~1 HISTORIA física y política DE CHILE HISTORIA TOMO QUINTO. 1 PARÍS.— EN LA IMPRENTA DE E. THUNOT Y C« calle Racine , 21} , cerca del Odeon. HISTORIA física y política DE CHILE SEGÚN DOCUMENTOS ADQUIRIDOS EN ESTA REPÚBLICA DURANTE DOCE AÑOS DE RESIDENCIA EN ELLA Y PUBLICADA BAJO LOS AUSPICIOS DEL SUPREMO GOBIERNO POR CLAUDIO GAY CIUDADANO CHILENO, INDIVIDUO DK VARIAS SOCIEDADKS CIENTÍFICAS NACIONALES Y EITRANJKRAi, CABALLERO DE LA LEGIÓN DE HONOR. HISTORIA. TOMO QUINTO. PARÍS EN CASA DF¿ AUTOR. rrfiLE EN EL MUSEO DE f»STORIA NATURAL DE SANTIAGO MDCCCXLIX • i PROLOGO, La revolución de Chile es, sin disputa, la parte la mas noble , la mas importante y la mas gloriosa de su historia , presentándose como emblema del gran movimiento social que ha sacado al país de sus pañales , y le ha hecho crecer de repente , comuni- cándole bastante fuerza para conquistar su nacionali- dad , que el egoismo le habia negado hasta entonces. Hija del espíritu y de las ideas del siglo, y envuelta, desde su nacimiento , en un torbellino de temores y dudas, esta revolución se manifestó, al principio, humilde , débil é indecisa, y no adelantaba mas que á tirones, por decirlo así, bamboleándose bajo el enorme peso de su empresa; pero después, fortifi- cada por la sensación moral que tenia de su causa , seducida por las verdades de sus principios, y con- fiada no menos en sus derechos que en los designios de la Providencia , desplegó con denuedo su estan- darte, alistó bajo de él algunos espíritus adelantados, y, en un arranque, levantó la cabeza proclamando su independencia , título potente y orgulloso que reje- neró á la nación , y derramó por todas las clases de la sociedad la benéfica claridad que pone de mani- PROLOGO. fiesto los derechos del hombre, vivifica sujenio y le prepara gloria y prosperidad. No contenta con destruir la política absurda que avasallaba los Chilenos á un gobierno situado en sus antípodas, introdujo su suave influencia en todos los repliegues de la sociedad , no solo atrasada sino tam- bién paralizada por su sistema de aislamiento y por la privación , casi absoluta , de todo principio de ci- vilización. Sin colejios, sin industria y casi sin co- mercio, el pueblo se hallaba doblegado á una obe- diencia pasiva bajo el doble yugo de la preocupación y del despotismo ; seguia ciegamente el impulso que le daba un gobierno indiferente, y jemia al ver su nulidad política, que le sometía á los caprichos de sus jefes, y á la insolente altanería de casi cuantos tenian nombre de Español , hasta que , perdiendo el sufrimiento , salió ele su letargo , y , en su desespera- ción, algunos jenerosos Chilenos se arrojaron á ideas de revolución , abrazándolas como un principio de deber y de necesidad. La empresa de esta revolución era tan delicada como difícil , puesto que tenia que desarraigar hábitos de tres siglos ; que vencer preocupaciones alimenta- das por principios de la fe mal interpretada , y que aclimatar en el país ideas enteramente estrañas y , en verdad , bastante temerarias para comprometer los intereses y la existencia de muchos. Pero la Provi- dencia , que tiene bajo su amparo á toda la humani- dad, conduce por la mano las naciones á sus altos fines por medio de la sabiduría y de la previsión de PRÓLOGO. VII algunas cabezas privilejiadas , y por la fuerza mate- rial de la nación misma. Los primeros síntomas de esta revolución se mani- festaron al principio del siglo 19°, época en la cual el espíritu de libertad ejercia una poderosa acción en las diferentes clases de la sociedad , introducién- dose, por todas partes, en las costumbres, en las artes y hasta en la relijion misma , y tendiendo á ponerse de acuerdo con la ley de progresos y de re- formas que animaba á la mayor parte de la Europa. A la verdad, los Americanos se hallaban débiles , sin esperiencia, sin conocimientos estratéjicos , y, por la mayor parte, aun subyugados de un sentimiento arraigado de respeto y de fidelidad á su monarca, circunstancia que no podia menos de complicar mu- cho la cuestión, suscitando necesariamente ideas de guerra : sin embargo , habia la esperanza de que Es- paña no podría , sin grandes dificultades, hacer frente á una vasta insurrección , hallándose exhausta por la depravación de la corte, llena de disensiones ; con su tesoro agotado y amenazada de una formidable inva- sión. Ademas, la grande distancia de la metrópoli, y la enorme estension que podia tomar el movimiento insurreccional presentaban ventajas aun mas ciertas que era muy fácil apreciar. Por su lado , España no podia quedarse indiferente á las osadas ideas americanas, aun cuando su real erario se hallase agotado , y la nación en una situa- ción casi desesperada. Acostumbrada á considerar las Américas como una de las mas ricas joyas de su corona, PROLOGO. no temió arriesgarse á los mas duros sacrificios para impedir un divorcio que arruinaba sus derechos y comprometía , en tan alto grado , su honor y su in- terés. Cádiz, sobretodo, como la mas interesada , por su monopolio comercial , puso en movimiento toda su actividad y su influjo para forzar la junta gober- nadora á mostrarse imperiosa , amenazadora , y aun la obligó á armar muchas espediciones, cuyos gastos fueron costeados por la ciudad misma , en parte , y en parte cubiertos con el dinero que los mismos Ame- ricanos enviaban para sostener la guerra defensiva de la nación española contra la Francia. Todos saben qué resultados tuvieron estas espediciones , y las re- acciones violentas , monstruosas que ocasionaron , reacciones que duraron muchos años y no cesaron hasta que los Americanos , enteramente dueños del terreno, acabaron de destruir las insignias reales que quedaban, y escribieron en sus restos ensan- grentados el acto solenne de su libertad y soberanía. Los grandes acontecimientos políticos se hallan, lo mismo que los de la naturaleza, sujetos á crisis que el hombre egoísta y nimio mira con espanto, al paso que un verdadero filósofo las desdeña , considerán- dolas como males naturales y pasajeros de un parto cuyo fruto los hará echar muy pronto en olvido. Ta- les son los signos que caracterizan las épocas de nues- tros progresos , así como la superposición admirable de diferentes terrenos indica la fecha relativa de los espantosos cataclismos que ha padecido nuestro pla- neta. Pero estas crisis y estos trastornos han debido PROLOGO. IX ser mas ó menos violentos, mas ó menos durables según el estado de la sociedad. En Europa, en donde las revoluciones políticas son bastante frecuentes, en nuestra era, el equilibrio social solo se altera por cierto tiempo , porque la ciencia y la esperiencia im- primen , incontinenti , al movimiento una fuerza que lo para y lo detiene ; pero en América , en donde las ideas de independencia y de libertad eran tan poco conocidas y tan nuevas, y cuyos colonos existían bajo la tutela de la ignorancia y de preocupaciones , este movimiento no podia menos de tomar un aspecto muy diferente , y resentirse de la grande metamorfo- sis que se operaba en sus costumbres , principios é intereses. A la verdad , los que tenían el mando pro- curaron seguir las huellas de los Estados Unidos, to- mando su forma de gobierno y sus instituciones por modelo ; pero para eso les faltaba aquel espíritu de republicanismo democrático que tenían los Anglo- Americanos ya desde la llegada de los primeros co- lonos , espíritu que formaba la base de sus institu- ciones políticas y sociales. A pesar del grande aconte- cimiento que los acababa de separar de su madre patria, los Americanos del Norte habían conservado casi intactos sus hábitos privados y políticos , y su constitución no habia variado sino muy poco ; no habían tenido mas que rejuvenecer, por decirlo así, ideas tan antiguas como sus colonias, dándoles nueva vida y nuevo vigor, y aun este pequeño cambio fué imperceptible para ciertos estados , de suerte que apenas se hallaron en posesión de su libertad , que al PRÓLOGO. punto dejaron , pacíficamente y sin la menor repu- gnancia , las armas y la autoridad los que la habian ejercido , para volver á sus campos y labrantío , que solo habian abandonado momentáneamente á impul- sos de su patriotismo. Lo que caracterizó mas admi- rablemente esta revolución fué que no dejó tras sí la menor traza de sus violencias ni de sus escesos ; el orden y la tranquilidad se restablecieron inmediata- mente , como si la razón sola hubiese tomado las ar- mas para sobreponerse al error y al capricho de un déspota. Mas no sucediólo mismo en las colonias españolas, cuyos habitantes, sin esperiencia, sin antecedentes semejantes y dominados por una infinidad de preo- cupaciones debidas á su educación incompleta, se vieron de repente gobernados por leyes contrarias á sus creencias y á sus hábitos. Necesariamente aque- llas provincias se habian de resentir de una transfor- mación tan súbita, y por el hecho mismo de haber sido el teatro de disensiones y de motin , sus habi- tantes no han podido menos de dejarse arrastrar por las pasiones rencorosas de partidos, que despiertan al egoísmo é impelen á criminales reacciones, de las cuales surjieron guerras civiles , guerras que en- tregaron al país á la merced del despotismo militar, solo dueño, desde entonces , del poder. Esta ha sido la suerte que una administración egoísta habia preparado á aquellas nuevas repúbli- cas, suerte dura, triste, deplorable, pero cuyos de- sastres fueron felizmente compensados por los infi- PROLOGO. XI nitos bienes que redundaron de ella en todas las clases de la sociedad. Para numerar estos bienes seria pre- ciso analizarla historia de cada colon, desde la infan- cia cuando andaba andrajoso, con los pies descalzos, comiendo en la cocina con los criados , su sociedad favorita, hasta la muerte que terminaba su vida de indolencia , de ignorancia y de monotonía ; y en- tonces se le hacian funerales los mas pomposos, como si el dia en que volvia á la nada de donde lo habia sacado el Creador fuese su verdadero dia de gloria (i). En el dia de hoy, todo lo vemos cambiado. Vastas estensiones de tierra, que el aliento sofocante de la tiranía condenaba á la esterilidad , han sido labradas y sembradas, y ofrecen á la vista ricos y brillantes caseríos ; el pueblo se ha hecho activo, social é infi- nitamente mas feliz. Las mares se ven surcadas por miles de velas que transportan, con el comercio, el espíritu , el jenio y los conocimientos de las diferentes naciones á que pertenecen ■ y si á estos manantiales de civilización añadimos el laudable celo de los hom- bres de estado por la propagación de colejios y es- cuelas de primeras letras en toda la república , nos será fácil calcular los progresos inmensos que han he- cho sus habitantes en todos los ramos de educación y de instrucción. Todos estos grandes movimientos políticos, sím- il) Aun se conserva la memoria de la loca vanidad que se veia en dichos entierros, á pesar de los decretos terminantes, y muchas veces repetidos, contra tan reprensible abuso. 1 t XII PROLOGO. bolo de la civilización progresiva que el 18» siglo habia legado á la Europa, y que los gobiernos abso- lutos enviaban involuntariamente de rebote á aque- llas vastas y lejanas rej iones, ha llamado la atención de los humanistas , los cuales vieron en ellos el jér- men feliz y fecundo de la rejeneracion social del nuevo mundo. Desde aquel mismo instante, sujetos de grandes luces y de profunda instrucción se esme- raron en recapitular todos estos hechos con el fin de formar con ellos un cuerpo de estudios atentos, y enriquecieron nuestras bibliotecas de diversas histo- rias tan útiles como peregrinas. Así procedieron Res- trepo , Lorenzo de Zavala , Bustamante , José Guerra y otros, para transmitirnos con certeza histórica, y en los mas mínimos detalles, las guerras heroicas y desesperadas que han ensangrentado las soledades de Colombia , Méjico y otras comarcas. Otros patriotas no menos hábiles han entrado en esta anchurosa lid de emulación, y, tal vez, podria causar alguna sor- presa que Chile se haya mantenido, por tanto tiempo, estraño á este jénero de progresos, siendo así que la parte que le cupo en tan memorable lucha ha sido tan gloriosa para la nación como útil en principios y lecciones. En efecto , la revolución de esta parte de la Amé- rica aparece coronada de una aureola de gloria que, muy ciertamente, debe lisonjear sobre manera el amor propio de los habitantes. Dejando á parte algunos años de oscilaciones, ocasionadas por insti- tuciones que podian no tener toda la autoridad ma- w—*^~~ - PRÓLOGO. XIII dura de la esperiencia , y cuyo mecanismo , por la misma razón, debia de andar con dificultad é incer- tumbre , el país ha gozado de una tranquilidad sa- tisfactoria, digna de ser envidiada por sus hermanas primojénitas. Esta preciosa ventaja la ha debido al espíritu de orden y de prudencia que caracteriza sus jefes, y que se ha manifestado constantemente en todos sus actos administrativos , influyéndose recí- procamente por el concurso simultáneo del honor, de la delicadeza y del patriotismo. Difícil seria ha- llar un país en donde los que mandan hayan abu- sado menos de su poder y autoridad ; animados, al contrario, de las mejores intenciones, é imbuidos de la mas escrupulosa probidad, se han entregado constantemente al servicio público , procurando por todos los medios imajinables alcanzar sus fines , cua- les eran el engrandecimiento y la prosperidad de la nación que les debia el ser. Así sucede que , mien- tras sus vecinas gimen aun bajo el azote de la anar- quía, Chile, fuerte y tranquilo, prosigue en su alta misión , esparciendo en los diferentes ramos de la prosperidad social las mejoras morales y materiales que parecen emanar directamente de un poder supe- rior y absoluto. Muchas veces he querido conocer la causa prin- cipal de esta diferencia , y desembrollar en el caos que forman tan infinitos y tan diversos hechos histó- ricos por qué razón el jenio de la revolución produ- cida por ideas idénticas, y bajo los mismos principios en hombres de un mismo oríjen , y de costumbres XIV PRÓLOGO. muy semejantes , habia soplado la discordia entre unos y el espíritu de prudencia y de previsión en otros ; y, sin profundizar este problema de tan alta trascendencia para la historia jeneral de la rejene- racion americana , me ha parecido que se podrían descubrir algunos elementos de esta cuestión , en pri- mer logar en la dignidad de porte de las personas pudientes que conservaron cierto color de una aris- tocracia , por ciertamente popular, y representada por el haber y por los bienes raices ; después, por la división de estos mismos bienes, división que ha des- terrado la miseria , atrayendo las miras del pueblo á un verdadero centro de su interés, y, enfin , á la moralidad y buena educación de los jefes militares y á la necesidad perentoria de prudencia y de eco- nomía que los ricos se impusieron para hacer frente honrosamente á los gastos considerables que la civi- lización, continuamente progresiva, les ocasionaba. Por este principio de necesidad, el rico se ha entre- gado menos al ocio, ha ciado mas importancia al di- nero y se ha visto obligado á pasar temporadas en su hacienda para entender en sus cosechas, sin mez- clarse en asuntos políticos mas que cuando el in- terés del país lo exije verdaderamente. Tales son las consecuencias felices del amor al orden y á la ocupación, consecuencias que, por desgracia, con- denan muchos Americanos, dominados de la pasión del juego ó déla prodigalidad, confundiendo, bas- tante jeneralmente, la economía con la avaricia. Durante mis largos viajes al sur de la República, PROLOGO. XV cuando visitaba con respeto relijioso los campos de batalla empapados aun de la sangre de tantas víc- timas de la libertad chilena, no podia menos de es- perimentar un sentimiento de admiración por sus nobles y jenerosos hechos; pero, al mismo tiempo, otro sentimiento contrario me asaltaba al considerar la especie de indiferencia con que aquella jeneracion dejaba de recojer y compulsar tantos preciosos docu- mentos para formar con ellos un cuerpo de histo- ria, que seria un monumento de gloria y de jus- ticia, y un verdadero cuadro nacional representando el heroísmo, la fuerza de alma y las virtudes cívicas de sus actores. En aquella época, todas mis tareas se encerraban en el estudio de las ciencias naturales y jeográficas ; lo que era perteneciente á las testimo- niales, de las cuales la historia es uno de los prin- cipales vastagos, me era casi enteramente estraño, y, con todo eso, me habia penetrado tanto de la im- portancia de este drama , que insensiblemente , y como á pesar mió, procuré instruirme á fondo en él y en todos sus detalles, sin pararme en penas ni fastidio para consultar los antiguos periódicos de la época , y alimentar mi espíritu con el relato de todas aque- llas heroicas acciones, bien que (me apresuro á de- cirlo) sin formar la pretensión de erijirme nunca á ser su historiador, y, aun menos, intérprete del pen- samiento que habia dirijido aquel movimiento. En efecto, no pensé en esta temeraria empresa hasta mucho tiempo después, que algunos grandes patrio- tas, á quienes se les figuró, por la naturaleza de la 1 i PROLOGO. mayor parte de mis ocupaciones , que mis publica- ciones serian demasiado nuevas para el país , y, por consiguiente, poco apreciadas, me animaron á aña- dirles una historia civil, con el objeto de darles un interés jeneral que estuviese al alcance de la jene- ralidad de lectores. Estos fueron los motivos que me obligaron á po- ner á un lado mis favoritas tareas para emplearme en reunir con el mayor cuidado todos los materiales necesarios al nuevo edificio, materiales que tuve la dicha de hallar aun mas abundantes de lo que me prometia, y los cuales me permitieron emprender esta obra, completamente apoyada en documentos de la mas incontestable autenticidad, y en número mas que suficiente para colmar mis deseos en esta parte. Concluido el primer tomo, que es casi enteramente obra mia, me vi en la precisión de encargar la con- tinuación á otra persona, para poder dedicarme es- clusivamente á la parte científica, que considero ser de mucho mayor utilidad para el país, y para nuestro propio conocimiento, y cedí todos los mate- riales arriba dichos, en primer lugar, al señor Mar- tínez, y, muy luego después, á don Francisco de Paula Noriega, personaje de mucho aprecio y mérito, el cual ha redactado la casi totalidad de los otros tres to- mos. Resta ahora la parte relativa á la independencia, y tal vez debería yo renunciar á escribirla, dejando esta tarea á la juventud chilena, que, en ningún caso, ya nadie se atrevería á acusar de indiferencia. Con prólogo. xvn el establecimiento de la Universidad, y gracias al im- pulso que le han dado su digno é ilustre protector don Manuel Montt, y su sabio rector don Andrés Bello, la mas noble emulación reina entre sus doctos socios, y ha producido ya memoriales de la mayor importancia sobre diferentes ramos de la civilización chilena. Giñéndome á la parte que me interesa en la actualidad, citaré un escrito muy estendido sobre los acontecimientos de la primera invasión española, por un testigo ocular el grande y juicioso patriota J. Benavente; el del señor Lastaria, esencialmente filosófico, sobre la influencia que ha tenido en el sistema social la conquista del país y su organización colonial, la memoria de don Man. Ant. Tocornal sobre el primer gobierno nacional, y el cuadro vivo y animado de la marina chilena, redactado por don An- tonio García Reyes, joven de las mayores esperanzas, y tan recomendable por su saber como por la suave modestia que le caracteriza. Una vez dado este impulso, es probable que otros Chilenos se esmerarán en seguir estos bellos ejem- plos , y que nuestros anales se enriquecerán de otros muchos escritos que escrupulosamente comentados , y en seguida encadenados con ilaciones y conse- cuencias precisas , permitirán á un hábil arquitecto regularizar armoniosamente este gran monumento, y aun , tal vez , vivificarlo de manera que se diseñen en sus contornos la solidaridad directa y mutua de los hombres, de sus épocas respectivas y de las circuns- tancias en que se hallaron , pues tal es la exijencia V. Historia. 2 XV1II PRÓLOGO. actual del espíritu humano que ya los hombres no quedan satisfechos con el conocimiento de los trámi- tes que han seguido los acontecimientos ; ya las re- laciones animadas de ellos , ni sus escenas llenas de vida y de movimiento, no les causan emoción alguna; semejante al águila, lo que el hombre pide ahora es tomar el vuelo y remontar á las mas altas rejiones para ver de bien alto y de una ojeada este inmenso cuadro , ó bien para escudriñar la esencia de todos estos hechos , careándolos y coordinándolos por afi- nidad y síntesis , en términos de componer un todo enteramente uniforme, que, al cabo, se reducirla á ser la consecuencia de una ley de progreso , ó, si se quiere , del dogma de acción y de reacción , de deca- dencia y de rehabilitación , proclamado por algunos jefes de escuela. Pero este modo enteramente filosófico de tratar de la historia solo podria ser conveniente á una compuesta de jeneralidades; pues exije un estudio mucho mas profundo sobre la materia, y la in- tervención de uno de aquellos entendimientos pri- vilejiados y superiores, que reúnen á un gran talento de apreciación un juicio sano é imparcial y grandes conocimientos de detalle. No creo que sea aun tiempo de escribir bajo este aspecto la historia de la independencia chilena. Lo que es mas de desear por ahora es que cada cual contribuya con su piedra para la construcción de tan magnífico edificio, y en este sentido hemos creído poder continuar nuestra historia, á lo menos hasta la PROLOGO. XIX época en que la República ha sido real y sólidamente constituida. Sobretodo, en esto no hacemos mas que desem- peñar la palabra que hemos dado antes de empezarla, y pensamos , sin presunción , que no será sin resul- tado, bien que posterior á las publicaciones precita- das , pues hemos puesto tanto esmero , y tan cons- tante , en descubrir los materiales que nos eran necesarios para esta parte de nuestras tareas, como en hallar los concernientes á las científicas. Así , no solo he compulsado los archivos de Santiago , de Concepción y de otras muchas provincias de la Re- pública , sino que también he recorrido los de Lima , en donde hallé una gran parte de la correspondencia de Pareja, Osorio , Ordoñez y otros. En dicha capital fué en donde tuve la felicidad de ver á don Bernardo O'Higgins, poderoso atleta de la revolución chilena , y con el cual he trabajado dos meses consecutivos sobre su larga carrera política y administrativa. De vuelta á Santiago , he adquirido todos los memoriales que han sido publicados sobre aquella brillante época, así como también una colección casi completa de todos los papeles y diarios de Chile , desde la Aurora de 1812 , que , como su título lo anuncia , fué el rayo precursor de la clarísima luz que se acercaba para alumbrar é instruir á la sociedad, hasta el Araucano, diario oficial del actual gobierno. Sin duda alguna , en el crecido número de estos periódicos, hay muchos que, nacidos en un momento de reacción , descubren su oríjen y deben de ser lei- 1 i . í PRÓLOGO. dos con la desconfianza y el criterio que deben ca- racterizar á un historiador. Otros, aun mas adelan- tados y, por consiguiente, mucho mas sospechosos, habrian sido desechados si al lado de sus declama- ciones apasionadas, y muchas veces calumniosas, no presentasen ciertos actos propios á corroborar ó á destruir un hecho poco conocido ó controvertido. Enfin, para completar en lo posible mis materiales , he podido penetrar en archivos particulares , y sacar del polvo en que yacian documentos de la mayor importancia , tales como un estracto de la correspon- dencia del célebre Miguel Carrera, y una copia entera de su diario, en el cual se ve, dia por dia, todo cuanto ha hecho y visto hacer, desde su llegada á Chile hasta el momento en que el desgraciado país recayó en el poder español, á consecuencia de la batalla de Rancagua. Poseo igualmente el del coronel G. Beau- chef , que , como todos saben , ha dado tan bellas pruebas de talento y de valor en las acciones que ha tenido la honra de presenciar ó de mandar, y los no menos importantes de Manuel Salas, Camillo Hen- riquez, Bernardo Vera y otros, limitados, en jeneral, á los dias que precedieron y siguieron á la instala- ción de la primera junta. Pero á todos estos documentos, ya muy suficientes para entrar con entera confianza en el campo casi in- culto de este memorable período de la historia de Chile, debemos añadir otros muchos que son el re- sultado de repetidas conversaciones que he tenido con testigos oculares, y con los jefes civiles y militares - PRÓLOGO. XXI de la revolución , sin distinción del estandarte que su conciencia , sus preocupaciones ó su interés les hubiesen hecho enarbolar. De este mismo modo fueron escritos muchos memoriales bajo la dicta de Gaspar Marin , Francisco Menesés , Lorenzo Reyes , Miguel Infante, Joaquín Prieto, Santiago Aldunate, Manuel Salas, Agustín Vial, Clemente Lantaño, Juan de Dios Rivera , Juan Castellón , Juan Miguel Bena- vente y una infinidad de otros, igualmente prontos á favorecerme , y á responder á mis multiplicadas preguntas, y á cuya condescendencia soy deudor de cuanto pueda leerse de nuevo é interesante en esta relación , la cual , en resumen y en jeneral , será un rejistro de sus nobles y brillantes hechos. Me tomo la libertad de manifestarles aquí mi pro- fundo reconocimiento , así como también al ilustre libertador de Chile y del Perú , el jeneral San Martin , que el hado ha traido áParis, como si la Providencia misma hubiese decretado que las mas interesantes pajinas de aquella brillante época fuesen escritas bajo la protección de uno de sus principales actores. Paris y Enero 1848. Cl. GAY HISTORIA DE CHILE CAPITULO PRIMERO, Situación de la América en 1808. — Primeros síntomas de revolución. — In- fluencia que tuvieron en ella las de Francia y de los Estados Unidos. — La Inglaterra procura darle impulso con socorros, y Napoleón por medio de sus emisarios.— Triste posición de España, y su impotencia para exorcizar la tempestad que la amenaza. Acabamos de recorrer cerca de tres siglos de la historia de Chile, durante los cuales hemos asistido á su conquista, á su organización política y á todos los eventos que son como consecuencia de un gobierno naciente y mal ase- gurado. Por el sur, hemos visto á los habitantes constan- temente luchando con los fieros Araucanos , siempre atormentados por un vivo deseo de recobrar su libertad fuertemente comprometida por la proximidad de una na- ción cúpida, poderosa y guerrera ; en la costa, escuadrillas europeas ó simples corsarios atraídos por el atractivo del contrabando , que era tan fácil como ventajoso , y, en fin, en Santiago , residencia de las autoridades, y, por con- siguiente, de la ilustración, un espíritu de rivalidad que sembraba la discordia entre las corporaciones políticas , suscitándoles disputas pueriles, en ocasiones de preemi- HISTORIA DE CHILE. nencia, ó inclinándolas á la intriga y á la superchería aun en el nombramiento de un simple provincial. En este estado de cosas , la nación habia quedado en una especie de nulidad que habia estampado una fiso- nomía muy particular á la sociedad , y la habia dejado casi estancada, á pesar de su jenio y de sus riquezas territoriales. La civilización estaba en pañales ; la ins- trucción estremadamente limitada ; la industria y el comercio eran nulos, ó poco mas ó menos; y los man- datarios , siempre imbuidos de su posición y de sus pre- rogativas, habían tomado sobre el pueblo un prestijio que casi rayaba con los límites de un respeto relijioso. Aun hay memoria de la dificultad que habia y sumisión que se necesitaba para hablar á un gobernador, á un rejente, y aun también á un oidor, y de la afectada gra- vedad con que dichas autoridades se presentaban en público, frecuentando apenas la sociedad, y tolerando, en ciertas partes de la América, que el pueblo se postrase delante de su coche , como si las instituciones civiles se hubiesen identificado con las de la relijion. Este gran prestijio que habían adquirido los emplea- dos superiores era un producto de la política española para someter, por un medio moral , al pueblo á una especie de servidumbre que lo constituía esclavo de sus propias preocupaciones. Sin duda alguna , por respeto á las leyes y á la conservación del orden y de la tranquilidad pública , es preciso que todo miembro de la sociedad sea subordinado á sus superiores , y obedezca con respeto á las órdenes que dimanen de su justicia; mas los Americanos habían llevado esta su- misión á tal estremo de envilecimiento , que habían caído en una especie de apatía , la cual comprimía com- CAPITULO I. 25 pletamente sus facultades intelectuales y les impedia de aspirar á mejor suerte. Se habían hecho humildes , indolentes , resignados y tímidos como si hubiesen enajenado su libertad, y tan ciegamente apegados á sus principios , que , en las primeras guerras de la indepen- dencia, se alistaban bajo las banderas reales de prefe- rencia á las de los defensores del país. Por otro lado, las personas ricas y de distinción no estaban menos sometidas al influjo de sus hábitos. La mayor parte de ellos, reducida á una existencia frivola y de pura vanidad, no tomaban interés alguno en la política. Sin antecedentes ni ambición , destituidos , en jeneral, de todo espíritu público, se hallaban satisfechos con sustituios de nobleza, adquiridos, muchas veces, á fuerza de dinero ; otros se contentaban con una conde- coración ; otros no aspiraban mas que al grado pura- mente honorífico de capitán de una compañía de mili- cias, y si por casualidad alcanzaban el de coronel ó brigadier, se creían en el pináculo de la dignidad política. Una condición de esta naturaleza no podia ya prolon- garse por mas tiempo , y tenia necesariamente que ceder al movimiento poderoso que habían dado al espíritu de aquel siglo los Montesquieu , Helvecio, Voltaire, Raynal, Rousseau y otros , y cuyas obras, traducidas, la mayor parte, al español, se habían introducido por contrabando en las mas pacíficas comarcas , y habían despertado los corazones de algunos atrevidos pensadores , los cuales se embibieron en ellas de un conocimiento íntimo de sus derechos y de sus deberes. Estos pensadores abrazaron algunas veces las cuestiones las mas arduas , bien que sin arriesgarse á proponerlas como dogmas al escrutinio de un libre examen. Lejos de eso , como fieles y escrupu- 1 HISTORIA DE CHILE. losos católicos, desdeñaban todo alarde de incredulidad, pero penetrándose ellos mismos con ansia de las doc- trinas sociales de dichos filósofos, con esperanza de aprovecharse de ellas á su tiempo para la felicidad de su nación. Así se preparaba una grande revolución en aquella vasta comarca y ya fermentaba con cierto susurro para desarrollarse , tarde ó temprano , y mostrarse triun- fante de preocupaciones y hábitos arraigados , favore- cida por grandes acontecimientos que le sirvieron de auxiliares , no de causa esencial. El primero de estos acontecimientos tuvo lugar en la América Inglesa con ocasión de un impuesto con que el gobierno quiso agravar las transacciones comerciale sdel país. En el primer momento , el pueblo hizo las mas ca- lorosas representaciones contra aquel acto de arbitrarie- dad y de injusticia, pero viéndolas desechadas, y su orgullo nacional humillado, se propasó á escesos que muy luego to- maron un carácter de verdadero alzamiento. Muy luego, los gritos de libertad y de independencia resonaron en todas aquellas colonias británicas , y estos gritos , im- portados á Francia por los representantes Deane y FranMin , encontraron la mas jenerosa simpatía eri una juventud educada según el espíritu filosófico del 18° si- glo. Es verdad que en aquella época ya la Europa en- tera miraba con zelos y desconfianza la ambición inva- sora de la Inglaterra, y no se hallaba muy distante de abrazar la causa de aquel pronunciamiento , bien que fuese opuesto á los principios jeneralmente seguidos. La Francia , sobretodo , tenia el mayor interés en debilitar la preponderancia de su rival , aun tan orgullosa de la posesión del Ganada que le acababa de quitar, y por lo mismo fué de las primeras que se apresuraron á trazar CAPITULO I. 27 un plan de conducta enteramente favorable á los Ameri- canos. En el principio , obrando con prudencia y sigilo- samente, procuró fomentar aun mas el entusiasmo del pueblo, hizo entrar en su liga al rey de España (que también tenia algunos antiguos rencores contra Ingla- terra), y luego echó a un lado la circunspección y ma- nifestó abiertamente sus proyectos, armando de concierto con su poderoso aliado una flota suficiente para sostener y sacar triunfantes las justas pretensiones de aquellos audaces colonos. Los buques de aquella flota fueron jus- tamente los que, de arrivada a algunos puertos de la América meridional , sembraron y dejaron en ella las ideas de libertad que no podian menos de estenderse tanto mas , cuanto los sucesos militares iban á fundar, á su puerta misma, una nación viril, vigorosa y llena de recursos , y, por lo tanto , capaz de tener un rango entre las potencias que se habian elevado al mas alto grado de civilización. El segundo acontecimiento, relativo a la revolución francesa, fué aun mas decisivo, puesto que este ani- quiló, de un golpe, todas las condiciones morales y ma- teriales del estado y de la sociedad, y esparció su bené- fica claridad por las clases inferiores, enseñando á cada miembro de esta sociedad el verdadero valor de sus de- rechos y de su dignidad. En suma, era una revolución social que interesaba la jeneralidad del pueblo, y bajo este aspecto todos debían tomar una parte activa en ella , sobretodo aquellos para quienes los privilejíos ha- bian sido tan humillantes y tan onerosos. En la época de aquellas dos violentas revoluciones, habia en España, y en otras partes de la Europa, una in- finidad de jóvenes Americanos educados, por decirlo así, 1 i !l 28 HISTORIA DE CHILE. en la escuela de aquellos atrevidos reformadores, ó im- buidos, por lómenos, de algunas de sus máximas, los cuales, poniendo el pensamiento en el porvenir de su país , y previendo la influencia que aquel gran trastorno político podría tener en su suerte , miraban con ansia los progresos de esta última revolución , siguiendo su retaguardia , y felicitándose mutuamente al verla ganar terreno , bien que lastimándose de las violencias ren- corosas de las pasiones. De aquel gran número de jóvenes, unos se apresuraban á volver á su patria para comunicar á algunos de sus compatriotas las ideas de que ellos mismos estaban inspirados ; otros , mas osados , se trasportaron en persona al foco del movi- miento, y aun se atrevieron á alistarse bajo las banderas de los revolucionarios, á impulsos del entusiasmo que les inspiraban sus principios y su profunda convicción. Entre estos últimos, los habitantes de Venezuela se distinguieron por el apresuramiento con que adoptaron aquellas nuevas ideas, y al primer grito de la revolución francesa algunos jóvenes insensatos osaron tremolar el estandarte de la rebelión ; pero muchos de ellos pagaron con la vida un pronunciamiento tan prematurado é in- tempestivo. De los que se salvaron de los efectos de este primer sacrificio á la libertad americana, fué uno Na- riño, joven audaz é imprudente que osó presentarse en España, de donde, á la verdad , se fué muy pronto para ir á interesar en su noble causa los gobiernos francés é ingles. A poco tiempo después, su fogoso compatriota Miranda se presentaba en la misma lid con las mismas intenciones, y con antecedentes que le eran mucho mas favorables. Entusiasta de la revolución francesa, en cor- relación y trato con sus jefes, y, lo que es mas, habiendo ■■■ "- CAPITULO I. 29 alcanzado el grado de jeneral en sus ejércitos, Miranda ofrecía las mejores garantías de éxito á una espedicion que ya muchas veces había emprendido, aunque sin re- sultados importantes. La Inglaterra, como muy intere- sada en aquella arriesgada tentativa , no se mostró sorda á sus solicitudes y le dio armas y dinero, con lo cual aquel ilustre Americano se vio muy luego á la cabeza de una nueva espedicion, que salió de los Estados-Unidos y se dirijió sobre Caracas, en donde, si no consiguió sus prin- cipales fines, alcanzó , por lo menos, el de propagar las ideas de libertad, y de ajitar y llenar los corazones de los habitantes de pasiones que los comprometieron lo bastante para proseguir en tiempo oportuno su gran pensamiento. Ademas de los auxilios que daba á los apóstoles de la emancipación americana , la Inglaterra procuraba dis- locar directamente y por sí misma al gobierno español, sembrando el jérmen de la discordia en sus colonias, á las cuales inspiraba el amor de la independencia. En los re- sultados de esta importante cuestión, el gobierno britá- nico hallaba , en primer lugar, una satisfacción nacional ; y, en segundo , una inmensa salida para los productos de su creadora industria, productos que en aquella época la América no tenia por causa del bloqueo continental. Por consiguiente, todos los pensamientos de la Ingla- terra se dirijian naturalmente á fomentar aquella revo- lución, y ya, en 1797, el ministerio , por el órgano del célebre Pitt, habia mandado distribuir en la mayor parte de las colonias gran número de proclamas, asegurando socorros en dinero, armas y municiones á cuantos qui- siesen intentar revolucionarlas. Todo esto no era mas que una consecuencia inevitable de la conducta que ha- 1 HISTORIA DE CHILE. bia tenido el gobierno español en la insurrección de los Anglo Americanos. En cuanto á la Francia, es fácil concebir que teniendo el mayor interés en abatir el orgullo y el poder de su rival, hubiese entrado abiertamente en aquella liga, y procurase contribuir por todos sus medios al desarrollo de un acontecimiento que lisonjeaba su amor propio , y aumentaba su preponderancia política ; pero no se com- prende que España hubiese podido tomar cartas y pro- tejer una revolución , cuyo objeto era la emancipación de una colonia tan vecina de las suyas, con el símbolo de libertad y de igualdad , en toda la acepción de estas palabras. Los hombres esperimentados y de previsión vieron al punto la grande trascendencia de este yerro , y el mismo Garlos III lo confesaba francamente, :efujiándose á la sombra de su malhadado pacto de familia. El ilustre conde de Aranda, después de haber firmado en París el tratado de paz que obligaba á la In- glaterra á sancionar la independencia de los Estados Unidos, no pudo menos de manifestar a S. M. los temores que le asaltaban por la suerte futura de sus posesiones en América , y para precaver semejante acontecimiento opinaba cuan útil seria el llevar á ejecución el plan pre- sentado par Vauban á Felipe V , plan que consistía en ceder aquellas posesiones á tres infantes de su familia , los cuales reinarían en ellas con los títulos de rey de Méjico, del Perú y de Costa firme, y bajo su propia de- pendencia con el de emperador. A todos estos elementos de fermentación , que solos habrían bastado para dislocar el poder español en todo el Nuevo Mundo , se juntó muy pronto otro, aun mucho mas grave, y el cual provenia de la triste situación de CAPITULO I. 31 la madre patria , á consecuencia de la corrupción de la corte , de los desarreglos de la administración , de la con- ducta política y privada de un grande de fortuna y de las miserables desavenencias del rey y del príncipe su hijo , desavenencias que dieron lugar á la revolución de Aran- juez. Solicitado como mediador en la querella , Napo- león vio de una ojeada , y con su tino astucioso y sutil , una ocasión de espulsar á los Borbones de España, para su propio provecho , y por un maquiavelismo que la his- toria no le perdonará nunca consiguió la abdicación de la corona , objeto del conflicto entre los dos monarcas , y la puso en la cabeza de su hermano José. Ademas, anteriormente á esta pérfida tramoya de estado, ya habia obtenido , en conformidad al tratado de Fontainebleau , el enviar al norte de la Europa las tropas españolas que mandaba el marques de la Romana , y ocupar con las francesas las principales plazas de la Península, por ma- nera que la invasión de aquel vasto y jeneroso país no fué, en realidad, para su ejército mas que un paseo re- creativo y de ovación. El prestijio de Napoleón , y, tal vez , algunos intereses particulares, atrajeron á aquel hombre estraordinario un partido bastante fuerte de Españoles de distinción y de influjo ; pero el pueblo, penetrado de la máxima de con- siderar á los reyes como imájenes de la Divinidad , y como intérpretes de la voluntad del cielo, no pudo sufrir con paciencia y sangre fria un acto tan violento de ver- güenza y de injusticia ; el grito de alarma resonó como un trueno en toda España, y su eco produjo una insur- rección jeneral, pronta á sacrificarse para defender la dignidad y la independencia de aquella antigua monarquía , embriagada aun de vanagloria con la me- 1 HISTORIA DE CHILE. moria de sus héroes y de sus valientes defensores. Uno de los primeros deberes de los insurjentes fué atacar los arsenales para hacerse con armas y municio- nes , y su celo y valentía estaban sostenidos por la pode- rosa protección del clero, que, en aquel momento, go- zaba de un doble influjo, á saber, el que le daba su carácter sacerdotal , y el de su ardoroso patriotismo. En seguida se formaron pequeños cuerpos de ejército ; se organizaron montoneros, y se esparcieron hábiles agita- dores por todas partes para fomentar la conspiración , dando pávulo ala pasión de los espíritus, y predicando guerra esterminadora contra los serviles instrumentos de la ambición de un guerrero insensato. Los primeros en- cuentros fueron impetuosos y sostenidos, y llenaron de sorpresa á los Franceses, que, hasta entonces, habían des- conocido enteramente el carácter denodado y enérjico del Español . y se vieron obligados á defender paso á paso el terreno tan vergonzosa y pérfidamente invadido y que el orgullo nacional se aprestaba á disputarles con tanta enerjía. Durante aquellas guerras de esterminio, en las cuales el espíritu de patriotismo se elevó á lo mas alto y sublime de cuanto nos presenta la historia de la humanidad, la España se hallaba sin jefes , sin apoyo , desprovista de todo y enteramente dividida en su organización política. Cada provincia , reducida á su propia suerte é impelida, al mismo tiempo, por el sentimiento íntimo y aclarado de sus derechos, procuró formarse un gobierno provisional, cuyos fines fuesen vijilar por su propia conservación. Las que se hallaban aun libres crearon juntas compues- tas de ciudadanos los mas influyentes y animados todos del mismo espíritu patriótico. Todas aquellas juntas eran CAPÍTULO I. 33 iguales en poder y autoridad y no tenían mas que un objeto común, que era la defensa de la patria, y se go- bernaban independientes las unas de las otras- lo cual había dado lugar, sin pensar en ello, á una especie de administración federativa. Pero aquellos pequeños esta- dos eran demasiado débiles para obrar por sí solos v se hallaban en la necesidad de ayudarse mutuamente, mul- licando, de esta manera, sus fuerzas y sus recursos Para conseguirlo, creyeron que lo mejor seria centralizar las operaciones en una sola junta, sin dejar de conser- var la dirección política de su provincia. Por desgracia, se abrigan en el corazón humano así como también en el de la sociedad, pasiones que sofo- can en el todos los sentimientos del deber, y los inclinan á escesos de amor propio ó de orgullo que, muchas ve- ces, les hace obrar contra su propio ínteres ; y esto fué lo que sucedió en España , cuando se trató de elejir aquella junta, en la que se debían centralizar todos los poderes. En aquella ocasión , muchos elevaron demasiado alto sus pretensiones, obraron con imprudencia, y en su obstinación, hubieran comprometido gravemente el país, sembrando en él la guerra y la anarquía, si los peligros de la patria no hubiesen atraído en su favor to- dos los partidos militantes. Mas no sucedió lo mismo en América , en donde cada una de las provincias que se hallaban en desacuerdo ha- bía enviado emisarios con el solo objeto de dar á recono- cer su supremacía, con esclusion de las demás. Claro estaba que la animosidad que existia entre los enviados había de perjudicar necesariamente á su misión, pues todos se decían representantes de la sola junta recono- cida por España , y de allí se seguían contradicciones y V. HlSTOMA. „ ®] 3/j. HISTORIA DE CHILE. desmentidos que dejaron el espíritu americano en una situación de incertidumbre , le hicieron dudar de la ver- dad de todas aquellas relaciones, tan tercamente con- trovertidas, y sospechar la posición crítica en que estaba la madre patria. Esta posición era , en efecto , de las mas lamentables. El país se hallaba invadido casi por todas partes ; habia jenerales que habian faltado á su deber, y violado su ju- ramento ; la anarquía , jenio de la ambición , parecía también querer conspirar contra la nación, y la junta de Sevilla, forzada á abandonar dicha ciudad , se habia re- fujiado, apresuradamente, en Cádiz, en donde se vio muy luego acosada por el ejército francés. Sospechada de estar de intelijencia con Napoleón , la misma junta habia sido el objeto de una animosidad sorda, pero jeneral , que se manifestó muy pronto en gritos amenazadores de las po- blaciones por donde pasaba. El recibimiento que tuvo en Cádiz no fué menos ruidoso , y no atreviéndose á hacerle frente, se apresuró á disolverse y dispersarse, humillada y llena de confusión. Solo , algunos diputados permane- cieron en la ciudad y se creyeron bastante autorizados para elejir entre ellos mismos cinco miembros que revis- tieron del poder soberano , bajo el título de rejencia su- prema del reino. Este fué el gobierno que , así improvisado, reconocido solamente en Cádiz , y cuya autoridad á penas se esten- dia á algunos cantones de la Galicia , confesó tan inje- nuamente en una proclama á los Americanos que hasta entonces habian sido tiranizados por España y por sus vireyes , y que, en lo sucesivo , ya libertados de su codi- cia, serian considerados al igual de los Españoles, y tendrian sus representantes en las cortes. Sin duda , esta CAPÍTULO I. 35 confesión tan sencilla era , tal vez, sincera , pero escesi- vamente tardía, puesto que llegaba en un momento en que la América, en su posición embarazada, no podia ya confiar en mandatarios cuya legalidad había sido con- testada por la mayor parte de las provincias españolas , y aun también por el marques de la Romana. Por otra parte, la admisión de estos diputados en las cortes era completamente ilusoria , puesto que no era posible que llegasen inmediatamente de las diferentes comarcas de la América , y, por de pronto , fué preciso contentarse con escojerlos á la ventura , por decirlo así, entre los Ameri- canos establecidos en Cádiz. El número de los que se nombraron era, ademas, tan limitado , que no podían tener influjo alguno en el resultado de los votos. Por esta razón , las memorias de aquella época están llenas de representaciones y protestas de dichos diputados, y ponen de manifiesto con que audacia eran diferidas sus mociones, esperando poder anonadarlas, al cabo, si sobrevenían buenos sucesos militares. Esta falta de consideración habia necesariamente de producir impresiones desfavorables en pueblos ajados después de tanto tiempo en su amor propio , y los cua- les , en razón de la invasión de la madre patria, se creían amenazados del golpe que les ciarían todas aquellas desgracias. Por mucha confianza que tuviesen en la valentía y en el patriotismo españoles, y en los auxilios de su recien aliada la Inglaterra , no se disimulaban sus propios riesgos, y resolvieron no permanecer por mas tiempo en la indecisión , siempre fatal en tiempos de trastornos políticos. El partido que les convenia abrazar les estaba indicado por la misma España , creando un gobierno provisional compuesto de un cierto 1 t si 36 HISTORIA DE CHILE. número de personas influyentes en el país, y capaces de obrar con enerjía á la primera señal de alarma. Una mano guiada por la Providencia sobrevino para fa- vorecer este plan tan nuevo para los Americanos. Los vi- reyes de Méjico y de Buenos- Aires, penetrados del poder de Napoleón y del estado crítico en que se hallaba España, habian convocado , casi en la misma época , algunos ciu- dadanos, con el objeto de participarles sus temores, y de persuadirles nombrasen legalmente una junta que tomase á su cargo el dar disposiciones las mas rigorosas y acti- vas para la defensa del país, en caso de invasión. En cua- lesquiera otra época, habría sido conveniente y útil esta determinación ; mas , en aquel momento en el cual los espíritus estaban tan fuertemente ajitados, no solo por los peligros que amenazaban, sino también por las ideas del siglo , la misma determinación daba pávulo á la am- bición , y favorecia las miras de los reformadores. Los Españoles dotados de perspicacia previeron de una ojeada sus consecuencias y se apresuraron á contrarrestarlas. En Méjico , en donde habia suficiente número de ellos, consiguieron deponer al virey poniendo en su lugar una junta compuesta de personas apegadas á sus intereses y á los de España ; pero en Buenos-Aires el cabildo fué el que tuvo todo influjo en una creación semejante , y, por esta razón , fué enteramente favorable al país. Gis- neros quedó despojado de sus honores y títulos, y á poco tiempo después le enviaron á las islas Canarias , acom- pañado de algunos oidores, y otras muchas personas contrarias al movimiento que acababa de ser ejecutado. El 25 de mayo de 1810 fué el dia en que tuvo lugar aquella revolución, la cual habia sido precedida de la de Caracas, que puede ser considerada como provocadora CAPÍTULO 1, 37 y vanguardia de la lucha que iba á trabarse entre el des- potismo y la libertad. Quito y la Paz se habían pronun- ciado ya en favor de estos gobiernos provisionales, y las demás capitanías jenerales procuraban seguir el mismo ejemplo , porque la fermentación era tan jeneral como violenta , hallándose los espíritus alarmados con el temor de una iminente invasión , á la cual todos querían hacer frente á fin de conservarse para su amado rey Fer- nando VII. Fuera de algunos que habían soñado con una feliz suerte futura para el país, las intenciones de la jeneralidad eran puras y sinceras, y espresaban una fide- lidad altamente probada por el empeño que ponían en sostener los esfuerzos que hacia la madre patria para resistir á la potencia estraordinaria de su ambicioso ene- migo. En el espacio de tres ó cuatro años, salieron de la América para contribuir á los gastos de los ejércitos es- pañoles mas de cien millones de pesos, producto de sim- ples donativos patrióticos. Entretanto, la rejencia y las cortes no se hicieron ilu sion sobre el resultado final de aquellos movimientos, ni sobre el fin que se proponían alcanzar algunos miem- bros de aquellas juntas ; y conociendo el gran inconve- niente que había en dejar subsistir en aquellas colonias asambleas revestidas del poder soberano, procuraron paralizar la coalición, cosa que ofrecía tanta mayor di- ficultad cuanto esta se estendia por un espacio de mas de dos mil leguas. A pesar de su penuria en hombres y dinero, y de la lucha que sostenían contra un enemigo tan peligroso, se atrevieron á enviar, en la plenitud de su im- potencia, una espedicion á Venezuela para bloquear los puertos é impedir la entrada de los estranjeros, que con mucha razón temían ; y para conseguir mejor este fin , 1 , 38 HISTORIA DE CHILE. anularon la orden que hacia un mes había dado la re- j encía en favor del comercio libre de la América ; recha- zaron con desden la intervención de la Inglaterra ; hi- cieron vijilar las costas para ponerlas al abrigo de la introducción de las ideas de los anglo-americanos, y pro- curaron congraciarse con los diputados del nuevo mundo, oyendo con menos indiferencia sus discursos y sus peti- ciones. Mientras el gobierno de Cádiz multiplicaba así sus esfuerzos para contener al jenio invasor de la revolución americana, Napoleón se esmeraba en protejerla por su parte, enviando emisarios franceses y aun también es- pañoles, con el encargo de impeler los Americanos á la independencia, en caso de que no consiguiesen someter- los á la autoridad del Rey José. La promesa que habían hecho estos emisarios de conservar á todos los empleados superiores sus derechos, honores y prerrogativas, les habían proporcionado la protección de algunos altos per- sonajes ; pero el pueblo , cada dia mas idólatra de su rey Fernando , que noobstante su cautiverio reinaba aun para ellos con el mayor esplendor, no quiso de nin- gún modo suscribir á un acto tan contrario á sus ideas de hábito, y, fuertemente irritado contra aquellos ajentes de la perfidia, tocó á rebato, sacrificó á algunos, ahuyentó á otros y quemó en un autodefe las proclamas infamantes para su honor y dignidad. Por otra parte, una nación que habia abolido la relijion de Cristo, decretado la divi- nidad de la razón, encarcelado al papa, degollado á los sacerdotes y votado un ser supremo de la hechura de las ideas impías y desorganizadoras de la época, no po- día, en aquel momento, ejercer la menor influencia con un pueblo imbuido de su relijion hasta el fanatismo , y CAPÍTULO 39 dominado por una milicia de curas y de frailes, que ver- tían ámanos llenas el oprobio y el ridículo sobre la misión de aquellos nuevos apóstatas, considerados como los prin- cipales autores del desorden moral y físico de la época. La persecución que el cristianismo habia padecido en Francia durante los trastornos de la revolución habían, en efecto, llenado de espanto las almas puras y tímidas de aquellos Americanos, acostumbrados á terminar obscura é indolentemente una vida de paz y tranquilidad. Ente- ramente estraños á movimientos revolucionarios , en los cuales la pasión llevada al mas alto grado de exaltación y de delirio obra muchas veces como un verdadero asesino, y nopudiendo comprender que el Criador, en su bondad infinita, pudiese enviar remedios tan violentos para cu- rar los males de la sociedad doliente, hablaban con hor- ror de la revolución francesa, despreciaban profunda- mente al pueblo que la habia enjendrado, y no podían menos de recibir con odio y mala voluntad á los emisa- rios turbulentos que las olas del mar acababan de arro- jar sobre sus costas. Tal ha sido , sin duda alguna, la causa del poco éxito que tuvieron en América los envia- dos de Napoleón ; pero sus ideas filosóficas, introducidas por contrabando, fueron pasto de algunos nuevos adep- tos, que estaban ya iniciados en el misterio de aquella grande reacción, y sirvieron á encender la antorcha de la razón y á alimentar el ardor de los corazones. En efecto, fué la época en que se empezaron á oir gritos de indepen- dencia, al principio limitados á algunas partes, pero que luego resonaron, sucesivamente, por todo el nuevo con- tinente : Quito, Buenos-Aires, Méjico, Chile, etc. La historia de la revolución de este último es la que vamos á narrar. 1 i i" CAPITULO II. Muerte del presidente Muñoz de Guzman. — Competencia de la Real Au- diencia y de Carrasco sobre la sucesión. — Carrasco es nombrado por el ejército de la frontera. — Estado de Chile y de España á su entrada en el mando. — El capitán Luco viene á pedir nuevos recursos. I El 11 de febrero de 1808 se manifestó una grande ajitacion en Santiago ; se había esparcido un triste ruido en todos los barrios que habia conmovido toda la población. Como por instinto , todo el mundo corría á la plaza mayor, se formaban corros á la puerta de palacio, y allí se oia la noticia de la muerte del ilustre y virtuoso gobernador Muñoz de Guzman. Este fatal acontecimiento sumerjió la ciudad en la mas dolorosa aflicción. Era un dia de luto jeneral para todos los miembros de la sociedad, igualmente heridos en sus intereses y en sus afectos. El público perdía en Guzman un majistrado justo y laborioso, el pobre un protector jeneroso, y España un servidor íntegro, hábil y tan amado , que hubiera podido esconjurar, durante algunos años aun, la borrascosa tempestad que el viento de Buenos-Aires y los progresos de la civilización amon- tonaban encima de aquel leal país. La Real Audiencia, como de costumbre, se reunió aquel mismo dia para nombrar un sujeto digno de rem- plazar provisionalmente al ínclito difunto gobernador. En una época poco anterior, el rejente del tribunal ha- bría sido revestido del poder; pero desde que España habia declarado guerra a Inglaterra, tenia mucho que 1 CAPITULO II. h\ temer de esta potencia para no imprimir un carácter militar á sus colonias , y por una real cédala de 23 de octubre de 1806 estaba mandado que en todos los vireynatos y gobiernos, aunque hubiese Real Audiencia, recayese el mando político y militar y la Presidencia (en caso de muerte, ausencia ó enfermedad del pro- pietario ) en el oficial de mayor graduación , con tal que no fuese menos que coronel efectivo, y si S. M. no habia nombrado, por pliego de providencia ó de otro modo al que debia suceder ; y que en el caso de no haber oficial de dicha ó mayor graduación , recayese el mando en el Rejente ó en el oidor decano , y no en el Acuerdo. Esta real cédula , tan clara y terminante , fué sin embargo interpretada en estraña manera por todos los oidores, que sostuvieron se limitaba su tenor á la capi- tal, y de ningún modo á lo restante del país. Fundados en este falso raciocinio , se atrevieron á proclamar á su rejente por capitán jeneral y gobernador del reino, y el mismo dia, después de haber sido reconocido como tal por el Ayuntamiento, que le entregó el bastón de costumbre, se apresuraron á dar aviso á todas las admi- nistraciones, como también á los vireyes del Perú y de Buen os- Aires. Este nombramiento era completamente ilegal y visi- blemente contrario á las intenciones del gobierno que, en su delicada posición , necesitaba mas de un militar que de un majistrado. Por esta razón, muchos jefes, entonces empleados en la provincia de Concepción, se apresuraron á representar incontinente, protestando con- tra un acto evidente de mala fe y de injusticia. Dos de estos jefes tenían los títulos mas lejítimos, según el Il2 HISTORIA DE CHILE. espíritu de la real cédula , siendo , como eran , ambos brigadieres; el uno, don Pedro Quijada, con despacho de 1795, y el otro, don Francisco García Carrasco, con fecha de dos años solamente. Independientemente de esta protesta , Carrasco , como el mas interesado, había enviado á llamar al in- tendente don Luis de Álava, que se hallaba recono- ciendo, con Rosas, el agua de vida, que acababa de ser descubierta junto a Yumbel , y al punto en que llegaron á Concepción, sin miramiento por la Real Audiencia, se celebró un consejo de guerra, compuesto de todos los oficiales de la Frontera, con el fin de nombrar, según la real cédula, un presidente encargado del gobierno del país. La antigüedad de Quijada le daba la prefe- rencia, y ya el rejente le había escrito en este sentido ; pero hallándose en edad avanzada, y lleno de achaques que le obligaban á estarse en cama, tuvo que renunciar á ella (1), de suerte que Carrasco quedaba solo, y con todo eso aun tuvo por competidor á don Luis de Álava , bien que solo tuviese grado de coronel, el cual pre- tendía tener derecho á ser nombrado , como intendente que era de la provincia, comandante jeneral de las armas de la frontera y reconocido como segundo jefe del reino. En consecuencia, Álava escribió por este tenor á la Real (1) « No hallándome capaz, por mi avanzada edad, y graves continuados achaques, de desempeñar mando alguno, he solicitado de la real piedad mi retiro, y habiéndolo representado así al señor capitán jeneral, Don Francisco García Carrasco , doy á V. S. y señores vocales de ese real tribunal las mas afectuosas gracias por el lugar preferente que me han considerado para la sustitución del mando accidental de este reino, en su auto de 7 del corriente mes, de que V. S. me acompaña testimonio con fecha de 12 del mismo. » Carta de don Pedro Quijada al Rejente don Juan. Ballesteros, escrita en Concepción, el 20 de marzo 1808. CAPITULO II. 43 Audiencia y se hizo apoyar en el consejo por don Luis Barragan ; pero á pesar de todos los pasos que dio y de su actividad, tenia contra sí á la ley, y Carrasco fué nombrado (1). El dia siguiente de esta deliberación, es decir, el 5 de marzo de 1808, el nuevo presidente participó al rejente Ballesteros su nombramiento (2), y, poco tiempo después, salió de Concepción lleno de tristes presentimientos, como si previese su turbulenta suerte. En su compañía, iba don Juan Martínez Rosas , que debia de desempeñar el cargo de su asesor particular. Una misma fatalidad había puesto al lado de Cisneros al hábil y audaz Moreno, y al de Carrasco al que iba á ser el alma de la emanci- pación chilena, por donde se ve claramente que en aquella época la mano de la Providencia conducía aque- llas desgraciadas colonias, desbastándolas de la fatal corteza que por tanto tiempo habia envuelto y sofo- cado su jenio y su capacidad. La recepción del nuevo presidente en Santiago, que (1) Algún tiempo antes de su muerte, Muñoz habia recibido orden de reuniría isla de Chiloe á su gobierno, separándola, por el hecho, del mando del Perú. Si esta orden hubiese sido ejecutada, Alvarez, que era gobernador de dicha isla, habría sucedido, de derecho, á Muñoz, y en razón de su ta- lento, valentía y actividad , hubiera retardado por algún tiempo la ruina del poder español. {Conversación con don Manuel Salas.) (2) A este aviso, Carrasco añadía : «Me dispongo á pasar á la capital, á la mayor brevedad posible. Así es que no puedo reconocer á V. S. con otra representación ni otro carácter que los de rejente de ese tribunal ; cualesquiera que haya sido la resolución del acuerdo, tomada sin mi co- nocimiento, siendo contraria á la suprema voluntad del Rey, es inobedecible. La responsabilidad á que estoy iigado, y la obligación en que me hallo para con el soberano, por mi empleo y graduación , en circunstancias que el reino se halla amenazado de enemigos, me estrechan á sostener el acuerdo de la junta, aunque no tengo ambición ni deseo de mandar. » Carla de don Francisco Antonio García Carrasco al rejente don Juan Rodrigo Ballesteros, del 5 demarzo de 1808. i lili HISTORIA DE CHILE. tuvo lugar el 22 de abril de 1808, fué fria y casi igno- rada, por la razón de que habia sido precedida del des- contento manifiesto de la Real Audiencia, bastante ren- corosa para no olvidar tan pronto una decepción que la habia desazonado en gran manera. Por consideraciones de pura conveniencia, algunas personas de distinción se habían dejado llevar de los mismos zelos de amor pro- pio, y no se mostraban menos desdeñosas y circonspectas hacia él. Carrasco conocía que se hallaba bajo los auspi- cios los mas desfavorables. Sin consideración y casi sin apoyo, se veia á la cabeza de un gobierno empeña- dísimo (1), con muy cortos recursos en aquellas críticas circunstancias y amenazado, después de algún tiempo, de una invasión inglesa (2). Este último pensamiento, sobretodo, parecía preocuparle mas; porque no tenia gran confianza en las milicias, y porque su limitado y estéril entendimiento estaba muy lejos de sujerirle ideas de previsión. Afortunadamente para el país, su pre- decesor habia provisto anchamente á todo lo que no al- canzaba su incapacidad, haciendo levantar planes de defensa por hábiles oficiales y administradores. Francisco (1) La administración de Guzman habia sido tan sabia y económica, que á fines de 1805 existia en las arcas reales una cantidad de 646,512 p., can- tidad que no fué suficiente para cubrir las reparaciones de la tesorería, la fundación de la Aduana y costo de los milicianos rejimentados después que habian llegado noticias de guerra. Por esta razón , á la llegada de Car- rasco, las rentas reales, que ascendían á 923,723 p., tenían un desfalco de 97,282 p., y, por otro lado, el Virey del Perú, en razón de las muchas y gran- des cantidades que habia tenido que enviar á España , y de los gastos ocasio- nados por la defensa de la costa y el envío de tropas á Quilo y á la Paz , escribía que ya no podía remitir los 100,000 p. del situado de Valdivia, y esto justamente en una época en que esta plaza se hallaba alcanzada en una bancarrota de 115,000 p. que acababan de hacer los ministros de la tesorería en perjuicio de aquel situado. {V. mi parte estadística.) (2) En una carta de Windhan: al jcneral Crawford, se ve que la Inglaterra quería enviar una espedicion de 4272 hombres á las costas de Chile. CAPITULO 11. Xavier de Reina, Buenaventura Matute y Tadeo Reyes habían presentado memorias tan sabias como claramente esplicadas. La del último, especialmente, habia sido muy apreciada y merecido la preferencia como mas adaptable á los recursos del país y á la penosa situación de la tesorería , pues se trataba de quitar la subsistencia al enemigo, dejando, á la primera señal de invasión, las costas enteramente desiertas ; de instruir á los mili- cianos para que se mantuviesen firmes en los primeros fuegos , y de armarlos con machetes , arma que las jentes de la tierra estaban acostumbradas á manejar, y que preferían al sable (1). En efecto, apenas fa- bricados, se entregaron cuatromil de estos machetes, y los milicianos armados con ellos fueron llamados cuchilleros. Todos estos preparativos habían ocasionado gastos estraordinarios , y aun exijian otros muchos, porque los temores de una invasión inglesa tomaban incremento y habían motivado el armamento de un número mayor de milicianos pagados al pié del ejército. Muñoz de Guzman , gracias á su habilidad y á su pres- tijio , habia podido hacer frente á estos crecidos gastos , reduciendo mucho el sueldo de los empleados mayores , y de los empleos superiores al de teniente coronel , so- metiéndose todos gustosos á esta reforma (2) ; pero cuando Carrasco quiso emplear los mismos medios , en- contró una resistencia obstinada , y tan enérjica , que se vio obligado á renunciar á ellos, como tuvo también que desistirse del que le propusieron los tesoreros, el cual era (1) Instrucciones del presidente Guzman para la defensa del país. (2) Guzman habia conseguido dar cumplimiento á uno de los mas injustos reales decretos, casi sin que nadie se quejase, el cual despojaba á las obras pias de todos sus bienes, sin mas promesa que la de pagarles los intereses. 46 HISTORIA DE CHILE, de aumentar el impuesto de jéneros y metales del país, por manera que desde el principio de su carrera se halló acosado por las primeras necesidades de la administra- ción , y ya mostraba la debilidad de carácter que debia , necesariamente , dejar presentir las desgracias que iban á caer sobre el país que gobernaba. En tan penosas circunstancias , Carrasco procuró atraerse los favores del cabildo, á fin de tener en aquella corporación , que á la sazón gozaba de bastante influjo , consejeros capaces de trazarle un plan de conducta , y de servirle de apoyo en caso de peligro. Por la noche reunía regularmente algunos en su salón ; pero , al mismo tiempo , también recibia hombres oscuros , y aun de mo- ralidad dudosa, particularidad que, desde luego, habia alejado algunos personajes de su tertulia. La conversa- ción , allí, era ajena de las circunstancias, pueril y tri- vial, recayendo siempre en cuentos de familia, y sobre el ridículo de algunos empleados , con intención de des- acreditarlos para poder quitarles sus empleos (i). Allí fué en donde se formó la sociedad de armadores , cuyo ob- jeto era atacar bajo cualquier motivo , y bajo pretesto de servir al rey y á la patria , todos los buques estranjeros que se acercaban á la costa para contrabandear. La presa de la fragata el Escorpión , ejecutada por la perfidia la mas criminal, descubrió muy pronto sus bajas intencio- nes, y todo Santiago quedó escandalizado cuando supo la alevosía cometida contra el capitán de dicha fragata y contra algunos de sus marineros, que hablan saltado en tierra sin armas, fiándose á la buena fe de los que los llamaban para asesinarlos. A la sazón , corrió la voz de que Carrasco habia tenido parte en aquella presa , y le (1) Historia del Padre Guzman, p. 260. »L CAPÍTULO II. 47 había acarreado un encono tan jeneral, que probable- mente le habría sido fatal, si las felices nuevas que lle- garon de España no hubiesen llevado á aquellos lejanos habitantes , llenos de zozobra por la madre patria , un consuelo que no esperaban. Estas noticias, que llegaron á mediados del mes de agosto de 1808, eran relativas á la abdicación del rey Carlos IV, y á la caida del favorito Godoy, considerado como autor principal de todos los males que, ya tantos años había, atormentaban á la desgraciada España. Fer- nando VII , sucesor de Garlos IV, parecía presentar todas las garantías necesarias de previsión y de acierto. Las persecuciones que habia esperimentado le habían dado mucha popularidad y hecho interesantísimo a los ojos de los Españoles. Su advenimiento fué celebrado en todas partes con júbilo y alegría de que participó toda la América con la mayor sinceridad de sentimientos , y en Chile las funciones reales, en honra suya, se prolongaron por mu- chos dias con el mas cordial abandono. Mas, por desgracia, aquel entusiasmo fué de corta duración, pues los aconteci- mientos de Bayona no tardaron en cambiar aquellos dias de la mas pura satisfacción en dias de luto y duelo, sumir- jiendo á los Americanos en un nuevo piélago de zozobras. En efecto, por aquellos acontecimientos, la posición , ya crítica , de la América , se hacia mucho mas grave , pues España, privada de su jefe , quedaba como un bajel sin timón, espuesta á ser juguete de la horrorosa tem- pestad que ya bramaba sobre su cabeza. No obstante , el pueblo español no podia mirar impasible una perfidia tan odiosa; la lealtad y la nobleza de su carácter le hicieron salir de su apática flojedad , é hirviendo con justísima indignación se levantó en masa para sostener MI as HISTORIA DE CHILE. El E con las armas su honor y su independencia nacional. Los primeros encuentros le fueron fatales , pues carecía de la unidad de voluntad militar y de disciplina que constituyen esencialmente la fuerza de los ejércitos ; pero con su he- roica perseverancia se hicieron esperimentados y aguer- ridos, y consiguieron verdaderos triunfos. El de Baylen, sobretodo, acabó de llenar de entusiasmo el corazón de los Americanos, ya bastante tranquilizados, luego que vieron á la Inglaterra en paz con España; pero, des- graciadamente, la infinidad de sacrificios diversos que tenia que hacer esta última se multiplicaban cada dia mas , y habían escedido ya , de mucho tiempo atrás , los límites de todos sus recursos. Los ejércitos solo se man- tenían , por decirlo así, con el oro y la plata de las dos Américas , y bien que aquellos jenerosos colonos hubie- sen contribuido con cantidades inmensas, las urjentes necesidades que padecían aquellos exijian nuevos dona- tivos , que se hacían raros después que los emisarios en- viados por las diferentes juntas que se disputaban la soberanía habían mostrado demasiado patentemente sus disensiones en el centro mismo de aquellas colonias, ins- pirando á sus habitantes grandes temores sobre la suerte de la madre patria. Para dar nuevo estímulo á su noble y necesaria jene- rosidad, la rejencia del reino había creído oportuno en- viar á algunos puntos de aquellas colonias hombres per- suasivos que supiesen dar á entender á los Americanos el estado de incertidumbre de España, y el interés que tenían en tomar muy activamente parte en la santa causa que sostenía (1). El capitán don Santiago Luco, de oríjen (1) Al principio, se había formado en España el proyecto de crear algu- nas leves tasas que habian de cesar inmediatamente después de la espulsion CAPÍTULO II. Chileno, fué nombrado para ir á ejercer su influencia y su actividad en su propio país , á donde llegó por principios de 1808, presentándose, sin pérdida de tiempo, al pre- sidente para darle parte de su misión. Carrasco se mostró tanto mas dispuesto á apoyar sus proyectos, cuanto el dinero que iba á solicitar no tenia que ver con la tesore- ría, y podía darle derecho á los favores de Ja rejencia, obteniendo de ella la propiedad del puesto que ocupaba* solo interinamente. Por esta razón , hizo lo que pudo para estimular la liberalidad de oficiales , de empleados y de personas ricas é influyentes, de las cuales convocó muchas á su propio palacio , y el 29 de octubre formó una comisión encargada de apresurar aquella urjente suscripción (1). Don José Santiago Luco estaba igualmente encargado de dar á reconocer en Chile la junta central , lo cual se verificó sin la menor dificultad ; pero por la misma ra- zón de haber presenciado todos los acontecimientos sucedidos en España, dicho capitán podía hablar de ellos con certeza, y añadir á lo que se decia sobre la triste situación de la Península detalles aun mucho mas alar- mantes, en vista de los cuales el cabildo juzgó conve- niente el enviar á la junta central á don Joaquín Fer- nandez Leiva, Chileno tan recomendable por sus de los Franceses de su territorio; pero algunos miembros de la rejencia re- cordaron, con mucha advertencia, que la insurrección de los Angloameri- canos no habia tenido mas oríjen que un impuesto semejante, y el proyecto fué, incontinente, echado á un lado. (1) «Los donativos se harán por suscripciones, no de cuerpos ni de fondos comunes, sino de lo que cada sujeto quiera ofrecer desús rentas y bienes libres, para que no se retraigan los mas por los menos pudientes de manifestar su je- nerosidad y patriotismo, como sucede cuando se mezclan unos con otros en común. » Oficio de Carrasco, 29 de noviembre 1808. V. Historia. 4 50 HISTORIA DE CHILE. conocimientos como por las bellas cualidades que le adornaban. Todos saben con que ardor abrazó la causa de la América, en jeneral, y de Chile, en particular, en los debates del congreso , y que , gracias á su talento superior, como jurisconsulto y como orador, hizo, muchas veces , inclinar la balanza en su favor. t i CAPITULO III. Hombres marcantes de la revolución.-Juan Martínez de Rosas— José Antonio Prieto.— Bernardo O'Higgins.— Manuel Salas, etc. Si Carrasco hubiese sido encargado del gobierno de Chile en una época algo anterior, es decir, cuando la América, desprovista de todo espíritu público , se ha- llaba aun sumerjida en el anonadamiento de intereses puramente materiales, es probable que con su carácter apacible y humano hubiese podido terminar su carrera administrativa con la paz y tranquilidad que carac- terizaban en tan alto grado á los diferentes estados de aquel nuevo mundo; pero, por desgracia, le habia caído en suerte un período mucho mas difícil y turbulento, a saber, el de aquellos grandes acontecimientos qu¡ trastornan toda sociedad, dándole una dirección ente» ramente desconocida. Las dos violentas revoluciones de Francia y de los Estados-Unidos habían dislocado, como ya se ha dicho los tronos absolutos de la antigua Europa, y habían des- pertado los ánimos mostrándoles la importancia de los derechos y de la dignidad de pueblos por tantos años envilecidos. Este movimiento político social propagó sus causas secretas, é inició en ellas á las Américas, en donde ya había algún tiempo, se manifestaban ideas liberales,' atrevidas y de naturaleza que inquietaba al espíritu meti- culoso de los gobernadores y de todos los que tenían apego a la monarquía española. Una sorda ajitacion empezaba á comunicarse á todas 52 HISTORIA DE CHILE. las colonias. Se oian opiniones enteramente estrañas al país, espresadas sin rebozo, por manera que se puede asegurar que si Nueva Granada fué la primera que le- vantó el estandarte de la insurrección, no hizo realmente mas que preceder el movimiento espontáneo que iba á poner en problema la vida ó la muerte de aquel vasto continente, su nueva servidumbre ó su emancipación. A Chile no le fué estraño este ruido, aun confuso, de reforma, ni fué uno de los últimos á aderir á ella. Aun- que muy atrasado, en puntos de instrucción y de dere- cho, poseía, sin embargo, algunas cabezas privilejiadas que no tardaron en identificarse con aquellas benéficas ideas y se apresuraron á esparcerlas y cultivarlas. La provincia de Concepción fué endonde se empezó á notar la ajitacion de los espíritus , y allí también se produjo el principal fermento simbólico de la libertad, el cual se alzó y creció á influjo de don Juan Martínez de Rosas, que puede ser mirado como alma de aquella grande re- volución. Nacido en Mendoza de padres bastante ricos, Mar- tínez de Rosas habia ido á Córdova á estudiar, y habia pasado á acabar su carrera en Santiago , en donde se recibió de bachiller y de doctor en leyes. Poco tiempo después, fué á establecerse en la ciudad de Concepción, y por sus grandes conocimientos, el intendente le nom- bró su asesor, empleo muy delicado que le ocasionaba continuamente choques con los enemigos del buen orden y de la justicia, y que, noobstante, supo desempeñar con una habilidad consumada. Afecto á la provincia que ha- bia adoptado por inclinación natural y por deber, pro- curó serle útil dirijiendo sus miras y su autoridad á objetos de primera necesidad. La limpieza de la ciudad CAPÍTULO UJ. 53 fué uno de sus principales y constantes cuidados, y así consiguió desterrar la insalubridad de su clima secando las lagunas que la avecindaban. También contribuyó mucho á poner los caminos en buen estado. Pero en lo que se distinguió sobremanera fué en la guerra que declaró á los ladrones que infestaban aquella provincia, y que por su perseverancia y enerjía consiguió aniquilar ó espulsar. Su estatura alta y robusta le cons- tituía atleta de la justicia antes de serlo de la libertad pública. Su cabeza , proporcionada á su cuerpo, era grande ; su rostro, espresivo y blanco , respiraba una estremada animación, debida á la mucha viveza de sus ojos , que parecían siempre irritados ; de suerte que su mirar no tenia nada de halagüeño, y, en efecto, era rí- jido, austero, y anunciaba una fuerza y una voluntad, relevadas también por la voz sonora, verdadero trueno, con que la naturaleza le habia dotado. Su carácter afa- ble y sensible daba, noobstante, un desmentido á este esterior, y le valió la simpatía de una de las mas ricas y mas recomendables familias de la ciudad, y, á conse- cuencia, la de la señorita doña María de las Nieves Men- diburu, con quien tuvo la dicha de casarse. Este casamiento y la reputación de hombre de tanto mérito le hicieron consejero confidencial de una nume- rosa parentela, rica y poderosa, cuyos miembros pro- curó iniciar en sus sueños de glorioso porvenir, incul- cándoles sus ideas, y demostrándoles cuan absurda é injusta era la administración española ; en una palabra, haciendo cuanto podia para comunicarles el jenio revo- lucionario que lo devoraba. Ademas de estos, otros muchos sujetos habían también adoptado las ideas lumi- nosas de aquel gallardo Americano , y se habían confiado 1 i m 54 HISTORIA DE CHILE. !|¿' , ' con celo y perseverancia á la suerte política que él les profetizaba (1). Siempre le acompañaban á paseo, iban á sus tertulias y oian con gusto y satisfacción las felices profecías que su profunda penetración le dictaba acerca de la rejeneracion de su hermoso país. Entre estos sujetos, figuraba el joven José Antonio Prieto , abogado muy hábil , y fuertemente imbuido de las ideas de aquella época. Su imajinacion viva y fecunda le hacia olvidar muchas veces las máximas de la pru- dencia, y se mostraba intolerante en sus opiniones, aun delante de empleados los mas disimulados. A pesar de los avisos del intendente, no tenia reparo en hablar pública- mente de la decadencia del poder español, y, mas de una vez, se espuso á ser desterrado ala isla de Juan Fernandez, debiendo el no haberlo sido al grande influjo de su fa- milia. Sus primeras ideas le habían venido de D. Juan Rosas, y las exajeraba con exaltación; pero ala arribada del Guampu fué encargado de la defensa de aquel buque anglo-americano, apresado como contrabandista, y este negocio lo puso en relación con el sobrecargo Hoevel , que se hizo uno de sus mas íntimos amigos. Esta amis- tad no solo fué debida al carácter franco y social de aquel estimable sueco, sino también á la conformidad de opiniones y principios de los dos nuevos amigos. La man- sión que habia hecho Hcevel en lacuna de la libertad le habia dado una idea exacta de aquel gobierno demo- (1) « Es notorio que para la seducción, perdición, y ruina de la ciudad y » provincia de Concepción, contribuyó mucho la doctrina impía del doctor » Rosas á una partida de jóvenes de distinción de dicha ciudad, que se juu- » taban en su casa con el objeto de instruirse, y esparcían aquellas semillas » entre sus amigos y compañeros. » Informe de Fr. Juan Ramón sobre las causas de la. revolución de Chile. Mss. CAPITULO III. 55 orático, y se complacía en instruir á su joven amigo, que cada dia se mostraba mas atento á sus lecciones, por- que cada dia se aumentaba el interés de sus conversa- ciones, sumamente instructivas. Estas conversaciones se componían de preguntas de Prieto y de respuestas cla- ras y convincentes de su preceptor, preguntas y respues- tas de las cuales resultaban para ellos presentimientos felices para aquel rico país, que, en la previsión de Hcevel , iba á ser su segunda patria. Desgraciadamente, no quiso la Providencia que aquel joven Chileno pusiese en práctica los principios de filoso- fía social, muy bien meditados por él, y estudiados, ade- mas, en el Contrato social de Rousseau , que su amigo le habia dado con mucho sijilo; atormentado, ya mucho tiempo había por una enfermedad complicada, y que parecía incurable, se vio obligado á ir á buscar fuera de su clima natal su salud, tan interesante para su patria. Su digno hermano don Joaquín Prieto, que acababa de llegar de un largo viaje á Pampas y á Buenos-Aires, hecho bajo la conducta del jeneral Cruz, se fué á reunir con él en Piura, y le halló en un estado desesperanzado, pero siempre imbuido de sus ideas de una suerte risueña, invectivando, en el delirio, á la despótica España, y regocijándose con los últimos acontecimientos revolucio- narios que acababan de estallar en Quito , y que él consi- deraba como preludio de la grande rejeneracion, con que soñaba continuamente, después de tanto tiempo. Mas á pocos días le abandonó su hermosa alma entre los brazos de su hermano , el cual recibió sus últimas inspiraciones, y se sirvió de ellas para tomar una parte tan activa como brillante en todas las guerras de la in- dependencia y llenar una de las mas bellas pajinas de su 56 HISTORIA DE CHILE. historia, con la felicidad de hallarse á la cabeza de una administración , gracias á la que el país se vio verdade- ramente constituido , cortando de raiz las cabezas de la hidra de la anarquía. Otro personaje que tomó una parte infinita en aquella revolución , y que contribuyó mas que nadie á llevarla á buen fin , fué don Bernardo O'Higgins , hijo del ilustre presidente de este nombre con que se honra Chile, y que , por sus eminentes cualidades, se elevó de la nada á la alta dignidad de virey del Perú. Enviado muy joven á Inglaterra para adquirir una instrucción sólida , estre- chó amistad con algunos Americanos que , por sus ideas demasiado liberales, hablan sido desterrados de su país natal, ó habían ido á la capital británica para interesar aquellos ministros en su causa. Miranda , que era uno de los principales jefes de ella , se habia prendado de la exactitud y precisión con que espresaba sus opiniones , y lo habia recibido en su mas íntima sociedad, porque preveía que seria un celoso partidario de la libertad ame- ricana , y uno de sus mas acérrimos defensores. Siendo, como era, hombre esperimentado , Miranda procuraba trazarle un plan de conducta , dándole consejos sabios y prudentes , que mas parecían máximas de un diplomático consumado que de un caudillo militar. De Londres, O'Higgins pasó á España, y, en Cádiz, fué miembro del club americano, en donde se trataba seriamente de la emancipación del Nuevo Mundo , y , gracias á su exactitud en asistir á él , adquirió nociones sumamente justas sobre los derechos del hombre, y sobre todas las ideas de libertad esparcidas ya por una gran parte de la Europa , ideas que importó á su propio país. Su mansión en la provincia de Concepción le daba CAPITULO m. 57 ocasiones frecuentes de ver y hablar á Rosas , y, en sus conversaciones, discutían sobre los medios mas conve- nientes para hacer entrar al pueblo por las inovaciones á que aspiraban ; porque en razón de las luces que tenian uno y otro, y de su rango , podían prometerse felices re- sultados , aun cuando sus intentos fuesen contrarrestados por la influencia del ejército,, escalonado por toda la fron- tera, y enteramente adicto á la monarquía. El entusiasmo de O'Higgins era tal , que tuvo la paciencia de traducir la constitución inglesa , como también los comentarios que habían sido hechos sobre ella , y mandó sacar muchas co- pias para darlas á sus amigos , que deseaban , tanto como él , que se esparciesen por todas partes aquellos rayos de luz , tan propios á rejenerar la sociedad. Enfin , para no omitir nada de cuanto podia favorecer su jeneroso pensamiento , seguía una correspondencia tirada con Santiago, y escribía, á menudo, á Buenos-Aires, en donde se había formado un gran club bastante semejante al de Cádiz. Mientras que los patriotas del Sur trabajaban así bajo de mano en propagar una idea que ellos mismos habían de proclamar á su tiempo , sosteniéndola con las armas en la mano, los de Santiago trabajaban igualmente en preparar los espíritus á aquel movimiento social ; porque allí también la fuerza de las cosas había emancipado al- gunas cabezas, y desarraigado muchas preocupaciones. Entre estos espíritus fuertes se hallaba el canónigo Fretes de Buenos- Aires , que correspondía directamente con su sobrino el jeneral Terrara , uno de los grandes patriotas de aquella capital , y comunicaba con mucha puntuali- dad á O'Higgins todas las nuevas que recibía de él , fa- vorables al cumplimiento de sus deseos. HISTORIA DE CHILE. También empezaban á figurar Agustín Eyzaguirre, Miguel Infante, Argomedo, Marín, Egaña y algunos otros patriotas, aunque, en jeneral, fuesen bastante raros; y, sobretodo , el jeneroso Manuel Salas, tan benéfico y vir- tuoso , que no se puede pronunciar su nombre sino con el mayor respeto, y que abrazando la causa del país con el mas admirable desinterés , conservó la noble ambición de servirle hasta el último momento de su larga y glo- riosa carrera. Hallándose dotado de una grande capaci- dad , y habiendo recibido de sus padres , tan ricos como honrados, una completa educación , había ido muy joven á España, en donde aun estaba cuando los Anglo-Ame- ricanos asombraban á toda la Europa con la audacia y el éxito de sus ideas reformadoras. Allí había también al- unos Americanos Españoles, que muy luego se hicieron sus amigos y compañeros inseparables, y todos juntos se regocijaban al ver los progresos y las victorias de los Ame- ricanos del Norte, previendo, sin grandes esfuerzos de imajinacion , la influencia que aquella revolución iba á tener necesariamente en las cosas de su propio país. Con este pensamiento , se apresuró á regresar á Chile, impaciente por esparcer allí las ricas semillas de liber- tad , tan desconocidas y tan seductoras, y poner en prác- tica los conocimientos útiles que su ardiente patriotismo le habia hecho adquirir en sus viajes. Pero es preciso ad- vertir que la Providencia no lo habia hecho para ser cau- dillo de un partido, ni menos un político refinado, y sí un jenio benéfico de la civilización , propagador de sus luces y consuelo de la humanidad, remediando sus mise- rias, fomentando hospitales y hospicios, y aun también creando escuelas y colejios científicos en donde se pro- fesaban matemáticas , y otras ciencias y artes liberales , CAPITULO III. 59 descuidadas hasta entonces en aquellos modestos estable- cimientos de enseñanza pública. Pero lo que llevaba mas su atención era la aplicación de las artes y de la industria á las producciones de la tierra y de la agricultura ; porque, como sabio economista, conocía que estos ramos sin salida, y solo propios al con- sumo local , no tenían verdaderamente influencia alguna civilizadora , y que para dotarlas de esta poderosa ven- taja se necesitaba añadirles el poder del entendimiento aclarado , que sabe como se descomponen dichas produc- ciones, modificándolas y transformándolas según las ne- cesidades de la sociedad. También quería estender el comercio mas allá de Lima , solo punto que las vejantes leyes de la madre patria le habían concedido , sobre cuya materia, así como también sobre otras muchas, ha de- jado memorias que serán por muchos años objeto de ad- miración para todo buen patriota. Pero es preciso con- fesarlo y repetir que este inmortal Chileno no era hombre de acción ni de partido. Su educación , enteramente interior y privada, le habia hecho demasiado tímido, le habia apocado el ánimo dejándole poco apto á despre- ciar riesgos, ó á acaudillar un movimiento que exijiese denuedo. Su carácter, en este particular, era muy dis- tinto del de Piosas y del de O'Higgins , vivos emblemas de la política peligrosa que se preparaban á proclamar, formando ya una filiación , y mostrándose llenos de en- tusiasmo , de decisión y de convencimiento para llevar á buen fin , y contra viento y marea , si fuese necesario , los pensamientos liberales que los dominaban. Es verdad que por la reunión de estos tres ilustres patriotas la rejeneracion social del país adquiria triple influencia , fundada en los mejores y mas seguros ele- í ;¿>; 60 HISTORIA DE CHILE, mentos de civilización : Rosas representaba la política y la organización administrativa ; O'Higginsera el hombre de acción , verdadero defensor de los derechos naciona- les ; y Salas , el gran propagador de ideas liberales, de- mostrando con ciencia y constancia las preciosas venta- jas que se conseguían esparciendo y cultivando el amor á las ciencias , á las artes y á la industria, en todas las clases de la sociedad (1). Al norte de Chile, las ideas de libertad y de reforma eran totalmente nulas. La grande conmoción eléctrica que, partiendo de Concepción, había alterado sensible- mente la fidelidad de algunas personas de Santiago, se había, en cierto modo, neutralizado con las preocupa- ciones aun tenaces de los habitantes de Coquimbo, que tenían un apego sincero á la monarquía. Este apego, en algunas circunstancias, lo llevaron algunos empleados á estremos frenéticos ; así es que al advenimiento de Fernando VII á la corona de España, Coquimbo reci- bió su retrato con una pompa que casi dejeneró en culto. Construyeron un carro triunfal para ir á buscarlo al puerto , y, después de haberlo desembarcado con salvas de artillería, lo colocaron en una especie de anfiteatro para llevarlo en triunfo á la ciudad, tirado por catorce (1) Su patriotismo era tal que en un memorial presentado, en 1796, al ministro Gardoqui , le pedia personas hábiles para fomentar la industria'defe país, diciéndole : « Mientras se envían estos sujetos, puede empezarse aquí á hacer algún ensayo; estoy, por ejemplo, tan seguro del buen éxito que tendrá la cultura del lino, y el envió de esta materia á España, que no dudo hacer el sacrificio, á la común felicidad, de los primeros gastos, que serán los que únicamente deberán perderse, y, para esto , franqueo lo' que puedo, esto es, la gratificación de 700 p. que se me acaban de asignar para la intendencia de obras públicas, el salario de síndico del consulado, las tierras que se quieran emplear en estas siembras, con los utensilios' bueyes, y oficinas necesarias en las inmediaciones de esta ciudad , para que, espuestas á vista de todos , las esperiencias esciten á su imitación. » CAPÍTULO III. 61 soldados, y acompañado de los habitantes de distinción con tambores y música á la cabeza. Tras de los habi- tantes, iban dos hileras de doncellitas cantando himnos á aquel nuevo dios , al que otras mujeres , que le ro- deaban , incensaban con el incienso de la iglesia. Las autoridades cerraban la marcha, presididas por el sar- jento mayor D. M. Uriondo, autor y maestro de cere- monias de aquella notable ovación. En la Serena, la procesión entró por medio de un jentío á cuyo júbilo se mezclaba cierto recojimiento relijioso que recordaba los tiempos antiguos de idolatría, pues en algunas calles se vieron individuos tan doblegados á la servidumbre que se arrodillaban, y sin duda alguna adoraban el retrato (1). A su tiempo veremos como la primera junta se vio en la necesidad de emplear fuerza y autoridad para darse á reconocer, por donde se ve cuan poco dispuestos esta- ban á admitir un cambio de gobierno ; es verdad que aquella ridicula ostinacion no fué de larga duración, y que se rindió muy luego á la evidente claridad de sus derechos, que vieron los habitantes, así como también de la bajeza de su existencia anterior. Conformes, desde entonces, con las nuevas ideas de aquella época, no solo las propagaron, sino que también las defendieron con no menor tesón que sus valientes denodados compa- triotas. 1 i i (1) Informe del sarjento mayor D. M. Uriondo. CAPITULO IV. Posibilidad de retardar la revolución. - El doctor Campos y la real au- diencia. - Proclama de la infanta Carlota Joaquina de Borb n. — Pro- gresos de la revolución - Como los patriotas de Buenos-Aires le dieron fomento. — Muchos miembros del Ayuntamiento la adoptan y la sirven. - Orden de Carrasco para aumentar el número de diputados al Cabildo' con doce rejidores, orden anulada pocos dias después. — Provectos de los realistas para contener la insurrección. - Consejos de Cisneros á Car- rasco, y medidas violentas adoptadas por este último contra los estran- jeros. - Destitución del asesor Valdes, y reclamación de la real audiencia sobre este particular. - Campos es nombrado asesor, y José Santiago Ro- dríguez vicario capitular. Este era el estado de cosas en el país cuando Carrasco fué ascendido á su gobierno, y por un muy particular capricho de su malhadada suerte se había acompañado , como ya lo hemos dicho, para su consejo privado, de un hombre lleno de prestijio, gran promotor de ideas de reforma, y que por sí solo era una verdadera per- sonificación de ellas. Bien que algunas personas le hubiesen advertido de ello, y que otras le hubiesen ase- gurado seguia una correspondencia activa con Buenos- Aires, que se hallaba ya entonces en plena revolución, todo esto fué inútil, porque Rosas le había ganado su afecto, su estimación y confianza, en términos que se burló de aquellas insinuaciones, y pudo preparar, sin dificul- tades mayores, sus grandes proyectos de reforma, por los cuales hizo entrar algunas personas de la capital, que tenían bastante influjo para favorecer sus designios, y asegurar sus resultados. Noobstante, la revolución hubiera podido quedar pa- rada aun por algún tiempo, si el país hubiese sido go- .. CAPITULO IV. 63 bernado por un militar de carácter diferente del que tenia Carrasco, pues le faltaba mucho para estar entera- mente organizada ; pocos sabían cuales eran sus fines, y el mismo Rosas no tenia todavía un plan bien trazado para poder apoyarla en un centro de operaciones que le die- sen un buen impulso (1). Un hombre activo, determi- nado, dotado de una voluntad firme é imperiosa, la hubiera aceptado con serenidad y con tino , hasta que, dominándola, hubiese podido darle una dirección en un sentido que fuese conveniente á los intereses de la mo- narquía. Era este, á la verdad, un papel muy difícil de desempeñar, es preciso confesarlo, pero no imposible, en atención á la situación del país. El gobierno podia contar con el mantenimiento del buen orden por la parte del sur, pues tenia allí bastantes tropas para protejer la frontera ; el norte gozaba de la mayor tranquilidad, sin que se hubiesen manifestado por allí síntomas algunos alarmantes; en el centro, es decir en Valparaíso y en la capital, había algunas compañías de veteranos, mu- chos empleados, interesados en la causa del rey, y mu- chos Españoles, que no lo estaban menos, y que se hallaban naturalmente coligados por un sentimiento común de desconfianza; enfin, la mayor parte de los chilenos que ocupaban altos puestos eran contrarios á todo espíritu de reforma , como también lo era la clase mediana, sometida enteramente al clero, y jeneralmente afecta á la monarquía. Ademas, las nuevas ideas que empezaban á propagarse eran diversas, en su espíritu, y no podían influir de un modo uniforme en los ánimos que las adoptaban ; circunstancia que , necesariamente, daba lugar á opiniones contrarias y á desavenencias mas (i) Conversación con el canónigo Francisco Meneses. 1 i 64 HISTORIA DE CHILE. ó menos enconadas. Un gobernador hábil hubiera po- dido, por todas estas razones, sujerir una transacción entre los dos partidos y constituirse vínculo para unirlos entre sí; pero el hado feliz de aquel noble país no quiso diferir la realización de la suerte que le preparaba, y, en la plenitud de su poderío, llenó de confusión la cabeza de aquel gobernador, y le hizo cometer yerros los mas chocantes y los mas impolíticos. Para esto, un personaje, hombre de mérito, don Juan José Campos, sobrevino para cooperar, en estraña ma- nera , á su malhadada suerte. A las calidades de rector de la Universidad y de sujeto de mucha distinción, reunía Campos mucho saber, y una ambición desmesurada, turbulenta, capaz de hacerle caer en injusticias por sa- tisfacerla. La amistad que le tenia Rosas, y la no menos afectuosa que le profesaba Carrasco, le llenaban de con- fianza y de temeridad , y se atrevió á pedir le fuese pro- rogada la dirección de la Universidad, que tenia que ceder á otro miembro de ella, al concluir sus dos años. Los estatutos, aprobados por el rey, prohibían del modo el mas terminante semejante abuso, y no conce- dían , á lo sumo, mas que un año de próroga, en casos estraordinarios ; pero no obstante esta prohibición el presidente no tuvo el menor escrúpulo en violar dichos estatutos, y, motu propio, prorogó su nombramiento por cuatro años . es decir, dos años mas de los que se hubieran debido conceder a un nuevo rector. Este acto, tan arbitrario como imprudente, hirió el amor propio de todos los miembros de aquel claustro, los cuales pro- testaron de un modo tan ruidoso, que hubo que enviar tropas para comprimir el desorden, al cual ya el pueblo empezaba á tomar parte, y todos aquellos doctores de CAPÍTULO IV. la Universidad chilena fueron espulsados por la fuerza armada. Sinembargo, lejos de desanimarse, enviaron al doctor don I. G. Tocornal al presidente para que obtuviese de su justicia la revocación de un decreto tan contrario á lo que prescribían los estatutos, y aquel ma- gistrado oyó con favor su solicitud , presentada en tér- minos muy respetuosos, y despojó á Campos del título que habia obtenido injustamente (1). Este conflicto, de poca importancia en sí mismo, tenia una muy grande en circunstancias en que los espíritus empezaban á exaltarse, y no solo descontentó á los miem- bros de una corporación la mas ilustre y la mas con- siderada, como lo era la Universidad, sino que también favoreció los planes de los conjurados, que estaban siempre á la mira para aprovecharse de los menores pretestos de criticar los actos de las autoridades, y acabó de arruinar la del presidente, ya bastante poco afian- zada. Hubo, ademas, en dicho conflicto la fatalidad de que sucedió casi al mismo tiempo que llegaron pliegos de la infanta de España doña Carlota-Joaquina de Borbon, princesa del Brasil, en la fragata inglesa Higginson. Entre estos pliegos, se hallaban muchas proclamas del embajador de España en Rio-Janeiro, y una de la misma infanta, que protestaba altamente en ella contra la inicua usurpación del emperador de los Franceses, y contra la abdicación forzada de su padre y otros pa- rientes suyos; aconsejando con ahinco la conservación del buen orden y la tranquilidad del país, endonde pe- dia ser reconocida como señora de todas las Américas, afín de conservarlas integralmente para su amado padre. Carrasco se apresuró á comunicar á todo su gobierno (l) Archivos de la Universidad. V. Historia. 5 66 HISTORIA DE CHILE. dicha proclama, considerándola muy propia á tranqui- lizar los ánimos sobre la suerte de la madre patria; pero, en lugar de eso, produjo un efecto enteramente contra- rio. Lejos de creer en la sinceridad de los sentimientos que manifestaba la princesa, todo el mundo pensó que sus verdaderas intenciones eran el apropiarse aquellos dominios, tal vez, con perjuicio de sus augustos padres; y en despecho de la junta central, de cuyo poder se des- entendía, bien que reconocido por todas las autoridades chilenas. Los patriotas, con esta persuasión, esparcieron la voz de que Carrasco tramaba un complot, de concierto con algunos realistas que iban todas las noches á su tertulia , y para dar mas fuerza á esta insinuación se sirvieron del arma del ridículo, dando á estos realistas el apodo de Carlotinos, título que no justificaron haber merecido ; pero sabido es que en grandes comociones políticas se emplean todos los medios imajinables de éxito, y era ya mucha fortuna que aquel fuese tan mo- derado y tan inocente. Es cierto , á la verdad , que ya la revolución empeza- ba á tomar en Santiago un carácter desenvuelto y aun también audaz. Después de haberse mostrado tímida, disimulada é irresoluta , por falta de suficiente apoyo , parecia, entonces, querer salir de sus pañales, y mani- festar su virilidad y su denuedo. Sinembargo , aun no habia plan bien concertado, y los conjurados no habían reconocido jefe alguno ; pero se notaba bastante á las claras que la fermentación crecía y se propagaba cada día mas, comunicándose ya á hombres de capacidad y de influjo. Ya los motores no tenían reparo en hablar públicamente de las cosas de España, considerándolas como perdidas sin recurso , y del disgusto que ocasio- CAPÍTULO IV. 67 naban los actos del gobierno de Carrasco, cuyo carácter criticaban , hasta en las cosas mas privadas é interiores de familia, tachándole de tener inclinaciones ridiculas tales como las peleas de gallos á que era muy aficionado.' El talento satírico y mordaz de Manuel Salas y de Bernardo de Vera, discípulo y amigo de don Ramón Martínez de Rosas, daba á todas estas relaciones un chiste y una sal que seducían á todos sus auditores, ri- diculizando sobre manera la conducta de Carrasco y de sus satélites. Los golpes que daban aquellos ilustres Chi- lenos al presidente y á su gobierno eran inevitables, y se hacían mortales, con ayuda de los pasquines que ama- necían en las principales calles de la ciudad, y la mayor de los cuales llegaban de Buenos-Aires por el conducto de Alvarez y, principalmente, del canónigo Fretes, último anillo de la cadena revolucionaria de la Plata, para atar y atraer á este pueblo á su santa causa. En efecto, en aquella hermosa capital, considerada entonces como la Atenas del Nuevo Mundo, fué en donde se habia organizado con deliberado tesón el movimiento que tendía á los grandes fines sociales. Algunos bizarros patriotas habían formado allí un club cuyas ideas fra- ternizaban con las de muchos miembros del ayunta- miento. Las deliberaciones de aquella reunión patrió- tica respiraban firmeza y convencimiento, y no podían tardar en mostrarse á las claras en actos manifiestos, tales como proclamas incendiarias que se esparcían por todo el territorio de aquella vasta comarca, y pasaban , muchas veces, por encima de las jigantescas Cordilleras! para llevar ánimos y esperanza á los iniciados de San- tiago, y, al mismo tiempo, á los de Concepción. Algu- nas veces, aquellos patriotas no se contentaban con 68 HISTORIA DE CHILE. escritos y despachaban ajenies de tino y de actividad , con el encargo de avivar el espíritu de insurrección , y atraer á ella los que, por demasiado irresolutos, se mantenían arredrados. Entre estos ajentes, don Manuel Barañao, desgra- ciadamente tan célebre, después, en el partido realista, se encargó de ir á tratar de la época en que Chile habia de levantar su estandarte, y marchó á Santiago con este objeto. Al cabo de algunas semanas de mansión en esta capital , en donde tuvo frecuentes conferencias con sus compatriotas, pasó á los Anjeles, desde donde fué á verse con O'Higgins, que se hallaba, á la sazón, en su ha- cienda de las Canteras (1), y al cual presentó las creden- ciales que llevaba del jeneral Florencio Terrada para iniciarlo en todos los detalles de la conjuración de Buenos-Aires; añadiendo que los conjurados, de uná- nime acuerdo, no esperaban mas que la primera señal de Chile para seguir desde luego su ejemplo. Pero , des- afortunadamente, el país no se hallaba aun en disposición de tomar iniciativa alguna. A pesar de la grande acti- vidad con que los patriotas procuraban esparcer sus ideas afín de ponerlas en ejecución, aun no habian podido hallar una persona que gozase de bastante poder popular, y el número de los verdaderos conjurados de convencimiento , capaces de sostener con las armas una causa tan estraña y tan contraria á las preocupaciones de los habitantes del país, no era suficiente para hacer frente á todos los elementos de destrucción que poseía el gobierno. Las luces de la razón y de la justicia no habian disipado aun enteramente las tinieblas en que los tenia envueltos, y los mas de los afiliados estaban (1) Conversaciones con O'Higgins. CAPÍTULO IV, 69 indecisos y sobrecojidos de una pueril timidez, que solo el tiempo y la esperiencia podían quitarles. Por otra parte, tenían que temer á los ejércitos de Mendoza y de Cordova, cuya adesion al partido real era conocida, y Santiago se hallaba dominado por la impresión que le había causado un bando que el presidente acababa de publicar con gran ruido de cajas, y á instigación de José Manuel de Goyeneche, enviado por Cisneros y por el fiscal Sánchez, sobre la derrota y el arresto de la junta revolucionaria del alto Perú, y de su presidente don Pedro Murillo (1). Tales fueron las causas que sobrevinieron y apagaron el ardor de O'Higgins, forzándolo á someterse á los con- sejos de la prudencia en aquel crítico momento en que se trataba de la suerte futura é irrevocable de la patria. Rosas mismo, que no era menos resuelto y decidido, fué de este parecer, y ambos , en su correspondencia , convinieron en que era forzoso seguir los consejos del jeneral Miranda, que eran el aguardar una ocasión propicia para lejitimar, si era posible, un levantamiento de tanta trascendencia. Mientras tanto, continuaron su trama, sembrando la discordia hasta entre los empleados mismos del gobierno, y reclutando partidarios, como siempre, en la clase de distinción. A ejemplo de Buenos- Aires, á cuya revolución había dado mucha realce la adesion de los miembros del Ayuntamiento, Rosas intentó atraerse la de los cabildantes de Santiago , cuyo influjo no podía menos de obrar directa é inmediatamente en los habitantes, haciéndolos favorables á la causa jeneral. Ya se sabe que aquel cabildo era una corporación pa- ternal , que había gozado siempre de una confianza sin (1) Archivos del gobierno. 70 HISTORIA. DE CHILE. « ■ ('¡-i ... límites , por parte de sus administrados , y se trataba de aumentar aun mas, si era posible, dicha confianza, con detrimento de la que inspiraba el gobierno. Entre los miembros del cabildo había algunos Espa- ñoles, como de razón, que eran conservadores, y cuyos votos, contrarios á las nuevas decisiones que se propo- nían en él, desconcertaban los proyectos de sus sospe- chosos colegas. Para obtener la mayoría, en despecho de estos votos, Rosas demostró á Carrasco cuan útil seria el aumentar los rejidores en circunstancias tan críticas, y, á pesar de la oposición del fiscal, consiguió que se nombrasen otros doce, escojidos, casi todos, entre sus partidarios ; de suerte que , desde aquel ins- tante, aquel cabildo fué como un reflejo del de Buenos- Aires, con el cual llevaba ya una correspondencia tirada y secreta. Sus reuniones eran mucho mas fre- cuentes, se verificaban indistintamente de noche ó de dia y duraban eternidades. Los partidarios del Rey combatían con ánimo y tesón los designios hostiles de los nuevos nombrados , y protestaban en medio de un verdadero tumulto, hasta que, ya apurados, mostraron tal obstinación, que las sesiones semejaban á tempes- tades y que Carrasco se vio obligado á anular la impo- lítica orden que habia dado. A pesar de este buen éxito, los realistas no podían disimularse que la revolución avanzaba á pasos apresu- rados, y que no tardaría en envolver en sus redes enmarañadas á todos los que, hasta entonces, se habían mantenido fieles á las máximas y doctrinas de sus antepasados. Aflijidosde estos justos temores, y pro- bablemente, también, de su propio desaliento, empe- zaron á tener conferencias para tratar de los medios CAPITULO IV. 71 mas eficaces de hacer frente á aquel inminente peligro. Estos medios no podían menos de ser violentos y deci- sivos, tales como la fuerza contra la impotencia, argu- mentos materiales contra argumentos morales, arbitra- riedad é injusticia contra derecho y razón. Lo que querían era dar armas á todos los Españoles y á todos los par- tidarios d§ su causa , nombrar un consejo de vijilancia y fortificar el carro de Santa Lucia, estableciendo en él una batería que, dominando á la ciudad, mantuviese en respeto á sus habitantes. Desgraciadamente para ellos, el solo hombre en posición de dar ejecución á este proyecto era completa- mente nulo , impotente , sin enerjia ni actividad , y veia con apática indolencia los consejos que aquellos con- servadores le daban continuamente ; en vista de lo cual acudieron, con sijilo, al virey de Buenos-Aires, mani- festándole la conducta ridicula de Carrasco , y su inca- pacidad para calmar la ajitacion progresiva del partido liberal. Pero la posición de Cisneros no era tampocode las mejores; también él esperimentaba los efectos de una ajitacion análoga que le daba grandes temores por la tranquilidad del país, y le tenia consternado. Las cosas de España lo llenaban de zozobra, no veia salva- ción mas que en el éxito de sus ejércitos, y, entre el temor y la esperanza, hacia cuanto podia para prolongar por algunos meses mas la agonía del poder español , que estaba ya á los últimos , acosado por tantas causas de disolución que lo roian. Noobstante, escribió incontinenti á Carrasco, empe- ñándole á que obrase con mas enerjia con respecto á aquellos novadores , sirviéndose de un medio que él mismo habia empleado para conservar la tranquilidad , 72 HISTORIA DE CHILE. á saber, de nombrar una junta de vijilancia pública compuesta de las personas mas influyentes, y, sobretodo, mas afectas á la monarquía. Un poco antes que recibiese esta carta, Carrasco habia recibido de la junta central de Cádiz pliegos en que se le prescribía el mas inflexible rigor contra todos cuantos trabajasen en romper la unidad del poder es- pañol , y aun también que desterrase á los que, por su influjo ó por sus acciones, pudiesen cooperar al triunfo de ideas contrarias á los intereses de la monarquía. En aquellos mismos pliegos, se le daban esperanzas de ob- tener en propiedad el alto puesto que solo llenaba interi- namente. Por lijera que fuese esta promesa, colmó, no obs- tante , de satisfacción al ambicioso gobernador , le tendió su fibra muelle y floja , y le llenó de un entu- siasmo capaz de cambiar enteramente su moral. Si hasta entonces su política se habia reducido á tempo- rizar y á mostrarse débil , se proponía , en lo sucesivo , seguir los consejos de la junta, que se anunciaba como protectora suya, y obrar con rigor contra todo nova- dor ; cnmo si fuese posible que un carácter natural- mente flojo se hiciese súbitamente sereno, firme y justo, sin cometer yerros fatales , en la violencia de arrebatos facticios. Así sucedió. Carrasco empezó su propósito de la en- mienda espulsando del país á algunos estranjeros, co- merciantes ú obreros ; mandó se retirasen á lo interior del territorio muchos que ejercían profesiones útiles en el litoral y exijió que los pocos franceses que habia ju- rasen obediencia al rey y odio eterno á Napoleón y á sus emisarios , que en los pliegos , arriba dichos , se anun- CAPITULO IV. ciaba debían llegar, si no habían llegado ya. Para cor- roborar estos actos tan hostiles , se rodeó de personas de confianza, y nombró de asesor público al hombre fa- tal, que fué Campos, el mismo autor de los desórdenes de la Universidad de que hemos hablado. Don Pedro Diaz Valdes , que llenaba aquel puesto , bien que fuese un sujeto de distinción , de mucha pro- bidad, y perteneciese á una numerosa familia de grande influjo, tenia pocos medios, si le hemos de juzgar por documentos escritos por él , y que tenemos á la vista : pero , enfin , tenia nombramiento real , y, por consi- guiente, en aquella circunstancia, siendo víctima de una pura arbitrariedad , recurrió á la real audiencia para obtener justicia. Aquel supremo tribunal , tal vez movido por un espíritu de pasión , vio, en aquel asunto, una ocasión oportuna para vengarse del que se había tan completamente burlado de él , y convencido , por otra parte, de la justicia de la demanda, envió una exor- tacion al presidente , haciéndole ver claramente la ile- galidad del acto de haber depuesto al asesor con nom- bramiento real , y su incompetencia para nombrar á otro en su lugar. Ya poco satisfecho de los procederes de la real audiencia, Carrasco le respondió con alta- nería, y resultó una correspondencia llena de acritud y de piques, y aun , algunas veces , trivial , circunstancia que solo sirvió á enconar á las dos primeras autorida- des una contra otra , sin efecto alguno para la causa , la cual fué remitida á España y sometida al real con- sejo. Muy luego se presentó otro motivo de discordia para Carrasco, cual fué el nombramiento de un vicario capi- tular, puesto vacante, hacia algún tiempo, en la catedral ■ Jv" 74 HISTORIA DE CHILE. de Santiago , y postulado por dos personas de mérito y de virtud. En este asunto, los miembros del cabildo ecle- siástico se mostraron , á pesar de los preceptos del Evan- jelio , poco concillantes, y apoyaron con igual ahinco al sujeto que les convenia ; de suerte que sus reaniones, al principio decorosas, se hicieron poco á poco turbulentas, en términos que el presidente se vio obligado á mediar con su autoridad para poner término á tan ridículos de- bates; pero, por otro lado, influía en el nombramiento, cuyo resultado, por el hecho, no podía ser dudoso, y el partido contrario no se lo perdonó , bien que hubiese recaído en don José Santiago Rodríguez , eclesiástico que por su vida ejemplar, su virtud y su mérito , tenia el mayor derecho á él. En la edad juvenil, regularmente frivola é insustancial , este eclesiástico poseía ya cono- cimientos sólidos sobre los dogmas de nuestra santa iglesia , y sobre todas las materias concernientes al de- recho común y canónico, y, por lo tanto, se habia hecho el hombre indispensable para el obispo Alday, el cual le tenia muchísimo afecto, y le daba siempre los cariñosos nombres de discípulo y de hijo suyo. Por la misma razón, el reverendo obispo le hizo su familiar, lo llevó en su compañía al concilio provincial de Lima , le nombró su mayordomo y limosnero, y, finalmente, su secretario de Cámara , empleo que llenó á la completa satisfacción de su ilusírísima , bien que se hallase casi solo para despa- char los negocios atrasados ó contenciosos del obispado. Sobrino y Maran , sucesores de Alday, mostraron el mismo empeño en cultivar el apego de aquel sabio y laborioso sacerdote , que , mas de una vez , tuvo que argüir con los mas profundos jurisperitos de la real audiencia, convenciéndolos por la fuerza* de sus ar- i ■ : — — "1 CAPÍTULO IV. 75 gumentos, y aun también humillándolos cuando quisie- ron oponerle su orgullosa autoridad, en lugar de buenos raciocinios. Pero noobstante todas estas bellas prendas, los lectores le verán , á su tiempo , acosado de perse- cuciones que le acarreó su fidelidad , sincera y desin- teresada , á la infeliz y desamparada monarquía espa- ñola (1). (1) Noticia sacada de una biografía de este sabio prelado, escrita de la pluma del ilustre arzobispo de Santiago , don Rafael Valdivieso. CAPÍTULO V. Las ideas revolucionarias se comunican al ayuntamiento mismo. — Nombra- miento de nuevos cabildantes muy favorables á dichas ideas. - Carrasco nombra á Campos presidente del cabildo.— Sumo descontento que este nom- bramiento causó á los miembros de aquella corporación , que desamparan á Carrasco. —Instalación de una junta de vijilancia. —Rogativas en todo el país por el éxito de los ejércitos de España y contra las ideas suversivas de los revolucionarios de Chile.— Arresto de Fr. Rosauro Acuña y del coronel don Pedro Ramón Ai riagada. — Arresto de Ova le , Rosas y Vera. — Ruido que ocasiona.— Argomedo nombrado procurador de la ciudad.— Instalación de una junta en Rueños -Aires. Mientras que Carrasco procuraba sofocar la revolu- ción , tomando, por sistema mas bien que por carácter, medidas de rigor, sin discernimiento, los principales motores trabajaban aun con mas celo y actividad en sacar partido de sus pueriles violencias, aprovechándose diestramente de ellas; para lo cual tenían sus miras en el Cabildo, cuyas reuniones podían llegar á ser un centro de acción susceptible de oponer contrapeso , aun legal- mente, á los actos del gobierno, y de llevar adelante sus ideas de justicia y de libertad. Es verdad que en este punto, como en otros, no tenían mas que seguir el buen ejemplo del de Buenos-Aires, que se hallaba revestido de un poder suficiente para resistir al del virey Cisneros, sirviéndose de la mayoría de los habitantes, de cuya ade- sion estaba cierto y seguro. Mas, siendo compuesto el cabildo de Santiago de personas que, por la mayor parte, eran afectas al orden de cosas monárquico, era necesario, ante todas cosas, reformarlo, y, para esto, se presentó muy pronto una ocasión en tres vacantes de CAPÍTULO V. rejidores á las cuales se habia de proveer. Informados de esta particularidad y del intento de los patriotas, los realistas quisieron anticiparse á sacar provecho de ella ; pero eran mucho menos activos, y sus enemigos ganaron la ventaja consiguiendo que las tres vacantes fuesen com- pradas por personajes de la mayor distinción , que fueron : el conde de Quinta Alegre , el mayorazgo Cerda y don Fernando Errazuri. Poco tiempo después, llegó la elección de los alcaldes y procurador, y, gracias al influjo hábil de estos nuevos miembros, los nombramientos recayeron en otros tres liberales , también sujetos de mucha distinción , ani- mados de los mismos sentimientos y no menos influyen- tes por su mérito y por su posición social ; que fueron : el director don Francisco Pérez García, abogado de mu- cho crédito y de grande habilidad ; por alcalde , don Agustín Eizaguirre , que contaba en su partido con su noble y numerosa familia ; y por procurador, don Juan Antonio Ovalle, sujeto de no mucha entereza, y an- tiguo amigo y consejero de Carrasco , pero que muy luego pasó al partido de los liberales y fué uno de sus mas firmes apoyos. Con semejante formación, el Cabildo no podia menos de tomar una grande preponderancia en los asuntos po- líticos del país, asegurándose de la opinión pública, no solo por el mérito personal de sus miembros, sino tam- bién por sus numerosas y opulentas familias. La oposición realista , constantemente alerta , buscaba elementos de resistencia al rededor de sí; pero no hallaba ninguno que no fuese débil é impotente. Orgullosa con sus memorias de tres siglos, se habia figurado, por un momento, po- der combatir los nuevos principios sociales; pero hizo 78 HISTORIA DE CHILE. «y M^ inútiles esfuerzos para conseguirlo , y le fué necesario atacarlos por medios sordos y falaces, intrigando igual- mente al partido realista y al liberal y soplando la dis- cordia entre los miembros del Ayuntamiento. En sus deliberaciones, los patriotas ya no reparaban en decir en alta voz su parecer sobre las cosas de España, y ha- blaban con desmesurada libertad de su pérdida ine- vitable , y de la necesidad en que estaban de seguir el ejemplo dado por sus provincias, instalando una junta gobernadora capaz de parar el golpe de rechazo que les amenazaba. En este punto, sus discusiones eran, mas que animadas, tumultuosas, motivo por el cual resolvieron reunirse en un pequeño club afín de pre- parar en él con tranquilidad y ajilo el potente mobil que debia romper finalmente su cadena. Estas reuniones tenían lugar, muchas veces, fuera de la ciudad, y, muy á menudo , á horas desusadas de la noche , tan pronto en la quinta del conde de Quinta Alegre , tan luego en casa de Eizaguirre, ó en la de Larrain. También reci- bían á personas que no eran del Ayuntamiento, y Fretes, Alvarez Jontes, Hipólito Yillegas y otros, dejaban rara- vez de asistir á dichas reuniones. ^ Carrasco, cuya vijilancia se habia hecho mas minu- ciosa y molesta , sabia muy bien lo que se trataba en ellas, y se quejó al cabildo. Los miembros de aquella corporación paternal, que eran de su partido, suscita- ron sobre el particular una larga y reñida discusión ; pero ¿qué podia una minoridad de ideas ya muy pasadas contra una coalición llena de convencimiento y de viri- lidad y que aspiraba á gozar de nueva vida social? Nada, en efecto, mas que reconocerse impotente, y someterse con resignación al prestijio que reinaba y que era una CAPITULO V. 79 necesidad imperiosa de las circunstancias. No obstante, aquella minoridad aun quiso hacer un esfuerzo, protes- tando abiertamente, y pidió al gobernador pusiese á la cabeza del cabildo, para presidirlo, un hombre de ta- lento y firmeza y , sobre todo, afecto á la monarquía española. Carrasco adoptó sin dificultad este nuevo proyecto, y, por la misma fatalidad inseparable de su flaqueza, nombró al mismo Campos, que le había oca- sionado tantas desazones con la Universidad, acarreado la enemistad de la real audiencia, y que iba, en aquella ocasión , á quitarle el único apoyo que le quedaba en todos los cuerpos políticos de su gobierno. Claro estaba que los miembros del cabildo , que ha- bían solicitado de él aquella medida , verían con sumo disgusto un nombramiento que, en cierto modo, los ponia bajo la dependencia de un presidente , ya mal- quisto de ellos, y estraño á la corporación. Así sucedió, y se quejaron amargamente á Carrasco, arguyéndole con dificultades ilusorias, y, lo que fué peor, altaneras, y propias á producir su efecto ordinario , á saber , una negativa terca y obstinada. De allí se siguió una cor- respondencia agria , enconada , insultante, que concluyó haciendo odiosas á entrambas partes , y desuniéndolas de un modo deplorable para los realistas ; porque desde aquel instante el presidente se quedaba aislado de toda corporación política , y reducido á sus débiles medios de resistencia contra una facción que se reforzaba cada dia mas, y que anhelaba por vengar sus derechos ultrajados. En semejante situación , ya no puede un hombre ha- cerse ilusiones sobre el peligro que le amenaza, y pre- siente de antemano su ruina por la diminución de su fuerza moral , que le abandona y le hace incapaz de 80 HISTORIA DE CHILE. m l ■ pensar con juicio ni fruto. Sin embargo , no le medió así á Carrasco, el cual hizo como el avaro, cuando en el momento de perder su tesoro arrastra los mayores peligros para conservarlo, y quiso imposibles para de- fender su agonizante autoridad, bien que no tuviese mas apoyo que algunos empleados y las tropas que guarne- cían la capital y la frontera. Con esto contaba, sin re- flexionar que en casos tales un jefe debe apoyarse en la fuerza moral y no en la material; y, recordando los consejos que le había dado Cisneros, resolvió seguirlos y convocó á la Real Audiencia para nombrar una junta de vijilancia, capaz de favorecer sus proyectos. Esta junta fué compuesta de siete miembros (1) , de la clase mas distinguida de la sociedad, pero muchos de los cuales estaban ya imbuidos de las nuevas ideas. Al mismo tiempo escribió á los gobernadores, prescri- biéndoles rigores contra los revolucionarios, y, para darles mas vigor, empleó las amonestaciones de la reli- jion , ordenando rogativas y sermones para que üios se dignase preservar á los fieles de las armas francesas y de las seducciones de los novadores. El clero se apresuró á ejecutar aquella orden con su fervor acostumbrado , pidiendo á Dios con fe viva y con esperanza firme se dignase poner paz en aquellos con- flictos políticos. Al mismo tiempo, tronaban los pulpitos y fulminaban anatemas contra los impíos enemigos de la relijion y del rey. Por la parte del Sur, especialmente, los misioneros, que eran casi todos españoles, ejecuta- ron con fanático celo las órdenes de Carrasco. En Osorno, un relijioso que predicaba con la mayor vehemencia contra (1) Los SS. marques de la Plata, Irrigoyen, Olaguer, Ugarte, Prado, Bravo del Rivero y Jerónimo Pizana. „ CAPÍTULO V. 81 las ideas del siglo, aseguró, con la mayor candidez que Napoleón profanaba los mas divinos misterios' dando á comulgar á sus caballos (1). Otro, en Valdivia' creyéndose inspirado, profetizaba la próxima venida del antecristo y el fin del mundo. En Chillan, en donde ha- bía un número mayor de misioneros, procuraban estos fanatizará sus oyentes, y, tal vez, exaltar sus pasiones con sermones de la misma naturaleza irritante y con devociones de cada dia. Durante muchos, hubo misas cantadas con su divina Majestad espuesta, y se-uidas de oraciones sobre tempore belli, etc. En fin, se hicieron novenas que se concluían con procesiones de la mayor solemnidad y siempre en favor de las armas de España y contra las ideas subversivas de los revolucionarios chilenos (2). El pueblo, penetrado de sentimientos relijiosos, y atraído por la majestad imponente del templo, oía, so- brecojido, la palabra amenazadora de aquellos misione- ros, convertidos en apóstoles de una política ya ajada y pasada , bien que aun tuviese raices en el corazón de la multitud. La devoción produjo una pronta exaltación y en cualquiera otra parte, habría, tal vez, ocasionado persecuciones relijiosas ó de partido; pero en aquellas pequeñas poblaciones, tan inocentes y pacíficas, solo (1) Archivos del gobierno. (2) «Primero, se retocó e! sagrario comulgatorio para trasladar á él al Señor - se cantó una misa solenne con el mismo Señor patente, y con su respectivo ser' r;:;0pr°ordei :r,de ■ n por ,os cai,es una procesio11 ™»-.ss o na'm nto * t,m'a' Y " Pa,¡°' Se¡S SaCerdotes revesli^ con los á Z rP maS V'St0S0S ^ alb3S Y CaSUll3S qUe Se ha,la— Se vistieron de c m año ,a m0' Par3H C¡r e" h°"ra de' SaCrame,U0 treS l03S ' á todo lo ™* cuLda dV , ,S,Ca UUa '^ enC°rdada' Para ^Izar su armonía, con cueidas de clave, y canto de una letra relativa al sacramento, etc., etc. ,' informes del reverentísimo comisario jenera!, Fr. Pablo de Mayo en el colejio de Chillan. V. Historia. g I 82 HISTORIA DE CHILE. ■v!:;,j'.;::' erearon, bien que fuese, tal vez, peor, y muy cierta- mente mas bajo , hipócritas y espías. Todos se miraban con temor y desconfianza; ya nadie se atrevia á hablar de política por miedo de dar que pensar, pues hasta el pensamiento mas secreto no se creia seguro en ^ el seno de la amistad; por donde se ve cuanto mas inje- nioso es el hombre para engañarse que para desenga- ñarse. Los primeros golpes del espionaje cayeron sobre los amigos que O'Higgins tenia en Chillan, Fr. Rosauro Acuña, prior del hospital de San Juan de Dios, y el co- ronel de milicias don Pedro Ramón Amagada , sujeto muy rico y muy estimado de Mendíburu , suegro del doctor don Juan Rosas, los cuales , en el acaloramiento de una discusión, que se habia manifestado muy pací- fica en el principio, olvidaron los consejos de la pru- dencia , y se atrevieron á decir que España estaba per- dida; que la junta central no podia arrogarse derecho alguno sobre el país y que este no tardaría en ser go- bernado por sus propios hijos. Habiendo llegado esta discusión áoidos de Álava, intendente de la provincia de Concepción, hombre tan débil como de limitado en- tendimiento, este dio aviso inmediatamente del caso á Carrasco, el cual mandó al comandante de la frontera, don Pedro Benavente , fuese , incontinenti , con veinte y cinco dragones, á arrestarlos y enviarlos á Santiago, en donde, efectivamente, fueron entregados á la justi- cia de Irigoyen. La causa que se les formó fué muy larga, y, sobretodo , muy costosa para Amagada; pero Irigoyen procuró que su situación fuese soportable , en cuanto era posible, pues ya presentía, con su tino y perspicacia bien conocidos, que no tardaría en haber CAPÍTULO V. 83 una reacción , y, por otra parte , Rosas vijilaba con todo su influjo y poder aquellas dos primeras víctimas de la revolución chilena. Otro acto de severidad, mucho mas grave, y que in- fluyó muchísimo en los progresos de la revolución, y en la ruina de Carrasco, fué el arresto de otras tres personas de distinción : J. A. Ovalle, don Bernardo Vera y don José Antonio Reyes, el primero de los cuales se hallaba en los baños de Gauquenes con algunos parientes y ami- gos. En aquella época de borrascas políticas , todos res- piraban un ambiente de presentimientos y temores, y, naturalmente, caia la conversación sobre tan importante materia y sobre las consecuencias que se había de espe- nmentar muy pronto. En aquella reunión , todos habla- ban con un desahogo que dejaba creer que los pareceres y opiniones eran unánimes, y sus discusiones se hacían acaloradas, atrevidas y tanto mas frecuentes, cuanto no podían tener otra distracción en medio de las cordille- ras. El punto sobre el que se hallaban casi todos de acuerdo era que España no podría resistir á un enemigo tan hábil y tan poderoso como lo era Napoleón ; pero tan pronto como se trataba de sacar partido de la ruina de la madre patria en provecho de la libertad chilena las opiniones se manifestaban opuestas y obstinadas' Unos, encojidos y temerosos de perder lo que tenían' temblaban al pensar en las consecuencias del rechazo de una invasión ; otros, que resistían aun á toda idea de reforma social , condenaban con rigor los principios turbulentos de las facciones, cuyo fin principal, según ellos creían, era aprovecharse de las acciones revolu- cionarias de las masas para satisfacer sus propias pa- siones. Sk HISTORIA DE CHILE. Entre los que daban este parecer, se hallaba don José María Villareal, abogado de mérito, pero cuyo carácter vengativo le impelió á la bajeza de hablar al presidente del hecho de aquellas reun'ones, delatándole Ovalle como autor de las proposiciones las mas peligrosas contra la monarquía Española. Las órdenes que habia recibido Carrasco de proceder contra los llamados per- turbadores del orden público eran demasiado rigoro- sas y terminantes para desentenderse de ellas, ó, por mejor decir, para no fundar en ellas la determinación que iba á tomar contra aquel personaje , en despecho de su distinción y de su título de procurador de la ciu- dad; y tanto mas cuanto la revolución hacia rápidos progresos. En aquel estado de cosas era de absoluta necesidad el obrar, para lo cual se presentaban dos me- dios, uno de conciliación , y otro de violencia, y este último fué el que le aconsejaron la mayor parte de los afiliados, opinando por el arresto del procurador, opi- nión que Carrasco adoptó con su acostumbrada impru- dencia. Sinembargo , para dar á su resolución un sem- blante de legalidad, envió al escribano de cámara don Francisco Menesés á Rancagua para pedir informes á Yalenzuela, que también habia oido las palabras sedi- ciosas de que se trataba. Con el escribano de cámara iba el joven Centeno, con orden de pasar por los baños mismos de Cauquenes , en caso necesario. Bien que los informes que estos dos enviados tomaron fuesen de poca importancia, el gobernador los halló muy suficientes para llevar adelante su determinación , y Ovalle fué arrestado, al mismo tiempo que algunos em- pleados de la policía iban á visitar los papeles de ciertos patriotas, de cuyos papeles resultó también el arresto .- CAPITULO V. 85 de don José Antonio Rojas (1) y de don Bernardo Vera. Este monstruoso atentado se ejecutó el 25 de mayo de 1810, por la noche, y sus inocentes víctimas no tuvieron ni el tiempo necesario para arreglar sus asun- tos, pues una orden á rajatabla prescribía al sarjento mayor don Juan de Dios Vial los condujese con sus doce dragones á Valparaíso, en cuyo puerto fueron entregados, tan pronto como llegaron, á bordo de la fragata Astrea. Al cabo de algunos dias, fué el oidor don Félix Basso á tomarles declaración, y, desde luego, pudieron saltar en tierra é ir á alojarse en casas de amigos que tenían allí y que se presentaron al punto para salir por fiadores de ellos. Bien que ya lo hayamos dicho , lo volvemos á decir : la suerte de las sociedades depende, esencialmente, de una ley de necesidad, instituida por la providencia, y en virtud de la cual el espíritu humano hace progresos reales y verdaderos , constantes y universales. La fuerza que quiere oponerse á estos progresos, lejos de dete- nerlos, les da impulso; pero, desgraciadamente, los medios violentos y estremados, al producir este resul- tado, irritan la llaga de que jime la sociedad, y esto fué precisamente lo que le sucedió al partido realista , cuando se supo el arresto de aquellos tres honrados patriotas. Sumamente irritado de aquel acto de rigor, (1) Don José Antonio Rojas no era un sujeto de mucha instrucción , pero su- mamente curioso. Al tiempo de la revolución de los Estados Unidos se hallaba en España, y, en las peripecias de aquella lucha, se habia imbuido de ideas de libertad, que qucria introducir en Chile, á pesar de las amonestaciones del presidente, que tenia órdenes de la corte para vijilar su conducta y rcjistrar los muchos libros, demasiado liberales, que tenia. Rojas comunicó sus ideas de libertad á muchos jóvenes , y, entre ellos, al doctor Vera , que le hacia fre- cuentes visitas. Gaspar Marín. 86 HISTORIA DE CHILE. í el pueblo de Santiago se puso en un estado de eferves- cencia en que no se le había visto nunca , y corrió en tumulto al ayuntamiento á pedirle su intercesión para que fuese revocada aquella irritante, injusta orden. Pero aun no habia llegado el caso de obrar de un modo decisivo ; la prudencia aconsejaba el que no se intentase nada á la ventura y que se aguardase el momento en que la revolución llegase por sus pasos contados á sus fines. Este era, en efecto, el mejor medio de que no se derramase sangre, que podría no producir mas que sen- timiento tardío y lágrimas, como sucede tan á menudo en combates políticos. La ausencia de Ovalle dejaba un vacío en el ayunta- miento que causaba á la administración cierto emba- razo , al cual Carrasco quiso remediar pasando un oficio á sus miembros para rogarles se sirviesen elejir una persona de celo y probidad que llenase el puesto de procurador de la ciudad. Así se hizo y la elección recayó en don Gregorio Argomedo, con mucho descontento del gobernador, y de todos los realistas, que veian en dicho nombramiento una venganza de los liberales, y un formidable enemigo de mas ; porque Argomedo era uno de los Chilenos patriotas mas fanáticos y exaltados. Era un hombre arrojado y de mucho talento, un verda- dero tribuno capaz de vengar á la patria de la afrenta que acababa de recibir con el atropellamiento de sus tres defensores. Honrado, siendo aun muy joven, con un puesto en el ayuntamiento ; dotado de una grande elocuencia , que su aire grave y elevado y su voz sonora y flexible realzaban, mostró, desde un principio, mucha decisión en llenar su papel , que se anunciaba esencial- mente popular. Pero penetrado de sus deberes, y que- CAPITULO V. riendo dar á todas sus acciones un carácter uniforme de justicia, voluntad y firmeza, creyó conveniente el aguardar por una ocasión favorable para interpelar al presidente sobre las causas del hecho que había conmo- vido las espíritus. Mientras el poder real hacia inútiles esfuerzos en Chile para desasirse de otra potencia invisible, pero real y verdadera , que lo arrastraba á su pérdida , el mismo poder sucumbía, en Buenos-Aires, á los tremendos golpes que le daban algunos bizarros patriotas, bastante resueltos para levantar el estandante de la insurrección, y tan audaces, que quitaron toda esperanza de poder resistirles. Ya el virey Cisneros había depositado su autoridad y el mando en una junta, reduciéndose al nombre sencillo de simple ciudadano, el dia 25 de mayo, el mismo dia, justamente, en que el hado de Carrasco le daba el último golpe. Un mes después, esta noticia salvaba las cumbres heladas de las Cordilleras, y penetraba en Chile con pasos atentados, temerosa y desconfiada, como una descubierta que se aventura demasiado. El encargado de llevarla allí fué don Gregorio Gómez, el cual, pare- ciendo sospechoso al resguardo de la Cordillera, fué arrestado, y enviado con buena escolta á Santiago, en donde Carrasco lo mandó encerrar en la caserna de San Pablo. Sin embargo, pasados algunos días, pudo ir á vivir en casa de un realista para el cual llevaba cartas de recomendación ; de suerte que noobstante estuviese privado de una entera libertad , aun pudo comunicar con algunos liberales, en el mayor secreto, declarándoles reservadamente que era portador de un escrito del jene- ral Belgrano para don Juan Martínez Rosas. Aquel 88 HISTORIA DE CHILE. escrito, que se había escapado milagrosamente de manos de los del resguardo, fué inmediatamente remitido á don Juan Rosas, que se hallaba en Concepción, afín de que sirviese , como en efecto sirvió , á preparar aquel la pro- vincia para sostener la lucha. En cuanto á Gómez , se quedó en Santiago, instruyendo á los denodados patriotas de esta capital de los acontecimientos de Buenos-Aires al tiempo de la deposición de Cisneros. .- CAPITULO VI. Carrasco procura ocultar la noticia de la revolución de Buenos-Aires.— Asunto de Ovalle, Rosas y Vera.— Los dos primeros son embarcados para el Perú , y el último queda en Valparaíso, enfermo.— Ruido que esta noticia ocasiona en Sanliago.— El ayuntamiento toma partido por los desterrados y envía una diputación á Carrasco. — La real Audiencia se junta al cabildo para pedir una contraorden de desembarco. —Carrasco se presenta en la real Audiencia. — Mala acojida que recibe. — Adiere á la voluntad del pueblo, y, á petición de Argomedo, quita el empleo á sus amigos y empleados , Campo, Meneses y Tadeo Reyes. Carrasco sabia , desde el 2!i de junio , la revolución de Buenos- Aires, pero habia creído oportuno ocultar la notic'a, bien que ya se susurrase en la ciudad. El in- terés que tenia en ocultar aquellas noticias era tanto mayor, cuanto en los mismos pliegos habia recibido comunicación de la firmeza con que el gobernador de Córdoba, Concha, habia sostenido los intereses de la monarquía contra la injusticia y la ambición de los fac- ciosos. Dos personajes de la mayor influencia le apoya- ban en su temeraria empresa, el obispo Oreliana, que representaba el poder real, y Santiago Liniers, que gozaba aun del prestijio que le habían dado sus victorias sobre los Ingleses. Esta última noticia habia infundido algunos ánimos á los realistas de Santiago, los cuales volvían los ojos con alguna esperanza hacia aquella coalición , que parecía querer reconquistar el poder perdido, y aun algunos aconsejaron con calor á Carrasco diese al público las proclamas contenidas en los citados pliegos, así como también las que acababa de recibir del embajador del 90 HISTORIA DE CHILE. Brasil. Era, en verdad, un medio muy inocente de con- trapesar en la opinión la noticia de la caida de Cisne- ros, de cortar al mismo tiempo el contajio de las ideas revolucionarias, ya prontas á introducirse en todas las clases de la sociedad , y á reducir casi á la nada la autoridad y el prestijio de los leales representantes de la monarquía española. Pero para eso habría sido nece- sario que Carrasco se pusiese de acuerdo con la real audiencia, y tenia demasiado puntillo para someterse á semejante condescendencia. En lugar de esto, prefirió perseverar en su mala política y oponer el disimulo y la astucia á las incesantes pretensiones de sus enemigos, cuyo número crecía, y cuya actividad se desplegaba cada dia mas. Justamente, en aquella coyuntura, las cabezas no soñaban mas que con una idea de justicia, y veian con despecho eternizarse la detención de los tres infelices presos en Valparaíso, pidiendo con instancias su re- greso á la capital. Sobre este objeto, el gobernador recibió muchísimas peticiones por conducto del cabildo, en las cuales se le daban alabanzas y, para ablandar su corazón , se le trazaba un cuadro de los males físicos y morales que aquellos tres sujetos de distinción habían tenido que sufrir. Al mismo tiempo , los principales ha- bitantes se ofrecían por fiadores de ellos y de su con- ducta para en adelante, y aun se adelantaban hasta prometer la pacificación de la ciudad. Como procurador de esta, se encargó de presentar la petición Don Gre- gorio Argomado, y lo cumplió con mucho tino, y con un tono de afabilidad que contrastaba con su carácter austero é impetuoso. Sus palabras respetuosas habían ya casi rendido al presidente ; pero la mansión de los ■ CAPITULO VI. tres celosos apóstoles de la revolución en Santiago le parecía tan peligrosa, sobretodo después que la opinión pública se había manifestado tan á las claras en favor de ellos, que se vio obligado á disimular sus verdaderas intenciones, y á emplear una superchería, solo recurso que parecía conveniente á la debilidad de su carácter, y á la decadencia de su poder. Por esta razón , sin duda alguna, se contentó con dar una respuesta insidiosa, prometiendo, bajo su palabra, que muy pronto aquellos tres ilustres ciudadanos volverían al seno de sus fami- lias, por un lado, y dando orden, por otro, á Valparaíso, para que aquel gobernador los trasportase á bordo de la nave que iba á dar la vela para Lima. Apenas hubo recibido el oficio del gobernador del reino con esta ultima orden , el de Valparaíso envió á llamar á Ovalle, llosas y Vera, y se la comunicó, advirtiéndoles que hiciesen inmediatamente sus preparativos para apro- vecharse del pequeño buque mercante la Mionlina, que estaba aparejando para salir dentro de algunas horas del puerto. Al oir una orden tan cruel, aquellos infelices ancianos quedaron consternados, sintiéndose ya aflijidos por su edad, sus achaques y males que habían pade- cido. Sinembargo, esperando aun enternecer al gober- nador, le pidieron con candor les concediese algunos días para implorar la compasión del presidente, afín de obtener de él, por lo menos, los dejase allí hasta la entrada del verano, época en que no había borrascas que correr en el mar. Algunas personas, atraídas allí por el ruido de su marcha, y presentes á esta escena, pro- curaban interceder por ellos con todo el influjo que tenían ; pero la orden era terminante y el gobernador teniaque darle cumplimiento. 92 HISTORIA DE CHILE. Convencidas, desde luego, aquellas personas de que dicha orden habia sido dictada por una pasión de en- cono, y que seria inútil insistir, despacharon un propio á Santiago dando parte de un acto tan injusto y tan arbitrario. Las infelices víctimas de él no tuvieron tiempo para saber el resultado, pues aquel mismo día tuvieron que embarcarse para Lima, dejando su patria, su fami- lia é intereses, y angustiados por un triste presenti- miento, muy natural en un septuagenario, al emprender tan largo viaje y en tales circunstancias. Uno de ellos, Don Bernardo Vera, se quedó en Valparaíso, enfermo, con certificado del doctor Zapata, y, jeneralmente, se ha creído que habia sido un pretesto para evitar el des- tierro y, sobretodo, el resentimiento del virey Abascal, que, muchas veces, habia ridiculizado, y que lo con- sideraba como uno de los mas peligrosos patriotas de Chile. La noticia de aquella tropelía llegó á Santiago el 11 de julio á las seis de la mañana, y se esparció como una centella eléctrica por toda la ciudad, llenando de estu- por á todos los habitantes, y, como sucede siempre en semejantes casos, el pueblo se amontonó en tumulto en la plaza mayor para saber los pormenores de aquel desgraciado suceso. Al principio, sinembargo, habia moderación ; pero muy luego se exaltaron las cabezas, discutiendo, y concluyeron con un rapto furioso. Em- pezaron algunos gritos con amenazas, que fueron repe- tidos por la masa del pueblo, que pedia cabildo abierto con la unanimidad que demuestra la existencia de un resintimiento universal y que se presenta inaccesible á negativas bajo ningún pretesto. Es verdad que el Ayun- tamiento mismo tenia sumo interés en que el pueblo CAPÍTULO VI. 93 participase de sus propios sentimientos , afín de poder organizar y dirijir sus acciones y operar una revolución sin sangre ni convulsiones. Con este pensamiento, el cabildo oyó sus quejas y se puso á su disposición. Se discutió con claridad y sin dis- cursos difusos, es decir, neta y claramente. Se hizo una protesta firme y digna contra la injusticia de Carrasco, y contra su odioso maquiavelismo , decidiendo que una diputación del cabildo se presentase inmediatamente á él para pedirle, en nombre del pueblo, una orden de des- embarco, y libertad. Eizaguirre y Argomedo fueron á llenar esta misión con el mas profundo convencimiento deque era la cosa mas justa, mas prudente y nece- saria para la tranquilidad de la ciudad, ya muy com- prometida. Advertido de este paso que iba á dar el cabildo, Car- rasco habia reunido algunos partidarios en su gabinete para que presenciasen su temeraria firmeza. En efecto, recibió la diputación con una desdeñosa frialdad, que impone siempre un poco á los que van á pedir justicia; pero en aquel corto silencio Argomedo tuvo tiempo de reflexionar, y, tomando la palabra, empezó manifestán- dole la sorpresa que habia causado su falta de palabra ; continuó echándole en cara su doblez, su injusticia y la increible irreflexión con que administraba, y con- cluyó pidiéndole una orden que revocase la que habia dado, con advertencia deque el negársela podría serle fatal , en atención á la efervescencia que se manifestaba ya con síntomas alarmantes de un verdadero alza- miento. Los caracteres débiles y, sobretodo, de poca reflexión, tienen muchas veces arranques desesperados. Cierta- I 94 HISTORIA DE CHILE. mente , Carrasco no era inhumano ; pero , en sus actos, se dejaba llevar de una falsa conciencia , que le imponía una conducta sistemática, contraria á la justicia, y que le hacia sostener, á todo trance, los derechos de un poder que se caia de vetusted y de oprobio. Gomo pri- mer majistrado tenia derecho al respeto de todos, res- peto que ya ciertas autoridades subalternas empezaban á rehusarle, y ya se veia abandonado de la real audiencia, siempre pronta á adoptar una neutralidad insultante para su honor, y peligrosa para su gobierno. Todo esto, junto con el aislamiento en que se hallaba de todo apoyo, y con los progresos de la revolución , le llenaba de dis- gusto y de melancolía, y no era muy estraño que vién- dose humillado por el tono altanero y casi imperioso de la diputación, respondiese con otro desdeñoso y lleno de resentimiento. Obrando así, pensaba vengarse de aquella afrenta; pero obraba impolíticamente, en vista de la fermentación que había por toda la ciu- dad, cuyo pueblo se entregaba al tumulto porque tenia la conciencia de su derecho , y no podia impedirse de perseverar en su demanda. Así sucedió que tan pronto como se supo el mal re- sultado de la diputación , muchos quisieron ir ellos mis- mismos, en persona, á palacio para pedir justicia, y fué preciso todo el talento del procurador para oponerse á ello, prometiéndoles que seiba á acudir á la real au- diencia, como, en efecto, lo ejecutaron los alcaldes y el procurador, yendo á esponer á aquel supremo tribunal las respuestas insultantes que les había dado el presi- dente, y la necesidad de que se presentase para discutir un asunto tan interesante para la tranquilidad pública, y para particular de los habitantes. CAPITULO VI. En cualquier otra circunstancia, la real audiencia había desoído los clamores del pueblo, siempre exaje- rado en sus demandas, y, muchas veces, injusto en sus pretensiones; porque, como magistrados, querían sos- tener el dogma de obediencia pasiva á las autoridades, afín de conservar su propio prestijio , que no podría menos de menoscabarse con semejantes concesiones; pero desde algún tiempo á aquella parte , se hallaban bajo el influjo de ideas revolucionarias , y veian que la máquina se desquiciaba, en vista de lo cual muchas veces habían pensado poner remedio al mal , persua- diendo al presidente cuan meritorio le seria el dejar un puesto en donde ya no le era posible mantenerse con decoro. Por esta razón , las proposiciones del cabildo , en aquella sazón , tenían dos ventajas : la de lisonjear la vanidad del tribunal , y la de favorecer sus propios proyectos, los cuales eran muy propios á humillar al mismo presidente, motivo por el que la real audiencia dio buena acojida á la demanda, y nombró inmediata- mente al oidor Irigoyen para ir á ejecutarla, acompa- ñado del escribano de cámara, afín de darle un carácter mas legal. Fundándose en la etiqueta que le imponía su superio- ridad, Carrasco se negó, al principio, á suscribir á aquel acto de humillación; pero reflexionando en los in- convenientes que podría tener su resistencia, se resolvió, y tuvo que soportar los gritos de mofa de una multitud reunida en el primer zaguán de la cárcel sobre la que daban algunas ventanas de la audiencia. Luego que el rejente Ballesteros hubo espuesto los motivos de aquella reunión, el procurador Argomedo renovó, en presencia de todos los oidores, las razones 3 96 HISTORIA DE CHILE. i§ Ife'-' ya dichas anteriormente á Carrasco , y exijió una orden perentoria para el regreso á Santiago de las tres víctimas atropelladas, añadiendo, después de haber dado una mirada á Eyzaguirre, que nadie saldría de la sala hasta que dicha orden fuese debidamente firmada y legalizada. Mientras habló el representante del pueblo, hubo un pro- fundo silencio en el zaguán ; pero apenas se hubo oído su conclusión, estalló una aclamación unánime pidiendo la libertad de los ilustres Chilenos, y aun algunos se propa- saron á pedir la deposición del presidente , que en aquel instante se hallaba exaltado por el resentimiento , y por las últimas palabras de Argomedo, las cuales le habían, por decirlo así, embriagado de pasión y de orgullo , de- jándolo incapaz de ningún jénero de temor. Sintiéndose, pues, herido en tal manera, y contando con la poca tropa que tenia en la plaza, preguntó, á su vez, y en tono amenazador, si estaban ellos mismos seguros de salir de la sala ? Fanfarronada á la cual respondió Ar- gomedo diciendo que cuatro mil personas se hallaban reunidas en la plaza , prontas á apoyar su demanda. Esta respuesta hizo callar al presidente, cuyo carácter era demasiado débil para perseverar en el arranque que le habia sujerido su despecho. Es verdad que , al mismo tiempo, sus amigos le daban aviso de que los oficiales, sobre los cuales contaba, fraternizaban con el pueblo y le manifestaban sus disposiciones amicales. El éxito de la diputación en la real audiencia , y el pronunciamento arrogante de la multitud, habían entu- siasmado á Argomedo en términos, que no se contentó con pedir el regreso de los desterrados, sino que también pidió la destitución de tres empleados mayores, que eran : Campo, Menesés y Tadeo Reyes, como principa- CAPÍTULO VI. 97 les consejeros de Carrasco. Los dos primeros habian aceptado su nombramiento á consecuencia de una desti- tución brutal y caprichosa , y se hacían muy bien cargo de que, á pesar de su talento y habilidad, una reacción, que no podia tardar mucho, se lo quitaría; pero el úl- timo contaba mas de veinte años de servicio en la admi- nistración principal, y siempre se había distinguido por su talento y exactitud. Ya había sido , aun muy joven, secretario de O'Higgins , y le había acompañado en las muchas visitas que aquel ilustre presidente había hecho por toda la república. En la parte del Sur habia asis- tido al parlamento de Negrete , cuyo historiador habia sido también (1). Por el Norte, habia contribuido efi- cazmente al fomento de las ciudades de Illapel , Coquim- bo , Copiapo y otras , y al aumento de escuelas , que consideraba, con mucha razón, como principales ele- mentos de civilización. Los sucesores de O'Higgins lo habian considerado como igual á un asesor ; lo admitían en sus consejos y reuniones, y seguían su opinión , de preferencia á otras , en las cuestiones mas delicadas, por- que hallaban en ella la fuerza y el convencimiento de buen raciocinio. Su mérito, como empleado, no era me- nos brillante. Su jenio era laborioso , y no se contentaba con desempeñar puramente sus deberes, sino que tam- bién pasaba las noches en escribir sobre los diferentes ramos de la administración. Los documentos que aun existen en manos de su digno hijo, don Pedro Reyes, bastarían para dar una alta idea de su talento y capaci- dad de previsión , si los archivos del gobierno , hasta (1) En nuestro alias se halla este parlamento , que he dibujado segim un plano que él mismo habia levantado, y que obra en poder de su digno hijo, don Pedro Reyes. V. Historia. 7 ^ 2> Míi-;.,::!,fi'-;' "■:!■ iuu.ii.1 fig: í|¡.:tv.!':.' íi ■Tii",. * ■■:;5 Mí- 98 HISTORIA DE CHILE. entonces en bastante confusión, y desparramados, no los confirmasen por el buen orden en que los ha puesto. Todos los que han tenido ocasión de recorrerlos no cesan de admirar la paciencia y el saber del que los ha dispuesto de un modo tan bien arreglado. Mas, con todos estos bellos antecedentes , aquel mismo sujeto estaba tildado como peligroso para el país: porque, siendo un realista jui- cioso, recto y convencido, y hallándose dotado de sen- timientos vivos de relijion , consideraba bajo un aspecto fatal toda inovacion que dimanase de los principios que habían sumerjido la Francia en una horrible anarquía, desterrando de ella sus dogmas relijiosos, y contami- nando hasta las antiguas instituciones de la mayor parte de Europa , cuyos estreñios se hallaban aun , en aquel mismo tiempo , ensangrentadas por las espantosas guer- ras producidas por dichos principios. La nueva demanda del procurador ponia á Carrasco en el mayor embarazo , no tanto por la contra orden pe- dida para el regreso de los desterrados, puesto .que tenia motivos para pensar que el barco que los llevaba cin- glaba ya á Lima, sino por lo penoso que le era el quitar el empleo á sus tres amigos , y tanto mas cuanto eran las solas personas que le quedaban afectas á su gobierno, y sobre las cuales pudiese aun contar. Persuadido de que la real audiencia no cometería la imprudencia de rehusarle su apoyo en circunstancias tan críticas para la monar- quía, pidió permiso para entrar en consejo con ella; pero la deliberación ruló en un sentido favorable al pueblo. Los oidores le aconsejaron se rindiese á sus ins- tancias, añadiendo que en ello no haría prueba de jene- rosidad, sino mas bien un acto de necesidad, en atención á la fermentación de las cabezas , y á la poca confianza ■ CAPÍTULO VI. 99 que podían inspirarle sus tropas, las cuales parecían unidas con el pueblo, como verdaderos hermanos. En consecuencia, Carrasco se decidió á formar las deposiciones del asesor interino, don Juan José Campos del escribano, sustituto de cámara, don Francisco Menesés, y, con mucho mayor sentimiento , la del secre- tario don Juan Tadeo Reyes , lo cual fué considerado por la jeneralidad de los habitantes como una de las mayores injusticias. Pero ya se sabe que las revoluciones son un verdadero océano de bonanzas y tempestades, alterna- tivamente, y que en medio de rasgos heroicos se pre- sentan manchadas con acciones indignas, y aun también criminales, como si la Providencia hubiese dispuesto que nada fuese perfecto en este mundo mísero y orgulloso. Finalmente, por colmo de humillación y de vergüenza para el presidente, el supremo tribunal le quitó estos tres empleados, y puso á su lado al oidor decano don José Santiago Concha , sn cuyo consentimiento era condición espresa no se tomase determinación alguna. El cabildo recibió, á la una y media, el decreto que devolvía la libertad á los ilustres prisioneros, con estre- pitosas aclamaciones del populacho, que, ya mucho mas numeroso y ajitado, esperaba nada menos que la caída del presidente. El alférez real don Pedro Larrain se ofreció para ser portador de la voluntad del pueblo, y salió , acompañado de doce personas de la mayor distin- ción , con el decreto para Valparaíso , á donde le habían precedido otras muchas que habían marchado apresura- damente por la mañana, con el fin de llegar á tiempo para impedir la salida del trasporte que los llevaba, si, por ventura, se hallaba aun en el puerto. Por desgracia, llegaron demasiado tarde. El Mioniino Ém 100 HISTORIA DE CHILE. feí£: : km- te-.;';. : ' ■ había dado la vela al viento el dia anterior, y, por mayor desgracia, no había quedado un solo barco en el puerto para correrle en pos , y entregarle los pliegos de Car- rasco para el virey del Perú , con la orden de la libertad de los presos infelices que llevaba. En vista de este contratiempo , Larrain puso inmedia- tamente en conocimiento de sus familias aquel suceso, y aun les remitió los mismos pliegos, con lo cual la mujer de uno de ellos, doña Mercedes Salas de Rojas, tuvo la valiente resolución de enviarlo por tierra con un propio , á espensa suya , pías expensas , propio ó correo que anduvo, en un mes, mías de seiscientas leguas, atra- vesando el inmenso, árido desierto de Atacama, cuyo camino hacia mas de dos siglos estaba abandonado. Mientras que el público se lamentaba de aquella fata- lidad, Carrasco, aun halucinado por su terca inclina- ción, había convidado algunos de los pocos amigos que le quedaban á un concierto que daba aquella noche en su casa, bien que no pudiese quedarle duda de que cuanto le decían, y él mismo veía, no era cuento sino la pura verdad espresada altamente y á gritos por el es- píritu público, y que , insultando á este mismo espíritu, como lo hacia , aumentaba el disgusto jeneral y daba nueva materia de triunfo á los descontentos. Así sucedió en efecto. Las murmuraciones y sátiras á que había dado lugar se renovaron con mas saña; sus enemigos lo acu- saban de soborno y de proyectos violentos contra la ciu- dad , y una visita que hizo , el dia siguiente, al cuartel de artillería , bastó para alarmar á todos los habitantes, que, desde luego , juzgaron que era del mayor interés para ellos el ponerse en actitud de defensa. El mismo dia, se esparció la voz de que el procurador Argomedo y los dos CAPÍTULO VI 101 alcaldes Eizaguirre y Cerda, así como también algunas otras personas de influjo, que habían figurado mucho en las precedentes reuniones, estaban seriamente ame- nazadas de una venganza del presidente, para lavarse de su vergüenza y humillación. Es verdad que muchos creyeron que aquellos ruidos eran una pura y astuta in- vención de las cabezas de motín para exasperar al pueblo contra Carrasco ; pero bien que las consecuencias no los hayan ni confirmado ni desmentido, todo era de temer de su parte , y tal fué la aprensión del público , que mas de mil hombres , armados por la mayor parte , se reu- nieron aquella noche en la plaza , como de reten. Desde allí , enviaron patrullas por diferentes partes de la ciu- dad, y mientras unos protejian con su presencia las casas de los patriotas amenazados, otros se mantenían vijilantes observando si no habia movimiento de tropas y de artillería. Estas precauciones duraron toda la noche, á pesar de los rigores de la estación de invierno, y se repitieron, talvez con mas celo, los dias siguientes; porque las imajinaciones del pueblo estaban exaltadas con el recuerdo de los actos arbitrarios cometidos contra Rojas, Ovalle y Vera, y aumentaban con su propia exa- geración la verosimilitud del riesgo que corrían los ilustres representantes. Por todo esto, se echa de ver con que carácter grave é imponente avanzaba la revolución , que cada dia se mostraba inminente. Todos aguardaban, á cada instante, verla aparecer á las claras manifestando todas sus pre- tensiones, pues los pronunciamientos á mano armada se componían de una tal masa de fuerzas, que quitaba, virtualmente , toda especie de independencia á las au- toridades españolas. Sin embargo, pocos patriotas, ni 102 HISTORIA DE CHILE. w¿ aun de aquellos en quienes se hallaba , por decirlo así , personificada, preveían con claro discernimiento toda la trascendencia que tendría , pues muchos de los que an- helaban por una reforma social no pretendían por eso emanciparse de la madre patria, y se hacían la estraña ilusión de poder formar un gobierno enteramente nacio- nal, sobre el cual el rey Fernando, á quien se sentían sinceramente sometidos, no tendría mas que un simu- lacro de autoridad. Otros, al contrario, sobre todo los Españoles, trataban de mantener íntegros todos los de- rechos de la corona ; y los mas timoratos, por no decir, pusilánimes, esponian todas sus aprensiones, escoltadas de muchos y diversos consejos, á la real audiencia , la cual , por el canal del oidor Concha, tenia parte delibé- rate a en las resoluciones y aclos del gobierno. Es ver- dad que ya dicho tribunal tenia muchas zozobras, en razón de la fermentación que también se había esten- dido á las provincias, y se reunía, muy á menudo, en consejo para tratar de cortar sus progresos ; porque tenia correspondencias confidenciales en que se le daba parte de las muchas sociedades que se formaban en las casas de patriotas exaltados, y en las cuales se proyec- taba derribar al gobierno existente, y poner, en su lu- gar, una junta compuesta, principalmente, de miembros del país. Por legal que fuese la ejecución de dicho proyecto, como reflejo de la política de la misma España, tenia el inconveniente grave de poner alerta los derechos del hombre, y de emancipar el pensamiento en favor de la libertad y de la justicia, obligando á dicho tribunal, por el hecho mismo, á abrazar todas aquellas ideas, y á some- erse á ellas hasta que fuese posible dominarlas para que CAPÍTULO VI. 103 redundasen en favor del rey y de sus intereses. Lo que querían, ante todas cosas, era conservar el mismo gobierno sin mas alteración que el remplazo del gober- nador, que mandaba por una persona del país de bas- tante influjo para el mantenimiento del orden y de la misma especie de administración (1). El que reunía to- das las circunstancias y cualidades que requería el papel de gobernador, tal como lo ideaban, era el conde de la Conquista, don Mateo de Toro y Zambrano ; porque era sumamente rico, de una de las cunas mas ilustres del país, y tenia muchos parientes muy considerados, no solo en la capital sino también en muchas provincias del reino. En cuanto á él mismo, ya habia llenado los pri- meros empleos y tenia despacho de brigadier con fecha del 13 de setiembre de 1809, despacho que le daba un derecho incontestable á la presidencia , si llegaba á va- car. Por consiguiente , se t. ataba de preconizar aquel personaje, ensalzando sus méritos, servicios y calidades, por un lado, y, por otro, de poner patente la necesi- dad de destituir á Carrasco , ó, á lo menos, de urjirle á que diese su demisión , en obsequio del interés je- neral. Esta idea fué encomendada á ajenies secretos y dis- cretos para que la esparciesen por la ciudad , y la in- culcasen á sus habitantes, y, en efecto, lo ejecutaron con tanta sagacidad , que los patriotas la adoptaron como si fuese parto de su propio entendimiento. Es verdad que todos tenían interés en propagarla en un sentido, á saber, que el ejemplar de una destitución de aquella naturaleza era, no solo una novedad immensa para el país , sino que también desquiciaba el poder español , (1) Conversación con Gaspar Marin. 104 HJSTOK1A DE CHILE. ponia en claro el derecho que tenían los notables del país de tener arte ó parte en el nombramiento del pre- sidente y hacia presentir el principio de una nueva era administrativa y social. Una vez decretada, en dichos términos, la deposición de Carrasco por el pueblo, restaba que la real audien- cia llenase el penoso y difícil encargo de sujerirle su aceptación , para lo cual se necesitaba la mediación de un hombre de influjo y de persuasión que lo indujese á dicho consentimiento ; en atención á que su carácter era terco é interesado , como todos sabian. Por estas razo- nes se pusieron todas las miras en el R. P. Gano, con- fesor del mismo gobernador, depositario, naturalmente, de su confianza , y dotado de todas las santas virtudes de su ministerio. La real audiencia le pasó recado, y le dio á entender, sin dificultad, la situación crítica del país, situación que llenaba ya de tribulaciones al mismo padre, poco mas ó menos, como á todos los realistas, y aceptó, sin reparo, aquella delicada misión , á la cual preparó al gobernador con palabras halagüeñas. Pero sus flores de retórica quedaron sin efecto. Car- rasco rechazó desdeñosamente la proposición como ver- gonzosa pa' a él y contraria á los intereses del estado. Bien que ya se sintiese interiormente desamparado de toda su fuerza moral , aun creia poder contar sobre las tropas, y su negativa final fué acompañada de un jesto convulsivo de impaciencia, en vista de lo cual Cano vio claramente que era inútil perder tiempo en querer persua- dirlo, y se fué á dar parte de su mal suceso á la real au- diencia. Justamente , á la sazón , aquel tribunal acababa de recibir de un miembro del Cabildo el parte mas alar- CAPITULO VI. 105 mante sobre la actitud del pueblo, actitud que denotaba indubitablemente que se acercaba la crisis tan temida, y por la cual su propia existencia iba á hallarse compro- metida. En consecuencia, resolvió condenar al ostra- cismo al hombre que era la causa principal del desorden que crecía visiblemente, y se trasportó, en cuerpo, al palacio del gobernador. El rejente, tomando la palabra, puso á la vista de Carrasco las imájenes mas espantosas, como resultado infalible de su resistencia á la voluntad jeneral. Los cla- mores que se oyen, le dijo, la conmoción que todos ve- mos, no son una pueril ficción y sí el estremecimiento de una fuerza potente, irresistible, que se prepara á arran- car por la raiz todos los elementos del poder de la corona, empezando por el deV. Lejos de rendirse á estas razones , Carrasco entamó una discusión sobre el objeto de la demanda , á la que no podia oponer mas que la conciencia de su inviola- bilidad ; pero contra esta objeción , que seria de mucho peso en diferentes circunstancias, el rejente le puso ar- gumentos sin réplica que lo acosaron , y tuvo que deci- dirse á dejar un puesto en el que se habia visto perpe- tuamente juguete de todos los partidos ; pero , afín de poner su grave responsabilidad á cubierto, pidió ha- cerlo en presencias de todos los cuerpos políticos reu- nidos. En efecto , se reunió aquella memorable asamblea el dia 16 de julio de 1810, asamblea que se redujo á una junta de guerra , con la real audiencia y el Cabildo por acompañados. Después de haber pedido á la asamblea su consentimiento , que le fué concedido, Carrasco es- puso que su salud , sumamente debilitada, no le permi- 106 HISTORIA DE CHILE. ':;; , ; tia entregarse al cuidado de los asuntos administrativos con la eficacia que pedían las circunstancias críticas del país, y que exijiéndolo, como lo exijian el interés de la monarquía y la tranquilidad del país, creia oportuno el desistirse del título de presidente en favor de otra per- sona propia á calmar la fermentación de los espíritus. Pidió, en seguida, para ejecutarlo sin conflictos, el be- neplácito de los militares que por su graduación y anti- güedad tenían derecho á la sucesión del mando ; á lo cual le fué respondido que aquel derecho pertenecía al conde de la Conquista, como brigadier el mas antiguo, pues lo era, en efecto, de algunos meses mas que el intendente de Concepción, don Luis de Álava, el único de su grado. En consecuencia, se dieron votos y todos recayeron en el conde de la Conquista, en vista de lo cual Carrasco pro- nunció con voz alterada su abdicación, pasando, al mismo tiempo, el bastón á manos de don Mateo de Toro Zam- brano, con grande satisfacción de la asamblea, y aplauso de una multitud de habitantes que aguardaban con ansia por este resultado delante de palacio. Así se terminó la carrera política de aquel personaje, que la ventura sola había ensalzado á la suprema dig- nidad del estado , dignidad que habría podido sostener en tiempos de buen orden y de regularidad , pero que en aquellas circunstancias, muy ciertamente, no podía menos de comprometer. Sin embargo , sin querer hacer la apolojía de ciertos actos de rigor y de injusticia que hubo en su gobierno , no se puede negar que Car- rasco era humano y tenia probidad ; pero débil y limi- tado , la cortedad de sus luces y la prontitud con que se acaloraba lo precipitaban á providencias las mas impo- líticas y opuestas á lo que exijian las circunstancias. CAPITULO VI. 107 Tan pronto se dejaba llevar indolentemente mirando con indiferencia el progreso de las ideas, tan pronto tomaba medidas exajeradas de rigor contra ellas, y así siempre acababa por proporcionar alguna ventaja á los partidarios de la revolución. La suprema junta de Es- paña le habia espedido el despacho de gobernador en propiedad de Chile , con fecha de 10 de febrero de 1809; pero el vircy del Perú, Abascal , que habia recibido di- ferentes informes sobre su incapacidad , no le habia dado curso. Es verdad que, por informes de la misma natu- raleza , la rejencia misma de Cádiz se lo quitó un año después, temblando de que pusiese las cosas en peor estado, y lo habia traspasado á la real audiencia, que no tuvo tiempo para disfrutarlo. En resumen , el dia de su caida fué para Carrasco y sus partidarios un dia de duelo, como lo fué de esperanza para los demás parti- dos , de los cuales unos contaban sobre el influjo de los numerosos deudos y aliados del nuevo presidente en la tranquilidad pública; y otros, por el contrario, presen- tían , y casi creían ver la revolución realizada y dando nacimiento á una nueva era social. En cuanto al gober- dador caido, su desgracia no le quitó del pensamiento sus intereses , y aun tuvo la mala suerte de inspirar una especie de desprecio final reclamando la totalidad de los 10,000 pesos de su sueldo de presidente. CAPITULO YIÍ. Don Gaspar Marin es nombrado asesor del presidente, y don Gregorio Argo- medo secretario. — Pronunciamiento de los liberales, á consecuencia de un banquete en casa del conde de la Conquista.— Mal éxito de los miembros del cabildo en su proyecto de aumentar el número de rejidores. — Medidas que toma don José Antonio Rodríguez para impedir la instalación de la junta de que se trataba.— Su cita para comparecer en casa del presidente y su enér- jica respuesta.— Dificultades que encuentra la real Audiencia para hacer jurar obediencia á la rejencia de España.— Interpelación del ayuntamiento contra don José María Romo, por causa de sus sermones sediciosos. V La caida de Carrasco era, plena y completamente, obra de la real audiencia. Esta fué quien la proyectó , quien esparció su utilidad , y , finalmente , quien salió con ella. Lo que resta, ahora, á saber, es si consiguió lo que quería con esta especie de éxito , es decir, si aquella suprema corporación pudo atajar la reforma encerrando el movimiento en un cuadro de estrechos límites , ó me- diano , conforme , en fin , con los deseos y los intereses de la monarquía. Ya se sabe que en una revolución social apoyada en principios de derecho , de justicia y de libertad , todo impedimento se hace ilusorio , aun cuando el pronuncia- miento se hiciese por una minoría débil é impotente. El carácter de estas revoluciones es el obedecer á las inspi- raciones y á las necesidades de la época , y de adelantar sin volver nunca la cara. Es cierto que los progresos son lentos, casi imperceptibles y nunca jamas uniformes; pero todo esto no les impide el ser continuos, y, por lo tanto , suficientes para llegar á los límites que les señala el desarrollo proporcional de las ideas y de las luces de CAPITULO VII. 109 la nación. Esta es la marcha progresiva de toda civiliza- ción , y esta misma marcha estaba reservada para las diferentes comarcas de la América, dominada durante tres siglos por un verdadero espíritu de debilidad y de sumisión. La real audiencia , al hacer nombrar el conde de la Conquista presidente del país, habia querido hacer creer que cedía á los deseos del pueblo y del partido refor- mista. Era este un medio que le habría asegurado una cooperación jeneral , en caso de necesidad ; pero tenia por fatal consecuencia el dar mas atrevimiento y mas pretensiones al mismo partido ; porque , en las grandes conmociones populares, en las cuales los espíritus se hallan tan violentamente ajilados, las concesiones son sumamente peligrosas; á la primera se sigue la se- gunda , y de debilidad en debilidad la autoridad pierde muy luego su derecho, y, por consiguiente, su fuerza moral. Toro Zambrano era , sin duda alguna , un per- sonaje que por su nacimiento y sus bienes de fortuna podia ejercer el mayor influjo en el país , que lo amaba y lo consideraba. Su apego á la monarquía era franco y sincero, y, con respecto á su carácter, era brillante en virtudes y cualidades ; pero ya de edad de ochenta y seis años, ya se comprende que también tenia las que da la decrepitud. Sus alcances eran muy limitados ; no tenia enerjía ni voluntad propia, y sus ideas, ya bastante mudables , dependían del último que le hablaba. Así lo vamos á ver, durante su corta administración , en una fluctuación continua de pensamientos y de acciones; acosado, alternativamente , por los dos partidos, y, al- ternativamente, sometido á sus diversos caprichos, mu- dando á cada instante de opinión , y concluyendo , como 110 HISTORIA DE CHILE. era de prever, por adoptar aquella cuyo símbolo era : actividad, vigor, penetración y ciencia. El primer pensamiento de este nuevo gobernador, al entrar en el mando, fué puramente y altamente moral , manifestando la voluntad firmede reconciliar los espíritus, y de reunidos en un mismo centro de sentimientos de afecto y de adesion á Fernando VII. Este pensamiento podia , tal vez , haberle sido sujerido por la real audiencia , que tenia sumo interés en restablecer el orden, con olvido de todo lo pasado ; pues afín de hacer variar el influjo popular, atrayéndoselo á su propio favor, habia mandado celebrar el nombramiento de aquel presidente con so- lennes funciones, durante las cuales se esparcieron pro- clamas que respiraban una paz y beatitud muy propias á serenar los espíritus apocados, pero no menos opuestas á la enerjía necesaria para sostener debates acalorados y vehementes de progresos. De que los Chilenos se hubiesen sometido, sin murmurar, á una obediencia pasiva, durante tres siglos, no se seguía que hubiesen de permanecer para siempre en aquel triste y vergonzoso servilismo. El conde de la Conquista no era para ellos el paladión de la monarquía y de su eterno sistema de imo- bilidad. Lejos de eso, su título le imponía una misión mu- cho mas importante y noble, cual era la de constituirse, como instrumento de transición, el representante de una era de fin y de renovación que tendía á dejar en olvido y borrar enteramente lo pasado , preludiando á lo veni- dero. Era, por consiguiente, preciso, por decirlo así, apropiarse este influyente personaje, imbuyéndolo de ideas del siglo, ó bien llevarlo por la mano, como á un ciego , é insensiblemente , al fin á que lo destinaba la Providencia. CAPÍTULO VII. 111 Entre los hombres de talento de la época , figuraba D. S. Gaspar Marin , aun joven y natural de la Serena, y avecindado, desde su niñez, en Santiago, en donde por su mucha capacidad habia ganado , en concurso , la cátedra de Leyes en la Universidad , la presidencia del colejio de abogados y, finalmente, el titulo de asesor del consulado. Pero en lo que se distinguía sobremanera era en la elocuencia brillante con que le habia dotado la naturaleza. Hablaba con admirable pureza; tenia una memoria prodijiosa, á la cual debía su grande erudición, y, resumiendo en sí todas las eminentes cualidades del orador, tenia un ascendiente de persuasión tal, que ninguna opinión contraria le re- sistía. Amigo y consejero , ya mucho tiempo habia , del conde Toro , este lo llamó á su lado , tan pronto como ascendió al gobierno, para que fuese su asesor, con gran disgusto de los realistas, los cuales tenían demasiada pre- visión para no temerle, por la escesiva travesura de su talento. A poco tiempo después se le asoció , como se- cretario del presidente, el impetuoso y audaz Argomedo; de suerte que estos dos ilustres patriotas eran las dos co- lunas de gobierno del conde de la Conquista. La real audiencia no tardó en conocer que se habia dado chasco á sí misma, y en sentir amargamente el haber tenido arte y parte en aquella mudanza de gobierno, adquiriendo, en breves dias, el convencimiento de que el jefe que habia juzgado conveniente oponer á las ideas destructoras de la revolución era un sujeto crédulo, débil, fácil de engañar, y, por consiguiente, propio á comprometer, involuntariamente, los derechos de la monarquía. Este temor, ya bastante fundado, se hizo mucho mas inquietante aun á consecuencia de un ban- w'-fc ! ■ 1 :.- p i ■ 112 HISTORIA DE CHILE. quete que el presidente dio á los S. S. de aquel su- premo tribunal, y al cual fueron también convidados el cabildo , los jefes militares y otras muchas personas de distinción. Todos creían (y sin duda alguna tales eran las intenciones del presidente) que aquella reunión ofrecería una coyuntura favorable para reconciliar algún tanto los partidos ; pero , lejos de eso , solo sirvió á hacerlos, recíprocamente, mas desconfiados y odiosos. En el número de los convidados habia muchos que eran exaltados, y entre los cuales el doctor Vera, que acababa de llegar de Valparaíso, y que, por esta razón, se presentaba adornado de la aureola de gloria , ganada en su injusto destierro. Al principio de la comida, sin embargo , su lenguaje era puramente jovial , alegre, agudo y picante, pero, muy pronto , animado por las miradas espresivas de los patriotas, y el recuerdo de las persecuciones que aca- baba de padecer, su agudeza se cambió en indirectas mordaces contra la monarquía, y en sátiras contra los corifeos del partido realista. Su vervosidad seductora no tardó en cautivar la mayor parte de los convidados , y, desde luego, la conversación dejeneró en discusiones políticas las mas ruidosas , y casi tumultuosas. Por mas que el presidente y algunos oidores manifestaban su desagrado, se rompieron los diques de la circunspec- ción , y todos hablaban en términos y de manera que no se oian ya mas que pullas é invectivas contra la administración (1) colonial y contra las injustas preten- siones del gobierno. Don Francisco Antonio Pérez, especialmente, las ridiculizaba con la mas salada agudeza. (1) Conversación con don Miguel Infantes. CAPITULO VII. 113 Marín, sabio y purísimo lójico, demonstraba cuan absurdas eran , y vencía todas las opiniones contrarias, á medida que hablaba. Fern. Errazuris no reparaba en predecir claramente la ruina total de España, y aseguraba que al dejar el trono Fernando VII se habia llevado tras sí, y para siempre, á toda su posteridad. Eizaguirre, respirando convencimiento, hacia la apolojía del movimiento revolucionario de Buenos-Aires, y sostenía con calor y obstinación el derecho que habían tenido aquellos habitantes de constituir una junta go- bernadora. En este particular, el que mas lo apoyaba era Miguel Infante, hábil abogado, el cual, aunque joven , ya dejaba ver, en sus jestos y lenguaje , el ca- rácter audaz y firme de un verdadero tribuno. En vista de un pronunciamiento semejante, que ma- nifestaba tan á las claras las miras secretas y la ambi- ción de los revolucionarios, la real audiencia com- prendió que la presidencia de aquel gobernador no seria mas que un campo de batalla que iban á dispu- tarse los dos influjos contrarios, como un estribo para subir al poder; y, asaltada de tristes presentimientos, no vio mas recurso contra tamaño mal que el que podía ofrecer la firmeza inflexible de sus propios actos. En consecuencia, usó de todos los medios que estaban á su alcance para contraminar las asechanzas del partido novador. Justamente, en aquel mismo momento el Ayunta- miento pedia se nombrasen seis rcjidores mas, so pre- testo de que eran necesarios para desempeñar todas las tareas que las circunstancias imponían ; y los oidores , no viendo en aquella demanda mas que un medio disi- V. Historia. 8 m HISTORIA DE CHILE. mulado de alcanzar una mayoría para sus fines, con- siguieron, por medio del fiscal, que fuese desechada, como también que se impidiese una grande reunión que los descontentos habían proyectado con el objeto de pro- testar enérjicamente contra aquellos impedimentos, y aun de pedir con osada determinación la instalación de una verdadera junta. En efecto, Miguel Infante decia públicamente que dicha instalación se verificaria muy pronto, y su aser- ción se acreditaba tanto mas, cuanto ocupaba el puesto de procurador de la ciudad que acababa de dejar Argo- medo. Con su entusiasmo patriótico, Infante no sabia hablar de otra cosa, no tenia mas conversación que aquella , y cuando oia decir que algunos miembros del clero intrigaban en favor de la monarquía, no podia impedirse de mezclar en sus coloquios palabras insul- tantes para los que, en su opinión, debian su poder y el temor que inspiraban á la ignorancia y á la credu- lidad de un pueblo acostumbrado á dejarse engañar durante muchos siglos. Indirectamente, semejantes pa- labras eran dirijidas contra nuestra santa relijion, y no podían menos de sobresaltar al clero, que ya se sentía bastante desasosegado con las ideas impías de que hacia alarde la juventud. Este fué, sin duda, el motivo por el cual don José Santiago Rodríguez juzgó muy conveniente el tomar, como vicario capitular, la de- fensa de la relijion misma , en la persona de Fernando. Bien que fuese un acendrado realista, solo pensaba, en aquel instante , en los riesgos que corría el catoli- cismo en América , que se hallaba casi amenazado por un verdadero cisma , debido á las ideas desorganiza- doras de la época, y su conciencia le dictaba que el CAPÍTULO VII. 115 monarca solo podia detenerlo al borde del precipicio. Con este convencimiento, y con ayuda de algunas personas pias y timoratas como él, escribió á todos los curas de su diócesis una circular llena de exortaciones á la fidelidad y apego debidos á la monarquía, man- dándoles, al mismo tiempo, que empleasen todo su po- der para que cada uno hiciese firmar la suya por el sudelegado, y por el mayor número posible de habi- tantes del campo, los cuales prestaban aun entera obe- diencia á los ministros del culto. El cabildo, que tuvo noticia de dicha circular, y de la clausula especial contenida en ella, recomendando no cambiasen nunca, ni bajo pretesto alguno, de gobierno, no vio en ellas mas que un abuso del ministerio sacer- dotal, y una invasión de la influencia relijiosa en el interés esclusivo de un partido político. Alarmados pol- la perspectiva de los resultados que podia tener aquel plan de resistencia, los cabildantes resolvieron pedir al gobernador su mediación para oponerse á él , y nom- braron , sin pérdida de un momento, cuatro dipu- tados (1) para ir á citar ante la autoridad de aquel primer majistrado al imprudente sacerdote que les ins- piraba aquellos temores. Fué la diputación á palacio, y Miguel Infante, como procurador de la ciudad, tomó la palabra y espuso los graves inconvenientes y riesgos que podrían surjir para la tranquilidad pública de permitir circulasen escritos que, para él, no podían tener mas objeto que el entre- gar el país á la princesa Carlota, como era fácil averi- guarlo rejistrando la correspondencia y papeles del vi- cario. (1) Los SS. Larrain, Pérez , Errazuris é Infante. 116 HISTORIA DE CHILE. i.:;v.'.-. Sfe Bien que estas palabras hubiesen sido dichas con modo respetuoso, Rodríguez respondió en términos que denotaban la irritación que le habían causado, espre- sando con indignación su estrañeza de verse acusado de conspiración en favor de una princesa, ya, por de- cirlo así, considerada como estranjera á España; y, sobretodo, de que se quisiesen profanar con mano sa- crilega escritos inviolables, por la santidad de su mi- nisterio. Finalmente, apurado por lo odioso de aque- llas suposiciones, y fiándose á su inocencia, pidió, él mismo, la ejecución de aquel acto arbitrario, y el per- miso de someter al juicio de la opinión pública algunas cartas que acababa de recibir, y en las cuales se vería si los habitantes de Rancagua, y de otras muchas partes, eran del mismo bando que el cabildo, siempre dis- puesto, á lo que parecía (añadió él), á sacrificar el bien público á novedades tan quiméricas como fatales al man- tenimiento universal de la fe. Esta respuesta, tan enérjica como espresiva, y de- bida probablemente al estado de exasperación en que se hallaban el clero y los realistas, dio buenas esperanzas á los señores de la Real Audiencia, que, justamente, deliberaban, á la sazón, sobre los términos en que debia ser reconocida la rejencia de Cádiz, ya reconocida, según anunciaban los pliegos que acababan de llegar, por casi todas las provincias de España. El rejente opi- naba que aquel reconocimiento debia de hacerse con fun- ciones y regocijos públicos, tan propios á entusiasmar al pueblo, y el presidente, previo el parecer del fiscal, habia adoptado la misma opinión. Pero alarmado por ruidos inquietantes que el viento del cabildo le susur- raba, no tardó en retractarse, ó, lo que es lo mismo, CAPITULO VII. 117 quiso diferir hasta el dia 21 para recibir en su propia casa, y sin ninguna especie de aparato ceremonial, el juramento que los miembros del cabildo querían evitar á toda costa. No reflexionaba el presidente que, por el hecho de ceder tan fácilmente á las sugestiones de los partidos patriotas, mostraba un carácter débil y versa- til, que muy pronto le haría mudar de parecer dejándole caer en un sistema penoso de variaciones, de alter- nativas y de incertidumbre , según se fiase en las apa- riencias de un interés lejitimo y posible de cada partido. De esta retractación se siguieron protestos mas ó menos vanos, y, por la misma razón de la grande im- portancia de la discusión, la indecisión del presidente se hizo mas difícil de vencer. Durante muchos dias, le fué imposible el fijarse en una idea racional. Tan pronto inclinaba á un lado, tan pronto á la parte opuesta, y, en medio de estas oscilaciones de su espíritu, las cor- poraciones eclesiástica, lejislativa y militar, reunidas en su casa el 23 , le hicieron salir al son de cajas , y le llevaron , casi por fuerza , á la plaza mayor , en donde fué finalmente proclamado el supremo congreso de la rejencia de España. Si se ha de dar crédito á los rui- dos que corrieron sobre aquel acto solenne, el presi- dente habia obedecido tan maquinalmente al impulso forzado que habia recibido, que su indecisión habia sido la misma en todo el tránsito de su casa á la plaza. Pero, lejos de dar fuerza y vigor á los realistas, aquel nuevo triunfo de la Real Audiencia no sirvió, al con- trario, mas que á apresurar el momento de su caida, escitar á los patriotas á emplear todos los medios de salir avante , y á luchar para conseguirlo , puesto que no les quedaba mas recurso. Ademas , desde que la relijion se 118 HISTORIA DE CHILE. V.v^'í-^1 había hecho el elemento moral del partido contrario, la cuestión de la junta era mucho mas difícil de resolver, porque esta circunstancia embarazaba tanto mas su po- lítica, cuanto los principios relijiosos, que servían de principal apoyo á la política opuesta, ejercían un po- deroso influjo , y la forzaban á rebatir los argumentos , de difícil réplica, de que se servia el clero, sobretodo el regular, cuyos relijiosos predicaban en los pulpitos, no solo con apasionada desenvoltura , sino también con temeridad, contra el movimiento revolucionario. No contentos con inculcar á sus oyentes la fidelidad al mo- narca, como defensor de la relijion cristiana contra los peligros que la amenazaban , llenaban de espanto y terror su débil credulidad con odiosas calumnias contra sus enemigos, ó, como ellos los llamaban, contra los visionarios cuyas ideas turbulentas tendían necesaria- mente á sumerjir el país en un caos de ruinas, por medio de la anarquía y de la impiedad. Al cabo, el Ayuntamiento, juzgando que aquellos sermones, demasiado frecuentes, eran no solo contra- rios al buen orden sino también al verdadero espíritu de la Iglesia, pidió que el P. José María Romo, uno de los mas diestros y osados predicadores, compareciese ante el presidente para responder á los cargos que se le hiciesen. A la cabeza de la diputación encargada & esta demanda se hallaba el procurador de la ciudad, que era el mismo Miguel Infante, el cual desarrolló, en aquella ocasión , su carácter distintivo de rígido tri- buno. Después de algunas palabras de puro preámbulo con el presidente, Infante entró en materia, demos- trando, con la gallarda elocuencia de que estaba ador- nado, los graves inconvenientes que había en tolerar se CAPITULO VII. 119 introdujesen discusiones políticas en el santuario de la relijion; y luego, volviéndose al padre, le manifestó que en lugar de llenar el corazón de sus oyentes de senti- mientos de odio, tan contrarios á la ley de su santo ministerio, debería seguir los preceptos de caridad del evanjelio , procurando calmar las pasiones , apaciguar animosidades y atenuar toda causa de discordia; porque (añadió él) la misión de un ministro de paz es rogar al Espíritu Santo se digne alumbrar al pueblo para que conozca sus verdaderos deberes de unión , de amor y de libertad; y, al pronunciar la última palabra, se es- presó con mucha mas fuerza, dando á entender que aquel derecho, inerente al cristianismo, seria, de allí en adelante, inseparable de todos sus pensamientos y acciones (1). Por su edad, el presidente se inclinaba de corazón al partido del clero ; porque, al llegar al término de la vida, el hombre se hace naturalmente timorato, pru- dente y, sobretodo, enemigo de todo conflicto propio á comprometer el fin de su carrera. Los patriotas, que conocían su debilidad y la inconstancia de sus ideas, convinieron en que era preciso dar, sin pérdida de tiempo , el último golpe, puesto que habían empezado á descubrir la cara, y obrar decididamente. Este era el pensamiento de la junta de Buenos -Aires, siempre per- severante en llevarlos por aquel camino, como también lo era de don Antonio Helminda, don Ignacio de la Carrera, don Juan Henriquez Rosales y de otros mu- chos, tanto miembros del Ayuntamiento como de fuera de esta corporación, los cuales se hallaban imbuidos de los debates que habia en sus reuniones, principalmente (1) Conversaciones con don Miguel Infante. HISTORIA DE CHILE. en las que tenían en casa de Manuel Gotapos, Agustín Eizaguirre, Diego Larrain y otras, que eran verdaderos clubs de la revolución chilena. Por otra parte, el movi- miento que intentaban operar se apoyaba en los mas bellos principios de derecho y de justicia, y no podia menos de cautivar los ánimos de todas las clases. Hasta el mismo presidente, rodeado, como lo estaba, de pa- triotas los mas entusiasmados y convencidos, se sentía seducido, y, en su familia , que era numerosa, solo doña Josefa Doummont, nuera suya, pensaba con afecto á la monarquía, porque era oriunda Española, y, por con- siguiente , del partido de sus compatriotas. Pero ¿ si sostenía con celo y tesón el ínteres de este partido, qué podia hacer contra las fuerzas poderosas que precipi- taban el movimiento? Nada, y así sucedió que no tardó en tener que alejarse para no presenciar sus inevitables resultados. CAPITULO VIII. Desesperación de los realistas al ver los progresos de la revolución. — Procuran levantar algunas tropas á sus espcnsas.— Pasos que dan para ganar al presi- dente á su partido. — Indecisión de este jefe é inconstancia de sus opiniones. — Al fin, toma partido por los liberales, y al anuncio de la llegada del jeneral Elio de Montevideo á Chile , como presidente , se decide por la instalación de una junta suprema. — Competencia que tiene con la real Audiencia. — Des- asosiego de los diferentes partidos. — El ayuntamiento reúne en los arrabales casi todas las milicias de los contornos de la ciudad. — Ultimo esfuerzo de la real Audiencia para impedir la convocación de una junta. La determinación irrevocable de los patriotas era el suplantar, por una junta nacional, el gobierno absurdo que los había avasallado hasta entonces, y aniquilar, de una vez, la triple resistencia representada por la ostentación de poder, la sumisión y el interés; ó, en otros términos, por la Real Audiencia , el clero y los Es- pañoles. Ya muy debilitados por la corriente impetuosa de las ideas revolucionarias, y reducidos, por la pérdida de su influjo, á una minoría impotente, los realistas quisieron , sin embargo, hacer un esfuerzo , procurando rechazar todo pronunciamiento insurreccional por la fuerza de las armas. Desgraciadamente para ellos, el número de los soldados , con que creian poder contar, habia disminuido mucho, y, por colmo de desgracia, también temían que hubiese insubordinación en la com- pañía de artilleros, considerada, hasta entonces, como batallón sagrado, áncora de esperanza y de salvación. En efecto, el comandante Rey na, en cuya fuerza des- cansaban todas las esperanzas, manifestaba, sobre el particular, los mas inquietantes presentimientos ; He- - I HISTORIA DE CHILE. vado, por una parte, de sentimientos racionales de li- bertad, y temiendo, por la otra, que se introdujese la desmoralización en sus tropas, no cesaba de quejarse de la impotencia de las milicias, que, por su corto nú- mero (según él decia), nunca podrían resistir á la ter- rible tempestad que se preparaba. Este fué el motivo por el cual Manuel Antonio Talavera persuadió á los jene- rosos patriotas, defensores de la causa real, á que pu- siesen en pié, á sus espensas , algunas compañías con las cuales pudiesen contar, como lo hicieron con el mayor entusiasmo, prestándose noble y voluntariamente todos los realistas á cuantos sacrificios fueron necesa- rios. En muy pocos dias, se contaban mas de sesenta suscriptores, unos por tres soldados, otros por cinco, y hubo suscriptores que suscribieron por diez, que habian de ser equipados y sostenidos por ellos. Nadie puede saber en que hubiera parado aquel arranque , si el presidente, por instigación del cabildo, no se hubiese opuesto abiertamente á él, amenazando con severas providencias á don Roque Allende, que era uno de los comisarios de la suscripción. Los preparativos de armamento y de defensa, juntos al estado de ajitacion de los ánimos , no podian menos de turbarlos y de darles materia á serias reflexiones, sobretodo en una ciudad, en donde, desde el principio de la conquista, no se habia oido un tiro , á no ser en regocijos públicos, y, las mas veces, en. honra del adve- nimiento de un monarca, ó de la llegada de un gober- nador. Todos se preguntaban á sí mismos en que ven- dría á parar, cual seria el fin final de una libertad que pocos comprendian, rechazada imperiosamente por el clero, y, por otro lado, proclamada como aurora de los CAPITULO VIH. 123 progresos , y como precursora de prosperidad y de feli- cidad futuras. Los entendimientos cortos, subyugados por el prestijio de la fe, y por sentimientos de temor, de indiferencia y de moderación, veian aquel tumulto con grande zozobra, al paso que las clases inferiores, naturalmente inclinadas á la licencia y al desorden, hallaban en él toda su existencia, y todos los elementos de desarreglo que convenían á sus vulgares sensaciones. Los motores de la insurrección sabían muy bien que , favoreciendo la inclinación de las masas, tendrían en ellas un poderoso auxiliar para conseguir, por medio de la fuerza, cuanto era negado á la razón ; pero habia, en esta conducta, algún riesgo, y algo de demagójico, que era indispensable evitar, ó, á lo menos, moderar con bastante vigor para no verse arrojados afuera de los límites de sus sinceras intenciones. Al mismo tiempo, era de su deber el dar un semblante de legalidad al mo- vimiento , haciendo cómplice de él al mismo presidente, de modo que aprobase ciegamente y sin censura todas las resoluciones que saliesen de su club. Por este medio, evitaban convulsiones violentas, y la revolución se rea- lizaba bajo el patronato, casi directo, del jefe del estado. Pero los realistas que vijilaban, siempre alerta, los pasos de los patriotas, comprendieron muy luego que su propio interés exijia que también ellos atrajesen á su partido al presidente, á pesar de la especie de repul- sión que, les causaba; porque, en efecto, lo considera- ban, en cierto modo, como una ciudadela que era pre- ciso atacar sin descanso y hacerle brecha para que no cayese en poder de sus enemigos , porque , dirijiendo así sus tiros , agotarían los cortos restos de fuerza y de actividad que les quedaban. HISTORIA DE CHILE. Justamente á la sazón, llegó una noticia que no podia menos de decidir la cuestión, en atención á que susci- taba grandes debates entre los dos partidos. Carrasco, como lo hemos dicho ya, habia sido denunciado en Cá- diz como un hombre sin enerjía , sin talento y total- mente incapaz de resistir á las ideas turbulentas del siglo. Uno de los primeros cuidados de la Rejencia go- bernadora fué llamarlo á España remplazándolo por el jeneral don Francisco Xavier Elio , militar de nervio y de resolución, y, por consiguiente, dispuesto á cortar, á toda costa, los vuelos á los enemigos de la monarquía. Su viaje por Buenos -Aires daba lugar á los patriotas para operar la revolución , pero al mismo tiempo los obligaba á anticipar su plazo , y se aprovecharon de la ajitacion que reinaba, después de algunos dias, en di- ferentes barrios de la ciudad , para dar á entender al presidente cuan inoportuno y peligroso seria el desis- tirse del poder en favor de un estraño que no ofrecia garantía alguna á la tranquilidad del país. Y, luego, lisonjeando su vanidad y orgullo, le aconsejaban hiciese avortar todos aquellos fatales proyectos, y proclamase la instalación de una junta gobernadora, cuyo presi- dente perpetuo seria él mismo, de derecho. Estas insinuaciones, hechas con reserva en momento oportuno, se manifestaron al público el dia 12 de se- tiembre, dia en que los desórdenes, que iban creciendo, exijieron una reunión de las primeras corporaciones en casa del presidente. En presencia de la Real Audiencia, y de los comandantes militares, no dudó el alcalde don Agustin Eizaguirre asentar que ya habia llegado el momento de seguir el ejemplo de España, nombrando una junta capaz de adoptar medidas enérjicas para re- í CAPITULO VIII. chazar toda invasión, en caso de ataque, á fin de con- servar el país á su amado Fernando VII. Probó, en seguida, que el derecho de propia conservación era el mas justo, y aun también un deber el mas solenne que tuviesen que llenar; y, en este particular, el alcalde estaba apoyado, con vivo tesón, por todos los demás miembros del cabildo , principalmente por don Fer- nando Errazuris, el cual añadió que escluyendo aquel sistema de gobierno, de hecho, al brigadier Elio de la presidencia, como también á su asesor don Antonio Garfias , era un deber para ellos el escribirles á Monte- video para ahorrarles la fatiga de un largo é inútil viaje. Esta proposición fué aceptada, sin dificultad, por el conde de la Conquista ; pero su indecisión no le permitió resistir alas respuestas diestras del rej ente, el cual trató de probar que por la misma razón de haber jurado obe- diencia y fidelidad al supremo consejo de rejencia no tenia especie alguna de derecho para alterar sus decre- tos , y, por consiguiente , no podia negarse á recibir la persona que habia sido nombrada para ir á dirijir los asuntos, tan delicados como enredados, de aquella capi- tanía jeneral ; y que, en cuanto á la constitución del país, la responsabilidad que habia tomado de conservarla en toda su integridad era tanto mas grave, cuanto la habia jurado delante de Dios sobre los santos evanjelios. En seguida, el rejente pasó á probarle que el público tenia mucha mas aprensión de las vanas y quiméricas espe- culaciones délos patriotas, que de una invasión ene- miga, á la sazón , sobretodo , que la reina de los mares, la Inglaterra, combatía en favor de la madre patria; y que, para tranquilizarlo completamente, bastaría publi- car un bando anunciando la firme resolución de no ha- § HISTORIA DE CHILE. cer mudanza alguna que pudiese causar el menor perjuicio á los intereses del rey, y dejando entrar, sin oposición, al valiente y sabio jeneral que España les enviaba para su bienestar y reposo (1). Los principios de derecho, de justicia y de relijion en que el rejente se apoyaba, y los hábiles comenta- rios con que los oidores corroboraban sus razones , pu- sieron al gobernador en un nuevo conflicto de dudas y temores , y lo echaron otra vez á la banda de la real audiencia , pues aceptó la publicación del bando que le proponían , y que el oidor Concha se encargó de esten- der aquella misma noche. Bien que los miembros del ayuntamiento fuesen muy opuestos á este nuevo rasgo de versatilidad del presi- dente, noobstante no tuvieron por conveniente em- peñarse en disputas, en presencia de la real audiencia, por temor de molestar demasiado al que , en resumidas cuentas, había de aplanarles el camino para llegar á sus fines, y prefirieron diferir hasta el dia siguiente el hablarle con ánimo sereno, y bajo el influjo de algunos canónigos dignos de su mayor aprecio, y, por lo tanto, capaces de quitarle el temor que tenia de faltar á sus deberes de relijion y de fidelidad. Después de haberle preparado, por medio de algunas personas de su con- fianza, obtuvieron de él para aquel dia, 13, una nueva reunión , á la cual asistieron , ademas de los miembros del ayuntamiento, dos canónigos, otros dos sacerdotes y cuatro habitantes de distinción , á saber, dos Espa- ñoles, don Fernando, marques de la Plata, del supremo consejo de S. M. , y el prior del consulado don Geledino Villota, y dos Chilenos, el coronel de milicias don (1) Archivos del gobierno, etc. CAPITULO VIII. 127 Ignacio de la Carrera, y el cónsul don Joaquín Ganda- rillas. En cuanto á los coroneles Olaguer y Reyna , que, igualmente, habían sido convocados, fueron tam- bién, pero luego se retiraron. Después de algunas discusiones sobre los peligros, cada diá mas inminentes, de la patria, y sobre los des- órdenes continuos de la ciudad , don Celedino Yillota, ya animado de un puro espíritu de libertad , demostró la necesidad de cortar el mal de raíz , y en su oríjen , porque , de otro modo , no podia asegurarse la deseada paz, y que siendo esta la cuestión : si podría ó no hacerse junta de gobierno arreglada á las que han celebrado las provincias de España para mejor defensa de la patria, sujeta al superior gobierno de rejencia, sin innovación de las leyes, ni de las autoridades constituidas, debía tratarse y decidirse este punto , y que su resolución seria lo que aquietaría al pueblo , que solo por la diversidad de opiniones se halla tan desorganizado. Todas las personas presentes fueron del mismo pa- recer, y el procurador de la ciudad añadió que aquella medida muy legal, puesto que las provincias españolas habían dado el ejemplo de ella, debía de llevarse á cabo con la mayor formalidad y brevedad , á no ser que se considerase á Chile como un país absolutamente es- clavo, é indigno ó incapaz de gobernarse á sí mismo. Dichas estas palabras , tomó el bando, que el rejente acababa de enviar á la firma del presidente , é indicó en él artículos que no podían obtener su aprobación , entre otros uno que imponía pena de la vida á cualesquiera que se atreviese á proponer ó insinuar la menor inno- vación en la organización política del país. Este discurso , hecho con firmeza , y que no tuvo opo- 128 HISTORIA DE CHILE. sicion seria, produjo el mejor efecto, cortando el hilo de que pendía la voluntad del presidente, y quitando á este la especie de repugnancia que había manifestado siem- pre, cuando se había tratado de tomar una determina- ción. Decidido, en fin, á seguir los consejos de sus compatriotas, mucho mas interesados en la suerte del país , declaró solennemente que no solo el bando no seria publicado, sino que también estaba resuelto á convocar cabildo abierto para tratar con la mayor solennidad po- sible, en una asamblea imponente, compuesta de los habitantes de mas influjo , en lo civil , eclesiástico y mi- litar, un asunto tan grave y de tanta importancia. Al efecto , se resolvió enviar á las personas convocadas una esquela de convite , del tenor siguiente : « Para el clia diez y ocho del corriente espera á V. el muy ilustre señor presidente, con el ilustre ayunta- miento, en la sala del real tribunal del consulado, á tratar de los medios de seguridad pública, discutiéndose allí que sistema de gobierno debe adoptarse para con- servar siempre estos dominios al señor Fernando Y1I°. » Esta nueva , que se esparció muy pronto por la ciu- dad, tal vez exajerada por el temor de una resistencia armada, produjo una grande sensación en ambos par- tidos , particularmente en el de los realistas y españoles los mas interesados en el mantenimiento del orden. En cuanto á la real audiencia, esta no pudo ver sin estreme- cerse todos sus planes de salvación anonadados, y la imposibilidad en que se hallaba de reconquistar el favor del presidente, tan fuertemente influido, en vísperas de un pronunciamiento que amenazaba con cambios y desorganización. En la última entrevista habían hecho el mayor esfuerzo para ganarlo, pero habia sido el último, CAPÍTULO VIII. 129 puesto que habían tocado el terrible rejistro de las penas de sacrilejio contra cuan tos desobedeciesen ásu rey, como jefe temporal, cuyos poderes según ellosemanaban direc- tamente de Dios. Por consiguiente, seria inútil cuanto quisiesen hacer después; pero noobstante , atemorizados por aquella grande crisis, resolvieron pasar un oficio al presidente, en el cual renovaban cuanto le habían dicho ya, tan pronto en lenguaje amical é insinuante, tan luego amenazándole con las terribles consecuencias del conflicto que iba á levantarse entre los partidos, y protestando altamente, protesta en que hicieron entrar á los padres de la Merced y de San Agustín , los cuales no habían podido conseguir, por masque lo habían pe- dido, el asistirá aquella asamblea. Todos aquellos ofi- cios y protestas no produjeron efecto alguno en el espí- ritu, ya determinado, del presidente, bien que, á la verdad, por prueba de que no obraba por obstinación sistemática, mandó mudar la cláusula de la esquela que parecía haber dado mas que pensar á la real audiencia, por manera, que borrando en dicha esquela todo lo que tenia relación con el sistema de gobierno, quedó su tenor reducido y se imprimió en los términos siguientes: « Para el dia diez y ocho del corriente á las nueve de la mañana , espera á V. el muy ilustre señor presidente , con el ilustre ayuntamiento, en las salas del real consu- lado, á consultar y decidir los medios mas oportunos á la defensa del reino y pública tranquilidad. » Mientras que el presidente y la real audiencia discu- tían de esta manera la necesidad y los riesgos de una grande asamblea, embozándose cada uno, á su modo, en el manto de Cesar, como pretesto ó de buena fe, de una entera sumisión á su amado Fernando, el pueblo se '. V. Historia. r 130 HISTORIA DE CHILE. hallaba en la mayor conmoción. En la plaza, como en los diferentes barrios, se veia una ansiosa ajitacion , y ya las pasiones de los turbulentos empezaban á mani- festarse y á infundir temores y zozobra en los corazones pacíficos. Santiago parecía atormentado por el jenio de la maldad. Todos salían de sus casas armados con sables, puñales ó pistolas, llenos de desconfianza unos de otros, y dispuestos á defenderse ó á atacar. Por la noche , habia muchos mas corros y mucho mas turbu- lentos. Los patriotas se reunían en casa de Larrain , de Eizaguirre, y los realistas principalmente en la de Aldunate. En estas especies de clubs no se trataba mas que del estado crítico del país. Algunas veces, habia mociones para evitar sus consecuencias, y, de una y otra parte, se enviaban parlamentarios á proponer una junta de reconciliación; pero las condiciones que proponían unos , y la mala voluntad de otros, no permi- tían el concluir nada de bueno. ¿ Gomo era posible que la razón ejerciese su santo ministerio , cuando los cora- zones se hallaban envueltos en una atmósfera de tem- pestades morales, consecuencia del último aliento de una vida de vasallaje , que iba á espirar sofocado por una nueva civilización ? Lejos de eso , muchas veces procuraban dañarse, intimidarse y aun engañarse, pues en medio de estas proposiciones los Europeos tuvieron el atrevimiento de tramar un complot con el objeto de apoderarse del parque de artillería, para di- rijir sus tiros contra el consulado , si realmente se veri- ficaba la instalación de una junta. Este complot, lo que es mas, habia ya empezado á ejecutarse por mas de doscientos realistas , y, probablemente , habría llegado á sus fines, si el ayuntamiento no hubiese recibido CAPÍTULO VIII. 431 aviso, á tiempo, del riesgo, por dos de sus espías lo cual lo puso en la rigorosa necesidad de tomar medidas de represión, y de multiplicar patrullas por la noche, mandadas por dos principales personajes, Carrera, y Rosales. Con cincuenta hombres montados cada uno estos recorrían todos los barrios y arrestaban todos* cuantos eran sospechosos, de cualquiera clase ó condi- ción que fuesen , y los enviaban al cuartel , de donde no salían hasta que se tomaban informes sobre su conducta é intenciones. Gracias á este buen servicio, el desorden no llegó á los limites estremos que se temían , y realmente, no hubo ni violencias ni escesos; pero i medida que el 18 de setiembre se acercaba , la fermen- tación crecía, y el ayuntamiento tuvo que redoblar de vijilancia, valiéndose del derecho de policía, que le daba su constitución. En consecuencia, y de acuerdo con el presidente, mandó venir á Santiago el mayor número posible de milicianos, los acampó en los arrabales nombró de ayudante mayor de la plaza al capitán do injemeros Makena y se hicieron trasportar los caño- nes al cuartel de San Pablo, escoltados por ciento v cincuenta hombres. Dos piezas, cargadas á metralla" fueron puestas en batería en la plaza, y las demás eii el zaguán. La real audiencia, sintiéndose desmayar á la vista de aquel aparato de fuerzas y de resolución, aun qui Reunión electoral en el consulado.— El conde de Toro entrega las Insignias de gobernador al pueblo soberano.— Discursos de su secretario y del procurador de la ciudad. - Instalación de la junta soberana, y personas que la compu- sieron. — Regocijos públicos. — La real Audiencia forzada á jurar obediencia á la junta , y sus circulares á los sudelegados de las provincias. — Principios de fusión entre los partidos; tendencia del clero y de los realistas á adoptar las ideas de la revolución. 1: '.: '!■'•'■ Apenas los primeros albores anunciaron la venida del dia 18 de setiembre, cuando ya se manifestó en to- dos los barrios de Santiago una grande ajitacion. La llamada de cajas de guerra, á la que los soldados y mi- licianos acudían de todas partes, parecía también querer despertar á los ciudadanos para que se preparasen á asistir, unos como espectadores, y otros como actores, al gran drama que iba á emancipar el país, dar sobe- ranía y nuevo ser á sus habitantes y asociarlos á todos los actos legislativos, como miembros de una nación libre é independiente. Por orden del presidente, las tropas habían ocupado muy de mañana sus respectivos puestos. El rejimiento de la princesa, ba;o las órdenes de Don Pedro Prado, ocupó toda la estension de la cañada, comprendida entre San Diego y San Lázaro; el del Príncipe, man- dado por el Marques de Montepío , fué dividido por compañías, tres de las cuales ocuparon las cuatro ave- nidas del consulado, mientras las demás se encargaban simultáneamente de mantener la tranquilidad en la ciu- dad, y de la guardia del cuartel de San Pablo. En la CAPITULO IX. plaza mayor, habia tomado posición el Tejimiento del Rey, en comunicación, por medio de la compañía de línea de dragones de la Reina , con la de dragones de la frontera, establecida en la plazuela del consulado, al mando de don Juan Miguel Benavente, plazuela en donde se hallaban el comandante jeneral de las armas don Juan de Dios Vial Santelices y sus dos ayudantes, con orden de contener al populacho, y, sobretodo, de vijilar los facciosos para impedirles de turbar el orden de aquella solenne y augusta función (1). Las personas con papeleta de convite eran las solas que podían atravesar los dos cordones de tropas que guardaban las cercanías del consulado, y entrar en la sala donde iba á tener lugar la ceremonia. Allí, llegaban separadamente, y muy pronto se hallaron reunidas cua- trocientas, las tres cuartas partes de las cuales, á lo menos, estaban imbuidas de los mas vivos sentimientos de patriotismo y afecto al Ayuntamiento, considerado como el jenio de la razón y del progreso. Cerca de las once, se presentó el conde de Toro con su asesor y su secretario, y precedido de las corporaciones eclesiástica, civil y militar. Solo la Real Audiencia tuvo por conve- niente el no asistir, protestando, por el hecho de abste- nerse, contra un acto supuesto de legalidad, con la espe- ranza de tener, tarde ó temprano, una ocasión favorable de satisfacer su venganza y sus resentimientos. Bien que, según el tenor de la esquela de convite , la reunión no tuviese mas objeto que el tomar medidas oportunas para poner el país á cubierto de la invasión de que estaba amenazado, sin pensar, ni remotamente, en mudar la forma de gobierno, el primer acto del pre- (1) Historia manuscrita de don Melchor Martínez.— Diario del doctor Vera. 138 HISTORIA DE CHILE. ■ H ! i sidente probó , noobstante, y desde luego, lo contrario. Apenas hubo ocupado el puesto que le habían preparado, declaró en alta voz que se despojaba del poder de que estaba revestido y lo depositaba en manos del pueblo soberano. Estas fueron las solas palabras que pronun- ció (1); pero su secretario Argomedo se encargó de es- plicar los motivos, con el tono de convencimiento propio á penetrar una grande asamblea, y, en la viveza de su discurso , no pudo contenerse sin hacer la apolojía de las brillantes cualidades del gobernador, que, por eí interés solo de la tranquilidad pública, había tenido la suma jenerosidad de desistirse de un mando que desem- peñaba tan gloriosa como felizmente. Tras este discurso , el procurador de la ciudad don Miguel Infante pronunció otro mucho mas largo, en el cual empezó motivando el objeto de la reunión, y pro- siguió hablando de España, de cuya situación hizo la mas lastimosa pintura, considerándola ya á la merced de un conquistador tan feliz como ambicioso; recapitu- lando las turpitudes de Carrasco y sus injustas persecu- ciones contra los tres ilustres Chilenos, y quejándose de la ajitacion que desde algún tiempo á aquella parte reinaba en la ciudad , y que no provenia, á su parecer, mas que de la dilación que había habido en nombrar una junta reclamada con ansia por los deseos del pú- blico. Al tocar esta clausula, que era de su especial conocimiento, demostró la grande utilidad de semejante gobierno, sobretodo en circunstancias en que el país necesitaba obrar con mucha actividad y enerjía. « Es cierto, añadió él, que muchos, ya sea por temor, ó, mas bien, por ignorancia, se oponen á esta grande reforma; (1) Historia de don Melchor Martínez. CAPÍTULO IX. 139 pero si estas personas ojeasen nuestros compendios de leyes, verían que hay muchas sumamente favorables á ella. » Y diciendo y haciendo, el orador ponia cuidado en citarlas, y aun de leer ciertos puntos al apoyo, sin olvidar el ejemplo que España les daba en aquel mismo instante, dejándose gobernar por una junta que no ce- saba de aconsejar á las Américas formasen otras seme- jantes por el mismo modelo. En este discurso , brillante todo de tino y de habi- lidad, el orador Infante pedia, con intención, que la junta no pudiese gobernar mas que en nombre de Fer- nando VII ; porque si era cierto que sus miras sobre la suerte de su país se estendian mucho mas allá, tam- bién lo era que conocía la necesidad de acortar el vuelo patriótico á su propio corazón, y de emplear un len- guaje que diese satisfacción á todos los partidos, sin esceptuar la Real Audiencia (1). Esto , porque sabia con certeza que si chocaba la opinión del pueblo, que aun tenia un sincero afecto á su joven y desgraciado rey, se espondria á encontrar una fatal oposición; y era, justamente, lo que él quería evitar. Por eso tenia que hacer violencia á su carácter y á sus sentimientos, pro- curando hacerse propio á la opinión de progreso, para que adquiriese influjo hasta en los negocios de estado, é imbuyéndolo, casi á pesar suyo, de sentimientos de amor propio y de interés público. Es verdad que tal ha sido el carácter de las revolu- ciones de la América española, en donde todas fueron hechas en nombre y en favor del monarca amado, sin que se haya pretendido darles un movimiento mas in- dependiente; de modo que todas parecían haber sido (1) Conversación con Miguel Infante. J$ iao HISTORIA DE CHILE. „(> : i:' i! trazadas por un mismo modelo , con el mismo objeto ; y, en este particular, Chile se presentaba con principios absolutamente idénticos. Dejando á parte un cortísimo número de opiniones mas estremadas, todas las demás, con inclusión de muchas que se hallaban á la cabeza del movimiento, pensaban firmemente mantenerse bajo la dominación española, y no deseaban mas que algunas reformas, tales como mejorar las instituciones, propor- cionar fomentos, establecer las relaciones de la metró- poli y de las colonias sobre las verdaderas bases de la justicia, y quitar algunos abusos que se introducían, de tiempo en tiempo, en la sociedad, en despecho de la moralidad ejemplar de los presidentes. Tal era el pen- samiento dominante de la nación y de casi todas las personas reunidas en esta asamblea, las cuales acepta- ron con universal aclamación el nuevo sistema de go- bierno, persuadidos de que su fidelidad no seria de modo alguno comprometida (1). Solamente, dos ó tres espa- ñoles, mas desconfiados ó mas avisados, quisieron opo- nerse á él; pero su débil voz no encontró eco, se apagó y se desvaneció al instante con el ruido del triunfo. Después que la instalación de la junta hubo sido uná- nimemente aprobada, fué necesario buscar personas que por su probidad, posición y conocimiento del manejo de asuntos administrativos, fuesen dignas de desempe- ñar aquel cargo elevado, y, gracias á una reunión que habia habido la víspera en casa de uno de los hijos del (1) Al ver en el diario del ilustre patriota don Manuel Salas , escrito de su mano : « Los habitantes , sin esceptuar uno solo [esta es la verdad y la es- cribo delante del dios de la verdad), sin esceptuar uno , volvieron los ojos á su buen rey, y á la nación de que nacieron y dependen , etc. » Al leer, este pasaje de un hombre tan virtuoso y uno de los caudillos de la revolución , no puedo persuadirme que hubiese en aquella época muchos Chilenos que tu- ? iesen ideas ciertas y seguras tocante á sus proyectos de independencia. CAPÍTULO IX. presidente, don Domingo de Toro , la elección no fué ni dudosa ni larga; pero lo que ofreció cierta dificultad fué el desacuerdo que se suscitó sobre el número de miembros que debían componer la junta (1). Algunos querían multiplicarlos, esperando obtener de este modo mejor garantía de la conservación de sus derechos; otros, al contrario, fundándose en las leyes de partida, sostenían que no podia haber mas que tres ó cinco; pero, siguiendo el ejemplo de Buenos-Aires, se decidió que habría siete, y el procurador de la ciudad recibió el cargo de proponerlos. Los cinco primeros nombres, de los cuales dos estaban ausentes, obtuvieron los su- fragios de la multitud y fueron recibidos á la mas com- pleta unanimidad; pero no sucedió lo mismo con los restantes, los cuales hallaron mucha resistencia de parte de los electores. La lucha se empeñó especialmente entre don Francisco Cisterna , que quería nombrar á In- fante, por sus grandes conocimientos, y Henriquez Ro- sales, apoyado por sus numerosos parientes, y aun mas por los de la grande familia de los Larrain , particu- laridad que no podia menos de influir mucho en su elección (2), y, en efecto, fué nombrado á votos reser- vados, juntamente con Francisco Xavier de Reyna. Levantado este pequeño obstáculo, la junta fué final- mente proclamada con el título de : Junta provisional gubernativa, y conservadora de los derechos del Rey, durante su cautiverio, y compuesta de los miembros que siguen : El escelentísimo señor don Mateo de Toro Zambrano, nombrado presidente, de derecho; (1) Conversación con don Miguel Infante, (2) Miguel Infante. 142 HISTORIA DE CHILE. El ilustrfsimo señor don José Antonio Martínez de Aldunate, obispo de Santiago, vice presidente. Vocales , los señores : Don Fernando Márquez de La Plata , consejero de Indias ; Doctor don Juan Martínez de Rosas ; Don Ignacio de la Carrera, coronel de milicias; Don Xavier de Reyna, coronel de artillería; Don Juan Henriquez Rosales, maestre de campo. Después de los gritos de alegría conque fueron aco- jidos estos nombramientos, el alcalde Eyzaguirre pro- clamó por secretarios á don José Gaspar Marín, y á don José Gregorio Argomedo, y, en seguida, todas las corporaciones prestaron juramento, manifestando la mayor satisfacción por las elecciones (1). Tal fué la conclusión de aquella memorable asamblea, que proporcionó un brillante dia de gloria á la patria, dia que el pueblo celebra , y celebrará aun por muchos años , en homenaje rendido á la libertad y á los primeros apóstoles de la nacionalidad chilena. Al salir de la sala, casi todos los miembros que componían la escelentísima junta fueron acompañados hasta palacio con gritos de aplauso del pueblo y de la tropa, gritos que repetía con no menos entusiasmo la clase inferior, que , por medida de prudencia , la caballería habia contenido sobre el cerro de Santa Lucia (2). Por la noche , hubo iluminación (1) Algunos pidieron que la real Audiencia fuese también llamada á prestar juramento inmediatamente; pero Infante les advirtió que era ya tarde (las cuatro). Noobstante esta advertencia , los mismos persistieron en su demanda , hasta que Márquez de la Plata les prometió que el dia siguiente se cumpliría aquella indispensable formalidad , y entonces cedieron por miramiento particu- lar al ilustre personaje que les hacia esta promesa. (2) Se esparció mucho dinero á la plebe que , el dia anterior (18 de setiem- CAPÍTULO IX. 143 jeneral y regocijos públicos con música , hasta ser de dia. Estos regocijos duraron muchos dias consecutivos, en los que hubo ceremonias á las cuales asistieron, ocupando el primer lugar, las autoridades. El 19, todo el cabildo á caballo, y acompañado de mas de quinientos soldados, publicó por toda la ciudad la instalación de la suprema junta, afín de dar á aquel acto toda la solen- nidad que requería, tirando dinero á la plebe, y divir- tiéndola por la noche con iluminaciones y fuegos. El veinte, se levantó un tablado en la plaza mayor, guardado por la tropa, y allí subió la suprema junta para recibir, previa lectura de la acta de su instalación, juramento de obediencia que prestaron las corporaciones civiles y eclesiásticas, y, en seguida, el de banderas de todos los Tejimientos, al son de la música, salvas de artillería , y aclamaciones del pueblo , al cual hicieron una nueva distribución de dinero (1). Mientras que el pueblo manifestaba de este modo la alegría que le causaba un acontecimiento cuyo objeto ni cuyas consecuencias no podía apreciar, la real audiencia tenia consejo para deliberar sobre los medios de salvarse de aquella borrasca ; porque todavía, altiva y orgullosa , aun en su soledad , quería conservar la independencia absoluta de sus opiniones, y solo cedió á las amenazas que se le hicieron, yendo á jurar obediencia al nuevo poder, bien que protestando contra él (2). bre), no pudo participar de nuestros goces , porque se fué arrinconada y custo- diada de la caballería en el cerro de Santa Lucia , para que no perturbase la serenidad y orden inimitable de aquella función. {Diario n° 11 , de B. Fera.) (1) Diario de B. Vera é historia manuscrita de Martínez. (2) «Se le respondió categóricamente que la junta estaba resuelta a hacerse obedecer, y esperando al tribunal. Este apenas se demoró lo necesario para leer respuesta tan precisa, y corrió á palacio con el ájente que hace de fiscal , el Jlt m HISTORIA DE CHILE. ¿I El prestijio que tenia aun la real audiencia era tal, que á su entrada en la sala los miembros del go- bierno se pusieron en pié , y ofrecieron , como por instinto, sus puestos á los que ya eran sus subordinados, como si un servilismo de tres siglos los hubiese dejado en la ignorancia de hs mas sencillas leyes de la jerar- quía (1). Pero esta baja demostración de miramientos no duró mucho, pues penetrados, al fin, de sus derechos, y cansados de tolerar sus intrigas , tomaron una actitud digna, y escribió la junta : « Que quería el gobierno arrancar de raiz toda desave- nencia escandalosa, para pensar solo en el desempeño de los nobles, fieles, y justos fines encargados por el voto jeneral á su cuidado, y que juró cumplir, » añadiendo : « Convido áV. S. con la paz y unión siempre queV. S. la acepte de un modo que todo el reino la entienda. Mas si V. S. se niega á tan necesaria demostración, corra al momento la cortina, y signifique V. S., individualmente, cual es la protesta, para que pueda surtir su efecto ; por- que si ella abraza todas las cláusulas ó espresiones de los oficios y pareceres de V. S. , en el ante dicho espe- diente, previene á V. S. la junta, por última prueba de sus deseos de la concordia, que, en tal caso, se verá necesitada (aunque con dolor) á tomar por sí la satis- facción que V. S. resiste á darle. V. S. sabe que es la señor Sánchez , quien empezó á hablar como protestando y deseando impo- nerse de las causas y efectos del establecimiento. El señor Plata le satisfizo con la misma acta, que se leyó, con los fundamentos irrefragables qup movieron á la instalación, en que desde luego, convino el ájente, y sucesivamente todos los oidores que prestaron los juramentos , aunque con protesta, llenos de res- peto y ternura, derramando por los ojos algunas gotas de aque! humor que no siempre ha de significar tristeza ó colera, » {Diario de Bernardo Vera.) (1) Miguel Infante. CAPÍTULO IX, primera obligación del majistrado no permitir se pro- fane su autoridad, y que esta obligación tanto mas crece cuanto es mayor la dignidad que constituye á aquella (1). » Algunos dias después, la junta exijia que la real au- diencia retractase su protesta, y que, ademas, pasase una circular á todos los partidos, induciendo á los sude- legados y gobernadores á que reconociesen la lejitimidad de la junta , y á ayudarle en sus tareas. Esta severidad era, en cierto modo, necesaria para poner fin á la activa rivalidad de un poder, que ya no era mas que secundario. A pesar del acto de sumisión que tan solemnemente habían jurado, había pruebas de la falsedad de su adesion , que ponían patentes sus secretas tendencias con trarevolucion arias, y bien que la junta conociese sus proyectos, aun no podía tomar medidas violentas, porque altivos con su importancia aun re- ciente, y sostenidos por el clero, y por algunas personas de distinción, los ministros de aquel tribunal habrían podido, tal vez, luchar con alguna ventaja, y hacer problemática la existencia de un gobierno, que empe- zaba solo, y por decirlo así, á ensayarse, y por esta ra- zón aun débil, bien que fuese un resultado de la voluntad nacional. Por esta razón , la junta prefirió dejar al tiempo el cuidado de vencer aquella resistencia y de minar el pres- tijio de aquel tribunal , atacando la parte mas tenaz de ella, que consistía principalmente en importancia y en orgullo, para lo cual no le faltaban ocasiones tan favora- bles como frecuentes. En las ceremonias que tenían lugar á menudo y á las (1) Véase en los documentos de 18. V. Historia. jq .!>/ ■ í-:.¡ 146 HISTORIA DE CHILE. que tenían que asistir, los ministros pretendían el primer lugar, después del presidente, fundándose en reales cé- dulas, que no podían en manera alguna servir de regla, y, demonstrándolo así los miembros déla junta, se seguía una correspondencia pueril, ridicula, que dejen eraba luego en resentimientos de amor propio , bien que impo- tentes. Por otra parte , muchos realistas , que antes de la reunión habrían sido fieles á las voluntades de la real Audiencia , la desampararon después , inducidos á ello por deseos de la tranquilidad, primera condición de existencia del hombre de razón y moderado. Lo mismo sucedió también con muchos relijiosos, los cuales, en sus sermones, ya se atrevían á predicar que el nuevo gobierno emanaba de Dios mismo , lo que era admirablemente útil y necesario en aquellas circunstancias (1). Este pronunciamiento de los realistas no era precisa- mente ocasionado por pensamientos de ambición, cul- pables y reflexionados, sino que provenia de la satisfac- ción que resiente el individuo apacible y sin opinión de tener por superiores á hombres de probidad y virtud , dignos de su confianza. Bajo este aspecto , los miembros del nuevo gobierno tenían títulos que ningún Chileno podia contestar. Dejando á parte las flaquezas de la na- turaleza humana, y de las que nadie nace exento, los antecedentes de dichos miembros eran los mas hon- rosos , y presentaban las mejores garantías de la buena suerte del país, pues representaban todas las clases, todos los partidos : clero, ejército, España, progresos, y, enfin, todos los intereses. Sin duda era penoso el no ver entre ellos miembro (1) Historia manuscrita de Melcb. Martínez. CAPÍTULO IX. alguno del ayuntamiento , verdadera cuna de la libertad chilena; pero esta ausencia no provenia de olvido ni de falta de miramiento, sino de las protestas que ellos mismos hicieron de no aceptar empleo alguno, ni para ellos ni para los suyos; y esto con el solo objeto de con- fundir las murmuraciones de sus enemigos, que les fm putaban miras de vanidad y de ambición (1). (1) Memoria de Man. Ant. Tocomal. ■ 1 ^ CAPITULO X, Las provincias reciben con júbilo la noticia de la instalación del nuevo gobierno. —Solo la de Coquimbo se niega á reconocerlo. — La junta pasa notificación de su advenimiento á diferentes potencias.— Nuevos esfuerzos de Buenos- Aires para revolucionar á Chile.- Idea de un congreso jeneral americano.— Pedido de sables y fusiles, y leva de nuevas tropas.— Suspensiones de las sudelegaciones.— Regreso de los desterrados Rojas y Ovalle— Recibimiento en Santiago de don Juan Rosas.— Su política.— Sombra que causa al ayun- tamiento— Convocación de un congreso nacional para el 15 de abril. La revolución de Chile estaba hecha. Inquieta y turbu- lenta la víspera , firmó , el dia siguiente , su acta de ins- talación en medio de vivos trasportes de entusiasmo , y fué proclamada por la porción mas nob'e y mas in- fluyente de la sociedad chilena. Su aparición no causó ni esceso ni violencia. El buen orden no padeció la menor alteración. Los empleados conservaron sus empleos, y todos los intereses quedaron protejidos bajo la salva- guardia de un poder que se apresuró á desmentir el es- píritu de desmoralización que sus enemigos le atri- buían. Pasados los primeros dias de regocijos, la junta gubernativa pensó en enviar circulares anunciando aquel grande acontecimiento , y manifestando sus leales inten- ciones hacia su amado monarca. Las provincias ocuparon sus primeras atenciones , por ser las mas interesadas en aquella metamorfosis y tener la mejor parte en ella. Para llenar aquel encargo , fueron escojidos los sujetos de la primera distinción. El rejidor Errazuris marchó á Val- paraíso ; don Gabriel Valdivieso, Borja Irarrazabal y don Bernardo del Solar se dirijieron á la parte del norte , y CAPÍTULO X, 149 don Anselmo de la Cruz y José María Rosas al sur. Este último llegó hacia el 10 de octubre á Concepción, la víspera de la huida del intendente Álava , que se embarcó en el buque la Europa, á la sazón de partida para el Perú. El recibimiento que le hicieron allí fué tan brillante como espresivo y prometía las mas cordiales simpatías con un gobierno que las autoridades civiles se apresura- ron á reconocer, dos dias después, y á proclamar con música y salvas de artillería (1). El juramento de las tropas de Concepción no se veri- ficó hasta el dia 17, y lo prestaron bajo la dirección de don Tomas de Figueroa, teniente coronel graduado y comandante interino de batallón , el cual desempeñó su papel con el mas loable celo dando parte de aquella jura al nuevo gobierno , con espresiones de la mas acendrada adesion. Las demás tropas acantonadas en lo interior de la provincia prestaron juramento ante el comandante de la frontera, don Pedro Benavente (2). En las demás provincias, el entusiasmo y las demos- traciones de alegría no fueron menos ruidosos. Talca, Chillan, Valdivia y Quillota mostraron la mas sincera adesion. San Fernando se distinguió en funciones que, gracias al patriotismo de su sudelegado , don José María' Vivar, se prolongaron desde el 29 de setiembre hasta el Io de octubre. En la plaza, levantaron un gran anfitea- tro rodeado de arcos de triunfo sobre los cuales se leían muchos versos en honra de Fernando VII, de Rosas, Carrera , Rosales y otros miembros de la junta (3). (1) Archivos del gobierno. (2) ídem. (3) ídem. 150 HISTORIA DE CHILE. En los Anjeles, los oficiales catequizados por O'Hig- gins se prestaron á aquel acto de obediencia espontá- neamente todos, menos don José Antonio Salcedo, que no se sometió á él sin haber manifestado antes una grande repugnancia (1). Los mismos indicios de oposición se reprodujeron en algunas otras partes; pero , en jeherál, sin carácter ni eficacia. Solo presentaron cierta gravedad en la ciudad de la Serena, en donde el sudelegado y otras varias personas de la mayor distinción se tomaron la libertad de protestar contra la junta, rehusándole obediencia, y aun también jurando de no vivir jamas bajo otras leyes ni respetar otras autoridades que las de su desgraciado rey Fernando YII , cuyos fieles vasallos querían perma- necer. Es' a protesta, entregada al párroco de Santiago por el vicario capitular, pasó á manos de la suprema junta, que escribió enérjica y perentoriamente al enviado don Bernardo Solar, dándole orden para que inmediata- mente exijiese, bajo su responsabilidad, el juramento del sudelegado y del cabildo. Fué el único punto del país en donde el nuevo gobierno se vio obligado á emplear su autoridad , y aun esto se redujo á la simple amenaza, pues al cabo de algunas contestaciones el cabildo obe- deció, y el 8 de octubre se publicó por bando en aquella ciudad el acto de instalación. Después de haber llenado este deber de ínteres y de conveniencia política, la junta escribió á las diferentes cortes de la América del Sur, remitiendo circulares, para su conocimiento , de cuanto había sucedido en favor de la monarquía española. Escribió por el mismo tenor á Abascal , virey del Perú ; á la princesa del Brasil , Car- (1) Bernardo O'Higgins. CAPÍTULO X. Iota Joaquina de Borbon ; al embajador español en la misma corte , marques de Gasa Irujo , y al de Inglaterra , lord Strangford. Despachó circulares en el mismo sen- tido á la junta de Cádiz y á la de Buenos-Aires , en donde fueron recibidas con el mayor entusiasmo , persuadidos sus miembros de que aquella hermana se aprestaba á entrar por los principios democráticos que muy luego habían de introducirse en todo el nuevo continente. En este punto, es preciso confesar que la república de Buenos-Aires ha tenido grande influjo en la suerte de la de Chile, pues , bien que esta última se haya elevado por su misma inspiración , casi espontáneamente y en razón de las circunstancias en que se hallaba, no se puede negar, sin embargo, que los patriotas de Buenos- Aires han contribuido con eficaz perseverancia á deter- minarla á obrar con arranque y decisión. En efecío, vemos , desde el principio , á dichos patriotas seguir una correspondencia tirada con los pocos Chilenos iniciados en el secreto de la santa causa, persuadiéndoles, aconse- jándoles, dándoles ánimos y aun enviándoles emisarios. Finalmente , vemos que escribieron directamente al pre- sidente ofreciéndole socorros, en caso de un ataque del Perú (1), y aun le despacharon también un represen- (1)4 La junta no duda que se atrevan, en Lima, á atentar contra la respetable persona de V. S., y para tal caso, si no bastasen los recursos de ese reino (que el despotismo antiguo habrá debilitado diestramente}, podrá Buencs-Aires par- tir con él los abundantes auxilios que la poderosa nación inglesa franquea con mano pródiga á los pueblos fieles del rey Fernando, que sosliene, etc. » Oficio de la junta de Buenos- Aires al presidente de Chile, del 1ro de setiembre 1810. En otro oficio del 31 de octubre, aquella misma junta persuade á la de Chile se ügue muy estrechamente con la Gran Bretaña (como el mejor apoyo de nuestra causa), descubriendo así tristemente el fatal principio de alianza con grandes potencias, muchas veces injustas, casi siempre imperiosas y que han ocasionado frecuentemente anarquía durable , y siempre por causa del carácter inconsecuente é imprudente de los enviados. í 152 HISTORIA DE CHILE. tante, que salió de allí el 18 de setiembre, y, por con- siguiente, el dia mismo del movimiento de Chile, que no podia saberse en Buenos- Aires, con orden de esta- blecer relaciones de interés y de alianza con la junta, si sus previsiones se realizaban , y, en caso contrario, se- cretamente con el ayuntamiento , foco político de la suerte del país. El encargado de esta importante misión fué Albarez Jonte, el cual la llenó con tanto tino como habilidad, y desde aquel momento se establecieron entre las dos partes relaciones íntimas y tiradas , con el objeto de fundar en bases sólidas las máximas políticas que habían de servir- les de regla para proveer á los medios de defensa contra ataques estemos, prometiéndose recíprocamente unión y prudencia en sus proyectos , unión y perseverancia en sus acciones. Al recorrer la correspondencia de aquella época , se ve con que esmero estas dos repúblicas procuraban pres- tarse mutuamente auxilio para asegurar la conquista de sus derechos y preparar todo cuanto podia ser princi- palmente útil á los intereses comunes de su patria. Pero lo que se nota de mas particular es que ya en aquella época se dejaba presentir la grande necesidad de un congreso jeneral de todas las repúblicas de la América meridional para formar en él una alianza firme y dura- dera. « Esta junta (dice un oficio de 26 de noviembre) co- noce que la base de nuestra seguridad esterior, y aun interior, consiste esencialmente en la unión de la Amé- rica , y por lo mismo desea que , en consecuencia de los principios de V. E., proponga á los demás gobiernos (si- quiera de la América del Sur) un plan de congreso para CAPITULO X. 153 establecer la defensa jeneral de todos sus puntos , y aun refrenar las arbitrariedades y ambiciosas disensiones que promuevan los mandatarios; y cuando algunas cir- cunstancias, acaso, no hagan asequible este pensamiento en el dia, por lo menos lo tendrá V. E. presente para la primera oportunidad, que se divisa muy de cerca. » Este pensamiento, debido al gran patriota don Juan de Rosas y sostenido hábilmente por don Juan Egaña, fué claramente esplicado en un diario que escribía el primero á la sazón , y que, por no haber imprenta, salia áluz manuscrito, con el título de Despertador americano, en el cual aparecía como idea primitiva del congreso de Panamá (1). Por la misma correspondencia se ve que lo que mas preocupaba á la junta era la necesidad de armarse contra tantos enemigos estemos, pues se aparentaba temer con- tinuamente una invasión europea, y muchos la creían con tanta mas razón cuanto las cartas de España hacían una pintura espantosa del estado del país, que ya se hallaba , ó poco mas ó menos , á la merced de su ambi- cioso conquistador. Es verdad que los oficios de la junta de Cádiz y los del embajador Casa Irujo tendían á per- suadir lo contrario, ó, alómenos, parecían predecir mejores dias y la próxima espulsion de los Franceses; pero como las malas nuevas causan siempre mucha mas impresión , estas habían obtenido de preferencia crédito en el vulgo, el cual daba por cierta la ruina total de España. Así, todos hablaban de ella sin rebozo y como (1) Man. Tocornal, Memoria sobre el primer gobierno nacional , p. 128. No hemos oido nunca mencionar este diario manuscrito, bien que tengamos en nuestro poder algunos otros de la misma especie, aun después de la introduc- ción de la imprenta en la Repúbica, tales.como el de ¿/cancagua, el Valdi- viano federal, que, en el principio , salió manuscrito en Valdivia, y otros. 154 HISTORIA DE CHILE. de cosa indudable. La junta gubernativa parecía estar en la misma creencia , y so pretexto de prudencia pro- curaba organizar una resistencia armada, que los vo- cales de buena fe pensaban emplear contra los enemigos de España, pero que las opiniones adelantadas conside- raban , al contrario, como verdadero auxiliar y defensor de los derechos que acababan de conquistar. El país , en aquel tiempo , se hallaba sumamente atra- sado en todos lus ramos de la industria, sin maestranzas y sin fábricas de armas , y solo se veian algunos armeros pertenecientes á los rejimientos para componer las que no estaban en buen estado de servicio. En tal estado de penuria, don José Antonio Rosas fué encargado de pedir de afuera armeros intelijentes y hábiles para fabri- car fusiles y sables , de que habia suma falta ; pero esto pedia tiempo, y no se podía esperar, por lo que se hubo de recurrir á un Ingles, llamado Diego Wintiguen, con el cual se pasó una contrata para encargarlos á Ingla- terra ; y como este país ardia en guerra y podia negarlos, por esta razón se tomó la precaución de pedirlos direc- tamente al marques de Welesley, y también se escribió á la junta de Buenos-Aires, suplicándole se sirviese tratar con un Ingles ó Americano del Norte para conseguir aquellas armas, destinadas al armamento de los cuerpos que se iban á formar (1). Con este fin , se habia apelado á los sentimientos pa- trióticos de los Chilenos. Se despacharon oficiales á las provincias para instruir y disciplinar á los milicianos. En Santiago, se organizaron un rejimiento de grana- (1) Archivos del gobierno. Las armas que se pedían eran 6,000 fusiles, 1,000 pares de pistolas , 3,000 cables y 62,000 piedras de chispa , y, posterior- mente, á Valdivia, seis cañones de. á 24, dos de á 16, cuatro de á 8 y dos de á 6, todos de bronce y con suficiente cantidad de Valerios. CAPÍTULO X. deros de setecientas plazas , dándole por coronel á don Santiago Lucos, y por sarjento mayor á don Juan José de la Carrera ; dos escuadrones de trescientas plazas cada uno , al mando de don José Joaquín Toro , con don Joa- quín Guzman de sarjento mayor, y una brigada de ar- tillería compuesta de piezas pedidas posteriormente á Valdivia. La mayor parte de estas tropas fueron acuar- teladas en el edificio de los espósitos, dispuesto como cuartel, traspasando las doce ó catorce criaturas que habia en él á la casa de recojidas. En vista de esta actividad , la revolución podía contar con una fuerza numérica ofensiva, á la vez, y defensiva, y condición precisa de existencia en medio de enemigos humillados y activos. Los dos grandes p deres (la junta suprema y el cabildo) parpcian rivalizar d celo y de am- bición para el sustento de tan bella causa ; pero bien que sus principios fuesen absolutamente los mismos, muchas veces no estaban de acuerdo , porque cada uno quena el bien según lo entendía, sin miramiento al amor propio y á las pretensiones individuales. Por lo mismo, hubo algunas veces zelos de supuestas usurpaciones de' derecho y de autoridad. Afortunadamente, estas pequeñas desavenencias duraron poco , y las dos ilustres corpora- ciones pudieron continuar, en la parte respectiva de cada una, llenando sus deberes con grande satisfacción déla nación , orgullosa de verse gobernada por sus propios hijos. Pero en medio de esta grande dilatación de una acti- vidad belicosa, los ilustres mandatarios no descuidaban los negocios administrativos. A pesar de que su posición precaria y su título provisional no les permitiesen em- prender grandes reformas, suprimieron, noobstante, las I 156 HISTORIA DE CHILE. sudelegaciones , como fuentes de abusos, de arbitrarie- dad y de injusticias, y pasaron su poder al alcalde de primer voto , que después fué remplazado por los gober- nadores de los partidos. En seguida , estendieron regla- mentos para su conducta y gobierno en el manejo de los negocios , y el lugar que debían ocupar en las cere- monias y funciones públicas , resabio que habia quedado de la vana ostentación , tan profundamente arraigada en las costumbres españolas ; y, enfin , procuraron dar á sus acciones el espíritu de utilidad y de entusiasmo que conduce á la organización de las voluntades, como principal ájente del buen éxito en conseguir los fines sociales. Mientras que la junta gubernativa procuraba, de este modo , dejar tras sí honrosas huellas de su paso por el poder, los ilustres desterrados, Rojas y Ovalle, llegaban del Perú al seno de sus familias y de sus amigos. Su re- cibimiento fué tan brillante como cordial , espresion simple y sencilla del sentimiento del público, en jeneral , por los males morales y físicos que habían debido padecer aquellas primeras víctimas de la libertad chilena. Diez dias después, la llegada de don Juan Rosas dio lugar á otro recibimiento aun mucho mas brillante. El gobernador le envió al conventillo , á donde fué á apearse, una guardia de honor de veinte y cinco dragones , y, al día siguiente por la mañana, hizo su entrada acompa- ñado de otros miembros de la junta , de la real Audien- cia , del cabildo y de todas las corporaciones. El acom- pañamiento pasó entre dos filas de soldados, formados allí para que la ceremonia fuese de las mas solennes, al son de música, salvas de artillería, repique de campanas y aplauso universal del pueblo. El mismo día prestó su ■n. CAPÍTULO X juramento de costumbre, y hubo por la noche ilumina- ción y fuegos. Esta marca de distinción en honra de este miembro de la junta era una prueba elocuente del espíritu revolucio- nario que reinaba , en aquella época , en la capital de la República, y de la importancia que se daba á los ser- vicios del que, en resumidas cuentas, había dado el primer impulso al movimiento y lo dirijia aun. Rosas era, en efecto , para todos los patriotas el hombre de inteli- jencia y de acción , que sacaba su fuerza de un senti- miento casi fanático de patriotismo , y sabia comunicar sus pensamientos y su entusiasmo á los que tenían la feli- cidad de ponerse en contacto con él. Con todo eso , no ejercía un poder ilimitado sobre la multitud, porque una cierta mezcla de temor y de pru- dencia lo contenia casi involuntariamente, y se servia de él como de un movimiento de táctica para llegar mejor á sus fines. Sabia que el pueblo era aun idólatra de su rey, y querer chocar este respeto y pretender dirijir su opi- nión habría sido obrar con poca maña y querer una cosa imposible. Por lo mismo , prefería disimular, aun con algunos de sus colegas, y obrar como si sus preten- siones políticas no hubiesen nunca de esceder la profe- sión de fe contenida en el acta de instalación , pues tenia que emplear estos leves medios de astucia para no dis- pertar la peligrosa, susceptibilidad de algunos de sus compatriotas y ponerse al abrigo de persecuciones ocultas de sus enemigos, que al cabo de algunos meses le echa- ban ya en cara su orgullosa ambición , y se propasaban á poner pasquines á su puerta denunciándolo como as- pirante al poder absoluto (1). (i) En uno de estos pasquines había pintado un bastón atravesado poruña 158 HISTORIA DE CHILE, */ ■ ' Afortunadamente, su conciencia y su carácter austero le hacían muy superior á todas estas calumnias, que des- preciaba como producto de intereses heridos, y apoyán- dose en sus antecedentes continuaba sirviendo con tesón á su segunda patria, como le habría hecho por una ver- dadera madre. Toda su actividad y todo su saber se empleaban en esto. Él fué quien tuvo la primera idea de una leva de soldados pertenecientes á la revolución , y que habían de ser, por consiguiente, su apoyo y sus defensores ; pero para subvenir á sus gastos era preciso disponer de un dinero que la tesorería estaba lejos de poder suministrar. Levantar un impuesto habría sido impolítico y se guardaron bien ele proponerlo, prefiriendo hacer una llamada á los sentimientos jenerosos de per- sonas pudientes, dejando á su libre voluntad la suma de los donativos , de manera que no pudiesen causar perjuicio al nuevo poder, ni á su prestijio de adminis- trador prudente y sin tacha. Igualmente, se pensó en hacer un descuento á los empleados y aumentar el precio del tabaco, lo cual producía un rédito de 80,000 pesos de aumento, y como estas medidas no eran suficientes, se juzgó oportuno el aprovecharse, en calidad de emprés- tito , de las existencias en las cajas de ciertas adminis- traciones. Todas estas medidas , exijidas por ios aconte- cimientos y las circunstancias, d sagradaron á algunas personéis. Los miembros del c bildo pensaron oponerse á ellas, ó, á lo menos, se les figuró que constituían un atentado contra su autoridad y se quejaron de él; pero en vano, pues pesando la responsabilidad enteramente sobre la junta suprema, debia de ser esta señora de todas espada ensangrentarla y superado de una corona real ; por inscripción tenia: Chilenos, abrid los ojos, cuidado con Juan I. Martines , HisU mss' CAPITULO X. sus acciones, en cuanto emanaban de sus atributos. Otro proyecto de que se ocupó , desde luego , Rosas fué el enviar á buscar una imprenta con todos sus enseres. Hasta entonces, Chile, sumerjido en las espesas tinieblas del absolutismo y del abandono, no habia podido ele- varse á las altas rejiones de la intelijencia , y estaba en- charcado en el estado de nulidad que un gobierno egoísta le habia impuesto. Una imprenta muy pequeña con al- gunos pocos caracteres ya gastados componían Ja oficina tipográfica del gobierno, y solo servia para esquelas, papeles sellados y, algunas veces, recibos de induljen- cias (1). Don Manuel Salas , que aparece en todas partes siem- pre que se trata de progresos y de ilustración , se habia quejado muchas veces de tan reprensible indolencia, y á ruegos suyos, por proposición de Rosas, la junta pidió una á la de Buenos-Aires, la cual dio el encargo á Mo- reno, su encargado de negocios en Londres. Desgracia- damente , la muerte de aquel grande y hábil patriota sobrevino para impedir la realización del envío , de suerte que Chile se vio privado hasta en 1812 de este admira- ble instrumento de progresos, de libertad y de civiliza- ción. También se habia pensado en fomentarla enseñanza pública, y don Juan Egaña fué encargado de formar un plan de estudios. Igualmente se pensó en abrir las puertas al comercio estranjero, proposición que chocó mil inte- reses diversos, y que, por esto mismo, no tuvo desde su principio toda la aceptación que merecía. Los Espa- (1) El 21 de marzo de 1809 , la Universidad , humillada de no ver ninguna en el país, decidió, por su propia honra, que se enviase á buscar una ü Buenos- Aires ó á España, y que, por falla de fondos , se tomase la cantidad necesaria á interés, hipotecando los fondos de la Universidad. sfrchivos de la Universidad. •. 160 HISTORIA DE CHILE, ñoles , sobretodo , como comerciantes los mas ricos y los mas numerosos , fueron los que emplearon todo el influjo que les quedaba en hacer avortar dicho proyecto. Pero habia una cuestión que , por el momento , era de una importancia mucho mayor aun , puesto que se tra- taba de lejitimar un gobierno sobre la apreciación de un voto jeneral. La junta no habia sido nombrada mas que por los habitantes de Santiago , y, por consiguiente , no era mas que la espresion de una sola ciudad , y, tal vez , de un solo partido. Por esta razón , se presentaba bajo el título modesto de provisional , y desde su instalación habia tenido cuidado de prometer que su existencia duraría solo hasta el momento de la reunión de un congreso jeneral; pero el momen'o de esta reunión habia llegado después de mucho tiempo , y la junta no cumplía su pro- mesa. Esto ocasionó algunas quejas por parte de las pro- vincias, de las cuales algunas habian ya nombrado sus diputados sin preocuparse de la forma en que estos nom- bramientos debian hacerse para que fuesen legales. En Santiago, el cabildo, que desde el 13 habia pasado sus instrucciones é indicado el Io de marzo 1811 para la reunión de los diputados , tampoco veia con indiferencia el retardo contrario á la soberanía del pueblo, y á la regu- laridad de todo gobierno popular y representativo. Sobre este particular, ya muchas veces habia hecho estas obser- vaciones, tanto verbalmente como por escrito , á la junta suprema , y, el ili de diciembre , el procurador de ciudad le pasaba una representación en la cual terminaba dicién- dole que : « Evacuando aquel importante negocio con la breve- CAPITULO X. 161 dad y en los términos propuestos, será de la mayor satisfacción para todo el pueblo, y calmará, consiguien- temente, la crítica inquietud en que está, desde el mo- mento en que V. SS. puedan cerciorarle de haber que- dado ya espedito (1). » Al día siguiente, la junta gubernativa llenaba los deseos del ayuntamiento y de la nación pasando un acto por el cual esponia los motivos que habían inducido á la capital á formar un gobierno provisional , y daba reglas para la convocación de un congreso nacional , cuyo mandato era : f Acordar el sistema que mas conviene á su réjimen seguridad y prosperidad durante la ausencia del rey ; » Discutir, examinar y resolver, tranquila y pacífica- mente , qué jénero de gobierno es apropósito para el país en las presentes circunstancias; » Dictar reglas á las diferentes autoridades, determi- nar su duración y facultades (2). » El país, entonces, estaba dividido en veinte y cinco partidos, que debían nombrar, á lo menos, un diputado cada uno ; pero algunas veces dos ó tres, según la po- blación que tenían. Santiago , como ciudad principal y la mas populosa, debía elejir seis. Se necesitó también un reglamento de elección , y por falta de todo poder lejislativo, el cabildo se encargó de formular uno, que la junta provisional adoptó y aña- dió á su proclama al pueblo de la República. Este reglamento era sencillo, moderado y también bastante liberal para las provincias , en aquellas circuns- tancias; pero , noobstante , algunos que no consideraban (0 Véanse los documentos. (2) Véanse los documentos. V. Historia. II J> 162 HISTORIA DE CHILE. - eh los actos políticos mas que la voluntad del pueblo , pretendieron que era dar un desmentido al principio, y que todo Chileno debia votar, pues cada uno tenia el derecho imprescriptible de nombrar su diputado, sin escluir mas que aquellos que no lo mereciesen por su moralidad. Miguel Infante , que era el alma de este partido , lo pedia con la fuerza de convicción que le daban sus opi- niones eminentemente democráticas y exijia el sufrajio universal , convirtiendo así una cuestión de derecho po- lítico en un acto de puro y sencillo ejercicio de una fa- cultad. Afortunadamente, la mayoría, mucho mas próvida, combatió este principio , porque comprendía que seria un grave yerro el querer que votasen hombres sin ante- cedentes, sin intelijencia, y, las mas veces, bastante infelices para ponerse á la merced del primero que les pagase, lo que seria, para en adelante, un ejemplo fatal. Así, en el artículo k del reglamento, la junta tuvo cuidado de decir que para las elecciones : « Se debia citar al cabildo, por medio de esquelas , á los jefes de todas las administraciones , prelados de las comunidades y vecinos nobles de la capital. » > Queriendo , de este modo , limitar el derecho de voto , no al número s sino á la parte sana y arreglada de la sociedad. Lo mismo sucedió en la elección que se debia de hacer de los diputados, que era preciso escojer entre las per- sonas pudientes, porque el título era gratuito ; y, sobre- todo, que fuesen de edad de veinte y cinco años, « de buena opinión y fama , aunque sean eclesiásticos secu- lares , » decia el reglamento. CAPÍTULO X. 163 Los curas, los subdelegados y oficiales veteranos eran escluidos, porque por sus obligaciones no podían ausen- tarse de sus destinos. Igualmente, lo eran los estranjeros, los quebrados los acreedores de la real hacienda y los que habían tenido alguna condena infamante. En cuanto al día de la reunión en Santiago, debía de ser el 15 de abril, y las sesiones habían de empezar el Io de mayo. CAPITULO XI. Tropas enviadas á Valparaíso. - Juan Makena gobernador de esta ciudad en remplazo de Joaquín de Alos, depuesto de su empleo.- Suscripción á favor de España -Muerte del conde de la Conquista. -Destitución del provisor don Santiago Rodríguez.- Apertura de los puertos al comercio estranjero. -Ruidos de guerra.- Enganches voluntarios.- La junta pide instrumentos y maestros para organizar una música militar. Con el sistema electoral, comienza una era entera- mente nueva para Chile. El pueblo, hasta entonces sumerjido en una nulidad administrativa casi absoluta, va á aparecer de aquí en adelante en el teatro déla política , y á penetrarse del espíritu de reflexión que in- fluye tan eficazmente en la suerte de un país, desarro- llando sus intelijencias, despertando su patriotismo y esparciendo por todas partes los elementos democráticos, cuyo fin es el interés jeneral. Pero de ínterin llegaba el plazo de las elecciones, el gobierno provisional tenia que obrar con enerjía y acti- vidad para precaver toda contrarevolucion é impedir el desmayo de acción en el público. La real Audiencia levantaba de tiempo en tiempo su cabeza venerable , y no aun despojada de prestijio, sostenida por el comercio, que era casi enteramente español. Bajo este punto de vista los comerciantes de Yalparaiso imitaban á San- tiago , en opiniones y proyectos. El gobernador de aquel puerto , don Joaquin de Alos, si se habia sometido a la junta, lo habia hecho con repugnancia y por fuerza, y parecia favorecer los numerosos pasquines que se ponían todas la. noches en las esquinas de la ciudad, en todas CAPÍTULO XI. formas y con colores que pintaban casi terrorismo. Don Agustín Vial , uno de los primeros y mas celosos patrio- tas, se había quejado de él , como muy peligroso para el sistema proclamado y como causa de desórdenes bas- tante graves. En vista de esto , la junta habría obrado con poca prudencia si hubiese continuado impasible al frente de un enemigo , casi agresor, y envió allí ciento y diez dragones al mando del valiente patriota don Miguel Benavente, el cual quitó el empleo al gobernador AIos, poniendo en su lugar al capitán de injenieros don Juan Maicena, joven resuelto y de talento, partidario de los progresos de su nueva patria , é imbuido ya del espíritu de libertad y de reformas , que empezaba á ejercer su suave influjo en las ideas de la juventud chilena. Se pensó también en dar al movimiento una fuerza militar, en primer lugar, para poder resistir á toda in- vasión estranjera, y, en segundo , á las tentativas que el Perú quisiese hacer contra el nuevo sistema de gobierno. Pero aquí los dos grandes cuerpos políticos del mo- mento se hallaron aun en desacuerdo. La junta, no teniendo mucha confianza en los cuerpos de milicias, quería tropas regladas que fuesen bien disciplinadas , y en las cuales , por consiguiente , la patria descansaría confiada. El cabildo, como imájen pura y viva de la democracia, no veia en un ejército , así compuesto , mas que un ele- mento de despotismo , que, muchas veces, era peligroso introducir en los gobiernos. Por lo mismo , el cabildo pidió la formación de una guardia nacional siempre dis- puesta , por la naturaleza de sus instituciones , á consti- tuirse fuerza popular, á obrar y contrapesar el poder ejecutivo. -* 166 HISTORIA DE CHILE. En principio, el ayuntamiento tenia razón. Una guardia nacional es el verdadero emblema de la democracia ar- mada , y susceptible , en razón de su fuerza , que puede doblar con la disciplina , de conservar á la masa su poder y su autoridad. Pero en el estado en que se hallaba el país , no era fácil sacar de ella un partido bastante satis- factorio. Dejando á parte las ciudades, villas y aldeas, toda la población se hallaba esparcida por los campos , y estaba, ademas, subyugada por el clero, enteramente partidario del antiguo gobierno , y aun se conservaba la memoria de las grandes dificultades que se habían en- contrado, en tiempo del presidente Guzman, para reunir y disciplinar un cierto número (1). No debe, pues, causar sorpresa que la junta persistiese en sus proyectos, con tanta mas razón cuanto el virey Abascal la amenazaba con todo su poder, y que se susur- raba el ruido , unas veces confirmado y otras desmen- tido , de la llegada del jeneral español Elio á Montevideo con un ejército de seis mil hombres. Pero aquí se ofrece una contradicción muy particular entre las ideas y los hechos : mientras que la junta orga- nizaba con enerjía una resistencia armada contra los verdaderos partidarios de la monarquía y contra toda invasión que pudiese tener lugar aun en nombre del go- bierno español, la misma junta procuraba, por otro laclo , ser útil á este mismo gobierno , suscribiendo con garbo y jenerosidad á una llamada de fondos que le pedia el consejo de rejenciapara sostener la guerra con- tra el guerrero feliz de aquella época. (1) En la citaba época, Mata Linares había hecho todos sus esfuerzos para instruir á los milicianos, que , con los ejercicios de fuego, se habituaban un poco al ruido de las armas; pero, noobstante, Linares escribía que no hab.a que contar con ellos. ^chivos del gobierno. CAPÍTULO XI. El 19 de enero , el conde de la Conquista reunía , en efecto, en su casa, las personas de mas influjo de la ciu- dad , para comunicarles la circular de don Nicolás María de Sierra, ministro de gracia y justicia,, é interino de hacienda , y las exhortaba a fomentar, ya individual- mente ya en cuerpo, á dicha suscripción , prometiendo á los particulares , aun de parte del consejo de rejencia : « Que el rey oiría con particular agrado las solicitudes de los que se distinguiesen por su jenerosidad (1). » Este fué el último acto político de don Mateó de Toro Zambrano , conde de la Conquista. El 27 de febrero , pasó á mejor vida, siendo ya de edad de ochenta y seis años, después de haber esperimentado en esta todas las vicisitudes del hado y de la fortuna. Nacido de padres pobres , bien que emparentados con las mejores familias, y no habiendo querido seguir los consejos de su tio, obispo de Concepción, que quería entrase en las ór- denes, se había entregado, muy joven, al comercio, y, con una muy módica cantidad , se había establecido en una de las tiendecitas de la casa Tagles, en la plaza mayor, en donde, gracias á su probidad y á su jenio activo, adquirió muy luego un gran crédito y un capital suficiente para empresas mayores, y, al efecto, se tras- ladó á una tienda de la plaza de la Merced , en la cual ganó uno de los mas ricos capitales del país. Desde aquel instante , pudo hacerse útil á la admi- nistración, como lo fué, ocupando los primeros empleos. Fué capitán de caballería del rejimiento real de San- tiago, correjidor y justicia mayor de la misma ciudad ; lugarteniente de mar y tierra, y primer superinten- dente de la moneda, cuando, en 1770, fué incorporada (1) Correspondencia del consejo de rejencia , en los archivos del gobierno- 168 HISTORIA DE CHILE. I I con la corona. Bien que llenase todos estos cargos gra- tuitamente, y contra sus propios intereses, aun dejaba traslucir, por todas partes, su noble jenerosidad, y en el alzamiento de los Indios, en 1768, se adelantó á levantar y á mantener en pié, á sus espensas, la com- pañía del príncipe de Asturias, mandada por su hijo primojénito don José Gregorio, y destinada á ir á acam- par en el corazón de las cordilleras para defender el camino del Portillo (1). Habiendo muerto el 27 de fe- brero, fué enterrado al tercer dia en la iglesia de la Merced , y hasta el 15 del mes de marzo no se le hicie- ron las exequias correspondientes á su rango y á su mérito. El relijioso mercedario Fray Miguel Ovalle hizo en ellas la panejírica del difunto , en términos los mas lisonjeros para su memoria, y enteramente favo- rables á la revolución (2); La pérdida de este ilustre personaje, muy sensible, sin duda , no tuvo influjo alguno en los asuntos polí- ticos. Hallándose ya, como se hallaba, en un estado de decrepitud, no podia ser útil á la causa liberal, que para su última evolución pedia hombres activos, audaces y emprendedores. Bienque los progresos de esta causa fuesen visibles, aun tenia que obrar sobre las masas y que apropiarse, sobretodo, el poder espiritual, siempre muy peligroso por la oposición que podia hacer á los principios. La ocasión de dominar este poder era su- (1) Relación de los méritos y servicios de don Mateo de Toro Zmibrano, conde de la Conquista, impresa en Madrid, y existente en la biblioteca de don Francisco de Huidobro. (2) « Persuadió, ó quiso persuadir que España se hallaba enteramente sub- yugada del tirano; que el pequeño rincón de Cádiz se conservaba iuconquís- lado por miras políticas de los Franceses , que lo conservaban como punto de reunión (J§1 comercio y caudales que iban de América. » Hist. mss. de la ñevol., por Melch. Martínez. CAPÍTULO XI. mámente favorable. El obispo Aldunate , promovido por los votos de sus conciudadanos al obispado de Santiago, había dejado el de Guarnan ga para venir á su nuevo destino, y, á su llegada, habia creído oportuno habitar una quinta de la Cañadilla, para curar sus achaques, y pasar una vida tranquila y pacífica. Una vez allí, se vio muy pronto rodeado de sus parientes y amigos, los cuales, siendo partidarios, en jeneral, de las ideas de la época, procuraron atraerle á su partido, y consiguie- ron firmase escritos, que, ciertamente, no hubiese fir- mado, si su voluntad, ya inconstante, por su edad, no hubiera sido juguete de espíritus activos y traviesos. Don Santiago Rodríguez continuaba siendo un objeto de aprensión para los liberales. Sus vastos conocimien- tos, el renombre de que gozaba y su posición como ad- ministrador de los asuntos eclesiásticos, le daban un grande ascendiente sobre todo el clero, al paso que los realistas le consideraban casi como jefe de su partido. Ya muchas veces la junta del gobierno habia querido quitarle su empleo de provisor, y si entonces no habia podido conseguirlo, hoy se hallaba en posición muy favorable por la presencia de don José Errazuris en la secretaría del obispado, siendo este pariente cercano de don Domingo Errazuris, que querían elevar á aquella dignidad. Ademas, don' Miguel Infante favorecía con todo su talento y toda su audacia esta mutación, y aun se cree que fué su principal apoyo, puesto que inmedia- tamente después le nombraron asesor del Juzgado ecle- siástico, título de la mayor importancia para su partido, y propio á darle un gran ascendiente sobre el clero, poniéndose continuamente en contacto con sus intereses. Con esta nueva conquista, los liberales acaban de ad- 170 HISTORIA DE CHILE. quirir un poder casi májico en atención al influjo que les podia dar sobre la masa del pueblo. Ya se podia esperar, en adelante, que de lo alto de los pulpitos no volverían á descender palabras indiscretas, y que el nuevo provisor hallada medios para contrastar los actos contrarevolucionarios de don Santiago Rodríguez, ó de otras dignidades de su partido, sabiendo granjearse estimación, y disponer de la opinión del clero provincial, demasiado sumiso y timorato. Así se aprovechaban de los mas pequeños aconteci- mientos para obrar con resolución, despojando á los conservadores de su autoridad para apropiársela, y poniéndolos en la imposibilidad de dañar. Tal es el carácter de todo movimiento de renovación , que, com- prendido solamente de algunos pocos privilejiados, ne- cesita manifestarse, desde el principio, resuelto y de- terminado , al paso que la mayoría , confiada en sus propias fuerzas, se mantiene en la inacción, y no se despierta hasta que la tempestad ha hinchado el torrente. Entonces, la lucha se hace desigual y da la ventaja al partido progresista, por mas activo y resuelto, y con- cluye por atraer la multitud de los que no tienen una opinión fija y viven en la incertidumbre, como parte fluctuante de la población. Pero independientemente de este sistema de aisla- miento y de esclusion, adoptado por los liberales para apoderarse de los primeros empleos, meditaban igual- mente los medios propios á absorber lo pasado en el orden presente, acabando de arrancar el poder español por los cimientos, y quitándole el ultimo aliento de vida. Entre estos medios , habia uno que llamaba mas parti- cularmente la atención de los mas celosos patriotas, y CAPITULO XI. este medio era entregar al comercio estranjero los puer- tos del país, y la jenerosa hospitalidad de los habitantes, haciendo, por consiguiente, cesar el bloqueo universal, que el egoísmo habia mantenido durante tres siglos por toda la ostensión de la costa. Este proyecto, ya pro- puesto y desechado por el comercio español, que aun gozaba de cierto influjo en aquella época , fué de nuevo puesto en discusión, y todos los miembros de la junta se apresuraron á adoptarlo, porque ofrecía la ocasión la mas favorable para atraer á los estranjeros y apro- vecharse de su injenio, de sus invenciones y de su an- tigua industria. Este decreto, que fué, incontestablemente, uno de los mas favorables á la propagación de las luces y de la civilización, fué firmado el 21 de febrero de 1811 (1), y estaba estendido sobre bases demasiado liberales paraque no fuese necesario añadir, después, algunos ar- tículos restrictivos; porque no solamente abría al comer- cio estranjero el puerto de Valparaíso, sino también los de Valdivia, Concepción y Coquimbo, circunstancia que acarreaba mucho embarazo á la administración je- neral , por la razón de que exijia un número mayor de empleados, mucha mas vijilancia, y descentralizaba el comercio por mayor, lo cual hacia las ventas mas difí- ciles (2) ; prometía ayuda y .protección á los estranje- ros, bienque solo se les permitiese vender por mayor y (1) Esta libertad de comercio tuvo también grandes ventajas para la teso- rería. En 1811 , la aduana de Valparaiso no producía mas que 12,0" 5 p., y seis meses después, es decir en agosto, había mas qua doblado este rédito, puesto que pruducia 2^,81 6. En nuestra estadística, haremos patente con que pron- titud se aumenió aun mas , pues que , en el dia , da hasta 2,000,000 de p. JVotas sacadas de los archivos del consulado de Santiago. (2) En aquella época, habia tal escasez de dinero, en las provincias sobre- 172 HISTORIA DE CHILE. en los puertos precitados : por lo demás, los votantes , como hombres ansiosos de progresos y de instrucción, habían declarado de libre entrada todo cuanto era concerniente á las ciencias y artes liberales , como li- bros , instrumentos , mecánicas y máquinas propias al trabajo de lanas y de plantas textiles. Por aquí se ve la tendencia de aquellos dignos pa- triotas á una política de progresos, y cuan sinceramente deseaban el amcjoramiento moral y material del país; uno, por la cultura de las ideas, y el otro, por la intro- ducción de la industria, siempre favorable á las clases inferiores. Pero como si tuviesen un presentimiento de desórdenes venideros, decretaron igualmente la fran- quicia de fusiles, cañones, sables, y, en jeneral, de todas armas militares, verdaderos instrumentos de circuns- tancia propios á preservar el santo suelo de la patria de una invasión que quisiese imponerle, por segunda vez, el vergonzoso yugo del absolutismo, privándola de la libertad que acababa de conquistar. Es verdad que ya habia dias se susurraba mucho que habría guerra. La noticia de la llegada del jeneral Elio á Montevideo acababa de confirmarse por una recla- mación de la Junta de Buenos-Aires á la de Santiago de los auxilios que se habia servido ofrecerle (1), y el todo, que en Coquimbo mismo el buque Coll, anglo-americano, que fué el primero que arribó alí, no pudo vender casi nada. í'-xdmendel reylamenlo del comercio Ubre, por don Manuel Manso. (1) «Con esle motivo, ha pasado este gobierno las mas estrechas órdenes á las provincias , á efecto de que le auxilien con jente y armas para escarmentar al jeneral Elio, y V. E., que ha entendido esta necesidad urjenle, se le ofrece con una jenerosidad sin ejemplo por su oficio del 6 del corriente á prestar los pode- rosos auxilios de sus mejores tropas regladas, etc.... y que, sin pérdida de mo- mento , se pongan en camino para la ciudad de Mendoza , y todas armadas. » Documentos de la historia manuscrita de Fray Melch. Martínez. CAPÍTULO XI. 173 virey del Perú , con necia arrogancia , se atrevía á ame- nazar con furor á los liberales de Chile, añadiendo que iría á atacarlos hasta en las mas altas cumbres de las cordilleras. A este efecto , habia levantado el Tejimiento de la concordia, compuesto de los principales Peruanos y Españoles, y de los cuales se habia declarado coronel, y el arzobispo, de capellán. El objeto especial de este Tejimiento era la guardia de la ciudad, y debia, por con- siguiente, mantenerse sedentario; pero levantaban, al mismo tiempo, otras tropas que debian marchar sobre el alto Perú para reforzar el ejército de Goyeneche, y otras , destinadas á Chile , debian de ser disciplinadas por los veteranos de la guarnición. En vista de estas noticias que corrían y eran la ma- teria de todas las conversaciones, el poder ejecutivo tenia que tomar medidas las mas prudentes para con- ciliar, en medio de todo , la susceptibilidad de los rea- listas con la suerte del país. Así, mientras que , por un lado, simulaba una entera sumisión al virey del Perú, el poder escribía, por otro, á Concepción, mandando embarcar las tropas pedidas, y permitía al diputado Alvarez Jonte levantar la bandera en el país para alistar bajo de ella un cierto número de voluntarios. Pero, antes de pasar estos decretos, habia tenido que superar todas las dificultades que le suscitaba el cabildo, el cual era enteramente opuesto al envío de tropas ; y, poste- riormente , encontró nuevos obstáculos por parte del de Concepción, que estaba alarmado de ver sus fronteras á la merced de irrupciones de los Indios. Este temor no carecía de fundamento, pues los Arau- canos y, sobretodo, los Pehuenches, escitados por la pasión del pillaje , solo se mantenían contenidos en sus 174 HISTORIA DE CHILE. montañas por la presencia de las tropas que acampaban en sus vecindades, y, ápesar de eso, estaban siempre en acecho para aprovecharse de un descuido y precipitarse como torrentes sobre los llanos vecinos. Las cercanías de los Ánjeles acababan de esperimentar una de estas' invasiones, y los habitantes, que se hallaban aun sobre- cojidos del peligro, veian con tristes presentimientos la marcha de una parte de las tropas, sola fuerza defensiva sobre la cual podían contar. Por otra parte, los militares no estaban muy deseosos de alejarse de sus bellas co- marcas, de sus parientes y amigos para emprender un viaje tan largo y de tanta fatiga, y se reunían á la po- blación para manifestar su descontento, que, por el con- ducto del Ayuntamiento , llegaba á conocimiento de la junta, poco dispuesta á darle buena acojida; porque la causa que esta defendía no era solo la de Chile sino también la de toda la América, y sus pensamientos eran demasiado elevados para que no reconociese las conse- cuencias materiales y morales de aquella intervención, por débil que fuese. Hasta aquel instante, la junta no habia podido hacer mas que dar bordadas en un mar ne- buloso é incierto, y ya era tiempo de dar al navio un rumbo seguro por medio de los escollos que lo rodea- ban, escollos que consistían en las fuerzas que amena- zaban á las repúblicas vecinas. A estas fuerzas era in- dispensable oponer otras fuerzas, ya como centinelas avanzadas y en calidad de auxiliares, ya concentrándolas en diferentes puntos, manteniéndolas de reserva para operar al primer peligro. Todas estas disposiciones, debidas principalmente al injenio de don Juan Rosas, despertaron en los corazones de la juventud chilena sentimientos de gloria militar CAPÍTULO XI. 175 que decidieron á muchos á alistarse con los dignos de- fensores de su país, é indujeron á la junta á tomar las mejores medidas para su organización y bienestar. No teniendo Santiago casi casernas, se trasladaron los pre- sos de San Pablo al juego de pelota de la plaza del Vasu- ral, y después de haber hecho las mejoras necesarias se acuartelaron allí trescientos hombres con sus oficiales respectivos. Al mismo tiempo, para dar ánimos y ardor marcial á las tropas, se sustituyó á los timbales y vio- lines una verdadera música guerrera, y, al efecto, se pidieron á la junta de Buenos- Aires los instrumentos necesarios, así como también maestros profesores de música. Esta petición se hizo el 29 de marzo de 1811, y, poco tiempo después, los Tejimientos marchaban ya al son de tocatas guerreras que animan el paso, divierten la fatiga del soldado y le hacen despreciar peligros, en defensa de su patria. t CAPITULO XII. Preparativos para las elecciones. — Conspiración de Tomas Figueroa, y ac- ción del Io. de abril. — Prisión y muerte del caudillo de los amotinados. — Disolución de la Real Audiencia. — Destierro de sus miembros. — Muerte del obispo don José Antonio Aldunate. — Don Domingo Errazuris nombrado vicario jeneral. M La venida de la instalación del congreso, decretada por la junta suprema, daba al país una nueva animación. En las provincias, ya las elecciones eran conocidas, y se continuaban sin indicios de desorden ni de ajitacion. Menos algunos distritos del sur en donde los realistas hablan podido organizar un leve triunfo, en todas partes el escrutinio era bastante favorable á los principios es- tablecidos por la revolución, y aparecían como espre- sion de una política de recomposición y de progresos. En Santiago, en donde las cabezas de partido se ha- llaban cara á cara, los resultados fueron muy diferentes. La real audiencia tenia aun mucha influencia, y su ac- tividad , suspensa y no apagada , acababa de avivarse de nuevo al soplo de esta inovacion. En aquel momento, se hallaba en la ciudad Tomas Figueroa, que los Espa- ñoles, según se decia, habían hecho venir de Concep- ción para hacer una tentativa de contrarevolucion en favor de la real audiencia. Este Figueroa, muy descon- tento porque Juan Rosas no le concedía la protección que le habia prometido, se mostró, desde luego, ene- migo del gobierno, y enemigo tanto mas peligroso, cuanto era hombre de acción, ambicioso, y, sobretodo, de muchos recursos. Antiguo guardia de cors, y acusado CAPÍTULO XII. de un delito bastante grave, habia sido enviado al pre- sidio de Valdivia, de donde, por un medio sumamente injenioso, habia conseguido escaparse. Gojido de nuevo en las costas de Nueva-Granada, habia sido enviado á su antiguo destino, y, algún tiempo después, por haber tomado parte muy activa contra un alzamiento de indios, obtuvo gracia y entró de oficial en el ejército. En 1810,' tenia ya grado de teniente coronel, y era comandante interino de un batallón, y él fué quien recibió de las tropas el juramento de obediencia al nuevo gobierno, encargo que llenó con un celo verdaderamente republicano (1). La mayor parte de las tropas que se hallaban en San- tiago habían servido bajo sus órdenes, y como estaban aun imbuidas del prestijio de su rey, no le fué difícil sobornarlas y hacerlas entrar en un complot, lo que se hizo con tanta prudencia como habilidad. Hasta ahora, no hemos visto documento alguno que pudiese instruir- nos sobre la naturaleza y las disposiciones de este com- plot; pero es cierto que ya estaba organizado, y que, probablemente, debía tener ramificaciones en los rea- listas, y, sobretodo, en la real audiencia. Los liberales, por su lado, no se mantenían impa- sibles con las manos cruzadas en presencia de la augusta misión que los habitantes iban á llenar. Reunidos en comisiones preparatorias , procuraban inspirar la vida política á estos mismos habitantes iniciándolos en el principio de su fuerza, autoridad y derecho ; instruyén- dolos en el sistema electoral seguido por los Anglo-ame- ricanos, que habían tomado por modelo; y escluyendo del derecho de votar á los Españoles y Chilenos dema- siado afectos al antiguo réjimen. Así preparaban una (10 Archivos del gobierno. V. Historia. 12 . 178 HISTORIA DE CHILE. mayoría decisiva, sin pensar, ni remotamente, que una conspiración armada se estaba urdiendo para destruir de un solo golpe las conquistas que siete meses de tra- bajo y de ajitacion les habian hecho obtener. Los electores habian sido convocados el Io de Abril al consulado para nombrar sus diputados. Desde por la mañana, Miguel Benavente habia ido á buscar la com- pañía de dragones de la frontera para llevarla a la plaza del consulado. Antes de salir de San Pablo, en donde estaba acuartelada, algunos soldados habian pedido que la otra compañía veterana los acompañase; pero negán- doselo el capitán, no insistieron y continuaron su mar- cha. Esto no era mas que el preludio. El sarjento Saez fué quien, tomando la iniciativa, mostró un espíritu insubordinado, con palabras y jestos que muy luego indicaron el papel sedicioso que estaba encargado de desempeñar. Miguel Benavente quiso mu- chas veces llamarlo al orden ; al principio, con palabras de paz, y al fin, con amenazas ; pero viendo que su au- toridad era, en cierto modo, desconocida, se tomó la libertad de pegarle con la hoja del sable, lo cual fué la señal, ó el motivo de la rebelión, y desde luego toda la compañía se desordenó. Viendo que toda pacificación era ya imposible, Miguel Benavente renunció á ella, y el comandante jeneral de las armas, don Juan de Dios Vial, no pudiendo conseguirla tampoco, se vio forzado á enviar los soldados á su cuartel. Apenas entraron en él, Tomas Figueroa, hasta en- tonces simple espectador del acontecimiento , fué allá y lo recibieron con gritos repetidos de : ¡ Viva el rey! j Viva la relijion (1)! (1) Hallo en mis notas, redactadas, según creo, después de una conversa- CAPÍTULO XII. 179 Figueroa, como jefe, los felicitó de su honrada fide- lidad, aceptó las buenas intenciones de que estaban pe- netrados y mandó se les abriesen las puertas de los almacenes para armar su bizarro denuedo. Luego que tuvieron armas y municiones, se puso á la cabeza de este pequeño ejército, reforzado con muchos húsares que se le incorporaron por fuerza, y los condujo todos, en número poco mas ó menos de seiscientos (1), al lugar de la reunión. Su primera intención había sido el apoderarse de los cañones montados junto á la Moneda; pero habiendo sabido, en camino, que aquellas piezas habían caido en poder de los granaderos, que Jas ha- bían puesto en batería en la misma calle, se dirijió á la plaza del consulado para dispersar los electores y di- solver la suprema junta. La sala de la asamblea estaba casi vacía; Figueroa no se tomó ni siquiera la molestia de entrar en ella y persuadido de que su deber era ir á ponerse á las ór- denes de la real audiencia, se trasladó allí con su fa- ¡anje ; la formó en batalla en la plaza, y aun delante de las cajas reales, y, hecho esto, se presentó al rejenle, que estaba rodeado de todos los oidores. La conversación que tuvo con ellos ha quedado ignorada (2); pero fué bastante larga para dar tiempo á los granaderos, man- dón con el jeneral Aldunate, que no fué Saez sino, mas bien, el cabo Molina qu.en tomó la m.ciativa de este acto de insubordinación , y que , de vuelta al cuartel se trasladó, con dos ó tres dragones, á casa de Márquez d la P 1 n donde se a.iaba la junta, con intención de asesinar los que la %££*] pero en aquel momento había muchas personas, y, en lugar de eZta su" nTrCs;/""0" arreStad°S M°IÍna y SUS ~«". ue d~ " lrSZ2c^ CSCaParSe P°r l0S teJad°S- Esta Vei'si0» - *'»* — firmada, con poca diferenc.a, en el diario mss. de Miguel Carrera. 4 S:rt0S haCen "^ d nÚmer0 á ™ de ™'> P-creo que (2) Se«un el padre Martínez , la real Audiencia se descarto de esta acción de 180 HISTORIA DE CHILE. dados por don Santiago Luco, y los artilleros, que man- daba don Luis Carrera, para trasladarse á la plaza y formarse en frente de los rebeldes, del lado de los por- " Prevenido de lo que se pasaba, Figueroa se despidió de la real audiencia; se apresuró á volver á su puesto; mandó avanzar su tropa hasta cerca de la Pila, y a la distancia de medio tiro de pistola de los granaderos de Luco, y luego entabló con don Juan de Dios Vial una discusión sobre la superioridad del mando. El uno pre- tendía que le pertenecía por su grado y antigüedad de servicios, y el otro por el derecho que tema la junta suprema de depositarlo en manos del que mas merecía su confianza. Sus pretensiones tomaron un tal carácter de tenacidad, que juzgando, uno y otro, inútil prolon- gar la discusión, se decidieron á referirse á la decisión de la fuerza, y se cuenta que Figueroa dio la señal de hacer fuego con su pañuelo. A lo menos, fue cierto que al punto sus tropas hicieron fuego, echándose muchos luego á tierra, para evitar las balas de sus adversarios aun poco hábiles en el manejo de las armas. Cincuenta y cuatro cayeron, entre muertos y heri- dos (11 Los amotinados huyeron sin pensar en aprove- charse de su ventaja. De los soldados de la patria, también hubo muchos que hicieron lo mismo; pero la mayor parte se mantuvieron firmes y fieles, y el ohcia Santiago Guerras persiguió al enemigo hasta la calle del puente. Figueroa , , aon también le respondió que no tenia órdenes que dar. personal- lente , v que .ante .odas cosas , era preciso informar a la suprema junta. 11,1 - * ji/ss. de la revolución de Chile. (1) Historia del padre G uzman. CAPÍTULO XII. 181 Ta! fué el resultado de aquella fatal jornada , para siempre memorable en la historia de la independencia. La revolución, que, desde un principio, se había mani- festado prudente, noble y jenerosa, acababa de recibir, á pesar suyo, manchas de vergüenza y de sangre, y esta especie de bautismo no podía menos de ser fatal á su porvenir. Los dos partidos , en lo sucesivo , van á tener sentimientos recíprocos de odio y de venganza, y á verse dominados por el espíritu de anarquía, que por fuerza habia de ensangrentar las pajinas de la historia nacional. Ya se habia esparcido un terror pánico por toda la ciudad ; todos corrían á sus casas ; las puertas se cer- raban, y la plaza mayor, ocupada militarmente, de un lado, por los granaderos, del otro, por los artilleros al pié de los cañones, anunciaba patentemente que habia llegado la era de las armas, y que estas iban á decidir la suerte de la patria. Los dragones de la frontera, huyendo del campo de batalla, se habían dirijido á su cuartel, y Tomas Figue- roa fué á refujiarse en el convento de Santo Domingo , bajo la protección de algunos relijiosos. Allí ocultaba, escondido detras de una parra, su cabeza y su vergüenza de haber sucumbido en tan bella causa. Las ventajas, en efecto, estaban todas de su parte. Sus antecedentes probaban que era sujeto de enerjía, de acción y de ta- lento. Independientemente de los realistas que habia en Santiago, podía contar con tres ó cuatrocientos vetera- nos, en jeneral, animados de un fanático afecto á su rey, y á los que, ademas, habia podido inspirar entera con- fianza, con decirles que los enemigos eran simples re- clutas sin esperiencia. Pero la Providencia, que velaba por la salvación de la patria , le privó de conocimiento y 182 HISTORIA DS CHILE, de previsión ," dejándolo cobarde é irresoluto, y permi- tiendo olvidase que, en el término de dos ó tres dias, podía ver sus cortas fuerzas aumentadas con los tres- cientos auxiliares que habían salido, de muy mala gana, de Concepción para ir al socorro de Buenos-Aires (1). La junta suprema, reunida, en parte, en casa de Már- quez de la Plata, se trasladó inmediatamente á la plaza mayor, y, mientras algunos miembros se concertaban con los jefes militares para tomar las medidas necesarias á la tranquilidad y al buen orden, Juan Rosas subió á la Real Audiencia para manifestar su descontento á los S. S. de aquel tribunal, que él consideraba como cóm- plices de la conspiración. En seguida, tomó un caballo, se fué, con algunos soldados, á descubrir el jefe de la rebelión, y, por las señas que le dieron, se dirijió al convento de Santo-Domingo, de donde iba ya á salir, después de inútiles pesquisas, cuando un mozuelo se le ofreció para enseñarle el escondite del que buscaba. Cojido por los soldados de Rosas, Tom. Figueroa se dejó llevar sin resistencia , en primer lugar, al cuartel , y, en seguida , á la cárcel , en donde muy luego se pre- sentaron tres jueces de conocida integridad , que fueron : el vocal don Juan Henriquez Rosales, el asesor don Francisco Pérez y el secretario Gregorio Argomedo. Las circunstancias y las pruebas irrecusables de un crimen, siempre grave á los ojos de un partido político (1) Es de presumir qué Tom. Figueroa fué llamado á Santiago por los Espa- ñoles con el objeto de suscitar una reacción en favor del rey. Lo cierto es que se puso en camino algunos dias antes del embarco de los 300 auxiliares , pro- metiéndoles hacer cuanto pudiese para que no se verificase. A su llegada á Santiago, animado por los realistas, no creyó necesario esperar llegasen aquellas tropas para hacer la revolución, persuadido de que el dia de las elec- ciones era el mas favorable para sus proyectos. Si , por el contrario , hubiese aguardado aquel primer refuerzo , es probable que los patriotas hubiesen sido dispersados. Conversación con eljeneral Bernardo O'Uiggms. CAPITULO XII. 183 victorioso, exijian que la causa se sustanciase sin dila- ción, y pocas horas bastaron para interrogar al acusado, oir á los testigos y pronunciar la fatal sentencia, que lo condenaba á la pena de muerte. El confesor que le dieron fué el padre de la Buena Muerte, Fray Camilo Henriquez, que muy pronto vere- mos como una de las brillantes estrellas de la revolución. Penetrado de su santo ministerio, este confesor puso á un lado todo pensamiento político, y se presentó como el ánjel de la guarda de un alma, cuya fidelidad, mal entendida, ó, tal vez, cuya ambición la hacia salir de esta vida para la otra. Hasta las cuatro de la mañana, se mantuvo auxiliando al paciente, y solo se separó de él cuando la justicia humana hizo ya superfluos sus con- suelos espirituales. Dicen que antes de morir, Figueroa protestó contra la irregularidad de la causa que le hicieron, y aun con- tra el rehuso de darle un confesor de su agrado. Por la mañana, el pueblo iba de tropel á ver aquella primera víctima del tribunal revolucionario , sentada en una poltrona á la entrada de los arcos de la cárcel , en donde permaneció, lo mas del dia, espuesta á la ver- güenza. Esta esposicion no fué la sola que haya aflijido á la República. Entre los amotinados que se hallaron muer- tos en el sitio de la acción , se tomaron los cadáveres de Saez y de tres compañeros suyos , y fueron colgados á una horca levantada en la plaza mayor ; ejemplo que sin duda contristaba las costumbres del país, pero nece- sario para intimidar á los facciosos, tranquilizar á los habitantes é impedir que el movimiento dejenerase en un gran alzamiento. 18/j. HISTORIA DE CHILE. Los demás facciosos fueron declarados traidores á la patria, al paso que todos los militares que defendieron la causa legal recibieron una recompensa individual, proporcionada á su grado, y un escudo, para poner en la manga de la casaca , con el exergo : Yo salvé la patria (1). El joven Juan de Dios Vial , hijo del comandante de las armas, se distinguió, en aquella ocasión, por su se- renidad y presencia de ánimo. Así como recibió la descarga, sacó una pistola y corrió á descargarla, á quemaropa , contra Figueroa ; pero erró el tiro. La junta suprema, para darle una prueba de su sa- tisfacción, decretó que pudiese llevar siempre la pistola á su lado, ó bien bordada en la manga de su vestido. Por donde se echa de ver que las costumbres demo- cráticas, que, al ejemplo de los Estados Unidos, se que- dan introducir, no podian preservarse de cierta tenden- cia involuntaria al espíritu de vanidad y de ostentación , tan propio del carácter español , bienque, por otra parte, tan útil para dar entusiasmo, y avivar la ambición. Tan pronto como el buen orden pareció un poco res- tablecido, y que el acontecimiento hubo sido encadenado en provecho de la libertad , los miembros de la junta pensaron en sacar partido de la victoria para precaver otra revolución. La primera sangre que esta lucha aca- baba de hacer derramar les daba una fuerza legal de que pudieron servirse contra los ajitadores, é informados de que los dragones de la frontera habían marchado por el camino de Valparaíso con intención de reunirse (1) Los oficiales fuerou ascendidos. Los sarjemos recibieron tres pesos fuer- tes, los cabos \einte reales, y los soldados dos pesos. Las viudas recibieron también u na recompensa proporcionada á los grados de sus difuntos maridos. Archivos del gobierno. CAPÍTULO XII. 185 á los auxiliares, que venían de Concepción, para orga- nizar una resistencia simultánea, enviaron contra ellos una compañía de dragones á las órdenes de Henrique Campino, el cual los alcanzó en la cuesta de Prado, y los hizo casi á todos prisioneros, gracia al socorro que le ofrecieron los mismos auxiliares que querían sobornar y con los cuales fueron incorporados haciendo parle de la espedicion de Buenos-Aires. Después de esto, persuadidos los miembros del Go- bierno de que las circunstancias los habían puesto en una altura desde la cual se desvanecen todas las consi- deraciones para no dejar dominar mas que la política que interesa á la tranquilidad del país, creyeron oportuno pensar, pero sin odio ni pasión, en todas las personas que , por su posición ó su influjo , habían tenido parte , mas ó menos directa, en aquella contrarevolucion. El ex-presidente Carrasco , retirado , después de su caida, en una casa de la Chimba, fué una de las pri- meras víctimas de este sistema de suspicion. Acusado de ser uno de los cómplices del complot, fué arrestado y traído al palacio con su amigo don Julián Celleruelo , en casa del cual vivía , y ambos fueron puestos en la cárcel. Igualmente fueron arrestados algunos Chilenos ene- migos del gobierno establecido, y muchos Españoles, puestos, á poco tiempo después, en libertad por orden del licenciado Correa de Saa, encargado de su interro- gatorio. Pero lo que mas preocupaba la junta era el deseo que todos tenían de destruir, de una vez y para siempre, el poder de la Real Audiencia, que, como cuerpo sabio y respetable, podia, tan pronto como sus heridas estu- viesen cicatrizadas, recobrar bastantes fuerzas para po- 186 HISTORIA DI CHILE. ner nuevas trabas á la marcha de una idea, tan diame- tralmente opuesta al juramento y á los intereses de sus miembros. Era esto una especie de nudo gordiano que no se podia deshacer mas que por violencia, y que el carácter serio y fuerte de Rosas podia solo, en aquel momento , tener el arte de desanudar. Para ello , la junta tenia que hacer, sino una cuestión de derecho, á lo menos una de urjencia y de necesidad , fundada en los acontecimientos que acababan de suceder, y en la necesidad de evitar animosidades. Los oidores por otra parte protestaron de su ino- cencia y procuraron temporizar con el nuevo poder; pero cansados del papel humillante de una obediencia pasiva , cuando , poco antes , eran tan vanos y orgu- llosos, concluyeron separándose y dispersándose ellos mismos. El 6 de abril, clon José Santiago Áldunate dio el primer ejemplar de una completa abnegación de sus derechos, renunciando á su título de oidor, y, dos días después, pidió su pasaporte para Lima. Este ejemplar fué muy luego seguido por Irrigoyen y Baso y Berri, que el gobierno mandó detener en Val- paraíso , con orden , al primero , de volver á Europa por la via de Buenos-Aires. En fin, el 26 del mismo mes, la Real Audiencia se halló enteramente disuelta, y los dos miembros que que- daban fueron desterrados, con sueldo de 150 pesos, uno, Rodríguez, á San Fernando, y el otro, el deán Concha, á la Ligua ; pero á este, como pariente de José Nicolás Cerda, se le permitió permanecer en la chacra de su primo, en Nuñoa con su mujer y sus diez hijos, y de allí pasó á la hacienda del Injenio (1). (i) Este Concha habia sido sumamente útil al país. En tiempo de su presi- CAPÍTULO XII. 187 Así terminó aquel célebre tribunal, que gozaba en América de la mas alta consideración , como primera corporación , y cuyos miembros , escojidos , en jeneral , entre los sujetos mas notables , por su ciencia é integri- dad, recibían continuamente testimonios de respeto y de sumisión , que dejeneraban algunas veces en una es- pecie de culto; consecuencia de la política diestra del gobierno español , que por medio de leyes esclusivas, y de aislamiento, quería dar á sus empleados un gran prestijio, y, sobre todo, poner á los magistrados á cu- bierto de todo atentado contra su santo ministerio. Por esta especie de contracción, la posición de los oidores era tan penosa como ridicula, pues no podían contraer matrimonio en el país, ni asistir á casamientos ni á entierros, ni siquiera ser padrinos de un niño, en el bautismo. Igualmente, les era prohibido adquirir bienes raices, especular, recibir regalos de gran lujo, y el nú- mero de casas á donde podían ir de visita era tanto mas limitado, cuanto les estaban prohibidas las de los nego- ciantes y abogados, y, sobretodo, las de personas que tuviesen alguna causa ó proceso. De este modo, las leyes cuyos intérpretes eran , á la vez, y columnas, seguían con su influencia natural y á dencia interina en la real Audiencia , había mandado desembarcar del buque estranjero, Warren, todo el hierro y acero que llevaba, para distribuirlo entre los agricultores y los mineros, que carecian enteramente de ellos; creó en Santiago una sociedad de beneficencia, de la cual fué nombrado presidente y director. Enriqueció con muchas obras la academia de matemáticas, formada por el gran patriota Salas, y habia hecho insiancia al rey enviase profesores de mineralojía para fundar una escuela de minas. La humanidad de sus senii- mientos no era menos recomendable. Hizo grandes amejoramientos en el hos- pital de San Juan de Dios , y promovió una suscripción , que produjo 200 pesos, para subvenir á sus necesidades. Nombrado , en 1801 , director de dicho esta- blecimiento, obró con tanto celo y economía, que halló posibilidad de admitir cien enfermos cuando la dotación era solo de 53 camas. archivos del gobierno. 188 HISTORIA DE CHILE. cubierto de fraudes, vijilando las acciones de los ciuda- danos que faltaban á sus deberes, sin distinción de ran- gos, y por elevados que fuesen, pues entre aquellos jue- ces la injusticia era desconocida. El porte de sus mujeres no estaba menos sujeto á una rigorosa vijilancia del rejente y del presidente. En efecto, estaban sometidas á la misma etiqueta y á las mismas prohibiciones, y obligadas á participar de las privaciones sociales de sus maridos, que por este modo de vida se hacian necesariamente graves y taciturnos. En vista de una existencia tan particular, llena de misterios y tan diferente de las demás existencias so- ciales, ¿ que se podia hallar de estraño en el prestijio de que gozaban aquellos anacoretas políticos? ¿ Los tan alabados agüeros de la crédula antigüedad llevaban por acaso otra clase de vida ? La Real Audiencia no fué la sola que tuvo que sufrir su mala suerte, pues la misma cupo á algunos militares y á todos los empleados que por su rango podían aun ejercer algún influjo en la suerte política del país. Ya se ve que después del sangriento acontecimiento del Io de abril, la revolución ya no estaba obligada á mira- mientos; el velo se habia rasgado, y se hallaba, mas bien, en la precisión de echar á un lado toda irresolución y de avanzar francamente y con denuedo á sus fines , si quería elevarse á la altura que estos pedían. Los me- dios de que debia disponer eran la justicia , el derecho y la fuerza; porque después de las reuniones electorales el principio de la revolución ya no se hallaba concentrado solamente en la capital, sino que se habia estendido á casi todas las provincias, y habia encerrado en su cír- culo de acción á una infinidad de personas que, hasta CAPITULO XII. entonces, se habían mantenido estrañas é indiferentes al movimiento, y que ahora estaban muy dispuestas á entrar en él. Por otra parte, era de temer que el virey Abascal no quisiese tolerar principios cuyas máximas escritas en las banderas de la Plata eran combatidas por sus tropas en el alto Perú, y que, al fin, se decidiese á enviar al país un ejército de invasión considerable. Tal era la opinión de muchos hombres de previsión, opinión tan pronto justificada, tan luego desmentida por las cartas de Lima ; y aun parece que en los papeles de Tomas Figueroa se hallaron pruebas de aquella intención , y el aviso de la salida del buque San Juan , fletado con armas para los que intentasen la primera insurrección. Todas estas noticias sujirieron á la junta suprema el dar su principal atención al ejército nacional , y mandar disciplinar las milicias, á pesar de los grandes gastos que estas medidas podian ocasionar. Al mismo tiempo , se procuró que la relijion contribuyese á aumentar el en- tusiasmo del pueblo, y al efecto mandaron venir al eminente patriota Andreu , obispo auxiliar , que , el 7 de abril , principió á predicar en la plaza mayor, en favor de aquella noble causa , aconsejando al pue- blo : « De respetar, obedecer y amar al gobierno , como fundador de un sistema el mas conforme á la razón y á la relijion , y el mas á propósito para librarnos de las intrigas y ambición de Bonaparte. » Andreu llevó su celo hasta el punto de sujerir la delación al gobierno de cuantos fuesen opuestos á di- cho sistema, y pudiesen , por consiguiente, serle perju- diciales. 190 HISTORIA DE CHILE. \v El dia siguiente de este sermón , que causó, como era natural , grande sensación á los realistas Chilenos y á los Españoles, murió el digno y virtuoso prelado don José Antonio Martínez , obispo de Santiago. Esta muerte fué en estremo sensible , en razón de la ciencia , de las virtudes y bellas prendas que adornaban aquel ilustre Chileno , cuya estremada jenerosidad le habia hecho el verdadero padre de los pobres. Esta jenerosidad era tal, que antes de salir para el obispado de Guamanga se habia desprendido de su inmensa fortuna para darla á sus parientes y á necesitados , quedándose él reducido á una modestísima existencia. Los achaques de que ado- lecía después de su vuelta y su avanzada edad le im- pedieron de tomar parte en las deliberaciones de la junta, y así murió libre de todo acto político , y casi sin que el gobierno lo supiese. Su cuerpo, después de haber reci- bido los honores debidos á su rango y á su mérito, fué en- terrado en la catedral. Pero si esta pérdida pasó como sin sentirse para la junta, no sucedió lo mismo con respecto al clero, cuyas antiguas pasiones se despertaron con la ocasión del nom- bramiento de un vicario jeneral , empleo que , por la muerte del obispo, tuvo que abandonar el canónigo don Domingo Errazuris. Los realistas querían poner, en lu- gar de este, al sabio Rodríguez. El cabildo, al contrario, quería al canónigo Fretes de Buenos-Aires, hombre de mucho talento y actividad , y uno de los mas eminentes patriotas ; pero su calidad de estranjero , en una época en que el amor nacional quería que la revolución chilena no perteneciese á nadie mas que á sí misma, fué la causa de que dicho nombramiento recayese en el mismo Erra- zuris. Sin duda alguna, ignoraban que en aquel mismo CAPÍTULO XII. 191 instante , un Chileno , también canónigo , el doctor don José Cortés Madariaga, ocupaba un alto puesto y tomaba una parte la mas activa y gloriosa en la revolución de Caracas , con grande satisfacción de un pueblo que no era menos celoso de su nacionalidad y patriotismo. CAPITULO XIII Aplazamiento de las elecciones de Santiago. — Llegada de los diputados de las provincias. - O'Higgins. — Proclama de la junta. — Tendencia de Rosas á al- canzar la presidencia. —Rivalidad entre Rosas y el ayuntamiento. — Instala- ción del tribunal de apelación , y del de seguridad pública. — Reconocimiento de la junta por el marques de Casa Irujo. — El marques de Medina no admi- tido como presidente de Chile. El triste acontecimiento que acababa de suceder habia producido dos grandes efectos ; el de desmoralizar el partido realista , reducido , en lo sucesivo , á una nulidad casi completa, y el de adelantar á los liberales en térmi- nos , que ya no podian ni hacer alto , ni volver atrás. Ya no podian menos , aunque no quisiesen , de dejarse llevar de la pendiente que los conducía al punto mar- cado por la Providencia , y de ayudar al movimiento en su propia fuerza de acción y de progresión. El pueblo de Santiago se hallaba aun conmovido por la sensación que le habia causado la sangre derramada ; porque no estando acostumbrado á estas insurrecciones armadas, y no habiendo participado nunca á luchas políti- cas, le eran aun enteramente estraños los sentimientos de pasión y de odio que enjendran jeneralmente las guerras de partido. Por lo mismo , su emoción , en aquella cir- cunstancia, era por las infelices víctimas, que su sencillez natural les haeja considerar como un objeto pasivo de una disputa de intereses. Las personas de distinción, dominadas por los mismos sentimientos, no estaban menos conmovidas ; se habían puesto casi indiferentes a la suerte de la República, y habían diferido casi indefini- CAPÍTULO XIII. 193 damente las elecciones interrumpidas por el aconteci- miento. Entretanto , las provincias habían nombrado ya sus diputados, y todos los dias se veian llegar algunos á San- tiago. Entre los que estaban presentes se hallaba O'Hig- gins, que Rosas había llamado con la mas premurosa solicitud. Cuando había sabido la rebelión de Figueroa , se en- contraba cerca de Curico , y su primera intención había sido de continuar aceleradamente su marcha para tomar parte en las consecuencias del suceso. El 5 de abril , llegó á Santiago, y apenas se apeó corrió al palacio, embozado aun en su poncho de camino, para ponerse á la disposición de la suprema junta, ofreciéndole su espada para contribuir á calmar los pocos temores que pudiesen tenerse todavía: Pero si habia temores , ya no eran de que hubiese una nueva rebelión , y la inacción provenia solamente de la consternación que habia paralizado todo movimiento, y llenado de amargura los corazones de los habitantes! De todos los miembros de la junta , no hubo verdadera- mente mas que Rosas que se hubiese mostrado superior al acontecimiento , y mantenido á la altura de su misión. Sin participarlo á los demás miembros , habia escrito una proclama, en la que, después de haber dado al- gunos detalles sobre el suceso del Io de abril , y sobre la conducta del pérfido Figueroa, decia, para tranqui- lizar los ánimos, que se haría justicia equitativa pero rigorosa : «No hay medio (anadia). Es preciso llenar digna- mente esta obligación del gobierno. Chile no debe ali- mentar en su seno á los monstruos que han proyectado V. H^TOIWA. I 'í 194 HISTORIA DE CHILE. devorarlo , y aunque la humanidad se resienta del escar- miento , la patria imperiosamente lo manda. Su muerte evitará la de tantos inocentes que han estado á punto de ser víctimas del furor de los asesinos del dia primero (i). » Rosas habia manifestado muchas veces el deseo de ver á O'Higgins á su lado , porque sabia que con su ca- rácter decidido y denodado conseguiría mas fácilmente romper el último eslabón de la cadena que sujetaba el país á la monarquía española. Las grandes revoluciones (decia él) no se hacen sin conmociones ni sin violencias, y el ejemplo del Io de abril le convencía de que debia imprimir al movimiento un carácter esencialmente mili- tar, afín de contener por la fuerza el espíritu de traición ; pero estaba lejos de ser él mismo soldado, y la ambición de O'Higgins no se habia aun puesto en evidencia, ya fuese por respetos á su ínclito maestro , ya porque sus inclinaciones guerreras estaban aun comprimidas por la fuerza de la subordinación. De todo esto nacia la necesidad de ceñirse aun á los consejos de una política diestra y astuta, por los que el hombre obra con prudencia , y, muchas veces , contra su propio modo de sentir. En efecto , habia pocos dias que Rosas y los demás miembros de la junta habian fir- mado una proclama alentando á los Chilenos á que se elevasen á la esfera de independencia que les habia señalado el autor de la naturaleza, y á presentar á los es- tranjeros el espectáculo de un pueblo instruido y labo- rioso ; á nuestros hermanos , los valientes , leales y desgraciados Españoles Europeos , abriéndoles un asilo que mitigue el dolor de haber perdido sus hogares ; á (1) Obra en mi poder una copia de esta proclama, debida, según me dijo B. O'Higgins, á la sola pluma de J. Rosas. CAPÍTULO XIII. 195 nuestro buen rey, conservándole este último reducto de la fidelidad , mejorado, si es posible, hasta el punto de hacerlo digno de su morada (1). » Tal era aun el lenguaje de Ja junta en el momento de las elecciones, lenguaje que para tranquilizar los áni- mos y temporizar con el enemigo, tenia la fatalidad de paralizar el arranque de la libertad nacional , y de este- rilizar la ventaja que acababa de obtener sobre el abso- lutismo. Al mismo tiempo, alentaba las pasiones, aun ardientes, del partido vencido , le autorizaba á levantar la cabeza y lo impelía, por decirlo así, á disputar el éxito, procurando introducir legalmente en el congreso miembros enemigos del movimiento , y afectos con alma y vida a la monarquía española. Este era, en resumidas cuentas, el resultado de la política tímida, débil sin previsión, y, muchas veces, contradictoria, que subyu- gaba á la mayor parte de los miembros del nuevo so bierno. & LaS elecciones de las provincias , que habían parecido ser favorables á los liberales, acabaron por resentirse de esta organización viciosa. Algunos realistas habían conseguido ser nombrados diputados , y tan luego como pegaron a Santiago se pusieron en relación con los fcspanoles y Chilenos enemigos del gobierno. Rosas no los perdía de vista, y procuraba adivinar, con su tino infalible , el papel que cada uno de ellos pensaba desem- peñar Analizaba el talento y la conciencia de todos. Calculaba el influjo que tenían, y después, en sus reu- niones, nunca dejaba de insinuar la oposición que iban a causar en la asamblea, y cuan urjente era adoptar medidas propias á desbaratar sus arterias. (1) Esta proclama se halla en el diario mss. de don Mannel Salas. 196 HISTORIA DE CHILE. Era esta una astucia de aquel gran político , que pre- viendo se pondrían trabas á sus miras de interés y de ambición , se preparaba con tiempo á romperlas. Porque no puede menos de verse , en todas las acciones de Rosas, un vivo deseo de dominar al país, y de llegar á ser su presidente. Desgraciadamente, tenia por concurrente á Ignacio de la Carrera , que pretendía lo mismo , y con mas derecho , no por su talento sino porque era Chileno , y representaba el ayuntamiento , siempre deseoso de introducirse en el poder supremo. De estas dos opuestas pretensiones surjió un espíritu de rivalidad que separó los miembros de la junta en dos campos, siempre dispuestos á hacerse una verdadera guerra sordamente. Por consiguiente , era muy impor- tante para el fiero republicano el aumentar el número de sus partidarios en el poder ejecutivo, y, al efecto, pro- puso la necesidad de reunir todos los diputados que se hallaban en Santiago , y de incorporarlos en la junta para tener parte en sus sesiones. Esta proposición fué hecha por el diputado de Valparaíso , Agustín Vial , que citaba los ejemplos de Buenos-Aires, Quito y otras partes , para que pareciese mas conforme á lo que pedían las circuns- tancias. Rosas, Rosales y Márquez de la Plata la apoya- ron con todo su poder, y fué combatida por los demás miembros, reunidos a una diputación del ayuntamiento, á la cabeza de la cual se hallaba el procurador de ciu- dad , el ríjido Miguel Infante. Desde luego, se levantó una discusión , tan viva como terca de ambas partes, pero que se terminó en favor de Rosas ; porque los Chilenos presentes en la reunión , fas- tidiados de vivir en incertidumbre , y deseando tener un sobierno laborioso, se habían manifestado altamente CAPITULO XIII. 19, inclinados á ella, y con mormullos bastante ruidosos habían conseguido intimidar á Miguel Infante , y obli- garlo á retractar, ó , á lo menos , á modificar su dis- curso tocante á aquel plan (1). Este nuevo contratiempo le fué muy sensible al ayun- tamiento. Desde algún tiempo á aquella parte, su parti- cipación en los asuntos públicos se hacia ilusoria , y se hallaba tanto mas descontento en aquella circunstancia, cuanto la cuestión, ya bastante grave por su naturaleza, presentaba un ínteres capital de existencia para aquella grande corporación. Gomo la solución dependía mucho de los diputados , el ayuntamiento se creia el derecho , á lo menos, de retardar y diferir la ejecución del proyecto hasta la elección de los vocales de Santiago, que debían ser nombrados á principios del mes de mayo. Así lo pidieron los cabildantes con mucha instancia ; pero se les negó como contrario al plan de Rosas , y, desde aquel instante , trabajaron con mucho mas ahinco en contrarrestar el proyecto de aquel gran patriota , para lo cual emplearon todo su influjo afín de que se nom- brasen diputados favorables á su competidor Carrera. Las elecciones, que debían tener lugar el primero de mayo, fueron diferidas hasta el 6, por causa de algunos desórdenes que sucedieron. De parte y de otra hubo actos de agresión y de resistencia. Rosas empleó todos los recursos de su injenio para alcanzar sus fines. Tan pronto intentaba ganar las tropas , nombrando , de su propia autoridad, un jefe afecto, tan pronto llamaba á las elecciones los mulatos que podían votar legalmente; pero burlado enteramente por el Ayuntamiento, y por una porción de la junta, vio su prestijio debilitarse por (1) Conversación condón Miguel infante, i 198 HISTORIA DE CHILE. \ esta táctica electoral, y, en efecto, el escrutinio dio dipu- tados contrarios, en jeneral, á sus miras. Y sinembargo no se puede decir con certeza que Rosas no tuviese en sus acciones mas móvil que el de su interés propio. Es verdad que se le echaban en cara algunos antecedentes que autorizaban en cierto modo á suponerlo, ya fuese en Concepción, ya por haber parti- cipado mucho del lucro vergonzoso del asunto del buque Escorpión; pero en este momento daba muchas prue- bas de desinterés, tanto para sí como para los suyos en el hecho de no querer aceptar para ellos ningún empleo de oficial en los rejimientos que se formaban ; conducta que estaban lejanos de seguir los demás miembros de la junta; y ademas de esto, ¿ porqué no se habia de tomar en cuenta el estado moral de la revolución, cuando él visaba á la presidencia? La revolución, siempre débil é incierta, sin tener mas que el apoyo pasivo de un par- tido en el que, menos algunos, todos querían paz y tranquilidad , no tenia verdaderamente por sí mas que á él, y él solo podia , por sus jenerosos arranques, y sus principios democráticos, darle la fuerza y eficacia de que era capaz, y conducirla pronta y noblemente á su verdadero fin. Sobre este punto, la propia conciencia de Rosas le dictaba lo mucho que podia hacer en favor de un pueblo que tenia tanto trabajo en sacudir el yugo de la escla- vitud, de cuyos hábitos tanto adolecia ; y así, animado por sus compatriotas los diputados del sur, y por muchos habitantes de Santiago, entre los cuales se hallaban la numerosa familia de Larrains , la de Salas , Rojas y otras, no desesperó de su éxito, y esperó ocasión mas oportuna para renovar pretensiones justificadas por su CAPITULO XIII. 199 patriotismo y su capacidad, y que él sabia serian suma- mente útiles para el país, demasiado imbuido aun de ideas monárquicas, y para el cual la consolidación de la República era aun un problema. El 9 de mayo, se celebró en Santiago la elección de sus diputados y el triunfo del Ayuntamiento con grandes demostraciones de júbilo. Hubo misa en acción de gra- cias, á la cual asistieron las diferentes corporaciones. Se entonó el Te Deum con gran repique de campanas y salvas de artillería, y se prolongaron las funciones hasta el 11, dia en que ios nuevos diputados se reunieron con los demás para tener parte en las sesiones. Una de las primeras operaciones fué nombrar ocho alcaldes y rejidores para reemplazar á los que la cámara se habia apropiado como diputados. En seguida, se pro- cedió con premura á la reorganización del tribunal de justicia , el cual , desde la caida de la Real Audiencia , no habia podido asentar decreto alguno, ni en la justicia civil, ni en la de Alzadas, relativa al ramo de consulado y minería. Habría podido ser esta coyuntura sumamente feliz para introducir en aquella administración una parte de las reformas que, desde algún tiempo, el carácter na- cional , la naturaleza del país y los principios de la nueva existencia social reclamaban ; pero á pesar del espíritu eminentemente lejislativo de algunos Chilenos, estos no podían emprender aun tamaña tarea. Las leyes españolas no podían ofrecerles todos los elementos uniformes y mecánicos que constituyen un código con- veniente para un país. Eran ellos mismos demasiado novicios , y necesitaban , ante todas cosas , pene- trarse de la lejislacion estranjera , casi desconocida en -■ ' . 200 HISTORIA BE CHILE. Chile, y tan rica de toda especie de cuestiones jurídicas. En consecuencia , no hicieron innovación alguna en la lejislacion , y continuaron sirviéndose de la inmensa colección de leyes coordinadas de un modo indijesto y sin método, verdadero caos que la mas admirable pa- ciencia podria á penas desenmarañar. Noobstante, se mudó el nombre del tribunal en el de apelación, formado de tres juiciosos y sabios abogados y presidido por otro, que no tenia mas facultades que la del gobierno económico y distributivo en el despacho de los negocios (1). Estos actos, que no exijian ninguna contracción me- ditativa , ni podian dar materia á oposición , pasaron sin tardanza y sin dificultad; pero no sucedió lo mismo cuando fué preciso entrar en todos los pormenores de la administración jeneral y particular. Entonces, el po- der, fraccionado entre treinta y seis miembros, se hizo una especie de juguete de las ideas las mas vanas é in- sustanciales. Cada cual quería dar á la discusión su voto de censura, y de allí se orijinaron disputas acaloradas y ridiculas, que muy pronto dejeneraron en personali- dades, resultado que les sujirió el dividirse en secciones, según su gusto, sus conocimientos y capacidad. De este modo, hubo la sección de hacienda, la de estado, la de guerra, la de policía. Cada una de ellas tenia sus reu- niones diarias y particulares, y en las jenerales, presi- didas por la junta, daban una idea de sus operaciones, que eran discutidas antes de ser adoptadas (2). (1) Estos jueces, á quienes se confinó el título de colegas, eran : Juan de Dios Gacitua, don Francisco Per< z García y don Lorenzo Villalon. El presi- dente fud don Francisco Cisternas. El sueldo que leuiau era de 2500 p. al año. Martínez, Historia mss. de la revolución de Chile. (2) Conversación ron Bernardo OyRiggms, CAPITULO XIII. •201 Es verdad que estas operaciones no tenían gran importancia para las administraciones, y, las mas de las veces , eran relativas á la forma y al reglamento que se habían de dar al Congreso que iba á ser ins- talado. En este punto^, Rosas hacia cuanto podía para que prevaleciesen sus opiniones, que los diputados de Santiago conseguían siempre modificar, y aun de- sechar. Desde la entrada de estos nuevos miembros en la asamblea , las discusiones se habían presentado mas apasionadas ; se habia formado una verdadera oposi- ción contra J. Rosas, oposición que los partidarios de este llamaban la oposición de los Godos. Rosas procuró deshacerse de esta oposición , atacando la legalidad de las elecciones de Santiago , que no debia dar mas que seis diputados, en lugar de doce, y procurando probar que semejante mayoría en una ciudad violaba las con- diciones de la igualdad electoral , y que era una espo- liacion política que daría nacimiento á privilejios , que era preciso evitar, en cuanto fuese posible. O'Higgins sostenía con todo su poder la moción de su maestro , demostrando que aquella representación nacional era absolutamente contraria á la letra y al es- píritu del decreto de 15 de diciembre de 1810, y que su protesta no era , en el fondo, mas que la espresion de la voluntad de todos sus electores ; lo cual probó por el tenor de su mandato. Otros doce diputados protestaron igualmente contra aquella desigualdad electoral (1). Algunos dias antes, el partido ele Rosas habia querido formar un rejimiento de patriotas , hombres de influjo , (1) Conversación con B. OHigqins. 202 HISTORIA DE CHILE. en jeneral , y los mas afectos al sistema revolucionario. El obispo auxiliar Andreu se había ofrecido de capellán , y los SS. Mendíburu y Recavarren debían de ser los jefes. Este rejimiento, organizado sobre el pié de los de la Concordia de Cádiz y de Lima , había de ser el Pala- dión de la república naciente , pero tenia el inconve- niente ele presentarse como parto del pensamiento de una facción representada por los dos jefes, el uno de ellos suegro , y el otro íntimo amigo de Rosas. El par- tido del ayuntamiento se apresuró á arruinar dicho proyecto, al cual sustituyó el de un tribunal de segu- ridad pública , que , en efecto , fué instalado el Io de junio, teniendo, por presidente, á Martin Calvo Ence- lada, y, por asesores, á los dos honrados patriotas Agus- tín Eyzaguirre y Gabriel Tocornal. El objeto de este tribunal era vijilar los enemigos de la revolución, y particularmente los Españoles, que, si veían el poder monárquico trastornado , no lo veian aun enteramente aniquilado. Ciertamente, hubo en aquella circunstancia algunos actos arbitrarios, y aun, tal vez, injustos; pero ¿quien se atrevería á pretender poner, en tiempos de revolución , en un cuadro regular los dife- rentes actos de dos partidos? En aquella época fué, poco mas ó menos, cuando llegó á Valparaíso la fragata Bigarrena , proveniente de Montevideo con pliegos para el gobierno chileno, entre los cuales habia un oficio del gobernador español en la corte de Rio Janeiro, el marques de Casa Iruyo , apro- bando en todo su tenor el acta de instalación de la junta y los motivos que le habían dado oríjen. Era este un do- cumento sumamente importante para el partido republi- cano , que se apresuró á mandarlo publicar en todas las CAPITULO XIII. 203 ciudades , como propio á atraer á sus principios las per- sonas tímidas y timoratas. Con el mismo oficio, habia otro del marques de Me- dina , nombrado gobernador de Chile y presidente de la real audiencia por la junta gubernativa de Sevilla , el cual se hallaba , á la sazón , en Montevideo , y pedia pasar á Chile para llenar el puesto á que estaba desti- nado ; pero casi unánimemente la asamblea votó su es- clusion, y, pocos dias después, se le contestó : « Que Chile, á ejemplo de otros vireynatos y presiden- cias de la América , estaba resuelto á gobernarse por sí mismo hasta la completa pacificación de España , y re- greso de su amado rey Fernando Ylí , y que , por consi- guiente , se sirviese quedarse en Montevideo. » Al mismo tiempo, se escribió á la junta de Buenos- Aires , rogándole se opusiese por todos sus medios á su salida (1). (1) Archivos del gobierno. CAPITULO XIV. Apertura del congreso. — Discurso de Rosas. — Organización de la mesa de la presidencia.— Tentativa de los radicales para que Rosas fuese nombrado pre- sidente. - Protesta de la provincia de Concepción contra el número de dipu- tados de Santiago. — Segunda tentativa en favor de Rosas. — Arrivada del navio ingles Standart, y objeto de su viaje. — Tumulto en Santiago y nuevo chasco de los partidarios de Rosas.— Separación de trece diputados de la Asamblea. — Ultimo esfuerzo en favor de Rosas, y salida de este para Con- cepción.— Reflexiones sobre este acontecimiento. La apertura del congreso habia sido fijada, final- mente, para el ilx de julio. Los miembros del poder ejecutivo, queriendo dar á aquella augusta ceremonia la mayor solemnidad, pidie- ron el concurso majestuoso de la relijion, y á la aper- tura del congreso precedieron , en todas las iglesias , tres dias de rogativas, que el clero hizo con muchísimo fervor. Sinembargo, los hombres mas eminentes estaban con zozobra sobre el resultado de aquella instalación ; por- que tenían demasiado presente el acontecimiento del pri- mero de abril, para no temer que se repitiese la misma trajedia, y con tanta mas razón, cuanto se sabian los pasos que acababan de dar los amigos de Rosas para poder asistir á las sesiones de la asamblea, como usando de un derecho inerente á la libertad y á la soberanía del pueblo. El fin, sabido de todos, que se proponían en esto, era el' dar impulso á su corifeo para que alcanzase la presidencia, y, sin duda alguna, el partido contrario tomó por pretesto la solemnidad de aquella imponente ceremonia para desplegar, en aquel dia, todas las fuer- CAPITULO XIV. 205 zas de que podia disponer, á fin de mejor comprimir todo pensamiento de violencia. El coronel Reina, que, en despecho de Rosas, habia sido nombrado Comandante jeneral de las armas, fué encargado de tomar todas las medidas militares conve- nientes, y el 14, de madrugada, habia mandado ocupar militarmente los principales puntos de la ciudad por las tropas milicianas y veteranas, en la forma siguiente : « En la plaza mayor formaban el Tejimiento del rey al costado del S. y O. ; el batallón de Pardos al este ; el batallón de granaderos y la compañía de la Reina ten- dían al norte, estendiendo su línea hasta la puerta del costado de la catedral, por donde debia entrar y salir el gobierno, y todas las cuadras inmediatas á la plaza estaban guarnecidas de los Tejimientos de caballería príncipe y princesa, teniendo orden todas las tropas de no permitir tránsito á persona alguna que llevase pon- cho, si capa. No se olvidará de asegurar bien el parque de artillería con dobles centinelas y varios cañones car- gados á metralla; y, asimismo, la sala de armas, etc. » Gomo á las nueve y media, entraron en la plaza todos los que componían el cuerpo del gobierno ; la junta, con todos los diputados; el nuevo tribunal de apelaciones ; el cabildo con muchos jefes militares y al- gunos vecinos principales. «La tropa presentó las armas, y entre el estruendo marcial de una salva de artillería se dirijió el pomposo congreso á la santa Iglesia catedral, en donde, preve- nido el cabildo eclesiástico, se dio principio á la misa, que celebró el vicario capitular. » Acabado el evanjelio, se les dio incienso y á besar el misal á los vocales de la junta. 206 HISTORIA DE CHILE. » Dijo la oración el célebre padre Camilo Henriquez de la buena muerte, quien, después de haber dado una breve noticia del oríjen, progresos y fin de los princi- pales imperios del mundo, esplicó que los pueblos, usando de sus derechos imprescriptibles, habían va- riado á su voluntad la forma de los gobiernos ; y de esta doctrina intentó deducir y probar los tres puntos en que dividió su arenga. » El Io decia que la mutación del gobierno de Chile era autorizado por nuestra santa relijion católica ; » El 2o, que era conforme y sostenida por la razón en que se fundaban los derechos del hombre; y » El 3o , que entre el gobierno y el pueblo existia una recíproca obligación, con el primero, * De promover la felicidad y libertad del segundo ; y con este, » La de someterse, con entera obediencia y confianza, al gobierno. » Habló de la tiranía y despotismo de los gobiernos monárquicos, que, con la fuerza, tenían usurpados y comprimidos los derechos con que Dios crió al hombre libre para elijir gobierno que mas le acomodase, pues por principio natural inconcuso todos tenemos derecho de proporcionarnos un estado que nos libre de los ma- les, y nos atraiga la felicidad posible; que la esclavitud en que nos tenían debíamos repelerla con el sacrificio de todos nuestros esfuerzos, y aun de nuestra misma vida, y que, por dirijirse á este heroico empeño, la ins- talación del congreso nos debía ser tan recomendable, como respetado y obedecido este cuerpo, y su suprema autoridad, pues en él depositaba toda su confianza, sus CAPITULO XIV. 207 innegables derechos y la esperanza de su libertad y felicidad todo el reino de Chile. » Concluido el sermón, se levantó el secretario Argo- medo, y, puesto al frente del congreso, exijió el jura- mento de todos los diputados, en la forma siguiente : » ¿ Juráis por Dios nuestro Señor, y sobre los santos Evanjelios, defender la relijion católica, apostólica ro- mana ? » ¿ Juráis obedecer á Fernando VII de Borbon , nuestro católico monarca? » ¿ Juráis defender el reino de todos sus enemigos inte- riores y esteriores, cumpliendo fielmente con el cargo? » Entonces respondieron todos en clara voz : » Sí juramos. » Dicho esto, se levantaron los diputados, y, pasando de dos en dos , hincaron la rodilla ante la imájen del crucificado, que estaba sobre una mesa, en el presbi- terio, y tocaron el libro de los SS. Evanjelios, retirán- dose sucesivamente, luego que practicaban dicha dili- gencia. » Acabada la misa, salió el congreso á la plaza mayor, en donde fué saludado con salva real de artillería, y di- rijiéndose á la sala que antes había servido al tribunal de la Real Audiencia tomaron asientos y posesión de ella, prestando atención á los diputados don Juan An- tonio Ovalle y Juan Rosas, que pronunciaron, cada uno, un discurso de apertura. » (1) En el suyo, Juan Rosas trató de demostrar la triste situación de España, entregada á un guerrero poderoso y feliz por desleales Españoles sobornados por él, y empleados en favorecer sus miras ambiciosas. (1) Historia mss. de la revolución de Chile, por el padre Martínez. 208 HISTORIA DE CHILE. Pero no sucederá lo mismo en Chile, añadió él : « Aquí, los vivientes protestan que no obedecerán sino á Fernando; que están resueltos á sustraerse, á toda costa, á la posibilidad de ser dominados por cual- quier otro, y á reservarle estos dominios, aun cuando los pierda todos. » El orador se veía así obligado á proseguir la política astuciosa que en aquella época convenia al país y á las costumbres de sus habitantes; pero por una habilidad no menos injeniosa procuraba probar que ellos solos debían llenar aquel santo deber, no pudiendo fiarse, de ningún modo, á todos aquellos empleados enviados, mu- chas veces, por juntas no reconocidas, por jefes insur- reccionados, y, tal vez, por los emisarios de Napoleón, que, según el parte del embajador de España á los Es- tados Unidos, se habían estendido ya por una gran parte de la América. De este modo, justificaba la instalación de la junta, y reservaba al congreso un derecho de veto absoluto, ó simplemente de suspensión de todos los actos y de- cretos que pudiesen llegarle de España. Sobretodo, anadia él, « ¿qué cosa mas natural ni mas lójica que un pueblo tan lejano de la madre patria , y tan aislado, se encargue de su propia defensa? Ademas, ¿ no es este un ejemplo que nos da la misma España? ¿ Formándonos en junta, y dándonos una constitución, no obramos nosotros según estas mismas inspiraciones?» Y entonces, llenando de confianza los corazones tími- dos de la mayor parte de los diputados, procuraba des- pertar sus sentimientos de gloria, haciéndoles compren- der los méritos que iban á recojer para sí y para sus descendientes por « haber fabricado la fuente de las CAPÍTULO XIV. 209 virtudes, el asilo de la inocencia, el destierro de la tira- nía, en suma, el honor y la seguridad de la patria. » « Borrad, anadia, de vuestros diccionarios las voces escepcion, y olvidad hasta las ideas de estos anzuelos del despotismo, que ni las provincias, ni los cuerpos ni las personas pueden tener privilejios que los separen de la igualdad de derecho. Por eso echo de menos entre voso- tros á los representantes de los cuatro Butalmapus. » Así los exortaba á trabajar con justicia y conciencia á aquella grande obra, y no cesó de decirles que esta virtud es la primera cualidad de una nación, con- cluyendo su discurso con estas palabras : « Haced el bien y limitad vuestras miras á la dulce sa- tisfacción de haber obrado bien. Inmolaos gustosamente á vuestra patria y ocultad con destreza los servicios que le hacéis. Estas son las cualidades de un ilustre ciu- dadano, señores, y estas son las vuestras (1). » Este discurso produjo una grande sensación en la asamblea. Durante un largo rato, hubo una poderosa manifestación de entusiasmo de parte, especialmente, de los radicales; y si los demás no fueron persuadidos, á lo menos se sintieron conmovidos. Restablecido el equilibrio de la tranquilidad, los miembros de la junta y sus dos secretarios se dimitie- ron de sus títulos y poderes, y los depositaron entre las manos del soberano congreso, que, en la misma se- sión, se ocupó en nombrar su presidente, título al cual se reunía el de capitán jeneral de la República. El ve- nerable Juan Ovalle fué el que obtuvo la mayoría de los sufrajios, y se le asoció, como vice-presidente, el diputado Manuel Calvo de Encalada, y, por secretario, Francisco (1) Discurso de Rosas, según una copia escrita de la mano de Manuel Salas. V. Historia. J4 210 HISTORIA DE CHILE. i-:-.-' Tagle Torquemada. En cuanto á este, no habiendo sido nombrado mas que provisionalmente , fué reemplazado , pocos dias después, por el doctor don Francisco de Echaurren, cura de Colina, y el doctor don Domingo Ant. Elizondo, cura de San Fernando. Bien que estos nombramientos no fuesen mas que por quince dias , lo cual los ponia aun mas bajo la de- pendencia del país y de los representantes , sinembargo los amigos de Rosas no pudieron impedirse de mani- festar públicamente su gran descontento. Según ellos , hallándose aun la República en un estado débil y sin consistencia, querian un gobierno pura y simplemente representativo, y que la concentración de todos los pode- res recayese en un miembro que reuniese á las cualidades de tino, saber é intelijencia, un poco de enerjía y la firme resolución de emplear su alto influjo en destruir para siempre el último rayo de esperanza que un prin- cipio de discordia daba al partido realista , y de mar- char francamente á su fin, despojándose de la política astuta y falaz que se burlaba de la sencillez de la mayor parte de los miembros del congreso , aun tan crédulos que soñaban un gobierno constitucional, bajo la depen- dencia de un rey absoluto. Tales eran los deseos de los republicanos avanzados que, en todas las circunstancias, proclamaban á Rosas como el único capaz de llenar aquella misión, y con este objeto hubieran querido revestirlo de una fuerza pre- ponderante , y aun tal vez arbitraria , persuadidos de que en semejante posición conseguiría libertarlos ente- ramente del yugo español, levantando sin temor la ban- dera de la independencia, y cerrando la puerta á una recaída de debilidad y de timidez. CAPÍTULO XIV. 211 Desgraciadamente, la cámara se resentía, como lo hemos visto ya , de la falta de homojeneidad , lo que la había dividido en dos partidos ; el del Ayuntamiento y el de Rosas. Este último, numéricamente débil, no tenia por sí mas que su entusiasmo y su acción continua de alma y cuerpo, y no podia menos de luchar con des- ventaja contra una grande mayoría que á un deseo ar- diente de conservar su influjo reunía el de ver caído el de Rosas, elevado á la altura en que la ambición em- pieza á inquietar. « Nuestra libertad, decían los que componían aquella mayoría , está aun demasiado mal asegurada para en- tregar á un ambicioso una escesiva facultad de libre acción, de que podría servirse en su propio ínteres. » Penetrados de la existencia de este peligro, procura- ban , por cuantos medios podían , deshacer las tramas temerarias que no cesaban de urdir los fieles partidarios de Rosas. El coronel español Reyna, como comandante jeneral de las armas, habia sido encargado de esta mi- sión , que llenaba desplegando , al menor ruido , fuer- zas que comprimían todo proyecto de conspiración, y los reducía á simples pasquines que se aparecían por la mañana en las esquinas de la ciudad. Bien se comprende que con este esceso de descon- fianza, de celos y de desorden, los dos partidos estaban siempre prontos á disputarse el poder, y hacer las se- siones de la asamblea sumamente tumultuosas y poco útiles para la nación. Durante el primer período de su existencia, no hubo, en substancia, mas que discusiones pueriles, indiscretas, que muy luego dejeneraron en ca- lumnias y personalidades, indignas de la representación nacional. El partido de Rosas, que representaba el mo- 212 H1ST0K1A DE CHILE. vimiento, no podia suscribir á la inmobilidad del go- bierno, ni á sus inclinaciones casi retrógradas. Siempre que se presentaba una ocasión, no dejaban nunca de organizar una conspiración armada para proclamar á su jefe presidente y capitán jeneral de la República, poniéndolo, de este modo, en posición de dar á la revo- lución toda la fuerza de que era susceptible. En este particular, el enviado de Buenos-Aires, ayu- dado de sus compatriotas residentes en Santiago, favo- recia, con todo su poder, sus proyectos (1), y los miem- bros del congreso que participaban de sus principios, aunque pocos, no cesaban de protestar contra las elec- ciones de la capital, considerándolas como absoluta- mente nulas, en cuanto habian escedido el número de diputados que le señalaba el decreto. Esta protesta la hacian con tanto mas ahinco, cuanto el cabildo de Con- cepción, enteramente sometido á Rosas, les habia pa- sado un oficio para que pidiesen la nulidad, y exijiesen una nueva elección. Este mismo cabildo, que sabia todo cuanto sucedía en el congreso, pasó otro oficio á sus diputados para exijir igualmente que en los tres miembros que se debían nom- brar para el poder ejecutivo hubiese uno de Concepción, áfin de que fuese representada una de las provincias las mas importantes de la República. Este era aun uno de los medios que empleaban Rosas y sus partidarios para llegar á sus fines y apoderarse, de una vez , de la auto- ridad que las exijencias de las circunstancias hacian su- mamente importante. Al mismo tiempo, tenia la des- di La parte activa que este enviado tomaba en la política era tan grande y tan contraria á los votos de la mayoría , que la cámara s, vio forzada á pasar una gobierno para que lo llamase ó le quitase sus credenciales. Martínez, HisL mss. súplica á su CAPÍTULO XIV. 213 ventaja de dar oríjen á ideas de federalismo, de donde no podían menos de surjir guerras civiles. Este nombramiento debia de hacerse el 27 del mes de julio, y los dos partidos procuraban ya servirse de su influjo para que les fuese favorable. La sección que vo- taba por el Ayuntamiento estaba, en razón de la mayo- ría de sus votos, segura de obtener un buen resultado, y pedia un gobierno moderado. Los audaces republi- canos, al contrario, querían desbaratar aquel proyecto, y, en lugar de un tribunal compuesto de tres personas, hubieran querido que Rosas entrase en él, revistiéndolo de una especie de dictadura ; pero en una reunión que tuvieron la víspera, la mayor parte se opusieron á este intento, como enteramente contrario á las costumbres y á las opiniones del país, y para dar una cierta ga- rantía de ponderación fué propuesto el que se nombrase una junta, compuesta de Rosas, por presidente; de J. Ant. Rojas, Gregorio Argomedo y el ex-mercedario Larrain , como miembros , y con Bernardo Vera y Ga- millo Henriquez de secretarios. Pero para esto necesitaban audacia y violencia, y sus actos, por ocultos que fuesen, no podían quedar igno- rados con el sistema de policía secreta que tenia orga- nizado tan hábilmente el tribunal de pública seguridad. En este tribunal era en donde se descubrían todos los complots que continuamente tramaban los inquietos re- publicanos, y en donde se iba á deliberar sobre los me- dios conducentes á burlar el que se preparaba para ei clia siguiente al 27. Así, á penas los conspiradores se presentaron en la plaza, se vieron obligados á dispersarse, sin haber con- seguido mas que causar á la asamblea un momento de 'lili HISTORIA DE CHILE. ajitacion, que solo produjo el efecto de diferir aua por algunos dias el nombramiento del nuevo poder ejecutivo. En aquella época, poco mas ó menos, es decir, el 31 de julio, fué cuando llegó á Valparaíso el navio ingles Estandarte, mandado por elcapitan don Garlos El- phistone Fleming, que desde Cádiz llegaba, con algunos pasajeros, de quienes tendremos ocasión de hablar, á los mares del sur, para recibir, por orden de la junta gubernativa, todos los productos de las administraciones fiscales, y llevarlas á España, que, después de algún tiempo, se hallaba, como ya se ha dicho, en el estado mas lamentable y desastroso. La Moneda, el consulado y demás ramos tenían en- tonces en depósito cantidades de bastante considera- ción (1). Muchas personas eran de parecer que aquel dinero debia ser entregado, como propiedad lejítima del gobierno español. Otros, al contrario, sostenían que se debia retener; pero, verdaderamente , solo el con- greso podia resolver, y el presidente don Manuel Co- tapos apoyó con todo el poder de su autoridad la resti- tución, justificándola por la consideración de la infausta situación de la Madre Patria, y, muy particularmente, por el temor de comprometerse con la Inglaterra, aliada de la España. Un número, bastante grande, de diputados afectos á la monarquía fueron de la misma opinión ; pero no su- cedió lo mismo con los radicales, los cuales se exaltaron con indignación y con violencia contra aquel falacioso proyecto. « A pesar que estemos en minoría, esclamó Bernardo O' Higgins, sabremos suplir nuestra inferioridad numé- (1) Cerca de 1,600,900 p. según Bern. O'Higgins. CAPÍTULO XIV. 215 rica con nuestra enerjia y nuestro arrojo, y no deja- remos de tener bastantes brazos para oponernos efi- cazmente á la salida de este dinero, tan necesario para nuestro país, amenazado de invasión. » Y diciendo estas palabras, se produjo con tal vehe- mencia y convencimiento, que la asamblea, penetrada íntimamente de la realidad del peligro , se levantó en masa declarando que no había lugar á deliberar. Esta negativa, trasmitida de oficio al comandante ingles, le dio gran descontento. Desde su llegada á Valparaíso, había contraído estrecha amistad con el gobernador Makenna, que él consideraba como patriota verdadero ; pero, luego que recibió el oficio del con- greso, se manifestaron algunos síntomas de frialdad en- tre ellos, y muy pronto esto se supo en Santiago. Los republicanos exajerados, perpetuamente ajitados por el deseo de nuevos movimientos que favoreciesen sus miras subversivas, se agarraron de este desacuerdo para hacerlo redundar en provecho de su propia causa, y lo pintaron como un acontecimiento sumamente serio y grave, que podría acarrear consecuencias desagrada- bles á las autoridades de Valparaíso; al mismo tiempo, ensalzaban el patriotismo del pueblo, lisonjeando simul- táneamente su valor y su amor propio, y de este modo dejaban creer en un rompimiento inmediato entre el comandante del Estandarte y el gobierno , esperando que, en tan triste conflicto, el pueblo nombraría por su jefe al doctor Rosas, como patriota el mas Capaz por su saber, enerjia y actividad, á sacarlo de aquella embara- zosa situación. Esta trama,, tejida, como se ve, con habilidad y pru- dencia, había producido cierto efecto. Muchos ciudada *216 HISTORIA DE CHILE. nos, inducidos, sin duda alguna, por temor, eran de parecer que en aquella circunstancia se necesitaba un hombre de tino y de talento para dirijir los negocios, y no estaban lejanos de entrar en el partido de los radi- cales, que ellos mismos habían reforzado en cuanto ha- bían podido. También hubo no pocos militares que, por interés ó por inclinación, adoptaron la misma opinión, como la mas favorable á la nación , y en este punto se espresaban con la mayor franqueza, vituperando la im- potencia y la inercia de la asamblea, y dejando presen- tir, por este hecho, que, tal vez, podrían ayudar á un movimiento violento y eficaz. La asamblea veia todo esto con muchísima zozo- bra. Por mas que hacia para que todos conociesen la exajeracion con que se pintaba aquel acontecimiento, asegurando que el espíritu de partido y de ínteres lo presentaban tan nebuloso, pocos la creían. El pueblo, je- neralmente inclinado á creer todo lo que le causa asom- bro, admitía de preferencia todos los ruidos que se habían esparcido por la ciudad, y se mostraba exaltado, como si realmente estuviese amenazado del peligro. Ya en ciertos barrios la ajitacion crecía tumultuosa ; ya se oian gritos contra los Godos, gritos que se dirijian al con- greso, comprendiendo á los realistas y á los republicanos moderados , confundidos así en un mismo partido ; por- que habían hecho esta fusión, los unos con la esperanza de una reacción , los otros para resistir con mas fuerza á los pensamientos subversivos y disolventes del doctor Rosas. Para estos últimos, la ley de progresos debía de obrar pacífica y legalmente. Menos algunos republicanos es- tremados que, por motivos de interés y de conveniencia, CAPÍTULO XIV. 217 se hallaban en sus filas, todos los demás pedían el buen orden y la tranquilidad pública, y miraban con horror la violencia. En este particular, estaban tan persuadidos de que el poder entre las manos de la autoridad radi- cal daria la señal de una conflagración jeneral, que se creyeron obligados á combinar todos los medios posibles de precaverlo. Gomo hombres del poder, quisieron al- canzarlo por actos legales, y tuvieron recurso á la insta- lación de un nuevo poder ejecutivo que parecía ser el motivo principal de descontento. Esta cuestión fué presentada en la cámara el 9 de julio y levantó vivas discusiones ; porque , en efecto , se ma- nifestaba muy grave, siendo decisiva para los radicales, los cuales no dejarían de defender su causa con tanto ardor como destreza. El leve pronunciamiento de una parte del pueblo parecía animarlos aun mas en sus pre- tensiones á que fuese establecido un gobierno represen- tativo con Rosas á su cabeza, y no temían pedirlo con la altanería que enjendra la fuerza de convencimiento y de voluntad. Los republicanos moderados no pudieron oir con calma esta proposición , espresada en tono imperioso y de amenaza ; porque también entre ellos habia hom- bres de cabeza y de nervio que, bien que confundidos en la clase inmóbil , no por eso dejaban de comprender el movimiento, y no hubieran querido disminuir la ven- taja que la iniciativa revolucionaria habia ganado sobre la anarquía. Animados por su propia conciencia , res- pondieron con firmeza á esta estraña pretensión, y muy luego se levantó, entre Rosas, O'Higgins y el canónigo Fretes, por una parte, y Miguel Infante, Cotapos y Ag. Eyzaguirre, por la otra, una discusión borrascosa, soste- 218 HISTORIA DE CHILE. nida con una pasión que influjo de un modo perentorio en el resultado del escrutinio y en favor de los mode- rados. Desde entonces, los partidarios de Rosas, convencidos de su debilidad y de su impotencia, en vista de la per- tinacia de la mayoría, protestaron contra el congreso, contestaron todos sus actos, tachándolos ele nulidad, y se retiraron abandonando para siempre aquel centro de política misteriosa y retrógrada, resueltos á devolver á sus comitentes su mandato y sus protestas. La Asamblea quedando entonces enteramente inde- pendiente, <( y convencida no solamente de la necesidad de dividir sus poderes sino también de la importancia de fijar los límites de cada uno de ellos, sin compro- meter ni confundir sus objetos, se vio en la crisis de acreditar á la faz de la tierra su desprendimiento sin aventurar en tan angustiada premura la obra de la me- ditación mas profunda ; quiso, desde el primer momento, entregarse solo á los altos fines de su congregación; pero no estuvo á su alcance una abdicación tan absoluta, antes de constituir la forma sólida de gobierno en los tres poderes, cuyo deslinde es el paso prolijo y mas es- pinoso , en todo estado. Por tanto, resolvió delegar in- terinamente el conocimiento de negocios y transgre- siones particulares de la ley á un cuerpo que se instaló con el título de autoridad ejecutiva provisional de Chile,)) la cual tenia que conformarse á un reglamento de diez y nueve artículos, casi todos relativos á sus deberes (1). Pero al despojarse así de sus títulos de diputados, aquellos intelijentes republicanos no pretendieron ab- dicar la misión que la Providencia parecía haberles con- (1) Véanse los documentos y los archivos del gobierno. CAPÍTULO XJV» 249 fiado. No sintiéndose ni convencidos ni desanimados, creyeron poder aun hacer algunas tentativas, y al dia siguiente mismo se hallaban con medidas tomadas para atacar el parque de artillería y procurar tomarlo. Este proyecto tuvo su momento de ejecución, pero no podia menos de fallar al frente de fuerzas á la devoción del partido del Ayuntamiento, inspiradas por su comandante don Francisco Reyna. Los facciosos no tuvieron mas que una débil ventaja, que fué de revolucionar al pueblo, y obligar la asam- blea á reunirse por la noche para proceder al nombra- miento de un poder ejecutivo. La efervescencia de la ciudad, la permanencia de complots y la audacia pro- gresiva de los conspiradores le imponían el deber de concentrar el poder en una sola persona bastante enér- jica para hacer frente á todos estos elementos de dis- cordia; pero esta resolución fué muy combatida como propia á herir el amor propio provincial, que quería su parte de representación. Al fin, se decidió la formación de un directorio compuesto de tres miembros que debían representar las tres grandes provincias de la república « con reserva al alto congreso del pleno ejercicio de la lejislativa en toda su estension, » y el resultado del es- crutinio nombró á don Martin Calvo Encalada, don Fran- cisco Xavier Solar y Juan José Aldunate ; el primero por la provincia de Santiago, el segundo por la de Concep- ción y el tercero por la de Coquimbo. Habiendo este último dado su dimisión, se le reemplazó con don Gaspar Marín, y hallándose el segundo ausente se le dio por suplente á don Juan Miguel Benavente. En la misma sesión fué nombrado asesor José Ant. Astorga , y secretario Manuel Valdivieso , el mismo que 220 HISTORIA DE CHILE. algunos días antes habia sido nombrado auditor de guerra, empleo hasta entonces desconocido en la Repú- blica. Así quedó formado este nuevo gobierno, que las pro- vincias de Santiago y de Coquimbo acababan de pro- clamar por el conducto de sus representantes, y que, por la estrañeza de su organización y la debilidad de su poder subordinado, en la dirección de negocios, á la iniciativa del congreso, daba lugar á cosas irregulares, y perpetuaba la discordia. En cuanto á Rosas, abandonado y casi humillado en el abandono en que se vio, no pensó mas que en mar- charse de Santiago, y se dirijió, acompañado de algunos diputados de su partido, al sur, con el objeto de predicar una especie de cruzada en favor de la libertad, como él la entendía. Rien que al marcharse tuviese el corazón lleno de amargura, no por eso se sentía el espíritu de venganza de que algunas veces ha sido tachado. Lo que él mas sentía era la ingratitud de aquellos mismos que lo aclamaban como padre de la revolución. En efecto, él habia sido quien habia dado las primeras ideas de dere- cho y de libertad, haciendo de ellas un principio de ne- cesidad, el 18 de setiembre, y quien las habia fortificado física y moralmente el Io de abril ; y justamente cuando iba á poner la última piedra á su sublime edificio, en- contró con la mas fuerte y tenaz resistencia. Algunos han creído descubrir el oríjen de esta resis- tencia en la especie de repugnancia que todos tienen en dejarse gobernar por un estranjero, por grandes servicios que haga al país ; pero esta creencia carecía de funda- mento, en atención á que Rosas, lejos de ser estranjero, tenia un corazón eminentemente Chileno. Bien que en CAPITULO XIV. •221 sus debates hubiese estado siempre sostenido por sus compatriotas Fretes, Jontes, Vera y los demás, no se puede negar que era cordialmente afecto á su nueva patria, tanto por inclinación como por interés, y por sus relaciones de parentesco. El verdadero motivo, como ya lo hemos visto, debia mas bien hallarse en el temor que tenia el Ayuntamiento de perder su influjo concen- trando el poder en un solo individuo, y también, tal vez, en el que tenían los diputados de enajenar alguna par- tícula de la libertad recientemente adquirida , y siempre inquietante al frente de los ambiciosos. A pesar de que hubiesen creado una garantía segura en el hecho de organizar, con ayuda del mismo Ayuntamiento, un in- strumento de vijilancia y de defensa contra toda injus- ticia ó tentativa de usurpación ( como quiso hacerlo posteriormente con sus censores don Juan Egaña jene- ralizándolo por toda la sociedad) , y á pesar de que en la promulgación de la constitución se pensase esta- blecer un elemento de ponderación para equilibrar el influjo del poder ejecutivo , sin embargo no quisieron nunca ceder y resistieron con perseverancia á las intrigas de estos republicanos poniendo en movimiento simultá- neamente al tribunal de pública seguridad y á la fuerza armada, mandada por los jefes enemigos de estas ideas radicales. Sobretodo, no obstante el talento y la actividad de Rosas, su plan de ataque era visiblemente defectuoso. Viéndose con una grande popularidad, esperaba disol- ver el congreso (que, según él decia, no estaba com- puesto mas que de Godos, ó de malos patriotas y de hombres sin talento ) comunicando al pueblo una parte del ardor de que él estaba animado, para atraérselo 222 HISTORIA DE CHILE. como fuerza material, sin reflexionar que en un país tan aislado como lo era Chile el pueblo no habia vivido mas que consigo mismo , y, por esta razón , se dejaría guiar mas fácilmente por sus memorias, afectos y preocupa- ciones , que por la razón. Y, en efecto , fué lo que sucedió durante todo aquel período, en las conspiraciones, que se habían hecho per- manentes. Los motines y las quimeras se sucedían per- petuamente con la misma animosidad y siempre con el mismo desenlace ; porque el ataque debia tener un ca- rácter militar, y era preciso ir á buscar en los corazones de los mismos soldados la palanca de esta revolución. CAPITULO XV. Llega Miguel Carrera á Chile. — Su popularidad entre los oficiales. — Se hace la mano derecha del partido de Rosas.— Combina con sus dos hermanos una conspiración contra el poder ejecutivo. - Revolución del k de setiembre.— Caida del Directorio.— Separación de siete diputados de la cámara.— Ins- talación de un nuevo poder ejecutivo.— Abolición de la esclavitud. Tales fueron los esfuerzos que, en mil maneras, hizo Rosas para llegar á vencer la resistencia tenaz que oponía el congreso al desarrollo del progreso. Era una verda- dera lucha entre la intelijencia , de una parte , y la fata- lidad , de la otra , lucha que , por la particularidad de ser parlamental , no podía menos de ser ventajosa á la superioridad numérica, pero cuyo triunfo, por otro lado, había de ser necesariamente momentáneo, en atención á que desde mucho tiempo el principio de inde- pendencia había producido su efecto. Habiendo echado raices en los ánimos de las personas de distinción , tenia que completar su evolución según las leyes de la civiliza- ción. Desembarazada de sus antagonistas, la asamblea quedó entregada á sus propias inspiraciones. La tarea que tenia que cumplir era pesada. Se trataba de consti- tuir un estado y fijar invariablemente el orden social en bases nuevas , conformes al espíritu del movimiento , y á no ser un corto número de miembros capaces , todos los demás eran hombres sin talento , sin letras y sin espe- riencia. Bien que los conocimientos de Rosas no fuesen tampoco de los mas estensos , y que todo su código se redujese al Contrato social, noobstante, era, tal vez, el in HISTORIA DE CHILE. único capaz de dirijir aquella grande obra. Él era quien habia d sarrollado el jérmen de la revolución , y quien la habia sostenido en sus inciertos pasos ; después de lo cual habia estudiado y meditado mucho para subvenir a sus necesidades. Al ausentarse para la Concepción, de- jaba al congreso entregado á su propia nulidad , y es- puesto á la primera ambición que se presentase armada, y la ocasión no tardó en llegar. Entre los pocos pasajeros del buque ingles Standard, se hallaba un joven á quien la naturaleza habia negado absolutamente la inclinación á las dulzuras de la vida privada , y lo habia dotado de un jenio dominante y tur- bulento. Este joven era José Miguel Carrera, sarjento mayor, en España, de un Tejimiento de húsares. Dotado de talento natural , y de un carácter franco y amable, belicoso y arriesgado , entusiasta y activo, gran patriota, ambicioso de gloria y buscándola á toda costa , y jene- roso hasta la prodigalidad, cautivó, desde luego, la consideración de sus conciudadanos , y al cabo de algu- nos dias ya era uno de los hombres los mas populares. Todo esto no quiere decir que estuviese esento de de- fectos. Al contrario, tenia muchos y muy notables, pues era inconsecuente, travieso, frivolo, estravagante , tri- vial y aun licencioso ; pero todos estos defectos se le di- simulaban por sus cualidades , y eran tan naturales al jenio militar de la época , que, lejos de dañarle, contri- buían á aumentar el número de sus partidarios , sobre- todo de los que podían contribuir á su fortuna. Tan pronto como supo , en Cádiz , la situación de su país, deseando ir á sostener su santa causa, se escapó de la ciudad y consiguió embarcarse en el buque de su amigo Elphistone. A su arribo , se halló en medio de una CAPÍTULO XV. 225 familia que había seguido, toda ella, el movimiento. Su padre habia sido uno de los primeros que habian firmado la abolición del poder monárquico , como miembro que era de la primera junta, en la que su voz tenia mucha preponderancia. Sus dos hermanos se habian distinguido en la insurrección del Io de abril, y servían con buenos grados en los Tejimientos acuartelados entonces en San- tiago, y su hermana doña Xaviera , mujer resuelta, de mucho talento y sumamente amable, prometía ya el in- flujo que iba á tener en la política y en la carrera de sus hermanos. Desde el primer dia de su llegada, nuestro joven repu- blicano tomó nociones de todos los resortes de la direc- ción de negocios públicos, y se convenció de que el gobierno no tenia ni unidad , ni consistencia, ni enerjía, y presintió al instante el papel que él mismo tenia que desempeñar. Este papel era ponerse á la cabeza del movimiento progresivo, y continuar la obra de oposición y de violencia de Juan Rosas, y esto por medios mas eficaces , como lo eran la fuerza armada. En aquel momento, el país se hacia militar, y en los Tejimientos que se acababan de levantar se veian muchos jóvenes hijos de familia que no soñaban mas que glo.ia y honores. Las maravillosas campañas de Napoleón em- pezaban á llenarlos de entusiasmo militar, como también las del virtuoso Washington. Verse en presencia de un militar que habia visto de cerca las primeras era para ellos la suprema honra y la mas deseada. Así, buscaban con anhelo su sociedad , seducidos por sus narraciones tan diversas como peregrinas. Al mismo tiempo, Carrera les hablaba del estado miserable en que se hallaba Es- paña, como para que condenasen al olvido aquella i V. HlSTOP.IA.. 15 Jt 226 HISTORIA DE CHILE. antigua dominadora. Su viveza, su entusiasmo y su agudeza, llena de donaire, cautivaban y causaban ad- miración á todos aquellos jóvenes militares. Si á estas conquistas se añade la particularidad de tener á sus dos hermanos sirviendo con grados superiores en los cuerpos de la guarnición , se verá que no le quedaba mucho que hacer para apoderarse del ascendiente militar y servirse de él en sus proyectos de ambición. Ademas de todo esto, la inquietud de los partidarios de Rosas que se bailaban aun en Santiago favorecía también estos proyectos. Todas las noches había un con- ciliábulo en casa de Antonio Mendíburu, ó en la del doctor Velez, de Astorga, ó de otro de los muchos patriotas , y allí se discutían y se formaban diferentes combinaciones y planes , en atención á que , para ellos , todo poder que nacido de una revolución no avanzaba, reculaba, y querían oponerse á su tendencia retrógrada, sirviéndose del talento de Miguel Carrera y de la grande popularidad que había adquirido en las tropas. Todo esto colmaba los deseos de Carrera y halagaba su jenio ambicioso. En una de estas reuniones preguntó cual era el objeto de la revolución que querían hacer en la asamblea, y ¡c respondieron: « El congreso y parte de las armas están en poder de hombres ineptos y enemigos de la causa. Toda la porción sana del pueblo clama por remediar este mal y no se puede porque no hay libertad. Es preciso acudir á la fuerza que mandan los buenos patriotas , que es la única esperanza que queda. Todos sacrificaremos nuestras vidas para salvar la patria (I). » Carrera adoptó con viveza las miras de aquellos ; i l iario iws>. de Miguel Carrera. CAPÍTULO XV. 227 graneles patriotas. Bien que no tuviese mucha confianza en Alvarez Jontes cuyo carácter ardiente y cuyas pa- siones ajitaban la mayor parte de aquellas pequeñas juntas, y sin poder obtener las firmas de garantía que reclamaba, noobstante, aceptó la responsabilidad de la empresa como si viese ya lucir su estrella, tan brillante al levantarse y en su ascenso, y tan opaca al descender á su ocaso. Reuniéndose con sus dos her- manos Juan José y Luis, trataron los tres del plan de ataque, y convinieron en ejecutarlo lo mas pronto pa- sible, porque oyeron que eí presidente Calvo, proba- blemente por motivos de sospecha, se disponía á enviar á Valparaíso dos compañías de granaderos , soldados en quien ellos tenían ¡a mayor confianza. Este plan necesi- taba varias combinaciones que para mejor acierto fueron á debatir en presencia de Juan Henriquez Rosabs, su íntimo amigo, Gaspar Marín y Carlos Correa de Zea, los cuales, en sus conciliábulos, habían sido escojidos para entrar en el poder ejecutivo que había de suplantar al otro. Muchas personas tomaron igualmente la palabra en la discusión, de donde resultó que el plan de ataque que se habia de ejecutar el ti de setiembre , debía tener lugar en la forma siguiente : « A las doce del dia, debía asaltarse el cuartel de ar- tillería por sesenta granaderos á las órdenes de los tres Carrera. Una compañía de granaderos habia de tomar la catedral y colocarse en las murallas y torres. El resto del batallón , después de mandar una compañía de auxilio á la artillería, habia de tomar posesión de las casas de Aduana y Consulado , y de la iglesia de la compañía. Los dragones de Chile eran destinados al Vasural. Las guardias del palacio , del congreso y de la cárcel , tenían 228 HISTORIA DE CHILE, orden terminante para cerrar las puertas y colocar las tropas en los balcones y ventanas que caían al frente de la plaza. ,, Todas estas tropas menos sesenta hombres y la compañía auxiliar, no tenían otro objeto que batir el Tejimiento del Rey , si quería hacer oposición , como justamente se temia. El rejimiento estaba acuartelado en el palacio del obispo. El congreso habia de ser detenido, y en el caso de obstinación el oficial de la guardia debia pasar por las armas á los mas acalorados Godos (1). ■ Este plan , que prueba claramente el talento militar de Miguel Carrera, no fué ejecutado porque muchos oficiales, ya fuese por temor de comprometerse, ya porque les repugnaba batirse contra hermanos, no se presentaron en los respectivos puestos que se les habían señalado, y en realidad los setenta granaderos (2) mandados por los hermanos Carrera fueron los que hicieron la revolución. En la mañana del li de setiembre, se introdujeron disfrazados en la casa de su padre, contigua al parque de artillería, y hallándose bien provistos de armas, que habían podido introducirse la víspera, se pusieron en movimiento cerca de las doce, como estaba convenido. En aquel mismo momento, Miguel y Juan José Car- rera se habían reunido, á la puerta del cuartel, con su hermano Luis capitán de aquella compañía de artillería. También estaba allí el oficial Bareinga, y mientras lo distraían con futilidades, los granaderos entraron en el m Diario mss. de José Miguel Carrera. (2) El diario de Carrera no Uic* mas que sesenta ¡ pero iodos los demás docu- mentos dicen setenta. CAPÍTULO XV. 229 patio del cuartel con grande estrañeza de los artilleros. El sarjento González fué el único que quiso defender su puesto; pero habiendo pagado con la vida su je- nerosa lealtad, toda la compañía se rindió sin especie alguna de resistencia. Dueño, así, de la artillería, que era el punto el mas importante para el éxito de su empresa, envió al mo- mento a pedir otras compañías de granaderos y los dra- gones, que no tardaron en presentarse mandados por el buen patriota Joaquín Guzman ; pero lo que mas le preocupaba era el temor de que el rej ¡miento del Rey se sublevase en favor de la asamblea, por la cual estaba, y para precaver este contratiempo, mandó al capitán Zorrilla fuese inmediatamente á poner al coronel Reyna de arresto en su propia casa, con algunas centinelas á las puertas , mientras que él , en persona , iba al cuartel de dicho Tejimiento para aconsejar á los sol- dados se mantuviesen quietos, y, desde allí, pasó al congreso, presidido entonces por Juan Cerdan á quien presentó un papel que contenia los supuestos deseos del pueblo soberano, intimándole los cumpliese sin dilación. Muchos diputados, irritados de tal arrogancia que ofendía directamente el honor de su representación , desecharon desdeñosamente sus injustas pretensiones, y el presidente mismo resistió hasta que supo la llegada del batallón de granaderos á la plaza, y que Fray Joaquín Larrain, Carlos Correa, Gregorio Argomedo y otros que entraron en la sala , le hubieron anunciado que el ejército estaba enteramente por ellos, y que toda resis- tencia era inútil. En vista de esto, les fué forzoso á los diputados some- Jj 2S0 HISTORIA DE CHILE, terse á las órdenes de la facción , y en la misma sesión se decretó un nuevo poder ejecutivo compuesto de : Juan Henriquez Rosales, Juan Makenna, Gaspar Marin , Martin Calvo Encalada y Juan Martínez de Rosas. Hallándose ausente este último, se le nombró por sus- tituto Juan Miguel Benavente. Los secretarios fueron don Agustín Vial y don Juan Chavarria. Igualmente se decretaron diferentes artículos, entre los cuales el del n° 2, que pedia la separación del con- greso de seis diputados como opuestos al espíritu del decreto de elección, y se citaron las perdonas que debían ser esduidas (1), y entre las cuales se hallaban ilu-tr s patriotas tales como Tecomal , Juan Antonio Ovalle, Miguel Infante, cuya sola culpa era el haber sostenido la facción municipal contra la de Rosas. Los dos últimos fueron aun desterrados por algún tiempo, á cierta distancia de la capital. Los diputados de Santiago que quedaban, eran : Agus- tín Eyzaguirre, uno de los jefes del partido municipal, y que, en cierto momento, había querid) dar su dimi- mision ; Joaquín I'chevarria, José Nicolás Cerda, Juan Agustín Alcalde y don Xavier Errazuris; pero como el número no era suficiente, Joaquín Larrain consiguió ser nombrado y aun también que lo fuese Carlos Correa, con lo cual hubo siete en lugar de seis. Tal fué el resultado de esta revolución que recibió tocio su impulso del jenio de un joven guerrero, y cuya inspiración era enteramente debida á Juan Martínez de Rosas que, aun antes de marcharse á Concepción , había (1) Estas personas fueron Joh\ Sant. Portales, Manuel Chaparro, Juan José Goyco a , Miguel Infante , J an Ant. Ovalle , Gabriel Tocornal y Diaz Muñoz, coronel del rejiuiiuilo del Rey. CAPITULO XV. n\ preparado todos sus elementos. En electo, en su partido se hallaba el alma de aquel gran movimiento, del que Miguel Carrera no fué mas que el brazo derecho , sin mas utilidad que la satisfacción de haber descubierto la importancia de su talento y de su bizarría, y de haber contribuido á alejar Rosas de la presidencia absoluta, como se había tratado de ello muchas veces. Su padre solo obtuvo el grado de brigadier, grado de que se di- mitió poco tiempo después. Pero no sucedió lo mismo con los demás jefes de la conspiración ; la familia Larrain sobretodo, que por el talento y habilidad de su ilustre jefe Fray Joaquín pudo empatronizarse en los primeros empleos, y hacerse representar en ellos por Rosas, Henrjquez, Makenna y otros, todos alia- dos por parentesco de aquella numerosa familia. Ma- kenna fué, ademas, nombrado coronel comandante jeneral de la artillería, en cuyo puesto se vio muy luego en la necesidad de sofocar un principio de rebe- lión , á favor del antiguo coronel Reyna, entonces des- tituido. A la verdad, aquel partido merecía bajo todos as- pectos tener en mano las riendas del gobierno, y la prueba de ello es que , pocos dias después , el mismo Joaquín Larrain. habiendo sido nombrado presidente de la asamblea, uno de los primeros decretos presen- tados fué el de la prohibición de la entrada de esclavos en el país, y la emancipación de los que naciesen en él, acto de noble filantropía y uno de los mas honrosos p sra Chile, que fué el primer pueblo de la América en donde se tomó esta medida, por la cual su autor manifestó com- prender el verdadero sentido de la palabra libertad , en el hecho de querer que su semejante no dependiese mas Jk *>m HISTORIA DE CHILE. que de Dios y de si mismo. Don Manuel Salas fué uno de los mas acérrimos promotores de esta ley (1), y ya en febrero del mismo año habia conseguido que pasase la ley de igualdad de ¡os Indios, y la abolición de sus tributos, levantados ya por la junta de Cádiz , á petición de los diputados de Chile, Joaquín Fern. de Leyva, y Miguel Riesgo y Puente. Igualmente, se trató de introducir algunas reformas en la administración eclesiástica, y se discutió el punto de abolir derechos parroquiales para sujetar los curas á la administración fiscal. Se remitieron doscientos quintales de pólvora á la junta de Buenos-Aires , que estaba en guerra con los Españoles y los Brasilenses establecidos en Montevideo , y se procuró sobretodo dar á la revolución la enerjía que le faltaba. En sus proclamas usaban el lenguaje el mas firme , el mas virulento contra los realistas obstinados « Déjennos, le decían , si odian los principios que proclamamos. Desde este momento , se conceden treinta dias para suscribir en las listas jenerales de descontentos. Ninguno será inquietado por este hecho , y á todos se dispensan seis meses para realizar sus negocios y disponer libremente de sus personas, de sus familias y de sus intereses. Conozca el mundo las ideas que forman nuestro carácter ; pero tiemblen en adelante los que no sean decididos por nuestra sagrada causa. Examinen detenidamente (1) Muchas veces, este jeneroso bienhechor me ha hablado con entusiasmo de este hecho , que él consideraba como el mas meritorio de su vida. No pu- diendo, con gran sentimiento suyo, mostarme la pluma con que habia fir- mado dicho decreto, me mostraba sus tres dedos, como si le pareciesen reli- quias. Sinembargo, corno sucede siempre en tan importantes transacciones sociales, muchos esclavos, abusando de esta ley de favor, ocasionaron desór- denes en la ciudad , en términos que el gobierno se vio en la necesidad de em- plear medios de rigor para restablecer el orden. CAPITULO XV. 233 los motivos para no llorar su libre elección. Una vez hecha, se declara crimen de lesa patria la indiferencia, y será irremisible la pena sobre todas y cada una de las clases del estado (1). » Tal era el lenguaje de aquellos fieros radicales que hablaban apoyándose siempre en el nombre de su amado Fernando Vil. (1) Proclama del 14 de setiembre 1811. ■ Jtf CAPITULO XVI. Descontento de Carrera.— Leva de nuevas tropas.— Preparativos de defensa contra todo ataque por parte del Perú.— Don Antonio Pinto plenipotenciario en Buenos-Aires.— Revolución del 15 de noviembre , supuesta en favor del Rey.— Engaño que padecieron los Realistas.— Elección de un nuevo con- sejo ejecutivo. — Complot contra los hermanos Carrera. — Otra revolución del 2 de diciembre contra la asamblea , que queda disuelta. Habiéndose elevado as/ al poder, la familia Larrain procuró mantenerse en él alejando del gobierno á todos cuantos por su carácter ambicioso y turbulento podían hacerle sombra (1); política que los hizo injustos con Carrera, cuyos servicios precedentemente hechos no fueron bastante apreciados. Dos dias después de la revolución, el gobierno honró con felicitaciones á los oficiales Vial y Guzman , que no habían tenido mas que una parte secundaria en la ac- ción, é igualmente á Luis y Juan José Carrera, dejando en olvido á Miguel. A lo menos, no cumplió con este deber hasta mucho tiempo después y cuando habían llegado á sus oídos algunos rumores de queja de su parte. Esta especie de indiferencia hacia un hombre que debia ser considerado como creador del nuevo gobierno, no surjia solamente del seno de sus miembros sino tam- bién de ciertas sociedades. En la de Joaquín Larrain se ensalzaba con afectación , y en presencia de Miguel , (1) Era difícil que esta familia no tomase siempre mucha parte en los asuntos públicos, en atención á su rango, y sobretodo á las ramificaciones de la familia, cuyos individuos eran tan numerosos que la llamaban la familia de los qui- nientos. CAPÍTULO XVI. 2a 5 el alto mérito de Juan Rosas, que se pensaba siempre en nombrar de presidente. Carrera era sinceramente afecto á este gran patriota ; pero no participaba de su política, la cual, según él decía, no era mas que un reflejo de la de Buenos-Aires, y como Chileno, orgulloso de este nombre, hubiera querido que su país no siguiese ciegamente las huellas de aquella re- pública, y que al entrar en la era de su verdadera exis- tencia, probase que tenia suficientes medi m y capacidad paradlo. Desgraciadamente, el influjo que tenia Rosasen su partido era inmenso, y todos estaban persuadidos de que obniba por convencimiento, y de ningún modo por predilección de nacionalidad. Lo que hacia aun mas di- recta la influencia de esla vecindad era la muchedumbre de arjentinos que se hallaban en Santiago, y entre los cuales habia sujetos que reunían á vastos conocimientos mucho amor á las nuevas instituciones y mucha acti- vidad. El antiguo poder, como los lectores recordarán, alarmado por la demasiada exaltación del plenipoten- ciario Alvarez Jontes, habia solicitado de su gobierno fuese llamado , y en efecto lo habia sido y lo habia rem* plazado don Bernardo Vera, jenio no menos empren- dedor y capaz de sostener por la fuerza de su talento las ideas del que era, á la vez, su maestro y su conciu- dadano. Todo esto no podía menos de causar una fatal irrita- ción al alma soberbia de Miguel Carrera que habia de- jado España para venir á servir su país, y que sentía en lo íntimo de su conciencia la posibilidad de rejene- rarlo y elevarlo á toda su dignidad, con tal que le ayu- dasen algunos patriotas dotados de capacidad. Desde entonces, entrando con todos sus sencidos y potencias Jk 236 HISTORIA DE CHILE» en la senda de reformas y progresos, no pensó en otra cosa mas que en hacerse cabeza de partido. Su jenio fogoso y arriesgado le daba mucha ventaja sobre sus adversarios, y ademas de esto podia contar con la adesion de la mayor parte de los oficiales que entonces estaban de guarnición en Santiago. En efecto, los fre- cuentaba de preferencia, se mostraba jeneroso con ellos, y los divertía con sus bromas y gracejos, pasablemente bufones y muy vulgares algunas veces; pero que agra- daban mucho á aquellos jóvenes ociosos y frivolos. El poder ejecutivo sabia todo esto y lo veia con zozo- bra; pero por mas que sospechaba las intenciones de Carrera, no podia aun combatirlas abiertamente por- que no estaba bastante seguro de las tropas y prefirió , por prudencia, hacer nuevas levas capaces de imponer respeto á los granaderos, que eran el batallón sagrado de los hermanos Carrera. Entonces, renovó la idea de Rosas que, en otro tiempo, había propuesto la formación de un cuerpo de patriotas, los cuales bajo el pretesto de protejer las nuevas instituciones contra el espíritu de reacción, le servirían igualmente contra todo preten- diente al poder. Se levantó, en efecto , este cuerpo y se nombró por su coronel á don Juan Martínez de Rosas, bien que residiese entonces en Concepción ; por ca- pellán , al presidente de la asamblea don Joaquín Lar- rain, y de oficiales, á muchos parientes y amigos de este último. Fué creado igualmente un batallón de pardos bajo el mando de Juan de Dios Vial. Esta medida fué mas desventajosa que favorable para el poder. Muchos no vieron en ella mas que un acto que gritaba egoísmo, y lo atacaron, como de costumbre, por medio de libelos injuriosos, de donde salieron chis- CAPITULO XVI. pas de descontento de que supieron aprovecharse los hermanos Carrera anticipando la ejecución del plan de insurrección que ya tenían preparado. Pero para asegu- rarse mas del buen éxito, esparcieron la voz entre los realistas de que aquella revolución era absolutamente en favor del gobierno del Rey, y afín de dar mas peso á sus insinuaciones, pedían la presidencia para su padre don Ignacio, de ínterin llegaba el brigadier Bigodet que lo era en propiedad y residía entonces en Montevideo. Esta artería atrajo al partido de Carrera un gran nú- mero de personas pudientes en estado de ayudarle con hombres y dinero. El fastidio de verse abandonados y el deseo de recobrar su influjo hicieron á los realistas tan ciegamente crédulos que ya se reunían en conciliá- bulos, persuadidos de que la revolución iba á ser ente- ramente en su favor. Ellos fueron los que escitaron á Miguel Carrera á apresurar la acción en atención á que habían recibido noticias de Lima con el anuncio de que Abascal estaba resuelto á forzar la junta de Chile á des- cubsirse la cara, y á gobernar francamente sin suter- fujios , en nombre y en favor de su rey. Lo cierto era que el virey habia recibido pliegos de la junta suprema de España, la cual, noobstante haber reconocido los lejítimos derechos de la de Chile, y aun también de haber aprobado sus motivos y el acta de su instalación, no por eso dejaba de ordenarle vijilase sus actos, y emplease la fuerza en caso que se mostrase desleal. El presidente del congreso habia también recibido pliegos del virey que confirmaban los mismos inminentes ruidos en términos tan arrogantes que llenaron de irritación al nuevo poder, tan intelijente, firme y deci- dido. Estos pliegos, leídos en la asamblea, fueron dis- Jk 238 HISTORIA DE CHILE. cutidos de un modo conveniente. Don Manuel Salas fué nombrado para responder á ellos, y lo hizo con la saga- cidad y el tino que le caracterizaban, procurando no comprometer los intereses ni las opiniones de los habi- tantes, y salvando la conciencia en lo indeterminado de la cuestión. Pero no sucedió lo mismo en un consejo secreto en el cual la discusión puso patentes las inten- ciones que tenia el virey de invadir el país. Al dia siguiente, fueron convidados á asistir á esta misma reunión todos los jefes militares formando un consejo de guerra al cual, cometiendo un nuevo yerro, no fueron convocados los hermanos Carrera. En este consejo, se discutieron y votaron las medidas mas efi- caces para oponerse á toda invasión, y las costas, na- turalmente , fueron consideradas como objeto principal de atención. El 18 de octubre, ya se ponían en marcha dos com- pañías del rejimiento de dragones, una para permanecer en Valparaíso , y la otra en Coquimbo. A este último punto fué destacada, ademas, una compañía de gra- naderos, y á Valparaíso una de artilleros. El teniente coronel Tomas O'tíiggins, primo de don Bernardo, fué enviado á la Serena para tomar el mando militar de la provincia. En cuanto á la del sur, esta se hallaba bajo la salvaguardia de una junta que, como luego se verá, acababa de ser formada en Concepción y no cesaba, por los ruidos contradictorios que le llegaban del Perú y de Buenos- Aires, de manifestar la urjencia de forti- ficar el país. Á estas medidas de precaución, el poder ejecutivo añadió luego otra que , en atención á su aislamiento to- tal, no podía menos de ser de la mayor importancia. CAPÍTULO XVJ. 239 Hasta entonces, Chile no habia tenido representante alguno en país estranjero ; las noticias de América y de Europa le llegaban tarde, mal y algunas veces nunca. Cuando las recibía, era por Buenos-Aires, y se hacia incontestablemente útil tener allí un ájente que siguiese todos los asuntos y acontecimientos interesantes para el gobierno. Esta misión era, ademas, tanto mas necesaria cuanto la política de aquel país influía mucho en la suya , y cuanto en aquel mismo momento sos- tenia una guerra de la cual dependía su propia exis- tencia. Don Antonio Pinto fué nombrado para ir á desem- peñar este cargo tan importante. De edad, entonces, de veinte y seis años, reunía ya á un carácter apacible y seductor mucho juicio y escelentes conocimientos, pues habia sido destinado por sus padres á seguir ¡a carrera de las letras. Por aquí se ve que el nuevo gobierno procuraba por cuantos medios estaban á su alcance consolidar los prin- cipios establecidos , y darles un impulso hasta enton- ces desconocido. Si los hermanos Carrera, menos am- biciosos, hubiesen podido ponerse de acuerdo con él, es probable que mediante el talento militar de Miguel y su influjo sobre las tropas, Chile habría adelantado por mejores vias, y que el congreso se habria podido entregar á la revisión de las instituciones que todas las personas sensatas pedían. Desgraciadamente, la política obra menos por simpatía que por interés, y su amor propio habia sido tan herido que en su resentimiento debia necesariamente procurar deshacer lo que su espada habia hecho. En efecto , ya habia días tenian formado el plan de derribar el poder ejecutivo. La salida de tropas para 240 HISTORIA DE CHILE. Valparaíso y Coquimbo, la formación de nuevos cuerpos y sobretodo las medidas de precaución que se empezaban á tomar, los indujeron á apresurar el momento de eje- cutarlo. El gobierno, aunque muchas veces prevenido, vivia tranquilo, persuadido de que por entonces solo alimentaban esperanzas, y de que el ejército del sur reprimiría la audacia de los conspiradores (1). ¿Cual no debió de ser su sorpresa cuando el 15 de noviembre por la mañana muy temprano le trajeron parte de que la brigada de artillería y el batallón de granaderos se habían sublevado y de que Luis y Juan Jo^é Carrera, que se hallaban á su cabeza , habían fortificado los cuar- teles con las piezas del parque resueltos á derribar el gobierno? En aquel mismo instante el poder ejecutivo recibía de Juan José un oficio por el cual le prevenía mandase publicar un bando cuya copia le enviaba, y el presi- dente del congreso recibía otro para que convocase todos los diputados afín de tratar de las reformas necesarias. La posición del gobierno en aquellas circunstancias era sumamente crítica. Casi todas las tropas estaban contra él , y las solas con las que habría podido contar se hallaban en la imposibilidad de obrar. En tan triste coyuntura, el secretario Ag. Vial fué despachado inme- diatamente para tratar con los sublevados, procurando temporizar con ellos; pero la única respuesta que recibió fué que mandase publicar á la mayor brevedad el bando pedido. Manuel Salas y Juan Egaña, enviados por la asam- blea con el mismo objeto, análoga. (1) informe de Makenna. recibieron una respuesta CAPÍTULO XVI. m Vistas estas respuestas y no pudiendo resistir á la fuerza, se publicó el bando, y al instante se vio la plaza llena de Españoles y de realistas del país que , contra su costumbre , acudían para participar del movimiento. En aquella época , el primer patio de la cárcel , lla- mado patio del cabildo, era público y mas de trescien- tos realistas se reunieron en él, en cabildo abierto. Tranquilizados acerca de los resultados que iban á ob- tener, usaban de un lenguaje tan libre que ofendieron el patriotismo de algunos chilenos, los cuales se mostraron irritados , bien que sin malas consecuencias. Como su objeto era el presentarse en la asamblea, resolvieron nombrar una diputación (1), que salió inmediatamente, y llegó rodeada de un numeroso jentio. Su entrada en la sala fué triunfante ; pero á penas hubo espresado su demanda en favor de la monarquía española, los miembros de la asamblea se levantaron casi todos en un arranque de indignación , y respon- dieron con palabras no menos arrogantes, ordenando que se fuese á buscar Juan José Carrera para saber de su propia boca si realmente pensaba imponerles el an- tiguo yugo. El capitán José Santiago Muñoz, comandante de la guardia del congreso, se hallaba presente, y no pu- diendo contenerse con su acendrado patriotismo á seme- jante proposición, bajó corriendo á su puesto, y al ver el gran número de realistas que componían la concur- rencia , levantó la voz y les dijo : « En vano pretende el Sarracenismo levantar bandera. Solo podrá conseguirlo cuando no quede un solo granadero. • Y diciendo esto, (1) Compuesta de.- Manuel Rodríguez, Juan Ant. Carrera, Manuel Araos y José María Guzman. Mn„f. ,,' * Martínez , Hist. mss. V. Historia. jg I 242 HISTORIA DE CHILE formó la compañía en batalla amenazando con las armas (1). » Bien que fuese ya bastante tarde, Juan José Carrera creyó oportuno acudir á la llamada del congreso , pero fué allá á la cabeza de su batallón. Luego que llegó á la plaza, dejó la tropa en formación y subió á la sala en donde protestó con enerjía contra las insinuaciones de la acusación, declarando altamente que sus fines y los de las tropas , así como también los del pueblo , eran el mantener en toda su pureza y sostener el gobierno que habían proclamado el 18 de setiembre. A esta declara- ción se siguieron discusiones de derecho y de principios, que prolongaron la sesión hasta muy tarde sin haber podido obtener la dimisión del poder ejecutivo. La noche se pasó con mucha ajitacion. Todas las tropas estaban sobre las armas , y guardaban las principales calles con patrullas, vijilando especialmente para que el comandante Juan de Dios Vial no pudiese intentar una contrarevolucion por medio de los patriotas , los pardos y losde la asamblea, queestaban enteramente á su devoción. El 16, por la mañana, se publicó otro bando- convo- cando al pueblo á nuevo cabildo abierto , que tuvo lugar en el mismo sitio , es decir, en el primer patio de la cár- cel , y al cual muchas personas se abstuvieron de asistir. Mientras estaban deliberando, el secretario Agustin Yial quiso arengarles desde una ventana contigua á la sala del congreso; pero no pudiendo conseguir que le oyesen , se contentó con preguntar si estaban descon- tentos del poder ejecutivo y cuales eran las quejas que tenian de él (2). La respuesta que recibió fué satisfacto- (1) Historia niss. del Padre Martínez. (L>) Convers. con don Ag. Vial. capítulo xvr. 243 na; pero la multitud , unos por intereses particulares otros por seguir el partido de los Carrera, no dejó poí eso de pedir la dimisión de los miembros del poder eje- cutivo, y proclamó otro nuevo, con gran sentimiento de los realistas, que en un momento de credulidad habían consentido en un feliz retorno de fortuna, al paso que ahora iban á verse de nuevo proscritos (1). Este nuevo gobierno se compuso también de tres per- sonasque debían representar las tres grandes provin- cias, á saber: Juan Martínez de Rosas, la del sur- Miguel Carrera, la del centro, y Gaspar Marín , la del norte. Por ausencia del primero se nombró, en su lugar á Bernardo O'Higgins, que se escusó al principio, así como también Marín , pero que al fin aceptaron, por las instancias que les hizo Pablo Fretes , á la sazón , presi- dente de la asamblea. Los secretarios fueron: Agustín Vial y José Chevarria. Esta formación no llenó los deseos de la familia Car- rera, bien que todos hubiesen tenido ascenso , habiendo sido nombrados ; Juan José brigadier, y los otros do, ementes coroneles; porque veían al partido de Rosas triunfante y asociado á hombres que no cesaban de trabajar por él. Este pensamiento no podía menos de hacerlos disimulados y desconfiados para con sus compa- neros, y fué onjen de un sentimiento mutuo de obser- vación que era muy propio á paralizar los negocios v asuntos administrativos. hijoi tbian1!idCokenna//tr0S' l3S ÍntenCÍ°neS de l0S C™' padre é José íué t " d°' Verdfderameme< Proclamar el gobierno del Rey, y Juan Véase el Duende, n° 15 , p. 9. m HISTORIA DE CHILE. ■ El congreso, por su parte, no parecía tenerle mucha mas simpatía, porque presentía que el poder en manos de aquel joven iba á tomar una tendencia esencialmente militar; que el ejército seria todo en su favor, y que por consiguiente iba el país á verse sumerjido en una espantosa anarquía. Lo que daba estas persuasiones al congreso era que en el oficio mismo en que había pedido un cambio de gobierno, pedia también la construcción de tres grandes cuarteles, y orden de juntar á la mayor brevedad tres millones de pesos para subvenir á los gastos que meditaba. Aquel pedido de fondos en el momento en que todas las tropas estaban sobre las armas, y aun mas la orden que él daba de no reparar en medio alguno para obte- nerlos , produjo una sensación penosa , y aparecía como un acto de tiranía y de espoliacion. Muy luego en efecto se esparció el ruido de que las tropas iban á saquear las casas, y fué preciso que el gobierno hiciese manifiestos desmintiendo aquel ruido; pero bien que estos mani- fiestos estuviesen firmados por los comandantes militares, el temor duró aun muchos dias. Unos huían de la ciu- dad al campo , otros ocultaban el poco dinero que tenían, alimentando así el descontento jeneral de donde surjio una contrarevolucion. Mackennafué el encargado de organizaría, ayudado por su cuñado Francisco Vicuña, por su tío Martin Lar- rain y algunas otras personas que veian en Carrera un enemigo perpetuo de la tranquilidad pública. Sinem- bargo , su ánimo no era asesinarlos como las piezas del proceso parecían darlo á entender, sino apoderarse de ellos, y enviarlos á países estranjeros con empleos lucra- tivos y honrosos. Ya mas de una vez se les habían hecho CAPITULO XVI. 2¿5 semejantes propuestas ; pero siempre habían sido dese- chadas por Miguel Carrera , que aspiraba á mas alto honor, cual era rejenerar á su país. José Domingo Huici , capitán de una compañía de granaderos, y Francisco Formas, teniente de artillería, eran los principales ins- trumentos que debían servir para hacer aquella revolu- ción , y, por un estraño capricho de la suerte , fueron ellos mismos los que la descubrieron ó mas bien que la malograron 5 pues prevenidos los hermanos Carrera que el 27 de noviembre debía de tener lugar, tuvieron tiempo para tomar precauciones contra este aconteci- miento, é hicieron arrestar la mayor parte de los con- jurados, en el acto mismo de la tentativa (1). Todo esto sucedía sobre las diez de la noche, y era de temer que la conjuración, mucho mejor organizada, se realizase en lo restante de ella, antes del dia. Para evitarlo, los hermanos Carrera dieron las providencias mas rigorosas. El batallón de granaderos se mantuvo hasta el dia siguiente sobre las armas. Miguel Carrera , que, pocos dias antes, habia pasado revista de inspección jeneral á la caballería, mandó reu- nir los dos Tejimientos de milicias montadas de la capi- tal, y el de Melipilla, sobre el cual contaba mucho. Mandó poner cañones delante de los cuarteles, y que (1) Fué cojido en aquel momento un criado de Juan José Cheverria, y lo fué también el teniente Francisco Formas, los cuales fueron tratados un poco inquisitorialmente , lo que les obligó á declarar mal que les pesase. También se conocieron, por Muñoz Bezanilla y otros, los principales autores de aquella contrarevolucion , y Miguel Carrera, de su propia autoridad, mandó arrestar á Mackenua , Francisco Bienna ,j Martin y Gabriel Larrain , coronel Vial y José Gregorio Argomedo. José Ant. y José Domingo Huici pudieron escaparse. Después de haber sido juzgados, fueron desterrados por algún tiempo á dife- rentes puntos de la República. Diario mss. de Carrera. ^ 246 HISTORIA DE CHILE. se hiciesen patrullas sin cesar en todos los barrios de la ciudad. El dia siguiente , mandó á llamar sus dos colegas , que no se habían informado en manera alguna del re- sultado de la conspiración. Su entrevista se verificó á las 9 de la mañana y fué tan seria como embarazosa , porque de ambas partes habia quejas. El uno se quejaba de la indiferencia de los otros dos acerca de un acon- tecimiento que habia comprometido su poder y su vida ; y ellos se quejaban de no haber sido prevenidos de las disposiciones tomadas. Al cabo, después de algunas sa- lidas de amor propio, decidieron que Miguel Carrera fuese á presentar su parte á la asamblea, á la sazón reunida en la sala de sus sesiones. Como ya lo hemos visto, la asamblea era poco favo- rable á aquella familia, y en la circunstancia se mostró, en cierto modo, hostil. Lejos de manifestar temor por el acontecimiento de la víspera, pareció sorprendida de que se hubiesen reunido tres Tejimientos de milicianos montados, cuando ya el peligro habia pasado. Igual- mente echó en cara á Miguel Carrera el tono de auto- ridad que tomaba en ciertos asuntos sin contar con sus colegas, ni con el congreso, de quien dependía. Miguel, que tenia un carácter poco sufrido, y que sabia que algunos miembros habían tenido parte en la conspiración, no dudó en quejarse de ellos, y lo hizo en términos vehementes, casi de amenaza, dando lugar á contestaciones acaloradas , y tal vez descorteses. Ha- biendo sido vuelto á llamar al congreso por la tarde de aquel mismo dia, estas contestaciones se hicieron mucho mas graves con respecto á la suerte de los pri- sioneros. El diputado de Buenos- Aires , don Bernardo CAPÍTULO XVI. 247 Vera, be presentó como defensor de sus intereses, y según asentó la cuestión, dejaba creer que Miguel Car- rera había trasgresado las leyes del país , y usurpado un poder arbitrario , condenando los prisioneros á las mayores penas ; acusación indigna y vituperable que causó la disolución del congreso. En efecto, Miguel Carrera salió irritado del congreso y se fué á buscar á sus dos hermanos para concertar con ellos un plan contra sus enemigos, de los cuales sabia que tarde ó temprano podrían ser víctimas. En esta persuasión , mas valia aniquilarlos de una vez para po- nerlos en la imposibilidad de oponerse á sus ambiciosos proyectos. Teniendo siempre las tropas á su devoción , la empresa no presentaba grandes dificultades; no habia mas que ir á ofrecer la batalla á la sala misma del congreso, y fué justamente lo que hizo. A la verdad, antes de llegar á este estremo , pasaron al presidente un oficio en que los comandantes (i) le anunciaban que el pueblo pedia la disolución de la cámara. La respuesta siendo la que se habia previsto, es decir, negativa, y fundada en que para disolverse el congreso necesitaba saber cual era la voluntad de los comitentes de sus miem- bros, los rebeldes recurrieron á la fuerza. Las tropas formaron en la plaza. Se pusieron cañones en batería contra la sala del congreso, y sus miembros salieron de tropel y atemorizados para no volver á entrar en ella (2). Así despedidos, los diputados se retiraron á sus res- (l)Juan José y Luis Carrera, Pedro Prado, Joaquin Aguirre , Manuel Barros y Joaquin Guzman. (2) «Y en fuerza de aquella ley, otorgó el congreso, como era regular, cuanto se le ordenó, protestando secretamente la violación, lo que se comunicó á Concepción. » Épocas y hechos memorables de la revol. de Chile; mss. ^ m HISTORIA DE CHILE. pectivas provincias, menos los de Concepción, que fue- ron forzados á permanecer en Santiago. Tres dias después, el vocal Marin dio su dimisión y se partió para Coquimbo. O'Higgins tuvo , por fuerza , que quedarse y tomó parte en el manifiesto del nuevo poder ejecutivo, que anunciaba la disolución de un congreso, enteramente irregular, cuyo nombramiento fué efecto de tacábala, del resorte y del empeño (i), y mandaba que cada provincia nombrase su procurador para residir en Santiago como representante. Pero esto no se ejecutó. (1) Diario de Miguel Carrera. CAPITULO XVII Separación de las provincias de Concepción y Valdivia del gobierno de San- tiago.— La junta de Concepción ofrece tropas al congreso para recobrar su autoridad.— Carrera envia á O'Higgins como plenipotenciario acerca de dicha junta.— Preparativos de guerra por ambas partes.— Reunión de tro- pas sobre el rio Maule.— Entrevista de Rosas con Carrera en las márjenes de este rio. — Convenio entre los dos jefes y contramarcha de las tropas. — Rosas regresa á Concepción , y Carrera á Santiago. — Contrarevolucion en Valdivia y en Concepción.— Instalación de otras juntas en una y otra, y arresto de los antiguos miembros. El acontecimiento del 2 de diciembre da un aspecto muy diferente á la política del país. La revolución pierde su carácter municipal. El gobierno representativo se hace ilusorio, y es sustituido por el réjimen puramente mi- litar. En adelante, vamos á ver el poder á la merced de un soldado de fortuna. Ningún acto de malas consecuencias podia lejitimar un tal cambio. La administración obraba con esmero y con acierto , siguiendo con lealtad la senda de reformas y progresos, y resuelta á formar una constitución que fijase los derechos y los deberes de cada ciudadano. Por consiguiente, su disolución fué solamente obra de la ambición y de la audacia de un joven cuya soberbia no le permitia contentarse con representar un papel secundario. Sin duda, Miguel Carrera tenia las mejores inten- ciones , y era , ademas, activo , intelijente y laborioso. En los últimas acontecimientos, habia dado pruebas de que la inconsecuencia, imprudencia y frivolidad de su jenio , en el ocio , no le impedían de tener cabeza y H Jíf 250 HISTORIA DE CHILE. carácter cuando las circunstancias lo pedían. Pero esto no bastaba. El país necesitaba, principalmente, un administrador, un jurisconsulto, un hombre, enfin , capaz de organizarlo y administrarlo. Si aceptaba la au- toridad de un soldado que le imponía una fuerza brutal , abría sus puertas á la ambición , comprometía su libertad y corría riesgo de verse bajo el yugo del despotismo mi- litar, el peor de los despotismos. Mientras que el partido vencido tuvo el poder en mano, la provincia de Concepción estuvo en perfecta armonía con la de Santiago. Había entre las dos recipro- cidad de intereses y de conveniencia; sus ideas eran las mismas y obraban de concierto para dar al movimiento un impulso propio á preservar para siempre el país de una dependencia estranjera. Pero al punto en que los hermanos Carrera hubieron derribado al gobierno, la provincia de Concepción se sintió muy contrariada y manifestó su descontento en términos violentos y de amenaza. Pero aquí tenemos que volver atrás para tomar la historia en la época en que Rosas, desesperado de ver la inacción del poder ejecutivo, de la mucha mezcla de realistas en el congreso y de las inútiles tentativas que hizo para disolverlo, marchó para la provincia de Con- cepción con el objeto de revolucionarla. En todos tiempos, esta provincia ha manifestado un espíritu de rivalidad contra Santiago; porque adolecía del resabio que causa verse en un rango inferior, y que dejenera en envidia. En aquella época, tenia, ademas de esto, ciertos humos de federalismo, y deseaba des- pojar á la capital de su centralización. El cabildo de Concepción no se habla manifestado, á principios del CAPITULO XVII. 251 siglo, tan dispuesto á aceptar la oferta jen erosa que le hizo el jeneral Cruz de emprender un viaje de esplora- cion hasta Buenos-Aires , sino porque tenia por principal interés el quitar á su rival aquella via„ y adquirir para la provincia un grande influjo estableciendo un comercio directo con aquel vireynato. Por consiguiente, tenia ya una cierta tendencia á se- pararse de ella, y si á esta disposición de ánimo se añade el mucho prestijio que tenia Rosas en el país, se verá que no le era difícil á este buen patriota el hacer que su provincia participase de sus resentimientos y rencores, el atraerla toda ella á sus intereses, sublevarla contra el gobierno de Santiago y constituirla indepen- diente bajo la tutela de personas influyentes del país. En efecto , fué lo que hizo el 5 de setiembre , el dia siguiente mismo que otra revolución sacaba triunfante su partido en Santiago (1). Después del último acontecimiento de esta capital , que armonizaba la política de las dos provincias y la sometía á una igualdad de ideas y de opiniones, Rosas hubiera debido renunciar á sus proyectos subversivos , disolviendo una junta ilegal, y volviendo á Santiago para emplearse en los asuntos públicos , como miembro del poder ejecutivo. Pero ya entonces el espíritu ambi- cioso de los hermanos Carrera se habia abierto paso ; ya el proyecto que tenían de subyugar al país no era un misterio, y los diputados del sur que habían quedado en Santiago, lejos de llamarle, le aconsejaban al contrario se fortificase en Concepción para imponer respeto al nuevo partido que muy pronto tendría que combatir. (1) Se formó una junta compuesta de Pedro José Benavente, Juan Rosas Bernardo Vergara y Luis Cruz, y cuyo secretario fué Santiago Fernandez. 3 252 HISTORIA DE CHILE. : Es verdad que esta provincia no fué la sola que obró por influjo de Rosas. La de Valdivia se sublevó también, y lo mas particular fué que los miembros del clero fue- ron los autores principales de la sublevación. Para eso, aguardaron un dia de fiesta al salir de misa, momento en que los conjurados se habían de hallar naturalmente reunidos para su ejecución , y el cura vicario Isidro Pi- neda, con el capellán Elipsegui, algunos otros clérigos y los conjurados , corrieron á casa del gobernador Ale- jandro Eagar, y lo arrestaron, así como también al capitán de injenieros don Miguel María de Atero , los cuales no hicieron mucha resistencia luego que supieron que las tropas apoyaban aquel movimiento. Acto continuo, por decirlo así, fué instalada una junta semejante á la de Concepción (1), y se embargó el bu- que de un comerciante, Ant. Quintanilla , que se hallaba allí de paso, para trasportar los dos presos á Talca- huano bajo la escolta del teniente Juan Manuel de Lorca con doce soldados (2). La nueva de estas insurrecciones habia llegado bre- vemente á Santiago. Todos hablaban de ellas libre- mente, y cada cual las exajeraba ó las atenuaba según favorecían ó perjudicaban á sus intereses. Al principio, se creyó que todo se reducía a un pronunciamiento de principios de federación , y que sus autores se manten- (1) Compuesta del coronel graduado Ventura Carvallo , del párroco Isidro Pineda, de don Jaime de la Guardia, don Vicente Gómez, don Juan de Dios Cuevas y de don Pedro José Elipsegui capellán del hospital de Valdivia. (2) Apenas el buque se halló fuera del puerto , Eagar, viendo á los grana- deros mareados, aprovechó de aquel instante para ofrecer á Saturnino Pérez, español, 3000 p. de recompensa, y 600 á su segundo, igualmente español , si los trasportaban á Chiloe. La oferta fué aceptada, y resultó que el teniente Lorca se halló él mismo preso, y enviado, poco tiempo después, á Lima. Conven, con don Pedro Martínez Pinel. ■■' CAPITULO XVII. 253 drian sobre la defensiva ; pero muy luego los hermanos Carrera interceptaron un oficio de la junta de Concep- ción dirijido en secreto al presidente del congreso, en el que le ofrecia tropas para el recobro de su autoridad. Dos dias después, la misma junta, echando á un lado reparos y temores, enviaba franca y ostensiblemente un pliego lleno de reconvenciones y de amenazas al nuevo poder ejecutivo , manifestando con entereza : « Que aquella junta y toda la provincia están en ánimo de preparar un ejército que vaya á restablecer la autoridad del congreso (1). » Al leer este oficio, Miguel Carrera tuvo mucho trabajo en contener su jenio altivo y fogoso. En toda otra cir- cunstancia se hubiera dejado llevar de su humor beli- coso, y habría ido incontinenti á batirse con su adver- sario; pero sabia que este podia apoyarse sobre una provincia entera y sobre un ejército bien disciplinado, al paso que él no podia contar mas que con pocas tro- pas , y tenia por enemigos á los realistas , que no le per- donaban el que los hubiese dejado burlados; á los con- servadores , que lo tachaban de ser demasiado ambicioso y turbulento, y, enfin, á los radicales , que eran nume- rosos, y que no esperaban mas que por la marcha de Rosas para levantar la cabeza y entrar en el movimiento. Su posición era, por consiguiente, muy crítica; el mas pequeño revés de la suerte podia desencadenar todos los partidos contra él y prefirió violentarse y obrar con pru- dente circunspección. Afortunadamente para él, se le presentó una ocasión bastante favorable para salir, á lo menos momentáneamente, del mal paso. O'Higgins continuaba pidiendo con instancia su se- (1) Épocas y hechos memorables de la revolución de Chile. Mss. 25/i HISTORIA DE CHILE. paracion del poder y el permiso de volver á su pro- vincia para restablecer su salud, que estaba lejos de ser buena. Carrera pensó que interesándole en su propia causa podría sacar de él muy buen partido , y le propuso sus poderes para ver de conciliar con Rosas los puntos de contestación que tenia con él, y arreglar pacíficamente los intereses de la república. Aceptada la proposición por O'Higgins, Carrera le pasó un oficio credencial au- torizándole á hablar en nombre de la junta, y reco- mendándose al mismo tiempo á sus virtudes , talento y patriotismo (1). Pero Carrera no se contentó con esto, sino que, como hombre de nervio y de previsión, destacó algunos dias después una coluna de observación de doscientos vete- ranos al mando de su padre don Ignacio, dándole por asesor y secretario á don Gabriel Tocornal, y él mismo se entregó con celo y premura al cuidado de reunir los elementos necesarios para la organización de un ejército. « La inspección de caballería recibió una buena orga- nización. El batallón de granaderos se elevó á la respe- table fuerza de 1200 plazas. Se reformó el cuerpo de 300 dragones por inútiles , y se levantó el de la guardia nacional de 500 plazas. Se quitó á los frailes de San Diego el convento y se hizo de él un escelente cuartel de caballería. Se fabricaron 10,000 lanzas, 1,500 tiendas de campaña, vestuarios y monturas para todos los cuerpos , municiones de todas clases, y, por último, cuanto se ne- cesitaba para la defensa del país (2). » Estos grandes preparativos militares, que se continua- ban activa é incesantemente , fueron un justo motivo fl) Documentos publicados en el Perú , por Juan Ascensio. (2) Diario de Miguel Carrera. CAPÍTULO XVII, 255 de descontento para la provincia de Concepción , aun penetrada de las palabras de paz que le acababa de llevar don Bernardo O'Higgins, y se reunió en aquella capital de la provincia una asamblea cantonal para de- liberar acerca de los intereses del país , y obligar por medios legales á Carrera á abrir nuevas elecciones para la formación de un congreso. Sobre este punto todos los diputados habían estado de unánime acuerdo, y ya uno de ellos habia sido nom- brado para llevar aquella decisión á la junta de San- tiago, cuando de repente recibieron aviso de que el brigadier don Ignacio Carrera había avanzado con fuer- zas hasta Talca con el solo objeto , según él decía , de vijilar por la seguridad de ellos mismos. Era esta una especie de provocación que ponía á la junta en la necesidad de tomar también una actitud de- fensiva, y fué destacado incontinenti el teniente coro- nel don Manuel Serrano con cien dragones para ir á campar á la orilla meridional del Maule. Por otro lado, se dieron órdenes para reunir las tro- pas, y O'Higgins, que había sido nombrado inspector de las milicias de la Laja, marchó á disponerlas á todo evento después de haber escrito á Carrera los motivos de cuanto sucedía, declarándole que su posición en aquel instante era incompatible con la misión que se habia servido darle. Por todo esto se ve que los dos partidos estaban ya casi decididos á la guerra ; que habia en los jefes el mismo espíritu, la misma tendencia y las mismas pretensiones ; pero, ¿ cuales eran los fines? Sin duda, estos fines no eran el combatir un enemi £0 ni un principio, puesto que militaban bajo la misma 256 HISTORIA. DE CHILE. bandera, obraban bajo las mismas inspiraciones y am- bos querían el bien del país, la felicidad de la patria; pero, desgraciadamente, conforme á sus diversos inte- reses , á su vanidad y vanagloria. Tal era la causa de una lucha que ya dejeneraba en guerra civil, pues, desde aquel instante, cortaron su correspondencia, y sus tro- pas marchaban unas contra otras (1). El 9 de marzo, el brigadier Juan José Carrera salía de Santiago á la cabeza de 900 veteranos y 200 caba- llos. Su hermano Miguel le seguía de muy cerca con ple- nos poderes para terminar amicalmente aquella pueril discusión, y el otro hermano Luis, entonces convale- ciente, debia ir á reunirse con ellos con su artillería. Así, por parte de Santiago, todo estaba en movimiento y los soldados iban llenos de entusiasmo y de deseos de batirse. Por el lado de Concepción, este entusiasmo no era menor. La provincia entera se puso en pié con las pro- clamas de Rosas y de Francisco Calderón. Cada villa, cada cantón se apresuró á dar su contingente de mili- cianos. Casi todos sus soldados quedaron sobre las armas en sus respectivos cantones , y tres mil quinientos sa- (1) En una de sus cartas á Rosas, cuya copia tenemos, Miguel Carrera alega por motivo de la disolución del congreso su incapacidad de llenar su misión , sin pensar de ningún modo en elaborar una constitución, objeto de los mas ur- jentes, malgastando un tiempo precioso en personalidades indecentes y eti- quetas ridiculas , y luego añade : « V. se engañó fatalmente cuando provocó el congreso en un reino sin opi- nión, sin espíritu público , sin ilustración, sin virtudes civiles y aun sin cono- cimiento de los primeros deberes del hombre. Lo ha tocado V. mismo, y suspender este congreso era el medio único decente y adaptable ; y convenga- mos que Chile, y acaso todo el sur, solo es compatible con un gobierno ner- vioso, ilustrado, que mientras provee con la mayor ejecución á su seguridad, disponga por institutos nacionales unos pueblos insensibles para que salgan al estado de hombres. » CAPÍTULO XVII. 257 lieron á reunirse en Chillan, con sus jefes y oficiales. Estas tropas eran los lanceros de la frontera con sus lanzas, laquis y coletas, mandados por el valiente O'Higgins ; los dragones de Linares , mandados por Be- navente ; el batallón de infantería de Chillan á las órde- nes del capitán de granaderos don Clemente Lantaño, por estar ausente su comandante don Julián Ulmeneta ; y muy luego se le juntaron el batallón de Concepción, los dragones de la frontera y algunas piezas de artillería mandadas por Juan Zapatero. Hallándose los jefes reunidos , se pensó en formar un consejo de guerra para tratar de las consecuencias que podría tener cierto ruido, esparcido por un Franciscano , de que Carrera proyectaba revolucionar la provincia y ponerla á fuego y á sangre. En dicho consejo, se deci- dió que se fuese á campar á la villa de Linares y que Rosas , con algunas tropas , marchase á las orillas del Maule para tener una entrevista con Carrera, entrevista que el mismo Carrera deseaba con anhelo. La providencia quiso infundir prudencia á aquellos buenos corazones, que las pasiones habían enconado uno contra otro , y esta entrevista se verificó en el Fuerte viejo, al norte del Rio Maule , convertido , en aquella ocasión , en una especie de Rubicondo para los dos am- biciosos opuestos. Después de haberse prometido, recí- procamente, sincera y franca amistad, entraron en con- ferencia. Hablando Rosas en nombre de la Asamblea , pidió la aceptación del tratado que por el conducto de su delegado O'Higgins le habia sido enviado, y en el cual se estipulaba la convocación de un congreso , el nombramiento de un nuevo poder ejecutivo y sobretodo el esablecimiento de un gobierno realmente representativo. V. HláTORIA. 17 Jk 258 HISTORIA DE CHILE. Carrera admitió sin dificultad la elección de un nuevo congreso, pero no el nombramiento de un nuevo poder ejecutivo, en el cual temia no ser comprendido, y, por él hecho, hizo toda discusión inútil. Sus palabras vagas, subversivas y aun capciosas pusieron en cuidado á Ro- sas, que al reunirse con su estado mayor, no pudo menos de manifestar alguna desconfianza sobre las intenciones tte Carrera (1). Sinembargo , emplazaron segunda con- ferencia, que debia verificarse en la villa de Talca, la cual se hallaba en el centro de la posición del ejército de Santiago. La aceptación de esta nueva entrevista era imprudente de la parte de Rosas , que ya sospechaba algún artificio en su rival ; pero sin duda no se decidió % creerle capaz de un acto de felonía. Noobstañte, su estado mayor, fundándose en que en la guerra, la pru- dencia es una de las principales virtudes de un jefe, le manifestó una respetuosa desaprobación. O'Higgihs so- bretodo se mostró desconfiado, temió la lentitud y aun también la imposibilidad de un tratado , y animado de un ardiente deseo de "salir de dudas, pidió los cuatro- cientos dragones qué habian acompañado a Rosas, y los Cuatro batallones, de cien hombres cada uno, de su Teji- miento de lanceros, y con estos ochocientos hombres se propuso causar una poderosa diversión en el ejército enemigo. Su plan era ir á pasar el Rio á la parte de las Cordi- lleras y marchar al norte para cortarlo y apoderarse de la artillería, que se hallaba mal ordenada entre San Fer- nando y Curico. En esta sorpresa, esperaba también hacer prisioneros algunos granaderos que se hallaban 'i ¡ c :uu 'íun'Bcrn Ü'ííí CAPÍTULO XVII. 259 cerca de esta última villa, é incorporándolos con sus Hopas, marchar directamente sobre la capital Este proyecto era atrevido, grande pero no imposible, -¡pálmente como concepción de un militar 1^ W de levarlo á ejecución ; pero Rosas no era militar y no podía bailarlo de su gusto. Ardiente en discusiones, viente también con los ladrones y asesinos, de lo cuales era, en seguida, juez, este se sentía muy intimi- dado al verse al frente de un batallón. Por lo mismo prefine .continuar su negociación por medio de la cor- respondencia de oficio (1). O'Higgins se encargó de llevar, al día agotarte» de abril, un oficio á Carrera induciéndole á que fuese á Linares en donde la Junta de Concepción se reunía para terminal- aquellos debates, y en caso de impedimento, á terminarlos por correspondencia : « El oríjen, principio y fundamento único de nuestras diferencias (decía), consiste en la no ratificación del convenio del 12 de enero. En el oficio de V. S á la junta , de 27 del corriente, asegura trae poderes bastan- tes para terminar este negocio. Trátese de él, ante todas cosas : rat,fíque,0 y. S. desde esa y todo está acabado. fo hay reparos que oponer á algunos de sus capítulos , V. 6. señale cuales son con espresion y claridad para contestarlos y allanar los medios de que concluyamos en breve Si hay otro medio de comunicación, propón- galo V. S., que yo estoy llano y pronto á todo (2) » Los mismos motivos de prudencia que habían impe- dido á Rosas de ir á Talca, indujeron á Carrera á no ir a Linares ; pero recibió con las mayores demostraciones (1) Conversación con don Aera. O'HIggius « Olido de don Juan Rosas a Miguel Cairele. 260 MSIORIA DE CHILE. de afecto á O'Higgins, á quien prometió una respuesta categórica para el dia siguiente. Esta respuesta , que no llegó hasta tres dias después, era muy propia á tranqui- lizar los espíritus. Carrera admitía , en ella , la mayor parte de los artículos del tratado (1) ; pero queria dejar á la deliberación del nuevo congreso los que ofrecian al- guna diñcultad, lo cual fué aprobado por Rosas ; de suerte que al cabo de algunos dias , ya estaban de acuerdo y convenían en que hubiese suspensión de armas, y en que los dos ejércitos regresasen a sus cuarteles respec- tivos (2). Así se terminó esta querella que se presentaba, a pri- mera vista, tan borrascosa y que concluyó del modo mas político dejando esperar el restablecimiento del estado normal de las cosas, cuando dos contrarevolu- ciones sobrevinieron para arruinar uno de los dos par- tidos con provecho del otro. La primera fué la que hicieron los realistas en la junta de Valdivia. Poco satisfechos de las nuevas que llegaban de Concepción y de Santiago, temiendo los resultados de la anarquía y no queriendo entregarse á Rosas, juz- garon oportuno operar una contrarevolucion para poner la provincia á la devoción de Miguel Carrera, que creían era el jefe del partido realista. Para llegar á su fin, ga- naron primero a las tropas con promesas pecuniarias y el 16 de marzo á las dos de la mañana, se verifico el alzamiento contra la junta, a los gritos de viva el Rey, viva la Relijion, viva el presidente Miguel Carrera. (1) Veolo en los documentos. 2 Este tratado fué desaprobado por muchos, y particularmente por An- tonio P n o el cual escribía de Buenos-Aires á Man. Rodríguez que Carrera Xa debido no tratar, y obrar con firmeza contra Rosas. ( Carta part.cu.ar a Man. Rodríguez. ) CAPITULO Wíí. 261 Machos de los miembros (Vieron arrestados y enviados á Concepción, entre ellos el capellán don Pedro José Eley- zegui, que era uno de los exaltados. Otros quedaron en Valdivia, uno , don Jayme Guarda , pudo escaparse y atravesar la Araucania. Esta junta así disuelta, se formó otra con el nombre de junta de guerra, y cuyo presidente fué don Ventura Carvallo coronel graduado , con José Antonio Martínez de secretario. En seguida, se pensó en poner la provin- cia en estado de defensa. Se restituyeron los empleos á los empleados que los habían perdido, y se remitió un parte circunstanciado al gobierno de todo lo sucedido. En el momento mismo en que Carrera arreglaba en Talca los preliminares de paz con Rosas , recibió la no- ticia de la contrarevolucion de Valdivia y del entusiasmo con que lo habían proclamado presidente de la real Au- diencia. Por muy lisonjero que le fuese este título, no por eso dejó de sentir el error que padecían cuando aun pensaban en el gobierno caido, y, en su respuesta, des- pués de manifestarse reconocido , les dice cuanto siente que « aun no les haya llegado la opinión de la patria. Discordan (anadia) nuestros pensamientos en el sistema; y Chile que á toda costa no perdonará medio que con- duzca á su rejeneracion , á su libertad y á su felicidad, sufre con dolor la desgracia de no haber alcanzado con las ideas de su profesión al corazón de los patriotas de Valdivia (1). » La respuesta del gobierno fué aun mucho mas esplí- cita : « No hemos podido, les decía, menos de resentimos y cubrirnos del mayor dolor y vergüenza al llegar k la pro- clamación de la rejencia de España y de un presidente (1) La Aurora de Chile, n° 22. Jk •262 HISTORIA DE CHILli. del reino. Uno es la opinión de la patria, otro su orden, otro su gobierno y otras sus intenciones En Chile no hay presidente, ni el reino se somete á la rejencia de España. Su institución , su orden y su poder están re- vestidos de las nulidades y vicios que proclama Valdivia contra su junta, y porque la destrozó y acabó (1). » Pero á pesar de la discreción de su lenguaje, y de haberles anunciado una remesa de dinero, los miem- bros de la nueva junta resolvieron desembarazarse de todas las travas revolucionarias y restablecer el antiguo gobierno, para lo cual pidieron á don Ignacio Justis, gobernador de Ghiloe, un socorro de hombres, que les fueron enviados en número de doscientos soldados al mando del capitán de granaderos don Francisco Arenas, el mismo que , poco tiempo después , fué nombrado go- bernador de Valdivia, cuando esta plaza, separándose enteramente del gobierno de Santiago, se sometió al vi- rey del Perú. La otra contrarevolucion fué de mucha mas impor- tancia aun para la suerte política de Carrera, puesto que se efectuó contra su poderoso rival. Su oríjen fué la pe- nuria de dinero en que se hallaba la tesorería de la pro- vincia de Concepción después que Santiago le habia rehu- sado todo situado , y los grandes gastos que habían sido indispensables para mantener sobre las armas el gran número de milicianos que debían marchar sobre Talca á la primera señal (2). Desde entonces, viéndose forzados á no dar á los veteranos mas que la mitad de la paga, estos manifestaron su descontento, del que los realistas y algunos patriotas opuestos á Rosas supieron (1) La Aurora de Chile, o6 22. *J) Conv. con don Bern. O'Higgins. CAPITULO XVTÍ. 263 aprovecharse. En efecto , el 8 £e julio , á las diez de la noqbe, don Juan Miguel de Benavente, sarjento mayor del cuerpo de dragones, don Ramón Ximenez, sarjento mayor del batallón de infantería, y don José Zapatero, capitán del real de artillería, reunieron sus tropas en: la plaza, poniendo centinelas en todas las esquinas con or- den de no dejar salir á nadie , y en el mismo momento mandaron á los dragones arrestar á todos los miembros de la junta, que mantuvieron en arresto , á la disposición del gobierno de Santiago. El dia siguiente, nombraron otra junta que fué ente- ramente militar (1) , que repuso en sus empleos á todas las personas á quienes se les habían quitado , y que se aplicó á tomar las mas útiles precauciones para hacer vanas todas las tentativas posibles de reacción. Los sol- dados continuaron bivaqueando en la plaza , en medio de la cual , á cielo descubierto, el capellán les decia misa como si estuviesen á la vista del enemigo, y se formó una compañía de personas las mas notables y afectas á la nueva junta para redoblar de vijilancia y aliviar la fatiga de los soldados. El conde de Marquina fué nom- brado capitán de dicha compañía, y su teniente y alfé- rez fueron don Xavier Manzano y don Martin Plaza de los Reyes, el primero teniente coronel del ejército , y el segundo coronel de milicias. Todos cuantos eran contra- rios y podían perjudicar al nuevo poder fueron espul- sados de la ciudad ; el teniente de artillería Fer. Zor- rilla fué enviado á Arauco, y José Eleyzegui arrestado, como convencido de haber ofrecido 14,000 p. á los sol- (1) Compuesta de don Pedro José Benavente como presidente ; don Juan Miguel Benavente, vice-presidente; de don Ramón Ximenes y del capitán de dragones don José Maria Artiga, como vocales. El secretario era el capitán de infantería don Luis Garreton. ^ 26/j HÍSTOTUA DK CHILE. dados si querían apoderarse de la artillería (1). Este Eleyzegui era cuñado del voeal Bernardo Vergara , y el mismo sacerdote que era miembro de la junta de Val- divia, y que , seis horas después de su caida, se había visto obligado á refujiarse á Concepción. De un jenio inquieto y muy liberal, tenia por la independencia de su país el fervor de un apóstol y el valor de un mártir. Por eso, á pesar de los engaños que padeció , no dejó de ser uno de los primeros á conspirar contra cuantos creía ene- migos de las libertades proclamadas. (1) Relación de las novedades ocurridas , en 1812 , en Concepción. Mss. CAPITULO XVIII. Los habitantes de Santiago saben con satisfacción el tratado de paz de los dos pretendientes, y posteriormente la disolución de la junta de Concepción y el arresto de sus miembros. — Llegada de estos á Santiago. — Su destierro. — Rosas marcha para Mendoza , en donde fallece. — M. Carrera aumenta el número de sus tropas. — Su prodigalidad en sus gastos. — Los grados supe- riores en el ejército son dados á su familia. — El poder ejecutivo da su prin- cipal atención á las administraciones civiles. — Proyecto de empadrona- miento.— Decreto para !a fundación de escuelas gratuitas. — Instituto nacio- nal.— Llega una imprenta á Chile. — Camilo Henriquez. — La Aurora, primer diario de Chile.— Su espíritu liberal y subversivo.— Su influencia en favor del movimiento.— El poder ejecutivo aprovecha todas las ocasiones para atraer el pueblo á su partido. — Recibimiento de Poinsett como cónsul jeneral de los Estados Unidos.— Aniversario del 18 de setiembre.— Bandera nacional y su escudo. — Grande pronunciamiento en favor de la libertad y de la independencia. Al tiempo de la salida de Miguel Carrera para ir á disputar el poder á su poderoso adversario, y restablecer la unidad nacional bastante comprometida , el público de Santiago estaba jeneralmente desasosegado. El ca- rácter ambicioso y resuelto de estos dos jefes era muy conocido y todos temian que la lucha fuese larga, obsti- nada, y que ocasionase una guerra civil, tanto mas de temer cuanto la rivalidad de las dos provincias podia contribuir á que fuese mas encarnizada. Algunas perso- nas de influjo se habían ofrecido para ir á mediar y con seguir que se terminasen de un modo amical aquellas pueriles discusiones. Otros, probablemente con diferente objeto, habian hecho lo posible para formar una conspi- ración que no tuvo consecuencias pero que, tal vez, obligó á Carrera á irse con ideas mas prudentes y mas moderadas respecto á su modo de conducirse. En todo 266 HISTORIA DI CHILE. caso, el pueblo estaba con mucha zozobra y manifestaba sus temores con quejas y con libelos. Así se hallaba ator- mentado por crueles presentimientos cuando recibió el anuncio de la conclusión de la disputa. Esta noticia, que llegó en el momento en que se aca- baba de saber el insignificante resultado de la primera entrevista, causó el mas vivo contento á los habitantes de Santiago ; porque á todos les pareció que era de un feliz agüero para el próximo restablecimiento de la tran- quilidad pública y se felicitaban de aquel acontecimiento, bien que estuviese aun lejos de su conclusión. Estaban todos tan cansados de un estado tal de incertidumbre , que muchos de los partidarios mismos de Rosas echaron á un lado sus resentimientos y salieron al encuentro del triunfador, que reunía, decían ellos, el mérito de hombre político al de militar. Su recibimiento en la ciudad fué tan brillante como sincero , y le acompañaron hasta su casa con demostraciones de afecto jeneral. Sus tropas tuvieron también parte en aquella ovación y pudieron gozar del entusiasmo con que todos salieron a recibirlas. Pero este júbilo fué aun mucho mayor cuando , el dia 12 de julio, se supo la contrarevolucion que las tropas habían operado disolviendo la junta de Concepción y ar- restando á todos sus miembros. Esta noticia , que dejaba á Carrera solo dueño del poder, fué recibida con grandes muestras de alegría, y celebrada, durante muchos dias. con funciones, iluminaciones, salvas de artillería y repi- que de campanas. Muchas personas firmaron y enviaron, luego después, una acta de felicitaciones al gobierno , el cual se apresuró á reclamar los prisioneros, áfin de po- nerlos en la imposibilidad de rescatarse, diciendo á la junta de guerra de Concepción : CAPÍTULO XVIII. 267 « Hará V. S. que el brigadier don Juan Martínez de Rosas pase inmediatamente á esta capital bajo su pa- labra de honor, acompañado de un oficial , remitiendo á los demás con una escolta que haga su seguridad indi- vidual sin mengua de su carácter y destinos (1). » No eran menos los deseos que tenia la junta de Con- cepción de desembarazarse de aquellos ilustres prisio- neros, los cuales , por sus relaciones de parentesco , su influencia y su talento , podían fácilmente eludir su au- toridad y su vijilancia , y se apresuró á dar la orden de su marcha. Entre ellos, iban : el coronel Luis de la Cruz, el capitán de milicias don Bernardo Vergara, el licen- ciado don Manuel Novoa , todos miembros de la junta disuelta, y don Francisco Calderón comandante de in- fantería. En cuanto á Rosas, no se juzgó oportuno que entrase en Santiago, y al llegar al rio Maypu, se encontró con un oficial que tenia orden de conducirlo á San Vicente, hacienda de Carrera, en donde fué muy bien tratado y visitado por muchos de sus amigos. Dos meses después , es decir, el 10 de octubre , recibió la noticia que lo iban á desterrar á Mendoza, La orden de su salida para dicha ciudad se redujo á un simple pasaporte que espresaba por motivo de su viaje el arreglo de asuntos de familia, y, en efecto , salió inmediatamente sin haber podido ob- tener algunos dias de dilación. Los habitantes de Mendoza le recibieron con todos los miramientos debidos á su rango y á su mérito , y en breve se vio el hombre público del país , nombrado presidente de la sociedad patriótica literaria que acababa (1) Contestación al oficio de la junta de guerra de Concepción. ( Aurora ex- tr3ord.,n024.) Jk HISTORIA DE CHILE, de ser fundada. Desgraciadamente , no pudo disfrutar mucho de todos estos honores, pues profundamente conmovido de los sucesos, y aun también disgustado de verse ausente de su familia y de esta su segunda patria, que en su acendrado afecto consideraba como su ver- dadera nación, se dejó llevar de pensamientos melancó- licos, y el mal de hipocondria se lo llevó al cabo de al- gunos meses. Así acabó aquel grande hombre , á quien la patria debe el primer desarrollo de su fuerza y de su conciencia, y que se puede considerar como padre de la independencia chilena (i). En cuanto á sus compañeros, estos fueron mas felices y permanecieron en su país , bien que relegados en las villas de lo interior. Don Luis de la Cruz fué confinado á Illapel ; Vergara , á Melipilla ; Novoa , á Quillota ; y Calderón , al Huasco. Este último no era miembro de la junta, pero la sostenía con todo su poder como jefe de batallón de infantería de la frontera, empleo que habia obtenido á consecuencia de la destitución del conde de la Marquina. En tiempos de grandes conmociones políticas, las mayores y mas repugnantes injusticias pasan, por decir- lo así, incógnitas, porque el egoísmo natural junto con (1) Hizo, ademas, grandes servicios al país, como abogado hábil, y admi- nistrador celoso. Nadie ignora con qué ardor perseguía á los ladrones cuando era asesor del intendente de Concepción, y el mucho bien que hizo á la ciu- dad, ya hermoseándola y ya asanándola secando algunas lagunas. Como hombre de talento , era el oráculo de todos los habitantes de la provincia , y á pesar de sus ideas muy avanzadas, y muy atacadas por los realistas, Carrasco no habia dudado en tomarlo por su asesor particular. En suma, su renombre era tan bien merecido , que en 1798 , cuando José María Luxan , fiscal de la real aca- demia practica forense de Santiago, le dio un certificado de sus méritos, no pudo menos de espresarse en términos los mas honrosos en favor de sus o ajigantados talentos, hasta el grado de hacerse respetar entre los mas sabios maestros, etc., etc. » CAPITULO XV1I1. 269 las pasiones de los partidos , y el temor de los riesgos que cada uno corre, hace que nadie piensa mas que en su propio interés , dejando con indiferencia que los de- mas sufran su suerte. Así sucedió que el destierro de Ro- sas , que en este instante inspira justa indignación , fué mirado en aquel tiempo de turbación con la mayor frial- dad, y sin el menor sentimiento, casi todos abrazando la causa del hombre que ofrecia mas garantías contra los elementos de anarquía que amenazaban la tranquilidad pública. Hablando del jefe del estado , todos se espre- saban con cierta especie de cortesía, sincera ó afectada, pero muy conveniente en aquel momento, en que se ne- cesitaba conciliar intereses opuestos, aquietar las pasio- nes y recomendar a los hombres capaces aquellas insti- tuciones que pedian tanta atención y tantas reformas. Haciéndose, en cierto modo, jefe de la república , Mi- guel Carrera tomaba sobre sí una grave responsabilidad, y nadie mejor que él podia dirijir el carro del estado pol- la verdadera via que debia seguir. Con sus arranques que causaban tanto entusiasmo ; con la actividad de sus movimientos : con el nervio patriótico que tenia y que daba tanto aliento al patriotismo y, enfin, con la acepta- ción jeneral que gozaba , estaba , en el mas alto grado , obligado á llenar con honor y gloriosamente sus sagra- dos deberes. Ademas , la suerte le era sumamente propicia. Gra- cias á sus campañas do España, Carrera era el verdadero jenio marcial de la república y tenia una grande supe- rioridad sobre los demás jefes, sin esceptuarlosque dis- frutaban mayores grados que el suyo. Las tropas le amaban, y los oficiales se hicieron al instante sus afec- tísimos amigos y sus compañeros en pasatiempos pue- ^ 270 HISTORIA DE CHILE. riles, que estaban muy lejos de merecer la aprobación de los hombres de juicio. Reflexionando sobre los ries- gos á que estaba espuesto el país , ya por ambición de los partidos, ya por la posibilidad de una invasión espa- ñola, creyó oportuno dar un impulso militar á las institu- ciones, y aun también á la educación de la juventud , sembrando, por el hecho , la carrera del defensor de la patria de los mas insignes honores (1). También formó nuevos cuerpos de milicias que entregó , desde luego , á la instrucción y ala disciplina, y nuevos batallones de ve- teranos; y mandó que el jefe supremo tuviese una guar- dia de honor, bajo el nombre de gran guardia ó guardia nacional (2), compuesta de un escuadrón de húsares, de los cuales se nombró él mismo comandante , perfectamente equipados , lo cual ocasionó zelos en los demás cuerpos , que noobstante ocupaban igualmente su atención ; por- que , por lo mismo que habia visto tropas perfectamente vestidas, deseaba poner en el mismo pié alas de Chile, no solo en cuanto al brillo esterior que realza al soldado á sus propios ojos, sino también en su trato interior, y este fué el motivo que tuvo para levantar una caserna á los huérfanos , bajo un plan demasiado vasto y costoso para que fuese posible ejecutarlo nunca completamente. Esta especie de lujo de construcción y de equipo habia ocasionado grandes gastos que el país no estaba en es- tado de sobrellevar ; porque todo cuanto se necesitaba (1) Como después 'de la revolución , muchos que no eran militares llevaban uniformes, galones y charreteras, cosa realmente escandalosa, mandó formar una junta de jefes «para que rejistre y reconozca los títulos que documenten á cada uno su uso, privando de él á los que no los tengan.» (Oficio del 27 de febrero 1812, en la Aurora, n " 5 , extraord.) (2) Compuesta de soldados de caballería lijera que debían ejercitarse en el manejo de la tercerola, de la pistola y del sable, que eran sus armas. La fuerza «lectiva de! cuerpo era de 438 h. CAPÍTULO XVIII. 271 estaba sumamente caro, y si á esto se añaden los pocos ingresos del fisco , y la pobreza del país mismo , se verá que la tesorería no podia menos de hallarse muy pronto en el mayor apuro , y, en efecto , hubo que recurrir á donativos ; pero si unos se apresuraban á mostrarse je- nerosos, otros, enjeneral , lo hacian con bastante repu- gnancia , porque el carácter económico del chileno no le permitía mirar con indiferencia la grande prodiga- lidad que rayaba ya en desperdicio. Sobre esto aun hubo también algunos clamores de descontento, y algunos se propasaron á poner en duda la probibad de Miguel "Carrera; acusación injusta, calumnia verdadera en opo- sición diametral con el espíritu liberal de un hombre que, noobstante la ambición que tenia de hacer las co- sas con grandeza , manifestaba su abnegación personal en la sencillez y modestia de su traje. Gon todo eso no nos podemos disimular que habia en esta familia un espíritu de conveniencia egoísta, visto que, como ya lo hemos dicho , sus miembros tenían los pri- meros empleos del ejército, sin duda con el fin 'de apro- vecharse de ellos para dominar. En el espacio solo de al- gunos meses, el padre y Juan José habían sido promovi- dos al grado de brigadier ; los otros dos hijos eran ya coroneles, y todos, menos el padre, tenían el mando de algún cuerpo. Es verdad que todos estos militares impro- visados, por decirlo así, tenían un carácter diferente. Luis era poco ambicioso, y, lo que es mas, tenia poca inclina- ción á las armas , según lo manifestó claramente en to- das las acciones en que se halló con las débiles pruebas que dio de -sus conocimientos y de su valor. Al contra- rio, Juan José se ha distinguido siempre por su bizarría, y teniamucho mas juicio que Ju^an 'Miguel, el cual, aun- HISTORIA Dü CHILE. quémenos valiente que su hermano primero, poseía todo lo que da superioridad . como talento, actividad y sobre- todo la preciosa esperiencia adquirida al frente de un enemigo que en aquella época se reputaba un modelo de táctica y de disciplina. A pesar de estas ventajas , Juan José no podia some- terse á su hermano como inferior en grado y de menor edad, porque tenia también la conciencia de su mérito, y la jerarquía militar le hacia olvidar los miramientos que debia á un miembro del poder ejecutivo. Así habia á menudo entre ellos discusiones y enconos que el padre procuraba apaciguar, pero se guardaban un rencor que, al cabo, no podia menos de estallar. Afortunadamente , el estado de confusión en que se hallaba ei país no les dejaba lugar para pensar en él. Todas las administraciones , como ya se ha dicho , pe- dían toda la atención y todos los cuidados de las autori- dades, y por mucho que el ejército le ocupase , Miguel tenia también que pensar en la organización de los des- pachos públicos , y en las medidas de reforma que exijia el nuevo estado de la sociedad y de la civilización. Pero ya se sabe que las acciones de un guerrero no tienen siempre por guia á la ciencia , y necesitaba consejos de personas que supliesen su insuficencia. Para eso, tuvo el buen tino de escojer sujetos tales como Manuel Salas, Gabriel Tocornal , Juan Egaña, Bernardo Vera y otros, los cuales eran muy capaces de conducirlo por la verda- dera senda de los progresos, y por medio de estos buenos patriotas pensó en establecer el orden y la legalidad que después de algún tiempo no se veian en los actos admi- nistrativos. Pero lo que mas le preocupaba era el establecimiento capítulo xvm. 273 de un gobierno fundado en las verdaderas bases de la representación democrática. Como esta especie de go- bierno tiene su orijen en la elección y es de rigorosa justicia que el número de diputados de cada provincia sea proporcionado al de sus habitantes, mandó hacer un empadronamiento jeneral, operación que nunca se había hecho mas que con resultados inciertos y aproxí- mateos (1). La instrucción de la juventud fué también un parto de aquellas ideas democráticas según las cuales el pue- blo debía adquirir estensamente el conocimiento de sus derechos para llegar á ejercerlos con dignidad nom- brando libremente y con acierto representantes capaces de defender los intereses de la nación, y de deliberar sobre la promulgación de las leyes las mas conformes al bien público. Afín de conseguir este resultado, y dar al mismo tiempo al pueblo la instrucción necesaria para el manejo de sus propios y particulares intereses, dis- puso que se estableciese en cada convento una escuela gratuita para niños y adultos, y también las habia para las jóvenes (2), las cuales, hasta entonces, habían ca- recido de este medio de enseñanza. Esto en favor del pueblo. Para las clases pudientes, se pensó en fundar un es- tablecimiento destinado á ser « una escuela central y normal para la difusión y adelantamiento de los cono- cimientos útiles, y cuyo instituto era dar á la patria ciudadanos que la defiendan , la dirijan , la hagan flo- recer y le den honor. » (1) Está en nuestro poder este empadrónamelo formado sobre grande escala , pero desgraciadamente le faltan algunas provincias. (2) Estas iban á aprender á leer y a escribir á casas de señoras, que se interesaban por ellas y las instruían por puro afecto. V. HisTunu |g 27¿ HISTORIA DE CHILE. Tal fué el oríjen del instituto actual, que no debia abrirse hasta un año después, y en donde se habían de enseñar todos los ramos de conocimientos por profe- sores que ademas reunidos en cuerpos científicos, ha- brían de compulsar los hechos históricos de la república y dar á luz memorias sobre diferentes objetos. Por donde se ve que dicho establecimiento estaba proyectado sobre un gran pié, y que no era puramente de enseñanza sino también de progresos, formando una verdadera socie- dad académica, que habría tenido miembros honorarios y corresponsales, y en la cual se habían de discutir, perfeccionar y propagar las letras, las ciencias y las artes, en cuanto fuesen relativas á la prosperidad de la nación. Ya en aquel tiempo y gracias al esmero que ponían les hombres eminentes en difundir la instrucción, Chile se hallaba poseedor de la maravillosa imprenta , de la cual, con vergüenza para España , habia estado privado hasta entonces. Con este nuevo órgano de la palabra, los grandes patriotas podían hacerse oir de todas las provincias y de los mas recónditos lugares, comunicán- doles, de este modo, sus ideas y sus opiniones con pro- vecho de la nacionalidad que querían hacer fructificar. Este propagador de conocimientos humanos habia lle- gado por el conducto de don Mateo Arnaldo Haevel, recomendable sueco, y un ilustre Chileno, el padre Fray Camilo Henriquez , fué el primero que hizo uso de él. Nacido en Valdivia, de honrados padres, este buen patriota fué notado, en los primeros años de su adoles- cencia, por la solidez de su juicio, y el desarrollo de su temprana intelijencia, y era aun muy joven cuando fue í Lima á tomar el hábito en el convento de los padre* CAPÍTULO \UI|. 275 de la Buena Muerte. Allí, encerrado silenciosamente en su celda aprovechó de todo el tiempo en que estaba desocupado para entregarse con meditación á estudios de que debía resultar tanta utilidad. Muy diferente de otros redosos que no alimentaban su espíritu mas que de las sutilezas de la filosofía monástica, el padre Hen- nquez al contrario, se dedicó al estudio del derecho natural, dejándose llevar de su inclinación á la inde- pendencia, que ya era el móbil de todas sus acciones Pero en aquella época de preocupaciones y de sumi- sión, se veia obligado á doblegarse á la supremacía de las máximas teolójicas de que estaba imbuida toda la sociedad, y solo se atrevía á dejar traslucir con la mayor circunspección algunos albores de la luz que había de alumbrar, al fin, á sus compatriotas. Así vivió muchos años violentando su jenio; pero cuando el aire de la libertad empezó á soplar en aquellas rejiones, no podiendo contenerse ya, rompió el silencio y se espresó de un modo tan gallardo que alarmó al virey, el cual de- creto sü proscripción. Entonces, se fué al reino de Quito, en donde se ha- llaba el foco de la revolución, en la que tuvo una parte muy activa; pero obligado á abandonar la euna de la ib rtad americana, pensó en traer á su propio país el fruto de sus estudios y de su esperiencia, y, en efecto desde n egada á Santiago, empezó á tomar ££ diente sobre los espíritus, esparciendo sus luces en las ««edades patrióticas á que asistía, animándolas y aun también exaltándolas algunas veces; contribuyendo á Si d : deal, AudieBcia y participand°' «£S¡¿ 2S2J?" os actos de ,as diferentes juatas *» - J* 276 HISTORIA D£ CHILE. Cuando el gobierno se halló en posesión del material necesario á las oficinas de una imprenta, no podia hallar un sujeto mas capaz que el Padre Camilo Henriquez para dirijir un periódico, y era justamente también lo que deseaba aquel ilustre Chileno, que anhelaba por vivificar la libertad por medio de una instrucción sólida y oportuna. Encargado, por consiguiente, de esta hon- rosa y peligrosa misión, dio á luz su primer número el 6 de febrero de 1812, dia para siempre memorable en la historia de la revolución y de la literatura chilenas, por haber sido la línea de demarcación entre la era de tinie- blas y la de la luz, y lo intituló la Aurora de Chile, dando á entender que el diario era el precursor de la claridad del dia y de la ilustración del país. En el curso de su publicación, muchas veces tuvo por colaboradores talentos del primer orden tales como Ma- nuel Salas, Bernardo Yera, José Irrizari, Manuel Fer- nandez y el sueco Hcevel , que al principio tradujo del ingles artículos muy interesantes. Pero en jeneral se puede asegurar que el solo Henriquez soportó todo el peso de la redacción con tanto celo como talento. Sus fines en esta tarea eran eminentemente patrióticos. Lo que él queria era instruir al pueblo sobre sus dere- chos y sobre la suerte que le aguardaba; despertar en los corazones el amor de la libertad y prepararlos así, poco á poco, al advenimiento de la independencia , que era el objeto principal de sus mas profundas medita- ciones. Por esta razón, casi todos sus artículos no son, en el fondo, mas que lecciones sobre cuanto es concer- niente á la forma del gobierno democrático, demostrando la imposibilidad en que estaba España de dirijir los in- tereses y asuntos de un país tan lejano del centro de CAPITULO XVIII. 277 dirección, y la necesidad que resultaba para los Chilenos de vijilar ellos mismos por su propia defensa y el buen orden de sus administraciones. Bien que probablemente estos artículos no fuesen todos de su pluma, se traslucen claramente en ellos su talento y el arte de recopilar nociones diversas para reu- nirías en un solo cuadro luminoso de versos latinos ó españoles, como lenguaje el mas propio á persuadir y conmover, ó de prosa gallarda y elocuente , animando á los lectores á mostrarse á cara descubierta dignos hijos de un país libre. « En el momento , les decia él , en que los pueblos declaran y sostienen su independencia , gozan de la libertad nacional ; su libertad civil y política son obra de la constitución y de las leyes. ¿ Y quién puede ne- garnos la facultad de establecer nuestra libertad inte- rior, ó , lo que es lo mismo , el buen orden y la justicia ? Aun nos resentimos de los defectos del antiguo sistema ; la ignoranciade tres siglos de barbarie está sobre nos- otros, etc., etc. (1). ¿ En otro número va aun mas lejos, y principia anun- ciándoles que : « Ya es tiempo de hablar libremente , de esponer sin vetos los intereses públicos y de que, en medio de un pueblo que debe ser libre , se eleve la voz intrépida de la verdad ; ¡ época feliz en que se ostenta la administración amable y honrada por la liberalidad de sus principios!... La verdad nació para reinar sobre todos los seres ra- cionales y debe ser noble y varonil. Ella exalta el espí- ritu é inspira valor ; pero si se necesitan almas fuertes para anunciarla, se necesitan también espíritus recto? y '!) Aurora de Chile, n° 27. Jk 278 HISTORIA DE CHILE. tí fuertes para recibirla y sufrir su presencia... Tiempo es ya de que cada una de las provincias revolucionadas de América establezca de una vez lo que ha de ser para siempre ; que se declare independiente y libre , ó que proclame la justa posesión de sus eternos derechos. Nó me detendré en probar que debemos ser libres. Seria un insulto á la dignidad del pueblo americano, dice uno de nuestros políticos, el probar que debe ser independiente. Este es un principio sancionado por la naturaleza, y re- conocido por el gran consejo de las naciones impar- ciales. No nos liga pacto alguno, ni hay convención que esclavice indefinidamente a todas las jeneraciones ; ni hay ceremonia relijiosa prescrita por la violencia del despo- tismo, que anule los derechos de la naturaleza (1). » Otras veces, enfin, hacia presentir la grande necesi- dad de un congreso americano, en estos términos : « l Alguna vez , un congreso jen eral americano no hará veces de centro? Eso está muy distante, y será una de las maravillas del año 2440 ; pero yo no soy pro- feta. La América es muy vasta, y son muy diversos nuestros jemos para que toda ella reciba leyes de un solo cuerpo lejislativo, etc. (2). » Es preciso hojear las elocuentes y juiciosas pajinas del diario de este ilustre Chileno para ver con que entu- siasmo y que convencimiento preparaba el pueblo al nuevo pacto social que debia de tener por consecuencia la independencia absoluta del país. Sus principios, sus ideas , escritos con calor, y un gran talento para per- suadir, poniendo alguna vez la relijion de por medio , se esparcian por toda la república , y eran el fanal con- (1 ) Aurora de Chile , n° 35. (2) Aurora de Chile, 11° 28. CAPÍTULO XVTIÍ. •279 ductor de aquellas intelíjencias débiles y tardías que fluctuaban aun en dudas é incertidumbre , y las con- ducía insensiblemente al puerto de salvación. Aun hay memoria del anhelo con que todos esperaban el dia de su aparición , y de la influencia celestial que tenia en todas las clases de la sociedad , y aun para con los Chi- lenos realistas, que se vanagloriaban de poseer un diario para quejarse de su violencia. Los artículos que daban también Bernardo Vera y Juan Irrizari no eran ni menos gallardos ni menos apasionados. También ellos escribían , como Camilo Henriquez, bajo la influencia de dos inspiraciones, que eran la del progreso intelectual y la del triunfo de la emancipación ; y para dar esta tendencia á sus escritos, el primero empleaba su numen poético, y el otro su prosa fácil , seria y alguna vez mordaz , bien que respirando siempre convencimiento. El poder ejecutivo, por su parte, manifestaba el mismo esmero en sostener y propagar las mismas ideas como favorables á sus miras y á sus proyectos. Bien que sus actas fuesen firmadas siempre en nombre de Fer- nando VII , esta especie de sumisión se habia hecho tan ridicula como ilusoria, y nadie guardaba la me- nor duda acerca de la suerte que iba á tener el país, cuya separación absoluta de la monarquía española to- dos esperaban seria anunciada de un dia á otro. Siem- pre que se presentaban ocasiones para manifestar opi- niones las mas radicales , las autoridades no dejaban nunca de aprovecharse de ellas para que obrasen en el espíritu aun indiferente del pueblo. Así, cuando Poinset fué recibido de cónsul jeneral de los Estados Unidos, y Ed. Haevel de vice-cónsul, la ceremonia fué majestuosa -Jt , 280 HISTORIA DE CHILE, é imponente; todas las autoridades asistieron á ella, y se siguieron regocijos que se repitieron aun con mas esplen- dor el dia aniversario de la independencia de los Estados- Unidos (1). Lo mismo sucedía siempre que llegaban felices nuevas sobre buenos sucesos de las armas revolucionarias de diferentes comarcas de la América. En estos casos, al punto habia funciones civiles y relijiosas, TeDeum, ilu- minaciones y salvas de artillería, procurando de esta manera animar á la multitud para atraerla á la santa causa, y sacar partido de ella en caso de necesidad. Pero la función la mas solenne y demostrativa fué sin disputa la que hubo para celebrar el aniversario de la instalación de la primera junta , función que fué tras- ladada del 18 al 30 de setiembre (2). Ya habia dos meses que la escarapela nacional era tricolor : encar- nada , amarilla y azul ; pero solo la llevaban algunos militares, y aquel dia se desplegó una bandera de los mismos colores con el escudo de las armas nacionales para eternizar la memoria de aquella era de renovación. Este escudo , que se acuñó durante muchos años en la moneda del país, fué dibujado, en grande , en el frontis- picio de la casa de la moneda , centro de la función, y representaba un grupo de montañas por encima de las cuales rayaban los albores del sol que venia á alumbrar este dichoso país. Por exergo tenia dos inscripciones latinas alusivas á la circunstancia ; una en la parte su- (1) El cónsul Poinset dio un gran baile al consulado, y á consecuencia de algunas discusiones que se levantaron entre Chilenos y Anglo Americanos , se vertió sangre y hubo algunos muertos. Esta lucha tuvo lugar en la calle cuando se llevaban presos á los quimeristas. (2) En aquel instante Miguel Carrera estaba, por decirlo así, reñido con su hermano Juan José , motivo por el cual no asistieron á la función ni él ni los oficiales de su cuerpo. Miguel y Luis , que tenían algún recelo, tuvieron á sus rejimientos sobre las armas durante toda la noche. ( Diario de Miguel Carrera.) CAPÍTULO XVITI. 281 perior indicando la aurora de la libertad chilena , y la otra en la inferior esplicando que la luz de la libertad venia en pos de las sombras de la noche. Debajo de esta última inscripción habia otras dos, también en latin , de las cuales una , conservada igualmente en el cuño de la moneda , declaraba que los Chilenos habían de ser libres por la razón, ó por la fuerza (1), y la otra no era mas que la repetición de la segunda, con palabras equivalentes y mas concisamente. Ambas estas inscripciones servían de gráfila á otro escudo en el medio del cual habia un globo sostenido por una coluna y superado de una estrella adoptada por astro de la suerte de Chile. Si á estas manifestaciones tan ruidosas como espre- sivas , añadimos el cuidado que se habia puesto en ocul- tar, en cierto modo , las armas reales grabadas en al- gunas partes del edificio , veremos que no carecía de fundamento la voz esparcida aquel dia de que se iba á proclamar la independencia. Sinembargo, no se tra- taba de eso y solo hubo mucho jubilo y muchas espe- ranzas. En el baile lucidísimo que siguió por la noche en la misma casa de la moneda , todos los convidados parecían poseídos de sentimientos patrióticos que mos- traban en todas sus acciones y palabras. Estos mismos sentimientos aparecían algunas veces en trajes insul- tantes para el nombre real ; otras , en conversaciones , cantatas é himnos que inflamaban los corazones y exal- taban los espíritus. Hubo damas que los llevaron á mas (i) AURORA LIBERTATIS CHILENSIS: UMBR^E ET NOCTI LUX ET LIBERTAS SUCCEDUNT. AÜT CONSILIIS, AUT ENSE POST TENEBRAS LUX. ^ 282 HISTORIA DI CHILE. alto punto renegando su oriundez española y presentán- dose vestidas en un brillante traje de Araucanas. Por todo esto se ve que el entusiasmo era grande y sincero, y que el país se encaminaba á pasos largos á la independencia. El movimiento se aumentaba cada diá mas con nuevos patriotas , que orgullosos de verse en él , no podían contar ninguna de sus menores particularida- des sin que su imajinacion exaltase su amor propio. Ya los partidos y las diferentes opiniones empezaban á tran- sijir y á confundirse. Todos procuraban echarse á la parte del que era la personificación de la revolución ; y si algunos empleados civiles se mostraban indiferentes ú opuestos al nuevo gobierno, se les obligaba á seguir el ejemplo de los demás y á ponerse la escarapela nacio- nal como símbolo de adesion, real ó finjida. Algunos meses después, se exijia con tal rigor que todos llevasen esta insignia, que los pagadores tuvieron orden para no pagar á los que faltasen á este deber, ya fuesen civiles ó militares. CAPITULO XIX. Pronunciamiento jeneral en favor de la independencia. — Desunión entré José Carrera y Miguel. — Dimisión de este del poder ejecutivo.— Es remplazado por su padre.— Reconciliación de ¡os hermanos.— Desarreglo de las cosas y proyecto de una constitución. Agustín Vial presenta uno que es adoptado por el gobierno. — Sus bases. — Descontento que causa en Concepción y en el clero. — Instalación de un senado. — Nombramiento de dos ministros y de un intendente. — Reformas en el ayuntamiento. — Establecimiento de sere- nos.— Formación de una sociedad filantrópica bajo el nombre de sociedad económica de amigos del país. — Fin del año 1812. Desde el principio de la revolución nunca se habia visto un pronunciamiento tan jeneral y tan espresivo por la independencia ; no parecía sino que una verda- dera y sincera alianza de todos los partidos iba á triun- far de todas las enemistades y rivalidades que los divi- dían , y que en lo sucesivo todos serian responsables con sus acciones de un acontecimiento que hasta entonces habia puesto la fidelidad en hostilidad contra la desgra- cia. Todo esto era muy propio á inflamar el noble pa- triotismo de Carrera ; pero desgraciadamente, sus bellas intenciones se resentían muchas veces de la inconstan- cia de su carácter tan móbil que le hacia ser injusto aun con aquellos que podían ayudarle mucho en la eje- cución de sus proyectos. Al adoptar el papel de reforma- dor, ya debía de saber que iba á constituirse , en cierto modo, como fuente y oríjen de todos los acontecimien- tos futuros , que con razón le serian imputados, y que tendría que violentar su carácter inconstante, caprichoso y que se burlaba de la suerte de la nación , haciendo y deshaciendo su gobierno , muchas veces por leves moti- Ji t# }■-- rj te 284 HISTORIA DE CHILE. vos. As/ venios, en el espacio de pocos meses , entre sus asociados en el poder ejecutivo personas tales como O'Higgins, Marin , Nicolás de la Cerda, Juan José Al- dunate, Manso (1) Portales, Prado, sucediéndose unos á otros sin permanecer mas que el tiempo necesario para dar pruebas de sus nobles inclinaciones á la gravedad y á la moderación en las ideas, y de no poder, por con- siguiente, simpatizar con sus humos esencialmente beli- cosos, ni con las puerilidades que eran tanto de su gusto. Algunos de ellos, como Manso y Nicolás de la Cerda, habían mas bien caído en el poder que entrado volunta- riamente en él ; porque eran hombres muy pacíficos, do- tados de un verdadero espíritu de conciliación , detes- tando los partidos estremados y que no habían jamas consentido en aceptar la mas leve complicidad en sus violencias y escesos. Pero la desunión que habría podido ser mucho mas grave fué la que se declaró entre Juan Miguel Carrera y Juan José , entre los cuales había después de algún tiempo una especie de frialdad, que en realidad no era mas que un efecto de una rivalidad secreta de ambición. Siendo el primojénito Juan José no quería ser subordi- nado de su hermano y se quejaba muchas veces de no poder obrar mas que según este lo juzgaba conveniente. La disciplina y la ordenanza le forzaban á someterse á formalidades que le repugnaban, y no le acomodaba que su hermano diese en todo la preferencia á su gran guar- dia sobre los demás cuerpos. El descontento de Juan José llegó á ser tal que no quiso ir al gran baile del ani- (1) El cual era administrador de la aduana de Santiago , y pariente del ilustre Manso, que , por mediados del siglo 18 , fué oresidente de Chile, y después virev del Perú. OAPÍi'üLO XIX. 285 versario , y que dos días después, á las seis de la tarde , mandó retirar los soldados de su batallón que estaban de guardia en la plaza, dejando el puesto abandonado. An- tes de ejecutar este acto de insubordinación habia pa- sado un oficio bastante insultante á su hermano , que se vio forzado á responderle en los mismos términos , y al mismo tiempo á dar su dimisión de miembro del poder ejecutivo. Esta dimisión no podia ser ventajosa á Juan José Car- rera, que noobstante ser valiente y buen militar no po- dia compararse con el que tenia mucha esperiencia y mucho mas talento. Ademas, la posición respectiva de cada uno de ellos era muy diferente. Juan Miguel era el propagador de la revolución y poseía el tino y el manejo que no tendia nada menos que á reunir en su sola cabeza los grandes intereses que defendía; porque sentía en su conciencia que podia conducirlos á buen puerto ; al paso que Juan José no era mas que un producto de la misma revolución , formado por circunstancias accesorias , de modo que sus sentidos y potencias lo impelían por una corriente que iba á llevarse toda su existencia. El uno obraba á impulsos de su propio jenio ; el otro obedecía á la influencia de los acontecimientos y era mas propio á correr en pos del carro de la Piepública que á condu- cirlo, y tal vez su enemistad provenia de cierta tenden- cia que manifestaba á ideas monárquicas. Habiendo con- traído matrimonio, no habia mucho tiempo, con una persona cuya familia tenia intereses esencialmente espa- ñoles, y á cuya casa iban muchas personas de la misma opinión, Juan José concluyó por seguir la misma cor- riente y hacer causa común con ellos. Por la salid?, de José Miguel del poder ejecutivo se ha- ^ 286 HISTORIA DE CHILE. cia indispensable nombrar otro miembro que lo rempla- zase, y no siendo verdaderamente, según lo hemos visto, la política entonces actual mas que un reflejo que daban los intereses privados de una familia, todos sabian de antemano que dicho nombramiento recaería necesaria- mente en uno de sus miembros. Los reaccionarios hu- bieran querido que recayese en Juan José , y para eso Manso hizo los mayores esfuerzos á fin de que consin- tiese en aceptarlo ; pero no pudo conseguirlo , porque Juan José conocía el jenio fuerte de su hermano , y se obstinó en rehusarlo , bien que procurando fuese nom- brado su propio padre , que por su edad avanzada y su debilidad seria fácil de llevar. Este nombramiento se hizo el 3 de octubre, hallán- dose el venerable anciano en el campo , á donde su hijo lo fué á buscar, y desde luego fué el punto de mira de los partidarios de tiempos pasados, cuyas intenciones eran nada menos que el dar un impulso retrogrado á los espí- ritus hacia el antiguo réjimen. Juan José les sirvió de conducto para pedir se quitasen los nobles colores na- cionales que habia dos meses eran el símbolo de la di- gnidad del país , y se remplazasen por los que habia antes de la revolución. Aun se dijo que el mismo Juan José habia tenido el malhadado pensamiento de inducir al virey Abascal á enviar una espedicion contra Chile , asegurándole que tendría un completo buen éxito (1). Pero todos sus planes fueron burlados por sus dos her- manos, que no dudaron en emplear medios violentos para sostener la causa de la libertad. Mas de una vez sus Te- jimientos estuvieron formados para combatir el espí- (1) Diario de Carrera é Hist. inss. de ia revolución de Chile del padre Mar- tínez, CAPÍTULO XIX. 287 ritu de reacción (1), cortando el vuelo á los designios imprudentes de su hermano , y procurando ponerlo en la imposibilidad de dañar al sistema establecido por la razón , la justicia y el celo patriótico. Por medio de todas estas pruebas que dieron de ner- vio y de tino, y contraminando cuanto se trabajaba bajo de mano para que el padre inclinase hacia los realistas, estos generosos Chilenos consiguieron alejar el peligro que amenazaba á la patria , inspirar á su hermano me- jores intenciones y forzarle á reconciliarse con ellos. Poco tiempo después, manifestó en efecto tener este deseo y se lo dijo así á Poinset y á algunos amigos de la familia Larrain , los cuales hicieron cuanto estaba de su parte para reunidos y ponerlos de acuerdo. En conse- cuencia, se decidió que tendrían una entrevista en casa del cónsul americano para anudar el hilo de su amistad, que la rivalidad y tal vez algunos zelos habían enfriado momentáneamente. Llenando así este santo deber, é inspi- rado , por otra parte , de sentimientos naturales con tan estrecho parentesco , « ya no se trató de otra cosa que de acordar los pasos que debían darse para reformar el gobierno y dar un nuevo ser á nuestra revolución (2). » Una de las mas urjentes necesidades que resentía el país era la de una constitución que pusiese los ciuda- danos á cubierto de la arbitrariedad del poder, preser- vándolo de este modo de toda tendencia al despotismo. Esta era una obra tan delicada como difícil , porque la nación no presentaba elemento alguno, no teniendo ni (1) « Acordamos con Luis sostener el sistema á fuerza de sangre si no podia nada la razón, y para ello tomamos todas las medidas y precauciones nece- sarias. Algunas veces estuvieron los cuerpos sobre las armas con bala en boca.» ( Diario de Miguel Carrera. ) . (2) Diario de Miguel Carrera, ^ >• á88 HISTORIA Dü CHILE. sujetos, ni ideas, ni principios, y careciendo sobretodo de la esperiencia que debia ser la antorcha de dicha obra. Por lo tanto esta constitución, como verdadera espresion de los sentimientos del país, no podia me- nos de presentarse en un estado de infancia y puramente como obra provisional, propia á satisfacer á los muchos que deseaban salir del estado de incertidumbre que tanto los inquietaba (1). Porque á pesar de tener el gobierno á su cabeza hom- bres sensatos y enemigos de la anarquía, como todo se pasaba bajo un réjimen algo escepcional y casi militar, se seguia de aquí que muchos empleados subalternos, civiles y militares, obrando en nombre del pueblo sobe- rano, abusaban muchas veces de la libertad en términos verdaderamente licenciosos, atacando la propiedad con escesos que se hacian insoportables (2). En vista de esto, no era pasmoso que hubiese muchos descontentos que pidiesen con instancia la constitución que habia de defi- nir, fijar y distribuir los poderes políticos de cada uno encerrándose en los límites establecidos por la razón y la justicia. Esta constitución , escrita bajo la influencia de la fami- lia Larrain (3), y la primera que la lejislatura chilena (1) «En cuyo deseo estaban todos acordes , aun los mismos realistas, para salir de un estado de tanta confusión y de tanta incertidumbre y arbitrariedad, sin haber un solo dia que fuese semejante á otro. » ( Martínez, Hist.de la rev. de Chile. ) (2) Hist. de Chile del padre Guzman.— Id. del padre Martínez. (3) « Para el mejor acierto se reunieron don Francisco Antonio Pérez, don Jaime Zudañez , don Manuel Salas, don Hipólito Villegas, don Francisco de la Lastra y el padre Henriquez, que formaron á su gusto todos los artículos, sin que por nuestra parte se hiciese el menor reparo. » Esto se ve en el manifiesto de Luis Carrera á los pueblos, pero el 16 de oc- tubre , don Antonio Pérez escribía que él era estraño á esta constitución , lo cual fué afirmado de nuevo por el mismo Luis. ( Véanse los manifiestos de 1813 y los n" 85 y 87 del Monitor araucano. ) ■ I CAPITULO X1A. 289 pueda recordar (1) , fué presentada en el mes de agosto por Agustín Vial y entregada á una comisión de dipu- tados (2), « para que la examinen , discutan y rectifi- quen, conciliando con la gravedad de su importante trascendencia la ejecutiva urjencia de su instalación. » Bien que no emanase, de un congreso y careciese, por esta razón , del prestijio de la legalidad, con todo eso era un gran paso en la nueva política que prometía grandeza y gloria al país , y revestía del carácter de derecho todo cuanto hasta entonces no había sido mas que un hecho, un pensamiento. Es verdad que también sepresentaba, como se ve, aun tímida, disimulada, so- metida á la autoridad absurda de un rey estranjero, bien que por una mezcla particular de sutileza y de contra- dicción, se proclamase la soberanía popular y se prescri- biese en un artículo que « ningún decreto, providencia ú orden que emane de cualquiera autoridad ó tribunales de fuera del territorio de Chile tendrá efecto alguno. » En el preámbulo habiauna declaración de derecho, que surjia de un gran motivo de necesidad , autorizando al país á gobernarse por sus representantes como respon- sables de su seguridad. Adoptada por el gobierno á pesar de la repugnancia de algunos de sus miembros, esta constitución se puso de manifiesto en el consulado para que fuese leida y fir- (1) En 1811, don Juan Egaña escribió un proyecto de constitución que el supremo gobierno mandó publicar en 1813. Como ningún documento hace mención de ella, ni aparece citada en ningún decreto , manuscrito ni obra im- presa, no debemos considerarla mas que como parto del año en que fué publi- cada , y por lo mismo tendremos ocasión de hablar de ella cu;mdo hablemos de aquella época. (2) Compuesta del canónigo don Pedro Vives, don Francisco Pérez, don Manuel Salas, don Fernando Márquez de la Plata , don José Santiago Rodrí- guez, don Francisco Cisterna y el coronel don Juan de Díoí Vial. V. HlMORlA. 19 ■■:-.&■ i \ 290 HISTORIA DE CHILE. mada por el pueblo. Lo mismo se practicó en las provin- cias, y en todas partes se recibió sin ninguna señal de alegría ni de descontento , menos en Concepción , en donde fué rechazada por la reacción realista , que hacia cada dia mas progresos. Después de la contrarevolucion que algunos militares habían hecho al gobierno de Rosas se habia establecido una junta de guerra que J. Miguel Carrera miraba con temor y que hubiera querido disol- ver dejando á don Pedro José Benavente de intendente de la provincia ; y como habian negado obediencia á su decreto , tuvo por conveniente enviar á don Juan A. Diaz Salcedo y Muñoz como diputado del gobierno « para tratar y cortar toda desavenencia siendo su princi- pal objeto destruirla ; aunque no se portó con la digni- dad que exijia su encargo y representación , logró con el influjo de Pedro Benavente revolucionar la tropa, des- truir la junta de guerra, apresarla, remitirla á Santiago con muchos de los sospechosos y dejar el mando seguro en manos de don Pedro José Benavente » (1). Este acto de violencia , que los patriotas mismos re- probaban , aumentó el descontento y dio mas vigor al partido realista , animado debajo de mano por los jefes militares y por las dignidades eclesiásticas. Así sucedió que cuando se recibió el proyecto de constitución, se alzó un grito de reprobación que el espíritu de partido pro- curaba animar con todo su poder. El obispo sobretodo protestó contra todos los artículos y atacó principalmente el primero como contrario al dogma de nuestra santa relijion. En efecto este artículo declaraba que la relijion católica apostólica seria la relijion del estado, pero omi- tía la palabra romana , queriendo sin duda depender (1) Diario de Miguel !.ancra. CAPÍTULO XIX. 291 menos del Papa, y aun talvez con intención de instituirse iglesia chilena para apropiarse en lo sucesivo la consa- gración de los prelados. Es verdad que sobre este punto el cabildo y clero de Santiago no se mostraron menos escandalizados y protestaron igualmente contra dicha omisión, aunque sin resultado alguno, porque la consti- tución fué impresa tal como habia sido concebida, y por premio de su resistencia muchos miembros fueron des- terrados y obligados á irse á Mendoza. En aquella época, se hallaba á la cabeza del clero de Santiago el gran patriota Andrés Guerrero, obispo auxi- har que antes residía en Quillota, y que, por consejo de Manuel Salas y otros, Miguel Carrera mismo habia ido á buscar para que contrarestase las tramas antipatrióticas de dicho clero. Después de la firma de la constitución se pasó á la organización de un senado que fuese intermediario entre el pueblo y los jefes del estado, y sirviese á contrapesar su poder. Estos jefes fueron conservados tales como estaban antes (1). El senado, al contrario, fué obra del momento y compuesto de siete miembros que debian representar las tres grandes provincias, á saber : dos la de Concepción ; dos la de Coquimbo , y tres la de San- tiago En este número estaba comprendido el presidente, que fue don Pedro de Vivar, y un secretario, el célebre padre Camilo Henriquez, los cuales debian ser renovados cada cuatro meses. El senado debia serlo cada tres años, y tema por misión participar de los negocios del go- bierno y vyilar sus actos, como también los intereses del »n^™~° *«i"™ »adre; - «* •*• Migue, Labia vuelto eou.0 292 HJSTOKIA DE CHILE. '*, i pueblo Por lo demás, gozaba de la mas alta considera- ción , pues «sin su dictamen el gobierno no podia resolver en los grandes negocios que interesan la segundad de la patria, y siempre que lo intente ningún ciudadano armado ó de cualquiera clase deberá auxiliarle m obe- decerle y el que contraviniese será tratado como reo de estado » (1). Ya se ve que desde un principio los au- tores de esta constitución querían poner trabas al poder supremo sometiendo sus actos á la censura , y aun limi- tando su autoridad con ventaja de cierta aristocracia (2). Todo ciudadano, lo que mas es, podia acusar los miem- bros de dicho poder culpables de traición , soborno u otro crimen y en caso de prueba delatarlos al senado, que los destituía y los entregaba al rigor de las leyes, y por consiguiente á la justicia ordinaria. Este mismo senado era de derecho su juez de residencia; enviaba al tribu- nal de apelación los que habían faltado á la probidad y á la justicia y aun tomaba parte en la sentencia. Esta suprema corporación, que era á la vez cuerpo lejislativo, consejo de estado y senado conservador tuvo su primera sesión el 10 de noviembre de 1812 E discurso de apertura , que fué leido por su presidente el D- don Pedro Vivar, era corto y sencillo. Después de dar .i-acias á sus conciudadanos por haberle honrado con la presidencia, exortaba á sus colegas á desempeñar con celo y conciencia sus tareas, tan importantes como hon- rosas. « El honor, decia él, que nos confiere la patria (1) Reclámenlo conslUncional provisorio de 1812, articulo Vil. Be que e, pensamiento Ce la revoiocion chilena luese PHPMgfr l). , „.„„ „,0ha de ver en casi todos lo» actos de los gobiernos mocriuc. , noobstan « , * £ » * > ;r „„,, moderada que ae.de América CAPITULO \IX. 293 está unido á grandes deberes, reposando en nosotros las esperanzas de un pueblo libre y virtuoso, debiendo entender en sus asuntos mas graves y arduos. Colocados entre el gobierno y el pueblo, el primero debe hallar en nosotros los consejos de la prudencia, los pareceres de la esperiencia, de la reílexion y de la sabiduría ; y el se- gundo debe encontrar en nosotros protección , celo y vijilancia por sus intereses bien entendidos (1). Independientemente de este senado , la constitución establecía por la primera vez en el país un ministe- rio que no debia componerse mas que de dos ministros, uno para los asuntos interiores, y otro para los este- riores. Sin duda la organización administrativa de aquella época era demasiado sencilla para que se pudiese dar mas estension á aquella superior institución , pero causa sentimiento no ver en ella un ministro especial de ha- cienda, porque era el ramo que pedia mas atención por la importancia que tenia como ájente principal en aquella grande reforma social , que se continuaba sin in- terrupción. Es verdad que el 7 de setiembre se nombró un intendente sobre dicho ramo ; pero por la naturaleza misma de sus atribuciones , que eran juzgar en primera instancia los asuntos litijiosos de la administración , su papel era enteramente pasivo y sometido á reglamentos sin autoridad alguna de iniciativa de reforma, autoridad atribuida esclusivamente al ministro del interior, ó mas bien al poder ejecutivo ; porque los ministros de aquella época dependían en tal manera de dicho poder, que en realidad eran puros instrumentos suyos para ejecutar en cierto modo sus órdenes y legalizar sus decretos. Tam- poco podían ni los unos ni los otros mezclarse en el ma- (1) Véase la Aurora de Chile, n° 42. 294 HISTORTA DE CHILE. nejo de los resortes de la administración de hacienda , en atención á la muchedumbre de sus operaciones, y porque tenia que obrar con prontitud y muchas veces de improviso. También la organización municipal participó de la reforma. La constitución daba fuerza de ley á las medi- das ya tomadas para que fuesen nombrados en eleccio- nes populares los miembros de dicha corporación , revo- cando así todas las antiguas órdenes que hacian ele dichos nombramientos otros tantos objetos de venalidad , y tal vez de opresión , y desde luego fué preciso proceder á otras elecciones. Los nuevos miembros manifestaron prontamente las intenciones mas filantrópicas con res- pecto á la hermosura , la limpieza y la seguridad de la ciudad , y al bienestar de sus habitantes. Entonces fué cuando se pensó por la primera vez en el alumbrado de las calles, que hasta entonces habian estado abandonadas á una policía muy descuidada, y en formar una compa- ñía de serenos para vijilar con cuidado y eficacia por la seguridad pública. Igualmente se proyectó la formación de una sociedad económica de Amigos del país , sancionada por un de- creto del gobierno que prometía fomentarla con todo su poder (1). El objeto de esta sociedad era reunir todos los partidos, haciéndolos partícipes, como consejeros privados , de los negocios administrativos; inspirar ideas de jenerosa filantropía y hacer apreciables las virtudes cívicas, que en una nación joven y á punto de ser re- j enerada, deben ser los móbiles de los actos de todo go- bierno y de todo empleado. A su apertura , que tuvo lugar (1) Esta idea filantrópica pertenece también á don Manuel Salas, que la hizo adoptar por el ayuntamiento, y, á consecuencia, por el gobierno. m CAPITULO XTX. 295 el dia primero de febrero, su secretario Don José Antonio de Irizarri , uno de sus mas activos fundadores , y su mas firme apoyo , pronunció un discurso en el que resaltaban sus vivos deseos de que los habitantes de este feliz país gozasen en adelante de una vida de delicias, y de que se pudiesen reunir todos los elementos de prosperidad para ponerlos en correlación unos con otros y formar con ellos la base sólida de una constitución social. « El an- ciano oprimido con el peso de los años y de las desgra- cias (decia él) ; la viuda miserable que mendiga el ali- mento de sus hijos ; el huérfano que se halla aislado en medio de la naturaleza ; la doncella perseguida por la necesidad y la malicia, todos, todos hallarán en esta so- ciedad el remedio suspirado. El arte proporcionará los medios de adquirir todas las comodidades de la vida. La ilustración disipará las sombras de la ignorancia , y Jos dias mas claros , mas deliciosos y serenos seguirán á las noches tenebrosas en que estuvieron envueltas nuestras vidas (1). » Fué uno de los caracteres de la revolución chilena el personificarse desde un principio en la clase la mas dis- tinguida , la de mas probidad y la mas decidida por el bien común. Sin duda en las grandes convulsiones polí- ticas cuando un pueblo dominado aun por sus inclina- ciones, hábitos y preocupaciones, se ve de repente impe- lido á adoptar nuevas ideas , obligado á defender ó mas bien á proclamar derechos por tan largo tiempo oprimi- dos, debe de haber en las diferentes clases de la sociedad luchas de ínteres, de opinión y de amor propio que tomando un carácter apasionado se hacen tenaces y se alejan de la moderación y justicia que son los principios (1) Véase la Aurora de Chile , n° 5 del tomo segundo. J» 296 HISTORIA DE CHILE. :*■' i fundamentales de una buena lejislaeion. Esto es lo que ha sucedido en todos los países que han querido elevarse á la posesión de su dignidad. En todas partes , del me- dio de la ajitacion popular surjieron desórdenes y abusos de poder que ha sido preciso disimular para evitar mayores males. El año de 1819 , que terminamos, ofrece desgraciadamente numerosos ejemplos de estos desór- denes , y muchas veces el rumor público habia acusado á Miguel Carrera de tolerar demasiado abiertamente esta especie de abusos , sin poder comprender que un país que toma momentáneamente una actitud militar, toma igualmente una anticivil , ocasionada por la pre- sencia de tantos soldados turbulentos por ociosidad , quimeristas y viciosos. Pero fuera de estos inconve- nientes de difícil remedio , no se puede menos de reco- nocer al país mucho adelantamiento debido al patrio- tismo de sus nobles reformadores, y ciertamente también al nervio y al talento de Miguel Carrera, sujeto que casi resume en sí solo toda la historia del año. En el trascurso de este período vemos, á la verdad, que sus acciones se resienten tal vez demasiado de la vida tosca, altanera, pasada en campamentos de ejércitos europeos. Vemos igualmente que sin miramiento por el estado de penuria de la tesorería , y de la pobreza del país, se ha dejado llevar á gastos exorbitantes que desaprobaba el econó- mico carácter chileno ; pero al mismo tiempo debemos remontar á aquella época de desorganización jeneral en que la lentitud propia de las administraciones civiles eran tan funestas al éxito de un movimiento y á la mul- titud de reformas que dependían de él , misión que pro- curaba llenar sino con el acierto de un lejislador, á lo menos con la actividad y la decisión de un hombre que CAPITULO XTX. desea verdaderamente la prosperidad de su país. En efecto , en aquel año se ve la primera idea del instituto nacional , y la fundación de escuelas públicas , aun para las jóvenes doncellas , así como también la de una socie- dad filantrópica compuesta de las personas las mas sabias del país ; se ven las primeras relaciones diplomá- ticas entabladas con naciones estranjeras ; el estableci- miento de la primera imprenta y del primer diario ; una verdadera organización militar ; la disciplina de las mili- cias provinciales; la construcción de nuevos cuarteles; la fábrica de armas ; la sanción de¡ emblema nacional; la de una constitución , la primera que se haya publicado en Chile y que prometía un gobierno legal , y, por consi- guiente, digno de ser respetado y defendido por todos los habitantes. Sin duda todas estas instituciones , refor- mas y mejoras no fueron parto del solo pensamiento de Carrera ; pero se realizaron bajo su administración , y bajo este aspecto no se puede negar que contribuyó muchísimo á su prosperidad y propagación. Ji CAPITULO XX. Nueva conspiración contra los Carrera, y destierro de los conjurados.— Pre- parativos de José Miguel para ir á organizar el Sur. — Invasión de Pareja y su desembarque en el puerto de San Vicente.— Ramón Freiré recibe el pri- mer fuego de las guerras de la independencia.— Toma de Talcahuano por los realistas. El gobernador don Rafael de la Sota se repliega sobre Con- cepción. — El comisario del ejército real don Tomas Vergara enviado de parlamentario, y de plenipotenciario acerca del intendente.- Consejo de guerra y cabildo abierto. — El comandante don Ramón Ximenez gana las tropas y las induce á amotinarse. — Salida de la tesorería para Santiago. — Rendición de Concepción después de un tratado becho entre el intendente y el parlamentario.— Pareja verifica su entrada y destaca algunas tropas para apoderarse de la tesorería. — Juramento de la constitución de la monarquía española. A pesar de la actividad con que Miguel Carrera pro- seguía en sus planes de reforma, y de que daba pruebas claras de hallarse animado de sentimientos de amor al orden y al cumplimiento de sus deberes, noobstante, se veia constantemente objeto de los tiros de tres par- tidos, que eran, el de los realistas, el de Rosas y de los antiguos municipales que se habia coligado con este último. El primero, compuesto de hombres tímidos, no trabajaba mas que clandestinamente. El otro, mucho mas inquieto y turbulento, se encaminaba con perseve- rancia á sus fines por medios que iban creciendo en au- dacia hasta la conspiración. Ya hemos visto como este último medio, empleado por algunos, habia quedado sin resultado, lo cual no les impidió de formar una nueva conspiración, aun mas formidable, dirijida por sujetos de distinción. Ya fuese porque querían impedir el desarrollo del poder en una sola familia, ó porque quedan dar á este mismo poder una dirección civil, en CAPÍTULO XX, 299 I lugar de una militar que no tiene límites definidos y llega muchas veces á ser arbitraria, trataron de apode- rarse de varios miembros de dicha familia para enviarlos con una misión estraordinaria á países lejanos. Pero bien que este plan hubiese sido bien concebido y meditado, fué descubierto en el momento en que Miguel Carrera iba á ponerse en marcha para ir á conquistar la unidad chilena, comprometida aun por la sublevación de Val- divia, y tuvo por resultado el destierro á Juan Fernan- dez y á otras diferentes partes de la República, de un cierto número de personas tan honradas por su patrio- tismo como por el rango que ocupaban en la sociedad. Así se mantuvo Carrera , por un nuevo favor de la for- tuna, á la cabeza de la nación después de haber vencido sin violencia á sus enemigos y puéstolos en la imposibili- dad de dañarle. Veamos ahora si el sistema de paz en que iba aun á entrar le permitirá ejecutar, al fin, el proyecto que meditaba después de largo tiempo, y que circuns- tancias imprevistas le habían permitido realizar. Este proyecto era ir á dar un nuevo fomento á las ideas republicanas del sur , comunicarles una fuerza activa y homojénea , y neutralizar el influjo del clero, sobretodo el de los misioneros de Chillan , defensores acérrimos de la monarquía española. La ejecución de este proyecto era tanto mas necesaria cuanto en el mes de noviembre, una carta del virey Abascal había llegado amenazando y fulminando al gobierno de Chile si no volvía á entrar en la antigua senda de fidelidad monár- quica. Este oficio, escrito en términos tan altaneros como insultantes, había motivado, el 17 de noviembre, una junta de las primeras autoridades para deliberar sobre la respuesta que se le había dedar. Muchos de los miem- 300 HISTORIA DK CHILE. •*.-. bros de dicha reunión hubieran querido declararle in- mediatamente guerra, animados por la que le hacia Buen os- Aires con tanta decisión ; pero otros demostra- ron que la falta de recursos del país no permitía el adoptar semejante medida de tanta trascendencia, ade- mas de que no habia ni buques ni verdaderas fortifica- ciones. En consecuencia se resolvió que era forzoso aguardar y se aguardaría una ocasión mas favorable. Por esto se ve de cuan grande utilidad era el viaje de Miguel Carrera, pues no solo iba á organizar la resis- tencia á una invasión sino también á preparar los es- píritus á la declaración de la independencia para la reu- nión del primer congreso. A este efecto, Pérez, Vera, y don Ant. Irizarri habían dado varias proclamas, que igualmente debían enviar á Gaspar Marín para influir al mismo tiempo en el espíritu de los habitantes del Norte. Todo esto se hacia con el mayor apresuramiento cuando de repente se presentó, el 26 de marzo, delante de la bahía de San Vicente , una espedicion enemiga que venia á quitar el nuevo gobierno, y á reponer el de la monarquía española. El virey Abascal no se habia contentado con ame- nazar las autoridades revolucionarías de Chile, y habia resuelto, después de mucho tiempo, enviar una espedi- cion para forzar el país á entrar de nuevo en la vereda de los intereses monárquicos. Para ejecutarlo , seguia una correspondencia tirada y secreta con muchos rea- listas de Santiago y Concepción que le tenían al cor- riente de lo que sucedía ; del espíritu de discordia que reinaba entre los patriotas; del descontento que se ha- bia manifestado á consecuencia de la conducta incon- siderada de los hermanos Carrera, y de los escesos CAPITULO XX. 301 cometidos por algunos de sus oficiales y soldados. Por consiguiente solo esperaba Abascal por una ocasión para llevar á ejecución su proyecto, y esta ocasión se presen- taba sumamente favorable con la llegada del brigadier Pareja, enviado por la junta suprema de Cádiz para llenar el puesto, en Chile, de intendente de Concepción. Pareja habia servido en la marina real , en la que se habia distinguido por su ciencia y valor, sobretodo en el combate de Trafalgar en donde mandaba el navio Argo- nauta. Bien que ya fuese de edad avanzada, aun tenia nervio y vigor, y aceptó la proposición que le hizo Abas- cal de ir á someter á Chile al dominio de la monarquía española; pero á fin de no dar lugar á sospechas, le revistió el virey del título de gobernador de Chiloe , po- niendo solamente á sus órdenes unos cincuenta soldados, y suministrándole una cantidad aproximada de cuarenta mil pesos (I). Tales fueron los débiles recursos con que el anciano Pareja iba á invadir un país lleno de entu- siasmo, de vigor, y de sentimientos de libertad y de independencia; pero tenia confianza en su propia espe- riencia y en la ciega sumisión de los Chilotes ; contaba con la discordia entre los jefes de los partidos, y espe- raba le seria fácil ejercer ascendiente sobre las tropas para servirse de ellas como de instrumentos de odio y de venganza. Su salida de Lima se verificó por fines de 1812. « En 18 de Enero, dice, arribé á aquellas islas, y entregado de íl) Algunos aseguran llevaba mas de 200,000 p.; pero esta aserción es inexacta. Tengo á la vista un testimonio del espediente seguido por el gober- nador de Chiloe sobre reintegro de las cantidades gastadas en la espedicion que invadió á Concepción , y los gaslos hechos por esta tesorería ascendían a 'SJZJ-ill p. "72 & El vicario.de Castro don Francisco Xavier Venegas le prestó también 5,400 p. para gastos del ejército. ^ 302 HISTORIA DE CHILE. su comandancia jeneral me dediqué sin perder momento á llenar los superiores encargos de V. E., y para ello me administraron cuantos datos fueron necesarios el gober- nador interino don Ignacio Justis y el ministro de la Real Audiencia don Juan Tomas de Vergara, á quienes, decidido ya á realizar la espedicion , destiné á Valdivia para que se aprontasen tropas, víveres y otros necesarios artículos capaces de sustraerse de aquella plaza; ha- biendo ordenado de antemano al sarjento mayor don José Ballesteros instruyese á la mayor brevedad posible un batallón de milicias (1) . » Dos meses le bastaron para activar y terminar todos estos preparativos , y el 17 de marzo, ya se embarcaba para Valdivia , de donde salió el 22 para venir á conquis- tar á Chile. Su pequeño ejército se componía (2) de cinco compañías de su batallón veterano, al mando hombres, del capitán don Carlos Oresqui , de la fuerza de ; 390 Del Batallón voluntarios de Castro , mandado por el teniente de asamblea don Juan Ballesteros ; De una compañía de artillería mandada por el teniente Pía ; De las tropas de Valdivia, que eran : un bata- llón de veteranos á las órdenes de Don Lucas Am- brosio de Molina , Y de una compañía de artillería á las del teniente coronel José de Bersanza, 500 132 506 lili Formando todas estas fuerzas un total de 1,572 La espedicion, como acabamos de decir, partió de (1) Parte de Pareja al virey Abascal. (Gaceta estraordinaria del gobierno de Lima , n° 84'.) (2) Datos comunicados por el cura Berganza , . que era uno de los cape- llanes de la espedicion CAPITULO XX. 303 Valdivia el 22, embarcada en tres pequeños transportes, y aun también en piraguas de Ghiloe , especie de lan- chas descubiertas y muy mal acondicionadas (1), y ha- bría sido fácil detenerla si Miguel Carrera hubiese po- dido, como lo habia proyectado, ir un mes antes á dar á los preparativos de defensa de aquella parte de la costa la solidez que su esperiencia y su actividad solas podían darles, ó si el gobierno, menos sensible á las reconven- ciones que se le hacían sobre gastos , hubiese pensado en armar un bastimento para recorrer la costa de des- cubierta ; pero en aquella época la idea de invasión no era mas que un pretesto que empleaban los liberales para sus fines particulares , y, en realidad , habrá muy pocas personas que creyesen seriamente en ella. Por las disposiciones defensivas de Talcahuano, ha- bría sido muy poco prudente Pareja en dirijirse á aquel puerto y prefirió ir á desembarcar su pequeña espedi- cion en el de San Vicente , situado á dos ó tres leguas mas al sur, y que por un incomprensible descuido se habia dejado desprovisto de medios de defensa. Allí llegó el dia 26 de marzo, y verificó el desembarco por la noche protejido por el teniente de asamblea Ballesteros , que habia desembarcado previamente con parte de los vo- luntarios de Castro. Pero durante el dia , habia llegado el alarma á Concepción , el intendente habia mandado tocar jenerala para reunir las tropas disponibles y las milicias; en Talcahuano el gobernador Rafael de La Sota desplegó no menos actividad en preparar medios, sino de resistencia eficaz , á lo menos de obstáculos al ene- (1) Las tropas deChiloe vinieron en la fragata Trinidad, bergantines Ma- chetes y iV¿ei.cs , dos goletas y cinco piraguas, y con estas embarcaciones se juntaron al salir de Valdivia la fragata Gaditana y el bote de artillería. (Notas del cura Berganza.) ^ 30/i HISTORIA DE CHILE. migo, mandando ocupar las alturas que dominan labahía de San Vicente y separan este de Talcahuano, por algu- nos dragones de la frontera , una partida de ochenta hombres que le llegaron de refuerzo y cuatro cañones enviados de Concepción. La ocupación de dicho punto habría sido importante con fuerzas suficientes, pero con las pocas que habia contra un ataque de mil doscientos hombres con diez piezas de artillería, no se podia hacer mas de lo que se hizo : se defendieron durante algunas horas y luego se replegaron sobre Concepción (1). Las tropas que recibieron el primer fuego de la inva- sión, y, por consiguiente, de las guerras de la indepen- dencia, fueron los pocos dragones que el gobierno habia enviado de observación, mandados por el suteniente don Ramón Freyre, joven tan bizarro como resuelto y que vamos á ver crecer como uno de los mas ilustres guer- reros y de los mas acérrimos defensores de las libertades nacionales. Obligado á abandonar Talcahuano , que fué ocupado luego por una parte de los realistas , el gobernador La Sota se dirijió á Concepción , en donde, á penas llegó, asistió á un consejo de guerra con el intendente del ejér- cito de Pareja, don Juan Tomas Vergara , que ya habia visto la víspera cuando se hizo entregar los tres ofi- cios dirijidos al gobernador, al cabildo eclesiástico y al Ayuntamiento. Vergara se hallaba allí como parlamen- tario para intimar la rendición á los habitantes prome- tiendo , en nombre del virey Abascal , la conservación de sus honores y empleos á todos cuantos reconociesen la soberanía absoluta de Fernando Vil, y el olvido total de todo cuanto habían hecho por la independencia. (l) Parte de Pareja al virey Abascal. ( Gaceta del gobierno de Lima, n°3/i/ CAPÍTULO XX. 305 E coronel don Pedro Benavente, que era intendente del distrito , no podía tomar sobre sí semejante resolu- ción y pidió diez días para convocar á todos los compa- triotas y pedirles su parecer. Sin duda era pedir dema- siado tiempo, y Vergara no le concedió ni veinte y cuatro horas, diciéndole que si al dia siguiente no recibía res- puesta, la fuerza sola decidiría la cuestión , rigor que justificaba achacándola á su jeneral , que probablemente estaba impaciente por aprovecharse del estado de aban- dono en que se hallaba la provincia para reconquistarla y dominarla. En vista de esto, hubo que limitarse á con- vocar cabildo abierto para el dia siguiente por la ma- ñana; pero entretanto , aquella noche se tomaron todas las medidas necesarias para despachar á Santiago el di- nero que había en la Tesorería y que ascendía á 36,000 p. El Tesorero interino de Concepción , don José Ximenez Toldillo, fué el que lo condujo con una escolta de seis á ocho dragones , y acompañado de su capellán Pedro José Eleysegui. El dia siguiente, 27 de marzo , tuvo lugar la reunión en casa del intendente, y se compuso, en parte , de per- sonas que por su rango ó por su edad no querían espo- nerse á las consecuencias de una resistencia, y opinaron que mucho mas valia rendirse con buenas condiciones , en atención á la desigualdad de fuerzas. Otros sostenían' al contrario, que podían oponerse con mucha probabili- dad de éxito fuerzas suficientes , y en efecto habia en Concepción ochocientos setenta veteranos á los cuales se podían juntar los ciento y ochenta de la guarnición de Talcahuano y los cuatrocientos ochenta y cinco mili- cianos perfectamente armados que su comandante Pedro Barnachea habia ya reunido en la plaza , y en caso que V. HlSTOBM. m 3 306 HISTORIA DE CHILE. ;•"■ ■ estas tropas no fuesen suficientes, se podia contar con las numerosas milicias de la provincia , en número de cinco á seis mil hombres, y ganar tiempo para poder esperar los refuerzos que necesariamente enviaría el go- bierno de Santiago. Pero en medio de todo esto , no ha- bia mucha confianza en el jefe que habia dado ya lu- gar á sospechar su lealtad ; como la reunión era popular, puesto que habia sido convocada á cabildo abierto , al- gunas personas se atrevieron á declararlo en alta voz, y entonces se resolvió enviar el gobernador Soto de se- gundo de Xim. Navia para observarlo y contenerlo en caso de felonía. Pero ya no era tiempo de hacerlo pues todas las tropas , granaderos, dragones y artilleros ha- bían sido ganados , y cuando llegó á la alameda , en donde acampaban, los halló en plena rebelión gritando, ¡ viva el Rey ! y hollando bajo los pies la escarapela pa- triótica. Esta revolución impidió de llevar á ejecución el proyecto formado de internarse en el país para espe- rar allí una organización mejor y poder hacer frente á aquel puñado de piratas , nombre que daban á las tropas de invasión. El intendente Benavente se vio obli- gado á quedarse en Concepción para protejerla contra el saqueo , y solicitado por algunos miembros del clero y otras personas de influjo y meticulosas del país, entró en negociación con Yergara , negociación de la cual re- sultó un tratado en la que se reconocia la lealtad de los habitantes de Concepción á la causa de Fernando VII, de una parte , y de la otra , la constitución de las cortes de España , bajo la promesa de Pareja de que nadie se- ria inquietado por sus opiniones pasadas, ni privado de su empleo. Ademas, fué estipulado que los oficiales, tro- capítulo xx. 307 pas veteranas y de milicias no serian forzados á tomar las armas contra la provincia de Santiago. Estas estipulaciones fueron presentadas á Pareja , que las ratificó en toda su estension, y el mismo dia entró en la ciudad á la cabeza de su pequeño ejército y en medio de las tropas que una vergonzosa defección acababa de entregar á su disposición. Para consolidar el éxito que habia logrado, mandó publicar inmediatamente bandos de amnistía jen-eral y para que todas las sudelegaciones se incorporasen bajo de sus órdenes. Las de la costa, si no presentaron oposición , se mostraron indiferentes ; pero en la isla de la Laja , gracias á la presencia del Obispo Villodresen los Anjeles , y del Español Masa, sujeto rico, de mucho influjo y opuesto á los patriotas, todos acojieron con entusiasmo el nuevo gobierno y se prepararon a sostenerlo. Los Franciscanos de Chillan contribuyeron también mucho á inclinar el pueblo de dicha ciudad al partido de Pareja y aun á llenarlo de entusiasmo por su causa. El dia que recibieron las proclamas del jefe de la espedicion trabajaron con gran esmero para que fuesen publicadas con aparato , como lo fueron por José Marín Arriagada, que acababa de ser nombrado sudelegado del cantón ; y al dia siguiente, el guardián salió para Concepción á ponerse á las órdenes del jeneral , prometiéndose acompañarle en sus espediciones para servirle de guia, y al mismo tiempo para que utilizase el influjo de su ministerio sobre los alucinados y estraviados por doctrinas falsas y suversivas. Mas adelante veremos que los relijiosos de este con- vento, persuadidos de que realmente la relijion corría inminentes riesgos emanados de dichas doctrinas, y con- 308 HISTORIA DE CHILE, ,'t;- ' m movidos de la situación crítica de España y de su amado Fernando VII, abrazaron con escesivo celo el partido realista y fueron en todos tiempos enemigos jurados y tenaces del sistema de independencia. Pero estas demostraciones no bastaban para consolidar la monarquía; se necesitaba hacer grandes gastos para mantener en pié tantas tropas , y el poco dinero que ha- bía en la tesorería, como arriba queda dicho, habia sido enviado á Santiago. Pareja se habia apresurado á pedir al intendente de la provincia, Benavente, una orden para que regresase dicho dinero con su escolta, comisión que se dio a Melchor Garbajal con treinta dragones y milicia- nos de Quirihue aíin de que se apoderase por la fuerza del dinero si se negaban á obedecer. Al mismo tiempo, se hacían preparativos para jurar la constitución de las cortes de España , constitución que iba á ser la base de la nueva organización administra- tiva, y se esperaba la llegada del Obispo Villodres para dicha ceremonia, que se proyectaba augusta é impo- nente. Eldia k de abril, en que tuvo lugar, desde por la mañana, la plaza estaba guarnecida de tropas y se levantó un tablado á donde subieron el brigadier Pareja, el Obispo Villodres , el intendente don Pedro José Be- navente, los miembros de los cabildos eclesiástico y se- cular y los demás empleados civiles y militares que se ha- llaban en la ciudad. Estando ya todos reunidos , se leyó en alta voz la constitución política de la monarquía españoladla cual todos juraron fidelidad y obediencia. En seguida, Pareja con todo su séquito fueron á la catedral , en donde se ce- lebró misa cantada con el Te Deum acostumbrado y un sermón que predicó el obispo alusivo á la circunstancia CAPÍTULO XX. 309 y á la misión que la providencia habia preparado á la leal provincia de Concepción, socorrida por los valientes hijos de Chiloe ; su intención era el hacer intervenir la relijion en la lucha que iba á ser empeñada en aquel país de paz y de tranquilidad. " "H CAPITULO XXI. í- Llegad Santiago la nueva de la invasión de Pareja. — Miguel Carrera nombrado jeneral en jefe. — Medidas enérjicasque toma para hacer frente á la invasión. — Se pone en marcha sobre Talca para establecer allí su cuartel jeneral. — Encuentra con algunos fujitivos de Concepción. — Su llegada y sus temores acerca de la verdadera disposición de los ánimos en el pueblo. — El obispo de Santiago Andreo Guerrero va á juntarse con él. — Digresión sobre este prelado y su decisión por la libertad. — O'Higgins pasa á Talca y sabe por Linares la presencia de algunos dragones de Carbajal.— Pide tropas para ir á atacarlos, y se las dan. — Hace prisioneros á veinte dragones y al sutemente Rivera.— Llegan tropas regulares á Talca. — Miguel Carrera forma el ejér- cito en tres divisiones al mando de sus hermanos. — El partido del ayunta- miento recobra su ascendiente en Santiago. — Formación de un nuevo go- bierno elejido por el senado. — Medidas enérjicas que toma para la salva- ción de la patria. — Empréstito con hipotecas. — Creación de una decoración civil y militar. — Celo del ayuntamiento en cooperación con el gobierno. — Establecimiento de una junta de salud pública. — Entusiasmo por una sus- cripción nacional. Mientras que el jeneral Pareja se establecía en Con- cepción y procuraba atraerse las voluntades , la nueva de su invasión se esparcía en Santiago , á donde había llegado el 29 de marzo , habiendo andado su portador cerca de ciento y cincuenta leguas en tres dias. Tal y tan estraordinario fué el celo con que cumplió las órdenes del intendente, que lo habia despachado. En aquel instante , el país tenia muy pocas tropas para oponerse á un militar esperimentado y dueño de la provincia la mas aguerrida , que se habia familiarizado con el estrépito del cañón durante tres siglos , y en donde habia mas hombres y armas de que poder dis- poner. A pesar de la actividad con que los hermanos Carrera habían querido crear algunos cuerpos , habían hallado siempre mucha resistencia en los mandatarios CAPITULO XXI. 311 y aun en el pueblo, y tuvieron mucha dificultad en or- ganizar el de granaderos y un escuadrón de la guardia nacional , que componían un total aproximativo de mil doscientos soldados bisónos, sin disciplina y sin instruc- ción. Hasta entonces la mayor parte de los patriotas no habían llegado á comprender que la existencia política de su gobierno no podía tener apoyo seguro mas que en la fuerza armada ; que de un día al otro cuando menos se pensase, podía ser atacado, y que por con- siguiente, se necesitaba un ejército para rechazar in- justas agresiones , sostener sus derechos y mantener el buen orden , siempre espuesto y comprometido en tiem- pos de revolución , todo lo cual no podia obtenerse sino con fuerzas suficientes y bien organizadas. Se podia contar sin duda con algunos cuerpos de las milicias de caballería tales como los rejimientos del Príncipe y de la Princesa , que estaban mas disciplinados ; pero , en jeneral , la insubordinación de los milicianos era bas- tante conocida para que inspirasen confianza , y fuera de los dos cuerpos citados y algunos artilleros, no habia tropas con que hacer frente á un enemigo que se apoyaba en hombres y un material ele guerra cuya fuerza eficaz le autorizaban á mostrarse audaz. La noticia de la invasión habia pues sobrecojido á los habitantes de Santiago, sobre todo á los que teniendo un verdadero conocimiento de su debilidad estaban en es- tado de calcular el peligro que los amenazaba. Sabían que no se levanta de pronto un ejército, y no ignoraban la mala subordinación de las pocas tropas que habia , y cuya deserción habia sido difícil ya precaver. Esta ten- dencia era de temer se comunicase á los soldados de nueva leva y comprometiese la causa del país. En tan 312 HISTORIA DK CHILE. : críticas circunstancias los habitantes de Santiago , por un movimiento unánime y espontáneo , se ofrecieron todos á Miguel Carrera echando á un lado disensiones personales y enemistades de rivalidades que hasta en- tonces los tenían como divididos. Este ilustre chileno aca- baba , en efecto , de dar pruebas de que él solo era capaz de formar y ejecutar un plan de resistencia. La inmi- nencia del riesgo había aumentado en alto grado su ardor natural y le había comunicado una fuerza moral y una actividad que sus mayores enemigos no podían contestar. A penas hubo recibido los pliegos del intendente de Concepción , convocó con la mayor serenidad á junta en la sala de palacio los otros dos miembros del gobierno, el senado y los principales jefes militares, los cuales' después de algunas discusiones muy animadas, resol- vieron nombrarle jeneral en jefe del ejército de la fron- tera, y que el senado diese al gobierno la entera facul- tad de obrar sin trabas y sin impedimento. Esta decisión creaba una especie de dictadura momentánea en favor de Miguel Carrera , dictadura de que aprovechó para dar las disposiciones las mas vigorosas y las mas propias á tranquilizar, bien que arbitrarias y vejantes. Así, aquella misma noche á la luz del farol de la retreta (1), mandó publicar un edicto por el cual declaraba la guerra al Perú , enviaba á secuestrar todos los buques y propie- dades de aquel vireynato, ordenaba al gobernador de Valparaíso pusiese aquel puerto en estado de defensa é imponia pena de muerte á cualquiere que comunicase con el enemigo, que diese el mas leve indicio de tenerle (1) Costumbre que aun existe , y que es española , de preceder con un farol que lleva un soldado en alto, los tambores que tocan la retreta. CAPITULO XXI. 318 adesion ó que esparciese noticias falsas y alarmantes ; y afín de hacer mas terrible y mas indudable esta pena , mandó levantar una horca en medio de la plaza mayor con un aparato de terror ; se doblaron los pues- tos y se colocaron piezas de artillería en las principales calles. Dos horas le bastaron para tomar y hacer ejecutar estas resoluciones estremas, por manera que á las diez de la noche ya corrían por todas las cercanías de San- tiago correos con órdenes para las diferentes sudelega- ciones de la República de reunir las milicias y poner el país en estado de defensa, y al mismo tiempo de des- plegar el mayor rigor contra los realistas. Al dia si- guiente , los que había en Santiago conocidos ya como tales, fueron , sin ninguna forma de proceso, unos dester- rados, y otros alistados para pagar una contribución forzada de 400,000 p. ; pero por de pronto solo se les exijieron 260,000. Después de haber puesto así la capital en estado de precaverse fácilmente de enemigos internos , Miguel Car- rera que tomaba sobre sí solo, por decirlo así, la res- ponsabilidad de estas violentas y valerosas medidas, pensó en correr al enemigo para contener con su sola presencia las poblaciones en su deber, intimidar á los enemigos de la patria y entusiasmar á las milicias por una tan santa causa. Veinte y cuatro horas después de haber recibido los pliegos, ya estaba en marcha acom- pañado de su íntimo amigo Poinset en cuyos consejos tenia la mayor confianza, del capitán don Diego Bena- vente , de algunos oficiales y de catorce soldados de la guardia nacional. Esta era la sola fuerza que llevaba , pero habia dejado orden en Santiago para que las tropas HISTORIA DE CHILE. veteranas se le incorporasen en Talca , en donde proyec- taba establecer su cuartel jeneral. Durante este viaje , desplegó toda la potencia de su previsión y de su actividad. Por el dia, corría á caballo, y por la noche, daba órdenes y despachaba correos á todas partes. En cada población por donde pasaba solo permanecía el tiempo necesario para mandar reunir las milicias, alejar á los enemigos de la independencia y con- vocar juntas de auxilios para subvenir á las necesidades del ejército. Todas estas precauciones eran tan útiles como oportunas, porque á medida que avanzaba tenia ocasiones de venir en pleno conocimiento del poderoso enemigo que iba á arrostrar, gracias á los leales Chi- lenos que habían huido de Concepción para no tener que someterse al despótico gobierno que les quería imponer el enviado de Abascal , ni jurar la constitución de las cortes , que los mismos radicales tachaban de ser escesi- vamente demagójica. El primero de estos patriotas que encontró fué el ex-asesor del intendente de Concepción don Manuel Telazquez de Novoa, sujeto que reunía á mucho talento natural un conocimiento exacto del país destinado á ser teatro de la guerra, y que por lo mismo nombró desde luego intendente del ejército que se iba á formar. Al dia siguiente, pudo hablar con el ex-gobernador de Talca- huano, don Rafael de la Sota, y en Curico, con Ximenez Tendillo, conductor de los treinta y seis mil pesos, que como un presente de la providencia , llegaban para ali- viar sus incesantes necesidades. Con Tendillo fban ca- torce dragones , un tambor, cuatro eclesiásticos y quince oficiales de diferentes grados que fueron después incor- porados en el ejército. CAPÍTULO XXI. 315 El 5 de abril llegó á Talca sobre las siete de la tarde. En el sitio llamado Camarico había sabido la rendición de Concepción y el tratado que habían hecho el intendente Benavente y Vergara, ratificado el mismo dia por Pareja. Ya fuese porque esta noticia le contristó ó ya , como lo dice él mismo , que el recibimiento que le hicieron hu- biese sido frió y aun poco decente , aquella misma noche conoció que le era preciso tomar medidas de precaución , en atención á que no se creia seguro en medio de un pueblo que se manifestaba mas inclinado al gobierno monárquico que al democrático. Por este motivo pidió al gobierno hiciese salir cuanto antes fuese posible las tropas regladas de Santiago , y por el mismo , deseaba la llegada del obispo auxiliar de Santiago don Rafael Andreo Guerrero , el cual con el influjo de su santo mi- nisterio podría mejor que nadie inculcar á aquel pueblo mejores principios ; inspirarle , según las máximas del Evanjelio , el amor de la patria ; desarraigarle su ciega sumisión , que no era mas que el resultado de una incom- pleta y falsa educación , y enfin escitar su fanatismo por sermones apropiados á las circunstancias. Guerrero habia abrazado el estado eclesiástico siendo ya entrado en edad, y á penas ordenado, habia ido á vi- sitar la sudelegacion del Paposo, situada en el centro mismo del desierto de Atakama. Penetrado del miserable estado del corto número de sus habitantes, que abando- nados á la sola relijion de su propia conciencia no po- dían cumplir ninguno de los preceptos de la Iglesia , se prestó á quedarse á vivir con ellos y á suministrarles los auxilios de una instrucción cristiana para la salva- ción de sus almas. Allí pasó muchos años llenando con fervor los deberes de su santo ministerio , bautizando á 516 HISTORIA DE CHILE. jóvenes que en aquel destierro de toda sociedad no ha- bían podido aun entrar en el gremio de la iglesia ; des- pertando los corazones adormecidos y endurecidos en el vicio y sosteniendo á los que eran buenos y virtuosos en la perseverancia del bien ; y no contento con todo esto , luego que los hubo encaminado por la via de la salvación, emprendió el viaje de España para ir á pedir al Rey favor para aquellos desventurados. Sus palabras, tan humildes como persuasivas, tuvieron el mas feliz éxito y conmovieron el corazón bondadoso de Carlos IV , que tuvo á bien protejerlos enviándoles bastantes recursos para levantar una bella iglesia con todos sus ornamentos, y nombrando á su digno y celoso pastor obispo auxiliar de las cuatro diócesis que los ro- deaban. Todo esto sucedia en 1806, y en el mismo año, Guerrero se presentó á su ilustrísima Maran , obispo de Santiago , para que le consagrase según lo mandaba la iglesia. Fiado en sus antecedentes, que le habían hecho llamar el Anjel del Paposo ; en la firme intención que tenia de continuar sirviendo aquella población del de- sierto , y sobretodo en el favor y en la voluntad del Rey, Guerrero creyó que no habría el menor obstáculo para su consagración. Sin embargo, ya fuese por escrúpulos de conciencia, como lo dice Martínez, ó mas bien por falta de regularidad y de forma , el obispo Maran le negó su ministerio, á pesar de la protesta de la real Audiencia, y él , afín de evitar conflictos, se marchó para Rueños- Aires (1) , volvió segunda vez á España, y allí fué con- sagrado obispo de Epiphania. (1) A su vuelta de España, Guerrero había olvidado de traer la bula que le dispensaba de la consagración por tres obispos, y este fué el motivo que tuvo Maran para negarse á ello á pesar de los esfuerzos de la real audiencia. Por evitar un conflicto, Guerrero se desistió de su demanda al obispo, y CAPÍTULO XXI. 317 Luego que obtuvo su consagración, regresó á Buenos- Aires , en donde se hallaba cuando resonaron los pri- meros gritos de libertad que despertaron en su corazón el santo amor de la democracia, tan conforme á las máxi- mas del Evanjelio. Desde entonces , fué un acérrimo de- fensor de ellos y se volvió á Chile con la esperanza, según decían, de obtener la mitra de Santiago, vacante á la sazón ; pero sus ideas avanzadas le malquistaron con los miembros del cabildo eclesiástico de la capital , siempre afectos á la monarquía. Para no ser causa de disturbios, Guerrero se volvió muy pronto á marchar de Santiago y fué á refujiarse en Quillota, en donde permaneció hasta el punto en que Miguel Carrera fué á buscarlo en per- sona para ponerlo á la cabeza del clero chileno , y con- trapesar por medio de él el influjo que dicho clero ejer- cía en los negocios políticos del estado. A pesar de la prohibición del arzobispo de Lima, Guerrero ocupó la sede episcopal , y sirvió las ideas del gobierno con provecho y utilidad de la patria , y algunas veces también á espensas de su propia tranquilidad con res- pecto á los canónigos , con los cuales los asuntos y su propio deber le ponían continuamente en contacto y comunicación. Por el ardiente y perseverante celo que puso en hacer conocer y amar los nuevos principios tan propios á ele- var el país á su verdadera nacionalidad, era conside- rado como apóstol de dichos principios y no es estraño que el gobierno desease fuese á Talca para dar entusiasmo á los que iban ser arbitros de la suerte de la nación. Su partió de comisión á Buenos-Aires para hacerse útil contra los Ingleses. De Buenos-Aires volvió á España , en donde fué consagrado, y después de haber servido a la independencia de Chile, se fué a morir á Roma. ( Conversación con Ignacio de Arangua. ) Jt Ü¡; 318 HISTORIA DE CHILE, salida de Santiago se verificó poco después de la de Car- rera, y en cada población se detenia para predicar una especie de cruzada contra los enemigos que el capricho de un virey habia arrojado sobre la costa. En efecto , así consiguió despertar y alimentar sentimientos de pa- triotismo en los habitantes de Rancagua, San Fernando, Gurico, recibiendo en todas partes las primicias del pro- selitismo que iba á formar verdaderos ciudadanos , de- fensores de las instituciones que rejian. Pero su misión en Talca fué mucho mas importante y fructuosa. Desde que llegó á dicha ciudad, el dia 9 de abril, empezó á ejercer su santo celo, y al dia siguiente, cantó una misa solenne en honra del Dios de las bata- llas , con un sermón , que predicó él mismo , y el cual respiraba el mas puro amor de la patria. El objeto prin- cipal de su oración era inspirar á sus oyentes abandono y abnegación por la causa jeneral y darles valor para entrar en la lucha que se preparaba entre el despotismo y la libertad. Ochenta nacionales con sus fusiles (1), al mando del teniente Manuel Cuevas, lo habían acompa- ñado y fueron luego á ponerse á la disposición del jene- ral en jefe, el cual , por su lado, no tomaba un solo momento de descanso por instruir á las milicias, procu- rarles armas, caballos y bienestar; recorriendo el país para reconocerlo y estudiarlo y reuniendo el mayor nú- mero de milicianos , que muchas veces tenia él mismo que contener para impedirles de desertar. En todas estas fatigas le ayudaba particular y eficazmente el entendido capitán de húsares don Diego Benavente en- cargado de la organización de dos escuadrones de ca- (1) Estos nacionales fueron los primeros que daban alguna seguridad al cuartel jeneral establecido desde el 5. ( Diario de Miguel Carrera. ) CAPITULO XXI. 319 ballería, y el intrépido O'Higgins, que acudió al primer anuncio de peligro para participar de él con todo su denuedo (1). O'Higgins se hallaba en los Anjeles cuando supo, por la circular del intendente, el desembarco de una espe- dicion contra Chile, y sin pararse en mas consideracio- nes que la de cumplir con su deber, mandó formar los Tejimientos n ' 1 y 2 de lanceros de la frontera, com- puestos de mil hombres. Con ellos voló al socorro de Con- cepción pasando por Yumbel para que se incorporase el Tejimiento de Rere, mandado por Fernando Urizar. Ha- biendo llegado al salto de la Laja, recibió el tratado de Concepción y la orden de despedir sus tropas á sus res- pectivos cuarteles , como lo ejecutó inmediatamente después de haberlas harengado; pero no queriendo so- meterse al antiguo gobierno , se dirijió hacia Santiago con los hermanos Soto y cuatro criados. Al pasar por Linares , supo que los ochenta dragones de Carbajal se hallaban en las cercanías y tuvo que viajar con mas precaución haciendo un gran rodeo para ir á pasar el Maule por el lado de las Cordilleras, de suerte que no pudo llegar hasta el ¡x á Talca, en donde el dia siguiente estaba ya reunido con Miguel Carrera. O'Higgins era bizarro , y no habiendo visto nunca el fuego ardia por hallarse en una acción. La presencia de algunos dragones en las cercanías de Linares habían in- flamado su ardor guerrero , y pidió á Carrera algunos soldados para ir á atacarlos ; pero el jeneral en jefe no quiso esponer por tan poca cosa un militar que le inspi- raba la mayor confianza , y se los negó. Sin embargo, á instancias de Poinset, consintió al fin en ello, y al ser de (1) Diario de Miguel Carrera. 320 H1STOKIA DE CHILE. noche , O'Higgins se puso en marcha con sesenta mili- cianos armados solo con lanzas, doce soldados de la guardia nacional y cuatro dragones de los que habían escoltado el dinero de la tesorería de Concepción (1). Su objeto era sorprender á Carbajal durante la noche, pero se estravió en el camino y no pudo llegar hasta las nueve de la mañana cerca de Linares, en donde le dije- ron que no había mas que doce dragones mandados por el teniente don José María Rivera , y reunidos ya en la plaza prontos á marchar para incorporarse con Carbajal en Cauquenes. La fuerza numérica de O'Higgins era superior á la de Rivera, pero este tenia la ventaja de las armas y esta consideración hubiera podido arredrar á cualesquiera otro jefe mas prudente. Mas O'Higgins, impaciente por distinguirse , avanzó á la plaza enviando por delante un parlamentario, que fué el capitán Meló, para in- timar á Rivera se rindiese, como lo hizo sin oponer la menor resistencia; de suerte que todo se pasó sin efusión de sangre y con gritos de viva la patria, por parte de los dragones de Rivera, entusiasmados con algún dinero que les dio el capitán de milicias don Pedro Barnachea. Después de este pequeño suceso, que aconteció el 6 de abril, O'Higgins pensó en marchar sobre Cauquenes para atacar las tropas de Carbajal ; pero supo luego que este se habia dirijido apresuradamente sobre Chillan, que se habia pronunciado por el Rey. En vista de esto, deter- minó reunir el rejimiento de milicias de Linares com- puesto de ochocientos hombres bien montados y armados (1) Convers. con O'Higgins. Carrera dice en su diario : diez y siete dra- gones, pero es un error probado. CAPÍTULO XXI. 321 con lanzas y machetes, mandados por don Santiago Amagada, el batallón de cuatrocientas sesenta plazas que mandaba el capitán Urrea, esparcido por las cer- canías, y otras muchas milicias de las cuales retuvo una parte, enviando la demás fuerza á Talca á la dis- posición del jeneral en jefe, justamente afanado á la sazón en juntar un pequeño ejército para ir al encuentro de Pareja, que sabia no tardada en avanzar sobre el Maule. En aquel momento, el cuartel jeneral de Carrera te- ma un aspecto muy militar. Las tropas regladas, que necesariamente eran su principal apoyo, acababan de llegar y se componían del batallón de granaderos man- dado por José Carrera, á quien acompañaba Mackenna que había vuelto de su destierro y habia sido ascendido al grado de cuartel maestre, y del escuadrón de la guar- dia nacional, á las órdenes de don Juan Ant. Diaz Sal- cedo. El primero de estos cuerpos tenia mil hombres de tuerza, y el otro doscientos treinta, los cuales con los ochenta que habían llegado con el obispo y los catorce que había llevado José Miguel, componían un total de 1,324 soldados disciplinados , prontos á batirse á pié ó a caballo, como infantería ó como caballería, según las circunstancias lo exijiesen ; pero que no tenían fusiles por habérselos quitado la junta para armar con ellos á los voluntarios de la patria, acción que el jeneral en jefe desaprobó en secreto, contentándose con remplazar los Fusiles con lanzas, bien que no pudiesen en manera alguna serles de la misma utilidad , no estando acostum- brados al manejo de esta arma. Algunos dias después , llegó Luis Carrera á la cabeza de doscientos artilleros con diez y seis piezas de «un- V. Historia. Jk 322 HISTORIA DE CHILE. paña mal montadas , y trasportadas, como también las municiones, en setenta carros y cuatrocientos acémi- las^). La reunión de todas estas tropas , á las cuales se jun- taron luego los Tejimientos de milicias del Principe y de la Princesa de Santiago , y el de Maypu , componiendo un total de 1500 hombres, mandados por el coronel don Estanislao Portales ; las de Cauquenes, que ascendían á 1800 , á las órdenes del teniente coronel don Fernando de la Vega , enviado por su coronel don Juan de Dios Puga, y otras muchas , permitieron al jeneral en jefe clasificarlas según su plan de campaña , y dividirlas en colunas compuestas la primera de : « 200 granaderos de las milicias de Cauquenes y las partidas y piezas de campaña que tenia O'Higgins en Bobadilla. Esta se puso al mando del coronel don Luis Carrera. La segunda la formaron el resto del batallón de gra- naderos , cuatro piezas de artillería y el Tejimiento de Maypu , mandado por el brigadier don Juan José Car- rera , y que se situó en Duao. La tercera la formaban la gran guardia , la guardia jeneral , cuarto piezas de campaña y los rejimientos del Príncipe y Princesa á las inmediatas órdenes del jeneral en jefe, y acampó á una legua de distancia de la segunda (2). » Así, los tres hermanos Carrera se habían repartido el mando de todo el ejército, cometiendo un yerro muy grave, cual era el dar márjen á la reconvención de egoísmo á que habían dado ya lugar mas de una vez ; cosa que necesariamente había de despertar los anti- (1) Diario de Miguel Carrera. (2j Diario de Miguel Carrera, y Memoria de José Miguel Benavente. CAPÍTULO XXÍ. 323 guos rencores que el peligro común había podido á gran pena apagar. Pero en aquel instante , todos esta- ban mas dispuestos á obrar que á pensar en rivalidades y zelos que podían desbaratar el plan de organización del ejército. Mas no sucedió lo mismo en Santiago , en donde el espíritu de oposición llegó á vencer la resistencia y apo- derarse del gobierno. Al marchar para el sur, Miguel Carrera habia dejado en su lugar, como miembro, á su hermano José, que también tuvo que dar su dimisión para marchar á la ca- beza de su batallón de granaderos. Por la ausencia de estos dos jefes y de sus tropas , el partido municipal, unido, como ya lo hemos dicho, al partido de Rosas tomó cierto ascendiente en el senado y le dio á entender que en aquel critico momento , era sumamente impor- tante revestir el gobierno de toda la fuerza nacional , y que para eso se necesitaba lejitimarlo por medio de elecciones sino populares, que las circunstancias no per- mitían, alo menos por la del senado, la cual , aunque en cierto modo fuere ilegal (pues ni aun tenia una soberanía de delegación), podía sinembargo por la elección de sus miembros recibir la aprobación universal de los buenos patriotas. Esta elección tuvo lugar, en efecto , el 15 de abril y el resultado del escrutinio fué favorable á los tres anti- guos municipales Francisco Pérez, Agustín Eizaguirre y José Miguel infantes, los cuales entraron desde luego en ejercicio, remplazando los dos miembros que habían que- dado, Portales y Prado, y que algunos dias después pi- dieron licencia, uno por enfermedad , y otro por queha- ceres urjentes. :JÍ HISTORIA DE CHILE. Bien que los nuevos miembros del gobierno hubiesen sido inquietados en otro tiempo por Carrera, y que uno de ellos hubiese tenido que padecer la pena de destierro, sin embargo no se opusieron ele modo alguno á esta or- ganización militar, á pesar de que les pareciese muy peli- grosa para la sociedad, en atención á que ponía toda la fuerza material del estado á la disposición de una sola familia influyente y ambiciosa. Sabían y conocían que os hombres capaces de mandar eran raros , y que las tropas bisoñas y sin disciplina exijian que hubiese en sus jefes una misma voluntad y un mismo pensamiento. Por consiguiente, se ve que estaban penetrados de los senti- mientos mas patrióticos , y que pensaban mucho menos en antiguos motivos de enemistad que en emplear todos sus esfuerzos y conato en sostener á Miguel Carrera, ayu- dándole con todos los auxilios necesarios, y fomentando el entusiasmo y la ambición de gloria que lo dominaban; porque veian que era el único modo de mantener el or- den en un ejército tan mal disciplinado , prepararlo á batirse y alcanzar victorias y, enfin , á salvar la revolu- ción , que era el principal objeto de sus acciones y pen- samientos. Asilos vemos, desde luego que entraron en el gobierno, revestir la misma enerjía que habia mostrado el jeneral en jefe al recibir la noticia de la invasión , seguir su política violenta para la seguridad de todos , prohibir la entrada del país á todo español , espulsar de él á los que tenia por sospechosos y corroborar el de- creto que castigaba con la pena de muerte á todo aquel que estuviese en correspondencia con la provincia inva- dida ó con el Perú. Si esta medida de rigor no emanaba de ellos , no por eso dejaban de conocer y apreciar toda su importancia y se mostraban firmemente dispuestos á CAPÍTULO XXI. 325 darle vigor contra los Chilenos mismos que diesen el me- nor indicio de felonía, ofreciendo al contrario premio á los soldados que desertasen de la bandera enemiga. Con tales pruebas de que tenían la fuerza de ánimo que pedia la si- tuacion política, y la firmeza necesaria para obrar con decisión, aquellos esforzados patriotas consiguieron com- primir todo movimiento de reacción y aprontar los infini- tos recursos de que necesitaba el país para constituirse en buen estado de defensa. Dos objetos llamaban y llenaban principalmente su atención ; el formar soldados , y el mantenerlos en buen pié. Para conseguir el primero , procuraban fomentar el ardor del espíritu nacional por todos los medios posibles , en los que comprendían la exaltación que causa la pompa de funciones relijiosas , penetrando las conciencias y disponiendo á la abnega- ción de sí propio ; esto ademas de los decretos promul- gados para levas de voluntarios, y si estas no bastaban , forzadas , imponiendo penas de rigor á cuantos siendo capaces de llevar armas y de entrar en la milicia, no se alistasen bajo sus banderas. Con este mismo objeto, ha- bían pedido socorros á Buenos- Aires , ó á lo menos el regreso de las tropas que se le habían enviado como auxiliares. Para alcanzar el segundo, tuvieron recurso á un em- préstito, ya pedido por Carrera, sobre vales de Aduana , y los hipotecaron con los réditos mas seguros del fisco , entre otros, 400 regadores de la acequia de Maypu, que valían entonces 2,000 p. cada una. De este modo daban pruebas de su buena fe ofreciendo segura garantía á los prestadores. También quisieron dar una de satisfacción á los buenos patriotas que se distinguiesen por un acto de civismo ó por una acción militar, creando una deco- Jt 326 HISTORIA DE CHILE. ración ó medalla que llevaba por un lado una corona de laurel sobre espada y flecha cruzados , con la inscrip- ción : La patria á sus defensores. En el reverso, al rede- dor : En la invasión marítima de los tiranos. Y en el cen- tro : El gobierno de Chile año de 1813. El jenio entusiasta de Miguel Infante , que , apesar de su grande apego á la democracia , estaba muy incli- nado á recompensar las acciones virtuosas civiles , habia contribuido mucho á la creación de esta distinción , y el mismo empeño tuvieron Salas y Juan Egaña. No era menor el ardor del Ayuntamiento por el ser- vicio de la patria. Los miembros jóvenes de esta corpo- ración , con mucha actividad de cuerpo y de alma , tenían una invencible aversión á las cosas de tiempos pa- sados y se mantenían, por decirlo así , en sesión perma- nente para tocar con oportunidad todos los resortes de la resistencia ya animando la juventud á la guerra, ya oponiéndose á que los hacendados inquietasen á sus in- quilinos alistados en el ejército si estaban empeñados por sus arriendos , ya intimidando á los realistas con el establecimiento de una comisión de salud pública com- puesta de un Juez mayor, que fué el coronel don Martin Calvo de Encalada y cuatro prefectos, uno por cada gran barrio, y los cuales eran don Juan Francisco León de la Barra, don Antonio Hermida , el conde de Quinta Ale- gre y don Francisco Xavier de Errazuris. De tiempo en tiempo, daban también proclamas en que respiraban los mas puros sentimientos de patriotismo, esponiendo los peligros de la patria y la necesidad de desplegar la mayor enerjía para romper el yugo de la opresión ; exortando á los jefes militares á corresponder dignamente á la con- fianza que su valentía inspiraba al país , y á los padres CAPÍTULO XXI. 327 de familia á que inculcasen el amor de la libertad á sus hijos y servidores. Pero el resultado mas brillante que obtuvo esta ilustre corporación fué el de su jenerosa participación en la suscripción voluntaria á favor del estado, y en la cual el público entró con, el mas pródigo abandono. Al ojear el Monitor araucano de aquella época , no puede menos de sentirse uno penetrado de admiración por aquel pú- blico que se condenaba á los mayores sacrificios por la defensa de su país y de sus instituciones. No se conten- taban con dar dinero, y algunos, grandes cantidades, sino que muchos daban su vajilla y sus cubiertos de plata ; otros sus evillas , y hubo quien ofreció y dio cuanto poseía. Juan Egaña , ademas de la jenerosidad de sus dones pecuniarios , envió el oro necesario para seis medallas de la patria. Muchos empleados y entre ellos los tres miembros del gobierno y el secretario de la junta Mariano Egaña, servían sin emolumentos. Los hacendados ponían á la disposición del gobierno sus haciendas y sus rebaños. Hubo uno que ofreció una parte de sus tierras al primero que tomase un cañón enemigo. Los comerciantes igualmente, se mos- traban rivales en entusiasmo de esta jenerosidad chi- lena. Unos suministraron botones, y otros, paños para vestuario de los soldados de que el público se prometía encargarse ; porque es preciso saber que el ya citado monitor indica muchísimos patriotas que suscribieron para sustentar y mantener dos, cinco, diez y hasta veinte soldados, mientras durase la guerra. Por donde se ve que la defensa del país era un verdadero acreedor de todos los ciudadanos, y que los poco pudientes como los que podían mucho eran todos sus tributarios, sinduda H Jk 328 HISTORIA DÉ CHILE. porque el espíritu democrático, al propagarse por todas las clases de la ciudad, habia establecido una solidaridad reciproca entre todos los individuos, de donde debia surjir la unidad social que derogaba las distinciones, y constituía la fuerza de la nación. ■i. I CAPITULO XXII. El obispo Villodres nombrado intendente de Concepción. — Pareja marcha sobre Talca.— O'Higgins se dirije al cerro de Bobadilla, y lleva la guarni- ción al cuartel jeneral.— Un pequeño destacamento sorprende en Yerbas Buenas al ejército real, que lo rechaza y le hace retirarse precipitadamente. — Los dos partidos cantan victoria. — El gobierno la celebra en Santiago. — Insurrección en los buques la Perla y el Potrillo y entrega de dichos buques á los corsarios que bloqueaban el puerto de Valparaíso. — Pareja , muy enfermo, se decide á ir á atacar los patriotas en Talca. — Los Chilotes rehusan pasar el Maule, y resuelve regresar á Chillan.— Miguel Carrera le persigue.— Desorden en la marcha de las tropas chilenas por las lluvias y la poca disciplina de los oficiales.- Acampan en el estero de Buli, de donde se envía un parlamentario á Pareja.- Este sale de San Carlos y va á acam- par cerca del rio Nuble , en donde tiene que atrincherarse.— Acción de San Carlos sin resultado alguno para los dos partidos.— El ejército real pasa el Nuble y su retaguardia es atacada por el teniente Molina , que la obliga á abandonar cuatro cañones y algunos bagajes. — Pareja llega á Chillan. — Carrera va á acampar sobre el Nuble. Pareja acababa de proclamar la constitución de las Cortes y de tomar juramento de obediencia y fidelidad á todas las corporaciones civiles y militares de Concep- ción ; pero no satisfecho con esto, quiso anular todos los actos del gobierno intruso, dar nueva organización á las diferentes oficinas y no conservar mas que empleados con que podia contar en toda seguridad. Así quitó á mu- chos el empleo, reformó una parte del cabildo, mudó todos los gobernadores y forzó al intendente Benavente á dar su dimisión, poniendo en su lugar al obispo Villo- dres , de jenio activo , resuelto y sobretodo apasionado por la monarquía española. Este mismo Villodres fué encargado de verificar el estado moral de la administración civil, y de proponer 330 HISTORIA DE CHILE. i m las reformas que le pareciesen necesarias en ella, por hallarse Pareja esclusivamente ocupado en organizar el ejército para empezar á la mayor brevedad la campaña, y marchar sobre Santiago, en donde se proponía entrar con el solenne aparato de un triunfador. La deserción de las tropas de la patria que habían pasado con apresu- ramiento á sü bandera, y el entusiasmo con que algu- nos realistas de Concepción le recibieron, habían hecho creer al presuntuoso jeneral haria una fácil conquista, y tuvo la imprudencia de comunicar á sus soldados la misma estraña ilusión. Confiando así en un completo y pronto éxito, no le pareció necesario mantenerse por mas tiempo en la ca- pital cíe la provincia y resolvió marchar sobre Talca para desalojar al enemigo y establecer allí sus propios cuar- teles de invierno. Su ejército acababa de recibir el re- fuerzo de los granaderos de la frontera y de los drago- nes, y en seguida, de varios Tejimientos montados de mili- cias que habían venido incorporársele de Rere, Arauco, los Anjeles y otras partes, con el cual ascendía aproxi- mativamente á dos mil soldados viejos, contando dos- cientos artilleros con veinte y cinco piezas de campaña, y á cuatro mil milicianos montados, que mediante los bieii provistos almacenes de Concepción, pudieron ser completamente armados y equipados. De estas fuerzas, Pareja formó tres divisiones que mandó salir con intervalo de dias; la primera, mandada por Berganza, se puso en marcha el 8 de abril; la se- gunda, á las órdenes de Ballesteros, el lí, y la tercera el ik, todas en la dirección de Chillan , y luego, sobre Linares, en donde hicieron su junción el 24 del mismo mes. CAPITULO XXII. 331 Un poco antes de la llegada de estas colimas, O'Hig- gins se hallaba aun en las cercanías reuniendo las mili- cias, y en el Parral supo el movimiento de Pareja, en vista del cual juzgó oportuno retirarse haciendo diver- sión al enemigo para dar tiempo á Carrera de combinar sus movimientos según sus intenciones y sus planes (1). Habiendo llegado así á Yerbas Buenas, su espíritu le sujirió el proyecto de atacar la vanguardia enemiga, compuesta de cuatrocientos hombres mandados por Elor- reaga. La fuerza que él tenia era numéricamente algo superior, pero compuesta de milicianos en la mayor parte ; solo tenia dos compañías de granaderos soldados viejos, que le habia enviado el jcneral en jefe, y cin- cuenta húsares de la gran guardia mandados por el capitán Francisco Cuevas. Su intención era caer de re- pente sobre la vanguardia en el acto de pasar esta el rio Achihueno ; pero prevenido por sus espías de que Elof- reaga no se habia detenido en Linares , á donde habia llegado casi al mismo tiempo el ejército, O'Higgins se trasladó al Cerro de Bobadüla, que estaban fortificando para impedir el paso que lleva el mismo nombre. La for- tificación del Cerro, dirijida por el cónsul Poinsett, fué desaprobada por el cuartel maestre Mackenna , el cual demostró que en atención á su distancia del paso, que era de mas de 1500 varas, y al corto alcance de las piezas que tenia, no podia Henar el objeto que se proponía. De este modo, Mackenna contribuyó á que se tomase la de- terminación de hacer volver á pasar las tropas á la orilla norte del rio á fin de cubrir y defender la mayor parte de los pasos con tanta mas facilidad cuanto los muchos 1) Convers. con O'His gms. HISTORIA DE CHILE. árboles que habia facilitaban el poner emboscadas con segura ventaja. Algunos dias después, Eleorraga se dejó ver en las cercanías de Yerbas Buenas con 300 hombres, y aun avanzó hasta la orilla del rio á reconocer las posiciones de los patriotas acompañado de don Estanislao Várela, sarjento mayor del Tejimiento de Rere, enviado de par- lamentario por Pareja al cuartel jeneral de Carrera. Várela era portador de un oficio en el que el jeneral realista intimaba al patriota se rindiese, ofreciéndole grandes ventajas de parte del virey (1). En aquel momento, Carrera se hallaba con las tropas de vanguardia, y mientras hablaba con el parlamentario, le fueron á decir que los soldados de Elorreaga hacían fuego contra sus centinelas, y habían muerto ya á dos soldados del Tejimiento de San Fernando. Irritado de una acción tan contraria á los derechos y leyes de la guerra, resolvió tomar venganza haciendo una sorpresa por la noche al destacamento que él creía permanecería acampado en las cercanías, y al efecto, mandó formar una coluna de 300 milicianos, 200 granaderos y 100 nacionales, al mando del coronel don Juan de Dios Puga, que marchó á la cabeza de esta espedicion con las ins- trucciones necesarias. Al llegar á Bobadilla , en donde pensaba encontrar al enemigo, Puga supo que este se habia trasladado á Yer- bas Buenas , y resolvió ir á atacarlo allí mismo , á pesar (1) Según O'Higgins, Várela se habia presentado á Pareja para que le encargase de aquella misión , con el solo objeto de dar parte á Carrera de que 300 hombres del ejército realista estaban acampados en Yerbas Buenas; y por aserción de Carrera mismo, le pidió á este lo recibiese ;í su servicio ; pero el jeneral en jefe tuvo por conveniente enviarlo á Santiago. ( Diario de Carrera, y Convers. con O'Higgins.) CAPITULO XXII, 333 l de la distancia, que era de siete leguas. La noche estaba muy oscura y tenia guias tan fieles como prácticos que le condujeron hasta el campo enemigo, sin ser visto ni oido. A lo menos, solo cuando sus tropas estaban ya, por de- cirlo así, encima, algunas centinelas gritaron alarma; pero muy tarde : los patriotas penetraron por medio de los soldados entregados al sueño con imprudente con- fianza, y de un golpe de mano saquearon y dispersaron sin resistencia capaz de oponerse al ímpetu de su ataque. El enemigo , aterrado , no pensó mas que en salvarse ; dejando armas y bagajes , que por una fea codicia los patriotas quisieron llevarse , perdiendo momentos pre- ciosos en amontonar fusiles, despojar á los muertos y aun á los heridos, sin caer en la cuenta, sin duda, de que acababan de ahuyentar al ejército entero de Pareja, que al ser de día le haría, tal vez , pagar muy caro aquel indigno botín. En efecto, los realistas no tardaron en serenarse y re- hacerse. Sorprendidos en la oscuridad de la noche, y en profundo sueño, y viéndose despertar por un fuego muy sostenido, habían creído desde luego que tenían sobre sí á todo el ejército de Carrera, y habían huido en la mayor confusión, sufriendo una verdadera derrota ; pero cuando estuvieron ciertos y seguros de que ni la mas pequeña fuerza los perseguía, y de haber sido sorprendidos y ba- tidos por un solo débil destacamento, hicieron alto, vol- vieron caras, se formaron y cargaron , á su vez , la banda indisciplinada, quitándole una parte de las armas y los cañones que habían antes dejado , y derrotándola com- pletamente, á pesar de cuanto hicieron sus bizarros jefes, Bueras, Benavente, Rencorret y Ross, con palabras y con ejemplos de valentía, para que se mantuviesen firmes. HISTORIA DE CHILE. Tal fué el resultado de una acción que hubiera podido tener la mas feliz influencia en la suerte del país, si hu- biese sido mas meditada, mejor combinada y sobretodo apoyada por una pequeña reserva. Pero una fatalidad se mezclaba en las acciones de los dos partidos. De parte y de otra habia habido falta de previsión , y á consecuen- cia , yerros : los realistas habían creído que todo el ejér- cito de Carrera los atacaba ; los patriotas habían pensado no atacar mas que un débil destacamento que no mere- cía la pena y que bastaba ahuyentar para apoderarse de sus armas y bagajes, objeto de codicia especialmente para los milicianos , que creían tener en ellos un gran provecho (1). La codicia sola quitó la victoria de las manos á los vencedores , y salvó el ejército de Pareja , que huía con espanto y terror. En aquella circunstancia, vituperaron la determina- ción del jeneral en jefe de quitar la partida de vanguar- dia que estaba acampada en Bobadilla, y que, si se hubiese hallado allí, habría decidido de la suerte de la campaña; pero era esta una crítica infundada, porque si dichas tropas hubiesen permanecido en aquella posi- ción , es evidente que Elorreaga no se hubiera adelan- tado hasta las márjenes del rio, y que, por su lado, la guarnición habría tenido un verdadero conocimiento del movimiento de Pareja, en cuyo caso no hubiera cometido la imprudencia de ir á atacarlo, y la acción de Yerbas Buenas no hubiera tenido lugar. También fué muy criticada la ignorancia en que es- taba de la marcha del enemigo, ignorancia que en cierto (1) Habia un decreto por el cual se concedían 16 p. á cada soldado porcada fusil que presentase en buen estado , quitado al enemigo, y 12 por cada fusil descompuesto. Muchos milicianos presentaron hasta cinco. CAPITULO XXII. 335 modo era una acusación de descuido y de impericia mi- litar ; pero lo que habia habido realmente de reprensible en la conducta del jeneral , habia sido el dejar ir aquel destacamento sin darle el apoyo de una reserva para ayu- darle á aprovechar la victoria , si vencía, ó para refor^- zarla , si era vencido. A la verdad , su hermano Luis habia recibido orden para estar pronto á marchar con tres piezas á la primera demanda ; pero hallándose acampado á la parte norte del Maule , este socorro no podía menos de llegar tarde y de ser por consiguiente infructuoso, y Luis se vio él mismo obligado á retirarse cuando quiso ir al encuentro de un enemigo que cono- cía la superioridad de su fuerza numérica , y animado por la exaltación que da una ventaja conseguida y el ir en seguimiento de un enemigo vencido. De todos modos , tal cual tuvo lugar esta acción fué favorable á la causa de Chile , y produjo efectos contra- rios en el espíritu de los dos ejércitos, desmoralizando á los Chilotes, que bajo la palabra de Pareja habían creído ir á una conquista fácil y de poca duración , y llenando de entusiasmo á los hijos de la patria orgullosos de ha- ber causado la derrota momentánea de un ejército en- tero con un simple destacamento diez veces mas inferior en número. En resumen , las pérdidas fueron con corta diferencia iguales. Los liberales perdieron unos cin- cuenta hombres entre muertos y heridos , y ciento y veinte y cuatro prisioneros que fueron encerrados en un buque viejo , en la bahía de Talcahuano. Los realistas tuvieron algunos mas muertos , y entre ellos el fogoso intendente del ejército Juan Tomas Vergara , « hombre de conocimientos nada comunes, de una intrepidez sin- gular, el alma de la espedicion , y que se decia su primer 336 HISTORIA DE CHILE. . autor (1) ; » el capitán Buenaventura Bargas , el sute- mente José Pacheco y el de artillería de Valdivia José María Martínez. Pero en cuanto á prisioneros solo per- dieron treinta y uno, gracias al Tejimiento de caballería de Rere que acampado á cosa de una legua de Yerbas Buenas pudo acudir, rescatar á muchos que estaban ya cojidos, y protejer la huida de los que no lo estaban. Entre los rescatados se halló el comandante de artillería José Berganza, prisionero de mucha importancia, reco- mendado por lo mismo con especial cuidado por el capi- tán María Benavente al alférez José Molina, el cual se vio á su vez prisionero de los realistas. Tan pronto como el parte de esta acción llegó al go- bierno, lo mandó publicar como un verdadero triunfo debido al heroísmo de los defensores de la patria , afín de inspirar al pueblo el amor de la gloria y de la li- bertad. Hubo en consecuencia Te Deum , regocijos pú- blicos y una proclama la mas lisonjera para la guardia cívica, proclama que produjo el efecto inmediato de ofer- tas espontáneas de servicio de muchas de sus compañías, una de las cuales fué destacada á Valparaíso para guar- dar aquellas costas. El plenipotenciario de Buenos-Aires quiso también pagar su tributo de entusiasmo y convidó, el 2 de mayo, á un suntuoso banquete un gran número de patriotas y los miembros del gobierno. Sentado á la estremidad de la mesa en frente á Camilo Henriquez , estos dos poetas de la libertad chilena, teniendo uno y otro en la cabeza un gorro frijio , tuvieron los mas pre- ciosos arranques de agudeza y cantaron himnos que res- piraban los mas puros sentimientos de patriotismo. Pero mientras celebraban así una supuesta victoria que no po- (1) Informe del brigadier Mackonna , n° 15 del Duende. CAPÍTULO XXJÍ. 337 dia tener mas que un cierto valor moral , sucedía en la Bah/a de Valparaíso un acontecimiento de mucho mayor consecuencia. Después que Chile había abierto sus puertos al co- mercio estranjero , las mares del sur se habían visto de repente surcadas por algunas naves inglesas y norte americanas que se apresuraron á gozar de aquella ven- taja , de donde resultaron graves perjuicios para el co- mercio de Lima. El virey Abascal , en vista de esto, tomó medidas de rigor para coartar aquella libertad, y no pudiendo enviar buques de guerra para reprimirla , consiguió que los comerciantes, cuyos intereses se ha- llaban comprometidos, enviasen corsarios con el mismo objeto. Estos corsarios guardaban las costas , bloquea- ban los puertos y apresaban los buques que querían en- trar en ellos , poniendo al país en un compromiso tan odioso como inquietante. Tan pronto como el jeneral en jefe llegó á Talca, es- cribió al gobierno que era necesario poner término á aquella situación armando algunos buques no solo para ahuyentar los corsarios, sino también para defender los puertos contra las tropas de refuerzo que probablemente Abascal no dejaría de enviar á la división de Pareja. Pero esto no era cosa hecha ; el país carecía de cuanto era necesario para llevar á cabo tamaña empresa , pues no tenia ni armas, ni bastimentos, ni marinos, y con todo eso, gracias á la firme voluntad del gobierno, y á la feliz actividad de Lastra , gobernador de Valparaíso, se pudieron armar los dos buques del comercio, la fra- gata Perla y el Bergantín Potrillo, con el material de guerra que se pudo hallar en otros. A fines de abril , ya estos buques estaban en estado de ir á atacar una ira- V. Historia. 22 338 HISTORIA DE CHILE. gata corsaria que daba bordadas en la Bahía , y el 2 de mayo , habiéndose acercado hasta la punta de ella , el gobernador dio orden al comandante para que fuesen á atacarla. Era justamente clia de fiesta. El capellán dijo misa de esperanza y de salvación a los marinos , y después, les leyó con entusiasmo la proclama impresa por orden del gobierno en honra de ellos. Ademas de exaltar en ella tu patriotismo, le había parecido también conve- niente tentar su codicia prometiéndoles la presa que hi- ciesen , y diciéndoles : « ¿Sois laboriosos y deseáis au- mentar vuestros intereses y con ellos los de la patria? Pues aprovechad la oportunidad de enriquecer vuestras familias, y sacarlas del triste abatimiento. Los despojos del enemigo serán vuestros y á la gloria de salva- dores de Chile, añadiréis la fortuna de vuestras casas, elevándolas de un golpe al grado de esplendor que las haga participantes de las distinciones que la sociedad dis- pensa al brillo esterior(l). » Hechos estos preparativos, levaron el áncora con grandes demostraciones de alegría á la vista de todos los habitantes de Yalparaiso , que habian subido á los cerros para ver por sus propios ojos el primer ensayo de la marina chilena. Pero desgraciadamente la mayor parte de ambas tripulaciones se componía de aventureros estranjeros que daban mucha mas importancia al botín que á la gloria, y que esperaban sacar mejor partido de su bajeza que de su valentía. Ya antes de embarcarse tenían la intención de ser traidores tan pronto como se viesen fuera del alcance de la artillería del fuerte de san Antonio. Un italiano, llamado Antonio Garlo Magí, fue (1) Proclama del gobierno á la valerosa marina de Chile. CAPÍTULO XXII. 339 el que tramó la conspiración y el. primero que dio la señal de la rebelión en la fragata Perla. Los conju- rados se aseguraron de los oficiales y los guardaron á vista. El bergantín Potrillo, fiel á su pabellón, avanzaba contra la fragata Warren , á pesar de las balas que este le disparaba; pero viéndose abandonado por la Perla, que parecía querer pasar á sotavento del enemigo, viró de bordo para acercarse y fué recibido á cañonazos, que al parecer eran también la señal de la rebelión en el bergantín. Los dos buques traidores se pusieron en co- municación con el corsario , que , como acabamos de decir, era la fragata Warren, y el dia siguiente dieron la vela para ir á ofrecer al virey Abascal el fruto de su traición (1). La noticia de este mal suceso, que llegó á Santiago el 5, contristó profundamente al gobierno, que se acor- daba de cuanto habia costado armar aquellos buques, y reflexionaba en la imposibilidad de armar otros ; pero quien mas se contristó fué Miguel Carrera , que mejor que nadie sabia que el país no podía quedarse sin ellos, y que la suerte de la provincia de Concepción dependía, en gran parte, de los obstáculos que pudiese oponer al arribo de socorros de Lima, y que no podían oponerse sino era bloqueando el puerto de Talcahuano. Sinem- bargo , lejos de desmayar, Carrera formó la firme re- solución de vengar en el ejército real la iniquidad de aquella traición. El dia siguiente de la acción de «Yerbas Buenas, Pa- reja habia mandado avanzar sus tropas sobre el Maule con designio de pasar este rio para perseguir á los pa- (1) Gaceta del gobierno de Lima, n° 349. HISTORIA DE CHILE. triólas, y apoderarse de Talca, pensando que mas valía ir á tentar fortuna en el terreno ocupado por el enemigo que esperarlo en la frontera. Aquella misma noche fué á campar al sitio llamado Queri, distante de una legua del paso Andarivel , en donde fué constantemente obser- vado por una partida de treinta dragones y húsares mandada por el teniente Francisco Molina, que Luis Carrera habia enviado con el objeto de inquietarlo. Esta partida pertenecía á la vanguardia que el jeneral en jefe habia mandado marchar por delante, siguiéndola él mismo á la cabeza del ejército, con el designio de ata- car á Pareja el dia siguiente; pero al momento de pasar el rio, los granaderos que marchaban á la cabeza se su- blevaron contra su jefe, que se vio obligado á retrogradar en el mayor desorden para ir á acampar en campo- rayado. Esta insubordinación de un cuerpo , reputado con razón hasta entonces como tropa escojida del ejército, llenó de pesadumbre al jeneral en jefe, que no sabia á qué ni á quien atribuirla. Sin embargo, tuvo bastante presencia de ánimo para contenerse y disimular por de pronto (i) ; luego mandó cubrir los diferentes pasos del rio con piquetes de reten , y mandó formar la primera división para marchar é ir á tomar posición en Fuerte viejo. Mientras que todo esto pasaba en el ejército patriota, el realista cometía igualmente un acto de insubordina- ción ocasionado por la persuasión en que estaban las tropas que habia habido traición en Yerbas Buenas, y de que Juan Urrutia na, era el autor de dicha trai- (1) Este hecho óie lo ha contado O'Higgins, bien que Miguel Carrera no hable de él , limitándose á decir en su diario : « Es necesario olvidar esta noche, porque el desorden con que se retiraron las tropas, por la mala disposición y abandono de muchos jefes , nos espuso á ser víctima? del enemigo. » CAPÍTULO XXII. (¿[¡i cion. Los que levantaron la primera voz fueron los ba- tallones de Valdivia y de Chiloe , y cuando Pareja dio la orden ele pasar el rio, estos cuerpos se negaron á ello, alegando que al alistarse en la espeücion, solo se habían obligado á someter la provincia de Con- cepción al dominio del monarca, sin pensar de nin- gún modo ir mas allá. Esta pretensión la sostuvie- ron con tal obstinación , que Pareja se vio obligado á suspender la marcha y á retroceder para ir á tomar cuarteles de invierno á Chillan , como se lo acon- sejaban los relijiosos franciscanos que le acompaña- ban (1). Sinembargo, antes de abandonar sus posiciones, re- solvió enviar segundo parlamentario á Carrera pidién- dole una entrevista para entrar en composición, si fuese posible. Para llenar este encargo, nombró al coronel José Hurtado, el cual se trasladó al cuartel jeneral y se presentó á Carrera, que lo recibió con bondad porque le interesaba ganar tiempo para poder esperar el batallón de voluntarios que iba de Santiago á incorporarse en su ejército, y atacar en seguida al enemigo, que él sabia desmoralizado , mal pagado y descontento. En conse- cuencia, después de haber hablado con el parlamentario, lo despidió con esperanzas lisonjeras; pero habiendo vuelto este con la exijencia , de parte de Pareja , de que le enviase á su hermano Luis en rehenes, esta pretensión le irritó en términos que se negó á toda composición, y se (1) En su parte a! virey Abascal , Pareja no hablaba de esta insurrección , y le decía que no había pasado el rio, « porque en el caso de crecer este, como lo hace temer lo avanzado de la estación , níe hallaré de la otra banda con el enemigo á la vista , cortada la retirada, y sin los recursos necesarios para la subsistencia del ejército, puesto á la inclemencia del tiempo.» ("Véase la Gaceta del gobierno de Lima, n° 1Z¡. ) HISTORIA DE CHILE. decidió á continuar la guerra. Es verdad que entretanto, se le acababa de incorporar el batallón ele infantería de la Patria , cuya fuerza no era mas que de doscientos cin- cuenta hombres, pero bien disciplinados, y mandados por Muñoz Bezanilla (1), y por otro lado, habia reci- bido aviso de que los habitantes de Bilbao , sostenidos por Pareja , se habian sublevado contra don José Cruz Villalobos , capitán del rejimiento de Lautaro , y lo habian arrestado , así como también á los veinte y cinco soldados que guardaban el puerto ; acción tanto mas indigna á los ojos de un militar de honor , cuanto habia tenido lugar mientras se negociaba un tratado. Pareja tenia un carácter muy humano y hubiera de- seado mucho evitar efusión de sangre firmando una paz honrosa para los dos partidos. La dificultad que encon- traban sus intenciones de conciliación , reunida con el movimiento de insubordinación que se habia producido en los Ghilotes, le causó tanto sentimiento que su salud se alteró gravemente con una calentura maligna, in- flamatoria, de las mas alarmantes. Obligado á irse á Chillan á establecer allí sus cuarteles de invierno, no pudo soportar la fatiga del viaje, y tuvo que dejarse llevar en una litera por cuatro soldados, alejándose pre- cipitadamente de las posiciones del Maule, en donde habia esperado llegar al fin de la conquista, firmando un tratado de paz, y dejando el mando de sus tropas á Juan Francisco Sánchez, capitán de un batallón de (1) Este batallón era el que habia sido formado en 1812 con el nombre de batallón de Pardos. Para quitar distinciones en un país que se batia por la libertad y la igualdad, el gobierno , por un decreto del 25 de abril , habia sus- tituido á este nombre el de batallón de infantes de la Patria. UAt'íTUI.Ü XXI í. 543 veteranos y acérrimo partidario de la cansa real. Tan luego como Carrera supo la insubordinación de los Chilotes y su marcha para el sur, convocó un consejo de guerra en el cual se resolvió fuese perseguido con ardor el enemigo para aprovechar de su desorden. El ejército patriota había sido reorganizado ; las milicias, muy disminuidas por las deserciones y por licencias dadas á hombres inútiles, fueron reunidas en dos bri- gadas, una mandada por O'Higgins, y otra por Luis Cruz. Las tropas regladas, aumentadas con el batallón de voluntarios de la Patria , al mando de don José Anto- nio Cotapos, que acababa de llegar de Santiago, que- daron al mando de sus hermanos. Bien que se resintiese aun de todo lo sucedido y de la pérdida de los dos bu- ques, en los que tenia fundadas tantas esperanzas, nada se le notaba en el semblante, y con la misma serenidad de ánimo que siempre, aquella misma noche dio orden para empezar el movimiento é ir á campar á las márjenes del Maule. El 12 de mayo la vanguardia llegó á Longavi y el ca- pitán Diego Benavente recibió orden de avanzar y de picar la retaguardia de los enemigos , que alcanzó al si- guiente dia , y á la cual tomaron dos mil vacas , veinte soldados que las escoltaban y una infinidad de milicianos atrasados. El cuerpo del ejército seguía corriendo, por decirlo así, á la vanguardia, pero en el mayor desorden por causa de los grandes aguaceros que caian y que le incomo- daban mucho, poniendo intransitables los caminos y los ríos, que crecían estraordinariamente. Al llegar al Estero de Buli, la vanguardia quitó al enemigo un carro de equi- pajes , le hizo doscientos prisioneros y se detuvo para ~ r . Jk ¡ÍISTOilLi DE GHILí:. aguardar al ejército y reunir los dispersos. En este inter- valo de tiempo , don Manuel Vega , edecán de Carrera , había sido enviado por su jeneral á Pareja , que ocupaba San Carlos, dos leguas distante de Buli , con un oficio in- timándole se rindiese á discreción , bajo la promesa de tratarlo con miramientos y de dejarle irse á Lima. Vega fué recibido con la mayor cortesía. El intendente militar Matías de la Fuente le dio á entender que su ne- gociación podría tener buen éxito ; pero esta respuesta no satisfizo al jeneral patriota , que , temiendo hubiese en ella algún doblez , prefirió ir á atacar los realistas con todas las fuerzas que habia podido reunir por la noche. Al dia siguiente por la mañana, dio orden para formar una vanguardia compuesta de una compañía de infante- ría, del escuadrón de húsares , del de la guardia jeneral y de dos cañones para marchar sobre el rio Nuble y cortar la retirada á los realistas. Esta coluna llegó á San Carlos justamente cuando el enemigo acababa de evacuarlo , le siguió al alcance, y habiéndosele dado, le picó la retaguardia , que precipitó su marcha para juntarse al cuerpo del ejército. Entonces , creyendo los rea- listas que iban á ser atacados por todas las fuerzas patriotas, corrieron á una loma en donde se atrinchera- ron con las carretas que llevaban los víveres y los ba- gajes, y pusieron en batería veinte y cinco piezas de campaña que tenían. A pesar del mal estado de su salud y de los agudos dolores que le aflijian , Pareja tuvo la fuerza , no de montar sino de dejar que lo montasen á caballo para vijilar por sí mismo las disposiciones de la defensa, y permaneció así dos horas sostenido por sus propios ánimos; pero sintiéndose al fin desfallecer, capítulo xxii. 345 tuvo por fuerza que dejarse transportar á la litera para esperar allí lo que decidiese la suerte de la guerra. Contra el parecer del jeneral en jefe, don José Car- ' rera quiso tener la honra de dar principio al ataque, y creyendo que para arrollar tropas desmoralizadas , seg'un decían, le bastaba presentarse, no permitió á la van- guardia , ya empeñada en una escaramuza , tuviese parte en sus glorias, y mandó á los granaderos cargar á la carrera, olvidando sus recientes fatigas, y la imposibi- lidad de emplear todo su brío para cargar con suficiente arrojo. Apenas se acercaron lo bastante, cuando las primeras descargas de las piezas de á h y de á 8 enemi- gas los rechazaron y desordenaron completamente, como también al batallón de infantes de la Patria que los se- guía de cerca. La artillería de la T división, mandada por el capitán Camero y el teniente García , tuvo dos ca- ñones desmontados. Si en aquel momento, Sánchez hu- biese hecho una salida de sus trincheras, es probable, y los patriotas mismos lo confesaban , que habría puesto en completa derrota al ejército de Carrera; pero no teniendo la mayor confianza en sus propias fuerzas, se mantuvo en la defensiva, con lo cual Mackenna, que mandaba la reserva formada de las milicias de O'Higgins y ele unos cien voluntarios, pudo avanzar v entrar en acción. Por otra parte O'Higgins tuvo orden para atacar la caballería enemiga, que desordenó completamente, for- zándola á pasar precipitadamente el Nuble y á huir con terror á Chillan, motivo por el cual los habitantes, atemo- rizados, no enviaron municiones al ejército, que carecía de ellas. Los voluntarios, conducidos por Mackenna, acu- 3^6 HISTORIA D£ CHILE. dieron á apoyar la artillería maltratada por la de los enemigos , y gracias á su firmeza y á la caballería man- dada por el bizarro O'Higgins, se consiguió contener al ejército de Pareja y entretenerlo hasta que á favor de la noche las tropas de Carrera pudiesen retirarse a San Garlos. Entre los prisioneros que se hicieron hubo muchos que fueron inmolados, y esta acción indigna de milita- res de honor echó un feo borrón sobre todos cuantos tuvieron parte en ella. Estos fueron los diferentes episodios de la batalla de San Garlos , tan diversamente comentada por los dos partidos, que cantaron victoria cada uno por su lado, sin mas resultado que el haber dado uno y otro pruebas de decisión y de valor. Los realistas tenían contra .sí la desmoralización que sigue á una derrota, y la enfermedad sumamente grave de su jeneral , que, como se ha dicho , postrado en su litera habia abandonado enteramente el mando á Sánchez, militar esperimentado sin duda, pero que no podia inspirar la misma confianza. Lo que mas sostuvo el espíritu de sus tropas fué el entusiasmo reli- jioso que les infundían los franciscanos de Chillan , que seguían el ejército. Uno de estos relijiosos era el nom- brado Banciella , hombre de elocuencia y de acción , el cual en un rapto de santa inspiración tomó un crucifijo en la mano , y corriendo por entre filas , exaltaba con sus jestos y con la vehemencia de sus palabras el fana- tismo de aquellos buenos soldados de Chiloe , que creían batirse contra herejes, y merecer la palma del martirio, si morían , ó la recompensa debida , si vivían (1). La situación de los patriotas era aun mucho mas crí- (1) Conversación con Bernardo O'Higgins. CAPÍTULO XXII. 347 tica. En primer lugar, habia poca unión en los jefes, causa grande, en jeneral , de malos sucesos militares. En segundo, casi tocios los soldados estaban mal armados, veían el fuego por la primera vez y entraban en acción después de una marcha forzada de cuarenta leguas en tres dias por malísimos caminos, y molestados por una continua lluvia que les aflojaba la fibra y abatía sus áni- mos. Si á estas desventajas se añade la de su inferiori- dad numérica (1), y la no menor de tener que atacar un enemigo bien atrincherado y con suficiente y buena ar- tillería para mantener á distancia todo ataque, se com- prenderá sin dificultad que estos patriotas podían , en cierto modo, creerse victoriosos en hecho de haber der- rotado completamente su caballería, haber dado muerte á muchos soldados y hecho un número bastante crecido de prisioneros. Es verdad que aquel mismo dia, uno y otro ejército habían hecho lo posible para ser derrotados Los realis- tas , si hubiese habido mas unidad entre los patriotas , y estos si los hubiesen perseguido al pasar el rio Nuble , ó, aun mejor, si en lugar de la desgraciada carga de José Carrera, se hubiesen limitado á cortarles la retirada á Chillan y los hubiesen arrojado sobre Concepción, adonde nunca hubieran podido llegar sin grandes dificultades y grandes pérdidas, por los montes y rios, crecidos por las lluvias, que tenían que atravesar, ciertamente la cam- paña era perdida para ellos. (1) Torrente exajera mucho el número de las tropas patriotas. Según Miguel Carrera no pasaban de 1109 infantes , 1567 milicianos de á caballo j y 153 ar- tilleros con 11 cañones; así todos reunidos subian solo á 2829 soldados. Los realistas al contrario contaban 6000 hombres, á saber 2600 infantes, 3000 mi- licianos montados y 100 artilleros con 22 piezas de cañón. ( Véase el manifiesto de Miguel Carrera á los pueblos de Chile. ) 348 HISTORIA DE CHILE. Por su parte, los patriotas hubieran también podido ser batidos, si aprovechando el momento de la di persion délos granaderos y de los infantes de la Patria, hubiesen los realistas hecho una salida repentina y arrojada para impedirles de rehacerse, operación tanto mas fácil cuanto, á pesar de los esfuerzos de Miguel Carrera, no se consi- guió sino á duras penas. Esta división una vez derrotada, las otras dos no hubieran podido oponer mucha resisten- cia , por hallarse compuestas, en gran parte, de mili- cianos sin táctica ni disciplina y que al menor choque habrían cedido el terreno prontamente. Pero el jenio in- fernal de la anarquía no quiso que se terminase tan presto aquella lucha fratricida, y mientras dejaba alejarse á unos, por un lado, del campo de batalla, permitía que los otros continuasen su retirada á Chillan, que los realistas de allí habían puesto ya en estado de de- fensa. Esta retirada se verificó por la noche mientras los pa- triotas limpiaban sus fusiles, ó dejaban descansar sus caballos , que habían quedado casi fuera de servicio. La víspera, habia habido en San Carlos una reunión de jefes, pero sin mas resultado que la determinación de enviar al ser de dia una partida de cuarenta hombres mandados por el teniente Francisco Xavier Molina al sitio mismo en donde habían acampado los realistas. Molina fué allá, y hallándolo abandonado, continuó su marcha hacia el paso del Nuble, á donde llegó en el momento que la re- taguardia lo atravesaba. Bien que se hallase con muy pocas fuerzas, la atacó con ímpetu y la obligó á huir con precipitación dejando cuatro cañones en el rio, y á la orilla, algunos bagajes y municiones. Los realistas, unos corrieron á Chillan, y otros, mas resueltos, se CAPITULO XXII. 3&9 hicieron fuertes en algunas casas para oponerse al paso ele sus perseguidores; pero en aquel instante, le llegó á Molina un refuerzo, que era la partida del teniente Gar- cía con dos cañones, y consiguió desalojarlos. Aquella misma noche , todo el ejército de Carrera vino á acam- par á la proximidad de! rio. ~ - CAPÍTULO XXIIL Sánchez se fortifica en Chillan.— Miguel Carrera marcha sobre Concepción , y se apodera de esta ciudad. — Ataque y toma de Talcahuano.— El obispo Villodres se salva en la Bretaña , acompañado de muchos realistas. — Toma de la fragata la Tomasa. — Importancia de esta presa. — Casi toda la pro- vincia tn poder de los liberales. — Sánchez continua las fortificaciones de Chillan. — Miguel Carrera se propone el ir á atacarlo. — Ordenes que da á cada división.— Noticia falsa de una invasión en el norte. — Preparativos á que da lugar.— Salida de Carrera para Chillan. Luego que el ejército realista llegó á Chillan , Fran- cisco Sánchez dio disposiciones para fortificar esta ciu- dad , en donde la naturaleza nada habia hecho por su defensa ; hizo levantar trincheras en la plaza mayor y en las principales calles, abrir algunos fosos y construir' dos fortines , uno al norte y el otro á tres cuadra al po- niente de la plaza , determinado á pasar allí sus cuar- teles de invierno y aguardar los socorros que debían llegarle del Perú para entrar de nuevo en campaña á la primavera. Viendo que se agravaba la enfermedad de Pareja , conocía que toda la responsabilidad de los su- cesos de la espedicion iba á recaer en lo sucesivo sobre él , y que por lo mismo era de su deber combinar con prudencia y con vigor sus operaciones contra todo evento. Carrera, por su lado, no siendo ni menos activo ni menos hábil en sus planes de agresión , percibió de un vistazo el yerro que su adversario habia cometido en dejar á descubierto el camino de la Concepción, aban- donando el mando de esta ciudad y la dirección de los negocios públicos á un prelado escesivamente prudente CAPÍTULO XXIII. 351 por carácter, y que no podía disponer mas que de un corto número de soldados. En consecuencia, determinó ir á atacarlo para poder apoderarse en seguida del puerto de Talcahuano , justamente considerado como llave de la provincia, é impedir así que el enemigo recibiese so- corros de Lima. Mackenna se mostraba muy opuesto á este proyecto , en atención al estado precario del ejército y á la igno- rancia en que todos estaban sobre las verdaderas inten- ciones de los habitantes. O'Higgins, por el contrario, sostuvo con todo su tesón que el designio del jeneral en jefe era muy plausible , y contribuyó á que se pusiese en ejecución aquel mismo dia para aprovechar de la confusión que reinaba aun en el ejército real. Luis Carrera, comandante de la primera división, se puso en marcha, a la cabeza de la vanguardia, el 17, con cuatro piezas de campaña , y fué á pernoctar en Ghangaral , distante cinco leguas del campamento del ejército. Al dia siguiente , salió el capitán Prieto con un destacamento de cien hombres , que componían su par- tida y la de Molina, para ir á causar una diversión á los realistas de Chillan é inquietarlos por aquella parte. Algunos dias después, se enviaron otros destacamentos á diferentes puntos de la provincia ; el coronel Vega fué á ocupar Cauquenes ; Francisco Barrio , Quirihue ; y Ber- nardo O'Higgins se dirijió sobre la isla de la Laja para apoderarse de los Anjeles. Bien que no llevase mas que treinta hombres, en cuyo número se comprendían al- gunos oficiales, contaba sobre el influjo de sus allegados y sobre sus muchos partidarios. Tomando todas estas medidas , Miguel Carrera se ase- guraba de una gran parte de la provincia , conservaba '¿•i ~ HISTORIA DE CHILE. sus comunicaciones libres con la capital y dejaba com- pletamente aislado al ejército de Pareja , bloqueado , por decirlo así, en Chillan, y bastante considerable para que fuese sumamente importante observar sus movi- mientos é impedirle de tomar, á su vez , la ofensiva. Con este objeto , quedó en el cantón de Nuble una coluna de observación compuesta de noventa voluntarios de Santiago y reclutas de Talca; de quince infantes de la Patria y de las milicias á caballo de Linares, Parral , San Carlos y Quirihue, que debían incorporarse allí (1) , mandada por el coronel don Luis de la Cruz , cuyas ór- denes terminantes eran no empeñar acción alguna, y replegarse , en caso de necesidad, sobre el coronel Juan de Dios Vial , que se hallaba en Talca prevenido para auxiliarle. El 20 de mayo , el ejército dejó su campamento de las orillas del Itata y se puso en movimiento para Con- cepción. El jeneral en jefe se adelantó para ir á reunirse con la vanguardia, después de haber enviado á don Diego Benavente de parlamentario para persuadir á Pa- reja se rindiese. Fué Benavente y llenó su misión , pero sin éxito ; Pareja no se rindió. Juan Estevan Manzano, enviado igualmente de parla- mentario á Concepción por su hermano Luis, lo tuvo me- jor. Sobrecojido el obispo Villodres de los peligros que creia le amenazaban , corrió á refujiarse á bordo de la Bretaña, y dejó el gobierno de la ciudad al cabildo que habia antes de la invasión. Tan pronto como Miguel Carrera tuvo noticia de esto, despachó á su edecán don Antonio Mendiburu y el capitán Prieto con algunas tropas para que se apoderasen de la ciudad , y al dia (1) Relación de los servicios del jeneral Cruz. CAPÍTULO XXIII. 353 siguiente, llegó el mismo en persona á ella con grande satisfacción de los patriotas, que hasta entonces habían estado oprimidos por las medidas vigorosas del obispo gobernador. La víspera, justamente, las casas de algu- nos de estos habían sido saqueadas por soldados que habían ido á buscar cuatro cañones y municiones, y muchos realistas, temiendo les sucediese lo mismo á'su vez, salieron de la ciudad para ir á refujiarse á Talca- huano. Este puerto estaba en efecto bastante bien forti- ficado. Habiéndole rodeado por todas partes de montañas bastante escarpadas, la naturaleza misma lo había do- tado de una fuerte defensa que aumentaba la resisten- cia de las fortificaciones militares. Desgraciadamente . había pocas tropas para poder cubrir todos los puntos atacables; pero noobstante, el gobernador, que lo era el coronel Texeiro, se mostró altanero en su entrevista con el plenipotenciario María Benavente, que iba á im- ponerle una capitulación. « No capitularé, le respondió, hasta que vea las tropas sobre Talcahuano. » La respuesta del obispo, á quien Carrera habia es- crito volviese á ponerse á la cabeza del gobierno ecle- siástico, fué muy humilde, pero en ella se negaba á volver á dicho gobierno, noobstante la protección espe- cial que le prometía; porque el buen prelado, á fuerza de hablar de la crueldad de los insurjentes, estaba tan persuadido de ella, que ya se hubiera guardado bien de fiarse á la supuesta jenerosidad de su jefe. El 27 de mayo, llegó la vanguardia á Concepción , y el mismo día, mandó Miguel Carrera enarbolar la ban- dera nacional en medio de la plaza, y hubo una misa en acción de gracias , celebrada por el digno patriota clon balvador Andrade. Lo restante del día se empleó en pre- V. Historia. 23 HISTORIA DE CHILE. parativos de guerra , pues el jeneral estaba resuelto á ir á atacar Talcahuano, sin siquiera esperar la llegada de la división que mandaba su hermano José. Las tropas de que podia disponer eran la vanguardia , y muchos desertores del partido real , que se le habian pasado, ya fuese por patriotismo, ó por el atractivo del premio que les habia prometido. El 28 , fué el jeneral á reconocer y estudiar el terreno que pensaba ocupar, en compañía de su amigo Poinset. En San Vicente, un sarjento de artillería, Tadeo Villa- gran , prisionero de guerra fugado de los pontones , le enteró perfectamente de la situación de los realistas en Tal- cahuano , con lo cual resolvió ponerse en marcha aquella misma tarde con sus setecientos infantes, trescientos caballos y cuatro piezas. Al dia siguiente , renovó su intimación , y mientras tanto, tomaba disposiciones mili- tares, y disponia partidas de reconocimiento á las órde- nes de los dos bizarros oficiales, el capitán Prieto y el teniente don Ramón Freiré, que luego después fueron la honra y la gloria de su país. El nuevo parlamentario tuvo tan poco ó tan mal éxito como el primero , ó , lo que es lo mismo , le pidieron el término de cuatro horas para decidir en consejo de guerra lo que se habia de hacer, lo cual no era mas que un pretesto para ganar tiempo. En vista de esto, el je- neral en jefe « mandó que las guerrillas cargasen y que por el camino de la izquierda subiesen á tomar las altu- ras, que estaban defendidas por 150 hombres y un cañón. El teniente coronel Muñoz Bezanilla con 200 fusileros , el capitán Gamero con una carroñada, y el alférez don Pedro Nolasco Vidal con un cañón de a k. En poco tiempo obligaron á retirarse al enemigo, que se replegó CAPÍTDLO XXIII. 355 á la plaza Doscientos de nuestros fusileros ocuparon la altura de la derecha, y se colocó en ella un cañón man- dado por el capitán Moría. La guardia nacional y la ca- ballería formaban el cuerpo de reserva. El enemigo ha «a un fuego vivísimo y estaba sostenido por las lanchas cañoneras. Nuestra artillería correspondía con ventaja. El capitán Moría echó á pique un bote armado, y el capitán Camero hizo bastante estrago en una de las lan- chas Después de cuatro horas de fuego, mandé atacar el pueblo en el que estaba atrincherado el enemigo con bastante artillería, y fué tomado en el momento por nuestros bravos. F Se distinguió en el ataque el padre Fray Manuel Benavides con algunos granaderos que, en aquel mo- mento, capitaneaba. Se colgó de la bandera real , y no viéndose libres aun del peligro, emplearon un rito en despedazarla. Siguieron sobre el enemigo, que ya se em- barcaba en botes; pero se metieron los nuestros al mar con el agua al pescuezo y sacaron á todos losquehuian, menos los botes, que pudieron escapar con varios ofi- ciales y jefes de la plaza, que se embarcaron á bordo de la Bretaña (1). » La toma de Talcahuano fué considerada en aquel momento como un hecho de armas de la mayor impor- tancia, porque aislaba al enemigo completamente de la patria, y la reducía á sus propias fuerzas. Miguel Car- rera lo celebró con mucho júbilo en medio de sus va- lientes soldados , que acababan de darle nuevas pruebas de su arrojo; é impelido, sin reflexión, por un moví miento de loca satisfacción , les conceda saqueo de Talcahuano, durante muchas horas. Bien que la irrita- (1) Diario de Miguel Carrera. ¿í ~ I 356 HISTORIA DE CHILE. cion de las tropas solo fuese contra los realistas, pro- motores de la guerra, y que despreciasen el botín, re- partiéndole , á medida que lo cojian , entre los indijentes del pueblo; noobstante , no se puede negar que esta ac- ción de Carrera fué indigna de un jefe militar, muy perjudicial á los resultados que acababa de obtener y de la que, tarde ó temprano, no podrían menos de servirse sus enemigos como de un arma de vituperio y de repro- bación contra él y contra sus fines. Entre las personas que habían conseguido salvarse fe bordo de la Bretaña, se hallaban el mayor jeneral don Ignacio Justis, Monreal, todos los oficiales y el traidor XimenezNavia, que era el que mas hubiera deseado Carrera cojer. Para eso, mandó preparar dos lanchas cañoneras, que al mando del teniente don Nicolás Gar- cía salieron para atacar la Bretaña, contrariada por un viento norte sumamente recio, que la obligó á perma- necer anclada durante muchos dias en la isla de la Qui- nquina, en donde habría sufrido mucho de los tiros de la artillería del fuerte, si el enemigo no hubiese tenido la buena inspiración de inutilizar los cañones antes de abandonarlos. Por consiguiente había alguna esperanza de éxito para las lanchas cañoneras; pero desgraciada- mente, el mismo inconveniente que esperimentaba la Bretaña , las impedia también de adelantar y acercarse ; de suerte que cuando saltó el viento favorable, el buque tuvo tiempo para salvarse. A pesar de este mal éxito , los resultados de esta acción eran sumamente ventajosos para los patriotas. Ademas de haber ocupado Talcahuano, se habían tomado tres bastimentos enemigos, se habian libertado de los pon- tones sesenta granaderos, treinta húsares y otros tantos CAPÍTULO XXIII. 357 I milicianos que habían caido prisioneros en la acción de Yerbas Buenas , y que tuvieron la felicidad de incorpo- rarse bajo sus banderas. Los almacenes se hallaron bien provistos de vestuario , armas , víveres y salpetre. El ene- migo tuvo muchos muertos , y se le cojieron ciento y cincuenta prisioneros, contando siete oficiales, los cuales fueron todos tratados con la mas jenerosa humanidad , sin que ningún individuo del ejército se propasase á ha- cerles el menor insulto. Luego que la Bretaña dio la vela , Miguel Carrera resolvió contramarchar con sus tropas á Concepción para combinar allí un plan de ataque contra Chillan. Dejó al teniente coronel don Santiago Muñoz Bezanilla de gobernador en Talcahuano con orden de disponer que la bandera española tremolase en los diferentes puntos de la costa, á fin de atraer los buques peruanos. Así lo ejecutó dicho gobernador, y con esta treta consiguió , al cabo de siete dias , apresar el bastimento la Tilomas , que venia ricamente cargado de toda especie de socorros para el ejército invasor de Chile. El capitán de dicho basti- mento , aunque con mucho recelo , habia tenido que de- cidirse á enviar en un bote al puertecito de Tumbe al oficial de marina don Felipe Yillavicencio, á informarse del estado de la guerra , pero en aquel momento , ya por orden del gobernador de Talcahuano se habían puesto por toda la costa emboscadas para interceptar á dicho buque toda comunicación con tierra ; por manera que á penas el citado oficial saltó en ella , fué cojido con to- dos los marineros que llevaba. Al dia siguiente , la fra- gata tuvo la misma suerte , porque hallándose fondeada en el puerto mismo , fué sorprendida por la noche por dos lanchas cañoneras mandadas , una por don Nicolás ~ I? 358 HISTORIA DE CHILE. García y la otra por Ramón Freiré , y que la forzaron á rendirse sin resistencia. En esta fragata iban treinta y siete oficiales destina- dos á los cuadros de algunos cuerpos de nueva creación, y entre ellos habia sujetos de mucho mérito , tales como el brigadier Rábago , el coronel Olaguer Féliu , el hábil oficial de marina real Colmenares , el cirujano Grajales y otros. En su cargamento se contaban cincuenta mil pesos de mercancías, una cantidad igual en efectivo; armas , municiones y otros pertrechos , con todo lo cual el ejército real se habría puesto sobre un pié respetable y en estado de tomar la ofensiva; pero la providencia dis- puso las cosas de otro modo para la salvación de la Repú- blica , haciéndose el regulador de los acontecimientos y poniéndoles en armonía con las necesidades de la época para que los patriotas pudiesen aprovecharse de ellos. Mientras que por un lado se conseguían todas estas ventajas, O'Higgins, que después de la acción de San Carlos , se habia dirijido con algunos pocos soldados á la frontera para animar al pueblo , y atraerlo á su par- tido , habia conseguido apoderarse del fuerte de los An- jeles, haciendo prisionero á su comandante, que era el coronel don Fermín Zorondo, y á ciento y diez soldados, entre dragones y artilleros, que lo ocupaban. En seguida, ayudado de los milicianos, que sus amigos le habían lle- vado, y de algunos veteranos que , por patriotismo ó por alcanzar el premio prometido, habían desertado del ejército español, empezó á recorrer toda la frontera, ata- cando todos los fuertes , que sucesivamente tomó , escep- tuando solo los de Talcamavida y Santa Juana. En consecuencia, ya Miguel Carrera se hallaba dueño de casi toda la provincia invadida. En menos de dos CAPITULO XXIII. 359 1 meses de tiempo, su ojeada militar, su tino y su actividad consiguieron arrinconar al enemigo en un solo punto, quitándole todas las posiciones que ocupaba , y ponién- dolo en un aislamiento tal que ya no podia procurarse víveres sino por la fuerza. En semejante estado de cosas, un jefe circunspecto y maduro no podia ni debia obsti- narse contra la suerte de la guerra , y por el interés mismo de la causa que defendía, lo que tenia que hacer era someterse ó resignarse á lo que las circunstancias pedían, procurando sacar de ellas el mejor partido posible. Con las ideas que ya habían echado raices en el país , y con los progresos de aquel partido , ya no era posible dudar del triunfo de la revolución , y todo cuanto se podia pre- tender y esperar era reconquistar el país diplomática- mente y comercialmente. Pero habia poca posibilidad de conseguirlo en aquel instante en que el gobierno español ya no se hallaba re- presentado mas que por un jefe militar, y como ya se sabe , los jefes militares en jeneral , no conocen mas que su espada, y las instrucciones que tienen, de las cuales son esclavos , y las mas veces sin poder hacer mas que sustituir la fuerza al derecho , la terquedad á la razón. Sobretodo , Pareja , que , por la naturaleza de su misión , hubiera podido usar de esta política, acababa de falle- cer, y Sánchez habia recibido demasiada poca educación para entenderla. Por eso , dejándose llevar de su pro- pio interés y de su ambición , procuró conservar ó ganar por acciones el grado eminente que la casualidad le acababa de dar. La ciudad de Chillan , situada en un llano, era poco propia á servir de retirada, porque no tenia defensa alguna natural , y, en este particular, Sánchez se mos- 360 HISTORIA DE CHILE. tro poco hábil en el hecho de preferir esta ciudad á la de Talcahuano , la cual reunía á la facilidad de la defensa la grande ventaja de hacerlo dueño del mar; pero por otra parte no se puede disimular que suplió á la falta de talento desplegando una actividad estraordinaria. Bien que fuese naturalmente muy poco ájil , se le veia con- tinuamente en las obras de fortificación animando á los trabajadores, alentándolos y causando temor á los des- contentos con el aspecto imponente que la naturaleza le había dado. Los soldados que le quedaban no eran muchos , y no pocos estaban muy enfermos; pero gracias á algunos realistas , y principalmente á los hermanos de la orden de San Francisco , habia conseguido reunir á su pequeña fuerza una bastante grande de milicianos , que oficiales de instrucción y de habilidad estaban encargados de ejercitar y disciplinar. Estos soldados le eran suma- mente útiles , porque eran prácticos conocedores de todas las localidades del país, conocían perfectamente todos sus desfiladeros y accidentes de terreno , y podían mandar partidas de guerrilla tanto para inquietar la división acampada á las márjenes del Itata, como para abastecer de las muchas provisiones que un largo sitio iba á hacer muy necesarias , pues habia tenido conoci- miento por sus espías de las intenciones de Carrera , y ya sabia los preparativos que estaba haciendo para ir á atacarlo. Sinembargo , la estación era poco favorable para este ataque, en atención á que estábamos en el corazón del invierno , época de eternas lluvias , en la cual el mal es- tado de los caminos y las crecidas de los rios hacen á unos y á otros sino enteramente intransitables , á lo me- CAPITULO XXIII, 361 nos, de difícil y fatigoso tránsito. Por eso, muchos jefes opinaban se aguardase por el buen tiempo para empezar esta nueva campaña, fundándose especialmente en que el sitio que iban á poner á Chillan exijia mucha artille- ría; pero Carrera calculaba de otra manera, y pensaba que la toma de Concepción , y su éxito en Talcahuano, debían haber desmoralizado al ejército enemigo, de cuyo temor seria muy útil aprovechar para darle una batalla decisiva y esterminarlo. Tal era la confianza que tenia en el mal estado de los soldados de Sánchez , que ya empezaban á abandonar sus banderas, y la que le daba el prestijio de la conversación de la ofensiva , que en todos sus partes al gobierno, no pedia mas que ocho dias para acabar con el ejército enemigo. El plan que tenia que seguir era muy sencillo : hallán- dose el enemigo reunido y encerrado en una sola ciu- dad , solo se trataba de sitiarlo en ella , y con este fin , escribió á los diferentes cuerpos dispersos por la provin- ciase reuniesen en las ¡mediaciones de Chillan. O'Higgins recibió orden de reunirse sobre el Diguillin con los mil cuatrocientos soldados de milicias que habia podido reunir, y algunos granaderos y artilleros que habia sabido ganar, ó que Carrera le habia enviado bajo el mando de Campino. El coronel Vial, acuartelado en Talca, fué encargado de ir á reforzar la coluna de observación del coman- dante Cruz , cuya posición se hacia cada dia mas crítica. Luis Carrera, acompañado del cónsul Poinset, partió el 22 de junio , para la división del centro , precedido de la artillería de campaña y de los dos cañones de á 24, que habian salido la antevíspera , y cuyo transporte ha- bia de costar tanto trabajo y tantas dificultades á su ~ ■ 362 HISTORIA DE CHILE. conductor, que era el bizarro teniente Bernardo Barrueta. En seguida, volviendo sus previsiones hacia Concep- ción, que consideraba, con mucha razón, de mucha importancia, mandó que fuesen sacados de allí los reos de estado y confinados en la Florida, bajo la salva- guardia del subdelegado José María Victoriano ; instaló una junta provisionar para vijilar la seguridad de la pro- vincia, y las necesidades del ejército, y el 23 de junio, salia de Concepción y se dirijia sobre Talca para acele- rar la salida de Vial , cuya tardanza empezaba á parecerle sospechosa. Se ha supuesto que el gobierno no veia de buen ojo esta campaña y que la habia desaprobado ; pero esto no es exacto, pues, por los documentos que tenemos á la vista, vemos, al contrario, que la quería y la apresuraba, porque ya le tardaba el que se concluyese aquella guerra entre hermanos para entregarse con reposo y tranquili- dad á las mejoras que el país reclamaba. Ademas, su- cedió en medio de todo esto un acontecimiento que pa- recía propio á activar la espulsion pronta y completa de los realistas de la provincia de Concepción. Al tiempo de la toma de Talcahuano , la mayor parte de los realistas habia podido embarcarse en buques que se hallaban anclados en la bahía, y gracias al viento, que se les hizo favorable , muchos de estos buques pudieron largarse y ponerse fuera de alcance. Entre ellos se en- contraba la Bretaña , fragata armada en corso y man- dada por Pargas, la cual , luego que tuvo la mayor parte de los jefes á su bordo , tomó la dirección de Lima , y al pasar delante del Huasco , tuvieron la presencia de ánimo de esparcer allí el ruido de la próxima llegada do una poderosa espedicion realista , esperando atraer, por CAPÍTULO XX11I. 363 este medio, la atención del gobierno sobre aquel punto, distraer, tal vez, una parte de las tropas de su verdadero objeto , y dar así á Sánchez lugar para hacer frente al enemigo y fortificarse. Habiendo tomado esta resolución, se dirijieron en derechura al citado puerto, y desde allí, el comandante, que tomó el nombre de Mariano Osorio, Jefe de la tercia división espedicionaria , pasó un oficio al subdelegado de Ballenar, don Manuel Hodar, anun- ciándole la supuesta espedicion , compuesta de tres mil hombres, á las órdenes de Joaquín de la Pezuela ; y pre- viniéndole que, antes de pasará Valparaíso, debía venir á apoderarse de la provincia; que en consecuencia, reuniese á los milicianos y tuviese prontos para el dia siguiente doscientos caballos, trescientas muías y los víveres necesarios para ochocientos hombres, todo lo cual le seria exactamente pagado. Bien que la falsedad de esta noticia no hubiese tar- dado en ser sabida , con todo , tuvo tiempo para alarmar bastante al gobierno. Don Tomas O'Higgins , que man- daba las fuerzas del norte , se había visto tan alarmado por el subdelegado del Huasco, que no pudo menos de escribir en el mismo sentido al poder ejecutivo ; y Gre- gorio Cordoves , que se encargó de llevar esta comuni- cación, estaba demasiado penetrado del peligro que corría la provincia, para no exaj erarla involuntaria- mente. En aquel estado de cosas, el gobierno debió tomar las medidas mas eficaces y las mas prontas , y procuró , en primer lugar, tranquilizar al pueblo con palabras pro- pias á inspirar confianza , y á serenar los ánimos ; y en seguida, ofició á todos los comandantes de la milicia del norte y del centro para que se estuviesen prontos á mii HISTORIA DE CHILE. ir á reunirse en los dos cuerpos de ejército, uno, man- dado por don Tomas O'Higgins, gobernador de Co- quimbo , y el otro á las órdenes de Lastra , gobernador de Valparaíso. A este último, el gobierno le envió, ade- mas , una partida de trescientos hombres , que estaban de vuelta de Buenos-Aires , y que salieron conducidos por su denodado comandante y gran patriota Andrés de Alcázar. Miguel Carrera acababa de dejar Concepción cuando recibió el oficio del gobierno , que le anunciaba aquella repentiva invasión , y le inducía á que atacase á Sán- chez lo mas pronto posible para arrojarlo de la provin- cia, en donde su presencia era muy peligrosa. Bien que Carrera no diese mucho crédito á la noticia , como él mismo lo decía en su respuesta, noobstante, se dispuso á obrar aun con mas actividad, porque realmente tales eran sus planes. De Quirihue , en donde se hallaba , pasó órdenes á los diferentes cuerpos para que cada uno obrase en el sentido de sus combinaciones. A Cruz , le escribía se mantuviese vijilante , prometiéndole que dentro de pocos dias seria reforzado ; al coronel Merino , que era de Qui- rihue mismo , le mandó preparase cuanto pudiese nece- sitar la división de Talca ; y en seguida , escribió al go- bierno indicándole las nuevas medidas que debia de tomar, y asegurándole de nuevo que pocos dias basta- rían para aniquilar completamente los restos del ejército realista; ilusión lamentable que tal vez contribuyó al mal éxito de aquella campaña, y, en seguida , á la pér- dida del país. CAPITULO XXIV. Sánchez continua sus trincheras. - Socorros que recibe de los misioneros franciscanos.- Una parte de sus tropas es dispersada en guerrillas.- La de Urrejola hace prisionero al coronel Cruz y á su coluna. — Miguel Car- rera va á incorporar en el campamento de Chillan las tropas acantonadas en Talca.- Disposiciones que da para el ataque- Envía á Calderón de par- lamentario á Sánchez, pero sin resultado.— Principio del ataque.- El Rollo cortado por el medio, del primer cañonazo.- Sucesos diversos de los dos partidos en ataque y defensa.- Incendio de las municiones de la batería patriota, y desgracias que ocasiona.— Presa de municiones que iban de Concepción.— Viendo que no obtenía resultado alguno , envía un parla- mentario á Sánchez. Sánchez continuaba con celo y tesón las obras de for- tificación , y ya habia establecido algunas baterías. Se abrieron algunos fosos , y se armaron los fortines de modo que pudiesen resistir largo tiempo y con vigor. El de San Bartolomé, especialmente, habia empeñado toda su atención, y don José Berganza, que era un hábil oficial de artillería , habia dirijido la construcción de dicho fortín. Pero en medio de todo esto, no perdía de vista al ejército enemigo , y habia enviado espías por todos lados que le tenian siempre sobre aviso de todos los mo- vimientos de Carrera, y le informaron del proyecto que tenia de concentrar sus tropas en las cercanías de Chillan. . Bien que no pudiese impedirle de operar dicha con- centración , podia á lo menos seguir y cansar á los dife- rentes destacamentos, obligándolos á mantenerse siem- pre alerta, é impidiéndoles, tal vez, de fortificar sus posiciones. Para ejecutar este proyecto se le ofrecieron sujetos capaces y prácticos en el país , á los cuales con- fió el mando de guerrillas. Con todo , la fidelidad de sus ~ 366 HISTORIA DE CHILE. tropas había empezado á decaer, minada ya por la polí- tica de los jefes patrióticos, sobretodo por la de O'Hig- gins; salvo los Ghilotes y las tropas de Valdivia, que confundiendo siempre el rey con la relijion , se mante- nían sumisos y obedientes , las demás , ya por temor ya por codicia, desertaban sus banderas y se pasaban al ejército de los patriotas. Esta deserción se estendia ya á los oficiales, circunstancia que empezaba á causar zozo- bras á Sánchez, y habría desmoralizado completamente á todas sus tropas, si eminentes realistas no hubiesen hecho todos sus esfuerzos para mantenerlas en su deber. Entre estos realistas se distinguieron por su celo y perseverancia los Franciscanos, los cuales, animados de sentimientos de la mas acendrada lealtad al rey , y te- miendo que aquella revolución fuese contraria ala reli- jion y ocasionase el olvido de todos los deberes que im- pone, se habían presentado desde el principio como auxiliares los mas seguros yjenerosos, tomando todos una parte activa en el bienestar del ejército. « El padre presidente Fray Antonio Banciella pertene- cía al ejército en calidad de capellán, suministrando de paso ios conocimientos mas útiles respecto del terreno, y de los sujetos adictos ó contrarios á la justa causa. (1) . Otros servían en las enfermerías , o en otros ramos admi- nistrativos, y pusieron sus caballos, trigos, bueyes y carneros á la disposición del comisario de víveres, que se aprovechó mucho de ellos , y aun destruyeron muchos libros y manuscritos, unos de la comunidad y otros par- ticulares de los padres , para fabricar cartuchos. Su con- vento, asilo de santa paz, fué fortificado y convertido (1) Relación sobre la conducta de los relijiosos del colejio de Chillan, por el reverendo padre Fray Juan Ramón Guardian. Mss. CAPÍTULO XXIV. 367 en cárcel de estado, en donde los reos, la guardia de estos , que constaba de cuarenta hombres con sus oficiales, y muchas personas de las provincias, que habían venido á refujiarse en él , vivían á espensas de la comunidad. Una casa grande que tenia esta en los Guindos , con sus dependencias y capilla , que podia servir de punto de reunión y de defensa á los patriotas , mandaron los reli- giosos demolerla é incendiarla, y en razón de la penuria y escasez de dinero , que ocasionaba la interrupción de comunicación con el Perú, por la pérdida deTalcahuano, mandó el padre provincial á Fray Gregorio Equiluz pa- sase inmediatamente á Valdivia , atravesando por medio de los Indios araucanos, ya conmovidos por las faccio- nes enemigas. Enfin, «exortaban pública y privada- mente con enerjía apostólica al valor y á la constancia las tropas, suministrando asimismo á los respectivos jefes aquellos conocimientos que consideraban útiles y necesarios á la subsistencia , y prosecución del feliz éxito de la ardua empresa que teníamos entre manos. » (í) Así daban estos celosos misioneros patentes muestras de su doble influjo , á saber, el que nacía del amor es- tremado que tenían a su rey, y el que les daba su misión, esencialmente evanjélica, teniendo constantemente aler- ta, sin pararse en fatigas ni en peligros, la conciencia de los soldados y de los habitantes del campo, y no se pasaba, por decirlo así, dia alguno sin que hiciesen fun- ciones relijiosas para dar mas prestijio á sus palabras. Así sucedía que los milicianos , animados de un cristiano entusiasmo , y escitados , ademas , por el ardor de algu- nos valientes oficiales, estaban siempre dispuestos á ba- tí) Relación sobre la conducta de los relijiosos del colejio de Guillan , por el reverendo padre Fray Juan Ramón , Guardian. Mss. I 368 HISTORIA DE CHILE. :-:| tirse, y se formaban en guerrillas mandadas por coman- dantes bizarros, tales como los dos Eleorriaga, Urrejola, Quintanilla, Lantaño, Chaves y otros, cuya audacia rayaba en temeridad , y fatigaban continuamente con ataques parciales las diferentes divisiones de ios patrio- tas , que se defendían con no menos vigor y tesón. Después de la pérdida de Talcahuano , estos oficiales, enteramente aislados , sin poder recibir especie alguna de socorro , se hallaban en una posición enteramente particular, y su misión mudó totalmente de aspecto , pues obligados á hallar todos sus recursos por sí mismos y en ellos mismos , tenían que obrar mas bien como ca- bezas de partido que como jefes militares , usando alter- nativamente y sin descanso, de audacia y de astucia para atraerse partidarios y defenderse contra tantos enemi- gos. Tal era el carácter que parecía deber tomar la re- sistencia , y que la lentitud del ataque hacia necesario. Sin duda, todas las salidas que hacían aquellos infa- tigables milicianos no obtenían siempre felices resulta- dos, y aun hubo una, la de San Xavier, que fué com- pletamente destruida por el bizarro teniente Molina, enviado por O'Higgins contra ella ; pero otras , en cam- bio , les surtieron muy favorables , y entre estas se puede citar la que fué dirijida contra la división de Cruz. Este coronel , que , como lo hemos visto ya , había quedado en San Carlos con algunos pocos soldados para observar los movimientos de Sánchez , se hallaba en la imposibilidad de hacer frente al mas indiferente ataque , en primer lugar, por tener poca fuerza numérica , com- puesta casi toda de milicianos ; y en segundo , por las deserciones que esperimentaba , principalmente de parte de los voluntarios. Mas de una vez había dado parte de CAPÍTULO XXIV. S69 suposición embarazosa á Carrera , que alfin , habia dado ordena Vial para que fuese inmediatamente á socorrerle con las tropas acantonadas en Talca ; pero á pesar de esta orden , Yial se quedó , quizá con intención , en Talca , y dio lugar al infatigable Urrejola á marchar sobre San Carlos con doscientos hombres, que mandaba el valiente Elorriaga. Esta espedicion no tuvo mucho éxito, y solo sirvió á incomodar la división de Cruz , que se retiró mas al norte , y á hacerle algunos prisioneros que fueron llevados como trofeo á Chillan ; porque el fin principal de los realistas era entusiasmar las tropas y el populacho con grandes demostraciones en favor de cuantos hubiesen participado de la mas pequeña esca- ramuza, á fin de que conociesen las ventajas que habían de sacar de la victoria. Urrejola gustaba demasiado de batirse para darse por satisfecho con tan pequeño resultado , y desistirse de una empresa de la cual algunos Chilenos, por una ten- dencia criminal á ser desleales, le aseguraban el buen éxito. Resuelto á volver segunda vez á atacar aquella pequeña división, incorporó en su destacamento las guerrillas de Quintanilla y de Chaves, y pocos dias después de haber llegado , ya se volvía á poner en mar- cha con dirección al sur para mejor engañar á las es- pías del enemigo. Aquella marcha, que duró toda la noche , fué tan penosa como cansada , por la oscuridad y la lluvia continua que hizo crecer mucho al Nuble, cuyo paso, necesariamente, habia de ser muy difícil y peli- groso. Sin embargo , ningún obstáculo pudo enfriar el ardor de aquellos Chilotes, armados por el fanatismo contra sus propios hermanos , y soportaron sin quejarse la fatiga de la espedicion , atravesaron el rio , muy cre- V. Historia. 24 fHH 370 HISTORIA DE CHILE. cido, como acabamos de decir, y llegaron antes de ser de día, a la hacienda de Juan Manuel Amagada, en donde Cruz habia formado sus cantones. Por aviso que Urrejola habia tenido de personas que conocían sus po- siciones , sabia que la división enemiga se hallaba alo- jada en dos puntos poco lejanos uno de otro , motivo por el cual , también él dividió su coluna en dos , reserván- dose la mas fuerte y enviando la otra , al mando del bi- zarro Quintanilla, á atacar al coronel Cruz, que la trai- ción acababa de entregar, por decirlo así, á su enemigo ; pues completamente sorprendido, le fué imposible hacer mucha resistencia, y tuvo alfin que rendirse. Pero no sucedió lo mismo con el capitán Yictoriano , encargado de la defensa del otro punto. Este capitán, habiéndose despertado al ruido quehacian los caballos, tuvo lugar bastante para formar los pocos soldados que tenia, los situó ventajosamente y recibió con un buen ■ fuego graneado á la compañía que le iba en cima , man- dada por Chaves. Los fuegos fueron tan bien dirijidos, que ocho hombres de Chaves, contando á Chaves mismo, cayeron en el primer ataque , y los demás se replegaron sobre Elorriaga , que sin titubear, llevó con nuevo ardor sus soldados á la carga. Pero en primer lugar, los puso a cubierto de las balas con el muro del recinto , penetra- ron luego en lo interior, y una vez se hallaron debajo del corredor esterior, pudieron escalar la casa y ponerle fuego. En vista de esto, el valiente Victoriano no pudo de- fenderse y hubo de rendirse , bien que obteniendo una honrosa capitulación , la cual fué posteriormente violada. Así , de toda la división de Cruz no hubo mas que algu- nos heridos , y treinta hombres con su comandante José CAPÍTULO XXIV. Ignacio Quesada , que se hallaban en las cercanías , fue- ron salvados; todos los demás fueron llevados como trofeo á Chillan , sufriendo en el tránsito las incomodi- dades de la lluvia continua , malos caminos y rigores del invierno. Por su parte, los realistas tuvieron que padecer estas mismas incomodidades , pero hallaron la recompensa de ellas, y muy luego las olvidaron con el brillante recibi- miento que se les hizo. Durante todo el dia , se tocaron las campanas á vuelo , hubo iluminación por la noche, y mientras que toda la ciudad rebosaba de júbilo y alegría, los grandes patriotas Cruz , Victoriano y sus compañeros jemian en un calabozo. Miguel Carrera acababa de salir de Talca para diri- jirse con las tropas de Vial al campamento jeneral \ cuando recibió esta fatal nueva. Su primer pensamiento, entonces, fué enviar á su edecán Juan Felipe Cárdenas á asegurarse de la verdad del hecho, que, desgraciada- mente , era demasiado cierto. Habiendo llegado á Quella, halló allí á los doce heridos que los realistas no habían querido llevarse , y en Huillipatagua , á los treinta hom- bres de Quesada , que habían podido ir á refujiarse á Quirihue. Bien que sintiese amargamente este acontecimiento , lo disimuló, achacándolo á la tardanza de Vial en ir al socorro de aquella división , y se quejó al gobierno , sin acritud, aunque lo creyese cómplice de dicha tardanza, pidiéndole con instancia las tropas recientemente llega- das de Buenos-Aires. También se quejó por la misma via, de la indiferencia con que se dejaba sin castigo á los desertores que se iban á Santiago. En cuanto á él, temiendo con razón que esta relajación de la disciplina Jk 372 HISTORIA DE CHILE. fuese un fatal ejemplo para el ejército , habia castigado con rigor á algunos desertores, y aun habia cumplido con la ley mandando afusilar á un soldado de la división de Cruz , que habia fomentado un motin contra los ofi- ciales, medida ciertamente de sentir, pero necesaria en un momento en que se debía emplear todo rigor de la disciplina para mantener el moral del ejército , numéri- camente débil , y habituar al soldado á una obediencia ciega en todos los asuntos y actos del servicio. Durante su marcha , Carrera continuó dando sus ór- denes al campamento de Chillan , pidiendo que se hicie- sen reconocimientos con el mayor cuidado , y que se levantase un plano de las cercanías, que no podria menos de ser de la mayor utilidad para los campamentos ulte- riores y las combinaciones estratéjicas. Al mismo tiempo, destacaba en diversas direcciones partidas de descubierta para la seguridad de la marcha ; pues á medida que se acercaba del centro de la acción , era su principal deber, como jefe, el obrar con vijilancia y prudencia para no caer en una de las emboscadas que la actividad y la astu- cia de los enemigos hacian probables. Todo esto , reu- nido á la dificultad que ofrecia el transporte de la artille- ría , por caminos mas que difíciles y casi impracticables, habia retardado considerablemente su marcha , en tér- minos que la división empleó quince dias en ir de Talca á las orillas del Nuble. El dia siguiente, 12 de junio, operó su junción con el grueso del ejército , que estaba acampado sobre el pequeño Cerro de Cayanco , á una legua de la plaza , y con grande satisfacción de las tropas y de los oficiales. Miguel Carrera habia ido por delante protejido por el capitán Prieto , que habia marchado á su encuentro con CAPITULO XXIV. 373 una partida de dragones, y por una división de O'Hig- gins , acampada al norte de la ciudad con el objeto de observar los movimientos del enemigo, y cubrir, en caso necesario , la división que se avanzaba. Hallándose , en fin , todas las tropas reunidas , el je- neral en jefe ya no pensó mas que en ejecutar su plan de ataque. Así como lo hemos dicho , en su tránsito de Talca á Chillan , habia pedido un plano del terreno que debía ocupar el ejército, y Mackenna se habia apresu- rado á enviárselo ; pero ya sea que la mala intelijencia que existia entre ellos le diese poca confianza en su habi- lidad, ó que dicho plan fuese realmente defectuoso, Carrera no quiso servirse de él y prefirió ir á observar por sí mismo, en compañía de su amigo Poinsett, el cual , mas que Mackenna , ejercía para el jeneral fun- ciones de injeniero y aun de cuartel maestre. Juntos, pues, recorrieron todas las cercanías de la plaza , y aun se acercaron algunas veces á una pequeña distancia de ella para poder observar la posición de enemigo, y determinar en qué puntos se podrían cons- truir algunas baterías á distancia de metralla, á fin de que protejiesen su punto de ataque. Las piezas que habia enviado desde Talca acababan de llegar; pero los dos cañones de á 24 , que habían sa- lido, habia ya mas de un mes de Talcahuano, aun estaban en camino , y era preciso demasiada premura en venir alas manos para que fuese posible esperar que llegasen. Por lo mismo, á consecuencia de un consejo de guerra, en donde se combinó y arregló el movimiento, el jeneral mandó levantar las tiendas del campo de Callanco y tras- ladarlas á un cuarto de legua corto de la ciudad , al lado del molino de González , situado al borde del esterillo dé 37; HISTORIA DE CHILE. Maypu, entre dos pantanos, y no lejos de una lomilla á donde Mackenna fué á construir la primera batería por orden del jeneral en jefe. Esta posición , por ventajosa que fuese para acampar, era sumamente desagradable para los tropas que se hallaban como en una especie de cenagal , tanto mas insoportable cuanto se estaba en el rigor del invierno. Las lluvias casi encesantes habian desleído el terreno por donde ya las carretas casi no podían adelantar un paso , circunstancia que multiplicaba las fatigas del ser- vicio , y acababa de debilitar el cuerpo del soldado y las pocas fuerzas que le quedaban. Sinembargo, su moral se mantenia en buen estado , porque acostumbrado á las fatigas inseparables del oficio , y con la esperanza de arrojar al enemigo de las últimas trincheras que le que- daban , soportaba sin quejarse las mayores incomodi- dades , y solo anhelaba por los progresos del sitio para que se concluyese una guerra tan larga. Sinembargo, á pesar de su buena voluntad, se no- taba que ya nos habiamos alejado de la época de la inva- sión , época en la cual el entusiasmo se propagaba con maravillosa facilidad , y pocos ejemplares bastaban para inflamar corazones jenerosos, y llenarlos de patriotismo ; al paso que ya en el dia solo habia calma y conformidad; la mayor parte de los milicianos solo se animaban por acaso , y se mantenían fieles mas bien por deber que por convencimiento. Mientras que los patriotas procuraban así asegurarse una posición ventajosa , los realistas no cesaban de mo- lestarlos con sus infatigables guerrillas , y los forzaban á mantenerse constantemente alerta , lo que les causaba grande fatiga. Estas guerrillas no se contentaban con CAPÍTULO XXIV. 375 atacar las partidas de descubierta y tenían la audacia ele alejarse tan pronto para procurarse lo necesario , de que carecían , tan pronto para hacerse con reclutas que au- mentasen el número de los defensores de la bandera real. Una de ellas, bastante fuerte numéricamente, ya se di- rijia sobre los Anjeles con el objeto de apoderarse de esta plaza ; pero O'Higgins hizo un movimiento rápido sobre el rio de la Lazuela y la obligó á retirarse. Otra , aun mas audaz , tuvo la osadía de tomar la es- palda del ejército contrario para emboscarse y apode- rarse, al paso, de las dos piezas que se aguardaban de Concepción ; pero quedó frustrada de su intento por una coluna bastante fuerte que mandaba Luis Carrera, el cual , por su actividad , acertó á conservar al ejército dichas dos piezas, material indispensable para el sitio, y contribuyó , al mismo tiempo , á que llegasen á su des- tino antes de la que se esperaba. El mismo dia que las fuerzas patriotas se habían puesto en movimiento , el jeneral en jefe habia enviado á Fran- cisco Calderón de parlamentario á Chillan para tratar de composición con el ayuntamiento, y terminar la guerra fratricida que iba á encenderse de nuevo y con nuevo encarnecimiento. La respuesta no llegó hasta dos dias después , es decir, el 28 de julio , y era tan disimulada y evasiva , que Car- rera juzgó inútil insistir, renovando sus propuestas, y dio inmediatamente la orden de atacar. Así se ejecutó por la batería avanzada , que tuvo la iniciativa, y tiró dos cañonazos, de los cuales el uno se llevó la mano de un infeliz carretero, que trabajaba por el servicio ; y el otro cortó por el medio el rollo levantado desde el principio de la conquista en medio de la plaza mayor. ~ r* 376 HISTORIA DE CHILE. En las demás ciudades , el espíritu republicano habia hecho desaparecer estos instrumentos permanentes de vergüenza y de infamia ; pero aquí , la Providencia fué la que tomó á su cargo la destrucción del que aun exis- tia , como enemiga de todas estas leyes humillantes que degradaban al jénero humano , y le privaban enteramente de toda especie de sentimientos. Al dia siguiente, el fuego empezó de nuevo y con mucha mas viveza, pero sin grandes resultados por falta de instrucción en los soldados , la mayor parte de los cuales entraban en acción por la primera vez. Sinem- bargo , José Miguel Carrera , notando que el fuerte de San Bartolomé habia sufrido en ciertas partes , pensó en tomarlo por asalto, resolución tal vez oportuna, pero ar- riesgada por falta de tropas capaces de ejecutarla eficaz- mente. Por lo mismo se apresuró á detener el movi- miento , y se limitó á estrechar la ciudad con ataques simultáneos por los frentes del norte y del sur. La primera coluna , que constaba solo de ochenta infantes , estaba mandada por el capitán José María Be- navente ; la otra , que era de trescientos , y tenia dos piezas de campaña, la mandaba el coronel O'Higgins. Su intento no era otro mas que el ejecutar las amenazas que el jeneral habia hecho á la municipalidad , de incen- diar la ciudad , en caso que hiciese resistencia. En efecto, los cumplieron incendiando las casas que estaban á la entrada; pero O'Higgins, poco satisfecho de un acto que no le parecía propio de su franca valentía, prefirió combatir al enemigo frente á frente , y se avanzó á ata- carlo en sus mismas trincheras , de cuyo ataque se siguió un empeño bastante tenaz , pero que no tuvo mas resul- tado que el de demostrar claramente al jeneral en jefe CAPÍTULO XXIV. 377 las dificultades que tendría el apoderarse de la plaza. Pocos días antes, había anunciado al gobierno una pronta conclusión de la guerra ; pero , en vista de la resistencia que esperimentaba , ya se sentía menos con- fiado y descubría temores por las consecuencias de una campaña que empezaba con malos é inquietantes agüe- ros. La estación se ponia cada día mas mala con lluvias incesantes , acompañadas algunas veces de tempestades que se llevaban las tiendas, y dejaban los soldados en campo raso y á las intemperies. Los víveres empezaban á disminuir, y ya habia habido que disminuir las racio- nes. Los caballos carecían casi enteramente de forraje ; estaban ya en huesos , sin fuerzas , y morían muchos. En las espediciones que era forzoso emprender, habia que servirse, muchas veces , de los que pertenecían á los oficiales , bien que empezasen ya á resentirse también de la imprevisión de los proveedores. Con todo eso , el moral del soldado se mantenía , y aun también habia algunos arranques de entusiasmo en su corazón á pesar de las duras pruebas á las que el tiempo y la necesidad lo sometían. En efecto, los soldados soportaban sin que- jarse el rigor de los elementos desencadenados del cielo contra ellos; hacían con paciencia admirable el penoso servicio á que estaban sujetos y anhelaban por el mo- mento de atacar el fuerte de San Bartolomé, al que ha- bían puesto el sobrenombre de Brujo , por causa de su situación oculta. Estas buenas disposiciones del ejército tranquilizaban algún tanto al jeneral en jefe y dispertaban en él aquella actividad, de que habia dado tantas pruebas , y el espí- ritu resuelto que le decidió á atacar con el mayor vigor la plaza, después de haberla estrechado al estremo. 378 HISTORIA DE CHILE. Para este fin , mandó á Mackenna ir á establecer otra batería sobre una alturita distante solo dos cuadras de la plaza, orden que Mackenna ejecutó en la noche del 2 al 3 de agosto , compuesta de seis piezas , y sostenida por quinientos hombres mandados por O'Higgins, Spano y Oller. Sánchez no tuvo hasta por la mañana el mas mínimo conocimiento ni del movimiento operado por los patrio- tas , ni del establecimiento de la nueva batería , que aca- baban de construir casi á la entrada de la ciudad , en una posición que podia causarle mucho daño. En vista de esto, pensó que era de su deber el tomarla, y dio orden para que así lo ejecutase al intrépido Elorriaga, poniendo á su mando dos escelentes batallones, que fueron el de Valdivia, mandado por Lucas Molina, y el de Ghiloe , á las órdenes de Pinuel , con muchos tira- dores que avanzaron con el fusil á la espalda y gritando viva la patria , esperando , con esta treta , apoderarse mas fácilmente de la posición ; pero se les conoció la intención que llevaban , y los patriotas respondieron á sus gritos astutos con una buena descarga que tuvo una pronta y vigorosa riposta , con lo cual se halló la acción empeñada de una parte y de otra , batiéndose unos y otros con el mayor denuedo, unos para tomar la batería, y otros para defenderla á todo trance. Duraba la acción ya habia mas de una hora , cuando el jeneral en jefe destacó un trozo de caballería sobre el Tejar, para cojer al enemigo por la espalda , mientras que Luis Carrera y Mackenna lo atacaban de flanco , el primero por la izquierda , y el segundo por la derecha. Con esta maniobra , tan bien combinada como perfecta- mente ejecutada, el enemigo habría sido envuelto y hu- CAPÍTULO XXIV. 379 biera sido infaliblemente batido, si no se hubiese reple- gado con prontitud sobre la plaza , á donde fué perseguido hasta sus trincheras. En esta operación , O'Higgins se mostró digno de mandar á los valientes que estaban á sus órdenes. Habiendo hallado el rio Maypue crecido con las incesantes lluvias que habían caido, lo mandó, noobstante , vadear, y llegó casi al mismo tiempo que el enemigo á la trinchera principal de la calle de Santo Domingo , que intentó tomar por asalto. Ya muchos sol- dados que habían subido á las casas vecinas facilitaban esta empresa molestando escesivamente á los sitiados, cuando llegó el edecán Miguel Serrano con orden del jeneral en jefe para que aquel destacamento se reple- gase. O'Higgins halló un pretesto para no obedecer á dicha orden, y resuelto á apoderarse de aquella batería que dominaba muy ventajosamente á la plaza, y cuya toma era de suma importancia, continuó el ataque, estre- chando mas y mas al enemigo, cuando llegó segunda orden perentoria para que se retirase. De suerte que se vio obligado á obedecer abandonando aquel campo de batalla, en donde esperaba cojer nuevos laureles, y, tal vez , decidir la suerte de la campaña. Al retirarse, se'en- contró con el escuadrón de Fernando Urizar, el cual también habia recibido orden de replegarse, y este en- cuentro le sujirió á O'Higgins la idea de ir á intimar la rendición al comandante del fuerte San Bartolomé; pero al acercarse fué recibido con un cañonazo que sin tocarle le dejó momentáneamente un brazo paralizado, y resultó de la amenaza otro empeño que no sirvió mas que para aumentar las pérdidas que la patria habia tenido en aquella jornada. El número de muertos era ya conside- ~ r 380 HISTORIA DE CHILE. rabie y, entre ellos, se contaban algunos bizarros ofi- ciales , tales como el comandante de artillería don Hipó- lito Oller, el valiente capitán Joaquin Alonso Gomero, el de igual clase en las milicias Juan José Urreta y otros. Por parte de los realistas , la perdida fué , probablemente, aun mayor, puesto que estaban en la necesidad de batirse á cuerpo descubierto y casi á quema ropa. Tal fué el resultado de aquella jornada , totalmente insignificante, y que hubiera podido , sinembargo, ser muy favorable á las armas de los patriotas , si el ataque de la plaza se hubiese ejecutado con mas unión y mas firmeza, y si el jeneral , menos aprensivo por la bisoñería de sus soldados, hubiese seguido el impulso de su ardor y de su audacia, pues, á pesar de su poca disciplina, iban como hombres determinados , con ánimo de vencer, y parecía no necesitar mas para conseguirlo que el con- curso de un jefe atrevido y resuelto. Al dia siguiente , el ataque tuvo aun lugar por parte de los sitiados , y fué dirijido , al principio , contra la re- serva , situada sobre el Maypue, entre el tejar y la batería. Sánchez destacó allí una buena coluna de infantería y de caballería que obligó á los patriotas á refujiarse bajo el reducto , abandonando una porción de bagajes , y las cuatro piezas que estaban destinadas á su defensa. Ya dichas piezas estaban en poder del enemigo , cuando O'Higgins tuvo conocimiento de que se habian perdido , en el momento en que se hallaba a la cabeza de los pocos soldados que guardaban la batería. Tan pronto como lo supo , su primer pensamiento fué dejarla al cuidado y defensa del cónsul Poinset , y de correr á rehacer los que huian , bien que no tuviese mas que veinte dragones; pero habiéndose visto luego reforzado con los lanceros CAPITULO XXIV. 381 de Bergara ; con los milicianos de Lautaro , mandados por Vega, y, finalmente, con muchos granaderos, que andaban desbandados por falta de jefes, formó todas estas tropas , se puso á su frente y cargó al enemigo con tanto ímpetu que rescató los cuatro cañones , que se llevaba como trofeo , y lo arrojó á la plaza matándole muchos soldados. Desgraciadamente , á esta bella acción se siguió un fatal accidente que influyó muchísimo en la suerte de la campaña , y hubiera podido tener consecuencias aun peores que las que tuvo. Entre las muchas balas de canon que la plaza , y sobretodo el fuerte San Bartolomé vo- mitaban sobre los patriotas , la casualidad hizo que una de ellas puso fuego al repuesto de pólvora de batería avanzada, y produjo una esplosion espantosa que der- ribó á todos aquellos defensores intrépidos , matando á unos, dejando á otros fuera de combate, en el mas la- mentable estado, y causando una confusión jeneral de que el enemigo supo aprovecharse, renovando con nuevo vigor sus ataques en medio de aquella escena de desola- ción. Por fortuna, algunos soldados, que habían tenido bastante serenidad para echarse á tierra en los fosos que- daron enteramente ilesos , y estos , mandados por los intrépidos Moría, Millan , Laforest, Cabrera, "Vázquez y otros que la Providencia habia protejido y salvado de aquel peligro , pudieron hacer frente á este nuevo ataque y contenerlo. El teniente Antonio Millan , sobretodo , se distinguió en aquel lance , tanto por su sangre fría como por el arrojo que solo la desesperación inspira algunas veces. Viendo que no habia salvación posible mas que dando un golpe arriesgado , á todo trance, hizo cargar uno de sus cañones á metralla hasta la boca, y lo mandó ' $82 HISTORIA DE CHILE. disparar en un momento tan oportuno , que aterró á la coluna que avanzaba y la obligó á volver las espaldas. Es verdad que a la sazón , ya O'Higgins , que siempre se hallaba en todas las partes en donde habia mucho pe- ligro , llegaba con su refuerzo de hombres , y ademas , de cartuchos , reanimando con su presencia el valor de aquellos infelices , que por milagro habían evitado la muerte. Mientras que la presencia del enemigo obligó á los patriotas á mantenerse en la defensiva , rodeados de toda especie de riesgos , se mostraron indiferentes á este fatal revés de fortuna , y no pensaban absolutamente mas que en la defensa del puesto que estaba á su cargo. El senti- miento de su conservación habia apagado en ellos el de la caridad y se mostraban impasibles á la vista de todas aquellas víctimas, haciendo solo atención al ruido de las armas y á los movimientos del enemigo. Pero ya no sucedió lo mismo cuando este , habiendo sido rechazado . y arrojado á sus trincheras , dio lugar á que la reflexión se ejercitase sin alarmas ni distracción en medio de aquella escena de desconsuelo y de desas- tres. Entonces , ya los que quedaban pudieron contem- plar lo horroroso de aquel espectáculo , que por todas partes ofrecía hermanos , amigos , compañeros yaciendo por el suelo , unos muertos , otros solo heridos , pero tan desfigurados por el fuego que ni tenían figura humana. La manera en que se hallaban amontonados, los dolores que los atormentaban y sus tristes quejidos , todo esto acabó de enternecer y ablandar los corazones de aquellos valientes , tan impasibles pocos momentos antes , y que ya entonces prorrumpían en imprecaciones contra los causantes de aquel desastre, que unos atribuían á un CAPÍTULO XXIV. 383 culpable descuido, y otros á la traición. Sinembargo, muchos de ellos, bien que se hallasen quebrantados de tantas fatigas , procuraron dar algún alivio á los infelices con quienes en la mañana de aquel dia se habían hallado viviendo y obrando como hermanos ; pero hubo otros que, con sentimientos menos notables, desertaron sus banderas, y se alejaron en busca de otra especie de con- suelos , y aun los hubo que tuvieron la bajeza de sembrar discordia , sujiriendo pensamientos de insubordinación , circunstancia tanto mas dañosa cuanto, independiente- mente de las fatigas y de los peligros continuos, se pa- decía, ya habia muchos días, escasez de víveres en el campo. La administración de víveres habia estado tan mal organizada, ó los encargados de ella habían sido tan descuidados, ó tal vez tan malvados, que los almacenes estaban enteramente agotados , y solo quedaban raciones de pan y algunas de aguardiente , que se distribuía con mucha parcimonia, por temor de sus efectos. Mas en aquel momento de abatimiento jeneral, O'Higgins no dudó en distribuir dicha bebida á discreción , esperando que por este medio los soldados olvidarían su dolorosa posición y cobrarían nuevos ánimos. Desgraciadamente, el remedio era violento y les causó tanta exaltación , que salieron de los límites de la disciplina para caer en actos de imprudencia, porque se hallaron mucho mas enter- necidos por la suerte dolorosa de sus compañeros y sobretodo por la de sus oficiales, entre los cuales' se hallaban el coronel Spano, el teniente Rencoret , y los alféreces Gurriel , Zorrilla y otros, quisieron vengarlos pidiendo con instancia que los llevasen á atacar el fuerte San Bartolomé, que prometían tomar de un modo ó de otro. 38¿t HISTORIA DE CHILE. Semejante suplica , hecha por hombres que se hallaban privados de razón, no fué oida de O'Higgins; pero se hizo luego tan importuna y, al fin, tan imperiosa, que se vio obligado á engañarlos , prometiéndoles que iba á hablar sobre ello al jeneral en jefe , y á pedirle , al mismo tiempo, las escalas necesarias para subir al asaltado de dicho fuerte. En efecto , envió un propio á Carrera con esta demanda ostensible , pero , al mismo tiempo , envió otro en secreto instruyéndole de lo que pasaba para que burlase aquella pretensión con dilaciones plau- sibles (1). La desgracia que sucedió en la batería no fué la sola que los patriotas tuvieron que deplorar en aquella jor- nada , pues también se vieron privados de muchas cargas de víveres y de municiones que les llegaban de Concep- ción , y que las infatigables y audaces guerrillas de Sán- chez consiguieron sorprender y tomar justamente en el momento en que pasaban el rio Itata. Fué esta una pér- dida tanto mas sensible para el ejército, cuanto, como lo acabamos de decir, empezaba á carecer de todo lo necesario. Una revista de municiones de guerra puso , en efecto , de manifiesto que no quedaban mas que once mil cartuchos, y algunos pocos de cañón , con la circuns- tancia de ser, estos últimos, de calibre mayor. Tam- bién uno de los cañones de á 2fr acababa de reventar ; otros habian quedado casi abandonados , y si á dicha penuria de pertrechos de primera y absoluta necesidad añadimos intemperies, y deserciones ocasionadas por tantos males y fatigas sin la menor gloria , veremos que Carrera ya no podía mantenerse por mas tiempo delante de aquella plaza, y que por fuerza tenia que (1) Conversación con don Bern. O'Higgins. C4PÍTUI.0 XXIV. 385 de alejarlo é ir á esperar, en otra posición mas ventajosa ocasión oportuna para cumplir la promesa de destruir aquellas pocas tropas circunvaladas en una plaza casi sin defensa Este proyecto desesperanzado, y aun también humillante, no podía sin embargo ser del gusto de su carácter altivo, y algunas veces presumido; bien que el ejercito se hallase bastante desmoralizado, Carrera aun podía intentar operar una nueva sorpresa, y ya pen- saba seriamente en ello, cuando recibió el aviso por sus espías, de la marcha de una división enemiga bastante En efecto, no menos impaciente por terminar una guerra que se prolongaba sin mas resultado que el de disminuir cada dia mas el número de sus combatientes, y persuadido, por otra parte, de que los patriotas, ya desa- mmados, no podrían resistir á un buen ataque', Sánchez habiahechosus preparativos, y el dia 5, don Luis Molina, uno de los mejores jefes que tenia á sus órdenes, avan- zaba con 400 hombres contra la bater/a que mandaba Juan José Carrera, y que, gracias aI aviso de ,M pudo poner en buen estado de defensa. Por esta razón los realistas fueron rechazados y perseguidos casi hasta en lo interior de Chillan , en donde se empeñó una acción muy sostenida, en la cual tomaron parte los habitantes Y aun las mujeres, indignadas de los escesos cometidos por os patriotas, cuya indisciplina era intolerable. En aquella ocasión , se dijo que Sánchez solo había hecho un amago para atraer al enemigo á la ciudad, en cuyas calles le hubiera sido fácil encerrarlo y rendirlo; pero si mese cierto, el número de muertos ó prisioneros habría sido mucho mayor, y por la boca misma de algunos V. H(STORIA. OK r 380 HISTORIA DB CHILE. realistas, se supo que ellos habían padecido mas, y habían tenido muchos muertos, entre los cuales conta- ban al hábil y audaz coronel Molina, uno de los mas acérrimos defensores de los pretendidos derechos reales. Los liberales no tuvieron mas pérdidas que las de algunos pocos soldados , y un solo oficial , que fué el valiente y desgraciado Laforét ; pero , por otra parte , hubo muchos prisioneros , uno de los cuales fué el co- mandante Vega, que cayó en su poder con su escua- drón de milicianos montados , en un arranque de impru- dente ardor que le hizo internarse al este de la ciudad , punto opuesto al campo de los suyos. Esta fué la última acción que Sánchez tuvo que sostener delante de Chillan, porque Carrera, convencido de lo inútil que seria el atacar á un enemigo superior en nú- mero , y mejor situado y aprovisionado , pensó en apelar á la política y á las negociaciones, último recurso de todo jefe militar imposibilitado de obrar. Noobstante esto , y bien que se hallase vencido , á la verdad , mas por la intemperie de la estación que por las armas, no temió mostrarse arrogante en sus pretensiones, imponiendo condiciones á su favor, como se ve por las instrucciones que dio á don Reimundo Sessé , su enviado , las cuales manifiestan la altivez de su espíritu , alimentada por las ilusiones que se hacia de que al fin tendría resultados ventajosos. Esperaba, en efecto, y tal vez con funda- mento , que el gobierno se resolvería á tomar parte en la guerra mas activamente, y le enviaría los trescientos hombres que acababan de regresar de Buenos-Aires , y que ya él le habia pedido con urgencia; pero no podia ignorar, por otro lado, que Sánchez conocía sus pocos recursos y su penuria , y rechazaría todo tratado que no CAPÍTULO XXIV. 3g7 le ofreciese ventajasincontostablesá la causa quedefendia 2 rr e jenerai ocupase poc° te™'° * »» 5¡s cuita, en casonecesano, con una retirada fácil, con ES ryor confianza en ei va,or y en ,ad¡* de sus soldados, y razones para prometerse que el virey del Perú, tan interesado en la conservación de Chile no tardan en enviarle socorros suficientes para toma/c n d la nr '"' * ^^ Una P°rCÍOn del otario de la p ovmcia; resultados que le asegurarían personal- s . p aerpiedad dei mand° que h — id i naDia puesto en sus manos. Animado con estos risueños pensamientos, Sánchez recb.odesdeñosamentelasproposicionesdesuadvÍsar como ««.trenas al honor de sus armas y al suyo propio y se hmua a despacharle una persona de confianza Zi quetratase , si era posible, sobre bases mas confo mesa" s derechosyásus esperanzas. Este enviado fué el misfon ro ZitnZ ^ ^ aCtl'a,Ídad dese™P^ el mismo eargo con Sánchez. Era este misionero sumamente agudo Y persuado, y tenia bastante política para penetrar el pensamiento mejor disimulado, sin de ar sospecha e uyo, por la «alterable serenidad de su semblante y nadte como el hubiera podido llenar su misión. E verd'al que lo que ,ba á pedir no salia de los límites de la razón pues se reducá á establecer por base de un tratado pro! v ona, la ,acion de |a prov.nda ^ Co pr o- ton lacton del campo de los patriotas á la otra parte del Maule cuyo rio seria considerado como línea d sonÍ de los dos ejércitos, dejando libre la comunicación « te hlÍdeT88- ^ UM eSP6CÍe de «icio qu habla de durar seis meses, tiempo calculado necesario ' 388 HISTORIA DE CHILE. para que ei virey pudiese tratar directamente con el go- bierno de Santiago. Carrera respondió á las proposiciones del misionero con el mismo desden con que Sánchez habia rechazado las suyas , y confiado en su buena suerte , declaró que no cedería una sola pulgada del terreno conquistado, con cuya respuesta hizo imposible toda composición. CAPITULO XXV. Carrera se decide á levantar el campo.- Sánchez envía al mayor jeneral para que le ataque.- Este se limita a intimarle la rendición.- Re pues '" el Itata.- Rescate de los pns.oneros de la Florida— El ejército dividido en varios trozos.- Guerra de detal operada por este medio. - Movim ento de reacción en Concepción.- L.egada de Carrera a esta ciudad.-O'Ens ZinciaT: d ^^ Valle y " ahuyenta.- Insurrecdonn provlncia de Arauco<_ Carrera env¡a s¡n éxUo una espedicion ^ a Habiendo renunciado, como se ha visto, á toda com- posición, Carrera resolvió dejar su campamento, el cual, por su escesiva humedad, era cada día mas per- nicioso á la salud de sus soldados. Por otra parte á pesar del entusiasmo de los oficiales, y de los esfuerzos que estos hacían para comunicarlo á la tropa, la escasez de víveres y el mal estado del vestuario aumentaba sus fatigas en términos que ya se empezaba á oir quejas precursoras de insubordinación, tanto mas de temer cuanto el ejército se componía de elementos diversos, y contaba pocos veteranos y muchos milicianos. Sabido es que estas tropas, cuyos servicios no son permanentes, no pueden tener humanamente ni la valentía , ni ll constancia ni, aun menos, la disciplina de los primeros, y en este particular, las milicias que mandaba Carrera eran muy inferiores á las que Pareja habia traído de Valdivia y de Chiloé, compuestas, par la mayor parte de tropas permanentes, penetradas del espíritu de cuerpo,' y perfectamente instruidas, á cuyas ventajas se reunían la de la abundancia de víveres, y la de hallarse bien 390 HISTORIA DE CHILE. acuarteladas en una ciudad defendida por la construcción de buenos fuertes , y con las calles barreadas con faji- nas, palizadas y trincheras, sin contar el fomento que daban á su moral las exortaciones de los misioneros fran- ciscanos , que se esmeraban en darles á entender que aquella guerra era una guerra de relijion. Una vez resuelto á levantar el sitio , Carrera reunió , en la noche del 6, el consejo de guerra para tomar pare- ceres y ejecutar lo que fuese mas conveniente. O'Higgins no pudo asistir á dicho consejo porque á la sazón se hallaba encargado de las baterías avanzadas, espuestas á ser atacadas de un momento á otro ; Mackenna le fué á decir lo que habia pasado , y á preguntarle si no podria replegarse aquel mismo dia con sus tropas al cuartel je- neral (S). O'Higgins desaprobó esta resolución, fundán- dose en que sus soldados , estenuados por tantas fatigas, no se hallaban en estado de resistir á un ataque inevi- table del enemigo. En consecuencia ? esperaron que la oscuridad de la noche los favoreciese para retirar los puestos avanzados, protejiéndolos por algunas compa- ñías que Carrera destacó con este objeto , y la marcha se ejecutó sin obstáculo y con orden , y á las ocho de la ma- ñana , toda la división se halló replegada al cuartel jene- ral con todas sus armas y bagajes , sin haber perdido mas que un cañoncito de hierro que habían arrojado al Maypon por inútil. Por la tarde del mismo dia , el ejército reunido se di- rijió hacia el oeste y se fué á acampar en el cerrillo de Collanco, posición ventajosa y de fácil defensa; pero habia tan pocos caballos y en tan mal estado, que los artilleros tuvieron que llevar ellos mismos los cañones, (\) Conversación con don Bernardo O'Higgins, CAPÍTULO xxv. 391 á pesar del mal camino , que las lluvias y el paso de tro- pas habían puesto casi intransitable. La noticia de este movimiento de los patriotas llegó muy pronto á Chillan , en donde fué interpretado de di- versos modos, pero en jeneral como una verdadera huida á que se habían visto obligados por la impotencia en que estaban de mantenerse. Sánchez exajeró la im- portancia moral que tenia para fomentar el buen espíritu de sus soldados , y convencerlos de que ya podían tomar la ofensiva y esterminar los trozos dispersos de un ejér- cito desbandado ; pero con todo eso , aun no se atrevió á atacarlo aquel mismo día , y se contentó con destacar algunas guerrillas para inquietarlo, desconcertar sus movimientos , y ocupar las posiciones que habia aban- donado. El 10 , mandó formar una división , á la cabeza de la cual se halló, por derecho de antigüedad, el mayor jeneral don Julián Pinuel , jefe de un carácter irresoluto. Una espesa niebla que habia aquella mañana favorecía maravillosamente el movimiento , ocultando su marcha y permitiéndole de caer sobre el enemigo sin ser visto , como hubiera podido ejecutarlo si hubiese tenido un poco de resolución; pero por falta de ella, prefirió y creyó conseguir una victoria mas fácil intimándole la rendición por medio del teniente coronel Hurtado, á quien encargó una carta escrita por Sánchez en un momento sin duda de inesplicable ceguedad. ■ Le era imposible á Carrera el mantenerse serio siempre que le herían su amor propio , y en aquella ocasión, prorrumpió en irónicas alabanzas á Sánchez, que en su carta no habia dudado manifestarle la per- suasión en que estaba de que le seria fácil aniquilar las * ^ 392 HISTORIA DE CHILE. reliquias que le quedaban de su ejército , y de que ya no tenia mas que rendirse á discreción , si no quería espo- nerse á todo el rigor de la guerra. Y esto (anadia Sán- chez) «dentro de tan pocos momentos como son los que necesito para vencer la corta distancia que nos separa (1). » De aquí surjió una larga conferencia entre Sánchez y Hurtado , conferencia que duró tanto tiempo , que el co- ronel Pinuel se decidió á despachar otro emisario , que fué el capitán Bites Pasquel , con orden de alcanzar al primero y mandarle regresar, afín de poder empezar el ataque antes que tuviesen tiempo para ponerse en salvo. Pero muy luego mudó de parecer cuando los dos enviados, ya de vuelta, le enteraron de la escelente posición que ocupaba el enemigo, situado sobre un cerro perfectamente defendido por diez y ocho bocas de fuego de diferentes calibres en el frente de la linea. Ademas de esto , la respuesta de Carrera inspiró á Sánchez cierta saludable prudencia , haciéndole ver que no solo Carrera aceptaba, sino que también le provocaba á una guerra á muerte, intimándole se abstuviese en lo sucesivo de en- viarle parlamentarios que solo serian considerados y tra- tados como espías. Tales fueron las palabras arrogantes que sin duda alguna intimidaron á Pinuel , y le obligaron a retirarse. En esta retirada , una guerrilla enemiga de cuarenta hombres mandados por buenos oficiales le picaron la retaguardia y le perseguieron hasta las puertas de la ciudad, disparando, para mayor mofa y desprecio, co- hetes voladores. Este fin tuvo el arranque de valentía que habia mani- íij íknavente, Memoria, p. 87- CAPÍTULO XXV. festado Sánchez cuando había sabido que los patriotas se alejaban. Es verdad que Pinuel no era propio para se- mejante golpe de mano, y que se hubiera necesitado de un jefe mas arrojado y mas capaz sobretodo de concer- tar una sorpresa , la cual habría sido muy posible á favor de la densa niebla de aquella mañana, y del poco orden que el cambio de posición le permetia guardar al ene- migo ; pero Sánchez , como ya se ha visto , no había que- rido despojar á Pinuel del derecho que le daba su anti- güedad , y tal vez había creído también , bastante lije— ramente , que le bastaría a su división presentarse para que el enemigo se rindiese , fundándose en lo que pade- cía por falta de subsistencias , y la falta de municiones de guerra que no le permitida hacer especie alguna de re- sistencia á un ataque vivo y bien dirijido. Todo esto , Hurtado habia tenido el poco tino de decírselo á Car- rera, el cual, para que se desengañase, le dejó recor- rer libremente todo su campamento, y al despedirlo, mandó hacer una salva de veinte y un cañonazos en honra de la guerra a muerte que por decirlo así habia ido á declararle. Después de haber respondido así á todas estas far- fantonerías , Carrera pensó en retirar sus tropas de Ca- llanco dirijiéndolas sobre un vado del rio Cauten , que habia reconocido con su amigo Poinset , y en la noche del 10, puso el ejército en movimiento llevando los baga- jes en muías y carretas , de las cuales tenían tan pocas que el transporte necesitó muchos viajes por un ca- mino malísimo y una continua lluvia. En una de aquellas idas y venidas , la sola pieza de 2/j. que les quedaba , tu- vieron que dejarla en un barranco , después de haberla hecho reventar, y quemado la cureña para que no pudie- Ji 394 HISTORIA DE CHILE. se servir al enemigo, operación que se ejecutó igualmente, y por la misma razón, con todo lo que no pudieron trasportar. El paso del rio Itata presentaba aun mucha mas difi- cultad por su anchura , por lo rápido de su corriente , aumentada por una crecida de tantos dias de incesante lluvia , y sobretodo por la desaparición de los vados por donde pensaban poder pasar. El ejército llegó allí hacia el 15, exaustas sus fuerzas por la fatiga y la falta de ví- veres , habiendo tenido que conducir muchas veces á fuerza de brazos los bagajes y la artillería , y que re- chazar continuamente ataques de guerrillas que les habían picado sin cesar la retaguardia dia y noche, en uno de cuyos ataques los enemigos les quitaron mas de cien carpas , y otros muchos objetos conducidos por ar- rieros inespertos, sin que O'Higgins, á pesar de su acti- vidad y denuedo, hubiese podido rescatar ninguno. Todo esto no podia menos de desmoralizar las tropas , ya desmayadas por tanto padecer ; pero aun se mante- nían en bastante buen orden , y rechazaban con espíritu y serenidad cuantos ataques le dio el enemigo, numéri- camente mas fuerte. En medio de todos estos contratiempos, Carrera re- cibió el parte de haber sido libertados los prisioneros , que, por una reprensible imprudencia, se habían de- jado bajo la custodia de solo treinta soldados en la Flo- rida, villa que no dista mas que unas quince leguas de Chillan. Este acontecimiento había tenido lugar el 10, en el tiempo que Sánchez enviaba la carta de intima- ción al campamento de Collanco , y había sido ejecutado por el capitán Manzano Cañizares , el mismo que en el dia k , se habia apoderado con tanta destreza , á las CAPÍTULO XXV. 395 orillas del Itata , de un gran número de cargas de muni- ciones destinadas al ejército de Carrera. Fué la pérdida de los prisioneros muy sensible para los patriotas ; por- que entre ellos , siendo su número algo crecido, se halla- ban jefes de mucho mérito , tales como el capitán de na- vio Colmenares , el brigadier Ravago , el teniente coro- nel de artillería Bernardo Montuel , y otros muchos jefes cojidos á bordo del buque la Tomasa con muchos sacer- dotes, siempre fieles por convencimiento á la causa real , y dispuestos á emplear su santo ministerio para fomentar la superstición y cortar ios progresos de la independen- dencia. También habían tenido otro gran sentimiento, cual fué la equivocación de Calderón, que engañado acerca del número de tropas que mandaba Cañizares , se había apresurado á retrogradar y á llevar á Concep- ción los doscientos hombres de socorro que la Junta enviaba al ejército de los patriotas. Pero á pesar de todas estas ventajas y de la superio- ridad numérica de el ejército realista, Sánchez no se atrevia á perseguir á Carrera , bien que afectase siem- pre creer que se hallaba en completa derrota, y se con- tentaba con destacarle algunas cortas guerrillas, sin mas objeto que el de molestar su retaguardia , ó cojerle algunos dispersos por cansancio, ó desertores de la mas mala nota. Sin embargo, si hubiese querido, ya tenia una ocasión oportuna de empeñar una acción decisiva, con presajios de que debía de serle favorable , en vista de la grande crecida del Itata , cuyo rio , como ya lo hemos dicho, presentaba los mayores obstáculos al paso de un ejército tan desprovisto de todo como lo estaba el de los patriotas. Un jeneral hábil y emprendedor hubiera podido sacar grandes ventajas de esta grave circuns- ,396 HISTORIA DE CHILE. tancia, atacándolo con vigor por la espalda al paso, cortándolo por consiguiente, y arrinconándolo sobre el rio. Para esto , ciertamente no le faltaban á Sán- chez transportes y cuanto podia desear para entrar venta- josamente en acción , pues tenia bastantes piezas de campaña servidas por buenos artilleros ; tropas aguerri- das y sobretodo, por mas que Martínez diga lo contrario, caballería bien organizada y alimentada. Es verdad que por otra parte , Sánchez hallaba una gran ventaja en dejar que se alejase el enemigo, por- que de este modo se estendian sus movimientos , y daban lugar á los padres Franciscanos para propagar la especie de guerra que hacian con su sutil y se- ductora política. En efecto, muy conocidos por toda aquella tierra , cuyos habitantes , tímidos y apocados , tenian en ellos una ilimitada confianza, les era muy fácil cambiar en guerra de relijion una guerra de libertad ; consiguiendo, de este modo, el atraerse desertores de la causa opuesta y ganar con el tiempo la mayor parte de la provincia. Tales debian de ser los motivos que tenia Sánchez para abstenerse de empeñar acciones , y dejar que los patriotas pasasen el rio muy pacíficamente , con el ayuda solo de cuatro malas balsas, sin haber esperi- mentado mas que una pequeña alarma ocasionada por una falsa noticia del coronel Spano, noticia que obligó las tropas de retaguardia á permanecer toda la noche sobre las armas, y las guerrillas de O'Higgins y María Benavente á montar á caballo para reconocer las cercanías. El motivo que tenia Carrera para alejarse de Chillan no era solo el dar descanso y mejores cuarteles á los sol- dados que le quedaban, y á los enfermos maltratados por CAPÍTULO XXV. 39? tantas fatigas y privaciones, sino que también quería fomentar el patriotismo de los milicianos ; organizar un nuevo ejército, ponerlo en estado de vencer instruyén- dolo en la táctica y disciplina, que son las dispensadoras de la victoria , y volver luego como un torrente sobre el enemigo, que por entonces le bastaba dejar en sus es- trechos límites. Con este proyecto , formó dos divisiones de su corto ejército , dando el mando de la primera al brigadier don José Carrera, con orden de ir á acantonarse en Qui- rihue para cubrir toda la parte del norte y protejer los convoyes y correos ; y el de la segunda al bizarro O'Hig- gins para que se dirijiese al sur con el objeto de mante- ner la frontera y los fuertes que la coronaban. Al mismo tiempo, despachó á Santiago á su hermano Luis y al coronel Poinset para que defendiesen allí su reputación y conservasen el prestijio de su nombre , cuya determinación tomó á consecuencia de una conver- sación que habia tenido con Bartolo Araoz , enviado por el gobierno para recojer informes sobre sus operacio- nes; de donde colijió ó sospechó algún sentimiento hostil hacia él. Ademas de las dos divisiones arriba dichas, entresacó parte del resto del ejército, y en parte de estas mismas divisiones , algunas compañías libres para mantener el orden en la provincia y cubrir algunos puestos importan- tes. Una de estas compañías fué destacada al socorro de Prieto , que conducía caudales , y que , según el aviso dado por Araoz, habia de ser probablemente atacado. José María Benavente fué enviado á Pichaco para perse- guir algunos infames desertores. El teniente don Juan Fe- lipe Cárdenas se estableció á las inmediaciones deCoIlan- H 398 HISTORIA DE CHILE. co para observar los movimientos del enemigo , reunir los milicianos y protejer los correos. El capitán Calderón quedó encargado de la defensa de la barca del Itata. Enfin, se formaron algunos otros destacamentos, que se dispersaron por diferentes puntos de la provincia, con lo cual quedó muy reducido el cuerpo del ejército, y la guerra , por consiguiente, no podia ser mas que de detal, cuyas consecuencias inevitables eran enervar la disci- plina y arruinar el país. Desde aquel instante , se formaron , en efecto , nu- merosas guerrillas en ambos campos , las cuales fueron el desconsuelo y la ruina de los lugares y tierras vecinos. Al norte , el capitán Prieto fué atacado por Oíate , antes que le llegase el socorro délos cien hombres mencionados, y tuvo la satisfacción de hacer huir, con los pocos soldados que tenia, al enemigo, que le era numéricamente muy superior. Ocho dias después , este mismo Oíate se acam- paba sobre un cerro próximo áCauquenes, y desde allí, intimaba la rendición á la ciudad , en donde mandaba el coronel don Juan de Dios Vial , con muy pocos soldados , los mas enfermos, pero afortunadamente, el capitán Prieto habia tenido la prudencia de retirarse sobre Gauquenes, de suerte que con su tropa , la guarnición se halló com- puesta de ciento y cincuenta hombres con los cuales tu- vieron los patriotas que hacer frente , en una plaza sin defensa, á los cuatrocientos que mandaba Oíate. A pesar de esta inferioridad, atrincherados en la plaza unos, y otros de lo alto de la torre de la iglesia , no quisieron rendirse y se defendieron con la mayor valentía contra enemigos tan determinados y arrojados, que muchos avanzaron hasta media cuadra de la trinchera. En esta acción , un joven , llamado Diego Eduardo , hizo los CAPITULO XXV. 399 mayores servicios por un medio el mas arriesgado. Sin haber recibido especie alguna de instrucción , pero do- tado de una activa capacidad, este joven se hallaba por la mañana en el campo de los patriotas, y por la tarde • en el de los realistas , cautivando la confianza de estos , sin causarles la menor sospecha, en provecho de los otros. Y es de advertir que este jénero de hombres intrépidos mas allá de toda ponderación, no ha sido raro en la conquista de la independencia de Chile. Por la parte del sur, la guerra se estendió mucho mas, por la importancia que tenia la frontera , y sobretodo por las muchas vejaciones que ejercían la mayor parte de los empleados , nombrados por ocasión ó casualidad, y que Carrera había enviado, sin mas informes, á los diferentes cantones. Para tales hombres desprovistos de mérito y de delicadeza, el nombrede la patria era un pre- testo para pedir, exijir y aun arrebatar todo cuanto po- dían , y escudados con este santo nombre , cometían las mas repugnantes injusticias contra los particulares, des- pojándolos vilmente por su propia y personal utilidad. Estos fueron los motivos sin duda , por los que muchos patriotas , de un patriotismo tal vez poco arraigado , y ajados y vejados en sus personas é intereses , pasaron ai partido realista y contribuyeron en gran manera á sublevar la provincia contra Carrera. La ciudad de Concepción estaba destinada en cierto modo á dar el ejemplo de esta sublevación, según se verá. En efecto, se trataba de formar allí una conspiración que tenia ramificaciones en el ejército de Sánchez, y pro- bablemente en Santiago, y ya se habia conseguido alterar notablemente la fidelidad de las tropas. Instruida la junta de la ciudad de este complot, por el vocal üribe, tomó Ji m HISTORIA DE CHILE. inmediatamente medidas eficaces para desconcertarlo , para lo cual se mandó que las tropas campasen en la plaza , al rededor de la cual se habían hecho trincheras y se habían puesto cañones en batería. Se hicieron ademas cortaduras en las bocas calles, y el gran patriota don Pedro Nolasco Vidal organizó una vijilante policía para observar á los numerosos realistas que vivían en la ciudad. En aquella sazón, Carrera se hallaba á las orillas del Itata ocupado en establecer el campamento de sus tro- pas , y los diferentes puestos y puntos que habían de cu- brir. Luego que recibió parte de lo que pasaba en Con- cepción , montó á caballo , partió apresuradamente , llegó á dicha ciudad por la noche del 18, y , gracias al buen tino de Uribe y á la actividad del comandante Vidal, la tranquilidad no había sido turbada ni un solo instante ; pero se supo por espresos que el antiguo cura de Hualqui don Gregorio Valle , había entrado en esta villa á la cabeza de una fuerte guerrilla , con designio de marchar sobre Concepción, y protejer el tramado alzamiento, empresa que no era sumamente difícil, pues podia contar con muchos partidarios , y tal vez con la guarnición , ya bastante desmoralizada. Ademas , no habia casi ningunas armas en la ciudad , y en cuanto á municiones, se carecía de ellas absolutamente, por ma- nera que la ocasión no podia ser mas propicia y fa- vorable. Carrera conoció que efectivamente la cosa habia cor- rido mucho peligro , y él mismo lo confiesa en su diario ; pero lejos de desanimarse , dio pruebas de mucha pre- sencia de ánimo , procurando engañar al enemigo dán- dole una idea exajerada de sus fuerzas y de su posición. CAPÍTULO XXV, /(OÍ Para conseguirlo, manifestó tener tanta confianza, que mandó demolerlas trincheras de la plaza, y cegar los fosos de las calles adyacentes, y aun tuvo la arrogancia de mandar que todo esto se hiciese por las manos y bra- zos de los prisioneros políticos que se hallaban enton- ces en la ciudad. Y mientras esto mandaba y disponía , daba por otro lado parte de sus temores á O'Higgins' mandándole que viniese inmediatamente , y sin pérdida de momento á Concepción. El correo que llevó este aviso, llegó aquella misma tarde á la Florida. El tiempo era malo y la noche muy oscura; pero no por eso O'Higgins perdió un solo ins- tante. Dio sus órdenes al comandante de la gran-guar- dia, Diaz Muñoz, que dejaba para mandar la división en su ausencia, y al punto se puso en marcha. Llegó por la mañana , y acto continuo , Carrera y él concertaron un plan de ataque contra Hualqui , para precaver de este modo los malos resultados que eran de temer de una empresa tramada por un hombre del influjo de Valle. Desgraciadamente , se encontraban po- cos caballos, y los pocos que había estaban tan cansa- dos, que los habían dejado sueltos y á la ventura en la isla de la Quinquina , y para suplir esta falta, Carrera ofreció sus propios caballos y los de su hermano don José , y con otros que se pudieron reclutar entre los pa- triotas , se pudieron montar sesenta hombres (i) , que bastaron para perseguir al enemigo, darle alcance cerca de Yumbel y arrojarlo á la parte de allá del Itata. De vuelta de está espedicion , en la que hizo quince prisioneros, O'Higgins vino á establecerse precisamente (1) Diario de Carrera.- Según O'Higgins , eran noventa y tres. Vr. Historia. Ofi 402 HISTORIA DE CHILE. á Yumbel, con el objeto de observar al enemigo y de dar algún descanso á sus soldados. Mas, desafortunadamente, la conspiración de Con- cepción no era la sola que fuese de temer para ellos, pues los realistas aprovechando del descontento de los habitantes , ocasionada por las insufribles vejaciones de algunos empleados de Carrera, habían organizado un buen sistema de quitarle partidarios, sistema que poco á poco se estendió por la provincia, y muy luego por toda la frontera. Así sucedió que Tucapel, Santa Juana y Arauco tomaron parte, casi al mismo tiempo, en el movimiento, y desmintieron altamente las pruebas de espíritu liberal que hablan parecido manifestar con tanto entusiasmo, cuando se oyeron los primeros gritos de independencia. La misma noche de su entrada en Yumbel, O Hig- gins habia enviado veinte hombres a las órdenes del teniente coronel don José Antonio Fernandez contra la primera de estas plazas, en la cual intrigaba muchísimo el juez Padilla; pero muy pronto tuvo que ir el mismo O'Higo-ins al socorro de aquel destacamento, y que pro-, tejer su retirada contra mas de doscientos milicianos que se habían reunido para rechazarlo, de lo cual re- sultaron algunas escaramuzas con pérdida de muertos y prisioneros. Entre estos últimos, se halló el mismo Padilla, que fué conducido á Concepción, y colgado inmediatamente, por orden de Carrera, para que sir- viese de ejemplar. En Arauco, el movimiento insurreccional fue mucho mejor combinado, y con peores consecuencias, puesto que aquellas plazas marítimas quedaban independientes y podían los realistas ponerse, por medio de ellas, en CAPÍTULO XXV. 403 comunicación con Chiloé , Valdivia, Lima y otros puntos importantes. Ya el virey del Perú, ansioso por saber los resultados de la espedido» de Pareja, de quien no ha- bla vuelto á oir hablar, le habia despachado el buque el Potrillo, aborde del cual se hallaba el cura de Tal cahuano don Juan de Dios Bulnes, sujeto muy partí- dano de la monarquía, para que le ayudase con el co- nocimiento que tenia de la provincia, á la sazón, tea- tro de la guerra. Bien que las ventajas que obtuvo al principio no fuesen muy grandes, con todo eso, habia conseguido dar esperanzas á Sánchez y á sus soldados , particularidad muy propia á sostener el moral v dar ánimos á los habitantes de ciertos cantones para prepa- rarse a una insurrección. En este particular, fué muy bien servido por Hermosilla, juez de Ranquil, igual- mente acérrimo partidario de los realistas, y pronto para aprovechar de la primera ocasión de sublevar todos los individuos de su jurisdicción contra la libertad del país. Esta ocasión no tardó mucho en presentarse, he aquí como. * Careciendo siempre de caballos, Carrera habia man- dado pedir algunos á Ranquil , en calidad de porrata ó contribución, por militares que emplearon medios vio- lentos para obtenerlos. Ya entonces, cansado de tantas cxijencas, el pueblo dejó escapar algunos murmullos que B. Hermosilla supo fomentar en favor de su propia opinión, escitando las pasiones, hablando de intereses lejanos, y vejaciones insufribles, hasta que enfin consi- guió que se armase para negarse con justo motivo á dar los caballos que se le pedian. El comandante de la plaza corto los progresos de este acto de verdadera rebelión poniendo Presos á los principales motores de ella; pero hOlx HISTORIA DE CHILE. desde aquel instante , todo el partido de Arauco se puso en rumor y movimiento , por manera que no bastando los Españoles solos para defender su causa , hubo que recurrir á los Indios araucanos , raza siempre llena de odio y de rencor contra los blancos, no respirando mas que sangre, destrucción y ruina, y sobretodo pronta y dispuesta á esterminar á ambos partidos , á la primera ocasión favorable. Los Araucanos auxiliares tenían á su cabeza caciques ya bastante conocidos, tales como Mi- Uacura, Lincopichun, Antinahuel y Nahuelpan. Los realistas estaban mandados por don Santiago Matamala, don Camilo Hermosilla y don Valeriano Peña. Cuando recibió el parte del motin de Ranquil, y de la fatal política que habian tenido los realistas, haciendo partícipes de su querella á los brutales, bárbaros Araucanos, Carrera prorrumpió en imprecaciones de resentimiento y de indignación contra ellos. Sin em- bargo, se contuvo y se calmó , afín de apartarlos de tan insensata resolución , y aun tuvo la jenerosidad magná- nima, á la cual esperaba tendrían algún miramiento, de devolver los prisioneros. Pero en las guerras civiles , el espíritu de partido es el solo regulador de las accio- nes y nunca se aplaca hasta que se halla satisfecho. En efecto , don Bernardo Hermosilla , que era uno de los prisioneros puestos en libertad jenerosamente , lejos de mostrarse reconocido , no pensaba mas que en organizar un nuevo levantamiento para salir otra vez contra los pa- triotas, con el intento no solo de llenar una misión sino también de satisfacer venganzas. Ademas de esto, en el mismo momento, recibia una carta de Sánchez, en la que este jefe le instaba á que continuase las hostilidades, prometiéndole socorro de CAPÍTULO XXV. 405 fuerzas y municiones, todo lo cual era mas que sufi- cíente para escitar el espíritu de rebelión que los escesos cometidos por los comisionados patriotas habían desper- tado entre aquellos campesinos, é impelerlos á marchar sobre Arauco. Esta plaza, que no tenia mas que algunos pocos sol- dados para su defensa, y loque es mas, desarmados por la mayor parte, no podia resistir mucho tiempo, y tanto menos cuanto los habitantes realistas que había en ella intrigaban para que se rindiese. Por consiguiente, tuvo que entregarse, y su comandante don Joaquín Huerta, que acababa de llegar había algunas horas, quedó pri- sionero con otras personas, entre las cuales se hallaban don Jaime Guarda, y su compañero Rengifo ,, que solo habían ido allí para constituirse mediadores de la paz entre los dos partidos , y calmar las pasiones. Pero los realistas no tuvieron por conveniente el dejar escapar dos hombres de tanta importancia, sobretodo el primero que era de Valdivia , y que, según decían , estaba encar- gado de ir á revolucionar dicha ciudad, motivo por el cual no tuvieron el menor escrúpulo en mantenerle pri- sionero. Carrera sintió mucho la pérdida de la plaza de Arauco, y resolvió volver á tomarla, porque sabia las muchas ventajas que el enemigo sacaría de ella. Bien que justamente en aquel instante tuviese recelos de verse atacado por todas las fuerzas de Sánchez , noobs- tante, destacó inmediatamente al teniente coronel de milicias don Hernando ürizar con solo veinte y cinco soldados, persuadido de que este corto número bas- taría para apoderarse de una plaza que no tenia ni tropas ni armas; pero Carrera, obrando así, ignoraba 406 HISTORIA DE CHILE. el mucho terreno que habia ganado ya la insurrección, y Urizar tuvo muy luego que darle parte de esta grave circunstancia, pidiéndole un buen refuerzo. Carrera se lo envió , pero solo de cuarenta hombres, fuerza muy inferior ala que ürizar juzgaba necesaria, y por cuyo motivo insistió mandando á pedir se le au- mentase. Impacientado Carrera al ver esta insistencia, y sin reparar en los grandes inconvenientes que acarrea el despertar zelos en semejantes circunstancias, resolvió quitar el mando de la espedicion á Urizar, y se lo dio al capitán don Juan Luna, el cual se puso en marcha con segundo refuerzo, compuesto de cuarenta granade- ros mandados por el alférez Pablo Bargas. Al mismo tiempo , mandó salir por mar á don Rafael Freiré con dos lanchones, el bote del resguardo y un cañón para ir á la embocadura del Carampangue y protejer el paso. Luna se reunió á Urizar el 30 de julio en el fuerte de Colcura , y se hallaron los dos á la cabeza de ciento y catorce hombres, con dos pedreros y el cañón que les llevaba Freiré. Siendo esta fuerza mas que sufi- ciente para volver á apoderarse de la plaza, se pusie- ron en marcha con la mayor confianza, sin la menor contestación de superioridad, y unidos por sentimientos de mutua estimación. Llegaron bajo estos favorables auspicios á las orillas del Carampangue , que les pare- cieron mal defendidas, y resolvieron atravesar este rio, bien que fuese bastante profundo para necesitar bal- sas. Ya la mayor parte de los soldados habían pasado á una isla, cuando de repente vieron aparecerse un gran número de habitantes del campo , y de Araucanos ar- mados con sables y lanzas , y protejidos por dos cañones. CAPÍTULO XXV. A07 Esta circunstancia, á la cual se juntaba la deserción de los milicianos de San Pedro de Colcura, que los acababan de abandonar, dio lugar y motivo á Luna y á Urizar para reflexionar que seria muy imprudente el ejecutar el proyectado ataque. Por otro lado, ya estaban lejos de los tiempos en que el solo grito de libertad bastaba para despertar las pasiones, y entusiasmar los ánimos; la disciplina estaba bastante relajada , no habia en los sol- dados espíritu de cuerpo, y lejos de eso, se sentían des- moralizados, desconfiados de sí mismos y poco propios para forzar un paso , ya difícil naturalmente , y defen- dido por un enemigo numéricamente superior. Después de haber deliberado , los dos jefes renuncia- ron á su empresa contra Arauco , y marcharon sobre Santa Juana, que tomaron sin esperimentar la menor resistencia; pero desgraciadamente, los soldados se abandonaron al saqueo y al pillaje, y semejante con- ducta era muy propia á acrecentar el número de los enemigos de los patriotas, convirtiéndolos á la causa real. Carrera aguardaba con impaciencia por el parte sobre los resultados de la espedicion de Arauco; pero en lu- gar de este parte , recibió el de la retirada sobre Santa Juana, y de la toma de esta plaza, que estaba ocu- pada por Matamala. Bien que esta acción fuese merito- ria, y ventajosa para la causa que defendía, no podía pon todo eso ser puesta en balanza con la falta que los jefes de la espedicion habían cometido en no llevar ade- lante el ataque de Arauco, y Carrera manifestó su desa- grado por uno de aquellos arrebatos que tenia tan ame- nudo. Muy ciertamente hubiera mandado formar consejo de guerra á Luna y á Urizar, si su posición, 408 HISTORIA DE CHILE. que era bastante crítica , no hubiese templado su irrita- ción é inspiradole un poco de prudencia (1) ; porque en aquel momento , creyó , y aun mucho después mostró tener la misma persuasión , que aquella espedicion no habia tenido éxito por culpa de los jefes que la manda- ban. En efecto, Urizar no tenia la esperiencia ni los conocimientos militares que dan prestijio al que manda, y entusiasman al soldado, llenándole de una confianza que lo hace invencible por decirlo así ; pero , por otro lado, Carrera se habia engañado mucho sobre las fuer- zas del enemigo, que eran mucho mas respetables de lo que él se habia figurado, y suficientes, bien que en je- neral estuviesen armados con sables y lanzas, para de- fender el paso del rio , máxime estando protejidos por dos cañones, y teniendo por auxiliares á los brutales Araucanos, que el gobernador de Arauco don Joaquín Martinez no habia tenido escrúpulo en llamar en su ayuda. En este particular, el influjo que dicho gobernador Martinez tenia con los Araucanos hubiera podido ser fatal á Urizar causando un levantamiento que le ha- bría cortado toda retirada , y por eso sin duda prefirió ir á echarla de valiente contra una plaza muy mal guar- dada, que él mismo no pudo conservar por falta de hombres , y de la que tuvo que alejarse dos dias después, dejando en poder del enemigo cañones y plóvora que no hubiera perdido , si hubiese sido mas avisado. (1) Diario de J. Miguel Carrera. CAPITULO XXVI. Progresos de las armas realistas. — Carrera procura reorganizar su ejército para ir á atacar á Sánchez y cortar estos progresos — Dificultades que se oponen á la ejecución de su intento. — Se ve rodeado de facciones.— Rigores que ejerce contra el partido realista. — Envía socorros á O'Higgins para que arroje las guerrillas enemigas sobre Chillan. — Encuentro entre O'Higgins y Elorreaga.— Acción de Quilacoya y de Gomero. Después que Carrera se habia retirado de Chillan , los realistas habían ganado mucho terreno, animados por la situación de los espíritus , que les era muy favorable, y por la actividad de los clérigos y relijiosos en propagar la santidad de su causa, infundiendo amor y respeto por ella en los corazones , y adquiriendo cada dia una superioridad incontestable , que los llenaba de confianza. Sánchez contribuía , por su parte , á este feliz resultado, manteniendo con celo y vijilancia la buena disciplina de sus tropas. Sin embargo , se hallaba aun aislado , sin comunicación con sus superiores, y por consiguiente sin contar con socorros. Esta circunstancia lo constituía por decirlo así, mas bien que jeneral del ejército, un jefe de partido , papel que desempeñaba con tanta reso- lución como habilidad , y le hacia merecedor del título de comandante en jefe , título que , como ya se ha dicho, debia á la casualidad. Los oficiales jenerales que tenia á sus órdenes, se mostraban , á ejemplo suyo , igualmente activos y celosos por la causa que defendían. En las continuas escur- siones ó espediciones que emprendían , no solo sabían sacar provecho de sus conocimientos militares, sino ¿10 HISTORIA DE CHILE. que también empleaban las arterias de la política y las máximas de la relijion para atraerse los descon- tentos , fomentando la deserción en el ejército de los patriotas, y reclutanclo partidarios entre los habitan- tes del campo , los cuales se alistaban como voluntarios bajo la bandera real. De esta manera, resarcían las pér- didas que habían tenido desde su desembarco , y organi- zaban , gracias á sus cuadros , que eran muy superiores á los del enemigo , compañías de milicianos , las cuales ofrecían la doble ventaja de conocer perfectamente la topografía del país, y los habitantes mas útiles como defensores de su partido , en atención á que los escojidos eran hombres aguerridos, hechos al fuego desde su ni- ñez , y para los cuales la guerra era una especie de ver- dadera profesión. Con el auxilio de estas compañías, pudo Sánchez dar mucho ensanche á sus operaciones, aumentando el número de sus guerrillas, igualmente útiles para causar desercio- nes al enemigo, sorprender sus destacamentos y aun también sus plazas. Por la parte del norte, las que man- daban Oíate, Clemente Lantano y Griega se avanzaban á insultar al partido contrario hasta las márjenes del Maule , y por medio de movimientos bien combinados , conseguían detener los correos y partes militares. Así tenían como estancados en Talca los cortos socorros que el gobierno enviaba á Carrera. Por el sur , las guerrillas estaban aun mejor organi- zadas , gracias al tino táctico del coronel don Ildefonso Elorreaga, el cual acampado en Rere con una coluna de observación, destacaba partidas en diferentes direcciones para inquietar á los patriotas. Estas guerrillas, que tenían por principal objeto el arrojar al enemigo sobre Concep- CAPITULO XXVI. lili cion, lograron al fin , quitarle todas las plazas fuertes que poseía á la orilla del rio Biobio , frontera de los Indios araucanos. La ocupación de estas plazas, y el alzamiento casi jeneral del partido de Arauco , abrieron paso fácil y seguro para Valdivia y todos los puntos ocupados por los Españoles, y fueron considerados por Sánchez como una interesantísima conquista. Por eso tuvo la previsión , pro- pia de un jeneral hábil , de poner en ellas guarnicio- nes bien mandadas por oficiales de instrucción y de confianza, capaces de defenderlas á todo trance. Sin em- bargo , las guarniciones no podían menos de ser numé- ricamente débiles ; pero la reacción entre los habitantes habia sido tan espontánea , tan franca , y por otro lado , fundada en tales motivos de interés, que Sánchez no dudó en contar sobre su fidelidad á la causa real. En la plaza de San Pedro puso una guarnición mas respetable , en atención á su proximidad del cuartel je- neral de Carrera , del que solo se hallaba separada por el rio Biobio , guarnición compuesta de cincuenta hombres y algunos milicianos mandados por el intrépido Quinta- nilla, cuyo carácter, ademas , daba entera confianza de que seria bien defendida la plaza. Tal era la situación de la provincia de Concepción á fines de setiembre , y á penas se habia pasado un mes después que Carrera habia levantado el sitio de Chillan, cuando ya habia perdido una gran parte del concepto en que estaba antes, y del prestijio que habia tenido su nombre. No solo habia perdido terreno , sino también casi todas las plazas, y él mismo se hallaba tan estre- chado , que no le quedaban mas que algunas leguas de costa para conservar sus comunicaciones con el gobierno, y recibir los cortos socorros que este podia enviarle; y HISTORIA DE CHILE. con todo eso , no se puede negar que este jeneral ha mostrado en las mas críticas circunstancias espíritu, tesón y voluntad firme de salvar el país de la invasión que lo aflijia. Desde su llegada á Concepción, su primer cuidado habia sido reponer en buen estado las armas; pues los fusiles, por un largo servicio, y tal vez por poca limpieza, estaban inutilizados , y los cañones igualmente faltaban de cureñas y no estaban en estado de servir, no solo los que habia llevado de su malhadada espedicion por caminos imposibles, por los cuales jamas habia pa- sado ni una carreta , sino también las piezas mismas de Concepción , que por haber sido tan mal repuestas , se hallaban aun inservibles. A todo esto se juntaba la des- gracia de haber pocos armeros intelijentes en el país , por la razón de que los buenos eran españoles de oríjen, habían estado empleados en los rejimientos del ejercito real y todos eran realistas. Los pocos que se pudieron hallar se les redujo á trabajar por fuerza; y solo por amenazas se obtuvieron de un Maltes algunos moldes de barro para balas ; pero después de hechos los mol- des, se vio que no habia materiales para utilizarlos, en atención que ni una sola barra de plomo se encontraba en el depósito; y como tampoco habia mercaderes de este metal , fué preciso recurrir á los particulares , y des- pojarlos con violencia del que tenían en sus casas. Tam- bién se echó mano de las bombas , escandallos y otros objetos pertenecientes á los buques fondeados en el puerto, así como también déla pólvora que habia en ellos. Después de haber puesto el remedio posible á estas faltas , Carrera dio su principal atención al estado de la tropa. Desde que habia salido de Concepción para el CAPÍTULO XXVI. 413 sitio de Chillan, no habia podido dar á los soldados ninguna prenda de vestuario, ó alómenos habían sido tan pocas , que se veían algunas compañías casi enteramente desnudas. Después de haber mandado hacer un cierto número de casacas y pantalones , encargó nuevecientos mas de estos , con un surtido proporcionado de camisas y de zapatos; y luego se remontaron las tiendas de com- paña , indispensables en aquel tiempo en que las tropas no tenían el habito de campar en campo raso. Los enfermos y heridos eran trasladados á Talca ; pero aun quedaron muchos en diferentes puntos , en virtud de lo cual mandó construir tres hospitales militares , que se establecieron en Coyanco , Concepción y Mercedes , y en cada uno de los cuales se puso una buena guarnición para su defensa , en caso necesario , afín de observar los movimientos del enemigo , y de contener la deserción ¡ fomentada por los emisarios realistas, Pero lo que le ponia en mayor cuidado era la organi- zación de mayores fuerzas que necesitaba para volver á tomar la ofensiva, como habia prometido hacerlo , ala entrada de los buenos días , que se acercaban ya. En este particular, su posición era sumamente embarazosa, por hallarse , como se ha dicho , desprovisto de elementos y de dinero , y rodeado de oficiales que por la mayor parte eran procedentesde las milicias, es decir, sin la instrucción necesaria para que tuviese en ellos una entera confianza. Por otro lado , los cuadros que tenia , y que deben ser9 como se sabe , la base fundamental de la organización de los cuerpos , si no eran absolutamente malos , no eran tan buenos que pudiese prometerse de ellos los prontos servicios de que hubiera necesitado, y se lamentaba continuamente de que el ayuntamiento de Santiago HISTORIA DE CHILE. hubiese persistido con tanta tenacidad en tener mas confianza en las milicias que en las tropas de línea , sin duda por la sola razón de que estas eran casi siempre dudosas para el partido democrático. A pesar de todas estas grandes dificultades, consiguió por su invencible tesón el alistar un bastante crecido numero de paisanos, reclutados por sus emisarios y por las guerrillas disemi- nadas en lo interior del país , y cuya instrucción y disci- plina dirijia por decirlo así él mismo en persona. Justamente, en aquel mismo tiempo, otros emisarios del partido contrario , enviados por Sánchez , recorrían mas ó menos ocultamente el terreno ocupado por las tropas de Carrera , con el objeto principal de desanimar á los suyos , é inducirlos á que desertasen ; y en efecto se habia manifestado ya la deserción en algunas compañías de veteranos, especialmente en la de dragones, conser- vada en Concepción , y que se hacia muy sospechosa al partido liberal. Esta compañía , que conservaba la tradi- ción del servicio para el cual los dragones han sido ins- tituidos, á saber, para batirse á pié como á caballo, trasportarse rápidamente á un punto amenazado , ú otro que se necesita atacar, y á donde la infantería no podría nunca llegar á tiempo, estaba compuesta de hombres aguerridos é instruidos perfectamente á la española. Claro estaba que semejantes soldados en tales penosas circunstancias, no podían menos de ser tan útiles como necesarios, en vista sobretodo de las dificultades que ofrecían las comunicaciones, y la especie de guerra que se hacían los dos partidos contrarios ; pero noobstante todas las ventajas que podia sacar de esta compañía, Carrera resolvió reformarla por su tendencia á la insu- bordinación, siempre precursora, en semejantes casos, CAPÍTULO XXVI. 415 de algún acto de rebelión , y crear un cuerpo de húsares destinados al servicio de caballería lijera para descubrir, flanquear y protejer las colunas en marcha. Este cuerpo fué puesto sobre el mismo pié , y compuesto de la misma fuerza que el de la guardia nacional , y Carrera, afín de darle un gran prestijio , lo mandó nombrar Húsares de la victoria. Ademas de todos estos embarazos materiales , muy suficientes ya para hacer desmayar el carácter mas enérjico , Carrera tenia que luchar interiormente con los tristes presentimientos que le acongojaban acerca de su suerte futura. Las intenciones de la junta con respecto á él se le habían hecho sospechosas , y mas de una vez se pasó por la cabeza el trasladarse de su campamento á Santiago para pedir satisfacción á la junta de la indi- ferencia con que miraba á su ejército , y arrojarla por la fuerza del salón de sesiones , si sobre la marcha no le daba todo cuanto necesitaban sus tropas. Por otra parte , no podia Carrera disimularse que se hallaba rodeado de facciosos, que tenían la osad/a, sino de desobedecer abiertamente á sus órdenes , á lo menos , de ejecutarlas mal é imperfectamente; y para mayor desconsuelo suyo, su hermano don José era en gran parte causa de ello, bien que involuntariamente, y solo por el hecho de desaprobar sus planes con desden , y aun de interceptar los cortos socorros que le enviaban en di- nero , amenazándole aun también algunas Veces de re- tirarse con su coluna á Chillan por no servir bajo sus órdenes. Esta triste correspondencia de un hermano la debia el jeneral Carrera á una susceptibilidad rencorosa del amor propio de don José , siempre que este tenia que ejecutar las órdenes de su hermano menor en edad , en 416 HISTORIA DE CHILE. graduación y tal vez en arrojo , y sí solo superior en co- nocimientos militares y tino táctico ;fa talidad tanto mayor cuanto era un pernicioso ejemplo que compro- metía el poco espíritu de cuerpo que quedaba ya entre las diferentes tropas. A pesar de todos sus trabajos y sufrimientos físicos y morales, Carrera mostraba semblante sereno á cuantos le eran sospechosos , sin manifestarse nunca descontento á no ser hablando de los realistas , respecto á los cuales no dejaba escapar ocasión alguna de inspirar miedo y aun terror, poniendo por delante las penas infamantes que tenia preparadas para los traidores y espías, y de las cuales no eximida á las mujeres mismas. En efecto, mas de una vez mandó arrestar á señoras convencidas de delitos políticos. Así trabajaba en dominar los muchos temores que tenia por todos lados , esforzándose en dar toda su atención á los preparativos necesarios para volver á atacar segunda vez el campo de Sánchez delante de Chillan , para cuyo proyecto tenia la mayor confianza en la cooperación de O'Higgins. Sinembargo, este jefe con quien contaba principalmente Carrera, habia ya manifestado estar poseido de cierto espíritu de rivalidad ; pero Carrera no podia menos de hacer justicia á su carácter resuelto, y aun mas que resuelto audaz , y tal vez el único capaz de ayudarle eficazmente á ejecutar el plan de campaña que meditaba. Por esta razón, tenia mucho cuidado en aten- der á las necesidades de su coluna , enviándole refuerzos y socorros, é instándole á no perder ninguna ocasión de molestar á las guerrillas enemigas hasta arrojarlas sobre Chillan , en donde se proponia encerrarlas muy pronto. O'Higgins no necesitaba recibir órdenes de Carrera CAPÍTULO XXVI. 417 para entregarse con cuerpo y alma á su pasión por la guerra; lejos de eso, no había para él felicidad mayor que los lauros de la victoria para sí mismo y para los va- lientes que mandaba, y gloria para su país. Gracias á esta noble pasión, había podido mantener la guerra con bastantes ventajas para que le fuese permitido esperar conservar todas sus posiciones hasta el momento en que Carrera emprendiese su segunda campaña. La subleva- ción de la jurisdicción de Arauco, la pérdida de esta Plaza, y todas las demás pérdidas que habían emanado del pnmero de estos acontecimientos, habian alterado algún tanto su confianza en atención á los peligros que coma su familia fujitiva de la plaza de los Angeles, en donde se hallaba cuando el comandante de la frontera don Gaspar Ruiz se vio obligado á abandonarla; pero negó que O'Higgins hubo dado disposiciones para pro- tejerla eficazmente, ya no pensó mas que en volver á ornar las plazas perdidas, las cuales consideraba ser de la mayor importancia para el enemigo, si permanecían en su poder. La primera que proyectó tomar fué la de Santa Juana como mas inmediata á su campamento, y por es- tar situada en el camino de Arauco. Habiendo dirijido sobre dicha plaza algunas colunas con este designio al llegar á Talcamavida, separada solo por el rio Bio'bio de Santa Juana, recibió parte de que Elorreaga mar- chaba a su frente para atacarlo con fuerzas superiores y naturalmente tuvo que diferir el ataque de la plaza que muy ciertamente no le hubiera resistido , para ir a! encuentro del enemigo , y ahorrarle camino. Bien que en aquella circunstancia no tuviese mas que pocos hom- bres que oponer á Elorreaga, el cual disponía de fuerzas V. Historia, 27 M 418 HISTORIA DE CHILE. triplicadas, no obstante su inferioridad numérica, O'Higgins, lleno de confianza en sus pocos valientes, no dudó en avanzar y descubrió luego la vanguardia enemiga mandada por el cura Valle. A penas la vio, mandó á Freiré cargarla con algunos caballos, y Freiré ejecutó esta orden con tanto arranque , que en un ins- tante dicha vanguardia fué dispersada, y su coman- dante obligado á salvarse á pié en una quebrada. Este feliz suceso entusiasmó de tal manera la coluna de O'Higgins , que sus soldados mismos pidieron el ir a atacar el cuerpo que mandaba Elorreaga. O'Higgins sabia que no era dable el contrarrestar fuerzas tan superiores; pero aíin de ganar tiempo y dar á su familia el suficiente para ponerse en salvo, se resolvió á seguir el impulso de su tropa, tan conforme con el suyo propio, y ataco por el flanco derecho al enemigo con tanto ímpetu, que le forzó á replegarse detras de la coluna de infantería. Esta se hizo firme, caló la bayoneta contra los caballos de O'Higgins, los contuvo y los abrasó con un fuego graneado perfectamente sostenido. De suerte que su te- meridad le costó á O'Higgins siete muertos y algunos heridos. Obligados á retirarse, los patriotas se dinjieron ha- cia Quilacoya , perseguidos con viveza por Quintamlla; pero habiendo llegado á Gomero, se hallaron apoyados por una emboscada de Freiré, el cual causó tal sorpresa al enemigo, que le hizo volver las espaldas, y salvó la coluna de O'Higgins, y á este mismo, que estuvo á punto de ser prisionero habiendo caido al- suelo por habérsele roto las cinchas de la silla de su caballo. En aquel mo- mento crítico, un soldado llamado Gabino González corrió á ofrecerle el suyo, y tal vez fué esta jenerosidad CAPÍTULO XXVI. 419 fcg «a la patria unode gug maAalientes De regreso áQuilacoya, temiendo, y con razón, al- guna empresa audaz de Eiorreaga, cuyo ardor no igno- muv i„r7 Tf f°rtÍfiCarSe eU dÍCh° pUnt° ; y en efect° . muy luego le llego un parte de que Eiorreaga avanzaba En aquei e„tonces, ya ,M fuerzag ^ ^ hab,a„ aumentado de dos refuerzos mandados por don Jo e Mana y don Diego Benavente, y O'HiggJ tenia , ptdTt„dn sun,os/anones de campaña- de suerte q« Perdió todo cuidado, y en lugar de esperar al enemigo salió de sus trincheras á su encuentro Hadándolo alcanzado en Gomero, bien que la fuerza numerma de Eiorreaga fuese de un batallona infla- ría y de doscientos caballo, y la de O'Higgins solo de -JJ. Y cincuenta hombres montados, resonó este atÍ car a su adversario, por uno de aquellos arranques te- merarios que tenia , y en efecto se arroja contra" 7a ca- balena enemiga, que no solo resistió al choque con fir- meza sino que á su vez tomó la ofensiva y rechazó con 2 r o i cabal,ería de °'Hissins- obi¿d° * 52 a°traer'E?o^SgIlr T^ "*» Verdadera huida S* atraer Eiorreaga hasta la proximidad de su campamento, en él Ilm-COrp0rad0 COn ,as f™ que habia dejado en el, empeñar una acción decisiva; pero no pudo conseguirlo, porque el enemigo conoció sin duda su mtento, y entonces lo cargó segunda vez y lo forzó a En todos estos encuentros, que duraron con cierto te- cisco Cnfan Tr ^ aqUe¡ dÍa' 6l CaP¡ta" d0" ***»- cisco Cueva se distinguió brillantemente. CAPITULO XXVII. Recibe Carrera algunos socorros del gobierno.- Resuelve ejecutar su plan de a aque Y n anda a su hermano José marchar con su coluna sobre Bulluqum ITa d'emora con que ejecuta esta orden le ocasiona el ser deten, o por e enemigo en Membrillar, en donde tiene que atrincherarse.- Alcázar le Ig os socorros que le pide. - Miguel Carrera le envía 300 hombres - S da del jeneral para el teatro déla guerra.- O'Higgins ataca «, le obliga a pasar el Ita.a, y se reúne en Bulluquin con M.guel Carrera. - Acción del Roble. - Guerrilla de Valenzuela atacada en Tvacoyan, y muerte de su comandante. Mientras que O'Higgins trabajaba por mantener el ardor de sus soldados, aguirriéndolos é inspirándoles la pasión de la gloria, principio del verdadero valor mili- tar y de amor á la patria , Carrera continuaba pidiendo y recibiendo cada dia reclutas, que eran instruidos y organizados como por encanto. Hasta entonces, bien que conociese la importancia que tenia la posesión de la plaza de Arauco, se habia visto obligado á temporizar sin pensar en ir á atacarla; pero no por eso dejo de en- viar fuerzas á castigar la insolencia de algunos Indios araucanos , los cuales se hablan establecido en San Pe- dro, y no cesaban de hacer, desde allí, demostraciones deforfantería, que al fin le apuraron la paciencia. De suerte que envió un destacamento contra ellos, con or- den de replegarse, una vez hubiese desempeñado su comisión, en atención á que se acercaba el momento de concentrar sus fuerzas en las inmediaciones de Chillan. En efecto, llegaron el 5 de octubre los socorros tan esperados de Talca, conducidos por el coronel Sotta, y escoltados por cuarenta guardias nacionales al mando del CAPÍTULO XXVII. A21 capitán Prieto. Clemente Lontaño los había seguido con el intento de apoderarse de ellos y de acampar en las vegas de Itata con toda su guerrilla reunida á la de Oíate ; pero la proximidad del destacamento de don José María Benavente , establecido en Dihueño desde la toma de la Florida , le contuvo , y el convoy pudo llegar sin accidente á su destino. Con él venia el obispo Andrew y Guerrero, hombre ardoroso, entusiasta y capaz de contrapesar el influjo de los misioneros españoles por el prestijio de su dignidad y de su ministerio. Desde aquel momento , ya Carrera no pensó mas que en llevar á ejecución el plan de ataque que había medi- tado y preparado desde su llegada á Concepción. En con. secuencia , ya algunos dias antes, después de la marcha de Benavente para ir á desalojar el enemigo de la Florida, ha- bía mandado á su hermano José, que permanecía en Qui- nhue, se pusiese en movimiento para ir á reunirse al ejér- cito en Bulluquin; pero, como siempre, José descuidó de ejecutar aquella orden , y no la ejecutó hasta algunos días después, de suerte que advertido del movimiento, el enemigo lo siguió y lo bloqueó en Membrillar , de donde no le fué posible salir. En tal situación , pidió so- corro á Alcázar, que acababa de llegar á Talca con la espedicion chilena de Buenos-Aires; pero este oficial alegó para no enviarle el socorro pedido, que no tenia órdenes del gobierno para ello. Esta respuesta irritó su- mamente á José, y aun mucho mas al jeneral en jefe, el cual no podia comprender que fuese sacrificada una división entera á una mera interpretación de puro capri- cho , por lo menos , sino de malas intenciones. Sea lo que fuese acerca de esto , Carrera se apresuró á enviarle un refuerzo de trescientos hombres ¿ entre los cuales habia HISTORIA DE CHILE. cien dragones y ciento y cincuenta fusileros de la guar- dia jeneral acampada en Dihueño. Al mismo tiempo, envió otro refuerzo á O'Higgins, bajo el mando de Muñoz , para que atacase á Elorreaga, que estaba acampado en Rere , y el 8 por la mañana , se puso personalmente en marcha en la dirección de Membrillar para ir á tomar el mando de todas sus fuer- zas reunidas, dejando el gobierno de Concepción y de Talcahuano al coronel Spano con instrucciones reservadas. Antes de cuarenta y ocho horas , después de la orden de ponerse en marcha con su división , ya Benavente se hallaba sobre el Itata y forzaba Lantaño , al cabo de un corto tiroteo , á desalojar y á replegarse á Urejola , que estaba acampado en Quinchamali. Justamente en aquel instante, llegaba Carrera cerca de las alturas del Quilo , en donde supo que la división del centro habia sido des- bloqueada , y resolvió marchará la Florida con la mayor parte de sus fuerzas á reunirse á O'Higgins. El ataque que este habia ejecutado contra Elorreaga no habia te- nido mas resultado que el de cojer algunos realistas , y 400 vacas encerradas en un corral ; pero en el hecho de seguir la retirada al enemigo hasta las márjenes del Itata, retardaba su llegada al punto de reunión jeneral, con gran sentimiento de Carrera, que temia se viese com- prometida la división Benavente , acampada en la Flo- rida, por su inferioridad numérica, si la otra no llegaba para sostenerla en caso que fuese atacada. Otro motivo de grande impaciencia para él era el retardo de los caballos, cañones y municiones que habia mandado enviar de Concepción á la división Benavente, retardo que llegó á inquietarle en términos de resolverse á retrogradar á Concepción , á donde llegó el 10. CAPÍTULO XX Vil. 423 Cuatro dias después , todos los objetos arriba dichos habían sido espedidos , -y Carrera se ponía de nuevo en camino para la Florida y operar su junción con O'Hig- gins. Una vez reunidas las dos divisiones , emprendieron la marcha , y fueron á campar á las inmediaciones de Pan- tanillos ; solo quedó en la Florida una guerrilla mandada por el teniente Cárdenas , encargado de protejer el trans- porte de los cañones y demás objetos que habían salido de Concepción el 14. El 16 , las dos divisiones , cuya fuerza total era de ochocientos hombres , se pusieron en movimiento , y lle- garon á las h al paso del Itata, llamado el Roble. Las descubiertas solas tiraron algunos tiros á la proximidad del vado de las piedras , situado un poco mas arriba. Miguel Carrera mandó acampar sus tropas en una po- sición cubierta de árboles y rodeada de barrancos que no fué sin embargo del gusto de O'Higgins, el cual propuso ir á ocupar una colina que había sobre el lago Avendaño, distante solo de ocho cuadras del punto escojido por Miguel Carrera. Confiado este en la poca probabilidad de que el enemigo pudiese pasar el rio, desechó el pa- recer de O'Higgins, y mandó plantar sus tiendas en las pequeñas eminencias que dominan el paso que tenían á la vista. « Un cañón de á 4 con 40 fusileros guardaba el paso y era sostenido por un reten de 150 granaderos y volun- tarios. La guardia nacional , que había servido de infan- tería \ ocupaba la izquierda de la línea de infantería y era sostenida por la caballería del capitán Benavente, que se campó en la arboleda que está al pié de la altura. La artillería se colocó en el centro de la infantería. Todo el m HISTORIA DE CHILE. campo se cercó de centinelas y se colocaron grandes guar- dias desde la hacienda de los Mardones hasta el vado del peñasco, que distaba una legua, al sur, del campa- mento (i). » Sánchez, que tenia conocimiento del movimiento si- multáneo de las tres divisiones , habia mandado á Urre- jola atacarlas en detal antes que operasen su junción. En aquel instante , Elorreaga llegaba bastante malo á San Xavier, dejando la tropa al mando de Don Pedro Ascenjo para dirijirse sobre Chillan. Deseando sacar partido de aquella división , Urrejola proyectó una sorpresa á favor de la noche y dio órdenes al valiente Lantaño para que la ejecutase con Ascenjo , militar no menos decidido y arro- jado. Al mismo tiempo , afín de no dar sospechas al ene- migo , y de desorientarlo , mandó á Oíate , que quedaba en el campamento al frente de Carrera , encendiese mu- chas hogueras , multiplicase las centinelas para aumentar los gritos ele alerta á los oidos del enemigo , y mandase que todas las bandas de tambores tocasen la Diana. En cuanto á él mismo personalmente, se quedó de observación á poca distancia para defender el paso, y protejer, en caso necesario, la retirada (2). El 17 octubre tuvo lugar la espedicion. Los realistas, haciendo un gran rodeo , pasaron el rio en el lugar lla- mado el Carrizal , junto al cerro negro , y desde allí, por una marcha muy forzada, se dirijieron hacia el campa- mento de Carrera , á donde llegaron antes del amanecer. La primera guardia que encontraron fué la del teniente don Manuel Valenzuela , compuesta de cincuenta hom- bres , todos durmiendo , así como también su jefe , tan .:% (5) Diario de José Miguel Carrera. (21 Conversación con don Clemente Lantaño. CAPÍTULO XXVII. £25 lejanos de temer una sorpresa , que hasta se habían quitado los uniformes. Por consiguiente el enemigo pudo degollarlos muy á su salvo, y todos, menos el te- niente y muy pocos soldados , pagaron con la vida el increíble descuido de las precauciones militares, que había tenido su jefe. Entusiasmados con este fácil éxito , los realistas acele- raron el paso para continuar la sorpresa contra el cuerpo reunido del ejército , al cual los pocos que se habían sal- vado de la primera guardia no podían haber llegado ; pero aquí, las centinelas estaban vijilantes, dieron el alarma descargando sus fusiles, y uno de ellos, Miguel Bravo, prefirió dejarse inmolar antes que ceder el paso al enemigo. De suerte que las tropas tuvieron lugar para formar, hacerse firmes y recibir la carga de los realistas, sin desconcertarse. Se siguió desde luego una acción jeneral , en la cual todos se hallaron empeñados. El primero que se mostró á la cabeza de sus tropas fué O'Higgins , siendo también el primero que sacó su espada para rechazar la sorpresa. Se le vio mientras duró la acción siempre en los puestos los mas peligrosos, dando ejemplo de denuedo y de sere- nidad, y animando á sus soldados con palabras y hechos, á rechazar al enemigo , el cual , á pesar de su superiori- dad moral y numérica , se vio obligado á replegarse sobre una eminencia que se hallaba á poca distancia. O'Higgins siguió este movimiento y fué á ocupar con su coluna otra lomita en frente de la del enemigo, y distante de ella cuadra y media ; y así situados, los dos partidos abrieron un fuego graneado , sostenido por algunas piezas de campaña , que dirijian con el mayor acierto el capitán de artillería Morales y su teniente Don Nicolás García, bajo 426 HISTORIA DE CHILE. la protección de un piquete de milicianos de Concepción, mandados por el sarjento Nicolás Maruré. En esta acción , que fué muy reñida , se distinguieron igualmente los capitanes Benavente y Prieto , los cuales también habían sido de los primeros á ponerse á la ca- beza de sus compañías para rechazar al enemigo. Desesperando de vencer la resistencia de los patrio- tas , los realistas cargaron á la bayoneta ; pero no solo fueron bien recibidos, sino que también los primeros, después de haberlos rechazado , los cargaron , á su vez, del mismo modo. O'Higgins fué quien, justamente en el momento en que acababa de ser herido , los cargó , for- zándolos á plegar, hasta que alfin fueron puestos en der- rota , con pérdida de 80 muertos, 17 prisioneros, dos cañones, 130 fusiles y algunos cajones de municiones. La victoria de los patriotas habría sido mas completa, si desde el principio de la acción no hubiesen estado privados de caballos , y si la caballería de Freiré , que habia salido la víspera en persecución de una guerrilla enemiga, se hubiese hallado allí. Por mas que hizo don José María Benavente improvisando una con los ca- ballos de los oficiales, y algunos otros, no bastaba esto para sacar todo el fruto posible , y que era de esperar de tan completa derrota. Estos fueron los resultados de la batalla del Roble, batalla que sin la valentía y serenidad de ánimo de O'Higgins, habría sido tal vez fatal para los patriotas, los cuales , durante las tres horas que fué sostenida la acción, no solo resistieron con un fuego vivísimo a la superioridad de los fuegos de la espedicion y de los realistas acampados al norte del Itata, bajo el mando de Oíate , sino que tuvieron que rechazar repetidas cargas CAPÍTULO XXVII. 427 de una escelente caballería. Por consiguiente, no po- dían menos de mostrarse ufanos de la victoria , felicitán- dose reciprocamente de ella ; pero á pesar de eso , aun les quedaba algún motivo de zozobra por no saber cual había sido la suerte del jeneral en jefe. En efecto, Miguel Carrera, acampado á cinco ó seis cuadras del centro del ejército, no sehabia mostrado por ningún lado durante la acción , y no podían comprender este misterio. He aquí pues lo que habia sucedido. Al punto en que dispertó á los primeros tiros, salió de su tienda y encontró á don Diego Benavente en el momento en que una descarga del enemigo mató el caballo de dicho capitán. Al ver esto , quiso seguir á Benavente y algunos dragones desmontados, que se dirijian hacia una colina ; pero Barnachea le detuvo rogándole espe- rase le ensillasen un caballo , como en efecto le trajeron el suyo , lo montó y se fué al cerro arriba dicho. Una vez allí, dio algunas órdenes al capitán Moría, que ametrallaba en aquel instante á la caballería enemiga, y luego bajó del cerro con Calderón y Barnachea, y se fué hacia el oeste para reconocer por sí mismo las po- siciones del enemigo. En esta esploracion fué descu- bierto y perseguido por una guerrilla enemiga que le obligó á huir ; pero viendo que le iban á dar alcance, se detuvo de repente , hizo frente y descargó en el rostro del oficial que mandaba la guerrilla una pistola que por casualidad no tenia bala. En aquel instante llegan los lanceros y le hieren de una lanzada en el costado ; pero noobstante la gravedad de la herida , y gracias a la ve- locidad de su caballo , aun pudo salvarse arrojándose al Itata, y atravesando este rio, aunque muy caudaloso. Por desgracia, cuando se vio al otro lado, Carrera se J¿ m HISTORIA DE CHILE. halló en tierra enemiga, cubierta por las guerrillas del bizarro Oíate (1) , y tuvo que seguir la orilla por medio de barrancos para no ser visto. Habiendo andado así hasta cierta distancia , volvió á pasar el rio y se encontró en la división suya del centro mandada por su hermano, á quien dijo, por la ignorancia en que estaba de cuanto había sucedido, se apresurase á ir á socorrer la otra di- visión que creia derrotada. Pero José pudo tranqui- lizarlo, pues ya habia destacado doscientos hombres, pedidos por O'Higgins , bajo las ordenes del capitán Valenzuela, que, hubiese podido cortar la retirada al enemigo , si hubiera tenido conocimiento del resultado de la acción , marchando sobre el rio en lugar de diri- jirse al campo de batalla. Miguel Carrera , que habia llegado á pié y estenuado, no quiso , con todo eso , detenerse mas que el tiempo necesario para mudarse y curar la herida que habia re- cibido. Hecho esto , montó á caballo , enviando por de- lante un correo con la noticia de su próxima llegada, no- ticia que llenó de alegría á todos en el campamento , en donde al oir los peligros que habia corrido, todos se sintieron conmovidos. Guando le vieron llegar con su amigo Barnachea , que le habia salido al encuentro para participarle la victoria conseguida sobre el enemigo , todos se esmeraban en ofrecerle parabienes y felicita- ciones , muy sinceras en aquel momento , y exentas de todo finjimiento de envidiosa política. En la embriaguez del gozo que esperimentaba , y que duró algunos dias, Carrera escribió al gobierno sobre (1) Según Carrera este Oíale era el que lo habia perseguido, pero docu- mentos que tenemos á la vista prueban que este oficial se habia quedado en el campo enemigo. CAPÍTULO XXVI!. 429 aquellos acontecimientos un parte que , mucho des- pués , las vicisitudes , los contratiempos y resenti- mientos que tuvo le hicieron negar. Hablando de O'Hig- gins en dicho parte , decia « que S. E. debe contarlo por un soldado capaz en sí solo de reconcentrar y unir heroicamente el mérito de las glorias y triunfos del es- tado Chileno (1). » Tal vez este parte le habia sido dictado por el entu- siasmo de que estuvo poseído durante algunos dias, y tal vez también lo escribió por no ponerse en contradicción con la opinión jeneral del ejército que exaltaba altamente á O'Higgins ; pues testigos oculares decían , que la de- fensa que este habia hecho habia causado una admiración estremada por la firmeza y sangre fria inauditas que habia manifestado ; concluyendo su elojio con asegurar que todos los honores y lauros de la victoria le pertenecían. En efecto, O'Higgins, por la ausencia del jeneral en jefe , no habia podido disimularse desde el principio de la acción , que la salvación del ejército quedaba bajo su responsabilidad , y desde luego desarrolló todos los re- cursos que poseía en su tino táctico y en su arrojo , sin pararse en la herida que recibió , ni en la muerte de su caballo que le obligó á batirse á pié. Es verdad que en este particular muchos de sus oficiales se hallaron en el mismo caso , y siguieron su bello ejem- plo. Tales fueron don Diego Benavente , capitán de la gran guardia nacional , y comandante interino de la je- neral ; el capitán de milicias don Martin Prais ; el alférez Don Alfonso Benites, el capitán Moría y otros , los cuales se mostraron igualmente denodados, especialmente el primero , que á pesar de la herida que recibió en medio (1) Parte del jeneral don Miguel Carrera, m i ! 430 HISTORIA DE CHILE. del pecho , permaneció firme en la acción ; por donde se ve cuanto poder tienen en corazones nobles el amor de la patria y el deseo de salvarla. En vista de lo que acababa de suceder, Miguel Carrera resolvió no continuar su marcha y regresar á Concepción, después de haber señalado las posiciones que debía ocupar su ejército, dividido en dos cuerpos de observación. El primero de estos dos cuerpos, al mando de O'Higgins, tuvo orden para ir á acampar á la punta del Diguillin ; y el otro , bajo las órdenes de Juan José , se retiró á Bu- lluquin. Pocos dias después , salió un destacamento de este segundo cuerpo para ir al norte del Nuble á cubrir San Carlos, y el Parral, y protejer convoyes de víveres que se aguardaban de Talca. Este destacamento, compuesto de cien granaderos, tuvo muy luego , en efecto , que escoltar uno de dichos convoyes, y se dirijia sobre Bulluquin, cuando al llegar á Tracoyan , el capitán don Pedro Valenzuela , que lo mandaba , acordó con su teniente Valverde el acampar allí. Sin embargo, lejos de acercarse la noche, aun tenían dia bastante para continuar la marcha ; pero se hallaron con unas damas muy bien parecidas y buenas cantarínas, y no pudiendo resistir al atractivo que esperimentaron , dieron orden de hacer los ranchos. Mientras esto hacían , se hallaba no lejos de allí una partida enemiga , cuyo comandante recibió muy luego aviso, por sus espías, así de la posición que ocupaba Valen- zuela como del descuido con que se divertía, y resolvió ir á sorprenderlo. En consecuencia , formó una coluna de 400 hombres, la puso al mando de don Luis Urrejola , y este se echó á favor de la noche sobre las tropas de Va- lenzuela, el cual acababa justamente de entrar en su CAPÍTULO XXVII. 431 campamento, y á pesar de la sorpresa y de la oscuridad, resolvió defenderse á toda costa. Dicho y hecho, con prontitud maravillosa el bizarro Va- lenzuela se formó una trinchera con cajas de galleta y con fardos de charqui ó carne seca, y así en posición, animaba á sus soldados con palabras y buen ejemplo á defenderse con valor y firmeza. En efecto , hacían una brillante defensa , cuando recibió una mortal herida que le dejó aun bastante vida para continuar mandando hasta que Valverde llegó á ocupar su lugar, pero tan desgra- ciadamente , que al punto se sintió herido como lo había sido su capitán. En este crítico trance , tuvo que tomar el mando el al- férez Monterilla , el cual continuó la resistencia con no menos valor que sus dos jefes, rechazando durante cuatro horas ataques continuos de un enemigo superior y furioso, en términos que de los cien granaderos que componían el destacamento , ya no le quedaban mas que diez y ocho ; tal era la mortandaz y la sangre de aquella ardorosa lucha. Pero aun la crisis no había llegado á su estremo, y muy luego les faltaron municiones á aquellos valientes. Lo cual visto por Monterilla , resolvió abrirse calle á la bayoneta con los pocos soldados que le quedaban por medio del enemigo , y en efecto lo ejecutó , llegó sano y salvo con ellos á Quirihue, en donde quedaron los heri- dos al cuidado del virtuoso Merino. Sin duda el enemigo había esperimentado muchas pérdidas; pero los pobres patriotas dejaron en aquel campo de batalla 82 muertos , sin contar los dos bizarros oficiales , cuya pérdida fué sumamente sentida en el ejer- cito, y sobretodo por Carrera, que había puesto las mayores esperanzas en ellos. ■ CAPITULO XXVI lí. Instrucción pública.— Nombramiento de una junta de educación.— Escuelas de primeras letras. — Apertura del instituto nacional.— Profesores que tenia.— Formación de una biblioteca pública.— Libertad de imprenta. Mientras que por el sur, el ejército sostenía con mas ó menos buen éxito el honor de las armas chilenas, la junta gobernadora trabajaba en Santiago no solo por el buen orden y la buena armonía de la sociedad , sino también en fomentar los sentimientos patrióticos que podian sal- varla y darle lustre. Los soldados de la patria arrastra- ban los peligros y males de la guerra , y peleaban por su libertad é independencia ; sus lejisladores establecían los cimientos de su civilización y de sus progresos hacia el bien y la prosperidad , y unos y otros ardían de amor por ella y anhelaban por verla colocada en el rango de las naciones mas felices y mas dignas de serlo. Uno de los primeros pensamientos que habían sujerido los primeros gritos de independencia, había sido el de reformar radicalmente la educación moral é intelectual de la nación ; porque si era cierto que la instrucción en jeneral habia sido hasta entonces casi enteramente des- cuidada , ya fuese por indiferencia ó por cálculo del go- bierno , con el fin muy mal entendido de dominar con menos resistencias, también lo era que habia muchos sujetos capaces, y bastante instruidos para apreciar su importancia en aquel momento en que se trataba de re- jenerarla á toda costa. Por consiguiente , no bastaba el emplear medios y fuerzas materiales para sacar triunfante la revolución , sino que también se necesitaba alumbrar capítulo xxv! rr. 433 á los entendimientos para desarrollar la razón del pueblo y ponerlo en estado de apreciar su dignidad y su inde- pendencia. En aquella época , el atraso en la instrucción era como acabamos de decir, el fruto del descuido lamen- table con que había sido mirada hasta entonces. A los nueve años, y algunas veces antes de llegará esta edad, un muchacho habia concluido el estudio de latinidades', y pasaba á filosofía y á sus silojismos, siempre especulati- vos, jamas prácticos ni aplicados á cosa alguna, y tan puerilmente ridículos como las cuestiones que el jenio escolástico habia imajinado para su uso. Al curso de fi- losofía seguía otro deteolojía, igualmente fundado en sofismas é hipótesis tan inintelijibles como inútiles (1) Los estudios que contribuyen á la gloria de las nacio- nes, y sirven esencialmente á labrar su felicidad mate- rial , tales como la química , las ciencias naturales la economía política y otras, no eran conocidas allí ni' de nombre, y si desde algunos años á aquella parte se in- sertaban en el programa de un colejio , debido á la sabia solicitud del benemérito don Manuel Salas, las matemá- ticas, el dibujo y la cosmografía, la enseñanza de todo esto se hacia de un modo muy superficial y defectuoso en primer lugar, por el poco saber de los maestros, y en seguida , por la vijilancia inquisitorial que se oponía continuamente, de un modo ó de otro, á todo adelanto positivo y propio á desarrollar las facultades intelectua- les de cuantos las estudiasen. Por todas estas razones, la reforma de la enseñanza publica era de la mayor urjencia. En el momento de ser revestido del poder, Miguel (1) Vidaürre. Hist. manuscrita do Chile. V. Histoma. 90 ■'."■a *'i\ m HISTORIA DE CHILE. Carrera habia adoptado con el apresuramiento de un buen patriota las benéficas ideas de aquellos ilustres Chi- lenos , y habia dado órdenes para la fundación de un instituto nacional que le parecía ser el establecimiento mas propio á propagar en Chile una instrucción ver- daderamente nacional. Desgraciadamente , la invasión de Pareja le habia obligado á salir de la capital, y habia tenido que apartarse de esta grande empresa, delegando todo este importante cuidado á sus colegas, principal- mente á aquellos que la habían imajinado y que, por consiguiente , debían necesariamente poseer los secretos mas propios á llevarla á cabo. Pero antes de establecer estas escuelas superiores, se reflexionó naturalmente que era indispensable el pre- parar el pueblo á ellas dándole lecciones de primeras letras. Para realizar este pensamiento el gobierno nombró de comisarios de la ejecución al senador don Juan Egaña, que ha sido uno de los mas celosos pro- motores de la instrucción chilena ; al director jeneral de estudios don Juan José Aldunate, y ai rector del convictorio Carolina don Francisco José de Echaur- ren, igualmente celosos por el bien del país. La comisión así compuesta tenia por objeto : « El formar y presentar á la mayor brevedad un plan de educación nacional que proponga la instrucción moral y científica que debe darse á todos los Chilenos , y la clase de virtudes que especialmente puedan hacer mas feliz este país y en que el gobierno debe empeñar sus cuidados para trasformaiios en costumbre, y hacer de ellos como un carácter propio y peculiar de los habi- tantes. » (1). (1) Monitor araucano, n° 29. CAPÍTULO XXVJII. 435 Por aquí se ve que la instrucción moral quedaba inse- parable de toda otra instrucción, y qué, lejos de eso debía sobresalir como indispensable á un pueblo sencillo en costumbres y conocimientos, y que en medio de sus esfuerzos por conquistar su libertad, habría podido de- jarse llevar de inspiraciones de odio y venganza tan fre- cuentes en contrarios partidos. Al principio, se pensó en constituir esta escuela de pri- meras letras obligatoria en todas las clases de la sociedad • pero muy pronto se pudo conocer que la circunstancia' de haber muchísimos habitantes en el campo, como los hay aun en el dia, dejaría la ley jeneral sin fuerza ni acción sobre ellos, y hubo que limitar las pretensiones en este particular á fomentar dicha enseñanza por todos los medios posibles, especialmente por el de comunicarla gratuitamente. Así, en un reglamento firmado el 18 de jumo de 1813, se mandaba que en todas las ciudades villas y pueblos de cincuenta vecinos fuese establecida" una escuela de primeras letras, la cual debia hallarse situada en medio de la población, y costeada por los propios del lugar, con recomendación especial de la preferencia que se había de dar á dichos gastos sobre cualesquiera otros. Tal fué la importancia que aquellos dignos patriotas dieron á la propagación de los primeros elementos de instrucción jeneral. El reglamento prescri- bía ademas que en cada una de dichas escuelas debia • « Haber un fondo destinado para costear libros, papel y demás utensilios de que necesitaban los educandos, de tal modo que los padres de familia, bajo ningún pretesto ni por titulo alguno, sean gravados con la mas pequeña contribución (1). » (l) Monitor araucano , ii° 36. B6 Í1ST0RIA DE CHILE. Ya se ve que el reglamento no exijia de los padres de familia mas que su buena voluntad , y el útil concurso de sus hijos á aquella obra de rejeneracion social. En seguida , el nombramiento de maestros aptos y capaces reclamaba naturalmente la primera atención. En efecto, del celo y capacidad de estos maestros dependía el porvenir de la juventud que iba á ser puesta á su cui- dado , y solo hallándose ellos mismos penetrados del ver- dadero" espíritu de su misión , podian inculcar á sus discípulos principios fructíferos de virtud y de ciencia. Ciertamente habria sido pretender demasiado el querer hallar profesores de superior capacidad en una época en que Chile no poseia aun las escuelas normales en donde se forman actualmente jóvenes que , al salir de ellas , son aptos para ir á transmitir sus lecciones y demás frutos de su buena enseñanza y aplicación á las provincias á donde el gobierno los destina con este objeto. En dicha época de ignorancia, era forzoso el darse por satisfecho con encontrar sujetos de celo , y que con algunos conoci- mientos , tuviesen buenos principios de moral para co- municarlos á sus alunos. Para estas pruebas , tenian que presentar dos certifi- cados; uno de moralidad y buena conducta, firmado por el juez del lugar, y por su cura párroco, que lo examinaba sobre los puntos de doctrina cristiana; y otro, que era una especie de diploma de capacidad , firmado por un examinador y por dos miembros del cabildo. Se exijia de él, ademas de estas pruebas, la de su patrio- tismo : « que ha de ser, (decía el reglamento) decidido y notorio, . pues el fin que se proponía el gobierno pro- pagando la instrucción por todos estos medios, era no solo desarrollar las facultades intelectuales del pueblo, CAPÍTULO XXVIII. 437 sino también el reformar enteramente el carácter na- cional , educándolo según las ideas del siglo , é infun- diendo en los corazones el amor patrio, la mas noble pasión del hombre, y el de la libertad, que enjendra dignidad y propia estimación de sí mismo. Por todas estas razones , se había indicado en el catálogo de libros destinados á este iénero de instrucción , el compendio de la Historia de Chile de Molina , propio , por los ejem- plos de patriotismo que ofrece, á inspirarles aprecio y amor al país , el cual en aquel instante conquistaba el título de verdadera nación. Pero aun no quedaron aquí la solicitud y las previsiones del gobierno en favor del pueblo , pues para conseguir que los reglamentos fuesen exactamente seguidos , dio al deán del cabildo de cada localidad el cargo de visitar, alómenos una vez al mes, la escuela, observando , apro- bando ó censurando el método, y cuanto se hiciese en ella; animando y dirijiendo á los maestros; y enfin, de hacer una visita jeneral todos los seis meses, en virtud de la cual debia dar parte al gobierno de los progresos de los alumnos, del estado de la escuela y de sus rentas y gastos. Otro parte semejante debia ser enviado tocante á las escuelas de niñas y jóvenes, escuelas con que el gobierno habia dotado las provincias, y dirijidas por virtuosas maestras. Resumiendo cuanto se acaba de decir sobre esta intere- santísima materia, por medio de las escuelas de primeras letras, el gobierno conseguía infundir intelijencia al pueblo , ponerlo en la vía de alcanzar por sí mismo á sa- tisfacer todas sus necesidades , y difundir el sentimiento de la independencia individual tan necesario para formar 438 HISTORIA DE CHILE. el espíritu nacional. Pero aun esto no bastaba; el go- bierno llevaba sus previsiones mas allá, y proyectaba perfeccionar las facultades intelectuales de cuantos pu- diesen y quisiesen dedicarse á.las carreras de las cien- cias, de las letras y bellas artes, fundando el grande establecimiento conocido aun en el dia bajo el nombre de instituto. La primera idea de esta fundación data , como ya se ha dicho, del año 1812, pero su apertura no se realizó hasta el 10 de agosto de 181o, verdadero dia de gloria para aquellos ilustres filántropos que tanto habían con- tribuido á ella. El gobierno, acompañado del senado, de la majistraturay escoltados de una imponente fuerza militar, honró aquella brillante función , que fué cele- brada con la mayor pompa , y aplaudida con jeneral entusiasmo. « La capital (dice el Monitor araucano) no habia visto otra mas digna ni sentido un placer tan de- licado. Un concurso brillante y numerosísimo de toda edad, sexo y condición , bendecían al cielo y á los padres del pueblo, y se complacían en los efectos benéficos de su naciente libertad. Jamas les pareció mas preciosa ni mas dulce ; por tanto rogaban al padre de los hombres por los firmes apoyos de esta libertad, el jeneral en jefe y todo el ejército restaurador. El instituto, decían unos, se encarga de inmortalizarlos : de su seno saldrán el jenio de la poesía y los talentos de la historia. Este acto , de- cían otros, es uno de los mas interesantes de la revolución. Los pueblos que nos observan , y la posteridad que ha de juzgarnos, y que ha de contemplar con interés todos los sucesos de este memorable período , admirarán que hubiésemos podido concebir un designio semejante en medio del estruendo de las armas, y que hubiésemos CAPITULO XXVIIÍ. 439 llegado á plantear y concluir una obra tan grandiosa (1). » Esta función tuvo lugar en el museo nacional, fundado en la Universidad de San Felipe. El doctor Vera abrió la sesión por un himno que respiraba los mas puros sen- timientos de patriotismo, y ensalzando los beneficios in- finitos de las luces y de la civilización. Tras el doctor Vera, el joven don Mariano Egaña, digno heredero de la elocuencia de su padre , pronunció en nombre del poder ejecutivo, cuyo secretario era ápesar de su tierna edad , una relación en la cual espuso el estado de abati- miento y de ignorancia en que estafa postrado el país desde la época de la conquista , á pesar del jenio natural de los habitantes y de la fertilidad y riqueza de su terri- torio. En seguida,despues de haber anunciado las victorias de Yerbas-Buenas, San Carlos y Talcahuano como pre- cursoras de la independencia futura del país , les insinuó claramente que para ser dignos y merecedores de gozar de ella, necesitaban adquirir la instrucción y educación quedólas pueden ilustrar un país, y hacer felices á sus habitantes. t< Diez y nueve cátedras, continuó diciendo, de todas las ciencias; un museo que comprende todos los departamentos necesarios para sus esperiencias y progresos ; una educación pública gratuita , abierta á todos los ciudadanos del estado, y auxiliados con cuantas beneficencias son posibles; unas instituciones para ci- mentar las costumbres de vuestros hijos en el honor y la virtud, son el resultado de las meditaciones y fatigas del supremo gobierno. » Al mismo tiempo, les esponia Egaña muy pormenor el objeto y la importancia de estas carreras, demos- trando la influencia que tendrían en la prosperidad del (1) Monitor araucano, n° 55. /j/j.0 HISTORIA DE CHILE. país , puesto que todas las clases de la sociedad sacarían ele ellas utilidad y provecho ; relijiosos , lejistas , médi- cos, agricultores, militares, todos, y aquellos, enfin, cuyas profesiones se ejercen por la operación del entendimiento y por la meditación. Dejándose llevar, en seguida, de la vehemencia de su discurso, concluye con un exorto á todos sus oyentes , en estos términos : — « Padres de familia, y majistrados que sois los padres de la sociedad; ¡vosotros vais á responder á Dios, á vuestros hijos, á vuestros pueblos y al mundo entero de la neglijencia que tengáis en la educación de vuestras familias y conciuda- danos ! Comisionados para la perfección y conducción de esta grande obra , mirad vuestro encargo ; ved si hay otro mas sagrado sobre la tierra ; ya estáis en un círculo de donde no podéis salir sin el desprecio ó la gratitud pública mas grande y mas bien merecida. ¡ Funcionarios públicos, y todos los que vais á coadyuvar en este gran- dioso establecimiento ; la humanidad, el decoro, la razón, la patria y el gobierno os encargan que no pongáis trabas, dificultades capciosas ó nimios inconvenientes cuando se trata del bien mas interesante! (1) » Este discurso , que aparece lleno de patriotismo y de convencimiento , conmovió á todo el auditorio y levantó aplausos que manifestaban claramente cuan penetrados estaban todos de los bienes infinitos que les prometía. Después de Egaña , habló Echaurren , el cual , confor- mándose al antiguo uso , que aun se sigue alguna vez , bien que a razón lo desapruebe , pronunció otro dis- curso en latín. Terminados todos estos discursos, el gobierno, los majistrados y demás autoridades que le habían acom- fl) Monitor araucano, 11° 56. CAPITULO XXVIII. 441 panado, escoltados del mismo modo que á la entrada, por las tropas con banderas tricolores desplegadas , se dirijieron al instituto, en cuya capilla se cantó un Te Deum , é imploraron la protección del Todopoderoso en favor de la revolución y de un establecimiento que iba á ser un santuario de sabiduría y de virtud. En efecto, el instituto prometía ser un centro intelec- tual de donde debía salir y derramarse por todos los puntos de la República la luz y el espíritu de moralidad y de civismo que principalmente habían de contribuir á su ilustración. El programa de estudios era tan estendido como variado, y se resentía tal vez del vehemente deseo que tenían aquellos hombres, esencialmente progresistas, de propagar ideas y luces , sin pararse en los mas ó menos recursos que tenían para la ejecución de tamaña empresa. Según dicho programa , se habia de estudiar todo lo que es concerniente á las clases inferiores , segundarias y su- periores ó profesionales," gratuitamente, como queda dicho , afín de facilitar á todas las capacidades, de todos rangos y condiciones, la carrera á la cual se sintiesen in- clinadas. Por consiguiente, habia cursos militares, legis- lativos, medicales, humanitarios y aun también teolójicos ; y en este particular, se habia resuelto, á consecuen- cia de un concordato entre el gobierno y las autorida- des eclesiásticas, que el seminario seria reunido al ins- tituto, conservando, con todo eso, todos sus derechos é inmunidades tocante á sus rentas y á su jurisdicción. Siendo el objeto de aquel establecimiento sobrema- nera nacional , las autoridades mandaron que todos los alumnos llevasen un mismo uniforme, afín de que se pe- netrasen desde sus primeros años del espíritu de igual- dad en que se apoya principalmente un gobierno democrá- im HISTORIA DE CHILE. tico ; y para infundirles el amor de la patria, se les dieron sus colores emblemáticos, y cada alumno llevaba en la beca morada de su opa la escarapela tricolor sobre un fundo de diferentes colores, según la clase de estudios que seguía. Esta era la única distinción entre todos los estudiantes del instituto , y solo el que se distinguía por algún mérito particular, podia, como benemérito de la juventud , poner sobre dicho emblema una corona cí- vica bordada de oro. Al mismo tiempo que lisonjeaba el amor propio, esta distinción era un estímulo para los demás condiscípulos , y daba cierto realce al estableci- miento mismo. Las diferentes escuelas anunciadas en el programa no se abrieron todas á un mismo tiempo, y sí sucesiva- mente á medida que los recursos lo permitían ; y para profesores se nombraron sujetos que bien que no hu- biesen hecho un estudio especial del mecanismo y de los diversos métodos de enseñanza , inspiraban sin embargo bastante confianza por sus luces y capacidad para dirijir los estudios, y por el esmero con que procuraban instruirse en las ciencias que habían de enseñar á sus discípulos. La mayor parte de estos profesores pertenecían al clero , porque en él se hallaba naturalmente mas instrucción : don Francisco de la Puente , considerado como el padre de las matemáticas en Chile ; el cura Bejanilla tan con- vencido, fervoroso y entregado á los deberes de su santo ministerio, bien que la naturaleza lo hubiese hecho nacer para la mecánica por pasión y por conocimientos natu- rales innatos en él , por decirlo así ; — don Juan Aguilar de los Olivos, — don José Antonio Urrutia, profe- sores, el primero de sagrada escritura, y el segundo de dogmas é historia de nuestra relijion, — todos estos CAPÍTULO XXVIII. 443 fueron nombrados, como lo fué también el senador don Juan Egaña , el cual era profesor de elocuencia y de pa- nejírica. Otros muchos profesores de gran mérito fueron ademas nombrados, sobresaliendo entre ellos los presbí- teros Juan de Dios Arlegui y José María Argandoña, que profesaban los derechos de jentes, de economía política, de las leyes de la nación y todo cuanto era concerniente á los manantiales de la riqueza, al gobierno de la sociedad y á todos los conocimientos necesarios no solamente á ciertos individuos, sino también á todas las clases , es decir á toda la nación, afín de gozar de la libertad bien interpretada y entendida , y defender los derechos que le pertenecen con razones fundadas en las leyes mismas de la naturaleza. Para poder defenderlos con la fuerza , ham> sido ins- tituido en el mismo colero un curso de ciencia militar, á la verdad, propio especialmente á los alumnos destinados á este ramo , y á algunos otros á quienes se querían dar algunas nociones de él. Porque en la situación del país , en aquella época, no se creía que fuese conveniente el difundir una instrucción esclusivamente civil , y se quería que los jóvenes tomasen hábitos militares, en atención á que , tarde ó temprano , habrían de contribuir á la de- fensa del país , ya como soldados del ejército , ya como milicianos. Tales eran los motivos plausibles que habia para dar á la juventud una inclinación fomentada insen- siblemente con ejercicios bélicos. Independientemente del esmero y cuidado conque la junta de educación y el gobierno escojieron escelentes profesores, también tomaron medidas para que estos pu- diesen llenar sus deberes.con fruto , proporcionándoles los libros é instrumentos necesarios; y al efecto se señaló -5 hkk HISTORIA DE CHILE. una cantidad de dinero suficiente para comprarlos en Europa , á pesar de la penuria de la tesorería , por las guerras que la nación había tenido que sostener en el Sur. Pero las cabezas chilenas tenían tanto anhelo por ilustrarse , que nadie puso reparo en someterse á los mayores sacrificios. En consecuencia , se votó también la fundación de una biblioteca en un lugar abierto á los profesores, á sus discípulos y al público, en cuyo lugar se habían de ha- llar reunidos los tratados mas útiles para cada ramo de estudios , sirviéndose desde luego de los que habia en la Universidad y en otros establecimientos públicos. En esta ocasión, como en todas las de esta especie, el patrio- tismo de los habitantes se mostró pronto y jeneroso para realizar los buenos efectos de tan noble pensa- miento : don Juan Egaña , Feliciano Letelier, Mateo Arnaldo Hoevel y otros muchos sujetos de distinción, tanto de Santiago como de las provincias, particular- mente de Talca , aprontaron su escote para la erección de dicho monumento de ciencia, destinado á alcanzar un alto grado de prosperidad , por la solicitud del go- bierno , y la sabiduría de su actual director don Fran- cisco García de Huidobro. En medio de estos grandes esfuerzos de fomento in- telectual , se presentaba naturalmente la grave cuestión de la propagación de ideas liberales por medio de la li- bertad de la prensa , cuestión que no olvidaron aquellos ilustres progresistas. Ciertamente , en atención á las intenciones manifies- tas del gobierno de fomentar el desarrollo de las luces por medio de la propagación de la enseñanza pública, era permitido creer que á esta enseñanza debia seguir natu- CAPITULO XXVJII. 4*45 raímente la libertad de comunicar y transmitir todos los medios que le eran propios , bajo la condición de que no fuesen opuestos al gobierno, ni perjudiciales á nadie. Esta condición era tanto menos difícil de cumplir en aquella época, cuanto los periódicos eran aun raros, es- taban por decirlo así en pañales y tenían ya bastante que hacer en tratar cuestiones de libertad puramente ci- vil , sin elevarse precozmente á las gravísimas de liber- tades políticas. Esto es tan cierto , que el solo diario que se leia entonces era costeado, en gran parte, por el gobierno mismo, y redactado por escritores que eran miembros, ó apoyos de este mismo gobierno. En sus opiniones, en sus sanas intenciones y juicio recto, estos escritores consideraban un diario como un puro instru- mento de la verdad y de la razón ; como una centinela avanzada contra los abusos ; como una salvaguardia de todo derecho lejítimo y enfm , como la sola garantía de libertad individual , en los límites señalados por las leyes y tratados de derecho público. Si, por otra parte, los propagadores de la civilización preveían que tal vez las pasiones podrían tener en la li- bertad de la prensa un campo abierto para calumniar, provocar y oprimir á los particulares , semejante previ- sión no podia aun tener por objeto los intereses de aquella época, visto el estado de ignorancia en que todos se hallaban respecto á discusiones, antagonismos, ren- cores y combates políticos. Cuando hubiesen adelantado bastante en la carrera para conocerlos y servirse de ellos, también habrían hecho los mismos progresos para preservarse de sus malos efectos. Penetrado el gobierno de la fuerza de todas estas consideraciones , y de lo indispensable que era la liber- A46 HISTORIA DE CHILE. tad de escribir y publicar sus opiniones para formar pu- blicistas capaces de ilustrar al país y dirijir la opinión pública, sosteniendo los intereses del gobierno, que, en todo caso , deben de ser los mismos que los de l'a nación, se decretó por el senado dicha libertad de la prensa la mas ilimitada, puesto que por este decreto (23 de ju- nio 1813), todos podían publicar sus ideas y opiniones en asuntos públicos y privados sin previa censura, y bajo los auspicios de un senador nombrado por el senado mismo, para que mantuviese la ejecución del decreto, precaviendo los abusos á que diese lugar en perjuicio de los altos fines á donde se dirijia. Para alcanzar á estos con mas certeza, se ideó no una junta de censura sino una junta protectora, com- puesta de siete vocales sorteados entre los sujetos de mayor distinción de la capital. Esta junta no tenia nin- gún derecho de iniciativa contra los que delinquiesen en materia de escritos, y solo podia recibir quejas, y de- cidir si realmente había lugar á ellas. En el caso que así fuese , el asunto era del resorte de los tribunales ordina- rios, los cuales, para formar su juicio y sentenciar, de- bían oir al senador vijilante del decreto ; por manera que la ley se presentaba como un protector del delincuente, en los límites de la justicia y del buen derecho. Ya se ve cuan bien protejida se hallaba la libertad de escribir, puesto que una queja de calumnia, supuesta bien fundada, no podia comprometer á su autor hasta que dos autori- dades le hubiesen juzgado con conocimiento de causa. Pero si el publicista tenia campo ancho para criticar los actos del gobierno, y aun los de particulares, no tenia la misma libertad para tratar de cuestiones teoló- jicas. En un país en donde los sentimientos relijiosos CAPÍTULO XXVIII. khl estaban en toda su pureza, sin que nadie soñase en dis- cutir sobre puntos de fe y de creencia, no debia ser per- mitido aflojar este poderoso resorte de la moralidad, bien que muy seguramente no fuese de temer que ningún escritor lo hubiese intentado. Con todo eso , el gobierno tuvo por conveniente el prever este grave inconveniente de la libertad , en vista de la estension que habían to- mado las máximas filosóficas del siglo 18°, y de la fre- cuencia de comunicaciones con Europa ; y en el mismo decreto de la libertad de la prensa, declaraba, por uno desús artículos, « que los escritos relijiosos no pueden publicarse sin previa censura del ordinario eclesiástico, y de un vocal de la junta protectora ; » — « Conven- cido (continuaba diciendo) de que es un delirio que los hombres particulares disputen sobre materias y objetos sobrenaturales. » Por esta restricción en favor de la moral y de la so- ciedad entera, la fe guardaba todo su poder para resistir á falsas máximas filosóficas, continuar reinando en co- razones bien nacidos y en entendimientos sanos , como lo eran , en jeneral , los Chilenos , y enfin , manteniéndose en su primitiva pureza , como principal apoyo de toda virtud , y consuelo sublime de desgraciados. • L CAPÍTULO XXIX. Formación de un padrón jcneral de los habitantes y establecimiento de un cementerio. - Alarmada de los progresos de la invasión , la junta gober- nadora exorta los habitantes á que acudan al socorro de la patria.— Estí- mulo que da al servicio militar.— Se enarbola la bandera nacional en la plaza. — Demostraciones públicas en honra del ejército con el objeto de reanimar su moral.— El partido realista levanta la cabeza, favorecido por los escesos cometidos al sur.— Levantamiento de Santa Rosa de los Andes. — Muerte del jefe de la insurrección. ■ Después de haber puesto la enseñanza pública á cargo de sujetos que ofrecían las mejores garantías de capa- cidad, instrucción y filantropía, el gobierno esperaba poder dar toda su atención y cuidado á las reformas que cada dia se hacían mas urjentes ; pues la nueva política, como ya se ha dicho , era tan diferente de la que se había seguido hasta entonces , que en todo se notaba su novedad : costumbres, opiniones, interés privado y hasta en las mismas leyes , en cuanto estas eran la espresion de hábitos nacionales , y una especie de reglamento puro y sencillo de una administración colonial. Desgraciadamente, por la misma razón de que la opinión pública debía apoyarse en pruebas claras y evi- dentes, se formaba demasiado lentamente, y por falta de luces y de hábitos de administración republicana, los habitantes se dejaban mas bien llevar que convencer, acerca del nuevo orden de cosas. Por otra parte , era muy difícil el emplear los medios enérjicos de toda re- volución para introducir reformas que no podían menos de ser contrarias , por de pronto , á diversos intereses , CAPÍTULO XXIX. 449 por mas que se fundasen en principios de justicia y de sabiduría. Tampoco el prestijio de los que mandaban era bastante grande para dar un fuerte impulso decisivo á dichas reformas, y dejando á parte Infante, que tenia tanta firmeza como convencimiento, todos los demás temporizaban y obraban tímidamente, muy lejanos de la firmeza necesaria en épocas de revolución y de in- novaciones, para inspirar confianza y decisión á un pueblo. Sin duda alguna la prudencia aconsejaba en aquellas circunstancias, el respetar y no violentar derechos ad- quiridos, fundados en leyes escritas y vijentes, y en principios de derecho que habían servido de regla hasta entonces; pero no por eso se debían desechar reformas justas , necesarias y oportunas en aquel instante sobretodo en que la notable alteración que se veia en las transac- ciones legales favorecía su introducción. Tal era la opi- nión de los partidarios de la revolución; pero estos en- contraban mucha resistencia por parte de los de la constitución, los cuales consideraban esta como piedra fundamental del estado, sobre la cual habia de descansar odo el edificio social; motivo por el cual, á pesar de los buenos deseos que los animaban en punto á reformas se mostraban débiles y tímidos. Sinembargo, procedieron con el mayor cuidado y esmero al empadronamiento jeneral de los habitantes operación que no podia comprometer los intereses ni derechos de nadie. Este pensamiento habia nacido ya en el tiempo que gobernaba Miguel Carrera, y el go- bierno daba tanto mayor importancia á su ejecución cuanto facilitada muchísimo el discernimiento de acciones y reacciones de las diferentes clases de la sociedad; el V. Historia. 29 HISTORIA DE CHILE. de los hechos que hubiesen de ser analizados y discu- tidos , y serviría de base para determinar un sistema de elecciones provinciales con datos fijos, comparativos y equitativos. Por lo tanto , en una circular á los jueces mayores de las provincias, se avisaba muy particu- larmente á los comisarios del empadronamiento, que « sin conocer el numero de la población , las profesiones y demás circunstancias de los ciudadanos , casi no se puede emprender con cálculos seguros ningún objeto de beneficencia pública , y mucho menos se puede dar á los pueblos aquella organización y representation política que corresponde á un sistema popular (1). )> Afín de que esta operación produjese toda la utilidad necesaria y deseada , y se ejecutase con uniformidad en todas partes, se mandaron imprimir en gran número cuadros modelos con divisiones indicatorias del estado , de la edad, del oríjen, de la casta y profesión de cada individuo , como igualmente del número y de la natura- leza de establecimientos públicos , y de artesanos de cada profesión que hubiese en cada localidad; finalmente, con todas los nociones necesarias para que el gobierno pudiese mejorar la suerte del pueblo, vijilar sus in- tereses constantemente é introducir en los diferentes ramos de administración pública las reformas que per- mitía el estado del país. Para operar y llenar dichos cuadros ó estados, se nombraron juntas compuestas de sujetos los mas aptos é instruidos de cada lugar, haciendo responsable al juez mayor de la provincia de los yerros y descuidos que fuesen cometidos. Todo cuanto se hizo , fuera de este empadronamiento, (1) Circular al juez mayor de cada provincia del reino. CAPÍTULO XXIX. 451 por la administración del país, fué de poca importancia en jeneral, considerado bajo el punto de vista de organi- zación social, y se redujo á reglamentos que, por la mayor parte, eran de la competencia de los ayuntamientos. Por ejemplo, se hizo uno en Santiago contra los regato- nes para que no revendiesen los abastos públicos, por el perjuicio que esto causaba álos compradores. Se fijaron aranceles de médicos^ boticarios. Se dieron providen- cias para cortar los funestos efectos de ciertas enferme- dades, que se propagaban con espantosa prontitud- y para evitar nuevas contribuciones en aquellos momentos de considerables desembolsos, se tomaron medidas rigu- rosas acerca de las administraciones de tabacos, y papel sellado, en las cuales había intolerables abusos. Una verdadera y feliz innovación fué la del estableci- miento de un vasto cementerio ó Panteón, al norte de la villa , para evitar el mal influjo de los vientos del sur que son allí los vientos siempre reinantes. Hasta enton- ces, se habían enterrado los muertos en las igiesias, ó al lado , con gravísimo daño de la salud de los habitantes En el congreso de 1811, algunos miembros recordaron que dicha costumbre había sido vituperada por los con- cilios de Braga, Maguncia, Nantes, Milán, etc., v que Carlos IV, en una circular de 1805, la había prohibido ; y opinaron, en consecuencia, que conformándose al tenor de dicha circular, se debía prohibir que nadie, de nin- gún estado ni condición, fuese enterrado en la iglesia- proposición que había sido tomada en consideración Todos estos decretos ó reglamentos, á veces mas bien teóricos que prácticos, no presentaban el carácter de una verdadera utilidad jeneral, puesto que casi siempre se limitaban , en su aplicación , á ¡as necesidades de la m HISTORIA DE CHILE, capital , y se resentían ademas de la timidez que se no- taba en todos los actos del gobierno de aquella época. Es verdad que la situación del país no era propia á favorecer los proyectos é intenciones de aquellos buenos patriotas en cuanto á operaciones de organización administrativa , para las cuales se necesita gozar de reposo y tranquili- dad de ánimo. Guando todos , por todas partes , suspi- raban por ver renacer el buen orden, la guerra encendida en el sur los llenaba de zozobra; la invasión obraba in- surreccionando , y habia hecho rápidos progresos en la provincia de Concepción, cuyos habitantes se habían declarado , la mayor parte, en su favor; casi todas las plazas habían caido en su poder, y Carrera, después de haberse visto obligado á retirarse , tenia muchísimo tra- bajo en rehacer sus fuerzas para oponerse á un enemigo que habia ya tomado la ofensiva. Todo esto no podia menos de poner en cuidado á la junta gobernadora, forzándola á dar su primera y prin- cipal atención á los asuntos militares que, en aquel ins- tante , eran la sola áncora de salvación para el país. Des- graciadamente , los recursos del erario estaban lejos de bastar para levantar y armar nuevas tropas; mas sin- embargo , y gracias al patriotismo de ciertas clases de la sociedad, los donativos voluntarios, hechos con unaje- nerosidad que recordaba los primeros momentos de en- tusiasmo de la revolución , remediaron en mucha parte aquel estado de penuria. Los miembros del poder ejecu- tivo continuaban dando un bello ejemplo de desprendi- miento, haciendo dejación de sus sueldos, que creían mas necesarios al estado que á ellos mismos ; los em- pleados soportaban un descuento en sus pagas, y los par- ticulares los imitaban con donativos proporcionados á sus CAPÍTULO XXIX. 453 facultades. Los que no tenían dinero que dar, ponían á la disposición de la autoridad partes ó porciones de casas de mucho rédito. El coronel de milicias don Manuel Barros se ofreció á albergar en su hacienda todas las viu- das de soldados del Tejimiento de Melipilla, muertos en la guerra. Enfin , don Vicente Iñigues llevó su jenerosi- dad hasta armar á sus espensas un buque mercante an- clado en el puerto de Valparaíso. Todos estos recursos , juntos á los que el gobierno habia pedido de oficio á los negociantes y á los particu- lares pudientes de la República, permitían hacer frente álos gastos de mayor urjencia ; pero no bastaba esto. Lo que se necesitaba era inspirar ardor marcial á la juventud, estimulándola con el ruido y el aparato de preparativos bélicos. No teniendo el país fábricas de armas , el go- bierno prometió grandes recompensas á los armeros desconocidos que se presentasen con la capacidad sufi- ciente para remediar esta grande falta, y muy pronto el nombrado José Antonio Diaz fabricó y presentó, como muestra , un fusil que mereció una completa aprobación. A este armero , el gobierno le mandó dar cien pesos de recompensa, y el título de Alférez de milicias en el Teji- miento de Aconcagua. Igualmente fueron votados socorros á las viudas de los militares muertos en acciones de guerra , y estos socorros fueron sorteados, al aniversario de la independencia, el dia 18 de setiembre. Fueron exentos de toda leva y servicio militar todos cuantos trabajaban en el acopio y preparación del salpetre. En vista de la falta de caballos , cuyo número era ya muy insuficiente para el servicio, el gobierno dispuso -5 m HISTORIA DE CHILE, suprimir los derechos que pagaban , al entrar en el ter- ritorio ele la República , los que se sacaban de Mendoza y de sus cercanías. Tomadas estas providencias temporales, el poder pensó en sostenerlas por el eficaz auxilio de actos de gobierno puramente morales y relijiosos con rogativas públicas y jenerales tanto en la capital como en las pro- vincias; medios cuyo influjo poderoso en los ánimos co- nocía el gobierno , y por cuya razón los empleaba fre- cuentemente. Consecuente en este principio, y hallándose poseedor de la placa de la orden de Santiago, tomada en el equipaje de Pareja , dedicó dicha placa al santo de la orden , que era tamban patrón de la capital y de la República , ordenando se hiciese en esta ocasión una imponente función relijiosa , invocándolo é implorando ' su protección para alcanzar victoria. Para el efecto , la placa de la orden fué depositada el 5 de junio , en manos clel cabildo eclesiástico , y el dia siguiente los canónigos celebraron dicha función con la mayor pompa y ostentación , con asistencia de todas las personas de distinción de la ciudad y de las autoridades civiles y militares. Algunos dias después, se celebró otra no menos im- ponente con el "motivo de sustituir la bandera nacional á la española, que aun se\eia tremolar en los edificios públicos, y esta función fué tanto mas solemne, cuanto se escojió justamente el dia del corpus para celebrarla. Hasta entonces, no se hábia conocido en el país sino la escarapela tricolor, y fué aquel el primer dia en que se vieron los tres colores resplandecer en la bandera , sím- bolo de la nacionalidad que acababa de emancipar á los Chilenos, capítulo xxix. 455 Tuvo entonces el gobierno una feliz coyuntura para dar pruebas de que estas funciones no eran un puro y vano ceremonial, y de que realmente estaba poseído de solicitud por el pueblo. La provincia de Concepción se hallaba, en aquel momento, en el estado mas deplorable, á consecuencia de los escesos cometidos por una banda de forajidos, los cuales eran todos miserables desertores. No siendo posible el pagar todos los daños y perjuicios hechos por aquellos malvados /el gobierno determinó indemnizar á los mas perjudicados por ellos, y dar es- peranzas á todos de que se pondría remedio eficaz á sus vejaciones tan pronto como las circunstancias lo permi- tiesen. En consecuencia, fué decretado que se remitiese una cantidad de 10,000 p. á la provincia de Conoep- cion para repartirla entre los mas necesitados. Al mismo tiempo , se mandó también fuesen puestas grandes res- tricciones en el recobro de ciertas contribuciones de que abusaban malos empleados , y aun también algunos sim^ pies particulares por propio interés y provecho. Cierta- mente , eran estas providencias muy propias á hacer menos insoportables los males inherentes á la guerra, y á moralizar en cierto modo lo que habia de malo en Ja revolución. Era este un objeto esencial en que la junta goberna- dora ponia el mayor esmero , y las tropas sobretodo que estaban á su vista se impregnaban maravillosamente de los buenos efectos de esta sana política. Tan pronto como llegaba la noticia de una victoria alcanzada por el ejér- cito del sur, — noticias que por desgracia llegaban rara vez, — se veían al punto los militares y ciudadanos mez- clados unos con otros sin distinción y como verdaderos hermanos , manifestar á una el entusiasmo de que esta- /l56 HISTORIA DE CíiiLE. ban poseídos , y su decisión de salvar la patria. Los ciu- dadanos , en tales ocasiones , se deshacían en muestras de afecto y en alabanzas á los defensores de la patria , y ensalzaban los rasgos de magnanimidad y de virtud que hacían aun mas recomendable su valentía. Los militares que por cualesquier motivo ó circunstancia llegaban á la capital , después de una batalla en que se habían hallado, estaban seguros de ser recibidos con el mas cordial afecto , y aun con demostraciones de aparato y regocijo público , si llegaban en cuerpo. Hubo una de estas ocasiones en que la capital llevó al estremo esta especie de fiestas triunfales, y esta ocasión fué la entrada en la ciudad de una coluna de caballería que se había batido en el combate de San Carlos , y que llegaba conduciendo los prisioneros de guerra que se ha- bían hecho , bajo las órdenes del teniente coronel don José Antonio Valdes. Dicha colunna entró precedida en la capital , y seguida de un jentío inmenso , por medio de la tropa de la guarnición tendida , formando calle , con música, repique de campanas y aclamaciones, pruebas tan evidentes como ruidosas del entusiasmo uni < versal que causaba aquel acontecimiento. Las autoridades salieron á recibirla a la puerta de la ciudad , y luego desfiló por debajo de arcos triunfales en los cuales se leian inscripciones propias de la circunstancia, y que manifestaban evidentemente el reconocimiento que todos tenían á los defensores de la patria. Pero de todos estos recibimientos el mas brillante fué el que se hizo á los trescientos valientes que, á principios del año 1811 , habían sido enviados al socorro de sus hermanos de Buenos-Aires. Los patriotas , para honrar- los y festejarlos , fueron á su encuentro hasta la villa de CAPÍTULO XXIX. /¡57 los Andes, y los acompañaron á Santiago, en donde, por todas partes, se les habían preparado arcos triun- fales. La junta gobernadora salió en cuerpo á cumpli- mentar á su jefe, que era don Andrés Alcázar, el cual , en respuesta á un oficio en que el gobierno le manifes- taba su alta satisfacción , decia , que á pesar de los mil contrastes de su larga espedicion , deseaban tener una pronta ocasión de arrostrar el enemigo , prontos á sacri- ficar su vida antes que sufrir que el suelo sagrado de la independencia fuese pisado por aquella banda de piratas. Noobstante el celo y el esmero que ponia el gobierno en fomentar los buenos principios y motivos de la revo- lución , dándole el prestijio conveniente para alimentar la confianza de sus defensores, la reacción hacia visibles y notables progresos, estendiéndose de un modo alar- mante ; fatalidad que era debida principalmente á los males que ocasionaban los desertores en la provincia de Concepción , en donde por todas partes jemian los habi- tantes y vivían temblando de los funestos efectos de la anarquía. Habia insensatos que, por la mayor parte, eran los que se dejaban subyugar por falsas máximas relijiosas, y por pérfidos consejos de sacerdotes, que abandonaban sin escrúpulo la santa causa de la patria por la enemiga, cuya defensa tomaban muchos de ellos. Otros , menos débiles , aunque ultrajados por sus opi- niones moderadas, y perjudicados en sus intereses , per- dían toda esperanza , se desanimaban y se mostraban indiferentes , sin reflexionar que los bienes preciosos de la libertad no se adquieren sino á fuerza de sacrificios. Ya hemos visto que el gobierno no habia podido , por mas que habia hecho, recompensar mas que algunos pocos, y esto de una manera bastante poco eficaz; de HISTORIA DE CHILE. suerte que había infinitos descontentos que daban te- mores en las diferentes clases de la sociedad, y este jé- •nero de mal , siempre contajioso , se propagaba y comu- nicaba de provincia á provincia. Santiago , como centro de la política y de discusiones á que daban naturalmente lugar los diferentes aconteci- mientos que se sucedían , no tardó en resentirse de aquel triste estado de cosas. Allí había mucho espíritu realista, y las cabezas del partido procuraban interpretar como pronósticos favorables á su causa los raros partes que enviaba Carrera al gobierno , partes que las mas veces llegaban incompletos , trancados y cuyo sentido , lejos de ser claro, era casi siempre confuso, embrollado, y mas propio para alarmar é irritar los ánimos que para tranquilizarlos. De todo esto, los realistas sacaban ó fin- jian sacar consecuencias fatales para el nuevo orden de cosas , profetizándole desastres , si el país no se apre- suraba á refujiarse bajo las leyes que le habían prote- jido hasta entonces. Tales eran los medios, siempre corroborados por las insinuaciones del clero, que los realistas empleaban para atraerse de nuevo la voluntad del pueblo é inducirlo á que abandonase los principios revolucionarios , muy paralizados en aquel instante por el triste estado de incertidumbre y de crueles temores en que estaba sumerjido el país.. Mientras que por un lado amenazaban é intimidaban con lúgubres predicciones á los espíritus, por otro, exa- jeraban cuanto podían la situación ventajosísima del ejército de Sánchez, el terreno que cada dia reconquis- taba y la seguridad que tenia de verse muy pronto re^ forzado poderosamente ;por nuevos socorros y tropas que le enviaba el virey del Perú. CAPITULO XXIX. 459 Sinembargo , á pesar de todas estas exageraciones en sentidos opuestos , los realistas no podían menos de reconocer su impotencia, y de ver claramente que su causa habia recibido desde el principio un golpe mortal. Los verdaderos patriotas trabajaban sin temor y sin des- canso en llevar adelante la obra de la rejeneracion , por- que sabían que todas aquellas osadías del partido con- trario eran debidas á causas fortuitas y pasajeras ; que todos sus recursos presentes y futuros no podían ser en manera alguna eficaces ; que carecían de armas y muni- ciones , y enfin , que no tenían , ni podían establecer en ninguna parte una base de operaciones. Por otra parte, habia en el partido tan pocos hombres capaces que ni ano solo se hallaba que tuviese bastantes conocimientos ni decisión para tomar sobre sí solo la responsabilidad de los acontecimientos, y por eso nunca pudieron levantar la cabeza en Santiago ni en Valparaíso , en donde había sinembargo muchos conjurados intimamente unidos por un sentimiento de desconfianza y de peligros comunes. En Concepción , el partido realista fué felizmente sofo- cado antes que pudiese tomar mucho incremento , gra- cias á la actividad del vocal Oribe y del comandante Vidal ; pero no sucedió lo mismo en la villa de los Andes, que un hombre oscuro, llamado José Antonio Ezeyza, consiguió revolucionar. Este joven , poseído de una singular audacia , y en- gañado por la noticia falsa de que Concepción habia caido en poder de Sánchez , creyó que ya era tiempo de obrar, y el 3 de agosto , levantó el estandarte de la in- surrección , á los gritos de viva Fernando VII ! Menos algunos habitantes de la ciudad que fueron arrestados y no pudieron unirse á él , todos los demás se alzaron, y . 3 tm MSTOUÍA DE CHILE. Ezeyza pudo formar un rejimiento, nombrándose á sí mismo jeneral. La adesion de sus partidarios era tanto mas franca cuanto les habia persuadido que las ideas revolucionarias no convenían en manera alguna á la nación , y que era preciso estirparlas á toda costa , ester- minando á los patriotas que comprometían la existencia de la sociedad. Muy persuadidos sus secuaces de que así era, y que por consiguiente no tendrían grandes ries- gos que correr, todos se mostraron prontos á seguirle á donde quisiese llevarlos. Tan pronto como don José Santos Mascayano , jefe político de San Felipe , capital de la provincia de Acon- cagua, recibió la noticia del alzamiento de Santa Rosa, mandó formar sin pérdida de un momento á todos los milicianos de la ciudad y de las cercanías , y dio orden á don Francisco de Paula Caldera de ponerse á su cabeza y de salir al encuentro de Ezeyza , el cual se avanzaba contra San Felipe. Los dos partidos contrarios se vieron las caras cerca de San Francisco de Curimon , y ya iban á venir á las manos, cuando el jefe patriota imajinó que aquellos enemigos no eran otra cosa mas que una banda de hombres halucinados y que le seria tal vez fácil evi- tar la efusión de sangre. Con este pensamiento, se ade- lantó á distancia de ser oido , y les persuadió con tan claras razones que se desistiesen de su temeraria em- presa, y no corriesen ciegamente á su pérdida, que la mayor parte pasaron á su bando, y ctros, menos con- vencidos ó temerosos , se desbandaron huyendo en dife- rentes direcciones. Entre estos últimos se hallaba el mismo caudillo Ezeyza, el cual fué muy luego alcanzado y conducido a San Felipe. Dos dias después de este acontecimiento, don José CAPÍTULO XXIX. Miguel Infante, miembro de la junta, acompañado del senador don Joaquín Echeverría , del secretario del go- bierno don Jaime Zudañez y de dos escribanos , fueron á formarle causa y pronunciaron la pena de muerte contra Ezeyza, Lagos, el médico Zapata, Herrera, Raposo , Carmona y Novas ; pero solo los dos primeros fueron al suplicio. Los demás , conducidos en primer lugar á Santiago, tuvieron la pena de muerte conmu- tada en destierro á las islas Maluinas , y consiguieron finalmente, al pasar por Mendoza, quedar el tiempo de su condena en dicha ciudad. M CAPITULO' XXX, Severidad del gobierno , á consecuencia de la insurrección de Santa Rosa.— Condiciones impuestas á los Españoles que pretendiesen al título de ciuda- danos. — Proyecto de hacer gratuitas las funciones del clero , señalando sueldo á los sacerdotes.— Conflicto entre el poder ejecutivo y el comandante en jefe del ejército.— La opinión jeneral , en Santiago, se manifiesta con- traria al jefe militar. — El gobierno resuelve quitarle el mando, como así también á sus hermanos. — Con este objeto, se propone un nuevo congreso para reformar la constitución.— Parte que tomáronlos periodistas en este proyecto. Los acontecimientos de Santa Rosa habían causado cierta inquietud en la capital , cuyos habitantes se mos- traban sumamente irritados de tanta audacia. El autor del atentado era el objeto de la animadversión jeneral de todos los partidos ; del de los patriotas , porque estos le consideraban como un instrumento de complot de parte de los realistas , y de estos mismos , porque habia obrado inoportunamente , con poco tino y de un modo que comprometia la causa. En cuanto al poder ejecutivo , sus miembros vieron en dichos acontecimientos una lección que debia servirles de regla de conducta para en adelante. Para los hombres esperimentados , no quedaba duda de que aquella temeraria tentativa no habia sido solo parto de la cabeza del caudillo, que tan mal la habia con- ducido, y que muy ciertamente tenia otro oríjen y raices mas profundas (1). Sinembargo , aun no se sabia lo que se pasaba en Concepción ; pero se notaba mucha mas (1) Miguel Carrera dice en su diario que el movimiento de Concepción es- taba combinado con el de Santa Rosa. CAPÍTULO XXX. 463 ajitacion entre los partidarios de la reacción , y aun habia avisos secretos de que tarde ó temprano se mostrarían á las claras con mas atrevimiento y osadía que hasta en- tonces. En semejante estado de cosas , el primer deber de la autoridad superior era reducirlos á la imposibilidad de obrar. Desgraciadamente, los miembros del gobierno se mos- traban siempre débiles por esceso de miramientos y escrú- pulos de hacerse culpables de la menor violencia. Mas de una vez Infante , que conocía á fondo la importancia y los anchos límites de sus deberes, habia querido alentarlos para que obrasen con la enerjía necesaria en circunstan- cias tan críticas ; pero siempre se habia estrellado contra el temor que tenían de comprometerse , máxime en vista de lo poco satisfactorias que eran las nuevas recibidas de la parte del sur. Noobstante , en la circunstancia de que hablamos , se mostraron menos irresolutos , persua- didos alfin de que en tiempo de revolución , no es posible gobernar sino con firmeza y decisión. En consecuencia , tomaron medidas de rigor contra todos los enemigos de las instituciones que rejian al país, especialmente contra los españoles , que naturalmente eran los mas temibles. La mayor parte de estos , con el fm de crearse dere- chos, y de sustraerse á la vijilancia de la policía, solici- taban el título y las prerrogativas de ciudadanos chilenos, y hasta entonces, los habían obtenido sin dificultad; pero viendo el mal uso que hacían del derecho de natu- ralización , el gobierno tuvo por conveniente el poner condiciones á su obtención , y resolvió el senado que en lo sucesivo no seria concedido el título de ciudadano mas que á aquellos que diesen pruebas de una verda- dera y sincera adhesión á las instituciones del país, & /|_6/t HISTORIA DE Gilí LE. exijiéndoles juramento , en Santiago, ante el gobierno, y en las provincias, ante la autoridad competente, de reconocer la soberanía del pueblo chileno , la anulación de todo derecho del rey y de las cortes de España á gobernar el país , y de someterse á los decretos de la junta gobernadora, reconociendo á esta como autoridad suprema. Pero bien que el gobierno exijiese de los españoles nuevamente naturalizados chilenos estas fórmulas de jura- mento y sumisión , no por eso descansaba ciegamente en ellas. Lejos de eso, los hacia vijüar por el juzgado de policía , el cual castigaba el menor delito político con todo el rigor de las leyes , bien que por no alarmar las ideas de libertad que reinaban , y que eran la bandera de la revolución , se decretase , como se decretó el 7 de setiembre , que nadie pudiese ser arrestado por delito político antes de haber formado sumaria sobre el hecho. También resolvió el gobierno que el mismo juzgado de policía exijiese de todo viajero que llegase á San- tiago un pasaporte en regla ; y de los dueños de todo albergue, una declaración de los estranjeros recien llegados que albergaban. Era esta una providencia muy propia á impedir que ningún enemigo llegase oculta- mente , y se tramasen complots contra las instituciones que rejian , ni contra las autoridades. Otra decisión de grande importancia fué la de vijilar al clero, cuyos miembros, por la mayor parte, no se hacían escrúpulo en ajitar los ánimos y escitar las pa- siones del pueblo, ya desde el pulpito ya en el confesio- nario ; predicando en aquel máximas subversivas del buen orden, y sonsacando en este y estraviando las conciencias ; conducta reprobada por los mismos cánones CAPÍTULO XXX. 465 de la Iglesia y condenada, lo que es mas, por máximas evanjehcas. Estos eseesos del clero dieron márjen al canónigo don Pablo Pretes, examinador sinodal del obispado , provisor y vicario jeneral de los monasterios Para dar un edicto contra estos confesores, exortando á las relijiosas á denunciar á sus superiores los sacerdotes • Le,-!,e propasasen a inculcar' en el *rcicio de s« «*> ministerio, opmiones contrarias á las leyes vijentes v algotaerno; cuyo edicto, para conocimiento del clero y del pubbco, fue puesto de pasquín hasta en el coro de las iglesias. Este necesidad en que se vio el gobierno de tomar medidas eficaces contra el abuso que hacia el clero de su ministerio para influir secretamente en la política, trajo a su memona nn pasado decreto del senado en que e ordenaba fuese el clero, en lo sucesivo, asalariado p rio r ?°; n de que eI puebl° cesase de ser «■ wL nft li'hf ¡ CUy°S benéfiC°S efectos debia» de «* conÍ ' f'T íaV°r ^ l0S P°breS y "enesterosos , y conduca a facflitar casamientos que mas de una vez no se hacían por falta de medios, y con gravísimo perjuicio de la m ral y de las costumbres, puesto que no de aban por eso osnov.es de vivir conyugábante , como suce- día con la mas desordenada frecuencia. Por otra parte esta medida minaba ,a autoridad de. clero, y disminuí gaseen, ente sobre las conciencias y sobre Jopinion" Í ndoa rf "° qUerÍa Y ^ Pr°POnÍa alCMZar asa>- riandpal clero era sujetarlo á una obediencia absoluta obi dnd ; ■ lmp e de predicar ideas subversi^ • obligándole a no mezclarse mas que en materias y asun- to * «santo ministerio. Por lo demás, el decreto de que hablamos no perjudicaba en manera alguna á sus V- HisTonu. „ /i66 HISTORIA DE CHILE. intereses ni le quitaba prerrogativa alguna. Una pe- queña fracción del clero chileno no poseia mas que al- gunos módicos beneficios. Solo los jesuitas habían sa- bido y podido hacer buenas adquisiciones; y si algunos conventos poseian entonces haciendas no eran mas que las suficientes para sus existencias. Fuera de estos, todos los demás sacerdotes y relijiosos vivian de oben- ciones, las cuales, en razón del corto número de ve- cinos de cada parroquia, eran tan cortas que el rey, como patrón de todas las iglesias de las Indias, se veia obligado á auxiliarlas costeando su fábrica, man- teniendo la lámpara del santísimo sacramento , y ha- ciendo otros muchos suministros. Por consiguiente, en nada eran perjudicados los intereses del clero por dicho Mas 'sinembargo, no por eso dejaron sus miembros de oponer mucha resistencia á su ejecución , porque no querian ser dependientes de ninguna administración, ni que su existencia se hallase espuesta á los azares de la política, ni á caprichos de los empleados de la teso- rería Pero lo que mas les animaba á resistir, es pre- ciso confesarlo, era la perspectiva de un sistema de gobierno que alarmaba su conciencia, porque lo creían contrario á la relijion , y no podian prestarle juramento, sin abjurar, á su parecer, el santo carácter de que esta- ban revestidos. Tal era el principal motivo de su resis- tencia , motivo grave que se fundaba en escrúpulos de una muy remota fecha para que no tuviese mucho po- derío sobre ellos. Toóos estos conflictos entre las primeras clases de la sociedad paralizaban el arranque revolucionario , enfria- ban su entusiasmo y alteraban el reposo de la sociedad CAPÍTULO XXX. 467 con no poco perjuicio del interés jenerai ; a lo cual se juntaba la fatalidad del antagonismo que existia entre los dos primeros poderes del estado. Estos, en efecto, se hallaban casi siempre encontrados, no en punto á principios fundamentales ni á ideas mas ó menos libe rales, sino sobre intereses de poco momento, y mochas veces por nimias personalidades. De soerte que si el bien de la nación, ó un peligro que les era común , los reuma en un parecer y en actos unánimes, su acuerdo era puramente de oficio y de cortísima duración Ya hemos visto, al tiempo de la salida de los her- manos Carrera para ir á oponerse á la invasión de Pa- reja, que el partido del ayuntamiento habia levantado la cabeza, y se habia apoderado de la autoridad su- prema, despojando de ella á los dos miembros Prado y Portales, los cuales, á la verdad, solo la habian acep- tado por condescender con los deseos de José Miguel Este nombramiento , hecho en el senado mismo , se pre- sentaba, por esta razón , con mas realce y un carácter de ejitimidad inatacable ; pero por eso mismo habia dis- gustado en alto grado á Carrera, el cual consideraba aquella junta como una reunión de todos los elementos mas hostiles a su persona. Sinembargo, habia disimu- ado su pesar y el nuevo gobierno, por su Parte, habia hecho lo posible para favorecer sos proyectos militares y planes de campaña, sin pensar en otra cosa mas que el ínteres del país, por entonces bastante comprometido Esta umon de las dos autoridades, militar y política era sin duda forzosa, y duró todo el tiempo que Carrera conservo la ofensiva, porque no habia motivo alguno de descontento recíproco; pero se rompió tan pronto como el jenerai en jefe levantó el sitio de Chillan , y se supo el A68 HISTORIA DE CHILE. alzamiento de la mayor parte de la provincia de Con- cepción en favor de la invasión , á consecuencia de los graves escesos, de que hemos hablado ya, cometidos por patriotas. En vista de estos acontecimientos , el gobierno , ^ de acuerdo con la opinión jeneral, hubiera querido quitar los mandos del ejército á una familia que comprometía su suerte y que había sometido el poder político á la auto- ridad militar, y desde aquel instante, todo Santiago estaba contra los hermanos Carrera. Nadie temia criticar su conducta , ni contestar sus conocimientos militares , y generalmente se les atribuía la causa de los males que aflijian en aquel momento á laprovinciadela Concepción. Todo esto se decia a las claras no solo en sociedades particulares, sino que hasta los mismos miembros del go- bierno atacaban abiertamente al jeneral en jefe y á sus hermanos. El 18 de setiembre en que tuvo lugar la grande función del aniversario de la independencia, el cura Arce predicó un sermón fulminante contra ellos, que- riendo persuadir á sus oyentes que no había salvación para el país mientras que tuviesen un mando en el ejér- cito nacional. Después de este sermón , que respiraba patriotismo , la junta gobernadora pasó a palacio con todas las auto- ridades para la ceremonia del Besamanos, cuya cos- tumbre aun era guardada en el país y en el ceremonial del gobierno. Luis Carrera, que, como se ha dicho, habia venido á la capital con su amigo Poinsett para sostener el nombre y fomentar el influjo de la familia, principalmente de su hermano Miguel , se presentó tam- bién al Besamanos, y pidió , en el tono mas arrogante que el cura Arce fuese castigado por el atrevimiento que CAPÍTULO XXX. 469 habia tenido predicando contra sus hermanos ; añadiendo con amenaza , que si no se le daba esta satisfacción , ellos mismos sabrían tomarla. El presidente de la junta, que era Miguel Infante, le manifestó la estrañeza que no podía menos de causar semejante pretensión en una solennidad patriótica, cele- brada en honra de la concordia de todos los ciudadanos ; é impuso aun silencio, con sorpresa jeneral, á don Luis Carrera , á pesar de que conociese el influjo de sus her- manos no solo en el ejército , sino también para con la jeneralidad de los patriotas. Pero una vez abiertas las hostilidades, ya se sabe que los miramientos desaparecen, y que si tal vez se observan , solo se hace mientras que dura el ceremonial del momento. La junta gobernadora habia formado , en efecto , el proyecto de quitar los mandos á Miguel Carrera y á sus hermanos; pero para dar semejante golpe, necesitaba mucho tino , y emplear todas las precauciones que pedia, en atención al alto rango que ocupaba aquella familia. Tal fué la reflexión que hicieron los miembros de la junta, los cuales se hallaban muy poco dispuestos á tomar bajo su responsabilidad una resolución que les parecía, como lo era en efecto , sumamente grave. Bien que se hubiese tratado de todo esto con mucho misterio, no obstante, llegó á oídos de don Luis Car- rera, el cual ofreció la dimisión en nombre de su her- mano; pero no fué admitida por la junta; al paso que don Luis Carrera se habia negado á dar la que le ha- bían pedido á él. De aquí, surjió un pensamiento en el partido de la municipalidad, pensamiento que era nada menos que hacer disolver la junta gobernadora para nombrar otra en reunión de las corporaciones, y atacar 470 HISTORIA DE CHILE. al mismo tiempo la constitución , considerada en aquella circunstancia como parto de la arbitrariedad y de la violencia aunque formada por influjo de la familia Larrain. Camilo Henriquez en el Monitor araucano , y Antonio Irrizarri en el Semanario, criticaban abiertamente dicha constitución, considerándola como causa principal del estado precario de ¡a revolución y del país. Irrizari so- bretodo la atacó con una valentía que causó una sor- presa jeneral en los lectores ■ y les inspiró una relijiosa confianza. Superior a todo sentimiento de pusilanimidad y de temeroso disimulo, y animado , por otra parte, al ver la fermentación que reinaba en los opiniones , y la tendencia á un cambio de gobierno, Irrizari tuvo la osadía de insultar el nombre del rey , que se leia aun en la constitución y en los decretos de la junta , y de proclamar de su propia autoridad la independencia absoluta de la República. En seguida, demostró la ne- cesidad urjente de nombrar un congreso para revisar la constitución y reformarla en todo su tenor, en atención á que , en su dictamen , era no solo ilejítima sino tam- bién insuficiente, y lo que masera, desnaturalizada con el nombre de Fernando VII. Por donde se ve clara- mente que el objeto principal del Semanario era impeler los ánimos, preparándolos á grandes reformas por la enerjía y la persuasión de sus razonamientos , en cuyo intento se hallaba apoyado por los sujetos mas influyentes de Santiago, y en particular por Camilo Henriquez, fervoroso apóstol de la nacionalidad chilena , y pronto , como lo estaba su cooperario , á sacrificar su. vida para conducir la revolución á los altos fines que la Providen- cia le había señalado. CAPITULO XXX. 471 Gracias á los esfuerzos simultáneos de estos dos so- bresalientes patriotas, la revolución siguió muy luego un nuevo jiro , y tan pronto sosegada , tan pronto enér- jica , según las circunstancias , adelantaba á paso largo llevando tras sí al pueblo, y aun también á aquellos que no teniendo sistema ni partido que seguir, se mostraban moderados por temor de caer en escesos. La proposición de los dos célebres escritores halló apoyo y fué votada por la mayoría de los habitantes. La junta de corporaciones se reunió para discutir sobre los intereses de la nación , hacia el fin del mes de setiembre. Entre las cuestiones que se ajitaron , todas sumamente interesantes , se halló la que era concerniente á los Carreras, de la cual se trató en un sentido que les era enteramente desfavorable. En consecuencia , se decidió , á grande pluralidad de votos, fuese convocado un congreso nacional para el primero de enero , y que la junta gobernadora se trasladase á Talca. Bien que el motivo de estos dos votos no se hubiese ma- nifestado claramente, no parecía dudoso que el objeto de la junta era acercarse del teatro de la guerra para ob- servar la conducta de los jefes militares , y aprovechar la primera ocasión de deshacerse de los tres hermanos Carrera, reputados peligrosos para el país y para su go- bierno , el cual necesitaba ser enteramente libre é inde- pendiente de travas y oposiciones imprudentes. - - Pero en medio de todo esto, los miembros del poder ejecutivo , así como también los del senado , se vieron obligados á dar su dimisión , á consecuencia de un voto que virtualmente les quitaba su carácter y autoridad. Hubo grandes debates en aquella ocasión , y para llegar á una solución , se reunió segunda vez la junta de corpo- raciones, el dia 6 de octubre , y se decidió en ella que los m HISTORIA Di? CHILE. t dos poderes continuasen ejerciendo sus altos ministerios hasta la reunión de un nuevo congreso. Al mismo tiempo , el partido del Ayuntamiento habia alcanzado sus fines principales , que eran dar impulso á la revolución , modificar una constitución que se resentía de las tradiciones monárquicas y quitar el prestijio que tenían á los hermanos Carrera , los únicos que podían poner ostáculos á su ambición. Los miembros de la junta, naturalmente, trabajaban por someterá sus adversarios, pero bajo de mano y sin declararles una guerra abierta. Don Francisco Antonio Pérez sobretodo , temia malos resultados de una empresa que, á su parecer, tenia visos de resentimiento y de venganza , y por no verse mezclado en ella, dio su dimisión, y fué reemplazado por el cura de Talca , don José Ignacio Gienfuegos , hombre de talento y de intriga, el cual ejercía un grande influjo en las provincias del sur, y se halló muy á tiempo en puesto y ocasión de combatir la necia credulidad de algunas ca- bezas que aun confundían la causa realista y la relijiosa en una sola ó idéntica. Ya hemos visto como don Luis Carrera se habia ha- llado en Santiago testigo de las intrigas que se urdían contra su familia, principalmente contra su hermano don Miguel. Muy resentido de ellos, no solo se habia quejado altamente , sino que también habia dejado esca- par ciertas espresiones de amenaza. En su resentimiento, no alcanzaba á comprender como era posible que los mismos cooperadores á la formación de la constitución , la hallasen en aquel instante defectuosa, y la tachasen de nulidad, solo porque les parecía ser favorable á su familia , y no habia sido promulgada con la plenitud de libertad que exijia un acto de tan suma importancia. que capítulo xxx. /j73 Acerca de esto , mas de una vez habia intentado quejarse abiertamente á la junta gobernadora; pero la filípica que el cura Arce habia lanzado contra ellos desde el pulpito, y el gran número de enemigos que tenian en la capital , le habían inducido á reflexionar que aun no era tiempo de levantar la cabeza, y resolvió volver á juntarse con su hermano afín de deliberar con él y abrazar un sistema de defensa ; pero no pudo ejecutarlo y escribió á Talca , al obispo don Rafael Andreu y Guerrero , justamente de viaje á Concepción, á donde probablemente iba por consejo de José Miguel, escoltado por una colunna mandada por don Rafael Soto , diciéndole todo lo se habia tramado en Santiago contra su familia. Guerrero , como ya se ha dicho , era uno de estos hombres que por su resolución y manejo , son muy útiles para reanimar las esperanzas de un partido comprome- tido. Sus cualidades personales, el conocimiento que tenia de las cosas y de los hombres y sobretodo su ca- rácter de obispo , le daban mucho ascendiente sobre los habitantes de la parte del norte ; pero en Concepción no tenia esta ventaja, porque allí, todos sabían que el ar- zobispo de Lima , por acuerdo de un consejo de teólogos y canonistas , le negaba el título de obispo de Santiago , y le ordenaba se restituyese, en el término de quince dias, á su iglesia del Paposo , en donde debia de residir como obispo de Epifanía, bajo la pena de suspensión (1). Los miembros del clero de la provincia de Concepción , sa- biendo como sabían que la sentencia del arzobispo de Lima contra Guerrero se hallaba apoyada por el concilio de Trento y por una bula de Benedicto XIV, contrarres- taban el influjo de este obispo del Paposo , y le impedían (1 ) Gaceta de Lima ¡ ¡ Viva Fernando VII ! n° 17. lílll HISTORIA DE CHILE. de ejercerlo en favor del jeneral Carrera , desacreditán- dolo por toda la provincia. Mas á pesar de eso, no dejó Guerrero de ponerse á predicar públicamente en las calles y plazas sobre los deberes que la salvación de la patria y la defensa de sus nuevas instituciones imponían á los patriotas , siendo el primero y mas esencial de estos deberes una entera y ciega sumisión á la autoridad supe- rior militar. Estos sermones de Guerrero se estendian y ampliaban, en seguida, en proclamas llenas de senti- mientos heroicos á los habitantes de la provincia , senti- mientos desarrollados con la mas sutil arteria , y que se dirijian al fin principal de atraer de nuevo la jurisdicción de Arauco al partido de Carrera. En este particular, el obispo Guerrero se espresaba sin rebozo , exortando, en nombre de la relijion y de la patria , á una contra-revo- lución, prometiéndoles su bendición y muchísimas in- dulj encías. CAPITULO XXXI. La opinión jencral favorable al partido del ayuntamiento.— Arribo de los auxiliares de Buenos-Aires.— El gobierno se traslada á Talca , dejando en su lugar un gobernador intendente.— Oficio de intimación á Sánchez y respuesta de este jeneral.— Ei gobierno resuelve quitar á los Carrera los mandos del ejército, contra el parecer de O'Higgins, el cual aconsejad Carrera dé su dimisión. — Carrera resiste apoyándose, para lejitimar su resistencia, en algunas corporaciones.— Toma de la Montonera Fontalva Arribada del Portillo á Arauco, y embarco de Cruz y de sus compañeros.— Miguel Carrera da orden para que sus dos divisiones se replieguen á él.— Mackenna se va á Talca por mar, y negocia para que O'Higgins sea nom- brado jeneral en jefe.— Luis Cruz renuncia , en nombre suyo y de su her- mano, al mando del ejército , en favor de O'Higgins.— El gobierno depone á los tres hermanos.— O'Higgins va á Talca.— Miguel Carrera recibe el oficio de su reemplazo en el mando. Ya el triunfo de la causa del ayuntamiento no era du- doso , puesto que la opinión jeneral se manifestaba en su favor y la revolución contra los Carreras se hacia inevi- table. La junta gobernadora , autora de esta revolución , tenia mucho interés en aprovechar del estado de cosas, y de trasladarse con urjencia al medio dia para com- binar sus planes , y trabajar en que el ejército abrazase la opinión jeneral. En aquel momento llegaba de las cordilleras una co- lunna de trescientos hombres mandados por Santiago Carrera, los cuales componían el socorro que el gobierno había pedido á la república de la Plata, cuando se es- parció el ruido de la invasión de Osorio en el Huasco, y llegaban llenos de ardor por la defensa de la indepen- dencia americana. El presidente de la junta Miguel In- 476 HISTORIA DE CHILE. fante salió de la ciudad á recibirlos , con lo cual exaltó el entusiasmo de los habitantes en favor de aquellos ge- nerosos hermanos. Durante dos dias, hubo funciones públicas y particulares que probaban la simpatía y una- nimidad de intereses y opiniones. Este acontecimiento habia dado nuevas y mayores es- peranzas al gobierno , y aun le habia inspirado un esceso de confianza verdaderamente pueril , en términos de que empezó á prever la rendición del ejército enemigo como forzosa , en razón de su imposibilidad de hacer frente á las tropas que iban á reforzar el ejército del sur ; porque, independientemente de los auxiliares venidos de la repú- blica de la Plata, se habían ya puesto en marcha las tropas de Alcázar y se habia levantado un nuevo bata- llón, mandado por Henrique Larenas, uno de los jefes de la espedicion de Buenos-Aires , con el nombre de auxi- liar de la patria. Todas estas tropas , muy bien armadas y equipadas , no podian menos , en efecto , de influir po- derosamente en los sucesos y el resultado de la nueva campaña. En este supuesto , ya el gobierno , reunido con el senado, habia tratado de los términos y condiciones de la paz que se le habia de conceder al enemigo, y de los diferentes destinos que se darían á las tropas , tan pronto como dicha paz fuese hecha ; noble ilusión que probaba altamente que los miembros del gobierno pensaban lo que deseaban. Esta confianza, real ó solo aparente, era muy propia á alimentar las esperanzas indefinidas , pero apasio- nadas, del pueblo, y en aquel instante sobretodo en que Santiago iba á quedar sin la junta gobernadora, y sin el ascendiente que ejercía sobre los turbulentos , se pensó en poner en su lugar un jefe, cuya autoridad CAPITULO XXXT. tuviese su acción desde Santiago hasta al norte de república. Este hombre , con el título de intendente gobernador, era don Joaquín Echeverría y Larrain , antiguo presi- dente del congreso, y enemigo de Carrera , como lo habia manifestado por su conducta respecto á los autores de los complots que habían sido tramados contra él y sus hermanos, en noviembre de 1811. Luego que este gobernador hubo tomado posesión del mando, los miembros de la junta hicieron los preparati- vos necesarios de marcha y salieron para Talca el día 14 de octubre , acompañados de los auxiliares de Buenos- Aires. En todas las ciudades y villas por donde pasaban , las autoridades salían a su encuentro para hacerles los honores que les correspondían y por los cuales se mos- traban reconocidos , bien que hubiese en ellos visible- mente mucho espíritu democrático. El 22 , llegaron á una población que se hallaba muy ajitada con la noticia de la acción del Roble , noticia que habia llegado allí tres dias antes, y que los mismos miembros del gobierno habían recibido en el camino. Con este motivo juzgaron oportuno apresurar aun mas su marcha para llegar á tiempo de tomar las medidas que las circunstancias exijiesen ; pero muy luego se tranqui- lizaron con una segunda noticia ampliativa de la primera, y por la cual vieron que lejos de temer por el ejército , podrían, al contrario, aprovechar de aquella coyuntura para tratar ventajosamente con Sánchez. En consecuencia, al día siguiente de su llegada á Talca, enviaron á dicho jeneral al capitán don Francisco Bergara con pliegos en que le anunciaban el crecido número de fuerzas auxiliares que traían , y la necesidad en que él se hallaba de en- 478 HISTORIA DE CHILE. tregarse , ofreciéndole todas las ventajas que pudiese de- sear con los honores de la guerra. Pocos dias después, enviaron otro capitán, don Pa- tricio Letellier, á los hermanos Carrera á Concepción , anunciándoles su arribo á Talca , con remisión de copia del oficio de intimación que habían escrito á Sánchez , oficio que no podía menos de ser irritante para el jeneral en jefe del ejército, á quien hubiera pertenecido el en- viarlo , y sin conocimiento del cual lo había mandado el gobierno. A dicho oficio , Sánchez contestó con otro firmado de todo el cabildo, de los eclesiásticos y de todos los oficiales del ejército , diciendo que las proposiciones que se le hacían no serian nunca aceptadas por el gobierno que él representaba, y que aprovechaba de aquella ocasión para darles las quejas mas graves contra los hermanos Carrera, los cuales debían ser considerados como autores de los males que aflijian á aquella provincia, aun cuando no fuese mas que como protectores de los que ocasiona- ban aquellos males. En estas quejas , Sánchez se adelantó hasta poner muy en duda el patriotismo de don José Mi- guel Carrera, el cual, aseguraba Sánchez en su oficio, solo trabajaba por los franceses, como le seria fácil probarlo por cartas y documentos interceptados por sus espías. En estas aserciones del comandante de los realistas , solo se ve que intentaba , como era natural , el desunir y aun también indisponer los dos poderes , político y mili- tar, como lo dice el padre Martínez (1), para sacar pro- vecho , en favor de su partido , de su desunión. (1) «Sánchez atizaba cuanto podia la desavenencia, llevado de aquel prin- cipio : divide y vence. » Hisl. manusc. de la Revolución de Chile. CAPÍTULO XXXI. 479 El poder ejecutivo , sin dejar de notar lo ridículo de semejantes acusaciones, y aun también asegurando á Carrera que las miraba como absurdas, noobstante se aprovechaba de ellas para arruinar el influjo de este jene- ral en jefe , y hacerle sospechoso á los patriotas. En vista de estas intrigas, que descubrió muy fácilmente, Carrera se vio obligado á defenderse , pidiendo en alta voz y en público se le presentasen pruebas de la existencia de dichos documentos ; pero semejante papel era ya dema- siado humillante para el jefe de un ejército , y no podia menos de quitarle una gran parte de la consideración que había adquirido por sus sentimientos de patriotismo, y por los grandes servicios que habia hecho á la causa que defendía. En efecto , el gobierno ya manifestaba sin rebozo sus proyectos, diciendo, sin ninguna especie de reserva, que en tiempos de revolución no se debía poner el mando de la fuerza armada entre las manos de una sola familia , y que era absolutamente necesario quitár- selo á la de Carrera. Despuos de haberse atraído los espíritus y las opiniones en Santiago , el gobierno se proponía conseguir las mismas ventajas en el sur, á los ojos mismos del ejército, cuya moralidad se hallaba ya maleada por algunos intrigantes; y aun con mas certeza esperaba conseguirlas de parte de los habitantes, que todos , poco ó mucho , habían sido maltratados por la guerra. Sinembargo , habiendo sido consultado sobre el caso , O'Higgins respondió : que noobstante fuese cierta la desmoralización del ejército, en el cual aumentaba la de- serción de dia en día , produciría fatales resultados el quitar el mando á Carrera, y que, por lo tanto , aconse- ■*■ Zi80 HISTORIA DE CHILE. jaba al gobierno renunciase á semejante proyecto (1). Este consejo no tuvo el efecto que se proponía O'Hig- gins, porque habia entre los dos partidos demasiados motivos de rencor y de animosidad recíprocos, y así, bien que hubiese sido en cierto modo pedido , dicho con- sejo no fué escuchado. Muy al contrario , desde aquel mismo instante , los miembros del gobierno echaron una proclama propia á bien disponer el espíritu de militares , en favor de los cuales (decia la proclama) y en premio de sus brillantes servicios , se debia pensar en reformas que proporcionasen ocasión de recompensarlos digna- mente. A los habitantes de la provincia de Concepción les ha- cían promesas análogas con el mismo objeto , prome- tiéndoles indemnizarlos de las pérdidas que habían espe- rimentado durante la guerra. Algunos días después de haber esparcido con profusión dicha proclama, ya se atrevieron á pasar un oficio, (fecha 9 de noviembre), al mismo Miguel Carrera, exor- tándolo á desistirse del mando de jeneral en jefe del ejército. Todo esto lo sabia ya de antemano Carrera por su hermano Luis , el cual por orden del gobierno permane- cía en Talca, bajo diferentes pretestos. Sinembargó, in- dignado contra los autores de dicho oficio, el primer pensamiento de Carrera , después de haberlo leído , fué el resistir á las insinuaciones del poder ejecutivo , y de oponer á su autoridad la de una junta compuesta de las corporaciones , de militares y del cabildo de Concepción. En efecto , una junta así compuesta y convocada por (1) Este oficio fué llevado y entregado por el teniente Arce , que se disfrazó para cumplir esta comisión. Conversación con don Bern. O'Higgins. CAPÍTULO XXXI. £81 solicitud de don Salvador Andrade, se reunió, el dia si- guiente , en el salón del ayuntamiento, y acordó unáni- memente , que en atención á las circunstancias en que se hallaba la provincia, ni el jeneral en jefe ni sus herma- nos podían desistirse del mando, abandonando el ejér- cito, y que esta resolución fuese llevada á conocimiento del gobierno para que se sirviese anular la provi- dencia que habia tomado en aquel asunto, sin lo cual se vena sin duda alguna espuesto el país á grandes calamidades. Armado de esta decisión , que legalizaba á su parecer su desobediencia, y le dispensaba de escrúpulos que ha- bría podido tener sin ella, Carrera no se tomó la mo- lestia de responder al gobierno, y continuó mandando el ejercito, sobre el cual fundaba todas sus esperanzas porque creía poseer su afecto. Sinembargo , después de la acción de Tracoyan el enemigo , animado por el buen éxito , habia hecho cuanto le había sido posible para molestar á las tropas patrióti- cas, insultando con frecuencia las avanzadas, y el dia 11 de noviembre, habia atacado en el vado de Cuca la escolta de las cosechas que iban de las haciendas cercanas á Itata. Freyre, que mandaba la escolta, hace frente con resolución , rechaza al enemigo, lo carga, pasa el Itata en pos de él , y lo persigue hasta Larqui. Esta acción fue seguida de otras muchas que no tuvieron resulta- dos importantes , porque el jeneral Carrera no tenia entonces mas que un pensamiento fijo, que era ir á atacar y tomar la plaza de Arauco , afín de hacer toda vía de socorro imposible, ó á lo menos muy difícil al enemigo. Mientras que hacia los preparativos de esta espedicion V. Historia. o • Zi.82 HISTORIA DE CHILE. y llegaban caballos y pertrechos que había pedido á Talca , dio orden al coronel Urizar de transportarse con cien fusileros que habia en Rere al otro lado del Laja , para apoderarse de los Anjeles(l); pero desgraciada- mente , dicho coronel tuvo tan poco éxito en esta empresa como en la que habia sido puesta á su cargo anterior- mente, en términos que sus soldados le miraban con desden y muchos le abandonaron creyendo que habia traición en su conducta. El teniente Juan Felipe Cárdenas fué mucho mas feliz en Tarpellanca , Hualquiy otros puntos en donde batió completamente al enemigo. El teniente de dragones don Estevan Manzano lo fué aun mucho mas. Este oficial , en una de sus correrías , tuvo el buen acierto de destruir una audaz montonera , haciendo prisioneros á sus motores Dámaso Fontalba , su yerno y su sobrino , los cuales fueron afusilados inmediatamente, por orden de Carrera, así como también los milicianos sorteados para sufrir la misma pena. En medio de todo esto, Carrera se vio paralizado en la ejecución de sus proyectos contra la plaza de Arauco , por la arribada del bergantín el Polvillo á aquella plaza con socorros para los realistas , y orden para transportar áLima los prisioneros de guerra que habian hecho. Entre dichos prisioneros, se hallaba el digno coronel Cruz , que O'Higgins hubiera querido salvar á toda costa. Su división ocupaba entonces la junta del Di- guillin , y por consiguiente estaba próxima al camino (l) Miguel Carrera : Diario manuscrito. Según don Diego Benavente , esta espedicion tenia por objeto ir á atacar las tropas destinadas á escoltar los prisioneros de Chillan á bordo del Potrillo. Memoria, pág. 114- CAPÍTULO XXXI. que debían seguir. Con este proyecto, pidió permiso al ¡22 d José Carrera para ir á atacar >• SÍ que era de qu.mentos hombres, afin de rescatar á su companeros de armas, rogándole al mismo tiempo le enviase los caballos de que pudiese disponer. Desgra- ciadamente, el proyecto de O'Higgins no pudo reali- zarse y los prisioneros llegaron y fueron puestos á bordo del Potrillo, con gran sentimiento de la junte gobernadora que, por mas que hizo , amenazando 4 Sánchez con la represalia de enviar á Buenos-Aires los oficiales que le habían cojido á bordo de la Tomasa , no pudo impedirlo. Es verdad que esta amenaza no era propia a persuadir al jefe realista, en atención á que dichos oficiales eran unos traidores, en su opinión. Miguel Carrera, por su parte, esperimentó el mas vivo dolor al oír esta noticia, y se apresuró á suavizar la triste posición de su amigo y compañero Cruz enviándole dinero- pero no por eso se sintió tranquilizado. Lejos de eso ' Carrera deploraba mas que nunca el fatal descuido de'l gobierno en 1,0 enviarle socorros y sobretodo caballos, de que tema tanta falta, y que le hubiesen sido tan útiles en aquella circunstancia. Este descuido le parecía ser una verdadera conspiración contra él y contra sus opera- ciones militares, y con esta persuasión, visto que todas as quejas que habia dado sobre este particular habian sido desoídas (1), pens6 en concentrar todas sus tropas sobre Concepción para poder resistir, en caso necesario , junta J marC"aSC C°n !r°paS S0bre Santiago para disolver dicha Conversación con O'Higgins. /¡$£ HISTORIA DE CHILE. á las malas intenciones de la junta. En consecuencia ¿ mandó replegar las dos divisiones , una sobre la Florida, y la otra sobre Gurapalihue, con el pretesto aparente de cubrir Concepción , adonde llamó al coronel O'Higgins para conferenciar con él acerca de los procederes del poder ejecutivo. En efecto, llegó O'Higgins á Concepción, y Carrera abrió con él una conferencia , en presencia del gobierno de la provincia, conferencia en la cual el primero declaró, con la franqueza digna de un militar, que ya habia mani- festado claramente á los miembros del gobierno , que la cesación del mando de los Carreras seria la pérdida del ejército. Bien que la amistad de Carrera y de O'Higgins se hu- biese enfriado en cierta manera, por diferentes motivos pero sobretodo por la intimidad y el favor que el jeneral dispensaba á su amigo Poinsett, el cual parecia ser su jefe de estado mayor, y su particular asesor en todos asuntos, con mucho disgusto de los jefes que servianbajo sus órdenes; noobstante esto, O'Higgins obró en esta circunstancia con la mayor lealtad , como ya queda pro- bado por su precedente correspondencia con la junta, y por consiguiente , no era de ninguna manera enemigo de Carrera. El que se hallaba en este caso , y que real- mente podia serle hostil , por sus relaciones de parentesco con Irrizari , Echeverría y otros partidarios de la familia de los Larrains , era el cuartel-maestre Mackenna. Este fué quien tuvo la idea de quitar el mando a Carrera para dárselo á O'Higgins, y aun se atrevió á decírselo al mismo jeneral, cuando este le mostró el oficio de la junta, pidiéndole, por decirlo así , su parecer en aquella circuns- tancia. El mismo pensamiento de Mackenna lo tenian los CAPÍTULO xxxi. 485 Mendiburus, el cura Isidro Pineda y otros, todos los cuales estaban prontos á ayudarle á realizar dicho pro- yecto , y lo propagaron por todas partes , y aun también en el ejército mismo , con riesgo de ocasionar oposiciones y enconos , y de dar lugar á fatales consecuencias. Aprovechando, ademas de esto, de la facultad que tenia, como cuartel-maestre, para obrar personalmente en los diferentes puntos ocupados por las divisiones del ejército , se embarcó en una falúa cubierta con el capitán García , escelente marino , y bajo pretesto de pasar á la isla de la Quinquina, se fué en la embocadura del Maule, y de allí á Talca, con intención de trabajar en realizar el proyecto que meditaba. La junta gobernadora le honró , bien que debiese con- siderarlo como un verdadero desertor, con una acojida tan favorable como opuesta y funesta á las leyes de la disciplina militar, sin duda porque llegaba con las mismas intenciones que la junta tenia , y acerca de las cuales en- tró desde luego con él en conferencia. En la conversación que había tenido Mackenna con Miguel Carrera , este habia dicho al primero hallarse pronto y dispuesto á ceder el mando á O'Higgins, pero que en ningún caso lo pondría en manos de Porteño, como parecía pretenderlo la junta gobernadora. Según esta respuesta del jeneral en jefe , los miembros de la junta y Mackenna mismo , dando la cosa por hecha , ha- blaban de ella públicamente sin la menor reserva, y aun se la comunicaron á Luis Carrera, el cual se presentó, el dia 25 , anunciando que las intenciones de sus herma- nos eran de entregar los mandos del ejército , uno á O'Higgins, y el otro á Spano, el cual reemplazaría á su hermano José en el de la guardia nacional. 486 HISTORIA DE CHILE. I Esta declaración, junta con las noticias dadas por Mackenna del mal estado de las tropas , y de lo favo- rable que le era á O'Higgins la opinión jeneral de la pro- vincia , persuadió al poder ejecutivo seria oportuno el ejecutar con resolución y firmeza el proyecto de disolver la especie de triunvirato militar que formaban los tres hermanos, y el 27 de noviembre, los depuso de sus respectivos mandos , conservándoles sus honores y grados. En virtud de esta resolución, José Miguel Carrera debia entregar el suyo de jeneral en jefe á O'Higgins ; Juan José el que tenia á Spano , y Luis el suyo al capi- tán de artillería don José Diego Valdes, bien que no fuese mas que interino. El oficio que contenia estos decretos fué puesto á cargo del teniente de Asamblea don Ramón Gaona , y de don Gregorio Echague , oficial de secretaría del gobierno , los cuales salieron para Concepción afin de que tuviese debido cumplimiento. A su recibo , Carrera lo comunicó sin demora alguna á O'Higgins , el cual estaba alojado en la misma casa del jeneral , diciéndole que ya podia tomar posesión del mando , y que su propia resolución era condenarse á sí mismo á voluntario destierro , emigrando á los Estados Unidos tan pronto como se terminase la guerra. Pero esto fué dicho en cierto tono que hizo temer á O'Higgins una segunda intención , tal vez inconsiderada , de parte de Carrera, al cual respondió que lejos de aceptar el mando , le rogaba le diese licencia para pasar á Talca , afín de obtener de la junta revocase el decreto por el que se lo con feria. En efecto , salió á principios de diciembre con este CAPITULO XXXII. -i I i Exasperación de Juan José Carrera, al recibo de la destitución de su mando.— Empeño que pone en que su hermano desobedezca á semejante decreto.— Conspiración de Tirapegui , y sentencia contra sus cómplices.— Cange de las familias O'Higgins, Alcázar y otras con las que se hallaban en poder de los patriotas. — Carrera convoca una asamblea para que vote socorros. — Opo- sición que hace á la orden de dejar el mando, y arresto de Fernando Urizar por su mandado.— O'Higgins se decide á aceptar el título de jeneral en jefe, y toma posesión de este puesto con grande satisfacción de todas las autori- dades.—El cura Cienfuegos, miembro de la junta , es enviado á Concepción , y escribe, de acuerdo con Carrera, á O'Higgins para que vaya con urjencia á dicha ciudad. — Alarma falsa tramada de noche por Carrera. — O'Higgins recibe á su llegada á Penco el oficio por el cual Carrera le ha dado á reconocer por jeneral en jefe del ejército.— Al dia siguiente, entra en Concepción.— Digresión sobre Miguel Carrera. Juan José Carrera recibió el decreto que le despojaba del suyo con tanta menos serenidad de ánimo , cuanto sus continuos celos de la autoridad superior de su her- mano habían sido , tal vez , la primera causa de todo esto , y le habían inducido á ser, sin caer en ello , cóm- plice de Mackenna , con el cual tenia íntimas relaciones de amistad ; y de allí provenían los elojios que le daba el Semanario de lrizarri. Realmente , Juan José tenia la ambición y la esperanza de substituirse á su hermano en el mando del ejército ; pero al ver cuanto se había enga- ñado , se sintió lleno de resentimiento é hizo cuanto pudo para comunicárselo á José Miguel , induciéndole á que se pusiese en actitud de resistencia, á todo trance (1). Tales (1) Véanse las cartas que escribía á sus hermanos, las cuales fueron inter- ceptadas por las guerrillas de Sánchez, y publicadas en los nos 2, 3, k y 5 de la gaceta ministerial de Lima del año 1814. CAPITULO XXXII. 489 eran ya las disposiciones de su espíritu aun antes que recibiese el decreto que le quitaba el mando que ejercía, y de aquí se puede deducir su irritación luego que la recibió , que fué tal , que sin dignarse leerlo , lo laceró , lo arrojó á sus pies y lo pateó , en presencia de muchas personas. No contento con esto, insultó á los dos envia- dos del poder ejecutivo, vituperándoles de haber tomado sobre sí el cumplimiento de semejante orden , y por fin , los mandó prender. Esta enérjica resistencia de Juan José á la decisión tomada por la junta gobernadora, y su obstinación en no querer entregar los otros oficios á los oficiales á quienes iban destinados, exaltó la cabeza de José Miguel, el cual se resolvió á defender su honor y sus derechos, re- sistiendo también á las órdenes de la junta. Para esto no carecía de medios , bien que no pudiese apoyarse sobre todo el ejército , que constaba de 2500 soldados aguer- ridos; pero podia contar con un gran número de ellos, que le serian fieles y sostendrían sus pretensiones ; y ade- mas esperaba que la junta, contando entre sus miembros á Infante y Eyzaguirre , enemigos declarados del partido Larrain, no tardaría en dividirse, circunstancia que le seria favorable. Habiendo tomado esta resolución, volvió toda su atención á la disciplina del ejército , y á las operaciones de la guerra , rechazando por un lado las guerrillas de Sánchez , y vijilando por otro las intrigas de los realistas, los cuales naturalmente procuraban aprovecharse de las disensiones que habia entre las autoridades política y militar. En efecto , Sánchez no solo hacia una guerra continua á los patriotas , al sur y al norte de Chillan , insultándolos \ HISTORIA DE CHILE. hasta en sus mismas trincheras , sino que también fo- mentaba, con promesas de auxilio, una conspiración cuyo objeto era operar una sorpresa contra el jeneral Carrera, envolviendo en ella al gobierno de Concepción, á los miembros del Cabildo , á todos los jefes del ejército y á los principales patriotas. Don Santiago Tirapegui , que habia sido capitán de dragones de la frontera, y á quien se habia permitido permanecer enfermo en su casa , después de haber estado arrestado , por sospe- choso, á bordo de un buque , se puso á la cabeza de dicha conspiración , olvidando todo sentimiento de gratitud. Las fuerzas con que contaba eran las de San Pedro , mandadas por el bizarro Quintanilla ; una colunna que le habia prometido Sánchez ; una parte de la infantería miliciana y un gran número de realistas de la ciudad. Los conspiradores se reunían en juntas parciales en los di- versos barrios de la ciudad, y ya estaban prontos á dar el golpe, cuando, el 21 de diciembre, el teniente coronel de milicias don Xavier Solar , envió á pedir, por con- ducto de don Manuel Novoa, una cita á Carrera para las dos de la mañana, detras de la iglesia de San Agustín, en cuya cita le dio muy misteriosamente el secreto de la conspiración que se tramaba contra él y contra todos los patriotas 5 con toda certidumbre , en atención que él mismo habia sido solicitado á tomar parte en ella, por su bodegonero. La reputación del personaje delator, su carácter se- dentario y pacífico eran pruebas incontestables de la verdad, y Miguel Carrera se apresuró á mandar arrestar á todos cuantos le habían sido delatados , encargando la formación de la causa á tres asesores , que fueron don Manuel Novoa, don Estevan Manzano y don José Vi- CAPÍTULO XXXII. m cente Aguirre. De las piezas del proceso, y de las de- claraciones del mulato Narciso Cigarra y del miliciano Juan Albarado resultaron las pruebas de la conspiración ; los conjurados fueron condenados á muerte, y aquel mismo dia , Tirapegui fué pasado por las armas en la plaza de Santiago. José María Reyes, Tadeo Revolledo, Mateo Carrillo, Antonio Lobato, Hilario Ballejas y otros consiguieron escaparse, unos, y tener otros su pena conmutada en perpetuo destierro. Muchas damas tuvie- ron que sufrir la misma pena, como conspiradoras, y otras fueron enviadas á la isla de la Quinquina, tales como doña Catalina Sepulveda, doña Aurelia San Martin, hermana de doña Dolores Fajardo, la cual fué con- denada al máximum de la pena, es decir á destierro perpetuo. Enfin, algunos pocos quedaron absueltos y libres, y otros que se creyeron sospechosos, como José Zapatero y Manuel Zañartu con algunos otros , se pu- sieron bajo vijilancia en un buque pontón. Mientras se substanciaba la causa, Sánchez, preve- nido por espías del peligro en que estaban los realistas, escribió á los miembros de la junta que si los prisio- neros de Concepción eran condenados á muerte , usaría de represalias y mandaría sufriesen la misma pena las familias de O'Higgins y de Alcázar, con otras que tenia en su poder. A esta amenaza , el gobierno respondió con entereza que la ley seria ejecutada en todo su rigor, en atención á que ningún poder podia ni debia impedir su ejecución. Al responder así, el gobierno sabia muy bien que Sán- chez no cumpliría la amenaza , puesto que su mujer y sus hijos estaban entre las manos de Carrera ; de suerte que se ejecutó la sentencia sin que hubiese represalias ¿92 HISTORIA DE CHILE. \ ■ de parte del jefe realista , ni otro mal resaltado alguno. Lejos de eso , este acto de severidad proporcionó á Car- rera mas facilidad para canjear los prisioneros que tenia, y poner en libertad a sus compañeros y amigos, como se verificó poco tiempo después en la junta del Diguillin. En la especie de conjuración que se habia formado para destituir del mando á Carrera, muchos que él tenia por indiferentes , y aun también por enemigos , se declararon en su favor ; pero noobstante , ya empezaba á convencerse del mal estado de su causa, viendo el mal espíritu infundido á sus tropas por las intrigas de sus ene- migos, y que sus oficiales, siguiendo el ejemplo de Mackenna, abandonaban sus cuerpos. Ademas de esto, sus mismos amigos y partidarios mostraban menos ardor en sostenerlo y parecian dispuestos á abandonarlo. El obispo Guerrero, viendo que la buena estrella de su protector se oscurecía , tuvo la ingratitud de separarse de él , yéndose en una chalupa á San Antonio , y desde allí á Quillota, con el proyecto de embarcarse luego para Inglaterra, renunciando al obispado de Santiago, que el arzobispo de Lima , fundado en los cánones de los con- cilios , le habia quitado. O'Higgins, que hacia algún tiempo se hallaba en Talca , no le escribia una sola carta , que cada dia Car- rera esperaba con la mayor impaciencia, y el gobierno persistía en el sistema , que parecía haber adoptado , de no enviarle víveres ni dinero , afm de que no pudienclo asistir á las necesidades de sus soldados , estos acabasen de perder el afecto que le tenían. En tan crítica situa- ción , Carrera no vio mas recurso que el « de hacer una junta de varias de las principales personas de Concep- CAPÍTULO XXXII. 493 cion, para pedirles (dice Carrera mismo) que me auxi- liasen con dinero y víveres, ó que tuviesen entendido que á no hacerlo , formaría mi colunna y marcharía con ella para Talca, abandonando la provincia, antes que pereciese el ejército (1). » Se formó , en efecto , dicha junta , y para que fuese mas libre é independiente en su deliberación , Carrera tuvo la jenerosidad de no ir á ella ; pero obrando así , olvidaba que en revolución , la audacia es la madre del éxito, el cual lejitima todas las pretensiones imajinables, y que sus enemigos podrían aprovechar de su ausencia para mostrarse contrarios á su demanda. Así sucedió ; los partidarios de la junta gobernadora y sobretodo los miembros de la familia Zañartu , que tenia tantos mo- tivos de queja y de rencor contra él , hablaron y votaron como oponentes, de suerte que tuvo contra sí una grande mayoría de votos ; y aun resolvieron los miembros de la reunión llamar al jeneral en jefe para notificarle el resul- tado de su deliberación. Habiéndose presentado Carrera, Miguel Zañartu tomó la palabra, y en nombre de la asamblea y del pueblo soberano , dijo : «La voluntad del dicho pueblo es, que V. S. deponga el mando en manos de la junta de esta provincia , para alejar los recelos que tiene el gobierno supremo de que V. S. no lo entregará al nuevo jeneral nombrado, por cuya razón no remite los auxilios de que carecemos. » Bien que estas palabras saliesen de la boca de uno de sus enemigos, patriota sospechoso, y pariente de realistas que Miguel de Carrera habia mandado castigar ; y bien que otros oradores hubiesen protestado contra las pala- bras temor y sospechas , pronunciadas por Zañartu , (i) Diario manuscrito de José Miguel Carrera. m HISTORIA DE CHILE. noobstante , la situación de Carrera era sumamente crí- tica, en atención á que no habiendo aun obedecido á las órdenes del gobierno, podia, rehusando igualmente obe- decer á los votos de una asamblea , que él mismo habia convocado , pasar por un faccioso , en cuyo caso , ya no tenia mas que seguir los consejos de su hermano Juan José, el cual era hombre de mucho mayor arrojo, y de mas resolución que él. Pero esto no podia ser con- veniente en su posición , porque el momento no era oportuno para adoptar y tomar un partido estremo. Por otro lado, tampoco podia ni debia dejar sin respuesta la odiosa acusación con que habia sido denostado, y así respondió en tono de indignación que manifestaba la conciencia que aun tenia de su superioridad : « Mi empleo y mi autoridad , como jefe que soy de un ejército reconquistador de esta provincia, no pueden someterse sino al gobierno superior del estado. La junta de esta provincia y los pueblos han de sujetarse á mis órdenes en la parte que corresponde. Yo solo soy respon- sable del ejército y seria un criminal si por debilidad accediese a tan locas pretenciones. Si mando aun el ejér- cito es á solicitud del nuevo jeneral , y con la voluntad del gobierno supremo (i). » Y en seguida , volviéndose á Zañartu , le echó en cara las intrigas de su familia contra la santa causa que él defendía , con un tono tal de convencimiento que muchos de los vocales se levantaron en su apoyo. Solo , sus ene- migos particulares no se dieron por convencidos. Es ver- dad que estos eran, por su desgracia, numerosos, á consecuencia del espíritu de rigor conque el jeneral habia obrado siempre para protejer eficazmente el interés de (l) Diario manuscrito de Miguel Carrera. CAPITULO XXXII. 495 su causa, en una ciudad cuyos habitantes, jeneralmente, tenían relaciones de parentesco en los dos partidos contrarios. Muchos de estos enemigos se propasaron á maltratarle de palabra , y en particular Fernando Urizar fué, al dia siguiente, á echarle en cara que la reunión de la víspera se había compuesto , en gran parte , de fac- ciosos sobornados por su partido, ürizar dijo esto en tono tan insultante , que Carrera lo mandó arrestado al castillo de Penco , de donde no salió en libertad hasta el cabo de un mes , y esto por mucho empeño del coronel Alcázar. Mientras Miguel Carrera se hallaba ser el blanco de la malevolencia de sus muchos enemigos , y que perdía de dia en dia su ascendiente sobre la opinión jeneral, O'Higgins llegaba á Talca en donde fué recibido con ho- nor y aplauso , en atención á que Mackenna habia tra- bajado eficazmente para que fuese nombrado jeneral en jefe. El gobierno mismo, en su oposición á Carrera, estaba tan persuadido de que O'Higgins solo salvada la República , que este nuevo jeneral tuvo que rendirse y aceptar el enorme peso del mando , tanto mas grave en aquella sazón, cuanto el ejército se habia desmoralizado, y se debia temer que llegase una nueva espedicion del Perú. O'Higgins hizo la jura y tomó posesión del mando el 9 de diciembre con universal alegría , porque todos te- nían en él las mas lisonjeras esperanzas. En las ciudades y pueblos del centro y del norte , las autoridades man- daron que hubiese regocijos públicos. En Santiago , ya el gobernador intendente habia reunido una asamblea, antes que O'Higgins hubiese llegado á Talca, dando parte de esta noticia , que á todos causó la mayor satis- ¡0 496 HISTORIA DE CHILE. facción. En su respuesta al oficio de anuncio del nom*- bramiento de O'Higgins , el intendente se espresaba del modo siguiente : «Ha sido tan jeneral , tan unánime, tan tierna y tan enérjica la espresion de la voluntad de todos los cuerpos, la tierna efusión de sus corazones y la viveza y senti- miento con que han derramado sus elojios y gracias hacia Y. E. , que siendo difícil esplicarlas , solo hubiera deseado el que Y. E. las presenciase (1). » El arranque entusiasta que tuvieron ó manifestaron tener en aquella circunstancia los partidarios de la junta, y aun mas los periódicos que esparcian por todos lugares, y hasta en medio del ejército las ala- banzas de dicha junta , con grave detrimento de la re- putación de Carrera , no podían menos de quitarle mu- chísimos partidarios , especialmente todos aquellos que no tenían mas opinión que la que les inspiraba los acon- tecimientos y las circunstancias. Pero lo que causó mayor indignación al jeneral en jefe fué el ver el espíritu de división , de desorden y desmoralización que se mani- festó en el ejército en el mismo instante en que él se esmeraba en organizado para entregarlo á su sucesor bien disciplinado, fuerte y capaz de presentarse segunda vez , y con mas éxito , para sitiar á Chillan. En lugar de poder contar con esta verdadera satis- facción , Carrera recibía partes á cada instante de deser- ciones , hasta de los mismos oficiales , que todos se iban á Talca , como si pasasen al partido de un rival , en términos que un dia , todo un rejimiento de granaderos , llevando á la cabeza al capitán J. Miguel Cevallos, (i) Monitor araucano cstraordinario , /¡ de diciembre 1819. CAPÍTULO XXXII, 497 abandonó á José Carrera , su primer jefe , para ir á ponerse á la disposición de la junta. El motor principal de este desorden y de la deserción era notoriamente Mackenna , como ya Luis Carrera se lo habia echado en cara en Talca, en donde continuaba detenido, amenazándole de sacar venganza de sus pro- cederes, y en efecto le desafió ; pero el gobierno que lo supo, hizo cuanto pudo para que este desafío no tuviese consecuencias (1). Su partido se hallaba en una posición demasiado ventajosa para dejar creer que se servia de intrigas y de duelos. Lo que mas le convenia era apro- vecharse sin violencias de los acontecimientos, que le eran favorables, de la provincia de Concepción, para llegar á sus fines sin dar lugar ni motivo á recriminacio- nes. Siguiendo este plan de conducta, la junta resolvió enviar á dicha ciudad uno de sus miembros con plenos poderes para levantar todas las dificultades que pudiesen presentarse entre ella y Carrera. El miembro encargado de cumplir con aquella misión fué el cura Cienfuegos , el cual, con sus principios ríjidos y con el espíritu evanjé- hco de su ministerio, era una real y verdadera personi- ficación del buen orden y de la justicia, que los habi- tantes de Concepción , entre los cuales era muy conocido y venerado, no podían menos de apreciar altamente. La presencia de este sacerdote representante allí era necesa- ria ademas para proveer á las necesidades del ejército, que se hallaba en una completa desnudez y sustentado por las principales familias, las cuales se habían ofre- cido a ejercer este acto de patriotismo por quince dias. La salida del cura Cienfuegos se verificó á fines de di- perlE,aevidaUe„°érV0 *T "" «*** ™ B— Aires, y Mackenna V. HlSTORfA. 32 wp A98 HISTORIA DE CHILE, «■' ciembre, en que se puso de camino en compañía de Luis Carrera , que ya muchas veces su hermano habia reclamado, y llevando un socorro de 30,000 p. Lo mas particular de este viaje fué que guerrillas enemigas infestaban el camino que tenia que seguir Cienfuegos y hacia poco tiempo habían atacado á las de Serano y de Estevan Manzano , cuando regresaban de Talca , ataque en que Manzano fué gravemente herido y prisionero con diez de sus soldados. Noobstante , el buen sacerdote , sin querer aprovecharse de una barca que habían puesto á su disposición, hizo su viaje muy pacíficamente por tierra y llegó á su destino , endonde fué recibido con jú- bilo, fiestas y alegría por los enemigos de Carrera, el cual , sin embargo , le hizo su visita de bienvenida inmediatamente , con todas las demostraciones del res- peto y de la veneración que le eran debidos. Es cierto que en el primer momento , Carrera habia titubeado en entregarle el mando; pero en el instante que Cienfuegos le mostró los plenos poderes que llevaba, Carrera no tuvo dificultad en hacerlo, bien que no supiese como el cura Cienfuegos podría ejercerlo , y en efecto este le rogó lo conservase hasta la llegada de O'Higgins. En consecuencia, escribieron á este llamán- dole con premura, y despacharon á Uribe con la carta. En este intervalo de tiempo , se esperimentó en Con- cepción una alarma que Carrera quiso atribuir aun nuevo movimiento revolucionario, pero que otros, que conocían su jenio emprendedor y travieso , le atribuyeron á él mismo, con el objeto de ridiculizar al cura plenipoten- ciario , y de causarle temor. De todos modos , lo que su- cedió fué que una noche , so pretesto de que el enemigo estaba á las puertas deConcepcion, pretesto que el mismo y*#r?- CAPÍTULO XXXII. ^99 Carrera pone en su diario, mandó tocar la jenerala por las calles y tirar cañonazos, á cuyo estrépito todos los ha- bitantes se pusieron en movimiento, y todos los oficiales se reunieron en la plaza, en la cual los adversarios del jeneral Carrera se vieron de repente aprendidos y encar- celados. El teniente coronel Gienfuegos, sobrino del ple- nipotenciario, pudo salvarse y fué á incorporarse á OHiggms, que se hallaba en Quirihue con las tropas auxiliares que había traído de la Taquería, á la salida de Talca, en donde estaban acampadas bajo el mando de Balcarcel, enviado por el gobierno de Buenos- Aires en reemplazo de Santiago Carrera. Llamado con urjen- ciapor Gienfuegos, y por el mismo Carrera, é infor- mado de lo que habia sucedido, O'Higgins se puso incontinente en marcha escoltado por una colunna de cien hombres, que mandaba el capitán Astorga, y otra de la misma fuerza, que Carrera habia tenido la aten- ción de enviarle con el capitán Benavente. Habiendo lle- gado á Penco viejo, escribió á su desgraciado amigo que las circunstancias y el espíritu de rivalidad iban á desumr para siempre. En respuesta, Carrera le mandó el oficio por el cual lo habia dado á reconocer como jeneral en jefe del ejército. Al dia siguiente, 2 de febrero de 1844, O'Higgins entró en Concepción con todo el prestijio del poder que le daba su elevado ascenso. La fuerza del ejército era, á la sazón , de 2300 hombres en jeneral mal equipados. Sucumbiendo alfin, Miguel Carrera no sucumbió por malas cualidades, y aun menos por falta de talento smo que fué sacrificado á la desconfianza con que todo¡ miraban los primeros mandos en manos de su familia Esta desconfianza, á la verdad, podia tener el funda- 500 HISTORIA. DE CHILE, mentó aparente de que en tiempos de revolución, la fuerza armada sin el contrapeso de una autoridad que la mantenga en sus límites, puede muy fácilmente dispo- ner de la suerte de un país, y privarlo de todas sus li- bertades y derechos. Sinembargo, el gobierno no habia tenido en ninguna manera la intención de ajar la familia Carrera. Lo que queria era exonerarla de un poder tentador y no despo- jarla de sus derechos ni de sus grados. Si para conse- guirlo tuvo que indisponer los espíritus contra ella, esto lo hizo por la necesidad forzosa en que se vio de quitarle su ascendiente y su influencia; pero muy ciertamente, habría sido de desear que no hubiese usado, en ciertas ocasiones, de medios que no eran enteramente confor- mes á una escrupulosa delicadeza. Por ejemplo, Carrera ha sido acusado de tolerar, y por decirlo así de autorizar los escesos que se cometían en la provincia. Sin duda habría podido impedir algunos sino todos; pero las circunstancias no se lo permitían; sus tropas no estaban aun bien disciplinadas, y un gobierno inesperto y celoso de su prestijio dejaba su ejército desnudo y privado de los mas indispensables socorros, en una época en que el espíritu nacional no bastaba para que sufriesen tantas privaciones con resi- gnación por el amor de la patria. Ademas de esto, los desórdenes que se le atribuían no eran mas que conse- cuencias del estado de revolución de la provincia, y pa- recían tanto mas odiosos cuanto los que los cometían eran conciudadanos , y, algunas veces, amigos en otro tiempo. Obligado á disimularlos, Carrera solo los disi- mulaba hasta cierto punto, y los castigaba con rigor, cuando salían de ciertos límites. Su espíritu justiciero se CAPÍTULO XXXII, 501 señaló por muchos individuos que mandó pasar por las armas , y en tales casos es preciso confesar que no per- donaba á nadie, aunque fuesen conocidos, amigos y aun también parientes. Los cargos que se le han hecho de no haber sabido aprovechar de la victoria tanto en Yerba Buena como en San Carlos, no son mejor fundados, ni mas justos: la primera de estas acciones no fué mas que una sor- presa , puesto que los patriotas no pensaban empeñarla mas que con la vanguardia enemiga, y tenían pocas tropas para sacar grandes ventajas del desorden en que la pusieron por de pronto. Si el campamento de Carrera no hubiera estado tan lejos y á la otra orilla del rio Maule , muy ciertamente el ejército enemigo habría que- dado roto y desmembrado en términos de no poder jamas rehacerse ; pero los patriotas estaban tan ajenos de lo que iba á suceder , y de que el cuerpo del ejército rea- lista se hallase en Yerba Buena, que la colunna de ata- que no estaba apoyada por especie alguna de reserva ; descuido , á la verdad , incomprensible en un militar de esperiencia , que debe conocer todas las posiciones y dis- posiciones del enemigo antes de decidirse á atacarlo. La otra reconvención relativa á la acción de San Carlos parece, á primera vista, menos injusta. El ejér- cito de Pareja se hallaba bajo desfavorables auspicios que tenían , y no podían menos de tener á sus tropas en un estado de desmoralización, puesto que se retiraban en fuga , y su jeneral , ya anciano , se hallaba gravemente enfermo. En esta retirada precipitada , la vanguardia de los patriotas las seguía y les daba alcance , en términos que, desesperando de llegar al rio Nuble, no tuvieron mas recurso que atrincherarse sobre una loma. Por 502 HISTORIA DE CHILE. era esta una ocasión favorable para que el jeneral Carrera cosechase las primicias de laureles fu- turos verdaderos •, pero sus tropas , poco acostumbradas á las fatigas de la guerra , llegaban exaustas de fuerzas, quedando atrasados y fuera de las filas muchísimos sol- dados, por los malos caminos y las continuas lluvias; á lo cual se juntaba la poca disciplina é instrucción de la jeneraiidad del ejército , y sobretodo el inconsiderado acaloramiento conque Juan José se arrojaba al enemigo. Tales han sido las causas de las pocas ventajas que se obtuvieron en el ataque de San Garlos. Pero la grande falta que cometió "Carrera en aquella circunstancia , fué la de haberse encerrado en su campa- mento sin pensar en vijilar los movimientos del enemigo, el cual pudo retirarse y desaparecer impunemente á favor de la noche. Un jeneral mas avisado no habría cometido ciertamente semejante yerro , y le hubiera po- dido perseguir y arrojar sobre el Nuble , en donde lo hubiese desecho completamente con tanta mas facilidad , cuanto el rio , corriendo crecido y caudaloso , era infini- tamente mas peligroso el atravesarlo. Por consiguiente , Carrera faltó entonces de previsión, como mas adelante en otras ocasiones s se mostró indeciso , irresoluto y, tal vez , tímido. Jamas se le vio en medio de una acción , y siempre se situaba á distancia para dirijirla , como si mandase un numeroso ejército, bien que no pudiese ignorar que en pequeños encuentros , un jefe debe dar á sus tropas el ejemplo del valor, mostrarse en donde hay mayores riesgos, mandando por su propia voz y guiándolas él mismo á la victoria. Pero , como lo acaba- mos de decir, obraba de un modo enteramente opuesto, y si dio pruebas de saber organizar sus colunnas, no CAPITULO XXXII. 503 las dio en igual grado de saber conducirlas al enemigo, porque no tenia el denuedo, que es una de las eminentes cualidades de un jeneral en jefe. En cuanto á sus malversaciones y poco patriotismo , esta acusación ha podido tener eco en aquel momento ; pero el tiempo, que es un infalible justiciero, le ha declarado muy luego absuelto. En efecto , no se podía racionalmente tachar de falso patriotismo á un jeneral que, como Carrera, trataba con tanto rigor á los rea- listas , aunque fuesen mujeres, en términos de perder el favor de la opinión jeneral , y á consecuencia sin duda alguna , el puesto que ocupaba de jeneral en jefe ; en la cual se faltó al reconocimiento y á la justicia que le eran debidos por los grandes servicios que había hecho al país, creando y organizando un ejército en medio de la mas increible penuria de medios y elementos para ello ; no habiendo ademas motivos suficientes para quitarle el mando. Por lo mismo, se hace mucho menos estraño que hubiese titubeado en deponerlo , y querido , en un primer movimiento , oponerse á la ejecución del decreto que se lo quitaba : ¿ qué jeneral , en su lugar, no hubiese hecho lo mismo ? Y con todo eso , al punto en que vio la opinión jeneral engañada é indispuesta contra él , cedió y se retiró sin recriminación ni quejas ; lo cual , lejos de atraerle induljencia , fué causa y motivo para que se le afease con una nueva calumnia , haciendo correr la voz de que si se habia resignado , lo había hecho porque temía la llegada de un nuevo ejército del Perú. FIN DEL TOMO QUINTO. Páf. Prólogo y Capitulo I. — Situación de la América en 1808. — Primeros síntomas de revolución. — Influencia que tuvieron en ella las de Francia y de los Estados Unidos. — La Inglaterra procura darle impulso con socorros, y Napoleón por medio de sus emisarios. — Triste posición de España, y su impotencia para exorcizar la tempestad que la amenaza 23 Capitulo II. — Muerte del presidente Muñoz de Guzman. — Competencia de la Real Audiencia y de Carrasco sobre ¡a sucesión.— Carrasco es nombrado por el ejército de la frontera. — Estado de Chile y de España á su entrada en el mando. — El capitán Luco viene á pedir nuevos re- cursos 40 Capitulo III. — Hombres marcantes de la revolución.— Juan Martínez de Rosas. — José Antonio Prieto. — Bernardo O'Higgins. — Manuel Salas, ele. 51 Capitulo IV. — Posibilidad de retardar la revolución.— El doctor Campos y la real Audiencia. — Proclama de la infanta Carlota Joaquina de Borbon. — Progresos de la revolución. — Cómo los patriotas de Bue- nos-Aires le dieron fomento. — Muchos miembros del Ayuntamiento adoptan y la sirven. — Orden de Carrasco para aumentar el número de diputados al Cabildo con doce rejidores, orden anulada pocos dias después.— Proyectos de los realistas para contener la insurrección. — Consejos de Cisneros á Carrasco, y medidas violentas adoptadas por este último contra los éstranjeros. — Destitución del asesor Valdes, y reclamación de la real audiencia sobre este particular. — Campos es nombrado asesor, y José Santiago Rodríguez vicario capitular 62 Capitulo V.— Las ideas revolucionarias se comunican al ayuntamiento mismo.— Nombramiento de nuevos cabildantes muy favorables á dichas ideas. — Carrasco nombra á Campos presidente del cabildo.— Sumo descontento que este nombramiento causó á los miembros de aquella corporación , que desamparan á Carrasco. — Instalación de una Junta de vijilancia. — Rogativas en todo el pais por el éxito de los ejércitos de España y contra las ideas suversivas de los revolucionarios de Chile. — Arresto deFr. Rosauro Acuña y del coronel don Pedro Ramón Amagada. 506 ÍNDICE. Pie. — Arresto de Ovalle , Rosas y Vera.— Ruido que ocasiona.— Argooiedo nombrado procurador de la ciudad.— Instalación de una junta en Bue- nos-Aires 7g Capitulo VI.— Carrasco procura ocultar la noticia de la revolución de Buenos-Aires. —Asunto de Ovalle, Rosas y Vera. —Los dos primeros son embarcados para el Perú , y el último queda en Valparaíso, enfer- mo.—Ruido que esta noticia ocasiona en Santiago. — El ayuntamiento toma partido por los desterrados y envía una diputación á Carrasco. — La real Audiencia se junta al cabildo para pedir una contraorden de desembarco. — Carrasco se presenta en la real Audiencia.— Mala acojida que recibe.— Adiere á la voluntad del pueblo, y, a petición de Argomedo, quita el empleo á sus amigos y empleados , Campo, Metieses y Tadeo Reyes.— Abdicación de Carrasco y nombramiento del conde de Toro. 89 Capitulo VIL— Don Gaspar Marin es nombrado asesor del presidente, y don Gregorio Argomedo secretario. — Pronunciamiento de los libera- les, á consecuencia de un banquete en casa del conde de la Conquista. — Mal éxito de los miembros del cabildo en su proyecto de aumentar el número de rejidores.— Medidas que toma don José Antonio Rodríguez para impedir la instalación de la junta de que se trataba.— Su cita para comparecer en casa del presidente y su enérjica respuesta. — Dificul- tades que encuentra la real Audiencia para hacer jurar obediencia á la rejencia de España.— Interpelación del ayuntamiento contra don José María Romo, por causa de sus sermones sediciosos 108 Capitulo VIII. — Desesperación de los realistas al ver los progresos de la revolución. — Procuran levantar algunas tropas á sus espensas. — Pasos que clan para ganar al presidente á su partido.— Indecisión de este jefe é inconstancia de sus opiniones.— Al fin, toma partido por los liberales, y al anuncio de la llegada del jeneral Elio de Montevideo á Chile, como presidente, se decide por la instalación de una junta suprema.— Compe- tencia que tiene con la real Audiencia. — Desasosiego de los diferentes partidos. — El ayuntamiento reúne en los arrabales casi todas las milicias de los contornos de la ciudad. — Ultimo esfuerzo de la real Audiencia para impedir la convocación de una junta 121 Capitulo IX.— Reunión electoral en el consulado. — El conde de Toro entrega las insignias de gobernador al pueblo soberano. — Discursos de su secretario y del procurador de la ciudad. —Instalación de la junta soberana, y personas que la compusieron. — ■ Regocijos públicos. — La real Audiencia forzada á jurar obediencia á la junta, y sus circulares á los sudelegados de las provincias. — Principios de fusión entre los par- tidos ; tendencia del clero y de los realistas á adoptar las ideas de la re- volución 136 Capitulo X.— Las provincias reciben con júbilo la noticia de la instala- ción del nuevo gobierno. —Solo la de Coquimbo se niega á reconocerlo. — La junta pasa notificación de su advenimiento á diferentes potencias. índice. — Nuevos esfuerzos de Buenos-Aires para revolucionar á Chile.— Idea de un congreso jeneral americano.— Pedido de sables y fusiles, y leva de nuevas tropas.— Suspensiones de las sudelegaciones. — Regreso de los desterrados Rojas y Ovalle. — Recibimiento en Santiago de don Juan Rosas.— Su política.— Sombra que causa al ayuntamiento. — Convoca- ción de un congreso nacional para el 15 de abril 148 Capitulo XI. - Tropas enviadas á Valparaíso — Juan Makena gobernador de esta ciudad , en remplazo de Joaquín de Alos , depuesto de su em- pleo. — Suscripción á favor de España. — Muerte del conde de la Con- quista.— Destitución del provisor don Santiago Rodríguez.— Apertura de los puertos al comercio estranjero. — Ruidos de guerra. — Enganches voluntarios.— La junta pide instrumentos y maestros para organizar una música militar. 164 Capitulo XII. — Preparativos para las elecciones. — Conspiración de Tomas Figueroa, y acción del l°. de abril.— Prisión y muerte del caudillo de los amotinados.— Disolución de la Real Audiencia. —Des- tierro desús miembros.— Muerte del obispo don José Antonio Aldunate. — Don Domingo Errazuris nombrado vicario jeneral 176 Capitulo XIIL— Aplazamiento de las elecciones de Santiago. — Llegada de los diputados de las provincias. - OTliggins.— Proclama de la junta. — Tendencia de Rosas á alcanzar la presidencia.— Rivalidad entre Ro- sas y el ayuntamiento. — Instalación del tribunal de apelación, y del de seguridad pública.— Reconocimiento de la junta por el marques de Casa Irujo.— El marques de Medina no admitido como presidente de Chile. . 192 Capitulo XIV.— Apertura del congreso.— Discurso de Rosas.— Organi- zación de la mesa de la presidencia.— Tentativa de los radicales para que Rosas fuese nombrado presidente. — Protesta de la provincia de Concepción contra el número de diputados de Santiago. — Segunda ten- tativa en favor de Rosas. — Arrivada del navio ingles Standart, y ob- jeto de su viaje.— Tumulto en Santiago y nuevo chasco de los partida- rios de Rosas.— Separación de trece diputados de la Asamblea.— Ultimo esfuerzo en favor de Rosas , y salida de este para Concepción. — Re- flexiones sobre este acontecimiento 204 Capitulo XV.— Llega Miguel Carrera á Chile.— Su popularidad entre los oficiales.— Se hace la mano derecha del partido de Rosas.- Com- bina con sus dos hermanos una conspiración contra el poder ejecutivo. — Revolución del k de setiembre.— Caida del Directorio.— Separación de siete diputados de la cámara. — Instalación de un nuevo poder eje- cutivo. — Abolición de la esclavitud Capitulo XVI. — Descontento de Carrera.— Leva de nuevas tropas.— Pre- parativos de defensa contra todo ataque por parte del Perú.— Don An- tonio Pinto plenipotenciario en Buenos-Aires. — Revolución del 15 de noviembre, supuesta en favor del Rey. — Engaño que padecieron los Realistas. — Elección de un nuevo consejo ejecutivo. — Complot contra 223 508 ÍNDICE. Pág. los hermanos Carrera. — Otra revolución del 2 de diciembre contra la asamblea , que queda disuelta 234 Capitulo XVII. — Separación de las provincias de Concepción y Valdivia del gobierno de Santiago. — La junta de Concepción ofrece tropas al congreso para recobrar su autoridad. — Carrera envia á O'Higgins corno plenipotenciario acerca de dicha junta. — Preparativos de guerra por ambas partes. — Reunión de tropas sobre el rio Maule. — Entrevista de Rosas con Carrera en las márjenes de este rio. — Convenio entre los dos jefes y contramarcha de las tropas. — Rosas regresa á Concepción , y Carrera á Santiago. — Contrarevolucion en Valdivia y en Concepción. — Instalación de otras juntas en una y otra, y arresto de los antiguos miembros 249 Capitulo XVIII. — Los habitantes de Santiago saben con satisfacción el tratado de paz de los dos pretendientes, y posteriormente la disolución de la junta de Concepción y el arresto de sus miembros.— Llegada de estos á Santiago.— Su destierro.— Rosas marcha para Mendoza , en donde fallece. — M. Carrera aumenta el número de sus tropas.— Su prodigalidad en sus gastos. — Los grados superiores en el ejército son dados á su familia. — El poder ejecutivo da su principal atención á las administraciones civiles. — Proyecto de empadronamiento. — Decreto para la fundación de escuelas gratuitas. — Instituto nacional. — Llega una imprenta á Chile.— Camilo Henriquez.— La Aurora, primer diario de Chile.— Su espíritu liberal y subversivo. — Su influencia en favor del movimiento.— El poder ejecutivo aprovecha todas las ocasiones para atraer el pueblo á su partido. — Recibimiento de Poinsett como cónsul jeneral de los Estados Unidos. — Aniversario del 18 de setiembre. — Bandera nacional y su escudo — Grande pronunciamiento en favor de la libertad y de la independencia 265 Capitulo XIX. — Pronunciamiento jeneral en favor de la independencia. — Desunión entre José Carrera y Miguel.— Dimisión de este del poder ejecutivo.— Es remplazado por su padre.— Reconciliación de los her- manos. — Desarreglo de las cosas y proyecto de una constitución. Agustín Vial presenta uno que es adoptado por el gobierno. — Sus bases. — Descontento que causa en Concepción y en el clero. — Insta- lación de un senado. — Nombramiento de dos ministros y de un in- tendente.— Reformas en el ayuntamiento. — Establecimiento de sere- nos.— Formación de una sociedad filantrópica bajo el nombre de so- ciedad económica de amigos del país. — Fin del año 1812 283 Capitulo XX.— Nueva conspiración contra los Carrera, y destierro de los conjurados — Preparativos de José Miguel para ir á organizar el Sur. — Invasión de Pareja y su desembarque en el puerto de San Vi- cente.— Ramón Freiré recibe el primer fuego de las guerras de la in- dependencia.—Toma de Talcahuano por los realistas.- El gobernador don Rafael de la Sota se repliega sobre Concepción. — El comisario del ejército real don Tomas Vergara enviado de parlamentario, y de ÍNDICE. 509 Pie. plenipotenciario acerca del intendente.- Consejo de guerra y cabildo abierto.— El comandante don Ramón Ximenez gana las tropas y las induce á amotinarse. — Salida de la tesorería para Santiago.— Rendi- ción de Concepción después de un tratado becho entre el intendente y el parlamentario.— Pareja verifica su entrada y destaca algunas tropas para apoderarse de la tesorería.— Juramento de la constitución de la monarquía española • . • • 298 Capitulo XXL— Llega á Santiago la nueva de la invasión de Pareja.— Miguel Carrera nombrado jeneral en jefe.— Medidas enérjicas que toma para hacer frente á la invasión.— Se pone en marcha sobre Talca para establecer allí su cuartel jeneral. — Encuentra con algunos fujitivos de Concepción. — Su llegada y sus temores acerca de la verdadera dispo- sición de los ánimos en el pueblo. — El obispo de Santiago Andreo Guerrero va á juntarse con él. — Digresión sobre este prelado y su decisión por la libertad. — O'Higgins pasa á Talca y sabe por Linares la presencia de algunos dragones de Carbajal.— Pide tropas para ir á atacarlos, y se las dan.— Hace prisioneros á veinte dragones y al sute- mente Rivera.— Llegan tropas regulares á Talca. — Miguel Carrera forma el ejército en tres divisiones al mando de sus hermanos. — El partido del ayuntamiento recobra su ascendiente en Santiago.— For- mación de un nuevo gobierno elejido por el senado. — Medidas enér- jicas que toma para la salvación de la patria.— Empréstito con hipotecas. — Creación de una decoración civil y militar. — Celo del ayuntamiento en cooperación con el gobierno. — Establecimiento de una junta de salud pública.— Entusiasmo poruña suscripción nacional 310 Capitulo XXII. — El obispo Villodres nombrado intendente de Concep- ción. — Pareja marcha sobre Talca.— O'Higgins se dirije al cerro de Bobadilla , y lleva la guarnición al cuartel jeneral. — Un pequeño destacamento sorprende en Yerbas Buenas al ejército real , que lo re- chaza y le hace retirarse precipitadamente. — Los dos partidos cantan victoria. — El gobierno la celebra en Santiago.— Insurrección en los buques la Perla y el Potrillo y entrega de dichos buques á los cor- sarios que bloqueaban el puerto de Valparaíso.— Pareja , muy enfermo, se decide á ir á atacar los patriotas en Talca. — Los Chilotes rehusan pasar el Maule, y resuelve regresar á Chillan. — Miguel Carrera le per- sigue.— Desorden en la marcha de las tropas chilenas por las lluvias y la poca disciplina de los oficiales.— Acampan en el estero de Buli, de donde se envia un parlamentario á Pareja.— Este sale de San Carlos y va á acampar cerca del rio Nuble , en donde tiene que atrincherarse.— Acción de San Carlos sin resultado alguno para los dos partidos.— El ejército real pasa el Nuble y su retaguardia es atacada por el teniente Molina , que la obliga á abandonar cuatro cañones y algunos bagajes.— Pareja llega á Chillan.— Carrera va á acampar sobre el Nuble 329 Capitulo XXIII. — Sánchez se fortifica en Chillan. — Miguel Carrera marcha sobre Concepción , y se apodera de esta ciudad.— Ataque y ÍNDICE. m- toma de Talcahuano.— El obispo Villodres se salva en la Bretaña, acompañado de muchos realistas.— Toma de la fragata la Tomasa.- Importancia de esta presa.— Casi toda la provincia en poder de los li- berales. — Sánchez continua las fortificaciones de Chillan. — Miguel Carrera se propone el ir á atacarlo.— Ordenes que da á cada división. - Noticia falsa de una invasión en el norte.— Preparativos á que da lugar.— Salida de Carrera para Chillan 350 Capitulo XXIV.— Sánchez continua sus trincheras.— Socorros que re- cibe de los misioneros franciscanos — Una parte de sus tropas es dis- persada en guerrilla.— La de Urrejola hace prisionero al coronel Cruz y á su coluna.— Miguel Carrera va á incorporar en el campamento de Chillan las tropas acantonadas en Talca — Disposiciones que da para el ataque.— Envia á Calderón de parlamentario á Sánchez , pero sin resul- tado. — Principio del ataque.— El Rollo cortado por el medio , del primer cañonazo. — Sucesos diversos de los dos partidos en ataque y defensa.— Incendio de las municiones de la batería patriota, y desgra- cias que ocasiona.— Presa de municiones que iban de Concepción.— Viendo que no obtenía resultado alguno, envia un parlamentario á Sánchez 355 Capitulo XXV.— Carrera se decide á levantar el campo.— Sánchez envia al mayor jeneral para que le ataque.— Este se limita á intimarle la rendición.— Respuesta animosa de Carrera, la cual obliga á Pinuel á retrogradar.— Pasan los patriotas el Itata.— Rescate de los prisioneros de la Florida. — El ejército dividido en varios trozos.— Guerra de detal operada por este medio. — Movimiento de reacción en Concepción.— Llegada de Carrera á esta ciudad.— O'Higgins marcha contra el cura Gregorio Valle y le ahuyenta.— Insurrección en la provincia de Arauco. — Carrera envia sin éxito una espedicion contra esta plaza 389 Capitulo XXVI. — Progresos de las armas realistas.— Carrera procura reorganizar su ejército para ir á atacar á Sánchez y cortar estos pro- gresos. — Dificultades que se oponen á la ejecución de su intento.— Se ve rodeado de facciones.— Rigores que ejerce contra el partido realista. — Envia socorros á O'Higgins para que arroje las guerrillas enemigas sobre Chillan. — Encuentro entre O'Higgins y Elorreaga. — Acción de Quilacoya y de Gomero 409 Capitulo XXVII.— Recibe Carrera algunos socorros del gobierno.— Re- suelve ejecutar su plan de ataque y manda á su hermano José marchar con su coluna sobre Bulluquin.— La demora con que ejecuta esta orden le ocasiona el ser detenido por el enemigo en Membrillar, en donde tiene que atrincherarse.— Alcázar le niega los socorros que le pide.— Miguel Carrera le envia 300 hombres.— Salida del jeneral para el teatro de la guerra.- O'Higgins ataca á Elorreaga, le obliga á pasar el Itata, y se reúne en Bulluquin con Miguel Carrera.— Acción del Roble. -Guer- rilla de Valenzuela atacada en Tracoyan, y muerte de su comandante. 420 índice Capitulo XXVIII.— Instrucción pública. — Nombramiento de una junta de educación.— Escuelas de primeras letras. — Apertura del instituto nacional. — Profesores que tenia. — Formación de una biblioteca pu- blica. — Libertad de imprenta ¿¡32 Capitulo XXIX.— Formación de un padrón jeneral de los habitantes y establecimiento de un cementerio. - Alarmada de los progresos de la invasión , la junta gobernadora exorta los habitantes á que acudan al socorro de la patria.— Estímulo que da al servicio militar.— Se enar- cóla la bandera nacional en la plaza. — Demostraciones públicas en honra del ejército con el objeto de reanimar su &;. «1.— El partido realista levanta la cabeza , favorecido por los escesos cometidos al sur. — Levantamiento de Santa Rosa de los Andes.— Muerte del jefe de la insurrección o ¿*8 Capitulo XXX.— Severidad del gobierno , á consecuencia de la insurrec- ción de Santa Rosa. — Condiciones impuestas á los Españoles que pre- tendiesen al título de ciudadanos. — Proyecto de hacer gratuitas las funciones del clero , señalando sueldo á los sacerdotes. — Conflicto entre el poder ejecutivo y el comandante en jefe del ejército.— La opi- nión jeneral, en Santiago, se manifiesta contraria al jefe militar.— El gobierno resuelve quitarle el mando, como así también á sus hermanos. — Con este objeto , se propone un nuevo congreso para reformar la constitución.— Parte que tomaron los periodistas en este proyecto. . Capitulo XXXI.— La opinión jeneral favorable al partido del ayunta- miento.— Arribo de los auxiliares de Buenos-Aires,— El gobierno se traslada á Talca , dejando en su lugar un gobernador intendente.— Oficio de intimación á Sánchez y respuesta de este jeneral.— El go- bierno resuelve quitar á los Carrera los mandos del ejército , contra el parecer de O'Higgins , el cual aconseja á Carrera dé su dimisión.— Carrera resiste apoyándose, para lejitimar su resistencia, en algunas corporaciones. — Toma de la Montonera Fontalva. — Arribada del Portillo á Arauco, y embarco de Cruz y de sus compañeros.— Miguel Carrera da orden para que sus dos divisiones se replieguen á él — Mackenna se va á Talca por mar, y negocia para que O'Higgins sea nombrado jeneral en jefe.— Luiz Cruz renuncia, en nombre suyo y de su hermano, al mando del ejército, en favor de O'Higgins.— El gobierno depone á los tres hermanos.— O'Higgins va á Talca.— Miguel Carrera recibe el oficio de su reemplazo en el mando 475 Capitulo XXXIL— Exasperación de Juan José Carrera , al recibo de la destitución de su mando.— Empeño que pone en que su hermano desobedezca á semejante decreto.— Conspiración de Tirapeguí, y sen- tencia contra sus cómplices.— Cange de las familias O'Higgins, Alcázar y otras con las que se hallaban en poder de Sánchez.— Carrera convoca una asamblea para que vote socorros.— Oposición que hace á la orden de dejar el mando , y arresto de Fernando Urizar por su mandado.— 402 512 ÍNDICE. Pal O'Higgins se decide & aceptar el título de jeneral en Jefe , y toma pose- sión de este puesto con grande satisfacción de todas las autoridades. — El cura Cienfuegos, miembro de la junta, es enviado á Concepción^ y escribe, de acuerdo con Carrera, á O'Higgins para que vaya con ur- jencia á dicha ciudad.— Alarma falsa nocturna tramada por Carrera. — O'Higgins recibe á su llegada á Raneo el oficio por el cual Carrera le ha dado á reconocer por jeneral en jefe del ejército. — Al dia siguiente , entra en Concepción.— Digresión sobre Miguel Carrera. ....... 488 FIN DEL ÍNDICE. PARÍS.— EN LA IMPRENTA DE E. THUNOT Y O Callo Ranino, n°26, cerca del Qdeon. S 7-