HISTORIA FÍSICA Y POLÍTICA DE CHILE HISTORIA. i TOMO CUARTO. HISTORIA física y política DE CHILE SEGÚN DOCUMENTOS ADQUIRIDOS EN ESTA REPÚBLICA DURANTE DOCE AÑOS DE RESIDENCIA EN ELLA Y PUBLICADA BAJO LOS AUSPICIOS DEL SUPREMO GOBIERNO POR CLAUDIO GAY CIUDADANO CHILENO, INDIVIDUO DE VARIAS SOCIEDADES CIENTIFICAS NACIONALES Y ESTKANJERAS , CABALLERO DE LA LEGIÓN DE HONOR. HISTORIA. TOMO CUARTO. PARÍS EN CASA DEL AUTOB. CHILE EN EL MUSEO DE HISTORIA NATURAL DE SANTIAGO. MDCCCXLVIII 1 HISTORIA DE CHILE. CAPITULO PRIMERO. Acrecentamiento del reino de Chile. — Fundación de una universidad en su capital. — Establecimiento de una casa de moneda en la misma. — Prohibi- ción de éstraer el oro y la plata del pais. — Nuevas fundaciones de Ortiz de Rosas — Arreglo por el gobernador y el cabildo de Santiago del comercio de granos con Lima. — Felices resultados que tiene. (1749—1751.) Hasta ahora, la historia del reino de Chile ha sido puramente la historia de su cuna, de su infancia, y de los males infinitos , increibles á que ha tenido que re- sistir para hacerse adulto , fuerte y capaz de existir por sí solo , y de vastago de un poderoso tronco convertirse él mismo en tronco robusto y firme contra uracanes impotentes para desarraigarlo. Todos los elementos de su creación , por su naturaleza y en sus combinaciones , anunciaban su duración futura ó su perpetuidad de existencia. El pensamiento de formar una grande fa- milia, una nación perfectamente organizada y respe- table se ve, desde un principio, en el arrojo y tesón de sus primeros colonos ; en la unanimidad de sus miras ; 6 HISTORIA DE CHILE. en la probidad y celo de sus administradores ; en la perseverancia heroica de unos y de otros en luchar con- tra adversidades que hubieran podido desanimarlos mil veces por una , mil veces que se hallaron sin el menor auxilio para contrarestarlas , abandonados á si mismos y al solo impulso de sus brazos y de sus corazones ; y, enfin, en la noble ambición de ilustrarse ansiando , preten- diendo y obteniendo á fuerza de constancia y de una conducta política fundada esencialmente en los mas escrupulosos principios de honradez , los títulos y con- diciones de existencia que constituyen un estado social completamente fundado, civilizado, respetable y respe- tado. Así lo sintieron los monarcas españoles, y por lo mismo hicieron los inmensos sacrificios que los lectores han podido ver por asistirlos, á fin de que saliesen triunfantes y gloriosos de aquella lucha de verdaderos jigantes en que se veian empeñados. Por eso, les envia- ban por gobernadores hombres ilustres y consumados en guerra y en política ; hombres de celo experimentado, y de mas que de probidad vulgar, dotados de nobles sentimientos de desinterés y de grandeza de alma. Véase el catálogo de los gobernadores del reino de Chile, desde el primer conquistador Valdivia hasta el presente Ortiz de Rosas que tenemos á la vista, y , con pocas y raras excepciones , se verá que no hay historia en el mundo que ofreza, ni con mucho , una serie semejante de> nombres dignos y estimables por su saber, sus cua- lidades y aun por sus virtudes. Por eso , decíamos , los Reyes de España enviaban á la Real Audiencia y senado de Chile hombres doc- tos, y acérrimos defensores no solo de las prerogativas CAPITULO I. reales sino también de la dignidad y derechos nacio- nales. Por eso, enviaban venerables obispos, verdaderos apóstoles desprendidos de los bienes y vanagloria de la tierra que se entregaban con cuerpo y alma á la propa- gación , cultivo y mantenimiento de la relijion en su pu- reza primitiva. Por éso enviaban relijiosos y relijiosas de todas órdenes, y especialmente para el fin que se proponían , aquellos impertérritos jesuítas que sin mas armas y per- trechos que sus pechos y corazones , no solo subyugaban á los que las armas habían vencido, sino que se les im- ponían con autoridad divina, reconocida humildemente por los mismos bárbaros , y los contenían en medio de los furores de sus pasiones. Por eso , enfín , concedieron á Chile las fundaciones necesarias para que tuviesen sus habitantes en su propio suelo todas las condiciones de existencia moral sin ne- cesidad de ir á buscarlas fuera de él. La última fué la de una universidad , y muy luego veremos la de una casa de moneda. A su noble origen , Chile reunió una educación completa , práctica , en guerra , política , ad- ministración, industria y comercio. Chile, en todos sus habitantes, se formó como si fuese un solo hombre, y por lo mismo goza de una constitución valientemente organizada , y por lo mismo es alabado y considerado por las naciones mas cultas del viejo mundo , las cuales unánimemente la reconocen por tal. Pero si de este bello y feliz resultado es deudor, en parte, á los fo- mentos que recibió de los monarcas católicos y de sus respectivos gobiernos , lo es esencialmente á los des- velos inteligentes é incesantes de sus cabildos, muy es- 8 HISTORIA. DE CHILE. pecialmente del de Santiago , del cual es necesario leer los hechos para apreciar sus altos merecimientos , y convencerse de que él ha sido el alma de esta grande creación. Resumiéndonos, decimos que ya Chile sale de la in- fancia y entra en la edad adulta. A la fundación de su universidad de Santiago , se siguió la de una casa de moneda, debida á uno de sus ilustres vecinos que se ha- llaba en Madrid , y la obtuvo del Rey (1). Don Francisco García de Huidobro (que así se llamaba) dio á Felipe V una idea tan ventajosa del incremento moral de las colonias chilenas, que aquel monarca, rejenerador como se ha visto de las letras y de las ciencias en la Metrópoli, se la concedió, añadiendo á esta concesión el abono del costo de cuños, instrumentos y utensilios para la, fábrica de monedas , y nombrándole á él teso- rero perpetuo de ello. Al punto en que alcanzó la gracia, Huidobro se apresuró á hacer todas las compras y preparativos necesarios , y muy luego se partió para Chile, y llegó á la capital felizmente por marzo 17/i6. Con el mismo apresuramiento, dio principio á las cons- trucciones , estableciéndose él mismo sobrestante de ellas con tal eficacia, que en el año 1749 empezó á acuñar moneda, y desde aquel instante, á instancia suya, el gobernador mandó echar un bando, el 10 de se- tiembre , prohibiendo la extracción del reino del oro y de la plata, y mandando que estos metales sirviesen en adelante á surtir la casa de la moneda. Mientrastanto, el gobernador Ortiz pensaba en au- mentos y mejoras de su gobierno por otro lado, sin per- (1) Por roal cédula do Aranjuez , de Io de octubre de 1743. - CAPITULO I. 9 i der un solo instante de vista que, por olvidadas que estuviesen las antiguas vicisitudes de guerra y de paz , no era razón para vivir con descuido en este punto esen- cial. Por este motivo , visitaba con la mayor exactitud periódica las plazas de la frontera manteniéndolas per- petuamente en buen estado de defensa como si tuviese delante de si la perspectiva de la guerra, y habia apro- vechado de la concordia del último parlamento para trasladar la plaza de Nacimiento á la parte meridional del Biobio en un sitio ventajoso , sobre el punto de con- fluencia de dicho rio con el Bergara. Ahora , continúa su obra de creación y de estabilidad fundando otras siete colonias , que fueron : la de Jesús de Goelemu , y la de. la Virgen María, en Quirihue (Itata, obispado de la Concepción); la de Santa Bosa, en el partido de Guaseo ; la de San José de Buenavista , en Curicó , dis- tricto de Maule , la de Santo Domingo de Bosas en la Ligua de Quillota; Santa- Ana de Briviesca, en Petorca; san Bafael de Bosas , en Guscusde Chuapa(l). — Volvió á reedificar las obras de Valdivia consumidas en un in- cendio ocasionado, en enero de 1748, por un descuido del padre José Aubert, superior de aquellos jesuítas, que sin mirar en ello , prendió fuego con una luz á algunos combustibles de su propia casa la cual ardió la pri- mera. En 1750 pobló la isla de Juan Fernandez, é hizo de ella un presidio enviándole , desde la Concepción en el navio las Caldas, municiones de boca y guerra, artillería y otros pertrechos ; materiales, herramientas ; una com- pañía de infantería ; veinte y dos peones ; ciento setenta (1) En honra de su propia mujer, y de su hija, casada con el teniente jene- ral de la armada Solano, marques del Socorro. 10 HISTORIA DE CHILE. y tantos pobladores , hombres , mujeres y niños ; y al teniente coronel antiguo gobernador de la plaza de Valdivia don Juan Navarro y Santaella, por gobernador de aquel nuevo establecimiento y comandante de su presidio. Un año después, ya la colonia se hallaba con casas y fortificaciones, bien establecida y organizada, en estado de rechazar tentativas de enemigos estran- geros. Incansable, este excelente gobernador se declaró pro- tector del comercio y proyectó estendeiio libremente hasta Panamá, para cuyo objeto habilitó á don Blas-de Baltierra , y le envió á Lima á pedir al virey su consen- timiento. Pero aquí es el caso de notar y de sentir la cruel incompatibilidad que los hombres mas sinceros y leales encuentran á menudo entre sus afectos los mas íntimos y el desempeño de sus cargos y obligaciones. Ciertamente ha sido el exgobernador de Chile Manso , ahora virey conde de Superunda , uno de los goberna- dores que hayan dado las mayores y mejores pruebas de su apego y buena volontad á aquel reino ; mas en aquel entonces , los sentimientos anteriores en favor de los Chilenos tenían que subordinarse y someterse á los sentimientos de la actualidad obligatorios hacia los Perua- nos , y el conde tuvo que ceder á las instancias de los comerciantes de Lima para que negase la autorización pedida por el capitán jeneral Ortiz en favor de los de su gobierno, y la negó. Sin embargo , en rigor, Ortiz hubiera podido prescindir de pedir dicha autorización , puesto que las medidas y providencias de economía política eran de la competencia de su propia autoridad ; pero sin duda habia querido llenar un deber de pura deferencia hacia el virey con el fin de apoyarse y de conseguir el CAPITULO I. 11 fin con mas seguridad y certeza. Viendo su súplica desatendida, usó de sus propios poderes, y empezó á dar un valor al trigo , primer ramo de importancia en las producciones del pais. Para eso, reunió el cabildo en concejo á fin de deliberar acerca del medio mas oportuno de redimir á los hacendados y cosecheros de la nece- sidad en que se hallaban casi simpre de vender á un precio bajo de ocho reales la fanega (á menos que hubiese escasez) sus granos. Esta necesidad provenia de que de no vender les redundaban mayores perjuicios , por los gastos de conducción y depósito , sin contar la nulidad de réditos ocasionada por la espera , y de que los mer- caderes de Lima sabían aprovecharse de ella con mucha oportunidad por medio de sus corresponsales en Val- paraíso ó de los barcos mercantes que enviaban á aquel puerto para fletar con el trigo almacenado en los bode- gones. El ayuntamiento de Santiago convocó á los hacenda- dos y traficantes en granos , y de una larga delibera- ción salió resuelto : que no hubiese nunca en los bode- gones de Valparaíso mas que ciento treinta mil fanegas de trigo á la vez; que no se depositasen en ellos ni se vendiesen granos de la última cosecha hasta que los de la precedente hubiesen sido despachados ; que se ejer- ciese con nuevo vigor la vijilancia de la diputación esta- blecida en aquel puerto por el gobernador Cano de Aponte con este interesante objeto , y que en la capital mismo se organizase otra que seria su corresponsal, con el encargo de vender, en vista de los vales de gra- nos depositados en Valparaíso , y con acuerdo de sus dueños, cuantos estos quisiesen y pudiesen. Luego que recibieron la noticia de estas sabias pro- 12 HISTORIA DE CHILE. videncias del ayuntamiento y gobernador de Chile , los comerciantes de Lima gritaron abuso y tiranía, como si los propietarios ó hacendados chilenos no debiesen preservar sus propios derechos de vejación , como los tratantes limeños querían preservar su oro y plata de carestía , y tuvieron también su reunión de cabildo en la cual acordaron representar al virey, como lo hicieron, pidiéndole anulase aquella medida propia á causar al comercio de Lima los mas graves perjuicios, de los cuales seria inevitable el mayor, á saber, que compra- rían granos con gusanos , puesto que la venta de cada cosecha debía aguardar por el despacho de la anterior. El virey , bien que supiese perfectamente de antemano la respuesta que recibiría , escribió , no al gobernador, sino es al cabildo de Santiago de Chile, pidiéndole in- formes sobre el particular , y , en efecto , los capitulares de la capital respondieron que las providencias tomadas en favor de los comerciantes chilenos , y de las cuales tanto se quejaban los Limeños , eran no solo peculiares del gobierno del pais , como S. E. misma sin duda lo recordaría, sino también justas y equitativas, en prueba de lo cual ya la capital y todas las villas de su distrito habían empezado á gozar de sus beneficios abastecién- dose de granos á precios convenientes, por un lado ; y, por otro , los hacendados y cosecheros se veían proteji- dos contra el dolo y abusos de que frecuentemente habían sido víctimas por parte de los bodegoneros en los tratos clandestinos é ilícitos de estos con los capitanes de barcos mercantes que iban á Valparaíso á fletar con granos ; como también contra las pérdidas continuas de miles de fanegas, ocasionadas por la preferencia dada en las ventas á la última cosecha sobre las precedentes, mm CAPITULO I. 43 y que por fin, al mirar por los intereses y los derechos de sus moradores, como era de su mas estrecha obliga- ción , no habia presumido , ni por pensamiento , dañar en lo mas mínimo á los del Perú , ni mucho menos, que se les engañase vendiéndoles granos con gusano por buen trigo. Ademas de estas buenas razones , y fun- dándose en que solo los mercaderes de Lima tenían bu- ques , y no todos , y que estos formaban una asociación de acaparadores, de que resultaba virtualmente que el comprador era uno y, por lo tanto , dueño , sin temor de concurrente, de dar la ley á los vendedores , el cabildo de Santiago añadió , que la diputación establecida en Valparaíso para protejer aquel ramo primero de co- mercio , tenia mucho que hacer para vijilar los dolos y fraudes que se cometían por medio de vales apócrifos , con los cuales habían salido de los bodegones mas de una vez enormes entregas de trigo hechas á los barcos de Lima, sin consentimiento ni aun conocimiento de sus lejítimos dueños ; y que , por último , los mismos dueños de los trasportes tenían que valerse de cuantos procedimientos podían con el fin de comprar al precio mas bajo que les fuese posible , puesto que para man- tener su comercio debían vender ellos mismos muy barato en el puerto del Callao para que no les viniese la idea á los cultivadores peruanos de entregarse á aquel ramo de cultura. No contento con haber probado la justicia y equidad de sus actos administrativos , el pundonoroso y enér- jico cabildo de Santiago quiso poner patente la injusti- cia interesada y poco respetuosa hacia las autoridades de Chile de parte de los mercaderes de Lima , añadiendo, que, lejos de perjudicarles, las medidas de que se que- u HISTORIA DE CHILE. ¡ jaban les favorecía, porque los capitanes de sus bu- ques, vijilados por ellas, no podrían cometer fraudes en su perjuicio , estando ya los precios fijados desde el principio de la cosecha , y no teniendo mas que llegar y tomarlos con cuenta y razón, operación que se hallaba muy simplificada y les ahorraba muchos gastos por el pronto despacho, puesto que en cuatro dias podían fletar y darse á la vela para regresar , debiendo , ade- mas, servirles de base el conocimiento de dichos precios, que permanecían invariables , para arreglar los de su salida en el Callao sin pérdida ni menoscabo. Sobretodo, concluía el cabildo diciendo en su respuesta á informe al virey, el reino de Chile no habia contraído ni podía contraer la obligación de suministrar subsistencias á Lima en su propio detrimento , ni el rey lo habia man- dado ni lo podía mandar porque seria tan injusto como imposible el pretender que así fuese , so pena de forzar á los Chilenos á abandonar aquel ramo de agricultura , como producto, mas que inútil, gravoso, oneroso, bastante para labrar su ruina; y que mas les valdría entregarse á otra industria por la cual pudiesen subsistir sin que se les privase bajo pretexto alguno del fruto de sus trabajos y sudores, por ejemplo , á las minas de oro, plata y cobre que carecían de brazos , ó á la cria de ga- nado mular en la que se habían enriquecido sus antepa- sados, los cuales habían juntado y dejado á sus herederos grandes caudales que no se hacían ni se conocían á la sazón. Tal fué la valiente conducta del cabildo de la capital en aquella circunstancia crítica , y con todo eso no le faltaron detractores, hombres cavilosos realmente ó de mala fé, los cuales sujirieron á muchos cosecheros la idea CAPITULO 15 y el temor de que habiendo de ser limitado á ciento treinta mil fanegas el depósito de granos en las bodegas de Valparaíso , los pertenecientes á los correjidores de los diferentes partidos serian preferidos para la salida, y que los demás se quedarían pudriendo; pero el sabio cabildo, con la previsión no de semejante abuso sino es de las sospechas que podrían nacer de que existiese ó pudiese existir , las dejó sin pábulo y sin motivo nombrando ocho acompañados al diputado tasador de los precios, con obligación de proratear cada cuatro meses el pro- ducto de las ventas para entregarlo por sus partes á sus respectivos dueños. Era imposible obrar con mas buena fé, mas juicio ni mas acierto , y así fué que la consecuencia correspondió al principio. Don Francisco Diaz de Arteaga, diputado, y sus acompañados condujeron el negocio con tanto tino que los granos almacenados en Valparaíso se vendieron á buen precio sin que se perdiese ni dañase uno. Los barcos de Lima, tres ó cuatro dias después de haber fondeado , se volvían cargados y despachados. El pro- ducto de la venta, al cabo de los cuatro meses, era proratado y distribuido entre los diferentes propieta- rios. Del depósito en los bodegones de ciento y treinta mil fanegas de trigo, quedaron cincuenta mil que se juntaron , sin merma , á ochenta mil de la cosecha siguiente, que fué vendida al mismo precio sin mas in- convenientes, ó por mejor decir con la misma facilidad. Todos los interesados estaban satisfechos y animados al ver tan buen resultado; pero los interesados en el orden, sea cualesquiera que sea el asunto de que se trate , son siempre víctimas de los interesados en el desorden. Estos últimos, en aquel caso, triunfaron por sus intrigas en ^ CAPITULO íf Terremoto. — Ruina déla Concepción de San Bartolomé de Gamboa, y de la isla poblada de Juan Fernandez. — Triste suerte del gobernador de esta ul- tima, de su familia y de muchos de sus pobladores. — Traslación de la ciudad de la Concepción. — Resistencia del obispo á esta providencia. ( 1751 — 1753.) Chile prosperaba. Su sabio gobernador meditaba nuevos progresos, proyectaba adelantar la obra de sus poblaciones, medio el mas seguro para poner los hom- bres en contacto , en estado social y en ocasiones de serse útiles unos á otros y convencerse de que para eso han na- cido. Entre sus cualidades de hombre^de sincera y per- fecta probidad , tenia Ortiz la de asesorarse con hombres juiciosos, maduros, experimentados y, sobretodo, de una probidad notoria é incontestada. Con esta inclina- ción , habia tenido la buena suerte de poner á su lado un hombre que poseia dichas prendas personales en sumo grado , como las poseia el Dr. don Alonso de Guz- man y Peralta, oidor jubilado de la real Audiencia de Santa Fe, y natural de la ciudad de la Concepción de Chile. Ortiz y Guzman se entendían y se comunicaban aun sin hablarse, porque teniendo las mismas inten- ciones, y partiendo uno y otro de un mismo principio, llegaban siempre á una misma consecuencia , que era infaliblemente el bien y el aumento del pais. Solo habia la diferencia entre ellos de la naturaleza y oportunidad de los medios de llegar al fin que ambos se proponían simultáneamente, y en este punto se encerraba esencial- IV. Historia. 2 i 18 HISTORIA DE CHILE. mente el gran recurso que Ortiz hallaba en su asesor, el cual conociendo , como era natural , mejor que el gober- nador los hombres y las cosas de su pais , le conducía como por la mano hacia el objeto adonde quería enca- minarse. Convencidos el jefe y su consejero de que es preciso crear antes que organizar , pensaban en crear , es decir , en levantar poblaciones aquí , allá , por todas partes donde hubiese Españoles y fuese posible , reunién- dolos, concentrándolos, y organizándolos con sus ayun- tamientos, sus iglesias, sus curas párrocos y todos los demás elementos de vida legal y social. Una noche, el 25 de mayo (1), época en la cual Ortiz se hallaba en Santiago y algo amalado de cansancio mas bien que de mala salud, él y Guzman acababan de darse las buenas noches, este para irse á su casa y aquel á su cama, después de haber deliberado juntos, y combi- nado varios proyectos de su sistema común de adelanta- miento en la grande obra de la colonización, cuando de repente la ciudad se estremece , los edificios crujen y un espantoso estrépito anuncia ruinas y tal vez mas de- plorables catástrofes que la caida de edificios. En efecto, un nuevo terremoto parece querer desanimar para siem- pre á los Españoles de Chile y quitarles las esperanzas de perpetuarse en el pais. ¿Que constancia, que perse- verancia podían resistir á tan repetidos destrozos? Aun todas las ruinas del último no han desaparecido cuando ya un nuevo sacudimiento amontona otras sobre aque- llas, y convierte las poblaciones nuevamente levantadas, las colonias nacientes y las villas apenas edificadas, y otras reedificadas, en un caos lastimoso capaz de abatir (1) El 25, dice Carvallo ifc^-1 '^ CAPITULO 11. 19 á los mismos ánjeles que bajando del cielo tuviesen la misión de poblar la tierra. El tremendo ruido de que acabamos de hablar había sido ocasionado por la caida de la torre de la catedral, cuyas campanas, una de ellas sobre todo llamada el Es- quilón ó campana de arrebato , fué arrojada con espan- tosa violencia hasta el medio de la plaza. Lo que los de- mas edificios y casas padecieron se deja colejir. Pero mayores lástimas sucedieron en otras partes, en donde el mar, combinando su furor con los elementos terrestres, parecía destinado á completar la asolación universal del reino de Chile. La Concepción que acababa de rena- cer, por decirlo así, de los escombros de su última des- trucción, fué aterrada de nuevo, y el mar, inundándola en el mismo momento, se llevaba sus edificios arrancados por los cimientos. San Bartolomé de Gamboa pereció por el mismo fenó- meno, con la diferencia de ser barrida por los torrentes en que se convirtió súbitamente su rio Chillan, en lugar de serlo por las olas del mar. La isla de Juan Fernandez, hasta ahora á lo menos, presenta en esta catástrofe el cuadro el mas doloroso : no solo todas las habitaciones de los colonos y de la guarni- ción fueron deribadas, así como también las construc- ciones militares, sino que el gobernador, su mujer y treinta y ocho personas se los llevó el mar y fueron se- pultadosen sus abismos. Pero todo esto lo ignoraba aun el sensible Ortiz, que por de pronto no vio mas que las ruinas de Santiago con un profundo desconsuelo. Cuando supo el desastre de la Concepción , montó á caballo sin pérdida de un solo momento y voló á su socorro , llegó y se desconsoló de 1 20 HISTORIA DE CHILE. ver tanto mal y tantos males. La primera idea que le vino luego que se halló en estado de tomar una resolu- ción, fué que cuantas veces se reedificase en el mismo sitio la capital de la frontera, otras tantas calamidades de la misma naturaleza la arruinarían tarde ó temprano. En consecuencia, propuso en cabildo abierto la trasla- ción de la ciudad á otro punto , opinando él que fuese elejido el menos expuesto á las invasiones del mar ; pero como era una resolución demasiado importante en sus consecuencias futuras y eventuales para poder tomarla aisladamente, se acordó fuese debatida igualmente y al mismo tiempo en Santiago afín de que todos participasen de su responsabilidad. Sin embargo, persuadido el go- bernador de que la antigua situación, precedente á la última que tan peligrosa se mostraba , seria probable- mente elejida, decretó que todos los vecinos, eclesiásti- cos y seculares, reconociesen los parajes que les parecie- sen mas convenientes, conformándose de todo punto á las reales cédulas que rejian sobre el particular, y le en- tregasen ó le remitiesen su voto en pliego cerrado y se- llado. Este procedimiento de parte de el gobernador no po- día menos de tener los resultados que tuvo, á saber, una confusión tal de pareceres y voluntades que pensó vol- verse loco y no pudo retener, en medio de su bondad y de su admirable paciencia, una exclamación de pesar la- mentando á los que tienen la desgracia de gobernar á los hombres tan diferentes en opinión y en deseos como lo son sus intereses y sus pasiones. Querer poner los hom- bres de acuerdo seria querer combinar los mas opuestos elementos. El poder supremo es impotente para conse- guirlo, ¿ como lo han de obtener los que gobiernan en la wmmmmggm CAPITULO II. 21 tierra? claro estaba. Unos querían que la ciudad arrui- nada fuese reedificada al mediodia del sitio que ocu- paba, á un cuarto de legua , en un punto llamado la Loma de Landa. Otros opinaban que lo fuese á una le- gua y media al nordeste en un alto que dominaba á plomo el mar, y se llamaba Porra; enfin, otros eran de parecer que el mejor sitio de todos seria el valle de la Mocha, tres leguas al sudoeste. En tal conflicto , el gobernador pensó que si los hom- bre supiesen gobernarse , seria inútil gobernarlos ; que preguntarles lo que querían , seria preguntarles lo que ellos mismos ignoraban , y que sobretodo no seria nunca posible el hacer algo , ni bueno ni malo , si se hubiese de hacer á gusto y por votos de todos. Hecha esta salu- dable reflexión , Ortiz convocó á los dos cabildos ecle- siástico y civil ; á los prelados de corporaciones relijiosas y á algunos vecinos ilustrados , y se fué con todos ellos á reconocer en persona los lugares sobre la elección de uno de los cuales se habia de discutir y deliberar para escojer uno de reedificación. Después de este reconoci- miento, celebró una junta á la cual asistió el obispo, y habiendo expuesto con suma claridad y mucho despejo la gravedad del punto que iban á discutir, tomó la palabra el oidor Traslaviña, de la real Audiencia de Santiago , nombrado comisario de la reedificación , para suplicar á su ilustrísima el reverendo obispo allí pre- sente , se dignase iluminar con la sabiduría de sus luces á los vocales de la junta á fin de que deliberasen con mas prudencia y votasen con mas acierto. El obispo res- pondió que por la dignidad de su puesto y de ningún modo por la de su persona , aceptaba la invitatoria del señor oidor, y bien que hubiese mucha responsabilidad ^ 22 HISTORIA DE CHILE. r> en influir en la opinión de los demás vocales de la junta , no podia menos de declarar la preferencia que daba á la localidad de la Landa sobre todas las demás; que si era cierto ofrecia obstáculos algo difíciles de vencer, no fal- taban arbitrios para superarlos. El voto del ilustre prelado causó cierta sorpresa por la razón de que los obstáculos que él llamaba algo difíciles de vencer eran casi jeneralmente reconocidos por insur- montables , y á la sorpresa se siguió el embarazo que de- bían esperimentar los vocales de la junta en chocar con él ; pero como, al fin , lo esencial era no errar, cado uno expuso con muchos miramientos cuales eran aquellos obstáculos , demostrando con prudencia que seria im- posible el vencerlos. De suerte que naturalmente y sin el menor choque todos vieron manifiestamente que el sitio mas propicio seria el valle de la Mocha , y todos votaron por él. El gobernador despachó inmediatamente el acto de la junta pidiendo la aprobación al conde de Superunda , el cual no solo la dio sino que también envió inmedia- tamente caudales para la construcción de obras reales de la nueva ciudad, manifestando su estrañeza de que desde un principio no hubiese ocupado el mismo emplaza- miento. Habilitado así de todo punto para proceder á la ejecución del proyecto, Ortiz mandó convocar por bando á todos los vecinos para que se dispusiesen á concurrir á la distribución del terreno. El trazado de manzanas, calles y plazas , y dicha distribución de solares se ejecu- taron con admirable armonía sin que nadie tuviese el mas mínimo motivo de queja ni descontento , y cada cual se dispuso á poner manos á la obra. Pero á penas estuvo el gobernador de vuelta en la ca- CAPITULO II. 23 pital felicitándose de haber llevado aquel arduo negocio á bien sin mas dificultades, recibió una carta del obispo de la Concepción en la cual su ilustrísima le exponia que las obras no se ejecutarían sin que encontrasen muchas por mas que por de pronto no se hubiesen mostrado apa- rentes á los vocales de la junta en que se habia votado por el valle de la Mocha. Por respetos al obispo , y bien que se hallase muy convencido de que las dificultades que él veiano existían , Ortiz comisionó al oidor don Juan de Balmaseda para que fuese á verificar y hacer constar las desproporciones que su ilustrísima anunciaba como irre- mediables en el trazado y distribución de solares de la nueva ciudad. Fué Balmaseda y se vio asaltado de re- presentaciones que habían surjido repentinamente, puesto que en los actos que habían precedido nadie habia ha- blado de ellas. La respuesta del oidor era muy fácil y si no contento á los representantes les dejó sin replica, reduciéndose á decirles que no tenia autoridad mas que para ver é informar, y que con su informe remitiría todas cuantas representaciones le fuesen hechas al go- bernador. Cuando este las recibió le parecieron tan mal funda- dadas que mandó se continuasen las obras sin mas de- mora y sin ninguna innovación , mandando publicar por un segundo bando que en el término de un año se habia de verificar la traslación. Al mismo tiempo , envió orden al correjidor de aquel cabildo , don Francisco Nalvarte , para que inmediatamente los trabajadores pasasen á adelantar sus obras respectivas, animándolos por cuantos medios pudiese. Nalvarte , al querer dar cumplimiento á esta orden, encontró con una oposición enconada de parte del obispo , el cual prohibió bajo de multa de doscientos n HISTORIA DE CHILE. i) pesos y de excomunión mayor, obedeciesen sus feli- greses á las órdenes del gobierno , y se trasladasen al valle de la Mocha, á menos que quisiesen hacerlo volun- tariamente. Esta publicación del obispo se hizo en todas las iglesias al ofertorio de la misa ; ató todos los brazos y coartó las voluntades. ¿Cual podia ser el motivo que tenia su ilustrísima para predicar una resistencia tan es- candalosa á la autoridad temporal ? El motivo , helo aquí. En la opinión del obispo era la voluntad de Dios manir- fiesta de que no se removiese la ciudad de la Concep- ción lejos de la localidad que ocupaba , voluntad mani- fiesta en un milagro patente , según creia el prelado , en un hecho , por lo menos muy estraño si fué cierto , que tuvo lugar al tiempo del terremoto y de la inunda- ción. Dejando el hecho pasar sin examen , por respeto a relijion, digámoslo como motivo y en honra del prelado , y fué que el mar inundó completamente la iglesia de la catedral, toda, menos por el medio de la nave, en donde no subió de la peana de Nuestra Señora de las Nieves que estaba en el altar mayor, imagen que, como los lec- tores recordarán , habia sido llevada allí desde la im- perial cuando los infelices sitiados que defendían aquella plaza fueron libertados por el gobernador Quiñones, ciento y cincuenta años habia. En una palabra , creyendo obedecer al omnipotente , el obispo de la Concepción desobedecía á los poderes de la tierra. CAPITULO III. í Motivo respetable de la resistencia del obispo de la Concepción.— Informe del correjidoi de dicha ciudad.— Sentencia de la real Audiencia de Santiago. — Continúa la resistencia del obispo, aunque pasiva. — Real resolución.— Ortiz nombrado conde de Poblaciones.— Nuevo reglamento del ejército. — Estanco de tabacos, pólvora y naipes.— Perjuicios que causaba.— Súplica del cabildo desatendida.— Fin del gobierno de Ortiz y su muerte. (1753—1755.) El obispo de la Concepción no solo creia tener un motivo sobrenatural para resistir á la autoridad temporal acerca de la traslación de la ciudad al valle de la Mocha , sino que también alegaba fundarse en leyes humanas y obrar con arreglo á ellas ; pero en esto su ilustrísima se engañaba y habria sido una mala chicana de su parte si la sinceridad y aun también la santidad del convenci- miento íntimo que le impelia no excluyesen esta califi- cación de la naturaleza de sus actos. El fundamento legal que creia tener el prelado para oponerse á las medidas del gobierno se reducia á puras opiniones de algunos canonistas , según las cuales hay casos en que un juez eclesiástico puede y debe ejercer cierta jurisdicción en favor de pobres que padecen persecución por la justicia ; por ejemplo , cuando siendo víctimas de una injusta veja- ción contra la cual no tienen ni asilo ni protección , y no pudiendo recurrir al príncipe , rey ó señor, imploran el auxilio del poder eclesiástico. Pero en aquel caso , nada de esto sucedía , en atención á que los supuestos míseros perseguidos por la justicia no existían , y á que si había 26 HISTORIA DE CHILE. ■¡■'■i: descontentos, con razón ó sin ella, ningún acto de re- curso ó apelación habían hecho ante el tribunal de su ilustrísima. El correjidor de la Concepción , viéndose en una im- posibilidad absoluta de cumplir con lo mandado por el gobernador, le pasó inmediatamente informe de los pro- cedimientos de aquel obispo acompañando testimonio de sus autos jurídicos. Suspenso Ortiz con tan inesperada novedad , consultó con su asesor, el cual fué de dictamen que la solución del negocio era del resorte de la real Au- diencia y le descargaba por el hecho mismo de toda responsabilidad personal como gobernador. Este pasó traslado de los autos á dicho tribunal , cuyo fiscal , des- pués de haberlos examinado , y haber compulsado cuan- tas leyes habia, tanto favorables como contrarias, expuso al estrado que la conducta del obispo de la Con- cepción no se hallaba apoyada con ninguna autoridad , y que , lejos de eso , contravenia clara y abiertamente á las leyes de Castilla (1), j á las de Indias (2), interrum- piendo el curso de la justicia ; que por consiguiente per- tenecía á la real Audiencia el declarar actos de violencia los ejercidos por su ilustrísima , reteniendo la causa y exhortándole á que se abstuviese de ellos en lo sucesivo y levantase la censura echada contra los obedientes habi- tantes de la Concepción. Así se ejecutó , y al recibo de la providencia del tribunal de Santiago en la Concepción , el cabildo secular se trasladó á casa del obispo para notificarle lo mandado con su correjidor á la cabeza, habiendo quedado el alcade con una partida de soldados (1) 3a, 10 y l/ia. (2) la, lib. I, tit. 7, y 2a, Carvallo. lib. ibid , lit. 10, de la Recopilación de indias. mm CAPITULO III. 27 para hacerse respetar en caso de resistencia por parte de los habitantes. Pero no la hubo. Estos , ya sea con la esperanza de una respuesta favorable de la corte á donde habian recurrido por medio de su ilustrísima , ya por cansancio de hallarse , por decirlo así , acampados su- friendo infinitas incomodidades , se sometieron sin mur- mullo. El obispo hizo lo mismo y alzó las censuras ful- minadas contra los sumisos á la autoridad temporal. De suerte que desde entonces se pudieron llevar adelante las obras de la traslación. Los moradores de la arruinada ciudad de San Barto- lomé de Gamboa , todos mas unánimes y mas cuerdos , viendo que su delicioso valle tenia el grande inconve- niente de estar expuesto á desastres como el pasado , trasladaron sus habitaciones á una localidad mas elevada , y no muy lejana , sobre el nivel de las aguas de su manso y apacible rio , que no por eso dejaba de incharse des- mesuradamente , como desgraciadamente lo habian visto. Mientras todo esto sucedia , el informe del gobernador á la corte sobre el estado de las cosas de Chile , el ade- lanto jeneral del reino , sus poblaciones , sus desastres causados por terribles y frecuentes fenómenos , sobre el remedio que habia creido hallar para repararlos y hasta sobre la conducta del obispo de la Concepción , iba y tenia una respuesta que llegó á Chile al año siguiente con una real aprobación de las operaciones del gobierno , y, ademas , un testimonio del real agrado del monarca ex- presado en la elevación del gobernador al título de conde de Poblaciones. Pero aun no quedaron levantadas todas las dificultades y el prelado continuó oponiendo resis- tencia de inercia, es decir, no obedeciendo sin desobe- decer, en perfecta quietud con algunos de su partido , 28 HISTORIA DE CHILE. ■''■'i! I esperando que el nuevo gobernador, de cuyo nombra- miento se tenia noticia , haría cambios en lo dispuesto por su antecesor. El sistema de poblaciones del gobernador Ortiz había hallado acerca del soberano un grande apoyo en un proyecto de la misma naturaleza presentado por el P. Joaquín de Villareal al monarca en 22 de diciembre de 1752 , proyecto que fué aprobado , y según el cual , convenia el vender cuatro títulos de Castilla para con sus precios fundar ocho villas en lugar de los fuertes de la frontera, á saber, tres desde el pié de la Cordillera al confluente del rio Vergara ; tres desde allí á la entrada del rio de la Laja , y una en Talcamavida ; estas siete al norte del Biobio , y la octava al del rio susodicho de la Laja; y reservándose el levantar con el tiempo otras ocho formando nueva frontera sobre el Cauten , ó sea rio de la Imperial. De donde se colije cuan por ventajoso ha sido y ha debido ser reconocido en todo Chile el gobierno de Ortiz de Rosas , en adelante conde de Poblaciones. Sin embargo , también Santiago había experimentado algunas desazones mientras la Concepción estaba entre- gada á desavenencias mayores, y fué el caso, que dos de sus vecinos , uno patricio y el otro europeo (1), los cuales debían de tener sin duda algún poder de inicia- tiva en actos administrativos, propusieron , el 2 de octu- bre de 1751 , estancar los tabacos por seis años , medida que todos temían fuese tomada por la autoridad real , como en efecto lo fué dos años después con disgusto jeneral. Como en semejantes ocurrencias hay siempre precauciones tomadas de antemano por los interesados en una innovación , que muchas veces es una agresión (ij ¥ cuyos nombres callo por odiosos, dice Pcrez-Garcia. CAPITULO III. 29 contra el interés jeneral , los motores de esta hicieron los mayores esfuerzos , aunque por entonces quedaron va- nos, para hacerla triunfar; pero no seria estraño que por debajo de mano hubiesen ocasionado la real resolu- ción que dio aquel disgusto á perpetuidad á la ciudad. Todas estas cosas se pasaban en Chile en medio de una profunda paz , en términos que las fuerzas militares eran consideradas solamente como un apoyo del buen orden y de la ejecución de las leyes , y de ningún modo como esenciales á la existencia de la nación , la cual se consi- deraba ya como tal en autoridad de cosa juzgada. En efecto , los Araucanos parecían alejarse cada dia mas de sus antiguas tradiciones , y acostumbrarse á vivir apaci- blemente al lado de sus antiguos agresores , considerados por ellos en aquella actualidad ya como vecinos útiles y tal vez necesarios. Tal es el efecto del comercio entre los hombres , y tal la prueba palpable de que fueron creados con este fin. Por consiguiente , el antiguo pié sobre que estaba reglamentado el real ejército se hacia inútilmente oneroso al erario , y así lo sintió el monarca, ó tal vez el virey del Perú, conde de Superunda, el cual redujo las dos mil plazas de que se habia compuesto, desde ciento y cincuenta años atrás , á sescientas treinta y nueve, reducción aprobada por real cédula de 17 de abril de 1752 , y que dio lugar á un nuevo reglamento expedido á Chile en Io de junio de 1753 , y puesto en ejecución en enero del siguiente año , he aquí en que forma. Para la ciudad de la Concepción y su frontera un maestre de campo jeneral de infantería con una com- pañía ; residencia en la plaza de Arauco , y noventa y dos pesos al mes de sueldo. I 30 HISTORIA DE CHILE. Un veedor jeneral con ciento y veinte y cinco. Un sarjento mayor de infantería con compañía y au- toridad sobre todas armas, como sarjento mayor del reino; residencia en la plaza de Yumbel , y sesenta y siete pesos al mes. Un cirujano mayor con veinte. Un intérprete , con doce y medio. Un capellán mayor, con treinta y cuatro. Ocho capellanes para el servicio de las plazas de la frontera, con quince pesos cada uno. Cinco capitanes de infantería , con cuarenta y dos cada capitán. Siete tenientes de la misma arma , á diez y ocho. Siete subtenientes id. , á quince. Catorce sarjentos , á diez. Catorce cabos , á siete. Siete tambores, á cinco y medio. Y trescientos y quince soldados con el mismo sueldo. Para servir la artillería , un capitán de esta arma con veinte y un pesos de sueldo al mes, y diez y nueve artille- ros escojidos en las filas de la infantería con medio peso al mes de sobresueldo. Un condestable , con siete pesos y medio. Un comisario jeneral de caballería, con compañía; re- sidencia en la plaza de Arauco , y setenta y cinco pesos. Cuatro capitanes de caballería , con cincuenta. Cinco tenientes, con veinte y uno. Cinco subtenientes , con diez y siete. Diez cabos , con ocho y medio. Cinco trompetas, con ocho , Y ciento ochenta y cinco soldados con el mismo sueldo. Para el servicio y resguardo de la capital del reino , CAPITULO III. 31 un sarjen to mayor de milicias con diez y siete pesos al mes. Un ayudante del capitán jeneral , con veinte. Un preboste, con doce y medio. Un armero , con veinte y cinco. En el puerto de Valparaíso , un gobernador con tres mil quinientos pesos al año ; una compañía de infantería de cincuenta hombres de fuerza , disfrutando cada sol- dado del sueldo arriba señalado á los demás de su clase. En la provincia de Ghiloe , puerto de San Miguel de Calbuco , una compañía de infantería con los sueldos res- pectivos arriba indicados para las diferentes clases del arma. En el puerto de Chacao , un gobernador con tres mil quinientos pesos al año , y una compañía de caballería dotada en sus clases respectivas como se ha dicho para las demás de la misma arma. En Valdivia , un gobernador, comandante de las dife- rentes fuerzas de la plaza , con tres mil quinientos pesos al año. Un veedor jeneral , con ciento veinte y cinco al mes. Un factor y tesorero, con mil al año. Un sarjento mayor de infantería , con cincuenta al mes. Un primer ayudante de plaza y de la tropa , con veinte y cinco. Uno segundo , con veinte y uno. Siete compañías de infantería dotadas como las de la frontera. Un capitán de artillería con el sueldo de los de su grado , y diez y nueve artilleros pagados como queda dicho para los demás del arma. En la isla de Juan Fernandez , un gobernador con m HISTORIA D!i G III LE. cien pesos de sueldo al mes , y una compañía de infante- ría con los respectivos sueldos ya expresados. Este fué el nuevo reglamento promulgado é impreso por orden del virey, y que se halla aquí extraido textual- mente (1). Al mismo tiempo, el gobernador de Chile, en cumplimiento de una real orden , declaró perpetuos los empleos militares , menos el de maestre de campo , ocupado por don José Elgueta , el cual debió luego ser relevado por don Salvador Cabrito , nombrado por real despacho para ir á desempeñarlo , bien que Ortiz , por razones que él solo conocía , dilató el poner el cúmplase á su real nombramiento. Los pocos individuos que quedaban del segundo batallón del Tejimiento de Por- tugal que habia ido en la escuadra de Pizarro á Chile , fueron licenciados (2) ; pero aquellos valientes y honra- dos supieron aprovechar de su libertad é independencia, haciéndose unos mercaderes, otros labradores, y todos trabajando con intelijencia y conducta, llegaron á fabri- carse una honrosa existencia, y algunos á hacerse ver- daderamente ricos , como ha sucedido y sucederá siempre á los que se porten del mismo modo en Chile , tierra de promisión verdadera para los entendidos y no perezosos. El licénciamiento de aquellos excelentes sujetos habia sido , si se quiere , un acto de buen gobierno , pero no por eso mas justo ; porque si en lugar de ser buenos y aptos los licenciados , es decir los abandonados por pre- mio desús servicios, hubiesen sido malos é ineptos, ¿que se habrían hecho? Hav, en efecto, necesidades crueles (1) De una nota especial de las que acompañan los apuntes del señor Car- vallo, que parece haber copiado el reglamento orijinal. (2) El primer batallón , destinado á la América septentrional , fué destruido con los trasportes que lo llevaban en un combate contra los Ingleses, y desde entonces cesó de existir aquel cuerpo. Carvallo. CAPITULO III. 33 en administración impuestas muchas veces por el bien jeneral con detrimento grave de particulares intereses. La medida de la diminución de sueldos en el nuevo re- glamento del ejército debia de ser también una de estas necesidades , sin lo cual seria injustificable. Solo en el caso que dicho ejército se hubiese reformado en todos sus individuos componiéndolo de soldados nuevos que no hubiesen vertido su sangre , ni envejecido al servicio de la causa chilena , se habría podido comprender ; pero dis- minuir los medios de existencia á veteranos , muchos acribillados de heridas , y disminuírselos justamente cuando debían esperar haber llegado al término de sus trabajos , porque ya se creía no tener tanta necesidad de ellos , no se comprende tan fácilmente. Esta misma reflexión tiene lugar aquí para los habi- tantes de Chile , colonos , cultivadores ó comerciantes, al caso de otra medida de economía política. Era el año de 1753 fecundo en esta especie de reformas. A media- dos de aquel año , se estancaron los tabacos. Este estanco tuvo su precedente en el Perú en donde el virey Manso , conde de Superunda, los habia mandado estancar un año antes , cumpliendo con una real orden , antes de estender sus efectos á Chile. Para llevar á efecto esta providencia, se mandó que los cultivadores sembrasen buen tabaco de hoja , sopeña de exponerse á perder sus cosechas , y que el bueno, que se cosechaba en valles, se vendiese á cuatro reales el mazo ; que el de polvo , destinado jene- ralmente á ser exportado á la Habana , se fijase al precio de dos reales la onza del bueno , y de un real de vellón el malo. En este nuevo arreglo, hubo que nombrar un di- rector, un administrador, un contador y un tesorero. A este estanco , se reunieron después los de pólvora y IV. Historia. 3 u HISTORIA DE CHILE. de naipes, y luego se empezaron á oir clamores al tiempo de la verificación de los jéneros en cumplimiento del reglamento administrativo. Hubo tabacos quemados , y otros arrojados al Mapocho ; hubo menoscabos y per- juicios. El cabildo de Santiago y el comercio se reunieron para dirijir una súplica al monarca poniendo en su con- sideración los graves daños que resultaban de aquel es- tado de cosas á los cultivadores y comerciantes , especial- mente entre estos últimos , á los cortos de caudal que por esta razón empezaban su comercio por aquellos ramos ; pero quedó desatendida , y el tabaco , pólvora y naipes quedaron para siempre estancados. Sin embargo, la ciudad de Santiago se completaba de cuantas instituciones deseaba para su engrandeci- miento. En el año siguiente de 1754, se fundaron dos recoletas del orden de predicadores ; una de relijiosos de Nuestra Señora de Belén sujeta al jeneral de la orden , en la Chimba, y otra de monjas de Santa Rosa de la jurisdicción del obispo, con el ceñido n° 21. Esta última tuvo principio con tres relijiosas que llegaron de Lima en la casa del Beaterio de Rosas, fundado el 25 de febrero de 1682 , por dos beatas también de Lima , y conservado por la protección especial de la real Audiencia en 1711, época en que el obispo Romero habia querido suprimirlo, bien que santa Rosa fuese Chilena de nacimiento. Pero aun tenia este monasterio un antecedente mas precioso , cual era el de haber sido debida su fundación al celo de un jesuita, el P. Ignacio García, el cual, al fallecer poco después, les dejó á sus monjas su corazón por tes- tamento. Entretanto, el gobernador Ortiz de Rosas, conde de Poblaciones, habia perdido enteramente la salud, y su- capítulo nr. 35 plicado al rey se dignase relevarle del gobierno. Ac- cediendo á su súplica, el monarca le envió en 1755 un sucesor á quien entregó el bastón del mando , prestando luego residencia á satisfacción y con aplauso jeneral de su conducta sin mancha ni la menor tacha , el 28 de di- ciembre. Bien que estuviese muy débil , puesto que todo el año habia estado enfermo , determinó marcharse in - mediatamente , porque todo su anhelo era llegar á Es- paña con vida , y salió para Valparaíso , en cuyo puerto se embarcó con su mujer (1) y su familia en el navio el León; pero á la altura del cabo de Hornos falleció el 28 de junio siguiente. (1) Doña Ana de Bribiesca„ CAPITULO IV. Obispos de Santiago y de la Concepción. (1755.) En la recopilación de lecciones de que se compone la historia para servir de cuadros de experiencia y de guias de conducta , se encuentran algunas veces hombres que descuellan de tal modo en sabiduría y virtudes por en- cima de los demás , que hasta las acciones mas íntimas de su vida los hacen históricos y les dan un derecho lejí- timo á ocupar pajinas propias de una narración biográfica mas bien que de hechos jenerales. Son dichos hombres preciosos modelos cuya memoria no se olvida nunca , y cuya vida es un compendio , ó mas bien un monumento del espíritu , de las costumbres y hasta de las conciencias del siglo en que florecieron. Tal ha sido el ilustrísimo don Manuel de Alday, ciudadano de distinción de la Concepción de Chile , el cual se puso la mitra de San- tiago el ili de noviembre 1755, como sucesor de don Juan González Melgarejo que pasó al obispado de Are- quipa. Si es cierto que la organización del hombre sea el móvil mas poderoso de sus inclinaciones y, por consi- guiente, de lo que se suele llamar su vocación , la de Alday debia de ser muy particular, juzgándola por la va- riedad de sus vocaciones , vocaciones verdaderas , puesto mm CAPITULO IV. que en las diferentes y muy opuestas situaciones de su carrera se portó con igual espíritu y sabiduría, y aun con virtudes análogas, de que hay poquísimos ejemplares en la historia. Al salir del colejio convictorio de San José de la Concepción , en donde habia estudiado latin , artes y teolojía , fué á Lima á seguir la carrera del derecho , y al cabo de ella , se graduó de doctor en leyes y cánones en la universidad de San Marcos, y hubiera merecido igualmente la borla de doctor en teolojía si la hubiese pretendido, porque era teólogo tan profundo como lejista y canonista. Recibido de abogado en la real Audiencia de la capital del Perú , ganó en poquísimo tiempo una reputación que por lo regular es el fruto de muchos años de ejercicio con éxito y de grandes pruebas de probidad , y atraido por el amor del suelo patrio , se trasladó con toda su ciencia y conciencia á la ciudad de Santiago de Chile para conti- nuar allí su profesión bajo los auspicios del oidor hono- rario de aquel tribunal real , don Francisco Ruiz de Be- recedo , que era su tio. Hemos dicho con toda su ciencia y. conciencia , porque en todo el tiempo que ejerció en la capital de Chile , no perdió ni un solo pleito (si se ha de dar crédito á la tradición) , lo mismo que le habia suce- dido en Lima. Es verdad que para tamaño éxito tenia un secreto infalible, á saber, no se encargaba de defensa alguna que no se hubiese de fundar en derecho clara y evidentemente ; de suerte que los litigantes, de que habia siempre grande afluencia en su estudio, podian dar y daban por ganado su pleito desde el instante en que el abogado Alday se encargaba de defenderlo ; pero tam- bién por la misma razón , temblaban , como si estuviesen ya ante el tribunal competente , hasta que ,. después de 38 HISTORIA DE CHILE. haberle expuesto las causas del litijio , les decia él : Piden ustedes justicia. Pero es de advertir que la justicia , en su juicio , no se encerraba en los límites de la definición del Jus de Justiniano , sino que estendia sus fueros hasta exijir que el defensor de una causa civil y contenciosa fuese respon- sable de los resultados de la defensa , y convencido de ello , en el instante en que se decidia á tomar una por su cuenta , se encargaba de todos los gastos y costas , y renunciaba á sus emolumentos si el pleito se perdía. Este procedimiento indisponía contra él á sus colegas , que lo calificaban de orijinal ; porque no solo disminuía el nú- mero de sus litigantes respectivos , sino también el de la jeneralidad de estos , por la razón de que su dictamen era una aclaración incontestable en derecho, y lo que es mas, un juicio final sin apelación. Con todo , sea dicho de paso , aun quedaban para los demás abogados no pocos pleitos que defender, puesto que los pleiteantes no esca- seaban en el reino de Chile. Pero aquí , aparece un episodio de su vida que , con- tado como lo cuenta algún escritor de las cosas de los hom- bres de allí, es inverosímil, y que, si es cierto, ha debido realmente parecer muy estraño. Este episodio fué , que solicitó al mismo tiempo la mano de una señora de San- tiago y una prebenda de la catedral de aquella capital , y que celebró esponsales por escrito con la cláusula de que , si obtenía la prebenda , su futura esposa se metería monja, y él canónigo. El hecho, ciertamente, no es imposible , bien que sea muy particular ; pero habia sin duda en él alguna incógnita que , despejada , lo haria tal vez aparecer mas natural y aun edificante. El amor, poderoso móvil de las acciones de los hombres, ha sido y mam CAPÍTULO IV. m será de todos tiempos , de todas tierras y de todas las naturalezas que no sean imperfectas, sea cual se fuese la profesión del hombre , y por eso hace este consistir en su vencimiento un grande acto de virtud y de predestina- ción. En aquellos tiempos , la relijion y sus preceptos eran la primera pauta de la vida moral , y siendo la reli- jion cristiana , toda y esencialmente , amor puro , lejos de impedir de amar, predisponía los corazones á la ter- nura , pero á la ternura que domina y subyuga á la pa- sión sensual en la cual se anega si la misma relijion no la autoriza y perpetúa. Como , por otra parte , el amor nace de sensaciones involuntarias , imprevistas é irresis- tibles , Alday amó sin duda porque no pudo menos , y el objeto de su amor le correspondió porque no vio incon- veniente en ello. Así atraídos uno hacia otro sin pensarlo ni precaverlo , llegaron al punto interesante de una ex- plicación , y acordándose él de que habia pedido al rey una prebenda (porque ha debido de ser así , y lo demás seria absurdo), le dijo á ella cuan desgraciado era por hallarse en tal conflicto , puesto que , si S. M. atendía la súplica que le habia hecho, no le seria posible el desde- cirse. La señora, que le amaba probablemente con el amor de su relijion y de su educación española de aquella época , al oír aquello, después de algún rato de sorpresa, le consoló y le dio palabra de que no tendría otro marido que él , y que si se veía obligado á entrar en la iglesia , ella se metería monja ; y con estas condiciones hicieron sus esponsales. Así sucedió ; la prebenda le fué conce- dida, entró en las órdenes, y ella tomó el hábito de monja en el convento de Santa Clara en donde murió profesa. Por muy secreto que hubiese sido este contrato, se I llQ HISTORIA DE CHILE. supo al fin por sus consecuencias ; llegó á oídos del rey, como si Madrid estuviese en Maipú , y el monarca le dio la mitra de la misma iglesia , persuadido de que era im- posible el colocarla en cabeza mas digna. La mayor dicha del nuevo prelado en este acontecimiento fué la de considerar cual no seria la de su madre que habitaba la Concepción. Fué allá á consagrarse por mano del obispo de aquella capital de la frontera , y a su regreso a la del reino , se llevó á su madre , la estableció señora en casa á parte ; iba á visitarla cada dia una vez después de los oficios divinos; le besaba la mano al entrar en su aposento y aguardaba en sumisa actitud que ella le dijese que se sentase. Su desprendimiento siendo obispo tenia poco de es- trañar, visto el que habia tenido cuando era juriscon- sulto. En el presupuesto de sus gastos anuales insertó el de cinco mil pesos para la continuación de la arruinada catedral cuyas obras habían empezado bajo el gobierno episcopal de su antecesor, y de las cuales él adelantó mas de las dos terceras partes. En el mismo presupuesto, todas las rentas de la mitra estaban repartidas entre cosas y personas , y solo la suya y sus necesidades se hallaban ausentes de él, porque, en efecto, para sí nada gastaba : su vestido interior era de paño burdo y duraba hasta que se le caia á pedazos, ó hasta que el mayordomo le substituía otro en mejor estado ; y, no una vez sola , tuvo que esperar que un sastre lo cosiese ó re- mendase para levantarse de la cama. Seria inútil el hablar del celo de un prelado de tan alto mérito para llenar sus obligaciones de pastor de almas. La disciplina del clero fué un objeto especial de sus cui- dados , y en su favor celebró un sínodo durante su largo CAPÍTULO IV. k\ gobierno eclesiástico que no dejó hasta su muerte , la cual sucedió en febrero 1778. Su espíritu de conciliación y aun de humildad cristiana en conflictos temporales le merecieron el título de Ambrosio en las Indias , y todas sus virtudes , el de varón ilustre , entre los obispos. Ha- biendo perdido á su madre , que falleció mucho antes que él , y por cuyo fallecimiento quedó sin heredero forzoso , dejó cuanto tenia, por testamento , á su iglesia; la biblio- teca del cabildo eclesiástico de Santiago ha sido su li- brería que el legó á la capital con un bibliotecario para cuyos emolumentos dejó una asignación. Un hombre de tan raras prendas , un prelado de vir- tud tan acendrada , un ilustre varón tan docto , un Am- brosio de las Indias, hijo del mismo reino de Chile, pertenece de derecho á su historia y merecia aun mas que estas cortas pajinas , débil bosquejo de las virtudes que le adornaban (1). La ciudad de la Concepción tenia por obispo á don José de Toro Zambrano y Romo , cuyo advenimiento á aquella mitra hemos indicado en una coyuntura que lo exijia así. Este prelado era natural de Santiago , como el de Santiago lo era de la Concepción , particularidad bas- tante notable , é hijo del maestre de campo don Alonso de Zambrano. Después de haber cursado en el colejio de San Francisco Xavier de Santiago , habia pasado al real de San Martin de Lima en donde también se habia dedi- cado á la jurisprudencia y derecho canónico , y habiendo ganado el grado de licenciado , fué recibido de abogado , y ejerció algunos años en aquella real Audiencia. An- siando por volver á su patria, lo consiguió y pasó de (1) A su muerte , fué enterrado en la catedral , delante del altar de San Fran- cisco de Sales, también dotado por él. 42 HISTORIA DE CHILE. relator al tribunal de la capital de Chile ; mas luego se sintió disgustado del oficio y con vocación al clericato. Con sus antecedentes, talento y virtudes esta incli- nación fué favorecida ; ganó por oposición la canonjía doctoral de aquella catedral y ascendió muy luego á maestro de escuela y finalmente á arcediano. En íllik , fué presentado á la mitra de la Concepción , y al año siguiente tomó posesión de ella. Su primer designio tuvo por objeto la reedificación de la catedral , y como se ha visto , lo que habia adelantado en esta obra quedó de nuevo aniquilado por el último terremoto y por la inun- dación del mar. Este prelado fué el que se opuso á la traslación de la ciudad al valle de la Mocha con tanto ardor, y por el motivo que los lectores han visto , motivo del que no desistió nunca y que aun tuvo lugar de exhu- mar del olvido , como muy luego se verá. ■■■•V, CAPITULO V, Gobierno del teniente jeneral don Manuel de Amat y Tunient— Su carácter, y disgusto que causó. — Visita la frontera. — Otro parlamento.— Sigue el conflicto de la traslación de la Concepción al valle de la Mocha.— Sucesos que tuvo.— Resolución provisional. (1756—1757.) El sucesor de Ortiz de Rosas en el mando de Chile era también un personaje, caballero de las órdenes de San Juan y San Jenaro , y jentilhombre de Cámara con en- trada ; habia llegado de España por Buenos Aires , y el 28 de diciembre de 1755, fué reconocido de capitán jeneral del reino por el cabildo de la capital , y de pre- sidente de la real Audiencia al siguiente dia. El carácter de este gobernador causó algún disgusto desde luego á ciertas personas, no porque se mostrase popular, aunque tal vez lo fuese excesivamente , en apa- riencia ó en realidad , pues esta inclinación podia ser efecto de pura bondad sin mezcla de sistema político, sino porque era acalorado en sus determinaciones, y sobretodo porque todo lo hecho le parecia mal y quería deshacerlo ; propensión demasiado común y fatal en los que mandan , pues muchas veces el deseo de figurar sin- gularizándose por innovaciones inoportunas, les hace desconocer el mal que hacen por el bien existente. La aprobación ó desaprobación de hombres experimentados, visibles y juiciosos le importaba muy poco, y correspondía muy á menudo á las demostraciones de respeto y defe- hli HISTORIA DE CHILE. :■: rencia que de ellos recibía con procedimientos inconsi- derados y chocantes. En el punto en que él imajinaba que una medida ó resolución era justa , por injusta que fuese, no habia para que pensar en hacérsela revocar, y Dios solo sabia a que excesos de autoridad su acalora- miento le hubiera impelido si hubiese hallado resistencia. Así fué que muy pronto se vio desamparado de todas las personas de buen discurso y consejo , y probablemente habria acabado muy mal si su gobierno hubiese durado mas de lo que duró ; porque los Chilenos son tan resuel- tos en la exasperación como honrados y moderados en el ejercicio de su completa razón ; pero por fortuna suya y del reino mismo , no se prolongó bastante para que se les acabase la paciencia. Esto dicen los críticos con- temporáneos. Esencialmente militar, á lo que parecia , sus primeras atenciones las dio á las tropas y plazas de la frontera , y hallando los individuos del ejército muy pobres por la cortedad de sueldos , tan rebajados como se ha visto en el último reglamento , representó al rey exponiéndole que causaba lástima y compasión el ver la miserable estrechez en que vivian aquellos valientes y beneméritos veteranos que habian vertido su sangre y padecido tantos trabajos en su real servicio ; y suplicándole se dignase concederles lo necesario para que viviesen á lo menos con decencia. Por donde se ve que no hay hombre por duro y negado que sea que no tenga una cuerda sensible y resonante cuando se la llegan á tocar. Por la misma razón de su afecto á las tropas españo- las , se mostró severo y poco condescendiente hacia los Indios , los cuales se apresuraron á pedirle , según el uso establecido después de tantos años, un parlamento para CAPITULO V. ft5 ratificar la paz en él. Sin embargo , lo concedió , y e\ [\ de diciembre celebró en la Concepción la junta prepa- ratoria de guerra , á la que asistieron los principales ca- ciques de los Butalmapus. El sitio señalado en ella para la ratificación de la paz fué el Salto de la Laja en la juris- dicción de Yumbel ; y el dia , el 13 del mismo mes. En este dia , se presentó el gobernador con el auditor de guerra don Juan Yerdugo, el maestre de campo don Juan Cabrito , el veedor jeneral don Miguel del Solar y otras diez y nueve personas de séquito , tanto seculares como eclesiásticas, que firmaron el nuevo tratado en el lugar de la cita. Por parte de los Araucanos , le aguardaban ya ciento y nueve ulmenes y dos mil individuos de sus reducciones, entre los cuales habia los respectivos capitanejos. En el contrato, al cual procedieron como los lectores deben saber muy bien , añadieron otros cinco artículos cuyo tenor no debió de ser de grande importancia, puesto que los croniqueros no los han copiado. El 15 , se disolvió el congreso y las dos partes contratantes se retiraron , des- pués de haber celebrado unos y otros aquella reunión , sin duda , con el regocijo acostumbrado ; pero con menos sinceridad , si se ha de juzgar por algunos hechos subsi- Bien que Amat fuese díscolo , personal é invencible impugnador de ideas que no eran suyas, no por eso podia dispensarse de dar cumplimiento á las reales órdenes cuya ejecución padecía demora. Una de estas era la de vender títulos de Castilla para aplicar su producto á la conversión de plazas fronterizas en villas , y tal vez no le parecía esta resolución tan mal porque la idea habia sido parto de la cabeza de un jesuita y no de uno de sus pre- 46 HISTORIA DE CHILE. decesores en el gobierno. En efecto, obtuvo veinte mil pesos de tres títulos vendidos , y con esta suma , convirtió algunas plazas en villas : la de Santa Bárbara , hacia la cordillera ; el tercio de Talcamavida , convertido en villa de San Rafael de Talcamavida , y la de Hualqui , en villa de San Juan Bautista de Hualqui ; todas estas en la orilla septentrional del Biobio. En la meridional , hizo del fuerte de Nacimiento la villa de Nacimiento. Hecho esto , su carácter volvió á tomar su natural ten- dencia á deshacer lo hecho por otros con una ocasión que le pareció tan plausible como feliz para poder dar puebas de la superioridad de su juicio. Esta ocasión fué el conflicto , que aun duraba , sobre la traslación de la Concepción al valle de la Mocha. Ya se sabe que el jefe de la resistencia , resistencia pasiva , de inacción ó de inercia como hemos dicho , era el obispo mismo de aquella catedral , el cual , persuadido de que se fundaba en una casi revelación de arriba , habia persistido en ella , y sus partidarios habian seguido ciegamente su ejemplo. En este conflicto , el gobernador opinó que la traslación de que se trataba se hiciese á la Loma de Porra. El pro- curador de la ciudad recibió traslado , y respondió que la cosa era ya pasada en autoridad de cosa juzgada ; que las construcciones en el valle de la Mocha estaban muy adelantas , y que de nueva resolución resultarían infali- blemente graves perjuicios. Viendo que el asunto era de una gravedad bastante im- ponente, Amat consultó á la real Audiencia de Santiago, no atreviéndose á decidir la cuestión por sí mismo , bien que insistiendo en que el valle de la Mocha presentaba numerosas desproporciones. Al mismo tiempo , pasó un CAPITULO V. 47 informe al virey del Perú, que lo era aun el conde de Su- perunda , en el mismo sentido , á fin de que se sirviese resolver el punto por su propia autoridad , y Superunda pasó traslado á la real Audiencia de Lima , cuyo fiscal informó que semejante negocio pertenecía naturalmente á la decisión del gobernador de Chile con acuerdo del tribunal real de Santiago. Este tribunal , no pudiendo contradecirse resolviendo precisamente lo contrario de lo que habia ya decretado anteriormente , diputó á uno de sus ministros , don Domingo Martínez de Aldunate, para que fuese á la Con- cepción á saber por vista de ojos qué remedio habia para conciliar intereses y clamores tan opuestos. Una vez en su destino, el oidor Aldunate convocó á cabildo abierto de todos los habitantes , jefes de familia , sin distinción de sexos, ni condiciones, para que escojiendo entre tres libros abiertos, en uno de los cuales se leería valle de la Mocha , en otro, Landa, y en el otro, Porra, escribiese cada vecino su nombre , lo cual seria el mejor modo de dar su voto. Apenas oyó el pregón para dicha reunión , el procura- dor de la ciudad formó oposición , y protestó de ante- mano contra cualesquiera providencia que fuese contraria á la traslación al valle de la Mocha. Desatendidas la opo- sición y la protesta , el procurador pidió testimonio de la repulsa para recurrir á la real Audiencia ; pero esto tam- bién le fué negado, y entonces tomó valientemente el partido de presentarse él mismo en la asamblea para reproducir en persona su protesta ; pero se halló con el inconveniente de tener que ceder á la fuerza armada , bien que los soldados que guardaban la sala no tuviesen mas consigna que la de mantener el buen orden ; á lo menos , así lo articuló el procurador en un escrito en que tí;: l-^í:;!?,;!:! i- : ;■■■ fi8 HISTORIA DE CHILE. protestó altamente contra una deliberación dictada , se- gún él decía, por la fuerza, y con exclusión de su pro- puesta lejítimamente presentada. Este escrito firmado por el alcalde de primer voto , por dos rejidores, y por el mismo procurador, contenia expresiones por las cuales se formó causa criminal á los signatarios, cuya causa, formalizada , fué remitida al virey del Perú. Cansado el conde de Superunda de entender en aquel interminable embrollo, devolvió el expediente con el sobre al gobernador de Chile , y tal vez con alguna pre- cipitación , puesto que las expresiones que habian moti- vado la acusación eran contra el mismo Amat , de cuyo carácter atropellado habia que temer malas resultas. En efecto , los acusados fueron condenados á la pérdida de sus empleos , de sus derechos civiles y al ostracismo , á veinte leguas de la ciudad. Sin querer justificar el aceleramiento con que el virey pasó el expediente á manos del gobernador de Chile , hallamos un error que rectificar en el desánimo que ha causado muchas veces , en Chile como en otras partes , la consideración de que las quejas expuestas á un superior, especialmente militar, habian de ser trasladadas al in- ferior, causante de la querella. Si esta trasmisión ha producido alguna vez perjuicios para los quejosos, no ha sido ni podido ser porque esta regla fuese señal de un favor contra la i n flexibilidad de la justicia, puesto que el favor podia tener lugar sin dicha especie de traslado , cuyo objeto era comunicarle una acusación para que se defendiese , y salvo el carear la defensa con la acusación. Era una forma de procedimiento , por otra parte , que no siempre ni en todas circunstancias , ni con toda especie de subordinados tenia lugar. Esta forma en nada alte* CAPÍTULO V. 49 raba el buen ó mal derecho de los querellantes , y si se abusaba de ella no era culpa suya sino del abuso que puede alterar las mas sabias reglas de gobierno. Sin embargo , este uso les era odioso á los Chilenos, en tér- minos que muchas veces han preferido recurrir á medios desesperados á seguir los trámites regulares de la justi- cia ; resolución muy poco de extrañar en atención á la lejanía de la fuente de toda justicia que era para ellos el monarca. Sea lo que fuese acerca de esto , no puede menos de reconocerse que la sentencia contra el alcalde, rejidores y procurador de la Concepción fué inicua ; pero, aunque mas tarde , habría tenido lugar lo mismo, en atención á que el traslado al gobernador se habia de ejecutar por fuerza , puesto que las quejas habían sido articuladas contra él. Si , ademas de esto , en la expre- sión de dichas quejas habia palabras indecorosas , por el hecho mismo, la mejor causa se habría cambiado de buena en mala , porque el respeto á las autoridades era y debia de ser una condición esencial de orden y buen go- bierno. La prueba de esta verdad fué que en el fondo de la cuestión, la resolución del gobernador, con vista del fiscal , fué justa ; los habitantes de la Concepción que habían construido casas en el valle de la Mocha quedaron autorizados á conservarlas y avecindarse allí ; los disper- sos , en la Landa ó en sus inmediaciones , con el bien entendido de que no debían de considerarse , ni unos ni otros , irrevocablemente establecidos de Ínterin no hu- biese una real determinación que levantase todas las dudas y desavenencias que ocasionaba aquel asunto. Por consiguiente el gobernador se desistió de su opinión , que era por la Porra. 50 HISTORIA DE CHILE. En cuanto á la justicia administrativa , el ayuntamiento tendría que dividir sus rejidores entre las diferentes po- blaciones , puesto que los moradores de una y otra eran sus administrados y habitantes de la misma Concepción ; y por lo que tocaba al pasto espiritual , el gobernador rogó al obispo tuviese á bien enviar á una y otra parte los sacerdotes necesarios para que no les faltase. CAPITULO VI. Carácter intratable del gobernador.— Sus medidas en favor del ejército Su rigor con los naturales.— Sus providencias acertadas de gobierno. — For- mación de una compañía de dragones en Santiago. — Organización de mili- cias urbanas y provinciales de su distrito.— Proyecto sobre Osorno.— Otros sucesos. ( i 757 — 1759. ) Bien que el gobernador Amat no tuviese en Chile lo que se llama aceptación en lenguaje culto , no por eso dejaba de poseer las cualidades esenciales para gober- nar ; era un hombre adornado de un buen sensorio , de buenas intenciones y poseía conocimientos ; pero le fal- taba el don de jentes , prenda esencial/sima para merecer aprobación en un alto puesto. En una palabra, rica- mente dotado intelectualmente , le sucedió lo que sucede casi siempre á los que tienen esta gran ventaja, es decir, que era exclusivo en sus máximas, é indócil á represen- taciones las mas juiciosas y mejor fundadas. Tales eran las causas que le enajenaban el afecto de las personas de forma. Fuera de esto, no se le podia negar que obraba por principios y se dirijia á buenos fines, procurando acertar, según á él se le alcanzaba. En el conflicto de la traslación de la ciudad de la Concepción , por ejemplo , habia empezado haciendo una ley perentoria de su opi- nión á los que tenían mas motivos y mas interés que él para saber lo que les importaba mas en aquel asunto , y habia concluido concediendo lo que mas podían desear los díscolos , á saber, que se estableciesen en donde mas cuenta les tuviese , de ínterin una resolución real llegaba •'52 HISTORIA DE CHILE. ^■'V-'r '. ■.!■: para fijar su destino permanente. En la revista del ejér- cito , herido su amor propio , como jeneral y como Es- pañol , al ver la desnudez del soldado y aun también el bastante poco aseo del oficial, mientras por un lado manifestaba compasión por su suerte y representaba al soberano á fin de que se dignase aliviarla ; por otro , re- ducía aquellos mismos sueldos , causa por su cortedad de su penuria , imponiéndoles un descuento mensual para formar una masa de vestuario ¿ y se dirijia á un fin digno y plausible por un medio acerbo para ellos en las estre- chas circunstancias en que se hallaban. En el parlamento, fué severo y aun injusto con los Araucanos, de suerte que no concedió nada por temor de dejarles con la idea de que tenia menos autoridad y menos facultades que sus predecesores, y negó cuanto un buen espíritu de conciliación les habia inducido á conceder á estos últimos ; de suerte que agasajando á los naturales como era uso y costumbre , lo hizo con tal altanería y jesto desdeñoso que los despachó muy des- contentos. En primer lugar, ya los habia indispuesto in- timándoles por sitio del congreso el Salto de la Laja, por- que era mas de su dignidad que ellos se tomasen la molestia de incomodarse todos pasando á la orilla sep- tentrional, que tomarle él de irse al medio de ellos. Habiendo notado en la asamblea la ausencia de cuatro caciques de los districtos de Maquehua y Boroa, encargó imperiosamente á los demás les hiciesen saber que si en el término de seis meses no comparecian ante él mismo para dar descargo y satisfacción de aquella falta , podían contar con que muy luego iría él en persona á sus tierras para averiguarla con toda certeza. Era semejante porte muy imprudente, si el humor araucano no se hubiese CAPÍTULO VI. hallado ya tan mudado por la duración de la paz , y tan suavizado por el comercio con los Españoles. En efecto, no aguardaron los caciques de Maquehua y Boroa á que llegase el plazo señalado para disculparse de no haber asistido al congreso de ratificación , sino que á poco tiempo fueron á presentársele y le aseguraron no habían tenido mas razón para ello que los inconvenientes que se les habrían seguido de hacer aquel viaje, incon- venientes de que habían podido creer libertarse con la intención que tenían de pasar por cuanto concediesen y contratasen los demás caciques. Era esta una satisfacción tan completa como satisfactoria ; pero con todo eso el gobernador, lejos de darse por satisfecho, la recibió muy mal y los despidió llenos de resentimiento. Despachados los negocios de la frontera, Amat se volvió á la capital el 12 de febrero 1757, y desde el ins- tante en que llegó se entregó con el mas laudable celo al cuidado de dar fomento á la agricultura, al comercio, á las minas y á las mejoras de la ciudad misma de San- tiago. En esta, con el fin de aumentar sus propios, construyó en el mes de marzo la recoba de la plaza , al oriente, haciendo desaparecer los toldos de tiendas que la afeaban y que apenas redituaban cuatrocientos pesos al año , al paso que los baratillos del contorno del nuevo edificio, y los abastecedores que se situaban en su centro debían de producir, por un buen cálculo, cinco mil , á lo menos. De medidas puramente económicas pasó á otras de mas importancia política, y dotó al cabildo de San- tiago de rejidores perpetuos, que no tenia, porque las varas estando gravadas en dos mil pesos, ninguno de los doce que debía de haber quería cargarse con este gavámen. Por este motivo , el cabildo no presentaba mas 54 HISTORIA DE CHILE. que los empleos privilejiados de alférez real , alguacil mayor, alcalde provincial y fiel ejecutor, y dos rejidores, jueces de abastos y de aguas, los cuales eran todos nombrados cada año. Esta poca estabilidad en una admi- nistración paternal como lo era la del cabildo le pareció tan mal y tan poco digna, que enterado de la causa principal de no haber en él rejidores perpetuos, taso las varas en trescientos pesos, y al punto tuvo la satisfacción de verlas entre las manos de doce sujetos de distinción. El 23 de enero del año entrante 1758, dicho cabildo contó en su seno doce rejidores perpetuos. La universidad, fundada virtualmente después de tantos años, fué abierta por su orden, y sus doctores entraron en ejercicio, sacando del ramo de balanza los cinco mil pesos anuales de su dotación. Todo esto atrajo ya á Amat homenajes de respeto mas sinceros. Ya algunos que tenian justos motivos, es pre- ciso confesarlo, para no aprobar su método de seguir correlaciones, empezaban á perdonárselo en favor de su celo y de sus miras por el bien jeneral, cuando un incidente llegó de un modo impensado A ponerlo en evi- dencia como valiente, intrépido, temerario. Este inci- dente fué debido en parte á la induljencia que había manifestado en algunos casos por ciertos excesos popu- lares cometidos mas bien por embriaguez que por espí- ritu de desorden, ün dia, pues, el 23 de octubre, los presos déla cárcel embriagados, según decian , inten- taron recobrar su libertad, y se levantaron todos en terrible tropel para forzar las puertas y asesinar en caso necesario al carcelero y á cuantos se opusiesen á su in- tento. A penas el ruido de este acontecimiento llego a oídos del gobernador, se fué solo, sin mas guardia que CAPÍTULO VI. 55 la de su espada , á comprimir el alboroto , que crecía ^espantoso por momentos, muy persuadido de que su presencia sola bastaría para ello ; pero caro le hubo de costar ; los amotinados le acometieron furiosos con un diluvio de piedras tamañas como cantos ; mas él , sin pararse en tan poco , puso mano á su espada y arreme- tiéndoles , bien que fuesen numerosos puesto que aquella cárcel contenia toda especie de delincuentes , arreme- tiendo á ellos, decíamos, seguido de los diez soldados de la Bandola (1) , los arredró en términos que se rindieron antes que llegasen las milicias. Una vez el tumulto aquietado , procedió á hacer jus- ticia , pero justicia turca , y al dia siguiente amanecieron colgados once de los mas culpables , con cuya vista que- daron aterrados los demás, y muchos que no se halla- ban encerrados , y el gobernador cobró tal fama que su nombre solo bastaba para precaver semejantes desór- denes. Noobstante , Amat vio por este caso que le era indispensable tener fuerzas siempre disponibles para el mantenimiento del orden público , y levantó una com- pañía de dragones de cincuenta hombres , con sueldo , bien que para sentar plaza en ella fuese requisito necesa- rio el hacer pruebas de hidalguía ; porque no siempre se halla la buena cuna sostenida por bienes de fortuna. Por este motivo , asignó al capitán de dicha compañía ochenta pesos mensuales , cincuenta al teniente , cuarenta al sub- teniente, treinta á cada sarjento, veinte y siete á los cabos , y veinte y cinco al tambor y á cada soldado , con la obligación de sufrir un descuento de diez pesos cada mes para vestuario , caballos y arneses. Esta compañía fué llamada de dragones de la Reina , y daba servicio (1) Pérez -García.— De cuatro ó seis lonjistas, dice Carvallo. 56 HISTORIA DE CHILE. " 11 te á la guardia personal del gobernador ; el de ordenanzas perpetuas , ó mas bien plantones , á las oficinas reales , dirección de tabacos, real Audiencia y otros destinos, y apoyaba con su fuerza los autos administrativos que la requerían (1). Pero esta compañía no era mas que un suplemento de fuerza para fines especiales , y Amat organizó las mili- cias provinciales y urbanas del distrito de la capital , for- mando tres compañías de la del comercio , de antigua creación puesto que habia sido levantada por el gober- nador don Alonso de Rivera en 1615 ; un batallón com- pleto, del cuerpo de milicias urbanas de infantería, compuesto de tres solas compañías al mando de un maestre de campo jeneral , que lo era á la sazón don Pedro del Portillo ; tres compañías , una de granaderos, otra de usares de Borbon , y otra de artilleros , de la compañía urbana de costas , las cuales organizó á sus expensas , obteniendo del monarca el fuero militar para sus individuos, y una medalla de distinción con el retrato real para su comandante don Gregorio Arenas. De las provinciales de caballería que estaban bajo las órdenes de un comisario jeneral de esta arma , el cual se llamaba entonces don Domingo de la Xaraquemada , formó un cuerpo de ocho compañías con cincuenta hom- bres de fuerzas cada una , y á cuyos oficiales y sarjentos, lo mismo que á los de infantería del comercio, les fué concedido el fuero militar como está prescrito por las leyes de Indias. Completada la organización de estas diferentes fuer- (1) El primer capitán de esta compañía fué el teniente coronel don Ignacio de Alcázar, conde de la Mariquina y señor de Rosalijo , natural de Jerez de la Frontera. CAPITULO VI. 57 zas , el gobernador dio un grande impulso á su disciplina y enseñanza , al cual correspondieron haciendo progresos que hubiesen honrado á instructores y soldados euro- peos , distinguiéndose las milicias de las costas en el ejercicio de cañón y de granadas. En este punto, el gobierno de Amat fué considerado como gobierno mo- delo, pues adelantando lójicamente por pasos contados , demostró que en adelante , la cuestión de la existencia del reino de Chile por sus propios medios reposaba en un método de progresos simultáneos , á saber poblaciones , y en su seno, defensores nacionales, aumentando el número de estos en proporción al de aquellos y á la na- turaleza de su situación física. Continuando su sistema de complementos de defensa, envió á la frontera de capitán de artillería con misión de montar y poner en corriente uso las piezas que defen- dían sus villas y fuertes, á un Catalán , llamado Arrajul , en quien reconoció capacidad y aptitud , y, en efecto , dicho capitán puso toda la artillería en un estado muy respetable. Después de haber recorrido la administración interior en todo sus ramos y haberle dado el impulso conveniente para obrar con acierto y estabilidad , Amat tendió la vista y estendió sus proyectos á puntos lejanos ; quiso descu- brir la antigua y arruinada ciudad de Osorno , y muy particularmente poner en comunicación abierta la pro- vincia de "Valdivia con la de Chiloe. Con este intento , despachó órdenes al sarjento mayor de la plaza de Val- divia , don Antonio Carretón , valiente Aragonés , y al comandante de Chiloe don Antonio Narciso de Santa María , en virtud de las cuales este último debía , á prin- cipios de enero del año entrante 1759 , ir á unirse con 58 HIST0MA DÉ CHILE. '■¿ \S\fti^' Garreton , que por su parte tenia una orden análoga , en Puracavi , distrito de Osorno. Por desgracia , tardó seis meses en recibir su pliego respectivo Santa María y no pudo dar cumplimiento oportunamente á una orden que ignoraba , al paso que Garreton recibió el suyo y se puso en marcha por diciembre 1758 , con cien hombres mandados por don Francisco de Albarran y Cosió, don Vicente de Agüero y don Antonio de Ugarte, y con el P. Fr. Antonio Martos, franciscano, por capellán. Lo primero en que pensó Garreton fué en asegurarse una retirada , y con este fin , guarneció un fortin man- dado construir por el gobernador en Huequecura , al sur del rio Angachilla y al norte de Rio Bueno. Ynayan , cacique de aquella parcialidad , era aliado de los Espa- ñoles , mandaba trescientos hombres y se habia atrinche- rado en otro fortin dedicado á San Fernando, para aguardar allí que Santa María se les incorporase antes de intentar el paso del río. Estas precauciones no fueron de mas, como se va á ver. Saidil y Catillanca , caciques de la parcialidad de Puracavi , distante doce leguas de aquel punto , llegaron luego muy oficiosos á cumplimen- tar á los Españoles y ofrecerles paso franco por sus tierras , bien que en realidad su principal objeto fuese reconocer sus posiciones y sus fuerzas; pero Garre- ton era muy perito en astucias de guerra y creyó notar algo de sospechoso en las tendencias de los naturales y en el apresuramiento con que habian ido. En con- secuencia, tomó medidas y precauciones por lo que podia suceder. En efecto , á mitad de la noche de aquel mismo dia , los dos caciques le atacaron con cuatro mil hombres y *m CAPÍTULO VI. 59 con tan animoso empeño que persistieron sin cesar mientras duró la oscuridad de la noche, hasta que viendo al rayar el dia los infinitos muertos que habían perdido sin haber causado daño mayor á los Españoles, se retira- ron dejando quinientos noventa de los suyos tendidos por el suelo. Los Españoles solo tuvieron diez y siete heridos y un muerto que lo fué por culpa suya habiendo salido incautamente del recinto de la defensa. De los naturales no todos estaban muertos , aunque uno solo sobrevivió á sus heridas, por el cual se supo que ademas de las fuerzas con que habían atacado, los Indios habían dejado no lejos de allí , tres mil hombres de reserva para sostener su retirada, cuyo total lo habían dado proporcional- mente las parcialidades de los llanos de Rio Bueno, Osorno y Gumco. Garreton envió un parte circunstanciado de aquel acon- tecimiento al gobernador de Valdivia, don Antonio Saez de Bustamante, y al del reino, exponiendo al uno y al otro que Santa María no se le había aun incorporado , y que en vista de lo que le habia sucedido á él mismo , estaba en gran cuidado por su ausencia. El gobernador de Valdivia , en respuesta , le destacó un refuerzo de diez y siete hombres igual á la pérdida que habia tenido ; pero luego, formó Saez un consejo de guerra para deli- berar si no convendría , en atención á la situación hostil del espíritu de los naturales y á las cortas fuerzas de Garreton , enviar á este orden de retirarse y de evacuar los fuertes de Huequecura y de San Fernando. En un consejo de guerra cuyo presidente es el jefe de sus voca- les , las mas veces , la exposición del punto de discusión es una especie de señal ó mas bien de orden indirecta del voto que han de dar, y así sucedió que dicho consejo votó ■.. ■ 60 HISTORIA DE CHILE. I 11.4 i por la retirada del destacamento de Garreton y por la eva- cuación de los fuertes que ocupaba. En consecuencia , el gobernador de Valdivia le pasó orden para que así lo eje- cutase. Sorprendido con tal orden , Garreton , sin cavilar sobre los motivos que podia haber tenido Saez para obrar contra las órdenes superiores del gobernador del reino , no le pareció que debia ejecutarla sin haber espuesto los inconvenientes que podia tener, y respondió al gober- nador de Valdivia , que aunque le parecía mucho mas cómodo y seguro el retirarse que el permanecer en donde se hallaba con tan cortas fuerzas , le parecia oportuno , antes de ejecutarlo , esponerle que seria comprometer al gobernador de Chiloe, el cual, según órdenes supe- riores , no podia menos de estar en marcha sobre Osorno en donde se vería abandonado y espuesto á ser derrotado. Sin embargo de esta representación , Saez insistió en términos tan perentorios en que Garreton se retirase , que este no tuvo mas que obedecer, por lo cual no solo se perdió el fruto de la espedicion , sino que el pobre leal cacique Ynayan fué víctima de su apego á los Españoles. Después que estos se ausentaron , los caudillos Saidil y Catillanca pasaron con fuerzas Rio Bueno y cayendo de improviso una mañana, al nacer el dia, sobre las chozas de Ynayan , pasaron á cuchillo y degollaron á aquellos buenos aliados. El gobernador Saez de Bustamante , que era Europeo , habia tomado la responsabilidad de este desenlace sobre sí , y no parece que el del reino le haya hecho grandes cargos sobre este particular ; pero muy luego tuvo oca- sión de maltratarle gravemente por su entereza. Guiado , ó mas bien mal orientado por un plano inexacto , según CAPÍTULO VI. 61 decían , de la plaza y puerto de Valdivia, el gobernador Amat concibió el proyecto de trasladar dicha plaza á la isla de Constantino. Ya sea por resentimiento de no haber sido consultado en dicho proyecto , al paso que su su- bordinado Garreton lo fué , ó por cualquiera otro motivo , Saez halló mala la determinación , y en lugar de proceder á dar las disposiciones necesarias para su ejecución , escribió al gobernador del reino una carta llena de detalles con que demostraba cuan perjudicial seria, y añadió que habiendo prestado juramento ante el su- premo consejo de Indias de defender aquella plaza, se creia autorizado , y aun también creía era de su de- ber, á representar que no residían en el capitán jeneral del reino facultades suficientes para la proyectada tras- lación sin obtener para ello previa autorización del mo- narca. Atónito Amat con aquella inesperada respuesta, la presentó en real acuerdo diciendo que su autor merecía ser privado de su empleo ; pero la Audiencia no fué del mismo parecer, y los ministros desaprobaron su determi- nación , no pareciéndoles que la representación del go- bernador de Valdivia fuese tan descabellada ni tan desencaminada como S. S. creia. Mas irritado el gober- nador con aquella desaprobación , se atrincheró en su propia responsabilidad, y apoyándose en su solo poder, envió el comisario de caballería , don Tomas de Carmí- nate, á relevar á Saez de su gobierno , con orden de que el último se presentase sin pérdida de tiempo en la capital del reino. Marchó Carmínate, obedeció Saez, presentán- dose en Santiago, y, si se ha de dar crédito á detalles que no son de oficio, fué víctima de una larga per- secución en su persona y en su haber, hasta que ape- :'¥■ 62 HISTORIA DE CHILE. lando á la suprema justicia del rey, el monarca le auto- rizó á pasar á España á defenderse. El supremo consejo de la guerra de Madrid no solo le absolvió de toda culpa y pena, sino que le recomendó á la merced de su majestad para que le indemnizase en lo posible de los daños y perjuicios que habia padecido , y el rey le mandó dar el gobierno de Mérida en la penín- sula. CAPITULO VII. Excusa del abuso de poder en ciertos casos.— Apolojía del gobierno de Amat, — Exajeracion y contradicciones denotas históricas.— Fallecimiento de Fer- nando VI y advenimiento de Carlos III.— Jura y funciones en Santiago.— Amat nombrado virey del Perú.- Su salrda de Chile. ( 1760 — 1761.) Después de haber narrado sucintamente un caso par- ticular del carácter absoluto y, según todas las aparien- cias, extralegal del gobernador Amat, resta el sacar de él las consecuencias morales y de alta política que en- cierra, no solo para la historia de Chile sino también para cualesquiera otra , jeneral ó particular. El gobierno de Amat fué útil , provechoso y fecundo en medidas de buen gobierno , militar, político y civil ; su trato, que se reputaba chocante, no le impidió de obrar con celo y con acierto hasta ahora , y no se puede decir que el rey hubiese hecho un mal presente al reino de Chile enviándole allí para gobernarlo. Luchando, cho- cando é indisponiéndose con personas cuyos votos eran los mas interesantes para su reputación de jeneral y de gobernador, llevó los asuntos públicos adelante y los llevó bien. En Santiago, hermoseó la ciudad, y abrió las puertas de la universidad á la juventud , y de él data en realidad aquella docta institución. En la insur- rección de los presos de la cárcel , hubo de pagar su celo y su arrojo con su vida , y con esta ocasión dotó la ciudad con milicias de nueva creación , y organizó las antiguas sobre un pié mas regular. Al esterior, 64 HISTORIA. DE CHILE. 'WVI m proyectó la interesante descubierta de la antigua Osorno y el poner Valdivia en franca comunicación con la pro- vincia de Ghiloe. Si no lo logró , fué por circunstancias imprevistas é independientes de su voluntad. El último proyectó que formó fué el de la traslación de Valdivia á otro punto, y este mismo pensamiento el gobernador Manso lo habia tenido anteriormente , y solo habia dejado de ejecutarlo por miramiento á la memoria del fundador de aquella plaza. Por consiguiente , no tenia nada de estraño , y Amat habia dado bastantes pruebas de tino y de acierto en su mando para que no fuese justo el calificar de descabelladas sus determinaciones. Sin embargo , el cabo de todo esto se hallaba con el peso de la animadversión jeneral en recompensa de su celo y de sus buenas obras , y eso porque cometia injus- ticias. ¿Guales habían sido estas injusticias? Hasta ahora no se han visto claramente , y solo lo hallamos acusado de un carácter absoluto é intratable. Decimos que no hemos visto ninguna claramente expresada ni demostrada, sino es la última contra el gobernador de Valdivia , Saez de Bustamante , y aquí entra la lección moral y política de la historia, puesto que dicha injus- ticia queda suficientemente probada, en primer lugar, por la desaprobación de la real Audiencia de Santiago , y en segundo, por la reparación de ella que hizo el mismo rey, indemnizando en lo posible al interesado de los daños y perjuicios que se le habían seguido. De esta lec- ción emanan algunos corolarios muy dignos de ser estudia- dos ; á saber, que siendo el bien jeneral el objeto esen- cial de un buen gobierno, el que lo ejerce goza de cierta inviolabilidad por la cual se le disimulan sus defectos per- sonales, disimulo no solamente oportuno sino también CAPITULO VII. 65 forzoso por la razón de que son muy raros los buenos gobernadores, con dichos defectos ó sin ellos, y se- gundo , que por la misma razón los particulares que se indispongan en sus pretenciones, por lejítimas que sean , contra su autoridad, corren riesgo de estrellarse; de lo cual no se deduce que nadie deba ni pueda prescindir del uso de sus derechos abandonándolos al capricho de un abuso de poder. Lo que se colije de estos corolarios es que el modo de representarlos con inoportuna suficiencia puede tal vez perjudicarles en lugar de hacerlos respetar, y sin duda alguna, fué este el caso de Saez, gobernador de Valdivia. Resentido este de la comisión directa dada á su subalterno Garreton de marchar á Rio Bueno, habia tomado bajo su responsabilidad el mandarle retirarse frustrándole del éxito de su buena conducta , bien que sometiendo su decisión á los votos de un consejo de guerra; resentido después de que el mismo Garreton fuese consultado por el gobernador del reino sobre la conveniencia de trasladar la plaza de Valdivia á otro punto, y de que esta resolución hubiese sido tomada en vista de un plan de dicha plaza presentado por él, é inexacto, en la opinión de Saez, se arriesgó este á una oposición irritante, en lugar de hacer una representación moderada en expresiones, juiciosa en sus raciocinios y fundada en sus principios , tres nulidades mas que sufi- cientes para constituir á su autor en estado de fragante desacato á la autoridad superior, y por consiguiente, para convertir un derecho claro en uno muy malo. Cier- tamente Saez de Bustamante podia fundar sólidamente el que él tenia de representar debidamente en el hecho de haber prestado juramento ante el supremo consejo de Indias, y con la misma probabilidad se puede asegurar que IV. Historia. 5 ^Jfi/Ü 66 HISTORIA DE CHILE, ¡íi; '.»?': ; i ■■; i:!':>il'i:i! las reflexiones que hubiese presentado hubiesen sido oidas; pero de no haber obrado así , resultó lo que se ha visto , á saber, el uso excesivo , ó si se quiere el abuso que el gobernador hizo de su autoridad , tal vez por la dignidad del mando , y una persecución contra el que tenia razón y no supo tenerla , sin reflexionar que , como ya lo hemos dicho , le parecería mucho mas fácil al rey hallar muchos bastante buenos gobernadores de Yalvidia que dos de iguales circunstancias para todo el reino de Chile. En consecuencia , el monarca , lejos de hacer cargos sobre su mal humor ni su carácter brusco á Amat , le recom- pensó de sus buenos servicios con el vireinato del Perú , como luego se dirá ; y el perseguido Saez , perseguido injustamente puesto que se le indemnizó con un gobierno en la Península , se quedó con el pesar de haber obrado mal en un caso en que le habria sido tan fácil obrar bien y con mas éxito si hubiese puesto á parte la miserable cuestión del amor propio alarmado , mas bien que ajado. De todos modos , este abuso de poder por parte del gobernador le volvió á enajenar las voluntades que poco á poco se habia atraído por su buen gobierno, y aun levantó clamores, que, si no eian enteramente injustos, eran inútiles é impolíticos. De este hecho se tomó pié para acusarle de la mas baja y odiosa conducta, esparciendo que la causa militar formada por su orden , se habia sus- tanciado con testigos falsos, que nunca faltan (1). En proporción á estos síntomas de malevolencia pública crecia la severidad del gobernador, que no consultando mas que su deber, que él creia conocer mejor que nadie, y que su responsabilidad de la cual nadie participaba , se curaba muy poco de chismes y de vociferaciones y (1) Y de lo cual he visto yo ( dice Carvallo ) horrorosos ejemplares. CAPITULO VII. 67 proseguía haciendo , á lo menos á su parecer , justicia por todas partes. Al acontecimiento de Saez se siguió otro , no análogo sino tal vez diametralmente opuesto , en atención á que la destitución de don Salvador Ca- brito de maestre de campo jeneral de la frontera , debida á un conflicto con el capitán de artillería Arrajul encar- gado de la de aquellas plazas , presentaba el caso de un superior vencido por su inferior , caso , á primera vista, desusado en lo militar sobretodo , porque semejantes casos son fatales á la subordinación y á la disciplina. Pero fué este un acontecimiento estraño á dicha disci- plina, puesto que la acusación articulada por el capitán Arrajul contra el maestre de campo Cabrito se fundaba en malversación averiguada con pruebas, y que se hallaba apoyada por los vecinos mas respetables de la frontera (1). En consecuencia, Amat depuso á Cabrito del empleo de maestre de campo y le dio por sucesor interino á don Manuel de Salcedo , natural de la plaza de Ceuta , presidio de África. Es de notar que, noobstante la acrimonia de los ánimos Chilenos, según algunos escritores , contra Amat, nadie le acusaba de querer acaudalarse, acusación tan fre- cuente contra los gobernadores. Es verdad que los mis- mos escritores separaban en tres clases los gobernadores que habia habido desde el conquistador Valdivia, á saber, los que habían gobernado hasta mediados del xvir siglo , los cuales habían sido íntegros y desintere- (1) Como lo confiesa el mismo Carvallo , el cual se contradice luego , como le sucede con bastante frecuencia, diciendo que Cabrito era hombre de buenas intenciones, buenas luces, de cristianas costumbres , etc. De donde se sigue que los del partido contrario (que eran muchos y de lo principal de aquella ciudad de la Concepción) eran todos testigos falsos, puesto que prestaron juramentos falsos. 68 HISTORIA DE CHILE. >■''■: ñ lili : i • sados; los que, desde dicha época, habían gobernado hasta el año 1715 , que se manifestaron , por la mayor parte , de la mas baja y ciega codicia , y , enfin , los que en adelante, instruidos por el ejemplo de sus predece- sores, supieron tomar mejor el pulso á su propio interés , y obraron mas cautamente, atemperándose á las oca- siones provechosas que se les ofrecian y que ya no eran tantas ni tan opimas como lo habían sido en otros tiem- pos. Dejemos á los lectores recorrer su memoria y hacer la aplicación de este criterio , á fin de no interrumpir la narración con revistas retrospectivas tan inoportunas como inútiles. En 1760, llegó á Chile la real cédula anunciando el fallecimiento del rey don Fernando el VI (1) y el adve- nimiento de su hermano Garlos III , que reinaba en Ñapóles y que fué su sucesor porque Fernando había muerto sin descendencia. A los funerales de este se siguió la jura de aquel , el k de noviembre, y nunca jura se habia hecho con mas pompa , porque Amat gustaba , y con razón , del brillo militar para solemnizar semejantes actos. Todas las milicias del distrito de la capital acu- dieron y se reunieron en ella formando la mas vistosa ojeada con sus lucidos uniformes , que eran , los de in- fantería de grana con ribetes de oro, chupa, bota y collarin azules ; y los de caballería , azules con vivos de plata , chupa , bota y collarin de nácar. Habiéndose sus- citado alguna desavenencia entre los diferentes cuerpos sobre lugar de preferencia , el gobernador la concilio del modo el mas sencillo para que ninguno se creyese menos ni tuviese motivo de queja, mandando que cada uno formase en el orden de su entrada en seguida del (1) Muerto el día de agosto de 1759. CAPÍTULO VII. 69 que le hubiese precedido y delante del que llegase des- pués. La celebración de la jura fué tan brillante que tiene derecho á una pajina á parte , y por esta razón y por la de que habrá lugar para narrar sus detalles en ocasión mas oportuna , la dejaremos para mas adelante , limitándonos por ahora á decir que los caciques de los Butalmapus , cuya distancia lo permitia , asistieron á ella y no tomaron una parte menos interesada, al parecer, que los nacionales en las espléndidas y magníficas fun- ciones con que fué celebrada. Al año siguiente, la mayor parte del cual empleó Amat en fomentar la extracción del nuevo mineral de plata del cerro de Quempo , fondeó en Valparaíso el na- vio Peruano de guerra, construido en Guayaquil, con los materiales de la Esperanza , cuyo capitán llevaba al gobernador de Chile el nombramiento de virey de Lima, con el encargo de trasportarle en su buque y sin mas objeto. Amat se nombró inmediatamente un sucesor interino en el gobierno de Chile , y embarcándose el 26 de setiembre , fué recibido en la capital de su vireinato el 12 de octubre siguiente. El interino gobernador que había dejado fué el teniente coronel don Félix de Ber- roeta que acababa de llegar de la Concepción con des- tino á la plaza de Valdivia á donde iba de gobernador. Pero como Amat es un personaje histórico demasiado interesante para perderlo de vista enteramente , y como seria inoportuno hablar de él fuera del caso , conclui- remos sus pajinas diciendo, que en opinión de muchos, el lustre de su integridad se empañó algún tanto en su nuevo gobierno , en donde , por lo demás , subió á tal punto el despótico ejercicio de su autoridad, y usurpó tantos poderes, que se decia comunmente no tendría 70 HISTORIA DE CHILE. >: ; ■■'■, ■ tf!Í nunca sucesor , porque no habría hombre bastante atre- vido para cargarse con ellos. Sin embargo , el rey le colmó de honras y de favores confiriéndole la banda de San Jenaro y la llave dorada de gentilhombre de Cá- mara , y gobernó el vireinato durante diez y seis años, hasta en 1776 que se fué á España por el cabo de Hor- nos; pero, según algunos autores, no atreviéndose á desembarcar en Cádiz, á cuyos intereses comerciales habia perjudicado mucho durante su vireinato , saltó en tierra en Puerto Real , y se puso luego en marcha sin tomar descanso para la corte. Pero allí también fué recibido con ceño , según los mismos escritores , y el espediente de su residencia era tan abultado , que sobrecojido , dio poder á don José Gomendio , su ájente , para satisfacer á cuantas reclama- ciones se le presentasen sin darle la pesadumbre de co- municarle detalles fastidiosos. Una de estas reclamaciones sola ascendió á un millón de reales , cantidad mínima , decian sus detractores, para quien habia cohechado ciento , á lo menos , en su vireinato. Retirado en Rarcelona , que era su patria , tuvo una larga vejez y ofreció antes de morir pábulo á conversaciones con- trayendo matrimonio , cuando era ya octojenario , con una sobrina suya. i * cuanto eran invisibles, y lo que mas era, increíbles. (1) «Yo fui testigo , dice Carvallo , de todos estos ocursos y sus incidencias , y nada mas hubo que la grosera imprudencia de los expresados oficiales, que inconsideradamente se dejaron inducir por ciertos espíritus revoltosos á tan enorme iniquidad , de que me consta haber estado inscio el maestre de campo. » CAPITULO XVIIL Los Pehuenches invaden la isla de la Laja.— El maestre de campo, desde la plaza de los Anjeles , envia algunos destacamentos para desalojarlos.— Mala dirección de esta expedición , y sus funestas consecuencias. — Irresolución del maestre de campo.— Los Indios de los llanos atacan la plaza de Puren. — Disposiciones en la capital — Marcha el gobernador á la frontera. ( 1769—1770.) Por el precedente capítulo se ve cuan habituados se hallaban los Indios á la idea de que su conquista era cosa hecha é irrevocable , y cuan conformes con sus conse- cuencias , puesto que á pesar de las disensiones de sus conquistadores , no se les pasaba ya por la imajinacion , á lo menos seriamente , el que podria serles dable sacu- dir el yugo. Sin embargo , los Pehuenches estaban ver- daderamente resentidos y harta razón tenían , en atención á que sus reflexiones se fundaban en un hecho cierto que les daba un derecho incontestable á la benevolencia y aun también al agradecimiento de los Españoles; sus abuelos , sus padres y ellos mismos , lejos de haberles sido hostiles , les habían ayudado siempre con sus brazos volviendo sus armas contra sus propios hermanos y com- patricios. Las que podían hacer excusables las autori- dades españolas á sus ojos, no queriéndolos tolerar en su territorio, no podían entrarles razonablemente en la cabeza , sobretodo la del peligro que corrían las costum- bres con el contacto licencioso de las de ellos. Noobstante , el año se pasó sin mas novedad digna de notarse , hasta fines de noviembre en que de nuevo em- CAPÍTULO XVIII. 217 pezaron los partes de diferentes plazas á anunciar mo- vimientos inquietos entre aquellos montañeses , con cuyas noticias el maestre de campo marchó á la frontera ; pero el alzamiento era ya un hecho, y no se podia tratar de cortarlo sino de combatirlo , puesto que los sublevados atacaron el territorio español. Por la entrada llamada de Antuco , que forma el rio de la Laja en la cordillera , penetró una de sus columnas, compuesta de ochocientos hombres y mandada por el sucesor de Pegueypill , que era Pilmigeremonantu , en la isla de la Laja , y estable- ciéndose en la montaña de las Canteras , empezó á dis- currir causando pérdidas y daños en muchas partes de la isla. Otra columna de quinientos hombres, conducida por el toqui Lebian , entró por la abertura de Villicura que forma el rio Duqueco , y se entregó al saqueo por ambas márjenes. El maestre de campo recibió en la plaza de los Anjeles noticias que creyó ciertas sobre las fuerzas de los alza- dos ; pero bien que tuviese á sus órdenes ochenta vetera- nos y mil milicianos armados , no se resolvió á obrar por de pronto, de temor, decían los partidarios de Cabrito, de desagradar al superior gobierno. Mejor habría sido para el maestre de campo que dichos partidarios no lo fuesen , porque la razón que atribuían á su inacción era tan nula como mal avisada. Jamas el superior gobierno ni el mismo obispo de la Concepción habían dado motivos al maestre de campo para no obrar en semejante caso. ¿Si así lo habia creído , porque se había tomado la molestia de marchar al teatro de la guerra, antes de haber reci- bido instrucciones para saber lo que tenia que hacer? Pero así son las mas veces ciertos defensores oficiosos , que echan á perder las mejores causas, y muy difícil de HISTORIA DE CHILE. creer se hace que el maestre de campo hubiese dado semejante excusa. De todos modos , lo reflexionó mejor, y afín de no merecer justas reconvenciones del gobierno, destacó contra los Pehuenches que habían hecho irrup- ción en la isla de la Laja una partida de doce dragones ; doscientos soldados de caballería miliciana y ciento y veinte Indios de la leal parcialidad de Santa Fe , bien montados y bien armados , á todos los cuales se agrega- ron algunos Españoles , Chilenos y Europeos , que sin ser militares, tuvieron ánimos para tomar parte en aquella sorpresa , pues de sorpresa se trataba. Noobstante, la expedición no fué bien dirijida ; bien que los enemigos no estuviesen mas que á cinco leguas de distancia de la plaza de los Anjeles , las tropas, con el fin sin duda de ocultar su marcha, hicieron un rodeo de toda la noche y no llegaron hasta las siete de la mañana del dia siguiente con los caballos tan cansados y tan cansadas ellas mismas , que tenían menos fuerzas que valor para entrar en acción. Sin esta fatalidad , la sorpresa habría tenido el éxito mas completo. Los Pe- huenches en nada pensaban menos que en los Españoles , por haber visto que durante tres dias, habían podido entregarse sin oposición alguna á todos los excesos de una invasión. A pié y dispersos , vagaban por diversas partes lejos de eus caballos , de suerte que hubieran sido perdidos si los Españoles se hubiesen hallado en estado de aprovecharse de tantas ventajas , y si hubiesen tenido , sobretodo , un buen oficial á su cabeza , pues parece que solo tenían sarjentos. Gomo obraron al caer sobre los enemigos imposible seria el saberlo ni aun el imaji- narlo ; lo solo cierto en este hecho ha sido , que los Pe- huenches tuvieron tiempo para montar en sus caballos y CAPÍTULO XVIII. 219 cargando á los Españoles, los obligaron á atrincherarse detras de un vallado en donde se defendieron y perecie- ron todos los que no pudieron huir ; es decir, murieron todos los voluntarios que no eran militares ; cuarenta y siete Indios de Santa Fe, y treinta Españoles de Chile, y las armas de todos los muertos quedaron entre las manos de los enemigos que muy ufanos de su victoria se pusieron de nuevo á robar y se llevaron veinte mil ca- bezas de ganado vacuno y caballar, sin mas pérdida por su parte que la de once muertos. Mientrastanto , el toqui Lebian atacaba la plaza de Santa Bárbara, y noobstante el fuego de la artillería, incendió la villa, y se llevó muchos ganados, tal vez porque el comandante de la plaza , Guemez Calderón , concentró toda su atención en su sola defensa , persua- dido por el ardor de los salteadores , de que realmente pensaban en tomarla por asalto. A todo esto , el teniente coronel Santa María se hallaba en Yumbel con una com- pañía de setenta y siete veteranos , mandados por sus respectivos capitán y subalternos, y con ochocientos milicianos. El maestre de campo en los Anjeles , tenia á su disposición otra compañía de setenta y ocho vetera- nos , y dos mil milicianos ; pero no parecía dispuesto á salir á castigar á los Pehuenches. Santa María, que no sabia á que atribuir su inacción , le escribió proponién- dole que él pasada el rio de la Laja por Tucapel , y cubriendo el boquete de Antuco , atacaría á Pilmi por retaguardia, mientras que el mismo Cabrito, mandando cubrir el de Villicura, lo atacaba por el frente, con lo cual, cojidos entre dos fuegos, los Pehuenches quedarían infaliblemente derrotados y escarmentados. A esto , si se ha de dar crédito á un escritor militar, actor en estos 220 HISTORIA DE CHILE. hechos (1), el maestre de campo respondió « que los ene- migos con quienes se pretendía pelear eran muy feroces y esforzados; que la acción era muy dudosa, y, perdida, se aventuraba todo el reino. » Y tras de esto , Cabrito mandó á Santa María marchar por el camino real á la plaza de los Anjeles. « Se obedeció la orden , y llegamos , dice Carvallo , el 8 de diciembre. » Con esta junción, reunió el maestre de campo bajo sus inmediatas órdenes mas de tres mil milicianos de caba- llería y ciento y cuarenta y cinco soldados veteranos mandados por diez y siete oficiales; pero no consideró aun estas fuerzas suficientes para marchar contra los Pe- huenches, por mas que se lo rogaban sus oficiales. Vista su inacción , y vista la impunidad de los montañeses, los subandinos marcharon , conducidos por su toqui Ailla- pagui , sobre la plaza de Puren , y tuvieron la osadía de llevarse los ganados protejidos por los fuegos de la plaza , despreciándolos y dejándola sin víveres. El comandante don Bernardo Recalde envió inmediatamente parte á Cabrito de aquel acontecimiento , y el maestre de campo destacó al capitán Freyre con quinientos hombres al so- corro de Puren, con orden, ademas, de recorrer las márjenes del Biobio hasta Santa Bárbara ; pero esta batida no tuvo lugar porque al dia siguiente, Freyre recibió contraorden de regresar á la plaza de los Anjeles. No queriendo, al parecer, adoptar medidas decisivas sin orden superior, Cabrito se contentaba con mantenerse en observación de los movimientos de los Indios que tenían alarmada toda la frontera; pero afín de conte- nerlos , se sirvió de un medio mas peligroso tal vez que (1} Carvallo. CAPÍTULO XVIII. la misma insurrección de los naturales , cual fué el de abrir las cárceles y presidios á los facinerosos y des- terrados , formando con ellos una especie de compañía volante. Por de pronto, esta medida no produjo los efectos que se debían esperar de ella , porque los indul- tados , portándose con la hipocresía que acompaña siem- pre á la bajeza , hacían muy útilmente el servicio de espías ; pero luego que hubieron obtenido cierta con- fianza, se servían de las órdenes que se les daban para cometer verdaderas atrocidades, y asesinaban á infinitos Indios bautizados, de ambos sexos, y de los cuales muchos se hallaban de servidumbre en estancias es- pañolas. La isla de la Laja fué donde principalmente cometieron los mas horribles actos de vandalismo. Y lo mejor de todo era que se presentaban después en la plaza de los Anjeles mostrándose ufanos con las cabezas que habían cortado á hombres y mujeres inocentes é inde- fensos. Estos procedimientos avivaron el incendio del levan- tamiento. Lebian volvió sobre la plaza de Santa Bárbara. El maestre de campo formó consejo de guerra, con sus oficiales , de los cuales muchos opinaron por la salida de todo el ejército á campaña ; pero noobstante , Cabrito se limitó á destacar al capitán Freyre con mil caballos de milicias , sesenta y ocho veteranos y cinco subalternos al socorro de la plaza amenazada. Salieron de la de los Anjeles estas tropas el 2/i de diciembre al ser de noche , y, en lugar de ir via recta , lo que no podia ofrecer in- conveniente alguno , Freyre juzgó oportuno , contra el parecer de sus subalternos, el hacer un largo y fatal rodeo , al cabo del cual , cuando dieron vista á los ene- migos , acampados cerca de la plaza , ya hombres y 222 HISTORIA DE CHILE. caballos estaban tan cansados , que se les podia juzgar fuera de combate; el mismo yerro cometido poco habia en frente de los Pehuenches se repitió en aquella oca- sión , como si la providencia hubiese decretado que los Españoles no se aprovechasen nunca de las lecciones de la experiencia. Sin embargo los enemigos, que ignoraban esta circunstancia, viéndose inferiores en número, pues que no pasaban de quinientos , se limitaron á ponerse en actitud defensiva en un punto llamado Durazno. Lejos de atacarlos , Freyre dio orden para que sus tropas no tira- sen ni un tiro , y envió ordenanzas á pedir refuerzo á los Anjeles. Cabrito le destacó otros quinientos hombres; pero mientras tanto, cansado de retarle inútilmente, Lebian sospechó la llegada de un refuerzo , y se retiró sin que nadie pensase en picarle la retaguardia. Por fin , entró Freyre en la plaza en donde supo cuan corto era el número de los Pehuenches , en el cual , á mayor abundamiento, habia muchísimas mujeres que habian acompañado á sus maridos, como solian muchas veces. Entonces avergonzado , quiso enmendar su yerro y salió en su seguimiento. Muy luego, en efecto, los alcanzó marchando bastante descuidados y divididos en cuadrillas para conducir los ganados que habian robado. No pudiendo desconocer su mucha ventaja , Freyre los atacó , les mató cuarenta hombres , y les quitó los ganados y dos mujeres con los cuales regresó á la plaza de los An- jeles. En cuanto al jefe Pehuenche , este , viéndose sor- prendido, se habia echado á un lado con solos veinte de los suyos , habia atravesado el Duqueco , y alejándose del camino real, se habia refujiado en una montaña desde donde habia visto muy bien todo lo que pasaba. Pero estas eran puras escaramuzas sin resultados nota- CAPÍTULO XVIII. 223 bles. Lo mas serio de la insurrección estaba en la acti- tud de Guriñancú que, echando á un lado todo disimulo, habia empuñado la hacha de guerra, nombrando de vice- toquí á Leviantu. En este estado de cosas , el gobernador Balmaseda en Santiago organizaba fuerzas para llevarlas á la frontera , entresacando del batallón de número de caballería tres compañías , y dos del de infantería , á las cuales reunió toda la veterana de dragones , y enviando órdenes con celeridad á los corregidores de Rancagua, Golchagua, Talca, Gauquenes, Itata y Chillan para que sin pérdida de tiempo reuniesen sus milicias disponibles en defensa de Chillan y de la frontera; y salió él mismo con sus tropas y su auditor de guerra , don José Clemente de Trasla- viña, con tanta celeridad , que llegaron á la Concepción el Io de enero del año entrante 1770. El cabildo de San- tiago, viéndose sin su compañía de dragones, levantó otra provisional á sus expensas. Era cosa sabida, por arte ó por parte , los golpes mas lejanos siempre llegaban á repercutir sobre él , tarde ó temprano , y nunca un mal le venia solo. El 22 del mismo mes, tuvo el dolor de ver arder la catedral , sin que ningún socorro humano la pudiese salvar. Mientras que el gobernador, noobstante su avanzada edad , marchaba y llegaba animoso á la frontera, los Pe- huenches habian repetido sus invasiones por los boquetes de la Cordillera , por lo cual quedó demostrado cuan ne- cesario era fortificarlos. En consecuencia, el maestre de campo dio esta comisión á un injeniero irlandés, O'Higgins de nombre, y sujeto sagaz, que gozaba de algún renombre como joven hábil y activo ; y para que la pudiese desempeñar puso á su disposición , el 26 de . HISTORIA DE CHILE. diciembre 1769, seiscientos milicianos montados, al mando de su comandante don Manuel Seguel , y veinte y cinco dragones veteranos con el capitán Amagada y el subteniente don Andrés del Alcázar y Zúñiga(l). Partió la expedición , llegó á su destino, y O'Higgins propuso á los oficiales que le acompañaban y determinó con ellos ir, ante todas cosas, en caza de los Pehuenches por la Cordillera. Fueron , en efecto, y al cabo de la primera jornada , escojieron para pasar la noche el sitio llamado Chacayes, no lejos del volcan de Antuco, y echando pié á tierra, acamparon. La segunda, la pasaron en el valle de la Cueva al pié de los primeros andinos. Los oficiales que acompañaban á don Ambrosio O'Higgins, habían re- flexionado y desistieron de su intento. El comandante de milicias Seguel declaró no pasaria adelante y que estaba resuelto á retrogradar con su tropa , resolución que fué también adoptada por sus compañeros de armas. Ya sea que O'Higgins hubiese entreoído el propósito, ó ya que él mismo hubiese reflexionado por su parte, al amanecer, les dijo que puesto que era inútil el querer descubrir á los Pehuenches, no les quedaba mas que hacer que volver á la construcción del proyectado reducto, y volvieron impunemente por la excelente razón de que los Pehuenches que buscaban no se hallaban en la Cordillera y sí en marcha para caer tercera vez sobre la plaza de Santa Bárbara. El comandante de ella despachó, sin demora, parte al maestre de campo , advirtiéndole tenia muy pocas mu- niciones , y pólvora á todo mas para tres horas de fuego. Cabrito reunió el consejo de guerra , forma sacramental (1) Después, conde de la Mariquina. CAPITULO XVIII. 225 que precedía á todas sus resoluciones , por pura forma puesto que siempre las tomaba contra el parecer y en despecho de los oficiales mas experimentados del consejo, como sucedió en aquella misma ocasión. Apenas propuso el objeto de la reunión , todos á una declararon que ya era tiempo saliese el ejército á campaña , no solo para socorrer la plaza amenazada, sino también para cortar la retirada al jefe Pehuenche Lebian, ocupando el boquete de Villicura; pero sordo á sus clamores, Cabrito repuso que no con toda su autoridad , en términos que disgustó hasta sus mismos partidarios y defensores. Sin embargo , su determinación se puede decir surtió el efecto deseado , en atención á que el capitán Fréyre , enviado con qui- nientos hombres para introducir víveres en la plaza de Puren, lo ejecutó felizmente entrando en ella con el teniente Ugarte y diez y ocho de los dragones que man- daba de la compañía de la Reina ; que Carvallo , comi- sionado para conducir, con doce milicianos, dos barriles de pólvora á la de Santa Bárbara, desempeñó su comi- sión con la misma felicidad , y que de resultas , Lebian se retiró con sus Pehuenches. SV. HlSTORI 15 CAPITULO XIX. Movimientos del maestre de campo jeneral. - Recibe orden del gobernador para que se presente á él en la capital de la frontera. - Ataque de la plaza lleArauco por los Araucanos. - Socórrela el obispo de la Concepción. - Continúan , noobstante, los asaltos de los Araucanos. - Campaña contra el estado de Arauco y sus sucesos. (1770.) Tai era el estado de cosas, cuando el maestre de campo recibió , el 3 de enero , la noticia de la llegada del gobernador á la frontera, y desde luego resolvió ponerse en movimiento para surtir de municiones á las plazas y levantar un fortin en San Lorenzo afín de guardar el bo- quete de Villicura. Habiendo llegado bajo el cañón de la plaza de Santa Bárbara , acampó dando espalda y la izquierda á los fosos y á la barranca del Biobio, y la de- recha apoyada al hospicio de la propaganda, en cuyos edificios tomó su propio alojamiento. Desde allí, envió por el sur del Biobio algunos destacamentos de milicia- nos y veteranos, que volvieron sin haber visto ni hecho nada. Solo los forajidos alistados, como hemos dicho, cometieron algunas atrocidades. Después de lo cual, el maestre de campo desacampó para volver á la plaza de los Anjeles sin haber mandado ejecutar el proyecto del fortin del boquete de Villicura. Al llegar, se halló con una orden del gobernador que le llamaba á su presencia , mandándole que de paso dejase en la isla de la Laja mil hombres con sus respectivos comandante y oficiales, y que condujese la demás tropa, CAPÍTULO XIX. 227 veteranos y milicianos, hasta la villa de Gualqui , en donde debían quedar hasta nueva determinación al mando del teniente don Bernardo de Baeza. Obedeció el maestre de campo con tanta celeridad, que Ileso en tremto y seis horas á la Concepción, bien que mar- chase a la cabeza de tres mil hombres, marcha que puso los caballos en un estado lastimoso para la continua- ción de la campaña. Con los mil hombres destinados á la isla de la Laja quedó el capitán Freyre de primer comandante; don Francisco Billo , de segundo, y don Vicente Carvallo, de ayudante. _ El ejemplo dado por los Pehuenches de osadía y buen éxito fue muy luego seguido por los Araucanos propia- mente dichos y por los Indios del estado de Tucapel Todos estos reunidos nombraron por su toqui jeneral ¿ Cahcura y entraron en campaña con designio de atacar la plaza de Arauco. El comandante de ella, que era el comisario jeneral de caballería don Manuel Salcedo tan luego como recibió aviso del proyecto de los enemigos pidió socorro al obispo de la Concepción , que mandaba,' por especial encargo del gobernador Balmaseda la plaza capital de la frontera. El 5 de enero , en efecto', se presento Cahcura con dos mil hombres á vista de la de Arauco, y empezó á talar é incendiar cuanto habia en el territorio, fuera de tiro de cañón ; pero apenas fué en- trada la noche , se echó de repente sobre la plaza , arro- jando fuego para incendiarla, aunque en vano hasta que , viéndose vigorosamente rechazado , se retiró Sinembargo, volvió cuatro dias después con un plan mejor combinado, que fué el apoderarse del cerro colo- fuerteT aT** '* ?^ Y M 6' CUal habia "™ «=asa fuerte mandada por el subteniente don Antonio Salcedo r». 1IIST0RIA DE CHILE. Con este fin , la mandó atacar á uno de sus capitanes que lo ejecutó con el mayor brío; pero defendido el puesto con no menos, al saltar del foso en donde ya se habían alojado, fueron heridos el que dirijia el asalto y algunos de los suyos , por lo cual desistieron de la empresa. Noobstante, Galicura no renunció á la suya personal contra la plaza, y la repitió algunos días después ata- cándola simultáneamente por frente y costados, y aun- que rechazado de nuevo , volvió á la carga en la noche del siguiente dia con tal rabia que intentaron abrirse paso por una cortina, queriendo deshacerla con las lan- zas , hasta que, al rayar el dia , oyendo que se aparecían tropas españolas por Laraquete, cesaron y se retiraron precipitadamente. Era cierto que llegaban soldados españoles al socorro de la plaza de Arauco , pero en tan pequeño número que si Calicura se lo hubiera podido figurar, muy ciertamente no se habría retirado , puesto que mandaba él dos mil hombres. Las fuerzas mencionadas se reducían á doscien- tos milicianos, conducidos por don Juan Antonio Martínez y don Juan José Quintana, habitantes de la Concep- ción, como capitanes. El obispo les habia mandado salir y marchar al socorro de Arauco tan pronto como su ilustrísima habia recibido el parte del comisario de caballería Salcedo; pero oyendo al llegar á Colcura cuan superiores eran las fuerzas por medio de las que tendrían que pasar para llegar á la plaza , sus ánimos se habían enfriado algún tanto y habían entrado en cor- respondencia de partes y respuestas con el prelado gober- nador, hasta que, por fin, el patriotismo y buen ánimo vencieron y se determinaron á llegar á su destino atrope- llando por obstáculos cualesquiera que fuesen. Llegaron , CArÍTULO xix. 229 enfin , sanos y salvos ; pero cuando Calicura , que se había quedado en observación , vio cuan pocos eran , juró que no se le habían de escapar, y al cabo de siete días, el 19 de enero , volvió y se llevó, por lo menos, doscientas cabezas de ganados y dio muerte á catorce soldados de caballería que las escoltaban. No satisfecho con esto , luego que hubo puesto la presa á cubierto de ser resca- tada, arremetió de nuevo á la plaza dándole repetidos asaltos durante la noche , é intentando incendiarla, hasta que con la claridad del dia se retiró. En aquella noche, habían trabajado con tanto ardor para abrir la muralla sin mas utensilios que el hierro de sus lanzas, que dis- minuyeron de mas de la mitad su espesor. Con estas noticias, el gobernador Balmaseda, que habia permanecido en la Concepción , decidió que saliese una expedición imponente contra los estados de Arauco y Tucapel hasta la Imperial , y mandó reunir dos mil hombres de caballería miliciana de los que habia dejado el maestre de campo en Gualqui ; una compañía de ca- ballería veterana con sus respectivos oficiales, y otra de fusileros, compuesta de los estranjeros avecindados en la capital , los cuales se ofrecieron á servir y estaban mandados por don Reinaldo Bretón , Francés. El mando de esta expedición fué dado al teniente coronel Santa María , el cual salió inmediatamente con sus tropas y fué á acampar en la vega de Carampangui, á la márjen meridional de aquel rio , y á una legua corta de la plaza de Arauco, en una posición ventajosísima, cubierta por los cuatro costados por el rio , por la mar y por una cié- nega , que los naturales llamaban Budi , y en la cual podían alojarse anchamente tres mil hombres. Lo primero que hizo, fué enviar aviso al gobernador 1 í HISTORIA DE CHILE. de la ventajosa base de operaciones que le ofrecía el campamento , con proporción y facilidad de socorrer la plaza , en caso necesario , por un lado , y, por otro , de obrar activamente si las circunstancias lo exijian. Balma- seda , en respuesta , le autorizó á mantener su posición , previniéndole le iba á enviar refuerzos y pertrechos para la ejecución de proyectos que meditaba , y Santa María permaneció en Carampangui durante mes y medio en inacción , teniendo muchísimo trabajo en precaver deser- ciones, siempre y en todos países muy comunes entre soldados milicianos por ser sus nociones de disciplina mas especulativas que prácticas ; y representando varias veces para que se le autorizase á empezar una ofensiva cam- paña , sin poder obtenerlo. Mientrastanto , el caudillo araucano , que á la entrada de las fuerzas españolas en el territorio se habia alejado de la plaza , se quedó en observación ; se le figuró que la actitud inactiva del teniente coronel Santa María debia de proceder de alguna causa favorable á sus intentos, y se preparó á sacar partido de ella. Dicho y hecho , reunió cien voluntarios de los mas esforzados , y sabiendo que para operar una sorpresa útil lo esencial era hacerse dueño de una avan- zada sin ruido , lo ejecutó con tanta destreza y acierto , el 2 de febrero por la noche , que se llevó trescientos caballos del ejército español después de haber dado muerte á dos oficiales y á dos milicianos. Pero si tenian el valor mas que necesario para seme- jantes actos, los Araucanos no tenian, después de la victoria , el buen orden indispensable para sacar de ellos verdadero provecho , y mientras estaban en desacuerdo sobre el repartimiento de la presa , fueron á su vez sobre- cojidos por trescientos hombres que el jefe español habia capítulo xix. destacado en su seguimiento sin pérdida de un instante, y se la vieron quitar con muerte de cuarenta de ellos'. Calicura conoció que este mal éxito habia sido debido á sus propios guerreros, y lejos de desanimarse, procedió á repararlo con sangre fría y sagacidad. Desde el día si- guiente, formó algunos destacamentos que poniéndose á la vista del campo español , tan pronto por un lado tan pronto por otro , le causaban una perpetua diversión , y mientrastanto , Calicura una mañana se echó de re- pente sobre los pastos de las reses para el suministro de la plaza y se las llevó todas. Cuando Santa María, con el parte de aquel hecho , envió el teniente coronel Campbell con cuatrocientos caballos á rescatarlas , ya era tarde ; los enemigos las habían puesto ya fuera de mano. Al paso que esto sucedía en el estado de Arauco, los Pehuenches , poco satisfechos de que se les obstruyesen sus vías de la Cordillera, resolvieron destruir el fortín de Antuco , trasmontaron el cerro del Volcan , una noche de fines de enero, llegaron pasito á paso muy silenciosa- mente al rio Tubunleu, lo vadearon, avanzaron con la misma cautela , llegaron sin ser sentidos á la avanzada de milicianos, que dormían muy descuidados de seme- jante acontecimiento, y dieron muerte á catorce de ellos; pero los demás pudieron salvarse y llegar al fuerte bas- tante á tiempo para disponer la defensa , y los Pehuen- ches se batieron en vano durante muchas horas para tomarlo , porque la artillería hizo horroroso estrago en ellos. Murieron cerca de ciento ; casi todos fueron heri- dos, hasta su mismo caudillo el nombrado Pilmi que recibió un balazo en un muslo. También hubo muchos heridos mortalmente por parte de los Españoles, y no i HISTORIA DE CHILE. fueron tantos como se temía en atención á que el com- bate fué de los mas largos y mas encarnizados que desde largo tiempo se hubiese visto. La mas particular de sus consecuencias fué la muerte de Pilmi , asesinado por uno de los suyos que quiso ven- gar así la muerte de uno de sus parientes que habia perecido en el ataque del fortin de Antuco ; porque parece ser que muchos de los secuaces de Pilmi habian sido de parecer de ir á tomar dicho fuerte de revés pasando por el boquete de Villicura, que se hallaba indefenso , é in- terponiéndose entre sus defensores y las plazas de la frontera. Estos diversos acontecimientos hicieron ver al gober- nador que era inútil el querer temporizar, y muy urjente el tomar con ardor la ofensiva. En consecuencia , envió al capitán Freyre con mil caballos á las tierras de los llanos, y á O'Higgins, con iguales fuerzas, contra los Pehuenches, por el boquete de Antuco, mientras don Gregorio de Ulloa , vecino de la Concepción , iba por el de Alico á reunírsele con sesenta milicianos de caballería en lo interior de los Andes. En esta ocasión, tuvo el maestre de campo don Salvador Cabrito el sonrojo de que se le negase el mando de esta expedición , que era pecu- liar de su empleo. Ya pronto O'Higgins, hallándose en la plaza de Tucapel , cuyo comandante , á la sazón , era don Vicente Carvallo, llegó á ella un aviso apresurado del de la de los Anjeles anunciando que estaba bloqueado en Nacimiento por los Indios de Angol y Quechereguas, mandados por sus respectivos toquis , Curiñancú y Tau- pilabquen , y esta novedad hizo avortar el plan anterior, disponiendo el gobernador que la columna de O'Higgins se uniese á la de Freyre y que las dos pasasen el Biobio CAPITULO XIX. 233 u; é invadiesen las tierras vecinas del antiguo Puren hasta las de la Imperial y Boroa. Hallándose ya en marcha O'Higgins , y acampado no lejos del cerro de Negrete , sucedió uno de estos acon- tecimientos que pasan por fabulosos , ó , por lo menos , por exageraciones de la historia , que tal vez olvida que las ficciones de la poesía no son de su pertenencia , y fué , que ocho heroicos Españoles (1), que de la plaza de Naci- miento viajaban á la de Puren , resistieron solos , desde las nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde , á una partida de sesenta Indios de los llanos , emboscados en un monte cerca del cual estaba acampado O'Higgins. Al punto en que este oyó el apuro y el heroismo de los ocho esforzados , envió en su ayuda una compañía de milicias á vista de la cual huyeron los salteadores , de los cuales veinte y siete quedaron en aquel milagroso campo de batalla. Después de este episodio , don Ambrosio O'Higgins continuó su marcha por la márjen austral del Biobio hasta que se incorporó con Freyre cerca de la plaza de Nacimiento , desde donde marcharon reunidos , aunque independientes en mando y responsabilidad , al encuentro de Curiñancú, puesto que se dirijieron á la parcialidad de Angol , que era la de dicho cacique. Habiendo llegado á la orilla del Tolpan , en cuyo confluente con el Vergara acamparon por la parte setentrional , vieron salir de repente de un bosque unos cien Indios de Angol , que solos emprendieron apoderarse de sus caballos. No era este pensamiento , considerado por sí solo , el que cons- tituía la mas temeraria locura , sino el poco cuidado con >v (1) Francisco Ortega, Domingo Ortega , Juan Albornoz, Francisco Albornoz, Basilio Mora , Alejo Ripele , Juan Astete y Andrés de Luna. HISTORIA DE CHILE. que quisieron ejecutarlo los Indios ; porque si estos , en lugar de apresurarse tanto que no dejaron lugar á los soldados españoles para echar pié á tierra, hubiesen aguardado que lo hiciesen y se alojasen , tal vez hubieran conseguido el hacerles por lo menos mucho mal ; pero la columna de O'Higgins se hallaba aun toda á caballo y sus soldados cargaron á los Indios , los cuales no por eso cedieron sino haciendo frente y combatiendo como leones. No parecía sino que aquellos hombres , creyéndose depo- sitarios de las tradiciones gloriosas de sus antepasados , querían probar que de ningún modo habian dejenerado. En efecto, se batieron con tal furor, ellos ciento contra dos mil Españoles, que no pocos de estos murieron en aquel lance si de los Indios perecieron los mas, como era natural. Sin embargo , este episodio , por interesante que sea , solo podía tener aquí lugar porque fué la única causa de que O'Higgins y Freyre se retirasen , sin orden del supe- rior gobierno , al norte del Duqueco , volviendo á pasar el Biobio por la plaza del Nacimiento. Verdad era que el gobernador Balmaseda , ya fuese porque había recibido noticia de la llegada de un sucesor ó por cualquiera otro motivo, habia empezado á mostrar menos empeño en llevar adelante los proyectos y las operaciones de inva- sión en lo interior de las tierras. Pero lo que mas notable era , como prueba de lo que hemos c icho mas de una vez en favor de los progresos que habian hecho los naturales en luces y raciocinio, mientras muchos, como los arriba dichos, procuraban hacer revivir las hazañas de sus abuelos , muchos , muchísimos se refugiaban al territorio español huyendo de la guerra y de los suyos. Por des- gracia, el gobernador Balmaseda no supo dar á este CAPÍTULO XIX. 235 hecho la importancia moral que tenia , y de la que hu- biera podido sacar un gran partido , y envió muchos á Lima como prisioneros , contra lo mandado en reales ór- denes (1). El cacique Pehuenche Antipagu se colgó de desesperación. El virey del Perú recibió con mucha benig- nidad á los supuestos prisioneros, y reconvino agria- mente al interino gobernador de Chile por un acto tan arbitrario y tan mal inspirado , despidiéndolos muy aga- sajados para que se restituyesen enteramente libres á su patria. Otros leales Pehuenches que por no tomar parte en la guerra contra los Españoles abandonaron sus hogares para acojerse á sus tierras , fueron aun mas infelices. El cacique Tareculipi pasó con toda su parcialidad , que contaba veinte ó treinta familias , por el partido de Chi- llan y se presentó al correjidor don José Quevedo para que le concediese y le señalase un sitio de residencia. Quevedo obró por de pronto con mucha política seña- lándole la estancia de su capitán de amigos . que fué encargado de vijilar sus movimientos ; pero por desgracia y tal vez por falsos rumores de conspiración de aquellos desgraciados , los condenó á morir, menos las mujeres y los niños que fueron reducidos al estado de servidumbre. Bien que fuese incomprensible , el gobernador dejó im- pune este hecho atroz así como también otros de la misma naturaleza , aunque menos notables por ser menor el número de las víctimas. La sola causa que se puede atribuir á esta insensibilidad del gobernador, sino para disculparla á lo menos para explicarla , era que diaria- mente los refujiados le eran denunciados como conju- rados, justamente cuando los Pehuenches de guerra (1) Una real cédula de 19 de mayo 1682. »V HISTORIA DE CHILE.. hacian irrupciones y malocas continuamente en las tier- ras españolas, y acababan de degollar los soldados que guardaban el boquete de Alico para invadir hasta las vegas del Nuble , en el partido de Chillan. Después de haber hecho tantos preparativos para la guerra ofensiva , el gobernador ya no sabia á que santo encomendarse para mantenerse en la defensiva. La fron- tera estaba amenazada por todas partes. Las tropas de milicias , como todos los soldados de sus hábitos y cos- tumbres cuya buena voluntad no se halla acompañada del hábito de la disciplina y de las fatigas de la guerra, se hallaban cansadas y desmoralizadas. Los caballos mismos estaban casi fuera de servicio por las marchas y contramarchas que habian hecho por malos caminos , y con excesiva precipitación. Pero ya se ha notado que el oidor decano , gobernador interino del reino , Balmaseda era anciano , ademas de que es muy difícil llenar un puesto sin especialidad para ello. Por fin , llegó á relevarlo el 3 de marzo el mariscal de campo don Xavier de Morales , y Balmaseda volvió á su real Audiencia. CAPITULO XX. Gobierno del mariscal de campo don Francisco Xavier de Morales.— El maestre de campo Cabrito depuesto y arrestado.— Su sucesor. — Arribo á Talca- Imano de tres navios trasportando tropas á Chile.— Pasa el nuevo gober- nador á la frontera.— Fundación de otro monasterio del Carmen en la capi- tal. — Otros sucesos. (1770.) El mariscal de campo Morales se hallaba de tránsito en Chile para Lima , á donde iba destinado para desem- peñar los empleos de comandante jeneral de las armas del Perú bajo las órdenes del virey, de gobernador del Callao, y de inspector jeneral de caballería é infantería , cuando se abrió el pliego cerrado del virey, que contenia su despacho de gobernador y capitán jeneral del reino , en virtud del cual fué reconocido como tal el dia 3 de marzo , en la calle de la Catedral en Santiago. El mismo pliego contenia el nombramiento de maestre de campo en favor del coronel don Baltasar Semanat , que acababa también de llegar á Chile , y era nombrado por el mismo despacho correjidor de la Concepción (1). Antes de entrar en materia con este gobierno , deben los lectores recordar que el estado de cosas era una com- pleta confusión de temores y de esperanzas , de presun- ciones y de incertidumbre , de enerjía y de debilidad , y, por fin , de patriotismo y de yerros ; parte de los leales (1) Semanat habia ido como comandante del batallón de infantería de Chile, formado de compañías de diversos cuerpos , el cual , habiendo salido de Cádiz por setiembre de 1768, habia desembarcado en la Plata á principios del año siguiente. 238 HISTORIA DE CHILE. Pehuenches , resentidos del olvido en que habían caido los Españoles de los servicios que habían recibido de ellos , mancomunados con los Indios de los llanos en el alzamiento ; otra porción de estos mismos Pehuenches , que habían resistido al desengaño , empeñados en per- manecer fieles y en refugiarse á las tierras españolas para evitar el ser obligados á invadirlas como enemigos, algunas parcialidades llanistas imitando su ejemplo ; otros , alzados y ya ejerciendo hostilidades incesantes por diferentes puntos ; caciques abiertamente declarados como insurjentes ; otros , solo sospechosos , algunos de estos aprisionados como tales , procesados y ajusticiados ; las plazas de la frontera amenazadas, y entre ellas, la de Arauco , sino con cerco permanente en forma , conti- nuamente insultada por Galicura y los suyos. En cuanto á don Salvador Cabrito , este maestre de campo , al ser relevado de su empleo por Semanat , reci- bió orden de presentarse arrestado en San Martin de la Concha , partido de Quillota. El capitán Freyre , desai- rado por no haber sabido contener una sola columna de dos mil Indios, fué enviado de cuartel á la plaza de Yumbel , y relevado por el ayudante mayor don Joaquín Valcárcel ; con respecto á O'Higgins, el nuevo goberna- dor se contentó con dejar á su arbitrio el irse á donde mas le acomodase. En la misma época arribaron al puerto de Talcahuano los buques Astuto, Septentrión y Santa Rosalía, man- dados por don Antonio Ara, trasportando el batallón infantería de Chile y algunos oficiales y sarjentos de caballería para servir de instructores á las milicias del reino. Anudados así todos los cabos , el gobernador Morales CAPÍTULO XX. despachó al nuevo maestre de campo Semanal (1) con órdenes para la revista y seguridad de la frontera, y él mismo se puso personalmente en marcha para la Concep- ción hacia mediados de marzo , dejando al celoso y per- severante cabildo de Santiago sin ningún cuidado por las cosas de la guerra y muy ocupado en la fundación hecha, con real licencia, por don Luis Zarnato, de otro monasterio de relijiosas del Carmen (2) , comenzado por tres relijiosas del Carmen (alto), con la invocación de San Rafael y el ceñido número de veinte y una relijiosas. Semanat llegó á su destino , reconoció las plazas , pasó revista á las tropas de la provincia y dio parte del es- tado en que unas y otras se hallaban. En este punto de partes militares, seria nunca acabar si se hubiesen de relatar, y lo peor de todo , cansar inútilmente la atención de los lectores , los cuales piden datos y consecuencias para formarse juicio de la verdad de los hechos. Diremos, pues , que por de pronto , Varcárcel , sucesor en el mando de la columna de dos mil hombres de Freyre y de O'Hig- gins , acampó sobre Negrete y se cruzó los brazos , es- perando , por sistema , ó en inacción por no saber tomar una iniciativa ; porque , en efecto , los Pehuenches y los Llanistas , tan pronto por un lado tan pronto por otro , persistían en sus sorpresas, insultos y presas de ganados y caballos. La verdad exije , con todo , el que no se olvide la circunstancia fatal para la responsabilidad de los di- versos comandantes de la frontera , pasados y presentes áeste levantamiento , de la deserción inevitable en tropas (1) Pérez García asienta ( y con verdad , sin duda alguna), que con Cabrito cesó la denominación de maestre de campo , que ya no se usaba mas que en Chile. (2) Reforma de santa Teresa, y llamado el Carmen bajo, porque estaba situado en la Chimba. no HISTORIA DE CHILE. milicianas siempre que se prolonga demasiado su ausen- cia lejos de sus hogares, negocios y familias. El que mas habia experimentado esta fatalidad habia sido el teniente coronel Santa María en su hermoso y ventajoso campamento de Garampangui, y el 11 de marzo, con la noticia de la destitución de Freyre y de O'Higgins por el nuevo gobernador, y á consecuencia de la sorpresa operada por Galicura en las reses de Arauco , se puso en marcha resuelto á obrar á toda costa ; quemó y taló la parcialidad de Raque, á dos leguas sur de Garampangui, avanzó hasta la de Quibico , seis leguas mas adelante en la misma dirección , y ejecutó lo mismo destruyendo todas las sementeras de los campos y abrasando las cho- zas. Habiendo llegado á Quiapo con las mismas inten- ciones , destacó cuatrocientos caballos con un capitán , Ojeda, para que hiciese lo mismo por todo el distrito hasta los límites del estado, que era el de Tucapel. Mientras que Santa María ejercía así los últimos rigores de la guerra , una columna de trescientos hombres en- viada por Calicura tras él , observaba todos sus movi- mientos y todas sus acciones, y Ojeda con sus cuatro- cientos caballos los avistó y los atacó bizarramente ; pero , no menos resueltos , los Araucanos le esperaron de pié firme y empeñaron una reñida acción que duró todo el dia 19 de marzo desde la mañana hasta la noche , en la cual perdieron los enemigos muy cerca de cien hombres, y los Españoles , solos dos, aunque á la verdad con muchos heridos, según sus mismos partes. Las armas de fuego hacen muy creíble la grande diferencia de las pérdidas respectivas de los combatientes. Noobstante el repliegue triunfante de Ojeda , Santa María no hizo movi- miento alguno hasta el 28 del mismo mes que retrocedió CAPITULO XX. ni á su campamento de Carampangui, bien que hubiese recibido aviso de que Galicura estaba en Tucapel con tres mil hombres entusiasmados con las harengas de su jefe , en las cuales este les recordaba las hazañas de sus antepasados contra los conquistadores , remontando hasta las primeras tradiciones y hasta su primer jefe Pedro de Valdivia. Por fortuna, llegaba el invierno con sus mayores y mas invencibles obstáculos para una guerra esencial- mente de movimientos, á saber, lluvias ó mas bien dilu- vios , y sus consecuencias , que eran crecidas que ponían los ríos intransitables. Approvechándose de esta circuns- tancia , el gobernador Morales pensó en organizar sus fuerzas ; con las que tenia puramente y verdaderamente militares , aseguró las plazas de la frontera , y envió á descansar las milicianas que tenían harta necesidad de descanso tanto los hombres como los caballos. Pero otro inconveniente , que podía ser entonces inesperado pero no por eso menos continjente , le apareció como uno de los infinitos sinsabores del mando , y como un escollo de los mejores planes. Este inconveniente fué que el bata- llón de infantería de Chile pidió sus alcances , que eran de bastante atraso , y los pidió con orden y moderación por los trámites prescritos por la ordenanza , es decir por el conducto sucesivo y gradual de la escala de sus jefes. Aunque no fuese caso extraño , porque es sabido que el dia en que no es pagada la mejor tropa se muestra mas ó menos indisciplinada, Morales consultó con su auditor Traslaviña que le acompañaba , y el cual creyó hallar un remedio fácil al mal con opinar que si los ofi- ciales querían tomarse la molestia de persuadir á sus soldados de la falta real y verdadera de caudales que IV. Historia. 16 242 HISTORIA DE CHILE. había por el momento para satisfacerles de sus alcances , muy ciertamente esperarían con resignación que los hu- biese. Se conformó el gobernador con el aviso ; llamó á los oficiales del batallón y se lo comunicó ; se portaron los oficiales debidamente haciendo cuanto pudieron para calmar á los soldados y persuadirles á que aguardasen con paciencia, y no pudiendo conseguirlo, volvieron al gobernador para representarle la inutilidad de sus tenta- tivas y sus temores de que resultaría alguna mala con- secuencia. Morales no se curó lo bastante del aviso y persistió, lo cual visto por los soldados, se fueron de motin á pedirle sus sueldos devengados, puesto que de haberlo hecho con orden y en regla nada habían sacado. A la negativa, con entereza, del gobernador, que les expuso que no habiendo sido supuesta sino muy real y ver- dadera la causa de haberles negado lo que habían pedido por el debido conducto de sus jefes, ningún poder hu- mano la haría cesar, los amotinados apelaron alas armas y obtuvieron por la fuerza lo que no habían conseguido con ruegos , después de lo cual , hallándose satisfechos , se retiraron á sagrado declarando no saldrían de él hasta que fuesen indultados en nombre del rey, y bajo la garantía del obispo de la Concepción. Como no había otro remedio, el gobernador tuvo que someterse á la condición , por dura que le pareciese , por falta de fuerzas suficientes para someter á los amotinados de otro modo , y estos fueron indultados en la forma que lo habían pe- dido , ó mas bien exijido. Mientrastanto , la estación se adelantaba , la defensa natural que ofrecía el invierno á la frontera se debilitaba, las plazas empezaban á pedir mas resguardo y los Indios á mostrarse en correrías y sorpresas. Pero en el inter- CAPÍTULO XX. 243 medio había sucedido que don Ambrosio O'Higgins, que, justa ó injustamente, no carecía enteramente de amigos ó protectores, se habia presentado al gobernador Mo- rales en la Concepción con cartas de recomendación y pidiéndole le concediese el mando vacante de una de las compañías de caballería del Guión. Esta petición fué tan bien apoyada, que el interesado obtuvo lo que quería, y animado con el buen éxito , se atrevió á pedir al cuartel maestre Semanat (1), y la consiguió igualmente, la co- mandancia de la caballería del campo volante destinado á acordonar las plazas de la línea. Sin duda alguna en aquella época estaban ya olvidadas las reales órdenes (2) que excluían del mando militar en Chile á los estranjeros. De todos modos, O'Higgins salió el 13 de agosto con su columna volante por la márjen setentrional del Biobio y se fué á acampar en Duqueco. Entre otras correrías, los enemigos habían ejecutado una en Puren ( el viejo) el día primero de dicho mes, pasando á caballo y á nado el Biobio, y en ella ha- bían quemado no solo casas sino también los habitantes que se hallaban dentro, y de los cuales ninguno habia podido salir ; retirándose después , con los caballos y vacas de los infelices abrasados. Este acto atroz habia quedado impune por falta de tropas para ir á castigar á sus perpetradores; pero el gobernador empezó á hacer- los mayores preparativos para ejecutar en ellos un ejem- plar que les impusiese para siempre y les impidiese de volver á cometer otro semejante en ningún caso. Por desgracia, la provincia de la Concepción estaba, como (1) Maestre de campo. (2) Real cédula de Madrid, 29 de setiembre de 1671, con ocasión de una compama de caballería dada á un Francés por el gobernador González Montero. HISTORIA DE CHILE. no podia menos de estarlo , exhausta , enteramente ani- quilada, y, con todo eso, era absolutamente indispen- sable el buscar un número suficiente de caballos para la remonta de tropa veterana. En tales circunstancias son necesarios sacrificios y harta dicha es cuando no es absolutamente imposible el hallar quien los haga. Así lo pensó Morales y comisionó para la requisición de re- monta á don Pedro Sánchez , Europeo de las montañas de Santander, hombre enérjico , y tal vez mas que enér- jico , atropellado , el cual procedió al desempeño de su comisión por medios tan acerbos que estuvo á pique de ocasionar una sublevación jeneral en el pais , y la ha- bría ocasionado, sin dada alguna, si los hombre- ma- duros y juiciosos no hubiesen sabido sacar partido del patriotismo tan experimentado y tan ejercitado de aque- llos habitantes , haciéndoles ver palpablemente que aquel mal , teniendo por objeto el evitar mayores males , era inevitable. Enfin , los infelices habitantes de aquel obis- pado se prestaron á hacer los últimos sacrificios y ee ejecutó la intentada requisición de caballos ; pero en medio de una verdadera convulsión de los espíritus ; por- que el gobernador, á impulsos de su auditor Traslaviña , con quien se asesoraba para cuantas medidas no eran puramente militares, se mostró en aquella ocasión inexo- rable hasta rayar en imprudente. Un relijioso de la pro- paganda, hallándose Morales y el auditor presentes, clamó en el pulpito contra el abuso del poder , y bien que el gobernador se sintiese bastante moderación para no ofenderse de una reprensión cristiana , Traslaviña le representó que mostrándose tan induljente nunca acaba- da de encontrar obstáculos de aquella naturaleza, y que lo menos seria que desterrase al predicador á otra parte. CAPÍTULO XX 245 Morales adoptó el consejo y pronunció la sentencia de destierro contra el fraile ; pero intervino el obispo y obtuvo que la revocase. Los preparativos del gobernador español aceleraron la determinación de los Indios, y por fin Curiñancú y Taupilabquen se pusieron en campaña con tropas de ca~ ballería , mas en corto número para grandes empresas , pues no llegaban á mil hombres. Con todo , habría esto bastado para ocupar la plaza de Colcura sobre la cual se echaron de repente dejando á un lado las de Santa Juana y de Nacimiento; pero Morales, que por buenas espías recibía á cada instante partes de sus movimientos, acertó á enviar oportunamente una compañía al mando del teniente coronel Bocardo , al socorro de la pequeña plaza ya asaltada por los Araucanos, y que ciertamente habría sucumbido por el corto número de sus defenso- res tanto como por su mal estado de defensa. Viéndose obligados á desistir de su proyecto, Guriñancú y su vicetoquí se retiraron , pero no lejos, y permanecie- ron de observación en el mismo valle de Colcura. Por otro lado , al comisario jeneral de caballería Sal- cedo , que habia muerto , habia sucedido en su grado y en el mando de la plaza de Arauco el teniente coronel Santa María. O'Higgins , como ya se ha dicho , man- daba el campo volante de la línea. Las Araucanos, tan hábiles en sorpresas , y tan intrépidos para sostenerlas , carecían de astucia militar siempre que tenían que hacer movimientos retrógrados , ó mas bien , carecían de pre- visión , porque siempre contaban con la victoria y jamas temían ser vencidos. Por esta razón , y en virtud de las órdenes enviadas por Morales á Santa María , en Arauco, y á O'Higgins en su campo volante, los dos caudillos 246 HISTORIA DE CHILE. Araucanos se hallaban en la mas falsa posición , y ni uno solo de sus ochocientos caballos podía salvarse. Estas órdenes eran, la de O'Higgins , que les cortase la retirada, operación muy sencilla y sin el menor azar de complica- ción ; y la de Santa Maria , que les interceptase los pasos de la cuesta de Villagra , siendo infalible el que cayesen en uno ú en otro lado , en el punto en que se viesen ata- cados por fuerzas superiores en el valle de Colcura, á donde el cuartel maestre Semanat se dirijia con infan- tería veterana y con caballería de las milicias. Este plan , perfectamente concebido , fué menos bien ejecu- tado. O'Higgins se puso en movimiento luego que reci- bió su orden respectiva , se arrimó al Biobio , lo mandó pasar á un destacamento para descubrir y reconocer las fuerzas enemigas, y, sin saber porqué, se retiró á su campo de Duqueco sin haber hecho nada. Advertido por cañonazos de señal de la plaza de Col- cura, Santa María, por su parte, destacó al teniente de caballería don Rafael Izquierdo , Europeo y recien lle- gado á Chile , para que fuese á cortar é interceptar con caballos de frisa las veredas de Marihuenu , y se atrin- cherase él mismo en la cima de dicha montaña. Izquierdo adoleció de un exceso opuesto al que había causado la inacción de O'Higgins. Este no se habia considerado bastante fuerte para contener á los Araucanos, é Izquierdo juzgó que las medidas de precaución que se le habían man- dado tomar eran superfluas contra hombres sin táctica y sin fusiles, y, motu proprio , los fué á buscar en persona al valle de Colcura con solos doscientos hombres , antes que Semanat llegase , ni con mucho , á proximidad conveniente para justificar una temeridad, hija, como lo es siempre ó casi siempre , de la ignorancia. CAPITULO XX. Pero mal le advino al valiente Izquierdo; él y los valientes como él perecieron por las lanzas araucanas , y solo no perecieron los experimentados, porque se pusieron á tiempo en salvo ; de donde se colije que hay casos en que la experiencia no vale nada en guerra , pues tal vez si estos experimentados lo hubiesen sido menos , los que no lo eran se habrían salvado también pudiendo haber vencido. Pero lo que se colije mas esen- cialmente es que no hay rasgo , por virtuoso que sea , que pueda justificar nunca, pero sobretodo militar- mente , un acto de desobediencia. Este fatal acontecimiento, que sucedió el 27 de setiem- bre, puso á Curiñancu mas soberbio que nunca, y con suficiente razón , pues que veia en su campo de batalla cuarenta Españoles muertos , algunos heridos y otros sanos como prisioneros. Sinembargo , como también tenían un botin considerable de ganados y caballos que poner en seguro, pensaron en retirarse por el camino de Santa Juana; pero oyendo que algunos hombres del campo volante habían pasado el Biobio, juzgaron que todo el campo volante lo pasaría , y regresaron por el estado de Arauco. Por manera que mientras el coman- dante O'Higgins no se reputaba con fuerzas suficientes para oponerse á la marcha de los enemigos, estos juzga- ban que seria mas prudente volverse por otro lado para evitar su encuentro. Era uno de los casos mas frecuentes de lo que se cree en la guerra ; O'Higgins y Curiñancu se volvían las espaldas en virtud de una reflexión estra- tégica. Enfin, Curiñancu hizo alto en Tucapel, en cuyo territorio causó grande sensación su victoria , dando un impulso jeneral á los naturales para armarse y hacer nuevas tentivas contra la frontera, como lo contó un cabo 248 HISTORIA DE CHILE. de caballería , llamado Nicolás Toledo , el cual , prisio- nero en el valle de Colcura , iba á ser sacrificado en Tu- capel como lo habría sido si no hubiese tenido la dicha de fugarse volviendo sano y salvo á la plaza de Arauco. El comandante jen eral de la frontera Semanat y sus oficiales, resentidos de un acontecimiento que redun- daba en deshonra de las armas , juraron que los Arau- canos se la pagarían. Semanat marchó con prontitud á la plaza de los Anjeles , y desde allí envió espias por di- versos lados , y órdenes á los comandantes de las demás plazas. Guando creyó haber combinado maduramente su proyecto, mandó salir una columna de Indios amigos de la plaza de Nacimiento sigilosamente contra la parciali- dad de Angol á dar una sorpresa á Curiñancú, y el mo- vimiento fué tan bien ejecutado que volvieron los leales de la columna con muchas cabezas araucanas, entre las cuales habia la de un hijo del mismo cacique. Satisfe- cho , Semanat les pagó muy bien de su bolsillo para que perseverasen , y tomó disposiciones para operar otra sorpresa de mayor escala por las parcialidades vecinas del Biobio, enviando por Puren áO'Higgins con su es- cuadrón y alguna mas tropa veterana contra las tierras subandinas de aquella parte , y marchando él mismo por la plaza de Nacimiento contra los llanistas de sus inmediaciones. Ya este plan muy bien combinado iba á tener ejecución y todos los preparativos estaban hechos , cuando de repente recibió orden del gobernador para suspender toda operación ofensiva. Grande fué el sentimiento que causó á Semanat y á todos los demás jefes y oficiales esta orden , que les pa- reció un verdadero y fatal contratiempo, y empezaron á cavilar y pensar en cual podia ser la causa que parali- CAPÍTULO XX. zaba el espíritu militar de Morales y la firme intención que tenia de castigar la insolencia de los insurjentes araucanos. Como el gobernador no habia de decir á nin- guno de ellos los motivos de sus providencias , todos se persuadieron que el cambio de conducta en él procedía de los consejos de su asesor, que no quería que un guer- rero hiciese mas de lo que habia sido capaz de hacer un togado ; pero semejante idea no era ni plausible ni pro- bable , en atención á que la responsabilidad del gober- nador en los casos de asesoramiento recaía sobre el asesor, y no habia tanto tiempo que los consejos de Traslaviña , según decían , habían puesto á Morales en inminente riesgo de causar una sublevación en laGoncep- cion con requisiciones vejantes de guerra, y especial- mente de caballos. Sinembargo, no se puede negar que podía causar cierta sorpresa el ver á Morales , que de viaje á Lima se queda , por orden del virey, en Chile como militar y para que como tal hiciese lo que razona- blemente no podía hacer un togado ; á Morales que aca- baba de hacer preparativos con violencias y extorsiones, sin contar mil caballos que le habia enviado el cabildo de Santiago , mudar repentinamente de parecer cuando estaba en estado de ejecutar todos sus planes hostiles. Sea lo que fuese acerca de esto y volviendo á los efectos del levantamiento , en el instante en que con la temperatura se derritieron las nieves de los montes y se abrieron las veredas y caminos , una columna de Pe- huenches hizo irrupción por el boquete de Alico y se echaron sobre las vegas de Longavi y sobre el distrito de Chillan , hallándose sus habitantes tan ajenos de ello con las noticias de la paz , que los invasores mataron , robaron y se llevaron mujeres y criaturas esclavas sin que nadie pensase ni se hallase en estado de oponér- seles. Noobstante, el gobernador llevó adelante su plan de pacificación , y, á principios de diciembre , marchó de la Concepción á la plaza de los Anjeles , desde donde envió tres mensajeros españoles chilenos á las parciali- dades subandinas para negociarla con el cacique Gue- guir y otros de grande influencia. CAPITULO XXI Nuevo tratado de paz con los Araucanos. — Parlamento de Quedeco. — Paz. — Nuevas inquietudes de los Indios. — Medidas del gobierno.— Nuevo par- lamento pedido por muchos caciques y celebrado en la misma capital del reino.— Consecuencias que tuvo. (1771—1772.) No deben los lectores olvidar que el oríjen del último alzamiento de los indios habia sido , en la opinión jene- ral , la ejecución del plan de poblaciones circunscriptas á que el mismo rey habia pensado seria conveniente re- ducirlos á fin de poder mejor catequizarlos y civilizarlos. Tampoco deben perder de vista que los caciques princi- pales habían pedido la ejecución de dicho plan , y que se les habían suministrado instrumentos de construcción y aun también jornaleros para llevarlo á cabo , y que , por consiguiente, habia debido haber algún motivo oculto para que , de repente , la ejecución de las obras de población que ellos mismos habían solicitado los impeliese á alzarse y á renegar su palabra. Si hubiese el menor fundamento sólido en los criterios de aquella época , podría la historia , á fuerza de carearlos y de ana- lizarlos, sacar de ellos alguna consecuencia precisa; pero no : en dichos criterios solo se ven , á cada paso , incon- secuencias tales, que no queda mas arbitrio que dejarlos á un lado y meditar sobre lo que dan de sí los hechos. Según estos , como se ha notado ya mas de una vez , habia habido, desde el sistema de pacificación del padre 252 HISTORIA DE CHILE. Luis de Valdivia , lucha perpetua entre los dos poderes que parecían concurrir al mismo fin , los cuales eran la fuerza y la razón. Decimos mal , esta lucha existia ya antes y aun había surjido de ella la idea que tuvo el gran jesuíta Valdivia de coartar la fuerza poniéndola en la inacción de la guerra defensiva , mientras la razón , la persuasión y los procedimientos urbanos que estas ins- piran , continuaban y concluían la conquista que las armas habían empezado. Por mas que los detractores de este sistema, ó mas bien de su autor, hayan querido alterar la verdad contestándola, la verdad salia radiosa, á pesar de ellos y de la ceguedad que les impedia de verla , de estos dos extremos : ¿ Los que querían la guerra, tenían, acaso, interés en ella?— Sí: grados, presas , esclavos y riqueza. — ¿ Tenían ínteres en la paz los que clamaban por ella ? — Ninguno. Al contrario ; mientras habia guerra, se podían estar muy quieta y cómodamente en sus colejios, y en el punto en que habia paz, se les abrían los caminos de las tierras é iban á ellas á padecer trabajos y miserias , y á exponer conti- nuamente sus vidas. Véanse los detalles de las misiones, y ninguna duda quedará de esta verdad á quien quiera sinceramente deponerla , así como también de los fru- tos infinitos que han dado , por mas que los contradic- tores de esta verdad auténtica cierren los ojos para no verla. Pero así son jeneralmente todos los contradictores por sistema, los cuales en su ceguedad se apoyan incau- tamente , y casi siempre , en razones que les sacan los ojos. Para probar lo infructuoso de cuantos esfuerzos se habían hecho y se podían hacer por la civilización y con- versión de los naturales , los contradictores de esta es- CAPÍTULO XXI. 253 pecie citan y remontan á lo que le había sucedido al P. Luis de Valdivia , desentendiéndose , torpemente ó ne- ciamente , de la mala conducta política que , en lugar de aprovecharse de un acaso del que hubieran podido re- dundar tantos bienes, como lo dice el mismo Ovalle, se estrelló en él y arruinó el hermoso edificio que el mismo padre Valdivia habia levantado ya tan alto. Léanse las pajinas de este acontecimiento , que tenia todos los visos de un socorro de la providencia para que los Españoles concluyesen su magnífica obra , y el que tenga ojos verá, que si el gobernador Rivera hubiese , como en su lugar queda notado , hubiese , decíamos , convidado al valiente y justamente ofendido Ancanamun á ir á verle para en- tenderse personalmente y boca á boca con sus mujeres fujitivas, en lugar de negárselas á pesar de los ruegos del padre Valdivia para que lo contrario hiciese , que todas las consecuencias han justificado constantemente el sistema de los jesuítas y puesto de manifiesto lo malo, lo absurdo de tantos como se les opusieron movidos por interés , pasión é ignorancia. Pero ahora que ya no hay jesuítas ; ahora que los Indios acaban de cometer agresiones sangrientas ; ahora que un jefe verdaderamente militar y de renombre se halla á la cabeza del ejército con fuerzas y en actitud respetables ; ¿ porque prefiere la paz á las ventajas que le prometen su superioridad y la dejeneracion visible de los ímpetus belicosos de los Araucanos?— Por eso mismo. Porque el carácter de la verdadera fuerza es la razón y la magnanimidad , y porque las inclinaciones dejeneradas de los naturales eran el mejor argumento en favor de los frutos de la paz y del comercio ; porque no se podia menos de reconocer que los progresos del alzamiento 254 HISTORIA DE CHILE. habían sido debidos al resentimiento de los leales Pe- huenches , desechados , expulsados de la tierra española á donde se habían acojido para sustraerse á la necesidad forzosa de acometerla como enemigos ¡ después de haber sido sus defensores de padres á hijos. Los escrúpulos que habia tenido el obispo de la Concepción acerca del contajio de las costumbres licenciosas de los refujiados eran respectables pero no inaccesibles á medidas propias á aquietarlos. ¿Qué se necesitaba para eso? — Disemi- narlos , cada familia entre muchas familias españolas , á lo cual no se habrían negado , puesto que la respuesta que dieron cuando se les intimó la expulsión , fué que mas querían morir á manos de los Españoles que de las de sus propios hermanos. Concluyamos , pues , que la determinación que tomó el capitán jeneral Morales de negociar la paz se fundaba en razón ; en hechos históricos que formaban un cuerpo de experiencia ; en reales ordenes ; en sana política y en principios de humanidad , sin contar la falta de dinero. El mal estaba hecho y no era un buen proceder para remediarlo el aumentarlo. El mal estaba hecho y evi- dentemente causado por inadvertencia y falsos cálculos de los Españoles. Digámoslo mil veces por una , porque la verdad es un ayunque sólido en que se puede golpear á fuerza de brazos sin temor de romperlo : si , como querian los jesuitas , los Españoles se hubiesen abstenido de ir á presenciar y sobrestantear las construcciones , con armas ni sin ellas, entonces se habría podido ver si realmente eran ó no eran estas un motivo ó pretexto de alzamiento ; pero no habiendo obrado así , ¿ quien tiene autoridad para asegurar que lo mismo hubiera sucedido? Sobretodo en la actualidad , los Indios no podían sos- CAPÍTULO XXI, 255 pechar que hubiese debilidad en la propuesta pacífica del gobernador español, el cual disponía de tropas ve- teranas y milicianas de caballería, y de un batallón completo y aguerrido de infantería. Es verdad que para poder contar con estas fuerzas era muy esencial el pagar puntualmente, y el citado batallón de Chile no se acomo- daba fácilmente con atrasos, como lo acababa de ma- nifestar en la Concepción ; pero esta particularidad la ignoraban los enemigos, los cuales, por su parte, se hallaban muy apurados de granos y de ganados. Así fué que los caciques aceptaron con espontaneidad la oferta de la paz, y muchos de ellos confesaron sincera y buenamente que ya la iban á pedir. La sola dificultad que restaba era el sitio de emplazamiento para el tratado. El gobernador sostenía la prerogativa del territorio es- pañol ; los caciques querían que se celebrase en el suyo ; pero se allanaron sin disputar demasiado á pasar el Biobio y á reunirse en la vega de Duqueco en Negrete. El 25 de febrero acudieron al sitio señalado ciento y se- tenta y cuatro caciques, muchos capitanejos y mas de mil mocetones de cuarenta á cincuenta parcialidades. Abierto el congreso, fueron adoptados los catorce artí- culos de paz de los precedentes parlamentos, y por final, se rompieron cuatro lanzas y cuatro fusiles y los arrojaron en una hoguera hasta que las hastas y las cajas ardieron. Entonces, Curiñancú recojió los hierros de las lanzas y Lebian los cañones de los fusiles , y los entregaron al gobernador como prenda de desarmamiento de ambas partes. Sinembargo, el primer dia del parlamento se dejaron ver cerca del cerro cuatro á cinco mil Indios mandados por el caudillo Ayllapagui , en posición aparente de estar 256 HISTORIA DE CHILE. dispuestos á sostener los que estaban en el congreso , y cuya aparición hizo surjir algunas dudas en los ánimos de los Españoles acerca de la buena fe con que parecían acojerse a la paz. En el instante en que esta desgraciada idea les pasó por la cabeza, el batallón de Chile, que ya había dado muestras de no ser un modelo de disciplina, empezó á cavilar y propagó sus cavilaciones no sola- mente á la demás tropa veterana de la frontera sino también á las mismas milicias , en términos que se con- juraron para exterminar cuantos Indios se hallaban en el parlamento. Por fortuna , difirieron la ejecución al 28, último dia del congreso, y en este intervalo, llegó el susurro al maestre de campo que dio parte inmediata- mente al gobernador de tan inminente peligro. Como el asesor Traslaviña era acusado de haber sido el instigador del congreso de paz inutilizando todos los preparativos que se habian hecho para la guerra , el gobernador salió repentinamente con él para la plaza de los Anjeles de- jando á cargo de Semanat el cortar los efectos de la conjuración , como en efecto lo consiguió. Fuese cierto ó no que el asesor hubiese influido , como era probable y aun también natural , en la determina- ción pacífica del gobernador, este habia tenido mas de un motivo plausible ; como lo acabamos de decir, para seguir su parecer. El primero era la observancia de las reales cédulas vijentes en aquel caso ; el segundo , que aunque tuviese bastantes tropas para invadir la tierra por Arauco hasta Tucapel (el viejoj ; por Nacimiento hasta Angol ; por Puren hasta los Quechereguas, y por Chillan hasta el corazón de la cordillera , no bastaba el poder ponerlas en movimiento, y le faltaba el nervio de la guerra, que ha costado en total , aquella sola, un millón CAPÍTULO XXI. 257 setecientos mil pesos , según algunos autores (1) , su- ministrados por el real Erario y por contribuciones de particulares hacendados, que las aprestaron como dona- tivo, sin contar préstamos que hicieron al estado para el mismo objeto y sin interés. Por consiguiente, este último solo era mas que suficiente para que, con ase- soramiento ó sin él, Morales obrase como obró. Pero las masas no entran nunca, ni pueden entrar en las consi- deraciones que mueven á los que gobiernan , y solo ven lo que les dicta el interés ó la pasión del momento. Por fin , Semanat logró tranquilizar los espíritus y precaver la catástrofe que se preparaba , gracias á la presencia del obismo Espiñeira, que, como de costum- bre, había asistido al congreso con otros veinte y siete personajes. Aquella repetición de Quillin y de Negrete mismo, concluida con las ceremonias dichas, cumplidos y regocijos acostumbrados , se separaron los asistentes con satisfacción recíproca, á lo menos aparente; pero hubo la desgracia que tres caciques se ahogaron al pa- sar el Biobio. En cuanto al gobernador Morales, salió de la plaza de los Anjeles para la capital, á donde llegó el 16 de marzo pasando por Golchagua. Una vez la paz ratificada y la perspectiva de guerra acabada, la primera medida urjente era licenciar las tropas milicianas, y así lo hizo Semanat, por orden del gobernador, aunque con la particularidad de tener que servirse de muchos de sus caballos para la remonta de caballería veterana. Pero en semejantes circunstan- cias, siempre ha sido imposible el evitar injusticias par- ticulares por el bien jeneral , sin poder indemnizar á (1) Molina, el cual, sin duda alguna, erró en esto como en asentar que dicha guerra no se terminó hasta en 1773. IV. Historia. j^ 258 HISTORIA DE CHILE. los oprimidos , como la justicia misma lo exige, por falta de medios; de suerte que la provincia de la Con- cepción quedó agotada de recursos. Aun si se hubiese conseguido el fin á que se dirijian tantos gastos y exacciones forzosas , habría sido menor el mal y menos imposible el repararlo ; mas no sucedió así. La conju- ración del batallón de Chile contra los Indios del parla- mento , bien que cortada , no podia haber quedado ig- norada de ellos , y por consiguiente hubieran necesitado de mas magnanimidad de la que es dada á corazones humanos para haberla olvidado y no haber resentido un gran deseo de vengarse del atentado á que habían estado expuestos sin pensarlo y sin defensa. Sea por esta ó toda otra razón , á penas la primavera se anunció, em- pezaron de nuevo los Pehuenches y Huilliches á mos- trarse turbulentos , como si no hubiese habido congreso ni tratado de paz. Los comandantes de las plazas de la frontera recomenzaron la serie interrumpida de par- tes alarmantes, que el comandante jeneral de las ar- mas transmitía al gobernador á Santiago. Morales , que pareció muy poco sorprendido de aquella novedad , en vista de los primeros que recibió , tuvo , el 3 de setiem- bre, un consejo de guerra al que asistieron los ministros de la Audiencia y los militares mas experimentados de los que residían en la capital , y en el cual se acordó per- trechar y vijilar estrechamente la frontera con disimulo y sin parecer alarmado de la inquietante reincidencia de los naturales. Fué esta una resolución muy sabia, pues muy luego se supo que si habia movimientos entre ellos y preparativos hostiles, no los hacían contra los Españoles, sino unas parcialidades contra otras sus antagonistas , y que los comandantes de las plazas se habían alarmado capítulo xxr. 259 antes de tiempo. Noobstante, esta traducción de dichos movimientos, hecha por algunos caciques, podia haberles sido sujerida por los avisos que tuvieron de las preven- ciones que hacían los Españoles para recibirlos con vigor si tal vez habían olvidado tan pronto el último reciente tratado de paz. De todos modos , los caciques arriba di- chos se manifestaron prontos á ir en persona á Santiago á dar satisfacción al gobernador acerca de aquellos rui- dos, y ratificar de nuevo allí mismo la paz últimamente ratificada. El gobernador aceptó muy oportunamente la oferta el k de febrero del año siguiente, en junta de real ha- cienda, y á consecuencia , llegaron á la capital, el día 11, cuarenta y dos caciques , tres mensajeros, catorce capitanejos y ciento y veinte naturales mas, los cuales se alojaron todos en la quinta de la Ollería. Muy satis- fecho el gobernador de una puntualidad que gritaba, á lo menos en apariencia , mentira , atolondramiento , á los autores de los partes de la frontera, mandó que para el 13 se hallase dispuesto el local en donde se habia de celebrar con la mayor solemnidad tan inte- resante ratificación. Dicho local era el patio de su mismo palacio , y allí , bajo de un toldo , fué levan- tado un tablado con un estrado en donde se colocó el sillón y el dosel del presidente gobernador del reino. Por la mañana del día señalado , llegaron los caciques con todos sus nacionales por la calle de Aumada , y en- traron en el congreso, que se abrió con la mas imponente solemnidad al estruendo de salvas de artillería. El capitán jeneral, la real audiencia y el cabildo subieron al estrado, y los Indios , á los cuales se les habían dispuesto asien- tos en el centro del patio , en el orden que ellos acos- i 260 HISTORIA DE CHILE. tumbraban guardar, los ocuparon al instante. En seguida, el gobernador satisfizo al ceremonial con algunos cum- plidos á los caciques , los cuales respondieron muy opor- tunamente por medio del intérprete Salamanca. Después de algunos momentos de recojimiento silencioso , el go- bernador mandó al intérprete preguntase en alta voz, clara y distintamente , á los caciques cual habia sido el objeto de su viaje á Santiago, á cuya pregunta respon- dieron : Que habían pedido el ir, y habían ido á la capital con el único fin de prestar homenage de obediencia y sumi- sión al rey su señor, en la persona de su gobernador de Chile; que, por lo tanto, rogaban encarecidamente á este tuviese á bien recibir con benevolencia dicho home- nage, en atención á que los últimos rumores y desaso- siego que los Españoles habían notado en sus tierras , habían sido ocasionados por desavenencias intestinas, y de ninguna manera por intenciones , ni las mas remotas , de infringir los artículos de la paz ratificada poco habia en Negrete. En prueba de la sincera verdad de su aserción , los caciques nombraron las dos parcialidades cuyos rencores recíprocos habían dado lugar a los ruidos que se habían esparcido de un nuevo rompimiento de la paz ; expusie- ron los motivos que habían tenido de desavenencia , y acceptaron la mediación del gobernador para reconci- liarse. Esta ha sido la verdad de los hechos, y, como de costumbre, los partes alarmantes que habían ido de la frontera sobre este asunto quedaron notados, mas que de exajerados, de mal dijeridos y precipitados. El viaje de los naturales á Santiago lo probaba sin dejar de ello el menor jénero de duda. Por fin , el gobernador se CAPÍTULO XXI. 261 portó con ellos como lo merecían en aquel caso agasa- jándolos y despidiéndolos el día 16, muy satisfechos de los Españoles y de sí mismos. Algunos escritores han tro- cado las fechas de los dos parlamentos de Negrete y Santiago , y han indicado este último en el año de 1773 ; pero han errado , según lo demuestran documentos au- ténticos, como también han supuesto particularidades que no han tenido lugar, tales como el establecimiento de un procurador jeneral de los Butalmapus en la capital del reino, y la residencia de Curiñancu, como su pleni- potenciario, en el colejio de San Pablo. Curiñancu ni siquiera se halló en el parlamento de Santiago. Lo que muy cierto fué la muerte cristiana de aquel valiente caudillo que murió tan contrito y con tal recojimiento en los brazos de un sacerdote, que mandó no entrase nadie, ni aun sus mujeres y parientes á distraerlo. A este parlamento solenne de Santiago se siguieron otras presentaciones y homenajes parciales hasta del vertiente oriental de la cordillera, de donde hasta en- tonces nunca se habían recibido, con lo cual no podía quedar la menor sospecha de que no fuesen francos y espontáneos. Sin embargo, los pesimistas de aquella época hallaban razones para sospecharlos, y la mas peren- toria era que el erario costeaba aquellos viajes y parla- mentos, sin reflexionar que dichos gastos, que por des- gracia eran demasiado raros no ascendían , á pesar de las mayores exajeraciones, á la centésima parte de lo que habrían costado quince dias de guerra. Si después, y aun poco después de estas sumisiones , quedaban to- davía revoltosos tales como Ayllapagui , que llamaban toqui no siendo mas que un capitán de ladrones con los cuales entraba á robar en la isla de la Laja . sabido es =— ^— w_ que en todas las partes del mundo quedan siempre seme- jantes rastros de la guerra la mas regular, y, sobre todo, una nueva reunión en la plaza de los Anjeles, presidida por el comandante jeneral Semanat , á fines de noviem- bre de 1772 , los hizo desaparecer. HISTORIA DE CHILE. CAPITULO XXII. Carta textual y auténtica del gobernador Morales al conde de Aranda. — Difi* cullades de la situación. — Incorporación de la casa de moneda de Santiago á la corona. — Recursos que ofrecían las temporalidades de los extrañados regulares de la compañía de Jesús.— Continuación de otros hechos. (1772—1774.) El mejor medio de fijar la opinión sobre cuanto queda dicho en el capítulo anterior es poner á la vista de los lec- tores la carta ó informe textual que de todo ello dio el gobernador de Chile al ministro , conde de Aranda. « Ex.mo S.°% » Con fecha de 13 de setiembre último me contesta V. E. á la que dirijí en 31 de marzo del año p.° p.° par- ticipando á V. E. haber suspendido las operaciones que preparaba para castigar á los Indios rebeldes de esta frontera por haber clamado estos por su perdón dando pruebas de su arrepentimiento. Y en esta continuo con satisfacción noticiando á V. E. la fidelidad con que observan estos naturales todo lo ofrecido en el parla- mento de Negrete', y que para su mayor demostración me han pedido con instancia , por medio del maestre de campo jeneral y de otros subalternos, les permita pasar á esta capital á ratificar sus buenos propósitos , y mani- festarse obedientes vasallos de nuestro soberano , y con- cedida esta licencia, de que solo hay ejemplo en el gobierno de don Manuel de Amat, se me presentaron el HISTORIA DE CHILE. dia 10 del que corre , y se lograrán con esta acción todas las piadosas intenciones del rey, de que sean atraidos por medios suaves , y de que estas provincias consigan su quietud y el Rl. erario su mayor aumento , con el ahorro de los indispensables gastos para la guerra. Lo que me ha parecido conveniente poner en la comprensión de V. E. por la complacencia que le causarán estas noticias. » » Dios guarde á V. E. m.s añ.s Santiago de Chile, 8 de febrero de 1772. » Con semejantes testimonios, quedan reducidos á la nada cuantos raciocinios sin razón sujirian las pasiones á los críticos, y en cuanto á la mayor dificultad que hu- biera habido en la preferencia dada á la guerra invasora sobre la paz , no hay mas que ver lo que el mismo gober- nador escribe al mismo ministro, con la misma fecha, diciéndole : que el producto de todos los ramos de real hacienda y el de las temporalidades de los jesuítas ha- bían sido agotados principalmente en la guerra , por no haber remitido el virey del Perú caudales para ella y para otras graves urjencias administrativas, y haber pedido, lejos de eso, el mismo virey, que se reintegrasen al real estanco de tabacos los suplementos que este tenia hechos á la real hacienda, á fin de dar al gobernador de Buenos Aires los auxilios de que había menester y pedia. Bien que los gastos de la guerra hayan cesado (proseguia el gobernador en su carta al ministro), y que el reino goce de tranquilidad ; bien que se hayan recaudado todos los preventos de arrendamientos de haciendas de jesuí- tas, de ventas de los que fueron sus esclavos, del con- tado de algunas de sus haciendas y de otras incidencias de la misma naturaleza , sin embargo , concurriendo ei CAPÍTULO XX I í. 265 indispensable socorro del pre y pagas del batallón de infantería, compañía de artillería y asamblea de caba- llería , que destinó el rey para la mayor seguridad de este reino , no concurriendo las cajas de Lima con el mas mínimo socorro para tan precisas asignaciones, me ha sido indispensable para sostenerlas echar mano de lo que han producido y producen las mencionadas tempo- ralidades, con el cargo de reintegrarlas siempre que reciba algún desahogo el ramo de real hacienda. Así se ve la diferencia que hay de gobernar á criticar. Y es de notar que los réditos y rentas de las temporali- dades, había orden expresa del gobierno metropolitano para enviarlos á España con destino á pagar las pensiones vitalicias de los expulsados, « con la mayor integridad y prontitud (decía el conde de Aranda en su orden de 2/j. de noviembre de 1770), afín de precaver el peligro de la sospecha de mala versación. » Por consiguiente , era este un punto demasiado delicado para la responsabilidad del gobernador de Chile, y no es posible el creer que lo des- cuidase, ni supusiese necesidades urjentes imajinarias, ni acusase en falso de abandono al virey del Perú. Justa- mente el rey acababa de incorporar á su corona la casa de moneda de Santiago. El virey del Perú había ya con- ferido á Morales las mismas facultades para la ejecución de aquella real orden , que el mismo virey habia tenido para la plantificación de dicha casa de moneda, y Morales habia elejido provisionalmente para ello el co- lejio de San Miguel, que habia sido de los jesuítas, por la comodidad que ofrecía su distribución para establecer oficinas, y porque se hallaba en el centro de la ciudad ; pero aquel establecimiento no podia ser sino temporal , estando el mismo colejio destinado , por orden real , i : "i 'i ■m HISTORIA DE CHILE. otro objeto pió, y el gobernador empezó la fábrica de una casa propia real de moneda , para cuyas obras se vio obligado a anular los arrendamientos de algunas haciendas de los mismos jesuitas , afín de subastarlas y sacar oro y plata contante y sonante de ellas. La cuenta y razón con que el gobernador tenia que proceder á esta especie de operaciones eran tan estrechas , que en carta de 31 de marzo de 1771 , el conde de Aranda le prevenia , con acuerdo del real consejo , que en las aplicaciones y destinos que se hiciesen de las casas, colejios, residencias y misiones que habian sido de los regulares de la com- pañía de Jesús en aquellos dominios , se procediese con arreglo á lo mandado en la real cédula de 9 de julio de 1769 , con certificaciones y documentos separados y correspondientes á las diversas y respectivas aplicaciones que tuviesen, sin confusión ni mezcla de otro asunto alguno. Porque es preciso no olvidar que todos los edi- ficios que no eran vendibles ó arrendables , de la perte- nencia de los regulares, debian de ser aplicados á diversos objetos pios ó de interés jeneral. Así , en la misma época, el colejio de San Pablo fué destinado , con el nombre de Convictorio Garolino , para servir de instrucción á la juventud del reino. La casa de la Nunciada lo fué á hos- pital de mujeres, y á casa de desengañadas del mundo que se quisiesen retirar de él. Las alhajas, vasos sagra- dos, custodia y ornamentos de la catedral habiendo sido consumidos, fundidos ó abrasados en el último incendio de aquel edificio, los oficios divinos de la iglesia metro- politana se hacian en la del colejio Máximo. De suerte que ausentes y lejanos , los interesantes expatriados con- tinuaban aun siendo útiles al estado, á la relijion , al ejército y á la humanidad. Es esta una reflexión que CAPÍTULO XXII. 267 causa sorpresa el no ver articulada por ninguno de los escritores de aquel tiempo, y es tanto mas extraño cuanto los regulares habían sido los fundadores, creadores y artesanos de la mayor parte de cuanto se les habia quitado. Ninguno quedaba ya , ni memoria de ellos. Los tres solos, cuya residencia habia continuado por diversos motivos, fueron enviados al Callao por diciembre de i 111 , y cuantos asuntos eran pertenecientes á la herencia que habían dejado eran decididos por dos juntas de aplica- ciones de sus temporalidades , mandadas formar por acuerdo del supremo consejo , una superior en Santiago , y otra subalterna en la Concepción. Estos asuntos eran examinados en la contaduría jeneral de Madrid muy minuciosamente , y las oficinas no le pasaban al gober- nador de Chile el menor encarte ni error de cuenta. Las ventas , los arriendos , las rentas y réditos de cada casa , estancia ó misión las apuraban con el mayor escrúpulo, y era raro cuando el conde de Aranda, en respuesta á los informes de Morales , no le ponia algún reparo sobre ausencia de datos que se habían olvidado , sin duda , en las justas aplicaciones de temporalidades, concernientes á tal ó cual estancia ó hacienda; porque, en cuanto á Morales mismo , este gobernador se portaba , sobre todo en estas materias , como verdadero caballero y antiguo oficial de guardias españolas, manteniendo la reputa- ción que habían dejado dos predecesores suyos (Manso y Ortiz de Rosas) que habían pertenecido al mismo real cuerpo. En efecto, bien que no le faltasen críticos de las ope- raciones de su gobierno , este gobernador era jeneral- mente querido y respetado , y nadie contestaba sus buenas intenciones ni la pureza de sus sentimientos nobles. HISTORIA DE CHILE. Gomo sus dos predecesores, arriba dichos, el conde de Superunda y el de Poblaciones , dejó en Chile agradable memoria , de la cual sus descendientes recojieron afec- tuosas pruebas. A consecuencia de la paz que negoció con los naturales , atrajo á Santiago los Indios Ghiqui- lanes, habitantes del vertiente oriental de los Andes, y el cacique Garihuanque , con oíros cuatro del mismo ter- ritorio, le hicieron espontáneamente abandono gratuito de las salinas que había en él , y que se llevaban á la capital sin mas gastos que los de extracción y trasporte. Los caciques precitados que habian ido á Santiago , con no pequeño acompañamiento de mocetones, pasando por el Planchón , boquete á unas treinta y tantas leguas sur de dicha ciudad , le pidieron y obtuvieron de Morales, con asistencia de la real Audiencia y del ayuntamiento , comercio franco y recíproco con ella y todos sus par- tidos. En la capital misma, continuó las obras y mejoras empezadas , y suspendidas por diferentes motivos , y de las cuales las mas interesantes eran la continuación del puente del Mapocho, y la del canal de lasaguas de Maipú , empresa, en principio, del gobernador Gano, y, poste- riormente á este, del conde de Superunda. Este canal, que fué llamado de San Carlos, de veinte y cinco mil varas castellanas de curso , sobre cuatro de anchura y dos de fondo, fué subastado en treinta y seis mil pesos á un Guipuzcoano, por nombre don Matías Ugarreta; pero, por falta de exactitud en la observancia del declivio que debia tener su curso , retrocedían las aguas antes de llegar á su destino. El cabildo de Santiago, poco satis- fecho de un mal éxito que , por tercera vez , le ocasionaba gastos y disgustos, no quiso recibir la obra como acá- CAPÍTULO XXII. 269 bada y presentó una demanda para que el empresario Ugarreta llenase todas las condiciones de la contrata, por la cual había recibido veinte y seis mil pesos á cuenta; pero era pleito demasiado largo y complicado para que quedase ventilado en breve tiempo , y se quedó estan- cado. CAPITULO XXIII. Gobierno del teniente jeneral don Agustín de Jauregui, caballero del hábito de Santiago - Embajadores indios residentes en Santiago. - Otro parla- mento en Tapihue. - Fundación de un nuevo colejio de jóvenes araucanos en la capital. — Otras consecuencias del parlamento. ■1776.) Fuera de los acontecimientos relatados, no hubo en Chile ningún otro notable en aquella época mas que la convocación hecha, del real orden , por el arzobispo de Lima á Alday y á Espiñeyra, obispos, el primero de Santiago , y el segundo , de la Concepción , á un concilio provincial que se reunió en la capital del Perú, en 1773, para operar reformas de disciplina eclesiástica. Por marzo, llegó á Santiago, por la via de Buenos Aires, el sucesor de Morales en el mando del reino , don Agustín de Jauregui , el cual fué reconocido el 6 de dicho mes de gobernador y de presidente de la real Audiencia. Su predecesor, luego que le entregó el bastón , marchó para Lima, en donde falleció muy luego (1). Apenas se vio Jauregui reconocido , empezó á recibir partes alarmantes de los comandantes de las plazas de la frontera , de los cuales no le era posible sacar en lim- pio una consecuencia cierta y segura para obrar con la menor probabilidad de acierto : mientras unos le alar- maban insinuándole que ciertas parcialidades hacian movimientos indicadores de hostilidades iminentes, otros le transmitían suplicas de otras parcialidades cuyos ca- (1) Tan luego, que algunos escritores, por ejemplo Molina, ignoraron su salida de Chile , en donde creyeron que habia muerto. CAPÍTULO XXIII. 271 ciques solicitaban la gracia de poder ir á cumplimentar y besar las manos al nuevo gobernador á Santiago mismo. Es de advertir que en el situado había comprendida una cantidad de ochocientos pesos destinada á obsequiar, aga- sajar y atraer eventualmente á los naturales. Ciertamente, podia ser muy dable y muy probable que los naturales ambicionasen el tener ocasiones de disfrutar de este bene- ficio; pero el resultado era que el objeto principal se alcanzaba. Por desgracia , en aquel instante, la caja de agasajos se hallaba vacía , y no habia que pensar en costear el viaje de los caciques que lo solicitaban á la ca- pital, ni en regalarlos. A lo menos, tal fué la respuesta de los oficiales de contaduría de Santiago y de la Concep- ción ai gobernador, que les habia pedido informe sobre el particular. A falta de dinero, Jauregui halló un arbitrio. Ante todas cosas, se desentendió, por buenos consejos, ó creídos tales, de los partes alarmantes, y se atuvo para obrar á los que ofrecían esperanza de conciliación. Con este fin , escribió al comandante jeneral de la frontera Semanat, y al teniente coronel O'Higgins, persuadiesen á los cuatro Butalmapus lo conveniente y cómodo que seria para ellos el nombrar cada uno un plenipoten- ciario que fuese á residir en Santiago donde seria hos- pedado y mantenido con regalo en el colejio de San Pablo. Estos cuatro embajadores, que tendrían este título , simplificarían todas las dificultades que pudiesen sobrevinir, hallándose con plenos poderes para tratar con el gobierno sobre cualesquiera asunto que fuese, ya de presentar reclamaciones, pedir desagravios y arreglar todos los asuntos pertenecientes á los tratados de paz , tantas veces ratificados. 272 HISTORIA DE CHILE. Semanat y O'Higgins se manejaron en esta negocia- ción con tanto tino y acierto que el 4 de abril de 177i, llegaron á Santiago los cuatro caciques embajadores de los cuatro Butalmapus : don Pascual Gueñuman por el de la costa; don Francisco Marilevi por el de los llanos ; don Juan Francisco Curilemu por el subandino ; por la parcialidad pehuenche de Lebian , Lepimancu, y por la de Colhueman , don Santiago Pichunmanque. Satisfecho Jauregui de lo bien que la ejecución habia correspondido á su pensamiento, celebró , el dia 25 del mismo mes, en su propio palacio, parlamento con los cuatro plenipoten- ciarios, y en él ratificó y amplió las condiciones del último de Negrete ó mas bien de Quedecó , con lo cual se aplacaron todas las inquietudes mas ó menos serias de la frontera. El expediente fué firmado nada menos que por setenta y cuatro personas , número en que se hallaban el obispo Alday, la real Audiencia, los cabildos eclesiástico y secular, y los jefes presentes del ejército y de las milicias. Sin embargo , este acto , plausible por sus resultados inmediatos, del gobernador de Chile, no parece haber merecido la aprobación superior de la corte de Madrid , ni aun del virey del Perú, bien que hubiese aprobado el llamamiento y la residencia de los plenipotenciarios en la capital. Por lo demás , el rey notó con desagrado que habia en el hecho la neglijencia inexplicable de no haber pasado él mismo en persona á la frontera para reunir un congreso mas solemne, no en la tierra délos Indios sino en el territorio español. En vista de una insinuación que debia considerar como una orden perentoria , Jau- regui se puso en camino para la Concepción acompañado de los embajadores araucanos, los cuales no podían CAPÍTULO XXIII. 273 menos de influir mucho en la opinión de los Butalmapus diciéndoles con cuanto agasajo y con cuanta conside- ración eran tratados en su residencia de Santiago. El 21 de diciembre de 1774, el gobernador se presentó en el campo de Tapigue, á dos leguas de Yumbel, acompañado del obispo de la Concepción ; de don Fran- cisco López, sucesor de Traslaviña como auditor de guerra; del comandante general de la frontera, Semanat, y de otras cuarenta personas de distinción. Por los Bu- talmapus, asistieron á la reunión doscientos setenta y un ulmenes, ó caciques, de setenta y siete reducciones, acompañados de cuarenta y uno capitanes españoles de amigos ; cuatro toquis natos ; trescientos nueve capitanejos y mil setecientos treinta y seis indios de séquito público. El nuevo convenio que pasaron las partes contra- tantes constaba de diez y nueve artículos, por el pri- mero de los cuales los Butalmapus ratificaron los po- deres dados á sus cuatro plenipotenciarios residentes en la capital. Los demás artículos ofrecían el mismo tenor délos anteriores tratados, especificando en el décimo tercio : que las parcialidades se obligaban á vivir en paz y concordia entre ellas mismas, olvidando motivos de resentimiento recíproco y hasta la palabra irritante maloca , que sola, muchas veces, les habia hecho em- puñar las armas y salir á campaña. En otro , fué esti- pulado que los caciques enviarían sus hijos á un colejio nuevo que por orden real se iba á fundar para ser in- struidos y educados en él. Por fin , el tratado fué satis- factorio para ambas partes, y solo el cacique Aillapagui y el mestizo Mateo Pérez se manifestaron descontentos de él é hicieron cuanto pudieron para que los turbulentos Quechereguas quebrantasen sus artícu'os y condiciones. Historia. VI. 18 lili HISTORIA DE CHILE. El gobernador Jauregui regresó á Santiago á prin- cipios del año entrante, y dio inmediatamente toda su atención á la ejecución del proyecto de un nuevo colejio para treinta hijos de caciques, el cual se fundó en San Pablo. Los colejiales debian vestirse con ropón pardo y beca verde. Considerados estos como rehenes de la paz y buena correspondencia de los naturales , no se pararon las miras en gastos y se determinó comuni- carles cuantos conocimientos fuesen aptos á adquirir, desde las primeras letras hasta las ciencias, para lo cual fueron nombrados un rector y catedráticos. Pero antes de pasar adelante en la narración, tiene la historia que hacer constar un hecho no solo interesante porque da nociones exactas acerca de las costumbres de los naturales, sino también porque pone patente la resistencia que encontraban las miras benéficas del go- bierno español en la conducta de sus agentes subalter- nos. Hé aquí este hecho confesado por su principal actor, que se alaba de él con jactancia, al mismo tiempo que critica, vitupera y condena las resoluciones del su- perior gobierno. En el tratado de Tapigue se ha visto que por el arti- culo décimo tercio , los naturales se obligaron á echar á un lado sus rencores y á vivir en paz ; prueba evidente de que el gobierno tenia interés en que así fuese. La ex- plicación que los caciques habían dado sobre los ruidos de la frontera, asegurando que en nada eran concer- nientes á las condiciones del parlamento de Negrete, habia sido una explicación muy franca , sincera y cierta, como los lectores verán por la substancia de la narración que hacen de ella los mismos que negaban á pies juntos esta franqueza, esta sinceridad y esta certeza. Hé aquí CAPÍTULO XXIII. 275 sucintamente Jo que había sucedido, dejando á parte los rodeos, digresiones y jactancia del narrador, en cuyo lugar nos pondremos, afín de poder ser mas concisos y mas claros. Los ruidos, pues, de la frontera provenían de guerra entre los mismos indios, suscitada por un solo ladrón moceton del cacique Llanquinahuel de la parcialidad de Lumaco. Dicho moceton, por nombre Relbuantu, había dado una brida á otro moceton de Tomen para que con ella pudiese robar y llevarle los buenos caballos de " Él 1 ■ & . u; CAPITULO XXVI. Gobierno del brigadier don Ambrosio de Benavides, caballero déla real orden de Carlos III — Episodio de la fabulosa ciudad de los Césares.- Opera- ciones de O'Higgins en la frontera. — Terremoto, é inundación del Mapo- cho.— Otros sucesos. (1781 — 1787.) La entrada de Benavides en la capital de su gobierno fué de buen agüero , porque dio una alta idea de su mo- destia, pues á fin de ahorrar gastos excusados á la ciudad, llegó por sorpresa, y se presentó sin séquito y sin ruido ; pero su modestia ( real y verdadera sin con- testación ) era fruto de su experiencia, de su edad avan- zada y del despego á las cosas de este mundo que los años traen consigo. Hombre de buen consejo y de mé- todo , y satisfecho con ver que los diferentes administra- dores eran dignos de confianza , en vista del buen estado de sus respectivas administraciones , dejó á cada uno de ellos continuar dirijiéndolas sin trabas, salvo el no dejarle ignorar la menor novedad que sobreviniese para provi- denciar él mismo como lo juzgase oportuno y conveniente. En consecuencia, puso á cargo del rejente Acevedo la superintendencia del negocio de temporalidades de los jesuítas , negocio que llevaba buen jiro ; al del correjidor Don Melchor de Sara, la administración civil de la capital ; al del ex-oidor de Santa-Fe don José Guzman , su asesor, los asuntos jurídicos militares; y al de don Ambrosio O'Higgins, los puramente militares de la frontera. v-, CAPÍTULO XXVI 303 Entre tanto, los efectos de la declaración de guerra entre España é Inglaterra no se habían hecho aun resen- tir en Chile. Solo se sabia que el almirante ingles, Eduardo Hughes , había salido de los puertos británicos en marzo del año anterior, con diez navios de línea y tropas de desembarco , cinglando á las costas de Asia, para dejar algunas fuerzas en el golfo de Bengala, atravesar el mar Pacífico y echarse sobre las de América. Por consiguiente la armada inglesa había tenido bastante tiempo para ir acercándose á ellas con el objeto de saquear las costas, causar daños al comercio y apoderarse, si podia, de algún buen puerto. El mas tentador para los enemigos, y, por lo tanto, el mas expuesto á sus ataques era el de Valdivia , y ya Acevedo , durante su corto interinato , habia pedido al virey auxilios para ponerlo á cubierto \ así como también al de Valparaíso. Los principales de que carecía aquella plaza eran fuerzas vivas, es decir, defensores; pues, por lo demás, sus baterías estaban bien montadas y tan bien , que con tal que fuesen bien servidas, Valdivia era reputada inexpugnable; pero por la misma razón, si careciendo de defensores, llegaba á caer desgraciadamente en manos de los Ingleses , seria materia imposible el rescatarla. Estas fueron las consideraciones que Acevedo habia trasmitido al virey, determinando, Ínterin resolvía, en- viar á Valdivia cuatro compañías de las milicias de San- tiago , las cuales fueron trasportadas en los buques que , como queda dicho, guardaban las costas de Chile; y de la Concepción , dos de infantería veterana y una de dragones, que, mal que les pesase á los que negaban los progresos de la buena fe de los Indios , obtuvieron de ellos, sin darles inquietud ni sospecha, paso franco por HISTORIA DE CHILE. sus tierras, y las atravesaron muy pacíficamente , sin en- contrar el menor ostáculo. Pero antes de pasar adelante con la narración de los acontecimientos principales, no podemos omitir la de un episodio que hizo mucho ruido aquel año precisamente porque tomó oríjen en una fábula interesante y digna de curiosidad. Según esta fábula, habia al extremo austral de Chile una ciudad de Españoles, llamados Cesares, ciudad maravillosa y tan rica que hasta las campanas de las iglesias y las rejas de los arados para labrar la tierra eran del oro el mas fino. El gobernador de Valdivia , don Joaquín de Espinosa , creyó que no era cuento sino verdad muy asegurada, y pidió licencia para ir á la descubierta de aquel encantado paraíso, por medio de un capitán limeño, don Manuel José Orejuela, el cual habia sido piloto , habia surcado aquellas mares , y se hallaba á la sazón en Madrid siguiendo el despacho de asuntos propios. Lo maravilloso de la novela produjo en el mo- narca la misma sensación que en cuantos la habían oído ; es decir, que sin creer en su realidad , experimentó un vivo deseo de saber de donde provenia, y dio á Orejuela una autorización formal para que el gobernador de Val- divia fuese en persona, á la cabeza de una expedición, á descubrir los encantados Cesares, y él (Orejuela), como su segundo, con orden al gobernador de Chile de auxiliarlos con fuerzas y dinero. Es preciso notar, con todo eso , que este resultado fué debido principalmente al ministro del supremo consejo de Indias, don José Galvez, el cual se sintió poderosamente seducido por la idea de aquella risueña descubierta. Cuando Orejuela estuvo de vuelta en Chile , ya el go- bernador de Valdivia Espinosa habia muerto ; pero no CAPÍTULO XXVI. 305 por eso renunció el primero á su empresa ; antes, apro- vechándose de la circunstancia de estar encargado por el mismo rey de conducirla en segundo lugar con Espinosa, pidió al gobernador del reino el dinero y demás recursos que eran necesarios para llevarla á cabo , y sabiendo que no se los podía conceder por falta de numerario, le presentó, el 2 de julio, un proyecto de creación de mo- neda de cobre hasta dos millones de pesos, moneda que escaseaba en el reino. El gobernador adoptó el proyecto, y, para ponerlo en planta, pidió informes con premura á las corporaciones, á los gremios y al comercio. Algunos de estos informes fueron favorables; pero el del comercio, decretado en junta convocada y presidida por el señor Pérez-García, le demostró los perjuicios que ocasionaría la propuesta creación de moneda sin utilidad alguna, puesto que la ciudad de los Cesares no habia existido nunca sino era en la imajinacion de los que la habían soñado. Gomo este parecer era muy conforme al del mismo gober- nador, que no se habia prestado á favorecer la empresa mas que por obediencia al rey, aquel lo trasladó ala corte, y el monarca aprobó que no la hubiese llevado adelante. ' Es de advertir que ya en 1777, bajo ef gobierno de Jauregui , Espinosa habia enviado por sí y ante si , y á sus expensas, aunque previa consulta en junta de ofi- ciales y misioneros, habia enviado, decíamos, una ex- pedición á la descubierta de la imajinada ciudad, expe- dición compuesta de cerca de cien soldados al mando del comisario de naciones don Ignacio Pinuez, y del teniente don Ventura Carvallo (1). Al punto en que Jau- regui habia sabido el hecho, habia despachado orden á (1) Pariente, sin duda , de su homónimo, comandante de la plaza de los Anjeles, en la frontera. IV. Historia. 20 HISTORIA DE CHILE. Espinosa para que inmediatamente mandase regresar una expedición temeraria , incapaz por su corta fuerza numérica de salir con bien de su intento. A la verdad , ya Espinosa había hecho la misma reflexión cuando recibió esta orden , y habia destacado el capitán Molina para que llevase contraorden , y que se limitase á con- struir un fuerte sobre Rio Bueno con una misión prote- gida por cien soldados, medida que fué aprobada por el superior gobierno con tanta mas razón , cuanto se conseguía con ella el doble objeto de protejer también otras que se acababan de fundar en Arique. Por fin , dicha expedición produjo los buenos efectos de dejar averiguada la fábula de la maravillosa ciudad , y de en- tablar relaciones con los terribles vecinos de Rio Bueno, los cuales renunciaron á sus correrías y se dejaron alum- brar con la luz del evanjelio , después de haberse justi- ficado muy bien en causa que se les formó por el comi- sario de naciones Pinuez de haber sido traidores á los Españoles, y de haber querido incendiar el fuerte y la misión arriba dichos , misión servida por los PP. francis- canos Fr. Antonio Castellanos y Fr. Anselmo Ochagabia, los cuales se hallaron presentes á las declaraciones de los caciques Jeuque , Queupul , Tagol y Queychaguin , acu- sados con demasiada lijereza. Volviendo á los asuntos jenerales del gobierno de Be- navides, O'Higgins, especialmente encargado de cuanto era concerniente al ejército y á la guerra , se esmeró en probar que era digno de la confianza que el gobernador habia depositado en él , bien que esta verdad haya tenido por contradictores á los oficiales empleados en la frontera, vejados de la estrecha observancia de la disciplina que les impuso el comandante jeneral de ella. Es cosa muy ^Pi CAPÍTULO xxvr. 307 sabida entre nosotros , la mejor prueba de que un jefe es buen jefe es que estemos malavenidos con él y que lo calumniemos hasta no dejarle gueso sano. Esto era pre- cisamente lo que le sucedía á O'Higgins, el cual se malquistó con muchos de sus subalternos con la sola medida de no concederles licencia, bajo frivolos pre- textos , para ir á la capital , y aun también de ahorrarles ocasiones de alejarse de sus puestos con motivos excu- sados de comisiones de servicio. Sinembargo , algunos de estos mismos detractores se vieron obligados á con- fesar que su política era buena , y que todas sus medidas le surtían buen efecto. Por una parte , estaba bien con los Indios independientes; bien con las administra- ciones, y hasta la escuadra del mal del sur, arriba dicha , daba alabanzas á su zelo , tino y actividad. Hallándose algunos de sus buques con la arboladura vieja y cansada, el comandante de la escuadra recurrió á O'Higgins para ver si no habría medio de reparar tan grave falta, y este , sabiendo que había en la cordillera robustos pinos propios á ser convertidos en mástiles , envió al carpin- tero de la escuadra á reconocerlos con el teniente de dragones don Pedro Andrés de Alcázar, los cuales vol- vieron con un pino de muestra que fué enteramente aprobada , y, á consecuencia , obtuvo sin dificultad el comandante jeneral que los caciques Pehuenches diesen paso franco por sus tierras á los Pinares de Callaqui. En abril de 1781, salió el teniente de fragata don Ti- moteo Pérez por la plaza de Santa Bárbara para dichos Pinares; pero el capitán pehuenche Anean con los caci- ques de Raleo , parcialidad próxima á Callaqui , se opu- sieron á que pasase adelante y le obligaron á retroceder con sus trabajadores á Santa Bárbara, HISTORIA. DE CHILE. Con esta novedad, don Ambrosio O'Higgins comisionó á don Vicente Carvallo para que apoyase la operación de la corta de pinos, y este oficial salió el 8 de mayo para la plaza de Santa Bárbara , desde donde llamó á los caciques pehuenches de aquella parte á fin de recor- j arles la obligación , tantas veces contraída por ellos , de auxiliar á los Españoles contra les enemigos exte- riores. Fueron los convocados caciques, y el 18 del mismo mes se puso en marcha el mismo Carvallo con ellos y con los trabajadores de marina para la parcialidad de Ancu, cuyo cacique, convencido de su sin razón, no solo levantó los ostáculos que habia puesto á la operación, sino que él mismo la acompañó y la favoreció. El solo estorbo que experimentaron los trabajadores provino de la estación avanzada. El !i de junio siguiente , se levantó una tempestad norte seguida de una nevada que forzó la expedición á plegar las tiendas y descender pronta- mente de las alturas , y hasta el mes de octubre no fué posible el volver á trabajar ; pero enfin tuvo un éxito completo , y los buques desarbolados , ó mal arbolados , quedaron perfectamente habilitados para salir al mar, no contra enemigos externos sino para volverse al Callao, pues la paz , de que llegó luego la noticia, entre España é Inglaterra , hacia inútil el que la escuadra prolongase su estación en Chile. Entretanto , los motivos de diferir el parlamento que los gobernadores solennizaban á su entrada en el go- bierno con los Indios, habian cesado, y los naturales parecían inquietarse con esta alteración de un uso que les agradaba y les interesaba. Ya habia dos años que Bena- vides habia tomado el mando y aun no habia ido á la frontera. De suerte que, por esta razón ó cualquier otra , CAPÍTULO XXVÍ, 309 hubo algunas correrías parciales por parte de los Arau- canos que fueron interpretadas como precursores de un levantamiento ocasionado por sospechas que les daba la inacción ó el descuido del gobernador. Fuese ó no fuese asi , los embajadores residentes le fueron á pedir con- firiese poder á O'Higgins para celebrar el parlamento , si S. S.a no podia ir á presidirlo personalmente. Esta propuesta fué aceptada, y O'Higgins recibió autorización y plenos poderes para representar al gobernador y obrar en su nombre, según las circunstancias lo exijiesen. En consecuencia , el comandante jeneral de las armas de la frontera previno á los caciques de la próxima celebración del acostumbrado parlamento , y esta nueva corrió luego por la tierra regocijando mucho á los Butalmapus. En este estado de cosas , aun hubo una falsa alarma de al- zamiento, y esta falsa alarma, según algunos autores, fué , así como otras muchas , una intriga del jefe de la frontera afín de encarecer sus servicios. Pero que estos escritores nos perdonen , estas cavilaciones , y las co- municaciones íntimas (á que dan lugar y que en buen lenguaje se llaman chismes) , no pueden tener lugar en la historia cuya dignidad ofenden. Fuesen lo que se quiera los medios de que se valia don Ambrosio O'Higgins para mantener los Indios en paz, y conducir los negocios del estado en aquella parte con fruto y tino, estos medios de- bían de ser excelentes puesto que conseguía el fin deseado. Después de haberse convencido por sí misino de las buenas disposiciones de los caciques araucanos , O'Hig- gins regresó á la Concepción, tanteó laurjenciade los ne- gocios pendientes, y á fin de noviembre 1783 se marchó á la plaza de los Anjeles , á donde convocó los jefes de los Butalmapus para convenir con ellos en la época del 310 HISTORIA DE CHILE. congreso , que fijaron al 3 de enero del año siguiente en la vega de Lonquilmo (isla de la Laja). Bien que fuese una circunstancia realmente venturosa para el gobernador Benavides (en atención á su edad) el poder descansar en el zelo y en el acierto acostum- brados del comandante jeneral de la frontera tocante á los asuntos de los Araucanos, él mismo tenia bastante en que entender en Santiago , para cuya capital el año de 1783 fué aciago. El dia 17 de abril por la mañana hubo un nuevo terremoto , al que se siguieron algunas comociones menos fuertes. El 16 de junio siguiente, el Mapocho salió de madre con mas furia que nunca, en términos que el Ayuntamiento asentó « que jamas se habia experimentado otra mayor desde la fundación de la ciudad , pues no solo arrancó los nuevos poderosos ta- jamares que se oponian á su corriente , sino que derribó también en la Chimba , el convento de carmelitas de San Rafael y una multitud de casas. Las aguas , divididas , formaban dos espantosos raudales por Cañada , Caña- dilla y por las Calles , y forzaban á los habitantes á huir despavoridos de sus casas para salvar sus vidas. Jamas habían visto destrozo mayor. La ciudad quedó tan mal- tratada que los daños ascendieron á un millón de pesos.» Benavides, como se ve , no podia dejar de ser muy útil en Santiago , ademas de que , como lo hemos dicho, su edad y el estado de su salud , sin impedirle el deliberar y providenciar, se oponian á que obrase activamente, y por eso accedió con gusto á la petición que le presentaron los embajadores araucanos residentes en la capital para que tuviese á bien convocar enfin el parlamento por medio del brigadier don Ambrosio O'Higgins. Este congreso de Españoles é Indios fué el mas nume- CAPÍTULO XX VJ 311 ! roso, por parte de los últimos, de cuantos habían sido celebrados en el 18.° siglo. Hubo en él doscientos veinte y cinco caciques , setenta y nueve capitanejos y cuatro mil cuatrocientos tres mocetones. El jefe español llevaba en su acompañamiento al arcediano don José de la Sala, como representante del obispo de la Concepción , y otros veinte y tres personajes. El número de tropas veteranas y de milicias era de mil trescientos veinte Españoles. El parlamento se abrió el dia k , concluyó el 6 y fué uno de los mas solennes. El jefe español dio principio á él con un discurso que causó mucha impresión á los Indios, y al cual respondió Curiñancu. El convenio que se hizo constaba de diez y ocho artículos , de los cuales uno in- novaba el uso establecido de la residencia de embajadores araucanos en Santiago por ser nociva á su salud. En con- secuencia , se estatuó que los Butalmapus se limitasen á tenerlos siempre nombrados y prontos á ir á la capital , ya fuese que la autoridad española los llamase, ó ya que ellos mismos juzgasen conveniente el ir. Inútil añadir que el real erario costeó , como siempre , los gastos ocasio- nados, que ascendieron á diez mil ciento treinta y ocho pesos, por este parlamento. El rey los aprobó por una real cédula de 16 de noviembre del mismo año. Si O'Higgins tenia pretensiones, es preciso confesar que las justificaba en todos sus actos. Era un hombre in- teresantísimo en Chile, y sus mismos detractores se veian forzados, á lo menos, á no negar la superioridad de su mérito. De vuelta á la Concepción , después del parla- mento , se encontró con el navio de la real Armada , San Pedro de Alcántara , que , yendo del Callao á Cádiz con un cargamento de mas de nueve millares de pesos ,. acababa de fondear en aquel puerto chileno. El mal es- HISTORIA DE CHILE. tado del buque obligó al brigadier Fernandez de Bedoya, que lo mandaba , á descargar para recorrerlo y tomar las vias de agua que hacia. A fines de agosto, bien que lo hubiese reparado en cuanto era posible , Bedoya , no teniendo bastante confianza en él para el largo viaje de Europa , regresó á Lima , en donde á Jauregui , que era virey cuando el San Pedro de Alcántara habia dado la vela , habia sucedido el virey de Croix , que desaprobó su regreso , y que no hubiese aguardado en Talcaguano por sus órdenes , motivo por el cual mandó á su coman- dante Bedoya se mantuviese arrestado á bordo. Sensible á un castigo que no creia haber merecido , Bedoya , ya de mala salud, cayó seriamente enfermo y murió. Sinembargo , los acontecimientos justificaron la poca confianza que tenia en su navio. Después de haberlo mandado recorrer de nuevo, y ponerlo en estado de navegar, de Croix le dio por comandante á don Manuel de Eguia , con orden de ir á tomar los caudales que ha- bían quedado en Chile. Se hizo al mar Eguia y arrivó á la isla Quinquina á principios de enero del año si- guiente 1785, pero, contajiada la tripulación de viruelas, tuvo que hacer una larga cuarentena antes de entrar á plática en Talcaguano. En aquella ocasión , don Am- brosio O'Higgins supo combinar, con su tino y acierto acostumbrados, los deberes de la humanidad y los de la seguridad de sus administrados. El conde de la Ma- riquina, don Andrés de Alcázar, que era correjidor de la Concepción, le ayudó con la mayor eficacia á alcanzar tan importantes fines. Mientras el San Pedro de Alcántara se mantuvo en cuarentena, nada escaseó á su bordo de cuanto podían necesitar los enfermos y los sanos que estaban en él , y , luego que entró en el puerto de la CAPÍTULO XXVI. 313 Concepción , recibió su cargamento y los víveres ne- cesarios para que pudiese volver al mar sin ponerse en comunicación inmediata con nadie, ni experimentar de- serciones. O'Higgins habia acordonado el puerto y la playa con tanto cuidado que hubiera sido imposible el contravenir á sus órdenes. Por marzo , dio la vela Eguia para el Janeiro , en donde recorrió , por pura precaución , de nuevo su bu- que. Su navegación desde aquella altura fué feliz hasta la de Portugal , en donde naufragó sobre Peniche. Los caudales que llevaba fueron salvados , y pocos hombres perecieron ; pero entre estos pocos se halló , por desgra- cia, el sobrino de Carvajal, duque de San Carlos, don Luis de Benavente y Roa, encargado por O'Higgins de llevar simientes y plantas de Chile para los jardines reales. Al verano, por noviembre, el comandante jeneral volvió á visitar las plazas de la frontera, sus estancias y vaquerías, y no regresó á la Concepción hasta que se vio satisfecho del buen estado en que quedaban todos los objetos principales de su atención , y porque el famoso La Perouse acababa de fondear en Talcaguano con las dos fragatas que mandaba, el Águila y el Astrolabio. La Perouse, que navegaba para dar la vuelta de la tierra, hablaba en los términos siguientes de O'Higgins : « Este jefe , encargado de la defensa de la frontera (dice La Perouse), tenia una complacencia sin igual en ser útil y benéfico. Su urbanidad era aun mayor, si era posible, que la del comandante interino que se ha- llaba allí cuando fondeamos. Sus atenciones eran tan sinceras y tan afectuosas hacia los Franceses que no en- cuentro expresiones para pintar nuestro reconocimiento. » Los oficiales de la expedición de La Perouse aprovecha- Mli HISTORIA DE CHILE. ron de su arribada para tomar y poder dar algunas nociones interesantes del país ; pero lo hicieron bastante lijera- mente. El cirujano mayor de una de las fragatas, M. Rollin, recojió y describió en su memorial filosófico y patológico sobre los Americanos, las proporciones comparadas de los dos sexos , medidas en la Concepción y en Monterey. M. Monneron , injeniero en jefe de la misma fragata, publicó , después , algunas reflexiones militares sobre la existencia política de Chile ; pero también se engañó evi- dentemente , porque se fió en puras apariencias. Uno de sus errores fué que seria fácil el trabar amistad y enta- blar relaciones con los naturales de Arauco y Tucapel con perjuicio de los Españoles, y que los mismos Indios que estos llaman sus amigos no tardarían en entrar en la confederación. Es verdad que, algunas líneas mas abajo, Monneron parece contradecirse en cierto modo. « Todas las ventajas de un desembarco ( dice este injeniero ) se reducirían á una incursión de tres leguas, y seria muy prudente el volver luego para reembarcarse, porque , en muy pocos dias , el maestre de campo puede acudir á la cabeza de quince mil hombres, y, por poco honor que tuviese, ningún enemigo le podría forzar á capitular. En rasa campaña , podría con su numerosa ca- ballería envolverlo fácilmente , y, en resumen , tendría que retirarse , si podia , para salvarse. » La Perouse levó el áncora por abril con el rumbo á California. En la misma época se ejecutó en Chile la nueva forma de gobierno dada por el rey á las Américas, por real cédula de San Ildefonso , á 5 de agosto de 1783. Por ella , el capitán jeneral tomó el título de superintendente, v los jefes de cada obispado se llamaron intendentes. CAPITULO XXVI. 315 En virtud de este arreglo , don Ambrosio O'Higgins se halló ser intendente de la Concepción , con un asesor letrado. Los correjidores , creados para presidir á los cabildos por Enrique III, el año 1396, cesaron, y, en lugar de dos alcaldes, los cabildos no tuvieron mas que uno por dos años. Los obispados recibieron el nombre de provincia , y las provincias el de partido. El intendente era un subdelegado partidario, queresumiaen sí las funciones de correjidor. Benavides nombró de te- niente letrado suyo al doctor don Alonso Guzman y Pe- ralta , oidor jubilado de Santa-Fe. A pesar de sus dolencias, el gobernador atendía con cuidado los intereses de la capital. Viendo que el colejio de jóvenes araucanos era mas costoso que importante, en atención á que sus castos ascendían á cinco mil ochocientos setenta y nueve pesos y que solo tenia diez colejiales, lo mandó trasladar á Chillan é incorporarlo con el de la propagación de la fe que dirijian allí los relijiosos de San Francisco. Para cortar abusos y desórdenes ocasionados por mala fe de parte de los Bodegueros en los almacenes de trigos y granos de Valparaíso , nombró de primer intendente de aquel puerto á don Melchor de Jara, antes rejidor perpetuo. La casa consistorial de Santiago, muy deteriorada cuando este gobernador entró en el gobierno, fué res- taurada por él. La casa de la moneda empezada á con- struir, el 30 de abril de 1783, en un sitio llamado el Basural, la mandó trasladar á los Teatinos. También restableció los tajamares demolidos por la última inun- dación del Mapocho , y dejó empezada la construcción de una magnífica casa de moneda. Lo único que no hizo 1 HISTORIA DE CHILE. fué poner en planta el cobro del nuevo arancel de dere- chos , reputado muy interesante , especialmente el de tabacos. Pero, como se ha dicho, Benavides padecia tanto por su mala salud que aun se reputó milagroso lo que hizo durante su pacífico gobierno que dejó con la vida el 28 de abril de 1787 en que falleció (1). Al concluir este capítulo , no puede quedar omitido un acontecimiento , que parecerá grave ó pueril (según el carácter y fe de los lectores), sucedido en aquella época en medio de la plaza de Santiago , y que dio márjen á la edificación de un templo dedicado á Nuestra señora del Carmen. El 13 de octubre , á las 11 de la mañana , hora en que la plaza estaba llena déjente, un mercaderillo de imá- jenes estampadas dejó írsele de la mano una que tenia tres cuartas de largo y dos de ancho, la cual representaba á la vírjen del Carmen , y noobstante estas dimensiones y que no soplase el menor viento, se fué elevando poco á poco , con grande admiración de la muchedumbre es- pectadora de aquel prodijio , á la cumbre de una elevada pila de tierra, á la cual subieron algunos atrevidos para cojerla , aunque en vano. La imájen continuó así ascen- diendo tan alto que al cabo ya solo parecía del tamaño de un pajarito (2) , y se fué inclinando hacia el norle , hasta que hallándose verticalmente encima de la cañadilla de la Chimba , empezó á descender suavemente y se posó como á unas doce cuadras de la plaza , sitio en donde fué plantada inmediatamente una cruz , y en el cual el sucesor del obispo Alday mandó construir un templo. (1) El cabildo, que lionró á este gobernador con miramientos muy particu- lares, mandó hacer su retrato á su costa. Sus cenizas descansan en la catedral. (2) La vide, dice Pérez-García , permanecer así por mas de un cuarto de hor» CAPITULO XXVII. Segundo gobierno interino ó superintendencia del rejente don Tomas Alvares de Acevedo.- Minas.- Fenómeno en la Cordillera de Mendoza.- Fin del interinato de Acevedo y principio del gobierno de don Ambrosio O'Higgins marques de Osorno— Sus operaciones políticas , gubernativas y militares ' ( 1787—1790.) A la muerte de Benavides , quedó de superintendente el rejente Acevedo , el 30 de abril, y recibió el despacho del virey del Perú el 19 de agosto. En aquel instante el azote de las viruelas diezmaba los desventurados habitantes de la capital , en términos que no les había sido posible ejecutar la real instrucción (Aranjuez, 1785) por la que se les prescrivia sacar al campo el primer virulento que se descubriese para pre- servar á los sanos del contajio. La invasión del mal había sido tan repentina y la propagación tan rápida , que en pocos dias se vieron los hospitales llenos , y hasta sus corredores fueron convertidos en salas. Bien que Acevedo haya ejercido la superintendencia durante un año, no hubo en ella novedades particulares sino fué la visita emprendida por el obispo Moran de la Concepción á sus feligreses lejanos , de cuya empresa hemos visto ya los resultados. Solo queda que añadir que volvió su ilustrísima y su séquito con solo lo en- capillado , y despojados de su pontifical y equipajes , todo esto fué casi en totalidad rescatado , posterior- mente al suceso , por el intendente del partido. Por lo HISTORIA DE CHILE. demás , Acevedo instituyó , á ejemplo de nueva España , un tribunal de minería rejido por una especie de consu- lado, compuesto de un administrador y de dos diputados, y del cual se podia apelar al tribunal de Alzadas. Fué tan útil este consulado , que el ramo de minas que hasta entonces no habia producido mas que 14,589 marcos de plata llegó á producir 29 , 645. El descubrimiento de las minas de azogue de Jarilla y Majada de cabritos le fué debido también , á impulsos, a la verdad , de tres reales órdenes ; una de 2 de marzo 1779 ; la segunda, del 10 de noviembre 1783, y la última, del 4 de se- tiembre de 1784. Bien que estas minas produjesen el valor de lo que costaban los trabajadores no tardaron en cegarse y fueron abandonadas. Últimamente, se descubrió la de Punitaqui cerca de Andacollo (Co- quimbo). Según M. Ghavaneau, químico de Carlos IV, sus productos rendían 28 \ por ciento , lo que no era cierto. Un fenómeno señaló la entrada del año siguiente de 1788 , y fué que á la otra banda de la cordillera de Mendoza brotó, con un ruido espantoso , una inundación que cubrió el camino á tal altura , que pasajeros espa- ñoles que estaban de viaje á Santiago solo pudieron salvarse corriendo á la cumbre de los montes. Esta inun- dación sin lluvia fué atribuida á un estallido del cerro Tupungato cuyos flancos contenían aquella agua y ha- bían reventado. Acevedo entregó el mando el 26 de mayo de 1788 al teniente jeneral don Ambrosio O'Higgins, marques de Osorno y barón de Ballenar, el mismo que era inten- dente del partido de la Concepción y comandante jeneral de la frontera , cuyo mérito personal , méritos y servicios CAPÍTULO XXVII. 319 contraídos le hicieron ascender y obtener una entera confianza de parte del rey, á pesar de cuantos dardos pudo la envidia disparar contra él y contra su sistema de gobierno militar y político. Acevedo marchó á España por Buenos Aires con su mujer y familia y llegó á su destino felizmente (1). O'Higgins fué de la Concepción á Santiago á tomar el mando del reino. El 24 llegó á Maypu , y aunque los diputados del cabildo de la capital le esperaban en la casa de campo, no pudieron salir de ella hasta el 26 por la copiosa é incesante lluvia que cayó durante aquellos dos días. Apenas se acabaron las funciones de su reci- bimiento, el nuevo gobernador puso sus miras con el tino y acierto que acostumbraba, en las mejoras que pedia Santiago, y mandó publicar un bando de policía y buen gobierno. Vio por sí mismo todas las causas pen- dientes de guerra y justicia, y aun de gracia, y á todas les puso número de orden de despacho para que nin- guna padeciese perjuicio ni demora. Después de haber evacuado cuantos asuntos públicos y privados reclama- ban su atención inmediata, se puso en camino, apenas entró la primavera, para ver por sus ojos el estado de las provincias del norte, por donde ningún gobernador había pasado desde el conquistador Pedro de Valdivia hasta él. Gomo O'Higgins no hacia aquel viaje sin mi- ras particulares de utilidad, le seguiremos mientras po- damos. El 21 de octubre salió con su comitiva de Santiago y el 23 llegó á Aconcagua, terreno que conocía mucho por haberlo recorrido en otro tiempo para la construc- (1) Esle rejenie, promovido á la dignidad de ministro del real conseio Hp Indias, murió en Madrid en el año 1802. J 320 HISTORIA DE CHILE. cion de garitas donde pudiesen abrigarse los correos. El dia 30, marchó de allí á Santa Ana de Bribiesca, á donde llegó el Io de noviembre, y viendo cuan poco ha- bía prosperado aquella villa, tomó medidas de fomento en favor de sus moradores , después de lo cual con- tinuó su marcha hacia el rio Ghuapa, y á Cuscus, en donde entró el dia 10. Allí , la villa de San Rafael de Rosas no tenia mas que el nombre , y apenas algunos habitantes. Hallándola interesante , el gobernador mandó que todos los mineros de Yllapel pasasen á poblarla. De la jurisdicción de Quillota pasó á la de Coquimbo, y el 15 llegó á Combarbala , punto en que mandó echar los cimientos de la villa de San Francisco de Borja. El 21 , entró en la Serena , y saltando en el navio el Jguila , que se hallaba allí fondeado , salió el 25 para Copiapo , en cuyo puerto entró el 30 , y en cuya villa , el k de diciembre , queriendo algunos corroborar la noti- cia, que habia ya corrido por Santiago, de que once navios ingleses habían pasado á la vista de San Antonio con la proa á Copiapo , la despreció con la certeza que le daba la superioridad de sus conocimientos de que no podia menos de ser falsa , como así se verificó. Entre los vecinos de Copiapo habia poca unión y menos fraterni- dad porque carecian de un elemento de primera nece- sidad , y continuamente se lo disputaban , y para cortar estos malos efectos de una causa que no estaba en sus manos extirpar, puesto que dependía del mezquino cau- dal del rio, arregló su distribución con tal equidad, que, si cada uno no quedaba rico con la parte que le tocaba, les fué imposible á los mas díscolos el no confesar que ninguno tenia de que quejarse. El 29, O'Higgins salió de Copiapo para regresar á la m. CAPÍTULO XXVII, 321 capital por tierra , anduvo diez y seis leguas sin encon- trar alojamiento, tuvo que alojarse y descansar en campo raso , y volviendo á ponerse en el camino por el Boquerón, la Yerba Buena, el Carrizalillo y el Porte- zuelo de Capote , llegó el 7 de Enero del año entrante 1789 al valle del Guaseo , distante cuatro leguas del mar, y en donde se había querido fundar la villa de Santa Bosa , que no floreció. De allí fué á reconocer el puerto de la Victoria, se internó, después, unas quince leguas hacia la Gordillería , y elijió una localidad ventajosa en Paytanas para fundar la villa de San Ambrosio de Ba- llenar. Desde allí , siguió por Chepica , Quebrada Honda, el Chanaral , Quebrada de los Chorros , Yerba buena , Olivar, y llegó á Coquimbo, desde donde se puso en marcha , el 19, por Barraza , Mineral de Talca , y en la Ligua mandó echar los cimientos , en un sitio llamado Plaza, de la villa que hasta entonces no había tenido mas que el nombre de Santo Domingo de Bosas. Des- pués de lo cual , continuó su viaje á Quillota, y de Qui- Uota á Valparaíso, en donde entró el 12 de abril. El 9 de mayo , concluyó la vuelta redonda que había dado con su entrada en la capital del reino. Los naturales reducidos al estado de servidumbre re- cibieron grandes y muchos beneficios de O'Higgins en este viaje, y solo los encomenderos tuvieron de que que- jarse porque les quitó las encomiendas. No solo el gober- nador supo dar impulso á las poblaciones preparándoles ventajas de agricultura y de comercio, sino que también entendió hasta en los intereses de la pesca y los medios de sacar producto de ella con procederes para la mejor conservación del pescado seco. Tal era la extensión del IV. Historia. 2< HISTORIA m CHILE. zelo y de la capacidad de este gobernador. Los Indios Changos , que deste Coquimbo al Paposo viven de esta industria y de su comercio , especialmente del congrio , muy abundante en aquel paraje , le daban bendiciones. Desde Copiapo , O'Higgins iba distribuyendo paque- titos de simiente de algodón. Aun hacendado, llamado Corda , le pidió plantíos de caña dulce , y extendió su importante cultivo. Promovió igualmente el cultivo del arroz que hizo importar á Chile para distribuirlo entre los agricultores, á quienes daba instrucciones sobre la manera de cultivarlo con mas fruto. Sin embargo, en esta especie , los resultados no correspondieron comple- tamente á sus benéficos deseos ni á su zelo. Favoreciendo la agricultura y la industria , el gober- nador O'Higgins tenia por principal mira el aumentar las poblaciones % y mandó echar los cimientos de otras muchas , porque eran poquísimas las que habia , y po- quísimos los habitantes que habia en cada una , por mas que los monarcas españoles hubiesen insistido frecuen- temente con reales órdenes para fomentarlas. En el valle de Santa Rosa, sur del rio de Aconcagua, fundó la villa de los Andes, junto al camino real de Cuyo y rio de la Plata. En la Cordillera misma, á doce leguas de Sant- iago, y al norte del rio Maypu, mandó levantar la de San José de este último nombre, con el objeto de fomen- tar el rico mineral de plata de San Pedro de Nolasco ; y para obviar al inconveniente de la excesiva extensión de cada jurisdicción de partido , la subdividió en tres , que fueron : el de Curico, con San José de Buena Vista por capital, entre Colchagua y Maule; el de Ballenar, capi- tal la nueva villa de Linares , en donde fundó otra, en el Parral , con nombre de María-Luisa ; y, enfin , el de CAPÍTULO xxvir. 323 la isla de la Laja, con la antigua villa de los Anjeles por capital. En el partido de Cauquenes, fundó , entre el Astillero y el puerto de Meiñu, en la parte meridional del rio Maule, la villa nueva de Bilbao de Gardoqui. En la provincia de los Guilliches, emprendió el res- tablecimiento de la antigua arruinada ciudad de Osorno, y á diez leguas de ella mandó echar los cimientos de la villa de San José de Alcudia para que fuese la capital de la provincia de este nombre. El 2 de abril 1789, los Santiagueses oyeron con un verdadero y profundo sentimiento el triste anuncio, por público bando, de la muerte del buen rey Garlos III, acaecida el 13 de diciembre del año anterior. Era un pesar tanto mas justo , cuanto el difunto rey habia rei- nado con miras del bien de sus vasallos , y con un des- interés personal de que la historia trasmitirá á la poste- ridad el testimonio mas glorioso para Garlos III (1) , cuyos actos y pensamientos respiraban el mas acendrado patriotismo español. Así fué que se le hicieron en Santiago honras fúnebres de una suntuosidad nunca vista ni ima- jinada hasta entonces. El catafalco , diseñado y dirijido en su construcción por el arquitecto Tuesca , era una verdadera maravilla de exquisita y grandiosa invención, y sirvió posteriormente de altar mayor de la iglesia del colejio de la Compañía. A los funerales de Carlos III, se siguieron el recono- cimiento y funciones reales del advenimiento al trono de (1) «¿Crees que Gibraltar sea realmente inexpugnable?» preguntó un dia Carlos III á uno de sus jenerales.- «No, señor, pienso que se podria tomar respondió el jeneral , subiendo al asalto por una escala de sesenta mil muertos J - «¿Sesenta mil? » replicó el rey. « Pues ni sesenta españoles sacrificaría yo á «ñas gloriosa empresa , si la hubiese. » HISTORIA DE CHILE. España de su hijo Carlos IV, príncipe de Asturias , y de la reina doña María Amalia de Sajonia , nacida en Ña- póles. Pero tales fueron ios preparativos , que estas fun- ciones no pudieron tener lugar inmediatamente, y fueron emplazadas para en el 3 de noviembre siguiente, á fin de tener tiempo para completarlos , convocando no solo á los nacionales españoles para que concurriesen á ellas, sino también á los embajadores de los cuatro Butalma- pus indios, caciques, capitanejos y mocetones que qui- siesen y pudiesen acompañarlos , y los cuales serian ves- tidos y engalanados á expensas del erario. En aquel dia, concurrieron en efecto y contribuyeron mucho al esplendor de aquella grande ceremonia , tra- zada , dirijida y celebrada con el mas fino gusto. Los oficiales de las milicias circunvecinas de la capital , con- vidados como representantes de sus respectivos cuerpos , tuvieron la felicísima idea de presentarse montados en caballos de un mismo pelo por rejimiento , de suerte que formaban la perspectiva mas vistosa que se haya visto jamas. Los demás milicianos , infantería y caballería , tendidos en dos filas, formaban y llenaban el espacio de la carrera que habia de seguir el lucido acompaña- miento, y la artillería para las salvas fué situada sobre el cerro de Santa Lucía. En fin , para que de todo punto aquellas funciones se distinguiesen por la nobleza de ideas que concurrian á su brillo , en lugar de monedas para arrojar al pueblo se sellaron medallas de plata de dos suertes , y cuyo importe total fué de mil y quinientos pesos. La cara de las unas representaba el busto de Carlos IV, con su nombre por orla, y el reverso , las armas de la ciudad de Santiago. La cara de las otras era la misma representación; pero el re- CAPÍTULO XXVII. 325 verso ofrecía los Indios haciendo la jura en un tablado. Para dicha jura, se habían levantado, en efecto, ta- blados en la cañada y en la plaza , adornada , ademas , con un arco triunfal, colunnas de árboles y bóvedas de Arrayan para el paseo, y pilares á cordel para las ilumi- naciones de los tres ó , por mejor decir, muchos dias que debían de durar y duraron en realidad aquellas esplén- didas funciones. Las calles, blancas como la nieve, con lanilla, hacían resaltar las ricas colgaduras que las ador- naban, y contribuían á la majestad de aquel rejio, grandioso aparato. Amaneció radioso el dia 3 de noviembre alumbrando la plaza y la casa consistorial, cuyo balcón ofrecía el imponente espectáculo del estandarte real tremolando bajo un magnífico dosel, y custodiado por una numerosa guardia brillante de vistosos uniformes. Un concurso inmenso y los alegres semblantes que lo componían anunciaban un dia de grande regocijo , bien que el pa- seo , que era la parte principal y sobresaliente de la fiesta, no debiese empezar hasta las cuatro ó las cinco de la tarde. A dicha hora , el gobernador, rodeado de un bri- llante acompañamiento , mandó salir el estandarte, cuya vista fué la señal del momento tan deseado , y muy luego apareció él mismo , seguido de la real au'diencia, del cabildo, de la universidad, de los vecinos de mas distinción de Santiago, de los Indios convidados á la función , y de los oficiales de milicias, todos estos espada en mano. Concluido el paseo, se hizo la jura, y á este día de júbilo se siguieron otros, bien que los de rigor y señalados no fuesen mas que tres. Estaban muy lejos entonces los leales Santiagueses, y todos los Chilenos, en jcneral, de pensar en las tristes consecuencias que aquel HISTORIA DE CHILE. advenimiento tan celebrado tendría para todos los Es- pañoles de las cuatro partes del mundo. El gobernador O'Higgins habia interrumpido algunas interesantes mejoras que reclamaban las cosas de su gobierno para entregarse á la celebración de las solen- nidades rejias en honra del rey muerto y del rey puesto. Una muy importante , y que habia sido llevada á fin , habia tenido por objeto las vias libres , prontas y expe- ditas de correos , para lo cual habia pedido informes á los gobernadores de Valdivia y de Chiloé sobre los me- dios que les pareciesen mas fáciles de establecer la de comunicación entre sus gobiernos. El gobernador de Chiloé, don Francisco Urtado, habia opinado y pro- puesto que la operación se ejecutase bajo la protec- ción de suficientes fuerzas del ejército para contener á los Indios Cuneos á distancia respetuosa , sin lo cual , probablemente , no se podría ejecutar pacíficamente. El de Valdivia, don Mariano Pusterla , habia sido de con- trario parecer, y habia propuesto que el proyectado ca- mino se abriese por los Indios mismos que quisiesen trabajar en él de buena voluntad, dirijidos y ayudados por algunos Españoles. Este último informe habia me- recido la aprobación de O'Higgins , y en consecuencia habian salido , el Id de octubre de 1788, un sarjento , Teodoro Negron , de la plaza de Valdivia , con doce Es- pañoles solamente, los cuales, ayudados de algunos Indios de Rahugue, con hachas y hoces, habian des- pejado la via que iban á abrir de abrojos y malezas, y, en el espacio de tres meses y once dias , habian hecho , sin la menor oposición de los naturales, un camino franco para correos hasta el canal de Chiloé, por el CL;al vol- vieron dichos trabajadores el 2 de febrero á Valdivia, CAPITULO XX Vil. 327 al cabo de once dias de marcha , y recibieron allí el pre- mio debido al afán y perseverancia con que habian tra- bajado , y gracias á los cuales los correos empezaron á transitar muy expeditos de la ciudad de la Concepción á la de Castro de Chiloé. Sin embargo , la mayor atención del gobierno se halló muy luego concentrada en los aprestos y precauciones que pedían las circunstancias de la guerra entre España é Inglaterra, y O'Higgins se entregó principalmente á ella , sin descuidar ninguna de las demás. Lo mas esen- cial entonces, porque era lo mas atrasado, consistía en ía instrucción de las milicias, instrucción á la cual dio un impulso eficaz, dejándola bien confiada y dirijida, mientras él , infatigable, iba á ver por sí mismo el buen estado de defensa de puertos y puntos atacables de la costa. El 23 de setiembre \ 790 , marchó á Valparaíso á reconocer la parte del sur en donde un desembarco de enemigos podía encontrar menos ostáculos, dictó y or- denó disposiciones de defensa eficaz en todo evento ; aumentó la resistencia, ya grande , que podia presentar el puerto mismo, y, satisfecho de haber previsto cuanto podia suceder, y provisto á todos los puntos de defensa de aquella parte, salió el 12 de octubre de allí á reco- nocer las lagunillas, pasando por el Estero, la Ensenada,, y yendo á alojarse á Puntas. De aquí, fué á la Caleta del Barco; á la laguna y estero de Tunquen ; pasó por el Repecho, el Farellón , puerto de Talca, y llegó á Peña Blanca, desde donde salió á recorrer las playas de Che- pica y de Cartagena , los puertos de las Cruces y de San Antonio, la embocadura del Maypu, el pueblo de Ga- llardo , y el 17 ya estaba de vuelta en Valparaíso. La actividad del gobernador O'Higgins se componía 328 HISTORIA DE CHILE. de movimientos bien ordenados , lójicos y de infalible consecuencia de buen éxito. Hombre estudioso , reflexivo y que habia visto y meditado mucho , sus previsiones rara vez fallaban , y no habia concebido nunca grandes temores de la guerra de entonces entre España é Ingla- terra; pero como sabia que los azares y vicisitudes de las cosas de este mundo desmienten frecuentemente los mas prudentes cálculos , habia tomado las mismas pre- cauciones que si hubiese temido peligros iminentes. Sus cálculos se realizaron , y á penas regresó á la capital , recibió el tratado de paz que ponia fin á aquella guerra , tratado en el cual vio con mucho sentimiento suyo que el conde de Florida Blanca , plenipotenciario español , habia concedido á los Ingleses la pesca de la ballena en el mar del Sur, concesión que, en efecto, tuvo fatales consecuencias, como se verá á su tiempo. A penas se vio un poco sentado en Santiago , después de haber trabajado incesantemente por la guerra , se puso á trabajar por la paz , es decir, por los bienes que procura, teniendo que luchar siempre, poco ó mucho , con las contradicciones que le iban de un poder superior al suyo , y que, hallándose demasiado lejano , no podía juzgar tan sanamente como él mismo de la verdadera oportunidad de diversas medidas administrativas. En aquel momento mismo en que él se esmeraba en sacar partido de la espontaneidad admirable con que los Es- pañoles chilenos se prestaban á soportar las cargas pú- blicas , porque veian la equidad evidente de su reparti- miento entre todos , con justa proporción de los medios y facultades de cada uno, el gobierno de la metrópoli revocó lijeramente un decreto del de Chile que imponía una gabela sobre los azucares que arribaban á Valpa- CAPÍTULO XXVII. 329 raiso , y los forrajes que entraban por la cordillera. Estas revocaciones tenían , ademas del inconveniente material de disminuir los recursos con que contaba el gobernador, el inconveniente moral, mucho mas grave, de debilitar su autoridad y la importancia de sus pro- videncias. Sinembargo , en este punto , no se puede menos de reconocer que, en jeneral, el gobierno de Madrid ha tenido la mayor consideración y los mas justos miramientos por las de O'Higgins, cuya ciencia y con- ciencia tenia experimentadas ; pero habia casos en que, mediante influjo ó sorpresa , concedía peticiones de particulares sin pararse demasiado en la trascendencia que podían tener. Así fué, que habiendo pedido al comercio un impuesto de dos reales sobre portazgos, destinado á cubrir los gastos ocasionados por el restablecimiento de mas sólidos tajamares contra las inundaciones del Mapocho, y por la adición de tres arcos al puente para debilitar el impulso de las corrientes, dividiéndolas, si lo obtuvo sin resis- tencia , se lo vio luego quitar, de orden superior, y en virtud de un recurso al rey, del mismo comercio , que habia tomado aquella resolución en junta presidida por don Manuel Pérez de Cotapos , que era su juez. Por for- tuna, el impuesto habia producido sesenta mil pesos, y al revocar el decreto que imponía aquel derecho, la corte no mandó fuese restituido el montante de lo que habia producido anteriormente, de suerte que el mal fué menos. Pero lo mas notable en todas las reclamaciones de la misma especie era, que los interesados pagaban á sus ajentes en Madrid mucho mas de lo que les habría costado el conformarse buenamente y hasta cierto punto, á medidas que redundaban en su propio provecho, ^s m 330 HISTORIA DE CHILE. pues ya se sabe que los mas pudientes son ios que tienen mas en todas mejoras públicas. Desde la capital , O'Higgins tendió la vista á la cor- dillera , cuyo camino estaba expuesto á inundaciones repentinas é imprevistas , ocasionadas por desagües torrentosos que brotaban de las crestas de los montes , como habia sucedido en 1784 y en 1787, y amenazaban á las vidas de los pasajeros y correos. Para remediar este grave inconveniente, lo mas obvio era un puente cuya construcción y mantenimiento exijia recursos , que ya el presidente Acevedo , y, después de él , el mismo O'Higgins habían hallado en un derecho llamado el por tazgo de Aconcagua , derecho muy antiguo cuyo oríjen y motivos se ignoraban , pero que existia, é ingresaba su producto en las arcas reales , en virtud de una real cédula de 1716, que mandaba que todas las rentas tu- viesen el mismo ingreso. Gomo no siempre el paso del puente era necesario , se seguia que el portazgo era re- cobrado sin que los paganos pasasen por él , según estaba prescrito , á saber, dos reales por cada acémila cargada ; dos por cinco muías solo aparejadas; medio real por cada animal suelto , ó cabeza de ganado y dos por cada pareja de negros esclavos que llegase de la otra banda. A principios de 1791 , O'Higgins comisionó al coronel de milicias, don Manuel de la Puente, para que pasase á inspeccionar y poner en buen estado no solo el camino expuesto á las susodichas inundaciones , sino también todos los tránsitos y malos pasos de la cordillera. En seguida , impuso al comercio una nueva gabela de medio real por cada carga que entrase en el puerto de Valparaiso , ó saliese de él , para mejorar la viabilidad de caballos , de dicho puerto á Santiago , cuyo camino CAPITULO XXVII. 331 era malísimo , tortuoso , áspero , y pasaba por las tres cuestas de Prado , Zapata y Valparaíso. Dicho camino fué igualmente rectificado , y fué debida á su cuidado y esmero la comodidad que ofrecía después ; pero todas estas obras importantísimas no se podían hacer sin gastos, y como los que pagan siempre se quejan , sin reflexionar que pagan por su propio bien y por su propia utilidad , los contribuyentes se quejaban, aunque, al fin, todos con- venían jeneralmente en que no podía ser de otro modo. Después de las obras de necesidad , se presentaban las de utilidad y conveniencia. Los Santiagueses que bebían el agua que corría de la pila de la plaza , la be- bían llena de basura y nada limpia, por la razón de que las inmundicias de las casas de la Alameda eran arro- jadas y caian en ella ; lo cual notado por el gobernador, quedó remediado inmediatamente, por medio de una orden de construir una cañería cubierta. En estas medidas de pura conveniencia , O'Higgins no hacia nunca intervenir su autoridad , sino que con una persuasión irresistible en razonamiento y modales , conseguía sus fines sin el menor choque. Así consiguió el enlosado de las calles, insinuando sencillamente al cabildo cuan interesante y cómodo seria , y de cuan fácil ejecución , si cada propietario de casa se allanaba buenamente á enlosar el frente de la suya en una anchura de vara y media. El cabildo adoptó , gustosísimo y re- conocido , la idea , y se produjeron tan felizmente los primeros ensayos, que, temiendo no estuviesen todos los dueños de casas en estado de continuarlos inmedia- tamente , el mismo cabildo subastó la obra del enlosado de toda la capital á condiciones oportunas. Sinembargo de su tino universal en todas cosas para m 332 HISTORIA DE CHILE. llenar los difíciles deberes de su empleo , sin rozar inte- reses y pasiones, O'Higgins se vio, por un instante, sobre un escollo pueril por su naturaleza , y peligroso porque era muy difícil el evitarlo , y aun mas difícil el despreciarlo. En efecto , este gobernador, como todos los gobernadores de Chile, sustancialmente y ante todas cosas , se debia considerar como militar y obligado , por consiguiente , á obrar como tal mostrando una simpatía de predilección , natural , de cuerpo ó de familia . á los individuos y cosas del ejército. El que tenia á sus órdenes habia visto con disgusto la concesión del uniforme de tropas regladas hecha por el rey á las milicias chilenas y no habian tardado los oficiales de las primeras en ma- nifestar sin rebozo su descontento. Aunque fútil , toda susceptibilidad que implica mas ó menos humillación en la dignidad del hombre se hace seria, y habia que con- ciliar la de las tropas regladas con el amor propio de las milicianas , y aun con la importancia moral del hecho , importancia muy difícil de difinir, puesto que , si por un lado , la línea se creía ajada , por otro , las milicias se veian exaltadas. De todos modos , los oficiales del ejér- cito habian tomado la cosa á pechos, y habia sido preciso dar vado á su amor propio, poniendo bajo su responsa- bilidad el no ajar el de los milicianos del reino, y recor- dándoles que eran Españoles como ellos , y que, sobre- todo , por el hecho de honrarse , como lo hacían , con llevar el uniforme del ejército , manifestaban el alto aprecio que hacían de sus oficiales é individuos, y que seria una mala correspondencia , y una especie de in- gratitud el corresponder á pretensiones tan lisonjeras para ellos con un rechazo de desprecio. Esta reflexión , y el modo de presentarla á los intere- CAPÍTULO XXVII. 33;?> sados produjo su efecto infalible. Los oficiales del ejército representaron al capitán jeneral bajo los principios de la insinuación urbana que él mismo les acababa de hacer y fundándose en el inconveniente de cierta confusión que la uniformidad de uniformes de linea y de milicias podía ocasionar en maniobras y movimientos estratéjicos. Por manera que el gobernador la habia aprobado y trasmi- tido á la corte con una apostilla favorable , sin tener nada de vejatoria para los milicianos, y en respuesta, el rey mandó fuese el uniforme de estos, en lo sucesivo , casaca azul, chupa y calzón flanco, con solapa la casaca de milicias disciplinadas, y sin ella las urbanas, unas y otras con botón y divisa de oro. La caballería se distin- guía de la infantería por el botón y divisa de plata y por el collarín y la solapa de grana encarnada. Como punto de reglamento militar, que puede inte- resar, en ciertos casos , por su autenticidad histórica , la real orden para operar esta innovación en los uniformes de las milicias, llegó á Santiago á principios de 1792 , y solo se pone aquí, con alguna anticipación , por motivo' de oportunidad. *& 'h CAPITULO XXViH Situación de los Araucanos y demás Indios en sus tierras. — Insurrección par- cial de la jurisdicción de Valdivia.— Atrocidades cometidas sobre rio Bueno, y motivos que tuvieron.— Providencias del gobernador de Valdivia.— Salida del gobernador O'Higgins de la capital para la frontera. (1791—1793.) Volviendo á los Indios y á sus progresos en la civili- zación , materia principal de esta historia , veamos cual era su situación en aquel momento , y afin de que los lec- tores se formen una idea mas clara y mas cabal de ella , pongámosles á la vista la sustancia de un documento orijinal de aquella época , documento que no deja nada desear. Ante todas cosas , al alejarse el gobernador O'Higgins de la frontera , habia dejado á los Butalmapus muy satis- fechos de él y de los Españoles, en prueba de lo cual guardaron con una fidelidad ejemplar todos los artículos del tratado de Lonquilmo , y en paz entre ellos mismos ; pero en aquel entonces, esta paz interior habia sido alte- rada, y las malocas y robos habían empezado de nuevo con grande encono y sangrientas represalias. A la ver- dad, padecian hambre, y se hallaban aflijidos por una epi emia de viruelas que los aterraba y forzaba á huir de sus hogares. En tal situación, el gobernador inten- dente del distrito de la Concepción , don Francisco de la Mata Linares , habia pedido informes á los oficiales de amigos sobre el estado de sus respectivas reducciones. El informe que sigue (del comandante de Nacimiento) es el CAPÍTULO X XVI II. 335 modelo de todos los demás, que concordaban todos de un cabo al otro. « Los oficiales de amigos que despaché á visitar sus reducciones, regresaron ya diciendo, que los caciques les han asegurado no tienen la menor novedad , y que, en efecto, ellos mismos no observaron ninguna en los dias que permanecieron entre ellos. Lo que solo confiesan dichos caciques es la junta de Púren , la cual no termina á otra cosa mas que al castigo de Canulebi y de Bu- chabueno , de los cuales están recibiendo todas las reduc- ciones infinitos robos, especialmente la de Quechereguas de donde se han llevado mas de doscientos animales \ amenazándoles á cada instante con su entera aniquila- ción. Asi me los han enviado á decir en estos dias por medio de Pichumman, añadiendo, que en caso de que continúen con sus extorsiones, montará á caballo y no parará hasta cortarles la cabeza , avisando ahora lo mismo por su oficial. Mucho imputan á Curilemu en esto, y le tienen privada toda correspondencia con los ladrones, guardando los caminos por donde se comu- nican. » Sobre las viruelas, dicen los citados oficiales, que se han disminuido mucho en las reducciones en donde las habia, y que en tal cual casa las hay aun, á excep- ción de la pertenencia de Trangolab, en donde están con abundancia, pero de la misma calidad que antes. No hay duda de que con la concurrencia al entierro de dicho Trangolab se habrán extendido en este paraje Noobstante, siendo como dichos oficiales cuentan creo ya por cortado el contajio, fundado en la distancia en que viven unos de otros, y no tanto en esto (aunque ayuda), pues en la misma vivían cuando se les introdujo la epi- HISTORIA DE CHILE. demia , como en el método tan extraño y bárbaro con que se medicinan. » Los dias de cama son según las viruelas que les bro- tan. Se refriegan con canelo. Beben tisana (1) con palqui , concho de añiltun , y se bañan mucho , de modo que así logran pasmarlas en su principio , y que no produzcan los estragos y propagación entre ellos que se experimenta- ron en el obispado. Efectivamente, á proporción de su multitud no se avistó destrozo mayor, mediante lo cual continúan en no admitir padres , diciendo los matarán con agua caliente como lo hicieron con los mismos Espa- ñoles. » Por un Indio que se vino á estas inmediaciones con su ganado , supe habían maloqueado á Cheuguemilla de Colhue , matándolo á él y á su ganado. En el instante , mandé á su oficial para que viese si era cierta la noticia , y de donde eran los maloqueros. Hoy ha llegado de vuelta diciendo que son ciertos el malón y muerte de Cheuquemilla , y que los Pehuenches de Quillaco , Calla- gui y Mulchen son los autores, añadiendo que estaría complicado Gurilemo, pues tenia amenazado al citado Cheuquemilla. » Igualmente dice que los de Angol vinieron á Colhue, y mataron á un Pehuenche de Cule , que vivia inmediato á dicho Colhue , y le llevaron toda su hacienda. Me ase- gura este oficial que esta maloca fué en recompensa de la que los de Angol sufrieron por los de Quilaco. Para nin- guna cosa tienen razón ; pero para esta , menos , pues si no fuera por su flojera, ya hubieran recobrado su robo , y aunque han sido reconvenidos por mí repetidas veces para que se muevan , no lo han hecho. (1) Sivaña, dice el orijinal. CAPÍTULO XXVIII. 337 » El mal estado en que se hallan estas reducciones con motivo de sus robos y malocas, entre unos y otros, en las cuales se matan, y destruyen las haciendas, me hace concebir mal de ellos , y que va asomando un prin- cipio fatal ó casi semejante al que practicaron en el levan- tamiento pasado , pues así lo hicieron , robándose , ma- tándose y destruyéndose sus haciendas ; de donde les vino después el hambre y la codicia; y aunque entonces, las cosas no estaban en el seguro que en la actualidad' con todo , darían mucho que hacer. » Melignir dice que si no viene el señor capitán jeneral al parlamento , se pierde la tierra. Nacimiento , catorce de octubre de mil setecientos noventa y uno. = Tadeo Ribera. » En otros partes semejantes, y concernientes á muchas y diversas reducciones, á las cuales los oficiales de ami- gos habían ido con ofertas del intendente de la frontera, de médicos, medecinas y relijiosos, vemos que los ca- ciques responden en los mismos términos , con las mismas expresiones, dando gracias por las ofertas ; diciendo que tenían yerbas conocidas para curarse, y que no nece- sitaban de relijiosos. Recordemos solamente, en este último punto , que en tiempo de los jesuítas, los mismos Indios pedían les enviasen padres , clamaban incesante- mente por ellos y los recibían á brazos abiertos. Por la parte de la jurisdicción de Valdivia , los Indios de Raneo se habían echado inopinadamente, y sin ante- cedente alguno, sobre la hacienda de un Español, lla- mado don Ignacio de la Guarda, la habían saqueado v se habían llevado todos sus ganados. Tan pronto como el gobernador de Valdivia recibió aviso del hecho, des- tacó una partida de tropa al mando de un oficial de con- IV. Historia. 22 O o o HISTORIA DK COILE. fianza, dándole orden de refozarse, al paso, con los milicianos que protejian las misiones de Arique y Quin- chilca, y de perseguir á los salteadores con actividad hasta quitarles y rescatar cuanto se habían llevado de la hacienda de la Guarda. Mientras tanto, y antes que esta partida llegase áQuin- chilca, dos hijos del dueño de la hacienda robada, acom- pañados de sus criados y mozos , habian conseguido cortar á los ladrones, batirlos y rescatar una gran parte de sus ganados. De donde se seguía, que aquella maloca habia sido puramente un robo á mano armada solo por interés de robar, y no un síntoma de insurrección , bien que siempre los alzamientos hubiesen empezado por agre - siones de la misma naturaleza. Es de advertir que Quin- chilca distaba diez y ocho leguas de Valdivia. Sinembargo, casi al mismo tiempo (mes de setiembre) el misionero , Fr. Francisco Hernández , de la reducción de Cudico, en los llanos y á veinte leguas de Valdivia, dio parte al gobernador de dicha plaza de que aquellos Indios estaban sublevados, y que los moradores de la ribera opuesta de Rio Bueno habian dado muerte á un mayordomo de un rico español, don Vicente Agüero, y á uno de sus criados , en cuyos hechos veia pronósticos claros de un alzamiento jeneral , bien que, por otro lado, viese á los caciques de su reducción en actitud muy pací- fica , y recibiese de ellos , para mayor abundamiento , las mas encarecidas expresiones de amistad. Este parte del padre misionero dio ocasión á la salida de la plaza de otra partida mandada por otro buen oficial , el cual llevaba orden principalmente de apostarse en la misión de Dallipulli para desde allí asegurarse de si realmente habia ó no habia motivo de temer un alza- CAPÍTULO XXVIII. 339 miento. Justamente , al punto mismo en que iba á mar- char esta partida , llegó azorado y apresurado á la plaza un cadete que había salido de ella la víspera para los llanos , el cual decia haber encontrado un mozo llamado Macayo, portador del parte de un alzamiento de los Huilliches. Según decia este mozo , dichos Indios habían saqueado las casas y haciendas de los Españoles y habían dado muerte á muchos de ellos. En Rio Bueno, habían incendiado la estancia y casa de la misión , habían muerto al padre Fray Antonio Coscoa , y á diez Espa- ñoles mas en diversos puntos , de suerte que todos los demás, por temor de experimentar la misma suerte, iban á llegar huyendo á la plaza. Apenas acababa de hacer esta relación el cadete, cuando llegó el mozo Macayo, que la confirmó y aun la amplió infinitamente con la adición de un gran número de incendios de casas y haciendas y un sinnúmero de ganados capturados y robados , con lo cual la partida que iba á salir fué triplicada , y sinembargo no recibió orden precisa mas que la que precedentemente tenia hasta nuevo aviso ; prueba evidente de que el gobernador de Valdivia divisaba alguna sino mucha exajeracion en aquellos relatos. Mas con todo eso , después de haber reflexionado un poco , le pareció que el asunto podría hacerse grave , aunque por de pronto no lo fuese , y formó un consejo de guerra compuesto de los capitanes de la guarnición , de cuyo consejo salió la resolución que se enviasen las mas tropas que se pudiese. En efecto , fueron destacados cincuenta hombres de la guarnición ; cincuenta presidiarios instruidos en el manejo de las armas ; todos los vecinos milicianos bajo las órdenes del capitán don Tomas de Figueroa , y estas fuerzas , man- m 340 HISTORIA DE CHILE. dadas por dicho capitán y cuatro subalternos , debían y podían aumentarse, en caso de urjencia, con los mili- cianos arriba dichos protectores de la misión de Quin- chilca. Este fuerte destacamento , que tenia orden , ademas, de incorporarse con el que le habia precedido , salió de Valdivia para la misión de Dallipulli el 3 de octobre , y su comandante llevaba carta blanca para obrar según las circunstancias lo exijiesen , cuando no le diesen tiempo de pasar avisos y recibir nuevas instrucciones. En una palabra , era una expedición formal , y completa en sus límites, pues llevaba un capellán , que fué Fray Manuel Ortiz , el cual quedó de misionero en Rio Bueno, y un cirujano , que se hallaba desterrado en Valdivia y se llamaba José Ubaldo Saavedra , provisto de su cor- respondiente botiquín. El 12 del mismo mes, dio parte Figueroa de haber llegado á su destino , y de estar asegurado por sus ba- tidores y descubiertas deque ¡osHuilliches habían pasado al otro lado de Rio Bueno en donde se hallaban acam- pados , muy lejanos de querer rendirse , ni menos de arrepentirse de las atrocidades que habían cometido , atrocidades que hacían erizar los cabellos. Si estas atro- cidades eran ciertas, el capitán Figueroa tenia muchísima razón. Los terribles é indómitos Huilliches, enemigos irreconciliables de los Españoles, y de los mejores amigos de estos los Pehuenches, vecinos de los primeros, so pretexto de que los fines de las misiones eran adorme- cerlos en la confianza para entregarlos , cuando menos lo esperasen , al cuchillo de los suyos , nunca habían querido misioneros , y los aborrecían mortalmente. En aquella ocasión , justamente la causa de las crueldades CAPÍTULO XXVIII. lili que habían cometido había sido una carta que un Indio llamado Felipe había hallado en un breviario de los pa- dres de Rio Bueno y la había ido á leer á un cacique , que no sabia leer, y creyó á Felipe bajo su palabra! cuando leyéndole ó finjiendo leerle dicha carta , le hizo ver claramente que los proyectos de los Españoles eran , como habían sido siempre, acabar con todos ellos cuando pudiesen. Este ruido, esparcido, había llenado de furor á los Huilliches, en tales términos que habían corrido á la misión de Rio Bueno, y al misionero , que hallaron solo porque su compañero , por dicha suya , había tenido que ir á Valdivia, al misionero , decíamos que había quedado solo , le prepararon cruelmente á morir durante veinte y cuatro horas, al cabo de las cuales lo desnudaron , lo ataron á la cola de un caballo, y lo llevaron arrastrando hasta el rio , en donde arrojaron su cadáver, pues ya el cuerpo del mártir relijioso no era otra cosa. A un correo que iba á Chiíoe con la correspondencia del gobierno lo habían puesto amarrado á cuatro caballos y lo habían así descuartizado. Pero concluyamos aquí con estas crueldades y vengamos al hecho de la descon- fianza de los Huilliches que las ejecutaron. Esta desconfianza era independiente de su voluntad ,. estaba en su jenio , y ciertamente el rasgo pérfido del Indio Felipe era muy propio á que hiciesen una explosión que no habría tenido lugar sin la trampa que dicho Felipe les armó. O'Higgins había conseguido anteriormente sino tranquilizarlos, calmar á lo menos un poco sus sos- pechas ; pero como se ve , muy pronto se despertaron estas y produjeron los funestos efectos arriba dichos. Con semejantes hombres no era fácil hallar un punto de ;v.v: 1 I I HISTORIA DE CHILE. apoyo fijo, porque á la menor sospecha corrían á las armas , y el chisme mas pueril despertaba sus sospechas. Por consiguiente, no había masque una alternativa con ellos , á saber, exterminarlos , ó temporizar, es decir, soportar su cólera y probarles que sus sospechas eran infundadas. Luego veremos, sobre este particular, lo que hizo el gobernador del reino. En cuanto al de Valdivia, este tuvo que limitarse á lo que le aconsejaba la pru- dencia , y en respuesta al parte del capitán Figueroa , bien que conociese que los excesos atroces de los Huilli- ches eran merecedores de un severo castigo , le dijo se mantuviese de observación y no les ostigase hasta ver si se podían reunir las fuerzas necesarias para hacer frente por diversas partes , cosa que podría suceder si los re- voltosos llegaban á saber con certeza cuan cortas eran las fuerzas que podían oponérseles. Sinembargo , ademas de estas órdenes , el capitán Figueroa tenia otros motivos no menos perentorios para dejar á los alzados permanecer acampados á la otra orilla de Rio Bueno con los ganados que habían capturado en diversas haciendas de Españoles, pues estos motivos eran que no tenia embarcaciones para trasportar sus tropas á la márjen opuesta. Gomo era cosa esencial el poseerlas, Figueroa habia mandado construir tres sólidas y capaces; pero mientrastanto habia sobrevenido un mal tiempo , y le fué forzoso esperar que se levantase y le permitiese practicar con seguridad el paso del rio. Por otro lado , la insurrección de los indios de Raneo y de los llanos amenazaba propagarse, pues la corres- pondencia que el gobernador de Valdivia habia enviado al del reino con los partes de estos diversos aconteci- mientos no habia podido pasar de la Imperial y habia CAPÍTULO XXVIII. 343 tenido el correo que regresar, porque el cacique de aquella reducción le habia dicho no pasase, pues él tenia orden del mayor de los de Boroa para que inter- ceptase el paso á cuantos Españoles viniesen de Valdivia ó fuesen de la Concepción , y que diese muerte á los que intentasen forzarlo. Efectivamente, no solo el correo, que habia salido el 18 de octubre de Valdivia, sino tam- bién don Manuel Fernandez, tesorero de la Concep- ción , y otros Españoles habían tenido que retroceder. Ademas, el gobernador de Valdivia habia mandado prender á algunos cabecillas, motores presumidos de aquellos actos de rebelión , y de sus declaraciones se habia sacado en limpio que hasta contra la misma plaza ¿e Valdivia tenían proyectos, de suerte que la siluacion de aquel gobernador era de las mas críticas, no pu- diendo , por un lado , ponerla en conocimiento de O'Higgins , y no sabiendo , por otro , qué fuerzas le atacarían , ni con qué fuerzas las rechazaría. El único medio que le quedaba, y adoptó, para pedir socorro al gobierno, fué enviar un bote á Talcaguano con la corres- pondencia, montado por un piloto, ó maestro mayor de Ribera, Juan Yrigoiti, y seis soldados buenos remeros. La situación de que hablamos parecía tan mala, que los revoltosos que habían acampado á la orilla opuesta de Rio Bueno , lejos de intimidarse con los preparativos de Figueroa para pasar á atacarlo , se habían atrinche- rado fuertemente con fosos y estacadas, resueltos á de- fenderse á toda costa, y si lograban impedir el desembarco de los Españoles , si estos eran vencidos ó no eran fruc- tuosamente vencedores, á Dios las pocas haciendas que quedaban , y el paso franco para la provincia de Chiloe, con cuantas ventajas se habían conseguido al cabo de HISTORIA DE CHILE. tantos años, gastos y trabajos. En una palabra, ya don Tomas de Figueroa habia puesto á un lado todo pensa- miento de temporizacion con ellos , y habia dado muerte á diez y siete mocetones del cacique Manquepan de Dallipulli , y á este cacique mismo , cuya cabeza envió con otras tres á don Lucas de Molina, gobernador de Valdivia , que en vista de aquel estado de cosas , estuvo muy tentado de mandar degollar también á los pertur- badores que tenia presos ; pero se contuvo esperando por las órdenes de O'Higgins , no porque el bote enviado á Talcaguano hubiese podido llegar á su destino , pues un fuerte temporal lo forzó á volver de arribada al puerto , al dia siguiente de su salida , sino porque el comandante del castillo de Cruces pasó aviso á Molina de que por medio de los caciques de Tolten , de la Imperial y otros, habia negociado y conseguido el tránsito para solo el correo , con tal que fuese acompañado por el capitán de Amigos de Tolten , José Xaramilla. Con esta feliz nove- dad, Molina despachó al correo con el capitán dicho, y el bote que debia ir á Talcaguano , y á la Concepción , fué enviado á Chiloe , con parte al gobernador de allí de que el correo último que le llevaba la correspondencia habia sido muerto por los Indios, que en aquel instante parecían dispuestos á hacer lo mismo con cuantos le enviase. Igualmente , en vista del riesgo iminente á que esta- ban continuamente expuestos los misioneros de su juris- dicción , habia permitido el gobernador de Valdivia al superior se retirasen á la plaza con los ornamentos y vasos sagrados del culto , de Ínterin se apaciguaba la sublevación ; solo quedó un relijioso en cada una de las reducciones de Arique , Niebla y Quinchilca , con mu- CAPÍTULO XXVIII. 345 chas precauciones, y con la esperanza de que aquellos Indios no tardarán en venir á buenas ; esperanza que no se tenia, y habría sido mal fundada, en los de Rio Bueno Cudico y Dallipulli en los llanos. La correspondencia que llevaba todas estas novedades había llegado á Arauco y de allí á la plaza de los An- jeles, desde donde el intendente, comandante jeneral de la frontera don Francisco de la Mata Linares, las trasmitió , con fecha del 1/j. de noviembre , al goberna- dor del reino, el cual , ya dos meses antes, habia avisado al intendente del distrito se preparaba á salir de Santiago para la plaza de los Alíjeles con el objeto de celebrar parlamento con los Butalmapus, parlamento retardado por el inconveniente de la epidemia de viruelas que le habia imposibilitado, y por asuntos urjentes que habían pedido toda su atención. Sinembargo, O'Higgins reputó el movimiento de la jurisdicción de Valdivia cosa de poca consideración, y de ningún modo creyó la paz alterada por los excesos de algunos Indios que eran pocos y cobardes en su opinión ; pero rezelando que el motor ó los motores de aquellos desórdenes sedujesen á los demás, y propaga- sen el fuego de la insurrección , resolvió á abandonar por entonces los negocios que lo detenían é ir á casti- gar á los que admitiendo la flecha de guerra, fuesen á juntas y faltasen en lo mas m/nimo á los artículos del tra- tado de Longuilmo, y asilo mandó al gobernador de la frontera para que lo hiciese saber á los Butalmapus, en la intelijencia de que reuniéndolos en un nuevo con- greso en el mejor sitio de la isla de la Laja, su inten- ción era el darles pruebas y hacer une equitativa distri- bución de amistad y de justicia. 3^6 HISTORIA DE CHILE. Poco mas ó menos , contestó en los mismos términos á los partes del gobernador de Valdivia, sin poderle decir otra cosa con respecto á las providencias que fuese conveniente tomar, pues Molina, al pasarle dichos par- tes , no le decia ni una palabra del oríjen ó causas , ciertas ó presumidas de aquella insurrección. Y como el método de O'Higgins para reprender á sus subordi- nados , era, en lugar de reprender en términos precisos y humillantes, el ponerles á la vista las consecuencias del modo con que habían obrado , anadia en su respuesta al gobernador de Valdivia ; que no alcanzaba á comprender cómo podia haberse producido un movimiento tan ines- perado de insurrección ó alzamiento , estando persuadido de que no se les habia dado á aquellos naturales ningún motivo de odio ó de venganza, pues de lo contrario la conspiración habría sido jeneral , y todas las reduc- ciones habrían recibido la flecha, que infaliblemente, se habría dirijido al norte de la jurisdicción sublevada mas allá de Tolten y la Imperial , á donde muy cierta- mente no habia llegado. El gobernador de Valdivia habia, sin duda por el apuro en que se creía , habia , decíamos , olvidado de especificar en sus partes el oríjen , á lo menos creído , de aquellos movimientos, oríjen que ya se ha visto habia sido una supuesta carta hallada en el breviario de uno de los misioneros de Rio Bueno por un Indio llamado Felipe , el cual sabia leer, y la leyó como quiso á algunos caciques que no tenían el mismo conocimiento, y que creyeron lo que el lector les decia , á saber, que no se trataba mas que de adormecerlos para mejor acabar con ellos el dia menos pensado. Pero sea lo que fuese acerca de esto , O'Higgins habia penetrado otros mas lejítimos CAPÍTULO XXVIII. 347 motivos de inquietud entre aquellos naturales , y estos motivos eran las disputas que surjian continuamente del zelo , tal vez excesivo y no bien entendido , de los Es- pañoles mismos de Valdivia y de Chiloe sobre límites de sus jurisdicciones respectivas, queriendo cada cual atraer á la suya á los míseros Indios, que, seducidos tan pronto por un lado , tan luego por otro , no sabían á cual acudir como amigo , ni de cual alejarse como enemigo. Sobre- todo, O'Higgins recordaba al gobernador de Valdivia que los medios prudentes y sagaces eran no solo mas cristianos con los pobres Indios, siempre dignos de lás- tima y de compasión, que los de la violencia, sino tam- bién mucho mas conducentes á los fines que eran de desear. Al hablar en estos términos , muy seguramente el go- bernador se hallaba lejano de no deplorar el asesinato del infeliz misionero Fray Antonio Cuzcoo y los demás que habían sido perpetrados, y de no pensar en castigar á sus autores. Lo que se colije solo y bátante clara- mente de sus indirectas es que temía mucho que aquellos males hubiesen sido orijinados por Españoles. Así lo da á entender en su carta al virey del Perú Fray Francisco Gil y Lemos, participándole aquellos tristes aconteci- mientos, y su pronta salida de Santiago para la frontera con el objeto de averiguar el oríjen del mal y de ponerle pronto remedio. CAPITULO XXÍX. Llega el gobernador O'Higgins á la plaza de los Anjeles. — Convocación de los Butalmapus á parlamento.— Celebrase este en Negrete.— Preciso abreviado de cuanto fué autuado y estipulado en él.— Regreso del gobernador á la capital del reino. (1793.) Las operaciones del gobierno de O'Higgins no nece- sitan de mas apolojía que la que se encierra en el mas sencillo relato de ellas y de sus consecuencias. Si habia retardado la celebración del parlamento, este retardo habia sido lejítimamente ocasionado no solo porque no habia reunión posible mientras hubiese temor de con- tajio , sino también por negocios urjentes que reclama- ban su atención inmediata y que noobstante dejó de mano desde el instante en que el estado de la tierra la reclamó mas urjentemente que otro alguno. Ya en 28 de setiembre , es decir mucho antes que le llegasen las nove- dades de los Indios de la jurisdicción de Valdivia, habia escrito al gobernador de la frontera Lamata y Linares , anunciándole su resolución de celebrar parlamento en aquel presente verano , y dándole órdenes para que co- municándolas á los Butalmapus se preparasen estos para aquella solenne reunión , que él quería fuese mas solenne que cuantas habían precedido para el mismo objeto. Porque el gobernador O'Higgins tenia un convenci- miento íntimo de que en el estado en que se hallaban los Indios, nada era mas fácil que el mantenerlos en paz, y, por consiguiente, que hacerles progresar paso á paso y poco á poco hacia el fin principal de su civilización m. CAPÍTULO XXIX. 349 con solo hacerles justicia, y quitándoles toda ocasión de descontento. Estas ocasiones de descontento sobretodo habían sido, en su opinión, el mayor escollo de la con- quista, y el conato que puso esie gobernador en preca- verlas fué tal vez el solo motivo de que su gobierno haya tenido detractores, aunque estos no hayan faltado ni faltarán nunca á los que han mandado y manden en cua- lesqmera parte del mundo , aunque hayan sido ó hayan de ser infalibles en sus actos y juicios. Enfin, en última carta ú oficio fecha en Santiago á 32 de noviembre 1792 , O'Higgins escribe al intendente gobernador de la frontera, encargándole hiciese saber a los Butalmapus se iba á poner en marcha para ir á verlos ; que dinjiese , en primer lugar, aquel aviso á los caciques de Angol, para que, de mano en mano, se ex- tendiese la noticia á Colhue, Chacayu y Quechereguas • Y por el gobernador de la costa , desde Arauco hasta la Imperial ; que fuesen advertidos los de Boroa y Tol- ten (alto), así como las demás reducciones interiores no se mezclasen en las cosas de los Indios de Valdivia ' y se guardasen de auxiliarlos, y, por fin , que el capitán' don Domingo Tirapegui estaba comisionado ,,ara aco- piar los víveres y objetos de agasajo que habían de ser dstribuidos en el parlamento. En cuanto á las fuerzas españolas que habían de asistir á él, el gobernador seña- laba a intendente como suficientes las milicias de la isla de a Laja , y de las plazas fronterizas, con los dragones para el servicio de algunos puestos mobiles El 7 de diciembre, el intendente respondió que todo había sido ejecutado y se hallaba pronto como Su Señoría lo había mandado. cenoria El 24 del mismo mes, el gobernador O'Higgins habia 350 HISTORIA DE CHILE. llegado á la plaza de los Anjeles y había comunicado su arribo á Inalican , cacique de la Imperial , convocándolo al parlamento y encargándole trasmitiese el mismo men- saje á los caciques de Alipen, Tolten y los demás, al sur del rio de este nombre , hasta Valdivia, recomendán- doles se reuniesen con los de Boroa y de las demás par- cialidades de la otra parte del Cauten. Igualmente reco- mendaba O'Higgins al cacique de la Imperial diese paso franco por sus tierras á los de la jurisdicción de Valdi- via , para cuyo llamamiento tenia órdenes el gobernador de aquella plaza. Sinembargo , escribió , ademas, á Quele- nanon y demás caciques de la tierra de Boroa en los tér- minos que los lectores pueden ver en la colección de parla- mentos, y diciéndoles substancialmente ; que habia llegado á cumplirles la palabra que les habia dado de celebrar un parlamento jeneral con ellos y todas las demás na- ciones desde el Biobio hasta Valdivia, parlamento cuyo objeto principal era , como habiasido el de todos los precedentes, asegurar el bienestar y felicidad de los Butalmapus, pues aunque lejano de ellos no había po- dido ignorar ni dejar de lamentarse de que hubiesen roto la paz y concordia interior en cuya posesión los habia dejado al partirse. A estas razones, O'Higgins anadia otras no menos persuasivas, asegurando á los gobernadores y caciques principales que las malocas hechas por los de Rio Bueno en las haciendas de Españoles , ni la represión de este exceso , no podían ya ni debían detenerlos , pues todo estaba concluido y acabado, y que por lo demás había dado todas las órdenes necesarias para que se les pres- tasen medios y auxilios para hacer el viaje cómodamente. El l/i de enero siguiente , el gobernador escribió al CAPÍTULO XXIX. 351 obispo de la Concepción convidándole y rogándole asis- tiese al congreso ; pero el prelado se excusó y envió en su lugar al arcediano don Tomas de Roa y Alarcon Igualmente fué rogado, con fecha del 3 de febrero el guardián de misiones de Chillan Fr. Benito Delgado ' con los relijiosos de su orden que tuviesen mas conoci- miento de la lengua y usos de los naturales. En una palabra, fueron tomadas las medidas mas oportunas y eficaces para que el parlamento fuese, como fue, el mas solenne de cuantos habían sido celebrados hasta entonces. Pero noobstante , aun tuvo el oficial del batallón de Valdivia, don Julián Pinuer, que conducía los Indios de su dependencia, aun tuvo , decíamos , que re- trogradar del rio Tolten á Queuli por un aviso que recibió de que los naturales de Boroa y otros de la Costa proyec- taban interceptarle el paso y aun también darle muerte si podían. Por fortuna, O'fíiggins tuvo bastante auto- ridad y acierto para levantar aquel grave ostáculo y hacerles el paso libre. Mientrastanto , se hacían en Negrete todos los prepa- rativos necesarios, como alojamientos para el goberna- dor, su comitiva y tropas ; enramada para servir de sala de congreso, y se trazaba , enfin , el recinto del campa- mento. El 23, ya O'Higgins se hallaba en Negrete pero tuvo que aguardar, con muchísima impaciencia , el arribo de los Butalmapus, que no llegaron hasta el 3 de marzo , motivo por el cual no le había sido posible fijar día señalado para la celebración del parlamento, cuya apertura se verificó el dia siguiente , 4 , á las seis de la mañana. Mas como este parlamento figura en un com- pendio separado de piezas auténticas y anexo á esta historia , los lectores pueden enterarse en él de todos sus s HISTORIA DE CHILE. pormenores, limitándonos aquí á decir sucintamente, que el séquito del gobernador se componía del brigadier intendente de la provincia , don Francisco de la Mata Linares, comandante jeneral de la frontera; del arce- diano Roa, como representante del obispo de la Con- cepción , que era don Francisco José de Moran ; del asesor jeneral del gobierno, don Ramón Martinez de Rosas ; del alcalde y rejidores don Pedro José de Bena- vente , don Vicente de Gordova y Figueroa , y don Ma- nuel de Puga ; del guardián de la propaganda de Chillan , con algunos de sus relijiosos , y enfin , de otros muchos oficiales y empleados de la provincia. Los gobernadores y caciques de los cuatro Butalmapus componían el número de ciento y ochenta , y con sus allegados y sus Indios, el de quinientos veinte y siete. El dia indicado , á la hora dicha , y á la señal dada con un cañonazo , todos acudieron á la sala del con- greso , guardada por infantería miliciana y dragones , y en la cual habia dispuesto el gobernador entrasen los menos mocetones que ser pudiese, afín de evitar confu- sión. El gobernador llegó después con su acompaña- miento, hizo su entrada solenne, y tomó asiento. El coronel de milicias don Judas Tadeo Reyes, secretario de la capitanía jeneral , tomó juramento al comisario de naciones y al lengua jeneral de ser intérpretes fieles de cuanto se iba á tratar, y concluidos los preliminares de apertura , el gobernador la hizo con un discurso elo- cuente y persuasivo, en el cual recordó todas las pruebas dadas á los Butalmapus , en nombre del rey, de que cuanto se hacia y se habia hecho era y habia sido por su bien. Vituperó en su discurso lo que habia tenido de malo, en ciertos casos, la conducta de los Indios, y CAPÍTULO XXIX. 353 alabó con la misma franqueza lo que había tenido de bueno en otros, dándoles gracias muy especialmente por la fidelidad con que habían guardado los artículos del parlamento de Lonquilmo , y el respeto que habían tenido á las haciendas de los Españoles. Concluyó O'Higgins su discurso mostrando un papel que iba á ser traducido para conocimiento de los Butal- mapus y cuyos artículos textuales se ven en el acta de dicho parlamento, y quedaron estipulados en el congreso con gusto y aplauso universa] de los gobernadores y ca- ciques que asistían á él. Estos artículos, que son quince juntos con el discurso del presidente, forman , por de- cirlo así, un preciso histórico de aquellos hombres y de sus acciones, carácter, usos y costumbres , en términos que basta leerlos para adquirir un conocimiento exacto del estado de la conquista, que había llegado evidente á su última solución. En efecto, todos los gobernadores de los Butalmapus y sus caciques aceptaron cuanto en dichos artículos estaba propuesto, esmerándose á porfía en probar que nunca habían dudado de las miras pater- nales del soberano, y de sus gobernadores de Chile por su bien , y que si habia habido casos en que aquella verdad se había mostrado dudosa, nunca habia sido por oposición onjinada de mala voluntad sino por malentendidos El primero de los caciques que pidió licencia para hablar por sí y trasmitir, después, los votos de otros caciq es, fué el de la reducción de Santa Fe, don Juan de Lebuepillan, al cual todos los demás dieron su voto para que recojiese y resumiese los de todos. Luego que concluyó con su arenga personal , Lebuepillan tras- mitió las de Curinahuel, de Angol ; de don Lorenzo Curnlab ; Calbuñir ; Chicuaguaycura, y de otros ochenta IV. Historia. qq 354 HISTORIA DE CHILE. Y tres caciques mas , todas unánimes , y concluyendo con la acceptacion espontánea de todos los puntos que ha- bían sido propuestos por el gobernador. De suerte que á las cuatro de la tarde se levantó la sesión para conti- nuarla al siguiente dia, con la satisfacción de que no seria menos feliz en resultados, como lo fue efectiva- mente, así como también la del tercero en que finalizo el congreso , en el cual O'Higgíns acabó de probar que su tino político era incomparable y que todas sus cuali- dades, hasta su misma ambición, eran un principio seguro de su acierto. En cuanto á su ambición sobretodo, ciertamente era una verdadera virtud , pues jamas había pretendido satisfacerla mas que por el estudio , el trabajo Y la meditación habitual á su buena cabeza. El dia 5, hablaron noventa y ocho caciques , y el 6 , el gobernador hizo un resumen lucido de cuanto había sido tratado, alo cual añadió aun dos ó tres artículos mas, que no eran fundamentalmente mas que a amplia- ción de otros, y que fueron aceptados por los Indios con la misma espontaneidad y el mismo convencimiento de que les seria muy útil el observarlos relesamente. Por fin, se terminó el congreso con los abrazos, regalos, agasajos y regocijo acostumbrados, y con visible satis- facción de ambas partes. Por parte de los naturales sobretodo, se leia en su semblante el anhelo que teman de Yerse ya de vuelta en sus respectivas reducciones, para mostrarse fieles á su palabra. Es verdad que los regalos que se les hicieron , tanto á los hombres como a J mujeres, eran muy de su gusto y no podían menos de estar reconocidos. Los cronistas de aquellas cosas que han criticado este modo de atraerse las voluntades de os Indios, no han reflexionado que los fines justificaban los CAPITULO XXIX. 355 medios , y que obrar de otro modo habría sido rebajar la alta idea que se les quería dar, y debía dárseles, de la potencia á la cual pertenecían. En punto á los abrazos , era este el gusto predominante que tenían , y O'Higgins hubo de recibirlos, uno á uno , y se prestó á ello con la mayor afabilidad , así como tam- bién tuvo que oir las cordiales expresiones de cada uno de los gobernadores de los Butalmapus y de sus caci- ques, los cuales se esmeraban á porfía en no dejarle duda de que corrían á formar las juntas acostumbradas en que participaban los resultados del congreso á los que no habían asistido á él , y tomaban medidas para cumplir con lo que habia sido estipulado (1). Luego que los hubo despedido , O'Higgins volvió á la villa de los Anjeles, en la cual permaneció algunos dias observando con el mayor disimulo y recibiendo partes satisfactorios acerca del buen espíritu de los naturales. De los Anjeles, pasó el Biobio y se trasladó á la plaza de Santa Juana, desde la cual fué por la cuesta de Elias á Arauco. Allí, dio órdenes concernientes al restableci- miento de las misiones, aceptadas por los indios, bien que así , como se ha notado ya , el anhelo de estos por poseer padres en sus tierras no fuese , ni con mucho , el mismo de que habían dado tantas y tan irrefragables pruebas en tiempo de los jesuítas , particularidad que se comprende fácilmente por el destino especial de los últi- mos á llenar en todas las partes del mundo aquel minis- terio. ' ! ■ (1) La lámina cuarta ( costumbres de los Indios) de nuestro alias, sacada de un plano lineal trazado á la vista por don Judas Tadeo Reyes, secretario de O'Higgins, representa con mucha fidelidad este parlamento , cuyas figuras hemos hecho guiados por las nociones en este pumo de! señor Riquelme de los Anjeles. 356 HISTORIA DE CHILE. I De Arauco , el gobernador regresó á la Concepción por las plazas de Colcura y de San Pedro , recibiendo en todas partes pruebas manifiestas del respeto que infunde el verdadero mérito , y, sobretodo , de la confianza que inspiraba á todos el suyo. Y es de advertir, así como lo hemos dicho en otro lugar, que Chile habia sido gober- nado por hombres superiores, acostumbrados a gobernar y á mandar, sin lo cual tal vez los Españoles no habrían conseguido nurna conquistar á los Araucanos, por mas que estuviesen aquellos acostumbrados á ser invencibles ; pues bien que limitado su territorio , los Araucanos solos han vendido mas cara su conquista á los conquistadores, mas cara de sangre y de dinero que todas las demás partes del América juntas. Pero aun se puede decir mas, y es que no han sido conquistados en realidad , pues , al fin y al cabo , han conservado su territorio mas allá del Biobio. Luego que hubo dado una ojeada de satisfacción á todos los ramos de la administración , O'Higgins salió de la Concepción por mar en la fragata Santa Bárbara, para ir á visitar la isla de Juan Fernandez ; pero malos tem- porales le impidieron de abordar allí y le obligaron á virar de bordo para volver á Valparaíso , desde donde regresó finalmente a Santiago. Administración económico-política del gobernador O'Higgins. — Abolición de recaudación de ciertas rentas.— Diminución del número de empleados.— — Otras reformas operadas en el sistema de hacienda.— Resultado final de su sistema.— Integridad de O'Higgins. ( 1793.) La historia de Chile debe al gobernador O'Higgins mas de una pajina, así como el pa/s ha debido á su zelo, á su instrucción y á la elevación de sus sentimientos, mu- chos bienes, cuya memoria conserva y conservarásiempre con inefable reconocimiento. Lo que este gobernador, tan Español de corazón, aunque de oríjen estranjero, ha hecho en punto á medidas puramente administrativas en economía política , no podia ser materia de uno ó mas párrafos interpolados con otras materias cuya nar- ración habría perdido mucho de su interés para los lec- tores y merecía un capítulo á parte. Lo primero en que pensó O'Higgins al tomar pose- sión del supremo mando , fué en instruirse á fondo de cuanto era concerniente á la real hacienda, á su manejo y distribución de sus caudales. En el largo viaje que habia emprendido, pocos meses después, por las pro- vincias del norte hasta los confines del Perú , su prin- cipal intento habia sido ver y conocer por sí mismo el método con que los diversos empleados procedían á la recaudación de derechos, y de sus sagaces investiga- ciones habia sacado en limpio que el de alcabalas , muy. especialmente, era injustamente tan gravosa para los. 358 HISTORIA DE CHILE. administrados de los partidos interiores como improduc- tivo é inútil para el real erario. De suerte que apenas estuvo de regreso á la capital lo abolió en dichos parti- dos y lo dio en arrendamiento; y lo mismo hubiera que- rido hacer en Santiago mismo ; pero por respetos parti- culares que se vio obligado á guardar, tuvo que desis- tirse del intento , aunque reservándose el dar cuenta á la corte para que una real cédula le autorizase irrevo- cablemente á ejecutarlo. El personal del resguardo de Valparaíso siendo el doble de lo que se necesitaba para su objeto, y, por con- siguiente , inútilmente gravoso en los presupuestos je- nerales , lo disminuyó de mitad ; tal era el conoci- miento exacto que tenia de las rentas reales y de sus respectivos destinos. A su entrada en el gobierno en el año 1788, y para su particular conocimiento y gobierno , pidió al tribu- nal de cuentas un estado de productos y gastos de dicho año , con especificación exacta del valor respectivo de cada ramo, y de los gastos, atenciones, pensiones y sueldos que tenia á su cargo, por manera que de un vistazo quedó enterado y convencido de que los gastos escedian á los ingresos en sesenta y dos mil y cien pesos , y que por lo tanto era materialmente imposible el llenar las obliga- ciones que pesaban sobre el gobierno sin nuevos arbi- trios suaves pero seguros y permanentes , pues los re- cursos que habia habido hasta entonces para equilibrar las entradas y salidas estaban ya agotados , para lo cual propuso al virey conde de Lerena le autorizase á imponer un derecho sobre la yerba del Paraguay, restablecer los de la salida y venta de trigos del reino , y, por fin , apropiarse el valor principal de los tabacos que de CAPÍTULO XXX. 359 Lima iban para surtir sus administraciones y estancos. Estas proposiciones fueron negadas por el virey, y lo peor fué que en una real cédula posterior el rey mani- festaba claramente su voluntad de que no se impusiesen nuevos gravámenes al país , y que por ahorros y medios económicos se nivelasen los ingresos y gastos , dismi- nuyendo estos en cuanto fuese posible sin perjuicio ni atraso del servicio , para lo cual mandaba S. M. al virey arreglase él mismo las administraciones de justicia , ha- cienda, policía y guerra, por medio de la diminución de empleados y reducción de sueldos. Pero para este arreglo el virey necesitaba datos que no podian serle presentados mas que por la junta superior de real hacienda de Chile, y el virey se los pidió. Era nada menos que un plan de reforma completa mediante la cual todas las cargas y atenciones públicas debían de quedar cubiertas con los productos propios de aquel erario , y aun suministrar un sobrante para gastos impensados ó estraordinarios. Herido en su honor, el pundonoroso O'Higgins exijió que la junta superior de real hacienda evacuase con el mayor escrúpulo las dilijencias que pedia la proyectada reforma , reuniendo hasta los mas minuciosos informes para la completa instrucción y ventilación de un asunto tan delicado , y en efecto se formaron hasta treinta y ocho piezas de datos, las cuales fueron remitidas al virey, que no era ya el conde de Lerena y sí Lemos. Sinembargo había habido dos errores de cálculo co- metidos por el contador de visita don Pedro Dionisio Galvez , errores que habían dado ocasión tal vez á que el gobernador de Chile hubiese sido perjudicado en la opinión del rey, y por lo mismo , á la real determina- ción de que se trata , bien que esta misma providencia I 360 HISTORIA DE CHILE. había ya sido reclamada por el mismo O'Higgins. Estos errores habían consistido , el primero en un sobrante en favor del erario , de veinte y ocho mil quinientos catorce pesos en el año común del oncenio trascurrido de 1772 á 82 , en cuyo período el producto de los diferentes ra- mos de real hacienda había ascendido á cuatrocientos setenta y nueve mil ciento y cinco pesos , cantidad muy suficiente á cubrir todas las atenciones ; y el segundo , en que se creyó aumentado después aquel producto por haberse aumentado las contribuciones, y se dijo que lejos de haberse hallado aliviado el erario , estaba , al con- trario, en peor estado. ¿ Porqué se cometieron estos errores ? Helo aquí. El oficial de contaduría, don Luis de Aguirre, que habia for- mado y firmado aquellos cálculos, habia contado como obrando en el erario una cantidad de trescientos diez y seis mil cuatrocientos noventa y tres pesos, cantidad que no habia salido de la tesorería de la casa de la moneda, ni contribuido de ningún modo al alivio de las cargas del gobierno. Porque desde 1772, en que fué incorporada dicha casa á la corona, hasta entonces, todos sus rendimientos líquidos habían quedado en ella para fondo de su propio jiro , pago de varios gastos es- traordinarios que le eran propios, entre los cuales figu- raban los de la fábrica de la nueva, que empezó á con- struirse en 1783. Por consiguiente todos los valores de dicha casa desde 1772 á 90, considerados como auxi- liares del erario , constituían un error grave, pues para él y sus atenciones eran como si no hubiesen existido , y por ventajosa que hubiese sido su incorporación á la corona, las ventajas que le acarreaba, hasta entonces, consistían solo en la perspectiva de que después de con- CAPITULO XXX, 361 cluida la nueva fábrica y completado el fondo de su propio jiro, que, por real orden, debía de ser de un millón de pesos en plata , podría aprontar cincuenta mil pesos al año á la real hacienda en compensación de lo que esta daba anualmente por jura de heredad al algua- cil mayor de la real audiencia como sucesor del estable- cedor, que había sido el marques de Casa Real. ^ Otra rebaja que debía haber sido hecha en el citado cálculo , era la de cuatrocientos noventa y un mil ciento ochenta y un pesos que en el oncenio dicho de 1772 á 82, quedaron en él (cuarenta y cuatro mil seiscientos cin- cuenta y tres en cada año) para pago de tabacos enviados de Lima, pues desde 1786, lejos de haber tenido este ingreso el erario, tuvo, al contrario, que reintegrarlo á la dirección jeneral de Lima. Ademas , había habido en el cálculo del contador de visita otras nulidades tales como omisión de ciertas par- tidas de gastos , que noobstante merecían la pena de no ser dejadas en blanco , tales como los estraordinarios ocasionados por la guerra de la frontera en los años 1770 y 71 , y de mas de un millón de pesos invertidos en ví- veres y otros socorros enviados de la capital de Chile á la de Buenos Aires para el ejército que mandaba el virey don Pedro Zevallos. Por manera que lejos de haber cumplido ó llenado todas sus atenciones y obligaciones, por sí mismo, habia tenido el erario que echar mano , por decirlo así , de mas de docientos cincuenta mil pesos de las temporalidades de jesuítas , cantidad que aun debia con sus réditos , los cuales eran ya tan crecidos que casi podían doblar el capital. Ofendido en lo vivo de su honor por el tenor de la real cédula mencionada , O'Higgins probó su pundono- ifl 362 HISTORIA DE CHILE. : rosa integridad rechazándolo con la verdad en punto al supuesto aumento de contribuciones por las cuales se debían haber acrecentado los ingresos de caudales, verdad de la cual resultaba , que lejos de que hubiesen sido impuestas nuevas contribuciones desde el año 1780, se habían estinguido algunos ramos de ellas, y otros habían sufrido considerables rebajas. El ramo de Aberia que producía tres por ciento de la plata acuñada, y uno del oro, habia sido abolido, por real orden , desde 1777. El de quintos de oro en plata habia sido reducido por una real cédula de marzo del mismo año , á tres por ciento, rebaja que habia ocasionado una pérdida de trece mil novecientos treinta y nueve pesos. El importe de las bulas de la santa cruzada habia dis- minuido , también por real orden de octubre 1784. El erario contaba igualmente de menos un ingreso anual de trece á catorce mil pesos que le producían el alcabala de provincia y el almojarifazgo de trigos y ha- rinas esportados por mar y cordillera , y que , por reales órdenes , ya salian libres de derechos por ambos lados. Desde 1787, el tres por ciento de su valor que pagaba la introducción de negros de las provincias de Buenos Aires, habia sido suprimido por providencia de la junta superior misma de real hacienda de Chile , providencia aprobada por el rey. El cuatro por ciento que , por regla jeneral , daba toda venta de esclavos , solo fué mantenido por la pri- mera, y se redujo de mitad para la segunda desde 1785. Desde que se habian puesto en planta, en 1779, el real arancel y reglamento de comercio libre habian dis- minuido los derechos de almojarifazgo y alcabala que CAriTULO XXX. Í63 pagaban los jéneros europeos, y principalmente los na- cionales. De estos últimos , los que no quedaron entera- mente exentos de ellos , fueron reducidos á una contri- bución muy moderada. Las sedas , jénero de gran consumo y que formaba un renglón muy importante, gozaban, desde 1779, de una rebaja asombrosa de derecho. La alcabala (1) en Chile era solo de cuatro por ciento, al paso que en Méjico, Lima, Santa-Fe y Buenos Aires era de seis. El tabaco que en dichos reinos se vendía de ocho hasta catorce reales la libra, se daba en Chile por cuatro el mazo , que pesaba mas de una libra. Por todo lo espuesto en este cuadro , se ve cuan favo- recidos eran los habitantes de Chile, comparativamente á los de otras partes de América. Sin duda y muy cierta- mente eran acreedores á ser privilejiados y considerados, pues, como lo hemos dicho, habían tenido mas que hacer y padecer con los Araucanos solos , que todas ellas reu- nidas con sus respectivas conquistas. Pero el desorden que causaba en Chile la falta y escasez de haberes y caudales no era, por eso, menos real y verdadero y menos fatal para los gobernadores, que, por mas que hiciesen, no podían humanamente remediarlo. A la penuria de medios habia que añadir el arranque de los Chilenos, sobretodo de los habitantes de Santiago. Al punto en que concebían un proyecto grandioso que- rían ejecutarlo , y contra viento y marea , tarde ó tem- prano, salían con ello. La construcción de la nueva casa de moneda en el estado de cosas era absurda por sus (1) Derecho real que se cobraba sobre el producto de venta de todo.jéneEo ó mercancía. mii HISTORIA DE CHILE. ■ imensos gastos , y sin embargo se emprendió y se prosi- guió , bien que fuese una verdadera calamidad. Por otra parte , no se podia negar que la administración era de- fectuosísima , sobretodo la de las principales rentas , que eran las alcabalas y los tabacos , defectuosísima por el número escesivo de empleados, escesivo en términos que absorbían casi la totalidad de sus ingresos. Antes de haber ascendido al supremo gobierno, O'Higgins habia deplorado aquella viciosa organización , y al punto en que tomó el mando hizo cuanto pudo , como se ha visto , para poner remedio al mal, estinguiendo en los siete partidos interiores del reino aquel método de recauda- ción , y quitando la mitad de los empleados de Valpa- raíso , noobstante las quejas y resentimientos á que se esponia , y que arrostró francamente afín de cumplir con su deber. Ya se comprende que los interesados no se sintiesen mucho reconocimiento hacia tan inexorable gobernador, c mo tampoco sus familias, parientes y amigos. Pero lo cierto fué que con sola esta reforma, O'Higgins operó una economía para la real hacienda de cuatro mil trescientos pesos al año , y si , en lugar de coartarle las facultades , le hubiesen dado carta blanca , habría hecho otros inmensos. A pesar de la oposición que su sistema de administra- ción halló , sin duda y naturalmente , por los intereses pri- vados que rozaba , O'Higgins persistió en él con perse- verancia hasta que de un informe del tribunal de cuentas, 24 de diciembre 1791 , y de una resolución de la junta de real hacienda, en virtud de este mismo informe, resultó la proposición del arriendo de la Alcabala del viento de la capital, á que habia renunciado anterior- mente el gobernador por miramientos particulares, y el CAPÍTULO XXX. 365 de los partidos interiores de la provincia de la Concep- ción , al símil y bajo la misma forma que había tenido lugar el de los de la intendencia de la capital. Según dicha propuesta nada mas quedaba de cuenta del rey que las entradas y salidas por mar y cordillera. El in- forme arriba dicho del tribunal de cuentas del reino, habia sido rectificado con la mayor claridad, y se veian especificados en él los cuatro consecuentes artículos de gastos que habían causado anteriormente los graves er- rores de cuentas de que se quejaba O'Higgins, á saber : doscientos ochenta y dos mil doscientos noventa y siete pesos reintegrados áLima por tabacos; ciento noventa y cuatro mil doscientos diez que habia costado la fábrica de la casa de moneda ; cincuenta y ocho mil trescientos sesenta y dos , la exploración y labor de la mina de azogue de Punitagui y el aumento de sueldos de guerra que en el segundo quinquenio habían hecho ascender su presu- puesto á ciento cuarenta y cinco mil sesenta y nueve pesos. La idea de estos arriendos sujirió otra aun mas venta- josa, cual fué la de que la renta de tabacos corriese por cuenta de la administración de derechos en seis tercenas y almacenes jenerales distribuidos entre la capital , Val- divia, Concepción, Valparaíso, Coquimbo, Copiapo y Talca, con abolición de estanquillos y ventas por menor afin de que cuantos quisiesen y pudiesen comerciasen haciendo estas ventas por su cuenta. En una palabra todas las resistencias al sistema del gobernador se rin- dieron á la evidencia confesando francamente sus autores que el erario habia perdido mucho en que no se hubiesen reconocido mas pronto las grandes ventajas que le traía y como el primer paso dado en una senda desconocidas _'! HISTORIA DE CHILE. impele á pasar espontáneamente adelante, el tribunal de cuentas halló que seria infinitamente económico reunir lo restante de la administración de alcabalas á la de ta- bacos en una misma mano , reunión que reducida el montante de ciento y diez mil trescientos cuarenta y tres pesos, y reales, que costaban los sueldos y gastos de ambos ramos, sin contar los fletes de tabacos por mar y tierra, á solo cuarenta y ocho mil cuatrocientos, á cuya ventaja para la real hacienda se juntaba el importe de premios de venta de Papel , Naypes y Pólvora , cuyos pre- mios ascendían á dos mil seiscientos cincuenta pesos. Este pensamiento , que obtuvo la aprobación jeneral , encontró con la mas tenaz y mas infundada oposición por parte del director de tabacos don Marcos Alonso Romero, cuyo interés particular era qu : fuesen conservados las administraciones y estancos interiores y que no hubiese libertad de ventas por menor. Gomo era preciso fundar en algo semejante pretensión , Romero sostenía que los alborotos de Santiago en 1766 habían sido ocasionados por la misma idea ; pero como cada uno contaba con su buena memoria tanto como podia contar el director de tabacos con la suya , todos se acordaron , y ademas re- sultaba de los autos que habían sido formados en aquella circunstancia, que dicho ruido se habia reducido á quejas y gritos de intrigantes por la supuesta mala calidad de tabacos. Sobretodo, la reforma de que se trataba era suma- mente grata para el público . á quien nunca le quitarán de la cabeza que los administradores y estanquilleros particulares son infieles por razón de propio ínteres, y apenas se empezó á hablar de ella , cuando llegaron á manos del gobernador manifiestos llenos de pruebas ir- CAPÍTULO XXX. 367 recusables de dicha infidelidad. Al mismo tiempo, era notorio que no habría hacendado que no comprase á las administraciones fardos enteros de tabaco para repartirlo entre sus jornaleros y dependientes , sin riesgo de que hubiese quejas en el precio, pues la libertad de com- prarlo entre muchos vendedores en concurso escluia el esceso de precio arbitrario que aparentaba temer y pro- nosticaba el contador. Pero, es preciso confesarlo, O'Higgins, por mas que hizo, no tuvo el mismo buen éxito en las investigaciones que tanto él como la junta superior de real hacienda practicaron en los demás ramos públicos de esta , como justicia, guerra y otros, en los cuales les fué imposible operar economías sin temor de aventurar el servicio. En vano dicha junta superior examinó con el mas escrupuloso cuidado el estado del gobierno político de la capital y de la Concepción, real Audiencia, contaduría mayor, tesorería jeneral del ejército, y particulares de la Con- cepción , Valdivia y casa de Moneda , afín de hallar un medio de disminuir el número de empleados y sueldos, y solo pudo suprimir un amanuense, por superfluo, en la tesorería jeneral. En punto á la fuerza efectiva del ejército , O'Higgins mismo opinaba y quería no fuese disminuida aun cuando no hubiese temor de guerra interior ni esterna , y en caso que se temiese, quería que dicha fuerza se doblase, si era posible , para defensa del reino. Siguiendo su sistema y plan de reforma, respondía él mismo de que el presu- puesto de gastos no solo no escederia al de rentas é in- gresos , sino que también se podrían cubrir los empeños y deudas , formar un fondo regular para gastos impre- vistos, y finalmente enviar á España el líquido sobrante 368 HISTORIA DE CHILE, de tabaco?, bien que por entonces no se pudiese aun hacer, y fuese lícito y conveniente aprovechar de la munificencia del soberano, que en una real orden, de julio 1788, había determinado que dicho caudal no sa- liese del país , y quedase en él para su propia utilidad y beneficio. Tal fué la integridad y valentía con que el gobernador O'Higgins salió del conflicto el mas penoso siempre para los que mandan y disponen de los caudales de un país para su propio servicio , y llevó á tal estremo su zelo y escrupulosidad en este delicado punto , que, en vista de la penuria del erario , habia pensado en pagar todos los empleos mayores, que podían soportar una rebaja, á medio sueldo , empezando por el suyo el primero para dar ejemplo : pero este zelo y esta escrupulosidad no hallaron eco en ninguna parte. Sus insinuaciones en di- ferentes juntas que hizo con este objeto fueron mas que pláticas en el desierto , propuestas muy desagradables oidas con sorpresa y con ceño. El rejente y los oidores, y otros empleados de rango y de pingües sueldos , le oyeron con disgusto y con desabrimiento , de suerte que tuvo que desistir de su empeño. CAPITULO XXXI. oob.aPl r "? I*'" FOment° dad° P°r °'HÍggÍnS á muclias "-vas rais Va d¡~ '? ° ** reín° ^ Chile-Sale O'Higgins para Valpa- Tua ri,J p" '~ Reconstruccion y repoblación de aquella anti- gua ciudad . - Reparaciones en la defensa de Valdivia. - O'Higgins es pro- movido al vireynato del Perú. P ( 1793—1796.) Por todo lo dicho hasta aquí, se ve claramente que el gobernador don Ambrosio O'Higgins era no solo un buen jeneral, sino también un profundo político y un es- celente administrador. Todo el año de 179/t y parte del siguiente, los empleó en obras públicas de la capital y en el fomento de diversas poblaciones , que, bien que íundadas después de mucho tiempo, no habían tenido por decirlo así, ninguno. A principios de setiembre de 1795, recibió la real cédula de 26 de febrero del mismo año que instituía el consulado del reino de Chile, cuyos estatutos contenían cincuenta y tres capítulos, y el 7 del citado mes, llegaron el prior y cónsules de dicho tribunal, cuyos emolumentos debían de ser suministrados por un medio por ciento impuesto sobre todas las importaciones y esportaciones marítimas. A pocos dias después, O'Higgins salió de nuevo para Valparaíso , y el 11 de noviembre , dio la vela desde este puerto para Valdivia con el objeto de ir á recorrer las tierras australes, en las cuales tenia meditado ejecutar planes de adelantamiento y aumento para la monarquía. IV. Historia. ,já HISTORIA DE CHILE. El obispo de la Concepción , don Tomas de Roa , iba en su compañía para hacer una visita pastoral á sus rebaños de Valdivia y Chiloe , enteramente abandonados en este punto , cincuenta años habia. Lo primero y mas interesante en el pensamiento de O'Higgins, era reedificar la antigua ciudad de Osorno , y con este objeto pasó el Rio Bueno. A siete leguas de él , en Ghuracabi , entre los ríos Pilmayquen , al norte , y el Maypue , al medio dia , descubrió en los descombros y ruinas de la iglesia de dicha antigua y desgraciada ciudad una lápida con la inscripción siguiente muy bien conservada : GREGORIO DÉCIMO TERTIO, SUMO PONTÍFICE, PH1LIPO SECUNDO INDIARUM REGE CATÓLICO fff , FRATER ANTONIUS DE SAN MIGUEL, PRIMUS EPISCOPUS IMPERIALIS, HANC BENEDIXIT ECLESIAM, DIVO MATEO APOSTÓLO, ANNO DOMINI 157 7, V1GESSIMA QUARTA DIE MENSIS NOVEMBRIS. La vista de la lápida corroboró el pensamiento que tenia el gobernador de reconstruir la ciudad de Osorno en el mismo asiento que habia tenido y con la misma jurisdicción de mar á cordillera. Con las familias que habia llevado consigo y con otras que llamó y acudieron de Chiloe , dio principio á su plan anchamente , man- dando pregonar por público bando , el 13 de enero de 1796, la reconstrucción y repoblación de la famosa an- tigua Osorno. Por otro bando , publicado al siguiente dia, decretó la erección de la provincia de Alcudia , á diez leguas de Osorno , y la fundación de la capital de dicha provincia con el nombre de Alcudia de San José , á la orilla sep- CAPÍTULO XXXI. 371 tentriona! de Rio Bueno, en el llano llamado del Molino • y desde luego ordenó pasase el capitán de injenieros á tirar el trazado de la proyectada villa. En esta operación , O'Higgins tenia mas que el interés meramente personal de vanagloria, el del aumento y provecho del estado Chileno y de la corona. Antes de resolver la empresa, ya en diciembre 1793 habia escrito al virey dándole parte del descubrimiento de la antigua Osorno, y del designio que tenia de ocupar el terreno con fuerzas militares para reedificarla , persuadido de las ventajas que se sacarían de él, ventajas muy superiores á los gastos y aun á los inconvenientes que podría tener la ejecución de dicho proyecto. En efecto , desde aquel mismo instante, el gobernador de Valdivia habia recibido orden de ocupar aquella posición sin los reparos ni te- mores de levantamiento con que hasta entonces se habían apoyado objecciones infundadas para ejecutarlo. El go- bernador de Valdivia habia dado cumplimiento ala citada orden en el mes de agosto siguiente mandando un sute- mente, don Julián Pinuer, con un destacamento de in- fantería, á ocupar aquel importante puesto, y dicho oficial se habia puesto á cubierto en dos fuertes construidos por el injeniero don Manuel Blaquez alas inmediaciones de la antigua ciudad que se trataba de sacar de sus ruinas. Estos dos fuertes fueron erijidos sobre el mismo modelo que los de Rio Bueno, dirijidos por el mismo injeniero y destinados á pro tejer las comunicaciones con la plaza de Valdivia. Todas estas operaciones fueron ejecutadas, cosa im- portantísima de notar, sin el menor indicio de oposición ni aun de descontento por parte de los naturales los cuales se mantuvieron en la mas completa y satisfactoria 37-2 HISTORIA DE CHILE. tranquilidad , bien que aquellos Indios hubiesen negado obediencia y sumisión al poder de todos los gobernadores durante mas de dos siglos, porque todos ellos se habían referido á informes y pareceres de gobernadores y co- mandantes subalternos mas ó menos interesados , las mas veces, en proponer sus miras personales en lugar de las del bien jeneral del estado , antes que resolverse á hacer aquel largo viaje para ver, juzgar y determinar por sí mismos. Gomo se ha visto , el proyecto de O'Higgins era el repoblar á Osorno con las familias que llevaba en la fra- gata la Astrea y en el buque de guerra de Valdivia, y con las que debían bajar de Chiloe en virtud del permiso obtenido para ello del ministro , el cual , satisfecho de los planes y proyectos del gobernador de Chile, les habia dado toda su aprobación con los parabienes mas lisonjeros para su autor. Con las familias dichas se habían de juntar las que debían de ir de la provincia de la Con- cepción , con las cuales se componía el número de dos- cientos , mas que suficiente para formar una población considerable y floreciente, por poco que supiesen apro- vecharse de la fertilidad del suelo y de lo ventajoso de su situación. Pero aun habia otro interés mas principal en esta fundación bajo estos datos, y este interés era el ase- gurar con hombres nacionales y robustos , tan propios para la guerra como para la agricultura , las posesiones de Chiloe y de Valdivia , cuya existencia , bien que de la mayor importancia, habia sido hasta entonces muy pre- caria por falta de poblaciones de Españoles en lo in- terior de las tierras, para que acudiesen á su defensa en caso de ataque de enemigos estemos, pues no tenian ni escuadras ni buques de trasporte para ir á buscar tropas CAPÍTULO XXXI. 373 que las defendiesen. De donde se seguía que no podía imajinarse un proyecto mas interesante para Valdivia y Chiloe que el de ocupar y poblar Osorno y sus llanuras, afín de poder contar en un porvenir, mas órnenos lejano, con medio millón de almas en ellas , cálculo que no tenia nada de exajerado , en atención á que cada veinte y cinco años se vería doblado el número de los pobladores, los cuales, ayudados con los que se habían de avecindar en Cañete , no podían menos de reducir insensiblemente y muy pacíficamente á los Indios intermedios , según la esperiencia de siglos, con el comercio, y la comunica- ción de costumbres, usos y aun de traje. Con estas miras, O'Higgins aprovechó con verda- dero júbilo la proporción que tuvo de llevar en su com- pañía al nuevo obispo de la Concepción , que había ba- jado á unjirse á la capital , no solo con el intento de que bendijese la parroquia doctrinal de la nueva pobla- ción y las nuevas misiones que se habían de establecer allí, sino también para que desde Osorno pasase á las islas de Chiloe, en donde no había habido visita pastoral desde mas de cincuenta años. Para apreciar mejor el buen éxito de todas estas medidas no hay mas que ver lo que el mismo O'Higgins escribía al ministro con fe- cha de 15 de enero de 1796. « E. S. En carta de 17 de octubre de 1795, n° 391 tuve el honor de informar á V. E. de la proximidad d¡ mi viaje á Valdivia á bordo de la fragata de S. M. la Asirea , para trasladarme desde allí á Osorno y hacer la repoblación de esta antigua ciudad que S. M. me ha- bía ordenado. Ahora, tengo el gusto de dar cuenta á V. E. deque, verificados estos dos viajes de mar y tierra, queda ejecutada lasoberana voluntad del rey, desde el 13 m HISTORIA. DE CHILE. del presente , con cuatrocientos treinta individuos traí- dos de las provincias de Santiago , Concepción y Chiloe, y que con los gastadores y tropas formaban un total de mas de seiscientas personas, de cuyo acto en aquel dia acompaño testimonio, por hecho de repoblación. » No puede verse sin complacencia una nueva colo- nia formada casi repentinamente de jentes traidas de distancias enormes á lugares desiertos y desconocidos hasta poco ha , pero que por su fertilidad , posición , si- tuación y clima , agradan infinitamente á la vista , y hacen prometer en breve una población numerosa, si, como no dudo , se agregan sucesivamente nuevos colo- nos convidados de las facilidades de vivir que les franqueo. » Nada puedo decir á V. E. sobre la antigua ciudad, porque nada mas he encontrado de ella que un montón de ruinas de edificios que manifiestan por sí bastante elevación y grandeza , y dejan , sinembargo , percibir la plaza, calles, casas y conventos de las comunidades que la constituían. Todo estaba en ella cubierto de un bosque espesísimo, que ha costado inmensamente rozar para ponerle en estado de reconstruir en él. La eleva- ción del terreno hacia una vista deliciosa , pero que se podía haber perdonado por el trabajo de abatirlo. » Por lo demás , la campiña es hermosísima. Fuera de la tierra que entregaron los Indios al tiempo del des- cubrimiento de la ciudad , y se contenia entre los rios de las Canoas y las Damas , acaban de cederme del lado opuesto de este, que se habían reservado , un terreno de diez á doce leguas de circunferencia, llanuras inmen- sas cortadas de montecillos y lomas sembradas de bos- ques que cubren las márjenes de sus esteros y fuentes ■ CAPITULO XXXI. 375 que los riegan , y hacen en todo un país el mas agra- dable y presentan á los ojos los principios de la felicidad y de la prosperidad de esta colonia. La pequeña dilijen- cia que hacen los Indios en sus labores de trigos, maiz , frijoles , papas , habas y arbejos produce con abundan- cia un gran grueso y de esquisita calidad. La mayor in- dustria, conocimiento y proporciones de nuestros colo- nos debe hacer esperar cosechas considerables que desde luego aseguren su subsistencia , y puedan , sin dilación, dar sobrantes á Chiloe y á Valdivia. » El país es fresco y selvoso al modo de Flandes. En cerca de un mes que aquí resido , no he observado un dia ni de mediano calor en el tiempo mismo que en otras partes del reino , de tres ó cuatro grados menos de la- titud , aprieta este considerablemente. Aun en la esta- ción presente de verano hay aguaceros ó lluvias mas abundantes que durables. Todo me hace creer que el clima , en la mayor parte del año , es ríjido , pero sano en estremo , y que producirá hombres robustos y aptos para la agricultura y la guerra. Si la población se fo- menta en adelante con el mismo tesón con que hoy la he empezado , no puedo dudar que en breve habrá aquí una población y una fuerza capaz de defender por sí sola los importantes establecimientos de Chiloe y Valdivia. » He abierto y hecho franca la comunicación de Osorno con Valdivia por un camino de diez y seis varas de ancho que he practicado en la distancia de ocho á nueve leguas por el corazón de una montaña espe- sísima y de una elevación asombrosa. Han trabajado en esto los vecinos de Valdivia, que tenían un co- nocido interés en la obra, y, por consiguiente, se has HISTORIA DE CHILE. hecho sin costo de real hacienda. Resta para perfeccio- narla uno ú otro paso que en breve será desmontado , y ojalá pudiera haber hecho lo mismo por la parte que mira á Ghiloe, en donde no veo mas que esploraciones, senderos y proyectos que según se ha consumido no poco dinero sin verse hasta hora fijada una ruta. Dejaré aquí providencias que terminen estas cuestiones , por lo menos , hasta el fuerte y rio de Maypue , término entre esta jurisdicción y la de Ghiloe. » Verificada la repoblación de Osorno y hecho el re- partimiento de sus tierras , restaba un vacío considerable entre aquel distrito y el de Valdivia , y, para llenarle de manera que quedase su tránsito en seguridad , creí ne- cesario exijir un partido intermedio de que fuese cabe- cera una villa contigua al fuerte de Alcudia. El curso natural del caudaloso Rio Rueño , y la fertilidad y abun- dancia del suelo de sus costados , contenidos entre los de Pilmayquen y Llollelhüe, ofreció naturalmente aquella división , y la situación del llano del Molino á la vista del fuerte de Alcudia , un lugar oportuno para la fundación de un pueblo del mismo nombre, y que se hiciese común á todo su distrito. Así lo determiné por el auto de que acompaño igualmente copia áV. E., á fin de que se ins- truya de que, por medio de esta providencia , queda en- grandecida la primera idea de la repoblación de Osorno, y organizado mejor el todo por la unión y continuidad de las poblaciones para sus socorros y auxilios recípro- cos , como S. M. lo previno sabiamente en real orden de 20 de febrero de 1795, comunicada por el ministerio de V. E. » No costará al rey el partido y villa de Alcudia hacer los gastos que han sido indispensables en Osorno. A CAPÍTULO XXXI. m 377 hace por los Españoles que, al abrigo del fuerte se ha bian empezado i abarracar, poco después de su JÍu cjon , en la vecindad de él para apacentar con segu dad agnnos ganados en sus campos. Como el país de uno v o ro part.de es estrenuamente estendido,Py, ademasd "mar Tas nol Cm°ád° ^ ah°ra ' esto* ha™*° tomar las noticias convenientes sobre el curso de sus nos sus montes estensos, fuentes y bosques para for vastos , hermosos terrenos, y espero poder remitirlos á envfa'rf p, 8l' á d°nde me ha Prometid° «h» 'os enviara el injemero de Valdivia, don Manuel Olaguer que esta encargado de reducir las noticias y aZS que voy dando , los mas prácticos é intelijentes! ? • Todas estas novedades no han causado alteración alguna entre los naturales; olvidados estos por e tras curso de dos siglos de ver Españoles en sus t W bar faro S,\aSOmbro -*» reS°luCÍ0« ^ inm¿y -.L°S fUerteS COnstruidos ^esen sus «mediaciones quitaron hasta la mas remota idea de oponerse. La esperiencia de nn buen trato, el crédito v biiij;:;0" r demaenian -*^ts ohligado por el contrario á hacerme todo ¡enero de ob eqmos y cumplimientos. A mi entrada Z « r a cÍ d n c aCOmpana™e> y '««SO no hicieron difi! cuitad en concurnr á Osorno á parlamentar al estilo de a frontera. Por lo tratado en esta ocasión y qu pa Jé a manos de V. E. , etc. , etc » P atentaotavPUede qUedar ^ deS6ar a ,os '«*>«» mas atentos y curiosos sobre el importantísimo punto de que HISTORIA DE CHILE. habla la precedente carta. De Osorno O'Higgins se trasportó á Valdivia con el objeto de poner orden en cuanto concernía á la defensa de esta plaza, que lo ne- cesitaba mucho, sobre todo en atención á que era un punto de ataque obligado, por decirlo ampara cuantos enemigos estemos pudiesen tener intenciones hostiles contra Chile. El celoso gobernador recomo por s, mismo las fortificaciones y todo el material de la de- fensa, y halló tantas faltas y tantos defectos que se sintió desconsolado , y todo cuanto pudo hacer por de pronto l'ué tomar notas y apuntes para trabajar sobre ellos cuando estuviese de vuelta en la Concepción. Una vez allí , se entregó á su examen y estudio con la gravedad y penetración que acostumbraba tener en todas sus tareas. De cien cañones buenos y medianos .de ca- libre mayor que tenia la plaza de Valdivia , no había cas mío que estuviese en estado de tirar seis tiros por la disposición y calidad de las cureñas. Tal era el parece délos dos tenientes coroneles del arma, don Manuel Bazan y don Diego Godoy. No siendo pues posible Ludir /Lima ni aun á Santiago de Chile para repara tamañas faltas, porque habría s,do »^"*£* * tiempo podría tal vez ofrecer premura, O Higgms de cretó L mil pesos del fondo de fortificaciones ,e« ellos puso á cargo de don Luis de Álava, gobernador de Va paraíso (el mismo que en 1790 habia desempeñado con mucho acierto igual encargo) el poner er ■ bue Ma- tado todas las piezas que pertenecían , VaHma perose halló con el inconveniente invencible de noten» «-de ras secas, y habiéndolas de repuesto siempre en Lima, aUm tuvo que recurrir á tan largo remedio hasta donde alcanzasen los diez mil pesos susodichos. CAPÍTULO XXXI. 379 Pero aun había mas, y tal era el estado de abandono de la plaza , en este punto, que las municiones, lanadas atacadores y demás objetos del servicio de la artillería' rodaban por el sueldo inutilizados como si nunca se hu- biesen de necesitar, y O'Higgins ordenó que se hiciese una revista escrupulosa de ellos, y que, recorridos y vueltos a buen estado de servicio, fuesen almacenados para lo cual mandó construir espresamente almacenes' Mientras el gobernador O'Higgins se esmeraba así por el aumento y prosperidad del estado y de los natu- rales mismos, el obispo de la Concepción obtenía una docilidad inesperada de los últimos, inesperada por re- sistencia natural y tenaz de parte de ellos hasta en- tonces, inesperada por desuso , puesto que, como se ha dicho, había mas de cincuenta años que no habían te- nido una visita pastoral (1). Los lectores no han tenido aun tiempo de olvidar que la última intentada por el precedente obispo de la Concepción, Moran, con un aparato de verdadero príncipe de la Iglesia, no había pasado mas allá de las márjenes del Canten, en donde dicho prelado, cojido y despojado por algunos Indios rebeldes, tuvo que ocultarse durante ocho dias en un ma- ca^;:r^dL0:["poerr'aes'do rada en i55s por ei ~*— h.h:, 1 ' pero siend0 aun gobernador de Chile el cual ron Te «dad 2 n T, " n'¡1- E" 'a Brande «"elevación, cuando loma- coa cruel ,1'r **" " a'm° S'Ü° ** <°° "«— *■ **. >a «.aron Hasta la paz del marques de Eaydes , i mediados del siglo XVII lodo Irato í .tor Z tan n i ter ^^ ^^ de '°S ^oles, notaron ftwionas tan natmo» como mcreibles. La exajeracion de los Indios tenia, ! .!'"* HISTORIA DE CHILE. torral, después de haber visto dar muerte á dos de los dragones que les acompañaban, en donde, descubierto, al fin, habría dejado la vida, si sus verdugos no hubiesen tenido la idea tan rara como cruel de jugar el derecho de quitársela con otros, que se declararon sus defen- sores^ su juego favorito que llaman chueca. La visita del actual obispo , como deciamos, fué muy fructuosa. Su ilustrísima confirmó y confesó á centenares los Indios de aquellas tierras , y regresó á la Concep- ción con el jeneral , no menos gozoso que este de los frutos de sumisión apostólica. El 11 de febrero, fondeó en su bahía la fragata que los llevaba. Con su arribo coincidió el de una escuadra de cinco navios de guerra que iba de Cádiz mandada por don Ignacio de Álava, y que había visitado las Maluinas, destinada que estaba á Malina en primer lugar. Después de haber evacuado los mas urjentes y principales nego- cios de la frontera , O'Higgins se embarcó en la capitana de dicha escuadra, y se hizo trasportar á Valparaíso, desde donde marchó á Santiago, en cuya capital entró el dia 28 de marzo con grande aplauso de sus habitantes. No debiendo interrumpir la relación de las últimas con todo eso, un principio político, cual era, que estaban penetrados de que su independencia no perecería mientras los Españoles no volviesen a tomar l Osorno , que estos no cesaban de ambicionar. El cabildo de Castro , espe- cialmente tenia el mayor empeño en su repoblación , y la pidió .1 rey vanas vece" ha ta que S. M. la concedió por una real cédula de 8 de agosto de 723 que quedó sin cumplimiento, y por otra de 5 de abril 1744, que tuvo solo ««principio de ejecución en 1758, que el gobernador Amat mandó levan- tar un fuerte a la orilla de Rio Bueno. En 1784, cuando el rey dio un intendente á Chlloc, que fué don Francisco Hurtado, le encargó espesamente ¡.abriese comunicaciones con Valdivia , y, tomando pié en esta orden, el activo y profundo O'Higgins llevó a cabo la repoblación de Osorno que tanto interesaba á Chibe, á Vald.v.a y a todo el reino. capítulo xxxr. 381 ÍohTh 7 TdeSU g0bimi0' "» "emos po- d do hablar de la arnbada del capitán Vancouver á Val- paraíso por el año anterior 1795. Vaneonver nave-aba con dos navios, /„ Descubiem y d a ^ vuelta de la berra, y había recibido instrucciones tas para no arribar á ninguno de los establecimientos españoles de aquella costa á no ser en apuro ó en cá o de absoluta necesidad. En efecto, si se decidió á en ra ■ e* Valpara.se fué porque el palo mayor de la Descubierto :r!b:r,e'yporquesehabiad«-'— Vancouver fijó, el 21 de marzo, la latitud de la isla de 27??; E Se ** SV, Y ^ SÍtUad0" de s« -tro en 279 26 E. Según sus cálculos, la punta S. O. de la de Juan Fernandez se halla situada en los 33» 45' de lati- tud S. y de Ionjitud 281" 8' E. El 25, entró en la bahía de Valparaíso , en donde fué muy bien acojido por el coronel gobernador don Lu de Álava, el cual le ofreció, en nombre del gobernador de remo don Ambrosio O'Higgins, que j~n°a iSLST* á eIl01' todos cuantos auxili" sitase. En consecuencia Vancouver recibió, el 28 del mismo mes, una carta de O'Higgins atentísima, Hena de felicitaciones sobre el buen éxito de su espedic ion y io aueT í ZTf* Y ratÍfiCaba ,as ofertas d« -vi! é V os * r °,el COr°nel Ala-' envidándole á el y a todos sus oficiales á bajar á tierra para visitar la cuidad, y autorizándole ademas á poner una guaÍa de ZSZ:Td°: Paraprot« efecto^— ope ación de la rehabilitación del mástil de su nav/o No satisfecho con tantas pruebas de cortesía, el go 2 nador español despachó al navegante estr njero dos ■ I Sg2 HISTORIA DE CHILE. dragones Irlandeses de oríjen para que le sirviesen de guias y de intérpretes en su viaje á Santiago , si gustaba hacerlo írxj« A su regreso á Santiago, el ilustre O'Higgins llegó con la recompensa debida á sus servicios, cual fue su nombramiento al vireynato del Perú , alto puesto que fue á ocupar muy luego. Jamas recompensa había .sido mas justa , ni fué mas aplaudida, porque realmente su car- rera era digna de admiración. Si se reflexiona que en 176o habia llegado de España como simple imemero, v que por su solo mérito, su ciencia, su política, y, sobretodo, su pundonor, se habia elevado de grado en grado por medio de las circunstancias las mas criticas, venciendo imposibles y luchando contra la envidia y sus asechanzas, no puede menos de ser ^«^To un grande hombre digno de la posteridad, y del eterno reconocimiento que ha dejado en Chile por los eminentes servicios que le ha hecho. El 16 de mayo salió de la capital colmado de las mas irrecusables pruebas del sentimiento jeneral que cau- saba su pérdida, y el 6 de junio llegó áLuna, en donde continuó mostrándose hombre superior hasta que fallece "ll — Lpo que e, capitán jeneral de Chile don Ambrosio O'Higgins fué promovido al vireynato, lo fue fambien el intendente del partido de la Concepción don Francisco de la Mata Linares, a inspector del Perú pasando á reemplazarlo en el mando de la frontera el -ixi' 'a3¡rs :-£ ü-^sssrs narración se halla al fin del tercero y Altano tomo de su viaje Mundo. CAPÍTULO XXXI. 383 gobernador de Valparaíso don Luis de Álava, ascendido al grado de coronel. Don Joaquín de Alos pasó , en reemplazo de don Luis de Álava , al gobierno de la ciudad y puerto de Valpa- raiso. " En el interinato del de Chile quedó el rejente de la real Audienca don José de Rezabal , con la particularidad fie que el era presidente de dicha real audiencia y ca- dTXTd1orÍ,rein0'yqUelamiSmaaUdfe-ia^ El rejente Rezabal solo tuvo el mando durante cuatro meses que empleó particularmente en utilidad de la ca- pital. Fue debido á su esmero por ella el plantío de ár- boles a orillas del Tajamar y del rio Mapocho con que se formo el mas concurrido y delicioso paseo que se veia entonces en Santiago (1). ,J! l^t SetÍe"?bre S¡SUÍente "eSó de Valparaíso á la capital del remo el teniente jeneral don Gabriel de Aviles que, de inspector jeneral de las tropas del Perú naso al mando y gobierno de Chile. El mismo dia fué'reco- nocido como capitán jeneral del reino y de presidente de su real Audiencia. En este año de 1796, se recibió la noticia del tratado de paz entre España y Francia , tratado por el cual esta ultima potencia recibió de la primera la mayor y mas fert. porción de la isla de Santo Domingo en cambio de las Plazas de la península, San Sebastian , en Guipúzcoa y Figueras en Cataluña, que habian sido ocupadas por las tropas francesas en la guerra de la República. Esta paz fue ocasión, como se verá, de guerra de España 38ÍI HISTORIA OK CHILE. contra Inglaterra, que se resintió en estremo al ver que la primera tomaba , ó parecía tomar, tan poco ínteres o partido por las demás potencias de la Europa , pues dejaba á la Francia dueña de oponerles todas sus fuerzas, en un momento en que probablemente el éxito que habían tenido sus armas hasta entonces en la Península iba á cambiarse en reveses de fortuna. Tal era , en efecto, la apariencia de las cosas, y tal también la opinión de los políticos v de los militares de Europa. Volviendo á los acontecimientos de Chile, no hubo en aquel año otro alguno digno de ser notado , sino fué el terremoto del 30 de marzo a las 7 de mañana , que , oscilando en la dirección de norte á sur, causó bastantes estragos en las villas de Copiapo y el Guaseo, y aun también en la ciudad de Coquimbo. En Santiago se sintió también , pero sin que se esperimentase una con- moción muy sensible ni daño alguno. El ieneral Aviles empezó su gobierno bajo buenos auspicios, y ciertamente debia de serle fácil el gobernar con anchura en vista del escelente estado en que en- contró las cosas del reino, y las vias perfectamente trilladas que le habia abierto su predecesor, como luego se verá. CAPITULO XXXII. Gobierno del teniente jeneral don Gabriel de Aviles.- Malos efectos de la na, entre España y Francia.- Guerra de la primera de estas potencias con „g,a. erra. - Danos causados al comercio por los corsarios y barcos balleneros Ingleses—Buenas medidas del gobierno de Aviles. (1797.) El año de 1797 se presentó con malos agüeros para España y, por consiguiente , para Chile. La paz hecha por el gobierno español con la República francesa, me- diando el sacrificio doloroso de la mejor y mas bella porción de la isla de Santo Domingo, que el primero cedió á la segunda como rescate de las plazas que los Franceses le habían tomado en la frontera, había pare- cido á la Europa entera, confiada hasta entonces en la perseverancia del carácter español, un acto lamentosa- mente impolítico , en atención á que libres los Franceses de todo cuidado por los Pirineos, se hallaban en estado de hacer frente eficazmente á las demás potencias sus enemigas. Tal fué el motivo que tuvo la Inglaterra para declarar guerra á España el 8 de octubre 1796 , guerra que fué prolongada y sangrienta. La llegada de Aviles á la capital del reino de Chile coincidió con este grande acontecimiento, de suerte que este gobernador tuvo que dar principio á sus operaciones por la de poner sus puertos mas espuestos á una inva- sión á cubierto de cualquiera ataque, muy temible pues en aquel momento la menor escuadra inglesa se haría poderosa con la cooperación de los buques pesca- IV. Historia. 25 386 HISTORIA DE CHILE. fe " 1 1 ¥■ dores de ballena , que los Tngleses tenían numerosos eo aquellos parajes. En consecuencia , Aviles destacó de San- tiago á Valdivia cuatrocientos milicianos disciplinados ; y á Valparaíso envió el batallón de Pardos. Para surtir de pólvora , de que carecía no solo para las necesidades de la guerra sino también para la mine- ría , impuso al tribunal de este ramo su fabricación , con la cual saldría mucho mas barata. Con este objeto, se empezó á construir una casa destinada á este uso detras del cerro de San Cristóbal , á una legua al norte de la ciudad , con la conveniencia de una caudalosa acequia sacada del rio Mapocho , la cual tenia otra utilidad , á saber, de regar y fertilizar las tierras y campos circun- vecinos. Esta obra era tanto mas necesaria , cuanto el antiguo almacén de pólvora amenazaba con grandes ries- gos á la capital por su proximidad. Entretanto, ninguna escuadra ni buque de guerra enviado de Inglaterra se presentó ofreciendo hostili- dades, pero los de la pesca de la ballena y corsarios causaban graves daños y perjuicios al comercio del reino, y entonces se vio cuan impolítica habia sido la conce- sión hecha por el gobierno español á la Inglaterra de mantener aquella estación de pescadores en el mar del Sur ; pero ya era tarde para remediar el mal á no ser arrojándolos de allí por la fuerza que por entonces no habia. A falta de esta, y viendo lo que padecían sus colonias, el rey autorizó todos los pabellones neutrales á abastecerlas , pagando solo la mitad de los derechos impuestos anteriormente ; pero no tardó S. M. en revo- car dicha concesión, ya fuese porque tenia mas incon- venientes que utilidad , ó por otra razón de política. Fuera de estos inconvenientes del estado de guerra • •, CAPÍTULO XXXII. 387 con Inglaterra, Chile gozaba de una verdadera paz oc- taviana, y progresaba lentamente, pero visiblemente. El gobernador Aviles trabajaba con zelo y con esmero por sus adelantos , y aun le quedaba tiempo bastante para entregarse á sus devociones y ejercicios de piedad, que le ocupaban muchas horas del dia. Todas las semanas confesaba y comulgaba en la iglesia de Santo Domingo; pero, enemigo de toda ostentación mundana de ninguna especie , todo el tiempo que pasaba en oración se estaba detras de un biombo que le protejia contra la curiosidad y contra la inclemencia del sitio. Sea que los asuntos del gobierno fuesen menos arduos que en otro tiempo, ó que este gobernador supiese aprovecharlo bien, su devoción no les causaba perjuicio alguno. Al contrario , parecía recibir inspiraciones de arriba en sus medita- ciones , y sus obras correspondían á sus hábitos cris- tianos. Por eso, sin duda alguna, pensó en mejorar las salas del hospital de San Juan de Dios, uno de los estableci- mientos mas útiles para el país , y debido , como los lec- tores pueden recordarlo, al esmerado zelo y previsiones de un escelente gobernador, don Alonso de Rivera , el cual habia pedido , doscientos años había , al virey del Perú los primeros hermanos de la orden que habían pasado á Chile con aquel interesantísimo destino. Desde aquel tiempo ya tan lejano , el piadoso establecimiento de San Juan de Dios habia padecido muchas vicisitudes , pero , con todo eso, siempre habia sido respetado en su esencia, y los padres habían vencido solo con sus obras á todos sus calumniadores enemigos. En tiempo del gobernador Aviles , el hospital , bien que se hubiese engrandecido , tenia salas demasiado pequeñas , al parecer de este pri- 388 HISTORIA DE CHILE. mer jefe del estado, el cual pensó inmediatamente en engrandecerlas, ensancharlas y airarlas para mayor salubridad ; y como la ejecución de su plan pedia mu- chos mas caudales de los que tenia á su disposición , re- solvió suplir esta falta con una parte del producto de la lotería real , juego público que restableció , á un real de entrada, y todas las semanas ; de suerte que llegó á pro- ducir hasta doce mil pesos, motivo por el cual mereció , probablemente , la aprobación del rey. Por otro lado , como la guerra hacia escasísimos los jéneros europeos en Chile , especialmente los tejidos de lienzo, Aviles buscó y distribuyó simientes de lino entre los cultivadores, y estableció tornos y telares para mujeres pobres, en cuyos oficios habrían ganado su subsistencia cómoda, substancial y útilmente. Pero por desgracia para ellas y para el objeto interesante que se proponía el gobernador, este se vio promovido al vireynato de Bue- nos-Ayres, y su plan quedó, no totalmente sin un principio de ejecución , pero paralizado por falta de fomento. Antes de darle su despedida para su nuevo destino , no podemos menos de notar el zelo y acierto con que este juicioso gobernador obraba , zelo y acierto que aparecen en todas sus providencias y en sus resultados posibles. Decimos posibles, porque tal era la penuria del Erario , que la real hacienda debía á la casa de Por- tales la cantidad de veinte y cinco mil pesos por gastos de trasporte del virey marques de Gastel-dos-rios de Panamá á Payta y de Payta al Callao , y de muchas armas y pertrechos. Don José Santiago Portales, á quien los demás cointeresados en este crédito habían cedido su parte, en una transacción privada, ofreció al rey CAPÍTULO XXXII. 389 la donación de dicha suma, que la real Hacienda debía á su casa desde su tartarabuelo don Diego Portales, ro- gando á S. M. se dignase nombrarle , en cambio , inten- dente de la moneda, y el rey aceptó la proposición, mandando, por real orden de 18 de diciembre de 1797, que á la muerte del superintendente don Bernardo Al- tolaguirre, fuese don José Santiago Portales nombrado por su sucesor. Bien que, asi como queda dicho, los balleneros in- gleses causasen muchos daños y perjuicios al comercio de Chile, no siempre lo hacían impunemente. El ik de febrero 1797, la fragata ballenera Charmilly fué cap- turada por el paquebote Sania Teresa, armado en corso al mando de don Manuel Muñoz, á la altura de once grados, y los prisioneros hechos á su bordo fueron muy maltratados , porque realmente habían dado lugar sino á lejítimas , á lo menos escusables represalias. El capitán de la fragata apresada se quejó amargamente al gober- nador Aviles, y este desaprobó altamente la conducta de don Manuel Muñoz , poniéndole por delante que seme- jante conducta estaba prohibida por las ordenanzas. Sin duda Aviles no esperaba ser promovido tan pronto al vireynato de Buenos Ayres, ó á lo menos así lo dan á entender el número y la naturaleza de proyectos que tenia en favor de Chile, puesto que no es probable hu- biese solo que¡ ido, al formarlos, dejar paño cortado á su sucesor, el cual, como sucede siempre, no los adop- taría. Sinembargo, en este punto, Aviles pensaba dife- rentemente, como luego se verá por la relación que dejó de su gobierno á su sucesor don Joaquín del Pino. Sea lo que fuese acerca de esto , pensamientos chicos y grandes de utilidad pública ninguno se le escapó ni dejó i l W !■ fifi í ■1 :. HISTORIA DE CHILE. de tocar. Aflijido de ver lo mucho que padecía el comer- cio , quiso aliviarlo hasta en los mas imperceptibles de- talles de sus operaciones , y notando cuanto padecían los cargadores de los buques, que se veian obligados á en- trar en el mar para descargar las lanchas, escribió, el 25 de febrero 1797, á don Francisco Carrasco para que inmediatamente tomase medidas y le formase un presu- puesto del importe ó coste de un muelle que estaba re- suelto á construir con el solo objeto arriba dicho. Ya se ve cuan caritativo era su corazón , por este rasgo; pero aun se ve mucho mejor, tal vez, por el si- guiente, con la particularidad que siempre hallaba ra- zones tan buenas como naturales para justificar sus re- soluciones. El 22 de marzo del mismo año, el intendente de la Concepción le pasó aviso de que una fragata ba- llenera inglesa se habia presentado y mantenido largo tiempo á la capa en la Bahía, añadiendo que otros buques balleneros parecían querer hacer lo mismo y que seria muy conveniente enviar unos cincuenta hom- bres y cuatro cañoncitos para capturarlos, si persistían á violar los tratados presentándose en aquellos parajes. « — Mas quiero , — respondió Aviles , — la vida de un Español que la captura de un buque ingles, cuya pérdida seria insignificante para su nación , no pudiendo ocasionarle una diminución sensible de fuerza. » A esta bondad de alma, aquel gobernador reunía una serenidad y una enerjía en las que se veia que dicha bondad, lejos de ser debilidad , provenia de una fuerza moral á toda prueba. Por junio del mismo año la fragata la Concepción, fondeada en el puerto de Guaseo, se vio atacada por otra inglesa de 20 á 24 cañones, y la re- chazó. Cuando Aviles lo supo, preguntó porque se habia CAPITULO XXXII. 391 contentado con rechazarla, pudiendo y debiendo for- zarla á amainar. — Porque otros buques de la misma na- ción estaban á la vista para socorrerla, le fué respondido. — Razón de mas para aprovechar el tiempo y una ocasión preciosa de darles una lección , replicó el gobernador. Lejos de haber contradicción en estos dos ejemplos, habia una lección admirable de sabiduría. En el pri- mero, no quería derramar sangre inútilmente; en el segundo , puesto que habia sido inevitable y preciso der- ramarla, quería que no fuese sin provecho y utilidad. En el mes de noviembre siguiente, recibió la orden del virey concerniente al situado de Valdivia. Estas par- ticularidades que , á primera vista , no parecen inhe- rentes al interés de la historia , son muy interesantes en la carrera de un país nuevo , que se forma , y que se acerca paso á paso á su completa regularizacion social y de gobierno. El situado de Valdivia iba en efectos de comercio, y como ascendía á cien mil pesos, no solo el de Valdivia sino también los de Talcahuano, Valparaíso y Coquimbo , sacaban provecho de ellos. Mas como , al mismo tiempo , de este método resultaban abusos en per- juicio de la guarnición y otras atenciones militares de dicha plaza , el virey se vio obligado á querer del mal el menos, y dispuso que en lo sucesivo el situado de Val- divia fuese trasportado en metálico. En consecuencia, Aviles trasmitió la orden del virey al intendente para su debido cumplimiento. Durante su gobierno , los Naturales se mantuvieron fieles á lo tratado en los últimos parlamentos y en paz con los Españoles; pero entre ellos mismos estaban casi siempre en guerra, de lo cual podían surjir, cuando me- nos se creyese, motivos de desavenencia con los prime- . HISTORIA DE CHILE. ros, y grandes inconvenientes para Chile. Por ejemplo, por el lado de las Pampas, los Pehuenches de Malalgue se batían contra los de Barbareo ; y á la parte de Chile , habia una confederación de Huilliches y Llanistas contra los Pehuenches. Viendo en estas discordias intestinas de los Indios un peligro inminente para la paz, emprendió ponerles fin y lo consiguió. Para eso , habia escrito al in- tendente del distrito de la Concepción convocase los ca- ciques á una junta, la cual se celebró en Nacimiento el 30 y 31 de diciembre del mismo año de 1797. Un gran número de caciques , de Indios de los Llanos y Pehuenches de Cura asistieron á ella , y se avinieron á vivir en lo sucesivo en paz y concordia los Huilliches orientales con los Pehuenches de Santa Bárbara , Antuco y Villucura, mediante la restitución de las familias ar- rebatadas en las últimas malocas. De suerte que solo quedaban los Indios de Malalgue y de Barbareo que pa- cificar , y Aviles tenia el proyecto y la esperanza fun- dada de conseguirlo reuniendo á dichos Indios en junta en Tucapel. Pero en lo que mas se señaló el zelo del gobernador marques de Aviles por el bien del país fué , como lo he- mos ya indicado , en la relación que dejó de su gobierno á su sucesor don Joaquín del Pino , relación que no fué ni pura oficiosidad , ni menos un acto de presunción del primero. Estas relaciones hubieran debido ser una cos- tumbre de los gobernadores cesantes, según estaba man- dado por el rey á los vireyes del Perú; pero nada de esto habia hallado Aviles, y, sin quejarse de esta falta, la alegaba para fundarse al seguir lo mandado observar por el mismo monarca. En efecto, esta relación de gobierno no solamente CAPÍTULO XXXII. 393 podía ser útil, sino también tal vez necesaria para ente- rar á un gobernador entrante sin conocimientos prácti- cos, y aun difícilmente teóricos, del manejo de los di- versos ramos de administración de que se componía su gobierno , y de los casos arduos y difíciles en que podia hallarse por carecer de estos conocimientos. Tales fueron los motivos que movieron al gobernador de Chile mar- ques de Aviles á dejar esta relación á su sucesor, rela- ción en que, lejos de notarse la menor especie de jac- tancia, se ve, al contrario, la suma modestia de su autor y la desconfianza de sí mismo con que llenaba lo que el creía ser un deber de rigor y de conciencia. « De- seoso (dice él á don Joaquín del Pino) de informar a V. S. de lo que mis cortas luces han podido adquirir de conocimientos en los dos años que he gobernado este reino, me limitaré á dar una sucinta idea de lo que con- cibo conveniente sobre las principales materias en que puede V. S. ejercitar su zelo y talento, en atención á que , por lo demás, he tenido la felicidad de que en mi tiempo no hayan ocurrido disputas de jurisdicción ni otros casos estraordinarios que pudiesen perturbar la paz, porque la justificación y prudencia de los ministros de esta real Audiencia no han dado lugar á ellas , y el prelado de esta diócesis con su acreditada virtud y mo- deración no ha orjjinado la menor competencia, como ni tampoco el de la Concepción, habiendo procurado yo también por mi parte no invadir las privativas facul- tades de los tribunales, ni de los prelados eclesiásticos • Ji'SP' CAPITULO XXXII!. Sigue la relación del gobierno de Aviles. (1797. Los lectores no podrán menos de ver con la mayor satisfacción el resumen jeneral del estado de cosas en Chile, contenido en esta relación, y tanto mas cuanto la historia camina á pasos largos á su conclusión, poniendo de manifiesto en un cuadro sucinto los resultados de to- das las cuestiones que habia que resolver para dar por entera é irrevocablemente acabadas la conquista y la co- lonización del país. Según este resumen , la población del país estaba lejos de corresponder á la estension de su territorio , y se hallaba esparcida por su superficie á largas distancias. Las villas, de las cuales muchas , ó las mas, no tenían masque el nombre, eran pocas, noobs- tante las repetidas reales órdenes para su creación y su fomento. Todos los esfuerzos hechos por el gobernador conde de Superunda para concentrar en poblaciones re- gulares los dispersos habitantes del campo solo pudieron alcanzar la formación de la Parroquia, y la construcción de algunos solares que fueron habitados por sus dueños. El conde de Poblaciones, y el marques de Osorno, sucesores de Superunda, emprendieron lo mismo sin me- jor éxito , porque cada morador tenia apego á la ha- cienda que le habia costado mucho adquirir y poseer , apego muy natural y que se habia trasmitido de padres á hijos desde el principio de la conquista. Ademas de CAPÍTULO XXXIII. 395 esta razón , tenían otra tal vez mas plausible , cual era , que en las primeras distribuciones de terrenos, siendo el número de colonos desproporcionadamente ínfimo á la superficie distribuida, á cada uno le había tocado una porción exorbitante que él solo no podia cultivar, pero que, convertida en pastos para ganado, le enriquecia no menos, y tal vez mucho mas; y siéndole forzoso ce- derlos si se hacían nuevos arreglos de repartición, re- sistía á ello , y las villas fundadas no recibían habitantes por todos estos motivos. En tiempo del gobernador marques de Osorno, un vizcaíno, llamado Santiago Oñaderra, habia intentado fundar á la embocadura del Maule la Nueva Bilbao, presumiendo que seria fácil establecer allí un puerto para facilitar la esportacion de granos y trigos, abundantes en aquel partido, á Lima; al paso que siendo preciso conducirlos por tierra hasta Valparaíso , resultaban gas- tos y trabajos escesivos sin compensación suficiente. Ha- biéndose hecho un reconocimiento de la embocadura del rio, se halló , en primer lugar, que un puerto en ella no podría servir mas que para barcos demasiado pequeños , y , en segundo , que seria sumamente peligroso por la barra que le precede. De manera que el proyecto se presentó inejecutable, y por mas que el emprendedor Oñaderra insistió para que se le concediesen ciertos ter- renos por ambas partes del Maule, no se le concedieron en vista de que otros paisanos suyos, que con el mismo pensamiento se habían avecindado allí, se habían ido ausentando poco á poco desengañados de lo infructuoso de su intento. Sobretodo , era una esperiencia hecha que los pobladores preferían las concesiones de tierras próxi- mas á las moradas que poseían ya á tierras en donde : HISTORIA DE CHILE. tenían que labrar habitaciones para establecerse , y, por esta razón, no se habían adjudicado las de la otra orilla del Maule á nuevos pobladores. La repoblación de Osorno , como los lectores deben recordarlo, la habia debido O'Higgins á una casuali- dad , cual fué la de haberse visto forzados á descubrir las ruinas de la dicha antigua ciudad los Indios de los con- tornos de Valdivia destructores de las misiones de los Franciscanos. Desde aquel tiempo , las tierras desmon- tadas y labradas habían producido ciertamente , pero no bastante para que se hubiese podido prescindir de asistir á los colonos , por las vias de Valdivia y de la Concep- ción , con víveres. De lo que tenían en número suficiente eran ganados. Sinembargo , la nueva Osorno habia es- tado siempre bien gobernada, y el gobernador don Juan Mackaena , que tenia en la época á que nos referimos , prometía mucho con sus miras de acrecentamiento y su actividad. Lo que faltaba por aquel lado era el proyec- tado establecimiento de algunas pequeñas poblaciones ti- rando hacia el sur para la completa seguridad de las comunicaciones de Valdivia con las islas de Ghiloe. Por el año de 96 , el rey habia encargado mucho al marques de Aviles, como cosa importantísima , el fo- mento de la repoblación de Osorno , y este gobernador celoso y timorato, convencido de que por este hecho, y por la situación local del distrito , pertenecía aquel cui- dado á su gobierno , habia pedido instrucciones , á fin de obrar con mayor acierto , al virey del Perú, O'Higgins; pero este virey se habia reservado la dirección de las cosas de Osorno , en términos de haber puesto allí , sin anuencia ni conocimiento del gobernador de Chile , dos gobernadores, y se habia contentado con responder en CAPÍTULO XXXIII. 397 términos ambiguos y evasivos. Noobstante el convencí miento que tenia de que Osorno pertenecía á su go- bierno, y la autoridad que le daban las reales órdenes que tenia, Aviles , tan poco ambicioso como sumamente modesto, reconoció íntimamente la superioridad de los conocimientos del virey, sobretodo en aquella materia que era obra suya, y se dio por desentendido, limitán- dose á trasmitir al virey copia de la real orden para mejor cumplimiento de la cual le habia pedido luces é instrucciones. Por fin, aquel gobierno constaba de dos provincias con un intendente cada una , y un subdelegado residente en la villa. Para la trasmisión de órdenes y adminis- traos de justicia, nombraban jueces de distritos me- nores con el título de diputados, ó tenientes de cam- pana los cuales residían en sus haciendas. Pero los verdaderos hacendados, es decir, los hacendados de al- guna distinción , no querían admitir el cargo de juez subsidiario por no constituirse subalternos del subdele- gado ; por manera que dicha carga recaía en infelices dependientes de los ricos, y fáciles de cohechar ; de donde se seguían , sin remedio alguno , frecuentes y graves in- justicias para los administrados pobres A estos detalles, siguen en la relación del marques de Av, tes los concernientes á los caminos, parte esen- «al del comercióle la prosperidad , y, finalmente , de a existencia material y moral de todos los países de la tierra. Las grandes y principales venas de esta existencia en Chile eran tres. El camino de Valparaíso, en cuyo puerto se hace todo , o cas, todo el comercio del Perú , y desde el cual se es- : . S98 HISTORIA. DE CHILE. portan los principales productos del reino , que son el trigo y el sebo. Para que el tránsito de este camino fuese fácil y có- modo , O'Higgins pensó que era indispensable hacerlo carretero, y con este objeto habia impuesto á Valpa- raíso medio real por cada carga que entrase en el pue- blo ; pero el producto de esta contribución no habia al- canzado á la suma de los gastos, y aunque el camino se hallaba transitable para carruajes , aun tuvo Aviles que rectificar la parte de la cuesta de Prado , dejando el rodeo para ruedas , y el camino antiguo de herradura para los viajantes á caballo y arrieros. Los caminos de Valparaiso á Quillota, villa de la cual aquel puerto recibia las subsistencias; y el de Aconca- gua , de donde salen los trigos , ramo esencial del co- mercio , como se ha dicho , necesitaban igualmente de grandes reparos, sobretodo en favor de los pasajeros y trajinantes que iban directamente de Buenos-Ayres á Valparaiso. El de la Cordillera era reputado segundo en impor- tancia para el comercio, en atención á que transitaban por él las yerbas del Paraguay , y los efectos de Europa que llegaban por aquella via , y volvian en retorno , azúcares , y las producciones del Perú desembarcadas en Valparaiso. Este camino , tan áspero y arriesgado por algunas laderas, como se ha visto, quedaba intran- sitable en invierno por las nieves, motivo por el cual habían sido construidas, por O'Higgins mismo, las casu- chas para abrigo de los correos , casuchas que eran una especie de albergues ó forrecitos cuadrados, bastante altos para que la nieve no pudiese cegar las puertas, y capaces de contener algunas personas. Bien que el mar- CAPÍTULO XXXIII. 399 ques de Osorno , durante su mando , hubiese hecho en- sanchar los pasos mas peligrosos, siempre era necesario recomponerlos, á lo menos una vez al año, porque las lluvias y la nieve derretida desmoronaban continua- mente las tierras. El portazgo de Aconcagua no contribuía mas que con un tercio de su producto á la conservación y reparos de este camino, porque los otros dos tercios se repartían por partes iguales entre las de Santa-Rosa y de los An- des, de donde resultaba que el fondo era corto y se ha- llaba ya muy empeñado, con perjuicio de aquel camino que pedia mucho esmero y cuidado, por ser muy fre- cuentado. El llamado de la Dehesa, camino usual de contrabandistas, era un verdadero atajo, ó á lo menos ahorraba rodeos, y ofrecía las conveniencias de no tener no caudaloso , en donde una carga caída se podía contar por perdida, como sucedía siempre en el otro; y la de tener algún pasto en sus quebradas; pero exijia que se reconociese bien el terreno, y que se hiciesen gastos mayores, con otros inconvenientes que algunos habían presentado , siempre que se había tratado de ponerlo en estado franco de servicio. El camino que llamaban del Portillo, por el cual se podía transitar cuatro meses del año, era estremada- mente peligroso , porque los viajeros podían verse casi repentinamente enterrados entre sus dos Cordilleras. El de la Concepción, que, como se sabe, conducía, por un lado á la capital del reino , y , por otro , á las tierras de los Indios, ofrecía, por ellas, comunicación por tierra con Valdivia y Chiloé. Sus mayores inconvenientes eran sus muchos y caudalosos ríos, y, por falta de medios y arbitrios para construir puentes sólidos de piedra i i-,': :■■{:<. 1 HISTORIA DE CHILE. pasaban los que viajaban por puentes de sogas, que, á la verdad, no presentaban utilidad ni aumento para pro- pios de las respectivas jurisdicciones , pero evitaban el riesgo que habia en vadearlos en tiempos lluviosos y de crecidas. Al estado de los caminos , seguia , en la mencionada relación , el de los diferentes puertos y de sus fortifica- ciones. Los principales puertos del reino , empezando por el norte , eran : el muy seguro , aunque pequeño , de Co- quimbo , muy interesante , en tiempo de guerra sobre- todo. Anteriormente al gobernador marques de Aviles , se habian construido en él dos baterías provisionales , y el susodicho gobernador habia comisionado al injeniero don Agustín Caballero para que hiciese allí todos los reparos y obras necesarias , con particularidad , un foso para que sirviese de trinchera al frente del mar, llenando dos objetos , cuales eran , servir de defensa contra ene- migos esteriores , y de desagüe á las tierras , que no muy anchas , á la verdad , se estienden por el espacio de cinco leguas paralelamente al mar, y eran un inmenso pantano de donde se exalaban miasmas pestilentes, ó á lo menos muy nocivos para la salud de los habitantes. Valparaíso , principal puerto del comercio , tenia cua- tro castillos; los de San José y de la Concepción, de construcción irregular y con notables defectos ; y en la boca del puerto , los otros dos , el fuerte del Barón y el de San Antonio ; el primero recientemente construido por mandado del predecesor de Aviles , y el segundo una pura batería, estrecha, incómoda y aun peligrosa para los artilleros mismos que la servían. En efecto, los cascos que saltaban del colosal peñasco á donde estaba CAPÍTULO XXXIII. 401 apoyada podían ser fatales á la misma guarnición, y para obviará este riesgo, así como también para proporcio- nar algún mayor resguardo á los navios fondeados en el puerto, el gobernador Aviles proyectó un muelle desde la batería de San Antonio á la entrada del puerto, con utilidades tan interesantes como palpables, cuales eran adelantar la batería de San Antonio para que se cruza- sen sus fuegos con los del fuerte del Barón , y para faci- litar á los botes, por la parte interior, el desembarco de sus cargas , imposible en cualquiera otra parte, cuando reinan vientos del norte. Deseoso de llevar á ejecución su proyecto, Aviles lo propuso al teniente coronel de injenieros don Francisco García Carrasco, empleado en Valparaíso, y el cual levantó un plano de él, pero esencialmente distinto de lo que había concebido el gobernador. Por manera que Carrasco, en su plano, dejaba ilusorio una de las principales miras de Aviles, á saber, el resguardar de los vientos nortes los buques anclados en el puerto, en atención á que el injeniero no dudó en preferir otro'pa- raje, que fué el de las peñas de doña Esperanza, en donde, con gastos muchos mayores, solo se habría con- seguido facilitar el desembarco de lanchas. Las esplanadas de las baterías eran de madera po- drida , y Aviles mandó remplazar las mas con otras de piedra, contratando con un vecino de Aconcagua el trasporte de losas necesarias y propias á aquel uso. En cuanto á la Concepción , su puerto es una anchu- rosa bahía donde pueden fondear grandes escuadras , y con la entrada cerrada por la isla Quinquina. En aquel entonces, solo habia en el puerto de la Con- cepción una batería delante de la antigua ciudad, y en IV. Historia. 9g ■ HISTORIA DE CHILE. el fondeadero del comercio, en frente á Talcahuano» dos. Es decir que el puerto ó bahía de la Concepción se hallaba, por decirlo así, sin defensa, á lo menos, en la mayor parte de los puntos donde se podia intentar y ejecutar un desembarco. Sin embargo de que aquellos restos de población y de país no podian proporcionar frecuentes viajes al comercio , aun se veian salir algu- nos barcos cargados de trigos y vino, y entrar dos 6 tres al año con efectos importados. El puerto de San Vicente , separado por un ismo de cuarto y medio de legua del de la Concepción , no po- dia, con una sola batería que tenia, impedir desembar- cos en la mayor parte de su circunferencia, y, aunque bueno, se hallaba sin moradores en sus contornos. Las dos islas de Juan Fernandez , que son : la prin- cipal que lleva este nombre , y el de isla de Tierra , y la de Masafuero , que estaba despoblada , eran una grave carga para el reino de Chile , por los gastos y cuidados que le ocasionaba la primera , pues la segunda , como lo acabamos de decir, se hallaba sin habitantes. Cuando habia atraso en la llegada de la embarcación de víveres enviados una vez al año de Lima , el gobierno de Chile entraba en mucho cuidado de que careciese de subsis- tencia aquella guarnición, subsistencia que consistía principalmente en carnes salpresas, que llaman charqui, y que , no pudiendo ser enviadas sino con preparación de un año anterior, estaban muy espuestas á corrup- ción. El puerto de la isla de Juan Fernandez era tan malo, que no se podia permanecer allí fondeado sin riesgos continuos, y el trasporte que llevaba el situado, á pe- nas habia descargado con mucha prisa , se ponia á la CAPÍTULO XXXHf. 403 vela inmediatamente. Por esta, y otras razones, no se veian allí casi nunca barcos de comercio. La isla es tan estéril que solo puede mantener algún ganado. Lo que tenia era agua y leña. En una palabra, aquella posición ofrecía solo la ventaja de impedir á buques enemigos de hacer aguada en ella, y, sin em- bargo, tal ha sido la importancia que le habían atribuido, que se han construido ocho baterías, como si á la dis- tancia de cien leguas del reino de Chile, pudiesen defen- der sus costas y puertos, é impedir que los corsarios causasen graves daños y perjuicios á su comercio. Sobretodo , sabido era que los gobernadores de aquella isla se alzaban con ei monopolio del comercio que se ha- cia en ella, y por eso también se hacía tan poco, y re- pugnaban tanto los particulares á llevar allí de su cuenta jéneros y comestibles. La ciudad de Valdivia , que hubiera debido ser una fortaleza inexpugnable, como punto de mira de la am- bición de losestranjeros, solo tenia algunos fuertes, ó , si se quiere , castillos en la boca de su río ; y sus mo- radores se reducían á su guarnición y á algunos presi- darios, defensores, á la vez, de la plaza , y agricultores de tal cual chacarrilla que había. Por mas esfuerzos hechos en tantos años para fortificarla completamente, aun no se había podido conseguir, porque la cal y ma- teriales que iban de Valparaíso, teniendo que aprove- char de la ocasión del barco del situado, eran insufi- cientes en cada remesa, y cuando llegaban los últimos ya se hallaban desperdiciados é inutilizados los prece- dentes. Todo esto no impedia que hubiese en la plaza de Valdivia un injeniero encargado de dirijir sus obras , como si continuamente se trabajase. m .« '■ r\ <■■ MI ME ■ . — .«•"-'^ 1 HISTORIA DE CHILE. El virey del Perú, marques de Osorno , á fin de esti- mular los habitantes de Valdivia a la agricultura , de- terminó cesase la remesa de víveres, disminuyéndola progresivamente, y remitiendo en dinero el montante de la tercera parte. En jeneral , todas las fortificaciones del reino pedian grandes reparos y aumentos , y por una real orden de 18 de febrero 1796 , á consecuencia de una junta de ge- nerales celebrada en España , habia sido fijado el nú- mero de las que debia haber en todo él ; pero aun no se habia podido empezar á dar cumplimiento á dicha orden, por falta de caudales , aunque , á la verdad , siempre ha- bría sido indispensable esperar á que llegase el briga- dier de injenieros don José Diaz Pedregal , enviado por el rey á Chile con este objeto. Las plazas y fuertes de la frontera, que por la mayor parte no habían sido construidos con bastante solidez, caian en ruina por el trascurso del tiempo , y continua- mente exijian reparos con gravámenes del erario, que no estaba en estado de soportarlos ; á cuyo inconveniente se juntaba el que la parte restaurada á retazos nunca se aderia sólidamente con la vieja, la cual muy luego ne- cesitaba á su vez composición , y así nunca estaba en completo estado la defensa. El cuidado en que tenia al gobernador Aviles la guerra con los Ingleses , le habia impedido de ver y juzgar por sí mismo, y, en este punto, raciocinaba solo por informes del injeniero de la frontera don Eduardo Gómez , por dictamen del cual el gober- nador libró inmediatamente la cantidad necesaria para la reconstrucción de dos de los cuatro frentes de la plaza de Nacimiento. En cuanto á los Indios , estos estaban perfectamente CAPÍTULO XXXIII. 405 sometidos, es decir, muy conformes con la vecindad de sus conquistadores, y los dos fuertes de la Cordillera Antuco y Villucura, debidos á O'Higgins, no habían vuelto á tener que rechazar ataques ni incursiones. Es verdad que el aumento de la población de la isla de la Laja no habia contribuido poco á la conservación de la paz ; pero aun era necesario vijilar mucho á los fronte- rizos españoles para que no hiciesen trampas en sus tra- tos con los naturales ni les despojasen de la menor cosa, bajo pretexto alguno. Con esto y con la prohibición de introducir en la tierra aguardiente y licores, causa peli- grosa de perturbación de la paz, estaba bastante pro- bado que esta no volvería nunca á ser violada, sobre- todo , destinando á la frontera oficiales de tino y de esperiencia como lo era don Pedro del Rio , comandante de dragones en la plaza de los Anjeles. A este resumen, no estará de mas el añadir el de las guarniciones de todo el reino. En Santiago, la brillante compañía de dragones mon- tados, creada por el gobernador Amat , y compuesta de descendientes de los antiguos conquistadores y otras fa- milias ilustres , maltratadas por la fortuna, habia deje- nerado en este particular, bien que los individuos que la componían aun fuesen siempre de la sangre mas limpia de la ciudad ó de sus partidos. El motivo de su decaden- cia era la diminución progresiva que habían sufrido en el sueldo de veinte y cinco pesos señalado á cada plaza. Por lo demás , constaba de cincuenta plazas, y aunque consideraba como compañía suelta, siempre se contaba presente con las ocho de dragones de la frontera, com- puesto de tres escuadrones. Ademas de este cuerpo , habia en la frontera un ba- 0; - tallón de infantería , que debía de estar permanente en la Concepción , pero las guarniciones y destacamentos que daba á diferentes puestos, hasta Valdivia mismo, y aun á la isla de Juan Fernandez , le tenian reducido á la nada. También habia en la Concepción una compañía de artilleros de cincuenta plazas, que igualmente daba dife- rentes destacamentos hasta Valdivia , en cuya ciudad solo habia cuatro compañías de infantería , diez y siete artilleros y seis condestables , fuerzas muy inferiores á las que se necesitaban allí , especialmente para servir la artillería. En Valparaíso, sucedía lo mismo, ó tal vez peor, porque solo habia una compañía de sesenta artilleros, insuficiente para el número de piezas en batería , y sin ninguna guarnición de infantería. En la isla de Juan Fernandez , nunca habia habido mas que los cincuenta hombres destacados del batallón de la Concepción. Por estos datos se ve cuan comprometida se hallaba la reputación militar de los gobernadores de Chile , re- ducidos en cualesquiera apuro, por grande que fuese, á tan pocas fuerzas , incapaces de hacer frente en una ta- maña estension de costa, sus puertos y surjideros. Así, en la espectativa de la guerra con los Ingleses , todo lo que pudo hacer el gobernador Aviles fué enviar y man- tener en Valdivia tres compañías de la Concepción , re- forzadas con la que habia ido del mismo cuerpo á Val- paraíso, cuando la guerra con los Franceses, y con cuatrocientos milicianos de Santiago; y para suplir en Valparaíso su falta , enviar á aquel puerto cuarenta mi- licianos pardos de la capital , treinta de sus dragones CAPÍTULO XXXJI1, 407 montados y otros tantos desmontados, á fin de que ayudasen á los artilleros de su guarnición. En aquella misma circunstancia , y por la misma ra- zón , solo pudo destacar á Coquimbo veinte y tres drago- nes á cargo de un sarjento de asamblea , y dos artilleros, á cuya fuerza añadió una compañía de milicias del ve- cindario con sueldo. El comandante de aquel punto era don Tomas Shu , teniente coronel de infantería , oficial de mérito. A sus órdenes , para que le ayudase, puso el gobernador á un teniente de asamblea. Para suplir la falta de subtenientes de asamblea , falta de antigua fecha , y que ningún gobernador habia pensado en repa- rar, nombró para que llenasen aquel vacío á tenientes de dragones. Estos minuciosos detalles , que á primera vista pare- cen tan nimios , son de la mayor importancia para el verdadero conocimiento de la historia y la justa aprecia- ción del grave y perpetuo compromiso en que estaba la responsabilidad de aquellos gobernadores. Cuando se consideran la penuria y flaqueza de los medios y recur- sos de los conquistadores de Chile comparados á la gran- deza de los resultados , la verdadera historia de ellos parece tener visos de fábula, ó , por lo menos, los pre- senta como cosas infinitamente exajeradas. Sin embargo, no hay exajeracion posible en ella. Las fuerzas nume- radas en diferentes épocas , fuerzas conocidas por esta- dos auténticos , en su organización y detalles , los pre- supuestos, el material de guerra, y, al cabo de todos estos datos , lo que han hecho y conseguido , son hechos in- contestables á los cuales ningunos se igualan en historia alguna. Con estas reflexiones , no pueden los lectores atentos HISTORIA DE CHILE. ver sin alguna sorpresa que los enemigos de España , codiciosos de sus colonias, y noticiosos, sin duda alguna , de lo poco defendidas que estaban , no hayan sabido ó podido nunca aprovechar de circunstancias tan favorables ásus intentos y á su interés. Que en la última guerra, por ejemplo, con Inglaterra, durante la cual el gober- nador Aviles, como acabamos de ver, no tenia ni fuerzas para defender un solo punto de los muchos que el ene- migo podia escojer de desembarco ; que en dicha guerra, decimos, los Ingleses lo hubiesen intentado, no vemos cómo se hubiera podido impedir. Porque , en tal caso , reuniéndolas en un punto supuesto , los demás queda- rían á descubierto. Si se añade a esto que los milicianos no podían alejarse mas que momentáneamente de sus campos , de sus quehaceres y familias sin graves perjui- cios para ellas , se ve cuan en peligro habrían estado las costas de Chile , si un enemigo resuelto y decidido hu- biese querido invadirlas. Tocante al material de guerra , no parecia sino que se contaba, en cualquiera evento, mas con la Providencia que con la fuerza humana. En Santiago , había un alma- cén ó sala de armas en donde estaban depositadas las pocas que el país poseía para su defensa. En la Concepción , habia otro cuyas armas , en muy insuficiente número , pertenecían al armamento de la frontera. Por eso decía Aviles en su relación para go- bierno de su sucesor, que no podia dispensarse de pedir á lo menos tres mil fusiles á España. El almacén de pólvora de Santiago, situado en el bar- rio de la Chimba , con grandes riesgos para la ciudad , habia sido trasladado , como hemos visto , á otro punto y , gracias al zelo del marques de Aviles, al cabo se habia CAPÍTULO XXXIII. /l09 conseguido el fin , proyectado , á la verdad, por su pre- decesor. Pero que no se crea que la existencia de un al- macén de pólvora en la capital fuese una prueba de la suficiente provisión de este elemento esencial de la guerra. No. Este elemento habia sido tal vez el mas ol- vidado, ó , por mejor decir, el de mas difícil confección, porque los mixtos se molían á brazo por falta de mazos mecánicos, y, por consiguiente, la pólvora no podia menos de escasear y de salir muy cara. Lo mas parti- cular era , que el sitio en donde se elaboraba parecía es- cojido con las miras de volar una parte de Santiago, pues se hallaba al estremo de la calle de San Diego, con riesgos inminentes de incendio, como habia suce- dido ya. A todo esto se anadia la mala calidad de la pólvora por la muy mala délos simples; por la desproporción en su mezcla y por los defectos de la elaboración , todos inconvenientes que provenían de no haber allí un oficial científico que dirijiese la operación , cuyo resultado era un conjunto de carbón y de azufre sin potencia alguna, á lo menos , sin bastante potencia ni aun para minas (que la necesitan menor que las armas) ; de suerte que los mineros preferían buscar pólvora de contrabando. El tribunal de minería , en vista de estos defectos , se habia ofrecido á tomar por su cuenta la fábrica , dando el pro- ducto á costo y costa á su gremio , y al rey la que se ne- cesitase para la guerra ; pero el director de tabacos , á cuyo cargo estaba, habia resistido siempre á despren- derse de ella, á pesar de un muy prolijo espediente se- guido sobre la materia, escudándose con una real orden que le autorizaba á conservarla, noobstante las instan- cias del tribunal de minería. Por este motivo , habia HISTORIA DE CHILE. continuado el abuso con sus malas consecuencias , que daban al ejército la mas impotente pólvora tronera , por- que el fabricante era al mismo tiempo el interventor de sus propias operaciones. Habiendo dado la casualidad de que el teniente coronel de artillería don Diego Godoy pasase á Santiago á convalecer de una enfermedad, el gobernador Aviles le mandó hacer algunos esperimentos, cuyos resultados fueron los ya citados de malos simples, mezcla desproporcionada y defectuosa elaboración ; lo que no impedia que se hiciesen escesivos acopios de sa- litres, que, con el tiempo, se deterioraban con perjui- cio del erario , pues los habia pagado á precios exor- bitantes. CAPITULO XXXIV Materias espirituales. — Medidas en favor de los pescadores del Paposo. — Hospitales en Santiago, Valparaíso, Coquimbo, la Concepción. — Casa de recojidas.— Casa de espósilos. ( 1798.) De las enormes distancias que habia entre las habita- ciones del campo , resultaba la imposibilidad de fijar un centro proporcionado á las iglesias parroquiales , cuyos feligreses carecían de instrucción y ejercicios relijiosos por la lejanía de sus respectivas moradas. Esta conside- ración habia movido al rey á mandar, por una real cé- dula de 7 de setiembre 1782 , se edificasen capillas á dis- tancias proporcionadas para suplir á la escesiva de cada parroquia , y que se destinase un teniente cura al ser- vicio de cada una de dich s capillas , á fin que los fieles del país tuviesen una bastante cercana para poder asistir á los oficios divinos , frecuentar los sacramentos y reci- birlos á su última hora. Bien que el cumplimiento de esta real orden , tan cris- tiana y piadosa, fuese de la mayor urjencia, encontró, noobstante, con el obstáculo inevitable cual era la penuria del erario. En efecto, el presupuesto calculado para cada capilla sumaba dos mil trescientos pesos, y , para veinte que se necesitaban en el obispado de la Concepción , cuarenta y seis mil , por lo que fué forzoso resolverse á construirlas poco á poco , empezando por las mas indis- pensables. Mas, sinembargo, no se empezaron hasta en aquel año, dando principio á las de Larque y Gallipavo, HISTORIA DE CHILE. en la doctrina de Chillan ; á las de la Rinconada y Con- teras , en la de los Anjeles y á otras dos , que debían de ser edificadas en el paraje que señalasen el obispo de aquella diócesis , y el intendente del distrito. El gobernador Aviles , con esta resolución , quería que se edificasen cuatro en cada año, mas ó menos, hasta donde alcanzasen los fondos disponibles, con cuyo método, seguido con perseverancia, se alcanzaría se- guramente el cristiano fin de mantener á aquellas po- bres jentes en los buenos principios de la relijion , y , tal vez, al de reunidos en poblaciones, que, empezando por ser aldeas, llegaren, al cabo, á ser villas. Estas sabias medidas eran tanto mas importantes y necesarias, cuanto en el distrito de Copiapo, por ejem- plo , á cien leguas de la capital del reino, habia un puer- tecillo, llamado el Paposo, habitado por unos ciento y cuarenta ó cincuenta pobres pescadores, cuya vida era, literalmente, semejante á la de verdaderos brutos. No tenían ni cura ni juez civil, y, en cuanto á nociones re- lijiosas, no era muy seguro que supiesen todos el nombre de Dios; porque siendo feligreses de la parroquia de Copiapo, solo una vez al año les habia enviado , hasta entonces, el cura de dicha parroquia un relijioso para que los confesase y les diese la comunión por pascua florida; y tales eran la pobreza y desnudez de aquella árida y estéril tierra , que el sacerdote comisionado no podia permanecer allí mas de doce ó quince dias, y se apresuraba á volverse, dejándoles olvidar, en el trascurso de un año entero , lo poco que habia podido decirles y predicarles en aquellos dias. En vista de tan miserable existencia , ya el marques de Osorno habia tratado , con su admirable zelo , el CAPÍTULO \XXJV. AIS enviarles un pastor de almas, pero había tenido que dejarlo para su sucesor, el cual, en junta de real ha- cienda, celebrada el 28 de julio de 1797, logró se se- ñalasen quinientos pesos para la fábrica de una capilla en el Paposo, y para la subsistencia del teniente de cura que la hubiese de servir las mismas ovenciones que vo- luntariamente cediese el cura propietario ; cíen pesos anuales , y una arroba de congrio que le daria cada pes- cador. Ya se ve que con semejante dotación no era fácil el hallar sacerdote alguno que tuviese bastantes fuerzas, por mas ánimo que tuviese, para ir á enter- rarse vivo en un verdadero páramo sin habitación y sin víveres; porque, en cuanto á víveres, no había posibi- lidad de proporcionárselos, fuera de los que podían lle- garle deCopiapo á un precio exorbitante, por un camino escabroso y lleno de peligros, motivo por el cual aque- llos míseros habitantes se veían reducidos á mantenerse únicamente de su pesca. Mas, con todo eso , aun se halló un hombre de acen- drados sentimientos relijiosos, que tuvo bastante fuerza de alma para ofrecerse espontáneamente á tan ardua empresa, con la particularidad de que él mismo se cos- teó el viaje sin que la real hacienda contribuyese con un solo maravedí. Este digno sacerdote fué el presbítero don Rafael Andrés Guerrero , que estaba establecido en Santiago, en donde vivía sino con opulencia, con des- canso y comodidad, y todo lo dejó para ir al socorro es- pritinal de aquellas almas abandonadas. Habiendo llegado á su destino, el presbítero Guerrero sintió , á pesar suyo, sus ánimos desmayar, mas no se apresuró por eso á dar parte á la autoridad de la pers- pectiva espantosa de aquel país y de la situación lamen- HISTORIA DE CHILE. table de sus habitantes , hasta que, convencido de que ni con dinero era posible procurarse alimento suficiente para vivir, tuvo que dar cuenta de lo que le sucedía, di- ciendo que no se trataba de pura miseria y de incomodi- dades mas ó menos insoportables, sino de imposibilidad material y absoluta de vivir por falta de sustento , y que si no se hallaba modo de procurárselo, tendria por fuerza y con grande sentimiento que renunciar á su em- presa. El obispo , á quien envió , por duplicata , parte de lo que le sucedia , le exortó á que perseverase en aquel acto de magnánima y santa abnegación, ofreciéndole los socorros necesarios para su subsistencia. El goberna- dor, por su parte , mandó calcular el costo de una capilla de madera (solo material que se pudiese hallar en aquel sitio), cuyo costo lo calculó el arquitecto en mil pesos, sin contar el altar ; y como, para dicho fin , no eran mas que quinientos los señalados , Aviles pensó en remediar aquel grave inconveniente mandando llevar la madera de Valdivia. Pero de este arbitrio resultaba otro incon- veniente , cual era que dicha madera no podia ser tras- portada mas que por la embarcación que llevaba el si- tuado de aquella plaza, á su regreso; por manera que, mientras tanto, no tenia el heroico presbítero ni sitio propio para reunir á aquellos infelices , á los cuales per- suadió formasen una ranchería en donde se pudiesen juntar durante los cuatro meses del año en que no po- dían ir á la pesca. No prometiéndose el poder ver concluida aquella ope- ración antes de entregar el mando á su sucesor , el mar- ques de Aviles llevó su cuidado y su zelo hasta dejarle prevenido que el surjidero del barco que llevase las ma- deras de la capilla del Paposo debia de ser el de la Punta Grande , que se halla en 24° , 23', conocido en la carta de los navegantes de allí, y no el Farallón, en donde no lo habia, según lo había observado un piloto Ingles, que habia perdido allí un falucho en que iba, y que habia sido fabricado en Coquimbo. Después de haber tomado medidas espirituales en fa- vor de aquellos infelices pescadores, el gobernador pensó en las temporales, de las cuales carecían en gran ma- nera, nombrándoles un juez civil, que fué el mismo digno eclesiástico, al cual encargó les distribuyese al- gunas cuadras de tierra en donde pudiesen pastar las caballerías que les servían para el trasporte de la pesca, y de los escasos muebles que poseían , cuando tenían que mudarse para ejercer su oficio. Esta distribución la debia de hacer Guerrero, arreglándose á la donación hecha, en tiempos pasados, por el gobernador Henri- quez, cuya donación parecía haber sido de mil y qui- nientas cuadras, aunque, á la verdad, esta especie de donaciones se hacían en tiempo de aquel gobernador sin medida. El estado de las obras pias, según Aviles, era muy malo. Los hospitales de Santiago, Valparaíso y Co- quimbo, en donde solamente los habia, eran muy pe- queños y estaban mal dotados , aun los dos de la capital , que eran el de mujeres, bajo la invocación de San Francisco de Borja, y el de hombres, al cuidado de los hermanos de San Juan de Dios. Este último, sobretodo, estaba casi totalmente arruinado, no solo el hospital sino también el convento. El antecesor del gobernador Aviles habia tenido ya mucho que entender en la mala adminis- tración de aquel establecimiento pió , y el mismo Aviles m I\\ñ HTSTORU DE CHILE. ■ también ; pero el asunto les pareció tan embrollado que lo dejaron al juicio de Dios. En la ciudad de Talca se construía otro hospital por estímulo del subdelegado don Vicente de la Cruz. El 11 de febrero 1797, el gobernador habia echado la primera piedra fundamental para la reedificación del de San Juan de Dios, y los primeros fondos para ella ha- bían sido debidos á la caridad cristiana del prior del con- sulado don José Ramírez , y de don Manuel Tagle , los cuales se ofrecieron á costear cada uno una sala. Para completar el importe de todo el edificio se formó una suscripción entre los vecinos é individuos de los Gre- mios ; pero esta suscripción empezó produciendo poquí- simo , y acabó por desvanecerse , de suerte que fué pre- ciso buscar otro arbitrio , el cual fué una lotería en donde se distribuían semanalmente premios á los juga- dores de ciento y veinte y cinco pesos, las tres cuartas partes de lo que se recojia , y lo restante , después de hecha la deducción de gastos , se dividía en otras cuatro partes , de las cuales una se aplicaba á la manutención de los espósitos, y las otras tres se invirtian en la refe- rida fábrica de que se habia encargado , y seguía con el mayor zelo, el referido don Manuel Tagle, dotado de un talento especial para comisiones de aquella naturaleza. Por lo mismo , Aviles encargaba mucho á su sucesor mantuviese á Tagle en la dirección de la obra , con el método establecido, salvo á modificar ó enmendar el plan , si lo juzgaba oportuno ó conveniente. Para ejecutar esta reedificación habia sido preciso nada menos que sacar los enfermos uno a uno para tras- ladarlos al hospital de mujeres de San Francisco de Borja , en una sala separada , y manteniéndolos con el CAPÍTULO XXXIV. 417 producto de la mencionada lotería, bajo la dirección de un sujeto muy capaz y muy activo. Habia , en el hecho de la decadencia de este hospital , una particularidad inexplicable , cual era la de la mala administración por los mismos hermanos , es decir por hermanos de la misma orden de San Juan de Dios, que, siempre calumniados , habían salido siempre triunfantes de las tramas de sus enemigos y habían probado los buenos efectos de su zelo y de su abnegación en el cui- dado de los enfermos. Sin embargo, por otro lado, el testimonio del gobernador Aviles no era sospechoso , y este gobernador opinaba que cuando se hubiesen de res- tituir los enfermos á este hospital , se formase una her- mandad de seculares no solo para que cuidasen de su buena asistencia, sino también para que administrasen las rentas , en atención á que de lo contrario volvería el desorden pasado, sin que los relijiosos en particular, ni los enfermos, tuviesen el debido alimento y asistencia' De aquí se orijina la duda sobre quienes eran los ad- ministradores de dicho hospital , puesto que si los mismos relijiosos lo hubiesen sido , no habrían dado lugar á que una hermandad secular tuviese que cuidar de su propio alimento y de su asistencia ; pero esta duda desaparece por el tenor mismo que el estado de los hospitales del reino presenta dicho hospital á cargo de los Padres de San Juan de Dios. La sola intelijencia clara y posible de esta contradic- ción aparente es, y no puede ser otra sino que el admi- nistrador era uno y no toda la comunidad, y que , por escrúpulos y por delicadeza, el gobernador no quiso nombrarlo, dejando, corno él dice, su administración embrollada al juicio de Dios; y su interés por los mh IV. Historia. 97 • ■tí: l &18 HISTORIA DE CHILE. mos relijiosos fué tal que calculó el costo y la especie de manjares que se habían de suministrar diariamente á cada uno; el papel, tabaco, hábitos y demás ropa in- terior, y el importe total del consumo de todos, asi- gnando una mayor congrua al prior , por consideración á los mayores gastos que podia ocasionarle su ministe- rio. La suma total de cada año debia entregársele al prelado , ó señalarle fincas de producto igual , á fin de que, por el método que establecían las constituciones, lo administrasen y distribuyesen, quedando la restante á dis- posición de la hermandad , para que esta cuidase del ali- mento y asistencia de los enfermos , así como también de las deudas atrasadas de que estaba recargado el hospital. Ya se entiende que estos cálculos del gobernador Aviles eran hechos para en el caso de que no se adop- tase su opinión de formar una hermandad secular que se encargase de todos aquellos cuidados. En la ciudad de la Concepción , los mismos relijiosos tenían otro hospital. La tropa tenia el suyo separado , en buen pié, á cargo del brigadier don Pedro Quijada, comandante de aquel batallón , y sujeto de acendrada probidad. También en Valdivia habia un hospital servido anti- guamente por tres de los mismos relijiosos como enfer- meros y uno como capellán. Estos eran asistidos por la real hacienda , con trescientos pesos el capellán , y ciento cada enfermero. El médico-cirujano gozaba de quinien- tos, y, para dietas y cuidados particulares, habia conce- didos mil y trescientos. Pero habiéndose insensiblemente calificado, ellos mismos, de convento, nombrando entre sí, sin autoridad real ni aun permiso del gobernador del reino , un prior ; por esta razón y algunos otros abusos CAPÍTULO XXXIV. 419 que había descubierto el marques de Osorno, quitó de allí á los hermanos de San Juan de Dios, y puso el hos- pital al cuidado del gobernador de la plaza, el cual mandaba nombrar diariamente un oficial de servicio para que inspeccionase cuanto se hacia en él por ó contra el buen trato de los enfermos, y el buen manejo admi- nistrativo. El de Valparaíso estaba igualmente servido y dirijido porrelijiosos de la misma orden, y había en él otra es» pecie de desorden, ó mas bien trastorno, porque los Dominicos , sin real orden ni autorización competente , se habían introducido allí, y bien que los de San Juan de Dios los hubiesen hecho salir, se seguía un pleito entre las dos órdenes. La opinión que el gobernador Aviles había emitido sobre esta materia, es decir, acerca de la preferencia que se debía de dar á una administración secular sobre una de relijiosos, la fundaba en que estos hospitalarios hacían la administración mas complicada por tener que deducir del total de rentas, sus propios gastos , contri- buciones, importe de viajes de sus visitadores y otros que no entraban de ninguna manera en las cuentas de una administración secular. Pero estos motivos del buen gobernador para opinar así, se hallaban mas que contra- pesados por la particularidad de que una administración secular tendría que poner los enfermos al cuidado de enfermeros mercenarios, mucho mas costosos , dejando á parte otros inconvenientes , no cabiendo en lo posible , cristianamente hablando, el emplear como tales á los relijiosos, ni menos el admitir sus servicios gratuitos. La casa de recojidas de Santiago, cuya fundación han visto los lectores bajo el reinado de Felipe V, estaba sa- . ■ 420 HISTORIA DE CHILE. biamente dirijída por don Ignacio Landa, que desem- peñaba aquel enojoso cargo gratuitamente. Sin perder el tiempo en pláticas inútiles con el vicio y las pasiones, Landa se aplicaba á curar estas enfermedades del alma por el único medio conocido, á saber el trabajo, con el cual no solo se desabituaban aquellas infelices prostitutas de sus malas costumbres , sino que también se habitúa ban insensiblemente á complacerse en ocupaciones, cuyo fruto veian al cabo de sus tareas , y palpaban , puesto que con ellas ayudaban á la manutención del estableci- miento. Estas tareas eran , como ya se puede suponer, propias de mujeres, es decir, hilados y tejidos. Bien que aquel establecimiento estuviese perfectamente diri- jido y administrado , aun padecía de un abuso , ó mas bien de un descuido , el cual consistía en el poco tiempo de la condena de cada reclusa, condena que dependía de la voluntad arbitraria de un solo juez, que podia ser engañado ó débil ; razón por la que no siempre tenían las culpadas tiempo suficiente para correjirse , por el desuso, de sus malos hábitos. En otros tiempos, el obispo de la capital entendía en su libertad y no la concedía hasta estar bien asegurado de su arrepentimiento y buen propósito de la enmienda, á menos que se tratase de un caso raro, tal como el depósito, por causas estraordina- rias, de una mujer casada. Esta casa quedó cerrada en una'ocasion en que se habia proyectado la construcción de un hospicio al cual se habían de aplicar las rentas de esta y las de los espósitos; pero muy luego se vio á las claras que la ejecución de dicho proyecto no presenta- ría una utilidad igual á la de las dos casas cuya supre- sión iba á ocasionar. De suerte que el gobernador Aviles tuvo por conveniente volver á abrir la de las recojidas. CAPITULO XXXIV. 421 En cuanto á la de los espósitos , esta era , tal vez , aun mas interesante , por mil razones que se deducen fácilmente de su instituto. Las infelices inocentes cria- turas, cuyo paradero era , privadas del conocimiento de los que les habían dado el ser, quedaban, ipso facto, hijos del estado, interesado, tanto como ellos, en su con- servación y buena crianza, haciéndolos buenos y honra- dos ciudadanos. Una particularidad bastante notable de la historia de esta casa fué, que erijida por el marques de Montepío, este la ofreció al rey, que la aceptó por cé- dula de 29 de enero 1781 , bajo la condición de atender á la familia del marques , cuyo hijo y sucesor obtuvo , en efecto , el grado y sueldo de teniente coronel. Por desgracia, la casa de espósitos tenia una renta dema- siado corta para sus necesidades , visto el gran número de criaturas que abrigaba , y una panadería. Su estadís- tica era un cuadro tan poco favorable como resultado de las costumbres que de la insensibilidad del corazón hu- mano ; porque realmente se necesita no tener ninguna para condenar su propia sangre, una porción de su mismo será ser juguete de lastimosas vicisitudes, y ob- jeto de desprecio. Por injusto que sea este desprecio, no por eso deja de ser inevitable , y la moralidad misma se interesa altamente en esta especie de injusticias á fin que los hombres puedan prever las consecuencias de sus pasiones. Pero como siempre , y en todas partes , lia su- cedido y sucederá lo mismo , solo hemos dejado escapar estas reflexiones con respecto á Chile y á su capital, en donde el número de estas inocentes víctimas de esta es- pecie de abandono era escesivo. Viendo cuan pobre estaba la casa de espósitos , el go- bernador Aviles le aplicó la cuarta parte del producto : i HISTORIA DE CHILE. líquido de las loterías, con lo cual mejoró la suerte de los niños. Siendo allí la limpieza la cosa mas esencial , aquel mismo gobernador mandó construir un lavadero con doce pilones de piedra, y dos casitas en el recinto, cuyos alquileres eran un aumento de bienestar para ellos. El administrador de sus rentas , que lo era don José Bravo , comerciante de acreditada probidad en la ciudad, era , al mismo tiempo , director de la crianza y ense- ñanza de los espósitos , en las que entendía con el mayor esmero , gratuitamente y por pura humanidad. Antes de Bravo, el administrador habia sido un ecle- siástico con título de capellán y renta de trescientos pe- sos, que, noobstante su modicidad, era con todo eso muy superior á lo que daban de sí las rentas. Después que Bravo administraba, este habia dado el encargo de decir misa los dias festivos, y de administrar los sacramentos, á un relijioso, el cual nunca pudo obtener el título de capellán , por mas que lo solicitó del gobernador Aviles ,. porque este sabia de antemano que ,- tras del título , lle- garía la solicitud del sueldo. En cuanto al hospicio que se habia proyectado, reu- niendo en él las dos casas de recojidas y espósitos con sus respectivas rentas, este proyecto habia sido ya del marques de Osorno , y habia tenido por principal funda- mento la concesión del colejio de San Pablo (que habia sido de los jesuítas), cuya concesión quería pedir al rey7 en atención á que dicho colejio se hallaba convertido en cuartel de asamblea , y en presidio de vagos , condena- dos á trabajar en obras públicas. El gobernador Aviles halló que la empresa ofrecía grandes dificultades c inconvenientes , aun cuando el CAPITULO XXXIV, 423 rey concediese el colejio de San Pablo. La primera de las dificultades era reunir las tres casas, recojidos, espó- sitos y mendigos, en una sola , con perjuicios , tal vez , graves , de las dos que existían ya con un regular manejo y no mala dirección. La segunda consistía en reunir en un mismo local , y en las mismas manos , dos ramos de administración , y de gobierno económico , tan distintos como lo eran los ele las recojidas y de los espósitos. Ade- mas, el edificio no era de bastante estension y capacidad para que se pudiesen hacer en él las tres divisiones , y sobretodo faltaban fondos para suplir álos gastos con- siderables que acarrearía la ejecución de aquel vasto plan. Por desgracia, la mendicidad, especialmente en la capital , era escesiva ; pero el zelo del gobernador Aviles halló también medio de disminuirla. Penetrado de que si en Santiago, como en todas las capitales del mundo, habia mendigos por holgazanería é indolencia, también los debía de haber que lo eran á mas no poder, es de- cir, por falta de una ocupación ó industria en que librar su subsistencia, le vino al pensamiento instituir una so- ciedad patriótica bajo el mismo pié y con el mismo ob- jeto que tenían las que después de mucho tiempo exis- tían en España, las cuales proporcionaban ocupación útil y provechosa á los infelices que, por falta de ella, vi- vían en una desastrosa indijencia. En la clase de pobres destituidos de los conocimientos necesarios para ejercer un oficio , las mujeres son las mas aptas á ser empleadas, porque, con raras escepciones, y por desamparadas que se hayan visto en sus primeros pañales, siempre tienen ocasión de entender mas ó menos en los menes- teres de su sexo, y saben hilar, devanar, y aun tejer,. 3 m HISTORIA DE CHILE. con solo ver cómo se teje , se hila y se devana. El go- bernador, siguiendo su idea benéfica , formó una lista de suscriptores por acciones de veinte y cinco pesos , pues los donativos de algunos vecinos pudientes y cari- tativos no podían alcanzar al importe de lo que pedia la ejecución de la empresa, que todos aprobaron proponién- dose tomar cada cual una parte en ella con la proporción que sus medios le permitían. El encargado de recojer el montante de dichas suscripciones fué el coronel de mi- licias don Domingo Diaz Muñoz ; y el tesorero , el mismo don Ignacio Lana, que se había encargado de la distri- bución de linos, tornos, compra de hilados y tejidos, con cuya ocasión se empezó á dar mas fomento al sembrado de este jénero, de que hasta entonces no había habido cosechas. Sin embargo , en total , los resultados no correspon- dieron enteramente á los esfuerzos é impulso del gober- nador Aviles , no por falta de voluntad de parte de los socios, sino por defecto de forma, como sucede siempre en todas las creaciones de que no hay antecedentes que puedan servir de guia ó regla de conducta. De suerte , que prestándose todos los socios á contribuir y desem- bolsar, nadie pensó en que se debia discutir y votar un reglamento, y nombrar socio ó socios de número, di- rectores y otros encargados especiales de la voluntad de la corporación. Esta irregularidad no podia ser un efecto de descuido ni de ignorancia de parte del creador de la sociedad , á quien , sin duda , no se le pasaba por el pensamiento que semejantes descuidos pudiesen retardar el cumplimiento de sus intenciones. Lo cierto fué que , por esta ú otras razones, tuvo que dejar al cuidado de su sucesor el regularizar su proyecto , recomendándole CAPITULO XXXI V. se asesorase con elrejidor de la ciudad, que era también síndico del consulado, don Manuel Salas, sujeto el mas propio á ello por su zelo por el bien público. Este mismo Salas era el que habia fundado una escuela de dibujo aprovechando una ocasión afortunada para su intento , ocasión que le ofreció el tránsito de un pro- fesor hábil por la ciudad , el cual consintió en abrir aquella escuela por un corto estipendio. Es verdad, tam- bién , que el consulado le prometió aumentárselo á me- dida que creciesen sus recursos. . .-«; ■■■ v- %ñ li CAPITULO XXXV. Policía de la capital. — Enlosado y empedrado.— Tajamares.— Injusto me- nosprecio de las milicias provinciales.— Vejaciones causadas á los pueblos por el servicio llamado de prorratas. ( 1798. El marques de Osorno había dado ya , según los lec- tores recordarán, un grande impulso á la policía de la capital , y á la falta de medios materiales su política habia suplido con mucho éxito. Es verdad que su polí- tica consistía en proporcionar el goce que resultaba de un sacrificio , antes que predicar y querer persuadir , por su propia autoridad , que el sacrificio que pedia pro- porcionaría la utilidad. Por este principio, de que nunca se apartaba, habia conseguido que algunos pudientes enlosasen la parte de la calle que ocupaba el frente de sus casas, y, como la comodidad que resultaba era visible , el ejemplo fué seguido , en términos que muy luego el ayuntamiento habia tomado sobre sí el poner aceras en toda la capital , bien que subastando la obra. Sin em- bargo , hubo luego algunas discordias orijinadas de la desproporción del costo con la adjudicación , y la obra se paró, de suerte que, al advenimiento de Aviles, aun tuvo este gobernador que entender en la materia, sin poder, por desgracia, obtener grandes resultados, por- que , al cabo , la dificultad se hallaba siempre y esen- cialmente en la falta de fondos. Últimamente, don Julián Díaz y don Francisco San- CAPÍTULO XXXV. 427 chez habían propuesto el tomar por su cuenta las rentas de la ciudad , obligándose á pagar todos los salarios y gastos anuales, alimentar los presos de la cárcel, y hacer, ademas , cuatrocientas cincuenta varas de enlosado , y sesenta puentes en las acequias que atraviesan las calles, renovando las losas cada diez años de los que hubiese de durar el asiento ; y, en efecto , así se habia empezado á hacer con ventajas palpables. Como en la contrata , Diaz y Sánchez debían cumplir lo estipulado anualmente en la parte de la ciudad que se les señalase , Aviles de- terminó que fuese en los frentes de monasterios y casas pobres , á fin de que los ricos que tuviesen prisa de gozar de aquell i comodidad y ventajas lo hiciesen á su costa. Los empedreados de las calles se habían hecho , hasta entonces, de los fondos de la ciudad, bajo la dirección de un sobrecargo, el cual empleaba los condenados, por delitos leves , á reclusión ó arresto en el cuartel de San Pablo ; pero habiéndose calculado el total de los salarios del sobrecargo y su sobrestante , asi como también el de alquileres de casa y alimento de los presos por la lenti- tud con que adelantaba la obra, resultó que la utilidad que se buscaba podia conseguirse á menor precio , y fué aceptada la proposición de don José Antonio Laso de la Vega, que fué de empedrar seis cuadras al año, construir rampas de los puentes de losa de las calles (estendién- dose diez varas á cada lado ) ; limpiar las acequias dos veces al año, y las basuras una vez al mes, y, por fin , hacer todas las composturas del puente de la plaza, por el precio de dos mil ciento y veinte y cinco pesos anuales, durante seis años , y poniendo á su disposición ocho pre- sos , cuando los pidiese. A las ventajas de limpieza y co- modidad que presentaba este proyecto , se anadia una HISTORIA DE CHILE. economía de setecientos veinte y nueve pesos, puesto que el importe del presidio de San Pablo ascendía á dos mil ochocientos cincuenta y cuatro pesos, y desde luego fué aceptado, como queda dicho. Pero la obra de mas importancia en la capital de Chile era la de los Tajamares destinados á contener las inun- daciones del Mapocho, inundaciones que provenían en gran parte del curso semicircular del rio por la falda del cerro de San Cristóbal. La consternación que había cau- sado la del año 1783 aun no se habia borrado de la me- moria de los habitantes, como ni tampoco el zelo con que el marques de Osorno habia acudido á reparar los de- sastres que habia ocasionado. En efecto, hemos visto que habiendo hecho irrupción el raudal por arriba de las últimas casas de la Alameda, se habia precipitado por la calle principal de la Cañada y habia salvado con el mismo ímpetu los antiguos pretiles que lo contenían hasta el puente. La Pirámide construida, ó empezada á construir, á consecuencia de aquella inundación por di- cho gobernador , gracias á la perseverancia y tesón con que acopió hasta cincuenta mil pesos para aquel impor- tantísimo objeto, se habia continuado unas tres cuadras mas , hasta cubrir algunas bocas calles principales de las que terminaban en la Alameda , bien que en tiempo de Aviles no hubiese mas caudal para ello que el producto del impuesto llamado de Tajamares , impuesto que con- sistía en un cuartillo por fanega de trigo. Ademas, y para rechazar el choque directo de la corriente que, por arriba de la Pirámide, se podría derramar por las tierras inmediatas con riesgo de inundación de la ciudad , se construyeron algunos otros tajamares á dis- tancias como de tres cuadras , en atención á que, por la CAPITULO XXXV. m razón dicha, eran allí mas urjentes que por la parte de abajo, en donde aun habia algunos residuos de otros an- tiguos, que tenían su utilidad. El gobernador Aviles hubiera querido poder hacer mas; pero su modestia, tal vez escesiva, y la justa y alta opinión que tenia del saber y talento del marques de Osorno , se lo impidieron , pues siendo su parecer que, para resistir á la violencia del empuje de la corriente del rio , serian mas útiles murallas menos gruesas reforza- das con terraplenes ; y que para disminuir dicha vio- lencia seria muy oportuno limpiar el cauce del rio de piedra , de cascajo y de arena , que se pondrían en mon- tones á la parte de la ciudad , se ciñó en cuanto hizo , sobre este punto, á la dirección dada por dicho gober- nador antecesor suyo. Porque, según decia Aviles, una de las causas de que nada prosperase, era que cada go- bernador inovaba lo empezado por el que le habia prece- dido en el mando ó gobierno. Prescindiendo del principio loable de donde partía esta idea de aquel benemérito gobernador, principio que residía en su propia modestia , muchas veces puede ha- ber tanto inconveniente, y tal vez mas, en temer inno- var, que en apresurarse á innovar. El modo mas seguro de arribar por entre estos dos escollos al fin deseado, no puede ser otro mas que el conocimiento especial de los medios necesarios, conocimiento que pertenecía, en el asunto de que se trata, á un injeniero hidráulico ; y como el universal O'Higgins lo era también algún tanto , de aquí nacía el respeto de Aviles por lo que el marques de Osorno habia dejado, por decirlo así, trazado. Sin em- bargo , la opinión del primero estaba muy bien fundada , y probablemente habría sido mas provechosa para la A 30 HISTORIA DE CHILE. - capital contra las inundaciones repentinas del Mapocho, prueba evidente de la verdad de lo arriba dicho que tan malo y peor es, á menudo, temer que presumir de- masiado de sí mismo. Noobstante su modestia , que en él era una pura vir- tud , como tantas otras de que estaba adornado , y no la timidez é irresolución que nacen de ignorancia y poco carácter, el gobernador Aviles no podía dejar de lamen- tar el poco aprecio que se hacia de la clase de milicias provinciales , que sufría estorsiones inesplicables de la parte de sus conciudadanos , y tanto mas inesplicables cuanto el oríjen de la nación chilena habia sido una con- quista, hecha por las armas, y su conservación, una lucha de doscientos años , sostenida por las mismas ar- mas , en cuyas filas habían formado y combatido con tanto tesón y denuedo los beneméritos milicianos chi- lenos. Lo cierto era, que los subdelegados á quienes, por pura costumbre, se les daba el título de teniente de ca- pitán jeneral , y tenían el mando de las armas, obligaban á los infelices milicianos á dar servicio de guardia, al- ternando, por término de ocho dias, á la cárcel de villa, sin suministrarles pre ni raciones, lejos de sus fa- milias abandonadas, y precisadas á vender sus frutos, (si los tenían), sus muebles ó sus ganados, para soste- nerlos y sostenerse. No pudiendo tolerar semejante ti- ranía , el gobernador despachó una circular á todos los subdelegados mandándoles se abstuviesen en lo sucesivo de ejercer tamañas vejaciones contra los milicianos , y aunque algunos de ellos le representaron que sin la guar- dia de los milicianos no habría seguridad en las cár- celes, por lo bajo de los muros, y laindeble de las puer- CAPÍTULO XXXV. m tas, y que, por último, no tenían de que quejarse pues solo daban aquel servicio de tarde en tarde, el goberna- dor se mantuvo firme, y respondió negativamente, fun- dándose, en primer lugar, en que estaba prohibido por las reales ordenanzas de Cuba el emplear á miliciano alguno por mas de dos horas en el pueblo de su residen- cia , sin pagarle , y mucho mas el emplearlo lejos de su domicilio por muchos dias. La segunda razón en que se fundaba el gobernador Aviles, buena sin duda alguna , ofrecía la particularidad de que los milicianos, forzados á montar la guardia de los presos , de cuya seguridad se les hacia responsables, muertos de hambre muchas veces, se daban ellos mis- mos á robar é incurrían la pena de cárcel, convirtién- dose de guardas en delincuentes. De donde deducía el gobernador que mas valia esponerse á que alguno de los presos se fugase por estar malguardado , que á tras- formar los infelices guardas en presos , y en hombres ar- ruinados y perdidos , pues muchas veces paraban en un presidio. Este abuso de los subdelegados no tenia mas motivos que la propia ostentación de su mando y de su poder ; y muchas veces habían tenido la inhumanidad de enviar á los milicianos por todo su partido con órde- nes, y hasta la capital escoltando reos, sin abono de pre ni de raciones. Indignado el gobernador Aviles de sus injusticias , prohibió á los subdelegados el sacar á los milicianos y alejarlos de sus casas y familias, bajo pretesto de revis- tas ni de servicio á que no estaban ni podían estar obli- gados, y, muy particularmente, de entremeterse en asuntos económicos de 'os cuerpos, limitándose á la ad- ministración de la justicia, para cuyo fin el capitán je- m HISTORIA DE CHILE. neral les delegaba su autoridad , y dejando á los jefes naturales de dichos cuerpos el cuidado de las revistas anuales, que debían de verificarse en las épocas y en sitios de menos perjuicio y molestia para ellos. En un viaje de Santiago á la frontera, habiendo no- tado las exorsiones que se les hacia á los pobres bagaje- ros tomándoles caballos para diferentes servicios sin pa- garlos, el gobernador hizo cuanto le fué posible para remediar tan feo abuso , que era , en sustancia , un ver- dadero robo que se les hacia á los dueños de los caba- llos, mandando que cuando se enviasen reos á Valparaíso con el fin de embarcarlos para Valdivia , se pagasen por la ciudad los bagajes empleados en su conducción , como también los milicianos de las escoltas. Ya el gobernador don Agustín de Jauregui había, con respecto á esto, empezado á poner en planta un proyecto, que consistía en reunir un cierto número de caballos en diversas estancias para emplearlos en los servicios que los necesitasen, sin perjuicio de los vecinos, y Aviles, queriendo ejecutar el mismo proyecto completamente, había ojeado muchos papeles y escrito mucho para in- dagar el paradero de los caballos que se habían adqui- rido en tiempo de Jauregui, y, después de infinitas dili- jencias, resultó que se habían perdido, y que no habia quien quisiese encargarse de otros para tenerlos en de- pósito á distancias proporcionadas y convenientes , por diferentes inconvenientes, de los cuales el mayor, en ciertas partes , era la falta de pastos. . Mas , mientras se hacían todas estas dilijencias , se ofreció don Antonio Hermida á mantener á su costa cien caballos para conducción de presos y presidarios á Valparaíso, Aconcagua y Rancagua, k condición de que CAPITULO XXXV. se le arrendase por diez años la dehesa de la ciudad, y el asiento de la nieve, debiendo tener en la capital doce caballos siempre prontos para los espresos que hubiesen de salir repentinamente. Admitida la oferta , se hizo el remate, y, á penas el negocio estuvo concluido, empeza- ron á surjir disputas sobre si los caballos aprestados ha- bían de servir ó no á las tropas que salían de la ciudad para las distancias y destinos espresados , sin embargo de que Hermida se había ofrecido en su propuesta á li- brar la capital del gravamen de lo que en España se lla- man bagajes, y en Chile, proratas. En vista de tan inesperada cuestión , el gobernador le mandó la pusiese por escrito ; pero sin duda Hermida temió que, substanciado el espediente , se le respondiese negativamente y se le quitase para siempre la ocasión de reproducir la misma pretensión. En una palabra , sobre este particular, como en otros muchos, sucedía en Chile ni mas ni menos que en Es- paña. Con el nombre de bagajes aquí, de proratas allí, el tránsito ó marcha de tropas era para las ciudades, villas y lugares, causa de vejaciones y de injusticias ; por- que claro era que el bagajero perdía un día de utilidad por sí y por su bestia, y ya lo que se les concedía y de- bía de pagar era mas que insuficiente para indemnizarle del perjuicio que se le hacia. De donde se seguía que el anuncio de paso de tropas, era, casi en jeneral por todas partes , un anuncio de calamidades. IV. Historia. •28 CAPITULO XXXVI. Pasa el gobernador marques de Aviles de virey á Buenos-Aires. — Gobierno de don Joaquín del Pino.— Renueva el proyecto del canal de San Carlos de Maypu al Mapocho. — Pasa también de virey á Buenos-Aires. — Go- bierno del teniente jeneral Guzman. — Guerra con Inglaterra.— Toma y reconquista de Buenos-Aires. ( 1799—1805.) El reino de Chile vio con el mayor sentimiento la salida de su buen y jeneralmente amado gobernador Aviles para Buenos- Aires, con cuyo vireynato habia re- compensado el monarca sus buenos servicios. Los habi- tantes lloraban á su salida porque con su gobierno ha- bían sido felices. Es cuanto se puede decir en elojio de un gobernador. En cuanto á los gobernados, la historia nos permite el asegurar que, por esta vez, los buenos chilenos sentían con sinceridad sin necesidad de apelar á la jenerosidad de sus sentimientos, de la que habían dado reiteradas pruebas con mas de un gobernador que no tenían tanto derecho á ser sentidos. Salió pues el marques de Aviles de Santiago el 21 de enero, solo, es decir, sin su mujer (1), que habia per- manecido siempre en Lima, en donde su ilustre marido la habia dejado. El 15 de marzo siguiente , fué recibido de virey en Buenos-Aires, en donde mandó, como tal hasta en junio de 1801 , que pasó al vireynato del Perú. Su sucesor en Chile , el mariscal de campo don Joa- (l) Doña Rosa del Risco. CAPÍTULO xxxvr. 435 quin del Pino, llegó de presidente de Charcas, por Men- doza, á la siempre preparada casa de campo, desde donde, el 31 de dicho mes de enero, fué conducido por la diputación del Ayuntamiento á la capital , y recibido allí , en la puerta figurada, de gobernador, y, en la real Au- diencia, de presidente. Del Pino llegó justamente á tiempo para dar cumpli- miento á una real cédula del 27 de mayo anterior , pol- la cual el rey pedia á los habitantes de Chile un dona- tivo y un préstamo en vista de la penuria del real era- rio, añadiéndose á esto que el préstamo había de hacerse sin intereses, y no habia de bajar de mil reales de vellón , pagados por terceras partes, y empezando dos años des- pués de la paz hecha con Inglaterra. En consecuencia , se formaron juntas para determinar el arreglo del do- nativo y del préstamo , y todo el verano se pasó en esta operación , en la cual los chilenos se mostraron tan jene- rosos como siempre lo habían sido, notablemente en ca- sos semejantes. La escasez de lluvias hizo aquel verano seco y ardo- roso , en términos que hasta para el consumo de agua potable tuvo el gobernador que tomar providencias, sa- cando caños de agua para el público del convento de santo Domingo, de las Monjas Agustinas y hasta de su propio palacio, en cuyo zaguán habia hecho levantar una muy elegante pila de que carecía. Con esta misma ocasión se renovó la cuestión eterna y contradictoria, verdadero problema sin solución, á lo menos hasta entonces, del terrible Mapocho, tan pronto amenazando la capital con inundaciones y ruinas, tan luego dejando carecer á los campos, jardines y calles, de la frescura fecunda de regadío, que no podia suminis- té -M 436 HISTORIA DE CHILE. trarles por la pobreza de sus aguas. Esta cuestión era el aumentar sus aguas con las del caudaloso Maypo , ope- ración , como hemos visto , repetidas veces empezada y dejada por yerros imposibles de enmendar, á lo que parecía, pues nunca se habia podido conseguir por mas penas y caudales que se hubiesen empleado para ello. Esta vez, sinembargo, el gobernador del Pino creyó alcanzar el fin propuesto y tan deseado , y empezó por convocar á su palacio las dos corporaciones del Ayunta- miento y del comercio , con el objeto de que deliberasen sobre un impuesto de gabela de la cual habían de salir los gastos de la grande operación del desagüe del Maypo, sin perjuicios personales para nadie , y sin que de nin- guna manera pudiese formar quejas el público. La junta, en la cual se reunieron el cabildo, jueces, rejidores y procurador jeneral de la ciudad , el consu- lado con su prior, cónsules, síndico y comisarios, oyó con la mayor atención cuanto el gobernador y su asesor letrado le espusieron sobre la necesidad imperiosa de hacer algunos sacrificios para conducir por una acequia de ocho varas de ancho, y dos de profundidad, y á la cual se le daría por nombre el canal de San Carlos, el agua del Maypo al Mapocho , por la parte oriental de la ciudad para su servicio y el de las haciendas , desde allí abajo, y dejando á las de arriba todo el Mapocho. Aprobado el proyecto, después de una corta discusión esplicatoria , se trató de los medios y arbitrios para lle- varlo á cabo , y se resolvió un impuesto de dos reales sobre el medio cuero de novillo , un real sobre el ga- nado vacuno en jeneral , y un cuartillo sobre el ovejuno. A esto se añadieron , por instancias del prior del ramo de Balanza , dos mil pesos anuales , mas otros sobrantes , ' CAPÍTULO XXXVT. 437 sí le quedaban , después de cubiertos sus demás señala- mientos. Este impuesto se empezó á exijir inmediatamente, y desde luego fué comisionado el injeniero don Agustín Caballero para que pasase á señalar la Boca Toma, y levantar un plano de la dirección del canal , á fin de evi- tar errores como los pasados, que habían inutilizado cuanto se había hecho á mucha costa y con mucho te- son. Por de pronto, y no dudando del buen éxito de la que se iba empezar, se le dieron al injeniero tres mil pesos. Mientras se reunían caudales por los medios adopta- dos , el gobernador se esmeraba en solicitar recursos de diferentes ramos, en calidad de reintegro; pero todo el año de 1800 se pasó sin que lograsen gran fruto sus es- fuerzos, de suerte que tuvo que dejar la ejecución de su proyecto á su sucesor, puesto que, el 18 de marzo de 1801 , recibió su despacho de virey de Buenos-Aires, para donde salió el 30 del mismo mes. Justamente en aquel momento estaba la real audien- cia sin rejente, y el decano se hallaba en la ciudad de la Paz con real licencia , de suerte que recayó el inte- rinato del mando en el subdecauo del tribunal, don José de Santiago Concha, el cual fué reconocido como capí- tan jeneral y como presidente. Al cabo de nueve meses de gobierno que se trascurrieron sin novedad notable, llegó el decano de la audiencia, don Francisco Tadeo Diaz de Medina y Callado, el cual entró en la madru- gada del 31 de diciembre sin que le saliesen á recibir. El mismo dia, tomó el mando de gobernador del reino, y de presidente de la audiencia, pero solo los ejerció un mes, habiendo llegado un nuevo gobernador, 438 HISTORIA DE CHILE. En efecto el caballero de la orden de Santiago , co- mendador de la Puebla en la de Alcántara, y teniente jeneral de la real armada, don Luis de Guzman , llegó de Lima á Valparaíso , habiendo sido presidente de Quito, El 30 de enero hizo su entrada en la capital del reino, en donde fué reconocido en la forma y con el ceremonial acostumbrados como gobernador y presidente. Ya entonces, los gobernadores no tenian mas cuidados que los puramente administrativos, y Guzman , con la re- lación de los asuntos mas interesantes, dejada por Aviles á don Joaquin del Pino , se enteró muy en breve de los que pedian principalmente y primeramente su atención. La operación del canal de San Carlos le vino natural- mente á las manos antes que otra alguna , y sea por lo arriba dicho acerca de la manía de no adoptar medidas tomadas por antecesores , ó por cualquiera otra razón , desaprobó la situación señalada para la Boca toma del desagüe del Maypo por el injeniero Caballero, comisio- nando á su propio sobrino don Jerónimo Pijana y al agrimensor jeneral don Juan José de Goicolea para que la rectificasen. Los dos comisarios la tomaron media le- gua mas arriba , y el gobernador la aprobó. Goicolea se manifestó tan seguro del éxito con la rectificación hecha por él , que prometió bajo su palabra la completa per- fección de tan interesante obra , para la que ya hemos visto los medios y arbitrios buscados y aumentados con suplementos que el gobernador Guzman acertó á nego- ciar felizmente. Pero, por desgracia sin duda, Goicolea, al cabo de año y medio , tuvo que ceder el puesto y la dirección de la empresa á don Miguel Atero , que en el trascurso de cinco años no pudo hacer ni aun la mitad. CAPÍTULO XXXVI, 439 Tras de esta operación , venia la primera elección del tribunal de Minas, cuyo administrador, perpetuo en su opinión y en la jeneral , don Antonio Martínez de Mata, que era su fundador , fué reemplazado en junta de los mineros por don Jerónimo Pisana, con don Pedro ligarte y don Pedro Florez de diputados. Fué este un acto que causó tanta sorpresa como disgusto ; pero era razón de mas para que sus autores lo creyesen , ó á lo menos , pretendiesen creerlo bueno y justo. Entre tanto , los nacionales quedaban olvidados , y la antigua regla de celebrar un parlamento á cada gober- nador entrante parecía haber caído en desuso , con al- gún perjuicio de las relaciones establecidas entre Espa- ñoles é Indios , y aun con algún riesgo para la perpe- tuación de la paz de que gozaban unos y otros. Si los gobernadores Aviles y Pino no habían celebrado parla- mento , no podia ser por la corta duración de su mando, pues el primero gobernó mas de dos años, sino porque no la juzgaron necesario, y, tal vez, por ahorrar gastos al erario , cuya penuria les ataba las manos en otras mu- chas cosas de no menor ínteres. Sea lo que fuese acerca de esto, lo cierto era que los Indios estaban muy que- josos de haber sido olvidados por dichos dos goberna- dores, pues ya saben los lectores que los Butalmapus, poco ó mucho , siempre ganaban algo en cada parla- mento, cuyos tres dias eran para ellos tres días de rego- cijo y, sobre todo, de festines, cosa á la que daban mu- cha importancia; estaban quejosos, decíamos, del olvido en que los habían dejado Aviles y su sucesor, y, el 29 de octubre, representaron á don Luis Guzman esponién- dole la injusticia de aquel olvido , y pidiéndole los con- vocase á parlamento, en conformidad al uso seguido por .■•i*; kk.0 HISTORIA DE CHILE. todos los gobernadores españoles , hasta los dos arriba citados , que se habían desentendido de él. Por desgracia, Guzman tenia poca salud, y le era ma- terialmente imposible el hacer el viaje de la frontera para complacerlos, y el intendente gobernador del dis- trito, don Luis de Álava, se hallaba bastante grave- mente enfermo , de suerte que el gobernador tuvo que comisionar al brigadier don Pedro Quijada, comandante del batallón de infantería de la frontera , para que cele- brase parlamento con ellos. En consecuencia , Quijada pasó los avisos acostumbrados á los Butalmapus , que los recibieron con mediano contento, porque en los con- gresos que no eran presididos por los gobernadores en persona tenían siempre algún menos provecho , y no se creían tan honrados , y , bien ó mal , se concertaron para celebrar aquel, emplazándolo al dia3demarzo 1803 (1). El dia señalado , asistieron , por parte de los Espa- ñoles, el citado brigadier don Pedro Quijada, el Chileno de igual clase don Pedro Nolasco del Rio , el arcediano don Mariano José de Roa y otras siete personas de dis- tinción, con diez y ocho capitanes, el número correspon- diente de subalternos , treinta y ocho sarjentos, ochenta y tres cabos , cuatro tambores y mil ciento y cincuenta soldados. Con el nombre , dado por los Españoles mismos , de caciques , se presentaron doscientos treinta y nueve Ar- chiulmenes, y Ulmenes, los cuales asistieron solos á la deliberación , dejando fuera del lugar del congreso hasta tres mil sesenta de los suyos, entre capitanejos, moce- tones é Indios acompañantes. (1) Perez-García , único escritor que silencio el sitio en donde fué celebrado. habla de este parlamento , pasa en CAPITULO XXXVI. m Después del discurso de apertura pronunciado por el presidente don Pedro Quijada , y de la prestación de ju- ramento del intérprete , que lo fué el comisario de Na- ciones don Sebastian Xibaja, empezó la discusión, la cual fué bastante viva, en atención á que se trataba de un punto sobre el cual los nacionales eran invencibles, al parecer , puesto que después de tantos años de trato y comercio con los Españoles no habían podido despren- derse de la funesta preocupación , objeto del debate. Esta preocupación consistía en la creencia de que toda enfer- medad y muerte que les llegaba antes que fuesen viejos caducos eran efectos de maleficio y como flechas que les disparaban las brujas ; y de ella resultaba que acudían á los adivinos para que les descubriesen cual era la bruja que los habia maleficiado ó asaeteado. Los adivinos se prestaban , echándose á adivinar , y como conocían los enemigos del enfermo ó muerto , que debia de serlo tam- bién de la familia , señalaban el mas temible ó enconado contra ella. Entonces , empezaban sangrientas ventajas contra el brujo señalado , y , por ausencia ó muerte suya, contra sus hijos ó herederos , pues también creían que el espíritu de la brujería era hereditario. En aquella discusión , en que nada pudieron los jefes españoles concluir con ellos, porque, en efecto, no era fácil que vicios del sensorio tan arraigados é inveterados desapareciesen con razones pasajeras de un momento , lograron, sinembargo, que en adelante no se abandona- sen á venganzas horrorosas á fuego y sangre , sino que , siempre que tuviesen sospecha de semejante agravio , y que esta sospecha les fuese confirmada por sus adivinos , entregasen el culpable al comandante de la frontera, el cual los gratiíi caria para hacerles ver que los Españoles . - ■ i Illf2 HISTORIA DE CHILE. eran, ante todas cosas, protectores de la humanidad. En substancia , los artículos del convenio se redujeron á ocho , que las partes contractantes juraron observar , los Españoles haciendo la señal de la cruz , y los jen- tiles levantando el brazo derecho. Después de lo cual se hicieron las salvas y regocijos acostumbrados en oca- siones semejantes. Satisfecho el gobernador Guzman del resultado, aprobó y ratificó cuanto habia hecho su comisionado don Pedro Quijada , y, desembarazado de aquel cuidado, volvió á dar toda su atención á los intereses de la ca- pital. La casa del consulado fué construida, gracias al em- peño que formó en ello , con buenos y sólidos mate- riales , en la plazuela de la compañía , como cosa de una cuadra al occidente de la plaza , y al lado de este nuevo edificio , en la misma plazuela , una hermosa casa de Aduana. La continuación y conclusión del fuerte Tajamar, que se estendia quince cuadras, poco mas ó menos, de oriente á poniente, fueron igualmente debidas á sus esfuerzos. Para mantener siempre en buen estado el enlosado , empedreado y las acequias , y continuar estas obras en lo que faltaba de ellas, compuso con el cabildo el que subastase sus propios , á condiciones ventajosas. En 1804 , ejercitó su zelo y su caridad, escitando con su ejemplo los de otros pudientes, en la fundación de un hospicio en la punta de oriente de la Cañada en la Olleria , á unas trece cuadras de la plaza , en cuya obra pia tuvo la satisfacción de que entrasen , el 4 de agosto del citado año , pobres de ambos sexos. CAPÍTULO XXXVI. M3 En 1805, llegó á Chile, con mucho sentimiento de sus habitantes , la real cédula de consolidación , en vir- tud de la cual debían depositarse en las arcas reales todas las cantidades de que sus vasallos hiciesen oposi- ción perpetua , y de las que se les pagarían un rédito de 5 por 0/0. Los Chilenos no podían aun haber olvidado que, pocos años habia (en marzo 1797), se había pu- blicado un bando para que, ademas del cuatro por ciento de alcabala que se pagaba á la aduana , exijiese esta un quince por toda imposición vinculada, ó capellanía per- petua , y el bando de la consolidación de vales, renován- doles aquella memoria , les dio nuevos temores. Porque, en efecto , no parecía sino que los colonos y habitantes de Chile eran mas bien considerados por la corte como arrendatarios de quienes era muy lícito, santo y bueno , sacar cuanto se podia , que como lejítimos poseedores de un suelo , que , si bien pertenecía á la madre patria , como habitado por una porción escojida de sus hijos , era fruto de infinitos trabajos que habían padecido , y de la sangre que habían derramado por poseerla. Es verdad que con su tesón y perseverancia en ade- lantar y engrandecerse le daban la mas alta idea de los medios de que podían disponer. En aquel mismo año, se concluyó justamente la nueva magnífica casa de moneda de Santiago, y se empezó á acuñar moneda en ella. La de la real audiencia , en donde se hallaban la caja real y el tribunal de cuentas , estando ya muy vetusta y deteriorada, la mandó el gobernador reedificar de cal y ladrillo en el mismo sitio al norte de la plaza, entre la consistorial y su propio palacio, con un magnífico fron- tispicio. En suma , el gobernador Guzman miraba por el aumento y prosperidad que una paz asegurada propor- H||^H u — Ml m HISTORIA DE CHILE. dona siempre , con el zelo de que cada gobernador , je- neralmente hablando , dejaba en Chile una noble tradi- ción á su sucesor. Es verdad que, para ello, no tenían mas que seguir las sujestiones del ilustre cabildo , del senado Chileno, y, muy notablemente, del reverendo obispo que lo era á la sazón , el ilustre don Francisco de Paula Maran , natural de la Paz , como se verá en el ca- pítulo siguiente. 1 CAPITULO XXXVII. Obispos de Santiago y de la Concepción.- Llega á Santiago el descubrimiento de la vacuna. — Toma de Buenos-Aires por los Ingleses. — Reconquis- tante los Españoles. (1805.) Habiendo el orden de los sucesos dejado muy atrás la continuación del de sucesión á las mitras del reino , la historia anuda aquí el hilo interrumpido de los obispos de Santiago y de la Concepción , sobretodo porque tira á su fin y que así lo exije su intelijencia. El ilustre y célebre don Manuel de Aldai y Aspee , hijo de la Concepción, colejial de San Martin , y gran doctor de jurisprudencia y cañones en San Marcos de Lima , apellidado, entre todos los obispos de la América, el Ambrosio de las Indias, gobernó portentosamente su dió- cesis desde el año 1755 hasta el de 1788 , en que falleció, con gran desconsuelo de su rebaño. En 1789, le sucedió el ilustrísimo don Blas Sobrino y Minallo , natural de Valladolid, el cual gobernó hasta en 1794 que fué tras- ladado á la sede de Trujillo, en donde murió á poco tiempo. A Sobrino y Minallo , siguió don Francisco de Paula Maran, el cual, en 1795, pasó de la mitra de la Con- cepción á la de la capital , y la gobernó hasta en 1807. Maran , natural de la Paz , ademas de la propensión á la caridad que da muchas limosnas, tenia la de obras grandes y monumentales, é hizo erijir á su costa la iglesia parroquial de la Cañadilla, y regaló á la catedral de la I M6 HISTORIA DE CHILE. Concepción una riquísima custodia. Los lectores no han olvidado sin duda el inminente riesgo que corrió de perder la vida en una visita pastoral , que emprendió por tierra á Valdivia, en Tirua, lugar situado entre Tucapel y la Imperial , cuando , cojido por los naturales, que no estaban de acuerdo sobre matarlo ó no matarlo , jugaron su suerte á la chueca, y ya los que opinaban por darle muerte habian ganado una manga. Por fortuna , sus adversarios ganaron las otras dos , y el prelado pudo volver á la Concepción , aunque solo con lo encapillado. Fué este acaso, tal vez, como una advertencia de la Pro- videncia de los inconvenientes de la escesiva ostentación en ciertos casos , pues , probablemente , el obispo Maran no habria corrido el riesgo de morir en aquel viaje, sin las tentaciones de despojarle , que su brillante y pomposo equipaje dio á los Indios. Por fin , á la promoción de este obispo á la catedral de Santiago , entró , en su lugar, en la de la Concepción don Tomas de Roa y Alarcon. Volviendo al fondo de la historia , en aquel año se re- cibió en Chile , el 8 de octubre , el precioso pus de la vacuna (1), que llevó á Santiago don José Grajales, y con el cual no se volvieron á esperimentar los accidentes de que hasta entonces no habia preservado la inoculación de las viruelas, accidentes entre los cuales el menor era de quedar profundamente marcados los que las tenían. Descubierto en Inglaterra , este portentoso preservativo de un mal inevitable que tantos estragos hacia , pasó de Londres al continente , y se halló sucesivamente en al- gunas vacas de Suiza , de Francia , de Alemania y de (i) Descubrimiento de Jenner, célebre médico inglés, el cual lo debió á una observación muy casual del ubre de ciertas vacas en un valle de Inglaterra. CAPÍTULO XXXVH. kkl España , pues no todos estos animales lo suministran. La orden de llevar la vacuna á las Américas habia sido dada por el rey mismo, en 1803, y se formó una espedicion á este efecto , la cual fué confiada al médico don Francisco Xavier Balmis , con destino á las islas de Sotavento, Nueva España , Tierra-Firme y al reino de Chile , en dos divisiones, una para Chile y otra para Buenos Aires. Esta espedicion fué tanto mas feliz , cuanto justamente en aquella misma época, una peste de viruelas causaba grandes estragos en aquellas comarcas. «Aquel viaje de Balmis, dice un célebre escritor y viajero moderno (1), será para siempre memorable en los anales de la historia , pues, por la primera vez , vieron las Indias los navios que habían ido á ellas cargados de instrumentos de muerte y destrucción , llevar en aquel entonces alivio y consuelo á la mísera humanidad. ■ La arribada de las fragatas armadas con las cuales el doctor Balmis ha recorrido el océano Atlántico y el mar del Sur, ha dado oríjen en varias costas á una cere- monia relijiosa de las mas sencillas y tiernas : los obis- pos, los gobernadores militares y las personas de primer rango corrían á la orilla del mar, y tomaban en sus brazos á las criaturitas destinadas á llevar la vacuna á los naturales de la América y á la raza Malaya de Fili- pinas. Para poder formarse una idea del mucho mayor ínteres que el descubrimiento de M. Jenner ha tenido para los habitantes de la parte equinoccial del Nuevo Mundo que para el antiguo, seria preciso conocer los estragos que hacen las viruelas en la zona tórrida, y en hombres, cuya constitución física parece ser contraria á las erupciones cutáneas. (1) M. de Humboldt. Ensayo político sobre Nueva-España. v,:.:. i i ■■ ¡m HISTORTA DE CHILE. En I8O/1 , descontento el gobierno ingles al ver la armonía que reinaba entre les gabinetes de Francia y de España , mandó apresar algunas fragatas españolas (1), y el gobierno español le declaró la guerra , considerando aquel acto como una violación manifiesta del derecho de jentes y un abuso de la fuerza. A consecuencia de esta declaración , las milicias del Paraguay, de Córdoba, de Buenos- Aires y de Chile se prepararon en masa para oponerse á una invasión ene- miga que contaba una fuerza de diez mil hombres , y que amenazaba una ó mas de dichas provincias, pues ya la fragata inglesa la Leda habia sido avistada , por fines de 1805, haciendo un reconocimiento de las costas de Montevideo. Sin perjuicio de la atención que daba a los asuntos civiles, al aumento y prosperidad de los habitantes de la capital y de todo el reino , el gobernador Guzman se pre- paró á cualesquiera acontecimiento de la guerra con Inglaterra, y puso en pié y en ejercicio á las milicias, es decir, que las milicias se aguerrian en ejercicios todos los domingos y dias en que se hallaban libres de las ocupaciones de sus diversas profesiones , y tanto cuidado habia puesto en ello el gobernador, que los milicianos estaban en estado de figurar sin desventaja al lado de las tropas veteranas del ejército. Muy luego, en efecto, un acontecimiento inesperado justificó las previsiones del gobernador de Chile, y este acontecimiento fué nada menos que la toma de la ciudad de Buenos-Aires por los Ingleses, el dia 27 de junio de 1806. Al instante en que la mala noticia llegó á Chile , (1) La Fama, la Medea , la Mercedes y la Flora. CAPÍTULO XX.XVIT, m Guzmao reunió las milicias, pagándoles desde aquel momento sueldo , en un campamento , y las tuvo siempre prontas á marchar al punto que fuese atacado por los enemigos ; juiciosa disposición tanto mas necesaria cuanto eran numerosos los navios ingleses que se contaban en Maldonado del rio de la Plata. Con todo eso , mes y medio después (á los cuarenta y seis dias justos) , el dia de santa Clara, la ciudad de Buenos-Aires fué reconquistada, y no solo los Espa- ñoles consiguieron este triunfo , sino que también hicie- ron prisioneros á todos los Ingleses. Hé aquí cual fué aquella espedicion inglesa , y cómo se operó la toma de la ciudad de Buenos-Aires. El dia 10 de enero de aquel año , una espedicion in- glesa compuesta de cuatro á cinco mil hombres, al mando de sir David Baird , y apoyada por muchos navios de línea y fragatas que mandaba sir Home Popham , se apoderó de la ciudad del Cabo, capital del estableci- miento de los Holandeses en el cabo de Buena-Espe- ranza, y hecha aquella conquista los dos jenerales imajinaron el enviar una espedicion contra Buenos- Aires , sin orden ni instrucción alguna del gobierno in- gles (1). Las fuerzas destacadas del cabo de Buena- Esperanza pa'ra aquella empresa ascendían á mil y cien hombres, con los cuales, habiendo llegado, el 6 de junio, á la altura del cabo Santa María, se prepararon al ataque. En efecto , las tropas de desembarco saltaron , sin oposición, en tierra, el dia 25 del mismo mes, y, al dia (!) Sir Home Popham fué puesto en consejo de guerra, y reemplazado en su mando por el almirante Stirling, por haberse separado de su destino con la escuadra que tenia á sus órdenes; pero como el resultado de su culpa habia sido feliz, solo fué condenado á una severa reprensión. IV. Histouu. 29 450 HISTORIA DE CHILE. siguiente por la mañana, el jeneral Beresford, que las mandaba , avanzó contra las Españolas , las cuales esta- ban ya en orden de batalla al pié de una colina , distante unas dos millas del lugar de la Reducción , á donde apoyaban su derecha , en número de dos mil , caballería é infantería, con ocho piezas de campaña. Mas, bien que la resolución del jefe que las mandaba fuese de combatir, mudó de plan , y se retiró, dejando cortado tras de sí el puente del rio Chinlo, que, noobstante, los Ingleses pasaron aquella misma noche, para caer al amanecer del dia siguiente sobre la plaza, como lo ejecutaron. Sin saber cómo , ni porqué , el coronel don José Ignacio de la Quintana , que mandaba la defensa , aceptó y ra- tificó la capitulación que el jeneral ingles le propuso , abandonando ricas mercancías y objetos preciosos del rey y del estado , de un importe de mas de un millón de pesos, á la rapacidad de los enemigos, los cuales los en- viaron á Inglaterra, á bordo del navio el Narciso (Nar- cissus). Mientras que, por un lado , los Ingleses usaban y abu- saban , como se ve , del derecho d ■ conquista, por otro, respetaban todos los cargamentos de los barcos del co- mercio fondeados en el puerto , evaluados en mas de un millón y medio de pesos , y los habitantes mismos en nada fueron molestados. El orden y las administraciones fueron respetados , y solo se abolieron algunos derechos sobre ciertas mercancías , con una declaración de libertad de comercio, bajo las mismas reglas que rejian en la Tri- nidad. Por mas que la espedicion contra Buenos -Aires hubiese sido hecha sin participación del gobierno bri- tánico , estos últimos detalles son de una naturaleza CAPÍTULO XXXVII. de previsión y de soborno , que no permite el creer que particulares los hubiesen tomado sobre sí aventu- radamente , y si el almirantazgo ingles ha puesto en consejo de guerra al almirante Popham, era lómenos que podia hacer para sincerarse de toda participación en el hecho. Sin embargo , los habitantes de Buenos-Aires eran Españoles, y, como tales, no podían resignarse á soportar el yugo de los Ingleses. En consecuencia, el cabildo se entendió con don Santiago Liniers, capitán de un navio al servicio de España, que se hallaba en la ensenada de Barragan , al tiempo de la toma de Buenos-Aires por los Ingleses, y no había sido comprendido en la capitula- ción , y aquel buen Francés-Español tuvo el arte de sublevar el pueblo y de llamar las fuerzas de Montevideo. Mientras que el alcalde de Buenos Aires, don Martin de Alzaga, y otras personas de distinción fomentaban la insurrección , le llegaban á Liniers algunos cuerpos mi- litares de refuerzo, y, el k de julio, empezaron á batirse en diferentes puntos contra los invasores. El gobernador de Montevideo , don Pascual Ruiz Huidobro , aprontó y envió seiscientos hombres; el de la colonia del Sacra- mento, don Ramón del Pino, envió ciento y tantos, bien disciplinados y aguerridos , y, en fin , don Juan Gutiérrez de la Concha , que habia podido retirarse con su flotilla á las Conchas, acudió con trescientos veinte y tres marineros y soldados. Viéndose á la cabeza de todas estas fuerzas, Liniers avanzó hasta Corrales de Miserere é intimó la evacuación de la ciudad á Beresford , el cual respondió que estaba resuelto á sostener la gloria de las armas británicas y á conservar su conquista. 452 HISTORIA DE CHILE. En vista de esta respuesta, Liniers atacó, el 12 de agosto , doscientos Ingleses que defendían la plaza de! Retiro, y los arrolló. Beresford acudió á sostenerlos con una columna de cuatrocientos á quinientos hombres , pero fué rechazado con gran pérdida de muertos y he- ridos. Este resultado acabó de electrizar á los habitantes , que se levantaron en masa , y no le quedó al jeneral ingles mas recurso que el concentrar sus tropas en la plaza mayor, cuyas avenidas estaban defendidas por diez y ocho piezas de artillería, situando sus soldados en puntos elevados, tales como plataformas y balcones. Liniers le fué á atacar sobre la marcha sin dejarle des- canso , y, al cabo de dos horas de un sangriento com- bate , arrojó de la plaza á los Ingleses , que se vieron forzados á refujiarse al fuerte, y, muy luego, á capitu- lar. Liniers les concedió los honores de la guerra, y el canje de prisioneros hechos desde el principio de las hos- tilidades. En aquel último encuentro , las tropas inglesas tuvie- ron cuatrocientos doce hombres y seis oficiales muertos y heridos. Las de Buenos-Aires perdieron ciento y ochenta. El coronel Pack , del 71° rejimiento , cayó en su poder con mil seiscientos fusiles, veinte y seis cañones y cuatro obuses. Los habitantes rivalizaron , todos en jeneral , en zelo y valor, y hasta las mujeres se batían al lado de sus hermanos y maridos. Hubo una, llamada Manuela la Tucumana , que dio muerte con sus propias manos á un soldado ingles . en el instante mismo en que este iba á matar á su marido. Tal fué el éxito feliz de aquella repulsa de invasión , mam CAPITULO XXXYISL Estado próspero de Chile.— Camino carretero proyectado por el cabildo de la Concepción , via recta, hasta Buenos-Aires. — Otra guerra con los Ingleses» — Toma de Montevideo. . (1806—1808.) Fué el año de 1806 próspero para Chile bajo de mu- chos aspectos , de ventajas comerciales sobretodo , ven- tajas visibles á primera vista por el gran número de naves fondeadas en el puerto de Valparaíso , entrando y saliendo de él con la mas satisfactoria frecuencia. Claro estaba ; Chile era lo que habia querido ser á toda costa , una nación grande y rica , que ofrecia sumo interés al comercio en granos , ricos vinos y otros frutos. Su his- toria, llena de rasgos increibles y que parecían fabu- losos , tenia mas visos de novela que de historia , pues ya hemos visto que la conquista de los Araucanos solos habia necesitado mas tesón y les habia costado mas tra- bajos y mas sangre que la de todas las demás Américas habían costado á sus respectivos conquistadores. A estos objetos de interés que ofrecia el país y sus po- bladores, se reunía el del carácter de estos, carácter que se habia manifestado constantemente, sin alterarse ja- mas , por ningún motivo , en las infinitas peripecias de un drama que habia durado doscientos sesenta años. En muchísimas ocasiones , los Chilenos se han mostrado mas que hombres en el valor, y en la constancia con que han hecho frente y se han mantenido firmes contra los mas crueles azotes del cielo y de la tierra, perseverando CAPÍTULO XXX.VI1I. /j 55 siempre y avanzando á su fin , sin desviar jamas de la línea que se habían trazado , y sin dar un paso atrás. En una palabra, la nación chilena de entonces prometía ya la nación chilena de nuestros dias , es decir una nación compuesta de hombres de la mas acendrada honradez , de un juicio trascendiente , y de sentimientos caballe- rescos. En hablando de países y, particularmente, de repúblicas meridionales de la América , la que primero viene á las mientes de cuantos saben algo , y aun de los que ignoran mucho , es Chile (1). Los diferentes poderes que han sostenido y que han fomentado la heroica perseverancia de los Chilenos en tamañas y tan interminables tribulaciones como han te- nido que padecer tendrían derecho á una historia espe- cial cada uno, y se podría hacer una muy interesante del cabildo y de sus actos , una del senado ó real au - diencia , y una de los reverendos y santos obispos de Santiago y de la Concepción, cuyos actos respectivos, en jeneral , han sido gran parte del éxito final. En cuanto á la Concepción, sus autoridades seguían, con maravilloso tino y admirable espíritu fraternal , el impulso de las de la capital. Solo en lo militar había ha- bido, de tiempo en tiempo, escepciones que dependían mas bien de coyunturas militares que de tendencias dís- colas. Las pocas que ha habido de esta última especie , ocasionadas por interés ó pasiones personales , la histo- ria las ha señalado y reprobado como debía. En aquel instante , el cabildo de la Concepción formó un proyecto interesantísimo para la prosperidad del • I (1) Ce sont les seuls hommes sérieux de l'Amérique du Sud ( son los solos hombres formales de la América del Sur), decía un profundo hombre de estado,, antes de su caida en febrero último- P 456 HISTORIA DE CHILE. país, cual fué el de abrir un camino carretero, via recta. por la falda del volcan de Antuco , situado en los 37 gra- dos , a Buenos-Aires , con el objeto de disminuir la eter- nidad de los viajes de arrieros, y ahorrar gastos de bes- tias de carga para recuas , bestias que eran muy raras y caras. Por dicho camino , estaba demostrado que se podían enviar á Buenos- Aires , en poco tiempo , vinos y otros frutos, y traer, en retorno, efectos habidos de pri- mera mano en aquella capital , y yerbas del Paraguay. Para realizar dicho plan tan cómodo como econó- mico , el cabildo de la Concepción obtuvo que el al- calde provincial don Luis de la Cruz fuese á reconocer , medir y tasar la indicada via para pasar la cordillera con ruedas en lugar de recuas , de las cuales se necesi- taba una de veinte acémilas, de un importe conside- rable, para llevar el peso de dos solas carretas, que eran muy baratas, así como los bueyes uncidos á ellas. El costo calculado del nuevo camino proyectado fué de cuarenta y seis mil cincuenta y un pesos , y la du- ración del viaje , contando desde el instante en que el azúcar, cacao y otros jéneros que llegasen del Callao á Talcaguano , se cargasen en las carretas, hasta descar- gar en Buenos-Aires, de dos meses y medio. Los vi- llarriqueños comerciaban , según algunos autores, con dicha ciudad , pasando la cordillera con carretas , por Portezuelo, en menos de mes y medio. Don Luis de la Cruz , cediendo á las instancias del ca- bildo de la Concepción , salió de esta ciudad y se tras- ladó á la villa de los Anjeles, en la isla de la Laja; villa distante , como los lectores saben , de treinta y ocho le- guas de la capital del distrito. Desde allí , el alcalde pro- vincial continuó su camino con su recua de equipajes y CAPITULO XXXV11I. 457 víveres, andando jornadas de tres leguas, y, entrando por el Boquete de Antuco , llegó á la plaza de Ballenar , desde donde midiendo , tasando y allanando dificul- tades, en cincuenta y una jornadas, anduvo doscientas doce leguas de á treinta y seis cuadras, de ciento y cin- cuenta varas castellanas , hasta llegar á Buenos- Aires. Pero aquí, tiene aun la historia que dejar á un lado este punto para relatar la continuación de la guerra y sus efectos , con Inglaterra. En una palabra , cuando el alcalde provincial llegó á Buenos- Aires , habia en la ensenada de Maldonado una formidable armada inglesa. Hé aquí cómo y porqué. En el mismo mes de octubre, el gobierno británico resolvió enviar otras fuerzas mayores á las órdenes de sir Samuel Auchmuty, y bajo la protección del almirante Stirling , ya sea que se creyese comprometido á ello por el honor de las armas inglesas, ó ya que tales fuesen sus intenciones muy de antemano, y que Popham no hu- biese hecho mas que ejecutarlas intempestivamente y, tal vez , sin orden espresa para ello. Estas fuerzas llegaron á Maldonado el 5 de enero del año entrante de 1808 , y el jeneral Auchmuty viendo á aquella guarnición en un estado deplorable é incapaz de defensa alguna en una plaza abierta por todos lados , y desprovista enteramente de recursos , la hizo evacuar y resolvió atacar y tomar á Montevideo. A consecuencia de esta resolución, operó el desembarco, en la mañana del 18 , en una pequeña bahía, al oeste de la Punta de Carretas, cerca de nueve millas de la ciudad. La guarni- ción mandada por el ex-virey se componía de cuatro- cientos dragones y Blandengues, y seiscientos cordo- beses, al mando del coronel don Santiago Alejo Allende ; i m ^■B 458 HISTORIA DE CHILE. de quinientos cincuenta Paraguayos mandados por el co- ronel Espinosa, y de mil milicianos del país. A la vista del enemigo que se le acercaba , el virey , queriendo conservar su autoridad, abandonó la ciudad con sus tro- pas, dejando para su defensa solo tres mil ciudadanos, al mando del brigadier don Fernando Lécoc y del mayor jeneral don Francisco Xavier de Viana. Las cosas hallándose en este estado , los Ingleses ata- caron una columna de Montevideo y la derrotaron, cau- sándole una perdida de seiscientos hombres , entre muertos , heridos y prisioneros (i), y, desde luego , la plaza se vio estrechamente bloqueada por mar y por tierra. Tan pronto como el gobernador y el cabildo de Buenos Aires recibieron aviso del apuro en que se hallaba Mon- tevideo, se apresuraron á enviarle socorro con el in- spector jeneral Arce y con Liniers , el primero de los cuales consiguió entrar en la plaza con quinientos cin- cuenta hombres, y el segundo avanzó en persona á la cabeza de dos mil y seiscientos. Pero ya en la noche del 12 de febrero los enemigos tenian hecha una muy ancha brecha practicable por el lado del mar, dieron el asalto al dia siguiente y se apoderaron de la ciudad, asalto en que perdieron seiscientos hombres, y los defensores, cuatrocientos (2). (1) Es de advertir que, eii este punto, nos guiamos por datos ingleses, por falta de otros nacionales, datos que el resultado inmediato confirma. Según estos mismos datos ingleses, en las alturas que circundan á Mon- tevideo habia cuatro mil caballos que, al cabo de una débil resistencia, se retiraron. Entonces, los Ingleses avanzaron hasta la proximidad de dos mi- llas de la cindadela , y el 20 , por la mañana , los Españoles salieron en nú- mero de seis mil, en dos columnas, una de las cuales fué batida con pérdida de mil y doscientos hombres, y la otra se retiró á la p aza sin haber entrado en acción. (2) Esta fué la verdad del hecho, por mas que los Ingleses hayan supuesto capítulo xxxvm. 459 La plaza estaba bien aprovisionada de municiones de todas especies, y tenia mucha y buena artillería; pero los habitantes, que eran mas de setenta mil, se mani- festaron tan exasperados contra los vencedores , que el jefe de estos tuvo por conveniente franquear el puerto á todos los navios neutros para proporcionarse víveres y provisiones frescas. A la pérdida de Montevideo, se siguió la de la colonia del Sacramento, en donde los Ingleses nombraron de gobernador al teniente coronel Pack, y en la cual don Francisco Xavier Elio consiguió entrar con algunas tro- pas , aunque luego tuvo que retirarse , por falta de sufi- cientes fuerzas, con alguna pérdida. Habiéndose retirado á San Pedro para esperar allí que le llegasen refuerzos, fué sorprendido y batido , y en aquella acción murió don José Quesada, comandante de los Patricio \ En vista de estos hechos, la audiencia de Buenos-Aires dio órdenes para que el ex-virey Sobremonte fuese arres- tado , comisión de que se encargó el oidor Velasco , acompañado de un procurador de la ciudad , de un se- cretario y de ciento y cincuenta soldados, mandados por don Pedro Murguiondo. Todos estos detalles son de sumo interés en cuanto in- troducen naturalmente á la grande crisis de donde sa- lieron el heroico grito y el voto de emancipación. Chile , como luego se verá, fué muy luego el blanco de una nueva espedicion inglesa, cuyo fin principal era muy ciertamente el de sujerirle semejante pensamiento. Entretanto, después de la presa de Montevideo, el la pérdida de los Españoles de ochocientos muertos, quinientos heridos y dos mil prisioneros, y que mil y quinientos mas se habian podido salvar ú ocul- tarse en la ciudad misma, HISTORIA DE CHILE. virey se habia retirado , con algunas tropas y algunos cañones, no lejos de la plaza, y habiéndole pedido el jeneral ingles Auchmuty que le devolviese, según estaba estipulado en la capitulación , sus prisioneros de Buenos- Aires, respondió que no podia mientras no recibiese órdenes del monarca. Al oir esta respuesta , Auchmuty destacó una fuerte columna contra él , obligándole á reti- rarse, y en aquella retirada el virey fué cojido por un cuerpo enviado de Buenos-Aires, y conducido prisionero á dicha ciudad. Pero lo mas notable fué entonces, que los mas opuestos á los Ingleses y mas airados contra una invasión estran- jera pidieron con ahinco al jeneral ingles mandase avanzar sus tropas sobre Buenos-Aires, asegurándole que la ciudad se sometería, con tal que reconociese su independencia , y los pusiese bajo la protección del gobierno británico ; pero en aquel instante el almirante y el jeneral habían escrito al cabildo pidiéndole los pri- sioneros ingleses, y que reconociese la autoridad del monarca ingles, bajo seguro que todos sus derechos, propiedades y relijion serian respetados ; y habiéndose , en este intermedio, restablecido el nuevo gobierno, la carta susodicha al cabildo fué suprimida y escribieron otra en su lugar al virey, pidiéndole lo mismo, sopeña que los prisioneros españoles fuesen enviados á Ingla- terra. La audiencia despreció todas las amenazas de los ene- migos, y el jeneral Liniers les declaró que todos estaban resueltos á la defensa hasta la última estremidad. A esta sazón , ya el gobierno ingles, empeñado en su intento, y perseverando en él, habia resuelto enviar contra Buenos-Aires y Chile un nuevo armamento mas CAPÍTULO XXXVIII. m formidable á las órdenes del jeneral Whitelocke, con el doble dictado de ájente militar y político, y el cual debía, sin pérdida de tiempo, cinglar á la Plata. De suerte que, ademas de las fuerzas mandadas por el coronel Backhouse y sir S. Auchmuty, que ascendían á cinco mil trescientos treinta y ocho hombres , iban las que llevaba Whitelock y otro cuerpo mandado por el jeneral Crawford , que debia destacarse del cabo de Buena Esperanza , protejido por la flota del jeneral Murray. Las instrucciones que llevaba Whitelock eran , que con menos fuerzas de las que estaban para reunirse en la Plata, era fácil empresa el apoderarse, sin grande re- sistencia, de toda la provincia de Buenos-Aires. Para conciliarse una buena acojida de parte de los habitantes, estas instrucciones eran , que evitase el chocar con sus opiniones , y, sobretodo , su relijion ; respetar las personas y las propiedades , y descargarlos de los im- puestos que los agoviaban. Las que llevaba Crawford del Cabo decían , que en el caso que pudiese tomar posesión de un puerto ó de una plaza de Chile , emplease todos los medios de suave polí- tica para atraerse el afecto de los habitantes, y poder convencerlos de las grandes ventajas que se les segui- rían de entrar en relaciones estrechas con la Gran Bre- taña y su gobierno ; y que, para esto, era importantísimo el abstenerse de ejercer derechos de guerra, de ninguna especie , de los cuales siempre colijen los vencidos que el fin principal de un vencedor son la conquista y el botín , y no miras benéficas de humanidad. La administración de minas en Chile, según las mismas instrucciones , debia dejarse en el mismo estado 462 HISTORIA DE CHILE. en que se hallaba, á menos que no fuese muy obvio y muy fácil el mejorar la suerte de los mineros y de los negros con algunas sencillas innovaciones de puro regla- mento. Solo, no podia menos de ser oportuno , y se debía prohibir la importación de esclavos para las minas. Al mismo tiempo , se debia fomentar la de mercancías in- glesas, de Chile al Perú. En suma , las operaciones de Crawford debían limitarse al territorio de Chile , para lo cual se le habían dado cuatro mil hombres , afín que se reuniese á las fuerzas navales del almirante Murray, que iban á su destino por la Nueva Gales del Sur, ó por el cabo de Hornos. En cuanto al Perú, no habia que pensar en proyecto alguno sobre aquel vireynato, ámenos que circunstancias inespe- radas y favorables no dejasen creer en la posibilidad de apoderarse de Lima , pues en caso contrario , si las fuerzas británicas se estellaban allí, su derrota acarrearía infa- liblemente la de las que se hubiesen establecido en Chile. Por fin , se le encargaba mucho á Crawford no intro- dujese novedad alguna en las instituciones, ni en el go- bierno, y que, en cuanto á empleados, prefiriese, siempre que fuese posible, los Españoles de Chile á los Españoles de España. Pero , al cabo de todas estas ventajas , las mismas in- strucciones decían : « Que tocante á la suerte futura de los habitantes, no se les debia de dar mas palabra, ni hacer mas promesa que la de asegurarles que el monarca bri- tánico no consintiria jamas en abandonar, sin el mayor sentimiento , posesiones de tanto precio á sus ojos , y que en ningún caso lo haría sin tomar medidas para la segu- ridad de cuantos hubiesen aderido á su gobierno , ponién- dolos á cubierto de los resentimientos del de España. » CArÍTüLO xxx vil r. [\(\§ El jeneral Whitelock llegó á Montevideo el 10 de mayo , y esperó allí la flota. El 27, aparecieron sus velas ; pero no pudieron llegar á Montevideo hasta el 14 de junio. El jeneral dejó en la plaza una guarnición de mil y trescientos hombres , al mando del coronel Browne , y remontó por la Plata, con lo restante de sus tropas, hasta la ensenada de Barragan. Liniers habia dispuesto las suyas en escelente orden de batalla, la derecha, con bandera encarnada, y com- puesta de cuatrocientos hombres del cuerpo de marina , ochocientos de los batallones de patricios, y dos com- pañías de miñones; noventa granaderos provinciales y del primer escuadrón de húsares. En el centro , con bandera blanca , habia quinientos cincuenta hombres, infantería de Galicia; cuatrocientos Pardos ; dos compañías de miñones y ciento y cincuenta carabineros del quinto escuadrón , al mando del coronel don Francisco Xavier Elio. La izquierda , con bandera azul , estaba formada de cuatrocientos veteranos ; de un cuerpo de cántabros de quinientos hombres , mezcla de correntinos , castellanos, vizcaínos , navarros y asturianos ; doscientos cincuenta Arribeños; ciento y treinta miñones; del segundo escua- drón de húsares y del sesto de miqueletes , mandados por don Bernardo Velasco , gobernador del Paraguay , en 1805. Habia, ademas, un cuerpo de reserva de cien dra- gones, cuatrocientos patricios , doscientos montañeses , ciento y treinta miñones, y el séptimo escuadrón de quinteros, á las órdenes de don Juan Gutiérrez de Con- cha, capitán de fragata. En resumen, el ejército de Buenos-Aires constaba , U I m HISTORIA DE CHILE. de seis mil ciento y cincuenta siete combatientes , cinco mil de infantería, y mil ciento y cuarenta y siete de ca- ballería , y estaba apoyado por setecientos diez artille- ros y cincuenta y tres piezas de diferentes calibres. La vanguardia inglesa , mandada por el mayor jene- ral Levison Gower, era de trescientos cincuenta hom- bres ; el centro , de cinco mil , y la retaguardia , man- dada por el coronel Mahon , de mas de dos mil. El dia primero de julio, por la noche, el ejército ingles atravesó el puente de Barracas, y se formó en batalla en frente á Riachuelo. El jeneral Gower, con su vanguardia, pasó con mucho trabajo por caminos fangosos , y obligado , por lo mismo , á dejar la arti- llería de mayor calibre , no se atrevió á atacar el frente formidable de Liniers, prefiriendo atravesar Riachuelo por el paso de la Esquina , para incorporarse , á favor de la oscuridad de la noche , con el resto del ejército. Des- concertado el plan de Liniers por el movimiento de Go- wer , el primero tomó la iniciativa de un combate ar- doroso, atacando, con su izquierda, al enemigo, ya desplegado delante de corrales de Miserere, y bien que, en aquel encuentro , hubiese perdido menos jente , Li- niers tuvo que retirarse del campo de batalla , dejando en él doce piezas. El 3 , Gower envió á Liniers las proposiciones si- guientes : Io Devolver todos los prisioneros ingleses; 2o Reconocer como prisioneros de guerra á todos los empleados civiles del gobierno de Buenos-Aires, come también á todos los oficiales y soldados ; 3o Entregar, en el estado en que se hallasen , todos los cañones , municiones y provisiones ; CAPÍTULO XXXVIII. 465 4o Entregar á los ajen tes de la Gran Bretaña las pro- piedades de toda especie pertenecientes al dominio pú- blico ; 5o El jeneral ingles, por su parte, dejaba, en nombre de su majestad Británica, á los habitantes el libre ejer- cicio de su relijion ; y 6o Aseguraba la inviolabilidad de todas las propie- dades particulares. A estas proposiciones , el jeneral español respondió , por el coronel Elio, que los habitantes de Buenos- Aires tenían en su defensa un número suficiente de soldados valientes , mandados por jefes que no lo eran menos , y que , por último , los habitantes mismos estaban prontos á dar pruebas de su acendrado patriotismo. Al dia siguiente (h de julio), el jeneral Whitelock en- vió á preguntar de nuevo á Liniers si persistia en su respuesta , y Liniers respondió : « Que mientras tuviese municiones, y se mantuviese firme el espíritu de la guarnición y el del pueblo , no entregaría , bajo pretesto ni por motivo algunos , el puesto de que estaba encargado, y que tenia medios para defender contra cuantos esfuerzos hiciesen para quitárselo. » En consecuencia , los habitantes , animados por las exortaciones del alcalde y miembros del cabildo , se pre- pararon á la defensa; la plaza mayor fué fortificada con buena artillería , y se formaron guerrillas para inquietar al enemigo. El 5 , el jeneral Whitelock estendió su frente hacia la Recoleta, y dio órdenes para embestir la plaza. Su ala derecha estaba mandada por el brigadier Will Lumley ; los carabineros los mandaba el teniente coronel Guard : IV. Historia. 30 . /|66 HISTORIA DE CHILE. el centro, lo dirijian el brigadier Crawford y el teniente coronel Pack ; á la izquierda estaban el brigadier Auch- muty , y el capitán Bovvles con sus marinos. El jeneral en jefe mandaba la reserva con su mayor-jeneral Gower , y su cuartel maestre, que lo era el teniente coronel Burke. Cada uno de estos cuerpos estaba dividido en tres co- lumnas , y formaban una línea de batalla al rededor de la ciudad. Hallándose las cosas en este estado, una descarga de artillería dio la señal del ataque. El brigadier Lurnley avanzó , y se estableció sin opo- sición en el hospital de la Residencia. El brigadier Auchmuty destacó su columna de la dere- cha por la calle de San Nicolás, para ir á ocupar los conventos de la Merced y Santa Catalina , y la plaza del Retiro , defendida por Gutiérrez de la Concha con la real Marina, ochenta patricios, y la compañía de granade- ros de Galicia. Los Ingleses, á pesar del ímpetu del ataque, fueron rechazados con mucha pérdida; pero abrieron luego bre- cha con su artillería de sitio en la plaza de Toros. La artillería de los Españoles faltaba de municiones , y la infantería sola sostuvo el choque por mas de dos horas, al cabo de las cuales los Ingleses consiguieron entrar en la plaza, á costa de seiscientos muertos y heridos que tuvieron. El centro del ejército tuvo diferente suerte, pues ape- nas la columna de la izquierda se puso en movimiento, se vio abrasada por el fuego infernal que le hacían la iglesia de San Miguel y el colejio de los Huérfanos. Las tropas que componían dicha columna , obligadas á re- CAPÍTULO XXXVIIÍ. 467 ! ! fajiarse en la iglesia, tuvieron que rendirse á discre- ción. La segunda división fué dirijida por Pack contra las alturasdel colejiodeSan Garlos, defendidas por el cuerpo de los patricios , al mando del coronel Saavedra y del sarjento mayor don José Viamont , y cubrieron las calles de muertos y de heridos por el fuego que salia de todas las partes del edificio. El teniente coronel Cadogan quiso retirarse , viendo las pérdidas que tenia; pero tuvo que rendirse con ca- torce capitanes y oficiales, y mas de ciento y cincuenta soldados. Los Españoles que mas se distinguieron en aquel lance, fueron don Juan Pedro Aguirre, don Eustaquio Diaz Velez, don Francisco Martínez Villarino, don Diego Saa- vedra y don Agustín Rio de Eiio. El brigadier Grawford, que con otra columna de mil hombres atacó el convento de Santo Domingo, tuvo que rendir las armas á los refuerzos de Españoles que cor- rieron á defenderlo. La que había enviado Auchmuty contra el monaste- rio de Santa Catalina se había apoderado de él ; pero la que iba contra el de la Merced tuvo que capitular. En vista de su triunfo, Liniers, á su vez, envió, el dia 6, á proponer á Whitelock que evacuase Montevideo y toda la Plata, y que le restituiría, con dicha condi- ción , los prisioneros hechos á Beresford y los de las úl- timas acciones, previniéndole que el populacho se ha- llaba en un estado de exasperación tal , que no podia responderle de la vida de los prisioneros, si persistía en la ofensiva. No teniendo mas alternativa que aceptar la propuesta 468 HISTORIA DE CHILE. del jeneral español, ó retirarse, esponiéndose á nuevas é irreparables pérdidas, Whitelock admitió la capitula- ción , por la cual Io Los Ingleses quedaban aun, por solos dos meses, en posesión del fuerte y de la plaza de Montevideo. 2o Canje de prisioneros , en el cual estaban compren- didos todos los nacionales ingleses cojidos en la América del sur , desde el principio de la guerra , y las tropas del jeneral Whitelock. 3o Las fortalezas y la plaza de Montevideo , con toda la artillería que tenian cuando fueron tomadas , habian de ser entregadas el dia mismo en que feneciesen los dos meses. Esta capitulación condujo á Whitelock á un consejo de guerra, celebrado en el hospital de Chelsea, el 28 de marzo del año siguiente , como acusado : lu De haber pedido que se le entregasen como prisio- neros de guerra todos los empleados civiles del gobierno de Buenos-Aires; 2o De haber tomado malas medidas militares ; 3o De no haber tomado ninguna para cooperar con las divisiones del ejército empeñadas en las calles de Buenos-Aires ; k° De haber hecho una capitulación con el enemigo , por la cual todas las ventajas debidas á la valentía de las tropas habian sido desconocidas y sacrificadas por él , pues habia consentido en retirarse, abandonando la for- taleza de Montevideo, suficientemente guarnecida para resistir á cualquiera ataque , mientras que , dueño de las puertas de la ciudad, del arsenal principal y de las co- municaciones con la ilota , tenia bajo sus órdenes cinco mil valientes soldados. CAPÍTULO XXXVIII. 469 Tales fuerou los cargos que se le hicieron al jeneral Whitelock en el tribunal de guerra, el cual lo declaró incapaz de servir con grado alguno militar, sentencia que fué aprobada por el rey, bien que injusta, en aten- ción á que no hay capacidad para vencer imposibles, y era verdaderamente uno el querer que las fuerzas in- glesas, aunque hubiesen sido triplicadas, resistiesen á la patriótica y denodada repulsión de las tropas y habi- tantes de Buenos-Aires. Otra consideración de mucho peso contra la equidad de dicha sentencia era que Whi- telock habia empleado toda su vida en servicio de su país, pues contaba treinta años de servicios honrosos, de los cuales habia empleado diez en las Indias occi- dentales mandando como jefe. En vano espuso su defensor estas consideraciones, añadiendo que aquella espedicion no solamente habia costado la vida á muchísimos de los valientes que la com- ponían , sino también la ruina de las ventajas impor- tantes que le habían quedado á la Inglaterra de la pre- cedente, tales como estension de comercio, salida y despacho seguro de los productos de la industria, des- cubriendo nuevas fuentes de riqueza nacional por la in- troducción del lujo y de la civilización en puntos los mas lejanos del globo. Este era el verdadero dolor del gobierno ingles, que calculaba ya con datos lisonjeros de poder suplantar allí, sino el ascendiente natural é inmediato de España, á lo menos su influjo en las costumbres y tendencias de los habitantes. A este dolor fué sacrificado el honrado White- lock, noobstante su larga y lucida carrera militar; ejem- plo frecuente de la frajilidad de honores humanos los mas lejítimamcnte adquiridos, especialmente por las armas, "^■E* Ü70 HISTORIA DE CHILE. en cuyo noble ejercicio un momento de mala suerte ó desgracia borra, muchas veces, largos años de méritos y servicios. Al paso que Inglaterra exalaba su resentimiento contra su jeneral en Buenos- Aires, España recompensaba á los suyos , no solo á los militares sino también á los políticos y civiles. Ruiz Huidobro ascendió á jefe de escuadra; Concha, á capitán de navio, y, luego, á gobernador de Gordo va (1). Bien que concluya aquí este interesante episodio , de- bemos una memoria al brigadier Liniers, uno de sus principales héroes, sino tal vez el principal. Esta me- moria es que en la usurpación de Napoleón del trono de España , se mantuvo fiel á su patria adoptiva , que con tanto zelo y éxito habia servido, y que, por no ser causa de conflicto sangriento entre los habitantes de Buenos- Aires , en donde tenia un poderoso partido contra su ene- migo personal don Francisco Xavier Elio, convocó un consejo en el fuerte real, compuesto del obispo, de la audiencia, del cabildo del año anterior y del presente, del teniente jeneral don Pascual Huidobro, del brigadier don Joaquin Molina y otros personajes, á cuyo consejo ofreció la dimisión de su mando , dimisión que , á la ver- dad , le aconsejaron los cuerpos de los patricios para calmar la irritación de los espíritus ; y, en consecuencia, la dio, y, saliendo á la plaza mayor, fué recibido en ella con aclamaciones de todas las armas del ejército. Este resultado anuló la proyectada espedicion inglesa contra Chile , y dio fin á las alarmas de los defensores del (1) Otra espedicion inglesa, al mando del caballero Arturo Wellesley, acom- pañado del jeneral Miranda, se aprestaba ya en Cork ( Irlanda ) ; pero quedó sin efecto por los acontecimientos que hubo en España , y ¡>or la paz de esleí potencia, á consecuencia de ellos , con Inglaterra. CAPÍTULO XXXVIII, lili país. Es verdad que estas alarmas habían sido muchas veces falsas, ó finjidas, para poner á prueba el zelo de las tropas de milicias , las cuales se mostraron siempre prontas y en buen orden , de noche como de dia , así la infantería como la caballería , en los puntos diferentes que les estaban señalados , rivalizando en prontitud y denuedo con los soldados mas aguerridos. Desde aquel instante, se decretó en Chile una fiesta anual para cele- brar aquel aniversario, y las personas pudientes, parti- cularmente las señoras, hicieron jenerosos donativos para las clases indijentes, viudas, huérfanos y ancianos impotentes. Fuera de esto, no hubo nada mas de nuevo en el reino que el traspaso de la jurisdicción eclesiástica de Cuyo, al oriente de la Cordillera, del obispado de Santiago, al cual había pertenecido hasta entonces, al de la ciudad de Cordova del Tucuman. El gobernador don Luis Muñoz de Guzman murió de repente en aquel entonces, y fué enterrado en la cate- dral. Su gobierno habia sido benéfico para el reino en jeneral , y para Santiago en particular, bien que hubiese tenido disensiones con algunas personas del cabildo y del consulado , disensiones que no arguyen nada contra el carácter de unos ni de otros , siendo las mas veces asunto de mal entendidos ó de la responsabilidad administrativa de cada uno. En aquel mismo momento, se operaba una peripecia funesta en los destinos de la madre patria, y surjia para sus posesiones americanas un principio de nueva exis- tencia política y una era de grandes vicisitudes , de las cuales los Chilenos solos salieron triunfantes por medio de convulsiones anárquicas, que ellos solos supieron ó ii m HISTORIA DÉ CHILE. pudieron sojuzgar, creando en medio del caos de una espantosa guerra civil una nación libre, independiente, respetable y respetada de todas las demás potencias del mundo. Esta peripecia fué la revolución de Aranjuez (marzo 1808), á consecuencia de la cual la ambición del conquistador que dominaba la Europa se descubrió á las claras. De este grande acontecimiento nació la alianza de la Inglaterra, cesando, por el hecho, la guerra que se hacían esta potencia y España. Esta cesación fué santifi- cada , por decirlo así , en un tratado de paz y de alianza entre las dos naciones y sus gobiernos , tratado firmado en Londres, el lli de enero 1809, entre S. M. B. y S. M. C. Fernando VII, en quien su augusto padre Carlos IV habia abdicado el trono de las Españas, en la revolución de Aranjuez arriba citada. Por aquel tratado, la Inglaterra se obligó á ayudar á la nación española con todo su poder á rechazar la tiranía y la usurpación de la Francia , y á no reconocer otro rey de España é Indias que Fernando VII y sus herederos , ú otro sucesor que el pueblo español mismo reconociese. Por su parte, S. M. C. se obligó á no ceder, en ningún caso ni por motivo alguno, á la Francia la menor por- ción de territorio en los dos mundos ; á hacer causa común con la Inglaterra contra Napoleón , y á no firmar tratado alguno de paz sino con el mutuo consentimiento de su aliada. Lord Wellesley, revestido del carácter de embajador acerca del gobierno español, le representó que seria de sumo interés el adoptar un nuevo sistema , y publicar una amnistía por delitos pasados, y una cédula de repre- sión de abusos y diminución de contribuciones en España CAPITULO XXXIX Resumen histórico. — Causas materiales y morales de la lentitud de la con- quista.— Cooperación poderosa de los ayuntamientos. — Cooperación del senado chileno. — Cooperación de los obispos. — Reflexiones morales, reli- jiosas y políticas. — Consecuencias de la conquista en favor de la humanidad y de la civilización. ( 1808.) Bien que al digno gobernador Muñoz de Guzman haya sucedido otro ( don Francisco Antonio Carrasco ) , que en el orden cronolójico podia ser considerado como el último de la lista de los gobernadores monárquicos mas bien que como el primero de la nueva era que se abrió bajo su gobierno para la nación chilena , en el hecho dicha era comenzó por él y es inseparable de la época en que mandó , y aun de su conducta en el mando , pol- lo cual le dejamos para la continuación de la historia de Chile, dando fin á la que abraza la conquista, coloni- zación y organización política , civil y administrativa , bajo los reyes de España , con la muerte del virtuoso Guzman , tan justamente sentido y llorado por los sen- sibles y agradecidos Chilenos. Esta abraza , como los lectores han visto , un espacio portentoso de tiempo de doscientos sesenta y cuatro años , desde que el primer conquistador Pedro de Valdivia habia echado , en el vasto y remoto territo- rio de Chile , los cimientos de la dominación espa- ñola , hasta el momento en que esta dominación , ya usada, inútil y aun comprometedora para la naciona- lidad chilena , cedió su lugar, como si la providencia lo CAPULLO XXXIX. 475 hubiese dispuesto así , á la soberanía nacional , sola se- ñora , desde aquel instante , de su suerte. Durante dicho dilatado período de tiempo , se han visto en aquel tealro de guerra y de sangre, de virtudes esclarecidas y de vicios horrorosos , se han visto , decía- mos, grandes hombres, heroicas, increíbles acciones, y otras que contristan á la humanidad. Se han visto, por una parte, guerreros ilustres de la Europa, sus vence- dores tantas veces , así como lo habían sido en otras partes , mandando á los primeros soldados del mundo , y disponiendo de terribles instrumentos de destrucción y de muerte, sucederse sin progresar en la conquista, y, algunas veces , obligados á retroceder. Por otra , hom- bres puramente de la naturaleza , pero héroes creados por ella ; sin civilización , pero dotados de profunda inteli- jencia , de invencible enerjía y de los mas acendrados sentimientos de independencia y de patriotismo ; sin mas armas defensivas que sus pechos , y obligados á arros- trar los fuegos enemigos para luchar y combatir al arma blanca, se han visto, volvemos á decir, á los bizarros Araucanos no solo hacer frente, no solo resistir á sus, hasta entonces , invencibles agresores , sino también vencerlos , derrotarlos y hacerles desesperar, mas de una vez, del éxito de su empresa queriendo conquis- tarlos. En efecto, no los han conquistado, y todo lo que han podido conseguir, al cabo de tan largos años de com- bates, trabajos y vicisitudes, ha sido que se quedasen sus vecinos, ocupando una vasta estension de país de que, en sustancia, no tenían una necesidad absoluta los naturales, puesto que la porción que les quedaba era la mas fértil v la mas amena. m HISTORIA DE CHILE. Era cierto, sin embargo , que los vencedores, pues vencedores fueron , al fin , los guerreros célebres de Flandes, no tenían en Chile los elementos necesarios de guerra y de esterminio para suplir á la falta de suficiente fuerza numérica. La credulidad la mas esperimentada duda, algunas veces é involuntariamente, de hechos verdaderamente increíbles; porque si es cierto que la pólvora y las balas multiplican al infinito la potencia de los combatientes , también lo es que , corriendo á ellas con arrojo , en lugar de aguardar sus efectos fulmi- nantes , se les quita el tiempo de matar, y al enemigo la serenidad que se requiere para tirar con acierto , y esta era la táctica de los intrépidos Araucanos , táctica no estudiada ni aprendida, sino sujerida por su bizarría natural y por sus inclinaciones belicosas. Con esta táctica , no solo pudieron contrarrestar á sus terribles adversarios en muchos encuentros y ba- tallas, sino que también, mas de una vez, les hicieron temer, como ya se ha dicho , que al fin recobrarían su entera libertad é independencia. La nomenclatura de los jenerales ó toquis Araucanos que entre las naciones mas militares hubiesen sido hombres de guerra de los mas ilustres causa asombro, con la particularidad de que cada sucesor dejaba atrás y como olvidadas las acciones heroicas de su predecesor. Vemos, en primer lugar, á Aillavilu en frente del gobernador Valdivia presentarle la batalla á las orillas del Andalien , recibir, sin pavor, las descargas de las armas españolas, y luego arrojarse como un rayo, de frente y de flanco sobre sus enemigos, con tal ímpetu que estos titubean , empiezan á desordenarse ; su je- íieral cae á tierra porque su caballo es muerto , y con- CAPÍTULO XXXIX. 477 fiesa , después de la batalla , no haberse visto nunca en tanto peligro , bien que se hubiese hallado en mu- chas , en Europa y en América , como en aquella ; y si , llevado de un temerario ardor, Aillavilu no hubiese caído mortalmente herido , sin duda alguna la jornada era suya. A Aillavilu sucede el jigante Lincoyan , rara es- cepcion entre los suyos, pues, á pesar de sus fuerzas hercúleas y su aspecto determinado , era irresoluto , y poco propio para el mando , y pudo Valdivia fundar y edificar sus primeras villas y establecimientos con menos oposición. Pero anduvo muy acelerado en ello y no sabia la suerte que la fortuna les preparaba. Un ulmén anciano de Arauco, el sabio Colocólo , indignado de la conducta de Lincoyan , hace que le quiten el mando y le nombre un sucesor, que fué Caupolican, ulmén de Pilmayquen , gran guerrero y, por lo mismo, modesto. Sinembargo", Caupolican acepta, nombra por su vice toqui á Mari- antu ; admite los servicios del feroz Tucapel y no des- deña los del depuesto Lincoyan , que , dirijido , podia serle muy útil. Se organiza , y, no menos político que guerrero , urde un ardid contra la plaza de Arauco. El ardid surte mal. No importa, Caupolican se empeña en ello, y fuerza á los Españoles á dejar la plaza y á reti- rarse á la de Puren. De Arauco vuela Caupolican á Tu- capel , y fuerza á su comandante Erizar y á su guarni- ción á hacer lo mismo , y á retirarse también á la misma plaza de Puren. Destruida la precedente , el vencedor Caupolican espera allí mismo que los Españoles vayan á castigarle. Ya iban en efecto, ya Valdivia habia mar- chado de la Concepción con aquel designio, mas con de- m —~m í /|78 HTSTOÍUA DE CHILE. masiadas pocas fuerzas. Llega , avista al ejército de Caupolican , pero antes encuentra los cuerpos de sus soldados de descubierta degollados y colgados á los ár- boles de alrededor. Ya se arrepiente Valdivia , ya co- noce que tiene pocas fuerzas. Noobstante , presenta la batalla , recibe y resiste al choque furioso de los ene- migos, los rechaza, una, dos, tres veces. Ya desmayan estos, por mas que hacen Caupolican, y el anciano sa- bio Colocólo, allí presente, para rehacerlos , cuando, de repente, sucede un caso peregrino , inaudito , que cam- bia la suerte de las armas y causa la ruina de las Espa- ñolas y la muerte horrorosa de Valdivia. Este caso fué que un niño de diez y seis años , Arau- cano bautizado , y servidor del mismo jeneral español , viendo á los suyos prontos á desbandarse , después de inútiles aunque prodijiosos actos de valor, deja al par- tido vencedor por el vencido, corre a ellos, los detiene, los anima , empuña una lanza , se pone á su frente y los lleva de nuevo á la carga contra los Españoles, bas- tante desordenados ya con la misma victoria ; y los ataca con tal impetuosidad que los desordena entera- mente, mata , y ahuyenta. Valdivia quedó solo, ya sabe- mos su suerte , á pesar de la sensibilidad de Caupolican que queria salvarle la vida. En este episodio, ya los lectores han podido reconocer al jovencito Lautaro, que á la intrepidez de su edad y de la inesperiencia, reunia la sagacidad y la madurez de un jeneral consumado. Caupolican y Lautaro fuerzan á los Españoles á aban- donar las plazas de Puren , Angol y Villarica, y el pri- mero pone sitio á la Imperial y á Valdivia. En cuanto á Lautaro, este deshace el ejército español en Mariguenu y CAPITULO XXXI X. 479 destruye la Concepción, una y dos veces, y continua el curso de sus hazañas hasta que muere. El mismo célebre Caupolican , habiendo caído en ma- nos de Reynoso , muere de muerte horrorosa. A Caupolican I, sucede Caupolican II, su hijo , el cual bate repetidas veces en Talcaguano al mismo Reynoso , matador de su padre. Sigue á Caupolican II , el toqui Antiguenu , feliz muchas veces contra el gobernador Francisco Villagran ; destructor de Cañete, y sitiador de Arauco y de la Con- cepción. A Antiguenu, sucede Paillataru, y á este, Payne- nancu. A la prisión y muerte de este último , nombran los Butalmapus por toqui á Cayancura, que opera con su hijo Nangoniel , y hace pagar muy caras á los Españoles sus victorias , por sí mismo y por medio de sus valientes subalternos Lonconobal , Antulevu y Tarochina. Cayan- cura funda sus sucesos en la guerra de movimientos rá- pidos y multiplicados, y, mientras se dispone á sitiar en persona á la plaza de Arauco , envia á sus tenientes á hacer poderosas diversiones por diferentes puntos : Gue- potan, á Villarica; Cadeguala, á Angol; Melillanca y Catipillan contra la Imperial , y Torichina , á las már- jenes del Biobio. Retirado Cayancura, y muerto su hijo Nanconiel, en camino para ir á atacar el fuerte de la Trinidad , después de haber espulsado á los Españoles de la de Arauco , el arriba nombrado Cadeguala fué ascendido al supremo mando de toqui , en virtud del gran renombre que habia adquirido en su ejército por su valor y sabiduría. Cade- guala, mientras el caballero Tomas Candish inquieta hSO HISTORIA DE CHILE. con tres navios de guerra , expedidos de Plimouth , las costas de Chile , ataca la plaza de Angol , entra en ella por astucia y comete estragos y muertes. Obligado á retirarse de allí por los esfuerzos de socorros espa- ñoles, llegados oportunamente, sin desmayar, Cade- guala va sitiar á la de Puren , con sus valerosos tenientes Guanalcoa, Caniotaru, Relmuantu y Curilemu , y oyendo que el gobernador, marques de Villa Hermosa , va á so- correrla, le sale al encuentro, se le opone y lo rechaza. Vuelve luego al asedio de la plaza , y, para simplificar la lucha, propone á su comandante , García Ramón , el de- cidirla en combate singular. Acepta el comandante español, sale al encuentro de su enemigo, y en la pri- mera embestida le traspasa el cuerpo con su lanza. Muerto así Cadeguala, empuña la hacha de toqui Guanoalca , el cual se apodera de los fuertes de Puren , Trinidad y Espíritu Santo , mientras que , durante su mando , una heroína araucana , llamada Janequea , viuda del valiente Guepotan, venga en varios encuentros, en que bate á los Españoles , la muerte de su marido. A la muerte del toqui Guanoalca, fallecido de vejez, ascendió al mando Quintunguenu, joven bizarro y em- prendedor, que tomó de asalto el fuerte de Mariguenu , y, campado en lo alto de la montaña, en donde le atacaron los Españoles, los rechazó constantemente, hasta que cayó muerto de tres heridas, profiriendo el grito eléc- trico : j muero libre ! Desesperados sus soldados, la mayor parte se dejaron despedazar; otros huyeron. En lugar de Quintuguenu , fué electo loquí Paillaeco , el cual se hizo matar antes que rendirse en el primer encuentro con los Españoles. Pero, hasta aquí, todos los valientes capitanes referidos CAPÍTULO XXXIX, 481 habían obrado como ensayándose dejando á sus suce- sores el provecho de su esperiencia en el arte de resistir y aun vencer á sus acometedores. Así sucedió que si estos, al cabo y noobstante muchos contratiempos y derrotas ,' obtuvieron algunos resultados, no por eso dejaron de esperimentar, en seguida, desastres lastimosos, los mayores que las armas españolas hubiesen tenido hasta entonces. En efecto, llega don Martin de Loyola y se halla al frente del toqui Paillamachu , sucesor de Paillaeco. Paillamachu era ya entrado en edad, pero los años no le habían disminuido su virilidad. Era tan activo como un joven , prudente y sabio como viejo. Bien que lo fuese ya bastante, la fortuna, siempre desdeñosa por las ca- nas, no le rehusó sus favores. Viéndose revestido del supremo mando, Paillamachu nombró por sus vicetoquí á Pelantaru y á Millacalquin , contra el uso , que no con- cedía á los jenerales araucanos mas que un teniente jeneral. Enfin , Paillamachu mata el gobernador Loyola, y destruye todos los establecimientos españoles en el es- tado de Arauco. Resiste al gobernador Quiñones, sucesor de Loyola. Va á Valdivia , sorprende la plaza una noche, quema , mata, persigue á los que huyen , y se vuelve con una presa de cerca de dos millones de pesos y muchos prisioneros á unir con su vicetoquí Millacalquin. Tal fué el éxito de Paillamachu, que, al fin, murió mas cansado de vencer que de años. A Paillamachu sucede Huenecura, que tanto mal causó á la plaza de Boroa. A Huenecura, Aillavilu 11, uno de los mas terribles caudillos de los Araucanos. A la muerte de Aillavilu II , fué nombrado de toqui el IV. Historia. rjt í i ! /j82 HISTORIA DE CHILE. sesudo y, noobstante, formidable Ancanamun. ¿Qué epi- sodio se ha leido nunca mas peregrino, mas raro, que el de este Ancanamun y sus mujeres fugadas? ¿Dónde se ven , en dónde se leen rasgos mas portentosos de magna- nimidad , de una parte , de sentimientos caballerescos , de otra, y, por fin , de arrojo relijioso como el que tuvie- ron los mártires jesuitas de Puren? Loncothegua , sucesor de Ancanamun , como este , no cesó nunca de infestar las colonias españolas , hasta su muerte. A Loncothegua sucede Lientur, apellidado el Duende por los Españoles, que, por mas guardas y centinelas que ponian á la orilla del Biobio , no podian impedirle de atravesarlo yendo y viniendo , por sí mismo ó por medio de su vicetoquí Levipillan , volviéndose siempre con presas considerables , particularmente de caballos, y atrevién- dose á entrar en Chillan , á cuyo correjidor derrotó dando muerte á sus dos hijos y á algunos miembros del ayun- tamiento de aquella ciudad. En una palabra , Lientur, como sin duda los lectores no lo han olvidado , era el jefe araucano terrible que mandaba el paso de las Congre- jeras, y se calificaba á sí mismo de hijo primojénito de la fortuna. Siempre ó casi siempre á la cabeza de las mas temerarias espediciones , al fin renunció al mando, hallándose ya muy viejo y cansado , en favor de Putapi- chion , joven de tanto valor como de sagaz prudencia. Putapichion era tanto mas temible, cuanto, como en su lugar queda dicho , había pasado los años de su pri- mera juventud entre los Españoles , y conocia su táctica y procedimientos. Así dio tanto que hacer al maestre de campo , al sarjento mayor y hasta al mismo capitán jeneral Laso de la Yega , cuya capa de grana cojió en una sor- CAPÍTULO XXXI X. /|83 presa que le hizo, hasta que cayó muerto en la batalla de la Albarrada, que tenia ya casi ganada. Los lectores no han olvidado los toquis que se suce- dieron desde la muerte de Putapichion , bien que , con las tradiciones de sus heroicos predecesores, conservasen solo la temeridad y no la sagacidad estratégica : Queu- puentu, Loncomilla, Guranteo, Curimilla, Lincopichion, Clentaru, Vilumilla y Curiñancu. Por otro lado, dichas tradiciones habían perdido una gran parte de su influjo, ya sea que los naturales se habituasen poco á poco á vivir cerca de los Españoles , ó ya que la perseverancia de estos hubiese suavizado algún tanto el resentimiento , bastante natural , que los Araucanos tenían contra ellos. A las causas materiales de la prolongación de la lucha, causas que esencialmente yacían en la animosidad de los naturales contra los conquistadores , y en la penuria de estos de hombres y de material de guerra, se juntaban otras causas morales , cuales eran : En primer lugar, la corta duración de los gobiernos , en los cuales los gobernadores tenían apenas el tiempo necesario, cuando se les dejaba, pues no todos lo tuvie- ron , para conocer el terreno y penetrarse de la natura- leza de aquella guerra. En segundo , la lejanía de su residencia del teatro de operaciones, lejanía que paralizaba á menudo los mo- vimientos y resoluciones que pedían mas prontitud en la eje ucion. En tercero, la dificultad , la imposibilidad, muchas veces , de parte de los jefes subalternos , de ceñirse es- trictamente á instrucciones que, dadas lejos de vista y con ignorancia de circunstancias imprevistas , no podían menos de dar lugar á interpretaciones, ó , por lo menos, IM HISTORIA DE CHILE. á modificaciones que pedían imperiosamente las circun- stancias que no habían sido previstas , ni podían serlo. A esta imposibilidad se juntaba , algunas veces , mala voluntad, debida á intereses personales ó pasiones; el deseo insaciable de encomiendas ; el trato que daban los encomenderos á los Indios de encomienda, noobstante las recomendaciones, las órdenes superiores y aun las reales órdenes sobre aquella delicada materia ; y, enfin , el odio y resentimiento que dicho trato inspiraba á los Indios libres contra los Españoles, odio y resentimiento que les sujeria la resolución de mantenerse perpetua- mente en guerra , por calamidades que les acarrease , antes que consentir en semejante servidumbre. Descendiendo de los encomenderos á otros empleados militares subalternos, que, por su ministerio, se hallaban en contacto mas inmediato , en tratos y contratos con los naturales , las quejas de estos contra ellos eran in- cesantes, porque no cesaban de ser, ó, á lo menos, de creerse víctimas de sus miras y ardides interesados. Por mas que los gobernadores hacían é hicieron , nunca les fué posible cortar de raíz aquellos perniciosos abusos que alimentaban el odio de los Araucanos contra los con- quistadores. Tras de estas resistencias á órdenes superiores , se hallaban las rivalidades que nacen de la ambición y de la envidia , y Dios sabe qué obstáculos invencibles estas rivalidades oponían á las buenas intenciones, y aun tam- bién á sabias providencias de los capitanes jenerales. En cuanto al ejército español , independientemente de su debilidad numérica ; independientemente déla escasez y del mal estado de material de guerra ; independiente- mente la imperfección forzosa de las fortificaciones, que ; CAPÍTULO XXXIX. ass un puñado de hombres tenían que defender contra miles de enemigos intrépidos, y astutos, fortificaciones que se reducían á un trazado de recinto con zanjas, que no merecían el nombre de fosos, bordadas con estacadas; independientemente , decíamos , de todas estas causas materiales que hacían los prodijiosos y heroicos esfuer- zos de las tropas españolas ineficaces , habia otras mo- rales que no les perjudicaban menos , si tal vez no les perjudicaban aun mas. La primera de estas causas mo- rales era la necesidad, siempre y en todas partes, fu- nesta para la disciplina , de fraccionar los cuerpos , diseminándolos en pequeños destacamentos para poder cubrir puntos lejanos. En el instante en que soldados, aunque sean los mejor disciplinados y mas subordina- dos , se ven lejos del jefe superior y de los hábitos dis- ciplinarios ; lejos de la regularidad del servicio , y de la emulación , que nunca obra eficazmente sino es en cuerpo, la disciplina de estos soldados no tarda en re- lajarse , y muy pronto se hallan desmoralizados. En- tonces, ya no hay para ellos ni patriotismo, ni honor militar, ni temor de penas , ni esperanza* de recom- pensas, y, tal vez, los oficiales subalternos mismos. que se hallan á la cabeza de pequeñas partidas asi' de- siminadas , contribuyen , involuntariamente sin duda , á este fatal resultado que tienen siempre las partidas sueltas, separadas por mucho tiempo de sus cuerpos. Otra causa, no menos cruel , de desmoralización en el ejército español de Chile ha sido la muchas veces. aciaga inexactitud del situado. Cosa sabida es que seria temeridad contar siempre con soldados ardorosos si no están bien y exactamente pagado , y ya hemos visto que los de Chile no siempre gozaron de esta ventaja , y que,.. *H "~*W km HISTORIA DE CHILE. lejos de eso, hubo épocas tristes en que se desbandaron, tomando por sí y ante sí la licencia absoluta ■ y entre- gándose á otro ejercicio cualesquiera para vivir ; y gra- cias y alabanzas se les podian dar cuando de defensores del estado y de la seguridad de los habitantes, no se con- vertían en ladrones. Si la historia de lo que los Españoles hicieron en Chile arredra la credulidad la mas benévola, aun cuando no se entra en ninguna de las precedentes con- sideraciones, si estas vienen á las mientes, es casi im- posible el no dudar algunas veces de los hechos los mas auténticos. Cuarenta , ochenta , cien hombres , á todo mas (y ya este número se solia llamar una fuerza res- petable) haciendo frente, resistiendo y aun venciendo á mil , dos mil , tres mil enemigos arrojados que se bur- laban de las armas de fuego las mas útiles , y mucho mas fácilmente de las malas que tenían las plazas espa- ñolas de la frontera , á primera vista repugna , y aun , cuando no puede dudarse de la autenticidad de la verdad, se para la imajin ación, y el espíritu se sorprende dudando involuntariamente. Es cierto , sinembargo , que el ejército español no es- taba, ni combatía solo , y que sus hermanos , los bizarros milicianos chilenos , le acompañaban en los dias de pe- ligro y de gloria. Es cierto también que el incomparable ayuntamiento de Santiago ponia el mismo esmero en su- ministrar á la tropa cuanto esta necesitaba y no tenia , que hubiera puesto en acudir á las mas imperiosas nece- sidades de sus inmediatos administrados de Santiago ; y es de notar que aquel jeneroso cabildo , haciendo á me- nudo adelantos á la autoridad militar, adelantos consi- derables de diferentes especies, y aun en dinero ; miles CAPÍTULO XXXI X. 487 de caballos, miles de cabezas de ganado, dichos ade- lantos dejeneraban en dones, en dones voluntarios, pues no siempre se vieron los capitanes jenerales en la im- posibilidad de devolver al ilustre cabildo lo que le de- bían , y muchas veces tuvieron que manifestarle alta- mente su reconocimiento. Ciertamente , los esfuerzos militares fueron heroicos , increíbles ; pero sin el con- curso del Ayuntamiento y de la ciudad de Santiago, no menos ciertamente habrían sido vanos, y malogrados ; y si aquellos esfuerzos, como decíamos poco ha, arre- dran la credulidad , los que hacían las autoridades de la capital confunden la imajinacion , al pensar en el cúmulo de calamidades con que continuamente el cielo y la tierra aflijian á aquellos desgraciados habitantes. Los rejidores perpetuos, procurador de la ciudad, al- calde provincial y cónsules no han sido menos heroicos que si hubiesen servido al país arrostrando las lanzas y las macanas enemigas. La real audiencia de Santiago , la cual no solo era el primer tribunal del reino en donde se juzgaban y sentenciaban todas las causas civiles y criminales, en sus dos salas, una de lo civil y otra del crimen , sino también un senado ó cuerpo político , en contacto in- mediato con las intenciones y la voluntad del soberano, cooperó altamente por su parte, y en diversas maneras, al éxito. Este tribunal , que se componía, como los lec- tores saben , de rejente y oidores, un fiscal y un pro- tector de los Indios , y cuyas sentencias eran sin apela- ción , sino en ciertos casos contenciosos, en los cuales las partes podían apelar al consejo supremo de Indias, era depositario, por decirlo así , de la voluntad del rey, vijilaba el debido cumplimiento de sus reales cédulas, y el !•!» -*""•» 488 HISTORIA DE CHILE. abuso posible de poder de los gobernadores ; protejia , en armonía con el cabildo, los derechos y la seguridad de los ciudadanos , los del ejército mismo, y hasta los de los mismos Indios, y de su seno salieron dignos gober- nadores interinos del reino, dignos, no solo en el ma- nejo de asuntos políticos, sino también en la dirección de operaciones militares, como lo probaron , muy noble y felizmente, Merlo de la Fuente, Xara Quemada y otros. Los demás tribunales supremos , que eran : el de Hacienda, el de la Cruzada, el de tierras vacantes y el consulado ó tribunal de comercio , todos y cada uno en particular, cooperaron en la parte que les cupo al bien común. El gobierno eclesiástico no podia menos de ejercer un influjo de los mas eficaces. Las virtudes cristianas de los reverendos obispos de Santiago y de la Concepción ; su espíritu de caridad y de abnegación , su desprendi- miento de los goces y bienes de la tierra y su santo zelo por la propagación de la fe , eran la piedra fundamental de aquel grande edificio. En todas las conquistas , y en todas las partes del mundo , las armas han tenido que servirse de la relijion para hacer fructificar la sangre der- ramada ; porque si las armas vencen las resistencias ma- teriales, la relijion cristiana sola somete los espíritus iluminándolos, convenciéndolos y amansandolaferocidad de los bárbaros cuya conversión y civilización se inten- taba. La propagación de la fe , dejando á parte por ahora otros motivos políticos, de que luego se tratará, siendo el principal mobil del católico monarca de las Españas , claro estaba que los obispos de Santiago, con el compe- tente número de canónigos que habia en sus iglesias, no CAPÍTULO XXXIX 489 podían bastar para alcanzar tan alto fin , y tanto menos cuanto eran pobres, pues no tenían mas rentas que los diezmos , los cuales ya se comprende no podían ser muy opimos en aquellos tiempos , ni , por consiguiente , su- ficientes para esparcer los beneficios de la relijion. La lejanía, por otra parte, de las feligresías, sobretodo de las del obispado de la Concepción , cuya jurisdicción se estendia hasta Valdivia y Ghiloe , no permitía que los obispos las visitasen con bastante frecuencia para que sus doctrinas fructificasen entre aquellos paganos , que . siempre en estado de guerra, tenían las comunicaciones interceptadas. Mas como si este grave inconveniente hubiese sido previsto , ó mas bien porque las armas , como decíamos , invocan siempre el apoyo de la relijion y la protección del cielo , ya el primer conquistador Pedro de Valdivia habia llevado en su compañía á los relijiosos de la Mer- ced, y pidió, algunos años después, hacia 1553, los franciscanos y los dominicos. Los agustinos fueron en 1595, y los lectores recordarán que los hospitalarios de San Juan de Dios , los pidió el capitán jeneral don Alonso de Rivera por el año 1615. Todas estas órdenes tenian muchos conventos, de los cuales cada uno en su circunscripción mantenía la fe en los creyentes y la comunicaba á los infieles. Pero era aun muy poco , y no bastaba para la inmensa estension de territorio que reclamaba su ministerio , y tamaña misión necesitaba de apóstoles especiales como lo eran los jesuí- tas, los cuales llegaron allí, en 1593, con el infeliz don Martin de Loyola , sobrino de su fundador. Sin entrar en disertaciones tocante á estos regulares , al espíritu de su orden , y á su carácter de relijiosos y de ?m L.UW 490 HISTORIA DE CHILE. hombres , con el solo relato de sus hechos , hechos autén- ticos, justificados, incontestables, la historia ha puesto de manifiesto el fruto de sus misiones, y muy ciertamente se puede asegurar que sin estas misiones, nunca, tal vez , se hubiera visto la conquista de los Araucanos ase- gurada, como lo estaba ya cuando la política de un ministro español espulsó á aquellos misioneros de todos los dominios del monarca. Esta cuestión , habiendo sido, como lo fué , por decirlo así , europea , no puede tocarle á la historia el discutirla de otro modo que esponiendo su conducta , sus actos y sus consecuencias. En cuanto á su conducta, los mas implacables detrac- tores de los jesuítas les han hecho la justicia de confesar que era no solo irreprensible sino también ejemplar. Ya se entiende que aquí se trata de su conducta de hombres, no de la política, pues esta ha sido, y ha quedado hasta ahora, un misterio impenetrable, conocido solo en los secretos de los gobiernos que han parecido tener quejas graves contra ellos, sin que tribunal alguno haya podido juzgar ni sentenciar este proceso. Fuera de aquí , no se han oido , ni leído mas que divagaciones mas ó menos especiosas , y no ha mucho tiempo que , sobre este parti- cular, ha salido á luz una historia (1) llena de errores, por lo menos , sino de falsedades. Tocante á sus actos de caridad cristiana , actos de desinterés , de abnegación y de sufrimiento por el bien de la humanidad , estos han sido y permanecen modelos inimitables , y sus consecuencias rasgos de la historia que llenan de admiración y penetran el alma de un santo reconocimiento. Tales son los sentimientos que esperimentan hacia los ti) Quine! ct Michclct. CAPÍTULO XXXIX. 491 jesuítas Jos lectores sensatos y de conciencia, que, no habiendo sido hombres de estado contemporáneos de ellos , no pueden juzgarlos, ni se atreven á ello mas que por estos tres datos , que jeneralmente sirven de regla para juzgar á todos los hombres , como individuos , y en cuerpo ó corporación. Sinembargo , contrayéndonos al influjo que tuvieron en la conquista de los Araucanos, la animosidad de sus enemigos hasido tal que hasta han negado los hechos mas notorios. ¿Y porqué? ¿Qué mal habían hecho aquellos ínclitos misioneros á los que tanto mal decían de ellos, en caso que no les hubiesen hecho mucho bien ? Difícil es el comprenderlo. Pero sí. El mal que les hacían era el creer, decir y probar perpetuamente que la prolongación de la guerra era debida al método de hacerla , y á los abusos de la fuerza por satisfacer in- tereses sórdidos y ante-cristianos, y estas dos aserciones las probaban practicando un método contrario por el cual obtenían resultados opuestos. No cabe , en efecto , en el raciocinio mas exaltado el concebir que hombres que arriesgan continuamente sus vidas, internándose indefensos, por medio de tierras remotas y de hordas de bárbaros, y esponiéndose, por lo menos , á fatigas y privaciones insoportables , se sacri- fiquen así por un ínteres cuya teoría nadie hasta ahora ha sabido esplicar, pues ni tiene definición , y los lectores de la historia de Chile no han olvidado las cosas asom- brosas que en este punto han hecho aquellos jesuítas, llamados padres por los naturales, que los consideraban , los deseaban , los llamaban y los trataban como tales. ¿ Y qué bienes, qué riquezas materiales les llevaban los jesuítas? — Por sí mismos y en su propio nombre , nin- gunos. Al contrario , mas de una vez se han visto tan I|92 HISTORIA DE CHILE. abandonados entre aquellos bárbaros, que lian tenido que vivir de sus limosnas , y aun que vestirse de su traje. Y, con todo eso, lo que la fuerza y las mas terribles amenazas no podían conseguir de ellos , una sola palabra de un jesuíta lo conseguía. ¿ Cuántos Españoles , en va- rias ocasiones , mientras corría la flecha de guerra por la tierra , no han debido su vida y su salvación á la interce- sión y á la protección de los padres ? ¿Y qué sucedió, después que aquellos regulares fueron espulsados? — Que ya no fué posible obtener que los naturales quisiesen ni recibiesen otros padres. La severidad de la historia en tal materia debe ser in- flexible. Que hombres de estado, como queda dicho, iniciados en los secretos de los gabinetes , juzgasen en sus conciencias á hombres sospechosos, no como hom- bres llenando obligaciones de tales según su instituto , sino como instrumentos de una política incómoda y, tal vez , justa ó injustamente reputada alarmante , se com- prende ; pero la razón se opone á que hombres que, lejos de estar iniciados en dichos secretos, no tienen especie alguna de misión ni aun para erijirse á críticos, pues al contrario no pueden criticar sin acusarse implícitamente de ser movidos por pasión é interés personales , juzguen y sentencien como si sus juicios y sentencias hubiesen de pasar á la posteridad. Lo que los jesuítas han hecho por la conversión y la civilización de los Araucanos pasará, así como cuanto han intentado hacer por su pacificación luchando contra resistencias que no emanaban siempre de los naturales, y las cuales, cuando nacían de ellos, por grandes que fuesen , eran vencidas por aquellos misioneros, que no siempre pudieron surmontar las que surjian de los mismos CAPÍTULO XXXIX. m á quienes servían con tanto zelo y ahinco, centuplando la fuerza material con sus palabras. Siendo la difinicion de la historia : una relación verí- dica y exacta de acontecimientos ya pasados , y una lección de esperiencia de las cosas y de los hombres de la época en que sucedieron , si la historia da márjen á reflexiones morales y filosóficas , tal vez estas reflexiones no la favo- recen siempre, y aun puede suceder que perjudiquen á sus buenos efectos en el ánimo de los lectores , de los cuales, unos, los menos, con entendimiento claro y ejercitado , gustan pensar por sí mismos , y la jeneralidad toma luego hastío á digresiones que la distraen del objeto principal que les interesa, y no le ofrecen agradable pasatiempo. En efecto, la historia, por su naturaleza, es seria , y algunas veces árida , puesto que con hechos interesantes tiene que mezclar otros de poca importancia, y apenas dignos de la curiosidad del lector. Si á su se- riedad natural se añade la de reflexiones morales, aun mas secas y mas serias, en jeneral, hay riesgo de hacer su lectura cansada para lá mayor parte de los lectores que anhelan por llegar á su fin , sobretodo los de nuestra época , que , por diferentes motivos , no quieren tomarse la molestia , ó no tienen tiempo de leer sino es deprisa y corriendo. La cierto es que las reflexiones morales in - terrumpen el hilo de la narración y la hacen desmala- zada, por lo cual el estilo y gusto del dia las desusan, á no ser que las dejen escapar al paso , y mas bien como complemento del período que como una lección ex-ca- thedra. Sinembargo, surjen á menudo de hechos históricos cuestiones morales , filosóficas y políticas de que no se debe prescindir, porque encierran un interés de principio ■i 494 HISTORIA DE CHILE. que, aclarándolos, ayuda á apreciarlos en su verdadero valor y á juzgarlos como lejítimos ó ilejítimos , justos ó injustos. Tal es la interesante cuestión eternamente con- trovertida, y hasta ahora no resuelta, de la moralidad de una conquista, como la de los Araucanos, contraven - donos á ella, pues tenemos este derecho. El movimiento es un elemento de la vida, de la vida individual , de la vida social , de la vida de las na- ciones , y sigue la dirección que le imprime el primer impulso, ya sea dado por la voluntad ó ya por la nece- sidad. En uno y otro caso , una vez el impulso dado y la dirección tomada, el individuo, la sociedad, las naciones caminan á su fin, sin ver ni poder distinguir objeto al- guno mas allá; de suerte que si pueden prever, pesando probabilidades, lo que les sucederá antes de llegar, no reflexionan ni creen necesario el averiguar lo que suce- derá después ; reflexiones que , ademas , serian tan inú- tiles como imposibles. Tal es el sistema que nos parece mas propio á demostrar el bien ó el mal moral , la justicia ó la injusticia que encierran ciertos acontecimientos. Impelido por su sensorio, voga Colon á descubrir un nuevo mundo. Un rey, ó mas bien una reina le deja ir y le suministra los medios posibles para llegar á su fin ; pero ni su fin ni el de Isabel la Católica no era , muy ciertamente, hacer esclavos ni cometer espoliaciones. Colon solo pensaba en descubrir otro continente; la reina Isabel , si pensaba en algo mas , este algo mas se encerraba estrictamente en la propagación del cristia- nismo. Tal fué la dirección del espíritu de Colon , debida al impulso natural , y mas que natural, maravilloso, de su organización. Este principio, así propuesto y adop- tado , pues no nos parece contestable, ya no hay de aquí CAPITULO XXXIX. 495 en adelante masque acontecimientos independientes de la voluntad , y puros corolarios matemáticos , por morales que sean , de haber recibido un impulso en tal ó cual dirección, sin que, por eso, sea nuestro ánimo el justi- ficar crueldades, sino puramente demostrar que estas han sido consecuencias ó corolarios de un primer paso, é independientes de la voluntad de sus autores. En una palabra , creemos firmemente que el cortesísimo Cortes, como lo califica el inmortal Cervantes, postrado á los pies de Montezuma y poniéndole grillos , se mostró tan sabio y político , por lo menos, como cruelmente irónico ; y que Pizarro siguió una imperiosa y atroz condición de su problema haciendo condenar á muerte Atahualpa y degollar á los suyos , por salvarse á sí mismo y á sus Españoles. En la aparentemente justa reprobación de la conducta de estos, no siempre entró la consideración de su ínfima fuerza numérica ; de la pobreza fabulosa de sus medios, una vez conocidos por los Indios por instru- mentos puramente humanos , ni la reflexión de que los naturales no eran tan estraños á la ambición y á la política , pues Atahualpa habia destronado á su hermano Huesear y lo tenia desterrado y aun encarcelado en Cuzco. Las reales cédulas de los monarcas españoles en favor de los Araucanos respiraban , en jeneral , humanidad y caridad cristiana. Si no siempre fueron obedecidas á la letra, por exijencias de la guerra y de la política, fué cosa de fatalidad independiente de la voluntad del rey, como también de la de sus gobernadores, cuyas órdenes inmediatas eran , á menudo, tan mal ejecutadas como las lejanas reales cédulas que tenían que atravesar las mares. Esta verdad se vio palpablemente en muchos 496 HISTORIA DE CHILE. ■ casos, pero especialmente en el célebre intento del P. Luis de Valdivia de pacificación de los Indios mantenién- dose los conquistadores en la defensiva. Los que no vieron la escelencia de aquel medio , fué porque no la comprendieron ó porque no les convenia , según los he- chos de la historia lo demuestran evidentemente. De todos modos , los pretestos que guiaron á la con- quista , verdaderos ó falsos en el ánimo de los conquis- tadores, no eran menos respetables y aun fructuosos en realidad, pues se trataba de la civilización de aquellos bárbaros , que ciertamente no dejaban de entremetarse y comerse vivos antes que llegasen los Europeos, y una vez el problema propuesto , era preciso resolverlo á toda costa. Es de advertir, ademas, que aunque hubiesen sido únicamente ambición y sed de riquezas , estos no eran solamente para ellos sino también para todas las demás naciones ya civilizadas y comerciantes, que en efecto sacaron muchas y grandes utilidades de los esfuerzos heroicos de los Españoles. Si estos , ó cualesquiera otra nación , no hubiesen hecho aquella conquista (y no se comprende fácilmente cómo se habría podido hacer de otro modo con los mismos datos y condiciones) aquellos hermosos países habrían sido dones y presentes del cielo perdidos para la humanidad. En efecto, habia en Chile tal variedad de producciones, que suministraban abundantemente las primeras materias de todos los ramos posibles de manufacturas. Por consi- guiente, aquel hermoso país poseía en sí mismo todos los elementos de grandeza , considerando el número de sus puertos y la grande estension de sus costas , que le prometían un comercio lucrativo con Lima , las Indias orientales y la China. Si los Chilenos no han tenido . capítulo xxxjx. 497 durante un siglo, comunicación directa con la Europa, aquí entran las culpas del gobierno de la madre patria* cuyos puertos no les fueron franqueados hasta el año de 1778, y aun su comercio interior estaba paralizado en Chile mismo por falsas medidas prohibitivas que le llegaban de la metrópoli. Estas medidas , á la verdad , podían ser eludidas por los Chilenos de la provincia de Maule , cerca de las fronteras de la Araucania , que comerciaban clandestinamente con los naturales , á los cuales vendían frenos, navajas, granos y vino, reci- biendo de ellos, en cambio, ganado, caballos, plumas de avestruz y ponchos. Desde que se abrieron los puertos de Chile, en 1778 (dice Ulloa) se han esportado de Santiago y de sus cer- canías, todos los años, ciento y cuarenta mil fanegas de trigo; sobre ocho mil quintales de cordería de cáñamo , y diez y seis á veinte mil quintales de unto de puerco. Durante los ocho meses que hemos permanecido en Valparaíso (dice Frézier) salieron de aquel puerto treinta navios cargados de trigo, y cuyo cargamento se calcu- laba en sesenta mil fanegas, ó tres mil cargas de acé- mila, cantidad suficiente para alimentar sesenta mil hombres por el espacio de un año. Hasta la última revolución , llegaban de Lima á Val- paraíso, regularmente, cuarenta á sesenta trasportes cargados de sal, azúcar, arroz y algodón , en cambio de cuyos jéneros esportaban granos, cáñamo, provisiones y cueros. La cantidad anual esportada de Valparaíso á los puertos del Perú variaba de ciento y veinte mil á dos- cientas mil fanegas ; y de la Concepción , á cuarenta mil. Si tal era la importancia del reino de Chile, ¿cual no debe de ser la de la República chilena? IV. Historia. 39 498 HISTORIA DE CHILE. A la gloria de la conquista mas portentosa de cuantas se leen en historia alguna , gloria á la cual seria inútil buscar un parangón , los Chilenos han añadido la de la perseverancia mas heroica en formar solos una grande y noble nación, solos, luchando contra resistencias internas y contra envidias estrañas ; luchando contra los hombres y contra los elementos , sin haber desmayado nunca, y la civilización , el mundo entero , y el cristianismo les deben gracias y alabanzas, que, á la verdad , la civilización y la relijion mismas, lejos de negárselas, les tributan alta y umversalmente. K M i .9 |"Í ri?. *^ CAPITULO XL, Del gobierno de Chile durante la dominación española.- Catálogo de los gobernadores que se lian sucedido durante el mismo período de tiempo. ( 1808.) Desde el conquistador Pedro de Valdivia, el jefe del estado fué un capitán jeneral gobernador, nombrado por el rey de España. A este poder se reunió, poco des- pués, el del senado ó real audiencia , de cuyo tribunal el mismo gobernador era presidente. En la misma época, se fundó el cabildo y rejimiento para la distribución de la justicia, y esta corporación se componía de dos alcaldes ordinarios, de un alférez real , de un alguacil mayor, de un alcalde provincial , de un depositario jeneral, de seis rejidores, un asesor y un procurador con un correjidor por presidente. Esta cor- poración representaba , por decirlo así, la autoridad pa- ternal del país. En las demás ciudades y villas del estado, habia un go- bernador, con título de correjidor, y dos alcaldes jueces que formaban su ayuntamiento. La autoridad del gobernador capitán jeneral ha- biendo sido la superior y la primera instituida , la no- menclatura de los que han ejercido este supremo mando, pide el primer lugar. Esta nomenclatura es como sigue : Primer gobernador el adelantado don Pedro Valdivia, enviado á Chile por don Francisco Pizarro en el año — - 500 HISTORIA DE CHILE. i 1538, y muerto el 3 de diciembre de 1553 por una macana araucana , después de haber fundado las pri- meras ciudades y poblaciones. A Valdivia sucedió en el mando el teniente gober- nador don Francisco Villagran , que algunos han lla- mado de Villagra. El tercer gobernador fué don García Hurtado de Men- doza , hijo del virey del Perú marques de Cañete , nom- brado al gobierno de Chile por su propio padre. El cuarto fué el mismo Villagran segunda vez. El quinto, el adelantado don Rodrigo de Quiroga. El sexto, el mariscal don Martin Ruiz de Gamboa. El séptimo , el primer presidente don Melchor Bravo de Saravia. El octavo, el marques de Villa Hermosa, don Alonso de Sotomayor. El noveno, el caballero de la orden de Calatrava don Martin Oñez de Loyola. El décimo , el licenciado don Pedro de Viscarra. El undécimo, don Francisco Quiñones. Duodécimo , el maestre de campo Alonso García Ramón. Décimo tercio , don Alonso de Rivera. Décimo cuarto, segunda vez, don Alonso García Ramón. Décimo quinto, el doctor don Luis Merlo de la Fuente, oidor decano de la real audiencia. Décimo sexto, don Juan de Xara Quemada. Décimo séptimo , segunda vez , don Alonso de Rivera. Décimo octavo , el licenciado don Fernando Talave- rano , oidor el mas antiguo de la audiencia. Décimo nono, don López Ulloa y Lemus. CAPITULO X 501 Vijésimo , don Cristoval de la Cerda, oidor decano. Vijésimo primo, el caballero de la orden de Alcántara don Pedro Sorez de Ulloa. Vijésimo segundo , el maestre de campo don Fran- cisco de Alva y Norueña. Vijésimo tercio, don Luis Fernandez de Cordova y Arce , señor del Carpió. Vijésimo cuarto, el caballero de la orden de Santiago don Francisco Laso de la Vega. Vijésimo quinto, don Francisco de Zúñiga, marques de Baides, conde del Pedroso. Vijésimo sexto , don Martin de Múxica , de la orden de Santiago. Vijésimo séptimo, el maestre de campo don Alonso de Cordova y Figueroa. Vijésimo octavo, don Antonio de Acuña y Cabrera. Vijésimo nono, el almirante don Pedro Portel (¿sá- nate. Trijésimo, don Diego González Montero. Trijésimo primo, don Ángel de Pereda, de la orden de Santiago. Trijésimo segundo, el jeneral de artillería don Fran- cisco de Menesés Bravo de Sarabia. Trijésimo tercio , don Diego Davila , Coretlo y Pa- checo. Trijésimo cuarto, don Diego González Montero. Trijésimo quinto , el maestre de campo don Juan de Henriquez. Trijésimo sexto , el maestre de campo don José de Garro. Trijésimo séptimo , el maestre de campo don Tomas Martin de Póveda. >~>=r HISTORIA DE CHILE. Trijésimo octavo, el jeneral de batalla don Francisco Ibañez de Peralta. Trijésimo nono , don Juan Andrés de Ustariz , de la orden de Santiago. Cuadrajésimo , el doctor don José de Santiago Concha. Cuadrajésimo primo, el doctor don José de Santiago Concha. Cuadrajésimo segundo , el teniente jeneral don Ga- briel Cano de Aponte. Cuadrajésimo tercio, el licenciado don Francisco Sán- chez de la Barreda. Cuadrajésimo cuarto , el coronel don Manuel de Sa- lamanca. Cuadrajésimo quinto, el teniente jeneral don José de Manso. Cuadrajésimo sexto, el jefe de escuadra don Francisco de Obando, marques de Obando. Cuadrajésimo séptimo, el teniente jeneral don Do- mingo Ortiz de Rosas. Cuadrajésimo octavo, el teniente jeneral don Manuel de Amat. Cuadrajésimo nono, el teniente coronel don Félix de Berroeta. Quincuajésimo , el mariscal de campo don Antonio Guill y Gonzaga. Quincuajésimo primo , el licenciado don Juan de Balmaseda. Quincuajésimo segundo , el mariscal don Javier de Morales. Quincuajésimo tercio, el teniente jeneral don Agustín de Jauregui de la orden de Santiago. CAPÍTULO XL. 503 Quincuajésimo cuarto , el doctor don Tomas Alvarez de Acevedo. Quincuajésimo quinto, el brigadier don Ambrosio de Benavides. Quincuajésimo sexto , don Ambrosio O'Higgins de Va- 1 leñar, marques de Osorno. Quincuajésimo séptimo, don Gabriel de Aviles, mar- ques del mismo nombre. Quincuajésimo octavo, el mariscal de campo don Joa- quín del Pino. Quincuajésimo nono , y considerado el último gober- nador de la monarquía , don Luis Muñoz de Guzman , de la orden de Santiago. Catálogo de los correjidores de la ciudad de Santiago de Chile en las respectivas épocas que siguen , En 1541, don Alonso de Monroy. En 1547, don Francisco de Villagra. En 1549, don Antonio de Peñas. En 1550, don Rodrigo de Quiroga. En 1557, don Juan Jofré. En 1557, don Pedro de Mesa. En 1559, don Rodrigo de Quiroga. En 1562, don Juan Jofré. En 1564, don Juan de Herrera. En 1565, don Juan de Escobedo. En 1567, don Hernando Bravo de Villalba. En 1568, don Juan de Barma. En 1572, En 1573, En 1575, En 1578, En 1581, En 1582, En 1583, En 1584, En 1586, En 1587, En 1588, En 1593, En 1602, En 1603, En 1604, En 1604, En 1604, En 1606, En 1608, En 1610, En 1611, En 1612, En 1614, En 1615, En 1619, En 1621, En 1622, En 1624, En 1627, En 1628, En 1629, En 1630, HISTORIA DE CHILE don Alvaro de Mendoza. don Gaspar de la Barrera. don Juan de Cuevas. don Andrés Ibañeza. don Juan de Barona. don Andrés López de Gamboa. don Lorenzo Bernal de Mercado. don Juan Vázquez de Acuña. don Marcos de Vega. don Alonso Campofrio de Carbajal. don Gregorio Sánchez. don Jerónimo de Benavides. don Jerónimo de Molina. don Luis Jofré. don Lesmes de Ugurto. don Luis Jofré. don Francisco de Zúñiga. don Jerónimo de Benavides. licenciado don Hernando Talaberano don Alonso de Córdova. don Alonso de los Bios. el doctor don Andrés de Mendoza. don Gonzalo de los Bios. don Juan Pérez Urasandi. don Gonzalo de los Bios. don Fernando de Zarate. don Pedro Lisperguer. don Florian Girón y Montenegro. don Diego González Montero. don Luis de las Cuevas Mendoza, don Alonso Escobar Villarroel. don Gaspar de Soto. CAPÍTULO xr. 505 En 1632, don Diego de Xara-Quemada. En 1633, don Fernando Bravo de Naveda. En 1637, don Agustín de Arévalo Briseño. En 1638, don Valeriano de Ahumada. En 1640, don Bernardo de Amasa. En 1642, don Tomas Calderón. En 1645, don Miguel de Silva. En 1647, don Asensio Zabala. En 1648, don Juan Rodulfo Lisperguer. En 1650, don Antonio de Irrazabaly Andia. En 1651, don Martin Ruiz de Gamboa. En 1654, don Gristóval Fernando de Pizarro. En 1655, don Ignacio de la Carrera. En 1655, don José Morales Negrete. En 1657, don Martin Ruiz de Gamboa. En 1659, don Tomas Calderón. En 1663. don Francisco Bravo de Sara via Soto Mayor. En 1664, don Pedro Prado de la Canal. En 1664, don Alonso de Soto y Cordova. En 1666, don Melchor de Carbajal y Saravia. En 1667, don Tomas Calderón. En 1668, don Pedro de Prado. En 1670, don Gaspar de Ahumada. En 1673, don Antonio Montero de Águila. En 1675, don Francisco de Arevalo y Briseño. En 1676, don Antonio de Puebla y Rojas. En 1678, don Pedro de Amasa. En 1684, don Francisco Antonio de Abaría. En 1687, don Pedro de Prado y Lorca. En 1690, don Gaspar de Ahumada. En 1693, don Fernando de Mendoza Mata de Luna. En 1698, don Antonio Garcés de Marsilla. >~*-r En 1700, En 1701 , En 1704 , En 1707, En 1717, En 1718, En 1722, En 1728, En 1731, En 1734, En 1735, En 1737, En 1742, En 1747, En 1760, En 1761, En 1762, En 1768 , En 1772 , En 1783, En 1786, En 1789, HISTORIA DE CHILE. don Rodrigo Antonio Matías de Valdovinos. don Pedro Gutiérrez de Espejo. don Agustín Carrillo de Cordova. don Rodrigo Antonio Matías de Valdovinos. don Rías de los Reyes. don Pedro Gutiérrez de Espejo. don Juan de la Cerda. don Pedro de Ureta y Prado. don Juan Luis de Arcaya. don Juan Francisco Rarros. don Lorenzo Pérez de Valenzuela. don Juan Nicolás de Aguirre. don Juan Francisco Larrain. don Pedro de Lecaros y Ovalle. don Pedro José de Cañas. don Mateo de Toro Zambrano. don Luis Manuel de Zañartu. don Mateo de Toro Zambrano. don Luis Manuel de Zañartu. don Melchor de la Xara Quemada. don Alonso de Guzman , 1 teniente letrado. don Ramón de Rojas , 2 teniente letrado. FIN DEL TOMO CUARTO, ÍNDICE DEL TOMO CUARTO. Capitulo I.— Acrecentamiento del reino de Chile. — Fundación de una universidad en su capital.— Establecimiento de una casa de moneda en la misma. — Prohibición de estraer el oro y la plata del pais.— Nuevas fundaciones de Ortiz de Rosas.— Arreglo por el gobernador y el cabildo de Santiago del comercio de granos con Lima. — Felices resultados que tiene 5 Capitulo II.— Terremoto.— Ruina déla Concepción de San Bartolomé de Gamboa , y de la isla poblada de Juan Fernandez.— Triste suerte del gobernador de esta última, de su familia y de muchos de sus pobladores. — Traslación de la ciudad de la Concepción. — Resistencia del obispo á esta providencia 17 Capitulo III.— Motivo respetable de la resistencia del obispo de la Con- cepción.—Informe del correjidoi de dicha ciudad.— Sentencia de la real Audiencia de Santiago.— Continúa ía resistencia del obispo, aunque pasiva. — Real resolución. — Ortiz nombrado conde de Poblaciones.— Nuevo reglamento del ejército.— Estanco de tabacos, pólvora y naipes. — Perjuicios que causaba.— Súplica del cabildo desatendida.— Fin del gobierno de Ortiz y su muerte. 25 Capitulo IV.— Obispos de Santiago y de la Concepción. . Capitulo V.— Gobierno del teniente jeneral don Manuel de Amat y Tu- nient — Su carácter, y disgusto que causó.— Visita la frontera.— Otro parlamento. - Sigue el conflicto de la traslación de la Concepción al valle de la Mocha.— Sucesos que tuvo.— Resolución provisional. . . . Capitulo VI. — Carácter intratable del gobernador.— Sus medidas en favor del ejército.— Su rigor con los naturales.— Sus providencias acertadas de gobierno.— Formación de una compañía de dragones en Santiago.— Organización de milicias urbanas y provinciales de su dis- trito.— Proyecto sobre Osorno.— Otros sucesos Capitulo VII. — Excusa del abuso de poder en ciertos casos.— Apolojía del gobierno de Amat. — Exajeracion y contradicciones de notas históri- cas.— Fallecimiento de Fernando VI y advenimiento de Carlos III.— Jura y funciones en Santiago.— Amat nombrado virey del Perú.- Su salida de Chile .36 43 TsJhF 508 ÍNDICE. par Capitulo VIII.— Gobierno interino del teniente coronel don Félix de Berroeta.— Episodio.— Guerra de España con Inglaterra.— Llega de gobernador el mariscal de campo don Antonio Guill yGonzaga. — Su carácter, y operaciones de su gobierno. 71 Capitulo IX.— Real resolución sobre el emplazamiento de la ciudad de la Concepción. — Ejecútase lo mandado por ella.— Determinación de Guill y Gonzaga de obligar á los naturales á cumplir con la estipulación del campo de Nacimiento respecto á reducirse á pueblos.— Efectos que produce. — Alzamiento jeneral de los Indios 85 Capitulo X.— Progresos del alzamiento jeneral de los Indios. — Suerte de la población de Angol y del maestre de campo.— Salvación de este , y amistad de los Pehuenches por los Españoles.— Otras particularidades del levantamiento 101 Capitulo XI.— Medidas tomadas por el gobernador del- reino para socor- rer al maestre de campo. 110 Capitulo XII.— Situación critica del gobernador.— Enviaal obispo de la Concepción á Nacimiento para atraer á los Indios á la paz ofreciéndoles amnisiía.— Trata con los caciques de la costa — Complicaciones de la situación. — Queja del maestre de campo al obispo de que haya ex- cedido los límites de su misión 122 Capitulo XIII. — Prosigue la narración sobre la misma materia. — Expo- sición de la situación de las cosas.— Diverjencia de opiniones entre el obispo de la Concepción y la junta de guerra de aquella misma ciudad. — Incertidumbres 139 Capitulo XIV. — Operaciones administrativas del cabildo de Santiago y del gobernador.— Grande acontecimiento de la expulsión de jesuítas. — Instituto y estatutos de la compañía.— Colejios, estancias y residen- cias que tenían en el reino de Chile 157 Capitulo XV. — Ejecución del decreto de expulsión de los jesuítas.— Perecen sesenta en un naufrajio de Valparaíso al Callao.— Los demás pasan á España.— Distribución de sus temporalidades.— Estado en que se hallaba su provincia en 1762. — Distribución de sujetos en sus cole- jios y residencias, y faenas que se imponían. — Misiones de Chiloe. . . 171 Capitulo XVI. — Destino de las temporalidades de la provincia de la com- pañía de Jesús de Chile, y sus valores respectivos en pública subasta. — Muerte del gobernador Guill y Gonzago.— Gobierno interino del oidor decano de la real Audiencia don Juan de Balmaseda.— Tribunal de cuentas en Santiago.— Negociaciones con los Indios 189 Capitulo XVII — Estado permanente de conjuración de los Indios. - Me- didas de la junta de guerra.— Conflictos entre el maestre de campo y el obispo de la Concepción. — Deplorable estado de la artillería de esta capital de la frontera 205 Capitulo XVIII. — Los Pehuenches invaden la isla de la Laja.— El maes- índice. 509 tre decampo desde la plaza de los Anjeles, envía algunos destaca- "*'' mentos para desalojarlos.- Mala dirección de esta expedición y sus funestas consecuencias. -Irresolución del maestre de campo!- Los Indios de los llanos atacan la plaza de Puren.- Disposiciones en la capital.- Marcha el gobernador á la frontera. . . .¿lo Capitulo XIX. -Movimientos del maestre de campo jeneral. - Recibe orden del gobernador para que se presente á él en la capital de la fron- tera.- Ataque de la plaza de Arauco por los Araucanos. - Socórrela el obispo de la Concepción. - Continúan , noobstante, los asaltos de los Araucanos. - Campaña contra el estado de Arauco y sus sucesos 22G Capitulo XX.- Gobierno del mariscal de campo don Francisco Xavier de Morales.- El maestre de campo Cabrito depuesto y arrestado -Su sucesor. -Arribo a Talcahuano de tres navios trasportando tropas a Ch,le.-Pasa el nuevo gobernador á la frontera.-Fundacion de otro monaster.o del Carmen en la capital. - Otros sucesos 237 Capitulo XXI.- Nuevo tratado de paz con las Araucanos - Parlamentó de Quedeco.- Paz. -Nuevas inquietudes de los Indios.- Medidas del gobierno.- Nuevo parlamento pedido por muchos caciques, y celebrado en la m.sma capital del reino.- Consecuencias que tuvo 251 CTnr.X?\;CarVeXtUal Y aUténtÍCa del Remador Morales^' conde de ¿randa. - Dificultades de la situación. - Incorporación de la casa de moneda de Santiago a la corona. - Recursos que ofrecían la temporalidades de los extrañados regulares de Ja compañía de Jesús- Continuación de otros hechos. . 263 Z7 X h^Tk001"6™0 deI ten¡ente jeneral d0H ASust¡° de Jauregui , San Z ni ° deSantÍae°- embajadores indios residentes en Santiago. -Otro parlamento en Tapihue. - Fundación de un nuevo pariameneto.°VeneS araUCan°S * h CapUaI' ~ °traS co»secu™cias del 270 Capitulo XXIV.- Cordón de la línea divisoria de. Biobio.- Demolición de la pazade Puren, al sur de este rio, y su reconstrucción al norte. -Don Ambrosio O'Higgins comandante jeneral de la frontera. -Lealtad de cacque Pehuenche Lebian. - Su muerte alevosa.- Latrocinios del ^aeC° Ayllapagui.- Su muerte.- Causa y sentencia de los asesinos de Lebian. -Siguen otros sucesos. . „ ¿ol !"rÜL°pXXV"7rRef0rma de' reglament° en favor deI ejército.- Guerra entre España é Inglaterra. - Inundación del Mapocho. _ Epidemia.- Arnvada de una escuadra española á las costas de Chile. -El goberna- ,el AUregw PT°VÍd0 á V¡rey dCl PerÚ' - G°bi™ ">^o del re- vil ia C~ r^ SU SUCeS°r Benavides- *"* ^1 obispo Moran a Valdivia.- Cojenlo los naturales y juegan su vida á la Chueca. . . -m crbXrxx,VIrGrf:no del brigadier don **^**™m*, caballero de la real orden de Carlos III - Ep.sodio de la fabulosa ciu^ >;>*»v- 532 ÍNDICE» Pag. dad de los Césares. - Operaciones de O'Higgins en la frontera.— Terre- moto, é inundación del Mapocho.— Otros sucesos ...... 302 Capitulo XXVII.— Segundo gobierno interino ó superintendencia del re- jente don Tomas Alvarez de Acevedo.— Minas.— Fenómeno en la Cor- dillera de Mendoza.— Fin del interinato de Acevedo y principio del gobierno de don Ambrosio O'Higgins, marques de Osorno.— Sus ope- raciones políticas , gubernativas y militares » • • 317 Capitulo XXVIII.— Situación de los Araucanos y demás Indios en sus tierras.— Insurrección parcial de la jurisdicción de Valdivia.— Atroci- dades cometidas sobre rio Bueno, y motivos que tuvieron.— Providen- cias del gobernador de Valdivia.— Salida del gobernador O'Higgins de la capital para la frontera 334 Capitulo XXIX.— Llega el gobernador O'Higgins á la plaza de los Anjeles. — Convocación de los Butalmapus á parlamento.— Celebrase este en Negrete.— Preciso abreviado de cuanto fué autuado y estipulado en él. — Regreso del gobernador á la capital del reino. 348 Capitulo XXX. — Administración económico -política del gobernador O'Higgins. — Abolición de recaudación de ciertas rentas.— Diminución del número de empleados.— Otras reformas operadas en el sistema de hacienda.— Resultado final de su sistema.— Integridad de O'Higgins. 357 Capitulo XXXI. — Obras públicas de la capital. — Fomento dado por O'Higgins á muchas nuevas poblaciones.— Consulado del reino de Chile.— Sale O'Higgins para Valparaíso , Valdivia y Osorno.- Recons- trucción y repoblación de aquella antigua ciudad. — Reparaciones en la defensa de Valdivia.— O'Higgins es promovido al vireynato del Perú. 369 Capitulo XXXII.— Gobierno del teniente jeneral don Gabriel de Aviles.— Malos efectos de la paz entre España y Francia.— Guerra de la primera de estas potencias con Inglaterra. — Daños causados al comercio por los corsarios y barcos balleneros Ingleses.— Buenas medidas del gobierno de Aviles 385 Capitulo XXXIII.— Sigue la relación del gobierno de Aviles 394 Capitulo XXXIV.— Materias espirituales.— Medidas en favor de los pes- cadores del Paposo.— Hospitales en Santiago, Valparaíso, Coquimbo, ia Concepción.— Casa de recojidas.— Casa de espósitos. ....... 411 Capitulo XXXV.— Policía de la capital.— Enlosado y empedrado.— Taja- mares.— Injusto menosprecio de las milicias provinciales.— Vejaciones causadas á los pueblos por el servicio llamado de prorratas 426 Capitulo XXXVI.— Pasa el gobernador marques de Aviles de virey á Bue- nos-Aires.— Gobierno de don Joaquin del Pino.— Renueva el proyecto del canal de San Carlos del Maypu al Mapocho.- Pasa también de virey á Buenos-Aires.— Gobierno del teniente jeneral Guzman.— Guerra con Inglaterra. ~ Toma y reconquista de Buenos-Aires. .......••• 434 índice. 533 CASPra° f ^ILT °b¡SP0S ^ Santíag° * de Ia incepción.- Llega a "B' lo I lsee 7 1Íent0 ^ la VaCUna- ~ T°ma de B-nos-Alres'po Jos Ingleses. - Reconquistanlo los Españoles. . P CAPITÜto XXXVIII. - Estado prospero de Chile! i Camino' carretero ET Otral61 Cab¡1^ ^^ C°nCePCÍOn' * -ta' ^al- A.res.- Otra guerra con los Ingleses. - Toma de Montevideo. . m C7Teí£XíX;T ReSÚmen hÍStÓrÍC°- CaUSas materiales y -orales Sentir r 3 C°nquista- Cooperación poderosa de los ayunta- po R^fleCx0:PeraC10nlde, Senad° ChUen0- CooP^ion de ,o ob s- pos.- Reflexiones morales , relijiosas y políticas,- Consecuencias de la conqmsta en favor de la humanidad y de la civilización * m CÁ-Tu£t~J:1§T™de Chi,edura»te ,a ^minacion española. J££££ gober,,adores que se han sucedído dura- « «*» ' .... 499 FÍN DEL ÍNDICE. PARIS.-EN LA IMPRENTA DE E. THUNOT V €' Calle Racino, n°28, cerca del Orteon, >>^ ti-r¡ --*£** *L * 53b-! ^^r^ixj ss¡F/dÉ¿ fR>V . '%ít ~ ^ SUPE **. rww ■53E ■«^P^r «¡fe