las comarcas vecinas á la cordillera, y se manejó con tanto éxito que cojió prisionero al traidor Aguélipi. Con esta buena presa, volvió á la plaza de Buena Esperanza , á donde llegó muy luego orden del gobernador Menesés, para dar no sabemos qué muerte ó martirio al culpable , pues solo vemos que su castigo fué espantoso. CAPITULO XXVIII. El tremendo castigo de Aguélipi amedrenta á los Araucanos. — Piden la paz. — Concédela Menesés. — Rehenes. — Pasa triunfalmente con ellos á la capital. — El maestre de campo la Carrera levanta la plaza de la Encarnación en Repocura. — Muerte de Felipe IV. — Advenimiento de Carlos II. — Funerales. — Funciones y regocijos. — Amores de Menesés. — Contrae matrimonio sin real licencia. — Sus tropelías. — Enemistades. — El veedor jeneral intenta matarlo, y yerra el tiro. — Asechanzas del gobernador contra la vida del maestre de campo la Carrera. — Su salvación. (1665—1668.) Sin poder decir qué jénero de muerte dieron los Es- pañoles á Aguélipi , puesto que no hallamos detalle al- guno sobre este ejemplar, vemos que los Araucanos sobre- cojidos , empezaron á clamar de todas partes por la paz ; pero el gobernador Menesés se mostraba tan irritado que mandaba encarcelar y maltrataba cruelmente á cuantos mensajeros indios llegaban á pedírsela. Por esto se ve evidentemente cuanto se hablan amortiguado en ellos aquel ardor guerrero , y aquella sed de represalias y venganzas de cuyos terribles actos abunda tan tristemente esta historia. En la coyuntura presente, ni se atreven á quejarse del excesivo rigor del gobernador español. Lejos de eso, á cada nueva que les llega de su terrible enojo se quedan mas y mas aterrados , en términos que ya ningún cacique se atrevía á insistir en pedirle ni paz ni perdón. Al fin , un guerrero, por nombre Ayllacuriche , se atrevió á enviarle mensajeros con las mas rendidas súplicas para que perdonase yerros pasados , y escuchase el propósito firme que tenian de hacérselos olvidar por CAPÍTULO XXVIll. 233 su conducta futura. Cuando estos enviados se presen- taron , sin querer oirles, Menesés los mandó poner en un calabozo , y, no satisfeclio con esto , mandó llamar á su presencia á Lincopichun , cacique aliado, al cual impuso la obligación de traerle , vivo ó muerto , al guerrero Ayllacuriche, so pena de caer él mismo bajo su resen- timiento si no se lo entregaba en el término de veinte dias. Salió el infeliz Lincopichun trémulo y muy desconfiado de poder cumplir el duro mandato del gobernador. En efecto , luego que habia visto la mala acojida hecha á sus enviados , Ayllacuriche juzgó con mucho acierto que lo que queria Menesés era tenerle en su poder, y procuró ponerse en salvo y al abrigo de asechanzas. Los tiempos estaban muy cambiados , y ya se hablan pasado aquellos en que, en semejante caso, hubiesen los Araucanos reunido un ejército é ido á buscar á los Españoles , en lugar de esconderse de ellos. Lincopichun buscó al pros- cripto lo mejor que pudo , sin comunicar con nadie la ardua y difícil misión que tenia; pero por mas que hizo , no pudo hallarle , ni averiguar en donde se ocultaba. Los veinte dias , término y plazo concedido por el ira- cundo Menesés , se pasaron , y no viendo parecer á Lin- copichun, mandó al capitán Fontalba fuese inmediata- mente á asolar sus tierras. Marchó Fontalba pero no halló un solo individuo en la parcialidad de Lincopichun , porque este , advertido á tiempo , se habia puesto bajo la protección de los mismos Españoles, acogiéndose con todos sus vecinos y administrados á la plaza de San Carlos de Austria, para no dejar la menor duda acerca de su fidelidad. Este rasgo de agudeza y de seso de Lincopichun pro- 234 HISTORIA DE CHILE. dujo el efecto que él esperaba. Los Españoles mismos expusieron al gobernador la lealtad y buena fe de este cacique , con la imposibilidad material de dar cumpli- miento á una orden inejecutable tal vez con un ejército , si el proscripto persistía en huir y ocultarse. Menesés no pudo menos de reconocer la verdad ^ y se quedó , sino contento, callado, y aun creyó deber aprovechar de una tabla que en aquel instante le presentaron los je- suítas intercediendo por los infelices vencidos, ya rendi- dos é incapaces de resistirle , para poner á cubierto el desaire de la impotencia de satisfacer sus arranques co- léricos. Concedió, pues, un salvo conducto y los jesuítas mismos fueron á buscar y trajeron á su presencia los embajadores ó plenipotenciarios de la paz. Viéndolos sumamente sumisos, se templó un poco su humor altivo y altanero; pero aun no pudo desistirse enteramente de él , pidiendo , ante todas cosas , gajes y rehenes de la fide- lidad de los naturales á las condiciones bajo las cuales iba á concederles esta paz. Los enviados declararon que se hallaban autorizados y prontos á obedecer en cuanto exijiese de ellos. Un poco ablandado con esta respuesta, les pidió cuatro jóvenes de los principales de Arauco,y otros tantos del estado de Tucapel , los cuales , desde el momento en que le fuesen entregados, le hablan de acompañar y seguir por todas partes , hasta que él los dispensase de esta obli- gación. No teniendo nada que oponer ni responder á esta exijencia, los enviados araucanos se prestaron á todo lo que el gobernador quiso , y la paz quedó reconocida , á lo que parece, sin mas parlamento ni solemnidad, pero no menos cierta, puesto que el ü de agosto, Menesés da CAPÍTULO XXVIII. 235 parte de ella y del feliz estado de las cosas del reino al cabildo de Santiago (1) , citando la particularidad de los rehenes que habia exijido , y que ya estaban en su po- der. Parece ser que el carácter altanero del gobernador se gozaba en la posesión de los ocho jóvenes araucanos, cuyo séquito le hacia pasar por todas partes con una especie de marcha perpetuamente triunfal , y no tardó en presentarse con ellos en la capital , á donde llegó el 2 de octubre y en donde permaneció solo hasta el 17 de di- ciembre. Mientras tanto , el gobernador de las armas la Car- rera, hombre activo y de un profundo juicio, viéndose con facultades de operar como le pareciese en ausencia de Menesés, quiso aprovecharse de ellas y dio un paseo militar hasta Repocura en donde levantó la plaza de la Encarnación con tanta celeridad , que nadie queria creerlo , y que el mismo gobernador, después de haber dudado de la verdad del hecho , como otros muchos , se puso celoso contra la Carrera, cuando se vio forzado á reconocerla. Este hecho, al parecer, de tan poca im- portancia, ha sido fecundo en resultados dignos de cu- riosidad , y por eso creemos hacerlo notar muy parti- cularmente. Pero antes de hablar de estos acontecimientos , otros de mayor importancia piden nuestra atención. El 18 de abril 1666 llegó á la Concepción la nueva de la muerte del rey, y Menesés tuvo que volver á la capital en donde pasó casi todo el resto del año y el siguiente en fiestas por el advenimiento de un nuevo monarca , después de haber hecho fastuosas honras fúnebres al di- (1) La confirmación de estos hechos se halla en una carta del mismo cabildo al rey, fecha del 12 de diciembre 1665 , copiada en su libro 3°, folio 6. 236 HISTORIA DE CHILE. funto. Felipe IV había muerto el 8 de febrero 1C65 , y sus funerales se hicieron en Santiago de Chile á principios de enero de 1667. Tras de los funerales, vinieron la jura y las funciones del rey Carlos 11 , niño de cinco años y tres meses y dias, y en ellas, el avasallador Menesés se vio avasallado por una deliciosa Chilena (1), que triunfó con su virtud de los innumerables asaltos que le quiso dar su amante como conquistador mas bien que como ado- rador rendido. No pudiendo vencer su entereza, Me- nesés se determinó á poseer su tesoro de felicidad por el medio lejítimo del matrimonio, y se casó sin real licencia, prefiriendo exponerse á las consecuencias de esta irre- gularidad que padecer eJ largo tormento de la espera de una respuesta de la corte. Tal vez se lisonjeaba también de que el secreto con que se habia hecho la ceremonia quedarla ignorado el tiempo necesario para que le llegase la real sanción antes que se supiese. Pero Menesés olvi- daba que su carácter altanero y sus cualidades poco sociales le habían acarreado muchos enconos y enemista- des , y pronto vio que sus esperanzas no habían sido otra cosa mas que falaces ilusiones. El 25 de febrero salió de Santiago para la Concepción en donde se mostró doblemente engreido de su poder y de su felicidad íntima , como sí rebosase á pesar suyo la medida de su circunspección por su propio ínteres. Al punto en que llegó á la frontera empezó á chocar con las personas que tenían mas derechos á ser tratadas por él con miramientos. El gobernador de armas la Carrera ; el veedor Don Manuel Pacheco , el contador Cárcamo , (1) Juana Catalina Bravo, hija de don Francisco Bravo de Sarabia, el cual, — contra el parecer de Molina,— no era aun marques de la Pica.— Pérez- García. CAPITULO XXVIII. 237 y el tesorero Valladares, todos estos recibieron de su parte graves motivos de resentimiento. Como episodios puramente personales, la historia hubiera podido dejar estas particularidades en olvido; pero no puede omitirlas por haber influido mucho en los acontecimientos que pusieron fin al gobierno de Menesés. Es de advertir que , ademas de hallarse en una posición falsa y crítica por su clandestino matrimonio, este gobernador no estaba en- teramente exento de tachas bastante aparentes como ad- ministrador; y lo mas estraño es que él mismo no lo ignoraba , puesto que obraba con destreza para disimu- larlas á los ojos de los demás. En efecto, Menesés era interesado y , lo que mas es , bajamente interesado, puesto que usaba de ardides para satisfacer esta ignoble pasión , indigna del alto puesto que ocupaba en el reino de Chile y de su carácter de go- bernador. Ciertamente , por ejemplo , nohabiaque temer que su ejército padeciese falta alguna, ni que el mas ín- fimo de sus individuos tuviese que quejarse de no haber recibido á su debido tiempo pré, vestuario y asistencia ; pero su fuerza real y existente era de muchísimo inferior á sus presupuestos. Los comisarios y contadores lo sa- bían , mas no se atrevían á hacer constar estas diferen- cias , bien que fuesen onerosísimas para el real erario , viendo , sobretodo, el esmero que poniael gobernador en tener siempre todo el ejército satisfecho , desde el maes- tre de campo hasta el último soldado, premiando el mé- rito , evitando injusticias y haciéndose verdaderamente querer de todo él. Sin embargo, tan grande llego áser la diferencia entre los presupuestos generales y las fuerzas efectivas , que el veedor jeneral don Manuel Pacheco , oficial tan exacto y desinteresado como el gobernador lo "238 HISTORIA DE CHILE. era poco , no pudo menos de poner algunos reparos en certificar ciertas operaciones , y con ellos encendió la ira de Menesés como si hubiese puesto fuego á una mina. Enfurecido al ver que su inferior osaba comprobar sus ac- tos administrativos, el imprudente gobernador hizo ruido , y el ruido se esparció con tan grave ofensa de la verdad y pundonor del mismo Pacheco, que este perdió la cabeza y no halló mas medio de satisfacción que el intentar matar al gobernador. El contador y el tesorero , que tenian motivos bas- tantes para saber de qué parte se hallaba la razón y que no podia tardar en salir á las claras, aconsejaron á Pa- checo usase de paciencia y frescura, pero en vano. El resentimiento del veedor era tan vivo y profundo , que puso premeditación en su venganza , y calculando que le seria mas fácil el satisfacerla en Santiago que en la Concepción, por hallarse aquí el gobernador natural- mente siempre rodeado de tropas, determinó esperar que volviese á la capital, y, por su desgracia esta ocasión no tardó en llegar. El 20 de abril , ya Menesés estaba de vuelta en Santiago, en donde residía su hermosa mujer, y allí le esperaba Mendoza, el cual aprovechó una visita que hizo el gobernador al hospital de la ciudad, y le hizo doce heridas, después de lo cual se refujió á sagrado (1). Pero de nada le sirvió este refujio ; al punto fué ex- (1) Este hecho lo cuenta Carvallo diferentemente, diciendo que Mendoza, ó Pacheco, aguardó al gobernador eii la plaza de San Juan de Dios y le tiró un tiro, que fué errado, y que Menesés mató á un criado que acompañaba al veedor. Esta versión parece realmente mas natural que la de Perez-Garcfa ; pero como este cita al cabildo de Santiago , que en cuerpo fué á visitar á Me- nesés, ya curado de sus heridas en enero 1668, no hay medio de no creerle de preferencia. CAPÍTULO XXVIII. 239 traído y luego expuesto á la vergüenza por las calles eomo un loco , con el pelo, cejas y mitad de las barbas afeitadas , y en atavio afrentoso. Después de este infa- matorio castigo , le pusieron en un calabozo en donde le hallaron muerto una mañana, sin duda á fuerza de pe- sares, puesto que ninguna señal presentaba su cadáver de muerte violenta. Con todo eso , lo odioso de esta tra- jedia recayó sobre el gobernador y nadie hubo que no se lo achacase ; pero poco le importaba á Menesés , el cual quedó muy satisfecho de verse libre de un enemigo que habria sido formidable para él , si con paciencia y sangre fria hubiese aguardado á que llegase la coyuntura pro- picia á la venganza , — coyuntura que no podia tardar, en vista de la conducta poco política de Menesés , — la de tomarle residencia. En efecto , el gobernador habia acumulado sobre su cabeza tantos rencores , que no era posible que al fm no causasen su desgracia. No solo habia sido altivo y des- mandado con los particulares y dependientes de él , sino también con las autoridades y hasta con la misma real Audiencia y con el obispo. Solo con el cabildo de Santiago se mantuvo siempre en buena armonía , sin duda porque no podia dispensarse de pedirle á menudo una coopera- ción esencial y directa en los medios de alcanzar el fin de todas las operaciones en Ciiile, á saber, la paz, y hasta tanto , la guerra. Entre otros actos de tropelía , habia cometido uno en Santiago que no se puede cali- ficar por desusado é inaudito. La prontitud con que la Carrera habia levantado , fortificado y armado la plaza de la Encarnación en Repocura, habia sido tal, que nadie queria creerlo , y un caballero de la capital , lla- mado don Juan Gallardo , acertó á decir en una tertulia 240 HISTORIA DE CHILE. que dudaba mucho del hecho. Un indiscreto que se hallaba presente contó un chisme fundado sobre esta sola expresión , al gobernador, y este, sin mas averigua- ciones , envió á llamar al preboste y le dio orden para que prendiese á Gallardo , — persona de grande distin- ción , — y se le llevase á caballo en una muía á Repo- cura para que saliese de dudas, viendo por sus propios ojos si la plaza de la Encarnación existia ó no. El preboste obedeció y la tropelía fué ejecutada rigurosamente (1). Así se iba colmando la medida de las iniquidades del gobernador Menesés. Con su carácter, era moral y ma- terialmente imposible que pudiese vivir en armonía con su teniente inmediato don Ignacio de la Carrera , cuyo mérito eminente , universalmente proclamado , y cuya integridad le ofuscaban. Con estas dos brillantes cuah- dades, la Carrera tenia justamente otras dos , que son consecuencias de las primeras , á saber, dignidad y en- tereza. Sin embargo , por el bien del servicio , habia llevado con resignación los efectos continuos del intra- table carácter de su jefe, hasta que, ya no pudiendo mas, perdió la paciencia y lo expuso con moderación aunque con firmeza. Irritado, el gobernador le envió arrestado á la plaza de San Pedro , y Turrugoyen obedeció. Pero su jefe no se contentaba con tan poco , y meditó des- hacerse de él, no quitándole el empleo sino la vida. En consecuencia , dio orden para que se le forjase un proceso del cual resultó una irrisoria sentencia de muerte, y no atreviéndose á ponerla en ejecución, envió al verdugo para que la ejecutase secretamente. Dos (1) Carvallo reputa como tradición vulgar, y sin fundamento, la que atri- buye el sufrimiento de este acto de fuerza brutal á un oidor de la real Au- diencia. CAPÍTULO XXVIII. 2/ll oficiales le fueron á leer su sentencia , y Carrera la oyó sin sorpresa, pidiendo que le enviasen un sacerdote. En efecto, pasada media noche, volvieron los dos oficiales con un eclesiástico, no para hacerse cómplices del mas odioso asesinato , sino para salvar al inocente entregán- dole á un esforzado remador que le transportó por el Biobio en una balsa á la Concepción, en donde fué á re- fujiarse la Carrera al convento de San Francisco (1). De allí , se embarcó secretamente para Lima á donde llegó felizmente. (1) Dejamos como inverosímil que Carrera tuvo la inútil temeridad de ir una noche á echar en cara á Menesés su atroz abuso de poder, y que el goberna- dor le respondió sobrecogido : « Ya sabia yo que era vmd. hombre de honor, y solo he querido asustarle. ¡ Retírese vmd. ! » m. Historia. *^ CAPITULO XXIX. El í-oUeniador de armas de Chile, la Carrera , ante la real Audiencia del Perú. — Informes de este senado á la reina gobernadora.— Resolución de S.M. — El conde de Lemos, virey del Perú, envia un gobernador á Chile con orden de arrestar á Menesés. — Arresto de este gobernador y circunstancia notable que tuvo. — Huye de la cárcel y vuelve á ser aprehendido en Men- doza.— Otra nueva particularidad de este suceso. — Repuesto en la cárcel de Santiago, sale por la ciudad bajo fianza. — Finalizada su causa, va á Lima; el virey le indulta por intercesión del cabildo de Santiago, y le en- via á la ciudad de Trujillo , en donde falleció. — Entrada del nuevo gober- nador en Santiago con refuerzos. — Su marcha á la Concepción. — Los Arau- canos atacan la plaza de Tolpan. — Va el gobernador á su socorro, y los bate con muerte de sus dos jefes. — Los enemigos nombran de toqui á Ai- llicuriche. — Ataca este á San Felipe de Arauco. — Llega el gobernador y lo bate. — Asuela en seguida los llanos. — Restauración de la plaza de San Felipe. — Aillicuriche reúne fuerzas en Puren. — Va á buscarle Davila y bate otra vez á los Araucanos. — Regresa á la Concepción. — Recibe aviso de la llegada próxima de un sucesor. — Pasa á Santiago , y de allí a Lima sin esperarle. (1666—1670.) El virey del Perú, conde de Santistevan, habia muerto cuando Yturrugoyen llegó á Lima huyendo de la injus- ticia del gobernador de Chile , y el gobierno del virei- nato era ejercido por la real Audiencia, ante cuyo tribunal la Carrera Yturrugoyen compareció exponiendo los mo- tivos de su conducta, con pruebas auténticas é irrecusa- bles. Su queja se halló corroborada y, por decirlo así, justificada por informes que dio sobre la moralidad y el carácter de Menesés un Español Granadino , célebre en el ejército de Chile en donde habia servido, el cual tenia Tazones, ó motivos de venganza, para hacerle mas odioso, «i era posible , de lo que era en realidad. El gobierno de Lima , que habia recibido ya los informes de la real CAPÍTULO XXIX. 243 Audiencia de Santiago de Chile sobre el carácter altivo , malmirado y díscolo , así como también sobre el matri- monio clandestino deMenesés, pasó todos estos informes á la reina gobernadora (1), y su majestad mandó al conde de Leraos , nombrado virey del Perú, que á su llegada al vireinato hiciese justicia (2). Luego que llegó y tomó posesión del gobierno del vi- reinato (S) , el conde de Lemos mandó hacer las mas eficaces y activas dilijencias para apurar la materia grave de las infinitas quejas que habia contra el gober- nador de Chile, y hallándolas ampliamente comprobadas, resolvió quitarle el mando y formarle causa. Ya habia mucho tiempo que Menesés temia y esperaba este resul- tado , y por lo mismo habia comisionado á un capitán llamado Bolívar para que fuese á Valparaíso y se apode- rase de todas las correspondencias que llegasen del Perú , y le diese , ademas , parte con oportunidad de cuantas naves arribasen á aquel puerto , con la misma proce- dencia, y de las señas correspondientes para saber el objeto de su viaje , nombre y calidad de pasajeros. Con todo eso, su precaución, esta vez , no le fué de utilidad alguna. Bolívar quedó un día arrestado á bordo de un buque que habia ido á visitar, en cumplimiento de su misión , y en el cual llegaba don Diego Davila, marqués de Navamorquende , nombrado de gobernador de Chile. Sin hacer mas ruido , el marques envió inmediatamente poderes á Santiago al jeneral Silva para que le diese á reconocer al cabildo , y á don Martin de Erizar para que hiciese lo mismo en la Concepción, con encargo (1) Doña María Ana de Austria, segunda mujer de Felipe IV. (2) Real cédula de 12 de diciembre 1666. (3) Noviembre 1667. 2/i/i mSTORIA DE CHILE. especial de asegurarse de la persona del gobernador. El 20 de marzo , á media noche , convocó Silva el cabildo ; á la ima y media , ya estaba reconocido el nuevo gobernador, en la persona de su apoderado, y algunos momentos después, Menesés se vio arrestado. Pero aquí, sucedió un caso peregrino de venganza, el cual el mas cristiano corazón no se siente fuerzas para condenarlo. Gomo hemos dicho, Menesés era querido del ejército, y no faltó cjuien fuese á despertarle á mitad de la noche del 20 al 2 i de marzo para que se pusiese en salvo, anunciándole la grande novedad que ocurría. Se vistió el proscripto gobernador apresuradamente , montó á caballo y salió para la Concepción en donde estaba se- guro de hallar defensores. Y en verdad , este caso estaba tan previsto , que el virey habia encargado mucho á Davila no intentase valerse de la fuerza, si hallaba re- sistencia á la simple ejecución de oficio de las órdenes que llevaba. Era esta una sabia previsión ; porque si Menesés hubiera conseguido llegar á la Concepción con intento de resistir ó desobedecer, probablemente habria sido difícil , sino imposible, el prenderle. Pero la pro- videncia es muy aguda. Los lectores no han olvidado , sin duda , el rasgo algo mas que militar de Menesés , cuando envió al preboste á prender al ciudadano Gallardo de Santiago , y llevársele caballero en una muía á Repo- cura para que no le quedase duda sobre la existencia de la plaza de la Encarnación. Gallardo, pues, sujeto tan discreto como bien criado , percibió sin dificultad cuan inútil le seria quejarse de este acto , y aparentando reirse él mismo del chasco, como cosa muy divertida, juró entre sus dientes que no se le olvidarla tan pronto. En efecto , llegó la ocasión oportuna de recordarlo, y mien- CAPÍTULO XXIX. 2íi5 tras Menesés volaba en un buen caballo , camino de la Concepción , Gallardo volaba aun mas velozmente en otro mejor para alcanzarle , y le alcanzó. Pero aquí fina- liza la caridad cristiana con la venganza de Gallardo , el cual , olvidando la nobleza de su cuna y de sus principios (según dicen algunos autores), hizo un abuso bajo de ella propasándose á forzar á su cautivo á volver con las manos atadas en un ruin caballo, ruinmente arreado, y á exponerle por las calles de Santiago á la mofa de un populacho resentido y poco mirado. Para concluir con el desgraciado Menesés y con el triste episodio de su terrible caida, diremos, que puesto en una cárcel mientras le formaban causa por todos los trámites lentos y humillantes de la justicia, aun se sentia soberbio y esperaba. Ya habia año y medio que ejerci- taba su paciencia en esta penosa situación , cuando , cansado de soportarla, determinó fugarse y lo logró. Como lo consiguió , no se sabe , y poco importa ; tenia mucho dinero y esto bastaba para tener éxito en mas difíciles empresas que la de adormecer un carcelero. Al fugarse, sus proyectos eran irse por Buenos Aires á España , y en efecto, se dirijió por la Cordillera; pero su ausencia se descubrió demasiado pronto ; le persi- guieron y le alcanzaron en Mendoza, por mas que quiso refujiarse y esconderse en las iglesias. Habiendo caido de nuevo en manos de la justicia, sus aprensores le lle- varon de nuevo á Chile , y en este regreso , por una ma- ravillosa disposición déla Providencia, su predecesor en el mando del reino, el angelical don Ángel Pereda, que iba á tomar posesión del gobierno de Tucuman , después de haber padecido tantas persecuciones de parte de Menesés, se cruzó con él. Pero el conductor de este último 246 HISTORIA DE CHILlí. era hombre de sentimientos y tuvo la delicada atención de ocultar á su prisionero apartándole del camino para dejar pasar á Pereda sin que le viese. Reintegrado en su cárcel de Santiago , el juez de su causa le mandó poner un par de grillos ; pero á pocos dias salió en libertad por la ciudad bajo fianza , hasta que , concluido su proceso , lo condujeron á Lima á pre- sencia del virey, el cual habiendo recibido cartas (en diversas épocas ) del cabildo de Santiago en su favor, le indultó, y le envió á Trujillo en donde murió (1). El granadino Zerpa , que en Lima habia corroborado la acusación de Menesés ( hecha por la Carrera Yturru- goyen ante la real Audiencia) á la hora de la muerte, que sucedió algún tiempo después, aunque antes de la de Menesés , la retractó . y tal vez esta retractación no contribuyó poco á la lenitud con que , en final , fué tra- tado el exgobernador de Chile, cuya conducta habia sido bastante desgraciada para que no se necesitase sobre- cargarla con inútiles calumnias (2). (1) Con respecto á este desenlace, existe un debate entre Figtieroa y Car- vallo , en cuyo debate las pruebas militan en favor del segundo de estos escritores. En efecto, por la fecha del despacho de Davila , — Lima, 1° de enero 166S, — y por la del de su sucesor Henriquez, — Madrid, 21 de agosto del mismo año, se colije que Menesés no ha sido reintegrado en el mando, como pretende Figueroa. (2) El granadino Zerpa era un hombre formidable de talla , de audacia y de talento. El motivo porque se hallaba en Lima , siendo individuo del ejér- cito de Chile, fué, — según dice Carvallo en una de sus notas, — que habiendo dado muerte por celos á otro Español natural de Valiadolid, le cortó la mano derecha y la clavó á la puerta de la Audiencia con un rótulo en que se delataba á si mismo en estos términos : « Yo Maiías Zerpa, porque me agravió. » Per- seguido por este asesinato, Ijabia huido al Perú en donde últimamente le cojieron. Llevado á Valparaíso, y puesto en la cárcel , rompió sus grillos, se fugó , y tomó asilo. De suerte que poco á poco el horror que inspiraba se amortiguó, y le dejaron casarse con la misma mujer que habia sido causa ú orijen del asesinato. CAPÍTULO xxix. 2/t7 Volviendo al conde dé Navaniorquende que habia llegado á Valparaíso para desposeer á Menesés y mandar en su lugar, recibió luego en este mismo puerto la dipu- tación que le envió el cabildo de Santiago para acom- pañarle á la casa de campo, y en la entrada en la capital , para la cual le habia comprado un caballo de setecientos pesos. Según la fecha con que el cabildo acordó enviarle la diputación de bienvenida, y la de su salida de Santiago para la Concepción , el nuevo gobernador debió de llegar á íá capital por el mes de abril. Lo primero que hizo, luego que quedó reconocido de gobernador del reino y de presidente de la real Audiencia, fué enviar á la Carrera, (que ya habia vuelto del Perú á la Concep- ción , J un refíierzo que traia de cuatrocientos hombres , y un nuevo nombramiento para él de maestre de campo jeneral. En seguida, hizo justicia reponiendo en sus em- pleos al oidor Solarzano , al contador Cárcamo y al te- sorero Valladares , depuestos por la violencia de su pre- decesor. El 11 de mayo, pasó á despedirse del cabildo y á pedirle mil caballos, que le fueron concedidos; y el 3 de agosto , dio aviso de la Concepción de haber llegado á ésta capital de la frontera. Es tnuy de notar que de los cuatrocientos soldados que el goberiíador entrante habia despachado de Santiago á la Concepción , todos , menos ciento y cincuenta que habia traido de Lima , eran dispersos del ejército de Chile, dispersos porque el gobernador Menesés daba licencia á cuantos se la pedian para irse á donde quisiesen. Es decir que , aunque ausentes , contaban en los presu- puestos bajo las banderas. Esta perspectiva que halló á su llegada el marques de Navamorquende no le dejó duda de que tendria mucho que hacer para restablecer la 248 HISTORIA DE CHILE. disciplina sin grandes choques; pero no por eso puso menos su principal intento en este primer objecto de un jefe esencialmente militar. Llamó al maestre de campo la Carrera y al sarjen to mayor Córdova y Figueroa, y ha- biéndoles expuesto lo que temia y lo que pensaba hacer, les pidió estados de fuerza efectiva pronta á formar; de vestuario, armamento y remonta; de plazas y sus forti- ficaciones ; de la artillería y municiones. Todo , menos la fuerza numérica y la remonta, es preciso confesarlo, se halló en un estado satisfactorio. La falta en la remonta fué suplida con los mil caballos que supo hallar entre sus administrados el cabildo de Santiago (1). Mientras tanto , los Araucanos, que hasta entonces se hablan mantenido como aletargados , despertaron de su letargo, y bajo el mando de un Agelupi y de un Aillama- mil , atacaron inopinadamente la plaza deTolpan, que noobstante la sorpresa, se defendió con valentía y los rechazó con grandes pérdidas. Es verdad que no eran mas que dos mil , muy pocos para semejante empresa. En vista de esto , imajinaron que en la posición baja que ocupaba, seria cosa fácil inundarla haciendo presas en el rio , y pusieron ízanos á la obra. Pero el gobernador español, que al primer aviso del movimiento de los Arau- canos se habia puesto en marcha con sus tropas, llegó oportunamente sin ser sentido por decirlo asi , los cojió entre dos fuegos , hizo en ellos una verdadera carnicería y tomó muchos prisioneros. Entre los muertos se hallaron los dos jefes de las fuerzas araucanas. Viendo el riesgo de inundación á que estaba expuesta (1) Asi lo asienta Perez-Garcíá refiriéndose al libro de acuerdos del cabildo, y Figueroa se engañó en creer que esta corporación habia aprontado esta ca- ballería á costa de sus propios y arbitrios. CAPÍTULO XXIX. 249 la plaza, el marques la mandó evacuar, y se fué con ia guarnición y con el ejército á la de San Carlos de Yum- bel. Después de algún descanso , fué á Paycavi ; levantó la antigua plaza , fortificándola poderosamente, y le dejó cien hombres de guarnición mandados por el capitán Fabián de la Vega ; y una casa de conversión dirijida por los jesuítas. Sin embargo, los Araucanos no se dieron por ven- cidos, y elijieron por toqui jeneral á Aillicuriche , el mismo que Menesés hubiera querido tanto cojer á dis- creción , y que sin el miedo que tenia á aquel gober- nador , mil veces se habria acojido voluntariamente á la paz. Aillicuriche nombró por su vicetoqui á Duguegala, y estos dos caudillos marcharon con fuerzas imponentes sobre San Felipe de Arauco. Irritado el gobernador con esta nueva, pasó el Biobio con dos mil Españoles y auxiliares y los batió segunda vez completamente. A lo menos, á falta de otros detalles y datos, tenemos el de la carta del cabildo de Santiago , fecha 18 de enero 1669, en que esta corporación da gracias al marques de Nava- morquende por el bien que ha hecho á Chile con su ve- nida , y le felicita de sus victorias repetidas. Depues de haber conseguido estas, el gobernador no podia dispensarse de castigar á los demás Indios á fin de que supiesen que no bastaba el estar lejos del campo de batalla para ahorrarse sus resultados, y no diesen la mano á continuos levantamientos ; y lo hizo entrando á fuego y sangre por los llanos, y llevándose muchos pri- sioneros y ganados. Tras esto, marchó á Puren y reforzó aquella plaza. Desde allí, fué á desalojar el fuerte de la Imperial y con su guarnición reforzó el de Repocura. De vuelta por la costa , fundó en el valle de Tucapel el de 250 HISTORIA DE CHILE, san Diego , el cual sirvió tantos años para dominar á los naturales de Calcoimo, íliciira , Kaguinque y Paycávi. De Tücapel marchó á Arauco erl donde levantó una verdadera fortaleza sobre las ruinas de la antigua, de- jando el mando de ella al maestre de campo la Carrera, y hecho esto , ya se disponía á regresar á la Concepción cuando recibió aviso de que lejos de haber escarmentado, Aillicuriche reunia numerosas fuerzaá en su cuartel jene- de Puren , y marchó contra él. Los Araucanos vieron llegar el ejército español y se mantuvieron firmes pre- sentándole la batalla, la cual, bien que no se conozcan sus detalles, debió de ser, sin duda, reñida y ruidosa, puesto que Davila juzgó el suceso digno de una mención particular comunicándolo al cabildo de Santiago, del cual recibió en respuesta , con fecha de 14 de jiihio, nuevas gracias , parabienes y felicitaciones. Pól' fin , se retiró á la Concepción, en donde, á poco tiempo, recibió aviso de la llegada de un sucesor. En este relevo inesperado ha habido algún misteHo capaz de picar la curiosidad (1). El gobierno del thar- ques de Navamorquende fué llamado el arco iris de la paz del reino de Chile, y en efecto, fué justo, útil y próspero. Sin embargo , con la noticia dé que un sucesor va á relevarle , sale de la Concepción el 21 de enero , sin decir que se va para no volver , y asegurando qué va á Santiago, en donde por entonces no puso los pies, puesto que se fué en derechura á Valparaíso , remitiendo solo el despacho en favor de don Diego González Mon- tero que se hallaba en la Concepción, al presidente de la real Audiencia. Seria muy posible también que ho hü- (1) Tanto mas cuanto Alcedo ha omitido el poner el nombre del marques en su Diccionario americano. CAPÍTULO XXIX. 251 biese en este hecho mas que un acto de amor propio del virey conde de Lemos, que no queriendo que su pariente se abajase á prestar residencia, imaginó nombrarle un sucesor interino antes que llegase el propietario en- viado por la corte, á fin que se retirase con anticipación á Lima. De todos modos , ya el cabildo de Santiago le prepa- raba un brillante recibimiento , cuando supo por el presidente de la Audiencia que el marques iba directa- mente á Valparaíso, y que sin duda ya debia haber llegado allí. En efecto, esto era ya el 20 de febrero. Inmediatamente se reunió el cabildo y teniendo al mismo González Montero en su silla de presidencia , acordó que fuesen á despedirle y á llevarle las mas encarecidas ex- presiones de reconocimiento por los bienes que Chile habia debido á su gobierno, al maestre de campo Lis- perger, alcalde de primer voto; y al gobernador Ahu- mada, alcalde provincial. De suerte que no pudo haber en esta retirada del justificado marques de Navamor- quende mas que pura condescendencia , ó tal vez obe- diencia á las órdenes del cosquilloso virey conde de Lemos, su pariente (1). (1) Según algunos escritores, Navamorquende pasó á llenar un puesto muy importante en la América septentrional ; pero en resumen, falleció muy luego después de su salida de Chile. CAPÍTULO XXX. Gobierno irterino del maestre de campo don Diego González Montero. — Es reconocido de goljernador en Santiago. — Particularidades de su reconoci- niienlo. — Su edad avanzada. — ¡Nombra do maestre de campo á su propio hijo. — Marcha este con el sárjenlo mayor á la frontera. — Precauciones relijiosas del gobernador. — Accidente que le sucede al salir para la Concep- ción.— Queda suspenso su viaje , y pasa el invierno en Santiago. — Entu- siasmo de los Santiagueses y pena que resintieron. — Muchos van á servir bajo las órdenes del maestre do campo, hijo del gobernador. — Episodio. — Buena conducta militar y política del maestre de campo.— Inconvenientes que encontraban sus tentativas por la paz. — Los Indios de Chedcuenco. — El sarjeuto mayor León. — Combate perdido por los Españoles.— Restable- cen el equilibrio de la lucha y se retiran los Indios. — Otros dos encuentros con reciproco destrozo. — Paz. — Casas de conversión. — Fin del gobierno de Montero. ( 1670. ) Hay observaciones que no pueden ser desdeñadas, sea cual se fuese su autor y su origen. La salida , por decirlo así, clandestina de Davila de Chile, si podia haber sido motivada suficientemente por un vano antojo del virey, este antojo debia de tener algún fundamento. Sin causas no hay efectos. La causa , según algunos opinaron , de este capricho del conde de Lemos fue que no quiso que su pariente el marques de Navamorquende se viese expuesto á las mismas vejaciones ( de parte de el su- cesor que le enviaba el rey) que habia experimentado Pereda de parte de Menesés. Con motivo ó sin él , este temor del virey probaria que Davila tenia un alma noble y grande como Pereda , y que , como él , habia abierto alguna brecha en la tesorería del reino en favor del ejército y otras atenciones administrativas. Sea lo que CAPITULO XXX. 253 fuese , es cierto que Montero se hallaba en Lima cuando el virey recibió el aviso del real nombramiento de don Juan Henriquez al gobierno de Chile; que en vista de él , confió el interinato á dicho maestre de campo para que se partiese inmediatamente para la Concepción , y, enfm , que mandó al marques de Navamorquende regresase á Lima sin aguardar á que llegase su relevo. Montero, como hemos visto, fué reconocido en la capital de Chile el 19 de febrero ; pero sucedió entonces una novedad que hubiera debido haber tenido lugar después de mucho tiempo , á saber la ejecución ó cum- plimiento de una real cédula (1), prohibiendo al cabildo la compra del inevitable caballo y su silla para el recibi- miento de los gobernadores. La real Audiencia, como senado ó cuerpo político , no podia menos de tener parte en la observancia de las órdenes de la corte , y habia pasado oficio al cabildo para que en la sucesivo cum- pliese con lo mandado por la citada real cédula. En cuanto al gobernador interino Montero, esta novedad debia de serle indiferente y tal vez grata, siendo como era de una de las mas nobles familias de Santiago, en donde habia llenado el puesto de alcalde ordinario antes de haber sido correjidor de la Concepción ; maestre de campo ; gobernador de Valdivia, y después, interino de todo el reino ; pues los lectores deben acordarse que ya en otra ocasión habia ejercido el interinato del supremo mando; pero para los sucesores propietarios era una mengua de ostentación que podia lisonjearlos muy poco. Lo que hubo de mas notable en el recibimiento de Gon- zález Montero fué que la real Audiencia le reconoció por su presidente , desmintiendo así todos sus antecedentes, (1) 2 de agosto de 1663. 254 HISTORIA DE CHILE. puesto que no habia reconocido á ningún interino provi- sional, nombrado eventualmente por el virey ; pero esta estrañeza puede atribuirse á una consideración particular por los largos y buenos servicios de Montero , y por su avanzada edad. Lo primero que hizo fué nombrar á su propio hijo , don Antonio Montero del Águila, maestre de campo jeneral ; y de sarjento mayor, á don Felipe León , en- viándolos sobre la marcha á la frontera con encargo espe- cial de que no emprendiesen ninguna operación militar sin haberla decidido en un consejo de guerra. El 13 de marzo, se presentó á despedirse en el cabildo, pidiendo con la fe de un buen cristiano , y tal vez , de un cristiano que ve acercarse el fin de su carrera, que se votase por protectora de sus armas á la santísima Trinidad , cuyo retablo habia traido de Valdivia , y habia colocado en el altar mayor de la iglesia de los jesuítas. El cabildo se prestó gustoso , y con la autorización del obispo , hubo una función relijiosa tan majestuosa , que excedió tal vez á la pompa de un dia del Corpus. Sin duda, el recurso, en todos casos, al poder divino es un grande apoyo; pero el invocarlo extraordinariamente y sin necesidad urjente indica debilidad , y tal era el caso presente. González Montero ya no se hallaba en estado de servir activamente , y en efecto , al salir para la Concepción , en el acto de montar á caballo, cayó y se rompió una pierna, según unos; y, según otros, experimentó un accidente que le tuvo inánime durante cuarenta horas. Luego que volvió en sí, insistió en querer marchar á la frontera ; pero el cabildo le expuso que era una temeri- dad inútil , sobre todo á la entrada del invierno , y con- sintió en quedarse. CAPÍTULO XXX. 255 Este acontecimiento causó un pesar jeneral ; en pri- mer lugar, porque Montero era muy querido ; y ade- mas, porque era el primer gobernador chileno, como fué el último. El entusiasmo que habia excitado en San- tiago su nombramiento era tal , que una numerosa y bri- llante juventud se habia alistado para ir á campaña bajo sus ó^'denes; pero con su accidente la alegría jeneral se cambió en tristeza , y el arranque de sus conciudadanos se quedó parado. Sin embargo , aun hubo muchos que, no pudiendo seguir al padre, puesto que no iba, se fue- ron á guerrear bajo las órdenes del hijo , que , como queda dicho , habia sido nombrado de maestre de campo. Otro episodio interesante de aquel momento , y que prueba cuan vijilante y celoso estaba el senado chileno por la conquista , como puramente española sin ninguna mezcla extranjera , fué el nombramiento que dio de ca- pitán el gobernador á un bizarro soldado francés cuyo mérito eminente quiso premiar con el mando de una compañía. AI punto en que lo supo la real Audiencia mandó á su fiscal , León y Escobar , formar oposición á dicho nopabramiento , que debia de ser considerado coflio una peligrosa innovación. Escobar fué primero á tratar este asunto confidencialmente con el gobernador, que mantuvo lo resuelto. En vista de esta determinación, el fiscal formalizó su oposición 5 pero Montero la declaró por un acto pueril , sosteniendo que los servicios del sol- dado francés debian y merecían ser tan recompensados, y aun mas, que si fuese Español. Este incidente no tuvo por entonces mas resultado ; pero al año siguiente , llegó un pliego de la corte aprobando las miras celosas de la real Audiencia , y mandando quitar el empleo al militar francés. 256 HISTORIA DE CHILE. En la frontera , el maestre de campo Montero obraba con el mayor acierto siguiendo fielmente las órdenes de su padre. Los primeros pasos que dio fueron para atraer Aillicuriche y los suyos á la paz ; pero sus amonestaciones tenian un contrarresto en los consejos perversos de una multitud de malhechores y hombres perdidos, que des- carriados bajo el gobierno deMenesés, se hablan pasado álos Indios, solo con el fin de vivir como ellos vivian , es decir, entregados sin freno álos mas brutales desór- denes. Noobstante , el maestre de campo negociaba con éxito. Aillicuriche y los suyos se manifestaban muy dis- puestos á acojerse á la paz. Ya los conversores jesuítas volvían al ejercicio de su santo ministerio. Sin embargo, los Indios de Chedcuenco, que se habian manifestado tan deseosos de la paz como los demás , se aparecieron con fuerzas y con actos hostiles en las inmediaciones de las plazas de Puren y Repocura. El sárjente mayor León salió con caballería bastante , pero con poca infantería , y fijándose en Chedcuenco mismo , empezó á hacer bati- das por los contornos , y esto era justamente lo que ha- bian calculado los chedcuenqueses. Al punto en que le vieron lejos, cayeron de golpe y numerosos sobre la in- fantería española , cuya corta fuerza numérica hacia im- posible la defensa. Con todo eso , los Españoles se defen- dieron como hombres desesperados al arma blanca ; y mezclados con los enemigos en la mayor confusión , y sin orden alguno de combate, vertían y hacían verter arroyos de sangre. Sin embargo y á pesar de la sorpresa , algunos tira- dores habian hecho fuego , y , al ruido , había vuelto el sárjente mayor León á escape al socorro de su infan- tería ; pero le fué imposible el rehacerla , y ya él mismo ^ CAPÍTULO XXX. 257 iba á ser envuelto , cuando algunos esforzados Españoles tuvieron el acierto de entrarse en un bosque y de atacar á los Indios por la espalda. Noobstante, la acción duró aun dos horas, y si los Indios se retiraron , lo hicieron mas bien como triunfantes que como vencidos. Lo cierto es que, si perdieron ellos setecientos hombres, como lo aseguraron los Españoles, estos perdieron á lo menos trescientos, entre los cuales pereció el capellán de la expedición, que era un relijioso de la Merced. Sobre todo , las consecuencias inmediatas de los nuevos encuen- tros (1) muy sangrientos de parte y otra, prueban que no hablan padecido un gran descalabro los Araucanos en el precedente. Lo mas cierto é importante en estas confusiones fué, que la paz se restableció entre las dos naciones con bastante solidez para que unos levantasen y los otros aceptasen las casas de conversión dirijidas por los je- suítas. En este estado de cosas , el ilustre Santiagués recibió una muy amable carta de su sucesor, anunciándole desde Lima su próximo viaje á Chile ; y bien que se anunciase ya la primavera, renunció á todo ulterior proyecto (2). (1) Es caso extraño que, hablando de estos dos encuentros, cuyo campo de batalla ningún escritor señala ( aunque ya se colije que no podía ser lejano del precedente), unos digan que los Españoles mataron 250 Indios en el primero, y 60 en el segundo; al paso que otros aseguran que ellos mismos tuvieron estas dos mismas cantidades de muertos. No hay duda en que uno de los copistas ha confundido matar con morir , ó vico versa. (2) El gobernador González Montero debía de estar muy adelantado en años, puesto que habia casi cincuenta que habia sido alcalde de la ciudad de San- tiago. Su hijo don Antonio, á la sazón maestre de campo, fud dos años des- pués correjldor de la misma ca|)ital; el segundo, don Diego Montero del Águila, fué obispo de la Concepción, y hasta hoy, asi como lo hemos hecho notar en otro lugar, el ¡lustre nombre de Montero es tan conocido como con- siderado en todo el reino. 111. Historia. 17 238 HISTORIA DE CHILE. Entre otras grandes satisfacciones que tuvo durante su gobierno, gozó la de asistir, el o de octubre , á la de la inauguración de la nueva y magnífica iglesia de la ca- tedral que se concluyó en su tiempo. CAPITULO XXXI. Gobierno de donjuán Henriqíiez, limeño y caballero del hábito de Santiago. — Su llegada á la Concepción. — Noble porte del cabildo de Santiago. — En- trada del gobernador en campaña. — Ratificación de la paz con los Indios. — El gobernador de Valdivia pide socorro contra un pirata ingles. — Va el socorro y queda prisionero el pirata con algunos de los suyos. — Son envia- dos á Lima — Suerte posterior que tuvieron. — Regresa Henriquez á la Con- cepción.— Pasa informes á la corte. — Su viaje á Santiago. — Motivos que tuvo para no aceptar la jenerosldad de los capitulares que le hablan com- prado silla y caballo á su costa. — Su reconocimiento, y regocijos públicos. — Beatificación de santa Rosa de Lima. — Alarma causada por el virey á Santiago. — Medidas á que dio lugar. — Reforma de abusos.— Providencias de buen gobierno. — Crítica. (167i.) tA El gobernador Henriquez eraun jeneral acreditado por largos y brillantes servicios en Ñapóles, en Flandes y otras partes; y aun por vicisitudes de la guerra, puesto que habia sido prisionero en Portugal. Pero no solo era un verdadero militar , sino también un literato de los mas eruditos, y un jurisconsulto de los mas profundos. De suerte que jamas se habia visto en Chile gobernador mas especial , en atención á que era tan facultativo en la política y en la jurisprudencia como en la milicia. Tal era su reputación. Llegó el oO de octubre al puerto de la Concepción , y su recibimiento fué digno de él, de la capital de la fron- tera y de su cabildo. El de Santiago se apresuró á en- enviarle la diputación de bienvenida, y no pudiendo encerrarse los anchurosos corazones que lo componían en los estrechos límites de la económica real cédula que les prohibía el comprar caballo y silla para su entrada en la 260 HISTORIA DE CHILE. capital de sus propios y arbitrios, se escotaron jenerosa- mente y compraron dichos objetos á costa de su personal bolsillo. Bien lo mereciaHenriquez,es preciso confesarlo, puesto que su propia liberalidad no conocia término ; y por lo mismo el obsequio del cabildo de Santiago le causó tanta mas satisfacción , cuanto de primera entrada vio que sus sentimientos y los de aquellos capitulares no podian menos de ser los mismos. En esta consideración principalmente se fundó para serles profundamente re- conocido ; porque fuera de eso , era tan llano , tan ene- migo de fausto y ostentación que solo en actos de repre- sentación pública y de oficio se notaba la noble dignidad de su porte (1). Bien que llegase con un lucido séquito , en el cual se hallaban su propio hermano y un sobrino, su espíritu de justicia no le permitía el hacer la menor injusticia en favor de ninguno de cuantos le acompaña- ban ; todos los que llenaban dignamente sus empleos quedaron con ellos, y ya se supone que el maestre de campo Montero y el sárjente mayor León fueron los pri- meros respetados , como hechura propia del ilustre pre- decesor que venia á relevar. Su primer acto, como era regular hallándose en la capital de la frontera , fué una revista jeneral del ejér- cito, por la cual vio que constaba de dos mil doscientos setenta Españoles, y de cuatrocientos veinte y nueve Indios sirviendo con sueldo. Un poco de falta halló en la remonta , y para suplirla pidió al cabildo de Santiago cien caballos para entrar en campaña. Concedido y eje- cutado, el gobernador avisó, el oO de diciembre, á los (1) Con él llegaron á la Concepción su hermano don Blas ; su sobrino don Juan Andrés Henriqucz; el conde de Bornos, Cónlova ; don Tomas María de Póvcda y don Jorjo Lorenzo de Olivar. CAPITULO XXXI. 261 capitulares de que salía á campaña, y que en atención á que las cosas encomendadas á Dios eran mas seguras que las que dependían únicamente de esfuerzos huma- nos, rogaba al ilustre cabildo de Santiago pidiese á su ilustrísima el señor obispo, intercediese en sus plegarias por que su expedición tuviese un éxito feliz. No se necesitaba tanto. Los Indios, que aunque ya no eran aquellos hombres siempre alerta, siempre prontos á arrojarse como leones al menor ruido alarmante, aun conservaban la tradición de que era preciso correr á las armas , aunque hubiese paz , cuando llegaba gober- nador nuevo á Chile; se hablan informado, y ya sabian que no era hombre Henriquez á hacerles mal ni daño , si ellos no incurrían en él atrayéndoselo por castigo. En efecto , el gobernador pasó el Biobio y plantó sus banderas en Angol, sin que este acto les ocasionase recelo alguno. Lejos de eso , conjeturando con su saga- cidad natural , y adquirida por experiencia , que este paso del gobernador era el mas racional para asegurarse de las intenciones que ellos mismos tenian , esperaron que les propondria una ratificación de la paz, y así su- cedió , proponiéndoles el punto de Malloco para cele- brarla. La respuesta afirmativa de los Butalmapus llegó inmediatamente, y el dia señalado (1), Aillicuriche con los Archiulmenes, Ulmenes, caciques y un numeroso con- curso, acudió al lugar de la cita, por su parte, como Henriquez acudió por la suya con una majestuosa y polí- tica ostentación. Es verdad que los Araucanos hablan visto tanto de esto , que poca novedad era para ellos. (1) Que se ignora, aunque baste el saber que fué necesariamente en enero de 1671. En cuanto á los artículos de la ratificación, ni el mismo cabildo de Santiago los ha asentado; pero ha sido materia tan trillada, que fácilmente se conjetural], 262 HISTORIA DE CHILE. Pero enfin , siempre era oportuno para probar que los Españoles, lejos de menguar, prosperaban. Los naturales lo notaron sin sorpresa y sin ningún sentimiento hostil. Al contrario, parecían recrearse con cuanto veian. Su odio y resentimiento contra los conquistadores se habían en- torpecido á fuerza de choques y vicisitudes ; y ya los Es- pañoles mismos los consideraban como menos enemigos. Los unos y los otros empezaban á ver claramente que lo mejor era el vivir en paz , puesto que irrevocablemente tenían que ser vecinos y vivir en comercio continuo. Las ratificaciones se hicieron , por lo mismo , con mutua sa- tisfacción. Los individuos de las dos naciones las cele- braron con espontánea alegría mezclados unos con otros sin cuidado ni recelo, como habitantes de un mismo país, y al separarse, se dieron recíprocamente palabra de eterna amistad. El que mas parte tuvo en este feliz des- enlace fué el inmortal Luis de Lara de Santiago. Antes de regresar á la Concepción, el gobernador Henriquez recibió parte del de Valdivia , don Pedro Mon- toya , de que un navio ingles se hallaba mucho tiempo habia á la capa con intento visible de hacer un desem- barco , y de que , en tal caso , necesitaría refuerzo para rechazarlo. El gobernador le envió doscientos hombres con don Jorje Olivar, el cual los llevó por medio del país araucano con tan poco inconveniente como si via- jase por territorio español , y llegó tan á tiempo que el comandante del navio inglés, que era una fragata de 40 cañones mandada por un Carlos Clerq(l), el cual (1) Este Clerq era español y se llamaba don Carlos. Por insinuaciones suyas, el gobierno ingles comisionó al caballero Juan Narborougli , en mayo 1669 , para que fuese con dos buques á formar un establecimiento en las costas de Chile, y buscar un paso al mar del Sur por entre la América y la Tartaria. Narborough montaba un buque de guerra de 300 toneladas, 36 cañones y 80 CAPÍTULO XXXI. 263 habia bajado con bastante imprudencia á una caleta situada entre los cabos Marrito y Marrogonzalo , quedó prisionero con otros tres. Enviados estos prisioneros á Lima , el virey pasó informe á la corte del hecho , y la reina gobernadora los condenó en respuesta á la pena de muerte , ejecución que no se verificó hasta ocho ó diez años después. Como se supo , ó se conjeturó por dichos de estos pri- sioneros , que esta fragata no era mas que una descu- bierta de alguna escuadra enemiga que podia tener proyectos serios contra la costa , el gobernador de Chile tomó providencias acertadas para poner sus puntos ata- cables á cubierto. Noobstante la ratificación de la paz , lo mismo hizo con todas las plazas y fuertes españoles , dejando la línea tan asegurada , como si no hubiese paz; de suerte que al retirarse á la Concepción , pudo hacerlo con la íntima persuasión de que nada se le habia olvi- dado. Solo le quedaba el pasar informes á la corte, y atraerse las mas lisonjeras palabras del agrado y aun del agradecimiento de S. M., como en efecto le llegaron al año siguiente. Mientras tanto, pensó en ir á darse á reconocer en la capital y dar gracias á su jeneroso cabildo por sus aten- ciones, y su cooperación eficaz al bien jeneral. En Maypú, se encontró con la diputación , con el caballo y la silla, presente particular de los capitulares ; pero les expuso que seria hacer desprecio de las órdenes reales el elu- dirlas por este medio, sin duda alguna muy noble, hombres de tripulación, que se llamaba Sweepsiakes. El otro era una simple pinaza, por nombre Bachelor, de setenta toneladas, armada con cuatro cañones y \einte hombres, y mandada por Uumphrey FlemiiiQ, Esla expedi- ción habia salido de las Dunas el 26 de setiembre. — Warden , Cronolojía histórica de la América. 264 HISTORIA DE CHILE. pero no menos peligroso para ellos y para él: y que les rogaba le permitiesen hacer su entrada en la capital montado en su propio caballo. Así se verificó. Los dipu- tados no pudieron menos, aunque con mucho senti- miento , de reconocer la fuerza de sus razones , y tuvie- ron que rendirse á ellas. Por fin , entró en Santiago, fué reconocido el 12 de mayo por el cabildo, y el 13 por la real Audiencia. Las funciones que se hicieron en honra suya coincidieron con las de santa Rosa de Lima (1) , reconocida, por reales órdenes, por patrona de las Indias, y hubo en ellas iluminaciones, fuegos, toros, justas y cañas (2). Inmediatamente después de estos grandes regocijos , que tuvieron lugar en los primeros dias de julio , recibió el gobernador un pliego del virey , en el cual el conde de Lemos le advertía que los Ingleses habían ocupado á Panamá , y le encargaba tomase todas las medidas que juzgaze oportunas para rechazarlos , en el caso que pro- gresasen y quisiesen hacer alguna tentativa contra las posesiones de su gobierno. Con este anuncio , se pre- sentó Henriquez con los oidores de la Audiencia en el cabildo, el dia 7 de julio, y en un solenne acuerdo , decretaron se hiciese una leva en la ciudad , y se requi- riesen todas las armas que hubiese para su defensa even- tual. Esta leva produjo setecientos treinta y nueve de- fensores, de catorce años arriba; pero desmoralizados por un mal epidémico que causaba mucha mortandad. En cuanto á las armas , por la requisición mandada , se (1) Muerta en la capital del Perú el dia 24 de agosto de 1617. En la época de que hablamos , la santa no liabia aun obtenido mas que la beatificación. (2) En cuatro cuadrillas, conducidas, una, por el mismo gobernador ; otra , por su hermano ; la tercera por el correjidor Ahumada, y la cuarta, por el alcalde de primer voto don Pedro de Prado. CAPÍTULO XXXI. 265 hallaron ciento y veinte y nueve arcabuces; tres mos- quetes; ciento y veinte y cuatro escopetas ; cincuenta y nueve pistolas y ciento y setenta y tres lanzas. Después de haberse procurado así los medios de defensa huma- namente posible , los Santiagueses se pusieron bajo la protección divina, haciendo rogativas y plegarias públi- cas para que cesase el azote de la peste. Entretanto, el gobernador, habiendo notado graves abusos en el ejercicio de algunos empleos , abusos oriji- nados por el sistema administrativo de Menesés , los cortó de raiz usando de mucha induljencia con los que los cometían , entre los cuales descubrió algunos que hubieran debido ser castigados al tiempo de la caida de dicho gobernador, en cuyos actos parecían haber tenido una activa complicidad. Cortó igualmente el abuso de contribución de licencia de tráfico ; el de la venalidad de encomiendas de Indios , en favor de los cuales dio nuevo vigora las disposiciones de todos sus predecesores, desde el conquistador Valdivia , mandando se publicase su decreto por bando , como se ejecutó el dia 4 de octubre. Dio providencias de policía sanitaria, y en pocos dias se vio la ciudad desembarazada de muchas molestias, y aventajada con un nuevo empedrado y una hermosa fuente de bronce en la plaza Mayor. Hasta la construc- ción de edificios excitó su celo , y las innovaciones que este gobernador introdujo en ella aseguraron para en ade- lante la seguridad y la duración de ellos. Puso orden en todos los ramos económicos que lo necesitaban , y no olvidó cosa alguna de cuantas podian contribuir al bienestar de sus administrados. Mas , con todo eso , no le faltaron detractores. Unos le vituperaron por no haber aprovechado de coyunturas 266 HISTORIA DE CHILE. muy favorables que habia tenido para reducir los Indios á usos y costumbres sociales, distribuyéndolos en pueblos circunscriptos y enseñándoles á gobernarse ellos misinos. Otros le acusaron de haber querido granjearse amistades y conexiones dando empleos á personas emparentadas con oidores y otros representantes de influjo, no atre- viéndose á darlos por un interés propio mas directo y aparente ; de donde habia surjido una era inesperada de arbitrariedad y de quejas inútiles por entonces, hasta que los lamentos tuvieron tiempo para pasar los mares y llegar á oidos del monarca. Por fin , noobstante las pruebas que habia dado de desinterés y desprendimiento, otros le juzgaron atento á enriquecerse mucho, con la sola diferencia de haber sido mas cauto y prudente que otros gobernadores que habrían hecho lo mismo ; y asegura- ban por prueba de esta verdad que se decidió á romper la paz , que él mismo habia afianzado , bajo un frivolo pretexto y con el solo objeto de adquirir un gran número de esclavos. Lo cierto fué que los Araucanos no dieron motivos sus- tanciales para que les hiciese experimentar los rigorosos efectos de hostilidades extremadas , puesto que si hubo entonces algunos turbulentos entre ellos, no solo obra- ron sin su participación, sino también contra su voluntad. Sin embargo , causa un verdadero pesar el tener que mudar de opinión sobre un personaje de tanto mérito como don Juan Henriquez , después de haberle juzgado y presentado á los lectores como un modelo de virtudes que se mostraban exteriormente en todas sus acciones. El capítulo siguiente nos ofrecerá tal vez materia y recursos para fijarnos en el juicio que finalmente nos debemos de formar del espíritu de su gobierno. CAPITULO XXXII. ospcchas contra el cacique Aillicuriche. — Ruptura de la paz. — Campaña. — Buenos sucesos. — Son cojidos los jffes araucanos, y ahorcados con el con- sentimiento de los Butalmapns. - Otro jefe de Purcn sufre la misma suerte en la plaza de este nombre. — Restablecimiento de la paz. — Ruidos y mur- muraciones contra el gobernador Henriquez.— Episodio. — Pasa el goberna- dora la frontera , da un pasco militar por tierras enemigas, y regresa satis- fecho á la Concepción. — Vuelve á la capital. — Pliegos de la corle , alarmada con la nuevas de la expedición inglesa. — Estado de plazas y fuerzas. ( 1C7I— 1673.) El gobernador habia pasado el tiempo en la capital , parte de él , divertido , y la otra , ocupado ; de suerte que el mes de octubre , y con él la estación de verano llegaron muy pronto y sin sentirse. El 16 de dicho mes , salió para la frontera llevando en su séquito á los dipu- tados por el cabildo para acompañarle hasta Maypii. El 13 de noviembre, escribió dando parte de su llegada á la Concepción, y el 19 de diciembre, anunció en segunda carta hallarse con su ejército en el estero de los Sauces. Veamos cual fué el motivo de este súbito movi- miento , inesperado , en atención á la paz que disfrutaban Españoles y Araucanos. Este motivo , según algunos , fué la misma paz y el aburrimiento que causaba á algunos jóvenes turbulentos que querían romperla por su solo gusto y provecho. A lo menos , así fueron interpretados algunos actos desorde- nados del antiguo toqui jeneral Aillicuriche y de su vicetoquí Duguegala, por los que juzgaban sanamente de las cosas con seso y por experiencia. Pero el coman- 268 HISTORIA DE CHILE. dante jeneral de la frontera, don Alonso de Córdova y Figueroa, opinaba diversamente, puesto que en su parte al gobernador pintó los pasos desasosegados de los dos ex-jefes araucanos como sospechosos y merecedores de una corrección. Sin embargo , la historia no señala acu- sación alguna clara y abiertamente. Sea lo que fuese , el gobernador, en respuesta á Córdova Figueroa, le habia dado carta blanca , por decirlo así , para que obrase como lo juzgase oportuno, y este comandante habia destacado á un capitán , Laureano Ripete , y al comisario don Fabián de la Vega con ciento y cincuenta Españoles contra los territorios de Lamuco y Callbuco , situados al pié ó á la falda de la cordillera. Los dos oficiales destacados eran experimentados y conocían el país perfectamente en todas sus vueltas y revueltas, escondrijos y rincones, y hallaron que efec- tivamente los Araucanos hablan cortado los caminos y formado estacadas. Combinaron su plan de ataque en consecuencia , se concertaron , se dividieron , y cayendo simultáneamente sobre las dos parcialidades , emplearon en cometer atrocidades seis dias , al cabo de los cuales volvieron á la plaza de Puren con ganados y muchos cau- tivos. El éxito de la expedición del gobernador fué igual- mente completo y proporcionado á la superioridad de las fuerzas que mandaba. Los jefes araucanos que él iba en persona á castigar eran Dudeguala, Clentaru (1) y Lu- pitaru. El ejército español marchó desde los Sauces con tanta rapidez que sorprendió á los enemigos á orillas del Allipen , los batió y les hizo cuatrocientos prisioneros. Sin embargo, no se dieron por vencidos, y se replegaron (1) Que no debe ser confundido con el célebre caudillo de este nombre, muerto ya , como se ha dicho. CAPÍTULO XXXII. 269 aun bastante unidos sobre Repocura. El gobernador los dejó ir sin perseguirlos , pero solo para disimular sus proyectos. En efecto , pensaron que se retiraba satis- fecho de haberlos castigado , mientras que la verdad era que por una marcha tan rápida como atrevida los to- maba por las espaldas , cuando menos lo aguardaban. La sorpresa fué tan completa , que los tres jefes fueron cojidos, y colgados con el consentimiento de los Butal- mapus. Era hacer claro que la nación no daba las manos á estas tentativas, las cuales solo debian ser atribuidas á algunos revoltosos , y una vez castigados estos como lo acababan de ser, no habia que temer en mucho tiempo el que se renovasen. Henriquez era probablemente de este parecer, puesto c|ue el 13 de enero del año entrante 1673 estaba de vuelta en la Concepción, y que salió muy luego para la capital , en donde se hallaba ya el 6 de abril siguiente. Sin embargo, habia dejado substistir la orden dada anteriormente á Córdova y Figueroa de gobernarse mili- tarmente según las circunstancias lo exijiesen en su juicio. Con necesidad ó sin ella, y en este caso por pura pre- caución, si Figueroa no abusaba de esta autorización , es preciso confesar que usaba de ella en sus mas lejanos límites. Después que por medio de Ripete y el comisario don Fabián de la Vega, habia asolado los districtos de Lamuco y Callbuco, habia hecho otro tanto con la par- cialidad de Maquehua, enviando allí al capitán A.nsotegui con el mismo de la Yega , los cuales volvieron igual- mente á Puren con prisioneros y ganados, bien que con la pérdida de cuatro hombres. Los naturales , desani- mados ya mucho tiempo habia , hablan quedado des- moralizados completamente con la muerte de los ^70 HISTORIA DE CHILE. tres caudillos Dudeguala, Clentaru y Lupitaru; pero cuando se veian acosados, se irritaban y aun te- nían bastantes brios para causar á los Españoles pér- didas que debian serles tanto mas sensibles cuanto eran desgracias tan inútiles como excusadas. Los cuatro sol- dados que en la última correría habian dejado muertos Ansotegui y de la Vega podian ser contados en este número. Con todo eso , estas correrías infundadas y sin pre- texto , á lo menos aparente , continuaron hasta causar una especie de desesperación á los naturales para los cuales no habia recurso humano en este conflicto , puesto que sus quejas y sus súplicas por la observancia de la paz eran igualmente desoídas. En este estado de cosas, el caudillo Ayllicuriche halló finalmente un cierto número de combatientes , — mil y doscientos , — con los cuales intentó sorprender al mismo Córdova en persona, y para conseguirlo , se estableció entre Puren y Repocura. Pero el comandante jeneral de la frontera no decía nunca á nadie , ni aun á su subalterno mas inmediato , qué pen- samiento tenía , y era imposible el descubrirlo antes de su ejecución. Cansado de esperarle inútilmente , Aylli- curiche se fué con sus mil y doscientos hombres á echarle á las barbas un desafio desde Vituco , — de donde era dicho caudillo , — y Córdova le fué á buscar con qui- nientos. Para abordar la posición del caudillo araucano , los Españoles tenían que pasar un desfiladero , en donde podian ser degollados : pero Ayllicuriche tenia sin duda otros proyectos porque su saña era mas contra el jefe que contra los soldados. Habiéndose asegurado que el paso se hallaba libre , Córdova se empeñó en él y salió al llano. Al frente en una loma , parecían estar los ene- CAPÍTULO XXXII. 271 migos esperándole, y marchó á ellos. El tránsito del desfiladero que dejaba atrás á la posición que tenia en frente , era largo , y cuando llegó á ella se vio atacado por la espalda y por el frente. Militar consumado y de una serenidad impertérrita, Figueroa mandó dar frente á retaguardia á la mitad de su columna , y puesto en el centro, mientras la cola rechazaba con vigor el ataque de Ayllicuriche , vio que en la finjida posición no habia mas que algunos cien enemigos. Al punto , su ojeada militar descubrió el partido que podia sacar de esta cir- cunstancia y echándoles solos veinte tiradores que eran otros tantos leones , hizo conversar por derecha izquierda y mitades el medio trozo de la cabeza sobre los dos flancos del enemigo, y este quedó encerrado como en una caja, sin mas salida que el desfiladero por donde hablan en- trado los Españoles , cuyo fuego , directo por el frente , y oblicuo por los lados, formaba una verdadera tempestad que contenia el ímpetu de los Araucanos. Viéndose estos caer á cada paso que daban avanzando, empezaron á desordenarse. Hasta el mismo Ayllicuriche perdió la ca- beza y no tuvo mas recurso que retirarse por el desfila- dero , en donde la mortandad de los suyos fué horrible , dejando entre las manos del vencedor trescientos prisio- neros, con los ciento que hablan guardado la posición primera, y sobre los cuales Figueroa volvió una porción de sus fuerzas , luego que vio á los otros en dispersión. Pero lo mas interesante fué que el caudillo Ayllicuriche cayó prisionero. Con todo, esta victoria cara le hubo de costar al coman- dante jeneral de la frontera. A poco tiempo de su regreso triunfal á Puren , habiendo tenido que ir á Repocura , la plaza fué atacada en su ausencia, por Rapimanque, caci- 272 HISTORIA DE CHILE. que de aquel territorio, á la cabeza de tres mil guerreros. Este caudillo habia hecho conocimiento con un mayoral de la estancia que los jesuítas tenian allí, y este mal sujeto, por miras interesadas, le habia aconsejado saquease el distrito, y Repimanque lo habia ejecutado con muerte de cuarenta Españoles. Después de esto , puso sitio á la plaza de Puren , ignorando que Córdova no estaba dentro. Luego que lo supo, — y esto es muy de notar, — levantó el sitio , y se fué á poner en acecho suyo , no dudando de que volverla al socorro de la plaza tan pronto como la supiese sitiada. En efecto , así sucedió. Figueroa se puso en marcha forzada con el aviso que recibió del acontecimiento; pero, decididamente, los azares de la guerra estaban todos en su favor. Mientras que Rapi- manque se ponia en asechanza suya con fuerzas mas que séxtuplas , llega un mozuelo araucano y le dice que los Quechereguas , los de Boroa y otros limítrofes recojian apresuradamente sus hatos y ganados para huir de las fuerzas de Cordova , que iba á caer sobre ellos. — Y es de advertir que en este aviso no habia ni trama ni artería; el muchacho lo dijo para que Rapimanque, tan enemigo, ó tal vez mas, de los Quechereguas como de los Espa- ñoles , se aprovechase de la coyuntura , de preferencia á estos últimos. Sin pararse un solo instante á reflexionar, el caudillo araucano se puso en movimiento por un lado, mientras que Figueroa regresaba , por el suyo, á su plaza de Puren sin haber tenido por entonces otro pensa- miento 5 y gracias á esta casualidad, verdaderamente providencial para él, entró en ella sano y salvo, y con la satisfacción de no ver enemigos en sus cercanías. Bien que, como lo hemos dicho, los naturales en jeneral no aprobasen estos levantamientos parciales , no CAPÍTULO xxxir. 273 podían oponerse á ellos, y quedaban neutrales aguar- dando por las resultas. Viendo á Córdova de regreso á la plaza , y teniendo muy presente la muerte de cuarenta Españoles causada por Repimanque en su ausencia , em- pezaron á temer su justo resentimiento , y le enviaron á pedirle la paz. El comandante jeneral , autorizado , como se sabe , á obrar como le pareciese conveniente , se hizo de rogar antes de concederla; pero al fin , se dulcificó y la prometió bajo la condición de que le entregasen el mayoral Garrido de la estancia de la conversión. Esta condición la aceptaron y la cumplieron en pocos dias, y no pudiendo exijir mas de ellos por entonces , Figueroa se sirvió del traidor mayoral para armar una traición á su amigo Rapimanque, forzándole á llamarle á una cita en un sitio señalado. El cacique caudillo dio en la trampa ; fué á la cita y lo cojieron. Sin mas forma de proceso ni averiguaciones , Figueroa mandó levantar dos horcas y colgar al Araucano y al Español, uno en frente de otro. Mientras esto se pasaba mas allá de la frontera, el gobernador Enriquez se estaba muy sosegado en la capital del reino dando providencias de gobierno , y haciéndose querer de unos , al paso que otros murmura- ban de sus operaciones , y hasta de su moralidad. Según estos últimos, el gobernador era un hipócrita muy diestro que habia empezado cojiendo buena fama á fin de poder engañar mejor ; el amor que habia mostrado por la paz no habia sido mas que una apariencia engañosa ; lo que él quería era guerra para hacerse con un gran número de esclavos , y á fin de poder descargarse de la respon- sabilidad , que no debia de pesar mas que sobre él , la habia puesto sobre los hombros del comandante jeneral de la frontera, dándole facultad para obrar militarmente 111. Historia. 18 27/| HISTORIA DE CHILE. según las circunstancias lo exijiesen. A esto anadian los murmuradores que si no habia hecho como algunos de sus predecesores sacando partido de la venalidad de em- pleos y encomiendas, y aun especulando en medidas económicas de asistencias al ejército , habia sido porque habia temido los mismos malos resultados que semejante modo de gobernar habia tenido para ellos ; que para no alarmar la caridad cristiana de la autoridad eclesiástica, íinjia consultarla sobre los fines principales de la guerra, los cuales eran las conversiones y el aumento de la cris- tiandad, y con este finjimiento persuadia á los obispos que su deseo era el de ellos, y que á alcanzarlo se en- caminaban todos sus actos. De este modo , se granjeaba el apoyo de su autoridad. Por el mismo consiguiente se portaba con los ministros de la real Audiencia. Estos le amaban y le ensalzaban , y no era extraño , puesto que les dejaba hacer cuanto querían , aparentando tener una ihmitada confianza en las luces y el profundo saber de cada uno de ellos, aunque la verdad era que él sabia tanto como el que mas , en jurisprudencia, y mucho mas que todos en gobierno y política. Cuando estaba seguro de obrar contra la opinión de alguno ó de todos ellos, los reunía en consejo proponiendo la cuestión como él sabia que la entendían , y dando por sentado que así la en- tendía él mismo , y luego desarrollaba un cúmulo de in- convenientes y dificultades , de que parecía sumamente enfadado, para que creyesen que adoptaba una resolución contraria muy á pesar suyo. En una palabra, decían que el gran tino de este gobernador era el llegar á sus fines particulares pareciendo odiarlos , y estar bien á toda costa con cuantos podían quejarse en alta voz de su conducta. CAPÍTULO XXXTl. 275 No satisfechos los detractores deHenriquez con criticar amargamente sus actos de gobernador, se propasaron á tachar los de su vida privada , y su moralidad. Por mas que la historia repugne tocar esta materia, tiene que vencer por fuerza su repugnancia , puesto que en el caso presente, miserias y debilidades humanas que pertenecen á la historia del jénero humano y no á la particular del reino de Chile, ni de ningún otro, han producido un ruido histórico , del que tal vez se podrá sacar una me- moria histórica de cierta importancia moral. Ademas de esto, hay en este episodio mucho de novela, y por consi- guiente, es muy propio para procurar un poco de distrac- ción á los lectores , siendo cosas de intrigas amorosas , raptos y peripecias romanescas. Hé aquí este cuento verdadero. Un oidor de Santiago (1) tenia una amistad muy ín- tima con una joven soltera (2) de la misma -ciudad"; tan íntima , que daba mucho que hablar, y era ya materia de escándalo. Porqué daban escándalo estos amores no lo dice la historia, y en esto comete una omisión deján- donos en la duda de si el amante era también soltero, ó persuadiéndonos mas bien que era casado ; porque en el primer caso , el trato de un oidor con una señorita bien nacida no podia menos de tener fines legítimos. Sea lo que fuese acerca de esto , este trato dio tanto que hablar, que el obispo envió á su secretario con un recado atento á doña Beatriz de la Barrera , abuela de la joven , para que , en vista de lo que se murmuraba y para im- poner silencio á las malas lenguas , procurase tener á su nieta en mayor recojimiento que hasta entonces. Oyó (1) Llamado justamente don José Menesés. (2) Doña Elvira Tello. 270 IIISTOJUA DE CilíT.i:. doña Beatriz con sumisión la amonestación ele su ilustri- sima, y sin entrar en chismes inútiles, dio á entender al enviado que lo que sucedía no era culpa suya, ni estaba en su mano el remediarlo. Con esta respuesta salió el secretario de allí , y se fué con un recado seme- jante al convento de Santa Clara, del cual era monja una tia (1) de la amorosa joven. No habiendo producido estos dos recados el efecto deseado , pensó el obispo que tal vez podría haber exa- jeracion, y por consiguiente calumnia en los dichos, y que era de su deber el asegurarse de la verdad. Para tranquilizar su conciencia acerca de un punto tan deli- cado y espinoso , ordenó su ilustri'sima la información secreta del hecho, y de ella salió á verdadera luz que los amores del magistrado y de la señorita chilena habían ya producido fruto, dando lugar al nacimiento de una criaturita del sexo femenino. Esto aseguraron cinco tes- tigos, no por haberlo visto sino por haberlo oído. En consecuencia, el obispo mandó poner la madre clandes- tina en un convento. Pero no se hizo esto sin ruido ; al contrario , esta medida ocasionó mas escándalo que hu- bieran ocasionado los amores mas licenciosos. La joven violentada protestó altamente contra la violencia que se le hacia , y contestó al obispo y á todo poder humano la autorización de ponerla en reclusión sin mas motivo que el haber usado ella de su libre albedrío. Del mismo parecer fué su abuelo , el cual pidió al obispo fuese ser- vido poner en libertad á su nieta , de cuya seguridad y conducta salia él garante , obligándose á depositarla en casa de unos parientes suyos que residían á veinte leguas de la ciudad. Satisfecha su señoría ilustrísima con esta (1) Doña AMonza Tello. CAPÍTULO XXXll. 277 palabra , dio libertad á la reclusa forzada , la cual fué inmediatamente encaminada , bajo buena custodia , al depósito que su mismo abuelo habia señalado. Pero uno pensaba el abuelo y otro la nieta, pues á mitad de camino , una compañía de caballeros errantes , protectores de la hermosura aflijida , salieron enmasca- rados , y espada en mano , y libertando á doña Elvira se volvieron á galope con ella á Santiago. Quienes eran estos injeniosos hidalgos , la historia lo ignora , y solo cree saber, por los informes que se dieron al obispo sobre este acontecimiento, que los desfacedores del agravio hecho á la angustiada belleza eran , en una palabra , enviados por don José Menesés á su socorro. Si este acontecimiento tuvo consecuencias inmediatas ninguna crónica de aquel tiempo lo dice , por lo que se puede sacar en limpio que no se volvió á hablar mas del asunto , del cual mas habria valido no haber hablado nunca. Pero dos años después, recibió el gobernador del reino de Chile de la reina gobernadora de las Es- pañas un apercibimiento con una multa de mil pesos , por no haber remediado al escándalo ocasionado en la capital de Santiago por los tratos ilícitos del oidor Menesés. Es verdad que haciéndose, tal vez, cargo de que el gobernador Henriquez podia haberse visto arre- drado en este punto bastante escabroso , por el temor de meterse en asuntos de conciencias ajenas , hollando mi- ramientos y respetos obligatorios , por un lado , y por otro, por la conservación y decoro de su propia dignidad, que habia podido comprometer inútilmente; María Ana de Austria apoyaba la nota de descuido respecto á cos- tumbres, con que tachaba la conducta de su gobernador de Chile, con un apéndice bastante bien añadido y ajus- 278 HISTORIA DE CHILE. tado , á saber, que el mismo hermano suyo , don Blas Henriquez , habia tenido una intimidad ilícita , probada por un testimonio vivo, con otra joven (1); mientras que una hermana de esta recibia á solas al fiscal de la Audiencia (2) , el cual visitaba muy á menudo y con fa- miliaridad al gobernador del reino, de quien era siempre bien recibido. La sola lección que la historia puede sacar de este episodio es la prueba que en él se halla de la suscep- tibilidad de las costumbres españolas de aquel tiempo. Volviendo á la historia, Henriquez tenia proyectos belicosos , puesto que pidió al cabildo de Santiago seis- cientos caballos prontos para el 15 de julio. El 27 de setiembre salió de Santiago , y el 29 de octubre , avisó de su llegada á la Concepción. El 5 de febrero del año entrante, 1673, escribió de nuevo, de vuelta de un paseo militívr, en el cual quedó convencido del estado satisfactorio de los espíritus araucanos, diciendo al ca- bildo podia cuando gustase informar á la corte de la próspera situación de las cosas de la guerra. El cabildo se apresuró á dar este paso , poniendo al gobernador en las nubes y ponderando los bienes infinitos que Chile debia á su gobierno. Los seiscientos caballos que Henriquez habia pedido al cabildo de Santiago hablan sido aprontados ; pero aun no habia llegado el caso de servirse de ellos , estando destinados á correr contra los Ingleses en el caso que se realizase su invasión, que se creia inminente. Satisfecho de haber visto por sus mismos ojos que podia descansar sin cuidado en su comandante jeneral , en punto á ope- (1) Doña Inés de Astorga. (2) Don Francisco de Cárdenas. CAPÍTULO XXXII. Í279 raciones militares , el gobernador se volvió por abril á Santiago , después de haber mandado colgar á Ayllicu- riche. Al llegar, recibió la noticia de la pérdida del San Bernardo con un cargamento de mucho valor, y esta desgracia le sujirió el pensamiento de poner en vigor lo mandado por reales órdenes acerca de la navegación , á saber, que ninguna nave saliese del puerto de Yalparaiso desde 15 de mayo hasta el 15 de agosto. Lo restante del año se pasó sin novedad ; pero en diciembre , recibió el gobernador phegos de la corte, por cuya fecha, 17 de enero del corriente 1673, y cuyo contenido , vio que el gobierno superior se habia alarmado de la expedición inglesa contra Chile, puesto que le recomendaba mucho la vijilancia de la costa. Por fortuna, esta vijilancia le era en aquel instante mucho mas fácil , en atención á que el estado jeneral de las cosas del reino le permitia el ejercerla con especial cuidado. Las fuerzas españolas, sin llegar precisamente al número de soldados de que se habia compuesto el ejército chileno en tiempos anteriores, eran en aquel entonces mucho mayores, comparativa- mente á su empleo. Es verdad que el semblante de la guerra podia cambiarse cuando menos se pensase en ello ; pero por muchos cambios que hubiese , no era pro- bable que la guerra volviese á causar en lo sucesivo los estragos y horrores que habia causado hasta entonces. Era una casi probabilidad fundada en experiencia y há- bitos , de que se componen , en jeneral , los sentimientos de los hombres. El cuadro siguiente puede servir á dar una idea de la fuerza material de los Españoles , sin contar la moral y el descaecimiento de la de los naturales. 280 HISTORIA DE CHILE. PLAZAS Y FUERTES. Soldados Soldados españoles. indios. Concepción 165 » San Pedro, á la otra parte del Biobio. .... 25 » Colcura , 6 leguas S. de San Pedro 20 40 Arauco, ¿i leguas S. del anterior 135 » San Ildefonso 69 » San Diego de Tucapel, 12 leguas S. de Arauco. . 95 » Yumbel , 12 leguas E. de la Concepción 627 » Chillan , 9 leguas N. de Yumbel 109 » San Crislóval 32 139 Madintuco 25 104 Buena Esperanza 25 » Talcamavida 40 146 Santa Juana 18 » Santa Fe 10 » Nacimiento 29 » Purcu 182 » Encarnación , en Repocura 74 » Provincia de Chiloe 190 » Totales 1,870 429 Total general. . . 2,299 CAPITULO XXXIII. Nuevo congreso de paz.— Nómbrase un capitán de amigos para cada pro- vincia , y un comisario de naciones por inspector de estos capitanes. — Beneficios de la paz. — Otros sucesos. (1674—1682.) Resumamos y recordemos que todos los jefes arauca- nos que han alterado la paz, sin el consentimiento de los Butalmapus , quedan muertos con su anuencia , muer- tos por los Españoles , que hicieron ó pretendieron hacer justicia : Ayllicuriche , Dugueguala , Rapimanque y el traidor mayoral mestizo de la estancia de la conversión de Rere han desaparecido de la escena, y ya los natu- rales no tienen que temer que los fuerzen á sublevarse contraviniendo á tantas estipulaciones reiteradas y rati- ficadas en diversos parlamentos. Esto sentían los Arau- canos, y libres de seguir su propio impulso, piden la paz. Claro estaba ; puestos entre los estragos que les cau- saban las correrías de los Españoles y la venganza de los Pehuenches , si huian á los montes , no les quedaba mas recurso ni mas refugio que la paz. Los Pehuenches no solo les quitaban sus ganados, sino que también les llevaban á sus hijas, sin pagarles dote alguna, según era uso y costumbre en estos tratos. Pero Córdova Figueroa , usando de las amplias facul- tades que tenia , quería asegurarse bien de que la nece- sidad que tenian de paz era extrema para sacar de este conocimiento mas autoridad para imponerles condiciones 282 IIISTORU DE CHILE. durables. Estando en esto, llegó el gobernador, y des- pués de haberse enterado de algunas particularidades, fué de parecerque se abriese un parlamento para ratificar de nuevo los antiguos tratados corroborándolos con adi- ciones útiles á las dos naciones. Ya otro cacique, el último que habia quedado en postura ó ademan hostil , se acababa de rendir á los Españoles, y no quedaba mas pretexto para negarse á poner fin á la guerra y á sus males. Este cacique, que se llamaba Rucañemqui, se habia establecido en un alto casi inaccesible , llamado el peñen de Rucadioroy, y de allí, salia cuando veia la suya , á matar y á robar. Pero se vio claramente que estas demostraciones eran , mas que sanguinarias, polí- ticas , para que le ofreciesen la paz que le habían ne- gado antes cuando él la habia pedido buenamente. En efecto, don Fabián de la Vega fué con fuerzas á desalo- jarle; pero conociéndole y diciéndose amigo suyo, le envió un parlamentario á proponerle que se rindiese sin el menor temor, en lugar de ocasionar males inútiles con riesgo de comprometer para siempre , y sin recurso , su propia cabeza. Rucañemqui sintió la fuerza de esta re- flexión y se acojió á la paz. Las condiciones que se añadieron á las anteriores fue- ron dos , á saber que cada parcialidad tendría un capitán de amigos , y que estos someterían sus actos á la inspec- ción de un jefe superior con el título de comisario de na- ciones. Las obligaciones de los primeros consistían en una víjilancia continua , y en un estudio de observación de cuanto se pasaba en su parcialidad respectiva , procu- rando conocer, en cuanto era posible , á susLidios, áfin de designarlos individualmente si llegaba el caso de que fuese necesario recompensarlos ó castigarlos ; cultivar su CAPÍTULO XXXIII. 283 buena índole, ó comprimir sus malas inclinaciones. Esta nueva condición produjo tan buenos resultados que me- reció una alta aprobación de la corte. El gobernador Henriquez se fué á invernar á Santiago y volvió por octubre á la capital de la frontera, á donde llegó el 30 de noviembre. La entrada del nuevo año 1675 fué triste para él ; en muy pocos dias perdió á su her- mano don Blas y á su sobrino don Antonio de Córdova , muertos casi al mismo tiempo. El anuncio del cabildo de Santiago de haber Ingleses á la vista de Chiloe, y del desasosiego en que se hallaba la capital, le hicieron volver á ella por abril. Sin duda, la noticia de los In- gleses no habia sido mas que una alarma falsa , puesto que el 2 de noviembre regresó á la frontera dejando la ciudad de Santiago muy tranquila , y ocupada en cum- plir un voto que habia hecho mas de cuarenta años atrás, cuyo voto era reconocer y jurar como patrón de la guerra del reino á san Francisco Solano (1). La ida del gobernador de Santiago á la Concepción habia sido motivada por rumores de infracciones que los Indios habían cometido en la paz ; pero estos rumores salieron falsos, y el 6 de mayo de 1676, volvió á in- vernar á Santiago, en cuya residencia tenia mas que hacer, en tiempo de paz, que en la Concepción; fuera de que en la capital se hallaba mucho mas á su gusto, siendo este gobernador muy amigo de tralo y de sociedad. Pero en aquel instante no estaba divertido Santiago sino muy triste, y muy acongojado con una epidemia, ó mas que epidemia puesto que morían los mas de los que cojian el contajio. Henriquez mismo fué contajiado , y cayó muy malo ; pero se salvó. Otros decian que su en~ (1) Muerto en Lima en l¿i de julio lülO. 284 HISTORIA DE CHILE. fermedad no era la epidémica que afligia á los Santia- gueses. De todos modos , á penas llegó la primavera , aunque no se hallase completamente convalecido , queria marchar para la Concepción ; mas todos los capitulares fueron á rogarle no hiciese temeridades inútiles, puesto que se gozaba de una paz octaviana. El gobernador se dejó persuadir é hizo bien , pues su convalecencia fué tan larga , que tuvo que pasar la mayor parte del año siguiente allí , hasta en setiembre que marchó á la frontera. En aquel mismo instante, llegó por Buenos Aires un refuerzo de doscientos Españoles que iban de España al ejército de Chile, á donde fueron muy bien llegados, bien que jamas, desde que habia guerra con los Indios, se hubiesen necesitado menos. Ya no se pensaba en cosas de guerra , sino en sacar provecho de la paz adelantando cuanto se podia proyectos de aumento y mejoras. A principios de 1678, se fundó en Santiago otro convento de Santa Clara , bajo la invocación de santa Clara del Campo (1). El virey de Lima pidió informes al cabildo de Santiago para levantar una ciudad en San Martin de Quillota ; pero este proyecto no fué ejecutado hasta cua- renta años después , y en lugar de una ciudad solo se edificó una villa. Las causas de esta larga dilación en dar cumplimiento á una real orden (porque el proyecto de población en Quillota emanaba del mismo rey ) fueron probablemente la multitud de atenciones , y la penuria en que se hallaba el cabildo. En aquel mismo instante, recibió este protector nato y paternal de la ciudad un (1) En honra de su fundador don Francisco del Campo, que habia sido durante cuarenta años alguacil mayor de la ciudad , y habia dejado por testanienlo un legado considerable para fundar dicho convento, ti cual fué edificado á la esquina de la plaza, y ocupado por siete monjas de Santa Clara la antigua , el 8 de febrero. CAPÍTULO XXXIIT, 285 nuevo disgusto de la corte con una real cédula (1) en que el rey mandaba dar libertad á todos los esclavos de las tres clases. El cabildo resistió alegando que su ejecución le ocasionaría por lo menos un millón de pesos de daños y perjuicios, y, que ademas, la libertad mandada dar á los Indios esclavos no se entendía con los del reino de Chile, sino con los de la Nueva Vizcaya, nuevo reino de León y Nuevo Méjico ; pero sus alegaciones no fueron oidas , y dos años después , tuvo que dar cumplimiento á lo mandado por la citada real cédula. Para consolarse de este verdadero contratiempo , tu- vieron los cabildantes la satisfacción de celebrar , por agosto del año siguiente, 1679, su primer concejo en la nueva casa consistorial , que era magnífica , gracias al gusto y esmero del correjidor don Pedro de Amasa. A fines de setiembre , salió el gobernador para la fron- tera con la diputación que , según costumbre , le acom- pañó hasta Maipú , y se mantuvo en la Concepción hasta el verano de 1680, aprovechando déla paz de que gozaba el reino para fomentar su prosperidad. En esta última época , volvió á Santiago con el fin de llevar á ejecución la realización de un grande donativo que el rey pedia , y que fué votado en los dos cabildos (2) , con asistencia de su ilustrísima, don Fray Bernardo Carrasco. Es cosa muy de notar que el rey pidiese donativos para hacer donativos. Dejando á parte las cantidades enormes que le costaba el ejército y la conquista , el real erario sumi- nistraba alhajas, ornamentos y campanasá todos los con- ventos é iglesias nuevamente edificados ; y perpetuamente el alumbrado de lámparas (de dia y de noche) de todas ; (1) 2 de abril 1676, (2) 12 de setiembre IfiSO. 28G msTorjA de chile. como también el vino que se consumia en las misas (1). Tal era el fomento que el rey daba al culto, y realmente tenia algo de ficción el pedir para dar á los mismos de cuyas manos recibía. De todos modos, el celo por la propagación del cato- licismo era demasiado visible para que se pueda dudar de c|ue este era uno de los fines principales de la con- quista. Ya hemos visto al gobernador Portel Casanate declarar, en 1662 , las misiones vacantes por falta de objeto , en atención á que la rebelión de los Indios de paz y el estado jeneral de la guerra impedían ías misio- nes y las tentativas de conversión ; y en 1663 , hemos visto las misiones restablecidas por real orden. Sin em- bargo, en los diez años de continua guerra que se habian seguido , los misioneros habian tenido poco á nada que hacer ; pero al punto en que la paz habia permitido á los jesuítas emprender de nuevo sus tareas apostólicas, las misiones de Buena Esperanza, Talcamavida, Arauco, Tucapel y otras , habian sido restablecidas y las conver- siones habian empezado de nuevo, con la particularidad de que los Indios se convertían mas voluntariamente que nunca y parecían ansiar por las visitas de los jesuítas. LosPP. Rosales, Astorga, Mascardi y Vargas recojie- ron por todas partes frutos preciosos de su infatigable celo , y en este estado se hallaba esta atención especial del gobierno, en 167/i, cuando una visita del obispo á los Indios estuvo para echar á perder todo lo que se había adelantado. En efecto, esta visita de su ílustrísima, que era el ilustre F. Francisco de Vergara y Loyola , tenia por prin- cipal objeto el cortar la poligamia , abuso que no habia (1) Ovalle. CAPÍTULO xxxiii. 287 sido posible aun desterrar de entre los naturales. Al punto en que estos oyeron que el prelado iba á verlos con estas intenciones, empezaron á mostrarse descon- tentos, y aun se esparcieron rumores de levantamiento, de suerte que cuando el obispo llegó y se vio en medio de ellos , conoció claramente que , por querer cortar un mal , iba á ocasionar muchos males , y tuvo que resig- narse á observar la máxima « Del mal el menos , » pro- curando buscar un término medio para neutralizar los efectos del exceso que tenia que tolerar por fuerza. Este término medio fué . que se casasen legítimamente con una , y que las demás , bien que pagasen dotes por ellas á sus padres, las tuviesen bajo el título de criadas (1). Es preciso confesar que este término medio no podia menos de ser tan poco grato á los padres de las jóvenes vendidas como á Dios mismo ; pero el prelado pensó, sin duda , que en cuanto á lo que pensarían los padres de las jóvenes, estas no eran cuentas suyas; y que en cuanto al cielo , lo mas interesante y urjente era que adoptasen las formas cristianas, salvo el perfeccionarlos en la obser- vancia de sus santas máximas cuando las circunstancias lo permitiesen. Después de haber reflexionado madura- mente este medio de conciliación, el obispo mandó llamar á su presencia los caciques de diversas parciali- dades, y habiéndolos tranquilizado asegurándoles que no iba á alterar de ningún modo su arreglo de vida , les propuso por medio del P. rector José Diaz , y de su doc- trinero, que puesto que, como hombres y como guerre- ros, no podian dispensarse de tener mujeres que los sirviesen , escojiesen una sola entre ellas para desposarse con ella á la faz de la iglesia de Jesucristo , haciéndola (í) Olivares. 288 HISTORIA DE CHILE. señora de las demás, las cuales vivirían con los dos casados solo como sirvientes. Los caciques hallaron el arbitrio muy cómodo ; porque si el obispo no tenia que ver con lo que pensasen los padres de las mujeres ven- didas solo para ser criadas (según su ilustrísima pen- saba) , tampoco dichos padres tenian que ver con que los que les pagasen dotes por ellas , las poseyesen según la ley de Dios ó según la ley araucana. De suerte , que en este caso , el ilustre prelado halló fácil composición con el cielo y con la tierra , y pudo regresar tan satisfecho de la docilidad de los Indios , como estos quedaron con- tentos con la benignidad de su ilustrísima. Pero el año siguiente, el vice provincial F. Francisco Xavier vio los efectos claros de este contrato tácito entre el prelado y los Indios ; es decir, vio que tenian , como de costumbre , muchas mujeres , y sin curarse de saber bajo que condiciones las poseian , se escandalizó , arrugó las cejas y empezó á afear este mal cristiano abuso. Los lectores no deben perder de vista que la lengua de los naturales era para los mas de los conversores tan familiar como la suya propia ; las grandes dificultades que habia presentado en los principios su extrañeza , habian sido allanadas en breve tiempo por la incomparable capa- cidad del P. Luis de Valdivia , el cual , después de haberla aprendido él mismo con una brevedad admi- rable (1), habia compuesto luego una gramática y un vocabulario de ella, facilitando su estudio á los demás misioneros. El P. Pedro de Soto Mayor empezó pues , por orden y en presencia del vice provincial , á vituperar á los Indios por el pecado que cometían en tener muchas (1) Ovalle dice : En trece dias, bastante para confesar, y en veinte y ocho, suficientpmente para predicar. CAPÍTULO XXXIII. ^89 mujeres, y los Indios sacaron por consecuencia del ser- món que se trataba de quitárselas. Con este temor, que se propagó entre ellos como un relámpago , empezaron á amohinarse, y á murmurar, y concluyeron profiriendo, ya enfurecidos, amenazas de rebelión. En vista de esto, el P. Soto Mayor rogó al vice provincial se desistiese de su empeño, y el vice provincial tuvo que hacerlo por el bien de la paz ; y muy oportuna fué su concesión , puesto que la menor persistencia hubiera encendido de nuevo el fuego de la guerra , en términos que el ruido que hicieron estas dos tentivas , la del obispo y la del vice provincial , fueron las causas principales de los dos últimos viajes del gobernador Henriquez, de la capital del reino á la de la frontera. Pero sucedió , tras esto , una cosa muy particular, y que noobstante, por la oportunidad con que sucedió, tenia visos de ser una voluntad de Dios. Las casas de conversión , que habían sido arruinadas con la guerra , se hablan rehecho con la paz , y con donativos y algunos arbitrios, los jesuítas que las dirigían empezaban á salir de la cruel estrechez en que hablan tenido que vivir, y á gozar de alguna comodidad , á la cual los naturales con- tribuían en cuanto podían ellos mismos , y lo permitían los PP. jesuítas, los cuales no aceptaban mas que regalos de poca importancia como prueba únicamente del afecto que les tenían sus catecúmenos. Sucedió, pues, decíamos, que de repente vino sobre las tierras de los naturales una plaga tal de ratones, que en un instante devoraron todas las sementeras, y que á consecuencia, el hambre redujo los Indios á la horrorosa necesidad de comerse unos á otros (1). A la primera noticia de este triste suceso, (1) Olivares. ni. Historia. 19 290 HISTORIA DE CHILE. los misioneros enviaron víveres y aun también algunos odres de vino á las parcialidades mas apuradas, y desde aquel punto , los naturales , en parte acosados por el hambre y en parte penetrados de reconocimiento, se entraron á bandadas por las poblaciones de Indios ami- gos, constituyéndose voluntariamente esclavos y ofre- ciendo á los PP. con lágrimas sus brazos y, si era menester, sus vidas á su servicio. Los jesuítas los reci- bieron á brazos abiertos , no como esclavos , les dijeron , sino como á hermanos y como á hijos. Y en efecto desde aquel instante empezaron á pedir, por medio de ellos, sus tesoros de existencia á las entrañas de la tierra , labrán- dola, arándola, sembrándola y cultivándola ; recuperaron sus antiguas posesiones y las atendieron ; de suerte que conversores y convertidos ofrecían el cuadro el mas inte- resante de miembros de una misma familia trabajando todos á una por el bien jeneral y por el particular de cada individuo. Mientras que la paz producía por lo interior del con- tinente chileno estos gustosos episodios, la guerra lo amenazaba por las costas, de parte de un enemigo marí- timo (1). Un pirata inglés, que se llamaba Bartholomé Sharps, operó una sorpresa, el 13 de diciembre, sal- tando á tierra en Coquimbo , é internándose dos leguas hasta la ciudad de la Serena, que saqueó muy á su salvo. El gobernador salió al primer aviso con las milicias de Santiago , y llegó á marcha forzada á Valparaíso, desde donde envió fuerzas por mar y por tierra para atajar al corsario. Las de tierra, mandadas por don Francisco de Aguirre, llegaron cuando ya Sharps se liabia vuelto á, (1) Este amago de |,irata.-i lia debido sor cosa de muy poca importancia para Warden, puesioque no lo liemos iialiado en suCronolojía histórica del America. CAPÍTULO XXXIII. 291 embarcar; las de mar, cuyo comandante ha quedado ignorado, se contentaron con avistarlo sobre la isla de Juan Fernandez, y se volvieron. Sin embargo, no se ha vuelto á oir hablar de dicho pirata. Pero en esta circuns- tancia, como en todas, los habitantes de Santiago, altos y bajos, ricos y pobres, dieron pruebas increibles de patriotismo, corriendo todos al enemigo, unos á su costa , y otros sin pedir nada á nadie (1) ; y contri- buyendo , estos con sus brazos y aquellos con sus medios, á la construcción del castillo de Valparaíso. De vuelta de este puerto , Henriquez recibió cartas de Buenos Aires con la noticia de que el gobernador de allí iba á relevarle del mando de Chile. Antes de este , ha- blan sido ya nombrados otros dos gobernadores de aquel reino, á saber, don Antonio Isasi , y don Marcos Garcia Barnabal ; pero ambos hablan muerto sin llegar á su destino. Henriquez se conformó gustoso á dejar el mando, satisfecho de haber llenado bien todas sus obligaciones ; y, en efecto, el cabildo dio en su favor, al tiempo de tomarle residencia , el testimonio el mas lisonjero de su ciencia gubernativa y de sus brillantes prendas (2). (1) Cabildo del 19 de junio 1681. (2} En el exergo de su relíalo que se veía en la sala de palacio, se Icia «que había construido la nueva casa consistorial, el puente, el acueducto y otras muchas obras públicas.» CAPÍTULO XXXIV. Gobierno dol maestre tle campo don José de Garro, caballero del hábito de Santiago,— Situación del reino. — Sus providencias y buen tino. — Recibe embajadores de los Indios. — Proyecta un parlamento para cimentar la paz. — Realiza este proyecto. — Sus consecuencias. (IC82— Ítí83.) Era no solo una necesidad , muchas veces , sino tam- bién un principio de política el no dejar largos años el mando del reino de Chile íi un mismo gobernador, por felices que fuesen los resultados de su gobierno. El de Henriquez se habia prolongado porque , así como lo acabamos de decir al lin del capítulo precedente, dos sucesores que se le hablan nombrado hablan fallecido. Pero á pesar de cuanto la crítica ha podido imajinar para ejercitarse contra dicho gobernador, el hecho fué que la paz quedó bien consolidada; los asuntos de go- bierno , bien ordenados , y que si hubo males no han procedido de su falta de saber ni de celo. En cuanto á los chismes que corrían sobre lo que llamaban anchura de su conciencia en punto á costunnbres, bien que estos cuentos sean honrosos para las de aquellos tiempos, ó tal vez por la misma razón , no se puede ni debe colejir que Henriquez fuese hombre relajado. Personalmente, de nada ha sido vituperado , y solo fué reprendido por de- masiada tolerancia. La historia, forzada, por decirlo así , á trasmitir ciertos detalles personales que no le competen , no puede menos de hacer constar que si Hen- riquez fué indulgente , no parece haya tenido él mismo CAPÍ ru LO XXXI V. 20o necesidad de induijencia; y probablemente la que se le achacó, y por la cual fué reprendido, y aun castigado por la misma reina gobernadora , probablemente pro- cedia mas de su respeto que de su desprecio por las costumbres; porque los mayores desórdenes ignorados, y aun negados , les dañan mucho menos que pecados veniales ruidosos. El nuevo gobernador don José de Garro , al pasar por la provincia de Cuyo , primera de su gobierno . se dio á reconocer al cabildo de San Luis de Loyola el 25 de marzo ; pero no por eso el de Santiago dejó de enviar á su alcalde de primer voto (1) á recibirlo á la casa de campo para acompañarle á la capital. En dicha casa le esperaba también su predecesor para entregarle el bastón del mando , cuya entrega se verificó con satisfacción mutua, al parecer, de ambos. El dia 2li de abril, fué reconocido por el cabildo de Santiago, y, el siguiente, por la real Audiencia como su presidente. En su entrada en la capital , se notó una cierta afecta- ción personal que tuvo mandando pasar por medio de la plaza su rico equipaje en muchas acémilas, que se murmu- raba llevaban cinco mil pesos, con el fin de que se supiese que , si estaba rico , lo estaba ya antes de ir á Chile. Luego que tomó el mando, nombró de maestre de campo á don Jerónimo de Quiroga (2) ; separó el puerto de Valparaíso del correjimiento de Quillota, dándole un gobernador militar y político (o), y se quedó esperando por el buen tiempo para marchar á la frontera, para donde salió el 19 de setiembre acompañado por dos di- (1) Don Alonso Velazquez. (2) Uno de los escritores de la Historia de Chile , hasta 1656. (3) Cuya determinación fué aprobada y perpetuada por el rey. 29/| HISTORIA DE CHILE. putados del ayuntamiento hasta Maypü. Pero antes de entraren los detalles de su gobierno, debemos exponer, en resumen , el estado del reino , en donde la paz no habia sido alterada , pero habia ocasionado relajación en la disciplina militar ; descuido en ciertos ramos de la administración y abusos. Garro notó todo esto desde luego, ó lo supo por partes oficiosos, y teniendo ya el hábito de mandar, pensó en aplicar á Chile el mismo sistema de gobierno que habia seguido en Buenos Aires. La relajación de la disciplina militar era visible , puesto que los soldados pedian licencias , ó las tomaban sin pe- dirlas, y se iban á vagabundear, es decir á robar fl). De aquí , resultaba descuido en la vijilancia de la frontera y habia frecuentes desórdenes causados por infracciones de los tratados, tanto de parte de los Españoles como de los Indios. Estos, noobstante la real prohibición de te- nerlos esclavos, lo eran y muchos se vendían bajo malos pretextos. Garro puso remedio inmediato á este estado de cosas , y lo hizo con tanto tino que á todos satisfizo mucho el principio de su mando. En una circular á todos los jueces , rejidores y correjidores del reino les decia « que cuando alguna orden suya fuese contra las leyes, usos y costumbres del país, suspendiesen su ejecución, y le advirtiesen para que no volviese á cometer el mismo er- ror. Esta admirable moderación le ganó los corazones. En lo militar, empezó por completar la defensa de Valparaíso , de Coquimbo y de toda la costa. A la Serena envió armas y oficiales para la instrucción de las mili- cias. Puso vijías en las alturas desde donde se descubría el mas lejano horizonte sobre el mar. (1) Acontecimiento inevitable á cada cambio de gobierno, entre el dia del anuncio y el de la llegada de un gobernador nuevo. CAPÍTULO XXXIV. 295 A penas llegó á la frontera , recibió noticia de que se hacían movimientos en los Butalmapus; pero la inter- pretación de estos movimientos era anticipada y aun también apresurada. Durante el gobierno de Henriquez, es decir, desde que les habia concedido la paz , los Butal- mapus se hablan mantenido en una completa quietud, y era bastante natural que, según su costumbre, se alar- masen con la llegada de un gobernador nuevo , hasta estar seguros de sus intenciones con respecto á la guerra ó á la paz. En efecto, el o de noviembre , ya recibió en la Concepción embajadores araucanos que fueron á cum- plimentarle sobre su entrada en el mando del reino. Garro tenia por sí , ademas de otras prendas , el exterior agradable, y á primera vista, los enviados indios se quedaron pagados de su semblante y de la acojida que les hizo. Lo primero que les preguntó fué si estaban con- tentos con la paz, y si tenían alguna queja contra los Españoles. A la primera parte de la pregunta respon- dieron que uno de los objetos de su viaje era el rogarle continuase concediéndoles el beneficio de la paz que les habia dado su predecesor ; y á la segunda , que lejos de tener motivos de queja contra los Españoles , antes los miraban como á hermanos. Satisfechísimo con esta res- puesta , el gobernador les propuso , para mayor abunda- miento de confianza recíproca entre las dos naciones, una nueva reunión en parlamento , para principios del año siguiente, con el fin de ratificar y afianzar las condiciones de la paz , tan útil como necesaria á unos y á otros. Los embajadores araucanos se volvieron regocijados con esta propuesta, y el gobernador despachó órdenes al comisario de naciones y capitanes de amigos, estable- cidos por su predecesor, á fin de que pasasen los avisos 296 HISTORIA DE CHILE. necesarios para el parlamento que se habia de celebrar en la Imperial. Con este proceder, Garro puso el colmo á la confianza de los naturales, en atención á que era ma- nifestarles un cierto deseo de verse en medio de ellos, en lugar de ponerlos á todos en movimiento para que acu- diesen á un punto español fuera de sus tierras. El comi- sario de naciones, don Fabián de la Vega y sus capi- tanes de amigos cumplieron con mucho tino las órdenes que tenían ; mientras que el maestre de campo Quiroga organizaba lucidas fuerzas para que los Indios viesen , el diadel congreso , que no por falta de ellas ni otra consi- deración de esta naturaleza , queria el gobernador la paz, sino por los bienes que proporcionaba á ambas partes. Llegada la época del plazo señalado á principios de 1683 , salió Garro de la Concepción á la cabeza de dos mil hombres (1), pasó el Biobio y se dirijió sobre la Imperial , en donde ya le aguardaban los cuatro toquis natos, ciento y noventa archiulmenes, ulmenes y un concurso infinito de sus nacionales, los cuales dieron las muestras mas estrepitosas de contento en el instante que vieron llegar al gobernador con sus Españoles. Después de los cumplidos recíprocos, entraron en el congreso, y antes de entrar en deliberación , el gobernador español recapituló en un discurso claro y metódico las ventajas que proporcionaba la paz , y los desastres que acarreaba la guerra : «¿Quien hay, preguntó él , al fin , que en vista de este contraste tan manifiesto de bienes y de males , prefiera la guerra á la paz ? Si hay alguno , ¡ que lo diga, ó que levante la mano! » Nadie la levantó y todos gritaron : « ¡ La paz , la paz ! » (1) En cuyo número cree Figueroa que se deben contar los auxiliares, sin fijarse en cuantos eran. CAPÍTULO XXXIV. 297 Quedó , pues , sólida y finalmente afianzada , en tér- minos que Españoles é Indios parecían aborrecer igual- mente la guerra , y querer vivir para siempre como her- manos. La suavidad de modales del gobernador, con la que se mezclaba el porte digno y desenfadado del hom- bre que está seguro de sí mismo y de su conciencia, tenia á los Araucanos como embelesados mirándole de hito en hito. Después de muchas salvas de artillería , muchos gritos y escaramuzas de los Indios, y mucha confusión bien ordenada, se separaron los dos concursos con protestas y gajes recíprocos de afecto y amistad. Mas , por parte del gobernador español , todas estas demostraciones exteriores ocultaban un pensamiento ín- timo que solo podría ser justificado por los bienes que hubiera podido producir ( tal vez , porque no era muy seguro). Este pensamiento era nada menos que faltar á la fe jurada por la paz, aprovechándose de ella para llamar los Indios por engaño al territorio español , de- tenerlos , y mientras tan4o , con fuerzas suficientes , en- trar en sus tierras , apoderarse de sus familias y haberes y llevárselos para que los poseyesen entre los Españoles mismos. Realmente, aunque los fines se consiguiesen, los medios no habrían sido dignos, y así lo sintió el monarca español rechazando esta proposición (1), que, contra toda verosimilitud , parece le fué presentada por el gobernador Garro. Sin embargo, no puede quedar duda sobre las buenas intenciones que tenia , en atención á que , bajo el mismo principio de mezcla de los natu- rales con los Españoles , compuso él mismo muchos casa- mientos de estos con jóvenes araucanas principales , y estimuló á que otros de menor rango siguiesen el mismo (1) Por real cédula de 19 de noviembre 1686. 298 HISTORIA DE CHILE. ejemplo. Por su afabilidad, se atrajo las voluntades de manera que los Indios se le ofrecían voluntariamente para cuanto quisiese hacer de ellos ; pero él jamas les pedia la menor cosa sin que ellos mismos percibiesen fácil- mente que todo era por el solo bien de ellos. Así consi- guió sin el menor esfuerzo que muchos jóvenes de buenas disposiciones pasasen á vivir y á formarse entre los Es- pañoles , estudiando y abrazando la carrera que mas les convenia según su gusto y aptitud. Por otro lado, los Butalmapus, en jeneral , le hablan ofrecido entregarle todos los cautivos españoles que po- seían , y que quisiesen regresar voluntariamente al seno de los suyos. Garro aceptó con grandes muestras de re- conocimiento , pero no quiso apresurarse á cojerlos por la palabra , y se la reservó para servirse de ella como ocasión oportuna de volver al medio de ellos con osten- tación de fuerzas imponentes. Bien que la data precisa de estos hechos no nos haya sido trasmitida , se colije por las actas del cabildo de la capital que sucedieron de enero á marzo 1683, puesto que dicho cabildo da gracias al gobernador en carta de SO de marzo , prueba evidente de que había tenido tiempo, después de concluida su feliz expedición, para regresar, escribir á Santiago y recibir la respuesta. Conforme á la idea que habia tenido de guardar para mejor ocasión la oferta de los caciques, de entregarle los cautivos españoles , Garro escribió de nuevo en julio al cabildo de Santiago , exponiendo sin rebozo ni misterios su plan y sus motivos , y pidiéndole dos mil caballos. Los capitulares quedaron tan pagados de el modo abierto y franco con que el gobernador les daba participación activa en sus operaciones, que el 26 del citado mes, CAPÍTULO XXXIV. 299 leyeron en concejo su carta; acordaron se ejecutase inmediatamente lo que pedia ; y el 13 de setiembre siguiente , recibieron ya aviso del recibo de los dos mil caballos, y las gracias por tan magnífico presente, puesto que eran un donativo del generoso cabildo, que nunca dejaba perderse coyuntura alguna de coo- perar al bien jeneral, por mucho que le costase. Con este poderoso refuerzo volvió Garro á pasar el Biobio , marchó sobre la Imperial , estableció su cuartel jeneral allí , y al dia siguiente empezaron á llegar cautivos espa- ñoles de ambos sexos acompañados por los caciques de los diferentes Butalmapus en donde residían. Al ver el imponente despliegue de fuerzas que hablan hecho los Españoles, los Indios preguntaron si estaban aun en guerra. — « No , dijo el gobernador. Si estuviésemos en guerra, no hubiera yo traido tantos soldados. Los que vienen ahora conmigo han querido ellos mismos venir para que os acostumbréis á considerarlos, armados ó desarmados , como amigos y hermanos , y no como ene- migos. No quiera Dios que tengáis que volver á daros recíprocamente este nombre. » Con estas palabras y el tono en que las decia queda- ban los Indios tan confiados como si le viesen solo sin un arcabuz á su lado. Hecha la entrega voluntaria y gra- tuita de los cautivos, volvió el gobernador triunfalmente con ellos á la Concepción , y con muchos naturales que no querían separarse de ellos sino lo mas tarde que pu- diesen , y que al despedirlos tenian las lágrimas en los ojos. Todo esto se hallaba concluido á mediados de di- ciembre del mismo año. CAPITULO XXXV. Pasa el gobernador á la capital. — Inundación del Mapocho. — Desazones in- teriores con dos oidores de la Audiencia.— Un corsario ingles en Valdivia. — Intenta desembarcar y es rechazado. — Buena acojida que hallo en la isla de la Mocha. — Despoblación de la isla arriba dicha, y traslado de sus habi- tantes á la orilla septentrional del Biobio. ( ltJ84 — 1G87. ) Hasta fines de mayo, Garro se mantuvo en la Concep- ción poniendo la última mano á su obra de consolidación de la paz y de amistad duradera entre las dos naciones. Satisfecho de ver que su esterna habia sido perfecta- mente aprobado y gustado por Araucanos y Españoles, dejó el encargo de continuarlo al maestre de campo Qui- roga , y se fué á invernar á Santiago en donde le aguar- daban algunas desazones. La primera fueron los daños ocasionados por crecidas é inundaciones del Mapocho , que le costó trabajo el contener en su lecho porque habia roto los muelles; pero en fin, lo consiguió, mandán- dolos construir de nuevo á cal y canto y prolongándolos de setecientas á ochocientas varas para poner, en lo sucesivo , el pueblo á cubierto del mismo accidente. La segunda, se la ocasionó el tener que dar cumplimiento á una real orden que recibió para investigar la conducta de dos ministros de la real Audiencia (1) , real orden promovida por informes del obispo escandalizado. Son estas miserias, como ya hemos tenido ocasiones de no- tarlo , que no son del dominio de la historia, pero que (1) Don Juan de la Cueva y Lugo , y don Sancho García Salazar. CAPITULO XXXV. 301 pueden servir para dar una idea de la susceptibilidad de las costumbres de aquellos tiempos , la cual era en razón de los sentimientos relijiosos que dominaban la sociedad. Los dos oidores que se habian curado poco , al pare- cer, del precepto : Si no eres casto, sé cauto, fueron des- terrados, uno á Valdivia y otro á Quillota, con pérdida de sus empleos. Salazar , que fué á Quillota , tuvo bas- tante corazón para morir de vergüenza y de pesar á los ocho dias de destierro. La Cueva recusó al gobernador, declarándole incompetente, desde Valdivia, y representó al duque de Palata , nuevo virey del Peni. El virey escri- bió oficiosamente á Garro pidiéndole induljencia en favor del delincuente; pero el gobernador no halló medio posible de condescender con esta recomendación , y solo posteriormente , bajo el virey Portocarrero , conde de la Monclova, fué concedido el traslado del desterrado , por motivos de mala salud y perniciosa influencia del clima , á Quillota. Tras estas contrariedades interiores , tuvo el buen go- bernador la del aviso de un corsario ingles que habiendo pedido práctico , y no habiéndolo obtenido para entrar en Valdivia, habia intentado echar hombres á tierra en una lancha armada. El aviso anadia que los habitantes habian rechazado valientemente su ataque matándole siete hombres , y sin perder ellos mas que uno ; pero que el corsario (1) habia hallado buena acojida en la isla de la Mocha, á donde se habia retirado, y habia con- seguido fácilmente de aquellos Indios carne fresca, aves (1) Que, según P(;rez-Garria, era el mismo Shurps que liemos visto poco hace, sallar en tierra en Coquimbo é ir á saíjuear la ciudad de la Serena. Por lo demás, el hecho no parece haber merecido una mención particular, puesto que la Gronolojía histórica del reino no habla de él. 302 HISTORIA DE CHILE. y legumbres en cambio de perlas de vidrio , navajillas y espejuelos. El gobernador tomó inmediatamente precau- ciones, mandando levantaren el puerto de la Concep- ción una batería á barbeta de quince á veinte cañones de calibre mayor, y luego marchó apresuradamente á Val- paraíso , en donde puso en buen estado de defensa el castillo de San José , que fué de allí en adelante la mo- rada de los gobernadores de aquella plaza marítima , au- mentando con cien hombres su guarnición bajo el mando de don Francisco de la Carrera , oficial de mucho mérito. En cuanto al corsario , no parece se expuso á nuevas tentativas, y solo le avistaron una vez desde la costa del partido de Maule , navegando á lo ancho con tres pe- queñas naves. Pero Garro, tranquilo por este lado, tuvo allí mismo en Valparaíso un pesar mas cierto con la noticia de la pérdida del trasporte cj[ue llevaba del Perú el situado para el ejército ; porque las cajas estaban apu- radas , y en efecto , tuvo que acudir al arbitrio de pedir á la ciudad de Santiago (en donde estaba ya de vuelta de esta expedición el 13 de octubre) carnes y harinas para dar raciones á los soldados. El 2 de diciembre, salió para la frontera , y á princi- pios del año entrante 1685 , llevó á ejecución la real orden de despoblar la isla de la Mocha (1), por ser un re- fujio de piratas. Esta comisión la desempeñó el maestre decampo Quiroga , el cual la dejó desierta, y trasplantó sus ochocientas almas á un sitio llamado desde entonces San José de la Mocha, á tres leguas de la Concepción por la parte septentrional del Biobio (2). El traslado de estos habitantes de un punto á otro causó cierta emoción (1) A seis leguas de la costa , y al oeste de la embocadura del Cauteo. (2) Pérez-García se muestra sorprendido del corlo número de individuos CAPÍTULO XXKV. 203 en los Butalmapus , y el gobernador tuvo que mante- nerse á la vista en la Concepción todo el invierno , cui- dando, por otra parte , del establecimiento de los colonos de San José de la Mocha , á costa de la real hacienda. Este establecimiento era cosa de bastante importancia , puesto que habia que suministrarles ganados é instru- mentos de labranza para trabajar y hacer producir las tierras que les fueron distribuidas con la mayor equidad. Era esta una condición que el maestre de campo Qui- roga les habia propuesto él mismo, en vista de la repu- gnancia muy natural que hablan mostrado á expatriarse; ademas , se les hablan de dar y se les dieron materiales para construir sus habitaciones; y solo con la perspec- tiva de amejorar su suerte pudo conseguir el vencer su repugnancia, que empezaba á frisar en la resistencia. Como Quiroga ( que desempeñó admirablemente esta ardua empresa ) habia previsto todas estas dificultades, aprovechó con mucha habilidad el momento crítico en que los vio resueltos, embarcándolos incontinenti en un ancho buque de dos palos, dos piraguas y un número suficiente de balsas que habia llevado en pos de él. Al instante en que el gobernador los vio asentados en su nuevo establecimiento , les envió dos conversores jesuítas, de los cuales tenian harta necesidad, en aten- ción á que en la isla de la Mocha hablan salido inútiles las tentivas hechas para convertirlos , y aun hablan cor- rido grandes riesgos los misioneros que se habían aven- turado á ello ; porque eran estos isleños los mas entregados á, los desórdenes de embriaguez y libertinaje. Sin em- de esta isla , en atención ;i que Ovaile le habla atribuido 3,000 almas, y 31 ca- ciques. El mismo escritor sostiene que dicha despoblación tuvo lugar en 1685, como consta de los libros de asiento del cabildo; y no en 1687, por acuerdo de la real Audiencia , como lo aseguran algunos. 304 HISTORIA DE CHILE. bargo , recibieron muy bien á los jesuitas , y se prestaron á oirlos ; y cosa rara, como si su naturaleza se hubiese cambiado con la mudanza de residencia , entraron muy bien por la doctrina cristiana , y modificaron maravillo- samente sus costumbres. Este milagro se explica muy naturalmente. Sin quitar el mérito á los conversores, se comprende fácilmente que la ocupación , el buen orden de la vida y la perspectiva de conveniencia y utilidad, les dejaron menos libres la cabeza y los brazos para en- tregarse á desvarios que en la isla de la Mocha eran , en gran parte , efecto muy común de la ociosidad. En cuanto á la alteración momentánea que su transla- ción ocasionó en los Butalmapus, bien c|ue no haya tenido consecuencias para la continuación de la paz, aun tuvo Garro que hacer, á pesar suyo, algunos actos de justicia. La primera idea que les habia venido á la cabeza, habia sido que lo mismo que habian hecho los Españoles con los isleños de la Mocha, lo harian tarde ó temprano con todos los Indios que existían desde el Biobio hasta el estrecho, y habian empezado á tener reuniones patrióticas. Los que se mostraron mas recelosos y prontos á resistir, fueron los de Guambali y los de Tomeco. El gobernador empleó medios de persuasión , asegurándoles que no habia tenido mas motivo para sacar los habitantes de la isla de la Mocha que el sustraerlos á frecuentes ataques de extranjeros ; y haciéndoles ver que no hallándose ellos en el mismo caso , no habia para que tuviesen el mismo temor. Pero viendo que perdia el tiempo , y que la fer- mentación crecia, averiguó quien eran los principales motores de ella (los cuales eran los respectivos caciques de los dos citados pueblos), y los mandó ahorcar ; y con esto, puso fin á la dificultad. Concluidos estos importantes CAPÍTULO XXXV. 305 asuntos, el gobernador salió para la capital á la prima- vera, sin duda, puesto que los diputados del cabildo fueron á buscarle á Maypú el 20 de octubre. El momento de su vuelta á la frontera, bien que no se halle indicado, se colije de la petición que dirijió al cabildo de Santiago , desde la Concepción , el 22 de enero 1686. de mil caballos de remonta, por haber muerto á rigores del invierno anterior la mayor parte de los que componían la remonta. Inútil es añadir que el cabildo los concedió. Por lo demás, no habia habido acontecimientos ; pero muy luego , corsarios ingleses y franceses volvieron á ejercitar su actividad. Una escuadra combinada de diez navios de dichas dos naciones, man- dada por el pirata afamado Eduardo David , surcaba las aguas del Perú y amenazaba incesantemente las costas. El virey, duque de Palata , envió contra ellos una com- puesta de siete guardacostas que les dieron caza hasta cerca de Panamá , en donde los batieron en un sangriento combate ; pero lejos de aprovecharse de la victoria , los Españoles les hicieron puente de plata y los dejaron irse y dispersarse. De suerte que después de haber sido derrotados, hacian mas daño que antes, puesto que así dispersos, inquietaban el comercio de Lima, y aun hi- cieron varias capturas, y saquearon algunos lugares de la costa. Dos de ellos volvieron á hacer una tentativa sobre Valparaíso ; pero un bizarro capitán guipuzcoano , don Pedro Recaído de Arandolaza , los rechazó valiente- mente. De allí , se fueron al puerto Papudo en donde se hallaron con el mismo capitán y la misma repulsa (1). Sin desanimarse, los piratas cinglaron á Coquimbo en (1) Por estos hechos el capitán Arandolaza fué nombrado por el rey algua- cil de corte de la real Audiencia. ni. Historia. 20 306 HISTORIA DE CHILE. donde fueron avistados el 13 de setiembre, y aquella misma noche tentaron un desembarco con doscientos á, trescientos hombres para ir á saquear la ciudad de la Serena, como lo habian hecho ya otra vez; pero el cor- rejidor don Francisco de Aguirre con algunos milicianos á caballo y un pedrero, frustró el ataque. Noobstante, al dia siguiente por la mañana lograron desembarcar, y se fortificaron en el convento de Santo Domingo, del cual hicieron algunas salidas infructuosas , en todas las cuales tuvieron que retirarse muy de prisa. Viendo que se hallaban en una posición muy falsa y muy precaria, se decidieron do&dias después, el 16, á reembarcarse; pero trabajo les costó , y tal vez no lo hubiesen conseguido, si , al dejar el convento , no le hubiesen pegado fuego para dividir la atención y los brazos españoles. Por este medio lo consiguieron reembarcándose con mucha precipitación porque Aguirre (1) los persiguió hasta arrojarlos, por decirlo así, al mar, dejando ocho muertos y dos prisio- neros. Los defensores de Coquimbo no perdieron ni un hombre. El jefe de esta piratería era aun , á lo que parece y por tercera vez, el mismo Sliarps, de quien ya hemos hablado. Al primer aviso, el gobernador de Chile habia acudido con las milicias, y el 19 , ya escribía al cabildo partici- pándole el mal éxito de los corsarios; y al eclesiástico, pidiéndole una misa cantada en acción de gracias. Sin embargo , no quiso regresar de Valparaíso hasta quedar bien segurado que los enemigos se habian ido para no volver, y allí permaneció hasta la entrada del invierno que fué á pasar en Santiago. (1) Descendiente del adelantado don Francisco de Aguirre. CAPITULO XXXVI. luterceptacion del comercio entre Lima y Chile por los corsarios ingleses y franceses. — Providencias á que dio lujir para el trasporte de caudales. — Pasa el gobernador de la capital a la Concepción llevando en su séquito los dos solos ministros que lul)¡a en la real Audiencia. — Queda el tribunal cerrado. — Provisiones para la administración de la justicia en su ausencia. ( 1687—1692.) En el momento en que Garro volvió de Valparaíso á Santiago , la capital se hallaba acongojada por penuria de dinero y por una peste. Apenas salia de un aprieto entraba en otro , y las calamidades se seguían con inter- valos que la providencia parecía concederle solo para dejarle cobrar aliento y fuerzas para continuar pade- ciendo. Guerra, hambre, peste, metéoros, terremotos, inundaciones , todos estos azotes alternaban para aflijir sucesivamente á los Españoles de Chile, y especialmente á Santiago, centro de acción y de movimiento. Con la pérdida del situado que iba de Lima á Valparaíso, hallándose las cajas del reino sin un cuarto, hubo que acudir al arbitrio de mantener el ejército con raciones, y estas raciones tenia que aprontarlas el cabildo de San- tiago , con la perspectiva de que el mal no podia menos de continuar, en atención á que los corsarios ingleses y franceses interceptaban cuantos barcos mercantes salían de Lima para Chile ; y por colmo , hubo un terremoto, el 20 de octubre, en la capital del Perú, que asoló las campiñas y sus mieses obligando á los Peruanos á ir buscar subsistencias á Chile (i). (1) En este año se llevaron muchísimas fanegas de algarrobas,— Pérez-García, 308 HISTORIA DE CHILE. No queriendo aventurar el situado, que ascendía á trescientos mil pesos , el virey pensó en enviarlo por li- bramiento sobre la tesorería de Potosí (cosa prevista , á la verdad), y así se ejecutó (1). Pero de aquí surjia otro inconveniente, que era la aplicación mas ó menos íntegra de caudales á sus diferentes objetos. Sin duda era im- posible , imposible humanamente , el que pasase por manos enteramente puras, puesto que en el largo catá- logo de gobernadores que encierra esta historia, han sido muy raros los que, directa ó indirectamente, no han dado lugar á medidas dictadas por la desconfianza, sin contar las frecuentes acusaciones muy explícitas que se han visto. En efecto , otra real cédula de setiembre si- guiente mandaba concurriesen á la distribución del si- tuado el decano y el fiscal de la real Audiencia , presen- ciando la revista de las diferentes armas del ejército. En cumplimiento de esta orden , salió el gobernador para la frontera llevando en su compañía al decano (2) y al fiscal (o) del real Tribunal , solos ministros que hubiese entonces, por cuya circunstancia hubo que dejar las puertas de la Audiencia cerradas ; y como en ningún caso podia ser interrumpida la administración de la justicia, dejaron habilitado un juez de apelación (/|), y un su- plente (5). Llevando, por decirlo así, á toda la real Audiencia en las personas de sus majistrados, el gober- nador llevó también el real sello , y el tribunal se halló , por este acaso , trasladado temporalmente á la capital de la frontera. La operación debió de ser muy sencilla , (1) Por real cédula de IG de enero del mismo año 1687. (2) Don Bernardo de Hayo y Bolívar. (3) Don Pablo Vázquez do Velasco. (4) Don Juan de la Cerda. (5) Don Francisco de Qiicvedo Snldivar, tesorero ríe la catedral. CAPÍILLO XXXVI. OÜ9 puesto que fué muy corta , y que muy pronto los dos ministros de la real Audiencia volvieron á sentarse en sus poltronas. Fuera de esto, no hubo acontecimientos, ni parece que en todo el año 1688 haya ido el gober- nador del reino á la capital. Al año siguiente llegó á ella el [\ de enero , y permaneció allí hasta el 2b de setiembre que regresó á la Concepción con el mismo acompaña- miento de los dos oidores y con el mismo objeto. Solo hubo la diferencia de que esta vez habia llegado el situado contante sano y salvo á dicho puerto. Fuera de estas particularidades administrativas, hubo el sínodo cele- brado el 23 de enero , por el obispo de Santiago , don Bernardo Carrasco , y la llegada de tres relijiosas car- melitas descalzas, enviadas por el de Charcas á la capital para fundar en ella dicha orden (1). Esta fundación se hizo á expensas de los vecinos de Santiago , y contri- buyeron á ella muy particularmente el gobernador, el obispo, los capitulares y los oidores de la real Audiencia. Las fundadoras llegaron á mediados de diciembre 1689, y tomaron inmediatamente posesión de su convento con grande solemnidad y acompañamiento de las demás co- munidades relijiosas , del clero secular , de los cabildos y del obispo. En el año siguiente de 1690, hubo un acontecimiento de muy poca importancia en el hecho , pero que probó perfectamente las arterías con que las naciones de la Europa, y especialmente los Ingleses, se ensayaban á su- plir á la falta de fuerza para satisfacer la envidia que les (1) Estas fundadoras llegaron el 8 de diciembre, y se alojaron en la Cañada, acera sur, debajo del cerro de Santa Lucia. Doña Ana de Florez , que era Es- pañola, y viuda de tres maridos, fué la principal fundadora, dando todos sus bienes á su niouaslerio. El conduclor de estas relijiosas fué el capitán don Gaspar Ahumada. 310 HISTORIA DE CHILE. causaban las posesiones españolas de la América, y cuan justas y bien fundadas eran las precauciones celosas del monarca y de su gobierno. Habia habido, en 1670, un tratado entre España é Inglaterra, á resultas del cual llegó á Chile una real cédula (1) mandando se die?en acojida, víveres y auxilios á los navios ingleses que llegasen á puertos ó costas de la América acosados por temporales, accidentes ó piratas. Sin duda, en la redac- ción de esta real orden habia habido alguna omisión que dejó lugar á falsas interpretaciones ó subterfujios, puesto que las intenciones del gobierno no eran que la hospita- lidad á buques ingleses se extendiese á los que entrasen por el mar. del Sur en donde nada tenian que ver, en atención á que la Inglaterra no tenia en él ni posesiones ni derecho á adquirirlas. De todos modos , un buque de dicha nación, capitán Sironcj , entró por setiembre de aquel año por el estrecho de Magallanes , y de repente abordó á Coquimbo, al abrigo del tratado arriba dicho, pidiendo víveres al correjidor de la Serena. Grande fué la sorpresa del correjidor, el cual, no sabiendo qué reso- lución tomar, despachó un expreso al gobernador, que se hallaba en la capital. No menos sorprendido que el correjidor de la Serena, Garro reunió en consejo el obispo y la real Audiencia , no atreviéndose á tomar sobre sí solo la responsabilidad de caso tan extraño, y de la de- liberación resultó que bien que el tenor de la citada real cédula dejase dudas, la humanidad aconsejaba se con- cediesen al navegante inglés los auxilios que pedia. En efecto, se le dieron víveres para quince dias, y orden para bajar al puerto de Valparaíso , á fin de que fuesen reconocidos sus pasaportes , los cuales no dieron lugar á (1) 24 de junio 1689 , es decir diez y nueve años después. CAPÍTULO XXXVI, 311 sospechas ; y al instante Sirong se hizo al mar, sin que se volviese á oir hablar de él. Sin embargo, difícilmente se comprende qué razón pudo haber alegado para haber entrado por el estrecho , cuestión á la que, sin duda alguna, habrá tenido que responder. Lo cierto ha sido que, al recibo de los informes despachados por el gobernador sobre este aconteci- miento, el monarca manifestó altamente su desagrado ^ desaprobando la resolución tomada por él , aunque con acuerdo del senado chileno y del obispo , y mandó que la real cédula que habia sido tan mal interpretada cesase de existir en los archivos de aquel reino , y fuese remitida á la secretaría del real consejo de Indias , para que no diese lugar de allí en adelante á otro semejante encarte ; y que siempre que se presentase igual caso , fuesen re- chazados los buques extranjeros como enemigos, en caso necesario , en cuyo acto no habría infracción alguna al precitado tratado de 1670 con el gobierno británico. El gobernador Garro , que se hallaba desde mayo en Santiago, se aprestaba para regresar á la frontera á principios de diciembre cuando recibió la nueva de que le llegaba un sucesor, y con él, los majistrados que falta- ban en la real Audiencia. Con esta noticia, suspendió su viaje y se mantuvo en la capital esperándole todo el año , sin querer ir á la Concepción para distribuir el situado que habia llegado á aquel puerto (noobstante los incon- venientes que la dilación de este acto administrativo podia ocasionar), por dos razones; la primera, porque juzgó que ya su ejecución pertenecia á un sucesor ; y la segunda, por no volver á dejar el tribunal de justicia cerrado, con graves perjuicios para los litigantes, y, en jeneral, de muchas causas pendientes. 312 HISTORIA DE CHILE. Por fin , llegó el nuevo gobernador el 5 de enero del año siguiente con socorros c|ue fueron probablemente la causa de su retardo de un año , después de la noticia de que habia arribado á Buenos Aires. Estos socorros se com- ponían de doscientos Españoles de refuerzo, y de pertre- chos para el ejército. Era una buena entrada, ciertamente, pero no bastaba para tener derecho á una cordial bien- venida. Gobernar después de Garro , del santo Garro (1), era ardua y comprometedora empresa. Dicho gobernador dejaba en el reino una memoria eterna de honra, gloria y bendiciones, no solo por su integridad, justificación , acierto y ciencia en el mando , sino también por sus cua- lidades y virtudes privadas y puramente personales. Su jenerosidad , bondad y modestia le hicieron amar y llorar hasta de los mismos Indios, los independientes, que gozaron béijo su gobierno de una bendita paz , lo mismo que los de encomienda , los cuales nunca hablan disfrutado de una protección tan eficaz y tan benéfica como la que él les concedió. Su esmero por sus adelantos en el cono- cimiento del cristianismo , y de los deberes recíprocos que los hombres reunidos en sociedad tienen que llenar para el mantenimiento de la sociedad misma , y por interés particular de cada individuo ; este esmero , decíamos, no hallaba obstáculos ni limites, y cuando los medios des- tinados á este grande objeto no alcanzaban , su hacienda y haber suplían esta falta. Así fué que tuvo el gusto de conducir, por decirlo así por la mano , bárbaros jentiles del jentilismo al sacerdocio. Detengámonos aquí sobre este punto, de miedo de alterar el brillo de esta pajina tan hermosa. En cuanto á los actos de su gobierno , su vijilancia, su (1) Como dice Figueroa (¡iie Ic llamaban eii Chile. CAPÍTULO XXXVI. 313 actividad y su acierto eran incomparables , y cuando pasaba informes de sus operaciones y del estado del reino , nunca hablaba de sí mismo y sí siempre de las demás autoridades y empleados ; de suerte que mas parecía un testigo ocular contando lo que habia visto , que el actor principal y el alma de cuanto se hacia (1). Finalmente, cuando faltaba el situado, pagaba el pré del soldado , hasta donde alcanzaba , con su propio caudal ; y los adelantos de raciones hechos por las ciudades, igualmente; y no habia que temer que al participar al virey escasez ó apuro, se alabase de ello. Pero no se crea que tanta bondad fuese orijinada de debilidad. Nadie ha poseido en mas alto grado que él la firmeza que pide la ejecución de la justicia, y la observancia de las leyes. La sola diferencia que habia de su firmeza á otras era , que en el caso de hacer justicia, apartaba la vista del culpado para no ver mas que la culpa ó delito , sin excepción de personas , calidad ó rango , como lo probó en su sentencia contra los dos mi- nistros de la real Audiencia, — que los lectores no han tenido tiempo de olvidar ; — y en su resistencia á las recomendaciones del virey del Perú para que los indul- tase. Pues aun dio otra pueba, tal vez mayor, de su in- tegridad firme, mandando poner en una cárcel á su propio secretario (2), sujeto á quien profesaba una ter- nura paternal por haberle criado y educado , el cual habia especulado y hecho un caudal ilícito. El delincuente se salvó, fué cierto, porque recibió aviso á tiempo, y no (1) He oido decir á muchos ancianos que hablan tenido la dicha de conocer á este gobernador : « ¡ Garro era un sanio ! » — Carvallo, Ya hemos hecho notar que Figueroa dice otro tanto en sustancia ; y lo mismo dice Pérez-García. (2) Don Domingo Dominguez. Mil HISTORIA DE CHILE. por culpa del gobernador, el cual mandó que puesto que el culpado se habia escapado , se asegurase á lo menos el fruto de sus rapiñas secuestrándolo. Pero el diestro secretario ya habia tomado á tiempo sus medidas, y pudo también salvar su caudal mal adquirido. Así sucedió que el acto de prestar residencia fué para Garro una sesión de lauros que visiblemente aflijian su candida modestia. Salió para España colmado de lágri- mas y de bendiciones , y al punto en que llegó, le dio el monarca el gobierno de Gioraltar, que permutó luego por el de Cantabria (i), en el cual permaneció hasta su muerte. (1) De donde era natural. CAPITULO XXXVII. Gobierno del maestre de campo don Tomas Marin (1) de Póveda, teniente jeneral de cabilípría. — Llega por Buenos Aires con refuerzo de España. — Deserción de la mayor parte de los soldados que lo componían. — Recono- cimiento del gobernador en Mendoza. — Su lle^^ada á la capital del reino. — Sus actos de gobierno. (1692—1694.) Los lectores han admirado, sin duda alguna, en el discurso de esta historia , y nosotros mismos lo hemos notado, el consumo de grandes jenerales que hacia la guerra de Chile á la nación española ; y de esta reflexión surje naturalmente la multñud de hombres de mérito que dichanacion debia vanagloriarse de poseer. Sisecontasen, desde el conquistador Valdivia, severiaqueen ninguna era del mundo , ha habido ninguna que poseyese tantos, y que sus conquistas y grandeza eran consecuencias de esta particular riqueza de buenas cabezas, y de corazo- nes intrépidos, jenerosos. En cuanto á jenerosidad, se han visto rasgos inauditos , y si no ha sido regla jeneral, por ejemplo , en los gobernadores del reino de Chile , las excepciones han sido pocas , afeadas por la opinión de sus connacionales, y castigadas por las leyes. Ademas de eso , hay que notar que no era bastante el que un jefe supremo fuese realmente íntegro y justificado, pues era indispensable que lo pareciese á todos, y si individuos de una clase cualquiera que fuese, por ignorancia, inte- (1) IMartiyí, dice Pérez-García, pero en este punto Carvallo esta siempre bien informado. El escrupuloso Figueroa no ha querido, sin duda, errar, y le llama solamente don Tomas de Póveda. La historia seguirá su exemplo. 316 HISTOllIA DE CHILE. res ó espíritu de crítica (á que es propensa la nación) , murmuraban de él ó de sus actos, ya podía renunciar al goce de una reputación limpia y sin mancha. Ni el in- comparable Baydes, que con tanta habilidad convirtió los desastres de una interminable guerra en una paz du- radera y benéfica ; ni el angelical Pereda, que dejó para siempre este renombre en Chile ; ni Henriquez , cuyo go- bierno fué proclamado el arco iris del reino ; ni Garro , últimamente , apelhdado el Santo , ninguno de estos be- neméritos y grandes hombres se pudo libertar de los ataques del malhadado hábito nacional de murmura- ción , ó de las saetas pérfidas de la calumnia. Y tal es esta cruel propensión , que hay escritores de aquel tiempo, entre los cuales notamos el mas acérrimo y explícito pa- nejirista de Garro, al fin d» su gobierno, que no han podido contener su inclinación á la desconfianza y á la sospecha, y han no solo puesto en duda, sino también atacado franca y abiertamente la noble cualidad de desin- teresado, de la cual dio tan bellas pruebas, y que ellos mismos han proclamado á la conclusión. El sucesor de Garro fué, como hemos dicho , don To- mas de Póveda , el cual llegó por Buenos Aires con re- fuerzo y pertrechos para el ejército de Chile. Al paso por Mendoza , el 20 de diciembre , se dio á reconocer allí , y luego continuó su viaje á la capital con su alcalde ( 1 ) , y con su rejidor (2) , enviados por el cabildo á su encuen- tro. Los capitulares le fueron á esperar á la casa de campo , y el dia 6 de enero hizo su entrada en la ciu- dad de Santiago (3), fué reconocido el mismo dia por (1) Don Pedro Gutiérrez de Espejo. (2) Don Juan de Romo. (3) Por la calle de Santo Domingo.— Alcedo ha omitido el nombre de este gobernador en su diccionario.— Perez-Garcia. CAPÍTULO XXXVII. 317 el cabildo , y en el siguiente , por la real Audiencia. El gobernador Póveda, bien que fuese cosa difícil dis- tinguirse y hacerse querer llegando tras de Garro , no podía menos de ser bienvenido á Chile , en atención á que ya era conocido por su saber y sus buenas cualida- des. Era el mismo que los lectores han visto llegar con el gobernador Henriquez desde Lima. Durante su go- bierno, habia ascendido á maestre de campo ; habia ido á España y el rey le habia dado el mando de Chile (1), concediéndole, ademas, un refuerzo de doscientos sol- dados españoles y pertrechos. Después que desembarcó en la Plata, se vio detenido por una circunstancia tan inexplicable como inesperada, cual fué la deserción casi jeneral de los soldados que llevaba de España, de los que solo le quedaron treinta y seis. Los demás habían desaparecido en Buenos Aires y en las Pampas. Esta ha debido de ser probablemente la causa de su tardanza en llegar á su gobierno. Luego que fué reconocido , empezó á mostrarse hom- bre de orden y de gusto , proponiendo al cabildo de la capital adelantos y perfecciones en las obras públicas de la ciudad. Pero poco tiempo permaneció allí. El 26 de febrero , salió con mil caballos que le dio el cabildo ( á costa de los vecinos de Santiago ) , para la frontera á donde le llamaba con premura, sino el ínteres jeneral , á lo menos, uno muy personal , á saber el recibir á su no- via (2) que estaba para llegar de Lima á la Concepción para desposarse con él. En cuanto á los asuntos jenera- (1) Despacho de 1° de julio J689. (2) Doña Juana Urdaneguo, hija del marques de ViUafuerte de Lima. El nombre debe de hallarse aquí algo desfigurado, y, sin duda, se llamaba Vr- danegui, nombre guipuzcoano , como lo indica el título de Filia fuerte, cuyo señorío se halla en dicho pais. 318 HISTORIA DE CHILE. les, no habia por el momento mas que dos, á saber, la distribución del situado , para cuya operación le acompa- ñaban el decano y el fiscal de la real Audiencia; y el res- tablecimiento de la disciplina del ejército , cuyos resortes se hablan aflojado , como sucede siempre durante la in- terrupción de movimiento inevitable entre el fin de cada gobierno y el principio del siguiente. Su llegada á la Concepción fué un verdadero dia de triunfo para él, porque causó una alegría jeneral, que se manifestó en fiestas y regocijos que duraron ocho dias , con iluminaciones, fuegos, teatros francos, y corridas de toros ; y á penas hablan tenido tiempo para descansar de estas agradables faenas , que militares y ciudadanos las repitieron algunos dias después con la ocasión de la llegada de la señorita de Urdaneguo, esposa futura de Póveda. Este estaba como embriagado de felicidad, y nada tenia de extraño. Así fué que se creyó obligado á pagar los obsequios que sus administrados le hablan he- cho, y lo hizo como hombre elevado y bondadoso, sus- trayendo del importe de cosas que por ser gratas no eran menos excusadas, y empezaban ya á ser excesivas, una buena parte que fué destinada á actos verdaderamente be- néficos, con honra del buen juicio y corazón de su autor. Entre los miUtares de rango que se esmeraron en ob- sequiar al nuevo gobernador, el que mas se distinguió fué el maestre de campo Figueroa , con quien en tiem- pos pasados no estaba muy bien Póveda. En esta oca- sión se reconciliaron , y sea por eso ó por su solo mérito , quedó de maestre de campo. El empleo de sarjento mayor lo llenaba don Bartolomé Villagra, y lo conservó. Pero lo que mas fué de notar en aquella circunstancia, ha sido que los Araucanos imitaron á los Españoles en su CAPÍTULO XXXVII. 319 júbilo , y tuvieron fiestas á su modo ; mientras que por otro lado, le enviaban embajadores á cumplimentarle, rogcándole señalase plazo para una reunión parlamentaria á fin de que tuviesen la dicha de verle y abrazarle. Ya se ve como la perseverancia española se acercaba de sus altos y benéficos fines. El gobernador aceptó con gustosa presteza el convite de los Araucanos. Después de haber pasado revista al ejército , á las plazas y al ma- terial de defensa , envió los caciques de la parte septen- trional del Biobio con algunos Españoles que hablaban corrientemente su idioma, para que fuesen propagando el llamamiento del proyectado congreso á los Butalma- pus mas lejanos. Pasaron estos á la orilla opuesta, y aquellas parcialidades convocaron á sus vecinos; estos á otros , y de vecinos á vecinos, se extendió la voz , entre el mar y los montes, hasta Osorno y Chiloe (1). El sitio señalado fueron los llanos de Toquechoque (2). Jamás reunión de Indios y Españoles había sido tan numerosa. Las- ratificaciones de paz eterna se hicieron por aclama- ción espontánea y sin deliberar. Los naturales se mos- traron cordialmente afee os á sus antiguos agresores, y estos no poco á los conquistados (3). De vuelta , por mayo , á la Concepción , el gobernador envió parte y los detalles de este acontecimiento al ca- bildo de Santiago , congraciándose con él para que tuviese la jenerosidad de adelantar los sueldos devengados por los empleados de Valparaíso, en atención á que no alcan- zaba á ello el situado. El jeneroso cabildo no se hizo de rogar, y acordó sin contestación lo pedido. (1) De 34 á Ul" de latitud. (2) Ea nuestra campiña de Yumbei , dice Perez-Garcia, sin fijar el punto. (3) El dia de la reunión se quedó en blanco ; pero basta saber que fué á principios de 1693. 320 HISTORIA DE CHILE. Es verdad que Póveda habia sabido congraciársele. En el obispado de Santiago habia levantado dos villas ; en Buena Esperanza , partido de Rere , una población nueva , y otra en Itata. Las dos villas del obispado de la capital , una fué fundada en el territorio de Maule , á orillas del Talca, en un delicioso valle donde habia un convento de agustinos; y otra, en la márjen del Chin- varongo, en Colchagua, donde habia otro de merceda- rios (i). Pero volviendo á los efectos de la paz , fin principal de la guerra y de los desvelos del monarca español , no era el todo el congraciarse con los Indios y congraciarse con ellos por alcanzar solo resultados puramente huma- nos ; lo esencial era ganar almas al cielo. Los jesuitas , misioneros y conversores natos, continuaban con el mismo incansable celo en el ejercicio de sus misiones ; eran pocos para poder predicar, catequizar, bautizar y confesar en todas partes. Sea ya por una digna emula- ción , ó por inspiración del espíritu del sacerdocio , hubo clérigos seculares que se sintieron las fuerzas de ayudar- les. Entre estos se distinguieron el párroco de San Bar- tolomé de Gamboa, en Chillan (2), y su vicario (3), los cuales, después de una misión predicada por el jesuíta P. Juan de Velasco en su parroquia, se decidieron á ello, y penetrando en tierra de infieles , se fueron por Tolhue, Repocura, Imperial, Boroa y Maquehua, y volvieron al Biobio por Tubtub predicando , bautizando y, lo que es mas, casando á la faz de la iglesia sin hallar resistencia que (1) Sin duda, no dieron nombre propio á ninguna de estas poblaciones, de las cuales solo se conservaron, según dice Carvallo, las de Talca, y Buena Esperanza, sin que liaya quedado vcstijio de las otras dos. (2) Don José González Ribera. (3) Don José Diaz, CAPÍTULO XXXVII. o21 haya merecido mención en ninguna parte. Esta feliz expe- dición apostólica exaltó el celo de las órdenes relijiosas, y los franciscanos se ofrecieron á servir las casas de con- versión. El gobernador Póveda, que, como se sabe, habia estado en buena escuela (la de Henriquez), no dudó de que estos síntomas anunciaban el término final del conflicto, que todos hablan creido fuese eterno, entre los naturales y los Españoles. En esta firme persuasión , pasó informes á la corte expresando los motivos que tenia para contar con una era feliz de paz y de prospe- ridad , y pidiendo á S. M. licencia para fundar á lo menos un colejio de educación y de enseñanza en favor de los Indios jóvenes. Era un pensamiento demasiado loable para que no mereciese la real aprobación , y Carlos II autorizó á llevarlo á ejecución sin la menor demora. Las casas de conversión llenaron la primera atención , y fueron fun- dadas las de Repocura y Gáleo , bajo la invocación de la Virgen del Carmen. El párroco de San Bartolomé de Gamboa las dirijió hasta que por su ascenso á una pre- benda de Santiago volvieron á los jesuítas. Se fundó otra en Colhué dedicada á Santo Tomas, en obsequio del go- bernador, la cual era dirijida por don José Díaz , arriba nombrado. En Tucapel y Maquehua se fundaron otras dos bajo la dirección de relijiosos franciscanos ; y dos mas en la Imperial y Boroa , á cargo de los jesuítas. Ya no quedaba mas que hacer sino poner la última mano á la obra , reuniendo los naturales en pueblos limitados y circunscriptos ; comunicándoles costumbres y reglas de vida social, y sujetando sus acciones á leyes. Así lo pensó Póveda , y procedió á ello. ¿ Quién habia de pensar lo que sucedió? Pero esto, capítulo por sí merece. m. Historia. 21 CAPITULO XXXYIII. Fatal cambio de escena. — Laudable proyecto del gobernador. — Superstición de los naturales. — Desacierto del comisario de naciones. — Funestos efectos que produce. — Ruptura de la paz. — Muerte de un capitán de amigos. — Levantamiento. — Acto de demencia. — Muerte del comisario. — Retirada de los Españoles, y otros sucesos. ( 1694—1697.) La responsabilidad de las personas que mandan ó go- biernan es el arbitrio mas sabio y al mismo tiempo el mas natural de la razón para asegurar la observancia de las leyes , la estabilidad del orden , y el éxito de todo proyecto. Si , á primera vista , parece injusto y excesivo algunas veces , en atención á que los que dirijen no eje- cutan , esta consideración ofrece un motivo mas para mantener integro este elemento esencial de gobierno en todos casos y materias. Por lo mismo que el que forma un plan ó proyecto no puede ejecutarlo por si solo , por esta misma razón , tiene la mas estrecha obligación de escojer ajentes aptos é idóneos para su ejecución , pro- bándolos, examinándolos y profundizando su carácter, su capacidad y su aptitud. El jefe , sea pólitico ó militar, que se refiere á informes y se contenta con ellos, en este particular, se pone una venda en los ojos y corre por el borde de un precipicio. Esto fué lo que le sucedió al go- bernador Póveda. Sin embargo, sus proyectos eran racionales y, lo que mas es, sanamente políticos. Habia aun mas que todo esto en ellos, puesto que encerraban en sí un arranque :^ CAPÍTULO XXXVJII. á23 de noble ambición digno de un hombre de honor y de conciencia (dos cosas harto distintas en la acepción jene- ral), y de una buena cabeza. En una palabra, Póveda quería cumplir con su deber dando un paso de jigante para llegar al cabo de una jornada de ciento y cuarenta años de guerra y de sangre ; pero si tuvo este pensa- miento acertado , faltó de igual acierto en la elección de sus ajentes. Para reunir los naturales en sociedad y darles leyes, reglamentos y costumbres no se necesitaban hom- bres de denuedo en acciones de guerra , y sí de tino y de buen consejo. El comisario de naciones era entonces lo que se llama un valiente; pero si don Antonio Pedreros era intrépido, por un lado, era, por otro , un sujeto el mas desatinado, y así procedió á la ejecución del sabio proyecto de su jefe superior por medios descabellados. El maestre de campo Quiroga, bien que llenase después de muchos años su empleo , no conocía suficientemente la índole de los naturales. Entre los defectos é inconvenientes de su ignorancia, tenian estos el de la superstición tan arrai- gado , que vivian , por decirlo así , con la cabeza ato- londrada por adivinos y por brujas. En sus acciones, eran estos sus guias ; en sus temores, sus protectores, y en sus enfermedades , sus médicos ó sus homicidas. Al que no moria agobiado por años y caducidad, le habia muerto, según ellos creian , una hechicera; y al que habia sanado, otra ú otras le hablan curado. Los jesuítas con todo su saber, su persuasión y su destreza, se habían estrellado perpetuamente contra estos dos escollos , y habían sido impotentes para desarraigarlos. El maestre de campo y el comisario de naciones no vieron en esta dificultad sino un nudo gordiano que era mas fácil cortar que desatar, y 324 HISTORIA DE CHILE. se pusieron á intimar, intimidar y castigar. Los naturales empezaron á alarmarse. Pero es de advertir que luego que Póveda habia dado sus órdenes y tomado disposiciones, que le hablan pare- cido suficientemente eficaces , se habia ido de la frontera á Santiago en donde se estaba muy tranquilo y muy lejano de pensar en que tuviesen mal resultado , dando cumplimiento á reales cédulas y pragmáticas sobre eco- nomía política , reglas de buen gobierno y costumbres (1). De repente, recibió un parte inesperado, y capaz de desesperarle. lié aquí lo que habia sucedido. De la sorpresa que les causó á los naturales el pro- ceder del comisario de naciones y sus capitanes de ami- gos, encargados de la ejecución de sus órdenes, los naturales pasaron naturalmente á sospechar las inten- ciones de los Españoles, sospechas que jeneralmente no estaban desterradas de entre ellos. A las sospechas se siguió el alarma , y á esta la actitud de defensa. En lugar de pararse á reflexionar en ello , los ejecutores , ó por mejor decir, el ájente principal Pedreros se irritó con la oposición y pasó adelante con brutalidad. Nuguepagi (2), cacique de Virguenco, se quejó, argumentó, protestó, amenazó y concluyó dando muerte al capitán de amigos Miguel de Quiroga, con cuya cabeza y manos corrió la flecha sangrienta. Noobstante, Millapal , nombrado toqui jeneral , tuvo aun la lealtad de prevenir á Pedreros que no siguiese adelante con su empeño ; que se estuviese quieto y que (1) En este afio 1694, se pensó en construir una casa de recojidas. — Perez- Garcla. (2) O Nahuelpagi. Las lamentables piezas de los archivos pueden oca- sionar fácilmente equivocaciones. CAPÍTULO XXXVIII. 325 ellos se estarían quedos , sin alterar la paz de que goza- ban , con tal que les dejasen libres en sus tierras con sus usos, costumbres y creencias. En respuesta, Pedreros se puso en marcha con ochocientos hombres contra Milla- pal , que se hallaba ya con fuerzas en Maquehua , y á dos leguas al este de Boroa , le vio formado á la otra parte del Quepe. Al verle llegar, los Indios , según su costum- bre , le enviaron desafíos y denuestos , á los cuales el intrépido é ignorante Pedreros respondió volviéndose á los suyos y diciéndoles: « El que se atreva, me siga;» y arrojándose al rio , solo sin que nadie le siguiese porque era un acto de locura visible , y porque solo él estaba loco. La consecuencia fué que al salir á la orilla opuesta, cayó acribillado de lanzadas; visto lo cual por don Ignacio de Molina, este capitán mandó retirada y volvió con las tropas á la plaza de Puren , de- jando á los Indios muy satisfechos y mas dispuestos á volver á las andadas que lo hubiesen estado ya hacia muchos años. Luego que el gobernador recibió esta noticia quitó el mando al maestre de campo Quiroga (1) , y se lo devolvió á don Alonso de Córdova y Figueroa, el cual desde la plaza de Arauco tomó medidas para cortar los progresos de la insurrección. El sárjente mayor Cobarrubias, que mandaba el tercio de Yumbel , recibió orden suya para que marchase con las fuerzas que tenia , sin dilación , sobre Negrete, y que aguardase órdenes posteriores en el Biobio , atrincherándose y manteniéndose en la mayor (1) Hasta entonces, no habla habido lugar ni motivo para ello, y lejos de eso, hemos visto que Póveda se lo habla dejado olvidando noblemente an- tiguos resentimientos. Figueroa dice que el habérselo devuelto á su padre , que se hallaba descansando de sus largos servicios, le liabia acarreado enco- nos y calumnias, pero estas son personalidades en que no entra ia historia. 326 HISTORIA DE CHILE. vijilancia. A penas llegó Cobarrubias al punto indicado , recibió nueva orden del maestre de campo para incor- porarse con él en Puren. Figueroa, en efecto, después de haber tomado precauciones en Arauco , salió de esta plaza para la de Puren , en la cual pasó revista á mil cuatrocientos combatientes, comprendidos los auxiliares ; seiscientos mandados por el gobernador, y ochocientos por él. Hallándose así con fuerzas suficientes y conociendo como conocía á los Indios, les intimó sumisión , y la en- trega inmediata del culpable, so pena de guerra á fuego y á sangre. Los caciques se acojen al indulto, pero no entregan á Millapal, el cual, con algunos otros guerre- ros, se retira áRepocura; pero viéndose, por decirlo así, abandonado y conociendo el carácter de Figueroa, le envió á pedir perdón finalmente y salvo conducto para presentarse prometiéndole justificarse, y probar que antes de recurrir á la resistencia abierta y armada , habia rogado á Pedreros , comisario de naciones , no violase los tratados , forzándoles á renegar sus creencias , y á separarse de sus usos y costumbres. El maestre de campo conocía muy bien que tenia razón ; pero hizo muchas dificultades y puso muy en duda que el gobernador quisiese concederle el indulto que pedia, y que en cuanto á él , como subordinado, no le tocaba mas que obedecer ; que todo lo que podia prome- terle era interceder para que el jefe superior español le perdonase. El gobernador perdonó sin dificultad y envió carta blanca al maestre de campo para que emplazase una nueva reunión de las dos naciones , á la que hablan de concurrir hasta los caciques mas inocentes del último levantamiento. Górdova señaló Choque-Choque en los CAPÍTULO XXXVIII. 3'Í7 Campos de Negrete, y el dia indicado (1), el goberna- dor fué recibido por los ulmenes, archiulmenes y caci- ques. Se verificó una nueva ratificación de paz, y con ella quedó comprobado para siempre que, si se rompia, no seria culpa de los Indios. Del congreso, Póveda regresó á Yumbel, y el 15 de enero del año entrante 1 695 , á la Concepción , en donde se mantuvo hasta que fué á invernar en Santiago , por marzo , y á tener dares y tomares con los ministros de la real Audiencia. El motivo de este debate ruidoso fué siempre el mismo , á saber, que cada oidor, como miem- bro del senado que representaba tan de cerca al soberano , se creia inviolable, y usaba de la misma altanería arbi- traria en casos de justicia ordinaria , en los cuales no era puramente mas que juez, en los limites de las leyes, que si se tratase de arcanos políticos. El gobernador desaprobaba esta conducta de los oidores , como presi- dente de la Audiencia, y como hombre puramente social ; y como los hombres mas elevados en dignidad y cir- cunspectos por carácter, aun tienen alguna vez ocasiones de abrirse y desahogarse en la intimidad familiar, Póveda se halló en este caso , y manifestó el disgusto que tales desavenencias le causaban. Sea por indiscreción ó por oficiosidad, no faltó quien publicase este misterio, y desde aquel instante los jueces del tribunal, siempre dispuestos, por regla jeneral, á vivir políticamente con su presi- dente , aunque no fuese mas que por ser este esencial- mente militar, se picaron y se pusieron á esperar ocasiones de chocar con él. (1) Que quedó en blanco. Solo se ve que el cabildo de Santiago asentó en sus libros este acontecimiento , con el aviso del gobernador, el 24 de diciem- bre 1604- 328 HISTORIA DE CHILE. En este estado de cosas , sucedió que un correjidor de la capital (1) multó y puso preso á un miliciano urbano del gremio de mercaderes por haber faltado á la forma- ción el dia del Corpus. El miliciano (2) apeló á la Au- diencia y los oidores le tomaron bajo su protección. El correjidor se quejó al gobernador, exponiéndole que el procedimiento del tribunal, en aquel caso, no podia menos de ser tan perjudicial para la disciplina como para las autoridades, las cuales no tendrían en lo sucesivo mas que un poder irrisorio y sin ningún apoyo moral. Como el hecho era incontestable, Póveda le sostuvo ; pero fué esta una razón mas para que los oidores persistiesen en su juicio; y mientras el correjidor, sostenido por el gobernador, desterraba al miliciano á la plaza de Puren , la Audiencia no cesaba de molestar al primero con autos y con multas. Era una verdadera anarquía , y Póveda pasó sobre un acontecimiento increíble informes á la corte, cargando la mano en la pintura de abuso de poder, y aun también de licencia de costumbres en los SS. ministros de la real Audiencia del reino de Chile. Sin duda alguna, estos últimos no dejaron también de representar, por su lado , al soberano, sin mucha caridad con el gobernador ; pero si lo hicieron , su queja fué desa- tendida , pues la real resolución acerca de este asunto (o), aunque tardó , les llevó bastante á tiempo un testimonio del desagrado del monarca ; una reprensión por haberse mezclado en asunto que no era de su competencia, y una amonestación para que en lo sucesivo se encerrasen en los límites de su poder y de sus atribuciones, sin molestar (1) Don Gaspar de Ahumada. (2) Don Pedro de Lara. (3) 20 de abril 1703. CAPÍTULO XXXVIIl. 329 á los litigantes, aunque pleiteasen sin justicia en derecho. Es verdad que, en su informe, el gobernador habia tenido cuidado de abultar la materia de cjuejas contra el tribu- nal, insertando un hecho arbitrario y odioso , en el cual los oidores se hablan constituido jueces y partes en causa propia. Este hecho fué que uno de sus oidores (1), pro- movido á la real Audiencia de Lima , se iba á marchar á su destino sin prestar residencia del tiempo que habia ejercido en la de Santiago de Chile , con desprecio de la ley (2) que lo mandaba. El encargado de su observan- cia (3) reclamó su ejecución ante el gobernador, el cual le mandó dar cumplimiento, y la Audiencia, irritada, multó á Poyancos en doscientos pesos y le desterró, por desacato á sus ministros. Sin duda el gobernador habia obrado bien , y la real Audiencia mal , puesto que el mo- narca sacó al desterrado de su destierro , le mandó devolverla multa é indemnizarle de los daños y perjuicios que se le hubiesen seguido. Por desgracia, las desavenencias entre el gobernador y el senado ocasionaron perjuicios de terceros, perjui- cios que indispusieron al público contra Póveda. El año habia sido muy estéril ; la qosecha mala y , por consi- guiente, muy difícil el aprovisionamento del ejército. Siendo este la primera y principal atención del goberna- dor, pidió á los ayuntamientos nombrasen diputados para requerir granos por todas partes , prohibiendo al mismo tiempo la extracción de este artículo de primera necesidad del reino. Sin embargo, el proveedor, que (1) Don Bernardo del Haya Bolívar. (2) Ley tercera, tit. XV, lib. V de la Recopilación de Indias. (3) Don Sebastian Poyancos , á quien damos este titulo natural , porque no hallamos en ninguna parte el propio de su empico. 330 HISTORIA DE CHILE. había subastado los granos y harinas (1) no pudo hallar las privisiones necesarias , que ascendían á ocho mil fanegas , y el gobernador le condenó á desembolsar seis pesos por cada medida de estas , cuyo exorbitante precio era , en efecto , dicha suma. Eí proveedor, no pudiendo hacer frente á esta vejación , apeló á la real Audiencia , que sentenció en su favor. El gobernador mantuvo su providencia, y el escándalo se aumentó tanto mas lasti- mosamente cuanto el proveedor no era el solo empresa- rio, y que muchas personas tuvieron su caudal compro- metido y quedaron en una penosa situación , habiendo salido por fiadoras del primero, cuyas fincas y pose- siones fueron vendidas públicamente. Grande debía de ser el apoyo que Póveda tenia en la corte , pues aun en este caso sus actos quedaron sancionados por la aproba- ción del rey ; y hasta el mismo vírey del Perú evitaba chocar con él. Cuando el mastre de campo Quíroga, que lo había sido durante quince años, depuesto , con motivo ó sin él (aunque la opinión jeneral era que no le había), se quejó al conde de la Monclova de esta que Quíroga llamaba enorme injusticia, el virey se contentó con pedir al gobernador de Chile induljencia para con el oficial jeneral depuesto , y Póveda se sintió bastante fuerte para desatender dicha recomendación (2). El tesorero de la Concepción (3), y el veedor jeneral del ejército (/j.) fueron (1) Don Francisco García de Sobarzo. (2) El depuc-sto maestre de campo Quiroga . el cual , resentido , aprove- chaba las ocasiones de desahogar su pesar, habló, y aun compuso versos con- tra Póveda. Este, que habia tenido ocasión de leerlos, hallando un dia á Quiroga cabizbajo y pensativo, le preguntó si componía versos á sus pies. — «Señor, respondió Quiroga, quien ha compuesto versos á su cabeza, bien puede componerlos á sus pies. » (3) Don Mateo del Solar, caballero de la orden de Calatrava. (4) Don Francisco Girón. CAPÍTULO XXXVIII. 331 también perseguidos por él , por su carácter íntegro y firme ; al primero lo puso preso ; y el segundo se ahogó en el Tenü al ir á Santiago á defenderse. La opinión accusaba al gobernador de despotismo y de deseos insa- ciables de vengar, después que era jefe superior, las heridas que habia recibido su amor propio cuando era subalterno en el mismo ejército. Mas con todo , la misma opinión no contestaba que Póveda fuese un buen gobernador, y daba por causas de sus yerros su vanidad y su orgullo. Es verdad que estos mismos defectos eran achacados á cuantos tenian en el reino una grande representación , ya fuesen militares ó políticos , y es posible que la opinión los confundiese con el decoro y gravedad que los altos puestos imponen á los que los ocupan. Lo cierto es que tenia este gobernador sentimientos nobles y jenerosos y que dio brillantes pruebas de ellos. Todas las personas visibles de San- tiago y de la Concepción hacian grandes elojios de sus cualidades personales y de sus grandes conocimientos. Con todos estos datos se puede conjeturar que Póveda era un hombre de mérito ; pero que no era perfecto , porque la perfección no se halla mas que en Dios (1). (1) Una de las pruebas del carácter elevado de Póveda fué la demanda de un título de nobleza que presentó al rey en favor de los descendientes del heroico Cortés (pariente ya del famoso conquistador de Méjico) que los lectores han conocido en la guerra de Chile. El interesado actual del tiempo del goberna- dor Póveda se llamaba también don Pedro Cortés, y obtuvo, gracias á él, el titulo de Marques de Piedra Blanca. En la Concepción, entre otros rasgos de jenerosidad, tuvo el de devolver el lustre, que da la riqueza, á los huérfanos del hidalgo Abellan y Aro que hablan quedado enteramente desamparados. CAPITULO XXXIX. Eslerilidad de frutos de la tierra. — Mortandad de ganados y caballos. — Pide el gobernador mil al rabudo de Santiago para la remonta del ejército. — Noble porte de dicho cabildo. — Otro donativo pedido por el rey, y su objeto. Llega nuevo gobernador. — Muerte de Carlos II. — Advenimiento de Felipe V. ( 1697—1702.) Es de notar que no haya capítulo en esta historia en donde no se lea alguna calamidad de Chile , y que todas las calamidades recaigan sobre Santiago. De la esterili- dad de que hemos hablado , y de la inclemencia del año habia resultado una mortandad jeneral de caballos , y para reparar esta nueva pérdida, pidió el gobernador, por marzo , otros mil al cabildo de la capital , que , según su noble costumbre, se los concedió. ¿En donde el cabildo y la ciudad de Santiago hallaban tantos ca- ballos? Sin duda en los potreros , y esto prueba cuan bien fomentados estaban. Pero estos potreros no debian ser del rey sino de la ciudad, puesto que los caballos que aprontaban , en jeneral , los pagaba el situado ; de donde se colije cuales eran los cuidados y el esmero de los ca- pitulares por la prosperidad pública. Estamos persuadidos de que la mejor historia de Chile seria una recopilación bien redactada de sus cabildos , y especialmente del de la capital. Pero aun hay mas. Bien que , como acabamos de de- cir, caballos, vestuario, provisiones y otros aprontes hubiesen de ser pagados por el situado , muchas , mu- chísimas veces, su montante no alcanzaba, y la deuda CAPÍTULO XXXIX. 333 contraída por él se convertía en una pura ficción. No pocas veces también , estos auxilios eran dados gratuita- mente. Pues tras esto, venían los donativos pedidos al reino por el monarca. En la época á que nos referimos , el rey (1) pidió uno nuevo, y no hace mucho que los lec- tores le han visto pedir otro. De suerte que los princi- pales cuidados pasaban sobre los ayuntamientos de las ciudades, á los cuales recurrían siempre la real Audien- cia , los obispos , el gobernador y hasta el virey, en las mas de las necesidades. El mismo abandono y espontaneidad que tenían en aprontar recursos , la ofrecían en pagar con su propia persona, cuando el caso lo requería. En el mes de enero 1698, todos los habitantes de Santiago tomaron las armas, y los capitulares les dieron ejemplo acuartelán- dose ellos mismos prontos á tomar las armas y con la bandera desplegada en la plaza. El motivo de esta alarma fué el haberse avistado corsarios franceses á la costa , y la noticia de que habían atacado con éxito á Cartajena de Indias. El donativo de que hemos hablado arriba lo pidió el rey para costear la real armada que se destinaba á defender la entrada del mar del Sur. Sin embargo, todo el año se pasó sin sucesos notables, y lo mismo sucedió en el siguiente de 1699 (2), que se pasó en fiestas y regocijos. El 5 de febrero de 1700 , salió el gobernador de Santiago con la humillante comitiva de los ministros de la x^udiencia, humillante en cuanto le acompañaban á la Concepción para vijilar su integridad en la repartición del situado , que acababa de llegar á la (1) Por real cédula de 28 de diciembre 1697. (2) En este año , el 8 de marzo , fué celebrada la canonización del patriarca San Juan de Dios. • 334 HISTORIA DE CHILE. capital de la frontera en metálico. El 5 de mayo , ya estaban de vuelta en Santiago, y Póveda dotó la ciudad de un correjidor tan intelijente como activo (1), el cual trabajó mucho en hermosearla. A mediados de setiembre, llegó la noticia de que un nuevo gobernador habia salido ya del Callao para Valparaíso. El 15 de noviembre, desembarcó efectivamente en este último puerto el ca- ballero del hábito de San Juan don Francisco Ibañez y Peralta, nombrado sucesor de Póveda en el mando polí- tico y militar del reino. Al desembarcar, fué recibido por los diputados del cabildo de Santiago (2), que le aguardaban para cumplimentarle y acompañarle á la casa de campo. Este gobernador entró con mal agüero en el reino de Chile. A júbilos y regocijos , habian sucedido zozobras ; y es muy de notar esta periódica alternativa de existencia á la que parecían estar condenados los Chilenos , que en aquel momento , se veían amenazados de un nuevo ter- remoto , y ya los síntomas precursores de este terrible fenómeno habian hecho apelar á la protección divina con rogativas á san Saturnino, abogado contra ellos. En diciembre , llegó dicho gobernador á la capital y Póveda le entregó el mando, quedándose él mismo avecindado en Santiago (3). Ibañez fué reconocido el día id de dicho mes por el cabildo de gobernador en propiedad , con dos particularidades inexplicables, cuales fueron la de no presentar su real despacho de capitán jeneral , y la de no querer prestar juramento. Todo esto era irregular, y (1) Don Rodrigo de Baldovinos. (2) El alcalde don Bartolomé Pérez de Valenzuela y un rejidor. (3) En donde continuó residiendo la ilustre descendencia de dicho goberna- dor, cuyo título fué marques de Cañada Hermosa. CAPÍTULO XXXIX. 335 ofrecía misterio ; pero el sabio ayuntamiento lo respetó en favor del buen orden , y del decoro, tanto del supremo mando del reino como del suyo propio , que necesaria- mente hubieran experimentado mucha mengua con un conflicto de aquella naturaleza, dejando á parte los daños y perjuicios que habrían resultado de él para el servicio y para particulares. Noobstante, el diall de febrero del año entrante 1701, el cabildo le envió una diputación suplicándole tuviese á bien prestar juramento , ó fundarse para no hacerlo , á fin de poner á cubierto la responsabilidad que pesaba sobre los capitulares; pero á uno y otro se negó el gober- nador; y habiendo el cabildo, el dia 15 siguiente, insis- tido en la misma súplica, Ibañez respondió : « Que solo en el caso que el rey se lo mandase prestarla dicho juramento. » Esta respuesta es mas inexplicable aun que el hecho extraño de no querer prestar juramento un jefe cabeza de todo un reino como el de Chile ; responsable de su existencia física , moral , política y militar, á menos que el rey se lo mandase. Semejante respuesta es un signo de anarquía de que no vemos ejemplo alguno en esta his- toria, la cual, al contrario, ofrece constantemente una estabilidad de principios de orden y de buen gobierno jeneralmente respetados aun en los casos mas desespera- dos, en los que el mantenimiento de uno y otro es, las mas veces, imposible. Volvemos á decir y á creer que hay en este hecho algún misterio que la historia, sin duda alguna, aclarará mas adelante (1). Entretanto, la perspectiva de este gobierno era triste para los Chi- (1) En real cédula de 10 de julio 1530, mandaba Carlos I á los goberna- dores prestar el juramento de fidelidad , etc. 336 HISTORIA DE CHILE. leños. Por mas que el término sea impropio , la historia tiene por fuerza que servirse de él diciendo que con la misma desvergüenza con que Ibañez holló las reales ór- denes en que estribaban las garantías de la moralidad de los gobernadores, negándose á prestar juramento , con la misma se mostró, venal bajo y codicioso, vendiendo em- pleos y encomiendas, y exijiendo empréstitos personales cuantiosos de los habitantes ricos de la Concepción, de Santiago y otras ciudades , con síntomas de no pensar restituirlos nunca , y de considerarlos como una contri- bución debida , y diestramente extorcada. Por lo demás, se mostró desde luego capaz , en lo militar sobre todo. Sus antecedentes de sarjento mayor de batalla (1) no podian menos de acreditarle en este punto ; bien que la vasta y poderosa monarquía española deslizase ya rápida- mente en el declivio pendiente de sus desastres del xvir siglo , en los fragmentos de su arruinado edificio , se admiraba aun su grandeza; sus resortes estaban mas bien aflojados que gastados, y las tradiciones militares, principalmente , se mantenían sin poder resignarse al olvido de que los ejércitos españoles habian sido los do- minadores del mundo , y sus guerreros , celebérrimos. Ibañez dio pruebas de la misma capacidad en lo pura- mente gubernativo. Cuanto mas habian hecho sus pre- decesores en el mando para contener el rio Mapocho en su lecho, menos habian adelantado , por la sencilla razón de que se enfurecía en las crecidas tanto mas cuanto sus limites eran mas estrechos. De una ojeada él gober- nador vio este inconveniente, y lo remedió dando en- sanche al indómito rio, y disminuyendo, por consiguiente, su violencia. (1) Fnnrionos do jefe (1p estado mayor. CAPÍTULO XXXIX. S37 El ramo de real hacienda conocido bajo el nombre de alcabalas (1), ofrecía continuamente reclamaciones y confusión , y á fin de ponerles término , este gobernador cedió dicho derecho en pública subasta , y quedó arren- dado en catorce mil pesos anuales (2). En cuanto al ejército, habia algunas bajas en sus cuerpos , y para completarlo , pidió trecientos hombres , por repartición , desde el Maule hacia el norte. La ca- pital puso á su disposición ciento para este objeto. Entretanto , Carlos II habia muerto (3), y el 1" de julio recibió una real cédula con este anuncio , y la orden de sus funerales , al mismo tiempo que el del adveni- miento de Felipe V (4). Este grande acontecimiento fué causa de una lucha jeneral entre las potencias preponde- rantes de Europa , y no era extraño que sus efectos se propagasen á las posesiones de ultramar. En efecto, el capitán jeneral , marques de Belmos, que gobernaba en Flandes , habia dado informes á la corte de Madrid sobre una tentativa que se meditaba en Holanda contra Chile. Esta tentativa fué achacada por los Holandeses mismos á algunos comerciantes chilenos que habian ido á comprarles armas ; pero semejante versión no era verosímil. Sea lo que fuese, el- gobierno español sabia también que la Inglaterra volvia sus miras hacia la Amé- rica meridional , y envió órdenes al gobernador de Chile para que proveyese á la seguridad de sus costas , y se mantuviese sobre aviso para rechazar con vigor toda agresión enemiga. (1) Contribución en proporción , y después de la venta de todos géneros y mercancías. (2) Por el capitán don Antonio Verdugo y Figueroa. (3) En 1° de novieml^re 1700. (í() Principe francés, nielo de Luis XIV, rey de Francia. 5«? III. HiSTOr.i V. • áS8 HISTORIA DE CHILE. Ibañez , hombre de cabeza , como hemos dicho , reunió en su mismo palacio la junta jeneral del reino, compuesta del ayuntamiento ; de la real Audiencia , y de los correjidores respectivos de los diferentes distritos, acompañados de cuatro de sus principales vecinos. Oidos los pareceres de los diversos miembros de dicha junta , el gobernador tomó medidas oportunas para poner en buen estado de defensa los puertos de la Concepción , de Val- paraíso , Valdivia y Coquimbo ; hizo levas , y armó las tropas que le dieron con las armas que hablan llegado á Buenos Aires con destino al reino de Chile (1). Dadas estas providencias , el activo gobernador con- tinuó ejerciendo su autoridad con grande entereza en favor del real servicio , sin contestación , pero no menos en pro del aumento de su caudal (2). En este particular, sucedía una cosa muy ordinaria en relaciones puramente sociales, y aun también en asuntos jenerales entre par- ticulares , pero bastante extraña en operaciones adminis- trativas, cuyo objeto es el bien de todos los administra- dos; y era que, mientras la capital del reino ensalzaba el gobierno de Ibañez , le obsequiaba , ponia su retrato en pié en el salón del palacio, y pasaba informes llenos de entusiasmo á la corte en su favor, la capital de la frontera le aborrecía, literalmente, y temblaba al ver llegar el situado y la época en que el gobernador tenia que ir en persona con el acompañamiento obligado de los dos mi- nistros de la real Audiencia á distribuirlo. Las razones quetenian los habitantes de la Concepción para albergar sentimientos tan poco caritativos hacia su capitán jeneral (i) Conducidas por don Alonso Juan de Valdes, que iba de gobernador de la Plata. (2) Figueroa tn Pérez-García. CAPÍTULO XXXIX. 339 se fundaban en principios de intereses materiales , gra- vemente comprometidos por exacciones continuas , unas veces directas , y otras indirectas , que dicho supremo jefe ejercia sobre ellos. La continuación aclarará tal vez este punto de la historia. CAPITULO XL. Conducta interesada y poco recatada , en este particular, del gobernador Ihañez. — Resenli miento jeneral. — Conjnracion contra su vida de las plazas de Yumbel, Arauco y Puren. — Aborta su intento. — Conducta juiciosa del gobernador en esta ocasión. — Inconsecuencias generales de su gobierno. — Nacimiento de un príncipe de Asturias , Borbon. (1702—1709.) Siendo un representante del poder, de los intereses y de la dignidad de la corona , el gobernador de un reino como el de Chile, tan lejano de la metrópoli, y tan expuesto á grandes vicisitudes, podia creerse, con justo título , un rey temporal y ejercer el supremo mando según le pareciese mas conveniente para alcanzar los altos fines que estaban á su cargo , y poder llenar la ter- rible responsabilidad que pesaba sobre él. Para seme- jantes puestos, los jenios absolutos son , sin duda alguna, los mas propios, cuando se hallan acompañados de buenas intenciones y de una grande capacidad ; pero la reunión de estas cualidades indispensables para acertar es rara en un mismo sujeto , y así sucede que muchísimas veces los que gobiernan confunden el interés de la representación con el personal, y caen en los escollos de un ridículo despotismo , que puede dejenerar en cri- minal , y, tarde ó temprano , se estrellan y se aniquilan. Aun no sabemos si Ibañez se estrelló ; pero ya desde luego , no se puede negar que adoleció de la nulidad que acabamos de indicar, considerando el reino como una propiedad , en términos que las poblaciones, el ejército, CAPITULO XL. 3/ii el situado , las encomiendas y los Indios que las forma- ban , nunca salian de su boca sino con los pronombres posesivos, mi, mis (1): mi ejército ; — mi situado ; — mis encomiendas ; — mis Indios. No pasando de los límites de vanagloria personal, semejante man/a no habria pa- sado tampoco de los del ridículo ; pero , en efecto , parece que este gobernador realizaba el dicho con el hecho , y disponía del bien ajeno con una anchura de conciencia felizmente rara. Tales eran los motivos, de bastante peso, que tenian los vecinos de la Concepción para no estar muy bien avenidos con él (2). Los que podia tener el cabildo de Santiago para profesarle distintos senti- mientos solo se pueden conjecturar, reflexionando que , sin duda alguna, Ibañez se portaba con él de diferente modo , y habia sabido granjeárselos. La bajeza no ex- cluye la hipocresía ; al contrario , son dos cualidades in- separables. Pero en cuanto á esto , la opinión no era jeneral ; algunos escritores (3) asientan que el descontento era universal. Lo cierto es que tres plazas ( las de Yumbel , Arauco y Puren ) se sublevaron , y sus defensores se conjuraron para marchar sobre la Concepción , combi- nando el movimiento para llegar allí á una misma hora , á fin de superar toda resistencia y poder darle muerte. El motivo de esta conjuración era la penuria en que vivian por defraudación de sus sueldos, de los cuales les eran debidas sumas cuantiosas. Contenidos ya mucho tiempo habia por el freno de la disciplina , perdieron la paciencia (1) Figueroa. (2) Todos los escritores de la época concuerdan en que, bajo el pretexto poco decoroso en tal personaje, de empréstitos, les e*torcó hasta diez y siete mil pesos. (3) Figueroa. 342 HISTORIA DE CHILE. y la cabeza al ver que la arribada del situado de Potosí á la Concepción , y su distribución , ningún alivio les daba. El veedor jeneral (1), no pudiendo cubrir por mas tiempo bajo la capa de su responsabilidad tamaños desórdenes, habia ya representado , con respeto aunque con cierta entereza fogosa que le era propia con una grande pro- bidad , esto mismo al gobernador, y, en respuesta , Ibañez le habia mandado prender. Los soldados encar- gados de la ejecución de esta orden tuvieron la destreza de dejarle escapar (2), porque el veedor era universal- mente querido , y pudo huir á Lima , en donde dio queja al virey de la tropelía del gobernador de Chile , mani- festándole con pruebas auténticas el estado lamentable de aquel ejército , al cual se le debian cuatro millones noventa y un mil novecientos seis pesos de catorce si- tuados , á razón de doscientos noventa y dos mil dos- cientos sesenta y nueve anuales, consignados en las arcas reales de Potosí, con preferencia á todos los demás situa- dos (3), y con encargo especial á los vireyes del Perú, á los presidentes de Charcas y á los oficiales de dicha teso- rería de Potosí, de darles puntual y entero cumpli- miento (d). La tiranía y la avaricia de Ibañez apresuraron la eje- cución del plan de los conjurados de Yumbel , Arauco y Puren , y su apresuramiento los frustró del éxito. Los de Yumbel , después de haber querido asegurarse de la per- (1) Don Fermín Montero de Espinosa. (2) Es inverosímil que , como algunos escritores lo asientan , Montero de Espinosa haya rechazado con un par de pistolas á sus aprensores, los cuales estaban armados, como era natural. (3) Reales cédulas, 13 de junio 1681, y 16 de enero 1687. (4) Montero de Espinosa quedó gozando de su sueldo en Lima hasta que volvió á Chile con el mismo empleo. 1 CAPÍTULO XL. 343 sona de su sárjenlo mayor Molina , que se les escapó á San Cristóval, marcharon , en un arranque, por delante, contentándose con enviar aviso á los demás , y al dar vista á la Concepción , descubrieron al gobernador en actitud de aguardarlos, como así érala verdad, habiendo recibido un parte secreto de la conjuración. En esta coyuntura, Ibañez se portó como hombre de juicio y de sangre fria , perdonando á los alucinados y castigando á los motores del atentado. Los de Arauco , advertidos, se estuvieron quedos , y los de Puren , que ya estaban cerca de Yumbel, se volvieron. Pero el gobernador los siguió con fuerzas, y ellos, como desesperados, se pusie- ron unos cien hombres en sitio ventajoso , decididos á defenderse ó á morir. Bien que estuviese seguro de ar- rollarlos, Ibañez reflexionó que su triunfo seria un ejem- plo funesto, tanto mas, cuanto los reboltosos se veian reducidos á tanta extremidad por causa suya. Esta re- flexión que ocasionó demora y, por consiguiente , acusó una irresolución evidente , dio nuevos ánimos á los su- blevados , que mas que nunca resolvieron perecer todos antes que rendirse. Por fortuna, se hallaba allí presente un jesuita misionero (1), el cual con sagacidad irresis- tible obtuvo de ellos que diputasen á tres de los suyos para que fuesen á exponer abiertamente y sin disfraz las causas del trance en que se hallaban al gobernador. Así lo hicieron , y los diputados hablaron con tan enérjica sinceridad , que Ibañez pensó que lo mejor seria tempo- rizar, á lo menos por de pronto , y concedió indulto , bajo la garantía del jesuita. La indiscreta alegría con que los indultados acojieron esta resolución , retirándose en confuso tropel , que denotaba cuan por dichosos se da- (1) El P. Jorge Burger. 344 HISTORIA DE CHILE. ban de haber salido del apuro , despertó nuevos senti- mientos en el gobernador , y le sujirió la idea de faltar á su palabra, y de mandarlos extraer del sagrado á donde se acojieron al llegar á la plaza , dando lugar con este signo evidente de debilidad y desconfianza á que él mismo considerase el indulto ya concedido como una pura ficción sin importancia. Horrorizado el párroco (1), pronunció pena de exco- munión mayor contra los profanadores; pero el gober- nador pasó con la suya , mandó formarles causa , y con dictamen del auditor de guerra (2), aprobó la sentencia de muerte contra tres , y la de cárcel contra otros mu- chos. El obispo pasó informe á la corte, calificando de impío el abuso de poder del gobernador, y en respuesta(3), el rey manifestó su alto desagrado contra el último y con- denó en tres mil pesos de multa al auditor. El año de 1702 fué muy fecundo en acontecimientos para Chile, tanto interiores como exteriores. Los inte- riores fueron todos desavenencias entre las autoridades, y estas desavenencias, si no se orijinaban precisamente de la conducta misma del gobernador, eran , en parte , corolarios de sus providencias, y, como tales, rara vez dejaban de hallar apoyo en su autoridad. Pero antes de relatarlas , no podemos menos de notar la especie de in- consecuencia estudiada que habia entre sus actos apa- rentes de jefe militar, y sus acciones de responsabilidad reservada. Los que ejercía en favor del mantenimiento de la paz con los Indios independientes, y de los pro- gresos en civilización de los ya reducidos y amigos , eran (1) Don Francisco Florez. (2) Don Alonso Bernaldo ( y no Bernardo ) de Quiros. (3) Real cédula de 24 de abril 1705. CAPÍTULO XL. Sii5 de un acierto admirable. Hasta en la parcialidad de Nahuelhuapi, en Chiloe, estableció una casa de conver- sión (1), y favorecía con todo su poder á los conversores; mientras que por otro lado , fomentaba con el mismo celo la instrucción de los jóvenes Indios colejiales. ¿Cómo concillaremos tan juiciosa conducta con la infinidad de tropelías de que este gobierno abunda , contra militares y ciudadanos, en términos que el descontento habia pasado de solas murmuraciones á pasquines y vocifera- ciones públicas y ruidosas? No es fácil; pero tales son los hechos : leyes, justicia, buen orden, todo esto era desconocido entonces en el reino de Chile , y fué preciso que los lamentos de los buenos llegasen á oidos del mo- narca para que el mal cesase. Pero antes, aun hubo cosas muy particulares bajo este gobierno. Seguro de hallar cooperación por todos lados, menos por parte de la autoridad eclesiástica , Ibañez ordenaba arbitrariamente en todos los ramos de la administración , y le habia parecido cómodo que los oidores de la real Audiencia fuesen correjidores , y en efecto los hubo que lo fueron con tanta mas satisfacción , cuanto , jeneral- mente hablando, los SS. de dicho tribunal propendían siempre á la autoridad absoluta. En cuanto al gobierno eclesiástico , no le era posible al gobernador entremeterse en él , en atención á que las razones que se oponían á su voluntad eran de tejas arriba , y que la sumisión jeneral al carácter sagrado del obispo tenia á raya sus ímpetus naturales. Con todo eso, aun tuvo maña para influir muy directamente en la elección de la abadesa de las monjas de la Concepción , á pesar de su ilustrísima , y porque habia algo que ganar en este nuevo enredo. Por (1) Cuyo primer director fué el P. jesuíta Felipe Vaden Mereti. m 346 HISTORIA DE CHILE. mas que hizo el prelado , el voto del gobernador preva- leció, aun después que , por informes del obispo, el rey reprendió y afeó su conducta. Favorecidos por Ibañez , los oidores , en torno , le auxi- liaban en cuanto podian , y muy particularmente cuando tenia desavenencias con la autoridad eclesiástica, que ellos mismos temian por mas que les costase , aunque sacando un desquite no muy digno de ellos con aparien- cias de independencia en materias y actos relijiosos. En ciertos dias clásicos que tenian que asistir al oficio divino en la catedral , muchas veces usaron del poco miramiento de hacer esperar al prelado y al público con indecorosa demora , hasta que su ilustrísima , mas por honra de la relijion que por propia conveniencia, se quejó á la corte de este desacato , tanto mas culpable cuanto procedía de sujetos obligados á dar el buen ejemplo en todo. Sorpren- dido y disgustado , el rey mandó ásus ministros de la real Audiencia de Chile sometiesen , en todo caso de compe- tencia relijiosa, su autoridad á la del obispo , respetando átodas las personas del clero, y concurriendo á los oficios divinos, cuya solemnidad requiriese la presencia del tri- bunal en cuerpo , sin retardarlos ni de un solo instante por su ausencia ; y, por otra parte , mandó su majestad que dichos oficios empezasen á un toque indicado de campana sin esperar que los ministros de la Audiencia estuviesen presentes. La propensión que en todos tiempos tuvieron estos á ejercer una especie de soberanía en todo fué muy notable durante el gobierno de Ibañez. Era realmente anárquico este gobierno, aunque, por de pronto, esta aserción tenga visos de paradoja, en atención al despotismo del jefe superior del estado ; pero reflexionando que este CAPÍTULO XL. 347 mismo despotismo se ejercia con ayuda de otros despo- tismos , sus subordinados y sus cómplices , se vé clara- mente en qué consistia la anarquía. Era tan cierta y tan evidente el relajamiento en los diferentes resortes de la máquina , que hasta los frayles de San Francisco tuvieron discordias temporales y mundanas con escándalo de las jentes juiciosas, y con gran júbilo de las relajadas y per- vertidas , de que hay siempre un crecido número , y para las cuales no hay refujio posible sino en el desorden , ni provecho si no es en sus consecuencias. Las desavenencias de dichos padres surjieron de un ruidoso capítulo de pro- vincia, y si hablan de dar márjen á un litijio, claro estaba que se habia de juzgar en el tribunal eclesiástico, sin perjuicio de la asistencia de la ley y de sus intér- pretes como asesores. Sin embargo , la real Audiencia tomó la iniciativa en este asunto, bajo pretexto, sino con el motivo plausible , de evitar consecuencias de poca edificación , y los frailes la recusaron cerrándole las puertas de su convento. Irritado con la resistencia y no pudiendo entrar por la puerta, el tribunal se empeñó en entrar, por decirlo así, por la ventana; mandó de- moler una pared , y por la brecha se introdujo en la sala capitular. Sin duda era sabido que estos capítulos provinciales no eran celebrados siempre con una perfecta armonía; pero las oposiciones que ocasionaban no sallan de un círculo de personas interesadas en el mantenimiento del buen orden, aunque divididas de opinión y de interés por tal ó cual partido, en lugar que , en el caso presente , una licencia desenfrenada se manifestó en el pueblo mismo con riesgo inminente de ocasionar gravísimas consecuencias para el estado , si no se hubiera cortado. En una palabra , fué dll 8 IIISIOÜIA DE CHILE. tan ruidoso este acontecimiento , que la real Audiencia se propósa á desterrar los relijiosos á Portobelo ; pero oida la queja de estos, el rey multó á cada uno de sus minis- tros en mil pesos (1). Hemos dicho que en el año 1702 habia habido cosas nuevas en Chile , interiores y exteriores. Ya el lector ha visto las primeras. En cuanto á las segundas, aun no aparecian si no es como signos y presajios de grandes cambios , en atención á que la guerra de sucesión no permitia el gozar de los bienes infinitos que el adveni- miento de Felipe V habia de hacer á su nueva patria. Cuales fueron estos bienes , la historia de Chile misma nos dará ocasión de mencionarlos , bien que en resumen. Entretanto , la elección de la metrópoli de un rey Borbon, descendiente por línea recta y en grado inmediato del gran monarca Luis XIV, identificaba su política con la de la Francia, y daba naturalmente acojida particular á los Franceses con una justa preferencia á los sujetos de otras naciones. Por esta razón , los puertos de Chile les fueron abiertos, y estos intelijentes y activos comer- ciantes empezaron á visitarlos con grandes utilidades y ventajas no solo para sus habitantes , sino también para el gobierno. El primer buque mercante francés que arribó á la Concepción fué la Laura , capitán Rogadier, cargado de vestidos. Los Chilenos, acostumbrados á comprar su ropa muy caray no muy buena, empezaron á comprarla barata é infinitamente mejor, y al mismo tiempo se encontraron con una salida cómoda de sus pro- pios jéneros y mercancías territoriales. (1) Cinco mil por cuatro oidores y un fiscal. De esta cantidad , dos mil sir- vieron á cosioar el viaje de los PP.; 1500 fueron remitidos á España; mil se emplearon en levantar la pared demolida del convento , y en auxilios á los en- fermos del socorro ; y 500 se atribuyeron al convento de San Diego.— Carvallo. CAPÍTULO XL. 349 Con estas ventajas se mezcló un inconveniente, porque el bien y el mal se hallan casi siempre al lado uno de otro en todas las cosas de este mundo. Este mal eran los contrabandistas, que , si procuraban algún interés á par- ticulares, dañaban al público por el erario. Para evitar el contrabando, se autorizó á los correjidores con amplias facultades para vijilarlo é impedirlo. El rey mandó que de tres en tres años , en lugar del fiscal y de un oidor que acompañaban al gobernador á la Concepción para la distribución del situado , fuese un solo oidor, que debia al mismo tiempo ejercer funciones de correjidor. En cam- bio de los verdaderos beneficios -del comercio que los Franceses llevaban á Chile, sacaban del país no solo frutos y objetos interesantes , sino también oro, plata y cobre. Muchos , seducidos por lo agradable del clima y la fertilidad de la tierra, se establecian en ella, y así son numerosas las familias francesas que se cuentan en la población chilena. El célebre Feuillée, de la orden de mínimos, fué á recorrer el país, y residió alguñ tiempo en él, botanizando y haciendo observaciones astronómicas, que escribió con grande satisfacción de los Chilenos. El viaje de Frézier á Chile tuvo resultados análogos. Volviendo á los asuntos del reino , la emancipación de los Indios esclavos de las tres clases habia ocasionado , como el cabildo de Santiago lo habia previsto y represen- tado al rey, escasez de trabajadores , y en acuerdo del 27 de abril 1703 , pidieron los capitulares , con el apoyo del gobernador, al monarca , el permiso de la introduc- ción de negros , introducción que acababa de obtener Buenos Aires. A principios del año siguiente , se puso en planta un 350 HISTORIA DE CHILE. nuevo arreglo de sueldos en el ejército (1), arreglo que constaba de 36 artículos (í2). Por lo demás , todo el año y el siguiente se pasaron en santa paz, y sin nuevos acontecimientos. En octubre 1705 , llegó el situado á la Concepción ; el gobernador, aunque bastante amalado , quiso ir á dis- tribuirlo por sí mismo , y salió el 16, de Santiago con el único médico de la ciudad , y el oidor destinado á acom- pañarle y á ser correjidor durante tres años en la capital de la frontera. El 12 de mayo del año siguiente estuvo de vuelta en la capital del reino para pasar en ella la estación de invierno, y contribuyó mucho, se puede decir, por falta de otros que- haceres , á la información de santidad de un lego fran- ciscano (3) que habia muerto á fines de i 700. No es fácil el imajinar como el capitán jeneral del reino podia cer- tificar la intimidad de un fraile , aunque no hubiese sido lego , con el cielo ; pero por indiferente que sea este dato, (1) Mandado por real cédula de 26 de abril 1703. (2) Que ocupan diez hojas del libro del cabildo, desde el f° Sal 15. Por este arreglo , los sueldos señalados á las clases del ejército eran : al capitán jeneral , 8,000 pesos ( de 8 rs.] ; — al maestre de campo , 1320 ; — al sárjenlo mayor, 900 ; — al comisario de la caballería , 800 ; — al veedor jeneral , 2,000 ; — al auditor de guerra, 1,000; — al capellán mayor, 500; — al ayudante mayot, 300 ; — al capitán de caballería ( compaüia de 100 hombres), 750 ; — á su teniente, 300; — á los trompetas y soldados, 100 ; — al capitán de infante- ría ( 125 hombres ), 600 ; — al subalterno , 250 ; — al sárjenlo , 150 ; — al cabo, 100; — á los tambores, 100; — al intérprete, 150 ; — al carpintero de ribera, 150; — al de llano, 100 : — al armero, 100; — al preboste , 150; — 80 á cada arcabucero , y 100 á los mosqueteros ; — al capitán de artillería , 250 ('), y 100 á cada artillero. Por el mismo arreglo, fué suprimida la compañía de oficiales reformados; el comisario de la caballería quedó sujeto al maestre decampo; los empleos con real despacho fueron declarados vitalicios. — Secretaría del supremo gobierno de Chile. (3) F. Pedro Verdeti, natural de Orduña en Vizcaya. (') Se debe de entender capitán de arliUeria simple táctico, y no facultativo. Il CAPÍTULO XL. 351 en historia, es muy interesante por otra parte, en cuanto da una idea de los sentiuiientos relijiosos de aquel tiempo , puesto que un personaje de tan alta jerarquía como lo era un capitán jeneral , gobernador de un reino como el de Chile , no desdeñaba el abajarse hasta atesti- guar los humildes actos de la vida de un sirviente de convento. Es muy de notar que jamás desde que el mundo existe , ni antes ni después de la conquista del América, se han visto, ni se verán probablemente, planes mas vastos , empresas mas arduas , mas temera- rias, ni acciones mas heroicas que las que se vieron entonces , en nombre y honra de la relijion , y esencial- mente con su auxilio. Al mes de mayo del año siguiente , le llegó al gober- nador otra real cédula (i), en la que el rey mandaba cesase el admapu de los Butalmapus , es decir que cesasen los Indios de vivir dispersos por tierras y campos , y se concentrasen en pueblos circunscriptos. Ibañez , persua- dido de que seria muy difícil el dar cumplimiento á dicha orden sin comprometer la paz , encendiendo una nueva guerra con los Araucanos , suspendió su ejecución y re- presentó á la corte los riesgos que ofrecía , enviando en un buque mercante francés que dio la vela para España desde la Concepción en marzo 1708, á su cuñado el marques de Corpa con este objeto. En esta ocasión , el cabildo de Santiago dio una prueba de la confianza que tenia en el gobernador encargando á su pariente la ven- tilación de los asuntos de la ciudad pendientes en la corte, para lo cual le desinteresó liberalmente , como lo hacia siempre el ilustre cabildo. Esta particularidad com- prueba, ademas, lo que dejamos dicho mas arriba, á (1) 14 de junio 1703. ^^ 352 HISTORIA DE CHILE. saber, que la animadversión jeneral que habia suscitado jeneralmente la conducta del gobernador no se habia co- municado á los capitulares. Las razones de este hecho extraño, cualesquiera que fuesen, no podian menos de ser plausibles, y confirman la sagacidad política de aquella corporación tan vijilante y protectora del bien de sus administrados. Sin duda alguna el cabildo de San- tiago no ignoraba lo que todo el reino sabia y sentia acerca del porte en cosas personales del gobernador ; pero conociéndole hábil y capaz para los fines grandes y principales del mando, le disimulaba defectos que, por feos que fuesen , no le impedían el alcanzar y asegurar dichos fines. Ibañez dio fin á su gobierno con la celebración pom- posa del nacimiento del príncipe de Asturias (1), celebra- ción que empezó en Santiago , y en todas las ciudades del reino, el 13 de noviembre, y cuyos grandes, in- mensos preparativos hablan empezado ya desde el 16 de agosto. El 26 de febrero 1709, entregó el mando (2). (1) Don Luis Felipe de Borbon y Austria , nacido en Madrid , el 25 de agosto del año 1707. (2) Pérez-García no comprende ( y con niuclia razón) porque Alsedo ha omi- tido en su diccionario la mención de este gobierno, que duró ocho años; ni porque Figueroa rebaja su duración á siete. CAPITULO XLI. Anuda la historia el hilo de las misiones. — Apoyo esencial que prestan á la fuerza. — Diferencia de medios para conseguir el fin. — Admirables disposi- ciones de la voluntad real en su favor y para su arreglo. — Colejio de jó- venes indios en Chillan. — Otras misiones. — Jesuítas y franciscanos. (1709.) En este capítulo la historia anuda el hilo precioso de las misiones, roto sustancialmente en 1662, y mal anu- dado en el año siguiente, puesto que la continuación forzosa de los acontecimientos jenerales solo ha ofrecido algunas raras coyunturas de tocar este punto tan inte- resante como esencial. Es tanto mas lo uno y lo otro esta materia , cuanto constantemente se vé la impotencia de la fuerza sin el apoyo de la relijion para llegar al fin deseado , y tan caramente alcanzado , de sacar hombres desnudos de luz natural del estado de barbarie en que la circunstancia de vivir lejos de sociedades cultas los man- tenía, para reducirlos al gremio de la civilización y del cristianismo. Consúltense todas las historias de con- quistas de pueblos bárbaros y en todas se verán patentes estas verdades , á saber, que las armas desarman y rin- den, pero que la relijion sola somete; que las armas destruyen y que la relijion rejenera; que las armas quitan vidas , irritan las pasiones y sus furores ; al paso que la relijion protejo, auxilia á los infelices vencidos , atrae sus corazones , los consuela en las desgracias de la esclavi- tud , é iluminando poco á poco las facultades intelec- tuales de los que jimen por una injusta opresión , injusta , lU. HiSToniA. ^4Bl ■ *t 354 HISTORIA DE CHILE. por lo menos, en los medios que tiene que emplear para llegar aun fin laudable, los conduce, por decirlo así, de la mano al puerto de salvación , que es la luz, y el convencimiento que adquieren de la realidad de los bienes que infinitas calamidades les han proporcionado. Solo este resultado puede lejitimar los medios , y en ninguna historia , en ninguna parte del mundo , se han visto estas verdades tan claramente demostradas , y aun también tan perentoriamente probadas como en Chile y en la guerra de los Araucanos , en donde el amor de los naturales á los misioneros era igual al odio que tenían á los conquistadores guerreros, y aun mayor, puesto que las palabras de un jesuíta han bastado infinitas veces para aplacar la tempestad de las pasiones enfurecidas por crueles agresiones. El alcance de las previsiones de los misioneros, y especialmente de los jesuítas, cuya profunda y santa política pocos comprendían , era infali- ble. La cuestión de civilización , para ellos , no se encer- raba precisa y estrechamente en el círculo de los vi- vientes , habitantes de aquellas comarcas ; trabajando incesantemente para instruirlos y atraerlos al cristia- nismo , sus miras se extendían á las jeneraciones futuras, y calculaban , que por mas resistencia que hallasen , las semillas esparcidas entre los padres , si no fructificaban en ellos, fructificarían en sus hijos; un poco mas en sus nietos ; mucho mas en sus biznietos , y que mejorando la especie de jeneracion en jeneracion, al fin se alcan- zarla infaliblemente el fin deseado de cambiar brutos en hombres , y costumbres absurdas y bárbaras , en actos racionales de vida social , para la cual nacieron eviden- temente los hombres , como seria muy fácil probarlo , si la historia tuviese que entrar en tales digresiones. Por lo *?" CAPÍTULO XLI. 355 demás, la jeneral del mundo civilizado confírmala verdad del principio en que se fundaban los jesuitas. La Europa tardó mas de trescientos años en llamarse cristiana des- pués de la era de su redención. Seguros de la excelencia de su principio, nuestros misioneros dirijian principalmente sus miras á la ense- ñanza de la niñez y de la juventud , y convertían mas padres por sus propios hijos, que por medios directos , rogándoles asistiesen á sus lecciones para cerciorarse de sus progresos. Hoy mismo en nuestra era de adelanta- mientos intelectuales tal vez demasiado rápidos , en aten- ción á que sacan con violencia de quicio el orden natural de las ideas; hoy mismo , decíamos, vemos los resultados de este método en la clase popular, en la cual los hijos son maestros , instructores y guias de los que les dieron el ser, aunque , á la verdad , con detrimento de la auto- ridad paternal , y con desden de su humilde profesión , dos inconvenientes tan inevitables como perjudiciales al fin que queremos alcanzar por las luces, que es, ser mejores y mas fehces. Volviendo á su asunto , la historia no tiene mas que recordar una real cédula (i), en respuesta á un informe del gobernador Póveda á la corte sobre los frutos de las misiones, informe que pecaba por falta de estar dicho gobernador mismo bien informado acerca de todas las particularidades que contenia. En su informe (2) , Póveda asentaba que noobstante la paz, que duraba después de diez y siete años , los Indios de la otra parte del Biobio hablan adelantado muy poco en materia de relijion , por mas que ios jesuitas pareciesen muy afanados en el ejer- (1) De Carlos II , fecha en Madrid , el 11 de mayo 1697. (2) 12 y 26 de seliembre 1692. 356 HISTORIA DE CHILE. cicio de su piadoso ministerio ; y anadia, que pensando que tal vez por insuficencia numérica hadan tan pocos progresos, les habia enviado dos sacerdotes por auxi- liares, los cuales habian causado un visible adelanta- miento en las misiones, en términos que uno de ellos le babia escrito , que si se dedicasen á estas un número suficiente de clérigos , sin duda alguna se conseguirian grandes resultados. Hasta aquí, el informe de Póveda á la corte tenia las simples apariencias de un movimiento natural de su ánimo para cumplir con su deber de gobernador; pero luego pasó á otras consideraciones materiales , de las cuales se podrían deducir, tal vez, motivos menos sin- ceros y menos plausibles, tales como las prerogativas particulares de que disfrutaban solo los jesuítas , con humillación de los misioneros de otras órdenes relijiosas. Decia que si todos ellos hubiesen de ser remunerados tan liberalmente como los PP. de la compañía de Jesús (1), el situado no bastarla ; al paso que dos relijiosos fran- ciscos empleados como conversores se contentaban con muchísimo menos (2), concluyendo con que iba á mandar asistiesen todos los sacerdotes regulares y seculares que pudiesen á las misiones , bien que esta disposición no pudiese menos de encontrar un grave inconveniente , cual era la cesación de la enseñanza del idioma chileno en el colejio de jesuítas de Santiago. Evidentemente, habia en el informe dicho alguna exajeracion , y la conclusión ponia de manifiesto cierta especie de mala voluntad de parte de su autor á los mi- sioneros especiales , que , sin contestación , lo eran los (1) Que disfrutaban de un estipendio de 732 pesos. '2) Los dos franciscanos gozaban de 500 pesos ; 250 cada uno. CAPÍTULO XLL 357 PP. de la compañía , como queda suficientemente pro- bado. Así lo sintió , á lo que parece, el monarca, puesto que con acuerdo del real consejo de Indias, resolvió y mandó al gobernador de Chile formase una junta , pre- sidida por él mismo , y compuesta del oidor mas antiguo de la real Audiencia , del obispo y deán de la catedral , de los oficiales reales de la ciudad , y de los dos sacer- dotes que se habían ofrecido voluntariamente á cooperar con los misioneros , á fin de deliberar y resolver lo que fuese mas conveniente para que se consiguiesen los fines con que fueron concedidos cuarenta conversores jesuítas al reino de Chile, los cuales se conformarán á su deter- minación en las tierras de Arauco , en donde serán auxi- liados por diez relijiosos de la orden de San Francisco ; remunerados estos según costumbre , y los jesuítas , sufi- cientemente, sin que exceda su estipendio seiscientos pesos. Claro era que la corte habia notado alguna animosidad contra los jesuítas, puesto que, admitiendo que fuesen en corto número, les señala auxiliares, remunerados con menos de la mitad de la asignación concedida á los que bien se podían llamar misioneros natos. Por lo demás , el rey, en su real cédula , encargaba á su gobernador de Chile tuviese el mayor cuidado en que dichos estipendios fuesen pagados del caudal destinado al situado , con la mas escrupulosa puntualidad. La junta formada por el gobernador tenia, ademas, que distribuir á los misioneros de las diferentes relijiones una porción de provincia ó terreno proporcionada, ob- servando, por reglas, que las conversiones se hiciesen en los confines de tierras sometidas, permaneciendo en ellos los conversores hasta haber conseguido el fin 358 HISTORIA DE CHILE. deseado , sin poder, hasta tanto , continuar sus tareas apostólicas mas tierra adentro ; sin fundar colejios in- coados, y manteniéndose en puras estancias de con- versión. Pero el mas notable de los encargos que el rey daba al gobernador sobre este punto esencial , era el de que dijese á los misioneros, en su real nombre, atrajesen á los Indios á la verdadera luz del evangelio por los medios de la dulzura , afecto , amor y suavidad insepara- bles de la caridad cristiana , procurando inducirlos á que se reuniesen en pueblos circunscriptos , y renunciasen á sus chozas esparcidas por tierras y campos ; señalándoles sitios fértiles y amenos para cultivarlos, y para la cria de sus ganados ; conservándoles sus propiedades en toda su extensión, valor é integridad durante sus vidas; respe- tando sus usos y costumbres en punto á sucesión, y herencia en las familias, y no forzándoles á salir de su tierra natal , ó de la que hubiesen elejido por residencia, para reunidos , sino juntándoles en la misma circuns- cripción en donde se hallasen diseminados. Insistiendo sobre esto, el rey imponiaal gobernador la obligación de vijilar en que los misioneros no adquiriesen propiedades , pues lo prohibían las leyes , y se esmerasen en cumplir con el mayor celo los deberes de su ministerio en la con- versión de los Indios. Pasando á otros particulares de buen gobierno con respecto á los naturales, el católico monarca imponía también al capitán jeneral del reino, al obispo y á los ministros de la real Audiencia la responsabilidad grave de no permitir, bajo pretexto alguno, ni aun el de en- señanza, beneficios y progresos , se les arrebatasen sus hijos, ni lo hiciesen ellos mismos, mandando publicar esta CAPITULO XLI. 359 resolución por bando con apercibimiento de la pena de muerte á cualquiera que la quebrantase. Que á los convertidos , se les dejasen sus haciendas; que no se hiciesen mercedes con ellas en sus distritos , mas allá del Biobio , y que los Españoles que las tuviesen entonces por haberlas obtenido de algún gobernador, las dejasen y renunciasen á ellas inmediatamente. Que á los caciques (1) araucanos y sus circunvecinos, como señores de sus jurisdiciones se les mantuviese sin alterar sus usos en sucesión de mando , y sin imponerles tributo , ni á ellos ni á sus hijos varones ; y que á los mazagales (2) les señalase la junta uno muy moderado, que los misioneros mismos les hablan de inducir á pagar por medios suaves y persuasivos. Que los Indios ya convertidos y los que se convirtiesen en adelante no fuesen encomendados, sino incorporados en el gremio de vasallos de la corona , sin imponerles tri- buto alguno durante veinte años desde el dia de su con- versión , al cabo de los cuales , los misioneros los habían de instruir en el cumplimiento de las obligaciones que tenia que llenar todo Español; que de ningún modo se les obligase á servir en las haciendas de los Españoles, y que si voluntariamente lo hiciesen , se les pagase salario señalado por la misma junta. Que para la educación de los hijos de los caciques se fundase un seminario para veinte, sin que pudiesen contar en este número dos hermanos, á cargo de la compañía de Jesús, y en el cual tres jesuítas con título de maestros les debían enseñar á leer, escribir y contar, (1) Es de advertir que el título de cacique no era araucano, ni lo conocían los naturales hasta que los Españoles lo introdujeron entre ellos. — Olivares. (2) Nombre que dieron los Españoles g los individuos de |a clase común y de labradores. 360 HISTORIA DE CHILE. la gramática y la moral ; que se les diesen los sirvientes necesarios para discípulos y maestros, y que para el mantenimiento de cada uno , señalase la misma junta una cantidad, y doble para los maestros (1). Que no se construyese edificio , con este objeto , hasta que se viese si producía buenos efectos ; que de Ínterin , se arrendase una casa de la ciudad, y que, si los in- formes previos de un buen éxito lo aconsejaban , S. M. ordenarla lo conveniente para la estabilidad y la conser- vación de dicho colejio. Que los Indios de la población de San José de la Mocha , á dos leguas de la Concepción , formado por el gobernador don José de Garro con los que poblaban y sacó de la isla del mismo nombre , continuasen viviendo bajo las mismas ordenanzas de gobierno que dicho gobernador les habia dado; y que cuantos individuos hubiesen sido sacados de la citada población de San José de la Mocha, aunque lo hubiesen sido por el mismo gobernador, por el obispo ó por los ministros de la real Audiencia, con entera voluntad de ellos, fuesen res- tituidos á sus hogares , exentos de tributo durante veinte años , incorporados con la corona , al cabo de ellos, y de ningún modo encomendados , ni sujetos á ser- vidumbre. Y enfin, que la junta, previo informe sobre si la cátedra de lengua nacional se hallaba rejenteada y do- tada , dispusiese lo conveniente para que los oficiales de real hacienda retuviesen la donación , si no estaba en ejercicio , y la dotasen , si no lo estaba ya , para que entrase en él, siendo el primer elemento necesario, in- (1) Y cuyo (otal no habia de exceder cuatro mil pesos al año. CAPÍTULO XLl. 361 dispensable para la conversión de los Indios, objeto principal de su real solicitud. Con tales preceptos, parece imposible que los que gobernaban y mandaban en Chile pudiesen errar ; pero , como los lectores han debido notarlo en algunas oca- siones , suceden á menudo azares que desconciertan los mas acertados planes y proyectos. Por lo demás, no podia darse un cuadro mas completo ni mas perfecto de las miras caritativas y relijiosas del monarca español por el bien de los Indios. En este cuadro se vé claramente su predilección por los jesuítas, y su confianza particular en ellos para alcanzar el fin de las misiones, noobstante las quejas, aunque indirectas bastante explícitas, del gobernador contra el éxito , sino contra los medios que empleaban para lograrlo. Puede ser también que en el informe poco favorable de Póveda contra ellos no hubiese mas que exceso de celo con buena fe , pero fundado en falsos datos. El celo que no se apoya en ciencia y expe- riencia propia es una arma peligrosa y cruel en manos del que manda , y cree llenar una grave responsabihdad dejándose guiar de él. Ademas, el informe de que se trata fué acompañado de una particularidad extraña á saber, que su autor lo escribió en la Concepción , y hubiera sido mas natural el escribirlo en Santiago en donde tenia necesariamente testigos mas idóneos para proporcionarle datos probables, á lo menos, de la verdad. En una pa- labra, el informe al rey se componía de la sustancia de informes al gobernador, y estos informes podian proce- der de informantes desafectos á la compañía de Jesús. ¡ Qué precipitación al borde de un precipicio ! Si Póveda hubiese visto por sus propios ojos en varias estancias de conversión , principalmente en Arauco y 362 HISTORIA DE CHILE. Puren, i los Indios negarse á obedecer á la autoridad revestida de fuerza y poder, y rendirse ejecutando con presteza lo que el temor del castigo no habia podido con- seguir de ellos , á la voz pacífica y persuasiva de los jesuitas ; si Póveda , decíamos , hubiese visto esto por si mismo , otro habria sido el tenor de sus cartas á la corte. Era cierto , que en punto á la pluralidad de mujeres , los progresos eran lentos en cortar este desorden ; solo en caso de enfermedad grave, ó de impotencia, se con- seguía de ellos que fuesen mas castos; y esto es tan cierto , que solo se han conocido un toqui de Tolten (el bajo) (1), yun cacique de Tolten (el alto) (2), los cuales renunciaron á la poligamia, y se casaron cristianamente, cada uno con una sola mujer (3). Sin duda alguna, los dos sacerdotes ya citados, el cura de Chillan y el otro vicario, que dejaron el bien- estar, la tranquilidad y el reposo de sus casas para irse á tierra de Indios á convertir, dieron una virtuosa prueba de albergar en sus corazones sentimientos cristianos; pero en cuanto al fruto que sacaron de su arranque reli- jioso, fué tan hmitado como de corta duración. En Colhué fué donde causaron mayor sensación , porque llegaron con muchas cosas de las que los Indios llaman cullines^ como añil , cintas y otros embelecos ; y aun les llevaban vino. Atraídos por estos objetos, los naturales oyeron y rezaron ; pero á penas habían vuelto las espaldas los dos beneméritos sacerdotes , la sensación que habían producido y sus efectos cesaron y desaparecieron como el humo ; y esta es la verdad de la historia. En Repocura, (1) Don Marlin de las Cuevas Palanamun. (2) Don Alonso Ancamüla, (3) Olivares. CAPÍTULO XLI. 365 el párroco de Chillan (1), cuando llegaba un dia de fiesta, ponía á la puerta de la iglesia dos botijas de vino, y no habia que temer que los Indios , con tal atractivo , de- jasen de ir á oir misa y á rezar. Pues semejantes medios no los emplearon nunca los conversores de la compañía, cuando se trataba de la santidad de la relijion , y con todo eso, el informe citado del gobernador decia que los dos sacerdotes habían conseguido mas en poco tiempo que ellos en tantos años. Como lo hemos dicho , la exajeracion , su móbíl y, tal vez , sus fines, saltaron á los ojos del mismo monarca, y resolvió lo que los lectores acaban de leer. En consecuencia, se procedió á la ejecución de todo lo mandado, y el colejío para los caciquillos se fundó en Chillan (2), sitio escojido por el gobernador, porque, por un lado , estaba bastante cerca para que viniesen mas fácilmente; y, por otro, bastante lejos para que no pu- diesen escaparse , en casos de caprichos de muchachos , con la misma facilidad. El cura cedió su casa para este objeto , y su iglesia á los jesuitas, muy satisfecho de que sus propios feligreses tuviesen ocasiones frecuentes de aprovechar de sus doctrinas. Los maestros y los discí- pulos fueron dotados como el rey lo mandaba , á saber, en doscientos cuarenta pesos anuales dos de los maestros , y en doscientos ochenta el superior, que era el tercero. Para cada alumno se señalaron ciento y veinte. El visi- tador de provincia de la compañía de Jesús de Chile era el P. jeneral de ella Simón de León , y cooperó con su provincial José de Zuñiga al establecimiento de aquella piadosa obra. El rector que dieron al colejio fué el (1) Don José de Moneada , de quien el lector debe acordarse. (2) El 23 de setiembre del año 1700. 364 HISTORIA DE CHILE. P. Deodati. El gobernador Póveda hizo cuanto pudo por probar que se habia engañado involuntariamente en su informe , y que lo sentia. Sin embargo la casa é iglesia cedidas para este objeto no tenian bastante capacidad y fué necesario añadir construcciones que absorbieron , por de pronto , una parte de la dotación del colejio (1). Concluidas las obras, el P. rector Deodati aceptó la oferta que le hizo don Pedro Riquelme de ir en persona á buscar los hijos de los caciques que hubiesen de entrar como colejiales. Riquelme , cuando niño , habia sido cautivo ; habia vivido mucho tiempo entre los Indios , y conocia muchas fami- lias principales de ellos, de las cuales algunas se le daban por parientes. Con esto se partió y llenó del modo el mas satisfactorio su misión , bien que algunos caciques, sobre todo el principal de Maquehua, llamado Yilumilla, manifestasen alguna repugnancia en separarse de sus hijos. Cuando Riquelme hubo explicado á Yilumilla cuan grande era la bondad del monarca hacia ellos, y la buena fortuna que tendrían sus hijos si sabían aprovecharse de ella , Vilumilla respondió que sin saber leer, escribir y otras cosas que sabían los Españoles, sus antepasados hablan sido bastante grandes para defender su libertad y su país , y que no era de parecer de que se le entre- gasen los jóvenes que pedia. En vista de su repugnancia, Riquelme no pensó deber insistir, y se fué á Boroa y á la Imperial cuyos caciques se mostraron voluntarlos y aun reconocidos. De allí , se llevó doce seminaristas, y á poco tiempo , se reunieron en el colejio hasta diez y seis , cuyo número fué el mismo hasta el año 1723, en que su- cedió un nuevo levantamiento. (1) Dichas construcciones costaron 3,000 pesos. CAPÍTULO XLI. 365 El principal fin de la fundación de este colejio no era solo el favorecer á algunas familias, sino el preparar en lo futuro la conversión cierta de todos los Indios por medio de estos jóvenes , cuando se volviesen á sus tierras hechos hombres. En último resultado , muchos se que- daron con los Españoles , y en su aptitud y actos de la vida no diferian en nada de ellos. Los que tomaron ofi- cios y se casaron con Españolas , unos , y otros , con mestizas , fueron excelentes padres de familia y hombres muy honrados ; puedo decirlo porque lo he visto por mi mismo (1). Otras cinco misiones principales , difíciles y peligro- sas , entre el Biobio y el Tolten , á saber, Imperial , Boroa , Repocura , Santo Tomas de Colhué y los Pehuen- ches eran llenadas por los jesuítas, sin guarnición ni escolta , y sin temor de lanzas y macanas. La misión de la Imperial fué restablecida en 1693, bajo el gobierno de Póveda, por acuerdo del 26 de febrero. La estancia estaba situada á tres cuartos de legua de la antigua ciudad de este nombre , en donde querían establecerse los PP. ; pero los Indios no quisieron permitirlo ; encima de una loma sobre el Canten , y dominando una vega la mas deliciosa y admirable del mundo. Los PP. recorrían el pai's, por un lado , hasta la mar, á seis leguas; y al oriente , á dos, hasta la juridiccion de Boroa. Esta segunda misión , de las cinco dichas , se fundó en 169/i-, también por acuerdo del 22 de enero, bajo el mando del mismo gobernador. Los PP. que la rejian eran también dos , y, como los de la precedente , tenían mil pesos al año, quinientos cada uno. Esta estancia se situó sobre el Quepe , á la orilla opuesta y en frente del (1) Olivares. 366 HISTORIA DE CHILE. sitio que había ocupado el antiguo fuerte , y había en ella muchos ulmenes de importancia, y muchos mesti- zos de nombres resonantes como Ponces de León , Ríquelmes , Cisternas y otros. Su extensión era desde Tolten (el alto) hasta la otra banda del Canten , con cuyos Indios confinaba, así como también, por otros puntos, con los de Repocura y Maquehua. El mismo año, en diciembre , se fundó la de Repocura, dedicada á la Vírjen del Carmen , y bajo los mismos principios y condiciones. Esta dedicación fué debida al cura de Chillan don José Moneada , y la jurisdicción era la mas corta de todas, confinando con las de Boroa, Im- perial y Puren. La de Colhué fué llamada Santo Tomas por respetos al gobernador que llevaba este nombre de bautismo. Estaba situada cerca de las ruinas de Angol , sobre la márjen del Rengaico , y á dos leguas del Biobio. Era la misión mas cercana á la Concepción y á Buena Es- peranza, y tenia espacio para extenderse hasta la Cor- dillera, Puren y Quechereguas. Sin embargo, muy luego se descubrió que la situación ofrecia inconvenientes , y la misión fué trasladada con mas proximidad á la Cordillera, en un sitio llamado Chumulco en donde habia una iglesia muy cómoda y una habitación. La última de estas cinco misiones que se fundó fué la de los Pehuenches , á las márjenes del Rengaico , rio arriba. La estancia distaba ocho leguas de la de Colhue. Ademas de estas cinco misiones , que fueron llamadas nuevas, se fundaron otras dos, las de Maquehua y Tu- capel , de las cuales se encargaron los relijiosos de San Francisco. Y aquí, ha habido una diferencia muy digna de ser particularmente notada por la historia ; los fran- CAPÍTULO XLI. 367 císcanos sirvieron sus misiones mientras que el situado llegó ; pero en el punto en que cesó , se retiraron ; al paso que los jesuitas se mantuvieron firmes contra los mayores contratiempos , en términos de tener que men- digar para vivir y servir, como mas adelante veremos. U* CAPITULO XLII. Obispos de Santiago y de la Concepción. — Gobierno de don Juan Andrés de Ustariz. — Calidad de este gobernador y estrañeza que causó en el reino. — Desaires y disgustos que le dieron los ministros de la real Audiencia. — Su aptitud verdadera y sus efectos. (1709.) El advenimiento de Felipe V al trono de España puso fin á una era de desastres y dio principio á otra de feli- cidades y de grandezas. En esta época , la historia ha ti- rado , por decirlo asi , una línea de demarcación entre lo pasado y lo futuro , ha arreglado sus cuentas y ha abierto un nuevo libro de asiento. Imitemos á la histo- ria , ó por mejor decir, obedezcamos á su impulso , reu- niendo en una misma época todos los atrasos forzosos en favor del discernimiento de materias. Habiendo puesto en este punto lo concerniente á misiones , tenemos que hacer coincidir el poder eclesiástico y la sucesión de obispos, tanto en Santiago como en la Concepción , con los demás acontecimientos. Empezando por la capital , la historia ha dejado en ella, en 1661, al illustrísimo Fr. Diego de Human- zoro (1) de obispo, el cual habia sido provincial de Cuzco, y gobernó no solo con mucho celo sino también con prudencia, y, lo que mas es, con entereza, cuali- dades que las mas veces son incompatibles una con otra. En 1670 , este digno prelado celebró el tercer sínodo , y erijió el convento de San Diego para los estudiantes de (1) De la orden de San Francisco, y natural de Guipúzcoa. capítulo xlti. 369 la casa grande. Por su muerte, que sucedió en 1676 (1), el obispado quedó vacante durante tres años , hasta en 1679, en que fué promovido á él Fr. Bernardo Car- rasco (2) , del orden de predicadores , y provincial de San Juan Bautista de Lima. En 1688, el ol^ispo Carrasco celebró el cuarto sínodo, y fué el que obtuvo del rey la merced de los dos novenos para su fábrica , con lo cual , después de haber consa- grado la iglesia catedral , levantó la antigua sacristía , que se habia quemado , y mandó construir habitaciones para los clérigos. En 169Zi , pasó al obispado de la Paz y allí murió ; pero , hien que en el mismo año de su pro- moción se le hubiese nombrado sucesor á la mitra de la capital de Chile , aun quedó esta vacante otros cinco años, puesto que dicho sucesor no fué á tomar posesión de ella hasta en 1699. Este sucesor fué el ilustrísimo don Francisco de Pue- bla González (3) , el cual , después de haber sido cole- jial de Alcalá de Henares , fué cura párroco de San Juan en la villa y corte de Madrid. Como todos los obispos de Santiago , tuvo acierto en su gobierno , sin duda por- que el principio y los medios por los cuales los reve- rendos obispos se encaminaban á los mismos fines que todas las demás autoridades del reino , se hallaban me- nos obstruidos con los escollos que presentan las resis- tencias de las pasiones ; á cuya feliz circunstancia es muy justo el añadir que siendo, en jeneral, hombres de una larga carrera de estudios, y de mucha ciencia, tenían (1) El obispo Humaiizoro fué enterrado en la iglesia de San Francisco de Santiago. (2) Natural de Zuña en Trujillo. (3) Natural de Pradeña ( Segovia en Castilla la Vieja). ni. Historia. 24 370 HISTORIA. DE CHILE. al mismo tiempo muchos mas elementos de reflexión , de prudencia y de acierto. En 170/1, este obispo fué promovido al obispado de Huamanga ; pero no pudo pasar á él , habiendo muerto en Santiago en dicho año. Su sucesor , cuatro años des- pués, 1708, fué el illustrísimo señor don Luis Fran- cisco Romero. En la Concepción , la mitra habia quedado vacante , por muerte del obispo Zambrano, en enero 1662, y habia sido nombrado provisor de ella el licenciado don Juan Ruelas, cura y vicario del tercio de Conuco, que llenó este puesto hasta que fué á ocupar la silla episco- pal el ilustrísimo Fr. Francisco de Loyola y Bergara , cuyo sucesor, en 1684, Fr. Antonio de Morales, tam- bién de la orden de predicadores de San Juan Bautista de Lima , naufragó y pereció sobre la costa de Tucapel. En vista de esta catástrofe , el rey presentó al obispado de la Concepción á Fr. Luis de Lemus , de la orden de ermitaños; pero tenia este relijioso una salud muy que- brantada, y falleció en Madrid mismo , algunos dias des- pués del de su consagración (1). Por fin , le sucedió Fr. Martin de Hijar y Mendoza, agustino, y provin- cial de la de Lima , el cual gobernó el obispado como un santo , desde 1695 hasta en 11 Olí, en que murió en la mayor pobreza , porque daba todo cuanto tenia sin re- servarse nada (2). Volviendo á los asuntos de gobierno político-militar , Ibañez entregó el mando el dia 26 de febrero de 1709 (1) Bien que en la sinodal de la Concepción , pág, ó foj. 36, se ponga este íillinio obispo ames que el otro, por real cédula de 21 (ie junio de 1687, consta que el obispo Lemus fué presentado con el aviso del naufrajio de su an- tecesor Morales. (2) FuC' enterrado en su catedral. CAPÍTULO xur. 371 á su sucesor , que fué el caballero del hábito de Santiago don Juan Andrés de Ustariz , el cual habia llegado por la via de Lima á Valparaiso , á cuyo puerto el cabildo de Santiago envió su diputación á recibirle el dia 15 de enero. Ustariz saltó en tierra el 15 de febrero siguiente, y se puso inmediatamente en camino para la capital , en donde no solo no quiso prestar juramento , como tam- poco lo habia prestado su predecesor , sino que ni si- quiera quiso ser reconocido por el cabildo ni por la real Audiencia , misterio que , por fin , la historia aclara muy naturalmente , aunque menos políticamente. La razón de negarse á estas formalidades era, á lo que pa- rece, que habia sido ya reconocido por el real consejo, ante el cual habia prestado juramento ; y por la misma, no le pareció necesario presentar sus despachos. De suerte que ni en las actas del cabildo, ni en las del tri- bunal se ve constar su recibimiento ; y lo mas particular fué que el rey aprobó (1) su conducta. Evidentemente, esta real aprobación era impolítica en cuanto disminuía el ascendiente moral del cabildo de la ciudad , y el de la real Audiencia en los negocios públi- cos. Este ascendiente , muchas veces , habia producido saludables efectos, y solo se puede explicar esta inconse- cuencia , que acrecentaba la independencia de los gober- nadores de Chile, por el advenimiento de un nuevo rey rodeado de consejeros extrangeros. Ademas de ser impo- lítica , fué también injusta , sino con respecto á los mi- nistros del senado que tal vez abusaban de la facilidad que tenian para pasar informes reservados á la corte sobre la conducta de sus presidentes gobernadores del reino , á lo menos contra el ilustre cabildo de Santiago, (1) Real cédula, Madrid, 1713. 372 HISTORIA DE CHILE. cuyos sentimientos nobles y caballerescos le inducían siempre á paliar y remediar las faltas de los goberna- dores , á toda costa , y á abstenerse de producir quejas contra ellos , por mas que diesen lugar á ello. Si esta corporación y sus miembros, representantes y protec- tores natos del bien desús administrados, se hablan se- ñoreado con la prerogativa de ver los reales despachos de los gobernadores y formar su asiento en sus libros , mas lo hablan hecho para honrarlos y obsequiarlos es- pléndidamente, con respetuosa deferencia, que para vanagloriarse y mostrarse ufanos de ejercerla. Nótese , ademas , que en aquel mismo instante , los procederes arbitrarios y poco dignos del gobernador cesante Yba- ñez surgian de todas las partes del reino y llegaban , atravesando mares, á oidos del soberano. En efecto , grande debió de ser la vergüenza del último gobernador de Chile al prestar residencia, y mucho ne- cesitó de la indulgencia y de la jenerosidad del mismo cabildo para trampear, ó sea vindicarse, sobre una parte de los cargos que se le hicieron , sin contar otros que la caridad cristiana sola ha podido perdonarle en vista de la expiación que tuvieron con el fin relijioso de su vida. Él y su familia (1) fueron enviados incontinenti á Lima , por mas que hicieron para quedar de residencia en Santiago. Es verdad que el marques de Corpa, su cu- ñado, con motivo ó sin él, fué acusado de haber intri- gado en Londres para que el gobierno británico enviase una armada al apoyo de los Chilenos que querían apro- vecharse de la oposición que encontraba la nueva dinas- tía para declararse independientes , y erijirse en repú- (1) Compuesta de dos sobrinas, las cuales estaban casadas , una con el mar- qués de Corpa , y la otra, con un hermano de dicho marques. CAPÍTULO xLií. 373 blica. El ex-gobernador Ibañez pensó volverse loco ; pero la Providencia le iluminó , y su razón despertó en él sentimientos relijiosos, á impulso de los cuales tomó el hábito de jesuíta, y murió en dicha compañía absuelto y perdonado de todos. Su sucesor en el mando de Chile se apareció á todo el reino como cosa inaudita ; y á las demás autoridades, como un ente de razón puramente imajinario , ó como un gobernador inverosímil en su esencia. En efecto , Chile , su ejército , su magnífico cabildo , su senado y hasta los reverendos obispos , impregnados y embebidos de sentimientos de caridad cristiana, siempre dispuesta á acojer y aun á ensalzar la humildad ; acostumbrados á ver á su cabeza hombres resplandecientes de ilustra- ción , servicios y celebridad militares , grandes por su ciencia, esencia y potencia, no querían creer, aunque lo veian por sus mismos ojos , que el rey les hubiese en- viado un capitán jeneral , un gobernador del reino , un presidente del senado que no podia tener la mas remota idea ni de milicia, ni de gobierno, ni de política ó asuntos de estado; en una palabra, un mercader. Don Juan Andrés de Ustariz (1) , bien que fuese caballero del há- bito de Santiago, no tenia mas antecedentes que el de haber pertenecido al comercio de Sevilla , y llegaba con uno pésimo, puesto que se susurraba que había comprado el gobierno para rehacerse de una grande pérdida (2). Por muy honroso que fuese este título , no era cier- tamente suficiente para inspirar grande confianza en sus luces para llevar á cabo cosas tan arduas como eran las (1) Natural de Vizcaya. (2) Carvallo asegura que habia comprado el gobierno por 24,000 pesos para rehacer un caudal perdido en una Ilota sobre Vigo, en la costa de Galicia. 'Ólll HISTORIA DE CHILE. de Chile , y la desconfianza habria sido muy lejítima si realmente la repulsa que encontró en los ánimos se hu- biese encerrado en sus límites ; pero en lo que menos pensaban los que le despreciaban era en que de su in- capacidad , supuesta ó verdadera , podían surjir grandes males. Lo que mas les chocaba , les ofendia y los hu- millaba era el verse mandados y gobernados por un mercader. Es esta una coyuntura muy oportuna para dejar escaparse una reflexión que casi todas las naciones han hecho sobre el carácter español acerca de su anti- patía contra el comercio , como si el comercio no fuese el lazo mas indisoluble que une á las naciones, hacién- dolas no solo útiles sino también necesarias unas á otras-, y sin el cual las ciencias y las artes, la industria y hasta la misma agricultura serian de poco ó ningún valor para la existencia moral de los hombres; como si el comercio, es decir , el cambio ó trueque de intereses, no fuese ne- cesario para asegurar la existencia material de todos ellos , sin excepción , sea cual se fuese el grado de la escala social en que hayan acertado á poner el pió al nacer. Esta reflexión es que los Españoles, en jeneral , nunca abrazaron ni abrazarán con gusto , y por consi- guiente , ni con éxito , una carrera por la cual tienen una tan invencible antipatía; reflexión de la cual surjen dos corolarios , á saber que hallan mas conveniencia en que otros ventilen sus asuntos que en ventilarlos ellos mismos , y mas cómodo el consultar que el meditar. Volviendo á la repugnancia con que aceptaron á Us- tariz por gobernador los chilenos , debemos exceptuar de toda demostración de disgusto , ni mucho menos de desprecio, al infalible cabildo de Santiago, infalible en todos sus procederes. El recibimiento que le hizo fué tan CAPÍTULO XLII. 375 pomposo como el que habían tenido tantos ilustres y grandes hombres, guerreros y políticos, que habian gobernado el reino, menos el caballo y la silla que con tanto sentimiento tuvo que suprimir, conformándose á las órdenes del soberano. Por lo demás, el sabio y digno cabildo sabia que el gobernador , cualquiera que fuese , representaba la potestad real , y que ofenderle seria ofen- derla ; y muy ciertamente , le respetaron por la razón dicha , ya muy suficiente , y por otra mas positiva y gloriosa para ellos , á saber , que , fuera los casos de guerra , les importaba muy poco el que la hoja de servi- cios del capitán jeneral del reino fuese corta ó larga, porque su principal confianza estribaba en ellos mis- mos , en su propio celo y esmero en llenar deberes que sus naturales sentimientos les imponían. Ya hemos dicho que el nuevo gobernador no habia querido presentar sus despachos ni prestar juramento , así como también el motivo que tuvo para hacerlo , mo- tivo legítimo que le alcanzó la aprobación de la corte. Pero si el cabildo se sobrepuso con magnanimidad á esta especie de desaire para su autoridad , la real Audiencia no fué del mismo parecer, y desde luego se propusieron sus ministros buscar quimera á su presidente. Lejos de ser extraño en aquellos oidores este porte, era muy na- tural ; pero en los obispos , tanto el de la Concepción como el de Santiago, era cosa incomprensible el que no dejasen escapar coyuntura alguna de manifestarle el desprecio que hacían de su persona , en términos que el monarca se vio precisado á manifestarles su desa^ grado, y á recordarles los preceptos inefables de la caridad cristiana (1). Pero sus mas acérrimos con- (Ij En Q de noviembre 1773. 376 HISTORIA DE CHILE. trarios, como decíamos, eran los oidores, los cuales aprovecharon cruelmente la primera ocasión que se les ofreció de manifestárselo ruidosamente. Esta ocasión fué la fiesta de San Ignacio, á la cual los jesuitas convidaron á los ministros de la real Audiencia y á su presidente , el gobernador del reino. Como era natural , este se pre- sentó de uniforme , bien que sus antecesores se hubiesen puesto alguna vez la golilla , cuyo uso acababa de ser abolido para todos los que no fuesen togados; y los oidores, noobstante, le dijeron que su traje no era pro- pio , y que se sirviese ir á revestirse de la toga. Habién- dose negado á ello, los ministros rehusaron acompa- ñarle á la función de los jesuitas á donde hubo de ir solo. Es verdad que á su tiempo , los oidores recibieron una real desaprobación por este desacato á la autoridad de su presidente, y que este quedó autorizado á presentarse en el tribunal con el traje que le pareciese mas conve- niente (1); pero entretanto, el escándalo y sus lamen- tables efectos hablan tenido lugar. Sin embargo , este gobernador empezó á manifestarse capaz de dotar al reino con mejoras y aprovechamien- tos, y desde el principio , pasó informes á la corte con propuestas de creaciones y obras necesarias , tales como la de un hospicio de recojidas , cuyo excesivo número denotaba claramente la relajación de las costumbres ; la de una universidad , y la de un canal de regadío y fer- tilidad. Pareciéndole poco conveniente que los goberna- dores de un reino como el de Chile estuviesen, por decirlo asi, sujetos á merced aceptando una morada que nada les costaba , proyectó el levantar con los propios de la ciudad una digna de ellos , cuyo proyecto fué completa- (1) Reales cédulas de 7 de diciembre 1710, y 20 de noviembre 1714. CAPÍTULO XLlí, 377 mente ejecutado. Pero en esta ocasión , la Audiencia le dio un nuevo desaire negándose á ir á sacarle de su pa- lacio para acompañarle en las funciones públicas, y aglo- merando motivos para que el rey le manifestase su dis- gusto , como lo hizo en la real cédula que hemos citado, Noobstante , aun lograron los oidores que , á su vez , el gobernador recibiese un apercibimiento y una repren- sión por su conducta, en un caso en que, al parecer, obró con pasión y arbitrariamente, mandando encarce- lar sin forma de proceso á un particular (1) que le ha- bían delatado como contrabandista ó sea importador de jéneros prohibidos. El prisionero , justa ó injustamente, apeló al tribunal de la Audiencia en donde estaba seguro que sus quejas serian oidas , como en efecto lo fueron. Los jueces le protejieron ; pero en lugar de favorecerle , le dañaron exasperando al gobernador en términos que Ustariz cometió tropelías contra el autor de la queja. En vista de esto, el tribunal pasó informe del hecho á la corte , en virtud del cual , el gobernador fué por aquella vez el multado y el reprendido, con apercibimiento de no entremeterse en asuntos puramente jurídicos que perte- necían esencialmente á la jurisprudencia. Con todo eso , Ustariz parecía tener celo y buenas in- tenciones, y dio una prueba de ello en la justicia que hizo en el hospital de San Juan de Dios , que ya los lec- tores saben estaba dirijido por los relijíosos de esta orden , que habían ido á Chile con este objeto á petición del gobernador Rivera , ya había cien años. En el prin- cipio, la dirección de estos interesantísimos relijío- sos había cortado una multitud de abusos que existían con grave perjuicio de los pobres enfermos, y había (1) Don Agustín Ampuero. 878 HISTORIA DE CHILE. puesto el establecimiento en el estado el mas satisfactorio de orden , aseo y asistencia. Desde entonces, no parece haya habido nunca motivo de queja contra ellos hasta ahora que, con razón ó sin ella, el gobernador Ustariz creyó hallar algunos para intervenir con su autoridad y tomar providencias. Estos motivos fueron algunas quejas de mala asistencia , quejas que él mismo en persona oyó de boca de algunos enfermos un dia que fué á visitar dicho hospital. Si semejantes quejas podian ser, tal vez , fundadas , podian también no serlo en atención á que muchas veces los enfermos califican de mala asistencia la mas razonable oposición á deseos cuya satisfacción seria nociva á su salud. Sea lo que fuese acerca de la verdad del motivo , el gobernador tomó informes de los cuales resultaba que el prior (1) del convento especulaba en los ingresos del hospital con el fin de mostrarse dadivoso , y de congraciarse con el comisario jeneral del Perú , de quien dependía. En aquel caso, la ciencia y experiencia de Ustariz eran realmente especiales, y así fué que pasó sobre él un informe muy lucido á la corte , proponiendo á S. M. como medio natural y muy fácil de cortar seme- jantes abusos , el declarar los conventos de Chile pro- vincia independiente de la de Lima. El real consejo de Indias , consultado por el monarca , sin declarar dicho medio útil y oportuno , opinó que la perpetuidad de los priores debia de cesar, y limitarse el priorato á tres años , como lo exijian los estatutos de la orden, y, conformán- dose á este parecer, el rey mandó (2) que así se ejecu- tase (3). (1) Fr. Pedro Omepesa. (2) Real cédula de 26 de enero 1713. (3) Acerca de estas órdenes, Carvallo dice que eran mal ejecutadas, y, por CAPITULO XLII. 379 Por la primavera, el nuevo gobernador pasó á la frontera ; pero solo para distribuir el situado y nombrar un maestre de campo jeneral , que fué don Pedro Molina, con aceptación de todos , aceptación que no obtuvo el nombramiento que hizo de don Alejandro Garzón , el cual era su criatura , al mando de Calbuco , como capitán. Por fines de año volvió á la capital con la noticia de que una armada inglesa habia entrado por el mar del Sur. Pero antes de tocar este punto, es necesario notar el tacto de Ustariz en materia de real hacienda. La situación era crítica , la guerra de sucesión propagaba sus efectos al mar Pacífico , el situado corria riesgos continuos , el ejército padecía necesidades , y ya se sabe que soldados no pagados rompen al fin los vínculos de la disciplina; los de Chile se desbandaban , y no se hallaban reclutas. En tal apuro, Ustariz habia propuesto un medio al virey al pasar por Lima, para cortar el oríjen del mal. Este medio fué que se le diese un situado , á lo menos, mitad en me- tálico de las cajas del Potosí, y la otra mitad en paños de Quito. Este proyecto, que Ustariz propuso de acuerdo con el veedor jeneral Espinosa, que se hallaba allí, produjo buen efecto, y proporcionó algún alivio momentáneo. prueba, añade que posteriormente ha conocido tres priores, de los cuales uno, Fr. José Felto, lo fué en Santiago diez y ocho años; y otro, Fr Cayetano Tor- res , quince en la Concepción ; á la verdad , con gran provecho de sus con- ventos. CAPITULO XLIIL Piratas en el mar del Sur.— Pocas fuerzas que llevaban. — Saquean á Guaya- quil y desaparecen. — Susurros y sospechas. — Conducta del gobernador üstariz. — Alzamiento de los Indios de Cliiloe. — Sus resultados. ( 1709. ) Quedan apuntadas dos especies , indicadas solamente como susurros de sospechas, y que noobstante, le pare- cieron dignas de atención al gobierno de Felipe V. Estas dos especies fueron la solicitud hecha por una compañía de mercaderes chilenos á la Holanda para que les diese armas á fin de levantarse y declararse independientes ; y la otra, la cooperación del marques de Corpa, en- viado , habia poco , por su cuñado Ibañez con informes á la corte, y sospechado de ser partidario del archiduque de Austria (1). El gobierno español , como decíamos, las consideró con seriedad , y despachó órdenes al goberna- dor de Chile imponiéndole estrecha y severa vijilancia bajo la mas grave responsabilidad. Aquí concluían , á lo que pareció , la capacidad y la serenidad de ánimo de Ustariz, puesto que, creyéndose ya perdido, empezó, sin forma alguna de proceso , á ejercer violencias contra cuantos pertenecían al gremio de mercaderes ; secuestró los bienes del marques de Corpa, y obligó , como queda ya dicho , su familia á expatriarse á Lima. Por lo demás, el ejército no carecía de hombres de carrera , instruidos y experimentados, y no le fué difícil á Ustariz el obrar (1) Bajo el Ululo de Carlos III. CAPÍTULO XLIII. S81 por buenos consejos. Fué á Valparaíso , se aseguró del buen estado de las fortificaciones de dicho puerto , re- forzó su guarnición con una compañía de caballería mandada por su propio hijo (1), y dio órdenes de de- fensa eventual de la Concepción , Coquimbo , Valdivia y Chiloe. Los correjidores quedaron encargados de la viji- lancia de sus respectivos puntos de la costa, y el gober- nador se fué á Santiago á esperar y temblar. El 1° de marzo 1710 , ya estaba en Melipilla donde le aguardaba la diputación del cabildo. Sin embargo, nada hubo. Los ruidos de conspiraciones y de piratas si no fueron desmentidos no fueron confir- mados por ningún acontecimiento mayor. Los corsarios ingleses , Roggiers y Guillermo Dampierres , hablan ciertamente entrado por el estrecho al mar del Sur, pero con fuerzas muy inferiores para poder acometer grandes empresas, y se contentaron con saquear á Guayaquil, y con algunas capturas de barcos menores , apresurándose á volverse por temor de la escuadra que el virey del Perú envió contra ellos, la cual no alcanzó á avistarlos. Con todo, no podia menos de ser aquella época cruel para cuantos mandaban y tenian una reponsabilidad que llenar. Los Ingleses, que hasta entonces no hablan .debido tener contra las posesiones españolas mas que intenciones dictadas por la envidia y por la codicia, en adelante , les era permitido extender la vista y hacer cuanto pudiesen para impedir á los Franceses el tener intereses comunes con los Españoles ; pero esta es mate- ria que mas adelante será desarrollada oportunamente. En cuanto á la idea de independencia atribuida á algu- nos Chilenos , no hubiera tenido nada de extraño , en (1) Don Feraiin Ustariz. 382 HISTORIA DE CHILE. atención á que , si no era probable les hubiese venido espontáneamente á los Españoles de Chile, lo era mu- cho , muchísimo el que les hubiese sido sujerida por na- ciones estranjeras afin de aislarlos del apoyo de la madre patria y, una vez huérfanos y desamparados, aprovecharse de su imprevisión y olvido de sentimientos naturales , para quitarles no solo la conquista que les habia costado tanta sangre , sino también su verdadera independencia y hasta su nacionalidad. Volviendo á su asunto , la historia despierta repentina é inopinadamente, á principios de 1711 (1) , la antigua y ya casi olvidada propensión de los naturales á los alza- mientos; los Indios de Ghiloe se sublevaron , y el motivo, no muy claramente especificado, fué una desavenencia entre el correjidor de la ciudad de Castro, comandante jeneral de la provincia de Chiloe (2), y el gobernador de la plaza de San Miguel de Calbuco (3). Sea cual fuese el motivo ignorado, y poco importa, de dicha desavenen- cia , el último , que , como se ha dicho , era familiar ó de-, pendiente de la casa de Ustariz , abandonó su puesto y se fué á dar queja á su antiguo patrón á Santiago, llevándose para escolta y protección de su individuo la compañía de caballería que guarnecía la plaza , que , por el hecho quedó indefensa. Es de advertir que algunos meses antes , el obispo de la Concepción habia hecho una visita pastoral á las islas de aquel archipiélago , que per- tenecía á su diócesis, y que los isleños se habían quedado mohines y de mal humor, sin duda porque su ilustrísima les habria querido inculcar con severidad los principios (1) Sin fecha de di a señalado. (2) Don Fernando de Cárcamo. — Carvallo.— Don José Marin. — Pérez- García. (3) Don Alejandro Garzón , criatura del gobernador üstarlz. CAPÍTULO XLIII. 383 cristianos que condenaban sus pasiones dominantes. Pero todo se habia quedado por entonces en mal humor, hasta que los de Cumco y Osorno fueron á inducirlos á que aprovechasen de la ausencia del comandante de Cal- buco para atacar aquella plaza. En efecto, los Indios de Cumco y de Osorno habían visto pasar á Garzón con su compañía de caballería ; sorprendidos de la novedad , habían ido á la descubierta de lo que la causaba , y ave- riguaron el hecho incomprensible de su abandono. Mas con todo eso , los naturales de Chiloe se negaron por de pronto á dar oídos á las malas sujestiones de sus turbu- lentos vecinos , hasta que estos tanto hicieron , tanto les dijeron contra las intenciones que tenían los Españoles de atontecerlos y adormecerlos en un ciega confianza , á fin de acabarlos mas fácilmente y con menos peligro , que al cabo los indujeron á que se sublevasen. Como los Indios eran naturalmente sagaces y cautelosos , tuvieron muy secretos sus intentos hasta que vieron la coyuntura favorable para ejecutarlos ; cayeron de pronto sobre al- gunos encomenderos , que se hallaban tan ajenos como descuidados de tamaño acontecimiento, y los degollaron, despidiendo con su sangre la flecha de guerra. Mientras tanto , el gobernador, oída la queja que le dio ei comandante de Calbuco contra el correjidor de Castro , habia mandado comparecer á este último , de suerte que la querella personal de los dos jefes , el uno voluntaría- mente ausente , y el otro , porque el gobernador le habia llamado , habia dejado la rienda suelta á los Indios para que ejecutasen muy á su salvo sus proyectos. Luego que le llegó el parte de este acontecimiento , Ustariz mandó al maestre de campo don Pedro Molina con fuerzas á su- jetarlos, y puso, en lugar de dicho jeneral, ásu propio 384 HISTORIA DE CHILE. hijo de maestre de campo en la frontera. Molina , según unos (1), prefirió los buenos términos de la persuasión á las consecuencias desastrosas de una victoria , proba- blemente asegurada pero inútil, y tuvo el acierto que deseaba, puesto que, sin derramar mas sangre, consi- guió calmar la efervescencia de los sublevados. Según otros (2) , el correjidor de Castro mandó dar muerte cruelmente á trescientos Indios, y este terrible ejemplar produjo el efecto deseado, bien que los que afirman esta circunstancia no nieguen los buenos efectos del sistema de blandura y persuasión empleado por el maestre de campo Molina, el cual, si se les hade dar crédito , les concedió la satisfacción de enviar al correji- dor preso á la capital. Como habría sido esta condescen- dencia tan injusta como impolítica, no nos merece el menor crédito. Los Indios hablan dado muerte alevosa á sus amos encomenderos , y debian de ser castigados , so pena de caer en una fatal debilidad. Dejando á parte el exceso de severidad en el castigo , el correjidor de Castro habia obrado bien militar y politicamente , y si murió en una cárcel , como lo aseguran los mismos es- critores , sin duda fué por algún otro motivo (3). A penas los Indios de Chiloe volvieron á entrar en el sosiego de la paz, los de la isla de Chodnos fueron á su- plicar al jeneral del reino, maestre de campo Molina, les permitiese acojerse á la protección del rey de los Españoles , estableciéndose en el continente. Bien hu- biera querido el jefe español acceder á esta súplica ; pero (1) Molina. (2) Carvallo. (3) Pérez-García ha ignorado , aloque parece, esta particularidad, cuya verdad queda , por el hecho, muy dudosa, bien que este escritor cite á Molina , el cual ha sido, tal vez , deoiasiado conciso. CAPÍTULO XLIII. 385 encontró con un inconveniente grave , cual era la proxi- midad á los Cumcos , cuya índole díscola y pronta á ser agresora podia ser un perverso vecindario para los que se la hacian , los cuales probaron siempre ser fieles, sinceros y leales. Para precaver este inconveniente sin darles el pesar de una repulsa , les propuso y ellos aceptaron establecerse en San Felipe de Guarü, en donde puso una estancia de conversión servida por dos jesuítas con tanto mas fruto, cuanto la docilidad de los catecúmenos se prestaba maravillosamente al celo y fervor de los con ver- sores. AI mismo tiempo, ó á consecuencia, se estableció otra en Doguell á petición del gobernador de Valdi- via (1), y esta fué puesta igualmente bajo la dirección de la compañía de Jesús, conforme lo habia solicitado su provincial (2), y servida por los PP. Juan Rabanal y Pedro de Aguilar. Todo esto fué posteriormente apro- bado por la corte (3) , y fomentado por el real erario. Por otro lado , los asuntos del gobierno , en lo militar, tenían un jiro lamentable. La tropa no recibía sus suel- dos , bien que de mil y quinientas plazas , supuestas y pagadas por la tesorería , no hubiese , á lo mas , sino quinientos efectivos , ó sea presentes en las revistas de comisario. Los empleos se daban , era cierto ; pero los empleados no tenían objeto para ejercerlos, puesto que en las plazas no habia mas guarniciones que algunos veteranos , en gran parte inválidos , y considerados mas bien como moradores pacíficos que como defensores de (1) Don Pedro Cardoso Verbetoro, el cual, no satisfecho con haber contri- buido con abundantes medios , durante su vida, á la propagación de la fe, dejó por testamento, en España, á donde se retiró y en donde murió, todo cuanto pudo libremente sin perjuicio de los derechos de su padre, que aun vivia. (2) El P. Antonio Cobarrubias. (3) Real cédula de 50 de marzo de 1717. III. Historia. 25 386 HISTORIA DE CHILE. ellas. Los soldados verdaderos del ejército, en actividad de servicio, viéndose abandonados y sin sueldos, se hablan dado á la agricultura y á las minas ; en lugar de hacerse salteadores , se hablan metido á labradores y á mineros. Esto probaba adelantos incontestables en su moralidad y costumbres , y era debido á los jesuítas mi- sioneros, los cuales, como hemos tenido ocasiones de no- tarlo, tenian tanto, ó hablan tenido tanto que hacer para convertir Españoles como para catequizar á los Indios. Por consiguiente , en este punto , se realizaba el adajio : « No hay mal que por bien no venga. » La agricultura, fomentada, prosperaba; la industria adelantaba con sus frutos, y el comercio, con los productos de la industria. En una palabra, ya no habia ejército propiamente dicho. Los Indios, en vista de esto, empezaron á reflexionar que los Españoles eran Españoles y no Chilenos, y que noobstante , eran dueños y pacíficos poseedores de sus tierras ; que antes de ser pacíficos , hablan sido agre- sores y sanguinarios, porque disponían de fuerzas, y sobretodo , de armas formidables para establecerse , en lugar que en aquel entonces carecían , á lo menos, de las primeras. De esta reflexión, pasaron los natu- rales á sacar una consecuencia muy mala, aunque bastante natural , á saber, que si se hablan resignado á tolerar su presencia y su dominio mientras hablan sido fuertes, no era razón para que los tolerasen después que se hallaban debilitados. Seducidos por esta conse- cuencia , los Pehuenches atacaron y saquearon la ciudad de San Luis de Loyola (1). Los Araucanos fueron á ayu- darles. El gobernador, instruido de esta novedad , envió algunos soldados á castigarlos, y estos soldados, mal (1) En la provincia de Cuyo. CAPÍTULO XLIII. 387 pagados , disgustados y que obedecieron de muy mala gana , se volvieron sin haber obtenido , y la verdad es , sin haber procurado obtener resultado alguno. Con la impunidad de los Pehuenches , los Araucanos volvieron á soñar con su querida antigua independencia, y alagaron á los Indios Yanaconas reprochándoles su servil sujeción á unos odiosos estranjeros que hablan ido á hacerlos esclavos y á apropiarse las riquezas de su país. Realmente, el razonamiento de los Araucanos en aquella actualidad debia de parecer muy plausible , en atención á que los Españoles, los que no trabajaban en los campos, andaban como traficantes por los caminos , y otros penetraban á las entrañas de los montes para arrancar los tesoros que encerraban en ellos. Todo esto era muy bueno y muy loable ; todo esto era fruto de la paz ; pero todo esto debia de apoyarse en un buen ejército , y no habia ejér- cito. Antes de llegar á la consecuencia de estos datos, la historia tiene que reunir todos los cabos que conducen á ella. Los hombres juiciosos de Chile veian claramente que, al paso que iban las cosas, era muy de temer que tarde ó temprano cayesen en un precipicio. En una sesión del ayuntamiento (1612), el anciano Figueroa dio á entender que el único remedio de los males que amena- zaban al reino , seria un cambio de gobernador ; y que era cuanto podia decir, en atención á que los motivos que habia para ello eran mas propios para ser relatados en un proceso, que en la historia (1). Pero lo mas inte- resante para dar una idea de ellos fué una carta que el obispo de la Concepción escribió al rey, de la cual ex- traemos, en sustancia, algunos puntos. (1) Figueroa. 388 HISTORIA DE CHILE. Ante todas cosas , y después de las formalidades de oficio , su ilustrisima ponia en noticia del monarca que todos los obispos , sus predecesores , habían ido á Chile con la intención de descansar en un honroso sepulcro mas bien que de trabajar, no por falta de celo, sino por avanzada edad y por los achaques que acarrea ; que nin- guno habia recorrido ni visitado los dilatados espacios de aquel reino para formarse una justa idea de lo que tendría que hacer si hubiese de llenar todas las obliga- ciones que el cargo de prelado apostólico le imponía , y que dos que se hablan alejado, uno hasta Chiloe, por mar, y otro hasta Valdivia, se hablan vuelto sin haber adquirido mas nociones de las que tenian antes, por no- ticias y relaciones. En vista de eso , el obispo autor de dicha carta se habia embarcado para ir á visitar la pro- vincia de Chiloe, su isla grande y las otras veinte y cinco , y las habia andado todas asegurándose por sí mismo de los progresos del cristianismo ; formando man- damientos para su propagación , y confirmando hasta ciento y cincuenta mil individuos de diferentes sexos y edades. De Chiloe , su ilustrísima se habia ido á Valdi- via, y habia visitado no solo la plaza, los fuertes y las iglesias, sino también las diferentes comarcas, noobstante la oposición que le hablan manifestado los gobernadores exponiéndole que, aunque de paz, aquellos Indios eran de índole indócil y guerrera, jentilespor naturaleza y por gusto, y que no habia que fiar en ellos. En efecto, — continuaba la carta, — se habia esparcido entre los na- turales el ruido de que el obispo iba á quitarles las mu- jeres de que gozaban , y forzarlos á que se contentasen con una sola; y, sino podia conseguirlo, maleficiarlos, en castigo. Despreciando riesgos y temores, el valeroso CAPÍTULO XLiii. 389 obispo se habia internado sin mas escolta que su séquito, compuesto de sus familiares , y habia visitado las ruinas de las antiguas ciudades, ya tantos años habia, perdi- das, las misiones de losjesuitas, y enfin habia recorrido un espacio de cuatrocientas leguas, por lo cual le era permitido el creer que podia dar algunas señas útiles sobre lo que habia visto. CAPITULO XLIV. Continuación de la misma materia. — Breve noticia del estado de Chile y de las costumbres araucanas. (1709—1712.) Las ciudades del obispado de Santiago eran entonces : Santiago, la Serena, Mendoza, y la Punta (1). Los pueblos, valles y campos de su jurisdicción estaban poblados con regularidad. Desde sus limites y en un es- pacio de cincuenta leguas, se veian menos habitantes, la mayor parte mestizos , de bastante buena índole ; y la menor, compuesta de encomenderos y otras personas visibles. De la Concepción , capital de la frontera , y lugar de la fecha del interesante informe de su obispo , hay dos le- guas al formidable rio Biobio , ancho dé media legua en los sequíos del estio , y verdadero brazo de mar cuando en el invierno contiene toda la imponente opulencia de sus aguas ; y doscientas , desde este rio hasta la grande isla de Chiloe. Entre las islas de este nombre y Valdivia , median unas treinta leguas. En el espacio que separa esta última ciudad de la de la Concepción , hubo doce ciudades (2) , ricas y pobladas de Españoles, y en las (1) Mendoza y la Punta de San Luis, propiamente hablando, nunca perte- necieron alterritorio de Chile , y sí solo á su gobierno, hasta en 1777, que fueron agregadas á Buenos Aires. — Carvallo. (2) Carvallo dice que fueron diez en el orden siguiente : Concepción, Chi- llan, Santa Cruz de Coya, Cañete, los Infantes ( Angol ), Villarica, Osorno y CAPÍTÜtO XLIV. 391 cuales había conventos de relijiosos y relijiosas , y aun quedaba superficie bastante para edificar otras doce. Sin previsión y guiados por la codicia , los Españoles hostigaban á los naturales para forzarlos á que les diesen oro, y cuanto poseían, y los Indios, exasperados, se alzaron tan unidos y denodados, que vencieron á los Espa- ñoles , degollaron á infinitos , y se llevaron á sus mujeres cautivas para gozarlas , dejando los templos saqueados y profanados. Ocho ciudades tuvieron esta triste suerte en lo interior de la tierra (1), de las cuales solo quedaron tristes vestijios para memoria de su pasada existencia , y tres quedaron en pié , firmes y fuertes , que fueron la Concepción , San Bartolomé de Gamboa (Chillan) y San- tiago de Castro. Esta última podia tener, á todo mas, cincuenta vecinos; Chillan, otros tantos, y la Con- cepción , doscientos á lo sumo , y , con todo eso , por estaren las fronteras, eran las protectoras de las del obispado de Santiago , cuyas poblaciones crecían y se aumentaban en tan prodijiosas proporciones, que de diez en diez años , se hacian desconocidos sitios , casas y mo- radores. Lo contrario sucedía en el obispado de la Concepción , que, por hallarse mas expuesto á las vicisitudes y estragos de la guerra, ofrecía menos atractivos á los colonos. Desde la silla de su diócesis , su ilustrísima habia em- prendido su larga visita, ó mas bien penosa peregrina- ción , y habia visto en su tránsito por la tierra, miles de jentiles montados en altivos caballos, y armados con desmesuradas lanzas y espadas. En su juicio habia entre Santiago de Castro; y que, en el estrecho de Magallanes, hubo las de San Felipe y Nombre de Jesús, las cuales ni fueron ricas n¡ pobladas, y duraron niuy poco. (1) Por tierra, se entendía en Chile el territorio de Indios independientes. 392 HISTORIA DE CHILE. Valdivia y la Concepción , sin trasmontar la cordillera , mas de cuatrocientos mil. ¡ Válgame el cielo! exclamaba el santo prelado , ¿ donde se hallarán los jesuitas nece- sarios para abrir los ojos de tantos infelices á la luz? y ¿ en donde están , quienes han sido los gobernadores que hayan recorrido estos dilatados espacios con este intento para llenar debidamente las cristianas miras de su rey, y su terrible responsabilidad para con Dios y para con él? Pero tal vez los ha habido , y, en tal caso, eran muy diferentes de los que gobiernan ahora , los cuales solo piensan en lo que les trae provecho. Tal vez los ha habido ; pero habrán tenido que pelear y vencer antes de pensar en convertir, y por lo tanto , mal podian llenar este reli- jioso deber. Entonces , podia ser que la hora propicia , señalada por la divina providencia, no hubiese llegado ; pero ahora nada impide de creer que llegó , y puesto que yo me hallo aquí impunemente , desarmado ó sin escolta, también podrían hallarse ellos. ¡ Cuan desgraciados son los reyes en no poder hacer el bien que desean , aun cuando no piensan mas que en hacer bien I Después de estas reflexiones cristianas , su ilustrísima hacia otras puramente filosóficas. Pensaba que hombres que creian en una vida futura, y que, para pasar á ella , hacian , ó les hacian aprestos de viaje tales como víveres, caballo, silla y espuelas, creerian sin grande repugnan- cia que el alma no necesitaba de nada de esto.para subir á su última y eterna morada. Los tres vicios capitales de los Indios, vicios que eran la pereza, la embriaguez y la lascivia, el buen pastor los achacaba con justa razón al hábito de una inacción debida á que nada tenian que hacer. En sus casillas de paja, situadas en el sitio que mas les convenia , las mujeres eran las solas que traba- CAPITULO XLIV. 393 jaban , y por eso , cuantas mas poseían , mas felices se creían ; por eso las compraban , mas bien que las despo- saban por contrato , puesto que no pasaban ninguno , limitándose á dar lo que los padres de la joven les pedían. En una palabra, las mujeres dotaban á los hombres, y, por encima , los alimentaban y los vestían ; eran sus ver- daderas esclavas, y ellos, señores de ellas, no conside- rándolas, en nada, como sus iguales. Cuando se fasti- diaban de alguna , la vendían como si fuese un animal doméstico. La que era infiel á su señor (puesto que no puede decirse marido) , podía estar segura de ser cruel- mente castigada á palos ó , tal vez , á puñaladas. Lo que mas horrorizaba al obispo peregrino era que los hijos pudiesen ser rivales de sus padres aspirando á poseer, si la pasión los cegaba , las mujeres que tenían los primeros, exceptuando, á la verdad, la que le había dado el ser á él mismo , y atentar á su vida para gozarlas después de su muerte. Sin embargo , creía , siguiendo el hilo de su razonamiento filosófico , que después de los deseos satisfechos, viene el hastío con un insoportable aburrimiento , insoportable sobre todo para hombres vigorosos y activos. Lo que se necesitaba era dar ma- teria y ejercicio á su actividad. Los medios de con- seguirlo no se hallaron porque no se buscaron , ni pro- bablemente se pensó seriamente en ello. Vivían aislados, cada uno con su famiha en su choza. ¿Que podían tener que hacer? ¿Y como no habían de ser ebrios y licenciosos? Claro estaba que lo eran por recurso , tanto , y tal vez mas que por verdadero incentivo de la pasión. Cuando se reunían en juntas era para beber y embriagarse , y lo hacían durante semanas enteras porque eran para ellos dias de fiesta en los cuales no los consumía el fastidio. 394 HISTORIA DE CHILE. En los meses de agosto y setiembre, en los cuales care- cían de frutos y de las bebidas compuestas con sus jugos, y con las cuales se embriagaban , eran las criaturas mas miserables de la tierra. ¿Que se necesitaba pues para sacar aquellos hombres del estado de brutos? Hacerlos hombres , interesándolos y halagándolos ; ofreciéndoles atractivo en la reunión de muchos , y reduciéndolos á ello no bruscamente, no brutalmente ni de un golpe, sino por pasos contados , lójicos ; con fruto visible y palpa- ble que los pocos por quienes se empezase habrían de comunicar á otros , y así progresando. Caminando su ilustrísima de Tolten á Boroa , salieron averie y cumplimentarle bajo una ombrosa enramada en donde le presentaron tortas de maiz , chicha y frutas. El prelado , que habia previsto casos como estey sehabia provisto de cosas que les gustaban , les dio en retorno cintas ó listones, agujas y navajillas. En medio de esto se acercó en humilde actitud una vieja octojenaria , y ahincándose , le besó el pectoral , después de lo cual se retiraba con la misma humilde cortedad. El obispo la llamó y le preguntó porque se retiraba tan vergonzosa. — Porque soy vieja y no tengo nada que dar; y la que entre nosotras tiene esta desgracia faltaria de respeto á su señor llegando á besarle la ropa sin tener un pollo ó huevos que ofrecerle. El obispo , en respuesta , mandó que le diesen tijeras y agujas como á las demás , y en- tonces ella , enternecida , dijo al prelado , que también se enterneció : « Si no eres Dios , Dios te envia á nosotros, puesto que das sin que te den. » No estando bautizada , quiso llevársela para hacerla cristiana ; pero ella se re- husó , así como también otros muchos ; ninguno se rindió á las persuasiones del prelado. Sin embargo , la vieja CAPÍTULO XLIV. 395 habia pronunciado el nombre de Dios , y reconocia uno como ser supremo , superior á todos los seres y á todas las cosas. De este conocimiento al del verdadero criador no habia mas que un paso que dar, paso difícil sin duda porque , en su ceguedad , no hallaba interés y tal vez veia inconveniente. Pero en el instante en que la oscu- ridad de su entendimiento se hubiese disipado, lo habría dado , ciertamente , alumbrada por la verdadera luz. Recordando el acontecimiento y la muerte del comi- sarío de naciones Pedreros, por Millapal y los suyos, el obispo hacia una comparación lucidísima de razón y de convencimiento. ¿Que quería Pedreros? — Reducir los Indios á pueblos circunscriptos. ¿Que querían los jesuítas de catorce misiones? ¿Que querían treinta de estos misio- neros perpetuamente indefensos en medio de ellos? ¿Que queria yo mismo (decia el obispo) con la sola compañía de mis familiares , mi pontifical y alguna ostentación ? — Lo que querían los jesuitas y lo que yo queria era lo mismo que queria Pedreros. ¿Y porque dieron muerte á Pedreros y nos regalaron á nosotros , en un idéntico caso , preten- diendo lo mismo él y nosotros , nosotros y él ? — Porque los medios que él empleaba los irritaban , en lugar que los nuestros, aun cuando no los persuadían , los amansaban , no dejándoles duda de que no obrábamos por interés propio nuestro , sino por su propio bien ; de lo cual saca- ban en consecuencia que realmente nuestra misión nos venia de Dios mismo de quien éramos verdaderos mi- nistros. Esto era tan cierto y tal era la idea innata que tenian de un ser supremo , que en dicha ocasión compu- sieron cantatas , que aun se cantan hoy (1) entre ellos , diciendo que tal dia, habia pasado por allí con una túnica (1) £• decir en la época en que escribía el obispo. 396 HISTORIA DE CHILE. blanca, una cruz blanca y vidrios verdes el santo padre , enviado de Dios. La túnica blanca era el roquete que el prelado llevaba para imponer mas respeto; con el título de santo explicaban todos las cosas de Dios. Sin embargo , solo se llevó á tres ó cuatro convertidos, porque su ilustrísima se hallaba de paso , y que las ca- torce misiones de jesuítas con las dos de relijiosos francis- canos llenaban este deber, en cuanto cabia, mejor que él lo hubiese llenado. Por desgracia, los infelices misione- ros se hallaban abandonados del gobierno. En vano el monarca habia mandado atenderlos , sus órdenes reales eran desatendidas en este particular como en otros mu- chos, ó por mejor decir, en todos. De la módica congrua que les habia sido señalada , se les debía mas de ocho años de atrasos. Perecían , literalmente , de necesidad y de miseria, y, para cubrirse, se servían de las mismas mantas de los Indios. Muriendo de trabajo, fatiga y cansancio, sostenían su mísera existencia con limosnas. En el concepto del ilustre prelado, aquellos jesuítas, aquellos verdaderos apóstoles , intrépidos propagadores de la fe , eran mas merecederos que San Francisco Xavier en el oriente , puesto que este santo , á lo menos , pudo ofrecer á Dios el fruto inmenso de sus trabajos y del sa- crificio que le hizo de su vida , al paso que los misioneros de Chile se veían arrebatar con dolor este fruto por los hechos de malos gobernadores. Al verse así defraudados del santo fin á donde se encaminaban sus increíbles su- frimientos , aquellos ilustres varones clamaban al obispo ; pero el obispo nada podía. En uno de estos casos, bas- tante arduo, en que el prelado pidió al gobernador le oyese antes de resolver, no pudo conseguirlo, porque aquel jefe atendió mas á sus fines particulares que á dar CAPÍTULO XLIV. 397 debido cumplimiento á la real cédula (1) , en virtud de la cual , todo lo concerniente á misiones debia ser tra- tado y resuelto en una junta compuesta de él como pre- sidente, del obispo y deán de la catedral, del decano de la real Audiencia , de los oficiales de la real hacienda, y de un canónigo de la ciudad de Santiago. Es verdad que dicha real cédula , admirable de previ- sión en sus fines, no habia previsto que á cien leguas, mas difíciles de andar que quinientas de buena tierra , por los obstáculos infinitos del camino , no era fácil ima- jinar sin haberlo visto por sus propios ojos , lo que eran misioneros, jentiles y misiones, como lo sabian muy de cerca el obispo de la Concepción , los prebendados de su catedral y los empleados de hacienda de aquel distrito. ¡Que lástima el perder tan preciosos frutos con tantos elementos de éxito, cuales eran : paz, tan caramente comprada; misioneros tan insignes, y catecúmenos tan bien dotados por la naturaleza ! ¿ En que se hablan em- pleado mas de cuatrocientos millones que hablan salido de las arcas reales, sin contar, á lo menos, otros doscien- tos producidos por el país, para este objeto? ¿En que hablan sido empleados? ¿Quien podia saberlo? Lo solo cierto , ciertísimo (decia el prelado , con San Francisco Xavier), era que la conquista , las conversiones y sus fines eran cosas imposibles , si no habia gobernadores ; gober- nadores que encaminasen los actos del gobierno , su poder, su influjo y sus riquezas al alto fin que se proponía el monarca por resultado final de tantos esfuerzos, y de tan inmensos sacrificios. Los Indios estaban lejos de ser tan bárbaros como algunos decian , porque no los hablan visto de cerca. (1) Ya citada , 11 de mayo 1607, 398 HISTOÍIIA Dt CHILE. ¿Gomo los hábian de ver, teniendo tanto que hacer de mayor interés para ellos en otras partes? De los dos- cientos noventa mil pesos del situado se hacian tres par- tes : una para los vireyes; otra para el podatario y los proveedores de vestuario ; la tercera destinada al ejército se repartia entre el gobernador, jefes , oficiales y solda- dos , los cuales querian su porción en plata, y así habia mandado el rey que se les diese; pero el virey, sin duda de acuerdo con el gobernador de Chile , frustró las bené- ficas intenciones del monarca , librando sobre la caja de Potosí (de donde debia salir el situado con preferencia á otras atenciones) otros gastos que lo disminuían, y aun se susurró que los que iban á buscar los caudales regalaban y gratificaban á los empleados de hacienda para que no hiciesen los pagos por entero ; recibían , por ejemplo , solo la mitad , y con la otra , trataban y contra- taban á expensas de los pobres soldados. Estos tratos crimínales y escandalosos llegaron hasta privarlos ente- ramente de socorro , y esta fué la causa que hubo para que de dos mil plazas que presentaba el presupuesto y con las que el rey contaba , solo hubiese quinientas efectivas y presentes. De allí , se seguía que las plazas y fuertes solo tenían el nombre que se les daba; por lo demás , no habia en ellos ni guarnición , ni armas ni muros. Pero ¿que podía suceder con un gobernador mercante, sin ningún antecedente militar y que tenia el gobierno por beneficio de veinte y cuatro mil pesos , afin de ad- quirir con ellos quinientos mil? ¿Que podían importarle á semejante gobernador los misioneros y las conver- siones? Y si al jefe supremo nada le importaban, ¿porque sus subalternos se habían de interesar en ellas ni en su CAPÍTULO XLIV. 599 éxito? Así era que jefe y subalternos eran sus mayores escollos. El gobernador vendía los empleos, y los em- pleados eran sus criaturas. De este' principio se desarro- llaba un encadenamiento de complicidades : el maestre de campo pedia para el gobernador ; el sarjento mayor, para el maestre de campo ; los capitanes , para el sarjento mayor, y los reformados pedian para los capitanes ; y los Indios compraban la paz y la libertad de continuar viviendo en su primitivo estado de barbarie , robándose y asesinándose unos á otros, vendiendo sus mujeres y sus hijas y entregados á los desórdenes que los infelices jesuítas no podían remediar por mas que hacían, por mas que se sacrificaban. Sí se quejaban al obispo, como hemos dicho , este nada podía , porque sus quejas y sus representaciones al jefe superior del reino eran desaten- didas , y por eso , tomó la resolución de apelar á la piedad del monarca (1). Por este preciso histórico , se ve con cuanta razón el anciano Figueroa exclamó en el cabildo de Santiago que los motivos que había para quitar el gobierno á Ustariz eran mas propíos de un proceso que de la historia. (1) El obispo autor de estas quejas era el ilustiísimo señor don Diego Mon- tero del Águila. CAPITULO XLV. Contraste del capitulo precedente con el principio del presente. — Explicación de este contraste. — Contrabando y medidas á que dio lugar. — Alzamiento de los Araucanos.— Represión.— Parlamento.— Fin del gobierno de Ustariz. (1712—1717.) En vista del tenor del precedente capítulo, ¡ como puede concillarse con él el siguiente hecho no menos histórico , á saber, que noobstante la exclamación del digno Figue- roa, y sus motivos, que no podian ser ignorados de los capitulares de la capital , el cabildo resolvió enviar á la corte informes favorables á Ustariz , asegurando que su gobierno , así en lo militar como en lo político , nada tenia que envidiar á los anteriores? ¿En que podia el cabildo apoyar semejante informe? Helo aquí : en que, con la noticia de la tentativa de los Ingleses, en el prin- cipio de su gobierno , habia puesto dicha ciudad y plaza en estado de resistir, habia fortificado todos los puertos y puntos atacables de la costa; habia mandado retirar los ganados de su proximidad, y, por fin , habia sido el pri- mero á correr con los milicianos de Santiago á Valpa- raíso, en donde habia reparado sus ruinas, terraplenado sus baluartes, encureñado su artillería , limpiado el foso, equilibrado el puente levadizo, y levantado un pretil de cal y canto para libertar las murallas de los embates del mar; — que de regreso á Santiago, habia socorrido á Valdivia con víveres para tres años de su propio caudal ; — que con la noticia de la conspiración del marques de Corpa , habia expulsado á su familia del reino de Chile , CAPÍTLLO XLV. 401 antes que le llegase orden para ejecutarlo ; — que tenia emplazados por bando para el 17 de octubre á cuantos pudiesen tomar las armas , con el fin de reseña jeneral para en caso de ataque de extranjeros , — y que eran grandes su desvelo y su amor por el bien de la monar- quía. A estos servicios del gobernador Ustariz , el cabildo anadia la lista de los particulares que habia hecho á la ciudad de Santiago, tales como el empedrar las calles que no tenían empedrado ; edificar en la esquina de la plaza un palacio de gobernadores , palacio mandado construir por real orden y que, sin embargo, ninguno de sus predecesores habia hecho ; disponer y ordenar las salas de la real Audiencia ,• continuar la casa de recojidas, asistir á la fábrica de la iglesia de San Miguel , y en fin , procurar aumentos á la ciudad , para total complemento de los cuales, era de desear se prolongase la duración de su gobierno cuatro ó seis años mas , como así lo suplica- ban á S. M. los cabildantes de Santiago. Para conciliar los resultados opuestos y contradictorios de los informes del cabildo de la capital y del obispo de la Concepción , los lectores han de recordar que el pri- mero era no solo muy sabio sino también muy político. Como sabio, sabia que las quejas del prelado no eran cuentas suyas especiales , y que su ilustrísima podria ha- cerlas valer de un modo mas competente; sentia que los intereses de sus administrados , que estaban á su cargo, en nada eran defraudados, y que lejos de eso, mediante la paz que duraba y prometía durar, y la intelijencia comercial del gobernador, prosperaban. Como político, bien que no pudiese ignorar los fundamentos que tenia el prelado, sabia que lo mas importante para él, como m. Historia. 26 402 HISTOaiA UE CHILE. también para sus vecinos , era la armonía con el jefe del estado, y el evitar contiendas siempre perjudiciales. Por último , en su informe, decia la verdad que le per- tenecía , y solo omitía otras que no eran de su resorte , con el convencimiento de que la verdad que él decia en nada podia disminuir la fuerza de las otras , y que ni esta verdad, ni la conclusión del informe no impedirían á Ustariz de dejar el mando á su tiempo , y aun antes , si el rey lo tenia por conveniente , puesto que el monarca no podria menos de ver en su tenor un disimulo digno y político de sus autores los capitulares de Santiago. Volviendo á los Araucanos y á los Yanaconas , estos dieron oidos á las sujestiones de aquellos, y todos los que habia en una extensión de trescientas leguas (1) tomaron parte en la conjuración. Mientras tanto, el go- bernador, que no salia de Santiago, y que se ocupaba principalmente en asuntos de comercio dejando el cui- dado de las armas y de la frontera á su hijo, apoyaba el proyecto y la súplica que el cabildo de Santiago envió al rey Felipe V. Para que el monarca autorizase la fundación de una universidad en la capital del reino. En dicha súplica el cabildo exponia á su majestad que para el mantenimiento de la universidad, el excedente, ó sea el ramo de balanza de sus propios , suministraría los cinco mil doscientos pesos anuales que la fundación costaría ; pero este rasgo tan digno del cabildo de Santiago , y que prueba con tanta evidencia el amor con que miraba y perseveraba por el bien del país , no produjo efecto por entonces , y se trascurrieron cuarenta y cinco años hasta la ejecución del sabio plan propuesto. Al mismo tiempo , es muy de notar cuan bien se halla- (1) 16 grados de latitud meridional, del 26 al ¿Í2. CAPÍTULO XLV. [iOo ban los capitulares con el gobernador, por la mzon pal- pable de que favorecía con particular atención los inte- reses del gobierno interior; y se comprende fácilmente queUstarizse hallase bien con ellos. Tan bien se hallaba, que tomó la resolución de fijarse en el reino , al fin de su mando , y con esta intención , escribió á su mujer, que habia quedado en Sevilla, pasase á reunirse con él en Chile (1) ; pero los riesgos de la navegación, principal- mente de corsarios, puesto que la guerra de sucesión se hacia tanto por mar como en tierra, la arredraron y no fué. Llegó , por fin , el año feliz y venturoso en que una real cédula (2) anunciaba la paz , firmada en Utrec , entre los plenipotenciarios de las potencias belijerantes, que eran la Inglaterra y el Austria contra la Francia y la España. La gloria que una sola palabra del vencedor Felipe V debió de dar á los Españoles en aquel feliz desenlace, ha debido ser superior á cuantas glorias ha- bían adquirido , que eran muchas. Es verdad que esta palabra fué la significación mas clara , y por decirlo asi , el resumen de todas ellas , y de lo mucho que los Espa- ñoles valían y merecían (o). Pero lo mas notable fué que con la misma fecha de la citada real cédula , el monarca quitó la garnacha al oidor de Santiago , que se hallaba (1) Dicli?. señora liabia tenido la precaución de adquirir un pasaporte Inglés con el que se embarcó; pero el primer buque de esta nación con que encontró la capturó, sin querer reconocer su pasaporte, y luego, á fuerza de ruegos, la desembarcó en Lisboa, Este aconlecimienlo le quilo los ánimos de volver á embarcarse, y se restituyó á Sevilla. (2) Del Pardo, 27 de Agosto 1714. (3) En el tratado de paz se le propuso á Felipe V el esccjer, entre reina:' en España , solo , con renuncia á sus derechos á la corona de Francia , y reinar en las Dos Slcilias, Mantua y Ferrara, conservando sus dereclios á dicha corona. — Capitulo IL — Estado de las misiones y misioneros. — Docilidad de los Indios. — División de la provincia de la compañía de Jesús en pro- vincia y viceprovincia. — Establecimiento de la Universidad en el cole- jio Máximo de Santiago. — Acabamiento de este edificio. — Dedicación feliz del templo y particularidades que tuvo 17 Capitulo IIL — El gobernador Baydes tiene proyectos de paz. — Van jefes araucanos á pedírsela. — Otros no la quieren. — Lincopichion y Anti- guenu levantan un ejército en Puren. — Sale el gobernador de San- tiago con tropas de leva á disgusto del cabildo. — Despliega la ban- dera de paz en Yumbel. — Los Araucanos se presentan en batalla. — Permanecen en observación. — Pasa Baydes el Biobio. — Practica actos hostiles. — Pide Lincopichion la paz — Armisticio.— Retíranse los ejércitos 28 Capitulo IV. — Preparativos de paz. — Presajios que indujeron los Arau- canos á desearla. — Erupción del volcan de Villarica. — Sale Baydes con grandes fuerzas y aparato. — Sufrajios al gobernador Loyola en el mismo sitio de su catástrofe. — Incidente. — Confianza de los Araucanos. — Desconfianza délos Españoles 35 Capullo V — Orden de marcha. — Disposiciones militares. — Disposición del local del congreso. — Formalidades y sacrificios. — Deliberación. — Paz. — Condiciones. — Repetición del ceremonial. — Conclusión.— Salida del congreso. — Regocijos. — Marcha el gobernador.— Ratifica- ciones de caciques ausentes. — Belleza del suelo de la Imperial. — Mi.sio- neros. — Exhumación. — Sufrajios. — Regreso (t- Capitülo VI.— Resultados de la paz. — Contradicciones increíbles. — Una nueva insurrección. — Se aquietan los Indios. — Motivos que tuvieron para obrar acaloradamente , , . , , , 50 534 ÍNDICE. PAC- Capiidlo VII.— Solución evidente de la cuestión de la paz y de la guerra. — Carta del P.Diego de Rosales al ilustre P. Luis de Valdivia. — Otra de un cautivo español al P. Juan de Albiz 55 Capitclo VIII.— Envia el gobernador socorro de tropas al de Buenos Aires , amenazado de una invasión por parte del Brasil. — Armada holandesa. — Da muerte su comandante al de la isla de Chiloe. — Muere el jcneral holandés. — La escuadra en Valdivia y su desembarco. — Los Holan- deses se fortifican. — Esperimentan escasez de víveres y deserciones. — Tienen que retirarse. — Equipa el virey del Perú una escuadra. — Reedificación de Valdivia 61 Capitulo IX.— Duración de la paz. — Cuestión de preferencia de invoca- ción ;i la Virgen en el Cabildo de Santiago. — Cuestión de esta misma preferencia por parte de la Audiencia y del Obispo. — Razones de esta preferencia. — Remplazo de Baydes.— Su salida de Santiago. — Su muerte gloriosa 70 Capitulo X. — Gobierno de Don Martin de Múxica.— Propone ratificar la paz. — Segundo parlamento.— Ratificación. — Incidentes.— Adiciones á los artículos anteriores.— Fiestas y regocijos.— Retíranse las parles con- tratantes.— Regreso del gobernadora la Concepción 75 Capitulo XI. — Visitan los Indios á las Indias de encomienda de la fron- tera.—Seducen á algunas que se van con ellos. — Otros piden al gober- nador licencia para llevarse á otras que eran sus parientas. — Concédelo el gobernador. — Opónese el obispo á esta condescendencia. — Conflicto entre las dos autoridades.— Noble reconciliación. — Falsas acusaciones. — Terremoto.— Hostilidades 81 Capitulo XII. — Interrupción momentánea y parcial de la paz, — La casti- gan los mismos Indios. — Atacan los levantados segunda vez á Valdivia. — Son rechazados. — Las parcialidades fieles piden la reedificación de las antiguas plazas españolas. —Accede el gobernador y va á reconocer los sitios propios para ello.— Cae enfermo y se retira á Tucapel. — Le- vanta Rei)olledo dos fuertes y la plaza de Boroa. — Funda el gobernador cuatro casas de conversión. — Excesos de correrías. — Prohíbelas Múxica bajo pena de la vida.— Regresa á la Concepción, y de alli va á Santiago.— Muere inopinadamente. — Rumores sobre las causas de su muerte 87 Capitulo XIII. —Gobierno interino del maestre de campo don Alonso de Córdova y Figueroa. — Particularidad de su interinato.— Su buen porte y conducta en el mando. — Otro parlamento. — Otra ratificación de la paz.— Reedificación de la capital.— Llega por gobernador, también in- terino, don Antonio de Acuña y Cabrera. — Todavía otro parlamento. . 92 Capitulo XIV.— El gobernador en Santiago. — Pasa informes á la corte. — Resultados favorables que le trajeron.— Increíble conducta del maestre de campo y del sárjenlo mayor. — Quejas |de los Indios.— Sa- tisfacción que se les da.— Restablecimiento de la tranquilidad.— El gobernador quita los empleos ú sus cuñados. — Naufrajio del .situado ÍNDICE. 5S5 P4í. para Valdivia. — Infeliz suerte de los náufragos. — Venganza ejecutada en los naturales de Cunico.— Socorre el cabildo de Santiago con víveres la ciudad de Valdivia. — Grande expedición contra los Cumcos. — Rup- tura de un puente. — Desastres 100 Capitulo XV. — El gobernador manda procesar á su cuñado y le quita el empleo. — Recae Acuña en su anterior debilidad y nombra al mismo maestre de campo para nueva expedición. — Avísale Bascufian que muchos caciques araucanos le anuncian un alzamiento jeneral si la ex- pedición se ejecuta. — Ejecútase. — Verificase el alzamiento. — Estragos horrorosos cometidos por los Araucanos. — Huida del gobernador de la plaza de Buena Esperanza ;i la Concepción. — Deploral)les particulari- dades de los que huian con él. — Llegan á la Concepción. — Incendio de la plaza de Buena Esperanza 110 Capitclo XVI. — Providencias de seguridad del cabildo de Santiago. — Abandono de la plaza de Nacimiento. — El sarjento mayor Salazar que la mandaba intenta retirarse por el Biobio. — Varan los transportes y los alijera poniendo mujeres y niños á tierra. — Sacrifican los Arau- canos todas estas victimas. — Vara segunda vez Salazar y muere él mismo con todos los suyos á manos de los Araucanos. — Aconteci- miento análogo de la guarnición de Talcamavida. — Levantamiento en la Concepción. — Intentan matar al gobernador y á un oidor de San- tiago. — Refujíause en el colejio de jesuítas. — E) pueblo nombra por gobernador al veedor Villalobos. — Aceptación de este. — Detalles. . . 117 Capitulo XVII. — Suerte de la expedición sobre Rio Bueno. — Incendio del fuerte de San Martin. — Llega el gobernador de este fuerte á los cuarteles del ejército. — Confusión del maestre de campo. — Resuelve retirarse por mar. — Oposición de sus oficiales. — Ejecuta noobstante su proyecto. — Otros detalles 12/i Capitulo XVIII. — Resumen de las plazas que perdieron los Españoles después del levantamiento. — Particularidad de la de Chillan. — Patrió- tica conducta del correjidor Pizarro. — Situación de la Concepción. — Rascuñan rechaza á los Araucanos. — El gobernador popular Villalobos nombra un maestre de campo y un sárjenlo mayor. — Los antiguos son arrestados. — Don Antonio de Acuña huye á Valparaíso y de alli pasa á Santiago.— La real Audiencia le sostiene. — Apelación del cabildo de la Concepción al virey. — Informe al mismo de la real Audiencia de Chile. — El virey manda comparecer ante él en Lima al gobernador Acuña, al maestre de campo y sarjento mayor arrestados; y al corre- jidor y rejidor de la Concepción. — Acuña desobedecer — Los demás ci- tados van á Lima y regresan purificados. — El virey nombra un sucesor al gobierno de Chile.— Llega este á la Concepción , y después de haber recibido el bastón de manos de su predecesor le envia arrestado A Lima. — Socorros que lleval)a el gobernador Portel. — Cesa Villalobos de man- dar. — Son nombrados otro maestre de campo y otro sarjento mayor. — Los Araucanos interceptan en las inmediaciones á la Concepción el 536 ÍNDICE. paso para ir al socorro de Boroa. — Son batlclDS , y quedan los caminos despejados 134 Capitulo XIX. — Sitio de h plaza de Boroa y su defensa. — Expedición para ir á salvar la guarnición. — El caL)ildo de Santiago envia sus mili- cias y sus vecinos para guardarla Concepción. — Voluntarios aventure- ros que siguen el cuerpo expedicionario. — Oposición de los enemigos sobre el rio de la Laja. — Son batidos.^ Segunda oposición sobre el rio de los Sauces, — Son batidos segunda vez. - Arribo feliz del socorro — Salvación. — Regreso triunfal á la Concepción.— Episodios li/í Capitulo XX. — Va el gobernador á Santiago.— Su reconocimiento por el cabildo y la real Audiencia. — Su regreso ;í la Concepción.— Deser- ción de un soldado mestizo, su causa y sus resultados. — Este soldado, llamado Alexos, bate á los Españoles en Palomares. — Alexos retrocede para ir á reforzarse. — Vuelve á pasar la frontera y los bale segunda vez en Loncuen , con muerte del jefe español 159 Capitulo XXI. — Caso estraño sucedido en Santiago.— El provincial de San Francisco pretende que las monjas de Santa Clara deben estar bajo su jurisdicción. — Las monjas sostienen que pertenecen á la del obispo. — Litijio. — Sentencia en favor de las monjas. — Apelación , y sentencia en favor del provincial.— Notificación.— Protesta. — Cercan las tropas el convenio. — Quieren huir las monjas y la tropa las detiene. — Acude la Audiencia y le niegan la entrada en el convento. — Llega el ayunta- miento y le sucede lo mismo. — Confliclo entre el pueblo y la tropa. — Huyen las monjas. — El ayuntamiento injustamente acusado de haber sido causante de la tropelía. — Dignidad del cabildo. — Orden del virey para que las monjas se restituyan á su convento.— Obedecen y apelan á I^oma. - Sentencia final en su favor 168 Capitulo XXII. — Audacia de los Araucanos. — Represión de sus agre- siones.— Ejecuciones. — Represalias. — Alexos y sus empresas. — Repo- blación de Conuco, excursión á ¡a isla de la Laja. — Ventajas. — Cam- paña feliz en Puren.— Vuelve Alexos t pasar el Biobio y marcha sobre Conuco. — Sorprende dos centinelas y los ahorca. — Encuentro del ca- pitán Cajero do Conuco con las tropas de Alexos. — Batalla. — Son bati- dos los Españoles. — Otros detalles de aquella campaña. — El cabildo de Santiago pide socorro al virey. — Llega este socorro á la Concepción. — Viéndose reforzado, toma el gobernador la ofensiva. — Brillante cam- paña.— Muerte de Alexos 175 Capitulo XXIII. — Resumen de los males del reino de Chile bajo el go- bierno de Portel Casanate. — Nuevos contratiempos. — Peste en el ejér- cií.0. — Pérdida de un transporte con víveres. — Tregua inesperada. — Proyecto de entrar en campaña. — Mizque sucesor de Alexos.— Este entra en campaña , por su lado , al mismo tiempo que los Españoles por el suyo , sin sabor unos de otros. — Caso raro y feliz debido á esta mutua ignorancia.— Batalla déla Laja.— Victoria por los Españoles.— ÍNDICE. 657 Péir- Ventajas que en ella consiguieron.— Otra victoria , corolario de esta primera. — Muerte del jefe araucano. — Muerte del gobernador español. 184 Capitulo XXIV. — El obispo de la Concepción. — Su consagración y su muerte.— Particularidad relativa al noble carácter del último gobernador Portel Casanate. — Nombramiento en el cabildo de la catedral de un provisor y vicario Jeneral del obispado. — Anula el arzobispo de Lima dicho nombramiento , y provee á dicbas dignidades. — Sede vacante en Santiago. —Posesión de la mitra por el P. Fr. Diego de Humanzoro. — Jesuítas. — Misiones á los habitantes de Santiago. — Buenos frutos que produjeron. — Misión de Buena Esperanza.— Su elevación á colejio. — Sus rentas. — Hechiceras de Talcamavida. — Peste de viruelas entre los Indios. — El jesuíta Mascardi.— Su celo y sus servicios. — Misiones va- cantes.— Su restablecimiento 193 Capitcío XXV. — Gobierno interino y pasajero del maestre de campo don DiegoGonzalez Montero. — Los Araucanos nombran un toqui jeneral. — Preparativos de guerra que hace dicho toqui. — El gobernador español recibe parte, al mismo tiempo, de estos preparativos y de la llegada á la Concepción de otro gobernador interino. — Socorros que llevaba este á Chile. — Naufrajio de uno de los transportes. — Repara el virey, conde de Santistevan, esta pérdida. — Pasa el nuevo gobernador de la Concepción á Santiago. — Carácter de este jefe superior. — Guerra.— Batalla de la cuesta de Villagra. — Victoria y sus consecuencias 206 Capitulo XXVI. — Paz. — Actividad, buen gobierno y relijiosidad del gobernador Pereda. — Asistencia que dio á las casas de labranza. — Repoblación de San Bartolomé de Gamboa. — Otro gobernador llega por Buenos Aires. — Se hace reconocer y empieza á ejercer en San Luis de Cuyo. — Pasa á Mendoza, y desde allí envia orden al maestre de campo Carrera de apoderarse del mando, quitándoselo á Pereda. — Marcha este á Santiago en donde se ve perseguido por un preboste que tiene orden de prenderle. — Quiere Pereda evitar este ultraje, y se rompe uua pierna al saltar la cerca del convento de San Francisco. — Puede marchar á Valparaíso y de allí á Lima.— Le procesan, se justifica, le rehabilitan y va de gobernador á Tucuman en donde fallece. — El go- bernador Menesés va por Mendoza directamente á Santiago. — Su bri- llante reconocimento. — Dagracias por él al cabildo.— Carácter y prendas de este gobernador. — Perspectiva 214 Capitulo XXVII. — Los Indios se alarman con la noticia del carácter de Menesés. — Nombran por sucesor deCalicheuque al guerrero Udalebi, y este nombra por su vicetoquí á Calbuñancú. — Reúnen tropas y toman posición sobre la cuesta de Villagra. — Va á desalojarlos Carrera y los bate. — Con esta noticia , el gobernador prolonga su mansión en San- tiago.— Oportunas medidas de su administración. — Regresa á la Con- cepción.— Marcha hostilmente por medio de las tierras enemigas. — Levanta la plaza de Puren y el fuerte de Virguenco. — Pone de coman- dante, en la primera, á Luis de Lara con trescientos hombres, y en 538 ÍNDICE. la segunda, al capitán Paredes con sesenta. — Los jefes Araucanos molestan inútilniente la de Puren. — Retíranse y se atrincheran en el lago de Butaleubú. — Va á desalojarlos Lara y es batido y herido. — Apenas curado, vuelve ü salir y vuelve á ser batido. — Se hace con alia- dos.— Va con ellos á orillas del Cauten y conquista ganados. — Quieren los Indios cortarle la retirada y los bate. — Udalebi da una sorpresa á la plaza de Puren y es rechazado.— Él mismo sorprendido, batido y muerto sobre el rio de los Sauces. — Igual suerte de su vicetoquí sobre el Quepe. — Regresa Lara triunfante á su plaza. — Sorpresa del fuerte de Virguenco por Aguelipi. — Su castigo 220 Capitulo XXVIII. — El tremendo castigo de Aguelipi amedrenta á los Araucanos. — Piden la paz. — Concédela Mencsés. — Rehenes. — Pasa Iriunfalniente con ellos á la capital. — El maestre de campo la Carrera levanta la plaza de la Encarnación en Repocura. — Muerte de Felipe IV. — Advenimiento de Carlos II. — Funerales. — Funciones y regocijos. — Amores de Menesés. — Contrae matrimonio sin real licencia.— Sus tro- pelías.— Enemistades. — El veedor jeneral intenta matarlo y yerra el tiro. — Asechanzas del gobernador contra la vida del maestre de campo la Carrera. — Su salvación 232 Capitulo XXIX. — El gobernador de armas de Chile, la Carrera, ante la real Audiencia del Perú. — Informes de este senado á la reina goberna- dora.—Resolución de S. M. — El conde deLemos, virey del Perú, envia un gobernador á Chile con orden de arrestar ;i Menesés. — Ar- resto de este gobernador y circunstancia notable que tuvo. — Huye de la cárcel y vuelve á ser aprehendido en Mendoza. — Otra nueva parti- cularidad de este suceso. — Repuesto en la cárcel de Santiago, sale por la ciudad bajo flanza. — Finalizada su causa, va á Lima; el virey le in- dulta por intercesión del cabildo de Santiago, y lo cavia á la ciudad de Trujillo , en donde falleció. — Entrada del nuevo gobernador en San- tiago con refuerzos. — Su marcha á la Concepción. — Los Araucanos atacan la plaza de Tolpan. — Va el gobernador á su socorro y los bate con muerte de sus dos jefes. — Los enemigos nombran de toqui á Aillicuriche. — Ataca este á San Felipe de Arauco. — Llega el gober- nador y lo bate. — Asuela en seguida los llanos.— Restauración de la plaza de San Felipe. — Aillicuriche reúne fuerzas en Puren. — Va á bus- carle Davila y bate otra vez á los Araucanos. — Regresa á la Concepción. — Recibe aviso de la llegada próxima de un sucesor. — Pasa á San- tiago y de allí, a Lima sin esperarle 262 Capitulo XXX.— Gobierno interino del maestre de campo don Diego González Montero. — Es reconocido de gobernador en Santiago. — Par- ticularidades de su reconocimiento. — Su edad avanzada. — Nombra de maestre de campo á su propio hijo. — Marcha este con el sarjento mayor á la frontera. — Precauciones relijiosas del gobernador. — Accidente que le sucede al salir para la Concepción.— Queda suspenso su viaje y pasa el invierno eu Santiago.— Entusiasmo de los Santiagueses y pena que ÍNDICE. 539 Pas. resintieroD. — Muchos van a servir bajo las órdenes del maestre de campo, hijo del gobernador. — Episodio. — Buena conducta militar y política del maestre de campo. — Inconvenientes que encontraban sus tentativas por la paz. — Los Indios de Cliedcuenco. — El sárjenlo mayor León. — Combate perdido por los Españoles.— Restablecen el equilibrio de la lucha y se retiran los Indios. — Otros dos encuentros con recí- proco destrozo. — Paz. — Casas de conversión. — Fin del gobierno de Montero ' 252 Capitulo XXXI. — Gobierno de don Juan Henriquez, limeño y caballero del hábito de Santiago. — Su llegada á la Concepción. — Noble porte del cabildo de Santiago. — Entrada del gobernador en campaña. — Ratifi- cación de la paz con los Indios. — El go-bernador de Valdivia pide so- corro contra un pirata ingles. — Va el socorro y queda prisionero el pirata con algunos de los suyos. — Son enviados á Lima — Suerte pos- terior que tuvieron. — Regresa Henriquez á la Concepción. — Pasa in- formes á la corte. — Su viaje á Santiago. — Motivos que tuvo para no aceptar la jenerosidad de los capitulares que le hablan comprado silla y caballo á su costa. — Su reconocimiento, y regocijos públicos. — Bea- tificación de santa Rosa de Lima. — Alarma causada por el virey á Santiago. — Medidas á que dio lugar. — Reforma de abusos.— Provi- dencias de buen gobierno. — Crítica 259 Capitulo XXXII. — Sospechas contra el cacique Aillicui iche. — Ruptura de la paz. — Campaña. — Buenos sucesos. - Son cojidos los jefes arau- canos, y ahorcados con el consentimiento de los Butalmapus. — Otro jefe de Puren sufre la misma suerte en la plaza de este nombre. — Res- tablecimiento de la paz. — Ruidos y murmuraciones contra el goberna- dor Henriquez.— Episodio. — Pasa el gobernador á la frontera , da un paseo militar por tierras enemigas y regresa satisfecho a la Concep- ción.— Vuelve á la capital. — Pliegos de la corle alarmada con la nuevas de la expedición inglesa. — Estado de plazas y fuerzas 260 Capitcl'j XXXIII. — Nuevo congreso de paz. — Nómbrase un capitán de amigos para cada provincia, y un comisario de naciones por inspector de estos capitanes. — Beneficios de la paz. — Otros sucesos 281 Capitulo XXXIV. — Gobierno del maestre de campo don José de Garro , caballero del hábito de Santiago.— Situación del reino. — Sus providen- cias y buen tino. — Recibe embajadores de los Indios. — Proyecta un parlamento para cimentar la paz. — Realiza este proyecto. — Sus conse- cuencias 292 Capitulo XXXV. — Pasa el gobernador á la capital. — Inundación del Mapocho. — Desazones interiores con dos oidores de la Audiencia.— Un corsario ingles en Valdivia. — Intenta desembarcar y es rechazado. — Buena acojida que hallu en la isla de la Mocha.— Despoblación de la isla arriba dicha, y traslado de sus habitantes á la orilla septentrional del Biobio 300 540 INDICE , Pkg. Capitcio XXXVI. — Interceptación del comercio entre Lima y Chile por los corsarios ingleses y franceses.— Providencias á que dio lugar para el trasporte de caudales. — Pasa el gobernador de la capital á la Con- cepción llevando en su sequilo los dos solos ministros que liabia en la real Audiencia. — Queda el trii)unal cerrado.— Provisiones para la ad- ministración de la justicia en su ausencia 307 Capitulo XXXVII. — Gobierno del maestre de campo don Tomas Marin de Póveda, teniente jcnural do raballena. — Llega por Buenos Aires con refuerzo de España. — Deserción de la mayor parte de los soldados que lo componían. — Reconocimiento del gobernador en Mendoza. — Su llegada á la capital del reino. — Sus actos de gobierno .31.'j Capullo XXXVIII.— Fatal cambio de escena. — Laudable proyecto del gobernador. — Superstición de los naturales.— Desacierto del comisario de naciones. — Funestos efectos que produce. — Ruptura de la paz. — Muerte de un capitán de amigos. — Levantamiento. — Acto de demencia. — Muerte del comisario. — Retirada de los Españoles y otros sucesos. 322 Capitolo XXXIX. — Esterilidad de frutos de la tierra. — Mortandad de ga- nados y caballos. — Pide el gobernador mil al cabildo de Santiago para la remonta del ejército.- Noble ¡torte de dicho cabildo. — Otro donativo pedido por el rey, y su objeto. Llega nuevo gobernador. — Muerte de Carlos II. — Advenimiento de l'clipeV 332 Capitulo XL. — Conducta interesada y poco recatada , en este particular, del gobernador Ibañez. — Resentimiento jeneral. — Conjuración contra su vida de las plazas de Yumbel, Arauco y Puren. — Aborta su intento. — Conducta juiciosa del gobernador en esta ocasión.— Inconsecuencias jenerales de su gobierno.— Nacimiento de un príncipe de Asturias , Borbon 340 Capitulo XLI. — Anuda la historia el hilo de las misiones.— Apoyo esen- cial que prestan á la fuerza. — Diferencia de medios para conseguir el fin. — Admirables disposiciones de la voluntad real en su favor y para su arreglo. — Colejio de jóvenes indios en Chillan. — Otras misiones. — Jesuítas y francisca os 3J3 Capitulo XLII. — Obispos de Santiago y de la Concepción. — Gobierno de don Juan Andrés de'Ustariz. — Calidad de este gobernador y estrañeza que causó en el reino. — Desaires y disgustos que le dieron los minis- tros de la real Audiencia. — Su aplilud verdadera y sus efectos. . . . 368 Capitulo XLIII. — Piratas en el mar del Sur.— Pocas fuerzas que llevaban. — Saquean á Guayaquil y desaparecen. — Susurros y sospechas. — Con- ducta del gobernador Ustariz. — Alzamiento de los Indios de Chiloe. — Sus resultados 380 Capitulo XLIV. — Continuación de la misma materia. — Breve noticia del estado de Chile y de las costumbres araucanas , . 390 ÍNDICE. 5/|l Pa,-. Capitolo XLV. — Contraste del capítulo precedente con el principio del presente. — Explicación de este contraste. — Contrabando y medidas á que dio lugar. — Aizamienlo de los Araucanos. — Represión.— Parla- mento.— Fin del gobierno d€ Ustariz ¿lOO Capullo XLVI. — Gobierno interino del oidor de Lima don José de San- tingo Concha, caballero de la orden de Calatrava. — Beneficios de su go- bierno.— Fundación de la villa de San Martin de la Concha. — Fin del gobierno interino. — Llega de gobernador el teniente jeneral Cano de Apunte. — Su carácter, sus prendas y sus defectos 413 Capitclo XLVn. — Zozobras del cabildo de Santiago.— Una epidemia y un terremoto. — Parlamento con los Araucanos. — Otras excelentes cualidades del gobernador Cano.— Alzanse de nuevo los naturales. — Muerte de tres capitanes de amigos. — Situación critica. — Operaciones militares íi21 Capitulo XLVIIL — Progresos de la hublevacion jeneral de los ludios. — Alarma particular de la capital y su partido. — £1 gobernador consigue reunir fuerzas. — Consejo de guerra y operaciones a consecuencia de sus votos. — Critica y defensa de la resolución de despoblar las plazas de tierra adentro. — Particularidades notables de las estancias de con- versión 'j35 Capitulo XLL\. — Explicación necesaria. — Regresa el gobernador a la Concepción y coopera con ei obispo á la fundación del colejio converso- rio de San José. — Marcha a Santiago. — Agasajos que recibe del ca- bildo.—Vuehe á la primavera con tropas á la frontera y se prepara a .salir á campaña. — Visita que recibe del obispo. — Su objeto. — Entran embajadores araucanos á pedir la paz. — Circunstancias particulares que les sirven para alcanzarla. — Parlamento en que se celebra í('j7 (^APiTDix) L. — Resumen. — El gobernador en Santiago. — Mejoras que proporciona á la ciudad.— Fundaciones de obras pias. — Restableci- miento de las plazas abandonadas por el levantamiento. — Fin de la reti- rada y trabajos que padecieron los jesuítas conversores que se retiraron prolejiendo á muchos Españoles liasta Valdivia. — Se embarcan en aquel ))uerto y arriban a! de hi Concepción.— Sucesión en los obispados de Santiago y de la última 458 Capullo LL— Estado do, la monarquía española al fin de la guerra de sucesión. — Su rejeneracion por el sabio rey Borbon Felipe V. — Abdi- cación de este monarca en su hijo Luis I".— Fallecimiento de este prín- cipe.— Vuelve su padre á tomar las riendas del gobierno 466 Capitulo LIL- • Humanidad de los reyes de España para con los Indios. — Befutacion de calumnias - Beneficios de la relijlon.— Apolojia de la condurta de Cano de Aponte, (.arta orijinal conteniendo un episo- dio dp -1 proposito. — Consecuencia^ que presenta .... 473 542 TIN DICE. Pag. Capullo LIII.— Vuelven los niis-ioneros á sus antiguas estancias.— Fun- dación de San Luis de Leyóla. — Descripción del territorio.— Comercio de los Franceses entre el Perú y Chile.— Terrible terremoto.— Sus des- astrosos efectos.— Conducta admirable de Cano.— Su muerte y fin de su gobierno 481 Capitulo LIV. — Gobierno interino del oidor decano de la real Audiencia don Francisco Sánchez de Barreda y Vera. — Hospicio de recojidas. — Interinato del maestre de campo don Manuel de Salamanca. — Con- ducta que observa en el gobierno.— Parlamento en la Concepción.— Gobierno del teniente jeneral don José de Manso 403 Capitulo LV.— Política inglesa - Engaño en que se fundaba. —Guerra entre España c Inglaterra.— Escuadra inglesa y su suerte.— Escuadra es- pañola que tuvo una suerte análoga.— Piraterías de los Ingleses. —Con- tiiman los sucesos de Chile 503 Capitulo LVI. — Buena conducta del gobernador Manso. — Aviso que recibe del almirante Pizarro desde Maldonado de la Plata. — Pasa A Santiago.— Poblaciones que fundó. — Segundo expreso de Pizarro.— Epidemia en Santiago, jeneral en toda la América meridional.— Llega el navio la Esperanza de la Plata á la Concepción.— Llega Pizarro á Chile por tierra. — Sale de Valparaíso con su escuadra.— Operaciones y fin del gobierno de Manso 513 Capitulo LVII.— Sucesión en los obispados del reino.— Gobierno inte- rino del mariscal de campo Obando.— Sucédele en propiedad el teniente jeneral don Domingo Ortiz de Rosas, gobernador de Buenos Aires. . . 522 FIN DEL índice. PARIS.-EN LA ÍMPRENIA DE FAIN Y THUNOT, CsUe Racine, n'SS, cerca del üdeon. // ó ^ SOUTMEPMo^'Z^"' °' California LOS ANGELAS, ctlíSR^Sl^U^^" |f 3«« ■'^ 'y^ V •■*-'-.^ m .Tí*' '••' ^rrT: *^ : SÍ?'- A!¡r)í; '.^ m ■%i ly-R.» ^':^"* - 1. ^, '% pj ^álV fc% í-,.*^