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HISTORIA JENERAL

DE

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HISTORIA JENERAL

DE CHILE

POR

DIEGO ^3ARROS ARANA

TOMO XII

SANTIAGO

RAFAEL JOVER, EDITOR

CALLE DE LA BANDERA, NÓM. 73

1892

Es FROriEDAI) DEL EdITOR.

Queda hecho el depósito exi- jido por la lei.

"Imprenta Oervantea" Santiago, Bandera, 7S

HISTORIA JENERAL DE CHILE

PARTE OCTAVA

(CONTINUACIÓN)

CAPÍTULO XI

PREPARACIÓN DE UNA ESPEDICION

LIBERTADORA AL PERÚ:

DIFICULTADES QUE ENCUENTRA: TRATADO

DE ALIANZA CON LAS PROVINCIAS UNIDAS DEL RIO

DE LA PLATA, QUE QUEDA SIN EFECTO.

(mayo de i8i8— marzo de 1819)

I. Jestiones hechas por San Martin en Buenos Aires para preparar la espedicion al Perú. 2. £1 interés de mantener la alianza entre Chile i las provincias unidas del Rio de ia Plata hace desaparecer ciertas dificultades diplomáticas; el gobierno de Buenos Aires, dirijido por San Martin, ofrece socorros para el ejército, que no puede hacer efectivos a medida de sus propósitos. Dificultades entre el gobierno de Chile i el representante de Buenos Aires felizmente arregladas; destierro de don Bernardo Monteagudo a las provincias de Cuyo (nota). 3. £1 gobierno de Buenos Aires comunica al de Chile la esperanza de ver reconocida la independen- cia por las potencias europeas: proyectos para coronar un rei en estos paises. Negociaciones diplomáticas sobre estas cuestiones (nota). 4. Don Antonio José de Irisarri es nombrado ájente de Chile en £uropa; por falta de poderes i de ins- trucciones regulares, no puede tomar parte en aquéllas negociaciones. 5. £1 se- nado de Chile aprueba el proyecto de espedicion al Perú; primeros preparativos para esta empresa. 6. Primeras dificultades con que tropieza ese proyecto: la escasez de recursos pecuniarios hace concebir la esperanza de contratar un em- préstito esterior. 7. £xijencia8 de San Martin cerca del gobierno de Buenos Aires para obtener los recursos que se le tenian ofrecidos. 8. Propone San Mar- tin un plan mas limitado de operaciones sobre el Perú. 9. La situación interior de las provincias unidas del Rio de la Plata no les permite prestar mnyor coope- ración a la proyectada espedicion al Perú; don José Miguel Carrera i la conspi- ración de los franceses. 10. Celebración de un tratado de alianza entre Chile i las provincias del Rio de la Plata para espedicionar al Perú, ese pacto no es rati- ficado en Buenos Aires por causa de las perturbaciones interiores.

I. Jestiones he- i. Cuando el gobierno i el pueblo de Chile celebra- chas por San. . . ^. i.-ri j Martin en Bue- ^^^ ^'^" ^^ ^^^ ^'^^ entusiasmo el triunfo alcanzado

nos Aires para sobre la espedlcíon española, acababa de llegar a San- pedicion al Pe- «liago el jeneral San Martin. Venia de Buenos Aires 'ú. con el propósito de acelerar los aprestos para espedi-

cionar sobre el Perú, i traía ademas las bases de un plan político para

6 HISTORIA DE CHILE 1818

dar a estos países un gobierno que creía el único estable i adecuado a la situación.

Según contamos en otra parte (i), ocho dias después de la victoria de Maipo (el 13 de abril) habia partido para Buenos Aires. A su paso por Mendoza, donde solo se detuvo tres dias, fué recibido por el pue- blo i por el gobierno provincial, en medio de fiestas en que se cele- braba con grande animación la reciente victoria sobre los españo- les (2). San Martin, sin embargo, obedeciendo al plan de estudiada i sostenida modestia que se habia impuesto, creyendo que los hono res que se le tributaban podían despertar envidia sin aumentar su prestijio real, i convencido ademas de que la obra en que estaba em- peñado distaba todavía mucho de su término, se obstinaba en evi- tar esas manifestaciones; i en vez de aceptar las que se le habian preparado para recibirlo en Buenos Aires, llegaba de improviso i casi de incógnito a esta ciudad a las seis de la mañana del lunes 1 1 de mayo, e iba a hospedarse tranquilamente a la casa en que residía su familia (3). La Gaceta oficial, dando cuenta del arribo de San Martin

(i) Véase el cap. IX, § 4.

(2) Hudson, Recuerdos históricos sohre la provincia de Cuyo^ cap, II, § 25f en la Rerista de Buenos AirtSy tom. IX, páj. f;9- Se ha contado, no sabemos con qué fundamento, que San Martin, a su paso por Mendoza, no quiso recibir la visita de Monteagudo, irritado contra éste por haber precipitado la ejecución de los Ca- rreras. Nos consta si que Monteagudo regresó en esos mismos dias a Santiago, i que aquí reasumió el cargo de auditor de guerra. De vuelta de Buenos Aires, San Martin supo en Mendoza que Monteagudo habia escrito algunas cartas contrp. él i contra el «gobierno de Chile, i asi lo comunicaba a O'Higgins el 18 de octubre. En esa fecha, Monteagudo, descubierto en Chile en otros manejos subversivos, mu* cho mas graves todavía, iba marchando por la cordillera desterrado de Chile. Véa- se mas adelante la nota 8 de este capitulo.

(3) Con fecha de i.° de mayo, el director Pueirredon habia anticipado una carta a San Martin, en que le decia que era de absoluta necesidad que midiese sus jorna- das para entrar a Buenos Aires de dia, a fin de que recibiese las demostraciones po- pulares i ofíciales que estaban preparadas, que él no podía evitar sin hacer un insulto al noble sentimiento del pueblo, i a que San Martin no podía resistirse "sin ofender la delicadeza de toda esta ciudadn. Puede verse esta carta en la pajina 476 del tomo II de la Historia deljeneral San Martin por don Bartolomé Mitre. San Mar- tin la recibió en el camino, i a pesar de los términos premiosos en que estat>a con- cebida,^se negó a recibir los honores que se le tenían preparados.

El congreso arjentino, reunido en Buenos Aires, por acuerdo de 4 de mayo, habia resuelto dar a San Martin una ñnca de propiedad del estado. Este acuerdo se hizo efectivo el 16 de agosto de 1819. La donación consistió en una casa situada en la plaza de^la Victoria de Buenos Aires, que el gobierno habia comprado al efecto en pública subasta.

l8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XI ^

a esa ciudad, decía estas palabras: üNo puede caber la pequenez de solicitar los honores del triunfo en el que ha tenido la gloria de mere- cerlos, n

Pero San Martin no podía sustraerse completamente a las muestras de aplauso i de entusiasmo que habia producido la victoria. Los poe- tas, nacidos al calor de la rejeneracion política, entre los cuales desco- llaban algunos que poseian un verdadero estro, celebraban en versos armoniosos el triunfo de Maipo, i excitaban los sentimientos de gratitud i de admiración por los vencedores (4). San Martin, por oficio de 14 de mayo, se habia negado otra vez a aceptar el título de brigadier jeneral que de nuevo le habia acordado (con fecha de 20 de abril) el director supremo de las provincias unidas del Rio de la Plata, repitiendo la declaración hecha anteriormente de no aceptar otros ascensos, i espre- sando su propósito de retirarse deñnitivamente a la vida privada tan luego como se terminase la contienda; pero el gobierno se manifestaba resuelto a no hacer caso de esa renuncia, i a seguir dándole aquel tí- tulo. El congreso nacional, reunido en Buenos Aires, que ya habia acordado otros honores en su favor, según referimos, resolvió darle solemnemente las gracias por sus servicios en una aparatosa sesión especial. "El domingo último (17 de mayo), dice la Gaceta de Bue- nos Aires, fué destinado por el augusto congreso nacional para dar las gracias al jeneral San Martin por sus insignes servicios en el estado de Chile i victorias de Chacabuco i Maipo; acto que dispuso se verificase en la propia sala de sus sesiones, a donde condujo el excmo. supremo director al jeneral triunfante en unión de todas las corporaciones i je- fis del estado. Las tropas estuvieron formadas desde la fortaleza (la

(4) E^tos cantos, publicados primero en hojas sueltas o en pequefíos opúsculos, fueron recopilados en La Lira arjentina o colección de piezas poéticas daiias a luz en Buenos Aires durante la guerra de su independencia^ libro impreso en J'aris en 1824, aunque en su portada se lée Buenos Aires. Esa colección fué mandada formar « imprimir por un decreto de 9 de julio de 1S22 que lleva la (írma del gobernador <ion Martin Rodrigues i del ministro don Bcrnardino Rivadavin. Los cantos relati- vos a la batalla de Maipo, en número de catorce, de mui distinto mérito unos de otros, están reunidos sin el noml>re de sus autores en las pájs. 142-233 de ese libro. £1 distinguido literato arjentino don Juan Mitria Gutiérrez, que insertó una sola de ellas (de don Vicente Ix)pez i Planes), en la América Poética (Valparaíso, 1846), reprodujo seis (dos de don Vicente López, dos de don Juan de la Cruz Várela, una de don Estél)an Luca i otra de frai Cayetano Rodríguez) en las pájs. 23-70 del libro titulado El jeneral San Martin^ impreso en Buenos Aires en 1S63, con motivo de la inauguración de la estatua de éste.

8 HISTORIA DE CHILE 1818

casa de gobierno) hasta las casas consulares, donde el soberano cuerpo celebraba sus sesiones, i las calles empavesadas con telas de seda de varios colores. La curiosidad i el agradecimiento convocaron al pueblo a la plaza de la Victoria i a las calles iomediatas por donde debia veri- ficar su tránsito el jeneral. Yendo este señor desde su casa a la forta- leza, la atmósfera retumbaba en las alegres aclamaciones de "¡viva el jeneral San Martin !ii El vulgo estaba enternecido. Cuando el jeneral volvió acompañado del excmo. señor director, siendo entonces mas de uno el objeto de la admiración i del reconocimiento público, pare- ció el pueblo absorto en la contemplación de su propia grandeza. En el ángulo de la plaza que mira a las casas consulares, se dispuso un arco triunfal de cuatro frentes. Cuatro niños, representando otros tan- tos jen ios, i situados a competente altura en los ángulos del arco, es- parcieron flores sobre los héroes triunfantes. Las damas, colocadas en los balcones de todo el tránsito, no olvidaron esta demostración tan propia de su jenio, i siempre destinada a honrar el mérito de los que viven respetados i queridos de sus compatriotas (5).»! Estas manifesta- ciones de carácter ofícial, fueron acompañadas i seguidas de fiestas particulares con que algunos de los mas distinguidos vecinos de la ciu- dad quisieron obsequiar a San Martin.

En medio de estas espansiones del patriotismo exaltado por la gloria militar, se trataban en los consejos de gobierno los planes de espedi cion al Perú. San Martin, que tenia fijo su pensamiento en esta em- presa, no cesaba de representar la urjencia de reunir todos los ele- mentos posibles, i de allanar cualquiera dificultad, para dar cima a la obra de la independencia. Sin embargo, por todas partes se divisaban obstáculos que parecían hacerla irrealizable. La anarquía asomaba en varios puntos de las provincias unidas del Rio de la Plata. Las mon- toneras de Entre-Ríos, de Santa i de Córdoba se hacían mas nu- merosas i agresivas, i la perturbación cundía rápidamente dejando prever días de conflicto i de trastorno de todo el orden público. Pero la estrechez de los recursos para hacer frente a los enormes gastos que iba a exijir aquella empresa, era sin duda el principal obstáculo que se oponía a su realización. "Nuestro fondo público está apuradísimo, i

(5) Gaceta de Buenos Aires de 20 de mayo de 1818. El Redactor de sesiones det conip'eso nacional publicó en su número 33 otra descripción de esta fiesta, i en ella insertó el discurso, de ningún valor histórico o literario, que el presidente de esa asamblea, don Matias Patrón, dirijió al jeneral San Martin en aquellas circunstan- cias .

l8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XI 9

apenas basta con mezquinas economías a nuestras necesidades inte- rioresir, escribía en esos mismos días Pueirredon en una carta confíden- cial. "Acabo de levantar (debería decir de imponer) un empréstito de 500,000 pesos en este comercio, que dificulto se llene; i puede V. graduar mis añicciones cuando he recurrido a este arbitrio violento i ruinoso (6).ii

Después de muchas conferencias en que se trató este asunto en las reuniones secretas de los socios de la lojia lautarina, verdaderos direc- tores de estos negocios, la dificultad pareció allanada en una que se celebró a principios de julio en la casa de campo de Pueirredon, en las inmediaciones de Buenos Aires. Proponía éste, que la espedicion que saliese de Chile, compuesta de unos cinco mil hombres, se dirijie- se a los puertos del sur del Perii, ya que toda tentativa sobre Lima, ademas de ser mucho mas costosa, estaba sembrada de peligros; mien- tras San Martin, sosteniendo que el golpe debia dirijirse sobre la capital, como de efecto mas inmediato i seguro, demostraba que, cual* quiera que fuese el objetivo de la empresa, el equipo de ese cuerpo de tropas i los gastos que debia imponer su trasporte, exijian fondos bien superiores sin duda a los recursos ordinarios de que podían disponer los dos nuevos estados comprometidos a llevarla a cabo. Sin dejar re- suelto este punto, cuya solución debia depender de las circunstancias i del estudio mas cabal de la situación del Perü, se acordó sin embargo suministrar a San Martin la cantidad de quinientos mil pesos para esta empresa, contando con que seria posible obtenerlos por medio de un empréstito interior, voluntario o forzoso, que se había decre- tado poco antes. Solo Pueirredon, que debia asumir la responsabili- dad gubernativa, i que vislumbraba las dificultades que este espediente iba a suscitar, manifestó su desconfianza de verlo realizado. San Mar-

(6) Carta del director Pueirredon a don Tomas Guido, Buenos Aires, 16 de junio de 1818. Esta carta dirijída a recomendar a Guido que apremiase al gobierno de Chile para enviar dinero con que completar el equipo de los buques que se espe- raban de los Estados Unidos, está publicada en la Vindicación histórica^ otras veces citada, páj. 116-7. l^oi^ Bartolomé Mitre que ha referido este hecho con al- guna prolijidad en el cap. XIX de su Historia de San Martin^ dice equivocada- mente (tomo II, páj. 210) que la idea de imponer este empréstito nació de la con- ferencia que tuvo ese jeneral con Pueirredon i con otros miembros de la lojia en los primeros dias de julio. El empréstito, como se ve, haUa sido decretado antes; i lo que se resolvió en esa conferencia, fué destinar su producido a la ejecución de la proyectada empresa sobre el Perú. Ya veremos que este arbitrio no correspondió a aquellas esperanzas.

Nv

lO HISTORIA DE CHILE 1818

tin, por SU parte, persuadido de que la acción enérjica del gobierno podria vencer todas las resistencias, se puso inmediatamente en viaje para Mendoza, resuelto a pasar a Chile apesar de las nieves del invierno que cubrían las cordilleras, a fin de activar los aprestos para la proyec- tada espedicion al Perú. 2. El interés de mantener la 2. Para realizar esta empresa, parecía

alianza entre Chüe i las pro- . ,. 111 1 !• ^1

vincias unidas del Rio de la indispensable la estrecha alianza entre Chi-

Piata hace desaparecer cier- le j las provincias unidas del RÍO de la Pla- tas dificultades diplomáti- . ,. ■. 1 1

cas; el gobierno de Huenos ^a. Aunque esa alianza existía de hecho, Aires, dirijido por San Mar- aunque el ejército combinado la habia ro-

tin, ofrece socorros para el , .. 1 1 1 >•• -,

ejército que no puede hacer bustecido con la gloria 1 el prestijio de una efectivos a medida de sus camoaña tan bien dirijída como feliz en sus

propósitos. Dificultades ti- / 1 1 .

entre el gobierno de Chile i resultados, I aunque ámbos gobiernos esta-

el representante de Buenos ^an empeñados en mantenerla i en afianzar- Aires felizmente arregladas; , , j,. .. ,./. , ,

destierro de don Bcfrnardo la, cada día surjian pequeñas dificultades Momeagudo a las provincias q^^ podían ponerla en peligro. La salida de

San Martin del territorio chileno en abril de 1818, fué, como lo habia sido el año anterior, causa de diferencias i de líjeras perturbaciones, que con su alta sagacidad habría podido evitar, reprimiendo prudentemente la arrogancia de algunos de los jefes arjentinos que las provocaban.

El jeneral Balcarce, que habia quedado en Chile a la cabeza del ejército de los Andes, hombre serio de carácter i ademas muí cumpli- dor de la ordenanza militar, no estaba dotado de una gran pene- tración, i era ademas fácilmente influenciable por las sujestiones de algunos de sus subalternos (7). El coronel don Tomas Guido, que desempeñaba las funciones de representante de las provincias unidas cerca del gobierno de Chile, i que en este carácter debía servir de

(7) Balcarce habia tomado el mando del ejército el 6 de abril, el dia siguiente de la batalla de Maipo, por haber espueslo San Martin que su salud, quebrantada por el exceso de trabajo, i los preparativos de su viaje a Buenos Aires, exijian algún des- canso. £1 gobierno de Chile decretó, con fecha de 30 de abril, que mientras Balcar- ce desempeñara esas funciones, gozase el sueldo de 3,0c ) pesos anuales; pero por oficio de 4 de mayo, el jeneral arjentino declaró que no admitía esa asignación. Aunque este oficio era respetuoso, i aunque en él decía modestamente que sus servicios, prestados por el cumplimiento de un deber, no merecían ese premio, mu- chas personas creyeron ver en esa negativa un acto de arrogancia i de menosprecio por el gobierno de Chile. El gobierno de Buenos Aires, por decreto de 18 de mayo, acordó a los hijos del jeneral Balcarce una pensión de 300 pesos anuales i otras gracias.

1 8 1 8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XI II

vínculo de unión, había desempeñado sus funciones con intelijencia i con actividad, prestando en ocasiones servicios especiales que hemos recordado mas atrás. Pero aunque mientras estuvo cerca de San Mar- tin demostró una gran moderación, durante la ausencia de éste estuvo a punto de comprometer los intereses de la alianza por actos que tanto 0*Higgins como Pueirredon atribuyeron a la arrogancia irreflexiva de la juventud. Por un exceso de celo, Guido solia mezclarse en los asun- tos de política i de administración interior; i cuando vio desatendidas algunas de sus insinuaciones, formuló, entre sus amigos i compatriotas, apasionadas quejas contra 0'Higt;ins i sus ministros. Estos actos, tal vez de escasa importancia en mismos i que no habrían debido tener consecuencias, fueron esplotados por pasiones de otro orden. El puesto que ocupaba, era codiciado por otro de sus compatriotas, por don Bernardo Monteagudo, hombre artero i malicioso a quien Guido i sus amigos atribuían, probablemente con razón, el haber preparado las dificultades en que éste se vio envuelto. Así, pues, no faltaron en esas circunstancias quienes por imprudencia o por mal espíritu excitaran a Guido a persistir en esa actitud, al mi'smo tiempo que hacían llegar a los oídos de O'Híggins i de sus ministros informes exajerados que debieron alarmarlos. En aquella situación delicada en que el director supremo tenia que armonizar las susceptibilidades nacionales de chile- nos i de arjentinos, empleando para ello una prudencia que en ocasio- nes no contentaba a unos ni a otro€, la actitud de Guido, a lo menos según se la representaba, depresiva para los primeros, comenzaba a producir entre los segundos cierto descontento que habría podido to- mar alarmantes proporciones. O'Higgins, moderado i reflexivo por carácter, i sobre todo conciliador ante dificultades de este orden, creyó sin embargo que era contrario a la dignidad de su gobierno i a los intereses de la alianza, el tolerar por mas tiempo la conducta del repre- sentante arjentino. »»No es conciliable la permanencia de Guido en el puesto que desempeña, con mi cargo de director, n escribía O'Higgins a San Martin con fecha de 22 de julio. I dirijiéndose a Pueirredon esos mismos días para darle cuenta de estas dificultades, le pedia la pronta separación del ájente que las había provocado.

Esta jestion, que a no mediar en uno i otro gobierno una absoluta unidad de miras i de propósitos, habría podido exaltar las susceptibi- lidades del orgullo nacional, i fomentar una ruptura o a lo menos un debilitamiento de la alianza, encontró una favorable acojida tanto en el director supremo de las provincias unidas del Rio de la Plata como en sus altos consejeros que formaban la lojia lautarina. Guido fué

12 HISTORIA DE CHILE 1818

separado de su puesto por acuerdo gubernativo tomado el mismo dia que llegó a Buenos Aires la noticia de aquellas ocurrencias. La inter- vención de San Martin, sirvió, sin embargo, para evitar un acto que> aunque decretado por el gobierno, habria tal vez enconado los ánimos de muchos de los compatriotas del funcionario destituido. Desde su residencia de Mendoza, donde se hallaba detenido por la nieve que cerraba el paso de las cordilleras, San Martin redujo a Guido a cambiar de conducta, i aconsejó a O'Higgins, en nombre de los intereses de la alianza, a disimular esos agravios, aceptando las satisfacciones de aquel i poniendo término al conflicto con un olvido prudente de lo ocurrido. Fué esto lo que se hizo, i ello bastó para hacer cesar esos entorpeci- mientos (8). Por otra parte, la noticia de que don Miguel Zañartu

(8) No nos es posible, ni tendría objeto, el entrar en el testo en mas amplios de- talles acerca de este incidente; pero en esta nota vamos a estractar algunos docu- mentos que lo darán a conocer.

No hemos visto nunca (i aun la creemos destruida o perdida) la comunicación en que O'Higgins pidió a Pueirredon la separación de Guido; pero conocemos mu- chas otras piezas que dan bastante luz sobre el particular, i que nos permiten espH- car hechos poco conocidos.

Con fecha de 15 de julio, i con el carácter de reservado, O'Higgins escribia a San Martin, que, como sabemos, se hallaba entonces en Mendoza, quejándose duramen- te de Guido, a quien se suponia excitando a los jefes militares contra el gobierno de Chile, interiorizándose en lo que éste hacia, i dándose por director de la política. "Guido, en una palabra, decia O'Higgins, es objeto de la murmuración pública, i lo seria yo con él si me dejara llevar de sus sujestiones... Conoce V. a Chile, i podrá inferir el espíritu que enjendrará entre estas jentes el ascendiente que Guido ha querido tomar. Lo cierto es que nos ha puesto a todos en el precipicio, i que yo estoi dispuesto a no sufrirle mas.ii En carta de 22 de julio era todavía mas termi- nante en sus cargos, i pedia espresamente la separación de Guido del cargo de re- presentante del gobierno de las provincias unidas del Rio de la Plata. Estas con- trariedades, unidas a los mil afanes i complicaciones a que era necesario atender entonces, causaban a O'Higgins las mas penosas molestias. "Aseguro a V., mi amigo, que los mayores tormentos que he sufrido en la revolución, son los que es- perimento en la presente épocan, decia con este motivo a San Martin.

F^n los mismos días en que llegaban esas cartas a manos de San Martin, recibía éste, uno en pos de otro, dos anónimos escritos en forma respetuosa, pero consig- nando una noticia que debió alarmarlo. Uno de ellos, que tenemos a la vista en su oríjinal, decia testualmente lo que sigue: "Excmo. señor: No es éste el primer aviso que doi a V. E. cuando lo ha exijido el bien de este desgraciado estado. Él se halla en el dia en el mayor peligro por la división que reina entre los sujetos que debían contribuir a salvarlo, los que contentos soplan el fuego de la discordia i se aprovechan sedientamente de estos momentos para arruinar la obra de la libertad. £s ya demasiado público las desavenencias ocurridas entre el director i el diputado de Buenos Aires. £! público no puede mirar con indiferencia la intervención que

l8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XI I3

habia sido recibido en Buenos Aires el 4 de agosto en su carácter de representante de Chile con un ostentoso ceremonial i con las espre- siones de la roas sincera cordialidad, vino a probar que la alianza existia ñrme i vigorosa, i a recordar que el mantenerla era un deber

el seSor Guido quiere tomar en los asantos de este estado, V. £. conoce el carácter chileno, i cuan celoso es de sns prerrogativas. De aqiii resulta nn descrédito no solo para el señor 0*Higgins, sino la persuasión casi jeneral de que Chile se halla de* pendiente de las provincias unidas. Esta especie fermenta en términos tales que temo nn trastorno si V, E. no se apersona en ésta a la ma^ror brevedad 1 corta estos- males que nos conducen al sepulcro. Desea a V. E. prosperidad i acierto El am€tH' te del bien, San Martin, alarmado por estas noticias, escribió a Guido con fecha de 31 de julio lo que sigue: *>Va la adjunta copia del anónimo que hte recibido de esa. Esto prueba que los díscolos quieren difundir sus ideas por todas partes. Digame V. con franqueza si hai algo con O'Higgins, i en este caso ruego a V. por nuestra amistad corte toda discusión, pues, de lo contrario, todo se lo llevará el diablo.» Tres dias después, en carta de 2 de agosto, le repetía el mismo encargo en los tér- minos siguientes: *'Me repiten por segunda vez el anónimo anterior. Si hai algo» ruego a V. por nuestra amistad se corte todo con O'Higgins. Háblele V. con fran- queza, no sea que le hayan metido algún chisme. Sobre todo, no tome V. parte alguna en nada que tenga intervención con Chile. O'Higgins es honrado, i estoi seguro que todo se transará. n Como se ve por estas líneas, San Martin, procediendo con la mayor cautela, se guardaba bien de decir que estaba al corriente de eaos hechos por las cartas del mismo O'Higgins.

Mientras tanto, al mismo tiempo escribia a este último profundamente apenado por esas ocurrencias. Se manifestaba condolido de que accidentes de esa clase vi- nieran a comprometer de algún modo la unión estrecha que debia existir entre los dos pueblos, i a aumentar las fatigas i preocupaciones de que estaban rodeados su» gobernantes. Contando, sin embargo, con la prudencia de O'Higgins, le rogaba en nombre de la amistad i de los intereses de la patria, que viera modo de cortar esas diferencias sin estrépito ni escándalo.

La noticia de aquellos incidentes llegó a Buenos Aires el 5 de agosto i produjo en el ánimo del director Pueirredon una dolorosa impresión. De acuerdo con la lojia, resolvió el mismo dia separar a Guido del cargo que desemptíiaba en Chile. La carta que escribió a O'Higgins con este motivo, revela con la mayor claridad su ardiente deseo de mantener i estrechar la alianza de los dos gobiernos i de los dos pueblos. Hela aquí:

"Reservado. Señor don Bernardo O'Higgins: compaSero i amigo mior despa- cho este estraordinario por prevenir momentos 't la cesación de los males que ha^ causado en esa Guido, i que u^ted me comunica por su reservada última sin fecha,, que recibí ayer. Protesto a usted que me ha llenado de amargura la conducta que- usted me refiere de ese joven; i quisiera que volase el conductor de mis órdenes pera separar cuanto antes de la inmediación de V. la causa de sus justos sentimientos. Cuento que V. me avisará cuál sea su comportacion, despnes que reciba el oficio en que le ordeno su inmediata venida, entregando todos los papeles i documentos de su combion a nuestro comon amigo Balcarce. Sobre la pena que me ha causado

14 HISTORIA DE CHILE 1818

primordial del patriotismo en uno i otro pueblo. Los esfuerzos hechos en combinación en esos mismos dias por ambos gobiernos para resistir a la espedicion española salida de Cádiz, según contamos antes, fueron una demostración de cuánto convenia mantener i estrechar la alianza.

la comportacion de un hombre mandado por m{, i cuyos procederes parece que son trascendentales a mi opinión, me mortifica el desconsuelo de haber sabido también que, tomando sin duda orijen de las indiscreciones i lijerezas suyas, se advierte una di- visión entre los amigos de Chile i los nuestros. Es esta, compañero querido, la mayor fatalidad que pudiera sobrevenirnos; i asi es preciso a costa de todo sacriñcio, ata- jarla, sofocarla, destruirla enteramente, sustituyéndole los sentimientos de la mas pura amistad i unión. Yo confío que V, con su prudencia, con su influjo i con la na- tural dulzura de su carácter, apagará cualesquiera pasiones inflamadas, haciéndoles entender (i a mi nombre si usted lo juzga conveniente) que los desvios de un indivi- duo jamas deben alterar la armonía de una familia escojida por sus virtudes, para hacer la felicidad de nuestra patria. V. verá cuánto se dice por nosotros en esta ocasión en papel de la lojia dirijida a Balcarce: asegure usted que son mis senti- mientos i mis protestas; niegúeles usted a todos, que quieran disculpar excesos de la irreflexión, i sobre todo, que, sin equivocar el orijen, me crean tan lleno de pesar por lo acaecido, como esperanzado de ver desaparecer para siempre hasta la memo- ria de pasiones que causarían infaliblemente la ruina de los estados que hoi deben únicamente su libertad a la unión i al valor. Espero contestación por estraordina- rio, si fuese posible, i con las mas prolijas precauciones, para que no puedan estra- viarse los pliegos; i quedo entre inquietudes pero siempre de V. intimo amigo i compañero. fuan Martin de Piteirredon, Buenos Aires, 6 de agosto de i8i8.n

Escribiendo a San Martin con fecha de 7 de agosto, Pueirredon le hablaba de estos asuntos en los términos siguientes: "0*f liggins me dice que en la misma fecha que a mí, comunicaba a V. la desgraciadísima ocurrencia con Guido. Tomando este negocio en consideración con la necesidad que exije, se ha resuelto que inmediata- mente se separe de Chile el objeto de su disgusto, porque hemos recelado ulteriori- dades fatales, n Con fecha de 25 del mismo mes, le agregaba lo que sigue: "En cada correo vienen nuevas noticias del disgusto de O'Higgins con Guido. Si éste no ha salido pronto, yo temo que se jeneralice la oposición, i las resulta? serán fatales, n Por fin, el 2 de setiembre, creyendo que ya Guido habría salido de Chile, volvía a hablar de este negocio en estos términos; "Ha debido V. graduar cuál habrá sido el sentimiento mío i de todos los amigos de la unión desde el día que recíbimob las comunicaciones sobre la ocurrencia de Guido... Hace tres correos que no he escrito a éste, suponiéndolo en camino por las órdenes O O (de la lojia) que le fueron por posta. Dígale V., si aun lo ve, que venga tranquilo. Yo he hecho correr la voz de que hacia tiempo me instaba por su separación de Chile, i que me había visto pre- cisado al ñn a concedérsela, m En todas estas cartas, Pueirredon instaba premiosa- mente a San Martin para que lo mas pronto que le fuera dable se trasladase a Chile, a fin de aquietar los ánimos i de hacer cesar todo principio de desavenencia.

La separación de Guido, sin embargo, no se llevó a efecto. Después de un vio- lento altercado que tuvo con Monteagudo, que estuve a punto de producir un duelo, i que solo conocemos por las cartas de fría i de reservada satisfacción (publicabas

i8l8 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XI 15

Pero entorpecimientos de otro orden amenazaban compromete! gravemente la situación. Conociendo la necesidad de hacer cesar dd todo las diferencias de que hemos hablado mas arriba, i la imp>ortan- cia de acelerar los aprestos para la espedicion del Perú, San Martin

ambas en la Vindicación histórica^ pájs. 138-91), se marchó el 5 de agosto a la villa de Santa Rosa de los Andes a esperar a San Martin, cuyo arribo a Chile se habia anunciado como próximo, i que no pudo efectuarse por el estado de los caminos de cordillera, cubiertos de nieve en una grande estension. En esas circunstancias, 0*Higgins, que habia recibido las cartas de San Martin, de que hablamos mas at ri- ba, cediendo a las instancias de éste, i creyendo que era preciso evitar por los me* dios de moderación i de prudencia todo choque que pudiera perturbar la alianza, aceptó los consejos conciliatorios. "La insinuación de V., escribia a San Martin con fecha de 17 de agosto, es bastante para disimular este negocio en cuanto esté a mis alcances. En esti virtud, ayer he escrito a Guido a Aconcagua, a donde ha ido a esperar a V., dándomele solo por entendido en pequeneces, que en cuanto a lo prin- cipal es mayor mal su esclarecimiento que el disimulo. Descanse V. en que todo será transado según sus desea<«.ii Diez dias después, el 27 de agosto, le confirmaba esta noticia de una manera mas concluyente. "En mi última dije a V., decia, qpe habia transado con Guido nuestras diferencias. Ahora con los ansecedentes i cartas de Buenos Aires, revisado todo en O O (la lojia), se acordó por el bien de la paz se cortasen dichas diferencias. Yo admití gustoso la reconciliación, sellando este ne- gocio con un olvido eterno. Para ello escribo ahora a Pueirredon i a O O (la lojia) de Buenos Aires por estraordinario, a fín de que tranquilicen sus espíritus, como deberá quedar el de V., sin recelo de que se vuelva a alterar la buena armonía entre los amigos, n San Martin, trasmitiendo desde Mendoza, con fecha de 24 de setiembre, esta noticia a Pueirredon, le decia lo que sigue: "Gran satisfacción tendrá V. al leer las comunicaciones de Chile que le incluyo. Todo ha quedado transado del modo mas sólido. Dios conserve la armonía, que es el modo de que salvemos la naveln

Pero esta armonía estuvo de nuevo amenazada por los manejos de don Bernardo Monteagudo. 0*Higgins, como se recordará, dando de mano a todas las atenciones de la política interior, se trasladó a Valparaiso a fines de agosto para consagrarse enteramente a la organización i equipo de la escuadría En esas circunstancias, en que todo aconsejaba eliminar cualquier jénero de discordia, Monteagudo pareda empeñado en fomentarla, indisponiendo entre a los jefes, i desacreditando al gobierno de Chile i al mismo jeneral San Martin. "Luzuriaga me ha dicho esta mañana, escribia San Martin desde Mendoza al director O'Higgins en un párrafo reservado de su carta de 18 de octubre, que le ha asegurado un vecino honrado de ésta haber visto una carta de Monteagudo, en que a la verdad nos hace poco honor a V. i a mí, como igualmente a ese puebla Luzuriaga ha quedado en llamar al que la tiene i presentármela. Lo que resulte avisaré a V.n

En esos momentos, los manejos de Monteagudo habían sido descubiertos en San- :iago, la lojia lautarina habia juzgado su conducta i condenádolo a salir de Chile. Cuando O'Higgins volvía de Valparaiso después de la salida de la escuadra (10 de octubre), fué informado de esta resolución de la lojia, i estando en la necesidad de cumplirla, quiso al menos ahorrar a Monteagudo la vergüenza de un destierro.

1 6 HISTORIA DE CHILE 1818

babia intentado dos veces pasar la cordillera para llegar a Chile; pero la nieve que cubria todos los senderos, i los frecuentes temporales del invierno de 1 8x8, lo retuvieron a su pesar en Mendoza en una morti- ficante inactividad. Desde allí, sin embargo, seguia con el mas vivo ínteres la marcha de los acontecimientos en los dos países. Habiendo

cayns causas el público había de averiguar i descubrir, fínjiendo que salía de Chile por llamado del director Pueirredon. O'IIiggíns daba cuenta de esta resolución en carta escrita a San Martin en 15 de octubre, en que le avisaba que ese mismo día había salido Monteagudo de Santiago en camino para Mendoza. "Ahora, mi amigo, agregaba, debo hacerle presente que con los ejemplares de Monteagudo, de Vera <el doctor don Bernardo Vera, desterrado a Mendoza, como se recordará, en abril anterior) i de otros hombres falsos como éstos, debe V. moderar su natural bondad, ^ue lleva a protejer a individuos que, no guardando leí con nadie, no pueden pro- •ducírnos otros resultados que repetidos comprometimientos. Por fortuna, hasta ahora «e han cortado los males en su oríjen descubriéndolos en tiempo; pero la prudencia 00 puede aprobar que nos espongamos en adelante a iguales peligros. Los que una ▼ez fueron malos, debemos temerles siempre, alejarlos del lugar donde pueden da- fiar, i no creerles protestas que no les arranca el escarmiento sino la necesidad, n Debemos advertir que esta carta no se halla incluida en la correspondencia de O'Ifígginscon San Martin, publicada en los apéndices de la Historia de este último por don Baiftolomé Mitre; i cuando ha sido dada a luz, se ha omitido la fecha i se la lia tomado equivocadamente como escrita por San Martin a O'Híggins. Basta leerla f)ara conocer este error, que por lo demás se demuestra recordando que entonces el primero de éstos se hallaba en Mendoza.

0*íIiggins escribió en esos mismos días a Pueirredon dándole cuenta del destierro de Monteagudo, i esplicándole las causas que habían hecho necesaria esta medida, a 6n de qae no se viera en ella una ofensa cualquiera al gobierno de Buenos Aires. Pueirredon, que tenia la peor idea de Monteagudo, i que así lo había manifestado ^véase la nota 5 del cap. VII de esta misma parte de nuestra Historia), contestó a 0*Higgins eh carta de lO de noviembre lo que sigue: "Nunca esperé yo menos del caballero Monteagudo. Cuando cometió el desacato de quebrantar su confinación a Mendoza, trasladándose a ese país (Chile), sin licencia (en 181 7), pronostiqué a sus protectores (San Martín i Guido) esta misma recompensa. Mi pronóstico se ha cumplido; i ahora me escriben diciendo que yo lo conocía mejor que ellos. No hai remedio, compañero; es preciso que el hombre se dirija por la razón, i no por la voluntad ni por la compasión. Nada hai en la historia de la vida de Monteagudo que no lo hiciese detestable a la sociedad en que ha vivido. Yo no lo había tratado, pero conocía sus hechos i su oríjen, i por ellos me guié para resistir su colocación en la secretaría de nuestro ejército. Lo supongo en San Luís; pero ni aun allí me aco- moda que esté.tt

Apenas llegado a Mendoza, Monteagudo había sido, en efecto, conñnado a San Luis, según lo avisaba Luzuriaga a 0*Higgins en carta de i.^* de noviembre de 1818. AHÍ lo veremos intervenir en una sangrienta trajedia que, mas que sus otras faltas» ha contribuido a manchar su memoria.

1 8 1 8 PARTE OCT A VA.-^CAPÍTULO XI 1 7

llegado a su conocimiento, por medio de la Gaceta ministerial de Chi- le, las reglas que el rei de España daba para proceder en juicio contra los insurjentes de la América i la graduación de las penas que debian aplicárseles, San Martin recomendó a los gobiernos de ambos estados, de Chile i de las provincias unidas, la adopción de medidas análogas respecto de los prisioneros españoles, para establecer una justa retalia- ción que produjese al ñn el resultado de regularizar la guerra (9). Has- ta entonces, San Martin creia que la espedicion libertadora del Peni podría llevarse a cabo en algunos meses mas, sin contar con los in- mensos obstáculos que esta empresa habia de hallar en las revueltas intestinas de los paises en que se preparaba la empresa, i mas que eso todavía, en la escasez de recursos.

En efecto, el empréstito que el gobierno de Buenos Aires habia acordado levantar en los primeros dias de julio, no daba el resultado que se esperaba. uLa grandeza de los planes que ha concebido V. E., decía ofícialmente el director Pueirredon 'al jeneral San Martin con fecha de 22 de agosto, me decidieron, por falta de otros arbitrios, a calcular sobre los capitales en circulación del comercio de esta capi- tal, para que introdujesen en arcas hasta la suma de quinientos mil pesos, con que debia auxiliarse a V. E., según lo resuelto. Me es sen* sible anunciarle que al hacer realizable el entero, han resultado inefi- caces las providencias dictadas; de suerte que ha sido necesario moderar

(9) £1 decreto del rei a que hacemos referencia, era una real orden de 28 de julio de 1817, que hemos recordado anteriormente (nota 28 del cap. X), en que después de aprobar las ejeaiciones capitales de caudillos insurjentes llevadas a efecto por Morillo i por Montalvo en Nueva Granada, daba las reglas de los procedimientos judiciales que debian emplearse contra ellos en todas las demás provincias rebeladas contra la metrópoli. Los insurjentes eran clasiíkados allí en ocho categorías, cinco de las cuales quedaban sometidas a los consejos ordinarios de guerra, autorizando a los capitanes jenerales i virreyes para rever las sentencias que aquéllos dieren, i para aplicar las penas sin ulterior recurso i con arreglo a las disposiciones de la or- denanza militar en los delitos de sedición i de motin. Estas disposiciones en que se desconocían a los insurjentes de América el derecho de belijerantes, produjeron una profunda irritación. San Martin, en olicio dirijido a la vez a los gobiernos de Chile i de las provincias unidas con fecha de 16 de agosto de 18 18, calificaba aquella real orden de "fulminación de sangre desfigurada con el nombre de lei militarn; i des- pués de recordar el trato benigno i humano que hasta entonces se habia dado a los prisioneros, sostenía la necesidad de establecer una justa retaliación. El lector pue- de ver la real orden de que hablamos en la Gaceta ministerial estraordinaria de 10 de junio de 1818; i el ofício de San Martin que a ella se refiere, en las pájs. 216-7 del tomo IV de los Anales históricos^ antes citados, de don Carlos Calvo.

Tomo XII 2

1 8 HISTORIA DE CHILE 1 8x8

la cuota, i bien puede afirmarse que el empréstito de quinientos mil pesos, apenas se hará asequible en una tercera parte. n En su corres- pondencia particular era todavia mucho mas esplícito. nYa habrá V. visto lo que le digo de ofício sobre los quinientos mil pesos, le decia en cana confidencial de 25 de agosto. Todos han tocado prácticamente la exactitud de mis cálculos cuando se trató este negocio; i los que facilitaban (creian fácil) con sus proyectos hasta un millón, son los primeros en confesar su error. No hai remedio, amigo mió: no se sacan de aquí los quinientos mil pesos, aunque se llenen las cárceles de ca- pitalistas. Los ingleses se han resistido absolutamente; i Staples roe aseguró ayer que iba a persuadirlos a que diesen algo voluntariamente. Los demás no dicen ««no quieron, pero el equivalente «mo puedon, i lo compruebanir. ^jEn cuántas amarguras nos hemos metido con el maldito empréstito! agregaba en carta de 2 de setiembre. Hasta aquí no se han sacado mas que ochenta i siete mil pesos de los españo- les. Los ingleses se han rehusado abiertamente; i de ciento cuarenta i un mil pesos que les cupieron, no han entregado mas que seis rail setecientos. No hai numerario en plaza; los pesos fuertes ganan hasta cuatro por ciento de premio (io).m Aunque en esas comunicaciones anunciaba Pueirredon que no se omitirían esfuerzos ni sacrificios para procurarse los recursos necesarios con que llevar a cabo aquella em- presa, se dejaba ver que la situación comercial del pais era mui desfa- vorable; i por tanto, se advertia terminantemente a San Martin que se abstuviera de despachar libramientos contra la tesorería jeneral de Buenos Aires, porque ésta no podria cubrirlos. A no caber duda, el empréstito proyectado de medio millón de pesos, era irrealizable, así en las^ provincias unidas del Rio de la Plata como lo habría sido en Chile. *

(10) Pueden verse en el § 4 del cap. XIX de la Historia de San Martín por don Bartolomé Miirc, i en los documentos que forman el apéndice 17 de dicha obra, las piezas que estractamos en el testo. La última carta que recordamos aquí, continua- ba todavia en estos términos: "Admírese V. al oir que ayer perdía el papel del em- préstito 25 por ciento cuando no se ha sacado aun la sesta parte. £1 resultado de todo esto es que el estado no se remedia; que el comercio nacional se arruina; que los ingleses, únicos introductores, utilizan esclusivamente toda la quiebra del pais; que no entra un peso en aduana, porque todos los derechos se satisfacen en dicho papel; i lo peor i mas ruinoso que todo, es que el crédito público se destruye de un modo escandaloso. Estoi ahogado, estoi desesperado. Ayer he dicho que se me proporcionen arbitrios o que se me admita mi dimisión de este lugar de disgustos i de amarguras. II

l8l8 PARTE OCTAVA. —CAPÍTULO XI I9

Esta contrariedad exasperó sobre manera a San Martin. A juzgar por la apariencia de los hechos, la entereza de su carácter, que lo ha- bía hecho soportar i vencer tantas diñcultades, estuvo a punto de abandonarlo en estos momentos en que por la pobreza del erario, o mas propiamente por la falta de una suma de dinero que según él era posible i era indispensable procurarse, iban a fracasar los planes tan pacientemente elaborados i de cuya realización dependia el afianza- miento de la independencia. Sus contestaciones al gobierno de Buenos Aires, revelan la inquietud i la exaltación de su espíritu. ««Si el ejército de los Andes no es socorrido, escribía oficialmente a Pueirredon con fecha de 25 de setiembre, no solamente no podrá emprender operación alguna, sino que está muí espuesto a su disolución. n Dos días después, en una hora de abatimiento moral aparente o verdadero, hacia su re- nuncia del mando del ejército. la razón en que apoyaba esta inespe- rada determinación, era el estado deplorable de su salud, que, según decía, lo llevaba rápidamente al sepulcro. «Sin embargo, agregaba dejando ver así la causa verdadera de su renuncia, lo arrostraba todo en el supuesto de que dicho ejército tendría que operar fuera de Chi- le; pero habiendo variado las circunstancias, ruego a V. E. se sirva admitirme la renuncia que hago del espresado mando. n En carta con- fidencial de la misma fecha era todavía mas esplícilo (ii). El dia siguiente (5 de setiembre) comunicaba igualmente su renuncia al go- bierno de Chile.

Esta renuncia, obra al parecer de la irritación i del desaliento al ver frustrados los planes que San Martin acariciaba desde cuatro años atrás, obedecía probablemente a otro propósito, tenia un alcance muí diferente, i ha sido esplicada por la historia como una artificiosa ficción inventada por ese astuto jeneral para forzar o para entonar la voluntad de sus cooperadores en aquella empresa, a quienes suponía escasa fir-

(11) aquí lo que San Martin escribía a Pueirredon en carta particular cíe 4 <le setiembre: "Todo ciudadano tiene una obligación de sacrificarse por la )il)ertad de su pais. Asi lo iba yo a hacer en intelijencia de que el ejército de los Andes tuviese que operar fuera de Chile, i que la tal cual buena opinión que habia adquirido, in- fluiría en el éxito; pero habiendo variado el plan de operaciones, no creo ya de importancia mi presencia. Por lo tanto, ruego n V. por nuestra amistad i por la misma patria, admita la renuncia que le hago i me deje cuidar un poco mi salud para poder repararla algún tanto. En todo tiempo de peligro estaré pronto a mar- char al punto que se me diga. Bajo este supuesto i el de la absoluta imi>os>ibiii(lad de encargarme en el día de mando alguno por las razones espuestas, espero que a vuelta de correo venga conseguida mi licencia, n

20 HISTORIA DE CHILE 1818

meza en sus propósitos. El efecto que produjo ess^ determinación, pa- rece confirmar esta conjetura. Pueirredon se encontró perturbado i confundido ante el conflicto que se creaba, i ante la enorme responsa* bilidad que iba a pesar sobre él si la espedicion libertadora del Perü no se llevaba a cabo. Los patriotas que componían la lojia lautarina de Buenos Aires, que servían de consejeros al director supremo, le reprocharon su poca confianza en la acción del gobierno, i hasta lo acusaron de mostrar debilidad en los momentos en que era preciso desplegar una firmeza incontrastable. £n las conferencias que cele- braron con este motivo, el ájente de Chile, don Miguel Zañartu, es- puso que su gobierno estaba resuelto a hacer todo orden de sacrificios para realizar aquella empresa; pero que debiendo ser ésta la obra com- binada de los dos estados, habian de nivelarse los esfuerzos por una t otra parte (12). Pueirredon, justamente alarmado con la situación que

(12) Estas incidentes se hallan referidos por don Miguel Za&artu en carta confi- dencial a O'Uiggins de 28 de setiembre. Dice asi: "Se leyó, mi querido amigo, en O O (la lojia) la renuncia hecha por San Martin a consecuencia de haberle escrito Pueirredon que no podía llenar el compromiso de quinientos mil pesos ofrecidos para la espedicion. No puede V. figurarse la sorpresa que produjo esta comunica- ción del gobierno, cuando todos estábamos persuadidos de que ya el dinero estaba colectado. Todos acusaron la fria apatía con que se procedia en un negocio tan inte- resante. Vo espresé los sacrifícios de mi estado (Chile), la actividad violenta, pero necesaria, que mi gobierno aplicaba en semejantes casos, la justicia con que delnaD nivelarse los gastos en una empresa de utilidad común, las diferentes proporciones de este pueblo al mió, en ñn, cuanto pedia influir, dar movimiento i vida a este negocio. I, aunque la cosa ha sufrido su retardación, el empréstito se lleva a cabo porque la O O (lojia) no se detendrá por consideración alguna que se oponga a la consecución de su fin. San Martin ha dado un golpe maestro; i si fuera conciliable con el honor del director el publicar la renuncia del jeneral i su fundamento, creo que no habria medio mejor para sacar cuanto dinero quisiese, porque aquí saben de- masiado cuanto él vale.n

La renuncia de San Martin, comunicada por éste al director supremo de Chile, produjo en el seno del gobierno una triste impresfon, pero parece que no se creyó que fuese una resolución definitiva. O'PIiggins, que se hallaba entonces en Valpa- raíso empeñado en alistar la escuadra nacional para lanzarla contra la espedicion espa- ñola, escribía a San Martín, con fecha de 20 de setiembre, lo que sigue: "Semejante a un flechazo me ha sido su apreciable del 6 del presente que contesto. Cuando me preparaba a estrecharlo en mis brazos, recibo la amargura de su resignación! San Martin es el héroe destinado para la salvación de la América del sur, i no puede renunciar la preferencia que la Providencia eterna le sefiale. Sí, mi amigo amado: cualquiera que sea la causa que haya motivado la resolución de V. i esté al alcance de su compañero i este estado el remedio, yo le aseguro su allanamiento. Rue- go a V. por la patria i por nuestra amistad, se venga cuanto antes, i me alivie de

1 8 1 8 PARTE OCTAVA.— <I\pfTULO XI 21

se creaba, i firmemente decidido ademas a llevar a cabo la proyectada espedicion, cualesquiera que fuesen los sacrificios que impusiera, con- testó a San Martin en los términos mas firmes i resueltos que el em- préstito se llevaria a efecto a todo trance, aunque fuese necesario em- plear la fuerza contra los que lo resistiesen; i en consecuencia, lo autorizaba a jirar contra el tesoro público para satisfacer las necesida- des del ejército, cuidando solo de estipular el plazo de diez o doce dias después de la presentación de los libramientos (13). El director

la amargura que sufro, no pudiéndola aliviar otra cosa que la aceptación de súplica. II

(13) Merecen conocerse los términos textuales de la contestación dada por Puei- nedon con fecha de 16 de setiembre a la renuncia de San Martin. Dice asi: "¿Cómo se quedaría V. cuando recibió mi comunicación sobre suspensión de libramientos? Aseguro a V. que no cómo no me he vuelto loco cuando vi cumplirse los tres plazos dados para el empréstito, i que no había entrado ni la sesta parte en cajas. Los ingleses se desentendieron absolutamente, i a su ejemplo lo hacian todos los de- mas comerciantes. Mi espíritu tocaba ya al término de la desesperación porque preveia el trastorno que debían padecer nuestras operaciones militares. Pero ya en- contré el remedio; i hoi puedo asegurar a V. que se hará efectivo el empréstito, i que puede comenzar a jirar contra este gobierno las cantidades que encuentre en Mendoza o Chile, en la seguridad de que serán cubiertas. Prevengo, sí, a V., que no jire sus libramientos a menos de ocho o diez dias vistos, para nuestra mayor co- modidad. He echado a un lado toda consideración con los que no tienen ninguna con nuestra situación apurada; i maSana se intimará al comercio ingles que el que no hubiere cubierto en los catorce dias restantes de este mes la cantidad que le hu* biere cabido, será embargado i rematado en sus efectos hasta cubrirla, i ademas ce- rrada su casa i espulsado del país. Estoi cierto que no darán lugar a ello; i el dinero se juntará aunque se lo lleve todo el demonio. En esta confianza i seguridad, aproveche V., amigo querido, el primer momento de bonanza para pasar la cordi- llera, i vamos a ver si completamos la seguridad del país i la gloría propia de V. Por lo demás, dejémonos ahora de renuncias, que si fué disculpable la de V. por las circunstancias, ya no lo es, habiendo éstas variado; i porque también juro a V. por mi vida i por los deberes de nuestra amistad, que si llegase a obstinarse en ]:>edirla» en el acto haré yo lo mismo, i se vendrá por tierra toda nuestra obra. Tenemos aun algo qué sacrificar, i es preciso hacerlo, it

En nota oficial de la misma fecha, el ministro de la guerra del gobierno de Bue- nos Aires don Matías de Irigóyen, después de recordar a San Martin los apuros del tesoro público i los embarazos que causaba la imposición del empréstito, le daba las mismas seguridades que consigna la carta anteríor. "Sin emluirgo, decia, con este motivo, se han acordado nuevos sacrificios que llenen la idea meditada. A) efecto, se han dictado providencias muí eficaces cuyo feliz resultado se presiente; i en ese concepto me ordena el señor director diga a V* E., que desde luego puede ir cobrando contra esta tesorería jeneral las cantidades que indispensablemente consi- dere necesarias hasta el lleno de la suma convenida, sin perjuicio de que se tendrá

22 HISTORIA DE CHILE 1818

supremo i sus consejeros estaban persuadidos de que la renuncia de San Martin seria deñnitivamente retirada después de esta declaración. Así sucedió en efecto. San Martin alentado por esas esplícitas pro- mesas, no volvió a hablar de su renuncia. En cumplimiento de ellas, el gobierno de Buenos Aires le envió algunas remesas en dinero efectivo, i le envió también varias letras negociadas en esa plaza que debían ser pagadas por ciertos comerciantes de Chile o de Mendoza. Estas mis- mas operaciones demostraban la dificultad en que aquél se hallaba para cumplir sus compromisos; pero un incidente vino a demostrarlo ínas palmariamente. A mediados de octubre llegaba a Mendoza el co- rreo de Chile, en tránsito para Buenos Aires, conduciendo en dinero efectivo cerca de dieziscis mil pesos para negociantes de esta* ultima plaza. Dando por razón la inseguridad de los caminos a causa de las montoneras que recorrían la provincia de Santa Fé, i deseando, ade- mas evitar el trasporte de los caudales que debían remitírsele, San Martín tomó aquella suma i dio letras por su valor, a cargo de la tesorería jeneral. »«Me ha puesto V. en las mayores angustias con las libranzas que ha dado por los caudales de los correos que ha detenido, le escri- bía Pueirredon en el final de una de sus cartas, al tratar de este nego- cio. Ha sido preciso pagarlas a la vista, porque de otro modo padecía el crédito de V., el mío i el de la administración toda; i para ello gra- dué V. cómo me habré visto para hacer de modo que fuesen todos los accionistas pagados antes que se despachase el correo. He barrido el cabildo, consulado, aduana i todo cuánto había con algún dinero aje- no. Si viene otra, hacemos bancarrota i nos fundimos. Supuesto que por ahora lo que sobre todo nos interesa es mantener el ejército, creo que debe V. hacer presente el estado de falta de recursos en que se halla ese gobierno (el de Chile), i pedir que mensualmente se socorra por éste (el de Buenos Aires) el ejército de los Andes con la cantidad que se gradúe suficiente a sus necesidades i con cargo de reintegro por

especial cuidado de hacer sin las dichas libranzas las remesas que permita la opor- tunidad, m

San Martin llegó, a creer que habían desaparecido todas las difícultades, i así lo escribía a Guido: "Al fin, consecuente a mi renuncia, se ha vuelto a decretar el auxilio de los 50o,ocx) pesos para el ejército de los Andes. Va tengo en mi poder alc^unas libranzas contra individuos de :sa (Santiago)... Todo eso ha mejorado mi salud, i solo eipero un poco de mas tiempo para que venga todo el dinero i mar- chnrme a esa aunque sea muriéndome.n Carta de San Martin a (luido. Barriales (alrededores de Mendoza), 7 de octubre de 1818, en la Vindicación histórica^ pa- jina 153.

l8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XI

23

ese estado (Chile), pues no es ni regular ni justo que se sirvan de nues- tras armas i que también se las mantengamos, n Aunque después de esta declaración se enviaron a San Martin algimos socorros para el ejército de los Andes, alcanzaron apenas a cerca de la mitad del pro- ducto efectivo del empréstito; i luego las perturbaciones interiores de las provincias unidas del Rio de la Plata, señaladas particularmente por la presencia de montoneros que interceptaban las comunicaciones, im- pidieron el cumplimiento de las promesas del gobierno de Buenos Aires (14). 3 El gobierno de 3. Desde principios de octubre, San Martin,

Buenos Aires coiru* j 1 j . ,

nica al de Chile la creyendo arregladas estas cuestiones de recursos, esperanza de ver re- se preparaba a seguir SU viaje a Chile tan pronto

conocida la indepen- 1 j-n r t^

dencia por las po- como la cordillera ofreciera paso. En esos momen-

lencias europeas: tos recibió de Buenos Aires comunicaciones re- proyectos para coro- - 1 . ,, . nar un rci en estos ferentes a Ciertos trabajos políticos, que, fomen-

paiscs .--Negocia- lando una simple quimera, iban a entorpecer ac-

aones diplomáticas ., , 11 /

sobre estas cuestio- cidentalmente la marcha natural 1 lójica de la

ncs (nota). revolución hispano-americana. "Mui pronto sa-

brá V., le escribia Pueirredon, con fecha de 24 de setiembre, el nuevo teatro que se presenta a nuestros negocios piiblicos. Por él deben va- riarse o al menos suspenderse nuestras principales disposiciones res- pecto de Lima. V. es de indispensable, de forzosa necesidad a este grande interés de nuestro pais. Él solo va a terminar la guerra i a asegurar nuestra independencia de toda otra nación eslranjera. Por él haremos que en el momento evacúen los portugueses el territorio oriental (del Uruguai). Por fín, son incalculables de pronto todos los

(14) Según los documentos oficiales de la época, hasta el 13 de enero de 1819 se hablan reunido solo 300,000 pesos del empréstito levantado en Buenos Aires. Don Bartolomé Mitre, que es el historiador que ha reunido i que ha consignado mas noticias sobre estos incidentes, en su Historia de San Martin^ ha publicado entre los documentos justificativos del tomo II, bajo el rubro de apéndice núm. 22, una serie de documentos sobre la imposición del empréstito de que hablamos arriba, i sobre las remesas de dinero que se hicieron a San Martin. Esos documentos, si bien ilustran este punto de la historia, no bastan para esclarecerlo por completo, pues no esplican a cuánto montó el empréstito, ni la cifra exacta de las cantidades suministradas a San Martin. Nosotros no hemos podido formar un esclarecimiento cabal de ambos puntos; pero por las noticias que hemos recojido en esos i en otros documentos, el producto del empréstito no pasó de 300,000 pesos, de los cuales solo cerca de la mitad fué enviada a San Martin, ademas de algún armamento (trece cañones de diversos calibres i las municiones para los mismos) que fueron remitidos por la vía marítima en setiembre de 1818.

24 HISTORIA DE CHILE t8l8

bienes que disfrutará nuestro país por un medio tan lisonjero. n Según el encargo hecho en esa carta, San Martin no debia detenerse en Chile mas que dos o tres meses, i ponerse en seguida en camino, no para el Perú, como se habia convenido antes, sino para Buenos Aires con el objeto de «completar los deseos de sus amigos, i de asegurar para siempre la independencia, la quietud i el descanso de las pro- vincias unidasit.

Estas esperanzas de ver afianzada la independencia de estos países i asegurada su tranquilidad sin necesidad de nuevos sacrificios, descan- saban en la ilusión que habia hecho concebir el proyecto de constituir en estos paises una monarquía que tendria por jefe a un príncipe de la familia real de España. Estamos obligados a dar a conocer aquí en sus rasgos principales los antecedentes i la elaboración de este qui- mérico proyecto.

La revolución hispano americana, como sabemos, no habia tenido en sus principios el propósito determinado que los acontecimientos vinieron a imprimirle. La idea de la independencia, desligándose ab- solutamente de la metrópoli para formar estados libres, no habia jer- minado entonces mas que en algunas cabezas privilejiadas; pero el movimiento habia sido seguido por la mayoría de la población, espe- rando de él la mejora del réjimen existente i la supresión de abusos que todos podian apreciar, sin aceptar la idea de independencia sino en el caso que la España hubiera sido sojuzgada por la invasión es- tranjcra i sometida al dominio de un reí intruso. Esas aspiraciones, como sucede siempre en las grandes conmociones, se habian modificado paulatinamente; pero si bien la separación absoluta de la metrópoli ha- bia llegado a ser el fin reconocido de las aspiraciones revolucionarias, i si el anhelo por verse rejidos por instituciones libres habia llegado a hacerse jeneral, pocos se habian detenido a pensar en la forma de go- bierno que debia darse a estos paises. Los directores del movimiento, en su mayor parte republicanos por instintos i por convicción, prenda- dos por el ejemplo de los Estados Unidos, tenian, sin embargo, poca confianza en que la república pudiera establecerse en pueblos que vi- vian en un deplorable atraso, sumidos en una grande ignorancia i habi- tuados por siglos al réjimen despótico de la colonia. Al paso que la restauración de Fernando VII en el trono de España en 1814 i los triunfos de las armas realistas hicieron creer a muchos que los ameri- canos no podrian alcanzar jamas su independencia sin el auxilio de una gran potencia estranjera, de la Inglaterra o de los Estados Uñi- dos, los primeros asomos de anarquía dentro de la misma revolución.

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ronvencieron a otros de que estos pueblos, incapaces de gobernarse por í mismos, no podrían asentar el orden interno sino sometiéndose al tu- elaje de otra nación que los tratase mejor que la España, o buscando un )ríncipe de las familias recientes de Europa para que viniese a gober- larlos como reí. Ya hemos contado cómo el jeneral don Carlos María le Alvear, gobernador de las provincias unidas del Rio de la Plata ;n 18 1 5, había solicitado del gobierno ingles que las admitiera bajo su iependencia i dominación (15).

En esa misma época, dos ilustres patriotas, el jeneral don Manuel 3elgrano i el doctor don Bernardino Rivadavia, ambos republicanos >or carácter, por hábitos i por principios, i señalados ademas por dís- inguidos servicios a la causa de la revolución arjentina, se hallaban ín Londres empeñados en negociar con Carlos IV de Borbon, que ;silado en Roma después de su abdicación, se le creia próximo a er restaurado en el trono de España, el reconocimiento de la indepen- lencia del antiguo virreinato de Buenos Aires, donde se constituiría ina monarquía hereditaria para el hijo menor de ese soberano. Esta legociacion fracasó en sus primeros pasos, por haberse frustrado las ¡speranzas de la restauración de Carlos IV; i la historia no la recuerda ino como un desvarío de hombres honrados i patriotas, pues la impo- icion de un monarca en esas condiciones era un lastimoso error po- (tico, i no habría podido consolidarse ni siquiera unos cuantos me- es (16).

El desenlace de esta tentativa, no desalentó a los negociadores ni . los hombres de estado que las inspiraban. Asi, mientras que R ¡va- la se mantenía en Europa i se empeñaba en otra negociación análo- ;a, no menos absurda que la anterior, según veremos en seguida, Bel- ;rano que había vuelto a América, se empeñaba en una empresa mas straordinaría, hija también de la inesperiencia política i de las ideas orrientes de una situación que ahora casi no acertamos a comprender, ie trataba de la organización de un imperio, a cuya cabeza se pondría in individuo descendiente de la antigua familia de los incas que go-

(15) Véase el § 5, cap. IV, parte VII de esta Historia.

(16) Esta negociación que consta de muchos documentos en gran parte publíca- os, está referida en todos sus incidentes en el cap. XXIII de la Historia de Bel- rano por don Bartolomé Mitre. El príncipe solicitado para rei de las provincias nídas del rio de la Plata, era el infante de España don Francisco de Paula, her- lano menor de Fernando VII, hombre desprovisto de toda otra significación que US relaciones de familia, i muerto en 1865.

26 HISTORIA DE CHILE iSlS

bernaron al Perii antes de la conquista española; pero como se encon- trase cautivo en poder de los españoles el pretendido heredero de Manco Capac en quien se fijaban las miradas i las esperanzas de los que pretendian elevarlo al trono, debería organizarse una rejencia que tomase las riendas del gobierno. Este plan, fundado en una doble qui- mera, en el lustre olvidado ya del imperio que habian destruido los españoles tres siglos antes, i en la esperanza de atraer a las razas indi- jenas, tan numerosas en el alto i bajo Perú, a la causa de la revolución, tuvo ardientes sostenedores, fué apoyado por algunos miembros del famoso congreso de Tucuman, que declaró la independencia, i apro- bada per hombres de sentido práctico como San Martin; pero tuvo también prestijiosos impugnadores, no encontró eco en la masa de la nación, i cayó oscuramente bajo el peso del desden público (17).

Rivadavia, que no aprobaba el proyecto de reconstrucción de la monarquía de los incas, permanecía en Europa empeñado, como diji- mos, en otra negociación monárquica. Hallándose en Paris en enero de 1816, recibió una invitación de don Pedro Ceballos, ministro de Fernando VII, de pasar a Madrid ««bajo la seguridad de que su apre- ciable persona no sería de ningún modo ofendida, a fin de tratar del objeto de su misión en el concepto de que seria atendido por S. M. en todo lo que fuera compatible con su dignidad i decoron. Esta in- vitación, que parecía alentar la esperanza de obtener el reconocimiento de las provincias unidas del Rio de la Plata como estado soberano a condición de que tomasen por reí un príncipe de la familia real de España, no produjo ningún resultado. Rivadavia se trasladó a Madrid con no poco peligro de verse reducido a una prisión como subdito re- belde; pero en lugar de las proposiciones que esperaba oír de boca del ministro, solo se le ofreció una amnistía jeneral para los revoluciona- rios de América, con tal que se sometiesen sumisamente a su Icjítimo soberano el reí de España. Rivadavia fué despedido de Madrid tan

(17) Don Bartolomé Mitre ha destinado todo el cap. XXVII de su Historia di Bclgrano a referir prolijamente cuanto se refiere a este proyecto de monarquía. En la nota 19, cap. VIII, parte VII de nuestra Historia^ consignamos algunas noticias sobre la aprobación dada por San Martin a este proyecto, i la contradicción que encontró en Mendoza. Del tenor de esas noticias, parece desprenderse f|ue Pueirre- don prestaba su apoyo a mediados de 1816 a la idea de formar aquella monarquía. Su opinión, sin embargo, fué mollificada en Buenos Aires, porque en sus primeras comunicaciones desde que se recibió del mando del estado, manifiesta poca simpatía por ella.

l8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XI 27

pronto como hubo manifestado que le era imposible aceptar esas pro- posiciones.

Pero en Europa comenzaba a formarse una opinión sobre los nego- cios de América, desfavorable a la porfiada obstinación del monarca español. La revolución de estos paises, que en sus primeros dias habla llamado poco la atención de los pueblos europeos, preocupados por los grandes acontecimientos de que eran teatro, i vencida luego casi en todas partes por los triunfos de las armas españolas en 1814 i 1815, reaparecía dos años después mas fírme i vigorosa, mediante operacio- nes militares que, como el paso de los Andes i la restauración de Chi- le, dejaban ver tanta enerjía como intelijencia. La prensa europea publicaba artículos de diarios, opúsculos i libros que dal)an luz sobre estos acontecimientos (i8), i la opinión liberal se inclinaba en todas partes en favor de la independencia americana, que por lo demás fa- vorecía los intereses industriales por la libertad comercial que hablan establecido los nuevos estados. Por mas que los gobiernos, con el propósito de estirpar de raíz las ideas revolucionarias, proclamasen e impusiesen el principio de lejitimidad, pretendiendo hacerlo estensivo a la América, no era posible dominar las simpatías del sentimiento público. En la misma España, los espíritus liberales reconocían la justicia de la revolución americana, i hacían votos, si no por la inde- pendencia absoluta de las colonias, a lo menos por una modiñcacion

(18) Entre esas publicaciones merece recordarse una que debe considerarse el primer bosquejo que se haya escrito de la historia jeneral de la revolución hispano- americana. Se titula Outline of the revolution tu Spanish America; or an account of the origin, progress and actual state of the war carried on hetween Spain and Spanish America; coniaining the principal facts which have marked the struggU^ by a South- American. Fué publicada en Londres en 1817 en un volumen de 362 pajinas, reimpreso en Nueva York el mismo año, traducido al francés también en 1817; pero hai otra edición de esta traducción hecha en 18 19, áml)as en Paris, i al alemán en 1818, edición de Hamburgo. El autor de aquel libro, cuyo nombre no aparece en ninguna de esas ediciones, fué el doctor don Manuel Palacio Fajardo, natural de Mérida, en Venezuela, miembro del primer congreso de este estado, donde sostuvo la necesidad de proclamar la independencia, i tirmó en 181 1 el acta que la declaró. Sirvió en el ejército bajo las órdenes de Miranda, desempeñó diversas comisiones en Estados Unidos i en Europa, i murió en marzo de 18 19, a la edad de treinta i cinco años, cuando desempeñaba el cargo de ministro de hacienda del gobierno que había organizado Bolívar en Guayana. Dada la dificultad de propor- cionarse noticias seguras en esa época sobre la revolución en cada uno de los pue- blos americanos, su libro prueba talento i un gran espíritu de trabajo; i por el conjunto de hechos que contiene, fué citado en esos años como autoridad en la ma- yor parte de los escritos que se dieron a luz sobre esos acontecimientos.

28 HISTORIA DE CHILE 1818

completa de su gobierno, en armonía con sus necesidades comerciales i morales (19).

Este movimiento de la opinión, i las noticias que llegaban a Madrid de los progresos de la revolución americana, inquietaron a la corte. Fernando VII creyó que, según el espíritu de las estipulaciones cele- bradas en el famoso congreso de Viena para restablecer la paz euro- pea, debia contar con el apoyo de las grandes potencias en la empresa de someter de nuevo las colonias rebeladas. Esperando empeñar a la Inglaterra, el duque de San Carlos, embajador español en Londres, presentó al ministro lord Castlereagh las bases sobre las cuales se po- día poner término a la contienda; esto es, las concesiones que su rei estaba dispuesto a hacer a los rebeldes americanos en caso que depu- siesen inmediatamente las armas i se sometiesen al antiguo vasallaje. Esas concesiones, de las cuales la mas sólida era una amnistía jeneral, no podian satisfacer a los americanos; i Rivadavia, que tuvo noticia de estas dilijencias, declaró solemnemente, en una respetuosa pero valiente circular a los diversos gobiernos de Europa, que todo arreglo que no estuviese fundado en el reconocimiento de la independencia efectiva de las provincias unidas del Rio de la Plata, no podia ser admitida (29 de octubre de 1817).

Invitado Rivadavia poco después por el mismo duque de San Car- los para entrar en negociaciones, llegó a comprender que el gobierno español, conociendo mejor los embarazos de su situación, no se hallaba distante de reconocer la independencia de todos o de algunos de los países rebeldes de América, siempre que en ellos se constituyera una monarquía para uno de los príncipes de la familia real. Mientras tan- to, el ájente arjentino se había trasladado a París, i entrado allí en relaciones con personas altamente colocadas e influyentes cerca de los ministros de Luís XVIII, que lo alentaban a proseguir en la empresa de obtener el reconocimiento de la independencia de las provincias unidas del Río de la Plata, i de dar a éstas un gobierno estable í res- petado bajo la forma monárquica. En esas conferencias se indicaban como candidatos al trono americano al duque de Orleans, mas tarde rei de Francia con el nombre de Luis Felipe I, i a Carlos Luis de Borbon, de la familia ducal de Parma e hijo de una hermana de Fer- nando VII. Era éste un joven de dieziocho años, a quien en la repar- tición de territorios hecha en el congreso de Viena, se le habia conce-

(19) Véase el § 7 del capítulo anterior de esta Historia,

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dido el pequeño ducado de Luca en compensación de sus estados hereditarios, en cuya posesión no podría entrar sino después de la muerte de la esposa de Napoleón, creada soberana de ellos con el título de reina de Etruria. La corte de Portugal, establecida entonces en Rio de Janeiro, i enredada en una difícil cuestión con la España por la ocupación de la banda oriental del Uruguai, se mostraba, por el órgano de sus diplomáticos, propicia a aquel proyecto, dejando entender que el casamiento del príncipe de Luca con una princesa de la familia de Braganza tendria por consecuencia la devolución de aquella provincia a la monarquía que iba a crearse en el virreinato de Buenos Aires. Los informes que acerca de estas negociaciones, o mas propiamente de estos proyectos de negociaciones, iba recibiendo el gobierno de las provincias unidas, se acentuaban cada vez mas, i al fín se le anunciaba que ellas debian ser discutidas i resueltas en un con- greso que los representantes de las grandes potencias europeas debian celebrar próximamente en Aquisgran (Aix la Chapelle). Todo hacia creer a los gobernantes de Buencs Aires que ese proyecto tenia pode- rosos patrocinadores entre algunos de los soberanos i de los mas prestijiosos diplomáticos de Europa (20).

(20) Ijos primeros esfuerzos de los nuevos estados americanos para obtener el reconocimiento de su independencia, i el desarrollo de los planes monárquicos con principes europeos, daría materia para un libro de no poco interés, para cuya pre- paración no faltan por cierto las noticias i los documentos. Don Bartolomé Mitre que ha referído con amplitud de detalles en los lugares antes citados las tentativas para coronar a un príncipe español i para reconstruir el imperio de los Incas, ha destinado todo el cap. XXXIV de su misma Historia de Belgrano a referir esta última negociación con la luz de numerosos documentos, que se conservan apesar del interés que se puso en mantenerla secreta. Aunque nosotros habríamos podido referír estos mismos hechos con circunstancias que hasta ahora no se han tomado en cuenta, nos hemos abstenido de hacerlo por cuanto esos acontecimientos no pue* den entrar en el cuadro de nuestra historía, desde que Chile tuvo una mui escasa e indirecta participación en ellos. Por esta razón, nos hemos limitado a presentarlos sumaríamente en las pajinas anteriores, solo para que se comprendan los hechos que vamos a referir.

Sin embargo, por vía de nota, como lo hemos hecho anteriormente al tratarse de la misión de los comisarios norte>americanos a estos países para estudiar el estado de su revolución (véase la nota del capítulo IX de esta misma parte de nuestra Historia), vamos a agrupar algunas noticias que puedan ilustrar al lector, i que tal vez sirvan al que se proponga estudiar particularmente este orden de hechos.

Así Fernando VII como sus consejeros, i como muchos de los españoles de su época, profesaban tales ideas acerca de los derechos del rei sobre sus colonias de América, que se consideraban con título perfecto de propiedad indiscutible. En otra

HI3TORIA DE CHILE í.6l>i

A estos proyectos se referia Pueirredon cuando en la carta de 2s de setiembre que dejamos estractada mas atrás, anunciaba «el nuevo teatro que se presentaba a los negocios piiblicosn, por el cual iba a terminarse la guerra, a asegurar la independencia de estos países, a

parte hemos recordado las palabras con que don Miguel Alfonso Víllagómez, dipu- tado por León i antiguo consejero de Castilla, sostenía esta teoria en las cortes cons- tituyentes de 1812 (véase la nota 4 del cap. III, parte VI de esta Historia), £1 año de 1814, al reasumir el gobierno alisoluto, Fernando VII desaprobó las concesiones hechas u ofrecidas a las colonias, i lus dilijencias conciliatorias practicadas para pa- ciñcarlas mientras ¿1 estaba en el cautiverio. Resuelto a someterlas a su antigua situación, i persuadido de que tenia fuerzas i poder para conseguirlo, no aceptó las proposiciones que le hacia el gobierno ingles para mediar en esas diferencias bajo las bases de introducir algunas reformas en el réjimen colonial i de declarar el libre comercio en las posesiones de ultramar, que era lo que interesaba a la Inglaterra. Por el tratado que celebró con esta potencia el 5 de julio de 1814, se limitó a pro- meterle que en caso de declarar mas tarde la libertad de comercio en sus posesiones de América, aquella seria admitida a comerciar en las mismas condiciones que 1? na- ción mas favorecida. Por otro tratado complementario de 18 de agosto del mismo año, el gobierno de S. M. B. se comprometía a tomar las medidas mas eficaces para im- pedir que sus subditos proporcionasen armas o cualquier otro artículo de guerra a los insurjentes de América. Esto era cuanto creía necesitar el reí de España para someter encoco tiempo í con sus solos recursos, a las colonias rebeladas. Fernando VII quería conservar intacto su imperio colonial, sin desprenderse de parte alguna de él, ni aun en favor de un príncipe de su familia. La efimera negociación para coronar a su hermano menor en el Rio de la Plata, que recordamos en el testo, ha- bía sido jestíonada sin su conocimiento, diríjíéndose los ajenies de Buenos Aires al ex-reí Carlos IV, a quien creían que Napoleón, después de su vuelta de la isla de Elba, iba a restaurar en el trono de Elspaña.

La metrópoli hizo entonces sacrificios estraordinarios para enviar tropas a Amé- rica, obtuvo grandes ventajas, i por algún tiempo pudo lisonjearse con la esperanza de estar próxima a dominar por completo la insurrección. En 18 16, cuando solo existia goliierno ínsurjente regular en Buenos Aires, el. ministro Ceballos, creyendo posible reducir las colonias sin necesidad de nuevos gastos i de espedícíones militares, llamó a Madrid, como decimos en el testo, al ájente de ese gobierno don Bernardino Rivadavía, i por medio de ofrecimientos en favor de la persona de éste, tra- tó de interesarlo a servir a la causa de la pacificación. Desengañado en sus espec- tatíva«<. Caballos despidió a Rivadavía; i su gobierno quedó esperándolo todo del poder de las armas. Las noticias que llegaron a la corte en abril de 181 7, no eran a propósito para mantener esas ilusiones. El virreí del Peiú comunicaba la pérdida de Chile en la batalla de Chacabuco, i Morillo avísalia desde Venezuela que a pesar de las grandes ventajas que había alcanzado en el principio la campaña, su ejército había sufrido una notable disminución, í era insuficiente para dominar la revolución que aparecía de nuevo. Por un momento, el gobierno del rei creyó que debía apelar a los buenos servicios que podían prestarle los soberanos europeos, empeñados en es- tírpar en totlas partes los jérmenes revolucionarios i en cimentar la paz sobre la base

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obtenerse la reincorporación de la banda oriental del Uruguai i a ha- cerse innecesaria la espedicion a Lima. Engañado por estas esperan- zas, i procediendo en todo de acuerdo con la lojia lautarina de Buenos Aires, hacia partir para Europa al doctor don Valentín Gómez, ecle-

del principio de lejitimidad dinástica. El duque de San Carlos, embajador espa- ñol en Londres, se diríjió al ministro Castlereagh, caracterizado sostenedor de aquel principio, para pedirle que invitase a los soberanos que formaban la liga conocida con el nombre de la "Santa Alianzan, a intervenir como mediadores sobre las bases de las siguientes concesiones que estaba dispuesto a hacer a las colonias, i.^ Amtiis- tfa jeneral a los rebeldes americanos a condición de que depusiesen inmediatamente las armas i se sometiesen a la antigua autoridad; 2.' La promesa de que en lo suce- shro los americanos serian llamados a ocupar los puestos públicos conjuntamente con los españoles; 3.* Concesiones de privilejios comerciales a las colonias en cuanto fuera posible adaptarlas al estado de cosas existente; 4*' Aprobación anticipada a las medidas que adoptasen las grandes potencias para hacer efectiva la mediación. Por mas secretas que se mantuvieran estas dilijencias, los hombres que en Euro- pa se preocupaban de este orden de acontecimientos tuvieron noticias de ellas. Los liberales españoles creyeron que las concesiones ofrecidas eran insuficientes para ob- tener la pacificación de América, i hasta ridiculas (véase la opinión de don Alvaro Flores Estrada en el § 7 del capítulo anterior de esta Historia), Don Bernardino Ri- vadavia, que entonces se hallaba en Londres, dirijió, por su parte, con fecha de 2q octubre de 18 17 a lord Castlereagh una nota en que a nombre del gobierno de las provincias unidas del Rio de la Plata le declaraba que éste estaba "pronto no solo a tratar sino también a hacer por la paz todos los sacrificios que no pasen los Hmites de lo )iosibleM. Como corolario de esa declaración, anadia la que sigue. "Toda ne- gociación que no tenga por base la separación de estas provincias de la monarquía española, i por consiguiente, su independencia nacional, no puede ser admitida, por- que ella será necesariamente nula, o solo tendria por resultado el prolongar la gue- rra degradando su carácter. La independencia de este pais no es un efecto de cir- cunstancias i menos aun de ideas i de doctrinas: ella es el efecto de la conveniencia natural de las cosas. La España, desde largo tiempo atrás, es incapaz bajo todos aspectos, de ser la metrópoli de dichas provincias. Ella misma lo ha demostrado plenamente exijicndo de las otras potencias socorros de toda especie para restablecer so antigua dominación. Quien no es capaz de conquistar lo es mucho menos de con* servar. En el momento que el gobierno español ha hecho esta declaración, ha perdi- do hasta la apariencia de derecho para encubrir sus pretensiones; i no es conciliable con la dignidad i el interés de los soberanos de Europa el cambiar el destino de su poder i de sus augustas funciones, destinadas, sobre todo, al establecimiento pro- gresivo i al mantenimiento del orden i del equilibrio, m Conviene advertir que nos- otros no conocemos esta nota en su orijinal, i que estamos obligados a traducir esas lineas de un idioma estranjero. Don Bartolomé Mitre, que cita este importante dc- Cumento copiando algunas palabras de él, solo lo conoció por una copia sin fecha, que por esto mismo él no ha podido fijar. Nosotros lo hemos hallado íntegro en la traducción francesa del conocido libro de don Ignacio Núñez titulado Noticias histó- ricas ^ poli ticas i estcuilsticas de las provincias unidas del Hio de la Plata (Londres;

32 HISTORIA DE CHILE 1818

siástico ilustrado i patriota, que debia encargarse de dirijir las negocia- ciones para la creación del proyectado trono del príncipe de Luca: i encargaba a San Martin que tan pronto como estableciera con el gobierno de Chile lo conveniente al apoyo que éste debia pres-

1S25). Esa traducion publicada en París en 1826, por Varaigne, con el titulo de Esquisscs historiques, etc., inserta la declaración de Kivadavia en una nota que co- mienza en la pajina 44.

Mientras tanto, Femando VII, abrigando sin duda poca confianza en el resultado de la mediación pacífica de las potencias europeas en la contienda americana,' i per- suadido ademas por sus consejeros de que la España tenia recursos i poder para llevar a término por la fuerza el sometimiento de los rebeldes, resolvió dar un im- pulso mas vigoroso a los aprestos militares. El 19 de junio de 18 17 volvia a ser lla- mado al ministerio de la guerra el jeneral don Francisco Eg^ía, absolutista furibundo e intransijente, que aseguraba el buen éxito de las futuias empresas que se acometie- sen en ese sentido. Según un historiador alemán, mui conocedor de la España, donde habia residido algunos años (Andrés Schepeler, Geschiche der spanischen Monarchie von 1810-1823) (Historia de la monarquía española de 1810 a 1823, Berlín, 1829, volumen IV), el ministro de Rusia Tattischiefí era el mas prestijioso consejero de Fernando V^II, haciendo promesas en nombre de su soberano. Fué él quien contri- buyó mas que otro alguno a decidir al reí en favor del proyecto de enviar nuevas espediciones militares a América, i a efectuar la desgraciada compra de la escuadra rusa de que hemos hablado en el capítulo anterior.

Las noticias de nuevos reveses sufridos en América i del acrecentamiento i des- arrollo que tomaba la revolución en estos paises, no pudieron dejar de alarmar al reí el año siguiente (1818). Su empeño se dirijió entonces a solicitar de los soberanos de las grandes potencias una intervención eficaz i efectiva en los negocios de América. La Inglaterra, poseedora de una grande escuadra, era la única nación europea que pudiera hacer algo práctico en ese sentido. Sin embargo, ni el pueblo ingles que se mostraba simpático al triunfo de la revolución americana ni el mismo gobierno que no quería suscitar nuevas complicaciones para apoyar un réjimen despótico i contrario a sus propios intereses, podían entrar en la empresa a que los invitaba el reí de f^spa- ña. Lord Castiereagh, por otra parte, tenia conocimiento de la resuelta nota de Rivadavia que hemos estractado mas arriba; i ella, así como la marcha de los acontecimientos de la revolución americana, debieron hacerle comprender que el sometimiento i desarme de ésta, no era una empresa fácil. Pero si estas considera- ciones no hubieran bastado para decidir al ministro ingles a no pensar en una inter- vención armada, tuvo otra que debió hacerlo reflexionar en las complicaciones que po<Iia producir cualquiera tentativa de ese jénero. Queriendo conocer la opinión del gobierno norte-americano sobre estas cuestiones, lord Castiereagh tuvo el 31 de julio de 1818 una conferencia con Richard Rush, ministro plenipotenciario de los Estados Unidos que había llegado a Londres hacia pocos meses, le dio a conocer los documentos que se referían a la proyectada mediación de los sol^eranos europeos, i le preguntó cuáles eran las ideas del gabinete de Washington. Rush contestó con tanta precisión como fírmeza: "Las miras de mi gobierno, dijo, son que las coló- nias hispano-americanas se emancipen completamente de la madre-patria; i su opi-

l8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XI 33

tar a ese plan, regresara a Buenos Aires a cooperar con su prestijio i con su intelijencia a hacerlo realizable. i»Mui conveniente será la presencia de V. en Chile para dar impulso a las cosas, le decia en aquella misma carta; pero debe V. quedar espedito dentro de dos o

nion es que la lucha no puede terminarse de otra manera. Los Estados Unidos tomarán parte en ningún proyecto de mediación que no tenga por base la emancipa- ción de esas colonias. E^ta resolución ha sido tomada después de un maduro exá* men, i me creo obligado a manifestarlo asi al gobierno británico, cuyas miras, según creo, coinciden con las de mi gobierno, n Como el ministro ingles le preguntara si este modo de apreciar la cuestión le impediría unir sus esfoerxos en la mediación que proyectaban las grandes potencias europeas, el diplomático norte«americano re* plicó perentoriamente: "Ninguna razón hará cambiar la política de los Estados Uai* dos con relación a las colonias hispano*americanas.M Por mas que lord Cnstiereagh pareciera contrariado con esta declaración, la verdad es que en ella veía un motiva mas pora sostener su opinión de que la intervención que solicitaba la EspaSa de las grandes potencias, debía limitarse a interponer sus buenos oiidos sin ejercer uum. acción compulsiva por medio de las armas. Como los representantes de esfu poten* das debían reunirse próximamente en el cong^reso de Aquísgraa (Aix la Cbapelle), lord Castlereagh se dirijíó a los diversos gobiernos con fecha de 38 de agosto para, espresarles su parecer de que si bien la contienda entre las colonias hispano-amcri- canas i la madre patria debía terminarse sin que la supremacía de ésta sufriera me* noscabo, el comercio de aquéllas debía ser Ubre i la mediación debía ser puramente diplomática, sin emplear en manera alguna la fuerza material pora obtener la pací* fícacion.

Estos hechos, que no podemos contar aquí mas que en sus rasgos jeneralcs, han sido proli janéente referidos por el mismo Richard Rush en un libro que no pued* escusarse de estudiar todo el que desee conocerlos medianamente a fondo. Ese U* bro, publicado por primera vez en Filadelfia en 1833 con el título de Memo» rofuia ofresicUnce ai the court of London froin j 8 ti -182^^ fué completado en una segunda edición hecha allí mismo pocos meses después, i reimpreso ese mismo año en Londres con una pequeña modiñcocion de título. (NarrcUive of residence, etc.) La prensa inglesa acojió entonces este libro con grandes recomendaciones, i la Edinbourgk Revienv que destinó un estenso artículo a analizarlo en su número del mes de Julio de ese año, dijo de él que esa relación "era el fruto de un espíritu sin- cero i virtuoso que amaba la verdad». Conviene saber que aunque el libro de Rush fué reimpreso en Londres en 1845 en dos volúmenes con agregación de lo que se refiere a las negociaciones relativas al territorio del Oregon, la me'for edición es una hecha en Londres en 1872 por el hijo de Rush, que está adornada con un retrato de ese diplomático, completada con algunas notas, i que contiene ademas los re* cuerdos de la corte de Francia mientras aquel desempeñó la legación de los Estado» Unidos (1847- 1849). Como indicación bibliográfica, recordaremos que el escritor peruano don José Antonio Lavalle publicó en la Revista de Linta de octubre noviembre de 1873 ^^ estudio sobre ese libro, que es una esposicion o resumen. El que desee conocer mas a fondo estas cuestiones, deberá también examinar los documentos referentes a ellas que se hallan publicados en el tomo IX de la coleccioa Tomo XII 3

34 HISTORIA DE CHILE 1818

dos i medio meses para venir a completar los deseos de sus amigos (de la lojia), i asegurar para siempre la independencia de las provincias unidas i nuestra quietud i descanso, que, a la verdad, bien lo nece- sitamos después de tantos afanes i de tantas perradas en nuestros

titulada Metnoir and corresp&ndenu of viscourU CastUreagh^ edited by his brother (London, 1848-51), vasta i ordenada compilación de documentos del mas alto valor para estudiar la historia europea desde 1796 hasta 1823.

En vista de los informes suministrados por algunas personas mas o menos cono- cedoras de los negocios políticos europeos, Rivadavia habia creido que el congreso diplomático de Aquisgran iba a ocuparse en discutir la cuestión hispano-americana i el reconocimiento de la independencia de los nuevos estados. Asi lo creyó el gobierno de las provincias unidas del Rio de la Plata, i asi lo comunicó éste al gobierno de Chile. En las otras secciones de la América revolucionada, habían des- pertado la misma o mayor alarma las dilijencias del rei de España para obtener la mediación o mas propiamente la intervención armada de las grandes potencias, i reconquistar su imperio colonial. El libertador Simón Bolívar, que sostenia la gue- rra de la independencia en Venezuela con la mas heroica decisión, vio un peligro para ésta en el futuro congreso de los diplomáticos europeos, reunió las corpo- raciones de la nueva república para darles cuenta de ese peligro, i con aquella arrogancia brillante i sublime que sabia confirmar con sus actos, declaró, por el célebre auto firmado en la Angostura (después ciudad Bolívar), con fecha de 28 de noviembre de 1818, que "la república de Venezuela, por derecho divino i humano, estaba emancipada hacia ocho aBos de la nación española i constituida en estado independiente, libre i soberano; que la España no tenia justicia para reclamar su dominación, ni la Europa tenia derecho para intentar someterla al gobierno español; que Venezuela no trataría jamas con la España sino de igual a igual, en paz i en guerra, como lo hacen recíprocamente todas las naciones; i por último, que este pueblo después de todos los sacrificios hechos para alcanzar su independencia, estaba resuelto a sepultarse todo entero en medio de sus ruinas, si la España, la Europa i el mundo se empeñasen en conservarlo bajo el yugo español n. Puede verse esta importante declaración reproducida íntegramente en las pajinas 493-4 del tomo IV de la importante colección titulada Docutruntos para la historia de la vida pública del Libertador (Caracas, 1876).

Las resoluciones del congreso de Aquisgran no tuvieron respecto de la América el alcance que era de temerse. Las únicas potencias que fueron representadas en él, la Inglaterra, la Rusia, el Austria i la Prusia, eran desfavorables al reconocimiento de la independencia de los nuevos estados hispano-americanos; i aunque algunas de ellas habrían querido la intervención armada para favorecer los intereses del rei de España, no era posible entrar en esa vía que no aprobaba el gobierno ingles. Fer- nando VII, por su parte, sufrió también una gran desilusión. Un distinguido pu- blicista francés que, escríbiendo la historia de la restauración, ha esclarecido muchos puntos de la historia europea desde 1814 hasta 1830, ha referido estos accidentes en la forma que sigue: "El gabinete de Madríd habia enviado a Aquisgran al caballero Zea Bermudez, su ministro cerca de la corte de Rusia, para tratar de inducir a los soberanos aliados a que prestasen su apoyo a la España en una querella de fronteras

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)r¡mcros años.n Para mantener la mas estricta reserva sobre esos planes, Pueirredon no entraba en mas amplios pormenores en sus comunica- :iones, pero dispuso que el doctor don Julián Alvarez, uno de los )ficiales de mas confianza de la secretaría de gobierno, se trasladase a

M) que entonces estaba enapeñada con el Brasil (la ocupación de la banda oriental lel Uruguai) i en su lucha contra las colonias americanas rebeladas. La primera de :stas cuestiones, fué enviada a las conferencias abiertas en Londres para tratar de esolverla. Respecto de la segunda, las miras de la Inglaterra i de la Rusia eran Dui diverjentes para que pudiera llegarse a un resultado. El gabinete de Madrid, entregado a incesantes revoluciones de personas, i siempre guiado en sus resolucio- les por una ciega obstinación que le hacia desconocer todos los consejos de la pru- lencia, estaba, por otra parte, lejos de quererse prestar a las concesiones que habrian K>dido conservarle una parte de sus posesiones coloniales o, a lo menos, procurarle mportantes ventajas en cambio del abandono de su soberanía. En fin, a causa del iescontento que esperiroentaba por cuanto su representante no fué admitido en el ingreso en el mismo rango que los de las grandes potencias, no se hallaba dispues- o a aceptar entre él i sus subditos rebelados, una mediación que hasta cierto punto labria de comprol)ar el estado de independencia de éstos. Las cortes aliadas se ibstuvieron, en consecuencia, de tomar determinación alguna sobre esta materia, m ^uis de Viel Castel, Histoire de la Restauration (Paris, 1865-78}, chap. XLIII, om. VII, páj. 87-8. La intervención armada en los negocios de América a que aspiraba Fernando VII, que éste volvió a solicitar algunos años mas tarde, tenia apoyo en algunas de las po endas que formaban la santa alianza, pero era resistida por el gobierno ingles que oloqueria una mediación diplomática, i mas aun por el de los Estados Unidos que labia declarado, por el órgano de su representante, que toda negociación que no uviera por base el reconocimiento de la independencia de los nuevos estados, no iroduciria resultado alguno. Pero contribuyó principalmente a despresti¡iar todo proyecto de intervención, el movimiento jeneral i el desarrollo de la opinión liberal uropea. Manifestábase ésta por numerosos escritos ya en la prensa perióoica, ya n opúsculos, o por el empeño que ponian muchas personas en pasar a América fuera lara establecerse en ella como comerciantes o como industriales, fuera para ofrecer US servicios a los gobiernos independientes, en cuyos ejércitos encontraban coloca- ion todos los militares que, habiendo quedado sin ocupación por la disminución de M ejércitos europeos después de la paz de 181 5, querían seguir aqui la carrera de is armas. Cuando, a consecuencia de las reclamaciones españoIas,¡presentó el minis* crio ingles en junio de 1819 un proyecto de lei que prohibía a sus nacionales enrolar- e en los ejércitos estranjeros, se levantaron en el parlamento voces tan autorizadas orno las de lord IloUand, lord Lansdowne, sir James Mackintosh i Jorje Tierney, ibezas de la oposición Iliberal, en defensa de la revolución americana; i solo por na mayoría relativamente ^pequeña fué aprobada^una lei que nunca fué cumplida. La mayoría comparativamente escasa que hubo en la cámara de los comunes al iscutirse esa lei, dice un prolijo historiador ingles, hizo evidente que un fuerte sen- imiento nacioiud habia llegado a prevalecer en la lejislatura en favor de los insur- entes sur-americanos; i en realidad, este sentimiento no era mas que el reflejo de

36 HISTORIA I>B CHILE 1818

Mendoza, i diese a San Martin de palabra todos los informes que pudieran interesarle. Alvarez, ademas, debía ser portador de un plie- go para O^Higgins en que se le invitaba a adherir a las jestiones que debían hacerse ante el congreso de los soberanos europeos.

En esos momentos (octubre de 1818), había caído en el mas abso- luto desprestijío el proyecto de reconstrucción del imperio incásico a que San Martin había prestado su aprobación dos años antes. £1 nuevo proyecto de monarquía, tan irrealizable como aquel, dadas las condiciones de los países en que se le quería implantar, no ofrecía

otro mas fuerte qae reinaba en la nación sobre esta materia. El pueblo ingles estaba casi unánime en favor de la causa de la independencia sur-americana. Todas las clases sociales estaban acordes en sus deseos de ver a las colonias españolas eman* cipadas de lo que se suponía ser la tiranía de la madre patria. Los filántropos i los entusiastas vetan una ilimitada fuente de felicidad abierta en aquellas apartaclas rejio* nes, si conseguían verse libres de gobernadores españoles i de frailes, i bendecidas con las instituciones i lil)ertades anglo-sajonas. El partido democrático se regocijaba por el establecimiento de las instituciones republicanas en todo el mundo. Los oficiales qne habían quedado a medio sueldo, languideciendo en la oscuridad i en la pobre- ta, se persuadian fácilmente a entrar al servicio de los nuevos estados que les ofre- cían un alto rango, pagas subidas i un lote de tierra a la conclusión de la contienda. Algunos jóvenes lijeros eran atraídos por loS brillantes uniformes que se mostraban en las vidrieras de las tiendas, i que pudiendo usarlos desde que recibían una comi- sión, los habilitaba para figurar en los bailes de Londres antes que se hubieran espuesto a los peligros de una acción de guerra. Los codiciosos i los egoistas, éstos formaban la clase mas numerosa, veían en estos sucesos un inmenso aumento de nuestro comercio de esportacion, que no tendría límites si se destruía el monopolio espsúlol i se dejaba aquél libre a las empresas británicas. Los dos mas fuertes prin- dpios^el espíritu anglo-sajon, el amor a la libertad i el amor al lucro, estal>an tan firmemente encaminados en favor de los ínsurjentes h¡spano>amerícanos, que nada podia apartarlos. La leí del parlamento fué letra muerta. Los embarques de tropas, i de mercaderías, i los empréstitos en dinero, continuaron sin interrupción. '* A. Ali- «on's History of Europe from the fall 0/ Napoleón in 181^ y chap. IV, § 103. Estas Mneas, escritas por un historiador circunspecto que fué testigo de ese movimiento de la opinión que, por lo demás, él no aproljaba, bastarían por solas para esplicár* noslo si no sobrasen los otros medios de información.

No nos es posible entrar aquí en mas amplio desarrollo sobre este punto, ni es- plicár con mayor prolijidad como surjió i se desenvolvió la quimera de la candidatura del príncipe de Luca para la monarquía que se pensaba crear en América. Estos hechos están estensamente referidos en el lugar citado del libro de don Bartolomé Mitre, si bien pequeños descuidos tipográficos en las fechas'de los documentos citados allí, exijen nnicha atención para comprender ciertos detalles. En el curso de esta historia tendremos que referimos a algunos de estos antecedentes; i creemos que las noticias agrupadas bastarán para la cabal intdijencia de los hechos subsiguientes que fe relacionan con ellos.

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ademas por sus antecedentes una base sólida para que se le diera crédito i se le prestara adhesión. San Martin, sin embargo, apesar de la claridad de su intelíjencía, i lo que es mas, de su espíritu republica- no, lo aceptó con decisión creyendo ver en él la solución práctica de la guerra sostenida con tantos sacriñcios, i el único remedio contra la anarquía que asomaba por todas partes. Inmediatamente comunicó a O'Higgins por nota oficial la parte de aquellas noticias que sin incon- veniente podia hacerse pública, i en carta particular le decia lo siguien- te: "Por mi oficio verá V. la comisión dada al doctor Gómez (don Valentin) para que se presente al congreso de soberanos i demás naciones, a fin de establecer nuestra independencia. Los pliegos que venian para V. sobre este particular, se vio precisado Alvarez (don Julián) a quemarlos para que no cayeran en manos de los montoneros de Santa Fé, quienes lo despojaron de todo el dinero i armas que traia. La representación de ambos estados (Chile i las provincias uni- das del Rio de la Plata) deberá ser de una gran fuerza en el citado congreso de soberanos (21)." Ni en la comunicación oficial, ni en la carta confidencial se hablaba una palabra de los proyectos monárqui- cos. San Martin, que estaba entonces disponiéndose para regresar a Chile, esperaba tratar esos asuntos confidencialmente. 4. Don Antonio José 4. En efecto, el 29 de octubre llegaba San

de Irisarri es nom- -Kr ^- r> .• . j 1 1

brado ájente de Chi- Martm a Santiago ya muí entrada la noche, para le en Europa; por sustraerse al ostentoso recibimiento que tenian

falta de po<leres i de , , . j j . , j t

instrucciones regula- pi^eparado las autoridades 1 el vecindario. La ciu- res no puede tomar ¿ad estaba adornada con banderas, i en la plaza

parte en aquellas ne- , 1 , , , . ,

gociaciones. ^ habla levantado una columna con pinturas ale-

góricas i con inscripciones poéticas en loor del jefe del ejército. £n los dias siguientes se celebraron fiestas populares con ilumina-

(21) Carta de San Martin a 0*Higgins, Mendosa, 18 de octubre de 1818. En un opúsculo publicado en Paris en 1852 con el título de Biographic nécrolo^que tiou- veUe des coniemporains, se publicó una biografía de don Julián Alvarez que llena veinte pajinas. Parece escrita por alguien que conocía bien la vida de este personaje, o sobre datos suministrados por sus amigos. Sin embargo, al hablar de los sucesos a que nos referimos en el testo, se limita a decir estas palabras: "En setiembre de 1818 fué enviado cerca del jeneral San Martinn, sin espresar el objeto de esta co- misión. Esta reserva se esplica por el desprestijio en que mas tarde cayeron aque- llas dilijencias monárquicas, acarreando a sus autores las mas tremendas acusaciones por actos que se calificaban hasta de traición a la patria, cuando en realidad no eran mas que errores .nacidos de la inesperiencia política, i en ninguna manera de un espíritu anti-patriótico o anti-liberaU

38 HISTORIA DE CHILE 1818

Clones i fuegos de artiñcio, i se dieron en la municipalidad i en el palacio de gobierno banquetes i bailes, a que concurrieron las altas corporaciones del estado i en que reinaba un entusiasmo patrióti- co (22). Pocos días después se renovaron estas fiestas para celebrar con mayor regocijo el primer triunfo de la armada nacional, esto es la captura de la Marta I:abel i de los trasportes que la acompañaban.

Creíase jeneralmente en esos momentos que la era de esfuerzos i de sacrificios por que habian pasado estos paises, iba a llegar a su término, i que la diplomacia habría de resolver la independencia americana proclamada i sostenida hasta entonces por las armas. En la tarde del 21 de octubre habian llegado a Santiago las comunicaciones de San Martin que anunciaban la próxima reunión del congreso de sobera- nos, en que, según él afirmaba, iban a tener representación los nuevos estados hispano-americanos. En la misma noche celebró O'Higgins en el palacio una reunión con sus ministros, i allí se acordó nombrar un diputado por Chile, como lo había hecho Buenos Aires, i designar para este cargo a don Antonio José de Irisarri, que ya conocía la Europa, que hablaba francés e ingles, que poseía conocimientos jenera- les mui superiores a los de casi todos los hombres de que habria po- dido disponer el gobierno de Chile, i que ademas, junto con una rara facilidad de palabra, tenia un verdadero talento de escritor. El dia subsiguiente (23 de octubre) debía hacerse la jura de la cons- titución provisional del estado; pero apenas terminada esta ceremonia, celebró su primera sesión el senado conservador, al cual confiaba aquel código el poder lejislativo. »Se presentó en la sala de acuerdos el señor ministro de estado don Antonio José de Irisarri, dice el acta de aquella sesión, manifestando que, atendidas las actuales circunstancias, había dispuesto el supremo gobierno la remisión de diputados para las cor- tes jenerales que deben celebrarse en Aix la Chapelle (Aquisgran), elíjiendo su persona para la misión. Se discutió detenidamente la conveniencia i utilidad del designio; i después de las reñexiones que se meditaron con seriedad, se acordó oficiar al excmo. señor director haciéndole ver que siendo para el senado de la mayor satisfacción el pensamiento, había oído con gusto al señor ministro; \ que aprobando la deliberación, hallaba en el diputado elejido reunidas las mejores cualidades para el desempeño de la comisión. n

£1 público fué impuesto de estas novedades por los escritos de la

(22) El Solf de 6 de noviembre, publicó la descripción de estas fiestas.

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prensa en que se anunciaba enfáticamente cuánto había que esperar del congreso internacional que debía reunirse en Aquisgran. ••£! equi- librio político de la Europa, o por mejor decir, el destino del universo, decía El Argos de Chile tn su número de 29 de octubre, está pendiente de las resoluciones de ese augusto cuerpo de todos los soberanos de Europa, que se reúne actualmente. . . Los ajentes de los pueblos revo- lucionados de América aparecerán en medio de esa respetable asam- blea i presentarán el cuadro de nuestra revolución bajo un aspecto tan interesante como son grandes los sacrificios que ha costado para traer- la al grado de esplendor i estabilidad en que se encuentra. No faltarán príncipes que abogarán por la causa de América, porque es la causa de la humanidad i del ínteres bien entendido de Europa. Habrá tam- bién algunos que pretenderán que la dependencia i tiranía de este continente es tan natural como el curso de las aguas i la gravedad de los pesos, n El periódico citado, órgano de las ilusiones de los patrio- tas, no vacilaba en anunciar que en el próximo congreso de los esta- dos soberanos, triunfarían los principios de libertad e independencia. Se sabe que los acontecimientos no correspondieron a aquellas espe- ranzas, que el congreso se disolvió antes que llegasen a Europa los diputados americanos, a los cuales en ningún caso se les habría dado entrada en él, que allí no se trataron los negocios americanos, que el espíritu que dominó en sus discusiones fué el de sostener el principio llamado de lejítimidad, i que sin las reservas i las declaraciones mas mo- deradas de la Inglaterra, habria ido quizá hasta preparar la interven- ción armada para devolver a Fernando VII la posesión tranquila de sus dominios coloniales (23).

I^ precipitación desplegada por el director supremo i por el senado de Chile para hacer el nombramiento de un representante de este esta- do en el congreso internacional europeo, cuando aun no se tenia mas que una noticia vaga i sumaria sobre aquellos acontecimientos, era debida al empeño que en ello ponía Irísarrí. Patriota convencido sin duda al- guna, i deseoso de prestar sus servicios contra la dominación española que detestaba con toda su alma, pero a la vez hombre sibarita i disi- pado que se había aficionado sobre manera a las distracciones i place- res de la vida europea, Irísarrí creía que aquella situación en que po-

(23) Véase la nota húm. 4 del presente capítulo. El congreso de Aix la Chapelle (o de Aquisgran, como llaman los españoles la ciud£.d de ese nombre), abrió sus se- siones el 20 de setiembre de 1818, i las clausuró cerca de dos meses mas tarde, el 21 de noviembre.

40 HISTORIA DE CHILE lSl8

día ser ütil a la causa de la revolución americana, iba al mismo tiempo a proporcionarle la satisfacción de sus inclinaciones, contando para ello con la renta que dcbia pagársele. O'Higgins, por otra parte, creía desde tiempo atrás que era indispensable tener en Europa un ájente acreditado de Chile para desempeñar diversas comisiones, i al efecto el año anterior, como se recordará, habia confiado ese encargo al mis- mo Irisarri, a quien suponia en Londres (24); i ademas, consideracio- nes de otro orden, i mui particularmente el ínteres de mantener i es- trechar la alianza con el gobierno de las provincias unidas del Rio de la Plata, lo estimulaban a no desatender la insinuación que éste le hacia por el intermedio de San Martín. En este sentido, O'Higgins se habia apresurado a comunicar a Pueirredon, con fecha de 21 de octu- bre, la medida que acababa de resolver. »Con esto (el nombramiento de Irisarri), le decía, queda satisfecho el deseo manifestado por S*. K de que concurra la representación de Chile con la de esas provincias uni- das a negociar en el congreso europeo el reconocimiento de nuestra independencia.il El arribo de San Martin, ocurrido, como ya dijimos, el 29 de octubre, vino si no precisamente a embarazar la partida del representante de Chile, a lo menos a retardarla. Se tuvo entonces no- ticia del estado de los trabajos de los ajentes arjentinos para obtener el reconocimiento de la independencia, i de las dilijencias en que es- taban empeñados para negociar la constitución de una monarquía en estos países, a cuya cabeza se pondría un príncipe europeo.

En realidad, todos los antecedentes de las dos negociaciones dejaban ver que éstas no tenían base alguna seria, desde que ningún gobierno europeo, i muchu menos los que se habían arrogado i ejercían de hecho la dirección de la alta política, habia avanzado promesa de nin- gún jénero a este respecto (25). San Martin, apoyándose en los infor-

(24) Véase el § S, cap. IV de esta misma parte de nuestra Historia,

(25) Con fecha i.<* de diciembre siguiente, don Tomas Guido, representante del gobierno de Buenos Aires, remitió al supremo director de Chile la copia de una carta de un soberano europeo que mostraba disposiciones favorables a América. Era éste el mariscal francés Bemadotte, elevado al trono de Suecia con el nombre de Cirios XIV en febrero de 1818. Saludado por Pueirredon con ese motivo, el nuevo soberano de Suecia contestó la carta de aquél en términos corteses, i haciendo votos por la prosperidad de las provincias unidas del Rio de la Plata. Elsa comunicación, la primera que este gobierno recibiera de un monarca estranjero, hizo nacer la ilu- sión de que podia contarse con él como con un soberano amigo. Guido, sin embargo, era bastante ilustrado para creer que aun en este caso, no se había ganado una reía- cion mui poderosa. Por eso, en el ofícioen que remitió a O'IIggins la copia de aque-

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mes que tenía, aseguraba que algunas de las grandes potencias euro- peas se mostraban interesadas en prestar a la España un auxilio eñcaz para conquistar i robustecer su imperio colonial; pero que habia otras, la Inglaterra sobre todo, que estaban mejor dispuestas hacia los nue- vos estados, ya para satisfacer sus intereses comerciales, ya para cons- tituir en América gobiernos monárquicos que, a la vez que asegurasen la tranquilidad de estos paises, sirviesen para dar posición i trono a los pnncipes de sangre real que habian sido perjudicados en los liltimos arreglos internacionales hechos en Europa por el congreso de Viena. Aunque el gobierno de Chile deseaba vivamente ver reconocida la independencia del pais i celebrar tratados con las naciones estranjeras para dar solidez a su existencia política, i desarrollo a su comercio, re- pugnaba la idea de crear una monarquía con un príncipe estranjero. En Chile, es verdad, estaban profundamente arraigadas las preocupaciones sociales mas aparentes para servir de base a un gobierno monárquico; pero nadie habia insinuado jamas idea alguna de ese orden, ni creído que la revolución pudiera terminarse con la coronación de un rei. Los directores i defensores de este movimiento, Rozas, Henriquez, 0*Hig- gins, por el contrario, habian sostenido invariablemente en sus escritos i en las reuniones i conferencias, que la forma republicana era el ideal de las sociedades para asegurar su libertad i su progreso. O'Higgins, que habia recibido las primeras lecciones de política de boca del jene- ral Miranda, i que en su juventud habia sentido fortifícarse en su espíritu las ideas republicanas, se había mostrado en el gobierno su resuelto sostenedor, suprimiendo contra toda resistencia los signos i títulos de nobleza, i decretando la abolición de los mayorazgos, que sin embargo no le fué dado destruir radicalmente. El proyecto de mo- narquía tenía, ademas, otro inconveniente que lo hacia mas inacepta- ble todavía. Según las bases indicadas, se formaría un reino o imperio reuniendo al territorio que había formado el virreinato de Buenos Ai- res el que constituía la antigua capitanía jeneral de Chile, esto es, que el estado libre e independiente que aquí acababa de formarse, tendria que renunciar a su autonomía i que pasar a ser parte integrante i su- lla carta, le decía lo que sigue. "El orden a que pertenece aquel reino (la Suecia) en la esfera de las naciones, no promete ventajas directas a la independencia de estos paises; pero el influjo de un soberano i sus valiosas relaciones con los demás poderes del continente, paeden pesar oportunamente en la balanza de las pretensiones de V. £. si alpiiui vez el seifor ministro solicitase la mediación o intervención del rei de Suecia para el baen resultado de cualquier transacción con algunos de los princi* pes de la Liga (la tanta alíanza).n

42 HISTORIA DE CHILE 1818

bordinada de otro. Si había entonces un sentimiento profundamente arraigado en el pueblo chileno, era el de formar por solo una na- cion, el de tener un gobierno propio; i no habría habido consideración alguna que alcanzara a sobreponerse a esas aspiraciones, ni fuerza que pudiera dominarlas. O'Higgins, constituido en representante del senti- miento nacional, i obedeciendo asimismo a sus propias convicciones, no habría prestado jamas su sanción a plan alguno que viniera a frus- trarlos (26).

El proyecto de monarquía que el gobierno de Buenos Aires habia trasmitido al de Chile por conducto de San Martin, habría suscitado sin duda alguna una tempestad en la opinión publica de este pais si entonces hubiera sido conocido. Probablemente, sin embargo, O'Hig- gíns lo comunicó a algunos de sus consejeros; pero se guardó no solo en la prensa sino en los documentos oficiales la mas esmerada i per- sistente reserva (27). El 30 de octubre, a consecuencia de la promo-

(26) Como contamos en la nota núm. 30 del capítulo VI, O'Higgins al firmar el acta de la independencia, agregó de mi puño i letra estas palabras: "i de cualquier otro estadoii a la cláusula en que se espresaba la resolución del pueblo chileno de quedar separado de la Elspaña; i si esta enmendatura no apareció en el documento público, fué solo porque entonces estaba impreso en muchos millares de ejemplares.

En las publicaciones que en esa época hacia don José Miguel Carrera en Montevi- deo, anunciaba a los chilenos como un cargo tremendo contra O'Higgins, que éste tenia resuelto poner a la patria bajo la dependencia del gobierno de Buenos Aires, convirtiéndolo en una provincia oscura de un estado estranjero; i los enemigos del gobierno de Chile propalaban dentro i fuera del pais estos rumores. Para desautorizar- los completamente, O'Higgins hizo pasar con fecha de 29 de julio por el ministerio de estado el siguiente oficio al representante de Chile en Buenos Aires: "El supremo director del estado me ha ordenado haga saber a V. E. que la primera de sus fun- ciones en la capital de las provincias unidas del Rio de la Plata debe ser exijir de ese soberano congreso el reconocimiento de la independencia de Chile, que aun no se ha hecho, después de tanto tiempo. En esta virtud, V. S. hará la jestion en for- ma luego que reciba esta comunicación, i de su resultado dará cuenta por el minis» terio de mi cargo, m Como Zañartu no diera contestación alguna, lo que hacia creer que habia andado remiso en el cumplimiento de este encargo, se le repitió la orden en términos mas perentorios, en oficio datado en Valparaiso el 10 de setiembre. En virtud de estas jestiones, el congreso arjentino por auto de 12 de diciembre declaró que aunque de hecho tenia reconocida la independencia de Chile desde que este es- tado se vio libre por la memorable batalla de Chacabuco, ratificaba por esta solemne declaración i para mayor formalidad, *'el reconocimiento ya ejecutado de su sobera- nía, libertad e independencian. Esta declaración con forma de lei nacional fué pu- blicada en Buenos Aires el 12 de febrero de 1819, aniversario de la jura de la in- dependencia de Chile, en medio de salvas de artillería i de fiestas populares.

(27) El 4 de noviembre concurrió el supremo director O'Higgins al senado, que

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cien de Irísarrí, fué llamado a ocupar el ministerio de gobierno el doctor don Joaquín Echeverría i Larrain, que al prestijio que le daban las estensas relaciones de familia, unía el de los cargos que había desempeñado en el primer período de la revolución, i de la persecución

ce!ebral)a sus sesiones en la antigua sala de despacho de la real audiencia, esto es, al lado del palacio dictatoriaU estando los dos edificios comunicados por su interior. El objeto de este acto inusitado fué: i.^ Representar que los gastos a que era preciso atender para la salvación del pais no se podían hacer si no se aumentaban los recursos del estado, i, en consecuencia, que la contribución mensual se cobrara según un nuevo empadronamiento que había preparado el cabildo, a lo que accedió el senado; 2.^ Señalar la cantidad que se debiera proporcionar a don Antonio José de Irisarri para el desempeño de su misión, indicando que desde luego podían en- tregársele 14 o 16 mil pesos, sin perjuicio de proporcionarle igualmente algo mas pera después, todo lo cual aprobó igualmente el senado; i 3.^ Nombrar a don Francisco Rivas, oficial entonces de la secretaría de relaciones esteríores, secretario de Irisarri mientras éste desempeñara aquella comisión, lo que también mereció la aprobación del senado. Puede verse el acta de esa sesión en las pájs. 42 i 43 del tomo II de la colección de documentos titulada Sesiones de ios cuerpos lejisla- tívús de Chile,

La circunstancia de haberse tratado de estos asuntos cuando el gobierno había recibido noticia de las negociaciones que acababa de comunicar el jeneral San Martin, i de haber asistido el director supremo a aquella sesión, nos hizo sospechar que tal vez se hubiese tratado allí del proyecto de monarquía; i que como el acta de la sesión, tal cual ha sido publicada por primera vez en 1886, nada dice a este respecto, habría podido ser enmendada o rehecha posteriormente a la fecha en que se celebraron esos acuerdos. Quisimos hacer un examen detenido del orijinal, per- suadidos de que cualquiera modificación que se hubiera hecho, habría dejado vestí- jios de ella. E^ examen nos demostró con toda evidencia que el acta orijinal era igual a la publicada, i que en ella no habia enmienda ni supresión alguna de cláu- sulas ni de palabras, ni mucho menos suplantación posterior. Las actas del senado se escribían cada día al terminarse la sesión, se copiaban en un libro i eran fírmadas por todos los miembros asistentes i autorizadas por el secretario. Entre unas i otras no se dejaban blancos ni espacios, de tal manera que el acta de una sesión comien- za de ordinario en la misma pajina en que termina la de la sesión anterior. £1 libro, ademas, está foliado, i no le falta una sola foja, ni se ve que haya, ninguna agregada o superpuesta. La sustitución de una acta por otra, habría exijido la re- novación ds una parte del libro, i que los senadores se hubieran prestado a fírmar todas las actas rehechas mas tarde. Todo esto nos hace creer que en la sesión del 14 de noviembre de 18 18 se trataron esos asuntos, o se hizo una acta especial i reservada o no se dejó constancia alguna escrita.

Por el acuerdo que acabamos de estractar, se ve que se entregó a Irisarri para el desempeño de su misión una suma de dinero que, dadas las condiciones económicas de la época i la estrema pobreza del erario nacibnal, debe considerarse crecida. Pero el nuevo diplomático, hombre aficionado a la gran vida i ademas poco escru- puloso en estas materias, tuvo nuevas exíjencias; i esponiendo que durante la recon-

44 HISTORIA DE CHILE 1818

de que había sido objeto durante la reconquista española (28). Dota- do de cierta intelijencia, pero desprovisto de otros conocimientos que los que poseia la jeneralidad de los abogados de su tiempo, no tenía ideas claras ni prácticas sobre lo que un ájente de Chile podía hacer en Europa. Tratándose de formular las instrucciones a que Irisarri debia someterse en el desempeño de su misión, O'Higgins creyó que bastaban las que él mismo habia preparado el año anterior; i como se le representase que nuevos acontecimientos exijian que se introdujesen en ellas algunas modificaciones, Echeverría, como ministro del ramo» recibió el encargo de redactarlas.

En este trabajo fué acompañado por el mismo Irisarri, a quien se le suponia un notable talento diplomático i un gran conocimiento de los negocios europeos. Entre ambos formularon un estenso proyecto de instrucciones, repetición en parte de las que habia preparado O'Hig- gins en noviembre de 181 7 en cuanto se refiere a dar a conocer en Europa los progresos de la revolución americana, a sostener la justicia de su causa, a solicitar el reconocimiento de la independencia ofre- ciendo ventajas comerciales a los gobiernos que prestasen a los nuevos estados ese apoyo moral, i a atraer a nuestro suelo inmigrantes estran- jeros ofreciéndoles la tolerancia relijiosa ¡ la protección de las leyes para que estableciesen su comercio i sus industrias. Pero las nuevas instrucciones se ponian en el caso de las complicaciones i dificultades que podía suscitar la diplomacia europea, i a trueque de alcanzar el

quista española habia esperlmentado grandes pérdidas por la confiscación de sus bieneü, pedia que se señalara una pensión a su esposa, que sin emlmrgo de ser una ríca heredera, él la presentaba como desprovista de todo recurso en esos momentos. El senado, en sesión de 28 de noviembre, acordó dar una pensión de cien pesos mensuales a la esposa de Irisarri, mientras durase la ausencia de éste.

(28) El doctor don Joaquín Echeverría habia sido diputado por Santiago al con- greso de 181 1, ¡ era su presidente cuando este cuerpo fué atropellado i disuelto por don José Migue! Carrera. El mismo congreso lo habia nombrado miembro del tribunal superior que debia reemplazar al consejo de Indias en los recursos de se- gunda suplicación. En ese mismo año fué miembro suplente de la junta gul)emativa creada el 4 de setiembre. Miembro suplente del senado de 1812, fué en 1813 i 1814 gobernador intendente de Santiago, donde se mostró muí hostil a los Carreras, como lo hemos contado en otra parte (véase el § 9, cap. XVIII, parte VI). Apesar de su participación en los sucesos del primer período de la revolución, el doctor Echeve- rría habia quedado en Chile sin ser inquietado por el gobierno de la reconquista; pero Marcó del Pont, en los últimos días de su mando, lo tomó preso i lo envió al Perú con otros patriotas; i solo habia vuelto a Chile poco antes de ser llamado al ministerio.

l8l8 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XI 4$

reconocimiento de la independencia, el representante de Chile iría facultado para ofrecer a la nación que lo hiciese no solo grandes ven- tajas comerciales, sino en ultimo caso la concesión de alguna isla chi- lena como Juan Fernandez i Santa María, pero en ningún caso punto alguno del continente, aunque fuera Valdivia, que se bailaba todavia en poder de los españoles, ni tampoco Chiloé. En sus conferencias con los ministros i diplomáticos, podria también ««dejar traslucir que en las miras ulteriores del gobierno de Chile entraba el uniformar el pais al sistema continental de la Europa, i que no estaria distante de adoptar una monarquía moderada o constitucionaln; pero que no existiendo en su seno un príncipe a cuya dirección se encargase el pais, »estaría pronto a recibir bajo la constitución que se preparase, un príncipe de cualquiera de las potencias neutrales que bajo la sombra de la dinastía a que perteneciese, i con el inñujo de sus relaciones en los gabinetes europeos, fíjase su imperio en Chile para conservar sn independencia de Fernando VII, sus sucesores i metrópoli, i de todo poder estranjeroii. Según el proyecto de instrucciones, un príncipe de las familias de Orange, de Brunswick o de Braganza seria el que mas convenia a Chile. Poniéndose también en el caso de que el repre* sentante de Chile llegase a entrar en tratos con los ministros del reí de España, se le recomendaba que rechazase toda proposición que tk) tuviese por base el reconocimiento espreso de la independencia ameri- cana, ««en cuyo caso, agregaba, se mostraria (el representante chileno) accesible i dispuesto a cooperar a la estincion de las rivalidades entre españoles i americanos i al restablecimiento de las relaciones entre Chile i España, como dos naciones libres e independientes»», pudien- do, ademas, ofrecer a la antigua metrópoli ciertos privilejios comerciales por un numero determinado de años. En todas estas negociaciones, el representante chileno debia proceder de perfecto acuerdo con los representantes i ajentes de las provincias unidas del Rio de la Plata; pero en ningún caso podria celebrar convenio alguno sin someterlo a la aprobación previa del gobierno de Chile.

En los documentos de la época no se halla el menor vestijio de que estas instrucciones fueran discutidas en el senado, si bien de al- gunos documentos posteriores puede inferirse que este cuerpo tuvo conocimiento de ellas; pero en todo caso, se guardó una reserva impe- netrable. El supremo director O'Higgins, por su parte, mui preocupado con asuntos mas inmediatos i premiosos que atraian toda su aten- ción, i persuadido tal vez de que aquellas negociaciones, faltas de toda l)a8e seria i ademas contrarias al espíriru del pais i a sus propios senti-

46 HISTORIA DE CHILE l8f 8

mientos, no conducirían a ningún resultado inmediato o de trascen- dencia, no puso siquiera su fírma en las instrucciones, ni tampoco las ñrmó el ministro de estado que tenia a su cargo las relaciones esteriores; i cuando Irisarri las devolvió desde el camino para que se le remitieran con este requisito, ni el director supremo ni su ministro atendieron esa exijencia, de tal suerte que el ájente de Chile se vio privado de toda autorización para entrar en las negociaciones de que allí se hablaba (29). 0*Higgins, sin embargo, manifestó el mas vivo

(29) £1 proyexto de instrucciones formado para Irisarri en diciembre de 1818 se mantuvo entonces estrictamente reservado. Don Tomas Guido, representante en San- tiago del gobierno de las provincias unidas del Rio de la Plata, tuvo, sin embargo, conocimiento de él, i en un oficio que dirijió a éste con fecha de 20 de diciembre, le trascribió en cifras cuya clave nos habría sido diflcil descubrir, el fragmento que nosotros señalamos entre dos * *. La existencia de ese documento ¡Permanecía desconocida, hasta que don Gómalo Bulnes descubrió un estenso fragmento de él, sin fecha ni otra referencia, que publicó íntegro en el capítulo IX, § 2 del lomo II de su Historia de la espedicion libertadora del Perú, Según su esposicion, aquellas instrucciones habían sido destruidas, i solo se había salvado por algún accidente el fragmento aludido.

Nosotros, sin embargo, tuvimos la fortuna de encontrar el mismo manuscrito orijinal que sacó de Chile don Antonio José de Irisarri en diciembre de 18 18. Ape- sar de su estension, i por ser desconocido en su forma integra, vamos a reproducirlo testualmente en esta nota. Dice asi :

^^Prfsuptusto de las instrucciones acordadas por el gobierno supremo de Chile para

la conducta de su diputado en la corte de Londres:

"Artículo I. o Será del cargo del diputado noticiar a este gobierno (ganando tiempo) de todas las deliberaciones de la Europa que tengan una relación directa o indirecta con la causa del pais o de América en jeneral.

"Art. 2.^ Para evitar toda confederación o liga del país que representa, hará las jestíones que le dictare la jerencia de los negocios i la naturaleza de los tratados, esforzando su voz en el agravio que recibe el jénero humano en la coligación de potencias para deprimir a hombres que apoyan sus aspiraciones en los derechos mas sagrados de la naturaleza.

"Arl. 3.<* En sus manifestaciones por la causa de América, no olvidará el dipu- tado el particular insulto que recibió este estado en la violación de los solemnes tratados de paz que autorizó el comodoro Hillyar, violación cuyo desagravio debe correr a cargo de las naciones, según el derecho de jentes.

"Art. 4.° los tratados de la Rusia con la EspafLa que anuncian los papeles públicos no fueren reclamados por la nación británica, con cuyos intereses están en oposición, el diputado moverá todos los resortes que le sujiera su politica para em- barazarlos, contando con cualquier suma que sea necesaria para este objeto.

••Art. 5.® Podrá proponer, según la necesidad lo vaya dictando, lil^ertad de dere-

l8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XI 47

empeño en que Irisarri se pusiera prontamente en viaje, no solo porque en Europa podía prestar útiles servicios a la causa de la independencia en otro campo de acción que aquellas quiméricas negociaciones, sino porque a su paso por Buenos Aires debia desempeñar un encargo de

chos en la esportacion de frutos del país i una baja en la importación, siempre que este privilejio se haga necesario para alcanzar la protección de la Gran Bretaña, pro- tección que nos es indispensable si los tratados de la Rusia se realizan, teniendo presente la importancia de las siembras de cáñamo i de lino, cuya estraccion puede concederse esclusivamente por diez años a la Gran Bretaña, o a la nación que nos proteja.

"Art. 6.® En este lütimo caso, puede el diputado adelantar la concesión de algu* ñas i>las como Juan Fernandez i Santa María; pero de ningún modo un palmo de terreno en el continente, cuyo paso traería en lo futuro consecuencias peligrosas por el influjo de una potencia poderosa en unos pueblos que empiezan a formarse. Val* diría i Chiloé se considerarán como parte integrante del estado de Chile, i de nin* gun modo podran cederse.

"Art. 7.° La opinión del pueblo ingles hace un gran peso en las decisiones del gabinete de Saint-James. £1 diputado procurará fijarla en favor de la América, ya con discursos fllantrópicos, ya encareciendo la espansion que promete al comercio la libertad del nuevo mundo, i ya combatiendo constantemente en los periódicos las imposturas de los ajentes de Madrid, sin dejar de publicar todos los acontecimientos favorables de esta parte del globo, la feracidad de su suelo, .la hospitalidad de los nacionales, la riqueza territorial (minera), la salubridad del temperamento, la libe- ralidad de las leyes i la tolerancia civil i reí ij ¡osa.

"Art. 8.<> La corte de Londres, a donde confluyen ministros autorizados de los estados de Europa, ofrece campo a las observaciones políticas del diputado. Entre las naciones poderosas existen algunas cuyas relaciones se interesan doblemente a la América, a saber: la Rusia, la Inglaterra, Estados Unidos i la Holanda. La deci- sión de cualquiera de estas naciones asegura la estabilidad de la independencia de) nuevo mundo, i en cada una existe un principio de interés, que aunque diverso en su tendencia, arrastra sus aspiraciones hacia la América. El diputado procurará su- tilmente indagar el resorte que inclinare mas eficazmente a la decisión de cualquiera de ellas, fomentando directa o indirectamente los celos entre los embajadores, i es- piando la ocasión oportuna de exijir esplicaciones i de proponer la cuestión prin- cipal.

"Art. g,^ Si la justicia de nuestra causa o el ínteres universal no bastare a que las naciones neutrales se sobrepongan a las pretensiones de la España, dejará entre- ver el diputado que Chile concede esclusiones i privilejios de comercio a la primera nadon que reconozca su independencia i la ausilie; i propondrá desde luego al mi- nisterio ingles que a mas de las concesiones que por ultcricires tratados haría a la nadon amiga i ausiliar, cede desde luego un 8 por ciento menos de derechos de introducción en todos los frutos de industria i agricultura de la Gran Bretaña en concurrenda con las demás naciones, i un 2 por dentó menos en los derechos de retomo ya en frutos, ya en metálico, estendiendo la grada a cualquier efecto manu- facturado, o fruto de Europa, África, Asia i América que se introduzca en los puer-

48 HISTORIA CHILE 1818

efecto inmediato, i de vital importancia para formalizar el proyecto de emprender la espedicíon libertadora al Pen5.

5. El Senado de 5. Cuando en 24 de setiembre de 1818, el direc- proyecío'^d^e es- ^^^ supremo de las provincias unidas del Rio de la pedición al Perú; Plata había anunciado a San Martin las negociacio- rativorpara'^esta ^^^ iniciadas en Europa que acabamos de recordar, empresa. le habia agregado, como ya dijimos, que según ellas

«•debian variarse o a lo menos susp>enderse nuestras principales dispo- siciones respecto de Liman, es decir esperarse que aquellos arreglos

tos de Chile bajo el pabellón de la Inglaterra, siempre que sea reconocida la inde- pendencia de Chile i ausiliada en la guerra defensiva que sostiene, no pudiéndose dilatar el prívilejio a mas de diez años, i entendiéndose este articulo a una esplana- don del 5.°

* * "Art. 10. En las sesiones o entrevistas que tuviese con los ministros de Ingla- térra i con los embajadores de las potencias europeas, dejará traslucir que en las mi- ras ulteriores del gobierno de Chile entra uniformar el pais al sistema continental de la Europa, i que no estaría distante de adoptar una monarquía moderada o constitu- cional, cuya forma de gobierno, mas que otra, es análoga i coincide en la lejislacion, costumbres, preocupaciones, jerarquías, método de poblaciones, i aun a la topogra- fía del estado chileno; pero que no existiendo en su seno un príncipe a cuya direc* don se encargue el pais, está pronto a redbir bajo la constitución que se prepare, a un príncipe de cualquiera de las potencias neutrales que bajo la sombra de la dinas- tía a que pertenece, i con el influjo de sus relaciones en los gabinetes europeos, fije su imperio en Chile para conservar su independencia de Femando VII i sus suceso- res i metrópoli, i todo otro poder estranjero.

"El diputado jugará la política en este punto con toda la circunspecdon i grave- dad que merece; i aunque podrá aceptar proposidones, jamas convencionará en ellas sia previo aviso circunstanciado a este gobierno, i sin las órdenes terminantes para ello. Las casas de Orange, de Brunswick, de Braganza presentan intereses mas di- rectos i naturales para la realización del pro3recto indicado en que se guardará el mas inviolable sijilo i para cuya direcdon se incluye la clave número i. * *

*'La identidad de causa, de sacrííicios i de intereses de este estado con el limítrofe de las provincias unidas exije que el diputado guarde la mas íntima reladon i ar- monía con el de aquella nación autorizado en la corte de Londres, en la de París u otra. Meditará i combinará unánimemente cuanto haya de proponerse o suscribirse en orden a Chile, a fin de que al paso que se señale la marcha uniforme de la polí- tica de las dos naciones, se afirme la liga que nos une, se identifiquen las pretensio- nes, i nuestros enemigos no encuentren un camino para dividimos. Guardará igual- mente buena intelijencia con los enviados de otros estados libres de América.

«La suerte de Im España, sus esfuerzos para dominar a las Américas, sus pactos, sus combinadones, fijarán la norma de la conducta pública del diputado. I^ pujanza o impotencia de aquella nación, determinará el mas o el menos sacrificio de los inte- reses de Chile en lu pretensiones que entable, recatando o cediendo a medida de los peligros que aouigaen contra la emanctpadon del nuevo mundo. Imitar el siste-

l8l8 PARTK OCFAVA. CAPÍTULO XI 49

pacíficos afianzaran la independencia de estos países sin necesidad de una espedicion que parecia superior a los recursos de que era posi- ble disponer. O'Higgins i San Martin, por el contrario, cualesquiera que fueran sus esperanzas en el resultado de esas negociaciones, o mas

ma de los españoles de dividir para triunfar, debe ocupar los desvelos del diputado. A este hn entablará sus corresponsales en Paris, i si fuese posible en Cádiz; publica- rá en castellano algunos discursos anónimos, animando a los liberales de la península a sacudir el yugo infame de Fernando i a restituir la dignidad i poder de la nación, jugando diestramente la hidalguía i nobleza nacional española para inflamarla en la resolución de ser grandes i libres, e insertará estos fragmentos en los periódicos de Inglaterra i Francia, en cuyo caso será inevitable la circulación para la península. Publicará una incitativa a nombre i por orden del gobierno de Chile, ofreciendo jenerosa acojida a todo estranjero que emigrare a este pais; asegurará la tolerancia civil i relijiosa i protección a la industria que ejercieren en él; i dirijiéndose a los españoles ofrecerá un amigable recibimiento entre los chilenos a los que quisieren renunciar la humillación al tirano, estableciendo suma diferencia entre la causa de la nación i la de los reyes, i demostrando el interés que resulta a la España del re- conocimiento de nuestra independencia.

"No hai un ramo de industria i de agricultura en el reino de Chile que no requie- ra el auxilio de los conocimientos europeos; por lo mismo el diputado solicitará es- pecialmente de Alemania a todos los fabricantes que sus familias quisieren trasla- darse a Chile, auxiliándoles a este fin moderadamente i por aquellos medios que no comprometan el decoro de su representación ante las naciones celosas de la conser- vación de sus poblaciones. Pero sobre todo será infatigable en incitar a hombres científicos en mineralojía, maquinaria, química, economía política, matemáticas, historia, jeograíla i demás ciencias útiles, llamando a Chile la mayor porción de hombres capaces de formar un plantel de instrucción común i elegante.

"No perderá de vista los pasos del embajador español para entorpecerle todas sus jestiones opuestas a la libertad de la América; i si alguna vez fuese incitado por él a transacciones, repulsará toda proposición que no sea apoyada en el reconocimiento de la independencia americana, en cuyo caso se mostrará accesible i dispuesto a cooperar a la estincion de la rivalidad de españoles i americanos, i al restablecimien- to de las relaciones entre Chile i España como dos naciones libres e independientes.

"Si el embajador español exijiese al diputado esplicaciones de los privilejios que promete Chile a la España en cambio del reconocimiento de su independencia, po- drá halagar sus esperanzas con el comercio esclusivo por diez años de todos los frutos i manufacturas que produce la península, un cuatro por ciento menos por el mismo tiempo de lo que se introdujere en los puertos de Chile bajo su pabellón i un dos por ciento menos en los derechos impuestos a las esportaciones fuera del reino; comprometiéndose ambos gobiernos a no recordar en lo sucesivo los motivos de las disensiones anteriores, pero no aceptará proposición alguna que directa o in- directamente ataque la inmunidad de las provincias unidas.

"Velará en cuanto fuese posible la buena comportacion de los corsarios que con el pabellón de Chile arribasen a las costas de Inglaterra; no promoverá ni defen- derá sus acciones, sino siendo arregladas al reglamento provisional de corso, que se Tomo XII 4

50 HISTORIA DE CHILE 1818

bien persuadidos de que no darían fruto alguno, creyeron» que era lle- gado el caso de redoblar los esfuerzos para tomar la ofensiva contra el virrei del Peni, aprovechando las ventajas alcanzadas en la última campaña terrestre i en el primer ensayo de la escuadra nacional. Este

acompaña bajo el número 2, con las leyes penales que van unidas. Tendrá respec- to de ellas la jurisdicción que señalaban las ordenanzas españolar, de marina a los embajadores, excepto la declaración de buena o mala presa que el gobierno se reserva con arreglo a los documentos que instruya. Entregará a los que solicitaren permiso para armar, las patentes que pidieren, de las que se acompi.ñarán coa el número 3, i los despachos de cabos de presas bajo las fianzas competentes, e ins> trucciones que, conforme a las circunstancias de la España, creyere necesario agregar a las comprendidas en el número 4, i fuesen conformes al derecho marítimo de las naciones i represalias jenerales.

"Queda autorizado plenamente para estipular convenios i firmar tratados con cual* quiera de las potencias europeas, siempre que se funden sobre el espreso i público reconocimiento de la independencia de Chile, o sobre la protección directa a sus esfuerzos contra la España, pero sujeto a la ratificación de este gobierno.

"Podrá levantar en cualquier punto de Europa un empréstito de dos millones de pesos en dinero, a un interés racional i a seis años de plazo cuando menos, contados desde el dia en que se recibieren las sumas en esta capital, enviándolas, si se reali- zase, por el Rio de la Plata, asegurándolas ya de cuenta de los prestamistas, o ya de la de Chile, consignados a don Miguel Riglos en Buenos Aires, ausente, a don Fe- derico Dickson, con destino a este gobierno, i avisando del apoderado que haya de recibir en esta capital el interés o el tanto por ciento que se estipule.

"Tomará conocimiento de todos los buques mercantes que zarpen de los puertos de Inglaterra para Chile, sus cargamentos, calidad i objeto de los pasajeros, e ins- truirá prolijamente a este gobierno de todo, haciendo esfuerzos para intervenir en los permisos que obtuvieren para estos mares i entender en ellos con las faailtades de los cónsules.

"Se suscribirá a loi periódicos mas acreditados de Inglaterra i Francia, i los remi- tirá puntualmente i por duplicado por todos los buques que vinieren a los puertos de Chile o por la via de Rio Janeiro a Buenos Aires en los paquetes mensuales.

"Los gastos que orijinaren así estas remesas como los discursos insertos i publica- dos en los periódicos i demás de su cargo, son de cuenta de este gobierno, que que- da reí ¡liosamente responsable a su abono i a cuyo fin se consignan anualmente sobre la casa de . . . pesos a mas de . . . mil que se señalan de sueldo al diputado.

"Circunstancias que no pueden preverse respecto de la Elspaña i demás poten- cias de Europa, quedan al cálculo i previsión del diputado, i su celo por la libertad de su patria decidirá en accidentes estraordinarlos como viere mas conveniente a la equidad e independencia de Chile; i las órdenes sucesivas servirán de apéndice a estas instrucciones, m

Tal es el testo cabal i completo de este proyecto de instrucciones, que es una mues- tra de candorosa inesperiencia i de cierto fondo de suspicaz buen sentido. Asi, sin fe- cha i sin ñrma, las llevó Irisarri al salir de Chile, el 12 de diciembre de 1818 en viaje para Europa, por la vía de Buenos Aires. Ocho dias mas tarde, el 20 de diciembre»

1 8 1 8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XI 51

esfuerzo no era mas que la continuación de los trabajos iniciados después de la victoria de Maipo. Mientras San Martin hacia al otro lado de los Andes las dilijencias de que hemos dado cuenta mas atrás para obtener socorros pecuniarios para esa empresa, 0'Híggin9, con

hallándose en el pueblo de San Luis, de la provincia de Cuyo, observó que en ese estado no le servirían para nada, i temiendo ademas verse asaltado en el camino por los montoneros que recorrían las provincias de Córdoba í de Santa Fé, i que esas instrucciones pudieran ser sorprendidas, las devolvió a Chile para que se las remitie- sen a Inglaterra por ía vía marítima, "Deberán ir firmadas de V. i del secretario de estado, decia a O'Híggins en carta de aquella fecha, pues sin esto no tienen au« toridad alguna como las llevaba, m Advertiremos que, como se verá mas adelante, Irísarri llevaba otra comisión para ante el gobierno de Buenos Aires, i que las instrucciones i plenos poderes que al efecto se le hibian entregado, estaban en re- gla i llevaban la ñrma de 0*FI¡ggins i del ministro don Joaquin Echeverría, lo que demuestra que éstos conocían de sobra la necesidad de ese requisito; i que la irregularidad del documento que hemos copiado íntegro, no era la obra de la ig- norancia.

O'Híggins, que probablemente no tenia hasta entonces un conocimiento cabal de aquellas instrucciones, al examinarlas mas detenidamente, se negó a ponerles su fir- ma, i las dejó relegadas como papeles inútiles. Irisarri no recibió otras instrucciones; i sin poderes para entender en negocios del orden de que aquéllas hablaban, limitó su acción a hacer en defensa de la independencia de América algunas publicaciones, que roas adelante tendremos que recordar, a estrechar sus relaciones con los otros ajentes de los nuevos estados, a solicitar el apoyo de algunas personas distinguidas que, en Inglaterra, sobre todo, se mostraban empeñadas en que se reconociese a aquéllos en el carácter de naciones libres i soberanas, i muí particularmente a la contratación de un empréstito, negociación complicada i escabrosa en que manifestó el mas vivo ínteres, i que le produjo algunas utilidades personales, le atrajo en seguida las mas tremendas acusaciones.

Al llegar a Londres en mayo de 1819, Irisarri entró en relaciones con don Ber- nardino Rivadavia, ájente, como sabemos, del gobierno de Buenos Aires; i supo por él que el presbítero don Valentín Gómez, que desempeñaba en París iguales funciones, tenia adelantados ciertos arreglos para obtener del gobierno francés el re- conocimiento de la independencia de estos países. Estas negociaciones condujeron al mes siguiente a la proposición que el jeneral Dessolles, ministro de relaciones es- teriores de Francia, hizo a Gómez sobre reconocer la independencia de estos países a condición de que se estableciese en ellos una monarquía cuyo soberano sería el príncipe de Luca. Irisarri, impuesto de estos asuntos, dio cuenta de ellos al gobier- no de Chile en ciertas comunicaciones que trajo por la vía de Buenos Aires un ca- ballero neogranadíno llamado don Mariano Gutiérrez Moreno. Este emisario se vio detenido en esa ciudad hasta setiembre de 1820 por las estraordínarías ocurren- cias políticas que allí se verificaban i por el temor de caer en poder de los monto- neros i tropas sublevadas contra el gobierno central. Don Miguel Zañartu detuvo aquellas comunicaciones durante algunos meses por el peligro de que cayeran en manos enemigas, pero tomó conocimiento de ellas, i en oficio de 7 de enero de 1820

52 HISTORIA DE CHILB 1818

una perseverancia in&tigable, i contando con escasísimos recursos, habia creado una escuadra poderosa para dominar el mar, al mismo tiempo que mantenía en pié de guerra un ejército superior a lo que podia pagar el pais con sus entradas ordinarias. Los constantes reclu. tamientos que se repetían en todo el territorio, habían permitido lle- nar las bajas que hacían los combates, las enfermedades i las deser- ciones, i ademas aumentar gradualmente la tropa. Así se comprende que los estados mensuales de la fuerza militar, lejos de señalar una disminución, demostraran un acrecentamiento progresivo (30). £1 mismo aumento se notaba en las armas i en las municiones, merced a las compras que se hacían, i a las reparaciones i composturas que se llevaban a cabo en la maestranza.

El proyecto de espedicionar al Perú no era ya un misterio para na-

decia que a sa juicio "no eran de naturalesa mui importante, ni mui urjente, aten- dido el estado de la opinión pública, n No nos es posible decir si Irisarri se pronun* ciaba en esas comunicaciones en pro o en contra de aquellas negociaciones, porque poco tiempo después 0*Higgins hizo quemar en su presencia cuanto papel se referia a ellas. La correspondencia particular de Irisarri asi con O'Higgins como con Za- ñartu, de la cual hemos logrado reunir algunas piezas, da solo mui escasa luz sobre el particular. En ella, sin espresar precisamente opinión sobre aquellos tratos, se entre- tiene sobre todo en hacer la caricatura de los aj entes del gobierno de Buenos Aires, Kivadavia i Gómez, presentándolos con el gracejo que sabia emplear en sus escri- tos, como hombres enteramente nulos e incapaces de desempeñar la comisión que se les habia confiado. Irisarri pedia a Zañartu que solicitara del gobierno arjenti- no el retiro de aquellos ajentes i su reemplazo por don Manuel Sarratea, hombre inquieto e intrigante que después de complicada i tormentosa estadía en Europa, donde coHtrajo amistad con Irisarri, se hallaba ahora en Buenos Aires mezclado en todos los trastornos i aunado con los enemigos del gobierno de Chile. En los años subsiguientes, cuando Irisarri hablaba de estos negocios, se limitaba a hacer la burla de todos los que en Europa intervinieron en ellos, i en especial del príncipe de Luca, acerca del cual habia leunido una docena de anécdotas sumamente ri- diculas.

Don Bartolomé Mitre que ha hablado del documento que motiva esta nota en el § 6, capítulo XIX de su Historia de San Martin^ supone equivocadamente que estas instrucciones fueron dadas en 181 7, con el carácter de reservadas, i conjunta- mente con otras públicas. Ilai en todo esto una confusión que no permite formarse allí conocimiento cabal de estos hechos. La verdad es que en noviembre de 1817, creyendo O'IIiggins que Irisarri estaba en Londres, le envió el nombramiento de ájente de Chile con las instrucciones reservadas que nosotros publicamos por la pri- mera vez i después reprodujimos en las pajinas 257-8 del tomo anterior; i en diciem- bre de 1818 formuló él mismo en Santiago las que ahora publicamos en esta nota, i que a causa de no haber sido firmadas por O'Higgins, no sirvieron de nada.

(30) Según los cuadros de revista que se llevaban en el estado mayor con la mas

l8l8 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XI 53

die. La prensa periódica hablaba de él con la mayor franqueza, seña- lándolo como una necesidad imprescindible de la revolución. Un día, el santo i seña dado a las tropas que guarnecían a Santiago eran estas palabras: tiChile libertará a Liman (31). O'Higgins habia con- traído no solo ante los chilenos i los arjentinos, sino ante los otros pueblos de América, el compromiso de llevar a cabo esa empresa. En los primeros dias de noviembre, sabiendo que el Libertador don Si- món Bolívar desde su cuartel jeneral de Angostura (después ciudad Bolívar) se habia diríjido al gobierno i al pueblo de las provincias unidas del Rio de la Plata para felicitarlos por los progresos de sus armas i por la declaración de su independencia, 0*Higgins escribió tres ofícíos distintos para ofrecer a aquél el saludo de confraternidad i de aplauso por sus brillantes servicios a la causa americana, i para invitarlo a entrar en relaciones para apoyarse mutuamente en la obra de la emancipación. "La comunicación de Chile con Venezuela i aun la combinación de las grandes operaciones entre los dos estados, aun- que un poco difícil, no es de ningún modo impracticable, decía O'Higgíns en uno de sus oficios. Las armas de Chile i de Buenos Aires, pronto darán libertad al Perií; i la escuadra de Chile, que se compone ahora de dos navios, tres fragatas, una corbeta, tres bergantines i dos goletas, puede franquear las comunicaciones con la Nueva Granada i con Venezuela por el Chocó i por Panamá, i ayudar a los patriotas de esos países (32). n Estos sentimientos de mancomunidad americana

escrupulosa prolijidad, el ejército unido tenia, aparte de los reclutas, las fuerzas siguientes:

£1 30 de mayo 6,707 hombres.

El 30 de julio 6,802 11

£1 10 de setiembre 7}078 n

El 22 de octubre 7»447 »

El 12 de diciembre 7*850 it

£1 8 de enero de 1819 8,176 h

(31) Orden del día 8 de diciembre de la comandancia jeneral de armas.

(32) Las comunicaciones de 0*Higg¡ns a Bolívar a que nos referimos en el testo, tienen las fechas de 3, de 8 i de 15 de noviembre de 18 18, i fueron enviadas a Bu«nios Aires para que de alH fuesen remitidas a Venezuela por la vía de Inglate- rra. Parece que esos oficios no llegaron a su destino; i asi lo escribia 0*Higgins a Bolívar en oficio de 24 de julio de 1822. Don Carlos Calvo las publicó en las pajinas 146-7 del tomo IV de sus Anales históricos otras veces citados; i se hallan ademas impresas en las pajinas 492-3 del tomo VI de los Documentos para la Historia de la vida publica del Lihrtador^ reimpresión mu i ensanchada i completada, hecha en

54 HISTORIA DE CHILE 1818

que inducían al gobierno chileno a empeñarse en una empresa que parecia mui superior a sus fuerzas i a sus recursos, se estendian en efecto a todos los pueblos del mismo oríjen que luchaban por alcanzar su libertad. En los primeros dias de diciembre llegaban a Chile dos comunicaciones que los ajentes revolucionarios de Nueva Granada i de Venezuela en Londres, dirijian al director supremo para pedirle que este estado, así como las provincias unidas del Rio de la Plata, dieran su garantía para obtener en Inglaterra un fondo de dos millones de pesos con que costear las espediciones que se preparaban en favor de la libertad de aquellos paises i de Méjico (33). Remitidos estos ante- cedentes al senado, este cuerpo en sesión de 15 de diciembre tomó la siguiente resolución: <• Después de varias i dilatadas discusiones, se acordó que, siendo un deber de todos los estados americanos auxiliarse mutuamente en cuanto sea conducente a sacudir el yugo de nuestros opresores i cimentar nuestra libertad e independencia, queda Chile, por su parte, obligado a responder como ñador de los gobiernos de Méjico i de Nueva Granada por el valor de las espediciones que se preparan en su auxilio, entendiéndose que cada gobierno solo es res- ponsable por la parte que le toca entre los obligados, sin mancomuni- dad. La falta de recursos después de ocho años de continua guerra, i el deplorable estado a que dejó reducido a Chile el gobierno tirano en el paréntesis de su libertad civil, obliga a estas trabas i a no manifes- tarse con la liberalidad i franqueza propias de su deseo i del loable objeto a que se dirije esta garantía. En otras circunstancias, i si no tuviera al frente enemigos que vencer en mar i en tierra, dividiría sus fuerzas i recursos en auxilio de sus hermanos como lo hará luego que las circunstancias lo permitan, principalmente con la respetable e im- ponente armada que acabará mui pronto de limpiar estos mares de los pocos enemigos que restan; pudiendo contestarse en estos térmi- nos a los diputados (de Nueva Granada i de Venezuela), i acompañar- se copia a nuestro representante (Irisarri) con testimonio de esta acta para que otorgue el instrumento necesario, m

Caracas (1875-1877) en 14 grandes volúmenes, de la obra que allí se habla dado a luz en años anteriores (1826-1833) en 22 volúmenes con el título de Colección de docunutitos relativos a la vida etc., etc.

(33) £1 oñcio del ájente de Nueva Granada, don José María del Real, lleva la fecha de 19 de julio de 1818; i la del ájente de Venezuela, don Luis Ix>pez Méndez, la de 7 de agosto. Ambas están publicadas en las pajinas 115-8 del tomo II de las Sesioius de los cuerpos lejislaiivos de Chile,

l8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XI 55

En los momentos en que se contraía ese compromiso, el gobierno i el senado hacian todo jénero de dilijencias para procurarse los re- cursos que exijia la espediclon al Perú. El 23 de noviembre, el direc- tor supremo había pasado a aquella asamblea el oñcio siguiente: "De acuerdo con el excmo. señor jeneral en jefe hemos convenido el ser ya preciso hacer la espedicion contra Lima, sin perder instantes para no dar tiempo al vírreí Pezuela de que se prepare de un modo que pueda hacernos resistencia. Tenemos ejército suñciente i tenemos una marina respetable con que podemos obrar de un modo que añancemos la libertad de la América del sur, aliviando al mismo tiempo al pueblo de Chile de los injentes gastos que ha tenido que sufrir; pero es pre- ciso, conforme a la constitución, que V. E. delibere sobre este objeto i me diga lo que tuviere a bien acordar.it El mismo dia resolvió el senado que "estando conforme en que es de absoluta necesidad la espedicion del ejército i marina para poner en libertad el pueblo de Liman, necesitaba que se formase un presupuesto de los gastos preci- sos en dinero i en especies para disponer el orden i modo que debia observarse en la colectación de esos recursos.

Celebróse el dia siguiente en Santiago una reunión bastante nume- rosa de vecinos mas o menos acaudalados, para tratar de estos asun- tos. San Martin, que asistió a ella, presentó un estado bastante prolijo que habia elaborado poco antes en Mendoza, en que estaba detallado cuanto podia necesitarse para aquella empresa. El ejército debia com- ponerse de 5,400 infantes, 400 artilleros, 200 jinetes i 100 zapadores, formando así un total de 6,100 hombres. El tren de artillería debia constar de 24 piezas de campaña con quinientos tiros para cada uno. Ademas del armamento correspondiente a cada soldado, se llevarían diez cañones de repuesto, tres mil fusiles i mil carabinas para armar nuevas tropas, con cuyo objeto se organizaría un cuerpo de oficiales, sarjentos i cabos. El estado detallaba las municiones, las fornituras, los artículos de maestranza i de hospital militar, i pedia tres meses de víveres para el ejército i para la tripulación de los buques. Todo esto exijia ya un caudal considerable; pero San Martin agregaba, ademas, que era indispensable fletar buques mercantes para el trasporte del ejército i llevar doscientos mil pesos en dinero. Manifestó allí que el gobierno de Buenos Aires había acordado subvenir con quinientos mil pesos; i que debia esperarse que el estado de Chile concurriese con una suma equivalente. Los asistentes declararon que Chile con- tribuiría a la empresa no solo con su escuadra, cuya adquisición i equipo costaba ya al estado cerca de un millón de pesos, sino con

56 HISTORIA DE CHILE 1818

doscientos mil pesos en dinero efectivo i trescientos mil en víveres í otros artículos, que debian exijirse de los particulares en la forma de contribución estraordinaria o de empréstito forzoso. £1 25 de noviem- bre, el senado sancionó estas resoluciones, i nombró una comisión de cinco individuos encargada de hacer el reparto de este nuevo impues- to, en proporción de las fortunas de los contribuyentes (34).

Era ademas necesario formalizar la alianza con las provincias uni- das del Rio de la Plata por medio de un pacto que fíjara el compro- miso contraído por ambos estados, i el objeto verdadero de la empresa que iban a acometer. Irisarri, que en esos dias estaba preparando su viaje a Europa, fué designado para hacer ese arreglo. Encargósele que se detuviera algunos días en Buenos Aires, i que celebrara un tratado que, según lo dejaba suponer el estado amistoso de las relaciones en- tre ambos gobiernos, i la mancomunidad de ideas i de aspiraciones de la parte mas distinguida de la población de uno i de otro pueblo, no podia ofrecer serias diñcultades. Provisto de amplios poderes i de las instrucciones convenientes a este objeto, Irisarri se ponia en mar- cha el 12 de diciembre. 6. Primeras difi. 6. Aunque por diversos lados se vieron asomar

cullaHes con que 1 / , 1 1 1 j

tropieza ese pro- obstáculos al parecer msuperables a la ejecución de

yecio: la escasee esa empresa, hubo entonces dias de jeneral satis- de recursos pe- ^ . y j 1 . cuniarios hace faccion en que se creyó que todo marcharía mas

concebir la espe- q ménos fácilmente a una feliz realización. El di-

ranza de contra- . . ., ^

tar un emprésti- rector supremo tema resuelto que mientras se reu- loesterior. ^ian aquellos fondos, se formalizaban los arreglos

indispensables entre los dos gobiernos, i se adelantaban los demás preparativos, una fuerte división del ejército patriota iria al sur a posesionarse de la provincia de Concepción i a destruir los últimos restos de tropas realistas que allí quedaban todavía, al mismo tiempo que la escuadra nacional, mejor equipada i bajo el mando de un jefe prestí jioso, según contaremos mas adelante, saldría a recorrer las costas del Perú en busca de las naves españolas, i con el propósito de excitar allí el espíritu revolucionario. En cada punto de la costa a que se acercasen, los buques chilenos debian repartir proclamas suscritas por O'Híggins i San Martin en que anunciaban a los habitantes del Peni el próximo envío de una espedicion libertadora.

(34) La comisión quedó compuesta de don Agustín Eyzaguírre, don Frandsoo Ruir. Tagle, don Martin LAirain, don Ramón Valero i don Felipe Santiago del Sobr.

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San Martin creía entonces que esta espedicion podría llevarse a efecto en el otoño del año siguiente. Pensaba que la campaña del sur estaría deñnitivamente terminada en enero o febrero, i que la escua- dra, después de su correría en las costas del Perú, de destruir alguna de las naves españolas i de inñamar el espíritu de independencia, es- taría de vuelta en Valparaíso en marzo o abril para tomar a su bordo las tropas espedicionarias. Su empeño era llegar al Peni antes que el virrci hubiera podido reponerse de los desastres sufridos en mar i en tierra i organizar una resistencia vigorosa. Ademas de los aprestos puramente militares i de la recolección de víveres, se necesitaba reu- nir algunos buques para el trasporte de las tropas. £1 gobierno podía disponer de varias naves utilizablcs para ese servicio, cinco de ellas quitadas al enemigo en la reciente campaña naval; pero ademas de que necesitaban reparaciones, eran ínsuñcientes para conducir ur^ ejército de seis mil hombres. Para atender a este servicio, San Martin pidió al gobierno doscientos setenta mil pesos, suma enorme dadas la pobreza estraordinaria del erario, las premiosas obligaciones que pesa- ban sobre él, i las incalculables e invencibles dificultades que había para proporcionarse recursos estraordinarios. Remitido su oficio al senado por el director supremo el 19 de diciembre, ese cuerpo que acababa de sancionar el reparto de una contribución en víveres i en especies, cuyo valor ascendía a trescientos mil pesos, i que en esos, mismos días, venciendo no pocas resistencias, disponía las listas para hacer una derrama de doscientos mil pesos en dinero, se halló con- fundido ante esta nueva exíjencía. Su contestación, dada ese mismo día, esplícaba claramente la imposibilidad absoluta de satisfacerla. •«Cuando examinábamos diariamente, decía, las mayores dificultades para aprontar los víveres, de que se nos pasó un presupuesto, i dos- cientos mil pesos en dinero que el mismo señor jeneral pidió al pueblo el día de su reunión como única contribución por Chile para facilitar i realizar la acordada espedicion al Perú; cuando antes que la comisión haya practicado el reparto, se multiplican peticiones para libertarse muchos de los que parecen mas pudientes; i cuando el estado misera- ble del país aun no permite la mezquina contribución mensual que se ha hecho ilusoria a pesar de los justos deseos i mejores intenciones de sus habitantes, parece al senado moralmente imposible el acopio de esta nueva cantidad de doscientos setenta mil pesos para el mismo objeto. Sería un triunfo conseguir se realizase aquel primer ofreci- miento, i cuyo sacrificio espera el senado hagan los pueblos como comprometidos a presencia de ¡as autoridades. Si entonces estas mis-

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mas prometieron no serian nuevamente molestados, i esta confianza los estimuló a prestarse con la mayor franqueza a aquel ofrecimiento, no parece justa esta nueva opresión, faltándose a tan autorizada esti- pulación. Entonces se les propuso que las provincias unidas concu- rririan con quinientos mil pesos para los gastos de aquella empresa, i que con esta cantidad i la pedida a Chile, habia suficiente. Si nada se ha innovado, no hai motivo para que se aumente aquel presupues- to. Protesta a V. £. el senado que si la aniquilación del erario, i la miseria a que están reducidos los pueblos no fuera tan efectiva i noto- ria, no repararía en que se franquease la cantidad pedida, si se con- templa necesaria para la espedicion; pero es inverificable, i seria mui sensible para este cuerpo que aquel defecto la hiciese ilusoria, como sucederá si no se practica por otros medios." £1 director supremo, penetrado de la solidez de estas razones, i comprendiendo que la in- sistencia en esta petición no haria mas que reagravar las dificultades sin fruto alguno, trató de esplicar, después de cuatro dias de vacilación i de acuerdo con el jeneral en jefe, qué la exijencia de éste, aunque superior a lo que se habia convenido, no tenia el alcance que le habia dado el senado (35).

Estas dificultades, sin embargo, no hicieron vacilar un solo instante al director supremo ni al senado en su resolución de acometer a toda costa la empresa que meditaban, creyendo que solo mediante su rea- lización podía afianzarse definitivamente la independencia de Chile. £1 ardiente deseo de llevarla a cabo, i la excitación producida por la escasez de fondos, les hicieron forjarse la ilusión de que no les seria

(35) aquí la contestación del director supremo: "Excmo. señor: Habiendo consultado al excmo. señor capitán jeneral i en jefe del ejército unido sobre la can- tidad que debía erogar el pueblo en dinero para el apresto de la espedicion al Perú, se ha reconocido la equivocación que se habia padecido en anunciar que aquella erogación era de cuatrocientos setenta mil pesos. Así, para desvanecer toda duda, prevengo a V. E. que no ha habido en este asunto mas aumento que el de setenta mil pesos, i que solo deben exijirse al pueblo doscientos setenta mil, con lo cual quedan removidos los graves inconvenientes i dificultades que V. E. espone en su nota de 19 del presente, que contesto. Dios guarde a V. E. Palacio directorial en Santiago, i diciembre 23 de 1818.— Bernardo O^Higgiss.— /os/ I^nacto Zcnieno,

Los documentos a que aquí nos referimos, se hallan publicados en la colección de Sesiones de los cturpos lejislativos defihile^ los dos primeros, es decir el acta del senado de 19 de diciembre, i su ofício al director supremo de esc mismo dia, en las pajinas 153 i 156 del tomo II; i el tercero, esto es, la contestación del director su- premo, que fué hallada después de la impresión de ese volumen, se rejistra en la 'páj. 152 del tomo IV.

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difícil procurárselos fuera del país. El cónsul norte-americano Wi- lliam G. Worthington, que se había apasionado por la causa de la independencia, i que creia que pasada esta crisis, el nuevo estado de Chile llegarla a ser próspero i rico, alentaba esas ilusiones. Anuncian- do que podía regresar a los Estados Unidos, se ofreció al gobierno para levantar allí un empréstito hasta por diez millones de pesos al ínteres de ocho por ciento anual, bajo la base de que después de cinco años se baria la amortización a razón de un millón de pesos por año. Ese empréstito, en que Worthington esperaba sacar un provecho per- sonal a título de comisión, era a todas luces irrealizable por la falta absoluta de crédito de Chile, como de los otros estados que comenza- ban a constituirse en la América española. O'Híggins, sin embargo, aceptó esa proposición como un arbitrio, decía al trasmitirla al senado el 30 de diciembre, ««que realizado nos facilitaría la pronta consolida- ción de nuestra independencia, ti Aquella alta asamblea celebró ese mismo dia una sesión nocturna para estudiar este asunto; i allí aprobó, el proyecto de empréstito, reduciendo solo su monto a la mitad de la cantidad ofrecida, por consideraciones que hacen honor a su pruden- cia. «'Nuestro estado chileno, decía el senado en su contestación dada ese mismo dia, ni se halla tan adeudado que necesite toda la suma que se propone para cubrir sus créditos, ni sus atenciones en lo suce- sivo exijen que se grave con el pago de otros principales que los que puede necesitar. La suma de tres a cinco millones es suficiente canti- dad para salvar nuestros apuros, i desde luego puede V. E. aceptarlos i obligar a Chile en los mismos términos que se han propuesto, con prevención de que supuesto que para diez millones se facilita, después del plazo de cinco años, que sucesivamente se amortice un millón del capital en cada un año, recibiéndose cinco millones o menos, solo sea obligado Chile a satisfacer anualmente medio millón a mas del ín- teres corrido (36). n

Ese proyecto de empréstito por una suma tan crecida i en condicio- nes tan favorables, descansaba solo sobre una simple ilusión que no

(36) El acta de la sesión del senado de 30 de diciembre, el oficio de O'Higgins i la contestación de esa asamblea, todo de la misma fecha, se hallan publicadas enila colección citada de Sesiones de los cuerpos lejislativos^ tomo II, 170-2; pero no las bases de empréstito propuestas por el cónsul norte-americano que no se encuentran m los archivos, bien su tenor se desprende claramente de los otros documentos. Por un error en la escritura de éstos, se ha puesto Nortkington^ en lugar de Wor- fhington, como nombre del proponente del empréstito, i asi se ha publicado. Era

6o HISTORIA DE CHILE 1818

tardó en desvanecerse. Otro caballero norte-americano llamado Jere- mías Kohinson, que había desempeñado en Inglaterra una secretaría de legación, demostró que la contratación de un empréstito con los Estados Unidos por aquella cantidad i a un interés tan bajo, seria ab- solutamente imposible, pero que podria obtenerse bajo otras condicio- nes, es decir, por la suma de tres millones de pesos i al interés del doce por ciento anual. oEn nuestra urjentisima necesidad, dice el acta de la sesión del senado de 25 de febrero de 1S19 en que se trató este negocio, no debe repararse en los medios de socorrerla, pendiendo de este auxilio la conservación de la proclamada libertad; i por lo mismo, conseguido el empréstito, puede allanarse la obligación de cubrir el doce por ciento; i atendiendo a lo mucho que nos interesa el auxilio, se servirá el señor director cstender los poderes e instrucciones nece- sarias, sin omitir una competente gratiñcacion al dilijenciario.it Solo la ansiedad por salir de aquella situación, i por llevar a cabo la em- presa tanto tiempo meditada, pudo alentar la esperanza de ver reali- zado un empréstito esterior en aquellas circunstancias. 7. Exijencias de 7. San Martin, entretanto, habia puesto el mismo ca"dd Lobiern" ^"^P^^^ cerca del gobierno de Buenos Aires para de Buenos Aires reclamar el pronto envió de los auxilios pecuniarios f^Z^lZVJZ que se le tenían ofrecidos. El 26 de noviembre, con

recursos que se le ^ ^

tenían ofrecidos, conocimiento ya de lo acordado Santiago en la junta popular de vecinos, i de la resolución del senado estableciendo el reparto de un empréstito de medio millón de pesos en dinero i en especies'para preparar la espedicion libertadora del PeriS, San Martin se dirijia al supremo mandatario de las provincias unidas del Rio de la Plata, recordándole sus compromisos i manifestándole las ventajas de \sL situación para acometer aquella empresa con un éxito casi seguro, i la urjencía que habia en hacerlo para poner término a la era de trabajos i de fatigas i para hallar el principio de una tranquilidad feliz i permanente. Ocultándole artifíciosamente el ofrecimiento de recursos que habían hecho el pueblo i el senado de Chile, i aun dejándole entender que, por la pobreza abrumadora de este pais, no era posible sacar de él los recursos que se necesitaban, pedia que sin demora se le enviasen trescientos mil pesos a buena cuenta de los

éste un hombre ardoroso i entusiasta, al cual sus compatriotas daban en Chile el titulo de coronel, i talvez lo habia sido de guardia nacional, muí aficionado a las grandes empresas industríales, pero iluso i de juicio poco seguro, como lo deja ver su proyecto de empréstito, que no habiia podido realizar jamas*

l8l8 PARTt.OCTAVA. CAPÍTULO XI 6l

quinientos mil que se le tenían ofrecidos. i>En Chile, excmo. señor, agregaba San Martin, es imponderable la penuria de recursos i espan- tosa la pobreza jeneral. Buenos Aires ha principiado i sostenido con magnanimidad la grande empresa de una patria, llevándola por su constancia hasta el grado de probabilidad en que se halla; así es que a su verdadera gloría, a su nombre i a su virtud interesa mas que a otro pueblo el que se consolide i perfeccione de una vez a cualquiera costa. Sin sus auxilios convenidos, en esta ocasión urjente nada vale el trabajo emprendido, i todas nuestras ventajas retrogradarían a una nulidad lastimosa (37). n

Pocos dias mas tarde, repetía estos pedidos en términos mas exijen tes i premiosos. Recordando i aun exajerando el atraso en que el tesoro chileno se hallaba para cubrir los sueldos que se debían al ejér- cito, agregaba en oñcio de 15 de diciembre lo que sigue: "El estado de Chile se halla en una positiva bancarrota, en una destitución abso- luta i sin recursos ni en la esperanza. Tiene empeñadas i aun consu- midas sus rentas del año entrante. Paralizada la esportacíon de sus frutos, ha caído necesariamente en desfallecimiento su comercio, i se ha hecho por consiguiente muí exiguo el monto de las rentas, las cua* les, aun en la opulencia del círculo (aun en los períodos mas favora- bles), nunca fueron (de tal modo) cuantiosas que pudieran llenar la suma de los gastos públicos de por ahora. n I reclamando con nueva insistencia los auxilios pecuniarios que se le habían ofrecido, insinuaba un pensamiento cuya ejecución debía producir serias complicaciones. 4iSi no es dable este auxilio, decía, salvemos al ménós el ejército. Re- pase los Andes en la coyuntura mas favorable que pudiera brindar la fortuna para la gloríosa conclusión de nuestra empresa.n El 31 de diciembre repetía la misma exijencia en términos mas premiosos to- davía (38).

(37) Oficio de San Martin a Pueirredon, Santiago, 26 de noviembre de 1818, publicado en la Vindicación histórica del jeneral Guido, páj. 167.

(38) Oficios de San Martin al director supremo de las provincias unidas del Rio de la Plata escritos en Santiago el 15 i 31 do diciembre de 1818. Ambas piezas fue- ron publicadas por primera vez en las Nuewu comprobaciones históriccu a propósito 4U historia arjentina por don Bartolomé Mitre (Buenos Aires, 1882), tomo II, cap. XVIII, i se hallan reimpresas entre los valiosos documentos que forman el apéndice núm. 23 de la Historia de San Martin, En la segunda de ellas trata con colores mas sombríos el estado de Chile, suponiendo que el orden público no podría sostenerse aqui sin la presencia del ejército de los Andes, lo que no era exacto, e insistiendo en el pensamiento emitido anteriormente. '*Solo puede mantenerse el

62 HISTORIA DE CHILE 1819

Queriendo reforzar estas exijencias con el apoyo que podía prestarles el ájente diplomático del gobierno de Buenos Aires, el jeneral San Martín se dirijió a esc funcionario para darle cuenta, decía, de la desidia que observaba en el gobierno de Chile, ya fuera para aumentar el ejército, ya para procurarse los elementos indispensables para espedicíonar so- bre el Perú. i^Nada de esto se ha hecho, agregaba, i no hai la mas remota esperanza de que se veríñque. Por otra parte, no contesta las peticiones que se le hacen, no toma medidas para dar un solo recluta, como no se ha verifícado en cuatro meses (39); en igual tiempo no ha socorrido con un solo real el ejército de los Andes. Por este estado, nada se trabaja en la maestranza, ni ningún pedido que hace el ejér- cito se le concede. En ñn, la conducta de este gobierno está manifies- tamente clara de que su objeto es no solo que no se rerifique la espedicion proyectada, sino la de desprenderse del ejército de los Andes, poniéndonos en un estado de desesperación tal, que tengamos que pasar la cordillera, o comprometernos a disgustos de la mayor trascendencia.il Don Tomas Guido, el representante de Buenos Aires, procediendo en todo esto de acuerdo con San Martín, al trasmitir a su gobierno esta comunicación, apoyaba en parte los cargos que allí se hacían al de Chile, o disculpaba a éste muí fríamente; pero hacia el inventario de las escasas rentas de que podía disponer para hacer frente a los costos de la espedicion al Perd, i recordaba los enormes sacrificios que le había impuesto la creación de la escuadra. •< En cir- cunstancias tan difíciles, decía Guido, el director supremo de Chile se dedicó esclusivamente a la compra de buques i habilitación de una es- cuadra. Pasan de setecientos mil pesos los invertidos en este proyecto.** Por lo demás, el representante del gobierno de Buenos Aires rechazaba con muí buenas razones el pensamiento de hacer repasar las cordilleras al ejército de los Andes. >• Constando estas tropas, decía, en mas de una mitad de hijos de Chile, desertaría casi toda ella en el repaso de la cordillera (40). n En otro oficio de la misma fecha (1 2 de enero), i en

orden, decía, i segoír los progresos que las favorables coyunturas nos presenta para acabar con 'el virret de Lima, siendo* protejido este ejército con la cantidad que V. E. tuvo a bien asignar para su auxilio; de lo contrarío, soi de opinión que V. E. le mande repasar los Andes para poderlo utilizar del modo i forma que tenga por conveniente.il

(39) Para notar la exajeracion de este pasaje, véase el § 5 del presente capítulo, i particularmente la nota núm. 30

(40) Estas dos piezas, asi el oñcio de San Martin a Guido, de 12 de enero de 1819, como el de éste al director supremo de las provincias unidas del Rio de la Plata de

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XI 63

uno escrito dos días después, San Martin reforzaba sus exijencias en los términos mas premiosos que podia emplear, insistiendo siempre en. que la situación política i económica de Chile no permitía esperar que concurriese a la proyectada empresa sobre el Perú con todos los re- cursos que ésta reclamal)a. Según él, Chile podria suministrar un cuerpo de tres mil soldados, capaz de inquietar eficazmente al ene- migo en los puertos intermedios, pero no debia esperarse un resul- tado definitivo de esas operaciones. San Martin terminaba por declarar que la guerra había de limitarse a esto solo por falta de los elementos que debían proporcionar los gobiernos de uno i de otro lado de los An- des, no creía ser ya necesario para tomar el mando, i que debia confiarse éste al jeneral Balcarce (41).

la misma fecha, escritos de común acuerdo según se deja ver por muchas circuns- tancias, se hallan publicados en las pajinas 174-81 de la VindicacMn histórica (pa- peles del jeneral Guido).

(41) Ambos documentos publicados (el primero integro i el segundo en extracto) en' las Comprobaciones históricas antes citadas, se hallan completos, con muchos otros, en el referido apéndice 23 de la Historia tU San Martin por don Bartolomé Mitre. En- ellos, San Martin insiste en presentar la lastimosa situación de Chile, i la imposi- bilidad en que este pais se hallaba de proporcionar los recursos indispensables para espedidonar al Perú. Según él, el ejército existente en Chile, deducidas las fuerzas que debian quedar para su defensa interior, no podia suministrar mas de 3,000 hom- bres para aquella empresa. "Esta fuerza, agregaba, no puede emprender ningún ataque formal sobre ningún punto del Perú, ni menos sobre U capital de Lima. Lo mas que podrá hacer (previa la destrucción de la escuadra enemiga, que no dudo se verificará), es desembarcos parciales sobre los puertos intermedios, Arequipa, Pisco, Guayaquil, Panimá i otros varios puntos. Con esta operación se pueden suscitar sublevaciones, quitar recursos al enemigo i que este ejército i escuadra viva sobre las costas del mar Pacifico. Al antecesor de V. E. (en esos momentos desempeña- ba accidentalmente el gobierno de las provincias unidas el jeneral don José Ron- deau) hice presente que estaba dispuesto a encargarme de la espedicion sobre el Perú, no obstante el mal estado de mi salud, con los auxilios que él debia facilitar- me i de que V. E. debe tener conocimiento. Estos no se han verificado. Los que debia proporcionarme este gobierno, tam)x>co se han proporcionado ni pueden pro- porcionarse por la escasez de numerario. En esta atención, no creo que mi persona sea tan interesante, supuesto que el plan proyectado varia enteramente, i que la tal cual opinión que he adquirido en razón de las circunstancias favorables que la ca- sualidad me ha proporcionado en mis campañas, solo podria ser útil para espedi- cion formal, pero no para la especie de hostilidades que he propuesto i que son las únicas que deben adoptarse. n Por estas consideraciones, proponia al jeneral Bal- carce para el mando de las fuerzas que debian espedicionar de esa manera, i pedia que se le permitiese pasar a Mendoza a reparar su salud quebrantada, declarando que en esta resolución no debia verse un "efecto de la falta de auxilios tanto de ese gobierno como del de Chile, decia, que no se me suministran, n

64 HISTORIA DE CHILE 1819

La actitud asumida por San Martin estaba fundada en la convenien- cia que habia en emprender la campaña sobre el Perú antes que el virrei pudiese recibir refuerzos de España, i mas todavía en recelo de que las complicaciones interiores de las provincias unidas del Rio de la Plata fueran causa de que, aplazándose mes tras mes la realización de aquella empresa, se la dejara por fín de la mano. San Martin, per- fectamente conocedor de la situación económica de Chile, tenia moti- vos para creer que este estado no podría llevar a cabo por solo aquella espedicion; i en ese sentido estaba justificado para representar i aun para exajerar las estrecheces de aquella situación a fín de recla- mar los auxilios que el gobierno de Buenos Aires le tenia ofrecidos; pero no lo estaba en manera alguna para espresar en sus comunicacio- nes desconfianzas que no podia abrigar, i que sin duda no abrigaba, acerca de la seriedad de propósitos de los gobernantes de Chile i de la firmeza incontrastable de sus resoluciones. Como vamos a verlo en los capítulos siguientes, en esos mismos dias, en medio de la deplorable pobreza del erarío, i mientras una considerable división del ejército patriota emprendía una costosa campaña contra los realistas del sur^ la escuadra chilena, abundantemente provista i bien servida, se hada a la vela en Valparaíso, e iba a abrir en las costas del Perú las opera- ciones navales que debian asegurarle el dominio absoluto en el Pací- fico. Los marinos de la escuadra llevaban proclamas impresas en que el gobierno de Chile ofrecia solemnemente a los habitantes de ese vi- rreinato la próxima salida de una espedicion encargada de operar en tierra.

Entretanto, se continuaba empeñosamente el reclutamiento de tro- pas i la instrucción i disciplina de los cuerpos existentes. Obedeciendo San Martin a sus principios de organización militar, i persuadido de que "la larga detención en los grandes pueblos siempre ha ocasionado perjuicios a la moralidad del soldado, a su disciplina i también a su salud", habia establecido a mediados de enero, de acuerdo con el su- premo director, en los campos de Curimon, a orillas del rio Aconca- gua, entre San Felipe i Santa Rosa, el acantonamiento de casi todas, las tropas que se hallaban en Santiago (42). Desde allí renovaba con fecha de 16 de ese mes sus jestiones al gobierno de Chile en los tér-

(42) En oficiü de 23 de diciembre de 18 18, San Martin proponia a O'Higgins, por las razones indicadas en el testo, el acantonamiento de las tropas en el valle de Aconcagua, entre Quillota i la villa de .Santa Rosa de los Andes. Aprobada esta medida, salió de Santiago el 10 de enero siguiente el comandante de injenieros»

1 8 1 9 PARTE OCTAyA.— capítulo XI 65

minos mas premiosos, invocando los sentimientos caballerosos de O'Higgins, para pedirle una contestación categórica. >• Espero que Y. £L^ decía, tenga la bondad de decirme si este estado se halla en disposición de aprontarme los efectos que tengo pedidos i en qué tiempo, en Ift intelíjencia de que por la morosidad que veo en los trabajos de maes» tranza, es imposible, si no se te auxilia mui eficazmente, sean reali- zables en tiempo alguno.it Contestando ese ofício el dia siguiente» O'Híggins hacia una esposicion bastante comprensiva del estado de miseria a que se hallaba reducido el erario de Chile, cuyas exiguas- rentas, mui comprometidas por los gastos hechos en el ejército i en ht escuadra, eran insuficientes para cumplir los compromisos contraídos^ i mucho mas para satisfacer los gastos que demandaba la empresa proyectada. «lEn esta aptitud, agregaba, i en la necesidad absoluta de realizar la espedícion al Peni, no quedaba ya otro medio que el de buscar fuera de Chile seiscientos mil pesos, con lo cual todo será ven* cido, i mui pronto realizado el plan. Si V. E. puede proporcionarse esta adquisición, nada habrá entonces que este gobierno no allane por su parte para llevar a cabo una obra cuyo desenlace tiene en suspenso la suerte de la América, empeñado el honor del gobierno i de V. £1., i hacia la cual fijan sus ojos las naciones (43). ti

Con estas comunicaciones, escritas indudablemente de común acuer* do entre O'Higgins i San Martin, se buscaba un fundamento en qué apoyar las exijencias que el segundo de ellos diríjía al gobierno de Buenos Aires. Allí se recordaba que el gobierno de Chile compren- día toda la importancia de la empresa para llevar la libertad al Perü i afianzar con ella la independencia de estos paises, i que mantenía ei propósito de no ahorrar sacrificios para verla consumada, pero se ma- nifestaba que la escasez de sus recursos no le permitía acometerla por

Baclcr d'Albe para elejir el lagar mas apropádto para ese objeto, i éste señaló el campo de Curímon, donde el ejército habla estado acampado la víspera de la bata- lla de Chacabuco. Dos días después, se pusieron en marcha las ti:opas que debían ocupar ese campamento.

(43) Estos dos oAcioa, el de San Martin i la contestación de O'Higgins, fueron publicados por primera ves en un articulo histórico titulado La descbedüncia del Je» neraiSan Martin^ que dimos a lux en la Revista Ckiiena de i.<* de diciembre de 1875, i se hallan también consignados en el apéndice de la Historia ¿t San Martin^ a qoe nos referimos mas atrás. £1 examen atento de estas dos piexas, la prontitud con que fué contestado el oficio de San Martin» i otras circunstancias, dejan ver que ambas fueron escritas de común acuerdo, i como un medio de inclinar al gobierno de Bue- nos Aires a summistrar los auxilios qoe tenia ofreddoa.

Tomo XII 5

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solo. Con fecha de 28 de enero, San Martín trasmitía esas comuni- caciones al gobierno de Buenos Aires, acompañándolas de apreciacio- nes que exajerahan la pobreza i la imposibilidad en que se hallaba Chile para llevar a cabo esa espedicion sin un auxilio estraño; i en un oñcío de carácter reservado, le indicaba ademas que, hallándose este país amenazado de conmociones interiores, quería saber qué conducta debia seguir en esa emcrjencia. En carta particular dirijida al brigadier don José Rondeau, que accidentalmente estaba desempeñando el gobierno de las provincias unidas del Rio de la Plata, San Martin era todavía mas esplícito para señalar la imposibilidad en que se hallaba el estado de Chile para acometer por solo aquella empresa que parecía Un superior a su poder i a sus recursos. Reconociendo claramente los inconvenientes i peligros que ofrecía el repaso del ejército de los An- des al otro lado de la cordillera, San Martin recomendaba la adopción de esta medida, esperando que ella contribuyese a excitar a los go- 4)iernos de Chile i de las provincias unidas a sobreponerse a todos los obstáculos que dificultaban la preparación de la espedicion libertadora del Perú (44).

(44) Los documentos a que nos referimos, se hallan publicados íntegros en «péndice citado de la Histitria de San Martin por don Bartolomé Mitre. La carta particular dirijida al lirigadier Rondeau desde Curimon, con la fecha de 28 de ene- ro de 18 19, es el mas característico de todos ellos, por el recargo exajerado de colorido para presentar la situación de Chile de manera que se creyese imposible <|ue aquí pudiera organizarse la espedicion libertadora del Perú. El estracto siguiente de esa carta, dará a conocer su espíritu. "Por este pais, o por lo menos ínterin dure el desorden en que se halla, no hai esperanza alguna de que se realice la es- pedicion. Todo es desgracia, i lo mas sensible es que la opinión pública no tiene un individuo en quien fijarse. La situación en que nos hallamos después de tan repe- tidas victorias, es cada vez mas crítica. Si el ejército se acantona en ésta, es de necesidad que ese estado lo pague, pues en ésta no hai esperanza que lo verifiquen. Si V. lo manda repasar los Andes, debe nece<iariamente padecer una considerable ilesercion» por ser la mayor parle de él compuesto de chilenos. Si V. decide porque fnarche a las provincias unidas, e^toi seguro que al raes se ha introducido la anar» quía en todo el reino, pues lo que lo contiene son las tropas de las provincias uni- das. En fín, en estas críticas circunstancias, V. verá lo que tiene que hacer; pero si V. se decide por la de que pasemos los Andes, es preciso que valga el pretesto de alguna espedicion espaHoln que se dispone a invadir esa capital, pues de ese modo se concilia todo mejor. Lo preciso es que la decisión de este negocio sea sin per- der un solo momento, pues de lo contrario la cordillera se cierra i para nada da tiempo. Conozco los males que van a resultar de la separación del ejército de este pais: i.° por el desorden que se va a introducir en él; i 2.° porque Pezuela, sabien- do que ya no puede temer, podrá dar dirección, con perjuicio de la causa, a roas de siete mil hc/mbres que ha reunido en Lima, bien sea disminuyendo la fuerza para

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XI 67

S. Propone San 8. San Martin, sin embargo, tenia sobrados niotivos artin un P «» p^,^ saber que el gobierno de Buenos Aires, envuelto

mas limitado'^ * ^ '

de operaciones en dificultades interiores mucho mas complicadas que sobre el Perú. ¡]is ¿^ Chile, segun veremos en seguida, i en condi- ciones económicas no menos angustiadas que las de este país, no po- día suministrar aquellos recursos. En efecto, no había cumplido sino en mui limitadas proporciones, i casi obligado por las repetidas exijen- cías i por las medidas en cierto modo violentas de San Martin, la entrega de los fondos ofrecidos para preparar la espcdicion al Perú. £1 pro- yectado empréstito interior de quinientos mil pesos no habia podido llenarse; i así el congreso como el poder ejecutivo repetian en vano sus providencias para obtener su recaudación efectiva (45). Al paso que el mismo gobierno de Buenos Aires no cesaba de representar los apuros en que se veía por la escasez de fondos, algunas personas alta- mente colocadas en aquel pais hacian llegar hasta San Martin las noticias mas desconsoladoras. El honrado brigadier Belgrano, jeneral en jefe del ejército patriota del Alto Perú, i ardientemente decidido en favor de aquella empresa, llegó a creer que no podría llevarse a cabo, si para ello eran indispensables los fondos ofrecidos por el go- bierno de Buenos Aires, i que éste no podría entregar. "Si los movi- mientos de ese ejército i marina, escribía a Chile el jeneral Belgrano

aliviar sus gastos me consta lo tienen en un estado de desesperación), o bien ha- ciéndolos obrar activamente contra nosotros, n

En casi todas estas comunicaciones, asi en las de carácter oficial como en las de carácter privado, San Martin repetía con particular insistencia que el ejército no recibía sueldo desde cinco meses atrás, i que no habia esperanzas de que se le pa- gara. £1 hecho era exacto, porque después del ajuste de ñnes de agosto, el gobier- no de Chile, oprimido por los gastos que exijia la organización i equipo de la escoadra, no había podido disponer de fondos para pagar las tropas de tierra. Este atraso se repuiró luego del mejor modo posible. A principios de febrero, cuando la escuadra había salido para el Perú, O'Higgins destinó a ese objeto casi el total de las entradas ordinarias i estraordinarias que le fué posible reunir, i mandó hacer el ajuste de \o% sueldos militares hasta diciembre inclusive, que era cuanto se alcanzaba a pagar. ";Con que el ejército fué pagado hasta fín de diciembre! ¡Gracias a Dios!ii escribía Pueirredon a San Martin con fecha de 4 de marzo de 1819, contento i probablemente sorprendido de que el gobierno de Chile hubiese dado cumplimiento a ese compromiso, apesar de todo lo que se habia escrito acerca de su pobreza.

(45) Leyes votadas por el congreso el 17 i el 24 de diciembre de 1818, publica- cadas ambas en El Redactor del congreso nacional núm, 42, i decreto del director inte- rino Rondeau de 22 del mismo mes, publicado en la Gaceta estraordinaría del día ngoiente. Los tres documentos citados, están reproducidos en el Rejistro oficial de la República Arjentina (Buenos Aires, 1879), tom. I, 483-4.

6S HISTORIA DK CHILE T 8 1 9

desde Tucuman» penden de los quinientos mil pesos, ciertamente no se harán; porque yo no veo camino para que se consiga esa cantidad. Son pasados ya tres meses sin que estas tropas se hayan podido soco- rrer, i los oñciales no han visto un medio real. Gracias a la mesa común, no han tenido que pedir la comida de limosna (46). h Belgrano no podia presumir que en esos mismos dias el nuevo estado de Chile, venciendo las dificultades de una situación financiera que parecia des- esperada, lanzaba al mar una escuadra poderosa que habia de hacerlo dueño del Pacífico.

Conociendo perfectamente la imposibilidad casi absoluta de procu- rarse los recursos necesarios para una espedicion de casi seis mil hom- bres que creia necesarios para atacar a Lima, i persuadido de que el aplazamiento de esta empresa robustecia el poder del virrei, al mismo tiempo que debía introducir el desconcierto i probablemente la desor- ganización de los elementos reunidos i disponibles, San Martin, como dijimos antes, habia indicado la conveniencia de adoptar un plan mas modesto de operaciones. Consistía éste en el envió de un cuerpo de tropas mas reducido, que sin abrir una campaña resuelta i decisiva contra los ejércitos del virrei, los hostilizase en diversos puntos de la costa, los mantuviese en constante inquietud, i excitase en todas par- tes el levantamiento de las poblaciones. Con fecha de 30 de enero, San Martin sometió al gobierno de Chile este plan detallado de opera- ciones, a cuya ejecución serian destinadas las tropas que quedasen disponibles después de dejar bien guarnecidos Santiago i Valparaíso, i de mantener en la frontera de Concepción fuerzas suficientes para asegurar su tranquilidad. «De lo espuesto, decía, resulta que Chile pue- de contar con un sobrante de tres mil hombres, que empleados util- mente en hostilizar al enemigo, resultan las ventajas siguientes: i.^ aliviar este estado de los sueldos i gastos de esta fuerza i marina; 2.* quitar al enemigo sus recursos; i 3.* tenerlo siempre en espectacion para que las crecidas fuerzas que ha reunido en Lima, no las ocupe dtilmente contra nosotros, i se destruya con los gastos que indis- pensablemente debe hacer en ellas. ti Después de indicar la distribución de esas fuerzas, su armamento i municiones, i de señalar la época de la partida de la espedicion para cuando la escuadra chilena hubiera destruido las naves españolas que quedaban en estos mares, San

(46) Carta del jeneral Belgrano a doa Tomas Guido, representante en Santiago del gobierno de Buenos Aires, escrita en Tucuman el 26 de setiembre de 18 18. Se halla publicada en la Vifídicacion kistérüm^ pij. 151.

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Martin bosquejaba en términos sumarios pero bastante claros, el plan de operaciones. «El objeto de esta espedicion, decia, será el de hacer desembarcos en los diferentes puntos del Pacífíco, llamar por medio de ellos la atención al enemigo, fatigarlo con las marchas que debe hacer, imponer contribuciones, con particularidad a los enemigos de la eausai españoles europeos, fomentar las insurrecciones, suministrando al efecto, armamento i municiones, no comprometer absolutamente ac- ción alguna que no sea decisiva, reembarcarse en el momento de po- der ser atacados para ir a atacar otro punto indefenso. Este plan, bien ejecutado, pondrá en consternación al virrei de Lima, hará retirar el ejército que manda La Sema, se le quitarán los recursos al virrei, se comprometerán los pueblos i los hombres, i necesariamente sus resul- tados serán mui ventajosos (47). n

Este plan, bien concebido sin duda alguna, no podia ponerse en ejecución por el momento; i según las indicaciones del mismo San Martin, no debia acometerse sino cuando hubiera sido destruida la es- cuadra del virrei del Peni. O'Higgins, por su parte, resuelto a llevar a cabo, costase lo que costase, una empresa efícaz i decisiva sobre Lima, se habia adelantado al pensamiento de San Martin en el propósito de efectuar en la costa ataques parciales para inquietar al enemigo i para promover en las poblaciones vecinas el espíritu de insurrección. La escuadra chilena que acababa de salir de Valparaiso con rumbo al Callao, debia buscar a los buques enemigos^ i ejecutar ademas, como lo hizo en efecto, operaciones de esa clase en diversos puntos del lito- ral con los pocos soldados que llevaba a su bordo; i aprovechando la movilidad de los buques, estas operaciones practicadas con recursos mui inferiores a los que proponia San Martin, surtieron en cierta es- cala, como veremos mas adelante, el efecto que se buscaba. 9. La situación inte- g^ Las dificultades nacidas de la escasez de re-

ríor de las provincias . n 1

unidas del Rio de la ^^^^os para acometer aquella empresa, no eran las

Piau no les permite ünícas que embarazaban al gobierno en esos mo-

prestar mayor coope- mentos. En medio de las atenciones de la guerra,

tada espedicion al ^^ ^^^ síntomas de revueltas interiores que sin ser Perú; don José Mi- de grande importancia, producian alarma i pertur gucl Carrera i la bacion, i de los afanes de carácter administrativo*

conspiraaon de los * , , .

franceses. ^^^ necesario desplegar una gran prudencia para

mantener la armonía entre chilenos i arjentinos, i hacer cesar las riva- lidades que renacian con frecuencia. O'Higgins mostró en esas circuns-

(47) Este oficio se halla publicado integro en nuestro citado articulo La desobí^

7 o HISTORIA DE CHILE 1819

tancias una gran moderación, i un espíritu conciliador que muchas per- sonas atribulan a complacencia i debilidad; i San Martin, por su parte, aunque obligado por su situación a guardar deferencia a sus nacionales i a constituirse en su defensor, supo en ocasiones reprimir los actos de arrogancia que amenazaban comprometer la buena armonía (48).

Si la situación interior de Chile no permitia acelerar la empresa que se meditaba para llevar la libertad al Perü, la de las provincias unidas del Rio de la Plata era menos favorable todavía. Su tesoro empobre- cido no bastaba para satisfacer los gastos de la administración i de la guerra. Como se ha visto mas atrás, no podia pagar sus sueldos atra- sados al ejército de Belgrano, ni hacer efectivo el empréstito interior que habia decretado. La ocupación de la banda oriental del Uruguai por fuerzas portuguesas, le creaba preocupaciones de todo orden i el peligro de perder para siempre esa vasta porción de su territorio. Los temores de una nueva agresión española, según los anuncios que lle- gaban de la metrópoli, mantenían la alarma, i exijian preparativos de defensa. El ejército independiente del Alto Perü estacionado en Tu-

diencia deljetural San Martin^ i reproducido en el apéndice mencionado de la obra de don Bartolomé Mitre.

(48) Las dificultades creadas por estos accidentes aparecen rara vez en los docu- mentos, merced a la prudencia i a la discreción con que se trataba de hacerlas des- aparecer; pero la tradición conservó largo tiempo su recuerdo, señalando quejas reci- procas. La situación de San Martin, teniendo que mandar a militares que estaban lejos de su gobierno, i que por arrogancia de carácter no se mostraban mui sumisos a la disciplina, era sumamente embarazosa, i lo fué siendo mas en adelante, so1>re todo en el Perú. Los oficiales chilenos, por su parte, reprobaban al jeneral en jefe cierta parcialidad en favor de aquéllos, señalando al efecto las recomendaciones que éste hacia en sus partes oficiales. Estas quejas, fomentadas por espfritus^nquietos, habrían podido ser orfjen de funestas rivalidades sin la prudencia de O'Higgins, al cual, sin embargo, se le acusaba por eso mismo de débil i complaciente.

San Martin desplegó en ocasiones una gran entereza para reprimir los desmanes de sus subalternos que podían fomentar esas rivalidades. Los oficiales arjentinos, según resolución gubernativa, eran hospedados en las casas de familias acomodadas de Santiago. Muchos de ellos se mostraban satisfechos del trato amistoso que reci- bían; pero otros eran huéspedes tan exijentes como descomedidos i desagradables. Un vecino de Santiago llamado don José Santos Ugárte, se presentó al senado quejándose del coronel graduado don Francisco Montes Larrea, por descomedimien- tos i violencias. El senado representó estos antecedentes a San Martin, i éste, con- vencido de la efectividad de los hechos denunciados, resolvió sin vacilar que aquel jefe repasase las cordilleras i fuera a continuar sus servicios a las provincias unidas. Pueden verse sobre esto las actas del senado i los documentos que las acompañan, de 14 i 19 de noviembre de 18 18 en las Sesiones de los cuerpos lejislativos de Chile, tomo II, pájs. 69 i 8a

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cuman, tenia que sostenerse sobre las armas para contener el avance de las tropas realistas que mandaba el jeneral La Serna. I sobre todas estas preocupaciones, la guerra civil mantenida en las provincias de Corrientes, Entre Rios i Santa Fé, tomaba cada día mas grandes pro- porciones, i amenazaba estenderse a una mayor estension de territorio.

Esta guerra civil, que iba a producir en breve los mas trascendenta- les trastornos, imponia al gobierno grandes atenciones. Incidentes relacionados con ella, o que debían estimularla, produjeron en aque- llos días una notable alarma, fueron causa de la mayor perturbación, i dieron oríjen a medidas violentas i dolorosas. En ellos vuelve a apa- recer el nombre i la personalidad de un caudillo que había hecho un importante papel en el primer período de la i evolución chilena, i que debía tomar en breve una participación principal en los acontecimien- tos de la guerra civil que destrozaba a las provincias unidas del Río de la Plata.

Era éste don José Miguel Carrera. Asilado en Montevideo desde los primeros dias de mayo de 1817, no había cesado de meditar en los medios de recuperar su poder perdido en Chile, preparando al efecto planes desacordados, que, como lo hemos visto anteriormente, no produjeron mas resultado que la prisión i mas tarde el doloroso sacrificio de sus hermanos. En aquella ciudad había montado una imprenta con los materiales que trajo de Estados Unidos; í provisto de este medio de publicidad, había intentado excitar desde allí la opi- nión de sus compatriotas para justificar su conducta pasada i para pre- parar su restauración en el mando supremo de su país. En marzo de t8i8, i mientras sus hermanos eran procesados en Mendoza, don José Miguel Carrera publicaba en Montevideo su Manifiesto a los pueblos de Chile, el mejor preparado i el mejor dispuesto de los escritos que llevan su nombre. Era una esposícion arrogante de su vida piiblica, recar- gada de pasión i de exajeracíones hasta el punto de presentar como brillantes victorias los desastres de la desordenada campaña de 18 13, pero animada i regularmente concebida para excitar el odio del pueblo chileno contra los gobernantes que lo habían rescatado de la domina- ción española, a quienes Carrera presentaba como opresores de la pa- tria (49). En esa esposícion, aunque violenta i apasionada, se guarda-

(49) El Manifiesto a los pueblos de Chile de don José Miguel Carrera forma un opúsculo de 64 pajinas en 4.*', de las cuales las 36 primeras son de testo i las res- tantes de documentos justiñcativos. Escrito en su forma primitiva por el mismo don José Miguel Carrera, que aunque desprovisto de preparación literaria, había

72 HISTORIA DE CHILB 1818

ban todavía las conveniencias de forma i cierta templanza en las acusa* cíones, que luego desaparecieron en los escritos que llevaban la fírma de don José Miguel Carrera.

Después de la muerte de los hermanos de éste, en efecto, los escri- tos que siguió lanzando desde Montevideo tomaron un aire de la mas destemplada acritud, no daban a Pueírredon, a San Martin i a O'Hig- gins mas que el tratamiento de asesinos i de ladrones, i excitaban a los pueblos de las provincias unidas i de Chile a levantarse contra tales opresores. O'Higgins, cuya imperturbable serenidad en medio de los mayores peligros se había probado en todas ocasiones, i cuya audacia personal en los combates rayaba en temeridad, era acusado de cobar- de. Se le suponía dispuesto a capitular con los españoles, i de tal manera sometido a la influencia arjentina que apesar de la declaración de la independencia de Chile i del gobierno propio que rejía en este país, había hecho de él i>una provincia oscura de la capital del Rio de la Plata ir. La pasión no ha tenido jamas arranques mas injustos ni ha incurrido en contradicciones mas inesplicables. Al paso que calificaba

adquirido con el hábito de escribir, una redacción fácil pero incorrecta, fué someti- do a la revisión de un individuo mucho mejor preparado para esta clase de trabajos. Era éste don Nicolás Herrera, orijinario de Montevideo donde se habia señalado ea el desempeño de algunos cargos en los últimos años de la dominación colonial, i de donde fué espulsado por el gobernador español Elio en 181 1. Establecido poco después en Buenos Aires, fué secretario de una junta de gobierno, desempeñó una misión al Paraguai, i en 1815 un ministerio bajo la corta administración del jeneral Alvear. Arrojado éste del poder por una revolución que hemos recordado en otra parte, Herrera fué perseguido, se asiló en el Brasil, estimuló, según parece, la in- vasión del Uruguai por los portugueses, i en efecto acompañó en esta empresa al jeneral Lecor, a quien sirvió en Montevideo en el rango de asesor. Unido allí al jeneral Alvear i a otros proscriptos de Buenos Aires, Herrera hacia una guerra sostenida a Pueirredon i al partido entonces dominante en las provincias unidas del Rio de la Plata. Carrera, que habia contraído relaciones de amistad con Herrera i con los otros desterrados arjentinos, uiilizó esas relaciones en favor de sus planes. El Afanifiesto de Carrera recibió en esa revisión la forma ordenada, vigorcsa, i aun podría decirse elegante, que tiene; i Herrera aprovechó esa coyuntura para hacer en- trar en el Manifiesto de Carrera todas las acusaciones que él i sus compañeros hadan al partido dominante en Buenos Aires por la deposición de Alvear i por los sucesos que se le siguieron.

Los documentos que acompañan esta esposicion, son en su mayor parte útiles para la historia, i muchos de ellos se publicaban entonces por primera vez. Entre ellos hai algunas relaciones sobre ciertos sucesos de la revolución de Chile, escritas por oBciales del ejército, que no se han publicado completas; i un fragmento del Diaria militar del mismo Carrera que se diferencia del orijinal en varios pasajes.

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a O'Higgins i a San Martin de bastardos aventureros, evocaba a los héroes de Maípo para que acudieran a derribar a aquellos del gobierno. «Si los pueblos de Buenos Aires, decia, miran con indiferencia la escan- dalosa violación de su territorio en que han sido ejecutados los compa- triotas (los hermanos Carreras) que existían bajo la autoridad i protec- ción de sus leyes, vosotros (los chilenos) no besareis el cetro de hierro de esos bastardos aventureros que piensan intimidaros por las vías del terrorismo. Los chilenos que acaban de arrollar las filas enemigas, los héroes de Maípo, ¿sucumbirán cobardes al despotismo de tres asesinos? Compatriotas! que mueran los tiranos para que la patria sea libre e independiente! Ya no tiene Chile otros enemigos que esos viles opre- sores. Sepultadlos en las cavernas mas profundas de los Andes para que sus cuerpos inmundos sirvan de pasto a las fieras carnívoras de su especie, i vuestra justa cólera de escarmiento a los ambiciosos i a los malvados. Yo secundaré vuestros esfuerzos gloriosos desde cual- quiera distancia a donde me lleve el destino. La sangre de los Carre- ras pide venganza. ¡Venganza, compatriotas! ¡Odio eterno a los déspotas de Sur-Américalii Un periódico, de que alcanzaron a publicarse tres números, estaba concebido en el mismo espíritu (50).

Es menester trasportarse por la imajinacion a aquellos tiempos para formarse una idea de la inmensa impresión que esos escritos debieron producir. Estas provocaciones tan francas como audaces a la revuelta contra los gobiernos existentes, estos ataques tan violentos contra los

(50) Las publicaciones hechas por Carrera en Montevideo, por medio del estable- cimiento tipográfico que habia organizado con el nombre de Imprenta federal, que hemos podido consultar, i que según creemos, son todas ellas, son las siguientes: I.® Manifiesto que hace a los pueblos de Chile el citidadano José Miguel de Carrera, marzo 4 de 1818, de que hemos hablado en la nota anterior, z,^ A los habitantes libres de los pueblos de Chile, hoja suelta, sin fecha, que debe datar de fines de abril de ese año. 3.* ün aviso a los pueblos de Chile, opúsculo de 24 pajinas, con fecha de 24 de junio de 18 18. 4.® Carta del ciudadatto José Miguel de Carrera a un ami- go de sus corresponsales de Chile, de 8 pajinas, con fecha de 8 de enero de 18x9. 5.** Segunda carta del ciudadano José Miguel de Carrera a uno de sus corresponscUes de Chile, de 20 (pajinas, sin fecha. 6.® El Hurón, periódico de que alcanzaron a pu- blicarse tres números, fuera del prospecto. En todas estas publicaciones. Carrera era a3rudado por don Nicolás Herrera, por algunos otros emigrados arjentinos i por el chileno don Manuel José Gandarillas, que desde esa época comenzaba a desplegar notables dotes de escritor i de polemista.

La llamada imprenta federal dio a luz muchos otros escritos contra el gobierno de Buenos Aires, I entre ellos la contestación de Brayer al jeneral San Martin, de que hemos hablado en otra parte (V. la nota final del cap. VIII) i una defensa del jeneral Alvear con el título de Refinación a la calumnia etc., etc.

74 HISTORIA DE CHILE 1818

gobernantes i los jenerales que por sus triunfos habían alcanzado un alto prestijio, produjeron una impresión indescriptible en sociedades for- madas bajo el réjimen de mutismo de la era colonial, en una época en que apenas nacia el periodismo, i en que nadie creía que la libertad de imprenta pudiera llegar a tales excesos. £1 gobierno de Buenos Aires entabló reclamaciones diplomáticas ante las autoridades portuguesas que mandaban en Montevideo, que toleraban o autorizaban tales publi- caciones. El jeneral San Martin, a pesar de sus hábitos de reserva, pre- paró una contestación a los escritos de Carrera, que se abstuvo de dar a luz, i que seguramente no habría producido otro efecto que llevar mayor combustible a la hoguera. La prensa de Buenos Aires i la de Santiago aceptaron la polémica a que se les provocaba, i lanzaron las mas tre- mendas acusaciones contra Carrera. El mas formidable adversario que éste halló en esa contienda, fué don Antonio José de Irisarri, a la sa- zón ministro de estado en Chile, que desplegó en ella las dotes de un injenio burlón i sarcástico, i la causticidad de un terrible polemista (51).

(51) Véase sobre la proyectada defensa o vindicación de San Martin, lo que he- mos dicho en la nota 25 del cap. IX. Don Antonio José de Irisarri publicaba en- tonces El Duende de Santiago^ periódico semanal, i desde el número 14 de 2 de noviembre de 1818 al)rió la polémica contra don José Miguel Carrera, publicando uno de los escritos de éste (el Aviso a los pueblos de Chile), refutándolo parte por parte, i casi podria decirse línea por linea, rectificando muchos hechos, i desplegan- do una gran virulencia. Con motivo del Manifiesto de Carrera analizó toda la vida de éste para negarle sus triunfos i sus servicios, para presentarlo como un ambicioso vulgar, sin escrúpulos ni patriotismo, i para recordar i exajerar las faltas i los erro- rres que aquél habia cometido. Irisarri daba a Carrera el tratamiento de Catilina Segundo. En comprobación de sus acusaciones publicó en ese periódico el prolijo informe del jeneral Mackenna sobre la conducta política i militar de los forreras, valioso documento histórico que nosotros hemos utilizado en varias ocasiones al re- ferir las campañas de 18 13.

En Buenos Aires, el mas caracterizado impugnador de Carrera fué el doctor don Julián Álvarez, ofícial primero de la secretaria de gobierno, i redactor de la Gaceta oficial, donde publicaba sus escritos.

Esta polémica dio oríjen a un incidente que merece recordarse. Don Antonio José de Irisarri, que dirijia también la publicación de la Gaceta ministericU de Chilt^ dio a luz en el número de 28 de noviembre de este periódico, con los comentarios del caso, una pieza que se decia real orden dirijida con fecha de 22 de abril de 1818 por el ministro español Eguia al virrei del Perú, recomendándole como regla de conduc- ta que tratara de fomentar divisiones intestinas entre los insurjentes americanos, pro- (éjiendo i fomentando a los que intentaran sublevarse, como lo habia hecho Abascal» aprovechándose de Carrera i de Alvear. Irisarri aseguraba que ese documento habia sido hallado en la correspondencia encontrada a bordo de la fragata María Isabel; i para que no cupiera duda acerca de su autenticidad, anunciaba que el orijinal

l8l8 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XI 75

De todas maneras, si esas publicaciones ajilaban considerablemente la opinión, habrían sido ineficaces para producir por solas la con- moción que con ellas se buscaba. Pero un hecho de otro orden pro- vocó mayor inquietud e indujo al gobierno de Buenos Aires a tomar medidas de gran severidad que condujeron a un proceso doloroso por sus consecuencias. Con fecha de 24 de noviembre, Pueirredon escribía a San Martin lo que sigue: "De ofício prevengo a V. del afortunado descubrimiento que acabo de hacer de los asesinos mandados por José Miguel Carrera. Tres que iban de;5tinados a concluir con V. i con 0'Higs:ins, salieron de aquí en carretas hace nueve días, i tres que sa- lió en toda dilijencia una partida para seguirlos hasta el mismo Men- doza i traérmelos vivos o muertos. £1 principal de ellos es M. Robert. Tengo otros tres aquí asegurados con una barra de grillos i se les sigue la causa con ejecución. Está mezclada la Javiera (la hermana de Ca- rrera) i otros chilenos. Acuerden V. V. con O'Higgins si quieren que les mande a Chile o eche de este país a esta mujer funesta. Los demás corren de mi cuenta. Tengo en mi poder cartas orí ji nales de ella i de ellos que convencen de su delito, n

Era aquella una tentativa aventurada e insensata, que como la cons- piración de 181 7, no había de dar otros resultados que el estéril sacri-

quedaria depositado en la imprenta durante quince dias para que pudiera exami- narlo todo el que quisiera.

Por su redacción i demás circunstancias esternas, esa pieza tenia los caracteres aparentes de autenticidad. Don Tomas Guido, representante del gobierno de Buenos Aires, dirijiéndose oficialmente a Pueirredcn, con la misma fecha de 28 de noviem- bre, le decía a este respecto, entre otras cosas, lo siguiente: "Va no es necesario rastrear el orljen de los papeles incendiarios (los de Carrera i de Alvear) que circulan en todos los pueblos i que principalmente se han introducido en Chile. Con este hallazgo feliz (el de la llamada real cédula), se ha rasgado el velo que ocultaba el misterio, i puede asegurarse que manos vendidas a los intereses de España o a otras relaciones no menos innobles, son las únicas que estampan iJeas para trastornar el orden i sublevar los pueblos por medio de invectivas propagadas con el disfraz de la justicia i de la lil»ertad. V. £., en vista de este documento, tomará las medidas que estime convenientes para prevenir a nuestros conciudadanos contra el nuevo sistema de guerra del rei Fernando, m Aquella pieza fué reproducida i comentada en los periódicos de Buenos Aires (véase la Gaceta de 23 i 28 de diciembre de ese aüo); pero desde luego, Carrera i Alvear sostuvieron que era apócrifa; i mas tarde sus parciales han sostenido que fué inventada en asociación por Irisarri i por Guido. Nosotros no hemos podido ver nunca la pieza que fué exhibida en la imprenta de la Gaceta ministerial de Chile; i las pocas noticias que tenemos acercí de ella i de su pretendida autenticidad o de su falsiF.cacion, son las que hemos hallado en los documentos i en las publicaciones de la época.

76 HISTORIA DB CHILE t8i8

ñcio de los que se disponían a dirijirla. Seis individuos de nacionalidad francesa, atraidos al Rio de la Plata en busca de ocupación i de for- tuna, i algunos de ellos antiguos oficiales del ejército de Napoleón, llamados Carlos Robert, Juan Lagresse, Agustin Dragumette, Narciso Parchappe, Marcos Mercher i Jorje Young, habían entrado en rela- ciones con don José Miguel Carrera, interesádose en sus planes, i de- clarádose dispuestos a servirlos con la esperanza de encontrar en Chile una posición ventajosa cuando ese caudillo tomara el mando supremo. En Buenos Aires, en la casa de la hermana de Carrera, se preparó el plan de operaciones para conseguir ese resultado. El 14 de noviembre Robert, Mercher i Young se ponían cautelosamente en viaje para Chi- le, acompañados de don Mariano Vijil, joven chileno que había ser- vido en España en el ejército francés, i que después de muchas peri- pecias, hallándose de regreso para su país, habia estrechado en Buenos Aires relaciones de amistad con la familia de Carrera. El objeto de ese viaje se dejaba ver en una larga carta escrita por el primero de aquéllos para dar cuenta a don José Miguel Carrera de la situación de Chile i de las provincias unidas del Río de la Plata. "Cien hombres, decia, se apoderarían una noche de la fortaleza (la casa de gobierno de Buenos Aires). La deserción está en su colmo. Las tropas (envia- das) contra los montoneros de Santa Fé. Los españoles han evacuado decididamente a Talcahuano. Se tienen pocas noticias de Chile i son insignificantes. San Martin ha detenido i despojado tres correos que traían para ésta (Buenos Aires) caudales del comercio (52). Esto no aumenta el número de sus amigos. Yo no lo sé, pero creo que él pro- cura escaparse. Ha echado a Monteagudo de Santiago. El ejército no está pagado i murmura. Yo creo que si llegamos a Chile, nuestro encargo será fácil, i el resultado pronto. No se trata sino de desha- cerse de dos hombres. Cuando se está decidido, la cosa no es difícil. Creo, pues, poder asegurar a V., mi jeneral, que muí pronto será V. dueño de sus enemigos, o nosotros habremos probado a V. de la ma- nera menos inequívoca nuestro celo i nuestra adhesión. Nosotros partiremos en carreta por economía, lo que retardará un poco nuestra marcha... Hai aquí muchos franceses a quienes nada he dicho clara- mente; pero a quienes he encargado que se presenten a V. cuando pase en calidad de director supremo de Chile. Yo creo que son individuos ütiles i buenas adquisiciones... Su señora hermana (doña Javiera), por

(52) Véase a esie respecto lo que hemos dicho en el § 2 de este mismo capítulo.

l8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XI . 77

h recomendadon de V. nos ha colmado de bondades. He visto regu- larmente todas las noches un buen niiméro de vuestros fervorosos par- tidarios. Con semejantes amigos, mi jeneral, se sale siempre bien.u

A pesar de esa conñanza, el complot iba a fracasar en sus primeros pasos. £1 20. de noviembre, una persona que conocía mas o menos bien aquellos antecedentes, pero que estaba en posesión de las cartas que en esos mismos dias díríjtan a Carrera sus ajentes i amigos de Buenos Aires, las hizo llegar con gran reserva a manos del director Pueirredon i puso a éste en camino de descubrir todos los detalles de la trama. La parte activa que en ella tomaban algunos estranjeros que por su falta de relaciones i de influencia en estos paises, no podian procurar un levantamiento contra las autoridades, i los términos de la carta que dejamos estractada, hicieron creer que se trataba solo de asesi- nar a O'Higgins i a San Martin, con la seguridad de que la muerte de és- tos habia de producir un cambio radical en el gobierno de Chile, i la ne- cesaria elevación de Carrera. Bajo la presión de la alarma consiguiente a estas ocurrencias, desplegó Pueirredon una actitud tan enérjica como activa. En el mismo dia redujo a prisión a doña Javiera Carrera i a los tres franceses que habían quedado en Buenos Aires, i despachó a cargo de un capitán apellidado Rodríguez, una partida de tropa para alcanzar a Robert i sus compañeros i tomarlos vivos o muertos. "Ha regresado el oficial, escribía Pueirredon a San Martin poco mas tarde» trayendo a dos de los franceses i a un chileno llamado Vijíl, que re- cíen llegado de Europa, se habia unido a los asesinos. El coronel Young, uno de los tres franceses, se resistió al oñcial, i éste lo áe'já muerto en el sitio de un pistoletazo, con arreglo a la orden que lleva- ba, n El proceso se inició prontamente sin que las declaraciones de los reos, mas o menos bien dispuestas para eludir su responsabilidad i para justificarse del proyecto de asesinato, arrojasen mas luz que la que se desprendía de la correspondencia interceptada.

La prosecución de ese proceso esperímentó retardos nacidos ya de la dificultad de adelantar la investigación, ya por flojedad en la trami- tación. El director Pueirredon, que habia mostrado grande empeño en verlo terminado, cayó enfermo en esos días i se vio en el caso de alejarse interinamente del gobierno. Vuelto de nuevo al mando, soli- citó i obtuvo del congreso una leí de 4 de marzo de 1819 por la cual se le autorizaba para crear "una comisión militar por el término de seis meses, que conociese privativamente en las causas de conspiración i de traición 11, a fin de evitar, decía, "las dilaciones que sufren esta clase de procesos i los peligros a que está espuesta la tranquilidad pü-

78 HISTORIA DE CHILE 1819

blica por la morosidad que resulta de las formas i trámites ordinaríosn. £1 proceso de los franceses marchó entonces con mayor rapidez; i a pesar de las protestas de ellos contra el establecimiento de un tribunal especial para juzgarlos, dio éste su fallo defínitivo el 3 1 de marzo. «La co- misión militar estraordínaria, dice la sentencia, ha condenado i condena a los espresados Roherti Lagresse, que resultan convictos i confesos, a que sufran la pena de horca con arregló a las leyes jenerales del estado* A los siguientes, Dragumette, Parchappe i Mercher, a que permanezcan en prisión hasta que por medio de la intendencia de policía sean es- pulsados del pais, declarando, como declara, libre de toda culpa i car- go al ciudadano Mariano Vijil.n Aquella sentencia, fundada sobre un simple conato de crimen, que en realidad no pudo probarse satisfacto- riamente, puesto que los reos negaron persistentemente el intento de asesinato, fué cumplida con una sola variación. Robert i lagresse fueron fusilados en Buenos Aires el 3 de abril, dejando el recuerdo de su entereza, entre sus amigos personales, así como entre los ad- versarios del gobierno las simpatías de víctimas sacrificadas por las implacables pasiones de una política intransijente i desapiadada (53).

(53) Todos los antecedentes que conocennos acerca de este proceso, constan de un opúsculo de 30 pajinas publicado en Buenos Aires en 1818 con el titulo de /íesii- Píen documentado de la causa criminal segtUda i sentenciada en el tribunal de la co- misión militar contra los reos, , « por el delito de conspiración contra las supremas autoridades de las provincicu unidas i de Chile. Se hace ademas referencia a estos hechos en las publicaciones subsiguientes de don José Miguel Carrera, i en una esposicion escrita por don Mariano Vijil i publicada en Santiago en 1823 con el título de Manifestación pública. Aunque con esos datos habriamos podido ampliar las noticias que aquí damos acerca de esta conspiración, nos hemos abstenido de hacerle por creer que en el cuadro de nuestra relación serian superfluas, si bien vamos a consignar en esta nota algtmos detalles que no carecen de interés. Por lo demás, el lector puede leer una reseña mas prolija de estos acontecimientos en la Historia de San Martin por don Bartolomé Mitre, cap. XXI, § 2.

£1 director Pueirredon, hallándose en su casa de campo, esperimentó una lesión en su mano derecha por la esplosion de un pequeño polvorin. Impedido de firmar, obtuvo permiso del congreso para que sus ministros lo hicieran por él, i con fecha de II de diciembre de 1818 se le concedió que dejara el gobierno por dos meset, durante los cuales gobernaria interinamente el jeneral don José Rondeau. Vuelto al ejercicio del mando el 13 de febrero de 1819, Pueirredon solicitó i obtuvo del congreso la autorización para crear la comisión militar de que hablamos en el testo. E^ta comisión debia ser compuesta de cinco individuos, uno de los cuales seria letrado, a mas del asesor que también debia serlo. El presidente de la comisión militar fué el jeneral Rondeau, i en este carácter firmó la sentencia defínitivn.

Aunque Carlos Robert era un hombre de cierta distinción, que había desempeñado

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■•^j. Celebración de un 10. En medio de las complicaciones interiores

'Sratado de alianza ., ., ^ t -n- t -n^

«ntre Chile i las pro- ^^ '^^ provmcias unidas del Rio de la Plata, se

^incias del Rio de la presentaba en Buenos Aires a mediados de enero

Tiar al P^ú.^pac- ^^ ^^'9 ^^n Antonio José de Irisarri, provisto de

10 no es ratificado en amplios poderes del gobierno de Chile para cele- Buenos Aires por , * , .. /• j n , ... . causa de las peitur- brar un tratado de alianza a nn de llevar la libertad

baciones interiores. [ la independencia al virreinato del Perú. Por en- fermedad del director Pueirredon, gobernaba provisionalmente el esta* <io el jeneral don José Rondeau, patriota tan decidido i caracterizado <:omo aquel, pero que sobre los negocios pdblicos que entonces preo- *c:upaban al gobierno,^ no tenia ideas claras i precisas. Irisarri, sin em- l)argo, fué recibido con todas las manifestaciones de la cordialidad que reinaba entre los gobiernos de los dos paises; pero cuando se pensó en. ^justar el tratado, se suscitaron diñcultades de accidente por exijencias <iue el representante de Chile no estaba autorizado para aceptar. Los comisionados de Rondeau, mas preocupados con la ocupación de la provincia del Uruguai por las tropas portuguesas, i por la protección directa o indirecta que éstas prestaban a las revueltas interiores de las

en Francia bajo el réjimen imperial el cargo de prefecto del departamento de la Nievre, i fundado en Buenos Aires en i8i8,un periódico semanal (£¡ Independiente del siid) que se publicalxi en español i en francés, i de que solo salieron a luz seis ndmeros, era Narciso Parchappe el mas importante de los individuos comprometi- dos en aquella descabellada conspiración. Antiguo alumno de la escuela politécnica de Paris» i oHctal de artillería del ejército de Napoleón, Parchappe poseia buenos conocimientos científicos i tenia habilidad para el dibujo topográñco. Después de este proceso, quedó en Buenos Aires, cultivó relaciones de amistad con el célebre naturalista Bompland, i acompañó a éste en varias esploraciones. Continuando en estos estudios, Parchappe recorrió una gran porción de esa república i recojió abun- dantes materiales para la jeografía i la historia natural, que mas tarde puso a dispo- sición del célebre viajero d'Orbigny, a quien ayudó en sus estudios. En compañía de é«te, según creemos, pasó también a Chile, i aquí, cotejando las pocas cartas jcográñcas de nuestro pais que existían entonces, dibujó una jeneral en un solo cuerpo, que no pudo concluir i que nosotros examinamos en años atrás para darnos cuenta del atraso en que se hallaba la jeografía chilena a la época en que don Clau- dio Gay emprendió su viaje científico. Según se lee en el Bulletin de la société de géograpAic de Paris, I serie, vol. XV, páj. 88, Parchappe se hallaba allí ese año preparando la publicación de sus trabajos. Estos habían sido particularmente reco- mendados en la memoria anual sobre los progresos de la jeografía, presentada a aquella asociación en marzo de 1830 i en otra de noviembre de 1831. Según los informes verbales que en otro tiempo pudimos recojer, Parchappe falleció poco des- pués en Francia, i ésta fué la causa de que aquellos materiales no vieran la luz pú- blica.

8o HISTORIA DS CHILE 1819

provincias unidas del Rk> de la Plata, querian que la alianza que se trataba de celebrar ¡con Chile se estendiera hasta entrar en una lucha que podia hacerse inminente, pero que los altos intereses de la revolu- <:ion hispano-amerícana aconsejaban aplazar. Se queria ademas que en •el pacto que se celebrase se fijaran las cantidades en dinero con que xlebia contribuir cada parte, lo que Irisarri impugnaba no solo por no tener facultades para ello, sino por cuanto ya Chile habia hecho sa- crificios incalculables para crear una escuadra poderosa que habia de asegurarle el dominio absoluto del Pacífico, i facilitar grandemente las operaciones militares que se emprendiesen en el territorio del Peni. Estas dificultades se allanaron después de algunus discusiones, i el 5 <ie febrero de 18 19, Irisarri i don Gregorio Tagle, ministro de estado de las provincias unidas del Rio de la Plata, firmaron en Buenos Ai- res el tratado de alianza que se proyectaba.

Este tratado de solo cinco artículos, es memorable no solo por ser el primero que celebraron uno i otro estado en uso de la soberanía ^)ue acababan de conquistar, sino por el objeto grandioso que se tenia •en vista, cual era el de llevar la libertad al Perú i consumar allí la in- dependencia de todo el continente americano. «Conviniendo ambas partes contratantes, decia el artículo t.°, con los deseos manifestados por los habitantes del Peni i con especialidad por los de Lima, de que :se les auxilie con fuerza armada para arrojar de allí al gobierno espa- ñol i establecer el que sea mas análogo a su constitución física i moral, se obligan dichas dos partes contratantes a costear una espedicion que ya está preparada en Chile con este objeto, n Según el artículo 5.°, «das •dos partes contratantes se garantizaban mutuamente la independencia del estado que debia formarse en el Peni, libertada que sea su capital, ir En esta virtud, el ejército combinado de ambos estados contratantes abandonaria el territorio peruano así que espulsadas las fuerzas espa- fk>las se estableciese allí un gobierno independiente, a menos que éste reclamase la permanencia temporal de aquel ejército para afianzar la estabilidad del nuevo orden de cosas. Para demostrar que aquella empresa no era inspirada por propósitos de lucro, i para evitar todo motivo de desavenencia, i siendo el objeto de la espedicion protejer i no hostilizar al Peni, se disponia por el artículo 3.° que las partes con- tratantes no cobrarían al nuevo estado los costos de la espedicion sino cuando estuviese conseguida i afianzada la independencia.

Por causas múltiples que habremos de esponer mas adelante, aquel tratado no pudo ser cumplido; pero el gobierno de Chile, venciendo dificultades de todo orden, e imponiéndose sacrificios casi increibles,

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>n.s¡guió realizar una empresa que parecía superior a los recursos :I país. O'Higgins, fírme en el propósito de llevar ai Peni la cruzada bertadora para añanzar la independencia de todas estas colonias, re- bió lleno de contento el pacto de alianza celebrado por su represen- nte, I sin tardanza (9 de marzo) lo sometió a la consideración del nado lejislador. Este cuerpo, animado del mismo espíritu, le acordó

mismo día su franca i entusiasta aprobación (54).

El gobierno de Buenos Aires no pudo hacer lo misma Perturbado >r el desarrollo que tomaba la sublevación interior, prestaba a ésta la atención preferente, destinando tropas i recursos a contenerla en is progresos. Al mismo tiempo, los informes que enviaba desde Chile

jeneral San Martin describiendo i exajerando la penosa situación de te país, para reclamar del gobierno de Buenos Aires los recursos le se le tenían ofrecidos i que no podrían suministrársele, ponían a te en una situación mui embarazosa, i hasta le hicieron creer que ría imposible el llevar a cabo esa espedícion. Pocos días después de iberse ñrmado el pacto de 5 de febrero, llegaban a Buenos Aires las ^municaciones en que San Martin, representando el estado de po- eza de Chite, pedía el repaso del ejército de los Andes al otro lado : la cordillera, si no había de ser socorrido en la medida de sus ne- sídades. Pueirredon, sin embargo, no se determinó por el momento tomar esa resolución, i quiso ganar tiempo para estudiar el asunto, comendando a San Martin que entretanto i hasta nueva orden, no

[54) aquí el oBdo dirijido por O'IIiggins con este motivo al senado: ^Ejtcino. señor: Tengo el honor de incluir a V. & los tratados celebrados entre e estado i el de las provincias del Rio de la Plata sobre la espedícion destinada ra libertar el Perú de la opresión del gobierno español, a fin de que se sirva acor- r lo conveniente sobre su examen i aprobación. Dios guarde a V. E. muchos os. Palacio directorial de Santiago, marzo 9 de 1819. Bernardo OHiggins, :cmo. senado del estado.»

Este cuerpo, en sesión de ese mismo dia, prestó su aprobación al tratado, i diri- al supremo director el oficio siguiente: •• Excroo, señor: Se han visto en el senado 1 el mayor placer los tratados celebrados por los plenipotenciarios de este estado e las provincias unidas del Rio de la Plata sobre la espedícion libertadora de *stros hermanos del Perú. Todos los que comprende son conformes a las benéfi- i liberales intenciones de áml>as cortes. No encuentra el senado reparo que ynerles ni otra cosa que agregar sino el que, para el caso que se llegue a repetir ' costos, se lleve una cuenta instruida de los que haga cada estado con aquel ob- }; i para la debida ejecución, se devuelven a V. E. los orijinales. Dios guarde a E. muchos años. Francisco di Borja F<mtecilla^ presidente Al Excmo. señor >remo director, n

Tomo XII 6

82 HISTORIA DE CHILE 1819

hiciera "novedad alguna en el ejército unido de su mandón (55). Pero las comunicaciones mas apremiantes i mas desconsoladoras de San Martin, de que ya hemos dado cuenta, determinaron al gobierno de Buenos Aires a adoptar, quince dias mas tarde, aquella medida. Anun- ciábase, ademas, en esas circunstancias, la próxima partida de Cádiz de una espedicion española de diez mil hombres dirijida contra el Rio de la Plata, i esta noticia, que revestía todos los caracteres de autenti- cidad, sirvió para justificar una resolución que no podia dejar de pro- ducir profunda inquietud, i que, como veremos mas adelante, fué causa de serias perturbaciones. «En este concepto, decía el ministro de la guerra de aquel estado al jeneral San Martin, con fecha de 27 de febrero, quiere el gobierno i me ordena diga a V. E. que desde el momento en que reciba i quede impuesto de la suprema orden, se disponga a repasar i repase efectivamente la cordillera con las esforza- das lejiones de su mando, parque i demás relativo a ellas, cuidando mucho de traer consigo todo el tren de artillería i municiones que sea posible, en la intelijencia de que aquí se carece de la necesaria por la mucha que ha sido preciso emplear en los ejércitos i demás, no siendo fácil ni asequible por ahora su reposición, así por falta de numerario como por no haber donde comprarla, sin perjuicio de que V. E. cui- dará mui efícazmente de engrosar i de aumentar las lejiones con la mayor fuerza que sea posible; i con todas ellas i demás aprestos, es- pecialmente la artillería de los calibres mas precisos, se situará en la ciudad de Mendoza, a donde se le dirijirán las órdenes mas conve- nientes, n En su correspondencia particular, Pueirredon confirmaba esta resolución en términos no menos esplícitos (56).

Pero era, ademas, necesario esplicar i justificar este procedimiento al gobierno de Chile. El supremo director de las provincias unidas lo

(35) Oficio del ministro de la guerra don Matías de Irigóyen a San Martin. Este oficio es de 13 de febrero de 181 9, es decir del mismo día en que Pueirredon volvía a tomar el gobierno del estado después de dos meses de separación de los negocios públicos.

(56) "En otras circunstancias, deda Pueirredon a San Martin en carta confiden- cial de I. ° de marzo, habría sido mayor mi conflicto al ver la pintura que hace V. de ese estado, i de su falta de cooperación al sosten i operaciones de ese ejército; pero, como al recibo de ésta se hallará V. ya impuesto de la dilijencia con que se preparaba en Cádiz una gruesa espedicion para nuestras playas, i de la que no nos queda la menor duda, ha sido menor mi sentimiento en firmar la orden para la mui pronta retirada de nuestras fueizas a esta parte de la cordillera. » Pueirredon encar- gaba a San Martin que sacase de Chile cinco mil hombres; pero como no podia

84 HISTORIA DE CHILB 1819

la Plata, iba a producir en este pais el convencimiento de que era im- posible el llevar a cabo la proyectada espedicion al Peni. Así, pues, a pesar de las repetidas exijcncias del supremo director O'Higgins i de su representante en Buenos Aires, el tratado de alianza de 5 de fe* brero no alcanzó allí la ratiñcacion que con tanta decisión le había acordado el senado de Chile (57).

(57) Debiendo señalar mas adelante con mayor abundancia de noticias las causas que impidieron al gobierno de Buenos Aires prestar la cooperación ofrecida a la es» pedición libertadora del Perú, vamos a copiar en esta nota algunos de los documen* tos que se reñeren a la insistencia con que el gobierno de Chile pidió la ratificacioQ del tratado de 5 de febrero.

Ratificado éste por el senado de Chile el 9 de marzo de 1819, se pasaron dos me- ses sin que se tuviera noticia de haberlo sido en Buenos Aires. Elntónces, el minis- tro de estado pasó al ájente diplomático chileno en esa dudad, el siguiente oñcio: "Este gobierno ha estrañado mucho que habiéndose hecho el tratado de 5 de febrero en esa capital, i digámoslo asi, bajo la inspección del supremo gobierno de esas provincias, no solo no haya sido ratificado inmediatamente, sino que ha pasado el término en que debia canjearse su ratificación, según lo convenido en el tratado mismo. Lo que pongo en noticia de V. S. de orden superior para que haga a nom- bre de este gobierno el reclamo competente. Dios guarde a V. S. muchos años. Ministerio de estado en Santiago de Chile, a 10 de mayo de \%\%— Joaquín de Echeverría, Señor enviado del gobierno de Chile cerca de las provincias unidas del Rio de la Plata. m

Contestando este oficio el enviado de Chile don Miguel Zañartu al ministro de estado, con fecha de 8 de junio, le dice que el mismo dia que recibió el tratado de 5 de febrero ratificado por el senado chileno, lo puso en manos del supremo di* rector de las provincias unidas exijiendo que fuera ratificado alH para devolverlo a su gobierno; i que no habiendo tenido contestación a su nota misiva, instó por ella al cabo de algunos dias, i se le respondió "que habiéndose suspendido la espedicion de Lima i variado el plan de operaciones que habia sido el fundamento de los trata- dos, era ya inútil su ratificación, h Zañartu agregaba qnc con nuevas instancias ha- bia logrado persuadir que,, aunque no fuese posible llevar a cabo la proyectada es- pedicion, la ratificación de ese tratado traeria efectos favorables, e influiria mucho para excitar una conmoción cuando fuese conocido en Lima.

KI gobierno del jeneral O'Higgins, firme en el propósito de hacer efectiva la es- pedicion libertadora al Perú, insistió en obtener la ratificación del tratado por medio del oficio siguiente: "En contestación al oficio de V. S. de 8 de junio, debo decir que S. E. vuelve a recomendar que recoja i remita V. 8. la ratificación del tratado de 5 de febrero, en caso de no haberlo verificado ya, supuesto que la espedicion del Perú solo está suspendida hasta que las circunstancias permitan realizarla. Dios guarde a V. S. muchos años. Ministerio de estado en Santiago de Chile, a 12 de agosto de 1819. foaquin de Echeverría, Señor enviado del supremo gobierno de Chile cerca del de las provincias unidas del Rio de la Plata, n

Zañartu contestó reservadamente que las complicaciones interiores de aquel pais

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hadan casi imposible la ratifícadon del tratado, i mas aun la cooperación ofrecida a la empresa proyectada ^bre el Perú. Mientras tanto, la escuadra chilena operaba vigorosamente en las costas de ese virreinato; pero las autoridades españolas se em- peñaban en sostener que esas operaciones eran de simple merodeo, i que Chile no podría nunca enviar la anundada espedicion. El ministro Echeverría escribía sobre este particular a ZaÜartu lo que sigue en carta de 20 de octubre de 1819: "Es nece- sario que reclame V. repetidamente la ratificación del tratado. Muchos creen en el Perú que solo tratamos de saquear, i la publicación de aquél, manifestando plena- mente nuestro espíritu e intendones, ganaria muchos partidarios. Pero, si no quie- ren ratificarlo, es predso que lo digan claro i lo devuelvan. A la verdad, el ínteres bien entendido de ambos países es lo único que me ha impedido pasar un oficio enérjico sobre esta materia; pues me irrita ver el descuido con que se ha mirado un asunto tan importante, i el desprecio con que se ha tratado a nuestro gobierno, u

En los momentos en que Zañartu recibió esta recomendación, la tempestad revo- ludonaria se babia desencadenado en Buenos Aires. Ya no se pensaba alli en la proyectada espedidon al Perú; i el tratado quedó sin ratificarse i sin cumplirse.

CAPÍTULO XII

CAMPAÑA DEL SUR: RETIRADA DE LOS REALISTAS:

GUERRA DESOLADORA EN LA FRONTERA:

REVUELTAS INTERIORES:

UNA PARTE DEL EJÉRCITO DE LOS ANDES PASA

A MENDOZA

(noviembre de 1818-MAYO DE 1819)

I. Primeras operaciones militares contra las fuerzas realistas que ocupaban la pro- vincia de Concepción: los patriotas ocupan i abandonan a Chillan: I&s fuerzas realistas se replegan a los Ánjeles. 2. Esperanzas frustradas de someter por arre- glos paciñcos a los realistas del sur: preparativos para una campaña formal: el coronel Freiré ubre las operaciones i toma posesión de Chillan. Antecedentes, aventuras de Vicente Benavides: se gana la confianza de San Martin i parte al sur como ájente de los patriotas (nota). 3. Toma el mando del ejército espedi- cionarío el jeneral Balcarce: pequeños combates desastrosos para los realistas: la lentitud con que son dirijidas las operaciones permite a éstos retirarse al otro lado del Biobio. 4. Los patriotas ocupan la plaza de Nacimiento: los realistas se re- tiran a Tucapel; i un cuerpo de ellos, mandado por el coronel Sánchez, se pone en marcha para Valdivia. 5. £1 coronel Freiré ocupa a Concepción: el jeneral Balcarce regresa a Santiago dando por terminada la campaña: ilusiones que ésta hace concebir. 6. Conspiración de los prisioneros realistas en San Luis: es sofo- cada i castigada terriblemente. 7. Sublevación de los hermanos Prieto en la cordillera de Talca. -8. Alarmante renovación déla guerra en la frontera del Biobio. 9. Peligros creados por la sublevación de los Prieto: es sofocada des- pués de numerosas peripecias. 10. Operaciones militares en la frontera: atroci* dades cometidas por los realistas: las bandas de Benavides intentan tomar la ofen- siva, i son batidas i dispersadas, dejando presumir una próxima pacificación. II. £1 gobierno de Buenos Aires ordena ct repaso a Mendoza del ejército de los Andes: complicaciones a que da lugar esta resolución: después de numerosas di- lijencias no se efectúa sino en parte.

I. Primeras operaciones mi- i. En los momentos en que se activaban

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patriotas ocupan i abando- del Perii, una gran porción del territorio nan a Chillan: las fuerzas ... 1 ., 1 , , j , ,

realistas se replegan a los chileno se hallaba todavía en poder de los

Ánjeles. realistas. En posesión tranquila de Chiloé i

de Valdivia, ocupaban ademas casi la mayor parte de la provincia de

88 HISTORIA DE CHILE i8t8

Concepción; i si no tenían recursos para intentar la reconquista de todo el territorio, podian sostener la guerra por algún tiempo, obligando al gobierno a ocupar una porción considerable de sus fuerzas, e impidién- dole así el acometer empresas militares en el esterior. O'Higgins había* creído vencer estas diñcultades por medio de una campaña activa i eficaz que lo hiciera dueño en el verano próximo de todo el territo- rio chileno hasta la antigua línea de frontera del río Biobío.

Esta campaña, que todo hacia creer de éxito seguro, debía, sin em bargo, imponer esfuerzos i sacrificios de gran consideración. El coroned don Juan Francisco Sánchez, que mandaba en jefe las fuerzas realistas^ de la provincia de Concepción, no podía repetir ahora la campaña de^— fensiva de 1813, que le había dado prestí jio. A los 1,500 hombres, en .m su mayor parte milicianos i montoneros, que le dejó Osorio al partir"^

para el Perú, se habían unido unos 700 soldados españoles que alean

zaron a desembarcar de la espedicion que comboyaba la fragata Marta -a Isabel. Si esas tropas hubieran estado mejor armadas i poseído mayor ^~i disciplina, habrían podido constituir la base de un ejército sólido que ^ se habría engrosado con el paisanaje de los campos i aldeas, en gran m parte afecto a la causa del reí. Pero aunque no les faltaba decisión m para continuar la lucha, en la que muchos de esos soldados veían la ^ satisfacción de apetitos desordenados de violencia i de saqueo, los de- * sastres anteriores, la escasez de recursos i el convencimiento de la su- perioridad de las armas patriotas, comenzaban a desmoralizar a los a jefes i oficiales. Agregúese a esto que las rivalidades entre españoles i J americanos que siempre se hicieron sentir en los ejércitos realistas, ha- ^ bian tomado en esos cuerpos un desarrollo que amenazaba concluir con toda organización. Los oficiales i soldados chilenos que hacían la guerra desde 181 3, soportando hambrientos i desnudos todo jénerode fatigas i de privaciones, miraban con odio mal disimulado a los milita- res peninsulares que sin haber esperi mentado esas penalidades venían de España bien vestidos i bien pagados a repartirse los primeros pues- tos del ejército; al paso que éstos, superiores en su mayor parte por su cultura i envanecidos por sus servicios en las guerras europeas, afec- taban un gran desprecio por los soldados americanos, en quienes no reconocían mas dotes utilizables que un valor indisciplinado.

El cuartel jeneral de los realistas estaba establecido en Concepción; pero tenían algunas fuerzas en Chillan, mientras diversas partidas re- corrían los campos hasta las orillas del Nuble i del Itata, haciendo de vez en cuando escursiones al norte de estos ríos. Persuadido de que tardaría en verse atacado por fuerzas considerables del ejército patrio-

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ta, creyendo, ademas, que la escuadra chilena podría llevar tropas de desembarco a Talcahuano, cuya plaza por hallarse desmantelada no podía oponer una resistencia formal, el coronel Sánchez, sometiéndose a las instrucciones que le había dejado Osorio, i de acuerdo con los oficíales superiores que servían a sus órdenes, resolvió evacuar a Con- cepción i replegarse a los Anjeles, donde podría tal vez organizar la defensa de la provincia, i en todo caso poner sobre las armas a los in- dios araucanos para que continuasen la guerra de vandalaje, i retirarse él con sus mejores tropas a Valdivia. Dispuso, al efecto, que la por- ción de ellas que estaba en estado de emprender la marcha, lo haría por la orilla norte del Biobío, mientras que los soldados i oficiales que se hallaban enfermos, en cuyo caso estaban muchos de los que habían desembarcado hacia poco de la fragata Marta Isabel \ de los trasportes que la acompañaban, serían destinados a la defensa del fuerte de San Pedro i de los otros situados al sur de ese rio.

£1 abandono de Concepción debía ser jeneral i completo. Todos sus habitantes, ancianos, mujeres i niños, debían seguir la suerte del ejér- cito, para privar en lo posible al enemigo de todo socorro. Reinaba en la población tal estado de alarma, circulaban en ella tales anuncios de la ferocidad que animaba a los patriotas, que nadie quería quedar allí para ser víctima o testigo de las matanzas i crueldades que se iban a seguir a la entrada de aquéllos. £1 hecho de que en el ejército chileno habian tomado servicio muchos oficiales estranjeros, i de que éstos formaban una buena porción de la oficialidad i de las tripulaciones de la escuadra nacional, era esplotado por los frailes i por muchas otras personas para persuadir a las jentes sencillas, de que las tropas que se disponían a invadir la provincia de Concepción eran compuestas de herejes encarnizados contra la relijion i sus ministros, i ansiosos por destruir las iglesias i conventos. Las monjas Trinitarias de Concepción, alarmadas por estos anuncios, se decidieron a abandonar sus claustros para no esponerse a las profanaciones e insultos de que se creían ame* nazadas. £1 coronel Cabanas, intendente civil de la provincia, hizo construir grandes balsas, que en el momento de la retirada, debían remontar el Bíobio, conduciendo a las familias, a las monjas, a los frailes, i a todas las personas que no podían tomar las armas o seguir la marcha del ejército. £sta operación debía verificarse con cierta tran- quilidad, pero las noticias alarmantes de que el enemigo pasaba el rio Ruble con fuerzas respetables, vinieron a precipitarla.

£n efecto, el coronel Zapiola, que durante todo el invierno perma- neció en Talca a la cabeza de las pocas tropas que defendían este

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cantón, habia recibido a fínes de setiembre refuerzos mas considerables despachados de Santiago, i entre ellos el batallón de infantería nüm. 3 de Chile, compuesto de 400 hombres. Autorizado para abrir la cam- paña, pasó el Maule en los primeros días de octubre, i fué a situarse en la villa del Parral, donde estaba estacionada la vanguardia bajo las órdenes del capitán Cajaravilla. Aunque Zapiola estaba persuadido de la superioridad numérica de sus tropas, no quiso por el momento com- prometerse en empresa alguna aventurada, esperando recojcr antes noti- cias ciertas de la situación del enemigo. Allí supo poco mas tarde el arri- bo de los buques españoles a Talcahuano, i el desembarco de algunas tropas; pero cuando sus espías le informaron que éstos eran insuficien- tes para cambiar el estado de las cosas, i cuando hubo engrosado convenientemente su división, se dispuso para pasar adelante. Sus par- tidas de avanzada habian tomado algunos prisioneros; i las declaracio- nes de éstos dejaban ver el desconcierto i la miseria que reinaban entre los enemigos.

El 7 de noviembre, habiendo reunido sus fuerzas en número de más de ochocientos hombres, Zapiola salía del Parral, i en la tarde del dia siguiente llegaba a San Carlos sin hallar la menor resistencia. Al acer- carse al rio Nuble dos días después, halló destruida la lancha qu^ servía para pasarlo, i la busca de un vado lo demoró considerable- mente. I^ caballería pudo efectuar el paso llevando algunos infantes a la grupa; pero en esta operación fueron arrastrados por la corriente el subteniente del nüm. i don Ignacio Dueñas, un sarjento í siete solda- dos. Fué necesario construir balsas provisorias, trabajo que demoró el paso del rio hasta el dia 12 de noviembre. Algunas partidas de gue- rrilleros realistas que se acercaron a esos lugares, habian sido dis- persadas por la caballería patriota. Mientras tanto, la guarnición de Chillan, compuesta de cerca de 700 hombres bajo las órdenes del comandante don Clemente l^ntaño, abandonaba rápidamente esta ciudad, arrastrando consigo cuanto podía cargar, i al mayor número de sus pobladores. En la madrugada del 1 3 de noviembre ese pueblo era ocupado sin la menor dificultad por las tropas de Zapiola. Un lijero reconocimiento practicado por las partidas de avanzada, hizo saber que Lantaño, retirándose apresuradamente hacia los Anjeles, se hallaba ya a las orillas del rio Diguillin.

Zapiola, sin embargo, guiado por un exceso de prudencia, no se atrevió a empeñarse en la persecución del enemigo, ni siquiera a mantenerse en la ciudad, que se hallaba casi desierta, como lo estaban igualmente los campos de las cercanías. Contábase entre la tropa que

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los fujitivos, cediendo al consejo de los misioneros franciscanos, hablan envenenado los licores que dejaban en los despachos i bodegas, lo que hacia peligrosa la permanencia de la tropa en el pueblo, al mismo tiempo que los espías anunciaban un gran movimiento de todas las fuerzas realistas para caer sobre Chillan, o para practicar otra opera- ción que habría podido crear mayores embarazos. Decíase que el enemigo estaba resuelto a dejar a los patriotas el paso libre hasta los Ánjeles, pero que una división de aquel, seguramente la de Lantaño, se disponía a dar un rodeo por el lado de la cordillera para colocarse al norte de Chillan i mantener a los patriotas incomunicados con Talca i con la capital. Creyéndose espuesto a sufrir un gran desastre, Zapio- la reunió apresuradamente sus tropas, i el 15 de noviembre, antes de amanecer, emprendió su retirada hacia el norte. Este movimiento, efectuado sin que hubiera un peligro real, i sin haber avistado si- quiera al enemigo, casi equivalía a una verdadera derrota. Al repa- sar el rio Nuble, una compafiía de granaderos a caballo, atacada por los guerrilleros realistas, sufrió la pérdida de doce muertos i de diez heridos. El resto de la retirada hasta llegar al Parral el 22 de noviembre, fué sumamente peligrosa por la falta de previsión en la disposición de las marchas i por un fuerte viento del sur que, como sucede en aquellos lugares en los meses de primavera, sopló sin des- canso durante algunos días levantando nubes de polvo, i fatigando a los hombres i a los animales. En esta infructuosa espedicion, las fuer- zas de Zapiola perdieron cerca de cien hombres, entre muertos i de- sertores (i). Según las nuevas instrucciones que recibió de Santia-

(l) £1 parte oBcial dado por Zapiola desde Chillan el 13 de noviembre, publicado en la Gaceta estraordinaria de 18 del mismo mes, refiere claramente las operaciones de esta espedicion hasta la ocupación de esa plaza; pero entonces no se publicó no- ticia alguna sobre la retirada, que en realidad casi podia tomarse como una derrota. Para referir estos hechos, hemos utilizado las noticias consignadas por dos oficiales que servían a las órdenes de Zapiola, ambos capitanes i roas tarde coroneles en la República Arjentina. Uno de ellos es don Manuel Olazábal, en un opúsculo titulado Episodios de la guerra de la f m¿f/»iK/<ífff/a (Gualeguaichú, 1863,) i el otro don Fede- rico Brandsen, en su diario militar de lascampaüas del sur de Chile en 1818 i 1819, que solo conocemos por los estensos estractos que publicó don Anjel Justiniano Carranza en los articulos en que trazó la biografía de ese distinguido oficial francés, insertos en la Revista de Buenos Aires, Véase el tomo XI (1866) en que los sucesos aquí referidos ocupan las pájs. 3-16.

Brandsen es bastante severo para juzgar el desconcierto con que se hizo esta in« fructuosa espedicion. En efecto, Zapiola llevaba fuerzas suficientes para haber des- truido las tropas realistas que ocupaban a Chillan i para haberse mantenido en esta

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HISTORIA DE CHILE 1818

go, este jefe debia mantenerse allí hasta que recibiera otros refuerzos de tropa.

Pero si los patriotas no habian aprovechado mejor esa ocasión pa- ra ocupar definitivamente aquella porción del territorio, consiguieron a\ menos producir una gran perturbación en el campo enemigo. Al saber Sánchez el 15 de noviembre la ocupación de Chillan por fuerzas pa- triotas, precipitó su retirada a los Ánjeles en medio de un desorden que dejaba ver, sobre todo a los oficiales i soldados recien llegados de España, que era imposible prolongar la guerra regular en aquella rejion. Sin conocimiento del pais, i sin saber la suerte que les aguardaba, mu- chos de ellos no temieron desertar de las filas realistas. En Hualqui se separaron de esa manera cuatro oficiales españoles, uno de ellos sárjen- lo mayor, i con no pocas penalidades llegaron a presentarse a las au- toridades de Quirihue, i luego tomaron servicio en el ejército de la patria (2). Algunos soldados, menos afortunados, cayeron en manos

plaza, lo que habría aamentado la desorganización del enemigo. La división era compuesta de los batallones i de Coquimbo i 3 de Chile, mandados por don Isaac Thompson i don Agustín López, i de dos escuadrones de granaderos a caballo bajo las órdenes del teniente coronel don Benjamin Viel, tcidas tropas aguerridas, que bajo un jefe de mas determinación habrían obtenido señaladas ventajas.

Zapíola, que siempre se había mostrado militar discreto i valiente, se encontró, según parece, perturbado en Chillan por el abandono de la ciudad i de sus alrede- dores, que le hacia creer que toda la población de la comarca le era hostil. Su tropa, ademas, se exasperó sobre manera con el rumor de que los fujitivos, aconsejados por los frailes misioneros, habian envenenado los vinos i licores de los despachos i de las bodegas del convento que estaba bien provista. De ahí provino que se pu- siera fuego a ese edificio, imponiendo no poco trabajo para cortar el incendio. Con- tóse que este delito, que iba a exitar la opinión del pueblo contra los patriotas, fué cometido por instigación de un oficial miliciano orijinaríode Cuyo llamado don Vi- cente Pastoriza, que habia sido fraile en su primera juventud, i que entonces estaba agregado a los granaderos a caballo.

(2) Eran éstos el teniente coronel graduado de cazadores dragones don Ambrosio Acosta, los tenientes del batallón de Cantabria don Manuel Valledor i don José Méndez Llanos, i el subteniente del mismo cuerpo don Antonio Martínez Pallares* Acompafiados por un soldado de su misma nacionalidad, se presentaron el 21 de noviembre a una guerrilla patriota en los alrededores de Quirihue, i el subdelegado de este distrito, don Manuel González, los remitió a Santiago. Aquí presentaron al gobierno una solicitud en que declaraban que como españoles habian servido a su patria en la guerra contra los franceses; "pero como en la actualidad, agregalian, la España solo es patrimonio de un déspota que la rije arbitrariamente, no pueden adherirse convencionalmente a servir bajo las banderas de un tirano, pues ni éste ni sus siervos tienen patria. En cuyo concepto, suplicamos a V. E. tenga a bien

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de sus perseguidores, i nueve de ellos fueron fusilados en la plaza de los Ánjeles después de un aparato de consejo de guerra con que se pensaba impedir la deserción por medio del terror.

I^ ciudad i el distrito de Concepción quedaron entonces sin go- bierno i sin defensa. Partidas de veinte o cuarenta hombres recorrian sus campos, recojiendo ganados para el servicio del rei, observando los movimientos del enemigo i persiguiendo a los que creian parciales de los patriotas. Mandadas ordinariamente por un sarjento, con ins- trucciones mal defínidas, con un poder ilimitado, i seguras de la impu- nidad, esas partidas causaban entre las jentes paciñcas de esa comarca mayor terror que los indios bárbaros del otro lado de la frontera. «Al aproximarse una de ellas, dice un escritor norte-americano que residía entonces en aquella provincia, no solo se ocultaban los ganados sino que los hombres, las mujeres i los niños corrían a asilarse en los cerros i en los bosques. II En la ciudad de Concepción saqueábanlas casas abandonadas, arrancaban las puertas i las ventanas para utilizar la ma- dera i el ñerro, i cometian todo jénero de depredaciones.

£n los Ánjeles, entre tanto, seguia reuniéndose el ejército. Cada dia llegaban allí caciques araucanos seguidos por algunos indios que se presentaban a ofrecer sus servicios a la causa del rei, o mas propia- mente a recojer los obsequios que se les daban i a prepararse para continuar la guerra de pillaje a que habian sido invitados. «Cada uno de ellos, dice el escritor citado, era recibido por un ofícial superior, i saludado con una salva de artillería o de fusilería. En el momento de las salvas algunos de los mas intrépidos corrían al galope hacia los ca- ñones, blandiendo sus lanzas al tiempo de la descarga, i manifestando desprecio por tales armas. Estas demostraciones de heroísmo eran ce- lebradas con gritos de aplauso por los demás indios. Sin embargo, no había que esperar de ellos ni disciplina ni subordinación, i parecía imposible mantenerlos en orden. Para avivar su entusiasmo por la causa del rei, era preciso distribuirles inmensas cantidades de vino i

destinarnos según las atribudones relativas de nuestros empleos a los pendones ame- ricanos para que así podamos cooperar a la justa causa que defíendenti. O'Higgins, por decreto de 16 de diciembre, mandó incorporarlos al estado tnayor del ejército patriota, i luego les dio otras colocaciones. £1 último de los nombrados, Pallares, alcanzó mas tarde al rango de jcneral en la república del Ecuador. En los meses subsiguientes se presentaron a las autoridades patriotas otros militares o empleados civiles de la última espedicion española que se resistían a seguir sirviendo bajo los jefes rudos i feroces que en nombre del rei de España, mantenían la guerra en las provincias del sur de Chile.

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de Otras provisiones sacadas por requisición en toda )a provincia... Aunque el estado de las cosas se hacia crítico por el avance progresivo de los patriotas, i porque no habia fuerzas capaces de oponerles resis- tencia, el comandante en jefe se empeñaba en inspirar conñanza i en- tusiasmo a sus tropas i a la jente que lo seguia, como si cada hombre de los suyos fuera un rejimiento que oponer al enemigo. I^ decisión por la causa del reí era tan ardiente, i tan grande la irritación contra los patriotas, que la mas lijera sospecha, aunque destituida de prue- bas, era suficiente para someter a un hombre a los insultos, la prisión i la muerte. Bastaba pronunciar el nombre de patriotas para que los indios, especialmente, salieran fuera de con toda su furía salvaje... Los patriotas prisioneros eran tratados con un exceso tal de rigor, que parecia desafiar toda retaliación... Las monjas de Concepción, cuya salida de su convento habia producido una gran consternación en toda la provincia, estaban entonces en los Ánjeles. Se les habia dado una casa particular para su alojamiento, i se les dejaba vivir como las cir- cunstancias lo permitian, sin estar sometidas a la rutina usual. Dudo mucho que durante las guerras desoladoras que han sacudido la Euro- pa en los líltimos veinte años, haya cabido a una comunidad relijiosa de mujeres una situación mas miserable i desconsoladora que la que cupo en suerte a aquellas desventuradas monjas. Casi todas eran vie- jas, i muchas de ellas no habian puesto un pié desde treinta años atrás fuera del recinto de su convento. Ahora, repentinamente, tenian que andar en el mundo i en circunstancias tales, que habrían exijido el despejo i la fortaleza que raras veces tienen las mujeres acostumbradas a estos cambios i trastornos. Se les habia inducido a seguir el tren de ejército en retirada, i bajo el temor de verse perseguidas por los pa- triotas victoriosos, que según se les habia hecho creer, se habian con- vertido en enemigos de las instituciones relijiosas i de ia fe. Se habian visto obligadas a entregarse a un nuevo elemento (las aguas del Biobio), i a embarcarse para tierras lejanas entre marineros i soldados, i lo que es mas estraordinario, con el propósito de colocarse bajo la protección de salvajes infieles. Algunas de ellas, en el trayecto, bajo el peso de su- frimientos reales o de terrores ímajinarios, se abatieron de tal suerte» que no llegaron a su destino sino para ser enterradas. n

Aquellos últimos dias de la dominación colonial en ese territorío fueron de tormentosa angustia, que desgraciadamente debia prolon- garse largo tiempo por la ignorancia de sus pobladores i por la resis- tencia obstinada a someterse a una nueva situación mucho mas favora- ble para ellos, pero cuyas ventajas no podian comprender. <i£l cuadro

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que presentaba el pueblo de los Ánjeles, dice la relación citada, no era muí interesante, pero ofrecía suficientes materiales para discurrir sobre la instabilidad de las cosas humanas. Las casas i las calles estaban llenas de jente de todos colores, rangos i condiciones. Los vecinos acaudalados se habían ido fuera con sus familias i con todos los obje- tos de valor que podían trasportar. Los frailes de todas las órdenes habían abandonado sus conventos, i los curas, con sus muebles i sus subsistencias, se habían asilado allí. Las tropas se formaban cada día para el ejercicio; i en sus maniobras podían observarse todas las gra- das de la escala entre los rudos esfuerzos del salvaje i la disciplina in- telijente del soldado europeo. A la primera mirada, se descubrían alli todas las variedades, desde la absoluta desnudez hasta el vistoso uni- forme del oficial español. Las tribus que habitan en las faldas de los Andes, estaban ahora formadas bajo el mismo estandarte, i empeñadas en la misma causa que los veteranos que hacia poco habían puesto sus plantas sobre los Pirineos. La milicia de la comarca era llamada al servicio, i formaba un grado medio entre los españoles i los indios. Todos parecían animados por el mismo espíritu de lealtad, i conven- cidos de que no había combinación humana que pudiera resistir al poder del mui católico rei de España (3).ii Para mantener el entusias- mo de esas jentes, se les repetía sin cesar que los patriotas, después de su inesperado triunfo de Maipo, se hallaban aniquilados, sin recur- sos para tomar la ofensiva, mientras que los sostenedores de la causa del reí recibirían prontamente los socorros que debía enviarles el virrei del Perd, i entonces podrían someter nuevamente todo el reino de Chile a su antigua dominación. Aquel estado de cosas, como vamos a verlo, se prolongó durante mas de dos meses. 2. Esperanza» frustradas 2. Después de la infructuosa espedicion a %S" í^:^u. Chillan i del abandono de esta plaza por el del sur: preparativos pa- Coronel Zapíola, las tropas que estaban bajo su

ra una camf^&a formal: mando, permanecieron acantonadas en el Pa- cí coronel Freiré abre ,t j -riL- las operaciones i toma rral. Las comunicaciones de ese jefe al gobierno

posesión de Chillan.— ¿e Santiago daban noticias exajeradas acerca Antecedentes i aven tu- ji t j . ■* , ,

ras de Vicente Benavi- ^^' poder 1 de los recursos con que contal)an

des: se gana la confianza los realistas del sur. Así el director supremo

patriotas (nota). que debia suspenderse por el momento toda

operación militar en aquellos lugares, hasta que se hubieran reunido

(3) finimalofa residente in CAüi, by a young américah, pp. 159-192.

96 HISTORIA DE CHILB l8»8

mas poderosos elementos. £1 gobierno podia disponer de tropas sufi- cientes para llevar a cabo una campaña vigorosa i eficaz; pero por el mo* mentó, i después de los grandes sacrificios que acababa de hacer para lanzar la escuadra contra la espedicion española, carecía de recursos con que hacer frente a los gastos mas indispensables. Las oficinas de los ministros estaban en esos dias llenas de peticiones en que de todas partes reclamaban dinero para cubrir obligaciones premiosas, a que sin embargo no era posible acceder. Dos solas de ellas bastan para dar idea de los apuros de la situación. A una reclamación de la comisaria de ejército, los ministros del tesoro contestaron el 30 de setiembre lo que sigue: i*Las cajas de nuestro cargo están tan exhaustas de numera- rio, que en dos dias no ha podido juntar con qué pagar el ñete a los con- ductores de víveres i municiones para Valparaíso, n El coronel don Joa- quín Prieto, superintendente jeneral de la maestranza de Santiago, co- municaba con fecha de i.^ de octubre, lo siguiente: ««lioi hemos parado en la labranza de cartuchos de fusil por falta de papel, i no haber en las cajas con qué comprarlo, según esponen los ministros del tesoro. I^s otros trabajos de miaestranza también van a parar o a ir con suma fentitud por falta de materiales i dinero para gastos i pagos de jorna- les, n El gobierno resolvió esta dificultad haciendo comprar a crédito en los almacenes de Santiago ochenta resmas de papel; pero las otras urjencias no se podían remediar con estos espedientes.

Venciendo, sin embargo, estas dificultades, comenzaron a hacerse en Santiago los aprestos para la espedicion al sur. Mientras se reu- nían las munidones i se ponían en marcha otros cuerpos de tropa, se hizo salir apresuradamente al coronel don Ramón Freiré, con el doble carácter de comandante en jefe de las fuerzas que operaban al sur del Maule, i de intendente de la provincia de Concepción. A su lado, de- bía también partir el teniente coronel don Manuel Escalada, que aca- baba de regresar de Buenos Aires, para ponerse a la cabeza de los granaderos que operaban en aquella rejion. Conocidos los anteceden- tes militares de Freiré, la audacia tan temeraria como feliz que siem- pre había desplegado para combatir al enemigo, i que en las campañas del año anterior particularmente, lo habia hecho tan famoso, parecía natural que su nombramiento para aquellos cargos tuviera por objeto dar un impulso enérjico a las operaciones del sur. Las instrucciones que recibió del jeneral en jefe, obedecían, por el contrario, a un plan de contemporización en cuanto fuera posible. Llevaba al efecto co- municaciones de San Martin para el jefe realista, dirijidas a inducirlo a desistir de una inútil resistencia, i debía enviar emisarios a tratar

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con los indios del otro lado del Biobio para ganárselos con regalos, i para demostrarles que no habla razón ni ínteres para ellos en seguir aliados a los españoles que hablan sido sus enemigos seculares i sus inexorables opresores. Si San Martin estaba en un grave error cuando creia que esos agasajos i esos razonamientos podian convertir a aque- llos turbulentos i rapaces salvajes en servidores de la causa de la pa- tria, o cuando menos en hombres pacíficos i tranquilos que depusie- ran las armas para volver a sus tierras, fué mayor todavía el error que conietió en la elección de uno de los ajentes a quienes pensaba utili- zar en esas negociaciones (4).

El conocimiento que tenia de los hombres, la fascinación que ejer- cía sobre los soldados i oficiales de su ejército i muchas veces sobre los ajentes i espías del enemigo, el buen éxito de las artificiosas estra- tajemas que empleaba para desconcertar a sus adversarios i para sor- prender los secretos de éstos, habían permitido a San Martin atraer a su servicio a individuos de diversas condiciones a quienes convirtió en instrumentos dóciles de su voluntad I en colaboradores modestos, pero eficaces de sus planes. Creyendo en esta ocasión que las decepciones i contrastes esperimentados por los realistas habrían producido la des- moralización i el desaliento entre las pocas tropas que todavía les que- daba en el sur, pensó que la intervención de algunos ajentes espertos i conocedores de aquellas localidades i de los hombres que mantenían la guerra, podian inducirlos a desistir de toda resistencia, o a lo menos fomentar la deserción en las filas enemigas, facilitar las operaciones del ejército patriota í contribuir eficazmente a la pacificación de esa comarca. Por el intermedio de algunas personas, que con razón me- recían su confianza, San Martin entró en relaciones con uno de los prisioneros realistas que por sus antecedentes no debía inspirar des- confianza al enemigo, al mismo tiempo que por su astucia natural i por la esperiencía que tenia de la guerra del sur, podía prestar muí útiles servicios. Era éste Vicente Benavides, soldado ignorante i grosero, desertor del ejército de la patria, ascendido en el realista hasta el rango de capitán, en premio sobre todo de sus servicios en 181 7, que hemos recordado anteriormente. Prisionero en Maípo, condenado a muerte en dos ocasiones poc el delito de traición, había salvado la vida una

(4) En oficio de 9 i de 29 de noviembre, San Martin pedia empeñosamente al di- rectof supremo qne se entregasen a Freiré los artículos que creia necesarios para agasajar a los indios araucanos i atraerlos a la alianza con los patriotas.

Tomo XII 7

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vez por \i induijencia del gobierno i otra vez por impericia o descuic de los encardados de la ejecución. Mostrándose ahora arrepentido su carrera anterior, i deseoso de prestar sus servicios a la patria, navides se garó !a confianza de San Martin, i recibió socorros de ñero junto con el encargo de trasladarse al sur para ir a desempeña aquella comisión en el campamento de los realistas (5). Aunque S^

ñc

{y Kq e! curso de Koestia Historia^ hemos tenido ccasino de nomfanur vece> a es:e homlire fucesto, qoe adquirí-.' loego una tríste celebridad par menes mas que por sus serricios a la caosa del reí, i cajro nombre es recordado b TÍa con b^ rror en los pneKos qae fueron teatro de sos sangríentas oorreiías» de oepieJacr'ces i de sus inaa ÜMs atrodiaoes. La vida de este feroz caadillo, que Bcchcts vic <;i5 aociJentes caria material para norrias de terrbíes aventana, es pajina «.ie sar.^re i ¿e ik>¡:>r en nues¿ri histeria. Se nos permitirá que en fccor.iacio íu-" qae besrios dicho en «xn^ partes de este libro, i complctapdo £OS3CÍis con ctrcs hechos qse do hemos referído todavía, demos a cooooef kis oeviectes rc.-^Ta&rcs ce ese hombre, ya que ma.< adelante hemos de icoordar d<>Scr.^«k>« ao~ r.:ecI=:i2e3::os ec qoe desesipirñv un papel principal.

Nac>io p r kK añ:>s «ie 17S5 en la pe^^*^^ ^1'*^ de «^¡rih=e, ijode \ tlescmpeczra el c::i:es::' e=:r>:> .:e a!c:::.ie tie la cárcel, \loen:e Benavidcs, de bz'.«r ¿: reniii :• a Leer : a escribir r:: llámente, lo qje era rato en ese «QS bjcsrres .~¿ hx-^ cooi:c> c. :.:v> er. !a aiministraciviD de escaooo de A cccracrc ie co-i-ct^c ie csrecits i «ie cunero entre cUa i ¡a otkisi la prcvi=idx, ¿sniCecüa e= Cofice^xdon. O'Deiecie:^'^ a S3S incii&xciooes. o

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Tr2?li:aíi: n:c «: 'ru-^xl-c a li re «■•vT-a ie C.c-cecci:£, ; asceci^^j a "" -.':.£s Ta-. il : ::»:': ?! r«cr.:i: "i "1 ri-rro-cisia ei;m3o¿x. Ea c

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l8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII 99

Martin esperímentó a veces en esta clase de dilijencias dolorosas de- cef>ciones, jamas la deslealtad de algunos de sus ajentes tuvo mas terribles consecuencias. Freiré llegó al Parral el 24 de noviembre, en los momentos en que

estimular la deserción en las filas enemigas, i al efecto dirijió una carta a Benavides exitándolo a ¡>asarse al servicio de la patria (v^ase la nota 15 del cap. III de esta misma parte de nuestra Historia). Estas dilijencias no dieron fruto alguno; i Be- navides, congraciado con Ordoñez, recibió el encargo de ir a procurar el levanta- miento de las tribus araucanas para hostilizar a los patriotas en toda la linea de frontera. Acompañado por un hermano suyo llamado Timoteo, Benavides desem- peñó esa comisión con celo i astucia, i fué, como hemos contado antes, uno de los principales cooperadores de esa guerra atroz que allí mantuvieron los realistas en los últimos meses de ese año. En premio de esos hechos, fué elevado a capitán del batallón de Concepción. En ese rango hizo la campaña de 18 18 hasta que cayd prisionero en la l>atalla de Maipo.

En los primeros dias que siguieron a la victoria, según contamos en otra partes» (véase el cap. VIII de esta misma parte de nuestra Historia) estuvo decidido el fusilamiento de los hermanos Benavides en castigo de las depre l£.ciones cometidas por ellos en la frontera; pero la ejecución se suspendió porque intervinieron en su favor el presbítero don Salvador Andrade, gobernador del obispado de Concepcion,^ i don Juan Castellón, caballero francés, patriota decidido i honorable que habia des- empeñado en aquella ciudad un destino de hacienda, i que habia conocivio a Benavi- des. Retenido con los otros prisioneros, éste estrechó sus relaciones con el brigadier Ordoñez; el cual debiendo ser trasladado a la provincia de Cuyo, le dejó cartas para algunos comerciantes españoles de Santiago, para que le facilitasen fondos cuando- éstos pudieran utilizarse en cualquiera empresa contra los patriotas.

Los prisioneros habian sido tratados con humanidad. Los soldados de orijen chi- leño fueron enviados al otro lado de los Andes a servir en el ejército patriota, i los españoles fueron destinados a los trabajos de la maestranza o distribuidos entre los particulares que tos destinaban a las faenas de los campos pagándoles sus servicios. Muchos oñciales habian sido enviados a San Luis, en la provincia de Cuyo; pero quedaron en Santiago casi todos los de inferior graduación. Algunos de éstos logra- ron fugarse de la prisión, como se fugaron igualmente numerosos soldados, i fueron a reunirse con los realistas del sur. Estos hechos i la publicación de la real orden de 28 de julio de 1817, de que hemos hablado mas atrás (véase la nota 9 del capitulo anterior) por la cual se recomendalm la mayor dureza con los insurjentes ameri- canos i la aplicación de la pena de muerte a muchos de los que cayesen en po* der de las autoridades realistas, exacervaron a los patriotas, induciéndolos a ser mas severos con los prisioneros. Algunos de éstos, que habian sido desertores del ejér- cito independiente, o que habian cometido delitos estraños al servicio regular de la milicia, fueron sometidos a causa para comprobar esas faltas, o condenados suma- riamente a muerte. En esas circunstancias se descubrió que los hermanos Benavides que debian ser enviados a Mendoza como prisioneros de guerra, estaban provistos ríe puñales i que ocultaban una gruesa cantidad de dinero en onzas de oro, suminis- rada por los realistas, lo que, a pesar de las esplicaciones evasivas, pero no satis-

lOO

HISTORIA DE CHILE

18x8

las tropas patriotas acantonadas aUí celebraban las tíltimas noticias de los triunfos alcanzados por la escuadra chilena. Aunque las fuerzas de su mando, compuestas de dos batallones de infantes, de dos escuadro- nes de caballería i de cuatro cañones, montaban a 1,603 lK)mbres, los

factorías He aquéllos, dejaba ver un conato de sublevación. Un proceso svmario que no hemos podido conocer en sus detalles, |>Todujo la sentencia de muerte de \m dos hermanos. Sal>emos, si, que una noche se presentó el teniente de casadoreta caballo don Ventura Kuiz, en la casa en que aquéllos estaban detenidos, situada ea la Alameda, esquina de la actual calle de Serrano, exhibió la orden para que ss le entregasen los dos hermanos Benavides, i con la escolta de cuatro soldados, los con dujo a los afuera del sur de la ciudad hasta el sitio denominado el Conventillo..» Cuando Vicente Benavides supo la muerte que se les esperalia así a él como a hermano, trató de seducir al oficial Ruiz con promesas de todo jénero, ofreciéndol una suma de dinero de que creia disponer por las cartas de Ordoñez, si se les deja' en libertad. Ruiz fué inflexible; i llegados a un lugar apartado de toda habitacioD,^ mandó que los dos hermanos se pusieran de rodillas, e hizo colocar dos soldador enfrente de cada uno de ellos. A la sefial dada por el oficial, salieron los cuatro tiros de carabina, i los dos hermanos cayeron al suelo sin movimiento. Uno de ellos. Ti— 1 moteo, habia muerto efectivamente; pero el otro, por impericia de los soldados, porque a causa de un descuido, las carabinas no estaban cargadas con balas, se ha- llaba ileso, i sin otro daño que la quemadura causada por el taco de una de armas, en la chaqueta que aquél vestia. Vicente Benavides tuvo bastante sangre para finjirse muerto, i aunque uno de los soldados le tiró un sablazo a la cal causándole una herida en el aiello, aquél no hizo el menor movimiento. Cnandcc» los soldados se habian retirado, i cuando Benavides se incorporaba para tomar fuga, uno de aquéllos volvió al sitio de la ejecución a bascar una pieza de su tercia-' do, que se le habia caido; pero se retiró pocos momentos después sin sospechar qnes se hallaba vivo uno de los deis hermanos.

Vendándose su herida del mejor modo posible con unas tiras de su propia ropa, Benavides se echó a andar en busca de un albergue en que asilarse. La prinMfa per-— ^ sona t)ue encontró fué nn ovejero que dormia cerca de su ganado. Refirióle habia sido atado i herido por unos salteadores que lo despojaron de su caballo, i q«e quería volver a Santiago para ponerse en curación. El ovejero, sin emlwrgo, quHO conducirlo a casa del inspector de distrito para que diera cuenta de aquellos hedios; i aunque Benavides se resistia a ello, tuvo que someterse a esta exijencia. Por fofftnna suya, el inspector, que era un campesino sencillo i bondadoso, creyó cuánto se le contaba como una ocurrencia natural en un tiempo en que los caminos públicos es- ta1)an frecuentados por numerosos salteadores. Compadecido de BenaTÍdes, lo asistió con buena voluntad vendándole la herida, i al amanecer del día signieiile lo dejó partir para Santiago haciéndolo acompañar por un peón.

La mujer de Benavides se hallaba entonces en Santiago. Habia venido de cepcion al saber que su marido estaba prisionero, i se habia instalado en una tlsima casa de alquiler, situada en una de las calles del sur de la ciudad. BenaTÍdei no conocía la casa, pero sabia los nombres de la calle i del propietario, i indicaciones le sirvieron de guia. Evitando artificiosamente cualquier improd

l8lS PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII lOT

informes que allí recibió de sus espías i de los oficiales i soldados que se separaban del enemigo, le hicieron creer que éste contaba entre los Ánjeles i Chillan mas de dos mil hombres. <«Los españoles están bas- tante apurados, escribia a O'Higgins el 26 de noviembre. Sus fuerzas

o indiscreción del primer momento, Benavides se asiló en la casa de su mujer con nombre supuesto, i como al día sig;uiente fueran algunas personas a preguntar por la salud del herido, se les contestó que éste había muerto. £n medio de la perturba- ción consigniente a aquel estado de cosas, de la frecuencia de salteos i asesinatos i de la mala administración de policía, sobre todo en los barrios suburbanos, todo aquello pasó mas o menos desapercibido.

Mientras tanto, Benavides era secretamente visitado i asistido por un fraile fran- ciscano apellidado Valencia, i por un francés llamado Juan Chamoret, que vino de Concepción con el ejército de Osorio en calidad de cirujano militar, que habiendo caído prisionero en Maipo se le dejó en libertad para que ejerciera sn profesión, i que luego pasó a prestar sus servicios profesionales en el ejército patrioii. Gra- cias a los cuidados de éste, Benavides sanó de su herida en poco tiempo, pero quedó hasta el fin de sus días con la cabeza inclinada hacia atrás, lo que a primera vista daba a su aspecto un aire chocante. Su mujer, esperando hallar ahora en don Juan Castellón la misma protección que éste había dispensado a la familia, lo buscó en la ciudad í le dio cuenta de lo que había pasado. Sus esperanzas no fueron bur- ladas. Castellón fué a ver a Bsnavides, le facilitó algunos socorros, i esplicandole la verdadera situación de la guerra i la ruina inevitable de la causa del reí, le instó para que pasara a servir bajo las banderas de la patria, asegurándole que él podía inter- cederá ñn de que se le diera una colocación, en que pudiendo ser útil, hiciera olvidar su pasado i se labrara una posición ventajosa. Benavides aceptó esta proposición, probablemente de buena fe, i consintió en que su protector hiciera las dilijencias de que hablaba. £1 coronel de milicias don Antonio Merino, orijinario de (^uírihue, donde había conocido a Benavides desde sd niñez, fué informado de lo que pasaba, i se ofreció a interponer sus buenos ofícios con San Martin, que desde 18 15 le dis- pensaba su amistad i su oooHenza encargándole difíciles comisiones para levantar el espíritu público en Chile durante la reconquista española.

£n esos mismos días llegaba San Martin de Mendoza. Instruido de los hechos que acabamos de referir, se avino a tener una conferencia con Benavi<ies. V'eríticóse ésta misteriosamente una noche de principios de noviembre en los contornos de la pila central de la plaza de la Independencia. Benavides llegó allí acompañado por Castellón i por el coronel Merino, i después ile una hora de conversación i de las mas esplicitas promesas de desempeñar con toda fidelidad i eBcacia la comisión que se le confiara, recilúó bajo la mas rigorosa reserva las instrucciones vertíales que debía observar para trasladarse al sur de inctígnito. Habia de reunirse al ejército realista, manifestar a sus antiguos compañeros la inutilidad de prolongar la lucha i las ventajas de deponer las armas, i en caso de no conseguir este resultado, estimular la deserción i £Bu:ilttar las operaciones de las fuerzas patriotas que iban a entrar en campaña. Acordado todo esto, Benavides recibió algimos socorros pecuniarios a fin de q«e se dispusiese para el viaje. Pocos días después, en efecto, partía para el sur dísfiazado de arriero de las muías que llevaban un repuesto de moniciones, i en el

I02 HISTORIA DE CHILE 1818

consisten en las que Sánchez retiró de Concepción a los Ánjeles con ánimo de hacer allí la defensa, i en la división de Lantaño que está en Chillan i se compone de 600 hombres.» Completando sus informes en las comunicaciones que dirijia al director supremo i al jeneral San Martin, esponia Freiré los mismos recelos que poco antes habian de- terminado la retirada de Zapiola, es decir, el peligro de que el enemi- go, al paso que le dejara libre el campo para avanzar hacia el sur, en- viase una división que dando un rodeo por el lado de la cordíllen fuera a colocarse al norte de Chillan, que allí levantase montoneras que por fín aislara a las fuerzas patriotas cortándoles toda comunicacioi con Talca i con la capital.

Obligado por sus instrucciones a no emprender operación alguni sin seguridad en el éxito, i debiendo ademas esperar las otras fuerzas .íb que salian de Santiago, Freiré se estableció en el Parral, ocupándose>^ sobre todo en reunir las milicias de esos distritos a fín de abrir las f campaña en el momento favorable. Desde allí despachó un emisario i ~ a los Ánjeles para entregar a Sánchez el pliego en que San Martin lo í invitaba a poner término a una guerra inútil, por medio de un arregloX^

séquito del coronel Merino que il)a a reunirse con la división patriota estacionada en el Parral. Aunque la mujer de Benavides marchaba en la misma comitiva, se ha* ^^s bia dispuesto todo con las prevenciones necesarias para no dar a conocer el nombra'* de ésta ni el objeto de su viaje. Así San Martin, como Castellón i Merino, creiarx M enviar a la frontera un poderoso auxiliar de las armas de la patria. Es probable ^ también que Benavides salió de Santiago dispuesto a cumplir sus compromisos. Y^b- veremos, sin embargo, como una vez entre sus antiguos camaradas, se sintió impal* ^ sado por otros sentimienlos, i se convirtió en caudillo de una guerra de horrores K. depredaciones que constituye una de las pajinas mas tristes i sangrientas de nuest historia.

Hemos tomado estas noticias de unos curiosos apuntes escritos por don Juan Cas- tellón, el protector de Benavides, a petición del jeneral don Guillermo Miller, con. el propósito de que éste los utilizara en una nueva edición que pensalM hacer de sus A ff mor tas. El ieneral Miller, que sintiéndose viejo i achacoso, desistió de ese pro- yecto, nos obsequió esos apuntes en Lima, en 1861, junto con otros papeles inéditos relativos a la guerra de la independencia en Chile i en el Perú, que nos han servido bastante en la preparación de algunas pajinas de esta Historia, Por lo demás, Cas- tellón suministró estas mismas noticias a don Claudio C>ay, i éste las aprovechó contando con prolijidad i regular exactitud los antecedentes biográficos de Vicente Benavides en el tomo VI, cap. LIV de su Historia de Chile^ Paris, 1854. Las Me- morias del jetural Miller^ tomo I, cap. XII, contienen noticias biográficas de Vicente Benavides, conformes en el fondo con las que damos aquí, pero diverjentes en al- gunos detalles, que probabln mente habrían sido rectificados en la nueva edición qne no alcanzó a hacerse.

l8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII 103

amistoso. "Nada honra mas a un jeneral que conservar su serenidad en los peligros i arrostrarlos cuando hai probabilidad de vencer, decia San Martin en su ofício fechado en Santiago el 1 8 de noviembre; pero nada eclipsa su nombre como el derramar inútilmente la sangre de sus semejantes. Sea cual fuese el sistema de guerra que V. S. se proponga en esa provincia, yo voi a caer sobre ella i a terminar la guerra. No es mi ánimo comprometerle por la fuerza de los ejércitos a un partido indecoroso, sino evitar las calamidades que devastan a Chile. Fije V. S. las proposiciones que le sean honrosas, n Pocos dias después, Vi- cente Benavides, que acababa de llegar al Parral, era enviado al sur para que fuera a desempeñar la comisión que se le habia con nado. Estas dilijencias, dirijidas a obtener la paciñcacion de aquella provin- cia sin necesidad de una guerra inútil i devastadora, debían ser infruc- tuosas. Sánchez, contestando con fecha de 3 de diciembre el oficio de San Martin, se mostraba resuelto a no proponer trato alguno. Decia al efecto que no recibiría en lo sucesivo emisario alguno del enemigo, porque los .consideraba ««esploradores ilegales de la guerran; i que dependiendo él i sus tropas del vírrei del Perú, el jefe patriota debía dirijirse a este alto funcionario si leal i sinceramente quería proponer alguna negociación.

No cupo ya duda de que era necesario emprender una campaña efectiva i eficaz. La división de Freiré habia seguido engrosándose con los refuerzos que recibía de Santiago, i esperaba ademas dos batallo- nes de infantería que debían reunírsele en breve. El 19 de diciembre rompió la marcha i ocupó al día siguiente el pueblo de San Carlos sin hallar en él ni en sus contornos partida alguna enemiga. Habiéndosele juntado allí el batallón de cazadores de los Andes, que llegaba de Talca, dispuso Freiré el plan de operaciones. Al efecto, el coronel don Manuel Escalada recibió orden de adelantarse cautelosamente con la mayor parte de la caballería a las orillas del Nuble, en la noche' del 23 de diciembre, pasar este río al amanecer del día siguiente por el vado de Dadinco, situado un poco más abajo de! camino público, que por esto mismo no debía estar bien defendido, i adelantarse rápi- damente sobre Chillan, para apoderarse de las caballadas del enemigo, facilitando así la marcha del resto de la división. Retardado en su partida, i luego estraviado en el camino por la oscuridad de la noche, Escalada llegó a Dadinco de<^pues de la hora convenida; i aunque pasó el río sin dificultad, sus movimientos habían sido observados por las avanzadas del enemigo i comunicados a Chillan. El coronel Lan- taño, jefe militar de esta plaza, creyó que no podía resistir el ataque

I04 HISTORIA DE CHILE 1818

que lo amenazaba, hizo montar toda su tropa en los buenos caballos que tenia a su disposición, i emprendió la retirada hacia el sur. Un corto destacamento que, bajo las órdenes del valiente capitán Cajara- villa, marchaba a la vanguardia de la columna patriota, atravesó el pueblo de un lado a otro sin hallar resistencia, i reforzado por algunos piquetes que llegaban a juntársele, prosiguió a paso de carga la fierse- cucion de los fujitivos consiguiendo solo matarles treinta hombres, tomarles veinte prisioneros, sesenta caballos i algunas armas o equipajes que aquéllos abandonaban. Escalada, que se empeñó también en esa persecución con el grueso de su columna hasta tres leguas mas ade- lante, convencido de que no podria obligar a Lantaño a presentar combate, dio vuelta a Chillan poco después de medio día.

En la tarde de ese mismo dia, 24 de diciembre, llegaba Freiré a Chillan con el grueso de su división. Habia pasado el Nuble por el balseadero de Cocharcas, i dispersando las partidas enemigas que res- guardaban la orilla sur, seguia su marcha ordenadamente, i establecía su cuartel jeneral en aquella plaza, teatro en 18 13 de la porñada resis- tencia de lüs realistas. El ejército de operaciones, reforzado luego con el batallón niím. i de Chile, que llegaba de Santiago, alcanzó a contar 3,385 soldados de línea, fuerza que parecia mas que suficiente para llevar a término la pacificación definitiva de toda la provincia de Con- cepción (6).

(6) Los (locnmentcs capitales para conocer estas operaciones son el parte pasado a Freiré el 24 por el coronel Elscalada, i el del primero de éstos al jeneial en jefe, dado el 25 <lel nii>mo mes, ambos fechados en Chillan i publicados en la Gaceta mi- nisterial i\ft\ 2 de enero de 1819: pero existe ademas el diario del oficial de grana- deros don Federico Brandsen, utilizado i estractado en una estensa tñograüa de éste, escrita por don Anjel J. Carranra i publicada en la JReí'ista de Buenas Aires lomos VI. VIH, XI i XII.'

Los cuerpos -ie ejercito que pocos días después completaltan los 3f5S5 bomfaMS de la dn-Í5Íor« est^biedda en Chillan, eran los siguientes: Caaadores de los Andes, comaciar.'.e Alvarado; cazadores de Coquimbo, comandante Thompson; núm. i de Chile, comar.dar.te Rivera; núm. ^ de Chile, comandante López; granaderos a ca lal!o. c:iiar Jante Escalada: cazadores de la escolta directorial, comandante Alcá- zar: b=!erl:: ó* ocho cañones, capitán Juan Pedro Macharratini, indio americaoo cibdo er. enlejió de misioneros de Chillan, i que. como su comf>rovinc¡ano Joan Tanal'zrjca, ter.iente a}*udante en el cuerpo de artillería, servia en el ejército patrio- ta z.z. ::tr:s.ior. : con lealtad.

Freiré haVia salido del Parral solo con una parte de esas fuerzas. El 31 de di> cicniLrt: *< le ;un:' en San «rárlos el l>atallon de cazadores de los Andes, i el 29 I'^b^ 1 «.'r.ilbn e: l^atallon niim. i de Chile: pero entonces había tomadc otro jefe ei maadD de la división.

l8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII I05

3. Toma el mando del 3. El mando de ese cuerpo de ejército fué con- cjérdto cspedidona. ^^¿^ ^ ^^^^ -^^ ^^ ^^g ^,j^ graduación. Dando

no el jeneral Balear- •' °

ce: pequeños comlm- pof razon el mal estado de su salud, pero en rea- tes desastrosos para jj^jad con el fin de no abandonar sus jestiones para

los realistas: la len- , ,. . 1 / n ^r ..•

titud con que son di- organizar la espedicion al Perú, San Martm no

rijidas las operado- habia querido dirijir personalmente una campaña ne^ permite a éstos j^ ^^ ^^^^^ ^¿^i, j ^^^^ ^^ SU

retirarse al otro lado t » r » ' »

del Biobio. caráctcr de jeneral en jefe, dispuso que tomase el

mando de ella el brigadier don Antonio González Balcarce, que en el rango de segundo jefe del ejército, lo habia reemplazado en los casos de enfermedad i de ausencia. En esta designación entraba por mucho el recelo de que Freiré, dejándose arrastrar por su audacia, se compro- metiese irreflexivamente en operaciones aventuradas. Militar antiguo, gran observador de la ordenanza, pero falto de iniciativa i sobre todo de salud, Balcarce, obligado, por otra parte, a seguir los consejos de con- temporización que le dio San Martin, no habia de imprimir a la guerra el rumbo de actividad i enerjía que ésta reclamaba.

Balcarce salió de Santiago el 16 de diciembre, i diez dias después entraba a Chillan a tomar el mando del ejército. Llevaba como jefe de estado mayor al coronel don Juan Paz del Castillo, oficial venezo- lano recien llegado a Chile, que no conocía este pais ni a sus milita- res, pero revestido de cierto prestijio por el hecho de haber sido compañero de armas de Bolívar (7). Aunque tres dias mas tarde, el 29

(7) Paz del Castillo, que desempeñó un puesto importante en el ejército de Chi- le, era orijinarío de Caracas, i fué en su juventud amigo de Holivar. Apenas estalló la revolución de Venezuela, se incorporó al ejército independiente, i en las campañas de 181 1 i i8i2 alcanzó al grado de coronel i la reputación de valiente, sirviendo bajo las órdenes del jeneral Miranda. Batido este jeneral, i reconquistada Venezue- la por el jefe español Monteverde, algunos oficiales venezolanos, i entre ellos Bolí- var i Paz del Castillo, arrestaron a Miranda, lo que fué causa de que este jeneral cajeae en poder de loi españoles. Paz del Castillo fué apresado poco después por Monteverde, i enviado a España junto con el célebre patriota don José Cortes Ma« dariaga (chileno, canónigo de Caracas) i otros seis individuos con el oficio siguiente dirijido a la rejeada de Cádiz: "Presento a V. A. esos ocho monstruos, orijen i primera raiz de todos los males i novedades de la América, que han horrorizado al mundo entero. Que se avergüencen i confundan delante de la Majestad i que sufran la pena de sus delitos, n

Encerrados en el presidio de Ceuta, Paz del Castillo, Cortes Madariaga i algunos de tus compañeros de cautividad, lograron evadirse de la prisión i regresar a Amé- rica. Desd^ la illa de Jamaica, a donde habia llegado aquel, se trasladó primero a Méjico i en segnida a los Estados Unidos. Habiendo recibido alli noticia de la vic-

Io6 HISTORIA DE CHILE 1819

de diciembre, se le reunió allí otro batallón de infantería, completancT así la división que debia abrir las operaciones militares, Balcarce s mantuvo en inacción durante mas de dos semanas. En cumplimient del encargo de San Martin, esperaba la desorganización del ejércit— - enemigo por los esfuerzos de los ajentes que habían sido enviados los Ánjeles para demostrar a los soldados realistas la imposibilidad d> una resistencia formal, i en ultimo caso para estimular la deserción, coronel Freiré, que con un corto destacamento debia marchar a Co cepcion para tomar el mando de la provincia, tuvo que detenerse tam- bién en Chillan para no esponerse a ser cortado por las fuerzas en< migas.

Esta suspensión de operaciones, i sobre todo el cambio de jefe d la espedicion, produjeron no poco descontento entre los oñciales d ejército patriota, i sobre todo entre los numerosos estranjeros que ser

vian en los diversos cuerpos, i para quienes el carácter franco i ani moso de Freiré era un signo seguro de victoria. En el campo en^ migo, esa actitud de las fuerzas patriotas» lejos de estimular la deser- ción que se esperaba, alentó el espíritu de resistencia. Sánchez, aunquer conocía su inferioridad en tropas i en recursos, llegó a persuadirse de que aquellos no se atrevían a atacarlo, i tuvo tiempo para reconcentrarse en ambas orillas del rio Laja, reuniendo las partidas que tenia repar- tidas en diversos puntos. Aquella situación, sin embargo, no pedia prolongarse índeñnidamente. Después de algunas vacilaciones en la elección de un plan i en la designación de los jefes que debían man dar los diversos destacamentos, el 14 de enero de 1S19 quedó acordado

toria de Chacahuco, i de las demás ventajas alcanzadas por los independientes en esta parte de América, i no siéndole posible penetrar en Venezuela i reunirse con liolivar, que de nuevo habia abierto la guerra contra los españoles, resolvió trasU^ darse a Chile con la confianza de que luego se organizaría aquí una espedicion eficas contra el virreinato del Perú. Llegó a Buenos Aires en enero de 1818, i a fines de ese año llegaba a Santiago, donde O'Higgins lo incorporó en el ejército con el rango de coronel. En el texto contaremos la pane que tomó en la campaña del sor de 1 8 19, única que hizo en nuestro país.

Paz del Castillo marchó en 1820 al Perú en el ejército libertador, i allí se manifes- tó como muchos otros oficiales, hostil a San Martin. Kn seguida pasó a servir en el ejército de Colombia. £1 lector hallará mas amplias noticias acerca de Paz del Cas- tillo en ocho cartas de éste a Bolívar publicadas en la colección de documentoc ti- tulada Ahmorías del jencral O^Leary^ tomo IV (Caracas, 1880), pájs 347-63. La corta reseña que acerca de él se halla en el Diccionario biográfico de los campecmes de la libertad de Nueva Granada^ Venezuela^ Ecuador i Peni por M. L. Scarpetta S. v'ergara (Bogotá, 1879) es deficiente de noticias i mui poco exacta.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII I07

el movimiento jeneral del ejército. El coronel Freiré, a la cabeza de doscientos jinetes, pasaría el Itata por el vado del Roble, a ñn de reu- nirse con algunos cuerpos de milicianos que marchaban de Quirihue, avanzaría en seguida hacia Yumbel, para cortar al enemigo toda retirada hacia la costa, i ocuparía después a Concepción que se hallaba casi desierta. £1 grueso de la división, precedida por los granaderos a ca- ballo al mando del coronel Escalada, i por el batallón de cazadores de los Andes, se pondría al mismo tiempo en marcha hacia el sur, tratando en lo posible de ocultar i de acelerar sus movimientos para sorprender al enemigo, cuyas fuerzas estaban reconcentradas al sur del Laja, si bien algunas partidas guardaban la orilla derecha de este rio. Al amanecer del 15 de enero se emprendió la marcha: pero por falta de concierto i de tino en la disposición, esa operación se efectuó ma- lamente, i no produjo los resultados que eran de esperarse (8). En la

(8) El diario de Brandsen i las memorias inéditas de Beauchef dan cuenta de es- tos movimientos con detalles que no se encuentran en los partes oficiales, i que es- plican la flojedad i hasta el desconcierto con que se ejecutaron estas operaciones. Beauchef dice: "Durante la retirada de treinta leguas que habia hecho el enemigo, no se haViia disparado un solo tiro. £1 jeneral Balcarce me hizo llamar, así como al mayor Viel, i nos dio la orden de prepararnos para marchar inmediatamente, Viel con un escuadrón del rejimiento de granaderos a caballo, i yo con las cuatro com- pañías de los granaderos de los cuatro batallones de infantería, agregando que en el momento que las tropas estuvieran listas, nos daría sus instrucciones. Viel i yo nos retiramos mui contentos para hacer nuestros preparativos, porque no podíamos esperar que se nos diera contra orden. Pero pocos instantes después, todo fué sus- pendido. Supimos que el coronel Escalada, de granaderos a caballo, i el coronel Alvarado que mandaba los cazadores de los Andes, se habian presentado al jeneral a reclamar el honor de atacar al enemigo, cada uno con su rejimiento, emulación verdaderamente digna de clojio; pero desgraciadamente, no se hizo nada de prove- cho. Continuamos nuestra marcha en alcance del enemigo, que cruzó el terrible paso del rio Laja, sin ser absolutamente inquietado. El coronel Sánchez seguía su retirada a la villa de los Anjeles, i nosotros marchábamos detras de él sin hacer nada... II La narración del resto de la campailía que sigue haciendo Beauchef revela esta misma flojedad en las operaciones.

El ejército patriota salió de Chillan al amanecer del 15 de enere, i fué a acampar a las casas de San Javier, propiedad de los herederos del célebre doctor don Juan Martínez de Rozas. En ese caserío, que el enemigo habia saqueado en su retirada, i en los contornos de él, pasó el ejército la noche, en malas condiciones militares i sin estar prevenido para rechazar un posible ataque. El dia siguiente (16 de ene- ro), continuando su marcha, pasó los ríos Diguillin e Itata, sin hallar resistencia de ninguna clase i sin mas molestia que el calor abrasador de un fuerte dia de verano, i fué a acampar a la hacienda de Vilorio o Billorio. Por fin, el 17 pasó el rio Laja, en las condiciones que referimos en e! texto.

Io8 HISTORIA DE CHILE «^.

noche del dia siguiente, la vanguardia patriota se adelantó con el pro- pósito de sorprender al enemigo. La mayor parte de la columna rea« f ip

lista de Lantaño se hallaba a la orilla norte del rio Laja, defendiendo al parecer el vado del Salto, i pudo ser sorprendida i cortada; pero eiigañadas por informes erróneos i maliciosos, las fuerzas patriotas perdieron tiempo buscando un poco mas al oriente un supuesto vado; i cuando desesperaron de hallarlo, ya era de dia i el enemigo estaba advertido de aquellos movimientos. Después de algunas escaramuzas sin importancia i sin consecuencia, efectuadas bajo un sol abrasador, el coronel Lantaño, viendo que se acercaba el grueso del ejército patriota, se replegó al sur del rio Laja, en marcha hacia los Ánjeles, .^ dejando tras de solo diez hombres rezagados que cayeron prisioneros. .. ^* A las tres de la tarde de ese mismo dia (17 de enero) todo el ejercitóles ^^ comenzaba a pasar tranquilamente el rio por el vado del Salto; i sinrv m^ hallar la menor resistencia, antes de anochecer acampaba en los lomajes^ ¿^¿^^ vecinos.

En el ejército realista, establecido en los Anjeles se hizo sentir en-.c»^ ^' tónces una gran confusión, que habria podido desorganizarlo com*- Jirv^z^o^ pletamente si los patriotas hubiesen operado con mayor actividad k f>.ca<> concierto. Aunque Sánchez tomaba desde dias atrás algunas med¡dasEíJBlE>«da para preparar su retirada al sur, haciendo construir balsas espaciosasB.^^<^^ en que cruzar el Biobio, habia llegado a persuadirse de que el ene— ^^^^^^ migo no se atrevería a atacarlo. Por otra parte, si él i la mayoría de3X:> -^ ^ sus soldados, milicianos rudos de la frontera, fanatizados en nombre!>"«^^ ^^^ de la relijion por la causa del rei, i en favor de una guerra en que ha--í»rf "^ bian desarrollado el hábito de pillaje, manifestaban gran constancia,»^^*'^^ ^'* habia en el ejército muchos oficiales i aun no pocos soldados, sobre^"^ ^^ '"'^ todo entre los que acababan de llegar de España, (jue creian terminadas» ^^ -^^^^ la guerra en Chile i afianzada su independencia, i que se resistían a.^ ^^ ^ seguir sirviendo al lado o bajo las órdenes de jefes i oñciales despro- vistos de educación i dominados por instintos groseros. Algunos de ^ ellos habrían cjuerido que se celebrase una capitulación con los patriotas; «. ^ "**> pero Sánchez i los que eran adictos a su plan de terquedad i de obsti- * ''' nación, no admitían ccntradiccion a este respecto. En la misma tarde 1^^^^ del 17 de enero, al saber que los patriotas habian pasado el rio I-AJa -^^^^^ con fuerzas considerables, dispuso la retirada de sus tropas hacia el ^ ' Biobio, para cruzarlo por el punto denominado Santa Fé.

La marcha se inició a entradas de la noche. En medio del gran desorden consiguiente a un movimiento precipitado, fué necesario dejar abandonadas treinta cargas de municiones, algunas armas i una

1 8 1 9 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XII 1 09

considerable porción de bagajes que era difícil sino imposible traspor- tar. Con el ejército, marchaban a pié las monjas del monasterio de Concepción, cerca de dos mil mujeres de diversas condiciones sociales, ancianos i niños que cargaban sobre sus hombros sus ropas i cuantos objetos podian llevar, para salvarlos de caer en manos de los patriotas, a quienes se suponían sedientos de sangre i de saqueo. La oscuri- dad de la noche i el temor natural de un ataque de la vanguardia enemiga que se creía cercana, aumentaban la confusión de aquella des- ordenada marcha; pero desde la una de la mañana la salida de la luna en menguante, i la tranquilidad absoluta que reinaba en toda la comar- ca, dieron alguna mas conñanza a la columna fujitiva, i le permitieron llegar a las orillas del Biobio ya bastante avanzado el dia i8 de enero.

Balcarce, entre tanto, ignorante de lo que pasaba en el campo ene- migo, habia permanecido toda la noche a orillas del rio Laja. En la madrugada siguiente continuaba su marcha con todo el ejército hacia los Ánjeles, llevando de vanguardia al rejimiento de granaderos a ca- ballo. El sarjento mayor don Benjamin Viel, que marchaba adelante con unos cincuenta o sesenta hombres de su cuerpo, ocupó el pueblo de los Ánjeles sin disparar un tiro, i sabiendo allí la retirada del ene- migo, siguió inmediatamente en su persecución. Al acercarse a las orillas del Biobio, pudo observar que los realistas habían comenzado a pasarlo en unas cuantas balsas que tenían preparadas; i queriendo embarazar esta operación mientras llegaban tropas con que empeñar un combate decisivo, cargó sobre un escuadrón de milicianos lanceros que cerraba la retaguardia de los fujitivos, lo puso en completa disper- sión causándole algunas bajas, i pidió empeñosamente que avanzasen uno o dos cuerpos de infantería en la seguridad de obtener fácilmente una victoria decisiva. El coronel Escalada que se le reunió poco mas tarde con todo el rejimiento de granaderos, reconoció lijeramente el campo, i en vista de aquella situación colocó su tropa en una loma vecina, esperando que llegasen los refuerzos pedidos {)ara empeñar el ataque.

Pero el grueso del ejército patriota no se había movido de los Án- jeles. En la madrugada del 19 de enero salía solo el batallón de caza- dores de los Andes i una pneza de artillería a las órdenes del coronel Alvarado, i después de una marcha de cerca de ocho horas, llegaba a medio dia a las inmediaciones del Biobio, cuando el ejército de Sán- chez estaba terminando de pasarlo. Tomando el mando de toda la co- lumna como jefe mas antiguo, Alvarado la dividió en dos cuerpos, i a las dos i media de la tarde se puso en marcha hacía las orillas del rio,

lio

HISTORIA DE CHILE

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haciendo avanzar la caballería por la derecha, donde el campo estSL^ lihre i despejado, i la infantería por entre los bosques que se alxab»; a la izquierda. A su retaguardia dejó una compañía de infantes ps la defensa de los bagajes que podian ser asaltados por alguna partí enemiga. Esta operación, emprendida cuando ya casi todo el ejercí de Sánchez ocupaba la banda opuesta del rio, no podía dar resulta definitivo. Los patriotas sablearon i dispersaron las partidas realisl que quedaban a la orilla derecha, dando la muerte a los que oponí. resistencia, tomando veintisiete prisioneros i entre ellos al teniente d* Ramón Pauna, orijinario de Madrid, ¡ rccojiendo treinta i siete paa dos, en su mayor parte soldados chilenos del cuerpo de dragones q abandonaban las fílas enemigas. Tendida la línea patriota a orillas c rio, rompió el fuego de fusil i de su único cañón sobre l.is últimas bals que trasportaban a los fujitivos, causándoles pérdidas considerablí pero tuvo también que sufrir los fuegos de tres piezas de artillería q desde la orilla opuesta hacia el enemigo. Este tiroteo costó a lo^ triólas la baja de veinte hombres entre muertos i heridos, contánd< entre los primeros el teniente segundo de cazadores de infantería H< Atanasio Matus, i el abanderado de granaderos don Eustaquio Bni: valiente oficial francés recien incorporado al ejército, que con i pequeño destacamento que mandaba un hermano suyo, hab«a entrai al rio a socorrer algunas familias dejadas en una isleta (9).

(9) El coronel lieauchef ha destinaclo una sentida pajina de sus memorias ¡nédi a referir la muerte heroica de este oficial. "La batería realista, dice, seguia hacien fuego con sus cañones, mientras algunos granaderos se empeñal>an en salvar I familias que se hallaban en un islote formado en un brazo del rio. Habla ya mucfa heridos por las ¡talas i la metralla de aquellos bar liaros. El capitán Alejo Br mandaba esos granaderos. Su hermano Eustaquio lo seguia pasando ese rio. estaba mal montado, i po<Ha ser arrastrado por la corriente, su hermano lo hi volver sobre sus pasos i tomar un caballo mejor. Cuando se volvia, este desgrac¡a< joven recibió una herida mortal de una líala de cañón de a 4 que le llevó una par del liajo vientre, i murió tres o cuatro horas después. Fué trasportado a los Anjel i vino a espirar en mi cama, porque nosotros nos hallábamos todavia en este puebl Vo habia cxijido que se le colocase allí. Eustaquio no había recibido aun su titulo oficial, que solo llegó algunos dias después de su muerte. Esta fué la de un lirar Sus últimas palabras fueron por Napoleón i por la independencia de la América di sur. Su hermano Alejo (después de haberse ilustrado en Pichincha i en Junin) mu; algunos años mas tarde en Lima, siendo coronel de granaderos a caliallo, de resuli de la caida de un cabriolé. De esta manera deplorable se estinguió la raza del moso almirante Bruix, que, para desgracia de la marina francesa i de Napoleoí murió temprano todavia. El emperador había tomado a estos dos jóvenes bajo protección, i había hecho darles una educación completamente militar* A la catd

1 8 1 9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII III

Este pequeño combate, que a haberse empeñado algunas horas an- tes í con algunos de los otros cuerpos estacionados en los Ánjeles, habria producido la total destrucción de los realistas, costaba a éstos dolorosas pérdidas. Fuera de los prisioneros i pasados, esperimentaron una baja que los documentos patriotas estiman, talvez exajeradamente, en mas de trescientos hombres, en gran parte ahogados en el paso del rio, i dejaron abandonados en la orilla derecha cuatro cañones en buea estado de servicio, ademas de otro que quedó en el rio, algunas armas de diversas clases, el ganado recojido por los fujitivos en los campos vecinos, i una considerable cantidad de equipaje de que se repartieron desordenadamente los milicianos i campesinos que se habian agregado al ejército patriota. En la misma noche continuaba Sánchez su marcha hacia el sur por la orilla izquierda del Biobio, para ir a rehacerse en la plaza de Nacimiento, dejando sin embargo algunas partidas para ob- servar los movimientos de los patriotas que (juedaban en la otra ban- da del rio.

4. Los patriola^ 4. Balcarce, entre tanto, permanecía en los Ánje- Nacimiento: los ^^^ ^" ""^ inacción inesplicable. En Chillan habia

realistas se retiran hecho cortar madera para la construcción de bal- a Tucapcl; i un , , . . , , j j 1^ cuerpo de ellos, sas que debían servirle en el paso de los nos. Des- mandado por el co- de los Ánjeles encargó que el jefe de estado mayor

ronel Sánchez, se , . . . 1 t 1

pone en marcha hiciese armar esas embarcaciones en el riachuelo

para Valdivia. ¿e Hualqui, que corre al noroeste de ese pueblo^

pero esta operación, imperfectamente ejecutada, i que habria debido

de éste, vinieron, como tantos otros, a buscar fortuna combatiendo por la hermosa causa de la independencia de la América del sur. Alejo habia sido paje i en seguida oficial en la guardia imperial; i Eustaquio, que tenia el título de barón, servia en un rejimiento de cazadores a caballo del ejército de linea. Nosotros tributamos al muerto los honores militares. Su cadáver descansa en la iglesia de los Ánjeles. Su hermano estuvo inconsolable por tal pérdida; i buscó con frecuencia la ocasión de hacerse matar. La muerte lo evitaba en los combates, i al fín murió aplastado por un carruaje. ¡Qué fatalidad! Eran dos brillantes jóvenes, llenos de ardor, i dignos de una mejor suerte. Aml)os fueron muí sentidos, i ahora mismo (1839), se habla de ellos con entusiasmo. Por lo que a toca, yo los amaba como si hubiesen sido mis hermanos, i como se aman los camaradas en el ejército. n

Don Bartolomé Mitre en su Historia de San Afartitij cap. XXI, § i, llama a ese oficial Eustaquio Brueys, haciéndolo hijo del almirante francés de este apellido que mandaba la escuadra francesa en Abukir i que murió en ese comlxite en agosto de 1798. Hai en esto un error de detalle. El padre de los dos oficiales de que ha- blamos aquí, era el almirante Eustaquio Bruix, orijinario de la isla de Santo Do- mingo, jefe de la escuadra de Boulogne en que Napoleón pretendió invadir la In- glaterra, i muerto en Paris en 1805.

112 HISTORIA DE CHILE 1819

ser la obra de unas cuantas horas, lo demoró mas de una semana. Por fin, dejando en los Ánjeles un corto destacamento de infantería bajo las órdenes del comandante don Isaac Thompson, para poner este pueblo a cubierto de cualquier ataque de las partidas de indios que se dejaban ver por el lado del sur, el 28 de enero se puso en rao- yimiento todo el ejército para reunirse a la vanguardia, i emprender el paso del Biobio. Esta marcha, que se queria ocultar al enemigo, se hizo, sin embargo, en un gran desorden, sobre todo en la noche, cuando las tropas se acercaban al rio. «Puedo asegurar, dice uno de los jefes mas distinguidos de ese ejército, que jamas se vio una división de 3,000 hombres en mas hermosa confusión. Perdidos en una noche oscura en vastas llanuras cubiertas de plantas i de arbustos, sin camino trazado, los batallones se confundieron, i se perdieron las muías de carga. Los gritos de los animales i los de los arrieros para buscarlos, formaban un embolismo que hacia reir. Ijo mas curioso que habia^ que ver era la confusión de nuestro jefe de estado mayor que quería engañar al enemigo con su marcha nocturna i ocultarle el punto por donde el ejército iba a pasar el rio (lo).ri La luz del día 29 de enero permitió restablecer algún orden después de aquella noche de con fusión.

Comenzóse en seguida el paso del rio con grandes dificultades i con poco concierto. En las pocas embarcaciones de que se podia dis- poner, lo atravesó primero un destacamento de granaderos desmonta- dos, mientras los caballos lo cruzaban a nado; i después de aquel comenzó a pasar la infantería. Una corta división del enemigo coloca- da en la banda opuesta, habria podido embarazar i talvez impedir aquella operación, pero Sánchez se habia retirado con todas sus fuerzas a la plaza de Nacimiento, i las partidas de esploracion que dejó para observar los movimientos de los patriotas, no se atrevieron a incomo- dar a éstos, i se retiraron precipitadamente hacia el sur. liAllí nos fué necesario, dice el autorizado testigo que hemos citado mas atrás, dis- ponernos para hacer frente al paso del río i no a los enemigos, puesto que no podia encontrarse uno solo. Nuestro jefe de estado mayor, sin embargo, se daba un trabajo diabólico colocando sus guardias avaiua-

(10) Memorias inéditas de Beauchef. La imprevisión o si se quiere la insaüdeo- cía del jefe de estado mayor, coronel Paz del Castillo, se halla censurada con mayor dureza todavía en el diario del capitán Brandsen, i en los Episodios qoe sobre di- versos sucesos de la guerra de la independencia publicó mas tarde en el Paraná el coronel don Manuel Olazábal, entonces capitán de granaderos a caballo.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII 1 13

das para evitar toda sorpresa. Nunca he visto un militar que trabajase tanto por la seguridad de un ejército. Tanto hizo que pa.samos el rio sin que nadie nos preguntase a donde íbamos. Esta fué sin duda una gran ventaja; pero tuvimos que sufrir una horrible lluvia que duró toda la noche, incomodándonos mucho en el paso del rio (ii).m

En la mañana siguiente (30 de enero) todo el ejército, precedido por una columna de caballería, emprendió la marcha hacia Nacimien- to, venciendo las dificultades del camino i casi sin hallar resistencia. Una columna de indios armados de lanza que se presentó ante la vanguardia, fué fácilmente dispersada por los granaderos, dejando en el campo algunos muertos. A las dos de la tarde llegó la vanguardia delante de la plaza de Nacimiento, de donde el enemigo habia salido apresuradamente esa misma mañana, abandonando seis cañones, casi todos sus bagajes i cantidades considerables de tabaco i de azúcar. El fuego puesto por los fujitivos a los galpones que servian de cuarteles, comenzaba a tomar grandes proporciones; pero habiéndose adelantado el capitán don Alejo Bruix, con unos cuantos granaderos i el capitán don Manuel Lavin con una compañía del número 3 de Chile, lograron dominar fácilmente el incendio. « En toda la campaña, dice sarcásti- camente el testigo citado (Beauchef), no vimos otro fuego que éste. En la fortaleza se encontró mucho papel i mucho tabaco. Los ciruja- nos tuvieron poco trabajo, i los soldados fumaron mucho, n El siguiente dia (3Í de enero) entraba Balcarce a la plaza de Nacimiento, i allí se le presentaron dos oficiales i algunos soldados del ejército realista, persuadidos de que estaba perdida para siempre la causa que habian defendido con tanta constancia.

En el campo de Sánchez reinaba entre tanto el mayor desconcierto. Se habia pronunciado una abierta división entre los oficiales i soldados que acababan de llegar de España, por una parte, i los guerrilleros i milicianos chilenos que hacian la guerra sin orden ni disciplina, por la otra. Muchos de los primeros consideraban desdoroso el estar so- metidos a obedecer las órdenes de Sánchez i de otros jefes de escasa cultura, i en su mayor número creian que era imposible prolongar la guerra contra las armas vencedoras de los independientes, o se resis- tían a continuarla bajo el plan de devastación i de esterminio a que se inclinaban los segundos. Sánchez, sin autoridad moral para hacerse respetar, i con escasas fuerzas, habria podido, sin embargo, oponer una resistencia mas acertada en algunos accidentes de la campaña;

(II) Memorias inéditas de Beauchef.

Tomo XII 8

1 14 HISTORIA DE CHILE 1819

pero falto de intelijcncia militar, no desplegó en esta ocasión mas que aquella porñada tenacidad que lo distinguió en años anteriores, i un sometimiento absoluto a las instrucciones que le habia dejado Osorio. Rechazando obstinadamente todo pensamiento de capitular con el enemigo, se habia ido retirando hacia el sur, dejando abandonada una gran porción de sus bagajes i de sus armas, i perdiendo una buena parte de sus tropas mas que en los combates, en el paso del Biobio, i por la deserción consiguiente a aquella situación. Al abandonar apresuradamente la plaza de Nacimiento, habia alcanzado a|>énas a clavar cinco de los cañones que allí dejaba, i sin tratar de oponer la menor resistencia a los patriotas que marchaban en su alcance, encar- gó a las hordas de indios que lo seguían, (|ue molestasen en lo posible a los vencedores. Fueron éstos los que pusieron fuego a los cuarteles de esa plaza.

Continuando su penosa retirada, Sánchez llegó el 31 de enero hasta los llanos de Angol, donde dio descanso a la tropa i a la jente que lo seguía. Temiendo verse atacado en aquellos lugares por las fuerzas patriotas que ocupaban a Nacimiento, continuó su retirada hacia el poniente, i cruzando la cordillera de Nahuelbuta, llegó el 2 de febrero a Tucapel viejo, antiguo pueblo ocupado por los españoles i reducido desde mucho tiempo atrás a un miserable agrupamiento de chozas de indios. Alli se le reunieron algunos milicianos que venían huyendo de Concepción i de sus contornos, ocupados a la sazón por los patriotas; í pudo reconocer que la deserción, mas que los combates, habia enra- recido sus fílas i que todas las fuerzas de su mando estaban reducidas a poco mas de mil hombres escasos, mal armados i peor vestidos, pero que podía contar con las tribus de indios de aquella comarca, dispues- tos a continuar la guerra que satisfacia sus instintos de depredación i de pillaje. Habiendo celebrado una junta de guerra en que se hizo sentir la diversidad de pareceres, resolvió Sánchez el 6 de febrero di- vidir esas tropas en dos cuerpos. Uno de ellos, compuesto en su mayor parte de milicianos i guerrilleros chilenos, quedaría allí a cargo del capitán Benavides, que de ájente de los patriotas, según contamos antes, se habia convertido en realista exaltado e íntransíjente, con instrucciones de mantener por todos medios las hostilidades en la frontera. El otro cuerpo, en que servían muchos oficiales i soldados españoles, emprendió, a fines de febrero, la marcha al sur por la rejion de la costa; í venciendo todo orden de dificultades al través de un país casi desierto, falto de provisiones, cruzado por ríos caudalosos, i cu- bierto en gran parte de bosques i matorrales, llegaba a fines de marzo

9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII II5

)artada plaza de Valdivia, que no podia suministrarle los recursos 'cesitaba. Esta operación, efectuada con arreglo a las instruccio- le dejó Osorio al partir de Chile en setiembre anterior, mereció :hez la desaprobación i la censura del virrei del Perii (12). 3roneI Freiré 5. Concepción i SUS contornos se hallaban en- e? jcTeral tónces en poder de los patriotas. Como contamos •ce regresa a antes, el coronel Freiré, a la cabeza de un corto des- erminada la tacamente, habia salido de Chillan al mismo tiem* ifía: ilusiones po que Balcarce abria la campaña sobre la isla o territorio de la I^ja. Pasando el Itata por el vado ible, poco antes que ese rio junte sus aguas con el Nuble, llegó ibel el 1 7 de enero. Allí se demoró cinco dias en reunir las mi- así como los soldados que desertaban del ejército enemigo, i las

Los documentos oficiales referentes a esta campaña son los partes pasados cneral Balcarce i por los coroneles Escalada i Alvarado, publicados por la ministerial en sus números estraordinarios de 28 de enero, 8 de febrero i 4 eo de 1819, reproducidos en seguida por la Gaceta de Buenos Aires, e inser- pues por don Carlos Calvo en las pajinas 206-19 ^^I tomo V de los Amtles os de la rn*olucion de la América latina. Las noticias contenidas en esos do- os están ampliadas i en cierta manera modificadas, en las memorias inéditas ichef, en el diario de Brandsen i en los Episodios de Olazábal que hemos íntes. Nosotros hemos po<lido ademas disponer de algunos documentos iné- el estado mayor patriota, listas de prisioneros, órdenes del dia, etc., etc., cuales hemos completado la relación de estos acontecimientos, os ha sido dado conocer en su forma orijinal los partes oficiales de Sánchez; lemos tenido a la vista el informe del virrei Pezuela al ministerio de la guerra rid, de fecha de 7 de julio que los resume. Dice alli que al tener la primera del plan de Sánchez de retirarse a Valdivia, le habia ordenado que se abstu- : hacerlo i que se conservase en las inmediaciones de la frontera del Biobio stilizar a los patriotas a fin de impedirles intentar empresa alguna sobre el que al efecto le envió algún dinero; pero que esas órdenes llegaron a Chile ya Sánchez estaba en Valdivia. Ateniéndose a los informes de Sánchez, se le la poca decisión que observaba en los indios araucanos para servir a la el reí; i se queja mas aun de los oficiales i soldados recien llegados de Espa* manifestaban poco entusiasmo por el servicio, i que parecian venir dispuestos, or influencia de los ajentes de los patriotas, para juntarse a éstos, como lo verificado algunos oficiales i muchos soldadas.

ronel Sánchez, que habia hecho por la causa del rei todo lo que era posible de su carácter obstinado i de su escasa intelijencia, pasó poco mas tarde al ande fué fríamente recibido por el virrei. Incorporado al ejército realista, : falleció de muerte natural el 25 de setiembre de 1821 durante la famosa a la sierra del jeneral Canterac con las tropas que habia sacado del Callao, as Memorias de Miller^ cap. XV^, tom. I, páj, 331.

Il6 HISTORIA DE CHILE iBig

familias e individuos que se habían ocultado para no verse obligados a seguir a éste en su retirada. Por ñn, el 25 de enero entraba a Con- cepción, abandonada entonces por casi todos sus pol>ladore8» i ocu- pada solo por algunas guerrillas enemigas que después de haber cometido las mas horribles depredaciones en la ciudad i en la comar- ca vecina, se dispersaban presurosamente evitando todo combate i tratando de replegarse al otro lado del Biobio. Freiré tomó el mando de la provincia con el título de intendente que le habia conferido el gobierno de Santiago.

I^os primeros dias de la administración del nuevo niandatarío fue* ron en estremo penosos. I^a guerra que habia asolado esa provincia, la emigración forzada de una gran parte de sus habitantes mandada llevar a efecto por los patriotas en enero de 18 18, i luego la retirada, de Sánchez obligando a seguirlo a casi todas las familias que queda- ban en la comarca, habia producido en ella una despoblación casi je- neral. Bandas de guerrilleros, muchos de ellos grandes malhechores, habían recorrido los campos durante los últimos meses, robando los ganados, saqueando las casas i persiguiendo a sus pobladores para obligarlos a tomar las armas o a abandonar sus hogares i a retirarse en el séquito del ejército de Sánchez. En la ciudad, donde estaban de- siertas casi todas las habitaciones, la rapacidad de los guerrilleros se habia ejercitado robando los muebles, las ropas i cuanto habia halla- do. "La ciudad, decía Freiré al recordar ese estado de cosas en su parte oficial, presenta un espectáculo bien triste, pues los enemigos han arrancado hasta las rejas de fíerro de las ventanas de muchas ca- sas, tt Talcahuano se hallaba en un estado igual de abandono; i aun- que sus fortificaciones no habían sido del todo destruidas, faltaban los cañones para su defensa. Poco a poco comenzaron a llegar algunas familias que permanecían ocultas en los bosques o que lograban eva- dirse del campo enemigo para acojerse bajo el amp>aro de las autori- dades patriotas.

La tranquilidad relativa que reinaba en la frontera después de la retirada de Sánchez, hizo creer al jeneral Balcarce que estaba termi- nada la empresa que se le habia encomendado, i que la pacificación de aquella provincia era completa i definitiva. Lo confirmaban en esta ilusión el arribo de numerosos desertores del ejército enemigo que lle- gaban a Nacimiento a entregarse a las autoridades patriotas, i las pro- testas de muchos indios de la comarca vecina que atraídos por los regalos que se les ofrecían, se presentaban en son de amigos. Balcarce llegó a persuadirse de que la dispersión de las tropas realistas era casi

1 8 1 9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII 1 1 7

>taj: i cuando se le informó que Sánchez se había retirado a Tucapel se preparaba para continuar su retirada a Valdivia, se imajinó que ^rían muí pocos los individuos que llegasen a aquella plaza. £n esta conñanza, el 7 de febrero comenzó a retirar sus tropas de la laza de Nacimiento que consideraba innecesario guarnecer. Ocho ras mas tarde, se hallaba en los Ánjeles i tomaba las últimas medidas- ara regresar a Santiago. Con arreglo a sus instrucciones, dispuso la istribucion del ejército de su mando. £1 batallón de cazadores de oquimbo, apoyado por cuatro piezas de artillería, quedaria en los njeles a las órdenes del teniente coronel don Isaac Thompson, para :ender a la defensa i tranquilidad de la isla de la Laja. El Tejimiento e granaderos a caballo i el batallón de cazadores de los Andes mar- larian al norte para ir a acantonarse en Curimon, donde se hallaba I jeneral San Martin. Los otros dos cuerpos, los batallones numero i numero 3 de Chile, cuya fuerza total entre ambos, no alcanzaba a nscientos hombres, recibieron la orden de marchar a Concepción a onde el intendente Freiré no tenia mas fuerzas lítiles que los caza- ores de la escolta directorial estacionados en Yumbel a las órdenes del oronel Alcázar. Al dar a aquel jefe sus últimas instrucciones, Balcarce,. reyendo terminada la campaña, le recomendaba que siguiera utilizan-

0 los servicios de Benavides, a quien suponia empeñado en recojer )s dispersos del enemigo para terminar la pacificación de toda la fron» ^ra. Tornadas estas disposiciones, Balcarce se ponia en marcha para antiago el 1 7 de febrero.

Aquí también se creia felizmente terminada la campaña del sur» Lleno de satisfacción, decia San Martin al director supremo en ofició- le 6 de febrero, tengo el honor de incluir a V. E. copia certificada del larte (del jeneral Balcarce) en que se asegura la gloriosa conclusión le la campaña del sur, i por consiguiente, la firme aseguración de la íbertad del estado. ft El gobierno lo hizo anunciar así al pais en el pe- íódico oficial, i creyendo nconveniente que todos los emigrados de la >rov¡ncia de Concepción o de cualquiera otro punto de sus inmedia- iones, regresaran a sus hogares, dispuso por un decreto publicado-

1 8 de febrero en la forma ordinaria de bando, que todos los indivi- luos o familias que se hallasen en ese caso se presentasen dentro de egundo dia a las autoridades locales para emprender el viaje, usando os medios de trasporte que éstas pudieran suministrarles por cuenta leí estado i con los jenerosos auxilios que pudieran suministrar los )ariiculares. "Se exhorta, decia el artículo 4.° del referido bando, a odos los vecinos pudientes de los pueblos del tránsito a que contri*

Il8 HISTORIA DE CHILE xSlQ

buyan con lo que permitan sus facultades a aliviar las penalidades de la marcha de los emigrados pobres, víctimas desgraciadas de un ene- migo bárbaro, it Una proclama espedida pocos dias después por el di- rector supremo, esplicaba el alcance de ese decreto como una medí de protección i amparo en favor de los desgraciados habitantes d Concepción a quienes las dolorosas circunstancias creadas por el esti do de guerra, habia obligado a abandonar sus hogares, recordando al mismo que el tesoro publico i los vecinos de Santiago los habían corrido en lo posible durante la emigración (13).

£1 director O'Higgins, de acuerdo con el senado lejislador, crey ademas, que las medidas de jenerosidad i de induljencia respecto d bando realista, podía añanzar la tranquilidad en las provincias del su Por un senado consulto espedido el mismo dia 8 de febrero, en qu» declaraba incorporada al estado chileno la provincia de Concepc cion, disponía que ulos habitantes de ésta que no se encontrasen ac=

(13) Esta proclama, circulada profusamente i reproducida en la Gaceta ministi rial de 27 de marzo, tenia por objeto tranquilizar los ánimos de los vecinos de cepdon representándoles los beneñciosde \*ívir en paz, i lasventpjas que se lesofreda;^ para ello bajo el amparo del gobierno i de las medidas iranquilizadoras que habí decretado. Contiene esa proclama noticias mui interesantes sobre el número de I familias emigradas en enero de 1818, i sobre los socorros que recibieron. "Vecin de la provincia de Concepción, decia: Habéis si>]o x'ictimas de todos los males siguientes a una guerra desoladora; pero gozasteis la satisfacción de esperimentar L fraternidad de vuestros conciudadanos de la intendencia de Santiago, i los pat les cuidados del gobierno. Un año de hospedaje en que todos los ciudadanos os hai franqueado sus casas; once meses en que constantemente se han alimentado solo la capital i por cuenta del estado 686 familias; los perennes socorros de vestu medicinas i demás auxilios que se han contribuido, i la satisfacción que tengo di» que jamas os habéis presentado a la comisión que destiné para vuestro auxilio oo! una aflicción o necesidad que no haya sido socorrida; las continuas providencias d una beneficencia preferente que siempre estuve espidiendo para colocar en de^ti útiles a los emigrados; i el consuelo que percibo al ver cumplidas mis órdenes bre vuestra restitución por cuenta del estado i que cada uno ha sido francament socorrido de cuantos auxilios o conio<lidades ha espuesto que necesitaba para su re^ greso; todo eso, digo, os debe convencer de que sois los hijos predilectos de la pa- tria. Vosotros sois testigos de los apuros del erario, i lo sois también de que no o9 ha faltado un solo dia la distribución de alimentos i socorros desde que se hÚEO go de ella la comisión. n £1 director recordaba en seguida la amnistía acordada ei favor de los realistas de las provincias del sur, esperando que ella contribuyese a restablecimiento de la mas perfecta tranquilidad.

Apesar de las facilidades concedidas para su trasporte, algunas de las famil» emigradas se establecieron definitivamente en Santiago, o en otras ciudades sitúa a este lado del Maule.

1 8 19 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XII II9

tualraente armados contra la causa del estado, no debían responder a ningún majistrado ni particular de su anterior conducta publica, >t re- conociéndoles el derecho de querellarse ante la justicia ordinaria por cualquiera ofensa que se le^ hiciese por sus actos u opíniores anterio- res. Obedeciendo al mismo principio, se prohibia en ese decreto la confiscación o secuestro de bienes de los individuos que en la última campaña hubiesen sido forzados a seguir al enemigo, i se supri- mía en aquella provincia «el tribunal de vijilancia i de calificación i cualquiera otro que se dirijiese a examinar la conducta pasada de los ciudadanos.il Estas mismas garantías eran estensivas a los chilenos o españoles que estando al servicio del enemigo, depusieran las armas i se acojiesen bajo el amparo de las leyes del estado, a los cuales se les ofrecía que pudiesen trasladarse libremente al estranjero si así lo de- seaban (14). Por otro decreto, espedido el 3 de marzo, con acuerdo igualmente del senado lejislador, se hizo estensiva esta gracia a todos los habitantes de Chile (15).

E^tas declaraciones debían producir, como produjeron en efecto, el sometimiento de algunos propietarios mas o menos prestí jiosos de las provincias del sur que habían servido en la medida de sus fuerzas a la

(14) Este acuerdo fué tomado por el senado lejislador en sesión de 5 de febrero, i fué sancionado por 0*Higgins i publicado en la forma ordinaria de bando el 8 del robmo mes. En sesión de i.^ de marzo, acordó ademas el senado que "todos los emigrados de Concepción, desde diciembre de 181 7 hasta febrero de 1819, debian libertarse de la satisfacción de réditos de aquellos capitales que a censo reconocie- sen sus fundos rústicos o urbanos, o de aquéllos que siendo censos o capellanías, se hubiesen dado a interés por algunos conventos o monasterios para defraudar al es- tado de los derechos de alcabala que adeuda el censo, no debiendo entrar en este privilejio los caudales de intereses de particulares. u Esta concesión era la misma que por decreto de 21 de julio de 181 7 se habia acordado a los patriotas que emi- graron al otro lado de los Andes durante la reconquista española.

(15) Este acuerdo fué celebrado por el senado en términos jenerales el i.<* de marzo. £1 decreto espedido por O'Higgins dos dias después le dio la forma en que fué publicado por bando. Con fecha de 11 de marzo el senado declaró que esta gracia no era estensiva a los individuos "que por sus delitos deban reputarse reos de alta traición i acreedores al último suplicio, o que puestos en plena libertad, sean sujetos de quienes deba temerse fundadamente que perturben el orden i la tranquilidad pú- blica. La misma regla, agregaba, debe observarse sobre los espatriados. No deben gozar del indulto los que lo han sido con causa i por sentencia, ni tampoco los que se hallen por precaución o seguridad del i)ais, si de su vuelta hai recelos probables de que peligra la salud del estado, n Esta declaración fué hecha a consecuencia de la tentativa de revuelta promovida en el distrito de Talca, de que hablaremos mas adelante.

I20 HISTORIA DE CHILE 1819

causa del reí, i de varios oñciales o empleados civiles del ejército rea- lista, que dotados de cierta cultura, no podian avenirse a servir eo compañía de los montoneros, en su mayor parte hombres desalmados i groseros, que componian las bandas que comenzaban a reorganizarse al otro lado del Biobio. Pero la amnistía ofrecida por el gobierno de Santiago no podía bastar para someter a estos últimos, que buscaban en. la alianza de los indios i en la prolongación de la guerra, la saiisfaccíoii de sus malos instintos, el robo, el saqueo i el pillaje. Asi fué que en los mismos dias en que el gobierno hacia esas promesas i acordaba, esas gracias, renacian las hostilidades en toda la frontera con los ca- racteres mas horribles. Como vamos a verlo mas adelante, la campa- ba diríjida por el jeneral Balearte, i celebrada en ios documentos pú- blicos como el término de la guerra del sur, no habia producido en manera alguna los efectos que habia hecho esperar. <6. Sublevadon 6. Inquietudes i alarmas de otro orden ^ñnieron de los pnsior.e- ademas en esos momentos a preocupar la atención del

ros rca.L^tas en ^ '

San Lais: es gobierno i a complicar de una manera inesperada la ^S'icrribí*^ situación. El 1 6 de febrero llegaba a Santiago la noticia mente. de un levantaoíiiento intentado en San Luis (Cuyo) por

los prisioneros españoles conñnados en ese lugar, del peligro en que se habían hallado las autoridades patriotas i de la terrible represión que habia sido necesario ejecutar. Anunciál>ase, ademas^ que ese frustrado movimiento tenia grandes ramiñcaciones, que habia sido preparado de acuerdo con las montoneras que mantenían la anarquía en las provin- cias aijentinas i que uno de sus instigadores era don José Miguel Ca- rrera que esperaba recuperar por tales rexiieltas el gobierno de Chile. £1 jeneral San Martin, al comunicar a O'Higgins estas noticias desde su campamento de Curimon, le decía lo que sigue: •> Ahora mas que nunca se necesita que V. haga un esfuerzo para auxiliar a Cuyo. Yo partiré e5ta noche, i espero sacar todo el partido posib!e de las cir- cunstancias críticas en que nos hallamos. Vo temo que todos los pri- síonerús de las Bruscas ha\-an sido incorporados en la montonera. Chile no puede mantenerse en orden, i se contajia si no acudimos a tíempa No .:uede < Libre ) un solo prisionero. Reúnalos V. todos: edie la maro a teda hombre que por su opinión pública sea enemigo de la tranquilidad. En una pa!abra, es preciso emplear en este momento la enerjía mas constante.» En la misma carta le recomendaba que por vía de precaiMSoo hiciera aprehender sin tardanza a todos los parciales <ie Carrcfa. i que los remitiese a Juan Fernandez.

Los sucesos de Son Luis, sin dejar de ser una horrorosa trajedia que

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII 121

no puede recordarse sin dolor, no tenía la trascendencia i las compli- caciones que se le atribuían. Ese pueblo, aislado en medio de la pam* pa, pobre i escaso de otros recursos que los necesarios para la satisfac- ción de la vida material, había sido elejido después de Chacabuco para depósito de los prisioneros de cierto rango de la guerra de Chile. £1 ex-presidente Marcó del Pont i los otros militares españoles que con él fueron enviados en 1817, llevaban allí mas de un año de tranquila residencia, cuando llegaron a ese pueblo el brigadier Ordoñez, los comandantes Morgado, Primo de Rivera, Moría i muchos otros oñcia- les prisioneros de Maipo que apesar de la comunidad de orí jen i de desgracia, no cultivaron con aquellos relaciones de mucha intimi- dad ( 1 6). Aunque sometidos a las privaciones consiguientes a su si- tuación i a la pobreza del pueblo en que residían, esos militares eran iratados con benevolencia. Algunos de ellos se dedicaron a cultivar un luerto para distraer las largas horas de su cautiverio, i sea porque en 'ealidad estuviesen satisfechos del tratamiento que recibían o porque [quisieran congraciarse con San Martin esperando mejorar su suerte,. 56 dirijieron a éste para cspresarle su reconocimiento (17). El 3 de no-

(16) Nacía este alejamiento de una doble causa. Los prisioneros de Maipo, que >e habían batido denodadamente en la última campaña, miraban en menos a Marca

a sus compañeros, acusándolos de la pérdida de Chile por flojedad de ánimo du- rante la campaña de 1817. Marcó^ por su parte, no queriendo familiarizarse con )ficiales de inferior jerarquía, i no queriendo, ademas, dar pretesto para que las au- loridades de San Luis pudiesen creer que tomaba parte en conversaciones contra ^stas, i mucho menos en planes de levantamiento, vivía alejado de ellos en una casa apartada, en donde, sin embargo, solían comer los domingos el brigadier Ordoñes i dos o tres jefes de sus amigos.

(17) Don Bartolomé Mitre ha publicado en la nota 62 del cap. XXI de su Histo- ria de San Maríitt una carta dirijida a éste por el comandante Moría el 18 de julio de 1818, i otra del jeneral Ordoñez de 24 de setiembre del mismo año, para darle las gracias por el buen tratamiento que recibían en San Luis. Deseando por nuestra parte completar este orden de noticias, vamos a reproducir aquf otro documento del mismo orijen:

•*Excmo. señor: £1 brigadier de los reales ejércitos don José Ordoñez, por si i a nombre de los jefes que se hallan en esta ciudad a virtud de orden superior, cspone a V. £. que habiendo sido prisioneros de guerra en las llanuras de Maipo perdieron sus equipajes i cuanto podían tener para su manutención. Inútiles para suUústir^ hemos sido conducidos a ésta, donde, destituidos de los auxilios que hacen la conser* vacion, buscamos en V. E. la protección que el derecho de jentes ha dispensado a los de esta clase. Alivíense, señor, las desgracias que les rodean, i nQ se confunda en la miseria este número de prisioneros. a esta declaración añade V. £. con alguna equidad la de aliviar en la misma el resto de oñciales que mendigan el lavado

122

HISTORIA DE CHILE

1819

TÍembre llegaba a ese pueblo el doctor don Bernardo Monteagudo, desterrado de Chile por los motivos de que hemos hablado en otra parte; i este accidente iba a tener una gran influencia en la suerte de aquellos desgraciados prisioneros ( 1 8).

Parece, en efecto, que Monteagudo, lastimado en su amor propio por las preferencias que en el seno de algunas familias recibian los oficiales españoles, concibió por éstos celos enconados que lo precipi- taron a cometer actos de indigna hostilidad. Ijos recursos naturales de su injenio i su calidad de patriota, le habian permitido ganarse U confianza de don Vicente Dupuí, teniente gobernador de San Luis, i hombre inclinado, como sabemos, a dejarse impresionar por las alar- mas que se le sujerían. Haciéndole entender cuan peligroso era dejar a los prisioneros españoles en completa libertad en un pueblo que solo estaba guarnecido por unos cuantos milicianos, sobre todo hallándose las provincias vecinas dominadas [X)r las montoneras rebeldes, Mon- teagudo, según la tradición jeneral i s^un parecen confirmarlo I documentos, obtuvo que el teniente gobernador dictase el i.^ de brero un bando en que se prohibia a aquellos salir de noche i visi a las familias, dando por causa de esta ultima determinación el rumor de que con sus conversaciones estraviaban la opinión pública. Es prohibición se hizo mas rigorosamente efectiva por la circunstancia d haber llegado a San Luis en esos mismos días otros veinte prisioneros^^e- simples soldados del ejército español, enviados de Mendoza. Anun

de ropo, aunque contentos con U comida que se les pasa, habrá V. £. aSadido a condícioa de guerrero, la de grande i compasivo, aunque ya se ha acreditado procederes que la publicidad anota. Dios guarde a V. E. muchos años. San i julio 18 de 1818. Kxcmo. señor. fosí Ordoñez. Excmo. señor jeneral en de los ejércitos de la patria don José de San Martin, m Este puso al máijen de solicitad la providencia siguiente: ««Mendoza, 25 de julio de iSiS. ^No siendo d mi resorte esta solicitud, pásese con el correspondiente oñcio al excmou sa| director del estado de Chile, para que en su vista resuelva lo que fuere de sa rior agrad*-». San Martin.» Los prisioneros fueron socorridos con cortos anxUioS! pero Incg^' se supo que los redbbn con mayor abundancia de manos de españoles residentes en Chile.

( i8> Véase la nou núm. 8 del capitulo anterior. Apenas llegado a San Monteagudo esciilMa a O'IIiggins con fecha de 5 de noviembre para protestarie adhcsirjo i para pedirle que se condoliera de su suerte. En esa carta se haUan lincas: -AI riia siguiente a mi llegada roe sorprendió la visita de OrdoAes i de Rivera. E^tos i los demás se han dedica'jo a cultivar un huerto para entiet en este desíeno. liablan ya de nuestras cosas con tal consideración que toca ei respeto, f

k

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII 1^3

cióse, ademas, que a causa de la escasez de tropa que había en San Luis, los prisioneros serian divididos en grupos poco numerosos, i repartidos en lugares mas o menos apartados de aquella ciudad.

Aquellas medidas i estas amenazas produjeron una gran irritación entre los prisioneros. Los mas animosos i los mas caracterizados de ellos, no quisieron resignarse por mas largo tiempo a su suerte; i cre- yendo que la guarnición de San Luís era insuñciente para oponerles una porfiada resistencia, prepararon sijilosamente un levantamiento que, según sus esperanzas, los haría dueños del pueblo i los dejaría libres, ya para ir a reunirse a los montoneros que mantenían la guerra <:¡vil en la vecina provincia de Córdoba, ya para pasar la cordillera por algún boquete del sur para caer a la rejion austral de Chile, donde liallarian fuerzas españolas a que reunirse. £1 complot fué preparado <:on mucha reserva por unos cuantos oficiales, sin comunicarlo siquiera a los demás prisioneros, de modo que las autoridades no tuvieron la Tnenor noticia del peligro que las amenazaba.

Por invitación de don Gregorio Carretero, oficial valiente que había sido capitán del batallón Burgos, i que ahora era el alma de aquella conspiración, en la mañana del 8 de febrero, se reunían cerca de trein- ta oficiales prisioneros en el huerto de la casa que aquél ocupaba, a pretesto de tener algunas horas de entretenimiento. Después de un frugal almuerzo de solo pan i queso, Carretero descubrió el proyecto a sus compañeros, anunciándoles en términos enérjicos que había llegado la hora de recobrar la libertad. Movidos muchos por la exasperación consiguiente a su cautiverio, i otros también, según declararon mas tar- de, por el temor de ser asesinados no acompañaban a sus jefes, todos se sometieron gustosos al parecer a la voz de éstos. Distribuidos en tres grupos de fuerza mui desigual (19), debían caer a un mismo tiem- po sobre el cuartel del pueblo, en que se guardaban algunas armas, sobre la cárcel para poner en libertad a los presos, i sobre la casa de Monteagudo, mientras los jefes mas caracterizados iban a prender al teniente gobernador Dupui en su propio despacho. Por todas armas

(19) Según las declaraciones del proceso, estos grupos estaban fot mados de la manera siguiente: uno de diez hombres mandado por el capitán don Felipe La Ma* dríd, debía asaltar el cuartel; otro de seis hombres, mandado por el capitán don Dámaso Salvador, debía apoderarse de la cárcel i poner en libertad a los presos; i el tercero, formado por solo dos hombres, i el capitán don Ramón Cova, el briga- dier Ordoñez, los coroneles Morgado i Primo de Rivera, el teniente coronel Moría i el capitán Carretero, debía ^apoderarse de la persona del teniente gobernador Du- pui para obligarlo a firmar las órdenes de entrega de la plaza.

124 HISTORIA DE CHILE 1819

tenían una hacha, i diez cuchillos ordinarios comprados poco antes en una tienda del pueblo. I^s demás se armaron de garrotes, cortados precipitadamente a los árboles del huerto.

A las ocho de la mañana se dirijieron esos grupos a desempeñar las diversas comisiones que se les habian encomendado. Solo el primero <le ellos consiguió su intento. Los asaltantes desarmaron al centinela que había en la puerta del cuartel, i penetraron en el cuerpo de guar- dia dirijidos por el subteniente don José María Ríesco, joven chileno de una rara intrepidez, que había servido en el batallón de Arequipa; i trabando una lucha cuerpo a cuerpo, desarmaron a los soldados, per- diendo en ello un tiempo precioso i sin conseguir poner en libertad a los otros prisioneros que estaban allí detenidos. La partida que debió asaltar la cárcel, fué dispersada i perseguida por grupos de pueblo reu- nidos apresuradamente i capitaneados por el comandante de milicias don José Antonio Becerra. Los prisioneros españoles destinados a prender a Monteagudo, fueron igualmente atacados por el pueblo, perseguidos i muertos.

Mientras tanto, en el despacho del teniente gobernador se había trabado una lucha que éste referia dos o tres horas mas tarde de la manera siguiente: «Se presentaron en mi casa el brigadier don José Ordoñez, el coronel don Joaquín Primo de Rivera, el coronel don An- tonio Morgado, el teniente coronel don Lorenzo Moría, el capitán don Gregorio Carretero i el teniente don Juan Burguillos; i después de las •espresiones de etiqueta, se pusieron de pié, i tomando la palabra Ca- rretero, me dijo: »»so picaro, estos son los momentos en que debe espi^ rar V, Toda la América está perdida, i de ésta no se escapa V.it, i eis- •el momento cargaron sobre con puñales, el mismo Carretero, Bur- guillos i Primo, disponiéndose los demás a hacer lo mismo. Entonces, volviendo hacía atrás, gané un estrado, desde el cual le di un puñetaccr a Morgado, que cayó en tierra; pero inmediatamente cargaron todo9 sobre mí, i no pude evitar el venir al suelo, donde recibí algunas con^ tusiones en la cara i en diferentes partes del cuerpo en la brega para^ ponerme en pié; lo que al ñn conseguí justamente en los momentos eiB. que ya se dejaba oír el tiroteo i la resistencia del pueblo en los demas^ puntos que trató de ocupar el resto de los prisioneros. Debo observar a V. S. que la misma circunstancia de que ellos se prometían el triun* fo, ha sido la que ha trastornado sus planes; tal es la simultaneidad de acción, porque habiendo atacado el cuartel en el mismo momento que invadieron mi casa i la sitiaron, la tropa se alarmó, i el puebla como por una esplosion eléctrica, se puso en armas; i observando que

l8í9 PARTE OCTAVA,— CAPÍTULO XII I25

la puerta de mi casa estaba cerrada, hizo esfuerzos para abrirla, lo que dio a conocer a los que se hallaban conmigo, que su plan había abor- tado. Entonces, sobrecojidos de terror, empezaron a pedirme que les asegurase las vidas; i con el pretesto de aquietar al pueblo que se ha- llaba a la puerta, salí de mi habitación, i el pueblo cargó rápidamente sobre los oficiales españoles, habiendo hecho éstos la resistencia que pudieron, i herido mortalmente Burguillos a mi secretario el capitán don José Manuel Riveros (20). «i

Siguióse, en efecto, una escena de venganza popular i de horror que es difícil describir. Veinte o mas hombres armados, unos de palos i otros de cuchillos i de sables, cargaron impetuosamente sobre los oñ- dales españoles, los derribaron al suelo i los ultimaron en poco rato. ««Este fué el instante, dice Dupui, en que los deberes de mi cargo i de mi autoridad se pusieron de acuerdo con la justa indignación del pue- blo. Yo los mandé degollar en el acto, i espiaron su crimen en mi presencia, i a la vista de un pueblo inocente i jeneroso donde no han recibido sino hospitalidad i beneñcios. El coronel Morgado murió a mis manos. II El mas joven, i tal vez el mas heroico de aquellos infeli- ces, el coronel don Joaquin Primo de Rivera, alcanzó a retirarse al cuarto vecino de aquel teatro de horror; i hallando allí una carabi- na cargada, se dio la muerte disparándose un tiro que le destrozó el cráneo.

Escenas idénticas se repetían en otros lugares de la ciudad. El pue- blo enfurecido i armado de cualquier modo, perseguía tenazmente a los oficiales españoles que habian intentado el asalto del cuartel i de la cárcel o que corrian por las calles en busca de un asilo, i los ulti- maba sin piedad. Estos actos de furor se ejercieron con otros mdivi- duos enteramente estraños a la conspiración, i que ni siquiera habian salido de sus casas. El coronel don José Berganza, antiguo comandan-

(20) Parte al gobernador intendente de Cuyo escrito [el mismo día 8 de febrero a las once de la mañana. En otro parte mas estenso, escrito el 20 de febrero, Du- pui refiere los mismos hechos con alguna variedad de incidentes, entre otros, el ha- l)cr dado en el principio de la riña un golpe o sacudón a Morgado que le hizo caer de la roano el puñal con que lo amenazaba. La herida que recibió Riveros, i que Dupui llama mortal, no lo era en efecto, ni siquiera revistió mucha gravedad. De ámlias relaciones se desprende claramente que los oficiales españoles no lleval)an el propósito de asesinar a Dupui, i que a haljcrlo querido, habrian podido ejecutarlo. Por lo demás, el teniente coronel Moría que desde meses atrás vivía en casa del te- niente gobernador de San Luis, tenia por éste cierta estimación personal que le habria impedido tomar parte en su asesinato.

126 HISTORIA DE CHILE 1819

te de artillería del ejército realista de Chile, pereció de esa manera. Treinta i tres individuos, de los cuales veintitrés eran ofícíales de di versas graduaciones, fueron sacrificados en esc dia. De los milicianos de la guarnición resultaron solo tres o cuatro heridos, uno de los cua- les falleció pocos dias después. ••Cuando vi que cesó el peligro que amenazal)a la seguridad publica, dice Dupui, mandé que todos los prisioneros i confinados por enemigos de la causa que hubiesen sobre- vivido, fuesen puestos en seguridad con el fin de descubrir el orfjen» progresos i trascendencia de esta conspiración, n

£1 mismo dia comenzó a instruirse el proceso. £1 teniente gober- nador Dupui confió este encargo al doctor don Bernardo Monteagudo^ que si por su intelijencia era apto para desempeñarlo, los antecedente^^ que dejamos recordados, así como la dureza desapiadada de su carác ter, probada ya en otras ocasiones, lo inabilitaban para ejercer la^^ funciones de juez equitativo e imparcial. £se proceso, terminado seis»- dias después con la mas implacable severidad, dio por resultado el_ fusilamiento de otros ocho individuos, oficiales o paisanos, algunos d^ los cuales eran casi del todo inocentes, i habrían merecido una pena. insignificante o una absolución completa ante un tribunal mas justifi- cado. Solo un sobnno de Ordoñez, llamado Juan Ruiz Ordoñez, man- cebo de diezisiete años que habia servido como ayudante en uno de los batallones del ejército realista de Chile, fué indultado de la pena de muerte, después de obligársele a firmar una declaración en que se hacía condenar el malogrado levantamiento de los prisioneros i la conducta de éstos. Aquellos horrores, cuya responsabilidad pesa es- elusivamente sobre las autoridades de San Luis i sobre Monteagudo, es una negra mancha de la revolución arjentina, i produjo por resultado un gríto de exasperación i de venganza de todos los realistas que en Améríca peleaban todavía por sostener la causa de Fernando VII (21).

(21) El parte oficial (tasado por Dupui al golternador intendente de Mendon con fecha de 20 de febrero de 1819, indudablemente escrito por Monteagudo, hace una. relación clara í noticiosa de estos sucesos. Ese parte, pubb'cado en la Gaceta rstraor- diñaría de Chile de 5 de marro con la lista de los cuarenta i un individuos nnuertos o fusilados en aquel horroroso acontecimiento, fué igualmente publicado en !a Gac£' ta de buenos Aires de 10 de mr%rzo: pero este mismo periódico habia dado a luz en sus números de 22 (estraordinario) i 24 de febrero otros documentos conceniientes a estos sucesos. El lector puede hallarlos todos en las pajinas 230-45 del tomo V de los AnaUs citados de don Cárla<i Calvo. Entre éstos, es digno de mención un o6ciu de 11 de febrero dirijido por Dupui al director supremo de las provincias uni* das, en que se leen las palabras siguientes: "Por ahora solo creo de necesidad tnfor-

1 8 1 9 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XII 1 2 7

Los montoneros que mantenían aun la guerra en Chile en nombre del reí, tomaron pretesto en la matanza de San Luis para justiñcar los abominables excesos que cometían.

Mas que la acción de la autoridad i de la fuerza publica, el empuje i la decisión del pueblo había salvado a San Luis el 8 de febrero de caer en poder de los prisioneros españoles. Probablemente, si éstos hubieran triunfado, no habrían cometido grandes excesos en una po- blación en que se les trataba hospitalariamente; pero de todas mane-

mar a V. £. que está plenamente probado que el plan de los conjurados era irse a unir con la montonera, en virtud de comunicaciones que decían haber recibi<lo de don José Miguel Carrera i don Carlos Alvear. Estas no se han encontrado i aun no hai razones liastantes para darlas por ciertas; pero es indudable que su proyecto era ine a unir con los montoneros, n Don Julián Alvarcz, redactor déla Gaceta át Buenos Aires, amigo personal de Dupui, i grande enemigo de Carrera i de Alvear, se empeñó en confirmar esa especie desde las columnas de aquel periódico, sin cons^uir darle el prestijio para que fuera aceptada por la opinión jeneral.

Dupui hizo sacar cuatro copias del proceso. Nosotros hemos tenido a la vista una de ellas, i este documento, como los demás que hemos consultado, nos ofrecían material abundante para referir la conspiración i la matanza de San Luis con grande abundancia de detalles. No lo hemos hecho así, sin emlwrgo, por creer que en el cuadro de esta historia, bastaba consignar esos sucesos, en cierto modo estraños a ella, solo en sus rasgos jenerales, pero con la suficiente claridad. Don Benjamín Vicuña Mackennna destinó a contar estos sucesos el capítulo IV de su libro titulado La guerra a muerte^ historia de las campañas del sur de Chile contra los últimos tlefensoies de la causa del reí, i mas tarde les consagró un estudio especial titulado La matanza de San LuiSy inserto en sus Relaciones históricas^ tom. II, p¿js. 145*213. Este estudio, no exento de errores de detalle, es bastante prolijo, i reproduce la vista fiscal de Monteagudo i la sentencia final de Dupui. Pueden verse también las pajinas en que don Bartolomé Mitre ha referido estos hechos en el capitulo XXI de su Historia de San Martin,

La Ret'isia Nacioned A^ Buenos Aires, tomo V (1888) publicó en las pijs. 71-81 un articulo escrito por don José M. Tissera en que se refieren estos hechos con cier- tos incidentes recordados por la tradición; i en las pájs. 289*301 una relación escri- ta en 1869 por don Manuel B. Alvarez, testigo i actor en el levantamiento del pueblo de San Luis para reprimir la sublevación realista. Sin aceptar completa* mente la verdad de algunas noticias consignadas en el primero de esos escritos, creemos que éste, asi como la relación de Alvarez, ayudan a conocer aquella dolorosa trajedia.

El ex-presidente Marcó del Pont i el coronel don Ramón González Bemedo, an- tiguo comandante jeneral de la calialleria del ejército realista de Chile, fueron some- tidos también a juicio; pero pronto se reconoció la completa inocencia de ámlx)s. El primero de ellos, por la intercesión de algunos parientes que ocupaban en Buenos Aires una ventajosa posición, fué trcisladadoa la villa de Lujan, en los alrededores de aquella ciudad; i allí falleció antes de fines de ese mismo año. El segundo estuvo

128 HISTORIA DE CHILE 1819

ras, el buen éxito de la conspiración habría sido causa de serías per- turbaciones. En este sentido, habia motivo para celebrar el fracaso de ese plan; pero las matanzas crueles e innecesarias de ese día i las eje- cuciones capitales que se les siguieron, debieron producir el horror^ como han producido la condenación de la posteridad. Sin embargo^ por orden del teniente gobernador se mandó celebrar el i6 de febrero una solemne misa de gracias a que por orden superior fué obligado a asistir todo el vecindario, e iluminar todas las calles de la población. Una proclama publicada en esos dias por arjuel funcionario, i escrita sin duda alguna por Monteagudo, felicitaba ardorosamente al puebla por haber salvado de aquel peligro, lo aplaudía por el esterminio de los conspiradores i aconsejaba el odio eterno al nombre español. Antes de mucho tiempo, con todo, habia de hacerse sentir el cambio de la opinión sobre aquel trájico i deplorable acontecimiento, o mas bien sobre la dureza con que fué reprimido. 7. Sublevación 7. Aunque la intentada sublevaciori de los prisionc-

os erma- ^^^ españoles de San Luis no tenia las ramifícaciones nos Prieto en *

la cordillera que al principio se le atribuyeron, no faltaban motivos de Talca. para creer que era una simple manifestación de un

levantamiento combinado a uno i otro lado de los Andes por los realistas i los enemigos interiores de estos gobiernos. En esos mismos dias, comenzaban a hacerse sentir en Chile los primeros síntomas de un movimiento revolucionario, despreciable en su principio, pero que esta coincidencia hizo alarmante, i que en efecto tomó cuerpo i el as- pecto de un serio peligro.

Los promotores de ese movimiento eran tres hermanos llamados Francisco de Paula, José i Juan Francisco Prieto. Orijinarios i vecinos de Talca, donde tenían una modesta posición, habían vivido estraños a los acontecimientos políticos, sin tomar parte alguna en la revolución que conmovía al país desde ocho años atrás. En mayo de 1818, cuan- do el coronel Zapiola recuperó a Talca, (}ue abandonaban los realistas

sometido a prisión donde perdió el juicio. Trasladado en seguida a Mendoza en estado deplorable, su familia consiguió en 1822 llevarlo a España, i allí murió a los pocos dias de su arrilio.

El subteniente Kuiz Ordoñez contrajo matrimonio en San Luis en una familia emparentada en Chile i c^ue tenia algunos bienes en este país. Habiendo regresado mas tarde a España, falleció allí de una edad muí avanzada.

Según las declaraciones del proceso, se distinguió en la defensa del cuartel el oficial de milicias don Facundo (¿uiroga, preso a la sazón no sabemos por qué falta, i terriblemente famoso roas tarde en las guerras civiles de las provincias arjentinas.

1 8 19 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII 1 29

fujitivos de Maípo, viendo que los patriotas mas conocidos i caracteri- zados de aquella ciudad habían emigrado hacia el norte, i no hallando otra persona a quien confíar provisoriamente el gobierno civil, llamó a este puesto a don José Prieto; pero el poco prestijio de éste, i las medidas atropelladas que tomó para perseguir a los que llamaba ene- migos de la causa revolucionaria, fueron causa de que por orden del director supremo, se le separara del mando pocos días después.

Este incidente despertó la ambición de los tres hermanos i sus re sentimientos contra el gobierno del estado. Completamente estraños hasta entonces al movimiento político i militar, i por tanto, desprovis- tos de antecedentes que hubieran dado algún lustre a sus nombres, pero dotados de un espíritu inquieto i turbulento, i habituados ademas a la vida de reyertas i de correrías tan frecuentes en esa época entre las jentes que vivian en los campos i en los pueblos de provincia, los hermanos Prieto llegaron a persuadirse de que era posible trastornar el orden de cosas existente que no parecia mui consolidado. £1 mayor de ellos, don Francisco de Paula, se trasladó a Santiago en noviembre de 1818, se puso al habla con algunos de los hombres que vivian re- sentidos con el gobierno del jeneral O'Higgins, i llegó a creer que existian en todo el país i en el mismo ejército los jérmenes de una for- midable oposición, i que solo se necesitaba dar una voz para producir un levantamiento jeneral. Sus aspiraciones fueron formuladas en una proclama dirijida a los pueblos i al ejército, i escrita con bastante pobre- za de ideas como de redacción i forma gramatical i literaria. Dándose el título de ««protector supremo de los pueblos libres de Chile, «t Prieto los invitaba a levantarse contra el gobierno del director supremo i con- tra el réjimen establecido por la constitución de 1818, a convocar un congreso nacional, i a ayudarlo a cimentar en este pais la verdadera li- bertad. Se sacaron muchas copias manuscritas de esta proclama, i sin espresar en ellas la fecha ni la residencia del llamado "protector,?! las hizo circular por medio de sus parciales. Engañado por sus ilusiones, i creyendo que el ejército estaba listo para secundar el proyectado mo- vimiento, se diríjió al jeneral San Martin que se hallaba en el campa- mento de Curímon, i al jeneral Balcarce i al coronel Freiré que hacian la guerra en la provincia de Concepción, invitándolos a secundar el levantamiento, envíándoles al efecto copias de su proclama para que fueran distribuidas a la tropa. Hecho esto. Prieto partia de Santiago a mediados de enero de 1819, e iba a ocultarse en las serranías de CumpeOy donde se proponia organizar una montonera, i esperar la próxima insurrección del ejército para ponerse a su cabeza.

Tono XII 9

130 HISTORIA DE CHILE 181S

Como debe suponerse, los jefes militares recibieron con desden el proyecto revolucionario. San Martin lo comunicó inmediatamente a O'Higgins, sin darle por el momento ninguna importancia (23). Éste último, mui preocupado entonces con el gran cúmulo de atencio- nes que le imponía el gobierno interior del estado, la guerra del sur i la proyectada espedicion al Perú, no hizo gran caso de aquel in» tentó revolucionario. •• Mucho nos hemos reido con Guido al leer el d

manifiesto, actas i proclamas sin fecha ni señalamiento de lugar del i

protector i dictador Prieto, escribía a San Martin. Los tenientes go- -*

bcrnadores de Talca, Linares i Parral me escriben que hacen las mas vivas dilijencias para aprehender a este hombre loco i ridiculo que no ha podido aumentar sus estados federales a mas de veinte ladrones i facinerosos mui conocidos, i que es probable que si a la fecha no han caído, por lo menos se habrán dispersado (24). n El 29 de enero, eV -^ ^ director supremo, calificando de criminal insensatez la tentativa d Prieto para perturbar la paz pública, en circunstancias en que todo ha cia necesario su añanzamíento, disponia que los revoltosos fueran pee s^uidos activamente.

Pero luego tomaron un carácter mas alarmante las noticias de aque descabellado levantamiento. £1 senado lejislador habia comenzado discutir una lei per la cual se establecía que los cargos de tenient gobernadores de los partidos o departamentos fueran conferidos po elección popular; i en el distrito de Cauqucnes, el pueblo, adelantan dose a la promulgación de esa lei, acababa de deponer tumultuaría mente a sus autoridades gubernativas. O'Higgins, persuadido de qu ese no era el momento para llevar a cabo una innovación tan peligro- sa, i de que era preciso esperar nuna época menos turbulenta que n podía tardar muchon, se dirijió al senado con fecha de i.° de febrera

(23) Con fecha 27 de enero, San Martin escribía a Gaido lo que sigue sobre esti particuUr: "Impóngase V. de los pliegos que remito al director (0'llig¿iiu) d "protector supremo de Chile nuevo. n No digo él, pero un negro de Guinea me indiferente con tal que hiciese la felicidad de Chile. Vo estoi seguro de que ¿si serán los sentimientos del señor don Bernardo, n

(24) Esta carta no tiene fecha en el orijinal: pero de su testo se desprende que fu. escrita el 28 de enero. No se halla reproducida en la correspondencia de O'Higgiía publicada en los apéndices de la fisiona de San Martin por don Bartolomé Mi i las otras insertas en esa colección i que se refieren a los sucesos que vamos tando, están abreviadas, i casi reducidas a simples estractos, con supresión de jes interesantes. Nosotros utilizamos, como lo hemos hecho en otras ocasiones» I^b-^^- ^ copias exactas i completas que tomamos en el archivo particular del jeneral Martin, según lo hemos indicado anteriormente.

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I Si 8 PARTE OCTAVA.r-CAPÍXyLO XII 131

para pedirle que aplazara la consideración de ese asunto. «Los adjun- tos documentos, decía, manifestarán a V. £. de un modo convincente que los díscolos que abriga nuestro suelo, desgraciadamente en crecido número, no se descuidan de aprovechar las proporciones que creen oportunas para introducir la anarquía. Gobiernos representativos, fe- deración, protector, aquí los títulos pomposos i alucinadores de los incautos, que quieren hacer valer los seductores para un trastorno de la actual administración. n £1 senado, impuesto de aquellos documen- tos, declaró que «aunque el conocimiento de su autor don Francisco de Paula Prieto hacia despreciable la empresa, no todos lo conocian ni distinguían sus planes desconcertados, ni estaba en el orden creer que por solo i por sus hermanos (sin el apoyo de los realistas i de los parciales de Carrera) se proyectase un trastorno jeneral del estado, m i que por tanto no debian omitirse arbitrios »para descubrir a esos caudillos del desorden (25). n Cinco dias después, el 8 de febrero, acordó que uno de los senadores, el presbítero don José Ignacio Cien- fuegos que desempeñaba en esos momentos la presidencia de aquella asamblea, i ademas el cargo de gobernador del obispado de Santiago, se trasladase inmediatamente a Talca a interponer sus buenos oñcios en favor de la paz, haciendo servir en el cumplimiento de este encar- go, el prestijio que se había conquistado desempeñando de una mane- ra ejemplar el curato de esa ciudad.

Todas las medidas tomadas para apresar a los Prietos o para hacer- los desistir de sus conatos subversivos, resultaron ineñcaces. Se man- tenían éstos en las serranías de la hacienda de Cumpeo, tenían a su servicio a algunos individuos mui conocedores de aquellas localidades, i habituados por la guerra de montoneros de 1816 a éste jénero de aventuras; i desde allí hacían frecuentes correrías que mantenían la intranquilidad en toda la comarca. Los milicianos que salían de Talca i de Curicó en persecución de los sublevados, no podían darles alcan- ce. La partida o guerrilla de los Prietos era sin embargo poco nume- rosa i mui mal armada; pero desde fínes de febrero comenzaron a recibir algunos auxiliares que debian serles mui útiles. Eran éstos los desertores del ejército que regresaba del sur a las órdenes del jeneral Balcarce después de haber hecho la campaña del Biobio. Los solda- dos de ese ejército, chilenos en su mayor parte, habían sabido que se trataba de llevarlos a las provincias de ultra-cordillera a combatir las montoneras rebeldes que las tenían anarquizadas; i resistiéndose a

(25) Oficio del senado lejislador al director supremo de 3 de febrero de 1819.

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132 HISTORIA DE CHILE 1819

emprender esa campaña, desertaban por grupos, marchando algunos de ellos a reunirse a los sublevados de Cumpeo. Los Prietos llegaron a contar cerca de ciento cincuenta hombres regularmente armados i con la disciplina sufíciente para batirse contra las tropas de linea. 8. Alarmante 8. Este levantamiento, que en otras circunstandas deír^u^rr" habría sido despreciable, pasó a constituir un serio peli- en la frontera gro por las graves noticias que llegaban de la írontera ^** Biobio. jjei Biobio. I^ guerra reaparecía allí con mayor ardor, i los jefes patriotas que guarnecían a Concepción i a los Ánjeles no podían recibir auxilio de la capital porque los montoneros de Cumpeoí estendidos en los campos vecinos, comenzaban a cortar las comuni. cacícnes, i a detener las partidas de milicianos o de arrieros que con- ducían municiones.

Balcarce, como contamos antes, dando por terminada la campaña i la pacifícacíon de toda la frontera, se había puesto en marcha para Santiago el 1 7 de febrero con la mayor parte de sus tropas. Freiré, que quedaba en Concepción con el cargo de intendente de la provincia, tenía allí los batallones i i 3 de Chile, cuya fuerza no alcanzaba a seiscientos hombres entre ambos, mientras el coronel Alcázar resguar- daba a Yumbel con un escuadrón de cazadores de la escolta directo- rial, i el comandante Thompson guarnecía a los Ánjeles con el bata- llón de cazadores de Coquimbo con una fuerza de trescientos soldados escasos. Al emprender su marcha, como ya dijimos, el jeneral Balear- ce creía confiadamente que el caudillo Benavides estaba ocupado en reunir los dispersos realistas para ponerlos bajo las órdenes de las autoridades patriotas, i en este sentido encargaba a Freiré que si- guiera utilizando los servicios de aquel pérñdo ájente (26).

Aunque Sánchez se hallaba todavía en los campos de Tucapel, en la falda occidental de la cordillera de Nahuelbuta, Benavides había tomado desde. el 6 de febrero el mando de las fuerzas que debían hosti* lizar la frontera. Numerosas bandas de indios, atraidos por la sed áe\ robo i del pillaje, se preparaban para recomenzar las correrías de 181 7'^-*

(26) En comunicación escrita en los Ánjeles el 15 de febrero de 1S19, Baleares ^ ~^ dtcia a Freiré lo que sigue: "Don Vicente Benavides, que me ha dado notidí importantes durante el tiempo de la permanencia del enemigo en Nacimiento, encuentra en Angol reuniendo dispersos que andan en los bosques i cordilleras, procurando atraer a los indios a nuestra amistad. Será mui 0(k>rtuno que V. S. enti en comunicaciones con el citado Benavides, para instruirlo de cuanto practiqu pues ya queda advertido que V. S. se halla en el mando jeneral de la provinduuu

1 8 1 9 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XII 1 33

Los audaces montoneros que habían atacado a Chillan en esa época» mlvian a aparecer en los campos de sus contomos, i llamabao a las Irmas a los campesinos i malhechores, alhagándolos con la esperanza ie recojer un abundante botín; mientras el mismo Benavides recon- :entraba tropas mas ordenadas para intentar un ataque formal sobre ilgunas de las plazas fronterizas. Como de repente, se hicieron sentir por todos lados, desde el i8 de febrero, los síntomas precursores de la renovación de la guerra.

£1 comandante de milicias don Gaspar Astete, que guarnecía el pueblo de Rere, comunicaba a Freiré que los enemigos reaparecían al sur del Biobío, i amenazaban atacar la plaza de Santa Juana, que ha- bían abandonado poco antes. Accediendo a sus pedidos, Freiré le ?nvió cincuenta infantes del batallón nüm. i a cargo del teniente don fosé Antonio Riveros. Reunidos éstos a un corto destacamento de oailicianos de caballería, pasaron el Biobio en la mañana del 20 de febrero, pusieron en dispersión a cerca de ciento cuarenta hombres, en su mayor parte armados de palos, 1 ocuparon a Santa Juana. Ri- ireros supo que el enemigo tenia fuerzas mejores i mas considerables en las inmediaciones; pero alentado por el fácil triunfo que acababa de alcanzar, se obstinó en quedarse allí. El día siguiente (21 de fe- brero), fué atacado por una columna de cien fusileros realistas i de cerca de doscientos montoneros de caballería que mandaba el mismo Benavides. £1 combate empeñado en esas condiciones no podía ser argo ni de resultado dudoso. Riveros i veintisiete de sus soldados fueron tomados prisioneros; i unos cuarenta de sus compañeros que ilcanzaron a replegarse al rio i a tomar las balsas i lanchas para ponerse m salvo, fueron batidos por el fuego de fusilería de tal modo que solo /einte de ellos alcanzaron a llegar sanos i salvos a Talcamávida (27)*

£se mismo dia se había presentado otra partida realista al sur del Biobic, en la plaza de San Pedro, enfrente de la misma ciudad de Concepción, que se retiró sin combatir; i llegaban a esa ciudad las primeras noticias de la reaparición de montoneras en las cercanías de Chillan. El coronel Freiré, cuyo ánimo entero i valiente no se doble- 2;aba en medio de los mayores peligros, comprendió que la situación :\ue se abría podía ser desastrosa para la patria. «La retirada breve [del ejército patriota) i el modo como se hizo la de Nacimiento, decía a O'Higgíns al darle cuenta de los hechos que dejamos referidos, no solo ba causado los efectos contrarios, sino que creyendo la (jentc de la)

(27) Parte del comandante Astete al coronel Freiré, Rere, 22 de febrero de 18191

134 HISTORIA DE CHILE 18:9

campaña que éramos derrotados, juzga que nos vamos a retirar; i por todas partes no se oyen mas que los lamentos de los muí comprome- tidos, i todos los demás en efervescencia. . . El jeneral Balcarce se ha retirado anunciándonos la paz, i se ha llevado todos los pertrechos de guerra. El batallón niim. 1 i el nüm. 3 están aquí, pero sin medio real, sin víveres i desnudos. Entre los dos, según los informes de sus jefes, apenas presentarán quinientos hombres de línea. El de Coquim- bo está en los Anjeles; i caballería no tenemos, siendo ella la mas precisa én esta guerra. Las de milicias están a pié, i no tienen ni lan- zas, ni hai ninguna clase de armas que darles. Así, es de suma necesi- dad que V. me mande a la mayor brevedad seiscientas lanzas i sable^ si acaso se encuentran, ¡tara armar un rejimiento de milicias. Sin caballería nada hacemos, i las cosas toman incremento. También es primera necesidad que venga algún dinero para los batallones, pues hace tiempo que no reciben medio real, i es necesario entretenerlos con alguna cosa, ya que los víveres i el vestuario están tan escasos. En ñn, el embrollo en que nos ha dejado el señor Balcarce es grande; i si activamente no se toman las providencias como lo hago, nos vere- mos en apuros (28). h

la situación de la frontera en esos momentos era mas grave de lo que creia Freiré. El levantamiento habia tomado proporciones todavía mayores en el territorio denominado isla de la Laja. El comandante Thompson, que mandaba allí, permanecía acantonado en el pueblo d^ los Anjeles. Informado de que una partida considerable de indios acercaba al Biobio para destruir las balsas que los patriotas tenían ei Negrete, hizo salir en la noche del 2 1 de febrero un destacamento d cincuenta fusileros bajo el mando del capitán graduado don Ramo 'Romero. Al acercarse éste a Negrete al amanecer del día siguiente fué asaltado de improviso por fuerzas tan considerables que toda resis tencia se hizo imposible. I^s soldados patriotas, acometidos por tod lados, se vieron envueltos i dispersos en un instante, el capitán í mu chos de sus soldados fueron muertos en la refriega o en la retirada, los pocos que pudieron escapar llegaron a los Anjeles en un estad lastimoso, todos ellos heridos mas o menos gravemente por las lanza ée los indios (29).

(28) Carta del coronel Freiré al director supremo, en Concepción a 23 de febreí de 1819.

(29) Parte del comandante Thompson al coronel Freiré, los Anjeles, 22 de brero de 18 r o

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII 1 35

La invasión de los bárbaros totnó desde ese momento enormes pro- porciones. I^s jentes de los campos i de las aldeas vecinas, desafectas en su mayor parte a la causa de los patriotas por la propaganda cons- tante de los curas i de los misioneros, i atraídas por la esperanza de saqueo, acudían de todas partes a engrosar las ñlas de los invasores. La rápida retirada de una gran porción de las tropas patriotas, les ha. cía creer que estaban derrotadas, i que los destacamentos que habían quedado en la frontera no podrían sostenerse largo tiempo. De este modo llegó a formarse un cuerpo de mas de tres mil hombres arma- dos en su mayor parte de lanzas i de palos, pero montados en ajiles caballos, constituyendo así una fuerza que los defensores de los Ánje- les no habrían podido batir en campo rasa £1 23 de febrero esta plaza se halló cercada por todos lados. Existía en ella un espacioso fuerte perfectamente cuadrado, con bastiones en sus cuatro ángulos, rodeado de un fuerte muro de piedra i de un foso esterior, donde pudo acojerse la tropa i un gran número de pobladores del pueblo en la confianza de defenderse contra los ataques de los indios, i de resistir un sitio miénr tras hubiera víveres. El comandante Tompson, con los fusileros del batallón de Coquimbo, i con cuatro pequeños cañones de que podía disponer, logró rechazar los atrevidos ataques del enemigo, causando» le no pocas pérdidas. Los indios, sin embargo, se mantuvieron ñrmes en los contornos del pueblo, robaron e incendiaron algunas casas de los suburbios, i el 25 de febrero pusieron fuego a las yerbas i matorra- les del campo vecino, •• levantando así, dice el comandante Thompson, una densa nube que por largo rato oscureció la claridad del sol.n £11 cerco del pueblo se continuó con escaramuzas constantes, en que pe- recieron muchos indios i en que los defensores de la plaza no tuvieron mas desgracias personales que la muerte de algunas mujeres que ha- bían tardado en acojerse al fuerte (30).

La situación de éstos, sin embargo, parecía hacerse insostenible. El 3 de marzo obtuvieron los sitiados una pequeña ventaja sobre el enemigo; pero la prolongación del sitio sin esperanzas de ser socorri- dos, i la escasez de municiones i de víveres, comenzaban a producir el desaliento. Persuadidos de que en caso de rendirse serían todos ellos lanceados o degollados por los indios, resolvieron salir del fuerte, abrirse paso con las bayonetas por entre los apretados grupos de ene- migos, o perecer en la demanda. £1 10 de marzo, día fijado para eje-.

(V^) Parte.de Thompson a Freiré, los Ánjeles, i.« de mano de 1819.

136 HISTORIA DE CHILE 1819

cutar este ataque, vieron con sorpresa que se operaba un estraño moviroíento de dispersión en el campo enemigo. Los defensoi^es de la. plaza creyeron al principio que era aquel una simple estratajema de los indios para inducirlos a salir del pueblo; pero luego conocieron la ver- dad de lo que ocurría. El coronel Alcázar, a la cabeza del escuadrón de cazadores de la escolta que tenia en Yumbel, i de las milicias de cabar Hería que habia podido reunir, venia apresuradamente en socorro de los Ánjeles. I^s sitiadores de esta plaza, creyéndose amenazados por fuerzas mui superiores, se dispersaron en todas direcciones, un grupo de cerca de doscientos indios que fué alcanzado en la fuga, perdió dieziseis de ellos bajo el sable de los soldados patriotas. La plaza de los Ánjeles salvó así de caer en manos de los bárbaros; pero ese combate no bastaba para cambiar eficazmente aquel estado de cosas.

En efecto, la alarma i la confusión habia cundido en toda la fron. tera. ««Ya no hai paciencia para sufrir a los indios que por todas partes nos inquietan, escribia Freiré al director supremo en carta particular de 3 de marzo. Mujeres, hombres, niños i cuanto encuentran lo devo- ran como el fuego. Así como son indecibles los estragos que han he- cho en (la isla de) la I^ja i demás partes, lo son también las tenta- tivas de amistad que se les han hecho i de que se han burlado. Los pehuenches, que son los únicos que se manifestaban neutrales, están hoi también en movimiento, según noticias tengo. Los habitantes de la otra parte del Biobio, i los emigrados (es decir los vecinos de la provincia de Concepción que habian seguido a Sánchez), están tan obstinados que apesar de que saben los bandos de perdón, etc., con- tinúan sin interrupción i permanecen haciéndonos la guerra, sin em» bargo de que Sánchez se ha retirado. Cadalsos i degollaciones es lo que publicamente ofrecen a los habitantes que se han quedado de esta parte.it Freiré creia que no debia esperarse nada de los ofrecimientos amistosos que se hacian a los indios, i que, por el contrarío, era me- nester atemorízarlos haciendo una entrada a sus tierras a sangre i fue- go, porque "hablarles por bien, decía, es insolentarlos, i para que se burlen de nosotros, n Pero para ejecutar esta empresa necesitaba tro- pas i recursos de que no podia disponer. "El jeneral Balcarce, agre- gaba, no me ha dejado dinero, víveres ni caballos; todo se lo ha lleva- do. La guerra está en vigor. I^s batallones no tienen medio real, ni el mas pequeño socorro. Mándeme dinero i lanzas; si estamos mal.it Hasta entonces se creía que aquel levantamiento era la obra esclusiva de los indios i de algunos montoneros.

1 8 1 8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII 1 37

9. Peligros crea- p. La noticia de estos acontecimientos llegaba a

Hos por la su- o i.' * 1 u*

1)1 e va c ion de Santiago en circunstancias que el gobierno se encon- los Prietos: es traba rodeado de los mas graves embarazos. Haciendo sofocada des- esfuerzos supremos de economía ¡ de dilijencia, O'Hig-

pues de nume- , i^ » o

rosas peripe- &^^ acababa de despachar la escuadra chilena conve- cia^ nientemente equipada i provista para ir a hostilizar ¡k

los españoles en las costas del Perü, i lo que parecia imposible conse- guir, había podido pagar al ejército de tierrra sus sueldos atrasados; pero las cajas publicas quedaron vacias, i las rentas del estado com- prometidas por los adelantos hechos por algunos comerciantes a cuenta de las entradas de aduana. El gobierno, empeñado en activar los aprestos para la espedicion del Peni, no veia por todos lados mas que dificultades para realizar esta empresa. £1 jeneral San Martin, como veremos mas adelante, acababa de partir para Mendoza, i escu- dándose con las órdenes que había recibido del gobierno de Buenos Aires, se disponia a sacar de Chile el ejército de los Andes, compues- to de mas de cuatro mil hombres, para combatir la insurrección en las provincias arjentinas, o para rechazar una nueva invasión española al Rio de la Plata. Ademas de esto, al paso que la reorganización admi- nistrativa imponia un serio trabajo al gobierno de Chile, le era forzoso destinar una parte de las fuerzas de que podia disponer, para repri- mir tentativas sediciosas. En esos mismos dias habia aparecido una montonera en el distrito de Quillota, que se deda mandada por oficiales españoles que después de haber caido prisioneros, habían obtenido su libertad o escapádose de los depósitos en que eran dete- nidos.

O'Higgins, sin embargo, dando toda la importancia que merecían tos sucesos del sur, con la esperanza de cortar la guerra en sus princi- pios, desplegó el mayor empeño para socorrer a Freiré. Hizo despa- char de Valparaíso uno en pos de otro, dos buques para que llevasen víveres i socorros a Talcahuano para la provisión del ejército de la frontera. Envió, ademas, por los caminos de tierra cuatro cañones i ochenta artilleros a cargo del capitán don Ramón Picarte. No pudien- do disponer de fuerzas de caballería, puesto que los rejimíentos de granaderos i de cazadores se hallaban en Curimon disponiéndose a pasar los Andes, organizó una pequeña partida de sesenta cazadores de la escolta directorial para que bajo el mando del sarjento mayor don Pedro Barnachea llevasen a Freiré trescientos caballos i mil lan- zas para montar i armar las milicias, doscientos fusiles, quinientos ves- tuarios, diez cajones de municiones i mil pesos en dinero, única suma

136 HISTORIA DE CHILE '1818

que había sido posible reunir. Antes de fínes de marzo, estos refuerzos estaban en marcha para el sur.

A pesar del empeño que se puso en despacharlos, no habían de lle- gar a Concepción con la prontitud conveniente. En Talca, el goberna- dor local don Patricio Letelier i el presidente del senado don José Ignacio Cienfuegos, representaron a Picarte i a Barnachea que era pe- ligroso pasar adelante, i que ademas el pueblo se hallaba amenazado de un asalto i de caer en poder de los anarquistas, lo que habría com- prometido gravemente la situación del pais. En efecto, la montonera de los Prietos, engrosada con desertores del ejército i con vagos de los campos, contaba ya cerca de trescientos hombres, asaltaba los caseríos de las haciendas, ímponia contribuciones de dinero, arrebataba las caballadas i ganados, cometia otras violencias, interceptaba las comu- nicaciones en los caminos i amenazaba a los mismos pueblos. El sár- jente mayor Barnachea se vio en la necesidad de tomar el mando mi- litar del cantón de Talca. «Este gobernador nos ha intimado la orden parte del señor presidente del senado para que auxiliemos este pueblo, escribia Barnachea al director supremo con fecha de 6 de abril. Al efecto, se han puesto trincheras en los cuatro ángulos de la plaza; i la caballada duerme dentro del cuadro, i en el dia se mantiene tn las viñas inmediatas, i a su cuidado diez hombres armados de los artilleros. No hai otra tropa con qué cuidar, porque no conviene fiár- selos a los milicianos que se irian con todos ellos. n Una de las pri- meras providencias de Barnachea fué mandar que todos los vecinos acudiesen con sus armas, i sin escusa alguna, a formar un cuerpo pan la defensa del pueblo. El gobernador local de Talca, confirmando las hoticias del peligro en cjue se hallaba esta ciudad i de las medidas to^ madas para su defensa, agregaba: "La plaza se sostendrá hasta qu^ V. E. tenga la bondad de auxiliarnos con la fuerza que he pedr do (31)..!

' En esas circunstancias llegaban a Talca las noticias mas alarmant.^ del sur. El coronel don Antonio Merino comunicaba desde Cauq

(31) Tanto Picarte como Barnachea esplicaron al gobierno las razones porque bian tenido que demorarse en Talca, pidiendo órdenes que justificasen aquella, terminación. "Aseguro a V. E., decia el segundo en una de sus comunicadunes, esta provincia está en un estado lamentable por tantos salteadores que se pr a cada momento, pues hasta este pueblo han venido a saquear, de manera que de él Maule a Quechereguas no es posible transitar. La corta fuerza con que nos h mos no permite dividirla fuera de la ciudad. n

1 8 1 9 PARTE OCTAVA.— CAPÍTVLO XII 1 39

nes que Fieire se hallaba amenazado de una nueva i mas formidable invasión de los enemigos de ultra-Biobio, que la ciudad de Concep- ción corria riesgo de caer en poder de Benavides, que se estaban reu- niendo todas las milicias de la provincia para marchar en su socorro, i que por lo tanto era urjente que las fuerzas que se hallaban en Talca,, no se detuvieran allí por ningún motivo i que fuesen a toda prisa en socorro de aquella ciudad (32). Por mas que estas órdenes se repitiesen en términos mas premiosos cada dia, no fué posible cumplirlas. Aparte del peligro que habia de que esas fuerzas fueran sorprendidas i derro- tadas en su marcha por las guerrillas de los Prietos, el gobernador de Talca i. el presidente del senado sabían que si esta plaza quedaba des- guarnecida, caería irremediablemente en poder de los sublevados, lo que importaría el dejar cortada toda comunicación entre la capital ^ los pueblos del sur, i en ultimo resultado la destrucción de las fuerzas- patriotas que los defendían (33).

£1 jefe de la montonera rebelde que hostilizaba a Talca í a sus con- tornos, era don José Prieto, al cual acompañaban algunos mozos ami. gos o parientes suyos, no por convicciones o sentimientos de carácter político, sino por la añcion a seguir correrías i aventuras que la hol- «razanería de la vida colonial mantenía i fomentaba entre las jentes de les campos. Don Francisco de Paula Prieto, el hermano mayor de aquel, cuyo nombre aparecía en las proclamas i papeles como el de jefe del movimiento revolucionario, se había trasladado ocultamente £1 Santiago, para ponerse al habla con los hombres que lo habian instí- f^ado a levantarse, í de quienes esperaba cooperación í apoyo. Aunque su presencia en la capital fué conocida por los ajentes de la autoridad, no fué posible descubrir su escondite, bien se logró apresar a algu-

(32) El misipo Freiré repitió esas órdenes en los términos mas premiosos. lié «iquí «00 de sus oficios: •*No se <letenga V. un momento en Talca por ningún ipo- Xi\o, pues el enemigo ya está pasando a este lado del Biobio, i es sumamente ur- jente que V. se ponga inmediatamente a las órdenes del coronel don Antonio Merino c^iie está reuniendo toda la fuerza de la provincia. Dios guarde a V. muchos años. Concepción, abril 7 de 181 9 a las ocho de la noche. Ramón Freiré, Señor ca- pitán de artillería don Ramón Picarte, n

(33) Dando noticias de estos hechos en carta de 16 de abril, O'Higgins decía a San Martin lo que sigue: "Estos malvados nos tienen la provincia de Concepción en estado de perderla. Todos los auxilios de armas, pertrechos, vivcres, vestuarios, caballos i dinero se hallan estancados en Talca, i no podran moverse hasta que no

lleguen los refuerzos que van de aquí para guarnecer a Talca i hacer fuerte el con-

voi.

I40 HISTORIA DE CHILE 1819

nos de sus amigos. Sin hallar aquí la ayuda que se le habia hecho esperar, puesto que la ciudad i las tropas que la guarnecían se mostra- ban contrarias a todo movimiento subversivo, don Juan Francisco Prieto regresaba al sur en los primeros días de abril acompañado por algunos de los suyos; i asaltando la guardia que estaba colocada en la Angostura de Paine, alcanzó a llegar hasta las orillas del Cachapoal. Allí fué apresado, traido a Santiago en estrecha prísion i sometido a juicio por los delitos de provocación a la revuelta i de hacer armas contra la fuerza publica (34).

I^ prisión de ese caudillo no bastaba para poner término a aquella insurrección. No pudiendo atacar eficazmente a Talca, don José Prie- to cayó de sorpresa sobre la villa de Curicó en la noche del 1 1 de abiil. El gobernador local don Isidoro de la Peña, sin fuerzas para orga— nizar una resistencia, se puso en fuga; i los vecinos que tomaron las ar^ mas para rechazar a los asaltantes, fueron batidos fácilmente con pérdi^ da de cuatro individuos muertos en las calles o en las casas. Prieto ím* puso al pueblo una contribución de cuatro mil pesos, que le fué pagada^ difícilmente en dinero o en plata de chafalonia, sacó los presos de la^ cárcel para incorporarlos a su banda, i autorizó o toleró el saqueo de muchas habitaciones i tiendas (35). En la mañana siguiente, temien-

(34) Con fecha de 13 de abril O* Higgins contaba a San Martin la captura de don Juan Francisco Prieto i de tres de los suyos a orillas del Cachapoal, i la de uno de=^ sus parciales en Santiago. Era éste don Bartolomé Araos, primo hermano de los Ca rreras, i hombre desliaratado i turbulento que no [>odia vivir sino en medio de i de desórdenes de toda clase. "Pero, amigo mió, agregaba 0*Higgins, apesar de tanta criminalidad, se atropellan los empeños por los malvados; i ademas del peso grande que gravita sobre mi, me ajitan de tal modo que ya no hai paciencia, i es preciso hacer una alcaldada, n San Martin le contestó lo que sigue con fecha de 30 de abril: "Mucho celebro la aprehensión de Juan Francisco Prieto; pero, mi amigo, estoi viendo que si V. no se arma de la fíbra que le es natural, los empe- ños lo tienen que abrumar i los malvados quedarán impunes. Amo a V. como an amigo querido; amo a Chile, i por estas dos razones le suplico se revista de la ener- jía necesaria para castigar los delitos. De lo contrario, V. i el pais aeran victimas, h

Dofia Maria Mercedes Vargas, madre de Prieto, que se hallaba en Santiago, se presentó al senado lejislador pidiendo amparo para su hijo, en cuya prisión, decia, se habian violado las garantías constitucionales, i solicitando que se le permitiera salir de la prisión a curarse por estar seriamente enfermo. En vista del informe def gobernador intendente de Santiago don José Maria Guzman en que demostraba que aquella enfermedad era finjida, i recordaba los antecedentes de la prisión, el senado desechó la solicitud. Véanse las sesiones del senado de 19 i 21 de abril de 1819 en el tomo II de las Sesiones de los cuerpos iejislaiwos de Chile^ pájs. 428-33.

(35) Aunque existen en los archivos públicos numerosos documentos sobre los su-

iSig PARTE OCTAVAé CAPÍTULO XII I4I

do verse atacado por las milicias de caballería de San Fernando, aban- donó a Curicó i volvió con toda su jente a estacionarse en las cercanías de Talca. Sus fuerzas se habían aumentado, i pudo amenazar a esta ciudad por el norte i por el sur, interceptando las comunicaciones e intentando cada noche ataques que sin dar resultado alguno, mante- nían a sus habitantes en continua alarma. Despreciando con grande arrogancia los ofrecimientos de perdón para él i los suyos que a nom- bre del director supremo se le hicieron. Prieto trató de imponer a la plaza una contribución de guerra, i la conminó con un próximo asalto, que sin embargo no pudo efectuar (36).

cesos qne vamos refiriendo, no son éstos muchas veces suficientemente claros, abun< dan en repeticiones de unos mismos incidentes, i con frecuencia los reBeren con varie- dad de detalles, suprimen las fechas i dejan vados que hacen difícil la cabal intelijen- cia. £1 asalto de Curicó fué referido al gobierno de Santiago por las autoridades de San Fernando según el aviso trasmitido por un hacendado de las cercanías que con- taba que también la ciudad de Talca habia sido ocupada por los montoneros, lo que era inexacto, i que el gobernador local de Curicó habia sido apresado, lo que no se encuentra confirmado en otros documentos.

(36) Las comunicaciones de Prieto a las autoridades de Talca que se conservan oríjinales en el tomo 53 del archivo del ministerio de la guerra, son dignas de cono- cerse en su forma testual para apreciar el carácter de ese caudillo i el espíritu del movimiento que capitaneaba. lié aquí la primera de ellas.

'•De ningún modo me es posiole contener el orden en estas tropas de mi mando, sin dinero, esta es la causa que me dirijo a este punto con bio lensia para que sin la menor pérdida de momento tengan V. S. S. la bondad de haser exibir dentro del termino de tres oras la cantidad de quatro mil pesos al ciudadano Juan de Dios Castro; pero deben V. S. S. de estar entendidos, que si para contribuir con esta cantidad graban V. S. S. a otro besino de ninguna manera admito un sentabo i pro- sederé con gran dolor mió atomar esa plaza por la fuerza. Los males que de esto puedan originarse no tengo que adbertir a V. S. S. i solo digo que en el momento de no seder a esta mi súplica nuestro pueblo que dará en el estado mas lamentable, V. S. S. mas bien que nadie saben que este sujeto puede con tribuir no digo con esta corta cantidad, sino con mucha mas si se le pide. D. G. A. V. S. S. muchos años. Abril 18 de 1819. José Prieio. Señor gobernador i su cabildo, n

£1 gobernador local rechazó perentoriamente esta pretensión. £n su respuesta, comunicó a Prieto la prisión del hermano de éste en Santiago; pero en nombre suyo i del presidente del senado, le aseguró que el director supremo estaba dispuesto a perdonar la vida a todos los facciosos si deponían las armas. Prieto contestó el mis- mo dia en los términos que siguen:

•«Con la mayor berguensa mia he bisto el contenido de los papeles que acaban de llegar a mis manos, pues están bastante indesentes, biban V. S. S. en la inteligen- cia, que desde este momento ago un total des precio del perdón que se me anunsia por conoser debo morir por de fender la causa a que me he con prometido^ el que

f42 HISTORIA DE CHILE 1819

Apesar de la resistencia de Talca, la insurrección parecía ganar terre* no. Sus bandas aumentaban en número sino en disciplina, su audacia crecia por la impunidad i por la desorganización i el desconcierto de las milicias que constituían la única fuerza de que la autoridad podía disponer en muchos puntos. El comandante jeneral de armas de Tal- ca no se atrevia a hacer salir de la plaza pequeños destacamentos de milicianos, i esos temores eran justamente fundados. Alguna vez los soldados i hasta los ofíciales de milicias colocados como centinelas* avanzadas, tomaron la fuga i se pasaron al enemigo. En San Femando^. las milicias convocadas por su comandante don José María Palacios, desertaron en su mayor parte casi en son de rebelión. Un destaca- mento de 180 soldados de línea, del batallón número 4 de nueva. creación, que por orden del gobierno de Santiago marchaba a toda.. prisa i en regulares caballos a Talca, bajo el mando del sarjento mayor don José Santiago Sánchez, encontró en la marcha toda clase de difí cultades, i al llegar a Camarico el 20 de abril comenzó a ser molestado por los montoneros rebeldes. Mas adelante, en los llanos de Pelarco»^ entrada la noche i en medio de una lluvia torrencial, fué vigorosamen- te atacado. Pero Sánchez, militar de entereza, desmontó su jente, la for en cuadro, rompió el fuego con rapidez desordenando al enemigo, logró abrirse paso con pérdida de algunos caballos i de unos cuanto heridos; i a pesar de la oscuridad de la noche, de la lluvia constante i de la crecida del rio Lircai, llegó a Talca salvando las cargas de mu niciones de su tropa.

I^ insolencia de los montoneros i la necesidad de reprimirlos inm< diatamente, obligaron al gobierno a tomar medidas de rigor, que en el principio habia creído poder evitar. En Santiago se aceleró el pro ceso de don Juan Francisco Prieto, se le condenó a muerte i se le hizo fusilar en la plazuela de San Pablo en la mañana del 30 de abril junto

ayan agarrado al hermano me es duro de creerlo i si asi fuese ya el debe estar det pachado, todavia quedan dos i es de necesidad sepan morir al ejemplo del mayor como que asi lo aremos. V. S. S. asen bien de no aser exsibir a Castro pues es un pobre que apenas puede sostenerse, pero perder cuidado que el Exsibiri. D. G. a V. S. S. muchos años. Abril 18 de 1819. José Prieto, Al señor gobernador isa cabildo. II

Contestando en esos mismos días una comunicación del comandante militar de la plaza. Prieto escribió lo que sigue:

"V. trate de defenderse que yo trato de pelear con V.; de las tropas de su estoi bien sersiorado. D. G. a V. M. A. fose Prieto, Señor comandante d Pedro Barnachca.n

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII 143

con un individuo llamado Juan Díaz, juez territorial de Paine, que lo había acompañado en el asalto de la guardia de ese punto, i en otras correrías (37). £1 comandante jeneral de armas de Talca, que, des- pués de reforzado por las tropas que llevaba Sánchez, dispuso algunas salidas en persecución de las partidas de montoneros, desplegó igual rigor haciendo fusilar a los prisioneros que tomaba con las armas en manOy o que después de un sumario indagatorio aparecian seriamente complicados en el levantamiento. Los sublevados, por su parte, come- tían cada dia mayores excesos en los campos, asaltando casas, robando ganados, e imponiendo vejaciones infinitas a todos los que no se pres- taban a acompañarlos. Convencidos de que no podrían apoderarse de ■Talca, se estendieron en diversos puntos de los contornos i de la re- jion mas vecina a la costa, cuyos habitantes vivían hasta entonces en paz i como estraños a aquellos dolorosos acontecimientos.

Pero el gobierno había resuelto hacer una guerra enérjica i eñcaz a Jos perturbadores del orden publico; i al efecto despachaba al sur "nue- vos refuerzos de tropas (38). A la sazón se hallaba preso en un cuartel -de Santiago por haber cometido varios excesos, el sárjente mayor don Prancisco Javier Molina (conocido con el apodo de Catalán, por ser orijinario de España), militar desbaratado, pero célebre por su intrepi-

(37) Gaceta ministerial át l,^ de mayo de 18 19.

(38) En carta de 27 de abril de 18 19, después de darle cuenta del combate que 4BOStuvo Sánchez contra los montoneros en las cercanías de Talca, O'Higgins decia

^ai San Martin lo que sigue: "Pasado mañana saldrán 400 hombres de caballería de

Aconcagua bien armados, que se reunirán a 120 dragones i una pieza de artillería,

todo al mando de (don Carlos) O'Carrol (oficial ingles incorporado hacia poco al

«jército de Chile). Tres compañías del número 4 se situarán en San Fernando; la

dicha división de 0*Carrrol en Curicó para perseguir a los bandidos; i otras tres

. -compañías del número 4 al mando de su sárjenlo mayor con dos piezas de anille-

xía, el cuerpo de nacionales í 200 milicianos de caballería compondrán la guarnición

de Talca. Cuatro piezas de artillería, 60 artilleros i 200 hom!)res de caballería pui-

-san a incorporarse a Freiré. Todos estos movimientos necesarios, nos tienen sin un

~ caballo i sin dinero. Paciencia i adelanteln

En carta de 10 de mayo, le agregaba sobre el mismo asunto lu que sigue: "La Ceueta de antes de ayer demostrará a V. el estado del sur i de Talca. Mañana debe- rán llegar a Quechereguas las milicias de Aconcagua i 100 hombres del número 4 a caballo, con 400 hombres del rejimiento de San Fernando con el solo objeto de rodear los montes de Cumpeo i concluir con los bandidos que tanto mal han hecho; i tal vez por ellos no está hoí ya concluida la guerra del sur.n

Las cartas a que nos referimos faltan o están apenas estractadas en la correspon- dencia de 0*Higgins a San Martin publicada por don Bartolomé Mitre.

144 HISTORIA DE CUILB 1819

dez en las batallas i correrías (39). Desde su prisión, se ofreció al gobierno para preparar una celada a los montoneros de los Prietos que, según decia, llegaría a su desenlace antes de reinte días. Para ello, se presentaría a los montoneros como prófugo de Santiago; i ma- nifestándoles el gran partido que tenían en esta ciudad, los incitaría a venir a sus cercanías en la confianza de que luego se les juntaría tanta jente que su triunfo seria inevitable. Aceptado este ofrecimiento, Molina partió cautelosamente al sur, i logró reunirse a los montoneros que lo incorporaron a sus fílas sin la menor desconfianza. Los caudi- llos rebeldes, sin embargo, no se dejaron tentar con la empresa sobie Santiago; i viendo dispersadas algunas de sus partidas en los contor- nos de Talca por las fuerzas que salían en su persecución a las órde- nes del mayor Sánchez, pasaron el Maule i en la madrugada del 1 1 de . mayo cayeron de sorpresa sobre la villa de Linares, de que se apode- raron sin dificultad, tomando posesión del armamento i de las muni- ciorTes que allí había, i engrosando su banda con nuevos auxiliaresi con caballos i otros recursos arrebatados al vecindario.

Con estos auxilios, don José Prieto, acompañado por Molina^ repa- só el Maule, i fué a situarse cautelosamente con la mayor parte de su banda, en un caserío de campo, situado una legua al sur de Talca. Sus movimientos, sin embargo, habían sido observados por los espías del comandante Barnachea, que preparaba un golpe eficaz i definitivo so- bre los montoneros. En efecto, saliendo de Talca a la una de la ma- ñana del día 13 de mayo, puso en movimiento sus fuerzas para caer de improviso sobre los insurjentes, que, según la relación oficial del combate, "se hallaban en gran quietud, festejando los saqueos de Li- nares, n A la primera luz del alba, una medía compañía del batallón número 4 mandada por el capitán don Francisco Antonio Martínez i un corto destacamento de caballería que capitaneaba el comandante Barnachea, asaltaron repentinamente la casa que ocupaban los monta- neros. Sorprendidos éstos, opusieron, sin embargo, una resistencia des- esperada pero irregular, que en corto rato costó la vida a veintisiete de ellos. Prieto, Molina i algunos de sus parciales fueron tomados pri- sioneros; i los que alcanzaron a emprender la fuga, se vieron tenazmente

(39) Puede verse en la colección de Sesiones de los cuerpos lejislativos, tomo II, pájs. 214- 1 S ana representación de sus servicios hecha por Molina desde su prísion al senado lejislador con fecha de 19 de enero de 1819 para que se le pusiera en li- bertad. Esta pieza, desordenada i jactanciosa hasta el ridículo, contiene noticias utilizables para la historia.

l8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII 145

perseguidos, dispersados o capturados por otros destacamentos de las fuerzas de Barnachea que no hablan alcanzado a llegar a tiempo al sitio del combate. El mismo día dio éste la vuelta a Talca, donde los pasioneros fueron encerrados en la cárcel con sendas barras de grillos i sometidos al fallo de la justicia militar.

£n el primer momento se hicieron oir las mas tremendas acusacio- nes contra Prieto i sus compañeros, formuladas por numerosas perso- nas que habian sufrido los desmanes, violencias i saqueos ejecutados por los montoneros. Luego, sin embargo, los deudos i relaciones de éstos, comenzaron a interponer toda clase de inñuencias para salvar la vida al caudillo de la insurrección. Barnachea, en obediencia de las instrucciones del gobierno, i de lo que creia el cumplimiento de sus deberes militares, se mostró inñexible. £1 26 de mayo, a las 2 de la tarde, fueron fusilados en la plaza de Talca don José Prieto i José Maria Rojas, antiguo cabo del rejimiento de granaderos, que lo habia acompañado en aquellas correrías. "A esto son acreedores, decia Bar- nachea en una proclama que hizo circular ese dia, los que levantándose en grupos, llaman en su ayuda a todos los asesinos i facinerosos del pais; los que para encubrir sus vicios usurpan el bello título de pro- tectores de los pueblos; los que se hacen conocer por sus latrocinios, saqueos, asesinatos i odios groseros. n El mayor Molina, apesar de sus protestas de haber servido entre los montoneros para preparar la de- rrota de éstos, estuvo también a punto de ser fusilado, i se le mantuvo preso cerca de un mes hasta que pudo probar satisfactoriamente el encargo que habia recibido del gobierno de Santiago.

Estos últimos acontecimientos determinaron el fín de la insurrec- ción. El ultimo de los hermanos Prieto, que habia tomado en ella una parte menos activa, i que por algunos dias se sustrajo a la persecución, cayó luego prisionero. Otros de los cabecillas perecieron en las esca- ramuzas subsiguientes, o depusieron las armas implorando el perdón de sus faltas. Poco a poco fueron presentándose hasta cincuenta i seis montoneros, soldados desertores unos^ simples paisanos los otros, todos los cuales fueron tratados con la mayor lenidad. A fínes de mayo volvió a tomar el gobierno de Talca el coronel don Manuel Antonio Recava- rren, que habia estado ausente durante los últimos acontecimientos; i em[>leando algunas medidas de prudencia, consiguió antes de un mes restablecer i afíanzar la tranquilidad en toda la provincia. Aquel movi- miento insurreccional que por cierto tiempo tomó proporciones alarman- tes, i que habria podido producir una mayor conñagracion si el gobierna del jeneral O'Higgins hubiera estado realmente desconceptuado ante Tomo XII 10

.146 HISTORIA DE CHILE 1819

la opinión, i si los caudillos que lo encabezaban hubieran contado con mayor prestijio, fué dominado i pasó casi sin dejar mas recuerdos que el de los excesos cometidos por los montoneros (40). 10. Operaciones mili- 10. Mientras tanto, la guerra habia tomado lares en la frontera: glandes proporciones en la frontera del Biobio,

atroadadcs cometí- o r r

das por los realistas: revestía un carácter feroz de muerte 1 de destruc- las bandas de Bena- ^\qj^ \ p^^ algunos momentos habia puesto al

vides intentan tomar ,t^. j-jj .i_«i r

la ofensiva, i son ba- coronel Freiré, impedido de recibir los refuerzos

tidas i dispersadas, j socorros que esperaba de la capital, en una sitúa-

u?a íróxima' p"^fi' ^^^^n que parecía desesperada. Un crímen espan-

cacion. toso, cometido por los llamados defensores de la

rausa del reí, habia sembrado el terror en aquellas poblaciones, i

hecho presentir la serie de horrores que debia señalar la lucha que

allí se iniciaba.

Después del desastre sufrido por un destacamento patriota en la plaza de Santa Juana el 21 de febrero, quedaron prisioneros en poder del enemigo, según contamos antes, el teniente don José Antonio Ri- veros i veintisiete soldados. Aunque en realidad era Benavides el que -dirijió aquel ataque contra los patiiotas í el que encabezaba el levan- tamiento en la frontera, persistía aun en ocultar sus propósitos i en mostrarse inclinado a servir a la pacifícacion de la frontera. FreireMt-r conocedor de la perñdia de ese caudillo, creyó, sin embargo, posibU atraerlo a la causa de la patria, í al efecto entró en comunicación! con él. Queriendo salvar a aquellos infelices prisioneros, envv

(40) Los documentos ofíciales guardados en los archivos de gobierno (comuni clones de las autoridades de Talca, Curicó, San Fernando i Linares) que heim examinado prolijamente para referir estos sucesos, nos habrían permitido contarl

•con mayor amplitud i con muchos detalles si no hubiéramos creido que, por su importancia, un libro de la naturaleza del nuestro debia limitarse a hacer una rápida pero clara. A las noticias consignadas en esos documentos pudimos los que se hallaban en la correspondencia particular dirijida al jeneral O'Iiiggi que hallamos en el archivo de éste, en la cual hemos encontrado pormenores q no constan de los documentos públicos.

lx>s contemporáneos no dieron a la sublevación de los hermanos Prieto mng alcance político, juzgándola como una tentativa descabellada de trastorno i de rodeo. En los escritos de los años sul)biguientes en que por un motivo o por otro hacían recuerdos de la administr<ncion del jeneral O'IIiggins, no se hacia mencL de estos hechos. Don Miguel L. Amunátegui, sin embargo, en el cap. X de

' Dictadura de O^Higjiins (Santiago, 1853) recordó mui sumariamente la sublevacfi. de los Prieto, sin esposicion cabal de los hechos, i como la primera tentati mano armada contra aquel gobierno.

os

i

1 8l 9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII I47

a Santa Juana utr parlamentario, í por último mandó entregar a la mujer de Benavides que habla quedado en el campamento patriotji. La condescendencia del intendente de Concepción no sirvió para apar- tar a Benavides del camino que habia tomado, ni siquiera para impe^ dir la consumación del crimen que vamos a contar (41). Solo el

(41) El deseo de conocer los antecedentes de este crimen, nos ha obligado a hacer un prolijo estudio de numerosos documentos ya de carácter oficial, ya de correspon- dencia particular, i nos obliga a trazar en esta nota un resumen de esos hechos.

£1 26 de febrero, a poco de haber sabido el desastre de Santa Juana, se trasladó Freiré a Talcamávida, i desde alli dirijió a Benavides una carta en que lo invitaba a que pasase el Biobio para tratar de la pacificación de la frontera. El astuto cau- dillo vio en esa invitación una celada para tomarlo preso; pero queriendo siempre ocultar sus propósitos, contestó evasivamente. "Las graves ocupaciones a que estoi constituido, decía, no me permiten pasar a esa plaza, ni creo estaría en el orden, aunque para seria de mucha satisfacción por tener el gusto de ver a mi esposa que la considero próxima. . . Conviene el que V. S. ajite el canje de los prisioneros pues que los indios se hallan fuertemente apurados les quita la vida.» Agregaba, ademas, que no podía asegurar la Iil>ertad de esos prisioneros si no se le entregaba su mujer, que habia quedado entre los patriotas. Freiré pareció aceptar estas pro* posiciones, pero no se apresuró a ejecutarlas, esperando recibir los refuerzos que habia pedido a Santiago para hacer una campeada al sur del Biobio, batir al ene- migo i rescatar por la fuerza a los prisioneros. Pero esos refuerzos no llegaban, i cada día se hacia roas peligrosa la situación de aquellos infelices. El 15 de marzo Benavides escribía de nuevo a Freiré en términos mas apremiantes, exijíéndole que le enviase a su mujer viva o enferma o muerta, i que acelerase así el rescate de los prisioneros porque ya casi no le era posible contener a los indios, que querían ma- tarlos i tener con este motivo un día de tiestas i de borrachera.

En presencia de ese peligro, pero con gran repugnancia de su parte. Freiré se vio eo la necesidad de entrar en negociaciones con Benavides. Con fecha de 23 de mar* zo escribió a O'Híggins pidiéndole que le enviara algunos prisioneros españoles de orijen, para canjearlos por los soldados patriotas que estallan en poder del enemigo. Agregaba, con este motivo, que aquellos no debían ser orijinarios de la provincia de Concepción, *>pues uno solo, decía, por sus relaciones i conocimientos vale por veinte españoles, mucho mas para la clase de guerra que hace el enemigo.» El mismo día despachó a Talcamávida a Teresa Ferrer, mujer de Benavides, a cargo del capitán don Ramón Novoa, comandante militar de esa plaza, i envió a Santa Juana como parlamentario, para negociar el canje de los prisioneros , a don Eujenío Torres, teniente primero del batallón núm. i de Chile. En sus comunicaciones, fínjiendo todavía creer en las intrigas de Benavides, tratal« de persuadir a Benavi- des que siguiese prestando sus servicios a la patria.

Pero éste no quería ni habría podido volver atrás, hallándose rodeado de hom- bres que por un motivo o por otro estaban resueltos a hacer la guerra a todo trance. Contestó a Freiré en términos en cierto modo ambiguos, pero insolentes en el fondo, declarado que **jamas admitiría otro partido sino el de que la suerte de las armas

148 HISTORIA DR CHILE 1819

teniente Riveros fué puesto en libertad í enviado a Talcamávida des- pués de aquellas dilijencias.

Al paso que Benavides mantenia en estrecho encierro a los solda- dos prisioneros, aparentaba guardar muchas consideraciones al parla- mentario de Freiré. Era éste don Eujenio Torres, ofícial distinguido del ejército chileno, que había esperado reducir al caudillo realista a volver al servicio de la patria. Benavides, que hasta entonces trataba de ocultar sus propósitos, obligó, sin embargo, a trece de los prisione- ros a enrolarse en sus bandas, i mantuvo encarcelados a los catorce restantes. Una noche de los primeros días de abril que habia cenado con el parlamentario Torres, ordenó que éste fuese encarcelado con aquellos prisioneros. Fuera efecto de la embriaguez i de la perversión de aquel feroz caudillo, del espíritu de venganza de algunos oficiales españoles que acababan de tener noticias de los trájicos sucesos de San Luis, que hemos referido mas atrás, o de la furia salvaje de los indios que estaban al servicio de los realistas, el parlamentario Torres i los cator- ce soldados que se hallaban en el mismo calabozo, fueron inhumana- mente sacrificados a sablazos, según una versión, o atravesados por las lanzas de los bárbaros (42). Aunque Freiré tuvo noticia pocos días des-

decidiese de la tranquilidad de estos reinos. m Faltando ademas a las prácticas mas comunes i corrientes de la guerra, retuvo en su campo al parlamentario Torres, i avisó a Freiré que tanto éste como el teniente Riveras estallan en marcha para Val- divia; pero que él los haría volver del camino, si como lo tenia pedido, se le en- viaba su mujer.

A trueque de obtener la libertad de aquellos oñciales, dispuso Freiré que úü tardanza hiera enviada a Santa Juana la mujer de Benavides. Este se mostró agra- decido a Freiré. "Quedo impuesto, le decia en comunicación de 4 de abril, de los jenerosos sentimientos que espresa V. S. en oficio del 30 del pasado que me remitió •con mi esposa, que juzgaba victima de la sofocación del capitán don Ramón Novoa, riéndome mui sensibles los resultados. h Pero, en vez de corresponder a ese acto de cortesía, Benavides se limitó a poner en libertad al teniente Riveros i retuvo en su campo al parlamentario don Eujenio Torres.

(42) La relación mas estensa i prolija de este horrible crimen es la qne comunicó Freiré al gobierno de Santiago en oficio de 2 de mayo siguiente, escrito en el cam- po de Curali, i publicado en la Gaceta ministerial de 22 del mismo mes. Según ese documento, fué Benavides el autor principal i casi podría decirse eadosivo de la matanza de los pririoneros, ordenando su ejecución i dirijiendo personalmente a los asesinos. YA caudillo realista, sin embargo, en su carta a Freiré de 4 de abril, que hemos estractado en la nota anterior, representaba ese crimen como cometido por la ferocidad de los indios, deda que él lo deploraba, pero que se habia visto forzado a tolerarlo para salvar su propia vida de la ferocidad implacable de esos salvajes. Freiré no creyó esas esplicadones, i aun juzgó por el momento que ni siquieía se

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII I49

es de la consumación de ese horrendo crimen, no podía darle ^dito; i solo un mes roas tarde lo comunicó al gobierno como un cho efectivo e irreparable. I sin embargo, ese no era mas que el ncipio de aquella guerra de atrocidades i de destrucción que había ensangrentar i de asolar esa comarca durante algunos años. La situación de los patriotas, entre tanto, no les permitía tomar re- altamente la ofensiva contra la plaza de Santa Juana i sus contornos, nde estaba reconcentrado el grueso de las fuerzas enemigas. En cto, aunque las partidas de milicianos patriotas que guarnecían a lillan i a Quirihue habían alcanzado algunas ventajas sobre los mon- teros realistas que recorrían aquellos campos, la situación jeneral de provincia era del todo intranquila. En los primeros días de abril»

»ia cometido aquella matanza, atribuyendo la noticia a un simple embuste de lavides para producir el terror entre los soldados patriotas. Solo un mes mas le adquirió el convencimiento de que el asesinato del parlamentario Torres i de soldados prisioneros era un hecho efectivo.

In la relación citada, Freiré, fundándose en los informes que recojió después del ibate de Curali, cuenta que la matanza de los prisioneros fué ejecutada por

partida de soldados españoles, dirijida personalmente por Benavides, que fué igo presencial i excitador del crimen, refiriendo al efecto ciertos accidentes mas lénos patéticos, uno de los cuales fué el de un soldado chileno de oríjen que se ó a formar parte de la banda de asesinos. Según los informes dados mas larde

algunos de los montoneros realistas que se pasaron a las filas patriotas, los altores del crímen fueron los indios. Los prisioneros habrían perecido, no a sa- tos, como habia contado Freiré, sino acribillados de heridas por las lanzas de i salvajes.

iquella matanza, dispuesta sin duda alguna por Benavides, fué también proba- nente excitada por algunos oficiales realistas como represalia de la matanza prisioneros españoles ejecutada en San Luis en febrero atiterior, cuya noticia labia estendido en todo Giile. ' Benavides, que hasta los últimos instantes de vida trató de disculparse de sus crímenes atribuyéndolos a otros, hizo llegar a M del je£e patriota la noticia de que el asesinato de Torres i de sus compañe- habia sido ejecutado contra su voluntad, i que él mismo habia corrido gran gro de ser muerto por la furiade los indios, excitada por algunos oficiales españo-

Benavides acusaba como principal instigador i como ejecutor del crímen a don ro María Arias, oficial español llegado a Chile en octubre anterior en el batallón ^ntabria, i que se posó a los putríotas el dia antes del combate de Curali. A lecoencia de esta acusación. Arias fué encarcelado en Santiago en el cuartel de

Pablo, exhibió algunos documentos sobre sus antecedentes, trató por todos

lios de sincerar su conducta, i no presentándose ninguna prueba en contra suya,

absuelto i dejado en libertad. Pueden verse a este respecto dos representaciones

is de 17 de diciembre de 1819 i de l.^ de mayo de 1820, publicadas en la Ga-

mimsteriai de 8 de enero i 27 de mayo de este último año.

150 HISTORIA DE CHILE 1819

creyéndose sin fuerzas para defender a Concepción, Freiré se pre "^^ paraba para evacuar esta ciudad i para replegarse a Talcahuano, don- ->' de podia ser socorrido por mar; pero antes de tomar una medida que podia producir los mas desastrosos resultados, impartió órdenes para reconcentrar allí las milicias de la provincia i los refuerzos que se hallaban detenidos en Talca. Si estos últimos, a consecuencia de los sucesos que hemos referido anteriormente, no pudieron abandonar esa plaza, se consiguió al menos reunir algunos destacamentos de milicia- nos regularmente armados, con los cuales Freiré llegó a contar en Concepción poco mas de setecientos hombres. Estas fuerzas eran su- ficientes para defender la ciudad; pero no parecian serlo para recha- zar una irrupción del enemigo al norte del Biobio.

Mientras tanto, Benavides, envalentonado por la inacción de tos patriotas, se creía en situación de abrir una campaña resuelta i efícaz. Las relaciones i documentos oficiales o particulares de la época, dis- cordan estraordinariamente en la apreciación de sus fuerzas, que ra- zonablemente pueden estimarse entre seiscientos i mil hombres. A la cabeza de ellos cruzó el Biobio, ocupó la plaza de Talcamávida i se estendió por los campos vecinos, esperando reunir a sus filas nuevos auxiliares. La noticia de estas ocurrencias llegó a Concepción en la noche del 14 de abril. En el momento mismo mandó Freiré alistar todas sus tropas para salir al encuentro de Benavides; i en la madru- gada del dia siguiente (15 de abril) se ponia en marcha hacia Talcamá- vida, resuelto a empeñar un combate decisivo. El caudillo realista, que habia avanzado hasta Gomero, no se atrevió a esperarlo; i levantando su campo apresuradamente, trató de retirarse i de repasar el Biobio. Cortado por Freiré que se acercaba para cerrarle el paso, Benavides emprendió su retirada hacia el oriente perdiendo en su marcha una parte del ganado que arreaba i algunos dispersos que acudían a pre- sentarse a los patriotas. Una fuerte lluvia que cayó en la noche del 17 de abril impidió a éstos dar alcance al enemigo. Favorecido por esta circunstancia, Benavides pasó el rio de la Laja por el vado de Tarpe- Uanca, i aunque su situación no era la mas aparente para llamarse vencedor, se acercó el 19 de abril a la plaza de los Ánjeles para exi- jirle rendición. Decíase representante de «la cuarta parte del globo, o mas bien de la nación americana que por espacio de siglos habia dis- frutado del afecto del rei de Españan, contaba que las tropas del coronel Freiré habian sido completamente destrozadas, i que si bien las huestes vencedoras de su mando podian apoderarse de aquella plaza, un sentimiento de humanidad le aconsejaba ofrecerle una capí-

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII 151

tulacion honrosa. £1 coronel Alcázar, que mandaba en los Ánjeles, no se dejó engañar por esas palabras; i contestando a Benavides que •• te- nia bastante pólvora i balas para esperarlon, se dispuso a rechazar cualquier ataque. Las bandas realistas, sin empeñar el menor comba- te, siguieron su retirada el mismo dia, pasaron el Biobio por Negrete el 20 de abril, perseguidos por partidas patriotas que les tomaron algu- nos prisioneros, i de allí se dirijieron a marchas forzadas a buscar su antiguo campamento de Santa Juana. Esta correría de las bandas rea- listas había sido mas que infructuosa, puesto que esperimentaron alguna dispersión; pero al menos habian evitado un desastre sustra- yéndose a presentar el combate a que las provocaba el coronel Freí- re (43).

Pero la plaza de Santa Juana, abandonada por Benavides para eje- cutar esa infructuosa campaña al norte del Biobio, había sido ocupada por los patriotas el 19 de abril, í allí comenzó a reconcentrar Freiré casi todas las fuerzas de su mando i las milicias de Cauquenes i de

(43) Esta primera campeada de Benavides al norte del Biobio, está prolijamente contada en los partes oficiales que Freiré enviaba al gobierno. Algunos de ellos fueron publicados entonces; pero la Gaceta ministerial^ en su núm. de 8 de mayo, hizo un prolijo i claro resumen de las noticias que se recibian en Santiago asi por los documentos oficiales como por las correspondencias particulares.

Benavides, hombre rudo i grosero, pero malicioso i astuto, tenia siempre a su lado algún ofícial o algún fraile español mas culto que él que le escribía las órdenes mi- litares i la correspondencia que dirijia. Mas tarde, según habrá de verse, tuvo un secretario que regularizó este ramo del servicio. Algunas de sus comunicaciones son curiosas por el espíritu de intriga i de disimulo que revelan, o por su forma preten- ciosa i altisonante. La que recordamos en el testo, dirijida al coronel Alcázar, co. mienza con las palabras que dejamos copiadas; 1 luego agrega: "Deseoso de evitar la efusión de sangre, convido a V. S. a una rendición honrosa t que estrechados en el seno de la fraternidad, disfrutemos todos de aquella paz i tranquilidad que enebra hasta a los irracionales; mas si V. S. i la guarnición de esa plaza se empeñasen en sc»stecer un capricho i egoismo sujerido por ideas que nada tienen de fundamentales sino su oropel, me veré en el caso de usar de las leyes de la guerra. Estas me per- miten pasar a cuchillo toda la guarnición i los infelices que se han acojido a sus sombras. . . Los correos del coronel Freiré que sorprendidos por mí, ofrecen a V. S. su auxilio, no deben detenerlo en su rendición, supuesto que, según acaso tendrá V. S. noticias, parte de mi ejército i los indios lo han destrozado enteramen- te, i ya no existen mas que sus reliquias, victimas dispersas que cubren mi corazón de sentimiento i llanto.» El oficio de Benavides concluía declarando que no había sobre la tierra qué pudiera resistir al poder del reí de España, repitiendo al efecto las jactanciosas palabras que cada dia publicaba la prensa de la metrópoli. "Dígalo la revolución francesa; dígalo Napoleón llamado el grande, decía. Yo no sigo mas leí que la que dicta mi deber i las muí sabias del soberano h

152 HISTORIA DE CHILE 1818

Quirihue que babia convocado el activo coronel don Antonio Merino. Benavides, por su parte, fué a situarse dos leguas mas al sur, en el estrecho valle de Curalí, donde los altos cerros que lo rodean i el espeso bosque que allí se levantaba, parecía ponerlo a cubierto de un ataque de tos patriotas. Desde esa guarida, i apesar de la lluvia que caia casi sin cesar, las partidas avanzadas de Benavides se presentaron varias veces en los contornos de Santa Juana en actitud hostil; pero siempre fueron batidas por las tropas de Freiré.

Este esperaba solo un tiempo favorable para caer sobre el enemigo. £1 I .<* de mayo, aprovechando algunas horas en que cesó la lluvia, puso en movimiento sus tropas. Marchando con toda la rapidez posible sobre los pantanos que hallaban a su paso, i derribando los maderos puestos en algunos puntos a modo de defensa, se acercaron éstas al campo enemigo a la caida de la tarde. Benavides, que no esperaba este ataque, i que no se creia en situación de rechazarlo, dispuso a toda prisa la retirada de sus tropas. Solo la caballería patriota, manda- da por el coronel Merino, alcanzó a entrar en combate, cargando con gran vigor sobre las bandas fujitivas, causándoles pérdidas considera- bles i dispersándolas en todas direcciones por entre los cerros i los bosques. La persecución se continuó mas de una legua, hasta que llegada la noche, i habiendo recomenzado la lluvia, las fuerzas patrio* tas se vieron forzadas a replegarse al mismo campamento de Curalí que acababan de abandonar los realistas. Muchos de éstos que se habian asilado en los bosques vecinos, comenzaron a presentarse desde la mañana siguiente acojiéndose al perdón que jenerosamente les ofre cia el coronel Freiré. Este mismo llegó a creer que después de ese corto combate, la dispersión del enemigo era casi definitiva. ^ Puede V. E., escribia al director supremo, estar seguro de que las fuerzas enemigas están derrotadas completamente, i que no resta otra cosa sino destruir las miserables reliquias que puedan reunirse a la distancia del ejército de la patria, con el objeto de hostilizar i robar a los habi- tantes pacíñcos; mas todos estos males quedarán muí en breve reme- diados, manteniéndome algún tiempo en estas fronteras para consoli-

I

dar el buen orden i tranquilidad (44). n

(44) Parte ofídal del combate de Curali dado por Freiré en ese mismo sitio el 2 de mayo de 1819, i publicado en la Geueta estraordinaria de 16 del mismo mes.

Aprovechándose del desorden i de la dispersión de las bandas realistas, abando- naron a éstas en aquella ocasión algunos individuos de educación superior a la del mayor número de los montoneros. Ademas de creer perdida para siempre la causa del

1 8 1 8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII 1 53

Para que este resultado hubiera sido efectivo, se habria necesitado que Freiré, disponiendo de mayores elementos militares i pudiendo contar con un tiempo mas favorable, hubiese perseguido eficazmente los restos desordenados del enemigo. El jefe patriota, por otra parte, daba a su triunfo reciente una im(K>rtancia decisiva; i solo llegó a con- vencerse de lo contrario algunos dias después, cuando supo que Be- na vides reunía su jente en los campos comprendidos entre Colcura i Arauco, haciéndole entender que pronto recibiría refuerzos considera- bles de armas i de tropa que debia enviarle el virrei del Perú. Alar- mado por estas ocurrencias. Freiré partió de Curalí en la madrugada del 14 de mayo a la cabeza de todas sus tropas i llegó hasta las inme- diaciones de Arauco sin encontrar resistencia alguna. Las partidas realistas se replegaban apresuradamente al sur evitando con todo em- peño el presentar combate. Un cuerpo de doscientos lanceros, en su mayor parte indios, que intentó defender el paso del rio Carampangue en la mañana del 1 7 de mayo, fué dispersado fácilmente por la caba* Hería patriota que mandaba el coronel Merino. La plaza de Arauco fué hallada casi desierta; pero Benavides seguia retirándose al sur, i fué a asilarse entre los indios de Tubul. Freiré, que sin fruto alguno envió varios destacamentos a perseguirlo en aquellas guaridas, adquirió b convicción de que las bandas enemigas estaban dispersas para siem- pre, se limitó a recojer algunas familias de modesta posición que va- gaban en los bosques, i a los pasados que se le presentaban. A fínes de mayo daba la vuelta a Concepción persuadido de que la guerra de la frontera quedaba terminada para siempre. Según los informes que íiabia recojido^ Benavides, desconcertado con tantos contrastes, espera- ba que se acercase un buque a aquellas costas para abandonar el país i hacerse pirata o dirijirse al Perú (45).

reí en Chile, no querían aquellos tomar parte en esa guerra de atrocidades i depreda- nones, ni servir bajo las órdenes de caudillos groseros i feroces. Se contaron entre ¡líos, dos hombres de mérito, el capitán de injenieros don Santiago Ballarna i el >ñcial de real hacienda don Victorino Garrido, ambos españoles, 1 llegados a Chile i\ afio anterior en la fragata Marta Isabel^ que fueron ocupados |X)r el gobierno de a República, i prestaron a ésta buenos servicios. Puede verse en la Gaceta ministe- iui de 7 de agosto de 1819 una csposicion de Ballarna en que esplica con verda- lera elevación de carácter los motivos que tuvo para abandonar el .servicio del rei ibsoluto i para acojerse a las banderas de Chile.

(45) Parte de Freiré fechado en Arauco el 17 de mayo, i publicado en la Gaceta ministeriai át 12 de junio. Carta del mismo al director OUiiggins de 18 de mayo; i arta del secretario de ese jefe (don Santiago Fernandez) de 19 del mismo mes, pu »licada en El Telégrafo (periódico de Santiago) de 4 de junio de 1819.

154 HISTORIA DE CHILE 1819

Por el momento, llegó a creerse en cierto modo pacificada la prp- vincia de Concepción. Las montoneras realistas que recorrían los cam- pos al norte del Biobio, compuestas en su mayor parte de desalmados i malhechores que buscaban en la guerra la satisfacción de las peores pasiones, habian sufrido en esos mismos días considerables desastres. En Chillan, el intrépido guerrillero patriota don Pedro José Kiquetme, encargado por el gobernador de la plaza don Pedro Nolasco Victoria- no, de perseguir una crecida banda que, proclamando la causa del reí, saqueaba i quemaba casas, asesinaba i cometia otras atrocidades, cayó sobre ella el 26 de abril i la desorganizó matándole diez i ocho hombres. En los alrededores de Quirihue, otra banda mas numerosa todavia, fué batida con mayores pérdidas el 5 i el 8 de mayo por el gobernador de ese distrito don Manuel González i por el coronel Me- rino (46). Aunque en los meses subsiguientes siguieron repitiéndose, con intervalos mas o menos largos, los ataques de esa clase sin poder concluir con aquellas montoneras de desalmados, el invierno, que no les permitia ejecutar con facilidad sus habituales correrías i depreda- ciones, fué relativamente tranquilo, haciendo esperar que antes de mu- cho reinaria en aquella comarca un orden perfecto. Esas ilusiones, como veremos mas adelante, se desvanecieron en breve.

zi. El gobierno de Bue- ii. A las preocupaciones que habían pro- nos Aires ordena el re- j 1 1 1 j r», 1 paso a Mendoza del cjér- Curado al gobierno los sucesos de Talca 1 de

cito de los Ande»: coni- Ja frontera, que acabamos de contar, i los mas

plicaciones a que da . , 1 , « «

lugar esta resolución: trascendentales déla campaña naval empren-

después de numerosas dida en esos mismos nieses por la escuadra dilijencias no se efectúa 1,1..

sino en parte. chilena, quc referiremos en el capítulo siguien-

te, se agregaban otras orijinadas por los graves acontecimientos de las provincias unidas del Rio de la Plata, i por la partida de una porción considerable del ejército de los Andes al otro lado de las cordilleras. Como hemos visto mas atrás (47), el promotor de esta medida ha- bía sido el mismo jeneral San Martin. El gobierno de Buenos Ai- res, después de algunas vacilaciones, le había prestado su aprobación,

(46) Los archivos de gobierno conservan numerosos documentos sobre estos combates contra los montoneros realistas, o mas bien contra aquellas hordas de malvados que invocaban el nombre del rei para cometer todo orden de crímenes en aquella comarca. La Gaceta ministerial en sus números de 22 de mayo i de 26 de julio publicó dos piezas referentes a los sucesos que recordamos en el testo. El Te- légrafo daba también a luz algunas noticias relativas a esos sucesos.

(47) Capítulo IX, § II.

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movido, decía, por la noticia del próximo arribo de una formidable espedicion española que se preparaba en Cádiz. Adelantándose a esta decisión, San Martín, que acababa de tener noticias de los trájicos sucesos de San Luis, i que los creía relacionados con los trastornos interiores de aquellas provincias, partió apresuradamente para Mendo- za en la tarde del 15 de febrero acompañado por cíen hombres de tropa, i haciendo llevar álgun armamento para equipar allí las milicias. «La guerra civil encendida en esas provincias i el ínteres que me ins- piran la suerte i la felicidad de la América, escribía al director O'Híg- gins el día antes de ponerse en marcha, me mueven a trasladarme a Cuyo tanto para ponerlo a cubierto del contajío anárquico que la amenaza como para interponer mi corto crédito tanto con mi gobierno como con el de Santa a fin de transar una contienda que no puede menos de ser continuada i de poner en peligro la causa que defende- mos... Tendré la mayor satisfacción de volver a ponerme a la cabeza de ambos ejércitos (el de los Andes i el de Chile) luego que cesen los motivos que llevo espuestos, i que los aprestos para las operaciones ulteriores que tengo propuestas i confirmadas por V. E. estén pron- tos (48). II I dirijiéndose el mismo día al pueblo chileno en una procla- ma, decia: "Mi separación es momentánea: su objeto no es otro que el bien de la causa jeneral de América... Os ofrezco volver en el mo- mento que aquellas ocupaciones me permitan emplear mis trabajos en beneñcío vuestro (49). n

£1 viaje repentino de San Martin, i sobre todo los sucesos que lo motivaban, produjeron grande alarma en el ánimo de los gobernantes de Chile. O'Higgins, creyendo seriamente comprometida la tranquili- dad de la provincia de Cuyo, se dirijió inmediatamente al senado para representarle que siendo preciso contener allí los progresos de la anar- quía, se hacia necesario auxiliarla con un refuerzo de tropas que segu- ramente no bajaría de 1,500 hombres. ««Para este caso, que desgracia- damente debemos esperar mui próximo, agregaba, ha de aprontarse la fuerza, el dinero, los víveres, bagajes i cuanto concierna a facilitar el paso de la sierra, n £1 senado, inspirado por los mismos propósitos,

(48) Esta comunicación, de carácter reservado, que nosotros puMicamos en es- tracto en el articulo ya citado (Lm desobediencia deljeiural San Martin) puede verse integra, con otros documentos referentes a estos negocios entre los anexos de la sesión del 16 de febrero de 1819 del senado, en la colección de Sesiones de los euertos lejislaiivos^ tomo II, páj. 284-7.

(49) Proclama de San Martin, publicada en la Gactta ministerial de 20 de fe- brero.

156 HISTORIA DE CHILE 1819

propuso a O'Higgíns el envío de una diputación, que invocando los sentimientos patrióticos del caudillo Artigas, a quien se suponia el jefe i director casi esclusivo de aquellas revueltas, le representase los males incalculables que ellas orijinaban a la causa americana, i le pro- pusiera, en nombre del gobierno de Chile, un arreglo pacífico bajo la base de una amnistía jeneral. Por un segundo oficio dirijido ei mismo dia al supremo director (16 de febrero), se le prevenía de que si esa negociación no producía los efectos que se esperaban, sería libado el caso de enviar tropas de Chile para combatir la anarquía (50). Acep- tando este parecer, que ñié igualmente aprobado sino inspirado por la lojia lautarina, O'Higgins designó para el desempeño de ese delicado encargo al coronel don Luis de la Cruz, personaje respetable por sus antecedentes i por sus servicios, i al rejidor del cabildo de Santiago don Salvador de la Cavareda, joven reputado por su circunspección i por su intclijencía. Provistos de las instrucciones dispuestas por el di- rector supremo i aprobadas por el senado, partieron aquellos para Mendoza el 2 de marzo (51). Esa misión, sin embargo, iba a ser estéríl. San Martin, que en esos

(50) Oñcio de 0*Higgins al senado de 16 de febrero. Dos oficios del senado a O'Higgins de 17 de febrero.

(51) Pueden verse los documentos referentes a esta misión entre los anexos de la sesión del senado de 27 de febrero de 1819, colección citada, tomo II, páj. 31 1-4. El articulo 8.<* de las instrucciones de los comisionados, dispuestas por O'Higgins i aprobadas por el senado, es como sigue:

**S.° En caso que el jeneral Artigas o su representante propusiese, por único tér- mino de las disensiones actuales con el gobierno supremo de las provincias unidas, que esta autoridad declare la guerra contra les portugueses, representará la comisión con la mayor viveza el compromiso de las fuerzas de ambos estados para destruir al gobierno español en Lima, a cuyo fin se han hecho ya grandes aprestos, se ha pro- clamado al Perú i se ha establecido el bloqueo del Callao; que siendo el espaftol un enemigo mas pujante i temible, es del interés de los pueblos consumirlo antes que sofoque su lil^rtad, i una obligación forzosa de los gobiernos libres acabar esa do- minación, objeto primario de la revolución; que, destruidas las fuerzas opresoras de Lima, es un consiguiente necesario la libertad del Perú, i combinados los recursos de los tres estados, adquirirá la América la seguridad, respeto i poder que necesita emplear para constituirse independiente; i que entonces, no solo cooperará el go- bierno de Chile con el de Buenos Aires para reclamar de la corte del Brasil U des- ocupación de la llanda oriental, sino que invitaría al estado de Lima a entrar en la alianza sobre las reclamaciones a la misma corte, i aun para garantir compensacio- nes, si el rei de Portugal la pidiese para volver sus tropas a las posiciones del afto de 1813.11

Reproducimos este articulo en su forma testual en comprobación de que ni el

l8l9 PARl-E OCTAVA. CAPÍTULO XII 157

momentos se hallaba en San Luis, aprobjS calurosamente ese pensa- miento, persuadido de. que los comisionados chilenos podían inducir a los caudillos de la rebelión a deponer las armas en aras de la patria, que necesitaba de la paz interior para consumar la independencia (52). Esta esperanza no era mas que una ilusión, nacida del conocimiento que los que la abrigaban tenían de los severos deberes que impone el patriotismo, i del desconocimiento de las causas mültiples que habían producido esa insurrección i del carácter de los caudillos que la enca- bezaban, i a quienes se creía capaces de sojuzgar sus pasiones por los sentimientos de un orden mas elevado. £1 gobierno de Buenos Aires, que veía las cosas mas de cerca, i que creía ademas que en esos mo- mentos la guerra civil presentaba un aspecto mas favorable, se negó a admitir una mediación estraña que al paso que no produciría resul- tado alguno, iba a alentar a los caudillos rebeldes a quienes parecía reconocerse el carácter de belijerantes (53). Por esta razón, los diputa-

director supremo ni el senado lejislador, vacilaron un solo instante en el proyecto de espedicionar al Perú.

Con motivo del viaje del coronel don Luis de la Cruz, que estaba desempeñando el importante puesto de gobernador de Valparaíso, pasó a servirlo interinamente el coronel 2^piola.

(52) Escribiendo a Guido desde Mendoza, con fecha de 23 de febrero, San Mar- tin le decia lo que sigue: "Mucho me ha gustado el paso de la comisión mediadora nombrada por ese estado. Esta puede contribuir mucho al objeto de paz que nos proponemos.il Trece dias mas tarde, hallándose en San Luis, comunicaba a Guido con fecha de 6 de marzo, el aspecto en apariencia mas ventajoso que ofrecía la gue- rra contra los montoneros, i agregaba lo que sigue: "Por lo que veo, esta guerra no va a concluir, i solo tengo esperanza? en que la comisión de Chile i mis buenos de- seos puedan apagarla, pues, de lo contrario, aunque salgamos victoriosos, el resul- tado será perder los bravos, aniquilar todo jénero de recursos, aumentar mutuamente la odiosidad, devastar la campaña, i al fin, si viene la espedicion española, ser presa de nuestras desavenencias. Dígame V. su opinión sobre este particular, que creo será la mia.ii Guido, en efecto, pensaba lo mismo que San Martin. Contestando esa carta desde Santiago con fecha de 17 de marzo, le decia aquel lo que sigue: "No vario un punto mi opinión respecto a la necesidad de una pronta transacción con los montoneros. Convengo con V. en que cualquiera que sea el resultado de la campaña que se ha abierto contra ellos, será funestísima a los interés jenerales si se decide por las armas, cuando nos vemos amenazados por la espedicion española. Si y, i la comisión consiguen que ambos partidos se den la mano para defender la pa- tria, será mas glorioso para V. que el triunfo de Chacabaco i Maipo. Estos son los momentos en que es preciso sacrificarlo todo a la libertad de la tierra. Si de una parte está la razón i de la otra la obcecación, debe buscarse en el peligro el arbitrio de nnir ambos estremos.»

(53) El director Pueirredon, escribiendo a San Martin sobre este asunto en carta

158 HISTORIA DE CHILE Z819

dos Cruz i Cávareda regresaron a Chile a principios de abril sin haber desempeñado su comisión.

Mientras tanto, el gobierno de Buenos Aires habia resuelto con fe- cha de 27 de febrero el repaso del ejército de los Andes a Mendoza, en la forma que hemos visto mas atrás (54). Esa resolución, que por el momento se trató de mantener secreta entre los consejeros del go- bierno, produjo la mas viva inquietud. O'Higgins, sosteniendo que no debia dejarse arbitrio por tocarse para defender a las provincias uni- das de la invasión española que las amenazaba, creia que esa medida

confídencial de ii de marzo de 1819, le decía lo que sigue: "Es sin duda el con* cepto de hallarse este pueblo en riesgo de ser destrozado por los anarquistas lo que movió al goliiemo de Chile a mandar sus embajadores cerca de Artigas, i a V. t apoyar esta determinación de ofício i confidencialmente. Va ha debido V. ver a esta fecha que nuestra situocion es mui distinta, i que lejos de necesitar padrinos, esta- mos en el caso de imponer la lei a la anarquía. Pero, prescindiendo de esto ¿cuáles son las ventajas que V. se ha prometido de esta misión? ¿Es acaso docilizar el jenio feroz de Artigas, o traer a razón a un hombre que no conoce otra cosa que su con- servación i que está en la razón de su misma conservación hacernos la guerra? El sabe mui bien que una paz proporciona una libre i franca comunicación; i que ésta es el arma mas segura. i eñcaz para su destrucción, porque el ejemplo de nuestro orden destruye las bases de su imperio... El siempre dice que quiere la paz; pero sujetándola n condiciones humillantes e injuriosas a las provincias unidas; i por «so nunca ha podido celebrarse un ajuste permanente con esa fiera indócil. Jamas cree- ría que la misión de Chile habia sido oficiosa de parte de aquel gobierno, i d que éste (el de Buenos Aires) habia solicitado por debilidad i temor de su situación. Resultaría de aqui un nuevo engreimiento para él, i un mayor aliento a sus ban- didas, a quienes tendría esa ocasión mas de alucinar. Por otra parte, ¡cuánto es humillante que la embajada se dirija a Artigas para pedirle la paz i no a este gobier- no! Esto probaria que aquel es el fuerte, el poderoso, i el que lleva la opinión en su favor, i que nuestro lugar político es subordinado al de aquel. Los estranjeros que vean i sepan este paso degradado para nosotros ¿qué juicio formarán? Hai tantas razones que se oponen a que se realice esta mediación, que me he resuelto a prevenir a los diputados que suspendan todo paso en ejercicio de su comisión. n

El oficio del ministro de la guerra don Matías de Irigóyen a San Martin, escrito el propio día 1 1 de marzo sobre este asunto, espresa las mismas opiniones. Se halla publicado en las pájs. 212-3 ^^ ^^ Vituiicoíion histórica (papeles del jeneral Guido) antes citada.

(54) Véase el § ii del capitulo anterior. Antes de tener noticia de esta resolu- ción gubernativa, i con fecha del mismo día 27 de febrero, San Martin, hallándose en viaje para San Luis, habia pedido al gobierno de Chile desde la posta del Rodeo del medio, que se le enviasen dos escuadrones de cazadores a calnllo para afiancar la tranquilidad en la provincia de Cuyo. "La necesiilad en que me hallo, «iecia, pnra mantener el orden como para un coso preciso e indispensable, me ha hecho tomar esta medida de precaución, m

l8l8 PARTE OCIA VA. CAPÍTULO XII I59

iba a traer males de la mayor consideración, ««retardando la consoli- dación de la grande obra de la libertad ainericanan (55). El senado de Chile, impuesto de esta ocurrencia en sesión de 18 de marzo, acor- dó dirijirse al supremo director para representarle los peligros que envolvía esa medida. «El senado está pronto, decía, a concurrir a la defensa de las provincias unidas con cuantos auxilios cst^n a su al- cance; pero permitirá V. E. que observe que a su modo de ver se puede servir a Buenos Aires mismo i a la causa de una manera mas eficaz si el ejército no pasa los Andes. Todos estamos persuadidos de la importancia de veriñcar la espedicion al Peni, i todos estamos dis- puestos a hacer los mayores sacriñcios para que se realice. La noticia del resultado de nuestra escuadra no puede tardar muchos dias; i es evidente que si ha sido favorable, debemos aprovechar los momentos para insurreccionar los pueblos del Perú, si acaso no logramos dar un golpe decisivo. . . Cuando tan poderosas razones no hagan variar de opinipn al supremo gobierno de las provincias unidas, puede al menos proponérsele que queden en este país dos mil hombres de aquellos de que se recele deserción (los soldados de nacionalidad chilena), con sus correspondientes oficiales, para que unidos a otros tantos del ejér- cito de Chile, se verifi({ue la espedicion proyectada a Lima (56).'!

El coronel don Tomas Guido, representante en Santiago del gobierno de Buenos Aires, desplegó, por su parte, todos los recursos de su sagaci- dad política i de su injenio de escritor para impedir que se llevara a efec- to esta medida. En una estensa carta dirijida a San Martin con fecha de 18 de marzo, la examinaba bajo todos sus aspectos, i aunque mostrán-

(55) CartAs (le O'Higgins a San Martin de 15 i de 17 de marzo de 1819. "Si los maturrangos YÍeneo n Buenos Aires, decia al concluir la primera de esas cartas» cuanto Chile tenga i pueda yo contribuir a la defensa de tan digno pueblo, del)e contarse coa toda certeza, como V. con su invariable amigo. Bernardo (yHiggins,u La contestación ofícial de 0*Higgins, concebida en el mismo sentido, tiene la fecha de 20 de marzo. Se halla publicada entre los apéndices de la Historia de San Martin por don Bartolomé Mitre (tomo II, páj. 588), pero por un descuido de copia, se le ha puesto la fecha de 20 de julio.

(56) Este acuerdo fué celebrado el 18 de marzo, i al efecto se formuló allí un oficio dirijido al director supremo de Chile en que le representaban los males que iba a traer esa medida (Puede verse ese ofício en el tomo II de las Sesiones de los cuerpos lejislativos^ páj. 376). Hallándosele difuso i poco claro, se le dio una forma mas concreta i ordenada i se le puso la fecha de 19 de marzo con que fué trasmitido al gobierno de Buenos Aires. Al reproducirlo en la citada Vindicación histórica^ páj. 223-7, se le ha puesto equivocadamente la fecha de 9 de marzo, dia en que aun DO se conocia en Chile ¡a determinación que motivó ese oficio.

1 6o HISTORIA DE CHILE 1 8x8

dose resuelto a acatarla si el gobierno de Buenos Aires insistía en ella, señalaba uno a uno todos sus inconvenientes i los males incalculables que podia producir, el mas trascendental de los cuales era el aplaza- miento definitivo de la proyectada espedicion al Perií. «»Yo me he es- tendido demasiado, decía al concluir, porque mi corazón se destroza con la memoria de un porvenir tan melancólico, i porque en verdad veo perdidas las fatigas de V., la sangre de sus compañeros i los des- velos de sus amigos, después de los esfuerzos mas jenerosos por la libertad de la América. Veo, en fin, que el paso del ejército de los Andes prepara estos conñictos, los peligros de nuestro pais i la ruina jeneral de la América (57).<* La lojia lautarina, que, como sabemos, formaba el consejo privado pero todo poderoso del gobierno de Chile en los asuntos mas arduos, celebró una sesión en la noche del 16 de marzo, i en ella acordó que el dia siguiente partiese para Mendoza uno de sus miembros con el encargo de representar a San Martin los peligros que envolvia aquella resolución, i de empeñarlo para que pi- diera al gobierno de Buenos Aires su revocación o a lo menos su mo- dificación. Para el desempeño de ese encargo fué designado el coman- dante de artillería don José Manuel Borgoño, oficial joven todavia, pero que por sus excelentes servicios i por la seriedad i discresion de su carácter, se habia conquistado la confianza del gobierno de Chile i del jeneral San Martin.

Desde el primer momento comenzaron a hacerse sentir los inconve- nientes de aquella medida. El ejército de los Andes, organizado pri- mitivamente en Mendoza, habia esperimentado modificaciones consi- derables en su composición, reformando i engrosando sus filas con la recluta recojida en Chile; i esta recluta formaba en 181 9 la base de su fuerza. ««Mas de dos tercios de este ejército se compone de hijos de Chile, M decia Guido en la carta aludida. Este hecho, que era igual- mente conocido por los dos gobiernos, hacia temer una gran deser- ción, porque si bien aquellos soldados, en quienes después de una larga lucha se habia encarnado el odio a los españoles, estaban dispuestos a combatir contra ellos en Chile o en el Perd, no se sentían con vo>

(57) Esta importante carta fué publicada por nosotros en nuestro artículo La dts- cbediencia deljetural San Martin, Habiendo tenido el autor que hacer otras copias de ella, introdujo algunas variantes de detalle, que sin embargo no alteran ninguno de sus razonamientos, o mas propiamente se refieren a modiñcacion o agregación de palabras, como puede verse en la inserción de esta pieza en la Vindicación histórica^ pájs. 213-20.

1 8 i 9 PARTE OCTAVAj— -CAPÍTULO XII 1 6 1

luntad para' ir a pelear contra los montoneros del otro lado de los Anr des en una guerra que se decía llena de privaciones i de sufrimientos» San Martirt, que sabia esto mismo, al dar al jeneral Balcarce las instrucciones del caso para la marcha del ejército, le encargaba que ocultase a éste el objeto de ese movimiento hasta que estuviera reuni- do en la villa de Santa Rosa de los Andes. Pero este secreto no pudo ser guardado tan puntualmente como se exíjia, •• porque las providen** cías que era preciso anticipar, decía Balcarce, indicaban bien el objeto de ese movimiento (58).it Produjo éste las resistencias que eran d^ esperarse; i en las tropas que regresabíin entonces de la campaña del sur, se hizo notar una considerable deserción. Como se recordará, muchos de los desertores, queriendo sustraerse a la persecución ejer- cida contra ellos, fueron a engrosar la banda de los Prietos en los contornos de Talca, dando fuerza i consistencia a esa peligrosa i de&r organizadora insurrección.

Al otro lado de los Andes, se modificaba, entre tanto, la opinión so- bre el repaso del ejército. Desde luego, informes mas recientes desva- necían casi por completo las noticias anteriormente recibidas respecto de la espedicion española dirijicla contra el Rio de la Plata. La guerra contra los montoneros presentaba por el momento un aspecto mas favorable; i la entrada en campaña del ejército independiente del Alto Perd, que llegaba de Tucuman, parecía anunciar un triunfo decisivo sobre la rebelión, por mas que el jeneral Belgrano que mandaba ese ejército, estuviera persuadido de que si la fuerza podía contener de al- gún modo a los rcl>eldes, solo un avenimiento era capaz de restablecer la paz. San Martin, que abrigaba sobre este particular las mismas ideas, no pudo desconocer las fatales consecuencias que debía producir el' retiro del ejército de los Andes al otro lado de las cordilleras, aplazan- do i tal vez anulando para siempre el proyecto de espedicion al Peni.; El mismo Belgrano se lo repre.sentaba así en cartas inspiradas por un profundo buen sentido i por el mas elevado patriotismo (59). El arribo

(58) Oficio de San Martin a Balcarce, escrito en San Luis el 9 de marzo de 18 19.. Contestación de Balcarce, fechada en Curimon el 21 del mismo mes. "Es nece« sarío, decía Balcarce, que se persuada V. E. de que la operación es sumamente escal>rosa. Ella encuentra una fuerte oposición en las autoridades del pais, en lo. general de U población i en una parte muí notable de las tropas que tienen que abandonar sus familias i el suelo patrio. Conozco que es de necesidad vencer estas diíicuUaddl; pero no puedo asegurar a V. E. que esté a mis alcances conseguirlo.»

(59) En carta de 15 de marzo de 18 19, Belgrano, al frente de las fuerzas que debían operar contra los montoneros, decía a San Martin lo que sigue: "No necesi-

Tomo XII 11

102 HISTORIA DE CHILE 18:9

a Mendoza del comandante Borgoño, como ájente confídencial de gobierno de Chile i de la lojia lautárina, acabó de persuadir a S Martin a cambiar de opinión respecto al movimiento del ejército d los Andes. Representaba aquel los inconvenientes i peligros de medida, la situación ventajosa para operar sobre el Perü, i los mate incalculables que podían resultar del aplazamiento de esa espedicio; los triunfos que se esperaban de la presencia de la escuadra chile en las costas de aquel virreinato, los recursos que ella debía procur al estado i la voluntad firme e invariable del gobierno para acomet esa empresa. Borgoño anunciaba también que ademas de los trescic tos mil pesos que debía producir el reparto de una contribución dinero o en especies que el gobierno había impuesto, casi podía co tarse con los recursos de un empréstito que parecía próximo a n ciarse (60). Aunque San Martín, aleccionado por una dolorosa riencia, no debía dejarse seducir por estas ilusiones, adhirió en térmín

tamos mas fuerzas que las que hai aquí. Tengo tres mil hombres con una baterf a ocho picras perfectamente servidas, i es escusado, según comprendo, que veng mas. Los que están a mi frente son jente de desorden, i ellos correrán luego c| vean tropas. m I con fecha de 13 de marzo, al tener noticia de que se había order do el movimiento del ejército de los Andes, le decía estas palabras: "Comisafferi amigo mui querido: Si V. se conmovió con mi bajada, ñgúrese cuál me habrá suc dido con noticia de que su ejército debía repasar los Andes. Esto va a reta la ejecución de los mejores planes (la espedicion libertadora del Perú), i quien sa histn qué punto puede perjudicar la causa en el interior i afirmar al yugo espaRo'

(60) £1 gobierno de Chile enviaba desde meses atrás algunos ajenies secretos* Perú para que lo tuviesen al corriente de lo que alli pasaba, i para que exitasen> espíritu revolucionario. Uno de esos ajenies, cuyo nombre se reserva en los d roentos que tenemos a la vista, llegó a Chile en febrero de 18 19 trayendo noti^ prolijas i bastante lisonjeras acerca del estado de los ánimos en aquel país. As^g raba que a causa del descontento que reinaba en todas las clases sociales i partid lamiente en el alto comercio contra la dominación española, í del deseo de ^ realizada la espedicion libertadora, parecía íácil contratar en la costa del Perú, Panamá i en San Bla^, un empréstito de trescientos mil pesos para llevar a caU'» * empresa. Como ese ájente merecía la confianza del gobierno, O^IIiggins puso o- disposición una goleta llamada Go/ondrifia, comprada al efecto por U súmela 4,500 pe>os, haciéndola cargar de frutos del pais, como si se tratara de una emp**' de comercio, i lo hizo partir para el Peni, para contratar ese empréstito por t »" cientos mil pesos al interés del diez por ciento al año, con hipoteca de las rent. propiedades del estado chileno. El senado aprol>ó este gasto í esta autorizaciof^ sesión de 28 de febrero.

El emisario secreto del gobierno era don Rafael Garfias, cal)allero chileno tenia relaciones comerciales en el Perú, i que prestó en este orden señalados cios a la causa de la revolución, sin conseguir, sin embargo, contratar en todc

ne n

1 8 19 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XII 1 63

claros i espresos a las insinuaciones e instancias de sus amigos de Chile, i desde ese dia (25 de marzo) comenzó a manifestar al gobierno de Buenos Aires que alejado el peligro de una espedicion española, debian modíñcarse las órdenes concernientes al movimiento del ejér- cito de los Andes. A sus amigos i corresponsales de Chile escribía al mismo tiempo que seguramente quedarla sin efecto la orden para el repaso del ejército, i que así lo habia pedido al gobierno de Buenos Aires (61). Tres semanas después, el 16 de abril, San Martin anuncia-

en parte el empréstito que había pensado obtener de los comerciantes o hacendados de los diversos puntos de la costa del Pacífico a que se acercaba a pretesto de ne- gociar sus mercaderías.

(61) A los documentos publicados antes de ahora sobre estos sucesos, podemos agregar otro hasta hoi inédito que esplica el cambio de determinación que tomó San Martin después de su conferencia con Borgofío. Es una carta conhdencial al minis- tro de gobierno de Chile. Hela aquí.

"Seiíor don Joaquín Echeverría. Mendosa, i.® de abril de 18 19. Reservada, Mi amado amigo i paisano: Tengo el gusto de contestar a la de V. de 15 del pasa* do. Por nuestro Borgoño habrá V. sabido mi resolución en punto a la salida del ejército de los Andes. Sobre el particular tengo representado a nuestro Pueirrcdon bajo los mismos principios i observaciones que V. me hace. Su contestación la es- pero dentro de cuatro o cinco dias, i sin pérdida de un solo instante, marchará al conocimiento de nuestro O'Higgins. Opino con V. sobre obrar en estas circuns- tancias sobre Lima, i también creo que si el ejército de los Andes sale de Chile, ese estado i las provincias unidas se los lleva el diablo. Borgoño llevó la orden de prevenir a los amigos (la lojia lautnrina) que lo que ellos hiciesen seria por apro- bado. Mi pais es toda la América, i mi interés es igual por las provincias unidas i Chile. El norte que me dirije es el bienestar i felicidad de ámlx>s estados. —Adiós, amigo querido. Lo es de V. con todas veras su fosé de San Martin. P. D. Si queremos obrar contra IJma, es preciso desde ahora hacer los aprestos que tengo pedidos, bien sea para el primer proyecto de 6,500 hombres, o bien para el segundo de 3,000. Yo estoi seguro de que si se trabaja con actividad i resolución, la cosa es asequible infaliblemente, m

San Martin, como decimos en el testo, habia pedido desde el 25 de marzo al go- bierno de Buenos Aires la revocación de la orden del repaso del ejército de los An- des; pero esa revocación no llegaba, lo que tuvo a aquel mui contrariado. Con fecha de 9 de abril, San Martin escribía a Guido lo que sigue: "De un momento a otro espero la resolución de nuestro gobierno sobre el paso o no del ejército de los An- des. Yo opino que será la de que se quede en ese estado (Chile) por las poderosas razones que se han indicado, m I dirijiéndose al jeneral Balcarce que habia quedado en Chile al frente del ejército de los Andes, le decía lo que sigue con fecha de 16 de abril: "Aun no he recibido contestación al duplicado pasado al supremo gobierno de estas provincias sobre la venida del ejérdto. De to<1os modos, si para el 24 no ha recibido US. dicha suprema resolución, el ejército deberá permanecer en ese estado (Chile) hasta nueva cordillera, en cuyo tiempo se aumentará su fuerza cuanto sea imajinable.ii

X64 HISTORIA DE CHILE 1S19

ba a Pueirredon que habiéndose celebrado recientemente un armisticio con los anarquistas de Santa Fé, consideraba innecesario que el ejér- cito de los Andes saliese de Chile, i que en consecuencia él había dispuesto que se suspendiese todo movimiento de esas tropas, mien- tras no recibiese nuevas órdenes del gobierno. Por un acto de defe- rencia al gobierno de Chile, mui significativo en aquellos momentos. San Martin, que hasta entonces se habia resistido a recibir tttulo alguno militar, aceptó el de brigadier del ejército chileno. «Esté V. E. persuadido, escribia a O'Higgins con este motivo, que la admisión <iue hago de este empleo no es nominal, i que sabré sostenerlo en beneficio de ese estado con el mismo ínteres i decisión que si hubiera nacido en él (62).ii

£1 regreso de Borgoño a Santiago (2 de abril) parecia simplificar aquella situación, haciendo cesar las inquietudes producidas por el proyectado movimiento del ejército de los Andes. La lojia lautarina oyó los informes que aquel comunicaba, i resolvió que todo el ejér- cito permaneciese en Chile, i que acelerando los aprestos militares, se formara un cuerpo de tropas fuerte de cinco mil hombres que debía marchar al Perú dos meses i medio mas tarde. «V., decía O'Higgins a San Martin al comunicarle estos acuerdos, ha de partir del prin- cipio de que cualquiera que fuese el resultado de nuestra escuadra, no debe dejarse de la mano la obra interesante de la espedicion, de- biéndose trabajar incesantemente en realizarla bajo cualquier aspecto que tomasen las cosas (63). n

(62) San Martin habia rehusado en Santiago el 15 de junio de 181 7 el título de brif^adier del ejército de Chile por las mismas razones con que rehusaba igual grado en el ejército arjentino. £1 i.** de abril, hallándose en Mendom, lo aceptó por un oficiu que se halla orijinal en el archivo del ministerio de la guerra, i que está pv- •blicado en la páj. 368 de las Nuevas comproitaciones históricas de don liartolomé Mitre, según una copia conservada en el archivo particular de San Martin.

(63) Consta este acuerdo de la lojia lautarina, de tres cartas diríjidas a San Mar- 'tin, la primera por O'Higgins el 3 de abril, la segunda |>or Guido en la misma fecha •i Ja tercera por Borgo&o el 5 del .mismo mes. Las tres han sido publicadas, i pueden verse entre los documentos de la Historia de San Martin^ tom. II, paji- nas 595, 596 i 602.

La gran diñcultad que habia para la realización de aquella empresa, era la Calta •absctluta de recursos pecuniarios para atenderá los gastos que ella exijia. 0*II¡|vgiiis ofreció trescientos mil pesos que debiao procurarse en el país por medio de emprés- titos forzosos o de conlribucionej estraordinariai de guerra en dinero i en especies; .i Borgoño anunció que podia contarse con doscientos mil pesos mas '^que Sao Martin tenia allanados por parte de Buenos Airesn. Va veremos que aparte de les

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII J65

Pero esa resolución de la lejía, que probablemente habria acatado el gobierno de las provincias unidas del Rio de la Plata, no pouia llegar a Buenos Aires con la rapidez conveniente. Aunque San Martin estaba esperando de dia en dia la revocación de la orden para la mar- cha del ejército, insistió en que se le enviaran los dos escuadrones de cazadores a caballo, que esperaba engrosar en Mendoza hasta formar un rejiraiento de mil hombres, i hacerlos servir en el ejército de Bel- grano que estaba escaso de caballería, i siguió pidiendo armas i artícu- los de maestranza para poner la provincia de Cuyo en estado de po- der defenderse contra cualquiera tentativa de los montoneros (64). Aquellos cuerpos se pusieron en marcha el 10 de abril. Entonces se creyó que no se moverían otras fuerzas del ejército que se hallaba en Chile.

Sin embargo, el gobierno de Buenos Aires hal)ia dispuesto otra co- sa. A las comunicaciones en que O'Higgíns i el senado de Chile pedían con tanta instancia que se dejase en este país el ejército de los Andes, o a lo menos dos mil hombres de las fuerzas que lo componían, el director Pueirredon contestaba con fecha de 9 de abril en los términos siguientes: «Si a esc excmo. senado i a V. E., igualmente que al be- nemérito pueblo chileno ha sido sensible mi resolución sobre que el ejército de los Andes repase la cordillera para ocurrir a la defensa de esta capital i su territorio en la nueva invasión con que amagan los enemigos de la libertad americana, no lo es menos a i a mis con ciudadanos por el entorpecimiento de los grandes proyectos a que estaba destinado el ejército unido; pero no habiéndose disipado los peligros que impulsaron dicha resolución, es indispensable su cumpli- miento en la parte combinable con mis deseos de dar a V. E. pruebas

entorpecimientos que vinieron a aplazar la ejecución de ese plan, no fué posible contar con esos recursos, porque si bien 0*IIiggins impuso i cobró con inflexible rigor las contribuciones que mas tarde sirvieron para dar cima a esa empresa, el go- biemo de Buenos Aires no pudo suministrar los recursos que a su nombre halña ofrecido San Martin.

(64) Con fecha de 6 de abril, San Martin escribía a Balcarce lo que sigue: "No obstante de estar aguardando de un momento a otro la resolución suprema sobre la marcha o no del ejército de los Andes a este lado, he dispuesto que inmediata- mente que reciba V. este oñcio, haga repasar la cordillera a los escuadrones de ca- zadores a caballo, pues las circunstancias lo exijcn imperiosamente, como verá V. S. por los documentos orijinales que le adjunto del jeneral Belgrano.n Recordaremos que la palabra repasar empleada aquí era del todo impropia. Esos escuadrones ha- bían sido organixados en Chile en 18 17, i no habían pasado nunca la coidillera.

l66 HISTORIA DE CHILE 1819

reiteradas e inequívocas del interés i amor con que este gobierno anhela las ventajas i prosperidad de ese estado^ en cuyo obsequio ha acordado, i con esta fecha prevengo al capitán jeneral don José de San Martin, disponga que el citado ejército de los Andes precisamente debe pasar la cordillera sin pérdida de tiempo, a escepcion de dos mil hombres del mismo, de los rejimientos o cuerpos que designe dicho capitán jeneral, i deberán quedar en esc estado a las órdenes de V. K en los importantes objetos indicados en su respetable comunicación que contesto. if Dirijiéndose seis dias después el ministro de la guerra a San Martin sobre este mismo asunto, le ordenaba que hiciera pasar prontamente aquellas tropas a Mendoza engrosadas por dos mil reclu- tas ofrecidos por el gobierno de Chile, i que «sin la menor dilación las pusiera en marcha por seccionesii para Tucuman, que según las comunicaciones de Belgrano se encontraba amenazado por una inva- sión del ejército realista del Alto Perii (65). Estas órdenes, dictadas sin la conveniente meditación, sin conocimiento cabal del estado de cosas que las motivaba, i sin un plan fíjo de conducta, no tardaron en ser revocadas. Con fecha de i.** de mayo, el gobierno de Buenos Aires disponia que se suspendiese el movimiento del ejército de los Andes, i que en caso de haber pasado ya a Mendoza alguna parte de él, se le hiciera regresar a Chile (66).

(65) El jeneral San Martin, a quien se ha supuesto el inspirador absoluto i omni- potente de todas aquellas medidas, creyó ver, sin embargo, en esta última una intri- ga preparada por el doctor don Gregorio Tagle, uno de los ministros de Pueirredon, para separarlo del mando del ejército de los Andes. Así lo comunicaba San Martin a Guido en carta reservada escrita desde Mendoza el 24 de abril. En ella ponía en duda que Belgrano hubiese comunicado tales noticias sobre la invasión realista a Tucuman, i negaba que, en caso de ser cierta, fuera posible hacer llegar en tiempo oportuno las tropas del ejército de los Andes, "Tagle, decía San Martin, ha tenido un modo sumamente político de separarme del mando del ejército: Dios se lo pague por el beneficio que me hace... Sea lo que fuere, yo no haré mas que obedecer, lavar mis manos i tomar mi partido, el que ya está resuelto, n Ya en otra carta de 20 de abril, San Martin había espresado a ese mismo corresponsal su desaprobación por bs procedimientos del gobierno de Buenos Aires. Pueden verse ambas en las pajinas 234-6 de la Vindicación histórica, A consecuencia de esto, San Martin pidió con instancia en los primeros dias de mayo que se le concediera su retiro del mando del ejército, esponiendo que éste podía ser confiado al jeneral don Marcos Balcarce.

(66) lié aquí la orden comunicada a este respecto al jeneral San Martin por el ministerio de la guerra: "Cuando el gobierno supremo acordó que el ejército de los Andes repasase la cordillera en la fuerza í término prevenidos a V. £• en orden superior de 9 del próximo pasado, tuvo en consideración la disidencia de Santa i sus hostilidades, sino otras varias causas que impulsaron aquella medida conse-

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII 167

Pero esta ultima resolución llegaba demasiado tarde. En vano San Martin había querido demorar cuanto era posible el repaso del ejército de los Andes, esperando que el gobierno de Buenos Aires aceptase las representaciones que se le habian hecho para que no se efectuara mo- vimiento alguno. £1 20 de abril llegaba a Mendoza la orden perento- ria dictada veinte dias antes por aquel gobierno; i aur\que San Martin vio en ella un acto de mal encubierta hostilidad hacia su persona, i aun lo inclinó por el momento a pedir su separación del mando del ejército, se creyó en el deber de cumplirla puntualmente. En conse- cuencia, impartió sus instrucciones al jeneral don Antonio González Balcarce, que habia quedado al mando de las tropas acuarteladas en Curimon, i el movimiento tanto tiempo discutido i retardado, se em- prendió al fin el 27 de abril. «Hoi parten el batallón de cazadores (de infantería) i tres escuadrones del rejimiento de granaderos a caballo, siendo estos cuerpos los únicos que me ha sido indispensable mover tanto por la escasez de recursos como por dejar aquí la fuerza de dos mil hombres que la resolución suprema designa, decia Balcarce ese mismo dia. El otro escuadrón que falta para el completo del rejimien- to, he creido de utilidad al servicio no despacharlo, respecto a que en

cuente a las esposiciones de V. E. en el particular, i sobre todo los grandes obstácu- los que presentaban irrealizable la espedicion proyectada sobre Lima; pero como la supremacía del estado de Chile parece que en el dia calcula mejor sus intereses, i se dispone a los esfuerzos i sacriñcios que demanda la citada espedicion, ha acor- dado la superioridad quede sin efecto la espresada <Srden del 9 en la parte que a V. E. pareciese oportuno; es decir que si en aquella se previno quedasen en Chile soIq dos mil hombres del ejército de los Andes, podrá disponer que todo éste se detenga, i aun que los escuadrones de cazadores a caballo regresen a aquel estado si también se creyesen necesarios para la anunciada espedicion. Dios guarde a V. E. Buenos Aires, mayo i.» de 1819. Matías de /n¿ó}'c'n.--Excmo, señor capitán jeneral don José de San Martin. m

En su correspondencia particular con San Martin, en cartas de i.^, de 18 i 29 de mayo i de 3 de junio, Pueirredon no cesa de disculparse por esta confusión de órdenes i de contra-órdenes, que él dice aconsejadas por San Martin, i motivadas por las "variacionesii del gobierno de Chile en el proyecto de espedicionar al Perú, variaciones que« como vamos viendo por la esposicion de loshechos, no existieron nun- ca. En las primeras de esas cartas, recomienda que se suspenda el repaso del ejército al otro lado de la cordillera, i c|ue en caso de haberse efectuado en todo o en parte, se le hiciera volver a Chile. En las últimas deplora que aquella orden hubiese sido cumplida, i que la entrada del invierno, cerrando los caminos de la cordillera, hi- ciifra imposible la vuelta de esas tropas a Chile antes de la primavera próxima. En cUxs insta Pueirredon a San Martin para que se conserve al frente del ejército de Uts Andes, de cuyo mando habia solicitado separarse.

l6S HISTORIA DE CHILE 1819

el ejército no queda ninguna fuerza de esta arma (caballería). Los dos cuerpos espresados acaban de regresar de la campaña del sur, i han padecido en este viaje estraordinariamente. De estas resultas, i con los anuncios que tuvieron de que debian repasar la cordillera, sufrie- ron una deserción muí considerable, de donde dimana el estado in- completo que llevan. Creo que se aumentará su baja, porque siendo la mayor parte de los soldados naturales del pais, les es sumamente violento abandonarlo, al tiempo que jeneralmente se les protéje para que se queden (67). it El jeneral Balcarce, apenas convalesciente de un ataque al corazón que habia hecho desesperar de su vida, í cuya repe- tición debia causarle la muerte pocos meses después, se ponía en marcha por el camino de Uspallata, el 7 de mayo. Las tropas del ejér- cito de los Andes que permanecían en Chile quedaron bajo el mando del coronel Paz del Castillo, mientras llegaba el coronel I^s Heras que se hallaba accidentalmente en Mendoza. Esas tropas fueron dis- tribuidas en diversos pueblos del territorio, i el campamento de Curi- mon quedó disuelto (68).

(67) Oficio de Balcarce a San Martin, fechado en Curimon el 27 de abril. Tres dias antes, ese mismo jefe habia comunicado aquel movimiento al gobierno de Santiago.

(68) Las fuerzas que pasaron a Mendoza a consecuencia de las órdenes que hemos citado, montaban a 1,253 hombres, distribuidos en la forma siguiente:

Artillería con ocho piezas 83 hombres.

Cazadores de infantería 567 u

Tres escuadrones de granaderos 213 u

Dos id. de cazadores. . 305 n

Jefes i oficiales 85 ••

Total í»253 hombres.

I^s fuerzas que quedaron en Chile formaban un total de 2, 148 hombres, com puesto de los batallones 7, 8 i ii, de un escuadrón de granaderos i de un batallón de artilleria. El latallon núm. 7 fué destinado luego a cubrir la guarnición de Val> paraiso, i el 8 a la de Santiago.

A su regreso de la campaña del sur, en la última mitad de marzo, el jeneral Bal* caree estuvo gravemente enfermo en Curimon, a punto de desesperarse durante al- gtmos dias que pudiera salvar. Repuesto felizmente de esc ataque, se puso en marcha para Mendoza, i de ahi para Buenos Aires donde se le nombró jefe de estado mayor de las tropas que se estaban reuniendo en esta ciudad para defenderla contra una anunciada espedicion española. Allí falleció casi repentinamente el 5 de agosto de 1819. Por un decreto espedido dos dias después, se le mandaron hacer los honores de jeneral en jefe; i la prensa, así en esa ciudad como en Santiago de Chile, tributó sentí Jos elojios a su memoria.

l8l9 PARTE OCTAVA.— CAPItüLO XII 1 69

Este fraccionamiento del ejército, que habia de producir funestas *cronsecucncias, ¡entre ellas la sublevación i la disolución de una parte ^considerable de las fuerzas que pasaron al otro lado de los Andes, fué un error deplorable que aumentó las dificultades i embarazos que era preciso vencer para organizar la espedicion libertadora del Perií. De ese error, hijo de una complicación de circunstancias que no era po- sible prever, i sobre todo de la dificultad i tardanza de las comunica- ciones, no se puede, con justicia, hacer directamente responsable a nadie. San Martin, es verdad, había sido el iniciador del repaso del ejército a Mendoza; pero después de decretada esa medida, conoció sus inconvenientes, trató de aplazarla, i solo le dio cumplimiento en virtud de órdenes terminantes que no aprobaba, pero que no le era dado desobedecer. £1 gobierno de Buenos Aires, por su parte, mal impresionado con los primeros informes de San Martin, preocupado ademas con las graves complicaciones interiores i con la amenaza de una considerable espedicion española que se decía dirijida contra el Rio de la Plata, llegó a creer imposible toda empresa sobre el Peni, i dio la orden del repaso del ejército, que luego limitó a una parte de éi. Mas tarde, cuando revocó esa orden por disposición de i.** de ma- yo, ya se habia efectuado ese movimiento; i el estado de la cordillera, cubierta ya con las primeras nieves del invierno, no permitió ejecutar )a vuelta de aquellas tropas al territorio chileno. P'ué aquel un con- junto de complicadas circunstancias que vino a producir serias pertur- baciones i un mal irreparable.

En medio de estas dificultades que habrian podido desalentar en sus propósitos a los promotores de la espedicion al Peni, O'Híggins i sus consejeros desplegaron una entereza incontrastable. El 31 de marzo, en los dias en que acababa de llegar a Chile la primera orden para el repaso del ejército de los Andes al otro lado de la cordillera, el senadQ resolvía la manera i forma como habia de recaudarse la contribución estraordinaria para sufragar los gastos que demandaba aquella empresa. r<I^ espedicion a Lima no solo es lítil sino -necesaria en las circunstancias en que nos hallamos, decía al director supremo. Sin ella, Chile no puede mantenerse con el ejército í escuadra. Antes de dos meses se ha de ejecutar; i para cuando llegue el caso, es de necesidad preparar los medios a que Chile se obligó, como debe ha- cerlo V. E. con los ofrecidos por las provincias unidas. tt En conse- cuencia pasaba al gobierno los roles de individuos que debían contri- buir en Santiago con las cantidades que les estaban asignadas, i el estado de las cuotas que dcbian imponerse a cada una de las provin-

lyo HISTORIA DE CHILE 1819

cías, señalando los medios que habian de emplearse para la recaudación. "Las comisiones recaudadoras, agregaba, han de hacer los enterus en la casa de Moneda, donde estos caudales se custodiarán sin mas des- tino que el de la proyectada espedicion para que están dispuestos i obh'gados.it Un mes mas tarde, el 27 de abril, el mismo dia en que se pcnian en marcha para Mendoza las tropas que el gobierno de Chile no habla conseguido retener en este pais, O'Higgins escribía a San Martin en carta particular lo que sigue: "Apesar del paso de algunas tropas a esa banda, no se desmaya acerca de la espedicion. Lo mismo que hasta ahora, se va a trabajar en su veriñcativo, aunque algo des* mayarán los prestamistas, i por consiguiente todo caminará lentamente. Es preciso no olvidar que sin la libertad del Perd-, no hai independen- cia permanente.» Ya veremos redoblarse este mismo empeño con persistente tesón hasta ver realizada esa empresa tan superior a los recursos de Chile (69).

(69) Hemos referido estos incidentes con una prolijidad que puede parecer fatigo- sa e innecesaria, para esplicar un hecho cuyas deplorables consecuencias habremos de esponer mas adelante. En ellos, como ha podido observarse en el testo, vemos una complicación de circunstancias estrañas a toda previsión. Don Bartolomé Mitre, que ha referido estos acontecimientos con abundantes pormenores, ilustrándolos con una copiosa documentación, ha creído, sin embargo, descubrir en ellos un golpe de jenio de San Martin "que sorprende por la simplicidad de los medios i admira por la seguridad de sus resultadosn. Así, en el capítulo XXXVI de su Historia de Beígrano^ en los capítulos XIX, XX i XXI de sus Nttti'as comprobaciones históri' caSf i sobre todo en el capítulo XXI de su Historia de San Martin^ en cuyos apén- dices publicó casi todos los documentos que se refieren a este hecho, ha sustentado esta interpretación que nosotros no podemos hallar exacta. Según este histoiiador, el repaso del ejército de los Andes fué una "sublime comedian inventada i repre- sentada por San Martin, único autor i conocedor del plan, haciendo desempeñar ti papel de actores inconscientes a Pueirredon i sus ministros, a O'Higgins i los suyos, a la lojia lautarina, al senado de Chile, a Guido, el representante del gobierno de Buenos Aires, al jeneral Balcarce i a cuantos intervinieron en aquell9S acontecí* mientos. "En presencia de los resultados previstos por su astuto inventor, dice» puede decirse que pocas veces un hombre de acción trazó con mano mas segura la Knea del deslino, al amalgamar elementos dispersos i remover obstáculos, adjuntando volun- tades, allegando recursos, i por la sola potencia de su jenio individual i de su auto- ridad moral, combinar tan vastos planes a la vez de dirijir injeniosas i complicadas maniobras concurrentes, cuyo secreto se reservaba, n Por nuestra parte, creemos que el distinguido historiador arjentíno ha obedecido en esta parte a la teoría de los "grandes hombresn, directores casi providenciales de los acontecimientoi bu- manos, teoría que no acepta la filosofía ni la sana crítica histórica.

Es cierto que San Martin, impacientado por la lentitud con que se hadan en Chile los aprestos para la espedicion del ejército de tierra, lentitud produddm por la estraordinaría pobreza del erario i por la necesidad de dispersar i de destmir In

«l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XII 171

filenas realistas del sur del territorio, i mas impaciente todavia por la guerra civil -^ue impedia al gobierno de Buenos Aires concurrir con I03 elementos i recursos que ^xijia aquella empresa, sujició la idea del repaso de los Andes; pero es cierto también ^ue luego desistió de este empeño, que solicitó la revocación de la orden que él mis- ano habia pedido, que después de muchas dilijencias obtuvo una modificación r«- •^uciendo aquella operación a una sola parte de las tropas, i que ésta se cumplió con- "Srael parecer de San Martin, que llegó a creerse victima de intrigas tramadas contra ^u persona, i que hasta jutgó que era llegado el caso de presentar su renuncia del -mando del ejército. El resultado final de esa operación, como lo veremos mas ade- lante, fué una sangrienta sublevación militar de la mayor parte de las tropas que -entonces pasaron a la provincia de Cuyo, i por último la pérdida de casi todas ellas ^arm la causa de la independencia de estos paises. San Martin, apesar de la clari- -^ad de su juicio, i de su gran conocimiento de los hombres, no pude prever estas -^x>nsecuenc¡as. A haberlas previsto, de seguro que no habría aconsejado el repaso ««leí ejército de los Andes.

Pero, se ocurre preguntar ¿qué objeto habria tenido esta comedia que se llama '^'sublimen, elaborada con tanta cavilación i representada con tanta reserva que solo min hombre tenia la llave del secreto i la dirección de tan complicados rodajes e incidentes en qu? los demás actores eran simples instrumentos de la voluntad i de Ja iniciativa de aquel? Forzar el ánimo de los gobernantes de Chile obligándolos a -^coadyuvar activa i eficazmente a la realización de la espedicion libertadora del Perú, -^ice el distinguido historiador arjentino. Agrega éste, sin embargo, que en aquella -<:omedia 0*Higgins desempeñó el "papel mas noble i simpáticon, después del que ^representaba San Martin. "El (O'Higgins), agrega, deseaba sinceramente la espe- dicion al Perú i estaba penetrado de su importancia, i únicamente consejos desmo- ralizadores lo habian hecho flaquear.n

Mientras tanto, los documentos i los hechos revelan, por el contrario, i.® que 0*Higgins nunca vaciló en este punto, que desde el primer dia de su gobierno hasta -aiqucl en que lanzó al mar la espedicion libertadora del Perú, creyó firmemente que ^K>lo ésta podia afianzar de una manera sólida e indestructible la independencia de 'Oiile, i que no hubo esfuerzo ni sacrificio que no arrostrara con ánimo sereno, i con ^resolución pertinaz e incontrastable para verla realizada; i 2." que no tuvo jamas en torno suyo consejeros que lo hicieran vacilar en ese propósito. Venciendo dificulta- dles de todo orden, que habrían parecido insubsanables a otro hombre menos con- vencido o menos firme en su convicción, O^Higgins habia organizado una escuadra xelativamente poderosa, i en los mismos dias en que se suscitaban esos embarazos, i <Q que la guerra del sur ocupaba todavia una buena parte del ejército de tierra, esa escuadra, como lo veremos mas adelante, hostilizaba al enemigo en las costas del Perú i anunciaba estrepitosamente el próximo envío de la espedicion libertadora. Los documentos salidos de su mano, así las comunicaciones oficiales como su corres- pondencia particular, el tratado celebrado con el gobierno de las provincias unidas, el empeño que puso en que fuese prontamente sancionado, sus esfuerzos para que aquel le prestara su ratificación i su cumplimiento, esfuerzos desgraciadamente in- fructuosos por la guerra civil que ajitaba ese pais, todo, en las palabras i en los actos del supremo director 0*lfiggins, revela una firmeza de plan que no se doblega ante ninguna dificultad.

Los consejeros de gobierno, los ministros de estado, uno de los cuales era el la-

172 HISTORIA DE CHILE 18x9

borioso e íotelijente ZeDteno« el ÍDÍatigable cooperador de O'Higgins en todos lot trabajos de organización del ejército i de la escuadra, mostraron el mbmo celo en favor de la espedicion al Perú. £1 senado lejblador, como ha podido verse por nuestra relación i por los documentos que recordamos, i como podrá vene mas adelante, prestó su mas decidido apoyo a los planes del gobierno. £1 cabildo de Santiago, en su esfera de acción, cooperaba a esa obra con la mas empdiosa buena voluntad.

Debe hacerse notar que esta actitud del gobierno chileno era resueltamente apo- yada por la opinión jeneral del pais. Si para el mayor número de sus habitantes, la espedicion al Perú era cuestión de patriotismo i de gloria, si para la parte ilustrada de la población que se interesaba en la dirección de los negocios públicos era ana necesidad ineludible para afianzar la independencia, i para i)oner término a los gastos ocasionados por el mantenimiento de un ejército i de una escuadra que el es- tado no podia sostener sino a costa de impuestos estraordinaríos i de los mas peno- sos sacrificios, los industriales, asi los comerciantes como los agricultores» anhelaban que se llevase a cabo esa empresa para abrir de nuevo a los frutos chilenos el único mercado que antes hablan tenido, i que la guerra mantenia cerrado. Así se com- prende que apesar de la excesiva pobreza del pais, i de la escasez de las rentas públicas, el gobierno pudiese procurarse los recursos indispensables con que logró al fin salvar esa situación.

Nuestra diverjencia con el ilustrado autor de la Historia de San Martin es solo de apreciación de los hechos, como habrá podido verse en esta nota. Al señalarla aquí, debemos repetir lo que hemos dicho mas arriba, esto es que su relación i mas aun la abundante documentación con que la ha completado, han venido a dar gran luz sobre esta parte de la historia de lo$ dos paises. Disponiendo de algunos otros documentos, he podido por mi parte señalar ciertos incidentes que quedaban desco- nocidos.

CAPÍTULO XIII

LORD COCHRANE

TOMA EL MANDO DE LA ESCUADRA CHILENA:

PRIMERAS OPERACIONES NAVALES

EN LA COSTA DEL PERÚ: BLOQUEO DEL CALLAO

(Enero-marzo de 1819)

I. Antecedentes biografíeos de Lord Cochrane: sale de Inglaterra para servir a la causa de la revolución chilena. 2. Llega a Chile i toma el mando de la escua- dra.— 3. Plan de operaciones navales en las costas del Perú: salida de la escua- dra; dificultades que fué necesario vencer. —4. Estado de perturbación i de alarma producido en el Perú por los primeros triunfos de la escuadra chilena: aprestos del virrei para rechazar la invasión que consideraba inminente. 5. I^ escuadra chilena se acerca a las costas del Perú; i una espesa i prolongada neblina frustra el plan de un ataque de sorpresa al Callao. 6. Medios ile defensa con que contal>a este puerto. 7. La fragata 0*J/i^^fis ataca al Callao. 8. Cochrane declara el bloqueo de las costas del Perú: cambio de comunicaciones con el virrei sobre canje de prisioneros: ajitacion que estos acontecimientos producen en Lima. 9. Pe- queños combates sin consecuencia en la bahía del Callao.

I. Antecedentes i. A principios de 1819, ^^^ revueltas interiores Lord' Cochrane*: ^"^ acabamos de referir, amenazaban trastornar o a salede Inglaterra lo ménos perturbar profundamente en Chile el orden caósa*de^la'rev(H P^^^^co. IjSl guerra desoladora que se iniciaba en la lucion chilena. frontera del Biobio, abria un período de sacrificios i de horrores en las provincias del sur, que perturbaba con justo motivo la acción del gobierno creándole los mayores embarazos para el afían*

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zamiento de la paz en el país i para acometer las empresas proyectadas. I^s complicaciones que dieron oríjen a la traslación a Mendoza de una parte del ejército de los Andes, i la guerra civil en las provincias unidas del Rio de la Plata, creaban obstáculos al parecer insubsana- bles a la organización í apresto de la espedicion que debía llevar la libertad del Perú. Pero mientras todos estos accidentes daban un aspecto sombrío a la situación de la naciente república, la escuadra nacional recorría el Pacífíco e iniciaba fuera de las aguas de Chile la gloriosa campaña que había de darle una supremacía incontestable en estos mares.

I^ escuadra iba en esta ocasión mandada por un hombre de largos i brillantes servicios, cuyos antecedentes i cuya nombradía se anun- ciaban como un signo seguro de victoria. Era éste Ix)rd Tomas Cochra- ne, ilustre marino ingles que sin haber hasta entonces mandado en jefe una escuadra, había ejecutado ya hazañas portentosas que lo colo- caban entre los mas célebres almirantes de su tiempo, i que han lle- nado algunas de las pajinas mas gloriosas de la historia naval de la Gran Bretaña. Así en su carrera militar como en las luchas políticas a que se dejó arrastrar por la impetuosidad de su alma, había desplega- do el mismo ardor, la misma ínñexíbilídad de carácter, i las cualidades i defectos que constituyen su vigorosa personalidad. »«Cochrane, dice un distinguido historiador de nuestros días, fué radical en p>olitica, i por algunos años tuvo la representación de Westminter en el parla- mento. No puede ponerse en duda que sus tendencias políticas i su manera ardorosa de sostenerlas le procuraron muchos enemigos; i que algunos hombres celebraron la oportunidad devengarse que les dieron las acusaciones formuladas contra él. Fué un espíritu impaciente, poco sometido a la disciplina de la vida parlamentaria. Su palabra fué fre- cuentemente amarga; i de ordinario estaba dispuesto a creer que un contradictor en política no era una persona digna de respeto. Aun, en el servicio naval estaba siempre inclinado a reconvenir a los otros. Con aquellos que estaban bajo sus órdenes fué siempre franco i fraternal: pero con los que estaban mas arriba que él, demostró muchas veces falta de aquella paciente sumisión que es la cualidad esencial de los que saben como debe ejercerse el mando con mejor éxito. El verdadero puesto de Cochrane fué el alcázar de su buque. Su oportunidad aparecía en el momento estremo de peligro. Entonces su espíritu seafíanzaba. Su poder consistía en arrancar un triunfo en las puertas de un desastre. El hallaba ese camino mucho mas claramente cuando otros comenzaban a des- esperar. Su muerte, ocurrida en octubre de 1860, trajo a la memoria

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e la nueva jeneracion el recuerdo del héroe cuyas hazañas habían ívidido la admiración de nuestros padres con las de Nelson, de Co- L i ngwood i de Sydney Smith. Un nuevo jénero de guerra naval se hmabía ya implantado; i por lo mismo Cochrane puede ser considerado ^1 di timo de los viejos reyes del mar (]).tt Otro historiador no menos d^istínguido, Archibaldo Alison, que formaba en las ñlas del partido Kiory o conservador, i que por tanto era adversario político de lord Olochrane, ha juzgado a éste en términos análogos. i*Lord Cochrane, cdice Alison, era después de la muerte de Nelson el mas notable co- xnandante naval de aquella era de gloria. Igual a su gran predecesor n el coraje personal, en el ardor entusiasta i en su adhesión a su a tria, Cochrane era sin embargo superior en su jenio orijina!, en su er inventivo i en sus inagotables recursos. La destreza e infatigable rseverancia con que, durante la guerra de España, cuando no man- mas que su sola fragata, alarmó e inquietó toda la costa desde ^Tolon hasta Barcelona, no ha sido jamas sobrepujada. Con la sola tripulación de una fragata, que noexcedia de 350 hombres, él mantuvo <::onstantemente ocupados diez mil enemigos. Fué una desgracia suya e\ haber llegado a la virilidad i al mando superior cuando terminaba la guerra, cuando las notas enemigas habian desaparecido del océano, i cuando habían desaparecido también las gloriosas oportunidades de distinguirse que fueron frecuentes en sus primeros años. Con mayor verdad que Alejandro el grande, él habria podido decir que no se le bahía dejado un mundo que conquistar. Su serenidad en los peligros fué incomparable, aun en la marina inglesa, i en los dias de Nelson i de Coli ngwood. La jente que mandaba, sin embargo, tenia tanta con- fianza en su juicio i en sus recursos, que lo habrían seguido a donde quisiera llevarlos, aunque fuese a la boca de un cañón. Desgraciada-

(i) Justin Mac Carthy*s A history of our onvn timesj chap. XLII. Reñri^ndose a! proceso de que hablaremos mas adelante, el historiador Mac Carthy dice lo que sigue; "Cochrane había sido victima de una injusticia cruel, aunque seguramente no intencional. Fué acusado, como todo el mundo sabe, de haber tomado parte en los famosos fraudes de bolsa de 181 4. Fué encausado, considerado culpable, sentencia* do a multa i prisión, espulsado de la cámara de los comunes, separado del servicio naval que él había ilustrado, i por fin privado de todos sus honores públicos. Su larga vida le permitió ver que su inocencia era reconocida por sus enemigos como lo halna sido por sus amigos. Guillermo IV lo reinstaló en su rango naval, i la reina Victoria completó la restauración de los bien merecidos honores del célebre marino^ Sin embargo, solo muchos años después de su muerte, el país pagó a la familia de lord Cochrane la deuda que se le debía, n

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mente para él mismo i para su pais, se mezcló con poca discreción, cuando estaba en tierra, en los partidos políticos. Se constituyó en seguida en un ardiente opositor del gobierno en varias ocasiones, lo que innecesariamente lo sumió mas adelante en litijios que no le con- cernían; al paso que su espíritu inventivo lo arrastró, cuando estuvo sin empleo, a negocios que no tenian añnidad con sus heroicas cuali- dades. Como consecuencia de estas infortunadas indiscreciones j relaciones, Cochrane se vio comprometido, al terminarse la guerra, en un proceso seguido ante los tribunales por un engaño ejercido en la bolsa con un propósito de fraude, i convicto i sentenciado a prisión i a un castigo ignominioso, de lo que lo eximió jer>ero8amentc el go- bierno. El resultado de todo esto fué que el héroe de Basque Roads ^isla de Aix), fué separado de la escuadra, privado de sus honores i reducido a entrar al servicio de las repdblicas sur-americanás, donde sus hazañas del carácter mas estraordinario i romántico, contribuyeron poderosamente a destruir las últimas reliqtiias del poder español en aquellas rejiones i a establecer la dudosa ascendencia del fervor demo- crático. Pero en un pais libre, ninguna injusticia, ya provenga del pueblo o del gobierno, puede arruinar permanentemente un noble carácter. Con los cambios del tiempo, pasó el poder que habia opri- mido al mas grande héroe naval que existia en Inglaterra; i vino una jeneracion para cual las hazañas de aquel eran un objeto de admi- ración, así como sus debilidades lo fueron de olvido i sus agravios de contniseracion. Uno de los actos mas dignamente populares del nue- vo ministerio que ejerció el gobierno después de la administración tory, fué el restaurarlo en el rango i en los honores de que habia sido privado; i queda ahora al historiador el grato deber de ayudar a libertar de inmerecidas murmuraciones a la víctima de una injusti- cia aristocrática, como lo ha hecho frecuentemente con las víctimas de la injusticia popular (2).ii

La distribución de las presas tomadas al enemigo, habia asegurado

(2) Alison's History 0/ Europe (1789-1815), chap. LVIII. En una nota puesta en esta parte de su libro, aladiendo al proceso de lord Cochrane de 1814, el histo- riador agrega: "No cab^ duda de que la evidencia tendente a envolverlo con los hechos que dieron lugar a la acusación, era de gran p&<io; i el juez (lord EUenliorough) fué inducido por ellos a presentar el caso al jurado bajo una luz muí desfavorable para el acusado. Pero el autor, habiendo oído a lord Cochrane hacer su defensa en la cámara de los comunes el 7 de julio de 1814, no tuvo nunca duda de su inocencia; i si los hechos parecían estar contra él, fué la roas injustificable ampliación del po* der de condenar el sentenciar al castigo degradante de la picola a un ovácter taa

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^m lord Coclirane una regular fortuna que consiguió increnientar con ^[^s(>ecu I aciones de bolsa, pero esta misma inclinación |X)r las invencio- vnes üe carácter industrial que habia heredado de su padre, le acarrea- ron algunas pérdidas. En 1814, cuando se suscitó el proceso que <<L}ueda recordado, Cochrane hacia fabricar unas lámparas de su inven-

fceróico, especialmente por un procedimiento que no envolvía degradación moral, i ^^oe raramente, i talvez nunca, ¿ntes o después, habia sido objeto de castigo, n

En cumplimiento del plan que nos hemos trazado en todo el curso de este libro, ^ debiendo en conformidad a él señalar los antecedentes de cada personaje que apa- rece para desempeñar un papel importante en nuestra historia, estamos en el deber •«le consignar aquí una reseña biográfica de lord Cochrane. Pero tratándose de una A'ida tan accidentada, esta reseña, por rápida que sea, tiene que tomar proporciones mayores a las que pueden adaptarse al testo, i por lo tanto preferimos relegarla a esta nqla.

Lis proezis de lord Cochrane están referidas en las historias de las guerras nava- les de principios de este siglo; pero existen ademas reseñas particulares de sus ser- vicios en artículos mas o menos estensos en las compilaciones biográficas o en libros especiales. Entre aquellos señalaremos en primer lugar uno escrito por el profesor J. K. Laughton para el DUtionary of national biography edited liy Leslie Stcphen, que ocupa diez grandes pajinas (165-175) del vol. XI, London, 1887. Merece también recordarse el artículo Dundonald^ título nobiliario de Cochrane, escrito por W. Hrowring Smith en vol. VII de la Emychp^dia Británica (nine edition)^ i el que con el mismo nombre contiene el Naval hiographical Uictionary por Wiiliam 0*Byrne, London, 1849, ^^^ último formado en vista de los documentos del archivo del almirantazgo, i puede ser considerado la prolija hoja de servicios de lord Co- chrane.

Ademas de los HIm'os de cierta estension sobre la vida de Cochrane (Lije ofthe tari 0/ Dutidotiaid^ox ] , Alien, London, 1861, i otro de lectura popular, publicado en Londres sin focha de impresión i sin nombre de autor con el título de Life and iiariug exploits of lord Dundonaldjy existe una obra mucho mas prolija, impresa con todo esmero i acompañada de numerosos documentos. Lleva ésta por título The Life of Jhomas, lord Cochrane^ tenth earl of Dtntdonald^ escrita por su hijo, por H. R. Fox Bourne, Ix>ndon, 1869, 2 volúmenes en 8.® Esta obra se contrae particularmente a la segunda parte de la vida del célebre marino, es decir desde 1814 hasta su muerte; pero él mismo habia referido los primeros tiempos de su ca- rtera en un lil)ro lleno de animación i de interés.

I^rd Cochrane, en efecto, poseía un verdadero talento de escritor. Su correspon- dencia particular i sus despachos oficiales son notables por la claridad de la esposi* cion, por el vigor i seguridad del estilo, i por la abundancia de detalles* oportunos con que da a conocer las operaciones que reBere. Ix>s documentos salidos de su mano que guardan los archivos del ministerio de marina de Chile, en parte publi- cados en los periódicos de ese tiempo, podrían ser coordinados en una forma que casi equivaldría a U historia naval de la República de 1819 a 1822, escrita por el jefe de la escuadra. Pero Cochrane que en su juventud habia publicado dos folletos de carácter poUtico» i en 1851 un pequeño volumen de notas jeográ6cas i estadísti-

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cion ({ue pretendía hacer adoptar para el alumbrado publico. Apesar de todo, i aunque después de ese juicio se víó privado de sus sueldos, le quedaban recursos para llevar una vida independíente. Su pasión por la política, i el deseo de vindicar su conducta, de hacer revisar el juicio que lo condenó, i de acusar ante el parlamento al juez que pre- paró i firmó la sentencia, lo mantuvieron algunos meses en constante

cas sobre las colonias inglesas en las Antillas i en la América del norte, ocupó los últimos años en contar los variados accidentes de su vida.

Escribió con este motivo dos obras diferentes. La primera de ellas en el orden de publicación, lleva por titulo: ^^Narrative of iervices in the iiberathn o/ C/uii, Peni attd Brazil^ from the spanish and portu^^se domiucUion^ i forma dos volúmc- oes impresos en Londres en 1859, i traducidos allí mismo el primero al castellano, i el segundo, referente al Brasil, en lengua portuguesa. Aunque esos volúmenes contienen una relación ordenada, i a veces animada de los servicios de lord Cochrane en América, i constituyen por esto un apreciable documento histórico, tienen bajo este concepto los inconvenientes que habremos de señalar mas adelante ya como resultado de la pasión, ya porque el autor parecía empeñado no tanto en referir en toda su amplitud las operaciones navales, cuanto en señalar las injusticias reales e imajinarias de que se creía víctima, i el mal pago que según él, habían dado los gobiernos americanos a sus servicios. La segunda obra de lord Cochrane titulada The atitobiography of a seanian^ impresa en Londres en dos gruesos volúmenes, t dada a luz en vísperas de su muerte en 1860, es la historia de su vida desde su naci- miento hasta 1814, escrita con claridad i con animación, de ordinario con colorido dramático, con buen gusto literario, i también a veces con todo el ardor de la pasión con que trata de justificarse de las faltas i errores que le reprocharon, i con que ataca a los que en realidad fueron sus enemigos o él contó como tales. "El quemante recuerdo de las injusticias de que fué víctima, i su apasionado deseo de vindicarse, se revela en cada pajina, dice uno de los biógrafos de Cochrane. Si no es posible desconocer que sus propias imprudencias i faltas contribuyeron en no pequelSa parte a sus desgracias, nadie podrá, negar que "su alma heroica marcada con el sello criminalii (como se le imputó), sufrió injusticias mas crueles e inmerecidas que les que pesaron sobre ctialquier otro guerrero de su injenio i de sus servicios. h De tfxias maneras, ese libro, por el conjunto de sus noticias i por la abundancia de su documentación, es la fuente mas segura de datos sobre la vida del célebre marino. Kn nuestra nota biográfica vamos a estractar rápidamente esos dos volúmenes, utilí* zando el estracto hecho en un excelente artículo de revista (BentUys Quarterly Revien*^ 1861), e introduciendo solo entre paréntesis algunas indicaciones que escla- rezcan ciertos hechos.

••Nací el 14 de diciembre de 1775 en Arnstield, condado de Lañarle (en Escocia). Mi padre era Archibaldo Cochrane, noveno conde de Dundonald. Las vicisitudes- políticas i otras causas habían minorado cruelmente las propiedades de mi familia; i los esperimentos de mi padre en el dominio de las ciencias, así como sus tentativa» en la industria, acabaron por disipar los bienes que le quedaban. Dotado de estén* sos conocimientos i de un espíritu inventivo, no hizo mas que negocios desastrosos^ De este modo, aunque yo fuese el heredero de un título de conde, no tenia delante

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B^jítacion. Lord Cochrane contaba mas tarde que en esa época fué soli- «citado para entrar al servicio de la España. En el ínteres por reorgani- zar i por aumentar sus fuerzas navales, aniquiladas por las guerras de 1 os primeros años del siglo, el gobierno de Madrid, a la vez que

mi otro porvenir que el que pudiera conquistprme con mis esfuerzos personales. o se me dejaba por herencia real mas que el humo de los ensayes químicos. - (El padre de lord G^chrane, sombrio i escéntrico por carácter, fué un químico eminente, i sus trabajos sobre química agrícola, publicados en 1795, son los primeros c|ue se hicieron sobre este ramo de la ciencia. Hermano suyo, i por tanto tio de lord Cochrane, fué el célebre almirante sir Alejandro Cochrane. De los siete hijos «que tuvo el noveno conde de Dundonald, tres murieron en la niñez, i los otros cua- dro sirvieron con mas o menos lucimiento en el ejército o en la marina. Turnas, el almirante objeto de esta noticia; Basilio, teniente coronel de infantería; Guillermo, sarjento mayor de dragones; i Archibaldo, capitán de la real armada).

•'Mi padre, en su calidad de whig, ejercía una verdadera tiranía sobre sus hijos. Sus opiniones debían ser leyes para éstos. Mis gustos i mis ideas, en una palabra mi vocación, me llamaban a ser marino; pero me fué forzoso doblegarme a la auto- ridad paterna. Se me colocó en el rejimiento núm. 104 de infantería bajo la dirección de un viejo sarjento que debía iniciarme en los misterios de la profesión militar sin tomar en cuenta mis gustos. Era el tiempo de las cabezas empolvadas con una 4renza o cola arqueada hacia arriba. Mis cabellos, que yo acariciaba con todo el orgullo de la juventud, fueron cortados, i se me aplicó un emplasto de sebo i de hari- na. Me sentí medio estrangulado por un corbatín de cuero; i como el amarillo era el color del partido whig, se me hizo vestir un chaleco i un pantalón amarillos. Mi túnica semi-militar, tenia cuello i vivos colorados. El conjunto de mi traje parecía espresamente hecho para atraer la atención i las pifias de los pilluelos de la calle. Un dia^me persiguieron con sus gritos i sus burlas en la plaza de Charing Cross. Me sentí tan contrariado con esta escena que corrí a suplicar a mi padre que me dejase «ntrar en la marina. Su respuesta fué una negativa acompañada de golpes; pero mi padre tenia que habérselas con un hijo tan testarudo como él; i al fin obtuve (en '793)t A Isi edad de diezisiete años, por la protección de mi tio, el capitán John Cochrane, que se me embarcase como aspirante en la fragata Hitui, Un empréstito de cien libras esterlinas, hecho por el conde de Ilopetown, proveyó a los costos de mi equipo, i yo llevé como reliquia de familia, el reloj de oro de mi padre, única herencia que haya recibido de él. Mi tio me había acompañado a bordo para pre- sentarme a mi futuro comandante, el teniente Larmour; i apesar de la civilidad forzada impuesta por el grado de mi tio, mi recepción estuvo lejos de ser benévola. £1 teniente Larmour era un tipo poco atrayente del viejo lobo de mar. Sabia per- fectamente su oficio, pero ignoralia i despreciaba todo lo demás. En no veia mas que un joven sin conocimientos, de una talla de seis pies, sobrino de su capitán, i ademas un lord^ lo que me valió su antipatía. Después de mi primera inexactitud en el servicio, que fué mui lijera, me colocó de vijfa en la cofa del buque, i este castigo era l>astante severo porque me dejó allí dos horas con un frió bajo cero. Vo quería ser un verdadero marino, i quería también probar a mi jefe que yo no tenia 'Orgullo en el corazón ni dinero en el bolsillo; i en vez de molestarme por aquel scve-

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negociaba la adquisición de nuevos buques, hizo ofrecer a aquel di tínguido marino el puesto de almirante de su escuadra. Este ofreci» miento hecho en nombre de un soberano que se habia hecho odioso a la opinión liberal de toda la Europa^ fué perentoriamente rechazada

KO castigo, me obstiné pacientemente, redoblé mi empeño para cumplir virilmente mi deber, i acal)é por convertir en fiel i sólido amigo a este Jack Larmoar» especie de tiburón que hasta entonces no me habia mostrado mas que sus dientes amena* aadores.

"Después de un crucero en los mares de Noruega, me embarqué a bordo de Im TTietis, fragata de 28 cañones, bajo las órdenes de mi tio. Nuestro puesto era la costa de la* América, el servicio era activo, i^o no tardé en desempeñar las fundo- nes de teniente tercero. A fuerza de celo en el cumplimiento de mis deberes, obtuve en 1796 el grado de teniente a lx)rdo del África, Dos años después, Ior«l Keith» que habia tomado el mando de la flota del Mediterráneo, me ofreció llevarme a bordo del Barjleur en calidad de supernumerario. En esta campaña pud« adquirir la convicción de que para no atraerse el odio i los celos, es menester cerrar los ojos solnre las malversaciones i las faltas de sus compañeros i sobre todo de sus superio- res. Esta ceguera voluntaria es incompatible con mi naturaleza, i en consecuencia se me ha hecho pagar caro el tener buena vista. En esa época, Nelson se hallaba en Palermo, i aunque jamas tuve la fortuna de servir bajo sus órdenes, conversé algunas veces con él. Siempre recordaré una de sus mas frecuentes recomendacio- nes. "Nu os ocupéis mucho de maniobras: marchad derecho sobre el enemigo. n Esta máxima es característica del hombre, i csplica la temeridad que le daba tan buenos resultados. El mismo combate de Trafalgar no ha sido mas que uno de esos golpes de audacia particulares a Nelson, porque si hubiera sido derrotado i hubiera sobrevivido, es seguro que habria tenido que comparecer ante un consejo de guerra.

"Después de haber sido encargado interinamente del mando del Géitemix, i de haber satisfecho a mis jefes en diversas ocasiones, fui nombrado comandante del Specdy'y que se hallaba en el puerto de Mahon. Era el año de 1800, i la guerra se proseguía activamente entre la Inglaterra por un lado i por el otro la Francia i la España reunidas. El Speedy era un pequeño bergantin de guerra en el cual se habían amontonado S4 hombres de tripulación i seis oñciales. Su armamento consistía en catorce cañones de a 4. Una embarcación semejante era poca cosa... pero al fin, tenia un buque bajo mis órdenes! Vo hacia lo que quería, puesto que no debía na* vegar con el resto de la escuadra, sino cruzar por donde me pareciese mejor; i lo hice de tal suerte que de las costas de España a las de Italia, el Speedy fué luego tan temido como lo habia sido el buque de Paul Jones en otros parajes. Hicimos nu- merosas presas de buques mercantes. íbamos a arrebatar a los que dormían Imjo la protección de algún fuerte, presentábamos combate a las lanchas cañoneras, 2 dába- mos caza a los corsarios franceses. Tan luego disfrazaba mi buque con una nueva capa de pintura como hacia un cambio en el velamen. Me empeñaba en multiplicar los ataques sobre diversos puntos, i desaparecía a lo lejos durante el dia para volver al dia siguiente sobre un enemigo que no me esperaba. La especlativa de una rica parte de presa alentaba a todos mis marineros. Las autoridades españolas quisie* ron oponer sus estratajemas a las mías, i me tendieron un lazo en el que estuve a

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I^ causa de la independencia de las colonias españolas en América, e habia conquistado entonces numerosas i ardientes simpatías en ngl aterra. La opinión publica recordaba el apoyo que la España ba- tía prestado en 1780 a la insurrección de las colonias inglesas, i veia

unto de sucumbir. Una mañana percibí cerca de la costa un enorme i pesado na- ío mercante que parecía ricamente cargado, i cuyo aspecto despertaba el recuerdo e los viejos galeones cargados de oro que Méjico espedía en otro tiempo a los icesores de Carlos V. La tentación era irresistible, i di orden de caer sobre él; ero apenas nos acercamos un poco, el pretendido buque mercante, que era una mesa fragata espa&ola, descubrió sus costados i nos mostró una fila de cañones uya primera descarga nos habria pulverizado. No era tiempo de retirarse, i la re- elución de empeñar un combate habria sido una locura. Hice entonces izar el abellon danés, i un contramaestre danés, que yo habia provisto de un uniforme de fícial de su nación, respondió a las preguntas de la fragata. Como sus contestacio* es no satisfaaan al capitán español, envió éste una chalupa para visitar nuestra mbarcacion. Los que tripulaban esa chalupa vieron en nuestra popa el pabellón marillo de la cuarentena; i nuestro falso otícial danés les esplicó que acabábamos le salir de Arjel, ea donde la peste estaba haciendo grandes estragos. Esto bastó >ara librarnos de una visita incómoda. La chalupa volv:ó a la fragata deseándonos >uen viaje; i nosotros no perdimos tiempo para alejarnos de ese paraje.

"Algunos meses mas tarde, el 6 de mayo de 1802, otra fragata española nos sor* >rendi6 delante de Barcelona, i creyó que no podriamos escapar. Al mismo tiempo ]ue ordené el zafarrancho de combate, hice izar el pabellón americano a fin de producir cierta excitación entre los enemigos i darme el tiempo de acercarme a ellos. Levanté en seguida los colores nacionales, i recibí dos veces el fuego del enemigo sin ninguna pérdida sensible. Contestar desde lejos el fuego de la fragata con el ie mis cañones de a cuatro, habria sido lo mismo que disparar con ceniza a un cíe* fante. Hice poner doble i triple carga a mis cañoncitos, í mandé que no se hiciera fuego sino cuando estuviésemos al costado del enemigo. En efecto, no se rompi6 sino cuando nuestras vergas se tocaban con la arboladura de la fragata... La pri- mera descarga mató al capitán español i a su contramaestre. La altura de ese buque era tal, que en la posición en que nos halláliamos, sus balas pasaban por encima de nuestras cabezas, mientras que las nuestras barrían su primer puente. Entre tanto, todas nuestras cuerdas estaban cortadas, todas nuestras velas estallan agujereadas por la metralla, í no nos quedaba otra alternativa que rendirnos o apoderarnos de la fragata al abordaje. Nuestro cirujano, M. Guthrie, que vive todavía (esto se es- cribía en 1860) í que podrá leer este recuerdo de uno de sus actos de bravura, se encargó del timón del Speedy^ nos hizo colocarnos al costado de la fragata» i en algu« nos segundos toda nuestra jente i su capitán estuvieron sobre la cubierta de aquella. Los españoles, vueltos de su primera sorpresa, se defendían valientemente; pero yo ordené a uno de mis hombres que fuese a arriar el pabellón de la nave, lo que con- 8^;uió. La tripulación española, viendo bajar la bandera, creyó que esto se hacia por orden de su jefe, i depuso las armas. Nuestro pequeño bergantín, armado con catorce cañones de miniatura, se habia apoderado de una fngata armada con treinta i dos cañones de grueso calibre, i esa fragata, llamada Gamo, contaba mas muertos

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en la revolución hispano-americana una especie de castigo providencíala de aquella política. I^ declaración de la libertad de comercio en estos^ países, habia abierto un mercado a las manufacturas europeas, que por— la privilejiada situación industrial de la Inglaterra, habia de consti-

r heridos que cuantos hombres tenia el Spcedy. Esta captura me valió los cumpli- mientos de mi jefe inmediato; pero los lores de nuestro almirantazgo no vieron en ella una razón para darme un ascenso. La fragata Gamo fué vendida a los arjelinos; i como no se encontralm conveniente que un oficial de veinticinco años efectuase presas cuando los antiguos i aun los jefes de escuadra hacian poca cosa o nada, se me dejó en el Sptedy con la orden de escoltar un buque paquete destinado a Jibral* tar. En esta triste mi<$ion, el Speetiy fué alcanzado por tres buques franceses de alto bordo, i le fué forzoso rendirse después de una resistencia imposible. Asi se terminó para este buque un crucero de trece meses, en que habia tomado o recuperado 50 naves, 122 cañones i 534 prisioneros. Por lo demás, mi cautividad no fué de larga duración, porque al cabo de algunos dias se me canjeó por el capitán de un navio español, el San AtHonío,

"De vuelta a Inglaterra, traté de dar a conocer al público i al gobierno los vicios i los abusos de nuestro servicio naval. No conseguí otra cosa que el que se me to- mara por el Don Quijote de la marina. Fui mas discreto cuando al regresar a Edimburgo, me consagré a estudios serios de que habia carecido en mi primera educación, i segui los cursos de la universidad, frecuentados también por lord Pal- merston, que vivia en casa de Dugald-Steward.

"En 1803 recomenzó la guerra contra la Francia, i yo solicité el mando de un buque. Después de muchas dilijencias, se me dio el de un mal bergantín llamado el Arab^ i se me mandó a cruzar al nor-estede las islas Orkneys para protejer nuestras pesquerias en un mar en que no las habia. Esta comisión me ocupó desde octubre de 1803 hasta diciembre de 1804. Felizmente, cuando volvi a Inglaterra, lord Mel- ville, que acababa de tomar la presidencia del consejo del almirantazgo, me confío el mando de la Pallas^ hermosa fragata de 32 cañones. Mi crucero cerca de las islas Azores fué de los mas felices. Las naves que volvían a Cádiz de la América espa- ñola, caian unas en pos de otras en nuestro poder. Tomamos tres cargadas no solo de ricos productos coloniales sino de lingotes, de pesos i de vajillas de plata. Puede juzgarse si las partes de presa eran buenas.

"El deseo de entrar al parlamento me indujo a presentarme a los electores de I loniton. La primera vez fui derrotado por no haber querido pagar a los electores; pero como después de la elección di diez guineas a cada uno de los que no habían querido votar por el candidato adverso, mi jenerosidad cambió el espiritu público de Honiton, i en las elecciones siguientes fui elejido por una fuerte mayoria. Todo esto no me costó mas que una cena, cuyo precio es verdad se hizo subirá 1,200 libras esterlinas. Llevalia la intención de hacer en el parlamento una guerra inflexible a los abusos e injusticias de nuestra administración de la marina. Proliablemente, para separarme de la tribuna, se me nombró comandante de la fragata Imftéríeuse^ encar- gada de cruzar en el Mediterráneo. El bravo lord Colingwood se encontraba allí a la cabeza de nuestra flota, i ha dado testimonio de la manera cómo la Impéríeiue destruyó los telégrafos de señales del enemigo, operó desembarcos, cortó los con-

iSlS^ PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII 183

jírse, durante algunos años a lo menos, en un monopolio en su pro- echo. Por eso, los fabricantes i los mercaderes ingleses, según lo [aremos mas adelante, habían de hacer a su gobierno representaciones 1 favor de los nuevos estados. Pero, fuera de la rejion de los intere- rs materiales, i en el orden moral, la independencia de los pueblos

»yes e inquietó las costas del Languedoc hasta impedir la entrad» a Elspaña de innerosas tropas que dehian dirijirse a Figueras, pero que se detuvieron para defen- :r el litoral de la Francia. Nuestra defensa del castillo de la Trinidad, en Rosas, > fué coronada por un completo buen éxito; pero sirvió al menos para paralizar s movimientos del ejército francés en Cataluña. i£n esta época yo pedi que se me era el mando de una escuadrilla para obrar en los mares de Vizcaya, como acaba- i de hacerlo en el Mediterráneo, i hostilizar las costas de Francia, obligando a las opas francesas a no desguarnecerla: pero el ministerio desechó esos planes» porque snian de un hombre que pertenecía a la oposición.

En 6n, en 1S09 fui llamado a una empresa de las mas decisivas. Una flota francesa : hallaba en la isla de Aix (cerca de la embocadura del rio Charente) i estaba blo* aeada, por decirlo así, por otra flota de fuerza casi igual bajo las órdenes de lord íambier. Los buques franceses estaban fondeados en una posición que parecía lespugnable. Por un lado estaban protejidos por la isla de Aix, defendida por una iiamicion de 2,000 hombres i por baterías de gruesos morteros i de cañones de

36; por el otro estaban cubiertos por la isla de Oleron, cuyos cañones podían casi nizar su fuego con el de los cañones de la isla de Aix. Para completar su defensa, >s franceses hablan construido un dique flotante, compuesto de fuertes piezas de ladera, esparcidos i ligados a anclas enormes por cadenas i por amarras de espacio n espacio. Era la obra mas sorprendente que hubiera podido verse en su jénero. Era sencial destruir esa flota, que si hubiese dejado su fondeadero, habria podido dirijirse

las islas de América i destruir allí el comercio ingles. Cuando llegué a Inglaterra, 1 primer lord del almirantazgo (lord Mulgrave) me consultó acerca de los medios de tacar esa posición, me trasmitió las objeciones de nuestros oficiales sobre este pro- ecto i me comunicó una carta de lord Gambier que manifestaba su repugnancia al mpleo de brulotes, i los riesgos de una tentativa mas que aventurada. Vi claramente [ue el ministerio tenia necesidad de una victoria cuyo honor i cuyo provecho recojeria ■1 mismo; pero que en caso de contraste, mi reputación naval quedaría perdida para iempre. Indiqué, sin embargo, un plan de operaciones combinadas por medio de »nilotes i de embarcaciones menores esplosivas, pidiendo de palabra i por escrito ¡ue la ejecución de ese plan fuese confíado a otras manos que a las mias, por ser yo :1 capitán mas joven de edad i de grado. El almirantazgo no hizo caso de estas azones, i me mandó partir para Aix. Desde que se reconocieron mis planes, todos os capitanes, mis superiores, me miraron como un intruso i un intrigante llegado )ara arrebatarles la gloría de una empresa que les pertenecía de derecho. No hice aiso de esto, i emprendí el trabajo con enerjía, reuní mis brulotes, construí mis ¡mbarcaciones esplosivas, i si se me hubiese dejado dueño de mb movimientos, labria destruido la flota francesa sin que lord Gambier hubiera tenido que ocuparse le nada. Pero este juzgó conveniente interveniri i roe prohibió atacar en el momen-

184 HISTORIA DE CHILE 1818

americanos interesaba a todos los espíritus liberales. Los ajentes estos países que iban a Inglaterra a buscar apoyo i recursos para 1 causa de )a revolución, eran favorablemente acojidos por hombres qu como Bentham, Mackintosh, Brougham, Burdett i Ellice, tenían un

to que yo había elejido. El almirante francés (el conde Allemand) tuvo tiempo pare' cambiar posición i para ponerse en lo posible al abri{;o del peligro.

"En la noche del ii de abril de 1809, con un viento muí fuerte i con mucha ma rejada, tuve permiso para atacar. El servicio de los brulotes, servido de motos calavera*:, fué dejado (como debe serlo siempre) a los que se ofreciesen volantaria- mente para hacerlo. Se presentaron, en efecto, oñciales i marineros en número sa— fídentc. Mi fragata Impérieuse^ remolcando dos lanchas esplosivas, echó el cerca de un banco, i tres fragatas se colocaron un poco mas atrás para recibir a tripulantes de los brulotes cuando volviesen. Acompaílado por el teniente Bisselt por cuatro marineros, subí a lx)rdo de la mas grande de las lanchas esplosivas que^? contenia 1,500 barriles de pólvora, muchos centenares de bombas i cerca de 3,00O' granadas. Avanzando silenciosamente en medio de la oscuridad, nos acercamos al íbndeadero de los buques franceses, puse fuego a las mechas, i en seguida tomamos nuestra chalupa i nos alejamos a fuerza de remos teniendo en contra nuestra el vien* to i la marea. Con gran consternación nuestra, las mechas que hablan sido prepa- radas para arder quince minutos, no duraron mas que seis o siete. Entonces estalló ta lancha esplosiva lanzando al aire sus millares de granadas, de bombas i de cohe- tes irrcendiarios. La esplosion levantó una montaña de agua, i solo por un milagro no fué sumerjida nuestra débil chalupa. Tuvimos igualmente la felicidad de no ser tocados por ninguna de las bombas o cohetes que caian por todas partes» La lan- cha esplosiva había producido todo el efecto que se podía esperar de ella, i nos ha* bia dado el espectáculo del mas grandioso fuego de artificio que pueda imajinarse. La esplosion había iluminado un instante todo el horizonte, i el estampido habia resonado en el espacio surcado por las bombas, las granadas, los cohetes i los tro- zos de madera que habían saltado. Las olas estaban cubiertas de piezas destroza- das del dique flotante. El mar habia sido removido hasta el fondo de sus abismos como un terremoto submarino. La esplosion había roto el dique flotante de los fran- <ieses i abierto un ancho pasaje a nuestros brulotes; pero no fueron dirijidos con Ixistante precisión i no produjeron al enemigo otro mal que el espanto. Solo cinco de ellos llegaron hasta los buques franceses, i como «e les habia prendido fuego an- tes de tiempo, su efecto se malogró. El 12 de abril, al amanecer^ el dique flotante no existia; i con excepción de dos buques franceses, todos los otros estaban misera- blemente apegados a la costa. A la hora del reflujo, sus cascos estaban descubiertos, hallándose todos ellos en la imposibiiidad absoluta de oponer la menor resistencia. Eüte era el momento de obrar para lord Gambier; pero permaneció inmóvil. Hice las señales del caso para comunicarle lo que ocurría, pero no recibf respuesta. Asi se perdieron cinco horas de un tiempo precioso. Al fín, a las once de la maSana, la flota inglesa se puso en movimiento. La marea habia comenzado a subir i los buques franceses hacían los mayores esfuerzos para ponerse a flote; pero muchos de ellos quedaban encallados. ¡Cuál fué mi sorpresa i mi desesperación, i aun diré mi ral>ia, cuando vi a los buques ingleses detenerse i echar el ancla en la mitad del

it

l8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTin-0 XIII 185

ta posición en las letras o en política. Todos ello6 condenaban ^sueltamente el despotismo implantado por Fernando VII después de u restauración en el trono español, i hacían votos por la independen - ia de las colonias de América. El ájente de Chile don José Antonia

mino! Retnelto a cumplir mi deber, apesar de todo, hice elevar ancla a la //////• 9^€us€ i me lancé sobre el enemigo. Sufrí el fuego de las baterías de la isla de Aix, sin recibir daño alguno, pero luego me encontré empeñado en un combate contra tres buques franceses. Me fué forzoso hacer nuevas señales para reclamar socorro. Lx^rcl Gambier no podia permanecer en su neutralidad, i fueron enviados algunos bu- ques en nuestro auxilio. Los franceses aliandonaron uno de sus buques, i los otro» dos bajaron su pabellón en menos de dos horas. La noche puso fin a esta jomada \ a nuestras üntigas. £1 dia siguiente quise renovar el combate; pero rectbí una carta de lord Gambier en que después de hacerme muchos cumplimientos por mi conduc* ta, me daba la orden perentoria i terminante <Je volver atrás. No era posible des- obedecer esta orden, i me fué necesario dejar la victoria inconclusa, n

Esta empresa de que lord Cochrane ha hecho la relación mas completa, acompa.. ftándola de numerosos documentos, ha sido contada por muchos historiadores con mas o menos amplitud, i sin grandes diverjencias. Pueden verse entre otros, Alison, History o f Etsrápe {lySg-iSíS), chap. LVIII; Thiers, Histoire du comulat ct d\s PEmfn're, liv. XVIII; Guérin, Histoire vtarili me de la France^ tom. VI, chap. XVII i Jurien de la Graviére, Souvenirsd^un amiral (vid.i de su padre), tom. 1 1, chaix VIL Recordando estos acontecimientos, Napoleón decía en Santa Elena: "Cochrane habría podido destruir o tomar todos los buques franceses si, como era debido, hubiera sido ayudado por el almirante ingles.» En premio de su conducta, recibió Cochrane la condecoración de la orden del Baño,, i la espresion de aplauso del go- bierno; pero las acusaciones que aquel hizo en el parlamento contra lord Gambier^ movieron a éste a pedir que se le sometiera a juicio. Los intereses de partido, pues- tos en juego en favor del almirante, produjeron su absolución. Cochrane, en cambio quedó separado de la marina, i consagrado a las luchas parlamentarias, en que entra- ba con grande arder como representante del partido liberal avanzado o radicaL En esa época contrajo matrimonio con una interesante ¡oven inglesa, Catalina Corbeta Hamcs, que lo acompañó a Chile, i se ocupó también en algunos trabajos científico* industriales a que era mui aficionado. En 18 14, estando para volver al servicio na» ▼al, a que se le llamaba de nuevo para servir en América a las órdenes de su tio el almirante Alejandro Cochrane, fué sometido a juicio por atribuírsele participación en un fraude financiero que fué oríjen de grande escándalo. Vamos a referir este incidente, abreviando la relación que el mismo Cochrane ha hecho en su autobio?- grafía.

"El lunes 21 de febrero de 1814, un hombre vestido con el uniforme de oficial del estado mayor ingles, se presentó en una posada de Duvres i pidió caliallos de posta para trasladarse a Londres. Era la una de la mañana. Allí se hallaban varios indi- viduos, i entre ellos el corresponsal de un diario de Londres en busca de noti- cias de los grandes acontecimientos que se desarrollaban en el continente, cuando los ejércitos aliados de casi toda la Europa marchaban a derrocar el poder colosal de Napoleón. El pretendido oficial les dijo que acababa de desembarcar en las in-

186 HISTORIA DE CHILE 1818

Alvarez Condarco, al llegar a Londres en agosto de 1817, se puso e comunicación con algunos de esos personajes.

I^rd Cochrane, añiíado al mismo partido, i relacionado con todos ellos, participaba de esas opiniones, i quería servirlas de

mediaciones trasportado por un buque francés, i que era portador de los mas impor tantes despachos que jamas se hubieran recibido en Inp^laterra. Se había dado» decia, una gran batalla cerca de Paris, Napoleón había sido derrotado i muerto poa los cosacos, los aliados habían entrado a esa ciudad i estaban en vísperas de celebraiK. vna paz gloriosa. Después de haber envÍ£.do un espreso al almirante del puerto d^ Deal, partió para Londres en una silla de posta. En cada descanso, los postillón comunicaban la noticia a todos los espectadores. A las nueve de la mafiana, aquef pretendido emisario llegaba a los barrios esleriorcs de Londres, alH tomaba un co- che de plaza, i se dirijia a mi domicilio en Green Street. Aunque el almirante d Deal no había creído la noticia, los postillones i los noticieros habían bastado p darle una gran circulación. A esas horas comenzaban las operaciones de la bolsa i en el primer momento, los fondos públicos subieron considerablemente. Una hoi después se hizo sentir la duda; pero luego se anunció que otra silla de posta atravesado la Cité, i que dos personajes que viajaban en ella i que parecían oficiales franceses realistas, habían confirmado la noticia de la derrota i muerte de Bonaparte. Los fondos siguieron subiendo, i solo en la tarde se supo que la noticia era falsa.

"Tres personas habían aprovechado de la alza de los fondos públicos, yo, mi tío Cochrane Johnstone i un tal M. Butt. Se descubrió que el pretendido portador de despachos había llegado a mi casa, i se dijo que allí había cambiado de uniforme. Pocos días después fué apresado; i se encontraron en su poder algunos billetes de banco que pocos días antes me habían cambiado en el Banco de Inglaterra. Estas pruelMis parecían abrumadoras, i el fraude había indignado al comercio. Lord Ellen- boroug, el juez de la causa, obligó a los abogados de los acusados a hacer la defensa de éstos a las nueve de la noche, aunque la audiencia había durado todo el dio. Su requisitoria fue violenta; i el jurado declaró culpables a todos los acusados.

"No tengo que disculpar a mi tío ni a M. Butt; pero yo estaba comprometido en este negocio a mi pesar i sin mi conocimiento. Un individuo llamado de Bérenger, había hecho el papel de portador de comunicaciones del continente. EUte hombre que poseía algunos talentos militares, había sido recomendado por mí, por el almi- rante sir Alejandro Cochrane i por muchas otras personas al ministerio de la guerra como aparente para ensefíar carabineros. Esta circunstancia le había servido de pre- testo para acudir a casa, donde quedó esperándome un largo rato, mientras iban -a buscarme a una fabrica de lámparas. En consecuencia, yo pude afirmar en con- ciencia en declaración, que cuando volví a casa encontré a Bérenger vestido con el uniforme verde de los carabineros, mientras que se podía probar que había entra- do a casa con el uniforme colorado de los oficiales de estado mayor. Lord Elleo- l)orourg hizo observar al jurado que la sola vista de ese uniforme que Bérenger no tenia derecho de llevar, habría bastado para hacerme comprender que éste habim cometido una mala acción. El jurado ínfiri(') de esa observación que yo había come- tido un perjurio al declarar que yo habia encontrado a ese hombre con uniforme verde i no con uniforme colorado, olvidando que Bérenger tenia consigo una pe-

>

l88 HISTORIA DE CHILG l8f8

el deseo de acompañarlo, pero lord Cochrane los desalienta, aquellos que éste medita poner en acción sus secretos planes d^^^&t guerra para destruir a los españoles; pero creo que él no piensa en xfs^W ta\ cosa por cuanto ha prometido al príncipe téjente que no divulgará irv tii usará tales planes sino en servicio de su país.n Disimulando o talve^^^^^ vacilando en sus propósitos, lord Cochrane continuaba asistiendo <i>o a las sesiones del parlamento. En julio de ese mismo año, sin embargc^^^^ go, vendia algunas propiedades territoriales que habia adquirido cerca JE:^ de Southampton, sin duda con el pensamiento de hallarse espedito para c^ -^ el viaje. En noviembre de ese año, estando de vuelta de un viaje de doc^-fcdos meses que habia hecho a Francia por motivos de la salud de su espc^<=X po- sa, fué puesto en relación con el ájente de Chile, i después de un;M~x -KJná detenida conferencia, se decidió a tomar servicio bajo las bandera-ís"* -^as del nuevo estado con el rango de comandante en jefe de todas su mj ^sus fuerzas navales i con facultad de elejir en Inglaterra los oficiales qu» .k-f fue dehian acompañarlo en el mando de las naves. ««Tengo la satisfacción* ^^^ ^i de anunciar a V. S., escribía Alvarez al ministro de estado de Chil» ^ *'te

^/Ae Aon» Amirtíi* Codtrane foJinstottCy of vice almiral sir Alexattder Cochrane^ A\ B, atU of sir Thotnas Cochrane^ Knighty diatriba violenta, mal escrita isegon - mente calumniosa de toda la familia. Pero la relación mas completa i mas doco"^ mentada es la que ha hecho el mismo Cochrane para justificar su ioocencia, en tres últimos capitulos de su Ant/ioln\i^rapfty, Con conocimiento de. estas divem» piezas, hicimos nosotros una relación de esos hechos con el título de "Las gnindes> «stafas en la Bolsa de Londres; el caso de lord Cochrane, n que fué publicada en La Libertad Electoral (diario de Santiago) el 18 de octubre de 1886.

Aunque todas las apariencias parecían condenar a Cochrane, la opinión v¡6 en esa causa i en la sentencia que le puso término, una grande injusticia preparada por las pasiones políticas. I^ multa fué pagada por una suscricion popular, el distrito -de Westminter volvió a elejir a Cochrane miembro del parlamento, i el gobierao ingles, arir)s mas tarde, lo restauró en lu posesión de sus títulos i honores, le recono- ció su grado en la marina i lo' honró con nuevos ascensos. No solo sus amigos, tino el mayor número de sus adversarios políticos declararon en muchas ocasiones la inculpabilidad de Cochrane; i esta ha sido la opinión de la historia al referir estos sucesos.

En vista de los documentos i libros que hemos recordado, habríamos podido trazar en esta larga nota una biografía mas ordenada de lord Cochrane; sin emlni]p>t hemos preferido estractar estos rasgos de su propio libro, siguiendo casi fielmente, como dijimos antes, el resumen o análisis de la Bentleyh Quarterly Jieview. Elstoi estractos, al paso que dan a conocer los servicios de lord Cochrane, bosquejan su carácter i servirán para llamar la atención hacia la Autohio/^rafia de ese célebre ma- rino, libro notable por mas de un motivo, i menos conocido entre los lectores chile- nos de lo que merece serlo.

l8l8 PARTE CXTTA VA. —CAPÍTULO XIII 189

^1 12 de enero de 1818, que el lord Cochrane, uno de los mas acre* <]itados i acaso el mas valiente marino de la Gran Bretaña, está ente- ramente resuelto a pasar a Chile para dírijir nuestra marina, i cooperar <]ecididamente en la consolidación de la libertad e independencia de «sa parte de la América, m Alvarez recomendaba la elevación de carác- ter de Cochrane i sus profundas convicciones liberales, probadas en •«1 parlamento ingles, que lo hacian «incapaz de ser envuelto en el ^'értigo de las intrigas ministeriales de Europa. n Exajerando las gran- <ies dotes morales del insigne marino ingles, Alvarez lo su ponía ••superior ^k toda pretensión ambiciosa, n presentándolo como ajeno a todo pro póüito de lucro personal. «Reciba V. S., deciaal terminar su ofício, el parabién por la adquisición de un hombre cuya sola reputación será el terror de España i la columna de la libertad de América (j)." Ya ve- remos en qué proporciones correspondió lord Cochrane a esta ardo- rosa recomendación.

(3) El oficio ríe Alvarez Condarco de que copiamos estas palabras ha sido varias veces publicado. En carta particular, dirijida a 0*Híggins con motivo de la salida de Cochrane de Inglaterra, el ájente chileno decía: "En este buque (la fragata Rosa) VA el lord Cochrane i su familia toda a establecerse en Chile. Este hombre es un marino de conocido valor, talento i opinión, i a mas es un filósofo hecho que no Dcccsitamos mucho para tenerlo contentd.n

Según los biógrafos de lord Cochrane (su propio hijo i II. R. Fox Bourne), en el tomo I, cap. VI de la obra citada, las personas que pusieron al ájente de Chile en comunicación con aquel, fueron sir Francis Burdett, sir James Mackintosh, Mr. {después lord) Brougham i Mr. Kdward Ellice.

. Entre los hombres distinguidos de Inglaterra que se comunicaban con los ajentes de los nuevos gobiernos americanos, se contaba el célebre Jeremías Bentham, según <]ecimos en el testo. —Se hajlaba entonces en Londres don Antonio Alvarez Jonte, aquel letrado orijinario de España, pero educado i naturalizado en Buenos Aires, a cuyo gobierno representó cerca del de Chile en 1810 i 181 1. Desterrado de Buenos Aires en 1815, después de la caiia de Alvear, había fijado su residencia en Ingla- terra, i entrado en relaciones con las personas que alK se interesaban en favor de la independencia de América. Como lo veremos en seguida, Alvarez Jonte volvió a Chile en compañía de (!ochrane, a quien sirvió algún tiempo de secretario en las primeras campañas de éste. Entre sus papeles particulares, dejados en Santiago (Alvares! Jonte falleció en Pisco durante esas campañas) hallamos dos cartas aut6- graías de Jeremiss Bentham, escritas el 7 i el 17 de mayo de 1818. Se trata en ellas de la presentación de Alvarez Jonte a sir Joseph Banks, el compañero del capitán Cook en una de sus memorables esploraciones, presidente entonces de la Real So- ciedad de Londres, i mui considerado por la protección jenerosa que prestaba a todos los trabajos de carácter científico. Esas cartas, que por su mala letra nos ha sido mui difícil interpretar, contienen referencias a entrevistas i conversaciones entre ambos sobre asuntos que no se indican claramente, pero que parecen referirse a los

190 HISTORIA DE CHILE 1818

La aplicación del vapor a la propulsión de las naves, inaugura entonces una revolución jigantesca, cuyo alcance sin embargo podían comprender los contemporáneos. Aunque contaba alguno años de ensayo, i aunque estos ensayos habían producido url feliz r sultado en embarcaciones relativamente pequeñas, en la navegaciorr de los ríos í en los viajes de mar a cortas distancias, se creía jeneral- mente que ese maravilloso invento era inaplicable a los grandes buques i a las largas navegaciones. Lord CocKrane, cuyo espíritu ciar i entusiasta lo hacia superior a las preocupaciones de la rutina i lo in- clinaba a aceptar todos los progresos científicos e industriales, i cu esperíencía náutica i militar le permitía comprender la importancia d ese invento, propuso la construcción de una nave que "siendo movid en todas direcciones por una fuerza interior, sin necesidad de vícnt haría frente a los temporales i se burlaría de las calmas. Un buque d esa clase, agregaba Cochrane, seria particularmente ütil para toda dili jencía que debiera ejecutarse en un tiempo dado, i armado de cuatr o seis cañones de grueso calibre, seria inapreciable para un ataque nocturno í repentino, i aun en cualquiera combate seria impunemente destructivo de los mejores i mas formidables navios o fragatas, que no podrían elejir fácilmente las posiciones que les conviniesen.it Alvarer Condarco se dejó ganar por estas consideraciones que parecían con- cluyentes, i revestidas ademas con el prestijío de tan acreditado mari- no: En consecuencia se convino en mandar construir un buque de 410 toneladas de porte, que estaría provisto de una máquina de vapor de fuerza de 6o caballos, i que llevaría el nombre alegórico de Hising Star (la Estrella naciente). Su costo fué calculado en ochenta mil pe- sos, de los cuales adelantaria quince mil el mismo lord Cochrane, treinta uno de sus amigos (Mr. Ed. Eli ice), í los restantes serian paga- dos por el gobierno de Chile, ya con los recursos de que podía disponer su ájente en Londres, ya con las nuevas remesas que debía pedir in- mediatamente. La construcción, iniciada en noviembre de 1817 en un astillero particular, situado sobre el Támesís (en Rotherhithe, barrio occidental de Londres, en la orilla izquierda i cerca del lugar en que fué abierto el famoso tiínel que pasa por debajo de ese rio), debía que- dar terminada en menos de un año, según las estipulaciones del con*

asuntos de América. Don Andrés Bello, que durante su larga residencia en IngUif térra, frecuentó el trato de Bentham, nos decía que desde los primeros albores de la revolución hispano-amerícana, manifestó éste vivo ínteres por estar z\ corriente de la marcha i progreso de ese movimiento.

t8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII I9I

rato. Esa obra seria vijilada por lord Cochrane, para asegurarse c sus buenas condiciones i para acelerar el trabajo cuanto fuera

^able.

Se suscitaba, sin embargo, una grave difícuUad. £1 gobierno ingles

^:>taba resuelto a impedir que en su territorio se armasen naves para

.auxiliar a los revolucionarios de la América española. Lord Cochrane discurrió un arbitrio a fín de ocultar sus planes i de desvanecer todas

4as sospechas a que podia dar oríjen la construcción de esa nave. Apenas restablecida la paz europea, i desembarazada la nota británica de las atenciones de la guerra, el gobierno, inspirado por un propósito cicntifíco, ])reparaba espedicíones a las rejíones árticas no ya para bus- car una comunicación practicable entre la Europa i el Asia oriental por la via mas corta del norte de la América, que las esplorac iones an- teriores habian declarado imposible, sino para propender al conocí' miento de la jeografía jeneral i de la física del globo. Al mismo tiem- po que alistaba naves del estado bajo el mando de marinos de grande e<:periencia para tales viajes, ofrecia premios considerables a los mari- nos que por su cuenta i riesgo adelantasen los descubrimientos en esas rejiones. Cochrane hizo entender que el buque que construía en el as- tillero de Rotherhithe tenia por objeto el tomar parte en esas empre- sas, i al efecto le dio el falso nombre de Estrella del Norte^ e hizo pintar en su popa los signos alegóricos de las constelaciones polares. Estas precauciones produjeron el efecto deseado. Aunque los diarios hablaron muchas veces de la nave en construcción, que llamaban «^el buque de lord Cochrane, n como de un esperimento digno de aten- ción, no se divulgó el objeto a que se destinaba. Sin embargo, apesar del empeño desple^^ado, la obra sufrió los tropiezos consiguientes a todo primer ensayo industrial. I^ nave fué lanzada al Támesís a fines de julio de 1818; pero cuando se la quiso esperimentar, se observó que los calderos de la máquina eran demasiado pequeños, que no pro- ducían el vapor suficiente i que era forzoso emprender un nuevo tra- bajo que demoraría por algunos meses la conclusión definitiva de la obra (4).

(4) En Los orljenes de nuestra marina militar^ 1817-1819, serie de artículos his- tóricos muí nutridos de datos i de documentos, que ha publicado en la Revista de Marina (Valparaíso, 1892) el contra-almirante don Luis Uribe Orrego, ha reunido como apéndice al capitulo VIII, casi todas las noticias que es posible hallar en los archivos públicos i en los periódicos de la época, acerca de la construcción de este buque. Como complemento de estas noticias agregaremos que contra las previ- siones de lord Cochrane, que creía que las reparaciones que debían hacerse en la

192 HISTORIA DE CHILE 't8i6

Sin embargo, no era posible retardar por mas tiempo la partida d iord Cochrane. En Chile, donde sus servicios se creían índispensabl se le esperaba con viva ansiedad, para darle el mando de la escuadra . Alvarez Condarco, que había ofrecido al gobierno de este país qu^ aquel ilustre marino estaria en Valparaiso antes de ñnes de ese año^ desplegó todo empeño para que se pusiera prontamente en viaje; i eM mismo Cochrane que habia tomado ya sus últimas disposiciones (5)» se sometió a esa exijencia, dejando a un injeniero de su confianza eft encargo de apresurar la construcion i reparación de la nave, que, se- gún sus cálculos pKxlria ponerse en viaje unas cuantas semanas roas tarde. Una fragata mercante llamada /^osa^ antigua nave de guerra vendida por el gobierno ingles después de la paz de 181 5, estaba lista para hacerse al mar, con rumbo ostensible hacia las costas occidenta- les de la América del Norte, pero en realidad con destino a Valparaiso. Era su capitán un antiguo teniente de la marina real llamado Juan Iliinworth, que se habia distinguido en diversos combates, i que quería tomar servicio bajo las banderas de les independientes de América. El 15 de agosto, ese buque tocaba, a pretesto de acídente, en el puerto francés de Boulogne-sur-mer, a donde se habia trasladado Cochrane para ocultar su viaje, i habiéndose embarcado éste con su esposa i dos hijos pequeños, se hacia nuevamente al mar. En el mismo buque ha- bia salido de Londres don Antonio Álvarcz Jonte, aquel letrado que en años atrás habia desempeñado en Chile el cargo de representante del gobierno de Buenos Aires, i c^ue después de cerca de tres años de destierro de este país, volvia a América para servir a la causa de la revolución en el carácter de secretario del prestijioso almirante de Chile. Con Cochrane se embarcaron otros marinos de rango inferior

máquina de la Ñising Star serian la obra de algrunas semanas, i que este buque |k>> dría salir de Londres en setiembre u octubre de i8t8, exijieron mucho mayor liemr po, i solo llegó a Chile en 1S22 habiendo hecho a vela la mayor parte de su viaje« Mas adelante tendremos que dar otras noticias acerca de ese buque.

(5) El 2 de junio de 1818 pronunciaba lord Cochrane en la cámara de los co- munes su último discurso, en favor de un proyecto de reforma parlamentaría presen- tado por su amigo sir Francis Burdett. En esos mismos «lias asistia a Un meeting de los electores liberales del distrito <le Westminter, i en un discurso muí violento contra la política dominante entonces en Inglaterra, anunció su propósito de irse a residir al estranjero, dispuesto, sin embargo, a volver a su patria as{ que ésta nece- sitase sus servicios. El diario T/te Times^ de 5 de junio, publicó la relación de este meeting i el discurso íntegro de Cochrane. Entonces se creia que éste ¡lia a fi)ar su residencia en Francia.

l8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII I93

ue venían a ofrecer sus servicios al gobierno de Chile. El mas distin-

ido de ellos era el capitán don Roberto Forster (6).

3. Llega a Chile 2. Lord Cochrane llegó a Valparaíso el 28 de no-

1 toma el man- yjgj^jjre. Allí fué recibido por las autoridades locales do de la escua- '^

dra. con todas las consideraciones correspondientes al pres-

-^ijio de su nombre i a los servicios que se esperaban de él. El director

sfupremo fué a buscarlo a ese puerto, i en su compañía lo trajo a la

oapital. Así en Valparaíso como en Santiago, se celebraron banquetes

i saraos en que se desplegó en honor del recién llegado, todo el fausto

que podía ostentar la sociedad colonial. Lord Cochrane i su esposa se

mostraron sumamente complacidos por la benévola hospitalidad con

que eran recibidos por las mas encumbradas familias del país. «Aquel

recibimiento, dice el mismo Cochrane, me dio tan alta idea de la

hospitalidad chilena, que, lastimado como me hallaba por la infame

persecución que habia sufrido en Inglaterra, decidí hacer de Chile mt

futura residencia. Esta decisión, sin embargo, es un ejemplo de cómo

se cumple el proverbio que dice: **El hombre propone i Dios dispo*

neii (7).

(6) Vastago de una antigua familia de Northumberland, don Roberto Forster era el mayor de diez hermanos que abrazaron todos el servicio militar, seis en el ejército i los otros cuatro en la marina. Habiéndose enrolado en la escuadra real en 1795 en calidad de voluntario, ascendió grado por grado, después de algunas campaílas i de no pocos combates en que mereció ser especialmente recomendado en los par- tes oficiales, h&sta el rango de teniente primero que obtuvo en 181 con el cual de9em(>eñó el mando de buques. Por afinidad, Forster era pariente de lord Cochrane» hermano |x>lítico, dicen los documentos, lo que nos hace creer que las esposas de dmbos eran hermanas. Invitado por éste, Forster se separó con licencia del servicio de la marina británica, i como contamos en el testo, se vino a Chile. A consecuen- cia de las reclamaciones del embajador español contra los militares i marinos ingle- ses que se ponian al servicio de los revolucionarios de América, Forster fué borra- do, por decreto de 2 de marzo de 1819, <^<^1 escalafón de la marina británica; pero en i8j2, poco des'pues de su regreso a Inglaterra, fué reincorporado en su antigua rango de comandante; pero retirado del servicio activo i con el goce de medio suel- do. En esa condición vivía aun en 1849.

(7) Dundonald's Narraiivt of servíces, etc. (London, 1858), chap. I. Las Aü- tHorias del jencral MiUer^ i el libro tantas veces citado del comerciante Samuel liaigh, han consignado estos accidentes con mas o menos abundancia de detalles. Hste último agrega: "Cuando lady Cochrane llegó por primera vez a Santiago» estaba eo el zenit de su belleza, i la impresión que causó en el pueblo fué mui grande. Hasta entonces habia prevalecido en Chile la creencia de que las mujeres inglesas estaban lejos de ofrecer un buen efecto; i en verdad las muestras que hablan visto, no eran aparentes para producir admiración; porque el conocimiento que aquí

Tomo XII n

194 HISTORIA DE CHILB l8i8

En esos dias celebraba el pueblo chileno con el mas vivo entusii mo el triunfo alcanzado por la escuadra en la bahía de Talcahuam bajo el mando de Blanco Encalada. El triunfo, exaltando el patriotis^ mo, habla producido un grande envanecimiento, a punto de que par&' el vu'go de las jentes, Chile no necesitaba ya marinos estranjeros par&.~ mandar su escuadra i para dominar el Pacífíco. Aun entre los conses jeros del gobierno, hubo algunos hombres que por motivos de otro <Srden se mostraran recelosos. No era posible, según ellos, entregar mando en jefe de la escuadra a un estranjero cuyos antecedentes erars m. imperfectamente conocidos, i que mediante las intrigas de las cortes^^ europeas podia venir confabulado para servir los intereses de España a^ : Ocras personas, i particularmente los eclesiásticos que figuraban entr»-"v los patriotas, aumentaban estos recelos haciendo valer el que Cochr¡ ne no era católico. O'Higgins desplegó en esas circunstancias uns gran fírnieza de carácter, i una notable prudencia para moderar o par&^v desvanecer esas desconfianzas. El comandante Blanco Encalada, po su parte, reconociendo con tanta lealtad como modestia, la superiorü dad de un marino que contaba largos años de esperiencia i de briilai tes servicios, i que con justicia era tenido por uno de los jefes mas m distinguidos de la armada inglesa, contribuyó poderosamente a dcsar^v mar esas prevenciones, ofreciéndose gustoso a servir bajo las órdenes de lord Cochrane.

Esas resistencias desaparecieron felizmente antes de mucho tiempo El sen.ido, aceptando la proposición del director supremo, modificíí::^ "^^^ el reglamento provisional de marina, dictado en noviembre anterior-""»^ ^'> en lo tf)cante a la denominación de los jefes de escuadra, i crec^ '^^ los cargos de vice-al mirante, que fué dado a lord Cochrane po»^ ^^^ decreto de ii de diciembre, i el de contra-almirante que fué con-

se tenia de nuestras compatriotas se estendia solo a Mrs. Black, la mujer de uim> sastre, i a Mrs. Walk, la administradora de una posada, ningima de las cuales, a l9 «lénns ]>or la apariencia, podia ser contada entre las mas favorecidas hijas de Eva; i solo r»ca«'ional mente habian visto a \x esposa de algún capitán de Inique mercante. Con estos antecedentes, los chilenos no tenian una idea mui ventajosa de la hermo« sura i elec;ancia de la l>elleza británicn. Ahora estai)an desengañados; i cada ves que hablaban de la almiranta, repetian estas palabras, "¡qué hermosa! ¡qué linda!^! LaHy Cochrane causó cierta ofensa a los miembros del cabildo, cuando habiendo ido é<tos a visitarla, ella les manifestó desagrado por el humo de los cigarros qne aquel K<s señores parecian considerar una parte integrante de sus personas, de tal suerte que rara vez se les veia sin ellos. m Ilaigh's, Sketches of Buenos Aires amd Chile, chap. XII.

l8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII X95

ferido a Blanco Encalada. "A esta deliberación, decia el supremo director O'Higgins al senado al darle cuenta de estos nombramientos para obtener la aprobación de este cuerpo, me estimulan no solo los loables i públicos procedimientos con que este individuo (Cochrane) ha manifestado al gobierno ingles su adhesión e interés por nuestra causa, sino también haber renunciado en su nación las comodidades, privilejios i ventajas que su rango, opinión i servicios le habían pro- porcionado. Pretende unirse a nosotros del modo mas estrecho, i la radicación de él i su familia en nuestro suelo, parece desvanecer todp escrilpulo acerca de su conducta. Tampoco pueden ocultarse a la pe- netración de V. E. la importancia que tomarán nuestras fuerzas nava- les dirijidas por un jefe que en los paises mas cultos de Europa ha merecido el título de primer marino. El virrei del Perd i todos los que trabajan por la ruina de Chile, respetarán nuestras fuerzas al ver que desde tan largas distancias vienen jenios sublimes a dírijirlas. A estas consideraciones se agrega que en resguardo de los intereses na- cionales, he dispuesto que el comandante Blanco quede en la armada como un segundo de dicho lord, para precaver cualquier contraste o remover presunciones que pudiera inspirar la circunstancia de ser aquel jefe un sujeto de quien no se tiene un conocimiento inmediato en este estado. «t El senado, en acuerdo celebrado el dia siguiente, aprobó esos nombramientos, recomendando que sin pérdida se pusiera a ambos jefes al mando de la escuadra para que ésta saliese a batir al enemigo. Con el propósito de desarmar las prevenciones del vulgo^ O'Higgins hizo publicar una reseña biográfica de lord Cochane; i ella bastó para que se apreciase en todo su valor la brillante adquisición que acababa de hacer la marina de Chile (8).

(8) £1 reglamento provisorio de marina de 13 de noviembre de 181 7 era un plan de grados i de sueldos establecido sobre la base de las ordenanzas de la armada es- pañola. Creaba como jefe superior un almirante con el rango equivalente a briga- dier del ejército de tierra, con el sueldo anual de 2, ^00 pesos i una gratiñcacion de eml)arcado de 3,700, esto es en conjunto, 6,000 pesos; i un segundo jefe con el ran- go de coronel mayor, i con el sueldo de 2,100 pesos, i 2,400 de gratificación, esto jes 4,500 por todo. Según el primer pensamiento de reforma de ese plan, propuesto por O'Higgins, a imitación de la práctica de la Gran Bretaña, habria habido en Chile tres órdenes de jefes de marina, almirante, vice -almirante i contra-almirante. "El almirante, decia al senado al proponer esta reforma, en ii de diciembre, go- zara 9,000 pesos de asignación anual, 6,000 en razón de sueldo i el resto como gratificación de mesa; el vice-almirante 3,600 pesos de sueldo i 2,150 de gratifica* cion; i el contra*almirante 3,000 <le sueldo i 1,500 de gratificación, n El senado

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:i96 HISTORIA DE CHILE 1818

Lord Cochrane se recibió el 23 de diciembre del mando de la es ^?^* cuadra chilena. Constaba ésta de siete buques de diversos tamañoSs^^==>'^« todos ellos regularmente armados, •• fuerza que aunque deñciente enrs -^^ en su organización i en su equipo, hacia honor a la enerjía de un puebloo f «^\q recientemente emancipado,!» dice el mismo Cochrane (9). Pero for— •» c:>"or mado éste ca el servicio de la marina mas poderosa, la mejor organiza .ss^aa- da de la tierra, i sostenida con los abundantes recursos de una nacionx^ ci^or tan fuerte como rica, no podia dejar de considerar mezquinos los^c^ 'os elementos navales que con tanto trabajo i con tantos sacrifícios habíais m ^=>ía allegado el gobierno de Chile en un solo año, i en medio de tantas^ -fls^s otras atenciones. Así fué que desde su primera inspección de las naves,, halló deficiencias mas o menos considerables en su material; i desde luego comenzó a pedir con marcada insistencia todos los artículos qu< fallaban.

Contábanse entre éstos las embarcaciones menores, que por razones; de economía se habían preparado en tan corto número que algunas de las naves no tenian mas que un solo bote para su servicio. Cochra- ne pidió que se compraran otros en la bahía, i que se hiciesen cons- truir unos treinta de mayor tamaño i de las condiciones que él indicaba, para que correspondiesen a sus propósitos, así como diez lanchas pla- nas para el desembarco de la tropa. En Inglaterra, al mismo tiempo que hacia construir la Estrella nacünte, habia comprado varias máqui- nas de vapor de fuerza de diez caballos cada una, que traía consigo para adaptarlas a esas embarcaciones, así como los instrumentos nece-

aprobó este plan con declaración de que el título de almirante no podría darse sio su acuerdo. Parece que este último, que por entonces no se habia dado a nadie, se reservaba para concederlo después de la campaña naval, i en premio de los servidos que en ella se prestasen. Sin embargo, por diversas consideraciones, i sobre todo por razón de economía, se decretó en 12 de enero de 1819 que no hubiese en la ma- TÍna mas títulos de jefes superiores que los de vice-al mirante i contra^alroirante, con el sueldo de 6,000 pesos el primero i de 4,500 el segundo.

I A noticia biográfica de lord Cochrane de que hablamos en el texto, fué publicada en el |)eri(Sdico titulado i?/ 6W, de 25 de diciembre de 1818, donde ocupa cuatro pajinas. Esta corta biografía, con mui [pequeñas modifícaciones de lenguaje, forma el apéndice núm. 7 de la Memoria sobre la priimra escuadra nacional por don An- tonio García Reyes.

(9) DundonaId\s Narrative of sen^ices^ chap. I. Estos buques eran: navfo 5lait Martin con 56 caitones, fragata O^ Hitii¡;ÍHs (antes María Isabel) con 50, fragata Lautaro con 44, corbeta Chcualntco con 20, l)ergantin Galvarino con 18, liergantin 'Araucano con 16 i bergantin Pneirredon con 16. El gobierno esperaba todavia oíros dos buques, acerca de los cuales daremos noticia mas adelante»

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII 197

ríos para darles la conveniente colocación (lo). El gobierno, apesar las penurias del tesoro público, atendía del mejor modo a esos pe- ios; i al efecto dispuso que en el puerto de Nueva Bilbao (hoi Cons- icion), donde habia madera en abundancia i astilleros regularmente >ntados en que se fabricaban lanchas i botes, se ejecutasen esos bajos. Como Cochrane representase ademas el inconveniente que bia en tener (jue acudir a Santiago para cada pedido de artículos de uipo que estaba obligado a hacer, el ministerio de marina, que se bia propuesto atender este servicio hasta en sus mas menudos deta- s a fín de conservar una estricta economía, autorizó con fecha de 3e enero de 1819 al gobernador de Valparaíso para que los sumí- itrara, llevando cuenta cabal de todo.

Ksto, sin embargo, no constituía mas que una parte de las difi- Itades que era necesario dominar. I^ composición etereojénea del rsonal de la escuadra, el carácter i las inclinaciones de algunos los aventureros que habian tomado servicio en ella sin otro alicien- que el ínteres, i las rivalidades de nacionalidad, hacían sumamente fícil el dar cohesión a esos elementos. Aun entre los oficiales ingle- s, habia algunos que miraban con desconfianza a lord Cochrane, no lo porque no querían someterse a un jefe de carácter resuelto, do- inante e imperioso, sino porque el prestijio de éste los colocaba en 1 rango subalterno ante el concepto que creían merecer (11). Estos

(10) En nota de Cochrane al director supremo de 4 de enero de 1819 en que le ibla de este paiticular, le dice que por la adquisición de esas máquinas, de una erra circular i de otros artículos adquiridos en Londres, se quedaban debiendo as de 1,600 libras esterlinas, i pide que se le entregara una letra de crédito por >a suma, ofreciendo dar mas tarde la cuenta detallada de todo. "Debo añadir para >noc¡iniento de V. £., agregaba, que esto no tiene la menor relación con la suma restada al señor Alvares en Inglaterra, por la cual presenté en la tesorería una branza de cinco mil pesos. Las máquinas de vapor están ahora en el almacén de larina, detrajo de la casa del almirante Blanco, en este puerto (V^alparaiso).ii

Cochrane habia traído, ademas, los aparatos necesarios para fabricar cohetes a la longreve, proyectiles incendiarios que usaba la marina inglesa. Apenas llegado a Ihile, se empeñó en plantear esta elalx)racion. Mas adelante tendremos que hübbr e las dilijencias que fué necesario llevar a cabo para este objeto, i del escaso resul- ido que produjeron los tales proyectiles.

(11) Estas rivalidades se habían hecho sentir antes del arribo de lord Cochrane, or cuanto algunos de los oñciales ingleses se resistían a servir a las órdenes de un !fe (el comandante Blanco) en quien no reconocían la esperiencía i los conocimien- >s de un verdadero marino. Uno de esos oficiales era el capitán don Martin Jorje iaise, que acababa de llegar a Chile. Hablando de esta ocurrencia en carta dirijida lord Cochrane con fecha de 21 de diciembre de 1819, le decía lo que sigue: "Vo re-

198 HISTORIA DE CHILE 1819

signos de descontento tomaron las proporciones de insurrección. L<^* o^ tripulantes del bergantín Araucano se habían negado a levar ancL M ^as después de dieziocho horas de aviso; i este acto de desobediencia I)^=:X P** recia ser la obra no solo de los marineros sino de los oficiales de la nav"^^-Ave. Cochrane desplegó desde el primer momento, una gran entereza par ,^s.^ara reprimir esos abusos i para establecer la mas perfecta disciplina. »It! ~M~ He considerado un deber, decia al gobierno en oficio de 24 de diciembr»"» «i^re, ejercer el poder de jefe de la escuadra con toda la autoridad que tafs">' tan esencial es para el buen gobierno de una fuerza nava];ii i en cons»-^ ^se- cuencia dio una nueva distribución a la marinería de algunos de lo^ ^os buques, i suspendió de sus funciones a los oficiales cuya conduce ^r» ^cta daba lugar a observaciones o desconfianzas. El ministro de maríns. m"* "^i aprobando aquellos actos en oficio de i.*^ de enero, declaraba a Cochrs.^« ^''a- ne revestido de las facultades que las ordenanzas de la real armaf^^ -^^ española daban a los tenientes jenerales de marina i a loscomandant^^^ tes jenerales de escuadra. Para formalizar los procedimientos judiciales ^ ^^ que fuera preciso emplear en las naves, el ministerio nombró auditor dt^ ^^ marina, a la vez que secretario del vicealmirante, al doctor don Antc^^^-to- nio Alvarez Jonte que habia tratado a Cochrane en Inglaterra, qu-t-^ J^® habia vuelto a Chile en compañía de éste, i que por hablar regula» -^^ ^'^' mente el ingles, podía servir de intérprete en la escuadra. Este nonr:«'"* ""' bramiento correspondía ademas a otro propósito. La decisión d t=^ ^^ Cochrane a la causa que había abrazado, no inspiraban todavia conC"^ "•"" fianza absoluta; i la lojia lautarina habia resuelto que Alvarez Jonti^ ^ ^^^ fuese colocado cerca del vice-al mirante para observar la conducta ^^^ éste, i para desarmar cualquiera intriga que pretendiese promover. Ys^ veremos los resultados de este rasgo de desconfianza.

3. Plan de operado- 3. En los mismos dias en que Cochrane

nes navales en las

costasdel Perú; sali- ^ Chile, se recibieron noticias del Peni que estu

da de la escuadra; vieron a punto de producir cierta modificación

dificultades que fué , . , . , ,

necesario vencer. ^1 P'^^ de operaciones navales que preparaba el gobierno. Anunciábase que las fragatas Esmera/da i Venganza^ los dos mejores barcos de la escuadra del virrei, habían salido del Callao sin

husc el puesto de segundo jefe de la escuadra cuando el mando superior de ésta se díó a un caballero (Blanco Encalada) que, apesar de los respetos que le debo, no consi- deraba un oficial de marina bastante esperimentado. Su buena estrella (alude a la captura de la Afana Isabel) me sorprendió; pero no por esto se acallaron mis dadas sobre que una escuadra mandada de esta suerte estuviese destinada a obtener victo* rías permanentes. La llegada de S. S. disipó felizmente aquellas dudas, i entonces

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII I99

anunciar su destino. Creyóse que el objeto de este viaje era acercarse a Talcahuano para tomar las tropas realistas que quedaban en la pro- vincia de Concepción i trasportarlas al Peni. Pareciendo propicia esa situación para sorprender i capturar esas dos fragatas, el ministerio de la guerra habia ordenado desde Santiago con fecha de i.° de di- ciembre, que la escuadra chilena se alistase apresuradamente para salir en busca de ellas. Sin embargo, por mas empeño que se puso en el oumplimiento de esta orden, pasaron algunos dias antes que estuvie- sen terminados los aprestos; i este forzoso aplazamiento durante el cual se recibieron otras noticias, fué causa de que no se llevara a cabo esa espedicion. Sin embargo, los buques menores de la escuadra, los l>ergantines Pueirredon^ Galvarino i Araucano fueron a voltejear a las costas del sur del Perd, donde uno de los corsarios chilenos acababa cié ser capturado por las naves del virrei, como habremos de contarlo mas adelante.

Merced al empeño desplegado por Cochrane, sobre todo en la or- ganización i reparto de las tripulaciones, i en completar el armamen- to, al celo del capitán don Roberto Forster, uno de los oficiales que aquel habia traido de Inglaterra, i que fué encargado del surtimiento de víveres, de vestuarios i de pertrechos, i a l.i acción tesonera i dis- creta del gobernador de Valparaíso don Luis de la Cruz para corres- ponder a la confianza del director supremo i para surtir a la escuadra en la medida de los recursos del país de cuanto pudiera necesitar, ésta estuvo lista para abrir la campaña ántef: de mediados de ene- ro. I^s cuatro buques mas poderosos de la escuadra, el navio San Martifty las fragatas (J Hig^ins i Lautaro i la corbeta Chacabuco^ que debían componer la primera división naval, quedaron completamen- te equipados i tripulados para salir al mar bajo las órdenes de Co- chrane. El capitán Forster habia tomado el mando de la (yHig¡>ins^ i el capitán don Tomas Cárter el de la Chacahuco, por cuanto su an- tiguo comandante Diaz habia vuelto al servicio de la artillería de tierra. Ix)s documentos de la época nos permiten clasificar el perso- nal de la escuadra. Si entre los treinta i un oficiales de esas naves habia solo siete chilenos, éstos últimos formaban la inmensa ma- yoría de las tripulaciones (331 marineros chilenos por 254 estranje- ros), í contaban ademas 137 grumetes aprendices, 128 artilleros i 255

consentí, por invitación de S. S., en tomar el mando de la Lautaro que antes uno de los tenientes que servían a mis órdenes (Spry) habia rehusado. m Mas adelante veremos que Cita buena armonía entre Cochrane i Guise, no fué de larga duración.

200 HISTORIA DE CHILE 1819

soldados de infantería, numero que les daba una gran su(>eríorídac i que, según las previsiones del gobierno, habria bastado para iir

1 l^edir cualquiera coalición contra la causa de la patria. Esas tHpi- ^

laciones, compuestas en su mayor parte de pescadores i de jornalero recojidos en los puertos, fueron sometidas al réjimen de severa disc plina im¡)lantado por lord Cochrane a bordo de las naves, adquiríero: en breve tiempo una gran destreza en el servicio, i se señalaron er seguida por una constancia admirable para soportar todo jénero de fiF= tigas, i por un valor heroico cada vez que fué necesario atacar al em migo. Hjamas he visto mayor bravura que la que desplegaban jentcs en el combate, n decia años mas tarde lord Cochrane, cuan< recordaba aquellas campañas.

£1 plan de operaciones de aquella primera división de la escuadr- era mantenido en la mayor reserva. Creíase jeneralmente que ésta ir ia a Talcahuano en busca de las naves españolas que se suponían en e^^sse puerto, i en auxilio del ejército de tierra que en esos mismos días deb ^«i& abrir la campaña contra las fuerzas realistas que ocupaban todavía ^^

provincia de Concepción. Las instrucciones reservadas dadas a Cochr -^^' ne el 7 de enero, trazaban clara i prolijamente el plan de campaña qt— ^ -^^ debía seguirse. ••£! objeto principal de esta espedicion, decían es^ instrucciones, es bloquear el puerto del Callao, cortar con esta oper.' cion las fuerzas marítimas del virrei de Lima, y de consiguiente, batí las en detalle. «i En su viaje, el jefe de la escuadra podría, según discreción, acercarse al puerto de Arica para apresar los buques cn( migos que allí hallare, si esta operación no produjese retardo, ni dies lugar para poner sobre aviso a las naves españolas que estaban en Callao. El bloqueo de este puerto debia mantenerse cautelosamente evitando en lo posible el dejar ver todas las fuerzas bloqueadoras, pai inducir a las naves enemigas a sah'r de su fondeadero; porque al pas ^^ qtie se prohibia en lo absoluto al vice-almirante el empeñar combate coi7 las fortificaciones de tierra, se le ordenaba destruir el poder naval de? virrei. «No vacilará, decia uno de los artículos de las instrucciones, en atacar las fuerzas enemigas que encontrare, a menos que fuesen muí superiores a las suyas, i en cuyo ataque no haya probabilidad de ven- cimiento. En tales circunstancias procederá según se lo dictare la prudencia. Pero una vez empeñado el combate, se clavará de firme la bandera nacional, esperando el gobierno del alto honor del jefe de la escuadra un honroso resultado aun cuando el triunfo no lo coronase.u Respecto de los buques mercantes de propiedad enemiga, las instruc- ciones de lord Cochrane eran claras y perfectamente arregladas al de«

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPITULO XIII 20r

"echo internacional entonces en práctica. ««Por punto jeneral, decían,

oda vela que navegue con el pabellón español será apresada, marinada

'i dirijida a Valparaíso; pero por mayores atenciones, creyese (el vice

.sainiirante) no deber deshacerse de su jente, las echará a pique, obser-

"^rando acerca de los prisioneros el derecho común de la guerra. n Se

He recomendaba, ademas, guardar a las naves neutrales, i especialmente

^SJL las inglesas, francesas i norte-americanas, no solo los principios

<iel derecho de jentes sino las consideraciones i servicios que fueran

'<:onciliab1es con el objeto de las operaciones navales, sin que aquellas se

-^stendíesen a los barcos que de un modo u otro ayudasen al enemigo.

••Todo buque de cualquiera bandera, decían las instrucciones, que hi-

<:iere rumbo a las costas del PeriS con armamento o propiedades espa-

x^olas, será remitido a Valparaíso con parte que anuncie al gobierno

los motivos de su remisión. n Lord Cochrane, que en el estudio i en

la práctica de la guerra, había adquirido un amplio conocimiento del

<lerecho marítimo, iba a aplicar esos principios con criterio seguro i

<:on ñrmeza incontrastable.

Pero había en esas instrucciones otro encargo a que el gobierno <Íaba una grande importancia. Desde 1817 había entablado relaciones vnui reservadas con varios patriotas del Perü, i enviaba emisarios secre- tos que con la apariencia de simples comerciantes, desembarcaban en los puertos de ese virreinato a pretesto de vender algunos frutos de Chile, que por la suspensión del comercio era difícil procurarse alií, i que según se decía, habian sido sacados de nuestro país sin conoci- miento del gobierno. Esos ajentes, encargados de excitar el espíritu revolucionario en aquel virreinato, comunicaban noticias prolijas de las tropas que allí había, i trasmitían las correspondencias en que per- sonas bastante caracterizadas de Lima i de otros puntos, anunciaban que seguramente bastaría la presencia de la escuadra chilena en el puerto del Callao para que en la capital se operase un levantamiento de la población contra la dominación española. El gobierno de Chile, sin dar entero crédito a estos informes, juzgó, sin embargo, que debía remitir en la escuadra cierto número de armas para apoyar cualquiera tentativa en ese sentido. "Porque pudiera suceder, decía a Cochrane en sus instrucciones, que el pueblo de Lima a presencia de nuestra escuadra, a quien debe mirar como el apoyo de su independencia, se sublevara contra el gobierno colonial que actualmente lo oprime, i en esta crisis implorara el auxilio del comandante en jefe en proteccior^ de sus empresas; en este caso, i asegurado hasta la evidencia de ha- llarse realizada la insurrección, franqueará inmediatamente a los pa-

202 HISTORIA DE CHILE 1819

triotas los seiscientos fusiles i las municiones que a este intento se ha. "^m mandado poner a bordo de la escuadra, suministrándoles al misni. ^ tiempo todos los demás socorros que a su prudente cálculo pueda deba franquearles, n

Para que Cochrane pudiera preparar o estimular esos levantamiei ="

tos, fué puesto al corriente de todas las relaciones que el gobierno £ Chile mantenia en las costas del Perií. Se le comunicaron al efecL -^ los informes recibidos sobre el número, calidad i distribución de li fuerzas del virrei, sobre las personas que podian cooperar a la ¡nd< pendencia de ese país, i sobre los recursos que éste podia proporcic nar para aquella empresa. Recibió, ademas, Cochrane un númer~ considerable de proclamas impresas, fírmadaspor O'Higgins i por Sa^ Martin, que debia hacer circular en el Perú, en las cuales se anu ciaba el próximo envío de un ejército de tierra para afianzar la i dependencia de ese virreinato. «La libertad, hija del cielo» decia director supremo, va a descender sobre vuestras rejiones; i a su somb llegaréis a ocupar entre las naciones del globo el alto rango a que destina vuestra opulencia. La escuadra chilena que tenéis a la vista es la precursora.il I después de exitar al pueblo del Perü a acudir a las armas para sostener la independencia i vindicar su nombre del repro- che que se le hacia de ser el sosten de los opresores del continente, el director supremo agregaba: hNo creáis que pretendemos trataros como a un pueblo conquistado. Semejante designio no ha entrado jamas sino en la cabeza de los enemigos de nuestra común felicidad. Solo aspiramos a veros libres i felices. Vosotros formareis vuestro gobierno elijiendo la forma que mas se acomode a vuestras costumbres, a vues- tra situación e inclinaciones. Seréis vuestros propios lejisladores, i por consiguiente, constituiréis una nación tan libre e independiente como nosotros mismos, n Dos proclamas firmadas por San Martin i diríjidas una a los habitantes del Perü, así nacionales como españoles, i otra a los soldados del ejército del virrei, respiraban los mismos sentimientos, hacian las mismas promesas, i anunciaban la próxima salida del ejército libertador (12).

(12) Estas proclamas fueron publicadas en la Gaceta ministerial^ i se imprímie- ron por millares de ejemplares para ser distribuidas en los puertos del Perú por los oficiales de la escuadra o por medio de los ajen tes revolucionarios qne enviaba el gobierno de Chile. I..as de San Martin tienen las fechas de 13 de noviembre i de 30 de diciembre de 18 18. La de O'Higgins no tiene fecha. £1 lector puede ha- llar estas tres piezas en las pajinas 248-53 del tomo IV de los AnaUs kistMcas antes citados, de don Carlos Calvo.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII 203

La partida de la primera división de la escuadra, retardada algunos iias por los últimos aprestos, debía verificarse el 14 de enero. Lord ^ochrane habia designado por buque almirante la fragata (yiíiggins, :uyo mando habia sido confiado al capitán Forster. En la tarde de ese lia se embarcó en ese buque con su secretario i sus ayudantes. Al momento de levar anclas, Cochrane anunciaba este acto al gobierno leño de satisfacción i de confianza. "Aunque se ha gastado mas tiem- 10 del que se calculaba para el equipo de los buques, puede anticipar- e que sus operaciones compensarán los males de una demora inevi- able. Desde este instante, la escuadra de Chile está en el camino de \ victoria (i3).'i Sin embargo, esa misma noche se hicieron sentir íntomas que debian inspirar desconfianza sobre la moralidad de la scuadra. £n la fragata Lautaro, la tripulación mal pagada i falta de Igunos elementos, se resistia a levar el ancla; i el capitán Wooster, [ue la mandaba, representó al vice-almirante la dificultad en que se tallaba para darse a la vela; i como fuera tratado con cierta dureza, spresó su resolución de dejar el servicio. Cochrane, que habia creído lescubrir en ese oficial cierto espíritu de resistencia i de oposición a u jefe, i que no podía convenir en que sus órdenes no fuesen cumpli- las puntualmente, aceptó en el acto la separación de Wooster del nando de esa nave, i dispuso que lo tomase el capitán Guise, que habia [uedado en tierra, con el encargo preciso de darse a la vela a las ocho le la mañana siguiente para reunirse a la división naval que en esos nomentos salía del puerto (14). Este accidente fué causa de un motin

(13) Oficio de Cochrane al ministerio de marina. El mismo dia, i pocas horas intes, Cochrane habia escrito una carta particular en que después de hacerle varios ¡Dcargos respecto de la escuadra, le daba idénticas seguridades acerca del resultado Je la espedicion.

En otra carta del vice-almirante, de fecha de 4 de enero, habia dicho al director :upremo, entre otras cosas, lo que sigue: "Antes de salir de aquí, tengo que decir a V. E. una cosa respecto a mismo; i es que si algo me sucediese en el servicio, V. E. se digne tomar a lady Cochrane i a mis dos hijos bajo su especial protección i la del »tado. Si ya hubiese yo salido de Valparaíso, algunos renglones de V. E. a Udy Cochrane sobre este particular, me pondrían a cubierto i aliviarían el ánimo de mi es- posa con respecto a la suerte de sus hijos. n 0*IIiggins cumplió ese encargo en la mejor forma que podía desearse; i lady Cochrane se mostró mui agradecida a las manifes- taciones de aprecio del supremo director i a las seguridades que le daba respecto a ia futura situación de ella i de sus hijos en caso que llegase a faltar el vice-almirante.

(14) El secretario jeneral de la escuadra don Antonio Alvarez Jonte llevó un dia- rio mui prolijo i noticioso de toda esta campaña, que hemos tenido a la vista en su srijinal autógrafo, i que nos ha sido de grande utilidad para referir estos sucesos.

204 HISTORIA DE CHILB 1819

que estalló al día siguiente a bordo de la fragata Lautaro^ i que habri tomado seguramente las mas serias proporciones sin la entereza des plegada por el contra-almirante Blanco, que habia quedado en cierra. «<La marinería no quiso levar el ancla, i la tropa se negó a obligaia a aquella a que trabajase, dice ac^uel jefe en su parte oñcial. Pasé bordo acompañado de mi mayor de órdenes; separé tres soldados d marina, los mas desobedientes, i un marinero, e hice sortear para qu muriese uno. I^s demás fueron azotados; i el que sacó en suerte 1 pena de la vida, iba ya a perderla, cuando la suplica de todos su compañeros i las protestas que me hicieron de que servirian puntual i fielmente en lo sucesivo, me inclinaron a la política de absolverlo (i5).<' Dominado el motin de esta manera, la fragata salió del puerto a la un del dia, i fué a reunirse a las otras naves de la escuadra.

Otro motin de carácter mas grave i alarmante vino a probar d nuevo que aquellas tripulaciones recojidas i organizadas de improviso no habian adquirido todavía la moralidad i disciplina indispensable

aquí como está contada la separación del capitán Wooster en ese documento: **Dia

14 de (Itero, Se completaron las precisas disposiciones para dar a la vela. A las siete de la tarde se embarcó el vice-almirante lord Cochrane con toda su comitiva, i fué acompañado por el contra-almirante don Manuel Blanco. A las siete i media m empezó a levar el ancla, i se hizo la señal para que Iüs demás buques saliesen. En este estado se presentó el capitán Wooster de la Lautaro esponiendo que no podía salir aquella noche. El vice-almirante le hizo presente que llevase de su propio baque (la (^Hif^gins) hasta los masteleros si los necesitaba, pero que la orden de salir debin llevarse a debido efecto, i que de aquí en adelante la voz "imitosibilidad.i debía borrarse del diccionario de la marina de Chile. El capitán Wooster se retiró con apariencia de obedecer. A las ocho i media se apareció un bote conduciendo una nota del capitán Wooster por la que decia que no tenia suficientes provisiones para su jente, i que habiendo sido tratado con desprecio en el servicio, estaba re- suelto a hacer su ren-cncia el dia siguiente. El vice almirante determinó en el mo- mento que entregase el mando del buque al capitán Guise, i remitió a éste el nom- bramiento para que a las ocho del dia siguiente tuviese completos sus preparativos i se diese a la vela, de todo lo cual se dio cuenta al gobierno. El resto de la noche se pasó fuera del puerto, disponiéndose la fragata O' Hi^ns en mejor estado. h

El capitán Guise, como dijimos en una nota anterior, se habia resistido poco antes a tomar servicio bajo las órdenes del comandante Blanco. Ahora aceptó gas- toso el puesto que le ofrecía el vice-almirante Cochrane.

E! vice-almirante llevaba en su compañía a su hijo mayor, Tomas Cochrane, niño de seis años de edad, que después sirvió en el ejército ingles, que fué el heredero del título de su padre, i que escribió la vida de éste asociado con II. K. Fox Bour- ne, rondón, 1869, 2 vols.

(15) Oficio del contra-almirante Blanco Encalada al gobernador de Valparaíso de

15 de enero de 1819.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII 205

para el servicio. El 15 de enero, observando Cochrane que no se ha- bian embarcado las espoletas para las granadas de su artillería, i que faltaban también algunas cartas de navegación, dispuso que la corbeta Chacahuco regresara a Valparaíso para tomarlas, i que volviese pronto a reunirse a la escuadra, cuyo rumbo se le señaló con toda precisión. Desempeñado este encargo, la corbeta volvió a hacerse a la mar el 18 de enero. El quinto dia de navegación, el 23, a las diez de la no- che, la marinería se pronunció repentinamente en abierta rebelión al grito de iviva la patria! Quejábanse de que no se les hubieran p;«gado puntualmente sus sueldos atrasados ni tampoco la parte que les co- rrespondía en el valor de las presas capturadas al enemigo en la cam- paña anterior. En medio del tumulto se oian también gritos contra los oficiales estranjeros que mandaban en la escuadra. El comandante Cárter, que acudió en el momento a la cubierta para sofocar el motín, creyendo contar con el apoyo de la tropa que guarnecía el buque, se víó desobedecido por ésta, i fué reducido a prisión con centinela de vista, como lo fueron los demás oficiales, con escepcion de uno (el teniente Juan Francisco Robínson) a quien se obligó a seguir diríjien- do la maniobra. Un sarjento de infantería llamado Domingo Maldo- nado, tomó el mando de la nave. Aquella situación duró solo cuatro días. El 27 de enero, los oficiales, que habían conseguido ganarse a algunos de los soldados de la guarnición, se pusieron sobre las armas, atacaron a los sublevados, i después de un duro combate, los sometie- ron a la obediencia. Dirijiéndose en seguida al puerto de Coquimbo, el capitán Cárter hizo desembarcar allí a los principales cabecillas del motín. Sometidos éstos a un consejo de guerra, cuatro de ellos fueron condenados a muerte i fusilados, i otros díezisiete enviados a Valpa- raíso en calidad de presos. El 15 de febrero, la Chacahuco se hacia de nuevo a la vela para reunirse a la escuadra en las costas del Ferú (16);.

(16) Este motin, cuyos detalles aparecen en el parte oñcial del capitán Cárter I en el proceso instruido en la Serena, es un episodio terriblemente dramático.

Afianzado el triunfo de los amotinados en la noche del 23 de enero, se hallaron éstos turbados i perplejos, sin saber qué resolución tomar. A ninguno de ellos, sio embargo, se ocurrió el irse a entregar al virreí del Perú, que los habría recibido con grandes atenciones i favores. Según las declaraciones de algunos de ello5, formaron la resolución de desembarcar a los oficiales que mantenían en prisión, i dirijirse en s^uida a las costas del Perú en busca de los buques españoles, apoderarse de uno de elios i volver con él a Valparaíso, en la seguridad de que asi obtendrían el per- don del delito que acababan de cometer. £1 27 de enero, hallándose cerca de los islotes llamados islas de los Pájaros o Coquimbanas, los. sublevados mandaron uo

206 HISTORIA DE CHILE iSlp

Aquellos desórdenes, consecuencia natural de las circunstancias bajo las uales se habia improvisado la escuadra chilena i de las condicio. nes de inexperiencia i de indisciplina de las tripulaciones, no podian desaparecer en un solo dia. Lord Cochrane desplegó en esos momen-

bote a la costa continental, que fué apresado por las autoridades 'de tierra en el puerto de Toturalillo. Como ese bote no volviera, mandaron aquéllos un segundo bote, con lo que se disminuía su fuerza a bordo. Mientras tanto el teniente Robín- son, que haiña aprovechado su libertad para ganarse a algunos soldados de la guar- nición, trató, de acuerdo con los otros ofíciales, de aprehender al contra-maestre Miguel (gallardo, uno de los cabecillas de la insurrección. Este se escapó i dio la voz de alarma a la tripulación, que tomó algunos fusiles para dominar la contra- revolución. En ese momento, el teniente R. Morgell, hombre de grande audacia, desprendiéndose los grillos que le habían puesto, cargó sobre Gallardo que habia mandado a los suyos romper el fuego, i después de un porfiado coml>ate cuerpo a cuerpo, lo dejó morlalmente herido. Sus camaradas se defendían desesperadamen- te desde el castillo de proa. Gallardo, casi moribundo se arrastra hasta allí, í to- mando una mecha la aplica a un cañón cargado a metralla, que estaba abocado sobre la popa. Ese disparo solo mató a un hombre e hirió a otro, pero causó muchas averías en el buque. El combate se continúe) algún rato mas; pero los sublevados, que habían perdido a algunos de los suyos i que se encontraban sin jefe, comenzaron a desanimarse. Algunos depusieron las armas i otros fueron apreiados a viva fuerza. El capitán Cárter mandó hacer rumbo a Coquimbo, donde, como decimos en e testo, se formó el proceso a los amotinados. El 5 de febrero fueron fusilados el sár- jenlo Domingo Maldonado, el cabo Lúeas Egaña i los soldados Cornelio Escudero i José Lascano. El contra-almirante Uribe ha contado estos hechos con mayores detalles, en un apéndice del cap. VIII, parte I, de Los orijenes de nuestra tnaritta militar^ ya citados.

Los desórdenes de esta clase, que fué necesario reprimir con la mayor severidad hasta establecer una rigorosa disciplina, se hacían sentir con mas o menos gravedad en <liversos puntos del territorio, i hasta en los mismos cuarteles, i exijieron a veces la adopción de medidas enérjicas para su represión. Eran el resultado del trastorno jenerat producido por la revolución, de la impotencia del gobierno para ejercer su vijilancia en todas partes, i de la impunidad de que se creían seguros los que pro- movían esos desórdenes. En esos mismos días, como ya lo hemos contado, se orga- nizaba en el cantón de Talca la montonera de los Prietos. En los contornos de Quillota se organizó otia montonera que bien mucho menos temible que aquella, dio bastante que hacer al gobierno. Pocos días antes que se ejecutara el castigo de los sublevados de la Chacabuco^ habia esiallado en la ciudad de la Serena un motín fnilitar que fué sofocado fácilmente, pero que produjo una grande alarma i que pudo haber tomado considerables proporciones.

En la noche del 19 de enero, un teniente de infantería llamado Valentín Espino- sa, que por faltas en el servicio se hallaba arrestado en el cuartel de reclutas de la Serena, se puso a la cabeza de los soldados que allí habia, asaltó e hirió 'al sarjento que los mandaba, i pronunciándose en abierta rebelión, marchó con la tropa a to- mar el cuartel de artillería que habia en esa ciudad, al grito de ¡viva la patria! Ad«

1 8 1 9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII 207

tos toda ia enerjía de su carácter i toda la discreción de un viejo roa. ríno. Habia salido de Valparaiso antes de terminar la reparación de sus naves, i sin haber distribuido en éstas la tripulación que les corres* pondia. Durante la navegación, hacia trabajar sin descanso a sus :arpinteroF, mantenia a las tropas en constantes ejercicios militares de fusil i de cañón, i hacia enseñar la maniobra a los marineros improvi- »idos, sometiéndolos a todos a una rigorosa disciplina. £1 menor acto je desobediencia o de descuido en el servicio, era severamente casti- gado con la pena de azotes, como se practicaba en la marina inglesa. \unque Cochrane habia embarcado, una considerable cantidad de irestuario, no la repartió a sus tripulaciones sino cuando pasados algu- nos dias de navegación, las habia habituado al trabajo, i quiso pre* miarlas por la disciplina que comenzaba a introducirse. Merced a este empeño constante, cuando llegó el caso de enfrentar al enemigo, los marineros i soldados de la escuadra chilena pudieron batirse con or- den i en excelentes condiciones. 4. Estado de perturlm- 4. £1 virrei del Perú esperaba desde meses

don i de alarma pro- . . j 1 j . «i

ducidoen el Perú por ^^"^ verse atacado por los independientes de los primeros triunfos Chile; pero ignoraba por completo las propor-

de la escuadra chilena; « 1 ■»- . , «

aprestos del virrei para oon^s de la cspedicion que éstos preparaban, rechazar la invasión í los puntos sobre los cuales se proponian operar.

que consideraba inmi- .r» j. . 1 j . .

ncnte. Persuadido de que por el momento no tema nada

que temer por el lado del Alto Peni, el virrei habia ordenado desde fines de 1817 al jeneral don José de la Serna, que mandaba el ejercita en esa rejíon, que apartase unos dos mil hombres para formar un cuerpo de reserva en Arequipa. La Serna tenia tropas suficientes para haber dado cumplimiento a esa orden (17), pero habiéndose formada

vertidos de esta ocurrencia, ti comandante jeneral de armas, coronel don José Antonio Bustamante, el gobernador intendente de la provincia don Joaquín Vicuña i el capitán don EUtél>an Faer, prepararon la defensa del cuartel. Los sublevados rompieron el fuego de fusil desordenadamente, i antes de que se les hiciera una des* carga de metralla, se dejó ver su desorganización. £1 teniente Espinosa, convencido sin duda de su impotencia, depuso las armas i fué reducido a prisión. Anterior- mente habia cometido otros delitos, algunos de ellos de graveded, i habia quedado impune o fué castij^ado con lenidad. Ahora se le sometió a un juicio formal i seve- ro. Enviada su causa a Santiago para ser fallada en el cuartel jeneral, se le condenó a muerte por auto de 10 de febrero. La sentencia se ejecutó el 32 del mismo mes. Oficio del gol.^rnador intendente VicuíSa al director supremo de 20 de febrero de 1819. Oficios del comandante jeneral de armas de Coquimbo don José Antonio Bustamante al ministcrio.de la guerra de 22 de enero i de 22 de febrero de 1819. . (17) Según un estado orijinal que tenemos a la vista firmado en Tupiza el I.?

d08 HISTORIA DE CHILE 1819

desde que llegó a América una triste idea de la capacidad militar del virreí Pezuela, mirando en menos los planes i las previsiones de este Alto mandatario, opuso todo jénero de dificultades, representó los in- convenientes que podian resultar de no tener bien guarnecido el Alto Perú, i solo envió un socorro de quinientos hombres. A pesar de esto, gracias al empeño desplegado por el jeneral don Mariano Ricafort, se consiguió organizar a mediados de t8i8 con tropas enganchadas, el cuerpo de reserva de Arequipa, encargado de defender la rejion del sur del Peni, para ponerla a cubierto de un probable ataque de las fuerzas espedicionarias de Chile.

Pero no era seguro que éstas se dirijiesen contra esa parte del vi- rreinato. Habia fundados motivos para creer que el ataque se dirijiría sobre la rejion mas vecina a la capital del Perú .El virrei Pezuela, des- pués de oir el parecer de los jefes que estaban cerca de él, habia me- ditado un plan de defensa que formuló defínitivamente el 7 de agosto

<l^ julio de 1 818 por el jeneral don José Canterac, jefe de estado mayor del ejército del Alto Perú, éste constaba de 4,049 hombres, con armamento incompleto, como ejército de operaciones, i de 5,055 hombres de "guarniciones de retaguardia i flan- coit, en su mayor parte milicianos, distribuidos en los diversos pueblos del Alto Perú. Aunque I^ Serna, a poco de haberse recibido del mando de ese ejército en 18 16, habia reconocido la dificultad de la empresa que se le habia encomendado i que él mismo habia creído tan fácil, i que el año siguiente sufrió el descalabro que hemos recordado en otra parte 8, cap. II de esta misma parte de nuestra Histo- ria )^ cuando quiso invadir las provincias insurreccionadas del Rio de la Plata, sa- lúa seguramente bastante bien que el ejército patriota que mandaba el jeneral )3elgrano no se hallaba en situación de tomar la ofensiva. Pero La Serna estaba en completo desacuerdo con el virrei Pezuela, como puede verse en el Manifiesto de éste, c|ue hemos citado en otras ocasiones, i no se empeñaba en cooperar a sus pla- ñe*:, que por lo demás no le parecían los mas convenientes i los mejor meditados. Ese desacuerdo nacía de dos causas diferentes. La Serna como Canterac, su jefe de <»tado mayor, i como la mayor parte de los oficiales superiores que venían de Espa- ña, envanecidos por haber luchado contra los franceses en la península, estaban mal impresionados contra los jefes realistas que sostenían la guerra en estos países, a quienes acusaban de flojos i de ineptos por no haber concluido la obra de pacifica- ción que ellos creian sumamente fácil, por cuanto juzgaban que los revolucionarios eran miserables facciosos sin orden, sin disciplina, sin esperiencia militar i sin re- cursos, a quienes se habría podido someter desde los primeros dias de la insurrec- ción. Pero habia ademas otra causa de separación entre aquellos jefes^ i ella tenia sus fundamentos en las ideas políticas. Casi todos los oficiales que el rei enviaba a América, desde 1816, pertenecían al partido constitucional español, i por eso se em- peñaba en hacerlos salir de la metrópoli, mientras que los que habia en estos países eran militares déla vieja escuela, i por tanto, absolutistas. Mas adelante veremos desenvolverse i estallar estas desavenencias.

l8l8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII 209

<}e 1 81 8. Consistía éste en reforzar la defensa del Callao, aumentan* do los cañones de su; fuertes i baterías, utilizando los buques de guerra para el resguardo del puerto, i armando lanchas cañoneras. Debían co- locarse en toda la estension de la costa vecina destacamentos tan nume- rosos como fueraposible formar, armando a los pescadores, a los canipe- sinos i a los esclavos de las haciendas de las cercanías, para que bajo las órdenes de jefes u oficiales de conñanza diesen aviso de cualquiera amenaza de enemigos, impidiesen el desembarco de pequeñas partidas o se replegasen al cuartel jeneral en caso de ser atacados por fuerzas superiores. Pezuela contaba en I.ima con 2,306 soldados, fuera de unos 25 alabarderos que formaban la guardia de palacio (18). Esas tropas debían mantenerse en los contornos, para acudir prontamente a rechazar la invasión, dejando confíada la defensa de la ciudad a sus solos habitantes, o mas propiamente a la porción mas caracterizada de ellos, o Esta defensa, decía Pezuela, no puede hacerse hasta el estremo de llevarla a un sitio formal, porque su muralla, que pasa de legua i media, no tiene artillería ni hai para ponerla. No tiene tampoco tro- neras, i es en sustancia una gruesa cerca en ñgura de muralla con trein- ta i dos baluartes, roas bien para impedir contrabandos que para defen- sa alguna. Ademas tiene ediñcios i grandes tapias por todo su alrededor, i necesitaría para cubrirla doce mil hombres. Aunque de los fíeles ha- bitantes de Lima se podría sacar una fuerza considerable respecto a su población de setenta mil almas, tienen tal adversión a tomar las armas que en estos últimos días han emigrado muchos i otros se han metido de legos en los conventos por eximirse del servicio. Son de casta (ne- gros, mulatos o zambos) las cinco sestas partes, difíciles de arreglar i poner en el mejor estado de policía i utilidad; esclavos los mas i ence- rrados en panaderías una gran parte de ellos, que son los peores de su clase i ansian por la libertad. Los caballeros, los empleados, los comer- ciantes i los de jiro mecánico han dado pruebas de la mayor ñdelidad i adhesión al reí, han conocido ellos mismos que necesitan reunirse en

(18) Esas tropas eran compuestas de la manera siguiente:

Dos batallones del rejimiento Infante don Carlos , . 1,102

Batallón de pardos i morenos 607

Escuadrón de húsares 128

Id. de dragones de Lima 255

Artilleros para el servicio de veinte piezas de campaña. . 214

Tomo XII 14

210 HISTORIA DE CHILE aw..

fuerza armada para asegurarse de dichos enemigos interiores; i por esto, a la menor invitación del gobierno, con la roas decidida voluntad i ale- gría, se reunieron en tres batallones formando el rejimiento distinguido de la Concordia al principio de la presente revolucion.it Esos volunta- rios, cuyo numero estimaba el virrei en 1,200 hombres, debian mante- ner el orden en la ciudad mientras «todas las tropas deciden en el campo la suerte de las armas, reuniéndose después con ellas dentro de la ciudad si el resultado de la acción lo permite para sostenerla hasta el ultimo trance, replegándose por último, si no hubiese otro remedio, a la plaza del Callao con las tropas que le queden i los habitantes que quieran seguir al virrei, a esperar en ella algún auxilio que pueda recibir del cuerpo de reserva establecido en Arequipa, del ejército del Alto Perú, aunque tan distante, o de las provincias del virreinato, ha* ciendo, entre tanto, el último deber para conservar el honor del pabc* Uon español. II £1 gobierno local de Lima i de sus fuerzas quedaría encomendado al mariscal de campo don Francisco de 2^rate, marques de Montemira.

Estas disposiciones, i los motivos en que las fundaba, revelan de so- bra In alarma i la desconfianza que se habia apoderado del ánimo del virrei i de sus consejeros. Frecuentes conatos de revolución descu- biertos i castigados con gran severidad, la formidable insurrección del Cuzco en 1814, i el estado de inquietud que se sentia en la población, dejaban ver que las aspiraciones a la independencia habían ganada un terreno considerable en todo el país. Por mas que las autoridades- aparentaran mirar todavía con desprecio los triunfos de los indepen- dientes, i que en sus gacetas tratasen de hacer creer que las amenazas de invasión del territorio del virreinato, no pasaba de ser una quimera irrealizable, la verdad era que desde que se tuvo en Lima la notída del desastre del ejército español en Maipo, la espedicion chilena sobre el Perú parecía así a los patriotas como a los realistas, un hecho ineri. table. I^ organización de una escuadra en Valparaíso habia alentado las esperanzas de los primeros i aumentado las alarmas de los segun- dos, al mismo tiempo que la presencia de los corsarios chilenos en las costas peruanas producía una aterradora perturbación en el co* mercio.

I^s corsarios, en efecto, continuaban haciendo una guerra implaca- ble a las naves que trancaban con bandera española en aquellas eos* tas. Las apresaban resueltamente, i las remitían a Valparaíso para vender el casco i la carga, o las quemaban cuando no tenían jente para tripularlas. La arrogancia de -los corsarios pasó mas allá todavía. Uno

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII 211

de ellos, llamado el Maipo lanza-fuego^ después de haber apresado dos pequeñas embarcaciones enemigas que cargaban huano en Pabellón de Pica, siguió su viaje hacia el norte, i al amanecer del 5 de setiem- bre, echó a tierra en el puerto de Pacocha treinta o cuarenta hombres armados que se apoderaron fácilmente del pequeño pueblo o aldea que allí habia, saquearon las casas i la iglesia, i se reembarcaron lle- vándose los víveres i cuanto objeto de algún valor hallaron a la mano. Los moradores de ese lugar tomaron la fuga con dirección a Moque- gua, cuyas autoridades no podian disponer de tropas para defender aquellas costas. Un destacamento de cincuenta hombres despachado tres dias después de Arequipa, llegó a Pacocha cuando el buque cor- sario se hacia de nuevo a la mar en busca de otras presas (19).

£1 virrei, por su parte, ademas de las lanchas cañoneras que habia conseguido montar en el Callao, tenia a su disposición una escuadra de once naves de varios portes, unas de guerra i otras mercantes, con- venientemente armadas (20). Esa escuadrilla, dírijida por marinos intelijcntes ¡ atrevidos, habria podido probablemente sostener con ventaja la campaña naval contra las fuerzas chilenas. Pero los servi- dores del virrei mostraron una grande inferioridad, a tal punto que aunque algunas de esas naves salieron en busca de los corsarios, éstos lograron sustraerse a la persecución, i en ocasiones intimidar a sus perseguidores. Hubo, sin embargo, un momento en que los espa- ñoles, envanecidos con un pequeño triunfo, llegaron a creer que po- drian castigar la insolencia de los corsarios. Uno de ellos, llamado el Maipo (diferente del Maipo lanza fuego X armado de 18 cationes, i

(19) Estos hechos constan de los flociimentos siguientes: Parte del juez territo- rial de Arica don Mariano Portocarrero, de 4 de setiembre de 1818; dos partes del juez territorial de Pacocha don Joaquin Fajardo, uno fechado en Loreto el 5 de setiembre, i otro en Moquegua el dia siguiente; id. del intendente de Arequipa don Juan Bautista Lavalle al virrei de 9 de setiembre, todos ellos inéditos i orijinales en nuestras colecciones. £1 Maipo lanza-fuego^ mandado por el capitán John I^fay, regresó a Valparaiso el 20 de febrero siguiente después de una provechasa campa- ita de corso que se habia estendido hasta el golfo de Panamá.

(20) Estos buques eran los que siguen: Fragata de guerra Esmeralda de 40 ca- ñones; id. id. Venganza de 40; cuatro fragatas mercantes armadas en guerra, la Cleopatra con 32 cañones; la Resolución con 32; la Veloz con 30, i la Presidatta con co; dos bergantines de guerra, el Pezuela con 22 cañones i el Potrillo con 18; dos bergantines armados en guerra, el Cantón con 5 cañones i el Aranzazn con i ; i la corlieta de guerra Sebastiana, Tomamos estos datos del plan de defensa trazado por el virrei Pezuela el 7 de agosto, que orijinal tenemos a la vista, i del cual sacamos muchas de las noticias de estas pajinas del testo.

212 HISTORIA DE CHILE 1818

tripulado por 1 1 5 hombres bajo el mando del capitán John Brown, se encontró el 3 1 de octubre en las cercanías de las islas de Chincha con dos de los buques del virrei, la fragata Resolución con 32 cañones i el berj^antin Cantón con 5, mand idos respectivamente por el tenicn- te don Francisco Sevilla i por el alférez don Antonio González Ma- droño, oñciales ambos de la marina real de España. Toda resistencia parecia imposible ante fuerzas tan superiores; pero el capitán Brown i sus compañeros, alentidos por los triunfos alcanzados p )r los corsa- rios en otras empresas, aceptaron resueltamente el combate, atacando de frente a la Resolución. El éxito no correspondió, sin embargo, a su heroismo. El Maipo perdió uno de sus palos, la maniobra se hizo casi imposible i después de una obstmala resistencia, le fué forzoso ren- dirse. Este bu |ue, convenientemente refarado, pasó a engrosar la escuadra del virrei. Sus tripulantes desembarcados en Pisco i llevados a Lima poco después, recibieron un pésimo tratamiento, por cuanto se les consideraba piratas; i probablemente habri.4n sufrido la ultima pena, si las autoridades españolas no hubieran temido provocar terri- bles represalias (21).

Por entonces, ti virrei hacia alistar apresuradamente una división naval compuesta de las fragatas K-ng'tima, Esmeralda i Cleopatra^ de

(21) El virrei Peziieta, contestando con fecha de 26 de octubre el parte que sobre este suceso le pasó el mariscal de campo don Manuel González, comandunte jeneril de la cos»ta del sur, le decía lo que s¡«»ue: "El oficio <le V. S. de 23 del presente repite la noticia que me dio el comandante de la fra-^ata Resolución de haber batido al bergantín pirata iY/i/)^7 después de un lirc<^ combate, i quedo impuesto de la seguridad en que se hallan los prisioneros h.ist.i que se reembarquen, sintiendo mucho que el comandante de Pisco, Montu:*!, no hayA tenido la delñda entereza para pasar por las armas a los dos oficiales insolentes que le faltaron con los juramentos que V. S. me indica, o al menos que V. S. no les hubiese hecho sentir de alguna ma- nera su desvergüenza, f I

La noticia del apresamiento de ese buque llegó a Chile cuando se hacían los aprestos para la salida de la escuadra: i ctmio produjese una grande indignación el anuncio de que el virrei se proponía tratar ctimo piratas a los corsarios, el director supremo hizo a Cochrane el siguiente encargo en el articulo 9.** de sus instruccionesr "Sabiendo el gobierno de un modo positivo que los únicos prisioneros de guerra pertenecientes a este estado que tiene el virrei, son los que hicieron en el de<{^cia- do apresamiento del l>ergantin corsario Maipo (antes el Ariel ^^ í éstos existen ahe- rrojados con grillos í cadenas en inmundos calabozos con ofensa de la humanidad i total infracción del derecho de guern, reclonará del virrei la reforma de esta bár- bara conducta, intimándole que por una justa retaliación, si no varia de procedi- mientos, serán puestos en iguales o pe< res conflictos mas de cuatro mil prUioneros españoles que existen entre nosotros, ft Autorizado Cochrane para negociar el canje

214 HISTORIA DE CHILE

sion mas dolorosa todavía que la que había causado el desastre de su ejército en la batalla de Maípo. Reunidos éstos en junta de guerra el i.^ de diciembre, tomaron, después de madura discusión, algunos acuerdos que revelan los apuros de la situación creada a los realistas i la diñcultad que habia para ponerle un remedio medianamente efi- caz. Se convino allí en impartir órdenes al ejército de reserva estacio. nado en Arequipa para que se pusiese en estado de rechazar la inva- sión, obrando de acuerdo con el ejército del Alto Perú que mandaba el jeneral La Serna. Se trataria de engrosar la guarnición de Lima poniendo sobre las armas a todos los empleados de las oficinas pü« blicas. Se comunicarían instrucciones a Guayaquil para levantar cuer- pos de tropas, a fin de poner este puerto en estado de rechazar cual- quier ataque de los insurjentes, i de privar a éstos de un astillero en que pudiesen reponer sus naves. Pero los miembros de aquella asamblea reconocían que todos esos arbitrios eran insuficientes para conjurar el peligro que los amenazaba. En consecuencia, acordaron «que aprovechando el virreí los mas prontos í seguros conductos, i enviando con los pliegos un oñcial de conocimientos que pudiese informar verbal i prolijamente a S. M. del crítico estado en que se halla el virreinato i toda la América del sur, el mas apurado en que se ha visto desde el principio de esta guerra, para que impuesto de él, de la trájíca suerte que ha sufrido la espedicion de dos mil hom- bres i la fragata María Isabel^ de que por consecuencia se han hecho los enemigos dueños del mar, de buques trasportes i de numeroso armamento, i del peligro de que la primera operación fuese el blo- queo del puerto del Callao, se penetrase su real ánimo de la urjente necesidad que habia de mandar a estos mares, con cuanta prontitud fuese posible, dos navios de guerra que no bajasen del porte de 70 cañones. II El comisionado del virrei debía también pedir en la corte el envío de otros setenta cañones de fierro, del calibre de 18, con sus respectivas cureñas para armar en el Callao otras embarcaciones, i de- bía solicitar ademas el pronto despacho del ejército de doce o catorce mil hombres que se tenia anunciado de España desde meses atrás, porque ••ínterin esto no se verifique, la guerra de la América del sur será muí larga i consumirá cuantos auxilios vengan a ella en pequeñas porciones.il Si bien los consejeros del virrei se empeñaron en hacer ostentación en este acuerdo de sus sentimientos de fidelidad al sobera- no, i de su resolución de sostener la causa de éste hasta el ultimo tran- ce, creían que debía decírsele la verdad, por desagradable que fuese, para 'tque su real ánimo estuviese preparado por si acaso un suceso

l8l8 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XIII 215

cñesgraciado, como podía acontecer sin que bastasen las medidas mas ^nérjicas del gobierno, pues el espíritu público de los habitantes era e mucho peso en el estado poh'tico del país para recelar funestas onsecuencias de una invasión del territorio, aunque se logre contar on la voluntad í esfuerzo de la tropa (24). n

(24) Acta de la junta de guerra celebrada en Lima, en el despacho del virrei el

.0 de diciembre de 1818. Asistieron a esa asamblea, ademas del virrei Pezuela, los

rig^adieres don José de la Mar, subinspector jeneral del ejército del Peni i gober*

ador del Callao; don Manuel Olaguer Feliú, subinspector del real cuerpo de

njenieros; don Manuel Llano, subinspector ie artillería, i don Antonio Vácaro,

nandante jeneral del apostadero de marina. Según la referida acta que orijinal

enemos a la vista, la noticia del primer triunfo de la escuadra chilena, esto es de la

ptura de la María Isabel i de los trasportes que la acompañaban, llegó al Callao

d 28 de noviembre, llevada por el bergantín mercante ingles Catalina^ que salió de

^^alparaiso el 15 del mismo mes, i que conducía el parte oficial de Blanco, impreso

en Santiago cinco dias antes.

La correspondencia del virrei con los gobernantes españoles de las otras provin* cias sometidas todavía al rei, dan mucha luz acerca de su situación. En esos días debía marchar para España por la vía de Panamá el jeneral don Mariano Osorio en el bergantín goleta norte-americano Macedonian, Con ese motivo, Pezuela escribió el 3 de diciembre un oficio al gobernador de Panamá don Alejandro Hore en que después de referirle el desastre de la espedicion española, le dice lo que sigue: "Me- diante la prepotencia que por este suceso acaban de adquiririr los insurjentes, queda constituido este virreinato en el mas inminente peligro, porque en las ventajas de la fuerza de mar consistía la principal defensa de esta latísima costa, así como de la tran- quilidad de ella depende la de las provincias interiores. Tan comprometida situación exije medidas terrestres muí estraordinarias de que me ocupo con incesante con- tracción i actividad. Pero sean cuales fueren las que en totalidad pueden emplear- se, ninguna alcanzará a producir efecto seguro, permanente i decisivo, mientras no tengamos la preponderancia maritima en el Pacíñco; ni ésta es asequible ínterin 8. M. no remita un par de navios i fragatas de guerra que, con los buques menores de este apostadero, vayan a buscar i destruyan enteramente la marina que van for- mando los rebeldes con una aceleración i fortuna estraordinarias. A este urjentísimo fin he despachado ya un ofícíal comisionado por la via del Janeiro para la corte; i dentro de muí pocos dias saldrá otro sujeto por la misma via. Por esa de Panamá envío al brigadier don Mariano Osorio; i encargo a V. S. que, atendiendo a los fines que conduce su pronta presentación en la corte, le procure todo lo preciso para que pueda continuar su viaje sin detención de un solo día. h Al trascribir esta comunicación al jeneral Sámano, virrei de Nueva Granada con fecha de 35 de enero de 1819, el gobernador de Panamá le agriaba otros detalles todavía mas desfavorables a la causa de España que le habían sido comunicados verbalmente por Osorio i por los tripulantes de un buque que acababa de llegar de Guayaquil. Esta comunicación llegó a Bogotá i fué mantenida secreta por el virrei; pero Bolívar, des- pués de una memorable i brillante campaña, i de su espléndida victoria de Boyacá (7 de agofto de 1819)1 ocupaba tres dias mas tarde la capital del virreinato, establecía,

2l6 HISTORIA DE CHILE 1818

En virtud de estos acuerdos, el virrei desplegó una grande actividad para despachar a todas partes órdenes a fin de reunir í poner en pié todos los elementos de defensa que estaban a sus alcances; pero esas órdenes revelan el desconcierto creado por el peligro de una invasión, i la escasez de sus recursos para defender el vasto territorio del virrei- nato. A los jefes del ejército de reserva i del ejército del Alto Perú les recomendaba que reconcentrasen sus fuerzas respectivas, disminu- yendo la guarnición de las poblaciones^ i que combinasen un plan para socorrerse mutuamente i rechazar la invasión del enemigo si ésta se dirijia al sur del Perú. "S¡ los enemigos tuviesen la intención, como lo han vociferado, de atacar a Lima o sus inmediaciones, decia el vi- rrei al jcneral La Serna, ni V. S. con ese ejercito i guarniciones de su espalda, ni el cuerpo de reserva pueden auxiliar la capital por la dis- tancia que media; i por tanto, una batalla a que he de asistir en per- sona, deberá decidir la sue rte de las armas. Bajo todos estos datos, i de que comprendo que los enemigos han de ejecutar su espedicion en todo el mes de enero, tome V. S. todas las medidas que juzgue opor- tunas para cumplir con el reí hasta el último deber de un militar de la manera que V. S. sabe i tiene bien acreditado (25).»» Para formar la guarnición que debia quedar en Lima para el mantenimiento del orden mientras las tropas salían a campaña, dispuso el virrei, con fecha de 28 de diciembre, que todos los empleados de las oficinas públicas «'desde el mas ínñmo hasta el de mayor jerarquía,it acudiese con las armas que tuviera para formar ese cuerpo de vijilancia (26). Esta

el gobierno independiente i hacia publicar un periódico oficial con el tüulo de Gaceta de Santa Fe. Este periódico publicó el oficio del gobernador de Panamá en su nú- mero de 12 de setiembre para anunciar que antes de mucho tiempo "la libertad habria fijado su trono en el imperio de los incas, u

(25) Oficio del virrei Peruela al jeneral La Serna de 10 de setiembre de t8i8, comunicado el mismo dia al brigadier Kicafort, comandante jeneral del cuerpo de reserva.

(26) "El tenor de las actuales circunstancias, decía el auto del virrei, exije impe- riosamente que todo vassrllo hábil por sus aptitudes físicas concurra a engrosar las fiícrzas públicas que mantengan en sosiego la población i la pongan a cubierto de íes excesos i alborotos que acaso intentaran los malvados que pueden abrigarse en ella. Nunca es mas de recelar este peligro que en el evento de invadir este territorio los enemigos i de del>er salir el ejército de la capital a buscarlos.. . Para no emplear en estas atenciones las tropas que son tan precisas en campa?Sa i dejar espeditas las que ahora guarnecen la ciudad, nadie mejor puede hacer este servicio que los mismos empleados en las oficinas públicas, que ademas de las obligaciones contraidas con el soberano por el hecho de darles rentas, tienen ínteres en sostener el teatro de sus

1 8 1 8 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII 2 1 7

-medida, como debe suponerse, no procuró un refuerzo efectivo de Lis "tropas del virreí, i contribuyó grandemente a aumentar la alarma en la ciudad. Las instrucciones comunicadas el i6 de diciembre al marr <ques de Montemira, encargado del gobierno local de la ciudad, eran inspiradas por las zozobras que creaba el peligro de una próxima in- -^•asíon i por la poca confíanza que se tenia en los medios de defensa ^e la capital i en el espíritu de sus habitantes.

Ni las providencias que dictaba el virrei, ni las proclamas que hacía <:ircular, ni los anuncios de los grandes refuerzos que se esperaban de !Sspaña eran sufícientes para calmar la inquietud. £1 alto comercio de X.ima, formado casi en su totalidad por españoles, habia hecho hasta entonces sacrifícios considerables para sostener la causa del rei. Abas- <:al primero, i en seguida Pezuela, habian dispuesto de las naves mer- cantes para transportar tropas, i habian obtenido de los comerciantes cuantiosas erogaciones de dinero, o empréstitos considerables (27).

labores... En esta virtud, luego que ocurra una alarma, aproximación de enemigo, o cualquier suceso que ponga en movimiento la ciudad, acudan inmediatamente con las armas que tuvieren a sus respectivas oñcinas, donde, mandados por sus jefes i distribuidos en los puntos mas apropósitos, será de su cargo protejerlos, defender sus fondos i enseres i librarlos al fin de todo ataque... Los jefes de oficina penetra- rán a sus subalternos de la delicadeza e importante carácter de esta obligación; i por decontado les intimarán que de«5de el empleado mas ínfimo al de mnyor jerar- quía que dejase de presentarse en tales circunstancias, será por este solo hecho sus- penso de su empleo, reservándome ademas el inflijir otras penas según los accidentes que tuviese la desobediencia. u

Todos los jefes de oficina manifestaron una gran decisión por servir a la causa del rei en esas circunstancias, acompañando cada cual la lista de los empleados de su dependencia i de las pocas armas de que podian disponer. Siendo largo e inútil el reproducir esas comunicaciones, tomaremos en ellas nota del número de emplea- dos de cada oficina, señalando entre paréntesis los nombres de los jefes de éstas. Administración de temporalidades (don Lázaro de Rivera), 9 empleados; dirección jeneral de estanco (don Pedro Trujillo), 73; tribunal de cuentas (el marques de Valdelirios i don León de Altolaguirre), 41; administración jeneral de correos (don Félix de la Rosa), 37; aduana (don Antonio Izquierdo Martínez), 48; reales cajas, tesorería (don Fernando Zambrano i don José Pascual de Vivero), 22; casa de mo- neda (don Ignacio Cabero), 104; contaduría de tributos (don Juan José Gutierres Quintanilla), 7 empleados. Las listas que estractamos contienen los nombres de todos los empleados, inclusos los porteros i sirvientes, i muchos que por su edad o enfermedades estalxin imposibilitados para el servicio militar. Mui pocos de ellos tenían armas; i el virrei se vio en la necesidad de hacer repartir cierto número de tercerolas en las. diversas oficinas indicadas.

(27) Véase a este respecto lo que hemos referido en el § 2, cap, VI, parte VII acerca de la escuadrilla organizada por Abascal para combatir en 1816 la espedicion

2l8 HISTORIA DE CHILE 1818

Ahora, el comercio habia concurrido también con sus naves para en grosar la escuadra del virrei, i no habia escaseado los donativos; pero el estado que tomaba la guerra le hacia comprender la esterilidad de sus sacrificios para sostener un orden de cosas que parecía próximo a des- plomarse. La presencia de los corsarios en los mares del Perü i el anuncio de la próxima invasión del ejército independiente de Chile, a quien se atribuia el propósito de despojar a los españoles de todas sus riquezas, sujirió a éstos el propósito de ocultarlas en cuanto fuera po- sible. Apesar de las prohibiciones decretadas por el virrei, muchos de esos comerciantes consiguieron burlar la vijilancia de las autoridades del Callao, i embarcar gruesas sumas de dinero amonedado en los buques neutrales, prefiriendo, como era natural, las naves de guerra que en ningún caso serian atacadas por las fuerzas navales de los in- dependientes. Estas operaciones, iniciadas a fines de 18 18, tomaron luego un gran desarrollo, i produjeron la estraccion de grandes capi- tales, cuya falta habian de sentir así el gobierno como la industria (28). I-os consejeros del virrei creyeron acallar por medio del terror el espíritu de revuelta que asomaba en la población. Se tomaron medi- das violentas para impedir las reuniones numerosas de jente del pue- blo, i para reprimir teda manifestación sediciosa. Se fué hasta dar a la ciudad el espectáculo de ejecuciones capitales para que sirvieran de escarmiento. Desde meses atrás se hallaban presos tres individuos de posición modesta, pero patriotas ardorosos, don José Gómez, don Ca- simiro Espejo i el médico don Nicolás Alcázar, por haber preparado, de acuerdo con algunos oficiales, un atrevido golpe de mano que de- bió estallar el 21 de junio de ese mismo año, i mediante el cual creyeron apoderarse de la fortaleza del Callao, i proclamar allí la

corsaria de Brown; i en el § 2, cap. VI, parte VIII sobre la organización i equipo del ejército destinado a la reconquista de Chile bajo el mando del jeneral Osorío en 1817.

(28) En los mismos dias en que el virrei hacia los últimos aprestos de que habla- mos en el testo, la fragata Andromache i la corbeta Tyue de la marina de S. M. B., que se hallaban en el Callao, recibían a su bordo los tesoros que algunos comercian- tes españoles querian salvar, asi de las requisiciones de las autoridades como de que cayesen en poder de los patriotas. El embarco cauteloso de esos caudales imponia a sus dueños gastos crecidos, a los que se agregaba la comisión que tenían que pa- gar a los oficiales ingleses por el tras[>orte a Londres para colocarlos en un lianco. La sola cor!)eta TynCy al retirarse del Pacífico en octubre de 1820, llevaba a su 1)ordo una suma de dinero que los documentos ingleses hacen subir a cerca de sete- cientas mil libras esterlinas.

220 HISTORIA DE CHILE 1819

Esta propaganda, útil sin duda para mantener la sumisión de las clases ignorantes, habia de ser inefícaz para desarmar el espíritu revolucio- nario que en el mismo Perú asomaba por todas partes. 5. La escuadra r j^a campaña iba a abrirse en menores propor-

clulena se acerca . , .,..-..... ,

a las costas del cíones que la que temía el virrei. La división naval

Peni; 1 una espe- qyg mandaba Cochrane, compuesta solo del navio

nelílina frustra el San Martin i de las fragatas GHiggins i Lautaro se

phn de un ata- acercaba tranquilamente a las costas del Perú antes

que cíe sorpresa .11

al Callao. de mediados de febrero sm haber encontrado en su

navegación mas que algunos buques balleneros que pudieron sumi- nistrarle noticias mas o menos aprecíables de la situación del enemigo. Cochrane, naturalmente impetuoso i empeñado en comenzar pronta- mente la lucha, habia querido sin embargo, retardar su marcha aleján- dose de la costa, para darse tiempo de terminar la reparación de sus naves i para adiestrar sus tripulaciones, compuestas en su mayor parte de jente indisciplinada en el servicio de mar. "De este modo, dice el mismo vice-almirante, se terminaron las reparaciones i arreglos conve- nientes, las tripulaciones fueron distribuidas proporcional mente a la fuerza de cada uno de los buques, i ejercicios continuos de fusil i de cañón con pólvora i al blanco, ocuparon la mayor del tiempo.»

Desde el lo de febrero, las naves chilenas cruzaban en las cerca- nías de los islotes denominados I^s Hormigas, a unas treinta millas al poniente del Callao. Esperaban allí la salida de buques de este puerto, porque, según las noticias recojidas poco antes, habia dos ricamente cargados i listos para darse a la vela, uno para Manila \ otro para Cádiz. Cinco dias después, Cochrane vio acercarse ocho naves que marchaban en convoi; i como todo le hiciera creer que aquella era la flota del virrei, se puso inmediatamente en actitud de combate sin arredrarse por el mayor número de las que creia naves enemigas. Eran éstas de nacionalidad inglesa, dos de ellas de guerra, la fragata Andromache^ capitán William Shirreff, i la corbeta Tyne^ capitán Thomas Falcon, i seis buques mercantes que se dirijian unos a Valparaiso i otros a Rio de Janeiro. El primero de estos oficiales, marino caballeroso e ilustrado, pasó a bordo de !a O^Higgins^ i tuvo una larga conferencia con lord Cochrane. Supo éste (jue las naves inglesas conducían valo- res considerables de propiedad española, lo que creaba un grande embarazo a los marinos chilenos que no debiendo reconocer que la bandera neutral pudiera cubrir la mercadería enemiga, no querían tampoco provocar dificultades i complicaciones con los marinos in- gleses que en jeneral se mostraban bien dispuestos en favor de la

l8l9 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XIII 221

independencia de estos paises. Cochrane se vi6 en la necesidad de disimular la mala impresión que le causaba ese hecho; pero aprove- chó la conferencia con los oñciales de la Andromache para recojer noticias seguras acerca de la situación i recursos del enemigo en la bahía del Callao (30).

(30) Las comunicaciones de lord Cochrane, asi sus partes oficiales al ministerio de marina como sus cartas particulares al director O'Higgins, son notables por su claridad, por la abundancia de noticias i por la sagacidad que manifiesta en sus ¡ui- cios. Los primeros, es decir los partes oficiales, son un modelo en su jénero, i su publicación ordenada i completa sena no solo una colecccion utilfsimí para la his- toria, sino la historia misma de las campiñas navales referida por su principal jictor. El contra almirante don Luis Urilie Orrego lo ha comprendido asi; i en su apreciable libro titulado L4)s orijems lU nusstra marina militar^ ha publicado una buena parte, quizá lo mas interesante, de eos piezas. Una porción de esas comuni* caciones fué publ¡ca<la en la Gaceta ministerial^ pero al darlas a luz se suprimían algunos pasajes que por un motivo o por otro eran compromitentes con los neutrales, o dctravorables para li causa patriota. Al escribir estas pajinas, nosotros hemos te- nido a la vista los orijinales de la corre^p indencia de lord Cochrane, i esta circuns- tancia nos ha permitido dar luz mas completa sobre aquellos hechos.

En la comunicación de 27 de febrero de 1S19 escrita en frente del Callao, cuenta Cochrane el incidente a que nos referimos en el testo en las frases siguientes que fueron suprimidas en la publicación que se hizo en la Gaceta estraordinaria del lO de julio: "Preparados para coml)ate, i creyéniolo español (al convoi ingles), ordené darle caza, cuando en breve la Andromiche fu¿ reconocida. Del>o confesar que este momento me fué difícil i delicado, no porque ignorase lo que podia i debia hacer por principios jenerales i según el cóJigo marítimo de la Gran Bretaña, sino porque se presentaba un caso en que el supremo gobierno de Chile no habia proclamado los principios (|ue profesabí con respecto a lo^ deberes i derechos de los neutrales; i de consiguiente yo no podia reforzar la máxima de que un pal)ellon neutral no cubre ni puede neutralizar la propiedad enemiga. Asi es que aunque el capitán Shí- rreff me confesó que tenia a lx>rdo dinero español, significándome también interés en protejerlo a bordo a todo trance, tuve que manifestar una total prescindencia, i entrar en otras ideas en el cur»o de la entrevista que él solicitó a l)ordo de la OHif^ins, Las informaciones que recibi en la rápida suce.sion de noticias que se me comunicaron sin proporcionarme tiempo alguno por entonces para escribir a V. S., confirmaron en la mayor parte las que ya tenia por los balleneros; pero supe con mas especifica- ción el estado de las fragalis Esmeralda i Vení>anza^ que el l>ergantin San Antonio debia salir el 21 de febrero para Cádiz conduciendo dinero, que ?n el Callao se es- peraban dos fragatas de guerra anglo-americanas, i que no se tenia la menor noticia de nuestra salida de Valparaíso. Según las últimas noticias que el virrei habia reci- bido de sus espías, la escuadra de Chile no podria estar en la mar hasta mediados de marzo. Sobre la seguridad de estos datc»s, concebí que un golpe de mano sobre el Callao tenia todas las probabilidades en su favor, sin correr riesgo alguno de consecuencia. Al efecto, determiné etc., etc.

Alvares Jonte, el secretario del vice-aimirante chileno, refiere estos mismos acci-

^

'222 HISTORIA DE CHILE iSlQ

' Ea vista de estas noiicias, fijó Cochrane su plan de operaciones» Consistía éste en estrechar el crucero cerca del Callao hasta el 22 de febrero para sorprender un buque ricamente cargado que debia salir del puerto. Mientras tanto, sus dos fragatas serian pintadas de negror i arregladas para darles las apariencias de las naves norteamericanas

dentes en su diario inédito en la forma que sigue: "Kl 15 de febrero, a las nueve de la mañana, apareció una vela i se mandó a la Lautaro a darle caza. A las diez apa- reció otra, a las once aparecieron dos mas, a la una se hizo señal de seis, i a las dos se divisaron ocho. La primera idea fué creer ({ue era convoi español. Li ÍMutara llegó cerca de ellos, i a una gran distancia parecía que habia tomado ix>sicion de combate. Se mandó al San Martín seguir a reunírsele, i aunque el trabajo de los masteleros estaba a medio hacer, se activó de modo que se elevaron dos en estado de suplir. Se hizo zafarrancho, i todo se puso en estado de coml)ate. A las cinco de ^^

la tarde se conoció la realidad. Era un convoi que la tarde anterior habia salido del ^

Callao. Se componia de ocho velas, una fragata de guerra, la Andromache^ capitán ShirreíT, una corbeta de guerra, tres fragatas mercantes i tres bergantines, con des* tino n Valparaíso parte i parte al Janeiro. La fragata de guerra se dírijió a la O^tíig- ginSf i su capitán saludó al vice-almírante p>or medio de la bocina, i le pidió permiso para pasar a bordo. Ki estandarte de Chile i la insignia del vice-almírante se habían elevado pocos momentos antes. El capitán ShirrcfT vino a lx)rdo con el teniente Carlos Cochrane. El capitán confesó que traía algunas propiedades españolas, pero no pareció inclinado a entregarlas ni nosotros dispuestos a disputarlas. Las noticias que dieron fueron interesantes. Hicieron una completa df^scripcion del estado del Callao, de los buques de guerra, i principalmente de la Esmeralda i de la Venjipin' %a; que un buque se estaba preparando a salir para Cádiz con 6o3,oco pesos & lx)rdo i un rico cargamento, que se llamaba el San Antonio^ tripulado por 300 hombres i con 16 callones; que su salida debia ser el 21 del corriente; en fín, que no se tenia idea en el Callao ni en Lima de la salida de la escuadra de Valparaíso, i que lus espías del vírreí le hablan avisado que no podría salir hasta marzo. Se dio ¡dea de las cañoneras i de las demás fuerzas disponibles, i se supo que la Clcopaira de 32- cañones, estaba fuera del puerto. Al caer la noche se despidieron los dichos oficíales,, i se hizo rumbo hacia el Callao, n

El teniente Cochrane de la Androtnache, de que aquí se habla, era, según re- fiere el viajero norte-americano Cleveland, que lo conoció de cerca ( Narrativt^ etc., V. I, chap. XII), hijo del almirante ingles sir Alejandro Cochrane, i por tanto, pri* mo hermano del jefe de la escuadra chilena.

El capitán .Shirreff, muerto en diciembre de 1847 en el rango de almirante después de una honorable carrera, estuvo en el Pacitico hasta 1820; i si bien, como se en esta nota, prestó algunos servicios a los realistas, i tuvo que salir a la defensa de los intereses de sus nacíoniles como único representante del gobierno ingles en estos países, fué en jeneral favorable a la causa de la independencia americana. En Chile cultivó buenas relaciones de amistad con 0*lIiggins, í su correspondencia particular con éste revela un sincero deseo de ver afianzadas la libertad i el bienestar de estos países. Su residencia en Valparaíso fué útil para el progreso de lajeografia. Habiendo llegado a este puerto el bergantín mercante ingles Williams en viaie de

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII 223

que allí se esperaban. Por fín, el martes 23, último dia de carnaval, en que la guarnición de la plaza i la tripulación de los buques enemi- gos estarían entregadas a las diversiones populares, entrarían las dos fragatas al puerto para abordar a la Esmeralda \ la Venganza^ i des- truir las embarcaciones menores que hallasen a su paso. El navio San Martín quedaría en la boca del puerto, listo para segundar el ataque en los puntos en que fuese necesario. Todos los aprestos fueron he- chos con gran celeridad; i los oficiales i tripulación se mostraban ani- mosos i bien dispuestos para la empresa.

Una espesa neblina, fenómeno frecuente en esos lugares i en aque- lla estación, que se mantuvo persistente durante algunos días, vino a impedir esta operación. Los buques chilenos, separados entre por cortas distancias, no se distinguían entre sí, ignorando cada. cual la posición de los otros, a tal punto que el capitán Guise, comandante de la Lautaro y que había pasado el 22 de febrero a bordo de la GHig" gins a conferenciar con el více-almirante, no pudo volver a su nave (31).

Montevideo» i cuyo capitán, W. Smith, referia haber reconocido tierras mucho mas al sur del cabo de Hornos, el comandante Shirreff tomó en arriendo ese mismo barco i lo despachó Ixijo las órdenes de su teniente E^lward Barnsfleld a adelantar la esploracion. Ese viaje, emprendido el 20 de diciembre de 1819 i terminado el 14 de abril siguiente, dio por resultado el reconocimiento délas islas denominadas New South-Shetland, punto de partida de las subsiguientes esploraciones en las rejiones antarticas. La relación de ese viaje escrita en Valparaiso en mayo de 1820, por el cirujano Slaneg, fué publicada el año siguiente en el Phihsophical Journal de Edimburgo. Véase sobre la primera noticia que se tuvo de esas islas, lo que hemos dicho en la nota 18 del cap. XVI, parte III de esta Historia,

(31) Casi todos los viajeros hablan de estas neblinas como del mayor embarazo que suele hallar la navegación en estos lugares. "Toda la costa del Perú, dice uno de ellos, está frecuentemente cubierta de brumas de tal intensidad que no se la costa a dos cables; i algunas veces he oído el rompimiento de las olas en la costa sin percibir la tierra. Estas brumas reinan mas especialmente durante los meses de enero, febrero, marzo i abril, n Capilain Gabriel Lafond, Voyages autour du momie^ París, I844, tom. II, chap. XVIII, p. 283. Las neblinas, como ocurrió en esta ocasión, suelen durar muchos dias. Son el resultado de la rápida condensación de vapores que producen los vientos frescos del sur en los meses de enero, febrero i marzo, cuando a consecuencia del calor solar, el mar se ha calentado en esos para* ¡es rlessjrrol lando una mayor evaporación. Las Meniorias del jeneral Miller (vol. I, cap. IX), jefíriendo los sucesos que contamos en el testo, consignan una anécdota que merece recordarse. Habiéndose encontrado dos buques que marchaban en di- recciones opuestas en medio de la neblina, desde uno de ellos se preguntó al otro si habia algo que encargarle. «'Den ustedes memorias al sol cuando lo vean, n se le contestó.

224 HISTORIA DE CHILE 1819

Un conjunto de circunstancias ocurridas el 26 de febrero, la detención de un buque ballenero ingles que salia del puerto, el apresamiento de otro que iba de Chiloé con un cargamento de madera i de jamones, í la presencia de un barco de guerra que resultó ser la corbeta Chaca- buco^ que llegaba de Coquimbo a reunirse con la escuadra, obligaron a ésta a mantenerse en continuo movimiento (32). Aunque la neblina no permitía distinguir lo que pasaba fuera del puerto, las autoridades de tierra pudieron presumir que las naves patriotas voltejeaban en aquellos contornos. Desde ese dia se pusieron en ejercicio todos los elementos de defensa que el virrei habia reunido en la plaza. 6. Medios de 6. El puerto del Callao, reputado con justicia, por

c ensa conque ^^ estension i por el abrigo i comodidades que ofrece contaba este r o i

puerto. a las naves, como uno de los mejores de la costa ame-

ricana del Pacífico, es formado, sin embargo, por una lijera ondula- ción de la costa que dista mucho de formar por sola una bahía regularmente cerrada. Por el lado del sur, una punta de tierra baja, antiguo banco de conchas i de guijarros, se estiende poco menos de dos millas hacia el suroeste hasta el angosto canal que separa del con- tinente la isla de San Lorenzo, i cierra con ésta la bahía resguardán- dola de los tínicos vientos que podrian turbar la tranquilidad cons- tante de sus aguas. Aunque abierta por el norte i por el oeste, los vientos que soplan en esa dirección, es decir la contra corriente de los alíelos, rara vez bajan en esos lugares a las capas inferiores de la atmós- fera, i aun entonces no toman una peligrosa intensidad. Las tempes- tades son desconocidas en la bahia i sus contornos, i su fondo fangoso ofrece un excelente tenedero para las naves (33).

(32) Kl secretario de la escuadra, que ha consignado estos incidentes con muchos pormenores, refiere que los marineros del buque ballenero querían al)andonar a éste e incorporarse a la escuadra chilena, i que en efecto, cinco de ellos lograron hmcerlo. £1 buque c}ue iba de Chiloé i que fué apresado, fué destinado poco después a bru- lote, según contaremos mas adelante.

(33) El puetto del Callao, muchas veces descrito así en los derroten» náutico? como en las relaciones mas o menos prolijas de numerosos viajeros, i teatro de tan graves acontecimientos durante la guerra de la independencia del Perú, casi no pue- de darse a conocer cumplidamente por medio de una descripción topográfica, a me- nos de hacerla muí estensa, i |X)r lo tanto, engorrosa. Nos ha parecido p>or esto preferible consignar aquí solo los rasgos jenerales, i referirnos a la carta adjunta, en que en vista de muchos documentos históricos i jcográficos, hemos tratado de dar a conocer el estado del puerto, de su población i de sus fortiñcaciones en aquella época. Por via de nota esplicativa, agregaremos aqui algunas otras noticias.

Entre la punta de tierra (irme i la isla de San Lorenzo está el canal conocido con

iSig PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII 225

Bajo el gobierno del virrei príncipe de Esquilache (1616-1629), se m prendieron grandes trabajos para fortificar el puerto del Callao i para onerJo a cubierto de las agresiones de los enemigos de España, ingle- ís i holandeses, que solian aparecer en estos mares. Esos trabajos, Dntinuados con perseverancia, i estimulados por las repetidas órdenes el rei, lo pusieron en buen estado de defensa. El pueblo fué rodeado c murallas por todas partes, i se levantaron bastiones bien artillados. odo eso desapareció con el espantoso terremoto de 28 de octubre e I 746 (34). Lo que el sacudimiento de tierra dejó en pié, fué arra- ido por la salida del mar. El conde de Superunda don José de Man- >, que entonces gobernaba el Perd, dio principio a las nuevas fortiñ- iciones bajo un plan diverso. La población fué trasladada al vecino igar de Bellavista; i en el sitio que antes ocupaba, i sobre la bahía el Callao, se dio principio a un gran castillo, que mediante el trabajo )ntinuado de sus sucesores, llegó a constituir una fortaleza verdade- imente formidable para los medios de ataque de que entonces se po-

nombre de Boquerón, que mide por término medio dos millas de ancho, por don- e solo pasal)an los buques menores a causa del poco fondo de la mayor parte de . Ix)rd Cochrane, marino tan audaz como intelijente, sorprendió estraordinaria- lente a lo^ españoles cuando después de haberles arrebatado en el puerto una her- osa fragata de guerra (la Esmeralda) la sacó por el Boquerón en noviembre de 1820, isnndo con rara fortuna por la parte profunda del canal. La isla de San Lorenzo, ndida de sureste a noroeste, mide mas de cuatro millas i media de largo por una ; ancho, i es formada por un cordón de cerros áridos i sin agua, con una altura edia de mas de 300 metros.

(34) Hemos recordado sumariamente este terremoto en el § 6, cap. VIII, parte V i esta Historia^ señalando algunas de las fuentes en que pueden rccojerse mas ám* lias noticias. Puede verse en Lyell, Principies of geology (London, 1830), vol. III,

130, i en Darwin, Geolo¡;^ical observations during the voyage of the ^^BeagU%% (Lon- >n, 1876), chap. IX, las indicaciones sobre modificaciones de esa costa producidas jr aquel terremoto. El viajero Von Tschudi, Travels in Peru^ 1838-42 (traduc- on inglesa de Thomasina Ross), London, 1847, chap. III, rectifica en parte esas >servac¡ones. Esas noticias, de un carácter puramente científico, ayudan a conocer

topografía del lugar, i pueden i^ervir de antecedente para una descripción cabal.

Kn las obras de los viajeros franceses Feuillée i Frezier, que hemos analizado en ra parte 6, cap. III, parte V) se publicaron planos bastante prolijos del Callao 5e sus fortificaciones antes del terremoto de 1746. De esos libros se tomó el que : halla publicado en la relación inglesa de aquel terremoto que ya hemos citado.

0 existe, o a lo menos no hemos visto publicado, ningún plano tan completo como |uelIos, del estado de ese puerto i de sus defensas al terminarse la dominación espa- cia, lo que se comprende fácilmente visto el empeño que el gobierno español tenia

1 no suministrar noticias de esa clase a los cstranjeros.

Tomo XII 15

226 HISTORIA DE CHILE 1819

•dia disponer. Ese castillo, conocido con el nombre de Real Felipe, en lionor del rei Felipe V, que habia muerto hacia poco cuando se dio principio a su construcción, formaba un pentágono regular, cuyo cos- tado sobre el mar media cerca de ciento veinte metros de largo, con un torreón en cada uno de sus estremos. Encerrado por una muralla •de gran solidez, i resguardado ademas por un ancho foso seco, con- tenia en su interior cómodas habitaciones para los jefes, vastos cuarte- les, capaces de contener hasta tres mil soldados, grandes almacenes fKiralas municiones i los víveres, i espaciosas casasmatas para encerrar los prisioneros. Dos baterías de menor poder, denominadas castillos de San Rafael i de San Miguel, construidas a oríllas del mar, a uno i otro lado del Real Felipe, i a corta distancia de él, completaban la -defensa del puerto. Aunque según el plan primitivo la población habia •sido trasladada a otro punto, poco a poco se habian construido fuera •de los fuertes, sin orden ni regularidad, una iglesia i un centenar de ■casas que habitaban los ajentes de comercio, los trabajadores eti la <arga i descarga de los buques, i los pequeños negociantes i taberne- ros que trancan con las jentes de mar.

Aquellas fortificaciones tenían para su defensa cerca de ciento se- •senta cañones de varios calibres; pero la plaza contaba ademas con los buques de la escuadra organizada por el virrci, i con mas de treinta lan- chas cañoneras que se habia conseguido equipar. Esas naves fueron -colocadas en una línea lijeramente ondulada, eu forma de media luna; i detras de ella se situaron los buques mercantes para ponerse a cu- 'bierto de un golpe de mano. "Se han armado treinta i dos lanchas cañoneras i botes de fuerza, i se han acoderado los buques formando •una fuerte línea, escribía el secretario del virrei. Se aumenta la artille- «ría los castillos que miran al mar, i se construyen baterías a lengua de agua con hornillos de bala roja en tierra i en las lanchas (35). *t El •caracterizado personaje que escribia esas lineas, estaba persuadido de Li inmensa superioridad de las armas españolas contra toda tentativa del enemigo en aquella rosta. En efecto, por su poder, por la situa- •cion que ocupaban, i por el numero de tropas que habia en tierrai aqiiellos elementos bélicos representaban una fuerza ocho o diez veces

(35) Carta del coronel don Antonio Scoane al jeneral La Serna, escrita en Lima •el 27 de febrero de 1819. Esta carta i otra de la nnisma fecha escrita al coronel don Jerónimo Valdes, fueron interceptadas por las partidas patriotas del Alto Perú, >

publicadas en la Gaceta de Buenos Aires de 28 de julio de 1818. De ellas tomamos

algunas otras noticias que vamos a utilizar en seguida.

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superior a la que estaba bajo las órdenes de Cochrane; i si hubieran* astado en manos de un jefe capaz de competir con éste en audacia e i ntelijencia, habrian bastado para anonadar la escuadra chilena.

Según los avisos que habia recibido recientemente de sus espías, z:reia entonces el virreí del Perü que la escuadra chilena no se hallaria en estado de salir de Valparaíso antes de fínes de febrero o de principios de marzo. En Lima, se sabia que esa escuadra seria mandada por lord Cochrane, que acababa de llegar a Chile, i aunque se conocian los antecedentes de este ilustre marino i se tenia un alto concepto de si» intrepidez, se creia también que no estando acompañado de hombres tan espertes i atrevidos como los que servían bajo sus órdenes en las guerras europeas, debía sufrir ahora un inevitable desastre. nCochrAnc manda la escuadra chilena, escribía el secretario del virrei el 27 de fe- l>rero. Es un marino atrevido i loco; i me fíguro trata de forzar el puerto para quemar nuestros buques, como lo hizo en Tolón (testual: debet xeferirse al suceso de la isla de Aix, que dejamos referido). No si él* l)abrá reparado en que entre los que manda no hai una quinta parte- <ie ingleses, i que el resto es una canalla indecente como militares i <:omo hombres, sin que Chacabucho i Maipo hablen nada a su favor. i>- Tal era el orgullo de aquellos infatuados militares aun después de- aquellos grandes desastres de sus armas.

El 26 de febrero se supo en Lima con gran sorpresa que en los^ <ontornos del Callao andaban algunos buques de (guerra cuya nacio- nalidad era desconocida. A pesar de la espesa neblina de esos días, los hablan divisado los vijías realistas establecidos en Chorrillos i er^ la isla de San Lorenzo. Una lancha llegada de Pisco, confírmó luego- estos avisos con otros detalles que revelaban que esos buques eran chilenos. Aunque se creia que éstos no se atreverían a atacar el Callao, i que solo pensaban impedir que las naves españolas saliesen del puer- to, i facilitar así el desembarco de las fuerzas patriotas, que según el gobierno de Lima debia ejecutarse en la costa del sur del PeriS, el vi- rrei mandó acelerar los últimos aprestos de defensa, i dispuso que el' día 28 se hiciera un simulacro de combate para ejercitar a sus mari- nos i artilleros. En la madrugada de ese día salió de Lima con su es- tado mayor, visitó las fortiñcaciones, i embarcado en seguida en eV bergantín Maipo^ apresado poco antes a los patriotas, como ya conta- mos, recorrió la bahía para inspeccionar i dirijir aquella aparatos» parada militar. Durante tres horas continuas, desde las nueve de la mañana hasta medio dia, se dejó oír en el Callao i en sus contornos eE incesante estampido del cañón.

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7. La fragata 7. Los buques de la escuadra chilena habían

ca'^l^cT- ^^^ noche envueltos en la neblina, sin poder comunicar- liao. se entre sí, i hasta sin saberse en cada uno la posición

que ocupaban los otros. «Al amanecer el dia 28, dice lord Cochrane, la misma neblina destruia toda esperanza de ver buques u horizonte alguno. Teniendo motivos para creer que el San Martin i la Lautaro debian haberse dirijido a la isla de San Lorenzo, hice rumbo hacia ella, cuando a las nueve de la mañana se empezó a oír un cañoneo en la misma dirección. Cada momento parecia mas sostenido, de modo que no teniendo ningún otro antecedente, fué preciso i natural concluir que aquellos dos buques, o por lo menos alguno de ellos, envueltos en la niebla i forzados por el viento, se habian hallado repentinamente sobre el Callao en la inevitable necesidad de sostener algún empeño con las fuerzas navales del virrei. Mi ansiedad crecia a proporción que el cañoneo continuaba i que la brisa escaseaba considerablemente. Al ñn, haciendo toda fuerza de vela, divisé la punta occidental de la isla a las dos de la tarde, hora a que ya el fuego habia cesado. Entre tanto^ sobre el cabezo de la isla, un feliz momento de claridad me permitió reconocer al San Martin i a la Lautaro^ que al ruido del mismo caño- neo, i figurándose empeñada a la O'Higgins^ se habian apresurado a llegar al mismo lugar, sin saber ninguno el destino del otro, i al poco tiempo se descubrió también la Chacabuco conducida por el mismo motivo, pero enteramente a sotavento sobre la costa firme.»

Sin poder esplicarse todavía el continuado cañoneo de la mañana, 'la escuadra chilena siguió adelantando hacia la bahía. £1 navio San Martin alcanzó a percibir un bergantín que voltejeaba a toda vela, al cual AO le fué posible dar alcance. Era el Maipo^ desde donde había presenciado el virrei el simulacro de combate (35). La (XHig^ins^ que

(35) El jeneral español don Anrlres García Camba, entonces teniente-ccironel, acompañaba ese dia al virrei Pezuela, i refiere que éste i su séquito divisaron desde el bergantín Maipoy en un momento en que se despejó algo la neblina, una fragata desconocida "con bandera larga española, las puertas de la bateria cerradas i bt velas del color que comunmente toman en las largas navegaciones. Buque tte Espa- flüy fué el grito a bordo del Maipo.u £1 virrei quiso que este bergantín se adelántate a reconocer la nave desconocida; pero el oficial que lo mandaba, teniente de roariñ don Francisco Sevilla, se opuso a ello recordando ([ue la ordenanza naval le pr<^bía hacer tales reconocimientos teniendo a su bordo a la primera autoridad del virrei- nato. Pezuela no insistió en su propósito, regresó a tierra, t poco rato después te volvió a Lima sin daise cuenta de que habia estado en gran peligro de caer en manos de los enemigos. García Camba, Memorias para la historia de ¡as armas rem- Jes en el Perú (Madrid, 1S46), tom. I, cap XIV, páj. 303.

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ontaba lord Cochrane, había pasado mas adelante; i en medio de la eblina que había vuelto a espesarse, alcanzó a cortar el paso a una mbarcacíon que regresaba al puerto. Era una gran lancha armada de res cañones i tripulada por veinte hombres a cargo de un alférez de ragata. Tomados éstos prisioneros sin que opusieran la menor resis- -^encia, esplicaron lo que había ocurrido esa mañana en el puerto, dejando comprender que así las fortalezas de tierra como las naves <^ue formaban la escuadra del virreí estaban listas para rechazar cual- quier ataque. Sin arredrarse por esos informes, Cochrane volvió hacia .^.tras para comunicar su plan a los otros buques, dispuso el orden en <<}ue éstos debían entrar al puerto, i llevando a su izquierda a la fragata ^jMutaro^ se adelantó tranquilamente hasta colocarse a eso de las cuatro -^e la tarde a la vista de las posiciones enemigas i a una distancia de ^ménos de un quilómetro.

Aunque ambos buques chilenos habían izado bandera norte-ameri- cana, esta estratagema no engañó a los marinos españoles. Rompieron •^stos el fuego con decisión, i sus primeras descargas causaron algunas averías en la fragata Lautaro^ cuyo comandante (Guise) recibió una ^rave herida que lo inutilizó para seguir dirijíendo la maniobra. Enar- ~l)olando entonces el pabellón nacional, los buques chilenos contestaron los fuegos del enemigo con toda entereza; i como la fragata Lautaro^ :xnal mandada por su segundo jefe, i envuelta ademas en la neblina, se alejara un poco del sitio del combate, Cochrane mandó echar una an- <<:la, esperando que el navio San Martín i la corbeta Chacabuco llega- Tan a reforzar el ataque. La falla de viento impidió que estos barcos avanzasen hasta el fondeadero; i la O'Higgins se encontró sola i en una situación de que razonablemente no podía esperarse mas que un terrible desastre. t>Desde luego, dice un testigo ocular, se advirtió que <«l enemigo estaba perfectamente preparado; i faltando una de las bases -del plan concebido (el apoyo de los otros buques), fué preciso conver- tir aquella situación en un ensayo para probar lo que valían nuestros «nemigos i lo que podía esperarse de nuestros marinos i soldados, es- cando el vice-al mirante seguro de que en cualquier evento tenía la reii- Tada franca i fací I. n

Este ensayo correspondió perfectamente a su propósito. La fragita ^^Higgins se mantuvo anclada i sola durante dos largas horas, comes- '^ando con sus cañones a mas de trescientas piezas de artillería que el enemigo jugaba con la mayor actividad, pero también con muí escaso -acierto. En medio de ese fuego infernal, solo cuatro balas tocaron a la áragata. «Las averías causadas por éstas, se redujeron a poca cosa. Una

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bala astilló la botavara de mesana sin dejarla inservible, otra astilló un costado, la tercera cayó muerta i la cuarta, por ñn, rompió unas tablas de la proa. Un pilotín fué herido en la cabera i un escribiente salió contuso. Estas fueron las linicas desgracias. El vice-almírantc se con- dujo con el mayor denuedo, manteniéndose sobre cubierta. El capitán Forster desplegó una grande actividad; i todos, sin esceptuar a los gru- metes i criados, mostraron un ardiente entusiasmo gritando ii¡viva la patria!ii Los buques neutrales, algunos de los cuales sufrieron pequeñas averias por el fuego de los castillos, se hicieron a la vela alejándose del fondeadero i dejando el campo libre. Poco después de las seis de la tarde, cuando caían las sombras de la noche, í volvía a espesarse la neblina, el vicealmirante, dando por satisfecho el objeto de este ataque, mandó levar el ancla. I^ fragata comenzó a moverse, i desplegando todas sus velas, se alejó del puerto sin que ninguna de las naves enemigas se atreviera a perseguirla.it Al reunirse en el cabezo de la isla a las otras naves de la escuadra, que no habían podido entrar al puerto, lord Co- chrane, contento con el resultado de este primer ensayo, í satisfecho del valor desplegado por su jente, se estableció de fírme allí, dispuesto a renovar incesantemente las hostilidades contra la plaza (36).

(36) El parte ofícial de fecha de 10 de marzo en que Cochrane refiere este com- bate con toda claridad, es el documento capital para conocerlo en sus accidentes. AIK hace cumplida justicia a la tripulación que habia adiestrado con tanto tesón en tan pocos dias. " Vo me habia prometido, dice, que la jente que forma la tripulación de la 0*Hig$itts sostendría su puesto con to<lo el honor propio de las hijos de un estado libre, pero tengo la mas honrosa complacencia en poder informar a V. S. que la prontitud, alegría i bravura de todos los oficiales, soldados i marineros han excedidomisespernnzas.il Existen ademas dos relaciones de testigos presenciales, la del secretario del vice-almirante, cuyo diario inédito hemos cstractado en el testo, modiñcando lijeramente la redacción para darle forma mas adecuada que la de un simple apunte escrito de carrera, i la de las Memorias del jeitercU MUler (tomo I, cap. IX), en que se hace el mismo elojio de la jente que se estrenaba entonces en la guerra naval. "La tripulación i tropa de la C?'/^/j^'//j, tanto chilenos como es- tranjeros, dice, se condujeron admirablemente, pues tenían a su vista un hermoso ejemplo de sal)er i bízarria que imitar en la persona de lord Cochrane, cuyas cuali- dades distinguidas jamas brillan con tanta gallardía como en medio de los peligros i en el calor del combaten

La relación que ha hecho el mismo Cochrane en el capítulo I de su NarraíivÉ of servicesy es mas su:naria, i deja ver que escribia esta parte de su obra sin otro guia que sus recuerdos. Así, supone que este combate se verificó el 29 de febrero, i cuen: ta como ocurrido ese dia cierto episodio infantil referente a su hijo Tomas, niffo de seis años, que estuvo en peligro de ser herido por una bala enemiga. Este episodio» que también recuerda Míller, ocurrió en un combate posterior.

Acerca de la herida de Guise, el diario del secretario de lord Cochrane dice lo

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la escuadra chilena varios individuos de diversas condiciones que, burlando la vijilancia de ¡as autoridades de tierra, venian a ofrecer sus servicios a los patriotas i a comunicarles noticias que debian serles r»ui útiles. («Me han asegurado éstos, decia lord Cochrane, que des- pués de las mas acaloradas discusiones en las juntas que ha celebrado el virrei para deliberar sobre el partido que debia adoptarse, se ha re- suelto no correr el riesgo de una acción, sino mantener toda la fuerza encerrada en el puerto, donde se han reunido dos mil veteranos de tierra. II En Lima, los realistas i los patriotas creian que el ataque de Cochrane al Callao no tenia mas objeto que distraer la atención del virrei, i que en esos mismos dias debia desembarcar en otro punto de la costa un cuerpo de tropas chilenas.

Si aquel primer combate no podia considerarse una victoria de la escuadra patriota, era un golpe tremendo a la soberbia española representada por el poderoso virrei del Perií, que se veia atacado en el centro mismo de sus recursos. Un decreto espedido por lord Cochrane con fecha de i.® de marzo, vino a hacer mas depresiva aun la situa- ción del virrei. En nombre del supremo gobierno de Chile declaraba bloqueado el puerto del Callao, i todos los demás del virreinato del Perú desde Atacama a Guayaquil; prohibia a los buques de cualquiera nacionalidad que fuesen, ei traficar o tener comunicaciones con punto alguno de la costa situado dentro de los límites de la mencionada línea de l)lo(|ueo; daba ocho dias de plazo a las naves neutrales para dejar los puertos en que se hallasen; prohibia a éstas cubrir con su bandera las mercaderías de propiedad enemiga, i trasportar ofíciales del ejército de tierra o tener capitanes o sobrecargos que por su nacio- nalidad fuesen subditos del rei de España, i las sometia al derecho de visita para reconocer sus papeles i aplicarles la pena correspondiente en caso que esos documentos no fueren perfectamente legales. Aunque esta declaración, ajustada en muchas de sus disposiciones a los princi* pios corrientes del derecho internacional, no lo estaba en la estension dada a la línea del bloqueo desde que la escuadra chilena no tenia fuer- zas para hacerlo efectivo en toda ella; pero fué puesta en vigor inmedia*

£1 objeto de ese parte era presentar como victoria de las armas realistas el combate que referimos en el testo. En Lima, casi a la vista de los acontecimientos, nadie dio crédito a esa esposicion; i como veremos en seguida, la alarma i la inquietud de las autoridades realista?, tomaron grandes proporciones. En España se celebró combate como un triunfo, i aun se pintó un cuadro que lo representaba, i que d( pues fué colocado en el museo naval de Madrid.

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amenté en cuanto era posible, obligando a los buques neutrales a dejar 1 puerto. El gobierno de Chile, que la había autorizado, la sancionó or un decreto supremo espedido el 20 de abril siguiente fijando los p>lazos, proporcionados a los lugares de sus procedencias, pasados los cruales ulos buques que se presentasen delante de alguno de los puer- tos bloqueados serian remitidos a Valparaíso para ser juzgados con- fornne a la leí de las naciones (38). it La declaración del bloqueo pa- recía abrir un período de guerra pasiva en el puerto del Callao.

El vice-almirante chileno no era hombre para permanecer largo tiem po inactivo. Hizo reparar a toda prisa las pequeñas averías que había recibido su buque; i en la tarde del día i.® de marzo despachó a la corbeta Chacabuco para que fuera a desempeñar una delicada comi- sión. Debía acercarse a algunos puntos solitarios de la costa vecina del norte, ponerse en comunicación con ciertos patriotas que residían en las inmediaciones, i desembarcar a dosajentes chilenos apellidados Paredes i García que tenían el encargo de repartir cartas revoluciona- rias i las proclamas de O'Higgins i de San Martin. Lord Cochrane agre-

(38) £1 decreto del supremo director O'Higgins a que nos referimos en el testo, fué publicado en la Gaceta ministerial á^ 24 de abril de 1 8 18. Los plazos allí esta- blecidos, por los artículos 2 i 3 del decreto, fundados en las distancias i efi los medios de comunicación en esa época, eran los siguientes: Siete meses para los bu* ques procedentes de Europa, de Estados Unidos i de cualquier establecimiento eu- ropeo del continente americano; cinco meses para los procedentes del Brasil; seis meses para los procedentes de las costas de África i sus islas; tres para los proce- dentes del Rio de la Plata; i un año para los procedentes de los establecimientos de Asia e islas adyacentes.

La declaración de lord Cochrane de i.° de marzo, trasmitida por los mismos neu- trales, fué publicada en varios periódicos de Europa i de Estados Unidos. El Niles* Register de Baltimorc de 3 de julio, publicó también una lista de los buques neu- trales que por esa resolución tuvieron que salir del Callao. De ellos, seis eran norte- americanos, seis ingleses i uno francés. Casi todos ellos se presentaban 2IIÍ como Inlleneros; pero en realidad venían a hacer el comercio legal en las costas de Chile, donde se le habia declarado libre, o de contrabando en los puertos del Perú. A! intimarles que saliesen del Callao en el término de ocho dias, Cochrane les prohibió que pudiesen embarcar mercadería alguna de los enemigos. El virrei, por su parte, que veia ajentcs de los patriotas en casi todos los estranjeros, prohibió en esos mismos dias que desembarcase ninguno de los tripulantes de esos buques, i que éstos car- gasen víveres o agua en el puerto, facultándolos para que pudieran hacerlo en otros puntos de la costa del norte. Sin embargo, uno de esos estranjeros, el norte-ameri- cano Eliphalet Smith, sobrecargo de la g'Jeta Maccdonian^ que hemos nombrado ¿ntes, era ájente o dependiente de ciertos comerciantes amigos del virrei, i estaba muí empeñado en servir a los intereses de éstos i a la causa del reí»

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a ellas una corta proclama en su propio nombre, en que anunciaba los peruanos que había venido de Inglaterra a servir a la causa de 1 libertad i de la independencia de estos paises, que el gobierno de Chi- le, empeñado en esta empresa, le habia confíado el mando de la es cuadra, a la cual correspondía el dominio del Pacífico, i que ella obten dría ese resultado; pero que era indispensable que todos los patriota contribuyeran con sus esfuerzos al triunfo que debía elevarlos al rang de nación libre (39).

Habiendo percibido que sus movimientos eran observados por é vijía de la isla de San Lorenzo i comunicados a la plaza por medio d señales, Ccchrane resolvió esa misma tarde apoderarse de ella. En«^ efecto, a las cinco de la mañana siguiente (2 de marzo) se despren dieron de la O^fíiggins dos grandes lanchas tripuladas por cient treinta hombres, bajo el mando del capitán Forster i del mayor d artillería don Guillermo Miller. Desembarcaron éstos tranquilamente, i sin disparar un tiro se apoderaron de la isla, destruyeron los apa ratos de señales, i poniendo en fuga a los soldados que formaban 1 guarnición española, tomándole ocho prisioneros, rescataron a veinte i nueve individuos, chilenos en su mayor parte, a quienes por habe

(39) Esta proclama ha sido publicada en castellano entre los documentos de W^M época (véase Calvo, Anales históricos cic, etc., tomo V, páj. 159), que equivocada mente la supone circulada en mayo de ese año); pero la creemos abreviada, i 2 por eso la tomamos del libro ingles de Stevenson, secretario mas tarde de lord Cochrane ( Historical and descriptive narrative etc., etc., vol. III, páj. 153). aqui su traducción:

"¡Compatriotas I Me siento satir.fecho de poder daros este apodo con toda cordia* lidad. Los repetidos ecos de la libertad de la América del sur, han sido oídos con simpatía en todos los pueblos de la Europa civilizada, i mas particularmente en la

Gran Bretaña. Vo no he podido resistir al deseo de unirme a vosotros para la de

fensa de una causa que interesa a todo el jénero humano. La esperanza de contri

buir a felicidad de la mitad del nuevo mundo i de millares de jeneraciones, m< han determinado a tomar parte en esta lucha. La república de Chile me ha confiad' el mando de sus fuerzas navales. A ellas corresponde el dominio del Pacifico. su cooperación serán rotas las cadenas que os oprimen. No cabe duda de que est cercano el día en que, con la destrucción del despotismo i de la infame condidí de colonos que ahora os degrada, os levantareis al rango de nación Ubre. Voest población, vuestra riqueza, vuestra posición jeográfica en el mundo i la jeneral de los acontecimientos, os llaman naturalmente a este puesto. Pero estai en el deber de cooperar a la preparación de este triunfo, a remover los ohstácu i a seguir el sendero de la gloria, ba¡o la seguridad de que contareis con el eficaz apoyo del gobierno de Chile i de la escuadra que manda vuestro amigo Cochrane. »

'l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII 235

sido capturados en acción de guerra, se mantenia allí con grilletes i condenados a trabajar en las canteras, todos los cuales entraron gus- tosos al servicio de la escuadra. La isla, ««inhospitalario e inclemente montón de arenas i de piedras, «i según la pintoresca espresion de lord Cochrane, no suministra recursos de ninguna naturaleza, ni víveres ni agua ni leña, pero iba a servir ««para efectuar en tierra con mas comodidad algunas operaciones que las circunstancias hiciesen nece- sarias, n Terminada esta operación, la fragata O'Higgins^ aprovechan- do la claridad del dia, pues la neblina parecia disiparse, se acercó al puerto para reconocer las posiciones del enemigo, i fué a fondear entre los buques neutrales que permanecian apartados de la línea de defensa del enemigo. Al repetir esa operación el 4 de marzo, las fortalezas de tierra rompieron el fuego de cañón sobre la O^Higgins sin causarle el menor daño, ¡ sin impedirle reconocer i sondear el paso del Boqueion, por donde solo solian navegar embarcaciones pequeñas. Cochrane des- plegaba en estos trabajos la intelijencia de un verdadero marino, estu- diando prolijamente las localidades en que debia operar, ya que las cartas de que pódia disponer no le merecian completa confíanza, i recojiendo notas sobre la jeografía i la meteorolojía que habrian ser- vido para adelantar el conocimiento de estas costas.

Aquella situación parecia prolongarse indefinidamente. Cada noche llegaban a la escuadra uno o mas individuos, algunos de ellos a nado, que venian a ofrecer sus servicios, i que confirmaban la noticia de la resolución en que estaba el enemigo de mantenerse a la defensiva dentro del puerto donde era casi imposible atacarlo con buen éxito. La Chacabuco^ que regresó de su comisión, traia una fragata española apresada en el puerto de Chancai, por la cual se supo con mas porme- nores la concentración de las tropas del virrei en las cercanías de Li- ma. En vista de estos informes, Cochrane resolvió romper la línea de buques enemigos por medio de brulotes que cayendo de noche sobre ella, produjesen el incendio i el desconcierto. Para realizar esta em- presa, se formó en la isla de San Lorenzo una maestranza militar en que bajo la inmediata dirección del mayor Miller, se prepararian las materias inflamables con que se cargarían los buques mercantes recien- temente apresados.

Hasta entonces, el vice-almirante chileno no habia cambiado comu- nicación alguna con el enemigo; pero en cumplimiento de las instruc- ciones de su gobierno, estaba obligado a hacerlo para reclamar por el trato que en Lima i el Callao se daba a los prisioneros, especialmente a los que habían sido tomados en el bergantín Maipo. Con todas las

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solemnidades de estilo, inició estas negociaciones el 5 de marzo, en- viando al virrei un oficio tan firme en el fondo como cortes en la forma (40). ««El abajo firmado, decia Cochrane, ni por las órdenes del supremo gobierno de Chile, cuya causa se honra de haber adoptado t de sostener, ni por sus propios principios, se permitirá jamas hacer la guerra sino de aquel modo liberal que han fijado las luces del siglo i han consagrado las naciones civilizadas. Pero al mismo tiempo cree un deber el declarar que si la conducta irregular de los enemigos de su gobierno le fuerza a hacer uso de la reciprocidad, tampoco podrá menos que imponer silencio a los mejores sentimientos, i seguir fir- memente aquellas medidas con que los pueblos bárbaros han sido enseñados a respetar la humanidad.it Negando resueltamente que los prisioneros patriotas hubieran sido inhumanamente tratados por las autoridades españolas, acompañando un memorial que los realistas detenidos en el presidio de las Bruscas habian dirijido en noviembre de 1817 al congreso de las provincias unidas del Rio de la P!ata para representar la miseria i los malos tratamientos a que estaban someti- dos, el virrei se mostró inclinado a aceptar el canje de prisioneros que se le ofrecia, ««sin incluir, decia, a los del Maipo^ por estar pendientes de un juicio que debia fijar la clase en que se hallaban. . . Estos, agre*

(40) £1 secretario c!e lord Cochrane consigna estos hechos en su diarlo de la manera siguiente: "j" tU marzo. El enemigo no ha hecho ni hace la menor nove-» dad. A las diez del dia se envió un l>ote parlamentario llevando pliegos para el golKrnador i para el virrei; a éste reclamando el tratamiento de los prisioneros del Maipo^ i al otro para que remi;íese el pHego al segundo. Se hizo una señal de un tiro de canon, i se elevó la bandera de Chile. £1 bote caminó con la nacional a la popa i la de parlamento a la proa. Cerca del surjidero salieron a encontrarlo cuatro caííoneras i un bote con la bandera blanca. El capitán (don José) Villegas (el anti- guo gobernador de Valparaíso en tiempo de Marcó), comandante de U corbeta Sfhastiatm venia en él. Con la mayor civilidad, recibió los pliegos i dio recibo al ofícial portador, i le dijo que no sabia si el gol)ernador o el virrei les recibirían; pero que si habla alguna contestación, la capitanía haría la señal de un cañonazo e izaría una bandera blanca. Los botes se scpararoncadaunoasudireccion.il £1 oficio del vicc-almirante chileno de fecha de 4 de marzo, abre esta curiosa discusión en que este jefe demuestra una incontestable superioridad sobre el virrei i sobre \f» letrados i consejeros que éste tenía en Lima. Las dos primeras piezas de esa co- rrespondencia, es decir, el oficio de Cochrane de 4 de marzo i la contestación del virrei, fueron publicadas en la Gaceta de Lima^ pero no se dio allí publicidad a las ]>'czas subsiguientes. En cambio, la Gaceta ministerial de Chile^ después de hal>er publicado las dos primercs en su número 90, las reprodujo en el número estraordina- rio de 15 de julio de 1S19 i publicó todo el resto de la correspon lencia en los nu- meres Je 17 i 22 del mismo mes.

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España i sus ministros, que imajinarse i mucho mas, el sostener que «algunas provincias lejítimamente anexas a una monarquían tuvieran derecho para levantarse contra ella reclamando su independencia, ¡ para ser consideradas como helijerantes por los poderes neutrales, "CS 'un delirio que ofende la moral de las sociedades, i una inducción tan •equivocada como injusta.» £n las comunicaciones en que sostenía €stas doctrinas, el virrei habia llegado a decir que por el momento •creia innecesario «hacer observaciones sobre la ocupación de un lord de la Gran Bretaña, amiga de' la nación española, que se emplea en (mandar las fuerzas marítimas de un gobierno desconocido hasta el día ^)or todos los estados del globo. •• La respuesta del vice-almirante chi- leno a esa impertinente insinuación, fué tan circunspecta como con- tundente. »Un lord de la Gran Bretaña es un hombre libre, capaz de discernir lo justo de lo injusto i de adoptar el país i el partido que trata de restablecer los derechos de la humanidad agraviada. £1 lord «Cochrane, sin faltar a ningún deber i sin ninguna especie de réspon- -sabilidád, puede adoptar honrosamente la causa de Chile con la mis- ina libertad con que rechazó el ofrecimiento del empleo almirante de España que le hizo el embajador español en Lóndres.ti Después -del cambio de dos notas por cada parte, la negociación quedó cortada. Oochrane se negó a aceptar el canje de prisioneros si este no habia de •comprender a los tripulantes del Maipo; i el virrei del Perü, manifes- tándose menos ensañado con ellos, declaró que cuando llegara el caso de ponerlos en libertad, los entregaría a los buques de sus nacionali- dades respectivas, proponiéndose así privar a la escuadra chilena de •esos auxiliares (41).

(41) Con su primera contestación, el virrei envió a lord Cochrane una represen- tación que con fecha de 28 de febrero de ese mismo año le habia dirijido el "ilustre

•colejio de abogados de Liman en que, protestando en términos enfáticos su lealtad al sol>erano, condenaba ardorosamente la revolución americana, i declaraba orga- nizada una asociación de sus miembros con el título de "reunión de fidelidad i lite-

rraturaii, para el mantenimiento de la tranquilidad pública. El virrei, espresando que el colejio de abogados de Lima era "el primer cuerpo científico del nuevo mundo,ii creía que la circulación de aquella pedantesca pieza contribuiria eficazmente a des-

■armar el espíritu revolucionario en estos paises, i que sobre todo influiría en el animo de los letrados, jurisconsultos i escritores que por error habian abrazado la'

•causa de la independencia. I^rd Cochrane tomó a burla la tal representación i se refirió a ella con un ñno sarcasmo. "Puede ser, decia, que por alguna real orden de España el colejio de al>ogados de Lima haya sido declarado el primer cuerpo de Améiica en materia de literatura. Lo que parece inequívoco es que si antes pudo

•^Considerarse tal, lo que sólo la América podría decidir, el papel que ese cuerpo

240 HISTORIA DE CHILE 1819

9. Pequeños com- 9. 1^ situación creada por el bloqueo en la bft* lates sin conse- j^.^ ^^j (.^,j^^ parecía prolongarse indefinidamenlK^

hia del Callao. desde que las fuerzas navales de los realistas estei ban determinadas a no presentar combate. Al efecto, se reconoeo* traban mas i mas bajo el fuego de las fortalezas de la plaza; i en tonm de ellos se formaban palizadas i se tendían cadenas í gruesos cablef

mayor razón cuanto que si bien su libro es regularmente conocido, casi no se ti noticias acerca de su persona.

Stevenson era ingles de nacimiento. Como dijimos en otra parte (nota 31, capí* tulo XXIII, parte V), vino al Pacífico en un buque llamado Polly^ uno de los OMI^ chos que hacían el comercio de contrabando en estas costas, i desembarcó ceraidí Tucapel viejo, en el territorio araucano, a principios de 1804. Durante algnaoi meses recorrió los campos i pueblos del sur desde Valdivia hasta Concepción Wt cojiendo noticias de toda clase sobre el estado social e industrial de esa porción di nuestro territorio, que consignó en el libro que publicó muchos años mas tarde. Si nacionalidad no podía dejar de despertar los recelos del adusto i desconfiada CD* ronel Álava, intendente de Concepción. En consecuencia, Stevenson fué embaff' cado en un buque llamado Dolores^ i se le remitió al Callao. En Lima se le retUVO preso ocho meses por haberse renovado la guerra entre la España i la Inglatemí pero al fin, aunque subsistía el estado de guerra, se le dejó en libertad. Ilaknendo aprendido perfectamente el castellano durante su prisión, Stevenson pudo col' tivar muchas relaciones en Lima, viajar en varias provincias en comisiones di comercio, según creemos, i adquirir sobre el pais estensas i variadas noticias qae kl consignado en su obra. En 1806 tuvo un pequeño proceso ante la inquisidon i causa de un denuncio dado contra él por un padre dominicano apellidado Botín* roante, de que salvó con rara felicidad. Entre otras personas notables que conocU en Lima se contaba don Manuel Urriez, conde Ruiz de Castilla. Nombrado értx presidente de Quito en 1808, solicitó a Stevenson para que lo acompañara en SS viaje, ofreciéndole un destino en la secretaría de la presidencia. Esta circunstandl sirvió para que el viajero ingles estudiara i conociera esa provincia, i para qni fuera testigo i aun actor de los primeros acontecimientos de la revolución dunuilK los años de 1809, 1810 i 181 1, que ha referido de una manera útil para la historiti Don Pedro Fermin Cevallos, ni referir estos sucesos en los dos primeros capitula <lel tomo III de su Resumen de la historia del Ecuador^ apoya sus asertos mas df una vez en la autoridad de Stevenson. Stevenson fué nombrado gobernador de k provincia de Esmeralda por la junta revolucionaria de Quito, i desempeñó ese caigc hasta mayo de 181 1, época en que cayó prisionero, i fué enviado a Guayaquil. £n cerrado allí a bordo de un buque de guerra, consiguió escaparse con la protecdoi del capitán de esa nave i pudo regresar al Perú.

Habiéndosele dejado en Lima en completa libertad, Stevenson pudo seguir ob servando la marcha de los acontecimientos revolucionarios de estos países. En 1812 presenció el establecimiento de la constitución española, el primer ensayo de liber- tad do la prensa i la abolición de^la inquisición, sucesos todos que ha contado 001 abundancia de noticias. A principios de 1819 se hallaba en Lima. Cuando lote

PLANO

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Puerto dh CallaoPasodelBoqueron. ij xíií; (/e/l'nsñs en hV!) 1892

Escala tn miUus

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UTO. MftfS'EMSf mfkí a, s»iir'

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII 24I

para impedir una sorpresa nocturna de las lanchas patriotas. En el puerto se construyeron a toda prisa hornillas para preparar la bala roja, proyectil destinado a producir el incendio en las naves que toca- ra, pero cuya eficacia puramente relativa, i sobre todo la dificultad ¡ peligro de su uso, habian decidido su abandono casi completo (43).

Cochrane se presentó delante del Callao al frente de la escuadra chilena, Steveuson creyó, no sin razón, que su nacionalidad i las simpatías que en sus conversaciones habia manifestado por la causa de la revolución, podian atraerle persecuciones. El i.<* de marzo se ocultó en el pueblito de Barranco, al sur del Callao, i al fín consi- guió trasladarse a la escuadra chilena, donde fué perfectamente recibido por lord Cochrane.

Hasta entonces no estaba decidido a tomar servicio. Acompañó, sin embargo, al vice-almirante chileno en todo el resto de esa primera campaña, i con él vino a Valparaíso en junio siguiente. Presentado aquí al supremo director O'Higgins, quiso éste utilizar los conocimientos de Stevenson, i como entonces estuviera empeñado en la reapertura del Instituto Nacional, le coníÍQ la enseñanza del ingles i del fran- cés en ese establecimiento. Stevenson, sin embargo, no alcanzó a desempeñar ese cargo por haber sido llamado a servir la secretaría de la escuadra, por separación de Alvarez Jonte, según contaremos mas adelante. En ese rango, acompañó a lord Cochrane en las campañas subsiguientes.

De vuelta a Inglaterra, publicó en Londres I03 tres volúmenes que constituyen la obra cuyo título hemos dado mas arriba, dedicándola a lord Cochrane, i acompa- ñándola de algunas láminas que representan tipos diversos de hombres i de mujeres de estos países. Esas láminas, de escaso valor, fueron dibujadas por don José Ca- rrillo, quiteño que se hallaba entonces en Londres. El libro de Stevenson dista mucho de ser una relación ordenada de los sucesos que éste presenció o en que tomó parte. El autor consigna sus recuerdos personales, i aun intercala algunos docu- mentos, i al referir sus viajes, escríl)c con naturalidad i sencillez, i ha'agrupado un conjunto de noticias políticas, sociales, estadísticas i militares útilísimas para la his- toria i que es fácil aprovechar, comprobándolas con las que emanan de otras fuentes de información. Su libro, mas conocido todavía por la traducción francesa de L. P. Sctier (París, 1832, 3 vols.), ha sido utilizado por algunos de los historiadores his- pano-americanos. Conviene advertir que el traductor, que en 1826 habia publicado un librito con el título de R¿sum¿ de Vhistoire des révolutions des colonies espagnoles de r Aniérique du Sttd, ha abreviado en algunos puntos el testo de Stevenson, i ha agregado al tomo III seis capítulos en que resume, con noticias superfíciales i no siempre seguras, los acontecimientos revolucionarios de América después de la par- tida de lord Cochrane de Chile.

El nombre del escritor que es objeto de esta nota, era William Bennet Stevenson. En América se le llamaba Mr. Bennet, i en ocasiones se le nombraba don Benito Bennet, como se lee en el libro de don Pedro Fermín Cevallos. Esta aclaración es indispensable para que se conozca que el Mr. Bennet que apurece en algunos docu- mentos chilenos de esa época (18 19- 1822) es el autor del libro de que aquí tratamos.

(43) Esta clase de proyectiles, muí temidos en otro tiempo, i completamente en Tomo XII 16

242 HISTORIA DE CHILE 1819

La escuadra bloqueadora, por su parte, se mantenía en constante acecho. La corbeta Chacabiico^ destinada a voltejear en las cercanías del puerto, había apresado cuatro naves de propiedad enemiga, tres de las cuales no podían servir mas que para brulotes. La prohibición de entrar al puerto, era rigorosamente mantenida por las otras naves. El 13 de marzo se presentaron a la vez dos buques en ademan de burlar el bloqueo, un ingles, por el norte, í un español por el sur. Este último, hallándose ya muí cercano al fondeadero, volvió atrás, i gracias a la oscuridad de la noche se escapó de ser capturado. El otro, que pareció despreciar el cañonazo de aviso, fué detenido por la O^Hi^ns^ reconocido como simple ballenero i obligado a alejarse. Esta fragata, que en esta operación se había acercado a tierra, fué recibida por el fuego de las fortalezas. Una bala roja cayó cerca de su costado sin causarle el menor daño; i otra bala fría que penetró por un portalón, se llevó la cabeza de un soldado e hirió gravemente a dos mas (44).

desuso hoi, consistían en una bala metálica, de fierro o de cobre, enrojecida al fuego en una parrilla colocada dentro de un horno especial que existia en casi todas las fortalezas, i que también llevaban los buques de guerra. La líala enrojecida era tomada con tenazas, i se la dejaba caer inmediatamente en la boca del cañón, para que se colocara sobre el taco que la separaba de la pólvora. Casi en el momeato mismo debia aplicarse el fuego al caiion, antes que la pólvora se inflamara con la proximidad de la bala, lo que disminuía mucho su acción. Penetrando, como las otras balas, en la madera de un buque o de un edificio, conservaban el calor i co- municaban el fuego. Pero, ademas de que era difícil i casi imposible darles una dirección segura por la dificultad de apuntar el cañón, el enrojecimiento de la hala» i la acción de cargar la pieza, ofrecía no pocos peligros; i en los buques sobre todo, eran tan temibles para los que las usaban como para aquellos contra quienes iban dirijidas. Desde principios de nuestro siglo, estos proyectiles comenzaron a caer en desuso; pero la espresion de "disparar bala rojan, quedó signifícando lo mas violento i terrible de la guerra. Va veremos que este arbitrio estremo no sirvió de nada a los defensores del Callao.

(44) Lord Cochranc ha referido estos hechos en su comunicación de 17 de marzo, que fué publicada en Santiago (Gaceta estraordinaria de 10 dt julio) con pequeñas omisiones; pero en el diario del secretario de la escuadra, se encuentran consignados algunos otros pormenores. Kn este pequeño combate de 13 de marzo, ocurrió el incidente del hijo de Cochrane, que estando cerca del soldado muerto por la bala enemiga, salvó ileso i conservó una admirable sangre fría. En una nota anterior, dijimos (]ue el vice-almirante, por frajilidad de recuerdo, lo refíere como si hubiera ocurrido en el combate de 28 de febrero.

Ix>s ajentes que Cochrane tenia en Lima le comunicaron que el buque español que se habla presentado al sur del Callao era la corbeta Trujillana^ que venfa de Guayaquil, i que habiéndose desembarcado su capitán, la tripulación se sublevó para dirijirse con el buque a Valparaíso, según se creia.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII 243

Dos días después, el 15 de marzo, se presentó un bergantín con ban- dera blanca que fué detenido por la Chacabuco. El capitán de ese barco, llamado don Meliton Gómez, fué tomado con sus papeles i trasportado a bordo del buque patriota para su reconocimiento. Mien- tras tanto, aprovechándose de una brisa favorable, el barco detenido consiguió penetrar al puerto burlando el bloqueo. Ese barco era espa- ñol, aunque navegaba con bandera portuguesa, habia salido de Mon- tevideo i tocado en Valdivia, i aunque llevaba comunicaciones para el virrei, ellas no podian ejercer influencia alguna en la marcha de los acontecimientos (45).

Aquella situación, sin embargo, amenazaba hacerse sumamente em- barazosa para lord Cochrane. Los víveres de la escuadra, por las causas que veremos mas adelante, comenzaban a escasear; i su falta, que no podia remediarse con las pocas provisiones tomadas a los buques apresados, iba a exijir que se adoptase otro plan de operaciones. El vice- almirante chileno tenia meditado el ataque de las naves enemigas por medio de brulotes; i al efecto, habia preparado una maestranza en la isla de San Lorenzo para cargar de materiales inflamables i esplosivos tres buques mercantes tomados al enemigo. En la tarde del 19 de marzo, el descuido de un trabajador que cargaba el cañón de un fusil destinado a servir en la especie de máquina infernal que se preparaba, produjo una esplosion, i comunicándose instantáneamente el fuego a otros materiales, abrasó a siete artilleros i al mayor Miller que los dirijia, e incendió la tienda en que trabajaban. "Afortunadamente, di- ce el secretario de la escuadra, los botes acudieron pronto, i traspor- taron a los heridos a bordo de los buques, donde fueron asistidos i curados. II El accidente no tuvo mayores consecuencias; pero parecia ser un mal augurio del resultado que se esperaba de aquella ten- tativa.

(45) En la comunicación citada en la nota anterior, Cochrane da todas las noti- cias concernientes a este buque, las cuales están confirmadas en el diario del secre- tario de la escuadra. £1 buque español, cuyo nomlire no se menciona, habia tocado en Valdivia, donde el coronel Montoya, gobernador de la plaza, le tomó la mayor parte de la carga dándole letras sobre Lima para que fueran pagadas por el virrei. fi%\\i mismo se embarcó un oficial realista que no se nombra, encargado de repre- sentar a este alto funcionario la miseria a que estaban reducidos los defensores de la Causa del reí en el sur de Chile. Fué éste quien dispuso la fuga del barco; pero si ^^f se salvó de caer prisionero, fué a aumentar con sus informes la confusión i las angustias del [virrei. £1 capitán de ese barco fué retenido prisionero en la es- Cuadra. '

344 HISTORIA DE CHILE 1819

Apesar de este contratiempo, los aprestos quedaron terminados dos dias después. £1 21 de marzo, lord Cochrane lo dispuso todo para dar el ataque esa noche con los tres buques que tenia preparados. Dos de ellos, la fragata Bárbara i el bergantín Victoria^ cargados solo de ma- teriales inflamables destinados a producir ei incendio entre las naves enemigas, serian dirijidos por el comandante Cárter, de la Chacabuco^ ¡ |X)r el teniente Armstrong, del San Martín, Un bergantín viejo i casi inservible, cargado de materias esplosivas i de granadas, lo sería por el teniente I^wson, de la Lautaro, La lancha cañonera tomada el 2S de febrero a los españoles, provista de un cañón de a 24, apoyaría el ataque bajo el mando del teniente Winter. Por fin, el capitán Forster, de la O'HigginSy mandaría otro de los buques apresados, que provisto de un mortero, debia disparar sus bombas sobre las naves enemigas. Los cuatro buques de la escuadra debían adelantarse al fondeadero para protejer el ataque, obrar por los flancos con su artillería en el momento de la esplosion, i echarse sobre las naves enemigas que pu- dietan escaparse en medio del incendio. Para facilitar la maniobra, suprimiendo todo motivo de embarazo, los prisioneros españoles que estaban detenidos en esos buques, fueron desembarcados en la isla esa misma tatde.

Todo ese plan de ataque había sido bien concebido; pero para su buen éxito era necesario contar con la cooperación activa i eficaz de toda la escuadra, i con una fuerte brisa que permitiese el avance ripido de las naves hacia el surjídero. t'A las doce de la noche, con una fresca brisa, dice Cochrane, se levaron las anclas i empezaron a mo- verse los buques de fuego i el bombardero hacia la línea enemiga. Por una fatalidad inesplícable, solo la O'If/gi^íns los seguía de cerca, sin que pudiera esplicarme la causa porque tardaba el San Martin i la Lautaro en tomar la situación que se les había asignado. El viento también comenzó a aflojar, i un centinela enemigo no tardó en dar la señal de alarma con cohetes de luces. En consecuencia, los castillos i la línea naval realista, rompieron el fuego con toda la confusión de una sorpresa. El desorden en que estuvieron en aquel momento los enemigos, cuyos gritos eran perceptibles, hubiera seguramente favore- cido la empresa; pero la sensií)le tardanza de los otros buques de guerra, i la disminución de la brisa, me obligaron a hacer la señal de volver atrás. Lo efectuaron así los buques sin sufrir el menor daño, a esccpcion del bergantín de esplosion, al cual, por haberse aterrado mucho, le pegó fuego el teniente Lawson, i lo echó a pique £obre la costa enfrente de los castillos. . . A las tres de la mañana del día

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIII 245

guíente (23 de marzo) nuestros buques habían vuelto a fondear cerca e la isla (46).ii

El desenlace de esta frustrada tentativa fué celebrado en el Callao en Lima como una verdadera victoria. El virrei, ademas, tenia noti- a de la escasez de víveres que esperimentaba la escuadra chilena, \ si accidente ocurrido en la isla de San Lorenzo, al cual se le daba lUcha mayor importancia que la que tenia. Cuatro de los prisioneros ^alistas que Cochranc había desembarcado allí, consiguieron fugarse s noche en una balsa, i llevaron a tierra esas noticias. Sin embargo,

permanencia del bloqueo, ademas de depresiva para la arrogancia s los antiguos dominadores de estos paises, que tenían en Lima el íntro de su poder, les impedia mantener i prolongar la guerra en las ;ras colonias, como lo habían hecho hasta entonces, í les acarreaba lemas perjuicios directos i efectivos. En la mañana siguiente de (uel ataque, llegaba a la escuadra una pequeña embarcación partida 2 Huacho, que conducía un ájente patriota encargado de demostrar los marinos las ventajas de ejecutar un desembarco en aquella costa. 1 24 de marzo, la corbeta Chacabuco apresaba a la entrada del puerto na goleta norte-americana llamada Moctezuma que traía de Río Ja- úxo algunas armas i otros artículos de guerra enviados por la lega- on española en el Brasil, i considerada buena presa según el derecho e jentes, era detenida para ser enviada a Valparaíso (47). Después B cerca de un mes de una actitud puramente defensiva, las autorida- es de la plaza se atrevieron a intentar un ataque contra la escuadra loqueadora, probablemente dírijido a distraer su atención i a facilitar . salida de alguno de los buques encerrados en el puerto, i la fuga de

(46) Parte de Cochrane al ministerio de marina de 27 de marzo. Contando allí incendio del bergantín Lucero^ ejecutndo intencionalmente por el ofícial que lo

landaba, el vice-almirante dice lo que sigue: "Es mas que probable que el coman- ante de la plaza sorprenda al virrei con la relación de las buenas punterías con que izo hundirse dicho buque. n En efecto, en las Afemorias de AfiiUr, en la misma ajina en que se cuenta este hecho (tom. I, páj. 187), se lee esta nota: "Al dia guíente ascendió el virrei algunos oficiales empleados en las baterías por haber :hado a pique el brulote, m

(47) Oficio de Cochrane al ministerio de mnrina de 26 de marzo de 1819, publi- ido en la Gaceta estraordinaria de 26 de julio. En el espone el vice-almirante con laridad i lucidez los fundamentos legales de esa captura, espresando que en vista e ellos "no habría la menor vacilación para condenar por los tribunales competen- es la dicha goleta i toda su carga.. 1 El tribunal de presas, establecido en Santiago, alió esa causa en agosto siguiente, declarando buena presa la goleta Moctezuma. |uc quedó incorporada a la escuadra.

246 HISTORIA DE CHILE T819

los prisioneros que quedaban en San Lorenzo. El 25 de marzo, s* "^ venir el dia, se divisó desde los buques una ñotilla de veintiocho lai^ - chas cañoneras apoyadas por un pailebot armado en guerra. I^ escuae - dra se dirijió a ella, i después de un cañoneo de una hora, la dispersc=:^ sin haber recibido otro daño que la de una vela agujereada por um bala. La falta de viento impidió cortar algunas de esas embarcacione! antes que fueran a resguardarse bajo el fuego de los castillos (48). 10. Cochrane 10. Pero aquella situación no podia prolongarse mu- Callao. ^^^ tiempo mas. La escasez de víveres que se habií reconocido en los buques desde dias atrás, comenzaba a tomar 1< mas alarmantes caracteres. En la goleta norte -americana recienU mente apresada, se halló una abundante provisión de harina, i al- gunos licores; pero estos artículos eran insuficientes para remedíai aquel estado de cosas. "El cálculo que se hizo en Valparaiso, i qui debia reglar las operaciones, dice Cochrane en uno de sus infor- mes, comprendia el espacio de cuatro meses, para el cual se habían adquirido los víveres correspondientes. En alta mar se descubrió que los barriles de carne salada recibidos i cargados al gobierno por de trescientas o cuatrocientas libras, o no tenian sino dos tercios de ellas, o si alcanzaban aquel peso era en razón de los huesos, cueros i otras inmundicias mezcladas con el intento de completarlo. Esta defrauda- ción escandalosa no solo es funesta al estado, sino que ha desbaratado i desconcertará siempre que dure, los mejores cálculos, i debe llamar la mas seria atención del supremo gobierno, haciendo pesar toda la respon- sabilidad i pérdidas consiguientes sobre los fraudulentos proveedores, que son los únicos que deben responder por haberse recibido los barri- les sobre la buena de su palabra, en virtud déla precipitación con que fué necesario aprontar los buques para su salida. Con respecto al pan i demás artículos, también se sintió la defíciencia; i sobre el aguardiente, tengo que añadir que la mitad era agua; i aunque esto no ha sido muí perceptible a las tripulaciones, no es justo que el estado sea gravado, pagando un precio subido. m La penuria creada por ese escandaloso fraude de los proveedores debia influir en la marcha de las oF>eracio- nes. "La situación de la escuadra, dice Cochrane en otro informe, se hacia cada dia mas difícil i violenta. Puesto en la dura alternativa de perecer por consunción sosteniendo el bloqueo del Callao, o de levan- tarlo e ir a buscar víveres en las costas vecinas, llegó el preciso mo-

\

(48) Oficio de Cochrane de 26 de marzo (diferente del anterior), i publicado en el mismo periódico»

l8l9 PARTE OCl'AVA. CAPÍTULO XIII 247

mentó en que no podia trepidar en adoptar el partido de salir. . . Los t'íveres, aun puesta la jen te a ración, no alcanzaban mas que para ilgunos días mas, i no podian conseguirse sino dirijiéndose a mano irmada sobre los puntos mas inmediatos. Así, pues, yo tomé mis Hedidas para darme a la vela sin ser sentido por el enemigo; i en vista 3e los mejores informes de algunos amigos de la libertad que existen sn Lima, traté de elejir la costa mas abundante i mas abandonada de los cuidados del virrei (49). ••

En efecto, se dispuso todo para salir del puerto. Los prisioneros desembarcados en San Lorenzo fueron invitados a tomar servicio en la escuadra chilena. Muchos de ellos aceptaron gustosos esta propo- sición; i no queriendo Cochrane llevar en sus buques bocas inittiles, dejó a los demás completamente libres en la isla para que pudieran pasar al Callao i a Lima. En la noche del 26 de marzo, las naves de guerra i los barcos apresados por ellas, levaron cautelosamente las anclas i se alejaron del puerto sin ser sentidos por las autoridades de tierra. La corbeta Chacabuco^ que en aquellas operaciones habia mos- trado su buen andar, fué provista de los víveres que fué posible su- ministrarle para un crucero de algunos días, i se la destinó a voltejear en los afueras del puerto para impedir la entrada de los buques mer- cantes que se acercaran a él, i para mantener al enemigo en un estado constante de intranquilidad i de alarma, ya que éste parecia decidida- mente resuelto a no comprometer sus naves en un combate. Cochrane^ por su parte, iba a acometer empresas de otro orden que habian de perturbar al virrei mucho mas eficazmente que un simple bloqueo.

(49) Los dos oficios de Cochrane de que tomamos los estractos del testo, llevan la fecha de 29 de marzo. Ninguno de ellos fué publicado entonces; pero lo han sido por el contra almirante Uribe Orrego en Los orijenes de nuestra marina^ parte II, cap. VI.

CAPÍTULO XIV

:RACI0NES navales en la costa del PERÚ:

REGRESO DE LA ESCUADRA: APRESTOS PARA UNA NUEVA CAMPAÑA

(Marzo a agosto de 1819)

arte de la escuadra chilena recorre la costa del norte de Lima hasta Huam- desembarcos operados en varios punto*:, ¡ presas tomadas al enemigo. la de Paita. 3. El contra-almirante Blanco se aleja del Callao levantando leo: contrariedad que esperimenta lord Cochrane: recorre éste nuevamente 1 del norte i resuelve regresar a Chile. 4. Inquietudes i alarmas pro- en Chile por la suerte de la escuadra durante su primera campaña al •5. Arril>o a Valparaiso del contra-almirante Blanco: descontento produ- r la suspensión del bloqueo del Callao. 6. Vuelta de lord Cochrane con de la escuadra: embarazos i exijencias oríjinadas por el reparto de las por la remoción del secretario del vice almirante. 7. Llega a Chile una :orbetas mandadas construir a Estados Unidos: el capitán de la otra se n ella de Buenos Aires, i la vende en Rio de Janeiro al gobierno portu- 8. Aprestos de la España para someter las colonias reveladas: amenazas osestranjeros que auxiliasen a los independientes: despacha al PacíHcouna i naval: anuncios del envió de una gran espedicion: perturbaciones que ; este anuncio. 9. Preparativos navales en Chile: fabricación de cohetes ngreve: absolución del contra-almirante Blanco: se concede a los oficiales ería de la escuadra la propiedad absoluta de las presas que hicieren. in de operaciones de la escuadra chilena: recelos que inspiraba el anuncia- >o de la división naval española, i desastre de ésta. ii. Los corsarios: zos que algunos de ellos crean al gobierno.

lartede la es- i. La retirada de la escuadra chilena de las derno7te° de ^^"as del Callao, fué celebrada por los realistas ista Huami»- de esa plaza i de Lima como una victoria. Creíase

embarcos ope- que Cochrane se alejaba convencido de su im- varios puntos, . . . tomadas al pot^ncia para continuar la guerra, que sus naves

habian sufrido serias averías en los pequeños :s anteriores, i que sus tripulaciones, estenuadas de hambre i

250 HISTORIA DE CHILE iSlQ

de fatigas, ansiaban por volverse a Chile. Antes de muchos días debian desvanecerse esas ilusiones.

Cochrane, en efecto, iba a iniciar otras operaciones, ya que la es- cuadra del virrei se obstinaba en mantenerse al abrigo de sus fortifica- ciones. En vista de los informes que le suministraban los ajentes»^ patriotas que habia enviado a tierra, i los que cada día llegaban a la. escuadra, Cochrane reunió el 27 de marzo todas sus fuerzas en las cer- canías de las islas de las Hormigas. La goleta americana Moctezuma^ que acababa de apresar, tripulada ahora por tropas chilenas, fué despa- chada al puerto de Supe, donde sus ajentes debian preparar los socorros que allí tomaría la escuadra, i el grueso de ésta se dirijia al puerto de- Huacho, en cuyas cercanías fondeó en la tarde del 28 de marzo, en medio de una espesa neblina que la sustraia a la vista de las autori- dades de tierra. En la mañana siguiente (29 de marzo) se acercó a las naves chilenas un bote enviado del puerto a inquirir noticias sobre un convoi de buí|ues mercantes que debian llegar de Guayaquil. ««Los individuos que tripulaban ese bote, dice el secretario de la escuadra, eran amigos, í nos sirvieron de guías para fondear en Huacho, donde debíamos renovar nuestra provisión de agua, que estaba a punto de agotarse. Desde allí dirijió lord Cochrane una proclama a los habitan- tes de la costa para hacerles conocer los propósitos a que servia. »«I-as fuerzas de Chile que se han presentado delante de vuestras playas, decia, no tienen otro destino que atacar a sus verdaderos enemigos i a los vuestros. Esta es una reacción con que la justicia castiga a los tiranos que oprimen i promueven la desolación de los pueblos. I/)S jefes del Perú i sus tropas han asolado repetidas veces el territorio de Chile, saqueando indistintamente a los pacíficos moradores de las ha- ciendas i costas; i ahora el rayo formidable de la guerra ha revuelto inevitablemente sobre las mismas cabezas que se han complacido en la esclavitud i aniquilamiento de vuestros hermanos. n Lord Cochrane queria demostrar a esas jentes que cualesquiera que fuesen las even- tualidades de la guerra i los padecimientos que ella impusiese, las hostilidades no afectarían masque a los enemigos de la libertad ame- ricana. Dirijíéndose el mismo dia al comandante de armas de esa localidad, le hacia saber que al desembarcar allí no tenia otro propó- sito que el hacer aguada i adquirir algunos víveres, i que por tanto no emplearia las armas sino en el caso de ser atacado. Un oficial llamado don Pedro Ruiz que mandaba en el pueito por ausencia del comandante, establecido en cl vecino pueblo de Huara, impotente

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIV 25 I

•ara oponer la mas lijera resistencia, se sometió a esa intimación de- larando que no se pondría embarazo para que la escuadra chilena iciera aguada i comprase los víveres que se quisieran vender. El equeño destacamento de tropa que habia en Huacho, se retiró tran- uilamentc al interior.

Desde la mañana del 30 de marzo, empezaron los marinos a cargar gua sin ser inquietados por nadie en su trabajo. En la playa se esta> leció una verdadera feria. Acudian numerosos campesinos, en su layor parte indios indíjenas, cargados de frutas i de otras provisiones [ue se les compraban sin regatear el precio, i en medio del contento de la mejor armonía. Desde la mañana siguiente se observó que no cudia nadie con sus frutos, i luego se supo que el comandante mili- ir de Huara, apellidado Salinas, habia prohibido todo tráfico con los atriotas i mandado arrojar al rio de ese mismo nombre algunas cargas ue se dírijian al puerto. Juzgando que esto era una violación de lo lactado, Cochrane dirijió al jefe del distrito un oficio en que recla- laba de ese procedimiento. Como éste hubiera reunido unos qu¡- lientos milicianos, creyó que podia imponer al enemigo. "Nada temo US amenazas, decia Salinas, pues si V. S. trata de ultrajar los derechos le mi soberano, sabré defenderlos con arreglo a las instrucciones que tara ello tengo. u A las dos de la tarde, Cochrane hizo bajar a tierra inos cuatrocientos hombres entre soldados i marineros con dos pe- [ueñas piezas de artillería, poniéndolos bajo las órdenes del coman- lante Forster con orden de avanzar hasta Huaura, i de dispersar las uerzas realistas. Esta empresa casi no ofreció mas dificultades que la [ue oponian los arenales del camino a la marcha de los cañones i de os soldados. Algunos de éstos se proveyeron de caballos en los cam- >os vecinos, i mandados por dos oficiales apellidados Bernales i Mora, >ersiguieron a las partidas enemigas que se divisaban. A entradas de a noche, las fuerzas patriotas ocuparon el pueblo de Huara, que labian abandonado los realistas. En la administración de rentas ha- laron cerca de dos mil pesos en dinero i una regular provisión de abaco, todo lo cual fué tomado como buena presa. Aunque la pobla- ron habia recibido a los patriotas en son de amigos, i aunque nada lacia temer que pudieran ser atacados, el comandante Forster dispuso i media noche la vuelta a la escuadra para evitar los desórdenes do ia ioldadesca que comenzaba a saquear algunas habitaciones. En su etirada tomó mas de cincuenta cabezas de ganado de propiedad de ealistas, t otras provisiones que fueron llevadas a la costa para ser

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HISTORIA DE CHILE

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embarcadas, junto con las pocas armas i municiones que fué posib rcQOJer (i). Este primer desembarco de las tropas chilenas en el te torio peruano, demostrando la imposibilidad del virrei para defender en toda su estension, iba a estimular las empresas de este orden mié tras no se pudiese contar con fuerzas de tierra capaces de acoinet operaciones mas decisivas.

Esa misma noche (3 1 de marzo) llegaba el contra-almirante do Manuel Blanco, con los dos bergantines chilenos Galvarino i Pueit don que habian quedado en Valparaiso. Habiendo salido de est puerto en la noche del 1 7 de marzo, arribó a la isla de San Loren/j el 28 del mismo mes; i al saber allí por la corbeta Chacabuco que C chrane debia hallarse en Huacho, salió el siguiente día en su busc^ para ponerse a sus órdenes i combinar el plan de operaciones. Co pletado el embarque del agua i de las provisiones de la escuadra, r solvió Cochranc dividirla en dos cuerpos. Uno de ellos, compuesta del navio San Martin^ de la fragata Lautaro^ de la corbeta Chacabuc^^ i del bergantin Fuéirredon^ se destinaria, bajo el mando del contra almirante Blanco, a mantener i estrechar el bloqueo del Callaa E^ otro, formado por la fragata O'Higgins^ por el bergantin Galvarino í por los buques recientemente apresados, iria a la costa no solo pa; tomar otras provisiones, sino con la esperanza de hacer una valios; presa en dinero que algunos comerciantes de Lima enviaban para qu fuese embarcada en aquellos lugares. En cumplimiento de este plan Cochrane fondeaba con todos sus buques en la caleta de Supe' en \ madrugada del 5 de abril. Instruido allí de que las cargas de diner( que buscaba, habian llegado al vecino pueblito de Barranca, desem barco Cochrane inmediatamente una pequeña columna de soldad i marineros i la despachó a cargo del comandante Forster. Una paitidí^- de 20 hombres que pudo proveerse de caballos, se adelantó bajo cK mando del capitán Mora, i sin disparar un tiro se apoderó de catorce costales, o sacos de cuero, i de tres cajones de dinero amonedado í d^ catorce barras de plata. La tropa que escoltaba este tesoro, se disper- só arrojando una parte de él al rio Cochas. Mientras tanto, otra partida patriota habia tomado posesión de la hacienda de don Manuel García,

(i) El vice-almirante ha referido estos hechos en su ofício de 4 de abril, a que acompañaba el parte del comandante Forster. Ambas piezas fueron publicadas junto con otros documentos en la Gaceta cstraorJinaria de 26 de julio. A las noticias alU consignadas, hemos podido agregar las que se encuentran en el diario del secretario de la escuadra.

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español de nacimiento i realista furibundo, muí odiado en esa comnr- ca (2) i sacaba de ella algún ganado, dos mil pilones de azúcar i k'eintisiete barriles de aguardiente, para el consumo de la escuadra. Los habitantes de esos lugares, simpatizando con los invasores, los lyudaban en estos trabajos i en la conducción a la playa de los artículos 'ecojidos. Algunos pedian armas para promover una insurrección, que indudablemente habria sido dominada por los realistas. Ocho de ellos, :emerosos de los castigos de que podian ser víctimas cuando se reti- nasen las naves chilenas, pidieron asilo en la fragata O'Hi^j^inSy i con- jnuaron sirviendo a la causa de la independencia.

El dinero tomado en Barranca, que Cochrane hizo guardar en la x)dega del buque almirante sin abrir los cajones i costales en que renia encerrado, representaba un valor aproximativo de sesenta mil >csos. Era efectivamente de propiedad española; pero un trancante lorte-americano nombrado Eliphalet Smith, que estaba al servicio de 3S realistas, presentóse reclamándolo como suyo, e invocando sus dere- :hos de neutral. Cochrane, después de un prolijo interrogatorio i en ^ista de los documentos del caso, descubrió la superchería; i tratando L Smith con aspereza, lo redujo a descubrir la verdad i a firmarle una leclaracion espresa de ella (3). Entonces supo el vice almirante que

(2) "El español don Manuel García, decía Cochrane en un oíicio de 4 de abril diferente del que hemos citado en la nota anterior), no solo es el mas notable ene- migo de la causa de la América en estos lugares, sino el azote público i privado de odos los vecinos, i de consiguiente e! blanco del odio jeneral.n

(3) En la nota 57, cap. X de esta misma parte de esta Historiay hemos dado no- icia de los primeros servicios prestados a la causa realista por el norte-americano eliphalet Smith, capitán del bergantín goleta J/a^^r/^/z/a;/. Zarpando apresuramente le Valparaíso en la noche del 18 de setiembre de 1818, sin dar aviso a las autorida- les del puerto, llevó al virrei del Perú la noticia del próximo arribo a estos mares le la espedicion española salida de Cádiz i de los aprestos navales, que contra ella e hacian en Chile. En Lima se ofreció a ir en su buque, aprovechando su carácter le neutral, a comunicar a las naves españolas el peligro que las amenazaba. Des- :chado su ofrecimiento por las razones que allí espusimos, el capitán Smith prestó >tros servicios al virrei. Como 1 )s corsarios chilenos recorrían las costas del Perú, :ra mui peligroso para los jefes realistas viajar en las naves españolas; i el jeneral Dsorio, que en esas circunstancias debía regresar a España por la vía de Panamá, iprovechó el ofrecimiento de Smith para trasladarse a este punto en el Macedonian, Este buque fué, sin embargo, perseguitlo por un corsario chileno, lo que obligó a iquel desventurado jefe a desembarcarse antes de llegar a Panamá i a seguir su viaje x>r tierra, según contamos en otra parte (nota 25, capítulo X).

En febrero de 1819, el capitán Smit'i se hallaba con su barco en el Callao, cuan- to este puerto fué bloqueado por la escuadra chilena. La compañía comercial de

254 HISTORIA DE CHILE T819

Otra remesa de dinero de los mismos dueños, hahia pasado hacia poc: para el puerto de Huarmey. Habiendo acelerado cuanto era posibl el embarque del dinero i de las provisiones tomadas en Barranca, co tanta mayor razón cuanto que se sabia que de Lima habían salid

Filipinas, de que era factor o jsrente el acaudalado negociante español don Ped Abadía, debía enviar una considerable cantidad de dinero a Manila; pero el bloqu del puerto hacia imposible este envió. Se convino en despachar por tierra ese teso; hasta el puerto de Huarmey, donde dos de los buques surtos en el Callao, i qv debían dejar el puerto según el decreto de bloqueo, irían a embarcarlo para cond cirio a las Filipinas. Esos buques eran el ñfactdonian (capitán Sroith) i el hergant francés Gazelle (capitán Rouxel). Una primera remesa alcanzó a llegar a Huarme donde también fué tomada por Cochrane, según contaremos en seguida; i la segó da fué capturada en su mayor parte en Barranca, como referimos en el test Smith, que marchaba por tierra junto con la partida de tropa que habia salido Lima custodiando ese tesoro, se presentó inmediatamente en el puerto de Huac a reclamarlo como su propiedad particular, i haciendo sonar su nacionalidad nort americana. Cochrane no se dejó engañar, i el examen de los papeles que Smi habia querido ocultar, le demostró hasta la evidencia la verdad que ya conocía otros antecedentes Í por diversos informes. Como Smith insistiera en su reclamaci Cochrane le contestó que la resolución de este negocio no correspondía al jefe de escuadra sino a los tribunales de Chile, i que en consecuencia estaba resuelto enviar a Valparaíso al l>ergantin goleta Macfdonian i a su capitán para que fiíera juzgados. E^ta resolución perturbó a Smith que temió ser indudablemente cond nado por estos hechos i por su escapada de Valparaíso el año anterior, i ae avino firmar una declaración acerca de los verdaderos dueños del tesoro, a condición d que se le dejara partir con su buque. Li misma declaración firmó pocos días d pues en el puerto de Iluarmey el capitán Rouxel al entregar el dinero embarcado e«: el Gazelle. Sin embargo, sorprendido Smith en manejos análogos, i despojado d tf otra suma de dinero de que era simple conductor (en mayo de 1821), recurrió al gobierno de los Estados Unidos, i éste entabló una jestion diplomática que solo lle|[^ a su término en 1862 por la sentencia arbitral del reí de los belgas. Lo mas eücanda- loso de esta jestion es que se reclamaba por el gobierno norte-americano la devolu- ción de esas cantidades de dinero, no para sus dueños efectivos o para los herederos de éstos, sino para Smith, que en realidad no había sido mas que un ájente de U casa comercial de Abadía.

Smíih no fué, por cierto, el único traficante norte-americano que vino a estos países en esa época a negociar en perjuicio de los independientes. En un libro de viajes muí poco conocido, Voyages to rarioiis parts o/t/te world^ made heiw^n tki years jSoo and iS^it 2.'"* edít., New Vork, 1853), su autor, el capitán mercante George Coggeshall, refiere lo que sigue: "Por las noticias recientes del Perú, supi- mos que lord Cochrane, con una flota chilena, estalla bloqueando el Callao i Lima, ayudado por un fuerte ejército de tierra que mandal>a el jeneral San Martin; que los españoles habían reconcentrado su ejército en Lima i sus contornos, que estaban fuertemente fortificados allí en los castillos del Callao, i que podrían resistir seis largos meses. Supimos que los habitantes de Lima sufrían una falta indescriptible

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tropas de línea para defender aquella costa, los buques chilenos zarpa- han de Supe el 7 de abril i fondeaban en Huarmey en la mañana siguiente. Aunque los habitantes de los contornos se mostraban pro- picios a los patriotas, i comunicaban cuantas noticias podian servir a ^stos, no era posible permanecer allí largo tiempo desde que se supo <]ue el tesoro que se buscaba habia sido embarcado en un buque fran- <:es que habia zarpado del puerto la noche anterior. Provisto de infor- jmes bastante seguros a este respecto, Cochrane se hizo de nuevo a la ^ela en la noche del 9 de abril, el dia siguiente entraba al puerto de Jf uambacho, i sin perder momento apresaba al buque en cuyo perse- guimiento iba. Era éste el bcrgantin francos Gazelle^ salido del Callao después de la declaración del bloqueo, que mediante un fuerte ñete se liabia comprometido a trasportar a Filipinas veinte cajones de dinero Simón edado con un valor de sesenta mil pesos. El capitán de este lauque, llamado Rouxel, fué dejado en libertad con su nave, pocos <lias después, en Paita, así que hubo hecho la entrega del dinero, i firmado la declaración de que éste pertcnecia a los negociantes espa- cióles Abadia i Blanco, establecidos en Lima. En la noche del 11 de abril, Cochrane se diríjia con sus naves a las costas del norte en busca <)el convoi que se esperaba de Guayaquil.

Estas correrías, ejecutadas con tanta actividad i sin contratiempo alguno, debian, como era natural, enfurecer al virrei, i a sus consejeros, así como a todos los servidores i secuaces de la causa realista. La primera noticia llegada a Lima del desembarco de los patriotas en Huacho, i de la ocupación de Huara que dejaron abandonada las mi- licias que la defendían, produjeron un grande estupor; i el despecho

<te muchos artículos i especialmente de provisiones. Al saber estss noticias, Mr. H., un negociante de Nueva York, roe propuso en el mes de octubre que preparase un buque para Lima con el propósito de burlar el bloqueo i aprovechar los altos precios que podian obtenerse en aquella plaza. ^^ En consecuencia, se preparó con la suma de 30,726 pesos un buque i un cargamento, compuesto en su mayor parte de víveres, con el cual salió Coggeshall de Nueva York el 15 de noviembre de 1821. Mas adelante, el autor reñere su arribo al Callao el 6 de marzo de 1822. "Nosotros, dice, hallamos el Callao i Lima en poder de los patriotas (así se denominan los naturales del pais) i el ejército español se habia retirado al interior. En consecuencia, el bloqueo habia sido levantado i el objeto de mi viaje estaba en gran manera frustra- do.ti En ese mismo capítulo (vol. I, chap. VII), sigue contando el capitán Cog- geshatl cómo i a qué precios vendió sus mercaderías a los patiiotas, disimulando el propósito de su viaje, i consigna algunas noticias de cierto interés acerca de lo que vio en el Perú, en Guayaquil i en Panamá, i acerca de otros negociantes compatrio- tas suyos que traficaban alternativamente con los patriotas i con los realistas.

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del partido español no conoció límites cuando se supo que los pohlj dores de aquellos campos habian acudido gustosos a la costa a vende sus frutos a los marinos chilenos. Para defender esa costa i para caí tigar a los invasores i a los que los habían ayudado en sus empresas se organizó apresuradamente una columna de quinientos infantes i da doscientos jinetes, bajo las órdenes de los tenientes coroneles doH Rafael Cevallos Escalera i don Andrés García Camba. Por m&s qu- éstos apresuraran su marcha, tenían que recorrer cerca de veinte I guas, en gran parte de arenales fatigosos para los hombres i los c bal los; i cuando García Camba, a la cabeza de los jinetes, llegó Huara, ya los patriotas habian desembarcado en Supe. Los realis continuaron rápidamente su marcha hacia este punto; pero allí se vi ron burlados en su intento, porque llegaron cuando Cochrane se habí alejado del puerto con los caudales i provisiones que había recojid No pudiendo hacer otra cosa, aquellos jefes se limitaron a castig; con la mayor severidad a los paisanos i campesinos que habian aux liado a los invasores, fusilando a cinco de ellos, mandaron retirarsi mas al interior a los habitantes de la costa, obligándolos a abandona las pobres casas o ranchos en que vivían, i antes de regresar a Lima establecieron en Huara una guarnición regularmente armada, a carg del comandante don Mariano Cucalón. La prensa del virrei celebr la infructuosa espcdicion de Cevallos i García Camba como una seña lada victoria de las armas realistas.

2. Toma de 2. Lord Cochrane, entré tanto, se disponía para da Paita. un golpe mas recio al poder español. Ya que todas sus

dilijencías habian sido estériles para entrar en combate con las nave^ enemigas que se abrigaban bajo los fuegos de las fortalezas del Callao, queria al menos sorprender un convoí (jue debía llegar de Guayaquil. Según los informes recojidos, era éste compuesto de barcos mercantes, ricamente cargados i provistos de artillería, i escoltados por una fragata armada en guerra, i debía hallarse en el puerto de Paita, donde los es- pañoles tenían una guarnición de ciento cincuenta soldados de línea, i un fortín defendido por algunos cañones. Dejando en Huambacho tres délos buques apresados, que le servían de trasportes de carga, pero que eran inútiles para el caso de un combate, zarpaba de ese puerto en la noche del ii de abril, con la fragata 0'Ni\í>ghts i con el bergantín Ga- zelky tripulado en ese momento por marinería chilena; i habiéndose reunido con el Galvarino, que cruzaba en esos contornos, entraba al puerto de Paita en la noche del día 13 de abril. Se hallaban en él siete buques, pero fuera de una pequeña goleta de nacionalidad española.

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eran balleneros ingleses que acudían a surtirse de provisiones. El con* Toi de Guayaquil, que habia estado allí los dias anteriorcF, había regre- sado al puerto de partida, para no encontrarse con la escuadra chilena^ cuyas correrías comenzaban a producir un terror indescriptible enlr^ todas las autoridades de la costa. Como en esa misma noche dos lan- chas patriotas intentaran apoderarse de la goleta española, la batería de la playa rompió sobre ellas el fuego de cañón. . Resuelto a castigar esta agresión, i deseando ademas apoderarse de tas armas que había en la plaza, i de los artículos de propiedad del reí que se guardaban en la aduana, dispuso Cochrane en la mañana si« guíente (14 de abril) que el capitán Forster con ciento veinte hombres iSLJSíse a tierra en una pequeña caleta que se abre al occidente del >uerto, i que trasmontando un cerríto, asaltase por la espalda la báte- la realista. El bergantín Galvarino^ rompiendo sus fuegos sobre ella, lebia llamar la atención de las tropas que la defendían. Este moví- niento fué ejecutado con toda regularidad; pero hallándose ya Forster :erca de los suburbios del pueblo, i queriendo evitar un inútil derra^ namiento de sangre, envió como parlamentario a don Andrés de los Eleyes, caballero peruano que se habia incorporado a la escuadra en el )uerto de Supe, a anunciar que no se trataba de hacer daño alguno a la ;iudad ni a sus habitantes, sino solo de tomar los tesoros de propiedad eal. La respuesta fué que la ciudad, así como las vidas i bienes de ¡US habitantes, pertenecían al reí, i que todos éstos estaban resueltos i sacrifícarse por el pabellón español. Como Forster enviara un scgun- lo mensaje para demostrar la inutilidad de la resistencia, el parlameot ario fué rechazado con una descarga de fusilería, que sin embargo no e hizo daño alguno. Los soldados chilenos avanzaron entonces al paso le carga al asalto de la batería; pero los defensores de ésta, olvidando »us bravatas, habían clavado apresuradamente los cañones i puéstose ^n fuga precipitada hacia el interior, seguidos por un gran número de labitantes del pueblo. Aquellas escaramuzas costaron a los realistas la >érdida de cuatro hombres muertos o heridos de gravedad, mientras jue los patriotas.no tuvieron mas que un herido.

Este aparato de defensa, fué causa de los mas graves desórdenes. lA soldadesca se hizo dueña de la población; i acompañada por la :husma que habia quedado en ella, se entregó a un saqueo desenfre^ lado de las casas, que costó mucho trabajo contener ya entrada la arde. Lord Cochrane hizo circular una proclama en que deplorando rsos excesos, los atribuía a la terquedad ¡ a la perfídia de los defensores le la plaza por haber tratado de oponer una resistencia inútil i por Tomo XII 17

258 HISTORIA DE CHILE T819

haber hecho fuego sobre un parlamentario. «Cuando me he acercad a vuestras playas, decía a los habitantes de Paita, el sentimiento vuestra amistad i conservación dirijia todas mis miras. Solo la condu ta de vuestros opresores, los esclavos de Fernando VII, podía habe^ concitado los furores de la guerra, u En la noche comenzaron a volv a sus habitaciones algunos de los vecinos de la ciudad, i en la manan siguiente se procedió al embarque de las armas, municiones i merca derfas tomadas en la ciudad. Habiendo sabido el almirante que e esa noche habian sido forzadas las puertas del templo de fraile mercenarios, i sustraidos de él algunos vasos sagrados i otros objeto^ del culto, empleó lás mas empeñosas dilijencias para sorprender a lo ladrones, i descubriendo que éstos eran cuatro marineros ingleses d la fragata O'Higgins^ los hizo bajar a tierra i mandó aplicar a cada uncT> de ellos cien azotes a las puertas del templo profanado i en presencia áe la tropa i del pueblo. Los objetos robados fueron devueltos al padre superior de ese convento, entregándosele ademas la suma de mil pesos en dinero para reparar cualquiera pérdida. Con estas medidas quería Cochrane demostrar a los habitantes del Peni que los marinos de Chile no eran los enemigos de la relijion i del culto de que hablaban los realistas de Lima, ni querian estimular, ni siquiera consentir, que se irrogara daño alguno a otras personas que a los sostenedores de la opresión colonial. ««Me lisonjeo que el conjunto de estas medidas, de- cia ai hacer la devolución de esas especies, servirá de una satisfacción pública que hará sentir la diferencia entre los verdaderos patriotas que se honran en servir bajo el estandarte del estado libre de Chile i aque- lla porción de malvados que por un inevitable destino se suelen en- contrar en medio de las mejores sociedades, n

La toma de la plaza de Paita puso a Cochrane en posesión de la goleta Sacramento^ que se hallaba fondeada en la bahía, de cinco ca- ñones con sus pertrechos, i de algunos otros artículos que eran titiles para la escuadra o representaban cierto valor (4). No quedando nada

(4) I^s documentos relativos a la toma de Paita, esto es, el parte dado por Co- chrane desde ia l)ahía del Callao el 7 de mayo, el de Forster, la proclama del vice- almirante i un oficio a la autoridad eclesiástica del puerto, fueron publicados en el número estraordinario de 9 de agosto de la Gaceta ministerial ^ que falta en algunas de las colecciones de ese periódico que se conservan, pero se hallan reproducidos en la Careta de Buenos Aires i en otras publicaciones. A las noticias que alH halla- mos, hemos agregado las que contiene el diario de Alvarez Jonte i alguna consigna- da en la relacicn de Stevenson, que entonces se hallaba a lx)rdo de la (yütggins. Los artículos tomados en Paita eran los siguientes: La goleta Súcramemí^; tres

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las naves españolas en el puerto del Callao, manteniéndose impertur- bablemente bajo el fuego de las fortalezas de la plaza, i las circunstan* tias todas que pudo observar, le hicieron comprender que las naves que mandaba Blanco no habian sufrido ningún contraste, Cochrane no podía esplicarse por qué razón o motivo había ese jefe suspendido el bloqueo del Callao contra sus órdenes, i sin darle siquiera un simple aviso.

I^ ausencia ínesplicable de Blanco i de los cuatro buques que es- taban bajo su mando (el navio San Martin^ la fragata Lautaro^ la cor- beta Chacabuco i el bergantín Pueirredon)^ creaban a loíd Cochrane una situación llena de embarazos i de peligros; pero el jefe de la es- cuadra chilena no era hombre a quien pudiera abatir ninguna contra- riedad, ni amedrentar ningún peligro. Solo, con la fragata (yHiggins^ acababa de penetrar a la bahía del Callao, acercándose a las formidables fortifícaciones del puerto para reconocer la posición de la escuadra enemiga, i con ella se diríjió a Supe en la tarde del 7 de mayo. £1 dia 8, al presentarse delante de ese puerto, pudo notarse un cambio notable en su aspecto. Las habitaciones habian sido quemadas o des- truidas, i la playa aparecía desierta; pero cuando se acercaron a tierra dos lanchas chilenas en busca de víveres, aparecieron piquetes de ca- ballería regular, dispuestos a impedir el desembarco. Tratóse de efec- tuarlo por otro punto de la playa, pero no lo permitió la violenta re- ventazon de las olas. Todo demostraba, ademas, que aquella costa. estaba defendida por fuerza de línea. "En esta virtud, dice Cochrane, determiné enviar una división regular con un cañoncito de montaña al mando del capitán Forster, con dirección a la hacienda del españoY don Manuel García, para trasportar todo lo necesario a nuestro objeto. La tropa desembarcó a media noche, sin ser molestada; i al romper el

de 1819. En oüro oñcio escrito enfrente del Callao el 7 de mayo, manifestaba en términos análogos su sorpresa por no haber encontrado a Blanco en ese puerto o en sus cercanías; pero conservando siempre la entereza de su carácter, i sio aventurar cargos i recriminaciones, trataba de calmar las naturales inquietudes del gobierno tle Chile sobre la suerte de la escuadra. "Vo no dudo, decía, que alguna necesidad invencil>le habrá obligado ai contra-almirante Blanco a separar los buques del punto tlonde debían esperarme; pero me es satisfactorio añadir que ella no ha podido ser de naturaleza que ocasione algún quebranto material a la escuadra, porque por sorprendente que parezca, ello es un hecho que el enemigo ha mantenido i maotiene todas sus fuerzas reunidas en la misma posición en que los dejé cuando me leparé del Callao, sin que se hayan atrevido a aventurar buque alguno de guerra, apcsar de la división de nuestros cruceros.»

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dia estuvo en posesión de dicha hacienda (cerca del pueblo de Ba- rranca) distante legua i media de la playa, n Mientras los soldados pa- triotas almorzaban tranquilamente, se vieron atacados repenlinamcnte por unos ochenta realistas de infantería i de caballería. En el momento» 56 apercibieron aquéllos en actitud de combate bajo las órdenes del sarjento mayor don (iuillermo Miller; i cargando impetuosamente sobre el enemigo, lo pusieron en dispersión i fuga, matando o hiriendo unos <:uantos hombres, i tomando varios prisioneros i algunas armas. Sin tener desde entonces quién les opusiera el menor embarazo, los sol- dados chilenos se apoderaron de mas de doscientos carneros, i tam- bién de algunas vacas que fué necesario ir a buscar mas al interior, i arriándolos hacía la playa, ocuparon los tres dias siguientes en embar- carlos en la CHiggins^ i en los buques apre.sados. Cerca de ciento cincuenta negros esclavos de las haciendas de la costa, cuyo precio representaba un crecido valor (como 400 pesos por cabeza), abando- naron las faenas a que estaban obligados, i acudieron a la escuadra para recobrar su libertad, enrolándose en las tropas chilenas. Mientras tanto, el bergantín GalvartPio se habia dirijido al puerto de Huarmey en busca de cinco lanchas que el virrei enviaba cargadas de armamen- to para Trujillo i Guayaquil, alcanzó a tres de ellas, i no pudiendo apoderarse mas que de una, echó a pique las otras dos.

Pero el comandante militar de Huara, don Mariano Cucalón, tenia <;n este pueblo fuerzas suñcientes para batir a los soldados chilenos que ocupaban a Supe i sus contornos. En efecto, al saber lo que aquí ocurría, puso en movimiento un destacamento de doscientos cincuenta soldados de línea, i llegó a situarse a la vista de los patriotas el 1 3 de mayo, cuando éstos hacían sus últimos aprestos para embarcarse. Un -combate parecía inminente. Los realistas rompieron los fuegos a la distancia sin causar daño alguno, i parecían vacilar en el ataque. Los patriotas que se hallaban en tierra, se reembarcaron tranquilamente, sin precipitación ni pérdida, i cargando todo lo que tenían en la playa. La noticia de estos acontecimientos fué, sin embargo, anunciada en Lima como una victoria de las armas del reí, contándose que los sol- dados de Cochrane, que habían recorrido esos campos como dueños i señores, que se habían provisto ampliamente de víveres, i que habían vuelto a sus naves sin perder un solo hombre i llevándose ademas ciento cincuenta esclavos para engrosar sus filas, habían sido batidos i rechazados por las fuerzas de Cucalón. Como es fácil comprender, estos falsos anuncios de triunfos, lejos de fortificar el prestijio de las armas del reí, lo disminuían considerablemente.

362 HISTORIA DE CHILE 1819

Al salir del puerto, la escuadra sufrió un accidente que contrarió grandemente a Cochrane. La goleta Sacramento^ abundantemente car- gada i destinada a marchar a Chile con la correspondencia del vice- almirante, se varó cerca de la playa por descuido o impericia del piloto ingles (Samuel Duydale) que habia tomado su mando. Amarrándole un fuerte cable, se consiguió ponerla a flote i sacarla a remolque; pero tenia una abertura considerable en su casco, i se fué a pique en la no- che cuando solo se habia sacado una pequeña parte de su carga. t<Sus palos, que habian quedado a descubierto, fueron cortados para apro- vecharlos i para ocultar esta desgracia al enemigo, it dice el secretario de la escuadra. "Esta desgracia, decia Cochrane al gobierno, me obli- ga a recordar la falta de oñciales idóneos; i es de esperar que antes de que ocurran nuevos infortunios de esta clase, podamos poner el reme- dio conveniente.'!

Aunque por las causas que espondremos mas adelante, Cochrane tenia resuelto el dar la vuelta a Chile, ocupó casi todo el resto del mes. en recorrer las costas del norte, tocando primero en Huarmey i en se- guida en Huambacho. Renovó su provisión de agua, hizo lavar la. ropa de los oñciales i de las tripulaciones, utilizando los servicios de doce o catorce negras esclavas que se habian asilado en la escuadra» recojió los ajentes que habia desembarcado en esos lugares, i por fin, hizo salar las carnes del ganado recojido en Supe. Todos estos afanes se ejecutaban con una gran regularidad, porque el ojo previsor i siem- pre alerta del vice-almirante, i su incansable actividad prestaban cons- tante atención hasta a los mas menudos detalles del servicio. Cochrane había infundido a sus subalternos i a sus tripulaciones el espíritu de trabajo, así como en los momentos de peligro el ejemplo de su herois- mo personal les inspiraba valor i entusiasmo.

Terminados estos aprestos, i después de haber tocado nuevamente en el Callao, el 28 de mayo se hacia a la vela para el sur con el pro- pósito de regresar a Valparaiso. Veinte dias antes, hallándose en el puerto de Supe, habia enviado al gobierno de Chile el aviso de esta determinación, dándole el fundamento en que la apoyaba, n Desde nuestra llegada al Callao, decia, el plan del enemigo ha sido uno e inalterable sobre el pié de una verdadera defensiva. No ha habido tentativa, provocación o acontecimiento (jue lo separe de tener aglo- meradas sus fuerzas. . . La propagación de las últimas noticias de Chile (los desastres de Sánchez en la línea del Biobio), han sido sin duda alarmantes para los españoles; pero toda alarma, todo cálculo i aun la facilidad que han tenido estos dias (con el retiro del contra-

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almirante Blanco), no han podido determinarlos a mover su línea del Callao. . . £1 enemigo está atrincherado en su puesto, i no piensa en salir. Nuestra escuadra no puede emprender cosa alguna decisiva so- bre él mientras no tenga los medios de incendiar los barcos del Callao. El bloqueo no puede ser arreglado i sostenido con una prolongación indefínida. Si se trata de saber lo que ahora puede hacer la escuadra en las costas del Perd con solo sus recursos, debo asegurar que todo será parcial, nada sistemado; i una nueva correría talvez se convertirla en un mal. . . Lo que se necesita es sostener el triunfo de la fuerza moral con las bayonetas; i esto no puede hacerlo por sola la escua- dra sin conducir el ejército. «i En consecuencia, queria regresar a Val- paraiso en busca de medios de destrucción mas poderosos que las balas de los cañones, i cuya fabricación había dejado dispuesta en Chile, i con la esperanza de trasportar en pocos meses mas el ejército de tierra, que según sus cálculos debía hallarse listo para emprender una campaña activa i efícaz en el Perú. «^Si se supone, agregaba, que el ejército no puede o no debe por ahora desamparar a Chile, siempre será cierto que la escuadra llenará dos grandes objetos: ani(iuilar la fuerza naval del enemigo saliendo otra vez de Valparaíso con los medios (de ataque), i la habilitación correspondiente; i comenzar la revolución del Perú ya sea por Guayaquil, ya por Arequipa, o por ambos puntos simultáneamente, después de haber obtenido recursos sobrantes no solo para sacar al gobierno de sus apuros, sino para llevar la revolución misma hasta centralizarla en Lima (6)ii. Cochranc crcia

(6) Oficio del vice-almirante al ministerio de marina, fechado en Supe el 9 de mayo de 1819. Para referir toda esta primera campaña de lord Cochrane hemos utilizado particularmente su notable correspondencia con el gobierno, solo en parte publicada en la Gaceta ministerial^ i esto con supresión de algunos pasajes, como dijimos anteriormente. Esa correspondencia, escrita con perfecta claridad, sin fan- farronadas ni jactancias, es un arsenal precioso de noticias de la mas .ilta utilidad l^ara nuestra historia naval. Ya hemos dicho que una gran parte de ella ha sido dada a luz recientemente por el contra-almirante don Luis Uribe Orrego en el segundo tomo de Los orijenes de nuestra marina militat. Nos ha servido, ademas, el diario inédito i orijinal del secretario de la escuadra don Antonio Alvarez Jonte, relación sumaria i descarnada de los hechos, pero escrita dia a dia i en vista de ellos. Las Memorias del jeneral Miller^ el libro citado de Stevenson, i el capítulo I de las me- morias de Cochrane {Narrative of cervices ^ etc.) nos han ayudado a formarnos una idea cabal de los acontecimientos. El Telégrafo^ periódico que comenzó a publicarse dos veces por semana en Santiago, en mayo de 1819, bajo la dirección de don Juan García del Rio, dio a luz algunas noticias sobre las operaciones de la escuadra, in- sertando cartas de los oficiales o empleados que servian en ella. Esas publicaciones

204 HISTORIA DE CHILE 1819

que para acometer esta empresa bastaban mil hombres de buena tro— pa, que seria el niícleo del ejército que podría formarse en el Perú, i al cual se le dotaría de armas llevadas de Chile. Al efecto, adjuntaba un presupuesto detallado de los víveres que debían reunirse para la provisión de esos mil hombres en los primeros cuatro meses de cam- paña, i antes que pudieran procurárselos en el Peni. Para el caráciei^ impetuoso de lord Cochrane, i para su espíritu lleno de recursos en las •mpresas militares, esta proyectada campaña no ofrecía serias difi— cultades.

4. Inquietudes i 4. El gobierno de Chile, mientras tanto, había pa— daYTnV'íiiíe por sado días de la mayor inquietud por la suerte de la. la suerte de la es- escuadra, de la cual no recibía sino de tarde en tarde cuadra durante noticias mas O ménos vagas e incompletas. Al salíi^ paña al Perú. ^^ Valparaíso, Cochrane no había llevado buque al— guno que pudiese destinar al trasporte de su correspondencia; i aunque- en el curso de su campaña se apoderó de algunas naves que habria po* dido destinar a ese objeto, no quiso hacerlo por diversos motivos. Creía que esos buques podían ser útiles de un modo u otro en las operacio- nes bélica*:, i que ademas era peligroso lanzarlos al mar sin el amparo de naves de guerra, esponiéndolos a ser presa del enemigo, que se habría apoderado así de la correspondencia de los patriotas. Pero, el vice- almirante tenia también otro motivo para no empeñarse en enviai comunicaciones. Al salir a campaña había prometido operaciones tras- cendentales i decisivas, que por las causas que dejamos señaladas, no le fué dado verificar; í empeñado su amor propio en realizar esa pro- mesa, esperaba cada día que se le presentase la ocasión de trabar ux^ combate i de alcanzar una victoria que poder comunicar al gobierno- de Chile. Obedeciendo a este propósito, escribía constantemente, casi como un diario de la campaña, sus comunicaciones al ministerio de- marina: pero no las envió sino cuando tuvo que avisar su próximo regreso a Valparaíso.

1 41 fragata de guerra inglesa Andromache^ llegada a este puerto el 6 de marzo, trajo, junto con una carta del secretario de la escuadra, la noticia de que ésta se aprestaba para atacar al Callao. Desde en- tonces, como debe suponerse, fué mayor la inquietud; i las noticias

contribuyen a aumentar el caudal de noticias de que hemos podido disponer. Por pane de los realistas, las relaciones son mucho mas escasas, i casi se reducen a lot libros citados de Torrente i de García Camba, i a los pocos documento que daba a. luz la Gaceta de Lima.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIV 265

comunicadas por otros buques que arribaban de tiempo en tiempo, no bastaban para hacerla desaparecer. Contribu ian a aumentar la alarma, las noticias que llegaban de varios puntos de la costa de haberse visto pasar naves desconocidas que se creian españolas i despachadas del Perú para hostilizar el comercio de Chile, atacar algún puerto, desem- barcar refuerzos para el enemigo, o a lo menos para dejar ajentes que exitasen el descontento contra las nuevas instituciones i que comuni- casen al virrei noticias de lo que aquí ocurria. La vijilancia del gobier- no no perdonaba dilijencia para frustrar los planes que a ese respecto podía preparar el enemigo. A principios de marzo supo el director supremo que el virrei del Perú habia despachado hacia un mes un bu- que que debia traer a Talcahuano a la mayor parte de los chilenos que fueron enviados presos por Marcó en febrero de 1817, i que se hallaban detenidos en Lima i el Callao. Este acto no parecía un rasgo de simple humanidad. El virrei creía que Talcahuano estaba en poder de los realistas bajo el mando de Sánchez, al cual se le enviaban co- municaciones i algunos socorros. Rechazado de ese puerto por las autoridades patriotas, según órdenes del gobierno, ese buque tuvo que dirijirse a Valparaíso donde se le mantuvo bajo la mas estricta víji lancía hasta después del regreso de la escuadra, cuando viéndose que no habia nada que temer, se le permitió que vendiera las mercaderías que su capitán habia traído (7).

(7) E^c buque era el bergantín Trinidad^ cuyo capitán era un español llamado <don Domingo Espinosa que habia aceptado esa comisión con la esperanza de hacer vn buen negocio vendiendo en Chile algunos productos del Perú que, como la azú- car, hablan alcanzado en nuestros puertos, por el estado de guerra, 11 n precio muí alto. El gobierno tuvo noticia a principios de marzo de que venia del Perú un bu- <|ue cuya nacionalidad no se anunciaba, a dejar en Talcahuano los individuos de <iue hablamos en el texto. Con fecha de 5 de marzo, el ministerio de marina impar- tió drden al intendente de Concepción para que en llegando ese buque a Talcahuano, permitiera que bajasen solo a tierra los chilenos que volvian de la espatriacion i el parlamentario que debia entregarlos; pero que no consintiese que los demás tripulan- tes se comunicasen con nadie; i que hiciera salir el buque dentro del plazo de algu- nas horas, suministrándole víveres en caso que careciese de ellos, para regresar al Perú. £1 l>ergantin Trinidad llegó, en efecto, en esos mismos dias a Talcahuano; i encontrando este puerto ocupado por los patriotas, se dirijiú a Valparaíso, donde llegó el 12 de marzo. Alli desembarcó a los individuos que volvian de la espatria- cion, i entregó las comunicaciones que sobre canje de prisioneros enviaba el virrei al jeneral San Martin, que, como se recordaní, se hallaba entonces en Mendoza . El bergantín 7r//fiV(íZ^ fué puesto en absoluta incomunicación. El ministerio de marina» rfecomendando al gobernador de Valparaíso el mantenimiento de estas medidas precautorias, le decia en oficio de 19 de marzo lo que sigue: "Servirá a V. S. de

206 HISTORIA DE CHILE 1819

Fué Otro motivo de desazón para el gobierno la noticia del apre— Sarniento de naves i de mercaderías de neutrales que Cochrane habla. efectuado en la campaña naval. El director supremo i sus consejeros no desconocian la razón i la justicia de esos procedimientos dentro de- las prácticas autorizadas de la guerra; pero sabían que ellos habriaa de traer embarazos i dificultades de todo orden, i reclamaciones diplo- máticas tanto mas premiosas cuanto que serian dirijidas a nombre de- naciones poderosas a un estado naciente i cuya autonomía aun no habla sido reconocida. Su política a este respecto lo llevó a actos que en otra situación habrian sido vituperables. En los primeros dias de marzo fué detenida en Valparaíso la fragata francesa Estafetie^ que^ según la declaración de su capitán, conducía armas para los realistas» del Perú. Instruido de este hecho, el ministro de marina dio al gober- nador de ese puerto la orden siguiente: ««Haga V. S. entender al citado capitán que por las leyes del país i del derecho común de lí^ guerra, su buque i su cargamento deberían ser confiscados; pero que- teniendo solamente presentes las consideraciones que el estado de Chile se ha propuesto guardar a todas las naciones estranjeras, quiere S. E. el director supremo en honor del pabellón francés, hacer callar el rigor de las leyes que desnudas de toda contemplación, condenarían de buena presa la fragata Estafette^ relevándolo de esta suerte i admi- tiéndolo como buque de comercio, con la precisa condición de que deberá inmediatamente descargar todas las armas que trae a su bordo, quedanJo en libertad para efectuar su venta; i en cuanto a lo demás de su cargamento podrá igualmente venderlo si le acomodare; bien entendido que de no hacerlo así, estará obligado a hacerse a la vela dentro de veinticuatro horas, como se lo ordenará V. S., después de haber descargado las armas, que de ningún modo podrá conducir (8).»

prevención que el gobierno está informado exactamente de que Espinosa es sama- mente vivo, cauteloso i lleno de ardides; i bajo este doble aspecto, obrará V. S. en consecuencia. ^^ Sin embargo, por representación i dilijencia de los mismos patriotas que volvieron a Chile en ese barco, i que habiendo tratado de cerca a Espinosa, tenían por el amistad i aprecio, el gobierno le permitió bajar a tierra, vender sus mcrcaderias, haciéndole la rebaja de la mitad de los derechos de importación que debia pagar por ellas, en premio del servicio prestado con, la repatriación de los chilenos confinados al I'erú, i luego se le permitió navegar libremente en estos ma- res, con tal de no hacerlo en los puertos bloqueados por nuestra escuadra. Véanse a este respecto las actas del senado de 14 de abril i 6 de mayo de 1819 en el volu- men II de las Sesiones de los aierpos Ujislativos de Chile,

(8) Oficio del ministro de la guerra don José Ignacio Zenteno al gobernador de Valparaíso de 15 de marzo de 1819.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPIIULOXIV 267

CJonocida esta disposición, se comprenderá cuánto habían de contra- riar al gobierno de Chile, las presas de propiedad neutral hechas por lord Cochrane en el Perú, aunque perfectamente justificadas, i mas propiamente que ellas, la intervención de traficantes eslranjeros que venían a favorecer a los realistas haciendo servir su carácter de neu- trales i la protección de sus gobiernos respectivos.

Las dificultades previstas no tardaron en aparecer. £1 capitán Shi- rreff, comandante de la fragata de S. M. B. Androniache^ inclinado en favor de los patriotas, reclamaba desde fines de abril contra la esten- sion dada al bloqueo de las costas del Perü, i exijia que éste no se hiciese comprensivo a los buques de guerra de las naciones neutrales, que podrían seguir entrando a los puertos bloqueados. Lord Cochrane no se negaba en realidad a reconocer este derecho; pero quería que se le ejerciera lealmente i sin aprovecharse de él para servir al ene- migo (9). Para sancionar la legalidad de las presas hechas así por las naves de guerra como por los corsarios, el director supremo habia creado un tribunal especial compuesto de los doctores don Silvestre Lazo, don José Antonio Astorga i don Bernardo Vera, el último de los cuales acababa de regresar de la confinación a Mendoza a que fué condenado el año anterior. Apesar del celo que éstos desplegaron en el desempeño de ese delicado cargo, la falta de leyes i de reglamentos suficientemente claros, la inesperíencia de todos los letrados de Chile en materias tan complejas i delicadas, la escasez de libros en que estudiar las prácticas de las naciones mas adelantadas, i sobre todo la persistencia i hasta la arrogancia de muchas de las reclamaciones, crea- ban cada día embarazos i dificultades.

La necesidad de proveer a la escuadra de víveres i de otros ele-

(9) En un estenso oBcio escrito por Cochrane delante del Callao el 7 de mayo, esplicaba con toda claridad la norma a que según los principios del derecho de jen- tes, quería ajustar su conducta en cuanto al bloqueo i al contrabando de guerra. "No dude V. S., decia al ministro de marina, que mi conducta no comprometerá ni el honor del pal>ellon ni los intereses que S. £. el director supremo recomienda res- pecto a las naciones neutrales. Pero permítame V. S. el indicarle que importarla mucho que S. E. empeñase el honor de todos los comandantes de buques de guerra que se presenten en Chile para que no conviertan sus embarcaciones de guerra en almacenes de contrabando o en trasportes comerciales del enemigo. Kilos tienen un del>er de cumplirlo asi; i el estado de Chüe un derecho incuestionable para exijir- lo.ii Lord Cochrane, acostumbrado a discutir i a ver discutir estas cuestiones l>ajo el poderoso pal)ellon de la Gran Bretaña, no podía convenir en que no rijieran las mismos principios de derecho internacional en las relaciones entre Chile i las gran- des potencias.

268 HISTORIA DE CHILE 1819

nientos durante la campaña, impuso al gobierno esfuerzos i sacrifícios considerables, nacidos no solo de la pobreza del tesoro publico, sino- de la escasez que había en estos mares de embarcaciones que poder ñetar sin esponerse a que se dirijiesen a otro puerto a vender su carga o a entregarla al enemigo. Como se recordará, la escuadra había saca- do provisiones calculadas para cuatro meses; i cuando el vice-almírante- descubrió que por fraude de los proveedores, ellas eran del todo den- cientes, había ido a tomarlas por la fuerza en la costa del norte del Callao. El gobierno de Chile, que no estaba al cabo de estas ocurren- cias, se había afanado, por su parte, por procurarse medios de suplir esa necesidad. Se equipaba entonces en Valparaiso la fragata RosQy la misma en que lord Cochrane vino de Europa, para salir al mar en una campaña de corso bajo el mando de su capitán John Illínworth^ marino tan intrépido como intelijente, a quien el gobierno de Chile acababa de dar el grado de capitán de corbeta de la escuadra nacio- nal. Ese buque, perfectamente armado i tripulado, que con el nombre

de Rosa de los Andes^ iba a ejecutar en el mar proezas memorables, salió de Valparaiso el 25 de abril llevando a su bordo municiones de boca i de guerra para lord Cochrane. En esos mismos dias se despa chaba de ese puerto con el mismo destixo un buque norte-amen cano, el bergantín Elena Maria^ cargado con cinco mil quintales d provisiones, fuera de una crecida cantidad de víveres escojídos qu O'Híggins enviaba de obsequio al vice-almirante chileno. Como lo temió el gobierno desde que tuvo la primera noticia de haberse levan__ tado el bloqueo del Callao, ese buque fué incautamente a caer en po- der de los realistas (10).

Contribuían a aumentar la inquietud del gobierno i del pueblo de- Chíle las falsas noticias que circulaban con gran rapidez, revistiendo en ocasiones todas las apariencias de verdad. En la noche del 14 de mayo llegaba a Santiago una comunicación del capitán de puerto de Valpa-

(10) Sobre el despacho de este buque existen dos órdenes del ministerio de man- na al goberna>Ior de Valparaiso de 22 de abril de 1819, i un ofício déla misma fecha dírijido a lord Cochrane. Sobre su captura por los españoles, hallamos en El Ttle^ j^^rafo de 9 de julio una carta muí noticiosa escrita en Valparaiso cuatro diis antes, en que se leen las lineas siguientes: "Luego que se notó en Lima la retirada de nuestra escuadra, mandó el virrei que la fragata Veni^ama con el pailebot Aratizazti alternasen con la Esmtrjlda i el Maifo en las salidas diarias que debían hacer para practicar reconocimientos. En una de esas salidas, la Fir/i^az/sa encontró al bergan-^ tin Elena Alaria que conducia víveres i pertrechos de guerra para la escuadra cfai* lena, ¡ lo metió al Callao.*'

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l8t9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIV 269

raiso en que anunciaba que un buque ingles que no podía entrar al ánnácaáero por falta de viento, i que era conductor de la correspon- dencia de la escuadra que no quería entregar sino al gobernador de la p!aza, anunciaba que Cochrane se habia apoderado del valioso convoi de Guayaquil i de la fragata Cleopatra^ armada en guerra, que lo es- coltaba. En el momento se echaron a vuelo las campanas, se hicieron salvas de artillería, i un numeroso jentío acudió al palacio en medio del ^ran contento producido por aquella noticia. £1 dia siguiente, cuando llegó la correspondencia esperada, se supo que si bien la escuadra ha- bía hecho valiosas presas i se hallaba en buen pié, estaba a las iiltíma> íechas preparándose para marchar a Paita en busca del convoi aludi- do. El gobierno se vio en la necesidad de publicar una esplicacion de estos hechos para mantener el prestijio de las noticias oñcíales (ci). Tiste no bastó, sin embargo, para poner atajo a la circulación de no- ticias desautorizadas, que en un sentido o en otro mantenían la inquie- tud sobre la suerte de la escuadra.

(i i) El buque que dio oríjen a esa noticia, era el berganlin mercante ingles Ca- Jalina^ que Cochrane habia encontrado en Huambacho, el lo de abril, cuando se prcparalra para marchar a Paita en busca del convoi de Guayaquil. Aquel bur|ue suministró a la escuadra algunas provisiones; i como su capitán, que se mostraba mui inclinado a la causa de los patriotas, estuviera preparándose para dirijirse a Valparaíso, el vice-almirante le entregó un pliego para el ministerio de marina, i el- secretario de la escuadra una carta particular para el supremo director de Chile. Probablemente* cuando al acercarse al puerto, i antes de entregar aquellas comuni- caciones, se le preguntaron noticias de la escuadra, el capitán del Catalina dijo que Cochrane habia quedado aprestándose para asaltar el convoi de Guayaquil, empresa que no podía dejar de tener buen éxito; i este informe se convirtió en la noticia que> fué comunicada a Santiago, i que aquí se celebró tan estrepitosamente. £1 domin- go x6 de mayo se publicó un número estraordinario de la Gaceta ministerial en que se rectiBcaba la noticia reduciéndola a sus verdaderos límites, i acompañándola como comprobante del oñcio de lord Cochrane i de un fragmento de la carta de Alvares Jonte, piezas ambas en que se hacia un simple resumen de las ope- raciones de la escuadra. Esas pietas eran las primeras comunicaciones que se re-- cibian del vice-almirante, de cuyos hechos no se tenían hasta entonces mas que. las noticias que comunicaban algunos buques al llegar de las costas del Perú. La. carta de Alvares Jonte en que hablaba de las ventajas alcanzadas hasta entonces, i de las buenas disposiciones de los peruanos en favor de la independencia, i en que psdia con particular insistencia el envío del ejército que debía operar en tierra, cir-' culo en muchas copias, algunas de las cuales fueron enviadas a San Martin i a Puei- rredon. Don Gonzalo Búines la ha publicado integra en una nota de la pajina 2^0 del tomo I de su Historia de la espedicion libertadora del Peni,

270 HISTORIA DE CHILE l8ig

5. Arribo a Val- 5. El buque que dió oríjen a la circulación de esa paraíso del con- f^j^^ noticia, trajo a Chile la primera comunicación

tra - almirante ' ■' *

Blanco: descon- de Cochrane que hubiese llegado sobre las opera-

tenio producido ciones de la escuadra. «• Descanse el gobierno, decia

por la suspensión .... , r j i_ 1

*del bloqueo del ^ vice-almirante, en la satisfacción de saber que el

Callao. honor de la bandera de Chile ha sido sostenido en

todo el Pacífico sin que fuerza alguna se haya atrevido a competir con nuestra escuadra a pesar de su inferioridad numérica. n Según ese in- forme, el contra-almirante Blanco mantenia al Callao en estrecho blo- queo, mientras Cochrane recorría las costas del norte hostilizando te- nazmente al enemigo. Todo hacia creer que esa situación se prolongaría por mucho tiempo mas.

Contra toda espectativa, el 25 de mayo fondeaba en Valparaíso el navio Safí Martin. El contra-almirante Blanco que venia en él, anun- ciaba ese mismo dia que hallándose escaso de víveres, había tratado de procurárselos en la costa del. Perú; i que no pudíendo conseguirlo, se había visto forzado a levantar el 3 de mayo (es decir dos días antes que llegara Cochrane a buscarlo a esos parajes), el bloqueo del Callao con lodos los buques de su división, que debían llegar en pocos días mas a Valparaíso. Este acontecimiento produjo una esplosion de dis- gusto en el gobierno i en el pueblo. Creyóse al principio que la escua- dra había sufrido un gran desastre; i cuando el gobierno para calmar la intranquilidad publica, comunicó lo ocurrido a las ]>ersonas que en tropel acudían al palacio en busca de noticias, nacieron quejas violen- tas i apasionadas. A pesar del alto i merecido prestijio que Blanco se había conquistado por su feliz campaña de 1818, todos reprobaban ahora el abandono del bloqueo del Callao, particularmente por haber dejado a Cochrane con la parte mas débil de la escuadra, sin darle si- quiera aviso de su partida. Se creía por todos que las naves chilenas tenían víveres suficientes para sostenerse hasta haber recibido las nue- vas remesas que se les enviaban de Valparaíso, i que en illtímo caso ha- brían podido procurárselos en la co.sta del Perú. El mismo dia resolvió el director supremo desaprobar la conducta del contra almirante Blan- co, sometiéndolo a juicio, i quitándole el mando de la división naval pa- ra entregarlo al capitán Guise, comandante de la fragata Lautaro] \ or- denar que éste saliera en el menor tiempo posible con aquellas naves a continuar las operaciones bélicas que dirijia lord Cochrane (12).

(12) Las acusaciones de que entonces se hizo objeto al contra-almirante Blanco habrían podido acabar con el prestijio de un hombre de menos mérito que ri suyo.

l8l9 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XIV 27 I

Para acelerar estos aprestos, O'Higgins se trasladó sin tai danza a Valparaíso, a donde llegó a entradas de la noche del 29 de mayo, cuando ya habian arribado al puerto el navio San Mar Un i la corbeta Chacabuco^ que formaban parte de la división de Blanco. Recibido

Sus antecedentes como militar del ejército de tierra en la retirada de Cancharraya- xla i en la Imtalla de Maipo, i como marino en la brillante i feliz campaña de 1818, lo escudaron entonces, asi como sus servicios posteriores dieron nuevo lustre a su nombre. En el primer momento de sal)erse el abandono del bloqueo del Callao, el descontento público pareció olvidar aquellos antecedentes. El Telégrafo^ único pe- riódico que se publicaba en Santiago, fuera de la Gaceta oñcial, se puso francamente «n contra de Blanco; i el gobierno mostró en el primer momento la moyor severi- dad. Al pié del oficio en que aquel comunical^a su arribo a Valparaíso, puso el mi- nistro de la guerra la siguiente providencia: "Contéstese al oficiante que mientras cjue en un consejo de guerra se examina su conducta relativamente a haber alzado d bloqueo, permanezca arrestado en su casa. Zentato.u

Va el dia anterior, es decir el 26 de mayo, el ministro de marina habia diiijido a Blanco el oñcio siguiente: "Ha causado al gobierno el mayor sentimiento la intem- pestiva e inesperada llegada de V. S. con el San Martin i demás buques que i-e le -li-ibian confiado.. Este acontecimiento ha destruido enteramente los planes concer- tados con el almirante Cochrane sobre las operaciones futuras que debían realizarse en la costa del Perú. En vista de todo, ha resuelto S. E., de cuya orden tengo el honor de comunicarlo a V. S., entregue el mando de esa división al capitán Guise que deberá inmediatamente efectuar su salida para reunirse a lord Cochrane. Avi- sólo a V. S. de suprema orden para su conocimiento i cumplimiento, contestándole el recibo de su oficio de ayer i parte que incluye a S. E. Dios guarde a V. S. mu- chos años. Santiago, mayo 26 de 18 19. José I¡piacio Zenteno,\%

Con la misma fecha se escribió un oficio a Cochrane para avisarle esta determina- ción i los motivos que la habian aconsejado. En un decreto espedido el dia 27, de- cía el supremo 'director lo que sigue: "La llegada a Valparaiso de los buques de la división del contra-almirante Blanco, ha exitado el patriotismo de este vecindario, de modo que muchos individuos han ocurrido al gobierno a hacer jenerosas ofertas de dinero para contribuir a su mas pronta rehabilitación i vuelta al mar-i» En con- secuencia, organizó una comisión encargada de recaudar esos donativos, i compuesta del rejidor del cabildo de Santia;|[o don Benito Vargas i de los comerciantes don Felipe Santiago del Solar, don Diego Antonio Barros i don Estanislao Lynch. Mas adelante veremos el resultado de estas dilijencias.

£1 descontento del director supremo se revela mas claramente todavía en su co: rrespondencia particular con San Martin: "¡Qué ratos tan amargos me hace pasar nuestro amigo Blanco con su regreso del bloqueo del Callao! decia en carta de 3 de junio. ¡I todo esto tan injustamente! lloi mismo acabo de cerciorarme de que les ha sobrado un mes de víveres, fuera de los que han desperdiciado, de suerte que el Elefta Maria^ que debió haber llegado a las inmediaciones del Callao seis dias des- pués del abandono del bloqueo, tal vez sea presa de los enemigos (ya sabemos qu^ e$te pronóstico se realizó). Conducía cinco mil quíntales de víveres de todas clase?, i lo que es mas sensible, lo? cohetes incendiarios. Blanco está arrestado, i no saldrsjl

272 HISTORIA DE CHILE 1819

allí con repiques de campanas i con otras manifestaciones de simpatía í aplauso, el director supremo visitó luego los buque«, se impuso dete- nidamente de su estado i de todo lo ocurrido, i dio sin tardanza las órdenes para acelerar la partida de la división. «'Apesar del empe- ño con que S. £. mira este asunto, dice una carta escrita en Valpa- raiso el 31 de mayo, es imposible que salgan los buques antes de doce dias.M En efecto, se suscitaba una diñcultad al parecer insubsanable. Era menester pagar los sueldos atrasados a la pfícialidad i a la mari- nería desde el dia que se abrió la campaña. Ademas, las tripulaciones estranjeras habian sido enganchadas por el término de nueve meses: una parte de ellas habia cumplido su término de servicio, i ahora cxi- jia que se le pagara un nuevo enganche para seguir sirviendo. Mien- tras tanto, el erario piiblico, siempre escaso de fondos, estaba ahora del todo desprovisto para atender a esta eventualidad en que no se habia pensado, en la confíanza de que la escuadra no volvería tan pronto, i de que cuando llegase traeria los recursos para llenar esa ne- cesidad. Sinembargo, sacando de la tesorería el poco dinero que pudo hallar, pidiéndolo a los particulares, ya por donativo, yA por emprés. tito, consiguió satisfacer cumplidamente los mas premiosos compromi- sos. Los comerciantes estranjeros que comenzaban a hacer buenos ne- gocios con las franquicias creadas por el nuevo réjimen, i algunos de los cuales habian obtenido grandes utilidades en las empresas de corso, se particularizaron en aquella ocasión. «Los estranjeros se han portado mui bien, escribía O'Higgins a San Martin el 3 de junio. Nos han prestado mas de 40,000 pesos para el nuevo apresto de la escuadra, sin lo cual no hubiera sido fácil su pronta salida.n El director supre- mas por mi voto. Él ha abusado de nuestra amistad por O.O.n (la lejía lautarína deque Blanco era socio). —"La suspensión del bloqueo de Lima por Blanco me tiene incomodado hasta lo último, decin el 27 de junio. Cada dia siento mas i mas el peso de semejante resolución. Kl mismo lord Cochraneha sentido tal conducta, tanto mas así cuanto que dicho lord me asegura que toda la costa está provista de vi- veres para los patriotas; i él tuvo que dejar quinientas vacas que le sobraron. Blan- co podia hal>erlo$ adquirido para un año.u Advertiremos aquí que las cartas de que tomamos estos fragmentos, no están incluidas en la correspondencia publicada por don Bartolomé Mitre en sus apéndices de la Historia de San Martin^ si bien de la ptimera de ellas se han estractado los trozos con que comienza. Advertiremos aqui que esta carta de 3 de junio fué escrita en Valparaíso, donde O'Higgins se hallaba desde cuatro dias atrás, si bien por una distracción fácilmente concebible, escribió «'Santiago, II como el lugar de donde la despachaba.

Ya veremos mas adelante modificarse esta opinión, absolver a Blanco en el juicio (fue se le segaia, i volver a Hamarlo al servicio naval.

l8l9 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XIV 273

mo, ademas, aprovechó su estadia en Valparaíso para regularizar me- diante un trabajo sostenido, los nuevos enganches, haciéndolos inscribir en rejistros mucho mas ordenados que los que se usaban hasta enton- ces i cortando numerosos abusos de detalle que comenzaban a intro- ducirse en este ramo del servicio público. El ministro Zenteno, espe- rimentado en las tareas de oficina, fué entonces, como lo habia sido siempre, un excelente colaborador, i contribuyó eficazmente a cimentar i mantener la mas estricta economía.

e Vuelta de lord Co- 6. Sin embargo, la empresa de hacer partir nue- chrane con el resto ,1 •. , . , ,.

de la escuadra: em- vamente aquella división naval, no alcanzó a lie

barazos i cxijencias varse a efecto. El 17 de junio llegaba improvisa-

onjinadüs por el re- , ^ _. , . , , . _,'

parto de las presas i damente a Valparaíso el vice-almirante Cochrane

por la remoción del con la fragata O' Higgins. Aunque antes de su secretario del vice

almirante. partida de las costas del Perú habia despachado

<lesde las cercanías de Supe uno de los buques apresados para que tra- jera a Chile su correspondencia i el aviso de su próxima vuelta, la per- lidia del capitán que lo mandaba, habia burlado los propósitos del vice- almirante (13). í^rd Cochrane, al desembarcar, fué recibido por el

(13) Como contamos mas atrás, hallándose Cochrane en el puerto de Supe a me- diados de mayo, resolvió enviar a Chile la goleta Sacramento con su corresponden- cia, i con el aviso de su próximo regreso a Chile. El naufrajio de ese barco, que dejamos referido, lo obligó a tomar otra determinación. ««Con motivo de esta pérdida, decía en oficio de 16 de mayo, he tenido a bien habilitar al l)ergantin Veloz^ otra de las presas, con cargamento de azúcar, a cargo del maestre Mr. Ebron Ilering. Éste deberá entregar el eajon de correspondencia cerrado i sellado con el sello co- mún de que hago usan En ese bergantin se embarcaron el teniente coronel Berna- Íes, don Andrés de ios Reyes, el presbítero don Cayetano Requena i don J uan Franco, que querían venir del Perú a ofrecer sus servicios para la preparación de la espedicion libertadora. KI Veloz zarpó del puerto acompañado por el l)ergantin Gal- variuúj que debía escoltarlo hasta Chorrillos.

Ebron lieríng eia un piloto norte-americano que se habia agregado a la escuadra en las costas del Perú, i que fínjiéndose adicto a los patriotas, habia conseguido ga- narse la confianza de lord Cochrane para que se le encargara esa comisión; pero hallándose en alta mar, concibió el proyecto de alzarse con el buque i con su carga- mento para convertirlos por una negra i criminal perfidia, en su propiedad particu- lar. Habiendo hecho rumbo a la isla grande de Juan Fernandez, se puso al frente de la marinería estranjera, apresó a cuatro marineros chilenos que habia en la nave, i dirijiéndose a ios cuatro pasajeros que lie valia, les comunicó que como ésta era de propiedad española, habia determinado regresar al Perú j^ara entregarla a sus ver- daderos dueños; pero que no queriendo entregar a los pasajeros i a los marineros chilenos, estaba resuelto a dejarlos en esa isla. Fueron inútiles las representaciones, protestas i promesas; i todo lo que estos últimos pudieron conseguir fué que se le$ Tomo XII 18

274 HISTORIA DE CHILE 1819

pueblo en medio de las mas entusiastas aclamaciones, i por el directo supremo con las muestras mas sinceras de estimación i de ap1aus< Apesar de que el resultado de la campaña no correspondía a las espe- ranzas que habia hecho concebir, todo el mundo creia que el vice-

entregara la caja de la correspondencia de lord Cochrine, cuatro colchones i algu nos víveres. El 15 de junio, se les hizo bajar a un bote para que se dirijieran a la isla; i el l)ergant¡n Vehz volvió a hacerse a la vela.

Dirijióse éste a los mares de la India, i se hallaba a unas cien leguas al noroeste de Junn Fernandez, cuando se encontró con el bergantín Galvarino^ que Cochrane habia dejado voltejeando en la costa del Perú, i que ahora regresaba a Valparaíso. Detenido por éste, cl crimen del capitán Ebron Hering habría debido ser descu- bierto i castigado; pero el capitán Spry del bergantín chileno se dejó engallar como un niño. Le dijo aquél que aunque habia salido de Supe con orden de llegar a Chi* le lo mas pronto posible, se había visto detenido por vientos contrarios, i que sus víveres estaban a punto de concluirse. Spry le suministró una buena cantidad de provisiones, i para facilitar la marcha del bergantín Veloz í navegar en conserva, lo tomó a remolque. En esa condición continuaron el viaje durante tres días. Como se comprenderá, Ebron Mering no quería llegar a Valparaíso, donde indudablemente habría sido castigado i habría perdido el fruto de su crimen. Una noche cortó la guindaleza o cable que amarraba su buque al GalvarinOy i habiendo tomado otra dirección, no volvió a tenerse noticia de él. El Galvarino llegó a Valparaíso el 8 de julio; i cuando su capitán reñríó estos incidentes, no cesaba de repetir que no había tenido la menor sospecha de la falsía de Ebron Hcríng, a quien creia empeñado en cumplir el encargo dado por Cochrane. El capitán Spry aseguraba que el Veloz no tardaría en llegar a Valparaíso.

En este puerto se tenía entonces noticia cabal de lo ocurrido. Los patriotas aban' donados en Juan Fernandez, usando el bote que se les habia dejado, se díríjieron a un buque que pasaba cerca de la isla, i que se detuvo a la vista de las seSales que se le hacían. Era una fragata llamada Tiburtina^ de nacionalidad romana, que ha- bía estado hacia poco en Valparaíso, donde vendió sus mercaderías, i que ahora regresaba a Buenos Aires. El capitán de ese barco llamado Cristóbal Carmelia, re cojió bondadosamente a aquéllos; pero sostenía que no le era dado ilerarlos a Val* paraiso porque iba a sufrir una demora en su viaje, que le irrogaba perjuiciot. Sin embargo, bajo la promesa de pagarle quinientos pesos, el capitán Carmelia los trajo a este puerto, a donde llegaron el i.<^ de julio. El gobierno pagó la cantidad ofre- cida. El mes siguiente, don Andrés Reyes fué nombrado capitán de caballería i don Juan Franco teniente de infantería. En cuanto al presbítero Requena, recilnó la merced de canónigo de la catedral de Concepción, i el nombramiento de primer capellán de la escuadra.

Este último hizo imprimir una proclama dirijida a sus compatriotas del Perú en que los incital>a a sublevarse contra el gobierno español. Esa proclama fué profusa- mente distribuida en la costa durante la segunda espedicion de la escuadra chilena. La Gaceta de Lima en su núm. de 4 de diciembre de 18 19 dio a luc una preteodida carta de un sacerdote en que, en términos de fínjida dulzura, lamentaba el estravfo del presbítero Requena, que se habia puesto al servicio de los impios i sacrilegos

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIV 275

almirante había hecho cuanto era humanamente posible para hostih'zar al enemigo; i que si no le habia sido dado obligar a éste a aceptar el combate a que lo provocó con tanto empeño, se habia conseguido al menos mantenerlo encerrado bajo el fuego de sus fortificaciones i obli- garlo a reconocer su inferioridad naval. Durante algunos dias se vio en Valparaíso en medio de fiestas i de banquetes en que Cochrane recojió los mas ardorosos aplausos.

En medio de estas espansiones del sentimiento publico, se iniciaba una era de dificultades i de trabajo que debia procurar al gobierno grandes alarmas i sinsabores. Se anunciaba con todos los visos de verdad, i aun podria decirse que se sabia de cierto, que habia salido de Es(>aña una respetable división naval para reforzar la escuadra que Pezuela tenia en el Perií. Durante la Ultima campaña, habían jermina- do entre los oficiales superiores de la marina chilena celos i rivalidades que comprometían seriamente la disciplina, i que parecían anunciar males de la mayor trascendencia. Era necesario introducir algunas mo- dificaciones en los roles de la marinería i de la tropa empleada en la guarnición de las naves, por cuanto el empleo de malhechores de de- litos graves a quienes se destinaba a cumplir sus condenas en ese ser- vicio, habia producido en ocasiones deplorables resultados. Pero sus- citaba una dificultad mayor la liquidación i reparto de las presas hechas en la ultima campaña.

En Chile, como sabemos, seguía rijiendo la lejislacion española en todos los asuntos civiles i en la casi totalidad de los administrativos. Según ésta, la venta i el reparto de las presas, habría debido hacerse con arreglo a las disposiciones de las ordenanzas de la real armada de 1748, modificadas en este punto por la ordenanza adicional de

revolucionarios de Chile, i que desempeñaba su cargo al lado del hereje lord Cochra- ne. La contestación no se hizo esperar. Bajo el nombre del presbítero Kequena, se publicó en Santiago en mayo de 1820 un opúsculo de 32 pajinas, notable por mas de un título. Comienza con la reproducción de la carta publicada en la Caceta de Lima que ocupa las ocho primeras pajinas; i viene después la réplica vigorosa, clara i ani- mada en defensa de la revolución, i en ella, aparte de mucha i oportuna argumenta- ción, un número considerable de hechos i de incidentes subalternos útiles para el his- toriador. Esta réplica lleva la fírma del presbítero Requena, pero fué escrita por el doctor don José Antonio Rodríguez Aldea que era amigo de aquél desde el Perú. Casi no necesitamos recordar que ese letrado es el mismo que fué auditor de guerra del ejército realista en 1814, i oidor de la audiencia de Santiago durante la reconquista, pero que se quedó en Chile, su patria, después de Chacabuco, i que alcanzó lueg6 los mas altos puestos en el gobierno, como veremos mas adelante.

276 HISTORIA DE CHILB 1819

i.^ de julio de 1779 que adjudicó a los captores el valor total de las naves de guerra, corsarias o mercantes, apresadas al enemigo, i que ñjó- las reglas para hacer el reparto entre los ofíciales i tripulaciones de la armada. Pero al hacerse a ia vela las naves chilenas en octubre de 1S18,. los comandantes de éstas habian pedido que se fíjara una nueva regla para la distribución del valor de las presas, tomando por base, se de- cin, el reglamento de la marina inglesa; i así lo acordó el gobierno^, sancionando su resolución por un decreto de 26 de enero de 18 19, cuando se trató de liquidar i repartir el valor de las presas hechas en aquella primera campaña, es decir, de la María Isabel i de las naves mercantes que ésta convoyaba. i-Este reglamento, decia el decreto aludido, solo rejirá por ahora, i hasta que se publique el que se está for* mando en la materia. n Subsistiendo todavía e.se estado provisorio, las presas tomadas por la escuadra chilena en la reciente campaña de Cochrane, debian ser repartidas en la misma forma.

£1 vice almirante inició la jestion de este negocio con un acto de desprendimiento aparente o sincero, que debia producir un gran efecto en la opinión. Espresando al director supremo en ofício de 21 de junio cuánto sentia no haber conseguido entrar en combate con la escua* dra enemiga, i cuan deseoso estaba de servir a la causa de la libertad correspondiendo a la confíanza que se habia depositado en él, agregaba estas palabras: »Permícame que le suplique que, como una pequeña muestra de mi anhelo por sostener la causa de la independencia de esta mi patria adoptiva, acepte i aplique V. E. a la fábrica de cohetes (proyectiles bélicos incendiarios) la parte que me corresponda del di- nero que hemos apresado, dándoseme crédito en la tesorería nacional por aciuella suma, que me será pagada cuando el cielo quiera coronar las tareas de V. E. con la completa emancipación de estas rejiones, las mas bellas del globo.n El ministerio de la guerra, contestando ese mismo dia, aplaudia con grandes elojios el patriotismo i el desprendi- miento de lord Cochrane; pero *• lomando en consideración que los mismos esfuerzos de éste habian atraido al gobierno los medios de activar la continuación de aquella empresa, n se negaba a aceptar ese jeneroso ofrecimiento.

Pero si el vice-almirante era capaz por el ardoroso entusiasmo de su alma de renunciar a algunos de sus emolumentos, i aun de com- prometer sus propios recursos en una empresa en que se hubiese empeñado, no descuidaba el acrecimiento de sus entradas i de sus intereses para satisfacer sus gustos por el fausto i su pasión por las empresas industríales i por las nuevas invenciones. La tradición i la

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIV 277

historia han reprochado a lord Cochrane una sed insaciable de rique- zas, un espíritu mercantil i de lucro que lo llevaba a avaluar en diñe* ro, por precios fijos, i como artícalos de comercio, cada uno de sus servicios; pero no se ha tomado en cuenta que su pasión no era la avaricia, i que al lado de su empeño por reclamar i por recojer cuanto él creía que se le debia, estaba dotado de una largueza que rayaba en la imprevisión, que lo hizo gastar o perder cuanto habia adquirido, f que al ñn de su vida lo tuvo reducido a una situación penosa, cargado de obligaciones i sin mas recursos que los sueldos que le pagaban el gobierno ingles i el gobierno chileno. En nuestro pais habia montado su casa como gran señor, i su familia llevaba una vida ostentosa, que no le era posible sostener con su solo sueldo. Así, cuando se trató de la distribución de las presas tomadas al enemigo, se creyó perjudicado por el réjimen provisorio que se habia establecido; i sin llegar a pedir que no se le respetase, indicó que al hacerse el reglamento definitivo se atendieran mas jenerosamente los derechos del jefe de la escuadra. E> gobierno, no pudiendo hallar una solución que pudiera satisfacer a la vez al vice-almirante i a los oficiales de las naves, no resolvió la difi- cultad ni dictó el reglamento que tenia ofrecido; pero p>or un decreto especial de 17 de agosto, dispuso que el jefe de la escuadra tendria un sobresueldo de cuatro mil pesos anuales sobre los seis mil que se le habían asignado, i que ademas se le daría una porción proporcionad de la parte de presa que correspondía al estado. Ese decreto declara- ba que aquella era una gracia especial a lord Cochrane por sus impor- tantes servicios, i que no »«sería estensíva a ningún otro comandante o jefe de escuadra (14).»!

(14) Según el convenio hecho en octubre de 1818 entre los comandantes de la escuadra i el gobierno, que éste sancionó el 25 de enero de 18 19 con virtiéndolo en reglamento provisorio, las presas tomadas al enemigo por los buques de guerra,. correspodtan por mitad al gobierno que habia creado i equipado la escuadra, i a los jefes, oficiales i tripulaciones de ésta. La mitad que a ellos correspondía, seria distri- buida de la manera siguiente: Una octava parte al almirante o jefe de la escuadra,. de todas las presas hechas por los buques que estuviesen a sus órdenes; i si hubiere en ella un segundo jefe, como contra-almirante, éste tendria una tercera parte de la octava del almirante. Dos octavas partes de las presas tomadas por uno o mas- buques en particular, para el comandante o comandantes del buque o buques apre- sadores. Una octava parte de las presas hechas en esas condiciones para los tenientes de marina, capitanes de tropa, artillería, secretario, cirujano mayor i pi- loto.-^Una octava parte para distribuirse entre el contador, tenientes de tropa o de artillería, práctico, contramaestre, condestable, carpinteros primeros i guardias ma- rinas.— Una octava parte a los pilotos, escribiente del comandante, cocinero, sar-

278 HISTORIA DE CHILE 1819

Otro asunto que dio oríjen a desagradables dífícultades, fué la re- moción del secretario jeneral de la escuadra. Lord Cochrane habla, conocido en Londres a Alvarez Jonte, i con él habia hecho el viaje a Chile. La circunstancia de que este último hablara regularmente el inicies, i de que poseyera los conocimientos corrientes de un abogado, así como su ardorosa decisión por la causa de la independencia, fue-

jentos de tropa, guardianes, timoneles, calafates, armeros, gavieros i segundos carpinteros. Una octava parte a los marineros primeros. Una octava parte a los . mnrineros segundos, soldados de tropa i de artillería, jente de tierra que hubiese asistido al apresamiento como supernumerarios, muchachos i pajes, con la declara» cion de c^ue cada marinero segundo i cada soldado tendria parte doble a la de los otros individuos incluidos en esta última clasificación.

Cochrane, en oñcio de 25 de junio, observaba que esa distribución, equitativa ea Inglaterra, donde un vice-almirante tenia bajo sus órdenes una crecida división na- val, i donde las presas eran practicadas en mares de mucho comercio, no lo era en el Pacífico, donde iba a suceder que el comandante de una sola nave podria tener una parte mui superior a la del jefe de la escuadra. Así, en el reparto de las presas hechas en la última campaña, podían tocar al comandante de la O'Higgins 35,000 pe- sos, mientras que al jefe de la escuadra le correspondian 8,750 pesos. No garanti- zamos la exactitud de este cálculo; pero sabemos que las reclamaciones de Co- chrane produjeron la declaración del gobierno de que hablamos en el texto. Esa declaración fué comunicada a Cochrane en los términos siguientes:

"Núm. 679. S. E. el seiior director supremo, de acuerdo con el excmo. senado, ha concedido a V. S. el goce de una pensión de cuatro mil pesos anuales sobre el sueldo que actualmente disfruta de seis mil pesos. Asimismo que en cuanto a la. parte de presa, obtenga V. S. sobre la mitad que pertenece al físco una parte igual a la que conforme al reglamento de Inglaterra estrae V. S. de la otra mitad corres- pondiente a los captores. I tengo el honor de participarlo a V. S. de orden supre- ma, previniéndole de la misma que la concesión de esta gracia estriba en la parti- cular consideración que merecen al estado los servicios importantes de V, S. i la situación particular en que se halla colocado, i que no será estensiva a ningún otro comandante o jefe de la escuadra. Con este fín se imparte lo conveniente a las ofi- cinas respectivas. Dios guarde a V. S. muchos años. Santiago, agosto 17 de 1819. fosí' Ignacio Zenteno. Al señor vice-almirante. n

Tenemos a la vista otra comunicación de Cochrane dirijida a 0*Higgins con fecha de 26 de agosto en que manifestando la necesidad en que se halla de hacer ^Tastos de representación etc., etc., invitando a su mesa a los oficiales de la escuadra <lesu mando i a los marinos i comerciantes estranjeros, reclama la revisión del regla- meno de presas, ya que el réjimen existente lo era desfavorable; pero no podríamos <lecir si ella fué escrita sin que todavía tuviera conocimiento de la resolución que dejamos copiada mas arriba, o porque encontraba que ésta no correspondia a sus deseos i exijencias. Va veremos que antes de la salidí de la escuadra para la campa- ña que entonces se preparaba, hizo el gobierno una nueva i mas ventajosa declara- ción a favor de los marinos.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIV 279

ron causa de que el gobierno de Chile le diera los cargos de aud tor de marina i de secretario del vice-almirante, con un rango correspon- diente al de coronel de ejército. I^s relaciones entre ambos no fueron largo tiempo cordiales. Cochrane, imperioso, arrogante i desconfiado, llegó a persuadirse de que se le habia puesto un secretario que tenia en- cargo de espiar su conducta í de informar secretamente sobre ella, ya fuese al gobierno de Chile, ya al jeneral San Martin, sospechas a que en cierto modo daban oríjen el carácter i ciertos procedimientos del mis- mo Álvarez Jonte. "Yo necesito un secretario, decia poco mas tarde Co- chrane al director supremo, que sea capaz de anotar claramente las ma- terias relativas a la escuadra, que esté igualmente revestido de un alto carácter de integridad, sin que se mezcle de alterar lo que yo haya escrito, ni menos pretender correjir los escritos de los demás, a pretes- to de que aquellas alteraciones pueden ser agradables, mientras él mis- mo se apresura a dar curso a sus cartas que lleven igual dirección. Tengo una aversión inestinguible por todo manejo que tenga el sello de doblez; i cuando llego a descubrirlo, obro con decisión. n A Co- chrane se le habia informado, i él lo creia firmemente, que Álvarez Jonte, hablando con algunas personas, les habia dicho que si el vice- almirante no marchaba de acuerdo con él, no tardaria en saberlo el gobierno de Chile para que fuese reprimido.

Aquellos resentimientos iban a estallar con gran violencia, creando al gobierno dificultades i complicaciones. Con fecha de 24 de junio Cochrane representó al gobierno que le era »• imposible recibir a bordo de ningún buque de la escuadra cualquier ofícial de superior o igual rango al de los capitanes, o que puedan chocar en autoridad o de otro modo con los comandantes de aquélla;ii manifestando, en consecuen- cia, que como el rango de coronel asignado a Álvarez Jonte era incon- ciliable con esa condición del servicio, debia buscarse otro secretario del vice-almirante que gozase ademas de la absoluta confianza de éste. Las esplícaciones dadas por el ministerio de marina en oficio del dia siguiente, según las cuales aquel funcionario solo tenia un rango nomi- nal^ sin intervención alguna en los asuntos militares, i se le habia co- locado por su conocimiento en la lengua, leyes, usos i costumbres de los países en que se hacia la guerra, no bastaron mas que para calmar en apariencias el encono de lord Cochrane. Poco después, el 4 de ju- lio, cuando éste volvia de un paseo de campo que hizo fuera de Val- paraíso durante algunos días, supo que habia llegado una caja con correspondencia suya, que él mismo habia despachado desde Supe, i que sin su conocimiento, Álvarez Jonte la habia abierto para distribuir

28o HISTORIA DE CHILE 1819

los papeles que conten ia, enviando a su destino las cartas dirijidas a San Martin i al director supremo (15). Ardiendo en ira, increpxS a su secretario aquel hecho que atribuia a doblez i espionaje; i después de un violento altercado, ordenó a éste que quedara en arresto hasta que el gobierno, instruido de esta ocurrencia, resolviese lo que convenia. El gobierno creyó que este incidente podia resolverse sin mayor estré- pito aceptando la renuncia que Álvarez Jonte hacía de su cargo de ■secretario, i así lo comunicó a lord Cochrane el 6 de julio, disculpando ^l procedimiento de ese empleado i disponiendo que fuera puesto en libertad. El vice-almirante demoró el cumplimiento de esta orden; i fué necesario que se le repitiera diez dias después para que Alvarez Jonte quedara libre. El nombramiento de su reemplazante habría sido oríjen de nuevos embarazos. Felizmente, lord Cochrane, persistiendo en que éste fuera un hombre de su confianza, propuso a un individuo, que si bien era un ingles de nacimiento, habia residido laicos años en Amé- rica, tenia práctica en el servicio de oficinas i habia mostrado ardientes simpatías por la causa de la independencia, i venídose del Perú para servirla. William Bennet Stevenson, este era su nombre, iba a desem- peñar ese cargo con modestia i con laboriosidad, sin mezclarse en asuntos estraños a sus funciones, i debía ser mas tarde uno de los his- toriadores de la escuadra i de la revolución de estos países (16). El gobierno que estaba obligado a resistir en otras cuestiones a las inmo- deradas exíjencías de lord Cochrane, según habremos de verlo mas adelante, se mostró, en las que dejamos referidas, complaciente hasta !a debilidad, para tenerlo satisfecho í para utilizar sus importantes ser- vicios en la continuación de la guerra.

7. Llega a Chile una de 7. La escuadra chilena recibió en esas circuns- co^nsuuTr^^aTs"tados '^"cias un refuerzo relativamente poderoso, pero Unidos: el capitán de que costaba al gobierno un considerable desem-

la otra se fuea con ella 1 1 j j- 1

de Buenos Aires, i la ^^^'^o de dmero, I que como veremos luego, es-

vende en Rio de Ja- tuvo aparejado de un gran sacrificio que debió neiro al gobierno por- , . ^ , «^, ,

tugues. causarle los mas amargos desagrados. El 22 de

junio llegó a Valparaíso la corbeta Curiado^ uno de los buques man-

(iS) Esta caja de correspondencia era la que debió hal>er traído el bergantín Vi- ■ioZf i que, como contamos mas atrás, éste habia dejado en Juan Fernandez janto •con los pasajeros que venian del Perú. Con ellos llegó a Valparaíso la referida caja en la fragata Tiburtina,

(16) El nombramiento de Stevenson fué estendido el 10 de agosto de 1819. Allí -se le llama Luis Benito Bennet. Véase sobre él lo que hemos dicho en la nota nú- enero 42 del capitulo anterior.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIV 281

dados construir en Estados Unidos por el ájente del gobierno de Chile don Manuel H. Aguirre, según hemos contado en otra parte (17).

Aguirre tuvo que vencer no pocas dificultades en el desempeño de esa comisión. Aunque el gobierno habia puesto a su disposición la suma de 195,000 pesos (18), no le fué posible contratar la construc- ción de dos fragatas, i se vio obligado a reducir las proporciones de los buques, para dotar a la marina chilena de dos buenas corbetas. £1 armamento i equipo de esas naves en un pais neutral, i hallándose vi- jilado en todos sus procedimientos por los ajentes consulares de Es- paña, crearon también a Aguirre otro orden de contrariedades, i lo pusieron, según su esposicion, en la necesidad de hacer gastos que excedían a sus recursos. Para disimular el destino de esas naves, ha- bia hecho aparecer como dueños de ellas a los capitanes que debian mandarlas. Uno de éstos llamado John Skinner, que se mostraba muí empeñoso en la empresa, i que aun se habia lisonjeado con la espe- ranza de que llegando a Chile se le daria el mando en jefe de la es- cuadra, obtuvo de una casa comercial de Nueva York el anticipo de algunos fondos que serian pagados con una fuerte compensación equi- valente al doble del capital anticipado. En consecuencia de este arre- glo, Skinner jiro letras por valor de 69,541 pesos a cargo de Aguirre, que con la aceptación i garantía de éste, fueron endosados a favor de la casa prestamista (19). Mediante estos arreglos, se terminó el equipo de las naves, fueron contratados cerca de 500 hombres para su tripu- lación, i a ñnes de agosto de 1818 pudo zarpar de Nueva Yoik una de ellas, la corbeta Horacio^ bajo el mando del capitán Skinner, i en ella se embarcó el mismo Aguirre con destino al Rio de la Plata. La otra corbeta, llamada Curiado^ salió casi al mismo tiempo bajo el

(17) Véase el § 6, cap. X de esta misma parte.

(18) El gobierno habia desembolsa Jo 200,000 pesos, según contamos antes; pero la segunda remesa no pudo hacerse sino con la reducción de 5,000 pesos que fué necesario pagar en Buenos Aires a la casa inglesa de Neile, Dixon i C." por la tras- lación de los fondos.

(19) El empresario que hizo esc anticipo era Matew L. Davis, de Nueva York. El capitán Skinner, que iba a venir a Chile mando de la corltcta Horacio^ debia exijir en Buenos Aires el crédito contraído por Aguirre. Conviene no confundir al capitán Skinner con otro individuo del mismo nombre, administrador de correos en Baltimore, que en 1816 prestó ciertos servicios a don José Miguel Carrera (véase el f 6, cap. II de esta misma parte), i que se conquistó algima nombradfa como es- critor sobre materias industriales, i como "uno de los mas útiles promotores de la agricultura en la América del Norte, n según dice Allilwne en su Dictiouary of authorSf páj. 21 16.

282 HISTORIA DE CHILE 1819

mando del capitán don Pablo Délano, i en seguida salieron dos bu- ques mercantes, en que habia sido embarcado el armamento de aque- i as dos naves, para salvar la prohibición de sacarlas armadas.

La corbeta Horado llegó a Buenos Aires a principios de noviem- bre (20), i poco después la Curiado, Eran ambos buques nuevos, con capacidad para 36 cañones cada uno, traían una tripulación com- puesta de cerca de 500 hombres, i habrian importado un valioso con- tinjente para aumentar el poder de la escuadra chilena que en esos mismos dias se preparaba para espedicionar sobre las costas del Perú. Pero esos buques no podian seguir inmediatamente su viaje a Valpa- raíso porque no habían recibido su armamento, i porque se suscitaron dificultades de otro orden a consecuencia de los compromisos con- traidos por Aguírre. El director Pueirredon, que no aprobaba la con- ducta de éste en los Estados Unidos, i que desde tiempo atrás creia que la comisión que se habia confiado a Aguirre imponía un sacrificio enorme que no guardaba correspondencia con los frutos que podía producir (21), se negó a aprobar las cuentas que dicho ájente presen- taba, desconoció i no aceptó los compromisos que éste habia contraí- do, i difirió el conocimiento de este negocio al representante de Chile don Miguel Zañartu, que, por su parte, estaba también mal impresio- nado respecto a aquellos procedimientos. Surjieron de aquí dificulta- des i complicaciones de la mayor gravedad. Aguirre, que se veía en graves embarazos, i que se decía víctima de la malquerencia del go- bierno de Buenos Aires i de Zañartu, se negaba a presentar a éste sus cuentas i a* hacer la entrega formal de los buques, i apeló al gobierno de Chile contra aquellos procedimientos. Pero éste habia sido infor- mado de todo por su representante; i en vista de los antecedentes que se le remitían, resolvió la competencia en favor de éste, ordenándole

(20) No hemos podido fijar con mas precisión la fecha del arrÜK) de este buque a Buenos Aires. I^ Gaceta de «.sa ciudad no lo anunció; i Pueirredon escribiendo a San Mariin, le decia lo que sigue: "Don Manuel Aguirre llegó antes de anoche en la fragata (corbeta) Horacio^ que dejó enfrente de la Ensenada, espetando práctico para entrar. De un momento a otro llegará también la Cnriacio^ que salió de Nor- te-América a un mismo tiempo. Ambas son de 36 cariones i en estremo veleras; pero su artillería viene en dos buques mercantes, porque no se les permitió salir de otro modo. ti Esa carta, desgraciadamente, no tiene mas que esta indicación de fe- cha "noviembre de 1 818.11 Del movimiento marítimo del puerto de Buenos Aires que publicaba la Gacela^ aparece que el 25 de noviembre llegó uno de los buque* que conducía las armas i las municiones.

(21) Véase la nota 36 del cap. X de esta misma parte.

284 HISTORIA DE CHILE 18:9

al Perú un refuerzo de buques i de tropas que engrosaría considera blemente el poder militar del virrei, el gobierno de Chile volvió ím^ insistir con mayor empeño en la pronta salida de aquellos dos buqu< que se hallaban en Buenos Aires. »En este caso, dice el ministro estado de Chile a su representante en aquella capital en oñcio de 2^ de abril, i no pudiendo nuestro gobierno levantar el bloqueo de los puertos del Perú recientemente decretado, para que nuestra escuadra. aguarde a la española en la Mocha, que regularmente será el punto de recalada, es de absoluta necesidad que V. S. esponga al supremo gobierno de esas provincias que ha llegado el momento en que no deban demorarse las fragatas (corbetas) un solo dia en esa rada, i que V. S. practique cuantas dilijencias sean dables para la inmediata salida. de la diñado, i para que allanadas las difícultades que presenta la Horacio, venga también lo mas pronto posible. n

Zañartu se habia adelantado a esa orden. Desplegando una grande actividad, sosteniendo una empeñosa contienda en la revisión de las cuentas de Aguirre, i procurándose por medio de préstamos que soli- citaba del comercio, los fondos indispensables para pagar en |>arte a lo menos los sueldos que se debían a las tripulaciones, consiguió equipar convenientemente la corbeta Curiado, Provista ésta del arma- mento que le correspondía, i de los víveres necesarios para continuar ^u viaje, salió de Buenos Aires con destino a Valparaíso el 12 de mayo con una tripulación de 297 marineros contratados por un año, con los ofíciales respectivos i bajo el mando del capitán don Pablo Délano, marino competente e intrépido, i hombre de carácter serio i honorable. Su arribo a Valparaíso el día 23 de junio, fué celebrado por el gobierno como una gran ventaja para la nueva campaña a que se preparaba la escuadra.

Pero esa satisfacción fué contrariada con un suceso que ocasionó al gobierno la mas amarga decepción. £1 capitán Skinner de la cor- beta Horado quedaba en Buenos Aires haciendo reclamaciones sobre cantidades a cuyo pago se habia comprometido Aguirre, pero que el

Ciago, 8 de marzo de iSig,—'/osc' Ignacio ZenUito, Al señor v ice -almirante de la escuadrii.11

Contestando ese oHcio desde el puerto de Supe con fecha de 8 de mayo, lord Cochrane lamentaba la falta de esas naves que habrían afíanzado incontestablemente la superioridad de la escuadra chilena en el Facíñco, i evitado muchos de lo¿ riesgos <1e In guerra; i pedia que a lo menos se hiciera venir a algunos de los oficiales con* tratados en los Estados Unidos para completar la dotación de las naves.

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representante de Chile se negaba a reconocer, i sobre los sueldos que -debían pagarse a los ofíciales i marineros de esa nave. Esas cuestiones habían tomado un carácter de acritud sumamente embarazoso. I-a arrogancia del capitán Skinner habia mostrado aires de amenaza, hasta ^1 punto de negarse a entregar la nave. Como Zañartu no podia acce- der a sus exijencias, ¡ como los oficiales i marineros de la Horacio no recibian sueldo, se habia creado una situación insostenible. Una no- che de fines de junio, la corbeta, que aun no habia recibido su arma- mento, salió furtivamente del puerto, sin dejar noticia alguna del -destino que llevaba. Las dilijcncias que se practicaron para descubrir- lo, fueron absolutamente ineficaces. Por simples inferencias, se supu- so que se habia dirijido a Rio de Janeiro, i se creyó que, mediante una remuneración pecuniaria, Skinner lo entregaría allí al embajador •español cerca del rei de Portugal. El jeneral Rondeau que en esos mismos dias habia tomado el gobierno de las provincias unidas del Rio de la Plata, por renuncia del director Pueirredon, se prestó con buena voluntad a apoyar las jestiones diplomáticas que debian hacerse -ante ese gobierno para obtener la detención de aquella nave, cuya de- volución Zañartu esperaba obtener por la mediación del cónsul de los Estados Unidos. Estas jestiones, que fueron aprobadas por el gobierno -de Chile, no produjeron resultado alguno. Skinner, en efecto, se habia dirijido a Rio de Janeiro; i llamándose dueño del buque, lo ofreció en venta, para volverse a los Estados Unidos. El gobierno portugués, sin tomar en cuenta la nulidad de los títulos de propiedad del vendedor, -compró la corbeta para agregarla a su escuadra, i le dio el nombre de Maria de la Gloria^ en honor de una hija del príncipe heredero naci- da tres meses antes (24). Por causa de la forma i de las circunstancias

(24) En oficio de 12 de agosto de 1819, el ministro de estado de Chile decía lo -que sigue a su representante en Buenos Aires: ••£! escape de la Horacio hn sido fatal a los intereses de este estado i de la causa en jeneral; i apesarde que S. E. no opina que el rei del Brasil esté de acuerdo con el de España en caso de la invasión del Rio de la Plata, i mucho menos que aquel sea entregado en el Janeiro al emba- jador español, con todo es necesario poner en práctica cuantos arbiliios sean imaji- nables para inducir al cónsul norte-americano a que estimule a Skinner a traer la Horacio, ti

Las conjeturas! del gobierno de Chile eran evidentemente fundadas; pero fué bur- lado en sus esperanzas, por cuanto el consulado norte-americano, lejos de estimular -a Skinner a devolver la nave, autorizó en su oficina la venta que se hizo al gobierno del Brasil. Al referir sus servicios en favor de la independencia de este pais, lord Oochrane ha dado acerca de aquel buque las noticias siguientes: "Entre los mejores

286 HISTORIA DE CHILE 1819

en que habia sido ejecutado este escandaloso fraude, el gobierno de Chile no pudo recobrar la propiedad de una nave construida a su cos- ta, ni consiguió nunca la devolución de los capitales que habia pagado por ella. El armamento comprado para ese buque, fué remitido a Chile algunos meses después. 8. Aprestos de la España 8. Cuando Cochrane regresó a Valparaíso

para someter las colonias j j -^ 1 i_-

rebeladas; amenazas ^^^P""^^ ^e su primera campana, el gobierno contra los estranjeros chileno habia cieido que en pocas semanas que auxiliasen a los m- estaria Otra vez lista la escuadra para conti-

dependientes: despacha , . . n- 1 -i 1

al Pacífico una división ""^'' '^^ operaciones bélicas en la costa del naval: anuncios del en- Perü. Entorpecimientos de todo orden vinieron vio de una gran espedí- ^ retardar esos aprestos; i aun hubo momentos

Clon: perturbaciones que *^

produce este anuncio. en que el gobierno estuvo indeciso sobre d plan de conducta que debia seguir. Las noticias que llegaban de Europa, mas frecuentes cada día por medio de los buques ingleses que aprovechando la libertad de comercio, afluían a los puertos de América, revelaban que en España se hacían grandes aprestos militares para someter las colonias rebeladas; i era por tanto necesario preparar el plan de defensa.

Esas noticias, aunque siempre graves i alarmantes en su conjunto, eran vagas i contradictorias en sus detalles. Los periódicos ingleses que !as trasmitían, así como una que otra carta que llegaban de la misma España, anunciaban que Fernando VII hacía los mayores esfuerzos para organizar una espedicion de díezíocho mil hombres que seria destinada para el Río de la Plata, con el objeto de reconquistar

buques de la escuadra brasilera estaba la Afana da G/on'ay clipper norte-americano^ especie de buques poco propios para prestar en tales tiempos servicios de mucho valor, i que ademas habia sido construido con madera fresca, i cuyas junturas na estaban bien aseguradas. Aunque montaba 22 cañones, era nave de poco poder, porque solo tenia carroñadas de a 24 niei^cladas con piezas cortas de a 18. £0 compensación, estaba mandado por un francés, el capitán Beaurepaire, que había conseguido reunir en torno suyo algunos de sus compatriotas mezclados con brasile- ros, cosa en que mostró un tacto considerable, libertándose de otros grupos menos útiles en (]ue habria podido hacer una elección menos ventajosa. La historia de este buque era bastante curiosa. Habia sido construido en los Estados Unidos por cuenta del gobierno chileno, i envialo a Buenos Aires, donde los dueños pidieron que se les pagara una suma adicional de 40,000 pesos sobre el precio estipulado. Esta exijcncia no fué aceptada; i entonces, sin la menor consideración por los gas- tos que Chile habia hecho en la construcción i equipo, el capitán levó ancla súbita- mente, i partiendo para Rio de Janeiro, vendió la embarcación al gobierno del Brasil. II DundonaId*s Narrative of Services^ vol. II, chap. I, p. ii.

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esas provincias i de someter en seguida el antiguo reino de Chile. Contaban que se habian pedido a Inglaterra los trasportes que debian conducir la espedicion, i que en Cádiz se reunian los buques de guerra que habian de escoltarla; pero al mismo tiempo se agregaban comenta- rios acerca de la situación política i económica de España para esplicar que el descontento creado por el despotismo, i la excesiva pobreza del tesoro real hacian casi imposible la ejecución de ese proyecto. Así, pues, a América llegaban alternativamente noticias que se contrade- cían o rectificaban, pero que siempre mantenían la inquietud.

Ia verdad era que el gobierno de la metrópoli, considerándose en posesión de fuerzas suficientes para someter a sus antiguas colonias, sobre todo después de la compra de la escuadra rusa, i contando con el apoyo moral, ya que no con los auxilios materiales, de las grandes potencias, estaba resuelto a no omitir esfuerzo alguno para conseguir ese resultado. En su ciega obstinación, Fernando VII i sus consejeros parecían desconocer la importancia de los grandes triunfos alcanzados por los insurjentes, i los atribuían no al valor i a la decisión de éstos, sino a causas relativamente secundarias que parecía fácil contrarrestar En real orden de 23 de noviembre de 18(8, el reí había representado »la necesidad de tomar medidas oportunas para evitar los males que en las posesiones revolucionadas de uhramar causan los estranjeros que van allí a tomar parte en la insurrección, a la cual contribuyen, sea con sus servicios personales, sea con sus intrigas, sea, en fin, pro- veyendo a los rebeldes de armas^ municiones, buques, u otros artícu- los de guerra, sin los cuales estaría restablecida la tranquilidad en la mayor parte de dichas provincias. n El supremo consejo de guerra, llamado a informar sobre este negocio, representaba un mes mas tarde (el 22 de diciembre) "la imperiosa necesidad de aplicar toda la severidad de las leyes a los estranjeros que sean tomados en las colo- nias con las armas en la mano bajo las banderas de los insurjentes, como también a los que proporcionen socorros de armas, municiones o buques para entretener el fuego de la insurrección que por desgracia existe aun en algunos puntos dcaquellaspreciosasposesiones.il El consejo de guerra sostenía que los indultos ofrecidos por el reí a los insurjentes americanos, no podían en ningún caso comprender a los estranjeros que venían a estos países a servir o a auxiliar a la insu- rrección, i que en consecuencia, »»con arreglo a los principios del de- recho de jentes universalmente reconocido, n debian éstos ser tratados con todo rigor, »»sin que sus gobiernos pudieran reclamarlos ni estor- bar en modo alguno su castigo. n En vista de ese informe, el reí, por

288 HISTORIA DE CHILE 1819

auto de 14 de enero de 18 19, declaró "que todos los aventureros estranjeros que fueran tomados en ultramar bajo los estandartes de los insurjentes, o que les hubiesen proporcionado artículos de guerra,, serían condenados a la pena de muerte i confiscados todos los bienes que poseyeran en los dominios de S. M. C; pues estas penas, agre- gaba, se hallan designadas por las leyes a esta clase de criminales, que no deben de modo alguno ser comprendidos en las amnistías concedidas por S. M. (25).!»

Esa declaración fué publicada en muchos diarios de Europa, i co- municada especialmente por el ministerio de relaciones esteríores de Madrid a los demás gobiernos. Desde el primer momento produjo escritos i protestas condenatorios de la política española. Como debe comprenderse, estaba calculada para producir su efecto en Inglaterra, donde los comerciantes i muchos hombres públicos mui prestijosos se mostraban favorables a la causa de la revolución americana, i donde ésta habia hallado numerosos e importantes auxiliares, i artículos de guerra. Sin embargo, las protestas i las burlas con que la prensa in- glesa acojió la declaración del rei de España, hicieron comprender a los consejeros de éste que ella no produciría el resultado que se bus- caba. Fernando VII entabló sus jestiones por la vía diplomática con la mas resuelta insistencia. El ministerio ingles, presidido por lord Cast* lereagh, se mostró complaciente con el despótico i desprestijtado soberano de España. Mizo borrar de los estados del ejército i de la marina a todos los oficiales ingleses que habían tomado servicio en las tropas insurjentes de América, i presentó al parlamento (13 de mayo) un proyecto de leí por el cual se prohibía a sus nacionales enrolarse en los ejércitos estranjeros. Ese proyecto dio oríjen a una larga e in- teresante discusión en que la causa de América fué defendida por los mas grandes oradores del partido liberal, i a las representaciones de millares de comerciantes i de industriales que señalaban las ventajas de cultivar buenas relaciones con los nuevos estados americanos que habían abierto sus puertos al comercio de todas las naciones del orbe,. ofreciendo así un rico mercado a la industria inglesa. Aunque esa leí fué aprobada por una débil minoría i después de un debate que se- prolongó algunos días, habia nacido con tal desprestijio ante la opi-

(25) Real orden espedida por el ministerio de la guerra con la firma del ministro- jeneral don Francisco Javier Eguia, publicada en muchos periódicos de esa época. El lector puede verla integramente reproducida en El Telégrafo^ periódico de San- tiago, niím. 29, de 24 de agosto de 1819.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIV 289

"^lion publica, que no fué obedecida, ni fué posible darle cumplí-

Ttiiento (26).

Mientras tanto, en España seguíanse haciendo grandes esfuerzos para preparar la anunciada espedicion. No eran tropas lo que falta- ba; pero el tesoro real carecia de recursos, i fué necesario recurrir a espedientes estraordinarios para allegar algunos fondos. Había, ade- mas, causas de otro orden que embarazaban esos aprestos. El despo- tismo implantado por Fernando VII había producido un descontento que se manifestaba por frecuentes tentativas revolucionarias encabe- zadas por jefes del ejército, de tal suerte que muchos de éstos inspira- ban al reí serias desconfíanzas. Los oñciales i los soldados manifesta- ban mui poca decisión por pasar a América, donde, según los informes que se tenían, los esperaban penalidades sin cuento en una lucha esté- ril, en que no era posible obtener ventajas duraderas. Los ministros del rei esperaban dominar estas dificultades en pocos meses mas; i en consecuencia, siguieron reuniendo en Cádiz algunos elementos milita- res. En esas circunstancias, llegaron a la corte a principios de marzo de 18 1 9, las noticias mas alarmantes sobre los sucesos del Pacífico. El virreí del Perú comunicaba que la espedicion salida de España en mayo anterior, bajo la protección de la fragata Marta Isabel^ había caldo casi entera, hombres i buques, en poder de la escuadra chilena; i que ésta, considerablemente engrosada, amenazaba las costas de ese virreinato, para cuya defensa pedia con la mas premiosa instancia que se enviaran algunos buques de fuerza con que sostener la guerra marítima. En el momento se decidió en los consejos de gobierno or- ganizar una división naval capaz de afianzar i de mantener el predo- minio español en las costas del Pacífico. Con este objeto, se equiparon apresuradamente en Cádiz dos buques de la antigua escuadra que se hallaban todavía en buen estado de servicio, el navio San Telmo de 74 cañones i la fragata Prueba de 44 (27); i se mandó alistar uno de los buques comprados recientemente a la Rusia, el navio Alejandro /,

(26) En la nota 20 del cap. XI de esta misma parte de nuestra Historia hemos dado mas estensas noticias de estas ocurrencias, reproduciendo al efecto una pajina del historiador ingles Alison; pero el texto de la discusión parlamentaria que noso- tros hemos tenido que examinar al escribir estas pajinas, ofrece el mayor interés para el que quiera conocer a fondo el estado de la opinión liberal europea en favor de la causa de la emancipación de estas colonias. El lector chileno puede hallar un resu- men bastante noticioso de la mayor parte de esa discusión en los números 41, 42 i 43 de El Telégrafo de Santiago, correspondientes al mes de octubre de 18 19.

(27) Construidos en el Ferrol, el primero en |788, i la segunda en 1800. Tomo XII 19

290 HISTORIA DE CHILE 1819

de 74 cañones. Aunque este último buque era de nueva construcción, pudo reconocerse que no se hallaba en condiciones de emprender tal viaje. Sin embargo, la impaciencia i la ciega obstinación del ministerio de marina no hicieron caso de las observaciones que a este respecto se le dirijieron (28). La división naval zarpó de Cádiz el 10 de mayo bajo el mando del brigadier de la real armada don Rosendo Portier, que montaba el navio San Telmo.

Aunque el gobierno español se empeñaba en ocultar esos aprestosi »la noticia de ellos llegaba a América trasmitida por diversos conduc- ios. A mediados de julio se supo en Santiago con toda certidumbre que desde marzo anterior se estaban alistando en Cádiz tres poderosos buques de guerra para venir a reforzar la escuadra del virreí del Perü. En esos momentos, i mientras se terminaba el apresto de las naves <:hilenas para emprender una nueva campaña sobre el Callao, el vice- almirante Cochrane habia propuesto el envío de una división naval compuesta de los buques menores de la escuadra chilena, no para em- peñar el ataque a ese puerto, ni siquiera para ponerle bloqueo formal, sino para mantenerse en sus contornos, i para apresar los buques que pretendieran entrar o salir. El gobierno no habia aprobado este plan, ;no solo por el riesgo que se corria de perder una o mas naves en em- presas de esa clase, sino porque estaba persuadido de que el objetivo de esas operaciones debia ser el dar un golpe decisivo a la escuadra española, en vez de ataques parciales que prolongaban la guerra impo- niendo los mayores sacriñcios (29). Confírmando estas mismas ideas dos dias después, el gobierno comunicaba a Cochrane la noticia segura del próximo arribo de las fuerzas navales que venian de España, i le sometía el plan de operaciones que convenia adoptar. ««En concepto

{28) Ese buque habia sido construido en San Petersburgo en 1813 con el nombre ■de Dresde. Fernando VII lo hito llamar Alejattdro /, en honor del emperador de Rusia. Los marinos españoles que lo reconocieron en Cádiz, declararon que hacia agua, i que no se hallaba en buenas condiciones para la campaña a que se le destinaba. Por orden del ministro de marina don Baltazar Hidalgo de Cisneros, antiguo virrei de Huenos Aires, fueron severamente reprehendidos los oficiales que dieron ese in- forme, i se dispuso la pronta salida de la división naval. Va veremos el resultado de este atolondramiento.

(29) Oficio del ministro de marina Zenteno al vice-almirante de 17 de julio

■de 1819. "Ks un axioma, decia el ministro, que la independencia de Chile st-ria

tardia o casi interminable, sin el auxilio de la marina, i lo es también que la nacien-

.te armada, que a fuerza de sacrificios sostiene, debe conservarla, i no comprometerla

de modo que perdiese la parte peor o el todo... De todo lo espuesto resulta que un

golpe esforzado i último es el quq^ nos queda que dar, i es aquel en que del)e poner

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIV 29I

c3e S. E. el señor director supremo, decia el ministro de marina, el sistema mas acertado es el de concentrar todas nuestras fuerzas, habi- 1 itarlas de cohetes incendiarios i de cuantos pertrechos militares i ma- rítimos están en la esfera de nuestro poder, i dirijirse unidamente sobre d Callao a destruir de un modo acertivo la escuadra allí existente, para <que desembarazado de ella pueda V. S. sin esa atención deshacerse con mas facilidad de la que se espera (30). n Al recomendar este plan de op>eraciones, el gobierno prometia no omitir esfuerzo alguno para que la escuadra estuviese pronto en situación de darse a la vela.

Pero Cochrane, por su parte, persistia en su plan anterior, i lo des- arrolló en varias comunicaciones que reflejan su espíritu militar. ««Este es el momento, decia, en que debemos atacar al Perví, poner armas en manos de aquellos pueblos, revolucionar las provincias i dar ocupa- ción al enemigo en su propia casa.u Proponía, en consecuencia, que partieran inmediatamente los buques que tenia señalados, llevando ochocientos hombres de desembarco, i oficiales i armas para formar tropas en el Perú, i poner este país en un estado de revolución que embarazase los planes militares del virrei (31). El vice-almirante creia que debiendo tardar todavia algunos meses el arribo de los bu- ques enviados de España, habia tiempo para operar con buen éxito» contra la escuadra española que se mantenia en el Callao. No con- tentó con haber desarrollado este parecer en sus comunicaciones, de- tallando con la mayor prolijidad los elementos que creia necesarios para la ejecución de ese plan, lord Cochrane se trasladó a Santiago" para sostenerlo en los consejos de gobierno.

sus miras desde el gobierno hasta el último ciudadano; i estas sólidas razones per- suadirán a V. S. de que no se gana tiempo con despachar desde luego tres buques, t si se espone a una casi segura pérdida a una parte tan necesaria de nuestra armada en un objeto puramente secundario, i que dista mucho del principal que nos propo- nemos. II

(30) Oficio del ministro de marina al vice-almirante de 19 de julio.

(31) Oficio del vice-almirante al ministro de marina de 23 de julio. "Vuelvo u someter respetuosamente a V. S., decia lord Cochrane, mi opinión de que los tre» buques salgan no para poner al Callao un bloqueo formal, sino para hacer otro ser- vicio de igual importancia, eKde impedir que entren allí socorros, como lo practi- caban nuestras fragatas en Brcst, Rochefort, Cádiz, Cartajena i Tolón, mientras se ausentaba la escuadra bloqueadora. Estoi [persuadido de que esos tres buques son adecuados para la empresa, i de que no estaran espuestos allí a mas riesgos que en su fondeadero de Valparaíso .n En otras notas escritas en los días subsiguientes, lord Cochrane completaba la esposicion de su plan, detallando los elementos militares que necesitaba para ponerlo en ejecución.

392 HISTORIA DE CHILE 1819

Por un acto de respeto a la constitución provisoria del estado, el di- rector supremo remitió aquellos antecedentes al senado lejislador pi- diéndole su parecer. £1 informe del senado, espedido el 6 de agos- to, fué abiertamente desfavorable a ese plan. ««Lord Cochrane, decía aquella alta corporación, maniñesta en sus proposiciones el amor al país i su decidido ínteres por nuestra causa, que le hacen cada día mas digno de la consideración del senado; sin embargo, examinada i cotejada aquella conveniencia con los perjuicios que pudieran resultar, í discutida la materia con la contracción i delicadeza que merece, ha sido de sentir que por ahora no conviene realizar dicho proyecto.!» Señalaba en seguida las razones que habia para adoptar otro plan de operaciones, el peligro de perder algunas naves en empresas parciales, el riesgo de comprometer la pequeña diviáion chilena que desem- barcase en el Peni, i que podía ser atacada por fuerzas muí superiores, i la necesidad de dar un golpe decisivo a la escuadra realista del Callao antes que fuese engrosada por la división naval que venía de España (32). Pero el senado se guardaba de señalar otra razón, talvez

(32) En la sesión estraordinaria del senado conservador de 6 de agosto de 1819 en que se trató este asunto, se leyeron las notas en que lord Cochrane proponía su plan de operaciones, i se acordó el informe en que se estableció su rechazo. Estos documentos se hallan publicados, junto con el acta de dicha sesión, en las pájs. 145-9 del tomo III de las Sesiones de los cuerpos lejisiaiivos de Chile,

La consulta hecha al senado en esta ocasión estaba fundada en un artículo (art. 4, cap. III, lib. III) de la constitución provisoria de 1818, que dice asi: "Sin el acuer« do del senado, a pluralidad de votos, no se podran resolver los grandes negocios del estado, como imponer contribuciones, pedir empréstitos, declarar la guerra, hacer la paz, formar tratados de alianza, comercio, neutralidad; mandar embajadores, cón- sules, diputados o enviados a potencias estranieras; levantar nuevas tropas o man- darlas fuera del estado; emprender obras públicas i crear nuevas autoridades o em- pleos.n Lord Cochrane, que se hallaba entonces en Santiago, no pudo desconocer la necesidad en que estaba el gobierno de someterse a esa prescripción constitucio- nal; pero en oficio de 3 de agosto, después de manifestar al director su|>rerao el pesar con que contra sus propósitos, se veía en la precisión de mezclarse en los asun- tos de gobierno interior, le representaba los inconvenientes que habia en {X)ner los negocios de la guerra en minos de los cuerpos deliberantes. Recordaba con este motivo lo que habia pasado en España por la intervención de las cortes durante la guerra contra Napoleón. "En los países mas libres en que he residido, agrc^ataa Cochrane, los cuerpos deliberantes, en el tiempo de guerra, no han tenido parte algima referente al empleo o distribución de la fuerza militar. En Inglaterra, el rej declara la guerra i destina la fuerza militar i naval. El parlamento concede, retiene o restrinje las habilitaciones, etc., etc., i de este modo únicamente puede contrarrestar el poder del ejecutivo. Esto mismo sucede en Francia, en Holanda i en la América del norte. En el estado de Chile, no se han esperimentado todavía los males qae

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIV 293

la mas poderosa, que tenia para rechazar el proyecto de Cochrane. En su plan de operaciones, decia éste que ««la fuerza de desembarco, con el auxilio de la escuadra, debería emplearse en exijir contribuciones de los verdaderos enemigos de la América en el Perú, con el triple des- tino de beneficiar al gobierno de Chile, pagar i premiar a los indivi- duos empleados en el servicio marítimo de este estado, i rehabilitar a la escuadra para otros destinos. n El senado, compuesto de hombres -de gran moderación i de la mas perfecta honorabih'dad, temió que la autorización que se diese en ese sentido, se convertiria en carta blanca para cometer todo jénero de violencias i de despojos en el Peni, que no solo serian contrarios a la probidad i a la justicia, sino perjudiciales a la causa de la revolución, por cuanto harían antipático i odioso al -ejército libertador.

En los mismos momentos en que el senado tomaba esa resolución, llegaban a Chile noticias que estuvieron a punto de producir un cam- bio radical en la dirección de las operaciones navales. El jeneral San Martin que se hallaba entonces en Mendoza en mal estado de salud, había recibido a fines de julio comunicaciones mui importantes i pre- miosas del jeneral Rondeau, que desde el mes anterior había tomado el mando supremo de las provincias unidas del Rio de la Plata. Anun- ciaba en ellas como un hecho cierto, confirmado por varios conductos, la salida de España en el curso del mes de agosto, de una cspedicion de 18,000 hombres, i pedia empeñosamente a San Martin que sin pér- dida de tiempo se trasladase a Buenos Aires para ponerse al frente de las tropas del estado que debían rechazar esa invasión. En vista de esas noticias, i persuadido de que las fuerzas espedicíonarías españolas serian trasportadas por simples buques mercantes, i sin mas escolta que dos naves de guerra, concibió San Martin el plan de hacerlas atacar por la escuadra chilena antes que efectuaran el desembarco. Con el objeto de preparar esta operación, hizo partir el 28 de julio un propio con comunicaciones oficiales i confidenciales para O'Híggins i para Guido, a fin de que empleando la mayor actividad i toda reserva, combinaran

acompañan a esta especie de poder deliberativo, i plegué al cielo que no se conozcan nunca; pero no puedo, sin olvido de mis deberes, dejar de espresar la esperanza de que V. £. recomiende i solicite la modiñcacion de esas disposiciones constitucionales, manifestando que el excmo. senado de Chile no ha hecho mas que los parlamentos o congresos de las naciones mas libres del orbe, cuyo poder se estiende solo a la re- tención de habilitaciones o equipamentos; i al examen de las empresas militares que han sido ya formadas i ejecutadas. i< Las comunicaciones posteriores de Cochrane dejan ver el disgusto que le causó la resolución del senado.

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el plan con lord Cochrane. »'Es la ocasión de que V. sea el libertador de la América del sur, decia San Martin al director supremo de Chile. I^ espedicion española no saldrá de Cádiz sino en todo agosto; de consiguiente da tiempo sufíciente para que nuestra escuadra pueda batirla. Si como es de esperar, Cochrane lo verifíca, terminamos la guerra. II

El plan de San Martin era bien concebido, i debia tentar el patrio- tismo de O'Higgins i el espíritu audaz i emprendedor de lord Cochra- ne; pero carecía de una base segura, es decir, de la certidumbre abso- luta de la partida de la espedicion española. Reunidos en el palacio de gobierno en la mañana de 6 de agosto, O'Higgins, Cochrane í Gui- do discutieron largamente este asunto; i aunque el liltimo sostuvo con la mayor insistencia el plan de San Martin, Cochrane lo impugnó con fírmeza, declarando que lo que importaba en esas circunstancias era destruir la escuadra española del Pacífico, i sublevar el Perú, lo que debía conseguirse con los elementos militares que se habían prepara- do, después de lo cual siempre habría tiempo para ir a combatir la espedicion enemiga, que en ningún caso podría salir de España tan pronto como se anunciaba. O'Higgins, en vista de los informes que le comunicaba Zañartu desde Buenos Aires, i de los periódicos ingleses que le había enviado, demostró que los aprestos espedicionarios que se hacían en Cádiz marchaban con suma lentitud, puesto que si bien se habían reunido quince mil hombres^ faltaban los buques para tras- portar esas tropas, i no había dinero para adquirirlos. Creía, por tanto, O'Higgins que en el caso dudoso todavía de que se verificara la espe- pedición, ésta tardaría muchos meses; i que alejar desde luego a la escuadra chilena del Pacífico, equivalía a dejar al virreí del Perú dueño absoluto de estos mares, i en actitud de renovar sus tentativas para reconquistar a Chile, o a lo menos para perturbarlo enviando tro- pas a prolongar la guerra en el sur de nuestro territorio, alejando así la guerra de aquel virreinato, i aun impidiendo que las tropas chilenas pudieran concurrir en defensa de Buenos Aires, en el caso de verifi- carse la anunciada invasión (33). San Martin conoció antes de mucho tiempo el peso de estas razones, i no volvió a insistir en su proyecto

(33) Hemo.s visto una especie de memorándum o acta de aquella conferencia, es- crita, al parecer, por el ministro Zenteno; pero existen las comunicaciones de San Martin a O'Higt^ins i a Guido, así como las contestaciones que éstos dieron, i el in- forme de Cochrane. Uno de esos documentos había sido publicado por don Benja- mín Vicuña Mackenna en sus Relaciotus kistóricas^ tomo II, páj. 683. Don Carto-

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9. Preparativos navales 9. Pero esto era efectivo, no era menos cier-

dc ^o^he'íes a^l"c^^^^ ^^ ^"^ independientemente de esa espedicion greve: absolución del que no habia podido organizarse, habían salido

co?'srcmícedé' a'lo¡ ^^ España tres poderosos buques de guerra que oñciaks i marinería de venían a engrosarla escuadra que tenia a sus L'X'oluta deTs Órdenes el virrci del Perú, asegurándole una su- presas que hicieren. perioridad incontestable sobre la escuadra chile- na. Así, mientras en Buenos Aires se descuidaban los preparativos de defensa, en Chile seguían haciéndose con el mayor empeño los aprestos navales para ir a atacar el Callao antes que llegasen esos refuerzos. El gobierno, desplegando tanta actividad como enerjía, dominaba las di- ficultades de toda clase que parecían hacer imposible la ejecución de la empresa en que estaba comprometido.

El arribo de la corbeta Curiado, a la cual O'Híggins hizo dar el nombre de Independencia (35), venia a aumentar considerablemente

de sus puertos; no estando tampoco conformes con la entrega de la plaza de Montevideo.it En una adición de esa misma carta, agregaba informes de última hora que confirmaban mas acertivamente esas noticias. I dirijiéndose a Guido con fecha de 4 de octubre, le decia lo que sigue: "Por ahora estamos libres de espedi- cion española, como habrá V. visto por las noticias que le hemos comunicado, i que han sido confírmadas por un cutter ingles que entró a Montevideo el 22 del pasado, procedente de Londres, con sesenta dias de viaje i destino a Valparaiso.n

(^5) El 9 de diciembre de 1S18, el senado lejislador al comunicar al director supremo el acuerdo para que la fragata María Isabel llevase en adelante el nombre de CHi^gins, le agregaba lo que sigue: "No pudiendo desentendernos de la singular protección con que ha favorecido nuestras armas la soberana reina de los ánjeles bajo el titulo de Carmelo, el senado desea que una de las fragatas que han de venir de. Norte- América, o el buque que V. E. elijerc, se denomine María del Carmen de Maipo. Si debemos ser relijiosos i agradecidos al cielo, que mirando nuestros votos quiso consolarnos con los triunfos que contamos, no parece justo desentendernos de lo que Chile debe a las acertadas disposiciones de V. E.ti

O'Iiiggins, que en esas materias tenia ideas mui diferentes a las de los senadores, i que queria apartarse de la costumbre española de dar nombre de santos a los buques de guerra o de comercio, resolvió la cuestión de otra manera, según se ve por el siguiente oficio: "La fragata Curiado que ha dado hoi fondo en este puerto, es de la pertenencia del estado de Chile, i formando por consiguiente parte de su escuadra, queda puesta a las órdenes de V. S., debiendo denominarse en lo sucesivo la Independencia (alias N. S. del Carmen). Así se servirá V. S. hacerlo saber en la orden del dia de la escuadra, según lo ha dispuesto el excmo. señor director supre- mo, de cuya orden tengo el honor de comunicárselo para su debido efecto. Dios guarde a V. S. m. a. Valparaíso, 23 de junio de 1819. /osé Ignacio Zenieno. Al señor vice-almirante.n La nueva nave siguió llamándose Independencia asi en los documentos oficiales como en los escritos de la prensa.

298 HISTORIA DE CHILE 1819

que se esperaba de Buenos Aires, agrió mas i mas las relaciones ya tirantes de ese oficial con lord Cochrane, i fué sino el principio, a lo menos uno de los antecedentes de la ruptura que habia de estallar roas tarde.

Dificultades de otro orden hacían sumamente embarazosa la situa- ción del gobierno. Lord Cochrane i algunos de los oficiales que esta- ban a sus órdenes, sin tomar en cuenta la pobreza del erario público i la imposibilidad de procurarse en el pais muchos artículos de que habría convenido dotar a las naves chilenas, pretendían poner a éstas en un pié análogo al de las escuadras de las naciones mas ricas i ade- lantadas, i pedían con marcada persistencia un mayor niimero de botes, velas, cuerdas i anclas de repuesto, junto con otros objetos que no era dado suministrarles, a lo menos en la proporción en que se reclamaban. Estas exijencias iban dirijidas también a modificar la administración publica en sus relaciones con la marina. Así, el vice- almirante pedia i[ue se ampliaran las facultades de la comisaría, para que pudiera atender con mayor independencia a los gastos i pagos de la escuadra, medida que el director supremo no se resolvió a adoptar para no ver comprometido el réjimen de estricta economía que era indispensable mantener. ««Los enormes gastos de la guerra que ya se prolonga por nueve años, decía el ministro de marina rechazando esa exijencia, el trastorno i decaimiento de las fortunas particulares consi- guientes a la revolución i nuevo orden de cosas, los escasos arbitrios i ningunos fondos piíblicos que presentaba Chile al salir de su estado colonial como una consecuencia de la mezquina i tiránica administra- ción española, han reducido al gobierno a que, en la necesidad de mantener la escuadra i el ejército para continuar la guerra i llevar a su término la grande obra de nuestra independencia, se encargue por mismo de llevar la balanza de gastos i de ingresos fiscales hasta en sus últimos pormenores. Sin este arbitrio, ya el estado habría perecido de consunción, porque si los consumos pecuniarios no fueran contraba- lanceados por la mas estricta economía con las entradas fijas i even- tuales del erario, pronto se habría visto una bancarrota, i siguiéndose a ésta el descrédito del gobierno, todo habría concluido (37). '• Median-

(37) Oficio del ministro de marina al vice-almirante de 8 de julio de 1819. "S. E. el director supremo, agregaba el ministro Zenteoo mas adelante, tendría una gran satisfacción en poder desprenderse de estos detalles que lo distraen i embarazan; pero siendo gravísimas las necesidades, solo el jefe supremo, qne es el ecónomo público, puede ocurrir al remedio de las mas urjentes, que son el mantenimiento de las fuerzas navales i de tierra. Va, en otra ocasión (cuando V. S. aun no estaba al

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cacion de los cohetes a la Congreve era entonces un secreto qae- reservaba cuidadosamente el gobierno ingles. A fines de 1817, cuando Alvarez Condarco, el ájente de Chile en Londres, entró en relaciones con lord Cochrane, le informó éste de las ventajas que resultarían del empleo de esos proyectiles en la marina chilena, i le procuró los me- dios de poseer el secreto de su fabricación. Un artífice llamado Gold- sack, a quien Cochrane calificaba de »»¡njeniero eminente»», i que habia servido algunos años en la maestranza de Woolwich bajo las órdenes de sir W. Congreve, se determinó a venir a Chile a dirijir la fabricación de cohetes con el sueldo de dos mil pesos anuales, i con la promesa de pagar a su familia una pensión vitalicia, en caso que él muriese antes de regresar a Inglaterra. Se contrató ademas un asistente llamado Tylor que debia trabajar como segundo director de la fábrica. Cochrane i Alvarez Condarco adquirieron las máquinas i útiles de maestranza que se creían indispensables, i los ingredientes que a su juicio no seria fácil procurarse en Chile.

La mayor parte de ese material llegó a Valparaíso en mayo de 181 8 a bordo del navio Cumberland^ que, como se recordará, pasó a formar parte de la marina chilena con el nombre de San Martin. Sin embar- go, la fábrica no pudo establecerse sino después del arribo de Cochra- ne i de los artífices cjue debían elaborar los cohetes. Establecióse ésta en un departamento apartado de la maestranza, bajo la dirección del sarjento mayor don Santiago Charles, brillante oficial ingles que acaba- ba de llegar a Chile (40). Apesar del empeño que se puso en la elaboración, ésta encontró tropiezos considerables desde el primer día.

una de azufre i tres de carbun. Cuando esta sustancia se consumia, la caja hacia esplosion como una granada. El cohete era lanzado horizontalmente, i en su trayec- to producía un zumbido aterrador, pero esperimental)a desviaciones que era mui difícil evitar. La fabricación de cohetes a la Congreve esperiniento mas tarde mo- tlificaciones i perfeccionamientos; i por mucho tiempo conservaron éstos su prestijio; pero la esperiencia demostró al fin cjue eran mucho menos eficientes que otros pro- yectiles de guerra, i los progresos subsiguientes de la artillciía acabaron por hacer- los olvidar, o por utilizarlos en otra forma para hacer señales.

(40) Charles, a quien Cochrane denomina "a most able and gallant officer,» era en efecto un oficial tan hábil como valiente, que desgraciadamente murió en acción de guerra en la segunda campaña naval a las costas del Perú. En las Memorias del jeneral Milhf\ tomo I, páj. 204, hai una estensa i noticiosa nota biográfica de Charles. •'<¿uizas, se dice allí, no ha existido jamas un oficial que sirviendo en ejércitos es- tranjeros, haya sido tan universalmente distinguido, i que desplegase cualidades que le dieran mas derechos a ser eslimado, ya fuese por sus conocimientos en su profesión o por sus cualidades personales. n

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTOLO XIV 30I

Bolo pudo conseguirse una pequeña cantidad de zinc para las solda- duras de los tubos; i no teniendo disponible el gobierno el cobre que se necesitaba, fué necesario pedir los utensilos viejos de este metal que pudieran hallarse (41). Habiéndose consumido poco mas tarde algunos de los materiales traídos de Inglaterra, i no habiendo en Chile cómo reemplazarlos, el gobierno encargó a su ájente diplomático don Miguel Zañartu que los comprara a la mayor brevedad en Buenos Aires o en Rio de Janeiro, i que los enviara a Chile a la mayor breve- dad (42). Por motivos de economía, i también para mantener el se- creto de la fabricación, fueron empleados en el'a como operarios su- balternos algunos de los prisioneros españoles que se hallaban en Santiago, a los cuales se podia mantener encerrados en la maestranza sin que se les permitiera comunicarse con nadie de afuera.

A mediados de abril se había construido ya una considerable canti- dad de cohetes; pero no eran precisamente incendiarios, esto es desti- nados al bombardeo de las plazas, sino utilizables para lanzarlos sobre las ñlas enemigas a fín de desconcertarlas, especialmente a la caballería. El gobierno se apresuró a enviar una partida de ellos a lord Cochrane, que se hallaba hostilizando al enemigo en las costas del Perii; pero llegaron allí cuando éste se habia retirado con la escuadra, i no fueron utilizados (43). La fabricación de los cohetes incendiarios marchó con mayor lentitud; pero el 15 de mayo pudo hacerse un ensayo de ellos «n presencia del director supremo, del ministro de la guerra, de mu- chos funcionarios piíblicos i de un numeroso concurso de jente; i el resultado pareció tan satisfactorio, que el gobierno resolvió felicitar oficialmente a los artífices, i ofrecerles un premio estraordinario en di- nero (44). Como muchos individuos, movidos por una natural curio- sidad, se empeñaban por ver aquella fabricación, el gobierno redobló

(41) En ofício de 6 de abril, el ministerio de la guerra pedia al gobernador de Valparaíso que le enviase un obús de bronce que estaba inútil, una campana rota, tres pailas i otros utensilios inservibles.

(42) Ofício del ministro de la guerra al representante de Chile en Buenos Aires, de 10 de agosto de 1819.

(43) Esos cohetes fueron llevados por la fragata Áosa, armada en corso, i por el bergantín Eiena Maria que llevaba víveres a la escuadra. Salieron éstos de Valpa- raíso en los últimos dias de abril, según contamos en otra parte. Ninguno de ellas halló a lord Cochrane. £1 primero siguió su viaje al norte, e hizo una brillante cam* paña de corso. El segundo, como sabemos, fué apresado por los realistas con tuda su carga; pero parece que éstos no dieron importancia a los cohetes, i tal vez no cono- cieron su uso.

(44) Ofício del ministerio de la guerra el mayor Charles, de 15 de mayo de 1819.

302 HISTORIA DE CHILE aw.^

las medidas de vijilancia i de cautela, i por fín decretó que «no se 'permitiese a ninguna persona de cualquier clase i condición que fuera, penetrar en el laboratorio en que se trabajan los cohetes incendiarios, con prevención de que ni aun el mismo jeneral en jefe podrá ser ad. mitido sino exhibe una orden por escrito de S. E.n, bajo conminación de pena de muerte al ({ue desobedeciere esta orden (45). Poco mas tarde, cuando Cóchrane terminaba los aprestos para la nueva salida de la escuadra, se hizo en Valparaíso un nuevo ensayo que dio tam- •bien un resultado satisfactorio. Ya veremos que su efecto no corres- pondió a esas esperanzas.

El proceso iniciado contra el segundo jefe de la escuadra por el abandono del bloqueo del Callao, fué otra causa de perturbaciones i de embarazos. Como dijimos antes, el contra-almirante Blanco Enca- lada a su arribo a Valparaíso, habia sido puesto en arresto i sometido a juicio. El supremo director, al decretar esta medida, se mostraba profundamente indignado por aquel hecho a que con razón atribuia suma gravedad, creyéndolo oríjen de muchos males. En el primer momento, la opinión pública se habia mostrado desfavorable al contra- almirante. El único periódico que entonces se publicaba en Chile ^.£/ Telt'grafo)^ fuera de la Gaceta ministerial^ apoyándose en los informes del capitán Guise i de algunos otros de los ofíciales que servian a las órdenes de aquel jefe, impugnaba francamente su conducta. Blanco habia tratado de justificarla ante la opinión con la publicación de un opúsculo, i ante O'Higgins con una carta, en que invocando su antigua amistad, pedia que se le oyera en juicio, para desvirtuar las acusaciones de sus subalternos. En realidad, la defensa i la vindicación de Blanco, no eran satisñxctorias; pero desvanecida en parte la primera impresión producida por aquellos hechos, sobre todo después del arri- bo de Cóchrane con el resto de la escuadra, se operó una reacción en el juicio público. Los servicios de Blanco en la feliz campaña naval de 1818, i su reputación de militar tan caballeroso como valiente, eran invocados en su favor, i doblegaron al mismo O'Higgins, que en el principio habia manifestado tanta irritación.

Instruido el sumario por el comandante jeneral interino de marina capitán de fragata don Juan José Tortel, i oido el informe legal del auditor don Antonio Alvarez Jonte, el 22 de julio se reunió en Valparaíso el consejo de guerra bajo la presidencia del vice-almirantc Cóchrane. Componíanlo, ademas del coronel don Luis de la Cruz,

(45) Oficio del ministerio de la guerra de 21 de julio de 1819.

304 HISTORIA DE CHILE 1819

a tierra, i quedaron seriamente maltratados. Otros buques de la escua- dra, que habían sido despachados a Talcahuano a recojer algunas an- clas i otros aperos navales, esperi mentaron el temporal durante la nave- gación. La fragata Lautaro^ que mandaba el capitán Guise, *«se halló después de él, dice lord Cochrane, con nueve pies de agua en la bo- dega, por faltarle las medias tapaderas para las portas i las escotillas; i esto con haber tenido que arrojar al agua diezíseis de sus cañones, han sido los mayores detrimentos que ha padecido (47). »» En Talcahuano pudo reparar sus averías con comodidad, pero con no poco riesgo de un levantamiento de una parte de la tripulación (48). A su vuelta a

(47) Oficio de Cochrane al ministerio de marina de 9 de agosto de 1S19.

(48) Durante la permanencia de la fragata Lautaro en Talcahuano, se descubrió un conato de sublevación a bordo que fué reprimido oportunamente. Parece que ese plan fué preparado por sujestiones de algunos ajentes realistas, aprovechándose del descontento de la tripulación, a la cual no se le habian pagado sus sueldos. £1 coronel Freiré, intendente de Concepción daba al gobierno cuenta de estos hechos en oficio de 16 de julio en los términos siguientes: "En la Lautaro se ha descubierto una maldita conspiración contra el comandante i oficiales. £1 autor era el segundo cirujano, ingles, cuyas miras parece eran dirijirse a Lima con el buque. Yo estuve en estos dias en Talcahuano con el comandante Guise. Se hallaba algo perplejo por falta de sujeto de confianza que examinase en nuestro idioma varios testigos americanos, pues el delator ha sido un cabo chileno; i ya no pensaba mas que en fusilar al dicho segundo cirujano sin formalidad de juicio, quedando oculto el ve- neno, n £1 comandante don Pedro Barnachea, segundo jefe de la plaza de Concep- ción, daba mas detalles sobre el particular en carta dirijlda a O^IIiggins con lecha de 3 de agosto. "Esta provincia, decia, está todavía con bastantes godos, i mientras no los fusilemos a todos, no quedaremos en sosiego. Aquí estoi haciendo todo lo po> sible a fin de que los agarremos de un modo que sea mas seguro que no vuelvan a sembrar la zizaíla, como lo han hecho en la Lautaro^ donde tramaban una conspi* ración i han sido nueve descubiertos. Precisamente ha de ser obra de Benavides» porque en estos dias he tomado presos diez que vinieron de Arauco, i veinte de los aposentados en este lado. Dentro de tres dias, concluiré el proceso, i serán fusila* dos muchos de ellos, a lo que se han hecho acreedores por sus crímenes, n Estos actos de rigor eran la consecuencia de la guerra desapiadada que hacían en las pro- vincias del sur los montoneros i bandidos que se llamaban sostenedores de los dere* chos del reí de España para cometer las mas atroces violencias i las mayores depre- daciones. El comandante Barnachea desplegó en esa guerra el carácter duro que ya había mostrado en Talca en la persecución de los Prietos i de sus parciales. Bn los mismos dias en que escribía esa carta, se tramitaba ante el senado una acusadoo entablada contra él por algunos vecinos de Talca que se daban por victimas de atropellos cometidos allí en los meses anteriores. Véanse las actas del senado de 29 de julio i de 14 de agosto, i los documentos adjuntos en las Sesiones de los cuerdos UjislativoSf tomo III, páj. 118 i 157.

No he podido descubrir entre los documentos de la época el proceso ni otros do*

3o6 HISTORIA DE CHILE 1819

sulta este negocio representándole los inconvenientes de una declara- ción jeneral que pugnarla con la costumbre establecida, resolvió con fecha de i6 de agosto que »»los marinos ingleses fueran juzgados por la ordenanza inglesa i los del pais por la española, n pero solo proviso- líamente i '>miéntras el tiempo i las circunstancias dieran a conocer cuáles eran las otras reglas que convenia adoptar (50). n Pero el vice- almirante, que conocía mui bien el espíritu de los aventureros que ser vian a sus órdenes, señalaba ««los únicos medios que le parecían efica- ces para inducir a los marineros ociosos a entrar inmediatamente al servicio del estadoír, como igualmente a los que por motivos pecuniarios o por falta de confianza, se habían embarcado en número crecido en los buques mercantes que habia en Valparaíso. "Opino, decía con este motivo, que sin pérdida de momento se debe hacer saber del modo mas público í jeneral que todos los buques enviados por el gobierno de España para la subyugación de la América, i todos los que pertene- ciesen a Fernando VII i fuesen apresados en la siguiente espedicion, serán íntegramente de los captores, n Lord Cochrane, que en esta jestion hablaba en favor de sus intereses personales, se empeñaba en demostrar que la adopción de esa medida, lejos de ser contraria a los intereses de Chile, aceleraría el fin de la contienda, í sería en último resultado "el medio mas económico para efectuar los grandes objetos que se meditaban (51)."

El director supremo habia rechazado antes ese proyecto. En diciem- bre del año anterior, después de oír las representaciones de los oficia- les de la escuadra, habia confirmado sus declaraciones anteriores por las cuales el valor de las presas tomadas al enemigo debía ser repartido por mitad entre los captores i el gobierno. Ahora, ante la espectaliva de una campaña naval, que según las seguridades que daba Cochrane, iba a concluir con el poder español en el Pacífico, el director 0*Hig- gins se vio forzado a ceder. »»A la verdad, decia al senado al someterle esa proposición, esto es pedir mucho, i concederlo es demasiado. Yo convengo con el almirante en que en la necesidad indispensable de valemos de los estranjeros para existir políticamente, es preciso hala- gar sus caprichos i aun satisfacer si fuese posible su codicia. aquí el conñicto i la lucha entre la dignidad del gobierno i la política actual de la nación. Pero, vamos al objeto; afiancemos la independencia, i

(50) Acta del senado de 16 de agosto i documentos anexos, en la colección cita- da, tomo III, páj. 160-3.

(51) Oñcio de Cochrane al supremo director de 24 de agosto de 181 9.

l8l9 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XIV 307

rribemos entonces a ese grado de que ahora nos priva nuestra apurada menesterosa situación. Yo opino que debe accederse a la solicitud el almirante, restrinjiéndola a solo los buques de guerra o armados orno tales, con esclusion de los que no lo fueren, i aun de las mer- ziderfas i cualesquiera artículos que aquellos trajesen a su bordo i que Tccisamente no pertenezcan a su armamento i equipo naval i marine- ro.ii El senado por acuerdo de 2 de setiembre sancionó este parecer, 2L utorizando al director supremo a tomar las medidas convenientes para ^l^onerlo en práctica (52). Parece que esta declaración produjo el re- sultado de atraer de nuevo al servicio a muchos marineros estranjeros <\ae lo habían abandonado; i como el gobierno alistaba coercitivamente entre los hijos del pais así marineros como soldados para la artillería \ para la guarnición de los buques, antes de mediados de setiembre estuvieron completas las tripulaciones.

10. Plan de operado- 10. El plan de operaciones de la escuadra, lar- ncx de la escuadra gQ tiempo meditado, quedó clara i terminante- c 1 cna; rece os que ^^^gj^^g establecido en las instrucciones dictadas

inspiraba el anuncia- -,,, ^ . 1 .

do arribo de la div¡- P^^ el director supremo. ««El linico objeto de es- sion naval española, ta espedicion, decia ese documento, es afianzar i desastre de ésta. en nuestras manos de un modo positivo i sólido, el dominio del Pacífico, para que, desembarazado el paso del mar de toda nave enemiga, pueda sin ese obstáculo, zarpar de nues- tros puertos el ejército espedicionario que ha de ir a dar libertad al Peni i a asegurar, por una consecuencia necesaria, la inalterable independencia de la América del Sur.ii En conformidad con este propósito, la escuadra chilena debía atacar sin tardanza las naves es- pañolas surtas en el Callao, apresarlas o destruirlas, i estrechar el bloqueo de esa plaza para impedir la entrada de la división naval que venia de España, a la cual debía igualmente atacar i destruir. Lord Cochrane tenia tal confianza en el poder destructor de los cohetes a la Congreve, que no vacilaba en prometer con absoluta seguridad el feliz éxito de la empresa que se le encomendaba. Deseando evitar las depredaciones que podían hacer antipática en el Perú la causa de la r.evolucion, como así mismo el fomentar en ese pais levantamientos

- (52) Aunque el oíício que se pasó sobre este particular tiene fecha de i.*' de setiembre, a lo menos así se ha publicado, hai en esto un pcqucHo error, porque el acuerdo fué tomado en 2 de ese mes. El ofício de 0*Higgins al senado en que hacia aquella indicación, es de 27 de agosto, i en ese dia se dió cuenta de él en aquella corporación. .

308 HISTORIA DE CHILE 1819

parciales que atraerían las venganzas de las tropas del virrei sobre los que los promoviesen, afíanzando así por el terror la dominación espa- ñola, se recomendaba al vice-almirantequese abstuviese de emprender peciueñas espediciones en tierra, aguardando que un ejército respeta- ble, (lue quedaba alistándose, pudiera acometerlas en mayor escala i de una manera que exitara el levantamiento jeneral del pais. ««Al Perú, decian las instrucciones, no debe inmaturamente conmoverse, porque o concitamos contra nosotros su odiosidad i execración, o porque un movimiento inoportuno sepultura aquel pais en la anarquía i en la feroz rivalidad de las multiplicadas castas que lo habitan. . . Mas, agregaban, en el caso de que de resultas de las felices operaciones de la escuadra, se llegue a conmover la capital de Lima, i para sacudir el yugo del tirano pidiesen los patriotas un pronto auxilio del almirante, lo proporcionará desembarcando toda la jente que pudiere, si concibe que es tiempo i ocasión oportuna de franquearlo, dejando a su discre- ción i prudencia los ulteriores procedimientos que siempre serán dirí- jidos a apoyar a los patriotas en la obra de la destrucción del gobier- no español, i de constituir en libertad el poder supremo de aquel pais (53).ti

Pero la próxima salida de la escuadra creaba a Chile un serio peli- gro. Creíase que la división naval que habia salido de España en mayo anterior, podía llegar al Pacíñco de un dia a otro; i se temía que antes de dirijirse al Callao ejerciera algunos actos de hostilidad en las costas chilenas. Las comunicaciones que llegaron de Buenos Aires a mediados de agosto no dejaban ya lugar a duda a ese respecto. El di- rector supremo, al paso que recomendó al gobernador intendente de Concepción que mantuviera la mayor vijilancia en la costa de esa provincia i especialmente en el puerto de Talcahuano para contrarres- tar cualquiera agresión del enemigo, ordenaba al capitán Guise que sin pérdida de tiempo regresara a Valparaíso con la fragata Lautaro i el bergantín PueirreJon^ j)ara que estos buques se reunieran a la es- cuadra, i se salvasen del peligro de ser capturados por el enemigo (54).

Esos recelos obligaron a distraer dos buques menores de la escuadra en una comisión estraña al plan de operaciones que ésta se proponía.

(53) Kstas instrucciones, de fecha de 6 de setiembre de 18 19, han sido publica* das íntegramente por el contra-almirante Uril)e Orrego en el apéndice del capi- tulo X\'II de la segunda parte de Los ortjtnes de nuestra marina miiUar,

(54) Ohcios del ministerio de marina al vice-almirante, al gobernador intendente de Concepción i al comandante de la fragata Lautaro de 19 de agosto.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIV 309

La goleta Moctezuina^ nave mercante pequeña pero mu¡ velera, captu- rada poco antes por lord Cochrane i armada ahora en guerra bajo el mando de un oficial apellidado Carey, fué despachada a cruzar cerca de la isla de la Mocha, i el Pueirredon^ mandado por el capitán don Guillermo Prunier, debía hacer lo mismo en las cercanías de Talca- huano. Ambos buques tenían el triple encargo de observar si llegaban a esos puntos las naves españolas para comunicar inmediatamente a tierra cualquiera noticia que pudiesen adquirir, de perseguir una goleta llamada Alcance que por encargo del virrei del Perií debía hallarse en esos mares para ponerse al habla con las naves que venían de España, i por ultimo de impedir que se acercara a la costa un buque que, según avisos llegados de Buenos Aires, había salido de Montevideo trayendo a don José Miguel Carrera, que pretendía producir un movimiento revolucionario en Chile. Aquella dilíjencia fué absolutamente estéril. Los buques que se suponían venidos del Perú i de Montevideo, no lle- garon a aquellos lugares; i la división naval española había corrido una suerte desastrosa.

Compuesta, como dijimos antes, de la fragata Prueba^ i de los navios Alejandro I\ San Telmo^ había salido de Cádiz el lo de mayo bajo las órdenes del brigadier de la real armada don Rosendo Porlier. Co- mo, lo habían previsto algunos oñciales de marina, el navio Alejandro ly uno de los buques comprados hacia poco a la Rusia, i de reciente construcción, comenzó a hacer agua desde los primeros días de nave- gación. A mediados de junio, habiendo llegado a la línea equinoccial, se reconoció que por su mal estado, no podía continuar el viaje, i se le hizo volver a Cádiz (55). Los otros dos buques siguieron su viaje en conserva; pero al llegar a la altura del cabo de Hornos a mediados de agosto, fueron asaltados por un tremendo temporal (propagación del que poco antes había hecho tantos estragos en la costa de Chile), i se vieron separados sin poderse reunir i socorrer en la tormenta. La fra- gata Prueba, el buque menos poderoso de la división, sufrió algunas

(55) En España se hizo lo posible por ocultar o disimular este descalabro; pero la noticia llegó al estranjero, i la repitieron diversos diarios. La prensa inglesa la comentó con verdadera satisfacción haciendo votos porque los otros dos buques cayeran en poder de los independientes de Chile. En los estados de la marina espa- ñola, publicados por don Manuel Marliani como apéndices a su libro titulado Coju- bate de Traf afijar (^Vi{\x\á^ 1850), encontramos la siguiente nota sobre la suerte posterior del navio Alejandro I: "Este buque, a mediados de 1819, salió para Lima con la división del brigadier don Rosendo Porlier, arribó desde la línea equinoccial por hacer agua, quedó incorporado en la bahía de Cádiz a la escuadra del jeneral Maurell, i habiendo bajado al arsenal en 1820, se deshizo en 1823.11

3IO HISTORIA DE CHILE tSiQ

averias; pero después de luchar muchos dias contra la furia délos elementos, logró doblar el cabo, í fué a acercarse al Callao cuando yais^^ este puerto estaba bloqueado por la escuadra chilena, según veremoís^ ^^ mas adelante. El navio San Telmo^ que montaba el jefe de la división, « ^^ desapareció bajo las olas con todos sus tripulantes, de tal suerte que^ * no quedó resto ni vestijio del desastre. Tres meses mas tarde, los ^^ realistas i los patriotas no tenian noticia alguna de este trájico aconte- - cimiento; i mientras los primeros esperaban todavia ver llegar ese navio en su socorro, las naves chilenas lo buscaban infructuosamente - en los puertos i caletas del Perií, a donde creían que podría haber arribado. Aquella división naval, que en ningún caso habría alcanzado a cambiar la faz de la guerra i el desarrollo natural de los sucesos que confirmaron la independencia de estos países, habría podido, sin em- bargo, embarazar por el momento la acción de los patriotas i prolongar talvez la lucha. El doble desastre que hemos referido, debilitando considerablemente el poder naval de España en el Pacífico, parecía ser el anuncio de su aniquilamiento fatal i definitivo (56). II. Los corsarios: n. Los corsarios patriotas, entre tanto, habían he* embarazos que ^^ ^^^ guerra implacable al comercio español en

algunos de ellos ^ _, . j j

crean al gobier- ^^*^^ mares. El apresamiento de naves de comercio no. con cargamentos mas o menos valiosos, habia cau-

sado grandes perjuicios a los comerciantes del Perií, esparcido entre ellos el terror, i obligado a las autoridades a adoptar arbitrios que pugnaban con las leyes, con las prácticas i con las ¡deas económicas que constituían las bases del sistema colonial español. "La multitud de corsarios que infestaban estos mares en todas direcciones, decía el virrei del Perií al tribunal del consulado de Lima, ha tenido anclados

(56) En noviembre de 181 9 entró al Callao, burlando el bloqueo pacslo por la es- cuadra chilena, la fragata mercante española Mariana^ procedente de Cádiz. Refirió alü que el 4 de setiembre, después de muchos dias de horrenda tempestad que durala todavia, se habia separado del navio San Tclmo a la altura de 62 grados de latitud sur, i que este buque quedaba sin limón i sin masteleros. Por entonces no se tuvie- ron otras noticias; i los realistas de Lima conservaron la esperanza de ver llegar el navio i de poder repararlo. Después de algunos meses de espectativa, esas esperanzas se desvanecieron dolorosamente.

El 21 de mayo de 1821 llegaba a Valparaíso el l>ergantin ingles Libonia de la pes- ca de lolx)s en las Nativas Shetlands del sur, islas recien esploradas, i referia que en aquellas costas habían aparecido grandes trozos de madera i una ancla que pesaba 30 quintales; i se supuso que debian ser del navio San Telmo, Nunca se tuvo noticia de ninguno de los tripulantes de este buque.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIV 3II

los buques nacionales en nuestros surjideros. Bien sabe V. S. que por esta circunstancia, por la necesidad de procurar el abasto preciso de esta capital, i por las continuas reclamaciones del cuerpo de hacenda dos para que se proporcione alguna salida a los estancados productos de sus ñncas, se ha ocurrido a la salvaguardia i seguridad de los pabe- llones estranjeros para verificar el comercio de cabotaje; i habrá com- prendido V. S. también cuan sensible ha sido al gobierno conceder estas franquicias a los estraños, dándoles una ganancia que esclusiva- mente pertenece a los nacionales, i que solo motivos tan imperiosos como inevitables han podido constituirle en semejante conflicto (57)."

I^s operaciones i correrías de los corsarios chilenos se habian es- tendido mucho mas allá de los mares del Perú. Después de recorrer la costa desde Arica hasta Guayaquil haciendo valiosas presas, i cuando vieron que por allí no hallaban ya mas que pequeñas embarcaciones que conducían provisiones de un punto a otro, se habian adelantado hasta Panamá i las costas occidentales de la América Central, i apre- sando muchas naves, i efectuando frecuentes desembarcos, produje- ron una gran perturbación en el comercio español de esas apartadas rejiones. La fragata Rosa de los Andes que salió de Valparaíso el 25 de abril, bajo el mando del capitán lUinworth, iniciaba el mes siguien- te su campaña de corso con el apresamiento de una fragata española llamada Los tres hermanos; sostenia después un combate con una de las naves del virrei, e iba a ejecutar en las costas del antiguo virreinato de Nueva Granada hazañas portentosas que fueron de gran trascen- dencia, i que mas adelante tendremos que recordar (58).

Pero si esas operaciones de los corsarios prestaban un servicio efi- caz a la causa de la revolución, debilitando al enemigo i demostrándole su imposibilidad de mantener el prestijio i el poder de la dominación colonial, creaban al gobierno no pocas complicaciones i embarazos. En la noche del 3 de julio penetró cavilosamente a Valparaíso un bote, cuyos tripulantes, después de una 1 i jera inspección del puerto.

(57) Ofício del virrei Pezuela al tribunal del consulado de Lima, de 24 de setiem- bre de 18 1 9.

(58) El corso de esta fragata, memorable por muchos motivos, está contado con mas o menos estension en varios libros; i es el objeto de un estudio especial de don Benjamin Vicuña Mackenna que lleva por título El crucero de la Rosa de los Andes^ publicado en el tomo I de sus Relaciones históriccLs, Puede verse un resumen bas- (ante noticioso de esos hechos en Los orljenes de nuestra marina militar por el contra-almirante dea Luis Uribe Orrego, parte I, cap. V.

312 HISTORIA DE CHILE 1819

trataron de salir de él, pero fueron detenidos por orden de las autori dades de tierra. El vice-almirante, informado de estos hechos, hh salir al bergantin Galvatino; \ éste regresó inmediatamente al puerto ei compañía de dos buques armados en corso con bandera arjentina, pen sin otra patente que la que les habia dado el comandante de otro*

buque corsario que luego debia llegar a Valparaíso. La primera íns ^•

peccion de esas naves i de sus papeles, revelaban irregularidades de -^^ c todo orden, i verdaderos actos de piratería ejecutados en el mar por "^c •í los denominados corsarios. Una de ellas era una goleta danesa llamada .^^a María Sofia^ apresada en Realejo, sin razón ni motivo i con la mas ^s -s flagrante violación de los principios mas elementales del derecho ma- -■■ rítimo, i cuyo capitán i marineros^ sometidos a los peores tratamientos, «- ^i eran mantenidos a bordo en calidad de prisioneros. £1 otro era la fragata Santa Rosa o Chacabuco que habia salido de Buenos Aires armada en corso en mayo de 1 817, pero cuya tripulación se había sublevado entregándose a la piratería en los archipiélagos de la Ocea- nía (59).

Puestos en libertad los presos de diversas nacionalidades, i entre ellos algunos indios de las islas de Sandwich que se hallaban grave- mente enfermos, se recojieron informes de las fechorías cometidas por aquellas jentes, i entre otras del saqueo de un buque ingles en el estrecho de Sonda. £1 capitán Shirref, comandante de las fuerzas na- vales británicas en el Pacífico, entabló inmediatamente las mas pre- miosas reclamaciones para que se levantase una información acerca de estos hechos. £1 vice-almirante Cochrane, después de recojer estas noticias i de examinar los papeles de esos buques, los remitió a San- tiago para (jue fueran conocidos por el gobierno, i creyó que estaba en el deber de tomar medidas mas ejecutivas i enérjicas. üTodos les antecedentes relativos a estas naves, decia al ministerio de marina con fecha de II de julio, confirman la opinión que yo me habia formado desde el principio de que son piratas. Nada puede contribuir mejor a colocar a la marina de Chile en un pié respetable ante las naciones europeas que un solemne proceso i una esposicion de aquellos puni- bles procedimientos, como la condenación de aquellas naves para el uso del estado, porque las aprehensiones orijinadas en Europa por las irregularidades que cometen los filibusteros de esta clase en los mares del sur, darán motivo para que los cubran con buques estranjeros de

(59) Véase la nota 59 del cap. IV de esta misma parte de nuestra ffistüria.

8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIV 313

rra.n En consecuencia de este concepto, el vicealmirante ordena ^^^ aquellos buques se colocasen al lado de las naves de la escuadra,

a que éstos pudieran vijilarlos e impedir su fuga mientras se seguía

proceso. Igual colocación se dio a otro barquichuelo, el lugre -^^piuTto^ que entraba a Valparaíso el 12 de julio, i que formaba parte ^el mismo convoi.

Por fin, el 14 de julio entraba a ese puerto la fragata La ArJentinUy que era el buque capitán de aquella espedicion. Mandábalo don Hipóli- to Bouchard, aventurero francés que, a la edad de treinta i cuatro años que contaba entonces, se habia conquistado un renombre de valiente por sus servicios en tierra i en mar bajo la bandera arjentina (60). Intré- pido hasta la temeridad, arrogante e inflamable, Bouchard estaba des- provisto de cultura de espíritu, era tosco en sus modales i maneras i duro en sus sentimientos. Habia salido del Rio de la Plata el 9 de julio de 181 7 con patente del gobierno de Buenos Aires para hacer el corso durante dos años, i doblando el cabo de Buena Esperanza, se habia dirijido a los mares de la India en persecución de las naves españolas que salian de las islas Filipinas, pero empeñándose en com- bates i pendencias contra naves de otras nacionalidades. En las islas de Sandwich, rescató la fragata Chacabuco que habia sido vendida por sus tripulantes. En las costas de la América Central, renovó sus em- presas, atacando i apresando así a las naves españolas como a algunas neutrales. Allí sostuvo el 9 de abril de 18 19 un encarnizado combate con un corsario de nuestro pais llamado El Chiletio^ creyéndose ene- migos ambos contendientes, i por tanto, ignorando que pertenecían a naciones aliadas i amigas; i apoderándose de un buque que habia apresado aquel, tomó doce cañones que llevaba para armar la goleta danesa María Sofía que agregó a su escuadrilla. Los prisioneros de- tenidos por Bouchard declararon haber recibido los peores tratamien- tos, sin que éste tomara en cuenta el carácter neutral de muchos de ellos.

Al llegar a Valparaíso, Bouchard vio con estrañeza i con disgusto que los otros buques de su escuadrilla que habían precedido a La Arjentina^ estaban retenidos entre los de la escuadra chilena. Este disgusto se manifestó el día siguiente por un acto de resistencia que iba a comprometer su causa. Por encargo de Cochrane i del capitán

(60) Bouchard había servido en 1815 i 1816 en el famoso corso de Brown que hemos referido con bastante prolijidad en la parte VII de esta Historia, cap. I\\ § S, icap. VI, § I.

314 HISTORIA DE CHILE 1819

Shirrefí, en la tarde del 14 de julio se presentaron a bordo de es( buque el capitán Spry, comandante del Gaharino i el capitán O'Brien de la marina británica, para tomar informes acerca de los actos d^ piratería que se babian denunciado. Boucbard los recibió con la ma^ altiva arrogancia, sostuvo con ellos un violento altercado en lengui^ francesa, i poniendo sobre las armas la jente de su buque, los amenaz con las puntas de las bayonetas. Este accidente irritó sobre manera af vice-almirante chileno. Dispuesto a hacer respetar su autoridad, man- dó que el comandante Wilkinson del San Martin tomase posesión d La Arjenlina a viva fuerza si fuera necesario. En cumplimiento d esta orden, el teniente primero de ese navio William Cuny, seguid de treinta hombres bien armados, se apoderó en la noche del 15 d julio de la fragata corsaria después de una lijera resistencia, i reduj a prisión al capitán Boucbard, trasbordándolo inmediatamente a bor do del San Marlin. Conforme a lo dispuesto anteriormente por elM vice-almirante chileno, el capitán Spry fué encargado de recojer la declaraciones para formar el proceso.

Estos hechos creaban al gobierno un grande embarazo. No le era dado desentenderse de las reclamaciones del capitán Shirreff, que re-^

presentaba a la Gran Bretaña, que tenia bajo su mando naves pode

rosas, que se mostraba propicio a la causa de la independencia, í al cual no convenia por ningún concepto descontentar sin peligro de hacerlo vacilar en sus simpatías políticas, i tal vez inclinarse en favor de los realistas, a quienes podía prestar útiles servicios sin salir de la esfera de la aparente neutralidad. Un comerciante danés establecido en Santiago, don Carlos Dreweke, hombre de la mas perfecta honora- bilidad, de educación distinguida, i amigo entusiasta de la revolución chilena, a cuyo gobierno ayudaba empeñosamente en todas las rela- ciones con los estranjeros, habia tomado h representación de don Antonio Christiansen, capitán de la Maña S^fia^ i a nombre de éste reclamaba la devolución de ese buque. Lord Cochrane, persistiendo en probar los procedimientos piráticos de Boucbard, pedia para éste un castigo ejemplar, por el desacato de amenazar con las armas al oficial chileno que fué a tomar informaciones a bordo de La Arjentina, En cambio de esto, el coronel Guido, como representante de las pro- vincias unidas del Rio de la Plata, reclamaba empeñosamente ia li- bertad de ese buque i de su capitán, sosteniendo que la conducta de éste no podia ser juzgada sino ante el gobierno de Buenos Aires, que .le habia dado la patente de corso. El supremo director O^HigginSt que habria querido complacer a Guido en razón de la alianxa que

1 8 1 9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIV 3 1 5

stia entre los dos países, se hallaba embarazado para hacerlo por las lamaciones de que no podía desentenderse.

ín esas condiciones se abrió el juicio del capitán Bouchard, ante omisión o tribunal de presas establecido por el gobierno chileno, examinaron todos los papeles de los buques detenidos, i se reco- on las declaraciones que suministraban sus tripulantes. Muchas éstas eran del todo desfavorables para Bouchard, cuyas violencias :daron manifiestas. El gobierno, sin embargo, se empeñó en que o este negocio se tramítase con la mayor moderación. Como Co- ane quisiera utilizar la artillería de aquellos buques para completar irmamento de la escuadra chilena, el ministerio de marina se opuso lio i lo impidió con toda resolución. Mientras tanto, la escuadra )ia salido de Valparaíso en setiembre para hacer su segunda cam- ia en las costas del Perií. Muchos de los tripulantes de las naves enidas habían tomado servicio en los buques chilenos, i otros )ian buscado ocupación en tierra, o salido para el estranjero. El >ernador de Valparaíso, adelantando la investigación, había llegado ar mucha mas luz en la causa. Aunque Bouchard había obtenido miso para trasladarse a Santiago a ñn de activar el desenlace de

causa, era mantenido en una especie de arresto; pero había halla- defensores i amigos que se interesaban por servirlo; i su abogado,

pretender desvirtuar todos los cargos que se le hacían, sostuvo ticularmente la incompetencia de un tribunal chileno para juzgar a corsario armado con patente de otro país. La comisión de presas, ipues de oir el dictamen del fiscal don José Gregorio Argomedo» •nuncio su sentencia el 9 de diciembre. Por ella, absolvía de la tancia a Bouchard, i mandaba ponerlo en libertad i devolverle los jues; pero debía éste ««afianzar competentemente toda responsabi- id por las reclamaciones entabladas sobre la goleta María Sofía. ^\ mente de este fallo, como lo había indicado el fiscal, era que el :io definitivo se siguiera ante los tribunales de Buenos Aires. Sin bargo, Bouchard se quedó por entonces en Chile, volvió a armar en so dos de los buques que tenia bajo sus órdenes, i siguió operando el Pacífico con no poco provecho, pero con mas respeto a las leyes la guerra (6 1 ).

61) La sentencia espedida en el juicio de Bouchard eslá concebida en estos tor- ios: •'Santiago, 9 de diciembre de 1819. Vistos: En consideración al actual rito del proceso, a lo espuesto por el señor ñscal i por el defensor del teniente onel don Hipólito Bouchard en el acto de la relación de la causa, i a los perju

3l6 HISTORIA DE CHILE xSlQ

Apesar de aquellos i de otros embarazos causados por los corsario^s* «^^ las operaciones de éstos siguieron hostilizando obstinadamente el comeoK -^^r cío español en estos mares. Sin embargo, durante el invierno de i8i» :^9 parecieron darle cierto período de descanso. Los armadores i los cacs> ^3" pitanes, persuadidos de que por el momento habia pocas presas qu» w-M\t hacer en las costas del Perii, disponian espediciones mas lejanas, o ^m ^s se mantenian en Valparaiso esperando que después de cierto intervalo d^ Wuüt

cios consiguientes a su progreso (después de los que ha ocasionado una retardación^^* que no ha estado al alcance de la comisión evitar), se declara que afianzando com petentemente el teniente coronel Bouchard toda responsabilidad por las recit -^^ ■' maciones entabladas sobre la goleta Mina So/la, queda absuelto de la instancia-^K -■ '^ del presente juicio i sus formalidades. Póngasele en libertad, i devuélvansele la.^B K la fragata Arjentina i demás buques tomados en su corso; esperándose del sopremoc' ^^ gobierno de las provincias unidas se servirá disponer la satisfacción debida al pabe "S— "• Don de Chile por la resistencia que parece haberse hecho al rejistro ordenado por'T^

el vice-almirante lord Cochrane. Póngase esta resolución en noticia del señor dipu

tado de Buenos Aires: trascríbase al gobernador de Valparaiso para sus efectos i 2 anótese en el espediente seguido por parte de don Antonio Christiansen en deman- da de la Alaria Sofía, archivándose los orijinales i dándose a las partes los orijinales que pidieren, i al teniente-coronel Bouchard sus diarios i demás papeles de navega- ción, copiándose en los autos los que han obrado en ellos. GodoL Astorga. Dr, Fífra. Ante mí, Olivares. Santiago, lo de diciembre de 1819. Confírmase.— O'H IGGI N s. —Zaiteuo. •.

£1 defensor de Bouchard en este juicio habia sido don Agustín Vial, hombre caracterizado como patriota desde los primeros días de la revolución, a la cual haMa servido en la calidad de diputado en el congreso de 181 1, i posteriormente como secretario de una junta de gobierno, todo lo que le valió que fuera continado a Juan P'ernandez durante la reconquista española.

AI recordar estos sucesos no ha sido nuestro ánimo hacer una reseña regular del corso de Bouchard, lo que nos habría obligado a llenar algunas pajinas con hechos que salen del dominio del asunto de nuestra historia.

Don Bartolomé Mitre, en un estenso artículo publicado en tres números de la Revista di Buenos Aires, tomo IV, 1864, ha trazado, con el título de E/ crucero de La Arjentina, una relación bastante prolija del corso de Bouchard, teniendo a la vista el diario de navegación de éste, las relaciones de algunos de sus compañeros, i otros papeles mas o menos importantes. Es sensible que el distinguido historiador arjentino no hubiera conocido los documentos que sobre el particular existen en los archivos de Chile, i sobre todo los dos espedientes del juicio seguido a Bouchard, uno de 126 fojas, i otro de 67, que hoi se hallan depositados en la sección de manus- critos de la Biblioteca Nacional de Santingo. Contienen esos espedientes, fuera de minuciosas declaraciones, muchos documentos del mayor interés. No es menos útil la correspondencia de Cochrane con el gobierno, toda ella en ingles, i la del honra- do i laborioso gobernador de Valparaiso, coronel don Luis de Cruz, inspirada por un notable espíritu de moderación, i por un gran deseo de transijir las dificultades.

f8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIV 317

€empo, se restablecería de algún modo la confíanza de los negociantes e ese pais, i volverían éstos a sacar sus naves de los puertos en que las tenían encerradas. El gobierno de Chile, por otra parte, deseando mantener al enemigo ignorante de los aprestos militares que aquí se i:iacian, i aun dejarle comprender que no se renovarían tan pronto las operaciones navales, estaba empeñado en suspender por el momento las correrías de los corsarios, i en evitar en lo posible las comunicaciones entre Chile i el Perü. Obedeciendo a este plan, el director supremo, que desde el mes de julio estaba impidiendo por los medios concilia- torios la salida de buques de Valparaíso, decretó con fecha de 19 de agosto la clausura efícaz i definitiva de este puerto hasta que hubiera salido la escuadra nacional a su nueva campaña.

El virreí del Perü se dejó engañar por estas apariencias tranqui- lizadoras, i creyó que era llegado el momento de retirar el permiso concedido a los estranjeros para hacer el comercio de cabotaje, i de permitir a las naves españolas que salieran de nuevo al mar. »*Por las noticias que dan los buques estranjeros que trafican por estas costas, combinadas con otras que tiene este gobierno superior, decía el virrei al tribunal del consulado de Lima con fecha de 24 de setiembre, se advierte que la multitud de corsarios que infestaban estos mares en todas direcciones, han desaparecido de algún tiempo a esta parte; i por consiguiente, es de suponer que probablemente han cesado por ahora los peligros de la navegación que con infinitos perjuicios de los

i de no lastimar los derechos i Ins prerrogativas del gobierno de Buenos Aires. Si el historiador arjentino hubiera conocido estos documentos, habria evitado el caer en los muchos i a veces graves errores en que ha caidoen su relación. Cochrane, por ejemplo, establece el hecho de que el diario de navegación exhibido por Bouchard, no había sido escrito dia a dia, sino rehecho mas tarde, desfígurando los acontecimien» tos, i aun contando cosas que no habian sucedido. La reseña trazada por don Bar- Colomé Mitre, en que se ha empeñado en revestir la campaña de Bouchard de un brillo de heroísmo sumamente exajerado, i en que no se cuentan las violencias e irregularidades cometidas por éste, violencias e irregularidades que el representante del gobierno de Buenos Aires i el abogado de Bouchard no negaban, es sobre todo injusta con lord Cochrane, a quien se atribuye, no el propósito de hacer respetar su autoridad o el de evitar los actos de piratería que desacreditaban la causa de América ante los ojos de los europeos, i que producian dificultades i complicaciones con los jefes de las fuerzas navales estranjeras, sino una codicia desenfrenada por apoderar- se de los caudales de que se creia poseedor al capitán corsario. En este último punto, es particularmente inexacta la relación de que hablamos.

Como decimos en el testo, Bouchard se quedó entonces en el Pacífico ocupado en operaciones de corso. En 182 1 volvió a tener dificultades con lord Cochrane.

3>8

HISTORIA DE CHILE

[propietarios, del público i de la real hacienda, han tenido anclados los buques nacionales en nuestros surjideros... Ahora, pues, que parece han cesado estos peligros, i que asoma la época en que los navieros del pais se reintegren en el goce privativo de jiro i tranco por estas costas, es necesario que V. S. se lo anuncie i estimule con todo el ascendiente de su representación a que emprendan sus especulaciones i pongan en alguna actividad sus buques, tomando desde luego aque- llas precauciones que siempre son necesarias en la situación presente. Asi se lograrían los deseos que siempre he manifestado de protejer i ver espedito el comercio nacional, i cerrar absolutamente la puerta a las comunicaciones i trato mercantil con los referidos estranjeros; i así se verá reanimado algún tanto nuestro exhausto erario con entradas que le ayuden a subvenir a los grandes dispendios del dia.n

£1 virrei iba a sufrir la mas dolorosa desilusión en sus espectativas de levantar de su postración el comercio marítimo del Perü. Tres días después de haber escrito ese ofício, veia a Cochrane presentarse de nuevo al frente del Callao a la cabeza de la escuadra chilena, i reno- var las operaciones navales que habian de dar a ésta el dominio del Pacífico.

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CAPÍTULO XV

GOBIERNO INTERIOR: LA HACIENDA PÚBLICA: EL COMERCIO I LA INDUSTRIA

(noviembre de i8i8 a setiembre de 1820)

'^ % Hl senado lejislador: su espiritu, sus primeros trabajos i sus primeras reformas en la organización administrativa. 2. Apurada situación del tesoro nacional: medí- rl.is adoptadas para mejorarla: economías i reducciones de sueldos: reagravación de impuestos e imposición de otros nuevos. 3. La contribución mensual i el empréstito forzoso para costear la espedicion libertadora del Perú. 4. Los se- cuestros de bienes de enemigos: imposición de otros gravámenes: resistencias del senado a algunos proyectos de contribución: aumento del sueldo del director su- premo: entradas i gastos en 1819: reformas iniciadas por un nuevo ministro de hacienda. 5. La agricultura; su situación precaria i los medios propuestos para mejorarla: reducción de los réditos de los censos. 6. La minería: estado preca- rio de esta industria i proyectos ideados para adelantarla: terremoto i ruina de Cupiapó en 18 19. 7. El comercio: desarrollo tomado a la sombra de las nuevas instituciones: el contrabando: temores que inspiran las reformas aduaneras: crea- ción de una aduana principal en Valparaiso i de almacenes francos para el comer- cie estranjero.

4. El senado lejisla- i. En medio de las dificultades i complicado-

ilor; su espíritu, sus . . 1 :. 1 1

primeros trabajos i "^^ consiguientes al estado de guerra, a la mtran-

buá primeras refor- quilidad en la frontera donde las bandas de me- mas en la organiza- . , n 1 1 /> 11 cion administrativa, rodeadores que se llamaban defensores de los

derechos del rei de España ejecutaban constantes correrías acompaña- dlas de violencias i depredaciones, a las operaciones de la escuadra nacional i a los aprestos para la espedicion libertadora del Peni, la administración piiblica se regularizaba gradual i sólidamente, i se aco- metían en el orden civil, i político reformas trascendentales. Segura-

320 HISTORIA DE CHILE 1819

mente, no todas fueron de la misma utilidad, ni preparadas con el mas correcto criterio; pero el mayor número de ellas supone un elevado patriotismo, un sincero espíritu de hacer el bien, i un conocimiento verdadero de las necesidades del pais, si no da los medios de reme- diarlas. Así, pues, dadas la situación anómala i embarazosa porque éste pasaba, i la incsperiencia política de los hombres que lo dirijian no habria sido justo esperar mas en favor del progreso moral i mate- rial.

Por la constitución provisoria jurada el 23 de octubre de 18 18, e\ supremo director habia llamado a compartir con él las mas altas fun- ciones administrativas a un senado compuesto de cinco miembros^ nombrados por el mismo director, pero con facultades propias (i). El mismo dia 23 de octubre, el senado abrió sus sesiones en la sala del tribunal del consulado en que en 18 10 se proclamó el primer gobier- no nacional. Lo presidia uno de sus miembros, el presbítero don José Ignacio Cienfuegos, que entonces desempeñaba ademas las funciones de gobernador eclesiástico; i dio principio al ejercicio de sus funciones prestando su aprobación al nombramiento de don Antonio José de Irisarri para el cargo de representante de Chile en Europa, i poco mas tarde al de don Joat^uin Echeverría para el de ministro de estado» Estableció que sus sesiones se celebrarian los lunes i viernes de cada semana, de las nueve de la mañana a la una del dia, debiendo conti- nuarse éstas en las noches de esos mismos dias, de las siete para ade- lante, cuando quedaren asuntos pendientes, pudiendo ademas ce- lebrarse sesiones estraordinarias cada vez que fuese necesario. I-a presidencia de la corporación debia ser desempeñada por uno de sus miembros por turno de cuatro meses. El senado fué provisto de un secretario, nombrado por la misma corporación, que lo fué el licen- ciado don José Maria Villarreal, el cual firmaria con el presidente las comunicaciones que se dirijian al director supremo, i por solo las destinadas a las demás autoridades; pero todos los senadores debían poner su fírma así a las actas de la sesión como a los acuerdos que tuviesen el carácter de lei. Se le dio ademas un edecán, dos ordenan- zas i un ofícial de pluma, i se le suministraron cincuenta pesos para los gastos de secretaría, suma que fué necesario repetir periódicamen- te, i (jue demuestra tanto la pobreza del erario público como la mo- destia con que fué instalado ese cuerpo lejislador. Para revestirlo del prcstijio i de la independencia conveniente en el ejercicio de sus fun-

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(l) Véase el § 9, cap. IX de esta misma parte.

l8l9 PARTE OCTAVA.-— CAPÍTULO XV 321

^iiríones, la constitución había dispuesto que los senadores fueran invio- lables, que individualmente tuvieran el tratamiento de useñoríaM, i que ademas, en las causas en que intervinieran como partes, fueran juzgados -jpoT un tribunal o comisión especial, la cual fué compuesta de tres l.etrados que el mismo senado designó el 30 de octubre. Se le señaló un lugar preferente en las asistencias oficiales, al lado del director supremo, i en las fiestas de iglesia a que asistia el director supremo, i cjue entonces eran muí frecuentes. La constitución habia asignado a los senadores el sueldo de dos mil pesos anuales, con la declaración de que si sirviesen otro cargo rentado, no podrían acumular sueldos hasta mas allá de esa suma. En acuerdo de 2 de noviembre, el sena- do, ademas, declaró incompatibles con el cargo de senador el de go- bernador-intendente de Santiago, que ejercia uno de sus miembros, don Francisco de Borja Fontecilla, i el de vocal de la corte de justicia, que desempeñaba otro, don Francisco Antonio Pérez; i en consecuencia, ambos hubieron de renunciar esos puestos para seguir siendo senadores.

I-AS atribuciones del senado eran, según la constitución, i lo fueron en la práctica, de una gran latitud. Al paso que debia entender en numerosos asuntos administrativos, i casi podría decirse en cuestio- nes de policía, no solo tenia facultad para dictar leyes que serian publicadas con la aprobación del director supremo, sino que en el caso en que se estableciera disentimiento entre éste i el senado, i ese disenti- miento subsistiese después de haberse cambiado tres comunicaciones por cada parte, el poder ejecutivo estaba en el deber de sancionarlas. Jjsí constitución provisoria facultaba al senado por uno de sus artículos (5, cap. III, tít. III) "para limitarla, añadirla i enmendarla, según lo exijieren las circunstancias n. En uso de esa facultad, i en vista de la repetición de salteos i de conatos contra la tranquilidad publica, auto- rizó por acuerdo de 17 de noviembre de 18 18, la suspensión de una garantia establecida por la constitución, según la cual imingun ciuda- dano podia ser preso sin precedente semiplena probanza de su delito, n ni se podía mantenerlo incomunicado mas de ocho dias sin tomarle su confesión i sin hacerle saber la causa de esa medida. El senado usó casi siempre con gran moderación de tan latas facultades, secundó de ordinario la acción del gobierno; i si algunas veces se creyó en la necesidad de resistir con fírmeza a las exijencias de éste, lo hizo con discreción i con cierta templanza, esforzándose así por mantener la unión de los dos poderes. El director supremo, por su parte, aunque en ocasiones se vio contrariado por aquel cuerpo que le debia su exis- ToMO XII 21

322 HISTORIA DE CHILE 1819

tencia, i aunque en mas de una ocasión se sintió incómodo con esas trabas, supo sobreponerse al disgusto del momento, ceder cuando era necesario, i aplacar, en cuanto era dable, estas dificultades con las medidas de conciliación i de prudencia. Solo mucho mas adelante, •esas contradicciones se hicieron mas alarmantes.

Merced a este espíritu, la administración pública se regularizó cuan- to era posible esperar en medio del caos consiguiente al derrumba- miento del gobierno antiguo, i al trastorno jeneral producido por la revolución. El ejercicio de los poderes públicos fué poco a poco limi- tado a sus respectivos campos de acción, ya fuera por disposiciones de ■carácter estable, ya por medidas provisorias que resolvían una dificul- tad. Las mismas atribuciones del director supremo, tan latas al parecer dentro del texto de la constitución, fueron aminoradas o reducidas, buscando así el mejor funcionamiento administrativo i la responsabili- dad de los secretarios de gobierno. La constitución provisoria habia sancionado el establecimiento de tres ministerios, de estado, de ha cícnda i de guerra i marina, disponiendo que ningún decreto o provi- dencia gubernativa seria válida sin la firma o la rúbrica del director supremo; pero ese código hacia a aquéllos responsables de los actos gu- bernativos, i el senado exijió mas de una vez que las órdenes i comuni- caciones emanadas del poder ejecutivo, llevasen precisamente la fírma ■del ministro respectivo para que tuviesen fuerza (2). En algunas oca- siones se suscitaron dudas o competencias sobre cual era el ministro a quien correspondía la resolución de un asunto. El senado, que acos- tumbraba dirimir esas dificultades, dictó al fin en febrero de 1820 un re-

(2) Las comunicaciones dirijidas al senado por el director supremo, llevaban la ñrma de éste i la del ministro a quien correspondia entender en el asunto de que trataba. En muchas ocasiones, sin embargo, por omisión voluntaria o involuntaria, faltaba este requisito. Con frecuencia, el senado lo observó recordando a veces que los secretarios de estado, como responsables de los negocios que se despachaban en sus oficinas respectivas, debian tener conocimiento de esas comunicaciones i poner su ñrma en ellas. Sirva de ejemplo el siguiente ofício del senado, talvez el último en que insistió sobre el particular: "Excmo. señor: La suprema nota de V. E. de 10 de abril, relativa a elecciones de gobernadores i sus tenientes, ha venido sin auto- rizarse por alguno de los ministros. La lei requiere esta formalidad, i la exije por la responsabilidad a que aquellos deben quedar ligados. V. E. está libre de ésta cuan- do se observa; pero faltando, como se ve, la sola suscripción de V. E. podría en algún tiempo serle perjudicial. El senado, celoso del cumplimiento de la constita- cion i del decoro e inmunidad de V. E., le hace presente este defecto que puede V. E. remediar no suscribiendo ofício ni decreto alguno que antes no venga con fírma del secretario a quien corresponda. Dios guarde a V. E. muchos años. Saa-

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 323

lamento que señalaba las atribuciones de cada ministerio, pero que sr bien confirmaba la práctica establecida, no fué promulgado como lei (3). La constitución provisoria, sancionando el orden existente, habia cJivídido el territorio del estado en tres intendencias o provincias (San- tiago, que se estendia entre los rios Maule i Choapa; Concepción al sur, i Coquimbo al norte), cada una de las cuales estaba subdividida en par- tidos que tenían por mandatario un teniente-gobernador, sometido al jefe de la provincia. En 181 7, mientras O'Higgins se hallaba en cam- paña, el gobierno delegado habia dispuesto que los intendentes-gober- nadores de provincia por el solo hecho de desempeñar estas funciones fuesen tenidos por coroneles de ejército. El senado, por indicación del director supremo, en acuerdo de 19 de noviembre de 18 18, resol- vió que aquellos funcionarios no tuvieran título, distintivo ni carácter militar, sino cuando lo fueran en efecto, que su autoridad era puramente civil, i que el mando militar seria desempeñado por los comandantes de armas de cada distrito. Según la constitución, los gobernadores í tenientes-gobernadores debian ser designados por elección popular; pero reservaba al director supremo la facultad de nombrar por solo los de las plazas militares. El senado, que en el principio manifestó algún empeño por establecer el reglamento según el cual debian ha- cerse esas elecciones, estuvo de acuerdo con el supremo director en reconocer los inconvenientes que éstas ofrecían, i en suspenderlas» recomendando a ese alto majístrado que <> usando de los medios que le inspira su prudencia, incitara a los pueblos para infundirles las mejores máximas de unión i de patriotismo; i que para consolarlos

tiago, abril 15 de 1822. Francisco de B. Fontecilla, Excmo. señor director su- premo. II

Las leyes dictadas por el senado, eran publicadas de ordinario en la forma de acuerdo de ese cuerpo, al cual el director supremo agregaba la palabra "conformadoii antes de poner su firma. En otras ocasiones el poder ejecutivo daba una redacción diversa, frecuentemente mas clara i terminante, al acuerdo del senado.

(3) Acta de la sesión del senado de 29 de febrero de 1820, en el tomo III, paj. 1 16-7 de las Sesiones de los cuerpos lejislativos. Este reglamento, razonable en el fondo, pero dispuesto con poco método i con redacción imperfecta, fué remitido al supremo director para que hiciese publicarlo. Ignoramos los motivos que éste tuvo para no darlo a luz. En los documentos del senado hallamos que ccn fecha de ao de marzo, de 26 de abril, 5 de junio, 12 de setiembre i 11 de octubre de 1820 i 16 de febrero de 1811 el senado insistía en la conveniencia de hacerlo para que el público supiera a que m.nisterio dirijirse en cada jestion; pero parece que nunca se le publicó, si bien en la práctica se respetaba por regla jeneral la distribución de atribaciones allí establecida.

324 HISTORIA DE CHILE 1819

quitase a Los tenientes-gobernadores que los oprimen i mortifican con sus negociaciones particulares, i nombrara sujetos vecinos i pu- dientes de las mismas provincias, obligándolos a la aceptación del cargo, para el bien i utilidad de sus conciudadanos i convecinos (4).m Algunos pueblos, sin embargo, quejándose de los mandatarios que tenian, pidieron al gobierno i al senado que se les permitiera cambiar- los constitucionalmente por medio de una elección; pero esas peticio- nes, que llegaban a Santiago en los momentos en que la desacordada insurrección de los Prietos comenzaba a turbar la paz pública en algunas provincias, no podian tener favorable acojida. £1 senado^ declarando que por el momento Chile no se hallaba en estado de hacer tal elec- ción, i que itántes de ella debían arrancarse los facciosos que pertur- baban el orden i la tranquilidad, tt acordó pedir al director supremo que al frente de los gobiernos subalternos de que se trataba, >«se pu- sieran honrados i virtuosos ciudadanos que« siendo naturales de los

(4) Senado de 16 de diciembre de 1818. La correspondencia oficial entre el se- nado i el director supremo, publicada en las Sesiopies los cuerpos UjislaifvoSt es- plica la manera como se ejecutó esta suspensión del precepto constitucional. Decía éste (art. i, cap. V, titulo IV): "La capital i todas las ciudades i vilUadel estado, luego que el senado de acuerdo con el director lo tengan por conveniente, harán la elección de sus gobernadores, tenientes i cabildos, conforme al reglamento que para este efecto delierá metodizar el senado, m Con fecha de 9 de diciembre comunicaba este cuerpo al director supremo que se ocupaba en preparar el referido reglamento; pero que acercándose el día i.® de enero del año próximo en que según ^inveterada costumbreti debian hacerse las elecciones de alcaldes, convenia aplazarlas para que se hicieran conjuntamente con las de gobernadores, tenientes-gobernadores i cabildos con arreglo al reglamento que no alcanzarla a estar terminado i comunicado a los pueblos antes de esa fecha. Kl cabildo de Santiago, por su parte, con fecha de II de diciembre, se dirijió al senado para pedirle que le diera "la norma con que debía proceder a la elección. n Alarmado el director supremo por los frecuentes conatos i anftenazas de trastornos interiores, i por la poca consistencia que teiúa la tranquili- dad pública, creyó que esas elecciones iban a ser un nuevo motivo de perturbacioo i el oríjen de mayores males. Por encargo suyo, el ministro de estado don Joaqvin de Echeverría concnrríó el 12 de diciembre a la sesión del senado, i manifestó alli de palabra los inconvenientes que podian resaltar de las reieridas elecciones. El senado asintió en todo a las miras del gobierno, i acordó suspender por el m«iraento la aplicación de las disposiciones constitucionales relativas a este punto, i por lo tanto la discusión del reglamento que se preparaba. No dejó, sin embarga, constan- cia de este acuerdo en el acta de aquella sesión; ni tampoco lo comunicó por '^saríto al director supremo. Habiendo pedido éste con fecha de 14 de didembre, una de- claración l.'jis!ativa en tan grave asunto, el senado tomó el 15 de diciembre el acuct- do concerniente a la elección de cabildos de que haUaremos en el texto; i el 16 el referente a los gobernadores i tenientes*gobérnadores que estractamos en el texto.

l8l9 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XV 325

mismos lugares, contaran con suñcientes bienes de fortuna para soste- nerse sin el auxilio del gobierno (5).n Seguramente las quejas formu- ladas contra algunos tenientes-gobernadores tenian en muchos casos razón de ser, i el senado tuvo justos motivos para atenderlas; pero este cuerpo pudo'persuadirse mas tarde de que esas representaciones, hechas unas en contra i otras en favor de ciertos mandatarios, i acompañadas de numerosas fírmas, eran de ordinario el reflejo de rivalidades i ren- cillas lugareñas; i dispuso que no se presentaran sino por el conducto de los cabildos, reconociendo el derecho de los que tuvieran queja de las autoridades locales, para acudir a la justicia ordinaria (6). Por lo demás, los tenientes-gobernadores, al terminar el ejercicio de sus fun- -ciones, estaban sometidos al juicio de residencia (7).

Inconvenientes semejantes se hicieron sentir cuando se trató de renovar los cabildos, loque, según la constitución, debía verificarse por elección popular. Por consulta del cabildo de Santiago sobre la mane- ra de practicarse la elección, el senado, en virtud de sus amplios po- deres para suspender el cumplimiento de las prescripciones consti- tucionales, resolvió que "no pudiendo desentenderse de las justas causales que por el momento impedían dictar nuevas reglas para ese acto electivo, se procediera al nombramiento del nuevo cabildo por los actuales capitulares del modo que se había ejecutado anteriormen- te; ¡ que para instrucción de los electos, quedaran seis del pretérito cabildo, debiendo ser éstos los rejidores jueces de abastos, de policía urbana, i de aguas, el alcalde menos antiguo, el procurador jeneral de ciudad i el secretario, en el caso de no ser reelejídos; advirtiéndose que el acta electiva de todos estos funcionarios debía pasarse al excmo. supremo director para su aprobación, encargando prévíamen*^e a los electores que con la mayor circunspección examinasen la aptitud, pa- triotismo i adversión a toda facción en los elejídos, para consultar el sosiego i tranquilidad piiblicosn (8). Aunque esta resolución se referia

(5) Senado de 12 de marzo de 1819, i documentos anexos. Los tenientes-gober- nadores contra los cuales había quejas, i cuya remoción pedia el senado, eran los de San Fernando, Kancagua, Quillota i Santa Rosa de los Andes.

(6) Senado de 27 de noviembre de 1819.

(7) Senado de 14 de mayo de 18 19.

(8) Senado de 15 de diciembre de 1818. Al hacerse esta elección en el seno del cabildo en los primeros días de enero siguiente, varios de los individuos que resul- taron electos presentaron sus renuncias alegando diversas causales. Podria creerse - que esas renuncias eran motivadas por cuestiones políticas, i talvez por hal)erse suspendido en ese panto la constitución del estado; pero no hallamos nada que com-

326 HISTORIA DE CHILE 1819

solo al cabildo de Santiago, en la práctica se aplicó a los demás pueblos,

1 el senado mismo lo reconoció así, introduciendo pequeñas modiñca- clones ei i algunos casos que se presentaron a su deliberación (9). Por lo demás, los cabildos debían tener por norma de sus procedimientos» las ant iguas leyes i ordenanzas; i solo en ciertos detalles administrati- vos ( btuvieron ampliación de sus facultades.

La situación de los pueblos i de los cabildos que los representaban, era sumamente precaria. Su población escasa, jeneralmente i>obre, habituada a la holgazanería creada por la vida colonial i por la falta de industria, i sometida tradicionalmente a un réjimen civil, político i re- lijioso mui poco aparente para despertar la actividad, era en cierto modo indiferente al movimiento revolucionario ¡ hasta al progreso local. Las rentas de cada distrito eran de tal modo exiguas, que aun cuando sus mandatarios se hubieran sentido animados por un ardiente deseo de adelanto, se habrían reconocido impotentes para acometer ningún trabajo de utilidad o de ornato. Por acuerdo de 30 de octu- bre de 1818, el senado pidió a los gobernadores i tenientes goberna- dores que le remitiesen "prontamente una razón prolija de los fondos propios i arbitrios de las ciudades i villas de sus respectivas jurisdic ciones, instruyendo lo conveniente sobre los que puedan nuevamente establecerse sin grave perjuicio de los pueblos, i consultando los me- jores progresos i adelantamientos. n Los pocos informes que se le enviaron, revelan una lastimosa miseria. Rancagua tenia una renta anual de 538 pesos, e invertía en pago de un preceptor de escuela, i en sueldo de otros empleados de policía i de la cárcel 371 pesos, de- biendo destinar la diferencia a la compostura de puentes i de calles. El distrito de Santa Rosa de los Andes, privado desde 1805 del dere- cho de pasaje por un puente del camino de cordillera, solo tenía una renta anual de 121 pesos. £1 de Melipilla, que contenia valiosas ha- ciendas, solo tenia 112 pesos de renta (10). Esas escasas entradas eran

pruebe esa suposición, i creemos que las renuncias eran motivadas por el desapego que muchas personas tenian por los asuntos públicos i administrativos, i por eximir- se de cargos que imponian atención i responsabilidad, i que obIigal)an a los que los ejercían, a residir en Santiago i a descuidar sus negocios de campo. El senado ea 7 de enero de 1819 resolvió que al cabildo correspondía examinar los impedimentos legales de los renunciantes, i que su decisión seria definitiva.

(9) Senado de 3 de enero de 1820. Id. de i.® de febrero.

(10) Informes anexos al acta de la sesión del senado de 17 de noviembre de 1818. De otros informes anexos a la sesión de i.° de diciembre, aparece que el partido de la Ligua tenia de renta anual 30 pesos, i que el de Casablanca no tenia ningana.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 327

el producto de impuestos que se vendían en remate público al recau- dador, i que demuestran no ya diremos la falta de industria sino la holgazanería de esos pueblos, porque fuera del derecho de recova o mercado público, solo exístian los de canchas de bolas i de reñideros de gallos. Los arbitrios propuestos entonces por algunos tenientes- gobernadores para incrementar las rentas, eran mas o menos quimé- ricos, i aun en el caso de haberse planteado, no habrian producido un beneficio efectivo.

Estos datos dan la medida de la miseria de esos pueblos, que en su mayor parte no tenían mas edificio público que la modesta iglesia pa- rroquial, i una casa de malísimas condiciones que servia a la vez de cabildo i de cárcel. Valparaíso mismo que, por la declaración de la libertad de comercio i por el arribo mas frecuente de buques estranje- ros, aumentaba el número de sus pobladores i el de sus habitaciones, no formaba propiamente una escepcion a aquel estado de cosas. Sus entradas municipales ascendían a 1,912 pesos anuales, i sus gastos ordinarios a 1,218, dejando un pequeño sobrante del todo insigniñcan- te para atender las necesidades locales. "Las casas de cabildo, decía el gobernador Cruz, son una pequeña media-agua indecorosa para la municipalidad. Varios empedrados necesitan refaccionarse i otros ha- cerse de nuevo. Todos los cauces de las quebradas pasan a la playa por debajo de puentes, unos de bóveda i otros de enmaderación. Al- gunos de estos últimos se hallan desplomados, i es preciso acudir a su refacción. Si el tiempo me proporcionase arbitrios con qué remediar estas necesidades, aun me queda deseo i esperanzas de fabricar un muelle en este surjidero (ii).fi Como a causa de la afluencia de es- tranjeros i de jentes de mar se hubieran creado allí fondas, pulperías i bodegones, el gobernador Cruz creyó conveniente imponerles una contribución relativamente fuerte (de quince a cincuenta pesos al mes, según sus categorías), que sirviera de atajo a la embriaguez i propor- cionara algunos recursos al municipio, i sometió este proyecto a la aprobación del senado por conducto del supremo director. El senado, en sesión de 22 de julio, citando en su apoyo las disposiciones de las leyes de Indias, halló excesivo el impuesto, i sostuvo que éste debía

Según documentos presentados mas tarde, las rentas del partido de Quillota eran 207 pesos, las del partido de Petorca ascendían a 548 pesos; las de Curicó a 333; i las de San Felipe de Aconcagua a 1,000 pesos.

(11) Oficio del gol>ernador de Valparaíso don Luis de la Cruz al senado, de 13 de noviembre de 181 8.

328 HISTORIA DE CHILS 1819

imponerse con acuerdo del cabildo. Como el director supremo insis- tiera en la necesidad de crear ese impuesto como un remedio contra el exceso de un mal de que a la vez se quejaban el gobernador de Val- paraíso i el jefe de la escuadra, i como manifestara que era »>inveriñca- ble su establecimiento con anuencia del cabildo porque cada rejidor tenia una o mas pulperías o bodegones, i alguno administraba por mismo esas casasu (12), el senado, tomando en cuenta los fundamen- tos aducidos, i queriendo salvar la cuestión legal, aceptó en acuerdo de 6 de agosto, el establecimiento del impuesto de que se trataba, con la condición de que "debía cobrarse como ramo de hacienda, ti es de- cir como impuesto fiscal. A pesar de esos inconvenientes, i de las di- ficultades i pobreza de la época, la libertad de comercio habia comu- nicado un movimiento inesperado a la escasa i modesta población de Valparaiso, de tal modo que ya podía presumirse que antes de mucho llegaría a ser la primera plaza comercial de estos mares (13).

(12) Oficio del director supremo al senado de 3 de agosto de 18 19. Después de recordar alK los informes dados por el almirante Cochrane sobre el exceso de la em- briaguez de los marineros cada vez que desembarcaban en Valparaíso, "en términos de no poderse responder de la seguridad de la plaza en caso de ser atacada por cualquiera fuerza maritima,ii i de la necesidad de impedirla en lo posible haciendo elevar el precio de los licores, el director supremo agregaba: "Yo fui testigo de esta verdad cuando estuve (en junio anterior) en aquel puerto. Los marineros estranjeros, están dominados de la pasión por los licores, en que consumen cuanto ganan, i los americanos los imitan perfectamente. Uno de los primeros, encontrándome en la ca- lle, me mostró dos onzas de oro, i me dijo: "Señor, no me quedan mas que estas dos onzas, déjeme ir a gastarlas en beber, i luego me iré contento a bordo.** Su- puesta la implicancia del cabildo i que el mal demanda un pronto remedio, parece que debemos aplicar el mas aparente, separándonos de las reglas que no pueden obrar en nuestras circunstancias. n

(13) Aunque mas tarde tendremos que ocupamos mas especialmente del progreso alcanzado por Valparaíso a consecuencia del establecimiento de la libertad comer- cial i de las franquicias acordadas a los estranjeros, debemos consignar aquí algunos dalos que no carecen de interés.

Los documentos oficiales de la época, revelan el desarrollo progresivo del movi- miento marítimo de ese puerto. En vez de los diez i ocho o veinte buques que solían llegar antes de 1810, h.ibian entrado en 1818, sesenta i siete buques diferentes (4 ba- lleneros, 15 de guerra ¡ 48 mercantes), i en 18 19 ciento veintiocho (17 Inlleneros o llamados tales, 28 de guerra i 83 mercantes), de tal suerte que la población flotante formada por las tripulaciones de esas naves, no bajaba ningún día de unos dos o tres mil hombres, cuyo mantenimiento habia dado gran desarrollo al comercio de viveres que óc llevaban a muía, por no haber camino carretero, de Quillota i de sus contor- nos. Según un informe dado en 1822 por don José Ignacio Zenteno, que desempe- ñaba el cargo de gobernador, la población de Valparaíso que habia quedado redu-

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 329

La constitución provisoria, como dijimos en otra parte, había orga- nizado el poder judicial en una forma análoga a la que tenia bajo el antiguo réjimen. Los alcaldes municipales i los tenientes-gobernado res, seguían administrando justicia en primera instancia, o mas propia- mente recojiendo las pruebas i adelantando los sumarios en las causas que debía fallar la cámara de apelaciones, tribunal compuesto de cua- tro miembros, con atribuciones semejantes a las que tenían las audien- cias. Pero la constitución provisoria creaba ademas con el nombre de •«supremo tribunal judicíarío,>i un cuerpo mas alto, compuesto de cinco miembros, i con atribuciones análogas a las del consejo de Indias, esto es, las de «iconocer en los recursos de segunda suplicación i otros estra- ordinarios que se interpusieran legalmente de las sentencias m de los de- mas tribunales. Sin embargo, por razón de economía en los gastos, el senado acordó en sesión de 2 de noviembre reducir a solo tres indivi- duos los que debían componer los dos tribunales referidos, i nombrar dos suplentes en cada uno de ellos para "servir en las ausencias, en- fermedades i en las implicancias de los camaristas, no llevando éstos sueldo alguno, i sirviéndoles de mérito para los ascensos de su carrera la contracción a que deben dedicarse con un servicio a que los llama la patria. II Por la misma razón de economía, se aplazó el establecimiento del supremo tribunal judiciario, o corte suprema de justicia; pero los recursos de injusticia notoria i otros en que aquel debía entender, au- mentaban considerablemente, creaban serios embarazos i eran resueltos por comisiones de letrados nombrados en cada caso. £1 senado, en acuerdo de 3 de julio de 1820, después de oír todos los informes, ^tableció con forma de leí un reglamento para esos recursos, que fué sancionada por el director supremo el 26 del mismo mes. Mes i medio mas tarde, cuando ya había salido la espedicion libertadora del Perú, i ctiando se creyó por esto mismo que la situación del tesoro nacional sra mas desahogada, en acuerdo de 12 de setiembre, el senado pidió al supremo director el establecimiento definitivo del alto tribunal crea-

:ida a poco mas de tres mil almas después de la emigración de febrero de 1817 que >e siguió a la batalla de Chacabuco, alcanzaba cinco años mas tarde a doce mil. En !ste tiempo» i apesar de la pobreza jeneral, se habian ediñcado 82 casas nuevas, ilgnnas de ellas de tres pisos i cubiertas de teja, i 103 de condiciones mas modestas, echadas de paja. Habia cuatro cafées públicos i veinte fondas o posadas. La ostensión que tenian las propiedades urbanas de los conventos, era entonces un obs- áculo al crecimiento de la ciudad; pero apesar de todo, ésta se estendia considera- )Iemente. El terremoto de noviembre de 1822 causó allí grandes estragos, sin que mpidiera el desarrollo i progreso de la población.

33© HISTORIA DE CHILE 1819

do por la constitución. ><Ni el pueblo ni las autoridades constituidas, decia, pueden ni podran jamas mirar con indiferencia revocadas las sentencias de una cámara por comisiones de letrados menos caracteri zados, pero descansarán en la probidad de unos majistrados de opinión que compongan el supremo consejo de la nación. n Aunque el supremo director reconocía la necesidad de esa institución, propuso algunas modificaciones en la forma en que debia instalarse, i el plan jeneral de sueldos, que retardaron su establecimiento (14).

Por motivos análogos, se introdujeron igualmente en la adminis- tración judicial algunas modificaciones que fueron entonces muí im- pugnadas. Desde el antiguo réjimen, existían, como sabemos, dos tribunales especiales, el de comercio o consulado, i el de minería, que tenían atribuciones mas latas que las de administrar justicia. El pri- mero de ellos, que podía contar con rentas propias, producto de ciertos impuestos establecidos a su favor, tenia un vasto edificio de su propiedad en que funcionaba, había propuesto i sostenido útiles reformas en el orden económico, i había contribuido con sus fondos a algunas obras de utilidad publica. El senado, sin embargo, en sesión de 6 de noviembre, i después de haber discutido detenidamente este asunto, resolvió que por entonces i mientras durasen las escaseces del erario, quedaran suprimidos ambos tribunales, i reemplazados por un solo juez de comercio i por otro de minería para los juicios de primera instancia, debiendo seguirse la práctica establecida en los juicios de apelación. Ese acuerdo disponía, ademas, que los jueces de comercio despachasen en sus propias casas, debiendo tomar el gobierno pose- sión del edificio del consulado para oficinas i salas del senado, i mas tarde del congreso jeneral cuando éste se instalase. Fué inútil que así los miembros del consulado como los de la junta de minería, pidieran la subsistencia de aquellos tribunales en la forma antigua, ofreciéndose a desempefiar sin sueldo los cargos respectivos nn'éntras durase el es- tado de guerra. El senado desechó perentoriamente esas representa- ciones, mandando sostener i ejecutar su acuerdo (15).

Pero si éste podia mantenerse respecto del tribunal de minería, que por la situación precaria de esta industria no poseía un gran prestijio» no sucedía lo mismo respecto del consulado, representante del comer- cio que era ejercido por altos i caracterizados ciudadanos, i que comen-

(14) Senado de 2 de octubre de 1820 i documentos anexos.

(15) Sesiones de 28 de noviembre, de i.° i de 15 de diciembre de 1818 i docu- mentos anexos.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 33I

zaba a tomar mucho mayor importancia de la :que habla tenido hasta entonces. Los comerciantes de Santiago celebraron al efecto varias reuniones en que discutieron acaloradamente este negocio; i habiendo hecho una representación fírmada por mas de cien indi vi» dúos, el senado «acordó se manifestara al supremo director que si el objeto de la suspensión temporal del consulado fué aliviar al erario en sus apuros, i si convencido el gremio de comerciantes de la necesidad de esta medida, tiene acordado el restablecimiento del tribunal sin exijirsc otro sueldo que el de los ochocientos pesos señalados al actual juez de comercio, no tenia embarazo el senado para convenir en el arbitrio aceptando la jenerosidad con que se manifíesta la junta de comerciantes, i que no presentándose obstáculo al supremo gobierno, podria éste convenir en el restablecimiento (i 6). n Esto fué lo que se hizo. El tribunal del consulado quedó restablecido en esa forma; pero estas medidas tomadas bajo el imperio de circunstancias del momento i sin un plan fijo de organización, si bien revelaban la existencia de una situación inconveniente que se trataba de remediar, tenían que ser modificadas en sus accidentes, como lo fueron en efecto, hasta que una mayor espcriencia administrativa i mas estensos conocimientos permitieran a las clases gobernantes acometer reformas mas trascen- dentales i mas estables. 2. Apurada situación 2. Atenciones mas graves i premiosas que la

del tesoro nacional: «..„«^:„„^;^« «ri.v,;«:*.f..Afr;,.« rN..r>^^...^^k»« ^^:*^ ... , , , organización admmistrativa, preocupaban prm- medidas adoptadas ° » i- r r

para mejorarla: econo- cipalmente al gobierno i al senado. La situación mías i reducciones de de la hacienda pública, la insuficiencia de las

sueldos: reagravación ^ , ^ j ^ *.

,1- :«, „-e»r.A ;«,..^; entradas ordmarias para atender a tantas necesi- Ue impuestos e imposi- *^

cion de otros nuevos, dades creadas por el estado de guerra, i sobre todo por los aprestos para la campaña libertadora del Perú, i el de- ber ¡m))rescindible de procurarse recursos por medio de arbitrios

(16) Acuerdo del senado de 2 de julio de 1819. Esta cuestión, que habia ajitado profundamente al comercio, fué discutida con gran calor en las reuniones que éste celebró. Las comunicaciones dirijidas al supremo director por el ¡uez de comercio don Miguel Ovalle, una de las cuales ha sido publicada en las Sesiones de ios cuerpos JejisleUivos^ tomo III, páj. 65, reflejan ese estado de efervescencias, i son curiosos por la estra vagancia de sus formas literarias i juridicas. La verdad es que se quiso hacer de esta cuestión una arma de ataque contra el gobierno i contra sus decisiones, que algunos comerciantes que conservaban su afección al viejo réjimen, atizaban la discordia, i que el senado i el director supremo no modificaron su resolución sino cuando se aquietaron los ánimos, i se llegó a un arbitrio que podia llamarse conci- liatorio.

332 HISTORIA DE CHILE 1819

estraordinarios, imponían al director supremo i al cuerpo lejislativo, un trabajo incesante, muchas veces infructuoso en algunos de sus detalles, pero que por el esfuerzo de la voluntad i del patriotismo, llevó a un resultado que casi no era permitido esperar de la pobreza del país, i del cansancio (jue habían producido largos años de trastornos i de sacrificios.

El 31 de octubre de 1818, cuando el senado celebraba su cuarta reunión, se presentó en su sala de sesiones el ministro de hacienda don Anselmo de la Cruz; i después de hacer una esposicion de las urjentes necesidades del estado, propuso diversos arbitrios con los cuales creía que se obtendrían los recursos mas indispensables para satisfacerlas en todo o en parte. El senado tomó nota de esta exijencia; pero antes de adoptar resolución alguna, quiso oír el informe que desde cinco meses atrás se tenia pedido a una junta de economía i de arbitrios que el director supremo había establecido en abril anterior (17). El informe presentado en esa misma sesión, era quizas mas desconsolador que la esposicion del ministro. La comisión se había limitado a recojer noti- cias i documentos referentes a las deudas a favor del estado, i a las entradas producidas por el ramo de secuestros de bienes de enemigos; i después de laboriosas dilíjencias, solo había conseguido entregar algu- nos fondos i destinar otros al mantenimiento de las numerosas familias que a principios de ese año habían emigrado de Concepción (18). Pero la junta de economía manifestó por otro oficio que tenia preparado un plan de arbitrios, i que estaba dispuesta a concurrir a las sesiones del senado para esponerlo, a fin de que se acordara lo que se creyere con- veniente.

El plan de arbitrios concebido por esa junta, no consistía, como podría creerse, en una reforma mas o menos completa del sistema

(17) Véase el § 6, cap. IX de esia misma parte de nuestra Historia,

(18) El informe de la junta o comisión de economía, ñrmado por el doctor don Juan Egaña, su presidente, se halla publicado en las Seito$ies dt los aterios lejisia- iivoSy tomo II, páj. 36. »'A fuerza de trabajo i dilijencia, dice, se han hecho exequi. bles algunos créditos o reliquias de dichos secuestros, todo lo que se ha pasado inmediatamente a la tesorería del estado, i que en realidad es mucho mas de lo que se esperaba. Después se ha destinado lo que se va recojiendo en auxiliar la emigra- ción del sur. Son en el día 3,896 personas las que se alimentan en su respectiva provisión. Se socorre a las enfermas i se viste a las desnudas, obrando en esto la providencia milat^ros inesperados a los débiles esfuerzos de la comisión. n Véase so- bre esto lo que dejamos dicho en cl § 5, cap. XII, i particularmente en la nota nú- mero 13.

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tributario entonces existente. Proponíase la recaudación escrupulosa de las deudas que había en favor del estado, alguna reducción en los gastos pilblicos nnediante la supresión o rebaja de ciertos sueldos la agravación de varias contribuciones, i la imposición de donati- vos o de un empréstito forzoso por la suma de trescientos mil pesos. Las primeras medidas que tomó el senado fueron de escasa importancia, i sus resultados debian ser de mui poco alcance. El 4 de noviembre, habiendo asistido el director supremo a la sesión del sena- do, espuso verbalmente las premiosas urjencias del erario, ««en circuns- tancias de haber de llenar objetos interesantes a la salvación del pais i de cumplir con las obligaciones instantáneas de que no es posible prescindir, ft i pidió empeñosamente que se le suministraran, en parte siquiera, los recursos que habian llegado a hacerse indispensables. £l senado, haciéndose cargo de esas necesidades, acordó aprobar provi- soriamente, i mientras podia hacerse un arreglo definitivo, un aumento que habia propuesto el cabildo en la contribución mensual que se co- braba para los gastos de guerra. Pocos días después, el 11 de noviem- bre, aprobó un pequeño recargo en la tarifa del porte de cartas por el correo (19); i el 20 del mismo mes, por proposición del ministro de hacienda, se acordó aumentar el importe de una de las clases de pa- pel sellado, i gravar con un pequeño impuesto la introducción a la capital de las cargas de cal, de leña i de carbón, espedientes puramente provisorios, que luego fueron modificados en todo o en parte. Así, en 23 de julio de 18 19, después de oir un informe especial de letrados, i deseando conciliar el interés del ñsco con el de los particulares, i so. bre todo con el de los litigantes, el senado decretó un reglamento definitivo sobre el uso i el precio del papel sellado, que subsistió cerca de cinco años.

Pero el producto de estos arbitrios era del todo insuficiente para satisfacer las mas premiosas necesidades del estado. El ministro de hacienda había pedido urjentemente la suma de sesenta mil pesos; i no habiendo de donde sacarlos, habia propuesto que se impusiese un empréstito forzoso por esa suma a los negociantes españoles residentes en Chile, bajo la promesa de pagárselos ••con sus correspondientes in- tereses, dentro de un año en derechos abonados en esta aduana o en

(19) Esta tarifa, confírmada i ampliada por el senado en 28 de junio de 1820, i ratificada por el director supremo el 3 de julio siguiente, haciéndose estensiva a pro- vincias i países con los cuales no era posible comunicarse en 18 18, se rejistra en el lomo IV de las Sesiones de los cuerpos ¡ejislativosy páj. 244-5.

334 HISTORIA DE CHILE 1819

la de Lima, II tiempo en que, según se creía, esta ciudad estaría en po- der de los patriotas (20). £1 senado no tomó por el momento ninguna resolución a este respecto; pero el 24 de noviembre se celebró en Santiago una asamblea del vecindario en que con asistencia del jene- ral San Martin, se trató de la necesidad de llevar a cabo la espedicion libertadora del Perü, i de los recursos que ella exijia, i se acordó contri- huir a esta empresa con un donativo de doscientos mil pesos en dine- ro i de trescientos mil pesos en víveres que seria cobrado según el reparto que hiciera una comisión nombrada por el senado (21). I^ imposición de ese donativo, sumamente laboriosa i causa de muchas diñcuitades de detalle, debia dar oríjen a prolijas discusiones en el se- no del senado, i a numerosas medidas que se modificaban o comple- taban.

El senado contrajo particularmente su atención a la reducción de gastos, i al establecimiento de un sistema de la mas estricta econo- mía. En 5 de noviembre habia declarado que ^ningún empleado, de -cualquiera clase o condición que fuese, pudiera percibir dos o mas sueldos aunque desempeñase dos o mas destinos, n facultándo'o so'o para elejir el que mas le conviniese. Esta resolución no se hizo osten- siva a los militares, cuyos sueldos serian rejidos por la ordenanza del ejército; pero se declaró que cuando ¡alguno de ellos desempeñase un destino civil, no tendria mas sueldo que el que le correspondiese a su ^rado militar (22). Pero el senado tenia ademas prometido desde dias airas (2 de noviembre) al director supremo hacer una reforma jeneral en el numero i en la dotación de los empleados, que "si no se equivoca nuestro juicio, decia, producirá las ventajas que se apetecen. ti Recih jiéronse, en efecto, algunos antecedentes sobre el número de emplea- dos así civiles como militares; pero cuando se trató de reducirlos, se reconcció que era casi imposible hacerlo sin perjudicar el servicio pu- blico, i apenas se consiguió limitar el número de los oficiales que ser- vían en el estado mayor ya como oficinistas o como ayudantes. Por fin, el 12 de enero de 1819 el senado, «ihallando agotados los arbitrios para engrosar el erario, en circunstancias que se habían aumentado

(20) El oficio en que el director supremo formalizó, con fecha de 19 de noviem- bre de 1818 esta proposición, incluyendo la lista de veinticuatro españoles entre quienes debía repartirse el impuesto referido, se halla publicado en la colección an- tes citada, tomo II, páj. 85.

(21) Véase mas atrás, el § 6 del cap. XI, páj. 55-6.

(22) Senado de 11 de noviembre de 1818.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 335

incomparablemente sus cargos, n tomó dos acuerdos que debían te- ner alguna eficacia. Por el primero de ellos se mandaba liquidar i re- conocer la deuda que había a favor del ejército por sueldos atrasados- hasta fínes de diciembre anterior, comprometiéndose el estado, con hipoteca de todas sus rentas, a pagarla en el término de seis meses, lo que por fortuna se consiguió hacer en todo el mes de febrero. Por el segundo acuerdo se resolvió que desde el i.<* de enero todos los suel- dos, así civiles como militares, se pagarían con la reducción de ur> tercio de su monto, con la declaración de que los que quedaban so- metidos a ella, estarían exentos del pago de cualquiera otra contribu- ción, i de que serian reintegrados dentro de seis meses de las cantidades que hubieran dejado de percibir por la referida reducción. Esta pro- mesa, sin embargo, no había de poder cumplirse. En sesión de 6 de setiembre, teniendo presente la continuada estrechez de recursos, i creyendo en justicia que los empleados públicos debían como los de- mas ciudadanos soportar las cargas del estado sin las cuales no era posible añanzar la independencia, el senado resolvió que subsistiese la reducción de sueldos hasta que se hubiese veríñcado la proyectada espedicion al Perii. Creíase entonces fundadamente que con la salida del ejército, i debiendo éste ser sostenido a espensas del país que iba a libertar, la situación jeneral de Chile había de mejorar considerable- mente.

Como se sabe, el estanco del tabaco era bajo los últimos años del réjimen colonial el impuesto que procuraba al físco una entrada mas segura í mas considerable; pero por ser el tabaco un artículo de uso je- neral en los campos i en las ciudades, i por creerse que el país podía producirlo de excelente calidad i a precios ínfimos, era ésta la contri- bución mas detestada. Por un decreto de 14 de abril de 181 7, el supre- mo director O'Higgíns había anunciado la próxima abolición del estan- co, i suspendido la prohibición de sembrar tabaco, fijando sin embargo ciertas reglas para hacerlo. La junta que a fines de ese año lo reem- plazaba en el gobierno, declaró por decreto de 3 de diciembre que las necesidades premiosas del tesoro publico hacían por el momento índis- l^ensable la subsistencia del estanco como un sacrifício efectuado en aras de la patria; i por tanto, a la vez que dictó medidas para la intro- ducción i espendio de ese artículo, dispuso que los agricultores chilenos vendiesen al estado el que hubiesen cosechado. Ese réjimen, sin em- bargo, no fué de larga duración. Un bando dictado por el supremo director el 13 de abril de 18 18 suprimió la oñcina de la renta de taba- cos, i ordenó la enajenación de las especies existentes. El estanco pudo

33^ HISTORIA DE CHILE 1819

considerarse defínitivamente abolido. Subsistió el permiso para cultivar el tabaco en el pais, i el tabaco estranjero siguió introduciéndose por el comercio con el impuesto de un veinticinco por ciento sobre su aforo en aduana. La disminución efectiva de las rentas publicas que produjo ese estado de cosas, hizo necesario el restablecimiento del estanco poco mas tarde, pero la forma en que se le instituyó, dejando en pié el libre cultivo del tabaco en el pais, fué causa de que su renta no co- rrespondiese a las esperanzas del gobierno, i de que se tomasen otras medidas contradictorias, hasta que en años {K>steriores se estableció el estanco sobre bases mas restrictivas i mas sólidas (23).

Se pensó también en dar impulso al trabajo de amonedación con un doble objeto: procurarse un aumento de entradas con el beneñcio que obtenia la casa de moneda, i suplir la escasez de numerario por la estraccion que seguia haciéndose, al paso que la casi paralización

(23) En 23 de octubre de 1820, el director supremc remitió al senado un grueso espediente en que con informes de Yarias oficinas de hacienda, se demostraba con la mayor claridad lo que el gobierno habia dejado de percibir anualmente por la supresión del estanco; i en consecuencia pedia su restablecimiento en el ramo de tabaco, diciendo que hahria querido hacerlo estensivo a la yerba-mate. £1 senado, reconociendo la verdad de esos hechos, i en vista de nuevos informes, dictó el 27 de noviembre de 1820 una lei, cuyos dos primeros artículos dicen lo que sigue: "Que- da prohibido desde esta fecha el libre comercio de tabacos, sea cual fuere su natu- raleza i procedencia, i en consecuencia se declara estancado. No se entiende com- prendido en el articulo anterior el tabaco que pueda producirse en el pais, quedando libre como hasta ahora su siembra, u Para no restablecer la administración de estanco con todo su personal de empleados, desde que éste no iba a ser necesario bajo la nueva planta que se daba a la encina cuyo movimiento seria mucho mas limita- do, se dispuso que ella fuera una dependencia de la aduana de Santiac^o. £1 gobier- no, por otra parte, tomó diversas medidas dirijidas a fomentar i mejorar el cultivo del tabaco en el pais. A consecuencia de las quejas del comercio, a quien perjudi- caba el restablecimiento del estanco por cuanto tenia hechos grandes pedidos de tabaco al estranjero, el gobierno, de acuerdo con el senado, derogó aquella lei el 21 de mayo de 1821, i permitió la libre introducción del tabaco para ser vendido al público, gravándolo con el derecho de un cuarenta por ciento. Aunque esta última lei declaraba que esa suspensión del estanco duraria dos años, otra de 8 de junio de 1822 resolvió que "no habiendo correspondido los resultados de aquella ni en beneficio del comercio ni del físcon quedaba derogada desde esa época, i se fijaban plazos prudenciales según las distancias de los diversos países importadores de ta- baco, para que pasado éste, quedara deñnitivamente prohibida la introducción. To- das estas modiñcaciones revelaban un hecho incuestionable, i era que el estanco no podía producir una renta considerable al físco mientras fuese permitido el cal- tivo del tabaco en el pais. £sta esperiencia sirvió mas tarde paraja planteadon de. finítiva del monopolio.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 337

de las faenas de aquel establecimiento no bastaba para satisfacer las necesidades de la circulación. Provenia este estado de cosas de la es- casez de pastas metálicas, ya porque habia disminuido su producción, ya porque el comercio estranjero las esportaba en barra como retorno de las mercaderias que llegaban al pais. £n acuerdo de 22 de diciem- bre, el senado habia creido remediar esa falta disponiendo que se retirara de la circulación la moneda de plata macuquina o de cruz que por estar recortada no tuviese el valor legal, esperando obtenerla por via de donativo o de préstamo, para amonedarla de nuevo. En vista del escaso resultado de este espediente, el senado, en sesión de 13 de enero de 181 9, tomando en cuenta que '^siendo la casa de moneda uno de los principales fondos que antes formaba los mejores ingresos, i hallándose en el dia sin capital alguno i sin producir utilidades, resultando de todo la estraccion de pastas i falta de circulación del numerario que refluye en daño del estado, con el laudable objeto de remediar tan grave mal, acordó que de esta capital, de la ciudad de Coquimbo i villa del Huasco (Vallenar) se sacase a cada vecino un marco de plata de piña'o labrada, que se pedirá por los alcaldes de barrio, consignándose con cuenta i razón en la tesorería de la recor- dada casa de moneda para sus fondos i formar su principal. n Queríase que ese establecimiento tuviese un capital propio de cien mil pesos, formado con este impuesto estraordinario i con los productos que re. sultasen de la amonedación. Todo hacia presumir que una contribución de esta clase, aunque violenta i ademas desigual en su reparto, puesto que iba a cobrarse sin atender a la mayor o menor fortuna de los con- tribuyentes, debia dar sin embargo un resultado fácil i satisfactorio. Eran entonces tan abundantes en las familias los objetos de plata labrada para el uso doméstico, que aim las mas modestas tenian algunas piezas de vajilla, braceríllos, adornos de los arreos de cabalgaduras etc., etc. de que podrían desprenderse sin inconvenientes. Con todo, el impues- to suscitó quejas i reclamaciones; muchas personas se escusaron de pagarlo alegando una pobreza real o íinjida, 1 su producto fué inferior a lo que se esperaba; pero la casa de moneda, a pesar de ello, tuvo al- gunos recursos para dar mayor movimiento a sus trabajos (24).

(24) Entre los anexos de U sesión del senado de 14 de octubre de 181 9 (tomo III páj. 279-93 de la colección citada), se hallan las listas de lo colectado hasta entonces por cuenta de este impuesto, junto con la resolución para seguir la cobranza. I entre 'os de la sesión de 24 de novieral>re (mismo tomo, páj. 395-9), los estados del mo. vimiento de la casa de moneda, por los cuales resalta que habia a favor de ella 31.336 P««os.

Tomo XII 22

33B HISTORIA DE CHILE 1819

Promovióse entonces un antiguo proyecto que en 1781 había presen- tado al gobierno don Manuel José de Orejuela para la acuñación de mo- neda de cobre. Un individuo llamado don Pedro José Ramírez, había pedido al senado con fecha de 12 de enero de 1819 que medíante un derecho que debía pagar al fisco, se le concediera permiso para hacer la referida amonedación a fin de reemplazar con ella las fichas que circu- laban entre los comerciantes de víveres a falta de moneda divisionaria. Visto el informe desfavorable del superintendente de la casa de mone- da, esa solicitud fué desechada algunos días después. Poco mas tarde, sin embargo, en setiembre de 1820, tomando en cuenta que "Con la espe- dicion libertadora del Perií, que acababa de salir de Valparaíso, habían quedado agotados los fondos públicos i que era necesario recurrir a otros arbitrios para acrecentar el erario, n el senado acordó la amone- dación de veinticinco mil pesos en octavos de real en moneda de co- bre; pero esta resolución no llegó a cumplirse, i quedó todavía sub- sistente el uso de las fichas que empleaban en sus cambios los pequeños^ negociantes (25).

(25) Senado de 7 de setiembre de 1820. La jestion de este proyecto, que renovaba un pensamiento antiguo (véase el § i, cap. XV, parte V de esta Historia)^ i qye había vuelto a iniciarse por Camilo Ilenriquez en un articulo de La Aurora de 14 de ene- ro de 1 81 3, puede seguirse en casi todos sus detalles con la ayuda de los documen- tos que nos quedan, i es instructiva para conocer las preocupaciones económicas de esa época. En esta nota vamos a presentar solo un resumen sucinto decesos hechos^

£1 28 de marzo de 18 17, mes i medio después de la victoria de Chacabuco, se pre- sentó al cabildo de Santiago un individuo llamado don Pedro Jusé Ramírez: Tula acompañando un proyecto del "modo de introducir la moneda de cobre sin violen- cia i método de su creación, n Todo en ese proyecto, en su manera de presentación, en los arbitrios indicados para hacer aceptable la nueva moneda, i en la manera de defender la innovación propuesta, deja ver un juicio poco equilibrado. Su plan consis- tía en acuñar monedas de cobre de doble tamaño i peso que las de plata, a las cuales se les asignaría el valor de éstas, de manera que una moneda de cobre del tamaño i forma de la de un real de plata, valdría medio real; i se acuñarían de cuatro clases» la menor de las cuales representaría el valor de un octavo de real, i tendría el tama- ño de un cuartillo de plata. Ramírez creía que esa moneda lanzada a la circu- lación con cierto aparato ofícíal i patriótico, iba a tener en los cambios el valor que le fijara autoritariamente el gobierno, i a enriquecer prodijiosamente al erarío públi- co," pues con el valor de doce mil pesos, decía, se ponen en arcas en moneda provisio- nal (de cobre, para circular solo en Chile) seiscientos mil pesos, de que se sigile que le queda al erarío de aumento en el cuño un ciento poco menos por uno, o mas da. ro noventa i nueve por uno; de cuya ganancia resulta poder el erarío del estado mantener sobre las armas una fuerza de 20 a 30 mil hombres bien pagadosn* Indica- ba a la vez que la adopción de este arbitrio permitiría a Chile tener fábricas i uiift

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 339

Lis economias que fué posible introducir en los gastos administra- tivos, una de las cuales fué la suspensión temporal de la academia mi-

marina respetable. El cabildo de Santiago, en que había algunos hombres que pare- cían de juicio mas sólido, aprobó sin embargo aquel absurdo, proyecto por cuanto i.son indudables, decía, las grandes ventajas que producirá este arbitrio,ii i lo pasó al supremo director con fecha de 10 de abril.

En el seno del gobierno debió mirarse aquel proyecto como una quimeri des- acordada; pero en octubre de ese mismo año volvió a ajitarse seguramente en una forma mas razonable, esto es, para elaborar moneda de cobre de valor de uno i dos octavos de real, a fín de hacerla servir para los pequeños cambios, i en reemplazo de las señas o fichas que espendían algunos comerciantes. Recojiéronse sobre el particu- lar varios informes, entre ellos, uno del doctor don Juan Egaña, otro de don Mateo Amaldo Hoevel, entonces gobernador-intendente de Santiago, i otro del superin- tendente de la casa de moneda don José Santiago Portales. El primero i el último eran resueltamente contraríos al proyecto, fundándose ambos en doctrinas económi- cas confusas i mal dijeridas; al paso que Hoevel con el conocimiento personal de lo que pasaba en otros países i con espíritu mas práctico, sostenía que la moneda de cobre era útil al pueblo. "Esto es conforme, decía, al uso de todas la naciones; por consiguiente debe adoptarse en Chile, donde tanto se echa de menos una moneda que, subdívidiendo las usuales, facilite las compras i ventas por menor, que cumpo- neo la mayor parte del total de lo que se vende i compra. Multiplicando estos pe- queños contratos, se daría mas rapidez, lo que es en cierto modo dilatarlos i darles estension." Sin embargo, la junta gubernativa que entonces reemplazaba en el man- do al director O'Híggins, hizo mas caso de los informes desfavorables a la amone- dación del cobre. Debemos advertir, ademas, que el superintendente de la casa de moneda había indicado i sostenido que ese trabajo ofrecía diñcultades materiales casi invencibles.

Como decimos en el texto, Ramírez elevó mas tarde al senado una solicitud sobre la misma materia. Los términos i condiciones de ella nos son desconocidos, pero sa- 1)emosque previo el informe desfavorablejdel superintendente de la casa de moneda, fué desechada el 19 de enero de 1819. El senado volvió a tratar de la amonedación de cobre en la sesión de 7 de setiembre de 1820, i acordó que se acuñasen 25,000 pesos en octavos de real, que tendrían el tamaño del real de plata pero con distinto sello. Esta disposición perfectamente razonable, no pudo, sin embargo, llevarse a efecto. I a contaduría mayor, en oficio de 26 de setiembre, apoyándose en los informes anterio- res del superintendente de la casa de moneda, espuso que esa fabricación que impon- dría gastos considerables, era muí difícil i casi imposible por el trabajo que exijia la refínicion del metal. El director supremo remitió al senado ese infonne i los dema<« antecedentes relativos a este asunto^ i aquel proyecto quedó aplazado en sesión de 3 de octubre. Jooto con el acta de esta sesión, se encuentran publicados los documen- tos a que nos referimos, en las Sesionas de los cuerpos lejislalivosy tomo IV, pajinas 391-428.

Mas tarde, en 27 de abril de 1821, el senado facultó al director de los trabajos del canal de Maipo para acuñar mil pesos en moneda de cobre, que debía circular solo entre los trabajadores de esa obra, lo que no importaba mas que el manteni-

340 HISTORIA DE CHILE 1819

litar (26), que no era estrictamente necesaria por cuanto el ejérdto te- nia una abundante provisión de oñciales, eran, en realidad, de muí pequeña consideración. El gobierno i el senado dictaron en diversas ocasiones medidas premiosas para obtener el pago de las deudas a fa- vor del estado, declarando que «no habia privilejio que favoreciera al deudor, a no ser que se presentara duda de 'mucha asíduidad,ii en cuyo caso debia ser resuelto el caso por la «suprema protestad eje- cutivati (27). Mientras tanto, el gobierno no pedia ser tan espedito para el pago de sus obligaciones. «No pudiendo en las actuales cir- cunstancias pagarse los pasivos créditos del estado, i ocurrir a las aten- ciones ordinarias por la escasez de sus fondos, decia el senado en acuerdo de 30 de diciembre de 1818, se suspenderá por el término de seis meses el pago de aquellos créditos que dimanen de compras que haya ejecutado el gobierno; i para subsanar el perjuicio que con ello re- ciben los acreedores, se les abonará el interés de un cinco por ciento que percibirán con el capital en el plazo fijado, no debiendo estenderse esta determinación a los prestamistas en dinero o en especies, n A pesar de esta esplicita promesa, pocos creyeron que el estado pudiera cumplirla; i luego se halló un medio de frustrar el objeto que el gobierno se habia propuesto con esa medida. Los acreedores del fisco comenzaron a ven- der sus créditos con alguna rebaja a los que teniendo que pagar obliga- ciones, por impuestos o por deudas, podian descargarse de ellas ex- hibiendo los billetes o documentos a cargo del estado. Para atajar este procedimiento, el director supremo dispuso por decreto de 7 de ene- ro de 181 9 que todo individuo que tuviese billetes o pagarées da- dos por los ministros del tesoro por deudas contra el estado, los pre- sentase en el plazo de ocho días i>al ministerio de hacienda para que fuesen revalidados bajo apercibimiento de que de no hacerlo asi, quedarian sin valorn. Esta medida encaminada a establecer claramente quienes eran los verdaderos acreedores del estado, estaba completada con la prohibición absoluta de endosar los referidos billetes, declara- ción que el senado sancionó en acuerdo de 13 de enero. Apesar de la palabra empeñada por el gobierno i por el senado en aquellas declara- ciones, el estado no pudo cumplir sus compromisos; i al cerrarse el

miento del sistema de señas o fichas que usaban los pequeños negociantes. Aunque después volvió a tratarse de este asunto, solo se estableció en Chile la moneda legal de cobre por lei de 24 de octubre de 1834.

(26) Aprobada por el senado el 12 de enero de 1819.

(27) Acuerdo del senado de 22 de diciembre de 1818.

l8l9 ' PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 34I

año de 18 1 9, la deuda pública pasaba de millón i medio de pe* sos (28)

3, La contribución 3. Corao se recordará (29), en mayo de 1817 se mensual i el cmprés- ^^^j^^ impuesto por la sola voluntad del director

tito forzoso para eos- "^ .....

tear la espedicion li- supremo, una contribución directa que se cobraba

bertadora del Pen'i. mensualmente. Aunque este impuesto pesaba so- bre todos los pueblos del estado que estaban sometidos al gobierno na- cional, produjo una entrada de poca consideración, i ésta era pagada principalmente por la capital. £1 senado, según contamos mas atras^ sancionó, en acuerdo de 4 de noviembre de 181 8, el mantenimiento de la contribución mensual, mandando que en adelante se pagase proviso- riamente conforme a un arreglo hecho por el cal)ildo de Santiago, se- gún el cual esta ciudad debía enterar cinco mil pesos al mes en lugar de los veinte mil que le habia asignado el supremo director. Tres meses mas tarde, el 8 de febrero de 18 19, el senado tomaba, a este respecto^ un acuerdo defínitivo. «Siendo de absoluta necesidad, decia, consultar en el día los medios de subvenir a las actuales urjencias del erario,.

(28) Según un prolijo estado de las deudas activas i pasivas de la tesorería jeneral el 31 de diciembre de 181 9, que se halla publicado entre los anexos de la sesión del senado de 29 de febrero de 1820 (tomo IV, páj. 618 i siguientes), la deuda pública ascendía ese dia a I.574i953 pesos siete reales, debiendo tomarse en cuenta que al- gunas de esas partidas descansaban en un simple cálculo, i que tal vez eran inferiores a la realidad. Las partidas mas gruesas de esta deuda eran las siguientes: Suplemeiv- tos hechos por particulares con cargo de devolución, 176,730 pesos; billetes sin amor- tizar, 285,705; libramientos dados por la tesorería sobre derechos de aduana, i que estaban por pagarse, 123,902; empréstitos fr>rzosos que debian pagarse a la conclu- sión de la guerra, 123,692; depósitos en arcas fiscales de que el gobierno habia echado roano, 104,813; capitales e intereses de consolidación, 153,816; ganados to- mados para el ejército, según cálculo, 50,000; útiles i pertrechos de guerra i de marina comprados a crédito, según cálculo, 200,000; sueldos'atrasados del ejército^ según cálculo, 100,000; al mismo por el tercio de los sueldos que se le habían reba- jado desde principios de ese año, 200,000. Las deudas a favor del estado montaban solo a 516,509 pesos, debiéndose advertir que las dos mas gruesas partidas (una de 174,559 por ventas de haciendas i de casas de españoles i de realistas que habían huido del país a coa*;ecuencia de sus compromisos con el enemigo, i otra de 198,324» resto que quedaba por pagar del valor de las propiedades que fueron de los jesuitas)> no eran deudas exijibles sino en plazos determinados, i que dada la pobreza jeneral del país, no habrían podido negociarse sino con un descuento considerable.

(29) Véase el § l, cap. IV de esta misma parte de nuestra Historia, Por un error tipográfico, repetido en la nota, se dice alli que el bando por el cual se impuso esa contríbucion era de i.^ de mayo, debiendo decir 19 de mayo, si bien el impuesto se comenzó a cobrar desde el i.*' En 18 17 ese impuesto produjo 8o,ioS pesos.

342 HISTORIA DE CHILE 1819

que no alcanza a sufragar los grandes gastos del estado con las ordi- narias entradas, i teniendo a la vista la lista de la mensual contribución de la capital, que arregló el ilustre cabildo, reduciendo a cinco mil pe- sos mensuales los veinte mil que mandó exijir el supremo director, acordó el senado, que para ahorrar al vecindario estraordinarias pen- siones i personalísimas exacciones, que no pocas veces arranca la necesidad, se aumente el mensual a la cantidad de quince mil pesos, inclusos los cinco que están señalados. u En conformidad, se nombró una comisión de tres individuos, para que "rateara en todo el vecin- dario los quince mil pesos con arreglo a la fortuna de cada individuo«i, esceptuando solo "a los empleados, por la rebaja que llevan de sus sueldos.ti

Son indescriptibles las dificultades que impuso este arreglo. Al mismo tiempo que los cabildos de varios pueblos se dirijian al senado pidien- do disminución de la cuota que debia repartirse en su distrito respec- tivo, en Santiago se hacían representaciones de todo orden contra un impuesto que, según las quejas que suscitaba, no podian pagar muchas familias. Los encargados de hacer el reparto, se escusaban de seguir entendiendo en él. Algunos lograron eximirse de este cargo, i otros fueron obligados a desempeñarlo a pesar de sus protestas, teniendo que reunirse casi diariamente en una de las salas del ediñcio en que fun- cionaba el senado para oír las reclamaciones de los contribuyentes. I^ comisión declaró con fecha de 22 de abril, que le habia sido imposible aumentar la suma del impuesto mas allá de nueve mil trescientos pe- sos en el reparto hecho en el vecindario. El canónigo don José Antonio Errázuriz, al presentar la lista del clero para que se le impusiera la misma contribución proporcional que a los demás vecinos, pedia al senado que "tuviese la consideración que merece un cuerpo tan dis- tinguido i de tanta indíjencia, para que, ya que sufría contribuciones de que no podía prescindirse, fuese a lo menos lo mas moderada posi- ble (30). M El cabildo de Santiago, compuesto de hombres conocida- mente adictos a la causa de la revolución, i algunos de ellos poseedores de fortunas relativamente considerables, solicitó también que se les eximiera del pago de la contribución mensual durante el año en que desempeñaban esas funciones (31). En vista de tantas exijencias, de

(30) Ofício del canónigo Errázuriz al senado, de 22 de abril de 1819.

(31) Representación del cabildo de Santiago al senado, de 23 de mayo de 1819. Esponia el cabildo que el cargo de rejidor, "que en la antigua administración estaba exento de toda contribución i carga consejil, sin emlxirgo de ser puramente

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 343

las reclamaciones de numerosas personas en que representaban que les era absolutamente imposible pagar el impuesto, por no tener dinero con que hacerlo, i de la resistencia de muchos para cubrir sus cuotas res- pectivas a pretesto de tener reclamos pendientes sobre ellas, el senado tomó dos determinaciones importantes. Por la primera de ellas, acor- dada el 27 de mayo a propuesta del procurador jeneral de ciudad, re- comendaba al supremo director, que en pago de la contribución, se recibiese la plata labrada o de chafalonía, a razón de siete pesos el marco, con lo que se conseguiria, decia, aumentar el circulante con su amonedación, ¡ disminuir el número de objetos inútiles i de puro lujo que poseian muchas familias sin provecho alguno para la industria. Por el segundo, dictado el 28 de mayo, dispuso que para <»evitar el perjui- cio que se inferia al estadon demorando el pago de la contribución, i entablando reclamaciones dirijidas a hacerla ilusoria, se publicase un bando que advirtieseír al vecindario que en el término de seis dias de- bian los agraviados hacer sus reclamos ante el gobernador-intendente, i allí resolverscfi; pero que entre tanto, los contribuyentes estaban obli- gados a «pagar, desde luego, sus respectivas cuotasn, haciéndose «en los meses siguientes la rebaja proporcionada del exceso que por ahora entregasen n, en caso que se acordase una reducción. Apesar de esta declaración, el senado tuvo todavía que dictar otras providencias para hacer ejecutivo el cobro de ese impuesto; i cediendo a las numerosas representaciones, acordó, en sesión de 2 de agosto, recomendar al su- premo director que autorizase a los cabildos de las ciudades i villas para que cada seis meses, reformasen la lista de los contribuyentes, aumentasen las cantidades a los que hubiesen alcanzado incremento en sus bienes, i las minorasen a los que hubiesen esperimentado que-

ceremonialii, se había hecho mui fatigoso con las atenciones i compromisos que creaba la nueva situación, obligando ademas a los que lo desempeñaban sin gratifica- ción alguna, a abandonar en cierto modo e! cuidado de sus intereses particulares. "En tan cri icas circunstancias, decia, parece que es justicia, que siendo (los rejido- res) unos esclavos públicos, no se les grave con las contribuciones jenerales que no tienen lugar de poder ajenciar por medio de su trabajo. Todos los empleados civiles í militares, aunque viven a sueldo del estado, se hallan exentos de ellas o las pagan de sus mismos emolumentos. ¿Por qué, pues, a los que sirven graciosamente se les añadirá la contribución a su servicio, i en nada se les distinguirá de los que ocupan todo el tiempo en su provecho personalPn £1 cabildo, sostenia, que por esos motivos muchos individuos se retraian de formar parte de la corporación, i que vistas las inasistencias continuadas de los que aceptaban el cargo, era de temerse que llegase el dia en que no hubiese a quien elejir.

344 HISTORIA DE CHILE 1819

branto; pero sin excederse ni quitar el todo de la mensualidad señala- da a cada lugar. £n vista de otras representaciones, se eximió del pago del impuesto a los artesanos, que al principio habían sido incluidos en las listas de contribuyentes con cuotas mui reducidas, en atención a estar incorporados en las milicias urbanas, i a los oficiales de éstas que estuviesen ocupados en el servicio publico.

Si suscitaba tamañas dificultades un impuesto de esa clase, que en realidad solo era subido para las personas de fortunas considerables i para los que eran tenidos por enemigos de las nuevas instituciones (32), se comprenderá fácilmente cuales fué preciso dominar para imponer a título de empréstito forzoso, una contribución estraordinaria directa i de trescientos mil pesos en dinero para preparar la espedicion liberta- dora del Perii. £1 pais, pobre i con mui escasa industria en 18 10, se habia empobrecido mucho mas con la revolución, con la guerra i con las contribuciones i sacrificios que ésta le habia impuesto. Los donati- vos i los empréstitos forzosos que se exijian a los particulares, así en di- nero como en ganados i en especies, soportados durante algún tiempo con resignación, producian ahora un descontento que es fácil compren- der. Vamos a recordar algunos antecedentes que servirán para apreciar aquella situación.

£n febrero de 1817, al mismo tiempo que decretaba el secuestro de los bienes de los españoles i chilenos realistas que habían abandonado el pais, el director supremo O'Híggins nombraba una comisión com- puesta de tres respetables negociantes peninsulares para que repartiese entre sus compatriotas i demás personas adictas al antiguo réjimen,

(32) Las primeras listas formadas por el cabildo de Santiago en mayo de 1817 para el pago de la contribución mensual, se hallan publicadas en el tomo III de las Sesionas de los cuerpos lejislativos^ pájs. 31-45. El monto total de las cuotas allí asig- nadas, asciende a 21,190 pesos. En esa lista, formada dos meses después de la ba- talla de Chacabuco, i cuando estaba vivo el recuerdo de las contribuciones impuestas a los patriotas bajo los gobiernos de Osorio i de Marcó, i de los secuestros de bienes ejecutados entonces, eran particularmente duras con los españoles i con los chilenos adictos a la causa del rei que hablan quedado en el pais. A algunos de ellos se las imponian entre 100 i 500 pesos mensuales. En la cobranza del impuesto se intro- dujeron luego muchas rebajas i modificaciones, de tal manera, que su producto fué menor de lo que se esperaba. No hemos podido procurarnos las listas de individuos obligados al pago de la contribución mensual tal como quedó después de la revisión hecha en 1819, pero por las noticias que tenemos, se sabe que era mas equitativa, i que los españoles, muchos de los cuales comenzaban a tomar carta de ciudadanía, i otros habian sufrido notable disminución en sus fortunas, eran tratados con mas con- sideración.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 345

una contribución estraordinaria que habla de repartirse en toda la por cion del territorio ocupado por los patriotas, i que debia producir seis- cientos mil pesos (33). Según la distribución que entonces se hizo, a Santiago le correspondía pagar cuatrocientos mil pesos; pero, aunque se gravó fuertemente a los españoles, i mas fuertemente todavía a los chilenos que simpatizaban con la causa del rei, o que se hablan que- dado mas o menos tranquilos durante el período de la reconquista, solo fué posible recojer 329,900 pesos (34). En las provincias, donde debió recojerse la suma de 200,000 pesos, la cantidad recaudada alcanzó solo a poco mas de la mitad. Sin embargo, el producto de esa contri- bución estraordinaria, sirvió para atender a los gastos mas premiosos ocasionados por el establecimiento de la nueva administración, i para entregar a San Martin la cantidad de 200,000 pesos que éste llevó a Buenos Aires para la compra de buques i de armas, según dijimos en otra parte (35).

Poco mas tarde se organizó una junta de economías i arbitrios encar- gada de estudiar i de proponer los que debieran establecerse para satis- facer de alguna manera las necesidades de la hacienda pública. Des- pués de muchas deliberaciones, propuso ésta, en 27 de febrero de 18 18, la imposición de un empréstito interior de trescientos mil pesos entre patriotas i realistas, i de acuerdo con el tribunal del consulado formó las listas de reparto (36). Este empréstito, que a juicio del pií-

(33) Véase el § 2, cap. I de esta misma parte de nuestra Historia.

(34) Según las listas del reparto de esta contribución, los mas fuertemente grava- dos fueron caballeros chilenos de fortuna considerable, que por simpatía por la causa del rei o por cualquier otro motivo, habían quedado en Chile durante el período de la reconquista sin sufrir persecución, i aun mereciendo algunos de ellos considera- ciones de Osorio i de Marcó. Según esas listas fueron obligados a pagar 12,000 pesos cada uno de los cal)alleros siguientes: don Francisco Ruiz Tagle, mayorazgo, don José Toribio Larrain, marques de casa Larrain, don José Nicolás de la Cerda, mayo- razgo, i don Juan Manuel Calvo Encalada, marques de Villapalma; io^ocxd esos don Vicente Iluidobro, marques de Casa Real, don Joaquín Aguirre, marqués de Monte Pío, don Francisco Valdivieso i don Valentín Valdivieso. La contribución de los restantes variaba entre mil i ocho mil pesos. I^s cuotas asignadas a los españoles de nacin.íento eran en jeneral menos crecidas, por la r;izon de que los mas acaudalados entre ellos habían fugado al Perú después de la batalla de Chacabuco, í sus bie« nes habían sido secuestrados. Entre los españoles que quedaron en Chile solo hai dos individuos gravados con ocho mil pesos: los demás lo fueron con cantidades ín* feríores.

(35) Véase el § 8, cap. I de esta misma parte.

(36) En un principio la junta de arbitrios fué compuesta de don Manuel Salas»

346 HISTORIA DE CHILE 1819

blico era un verdadero donativo, puesto que no se veía cómo i>odría pagarlos el físco, suscitó desde el primer momento muchas resistencias. Por esto, i sobre todo por la perturbación jeneral que creó la cam- paña de marzo siguiente, i en particular el desastre de Cancharayada, solo fué posible recojer una parte de las cantidades asignadas en las listas de contribuyentes. En noviembre de ese año, resuelta en el se- nado i en una asamblea del vecindario de Santiago, la espedicton liber- tadora del Perii, i designada la comisión que debia repartir la contri- bución, dio ésta principio a sus trabajos; i como tardara en presentar su informe, el senado la requirió empeñosamente (37). Cuando aquella alta corporación tuvo en su poder las listas del rateo, las remitió al su- premo director exijiéndole en los términos mas premiosos, que sin demora hiciese cobrar el impuesto para llevar a cabo aquella empresa, sin la cual Chile no podia añanzar su independencia, ni siquiera soste- nerse en el pie de guerra que le era forzoso mantener. »«La esp>edi- cion a Lima, decía el senado, no solo es útil, sino necesaria en las circunstancias en que nos hallamos. Sin ella no puede Chile mante- nerse con el ejército i la escuadra. Antes de dos meses se ha de eje- cutar; i para cuando llegue el caso, es de necesidad preparar con anti- cipación los medios a que Chile se obligó, como debe practicarlo V. £. con los ofrecidos por las provincias unidas del Rio de la Plata. Al efecto, se pasa a V. £. el rateo practicado por la comisión que nombró el senado de acuerdo con el pueblo. En ella verá V. E. la contribución que deben hacer los ciudadanos de esta capital, i el cuánto correspondiente a las provincias de fuera que se ha acordado auxilien en parte la espedicion. Para practicar aquella, debe V. E. acordar el nombramiento de comisiones distribuidas por calles o cuarteles, o que se haga por los actuales alcaldes de barrio, cuidando de ejecutar a los que demoran su asignado o se niegan a cumplirlo. Lo que mas urje

don Agustín Vial i don Domingo Eyzaguirre. Habiendo renunciado los dos prime- ros, fueron reemplazados por don José Miguel Infante i don Rafael Correa de Saa, los cuales, en unión de Eyzaguirre, propusieron el empréstito i formaron la lista de contribuyentes.

(37) He aquí el oficio pasado a la comisión sobre este particular: "Ya es urjentí- simo tener a la vista el reparto i contribución de los trescientos mil pesos que se mandó hacer en el vecindario para subvenir a los gastos de la espedicion maritima, i me ordena el excmo. senado reconvenga a Uds. por la pronta remisión del cálculo o lista distributiva de la precitada cantidad. Dios guarde a Uds. Santiago, 23 de mayo de 1819. ¡osé Maria Villarrealy secretario. A los señores de la comisión del rateo i reparto acordadc n

l8l9 PARTE OCTAVA.— CAPITULO XV 347

es la cuota designada a las ciudades í villas. Para ello se han de nom- brar comisiones que hagan primero la distribución proporcional que se ha practicado aquí. Este es el primer paso que ha de preceder a la recaudación, i luego ejecutarse en el modo i forma que a V. E. parezca mas acordado (3^)." Queria el senado que los caudales que se reco- jiesen por este medio, se guardasen en la casa de moneda, "donde, agregaba, se custodiarán sin mas destino que el de la proyectada expe- dición para que están dispuestos i obligados. n Aunque el director supremo se hallaba inspirado por los mismos propósitos i los mismos deseos que el senado, señaló algunas irregularidades en la lista de contribuyentes i en la manera que para la cobranza del impuesto se le proponía. El cuerpo lejislativo, aceptando solo algunas de las modi- ñcacíones que indicaba aquel alto majistrado, insistió en su acuerdo, i la contribución quedó deñnitivamente establecida, en la inteligencia de que se haria ejecutiva con la brevedad posible (39).

(38) Oficio del senado al director supremo, de 31 de marzo de 1819. Reproduci- mos ínt^ro este estenso fragmento en corroboración de lo que hemos dicho en la nota 69 del capitulo X(I.

(39) Oficio del director supremo al senado, de 3 de abril, i contestación del senado del 14 del mismo mes. Las observaciones del director supremo recaían sobre los puntos siguientes: i.<* debia declararse que los individuos que tenían sus propiedades rurales en algunos distritos mas o menos apartados, pero su residencia en Santiago, pagarían solo en una parte; 2.° debian separarse de la lista de contribuyentes a los empleados públicos, a quienes, por resolución de 12 de enero se les había impuesto la rebaja de un tercio de sus sueldos respectivos, declarándolos libres de otra contri- bución; 2'^ debia incluirse entre los contribuyentes a los negociantes estranjeros que gozaban de los derechos i franquicias asegurados por la libertad comercial; i 4.*^ de- bia, para evitar competencias i dificultades, solicitarse licencia del gobernador del obispado para hacer estensivo el impuesto al clero secular i regular, o disponer que ese mismo gobernador, de acuerdo con el cabildo eclesiástico, hiciera la derrama i la cobrase. £1 senado resolvió es js puntos de la manera siguiente: i.** Los individuos que residía en Santiago, pero que tenían sus propiedades en los otros distritos, pagarían solo una contribución, i así se había acordado al fijarles la cuota; 2.** los empleados públicos pagarían la contribución, porque ésta había sido impuesta en febrero de 1818, cuando gozaban sueldo integro, i por no haberla cubierto antes debía tenérseles por deudores morosos; 3.** se pediría a los negociantes estranjeros que contribuyesen voluntariamente con las sumas que se les asignasen, como habían ofrecido los ingleses; i 4.*' Se solicitaría la licencia del gobernador del obispado para imponer la contribución al clero, aunque no parecía necesario desde que ya éste se había sometido a pagar otros impuestos. La comisión que verificó en definitiva el rateo o lista de los contribuyentes con sus cuotas respectivas, había quedado com- puesta de don Felipe Santiago del Solar, don Martin Larraín, don Francisco Ruiz Tagle i don Agustín Valero.

348 HISTORIA DE CHILE 1819

Por mas que éste fuera también el deseo del director supremo, fué necesario retardar la cobranza. Apenas conocida la lista del reparto, se presentaron ciento cuarenta i seis reclamaciones, que dieron oríjen a otros tantos espedientes. «Cada uno, decia la comisión, ha pintado sus desgracias o según el grado de sus sentimientos verdaderos, que cree- mos lo mas jeneral, porque lo han sido las calamidades publicas, o por el fuego de su imajinacion, que se toca siempre por correspondencia al ídolo del interés; pero como no ha correspondido la prueba, i en los juicios nadie es creído sobre su palabra, hemos diferido en los mas, según el resultado de la prueba (40). m Por fin, después de vencidas estas dificultades, se resolvió, que desde el 1 2 de setiembre comenzaran a recibirse en la casa de moneda las cantidades que fueran entregándose para llenar la contribución, a la cual se seguia dándose el título de empréstito (41). En el principio se hicieron sentir dilaciones para obtener el pago de las cuotas asignadas; pero la actividad i la enerjia del gobierno vencieron esas resistencias, i con nuevas providencias alcanzaron a aumentar la suma total de fondos colectados, de tal ma- nera, que hasta setiembre de 1820 habían entrado a las cajas de la casa de moneda 377,451 pesos en dinero efectivo o en chafalonía, recibida a razón de siete pesos el marco. Ya veremos mas adelante a qué otros arbitrios fué necesario recurrir para costear la espedicíon libertadora del Perú.

(40) OBcio de la comisión rateadora al senado, de 17 de agosto de 18 19.

(41) La nomia seguida para la imposición i reparto de este gravimen, esti dan* mente esplicada en el acta de la sesión del senado de 9 de marzo de 1820, i en la comunicación trasmitida ese mismo dia al director supremo. £1 primero de esos documentos la espone en esta forma: "Teniendo el senado a la vista lo espuesto por la comisión encomendada del rateo de los 300,000 pesos del empréstito en aiudlao para la espedicion al Pera, mandó se signifícara al supremo gobierno que, sin em^ Ijargo de no haber eximido enteramente a los patriotas pudientes, debia obligane al préstamo a los enemigos de la causa i a los indiferentes, en la intelijencia de qae solo para el caso de no poderse enterar con éstos la cantidad, se llenará el déficit coa los patriotas, aun siendo empleados; i que por lo terminante a los eclesiásticos parti- culares, siendo pudientes, tengan o no la nota de enemigos, indiferentes o sean pa- triotas, faltando el recurso de los legos, del^eran gravarse mediante a estar allanado el permiso del eclesiástico; i que a este efecto se pedirá ai señor gobernador del obispado se sirva elejir una comisión que forme la distribución entre los pudientes que se hallen dentro i fuera de esta capital, sin necesidad de circular órdenes a los partidos, en donde son mui pocos los eclesiásticos que hai de facultades; i dejando con esta resolución esclarecidas las dudas propuestas por la comisión, i quedando ejecutadas las comunicaciones, se cerró el acuerdo» :t

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 349

^ Los secuestros de 4. El gobierno, inmediatamente después de la

bienes enemigos: im- . , ^, , , , . .,

posición de otros gra- Victoria de Chacaouco, había creído procurarse

vámenes: resistencias una abundante fuente de entradas con el secuestro

proyectos de contri- ^^ ^os bienes de los españoles i chilenos realistas

bucion: aumento del que habían huido de Chile para no someterse a

supremo: entradas i 1^ dominación de los vencedores (42). £1 secues-

gastos en 1819: re- tro de las propiedades de enemigos, que los pro- formas miciadas por o ^ i un nuevo ministro gresos del derecho de jentes parecen haber aboli-

de hacienda. ¿q para siempre, estaba entonces autorizado por

las prácticas de la guerra, i principalmente por la conducta observada en América por los jefes españoles, como lo hemos espuesto mas atrás. Los decretos espedidos por O^Higgins en febrero i marzo de 18 17, inatacables bajo el punto de vista legal, se estendian a los bienes mue- bles e inmuebles de los enemigos; i en consecuencia, se ejecutó el secuestro sobre las casas, las propiedades de campo i las mercaderías que se hallaron en los almacenes i tiendas de los enemigos prófugos i ausentes. Por mas empeño que se puso en regularizar los secuestros confiando su administración a pxersonas de perfecta honorabilidad, no fué posible impedir todo desorden en la recaudación de los bienes muebles i de las mercaderías de las tiendas de enemigos, la pérdida de algunas de ellas i la ocultación de créditos que habrían debido recojerse.

La administración de los secuestros era por su naturaleza difícil t sumamente laboriosa. xVlgunas tiendas o almacenes de españoles fueron vendidos, otros entregados por la junta de secuestros a ciertos indivi- duos que debían efectuar la venta al menudeo, mediante el pago de una comisión. Desde fines de agosto de ese año, se pusieron en venta diver- sas propiedades raices secuestradas, pero a causa de la pobreza jeneral, i sin duda también de la desconfianza que inspiraba a muchas perso- nas la consistencia de la situación política i la validez que en el por- venir pudieran tener esas transacciones, fueron pocos los compradores que se presentaron, i éstos para propiedades urbanas casi todas de re- ducido valor, i comprometiéndose a pagarlas en el plazo de algunos años con un módico interés. £1 gobierno destinó varias casas para ofí< ciñas publicas o para habitaciones de ciertos jefes militares, dio otras en arriendo, como dio igualmente las haciendas, i consiguió por todos es- tos medios procurarse una entrada que fué considerable el primer año.

(42) Véase el § 2, cap. I de esta misma parte de nuestra Historia^

350 HISTORIA DE CHILE 1819

pero que continuó disminuyendo en los siguientes. Asi, el ramo de se- cuestros que en 1817 produjo cerca de cuatrocientos mil pesos, solo al- canzó a 105,263 en 1819, i siguió una disminución mucho mas rápida en adelante hasta la terminación de la guerra (43). Mas adelante llegó a creerse que si los secuestros no habian producido el resultado que se esperaba, era debido a descuido de las comisiones encargadas de este ramo; i por decreto de 12 de junio de 1820 se mandó que corriesen a cargo de los intendentes de provincia, con amplios poderes para re- solver las dificultades que se suscitasen. Un senado consulto de 27 de octubre de 1820 que dispuso la venta de las propiedades secuestradas, exijia que la mitad de su importe fuera pagado por el comprador en dinero efectivo en dos plazos, i que la otra mitad quedara re- conocida a censo del cuatro por ciento en favor del estado. («Estas fin- cas, agregaba la lei con una prudente previsión, no podrán jamás vincularse ni pasarse en' ningún tiempo ni por título alguno a manos muertas. M

Los gravámenes que hemos señalado, no eran por cierto los únicos que aquella situación imponía al pueblo chileno. Frecuentemente se decretaban contribuciones a título de donativos graciosos, pero ordi- nariamente obligatorios, para satisfacer ciertas necesidades particulares de la administración publica. Una de ellas que pesaba particularmente sobre los españoles o parciales de su causa, tenia por objeto suminis- trar recursos para la manutención de los prisioneros. Como fuera ne- cesario aumentar este impuesto, haciéndolo estensivo a un mayor nume- ro de personas, el senado se constituyó en intérprete de las quejas del publico, i pidió su entera derogación, señalando los medios cómo podría satisfacerse esa necesidad en su mayor parte, i recomen- dando una estricta economía en los gastos que fuera indispensable ha-

(43) En este, como en los demás ramos de la administración de la hacienda pú- blica, se formaban voluminosos espedientes de cuentas prolijas i complicadas que no brillan por su claridad. Contra lo que podria creerse a primera vista, la confusión que en ellas se nota, no parece provenir de un propósito de ocultar o de disimular un nial manejo de esos caudales, o algún fraude grande o pequeño, sino de inespe- riencia en la contabilidad, o mas propiamente, de seguirse en ella un sistema ru- tinario i embrollado. Es posible también que se hayan perdido o destruido algunos de esos espedientes de cuentas, i que hayan desaparecido en su mayor parte los re- súmenes jenerales i comprensivos. Aunque, imponiéndonos un fatigoso traliajo, he- mos llegado a tomar numerosas notas sobre esta clase de asuntos, nos limitamos a consignar aquí solo las noticias sumarías i capitales que pueden tener cabida en un libro de la naturaleza del nuestro.

1 8 1 9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 35 1

<:er (44). Los donativos de caballos exijidos con el título de contribu- ción de guerra, se repetían con frecuencia, i llegaron a ser sumamente gravosos. El mas lijero rejistro de los documentos de esa época confírma este hecho. En 26 de febrero de 18 19 el senado autorizaba al director supremo para exijir a los propietarios del distrito de Santiago el dona- tivo forzoso de seiscientos caballos. El 12 de marzo siguiente se estén-

(44) El director supremo había impuesto con este objeto a los realistas, asi espa- ñoles como chilenos que residían en Santiago i tenían bienes de fortuna, una contri- bución directa calculada sobre los haberes de cada uno, que producía cerca de 450 pesos mensuales. Siendo ésta insuficiente para subvenir al mantenimiento de los pri- sioneros, hizo formar en enero de 1820 una nueva lista de rateo, cuyo producto to- tal alcanzaba a 1,677 pesos mensuales. Aunque todos los individuos incluidos en esa lista eran tenidos por realistas mas o menos pronunciados, el decreto de 25 de enero, que imponía esta contribución, terminaba con estas palabras: '*Se hará presente a los nombrados que las necesidades i escaseces del erario impelen al go- bierno a pedir que concurran al sustento de los prisioneros, sin que por esto se crea que es castigar la opinión, sino exijir una obra de caridad recomendable. El senado, declarando previamente que solo el poder lejislativo tenia facultad para im- poner contribuciones, sancionó ésta en sesión de 18 de febrero bajo la base de que en primer lugar gravaría a los españoles residentes en el país, en subsidio a los de- mas enemigos declarados de América, i en último caso a los patriotas pudientes menos comprometidos.

Las quejas que suscitó este impuesto encontraron eco en el mismo senado, el cual, en oficio de 19 de mayo pidió su derogación, proponiendo que los prisioneros españo- les que estaban ocupados en la maestranza i que prestaban sus servicios en la prepa- ración de municiones para la e.«pedicion libertadora del Perú, fuesen mantenidos por el estado con los fondos destinados a esa empresa; que los que hubiesen sido ocu- pados por particulares, condición en que se hallaban muchos prisioneros, fuesen mantenidos i pagados por los mismos que utilizaban sus servicios, pudiéndose desti- nar en la misma forma a otros; i que los que estaban ocupados en las obras públicas de la ciudad, fuesen mantenidos por el cabildo. Es digno de recordarse por las noticias que contiene el articulo 7 del acuerdo del senado. Dice asi: nQue el gasto de una onza de oro (17 pesos 25 centavos) diaria para el mantenimiento de los 82 oficiales i pilo- tos prisioneros, se reduzca a la mitad que se estima suficiente para este objeto; te- niéndose presente que los que por el gobierno español se confinaron a la isla de Juan Fernandez no tenían mas ración mensual que la de tres almudes de harina, una arroba de charqui, un almud de fréjoles, dos libras de grasa i dos de sal; por lo tanto, aquel gasto se estimaba en medio real (6 centavos) diarios, como el consu- mo que éstos aquí tienen un real i tres cuartillos (22 centavos) en cada día, se estima i debe estimarse como una excesiva asignación. En Lima se daban solo dos reales (25 centavos) diarios a cada uno de los prisioneros, sin embargo de ser caros i esca- sos los abastos que abundando en Chile con un 200 por 100 menos, se compran los renglones destinados para la alimentación; concluyéndose que con la mitad de lo que se contribuye para los oficiales, debe ser bastante para su subsistencia, n

352 HISTORIA DE CHILE 1819

día esta autorización para imponer el donativo forzoso de tres a cuatro mil caballos a los partidos comprendidos entre Rancagua i Talca. A fines del mes siguiente, el director volvía a pedir que se le concediera facultad para tomar en los contornos de Santiago los caballos necesa- rios para montar cierta tropa encargada de perseguir bandoleros per turbadores del orden público, lo que se le concedía el 4 de mayo. Por fin en 18 de marzo de 1820, pedia i obtenia autorización para impo- ner entre los hacendados i chacareros del distrito de Santiago una pro rrata de cuatrocientos caballos, «sin cuyo recurso, decia, seria imposi- ble atender a las urjencias mas premiosas del servicio público, i mucho menos a otras de mayor montan (45).

£1 senado vacilaba muchas veces ante este recargo de imposiciones que producia un serio descontento; pero O'Híggins que tenia la res- ponsabilidad directa del gobierno i de la revolución, mostraba una resolución fría i serena aunque incontrastable para afrontar todas las difi- cultades. El afíanzamíento defínitívo de la independencia nacional me- diante la destrucción del poder español en el Perú, era para él de tal manera necesario, que no queria admitir que el gobierno i el pueblo pudieran detenerse ante ningún sacrifício, i mucho menos ante la impo- sición de gravámenes pecuniarios que por'pesados i violentos que fuesen, debían ser pasajeros, puesto que el triunfo que se perseguía iba a abrh- a la patria una era de prosperidad i de abundancia. A este respecto, D'Higgins, que había entrado en la empresa revolucionaria comprome- tiéndolo todo, su persona i su fortuna patrimonial, no acertaba a com-

(45) El senado, que autorizaba estas contribuciones, queria sin embargo que se hicieran las prorratas con equidad i sin violencias; i constituyéndose en defensor de las ciases mas pobres, pedia que se les eximiera de tales impuestos. "En medio de nuestras urjencias, decia al director supremo en oficio de 19 de febrero de 1820, es de necesidad que los pueblos sufran repetidos sacrificios, no siendo posible libertar- los de este mal hasta conseguir la completa felicidad que deseamos; pero podiendo lograrse el fin sin un agravio notable, es forzoso que las autoridades medien para que no abusándose del poder i comisión, se camine por el orden justo i económico, que una vez establecido, los pueblos mismos admitirán gustosos. Asi se presentarán voluntarios i será socorrida la urjencia con ventajas. En estos días, que ha sido inevi- table la prorrata de cabalgaduras i muías de carga, se han quitado con violencia a personas miserables, abastecedores del pueblo i viajantes, sin distinción. Este mal inferido a estos miserables, no tiene comparación con el que se haría a hacendados, sacándoles a proporción de sus fondos, los animales necesarios. Todos los darían gas- tosos o por fuerza, sin que alguno tuviese la resolución de elevar una que ja. n El senado concluía recomendando la adopción de medidas conducentes a impedir esos abusos.

X8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 353

prender que todos los chilenos no hiciesen lo mismo. £1 senado, aun- que respetuoso i deferente al director supremo, i dispuesto a cooperar a la obra en que éste estaba empeñado, puso mas de una vez atajo a la imposición de nuevas contribuciones, o las redujo considerablemente haciendo valer el estado de pobreza a que se hallaba reducido el pais. Los hechos que pasamos a referir, demuestran de qué manera aquel cuerpo con conocimiento mui vago del derecho constitucional, i sin es- periencia en el modo de ejercerlo, sostuvo valientemente sus fueros en defensa de lo que creía el ínteres del pais, i de qué manera el director supremo, lejos de provocar conñictos i luchas en que sin duda alguna habría logrado imponer su voluntad, se sometió respetuosamente a las representaciones de una asamblea lejíslativa que él mismo habia crea- do, í cuyos cinco miembros él mismo había nombrado por un decreto administrativo.

En 28 de enero de 18 19, espuso el director supremo al sena- do que estando ocupado en preparar la salida de la segunda división de la escuadra, i necesitándose 160 o 180 mil pesos para su provi- sión, debía facultársele para exijirlos del pueblo por medio de una de- rrama. El senado rechazó el mismo día ese proyecto, representando que •«si las repetidas derramas eran un motivo para disgustar a los pueblos» mayormente lo serian cuando éstos estaban dispuestos a soportar la distribución de los 300,000 pesos que tenian que exhibir para la es- pedición a Liman; i recomendando, en consecuencia, que se com- praran a crédito los artículos que se necesitaban, para pagarlos en uno o dos meses mas con la contribución mensual que se trataba de aumentar. En 12 de marzo de ese mismo año, el director supremo, de acuerdo con la comisión de arbitrios, proponía un aumento de la contribución territorial, que entonces se pagaba en la forma de diezmo eclesiástico (46). Consistía este aumento en el pago de un medio dé- cimo de los frutos de la tierra o de la parición de los ganados, que se haría a beneficio del estado, i que se cobraría del mismo modo que el décimo que se pagaba con el carácter de impuesto eclesiástico. "Supo- niendo, decía O'Higgíns, que los diezmos de este obispado ascendiesen a 350,000 pesos, importaría este arbitrio la suma líquida de 175,000, i a^i proporcíonalmente a lo que ascienda la gruesa de los diezmosn. El director supremo proponía allí de qué manera debía distribuirse esta carga en las propiedades que estuviesen arrendadas o gravadas de cen- sos, 'para no hacerla demasiado onerosa a una sola persona. El senado,

-

(46) Véase d § 7, cap. XXIV, parte V de esta Historia,

Tomo XII 23

354 HISTORIA DE CHILE 1819

después de discutir este asunto en varías sesiones, resolvió en la de 1 8 de marzo i'que si lo linico que podría adelantarse con este impuesto se- ría la cantidad de poco mas de cíen mil pesos, sacriñcándose a los ha- •cendados sobre los cuales reñuian las contribuciones estraordinarias, empréstitos, mensualidades i el auxilio de víveres í cuanto ha menester para sus movimientos el ejército de la patria, no era posible recargar- los con esta nueva pensión cuando arruinados i aniquilados los capi- tales, í siendo limitada la salida i estraccion de los frutos í producciones del país, no alcanzaban a dar los fundos un dos por ciento de su va- lor, n Aunque O'Híggins insistió en su primer proyecto, recordando con la mas fírme enerjía el deber imprescindible de afíanzar la indepen. dencía nacional i de llevar la libertad al Perd a costa de cualquier sa- crifício, i demostrando la excesiva pobreza del erario (47), el senado, en acuerdo de 31 de marzo, aunque coincidiendo en los mismos propó- sitos, persistió en su rechazo de aquella contribución que creia tan gravosa como perjudicial, i recomendó entre otras medidas, la cobranza de las deudas a favor del estado i el mantenimiento de la mas estricta •economía en los gastos pdblicos. Esta intervención del senado, que también se hizo sentir en otros ramos del servicio, aun en asuntos en •que no podía tener injerencia directa, revelaba, como ya dijimos, una

(47) El ofício de O'Higgins al senado, de 27 de marzo de 18 19, merece recordarse por mas de un titulo, no solo por cuanto revela la fírmeza de sus propósitos i de sus planes, sino porque da una idea clara i concreta de la situación del tesoro público. Después de pasar en revista los grandes triunfos alcanzados por las armas de la inde- pendencia, agrega: nEs claro, o que hemos de llevar la empresa a su fin aunque sea a costa de los mayores sacriñcios, oque, si sucumbimos por falta de enerjía para ha- •cer uso de los recursos de que son capaces los hombres que quieren ser libres, per- demos con la vida todos los bienes, n Pasando en seguida a esponer el estado de Im hacienda pública se espresa como sigue: "Las entradas ordinarias del estado se acer- can a 1.200,000 pesos anuales, debiéndose agregar a ellos 300,000 pesos mal pagados, de la mensualidad jeneral. El ejército gasta en sueldos 600,000; la marina, 400,000, la lista de sueldos civiles, 60,000; i la casa de maestranza, en salarios! efectos, mas -de 50,000. Se del)en al ejército 300,000, a la marina pasan de 100,000 i a los parti- ■culares cerca de 40,000, por ganados pedidos en compra forzosa la mayor parte de •ellos; de modo que para cubrir los gastos i amortizar parte de la deuda se necesitan 3.500,000 de pesos. II I después de demostrar que esa situación no podia salvarse sin ciuevos gravámenes, terminaba con estas palabras: ''Desengañémonos. El pueblo que •quiere ser libre tiene en socorros con que nunca cuentan los políticos de los gabi- netes. Los españoles comprobaron esta verdad no perdonando sacrificio alguno para libertarse de los franceses i volver a su antigua esclavituH. ¿Porqué, pues, los chile- nos nu han de hacer iguales esfuerzos siendo incomparablemente mas virtuosos, cuando para ellos entre la libertad i la muerte no hai un punto medio?M

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 355

activa i efícaz víjilancia sobre los actos de la administración i tendia a evitar en lo posible los abusos i violencias ( |8).

No se crea por esto que estas resistencias fueron inspiradas por un espíritu de oposición a la política o a la persona del director supremo. Muí lejos de eso, los senadores, como los demás funcionarios del es- tado asi en el orden civil como en el orden militar, se mostraban res- petuosos i deferentes hacia O'Higgins. Si la administración publica se resentía de los defectos inherentes a la situación porque atravesaba el pais i a la inesperiencia de los gobernantes, si por la fuerza de las co- sas debia ser enérjica, vigorosa i a veces violenta para sostener la gue- rra contra los antiguos dominadores, para reprimir los repetidos co- natos de trastornos i de desórdenes consiguientes al sacudimiento revolucionario, para procurarse recursos con que afianzar definitiva- mente la independencia, imponiendo al efecto derramas i tributos, i hasta para plantear mejoras de indispensable utilidad, pero que recha- zaban la ignorancia o las preocupaciones de la mayoría de los chilenos, no era posible poner en duda la sinceridad del patriotismo del director supremo, su constancia para soportar todas las fatigas i para afrontar todos los peligros, su incansable actividad en el trabajo i las dotes de su carácter personal que hacían de él un cumplido caballero.

(4g) En octubre i noviembre de 18 18, cuando se preparaba la espedicion encarga- da de recuperar la provincia de Concepción, ocupada todavía por fuerzas realistas» el director supremo espidió dos decretos para reglamentar la proveduría del ejér- cito i evitar los excesos que con este motivo se cometían en las haciendas i demás propiedades de campo. £1 cargo de proveedor había sido dado a don Juan Felipe Cárdenas, complicado en la conspiración de los Carreras de agosto del año anterior, cuyos planes, sin embargo, habia descubierto en todos sus detalles. (Véase el § 5, ca- pitulo IV de esta misma parte). Pero Cárdenas que habia servido como guerrillero en las campañas de 1813 bajo las órdenes de don José Miguel Carrera, habia co- metido estorsiones en los campos del sur, cuyo doloroso recuerdo estaba vivo entre muchas jentes. El senado, en acuerdo de 19 de noviembre resolvió dirijirse al supre- mo director para recordarle que de nada servían los reglamentos que sz dictasen so- bre la provisión del ejército, si el cargo de proveedor no era servido por un hombre cuyos antecedentes inspirasen la mas plena conñanza. O'Higgins, en vista de esa representación, que por lo demás estaba concebida en términos vehementes, se sometió respetuosamente a ella i buscó otro proveedor.

En los primeros días de enero de 1820 propuso el director supremo que se impu- siera una contrihuci(m a la introducción de harinas para el consumo de la capital. El senado la resistió; pero luego convino en que ese impuesto fuera de tres reales (37 centavos) por cada fanega i que solo rijiese durante ese año. Un decreto de 27 de mayo siguiente tenia por objeto evitar los espedientes i fraudes que se cometían para pagar menos de lo que correspondía por ese impuesto.

356 HISTORIA DE CHILE 1819

O'Higgins, como ya dijimos, había comprometido en la revolución no solo su persona sino también su fortuna; i sus propiedades, de que él había sacado en 1813 una considerable cantidad de ganado para la provisión del ejército, fueron destrozadas por el enemigo, i es- taban ahora ocupadas o recorridas en todos sentidos por bandas de merodeadores, de tal suerte que el jefe del estado no tenia para vivir otra entrada que el sueldo que se le pagaba con el descuento i con las irregularidades a que estaban sometidos todos los empleados. Ese sueldo, que se elevaba a ocho mil pesos anuales, si hubiera sido cu* bierto puntualmente, habria bastado en aquella época para satisfacer las necesidades de cualquiera familia de la colonia; pero no lo era, i mucho menos en esas condiciones, para cubrir los gastos de represen- tación del primer majistrado, que por otra parte se veia en la necesi- dad de hospedar en el palacio a lord Cocbrane i a muchos otros je- fes de graduación cuando venían a Santiago, de socorrer a algunas personas i de encabezar con donativos relativamente considerables to- das las suscriciones de carácter patriótico o de bcneñcencía (49). I>a situación personal del director supremo habia llegado a hacerse difí- cil i penosa. O^Higgins habia tenido que contraer deudas particulares para sufragar esos gastos, i que reclamar, en 10 de marzo de 18 19, la parte que le correspondía según la lejislacíon vijente, en las presas he- chas por la escuadra; pero aunque se le reconoció ese derecho, vino a hacerlo ilusorio la resolución tomada por el senado el 2 de setiembre si- guiente, a petición del mismo director supremo, por la cual se declara- ba propiedad esclusiva de los captores los buques de guerra o arma- dos que tomasen al enemigo. El senado, en virtud de las facultades que le conferia la constitución provisoria, en sesión de i.® de julio de 1820 iiacordó que para que el jefe supremo de la nación cuente con

(49) En las cuentas de la tesorería jeñeral aparece la constancia de estos hechos. Asi, en un estado de los ministros del tesoro de 30 de abril de 1821, se ve que en esa fecha se debian al director supremo 6,356 pesos por sueldos atrasados, esto es, que hacia mas de siete meses que no recibía sueldo.

0*Higgins, como decimos en el texto, empleaba toda la renta que percibía no solo en el sostenimiento de su casi i en gastos de representación, sino en el socorro a diversas personas i familias que habían sufrido en el servicio de la patria, i en sus- criciones patrióticas o de l)eneñcencia. En octubre de 1820, habiendo esperímenta- do grandes desastres el ejército del sur, se recojieron en todo el país er(^aciones en dinero i en especies para socorrerlo. El director supremo abrió la lista de suscricion con un donativo de mil pesos. Su nombre aparece ordinariamente en casi todas las erogaciones de ese ¡enero.

X8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 357

la comodidad que es compatible con las actuales escaseces del erario, le corra desde el dia la dotación anual de doce mil pesos que percibi- rá por ahora, entregando los ministros de la tesorería al mismo exce- lentísimo señor supremo director la cantidad que, a mas del sueldo señalado necesitare para pagar las pasivas dependencias que tiene con- traidas, i que, no ignorando el senado haberlas causado para ocurrir a su inevitable subsistencia, es un deber del erario proporcionarle los medios de satisfacerlas, cuando por un efecto de su virtuosa modera- ción no ha pedido dinero alguno para gastos estraordinaríos de su per- sona. Proclamada nuestra independencia i constituida la República de Chile, es necesario, agregaba, dar importancia a la primera autori- dad, facilitándole lo que haya menester para que se conserve con el decoro que exije su representación, para que pueda ocurrir, siquiera en parte, a los grandes ga3tos que tiene que hacer para congratularse con el vecindario i hospedar a los personajes que vienen i han de ve- nir de cortes estranjeras, i en fín, para que ni los de fuera ni los del pais entiendan que nuestras miserias son tantas que se descubren en los apuros e indijencias del primer personaje de la nacion.n O'Higgins aceptó reconocido este aumento de sueldo; pero como no quisiese in- dicar el monto de las deudas contra id as en gastos de representación, el senado, en sesión de i.^ de setiembre siguiente, acordó dirijirse al ministro de hacienda para que pusiera a disposición de aquél la suma de ocho mil pesos «siquiera como una demostración, decía, de lo que desea la Repiiblica en honor de su libertador i en obsequio de un jefe que atropellando por indecibles inconvenientes, ha dado a Chile la mayor'importancia, ganándole el aprecio i estimación de las nacio- nes, n Estas palabras, que seguramente eran la espresion sincera de los sentimientos del senado respecto del director supremo, habían des- graciadamente de repetirse en muchos otros documentos, i no podían dejar de influir sobre el carácter de O'Higgins, inspirándole aspiracio- nes i una confianza en mismo que no había abrigado en el principio de su carrera (50). En esos mismos días (29 de agosto de 1820) recibía

(50) El doctor don José Antonio Rodríguez, que era entonces ministro de ha- dcDda, pidió al senado con fecha de i.** de setiembre de 1820, que se declarara en fa- vor del director supremo como juez superior de presas, el derecho a la sesta parte de las que se hiciesen al enemigo. El senado, después de consultar al tribunal de cuentas i de otras diiijencias "para determinar si los jueces de presas podían tener parte eo su producido, resolvió el 15 de junio de 1S21 que uno pueden tener interés los juzgadores en el mismo asunto que se conña a su imparcialidad i justiñcaci'jn para que lo resuelvan; i que en el supremo majistrado i jefe primero de la nación»

35^ HISTORIA DE CHILE 1819

O'Higgins el título de capitán jeneral, fírmado por el senado, con de- claración de que debia contársele la antigüedad desde el 14 de di- ciembre de 18 iS, en que se le habia dado el de gran mariscal, que quedaba suprimido.

Aquel réjimen de estricta economía i de arbitrios i espedientes de todo orden para procurarse recursos con que hacer los gastos que im« ponia la situación, produjo un resultado relativamente satisfactorio, pero de todos modos insufíciente para el objeto. En 18 19, el estado pudo disponer entre recursos ordinarios i estraordinaríos de cerca de 2.061,000 pesos, i pudo echar mano de parte del producto de ciertos impuestos que no eran propiamente físcales, sino destinados a servicios determinados, i aun de parte de los depósitos que se hacian en arcas fiscales. Pero las obligaciones publicas, en las cuales los solos gastos de guerra, en sueldos del ejército, provisiones i armamento se elevaban a cerca de 1.200,000 pesos, no alcanzaron a cubrirse puntualmente, aumentando asi la deuda interior del estado (51). Cuando se hubo .■ >

no es regular se permita ínteres en los negocios de justicia cuando es cosa irregular a su alta dignidad i en cierto modo opuesto a las prevenciones que en esta parte hace la constitucionn.

Año i medio mas tarde, el senado volvió sobre este acuerdo. En sesión de 8 de febrero de 1822, resolvió que aunque el director supremo en su calidad de tal, no podia tener, según la constitución, otra subvención que su sueldo, gozaría como almi- rante jeneral de la escuadra, el diez por ciento del valor] de las presas, "aunque, conforme a la ordenanza i cédulas reales, hayan tenido i tengan los almirantes jene- rales otras entradas, n

(51) Los libros de la contabilidad fiscal de aquella época, por falta de método, no ofrecen de ordinario toda la claridad apetecible, e imponen cierto trabajo para llegar a formarse una idea bastante aproximada del producto de cada ramo de reatas i de los gastos de la administración pública. Sin embargo, el estudio que de ellos hemos hecho, i sobre todo el examen del acta de la visita llamada de corte i tanteo practicada por el tribunal mayor de cuentas en la tesorería jeneral de Santiago a fines de enero de 1820, nos permite dar como exactas las cifras asentadas en el texto. La entrada de 2.060,843 pesos del año 1819, se descompone de la manera si- guiente: Existencia del año anterior en especies, en cuentas, en papel sellado, en bulas i en dinero, 755,35© pesos; quintos de oro, plata i cobre, 27,637; correos, ta- baco (estanco), aduana i moneda, 802,701; venta de bulas, 4,951; venta de azo- gue, pólvora i papel sellado, 15,509; temporalidades (amortización de las deudas pendientes por las ventas de propiedades de los jesuitas), 30,701; arbitrios estraor- dinarios, contribución mensual, etc., 124,191; donativos voluntarios, 5,386; em- préstitos, 15,485; cobrados por cuenta de secuestros, 105,263; multas i condena. clones, 30,842; comisos, 51,498; parte del estado en la masa decimal, 81,275 pesos. Los llamados "ramos ajenosn, que ese año montaron a 204,186 pesos, eran el producto de los depósitos o de contribuciones que percibia el fisco para objetos

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 359

hecho el balance, en los momentos en que se apresurab«in los mas ac- tivos aprestos para la espedicion libertadora del Perú, i para ello se imponían nuevos gravámenes o se solicitaban empréstitos, según ha- bremos de verlo mas adelante, se creyó todavía que algunas medidas de carácter jeneral podrían mejorar aquel estado de cosas. En 1 1 de febrero de 1820, el director sometió al senado el proyecto de amorti- zar en parte la deuda notante del estado dando en pago, o realizando por su valor efectivo, los créditos que todavía estaban pendientes en favor del fisco por la venta de las propiedades que fueron de los jesuí- tas, algunos de los cuales estaban recargados con intereses que no habían sido cubiertos. Aunque el valor total de esos créditos alcanzaba a la suma de 198,000 pesos, solo era exijible como la mitad de ella, seguramente por haber quedado la otra parte en forma de censos. Ocho días mas tarde, el senado "penetrado, decía, de la justicia de la medida, convenía en que por igual cantidad a la adeudada, se hiciese la cesión de créditos de temporalidades o a favor de los mismos deu- dores o de otros particulares que quisieren voluntariamente redimir los capitales con billetes de la deuda del gobierno. n "Con esta medida, agregaba, conseguiremos salir de estos acreedores, i que se hagan efec- tivas i reales las cantidades del erario para aplicarlas a los destinos que interesan a la felicidad del país.n El senado, ademas, se ocupó por en- tonces (mayo í junio de 1820) en estudiar i discutir las bases de un empréstito esterior que don Antonio José de Irísarri, el ájente de Chile en Londres, ofrecía contratar en esta plaza. Pero esas bases fueron consideradas de tal manera onerosas, que recibieron un absoluto re- chazo, según tendremos que esplicar mas adelante al referir la realiza- ción del empréstito de que se trataba.

especiales, como la parte de los diezmos destinada a fábrica de templos i a hospita- les, i otros para el fomento de minería, compostura de caminos i canal de Mai- po, i el impuesto llamado de balanza. Al cerrarse el año de 1819, quedaba una existencia nominal de cerca de un millón de pesos, cuyo valor real no alcanzaba seguramente a la cuarta parte. Figuraban en ella 619,243 pesos en deudas a favor del fisco, en su mayor parte de antigua data e incobrables; 118,414 en papel se- llado, cuyo espendio anual apenas pasaba de doce mil pesos; i 217,242 pesos en bulas, existencia que no podria hacerse efectiva sino con el trascurso de muchos años.

G>nvienc advertir que en la partida de empréstitos que figura en Ins entradas de 1819, no se cuenta el que entonces se recaudaba para costear la espedicion injer- tadora del Perú, i cuyo producido, que alcanzó en su total a 377,451 pesos, se depo- sitaba especialmente con ese objeto en la tesorería de la casa de moneda.

360 HISTORIA DE CHILE 1819

Desde tiempo atrás se había tratado de la reorganización de las ofi- cinas de hacienda como un medio de regularizar el servicio, confuso í embrollado en muchos accidentes bajo el viejo réjimen, de asegurar la mas perfecta economia en los gastos, de evitar todo motivo de fraude o de pérdida en los fondos nacionales, i de activar la cobranza de las deudas a favor del estado i el finiquito de las cuentas, que bajo aquel orden solía tardar muchos años. Las dificultades que ofrecía esta refor- ma, i sobre todo la inesperiencia administrativa de casi todos los hom- bres que estaban al frente de los negocios públicos, había retardado su implantación (52). £1 ministro de hacienda don Anselmo de la Cruz, antiguo i honrado comerciante, que en su carácter de secretario del tri- bunal del consulado, había adquirido notoriedad en los albores de la revolución chilena, por sus esfuerzos en favor de la libertad de comer-

(52) En esas circunstancias, un individuo llamado don Felipe O'Reilly, se pre* sentó a principios de julio de 1819 al supremo director ofreciéiltlose para arreglar la contabilidad físcal i las oficinas de hacienda, manifeslando tener vastos conociiiiieii- tos en la materia. O'IIiggins, después de algunas conferencias con O'Reilly, i per- suadido de la gran competencia de éste, trasmitió su proposición al senado. *'Si no me engaño, decia el director supremo en su ofício de 6 de julio, dándole (a O'Reilly) el destino de inspector de rentas, conseguiremos en breve tiempo que arregle el ma- nejo de las nuestras, de manera que ellas alcancen a sacarnos de los actuales apuros i a proveer en lo sucesivo con desahogo a todos los gastos de la nación. •• Envanecido con ese apoyo, O'Reiliy llevó ante el senado pretensiones estravagantes i absoluta- mente inaceptables, por ser contrarias al réjimen constitucional. Contestando suqvtél ofício el 18 de agosto, ese alto cuerpo decia lo que sigue: "El senado tuvo a bien hacer comparecer a O'Reilly con el objeto de examinar sus conocimientos i calcular lo que podria ejecutar. En efecto, hubo una sesión en que el senado trató de formar juicio de lo que seria posible ejecutar en aumento del erario, mejorando su adminis* tracion. Contestó con jeneralidades, i de un modo que no pudo adelantarse lo que se deseaba sacar de la discusión; i haciéndosele ver presentara un plan de arbitrios í el presupuesto demostrativo de sus buenos conocimientos en la administración de rentas, se escusó haciendo ver que él lo haría todo en el término de seis meses» siempre que se le confíriese el empleo de superintendente jeneral de hacienda con las facultades i atribuciones que especifíca el memorial que presentó i se remite a V. £. El senado encuentra una absoluta incompatibilidad en este empleo i sus atri- buciones con lo establecido en las leyes, con lo dispuesto en el código de intenden- tes i con lo que últimamente ha sancionado el estado de Chile en la constitución provisoria. Si se crea el empleo de superintendente jeneral con absoluta facultad para disponer a su arbitrio de la remoción de empleados, minoración de sueldos, i estincion de oficinas, entraríamos en el laberinto de variar enteramente el método (le administración dispuesto por las leyes i por la constitución. . . No le parece al senado que puede ser conveniente un empleo de esta clase, principalmente cuando O'Reilly no maniñesta el plan demostrativo que debia incitamo&'a la aceptación de

3b2 HISTORIA DE CHILE 1819

tica que había observado en Chile, prefirió quedarse en este país, donde luego se presentó a O'Higgins para ofrecerle su adhesión al nuevo go- bierno. Rodriguez acababa de desempeñar con lucimiento una impor- tante comisión que le confió el senado en una cuestión de instrucción pública, i ahora se le señalaba como el hombre aparente para llevar a cabo las reformas de hacienda; pero O'Higgins, que le había tomado grande afecto, no se resolvió a nombrarlo por solo, i esperó que le fuera presentado por el senado, para compartir así la responsabilidad de ese paso (54).

(54) Aunque según la constitución provisoria vijente, el nombramiento i remo- ción de los ministros de estado era facultad esclusiva del director supremo, ea este caso, O'Higgins, por las circunstancias que recordamos en el texto, quiso que el senado compartiera con él la responsabilidad de la separación de Cruz i del nombra- miento de su sucesor. Con este objeto, remiiióal senado el oficio simiente: "Excmo. señor. Para dar principio al arreglo del tesoro público en todos los ramos, es indis- pensable elejir un ministro de hacienda adornado de los conocimientos necesarios i demás cualidades convenientes, como que este funcionario debe ser el primer re- sorte que movimiento a las mejoras que indispensablemente necesitamos promo- ver. El voto público i la larga esperiencia que tengo acerca del servicio del actual ministro de hacienda, estnn por dicha elección, no por mal manejo sino por folta de espediente i de conocimientos. Sírvase V. E. darme su dictamen del modo como del)o proceder en la materia. Dios guarde a V. E. muchos años. Palacio directo- rial de Santiago, abril 20 de 1820. Bernardo O' Higgins.— "Exorno, senado.n Cinco dias despue<t, el 24 de abril, el senado daba la mas amplia aprobación a esa medida, i proponin, para llenar ese cargo, al doctor don José Antonio Rodrigues, a don José Ignacio Eyzaguirre i ni licenciado don Agustin Vial. "Puede V. E., decia al supremo director, elejir de los tres el que le pareciere, en la intelijencia de que por sus bue- nas luces, por sus antiguos conocimientos en materias de hacienda i por el concepto público que merecen, contará el supremo gobierno con un servicio pronto, i el erano merecerá la mejora que des<>a V. E. en honor del pais.n En vista de este informe, el director supremo confío a Rodriguez, el 2 de mayo siguiente, el cargo de ministro de hacienda con el carácter de interino; pero lo confírmó en propiedad por decreto de 2 de diciembre del mismo año.

En cumplimiento de la constitución, i por respeto a una práctica tradicional en la cesación de funciones délos altos empleados públicos, el senado, por oficio de 4 de mayo, reclamó que Cruz fuese sometido al juicio de residencia, ante una comisión que al efecto habia instituido el mismo senado en noviembre de 1818. "Don Anselmo de la Cruz, decia el senado al supremo director, debe ocurrir a la comisión a dar razoo desús operaciones en el desempeño del cargo que obtuvo, para que esto sirva de sa- tisfacción al público, de honor al gobierno i de un estimulo para todo empleado; i puede V. E. ordenarle lo verifique con la posible brevedad, u Cruz fué absuelto de todo cargo, i luego se le ofrecieron otros puestos públicos.

Sobre los antecedentes del doctor Rodriguez Aldea, hemos dado bastantes noti- cias en varios capítulos de nuestra Historia (Véase particularmente el §6, cap. XIX,

364 HISTORIA DE CHILE 1819

el todo del pa^o de algunos impuestos; pero dejándose llevar por un exajerado íiscalismo, fué hasta poner algunas trabas al comercio con diversas providencias que con mejor acuerdo fueron removidas poco mas tarde (56). Pero otras medidas de mas alto alcance vinieron en breve a demostrar que en la dirección de la hacienda pública, como en los demás ramos de la administración, se abría un periodo de úti- les reformas. £1 18 de mayo sancionaba el senado un proyecto que acababa de someterle el director supremo para reorganizar la conta- duría mayor, constituyéndola'en un verdadero tribunal de cuentas que podría espedirse con una celeridad desconocida en las antiguas enci- nas; i poco mas tarde, en octubre siguiente, se reformaba por los mismos tramites la tesorería jeneral, ensanchando su esfera de acción i suprimiendo otras oficinas subalternas que producían embarazos en la marcha de los negocios i en la contabilidad del estado. Mas ade- lante habremos de señalar las reformas de otro orden emprendidas por el ministerio de hacienda (57).

(56) Como ejemplo de este orden de disposiciones^ recordaremos un decreto de 31 de mayo de 1820 dado con acuerdo del senado. Los reglamentos de comercio en- tonces vijentes, autorizaban a los comerciantes para tener depositadas sus mercade- rías en los almacenes de aduana por un tiempo ilimitado, esto es, no hacían el des- pacho de ellas sino cuando tenían compradores. A pretesto de que esta concesión mantenía los referidos almacenes repletos de mercaderías, produciendo asi confu- sión e imponiendo un gran cuidado, pero seguramente con el objeto de obligar al pronto despacho para obtener la entrada que éste producía, aquel decreto mandaba que todo comerciante estrajera las suyas en el preciso término de quince dias, bajo apercibimiento de que cuando se escedieren de ese plazo, debían pagar un real (12^ centavos) diarios por cada pieza o fardo. £1 senado consulto de 30 de se- tiembre de 1820, que creaba los almacenes francos de Valparaíso, vino a modificar aquella disposición. Ese senado consulto, una de las muestras mas honrosas del es- píritu liberal e ilustrado del nuevo gobierno, según habremos de verlo mas adelante, sancionado por el cuerpo lejislativo a propuesta del director supremo, fué publicado en la Gacela minisferial e.straordinaria de 9 de octubre de 1820, i se rejistra ade- mas en el acta del senado de 9 de febrero de 1821. Sin embargo, no se la incluyó en la Colección de leyes i decretos del gobierno desde 1810 hasta 182J publicada por don Cristóbal Valdés en 1846.

(57) En las pajinas anteriores hemos querido solo dar a conocer en sus rasgos je- nerales la situación aflictiva del tesoro de Chile en los momentos en que el gobierno estaba empeñado en afíanzar la independencia, el orden público i la regularidad ad* ministrativa en el interior, i en llevar a cabo la espedicion libertadora al Perú; i re- cordar los arbitrios propuestos o ejecutados para procurarse recursos con que realizar esas empresas. Los documentos oñcíales de esa época, en gran parte publicados unos en la Gaceta ministerial^ i los mas en la colección titulada Sesiottes de los cuerpos ie-

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 365

5. La agricultura; 5. La industria nacional pasaba en esos dias por su situación pre- r 1 11

caria i los medios ""^ crisis penosa 1 Compleja que con razón alarmaba

propuestos para a la gran mayoría del pais. Cuando se había creido

inejorarla: reduc- ^j afianzamiento de la independencia iba a abrir

aon de los redi- ^ '^

tos de los censos, inmediatamente una era de riqueza i de prosperidad»

Chile se encontraba realmente en 1819 mas pobre que en 18 10. La esplicacion de este fenómeno económico era demasiado sencilla para que no la comprendiesen todos los hombres de alguna cultura. Nueve años de revolución i de trastornos habían pnralizado en cierto modo las fuerzas productoras del pais. La guerra había traído junto con las desvastaciones que son su consecuencia mas inmediata, la despobla- ción de vastas estensiones de campo, cuyos habitantes eran arrancados de sus casas para engrosar las filas de los dos ejércitos belijerantes, o las abandonaban presurosos para sustraerse a los enrolamientos i a las persecuciones. Ix)s impuestos estraordinarios en dinero, en espe- cies o en ganados, abrumaban a los agricultores. La producción dis- minuida por estas causas, habría podido quizá aumentarse, poco mas tarde; pero los propietarios rurales habrían ganado poco con ella desde que los frutos chilenos no podían tener el espendio que hubiese aumentado su valor. I-a interrupción del tráfico comercial con el Perií, único mercado que entonces había para la venta de los frutos de la agricultura chilena, al paso que obligaba al pueblo a pagar a precios exhorbitantes algunos artículos que, como la azücar, venían princi- palmente de ese pais, había reducido estraordínariamente la esporta- cion de trigo, de charqui, de sebo i de otros productos, cuyo comer- cio daba antes la vida a aquella industria. Aunque entonces se sacaron de Chile en buques ingleses algunos cargamentos de trigo para Rio de Janeiro, el resultado de esas especulaciones, espuestas a las con- tinjencias de una navegación peligrosa i tardía por el cabo de Hornos, no bastaba para establecer una corriente comercial. Los permisos que en algunas ocasiones acordó el gobierno para sacar frutos del pais con destino a los puertos del Perd, con escepcion del Callao, no bastaban tampoco para mantener aquella corriente, i estaban espuestos ademas a no pocas continjencias i peligros (58). Se comprende fácilmente que el

jislativos^ bastan para escribir hasta en sus menores detalles la historia financiera de la época. De esos accidentes nosotros no hemos tomado sino los que b.istan al cuadro jeneral de nuestra historia; pero mas adelante tendremos que señalar otros hechos que completan la luz sobre aquella situación.

(58) Entre los anexos del senado de 27 de octubre de 18 19, se puede ver un de- creto de 22 de ese mes en que señalan las condiciones de esos permisos.

366 HISTORIA DE CHILE 1819

pensamiento de llevar a cabo la espedicion libertadora del Perú, fuera aceptado jeneralnnente en Chile no solo por un móvil de orgullo pa- triótico o como un medio de añanzar la independencia, sino, i esto muí principalmente, con la esperanza de recuperar un mercado sin el cual la industria chilena marchaba en aquellas condiciones i circuns- tancias, a un abatimiento seguro de que debia resultar mas tarde o mas temprano una completa ruina.

A los gravámenes que pesaban sobre los propietarios por cuenta de impuestos, de derramas i de empréstitos forzosos, se anadian otros que en aquella situación habian llegado a hacerse sumamente onerosos. Nos referimos a los censos que pesaban sobre casi todas las propiedades asi rurales como urbanas, según hemos dicho en otra parte (59), a beneficio de las iglesias i conventos, de algunos institutos de carácter relijioso, de la persona de una familia que abrazaba el estado sacerdotal, o del in- dividuo que, según el orden de sucesión establecido en la institución del censo, gozaba de su renta con cargo de costear una fiesta de igle- sia o de hacer decir algunas misas. Las alternativas de prosperidad o de abatimiento porque pasase la riqueza pública, no podia alcanzar en manera alguna a los usufructuarios de los censos. Éstos, eclesiásticos en su inmensa mayoria, debian gozar de una renta fija e invariable cualesquiera que fuesen el resultado de las cosechas i las perturbacio- nes que habian sufrido el trabajo de los campos i la producción. Este estado de cosas habia llegado a hacerse insostenible desde 1813. I^s depredaciones de la guerra, la imposición de contribuciones estraordi- narias en ganados, en especies i en dinero, asi como la despoblación de los campos por motivo de los enrolamientos, perjudicaban grande- mente a los propietarios, mientras que los censualistas, en gran parte enemigos declarados de la causa nacional, pretendian seguir gozando tranquilamente de sus rentas sin que les tocasen en lo menor las des- gracias públicas. Durante el periodo de la reconquista, es decir, desde fines de 1814 hasta principios de 181 7, los patriotas que tuvieron que emigrar al otro lado de los Andes i los que fueron conñnados al presi- dio de Juan Fernandez, habian tenido sus bienes bajo secuestro, i es-

(59) Véase el § 7, cap. XXIV, parte V de esta Historia, Véase igualmente lo que hemos dicho en el § 8, cap. XXIII de esa misma parte acerca de la real cédula de 26 de diciembre de 1804, que disponía que los capitales acensuados fuesen tras- ladados a España para servir a las premiosas necesidades de la corona, comprome- tiéndose ésta a pagar un interés equitativo, medida que no alcanzó a llevarse a cabo.

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tuvieron por tanto privados de su lejítimo usufructo. Sin embargo^ al volver de la emigración o del destierro, se vieron apremiados por los censualistas para que se les pagaran los réditos correspondientes a esos- años. El gobierno patrio tuvo que intervenir, ¡ por decreto de 2 de ju- lio de 18 1 7 eximió a los patriotas perseguidos del pago de esos cen- sos (60). I^ continuación de la guerra i las cargas que traia consigo, habian aumentado ese mal; i la Gaceta de gobierno, reconociendo que en Chile ««apenas se conocian algunos fundos libres, n es decir, que no- estuviesen gravados por censos, hacia votos por que "un nuevo Solonir viniese a poner término eñcaz i definitivo a esa situación. A juicio de muchas personas, aun entre aquellas a quienes no alcanzaba ese gra- vamen, los censos debian ser abolidos mas o menos inmediatamente como un mal social, i por un procedimiento que consultase de algur^ modo los intereses de los censualistas i de los propietarios.

£1 senado no se atrevió a tomar una resolución tan perentoria i de- cisiva; pero en sesión de 6 de noviembre de 1818 celebró el acuerdo siguiente: "Meditando seriamente los incalculables perjuicios i las re- petidas contribuciones que han sufrido los propietarios de fundos riis- ticos i urbanos de todo el estado desde el año 1813 hasta la época presente, por los males consiguientes a la guerra; i atendiendo a que los daños no recaen menos sobre estos propietarios que sobre los acreedores de censos i ca))ellanias, no solo por la dificultad de la re> caudacion de los réditos, sino, lo que es mas, por el detrimento que sucesivamente van esperimentando los predios, el senado acordó que debía declararse que todos los deudores de réditos de censos i cape- llanías desde el citado año de 18 13 hasta la fecha satisfagan solo el tres por ciento, con la calidad de que se ejecute el cubierto en los seis pii- meros meses siguientes a la publicación de esta determinación; consul- tándose por este medio benéfico el alivio del deudor en la rebaja, i el consuelo del acreedor en que se le facilite el pago con prontitud que no podrá lograr de otro modo. I como, a ejemplo de las rebajas de los réditos de censos i capellanías que se observan en casi todos los esta- dos de la América, conviene adoptar tan benéfica máxima, militando para nuestro pais aun mas ventajosas razones que las que se han teni- do presentes en otros, por el recargo de capitales acensuados con que se hallan las propiedades de fundos urbanos i rústicos^ declara igual- mente el excmo. senado, que para lo sucesivo, i desde esta fecha en

(60) Véase el § i, cap. IV de esta misma parte de nuestra Historia, En la nota 19 del referido capitulo hemos publicado íntegro el decreto de que hablamos.

368 HISTORIA DE CHILE 1819

adelante, con la calidad de por ahora, se reduzca el interés i rédito de los mencionados principales a solo el cuatro por ciento; dejándose al arbitrio de los poseedores de censos i capellanías, la facultad de ocu- rrir al respectivo diocesano para que con proporción al menoscabo que reciben, se les minore la pensión (esto es, la obligación de pagar misas o alguna ñesta de iglesia) con que estuviese gravada la capellanía, m Por decreto de 13 de noviembre, sancionó el director supremo aquel acuer- do, modifícando solo lijeramentc algunas frases o palabras para hacer roas claras i precisas sus disposiciones.

Aquella resolución, recibida con aplauso por la jeneralidad del pu- blico, desagradó sobremanera al clero; mas, en vista de la fírmeza que habia desplegado el director supremo para desarmar otras resistencias que en nombre de las clases sacerdotales se habia tratado de oponer a ios actos del gobierno i a la marcha de la revolución, i en vista tam- bién del decidido apoyo que a esa medida prestaba el senado lejisla- dor, presidido entonces por el mismo gobernador del obispado don José Ignacio Cien fuegos, no se atrevió nadie a elevar una protesta colectiva. Hubo, sin embargo, un eclesiástico prestijioso por sus relaciones de familia, por la austeridad de su vida i por la entereza de su carácter que diciéndose representante del clero, salió a impugnar la reducción del rédito de los censos. El presbítero don José Alejo Eyzaguirre, en dos memoriales que presentó al supremo director en enero de 1818, i que éste diríjió al senado, pretendia sostener que esa medida, atenta- toria, decia, contra los fueros i la jurisdicción la iglesia, no habia podido decretarse sin el beneplácito i la decisión de ésta. El senado, por su parte, recordando las prácticas legales de la monarquía españo- la, i los casos en que la autoridad civil habia tomado* resoluciones análogas sin consultarlas mas que con sus ministros i consejeros, sos- tuvo fírme i victoriosamente su acuerdo, como emanado de la potestad lejislativa de un pais libre; i la reducción de los censos al cuatro por ciento, en vez del cinco que antes se pagaba, quedó incorporada en nuestra lejislacion (61).

(61) Este incidente que fué objeto de muchas conversaciones en aquellos días, molestó sobremanera a O'Híggins i al senado, por cuanto se pretendia poner en duda el valor de las resoluciones lejislativas i hasta la sol)eranía de Chile.

El presbítero Eyzaguirre, cuyas ventajosas condiciones hemos señalado en el texto, pertenecía a una familia considerada, i era hermano de cuatro caballeros del mismo apellido que figuraban, o halúan figurado con lucimiento en altos puestos públicos; clon Miguel, muerto poco antes de fiscal de la audiencia de Lima; don Agustín, te-

370 HISTORIA DB CHILE 1819

cultura. La pobreza era tan jeneral que muchoí de ellos no pudieror» pagar los réditos atrasados dentro del plazo establecido, i fué necesaria a petición del cabildo de Santiago, ampliarlo hasta noviembre siguien- te (62). El gobierno i el senado creyeron posible favorecer a los agri- en I lores por otros medios, estableciendo derechos proteccionistas. Los re.;li«inentos de comercio establecidos en 1813 habían prohibido ei> lo absoluto la introducción de productos similares a los de Chile; i re- solviéndose hacer cesar esa prohibición, el senado acordó en sesión de noviembre de 18 18, que los referidos productos, incluso el tabaco que se estaba cultivando en el pais, e inclusos ademas los vinos i lico- res, pagasen derechos dobles a los demás artículos (63). Estas medi-

habian convertido, no solo los conventos, sino también las iglesias en cárceles de patridtas. "Si el senado, decia en su informe de 29 de enero, no se hallara infor- mado de las virtudes cívicas i eclesiásticas del presbítero Eyzaguirre, i no considerara la notable diferencia que hai entre la equivocación i el delito, pediría se le hider» sentir la indignación de V. £. i del senado, n El director supremo puso término de- finitivo a estas representaciones con el decreto siguiente: "Santiago i febrero 3 de 1819. Conforme al dictamen del excmo. senado, no ha lugar al recurso de súpHo» instruido por el presbítero don José Alejo Eyzaguirre, a quien se instruirá de dicho- dictámen, i especialmente de su último capítulo (esto es, de la amonestación pnrs que no hiciera nuevas representaciones). O'HlGGiNS. EcheverHa.%%

Entonces se publicó un opúsculo de 16 pajinas con el i{\\x\o At /nstificaci&n def decreto superno que rebajó los réditos de censes i capellanías , Contiene una espo>icit»n sumaria de aquellos hechos en defensa de la resolución gubernativa, el segunJo in- forme del senado i el decreto final del director supremo; pero en todo él se omite el nombre del presbítero Eyzaguirre. El lector encontrará éstos i otros datos mas sobre- está cuestión en las Sesiones de los cuerpos lejislativos^ tomo III, entre los (l»ciimeii- tos relativos a las sesiones de 22 i 28 de enero de 1819 del senado lejislador.

(62) Senado de 9 de julio de 1 819. En mayo de 1 820, el gobernador>intendente de Concepción espuso al senado algunas dudas sobre la manera de aplicar esa lei eo aquella provincia. El senado resolvió que la rebaja del cinco al tres por ciento de los intereses de censos i capellanías, era solo a beneficio de los deudores, no de los que hablan pagado sus respectivas dependencias; que a los deudores les aprovechaba habiendo hecho el pago entre el 13 de noviembre de 1818 i el 13 de noviembre de 1819, i que en adelante todos pagarían el cuatro por ciento. Como algunos ind¡ri> dúos que tenian capitales a ínteres de ciertas instituciones, pretendieran que el bene- ficio de la rebaja los comprendía, el senado, por tres acuerdos repetidos en otras tantas jestiones (7 de diciembre de 1818, 9 i 18 de setiembre de 1819), resolvió la

n^[vtiva«

(63) En acuerdo de 4 de febrero de 1819, se declaró que este recargo de derechos era estensivo a los vinos estranjeros. Por lo demás, el consumo de vinos i licores chüenos fué gravado en julio de 1819 con un impuesto de real i medio (18 centavos, por arroba que se introdujese a la capital, de que se esperaba sacar veinte o veinti> cuatro mil pesos al año.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 37 1

das, cuyo beneficio para la agricultura eran absolutamente ilusorios, no podian satisfacer a nadie. Aquella situación no podia mejorarse sino •con la apertura de mercados estranjeros para los productos chilenos, i entonces no se veia que pudiera conseguirse ese resultado sino estable- ciendo i afianzando la independencia del Perii. I^s mejoras parciales que se emprendiesen, i entre ellas la construcción del canal de Maipo en que se seguia trabajando por cuenta del estado, aun en medio de la gran escasez de recursos, debían, sin duda, ser móviles poderosos del progreso agrícola, pero no podian tener una inñuencia eficaz mientras no fuera posible la esportacion de nuestros productos.

6. La minería: es- 6. La industria minera, a pesar de la fama de que tado precario de es- ^i ., ... ,

ta industria i pro- gozaAiSL Chile por SU riqueza mmeral, 1 apesar de

yectos ideados para los tesoros verdaderos que encerraba su suelo, se-

moto i nüna de Co^ ^"^^ llevando la existencia modesta i enfermiza piapó en 1819. que hemos querido dar a conocer en sus rasgos

jenerales en otra parte (64). Las perturbaciones consiguientes a la revo- lución i a la guerra, se habian hecho sentir apenas en las provincias esen- cialmente mineras; pero las contribuciones estraordinarias, la espatría- cion alternativa de patriotas i de realistas, según fuese el partido vence- dor, i sobre todo los enrolamientos de trabajadores para servir en las milicias o en los cuerpos del ejército, habian producido cierta parali- zación en los trabajos en algunos asientos mineros. Con fecha de i.^ de mayo de 1813, la junta gubernativa, con arreglo a las ordenanzas de minería entonces vijentes, habia declarado exentos del servicio militar a todos los trabajadores que vivian consagrados a esa industria, itmayordomos, operarios, pirquineros i cateadoresn; pero en la prác- tica, sobre todo durante la reconquista española i después de ella, las autoridades subalternas habian enrolado muchos mineros en los cuer- pos de tropas, a consecuencia de lo cual se hicieron oir reclamaciones que fué necesario atender en nombre de la protección a una industria de que se esperaban grandes provechos para el pais. £1 gobierno, ademas, habia suprimido las antiguas trabas que impedian a los estran- jeros consagrarse a la esplotacion de minas; i algunos de ellos, ingleses- de oríjen sobre todo, habian acudido a las provincias del norte donde comenzaban a consagrarse a esta industria con grande actividad. Die- ron ellos impulso principalmente a la esplotacion de las minas de cobre, que por la grande abundancia de este metal ofrecían un bene-

(64) Véase el § 3, cap. XXV, parte V de esta HUtoria.

372 HISTORIA DE CHILE 1819

fício mas seguro que las minas de oro i de plata que hasta entonces se trabajaban.

Los distritos mineros del norte sufrieron, por desgracia, en esos años los efectos de un desastroso cataclismo que produjo gran consternación i perjuicios mui considerables. El 3 de abril de 1819, a las diez de la mañana se sintió, en toda esa rejion, un fuerte sacudimiento de tierra se- guido de remezones mas suaves que produjeron una grande alarma. Rt dia siguiente, 4 de abril, a las cinco de la mañana, poco antes de ama- necer, un terremoto mucho mas violento, i que, según la versión de algu- nos testigos, duró cerca de cuatro minutos, derribó numerosos edificios en las villas, en las aldeas i en los campos. En Copiapó, sobre todo, fueron destruidas dos iglesias, la matriz i la Merced, i cerca de la mitad de las casas, sin que ocurrieran desgracias personales. Los habitantes de esta villa, hombres i mujeres, viejos i niños^ dominados por el terror que aumentaba la frecuente repetición de temblores, la abando- naron apresuradamente, i se acojieron a los cerros vecinos, por cuanto se decia que las tierras bajas se habian abierto en varias partes, despi- diendo emanaciones pestíferas. La tierra continuó temblando por inter- valos, aunque con menor intensidad durante los siete dias siguientes; pero el domingo 1 1 de abril, a las diez de la noche, un terremoto mucho mas violento que los anteriores, i hora i media mas tarde otro sacudimiento mas fuerte i mas prolongado, que según el testimo- nio de los que lo sintieron, duró de cinco a seis minutos, vinieron a consumar aquella obra de destrucción, echando al suelo cuanto edifício habia quedado en pié. Prolongados ruidos subterráneos, el estrépito producido por las rocas que se desprendían de las montañas i que caian a la llanura, el bramido i las carreras desordenadas de los ani- males, i la repetición de los temblores durante toda la noche i los dias subsiguientes, aumentaban el pavor i daban motivo a actos de desalien- to i de desesperación que hacian mas angustiosas aquellas horas de prueba. En la costa, donde se sintió el terremoto con igual intensidad» se vio al mar replegarse sobre mismo, i luego avanzarse sobre las tie- rras, llegando en algunos puntos a mas de seiscientos metros de la línea bañada por las mas altas mareas. Este estraordinario movimiento de las aguas del océano se hizo sentir en otros puntos de la costa, hasta mas de doscientas leguas de aquellos lugares.

"Es imposible referir las tristes escenas que presentó aquella catás- trofe, dice una relación contemporánea. Familias enteras que habian gozado antes comodidades, se veían reducidas al mas deplorable esta- do sin que les hubiese quedado cosa alguna, í alojádose las personas

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 373

a docenas en los mas ínfímos ranchos. La intemperie vino también a aumentar sus males.it uTres mil i mas personas, dice otra relación, an- dan errantes por los cerros, careciendo de todo auxilio i sin tener como construir una choza, n El gobernador local don José Antonio Mercado, algunos vecinos, i entre éstos dos o tres ingleses que vivian consagra- dos ala esplotacion de minas, desplegaron una gran actividad i una no- table entereza de ánimo para remediar en lo posible tantas desgracias. En el Huasco primero, i luego en Santiago, se recojieron erogaciones en dinero i en especies para socorrer a los habitantes de Copiapó, pero esos auxilios que no podian ser tan abundantes ni tan oportunos como convenia, vista la distancia que era preciso recorrer por los caminos de tierra, no remediaron aquella añictiva situación sino en mui pequeñas proporciones (65).

(65) La primera noticia del terremoto que arruinó a Copiapó en 1819, llegó a San- tiago el 2 de mayo, es decir, veintiún dias después del último gran sacudimiento. El Telégrafo de 4 de mayo refirió estos desastrosos sucesos en un artículo de solo dieciocho lineas, i la Gaceta ministerial publicó pocos dias después la lista de las erogaciones recojidas para socorrer a las víctimas de aquella catástrofe, que habian quedado sin hogar i sin recursos. En la prensa de Chile de esa época no se ha- llan otros informes; pero don Tomas Guido, ájente diplomático de las provincias unidas del Rio de la Plata, dirijió a su gobierno con fechas de 4 i 9 de mayo dos oficios referentes a estos sucesos, el segundo de los cuales, basado en cartas que ha- bian llegado de Copiapó, es bastante estenso i noticioso, i nos ha servido de guia principal para nuestra relación. Un comerciante ingles llamado don Jorje Cood, mui acreditado en las provincias del norte, donde trabajaba algunas minas, viaja- ba esos dias entre Vallenar i Copiapó, i llegó a esta villa en la noche del 1 1 de abril en los mismos momentos en que ocurría el gran terremoto. Después de prestar al gobernador local su valioso auxilio para socorrer a los mas necesitados i para tran- quilizar de algún modo los ánimos de los habitantes de Copiapó, se puso en viaje para Santiago a dar cuenta cabal de la catástrofe, promovió aquí una suscricion que produjo en pocos dias cerca de dos mil pesos en dinero, reunió por donativos, víve- res i otros socorros en especies, i regresó al norte para distribuirlos entre los mas ne- oesitados.

Don Carlos M, Sayago, en el cap. XII de su estimable Historia de Copiapó (Co- piapó, 1874), Que hemos citado en otras ocasiones, ha recordado este terremoto; i si bien consigna acerca de él menos noticias[que las que nos hemos procurado en otras fuentes, refiere cómo dos meses i medio mas tarde, después de haberse discutido en- tre los vecinos si convendría trasladar la villa a otro punto, comenzó a reconstruirse ésta en su antiguo sitio. Según su cálculo, Copiapó tendría entonces 2,500 habitantes.

El movimiento estraordinario del mar, de que hablamos en el texto, se hizo sentir

en una grande estension de la costa; pero si llamó la atención de algimas personas^

so hubo quien recojiese observaciones utilizables, i mucho menos quien tratase de re-

acionar éstas con el terremoto. En el movimiento marítimo del puerto de Valparai-

374 HISTORIA DE CHILE 1819

Esa catástrofe, sin embargo, no debía interrumpir mas que tempo- ralmente la actividad industrial de las provincias del norte. Ademas de lo que había que esperar del espíritu emprendedor i tesonero de sus hijos, el desarrollo del comercio a la sombra de la libertad que habia establecido el nuevo gobierno, i la presencia de algunos estran- jeros que gozaban de las garantías desconocidas bajo el viejo réjimen, hacían esperar una era mas próspera para la minería. Sin embargo, estas mismas circunstancias habían producido cierta alarma en el gobierno. El impuesto que el ñsco percibía por la producción de me- tales, disminuía considerablemente (66); i esta disminución no podía esplicarse por una baja en la producción, cuando todo hacia creer que ésta habia aumentado, sino por la estraccion clandestina de oro i de plata en pina que hacían los comerciantes estranjeros en pago de las mercaderías que introducían al país. Esa estraccion, ejecutada sin pagar derecho alguno i contra la prohibición absoluta que estaba decretada, había reducido mucho la introducion de pastas metálicas a la casa de moneda para su amonedación, i alarmado seriamente al gobierno. El senado, en sesiones de i6 de noviembre i de 23 de diciembre de 18 1 8, habia propuesto al supremo director que se tomasen las mas activas providencias para evitar ese contrabando. ««Para proveer de al- gún remedio mas activo i eñcaz a contener furtivas estracciones i el contrabando de las mas preciosas producciones del país, decía el ulti- mo de esos acuerdos, sería oportuno incitar, mediante un bando publi- co, a que fueran denunciados los contraventores, ofreciendo los dos tercios del valor de las pastas de oro i plata a que se contraiga la dela- ción; i que si el denunciante fuere de la casa del estranjero que que- so que publicaba El Telégrafo de 7 de mayo, encontramos las siguientes lineas que merecen conocerse, porque si bien allí no se relacionan en manera alguna con el cataclismo de que hablamos, es indudable que el hecho referido es una manifesta- ción del terremoto. lié aquí lo que dice el periódico citado: ••£! 4 de mayo fondeo en Valparaíso la goleta del estado Fortúnala (trasporte), al mando del alférez don Ignacio Barragan, procedente del rio Maule, de donde salió el 3. El comandante dice haber esperimentado en el astillero de aquel rio, el 12 de abril a las dos de la mañana, una fuerte salida de mar que ademas de haber puesto en consternación a todos los habitantes de la villa de la Nueva Bilbao (hoi Constitución), hizo romper las amarras de la dicha goleta que se hallaba fondeada enfrente del astillero, i la varó sobre las piedras, n No recordamos haber visto entre los documentos de esa época otra indicación de esta naturaleza.

(66) Véase sobre este impuesto el § 5, cap. XXIV, parte VIII de esta Historia. La entrada fiscal que dio la producción de metales en 181 7, alcanzó a 63,840 pesos, i en 1 819, solo a 37,627.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 375

V>rantando el reglamento del libre comercio, ejecutara el contrabando, c^omprobado el hecho, llevaría la totalidad de lo que denunciare. n Este espediente, con que, con menoscabo de la ríjida moral, se pretendía ^^stimular las delaciones, no debia, sin embargo modiñcar, como no Tnodiñcó en efecto, aquella situación.

El senado llegó a persuadirse de ello antes de mucho tiempo. Las noticias que se recibían de los distritos del norte anunciaban que la esportacíon clandestina de pastas metálicas parecía tomar mayores proporciones. En acuerdo de 17 de marzo de 1819, en presencia de loj informes que le pasaba el ministerio de hacienda, «sobre los per- juicios que recibía el estado con la estraccion de pastas de oro i plata que resultan del contrabando que hacen los estranjerosn, resol- vió i«signifícar al supremo director que era necesario cerrar absoluta- mente la puerta al comercio interior de los estranjeros, sin que por causa alguna o a la sombra de algún pretesto se concediera permiso o privilejio para que por el conducto de ellos se introdujeran mercade- rías en los pueblos interiores, que podrían conducirse por comercian- tes americanos que, o ya tienen sus buques en que fomentar este jiro, o se hallan en aptitud de tenerlos. n Si hubiera sido posible dar perfecto cumplimiento a esa disposición, se habría conseguido talvez doblar el producto de los impuestos que gravaban la producción mi- nera; pero habría perjudicado considerablemente al comercio que co- menzaba a desarrollarse en las provincias del norte i ({ue no tenía otros artículos de retorno, i habría también contrariado el propósito dominante en el gobierno de atraer al país la población estranjera.

Mejor inspirado había sido otro arbitrio propuesto por el senado en 27 de octubre de 1818. Consistía éste en establecer en el Huasco "un banco de rescate de pinas de plata i de oro en pasta para evitar el contrabando i merma de las entradas de la cas^a de moneda, a cuyo fondo se destinarían los productos de los secuestros practicados allí.n Esta resolución, que renovaba en su fondo un decreto espedido en 13 de julio de 181 2 por la junta que estaba al frente del gobierno de Chile, fué confirmada por nuevas declaraciones del senado, pero no filé posible ponerla en planta (67). Los informes recojidos con esta oca-

(67) El proyecto de creación de este Innco de rescate, i los accidentes relaciona- dos con ¿1, ocuparon al senado en muchas de sus sesiones. Después de haber pedido su creación en octubre de 18 18, volvió a insistir en este acuerdo el 17 de marzo de 1819, i amplió su proyecto en 2 de octubre del mismo año pidiendo que el banco se estableciese en Santiago, en Coquimbo i en el Iluasco con un capital de 200,000

376 HISTORIA DE CHILE 1819

sion, revelaron una circunstancia que habría hecho ilusorio el beneficio que se esperaba del establecimiento del proyectado banco de rescate. En las ventas de sus mercaderías, los comerciantes recibían la plata €n pina por un precio superior al que habria pagado el banco, indem- nizándose artifíciosamente de esas diferencias con solo elevar un poco €l valor de aquéllas.

£1 gobierno i el senado dictaron algunas medidas que creian pro- tectoras de la industria minera. Fué una de ellas la liberación de de- rechos del azogue que se importase del estranjero, sancionada por el senado el 5 de agosto de 1819, por ser un artículo indispensable en el benefício de los metales de plata i de oro, acordando ademas que para evitar el monopolio que los particulares ejercen en su venta, el estado se lo proporcionaría por mayor, upara venderlo a los mineros a precios moderados i equitativos. n Pero entonces el gobierno i sus con- sejeros alimentaban la ilusión de que la industria minera iba a entrar en poco tiempo mas en una era de progreso por la próxima introduc- ción de métodos mas científicos i adelantados de esplotacion. En oc- tubre de 1 81 8 habia llegado a Buenos Aires un sarjento mayor de injenieros del ejército sueco, llamado Juan Adán de Graaner. Traía una carta autógrafa del nuevo rei Carlos XIV (el maríscal francés Bernadotte), en que en términos amistosos contestaba a Pueirredon el saludo que éste le habia dirijido con motivo de la elevación de aquél al trono de Suecia (68). Graaner, hombre culto, de modales distinguidos, antiguo estudiante de la célebre universidad de Upsal, i mui aficionado a los trabajos de minas, quiso conocer un poco estos países, i al efecto pasó a Chile, donde fué perfectamente recibido por

pesos que se tomarian a préstamo de los particulares, abonándoles un ínteres de 12 o 18 por ciento. En 26 de noviembre insistía el senado porque se Uevata a efecto ese establecimiento. Todavía volvió a ocuparse este cuerpo en el estadio de este asunto en 29 de mayo de 1820 con motivo de dos espedientes relacionados con él que le remitió el director supremo. Poco mas tarde, como veremos en otra parte, el plan propuesto se modiñcó con el proyecto de crear un banco nacional que habría tenido sucursales en las provincias mineras.

Según los informes recoiidos en 18 19 i 1820, la esporlacion de plata pina que no habia pagado derechos al físco, era real i efectiva. La esplicacion de este hecho era fnui sencüla. La casa de moneda pagaba en Santiago siete pesos por el marco, mientras que los comerciantes la recibían en los mismos establecimientos mineros avaluándola en ocho pesos, diferencia de que se indemnizaban de sobra con las uti- lidades que les dejaba el espendio de sus mercaderías.

(68) Véase la nota 25 del capítulo XI de esta misma parte de nuestia Historia,

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 377

el gobierno i por las familias mas distinguidas. »• Recorriendo las pro- vincias de Coquimbo, Huasco i Copiapó, decia al supremo director, he creido observar que el trabajo de las minas, como también la fundi- ción de metales es susceptible allí de infinitas mejoras que sucesiva- mente se han ido estableciendo en Europa, i que ciertamente se po- drían sacar ventajas mucho mayores de la suma riqueza de aquellos metales si se empleasen mineros intelijentes, acostumbrados a la prác- tica de Semejantes trabajos, i dotados de los necesarios conocimientos teóricos. 11

Estando próximo a regresar a Europa, i üdeseando, decia, manifes- tar de un modo que no pudiera ser mal interpretado, su sincera grati- tud a los habitantes de este país que con tanta bondad lo habian acó- j¡do,ii Graaner se comprometía a traer de Suecia, de Alemania o de otros paises donde la minería era esplotada científicamente, los indi- viduos que quisieran venir a establecerse a Chi'e por su propia cuenta^ bajo la condición de poder consagrarse libremente a esta industria en la misma condición que los nacionales, i pagando los mismos derechos que éstos, de que se decretase la liberación de todo impuesto por las máquinas i litiles que introdujesen, i de que la autoridad gubernativa los protejicse en sus personas, en sus bienes i en los tratos que celebrasen en el país (69). Elevada al senado esta solicitud, se le prestó allí en sesión de 5 de marzo de 18 19, la mas calorosa aprobación, declarándose sin embargo, que los industriales estranjeros estarían obligados, como

(69) La solicitud de Graaner fué presentada al supremo director el 27 de febrero de 18 19, i remitida por éste al senado el 4 de marzo siguiente. £1 lector puede ha- llar los documentos que se refieren a este asunto entre los anexos de las sesiones de 4 i 5 de marzo, en el tomo 1 1 de las Sesiones de los cuerpos Ujislativos.

En su representación, Graaner hacia este ofrecimiento: "Estoi autorizado para ofrecer a este supremo gobierno que seis jóvenes elejidos por el tribunal de minería de Chile i naturales de este país, podran ser admitidos, no pasando de 16 años de edad, en el colejio de minería de la célebre universidad de Upsal, en Suecia, que ha sido la escuela de Icis famosos mineralojistas Valerius, Bergmann, Kinmann i Berzelius. Durante tres años gozarán allí, a espensas de la dirección de minería de Suecia, de una educación completa en todo lo respectivo a la ciencia i práctica de minas en todos sus ramos, al paso que su educación relijiosa i moral será cuidadosa- mente inspeccionada por un preceptor de su propia retijion, i permitiéndoles conti- nuar su curso de estudios mas tiempo si lo desean, n Futra que no se tuviese con- Hanza en la seriedad de este ofrecimiento, o que lo desconocido de ese país, el gasto que habría que hacer para enviar a Suecia a algunos jóvenes i vestirlos ahí, i la diversidad de relijion, arredrasen a los padres de fanilia, es lo cierto que nadie se decidió a aceptar para sus hijos la educación que ofrecía el mayor Graaner.

378 HISTORIA DE CHILE 1819

lo estaban los chilenos, a vender a la casa de moneda las pastas de oro i plata que beneficiasen, para que fueran amonedadas. Desgra- ciadamente, este proyecto en que debieron fundarse muchas esperanzas i muchas ilusiones sobre el progreso futuro de la minería i el desarrollo de la riqueza publica, quedó sin efecto. El mayor Graaner hahia pro metido lo que no podia cumplir; i sin duda alguna al regresar a Europa halló que los industriales de que hablaba, no querian venir a un pais imperfectamente conocido, i que si bien se creia rico en metales pre- ciosos, se le suponia sumamente atrasado i sin estabilidad política i social. 7. £1 comercio: desa- 7. Al paso que por las causas indicadas la agrí-

rrollotomadoalasom- j^^^^ j ,^ minería permanecían estacionarias, bra de las nuevas ms- * . '

tiiuciones: el contra- el comercio tomaba en Chile un desarrollo que bando: temores que p^recia exceder a las esperanzas del gobierno i

inspiran las reformas ' *^ "

aduaneras: creación de de SUS consejeros. I^ declaración de la libertad

una aduana principal comercial habia atraido numerosos estranjeros, en Valparaíso 1 de al- macenes francos para en SU mayor parte mgleses, que desplegaban

el comercio esiranj ero. grande actividad i que demostraban un vivo in- terés por el progreso del pais. Algunos de ellos habían llegado con cargamentos de mercaderías europeas de que eran dueños o consigna- tarios, i otros eran emigrantes de posición mas modesta, dependientes de comercio, pilotos o sobrecargos de buques mercantes o simples arte- sanos. El elemento eslranjero, representado jeneralmente por hombres Jaboriosos e intelijenies, muchos de ellos leales ¡ honrados negocian tes, habia producido un movimiento comercial desconocido hasta en- tonces, i que debía ejercer su influencia sobre las demás manifestacio- nes de la vida social.

La situación comercial de Chile en los últimos años de la era colo- nial, que hemos dado a conocer en otra parte (70), aunque considera- blemente mejorada con las reformas introducidas en el último siglo, era sumamente gravosa para el pueblo que tenia que pagar precios subidísimos por las mercaderías europeas, recargadas con el peso de los impuestos, de los fletes, de las gavetas i de las trabas de todo jé- nero. La libertad comercial, la afluencia de buques que llegaban direc- ta i francamente de Inglaterra cargados de mercaderías que antes no podían venir sino eran traídas de España o por la vía del contrabando, habia producido junto con la introducción de artículos que antes eran

(70) Véase particularmente el § 4, cap. XXV, parte V,

l8l9 PARTE OCl'AVA. CAPÍTULO XV 379

desconocidos, una notable baja en los valores, de tal suerte que muchas- de ellas, aun dejando grandes utilidades a los vendedores, se espendían por la mitad, por el tercio i aun por el cuarto de los antiguos precios. Para el vulgo de las jentes, éste era el beneficio mas evidente e in- cuestionable de la revolución. El movimiento comercial creado por estas condiciones, fué causa de que algunos comerciantes hicieran en* poco tiempo fortunas relativamente considerables. Otros las adquirie- ron en las empresas de corso, que como hemos dicho antes, procuraban» a veces benefícios estraordinaríos. La venta de armas, de municiones o de artículos navales para la escuadra, o de telas para el vestuario de la tropa, aunque pagada con atrasos i de ordinario con libranzas sobre los derechos de aduana que debian cubrir en adelante los mismos ven- dedores, les procuraban crecidas utilidades. Cuando en mayo de 1819 recurrió el director supremo al comercio para que por vía de préstamo se le facih'taran fondos con que preparar la pronta salida de una divi- sión naval, halló en pocos dias, veintiún comerciantes, que reunieran la suma de 42,603 pesos, que no habría sido posible colectar en otra época en idénticas condiciones (71). Algunos de esos comerciantes, hombres de discreción i de perfecta honorabilidad, i amigos ardorosos de Chile i de su independencia, eran en muchas ocasiones los conse- jeros leales i bien intencionados del gobierno en materias fínancieras. La historia debe recordar sobre todo los nombres de dos ingleses, don Juan Begg i don Ricardo £. Price, que prestaron en esos dias útiles servicios al pais, i que fueron amigos íntimos del supremo director 0'Higgins(72).

Pero la prosperidad comercial de los estranjeros no podía dejar de producir los recelos i emulaciones de los nacionales. £1 tranco comer- cial estaba rejido por un estenso reglamento dictado en 18 13 con un

(71) Véase el § 5 del capitulo anterior. La lista i cotización de los prestamistas» se hallan publicadas en la Gac<ta ministerial de 29 de mayo.

(72) Según listas formadas en el consulado de Santiago en octubre de 1819, el número de estranjeros comerciantes que entonces habia en Chile, era el siguiente:. ingleses, 30; norte-americanos, 5; arjentinos, 16. Debemos completar estas cifras con las esplicaciones que siguen: i.% entre los negociantes ingleses se contaban dos o tres individuos de otras nacionalidades europeas, uno de los cuales'era danés; 24 de todos ellos residían en Santiago, i los 6 restantes en Valparaíso; habia ademas en las provincias del norte 506 ingleses que trabajaban minas i que ejercían también en cierto modo el comercio: 2."*, aparte de los 5 comerciantes norteamericano?,, habia tres sobrecargos de buques de la misma nacionalidad, i un minero. Entre los 16 comerciantes arjentinos, habia 2 estranjeros, un español i un ingles, que

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espírilu liberal en muchas de sus disposiciones, pero estrecho en otras con el propósito de fomentar la industria nacional o de dar trabajo a los hijos del pais. Dos de sus artículos (los 62 i 64) prohibian a los estranjcros el comercio al menudeo, o los obligaban a hacerlo por me- dio de apoderados o dependientes nacionales. Pero esas disposiciones habian caído en desuso; i desde 181 7 algunos estranjeros abrían libre- mente tiendas i baratillos. £1 senado, en sesión de 5 de noviembre de 18 1 8 resolvió pedir al director supremo que se les diera puntual cumplimiento para satisfacer, decia, »»el clamor püblico.fi I como el director supremo pusiera algunas dificultades para sancionar ese acuer- do, el senado insistió en él seis dias después. Algunas disposiciones posteriores confirmaron esa prohibición (73).

El reglamento de 1813, confirmando el decreto de la junta guber- nativa de 21 de febrero de 181 1 que estableció la libertad de comer- cio, habia declarado por su artículo 2.° ««habilitados los puertos mayo- res de Valparaíso, Talcahuano i Coquimbo, quedando los demás del estado, bajo el título de menores, reservados al comercio interior. if Esos puertos eran los únicos que tenian resguardo de aduana, i por tanto eran los únicos en que legalmente se podian desembarcar mercaderías. El senado entendía que la libertad de comercio acordada a los estran- jeros, no los autorizaba para llegar a los puertos menores, ni para comer- ciar en los pueblos i lugares vecinos a ellos. Mientras tanto, se sabia que ese comercio comenzaba a desarrollarse en vasta escala, i que al- gunos estranjeros establecidos en las provincias del norte i ocupados

habían obtenido carta de naturalización en Buenos Aires. Había ademas uno o dos comerciantes franceses que no están especiñcados en esas listas. No necesitamos recordar que el número de estranjeros, ingleses i franceses, sobre todo, que servían en diferentes rangos en el ejército i en la escuadra, era superior al de los comer- ciantes.

Í73) Con fecha de 26 de noviembre de 18 19, resolvió el senado que solo tomando carta de ciudadanía podrian los estranjeros ejercer el comercio al menadeo i el de cabotaje. En 12 de enero de 1820 acordó el senado que los nacionales o estranjeros nacionalizados que ejercian cl comercio al menudeo i que tuviesen otras tiendas ademas de las que atendian personalmente, las hicieran servir por nacionales.

Esta prohibición no se estendia a los hijos de las provincias unidas del Rio de fai Plata. Un decreto espedido el 14 de junio de 1817 por el director delegado don Hilarión de la Quintana, con conocimiento del director propietario, declaró que aquellos gozarían a este respecto de los mismos derechos que los naturales de este pais, "esperando, de aquel supremo gobierno, decia el decreto, la misma reciproci- dad, franquicias i exenciones en el particular respecto de los nec:ociantes o merca- deres de Chile. N

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mente esos precios. Los marinos de la escuadra nac onal i los arma* dores de espediciones de corso, recordando los peligros a que se espo- nian i la importancia de los servicios que prestaban, solicitaron que las mercaderías apresadas al enemigo i traidas a nuestros puertos, fueran* declaradas libres de los derechos de aduana. El senado, creyendo que no habia conveniencia ni razón alguna para hacer tal exención, resol* vio, sin embargo, tratándose solo de la feliz campaña naval de 1818,. que «si a la virtud i mérito de los espedicionarios habia debido la pa- tria el aumento de la marina i la esterminacion de la escuadra enemi- ga, que aniquiló las esperanzas del tirano, era indispensable usar de la mayor jenerosidad^ decidiendo la duda a favor de aquellos defensores de la libertad, para que ni remotamente pudiesen imajinarse que el gobierno les privaba de lo que lejítimamente les pertenece, i que para mientras se dictaba un reglamento liberal i benéfíco que evitase futu- ras cuestiones, sirviese a los beneñciados la franqueza del gobierno de un nuevo estímulo para emplearse con mayor heroicidad en servicio del estado, haciéndose entender al mundo entero que Chile no tiene otro interés que el de consolidar su independencia (76). n Esta con- cesión, aunque reducida a un caso especial, dio orijcn a solicitudes i embarazos a que el gobierno quiso mas tarde poner un término eñcaz disponiendo que los buques i mercaderías que se tomasen al enemigo, pagarían los derechos establecidos. Se quería hacer cesar así junto con una pérdida para el estado, una causa de perturbación en el co- mercio con la introducción de efectos que podían venderse a muí bajo precio.

(76) La distribución de las presas hiaritimas, i el pago de derechos de aduana por la introducción de las mercaderías tomadas al enemigo, fueron causa de muchas complicaciones i diñcultades que en partfe hemos dado a conocer en capítulos ante- riores, sin poder, sin embargo, entrar en detalles de importancia secundaria . La declaración que estractamos en el texto fué dictada el 25 de enero de 1819. El contra-almirante Blanco Encalada presentó el mismo dia un plan de distribución de presas, según el cual las naves asi mercantes como de guerra tomadas al enemigo, serian propiedad de los apresadores, debiendo pagar las primeras un treinta por ciento por derechos de aduana, i veinte por ciento mas por emolumentos de la con- dena, i las segundas, solo este veinte por ciento por igual motivo. Ya hemos recor- dado en el capitulo anterior, § 9, la declaración hecha a este respecto por el go- bierno de Chile cuando la escuadra se preparal)a para hacer su segunda campaña a las costas del Perú. En un reglamento completo i detallado sobre presas de mar t sus juicios, que O'Híggins presentó al senado en 30 de abril de 1821, se resolvían casi todas esas dificultades, disponiéndose por el artículo lo que los buques apresa- dos que entraren a nuestros puertos i las mercaderías que trajeren, pagarían todcM los derechos establecidos.

1 8 19 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 383

Otra causa mas grave todavía de perturbación comercial, era la falta ^ una pauta o tarifa fija en el avaliio de las mercaderías que se im- ortaban. ««En la aduana, para la deducción de los derechos esiable- idos, decía el senado al supremo director, el 2 de marzo de 181 9, se acen los avalúos por precio de plaza i a discreción i arbitrio del vista, ue unas veces será perjudicial al comerciante i otras al erario. No ai una regla fija que gobierne; i al fín,'estc desgreño traerá la falta de álculo en el que jira, i de consiguiente se retraerá de las negociacio- es, viniendo todo a refluir en perjuicio del estadon. En consecuen- cia, pedía que se nombrase "una comisión de tres comerciantes ins- Tuidos, de probidad i patriotismo que formen la tarifan. Aunque el i rector supremo accedió inmediatamente a esta insinuación, se susci- ^^~^ron dificultades i retardos, fué necesario nombrar una segunda co- vnisíon, i solo el 22 de julio fué presentado el proyecto de tarifa de "^mvalüos que el senado aprobó el mismo dia, declarando que cada -<2uatro meses se hiciera una revisión "respecto de aquellos renglones <que pudieran perjudicar nuestras manufacturasn. La tarifa avaluaba liis artículos de importación a precios regularmente bajos, i por lo ^anto, inferiores a los de las ventas que se hacían en la plaza, i sobre «líos se debía pagar un impuesto de veinticinco por ciento, i de cin- •cuenta en los similares a la industria del país, o que se creían de fK>síbIe i fácil fabricación en él. Esa reforma, en que por el momento se fundaron grandes esperanzas de aumeritar las entradas publicas i <ie regularizar las operaciones de aduana, produjo luego un verdadero desencanto. En 8 de marzo de 1820, el director supremo, en vista de ia disminución de la renta, pedia que se hiciera una nueva tarifa, ha- ciéndose, entre tanto, los aforos por los precios corrientes de plaza.

Todas estas medidas con que se modificaba mas o menos radical- mente lo que acababa de hacerse, produciendo perturbaciones a veces trascendentales en el comercio, eran la obra de la ínesperiencia admi nistratíva, í de la escasa preparación de los hombres que tenían a su cargo las mas altas oficinas del servicio publico. Pero nada da a cono- cer mejor esta ínesperiencia que las jestiones hechas para establecer el asiento central de la aduana, como fuente de entradas fiscales í como oficina publica de que, mas que de cualquiera otra, dependía la estabilidad í el acrecentamiento del comercio.

Desde que en 1776 se resolvió por el reí que los derechos de adua- na o de almojarífasgo, como entonces .se decía, fueran percibidos di- rectamente por empleados de la corona, i no por contratistas del im- puesto, como se había hecho antes de esa época, la oficina central se

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estableció en Santiago (77). A principios de nuestro siglo, se había construido para este objeto, en el local que había sido convictorio de los padres jesuítas, un edifício sólido i suncientemente espacioso para servir de aduana (78). Las mercaderías estranjeras que llegaban a Chi- le por la vía de mar o por la vía de cordillera, después de haber sido anotadas en los resguardos respectivos, eran conducidas a la aduana de Santiago para ser aforadas i despachadas a sus propietarios. San- tiago era, como se sabe, el lugar de residencia de todos los grandes comerciantes; i aquí se surtian los mercaderes al menudeo de todo el país. Ese estado de cosas podía subsistir sin grandes inconve- nientes bajo el réjimen de la colonia; pero debia dar oríjen a innume- rables abusos desde que el comercio tomase mayor desarrollo a la sombra de la libertad. Sin embargo, se le dejó en pié por el regla- mento de libre comercio de 1813 (79), disponiéndose solo, por el ar- ticulo 154, que los fardos i cajones de mercaderías fueran abiertos i examinados por los vistas de los resguardos, para que, viniendo con las guías que diesen esos empleados, se evitaran las sustracciones i fraudes que pudieran cometerse en el camino. "Son frecuentes, decía O'Higgins al senado el 11 de mayo de 1819, los denuncios que se me dan de que los comerciantes estranjeros hacen efectivamente suplan tacion de unos efectos por otros menos valiosos en el trasporte de ellos de Valparaíso a la capital... Todos los medios que ha tocado la prudencia se hacen ilusorios a su perspicacia i empeño de defraudar los derechos. II «El contrabando arruina nuestro erario, contestaba el senado el dia siguiente. Las actuales introducciones exceden sin com- paracion a la de los años anteriores, i las entradas de derechos son mucho menores, ti En consecuencia, recomendaba al supremo director que tomase las mas activas medidas de vijilancía para evitar tamaños males (80).

Se creyó por el momento que poniendo en todo su vigor el arbitrio de abrir i revisar en Valparaíso los cajones de mercaderías para remi- tirlos a Santiago en la forma prescrita por el reglamento de comercio,

(77) Véase el § 5, cap. XII, parte V de esia Historia,

(78) Hoi es el palacio de los tribunales de justicia.

(79) El articulo 61 de ese reglamento disponia que "las ventas del comercio es- tranjero se han de practicar en las capitales, espendiendo en los puertos solo lo ab- solutamente necesario para el consumo de sus habitantes. h

(80) El administrador jeneral de aduana, en oficio dirijido al senado en 23 de diciembre de 18 19, recomendaba la adopción de los dos arbitrios siguientes para po- ner término a esos abusos: '*i.^ Que se pongan guardias en los caminos que condu*

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*1)a a correjir esos abusos; pero luego se hicieron oir las redamaciones tíel comercio entero por los perjuicios que sufrian las mercaderías, es- pecialmente las frájiles, como lozas ¡ cristales, con el nuevo embalaje <Z}ae se les daba en Valparaiso. El gobernador de ese puerto, don í^uis <de la Cruz, impuesto de la verdad de los hechos que se señalaban, i M ord Cochrane, que oia esas quejas, recomendaron al gobierno en se- tiembre de ese mismo año, la conveniencia de trasladar la aduana prin- <3ipal a Valparaiso, i de establecer administraciones bien montadas en "^falcahuano i en Coquimbo, en vez de las oficinas subalternas que existían en esos tres puertos.

El director supremo, guiado por su buen sentido práctico, i por su espíritu liberal i enemigo de trabas en materias de industria i de co- wiiercio, aceptó ese arbitrio, i se hizo su decidido defensor. Pero aque- l'la medida tan indiscutiblemente útil i razonable, iba a hallar en ía »-ut¡na i en las preocupaciones creadas por ella, una resistencia formi- <jab'e. El senado rechazó en sesión de 2 de octubre la reforma (]ue se le proponia, persuadido de que las medidas de vijilancia bastariaii para impedir los males que se señalaban. El director supremo, por su parte, insistió (7 de octubre) en el proyecto de trasladar la aduana principal a Valparaiso como ««el único recurso que resta i que segura- mente ha de poner término a los males que por el contrabando resul- tan al erario. II El tribunal del consulado, llamado a informar sobre la materia, emitió su parecer pocos dias mas tarde en un documento que constituye el conjunto mas completo i luminoso de todos los errrores, de las preocupaciones i de la estrechez de miras del vulgo en toles ma- terias, concluyendo por pronunciarse en contra del proyecto del supre- mo director (79).

cen a esta capital, a Quillota i (lemas donde se tenga por conveniente, a quienes todo conductor de efectos haya de presentar la guia respectiva a ello, so pena de comiso. 2." Que la receptoría de Valparaiso (es decir, la aduana subalterna que alli habla para el despacho del comercio local), me remita semanalmente una razón de todas las guias que se hubiesen dado.n

(79) El informe del consula<lo fué pedido por el senado el 13 de octubre i presen- tado el 16 del nrismo mes. Estaba firmado por don Francisco Ramón Vicnfía i por don Gregorio de Echáurren, pero era la espresion de las ideas de ese cuerpo. Co- mienza diciendo que seria nl)astanle motivou para rechazar ese proyecto, el contem- plar los esfuerzos poden>sos que hacen los estranjeros en este particular, por cuanto "nos exceden en el conocimiento de adquirir ventajas, objeto favorito de todas pus ideas. II Pasando en seguida a señalar los males que se producirían con esa traslacidu de la aduana, aduce los siguientes: i.*> Se perjudicarian considerablemente los ca- Tomo XII 25

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A pesar de esas resistencias, el director supremo insistió con tan- to empeño en su proyecto, que el senado, desistiendo en parte de su obstinada negativa, celebró el 6 de abril de 182c un acuerdo con que creia transijir la difícultad, i evitar los males que se señalaban. iSi

rreleros qne hacían la conducción de las mercadería*, i que percibían regularmente mil pesos por el cargamenio de cada l>uque, desde que los comerciantes las traspor- tarían por mismos, "llevando consigo, una, dos o mas mula<, a proporción de su negociacíonii. 2.^ Los eslranjeros dejarían de pagar ajentes en Valparaíso para la remisión de sus mercaderías, lo que seria otra pérdida para el país. 3.** No gasta- rían tampoco las cantidades que entonces gastaban "en propios i en viaje-» de sus personas i equipajes al puerto, u paralizando así un tráfico productivo para los veci- Tios del C'imíno i particularmente para los habitantes de Casablanca. 4.° Saniiago perdería lo que los estranjeros gastaban en alquileres de casa, en sirvientes i en lujo. "5." Proporcionando a los estranjeros esta metrópoli mejores objetos que en Valpa- raíso, muchos de los que han hecho capitales, se enlazan con matrimonios i quedan en el país gruesas sumas que debían retornarse con ellos a otros países; i otros, inexactos con sus deberes, juegan, regalan i quiebran, resultando de sus excesos que loque dilapidan queda a beneficio del estado. n Estas consideraciones era loque a(|uellos señores llamaban "aritmética política, n que en su concepto, no dejalia de pro lucir cada año en aquella época "medio millm de pesos, cuya cantidad liastaria para hacer anualmente la felicidad de mas de quinientas personas; i a la vuelta de algunos años se vería un resultarlo agradable con ésto, i con el remedio que se va a proponer a esos males, n

IVro el fundamento principal que aqueños señores hacían valer para rechazar ti pr> yecto de trasladarla aduana a Valparaíso, era el recelo que inspiraban los estran- jeros "piiHiícos i comerciantes viejos que poseen en grado eminente la ciencia del cá'cult), no inculcando tanto en la utilidad presente como en la futura,.! i particular- mente lí'S "ingleses que son por costumbre contrabandistas en todo el mundo... Los jefes del tribunal del constdado no vacilaban en declarar que si se aceptaba la rcíí»nna pr< «puesta, Valparaíso ven«lría a ser una factoría estranjera, i Chile tendría la muerte de los estados de la India de que se habían apoderado los ingleses. Según los iiifjrmantes, "el contrabando se evitaría con dos cosas: l.° que precisamente senn los Ci>nsígnataríos hijos del país (i no estranjeros nacionalizados); 2.^ una lei penal de n»ueile al empleado que 1«» permita. n

Kl iiift)rine a que aludimos, que no podemos estractar mas eslensamenie, merece «cr conocido en toda su estension c<.mo una muestra de las ideas corrientes de esa é^joc», contra las cuales tenia (jue luchar el espíritu progresista i lil>eral del gobierno de O'IIiggir.s-, para desterrar los absurdos errores sociales i económicos que había Je^;;id> I.\ colonia, i púa plantear la verdadera libertad de comercio atrayendo el •elemento eslranjero í|ue había de priKlucir tan benéficos frutos. Se haba publicado íntegro en las Se^ioms de los cuerpos lejislativos^ tomo III, páj. 303-5. E«e informe, «manado del mismo tribunal del consulado de (|ue veinte años antes habían salido los notables mformes de don Manuel de Salas, que hemos recordado en otra parte •como una manifestación <tel buen sentido i de la ilustración de los hombres mas adelantados de los últimos días de la vida colonial, itos harian creer en un retroceso

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 387

O. pesar de las providencias que se han tomado para contener el con- trabando, decia e^e acuerdo, no ha sido posible lí)grar el fin, quebran- xándose las juiciosas i sahidables medidas que señala el reglamento del libre comercio, i no haciéndose caso de las trabis que se han estable- cido para atajar un abiso que ya se hace escandaloso, es necesario Cv)n venir en la incitativa que hizo el supremo gobierno pnra estabkcer en Valparaíso una aduana principal, en lugar de la receploríj, para que concluidos allí los rejistro^ salgan los efectos a cualquier puntó del estado a que sean destinados, en la inteüjencia de que ejecutada en aquel punto 1 1 conclusión de los rejistros, vengan las cuentas a esta administración jeneral (de Santiago) para que aquí se ejecuten los pa- gos, «i En consecuencia de esta declaración, se hicieron los reglamentos del caso, i con fecha de 12 de junio, el supremo director nombró los funcionarios de la nueva aduana de Valparaíso. Sin embargo, la coexis- tencia de esas aduanas, no remedió los males que se señalaban desde que muchos comerciantes remitian sus mercaderías para ser despacha- das en Santiago; i siguiéronse suscitando embarazos i dificultades has- ta tratarse de suprimir una de ellas. El senado, en sesión de 28 de mayo de 1821, acordó que ésta fuera la de Valparaíso; p¿ro la insis- tencia del director supremo en señalar los inconvenientes que resulta- rían de ese acuerdo, decidió su revocación en 18 de marzo del año siguiente.

En medio de estas contrariedades i complicaciones, i al lado de algunas medidas restrictivas, seguramente mal encaminadas para res- guardar los intereses del fisco, el gobierno había preparado un pro- yecto que entonces no alcanzó a plantearse en todas sus partes, pero que fué el jérmen de un gran progreso comercial i del inmenso des- arrollo que había de tomar Valparaíso convirtiéndose de miserable villorrio que era hasta entonces, en la primera plaza mercantil de es- tos mares. El 9 de octubre de 1820 se publicaba un numero estrnor- dínario de la Gaceta minisierial que contenía un senado consulto (de

de la cultura del pais, si no viésemos que los actos del gobierno eran inspirados por miras i propósitos de mayor elevación.

Existe, ademas, otro informe dado en 10 de diciembre de ese año por el mini^^tro del tesoro don Agustín Vial, igualmente contrario a aquel proyecto, pero mucho menos estravagante que el anterior. Se halla publicado en el mismo tomo de aque- lla colección, páj. 427-9.

Los informes dados por el gobernador de Valparaíso don Luis de la Cruz, aun- que espresion en muchos de sus accidentes de errores i preocupaciones, demuestran juicio mas recto i sano que el documento del consulado a que nos referimos.

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fecha de 30 de setiembre) de diezisiete artículos, que merece recor- darse por mas de un título (80). "Deseando, decia, proporcionar a los nacionales i estranjeros la libertad ¡ ventajas del comercio nn'éntras las necesidades urjentísimas que nos cercan permiten adoptar leyes de hacienda que fundadas en la verdadera economía poh'tica, aseguren la prosperidad nacional sin trabas i en toda la Cbtension consiguiente a los principios liberales de la república... se erije el puerto de Val- paraiso en entrepuerto jeneral del Pacífico para que puedan arribar, anc'ar i surjir libremente en él todos los buques estranjeros de en- trada i de retorno, que comerciaren con los paises comprendidos desde Chile a la California. Serán protejidos sus oficiales i equipa- jes podran reparar sus averías, habilitar sus ranchos i útiles bajo la protección i garantía inviolable del supremo gobierno. Se eriie en Valparaíso (decia el ait. 2) un almacén franco de cuenta del estado, para que en él, i sin otra intervención que la del alcaide mayor i sus dependientes, depositen los buques estranjeros de tránsito sus merca- derías de entrada i de retorno a lo estcrior por mar, sin otro derecho, reconocimiento ni traba que pagar dos reales (25 q^ntavos) cada seis meses por tercio, bulto o pieza de dos quintales de peso bruto, que han de satisfacer al volverlos a embarcar para sus destinos, teniéndose por semestre cumplido el comenzado. n £1 senado consulto declaraba la inviolabilidad de las mercaderías que se depositasen en los almacenes francos, la facilidad para su introducción sin que fueran revisadas, i bajo el recibo que debia dar el alcaide, i con derecho de venderlas en todo o en parte en el pais, pagando solo un derecho de almacenaje i el de aduana, i establecía algunas innovaciones, casi todas ellas favora- bles al comercio, como la rebaja al 15 por ciento sobre los aforos del mayor número de las mercaderías, i la supresión por dos años de los derechos llamados proteccionales sobre las mercaderías similares déla industria nacional (81), la fijación de pla7X)s cómodos para el pago de

(80) El proyecto de esta iei fué presentado por el supremo director el 29 de se- tiembre. El senado le dio su aprobación definitiva el 6 de octubre.

(81) Como protección al comercio nacional, el senado consulto de que habíannos, contenia una disposición que merece recordarse. Por el artículo 10 se disponía que sobre el avalúo jeneral i equitativo de las mercaderías, se hiciese una rel>aja de un líos por cientx) en deducción o compensación de los derechos pagados por el buque por entrada i salida del puerto. El articulo 11 disponia lo siguiente: "En Ins con- signaciones directas a americanos chilenos, se bajará ei avalúo de plaza un cuatro pur ciento, sobre el dos establecido por el aiticulo antecedente, es decir, un seis por ciento; i htcba esta deducción, .se ps^arán los derechos de reglameatcti I paxa

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tos derechos de aduana, la estincion de los que hasta entonces grava- T^an la esiraccion de la plata i del oro amonedado?, i la estabilidad de -^se sistema, tan necesaria para las operaciones i cálculos del conier- oiante, mediante la declaración de que «mo tendria su efecto, regla- mento, orden o decreto alguno que suba los derechos establecidos -sobre el comercio activo i pasivo con el estranjero hasta los seis me>es -de su publicación. »i Ese senado consulto, ademas, confirmaba las an- teriores resoluciones que habian eximido del pago de derechos los libros los mapas i los instrumentos científicos, así como la música "escrita i los instrumentos que servian para ejecutarla. La Gaceta del gobierno, esplicando i comentando estas liberales disposiciones, pre- guntaba!: "¿Habrá alguien que mire con frialdad estos frutos de nues- tra independencia?!?

La creación de una aduana principal en Valparaíso, i el estableci- miento de almacenes francos en el puerto, fueron medidas liberales i progresistas que con justicia merecieron el aplauso del comercio. Pero al mismo tiempo el gobierno tenia que tomar otras providencias, que aunque fundadas en las mas sólidas razones, i dirijidasa evitar fraudes escandalosos, contrariaban sobremanera a muchos comerciantes. Fué una de ellas la supresión de la diferencia de derechos en favor de las mercaderías que venían por la vía de Buenos Aires, o que habian sido desembarcadas en esa plaza. Esa diferencia establecida en los últimos años de la época colonial en razón de que aquellas mercaderías ha- bian pagado al reí los derechos de almojarifasgo o de aduana al llegar a Buenos Aires, había sido mantenida después de la revolución, i daba ahora oríjen a un artificioso contrabando. "Como los efectos que han pagado sus derechos en esta plaza, decia el representante de Chile en Buenos Aires con fecha de 3 de noviembre de 18 19, son eximidos de la mitad de los que les corresponden en su introducción a ese pais

evitar los fraudes a que podía dar oríjen esta declaración, el artículo 12 del senado consulto decia lo que sigue: "El consignatario chileno que prestare su nombre para consignaciones (simuladas), sea del modo o por la causa que se fuere, perderá sus bienes i será excluido para siempre de las matrículas del comercio; i el propietario de la consignación fígurada, todo su valer que se aplicatá por mitad al fisco i al de- nunciante, incluso el mismo comerciante a quien se le perdonan en este caso las penas establecidas a su simulación. ti Estas medidas, absurdas por mas de un mo- tivo, eran ademas desmoralizadoras. Dos disposiciones posteriores, de 9 de diciem- bre de 1820 i de 5 de junio de 182 1, completaron estas medidas. Por la segunda de ellas se hacia estensivo a los estranjeros naturalizados, el favor concedido primero solo a los chilenos de nacimiento.

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(Chile), resulta que los estranjeros i demás comerciantes que siempre especulan aun sobre nuestros errores i descuidos, hacen en esta adua- na sus depósitos en efectos, pagando en su estraccion solamente el moderado derecho de círculo, que a beneficio de un certificado que sacan del administrador de esta aduana por el que consta haber pa- gado los derechos lejítimos, les viene a reportar, con perjuicio enorme de ese estado, la absolución de un dieziocho por ciento, quedando, por consiguiente, en favor de ellos la diferencia de un trece por cien- ton. Trasmitidos estos antecedentes al senado, con los informe? de la aduana i de las otras altas oficinas de hacienda, se puso término efec- tivo a aquella irregularidad. "Declarada nuestra independencia, decia el senado en acuerdo de i8 de febrero de 1820, no deben seguir las reglas establecidas. Por tanto, el pago de los derechos de estranjería será el mismo en la introducción de efectos en Chile, sea cual fuere su procedencia, hayan o no pagado derechos en otra nación. Solo los frutos i producciones de las provincias unidas (del Rio de la Plata) con- tinuarán bajo las reglas que hasta aquí se han observado, como se prac- tica en aquella nación con las nuestras." No queriendo, sin embargo, perjudicar a los comerciantes con una medida de efecto inmediato, se acordó un plazo prudencial para dar cumplimiento a esa resolución (82). Fué en esa época causa de perturbaciones comerciales, o mas pro- piamente, de aventuradas especulaciones, la existencia de vales o bi- lletes fiscales que tenían el carácter i los inconvenientes del papel moneda. En los préstamos, que en los momentos de apuro tomaba el estado de los particulares, en los pagos de ciertas obligaciones pre- miosas i en las compras de provisiones i de artículos de guerra, la te- sorería jeneral cmitia billetes al portador que circulaban en el comercio con mas o menos valor, o mas bien con una depreciación mas o me- nos considerable, según la mayor o menor posibilidad de obtener su pago. El estado habia conseguido amortizar muchos de ellos, admitién-

(82) Apenas conocido el acuerdo de 18 de febrero, varios comerciantes, i entre ellos algunos dignos de todo respeto, enti^blaron reclamaciones en que alegaban que habiendo pedido anticipadamente a Buenos Aires mercaderías que estaban para llegar a Chile, no era posible gravarlas con un impuesto que no entraba en el cálculo de su> operaciones, i pedían, en consecuencia, que se fijara un plazo de algunos meses para hacerlo efectivo. El senado declaró en 26 de abril que aquella disposi- ción comenzaría a rejír desde el 22 de mayo, pagándose mientras tanto por las mer- caderías que venían de Buenos Aires los derechos en la forma usada hasta entonces. Por senado consulto de 3 de octubre de 1820, se declararon libres de todo derecho os productos de la provincia de Cuyo.

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dolos en pago de impuestos; pero al cerrarse el año de 1819, había en circulación billetes por valor de 285,705 pesos, fuera de 124,000 en li- t>ramientos dados a comerciantes sobre los derechos de aduana que ten- drían que pagar al despachar sus mercaderías (83). Para mantener el crédito de esos billetes, el gobierno ofrecía pagar un interés de un cinco por ciento hasta su total amortización; pero esto no bastaba para pres- tijiarlos, i los poseedores de esos billetes recurrieron al arbitrio de venderlos a los deudores del estado para que éstos los usasen en el pago desús obligaciones. El senado habla prohibido esos endosos que "frustraban, decía, la recaudación efectiva de las entradas del esta- doii (84); i como se repitieran los mismos procedimientos en una forma o en otra, i como se desarrollara la especulación de algunos negocian- tes empeñados en hacer bajar el precio de esos billetes para comprar- los con cuenta, e indemnizarse a la época de su amortización, que se creía cercana desde que la salida de la espedicíon del Perií disminu- yese los apuros del estado, se renovaron i reforzaron aquellas prohibicio- nes (85). El gobierno, por su parte, empeñado en estinguir esa deuda que se hacia mas gravosa con el recargo de intereses, i que daba lu- gar a tantas quejas, no perdonaba esfuerzo para acelerar su amortiza- ción. Por un senado consulto de 27 de octubre de 1820 había dispues- to, como dijimos antes, que se acelerase la venta de las propiedades secuestradas a los españoles o chilenos enemigos de la independencia, exijiendo que la mitad de su valor se pagara en dinero efectivo. Por otra disposición posterior, se acordó que ««tudo el que tuviere billetes o certiñcados de la tesorería jeneral con el visto hueno de la supremacía (el director supremo), podía amortizarlos en el todo comprando casas o haciendas secuestradas (86)n. Esta resolución, dirijida, se decia, a ••poner término al atraso i descrédito del estadon, permitió, en efecto, disminuir considerablemente esa deuda.

El desarrollo que había tomado el comercio bajo el réjimen de liber- tad, permitió pensar en poner en planta dos proyectos, que sin duda al- guna se adelantaban no solo a las ideas reinantes en esa época, sino a las condiciones industríales del pais. Fué uno de ellos la formación de

(83) I-A deuda total del estado en esa época, incluso lo que se debía al ejército, a la marina ¡a los empleados civiles por reducción de sueldos, montaba a 1.574,954 pesos.

(84) Acuerdo antes citado de 13 de enero de 1819.

(85) Senado consulto de 2 de octubre de 1820.

(86) Senado consulto de 23 de febrero de 1821.

392 HISTORIA DE CHILE 1819

una gran compañía de comercio para negociar con la India i la China^ cuyos productos naturales o industriales se tenían en Chile en grande estima. Una antigua i acaudalada asociación mercantil conocida cor» el nombre de compañía de Filipinas, cuyo asiento principal estaba en Madrid, pero que tenia casas de representación en Manila, en Mé- jico i en Lima, habia mantenido ese comercio en los últimos años del réjimen español con gran beneficio para sus socios, i con una consi- derable estension en sus especulaciones, desde que por medio de ellas se surtían las colonias hispano-americanas de las producciones del Asia, del arroz, de las especias, de sederías i de muchos otros artículos. La guerra de la revolución, i luego la presencia de los corsarios i de la escuadra chilena, habían perturbado notablemente ese comercio. El Perú mismo recibía muí pocas mercaderías asiáticas; i la suspensión absoluta del comercio entre ese virreinato i Chile, era causa de que este país no pudiera recibir sino las que conseguían arrebatar algunos de los corsarios. En esas circunstancias, don Agustín Eyzaguirre, comer- ciante muí acreditado i respetable de Santiago, conocido por su adhe- sión a la causa de la patria, concibió, asociado con otros negociantes, el proyecto de establecer el comercio directo entre Chile i la India. En julio de 1819, se presentó Eyzaguirre al supremo director pi- diendo la prí)tecion a que creía merecedora esa empresa. Anunciaba en ella que tenia lista la fragata Elena ^ que estaba resuelto a trasladarse a Calcuta, que llevaría un cargamento de frutos chilenos, i que espe- raba traerla cargada de productos de la India; i pedia, en consecuen- cia, que se le eximiera del pago de derechos de esportacion por los primeros i de importación por los segundos. Después de algunas tra- mitaciones i retardos, el director supremo, de acuerdo con el senado, concedió la escencion absoluta de los derechos de esportacion, i la rebaja de seis mil pesos sobre la importación, declarando que esta gra- cia se limitaba al primer viaje (87). El resultado de ese primer ensayo, aunque tardío i azaroso, pudo considerarse feliz. Eyzaguirre no hizo al fin el viaje que tenia anunciado; pero el buque despachado por él.

(87) La solicitud de Eyzaguirre i socios fué remitida al senado el lo de julio de 1819. A propuesta del director supremo, solo se le concedió eniónces la esen- cion de los derechos de esportacion, declarando que las concesiones jenerales hechas hasta entimces a los comerciantes chilenos, eran un favor bastante considerable pira asegurarles buenas utilidades. Eyzaguirre renovó su instancia con nuevas razones, i en sesión de 29 de julio, se le acordó la gracia de que hablamos en el texto. Cuan- do se habian terminado los aprestos para esa espedicion comercial, llegó a Valpa-

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XV 393

^legó a Calcuta, vendió los frutos chilenos que llevaba; i como esa nave tío estuviera en estado de dar la vuelta, su ájente fletó otro con el c:\ial regresó a Chile en mayo de 182 1, trayendo un cargamento que "pudo desembarcar con las ventajas ofrecidas, i que fué vendido con "Utilidad para la compañía comercial (88). Pero, aunque ésta repitió -esas operaciones i estableció una ajencia en Calcuta, no poseia los ca- pitales ni la esperiencia para tan vasta negociación, i no pudo luchar -con la competencia del comercio ingles, que surtia con mayores faci- lidades a los puertos americanos del Pacifico de los productos de to- dos los países.

El otro proyecto, de mas difícil realización por la pobreza del pais i por las preocupaciones reinantes, no alcanzó siquiera a ponerse en via de ejecución. Un francés, llamado Augusto Brandt, al parecer hombre de pocos conocimientos prácticos, pero proyectista empeñoso, propuso la fundación de un banco que reuniria a la facultad de emitir billetes, la de hacer ciertas especulaciones comerciales i la de rescatar las pastas metálicas elaboradas por los mineros, con un capital de un millón de pesos constituido por cinco mil acciones que.podria tomar todo individuo "de cualquier nación, sexo, residente o no residente en el pais.n Ese proyecto, remitido al senado por el director supremo, i sometido a informe ante el tribunal del consulado, no podia hallar fa- vorable acojida en la opinión. La falta de crédito i de prestijio de su promotor, la desconfianza que debia insj)irar una empresa desconocida, i las preocupaciones reinantes contra la circulación de billetes i de toda moneda que no fuera de piala i de oro, habrian bastado para desauto- rizar esa empresa, sin contar con que en ningún caso habrian podido hallarse en el pais los capitales necesarios para establecerla (89).

raiso el 6 de setiembre la fragata note-americana Packft^ que traía de Cantón un -<argamento de mercaderías asiáticas. El buen resuluvlo de su venta alentó las es- peranzas que los comerciantes chilenos tenían en aquella nec;ociacion.

(88) Entonces se publicó en Santiago por la imprenta del gobierno un opúscnl » <le 43 pajinas titulado: Brt7.'c noticia del liajc d< lafra^aía Cár^/icn^ alias la Elena^ ^iesde el puerto Je Valparaíso a Calcilla por /. A. H.

(89) El proyecto de IJrandt fué remitido al senado en setiembre de 1820. Cons- taba de diez artículos en que estaban formuladas las bases de la empresa. Debia iln- marse ésta: "La conipañia mercante i Ibnco Nacional de Chile;. > i su patrona seria, <1ice el artículo 10, "Nuestra Seilora del Carmen de Maipon. El capital del banco seria de un millón de pesos, formado por cihco mil acciones; pero podría comenzar sus operaciones desde que hubiese reunido ciento cincuenta mil pesos. Ese capital seria inviolable: el gobierno no podría tocarlo, ni innovar los privilcjios del banco, ni

394 HISTORIA DE CHILE 1819

gravarlo con impuestos, si bien en los casos urjentes podría contratar empréstitos con sus directores. "El hanco, decía el artículo 3, tendrá el poder de fabricar i hacer cir- cular notas firmadas por sus directores (bÜleíes de banco) hasta la misma cantidad de su efectivo, i Inlcs notas se recibirán a la par en todas las cajas de la Repúblican. El gobierno concedería a la compafíía el privílejio de la venta de azogues; el rescate de las barras de oro i pinta, para entregarlas a la casa de moneda, i la licencia para tener buques con que surtir de provisiones a los establecimientos mineros. Se cas- tigaría con la pena de muerte "}íín perdonn, a los que por cualquier procedimiento falsificasen los billetes de banco o hiciesen circular los billetes falsificados; i con otras penas a los que tuviesen instrumentos de falsificación.

Brandt o Brandel, como se lee en otros documentos, permaneció en Chile algún tiempo mas. El 21 de mayo de 1821, publico con el título de El Independiente^ el primer número de un periódico. Aplaudía la reciente revolución de España, anuncian- do que allí se había asentado el réjimen de la libertad constitucional, i que el nuevo gobierno estaba dispuesto a tratar con los de sus antiguas colonias. Sus opiniones respecto de la situación interior de Chile eran completamente desfavorables, ha^ta pronunciarse con una arrogante franquefa contra sus instituciones i contra la adminis- tración, i hasta pedir que "se mudase el gobierno actual i se fundase otro sobre los principios mas liberales, i tal como lo tenían los Estados Unidos de la América del Norte. I! Aquel escrito provocó dos respuestas. Una de ellas titulada "Contestación al Independiente^^ i con la firma de "Un chilenofi, forma un opúsculo de 19 pajinas» i parece ser la obra del ministro de hacienda don José Antonio Rodríguez Aldea. En ella se dice que la revolución española no alcanzaría seguramente a fundar allí et gobierno constitucional, como lo había demostrado la esperíencia de la reacción de 1814; i que aunque se afianzase el nuevo réjimen, la América no tenía que esperar nada de la España, porque los liberales así como los absolutistas de ese país, eran igualmente enemigos de la independencia de las colonias. Por lo que toca al réjimen a que estaba sometido Chile, se decía allí que era puramente provisorio, i el mejor que podía adoptarse en aquellas circunstancias; que ese réjimen se iría mejorando con el afianzamiento de la paz interior i esterior i con el progresí) de la ilustración; pero que en ningún caso convendría copiar ciegamente las instituciones de otros pueblos, cuyos antecedentes, costumbres ¡ desarrollo fuesen diversos.

El director supremo, que estaba resuelto a reprimir con mano firme todo motivo de perturbación interior, no quiso tolerar a un advenedizo lo que según sus propó- sitos, no habría debido tolerar a nadie, e hizo tomar preso a Brandt i colocarlo en Valparaíso en uno de los buques de la escuadra. Desde allí se dirijió éste al se- nado implorando protección. En sesión de 25 de agosto de 1820, acordó el senado remitir esa representación al director supremo "para que en el caso de ser conve- niente a la quietud, tranquilidad i seguridad del país, se acordara la salida de Brandt del territorio del estado, o que no siendo compatible esta medida con los designios del gobierno, se acordara lo mas conveniente. n Brandt, que se mostraba mui inso- lente, fué confinado al presidio de Juan Fernandez, que acababa de abrirse.

CAPÍTULO XVI

GOBIERNO INTERIOR: REFORMAS LEJISLATIVAS I SOCIALES: FOMENTO A LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA

(noviembre de i8i8 a setiembre de 1820)

I. El bandolerismo: medidas rigorosas dictadas para combatirlo: diferentes medidas sobre administración de justicia. 2. Arreglos de policía: reglamentos sobre el juego i diversiones públicas: teatro: creación de un mercado de abastos i del paseo de la Alameda. 3. Establecimiento de un cementerio en Santiago: creación de otro para prote>tanles en Valparaiso: resistencias cjue encuentran estas innova- ciones.— 4. Fomento de escuelas: reapertura del Instituto Nacional i de la biblio- teca pública. 5. La prensa periódica i las fiestas patrióticas: su influencia sobre los espíritus. —6. Nacionalización de los estranjeros, de los espaíloles i de los indios. 7. Relacionen entre el gobierno civil i el go'oierno eclesiástico: primeros jérraenes de anlrgonismo. 8. Peligros i alarmas de perturbaciones interiores.

1. El bandolerismo: i. Las dificultades financieras no fueron las líni-

me lias rigorosas ^^^ ^^ junto con el manteniniiento de la guerra, dictadas para comba- ^ j o »

tirio: diferentes me- embarazaban la administración del jeneral O'Hig-

didas sobre adminis- gjns. El paso del viejo al nuevo léjimen que los

tracion de justicia. j .. ^ * •.

^ mas ardientes patriotas querían precipitar, no po-

día hacerse sino gradualmente, porque la nccion del gobierno, por resuelta i decisiva que fuese, no podia dominar tudas las resistencias que le oponía el imperio de hábitos inveterados, de ideas í de preocu- paciones profundamente arraigadas, i de la falta de preparación para apreciar las reformas que ^e eni|)rendian. Sin embargo, los hombres que estaban al frente de esa administración, no se arredraion por

39^ HISTORIA DE CHILE 1819

aquellos obstáculos; i si bien algunos de los trabajos que acometieron^ revelan una notoria inesperiencia política, muchos otros fueron de indisputable utilidad, i lodos contribuyeron a preparar la nueva orga- nización del pais.

Las perturbaciones consiguientes a la revolución, habían agravada algunas de las plagas sociales que databan de la era colonial i que cau- saban males incalculables a la industria i a la seguridad de los indivi- duos i de las propiedades. El bandolerismo, reprimido un momenta con medidas enérjicas (i), volvia a tomar proporciones alarmantes. Los frecuentes salteos en los campos, aun en las cercanías de Santiago» en el llano de Maipo, inquietaban al gobierno i a los particulares. El senado, impuesto de estos hechos, dictó el 30 de diciembre de 1818, reglas para proceder breve i sumariamente contra los malhechores, autorizó a los intendentes de provincia i a los tenientes-gobernado- res de distrito, para tomar la confesión a los reos, pronunciar i hacer ejecutar las sentencias, salvo en los casos de deberse aplicar la pena de muerte, para lo cual seria necesaria la confirmación de la cámara de justicia. Pero esta resolución no podía producir un efecto eficaz si los tenientes-gobernadores no desplegaban un gran celo, i si no tenían fuerzas para hacer efectiva la persecución de los bandoleros. El sena- do, por acuerdo de 14 de junio de 1819, resolvió que "para escarmen- tar a los perturbadores del orden, í castigar a los facinerosos que solo viven del robo, i contra los que la muerte era el tínico remedio proba- do, era necesario adoptar las propias medidas que en el año próximo pasado en que se estinguió esa polilla de la Repiíblica, mediante una comisión que, con solo juicio informativo, aplicase la última pena a los que se sorprendieren infraganti o con las especies furtivas en su poder; que se hicieran salir patrullas de policía de prima i nona; que se mantuviera el alumbrado de las casas hasta las once de la noche; que se vele en los cuarteles, i que todos los majistrados i justicias subalternas cuiden de la seguridad piíblica, ¡ que las tropas i jueces no se desentiendan de las patrullas que tanto convienen en las actua- les circunstancias. M Confirmada esa resolución por el director supremo con nutvas declaraciones, el gobernador-intendente de Santiago don José Maria Guzman promulgó el 26 de junio un bando inspirado por la mas rig<)rosa severidad. "Cualquier individuo que desde esta fecha fuese acusado de robo, bien sea sorprendido infraganti, o bien con

(i) Véase el ^ 6, cap. IX de esta misma parte de nuestra Historia,

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 397

las especies furtivas en su poder, decia el artículo primero, sufrirá In ultima pena, precediendo solo el juicio informativo que se practicará por la comisión nombrada al efecton (2). Los artículos siguientes im- ponian penas a los que cargasen armas sin pertenecer al ejército, a los que retuvieran en su poder armas del estado, i a los que no alumbra- ran de noche el frente de sus casas.

Este exceso de severidad, exijido por la gravedad de los males que Fe qüerian correjir, no iba en manera alguna hasta patrocinar injusticias para aterrorizar a los malhechores. Al lado de esas disposiciones halla- mos otras inspiradas por un espíritu humanitario. Con motivo de la reclamación entablada por el abogado de pobres sobre los azotes apli- cados a irnos infelices para arrancarles su confesión, como habia sido de práctica bajo el viejo réjimen, el senado, en sesión de 20 de setiembre de 18 19, apoyándose en las garantías reconocidas por la constitución, sancionó »»que por ningún motivo se impusiese a los reos la pena de azotes u otra corporis aflictiva con el objeto de precisarlos a la confe- sión del delito porque son acusados. . . i atendiendo, agregaba, a que la pena de azotes que se dio a los reos porque reclama el abogado de pobres, no fué impuesta con el designio de incitarlos a la confesión;

(2) Este liando, que revela en su severidad la gravedad del mal que se quería reprimir, se halla reproducido integramente en las Sesionts de los cutrpos Ujislativos^ tomo III, pajina 61.

Para demostrar la rapidez con que se seguían esos juicios, vamos a dar noticia de uno que se halla prolijamente referido en la Gaceta miitisterial út\ 13 de mayo de 1820. En la noche del 11 de ese mes, fué asesinado en su casa, en Santiago» un comerciante ingles llamado Jorje Perkins. Impuesto de este hecho en la mañana del 12 de mayo, el rejidor alcalde del crimen don Salvador de la Cavareda, tomó las providencias mas activas para la persecución de los asesinos; i é^tos fueron al efecto apresados en los suburbios de Santiago antes de las once del día. Eran tres individuos, uno de ellos sirviente de Perkins, i habian cometido ese crimen para robar a la vícti- ma, lo que se comprobó con la existencia de las especies que habían sustraído, i que aquellos malhechores llevaban consigo. El mismo dia condenó el juez Cavareda a 1c»r tres reos a la pena de horca, con la declarncion de que la sentencia debía ejecutarse a las veinticuatro horas de notificada. Pero como esa pena no podía ser aplicada sin confírmacíon de la cámara de justicia, se pasaron a ésta los antecedentes del caso. Aquel tribunal la confirmó en la mañana del 13 de mayo, imponiendo a los reos la pena de ser pasados por las armas cuatro horas mas tarde, que sus cadáveres fueran puestos en !a horca durante una hora, i que cortadas en seguida sus cabezas, se les pusiera en escarpias una en el basural, hoi mercado central, otra en la entrada de la ciudad por el camino de Valparaíso, í la tercera en la salida por el camino del sur. Li sentencia se ejecutó ese mismo día, ánies que hubiesen pasailo cuarenta i ocho horas después de cometido el crimen.

39^ HISTORIA DE CHILE 1819

del delito, que ya estaba confesado, ¡ ú solo para indagar el paradero de las evpecies hurtadas, se aprueba la resolución con la calidad de que c-uando sea preciso imponer iguales penas, se lenga consideración a ellas prira minorar la que deba apurarse »\ tiempo de la sentencia, i que preceda sienjpre la aprobación de la cámara de justicia a la ejecucion.il El director supremo, pronunciándose abierlamenle contra toda aplicíicion de tormento para arrancar declaraciones, como una práctica bárbara, indigna de un pais civilizadí) i de las nuevas institu- ciones, se resistió a sancionar ese acuerdo hasta que se le suprimiese , su segunda |)arte, por cuanto la aplicación del apremio personal, aun en la forma de que allí se trataba, podia ser oríjen de injusticias ho- rribles, hecho que demostraba con el mismo caso en cuestión en que se había cometido un deplorable error judicial. "Con tal ejemplar, de< ia, ¿podrá dudarse de que el tormento, por cruel i falible, es digno de que se olvide, si fucse posible, en loJa la tierra? No se sepa f.n parte a'guna que en Chile, bajo un gobierno liberal, fueron azotados injusta mtnte dos hombres i una mujer, i estuvieron espucsios e sufrir la pena capital por la observancia de una de las mas bárbaras le- y^s (3)...

Al mismo principio de humanidad i de justicia obedecen otras dis- posiciones tomadas en esos dias. En acuerdo de 9 de noviembre de 181 8, resolvió el senado que "para consultar el breve despacho de las causas criminales, tomándose conocimiento del estado i adelanto de los procesos, se hiciera los sábados de cada semana a las doce del día, visita de cárcel presidida por el ministro de la cámara de justicia que estuviese de semana, i con asistencia del gobernador-intendente, los alcaUies ordinarios, sus asesores, fiscal i ájente del crimen, abo- gados i procuradores de esta clase de indijentes, con los escribanos i receptores que deberán presentarse a dar cuenta de sus causas, del adelantamiento o motivos de demora, para que el camarista (jue pre-

(3) Lf's oficios ílel director supremo ni senado referentes a este asunto, tienen la fechn de 25 de octubre i de 5 de novieml)re de 1819, i están publicados enire Icis anexos a las sesiones respectivas. Es notable, sobre todo, el último no solo por el espí- litu de justicia i de cultura que domina en él. O'IIiggins, demuestra allí con hech s evidfnlcs los depU rabies errores judiciales a que daba oríjen la aplicación He tor- menin> pnra arrancar declaraciones; i estudiando el proceso que dio oríjen a aquella reclamación, demostró que s reos que habían sido azotados, hablan cometido solo un piqutfio robo, i eian absolutamente estrarii-.s a aquel cuyas especies se trataba de <!e cubrir. Aquel oficio i aquellos hechos encierran una alta i útil enseñanza.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 399

side el acto, tome las providencias convenientes al pronto despacho i castigo del delincuente o absolución del inocente. »• Por ese mi^mo acuerdo, el presidente estaba autorizado para hacer cumplir las garan- tías constitucionales respecto de les presos i procesados (4), podia imponer penas i multas a los funcionarios que no asistiesen a la visita, i debia dar cuenta de todo al senado para que este cuerpo supiese que se cumplian sus disposiciones. Resolvióse ademas, que en las (^iras ciudades i villas del estado, se practicasen iguales visitas bajo la presi- dencia de los tenientes-gobernadores. El senado insistió en diversas ocasiones en que se dic:e puntual cumplimiento a ese acuerdo que creia encaminado a cimentar la recta i pronta administración de jus- ticia criminal, i a impedir los malos tratamientos de que solian ser víctimas los presos. Para hacer efectivas las garantías constitucionales en esta materia, el senado ordenó que el reo cuyo ¡proceso no hubiera sido iniciado después de ocho dias de prisión, fuera puesto en liber tad (5).

En medio de las atenciones de otro orden, que preocupaban al go- bierno i al senado, se llevaron a cabo algunas reformas de detalle en la administración de justicia. Se acordó reducir el nijmero exce. sivo de escribanos i procuradores (6); se aumentó el sueldo de los relatores i porteros de la cámara de justicia con la condición de que no pudiesen cobrar derecho alguno a los litigantes (7); para alejar de los tribunales a los tinterillos, e impedir los insultos i ultrajes que los litigantes se prodigaban en sus defensas, se exijióque no pudieran pre- sentarse escritos sino con firma de letrado (8); i se trató de píjner

(4) La constitución provisoria decia en su articulo 6 del capítulo I lo que s'gue: "Un juez que mortitíca a un preso mas de lo que exije su seguridad, i entorptce la breve conclusión de su causa, es un delincuente, como lo son igualmente los majis- trados (jue no cuiden del asco de las cárceles, del alimento i del alivio de los pre- sos.••

(5) Senado de 17 de marzo de 1818.

(6) Pertenecían estos cargos al número de oficios vendibles de que hemos haMado en otras ocasiones; i el fisco, para procurarse rentaü, los habla aumentado conside- rablemente bajo el antiguo réjimen. La constitución provisoria habia reducido ese número; pero como no habría sido equitativo despojar de sus cargos a los que los habían comprado según la antigua lejislacion, el senado, en sesión de 17 de noviem- bre de 1818, acordó mantener en sus funciones los escribanos i procuradores que ha- bia entonces, de manera que se llegara, no por separación sino por el fallecimiento de algunos de ellos, al número menor fijado por la constitución.

(7) Senado de 27 de enero i de 29 de julio de 1819.

(8) Senado de 28 de octubre de 1819. Esta disposición se hizo estensíva a los

400 HISTORIA DE CHILE 1819

correctivo a la procacidad i destemplanza que solían usar los abogados, señalando penas severas, i en seguida facultando al tribunal para imponer otras prudenciales (9). Pero entonces se meditaba ademas ima reforma de mayor trascendencia dirijida a suprimir una práctica sólidamente establecida así en España como en sus colonias. Nos re- ferimos a la venta de oficios, esto es, de los cargos auxiliares de la administración de justicia, que, como hemos visto en otra parte (10), formaba uno de los ramos de entrada del fisco. Esta reforma, recla- mada por el nuevo réjimen creado por la revolución, fué la obra de un célebre senado consulto que lleva la fecha de 7 de agosto de 1821. 2. Arreglos de poiicíar 2. El senado dictó también reglamentos para

i!fjT\'^eí\io^^^^^^ ^pú- "mejorar el servicio de policía, i para distribuir biicüs: leairo: crea- las atribuciones de los funcionarios encargados

■cion de un mercado íle 1 ^ --ai j j-jj-

abastos i del paseo de ^^ ^^^^ scrvicio. Algunas de esas medidas dieron la Alameda. oríjen a dificultades i competencias que el senado

dominó, haciendo dar fuerza de lei a las disposiciones que habia ob- jetado el director supremo (11). Aunque los documentos i relaciones de la época demuestran que el aseo í la policía de la capital habian ganado considerablemente desde 1817, dejaban mucho que desear i estaban contrariados por hábitos profundamente arraigados en las jen tes del pueblo i hasta en las clases acomodadas. Era frecuente, i aun podria decirsp permitido, en los barrios menos centrales, hacer tacr)s en las acequias de la calle para dejar correr por ellas el agua sucia, i regar en seguida algún huerto, tender cordeles de una acera a otra para colgar ropas, lavar en las veredas o ejecutar en ellas trabajos manuales de cocina, carpintería, herrería o talabartería, impidiendo ai-í el tráfico, arrojar a la calle basuras, animales muertos o restos i des[)erdicios de la comida i otras inmundicias, mantener caballos ata- dos a las ventanas en la vía pública, i ocupar ésta con escombros du-

uibunales del consulado i de minería por acuerdo de 28 de noviembre del mismo aílo: p?ro en atención a la falla de letrados en otras ciudades i villas, se habia decla- rado en 19 de noviembre (|ue esa disposición no rejiria mas que en la capital.

(9) Senado de 28 de octubre i de 18 de diciembre de 181 9.

(10) Véase sobre los oficios vendibles, entre otros pasajes de esta Hislonuy la nota 38, cap. \'XI\\ parte V.

(11) El senado consulto de 6 de julio de 18 19 que dividía el servicio de policía en alta i baja, fué sancionado de esa manera por el director supremo. En 20 de se- tiembre de ese mismo año, este alto funcionario representalia enérjicamente al sena- do los inconvenientes que ofrecia esa división seíialando al efecto el estado de desa- seo en que se hallaba la ciudad.

l8l9 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XVI 4OI

«-ante semanas i meses. Un bando mandado publicar el 23 de setlem-

f yre de 1820 por el rejidor juez de policía urbana don Salvador de la

"CJavarcda, con autorización del director supremo, tenia por objeto

reprimir i penar esos abusos i esas malas prácticas, i reji mentar el

.silumbrado que cada vecino debia tener en la puerta de su casa du-

«ante las primeras horas de la noche; i constituye un documento his-

tiórico de valor inapreciable para conocer la vida de ciudad en aquella

'^poca. Entonces, como se practicaba bajo el viejo réjimen, i como

siguió practicándose hasta mucho mas tarde, los presos de la cárcel

^íiíbÜca salian cada dia en cuadrillas i con buena guardia, a trabajar en

^:íl aseo de la ciudad, en la compostura de las calles i en la reparación

^e los edificios piíblicos.

El gobierno creia que por medio de decretos indudablemente bien inspirados, podia modificar rápidamente costumbres arraigadas i vicios sociales que eran el fruto de la holgazanería i de la ignorancia. Su atención se eslendió a modificar las diversiones públicas, suprimiendo aquellas que eran causa de desórdenes, de embriaguez, de juego i de |)endencias en que eran frecuentes los asesinatos. Un decreto de 12 de diciembre de 1818 prohibió las ramadas i ventas de licores que se establecían en la pascua de navidad i en los días de los santos patro- nos de los pueblos. Otro decreto ¡)ostcr¡or (de 3 de febrero de 1821) prohibió definitivamente de la manera mas eficaz los borrascosos jue- gos de carnaval, "imitación, decía, de los (]ue se llamaban bacanales en tiempo del jentilismo e introducidos en América por los españoles. Esos juegos, agregaba, abren campo a la embriaguez i a toda c ase de disolución, i esponen a lances peligrosos por la licencia que se toman las jentes en jugar arrojando harina, afrecho, aguas, i muchas veces materias inmundas i otras capaces de causar heridas i contusiones, sin hacer distinciones de las clases, edades i sexos contra quienes se arro- jan, m Pero si esas prohibiciones tendían a correjir los malos hábitos del pueblo i a desterrar en lo posible costumbres perniciosas i semi-bár- baras, tenían el inconveniente de privar a las clases inferiores de sus únicas diversiones sin reemplazarlas por otras mas cultas. Por esto mismo, esos decretos, indudablemente bien inspirados, contribuían a minorar la popularidad del gobierno.

C«m el mismo empeño se trató de impedir los juegos de azar. En un café, el único que había en Santiago para las clases acomodadas, se había establecido una lotería pública. El senado dispuso con fecha de 18 de setiembre de 1819, que se sacase a remate el derecho de mantener dicha lotería, por el mínimum de mil pesos anuales para los Tomo XII 26

402 HISTORIA DE CHILE 1819

gastos de policía de la ciudad, lo que importaba gravar ese juego con un fuerte impuesto. Dos solicitudes se hicieron al gobierno i al sanado para que permitiesen el establecimiento del juego de ruleta, sobre la base de pagar al estado una fuerte contribución. El senado, enemigo de tales juegos i de tales concesiones, aceptó sin embargo, una de el'a?, ron el carácter de provisoiia, con condiciones destinadas a evitar abusos i escándalos, i ron un fuerte derecho a beneficio de instituciones de utilidad piihlira. El director supremo, por su parte, desaprobó ese acuerdo en nombre de la moral pilblica, i con razones í^^n poderosas que el senado se apresuró a anuUrlo (12).

En cambio de esas diversiones, el gobierno, el senado ¡ el cabildo de Santiago habian querido fomentar otras mas cultas. Desde 181 7 habia funcionado una compañía de cómicos en un espacioso s;ilun del antiguo convento de jesuilas (13). Pero deh)iendo instalarse el Instituto Nacional en ese mismo loca', según veremos mas adelante, se le exijió que lo entregase en agosto de 1819. Apesar de esto, i mientras se construia un edificio especial para teatro, siguió sirviendo el salón del Instituto, i en él se celebró el 12 de febrero de 1820 el aniversario de la victoria de Chacabuco i de la jura de la independen-

(12) Una de esas soliciiudes era de Pedro Lezica, comerciante de Buenos Aires que hahia facilitado diez mil pesos al ájente de Chile don Miguel Zañarui para el viaje de la corbeta Imiependevcia^ a condición de que se le pagaran caiorce mil en Santiago. Lezica renunciaba a esa cantidad con tal que se le concedí» ra el privilejio de establecer el juego de ruleta. El senado, en sesión de 18 de scticidue de 1S19, rechazó esa solicitud, mandó que se pagara a Lezica la suma estipulada, i recomendó a Ins autoridades que cumpliesen rigurosamente las leyes contra el juego i los jugadores. La otra solicitud era de don Pedro Aldunate i Toro, antiguo oficial del ejército independiente. El senado, después de discutirla detenidamente, acordó en 20 de enero de 1820, acceder a ella con las condiciones siguientes: "l." Que Solo se ponga una mesa en cada ciudad en lugar púl>lico designado por el gobierno con asistencia de juez competente i de guarnición, pagados por el proyectista. 2.* Que esta gracia solo sea por el término de seis meses, con calidad de continuarla hasta los dieziocho que se solicitan, si los efectos corresponden a las intenciones con que se franquea el permiso, para lo que se formará espediente con nuevo acuerdo del senado. 3.'' Que por este permiso se entreguen mensualmente al estado un mil pesos: al rector del Instituto otros mil al cumplimiento de los seis meses: al admi- nistrador de la casa de espósitos cien pesos mensuales; i a la comisión de la obra del panteón quinientos pesos cada un mes.n En vista de las poderosas objeciones del director supremo, el senndo volvió sobre su acuerdo anterior en sesión de 9 de febrero de 1820.

(13) Aquella compañía pagaba al estado 34 pesos mensuales por arriendo del salón i de un patio bastante espacioso que daba a la calle de la Catedral.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍl ULO XVI 403

ia con la representación del Guilletmo Te/iát Lemierre, precedida de n diálogo poético en que los interlocutores recordaban los triunfos e la {)atria para alcanzar su libertad. Pero en esos mismos dias, don omingo Arteaga, uno de los edecanes del supremo director, cons. ruia, por indicación de éste, el edificio destinado a casa de comedias, n un local que daba su frente a la calle de la Compañía, i su costado la plazuela de este nombre, hoi plaza de O'Higgins. Ese edificio, de odestas condiciones i cuya conclusión se habla ido retardando por scasez de operarios, se inauguró por fin el 20 de agosto de 1820, el )ismo dia en que zarpaba de Valparaíso la espedicion libertadora del ni, que era también el cumple-años del supremo director. La pieza arepreseniada con esa ocasión, fué el Catofi^ trajedia inglesa de Addi- ^011, especie de poema dialogado, dirijido a exaltar el amor a la liber- X-Siá í a las virtudes republicanas (14).

Aunque las antiguas leyes españolas hibian dado reglas claras i precisas sobre el ancho i condiciones de las calles de los pueblos en Isis colonias de América, i aunque esas reglas fueron casi siempre res- petadas en las fundaciones que í-e hicieron en Chile, el capricho de los vecinos i la indolencia i descuido de la autoridad habian sido oausa de que se introdujesen notables irregularidades. En Santiago inismo, fuera del recinto de la primera traza, se habian abierto calles mas estrechas, i en cierto njodo tortuosas; i aun en el centro mismo

(14) La construccún de ese ttalro, hecha de madera, tenia el carácter de provi- soria, no solo por la escasez de recursos de que nodia ilisponer el empresario i de la pobreza del pais que no le permitia procurárselos por empréstito, sino por la falta de traliajadorcs. La prolongada {;uerra de la independencia habia convertido en sol- dados al mayor número de los artesanos, que por lo demás en aquella situación no habrian encontrado trabajo. Basle decir que en esos aílos se hizo sentir una parali- zación casi absoluta en los trabajos de construcción. A C(msecuencia de aquellas circunstancias, se creyó entonces que el teatro no tenia la solidez necesaria para resistir al peso de la jente que se colocase en los pnlcos i galerías, i aun se anunció que un viento fuerte o un temblor, aunr|ue fuese de p(»ca consideración, }K>dr¡a cau- sarle serias averias i comprometer su seguridad. El juez de policia urbana lo hizo reconocer por el director de obras públicas don Vicente Caballero; i el informe favorable <]ue éste dio en 1 1 de julio (publicado en la Gacíia de 29 del mismo mes) i las reparaciones que se hicieron por indicación de ese funcionario, calmaron esas alarmas. El teatro aquel subsistió hasta 1826; i el año siguiente se comenzó la construcción en el mismo local de otro que reunía mejores condiciones de solidez i de comodidad, i que tuvo cerca de diez afíos de existencia. El lector encontrará otras noticias «le estus acciilenies en el cap. III del libro de don Miguel Luis Amu- nátegui úwaiXo Las pri meras rejuesenlaa'oties dramátkas en Chile (Santiago, 1888).

404 HISTORIA DE CHILE 1819

de la ciudad, se habían hecho construcciones, de templos sobre todo, que ocupaban una parte de la vía pública. En los campos, estos abu- sos eran mayores, aun en los caminos que los propietarios angostaban a su antojo, o echaban a un lado de la vía recta, muchas veces por la falda de un cerro, alargando las distancias i molestando a I03 viajeros. El director supremo había hecho estudiar estas cuestiones i formar un espediente con informes ilustrativos. En vista de estos antece- dentes, el senado resolvió en acuerdo de 3 de noviembre de 1820 que t'las calles de las ciudades i villas contarán doce varas de claro, diez i seis los caminos vecinales entre fundos ritsticos, i veinte varas los caminos jenerales i comunes que se dirijan a los pueblos, villas i lugares de la Repüblica; entendiéndose que a virtud de esta lei, no podrán alterarse las antiguas sendas con perjuicio de los propietarios, aplicándose solo para el caso de que las circunstancias i ciertos moti- vos de necesidad, den una causa impulsiva para la variación; pero toda calle que se abra de nuevo, tendrá precisamente la estension aquí prevenida!» (15). Entonces se creia jeneralmente que las con- diciones fijadas por ese acuerdo a las calles i caminos, era cuanto po- día desearse para la comodidad i progreso de las poblaciones.

Otra reforma iniciada en esta época, fué la creación de un verdade- ro mercado de abastos en la capital. Como hemos dicho en otra par- te (t6), en el costado oriental de la plaza publica, a corta distancia

(15) Este acuerdo del senado fué sancionado por el director supremo en forma de decreto, con fecha de 24 de noviembre de 1820. El senado insistió con fecha de 4 de diciembre que se publicase en su forma orijinal i con las firmas de los senado- res que concurrieron a él; pero esto no se verificó. La verdad es que este asunto dio oriíjen a discusiones i «lificultades entre el senado i el director supremo, que apenas se dejan divisar en los documentos públicos. O'IIiggins, que en su juventud había vivido en Inglaterra, que habia visto allí ciudades inmensamente mas populosas que las de América, i que halagado con la de su ardoroso patriotismo, creía que las de Chile estaban destinadas a recibir en poco tiempo un estraordinario desarrollo, quería para ellas innovaciones que los hombres de su jeneracion no podían apreciar. Así, al paso que, como veremos mas adelante, dotaba a Santiago de un hermoso paseo i de otras reformas verdaderamente trascendentales, proponíi que todas las nuevas calles que se abrieran, así en la capital como en los pueblos, tuvieran un ancho de diez i ocho o veinte varas, i que en ellas se pbntaran filas de álamos; i quería ademas que en las nuevas construcciones que se hiciesen, se obligara a los propietarios a dar ese ancho a la calle. Estas ideas, contra las cuales se levantaban las preocupaciones vulgares de todo orden, eran resistidas por el senado, por el cabildo i por casi lodo el púl)lico. O'IIiggins no consiguió implantarlas sino al tra- zarse la nueva villa de .San Bernart'o el ano siguiente.

(i6) Véase el § 3, cap. X i § 6, cap. XXVI, parte V de esta Historia,

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 405

i el cabildo, de la casa de gobierno i de la Catedral, se levantaba una i la de casuchas de madera de modesta i feísima construcción, en que vendian, junto con otros artículos, la carne, el pescado i las horta- izas para el consumo de la ciudad. En el centro mismo de la plaza, i ^ajo carpas ordinarias de lona, se vendian frutas, zapatos, ropa ordinaria objetos de monturas. El hacinamiento de jentes que vivian i dormían íii esos lugares, preparando allí mismo sus comidas, i mas que lodo, Et falta de hábitos de aseo en las clases bajas, convertían ese sitio, L pesar de las prescripciones de la policía, en un verdadero muladar. D'Higgins, que habia vivido en Londres i que habia apreciado las naravillas de una civilización mucho mas adelantada, condenaba ince- santemente aquel estado de cosas como una vergüenza para la preten- lida cultura de la nueva República; i venciendo no pocas resistencias, ronsicuió atraer a sus propósitos de reforma a algunos de los miembros Sel cabildo. Uno de ellos, don Salvador de la Cavareda, hombre inteli- jente que desempeñaba las funciones de director de la policía, prestó al director supremo un eficaz apoyo para retirar de la plaza principal el mercado de abastos, i para dotar a la ciudad de un edificio arregla- do para ese objeto. El gobierno cedió al efecto un terreno de su pro- piedad, situado cerca del rio Mapocho; i venciendo dificultades de toda clase, se formó allí el primer mercado publico de la ciudad (17).

(17) El terreno destinado por O'Iliggins para mercado público, situado a orillas del Mapocho, al lado oriente del gran puente de Santiago, tenia en tiempo antiguo ti nombre de Basural, porque en efecto allí se amontonaban las Itasuras de la ciu- dad. En 1777 se comenzó a desmontarlo para construir allí la casa de montda, proyecto que luego se abandonó, segr.n contamos en el § 3, cap. XV, parte V. En CSC local solían celebrarse corridas de toros, construyéndose al efecto cercos i pali- zadas provisorias. 0*n¡ggins, que miraba estas fiestas con una profunda aversión, acordó ceder e^e terreno al cabildo para que construyese allí un mercado de aliastos. Careciendo de fondos para esta obra, el cabildo recurrió al arbitrio de celebrar un contrato por largo tiempo con el empresario que remataba el derecho de recaudar los impuestos soV)re el abasto, a condición de que éste construyera galpones sólirlos, espaciosos i regularmente ordt nados para los puestos de carne, hortalizas, etc. No bastando este arbitrio para costear aquella construcción, el cabildo vendió una faja de terreno de unas ocho o diez varas de ancho en casi todo el contorno de la man- zana destinada a mercado, i allí se construyeron tiendas de comercio que dieron cierta animación a ese barrio, de mui escaso movimiento entonces. Ki senado, Ajando una tarifa sumamente baja para el arriendo de los puestos del mercado, causó no pocas dificultades. Aqutlla construcción, iniciada a fines de 1820 o principios de 1821, subsistió cerca de cincuenta años prestando los úiiles servicios a que fué destinada.

406 HISTORIA DE CHILE 1819

Desde 1818, el director supremo había anunciado el pensamiento de dotar a la capital de im hermoso paseo que contribuyera a la vez a su ornato i a su salubridad. Las atenciones del gobierno en medio de las difíciles circunstancias creadas por el estado de guerra, por la pobreza del erario i por las complicaciones interiores, no lo distrajeron de este propósito. Queria utilizar una ancha faja de terreno bajo e inservible ciue corria de oriente a poniente, antiguo lecho de un brazo del Mapocho en las grandes crecidas (lue este rio esperimenla en los inviernos mas lluviosos. En los tiempos pasados, habia sido aquel el lí. mite sur de la ciudad; pero con el crecimiento de ésta, se hahian hecho construcciones i abierto calles al lado sur, dejando en medio ai|uel terre- no pedregoso, conocido con el nombre de cañada (el bajío largo i angos- to estendido entre dos terrenos mas altos), i convenido en depósito de basuras. Terraplenar ese terreno haciendo desaparecer las imperfec- ciones de nivel, plantar hileras ordenadas de árboles, sacar del rio canales bien dispuestos para regarlos, i convenir en una palabra aquel lugar de desolación en un hermoso paseo, constituian una obra que parecía superior a las ideas de ese tiempc», i sobre lodo a los recursos de que podia disponer el gobierno. El director supremo no se arredró por esas dificultades. El mismo trazó por su propia mano el primer croquis del plano del paseo; pidió por donativo los vastagos de ála- mo (jue debía plantar, reunió una cantidad considerable de ladrillos para formar las aceíjuias de negó, dispuso que los presos de la cárcel fueran los trabajadores, i el 22 de setiembre de 1820 espidió un decre- to que comienza con estas palabras: "La salida de la espedicion liber- tadora del Perú, me ha dejado algún desahogo para promover las mejoras de la policía urbana que no he perdido de vista desde ra ingreso al gobierno. Entre las prtividencias (jue he dictado sobie este objeto creo que sea de consideración la erección de una alameda er la grande i espaciosa calle de la Cañada, por su tendencia a la utili dad, comodidad i salud pública, i por la hermosura que adquirirá esa estendida parte de la población. Se han acopiado los materiales i plantas suficientes para la obra que llenará todo el ámbito de la calle con hileras de árboles, asientos de preciosas materias i fuentes ¡»eren- nes, todo trabajado según reglas del arle, dando a este paseo |>übIico el nombre de ««Campo de la libertad civil. n En consecuencia, el direc- tor supremo pedia al vecindario su cooperación para contribuir al costo de la obra. Sin embargo, ya fuera porque la mayoría de las jen- tes la mirara con mdiferencia sin comi)rendtr la importancia i\ue debia tener, ya porque en esos miamos dias se levantaba empeñosa-

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 407

«"mente en todo el pais una suscripción popular para socorrer al ejer- ce ito del sur (jue acababa de sufrir grandes contrastes, fueron pocas las 1 Personas que acudieron a ese llamamiento. El director supremo, sin ^n)bargo, lo allanó todo; i desplegando una constancia infatigable, czronsiguió dotar a Santiago de un paseo publico digno por mil motivos cile una gran ciudad (i8).

^. Establecimiento 3. I^ beneficencia piíblica, mui pobremente de un cementerio en atendida bajo el viejo relimen, necesitaba refor-

Santiago: creación •' 1 j 1

de otro para protes- nias que algunos espíritus filantrópicos habian

tantes en Valparai- comenzado a señalar. Las penurias del erario na- so: resistencias que . , . . . j 1 encuentran estas in- ^**^"^* permitían. Sin embargo, introducirlas

novaciones. en la proporción conveniente, pero el gobierno

Inizo sacrificios considerables para mantener los establecimientos de <2aridad, i para mejorar en lo posible su réjimen por medio de nue- 'x^os reglamentos. Aquellos que, como el hospicio i la casa de niños ^ispósitos, no tenian fondos propios o los tenian mui escasos, fue- ■"on socorridos de algún modo por el gobierno i por el cabildo. Se ^Tíiostró igualmente mucho empeño en la propagación de la vacuna, ^area en que la acción del gobierno fué secundada por don Manuel Julián Grajales, médico español mui querido por sus excelentes dotes

(18) Don Benjamin Vicuña Mackenna publicó en el libro titulado Corona del yiéro^f el facsímil del primer bosquejo o croquis del paseo de la Alameda trazado por ^a propia mano de O'Higgins, bosquejo mui imperfecto, pero en que se percibe el plan de los trabajos.

O'Higgins tuvo por colaborador en ellos a un hombre intelijente que dirijió la nivelación del terreno i de las acequias que debian conducir el agua para regar las avenidas de árboles. Era éste el sárjente mayor de injenieros don Santiago Ballarna (véase la nota 44 del cap. XII), que se distinguió mas tarde en otros servicios civi- les i militares, i sobre todo en la ensefíanza de las matemáticas. Pero 0*Higgins prestaba a esos trabajos una atención asidua. La tradición recordaba hasta hace pocos años, que todos los dias, a las siete i media de la mañana, i a las cuatro de la tarde, !«e le vtia pasar invariablemente a pié por la calle de Ahumada, acompañado por un ayudante, para inspeccionar por mismo las faenas de nivelación, i dirijir las plantaciones de árboles, i permanecer allí una hora o una hora i media en cada visi- ta. Las personas de sus relaciones que tenian que tratar con él algún asunto, o que querían conversar familiarmente, sabían que allí podian hallarlo a esas horas. En las plantaciones no se empleó otro árl>ol que el álamo común. Entonces no se habian intro<lucido aun en Chile los otros árboles exóticos de parques i de paseos que des- pués se han hecho tan comunes en el pais. Los árlx)les indíjenas chilenos que habrían podido emplearse, ofrecían el doble inconveniente de su difícil trasplantación i de su tardío crecimiento; mientras que los álamos crecieron prontamente, de tal suerte que el paseo presentaba ya un hermoso aspecto dos años mas tarde.

4o8 HISTORIA DE CHILE T819

de carácter, que vino de la metrópoli en la célebre espedicíon de Balmis, i que después de haber prestado sus servicios como cirujano en el ejército realista, habia entrado por filantropía a servir en el ejér- cito patriota (19).

Pero en esta época se llevó a cabo en este ramo una reforma de la mas trascendental importancia, que aunque iniciada anteriormente, habia encontrado dificultades insubsanables. En sesión de 26 de agosto de 18 19, el senado "volvió a discutir la ardua e interesante empresa sobre formación de cementerios que ya se habia tocado en otras ocasiones; i resolvió que siendo indudable la utilidad de este establecimiento, mandado ejecutar por el soberano congreso de Chile, con presencia de los antecedentes que fundamentaron la decisión, a la que |)recedió el conocimiento de la cédula de 15 de mayo de 1804, por la que se mandó la construcción de cementerios en la América, debía procederse a la mui pronta ejecución de una obra que si se encamina a consultar la salud pública, tiene por objeto el mayor de- coro i decencia de los templos. No parece justo, agregaba el senado, que la casa de oración en que los fieles tributan al Ser supremo la adoración i culto que le es tan debido, venga a ser el depósito de los cadáveres i de la corrupción. L& costumbre de sepultar en los tem- plos, que ha parecido piadosa, i que en realidad es la mas degradante al catolicismo, debe cortarse cuando imperiosamente lo exije el honor de la relijion, i lo pide la necesidad de mirar por la salud pública. Ya se han tocado mui de cerca los funestos resultados de la sepultación en las iglesias, que a las veces no se frecuentan por muchos católicos, o i)or temer el contajio de una enfermedad epidémica, o por no ser tolerable el terrible fetor que se difunde por todo el templo.n En apo- yo de estas ideas, que el mismo habia hecho triunfar en el congreso de 1 811, el director supremo nombró dias después una comisión en- cargada de ponerlas en ejecución (20).

(19) Véase el § 6, cap. XXIII, parte \' de esta Historia. Según los datos publi- cados por la Gaceta ministerial de 29 de julio de 1820, apcoar de las diHcuUades i <:ml)arazos de todo orden, en Santiago, en la sala destinada a este objeto en el edi- ücio de la universidad, se vacunaron S73 individuos en 1819.

(20) Esta comisión fué compuesta del presbítero don Alejo Eyraguirrc, don Ma- nuel Salas, don Juan José Goicolea i don Manuel Joaquín Valdivieso. Ha})iéndose escusado el penúltimo (que era agrimensor) por el í^ran recargo de sus ocupaciones, fué nombrado en su lugar el 27 de octubre el sarjento mayor de injenieros don Santiago liaibrna. Mas tarde, el 28 de enero de 1S20, el senado, dando amplias facultades a uno de sus miembros, don Francisco Antonio Pérez, le encargó que activase esos trabajos de acuerdo con aquella comisión.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 409

Si el pensamiento de formar cementerios era acojido con favor por Isas personas de cierta cultura, encontraba en casi todas las esferas s ocíales una resistencia invencible. El senado había tenido empeño ^n señalar los inconvenientes de todo orden que tenia la perniciosa láctica de sepultar los cadáveres en el recinto de los templos; pero el ulgo de las jenles, i sobre todo de las clases acomodadas, creía una frenta ante la relijion i ante las prerrogativas de rango, el llevarlos a n campo apartado i descubierto. La comisión tuvo que luchar con uchas de estas resistencias desde la iniciación de esos trabajos, sobre ^odo cuando esperó recibir donativos en dinero o en materiales de <zonsirucc¡on. Fué necesario enajenar el pequeño enterratorio que el Bnospital de San Juan de Dios tenia al sur de la ciudad, i unos terrenos cde propiedad del hospicio, para procurarse algunos fondos. Se cobra- won empeñosamente los donativos que para una obra análoga ofrecie- ron varios particulares en 181 1. Los padres de Santo Domingo, reque- x-idos para que donaran un potrerillo de poco valor de una chacra que poseían al norte de Santiago, convinieron en cederlo después de mu- ^:has vacilaciones, i en permitir la estraccion de la piedra de cimiento i el derecho de fabricar adobes i ladrillos en aquella propiedad, me- ciiante ciertas condiciones, i la fundación de un censo a favor del convento. Ese terreno fué desde entonces (noviembre de 18 19) des- t.inado a cementerio (21). El arreglo i la nivelación del suelo, i la construcción de un modesto edificio para oficinas de administración, de una capilla bastante modesta para el servicio rclijioso (reemplazada mas tarde por la capilla actual), i de una pared de circunvalación, fueron la obra de cerca de dos años, no por falla de empeño i de trabajado- res, sino por la escasez de fondos. El 10 de setiembre de 182 1, e^tan- do ya para terminarse esos trabajos, i debiendo inaugurarse en poco tiempo mas el cementerio jeneral, o el "panteón »», como se le llamaba en los decretos gubernativos, dictó el senado el reglamento que debía rejir su administración. '«Los curatos, iglesias de regulares, monaste- rios o cualquier otro enterratorio público, decía el artículo final de ese reglamento, que contraviniesen en la parte que les toca, franqueándose a la sepultura o depósito de algún cadáver, sea el que fuere, incurrirán

(21) El terreno adquirido de esa manera, medía en área tres cundrns i doce mil quinientas varas, según la mensura del injeniero Ballarna. Entonces se crtria que esa estension era mas cjue suficiente para un cementerio jeneral de la ciudad. Ames de mucho tiempo fué necesario ensancharlo con nuevas adquisiciones que se hicieron por compra.

4IO HISTORIA DE CHILE 1819

precisamente en la multa de quinientos pesos a beneficio del panteón, i a mas de otras arbitrarias, junto con la pena de exhumarlo i de sa- carlo de allí a su costa, n.

La bendición i apertura del cementerio se verificó el 25 de noviem bre de 1821; pero solo desde el 10 del mes siguiente comenzó a efectuarse la sepultación de cadáveres. El director supremo, el senado i el cabildo, se empeñaron en revestir este acto de toda la solenmidad posible. Kl reglamento del cementerio sobre conducción de cadáveres, clasificación de sepulturas i ceremonial de entierros, se cumplió rigo- rosamente. El senado, en acuerdo de 19 de noviembre, había dictado una nueva lei prohibiendo bajo severas penas la sepultación de cadá- veres en cualquiera otra parte que no fuera el cementerio. Hasta el 28 de febrero del año siguiente, se habian sepultado allí 708 cadáveres, de los cuales solo para sesenta i cinco se habian comprado sepulturas de segunda o de tercera clase al precio de cuatro o de dos pesos. Los demás habian sido enterrados en el carácter de pobres de solemnidad, o en los lotes de terreno cedidos a las cofradías o hermandades reli- jiosas. Esto solo habría bastado para arruinar el cementerio, cuya conservación i servicio costaba mas de doscientos pesos mensuales. Pero las resistencias del publico al mantenimiento de aquella institu- ción, habrían podido desacreditarla i hacerla desaparecer sin la firmeza del gobierno. Las declaraciones oficiales sobre la utilidad de los ce- menterios, i la pompa con que habia sido inaugurado, no alcanzaron a convencer a las jentes de que lejos de ser una profanación horrenda el sepultar allí los t adáveres, era una medida hijiénica i conforme a los intereses bien entendidos del culto. El director supremo, acosado por las exijencias de muchas personas de calidad que pedían por escep- cion que los cadáveres de sus deudos fueran sepultados en las iglesias, rechazó obstinadamente todas las jíCticiones de esa clase. En el pue blo se hacian circular rumores mal intencionados que debían producir una grande alarma. Contábase, entre otras cosas, que por la noche turbas de perros hambrientos invadían el cementerio, desenterraban los cadáveres i se comían sus carnes. El senador don Francisco An- tonio Pérez, en su carácter de protector del cementerio, se vio en la necesidad de publicar un manifiesto (marzo de 1822) para desautori- zar esos falsos rumores i para dar preslijio a una institución, que solo una ignorancia vergonzosa para el país, podía resistir (22). Los argu-

(22) El maniñestu ile don Francisco Antonio Pérez está repro<Iucido integramente en el lomo \', pájs. 583 5 de las Sesiones de los cuerpos ¡ejislativos, Sm ser una pi^oa

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI . 4II

"fcientos allí aducidos, habrían sido impotentes para sostener el cemen- ^rio, sin la entereza del gobierno; pero si éste consiguió sobreponerse t- las preocupar iones que fomentaba la superstición relijiosa, no alcan- i<5 a desarmarlas completamente.

Dificuitades mas serias i mas francas 'tuvo que vencer ti gobierno 3e O'Higgins al acometer otra reforma de un carácter análogo bajo el i.specto administrativo, pero de. mayor alcance social, por cuanto im- portaba un notable progreso sobre las ideas reinantes en la era co- onial. Desde 1817 habían comenzjjdó a llegar a Chile numerosos *stranjeros. Servían unos en el ejército o tn la marina, i otros se o^-u- j)aban en el comercio. Muchos de ellos eran protestantes; pero sus Izotes de carácter, la importancia de sus servicios i la honradez que Tíiostraban en sus negocios, les habían conquístalo numerosas simpa- :ías en el seno de las familias, aun entre algunas de las que eran mas fir- mes e intolerantes en sus ideas relijiosas. Sin embargo, cuando moría alguno de esos estranjeros, se suscitaban los mayores embarazos para darle sepultura, .algunos de ellos eran enterrados en un cerro vecino a la ciudad. Se supo que en una casa de Santiago ocupada por negociantes ingleses, habia sido sepultado un dependiente en el hueco abierto en una pared. En Valparaíso, donde los entierros de protestantes oriji- naban dificultades análogas, los cadáveres de algunos marineros ha- bían sido lanzados al mar en la misma bahía, i arrojados en seguida a la playa por las olas, procurando un espectáculo doloroso ¡ contrario a los sentimientos de humanidad i de cultura. "Estamos ciertos, decían los estranjeros en la representación de que vamos a hablar, de que en

de gran valor literario, merece conocerse por su importancia histórica. Según él, los adversarios de los cementerios eran, ademas del vulgo ignorante i grosero, los enemigos obstinados de las instituciones creadas por la independencia, los espíritus turbulentos que buscaban en todo un medio de desprest i jiar al j^obierno, i el clero que creía que el entierro de los muertos era un provechoso monopolio de su pro- piedad. "Los últimos, que sordamente minan esta obra sagrada, ilice Pérez, son los que se hablan fundado un jiro lucroso con las cenizas de los hombres. ¡Santos especuladores! la lei nada ha alterado en los derechos mortuorios ni en los ofícios fúnebres que pueden hacerse en cuaUpúera iglesia. Solo os quita el cadáver. n Esa propaganda sorda i obstinada del clero contra el cementerio, creó ante la supersti- ción vu'gar muchos enemigos al gobierno de O'Higgins.

Apesar de la prohibición jeneral de sepultar cadávírcs fuera del cementerio, se permitió que los monasterios de monjas i los conventos de recoletos franciscanos i dominicos, conservasen sus cementerios particulares, i mas tarde que los cadáveres sepultados en el cementerio público pudiesen ser trasladados después de un año del fallecimiento a otros lugares.

412 HISTORIA DE CHILE 1819

varios casos en que han muerto nuestros hermanos protestantes en la. ciudad de Santiago, han sido inducidos en la última estremidad i cuando ya lesfaltahan sus facultades físicas i mentales, a abjurar su relijion para ser enterrados cristianamente, i que los restos de otros de su creencia que se manluviertm, por conciencia, firmes en sus dof^mas, habian sido perturbados después del entierro i espuestos en la playa en el puerto de Valparaiso.tt

Cuarenta i siete estranjeros, de distintas nacionalidades, comercian- tes los mas, marinos u oficiales del ejército otros, presididos por el ca- pitán Shirreñ, jefe de las fuerzas navales británicas en el Pacífico, ele- varon al gobierno una respetuosa representación en que después de recordar esos hechos, pedian que se les prometiese comprar así en las cercanías de Santiago como en las de Valparaíso, el terreno necesario para establecer un cementerio en (|ue los cadáveres de los protestantes pudieran ser sepultados según sus ritos respectivos. O'Higgins, que había ap'audido ese pensamiento desde que tuvo noticia de él í que en mas de una ocasión habia tratado de implantar la tolerancia relijiosa bajo el amparo de la lei, no vaciló en espedir el decreto que sigue: "San- tiago, diciembre 14 de 1819. Es mui justo que los estranjeros resi- dentes en Chile hagan las funciones funerales de sus difuntos según los ritos de sus creencias. Estos actos en nada contrarían los de nuestra relijion católica. Ellos se han conducido hasta hoi con la mejor |>oH- tica, sin mezclarse directa ni indirectamente en materias de creencia. £n esta virtud, se concede a los suplicantes la licencia que piden para comprar en esta ciudad i en la de Valparaíso un terreno a propósito destinado a hacer en él sus ritos fúnebres. O'Hkígins. Eckeverria,u Apesar de esta franca i terminante declaración, solo la segunda de estas ciudades tuvo por entonces un cementerio para protestantes {27,).

El director supremo llegó a creer posible el hacer aceptable esta in- novación, desarmando por medio de algunos escritos o manifiestos de

(23) La representación i el decreto de que hablamos, fuerGn publicados en la Ga- ceta Ministerial át\ l8 de diciembre de 1819; pero este último no ha sido recopilada en lis colecciones de leyes i decretos de la república. £n los momentos en que se b'zo esta representación, la mayor parte de la escuadra chilena se hallaba en las costas del Perú. Esto fué causa de que no la firmaran lord Cochrane i muchos otros oficiales. El establecimiento del cementerio protestante en Valparaíso no suscitó muchas dificultades en su ejecución; pero no sucedió lo mismo en Santiago en donde provocó las mayores resistencias de parte del clero i de la intolerancia jeneral que erm

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 413

personas autorizadas, las resistencias que oponia la ignorancia i la su- perstición. El vicario jeneral de ejército, presbítero don Casimiro Al- bano Pereira, amigo íntimo de O'Higgins desde la infancia, dirijió a "^ste con fecha de 20 de diciembre un oficio público en que se felicitaba <on ardoroso entusiasmo, i en nombre de la civilización i de la caridad cristiana, de que se hubiese dictado ese decreto. El Telégrafo^ perió- -dico que redactaba el subsecretario de relaciones esteriores don Juan <}arc¡a del Rio, aplaudia ardorosamente en su número de 21 de enero de 1820 una providencia que, según él, hacia alto honor al gobierno, i <)ue "no podía ser mas conforme a las máximas caritativas, dulces i -consoladoras del evanjelio, a los principios del derecho público univer- sal, i a la práctica de todas las naciones cultas del globo. »» Todo esto no bastó, sin embargo para desarmar las prevenciones del clero. Los ecle- siásticos mas caracterizados, i entre ellos los profesores del Instituto, firmaron i dieron a la prensa una representación dirijida al gobernador del obispado para que reclamase la derogación de un decreto, contrario, según e los, a la constitución del estado, i altamente perjudicial a éste por cuanto el principal propósito que trainn al pais los ingleses protestan- tes era el de propagar sus doctrinas, las cuales debian hallar fácil accjída entre ««los jóvenes corrompidos, los libertinos, los viciosos que tanto abundan en nuestros tiempos, los literatos de café que no tienen mas instrucción ni mas principios que las especies de sus tertulias i de los papeles impios.it Aquel escrito mostraba en su forma i en algunos de sus pasajes, respeto i consideración al gobierno, pero era una censura franca i violenta del decreto a que aludimos. El director supremo, sin embargo, mantuvo su resolución con una firmeza incontrastable, i no dejó "correr sino a sombra de tejado algunos ejemplarcsti de la repre- sentación dtl clero, según decia poco mas tarde un periódico de San- tiago (24).

uno de los caracteres dominantes de la sociedad formada por el réjimen colonial. A consecuencia de esto, solo Valparaíso tuvo por entonces cementerio protestante, de tal suerte que los cadáveres de los individuos no católicos que fallecian en Santiago, eran .sepultados como antes, o trasportados a Valparaíso, cuando el fmado era hom- bre de posición i de fortuna. Este réjimen absurdo siguió subsistente por mas de treinta años.

(24) El Liberal i\^ II de diciembre de 1824. Don Miguel Luis Amunálegui, tra- 2ando el cuadro de la intolerancia i de la escasa cultura de esa época, ha hecho una esposicion mas estensa i muí noticiosa de estos incidentes en el capitulo V de un cu* rioio i erudito libro /.as primeras representaciones drannUicas en Chile.

4T4 HISTORIA DE CHILE 1819

4. Fomento de e^cuc- 4. Por mas qnc el fomento i el desarrollo de la

las: rea pe ri lira del ¡nstrucrion publica fueran, romo ha Dodido verse, Jnstiiuto Nacional 1 , , , /• . . , , 1

de la biblioteca pú- "'^^ "^ '^'^ ba^es fundamentales del programa de blica. la rev(iluci'>n, el primer año del gobierno de 0*Hig-

gins hahia sido casi absolutamente estéril en este sentido. Rn diversos documentos se habia hablado de la creación i reglamentación de es- cuelas, I de la reapenur.i del Instituto i de la biblioteca nacional (25); pero las gravísimas atenciones de la guerra i de la administración, no habian |)ermitido hacer nada de efectivo en ese orden. En 1818, añan- zada la situación política con la victoria de Maipo i con los triunfos alcanzados por la escuadra nacional, pudo acometerse aquella parte de la obra revolucionaria.

El cabildo de Santiago habia nombrado protector de escuelas a uno de sus miembros, d m Domingo Eizaguirre. hombre de espíritu filan- trópico, que desempeñaba con el mas vivo celo todas las comisiones de beneficencia o de interés piíbÜco que se le confiaban. Ese título le fué confirmado por un reglamento de escuelas que dictó el senado en 26 de febrero de 1S19. Ese reglamento daba gran desarrollo a las prác- ticas relijiosas dentro i fuera de la escuela, exijia que los maestros fue- ran nombrados por concurso, establecía certámenes semanales i exá- menes cada seis meses, suprimia los castigos que espusieran a los niños a la vergüenza, i aunque dejaba subsistente la pena de azotes para las faltas graves, exijia que ésta fuera moderada i que se ejecutara lejos »»de la vista de los demás jóvenes.»i "En estas escuelas, dccia el articu- lo 5.*^, se enseñará a leer, a escribir i contar, teniendo los maestros espe- cial cuidado en que aprendan los jóvenes la gramática castellana, ins-

(25) En í:elicinbre de 18 17, la GaceU de gobierno trazal)a un cuadro lisonjero de la situación creada a Chile por su> triunfos sobre Espaila, i anunciaba entre otro-* l>e- neHcios que debian alcanzarse en poco tiempo mas, la próxima apertura de esos es tablecimientos, i el brillante porvenir que estaba reservado a la patria medíante \\ difusión de las luces. Vé.ise sobre esto lo que hemos dicho en el § 3, cap. IV de e%ta misma parte. Kn diciembre de 1817, la junta gnl)ernntiva nombró' una comisión en- cargada de preparar la reapertura del Instituto Naci(ínal. El jcneral en jefe del ejér- cito alcanzó a dar la orden de que Kjs cuerpos de trop.is que ocupaban el edificio en que debia funcionar (el antiguo convento de jesuítas, situado donde hoi se levanta el palacio del congreso) se trasladaran a otros cuarteles; pero la noticia de la próxima invasión del ejército (|ue mandaba el jeneral Osorio, piralizó esos trabajos.

Una sección de ese edificio que tenia su entrada por la calle de la Catedral, hahla sido arrendada pira tcíatro, o cisi de com-í lias, com ) ss de:ii entonces, i é»la no fué desocupada deñnitivaroentc hasta mediados de 1 820.

1 8 19 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 415

truyéndolos en los fundamentos de nuestra sagrada relijion i en la doc- trina cristiana, i procurando ilustrarlos en los primeros rudimentos sobre el oríjen i objeto de la sociedad, derechos del hombre i sus obligacio- nes hacia ella i el gobierno que la rije (26). A imitación de las de San- tiago se fundaron escuelas sostenidas por los cabildos en casi lodos los pueblos, a pesar de la pobreza del tesoro municipal. La mente del go- bierno era que todas ellas fuesen absolutamente gratuitas; i cuando los relijiosos dominicanos pidieron que les permitiese imponer una contri- bución para el sostenimiento de las escuelas conventuales, el senado rechazó ese pensamiento.

Por su parte, el director supremo meditaba desde entonces una re- forma que, según la importancia que se le atribuia en otros paises debía producir rápidamente los mas maravillosos efectos en la difusión í en el mejoramiento de la instrucción primaria. Desde principios del siglo, se hablaba mucho de los progresos operados en las escue'as por el sistema de enseñanza niutua a (jue habia dado su nombre en Ingla- terra el célebre pedagogo José Lancastcr. Con la protección del rei, se habia organizado allí una asociación destinada a propagar el nuevo método, así en ese pais como en el estranjero. Cuando se supo en Chile cjiíe habia llegado a Buenos Aires un ájente de esa asociación, i que íillí estaba implantando la reforma de la enseñanza, el director su- premo quiso atraerlo a nuestro pais, para establecer en Santiago una «scuela normal en que se prepararan i formaran los preceptores de in<5truccion primaria. El establecimiento de esa escuela, que desgracia- damente no produjo todos los resultados que debían esperarse, perte. ncce al segundo período del gobiernd del jeneral O'Higgins, que se abre con la salida de la espedicion libertadora al Perú (27). Hasta en-

(26) Este reglamento se halla recopilado en la Colección de leyes i decretos formada per don Crisióí)al Valdes, páj. 171, i en las Sesiones de los cuerpos 'ejislativoSy lomo III, páj. 219. Era en cierto modo la repn>duccion de otro que habia preparado el jcncral Belgrano en las provincias unidas del Rio de la Plata.

(27) Sobre la introducción del sistema lancastcriano en Chile, pueden verse dos noticiosos artículos publicados por rlon Domingo Aniunátegui Solaren La Libertad Electoral^ diario de Santiago, de 2 i 4 de julio de 1892.

Este sistema, implantado en las escuelas de la India por el escoces Andrés Bell, e inirt'ducido en Inglaterra por José Lancastcr, consistia principalmente en el enjplco de monitores, esto es en hacer que los alumnos mas adelantados enseñasen a los principiantes, lo que permitía reunir un número considerable de niños en cada es- cueln, i j)or lo cual se le denominaba también "la enseñanza mútuan. Contábase, entre otras, la siguiente anécdota en elojio de ese sistema. Un dia Jorjc III habia dicho a Lancaster: «'.Se me ha referido que en vuestras escuelas, un profeí^or

4l6 HISTORIA DE CHILE 1819

tónces no fué posible pensar en una reforma radical en la enseñanza que se daba en las escuelas públicas.

Pero aparte de las escuelas públicas a que casi no concurrían mas que niños de las clases inferiores o de modesta fortuna, se habian fun- dado algunas otras particulares para las clases acomodadas. Hombres de escasa preparación intelectual, pero jeneralmente de carácter seve- ro i duro, dirijian esos establecimientos, i reunian en cada uno de ellos veinticinco o treinta niños que pagaban su enseñanza. Esas es- cuelas de carácter privado llamaron también la atención de las auto- ridades; i como se quisiera regularizar su réjimen, evitar castigos crue- les, i comprobar la competencia de los maestros, se estendtó hasta ellas la acción del protector, exijiéndose que aquéllos fueran exami- nados, como los preceptores de las escuelas públicas (28). El interés por el desarrollo i por el- progreso de la instrucción primaria se manifestaba de mil maneras. En las fiestas públicas, así civiles como relijiosas, i sobre todo en las que tenían por objeto celebrar aniversarios patrióti- cos, los niños de las escuelas eran presentados en procesión, con el propósito de estimular en ellos el amor a la libertad i a las nuevas ins- tituciones.

ensena a la vez a quinientos niños, ¿cómo puede mantenerlos en orden? Del mismo modo, señor, contestó el maestro, que vuestro ejército se pone en movimiento con una palabra del que lo manda. n Bajo el patrocinio del rei se establecieron asocia- ciones filantrópicas para difundir el nuevo método de enseñanza dentro i fuera de Inglaterra. Ese método, hoi caído en desuso, fué entonces i mas tarde obielo de muchos esludios espositivos i críticos en que se le ha dado a conocer. El lector pueíle ver un resumen compendioso, pero bastante claro, en el artículo Lanrastcr (Joit'ph) de la Emy'ilofuxdia británica (9.-^ edición), vol. XIV.

El ájente enviado a la América del sur por la sociedad lancasteriana de Londres, fué James Thomson. Lle^ó éste a Huenos Aires en 1819, i junto con fundar una es- cuela lancasteriana, hizo publicar en la Gaceta oficial algunas noticias para dar a co- níícer los projrresos que hacia el nuevo sistema. A petición del cabildo de Buenos Aires, Thomson fué declarado ciudadano arjentino en 29 de mayo de 1821. Camilo Henriquez que se hallaba entonces en esa ciudad, estudió prolijamente el sistema lancasieriano, i lo recomendó con grande empeño para que fuera introducido en Chile.

Terminaremos esta nota con una indicación bibliográHca. A su regreso a Europa, después de hal)er visitado varios pueblos americanos, Thomson publicó un libro de escaso vilor i casi desconocido ahora, que lleva este titulo: Letters oh the moral and religious state of South America^ ".vritten diíríut:^ a residence of scven years itt Buenos Aires^ C/iiliy Pcrn and Colombia^ London, 1827.

(28) Actas del senado de 25 de agosto i ii de setiembre de 1819, i documentos anexos.

'r8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 417

En una de sus primeras sesiones, el 12 de noviembre de 18 18, el ^^nado acordó la reapertura del Instituto, para establecer en él los- ^^rsos de instrucción secundaria i superior. Como la diñcultad capital ^ue se suscitaba para ello era la fjobreza del erario publico, las prime- ^"^ medidas que se tomaron fueron encaminadas a remediar esta nece- ^dad. No pudiendo suprimir destinos públicos que prestaban al estado vin servicio efectivo, el senado acordó que las vacantes eclesiásticas^ c:anonj{as t otros beneñcios, no se llenasen sino un año después de <]eclarada la vacancia, i que los fondos que les correspondian pasaran durante ese tiempo al Instituto Nacional (29); aplicó al mismo objeto una parte de la crecida subvención que se pagaba al seminario de la diócesis, hizo formar un estado de los bienes que pertenecian al anti- guo colejio carolino (30), mandó ceder al nuevo establecimiento mil pesos anuales como parte de una reducción hecha en el presupuesto de gastos del cabildo (31), i tomó otras medidas de detalle cuyo resul- tado no podía dejar de ser insuficiente para la obra que se proyectaba. Por un acuerdo posterior (30 de marzo), se mandó aplicar al Instituto el producto de un impuesto que existia sobre las herencias para re- denciones de cautivos, reduciéndolo solo a seis pesos por cada testa- mentó.

Este primer estudio de la cuestión hizo comprender al senado que seria imposible restablecer el Instituto Nacional si no se mantenia el acuerdo celebrado el 27 de julio de 18 13, según el cual el seminario de la diócesis quedaria incorpK)rado a él como parte del mismo estableci- miento (32). El presbítero don Julián Navarro, que desempeñaba el cargo de rector del seminario, aunque patriota exaltado, se opuso a esa medida; i sosteniendo ardorosamente la nulidad de aquel acuerdo, que por lo demás consideraba derogado por el hecho de haber sido supri- mido el Instituto bajo el réjimen de la reconquista española, elevó al gobierno en 6 de febrero de 18 19 una enérjica representación contra

(29) Senado del 19 de diciemhre de 18 18.

(30) Senado de 8 de enero de 1819.

(31) Senado de 14 de enero. Li reducción en el presupuesto de gastos del cabildo provenía principalmente de la supresión de las rogativas que a espensas de ese cuerpo se hacian cada año a san Marcos, san francisco Solano, santa Rosa i la virjen del Socorro. En lugar de ellas i de las ostentoeas procesiones con que se terminaban, se acordó que solo se cekbrara nna misa.

(32) Véase sobre estos antecedentes el § 3, cap. XVII, parte VI de esta Historia^ eo que hemos dado amplias noticias de aquel acuerdo, señalado entonces i mas tarde con el nombre de concordato.

Tomo XII 27

4l8 HISTORIA DE CHILE iSlp

la reunión de los dos establecimientos como contraría a los cánones i a los fueros de la iglesia (33). Una comisión compuesta de dos ecle- siásticos i de dos letrados laicos, todos ellos doctores de la universi- dad, fué encargada por el senado de estudiar esta cuestión, que las ideas reinantes hacian sumamente espinosa (34). Era aquella la renova- ción, bajo una nueva forma, de las antiguas e interminables competencias de la autoridad eclesiástica i de la autoridad civil, que ahora iba a de- batirse no solo a la luz de las leyes i de los cánones, como en tiempos pasados, sino bajo el imperio de aspiraciones creadas por el espíritu mas adelantado de la revolución. Como debia esperarse, la comisión informante se dividió en dos bandos. Los dos presbíteros presentaron al senado el 26 de febrero un estenso memorial en que, poniéndose resueltamente de parte del rector del seminario, sostenían que la reunión de este establecimiento al Instituto, perjudicial a los intereses pecu- niarios del primero, contraria a los propósitos i conveniencias del clero

(33) El presbítero Navarro era orijinario de Santa Fé, en las provincias arjentinas. Vino a Chile como capellán del rejimiento de granaderos a caballo, i fué nombrado rector del seminario en premio de esos servicios. Patriota vehemente, carácter ene- tmigo de toda sujeción, i ademas aficionado a la vida del mundo, cultivalia pocas relaciones con los eclesiásticos. En octubre ríe 1817, celebrándose en la Catedral de Santiago las exequias de los muertos en el sitio de Rancagua, el presbítero Navarro predicó un sermón (escrito |)or el doctor don Bernardo Vera, según se ve en la portada del opúsculo en que se imprimió), en el cual se trataba de prolMir la justicia de la re- volución hispano-americana con el apoyo de las teorías i hasta de los nombres de los filósofos del siglo XVIII, el cual produjo la peor impresión en el alto clero de San- tingf). Sin embargo, en esta ocasión en que corria peligro la existencia del seminario, ;se dejó influenciar por las autoridades eclesiásticas, i asumió una actitud arrogante i hasta descomedida con el gobierno civil. Cuando el senado redujo la subvención de cuatrocientos pesos mensuales que pagaba al seminario, mandando que las mensua- lidades correspondientes a los dos meses de vacaciones se dedicasen a la refacción <lel edificio destinado al Instituto, el presbítero Navarro presentó una protesta des- •comedida, en que decia que en caso de sostenerse esc acuerdo, él mismo cooperaría a que los alumnos no volviesen al colejio. (V^éase el senado de 16 de febrero). Su memorial contra la reunión de los dos establecimientos, no fué mucho mas teropla- ■do, i como se deia ver por las doctrinas que alK se desenvuelven, era la obra de otros eclesiásticos de mayor ilustración i de tendencias contrarías a la soberanía ■del estado.

(34) La comisión nombrada por el senado el 6 de febrero, era compuesta del canó- nigo don Domingo Errázuriz, que debia presidirla, del presbítero don Diego Antonio Elizondo, i de los letrados don José Antonio Rodríguez Al lea i don Gaspar Marín. Habiendo renunciado Elizondo esta comisión, el senado nombró en su reemplazo al presbítero don Bernardino Bilbao, también doctor en cánones como los otros.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 419

chileno, lo era mas tod.wía a las decisiones de los concilios i a las doctrinas de los canonistas. Aquella pieza, que no se distingue por la lucidez de la esposicion, estaba, en apoyo de la doctrina que sosten ia, recargada de hechos i de citaciones no siempre conducentes, pero que entonces debian parecer de una fuerza irresistible (35).

Los otros dos comisionados informaron pocos días después (el 16 de marzo) por separado, pero completamente acordes en sus conclusio- nes en favor de la unión de esos dos establecimientos. Uno de esos informes, escrito i firmado por el doctor don José Antonio Rodriguer Aldea, mereció un grande aplauso, i sirvió de apoyo a la resolución definitiva del senado i del gobierno. Aunque sin grande arte de com- posición, i con formas literarias muchas veces oscuras i embarazadas, e> doctor Rodriguez demostraba toda la argucia de un abogado esperto para combatir los argumentos de los contrarios, i para eludir las dificultades donde se trataba de esplicar ciertos hechos o de impugnar doctrinas desfavorables, i agrupaba un gran numero de citaciones de los concilios i de los espositores ¡ comentadores, como podria hacerlo el mas distin- guido i erudito canonista de las colonias españolas. Después de la es- posicion de las doctrinas legales, entraba en otro orden de argumentos sobre el brillante porvenir que el desarrollo científico deparaba a la América, sobre la necesidad de que los sacerdotes que se formaban en los seminarios estudiasen también las ciencias profanas que iban a en- señarse en el Instituto, i sobre la necesidad que la patria tenia de hom- bres ilustrados. Ese informe, que en cierto modo era la espresion de las ideas de los patriotas mas adelantados, se pronunciaba casi sin embozo por la educación laica sobre la que daba el clero. El senado aprobó el mismo dia aquellas conclusiones, i la reunión del seminario al Insti- tuto quedó definitivamente resuelta (36).

(35) "Este informe está publicado en las Sesiones de tos cuerpos lejislativos^ tom. II, páj. 304-7.

(36) £1 informe del doctor Rodriguez Aldea causó así en el gobierno como en el público una impresión estraordinaria, i dio a su autor un gran prestijio en la opi- nión. Se creia que esa pieza, preparada con verdadera habilidad, i recargaiia coi> citaciones de toda clase, era la mas alta espresion de la ciencia jurídica i canó- nica. £1 senado acordó el mismo dia elevarla al gobierno para que la hiciera pu- blicar en apoyo de la resolución que se habia tomado, i dnr las gracias en térmi- nos laudatorios al doctor Rodriguez, '«que habia sabido preferir, decía, la libertad de su pais a los premios i empleos serviles de la tiraniaii, alusión a la nueva actitud de aquel, después de haber sido notable servidor de la causa realista. El infor- me fué publica<lo entonces en un opúsculo, con uní corta introducción histórica de la cuestión que lo habia motivado, i con los documentos relativos a su aprobación, í

420 HISTORIA DE CHILE iScp

Resuelta esta dificultad» i arreglado el edíñcio que debía ocu|)ar el nuevo establecimiento, se procedió al nombramiento de profesores^ de acuerdo con la autoridad eclesiástica, llamando al servicio a los anti- guos maestros de la universidad de San Felipe que estaí>an dispuestos a seguir en la enseñanza. La instrucción jeneraly o propiamente secun- ^ria, estaba representada por dos clases de latín i castellano, una de elocuencia, una de filosofía, una de francés e ingles i otra de dibujo. Los estudios superiores serian los de leyes, con sc^o dos clases; los de medicina con otras dos; los de injeniería con una clase de matemáticas i otra de física, i los de teolojía con otras dos clases. £1 cargo de rector fué confiado al canónigo don José Manuel V^erdugo, hombre de mo- desto sal>er, pero acreditado como predicador i como patriota. £1 se- nado, en urka proclama dada a luz el 3 de )unío, después de recordar las dificultades vencidas, i la obligación de los ciudadanos de educar a sus hijos para crear una jeneracion virtuosa i social por principios, libre de los errores envejecidos i de hábitos perjudiciales, anunció al piiÜ)lico la próxima apertura del Instituto Nacional en los términos si- guientes: ••£n catorce cátedras desempeñadas por otros tantos escoji- dos maestros, decentemente dotados, se enseñarán bs gramáticas cas- tellana i latina, las lervguas inglesa i francesa, la relijion por principios 1 con referencia a los deberes domésticos i sociales, la lójica i meta- física, la filosofía moral, la elemental, los derechos natural i de jentes, economía política, matemáticas puras i mistas, dibujo, jeografía, física esperi mental, cronolojía. Leyes patrias i canónicas i práctica forense, teolojía dogmática i moral, sagrada escritura, historia sagrada i liturjia, medicina teórica i práctica, cirujía i anatomía. La botánica i la química

se halla reproducido en las Sesiones de hs cuerpos lejíslativos^ tomo 11, páj. 353-68. El aplauso con que fué recibido, justificó poco mas tarde la elevación de Rodríguez ^1 altó puesto de ministro de hademla.

Por el momento, el clero se abstuvo de protestar contra el informe del doctor Ro- dríguez, sea porque lo considerase inatacable, sea, lo que es mas csetbie, q«e no se atreviera a condenar un documento subre el cual había recaído la espresa aprobacioa dd gobierno. Pero en julio de 1820 apareció un opúsculo anónÍMO coo el título de Pmptl qtit da al púbUcú im sacerdatt idioia del camp^. Era una esposicioa recargadm de citas de las escrituras, i de los santos padres i teólogos, i acompaSada de leyei»- das de roilagrcs, dirijida a impugnar el informe del doctor Kndriguea. Aunque ese cacrílo era mas o menos inofensivo, Rodriguex, ya ministio de bacienda, se presentó ak senado en 3 de agosto denunciándolo en su carácter de ciudadano particniar, para <}ae fuera pasado a la junta censora de la libertad de imprenta i jocgado en coose- caencia. Asi se hizo en efecto por el órgano del ministro de gobierno; pcfo no IKKlido deicabsir qaé desenlace tuvo esta acusado».

l8l9 PARTK OCTAVA. CAPÍTULO XVI 42 I

con la mineralojía, tendrán en breve sus peculiares cátedras, como las escuelas militares i náutica, n

La apertura del Instituto se hizo con grande aparato, para darle la mayor solemnidad posible. El i8 de julio de 1819, las tropas que guar- necian a Santiago estaban formadas en la plaza, i abrían calle hasta las puertas de aquel establecimiento. Después de una misa de gracias can- tada en la Caredral i de un sermón patriótico alusivo a aquella fícsta, el director supremo acompañado por los senadores i por los ministros de estado, se dirijió al Instituto, donde el rector del establecimiento pronunció un discurso congratulatorio. Uno de los alumnos dirijió la palabra al supremo director para aplaudir, a nombre de sus compa- ñeros, el celo del gobierno en favor de la enseñanza de la juventud (37). Fué aquel un día de contento para todos los que tenian fe en los be* neñcios que habían de resultar para la patria, del cultivo i del desarrollo de las ciencias.

El Instituto había abierto sus aulas sin contar mas que con los treinta alumnos del seminario. A fínes de ese año ese numero se había elevado a cíen convictoristas o internos, i a mas de doscientos manteistas o estemos; i el año siguiente esperimentó un aumento mayor. Los exá- menes que se rindieron en diciembre, los actos püblicos o certámenes periódicos que celebraban los alumnos, i los discursos en latín i en cas- tellano que allí pronunciaban, fueron muí aplaudidos (38). El director supremo, con el propósito de estimular a los profesores i a los alum- nos, concurría frecuentemente al Instituto, visitaba las clases i trataba de remediar las necesidades que se le hacían notar. Sin embargo, los primeros frutos de aquel establecimiento no podían corresponder a las esperanzas de sus fundadores. Los profesores, educados bajo el réjimen de la colonia, tenían, en su jeneralidad, solo los escasos conocimientos que entonces se podían adquirir, i como método de enseñanza, seguían la vieja rutina, el estudio de memoria, i la discusión de tesis teoló<* jícas o fílosóñcas a la antigua usanza. Faltaban en el establecimiento» como faltaban en el comercio no solo los titiles mas indispensa- bles para el estudio sino los libros elementales que podían usar los

(37) La Gaceta Ministerial en su número de 31 de julio hizo una descripción de aquella fiesta, e insertó los discursos que aquí recordamos; pero la fecha de esa cere- monia está equivocada en ese periódico.

(38) La Gaceta Ministerial át 20 de mayo de 1820 publicó dos informes del senador protector del Instituto don José Ignacio Cienfuegos sobre esos exámenes i sol)re los progresos de la enseñanza.

4 22 HISTORIA Dl£ CHILE 1819

alumnos, de tal suerte que éstos estaban obligados a copiar casi tratados enteros de ciertas materias según los pocos ejemplares que era posible procurarse. El curso de medicina, para el cual el profesor Gra- jales habia preparado con no pocas contrariedades un plan de estudios bastante adelantado para la época, no pudo abrirse siquiera (39).

Conviene advertir que la profesión de médico, ejercida de ordinario por modestos curanderos, era entonces mirada en menos. £1 senado habia querido regularizar su ejercicio, exijiendo que solo pudiesen ser- virla los médicos titulados. Según una estadística formada en febrero de 1819, habia solo ocho médicos, tres de los cuales eran simples ci- rujanos que por no saber latin, recetaban en castellano, lo que se con- sideraba una inferioridad cientíñca; si bien habia muchos individuos, en su mayor parte estranjeros, que practicaban pilblicamente la medicina sin poseer título alguno, ni haber rendido exámenes. Para poner atajo a este estado de cosas, el senado, por acuerdo de 24 de abril de 18 19 restableció el tribunal del protomedicato con las atribuciones i autori- dad que le daban las leyes españolas. A pesar de esto, fué por entonces necesario tolerar que siguieran curando como médicos, diversos indi- viduos que sin título profesional desempeñaban las funciones de ciru- janos de ejército, hasta que por resolución del protomedicato de 10 de enero de 182 1, sancionada por el director supremo, se puso término defínitivo a esa situación, prohibiendo bajo las penas señaladas por las leyes, que persona alguna que no hubiera rendido los exámenes del caso, ejerciese la profesión de médico (40),

Por razones de economía, como ya hemos dicho, el senado había suprimido a principios de 18 19 la academia militar fundada dos años antes. Ese establecimiento habia servido para dar una tijera instruc- ción puramente técnica a los jóvenes que se incorporaban al ejército en el rango de oñciales. Pero O'Híggins meditaba la fundación de otro de carácter mas científíco. «Poco habríamos conseguido con los

(39) El lector encontrará referidos estos hechos con mayor amplitud de detalles sobre ciertos puntos en los cap. XVI i XVII de Los primeros años del Instituto Na- cional {\%\y\%'^^ por don Domingo Amunátegui Solar.

(40) Esta resolución i sus antecedentes, fueron publicados en la Gaceta del 3 de marzo de 1821. Es digno de conocerse el informe en que el protomedicato apoyalia su parecer por cuanto esplica las causas de la tolerancia que habia existido, i los males que ella produjo.- Según esa resolución, los practicantes en medicina, farmacia i flebotomía que no tenían titulo, podían regularizar su situación dentro de ocho üias, rindiendo sus exámenes ante el protomedicato, sin que se les exijiera gasto alguno.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 423

esfuerzos i sacrificios consagrados a nuestra libertad, decía al senado ^n oficio de 21 de setiembre de 182 r, sino la aseguramos sobre bases estables i duraderas, cuales son la propagación de las luces. m En con- secuencia, proponía la creación de un liceo militar en que se formarían militares ilustrados i verdaderos injenieros, dotados de conocimientos teóricos en matemáticas, fortificación, ataque i defensa, artillería i si era posible, en náutica. "Habrá en este eslablecimierito, agregaba, un depósito topográfico con planos i croquis militares i jeográficos que por comisiones se levanten en el estado, como así mismo itinerarios de lonjitud i en círculos, con todas las descripciones gráficas ¡ demás inhe- rentes a esta sublime facultad. «i Pero aunque el director supremo in- sistió dos meses mas tarde (19 de noviembre) con mayor empe5o en la aprobación de este proyecto, el senado, reconociendo la utilidad del establecimiento de un cuerpo de injenieros militares, resolvió que su creación era imposible en aquellas circunstacias por la falta de recur- sos, sin perjudicar otros ramos del servicio (41).

Conjuntamente con el Instituto Nacional, se había querido reinstalar la biblioteca piíblica creada en 1813, i que el gobierno de la recon- quista había cerrado dos años después. Los libros reunidos hasta en- tonces, estaban en parte encajonados i en parte destinados al uso esclu- sivo de los doctores de la universidad. Pocos días después de la victoria de Chacabuco, estando San Martín preparándose para ir a Buenos Aires, el cabildo de Santiago puso a su disposición la cantidad de diez mil pesos para los gastos de viaje. El jeneral en jefe se escusó de reci- bir ese obsequio, pidiendo que aquella suma se aplicara al restableci- miento de la biblioteca nacional. El cabildo no pudo entregarla por entonces; pero en enero de 18 19, habiendo hecho el senado conside- rables economías en el presupuesto de la ciudad, dispuso que como parte de ellas, entregara el cabildo anualmente mil pesos para el soste-

(41) Senado de 22 de noviembre de 1819. El supremo director había indicado que cuatro injenicrus militares que estaban al servicio de Chile bastaban paia plantear ese establecimiento. Dos de ellos que se dieron a conocer por diversos trabajos, don Alberto Backler d'Albe (francés) i don Santiago Ballarna (español), eran en efecto, verdaderos injenieros, i habrían sido excelentes profesores del proyectado liceo mi- litar,— Entonces i mas tarde, manifestó el director supremo el mas decidido interés por atraer a Chile injenieros i naturalistas que mediante contratos, se encargasen del estudio del territorio i de sus producciones, i que levantasen buenas cartas jeo- gráficas. Sus dilijencias no produjeron el resultado que apetecía; pero O'Higgins fué el iniciador de los trabajos emprendidos por nuestros gobiernos en favor de los estudios de este jénero.

424 HISTORIA DE CHILE 1819

nimiento de la biblioteca. Don Manuel Salas, encargado de organizar- ía, desplegó en este trabajo todo el celo que siempre ponia al servicio de toda obra de beneficencia o de difusión de las luces i de la cultura. Solicitó donativos de todas las personas que podian hacerlos, recolectó así los fondos indispeiisables para arreglar estanterías i para el modesto pago de los empleados subalternos, i se procuró algunos centenares de libros para aumentar el fondo de la biblioteca. A mediados de julio de 1820, cuando este establecimiento fué abierto al publico, con- taba 8,510 volúmenes. A pesar del empeño de su intelijente director, ese establecimiento prestó por entonces mui limitados servicios por la falta de hábitos de estudio i de lectura que habia en el publico, i por- que los libros reunidos, en su mayor parte tratados teolójicos i jurí- dicos en latin i en castellano, interesaban a mui pocas personas, fuera de los eclesiásticos i de los abogados (42).

(42) La Gaceta Ministerial de 20 de julio de 1820 dio cuenta de estos trabajos i dilijencias para reinstalar la biblioteca nacional de Santiago, i publicó una lista de los individuos que hasta entonces habian contribuido con sus donativos de libros. Figuran en ella don Diego Antonio Barros con 105 volúmenes, el doctor Grajales con varias obras de historia natural i de quimica, el mayor don Guillermo MUler con un ejemplar de las obras de Shakspeare, etc., etc.

Algunos viajeros ingleses que visitaron en aquellos años (1821 i 1828) la biblio- teca nacional de Santiago, dieron acerca de ella* noticias mui stfmarías, pero que es curioso recordar. Uno, Peter Schmidtmeyer (Trovéis into Chile^ over the Andes^ London, 1824), dice, páj. 328, que "si se toman en cuenta las dificultades que ha* bia que vencer i los gastos que era preciso hacer, aquella biblioteca podía conside- rarse numerosa; i que fué enriquecida por la captura de un buque que se dirijia a Lima con una valiosa colección de libros:ii i concluye elojiando la intelijencia i la urbanidad del bibliotecario, así como su celo ilustrado por difundir las luces en el pais. Maria Graham, mas tarde Lady Callcott, por su matrimonio con el célebre paisajista de este nombre, en la páj. 235 de su libro {Journal of a residence in Chile f London, 1824) hace iguales elojios del bibliotecario don Manuel Salas; dice que en ese establecimiento habria unos 10,000 volúmenes, que entre los pocos que habia en lengua inglesa estaban los viajes de Vancouver, i refiere que pasando cerca de la sección de jurisprudencia, el doctor don Casimiro Albano que se hallaba presente, le dijo: "Esta es la plaga de Chile,» aludiendo a la frecuencia de litijios a que daban orijen la sui>erabundancia de leyes i de comentadores. Mis Graham hizo a la biblioteca un valioso obsequio de libros, según refiere John Miers (Trovéis in Chile and La Plata, London, 1826), vol. II, páj. 257. Véase igualmente Cald* cleugh's 7rat*els in South Anutica, London, 1 825, vol. I, páj. 374.

La biblioteca nacional de Santiago tuvo en esa época una oportunidad de hacer ana brillante adquisición. El célebre jeneral don Francisco Miranda, al partir para Venezuela, en 1810, habia dejado en Londres una biblioteca de su propiedad» compuesta de unos diez mil volúmenes. Don Andrés Bello que la frecuentó mucha

19 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 425

prensa pe- 5, Sin embargo, el movimiento que la revolución ica 1 as es- j^j^i^jj^ comunicado a los espíritus, las esperanzas que

patrióticas: su .

'^'^"i^xiencia sobre ella hacia nacer, la comunicación con numerosos es- ^s espíritus. tranjeros que venian de paises mucho mas cultos o

^^e los habian visitado, comenzaban a disipar esa atmósfera de igno- ^^ncia, de preocupaciones i de supersticiones que se respiraba bajo el ^^jimen colonial. En la buena sociedad se hablaba con interés de lo ^ue ocurría en otros países; i el eco de las ideas europeas penetraba lentamente, infundiendo en la nueva jeneracion aspiraciones descono- cidas hasta entonces.

La prensa periódica habría podido contribuir eficazmente para afian- zar ese movimiento de los espíritus; pero, como ya lo hemos visto, por causas miiltiples, ella no habia alcanzado a echar sólidas raices en el pais (43). Los diversos periódicos fundados en 1818 habian ido desapa- reciendo uno en pos de otro. En mayo de 181 9 inició don Juan Gar- cía del Rio la publicación de otro periódico bisemanal titulado El Telégrafo que llegó a tener un año^de vida. Mas noticioso aun que los anteriores, así acerca de los sucesos del pais como de los del estran- jero, publicó ademas numerosos artículos sobre la revolución hispano- americana o sobre política jeneral, i por medio de reseñas bibliográficas regularmente dispuestas e inspiradas por un espíritu de libre discusión

durante largos años, nos decía que por la variedad de materias i la discreta elec- ción de los libros i de las ediciones, era aquella una de las mas ricas colecciones que podía formar un particular. Muerto el jeneral Miranda en los presidios de Espa- ña en 1816, sus albaceas trataron de venderla, i por conducto de don Antonio José de Irisarri la ofrecieron al gobierno de Chile por la suma aproximativa de cuatro a cinco mil libras esterlinas. O'Iiiggins, que conservaba un particular afecto a la me- moria de Miranda, i que daba grande importancia al incremento de la biblioteca na- cional, quiso comprarla; pero el senado, en sesión de 2 de junio de 1820 resolvió que dada la situación precaria por que atravesaba Chile, •'debía reservarse para otro caso el pensar en bibliotecas i en otros engrandecimientos propios de los tiempos mas serenos. »

Habiendo muerto en 1S16 el célebre patriota don José Antonio Rojas, sus here- deros pusieron en venta pocos años después en Santiago la biblioteca de su propiedad que habia formado en Europa, según contamos en otra parte (véasela nota 12 del cap. XIV, parte V de esta Historia). Esa biblioteca, por el número i la calidad de sus libros, era la mas preciosa que hubiera en Chile; pero no halló compradores. Una parte de ella fué dispersada desordenadamente entonces; i el resto fué donado jenerosamente en 1868 por los últimos herederos de Rojas, a la biblioteca del Ins- tituto Nacional.

(43) Véase el § 9, cap. IX de esta misma parte, i particularmente la nota final de ese capítulo.

426 HISTORIA DE CHILE 1819

que iba de frente contra las ¡deas i preocupaciones reinantes, llamó la atención del publico hacia libros de filosofía, de historia i de ciencia?, cuya lectura creía üiil recomendar para difundir las doctrinas moder- nas (44). Mucho menos interés i también menos valor histórico tiene otro periódico que en agesto de ese mismo año comenzó a publicar el doctor don Juan Egaña con el título de Cartas fehuenches. Supone que

(44) El Teltgiafoy anunciado por un prospecto de cuatro pajinas, comenzó a pu- blicarse el 4 de mayo de 1S19, i subsistió hasta abril del año siguiente, coq muí pe- queñas interrupciones. Asf, en su número 19 de 20 de julio anunciaba que el periódico no habia podido publicarse en la semana anterior porque la imprenta (del gobierno) babia estado ocupada en la impresión de las comunicaciones de Lord Cochraoe sobre su primera campaña naval a las costas del Perú. El director i redactor del perió- dico era don Juan García del Rio, sub-secretario de relaciones esteriores, de quien hemos tenido ocasión de hablar anteriormente. Escribieron también algunos jóvenes chilenos, distinguiéndose entre ellos don Joaquín Egaña, hijo del célebre doctor don Juan; joven que anunciaba una notable intelijencia i que falleció en edad temprana, de 22 años, scgun creemos.

García del Rio, que discutió alU con lucimiento diversas cuestiones de derecho público, daba mucha importancia a la publicación de noticias, utilizando para ello no solo los documentos oficiales sino las comunicaciones escritas o verbales de carácter particular. Si bien esas noticias son jeneralmente sumarias e incompletas, merecen examinarse, i en este sentido. El Telégrafo es un útil auxiliar de información histó- rica. Para lus escasos lectores que entonces tenían los periódicos en Chile, eran te - davia mas útiles las noticias que García del Rio publicaba sobre las ocurrencias de España, i sobre la revolución de Méjico, de Nueva Granada i de Venezuela, i los datos estadísticos i jeográíicos sobre estos paises.

Pero, la sección mas nueva i orijinal de ese periódico era la parte literaria, es de- cir los artículos en que García del Rio hacia el análisis de ciertos libros que debían ser entonces enteramente desconocidos en Chile, i sobre los cuales quería llamar la atención de las personas que en este país tenían algún ínteres por el estudio. Dio a conocer algunas obras cíentilicas, i otras históricas i literarias como los escritos de Gínes de Sepúlveda contra Las Casas, las "Investigaciones históricas i jeográficas sobre el nuevo mundon por Scherer, i el poema de Barlow ("The Columljiadn). En algunos de esos juicics críticos, se percibe un propósito innovador i revoluciona- rio que entonces debió producir un grande escándalo que va hasta aplaudir el ** En- sayo sobre las preocupaciones!) del barón de Holbach, pero atribuido a Dumarsais^ la "Moral univeisaln del mismo autor, í algunos escritos de Raynal. En el núoa. 45, publicó García del Río un fragmento de un libro de Mercier, que habia sido prohi- bido por el papa i por el reí, según contamos en la nota 18, cap, XXVII, parle V de esta Historia. Uno de los profesores del Instituto, el padre frai Tadeo Silva, eclesiástico de cierta cultura, pero muí intolerante, denunció al senado en 20'dc diciembre de 18 19 uno de los escritos de García del Río como "contrario al honor de la iglesiaif, por cuanto allí se pronuncial>a contra la indisolubilidad del matriz monío. £1 escrito fué remitido a la junta de censura; pero ignoramos el resultado del juicio.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 427

un indio araucano establecido en Santiago, escribe a un compatriota suyo que reside en sus tierras, para esplicarle la revolución de Chile, el estado moral de este pais i las reformas que convenia introducir en la organización del pais. Fuera de uno que otro rasgo de carácter his tórico sobre las ocurrencias de la revolución que es posible descubrir allí, no se halla en esa publicación mas que fatigosas disertaciones críticas sobre los vicios i defectos de la antigua organización social i política, i sobre los medios de modificarla (45). Otro periódico de ma- yor significación i de mayor alcance, publicado en 1820 con el título de El Censor de la rei'olucion, al paso que exitaba los ánimos en favor de la espedicion libertadora al Perú, inició contra las tendencias de- mocráticas de la revolución, una propaganda que no dehia hallar eco en el pais, según habremos de verlo mas adelante.

En garantia de la libertad de imprenta, pidió el senado (6 de mayo de 1 819) que se pusiera en vigor la Ici dictada en 23 de junio de 18 13 por la junta gubernativa que entonces ejercia el mando. Esa lei que hemos examinado en otra parte (46), aunque vaga e indeterminada en algunas de sus disposiciones, era bastante liberal en su espíritu, i re- conocia en todo ciudadano el derecho de publicar sus opiniones sobre cualquier materia con escepcion de las que se relacionaran con asuntos relijiosos. Foresto mismo, podia ofrecer peligros en una época en que la tranquilidad pübh'ca no estaba sólidamente asentada. El director supremo la sancionó sin embargo el 13 de julio, i dos dias después hizo en el palacio de gobierno, en consorcio con el senado i con el ca- bildo de Santiago, la elección de las personas que debían componer la junta protectora de la libertad de imprenta (47). Apesar de esta garan-

(45) Aunque la primera de esas cartas lleva la fecha de 14 de enero de i8i9,solo co- menzaron a publicarse el 5 de agosto de ese año. £1 doctor Egaña había querido ha- cer una obra semejante a las Carias man-necas del escritor español Cadalso (pálida imitación de las célebres Cartas persianas de Monteequieu), pero ni por la forma ni por el fondo el periódico chileno se acerca a aquel modelo. La idea de un indio araucano que diserta sobre filosofía moral i política como un doctor de una universi- dad americana, que habla de leye?, i que apoya sus doctrinas en la historia de Fran- cia, hace desaparecer todo color local, a la vez que la falta de movimiento i de novedad priva e^os escritos de todo ínteres.

(46) Véase el § i. cap. XVII, parte VI.

(47) La lei, sin embaigo, no fué publicada en la Gaceta vi tu is ten'al s\i\o el 23 de octubre de 1819, junto con el acta de la elección de la junta protectora de la liber- tad de imprenta. Esa junta quedó compuesta de siete miembros propietarios i de ca- torce suplentes. Entre éstos últimos había seis eclesiásticos.

428 HISTORIA DE CHILE 1819

tía, la prensa siguió guardando una gran moderación para juzgar los actos del gobierno, no por cierto porque faltaran quienes quisiesen censurarlos con violencia i acritud, sino porque se creía que todo ata- que destemplado, que sin duda debia producir un escándalo en la opi- nión tan poco preparada para el uso de la libertad de la prensa, habría sido reprimido enérjicamente, i sin sujeción a la lei (48), o a lo menos la junta protectora habria entregado irremisiblemente al autor del es- crito a la acción severa de la justicia ordinaria.

Los escritos de la prensa, aunque ordinariamente modestos i casi podria decirse pobres por sus formas literarias, señalaban los triunfos alcanzados por la revolución en Chile i en los otros pueblos america- nos, demostraban los beneficios que estos paises debían gozar en un porvenir no lejano bajo la éjida de la iiidependencia i de la libertad, exaltaban el orgullo de los antiguos colonos que se veian elevados al rango de hombres libres, i excitaban el amor a la patria i a las nuevas instituciones. Pero habia ademas otros resortes que llevaban mas direc- tamente a este resultado. I^s celebraciones publicas con que era reci- bida cada noticia de triunfo, o cada aniversario patriótico, llevaban el contento a los espíritus, i'despertaban un grande entusiasmo. £1 12 de febrero, aniversario de la batalla de Chacabuco i de la jura de la inde- pendencia, era celebrado con misas de gracias, con sernion patriótico» con parada militar, con iluminaciones, con fuegos artificiales i con dis- cursos aparatosos. Celebrando dos meses después el primer aniversario de la victoria de Maipo, la Gaceta Ministerial decia estas palabras:

(48) Esto fué en efecto lo que ocurrió mas tarde en el caso de la publicación de El Independiente por el francés Brandt (en algunos documentos se le denomina norte-americano), que hemos recordado en la nota del capitulo anterior.

Hasta entonces no habia en Chile mas que una sola imprenta, la del gobierno. En enero de 1820, un individuo llamado don Esteban Valles se presentó al cabildo para establecer otra de su propiedad a fin de publicar periódicos i libros, con la promesa de (lar al gobierno cuatro ejemplares de cuanto imprimiese. Informando sobre el particular, el procurador de ciudad apoyó la solicitud; pero propuso que Valles entre gase un solo ejemplar para la biblioteca pública, i que anualmente pagase trescientos pesos en dinero a beneHcio de la casa de niños espósitos. El cabildo modificó esa re- solución en el sentido de que se exijiesen al impresor cuatro ejemplares, uno de ellos para la biblioteca, i los otros tres para que fuesen vendidos a favor de aquel estable- cimiento de beneficencia. El senado, que entendió en este asunto en su sesión de ^ de febrero de 1 820, acordó en esa forma el permiso que se solicitaba, elevando a 7 el número de ejemplares que debian entregarse. Estas i otras disposiciones i refe- rencias que hallamos en los documentos de la época, re\*clan que la profesión de impresor era entonces, i siguió siendo mucho tiempo mas, sumamente modesta.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 429

•«Gradas a este triunfo i a la creación de la marina nacional, no voU veremos a ser esclavizados, ni las tinieblas cubrirán otra vez estas re- jiones, sobre las cuales ha comenzado a rayar una luz benéfíca. Gracias a la jornada de Maipo i a la firme resolución de los hijos de Colom- bia, en todo este continente, manchado de sangre i de crímenes por ía corru|KÍon t la avaricia española, se ha de establecer ti culto de lajus^ ticiai de la libertad. n El 25 de mayo, por ser el aniversario de la ins- talación del primer gobierno nacional en las provincias unidas del Rio de la Plata, se celebró otra fiesta mas ostento«ía todavía, con asistencia oficial del director supremo, del senado i de todas las corporaciones civiles i militares (49).

Las fiestas de setiembre, con que se recordaba la creación del primer gobierno nacional en Chile, tuvieron ese ano una solemnidad estraor- dínaria. Para dar tiempo a que se terminaran todos los aprestos que hacia el cabildo a sus espensas, fué necesario retardarlas'diez dias. £1 director supremo habia encargado al doctor don Bernardo Vera, el poeta mas afamado de la colonia, la composición de un himno patrió- tico que reflejara el sentimiento nacional en favor de la independencia. Vera preparó con gran rapidez el himno que se le pedia. Remitido al senado el 20 de setiembre, este alto cuerpo le dio el mismo dia una calorosa aprobación; i mandó que oficialmente se le llamara »can- cion nacional de Chile»», que se imprimiera en numerosos ejemplares, i que se repartiera en todo el estado, i particularmente a los alumnos del Instituto i de las escuelas (50). Ese canto, imperfecto en su versifi- cación e incorrecto en su forma, pero inspirado por un ardiente patrio- tismo i sembrado de rasgos varoniles i guerreros, habia sido puesto en música por un modesto profesor de este arte llamado don Manuel Ro- bles; i el director supremo que dio su aprobación a este trabajo, mandd por otro decreto de ese mismo dia que en adelante toda representación teatral se abriese con el canto de la canción nacional . Aunque el estado de Chile usaba desde 181 7 un escudo de armas emblemático de su libertad, no habia sido sancionado por el poder lejislativo. El su- premo director hizo esculpir en piedra ese escudo por don Ignacio de

(49) Esta Besta está prolijamente descrita en El Tetéí^rafo número 8, donde se ^zn noticias del banquete i baile dados por el coronel Guido, ájente diplomático del go- biemo de Buenos Aires.

(50) La Gaceta del 2 de octubre siguiente publicó el oficio en que el gobierno dí6 «a. voto de aplauso i de.gracias al doctor Vera por el acertado desempeño de aquel encargo. '

430 HISTORIA DE CHILE 1819

Andía i Várela, caballero aficionado a esta clase de trabajos, que hemos tenido ocasión de citar antes de ahora; i cuando éste hubo desempeñado su comisión, el senado, a petición dtl supremo majistrado, acordó el 23 de setiembre que aquellas serian las armas del estado, i que fuesen colo- cadas como tales sobre la puerta de la casa de gobierno (5 1 ). Esta ope- ración se ejecutó dos dias. después en medio de una lucida parada militar.

Este acto inauguró las fíestas nacionales que se prolongaron hasta el 29 de setiembre. IjSl plaza central, denominada desde entonces «de la independencia, II habia sido adornada con un espacioso entarimado en cuyos ángulos se levantaban vistosas pirámides llenas de pinturas ale- góricas i de inscripciones patrióticas, que también se habian puesto en los principales edificios públicos. Esas inscripciones consistían en estro fas poéticas de escaso mérito; i aquellas pinturas desprovistas, sin duda, de todo valor artístico, recordaban al pueblo las victorias alcanzadas sobre la antigua opresión, i los beneficios de todo orden que habian de producir la independencia i la libertad. La profusa iluminación de la plaza i de la ciudad entera, los fuegos artiñciales, las bandas de música militar que hacian oir los acordes de la nueva canción nacional, i un suntuoso baile dado por el cabildo en el edificio del consulado, dieron animación a las noches de aquellos dias de contento i de espansion patriótica. i'Pero el acto mas grato a los ojos de la filosofía, dice una prolija descripción de aquellas fíestas, fué la visita de cárcel que prac- ticó en la mañana del 29 S. E. el supremo director, acompañado de los funcionarios de la administración de justicia. n Haciendo uso de las

(51) Según la descripción que consigna el acta respectiva del senado, **se tendriar por armas de la patria un escurlo formado en campo azul oscuro, ubicada en su cen- Xro una columna de orden dórico sobre un pedestal de mármol blanco encima del mundo nuevo americano, submontada de un letrero que dice Libertad^ i sobre éste una estrella de cinco puntas representante de la provincia de Santiago; representán- dose a los lados de la columna otras dos estrellas iguales por Concepción i Coquim bo, orlado todo de dos ramas de laurel, atados sus cogollos con una cinta i rosa tricolor, apareciendo en circuito toda armería, por el orden de caballería, infantería- dragones, artillería i bombardeiia, con los demás jeroglíficos alusivos a la vil cade- na de esclavitud que supo romper la América, n Este escudo, complicado i de ma gusto, fué tenido por armas del estado hasta 1834 en que por leí de 26 de junio- fué reemplazado por otro mucho mas sencillo i elegante, que es mantenido hasta hoi tn ese carácter. £1 escudo esculpido en piedra por Andfa i Várela, i colocado en 25 de setiembre de 1819 sobre la puerta de la casa de gobierno (hoi intendencia de .Santiago, fué conservado allí basta seiiembre de 1841, en que fué reemplazado por el nuevo escudo de^estuco que sul>siste hasta ahora.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍIULOXVI 43I

facultades que le daba las constitución, concedió la libertad a once reos de delitos leves, conmutó la pena de muerte a que debian ser con. denados cinco facinerosos, i dictó otras medidas para mejorar k con-^ dícion de los infelices presos (52). ««Tales han sido las fiestas cívicas de Chile, añade la relación citada; fiestas en que se ha observado en todas las clases del pueblo el mas alto grado de entusiasmo i el rego- cijo mas puro, sin que haya habido un solo acto que perturbase la tranquilidad i el contento jeneral; fiestas que nos recuerdan el dia en que nacimos a la libertad, i que se renovarán todos los años mientras se conserve en Chile el fuego sagrado del amor patrio. n

En medio del contento que producian los triunfos de la causa nacio- nal i del entusiasmo desplegado en las fiestas en que se les celebraba, habia un hecho evidente que era depresivo para el orgullo del gobierno i del pueblo chileno, i que ademas era un motivo de justas inquietu- des. Después de nueve años de revolución, i sobre todo después de las espléndidas victorias que en mar i en tierra habian afianzado definiti- vamente la independencia nacional, Chile, que rompiendo con las leyes i con las tradiciones administrativas del réjimen colonial, habia abierto sus puertos al comercio de todas las naciones, i ofrecia a los hijos de éstas una jenerosa hospitalidad que les prometia enriquecerse i tener una segunda patria, no recibía de ninguna de ellas muestra alguna ofi- cial de simpatías, i mucho menos un acto que indicase que ese estado de independencia iba a ser reconocido. Los documentos de la época i la prensa misma, revelaban con frecuencia cuan grande era la mortifi- cación que producia entre los hombres encargados de la dirección de los negocios públicos, aquella actitud de indiferencia i de reserva de las potencias estranjeras a quienes se habia comunicado la solemne declaración de la independencia nacional. El senado llegó a creer que aquel estado de cosas podia modificarse mediante el envió de ajentes diplomáticos a los países estranjeros; i al efecto, por acuerdo de 1 1 de noviembre de 18 19, pidió al director supremo que nombrara algunos de esos enviados, particularmente para el Brasil, donde seguía residien- do la corle del Portugal, i para los Estados Unidos, en la persuacion, decía, de que la situación política de esas naciones, era favorable para llegar al resultado apetecido. Aunque el director supremo pro-

(52) Ei Telégrafoy que publicó en su número de 8 de octubre la minuciosa relación de estas fiestas, insertó también las inscripciones poéticas de que hablamos en et texto. En la Gaceta Mimsteriai de 9 de octubre se rejistran tres de los discursos dirijid( s entonces al supremo director.

43^ HISTORIA DE CHILE 1819

metió hacerlo así, luego hubo de reconocerse que aquella tentativa

impondría un gasto considerable i absolutamente infructuoso.

•6. Nacionalización 6. A pesar de la situación jeográfíca de Chile,

de los estranieros, jij*^» 1 ij-r» «ji

de los españoles 1 de la distancia que lo separaba de Europa, i de! de los indios. escaso conocimiento que allí se tenia de sus condi-

■ciones naturales i de los progresos de su revolución, un numero de estranjeros relativamente considerable, particularmente inglese?, habia venido a establecerse en sus ciudades comerciales, Valparaiso i Santiago, i en los asientos mineros del norte. La lei los amparaba en ^us vidas i en sus negociaciones, i las familias chilenas, o a lo menos la mayor i la mejor parte de ellas, los recibia con franca hospitalidad, apesar de las preocupaciones relijiosas i de las ideas que sobre ellos habla creado el aislamiento de la vida colonial. Pero, si el espíritu adelantado de los hombres de gobierno habia podido hacer esas decla- raciones, no habia alcanzado a vencer las resistencias vulgares hasta equiparar la condición de los estranjeros con la de los nacionales. Ya liemos visto que a aquellos estaba prohibido el tranco de cabotaje i el comercio al menudeo, sobre todo en los pueblos del interior; pero estas trabas debian cesar desde que los estranjeros obtuviesen carta de ciu- dadanía. Concedíanse éstas por el cabildo con suma facilidad, con arreglo a las disposiciones decretadas por la junta gubernativa de 1813, <]üe exijia que los solicitantes prestaran el juramento de reconocer al gobierno nacional (53). £1 senado, en acuerdo de 8 de octubre de 18 19, conñrmó esas disposiciones, exijiendo el juramento en favor de }a independencia de Chile, solemnemente declarada el año anterior. Al efecto, hizo revisar las concesiones que se habían hecho, i dispuso •que eh adelante el mismo senado debia sancionar las cartas de ciuda- danía que diera el director supremo.

Muchos de los estranjeros establecidos en Chile solicitaron esa gra- cia para gozar de los beneficios concedidos a los nacionales. Pero la posesión del derecho de ciudadanos los ponia en la condición de contribuyentes en los casos de impuestos estraordinarios, esto es, en el deber de pagar la contribución mensual para los gastos de guerra, i de contribuir al empréstito que se levantaba para costear la espedicion al Perü. £1 senado, sin resolver definitivamente si esas cargas debian también pesar sobre los estranjeros no nacionalizados, creyó que todos ellos contribuirian con préstamos voluntarios (54), como habían solido

. (53) Véase el § 8, cap. XVII, parte VI. (54) Senado de 8 de marzo de 1820.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 433

hacerlo en algunas ocasiones los comerciantes mas acreditados. Pero como este espediente no diera el resultado que se esperaba, fué nece- sario incluir a esos estranjeros en los roles de contribuyentes al em- préstito, lo que dio oríjen a quejas i reclamaciones que tomaron un carácter de arrogancia. Estas resistencias, en que el supremo director veía un desacato a las leyes del pais, i un desconocimiento de los de- beres impuestos por la benévola hospitalidad de que aquéllos gozaban en el país, movieron al senado a resolver en sesión del 7 de junio de 1820 »<que todo estranjero que tuviera alguna propiedad o establecida casa de comercio, dcbia participar de las contribuciones, gravámenes i empréstitos jenerales con arreglo a sus facultades i jiro, lo mismo que los naturales^*, sin que pudieran exceptuarse mas que los simples transeúntes (55). La publicación de este acuerdo i las medidas coer- citivas que fué necesario emplear, avivaron las resistencias i las recla- maciones de los comerciantes ingleses, apoyadas con moderación, pero con ñrmeza, por el comandante de las fuerzas navales británicas, que era el ünico representante oñcial de aquel pais. Obligado a evitar complicaciones csteriores, que en esos momentos en que estaba para realizarse la espedicion libertadora del Perú, podian producir serias di- ficultades, el director supremo que se habia trasladado a Valparaíso a acelerar la partida de la espedicion, suspendió, con fecha de 23 de junio los efectos de aquel acuerdo; i el senado aprobó esta resolución como una necesidad penosa a que, sin embargo, era forzoso someterse, i como una medida provisoria "hasta tanto, decía, que reconocida nuestra independencia por las naciones estranjeras, se formalicen los correspondientes tratados estables i liberales que designen los gra- vámenes o privilejios recíprocos que deban observarse en lo suce- sivo (5 6). II

(55) Senado de 7 de junio i documentos anexos. Ni el director supremo ni el senado buscaron el fundamento de esta resolución en los principios ¡enerales del derecho de jenles, sino en dos reales órdenes de 6 de junio i 30 de octubre de 18 15, por las cuales el gobierno de Fernando VII habia hecho una declaración semejante respecto de los estranjeros residentes en España. Sostenían, al efecto, que estando Chile sometido por la constitución vijente a la lejislacion española anterior a la de- claración de la independencia, siempre que la leí de que se trataba no fuera contra- lia a las nuevas instituciones, o no estuviera espresamentc derogada, i no hallándose en este caso las leyes referidas, el gobierno estaba autorizado para gravar con las mismas contribuciones que a[los nacionales, a los estranjeros establecidos en el pais.

(56) Los documentos relativos a estas ¡estiones i su resolución definitiva, se hallan pablicados en los anexos de las sesiones del senado de 19 de junio, i." i 7 de julio 4e 182a

Tomo XII 28

434 HISTORIA DE CHILE 1819

Estas condescendencias del gobierno respecto de los estranjeros, no rejian con los españoles, que se veian grabados implacablemente con fuertes contribuciones, i espuestos a las violencias de las autoridades subalternas, i con frecuencia a las ofensas i provocaciones de que los hacia objeto el enardecimiento de las pasiones que fa lucha había fo- mentado. Muchos de tilos, sin embargo, eran hombres pacíficos f tranquilos que no inspiraban odios ni recelos. Establecidos en Chile desde largos años atrás, casados con chilenas i contraidos al cuidado- de sus negocios, habian tomado apego a la tierra de sus hijos, en que ellos mismos se habian labrado su posición i su fortuna; i si propia- mente no deseaban la independencia absoluta del pais, se resignaban a ella sin repugnancia. Algunos de ellos habian solicitado i obtenido* carta de ciudadanía. Pero habia otros mucho mas ardorosos, que por un amor exaltado a la madre patria, por el orgullo nacional, tan arrai- gado en su raza, i por el despecho de verse forzados a respetar las nuevas instituciones i de haber perdido la situación ventajosa que antes tenian los peninsulares, no podian conformarse con el triunfo de la revolución. Esplotando los intereses i las preocupaciones de mu- chas familias chilenas que se conservaban adictas a la causa del reí, estimulando el descontento entre los mismos patriotas que eran des- afectos al gobierno, ellos contribuían por esos i por otros medios a mantener la intranquilidad en los espíritus, a la vez que fomentaban i favorecían la fuga de algunos prisioneros realistas •])ara que fueran a engrosar las ñlas de las bandas que mantenian la guerra en el sur, i se daban trazas para hacer llegar hasta el virrei del Perd noticias reserva- das de lo que pasaba en Chile.

El senado, sin poder señalar precisamente a los autores de estos manejos, estaba mas o menos al cabo de ellos; i considerando, decía, itque no son calculables los daños que cada día esperimenta la nación con los españoles europeos que viven entre nosotros», sancionó el 8 de octubre de 1819 una lei con que pretendía ponerles remedio. "En el término de tres meses, mandaba esa lei, saldrán del estado chileno a países estranjeros todos los españoles solteros que no tengan carta de ciudadanía, apercibidos de que el que no lo ejecute será conducido a un presidio. II Esta disposición no se estendia a los prisioneros de gue- rra. Ijsí ciudadanía se concedería con arreglo a las leyes vijentes, esto es, con la aprobación del senado i previo el juramento prestado por el solicitante de reconocer la independencia nacional. Según las otras disposiciones de la lei, ningún español que no tuviese carta de ciuda-^ danía, "podría contraer matrimonio en Chile, ser albacea, tutor o cu*

l8l9 PARTE OCfAVA. CAPÍlULO XVI 435

rador de menores, testar, heredar, ni gozar privilejio alguno de los que franquean las leyes a los individuos de la nación. n £1 acuerdo del senado era la esprcsion de yna actitud tan severa como decidida.

Casi todos los españoles que tenian en Chile una posición asentada, ya como comerciantes o como agricultores, se presentaron al gobierno solicitando carta de ciudadanía. Declaraban algunos de ellos que siem- pre habían tenido simpatías por la prosperidad i por la independencia de Chile, otros hacian valer los servicios que habian prestado a ciertos patriotas perseguidos durante la reconquista española, manifestándose estraños i aun contrarios a las medidas de rigor que entonces se em- plearon, otros, por fín, se mostraban arrepentidos de haber desempe- ñado algún cargo bajo el gobierno de los opresores de Chile, i todos protestaban su deseo de vivir en este pais al amparo de las instituciones republicanas i liberales que él habia adoptado. Hechas estas declaracio- nes, i a veces comprobadas algunas circunstancias con el testimonio de testigos, los solicitantes obtenian fácilmente el título i el carácter de ciu- dadanos chilenos. Como quedaran todavía algunos españoles que no se habian sometido a las prescripciones de aquella lei, el senado acordó en 31 de agosto de 1820, que se hiciera efectiva bajo el apercibimien- to de fuertes multas a los contraventores. Por lo demás, así el director supremo como el senade se mostraron ordinariamente jenerosos hasta el punto de desentenderse de los actos ejecutados en contra de la pa- tria por algunos españoles que ahora se mostraban arrepentidos de su antigua obstinación, i deseosos de pasar en Chile el resto de sus dias (57).

(57) Entre los españoles que entonces solicitaron cartas de ciudadanía chilena, ha- bian varios que se habian comprometido seriamente sirviendo a la causa del reí. Algunos de ellos habian fugado de Chile después de la Irntalla de Chacabuco-i habian ido a Lima a solicitar del virrei el secuestro de los bienes de patriotas que pudieran descubrirse en el Perú, i a solicitar i favorecer el envió de la espcdicion que trajo el jeneral Osorio. Volvían ahora a nuestro pais mucho menos belicosos, escarmentados con las fatigas, contrariedades i pérdidas que habian soportado, i persuadidos deque la causa de España estaba perdida para siempre en estos países. El director O'IIig- gins conocía estos antecedentes; pero convencido de que aquellos individuos, fuera de «a pasada obstinación realista, eran hombres útiles por su probidad i por su espíritu laborioso, se empeñó en que se les diera la carta de ciudadanía, gracia a que ellos correspondieron observando en adelante una conducta intachable. Una política análoga observó el director supremo con algunos empleados civiles de la dependen- cia del virrei del Perú que cayeron prisioneros en los buques tomados al enemigo. Como por su edad no estaban en estado de tomar las armas, 'se les dejó en entera

436 HISTORIA DE CHILE 1819

La lei i las prácticas administralivas colocaban a los indios, es decir, a los descendientes de los antiguos pobladores de Chile, en una condi- ción que tenia muchas analojías con la de los estranjeros. No hablamos aquí de los indios bárbaros que vivían al sur del Biobio en un estado de independencia absoluta, rejidos por sus antiguos usos, i entregados a las riñas i pendencias entre las diferentes tribus, cuando no a hostili- dades contra las guarniciones de la frontera, o a correrías de robos i de- predaciones en las estancias vecinas a ella. Esos bárbaros, como sabe- mos, habían sido escitados a la guerra contra los patriotas, por los frailes misioneros i por los ajentes realistas; i desde 1817 se habian señalado en esa lucha por su ferocidad, por su obstinación i por los salteos o de- vastaciones que ejecutaban. Pero en el mismo territorio sometido a un gobierno regular, existian agrupaciones de indios que si bien ya no hablaban su antiguo idioma, i si practicaban, a lo menos en su parte esterna, la relijion de los españoles, conservaban en las apariencias

libertad, se les suministraron algnnos recursos, i se permitió regresar a España a todos los que querían hacerlo.

Pero, conforme a la lei, todos los que se determinaron a establecerse en Chile, fue- ron compeüdos a solicitar la carta de ciudadanía. £1 director supremo no hizo mas que una escepcion a este respecto, i ésta fué a favor del médico Grajaleii, de quien he- mos hablado en otras ocasiones, hombre bueno i caritativo, estraño a la guerra i a sus pasiones, que prestaba sus servicios en los hospitales de sangre con el mismo espíritu de caridad a amigos i a enemigos, i que era mui querido i popular en Chile. For motivos de noble delicadeza, Grajales se resistia a pedir carta de ciudadanía; i el director supremo solícito que se le eximiera de hacerlo en un oñcio de 15 de setiem- bre de i8?.o.

En el principio se habia hecho eslensiva a los frailes de oiíjen español la obliga cion de obtener carta de ciudadanía para residir en Chile; i en efecto, muchos de ellos la solicitaron. El senado, en acuerdo de 22 de setiembre de 1820, resolvió "que si los respectivos prelados debian estar a la mira de las operaciones de los regulares, evitando los perjuicios que podian maquinar en daño de la causa de América, que- daba al gobierno el arbitrio de acordar el remedio comprobada la delincuencia i la trasgresion de las leyes del estado, i que por tanto no debian comprenderse los reli- jiosos en aquella orden ni ligarles las penas allí establecidas, m Apesar de esta reso- lución el 17 de octubre de ese mismo año, se reunió en Santiago el definitorio de los padres franciscanos bajo la presidencia del provincial frai Juan Antonio Bauza, an* tiguo capellán castrense, para pedir que no hiciera estensiva esa gracia a algunos frailes españoles que habian sido enemigos de las nuevas instituciones i que se habian señalado como perseguidores de los patriotas. Los documentos relativos a este asunto, publicados ese año por la imprenta de Valles en un opúsculo de ocho gran- des pajinas, son instructivos por cuanto revelan las obstinaciones con que la gran inayora del clero combatió la causa de la independencia nacional.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 437

ciertas condiciones de la pasada independencia de su raza. Esas agru- paciones, o asientos de indios, como se les llamaba, habian sido regu- larizadas después de la supresión de las encomiendas i repartimientos, decretada por el presidente don Ambrosio O'Higginsen 1789 (58). Se habia asignado a cada una de ellas un lote d^ terreno mas o menos estenso, que las familias alH reunidas, sin ser realmente propietarias del suelo, que pertenecia a la comunidad, esplotaban en porciones, cor> la obligación de pagar un módico impuesto a beneficio del municipio. El gobernador del partido o distrito en que estaba situado el asiento de indios, designaba a uno de éstos para jefe civil i para juez, i este modesto mandatario, cuyas facultades eran mui limitadas, tenia el títu- lo de cacique. Un funcionario publico que residia en Santiago con la denominación de ««protector jeneral de naturales, n tomaba la represen- tación de éstos en defensa de las concesiones i fueros que se les habian acordado. Los indios de esas agrupaciones, por lo demás, no vivian en un completo aislamiento. Se comunicaban con las demás jentes de los campos^ i frecuentemente tomaban servicio en las haciendas vecinas.

Esta situación subsistia a principios de 18 19, cuando un accidente vino a producir su modificación. Habiéndose reclutado algunos de esos indios para enrolarlos en el ejército, el protector de naturales entabló las reclamaciones para eximirlos del servicio. oEs estraño, decia el se- nado en su resolución de 26 de febrero, que por la calidad de natura- les se intente la esclusion de reclutas para el servicio i defensa de la patria. Los chilenos que saliendo del miserable estado de tributarios o esclavos, son ahora ciudadanos como los demás, i representan en su país la misma personería que tiene todo vecino para defender a su ma- dre patria con su persona i bienes, no deben escusarse del servicio a que fueren llamados, desde que, según nuestro sistema, han entrado al goce de los privilejios concedidos a los ciudadanos. »«E1 director supre- mo, al sancionar ese acuerdo, fué todavía mucho mas esplícito. Declaró que los indios de asientos o reducciones, eran ciudadanos libres como los demás chilenos, que tendrian en adelante igual voz i representación que éstos, con facultad para celebrar por mismos toda clase de con- tratos, defender sus casas, contraer matrimonio, comerciar i dedicarse al oficio o profesión que mejor les pareciere. Al paso que abolia para siempre la contribución de tributos, se suprimia el cargo de defensor de naturales, que después de esta declaración habia dejado de ser ne-

(58) Véase el § 5, cap. XVI, parte V.

43^ HISTORIA DE CHILE 1819

cesario (59). Para hacer efectiva la supresión del réjimen a que estaban sometidos los asientos de indios, se trató de repartir entre las diversas familias que formaban cada uno de ellos, las porciones de terrenos asig- nados a la comunidad, pensamiento que habia tenido la junta guber- nativa de 18 13; pero por la dificultad de practicar prontamente esta operación, solo pudo llevarse a cabo en algunos puntos (60). De esta manera, aquel réjimen de comunidad siguió subsistiendo en el hecho durante algunos años mas por la fuerza de los hábitos, hasta que la pose- sión tradicional de cada familia fué convirtiéndose en propiedad efectiva. 7. Relaciones entre 7. Si apesar de las numerosas dificultades creadas

el gobierno civil i ií.jj i^ui**^!

el gobierno ecle- P^^ ^* estado de guerra i por el establecimiento la-

siástico: primeros borioso de las nuevas instituciones, la situación je jérmenes de aula- 1 1 , ^ * . r i_i

gonismo. "^^^' <J^' P^'s se presentaba tan favorable como era

posible esperarlo, i si ella fortificaba las esperanzas que los patriotas tenían en la era de sólida i duradera prosperidad que iba a producir la revolución en un cercano porvenir, al gobierno no podian ocultárselos peligros que amenazaban las conquistas alcanzadas en el orden político i social, i la tranquilidad publica. Aquella situación, en efecto, tenia que resistir a dos fuerzas diferentes i casi opuestas: por una parte la reac- ción, i por otra la anarquía.

Las tendencias reaccionarias que habian embarazado la marcha de la revolución, no tenian desde 1 818 un carácter hostil a la independen- cia nacional. Creíase que ésta estaba definitivamente afianzada dentro del territorio chileno; i las personas i familias que anteriormente se ha- bian pronunciado por un motivo o por otro, en favor de la causa del rei, aceptaban mas o menos resignadas el nuevo orden de cosas. El clero mismo, rejido por sacerdotes patriotas que a falta de los obispos de Santiago i de Concepción gobernaban provisoriamente estas diócesis, se mostraba en jeneral sumiso i obediente al nuevo gobierno; i si en los territorios del sur habia frailes i curas que azuzaban a las bandas de Sánchez i Benavides, poniéndose en ocasiones a la cabeza de partidas de montoneros, en Santiago no pocos individuos del clero secular i re- gular se mostraban en sus palabras i en sus actos, patriotas sincero?.

Pero muchas reformas que hacian necesarias el progreso jeneral del

(59) Senado consulto de 4 de marzo de 1819, dado a luz do6 días después en la Gaceta fninisterial^ i publicado en forma de bando en todos los pueblos del estado. Se halla en la Colección de Valdes, antes citada, páj. 17S.

(60) Véanse senados de 21 de mayo de 1819, 20 dt; enero de 1820, 10 de febrero i 3 de octubre de 1821.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 439

pais i el establecimiento de las nuevas instituciones, suscitaban resis^ tencias incalculables, escítaban las preocupaciones fundadas en los há- bitos e ideas de la era colonial, i dañaban al prestijio i a la popularidad del gobierno. Los decretos del gobierno que afectaban al clero o a las comunidades relijiosas, habian sido resistidos con marcada persis- tencia, i algunos no habian tenido cumplimiento. La Gaceta oñcia^ recordaba con amargo dolor que un decreto espedido el 21 de agosto de 181 2 i repetido en 23 de junio de 1813, por el cual se mandaba que los monasterios de monjas abriesen escuelas públicas para niñas, no habia sido obedecido, i que, para vergüenza del país, en 1820 no habia aun en Santiago establecimientos en que las mujeres pudiesen recibir los primeros jérmenes de instrucción (61). La reunión del seminario al instituto, la reducción del rédito de los censos, la creación de cemen- terios i el establecimiento del cementerio para protestantes en Valpa- raíso, habian suscitado quejas i murmuraciones, i se presentaban esas reformas como atentados contra el sentimiento relijioso del pais. Otros actos administrativos de menor trascendencia i destinados a correjir prácticas ridiculas cuando no inmorales, eran esplotados en el mismo sentido. En 181 7 el gobernador del obispado, escitado por la autotidad civil, habia prohibido ciertas manifestaciones de devoción que fomenta- ban la ociosidad i la ignorancia, o que eran oríjen de escándalos ofensi- vos a las buenas costumbres (62). En noviembre de 1819 debia hacerse la publicación bienal de la bula de cruzada, cuyo espendio proporcionaba una regular renta al tesoro público (63). Según la práctica usada hasta entonces, el 28 de dicho mes saldria del templo de Santo Domingo una aparatosa procesión; i en su tránsito hacia la Catedral, donde debia celebrarse una solemne fiesta relijiosa, algunos negros, vestidos con trajes estra vagan tes, i llevando pífanos i tambores que hacian sonar sin orden ni concierto, anunciaban al público a grandes gritos i en medio de grotescas contorciones, que iba a abrirse la venta de bulas para el bienio siguiente, haciendo entender las penas espirituales en que incu- rrian los que no la compraran. Estos heraldos de la bula, eran conoci- dos con el nombre de coscorobas, i formaban el encanto de la plebe que concurría a la plaza a ver desfílar la procesión. Ese año el director supremo i el senado lejislador aceptando la invitación de concurrir a la Catedral, se negaron, por la dignidad de sus puestos, a tomar parte en la procesión, i pidieron al comisario de cruzada que suprimiera la

(61) Gaceta Ministerial á^ 5 de agosto de 1820.

(62) Véase el § 3, cap. IV, de esta misma parte.

(63) Véase el § 10, cap. XII, parte III, i especialmente la noU 59.

440 HISTORIA DE CHILE l3l9

asistencia de los coscorobas, como algo indigno de un país civilizado, i como un espectáculo tanto mas vergonzoso cuanto que iba a presen- tarse ante los numerosos estranjeros que habian llegado al pais. Pero estas resoluciones, cuya conveniencia i cuya oportunidad no podiaa ponerse en duda, fueron entonces i mas tarde csplicadas alvu^go como manifestaciones de la irrelijiosidad de los gobernantes.

La situación irregular del gobierno eclesiástico contribuia en cierta manera a fomentar esa perturbación. La diócesis de Concepción se hallaba acéfala desde fínes de 1816 por la partida del obispo Víllodres que habia sido promovido por el rei a otro puesto mas elevado; i aun- que O'Higgins habia hecho nombrar por el cabildo eclesiástico gober- nador del obispado al presbítero patriota don Salvador Andrade, la autoridad de éste era desconocida o aceptada con repugnancia por una parte considerable del clero de los distritos del sur. El obispo de San- tiago, don José Santiago Rodriguez Zorrilla, desterrado por el director supremo en 1817, permanecia en Mendoza, i desde allí dirijió a ese alto mandatario i al senado, sentidas representaciones en que sin prestar reconocimiento al nuevo gobierno de Chile, se lamentaba dolorosa- mente de sus padecimientos i miserias, hacia valer reverentemente sus fueros episcopales, i pedia que se le volviese al gobierno de su dióce- sis (64). Ni el director supremo ni el senado tomaron por entonces en cuenta aquellas representaciones; i aunque el público no tenia noticias de ellas, es lo cierto que para muchas jentes i para la mayor parte del clero, el destierro del obispo, aunque fundado en la decidida adhesión que éste habia mostrado al gobierno español, i en el peligro que habia de que siguiera sirviéndolo i contrariando la marcha de la revolución, era un delito contra las leyes eclesiásticas, i una prueba del espíritu irrelijioso del director supremo i de sus consejeros.

Habia, ademas, algunas cuestiones de orden eclesiástico que no era dado solucionar en esos momentos a causa de la incomunicación en que se hallaba Chile con la curia romana. Desde luego, no era posible llenar la vacante de obispo en la diócesis de Concepción; pero si en esto podia caber aplazamiento, las jestiones de dispensas, de seculari- zación de frailes, o de gracias i distinciones acordadas a éstos, asi como la necesidad de tomar algunas medidas de réjimen disciplinario en los conventos, se presentaban cada dia con el carácter de urjencia. £1 senado, queriendo solucionar algunos de estos asuntos, pero no

(64) Solicitudes del obispo Rodriguez al director supremo i al senado lejislador fechadas en Mendoza a 12 i a 24 de abril de 1819, qne entonces no fueron publica* das ni tomadas en consideración.

1 8 1 9 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XVI 44I

^t-eyéndose con atribuciones para ello, consultó una junta de teólo- gos, i de acuerdo con esta dictó el 19 de noviembre de 1818 un ••reglamento provisorio para el gobierno de regularesn, que después de nuevo examen, fué aprobado por el supremo director en 4 de enero siguiente. "Todos los (veintiún) artículos que contiene, decia el se- nado, son una recopilación de las disposiciones mas sanas i recibidas en la práctica i orden de regularesn; pero aunque ella no tenia otro pro- pósito que regularizar la vida conventual según reglas anteriormente sancionadas, i que disponer un réjimen provisorio fundado en el rompi- miento de relaciones con la España i en la incomunicación con Roma, suscitó en la práctica no pocas dificultades (65).

Si el clero, después de las medidas empleadas por el gobierno res- pecto del obispo i de otros eclesiásticos, habia depuesto su espíritu de hostilidad a la revolución, si los triunfos de ésta le habian atraido mu- chas adhesiones, i si habia ahora un número considerable de sacerdotes que eran patriotas sinceros i aun ardorosos, subsistia como antes el antiguo antagonismo entre las prerrogativas del poder civil i del poder eclesiástico que habia dado oríjen a tantas cuestiones bajo el réjimen de la colonia. La contribución mensual decretada por el gobierno para sufragar los gastos de la guerra, gravaba a todos los ciudadanos, i por lo tanto a los eclesiásticos; pero la cuota asignada a cada uno de éstos habia sido ñjada por una comisión que nombró el gobernador del obispado; i aunque esa cuota fué mui reducida, la recaudación del impuesto suscitó dificultades i resistencias que parecen inconcebibles. El clero pretendia que por derecho divino i por la práctica inmemo- rial de los pueblos mas antiguos, sancionada por diversas leyes, estaba exento de pagar tributos al poder civil; i que por lo tanto la contribu- ción mensual i mas tarde el empréstito forzoso para costear la espedi- cion libertadora del Perü, no podian alcanzar a los eclesiásticos. Sos-

(65) A causa de estas dificultades i délas reclamaciones de algunos provinciales de las órdenes relijiosas que creian minoradas sus atribuciones por la intervención que en ciertos casos se daba a los diocesanos, el director supremo remitió ciertos ante* cedentes al senado con fecha de 4 de febrero de 1820, anunciándole ademas que suspendía los efectos del reglamento provisorio para el gobierno de regulares. £1 senado, en sesión del lo del mismo mes, acordó desconocer la facultad del supremo director para decretar por si solo esa suspensión, i al efecto le pasó un estenso oficio que es notable por mas de un título. Después de esplicar i de justificar el regla- mento, demostrando la necesidad que habia de dictarlo, sostiene con tanta mode- facion como fírmeza, las atribuciones constitucionales del senado, cuyas resolucione no podian ser derogadas ni modifícadas sino por él mismo.

442 HISTORIA DE CHILE 1819

teniendo esos principios, muchos miembros del clero se negaron resueltamente a cubrir las cuotas con que estaban inscritos en las listas de contribuyentes, i luego declararon que no tolerarian el empréstito. El gobernador del obispado don José Ignacio Cienfuegos, miembro a la vez del senado, i hombre de una estrema moderación i de un ver dadero patriotismo, defendió esa teoria, proponiendo sin embargo ciertas atenuaciones que tendian a transijir la dificultad del momento, dejando a salvo las pretendidas prerrogativas del clero. En un estenso oficio dirijido al senado con fecha de 29 de octubre de 1819, sostenía que "la exención del sacerdocio de tributos i contribuciones pitblicas, es acaso tan antigua como el establecimiento del culto i de una relí- jion entre los hombresn, apoyaba este axioma con el ejemplo de los ejipcios i de los persas (66), i citaba las declaraciones de a'gunos papas i concilios, i tres leyes españolas para corroborarlo. Pero reconociendo que habia casos en que nadie podía escusarse de contribuir a una obra de reconocida utilidad pública, i que aquella en que estaba em- peñado el gobierno de Chile era de este número, proponía que la exacción se impusiese según un reglamento especial en que se acepta- sen las siguientes disposiciones: Que al decretarse una contribución que hubiera de gravar al clero, se declarase previamente que los recur sos de los legos no alcanzaban a hacerla efectiva; que antes de pro- mulgar la leí que la impusiese, el gobierno civil allanase el consenti- miento del prelado; que fijada por el gobierno la cuota que correspondía pagar a cada provincia o distrito del estado, fuese la autoridad ecle- siástica la que hiciese la distribución entre el clero; i que las recon- venciones i ejecuciones dirijidas contra eclesiásticos por razón de

(66) "El mas antiguo historiador deque conservamos memoria, decía Cienfuegos, refiere en el capítulo 47 del Jénesis que el patriarca José, sujetando al dominio cuantas tierras comprendia la vasta estension del Ejipto, esceptuó las propiedades de los sacerdotes; i algunos siglos después, se encuentra en el libro I de Esdras un edicto de Arlajerjes, rei de Persia, mandando no se pusiesen contribuciones a los ministros del altari*. Este oficio, digno de ser conocido por su objeto i por las teo- rías que sostiene, fué publicado en la Gaceta Ministerial de 25 de diciembre de 1 8 19, i se halla reproducido en la citada Colección de Valdes, páj. 222-5, i en las Sesiones de los cuerpos lej i slativos^ tomo III, páj. 331.

Poco mas tarde, el 14 de marzo de 1820, el gobernador del obispado pidió al senado que declarase que las personas eclesiásticas, así como las comunidades relí* jiosas, estaban eximiilas de pagar el impuesto de alcabalas. El senado, después de recojer muchos informes a este respecto, resolvió el 20 de julio que ese impuesto debia ser pagado por los eclesiásticos con arreglo a ciertas bases convenidas con el gobernador del obispado

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 443

pagar la contribución que les correspondia, fueran hechas por la itoridad eclesiástica "conforme a los cánonesn i no por el poder "vil. El senado i el director supreníio, empeñados ante todo en hacer fectivas aquellas contribuciones, i queriendo evitar competencias que odian embarazar ese objeto, desistieron de toda discusión; i el regla- nento propuesto por el gobernador de la diócesis fué publicado el 19 ^ noviembre con el carácter de lei. Esa declaración, sin embargo, ^"^Todujo muí escaso resultado. Muchos eclesiásticos hicieron valer su obreza real o simulada para que se les rebajase la contribución o para ue se les eximiese de todo pago, alegando entre otras razones que la reducción del rédito de los censos habia disminuido considerablemente smjs entradas. Los conventos i monasterios, que por lo jeneral poseian valiosas ¡ productivas propiedades territoriales, alegaron igualmente la situación angustiada en que decían hallarse, i ofrecieron pagar la con- tribución con créditos que tenian a su favor, pero que no fué posible co- brar. El senado, impuesto de estos hechos, declaraba en su sesión de 8 <3e marzo de 1820, que era inútil imponer tales contribuciones a los conventos i monasterios; i ««que si el designio del director supremo era c)ue se sacase el dinero de donde se hallase, i señaladamente de los enemigos de la libertad del pais i de los indiferentes, a esto debia con- traerse la comisión recaudadora n.

Otra cuestión que suscitó dificultades en las relaciones entre el go- bierno civil i la autoridad eclesiástica, fué la relativa al pago de la renta o sueldo de los canónigos. Hacíase ésta con una porción del producto de la contribución decimal, i la suma proporcional que correspondia a cada beneficiado era variable según fuera mayor o menor cada año el producto del impuesto (67). El rei, como sabemos, tomaba para sí, bajo el antiguo réjimen, una parte de la masa decimal a pretesto de cubrir los gastos que hacia en la construcion de templos i en otros objetos del culto. El nuevo gobierno conservó ese sistema, proponiéndose destinar la entrada que producia, para la dotación de curas, i hacer así efectiva la supresión de los derechos parroquiales decretada por el congreso de 181 1. Este pensamiento, que no al- canzó a ponerse en ejecución, suscitó no poca oposición en el clero, porque al paso que los canónigos creían que, estando la masa decimal destinada a pagar las rentas de los obispos i beneficiados, el gobierno no debia tomar parte alguna de ella, los curas sabían que los sueldos

(67) Véase el § 7, cap. XXIV, parte V de esta Historia,

444 HISTORIA PB. CHILE jSlp

que se les asignasen serian siempre inferiores a las utilidades que les dejaba la cobranza de los derechos parroquiales, en la cual se habían introducido prácticas abusivas que habían enriquecido a muchos pá* rrocos. Estos primeros jérmenes de disgusto se robustecieron con una resolución del senado. Tratando de procurarse algunos fondos para la fundación i el sostenimiento del Instituto Nacional, el senado resolvió el 19 de diciembre de 1818 que los beneñcios eclesiásticos vacantes por muerte de los que los poseían, no se proveyeran sino después de un año, i que durante ese tiempo la renta fuera destinada a aquel objeto^ £1 fundamento de esta resolución era que siendo los benefíctados ecle- siásticos, los funcionarios cuyos servicios al estado eran menos efectivos, no había inconveniente en mantener la vacante durante un año, ni se perjudicaba a persona alguna determinada desde que con esa medida DO se privaba a nadie del sueldo de que estaba en posesión. Pero aun- que este hecho era efectivo, aquella resolución suscitó quejas i protestas del clero que se creía lastimado en sus prerrogativas, i sobre todo de los pretendientes a llenar los puestos vacantes (68).

Pero otra resolución del senado tomada el 20 de marzo de 1819, vino a producir mayor disgusto. Calculando que la contribución deci- mal podía tomar un aumento considerable antes de mucho tiempo, i que al paso que las rentas publicas se hallaban en situación tan lamen- table i que los sueldos de los empleados civiles a mas de diminutos eran pagados con atraso i con reducciones, los que se pagaban a los canónigos tendrían un acrecentamiento que nada justificaba, resolvió el senado fijarlos de una manera estable. Tomó para ello por base la renta que había correspondido a cada canónigo según su rango en el último rateo, i estableció que ese fuera en adel^te el sueldo anual, el que se pagaría invariablemente, ya fuera que el producto de la contri-

(68) Apesar de esas .protestas, el senado mantuvo su acuerdo, i aun lo amplió por otro de 6 de agosto de 1819, confirmado por el director supremo el dia siguiente, por el cual se dispuso que las referidas vacantes no se llenarían aun después de cumplido el año que se habia fijado; "i que subsistiendo la resolución de la aplica- ción a favor del Instituto del primer año de las vacantes, las restantes se reserven a favor del erario para subvenir en parte a sus grandes apurosn. En junio de 1820^ habiendo cinco prebendas vacantes en el cabildo eclesiástico de Santiago, el senado acordó una escepcion para que se llenaran dos. Mas adelante comeiuuiron a llenarse las vacantes desde que moría un beneficiado con la declaración de que el favorecido con el nombramiento, no recibiría el primer año la renta correspondiente, que pa- saría al Instituto. Era el antiguo impuesto español conocido con el nombre de <*anatasit.

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ucion decimal esperimentase aumento o sufriera disminución (69). unque esos sueldos, dadas las condiciones económicas de la época, ^1 bajo precio de los artículos de consumo i la situación penosa de los demás empleados públicos, eran bastante crecidos, se levantaron quejas contra aquella resolución, creyéndose ver en ella un acto de la mas Tnarcada hostilidad contra el clero; i si bien el cabildo eclesiástico^ ^«convencido de las urjencias i apuros del erarion, decidió someterse al nuevo réjimen de sueldos, fué en la seguridad de que éste seria pro- visorio i de que cesaria tan pronto como la situación de la hacienda pública fuese menos aflictiva.

£1 gobierno, conocedor del estado de la opinión, no se atrevia a ini- ciar otras reformas que habrian hallado las mismas o mayores resisten- cias bajo aquel orden de ideas. Aun, no se omitió acto alguno de defe- rencia al clero para desarmar todo jérmen de oposición. Al organizarse el Instituto nacional, que el clero habia mirado con recelo, el nombra- miento de profesores se hizo con completo acuerdo con el gobernador áel obispado, i aun a propuesta de éste; i la mayoría de los profesores nombi'ados era compuesta de eclesiásticos. £1 director supremo, así como todas las corporaciones del estado, asistían ahora, como en los tiempos antiguos, a las ñestas relijiosas de alguna solemnidad; i si por razones de economía se suprimieron varias de éstas que costeaba el cabildo de Santiago, el gobierno, el senado i la cámara de justicia si- guieron subvencionando las otras, respetando así las prácticas tradicio- nales de la vida colonial. Pero estos actos de deferencia no bastaron para hacer cesar un antagonismo que comenzaba a aparecer, i que habia de contribuir a minorar la popularidad del gobierno del jeneral O'Hig- g¡ns(7o).

(69) La suma destinada para sueldo de los quince canónigos de la catedral de San- tiago, fué 31,600 pesos. Uno de ellos (el dcan) tendria 3,000 pesos anuales; cada uno de los cuatro canónigos dignidad 2,600 pesos; 2,000 pesos cada canónigo de número, i 1,400 cada racionero.

(70) Se imprimió enlonces un opúsculo titulado Ei amigo social i vtrdadero ciudu' éoHO^ evidentemenie obra de algún eclesiástico, en que se inició la propaganda contra el gobierno acusándolo de desatender los intereses relijioeos, de mirar con indí- fierencia la impiedad que asomaba, i de condescender en esas materias con los estran- jeros i con "los individuos que se preciaban de ilustrados en la ciencia del dia,fi i amenazando al supremo director con "la pérdida del mando i de la salvación eterna, h •*No se puede negar, decia, que éste ha procedido de intento siendo coligado con ello» (Im llamados impios), o de suma debilidad, semejante a la que padeció el reí Pilatoa citando condenó a muerte a nuestro tenor Jesuaisto sin encontrar causa ai-

446 HISTORIA DE CHII4R 1819

8. Peligros i alar- 8. Los temores de perturbación interior, el pelí-

mas (le perturl>a- , 1 1 » j 1

Clones interiores. 8^^ ^^ ^^^ reaparecer en el país la anarquía de los años anteriores, que ahora habría comprometido la tranquilidad pú- blica i dificultado i seguramente impedido la espedicion libertadora, eran motivos mucho mas serios de atención i de alarma para el gobierno. Habia éste reprimido con mano vigorosa la desacorda- da insurrección que bajo el mando de los hermanos Prieto co- menzaba a producir la anarquía en ambos lados del rio Maule, i ha- bia desarmado algunas partidas de merodeadores que aparecieron en otros distritos, i particularmente en los contornos de Quillota. Pero, mientras tanto, todos los dias llegaban a oidos de los ajcntes del go- bierno noticias de confabulaciones sediciosas, organizadas, se decía, por ios parciales de don José Miguel Carrera, que desde Montevideo preparaba, hacía tiempo, un levantamiento contra el orden establecido en Chile.

En noviembre de 1818, en los momentos mismos en que se cele- braban con grande entusiasmo los primeros triunfos de la armada na- cional, habian llegado a Chile algunas de las publicaciones que hemos recordado anteriormente, en que Carrera excitaba al pueblo a la re- vuelta; i junto con ellas, cartas dirijidas por éste a diversas personas, en que esponia sus planes subversivos, i anunciaba su próximo regreso a la patria para ponerlos en ejecución. En esas publicaciones i en esas cartas hablaba Carrera de venganzas i de sangre en los términos de la mas vehemente exaltación. Los escritos de esa clase, en que O'Hig- gins i San Martin eran llamados viles i cobardes asesinos, i en que se les amenazaba con la pena de muerte^ como castigo que tenían mere- cido por sus crímenes, eran del todo ineficaces para producir el efecto que se buscaba; pero en un país que apenas comenzaba a gozar de los beneficios de la imprenta, i donde los proyectos de revuelta tenían no

guna en ¿1, i conociendo la injusticia que iba a ejecutarse, solo por no perder la. amistad del César, con que le amenazaban los judíos, i por conservar el cetro que empuñaba. Así como aquel, por mas que se lavó las manos creyendo ser inocente, perdió el reino temporal i el eterno, del mismo modo los que siguen su ejemplo, per- derán uno i otro e igualmente se harán esclavos, como aquel, del amo mas cruel e infame (Satanás). M Estas referencias históricas, i las deducciones sacadas de ellas, darán ¡dea del valor literario de aquel escrito, que debió tener una circulación limi- tada i clandestina, por cuanto la autoridad no lo dejó correr libremente. Por esto mismo ha llegado a hacerse sumamente raro i casi desconocido; pero don MigueV Luis Amunátegui ha hecho un análisis noticioso de él intercalando estensos frag* mentos en el cap. Y de Las prinuras rtpresentaciones dramáiicaSf antes citadas.

8 19 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 447

:>s parciales, no podian dejar de crear cierta alarma. El gobierno

tu vc> noticia de conversaciones revolucionarias, i creyó indispensable ro-

^^Sit^cer sus medios de acción para reprimir en tiempo todo conato

^^<Ücrioso. A requisición suya, el senado declaró en acuerdo de i6 de

^^^"v- i ^mbre que en presencia del peligro de la patria debian suspenderse

^'^^i«^as de las garantías constitucionales por cuanto "siendo la salud

^^* "^lica una lei suprema, la misma constitución i el senado autorizaban

^^Sádc luego al supremo director para que, por medio de una comisión,

^^ ^^scubrieran del modo posible los crímenes aludidos i sus autores, a

^^ <ie que se les escarmentase como correspondía, i de que restituido

^ ^«"den i la tranquilidad, no ésperimentase después ¡guales convulsio-

^^^- En virtud de ese acuerdo, se organizó una comisión, o tribunal

^^\>cc¡al, compuesto de tres letrados de crédito, don Lorenzo José de

^^^^alon, don José Silvestre Lazo i don Hipólito Villegas.

l-a correspondencia sorprendida, las declaraciones que se. tomaron, i ^tros antecedentes que fué posible recojer, llegaron a formar tres cuer- pos de autos. Se descubrió ademas un cajón de impresos revoluciona- rios que venia de Montevideo en la fragata inglesa Lord Lindoch para ser distribuidos en Chile. Sin embargo, como no resultase probado he- cho alguno de culpabilidad efectiva, se suspendió toda resolución, i ^un parecía que aquellos antecedentes serian relegados al olvido. Un suceso inesperado vino a producir un cambio de resolución. A medía- dos de diciembre de 1818 llegaban a Chile noticias prolijas de haberse descubierto en Buenos Aires una conspiración fraguada a instigación de Carrera por unos cuantos estranjeros, con el objeto, se decía, de asesinar a O^Higgins i a San Martin, i de entregar a aquel caudillo el gobierno de este país (71). La comisión, activando entonces el proceso instruido contra los corresponsales de Carrera, pronunció su fallo el 20 <ie enero de 1819; i por él condenaba a la confinación o a la deporta- ción a los mas caracterizados de ellos, ««por el tiempo en que tranqui- lizado el estado, i estinguidas las facciones subversivas del orden no -quede motivo de recelon (72). Esa resolución violenta i verdaderamente

(71) Véase el § 9, cap. XI, de esta misma parte de nuestra Historia.

(72) El fallo de ese tribuna) especial se halla publicado en la Gaceta ministerial de 8 de mayo de 18 19. Por él fué confinada a un monasterio de Mendoza doña Rosa Valdivieso, suegra de don José Miguel Carrera; a Barrasa, provincia de Coquim- bo, doña Ana María Cotapos, viuda de don Juan José Carrera; a Córdoba, don Mi^^uel Ureta; a San Luis, José Mauricio Mardones (ájente de modesta condi- ción); a Mendoza, el presbítero don José Peña; a las Brus^cas (República Arjentina)

44^ HISTORIA DE CHILE 1819

injustifícada, en que estaban comprendidas dos seftoras distinguidas de la familia de Carrera, no podia en realidad tener inñuencia alguna en favor del mantenimiento del orden publico, i no habia de producir otro resultado práctico que d enconar mas i mas las animosidades i los odios.

En efecto, los recelos e inquietudes no desaparecieron con esas me- didas. Cada dia, por el contrarío, se acentuaban mas i mas los rumo- res de aprestos sijilosos que los adversarios de aquella situación hacian en tal o cual parte del territorio para recibir a don José Miguel Ca- rrera, cuyo próximo arribo seria la señal de un proyectado levanta- miento; i si bien el gobierno tenia elementos i poder moral ¡ material para reprimir una tentativa de ese jénero, ella no habría dejado de pro- ducir una gran perturbación. El director supremo recibia cada dia de- nuncios anónimos en que se le daban listas de los conspiradores que residian en Santiago o en las provincias; i por poco atendibles que fueran esos avisos, en que sin duda estaban mezclados otros senti- mientos que un sincero amor al orden establecido, no podían dejar de crear recelos i alarmas (73). Por el ministerio de gobierno se habia re- comendado al representante de Chile en Buenos Aires que mantuviese una activa vijilancia sobre los procedimientos de Carrera, í que avísase oportunamente cuanto pudiera interesar a este respecto (74). Pero esos

José Conde, i a dos meses de arresto en Santiap;o don José María Coevas. La confínacion de todos aquellos era tem(>oral, pero no asi la de Conde, que era per- petua. Era éste un soldado español que desde EUiropa acompañalta a Carrera como asistente, i que desde 181 7 habia vuelto a Chile para cooperar a los aprestos re- volucionarios. Conde murió poco después asesinado en las provincias arjentinas.

(73) En el archivo particular del jeneral O'Hij'gins, hallamos un legajo de aviaos de esta naturaleza, sin firmas o firmados con esta palahra "un patriotaw, ^*ua amigo del órdenit, etc., etc.

(74) lie aquí el oficio que con el carácter de reservado se habia pasado a don Mi- guel Zañartu: "La presencia de José Miguel Carrera en este pais podría encender la guerra civil i producir males graves que la política i el amor del bien jeneral deben tra- tar de precaver. I como a pesar de las oportunas medidas que se han tomndo en todos los puertos, pudiera introducirse entre nosotros este hombre turbulento, me ordena S. E. prevenga a VS. que inmediatamente después del recilx) de este oficio se valga V. S. de cuantos medios sean imajinables, bien sea enviando a Montevideo ana per- sona de toda satisfacción, o bien de cualquier otro modo, para asegurarse de si existe o no José Miguel en aquella plaza, teniendo \. S. especial cuidado en todos los co- rreos subsecuentes de damos las noticias mas detalladas que pueda adquirir sobre él, i procediendo siempre de acuerdo con el supremo director de esas provincias.-^ Mi gobierno tiene algunos antecedentes de que José Miguel ha salido de Mootevi-

X8 19 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 449

avisos tardaban en llegar; i mientras tanto los rumores del próximo arri t>o de Carrera tomaban cuerpo i consistencia, a punto que a fines ^G j u. nio el coronel Freiré, gobernador intendente de Concepción, anun- ^•3^l>sx desde allí con el carácter de noticia segura, el punto de la costa ^"^ <r^ ue a(iuel debia desembarcar (75). En medio de los complicados ^^^«^ Cis de la administración interior, de los trabajos para la organización

* G<^u ipo de la escuadra, i de los aprestos para la espedicion al Peni, ^stass noticias aumentaban estraordinariamente las contrariedades del ^^*^ i^rno, i hacian temer que estallase una conflagración interior ca- pa>^ <:ie esterilizar los sacrificios hechos hasta entonces, i de frustrar los P *^ ^'í e^s de consolidar la independencia.

^-^ ri mes mas tarde, es decir, a fines de julio, se sabia de positivo ^^^ liasta las últimas fechas de Montevideo, Carrera no habia salido ^^ ^55a plaza. El gobernador portugués que mandaba en ella, cediendo

* ^^55 representaciones del gobierno de Buenos Aires, habia clausurado >^ '^ íTTxprenta que allí tenia el caudillo chileno, i por medio de la cual e'^iticiba con tanto ardor la guerra civil así en Chile como en las pro-

"^^^"^^ias unidas del Rio de la Plata. Pero se comunicaba también que

^^Trera quedaba preparándose para emprender el viaje que tenia pro-

"V tetado, i que al efecto habia entrado en comunicaciones con don

^ ^ancisco Ramirez, el jefe de las montoneras federales de Entre Rios,

para que se le permitiera el paso por aquella provincia i por las demás

que estaban en armas contra Buenos Aires (76). En consecuencia, se

dco, en cuya virtud, V. S. conocerá que no debe omitir dilijencia alguna para in- formarnos si es cierto que lo ha veriñcado, como también del nombre del buque, su dirección i la época de su salida. Dios guarde a V'. S. muchos anos. Minis- terio de estado, en Santiago de Chile, a 25 de mayo de 1S19. ¡oaquin de Echeve- rría.— Señor enviado del gobierno de Chile cerca del de las provincias unidas del Rio de la Plata, n

(75) El aviso comunicado por Freiré estaba crmcebido en los siguientes términos: ** Reservado, Excmo señor. Tengo noticia bastante segura de que Quilimarí es el punto donde debe desembarcar «Ion José Miguel Carrera, si es efeciiva su venida a csle j>ais. Cerca de Quilimarí está la hacienda del Ureta que fugó trnyéndolo de CoquimbOi i en ella se halla al presente con Lastra, sobrino de los Carreras. V. E. podrá hacer de estas noticias el uso que le parezca, quedando yo, por mi parte, con toda la vijilancia que conviene. Dios guarde a V. E. muchos años. Concepción, 30 de junio de 1819. Excmo. señor. Kainon Freiré. Excmo. señor supremo direc- tor del estado de Chile, m

(76) Don Miguel Zañartu, el representante de Chile en Buenos Aires, comuni- calía estas noticias en oficio de 25 de junio; pero por el mismo correo habia lle- gado a Santiago una carta escrita en Montevideo el 22 del mismo mes por una

Tomo XII 29

45© HISTORIA DK CHILE 1819

•dieron órdenes premiosas a los gobernadores locales de Mendoza i de San Juan para que a todo trance impidieran el paso de Carrera por aquella provincia.

El caudillo chileno, en efecto, salió sijilosamente de Montevideo en los primeros dias de julio, i fué a juntarse con el jefe de las mon- toneras de Entre Rios. Su desaparición misteriosa de aquella plaza, coincidia con la repentina partida de un buque que habia hecho el corso con bandera patriota; i se creyó que Carrera se habia em- barcado en esa nave para dirijirse a Chile. El director supremo de las provincias unidas i el ájente ^diplomático chileno en Buenos Aires, lo comunicaban así al gobierno de Santiago (77). En virtud de la reco- mendación de este último, se hizo salir de Valparaiso uno de los bu-

persona al parecer bien informada, pero cuyo nombre se omite en los documentos <\ue tenemos a la vista. En ella se decía lo que sigue: "José Miguel Carrera va a salir de ésta con dirección a Chile, i solo ha estado esperando cortas que le han llegado esta tarde en un l>ergantin procedente de Huenos Aires. Pin ellas se le decÍA que mas de 250 de sus partidarios estaban reunidos sobre Talca (la montonera de I01 Prietos), esperando su persona para poner en movimiento a los demás. La ruta que él piensa seguir es salir de incógnito de aquí a la Ensenada, i de allí cruzar la (Kimpa hasta pasar la cordillera por una de las partes del sur.n

(77) Kl jeneral don José Rondeau, a la sazón director supremo de las provincias unidas del Rio de la Plata, comunicaba estas noticias a O^lliggíns en los términos siguientes: ''Resetvado. Excmo, señor. Tengo noticias positivas de Montevideo que don José Miguel Carrera se ausentó de aquella plaza el l.° del corriente en ud l)ole sin cubierta. Se asegura que su fin es dirijirse al territorio de ese estado por los caminos del sur, con el objeto de hacer allí una revolución en unión con sus parti- darios. Del carácter emprendedor i audaz de este hombre todo puede temerse, i mas cuando para aumentar las sospechas, ha venido a coincidir un desagradable suceso de que creo deber informar a V. E. I*a noche del 6 del presente, entre doce i una, fugó de la Ensenada la goleta corsaria nombrada Coni^reso^ que acabala de llegar de ese estado (Chile) al mando del capitán don Pedro Dautant. Tenia completa su tripulación i arnjamento. Nada tiene de particular cjue haya sido de acuerdo con Ca- rrera, i que éste vaya a su bordo. De todos modos, yo he creído conveniente poner- lo en noticia de V. E. para que le sirva de gobierno, i regle sus providencias i me- •didas precaucionales. Dios guarde V. E. muchos años. Buenos Aires, 10 de julio de 1819. Excmo señor. /osé Kondeau. Excmo. señor supremo director de Chile, don Bcrnaido O'Higgins.n

El aviso comunicado por Zañartu con fecha de 12 de julio, era todavia mas afir mativo. "Me ¡persuado, dice, que el desembarco de aquel perverso (Carrera), debe hacerse por Concepción, i acaso en Tiind>es, lugar mas seguro para la ocultación <le este facineroso, máxime si se hallan en Taicahuano Serrano i otros sectarios, cono- cedores de todos los escondites de ese punto. n Aconsejaba en seguida el envió de «n buque de guerra a recorrer las costas del sur e impedir el deseml>arco de Carrera.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVI 45 I

ues de la escuadra, para que recorriera los mares del sur en busca e la nave en que se creía embarcado a Carrera, e impidiese el des- c^xnbarco de éste en las costas de Chile. Esta dilijencia, que distra- jo una parte de las fuerzas que debían operar en el litoral del Perú, i que impuso un gasto innecesario, resultó del todo infructuosa (78). -/\ntes de mucho tiempo se supo que Carrera se hallaba en Entre I^ios; i aunque se anunciaba que quedaba preparándose para pasar a d^hile, luego se le vio engolfarse en la guerra civil que asolaba las pro- vincias del litoral del rio de la Plata.

Estos acontecimientos, i las noticias contradictorias que acerca de ellos se comunicaban, fueron en Chile un motivo de inquietud i de alarma durante casi todo el año de 1819, aumentaron el recargo de atenciones del gobierno, i exacerbaron las pasiones contra Carrera (79). -A. fines de agosto de ese año, hubo un momento en que por un acci- ciente de otra naturaleza se temió que ocurriese una desgracia que ha- bría causado dificultades de la mayor trascendencia. El director supremo

(78) Véase el § lo del cap. XIV. —Según las comunicaciones de Zaiíartu al go- bierno de Chile, a principios de setiembre ya se sabia en Buenos Aires el motivo verdadero de la fuga misteriosa de la goleta Congreso. Este buque había hecho el corso contra los españoles en el Pacífíco, i su capitán Daulant había obtenido bene- ticios que le permitieron comprar la nave a sus propietarios que eran comerciantes arjentinos. Habiendo regresado al rio de la Plata, estuvo en tratos con los ajenies de Artigas para hacer el corso contra los portugueses que ocupaban la bamla orien- tal del Uruguai. Como éstos lenian algunos buques de guerra, i como declararan pirata a la goleta Con^reso^ i se prepararan a apresarla, Dautant se apresuró a darse a la vela para Europa a fin de libertarse de esa persecución. La sospecha de que ese buque estuviese al servicio de Carrera, era del todo infundada; i nacia de la coinci* dencia de su salida misteriosa de la Ensenada en los mismos días en que éste habia desaparecido de Montevideo.

(79) Los documentos públicos i privados de la época, dan una ¡dea clara de estos sentimientos. Zañartu, en su correspondencia, daba a Carrera el apodo de "Catilina mmericanoii. El ministro Echeverría, escribiendo a Zañartu en carta particular de 4 de setiembre de 1819 sobre estos sucesos, le decia lo que sigue: "A mas de las co- municaciones de V. sobre la venida de Carrera, etc., hemos tenido (muchas otras) de Montevideo que nos indican i previenen lo mismo. Este protervo nos quita bas- tante tiempo en la espedicion de providencias para su captura, en circunstancias que no debíamos p¿nsir en otra cosa que en prepararnos para espedicionar sobre Lima. Los díscolos siempre abundan en los pueblos, i así no dude Ud. que necesa- riamente se del)e contar con esta clase de jente.n

\ En octubre de 18 19 llegó a V^alparaiso procedente flp Montevitleo la fragata Mi- turvaj i en ella venia como pasajero don Juan Nicolás Carrera, primo hermano de don José Miguel, i hombre tristemente famoso por sus fechorías, algunas de las cuales hemos tenido que recordar en otras pajinas (véase entre ellas la nota 4 del

452 HISTORIA DE CHILE 1819

O'Higgins, a causa sin duda del exceso del trabajo, que comprometía su temperamento nauralmente sanguíneo, esperimentó una conjestion cerebral que se presentó con caracteres de suma gravedad, i que hizo temer por su vida. Dos sangrías aplicadas por el médico Grajales, lo pusieron fuera de peligro; pero el director supremo se vio forzado durante algunos dias a observar un reposo relativo, todo lo cual ins- piraba serios temores a sus amigos i a sus ministros. Vencida esa crisis oportunamente, O'Higgins volvió al trabajo con el mismo em- peño, i antes de muchos meses vio los frutos de tantos afanes i de tan- tos sacriñcios.

cap. XIV, parte VI). A las sospechas que inspiraba el viaje de éste, se agregaba en contra suya la circunstancia de pesar sobre él una sentencia que por delito co- mún lo estrañaba a perpetuidad del territorio chileno. Don José Nicolás Carrera, que por sus antecedentes se habia hecho objeto de la execración pública, fué ence- rrado en un castillo de Valparaíso, i retenido allí cerca de dos años, hasta ({ue restablecí lo el presidio de Juan Fernández, se le envió con otros presos. Allí fué muerto en un motín, a manos de sus mismos compañeros

CAPÍTULO XVII

SEGUNDA CAMPAÑA DE LA ESCUADRA CHILENA

EN LAS COSTAS DEL PERÚ: LA GUERRA EN EL SUR DE CHILE

(setiembre de 1819 a enero de 1820)

I Últimos aprestos de la escuadra chilena: sale nuevamente de Valparaíso con rum- bo a las costas del Perú. 2 La escuadra se presenta de nuevo delante del Callao: repetidos ataques a las naves españolas i a las fortalezas del puerto sin resultado alguno. 3 Ataque i ocui)acion accidental de Pisco por las fuerzas patriotas. 4 Operaciones de la escuadra al norte del Callao: apresa en el rio de Guayaquil dos fragatas armadas. 5 Esfuerzos del gobierno para mantener i activar las opera- ciones navales; la escuadra regresa del Perú. 6 La guerra en la frontera del Biobio i sus contornos: reorganización de las bandas de Benavides. 7 Recrude- cencia de la guerra en los distritos de la Laja i de Chillan. S Incesantes coml>a- tes en la frontera i en una gran parte de la provincia de Concepción: horrores i depredaciones que acompañan a las hostilidades.

I. Últimos apres- i. A principios de setiembre de 1819 se termina- tos de la escuadra 1 ir 1 1 «i.- chilena: sale nue- ^^" ^ S*"^^ P""^^^ ^^ Valparaíso los ultmios aprestos

vamentede Valpa- para la segunda campaña de la escuadra chilena en raiso con ruml>o a , . j 1 t-» ' ^ / \

las costas del Perú. ^^^ costas del Peru, segun contamos mas atrás (i).

Al mismo tiempo que el director supremo preparaba las instrucciones que ya hemos dado a conocer, se completaba apresuradamente la marinería, i se adquirían el vestuario i los demás artículos que faltaban para el conveniente equipo. Queriendo satisfacer estas necesidades

(i) § § 9 i 10, capitulo XIV de esta misma parle.

454 HISTORIA DE CHILE 1819

del mejor modo posible, el gobierno no reparaba en gastos, destinaba a ellas todos los recursos de que podía disponer, al paso que suspen- día accidentalmente el pago de los sueldos civiles, i que descuidaba lafs demás exijencias de los otros ramos de la administración. Aunque el desarrollo del comercio estranjero había producido la introducción de muchas mercaderías i del mayor niímero de los artículos para el equi- po militar, faltaban algunos de ellos, í era preciso suplir esas deficien- cias con otros artículos mas caros o menos convenientes para el objeto a que se destinaban. Aquellas compras que era forzoso pagar al con- tado, se hacían unas en Valparaíso i otras en Santiago. Así, mientras lord Cochrane compraba en aquel puerto a un comerciante ingles una gruesa partida de vestuario para la marinería, el gobierno adquiría en la capital las medicinas para la escuadra, las telas de lana para los car- tuchos de canon, i la lona para preparar colchones en las naves. Co- chrane había querido llevar en la escuadra una pequeña imprenta para la i)ublicacion de proclamas i boletines que serian repartidos en las costas del Perú. El ministro de la guerra, en oficio de 13 de agosto le manifestó que no había en el país mas que una sola imprenta, la del gobierno, i que ésta era casi insuficiente para las escasas publicaciones que se hacían en Santiago.

Mayores afanes costó todavía el completar las tripulaciones. Muchos marineros esiranjeros, después de recibir sus sueldos por la pasada campaña, se negaban a renovar sus contratos de enganche, o desertaban sijilosamente para tomar servicio en los buques mercantes o en los cor- sarios. Lord Cochrane había creído que la cleclaracion gubernativa de 2 de setiembre, por la cual se concedía a los apresadores el \*alor total de los buques tomados al enemigo, seria un estímulo para evitar esas deserciones, i así lo anunció en efecto al director supremo (2); pero luego se vio que ella no había producido el cambio que se esperaba. Sucedió ademas que en la misma marinería chilena, que no había sido pagada de sus sueldos, se hicieron sentir alarmantes jérmenes de insu- rrección; i a la vez que, por indicación del vice-almirante, fué necesa- rio cubrirles una parte de lo que se le debía, se juzgó preciso tomar otras medidas. Servían en la escuadra algunos marineros que habían sido tomados en las naves quitadas al enemigo; i el gobierno, creyendo que ellos podían ser los instigadores de aquellos desórdenes, mandó que fueran desembarcados. Para uniformar en los buques la moralidad i la disciplina, separó también del servicio a los presidarios que por

(2) Oñcio del vice-almirante al ministro de marina de 3 de setiembre de 1S19.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVII 455

falta de mejores marineros, liabia destinado a la escuadra en los ante- riores momentos de apuros.

Todas estas circunstancias habían disminuido el personal de las tri- pulaciones. Para llenar este vacio, el director supremo hizo enganchar en las ciudades i en los campos algunas docenas de mancebos ro- bustos i animosos, sacó muchos otros de los batallones del ejército, i los remitió a la escuadra, donde fueron recibidos con gran satisfacción del vice-almirante. "Tengo la complacencia de insinuar a V. S., decia este último al ministro de marina, que los hijos del pais que última- mente han sido remitidos, son admirablemente adaptados al destino; espero que la irremisible atención de los oficiales a quienes los tengo recomendados, los constituirá en la gloría del estado, í hará que co- nozcan que el servicio de la marina es la escala del honor (3).'! S¿is días después escribía lo que sigue desde el puerto de Coquimbo: ^'Me acompaña el mayor consuelo al ver un contento jeneral en la escua- dra, i particularmente en los últimos hijos del pais que se embarcaron. Están mui alegres, a lo que habrá contribuido mucho la ropa que se ha repartido a todos ellos, i el haber despedido a los díscolos.:: C'ompletando estos informes, en oficio de 18 de setiembre, agregaba: "Desde que nos hemos visto libres de los presidarios, parece que reina buen humor i alegría entre los marineros chilenos, quiénes vestidos de uniforme, parecen otra clase de seres. »i I aunque en sus comunicaciones posteriores recordaba que la instrucción i disciplina de esos marineros novicios había demandado algún trabajo, el resultado obtenido corres- pondió diurnamente a las esperanzas que en ellos se habían fundado.

Lord Cochrane, como se recordará, había pedido que se le dieran mil hombres de línea para efectuar desembarcos e intentar operaciones terrestres en la costa del Perú durante esta segunda campaña. Creia que esa fuerza bastaba para provocar un levantamiento jeneral en ese virreinato, i que sobre esa base podría formarse un ejército con que aniquilar el poder español. El gobierno i el senado, como contamos antes, no aceptaron ese plan que, ademas de sumamente arriesgado, ofrecía otros inconvenientes (4). Aunque en las instrucciones dadas a Cochrane se le recomendaba que se abstuviese de promover subleva- ciones parciales í prematuras que probablemente serian reprimidas por las armas españolas, se le autorizaba para prestar auxilios a una conmoción que a su juicio tuviese un carácter de verdadero levanta-

(3) Oficio del vice-almirante datAílo en Valparaíso el 10 de sctieuíbre de 1S19.

(4) Véase mas atrás el § 8, cap. XIV.

456 HISTORIA DE CHILE 1819

miento nacional. Al efecto, se le suministraron armas, i una regular dotaciün de cartuchos de fusil embarcada en los últimos momentos. Habíase creado ademas un verdadero batallón de infantería de marina. El mando de esie cuerpo fué confiado al teniente coronel Charles, ti bizarro oficial ingles que habia dirijído la fabricación de cohetes a la Conííreve, dejando a su lado como segundo jefe al sarjento mayor don Guillermo Miller, que en un servicio análogo se habia distinguido du- rante las dos anteriores campañas navales. En Valparaíso se embarcó la mayor parte de esa troj)a; i a su paso por Coquimbo la escuadra debia enil}arcar otros cien hombres que allí se habían reclutado, para completar ^50 soldados.

Desde el 9 de setiembre todo estuvo listo para la partida de la escua- dra. Coclirane, como primer jefe de ella, se embarcó en la fragata O' Ili^- gp/f, que debia mandar personalmente; i el contra almirante Blanco Encalada, en su calidad de segundo jefe, levantó su insignia en el navio Sa/i Martin, Un lijero viento del norte embarazó momentáneamente los movimientos de las naves; pero el 10 por la tarde salían del puerto ia fragata Lautaro i el bergantín Galvarino^ el 1 1 el navio San Martin i la corbeta Independencia^ i por fin, en la mañana del 12, era sacada a rer.íolque la fragata O' Iliggins. El bergantín Araucano^ dejado en el puerto para llevar las últimas comunicaciones del gobierno i algunos pertrechos de guerra, no se hizo a la vela hasta el 14 de setiembre. Acompañaban ademas a la escuadra dos buques mercantes apresados al enemigo, casi inservibles, i destinados a servir de brulotes. Hasta en- tonces se habia guardado toda la reserva posible sobre el plan de ope- raciones, de manera que mientras unos pensaban que la escuadra se dirijia al Callao para atacar las fuerzas navales del virrei, los mas creían que iba destinada a los mares del sur para salir al encuentro de la anunciada espedicion española que venia de Cádiz. Pero lo que todos sabían era (jue esa escuadra, cuyo ecjuipo habia costado tan grandes sacrificio?, estaba perfectamente aperada para una larga campaña. El gobierno, muí reservado siempre en cuanto se relacionaba con las pro- yectadas o[)craciones navales, no podia disimular las grandes esperanzas que fundaba en las promesas de lord Corhrane i en los considerables recursos que habia puesto a su disposición (5). Para ocultar al ene-

(5) La esriindra chilena estaba dispuesta de la manera siguiente: Fraj^ata ()'///vV';'.S de 48 cañones, comandante el vice almirante Cochrane, pri- mer jffc de la escuadra.

Navio San Martin^ G4 cañ(;nes, comandante el capitán de navio don Guillermo

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVII 457

migo los aprestos navales que se hacían en Valparaíso i la próxima partida de la escuadra, desde el 19 de agosto no se había permitido salir del puerto buque alguno que pudiera suministrar esas noticias. I^ escuadra, reunida en los afuera de Valparaíso, siguió su viaje al

Wiikinson. En él se embarcó el contra-almirante Blanco Encalada, segundo jefe de la escuadra.

Fragata Lautaro^ 50 cañones, comandante el capitán de navio don Martin Jorje Guise.

Corbeta ItuUpendcncia^ 28 cañones, comandante el capitán de navio don Roberto Forster.

Bergantín Galvarino^ 18 cañones, comandante el capitán de corbeta don Tomas Crosby.

Bergantín Araucano^ 16 cañones, comandante el capitán de corbeta don Juan Spry.

El batallón de marina estaba distribuido en esas seis naves, a cargo de oñciales <lel mismo cuerpo.

Los otros dos buques de la escuadra, bergantín PucirreJon^ comandante Pruníer, i Moctezuma^ comandante Casey, habían salido pocos días antes para los mares del sur en desempeño de comisiones de que hemos hablado antes. El primero de estos buques se juntó a la escuadra en el Callao antes de que ésta empeñase los primeros ataques.

Acompañaban a la escuadra, como decimos en el texto, dos Imques mercantes destinados a servir de brulotes. Uno de ellos, que por su mal estado no podía seguir la navegación, fué devuelto por lord Cochrane a poco de haber salido de Valparaíso, i reemplazado en Coquimbo por el bergantín Jliíonay otro buque mercante recién apresado al enemigo.

El Teléí^rafo de Santiago, en su número de 14 de setiembre, anunciaba la partida de la escuadra haciendo conjeturas acerca de su destino, pero asegurando el buen ^xito de las operaciones que emprendiese, vistos los recursos de que disponía i el buen espíritu de los marinos.

El director O'IIiggins fué mucho mas esplícilo al comunicar la noticia de este acontecimiento al jeneral San Martín, que se hallaba en Mendoza, i al ajenie diplo- mático de Chile en Buenos Aires. En carta particular escrita al primero con fecha <le 20 de setiembre, le decía lo que sigue: "Salió el lord Cochrane. Mas de cuatro- cientos mil pesos ha costado su habilitación, de los cuales se queda debiendo mas de las dos terceras partes. El mismo Cochrane confiesa que ni en Inglaterra sc equipan mejor los buques, lian sobrado marineros i llevan víveres para cuatro meses. F)n ^arta particular, al dar la vela, Cochrane me dice que el 24 del présenle mes, a las ocho i minutos de la noche, se hallará ardiendo la escuadra del Callao, i que el día 15 de obtubre recibiré su parle. Vo vivo en la seguridad de que no faltará Co- chrane a lo que ofrece, n

Con la misma fecha, el ministro de estado don Joaquín de Echeverría decía a don Miguel Zañartu en nota oficial lo que sigue: "Tengo la satisfacción de anunciar a V. S. que el 12 del corriente salió del puerto de Valparaíso la escuadra chilena en el brillante estado que manifiestan los papeles públicos, i en cuya descripción puedo

45S HISTORIA DE CHILE 1819

norte. Se detuvo, sin embargo, dos dias (del 16 al iS de setiembre) en el puerto de Cotiuiínbo. Allí embarcó cien hombres que estaban listos para completar el batallón de infantería de marina. Una suscricion popular [)romovida apresuradamente por el mayor Miller, produjo en pocas horas cualrocientcs pesos que fueron destinados í)ara completar el equipo de esos soldados (6). En la tarde del dia i8, las naves chi-

asegurar a V. S. que no hai la menor exajeracion. Este supremo gobierno se liscn- jea (le que ella nos dará pronto un dia de gloria que compense los enormes gastos i los sacrificios que nos ha costado su apresto. Dios guarde a V. S. muchos años. Ministerio de estado en Santiago de Chile, a 20 de setiembre de 1819. foaquin df Echeverría, Señor enviado de Chile cerca del gobierno de las provincias unidas del Rio de la Plata. 1.

La nota dirijida al mismo funcionario por el ministro de marina con fecha de 13 de setiembre habia si.io mucho mas prolija, i revela las esperanzas que se fundaban en esa espcdicion. "I^a naturaleza de la fuerza de esta división naval, decia, es tal que en su línea no ha salido otra escuadra de puerto alguno, aun de la misma Euro- pa, mas cumplidamente preparada. Marinos de relevante crédito que la han ol)- scrvado, lo aseguran así al gobierno. En su nuevo equipo i rehabilitación militar i marinera, se han consumido mas de cuatrocientos mil pesos; i por esta injente suma, gastada no sin economía, deducirá V. S. el grado de cabaiidad en todos los ramos con que ella ha salido. Si por otra parte considera V. S. el valor i profundos cono- cimientos del almirante, secundado por muchos oficiales de crédito, la formidable arma de cohetes incendiarios de que va provista satisfactoriamente, el orden, destre- za i disciplina de hs tripulaciones i tropas, el anhelo i ansiedad con que todos ape- tecían surcar los mares e ir al enemigo, viéndose en sus semblantes pronosticada !a victoria, convendrá V. S. en que ella va a coronar tan halagüeños i bien calculados anuncio»*. El gobierno se congratula con una obra que si bien ha costado a Chile sacrificios de un orden superior, éstos van a ser resarcidos con usura, por el logro de la independencia ilel Perú, consecuencia necesaria de la posesión del Pacífico por el pabellón chileno, n

Para apreciar debidamente la importancia del sacrificio que habia impuesto el equipo de la escuadra, conviene tener en cuenta el estado de pobreza del pais i del tesoro público. Los documentos c»ficinlcs i reservados de la época, lo dan a conocer con una evidencia que impresiona al que los estudie. En los 'primeros dias de setiem- bre, cuando la escuadra estaba para salir, i cuando en las cajas del estado no habia un solo peso, se nece<¡i<') hacer un gasto indispensable. El ministro de marina pasó al de hacienda el oficio siguiente: "íjuiere S. E. el señor director supremo que V. S.^ vencien lo toda clase de imposibles, busque mil quinientos pesos i los i)onga en la comisaria a disposición del vice-almirante lord Cochrane para gratificación de engan- ches, i avisar a e.^te ministeriií para que disponga de ellos.— Dios guarde, etc. San- tiago, 6 de setiembre de 1819. [csr renació Zentcuo. Al señor ministro de ha- cienda.» Eí-a cantidad fué tomada en préstamo por j^equeñas porciones entre varios particulares.

(6) Las memorias de lord Cochrane ( Narrativc of sen .'-.js, etc.), mui úlilei» como documento histórico, adolecen, sin embargo, de muchos errores de detalle, nacidos

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVII 459

lenas se hadan nuevamente a la vela. En sus últimas comunicaciones, el vice-almirante repetía las promesas que habia hecho en Valparaiso de no perdonar esfuerzo alguno para destruir el poder naval de los es- pañoles en estos mares.

2. La escuadra se pre- 2. Favorecida por los vientos reinantes dd reí' CnUa"o"r7eíS «u^. la fragata aHigsi„s avistaba el 26 de se- ataques a las naves es- tiembre la ¡sla despoblada de San Gallan, si- panelas ! a las fortale- j j ^ ^ ,^ pequeña península de Para-

zas del puerto sin re- .

sultado alguno. cas, al sur oeste de Pisco. Allí se reunieron el

dia siguiente todas las naves de la escuadra; i después de recibir las ultimas instrucciones sobre la manera de presentarse en línea

a veces de inñdelidad de los recuerdos, i mas frecuentemente del espíritu de la- mentación i de queja que las ha inspirado para probar que sus servicios no habían recibido el pago a que eran acreedores. Al recordar lew» sucesos que dejamos referi- dos en estas pajinas, Cochrane incurre en numerosas inexactitudes. Así, por ejem- plo, dice que el empréstito que levantó O'IIiggins entre los comerciantes, produjo únicamente cubtro mil pesos, cuando su monto, como hemos visto mas atrás, pasó de cuarenta mil. Se queja de la mala calidad de la marinería, que el mismo habia elojiado tanto en las comunicaciones que hemos estractado anteriormente. Habla allí en seguida que él habia pedido al gobierno mil hombres de desembarco para las operaciones que iba a emprender, i luego agrega: "Se me aseguró que se me sumi- nistraría esa fuerza, i fui encargado de embarcarla en Coquimbo, donde a mi llegada, el i6 de setiembre, en lugar délos milhombres, halle solo noventa! i éstos de tal manera rotosos, que se levantó entre los vecinos una suscricion de cuatrocientos pesos, que fué entregada al mayor Miller para vestirlos, n Cochrane añade que estuvo a punto de regresar de Valparaiso para desistir de su encargo.

Los documentos de la época que nos sirven de guia, demuestran que casi todo esto es inexacto. Es cierto que Cochrane habia pedido mil hombres de de*.embarco para emprender operaciones en tierra, pero también es verdad que tanto el director supre- mo como el senado se hal>ian opuesto a ese plan, «^egien contamos antes. Al diri- jirse a Coquimbo iba a buscar solo cien hombres para completar el batallón de infantería; i aunque habia allí mas jente lista, no (juiso excederse de es- número. En sus comunicaciones oficiales se manifestaba satisfecho de la calidad de esa jente. »'Se han embarcado cien hombres para la tropa de marina, escribía el i6 de setiem- bre; i tengo la satisfacción de decir que son robustos i capaces de servicio, n I <\v^ días después agregaba: "En este momento damos ki vela, después de haber embar- cado cien hombres solamente de las tropas que S. E. ordenó estuviesen listas para este objeto. Creo que tenemos suficiente jente a bordo para vencer a todos los bu- ques del Callao. II Lejos de pensar en su regreso a Valparaíso, Cochrane manifestaba en todas sus comunicaciones la mas absoluta confianza en el éxito de la campaña.

Durante su residencia en Coquimbo, Cochrane estudió las condiciones del puerto que recomendó con entusiasmo en uno de sus informes, señalando las obras que p<»- dian emprenderse para hacerlo mas utilisable.

46o HISTORIA DE CHILE 1819

delante del enemigo, se dieron nuevamente a la vela. Dos dias des- pués, el 29 de setiembre, tres horas antes de amanecer, la fragata almirante se aceicaba a la isla de San Lorenzo. En las primeras ho- ras de la mañana, fué llegando toda la escuadra delante del Callao con no poca sorpresa de los defensores de esta plaza que no tenían entonces noticia alguna de la espedicion patriota (7). Dos buques realistas armados en guerra, los bergantines Pezuela i Maipo^ que re- corrian la bahía quizá con el propósito de salir fuera de ella, volvieron a toda vela a su fondeadero a ponerse al abrigo de las fortalezas de tierra. I\^('o después de medio dia, los tres buques mayores de la es- cuadra, acr)mpañados por algunas balsas i lanchas, se colocaron en línea a menos de dos quilómetros de las naves enemigas, mientras los tres bucjues menores, i los dos bergantines destinados a brulotes, se situaban a retaguardia dispuestos a cerrar la salida del puerto. Allí se les reunió luego el bergantin Pueirredon,

El Carao presentaba entonces el mismo aspecto militar que tenia en febrero anterior; pero sus defensas i su guarnición se habían aumenta- do después del regreso de Cochrane a Chile. En sus fuertes i cuarteles habia cerca de tres mil hombres; i los artilleros, adiestrados con cons- tantes ejercicios, habían adquirido la instrucción militar que se echaba de menos en la campaña anterior. Las palizadas flotantes (jue resguar- daban el fontlcadero de las naves, habían sido estendidas i reforzadas convenientemente. Detras de ellas estaban fondeadas en semicírtuila las naves de guerra o armadas provisoriamente, un número considera- ble de b'jtes equipados í de lanchas cañoneras, i los barcos mercantes que navegaban con bandera española. Así en los fuertes como en dos de las naves, se hal)ian construido hornillas para pre[>arar la bala roja» proyectil a (pie, como esplicamos antes, se atribuía un gran poder destructivo. Aun(}ue en realidad, aquellas fuerzas navales, si hubieran sido mandarlas por marinos intelijentes c intrépidos, habrían podido entrar en cíMnbate sin notable desventaja con la escuadra chilena (S), el virrei Pezuula habia dispuesto que se mantuviesen estrictamente a

(7) L's priiiRTt N parles de C»)chrane, por descuido sin duda de copia, contienen ali;una>t int\í\vTii:u<¡('s o confusión de fechaí». Así en el j">r¡mero de ellos, que se le supone d.itndu el 28 «le setieml»re, se dicerpic la escuadra Ilej^ii al Callao d 27, i se refieren acci lentes «icurridos el 29. Kn realidad, esc parte fué escrito el 30 de se- lienibre. No<i<iir' s rectificamos i completamos esas noticias con el auxilio del diario de un't de l<>s <»f";c;ales »le la escuadra, de que hablaremos mas adelante.

(S) Li encuadra del virrei era cani[)uesta de las fuerzas siguientes: fragatas Ven-

l8l9 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XVII 461

b defensiva, i que por ningún motivo saliesen de su fondeadero. Creía que allí, bajo el amparo de las fortalezas, eran inatacables, como lo eran los castillos del Callao; i esperaba el arribo de la división naval que habia salido de C»ádiz para abrir la campaña activa con una superiori- dad real en sus fuerzas i con un jefe prestijioso por su alto rango.

Lord Cochrane, por su parte, estaba persuadido de que nada podía oponer resistencia a la escuadra de su mando i a los elementos de destrucción que llevaba consigo. Los cohetes a la Congreve que habia hecho preparar en Chile, representaban, a su juicio, un poder militar que debía necesariamente asegurarle un triunfo inevitable sobre las naves del enemigo i sobre las fortalezas del puerto. Creía que las pri- meras descargas hechas con esos proyectiles, iban a producir incendios inestinguibles, í con ellos la ruina segura no solo de todo foco de resistencia, sino de la población entera. En esa arrogante ilusión, i mo- vido por un sentimiento de caballerosidad que rayaba en quijotería, quiso proponer al enemigo un combate leal, con fuerzas iguales, que decidiese de la contienda i que evitase las destrucciones consiguientes al empleo délos medios de ataque de que podía disponer. Al efecto, la fragata almirante enarboló ¡a bandera blanca de parlamento, i despa chó a tierra un bote con oficio para el virrei. Queriendo evitar a los particulares, decía, perjuicios tan desastrosos como indtiles, i seguro de que el empleo de los cohetes incendiarios debían producirlos, invo- caba los sentimientos humanitarios í caballerosos del virrei para que los impidiese no por medio de una deshonrosa capitulación, sino acep> tando un combate digno de hombres leales i valientes. »»Estoi pronto a luchar, agregaba, contra fuerzas iguales de los buques de guerra que se hallan bajo el mando de V. E., prometiéndole bajo palabra de honor que si aceptase este jeneroso desafío, mandaré a sotavento los buques necesarios para hacer mi fuerza igual a la que E. V. gustase mandar, i el resultado decidirá de la suerte de los demás buques i de la población; pues de lo contrario pondré en ejecución la fuerza total, que indudablemente ha de consumir todo lo que contiene la bahía i pueblo del Callao dentro del término de cuatro horas después del re- cibo de esta nota.i»

La contestación de Pezuela, arrogante hasta la descortesía, puesta que negaba a Cochrane el tratamiento de »'señorían correspondiente

ganza i Es iitv raída ^ corl)ela Sfhasliana, bergantines Pczucla i Maipo, los buques mer- cantes armados en guerra CUopafra, Tntjillatta i Rcsolticioiiy i mas de treinta lan- chas cañoneras.

462 HISTORIA DE CHILE 1819

al (le jefe de una escuadra regular i poderosa, era la espresion de un espíritu resuelto de obstinada resistencia. Se negaba en pocas palabras a aceptar el desafío pro|)ue.sto porque lo creia contrario a las prácticas de la guerra, echaba sobre Cochrane la responsabilidad de los resulta- dos con que se le amenazaba, i concluía con esta frase, puesta por vía de postscriptum: »'No mas correspondencia (9).»» El rompimiento de hostilidades se habia hecho inevitable.

En los momentos en que Cochrane se disponía a emprender el ata- que, se vio distraído por dificultades de otro orden. Al llegar al Ca- llao, la fragata O'Higgifis habia detenido al bergantín norte-americano Pallas^ que salia del puerto. Se le reprochaba el haber llegado a él viniendo del Brasil después de la publicación del decreto directorial de abril anterior que declaraba bloqueadas las costas del Perú, i se creía ademas que habia traído armas i ausilios para los realistas, por lo que luego se le hi/.o partir para Valparaíso para ser juzgado por el tri- bunal de presas. Dentro del puerto, pero lejos de las fortificaciones, halló Cochrane algunos buques mercantes ingleses amparados por la corbeta de guerra Snaley de la misma nacionalidad. Kl vice-almirante chileno no se limitó a hacerlos salir, sino que mando visitarlos para saber si su neutralidad era real o ficticia. El comandante de la corbe- ta inglesa, teniente Donat Henchy O'Brien, hombre de carácter duro i arrogante, sostuvo contra la práctica jeneralmente seguida entonces por la Gran Bretaña, i contra la opinión de muchos de sus juris- consultos, que los belijerantes no podían ejercer el derecho de vi- sita sobre las naves mercantes neutrales cuando éstas estaban con- voyadas por un buque de guerra de su f)ropia nación; i cuando el comandante de este buque afianzaba la neutralidad de aquellas naves. Con este motivo i por diversos incidentes (pie se siguieron, se cam- biaron entre Cochrane i O'Brien algunas notas agrias i tirantes. Este último abandonó luego la bahía i se retiró a Ancón con los buques mercantes de su nacionalidad; pero auníjue esta complicación no tuvo otras consecuencias, ella creaba zozobras e inquietudes al vice- almirante i al gobierno de Chile que a todo trance querían evitar difi- cultades con las potencias neutralci i en especial con la Gran Breta-

(9) I^s notas cambiadas entre Cochrane i el virrei en csla ocasión, han sido publicadas varias veces. Nosotros copiamf)s las palabras citadas en el texto de Iüs documentos que acompañan al Manifiesto ya citado de Tezucla (Madritl, 1.S21), en donde esas piezas se hallan con pe(pienas variantes de fíjrma, psro que ¡íareccn re- vestir !a mas absoluta autenticidad.

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ña (10). La conducta del vice-almirante en aquella emerjencia fué, sir> embargo, esplícitamente aprobada por el gobierno chileno en oficio de 26 de noviembre.

Aunque Cochrane en su comunicación al virrei había anunciado que rompería el fuego cuatro horas después de despachada, no le era posible ejecutarlo sin hacer antes algunos aprestos que debían ocupar días enteros. En efecto, utilizando la madera que llevaba preparada en sus buques, construyó apresuradamente algunas balsas desde las cuales debían dispararse los cohetes incendiarios, dejando así las lan- chas i botes de la escuadra espeditos para prestar otros servicios. Aun- que esas balsas eran bastante sóh'das, se dispuso que sus tripulantes- fuesen provistos de salvavidas hechos de hoja de lata, a manera de cajas llenas de aire, construidas en forma de corazas. El 1.® de octu- bre, mientras se terminaban aquellos trabajos, el comandante Charles se adelantó en un bote para reconocer las fortificaciones de tierra, r para lanzar algunos cohetes i observar el alcance i los efectos de estos proyectiles. El resultado de este ensayo no fué satisfactorio, si bien Charles i los suyos desplegaron una gran serenidad ante el nutrido fue- go que les dirijieron los realistas sin causarles el menor daño. Contra las esperanzas de Cochrane, los cohetes no alcanzaban a los puntos a

(10) La correspondencia cambiada entre Cochrane i O'Brien sobre aquel inci- dente, no discute propiamente la cuestión de jurisprudencia internacional a que han dado oríjen el llamado derecho de visita i las restricciones con que se le ha querido- limitar, si bien por una i otra parte se hace referencia a esos principios, detenién- dose mas en ciertos detalles de etiqueta. Esa correspondencia fué ¡irada en ingles, pero Cochrane la trasmitió al gobierno de Chile traducida a! castellano por. el se- cretario de la escuadra Benet Stevenson. Sea por descuido de la traducción o de la copia^ hai muchos p.isajes de ella que es difícil comprender bien. O'Brien llegó a hablar de oponer la resistencia armada a los procedimientos de la escuadra chilena, i sostenía que su conducta estaba apoyada por las doctrinas que en esta materia .9cguia su gobierno, al cual se proponía dar cuenta de esas ocurrencias. Cochrane contestó a esto con qran mo leracion, ne^jando que de obra o de palabra hubiese cometido o quisiera cometer los atropellos de que se le hablaba, i puso en duda con gran moderación que el p^obier 10 de la Gran Bretaña hallara en esos hechor motivo de queja contra Chile i contra la escuadra que estaba bajo su mando. "Na estoi seguro, señor, decía Cochrane, de que vuestros sentimientos sean los verdaderos .sentimientos de los ingleses, ni tampoco de que lo que consideráis un insulto i una injuria, sea considerado tal por la Inglaterra, u Dando cuenta de estos hechos a) gobierno de Chile, Cochrane le remiti(') un apunte de citaciones de tratadistas de derecho internacional i de resoluciones jurídicas sobre la materia, que prueba na solo que había hecho un estudio serio de este orden de cuestiones, sino también í|ue en la escuadra estaba provisto de lus libros necesarios para debatirlas.

464 HISTORIA DE CHILE 1819

que iban dirijidos. Se creyó entonces necesario hacer algunas modifi- caciones en los tubos destinados a lanzarlos (11).

El ataque efectivo fué diferido para la noche del 2 de octubre. Poco después de oscurecerse, se preparó la línea de combate. El Galvarino salió a la vanguardia llevando a remolque una gran balsa armada de un mortero a cargo del mayor Miller, i fué a colocarse a poco mas de medio (juilometro de los bucjues realistas, i enfrente de la fortificación que éstos tenían a la derecha de su línea de defensas. Siguiólo el Puei^ rredon con las bombas i otra balsa con municiones, i luego el Arauca- no que llevaba una balsa cargada de cohetes a cargo del capitán Hind de la infantería de marina. Por fin, avanzó la corbeta Jad (pendencia para colocarse enfrente de la izquierda enemiga. Al lado de ella mar- chaba una gran balsa mandada por el teniente coronel Charles (jue debia dirijir el lanzamiento de los cohetes incendiarios. En toda la fila patriota reinaba el mayor entusiasmo. Los tripulantes de las balsas, así oficiales como soldados, se habían presentado voluntariamente pidiendo que se les mandase al ataque. Los tres buques mayores de la escuadra quedaron fondeados en las cercanías de la isla de San Lo- renzo. Cochrane habia recibido del gobierno de Chile el encargo de no esponerlos en empresas de ese jénero.

El combate se trabó poco después de las ocho de la noche. I-os trescientos cañones de la plaza rompieron un fuego sostenido con bombas, bala rasa i bala roja. El comandante Charles lo contestaba con repetidas descargas de cohetes a la Congreve; pero éstos no co- Trespondieron a la confianza (juc en ellos se habia fundado. Reventa- ban unos en el aire por mala soldadura de la caja metálica que conte- nía las materias inflamables; otros tomaban diversa dirección, por cuanto perdían la vara o cola a (jue estaba adherido el proyectil, i que desgraciadamente haOian sido hechas con madera quebradiza. "De cada seis que se tiraban, dice el diario de un oficial patriota, solo uno salía bueno; i aun de éstos muí pocos llegaron al enemigo, apesar de íjuc nuestras balsas estaban muí poco distantes. n I^is bombas lan- zadas con bastante acierto desde la balsa que mandaba el mayor Mi- ller, causaron males mas considerables al enemigo, esto es, la muerte de algunos hombres i la destrucción de una lancha cañonera. '-Se ha- brían disparado muchas mas bombas, dice el diario citado, no se hubieran aflojado las ligaduras del mortero, lo cual espuso la balsa a

(11) Esc mismo día i.° de octubre, un bote de la fragata Lautaro apresó un lanchon ciue llegaba de Pisco cargado con 70 botijas de aguardiente.

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volcarse, i exijió que se empleara bastante tiempo en reparar este ac- cidente. »• A causa de la oscuridad de la noche, el fuego sostenido des- de la plaza, en los buques i en las embarcaciones menores de los pa- triotas, causó menos daño del que debia esperarse. Sin embargo, una bala realista que cayó en la balsa del capitán Hind, incendió el re- puesto de cohetes, de lo cual resultaron gravemente heridos ese oficial i doce de sus compañeros, que ademas fueron arrojados al agua, i pu- dieron salvarse con dificultad. Los tres bergantines patriotas recibieron algunas lesiones; i el Galvarino^ el mas estropeado de todos, perdió a su teniente primero don Tomas Bailie, joven valiente i entendido, muerto por una bala de cañón en la balsa del mayor Miller. Al venir el dia, i visto el ningún resultado del ataque, Cochrane dispuso la re- tirada de los buques i de las balsas. Esta operación, ejecutada bajo el fuego persistente del enemigo, fué llevada a cabo con una regularidad que demostraba la entereza i la disciplina de los marineros chilenos.

Aquella jornada tenia los caracteres de un doloroso desastre. La escuadra, es verdad, no habia sufrido mas que averías fácilmente re- parables en algunos de sus buques, i la pérdida de veinte hombres i de un animoso oficial; pero se habia desvanecido la confianza ilimitada que el vice-almirante i el gobierno de Chile habian fundado en el po- der destructor de los cohetes a la Congreve. Sin querer reconocer que la fabricación de esos proyectiles era mas difícil de lo que se habia creido, i que exijia operarios esperimentados i materiales que no era posible procurarse en el pais, se creia que los prisioneros españoles empleados en la maestranza de Santiago, habian usado con fraude al- gunos ingredientes que los hacian inútiles o ineficaces. Cochrane, que no admitia esas sospechas, i que tenia ademas plena confianza en la competencia de Goldsak, el artífice que habia dirijido la fabricación, no ponia en duda de que en ésta i en los materiales empleados hubiera alguna falta; pero sostenia que la causa principal del mal resultado de los cohetes estaba en los aparatos empleados para lanzarlos, i en con- secuencia se empeñó en un laborioso trabajo de reparaciones, que sin embargo no habia de producir el resultado que se esperaba. Del mis- mo modo, mandó preparar los brulotes, haciendo poner en los dos bu- ques que tenia destinados a este objeto, setenta bombas, cien barriles de pólvora, quinientos tarros de metralla i una considerable cantidad de piedras sacadas de las canteras de la isla de San I^orenzo.

Aunque aquel contraste habia perturbado los ánimos de los marinos desvaneciendo las ilusiones que tenian en su poder militar, lord Co- chrane se mostró imperturbable en su propósito de intentar nuevos Tomo XII 30

466 HISTORIA DE CHILE 1819

ataijues. Para mantener al enemigo en constante alarma, dispuso que en la noche del 3 de octubre se adelantase una balsa hasta cerca de lus fuertes de tierra, i que disparase una docena de cohetes, en que se habian hecho algunas modificaciones; pero el resultado de este ataque, que provocó un nuevo cañoneo de aquellas fortalezas, si bien pareció menos desconsolador, no causó tampoco los estragos que se esperaban. En la nuche del dia siguiente (4 de octubre), como se notara cierto movimiento en los buques españoles, el vice-almirante hizo adelan- tar, con ayuda de la marea, una pequeña balsa con un barril de al- quitrán al cual se le prendió fuego. Los defensores de la plaza, inciuie- tos por la imperturbable aproximación de ese fuego, i creyendo sin duda que era un buque de esplosion, le dispararon durante una hora cerca de trescientos cañonazos, ««con gran contento i con estre- pitosas burlas de los soldados i marineros patriotasn, dice un testigo ocular.

Un atacjue mas serio se habia concertado para la noche del 5 de oc- tubre. Dos horas después de oscurecerse, levaron anclas tres de los buques menores de la escuadra, i se acercaron a las posiciones enemi- gas escoltando las balsas que debian hacer un nuevo ensayo de los cohetes a la Congreve. Recibidas éstas por el fuego nutrido que se les dirijia desde tierra, sus tripulantes tuvieron el dolor de ver que aque- llos proyectiles, aun después de las modificaciones que se habian he- cho en la manera de lanzarlos, eran del todo ineficaces para producir los estragos que de ellos se esperaban. Pero Cochrane habia prepa- rado ademas sus brulotes para aquel ataque; i uno de ellos, el l>ergan- tin Vicíon'a, avanzó a velas desplegadas a eso de media noche, bajo el mando del teniente Morgell. La flojedad del viento no le permitió avanzar con la rapidez que habria sido necesaria, i en su marcha reci- bió muchos balazos que perforaron sus costados en varias partes por donde comenzaba a entrar el agua en grandes cantidades. Viendo al buque próximo a irse a pique, i estando cerca de la cadena que res- guardaba a los buques enemigos, ««el teniente Morgell incendió un lanza fuego por estar las mechas despedazadas en las balsas, n A los diez minutos hacia ese barco una espantosa esplosion. Ella habria de- bido causar grandes averías en la escuadra realista, pero la falla de viento no habia permitido al brulote avanzar hasta el punto en que aquella se hallaba colocada. Esa operación, combinada con inteli- jencia i ejecutada con valor, se frustró , completamente. Aun(pie el cañoneo duró hasta el amanecer del siguiente dia, los bergantines pa- triotas que habian iniciado el ataque, regresaron a su fondeadero sin

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pérdida de un solo hombre, si bien con pequeñas averías en sus cas- -<:os o en sus arboladuras.

Cochrane esperimentó ademas en esos mismos dias una contrariedad de diverso jénero, pero mas mortificante todavía que esos frustrados ataques a la plaza del Callao. Aunque era evidente que los buques españoles tenian resuelto no empeñar combate alguno, ni salir de su fondeadero, donde se hallaban protejidos por los cañones de las for- talezas, el vice-almirante habia notado ciertos movimientos que le ha- dan temer que uno o dos de ellos intentaran escaparse. Lo que ocurría en realidad era que en tierra se tenia noticia de hallarse en las cerca- nías del puerto dos buques españoles a los cuales era necesario sumi- nistrar ausilios i noticias para que no cayesen en poder de los patrio- tas. Uno de ellos era la fragata mercante Mariana que habia salido de Cádiz con un cargamento surtido cuyo valor se hacia subir a medio millón de pesos, en conserva con la división naval que venia a reforzar la escuadra del virrei del Perií. El otro era la fragata Prueba^ el línico buque de guerra de esa división que habia conseguido llegar al Pací- fico. El comandante de ese buque, capitán de navio don Meliton Pérez del Camino, temeroso de encontrarse con fuerzas enemigas, i sin tener noticia segura de lo que ocurria en estos mares, se habia acercado a las caletas de la costa del sur del Callao, i allí desembarcó a un oficial para que llevase al virrei el aviso de su arribo. Pero si en- tonces se tuvo en Lima la primera noticia de las desventuras de esa es- pedición, no fué posible hacer llegar hasta la fragata Prueba^ que conti- nuaba cruzando a cierta distancia de la costa, las indicaciones del caso para que se pusiera en salvo del peligro que corría de ser apresada por Ja escuadra chilena.

Mientras tanto, Cochrane, ignorante de estas ocurrencias, habia hecho salir el 4 de octubre al bergantín Araucano a cruzar fuera de la bahía. Dos dias después regresaba anunciando que a la altura de Cho- rrillos, pero a cierta distancia de la costa, había divisado una fragata que parecía enemiga. Creyéndose que ese buque fuera el primero de la división naval que se esperaba, toda la escuadra chilena se puso en movimiento el 6 de octubre para sal irle al encuentro. El dia siguiente, al divisar a la distancia un solo buque que se alejaba rápidamente, Cochrane se persuadió de que sería uno de los barcos balleneros norte americanos que recorrían estos mares; i como no quería dejar por mas tiempo desamparado el puerto del Callao, regresó a él con todas sus naves. La suspensión del bloqueo efectivo pocos dias mas tarde, pro- dujo otro accidente igualmente deplorable. \jx fragata Mariana^ sin ha-

468 HISTORIA DE CHILE 1819

llar resistencia de ninguna clase, entró al Callao i fué a fondear tranqui- lamente al lado de la escuadra española para proceder al desembarque de su valioso cargamento. ««De esta manera, escribia años mas tarde lord Cochrane, perdimos a la vez dos presas, m

La persistencia de la escuadra realista ¡)ara mantenerse bajo el fuego de las fortalezas, a pesar de las provocaciones de los patriotas, la esca- sez de tropas para intentar un desembarco, i la dolorosa desilusión que se habia esperimentado en el empleo de los cohetes a la Congreve, habían producido cierto desaliento entre los marinos i los jefes chilenos. Cochrane no vacilaba en declarar que el Callao, después de los lílli- mos trabajos, del aumento de la artillería i del acuartelamiento de tropas que se habia hecho para su defensa, era una plaza inespugnahlc con todos los medios de acción de que podia disponer el estado de Chile. Su permanencia en ese puerto, reducido a la inacción consi- guiente al bloqueo, le parecia intolerable, costosa i desmoralizadora, sin que de ella se pudiera esperar provecho alguno. Todas las estra- tajemas ideadas por Cochrane para inducir al enemigo a salir de sus posiciones, habian resultado ineficaces. Ahora, como en su primera campaña, hubiera querido emprender ataques parciales en alj^unos puntos de la costa, para lo cual podia utilizar el batallón de infantería de marina que tenia bajo* sus órdenes; pero se sentia amarrado por sus instrucciones, que le prohibían espresamente acometer empresas de esa clase, como le prohibían igualmente el comprometer los buques mayores de su escuadra en un ataque con las naves españolas que es- taban amparadas por las fortalezas. En esa situación, que su audacia i su actividad consideraban humillante, concibió Cochrane el plan de salif de nuevo al mar en busca de la división naval enviada de España i que según sus cálculos debia estar al llegar. En la tarde del 8 de oc- tubre levaba anclas, i partía con todos sus buques con rumbo al sur, ei> la persuacion de que en Arica o en sus inmediaciones hallaría a los buques españoles (12). 3. Ataque i 3, Aíjuel movimiento iba a resultar completamente

ocupación . - ^ - 3 i i* j

acci'lcntal mfructuoso. La escuadra, or)ligada a navegar en conser- dePiscopor ya, i acortando SU marcha para no dejar atrás a los bu-

las iiicrzís

patriotas. Q"^*^ ménos veleros, no podia tampoco alejarse mucho de la costa para tomar altura, i tenia, por tanto, (jue soportar las

(12) Tara referir toda esta primera parte de la s.'gunda campaña naval a las costas del Perú, la autoridad capital es la correspondencia de Cochrane al ministerio de marina, parcialmente publicada enti nces en la Gjcefa Ministerial, pero conservada

l8l9 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XVII 469

contrariedades naturales consiguientes a ese rumbo, la corriente del sur conocida por los jeógrafos con el nombre de Humboldt, i los vien, tos que, sobre todo en los meses de primavera i de verano, soplan con la misma dirección. Así, después de tres semanas de inútiles esfuerzos, IsL escuadra se hallaba todavía lejos del puerto de su destino. Por otra parte, al paso que ya tenia numerosos enfermos en sus buques, Cochrané cromenzaba a notar la falta de algunos artículos de provisión que juzga- \ja indispensables. "No me quedaba mas que una de estas dos alterna tivas, diceél mismo: volver inmediatamente a Chile, abandonando el xlnicu objeto de la cspedicion cuando ya no habia esperanza de lograrlo,. CD tomar sobre la responsabilidad de exceder mis instrucciones o mas iDÍen de obrar en abierta violación de ellas, situación sumamente des- £»gradable en que espero no volveré a hallarme otra vez. He resuelto abrazar la Ultima, queriendo hacer cualquier sacrificio personal por el iDJen público. II La verdad es que el arrogante marino no podia resolverse a regresar a Valparaiso sin haber llevado a cabo alguna empresa digna de su nombre i de las promesas que habia hecho al partir.

El i.° de noviembre, en efecto, dio la vuelta al norte, i dos dias después cruzaba en las cercanías de la isla de San Gallan. Allí, después de iin lijero reconocimiento de la costa, combinó su plan de operacio- nes. Dispuso para ello, que el comandante Guise, con la fragata Lau- taro de su mando, el bergantin Galvatino i el trasporte Jerezana se dírijiese a la vecina bahía de Paracas o de Pisco, tomase posesión de \ina batería de cañones i de las bodegas del puerto, i sacase de ellas el aguardiente, el vino, el arroz i los demás artículos necesarios para la escuadra que comenzaba a esperimentar la falta de esas provisiones. Para favorecer esta operación, el teniente-coronel Charles desembarca- ria con 220 soldados de la infantería de marina, e iria a colocarse entre el puerto i la villa de Pisco para impedir que la tropa que guar- necía a esta última, pudiera embarazar el embarque de aquellas mer-

inte(;ra en el archivo de ese ministerio, de donde el almirante Uribe tomó la mayor parte de sus piezas, i sin duda las mas útiles, para darlas a luz en Los orijenes de nuestra marina militar^ parte II, páj. 90-129. Las citadas memorias de lonl Cochrane ( Narraiiz'e of services^ chap. II), las Memorias deljcncral Millcr^ tomo I, cap. X, i la obra de Stevcnson (secretario de la escuadra), vol. III, chap. V, son un útil ausiliar que ratifican las noticias consignadas en la correspondencia del vice- almirante, ampliándolas en muchos accidentes; pero hemos podido ademas utilizar el diario de uno de los oficiales que hicieron esa campaña, probablemente el del mayor Miller, del cual hai estensos fragmentos publicados en español (con pequeños descuidos de traducción) en El Tclégrafot núms. 46 i 47.

470 HISTORIA DE CHILE 1819

caderías. Tanto Guise como Charles no debían permitir que soldado ni marinero alguno penetrara al pueblo o a las haciendas inmediatas, ni se apartase de la playa por ningún motivo. El comandante Charles, oficial tan animoso como intelijente, habia pedido en Chile al direc- tor supremo que se acometiesen empresas parciales en las costas del Peni para fatigar al enemigo, volvió a solicitarlo desde el Callao, i ahora aceptaba el mando de ese ataque, lleno de entusiasmo i decisión.

Sin embargo, aquella empresa debia producir, según todas las pro- babilidades, un desastre. La playa, donde se hallaban las bodegas, ofrecia serias dificultades para el desembarco por la fuerte reventazón de las olas, i estaba ademas defendida por una bateria o fortín, provista de ocho cañones. A una legua al norte, i como a una milla de la playa, se levanta el pueblo de Pisco, rodeado entonces por murallones i fosos, i guarnecido por cerca de seiscientos hombres, en su mayor parte infantes. Mandaba allí con el carácter de comandante jeneral de la costa del sur de Lima el mariscal de campo don Manuel González, militar viejo i prestijioso que habia desempeñado altos puestos en el Perú i en Filipinas i que gozaba de la confianza del virrei. Los hacen- dados i negociantes españoles del valle de Pisco, interesados en la defensa de sus propiedades i en que no se les arrebataran los esclavos que tenían para el cultivo de los campos, proporcionaban abundantes socorros a aquella guarnición.

El comandante Guise no desconocía las dificultades de la empresa que se le había encomendado; pero esperaba ejecutarla por sorpresa, mediante un desembarco nocturno. En efecto, entrada la noche del 6 de noviembre, se acercó cautelosamente a la costa con sus tres buques; pero sobrevino luego una gran calma; i cuando a las dos i media de la mañana siguiente volvió a soplar una líjera brisa, se habría resuelto talvez dejar el ataque para otro día sin la impetuosidad del coman- dante Charles que quería acometerlo sin tardanza. En efecto, poco después de la seis de la mañana del domingo 7 de noviembre, habia desembarcado la marinería, a pesar de la fuerte marejada, para apode- rarse de la batería realista, mientras el comandante Charles tomaba tierra mas al norte para cortar con la infantería de marina la comuni- cación entre el desembarcadero i el pueblo de Pisco. El capitán Hind, repuesto de las heridas que había recibido en el Callao, dispa- raba desde una lancha los cohetes a la Congreve sobre la bateria, para producir la confusión entre sus defensores.

Aquellos movimientos, ejecutados con toda regularidad, no bastaban para asegurar el triunfo a los asaltante-». Así, al mismo tiempo que la

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVII 471

artillería del fuerte rompía sus fuegos, la guarnición del pueblo ocupa- l)a algunas pequeñas eminencias, se parapetaba detras de tapias o se ocultaba detras de algunos árboles, i con los fusiles de sus infantes i cuatro cañones de campaña, iniciaba una porfiada resistencia que parecía deber asegurarle el triunfo. Las tropas chilenas, aunque mucho ¥nenores en número, no se desalentaron un instante. Divididas i dis- persas en pequeños destacamentos, que mandaban oficiales resueltos i entendidos, avanzaban impertérritas casi sin disparar un tiro, a pesar del fuego obstinado que se les hacia. El comandante Charles que marchaba a la vanguardia, i que habia logrado desalojar a los artilleros realistas de las posiciones que ocupaban, cayó mortalmente herido por una bala que le habia atravesado el pecho. El sarjento mayor Miller que tomó el mando de la columna, fué igualmente heri- do de suma gravedad en el pecho i en una mano cuando atacaba al enemigo que se parapetaba en los edificios del pueblo. Otro oficial patriota, el capitán don Manuel Urquizo, que anteriormente se habia distinguido en las espediciones de corso, recibió también un balazo que puso en peligro su vida. Pero la entereza de los asaltantes haU'a desconcertado a los enemigos. La caballería realista que se habia presentado en filaren número de ochenta a cien hombres, fué desorde- nada por algunos cohetes que le hizo disparar el capitán Hind. Los defensores del fuerte lo abandonaron después de haber clavado los cañones. Por fin, la infantería enemiga, perturbada por el vigor del ataque, no pudo oponer una prolongada resistencia, i abandonando el pueblo i sus contornos, se replegó desordenadamente al interior.

Los patriotas no estaban en número para emprender una tenaz per- secución, ni era ese el encargo de sus jefes. El capitán don Eduardo Gutike, oficial alemán que servia en la infantería de marina, tomó el mando de esta fuerza, ocupó el fuerte de la playa i restableció el orden para proceder al embarque de los heridos i de las mercaderías arreba- tadas al enemigo. Los cañones del fuerte fueron reparados para que pudieran servir a los vencedores. El bergantín Galvarino se acercó a la playa para favorecer con sus cañones esta operación en caso que el enemigo que se había retirado al interior, se reorganizara e intentase impedirla. Las armas i municiones encontradas en el fuerte, fueron embarcadas en la escuadra. En las bodegas se hallaron ademas de otros artículos, dieziseis mil cancos o botijas de aguardiente de Pisco. «'El tiempo empleado en estos arreglos indispensables, dice el comandante Guise, i en el embarque de los enfermos i heridos, no dio lugar, atento el que debía pasar en el puerto, sino para embarcar una

472 HISTORIA DK CHILE 1819

] arte del pisco: el resto fue destruido i los almacenes incendiados.it VA capitán llind habia minado el fuerte; i el ir de noviembre cuando las ültimns partidas de tropas habian vuelto a los buques, lo hizo sallar con una bien dispuesta esplosion de pólvora. En cambio, el pueblo de Pisco que habia quedado sin guarnición alguna, fué relijiosamente respetado por los vencedores. Ese mismo dia se dieron éstos a la vela para reunirse a la escuadra en el lugar que tenian concertado. Lleva- ban la satisfacción de haber cumplido valientemente el encargo que se les hal)ia confiado; |)ero lloraí)an la pérdida del denodado coman- dante Charles muerto a bordo de la fragata Lautaro el dia siguiente del combate. Ese combate costaba a los patriotas la pérdida de diez hombres Í13).

Si acpiel pcíjueño desastre de las armas realistas no tenia una im-

I

portancia material, puesto que solo habia producido la pérdida de algunos valores i la de unos veinte hombres muertos en la jornada, no podia dejar de producir una gran perturbación, i de ejercer influen- cia moral en la contienda cjue se iniciaba en el territorio peruano. El jeneral González, replegado dos leguas hacia el interior en Caucalo, hacienda situada a la derecha del rio de Pisco, se empeñó en reunir los dispersos i en pedir refuerzos a Ira para atacar a los invasores; pero éstos habian (juedado dueños absolutos del pueblo i del puerto duran- te cuatro dias sin que nadie se atreviera a inquietarlos. I^a noticia de esos sucesos produjo en Lima una gran sensación; i aunque se exa- jeraba el número de las fuerzas patriotas que habian atacado a Pisco,

(13) Kl combale de Pisco, mciiiorahlc, no por el número de los combatientes, sino j>or su influencia moral i por el heroísmo de los vencedores, fué referido en sus rasjjüs jenerales c-n el parte oficial dado por lord Cochrane desde el puerto de Santa el 18 do noviembre; pero junto con él envii) los partes detallados que dieron el co- mandante (luise i el capitán (lutike, que enti'mces no fueron publicadi>s, i)ern f|ue inserl(') en su libro el almirante Uribe, Los orijems^ etc., etc., parte 1 1, p.íjs. 148-55. Kn las Mcuiorias de Miller, tom. I, cap. X, se h.\Ha una interesante relación del coud)ate, escrita sin duda alguna según los recuerdos de ese oficial. La que contie- nen las meniíjrias de Cochrane, es mucho mas sumaria i casi insij;nificante. Asi en esas relaciones como en los documentos oficiales, se deplora en términos sentidos la muerte del comandante Charles, dándole el carácter de una gran pérdida para la causa de la jíatria. Kra éste, en efecto, un militar distinguido por su nacimiento, por su educación i por su carácter, a quien pareoia estar reservado un brillante ixjrvenir. .Su» compañeros de armas tributaron a su cadáver honores escepcionaies. Se le puso en una barrica de alcohol para conservarlo ^incorrupto; i guardado asi en una cámara de la fragata Lautaro^ se le trajo mas tarde a Valparaíso, donde se le dio sepultura en el recinto del castillo de .San Antonio.

1 8 19 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVII 473

el virrei en su despecho, creyó que habia habido flojedad i desorga- nización en la defensa. El jencral González fué llamado a Lima i separado de todo mando efectivo. En su reemplazo se hizo partir apre- suradamente al teniente coronel don Andrés García Camba, con dos compañías de infantes, un escuadrón de caballería i dos cañones; pero por grande que fuese la actividad que éste desplegó, no pudo llegar a Pisco sino el 15 de noviembre, cuando hacia cuatro dfas que ha- bían paitido los patriotas. Se contrajo entonces a poner orden en el distrito i a informar al virrei acerca de medidas que podian tomarse para disciphnar las milicias i para defender esa parte de la costa con- tra otros ataques (14). 4. Operaciones de 4. Cochrane, entre tanto, habia seguido su viaje al

la escuadra al , 1 . i* 1 ja u

norte del Callao: "orte con el resto de la escuadra. Aunque comenzaba apresa en el rio a faltarle el agua, haciéndose preciso buscarla en nl-

Guayaquil dos i- j 1 j

fraílalas armadas, g^^" punto solitario de la costa, quiso todavía acometer una nueva tentativa para obligar a las naves españolas a abandonar su actitud estrictamente defensiva. Con este propósito, dispuso que mien- tras las demás naves de su mando se mantenian fuera del puerto, en- tiase a él por el lado del sur el bergantín Pueirredon nuevamente pin- tado como simple buque de comercio, i con bandera española, en apariencia de huir de un buque patriota que lo perseguía. El Araucano debía entrar en pos de aquel bergantín, cañonearlo, apresarlo i sacarlo a remolque fuera del puerto. Se creía que las naves españolas, igiio- rantes de que la escuadra patriota estaba a corta distancia, saldrían a la defensa del barco perseguido; pero sea que sospecharan el lazo que se les tendía, o que no se atrevieran a violar las órdenes que se les habían dado, ninguna de ellas se movió de su fondeadero. Por vía de provocación, Cochrane entró al Callao con la sola corbeta Indepen- dencia^ i recorrió la bahía en todos sentidos sin que nadie se atreviera

(14) El jeneral Cionzález, caido en desgracia después de este contraste, no volvió al servicio activo, i regresó a España en 1S21. Habia llegado al Perú en un modes- to rango militar en 1784, i allí hizo su carrera. Trasladado mas tarde a Filipinas, desempeñó el cargo de gobernador i capitán jencral de esa provincia átt^íác marzo de 1810 hasta setiembre de 1813, es decir hasta el restablecimiento de Fernando VII en el trono español. Habiendo regresado al Perú en 1815, el virrei Abascal le confió interinamente el puesto de subinspector jeneral de las tropas del virreinato junto con el de gobernador de la plaza i presidio del Callao, que sirvió hasta el arrilx) del brigadier don José de la Mar, que vino de España a desempeñarlo en propiedad. González era un militar laborioso i esperimentado en los trabajos de oficina, pero de ix}ca utilidad pnra el mando de tropas i para negocios de guerra.

474 HISTORIA DE CHILE 1819

a atacarlo, l^s lanchas cañoneras enemigas que parecieron prepararse para un combate, volvieron luego a quedar en la mas completa quie- tud, como si hubieran recibido orden de abstenerse de toda empresa. La falta de viento durante la noche, no permitia renovar un ataque de brulotes con probabilidades de buen éxito. ««Me hallo cansado de estas operaciones, escribía Cuchrane el 11 de noviembre, con el ánimo enfermo i abatido por mis continuos e infructuosos desvelos, i sin poder vaíerme de medios fundados en la razón o la esperiencia, para la destrucción del enemigo, debido a las calmas que reinan en las noches. M Los ajentes patriotas que había en tierra, le comunicaron noticias seguras de lo que ocurría en Lima, i hasta en el pala::io del virrei. Cochrane supo por ellos que el buque que habia tenido a la vista a la altura de Chorrillos el 7 de octubre, era la fragata Prueba-, que ésta habia tocado en Paita diez i seis dias después, i que de allí se dirijiria a Guayaquil para ponerse en salvo, con arreglo a las ins- trucciones que el virrei le habia enviado por los caminos de tierra con fecha de 6 de noviembre. En vista de esos informes, el mismo dia en que escribia aquellas palabras de tanto desaliento, que dejamos co- piadas mas arriba, el vicealmirante levó anclas, i se dirijió a los puer- tos del norte. Solo el bergantin Araucano^ que era considerado el buque mas velero de la escuadra, quedó allí con el encargo de cruzar en frente del Callao.

Tres dias después (14 de noviembre), Cochrane fondeaba en el puerto de Santa. Ni allí ni en el pueblo vecino del mismo nomljre, habia tropas realistas; i fué por lo tanto fácil desembarcar a los nu- merosos enfermos (jue habia en la escuadra para pn)rurarles algún alivio, i a una parte de la marinería para proveerse abundantemente de agua fresca i de ganado. Cumpliendo las instrucciones terminantes del gobierno de Chile, Cochrane pagaba puntualmente los víveres que le ofrecían en venta las jentes del pueblo; pero respecto de los espa- ñoles i servidores del virrei guardaba una conducta diferente, exigién- doles valiosos donativos en especie a título de contribución de j^ue- rra(i5). En ese puerto se le juntó el 18 de noviembre el commdante Guise con la parte de la escuadra (jue había operado en Pisco; i pudo

(15) "Ksto puso furioso a un espaííol llamado José JJcnito del Real, dice el secre- tario de lord Cochrane, que se puso a la cabeza de algunos de sus esclavos i de otros individuos dependientes suyos, i vino de Nepena a Sania, donde sorprendió a uno de nuestros marineros i lo hizo prisionero. Inmediatamente rei^resó a Nepena, e hizo avisar al virrei Pezuítla que se había apoderado del hermano de lord Cochrane,

l8l9 PARTE OCIA VA. CAPITULO XVII 475

el vice-alniirante tomar importantes disposiciones que el mal estado sanitario de algunos de sus buques hahia hecho indispensable.

Se había declarado en efecto a bordo una fiebre epidémica que te- nia postrados a muchos marineros. El navio San Mariin era el que tenia mayor número de enfermos; i si bien no eran de estrema gra- vedad, estaban imposibilitados para el servicio. Cochrane destinó a hospital el trasporte Jerezana^ introduciendo en él las modificaciones requeridas para dar la vuelta a Chile en esa condición; i resolvió divi- dir la escuadra en dos cuerpos que debian partir con destinos dife- rentes. El mismo se dirijiria sin tardanza a Guayaquil con las fragatas OHi^gins'x Lautaro i con los bergantines Galvarino i Pueirredon^ con el propósito de capturar o de destruir la fragata española /^/'//e'^a, »»que según se me ha informado, decía, es el único buque de la ««armada invencibleii, que ha escapado a la furia de las olas i de los vientos.rr El contra-almirante Blanco, con los otros dos buques de guerra, el navio San Martin i la corbeta Independencia^ i con el buque hospital, regresaría a Valparaíso, no solo para desembarcar los enfermos, sino para estimular la acción del gobierno a fin de acelerar la partida de la espedicion libertadora del Perú, por cuanto solo el ejército de tierra podía emprender operaciones eficaces en aquel país. ««Estoi ple- namente penetrado i prácticamente convencido, agregaba, del hecho de que por cada hora que se retarda el ausilío que se aguarda del sur (de Chile), el poder del despotismo se aumenta, i el espíritu patriótico de los hijos del país se estingue. m

Cuando Cochrane llegó el 25 de noviembre a la embocadura del rio de Guayaquil, hacia mas de tres semanas que la fragata Prueba estaba fondeada en frente de la ciudad de ese nombre, i bajo la protección de sus baterías. El vice-almirante chileno que la creía colocada detras de la isla de la Puna, penetró cautelosamente en el rio, i adelantándo- se solo con la Cfíig^ins hasta cerca de cuarenta millas de la emboca- dura, llegó al amanecer al fondeadero que buscaba, i halló dos fragatas mercantes, el Águila i la Begoña^ pero armadas en guerra, provistas de buena artillería, abundantemente tripuladas i con valiosos cargamen- tos de madera i otros frutos del país. Los marinos españoles sorpren- didos con la imprevista aparición de la fragata chilena, trataron de

que andaba disfrazado. Estas noticias fueron publicadas en la Gaceta de Lima; i nada puede esplicar el desconsuelo de los realistas de esta ciudad cuando descubrie- ron que el noble prisionero no era nías que un simple marinero, m W. B. Steven- son's HistorUal and descriptivc narrative^ etc., vol. III, chap. V.

476 HISTORIA DK CHILE l8r<)

Oponer alguna resistencia; pero después de las primeras descargas, aban- donaron apresuradamente sus buques, ¡ tomando los botes corrieron a buscar su salvación en tierra. "Estas dos fragatas, decia Cochrane dando cuenta de su fácil captura, son admirablemente adaptadas para trasportes por su capacidad i buena construcción, i como tales consi- dero que son una poderosa adición a los medios que Chile posee no solo para lograrla emancipación de sus hermanos del Perd, sino para asegurar la libertad e independencia de Sud-América m Los excelentes cañones de bronce déla Bej^oña^ en número de i8, sirvieron para re- novar el armamento de la fragata Lautaro^ junto con una buena dota- ción de balas de cobre.

Vistas las dificultades de remontar el rio i la falta de prácticos para ello, fué necesario renunciar al proyecto de avanzar hasta Guayaquil. Los marinos chilenos se limitaron a desembarcar en la isla de la Puna, i a ocupar la pequeña aldea de este nombre para procurarse los víveres frescos que necesitaban. Cumpliendo las instrucciones del gobierno de Chile, i para no hacer antipática la causa de la independencia a los habitantes pacíficos de esa comarca, aquellos artículos eran pagados puntualmente. Por el mismo motivo, se les devolvieron las embarca- ciones menores de que se habia apoderado la escuadra.

I^ campaña naval abierta en setiembre, podia darse por terminada; pero como sus resultados no habian corres[)ondido a las esperanzas del gobierno i de los fjue tomaron parte en ella, habian cundido en la escuadra los jcrmenes de descontento. Algunos de los oficiales criti- caban ciertos actos del vicealmirante como depresivos para sus su- balternos, o como errores cometidos en la dirección militar. Las rela- ciones entro Cochrane i el capitán (iuise se hacian cada dia mas tirantes, a punto que el primero llegó a creei que éste de acuerdo con algunos oficiales, trataba de amotinar las tri[)ulaciones, o a lo menos de preparar un informe o acta de acusación. "Me resolví, dice Cochrane, a hacer una seria investigación sobre su conducta. Habiendo dado los pasos necesarios para e¡lo, los capitanes Guise i Spry me declara- ron por su honor c^ue ellos no habian hecho ni oido nada sobre el particular. M A pesar de todo, la desconfianza del vicc-almirante no se calmó del todo; i meditando nuevas operaciones, guardó sobre ellas la mayor rescva. Y.n consecuencia, el 13 de diciembre dispuso que el capitán Guise regresase a Ch'.le con la fragata Lautaro i con las dos presas tomadas en el rio de (Guayaquil, i cjue los bergantines Galrari- no i Pueirredon quedasen cruzando algún tiempo mas en aquellos lugares. Por fin, el 21 de diciembre el vice-almirantc se hacia a la mar

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con rumbo al sur en la fragata O^Hign^ins, meditando talvez desde entonces un golpe de audacia que habla de tener una gran resonancia en aquella lucha (16). 5. Esfuerzos de 5. La solida de la escuadra para abrir la campaña

gobierno para , ., , j ^ 1. i

mantener i acii- "aval cuyos accidentes acabamos de contar, había

varias operado- ¡nfundido en Chile, según dijimos antes, las mas ha- es^cuadrrlegreia l^g^^^^s esperanzas. El gobierno, confiado en las se- delPcrú. guridades que le daba Cochrane, creía que antes de

mucho hablan de llegar las noticias de triunfos que compensasen los enormes sacrificios hechos para el equipo d¿ las naves, I se creía ade- mas que la partida de éstas procurarla algún desahogo al erarlo público gravado con los gastos i compromisos contraidos para aquella ^spedi- cion. Antes de mucho tiempo se iba a sufrir una doble desilusión, porque ademas de que el resultado de la campaña no correspondió a esas esperanzas, luego se vio que era necesario seguir haciendo gastos considerables para el sostenimiento de la escuadra en el pie a que se la había elevado.

I^ dificultad de las comunicaciones, i la escasez de correos regula res entre los diversos puntos del territorio chileno, que obligaba a emplear propios estraordinarios para la comunicación de noticias i para la trasmisión de órdenes, habia causado embarazos considerables du- rante todo el curso de la guerra. En los meses en que se equipaba la es- cuadra en Valparaíso, habia sido necesario despachar cada dia emisa- rios de esa naturaleza aun para asuntos relativamente subalternos, pero que exijian un pronto despacho. En esas circunstancias, se trató de remediar en lo posible ese inconveniente. Un marino norte-americano que trajo a Chile la corbeta Horacio (después la Independencia )^ i que habia sido incorporado a la escuadra chilena, el capitán don Pablo Déiano, propuso al gobierno la construcción entre Santiago i Valpa- raíso de un telégrafo aéreo o de señales, semejante a los que se hablan .nventado en Francia durante las primeras guerras de la revolución (1793), ^ ^uc mejorados con útiles modificaciones, se hablan jenera- lizadü en Europa i en los Estados Unidos. El gobierno aceptó esa pro-

(16} Pistos hechos, consignados con mas o menos detalles en la correspondencia oñcial de Cochrane publicada, como ya hemos dicho, por el contra almirante Uri- be, i en las relaciones de los contemporáneos anteriormente citados (Cochrane, Mi- ller 1 Stevenson), han sido referidos mas abreviadamente, pero con exactitud i cla- ridad por don Antonio García Reyes en su elegante memoria histórica sobre la rrimera escuadra nacional ^ cap. III.

478 HISTORIA DE CHILE 1819

puesta sin vacilar, por resolución de 6 de octubre. El capitán Délano, hombre séiio i emprendedor, dio principio a los trabajos; i a pesar de la dificultad de proporcionarse los elementos necesarios para construir en el país los aparatos i mecanismos para la trasmisión de señales, en enero siguiente tenia ya iniciada la obra. Pero ésta, al paso que im- ponia gastos considerables, debia marchar cjn mucha lentitud, mien- tras cjue los apuros del tesoro nacional i las urjencias mas inmediatas de la guerra, ocupaban toda la atención del gobierno. Fué necesario abandonar esa empresa; i el capitán Délano, llamado al servicio mili- tar activo, se embarcó en la escuadra que debia trasportar la espedicion libertadora del Perií.

El I o de noviembre, cuando se esperaba por momentos la noticia de los triunfos de la escuadra chilena en las costas del Perú, entró a Val- para iso la fragata de guerra de los Estados Unidos Macedonian^ que viniendo de Acapulco habia entrado al Callao e impuéstose del ningún resultado de las operaciones bélicas. Inmediatamente, como sucede de ordinario en tales casos, comenzaron a circular rumores siniestros de grandes desastres sufridos por nuestros marinos. El gobierno, que en esos mismos dias habia recibido por el bergantin Pallas^ aquel buque apresado en el Callao, las comunicaciones en que Cochrane le infor- maba de los primeros ataques a la escuadra enemiga, se apresuró a darlas a luz para calmar la inquietud pública. Se supo entonces que no habia ocurrido ningún desastre; pero se supo también que los cohetes incendiarios en que se fundaban tantas ilusiones, no habian producido los efectos que se esperaban. En las tertulias i en los corrillos se for- mularon, sin otra base (jue simples conjeturas, tremendas acusaciones contra los encargados de la fabricación de aquellos proyectiles, atribu- yendo unos su mal éxito a incompetencia de los artífices que la diri- jian, i los mas a maldad de los operarios, que siendo prisioneros espa- ñoles, habian puesto materias inofensivas en vez de los ingredientes inflamables i esplosivos. Esas acusaciones, sin embargo, no hallaron eco en el gobierno. El director supremo creyó que el fracaso de los cohetes debia atribuirse a la precipitación con que habian sido elabo- rados, i que los defectos que se habian hecho notar, podian remediarse poniendo mas cuidado en el trabajo. Por ausencia del comandante Charles, la dirección de la maestranza de cohetes habia sido confiada a don Diego Pasoissien, médico ingles de una estraordinaria actividad i de una exaltada adhesión a la causa de la independencia americana, de que hemos hablado anteriormente, que a su cargo de cirujano en jefe del ejército, unia el grado de coronel; i él recibió la órdon de in-

1 8 19 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVII 479

troducir en la fabricación las modificaciones que se creyeran conve- nientes. Por lo demás, el director supremo, que después del fracaso de esos proyectiles,. creia que la escuadra chilena podría perder algunas de sus naves en la campaña en que estaba empeñada, se ])reparó para comprar i armar en guerra otros buques (17).

Las noticias recibidas del Perú, i las modificaciones que a conse- cuencia del sistema estrictamente defensivo del virrei, debia esperi- nicntar el plan de operaciones de la escuadra, hicieron temer que ésta pudiera encontrarse escasa de víveres. Para remediar esta falta, el gobierno envió inmediatamente a Valparaíso quinientos quíntales de

(17) En carta confidencial de 13 de noviembre de 1819, OTIij^giñs decía lo que sigue a San Martin: "Por la G^íz^í/ít eslraordinaria de ayer, verá V, el resultado del ataque a I Callao. Se me asegura por conductos fídedignos (los marinos norte-ame* ricanos de la Macedonian) que no ha sido tanto la falta de los cohetes ni de los tubos i colas el no haberse incendiado los buques del Callao, sino la falta de pro- tección a los que los arrojaban; i ésta no podía prestarse sin esponer los buques de consideración de nuestra escuadra en circunstancias de estar esperando allí los na- vios i fragatas de España. Zenteno hará a V. alguna relación de los demás oñcios de Cochrane que no se han impreso. Acompaño a V. las dos cartas que me ha escrito Cochrane: van traducidas. Mi contestación será que si no encuentra los na- vios españoles en Arica, ni tiene noticia Je estar en algún otro puerto de interme- dios, regrese al Callao; i que si allí se encontrasen los ref'jridos navios, obre confor- me a las circunstancias, en el conocimiento de que debiendo en tal caso ser muí superior la escuadra enemiga a la nuestra, i no presentándose alguna prol)ab¡Iidad de darle un golpe, evite acción, poniéndolo inmediatamente en mi noticia para proceder al equipo de la Arjentina (el buque de Bouchard), la vieja Chacabuco^ la fragata inglesa Thais^ que ha venido de Inglaterra a venta i está bien equipada, i algún otro de los que hai en Valparaíso. También voi a enviarle luego la corl)eta Chacabiico (la nueva), i el bergantín Intrépido con un trasporte de viveres, a pesar de no haber ni medio real con que contar para dichas providencias, no quedando mas que dar manotones a ciega i donde se pueda."

Con la misma fecha escribía casi en los propios términos en nota dirijida a Za- iíaitu, que orijinal tenemos a la vista, para esplicarle las verdaderas causas del nin- gún resultado del ataque al Callao, el plan de aumentar la escuadra si fuere necesa- rio, i la pobreza del erario público, a la cual era menester sobreponerse por cualquier medio. "No hai ni esperanzas, dice, de que entre en tesorería por algún tiempo ni un solo peso."

El 20 de noviembre, confirmando esa*: noticias, decía 0*Higgins a San Martin lo que sigue: "Va habrá llegado a V. el resultado malo de los cohetes en el Callao, que según opinión de much«*s, aunque todos hubiesen estado buenos, habria acontecido lo mismo. 330 piezas de grueso calibre en tierra i en los buques de guerra enemigos, es mas que la fuerza necesaria para no permitir a buque alguno, ni a boles, ni a balsas aproximarse al tiro de cohetes; i así es que muchos de los que estallan bue- nos, no alcanzaron a surtir el fm."

480 HISTORIA DE CHILE 1819

galleta, cuatrocientos de charqui i cien de carne salada, í dispuso que la corbeta chilena Chacahitco i el bergantin Intrépido^ que navegaba con la bandera de las provincias unidas del Rio de la Plata, embarca- sen esa carga i salieran a ponerla a disposición del vice-almirante (18). Esta orden, sin embargo, no pudo cumplirse sino en parte. I^ oficia- lidad i la tripulación del segundo de esos buques, que no habían recibido sueldo ni socorro alguno de su gobierno, se hallaban en un lastimoso estado de miseria, que daba oríjen a un alarmante descon- tento. Llegó a temerse que no dependiendo directamente del gobier- no, i que hallándose el de Buenos Aires envuelto en las mayores difi- cultades a causa de la guerra civil, ese buque, una vez despachado de Valparaíso, se pronunciara en abierta rebelión, i se marchara al Atlán- tico a tomar parte en esa contienda. Estos temores, que obligaron a suspender el envió de una nave que »»mas parecía pertenecer a mis- ma que al gobierno de que dependía", según la espresion del minis- terio de la guerra, se vieron confirmados por el amotinamiento de su tripulación el 24 de diciembre, que habría podido toldar serias pro- porciones sin la enerjia desplegada por el gobernador de Valparaíso, don Luís de la Cruz, para reprimirlo. El gobierno, aprobando la con- ducta de ese funcionario, mandó pagar una parte de los sueldos que reclamaban los tripulantes de esa nave, i tomó otras medidas para mantenerlos bajo su inmediata dependencia, haciéndola servir en las operaciones subsiguientes (19).

No eran éstas, por cierto, las únicas dificultades i complicaciones en que el gobierno se hallaba envuelto a consecuencia de la guerra naval. Después de la salida de la escuadra, algunos comerciantes de Santiago ¡ de Valparaíso habían despachado varios buques cargados de produc- tos chilenos para negociarlos en los puertos del sur del Perú. Esas empresas parecían destinadas a fomentar la agricultura nacional, cuya situación era angustiosa, entre otras causas, por la falta de esporlacion de sus frutos. Aquellos negociantes habían creído que la escuadra chilena debia protejer empeñosamente ese comercio, destinando a este objeto algunas de las naves de guerra; pero cuando la vieron mante- nerse unida, o fraccionada en gruesas divisiones i contraída ante todo a las operaciones de la guerra, reclamaron por conducto del tribunal

(18) Oficio ílel ministerio de marina a los comisarios ile la escuadra de 19 de no- viembre.

(19) Ofici) del ministerio de marina al gohernn»lor i comandante jeneral del de- parlamento en Valparaíso, de 28 de diciembre de 18 19.

i8t9 parte octava. capítulo XVII 481

del consulado la protección que habían esperado recibir. »»Li escuadra en su agresión contra las costas enemigas, decía el ministro de marina contestando esas reclamaciones, llevó i llevará siempre el doble objeto de destruir las fuerzas navales que encontrare en sus puertos, i prote- jer inmediatamente nuestro comercio, empleando para ello de los medios mas eficaces, pero que no la distraigan de aquel primer pro- pósito. ... Si el comercio de esta capital creyó poder especular en las costas enemigas desde que la escuadra nacional zarpó de Valparai- so, pudo i debió entrar en su cálculo el fm real de la espedicion, i con él las fortuitas circunstancias que obligan a reunirse a las armadas mas respetables, í el palmario inconveniente de la mayor o menor duración de un bloqueo, sin cuyos precisos datos es mas que aventurado el rea- lizar negociaciones por tiempo ilimitado (20).'! Esta resolución del go- bierno, francamente declarada i observada, i la única que era posible seguir en esa situación, no desalentó a los especuladores, que siguie- ron enviando cargamentos de productos chilenos para venderlos en las costas del Perú. La actitud puramente defensiva de la escuadra del virrei, encerrada en el Callao, permitió hacer ese comercio sin graves inconvenientes.

A las noticias e informes comunicados por Cochrane sobre las ope- raciones de la escuadra, se agregaron otros que los completaban en sus accidentes, i que daban mas luz sobre la situación interior del virrei- nato del Perú. Kl 3 de diciembre llegó a Valparaíso la corbeta de gue- rra inglesa Slaney. Venia del Callao; i por el intermedio de uno de sus oficiales, traía comunicaciones secretas de los ajentes chilenos que residían en Lima i en sus contornos. Se supo entonces lo que ocurría en el campo enemigo, las angustias del virrei, las rivalidades entre los jefes realistas, el descontento déla población, i las ventajas que aquel estado de cosas ofrecía para llevar a cabo la espedicion libertadora (21). Si bien esos informes referían que las operaciones navales delante del Callao no habían producido resultado alguno, que la fragata española Prueba se había sustraído a la persecución de la escuadra chilena, i que la fragata mercante Mariana se habia salvado de ser apresada con su valioso cargamento por haberse suspendido el bloqueo de aquel

(20) Oficio del ministerio de marina al tribunal del consulado, de 24 de dicienibxe de 1819.

(21) Tenemos a la vista algunas de esas comunicaciones. Una lleva la fírma de don Rafael Gárñas, i las otras son am'mimas. Contienen en jeneral muchas noticias» mas o menos interesantes, que hemos utilizado en estas pajinas.

Tomo XII 31

482 HISTORIA DE CHILK 1819

puerto, se supo también entonces que el navio San Telmo debia haber desaparecido en un desastroso naufrajio. Esas noticias, confírmadas pocos dias después por un buque mercante apresado al enemigo en el puerto de Pisco (22), confirmaba la seguridad que se tenia de que el vi- rrei mantcndria invariablemente sus naves bajo el fuego de las fortalezas del Callao, i de que para destruirlas se necesitaban elementos mas po- derosos que los que tenia a su disposición la escuadra de Chile. El go- bierno se ocupó esos dias en preparar la adquisicicion de varios buques para armarlos en guerra; pero otros acontecimientos vinieron a hacerlo cambiar de plan.

En sus ultimas comunicaciones al gobierno, el vicealmirante Co- chranc no habia cesado de lamentarse de la poca libertad de acción que se le habia dejado en esta campaña. Atribuía en gran parte el ningún resultado de ella a las instrucciones que se le habian da- do, i que le imponían una línea invariable de conducta de que no podia apartarse en ninguna circunstancia. Apesar de la claridad de su talento, el orgullo de su carácter i su espíritu receloso, le hacían ver adversarios i enemigos en todas las personas que no cedían fácilmente a sus indicaciones o a sus exijencias. De este modo, se habia forjado la quimera de que el ministro de guerra i marina, hombre tan discreto i laborioso como serio i leal, le era secretamente hostil, i de que éste se empeñaba en suscitarle dificultades, en restrinjir sus facultades de vice-almirante i en darle instrucciones que coartaban su acción. Aun- que el ministro guardaba a Cochrane en todas sus comunicaciones la mas dt-ferente consideración, i aunque accedía en cuanto le era posible a todo lo que pidiese, éste, persuadido de que se le hacia víctima de las maquinaciones de enemigos encubiertos, persistió entonces i mas tarde, en creer en la supuesta hostilidad deque se quejaba sin disimulo. Desde el Callao, con fecha de 1 1 de noviembre, diríjiéndose especial- mente al supremo director, le hablaba con moderación en la forma, pero

(22) Era éste el ber^atin norte-americano Catiton, apresado por los realistas en Tuicahuano en 181 7, según contamos en otra parte. Llevado después al Callao, i provisto 'le artileria i de otras armas, fué empleado en el servicio del virrei. El Araucano lo capturó en Pisco en los primeros dias de noviembre. Remitido a Val- paraíso a carg(« de un piloto patriota, contaha éste el desembarco que habian efectuado las fuerzas chilenas; pero sobre el resultado de esta operación, no sabia mas que la muerte del valiente comandante Charles, i que el mayor Miller quedaba fjravemente herido. Estos informes confusos e incompletos, produjeron cierta inquíe- tud, temiéndose que hubiese ocurrido un gran desastre; pero luego llegaron noticias mas completas del combate de Pisco.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVII 483

con rudeza, de la resolución üde dejar su puesto a aquellos que podian i ganar todo el crédito que su posición prometian, no se ampliaban sus facultades en la dirección de la guerra naval.

O'Higgins tenia que soportar estas exijencias, sacriñcando en nom- bre de la patria sino su dignidad, a lo menos su amor propio de go- bernante. Se habia negado a poner a las órdenes de Cochrane un cuerpo de mil o mas hombres del ejército de tierra para impedir que se ejecutasen operaciones militares que hicieran por sus depredacio- nes, antipática la causa de la independencia, i le habia encomendado que contrajese su acción i el poder que ponia en sus manos, a destruir las fuerzas navales del virrei. Ahora, en vista de aqaella intimación, le fué necesario acceder a la ampliación de facultades que se le pedia. •»Como ya dije a V. S. en 26 de noviembre, le contestaba el ministro de marina, es imposible al gobierno trazar a V. S. un plan de opera- ciones que abrazando todos los casos que accidentalmente puedan ocurrir, coloque a V. S. en situación de obrar acertadamente sin salir de la letra de las instrucciones. Persuadido S. £., como lo ha estado siempre, de que efectivamente ésta es una quimera, rae previene anunciar a V. S. que desde luego quedaba en libertad i plenamente autorizado para seguir el plan de operaciones que a juicio de V. S. sea mas conveniente a los intereses de la República, según la situación mas o menos próspera en que el aparecimiento de casos imprevistos u ordinarios, puedan colocar a la escuadra de su mando, teniendo siem- pre por objeto la destrucción o minoración de la enemiga, i de evitar en lo posible, antes de lograr aquel fin, su regreso a los puertos de Chile, siempre que urjentes i ejecutivas razones no lo obliguen a cUom.

Junto con ese oficio debia recibir Cochrane el pliego de nuevas ins- trucciones firmadas por el supremo director. Confirmaban ellas la plenitud de poderes que el vicealmirante habia solicitado, para dirijir las operaciones i "destruir por cuantos arbitrios estén a su alcance la escuadra enemiga total o parcialmenten; pero se le ponian dos restric- ciones, o mas bien, se le fijaban dos reglas que limitaban en cierto modo sus amplias atribuciones. «Queda (el vice-almirante) en libertad, decían, para que del país enemigo se procure los víveres que necesitare si acaso no le alcanzan los que de aquí se le envíen (cuyas remesas pro- mete el gobierno hacer con la mejor oportunidad); pero teniendo ad- vertido que debe economizar cuanto pueda esos procedimientos, no pudiendo, sin ser conducido por la necesidad de subsistencia, hostili- zar ni hacer ninguna clase de incursiones en las costas del Perú por la razón que se le ha dado. Será asi mismo del cuidado del almirante

484 HISTORIA DE CHILE 1819

prevenir por todos los medios posibles el regreso de la escuadra a nuestros puertos por los graves motivos que se han comunicado (23).» Contra las recomendaciones i contra las espectativas del gobierno, el 19 de diciembre entraba a Valparaiso el contra-almirante Blanco Encalada con el navio San Afaríi/t, i seis dias después la corbeta //i- dependencia i el bergantin Araucano, Habían sido despachados desde Santa por el vice-almirante Cochrane, el cual anunciaba que después de la espedicion que preparaba a Guayaquil, regresaria a Chile con el resto de la escuadra. Esta resolución, confirmada un mes mas tarde por la vuelta a Valparaiso de la fragata Lautaro^ produjo un gran dis- gusto en los consejos de gobierno. Desde luego se resolvió que así que la escuadra renovara sus provisiones, saliera de nuevo a estrechar el bloqueo del Callao i a ver modo de hostilizar i de destruir las naves enemigas. El jeneral San Martin, que en esos mismos dias (14 de enero de 1820) regresaba de Mendoza, según contaremos mas adelan- te, apoyaba resueltamente esa determinación (24). Acusábase severa- mente a Cochrane por su conducta en el mando de la escuadra, porque el fruto de las dos campañas no había correspondido a las esperanzas que en él se cifraron, i porque su carácter exéntríco i arrogante lo hacia irreductible a toda sujeción a la autoridad del gobierno. O'Hig- gins, sin embargo, reconociendo la gravedad de los cargos que se ha- cían al vice-almirante, sostuvo a éste resueltamente, i antes de mucho^ como lo veremos luego, los acontecimientos vinieron a darle la razón.

(23) Estas piezas están trascritas sin fecha alguna en el rejistro copiador de co- municaciones del ministerio de marina. Por su contenido, por la referencias que en ellas se hacen a otras oñcinas, i por el encadenamiento jeneral de los hechos, se comprende que fueron preparadas a mediados de diciembre de 1819.

(24) Como Cochrane tardara en llegar a Valparaiso, se pensó en hacer salir al iné> nos una división de la escuadra bajo las órdenes del contra-almirante Blanco Enca- lada, al cual se llamó apresuradamente a la capital. Con fecha de 4 de febrero se ordenó al gobernador- intendente de Santiago, que estando incompletas las tripula- ciones de los buques, i fallando solo completarlas para que pudieran saiir a campa- ña, reclutara dentro del plazo de tres o cuatro dias unos cien muchachos, "[Mira desprendernos, se decia, de la fastidiosa dependencia de los estranjerosn. I el 7 de febrero se encargaba al ministro de hacienda que dictara "la orden correspondiente a la tesorería jeneral para que apurándose todos los recursos, se acopiase la cantidad de I7i337 pesos un real que ganando instantes debería remitirse al comandante jeneral de marinan, para el pago de sueldos de oficiales i tripulaciones de los cuatro buques que debían componer esa división, encargada de bloquear los puertos del Perú, de impedir que la fragata Pnteba pudiera reunirse a las otras naves realistas, i de hostilizar a éstas por todos medios.

o

1819 PARTE OCTAVA. CAPITULO XVH 485

€. La guerra en la 6. Mientras la escuadra chilena sostenía sin éxito frontera del Uiobio j e 1 » » ^ 1

i sus contornos: definitivo las operaciones navales en las costas del

reorfsianizacion de Perú, en el sur de nuestro propio territorio una las bandas de Be- , , j , r ^

navides. guerra de horrores 1 desolación creaba una profunda

perturbación, i amenazaba prolongarse indeñnidamente. Después de la dispersión de las bandas de Benavides en la jornada de Curalí, el i. de mayo de 1819, el coronel don Ramón Freiré» gobernador-intendente de Concepción i comandante en jefe de todas las fuerzas de la fron- tera, se habia hecho la ilusión, como contamos antes (25), de que toda aquella comarca quedaba en cierto modo pacificada; i los pequeños combates que se siguieron contra algunas partidas de montoneros, i en que éstas fueron batidas, lo alentaron en esta confianza. Hubo un corto período de calma en que pudo esperarse un mejor porvenir.

Sin embargo, la situación de esa provincia era entonces deplorable. Asolada por la guerra desde 18 13, solo habia tenido alguna tranquili- dad durante los dos años de la reconquista española; pero los graves acontecimientos de 1817 i 1818, las devastaciones consiguientes a las operaciones militares, la emigración forzada de un gran número de sus habitantes a las provincias del norte con motivo del desembarco de la espedicion del jeneral Osorio, las depredaciones ejecutadas por los montoneros i por las bandas de malhechores, i por i'iltimo la retirada de Sánchez hacia el sur arrastrando consigo los hombres i los ganados, habian despoblado las aldeas i los campos, paralizado todos los traba- jos de la agricultura i aniquilado el comercio. Las medidas tomadas por el gobierno de Santiago para reparar ese estado de cosas, i la vuelta de numerosas familias a sus antiguos hogares, no bastaban para resta- blecer la vida normal. La provincia de Concepción, abundantemente productora de ganados i de cereales, no tenia carne ni trigo para el ali- mento de sus habitantes, i era necesario llevar víveres de otras partes para prevenir el hambre que amenazaba a las poblaciones. La ninguna seguridad de los campos, i la escasez de brazos i de elementos indus- triales, no permitían emprender sino en mui limitadas proporciones las faenas agrícolas.

Las tropas que guarnecían la frontera, insuficientes para resistir a las irrupciones de los bárbaros i de las bandas de montoneros armados en nombre del reí, sufrían especialmente las penalidades de aquella situación. Mal pagadas, vestidas con harapos, obligadas a continuos movimientos, habian, sin embargo, manifestado una grande entereza i

I ' m-

(25) Véase el § 10, cap. XII, de esta misma parte.

486 HISTORIA DE CHILE 1819

conseguido señaladas ventajas; pero ese estado de cosas no podía pro- longarse indefínidamente; i mientras el número de esos soldados se disminuía por la guerra, por las enfermedades i por la miseria, los ene- migos del otro lado del Biobio podian engrosar sus filas con los rea- listas fujitivos i con los mocetones de la Araucanía. El coronel Freiré que en horas de desaliento habia creido que era llegado el caso de abandonar a Concepción i de replegarse al norte, demostró sin em- bargo el valor i la actividad que lo habian hecho tan famoso, i IO]^ró contener al enemigo: pero no habia cesado de pedir los refuerzos i los socorros que le eran indispensables.

El director supremo no habia sido insensible a esas premiosas exi- jencias; pero, como se recordará, los refuerzos enviados de Santiago a cargo del saijento-mayor don Pedro Barnachei i del capitán don Ra- món Picarte, fueron detenidos en Talca para defenderla contra el des- antcntado levantamiento de los hermanos Prieto. Restablecido allí el orden público, esos oficiales siguieron su viaje en pleno invierno, i lle- garon a Concepción el 17 de julio. Si ese socorro era insuficiente para cambiar la situación de aquella provincia, bastaba a lo menos para re- mediar las necesidades mas premiosas (26). Freiré pudo activar durante algunos meses la tenaz persecución de las partidas de merodeadores que recorrían esos campos o que pasaban del otro lado del Biobio. Los subalternos que obraban bajo sus órdenes, algunos de ellos sim- ples oficiales milicianos, o paisanos armados que querían defender sus propiedades o vengar las violencias i robos de que ellos o sus familias habian sido víctimas, desplegaron una prodijíosa actividad i un rigor implacable contra los montoneros que apresaban, i para los cuales no habia otro castigo que la muerte. En los numerosos combates que les fué forzoso sostener contra esas partidas de desalmados, los patriotas ob- tuvieron casi siempre la ventaja. »»Por la correspondencia oficial, decía Freiré al director supremo en 24 de setiembre, se impondrá usted de los buenos golpes que hemos dado a los maturrangos (apodo dado por San Martin a los realistas, í muí usado entonces en el trato familiar). Algunas partidas de ellos han pasado (al norte del Biobio), pero a to- das se persigue con empeño, i no dudo corran la misma suerte que los demás. Cada dia se va comprometiendo mas la provincia (es de- cir va ganando mas terreno en los ánimos la causa de la independen-

(?.6) Véase el § 9 del cap. XII. Allí hemos detallado prolijamente en qué consistía ese socorro. Apesar de ios accidentes i contrariedades que esperimentaron en la mar- cha, Barnachea i Picarte entregaron puntualmente en Concepción los hombres, los caballos, el dinero, las armas i el vestuario que recibieron en Santiago.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVII 487

cía), i los malos se van acabando. Los indios se han portado bien en esta ocasión, i vamos sacando partido de ellos. Los enemigos han tra- bajado para sacarlos, i aquellos se han negado diciendo que todos es- tan entregados a la patria, menos los indios costinos. Estos se prepa- raban para venir a San Pedro; pero con haberlos mandado cañonear por Arauco, no han querido salir, temiendo que les podríamos tomar sus tierras.it Tales eran las ilusiones que se forjaba el valiente jefe de la frontera en los momentos mismos en que ésta se hallaba en realidad amenazada por un gran peligro.

En efecto, el enemigo se habla reorganizado, i estaba mas fuerte i vigoroso de lo que habia estado antes. Después de la jornada de Cu- ralí, las bandas de Benavides, dispersas i perseguidas por Freiré hasta las orillas del rio Tubul, al sur oeste de la plaza de Arauco, habían aprovechado los meses de invierno para reunirse de nuevo. Los cortos ausilíos que recibieron de Valdivia, fueron convenientemente utiliza- dos. En su carácter de delegado del coronel Sánchez, que, como con- tamos antes, habia continuado su marcha hacia el sur, Vicente Bena- vides era el jefe superior de esas fuerzas; i en su envanecimiento por una elevación tan inesperada como inmerecida, comenzaba ya a darse el título de comandante jeneral del ejército del reí en Chile. Soldado grosero, sin cultura í sin esperiencia de mando superior, í acreditado solo por las correrías de depredación, no habría podido dar a esas bandas una apariencia de organización regular; pero a au lado se halla- ban algunos oñciales españoles, varios frailes del convento de mi- sioneros de Chillan í cuatro o cinco curas de los pueblos vecinos a la frontera; í ellos crearon una especie de administración directiva, hacían la distribución de las tropas i los nombramientos de oficiales, i escribían las órdenes i las comunicaciones que ñrmaba aquel jefe. For- móse un cuerpo regular de fusileros montados que llegó a contar cerca de novecientos hombres. El resto de las fuerzas fué dividido en peque- ños escuadrones o partidas bajo el mando de los mas resueltos i deci- didos entre los guerrilleros que estaban a sus órdenes. Turbas nume- rosas de indios armados de lanzas, i convocados en nombre del reí, pero en realidad reunidos con la esperanza del robo i del saqueo, completa- ban aquel ejército que habia de señalar su paso por todo jénero de horrores i de depredaciones.

Todo parecía demostrar que la causa de que aquellos hombres se decían sostenedores, estaba deñnitivamente perdida. Sin embargo, ellos manifestaban, ; tenían en efecto, una gran fe en su triunfo mas o me- nos próximo. para muchos de ellos la prolongación de la guerra era

488 HISTORIA DE CHILE 1819

i:na empresa de simple merodeo, el mayor numero, alentado por las predicaciones de los frailes, creía servir a la vez a la causa de Dios i <lel rei, i tenia tal idea del poder de éste, que no i)odia concebir que sus armas, aunque quebrantadas por algunos desastres, llegasen a ser definitivamente vencidas. Benavides i sus consejeros, como lo había hecho anteriormente Sánchez, hablaban sin cesar de los grandes re- fuerzos que debía enviarles el virrei del Perú, i fínjian haber recibido de los ajenies que tenían en Concepción, noticias seguras de los de- sastres que sufrían los ejércitos de la patria, i de la miseria espantosa a que estaban reducidos los indef>endientes. En una ocasión se anunció que un poderoso ejército español había desembarcado en Buenos Ai- res, que se había apoderado de esta ciudad después de cuatro dias de combate i que se ponía en marcha para reconquistar a Chile. Anun- cióse también que lord Cochrane se había hecho a la vela para los Es- tados Unidos, llevándose consigo todos los buques que el gobierno chileno había equipado con tantos sacrificios i puesto bajo el mando de ese audaz aventurero. Esas noticias eran creídas en el campamento de Benavides; i lo que es mas, eran trasmitidas a Valdivia, en donde algunos de los militaros de mayor graduación, i entre ellos el mismo coronel Sánchez, les daban crédito.

Contaba, ademas, aquel ejército con valiosos ausiliares al norte del Biobio. Aparte de las numerosas partidas de merodeadores que o|>era- ban en esta rejion bajo el mando de caudillos ordinarios i desalmados, pero empeñosos i atrevidos, había muchos individuos que por apego al antiguo réjimen o por motivos menos elevados, mantenían comuni- caciones con Benavides i con sus consejeros, para trasmitirles noticias que pudieran servirles en sus correrías. Este servicio, dirijido especial- mente por los curas i por los frailes que habían dejado tantas relaciones en la banda norte de la frontera, era desempeñado con mucha astu- cia i con bastante regularidad; de manera que en cuanto a espionaje, llevaban los realistas una gran ventaja a los patriotas. Esos ajentes su- balternos fomentaban la deserción entre las tropas que estaban bajo las órdenes de l>eire, o se empeñaban en crearles dificultades en su propio campo. A mediados de julio, hallándose la fragata Lautaro en la bahía de ralcahuano, se trató de producir un amotinamiento entre la marinería, pero descubierto en tiempo este complot, fué castigado con todo rigor (27). El comandante Barnechea, en su carácter de jefe de la plaza de Concepción, desplegó una grande actividad para descu-

la;) Véase la nota 4Sclel capítulo XIV.

l8l9 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XVII 489

brir i castigar los espías í ajentes del enemigo, sin poder estinguirlos; i otro accidente de mayor trascendencia ocurrido poco después en Tal- cahuano, vino a demostrar que los realistas tenían útiles servidores en los pueblos que estaban sometidos a las autoridades chilenas.

A mediados de agosto se hallaba en ese puerto la fragata Dolores^ uno de los trasportes españoles apresados el afio anterior junto con la María Isabel. Estaba ahora al servicio del gobierno de Chile, armada con dos cañones, i cargada con madera, tabaco, aguardientes i otros artículos de propiedad del estado. Un espía o ájente de Benavides, llamado Juan Manuel León, orijinario de Paita, concibió el proyecto de apoderarse de esa nave, i ayudado por algunos hombres del puerto la asaltó sorpresivamente en la noche del 23 de agosto, i sin tardanza se dio a la vela. En la mañana siguiente se hallaba todavía a la vista del puerto. El intendente Freiré, que no tenia ningún otro buque, hizo tripular dos lanchas, i las despachó en busca de la fragata prófuga sin poder darle alcance; i las otras medidas que por entonces se toma- ron fueron completamente ineficaces. Mientras tanto, León i sus com* pañeros dejaron en Arauco al capitán de la fragata i a los tripulantes que le habían sido fieles, todos los cuales fueron fusilados pocos dias después por los soldados de Benavides, i se dirijieron al Perú a entre- gar el buque i a vender la carga. La fragata Dolores fué destinada por el virrei a cruzar en los mares del sur de Chile para mantener las comunicaciones entre Valdivia i el campamento de Arauco, muí peno- sas i difíciles por los caminos de tierra. Benavides creyó que por me- dio de ese buque podría recibir prontamente los socorros que pedia con instancias a aquella plaza i a Chiloé (28).

(28) Mes i medio mas tarde, el gobierno no tenia mas que una noticia vaga e incompleta de estos hechos, i pedia con fecha de 6 de octubre al intendente de Concepción que le diese informes mas prolijos i detallados. Freiré pudo suministrar- los enviando en su orijinal una carta de Benavides al gobernador de Valdivia de 5 de setiembre, en que lleno de contento, refería esos sucesos, i que fué interceptada por los ajentes patriotas. Mas tarde se supo el ñn desastroso del capitán de la Do- lores i de los tripulantes que habían permanecidos fíeles. Era aquel don Agustín Borne, cuya esposa estaba relacionada con la familia de O'Higgins, lo que ha oríji- nado que se le llamara cuñado del supremo director. Con él estaban un pasajero nombrado don Francisco Campos, un hijo de éste de edad de doce aílus i nueve sol- dados que guarnecían el buque. Benavides pensó canjear estos prisioneros por algunos parciales suyos que estaban detenidos por los patriotas; pero antes que se llevara a cabo esa negociación, i a causa sin duda de haberse suscitado algún entorpecimiento, todos aquellos fueron inhumanamente sacrificados. Cuando Freiré tuvo noticia de esta nueva atrocidad, el 20 de noviembre, mandó fusilar tres pri:sioneros que el día anteríor habian sido tomados en Hualqui después de un combate.

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A entradas de la primavera de 18 19, aquel ejército realista, mal ar- mado i peor vestido, pero tan regularizado como habia podido hacerse dadas las condiciones de sus jefes i de sus soldados, se disponía para abrir la campaña efectiva. El 27 de agosto, Benavides firmó en Arau- co las instrucciones a que debian someterse los comandantes, capi- tanes i oficiales que tuviesen que desempeñar comisiones del servi- cio. Esas instrucciones, compuestas de diez í seis artículos claramente redactados, i evidentemente preparados por un hombre de cierta cul- tura ¡ de conocimiento i de práctica en las operaciones militares, fijaba las reglas para efectuar las marchas, para evitar el ser sorprendidos por el enemigo, para descubrir los planes i operaciones de éste, para cor- tarle los recursos i comunicaciones, para destruirlo i perseguirlo sin descanso i para evitar violencias i despojos entre las jentes pacíficas. »»E1 comandante de partida que tomare prisioneros en acción de gue- rra o fuera de ella, decia el artículo 13, i no los pueda conducir a donde los considere seguros, los pasará por las armas, prestándoles los divi- nos ausilios que pueda proporcionarles. Pero de ningún modo otorgará la vida a ningún paisano que se encuentre enguerrilla o con las armas en las manos, i se le justificare ser insurjente.n «Si se apresare algún jefe enemigo, oficial o persona de circunstancias que por su situación no pudiese ser conducido a alguno de los puntos de seguridad, agrega- ba el artículo 15, o que no se considerase seguro en la división, o de su presencia pueda resultar algún perjuicio al real servicio, será pasado por las armas, tomándole primero declaración de cuanto se desee sa- ber, como es el estado de su gobierno, planes i proyectos interiores, sus fuerzas, etc., así de los de Santiago como de los de Buenos Aires i el Perú para mi conocimiento i medidas.» Aunque en apariencias no hubiese en aquellas instrucciones nada que estralimitara el inñexible derecho de la guerra, i aunque se mostrara respeto por la propiedad de los particulares, ellas no eran mas que un disfraz hipócrita bajo el cual iban a ejecutarse toda clase de depredaciones i las mas inlui- manas atrocidades (29).

(29) Las órdenes verbales o escritas que los jefes daban a los comandantes de par- tidas, i las que éstos trasmitían a sus subalternos, eran mas francas i esplícitas a este respecto. Así, don Antonio (^uezada, teniente de infantería montada, despachaba desde Coihue el 9 de diciembre de esc año en una comisión al sarjento Santiago San Martin, i en las instrucciones escritas que le dio, le decia lo que sigue: uMando a dicho San Martin que a todo insurjente se le quite la vida donde sea aprehendido, sin que se le tenga preso mas que hasta declarar cuanto sea posible i convenir al buen servicio del rei. Doi esta orden en cumplimiento de la que me firma el coman-

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVII 49X

7. Recrudecencia 7. Las hostilidades efectivas comenzaron esa pri- los d?stnto"dc1a "i^vera simultáneamente por dos puntos diversos. El Lajai de Chillan, capitán don Pedro Nolasco Victoriano, gobernador del distrito de Chillan, hombre de gran resolución, habia salido a mediados de setiembre con las pocas tropas de su mando a batir una banda de indios i montoneros que acababa de apoderarse del pe- queño pueblo de Tucapcl, situado al pié de la cordillera, en la orilla derecha del rio de la Laja. No le fué difícil recuperar esa posición, dis- persar ¡ castigar a los enemigos que la habian ocupado; pero un aconte- cimiento inesperado, lo obligó a dar precipitadamente la vuelta al norte, Aprovechándose de la ausencia de Victoriano i de sus tropas, i de la tardanza de los comandantes militares de San Carlos, del Parral i de Linares, que habrian debido acudir para resguardar a Chillan, los her- manos Pincheira, reforzados con un regular destacamento de fusileros i de lanceros despachados por Benavides por los senderos intrincados i boscosos de la falda de la montaña, bajo las órdenes del capitán don Vicente Elizondo, cayeron inesperadamente sobre aquella ciudad el i8 de setiembre, i se apoderaron de ella sin hallar resistencia. Aquellos desalmados cometieron todo jénero de violencias i de robos; pero no pudieron gozar largo tiempo de su triunfo. Victoriano regresaba de Tu- capel a marchas forzadas para recuperar a Chillan; i las fuerzas realis- tas que lo ocupaban bajo el mando de Pincheira i de Elizondo, cre- yéndose por su número seguras del triunfo, salieron a atajarlo en las orillas del pequeño rio de Quilmo que corre a pocos quilómetros al sur de la ciudad. Allí se trabó el 20 de setiembre un reñido combate en que Victoriano alcanzó un triunfo completo, dispersando en el mayor desorden aquellas bandas, i matando desapiadadamente en el combate i en la persecución un número crecido de enemigos.

Ese mismo dia se trababa otro combate en la isla de la Laja, que fué otra victoria de los independientes. Un pequeño cuerpo de solda- dos realistas i de indios capitaneado por los hermanos Dionisio i Juan de Dios Seguel, pasó el Biobio el 18 de setiembre por Monterrei, a corta distancia del punto en que ese rio se junta con el Laja. El destaca-

dante jeneral (Benavides); i por tanto mando a todos los comandantes milicianos i políticos le den todos los ausilios que se necesiten. m En esos mismos días, el coronri don Manuel Montoya, gobernador de Valdivia, decía a Benavides en comunicación oficial de 1 1 de diciembre, estas palabras: "Todo estranjero debe morir irremedia- blemente, según lo dispuesto por S. M. últimamente. II Este debia ser el cumpli- miento de una real orden de que hemos hablado mas atrás, en el § 8 del cap. XIV.

4-92 HISTORIA DE CHILE 1819

mentó patriota que se hallaba cerca, se vio forzado a replegarse dando aviso de estas ocurrencias a la plaza de los Ánjeles, donde mandaba el coronel don Andrés del Alcázar con el carácter de comandante en jefe de la alta frontera. Hizo éste partir dos compafiías de tropa en diversas direcciones para cortar al enemigo que contando con buenos caballos^ se movía con gran rapidez, una de ellas, mandada por el capitán don Rudecindo Flores, dando un pequeño rodeo, le salió al encuentro en la madrugada del 20 de setiembre desde la orilla norte del rio de la Laja, cuando aquel se disponía a pasarlo por el vado de Curanilahue. Esa fuerza no habría bastado para batir i dispersar a los realistas; pero en ese momento llegaba Alcázar en persona con tropas mas considera- bles de los Ánjeles, i cayendo de improviso sobre aquellos, los arrolló i puso en fuga en pK)co rato, persiguiéndolos algunas leguas. Uno de los hermanos Seguel, Juan de Dios, fué aprehendido i fusilado p)or or- den de Alcázar; i el otro que había conseguido escaparse herido hacía el norte con algunos de los suyos, esperando reunirse a sus parciales que sostenían la contienda cerca de Chillan, fué batido i capturado po- cos días después por el capitán Victoriano, que mandó fusilarlo. Des- pués de los horrores con que se había abierto esa lucha, i sobre todo- después de la matanza del parlamentario Torres i de sus compañeros, los jefes patriotas no se sentían dispuestos a perdonar la vida a los ca* becíllas de esas partidas de merodeadores que sembraban el terror i la desolación en los campos i aldeas que recorrían. Las atrocidades come- tidas por los indios ausiliares de los realistas, que robaban mujeres» mataban indistintamente a los hombres i a los niños, i que destruían todo lo que no podían llevarse, habían enfurecido a los oficiales i sol- dados patriotas, avivando en sus pechos una sed implacable de ven- ganza (30).

(30) La fuente mas autorizada de noticias para referir estos sucesos se halla en la colección de partes oficiales dados por los jefes respectivos al coronel Freiré, coman- dante en jefe del ejército de la frontera c intendente de Concepción, i en las comuni- caciones de éste al gobierno de Santiago, documentos todos que se guardan en el rico archivo del ministerio de la guerra. Nosotros pudimos comprobar la exactitud de esas noticias, i ampliarlas con.>siderablemente, recojiendo cuidadosamente lasque nos suministraron en avíos pasados muchos de los militares que habían hecho esas penosas campanas. Don Benjamin Vicufiaf usando, junto con numerosos documen- to?, las informaciones que nosotros habíamos recojido, ha contado esos hecho» con bastante estension, con mucha vida i con mucho colorido, en su libro titulado: La guerra a muerte: mevioria sobre ¡as tiltitnas campañas de la independencia de C/r /7r (Santiago, 186S); pero ademas de que se echa de menos alU un mejor orden en laesposicion, se han deslizado en ese libro algunos errores de detalle.

l8Í9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVII 493

Aquellos primeros combates, por favorables que fuesen para los independientes, no establecían de una manera efectiva su superioridad militar, ni siquiera bastaban para intimidar a) enemigo. Al mismo tiempo que una partida de montoneros recorria los campos vecinos a Quirihue, distrayendo así las tropas que se ocupaban en perseguirla, Benavides se acercó con algunas fuerzas en los primeros dias de octubre a la plaza de San Pedro, situada enfrente de Concepción, como si intentase pasar el Biobio, i como si pensara amagar a la mis- ma capital de la provincia o a sus contornos. Convencido de la impo- sibilidad de esa empresa, volvió atrás, i recorriendo la banda del sur de aquel rio, se dirijió a la isla de la Laja para ponerse en acecho de la plaza de los Ánjeles de que parecía mas fácil apoderarse. Numero- sas turbas de indios reunidas en la rejion de la costa del territorio araucano con la esperanza del botín, formaban el mayor numero de sus tropas. Un cuerpo de doscientos fusileros montados i de muchos indios, fué enviado al norte por las faldas de la montaña bajo las órde- nes de don Vicente Antonio Bocardo, hacendado de Chillan de buena posición socia', a quien los curas i los misioneros habían hecho ene- migo implacable de la causa revolucionaria, contra la cual peleó du- rante largos años soportando Heno de resolución i de entusiasmo los mas penosos sacrificios i los mayores peligros. Bocardo debía reunirse con las bandas anteriormente derrotadas de Elízondo i de Pincheira, i adueñarse de Chillan i de sus contornos.

Aunque estos movimientos eran ejecutados con tanta rapidez como cautela, no pasaron desapercibidos a los jefes patriotas. Avisado de ello, el coronel Freiré hizo salir de Concepción una parte de las fuer- zas de infantería que tenia a su disposición, i las despachó a Yumbel para que reconcentrándose con otras lroj>as, pudieran rechazar la invasión. Pero antes que esas fuerzas hubiesen podido llegar a los puntos amenazados, el enemigo se había empeñado resueltamente en la contienda. El 29 de octubre a las ocho de la mañana, la plaza de los Ánjeles era embestida por tres puntos; i los cañones del fuerte eran ineficaces para contener a las turbas de indios que se acercaban al pueblo para incendiar las casas: El coronel Alcázar dispuso que las tropas de infantería que tenían por jefe inmediato al comandante Thompson, saliesen a contener a la indiada. Este movimiento salvó a la plaza. Después de las primeras descargas, que causaron la mueití de algunos de los asaltantes, retrocedieron éstos; i Benavides que había quedado a cierta distancia con su infantería, dio la orden de retirada. Aquella empresa, que no le produjo ventaja aiguna de carácter mili^

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tar, pero en que sus bandas pudieron cometer robos, asesinatos ¡ depredaciones, no le proporcionó otro beneficio que la captura de una pequeña recua de muías que conducía a los Ánjeles un vestuario com- pleto para el batallón de infantería del comandante Thompson.

Los invasores del distrito de Chillan habian sido mas afortunados. Reunido Bocardo a Elizondo i a Pincheira, llegó a contar cerca de qui- nientos hombres, con los cuales marchaba cautelosamente por el lado de la montaña. El intrépido gobernador de Chillan don Pedro Nolas- co Victoriano, sea que no tuviese noticia de las tropas que en su ausilio debían llegar de Yumbel, o que creyese que no necesitaba de ellas para batir al enemigo, i en todo caso ignorante de la fuerza exacta de éste, salió de aquella ciudad el 30 de octubre con poco mas de cien hombres en dirección al sur por la falda de la montaña; i aunque advertido en la marcha del peligro que corria, quiso volver atrás, se encontró en la tarde del i.® de noviembre cortado por la presencia de las tropas enemigas. Victoriano las embistió resuelta- mente, i aun alcanzó una señalada ventaja sobre las primeras partidas que tuvo delante; pero éstas se reforzaron rápidamente, i la abrumado- ra superioridad numérica de los realistas, acabó por batir i dispersar a los patriotas. Victoriano logró escapar; i habiendo reunido unos veinte dispersos, regresó a Chillan, que, al saber la aproximación de los ven- cedores, tuvo que abandonar al dia siguiente para replegarse a San Carlos.

Bocardo, entre tanto, no supo o no pudo sacar provecho de su triunfo. Informado de hallarse en Yumbel el batallón de infantería de línea mero 3, i de que Alcázar, libre de enemigos en los contornos de los Anjeles, ocupaba ya con sus tropas las orillas del rio Laja, temió verse cortado, emprendió la vuelta al sur por el lado de la montaña para sustraerse a un desastre que creia inevitable; i después de una marcha penosa i precipitada, repasó el Biobio por Santa Bárbara sin que se le pudiera dar alcance. El pueblo de Chillan abandonado un dia en- tero por sus autoridades, sin mas guarnición que unos pocos fusileros que debían retirarse al primer amago de enemigos, i sumido en la mayor consternación temiendo un nuevo saqueo con todas las violen- cias i vejaciones consiguientes, fué reocupado el dia 3 por Victoriano que regresaba al frente de las milicias que había podido reunir al norte del Nuble. El arribo de esas fuerzas i de las que llevó de Cauquenes el activo comandante don Antonio Merino, permitieron continuar la persecución de las bandas dispersas de merodeadores que invocaban

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVII 495

el nombre del rei para cometer todo orden de fechorías en aquella

comarca (3 1 ).

8. Incesantes comlia- 8. Pero aquella guerra tenia todas las condicio-

les en la frontera i » . » 1 ^ li

-^ »«- «— « ^^A "^s para nacerse mtermmable 1 terriblemente san- en una gran parte ele '^

la provincia de Con- grienta i desoladora. En las operaciones que aca- cepcion: horrores i bamos de describir en sus rasgos jenerales, i en

Henrednciones que , ... -/.iit-

acompañan a las hos- ^^^^^ ^^ »"^"^^ importancia, la Victoria final había liiiclarles. quedado siempre de parte de los patriotas. Sin

embargo, los realistas no hablan sufrido pérdidas tales que los hu- biesen debilitado. Después de cada jornada en que se veian forza- dos a dispersarse, volvian a reunirse, i tenían al otro lado del Biobio una guarida segura en que se repartían el botín, en que hallaban caballos, víveres i ausiliares, i en que volvian a reorganizarse. Les escaseaban es verdad las armas, las municiones i las ropas, pero su- plían esta falta del mejor modo posible fabricando lanzas i chuzos, i esperaban ademas los socorros que podían llegarles de Valdivia, o que podía enviarles el virreí del PeriS. La dificultad del trasporte por tierra al través del territorio araucano había sido un obstáculo para recibir esos socorros. Dos buques despachados del Callao, la goleta Alcance i el bergantín Aranzazú^ con el objeto de llevar ciertos ausi- lios a Valdivia i de cruzar en los mares del sur de Chile para ponerse al habla con la espedícion naval que se esperaba de España, fueron destinados a facilitar las comunicaciones entre aquella plaza i el cam- pamento realista de Arauco.

El 30 de octubre llegó a este puerto el segundo de esos buques. Llevaba una pieza de artilleria de montaña, un centenar de fusiles,

(51) LoR parles oficiales de Alcázar, de Victoriano i de otros oficiales subalter- nos, asi como los mas jenerales i comprensivos con que los remitía a Santiago el coronel Freiré, son la autoridad casi única para referir estos sucesos, aparte de las informaciones verbales recojidas entre los testigos i actores de esa contienda, en que ratifican i ampHan esas noticias, según hemas dicho en una nota anterior. Debemos advertir aqui que esos partes no fueron publicados entonces, porque el gobierno no- queria que llegase al Perú la noticia de la guerra que se sostenía en la rejion del sur mientras se estaba preparando la espedicion libertadora. Por fortuna, en la se- cretarla de la guerra de Santiago se guardal>an cuidadosamente aquellos documen- tos, i conservados con regular orden en el archivo, forman hoi un tesoro abundantí- simo i precioso de noticias que la historia debe utilizar. Nosotros, escribiendo en vista de ellos, no podemos sin embargo entrar aquí en mas amplios pormenores, sin duda de escaso ínteres histórico, pero que servirían para caracterizar con mas colorido- aquella horrorosa contiendo.

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algunas municiones i una corta partida de azúcar destinada especial- mente para las monjas de Concepción, que después de mil aventuras permanecían aun entre aquellos desalmados que se decian defensores de Dios i del rei. Todo esto no importaba un ausilio mui eficaz; pero el gobernador de Valdivia enviaba algunos oficiales que debían ser mui ütiles para la organización i mando de las tropas. Uno de ellos era el capitán graduado de teniente coronel don José de Vildósola, antiguo oficial del batallón de Concepción, que había sido jefe inmediato de Benavides desde 1814 hasta 18 18, i que ahora fué designado coman- dante del cuerpo de fusileros montados organizado en Arauco. Otro era don Antonio Carrero, soldado español a quien Marcó hizo oficial en 1 8 16, que se habia señalado por su celo en la persecución de los patriotas, i que adquirió notoriedad en las liltínas campañas de la frontera (32). Esos ausiliares, i la esperanza de recibir otros, i con ellos socorros mas crecidos, alentaron sobre manera a Benavides i sus con- sejeros i jefes de bandas. En los primeros días de diciembre recibieron otros ausilios conducidos por la goleta Alcance,

Las hostilidades continuaban incesantes i luego cobraron mayor in- tensidad. El 19 de noviembre al amanecer, fué atacada de improviso la pequeña aldea de Hualqui, situada en la márjen norte del Biobio, por una banda de cincuenta hombres, en su mayor parte lanceros. Veinti- cinco soldados de infantería que la guarnecían bajo el mando del subte-

(32) Vildósola habia hecho las campañas de Chile desde 1813 con cierto lucimien- to, i contraído un ventajoso matrimonio en Santiago durante la reconquista españo- la. Benavides que habia sido sarjento i después ofícial en la compaííía de Vildósola, tenia por éste mucha consideración. Los servicios de ese ofícial fueron útiles para la organización de aquel cuerpo; pero no fueron de larga duración. Vildósola fué asesinado en un amotinamiento de los indios que acompañaban a Benavides a fines (le marzo de 1820, i el mando de los fusileros montados fué dado entonces al co- mandante de milicias don Vicente Antonio Rocardo, quedando Kiizondo de se- gundo jefe.

Carrero es conocido de nuestros lectores por el celo que desplegaba en el servi- cio del rei i en la persecución de los patriotas. Véase el § 2, cap. X, parte VII de esta Historia,

Kl bergantín Aramazú estaba mandado por un piloto español llamado Juan Agustín de Ibarra. Según una relación suya dirijida al gol^ernador de Chiloé el S de noviembre, para pedirle socorro de víveres, salió de Valdivia en la tarde del 29 de octubre, llegó en la tarde siguiente a Arauco, se dio a reconocer de las autoridades realistas de tierra por la señal de tres cañonazos; i sabiendo allí que en Talcahuano habia un buque patriota, la Moctezuma^ desembarcó apresuradamente en esa tarde i en la noche los pasajeros i carga que llevaba; i en la mañana siguiente se hizo de nuevo a la vela con rumbo a Chiloé.

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¡ente don losé Tomas Huerta, se defendieron bizarramente, i obliga- Dn a los asaltantes a repasar el rio en completo desorden con pérdida e casi la mitad de su número que pereció en el combate, i de un oficial de dos soldados que quedaron prisioneros, i fueron fusilados al dia guíente. Pero ese ataque, que podia parecer una tentativa aislada, ra el primer esfuerzo para dividir las tropas patriotas, i para llamar su tención por todos lados. Pocos dias después era necesario sostener Dntra una montonera realista en las cercanias de Quirihue, un peque- o combate en que las armas patriotas fueron menos afortunadas. £1 de diciembre los realistas que ocupaban la plaza de Santa Juana, •uzaron el Biobio para apoderarse de Talcamávida, pero fueron re- lazados sin grandes dificultades,

£1 coronel Freiré que también habia recibido algunos auxilios de o|>as, de armas i de municiones enviados de Santiago, intentó a su ez hacer una escursion en el territorio ocupado por el enemigo, no >lo para hacerle sentir su superioridad, sino para proveerse de víveres, especialmente de carne, que escaseaba en Concepción i en sus con- >rnos. Tenia bajo sus órdenes un capitán de injenieros llamado don edro Kuosky, polaco de nacimiento, que había servido en Europa en

ejército francés, i que a cierta inteh'jcncia profesional unía grande trepidez. Este oficial habia llevado al sur el encargo de reparar las rtalezas de Talcahuano para poner esta plaza a cubierto de cualquier aque de la división naval española que se esperaba. Pero como se tu- esen noticias del fin desastroso de ésta, i como aquellas reparaciones, lemas de largas i costosas, habían dejado de ser necesarias, se con- ajo Kuosky a organizar una compañía de zapadores que él se proponía andar, i para lo cual contó con los escasos auxilios pecuniarios que idieron suministrarle algunos vecinos. Designado para mandar la >pedicion a ultra Biobio, ese oficial a la cabeza de sus zapadores i de iez jinetes, cruzó este rio por San Pedro en la noche del 6 de diciem- re, i al amanecer del siguiente dia cayó de improviso sobre la peque- a aldea de Píleo, situada cuatro o cinco leguas mas arriba. Después e pasar a cuchillo los quince soldados enemigos que guarnecían ese unto, los soldados de Kuosky comezaron a recojer el ganado que abía en las inmediaciones.

Pero aquella fuerza patriota era muí reducida, e iba a hallarse luego n una situación sumamente difícil. Por el lado de San Pedro acudían

galope cerca de trescientos hombres, en su mayor parte indios i lilicíanos lanceros, mientras que por el lado opuesto se acercaba i partida de tropa realista que el dia anterior habia sido rechazada en Tomo XII 32

49^ HISTORIA DE CHILE 1819

Hualqui. Kuosky advertido desde la orilla opuesta de esta aproximación de las dos bandas enemigas, habría podido retirarse en las balsas que tenia en el rio; pero contestando resueltamente que "los soldados de la patria no huían delante de ladronesn, se obstinó en quedarse allí disponiendo el trasporte del ganado que habia recojido. Ya muí entra- da la tarde (7 de diciembre) se vio atacado por las bandas que ilxin de San Pedro, aceptó el combate i aun logró rechazarlas í hasta perse- güirlis, abandonando para ello la márjen del rio que le cubría la espalda. Atacado entonces a retaguardia por las fuerzas realistas que aparecían por el otro lado, Kuosky i los suyos se vieron envueltos en un combate en que, no cabía mas esperanza que la de vender caras las vidas. Pelearon en efecto como valientes, dando muerte a muchos de sus enemigos; pero Kuosky i treinta soldados patriotas quedaron en el campo, i solo pudieron salvarse los restantes precipitándose al río para cruzarlo a nado en medio del fuego que se les hacía desde la ribera. El coronel Freiré que habia acudido a la orilla opuesta para disponer la retirada de esas fuerzas, i cuyas órdenes no habían sido obedecidas, no pudo prestarles socorro alguno por falta de jente i de medios para pasar v\ río. ««Yo sufrí el dolor, dice él mismo, de ser espectador de este desgraciado suceso, hasta que una densa niebla todo lo oscureció, preparándose la tarde para una fuerte tempestad.»

Aquel pequeño desastre de las armas patriotas, no podía dejar de envalentonar al enemigo. Temiendo que éste intentase pasar el Bio- bío con el grueso de sus fuerzas, Freiré dispuso inmediatamente que la mayor parte de las tropas que antes habia estacionado en Yumbel, acudiesen sin pérdida de tiempo a guarnecer las villas de Hualqui i de Talcamávida, dejando solo en aquel pueblo un destacamento de cien- to diez hombres que acababan de hacer una correría por el lado de Tucapel en persecución de una banda de merodeadores. Pero los je- fes realistas perfectamente impuestos por sus espías de todos los mo- vimientos de los patriotas, tenían concertada la invasión por otro punto mas apartado. Mientras Benavides permanecía en Arauco i en sus cercanías allegando otros elementos de guerra, Bocardo, Rlizondo, Za- pata i un antiguo comerciante español llamado don Juan Manuel Pico, que habia desempeñado cargos públicos en el Huasco durante el período de la reconquista, i que estaba destinado a adquirir una terrible nombradia en estas campañas, habían reunido cerca de seis- cientos hombres entre soldados fusileros e indios de lanza, i a su ca- beza pasaron los ríos Biobio i Laja por las faldas de la montaña» i dan- do a toda prisa un largo rodeo, fueron a caer en la mañana del 9 de

t8i9 parte octava. capítulo XVII 499

diciembre sobre el pueblo de Yumbel, donde no esperaban hallar una larga resistencia.

Candaba las fuerzas que habian quedado allí, el capitán don Manuel Quintana, oñcial joven, de un valor probado en casi todos los com- bates de la guerra de la independencia, i a quien sus compañeros de armas daban el apodo de "el morotí por el color oscuro de su cutis i por la fogosidad de su carácter. En la mañana de ese dia tuvo noticia de la aproximación del enemigo; pero lejos de pensar en retirarse. Quintana se dispuso a la defensa con la mas ardorosa resolución; i cuando vio que los asaltantes se proponían incendiar las casas pajizas del pueblo, se replegó con todas sus fuerzas i con cañones de monta- ña a un cerrito vecino, en el cual organizó la resistencia. Desplegaron éstas un gran valor manteniendo la defensa durante cinco horas; i aunque en este tiempo sufrieron mui escasas pérdidas, aquella colum- na, habria talvez sucumbido sin el oportuno arribo de un pequeño piquete de soldados de infantería que llegaba en su auxilio de Rere. Los jefes realistas que habian perdido un mayor niimero de jente, que hallaban allí una resistencia inesperada, i que temieron que los patrio- tas siguieran recibiendo otros refuerzos, abandonaron en la tarde el ataque, para retirarse al sur atravesando todo el territorio conocido con el nombre de isla de la Laja.

En su retirada, esperimentaron los realistas otro contratiempo que talvez les fué mas penoso. Al acercarse a una legua de los Ánjeles les s&líó al encuentro el coronel Alcázar con sus tropas de caballería en €l sitio denominado el Avellano, i aunque después de un corto tiroteo se 'vió éste forzado a replegarse a la plaza, la infantería que había que- da.cio cerca de ella, la defendió valientemente impidiendo el incendio <1^^ los indios pretendían comunicar a las casas de los suburbios. En cs^ pequeño combate en que los patriotas perdieron un cacique ami- g^ por el cual tenia Alcázar grande afecto, dieron muerte a un guerri- "^i"o realista llamado Pedro Sánchez, que se había hecho célebre i ^^*^ible capitaneando las bandas de indios en sus empresas de muerte, ^^ robo i de desolación. Aquella espedicion de los realistas al norte ^^l Biobío, en que sin duda habian concebido grandes esperanzas de ^^^xinfo, fué, pues, un nuevo desastre (33).

^33) L06 documentos de la época recomiendan el mérito contraído en esta acción 9*^r algunos de los oficiales patriotas. Fué uno de ellos el teniente de cazadores a ^l)allo don Manuel Búlnes, que ejecutó una valiente carga en que estuvo en peli- gro de ser traspasado por la lanza de un indio, i que después adquirió tan alta puM-

500 HISTORIA DE CHILE 1819

Pero él no bastaba en modo alguno no diremos a cambiar, pero ni siquiera a modificar la situación. Al mismo tiempo que se renovaban incesantemente los combales en los contomos de Chillan i de San Car- los contra las partidas de montoneros, en el cuartel jeneral de los realis- tas seguian allegándose recursos para acometer operaciones mas decisi- vas i trascendentales. Al amanecer del 29 de diciembre se presentaba el mismo Benavides en las cercanias de la plaza de San Pedro a la ca- beza de doscientos fusileros, tres cañones i numerosa indiada de lanza. Hacía poco se habia habilitado allí un fortin patriota con unas cuantas piezas de artillería a cargo del capitán don Agustín Elizondo, hermano del oficial del mismo apellido que servia entre los realistas. Recibido con un sostenido fuego de cañón, Benavides, tan obstinado i resuelto en la prosecución de sus planes i tan feroz con los vencidos, pero que en las horas de combate no solia desplegar el valor heroico de que daban pruebas muchos de sus subalternos, desistió prontamen* te del ataque, i antes de retirarse hacia el sur, se entretuvo en incen- diar los ranchos i los cercados de los contomos, en arrasar cuanto hallaba a su paso, i en recojerlos pocos animales que hallaba por los campos.

La guerra tomó ademas en esos dias un carácter de ferocidad i de barbarie que exedía a todos los horrores cometidos hasta entonces. En la madrugada del 4 de enero de 1820 una numerosa partida de mon- toneros i malhechores acompañada por una turba mas considerable de indios, todos ellos mandados por uno de los hermanos Pincheira, ba- jando cautelosamente de la montaña por el valle de Alico, cayó sobre el pueblo d6 San Carlos. El capitán don Justo Muñoz que mandaba en él, advertido por sus espías desde la tarde anterior del ataque que se preparaba, se habia apresurado a reunir las pocas fuerzas que esta- ban bajo sus órdenes, i se dispuso como valiente a la defensa. Coloca- do, en efecto, en la plaza del pueblo, rechazó felizmente los ataques del enemigo, i aun ordenó una salida de cincuenta hombres fuera de las trincheras que habia improvisado para resistir a los asaltantes..

cion como jeneral en jefe del ejército, i como presidente de la República. Fué otrc3 el cabo del mismo cuerpo Francisco Montero, justamente conocido por un episódica histórico en que con verdadero talento, ha contado otras proezas de este raisni» - hombre, el distiníiuido escritor don José Joaquín Vallejo (Jotalieche). El tenient-ia del batallón de infantería número 3, don Manuel Zañartti, mas tarde coronel prey = tijioso del ejército chileno, nos suministró en 1870 prolijas e interesantes noticias (=3 ese i de otros combates de aquellas guerras en que le había tocado ser te3tigcz= actor.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVII 50I

!ro éstos no iban propiamente a pelear. Robaban cuanto tenían a la ^sta, ponian fuego a las casas, mataban indistintamente a las perso- nas que hallaban en su camino, viejos inermes i pacíficos muchos de ^llos, recojían todos los anímales esparcidos en los contornos i arras* traban a las mujeres para saciar su lascivia i a los niños para llevárselos <:omo cautivos. Después de una hora de violencias i de saqueo, viendo ^ue no les era posible tomar posesión completa del pueblo, aquellos- desalmados se retiraron en desordenado i bullicioso tumulto, lleván- dose cuanto habían robado. Muñoz sin tomar en cuenta la inferioridad de sus fuerzas, pero animado por una rabiosa indignación, salió con ellas en persecución del enemigo hasta una legua del pueblo, i allí tu- vo un choque en que le causó algunos daños, pero en que perdió- veinte hombres, i entre éstos algunos vecinos de consideración (34). Al fin se vio obligado a replegarse, seguido por los indios que lo hostili- zaron hasta que lo vieron de nuevo detras de las trincheras. A medio dia, aquella obra de devastación estaba terminada, i el pueblo de San Carlos quedaba sumido en la desolación i el dolor.

I^ noticia del ataque de San Carlos habia llegado a Chillan en las- primeras horas de esa misma mañana, comunicada por un emisario del capitán Muñoz. El gobernador de este ultimo distrito don Pedro No- lasco Victoriano no se demoró mucho en aprontar el socorro de que podía disponer. Habia llegado poco antes a Chillan un escuadrón de dragones recientemente organizado en Curicó, i enviado al sur para reforzar las tropas que allí sostenian la guerra contra las hordas realis- tas. Mandaba ese cuerpo un joven i brillante oficial ingles llamado- don Carlos María O'Carrol, que después de haber hecho en España la guerra contra los franceses mereciendo rápidos ascensos i honorífi- cas consideraciones, habia venido a Chile a ofrecer sus servicios al go- bierno independiente. A la cabeza de ese cuerpo i de las demás fuerzas de que podía disponer, partió aceleradamente Victoriano en ausilio de San Carlos; pero por grande que fuera su empeño, no consiguió llegar a los contornos de ese pueblo sino a la una del dia, cuando las ban- das de Pincheira iban en marcha precipitada para la cordillera. El bi- zarro comandante O'Carrol marchó rápidamente en su persecución, i habiéndolas alcanzado en el sitio denominado Monteblanco, empeñó- un combate lleno de accidentes i de escaramuzas en que perdió a su

(34) Según el parte oñcial dado ese mismo dia por el capitán Muñoz, perecieron en ese combate el alcalde don Antonio Arce, el escribiente de la gobernación doi» Juan de Dios Lagos, i los vecinos don Antonio Quiíoga i don Segundo Sepúlveda..

S02 HISTORIA DE CHILE 182O

ayudante don José Agustín MoÜnare, i ocho o diez soldados, pero en que causó mayores daños al enemigo, acelerando la dispersión de éste i quitándole la mejor parte del botin que llevaba. De esa manera fue- ron salvadas algunas mujeres i algunos niños, ¡ se rescataron cerca de tre<icientos caballos. Una relación contemporánea de estos aconteci- mientos refiere que para facilitar su fuga, deshaciéndose de cargas que pudieran embarazarlos, los indios mataron con sus lanzas o cuchillos a varios de los niños que habían arrebatado en San Carlos o en sus contornos. Otros de ellos fueron rescatados meses o años mas tarde en las correrías de las partidas patriotas que penetraban al territorio araucano.

En medio de la perturbación jeneral que ese estado de cosas debía producir en toda la dilatada provincia de Concepción, el gobierno de ella tenía que atender a negocios de otro orden. El dírect(>r supremo empeñado sobre todo en preparar la espedicion libertadora del Peni, profundamente persuadido de que mientras ese virreinato estuviera en poder de los españoles la guerra no encontraría término en Chile, pedía al intendente de Concepción que hiciera reclular jente para completar los cuerpos espedicíonarios. En realidad no eran hombres lo que faltaba en aquella provincia, i aun había ínteres i conveniencia en estraer una parte de la población flotante, que viviendo sin domicilio fijo i sin ocu- pación industrial, se sentía fácilmente inclinada a reunirse a los me- rodeadores i montoneros. Por estos motivos se sacaron en diversas partidas cerca de mil hombres que enviados a Valparaíso en diversos buques, antes de mucho tiempo fueron convertidos en excelentes sol- dados (35). Freiré, en cambio, necesitaba armas, municiones, caballos,

(35) En las comunicaciones oficiales cambiadas esos días entre el intendente de Concepción i el supremo gobierno directorial, se habla con frecuencia de esos reclu- tamientos i de la manera de enviar por mar los individuos reunidos, operación quc en algunos momentos suscitó dificultades. Aparece ademas en esas comunicaciones c|ue el capitán don Bernardo Barrueto fué enviado de Santiago en enero de 1820 con el encargo de acopiar en Talcahuano la mayor cantidad posible de carl)on de piedra para enviarlo a Valparaíso. Se comenzaba, en efecto, a hacer la esplotacion de los depósitos de lignita, sin dar gran importancia a este combustible, i sin creer que ¿1 sería mas tarde el objeto de una industria rica i productiva. Las jentes pobres U es- traían en los puntos en que se hallaba, rompiendo solo las capas superficiales, i sin que los propietarios del terreno opusieran la menor «lificultad, pues no daban valor a ese combustible, cuyo precio de venta era tan l)ajo que apenas compensaba el trabajo de estraccion i de trasporte al pueblo. El célebre capitán ingles Basil Hall, que e<<- tuvo en la bahía de Talcahuano en 1821, i que visitó los campos i poblaciones veci- nas, dice a este respecto lo que sigue: "El país abunda en minas de carbón de pie-

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO X Vil 503

vestuario, dinero i víveres para sus tropas; i el gobierno jeneral que pasaba por dias de angustia i de miseria, como hemos contado antes, i que se veia rodeado de tantas i tan premiosas necesidades, no po- día enviárselos sino en limitadas proporciones. Sin embargo, en enero de 1820 el intendente de Concepción se hallaba en estado de empren- der operaciones mas eficaces i decisivas. Preparaba, al efecto, dos es- pediciones al territorio araucano para perseguir al enemigo en sus ma- drigueras i guaridas. Partiria una de los Ánjeles a cargo del coronel Alcázar para recorrer i pacificar el valle central. I-a otra saldría de Cloncepcion mandada por el mismo Freiré, para dominar toda la re- Jion de la costa hasta mas allá de la antigua plaza de Arauco. Aconte- cí ni ¡entos inesperados i de una grande importancia, vinieron a retar- r i luego a modificar en parte aquel plan de operaciones militares.

"'^*- A menos de una milla de distancia de Penco, se encuentran escavaciones de 'dónele se estrae esta sustancia sin costo alguno. El manto es espeso ¡ se estiende a ^^ lejos. Es probable que con algún cuidado, esta esplotacion pueda durar largo *->^t¥ipo.n I mas adelante agrega: "Nosotros renovamos nuestras provisiones de car- ^^^■^ «le piedra i de leña (para el navio Contay), El carbón, puesto en la playa, eos- *-^ doce chelines la toneladn, comprendidos todos los gastos. n HalPs Estracts from ^o^^mal tvrítlen on i he coats of Chtli\ Peni and México in the years 1820, 21, 22 ^ ^ ^-^inbourgh, 1824), vol. I, chap. VIII. —Véase lo que acerca de este combustible tos dicho en él § 5, cap. XVI, parte II de esta Historia,

1.

CAPÍTULO XVIII

TOMA DE VALDIVIA: IMETIMIENTO DE ESTA PROVINCIA: CONTINUACIÓN^ DE LA C.UERRA EN LA FRONTERA

(en ERO AGOSTO DK 1820)

Xl,os restos del ejercito realista se replegan a Valdivia: situación militar de esta

Velara.— 2. Cochrane reconoce el puerto de Valdivia, i apresa un buque español:

l^ausa a Talcahuano i obtiene del intendente de Concepción un pequeño destaca-

^^ento con que se da a la vela para atacar aquella plaza. 3. Toma de Valdivia.

4. Temeraria espedicion a Chiloé: malogrado ataque al puerto de San Carlos

«ie Ancud. 5. Dificultades de los patriotas para mantener a Valdivia: campaña «Je Heauchef al interior: combate de El Toro i sometimiento de toda la provin- cia: inútiles tentativas de los realistas para recuperarla. 6. Prolongación de la ^erra en la frontera del Biobio: espedicion frustrada de Freiré i de Alcázar al territorio araucano. 7 Infundadas esperanzas de los patriotas de ver restablecida la tranquilidad en la frontera: Benavides envia un emisario al Perú i obtiene al- gunos socorros. 8. Mantenimiento del estado de guerra: el ejército patriota recilie refuerzos: anuncios de operaciones mas decisivas.

I. Los restos del i. Durante todo el año de iSiq, la autoridad del íe^replegVn *a ^^^ ^^ España estuvo representada en Chile por el Valdivia: sitúa- coronel don Juan Francisco Sánchez, como jefe su- es?apíaLa.^' ^ perior de las tropas realistas que quedaban en el país. Militar de escaso mérito, sin iniciativa, sin conocimientos ni cul- tura, i sin dotes personales que lo hicieran prestijioso ante sus propios soldados, Sánchez se distinguía solo por su incontrastable lealtad al reí, por una modestia que lo inclinaba a someterse humildemente a servir puestos subalternos después de haber figurado como jeneral ei>

5o6 HISTORIA DE CHILE 1819

jefe, i por una obstinación que le permitia sobrellevar todas las fatigas i todos los contratiempos, conservando aun en medio de los mayores desastres, la fe inalterable en el triunfo próximo de la causa a que ser- via. La campaña de 18 13 en que desplegó esas cualidades i en que mas que por sus combinaciones militares, por la inesperienbia i la des- organización de sus enemigos, salvó al ejército realista de una ruina que parecía inevitable, no habia aumentado el prestijio militar de Sán- chez, desde que sus subalternos i las poblaciones alribuian aquel triun- fo a la intervención de otros militares que servían a sus órdenes, i mui particularmente de los frailes misioneros del colejío de Chillan. La retirada de Concepción a fínes de iSiS. i la campaña del Bíobioen enero i febrero de 1819 en que se habia limitado a salvar el resto de sus tropas por medio de una azarosa retirada, si bien confirmaban su reputación de lealtad i de constancia, no bastaban para revestirlo de )a autoridad moral que habría debido tener un jefe realista en esas cir- cunstancias, ni para infundir confianza en la suerte posterior de la guerra.

Al retirarse al otro lado del Biobiq i luego a Valdivia, Sánchez no habia hecho otra cosa que cumplir fielmente las instrucciones que le había dejado Osorio, al marcharse para el Peni; i en virtud de ellas también, se habia empeñado en sublevar los indios contra los patriotas, dejando, como ya contamos, numerosos soldados i algunos oficiales para que ayudasen a Benavides en la campaña de horrores i de devas- tación que debía abrirse (i). Al emprender la marcha para Valdivia desde el campo de Tucapel (el viejo), en la segunda mitad de febrero de 18 1 9, Sánchez llevaba consigo cerca de seiscientos soldados i mu- chos oficiales de diversos rangos, en su mayor parte españoles unos i otros, de la espedicion de Cádiz que habia fracasado en Talcahuano en octubre anterior; pero iba allí un jérmen de descontento i de discordia que aquel jefe no podía dominar. Los oficiales i la tropa llegados ha- cía poco de la metrópoli, miraban en menos a los soldados i jefes así españoles como chilenos que habían hecho las campañas anteriores de este país, i a quienes atribuían los pasados desastres de la guerra. El co- ronel don Juan Loriga, primer jefe del rejimíento de Cantabria, i militar de cierto mérito, disgustado con Sánchez, i convencido de que no po- día dar una mejor dirección a las operaciones, se habia separado |k>co antes del ejército i dírijídose a Valdivia venciendo dificultades inde- cibles, para embarcarse en seguida con destino al Perú.

(1) Véanse los § § i a 4 del cap. XII de esta misma parte.

l8l9 PARTE OCIA VA. CAPÍTULO XVIII 507

La marcha de las tropas de Sánchez atravesando de norte a sur todo ^el extenso territorio araucano, es una operación heroica por la constan. ^2i2i desplegada, por los padecimientos soportados i por las difícultadcs 'cencidas. Sus tropas sufrieron fatigas estraordinarias en los bosques ¡ en los matorrales en que era preciso a veces abrir senda con el filo de las liachas i de los cuchillos, pasaron en ocasiones hambres i miserias, i muchas noches de deshecha tempestad les fué forzoso dormir a campo Taso i con poco abrigo; pero por todas partes hallaron la hospitalidad i «lámparo que podían dispensar los bárbaros pobladores de esa comar- ca. »• Nuestro viaje ha sido algo penoso por la muchedumbre i malísi- mos caminos, escribia Sánchez; pero no por los indios que, desenga- ñados de los embustes de bribones i de picaros, han contribuido abundantemente con víveres, vendiéndonos muías i caballos, facilitan- do sus canoas para el paso de los ríos i quedando completamente con- tentos i adictos al soberano (2).'r Al acercarse a Valdivia, mandó que su próximo arribo fuese anunciado en esa plaza por medio de un bando estrafalario, que da la medida su estrecha intelijencia (3).

Era gobernador de la importante plaza de Valdivia el coronel espa- ñol don Manuel Montoya, militar viejo i de escaso mérito, que habia hecho con el ejército realista las campañas de Chile de 1813 i 18 14. Reconociendo la autoridad superior en el coronel Sánchez, a cuyas órdenes habia servido en la defensa de Chillan, Montoya conservó el título nominal de gobernador; pero el mando efectivo fué ejercido por don Fausto del Hoyo, segundo jefe del rejimiento de Cantabria, que te- nia mas aptitudes i mas espíritu de organización que aquellos dos. Para revestirlo de mayor autoridad, fué elevado al rango de coronel, i nom-

(2) Carta de Sánchez a Henavides, escrita en Valdivia el 15 de abril de 1820, guardada en el archivo del ministerio de la guerra entre los papeles tomados a Pe- na vid es.

(3) Este bando fué hallado por Cochrane en Valdivia, i remitido al gobierno de Santiago. Lo publicamos integro como un documento característico. Helo aquí:

"En los indelebles fastos del tiempo, quedará eternizado lo que hoi están viendo nuestros ojos: ya estáis desengañados de si Sánchez o no Sánchez con sus heroicos compañeros i hermanos, pudo arrastrar mil augustias i despreciar miles de tralnjos, malignas intenciones e inventos ridiculos para penetrar por la tierra i llegar a una plaza del mas amado de los soberanos, sin orijen de miedo ni temor alguno de ene- migos chilenos, seductores i perniciosos: si asi como no dista mucho del teatro de la guerra, estuviese en el mismo punto del Cabo de Hornos, rodeado de salvajes, impe- netrables nieblas e insuperables obstáculos, con mayor tesón i con mas valor fuera concluido i terminado nuestro viaje, yo os lo aseguro, cumpliendo con los sagrados arcanos trascritos a este fín.it

5o8 HISTORIA DE CHILE 1819

brado sub-inspector de las tropas, i segundo gobernador de la plaza. En <;sos cargos desplegó Hoyo una grande actividad. Reclutó jente en toda la provincia, pidió ausilios a Chiloé, i formó dos batallones de infantería i dos escuadrones de caballería. El ejército de Valdivia llegó acontar noil quinientos hombres.

Pero el mantenimiento de esa situación necesitaba ausilios de otro <5rden que aquel ejército no podía recibir mas que del Perú. El virrei Pezuela, temiendo verse atacado en el mismo territorio de su mando,- tenia el mas vivo interés en prolongar la guerra en el sur de Chile, para impedir aquí la organización del ejército espedicionario. En medio de ios apuros i dificultades que le creó la primera aparición de la escua- dra chilena en las costas de aquel virreinato, Pezuela halló medios de socorrer tan abundantemente como era posible la plaza de Valdivia, por medio de buques mercantes. En los primeros meses de 1 819, le envió por la goleta norte americana Flying-fish un cargamento de mercade- rías titiles para la guarnición, i por el bergantín portugués Carmen^ cuarenta i un mil pesos en dinero. En pos de ellos despachaba el ber- gantín español Aranzazú^ a cargo del piloto Godomar, con otros ausi- lios; algunos dias después enviaba en el bergantín norte-americano Boxer^ un ájente conñdencial llamado don Francisco Arauco con nue- vas instrucciones para Sánchez i para el gobernador de Valdivia; i por fín, el 6 de abril despachaba la goleta Alcance con veinte mil pesos para el sostenimiento de aquellas tropas. Como el virrei comprendiese que esos socorros no bastaban para satisfacer las necesidades que ocurrían, agregaba en una de sus comunicaciones estas palabras: <i£l servicio del rei exije que todos pasemos por los mas sensibles sacrifi- cios i privaciones para hacernos acreedores a las recompensas, n Desa- probaba en sus comunicaciones que Sánchez hubiese abandonado la provincia de Concepción, que a juicio del virrei habría sido fácil de- fender con las fuerzas realistas que allí había, i recomendaba que a lo menos se mantuviese la guerra contra los independientes de Chile des- de la frontera del Biobio. ••Siendo, decía Pezuela, el proyecto favorito de los disidentes vcriñcar una espedicion contra este virreinato para apoderarse de él por el mucho partido con que cuentan en el país (el Perii^, haciéndoles la guerra en Chile se les frustra esta idea; i al mis- mo tiempo, según sea la mayor o menor masa de fuerzas, pudiera tra- tarse de la reconquista de todo aquel reino (Chile), cuya posesión es la mas esencial a la conservación i felicidad de estos dominios. n Estas recomendaciones llegaron a Valdivia cuando Sánchez se hallaba ya en esta plaza.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVIII 509

Pezuela prometía en sus comuntcaciones enviar pronto nuevos ausi- :>s; pero las noticias que comunicaba acerca de los sucesos del Perú, i n presentándolos bajo su aspecto menos desfavorable, dejaban ver ae la situación de aquel virreinato era demasiado alarmante, i que los > formes que allí se tenían así de los aprestos que en España se ha- ^n para someter estas colonias, como de los últimos acontecimientos ^ Chile, no le permitían dar instrucciones mas completas i detalladas. En tal incertidumbre, decía el virrei a Sánchez, no puedo dictar una ^gla fíja para el destino de un navio, que escoltando tropas desde ádiz aseguran muchas cartas particulares, que ha debido salir en el íes de diciembre o enero próximo para atravesar el Cabo de Hornos; así solo me he ceñido a decir en la instrucción al capitán de la ofenda goleta Alcance^ para que la ponga en noticia del gobernador * Valdivia, i por éste en las de V. S., i a los jefes de marina i tropa e la mencionada espedicion, si es que es cierta, que en el caso de le V. S. continúe haciendo la guerra a los enemigos en Chile, i que 1 caso que le parezca conveniente emplear dicha espedicion unida a s tropas que V. S. manda, desembarquen en el punto mas a propó- to de la costa de Arauco, para que se le reúna, i en el poco afortu* ido caso de haberse replegado V. S. a Valdivia, siga dicha espedicion >n el navio al puerto de Arica, a desembarcar allí las tropas, a menos ae crea V. S. que desde Valdivia, reunidas todas, puedan volver hacer la guerra i recuperar el reino de Chile (4).it Estas ilusiones del irrei se desvanecieron muí pronto. El navio anunciado no había salido e Cádiz; i solo en mayo siguiente zarpó de ese puerto la espedicion e tres buques, cuyo fin desastroso hemos referido antes.

Los ausilios recibidos del Perú eran en verdad insuficientes para aisfacer las necesidades del ejército de Valdivia i de las tropas rea- stas que mantenían la guerra en la frontera del Bíobio. Sin embargo, dnchez i Montoya aumentaron sus recursos comprando a los capita- es o sobrecargos de los buques de que hablamos, las mercaderías que evaban por su cuenta particular, i dándoles en pago letras sobre la esorería real de Lima. Esos recursos les permitieron enviar algunos ocorros al campamento de Benavides en Arauco. El trasporte por

(4) Comunicación ofícial del virrei Pezuela al coronel Sánchez, datada en Lima :1 6 de abril de 1819, i trascrita por éste desde Valdivia al gobernador de Chiloé :on fecha de 6 de julio siguiente. Tenemos igualmente a la vista dos estensas co- nunicaciones del mismo virrei al gobernador de Valdivia de 22 de marzo i de 6 de &bril de 1819. Fueron halladas por lord Cochrane en esta última plaza, remitidas i Santiago i publicadas en la Gacela ministerial ác 22 i 29 de abril de 1820.

5IO HISTORIA DE CHILE 1819

mar era sumamente peligroso, de^de que los buques que los llevasen podían encontrarse con algunas de las naves de la escuadra chilena o con algún corsario. Un buque que salió de Valdivia con ese destino, en el mes de abril, regresó poco después sin haberse atrevido a acer- carse a la costa para desembarcar la carga, í fué necesario enviar por tierra ciertos artículos de la mas indispensable necesidad. El bergantín Aranzazti que mas adelante hizo ese viaje, según contamos anterior- mente, no habia quedado en Arauco sino poco mas de una noche. Mas adelante se empleó una lancha para hacer el trasporte de algunos subsidios.

Junto con aquellos socorros de municiones, de armas i de dinero, Sánchez, como se recordará, envió a Arauco diversos oñciales que debían ser de grande utilidad en las bandas o cuerpos que organizaba Benavides. Eran militares o paisanos chilenos, o españoles que vivían desde largo tiempo atrás en este pais, i que habían hecho aquí las campañas de los años anteriores. Los oñciales reríen llegados de la metrópoli en la desgraciada espedícíon que convoyaba la fragata Ma^ ria Isabel^ quedaron casi to Jos en Valdivia. I^ separación de aquellos artifíciosamente preparada, tendía a hacer desaparecer las diferencias que se habían hecho sentir anteriormente. Sánchez mismo, que, como ya dijimos, no tenia el prestijio necesario, fué a su vez separado del man Jo. El virrei del Perii, que tenia pobre idea de las aptitudes de ese jefe, i que lo culpaba con evidente injusticia de la pérdida de la provincia de Concepción, inevitable después de la partida de Osorio í del fracaso de la espedicion española, lo llamó a Lima a pretesto de darle otra ocupación. Sánchez se embarcó en el bergantín Aran^ zaz/í en noviembre de 1819, i fué a morir poco después en el Perú durunte una penosa retirada de las tropas en que servía (5). El coronel Montoya, mas inútil todavía que el mismo Sánchez, quedó entonces de jefe titular de las tropas realistas de Valdivia, que en rea- lidad reconocían por jefe efectivo al coronel don Fausto del Hoyo. Así, mientras el primero residía tranquilamente en el pueblo de Val- div.a, situado a unos dieziseis quilómetros de la embocadura del rio, el primero se hallaba habitualmente en las fortalezas que cerraban la entrada de éste (6).

(5) Véase la nota 12 del capítulo XII.

(6) Se|^n los documentus realistas de esa época, la población de la eindail de Valdivia no pasaba de 750 almas, mientras que en las fortaletas de la embocaduim del rio i en otros puestos militares residían 1,500 soldados.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVIII 5 I í

A juicio del virrei del Perú, i ajuicio también de los jefes que man- daban esas tropas, la plaza de Valdivia i su distrito constituian un baluarte seguro e inatacable del poder español. Creíase fundadamente <zjue cualesquiera que fuesen los desastres de las armas realistas en el t:€rritor¡o de Chile, los patriotas, aun en el caso probable que lograsen ■cfominar la resistencia que hallaban en la frontera del Biobio, no po- cirian llegar por tierra hasta Valdivia; i creíase con la misma conñanza <^ue las fortalezas ventajosamente colocadas en la embocadura del río, guarnecidas por una abundante artillería cuyos fuegos se cruzaban en todos sentidos, i defendidas por tropas mas que suficientes para su servicio, darian fácilmente cuenta de la escuadra chilena si se atrevía a intentar un ataque por el lado del mar. Estas condiciones hacían de -esa pl-iza un asilo abrigado i bien defendido para las naves i para las Xropas que vinieran de España a continuar la guerra en estos mares, ^un el peligro de la navegación en las costas vecinas parecía haber oesado, desde que la escuadra chilena estaba destinada a la guerra en el litoral del Perú. A mediados de diciembre llegaba a San Carlos de An- <:ud el bergantín Potrillo^ armado en guerra por el virrei Pezuela, llevan- do ausilios de municiones i dinero para esa plaza i para Valdivia, donde <lebia dejarlos mas tarde. El coronel Quíntanilla, gobernador de Chiloé, liombre cauto i discreto, creyó que ese buque no debía aventurarse en «stós viajes sin estar seguro de que no había peligro en ello, i despa- chó un propio por tierra a recojer noticias de lo que ocurría en Val- divia i sus contornos. "En este puerto, contestaba el gobernador ^ontoya, con fecha de 26 de diciembre, no hai novedad; i puede desJe luego hacer su viaje el bergantín Potrillo que ha arribado a ese, según V. S. mismo lo avisa por su oficio de 20 del actual. n Ya vere- mos los resultados de este esceso de confianza. 2. Cochrane reconoce el 2. Lord Cochrane, como se recordará, había

puerto de Valdivia, ¡ , . ^ 1

apresa un buque espa- puesto térmmo a SU segunda campaña naval en

«oí: pasa a Talcahuano el Pacífico, resolviendo que los buques de su i obtiene del intendente , .... ^r

de Concepción un pe- niando regresaran por divisiones a Valparaíso.

queño destacamento con ^l disponer la marcha de la fragata Lautaro,

que .«e da a la vela para . , . . j\...,

atacar aquella plaza. ordenó que el sarjento mayor Miller, que se

encontraba apenas convaleciente de las heridas que recibió en el ata- que de Pisco, fuera trasbordado a la fragata G Higj^ins a pretesto de cuidarlo mejor, pero en realidad para utilizar próximamente los servicios de este oficial que en todas las ocasiones había revelado las mas distin- guidas dotes militares. En efecto, al salir del rio de Guayaquil el 2 1 de diciembre de 18 19 con la sola fragata de su mando, Cochrane meditaba

512 HISTORIA DE CHILE 1820

llevar a cabo alguna empresa que le compensara los sinsabores sufrido?; en una campaña en que no le habia sido dado presentar un combate formal al enemigo, ni causarle en sus puertos o en sus naves los daños en que soñaba cuatro meses antes, al partir de Valparaíso. El bizarro marino quería afianzar su crédito con un hecho digno de su intrepidez i de sus gloriosos antecedentes, ya que la circunstancia de no haber alcan- zado hasta entonces una victoria brillante i decisiva no podia dejar de aminorarlo (7). Así, después de una navegación de algunos dias a gran distancia de la costa para tomar altura, torció su rumbo al sur para acercarse a Valdivia, donde, según las noticias que circulaban en la costa del Perú, era ¡xjsible que hubiese recalado el navio español Safí TebnOy cuya suerte desastrosa se ponia aun en duda.

"El 17 de enero de 1820, dice el secretario de la escuadra, descu- brimos la Punta Galera, promontorio meridional de la ensenada de Valdivia, en el cual estaba izado el pabellón español. En la madrugada siguiente, el vice-almirante entró al puerto en una chalupa i volvió poco después, habiendo, sin embargo, tenido tiempo para observar el fondeadero i para convencerse de que no estaba allí el navio de guerra que buscaba, i que solo habia un buque mercante. Para resolverse a hacer una escursion de esa naturaleza, se necesitaba tener el carácter osado i emprendedor de lord Cochrane, si se considera la fuerza de este Jibraltrar de la América del sur, el numero de las baterías que forman una cadena de defensas, casi sin interrupción, coronadas de cañones, cuyas balas pueden atravesar de un punto a otro casi en todas direccio- nes... A las seis i media de la mañana (18 de enero) vimos acercarse una chalupa con un oficial i tres soldados, engañados por el pabellón español que llevaba la O'Higgins.w Creian éstos que ese buque era la fragata Prueba^ de cuyo destino no se tenia hasta entonces noticia en aquella plaza. Cochrane retuvo como prisioneros a los tripulantes de la chalupa, i obtuvo de ellos importantes revelaciones sobre la situación de Valdivia. Supo entonces que las fortalezas de la embocadura del rio estaban defendidas por ciento diez cañones, que tenian para su servicio mas de setecientos hombres, i que en otros pu itos mas o menos apar- tados de la costa, estaban sobre las armas otros ochocientos soldados. Se preparaba para alejarse del puerto cuando divisó a sus espaldas un buque que sorprendido por la presencia de la fragata patriota, parecia

(7) "El entusiasmo que Cochrane despertó en Chile cuando tomó el mando de la escuadra, habia disminuido considerabiementei», dice Beauchef en sus Memorias inéditas, al referir los sucesos que vamos a contar.

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l820 PARTE OCTAVA. O^PÍTULO XVIII 513

empeñado en evitar su encuentro. Seguido inmediatamente por la 4y Higgins^ i después de dispararte ésta algunos cañonazos, uno de los <:uales ie rompió el mastelero de velacho, el buque íujitivo se detuvo i se entregó sin resistencia. Era el bergantín Poirillo^ mandado por el oñcial de la marina real don Jerónimo Romero, que por encargo del virrei del Perú llevaba a Valdivia algunos socorros i veinte mil pesos en dinero (8;. Esa misma mañana ponía Cochrane su rumbo al norte, i sin otro accidente que un lijero choque de la fragata en un bajo inmedia- to a la isla de la Quiriquina, fondeaba en Talcahuano en la noche del 20 de enero.

El coronel Freiré, intendente de Concepción, recibió a Cochrane con todas las consideraciones a que éste era merecedor. Aquellos dos hombres, diu¡ diferentes entre por el poder intelectual, en que Oxrhrane llevaba una gran ventaja, i por muchas dotes morales en que Preire poseía una incontestable superioridad, tenían de común la auda- cia i el heroísmo, i estal)an destinados a entenderse para llevar a cabo una empresa de alta resolución. Al llegar a Talcahuano, Cochrane pensaba permanecer allí tres o cuatro días, i regresar en seguida a Valparaíso para adelantar los aprestos navales que exijia la organiza- ción de la próxima campana libertadora del Perú. Cuando supo que Freiré se preparaba para espedicionar al sur del Bio-Bío, a fin de dar una batida eficaz a las bandas realistas que sostenían la guerra desde el territorio araucano, Cochrane se resolvió a prolongar su permanen- cia en el sur para prestar a esa empresa la cooperación del buque de guerra que tenia a sus órdenes. En estas primeras combinaciones se pensaba solo en una campaña que habría podido tener raui buenos resultados, pero que era de limitadas proporciones. Al paso que las fuerzas patriotas de los Ánjeles penetraban bajo las órdenes del coro-

(8) Parte de Cochrane al iniaisterio de marina dado en Talcahuano el 21 de enero de 1820. —^y^rv/sxp//, libro citado, vol. III. chap. VI. Memorias de Mil/er^ vol. I, cap. XI. El bergantín Poírilb^ buque pequeño pero mui lijero, había sido armado en guerra por los patriotas de Chile en 1813, i>ero [)asó a manos de los rea- listas por los efectos de una negra traición (Véase el § 8, cap. XIV, parte VI de esta Historía). El virrei del Perú, al recibirse de ese buque, lo mantuvo armado en guerra con diez i ocho pequeños cañones i lo hizo servir contra los patriotas; pero en csU última espedicion se le había quitado la artillería para que pudiera recibir mas carga. Cuenta Stevenson que en el buque apresado viajaba entre los pasajeros uaa familia de Arauco apellidada Del Rio, que en 1805, cuando él arribó por prime- ra veza Chile, lo habia hospedado jenerosamente, i a la cual pagó ahora con verda- dera satisfacción ese servicio. Las Memorias de Miller conñrman este incidente. Tomo XII 33

514 HISTORIA DE CHILE 1820

Ticl Alcázar al valle central o rejion de los llanos, como se decia, i que Freiré, al frente de las tropas de caballería cjue tenia en Concepción, entraba por el lado de la costa, Cochrane trasportaria por mar las fuerzas de mfantería para ir a desembarcarlas a Arauco, que era el <:c*ntro de la resistencia realista. Este plan, sin embargo, fué luego abandonado ;.)or otro mncho mas vasto i atrevido, i que fn el caso de realizarse, debia producir un resultado mas eficaz para cerrar al ene- migo del otro lado del Biobio la fuente principal de sus recursos i para consolidar el predominio de Chile en las costas del Pacífico. Cochrane proponía nada menos que apoderarse de Chiloé i de Valdivia, i pedia para ello solo un corto destacamento de soldados de infantería, en la confianza de que un golpe rápido i audaz leaseguraria inevitablemente «1 triunfo. Freiré se adhirió sin vacilar a ese proyecto, i echando sobre la responsabilidad de una empresa a todas luces aventurada i teme- raria, i para la cual no tenia autorización del gobierno, ofreció a Co- chrane el continjente de tropas que éste pedia (9).

(9) La empresa proyectada por lord Cochrane era de tal manera atrevida i fliflcil i tan superior a los escasos recursos de que podía disponer, que con justo motivo ha arrancado la admiración de cuantos han estudiado estos acontecimientos. Aun- <]ue el hecho mismo ha sido contado con bastante prolijidad i con jeneral exactitud por cuatro de los actores (Cochrane, Stevenson, Miller i BeaucheQ» i en seguida por diversos historiadores, la elaboración del proyecto no ha sido claramente esplicado. La correspondencia ofícial i particular de Cochrane i de Freiré con el director su- premo i con el ministerio de marina, nos permite seguirla casi paso a paso.

Cochrane lle^ó a Talcahuano en la noche del 20 de enero. \in la maiíana siguien- 'te despachó a Valparaíso el bergantín Potrillo a cargo del teniente Cobett con un oficio en que comunicaba el reconocimiento practicado en el puerto de Valdivia i la captura de esc buque. En otro oficio leseri^ado <le ese mismo dia, anunciaba ■que se quedaría en Talcahuano para renovar los víveres de la fragata 0*Ht\^ins que carecía de ellos. "Vo aprovecharé esta opon unidad, agregaba, para ül»servar el puerto de Talcahuano, a fin de conocer sus condiciones i seguridad para una esta- ción naval, por ser Valparaíso muí inseguro durante la estación de invierno, i en todos tiempos con los malos cables i malas anclas que tenemos. Espero estar en Valparaíso a las cuarenta i ocho horas después del PolHUo.\* Es evidente que si Cochrane hubiese tenido entonces el pensamiento de operar sobre Valdivia, no se habría desprendido de ese buque que podía prestarle útiles servicios para la reali- zación de aquella empresa.

Seis días despue.<, el 27 de enero, «lecia a1 ministerio de marina lo que i^igue: "Habiéndome manifestado el sefior don Ramón Freiré, gobernador de Concepción, el estado de esta provincia, e informádoine que habin resuelto atacar al enemigo con la posible brevedad, yo, convencido del grande aiK>y.> que hallaría en esta fragata, he convenido en asistirlo en esta favorable época, i creo que el accidente imprevisto de mi arrilK) a este puerto, le proporcionará los medias de destruir al

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVIII 515

Los aprestos no fueron largos laboriosos. Aunque Freiré se apre- suró a comunicar aquella determinación al director supremo, guardó en su campo una reserva impenetrable, haciendo entender a todos que la espedicion marítima que se preparaba, iba dirijida a efectuar un desembarco en la costa de Arauco. Pero esta reserva no podia es-

encmigo en diez o doce días, cooperando las dos fuerzas, pues la marítima que tenia aqui, era inadecuada a la empresa. n Al recibir ese oficio el 2 de febrero, puso el mi* nistro Zenteno al márjen estas palabras: uSe aprueba esta determinación, i así con- téstese, n Parece que éste no tenii entonces otra noticia del objeto de esa espedicion. Sin embargo, antes que Cochrane firmara el ofício que estractamos mas arrilm, su plan de operaciones sobre (Valdivia estaba defínitivamente resuelto. El vice-al- mirante chileno se ofrecía a llevar a cabo una operación mas importante i mas eñcaz- que la campaña contra las bandas de Benavides. Era ésta el ataque de Chiloé i de Valdivia, cuya guarnición, por mas numerosa que fuese, i por mas que poseyese abun- dantes elementos militares, vivia confiada en la superioridad de su poder, i debia por esto mismo ser sorprendida i seguramente vencida por golpes de mano eje- cutados con decisión i valentía. Freiré prestó su aprobación i cooperación a ese plan tan atrevido i temerario; pero quedó convenido entre ambos que se guardaria. un profundo secreto en Concepción sobre el objeto de la espedicion, i que la tropa no sabría el destino de ésta sino después de estar embarcada i en marcha. Lord Cochrnne, que ha contado en sus memorias estos accidentes, con algunos errores de detalle que en parte a lo menos deben atribuirse a iníi:lelidad de sus recuerdos, dice fNarrative of Services f vol. 1, p. 37) que entonces convino con Freiré qqe no se comunicara al gobierno el plan convenido. Lo mismo habia escrito antes su secre- tario Stevenson (vol. III, chap. VI); i Beauchef, en sus memorias inéditas parece decir lo mismo. Sin embargo, el hecho no es efectivo. Freiré habia dado parte de esos planes en una carta confidencial i reservada dirijida a O'Higgins en 23 de enero, i el mismo Cochrane se los comunicó en una carta particular escrita en ingles i firmada el 28 de enero en los momentos en que se aprestaba la partida de la espedicion. Ambas piezas han sido publicadas integramente en una interesante nota puesta por don Ben)amin V'icuña a la pajina 131 de su memoria histórica titu- lada La guerra a muerte.

Por nuestra parte podemos agregar otro documento no menos decisivo, i que orijínal tenemos a la vista, que prueba no solo que el director supremo tuvo noticia <3e esos planes, sino que los aprobó esperando confiadamente el buen resultado, si Ijíen guardó sobre ellos una reserva impenetrable en Santiago. Es una carta con- fidencial, escrita toda ella de letra de O'IIiggins, i dirijida a don Miguel Zañartu, ájente diplomático de Chile cerca del gobierno de Buenos Aires. I lela aqui:

••Señor don Miguel Zañartu, Santiago, febrero l.^ de 1820. Mi querido amigo: aprovecho la salida ahora mismo del portador, no para contestar sus anteriores, que lo haré en otra ocasión, i que no lo hago ahora por la falta de tiempo, sino para ^anticiparle algunas noticias que solo por mi conducto puede V. saber. El lord C^ochrane ha salido de Talcahuano hace seis dias coniuciendo doscientos cincuenta liombres escojidosde tropa, ademas de los pertenecientes a su fragata, con el objeto ^e sorprender la isla de Chiloé, atacando su capital, i de dirijirse al mismo efecto

5l6 HISTORIA DE CHILE 182O

tenderse hasta el hombre que debía mandar el destacamento de infan- tería. La elección de Freiré recayó en el mayor don Jorje Beauchcf, í.'xcelentc oficial france??, que, romo se recon lará, fe había señalado ya ]X)r su valor i por su espíritu de orden, de seriedad i de disciplina en el cumplimiento de todas las comisiones que se lo confiaron. Confor- me a las instrucciones del intendente, formó Beauchef una columna de 250 soldados escojidos en los dos batalloneá de infantería que habla en Concepción (el núm. i i el niím. 3), i a su cabeza se dirijió a Talca- huano para embarcarse en la fragata O' //i[í^í¡í/ís (ic). En ese puerto se

a Valdivia. A la fecha, o ha acertado el j^olpe o ha sido rechazado. Lo primera es mas sej];uro, porque se hallaba Chiíoé en p[ran fcnnentacion, s«-^n se ha sabido por algunos pasajeros del ber|;antin de guerra Potrillo que dicho Cochrane apres«') en la boca de Valdivia. Si este suceso es favorable, concluyó la guerra del sur, i con ella la esperanza de Peznela de volver a pisar nuestro leirilorio. Freiré habrá hecho ¡¿ualinenie su entrada a los indios con tres mil hombres de buenas tropas, en dos <Iiv¡s¡ones, la primera mandada por él mismo, por San Pedro, i la segunda por los Anjeles al mando del coronel Alcázar. En este instante he dado urden para qse se apronte la escuadra, i se a la vela dentro de cinco dias a continuar el bloqueo <1el Callao, mientras se preparan los seis mil hombres espedicionarios, que a no ser el suceso de San Juan, antes de mes i medio hubiera todo estado pronto. Siento mucho la caída de los correos en manos de los montoneros, {lues mandaba a V. Gacetas de Lima i comunicaciones importantes. - Los papeles públicos instroiran V. de las noticias de la escuadra. El jencral San Martin se mejora roui lentamenle. Conserve V. la salu<l i mande a su verdadero amigo, OHrggiiis. -P. D. Cerca <le las Malvinas vio, hace dos meses, un buque cíe comercio que entró a Valparaíso, un navio de guerra. Yo ditículto que pueda ser el San T^lmo que iría de r^reso. Tod(Js convienen en que naufragó en el calw de Hornos. V. nos sacajrá de dudas si acaso arribase por esas costas, n

En el capítulo siguiente daremos noticias de los sucesos de San Juan a que se refiere esta carta.

Pero, aparte de los documentos que acabamos de recordar i de la carta que deja* mos reproducida, para rectificar este error de las memorias de Oichrane bista i sobra con rec(jrrer e? parte olicial en que éste di<> cuenta al gobierno de su campafta sobre Valdivia. Ese parte, publicado íntegro en la Gotcía mim'síerial de jg óe íc^ brero de 1820, comienza con estas palabras: "Tuve la honra de informara V. S. <lesde Talcahuano que, aprovechándome de la oportunidad que se me presentó de comunicar con el coronel Freiré sobre los medios mas oportunos de espeler al ene- migo del sur de Chile i Iil)ertar a este pais de incursiones futuras, logré que aquel celoso i activo oficial me facilitase el 28 del pasado las tropas i demás ausilios que necesita i >a.t«

(10) Beauchef ha contado con gran llaneza pero no sin colorido, estos incidentes en sus memorias inéditas, "Se me hizo llamar, dice, al palacio de la intendencia. Allí tuve ocasión de conocer por primera vez al noble lord. Freiré le di)o que yo era francés, i ademas soldado de Napoleón. Con este motivo, lord Cochrane rae colnó

iSzO PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVIII 5 I 7

liallaban ademas dos pequeños buques, la goleta chilena Moctezuma^ armada en guerra hacía poco, i mandada por el teniente don Roberto Casey, i el bergantín Intrépido^ buque viejo i casi inservible de propie- dad del gobierno de Buenos Aires, cuyo comandante, el capitán Cár- ter, se puso sin vacilar bajo las órdenes de Cochrane. Ambos buques inadecuados para sostener un combate, se reunieron a la O^fíig^ins para acometer la empresa que se pre|)araba.

La pequeña espedicion zarpó de Talcahuano a entradas de la noche del 28 de enero. A pesar del viento norte que soplaba, los dos buques menores salieron sin dificultad de la bahía. La fragata O'Htji^gins, mu- cho mas pesada, pasó toda la noche voltejeando, i entre tres i cuatro de la mañana siguiente, chocó, por un descuido del oficial de guardia, en un bajío tan inmediato a la isla Quiriquína^ que el bauprés toca[)a una punta de tierra cortada a escarpe sobre el mar. Sintióse en la nave un terrible sacudimiento que puso en pié a la tripulación i a la tropa, produciéndose en el acto una confusión indescriptible i una gran gri- tería aumentada p>or el bullicio atronador de ¡as bandadas de papaga» vos (choroyes) que dormían en esa parte de la isla, i que despertados por el ruido, revoloteaban en todos los contornos, i^ord Cochrane, que después de muchas horas de trabajo i de fatiga, se había retirado a su cámara para tomar algún descanso, subió inmediatamente a la cubier* ta, i su presencia bastó para restablecer el orden. >< Impuso silencio, i mandó que cada cual ocupase su puesto, dice un testigo de aquel acci- dente, todo lo cual fué ejecutado en un abrir i cerrar de ojos, porque los marinos i los soldados tenían un gran respeto por el noble lord, i lo que es mas, C'tte les ins¡)¡raba una confianza mayor todavía. Con una sangre fría imperturbable, el více-almírante daba sus órdenes, i éstas eran rigorosamente cumplidas, con una tranquila puntualidad i sin la menor confusión. Antes de mucho rato, ia fragata estuvo a flote. Fe- lizmente había encallado en un pequeño banco de arena que estaba

<1e atenciones i de elojios, i me habló mucho del valor de los soldados franccser» i de mis campañas bajo Napoleón, i me llaav) su amigo. Después de estos preliminares, entramos en materia. Todo el proyecto me fué explicado. Recibí del coronel Freiré la orden de pasar a los dos cuarteles, de reunir los batallones i de elejir 250 homlires, tomando las dos compañías de granaderos, todo lo cual fué ejecutado inmediata- mente. \o conocía a los soldados de los dos cuerpos, que por lo demás, todos eran (micqos. Los preparativos no fueron largos, i luego partimos para Talcahuano. Nadie conocía el destino que llevilximos, que solo fué divulgado cuando salimos al mar. £1 destacamento fué embarcado en el mismo instante a bordo de la fragata, i nos dimos ■a la vela con viento contrario, m

5 l8 HISTORIA DE CHILE 182O

rodeado de rocas; pero al amanecer vimos el mar sembrado de tablas arrancadas del casco del buque, i se reconoció que éste hacia siete u oclio pulgadas de agua por hora (ii)." Mientras los soldados i los ma- rineros trabajaban en las bombas, o sacaban el agua con baldes, los carpinteros tapaban de cualquier modo las aberturas que era posible reparar. £1 depósito de municiones habia sido inundado, i solo se conservaban secas las que los soldados tenían en sus cartucheras. nEl carpintero aplicó la sonda i avisó tres pies de agua en la bodega. Ix)s trabajadores de las bombas estaban casi desesperados, i todos creían que la empresa habia fracasado en su principio. Media hora después el carpintero volvió a avisar que el agua no disminuía. "Está bien, dijo lord Cochrane; pero ¿aumentaPu «'Nó! contestó el carpintero; e inme- diatamente se dieron las órdenes para salir al mar (i2).ii

No fueron éstas las únicas contrariedades que Cochrane tuvo que dominar. Mas adelante, cuando se hallaba en frente de la costa de Arauco, la fragata, que seguía haciendo agua, se halló en grave peligro por el mal estado de las bombas que no era posible hacer funcionar. Cochrane desplegó de nuevo su grande entereza, i los arbitrios de su jenio inventivo. Se quitó la casaca, se arremangó las mangas de la camisa, i trabajando con sus propias manos, consiguió remediar ese enturpecimiento, i facilitar que se continuara estrayendo el agua. En presencia de tamañas difícultades, que habrían hecho desistir de la em- presa a otro hombre menos osado, Cochrane conservó su perfecta tranqui^lídad. ••Pues bien, mayor, dijo a Miller, es preciso tomar a Valdivia: antes de volver atrás, fuera mejor que nos ahogáramos todos.it I demostrando la absoluta confianza que abrigaba en el éxito de una empresa que parecía irrealizable con tan escasos recursos i con tales contratiempos, el vice-almirante, tan atrevido como sagaz, desarrollaba su pensamiento en esta forma: ••Un ataque resuelto i un poco de perse- verancia nos darán un triunfo completo. Las operaciones que no espera el enemigo, son casi siempre seguras, si se ejecutan bien, cual- quiera que sea la resistencia. I^ victoria justíñca toda empresa de la imputación de temeraria. n Los oñciales i los soldados, para quienes la entereza i la confianza de Cochrane eran un signo seguro de victo-

(11) Beauchef, memorias citadas.

(12) Stevenson, lugar citado, heauchef ha referido estos accidentes con mayor amplitud de detalles, consignando las palabras que Cochrane le dijo en esos mo- mentos, i que revelan la incontrastable entereza de ánimo i la hrmeza de resolución del intrépido marino.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVIII 519

ría, aplaudieron llenos de conñanza esa actitud i se mostraron resuel- tos a secundarla (13).

3. Toma de Val- 3- El 2 de febrero, hallándose a unas treinta millas divía. de Valdivia, el vice-almirante dictó tranquilamente

todas las disposiciones del ataque. Llevaba consigo un plano bastante exacto del puerto i de sus fortificaciones; pero por su inspección per- sonal de pocos dias antes, i por los informes suministrados por los individuos que entonces tomó prisioneros, sabia que esas defensas se habian aumentado, i tenia noticia de las dificultades que ofrecía ^l desembarco, i de los estrechos i ásperos senderos que era preciso recv/- rrer (14). Con esos antecedentes dispuso su plan, sobre la base de un ataque repentino i resuelto. Como la fragata O'Iíiggins era conocida de los defensores de la plaza, determinó dejarla atrás, se trasladó el mismo a la goleta Moctezuma^ i en este buque i en el bergantín Intré- pido colocó toda la jente de desembarco. Esta operación, efectuada felizmente en medio de una violenta marejada, i en seguida la debi- lidad del viento, retardaron por un dia el proyectado ataque de la plaza.

En Valdivia no se esperaba esa agresión. El reconocimiento prac- ticado por Cochrane el 18 de enero, había demostrado que andaban buques chilenos por aquellas costas; pero nadie en la plaza podia figu- rarse que los patriotas intentaran un desembarco, para lo cual parecía exijirse un ejército considerable. A pesar de esta confianza, se había redoblado la vijilancia, i se había recomendado que se mirara con recelo a toda nave que se acercase al puerto, para no caer nuevamente en el engaño de que se había aprovechado Cochrane. El 3 de febrero, entre dos ¡ tres de la tarde, los víjias colocados en el morro González,

(13) Memorias de MilUr^ tomo I, cap. XI. Las fechas de eslas primeras opera- ciones que allí se indican están equivocadas, talvez por error tipográfico.

(14) El plano de Valdivia i de sus fortificaciones que llevaba lord Cochrane, era «no "levantado en diferentes ocasiones por los injenieros del ejército de S. M. i rectificado por el piloto de la real armada, graduado ríe alférez de navio don Ju&é de Moraleda, año de 1788.11 Ese plano listante bueno para la época, como totlos los trabajos hidrográficos de aquel célebre piloto, fué llevado a España por Malas- pina (véase el § 8, cap. XIX, parte V. de esta Historia)^ i grabado en cobre en Madrid en una hermosa lámina destinada a ilustrar la relación del viaje de e^te célebre marino, relación que, como contamos en otra parte, no fué publicada enton- ces. Ese mapa era mui poco conocido en América, pero Cochrane habia hallado un ejemplar en la cámara del comandante del Potrillo, El plano de la embocadura del rio de Valdivia que publican las Afemorias de Miller, está fundado particularmente sobre aquél.

520 HISTORIA DE CHILE 182O

al sur de la embocadura del río, vieron dos buques pequeños con- bandera española i con apariencias miii pacíñcas, acercarse tranquila- mente a la costa, i llegar hasta ponerse en frente de la caleta denomi- nada Aguada del Ingles, donde se levantaba el primer fuerte que defendía la entrada del puerto por ese lado. Ni las precauciones em pleadas por los uiarinos chilenos, ni las voces que dieron para anun- ciar (]ue formaban parte de la espedicion española salida de Cádiz en mayo anterior, bastaron para calmar los recelos de las autoridades de tierra; i desde (jue éstas se penetraron de que aquellos buques eran enemigos, rompieron sobre ellos el fuego de canon. Una bala de a 24 atravesó de parte a parte el bergantín Intrépido^ derribando siete hom- bres de la infantería que estaba apiñada en el entrepuente (15).

Nada parecía mas temerario e insensato que empeñar el ataque en f sas condiciones. El puerto de Valdivia, formado por la embocadu- ra del rio del mismo nombre, estaba defendido i cerrado por diez cas- tillos o baterías armadas de ciento diez buenos cañones de bronce, casi todos ellos del calibre de a 24, i colocados tan ventajosamente que sus fuegos podían batir cualquier punto del fondeadero, i cruzarse en todo sentido para destrozar en pocos momentos el buque que preten- diera penetrar hasta Valdivia. El rio, por otra parte, tiene en esa par-

(15) Las relaciones contemporáneas han contado estos incidentes con muchos pormenores que no carecen de ínteres. (!üchrane colocó sus dos buques a muí corta di.stancia de la costa i Ikijo el alcance de los fuegos del fuerte Ingles (o de la Agua- da del Ingles), de tal modo que con el empleo de las lK>cinas pudo sostener du- rante un rato un diálo^^o con las autoridades de tierra. Aunque esos pequeños buques estaban repletos con las tropas que llevaban de desembarco (310 homlires)^ había colocado a éstas en los entrepuentes, ¡ sobre cubierta no se veían mas que algunos marineros i los pilotos o maestres de esos barcos. Uno de ellos era don Kcrnando Varquez, piloto eupañol, pero establecido en Chile desde años atra>, adicto a la causa de la independencia, que habia mandado en 1818 el l^ergantin Ptít'irredojt, i a fjuien Cochrane acabal>a de tomar a su servicio en Talcahuano, donde estaba ilesempeñando el cargo de capitán de puerto. A las preguntas que hacian las autoridades de tierra sobre la procedencia de esos buques, Vázquez, por encargo de Cochrane, contestó: "Barcos del rci que llegan de Cádiz. n Keñrió que formaban parte de la espedicion que habia salido de £s|>aña C(m ei navio San Telnio, i pirlió le facilitasen algunas chalupas i un práctico para efectuar el desem- barco, i)or cuanto habian perdido sus boles en los temporales que habían sufrido al doJjlar el cal)0 <le Ilorncs. Este artificio estuvo a punto de producir el resultado que se deseaba, porque las endtarcaciones menores de los buques estalom ocultas en el Cf)^tado de ellos que no se veia desde tierra. Pero habiéndose visto una lancha que fué ech-ída al agua, la guarnición del fuerte descubrió el engaño, e inmediatamente rom- pió el fuego.

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te numerosos i eslensos bajíos i bancos de arena cenagosa, que obligan a las naves a moverse con muchas precauciones, i que habían sido hábilmente aprovechados en el plan de defensa, colocando algunas baterías en los puntos en que el paso se hacia mas estrecho i mas penoso.

Si fatalmente debia fracasar toda tentativa que se empeñase por el lado del rio, aun con fuerzas navales inmensamente superiores a las que Cochrane tenia bajo sus órdenes, el asalto de esas fortificaciones por el lado de tierra parecía imposible. Construidas a orillas del rio,, i circundadas de fosos, de paredones i de espesas i formidables palisa-^ das, tenían a sus espalda un terreno áspero i accidentado, laderas que eran verdaderos precipicios, i todo cubierto de un espesísimo bosque que no da paso a los rayos del sol, que mantiene un suelo disparejo i encharcado en que los troncos de los árboles i un tupido matorral no permiten traficar sino abriéndose paso a filo de hacha, ni siquiera di- latar la vista a algunos metros de distancia. Los senderos abiertos alií por la mano del hombre para servir de comunicación entre un fuerte i otro, eran tan estrechos que los soldados tenían que desfilar de uno en uno, marchando sobre pantanos, o escalando moles de piedra de difí- cil acceso, í aun esos senderos eran de tan fácil defensa, que treinta hombres colocados en ciertos puntos, habrían podido hacer retroceder a trescientos que hubieran pretendido acercarse a cada fuerte {i6).

Cochrane conocía perfectamente esas dificultades. Desde la cubierta de la goleta Moctezuma había visto desfilar por el sendero del bosque inmediato a la playa, un destacamento de setenta hombres, i colocar -

(16) Omitimos el hncer una descripción mas prolija de la plaza militar i de las fortificaciones de Valdivia, por creerla fatigosa para nuestros lectores. Hemos creído que esta omisión quedaría vcntnjosamentc remediada con la presencia de un pla- no que puetle dar al primer p;olpe de vista una noción mas exacta i mas completa que cnuiquiera descripción escrita. Ese plano, que acompaña a estas pá)inas, ha sido dibujado por el injeniero don Carlos Soza Bruna según nuestras indicaciones, fun- dadas en las noticias recojidas en algunos mapas mas antiguos i en numerosas rela- ciones i documentos, i aprovechando, para la exacta fijación de las localidades, los excelentes estudios jeográficos modernos, hechos, unos por la espedicion esplo- radora inglesa a cai^o de Fitz Roy, i otros por la esploracion de marinos chilenos bajo la dirección de don Francisco Vidal Gormaz. Entre los trabajos anteriores son dif^nos de tomarse en atenta el plano que hemos citado en una nota anterior, i el informe que acerca del estado militar del puerto de Valdivia i de las mejoras ()uc podian introducirse en sus defensas, dio en mayo de 1807 el comandante de injenie- ros don Manuel Olaguer Feliú. Ese informe fué publicado en estracto en El Tele* ^afo de 25 de febrero de 1820.

522 HISTORIA DE CHILE 182O

se entre los árboles para impedir toda tentativa de desembarco. Con una confía nza absoluta en la audacia irresistible de sus soldados, el vice-almirante mandó echar al agua los pocos botes de que podia disponer, i lanzó a tierra la columna de ataque que debia mandar el mayor Beauchef, como el oficial mas antiguo. Componíase de 250 hombres embarcados en Talcahuano i de 60 soldados de infanterja de marina mandados por el mayor Miller, convaleciente todavía de las heridas que recibió en Pisco. Cuando éstos se acercaban a la playa, fueron recibidos por las nutridas descargas de los fusileros realistas ífue se ocultaban en el bosque. El primer bote fué agujereado i comen- zó a hacer agua: cinco desús tripulantes fueron heridos; i una bala atravesó el sombrero de Miller rasmillándole lijeramente la cabeza. Todo esto no bastó para detener aquella operación. El empuje de los asaltantes, i algunos disparos de canon de los dos buques patriotas, que cayendo sobre las rocas de la costa produjeron una verdadera llu- via de piedras, obligaron a los enemigos a replegarse hacia el fuerte Ingles.

Al caer la tarde, la columna patriota habia desembarcado sin otros accidentes. «»Tan luego como estuvimos en tierra, dice Beauchef, yo ordené mi jente para ponerla en marcha. Para esplorar los altos i bajos que tenia que recorrer, me hice preceder por ocho hombres manda- dos por el teniente Vidal, oficial de la tropa de marina i joven de corazón, que, al romper la marcha hacia el fuerte, recibióla orden de no adelantarse mas de quince o veinte pasos. Yo llevaba a mi lado un guía (uno de los soldados apresados por Cochrane en ese puerto el mes anterior), al cual se le habia prometido una buena recompensa si lo- grábamos la empresa; pero no lo perdía de vista, i con la pistola que llevaba en mi mano, le anuncié que al primer movimiento que hiciera para fugarse le levantaba la tapa de los sesos. Después de hora i media de marcha, el guía me dio a conocer nuestra situación. A nues- tra izquierda teníamos dos cañones de a 24quepodian batir la peque- ña esplanada a que nos acercábamos, a nuestra derecha el reducto i en frente un foso i una palizada bien defendida. Nos detuvimos todos para reunimos, acometer el asalto en conjunto, i no dar la alarma. Era sorprendente que el enemigo nos hubiera dejado llegar hasta allí sin oponer ningún obstáculo, porque el desfiladero que habíamos recorri- do era terrible, i estaba cortado por alturas en que no podíamos pasar mas que uno por uno, viéndonos frecuentemente obligados a servimos de las manos para trepar por enormes peñascos en puntos donde cien hombres habrían podido rechazar tres mil. Los realistas no hicieron

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'"fcada de eso. Sin duda, no podían imajinarse que los dos buquecillos elevasen fuerzas suficientes para atacar aquellas fortalezas; pero la con- ^anza que tenian en su poder los perdió.

«'Reunida toda nuestra columna, continuamos la marcha en el mas profundo silencio, siempre precedidos por nuestros esploradores que llevaban la orden de no contestara ninguna voz del enemigo. Así lle- gamos a la pequeña esplanada con paso cauteloso i en medio de la oscuridad de una noche tenebrosa. Los centinelas del reducto de la derecha se dieron cuenta de nuestra aproximación, gritaron por tres veces el **quien viven, i rompieron el fuego de fusil que nos sirvió para orientarnos en la marcha. Los cañones de a 24 que estaban a la iz- quíerda, también hicieron fuego, i su estampido en medio de Us tinie- blas, de la soledad i del profundo silencio con que habíamos marchado, produjo en nuestra tropa cierta perturbación momentánea de que luego se repuso. Le mandé romper el fuego sobre esos cañones, avan- zando siempre hacia la palizada, a pesar del fuego nutrido que desde allí nos hacia el enemigo, sin acertar, sin embargo, a causa de la oscu- ridad, a inferirnos daño. Los primeros dos soldados que escalaron la palizada, fueron muertos a fílo de espada por dos oñciales españoles que no querian abandonar sus puestos; pero éstos dos fueron a su vez muer- tos por los soldados patriotas que continuaban el asalto (17). Nuestros soldados encontraron abierto el portillo del reducto por donde había entrado el destacamento español que salió a oponerse a nuestro desem- barco. Allí nos encontramos confundidos al poco rato con los enemi- gos, i se trabó una lucha resuelta i encarnizada en que arrollamos luego toda resistencia. Los oñciales españoles huian aterrorizados i se precipitaban por el lado del mar, donde tenian algunas embarcaciones. Ix>s soldados que habían persistido en la resistencia, no podían esca- parse, i pedían rendidamente que se les diera cuartel.

"Conociendo la importancia de la rapidez de los movimientos, hice que nuestro guia, que no se había separado de mi lado, nos señalase el sendero que conducía al fuerte San Carlos; i poniéndome a la ca- beza del mayor número de soldados que fué posible reunir en medio de la confusión, nos pusimos en marcha, seguros de que cuando ocu- páramos ese fuerte podríamos ponernos en comunicación con lord

(17) "Después supe, añade Beauchef en la relación que estractamos, que uno de esos bravos se llamaba Lafuentei.. El otro era un subteniente español apellida- do Peña, joven de cierta instrucción que habia servido de secretario del comandan- te militar de la plaza.

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Cochrane por medio de las señales que habíamos convenido, i seguir adelante para ir ocupando los otros fuertes. Este segundo golpe fue- mucho mas fácil. Ocupamos el fuerte casi sin hallar resistencia, porque el enemigo aterrorizado por nuestro primer triunfo i por la rapidez de nuestros movimientos, habia perdido el vigor de espíritu para oponer una larga resistencia. £1 vice-alrairante, dirijiendo una chalupa que tripulaban irnos cuantos hombres, seguia nuestras operaciones desde Ci rio a mui corta distancia de la playa. Los soldados patriotas, cre- yendo que esa embarcación llevaba algunos fujitivos realistas, hicieron fuego sobre ella con grave peligro de los tripulantes, hasta que Co- chrane, con la ayuda de su bocina, se dio a reconocer. Cuando los patriotas ocuparon el fuerte San Carlos, el mayor Miller hizo las seña- les convenidas con el vice-almirante, i se restableció el acuerdo en el resto de las operaciones. Allí se formó apresuradamente un depósito para los heridos. n

La columna patriota, siempre dirijida por Beauchef, continuó su marcha por aquellos terribles desfiladeros para asaltar los otros fuertes. Allí no existia mas que el estrecho sendero abierto en el bosque para comunicar una batería con otra; i ese sendero estaba cubierto de char- cos de agua, de pantanos pegajosos, de matorrales, de árboles caidos, en fin de todos los obstáculos posibles que desgarraban los vestidos i que hacian caer a los soldados a cada rato. Los patriotas se apoderaron casi sin grandes esfuerzos militares de las baterias del Barro, de Amar- gos i de Chorocamayo, que los enemigos, aterrorizados por lo repen- tino i lo vigoroso del ataque, i por el pánico (jue sembraban los fujitivos, abandonal)an casi sin combatir. Por fin, poco después de media no- che se hallaron enfrente del Corral, la fortaleza mas formidable de todo ese lado del rio, i residencia del gobernador militar de la plaza, de su estado mayor i de una guarnición relativamente considerable. In>puesto por su guia de que esa fortaleza tenia tres puertas, Beauchef reunió sus tropas i dispuso el asalto por los tres puntos a la vez. Eje- cutóse esta operación con tanto ímpetu i en medio de tan atronadora gritería, que los defensores del Corral, muchos de ellos soldados fuji- tivos de los otros fiicrtes, i i)or tanto amedrentados por los desastres que acababan de esperimentar, se creyeron atacados por fuerzas cuatro veces mayores a lo n)éno«:, que las (iiie componían la columna patriota. Por utra parte, los soldados chilenos, testigos i actores de la desapia- dada guerra que se sostenia a uno i otro lado del Biobio, peleaban como leones, i no se sentían en manera alguna inclinados a la clemen- cia cun enemigos a quienes consideraban tan feroces e inhumanos

l820 PARTE OCr.V VA. CAPÍTULO XVIII 525

como los desalmados que componían las bandas de Benavides. En el Corral, así como en los otros fuertes, los soldados i algunos oficiales, habrían querido pasar a degüello a toda la guarnición realista; i Beau- chef i Miller tuvieron que hacer grandes esfuerzos para evitar una inülil carnicería. Esta actitud habia aumentado el terror de los defensores de la plaza i los estimulaba a la fuga desde que se veian acometidos con tanta decisión. Así, después de un corto pero vigoroso combate^ los soldados chilenos se hicieron dueños de aquella fortaleza, i tomaron un número crecido de prisioneros salvados de la muerte por la jene- rosidad de aquellos jefes. Uno de esos prisioneros fué el coronel don Fausto del Hoyo, gobernador militar de la plaza, que recibió el trata- miento digno que los militares valientes i de honor dispensan a los vencidos. Hablando esa misma noche con Beauchef i con Miller, el coronel Hoyo no pedia persuadirse de que la columna que acababa de ejecutar una hazaña tan portentosa, venciendo a la vez fuerzas tan superiores en número i poder i todos los obstáculos puestos por la naturaleza, montaba solo a 310 hombresl

El resto de la noche se pasó en una tranquilidad relativa, i los ven- cedores pudieron entregarse al sueño i)ara reponerse de las fatigas impuestas por aquella penosísima marcha i por la serie de combates que les habia sido forzoso sostener en el asalto de los fuertes. Pero para ser dueños efectivos de la plaza les faltaba todavia arrojar al ene migo de las fortalezas de la banda opuesta del rio. Al amanecer del siguiente dia, 4 de febrero, penetraba en él lord Cochrane con los dos buquecillos que formaban su fuerza naval. I^s fuertes de Niebla i de la isla de Mancera, rompieron sus fuegos sobre ellos; i si bien el ber- gantín Intrépido recibió dos balazos en su casco, no sufrió la pérdida de un solo hombre. Por el contrario, un cañonazo disparado desde la Mociezuma, desmontó una de las ])iezas de las baterías de tierra. Antes de las ocho de la mañana, esos barcos fondeaban tranquilamente en- frente de la fortaleza del Corral, i el vice-almirante chileno bajaba a tierra en medio de las aclamaciones de la tropa que habia acudido a formar fila para recibirlo. Momentos después comenzó a reembarcar- se la columna vencedora para atravesar el rio e ir a asaltar los cinco fuertes que quedaban todavia en poder del enemigo.

Pero éste estaba completamente desmoralizado. Los fujilivos de los castillos de la banda del sur que lograron atravesar el rio en las lanchas que ten-'an a su disposición, habian llevado la noticia de lo ocurrido la nochu anterior, a las fortalezas de la orilla opuesta i a -la ciudad misma de Valdivia. En la confusión i en el terror consiguientes al

526 HISTORIA DE CHILE 182O

desastre, hacían subir a mas de dos mil hombres el niímero de \o% asaltantes. Cuando entraban al rio los dos barcos de Cochrane, se anunciaba de la batería del Molino, la mas avanzada por el lado del norte, la proximidad de un gran buque de guerra que parecía dirijirse al puerto. Era éste la fragata O" Higgins que navegaba con siete pies de agua, i sin llevar a su bordo un solo soldado. Sin embargo, en aquellos fuertes se creyó que esa nave llevaba un nuevo cuerpo de desembarco; i en su turbación los oñciales i los soldados realistas se creyeron irremediablemente perdidos. Antes de medio dia abandonaban apresuradamente esas posiciones, i siguiendo unos los estrechos sen- deros abiertos en el bosque, i embarcándose otros en las lanchas ¡ -chalupas de que podian disponer, se dirijieron a la ciudad de Valdi- via, donde se hallaban todavía fuerzas suficientes para organizar una vigorosa resistencia.

£n Valdivia se había sabido al amanecer el desembarco de los pa- triotas i la ocupación de todos los fuertes de la orilla sur del rio. Estas noticias, comunicadas por los fujitivos, eran vagas i contradictorias en ■sus accidentes, pero en su conjunto dejaban temer a los realistas la próxima pérdida de toda la provincia. El coronel Montoya, que era e] jefe superior de ella, se encontró confundido en presencia de ese peli- gro, i no acertaba a tomar medida alguna para desarmarlo. Se resolvió sin embargo, a despachar por el rio una columna de 200 a 300 hombres para reforzar la guarnición de los fuertes que a esas horas se mantenían en poder de los realistas, i para organizar una vigorosa resistencia a los invasores, i se la puso bajo las órdenes del comandante don Juan Santal'a, oficial español llegado a Chile en 1818 a bordo de la fra- gata Marta Isabel^ gran fanfarrón, de una figura imponente í de hercúleas fuerzas físicas, pero de pocos ánimos en presencia del ene- migo, si bien dolado de un carácter violento e inhumano con los ven cidos. A poco de haber salido de Valdivia, Santalla encontró las em- barcaciones que conducían la tropa que acababa de abandonar los fuertes de la orilla norte del rio; i creyendo imposible sostener la lucha, •vo'.víó atrás con todas sus tropas.

La derrota de los realistas era completa i definitiva. I-a impetuosi- dad del ataque de los patriotas habia sembrado de tal manera la cons- ternación i el espanto en las filas enemigas, que nadie creía posible re- cuperar en esos momentos las fortalezas perdidas, i ni siquiera conservar la ciudad de Valdivia. La población de ésta, que no alcanzaba a mil almas, así como los habitantes de los campos vecinos, cansados por las exacciones de que los hacían víctimas los jefes i oficíales de la guarní-

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVIII 527

O ion, eran favorables a la causa de la ¡nde[)e¡iflcnc¡a; pero la irop.a,, c'ompuesta casi en sii totalidad de españoles, se níostral)a decidida por la causa del rei. Creyéndose, sin embargo, impotentes para rechazar un ataque que parecía inminente, los jefes realistas resolvieron evacuar imnediataniente la ciudad llevándose el dinero que habia en las cajas r-ea!es i todo lo que era posible trasportar, para ir a organizar la de- fensa a otro punto con las milicias c\\\c se hallaban diseminadas en va- rios lugares. Aquella retirada, efectuada atropelladamente, dio oríjen a los mayores desórdenes. La soldadesca saqueó los almacenes reales en que habia gran cantidad de tabaco, de azúcar i de otros artículos, i va- rías casas de vecinos que eran tenidos por patriotas. Uno de ellos ape- llidado Lopetegui, que era quizá el comerciante mas considerado de la ciudad, fué inhuipana mente asesinado. Algunos individuos que lemian mayores desacatos todavía, se apresuraron a comunicar a Cochrane que Valdivia hal)ia sido abandonada por el enemigo, para que mandara fuerzas que pudieran restablec^er el orden.

I^is tropas chilenas, entretanto, seguían reconcentrándose en la for- taleza del Corral i preparándose para atacar los fuertes de la orilla norte del rio. Poco después de medio día, entraba al puerto la fragata O'/ft- g.^ifts, i pasaba delante de esos fuertes sin que se le disparase un solo cañonazo. Los patriotas no podían esplicarse aquella actitud; pero an- tes de mucho rato llegaban a su campo los emisarios despachados de Valdivia; i por ellos se supo que en todos los contornos no quedaba un solo enemigo en estado de continuar las hostilidades. En la misma tarde tomaron tranquilamente posesión de aquellos fuertes, i pudieron estimar la importancia de la victoria alcanzada con tanta fortuna. Ha- bían sufrido la pérdida de treinta i nueve hombres entre muertos i he- ridos, pero se hahian hecho dueños del puerto mejor fortificado i mas inexpugnable del Pacífico, i habían tomado ciento diez buenos cañones, la mitad de ellos de i)ronce, con una abundante dotación de municio- nes. Kn el puerto hicieron ademas una buena presa que por mas de un motivo debió cí.lmurlos de satisfacción. I^ fragata Do/ores, aquel tras- porte chileno sacado de Talcahuano en agosto anterior por medio de una sorpresa (i8), habia llegado pocos días antes del Ca'lao, i se ha- llaba fondeada en el puerto de Valdivia después de desembarcar su carga. \\\\ fué capturada sin resistencia i)or los marinos chilenos, i des- pués de prestar algunos útiles servicios, remitida a Valparaíso (19).

(18) Vacase ti § 6 del capítulo precedente.

(19) La toma de Valdivia ha sidü referida con mas o méncs detalles por los jefes

528 HISTORIA DE CHILE 182O

4. Temeraria e?pc- 4. Er»i iirjente ocupar cuanto ántes la ciudad de (lición a Chiloc': Valdivia. Beauchef tomó posesión de ella en lama-

malogrado ataque , , , 1 , ,, ^ n

al puerto de San "*'*"^ "^' 5 ^^ febrero; I luego llegaron Cochrane i Carlos (\q Anciid. Miller. La tranquilidad se restableció en el pueblo; i una proclama del vice almirante, profusamente circulada, en que anun- ciaba sus pro])ós¡tos pacíficos respecto de los habitantes que no forroa-

que tomaron pnrte en ella. Desde luego, existen los partes oficiales de Cochrane, i los que a éste pasaron los üarjentos mayores Miller i Beauchef, todos ellos publica- dos en la Gaceta ministirial áe 19 de febrero de 1820, así como una carta confiden- cial del vice-almirant.e al director supremo, qiiíí hn ¡nsrr?r:.!o don Bcnjimin Vicuña Mackenna en su memoria histórica antes citada (/.<z.í^//£'/-r<ZíZ muerte^ páj. 135). Los partes oficiales recomiendan especialmente el val«)r desplegado en esta jornada por los capitanes don Francisco Eréscano (arjeotino), don {osé Mnria Vicente, i «Ion Manuel Valdovinos, por los tenientes don Daniel Cason, don Dionisio Vcrpara, don Rafael Correa de Saa, don Pedro Alemparte i ilon José Labl>é, por los subtenientes don Francisco Vidal, don Francisco La Tapia, i don José María ('arvallo, por los sarjcntos Diego Cabrera i Pedro José Concha, por el cabo José Flores, i por el sol- dado Vicente Rojas. Estos documentos dejan percibir una ciicunstancia que se en- cuentra confirmada en las otras relaciones, la dureza desplegada por la tropa en la persecución, i el esterminio de los defensores de la plaza, lo que no del>e atrilniirse solo a ferocidad natural de los soldados, sino al enardecimiento de las pasiones que hahia creado la ^erra desapiadada que se hacia en la linea del Biobio, i a la dolo- rosa necesidad de desembarazarse del mayor número posible de enemigos en un combate emprendido en las condiciones de tan estraordinaría desigualdad de número i de recursos militares en que se efectuó el asalto de las fortalezas de Valdivia. Ijis versiones realistas han hablado de esos accidentes, exajerándoles, sin duda, i scña- lon:lo especialmente al capitán Eréscano i al subteniente La Tapia, como los mas empeñados en no dar cuartel a los vencidos, acerca de los cuales se halla la misma acusación en alguna de las relaciones patriotas (la de Stcvenson).

La primera de éstos es la del mismo secretario de la escuadra en el libro otras ve- ces citado; pero es bastante sumaria. Mas completa i comprensiva es la que se encuentra en las Memorias del jena al MilUr, que ha sido seguida por algunos histo- riadores subsiguientes, i hasta por el mismo lord Cochrane en sus memorias. Noso- tros, escribiendo en vista de todas esas piezas, hemos tomado por guia principal la relación hecha por Beauchef en sus memorias inéditas, (|uc hemos utilizado para es- cribir mucha.-» pajinas de esta historia. Al traducir i estractar el manuscrito franccs <le ese distinguido oficial, hemos suprimido algunas circunstancias de escaso interés, i hemos simplificado la redacción para hacerla mas clara.

El capitán de la fragata Dolores^ enviado a \'alparaiso, fué sometido a un consejo de guerra por la muerte alevosa del antiguo comandante de ese buque i de algunos desús compañeros; i condenado a muerte, fué fusilado el lo de abril siguiente. Ese capitán, del cual se dice que era orijinario de Paila, fué el mismo Juan Manuel León que preparó i ejecutó la sorpresiva captura de esa fragata en la bahia de Tal- cahuano.

El coronel don Fausto del Hoyo, comandante de las fuerzas militares de Valdi*

l820 PARTK OCTAVA. CAPÍTULO XVIII 529

l)an parle del ejército español i de los soldados que quisieran deponer las armas, fué causa de que volvieran varias familias que se habian reti- rado a los campos, i de que se presentasen en son de amigos algunos fnilicianos de la provincia. El pueblo convocado a una especie de ca- bildo abierto, bajo la presidencia del secretario de la escuadra, elijió -<;1 7 de febrero gobernador civil, por pluralidad de votos, a don Vicente <}omez, vecino importante de Valdivia. Haciéndolo reconocer en este -carácter, Beauchef puso bajo la dependencia de aquel algunos solda- dos para la conservación del orden público.

Aunque los realistas al abandonar a Valdivia se habian llevado todo <\ dinero que habia en la tesorería real, i aunque la soldadesca habia -saqueado los depósitos de provisiones, era conocido que quedaban aun muchos artículos i valores de propiedad del rei. Requerido al efecto el secretario del gobernador Montoya, que lo era don Rafael de Arce, ve- cino de Valdivia, dio a conocer los depósitos que se habian salvado del saqueo; i en ellos se hallaron muchos artículos de cierto valor, i veinte cajones de plata labrada i algunos objetos de oro sacados de las iglesias de Concepción por el coronel Sánchez cuando emprendió su retirada. Todas estas especies fueron prolijamente inventariadas por orden de Beauchef, i enviadas a bordo por lord Cochrane para ser remitidas a Valparaíso. En la secretaría del antiguo gobernador se encontraron algunas comunicaciones del virrei del Perú i muchos papeles impor- tantes sobre la situación de aquella provincia, sobre los recursos envia- dos a Benavides, i sobre el estado en que se hallaba Chiloé, cuyo go- bernador temia en esos momentos que estallase allí un movimiento revolucionario.

Estas noticias, así como la conñanza creada por los recientes triun-

via, fué mui atendido por lord Cochrane, que lo tomó bajo su protección i que le dispensó su amistad. Conducido a Valparaiso como prisionero de guerra, se le per- fnitió trasladarse a Quiliota, donde vivió en liliertad hasta fínes de 1822, en que pasó a la hacienda de (Quinteros, de propiedad enlónces de Cochrane, en cuya casa esta- bleció su re^idencia. La viajera inglesa María (íraham antes citada, que habitábala misma casa, ha consignado algunas noticias a este respecto, i dice que el coro- nel realista daba a lord Cochrane el tratamiento de //V?, espresion familiar en Es- paña con que se designa ya a los hombres campechanos, ya a los mayores en edad, en autoridad o rango. El coronel del Hoyo obtuvo a ñnes de 1822 permiso <lel gobierno de Chile para irse a Rio de Janeiro con lord Cochrane, i de allí se tras- ladó a España. En Madrid suministró noticias sobre Io.s acontecimientos que deja- mos contados, a don Mariano Torrente cuando éste escribía su Historia de la rcva- lucion hispano-americana.

Tomo XII 34

53° HISTORIA DK CHILE l8aO

ios, alentaron la resolución de Cochrane para atacar a Chiloé. Aquella empresa, sin embargo, tenia todos los caracteres de la mas peligrosa lernendad. Entre muertos, heridos i dispersos, los realistas habian te- nido una pérdida de poco mas de cien hombres, i dejaban otros cien que habian caido prisioneros en la defensa de las fortiñcaciones de Valdivia; pero se habian retirado con fuerzas mas considerables, i po- d'an reimir mas de mil soldados con los destacamentos que había en el interior. Todo hacia temer que con esas fuerzas intentasen recu- perar la plaza perdida; i en realidad las tropas patriotas que allí esta- ban, hahrian sido del todo insuficientes para rechazar un ataque díri- jido con entereza i con discernimiento. Retirar una parte de éstas para ir a acometer una empresa a todas luces aventurada en el archipiélago de Chiloé, era esponerse a un doble desastre, a fracasar en esta tenta- tiva, i a perder la plaza de Valdivia ocupada en condiciones tan difíciles i con tanto heroismo. Para la proyectada espedicion se presentaban ademas otras dificultades que habrian arredrado a otro hombre que Co- chrane. La fragata O^fíigginSy a pesar del trabajo incesante de las bom- bas, seguía haciendo siete pies de agua, no habría podido navegar un solo dia en los mares procelosos del sur, i fué necesario vararla en la en- senada del Corral para ejecutar en ella las reparaciones mas indispensa- bles. El bergantín Inlrepido encalló en un banco de arena vecino a la isla de Mancera, i a causa del estado de descomposición de las maderas de su casco, sufrió tales averias que no fué posible ponerlo a flote, i se perdió a poco de haber sacado de él la artillería i otros artículos utili- zables. Sin arredrarse por estas contrariedades, Cochrane habilitó apre- suradamente la fragata Dolores^ embarcó en ella i en la goleta Mocte- zuma ciento sesenta soldados de infantería que debía mandar el mayor Miller, i dejó en tierra al mayor Beauchef al mando de cien hombres, i con el cargo de comandante militar de Valdivia i de sus contornos. Aunque este bizarro jefe conocia perfectamente la situación azarosa en (lue se le colocaba, i aunque lo representó asi a lord Cochrane con toda franqiu za sin conseguir hacerlo vacilar en sus determinaciones, aceptó el peligroso encargo que se le confiaba, dispuesto a cumplirlo con in- quebrantable resolución. El 13 de febrero se dio a la vela el pequeño cuerpo espedicionario.

El archipiélago de Chiloé se hallaba entonces con fuerzas i recursos sobrados para rechazar una invasión de esas proporciones. El coronel español don Antonio Quintanilla, que había llegado a gobernarlo a me- diados de 1817, lo habia encontrado en el mas deplorable estado de pobreza, de tal suerte que antes de dos meses habia consumido los po-

1 820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVIII 53 1

^os fondos que llevó del Perú, sin alcanzar a cubrir el total de las pen- siones que se debían a las familias de los soldados orijinarios de esas islas que militaban en el continente por la causa del rei o que habían sucumbido en la lucha. La población viril era escasa, a causa del gran número de hombres que se habían sacado desde 1813, razón por la cual Quintanilla no pudo enviar los refuerzos que con tanta insistencia le pedían los jefes realistas del continente. Eran igualmente escasas las armas i las municiones; i en la población, aunque jeneralmente fana- tizada por los frailes i los curas en favor del rei i de sus representantes, existían los jérmenes de descontento creados por la miseria, que ha- cían temer una conmoción revolucionaria. Quintanilla, sin embargo, a fuerza de paciencia i de constancia, logró dominar estas dificultades. Reunió í reparó las armas que quedaban en Chiloé, utilizó otras que habla enviado el gobernador de Valdivia, i con la cooperación del ayudante mayor don José Hurtado, organizó un batallón de 400 p'azas. Poco mas tarde, en octubre de 18 18, recibió del Perú un socorro de dinero, i con él cinco oficiales españoles que le fueron muí iltiles. Uno de éstos, el teniente don Saturnino García, fué puesto a la cabeza de otro batallón que acababa de formarse; i con nuevos reclutas reco- jídos empeñosamente, en su mayor parte jóvenes de dieziseis a veinte años, i por tanto activos i vigorosos, llegó a completar un ejército de poco mas de mil hombres que fué posible disciplinar regular- mente. Aunque nunca se habían acercado fuerzas patriotas a aquellas islas, Quintanilla mantenía la mas esmerada vijilancia, i no dejaba salir embarcación alguna sioo cuando se habia asegurado de que en esas inmediaciones no se hallaba buque alguno de la escuadra chilena. A mediados de febrero tuvo noticia por la vía de tierra de que Valdivia habia caído en poder de los patriotas, i apesar de que nada podía ha- cer presumir que éstos intentasen un ataque sobre Chiloé, Quintanilla redobló sus precauciones para evitar una sorpresa.

¥m la mañana del 1 7 de febrero, estuvo Cochrane a la vista de Chi- loé. Llevaba consigo un buen plano de la estremidad setentrional de la isla grande (20); i guiándose por él, se dirijió a la espaciosa ensenada de Huechucucui, situada en la península de Lacui, que cierra por el

(20) Ese plano, obra sin duda dei piloto Moraleda que en 1790 suministró sus ma- nuscritos i dibujos a los marinos de la espedicion de Malaspina, fué grabado en Ma- drid en una hermosa lámina para acompaíiar a la proyectada publicación del viaje de este navegante. Cochrane habia encontrado un ejemplar de ese mapa a bordo del Po/rí/io.

53? HISTORIA DE CHILE J[820

noroeste la bahía de San Carlos de Ancud. Al acercarse a tierra para efectuar el desembarco, los marinos chilenos percibieron que la costa estaba defendida por un cañón i por tropas de infantería i de caballe- ría. Algunos disparos de cohetes a la Congreve hechos por una lancha de la goleta Moctezuma^ bastaron para dividir í dispersar esas fuerzas, las cuales se replegaron hacia el este en son de fuga i abandonando su cañón tan luego como hubo deseml>arcado el mayor Miller con la co- lumna de su mando. Esta primera operación, aunque ejecutada con todo orden, ocupó a los patriotas hasta la puesta del sol. Guiados por un hombre que hallaron en las inmediaciones, emprendieron éstos a esa hora la marcha por el estrecho sendero abierto en el bosque para llegar a los primeros fuertes que tenían Jos realistas para defender la entrada de la bahia, «'pero la noche era tan oscura, dice la relación del jefe patriota, que no podía distinguirse ningún objeto a la distancia de tres pasos. La marejada era mui fuerte, i rompia con tal estruendo con- tra la costa que no dejaba percibir las voces de mando. El guia perdió al poco rato el camino; i sea por ignorancia o traición, no supo o no quiso hallarlo. T^ columna vagó casi toda la noche buscando inútilmente el camino; pero no lo consiguió sino al rayar el dia (18 de febrero). Con- tinuó entonces su marcha, i sin pérdida alguna se apoderó de una ba- tería (Guapacho) i del fuerte de la Corona-i (o Guapilacui), defensas mas o menos provisionales que los enemigos abandonaban apresura- damente para replegarse al castillo de Agüi.

Estaba éste situado en un promontorio de cerca de treinta metros de alto, que se avanza hacia el mar en forma ,de península, i que de- fiende ventajosamente la entrada de la bahía de Ancud. Un bosque impenetrable lo resguardaba por el lado de tierra; i el tínico camino para llegar a él era una senda estrechísima abierta por el lado de la costa i batida por los cañones de la altura. Aun(]ue el fuerte no tenia murallas formidables, era espa(Moso, contaba con galpones o cuarteles para alojar una buena guarnición, tenia doce cañones, i estaba defen- dido por trescientos hombres (jue podían hacer fuego detras de para- petos que los ponían a cubierto de los tiros de los asaltantes. Apesar de estas condiciones que no podían ocultarse a quien se acercase a esos lugares, Miller, confiado en el valor de su jentc, no vaciló un solo instante, i a la eahe/a de sesenta hombres, se adelantó resueltamente para empeñar el ataque de la fortaleza.

En esos momentos, la guarnición de ésta era considerablemente reforzada por el lado del mar. Quintanílla había despachado de San Carlos otra compañía de infantes a cargo del comandante don Sa-

l820 PARTE OCTAVA. CAPITULO XVIII 533

turnino García, que sin dificultad consiguió entrar al fuerte, i una lan- cha armada de dos cañones que fué a colocarse al costado del promontorio, desde donde podía batir por el flanco a las fuerzas patrio- tas que intentaran escalarlo. Dos frailes franciscanos, con crucrfijos en sus manos, recorrían las ñlas realistas, i por medio de discursos violentos, las excitaban a resistir hasta la muerte a los soldados patrio- tas, enemigos de Dios i del rei; i esas palabras alentaban el ardor i el fanatismo de los defensores de la fortaleza. El asalto intentado en esas condiciones, no podia conducir mas que a un desastre inevitable. En^ efecto, después de una descarga de canon i de fusilería hecha desde la altura, quedaron fuera de combate treinta i ocho individuos de la avan- zada patriota, veinte de ellos muertos i los restantes heridos de mas o menos gravedad. El mayor Miller recibió tres heridas que atravesán- dole un muslo i fracturándole un pié, lo tiraron al suelo i le impidie- ron seguir dirijiendo el combate. "El capitán Eréscano, que le sucedió en el mando, caneciendo la imposibilidad de realizar el objeto deseado^ dispuso oportunamente la retirada, la cual fué ejecutada con serenidad i discreción, i cargando todos los heridos. Eréscano, ademas, hizo cla- var los cañones del fortin» i de las baterías que habian tomado los patriotas, inutilizó las cureñas i demolió las defensas. En esta retirada de dos leguas, ese oficial i el intrépido subteniente Vidal, rechazaron por tres veces los ataques de una muchedumbre de enemigos infla- mados por el fanatismo i animados por el triunfo. Al fin, los patriotas llegaron al punto donde habian desembarcado; i cuantos salvaron con vida del combate, regresaron a bordo. Aquellas tropas no solo desple- garon en está ocasión la bizarría eminente que con tanta gloria habian demostrado en otros combates, sino que dieron un nuevo testimonien de su fidelidad i cariño hacia su comandante el mayor Miller. Tres sol- dados que fueron los primeros en avanzar i los últimos en retirarse, rehusaron noblemente abandonar el cairipo sin llevar consigo a su jefe.n El dia siguiente, cuando Cochrane hubo reembarcado su jente, i acomodado del mejor modo posible a los heridos, levó anclas i se. hizo a la vela para Valdivia.

Tal fué el resultado de esta temtraria empresa. Costaba a las fuer- zas espedicionarias la pérdida de veinte muertos i de un número mayor de heridos, i habria debido costarles otras muchas mas considerables sin el orden i la regularidad con que se efectuó la retirada. Cochrane, señalando las consecuencias morales de esa tentativa, pero disimulando- i disminuyendo sus efectos positivos, decia al gobierno estas pala- bras al terminar su informe oficial: nDebo añadir que la defensa este-

534 HISTORIA DE CHILE 1820

rior de San Carlos ha sido enteramente destruida por nosotros, que hai seguro anclaje, ¡ que Chiloé está a la disposición de 500 hombres cuando sea del agrado del gobierno de Chile incorporarlo a la causa de la libertad i de la independencia. m Los realistas, por su parte, cele- braron su triunfo con gran contento i con fiestas relijiosas; pero desde entonces vivieron en mayor inquietud, temiendo cada dia ver renovarse el ataque con fuerzas mas respetables (21). 5. Dificultades de lospa- r. En la tarde del 20 de febrero entraba Co-

tnotas para mantener a , -tr u- j , ,

Valdivia: campaña de chrane a Valdivia de regreso de SU desventurada Beauchef al interior: espedicion. Su ausencia, por fortuna, habia sido

combate de Ll Toro 1 . '^ '

sometimiento de toda la m"í corta, I por tanto no había dado tiempo

provincia: mutiles ten- pg^a que los realistas, arrojados de la plaza, se

tativas de los realistas «^ ^ ' -' « »

para recuperarla. repusiesen de SU perturbación i emprendiesen

un ataque resuelto para recuperarla. Beauchef, por otra parte, había desplegado notables dotes para el mando, se habia hecho estimar de las pocas tropas que estaban bajo sus órdenes, i de los marinos de la O* fftggins QwcviTgdiáos de las reparaciones de esta fragatn, i habia mante- nido el orden i la disciplina. Instruido por diversos conductos de que los jefes realistas trataban de reorganizar sus fuerzas para caer sobre Valdi- via, i resuelto a defender la plaza con toda decisión, hizo sin embargo anunciar que se preparaba a salir a campaña, mandó reunir víveres en algunos puntos del camino, i consiguió con todo este aparato alarmar al enemigo e inducirlo a continuar su retirada hacia Osorno. En estas dilijencias, Beauchef fué eficazmente ayudado por algunos propieta- rios i vecinos de la provincia, que hastiados por las exacciones de los realistas, se prestaban gustosos a «rrvir a la causa de la patria. I^s tropas que regresaban de CHi.^e sirvieron para afianzar esa situación. El reconocimiento de la fragata O^fíi^gins demostró que sus averías eran de mas consideración de loque se creia (22). Cochrane dispuso

Í21) El parte oficial de Cochrane, escrito en el mar el dia siguiente del combate, es muí breve, i solo da una idea sumaria de estos sucesos. En cambio, las Aíemoitas de Miller contienen (vol. I, cap. XII) una relación estensa i completa del ataque a Chiloé en febrero de 1820, que nosc^ros estractamos en estas pajinas, i que han sido seguidas por don Antonio García Reyes en su interesante Memoria so/*rc la primera escuadra^ i por nosotros mismos en nuestra memoria histórica Las campailas de C/ii/<£?í/ (Santiago, 1856), cuya segunda edición, hecha en 1882, en la reimpresión de las memorias universitarias, contiene numerosas a(;reg<iciones i abundantes do- cumentos justificativos.

(22) oAl ser tumbada la fragata, i al descubrir su quilla, dice un informe del comandante Forster, se vio que la estension de las averias era como sigue: veinte

í820 PARTE OCJAVA. CAPÍTULO XVIII 535

que se c(jntinuaran allí las reparaciones para poder llevar ese buque a X'alparaiFO, dictó otras medidas conducentes al afianzamiento del nue- vo orden de cosas en Valdivia, según referiremos mas adelante, i el 28 de febrero se daba nuevamente a la vela en la goleta Moctezuma.

Entonces se tenían ya en Santiago i en Valparaíso amplias noticias de los trascendentales acontecimientos de Valdivia. El 6 de febrero Cochrane habia preparado las comunicaciones oficiales i particulares para dar cuenta al gobierno de la toma de Valdivia, i no teniendo un buque disponible ])ara enviarla?, hizo alistar una piragua en que se ofreció a trasladarse a Talcahuano el capitán de marina don Fernando Vasquez. Esta comisión sumamente peligrosa, en que ese leal servidor de la patria pudo perecer en un probable naufrajio o caer en manos de los indios o de los soldados de Benavides que dominaban en la costa, fué desempeñada con maestría i con fortuna. Vasquez llegó a Talca- huano el 14 de febrero; i de allí despachó el intendente Freiré un propio que llegó a Santiago tres dias después (23). La noticia de aque- llos sucesos fué celebrada con grande alborozo, en medio de repiques de campanas i de salvas de artillería; pero Cochrane comunicaba ade- mas que la fragata O' Higgins habia sufrido serias averias, i la posible pérdida de este buque era considerada en esas circunstancias un de- sastre tremendo. Sin la menor tardanza, el 19 de febrero, dispuso el ministerio de marina que se alistasen en Valparaíso los materiales i los operarios necesarios para la reparación de la fragata; i venciendo no

pies de rcxla metidos en la tnbiazon, una parte de los cuales parecía avería anti- gua; cincuenta pies de la quilla en su nVo^'^^n^a enteramente hecha pedazos; seten- ta pié<i de sobrequilla hahian desaparecido;- iiüíl cóbrese encontraba daSado en vnrias partes, i,

(23) Creemos útil entrar en algunos pormenores sobre estos accidentes para dar a conocer los medios de comunicación de que entonces se disponia. £1 propio que trajo la noticia de la toma de V^aldivia, salió de Concepción poco antes de medio dia del 14 de febrero, i caminando de dia i de noche, llegó a Santiago en la mañana del 17, de manera que pocas horas mas tarde pudo publicarse un número estraordioa- río de la Gaceta ministerial que contenia la noticia comunicada por el intendente de Concepción don Ramón Freiré. Como éste temiera que ese propio pudiera ser de- tenido por alguna montonera enemiga, no quiso confiarle las comunicaciones de Cochrane, i resolvió enviarlas por mar. No habiendo buque alguno a quien encomen- dar esa comisión, el capitán Vasquez se ofreció a continuar su viaje en la misma piragua en que habia salido de Valdivia. Partiendo a la vela de Talcahuano el mismo dia 14, llegó a Valparaíso el 18 de febrero. —Vasquez, hombre honrado i buen servidor de la patria, falleció pocos meses después desempeñando el cargo de capitán de puerto de Talcahuano.

536 HISTORIA DE CHILE 182O

pocas contrariedades, zarpaba diez días después para Valdivia la cor- \tt\.2L Indeptndencia i el bergantin Araucano^ llevando aquellos artículos algunos malhechores confinados a esa plaza i destinados a servir en su guarnición. Bajo la vijilancia del capitán Forster, comandante del primero de esos buques, se ejecutaron en la ensenada del Corral las reparaciones de la fragata O^Higgins^ i ésta pudo salir al mar a me- -diados de abril, i prestar en adelante útiles servicios hasta el afianza- miento definitivo de la independencia de Chile (24).

Mientras tanto, el mayor Beauchef habia consumado con tanta intrepidez como felicidad la ocupación completa de la provincia de Valdivia por las armas patriotas. Tan pronto como Cochrane hubo regresado de Chiloé, completó una columna de doscientos soldados -de infantería, i a su cabeza se puso en marcha hacia el sur para dis- persar i destruir las fuerzas realistas que se habian retirado de la plaza. En los comienzos de esta empresa, halló Beauchef facilidades que casi no le era dado esperar. Don Vicente Gómez, el gobernador civil de Valdivia i muchos vecinos de la ciudad i de los campos, que habian sufrido persecución i vejámenes de las autoridades realistas, le pro- •curaron recursos de víveres i de caballos para la tropa (25). ««A me- dio camino, i hallándome en la montaña cubierta de bosque, encontré a don Antonio Manriquez, propietario rico, al cual habia sido recomen- dado, dice Beauchef. Habia reunido muchos campesinos i mas de -doscientos caballos que puso a mi disposición con mucho contento, i que me sirvieron para montar toda mi tropa. El dia siguiente llegamos a "los llanosii, pais soberbio, rico en vejetacion i de un aspecto pinto- resco i encantador que es difícil describir. Allí encontramos a muchos <ie sus habitantes reunidos para recibirnos. Nos prodigaron gratuita- mente vívertís de toda especie, i nos manifestaron gran entusiasmo por la independencia, que no era equívoco. Al llegar al hermoso rio de Trumao (el rio Bueno), me encontré con muchos indios i campesinos de los contornos que se habian juntado para cumplimentarme i para ofrecerme sus servicios. Me presentaron muchos bueyes gordos para la alimentación de la tropa, i me facilitaron sus canoas para el paso

(24) Oficios del comaniante Forster al ministerio de marina, datados en Valdivia el 29 de marzo i el 2 de abril de 1820.

(25) La (¡aceta minisfcrial de 8 de abril publicó un oficio del gol)ernador civil de \'aldivía en que daba cuenta de algunos de estos accidentes, i aconipaHalia una lista le los vecinos de alguna representación de esa provincia, que hastiados con la opre- sión que sufrían de los españoles, se habian pronunciado por la causa de la patria i í^ervido a sus defensores.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVIII 537

del rio; i yo les di un cambio aguardiente, añil i otros objetos que coi> este destino había sacado de Valdivia. Me separé de los indios i dc los campe.sinos de los llanos en buena amistad, i seguí mi camino para Osorno (a donde llegó el 25 de febrero). Algunos de sus habi- tantes salieron a saludarme al camino. Allí fuimos perfectamente reci- bidos. Coloqué la tropa en el fuerte; i los oficiales fueron hospedados por los vecinos, que se disputaban para llevarnos a sus casas (26).ir Beauchef creía que no tendría que pasar adelante; i para cimentar la nueva administración, nombró teniente gobernador de los llanos a don Antonio Manriquez, i de Osorno a don Diego Plaza de los Reyes.

Los restos de las tropas realistas, después de alardes í preparativos para recuperara Valdivia, habían continuado su retirada hacia el sur con poco orden, i en notable estado de desmoralización. En la confusión consiguiente de la derrota, los jefes realistas se acusaban unos a otros- de ser autores de aquellos desastres; i la discusión contribuía a desor- ganizar todos los proyectos de resistencia. Exajerándose el número de los vencedores, i alarmados ademas por Ja actitud que tomaban los po- bladores de la provincia, llegaron a persuadirse de que ésta estaba defi- nitivamente perdida. En vez de pensar en hacerse fuertes en Osorno, habían abandonado esta comarca sin combatir, i continuando su retirada al sur, pasaron el rio Maullin i fueron a refujiarse al tenítorio de Careímapu, que estaba bajo la autoridad del gobernador-inten- denic de Chíloé. I^ pusilanimidad i el desconcierto de los jefes i oficiales, amenazaban consumar la desorganización completa de esas- tropas.

Pero el gobernador de Chíloé era un hombre de otro temple. Sin |)oseer escepcionales dotes militares, era, sin embargo, un hombre de conocida entereza i de juicio recto. Fortalecido ademas con su recien- te triunfo sobre los patriotas que habían osado desembarcar en la isla, i convencido también de que la pérdida de Valdivia a la vez que tendría una grande influencia en la suerte definitiva de la guerra, la privaba desde luego de los socorros de víveres que esa provincia podía suministrarle, pasó a Carelmapu, i haciendo valer su carácter de jefe

(2Ó) Eslractanios estas lincas de las memorias inéditas de Beauchef, en que aquellos accidentes están mas extensamente rcferiílos. El parte oficial dado por este jefe a lord Cochrane con fecha <le 26 de febrero i publicado en la Gaiefa estraordinaria de S de marzo, consigna los mismos hechos, i abunda en los mismos concej>to:> sobre aquellos habitantes. "Puede decirse, con justicia, añade, que en estos lugares- es donde existe el verdadero patriotismo. »

538 HISTORIA DE CHILE 1820

de mas alta graduación, i el prestijio de que gozaba, trató de dar otro rumbo a aquellos negocios. Reprochó a los jefes realistas que teniendo mas fuerzas! mas elementos militares que los patriotas que los hablan atacado, se hubiesen dejado batir por éstos, i que en vez de recuperar la plaza de Valdivia, abandonasen toda la provincia. Considerando que ci coronei Monioya estaba iiiiiiüizado por su edad i por sa des- crédito para el mando de las fuerzas, i que Santalla, después de haber dispuesto esa retirada, estaba desconceptuado ante sus propios sóida dos, puso a la cabeza de é.stos al comandante don Gaspar Fernandez de Bobadilla, i le dio por jefe de la caballería al capitán don Miguel Se- nosain, que gozaba entre los suyos de una gran reputación de vahente. Reuniendo todas esas tropas, se alcanzó a formar un cuerpo de cerca de trescientos infantes, de un pequeño escuadrón de caballería, i de dos cañones regularmente seividos i provistos de municiones. A la cabeza de éstos, repasó Bobadilla el rio Maullin, seguro de batir sin grandes dificultades a los patriotas en las cercanías de Osorno, i de recuperar en seguida la plaza de Valdivia. Un espía de Beauchef que habia sido sorprendido, intimidado con las amenazas de los oficiales realistas, habia declarado que las íucr/as patriotas no pasaban de dos- cientos hombres, imperfectamente armados i casi desnudos, todo lo cual fortificaba la arrogante confianza de los realistas.

Beauchef tuvo noticia segura de estos aprestos. En lugar de mante- nerse a la defensiva en Osorno, quiso salir al encuentro del enemigo. De antemano habia adelantado una partida de cincuenta hombres a cargo del capitán don José Maria Labe, para reunir los resagados f|ue se separaban de los realistas, i el ganado cpie éstos hacian coi>duc¡r a Carelmapu. Dejando en Osorno los soldados i oficiales que no estaban en situación de entrar en campaña, Beauchef después de perorar a los ciento tres hombres que le quedaban disponibles, rompió resueltamen- te la marcha, se juntó con Labe el 5 de marzo, i dispuso el plan de operaciones. Este líitimo, a la cabeza de los cincuenta soldados n)as aguerridos i mejor montados, que formaban la vanguardia, marcharía adelante, a corta distancia, con encargo de reconocer el campo, i de mantenerse firme en el caso de ser atacado, hasta que pudiera reunír- sele el grueso de las fuerzas patriotas que se hallaban en campaña. El lunes 6 de marzo, a las nueve de la mañana, rompia la marcha esa pe- queña columna, por un terreno accidentado i boscoso en que había el peligro de una sorpresa casi a cada paso.

Habia andadt> tres leguas en este orden cuando, atravesando una estancia que llamaban El Toro, se vio la vanguardia soiprendida por

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVIII 539

los fuegos de fusi! i de canon que se le hacían desde el bosque. El ca- pitán Libé no se desanimó un instante, i sosteniendo el tiroteo cerca de una hora, reconoció que el enemigo estaba colocado en una especie de corral, detras de una tosca palizada a que solo podia llegar por un corto callejón. La caballería realista, segura de la victoria, se puso en movinn'ento para atacar a la vanguardia patriota; pero ésta logró reti- rarse con bastante orden hasta reunirse al grueso de la columna. El enemigo envalentonado con este primer éxito, abandonó entonces su posición, i haciendo tocar a carga con sus cajas i clarines, cayó impe- tuosamente sobre los patriotas. Estos, a su vez, se dispusieron al cora- bate, avan¿ando con grande intrepidez. El combate, sin embargo, no fué de larga duración. Los realistas se envolvieron desordenadamente, i su misma caballería, cargando con ímpetu, pero con poco discernimien- to, aumentó la confusión. La firmeza incontrastable de la columna pa- triota, i el vigor con que atacó a los desordenados pelotones del ene- migo, desconcertaron a éste de tal manera que antes de media hora huía en todas direcciones. Bobadilla, Senosain i otros oficiales, cfeyén- dolo todo perdido, lograron ponerse en salvo seguidos de algunos sol- dados. "Cinco leguas los perseguí hasta llegar al lugar llamado Aman- cay, dice Beauchef, quedando cierto que no habían pasado adelante mas de veinticinco o treinta hombres, mediante sus muí buenas cabal- gaduras. El resultado de la acción ha sido haberles tomado los dos caño- nes ciento cuarenta fusiles, una carga de municiones, todo el correaje, seis cajas, varias lanzas, cuarenta muertos que estaban a la vista, ciento seis [irisioneros, doce oficiales de los treinta i siete que trftian, i por fin, con esccpcion de los veinticinco o treinta que huyeron, todos los que componían su fuerza, pues aunque de su niimero faltan algunos, éstos o hün muerto entre los bosques, o se mantienen escondidos, pero sin posibilidad de salvarse, porque les tengo cerrado el paso pre- ciso i único que hai para salir, si no quieren perecer de hambre. De neis tropas murieron once soldados i quedaron heridos quince (27).ii

El combate de Toro, pequeño por el numero de combatientes i por el corto tiempo que duró la pelea, es memorable por el heroismo de los vencedores, i mas importante aun por las consecuencias que pro-

(27) Parte de Heauchef al gobernador de V^aldivia, fechado ed Osorno el 1 1 de marzo de 1820, publicado en la Gaceta estraordinaria de 10 de abril. Kl mismo jefe ha contado el combate i toda esta campaña con muchos mas pormenores en sus me- morias inéditas tantas veces citadas. Aunque esos pormenores no tienen importan- cia histórica, son en su mayor parte mui interesantes.

540 HISTORIA DE CHILE 1820

duja Toda aquella dilatada rejion que se estiende entre Valdivia i el rio Maullin, quedó libre de enemigos; i aunque mas al sur quedaron dominando los realistas bajo la dependencia del gobernador-intendente de Chiloé, no se atrevieron a intentar nuevas operaciones. "Esta vic* toria ha redimido a Valdivia de la inevitable ruina que la amenazaba, decia el gobernador civil de la plaza, porque el mal éxito de la espedi- cion a Chiloé, el corto número de tropas, la partida del vice-almirante Cochrane a Valparaíso, i los muchos realistas dispersos en la provin- cia, dieron motivo a no poder cubrir todas las guarniciones, i a qiie los enemigos infundiesen en los indios del norte un deseo de asolar i de robar en esta plaza, cuyos funestísimos resultados, que nos habrían vuelto a la antigua opresión, se impidieron después que aquel valeroso jefe (Beauchef) i sus beneméritos oficiales, alcanzaron ese triunfo (28). n Sin embargo, el gobernador de Valdivia sufria una ilusión cuando -creia que iban a quedar desarmados esos conatos de trastorno en la parte norte de la provincia. Beauchef tuvo que vencer grandes con- trariedades al regresar de su gloriosa campaña con las armas i los prisioneros quitados al enemigo. Antes de llegar a Osorno, csperimen- en medio del campo un terrible temporal de lluvia i viento que es- tuvo a punto de desorganizar su tropa; i el resto de la marcha, a pesar de los socorros que le dispensaban los propietarios del camino, filé en ^stremo fatigoso. Al llegar a Valdivia recibió del vecindario los hono- res i aplausos a que lo hacia merecedor su conducta, i halló I03 bu* ques que habia llevado el capitán Forster para adelantar las reparacio- nes de la fragata O'Jfigi^ins. Esos buques conducían, ademas de algunos ausilios de ropa, de municiones i de dinero, una pequeña brigada de artilleros para la guarnición de los fuertes de la plaza, i una partida de presidarios enviados de Santiago para que fuesen incorporados a las tropas, i que por ser jóvenes i vigorosos, i por habérseles some- tido a una rigorosa disciplina, pasaron a ser excelentes soldados. Pero nada podía contener las asechanzas de los realistas que rcsidian cautelosamente en Valdivia, i que mantenían relaciones con los que andaban prófugos al norte de la plaza. Estos últimos inquietaban a los iniíos para que tomasen las armas contra los patriotas, i aun die- ron muerte a los que se resistían a acompañarlos en estas empresas. Por esos medios lograron formar una montonera que cometió algunas depredaciones, i que mantenía la alarma en toda la comarca. El alma

(28) Oficio del gobcrnarlor de Valdivia don Vicente (iomez al supremo director de 29 de marzo de 1820.

l820 PARTE OCTAVA. CAPITULO XVIII 54I

<Je tales trabajos era uii fraile español del colejio de misioneros de -Chillan, llamado frai Salvador Rácela, que, como muchos otros de sus |->ermanos de relijion, enseñaba que el matar iwtriotas era obra pro- J3icia a Dios; i tenia por |)rincipal ausiliar a un mancebo apellidado Palacios, orijinario de Valdivia, que habia sido sarjento de la guarni- ■cion realista de esta plaza.

Al tener noticia de estos acontecimientos, Beauchef comprendió que ora necesario apoderarse del fraile Rácela, i confió este encargo al teniente don Pedro Alemparte, militar joven que habia mostrado en toda esa campaña una notable intrepidez. Venciendo éste dificul- tades sin cuento, sorprendió al fraile una noche en la apartada misión de San José, i lo condujo [)reso a Valdivia, Por los paf)eles que se le xomaron, se descubrió un plan de ataque a esa plaza combinado con el asesinato de Beauchef, en que estaban comprometidos un barbero, padre del sarjento Palacios, un médico o curandero español que de prisonero de guerra habia pasado a ser cirujano r»iilitar de los patrio- tas, i otras personas de diversos rangos; todos los cuales fueron redu- cidos a estrecha prisión i sometidos a juicio.

Esas medidas establecieron la tranquilidad en el pueblo; pero no bastaron para desarmar a los montoneros que quedaban en el campo. Beauchef, desplegando grande actividad i un verdadero tino militar, distribuyó partidas de tropas en varios puntos de la provincia, i él mismo salió a campaña a la cabeza de una parte de sus fuerzas, apresó varios indios revoltosos, i cimentó por el ínomento el orden con tanta 4Tioderacion como fortuna; sin que esto importase el desarme jeneral <ie esos planes de trastorno que luego debian renovarse. Cuando todo parecia fortificar el prestijio de ese jt-fe i hacer mas necesarios sus ser- vicios, llegó a Valdivia el 23 de mayo, con el título de gobernador político i militar de la provincia, el sarjento mayor de injenieros don <'ayetano I^tellier. Era éste un oficial chileno, j>ero hijo de francés i educado en España, donde habia ascendido hasta el grado de capitán sirviendo en el ejército de José Bonapartc. Llegado hacia poco a Chile, el director supremo lo habia destinado al mando de aquella plaza, que bajo el antiguo réjimen habia tenido ordinariamente por jefe un oficial de injenieros. Aunque I^tellier era un militar de cierto mérito, i aunque en los principios de su gobierno pudo contar con la leal coope- ración de Beauchef, la falta de éste se hizo sentir poco mas tarde, i la provincia de Valdivia fué el teatro de dolorosos trastornos (29).

(29) Oficio de Letellier ni supremo director en que con fecha de 25 de mayo de

542. HISTORIA DE CHILE 1820

6. Prolongadon de la 6. Mientras tanto, en la frontera del Biobío se

cuerríi en la frontera . , . . 1

•lei Biobio: espedi sostenía con el mismo encarnizamiento la guerra

cion frustrada de que desde un año atras asolaba la provincia de

, . . . Concepción. Como se recordará, cuando Cochrane

ni territorio arau- ' *

cano. llegó a Talcahuano a pedir los ausilios que se le

suministraron para atacar a Valdivia, el coronel Freiré tenia dispuesta una doble espedicion al territorio araucano, con que esperaba dispersar i destruir las bandas de Benavides. Según su plan, el coronel Alcázar, partiendo de la plaza de los Anjeles, entraria por el valle central hasta mas allá de Ango', al mismo tiempo que Freiré, penetrando por la rejion de la costa, llegaria hasta Arauco, cuartel jeneral del enemigo. El coronel A'cázar hábia reunido en los Anjeles, entre milicianos i tropa de línea, una división de mas de mil hombres (600 jinetes, 400 infantes i cuatro cañones). Era compuesta del batallón de cazadores número i de Coquimbo, bajo las órdenes del comandante Thompson, de los dragones de O'Carrol, de un escuadrón de milicias de Cauque- nes mandado por el coronel don Antonio Merino i de varios destaca- 'lientos de milicianos de caballería. A la cabeza de esas tropas salió de los Anjeles el lo de febrero de 1820. Patriota ardoroso, soldado valiente i apegado a la disciplina, i dotado de una grande actividad a pesar de los sesenta i ocho años que entonces contaba. Alcázar, aun- que envejecido en el servicio de las guarniciones de la frontera, no habia adquirido la esperiencia que naturalmente parecía desprenderse de los tratos i de la guerra con los indios, o mas bien, habia sufrido en ellos, por la rutina de los viejos hábitos, una perturbación de criterio que también esperimentaron muchos otros militares del tiempo anterior.

1S20 da cuenta de haberse recibido del mando de la provincia. Ese oficio se halla publicado en la Gaceta ministerial de 17 de junio siguiente. Las nnemorias de Beau- chef contienen sobre los hechos que contamos tan abreviadamente en el tetxo, por- menores muí prolijos, i en cierto modo dramáticos, que no nos es posible hacer entrar en nuestra relación. El complot de los realistas i el juicio que le puso término están contados con amplios detalles i con no poco colorido. Ese juicio se terminó en los primeros dias de! gobierno de Letellier. Aunque el consejo de guerra conde- nó a muerte a casi todos los complicados en él, solo sufrieron esa pena el padre del sarjento Palacios i dos hombres del pueblo que habian asesinado a unos soldados. Los demás fueron trasportados a Santiago a disposición del gobierno. Beauchef» que acababa de ser elevada al rango de teniente coronel, hizo valer totlo su prestijio para consolidar la autoridad del nuevo gobernador; i con una noble jenerosidad, intercedió por el perdón del cirujano español, cuya culpabilidad en aquella trama, habia sido perfectamente coroprol>ada.

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Testigo de los aparatosos e ¡ndtiles parlamentos que solían celebrarse con los bárbaros del otro lado del Bíobio, i de los pactos que se ajusta- ban con algunos de sus caudillos, i que éstos violaban en toda ocasión propicia, creia sin embargo firmemente que las negociaciones de esa cla- se podian atraerlos a la causa de la patria, i hacerlos desistir de las em- presas de hostilidad i de dei»rcdacinn a que los excitaban los realistas. Desde que tomó el mando militar de la alta frontera, habia mantenido negociaciones con muchos caeicpies, i se lisonjeaba con la creencia de que tenia en algunos de ellos fieles aliados. Al abrir esta nueva cam- paña, engañado por esas finjidas manifestaciones de amistad, iba persua- dido de que éstos se juntarían a sus fuerzas i de que contribuirían a la pacificación efectiva de toda esa parte del territorio. Se le habia hecho entender ademas que una buena parte de las tropas realistas esperaban solo una ocasión propicia para pasarse a las patriotas.

En esta confianza, dispuso que toda su infantería con sus bagajes, se situase en la pequeña aldea de San Carlos, al norte del Biobio, i a la cabeza de la caballería i de los cañones, cruzó ese rio por e! vado de Coihue, a poca distancia de la plaza de Nacimiento. En Tolpau, cerca del rio Renaico, se le juntaron en efecto algunos indios en son de amigos; pero cuando pensaba comunicarse con los de Angol, que eran los presuntos aliados que esperaba, se vio rodeado por gruesos cuerpos de bárbaros que lo mantuvieron cerca de dos días en estrecho bloqueo, i a los cuales no podía dispersar, si bien logró mantenerlos con el fuego de cañón a cierta distancia. Conociendo entonces el error cometido al dividir sus fuerzas, i al dejar la infantería en San Carlos, determinó volver a este pueblo; operación fatigosa que envalentonaba a los indios tanto como una victoria, i que los animó a seguir detras de los cuerpos patriotas hostilizándolos incesantemente hasta llegar a las orillas del Biobio en la noche del 13 de febrero. El repaso de este rio, aunque efectuado en la mañana siguiente, i favorecido por las fuer- zas que ocupaban a San Carlos, fué particularmente penoso por los ataques de los bárbaros, i casi podia considerarse un desastre o una fuga vergonzosa.

Alcázar, sin embargo, no se desanimó con estos contratiempos. Dejó en San Carlos treinta hombres i un cañón, i al frente de la división espedicionaria volvió a pasar el Biubio en la tarde de e.se mismo dia (14 de febrero), i emprendió la marcha hacia el sur. Los indios, refor- zados por algunas compañías de fusileros realistas enviadas por Bocar- do, se acercaban por todos lados a la división patriota, atacaban sus ñancos cuando podian hacerlo con ventaja, i se retiraban ariifii iosa-

544 HISTORIA DE CHILE 1820

mente cuando se veían acometidos. Alcázar continuó su marcha ei> esa forma hasta las orillas del rio Bureo; pero allí comprendió que su situación se hacia insostenible. El número i la osadía de los indios au- mentaban cada dia; i las trazas de éstos para evitar un combate formal i decisivo, fatigaban a los soldados chilenos i les hacian comprender los peligros sin cuento que habia en seguir la marcha. Al paso (|uc los víveres comenzaban a escasear, i que los campos aparecían quemadcs- i por tanto sin pasto para los caballos, los indios se habían colocado a la retaguardia de los patriotas, les impedían toda comunicación coi> San Carlos i con las orillas del Biobío, i los dejaban así cortados i sin posibilidad de recibir socorros. Continuar la marcha en esas condicio- nes era esponerse a proseguir una campaña tan penosa como inútil^ mientras que el enemigo podía fácilmente espedicionar al norte i ata- car la plaza de los Anjeles, que habia quedado desguarnecida. De acuerdo con los otros jefes, Thompson, O'Carrol i Merino, decidió- Alcázar la retirada de la división. Practicóse ésta con las mayores difi- cultades, sosteniendo frecuentes combates en que los dragones de O'Carrol sufrieron no pocas pérdidas al acometer i dispersar los espe- sos grupos de indios que les cerraban el camino. El repaso del Biobio fué particularmente difícil, i costó mayores pérdidas. Al fin, después de una retirada sumamente fatigosa, la división patriota llegaba a los An- jeles el 17 de febrero sin haber alcanzado ventaja alguna sobre el ene- migo, i dejando a éste mas ensoberbecido con la arrogancia de ha- ber rechazado la invasión en que los patriotas fundaban tantas ilusio- nes (30). La situación de esas fuerzas, (|ue habían agotado o perdido en esa inútil campaña una parte considerable de sus víveres i de sus re- cursos, se hizo desde entonces mas angustiada i miserable.

Con arreglo al plan combinado con Alcázar, debía, como sabemos, entrar Freiré al territorio araucano por la rejion de la costa. Para ello- habia reunido cerca de ochocientos hombres en su mayor parte de buenas tropas, i a su cabeza salió de Concepción el 17 de febrero. Habia apenas atravesado el Biobio cuando recibió la noticia de que Alcázar, acosado por numerosos cuerpos enemigos, se habia visto obli-

(30) El parte oficial dado por Alcázar a Freiré desde la plpza de los Anjeles el 18- de febrero de 1820, es el dccumento capital sobre esta mal aventurada campañnt pero es confuso en la esposicion, i se descubre en él el propósito de disimular en lo posible los accidentes que hacinn de ella un verdatlero desastre. Un parte de O'Ca- rrol, las comunicaciones de Freiré con el director supremo, i las noticias que en otro tiempo pudimos recojer de alj^iinos de los militares (|ue hicieron esa espedicion, nos han }>ermitido referirla de una manera mas precisa i comprensiva.

l820 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XVIII 545

gado a retroceder casi derrotado i fujitivo. Este contraste, sin embargo, dejaba comprender que el enemigo había reconcentrado la mayor parte de sus fuerzas en el valle central, i que la rejion de la costa debía estar poco guarnecida. En efecto, la columna patriota avanzó hasta Colcura sin encontrar resistencia, i allí dispersó fácilmente una mon- tonera realista; pero no pasó adelante. Freiré supo por sus espías que Arauco estaba casi abandonado, i que Benavides i los otros caudillos que lo acompañaban, tenían resuelto retirarse al interior de la Arauca- nia en el caso de ser atacados. Creyendo que la campaña que empren- diese en aquellos lugares, no daría resultado alguno, i seguramente persuadido de que la reciente toma de Valdivia por los patriotas iba a producir la inmediata desorganización del enemigo, levantó su campo> el dia 20 de febrero i se dirijió, al través de las montañas de la costa, a la plaza jde Santa Juana, que creía amenazada por los realistas. Des- pués de esta campaña absolutamente infructuosa. Freiré volvía a Con- cepción el 4 de marzo, dejando al enemigo no precisamente victorioso, pero envanecido con los illtimos acontecimientos que probaban el escaso poder de los patriotas para adelantar las operaciones militares i llevarlas a una próxima terminación de la guerra (31).

Al norte del Biobio se continuaban entretanto las correrías de las montoneras en condiciones terribles, i con todo el séquito de depreda- ciones, de horrores i de sangre que las caracterizaban. El impetuoso go- bernador de Chillan había dispuesto dos nuevas espediciones a la montaña i había obtenido señaladas ventajas sobre el enemigo, sin con- seguir, sin embargo, tranquilizar el distrito de su mando. La primera de ellas, encomendada al subteniente don Francisco Arriagada, para batir la partida de merodeadores que capitaneaban un montonero lla- mado Espinosa i un lego del convento de misioneros franciscanos, did por resultado la dispersión de ésta el 29 de enero en el sitio deno- minado el Paipai. Los caudillos de la montonera lograron salvarse por la fuga; pero perdieron veinte hombres que quedaron en el campo, i otros dos que fueron tomados prisioneros i fusilados implacable- mente (32).

Pocos días después, con la noticia de la aparición de otra montonera que mandaba un guerrillero Hermosilla, despachó Victoriano en su

(31) Parte de Freiré al director supremo, fechado en Concepción el 8 de marzo de 1820.

(32) Parte del gobernador Victoriano al intendente Freiré, Chillan, 30 de enero de 1820.

Tomo XII 35

54^ HISTORIA DE CHILE 1820

persecución al valiente capitán Riqueline, i él mismo salió a campaña con otro pequeño destacamento. A pesar de las diñcultades que ofre- cian estas empresas por la rai>¡dez de los movimientos del enemigo i por las ventajas que les ofrecian los tupidísimos bosques de la monta- ña, Victoriano logró sorprender en dos ocasiones a los montoneros (el 13 i el 16 de febrero), matarles algunos de ellos i tomarles varios prisio- neros, que según las prácticas de esa guerra atroz, fueron fusilados inmediatamente (33). Estos actos de rigor que los excesos i depre- daciones de los montoneros habían hecho necesarios, daban a la gue- rra un carácter de ferocidad que, excitando los odios i avivando el deseo de venganza, iban a ensangrentar aquella provincia durante algunos años. El mismo intendente de Concepción, hombre natural- mente jeneroso i humano, se habia visto forzado, después de los inauditos crímenes cometidos por el enemigo, a aceptar la guerra a muerte, a aprobar las ejecuciones de los prisioneros, a disponerlas él mismo, i a emplear procedimientos que no son admisibles en la gue- rra regular (34).

Í3}) Parte de Victoriano a Freiré, Chillan, 17 de febrero.

(34) Kn la correspondencia del intendente Freiré con el gobierno de Santiago, hallamos el oHcio siguiente, que da a conocer el carácter atroz que habia tomado aquella guerra: "Excnio. sefior. Tengo la satisfacción de avisar a V. E. hal)cr lo- grado dar muerte al astuto i cruel asesino Manuel Contreras, que muchos meses se ha mantenido en las montañas de la costa por la Quebrada honda i Rafael, con al- guna fuerza que se ocultaba en los bosques siempre que nuestras partidas salían en su persecución. Este hombre habia tomado un ascendiente increíble entre aquellas jemes perversas, i aumental>a sus fuerzas de un modo que tenia en continuo movi- miento i cuidado los partidos limítrofes. —Habiendo dado libertad ajusto i Mau- ricio Roa, sin embargo de que uno de ellos habia sido asistente de Contreras, me ofrecieron dar pruebas de su gratitud, protestando ser en adelante Heles servidores 'le la patria. En efecto, a pocos dias se presentaron a Contreras, i usando de ar- dides, lo separaron de su jente, mediante lo cual acabaron con él a puñaladas. El parte que tengo el honor de acompañar a V. E. acredita halierse reconocido el cadáver, sin que haya la menor duda de su muerte. Con este motivo se han retira- do muchos campesinos de esos bandidos, i arrepentidos, están dando pruebas in- •equ<vocas de su buena f e . . . Dios guarde a V. E. muchos añcs. Concepción, febrero 9 de 1820. Excmo. señor. Ramón Fieire. Excnjo. señor supremo director... La verdad es que ios hermanos Roa hablan caido prisioneros junto con su padre; i que para salvar sus vidas, ofrecieron al subdelegado de Tuchacai dar muerte al guernlleru Contreras. Obtuvieron para ello la lil^ertad condicional, dejan- do en rehenes a su padre, el cual solo fué dejado libre cuando aquéllos hul)¡eron cumplido su compromiso.

El golícrnador V¡ct(»riano fué acusado por el cabildo de Chillan por la excesiva

l820 PARTK OCTAVA. CAPÍTULO XVIII 547

Aunque las operaciones de esta clase seguían repitiéndose incesan- temente, Freiré llegó a creer que las lluvias del invierno, impidiendo las correrías délos montoneros, asegurarían por algunos meses la tran- quilidad de la provincia de su mando. Al regresar a Concepción de su frustrada campaña al sur del Biobio, se ocupó en distribuir las tropas colocándolas en los puntos que creia mas convenientes para impedir las irrupciones de los bárbaros. En esos momentos se hacian en San- tiago i Valparaíso los aprestos para la espedicion libertadora del Perií, i se creía que después de la toma de Valdivia, la guerra que se sobtenia en la frontera del Biobio iba a declinar en breve desde que los realistas habian perdido aquel centro de recursos. Así lo había asegurado Co- chrane, i así lo creia el gobierno; i Freiré mismo, auncjue test'go de esa lucha obstinada, se hacia idénticas ilusiones. El vice-almirante, ademas, lo habia invitado empeñosamente para que lo acompañase en alguna empresa militar sobre aquel virreinato; i halagado con la idea de tomar parte en esa campaña, el intendente de Concepción, a pretesto de dar cuenta del estado de esa provincia i de solicitar los ausilios que ella necesitaba, se puso en viaje para Santiago en los primeros días de abril. El gobierno político i militar quedó allí confiado al teniente coronel don Juan de Dios Rivera, militar honorable i entendido, que en todo el curso de la guerra se habia señalado por la seriedad de su carácter t por la puntualidad en el cumplimiento de sus deberes así en los cam- pos de batalla como en las oñcinas de la administración militar, donde habia adquirido una grande esperiencia.

Pero las ilusiones de ver establecida alguna tranquilidad en la fron- tera, desaparecieron en breve. £1 lo de abril fué atacada la apartada plaza de Tucapel, situada en la orilla norte del rio Laja, en la falda misma de la cordillera (a unos tres quilómetros al oriente del pueblo actual del mismo nombre), i robada una parte de la caballada que allí tenia la guarnición patriota. El comandante O'Carrol, jefe de esta fuerza, tuvo que hacer una fatigosa correría para recuperar sus animales i para perseguir al enemigo. El 30 de abril, otra partida realista mandada por el cura don José Antonio Ferrebü, i compuesta de fusileros i de indios de lanza, ocupó por sorpresa el pueblo de Rere, i cometió todas

dureza que empleaba en la persecución de los montoneros i removido de su cargo. Ki intendente Freiré lo justiñcó mas tarde recomendando el celo i los servicios de Victoriano, i demostrando que esas acusaciones eran promovidas por intereses particulares. Por lo demás, el coronel don Pedro Kamon Arriagada, que entró a reemplazarlo, se vio forzado a seguir la misma conducta.

543 HISTORIA DE CHILE 1820

las depredaciones ordinarias en esas correrías. En otros puntos de la provincia, se repetian con frecuencia los ataques de esa clase, i obli- gaban a los destacamentos patriotas a moverse sin cesar de un punto a otro, i a sostener repetidos combates sin poder reprimir la insolencia •de los montoneros, ni impedir los asesinatos i robos que éstos co* metian.

El mas audaz de esos asaltos fué uno efectuado bajo las inmediatas <Srdenes del mismo Benavides, que rara vez salia personalmente a cam- paña, confiando a sus subalternos la dirección inmediata de tales ope- raciones. El puerto de Talcahuano estaba entonces guarnecido f>or treinta fusileros que mandaba el capitán don José María Calvo, los cuales no tomaban medida alguna de precaución i de defensa, en la conñanza de que el enemigo no se había acercado nunca por aquellos lugares. Benavides, que por sus numerosos espías estaba al corriente de esa situación, reunió un cuerpo de cerca de cuatrocientos hombres, se acercó cautelosamente a las orillas del Biobio, i aprovechando la clari- dad de la luna, cruzó este rio en balsas poco mas abajo de Concep- ción, la noche del 2 de mayo, i avanzando con toda la rapidez de los caballos, cayó de sorpresa sobre Talcahuano a eso de las once, cuando la guarnición i el vecindario estaban entregados al sueño. Estcndién- <lose atropelladamente en el pueblo, los asaltantes se entregaron a un desenfrenado saqueo, sin que se les pudiera oponer la menor resisten- cia. El capitán Calvo, otros dos oñciales, muchos de sus soldados i no pocos de los pacffícos vecinos, fueron arrastrados como prisioneros de guerra. Después de mas de dos horas de saqueo i de desorden, los asal- tantes emprendieron la fuga a gran prisa por el mismo camino que habían traido, sin mas contratiempo que la pérdida de algunos hom- bres de su retaguardia muertos por las tropas que al primer aviso de aquel ataque, habia hecho salir apresuradamente de Concepción el co- mandante Rivera. En cambio, todos o casi todos los prisioneros to- mados en Talcahuano fueron inhumanamente pasados a degüello (35).

(35) El asalto de Talcahuano por las bandas de Benavides, fué referido en sus rasgos jenerales en dos partes oficiales del comandante Rivera al intendente Freiré, cjue entonces se hallaba en Santiago; pero faltan allí los pormenores para conocer por completo esta atrevida operación que envalentonó estraordinariamente a Benavides, i que este comunicó a todas partes en los términos de la mas arrogante jactancia, exajcrando la magnitud de ia empresa i las consecuencias que habia producido. El historiador español Torrente, que ha contado estos acontecimientos en forma relati- vamente sumaria, con claridad, aunque no sin errores de detalle, utiliró para ello los informes (^ue le suministraron en Madrid, Senosain i otros oficiales realistas, refiere

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVIII 549

Aquel ataque, que venia a demostrar una vez mas la impotencia de los patriotas para defender la línea de fronteras, sin procurar al ene- anigo ventajas materiales, tuvo una grande inñuencia para mantener i para levantar el espíritu de éste. Desde luego sirvió para consolidar el l)restijio de Benavides, que habia comenzado a debilitarse entre sus propios soldados. Lo acusaban éstos de poltrón, porque en vez de salir a <:ampaña i de correr con ellos los peligros de esas correrías, permanecía en Arauco i en sus contornos, rodeado de frailes i visitando con frecuen- cia a las monjas de Concepción que se habían establecido en cabanas provisorias cerca de su campamento. Los indios mismos, incitados a la guerra con las promesas de ofrecerles un abundante botín i de ha* <erles los codiciados regalos, se mostraban inquietos i turbulentos al ver que no obtenían el provecho que esperaban. A jfines de marzo, se había hecho sentir un tumultuoso amotinamiento en que fué asesinado -el comandante don José Vildósola, el ofícíal mas caracterizado de las huestes de Benavides, i habia sido necesario dejar impune ese atentada. Poco después, los indios de Angol, los mismos que en febrero anterior habían impedido la entrada a sus tierras a la división del coronel Al- cázar, se mostraron dispuestos a sublevarse contra sus aliados.

Para mantener la quietud de los bárbaros i para alentar a sus par- ciales chilenos o españoles, Benavides i sus consejeros recurrieron co- tonees a un espediente que, si bien podía producir efecto por el mo- mento, podía también aumentar su desprestijio poco mas tarde i crear los mas serios embarazos. Con el carácter de noticias seguras que ha-

éste hecho en ía forma siguiente: "Siendo (Benavides) infatigable en los movimientos guerreros, tuvo el arrojo de meterse a media noche con 400 hombres en Talcahuano, dando un ataque tan brusco a la guarnición, compuesta de mas de cien rebeldes, qnt todos fueron hechos prisioneros i degollados sucesivamente, quedando dueño del puerto, i cargando para Arauco algunos efectos que podían serle mas útiles, a bordo de dos embarcaciones que halló fondeadas en él. Al retirarse a su campo, encontró una gruesa columna enemiga que iba en au<:iIio del citado puerto, i aunque era aquella mui superior en fuerzas, fué sin embargo arrollada por el intrépido don Juan Manuel Pico, segundo en el mando de las tropas realistas, i perseguida hasta las inmedia- ciones de Concepción. n Copiamos estas lineas en corroboración de lo que decimos en el texto acerca de la muerte de los prisioneros, advirtiendo que en su número hai notable exajeracion, como hai otros errores en :I resto de este relato. Bastará re- cordar que la guarnición de Talcahuano no era compuesta mas que de treinta hom- bres, que Pico se hallaba entonces en el Perú, i que en ese pequeño combate (|ue los tropas de Concepción sostuvieron con los asaltantes de aquella plaza cuamlo éstos se retiraban, tuvieron los últimos cerca de veinte muertos, i las primeras m>Io perdieron cinco hombres de un escuadrón de cazadores a caballo.

550 HISTORIA DE CHILE 182O

bia recibido de varias partes por medio de sus ajentes, comunicó aquel caudillo a los jefes de partida las mas impudentes invenciones sobre la miserable situación de los patriotas, los grandes desastres que éstos habian sufrido o de que estaban amenazados, i los considerables refuerzos que venian en camino para los realistas. Benavides, que el año anterior habia inventado en sus comunicaciones que lord Cochrane acababa de fugarse a Estados Unidos, llevándose todos los buques de la escuadra chilena, fraguó ahora otras noticias mucho mas absurdas todavía, que encontraron quienes las creyeran. Freiré habia fugado de Concepción porque no podía sostenerse en la frontera, ¡ para disponer la retirada definitiva de las pocas tropas que le quedaban. En el pe- queño combate que siguió a la momentánea ocupación de Talcahuano, los patriotas habian sufrido la pérdida de doscientos hombres degolla- dos por los vencedores. Carrera i Artigas habian organizado en las pro- vincias arjentinas un ejército poderoso a cuya cabeza avanzaban rápi- damente para someter a Chile al dominio del rei. O'Higgins i San Martín se hallaban en Santiago en los mayores apuros, tratando en apariencias de reconcentrar sus escasas tropas, pero en realidad pre- parándose para tomar la fuga, con cuyos propósitos mantenían en Valparaíso todos los buques de la escuadra chilena. Mientras tanto, el virrei del Perú tenia listo un poderoso ejército para invadir a Chile en uno o dos meses mas, i a esa fecha debia haber salido de España otro ejército mas numeroso todavía encargado de someter a Buenos Aires i todo el antiguo virreinato. Las comunicaciones en que se trasmitían estas falsas noticias, escritas por los frailes que servían de consejeros i de secretarios de Benavídes, terminaban con excitaciones ampulosas a la lealtad de los vasallos del rei, que en esta empresa recibirían la protec- ción del cíelo e iban a inmortalizar sus nombres (36).

Si bien Benavídes no podía creer ninguna de esas noticias que se hacían circular en su nombre, él mismo estaba alentado con la espe-

(36) Este sistema de circulación de mentiras de esa cla^e fué llevado demasiado lejos, i con él se pretendia engañar no solo a la masa de la tropa sino a los jefes de mas confianza de esas bandas. Así, mientras que con la firma de Benavídes se co- municaban a los ajentes que tenia en Valdivia las falsas noticias de los desastres que los patriotas sufrían o esperaban en el centro de Chile, se hacia circular desde Arauco la próxima reconquista de Valdivia por las armas españolas. Tenemos a la vista una carta escrita con muí buena letra i con una redacción regular, i fírmada por Benavides con fecha de Arauco a 17 de abril de 1820. Comunica en ella a don Vi- cente Antonio Bocardo el nombramiento de comandante del cuerpo de fusileros mon- tados, en reemplazo de Vildosola, le hace algunas recomendaciones a este respecto,.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVIII 55 1

ranza de recibir en breve valiosos ausilios. Tenia entonces un ájente en Lima, cuyo celo debía inspirarle la mas absoluta confianza. Era éste don Juan Manuel Pico, aquel comerciante español antiguo resi- dente del Huasco, que, como -dijimos antes, hahia llegado a los dis- tritos del sur a ofrecer sus servicios a los últimos representantes del rei, i que improvisándose militar, iba a demostrar notables dotes para la guerra que allí se sostenía. En una lancha tripulada por buenos re- meros, había partido de Arauco a mediados de marzo, llegó a Arica casi un mes mas tarde, i allí encontró un pequeño buque que hacia el comercio entre los varios puntos de la costa, i que lo trasportó :.: Callao para presentar al virrei las comunicaciones de que era porír.dor. Pezuela, amenazado entonces por la espedicion libertadora que se pre- paraba en Chile, conocía perfectamente la conveniencia que había en mantener la guerra en la frontera del Biobio, con la esperanza de que ella pudiese embarazar los aprestos bélicos que aquí se hacían. Pero su situación era en estremo angustiada. El tesoro real se hallaba en estremada penuria: las tropas que estaban bajo sus órdenes eran in- suficientes para guarnecer las costas del virreinato; i aun en el caso de haber podido disponer de algunos elementos de esa clase, le habría sirio imposible hacerlos llegar a Chile, en cuyas costas se hallaba Ja escuadra que mandaba Cochrane. En esa situación, los socorrros que el virrei podía proporcionar a Benavides debían limitarse a muí poca cosa.

Pico, en efecto, fué recibido con marcadas atenciones. Pezuela aplaudió calorosamente el celo desplegado por los realistas que soste- nían la guerra en el sur de Chile, aprobó todos los actos de Benavides ¡ de sus secuaces, i prometió poner esos acontecimientos en noticia del reí para que éste dispensara sus gracias a tan leales servidores. Pero cuando se trató de los recursos (jue desde Lima se les podían procurar, se limitó a ofrecer algunos oficíales subalternos, veinticinco mil pesos en dinero, algunos centenares de fusiles i de carabinas, otros artículos militares en limitada proporción, i muchas medallas para que fueran distribuidas a los que mas se hubiesen distinguido en la guerra.

i ai^rega al concluir, estas palabras: "Amigu mío: acabo de recibir correo He Valdivia en que me comunican haber venido a Chiloé seis buques de guerra de Lima; i que ésu>s unidos con otros tres que en dicho Chiloc: se estaban habilitando, se trataba de fspedicion por mar i por tierra a Valdivia, i es consiguiente que tomado aquel pun- to, venga dicha fuerza en ausilio nuestro, i de este modo seremos socorridos cuando menos lo pensemos, u

552 HISTORIA DE CHILE I82O

»>A todos (así a los militares que sostienen la guerra como a los emi- grados que abandonando sus casas siguen el ejército real) quisiera proporcionarles en el momento cuantos socorros i alivios pudiesen apetecer, i manifestarles las gratitud i consideración a que se han he- cho tan acreedores, n decía el virrei contestando las comunicaciones de Benavides. "Mas, agregaba en seguida, como las multiplicadas atencio- nes no me permiten satisfacer la totalidad de mis deseos, le envío a V. fx>r ahora las armas, municiones i dinero que designa la adjunta relación. En ella también se comprenden algunos artículos que pueden servir para agasajar a esos naturales, fuera de las medallas que le re- mito a V. con sus respectivos diplomas en blanco, para que las apli- que a las personas que juzgue mas dignas de esta distinción. Al tiempo de repartirlas, les hará V. entender a los agraciados i a todos los que componen esa fidelísima división, que en primera oportunidad instruiré al soberano de la constancia con que sobrellevan los mayores trabajos en obsequio de su real servicio, para que se digne remunerarlos con la largueza propia de su magnánimo i paternal corazón. Anuncíeles V^ igualmente que por correspondencia de oficio se me ha comunicado la efectiva salida de la gran espedicion contra el Rio de la Plata en el mes de enero próximo pasado, mediante haberse estinguido la epide- mia que causaba su demora en el puerto de Cádiz, noticia que no ¡ig- noran aquellos rebeldes i que los ha puesto en la mas terrible cons- ternación, al paso que Artigas, apoderándose de su capital, ha acabado de completar la anarquía que los devora e inutiliza para aspirar a nue- vas agresiones. Así, espero que dentro de breves dias lograrán nuestras armas la reconquista de todas sus antiguas posesiones, i V. recibirá en- tonces el condigno premio de su penosísima campaña (37)." Con esas comunicaciones, i con los pocos socorros (lue pudo procurarle el virrei.

(.>7) OHcio del virrei Pezuela a Benavides, Lima, 3 de mayo de 1820. En otra ofício de la misma fecha le decía lo siguiente: *^\a. digo a V. separadamente cuanto en razón de ausilios he podido proporcionar a la división de su mando en esta opor- tunidad, atenta su situación, la de los mares i la mía en este dilatado reino; mas» considerando el aumento de fuerza que hoi tiene, i el importante servicio que en el dia hacen esas tropas al soberano, no perderé de vista la mas pequefia ocasión favo- rable que se presente para continuárselo. Las operaciones de V., según lo» partes que en copia ha enviado con su oficio de 8 de marzo último, por bien concebidas i meditadas,' han merecido mi aprobación. Del mismo modo apruebo los ascensos i premios de que son dignos los beneméritos oficiales que se hallan a sus órdenes, a quienes espediré con gusto los respectivos títulos interinos luego que V. me remita las propuestas o recomendaciones con espresion de las armas a que pertenecen i la

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVIII 553

se embarcó Pico antes de mediados de mayo en un buque ballenero ingles ñetado por el virrei, i el 15 de junio desembarcaba en Arauco, en medio de las espansiones de júbilo de Benavides i de los frailes i oficiales que formaban su estado mayor.

Por mas que esos ausilios fuesen insuficientes para equipar un ejér- cito regular, sirvieron al menos para dar alguna organización a las ban- das desordenadas de Benavides. Comenzó éste por anunciar a todas partes las comunicaciones del virrei del Perú, el mas alto i caracterizado representante del soberano, la aprobación que éste daba a los actos ejecutados en aquella guerra, el aplauso dispensado a los que tomaban parte en ella, i los premios i ascensos prometidos a los que se bubiesen distinguido o se distinguieran en lo futuro. Inmediatamente se hizo sentir en el campamento realista una grande actividad para aumentar las tropas, armarlas i disciplinarlas del mejor modo posible; i si Bena- vides carecia de las dotes necesarias para un trabajo ordenado i cons- tante de esa naturaleza, poseía mucha práctica en la instrucción de reclutas, adquirida en los cuarteles cuando era simple sarjento, i halló en algunos de sus oficiales valiosos cooperadores. Pico, en su calidad de jefe de estado mayor o de segundo comandante, reveló desde lutr-go ima gran laboriosidad; i contrayéndose empeñosamente a un trabajo que era nuevo para él, llegó a introducir cierta regularidad en la admi- nistración militar, i pasó a ser en el hecho, ya que no en el nombre, el alma de aquel ejército. Como al otro lado del Biobio se hallaban mu- chos individuos de Concepción i de su comarca que habian emigrado por no someterse a las autoridades patriotas, no fué difícil organizar un rejimiento de caballería que tomó el nombre de "dragones de nueva creación i», i que bajo el mando inmediato de Pico, llegó a contar cerca de ochocientos hombres.

Mientras se preparaban estos arreglos en el cuartel jeneral de Arau- €0, las partidas realistas, animadas al parecer de mayor entusiasmo» redoblaban sus ataques al norte del Biobio, sin arredrarse por los fre- cuentes contrastes que sufrian, ni por la severidad implacable que desplegaban los patriotas en el castigo de los prisioneros. El teniente de cazadores a caballo don Manuel Búlnes destrozó una partida rea-

antigüedad que debecorresponderles» para que la demora en recibirlos no les sea de perjuicio.il Tenemos a la vista estos oHcios en las trascripciones que Benavides hiso para comunicarlos a algunos de los jefes de cuerpos o de partidas que servian baio «US órdenes. Esas trascripciones están autorizadas por un fraile franciscano lUipado €rai Francisco Benavides, que se dice "secretario de guerra, h

554 HISTORIA DE CHILE 182O

lista en las serranías de Rafael. El 21 de junio una columna despa- chada de Chillan por el gobernador Victoriano, batía en los contornos de ese pueblo a una numerosa montonera realista que mandaba don Jervasio Alarcon, caudillo prestijioso en el campo de Benavides. Seis días después, el comandante don Antonio Merino, a la cabeza de las milicias de Cauquenes, derrotaba otra guerrilla en el sitio denominado el Puñaral (i). Los campos de la mayor parte de la provincia de Con- cepción permanecían casi desiertos, escasos de animales, i recorridos por bandoleros que, llamándose sostenedores de los derechos del rei, asaltaban a los caminantes, interceptaban las comunicaciones i mante- nían la inquietud en los pueblos i en las aldeas.

La prolongación de aquella guerra preocupaba seriamente al go- bierno de la República. O'Higgins que deploraba esos horrores, que veía sumida en la desolación i en la miseria aquella provincia, que es- taba obligado a distraer en esa lucha una parte de sus fuerzas i de sus recursos, cuando todos éstos eran insuficientes para satisfacer las ne- cesidades del Estado, creia vergonzoso para la patria el no poder ano- nadar las bandas enemigas, i había mandado que no se publicasen

(i) La correspondencia oficial del intendente de Concepción i de los gobernado- res i jefes militares que estaban bajo sus órdenes, contienen abundantes noiicias acerca de esos numerosos combates favorables o adversos a las armas patriotas. Por via de nota vamos a recordar algunos de ellos.

El 8 de julio fué batido en las cercanías de los Ánjeles un corto piquete de tropa del batallón número i de Coquimbo que había salido de la plaza, i lo fué igualmente otro de cazadores a caballo que marchó en su ausilio.

El 28 del mismo mes pasó el Biobio cerca de Concepción una partida realista para robarcaballos del ejército patriota en la hacienda de Ilualpen. Atacada en tiempK) opor- tuno, tuvo que retirarse apresuradamente, dejando dos prisioneros que fueron ahorca- dos. £1 mismo dia fué batida una montera realista en Cuchacucha, a orillas del Itata.

En los últimos días de julio, el comandante don Benjamín Víel, que acal)aba de llegar a Chillan con un escuadrón de granaderos a caballo, salió de esa plaza i dio con buen éxito una batida a los montoneros realistas hasta el Paipai.

El I.** de agosto fué sorprendido en Ilualqui un pequeño destacamento patriota por fuerzas realistas que pasaron el Biobio, i perdió diez soldados, fuera de algunos paisanos que fueron asesinados.

A mediados de agosto dio Víel otra batida a los montoneros realistas que reco- rrían Us campos al sur de Chillan.

El 25 de agosto, el nuevo gobernador de Chillan, que había llegado a reemplazar a Victoriano, don Pedro Ramón Arriagada, hizo una entrada a la montaña, í dis< pers() una partida enemiga que obraba bajo las órdenes de Píncheira. A mediados de setiembre se emprendió otra espedícíon a esos mismos lugares con un objeto aná- logo, sin conseguir resultados mas decisivos que poner en fuga a las bandas enemigas que no querían aceptar el combate.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XVIII 555

noticias ni partes que diesen a conocer los sucesos que ocurrían en la frontera del Biobio. La organización i equipo ele la espedicion liberta- dora del Perd, que absorvia todas las entradas del erario i que obligaba a recurrir a contribuciones i empréstitos estraordinarios i a todo jénero <le arbitrios, no habia permitido al director supremo socorrer en la me- dida de sus deseos al ejército del sur; pero los informes verbales que dio el intendente Freiré hicieron comprender que era indispensable recurrir a cualquier sacrificio para modificar de algún modo aquella situación.

Freiré, como hemos dicho, habia pasado a Santiago en el mes de mayo con el propósito de ofrecer sus servicios en la campaña liberta- dora que iba a abrirse en el Perú. Después de laboriosas d¡s<*us¡ones de que hablaremos mas adelante, i de vencer enormes dificultades, esa espedicion habia quedado organizada, i se convino en que Freiré que- daria en Chile al mando del ejército de la frontera para poner término a la guerra que la destrozaba; i para llevar en seguida a cabo otras opera- ciones de la mas alta trascendencia. 0*Higgins creía que desembarazado el gobierno de las atenciones i gastos que imponía la espedicion liberta- dora del Perü, i destruidas en pocos meses las bandas realistas del otro lado del Biobio, podría enviar en el verano próximo un cuerpo regular de tropas a Chiloé, e incorporar todo el archipiélago al dominio de la República. Para ello se necesitaba solo, según se creía, reforzar el ejér- cito de Freiré, í suministrarle los recursos mas indispensables.

El intendente de Concepción habia representado en muchas ocasio- nes que para batir al enemigo en toda la línea de la frontera, era nece- sario aumentar sus fuerzas con tropas regulares de caballería, porque el cueri)o de cazadores era insuficiente, las milicias poco útiles, i la infantería inadecuada para aquella guerra. En diciembre anterior, el gobierno le envió el cuerpo de dragones de la patria, de nueva crea- ción, a cargo del comandante don Carlos María O'Carrol, i ahora hizo salir un escuadrón de granaderos a caballo bajo el mando del teniente coronel don Benjamín Viel. Haciendo esfuerzos supremos, pudieron reunirse otros socorros, i a fines de junio Freiré partía de Santiago lle- vando consigo una remesa de armas, fusiles, tercerolas i sables, algunas municiones i vestuarios,* i treinta mil pesos en dinero. Para premiar los servicios de las tropas patriotas, se acordaron las medidas necesarias a ñn de que en adelante fuesen pagadas puntualmente, i se concedie- ron ascensos a algunos de los oficiales que se habían hecho mas reco- mendables por sus servicios. Los coroneles Freiré i Alcázar fueron elevados al rango de mariscales, título equivalente al de jeneral de brigada de nuestro tiempo.

5S6 HISTORIA DE CHILE 182O

En su marcha al sur, Freiré se detuvo en varios puntos del camino no solo por las dificultades que le oponía la estación mas lluviosa del «fio, sino con el objeto de organizar los medios de defensa militar de esas localidades. En Cauquenes permaneció muchos días ocupado en regularizar las partidas patriotas encargadas de operar contra las mon- toneras realistas. AlH tuvo noticia de los ausílios que Benavides había recibido del Perú, i al llegar a Concepción el 2 de agosto, pudo com- prender que la situación se había hecho mas difícil de lo que se creía. Sus espías, i algunos individuos que lograban fugarse del territorio ocu- pado por el enemigo, le informaban que en el campamento de Arauco se hacia sentir una grande actividad, que se habían reunido cerca de ochocientos hombres de tropa regularmente disciplinada, i que las turbas de indios ausiliares se habían aumentado considerablemente. El mariscal Alcázar, por su parte, comunicaba desde los Anjeles el estado lastimoso de miseria en que vivían reducidas las escasas tropas de su mando i los habitantes de aquellos distritos; pero siempre bajo el influjo de las ilusiones de que hemos hablado antes, comunicaba también que los indios de Angol se habían pronunciado contra Bena- vides, i que estaban dispuestos a servir a los patriotas. Algunos de éstos, ademas, se presentaron en Concepción a hacer protestas de amistad a las autoridades patriotas; pero todo dejaba presumir que no había mu- cho que esperar de esas manifestaciones, puesto que la masa de la población indíjena se inclinaba a servir al enemigo, que estimulaba las empresas de saqueo í de depredación.

En efecto, las noticias que llegaban del otro lado del Biobío eran cada día mas inquietantes. Benavides aumentaba sus fuerzas, i a no caber duda se disponía para llevar a cabo operaciones mas trascenden- tales que las emprendidas hasta entonces. Manteniendo una gran re- serva entre los suyos sobre el plan de campaña que pensaba seguir, él i sus consejeros mas íntimos hicieron circular que se preparaban para cspedicionar al sur, í para recuperar la importante plaza de Valdivia. Estos anuncios comunicados artificiosamente a Concepción, como reve- lat!Íon hecha indiscretamente por uno de los frailes que servían de se- cretarios al caudillo realista, no alcanzaron entero crédito en el ánimo de los jefes patriotas, pero contribuyeron a hacerles creer que las pro- yectadas operaciones del enemigo tardarían algunos meses mas. La verdad era que la guerra iba a entrar en un período de terrible ¡ azarosa actividad, i que la provincia de Concepción debía pasar en breve por tltfa crisis tremenda.

CAPÍTULO XIX

PREPARATIVOS DE LA ESPEDICTON LIBERTADORA

DEL PERÚ: EL GOBIERNO DE CHILE

DOMINA LAS DIFICULTADES QUE ELLA ENCUENTRA

(mayo de 1819 A MAYO DR 1820)

I. Trabajos incesantes del gobierno para preparar la espedicion libertadora del Perú: contrato celebrado para el trasporte del ejército espedicionario.- -2. Las grandes aprestos de Espafia para reconquistar sus colonias, exitan al gobierno a acelerar esa espedicion. 3. Embarazos creados a esa empresa por los trastornos interiores de las provincias arjentinas: el gobierno de Buenos Aires llama las tro- pas estacionadas en Mendoza: San Martin anuncia reservadamente a O'Higgins su resolución de desol)edecer esa orden. 4. Actitud resuelta del senado de Chile en favor de la espedicion, sin aguardar los refuerzos que se esperaban de Men- doza: San Martin regresa a Santiago.— 5. Sublevación de una parte de las tropa» patriotas que estaban en la provincia de C'<4yo: perturbación que estos sucesos producen en Chile: el gobierno i el senado deciden la espedicion al Perú a pesar de todas las difícultades. 6. Las noticias de los trastornos en Buenos Aires po- nen a San Martin en situación de declarar su desobediencia: los jefes i oficiales que servian bajo sus órdenes, se pronuncian en Rancagua en favor de esa deter- minación.— 7. Lord Cochrane, persuadido de que la espedicion al Perú era irrea- lizable en grandes proporciones, propone la salida de una de dos mil hombres ofreciéndose p)ara mandarla: dificultades creadas por esta proposición, que al fin se allanan felizmente. 8. La conspiración de abril de 1820.

I. Trabajos incesan- i. La principal atención del gobierno chileno tes del gobierno para ^^ j^^ ^^^ ^-^^ ^^ siguieron a la batalla

preparar la espedí- ^ °

cion libertadora del Maipo, habia sido, como se ha visto mas atrás (i)^

Perú: contrato cele- la preparación de la espedicion libertadora del

brado para el tras» t»'/-^'i.ji ^ j-'^^* ^

porte del ejército es- ^^^"* ^^^^ todos los actos administrativos, en los

pedicionario. negocios de guerra i de hacienda, iban directa o

indirectamente a este objeto, que había llegado a ser la aspiración de

la nación entera. El director supremo estaba profundamente conven-

(i) Véase el § 11, cap. XII de esta misma parte.

558 HISTORIA DE CHILE 1819

cido de que la independencia de Chile no seria un hecho consumado i definitivo mientras se mantuviese en pié el poder español en aquel pais. Los ministros de estado, el senado lejislador, el cabildo de San- tiago i todos los hombres que se interesaban de algún modo en la marcha política, hahian adquirido el mismo convencimiento. Hasta los individuos en cierto modo estraños al impulso revolucionario, i que vivian consagrados a la industria, ya fuera en el comercio o en la agricultura, anhelaban que se llevase a cabo esa espedicion para procurar salida a los productos chilenos en el tínico mercado en que hasta entonces habia sido dado espenderlos. Rara vez el sentimiento jeneral de un pais se habia pronunciado con tanta uniformidad; pero las dificultades que presentaba esa empresa, eran verdaderamente for- midables, e iban a exijir una resolución heroica i una constancia persis- tente i obstinada.

El director supremo don Bernardo O'Higgins se mostró en esas circunstancias a la altura de la situación. I^s perturbaciones interio- res en las provincias unidas del Rio de la Plata, la tardanz.a que el gobierno de éstas ponia en sancionar el tratado de alianza para llevar a cabo aquella espedicion, la retirada a Mendoza de una parte del ejército de los Andes, i la prolongada ausencia del jeneral San Martin, eran contrariedades que habrían desalenladí) a otro hombre que hu- biese tenido menos fe en la importancia de esa empresa i en lo que puede alcanzar el patriotismo de un puebb', cuando todo hacia creer que Chile no podría llevarla a efecto con sus solos recursos. En medio de las complicaciones i dificultades de todo orden, ti supre- mo director escribía a San Martin lleno de decisión i de entusiasmo las palabras siguientes con fecha de 15 de mayo de 1819. ••Todo se nos prepara para disponer una espedicion a las costas del Perú. El dinero, el alma de todas las cosas, nos vendrá en suficiente cantidad, mediante los buenos sucesos de la escuadra. Véngase usted, pues. Aquí lo dispondremos todo, i llevaremos la guerra al Perú para arrojar de allí a sus tiranos, i poner fin a tantas penalidades.»! Todos los docu- mentos públicos referentes a la guerra, emanados del gobierno chileno, i toda la correspondencia particular de O'Higgins en esos años, están inspirados por los mismos propósitos.

El director supremo habia caracterizado perfectamente la situación en algunos de esos documentos. En julio de 1819, cuando se supo en Santiago que habia salido de Cádiz una división naval para afianzar el poder español en el Pacífico, O'Higgins, conjo se recordará, hizo los ma- yores esfuerzos para procurarse recursos, i para despachar cuanto antes

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 559

la escuadra chilena contra el enemigo. Los términos en que se dirijió- ñ\ senado para pedirle la pronta imposición de nuevos impuestos, dejan ver el estado de su ánimo, la firmeza de sus resoluciones i la importan- cia que daba a la espedicion libertadora del Perú. ««Pero, señor, decia^ mis esfuerzos serán inútiles si V. E. no los sostiene con todo su poder. En la crisis en que nos hallamos no debemos andar con paliativos nj contemplaciones. La guerra que ha sostenido con tanta gloria el esta- do, ha dejado exhaustas las arcas nacionales; el crédito público no está bien cimentado, i si no hacemos un esfuerzo estraordinario, debo con- fesar a V. E. que desconfío de la salvncion del pais. Lentamente nos vamos consumiendo hasta que reciba la muerte el cuerpo político en el momento que se le acabe su sangre, que es el dinero. V. E. debe pensar sériomente en crear un sistema de hacienda que sufrague a los injentes gastos (jue tenemos que hacer. V. E. no debe ocuparse en otra cosa que de proporcionar recursos para sostener la nueva actitud que vamos a tomar para efectuar esa espedicion al Perú, que yo miro como el eje sobre que rueda la libertad de América i la felicidad de las jene- raciones presentes i futuras. Si no llevamos la guerra al Perú, es impo- sible sostenernos, es preciso que sucumbamos. Las innumerables des- gracias que agobiarian a nuestro pais i posteridad, la afrentosa muerte que nos aguardaria, la humillación de los que sobreviviesen, el oprobia que acompañaria a nuestros nombres mas allá de la tumba, la sola idea de que todo esto ha de suceder si no procedemos con actividad i ener- jía, despedaza mi corazón, me arranca lágrimas de sangre, i me estimu- la a poner en conocimiento de V. E. los males que nos amenazaa para que, uniendo sus tareas a las mias, cumplamos con nuestro pri- mer deber, c|ue es la salvación del pueblo que ha puesto su confianza en nosotros (2).ii

Desde el mes de mayo se ocupaba el director supremo en estudiar la manera de resolver una de las dificultades mas serias que ofrecía esa empresa, el trasporte del ejército i del material de guerra. El esta- do poseía u'gunos buf|ues que destinaba a ese objeto; pero eran insu- ficientes, i ademas su provisión i equipo imponían trabajos tan prolijos i minuciosos que casi no podían atenderse por la administración pú- blica. Buscando el arbitrio mas económico i mas práctico, se trajo a ja memoria el que habia adoptado el vírrei del Perú a fines de 1817 para conducir a Chile la espedicion que mandaba el jeneral Osorio (3);

(2) Oficio de O'Hijígins al senado de 21 de julio de 1819.

(3) Véase el § 2 cap. VL

560 HISTORIA DE CHILE 1819

i después de madura discusión, el director supremo i sus ministros acordaron que el trasporte se haria por medio de un contrato con uno o varios empresarios. Debian éstos completar por su cuenta el numero de buques que se necesitaban para la conducción de la carga i del ejército, suministrar a éste una buena alimentación durante el viaje, i proporcionarle los víveres necesarios después de su desembarco en las costas del Perú hasta que fuera dado procurárselos en el territorio que fuese ocupando. Este arbitrio, que ofrecia mas de un inconve- niente, tenia la ventaja de descargar al gobierno de numerosas aten- ciones en que era mui difícil establecer un orden riguroso, i de fijar de una manera cierta los gastos que era necesario hacer.

Habia entonces en Chile algunos negociantes que hablan formado fortunas relativamente considerables en especulaciones mercantiles, en ventas de armas i de vestuarios para el ejército, i en empresas de cor- so; ¡ fué por tanto posible hallar quienes quisieran contratar con el Estado el trasporte del ejército espedí cionario. La primera propuesta que se presentó, pareció mui onerosa para el gobierno; pero luego se formó una asociación de comerciantes que la modificó en forma mas conveniente. El director supremo obtuvo ademas algunas rebajas de ^etiille; i aunque la constitución provisoria lo autorizaba para hacer por solo los gastos de guerra, prefirió diferir al senado lejlslador la solu- ción de este grave negocio. Después de madura discusión, aprobó éste <en acuerdo de 3 1 de julio las bases jenerales del contrato, aceptó pocos dias después (18 de agosto) con nuevo estudio ciertas modificaciones solicitadas por los empresarios, i dando por terminados sus trabajos, declaró al supremo director que visto el arreglo satisfactorio que aque* líos aceptaban, i la unanimidad de votos de los senadores, "podia pro- ceder a otorgar la correspondiente contrata, a fin de que pudiese la compañía dar principio a la negociación, i el gobierno ordenar la co- lectación del dinero destinado a este interesantísimo objeto de que pendía la salvación de la patria i la consolidación de la libertadn. La escritura de contrato entre el gobierno i los empresarios, fué firmada el 2 de setiembre (4). El director supremo i el senado creían haber resuelto así una de las mas graves dificultades que encontraba aquella empresa colosal.

(4) La primera propuesta fué hecha a mediados de mayo por don Antonio Arcos, :aquel oficial español que se incorporó al ejército patriota en Mendoza en 1816. Kn ella aparecieron como socios en la empresa don Nicolás Rodrigues Peña, don Juan José Sarratea (ambos arjentinos), i don Guillermo Ilenderson (ingles).

Retirado del servicio militar después de la batalla de Maipo, Arcos obtuvo eh

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 561

Mientras tanto, entonces no se sabia con fijeza quién habia de man- <iar la espedicion libertadora del Perú. El jeneral San Martin que por sus antecedentes i su prestijio era el jefe designado por el director supremo i por la opinión jeneral, permanecía en Mendoza visiblemen-

corto tiempo grandes utilidades en espediciones de corso i en la provisión de ves- tuario para el ejército. Por su propuesta, se ofrecía a trasportar al Perú al ejército expedicionario en los Iwques del Estado i en los que pudiera procurarse, a razón de ¿sesenta pesos por persona, con otras condiciones que parecían mas onerosas toda- v'ia, según las cuales la conducción del ejército costaría la enorme suma total de 375,000 pesos. O'lliggins halló inaceptable esta propuesta. Recordó que en 1S17 el virrei del Peni habia pagado diezisiete pesos por cada individuo de la espedicion de Osorío, i que si bien no estaba comprendido en esa suma el mantenimiento, que exorna por otra cuenta, debían observarse otras consideraciones. £1 viaje de Valpa- raíso al Calbo, llamado **de bajadan, se hacia ordinariamente en la mitad del tiempo <rg\ie se empleaba en el viaje del Callao a Valparaíso, llamado "de subidan. Un hom- 1 )re que hacia el primero de esos viajes en calidad de pasajero en uno de los buques <<:|ue se ocupal^an en ese tráfico, pagaba comunmente cincuenta pesos, i era abundan- "C emente alimentado. La circunstancia de que Arcos ofrecía proporcionar el alimento, era muí atendible, ni modificaba en mucho las condiciones que estipuló el virrei 181 7, desde que los víveres eran inmensamente mas baratos en Chile que en el X'erú. Aunque se negó a aceptar esa propuesta esperando que Arcos la modificara, o -^ne se presentase otro empresario, el director supremo quiso consultar el parecer de ^an Martin que se hallaba en Mendoza, i por medio de Guido le trasmitió una copia -«ie ella. "He visto el plan í propuesta hecha a O^IIiggins, contestaba San Martin a ^^uido el 26 de mayo; í a la verdad, se ve en él visiblemente la concienzuda mano de .Arcos. Pero, en fín, yo creo que hai casos en que es necesario entrar por todo. Yo ano lo entenderé, pero creo que si el gobierno de Chile tuviese buenas manos ausilia- Tes, toda la propuesta que se hace podía verificarse cómodamente por 250,000 pesosn. ^an Martin como O'Híggíns estaban hastiados con los contratos hechos anterior- mente con Arcos, por cuanto éste aprovechaba cada ocasión en que no tenia competidores, i en que se necesitaban con urjencía algunos artículos de provisión del «jército, para exijir por ellos precios desmedidos.

La propuesta a que nos referimos, o mas bien el proyecto de propuesta, pues se la modificó antes de presentarla, se halla publicada sin fecha, en la Vindicación his- tórica (papeles del jeneral Guido), páj. 288-92, según una cof»a tomada por éste qne fué comunicada a San Martin en carta de 22 de mayo. En ella le decía Guido las palabras siguientes: "Anoche se presentó (la propuesta) a los amigos (de la le- jía). . . Entre las dtfícultades de la empresa que presentaron algunos amigos, las principales fueron: el gobierno de Buenos Aires concurriría con alguna suma, i con cuánto, í si podría contarse con la división de! ejército de los Andes existente en Mendoza, respecto a que por diciembre puede repasar la cordillera. Sobre ningu- no deestos puntos he podido dar contestación decisiva, n Tales eran las preocupacio- nes constantes de todos los hombres mas empeñados en llevar a cabo aquella espe* dícion.

- Pero ya entonces se habia presentado otra propuesta mas ventajosa para el Tomo XII 36

562 HISTORIA DE CHILE 1819

te contrariado por las perturbaciones interiores de las provincias uni- das del Rio de la Plata, que impedían a su gobierno prestar un ausiiio eficaz a aquella empresa. Su salud intercadente por dolencias que los médicos no conocian i no sabían curar, le servia de razón o de pretes-

gohierno, que el supremo director estudiaba para obtener mejores condicionen. Los empresarios eran tres negociantes que tenían buena posición en el comercio de Chile, «Ion Felipe Santiago del Solar, don Nicolás Rodrigues Peña i don Juan José Sarra- tea. «'No tema un momento, decía O'Higgins a San Martin con fecha de ^ de junio, que la espedirion quede por nosotros. En la actualidad hai empresarios que se obligan bajo términos regulares a vestir el ejército espedicionario, conducirlo al punto que se quiera con víveres para cuatro meses por la misma cantidad que usted me espresa (250,00» pesos), i tal vez lo hagan por menos. Solo piden término hasta Hnes de diciembre para poder equipar ios buques necesarios, i será el mismo término que también se necesite para reclutar i disciplinar sufíciente número de tropas: para todo lo que su presencia es necesarísima. Mediante este contrato, no habrá tanta ne* cesidad de que usted se ajite demasiado; i este clima le permite igualmente que ese reposar el invierno para reponer su salud, n

Aunque O'IIiggins se creía autorizado por la constitución para resolver este nego> cío, quiso oir el parecer del senado, i al efecto con oficio de 27 de julio le remitió la» dos propuestas presentadas, acom paitándolas de algunas observaciones, i recomen* dando a aquel cuerpo que si lo creía necesario, llamase a su seno a los individuos particulares que pudieran ilustrarlo a este respecto. Esto fué lo que se hizo. El se- nado celebró varias conferencias con don Augustin Eyzaguirre, el teniente coronel don José Manuel Borgoño, el doctor don Joaquín Gandarillas i don Pedro Mena; í el 31 de julio dejó arregladas las bases de su informe, que poco mas tarde esperi- mentarun una pequefía modificación, i fueron convertidas en escritura pública el Z de setiembre.

£1 senado aceptaba en jeneral la propuesta de Solar i socios, variando, sin eni*^ bargo, o aclarando algunas de sus cláusulas. Según ella, el Estado pagaría una suma total de 240,000 pesos, en tres porciones. Una de ellas que debía cubrirse inmedia- tamente para atender desde luego a los primeros gastos, era de 150,000 pesos paga- deros con los productos del empréstito forzoso levantado para costear la espedicion libertadora. La segunda seria formada por el valor a justo precio de tos buques trasportes que proporcionase el gobierno a los empresarios, i con billetes de tesorería sin pla/.o ñjo para ser cubiertos con las entradas de aduana. La tercera cuota seria pagada en el primer lugar que ocupare el ejército libertador con las entradas que recojiese o con las contribuciones que impusiera. El estado pagaba 60 pesos por el trasporte de cada hombre i 70 por el de cada caballo; pero los empresarios debían alimentar el ejército durante los primeros cinco meses, i traerlo a Chile en el caso de un desastre o de un cambio en la marcha de las operaciones; i en el caso que éstas se iniciasen con buena fortuna, i que el ejército hallase en el Perú los víveres que necesitaba, los empresarios podían espender en la costa los que tuviesen. De- bían ademas suministrar un vestuario completo para cuatro mil hombres. El estado proporcionaría ios trasportes de su propiedad enajenándolos por su justo precio; i como ellos eran insuñcientes para el objeto, los empresarios se procurarían los res*

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 563

to para mantenerse en Mendoza alejado del movimiento político, i liasta del mando inmediato de las tropas estacionadas en esa provin- cia, que habia confiado al coronel don Rudesindo Alvarado. Aunque mantenía amistosas relaciones con O'Higgins i estimaba en todo su valor la rectitud i el patriotismo de éste, creyéndolo vivamente empe- ñado en llevar a cabo la espedicion, su espíritu caviloso le hacia sos- pechar que el pueblo chileno no baria todos los sacrificios que exijia la situación sino cuando viera a uno de sus hijos al frente del ejército espedicionario. En esta persuacion, propuso que el jeneral O'Higgins tomara el mando en jefe, i él se ofreció para desempeñar el cargo de jefe de estado mayor. Por un rasgo de modestia, i también por consi- deraciones de carácter político, el jeneral chileno declinó perentoriamen- te ese honor, e insistió con mayor empeño en que San Martin volviese cuanto antes a Chile a ponerse al frente de las tropas.

Pero otras circunstancias parecian alejarlo de este pais. San Martin, notablemente contrariado, como decimos, con las revueltas intestinas de las provincias unidas, se habia ademas creido en cierto modo hos- tilizado por el gobierno jeneral de éstas. Su correspondencia particular de esa época, revela los motivos de queja que tenia contra los minis- tros del supremo director Pueirredon, a quienes suponía empeñados £n apartarlo del mando del ejército. Pueirredon, por su parte, le guar- daba buena amistad; pero, fatigado con las dificultades de todo orden que embarazaban su gobierno, presentó su renuncia indeclinable; i el ::ongreso, reunido en Buenos Aires, la aceptó el 9 de junio, designan- do al jeneral don José Rondeau para reemplazarlo con el carácter de director interino. Este cambio ineficaz para restablecer la tranquilidad. no habría preocupado mucho a San Martin; pero, con pocos días de in- tervalo, comenzaron a llegar a Mendoza noticias que no podian dejar de ajitarlo. Se anunciaba con todas las apariencias de certidumbre, que a esa fecha estaba para salir de España una poderosa espedicion dirijida contra el Rio de la Plata. Rondeau que le trasmitía esas noticias en las comunicaciones oficiales, pedia a San Martin en los términos mas

tantes, autorizando el gobierno el embargo de los ({ue no fuera posible procurarse por otro medio. Los contratistas se comprometían a tenerlo lodo listo en el plazo cíe. seis meses; pero exijian que con la anticipación de un mes se les señalara el día de la partida de la espedicion para hacer oportunamente los últimos aprestos, compro- metiéndose a pagar 1,500 pesos por cada dia de retardo que se esperimentase por su culpa, debiendo, por su parte el gobierno abonarles los perjuicios que ellos su- friesen por aplazamientos estraños a su voluntad. Las otras estipulacianes del con- trato son de escasa importancia.

564 HISTORIA DE CHILE 1819

premiosos que marchase a Buenos Aires a organizar la defensa. Repi* tiendo este encargo con nuevo empeño en carta particular de ii de agosto, Rondeau le decia lo que sigue en carta particular: "Así, pues, se hace mas precisa e interesante la venida de V. lo mas pronto que sea posihle para que acordemos el plan que debemos adoptar, como que es V. el que ha de mandar en jefe el ejército que se forme. Entre tanto V. llega, se va adelantando lo que se pueda i permita la escasez de recursos.*! San Martin, dando por razón el mal estado de salud, no salió de Mendoza; pero inspirado siempre por el vivo anhelo de con- tribuir por todos medios a la destrucción completa del poder español i al afianzamiento de la independencia, concibió entonces un plan de operaciones que hemos recordado antes (5), que no llegó a ernpren» derse, i que en caso de haberlo sido, no habria dado resultado alguno, por cuanto la anunciada espedicion enemiga no habia podido salir de España.

Era ese el tiempo en que se preparaba en Chile la segunda salida de la escuadra para las costas del Perú. I>ord Cochrane, con esa alta penetración de su admirable jenio militar, i con la brillante audacia que le era característica, sostenia resueltamente que el medio mas se- guro de desconcertar todos los planes de España i de frustrar las espe- diciones que ella organizase, era estender la revolución a todo el con- tinente, llevarla inmediatamente al Perú, como centro de los recursos i del poder de la metrópoli, i "dar ocupación al enemigo en su propia casan, decia, para anonadar su acción. Después de su primera espedi- cion a las costas de ese virreinato, habia regresado a Valparaiso persua- dido de que allí estaba la opinión perfectamente preparada para un levantamiento jeneral contra la dominación realista, i creia que el desera- barco de algunos centenares de soldados, i la distribución de dos o tres mil fusiles a las jentes del pais, iban a formar en |>ocos meses un ejér- cito formidable que decidiese el triunfo de la revolución. De este convencimiento nació el plan de campaña que, según contamos antes, presentó en esa ocasión al gobierno con la mas porfiada persistencia.

(5) Véase el § 8, cap. XI\'. En sus comunicaciones al gobierno de Buenos Aires que lo llamalxi con instancias, San Martin contestal^a que el mal estado de su salud no le permitia ponerse prontamente en marcha. Escribiendo a O'Higgins para pro- ponerle el plan de operaciones navales contra la escuadra que, sq^un las noticias que se tenian, debía llegar de Espafia, plan que hemos dado a conocer en otra parte, le decia lo que sigue en carta "mni reservadan, de fecha de 28 de julio: ««Se ine llama c<m la mayor cxijencia a Buenos Aires; pero no partiré hasta recibir la contestacioik de V.: le ruego por nuestra amistad no me la demore un solo momentait

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 56$

P^ía solo ochocienlos o mil hombres para iniciar una enjprcsa que, segon la creencia jenera), exijia fuerzas i recursos que era muí difíci) completar en Chile. El gobierno i el senado, como sabemos, tuvieron mui buenas razones para no dar su aprobación a ese proyecto; pero si nos es permitido avanzar una opinión histórica sobre lo que hubiera podido suceder si se hubiese llevado a efecto esa es()edicion, no es aventurado presumir que el jenio de Cochrane, tan audaz como inven- tivo, habría conseguido seguramente fatigar con movimientos rápidos i resueltos a las tropas del virrei, aminorar considerablemente el poder moral de éste, i tal vez adelantar en un año la revolución efectiva del Perd. 2. Los grandes apres- 2. El anuncio de la formidable espedicion que

tos de España para » «-» .

reconquistar sus co- se preparaba en España para reconquistar estos

lonias, exitan algo paises, no abatió por un solo instante el ánimo

bierno a acelerar esa , , , ^ , ^, ., ^ r

espedicion. ^^ '^^ gobernantes de Chile. Con una fe inque-

brantable en el triunfo definitivo de la independencia, con aquella en- tereza de carácter que parecia crecer en las horas de mayor peligro, el supremo director asumió la actitud resuelta que exijia la situación. El convencimiento profundo que abrigaba desde años atrás de que solo llevando la libertad al Perú se daria el golpe de muerte a la do- minación colonial, se afianzó mas i mas en su ánimo en presencia de his arrogantes amenazas de la antigua metrópoli. La actividad guber- nativa para allanar todos los obstáculos que se oponian a esa gran- diosa empresa, se acentuó mas vigorosamente desde entonces.

O'Higgins creyó que debia dar cuenta al pais del peligro que le amenazaba, exaltar su patriotismo, i exijir de todos la cooperación para salvar a Chile de la proyectada reconquista española afianzando la independencia nacional, no en nuestro propio suelo, donde ya esta- ba conquistada, sino en el centro mismo del poder i de los recursos de sus antiguos opresores. Con este objeto, publicó el i.** de setiembre- de 18 1 9, un corto manifiesto que hizo circular profusamente en todos los pueblos det estado, i que la historia debe recordar como la cspre- sion de las ideas que dominaban en el gobierno en presencia de la crisis tremenda que se veia nacer. •» Nueve años de combates i de triunfos, decia O'Higgins a los pueblos, os han enseñado a sufrir i a vencer. He- mos llegado al período del último sacrificio, i es necesario arrostrarlo. Él va a presentarnos o el i)remio inalterable de los trabajos, o el aniqui- lamiento de la patria. . . Nada ha conseguido Chile arrojando de su seno a los enemigos sino asegura su tranquilidad destruyendo a los opresores de Lima, i franqueándose aquellas relaciones capaces de re*-

566 HISTORIA DE CHILE 1819

compensar sus fatigas. Todo lo liemos perdido, i los tiranos lo han ganado todo, logran la victoria del golpe fuerte que nos amaga. Chile ha decretado la espedicion ausiliar de los añijidos peruanos. España dispone otra de diez i ocho mil hombres para esterminar las preciosas rejiones de Sur- América, i ha salido de Cádiz una respetable fuerza na- val que vengue la presa de su María Isabel con la destrucción de nues- tra escuadra. . . Ellos se obstinan en dilatar la guerra: nosotros en con- cluirla para felicidad del país i de todo el jénero humano. Su empresa es toda de sangre: la nuestra es de honor, de prosperidad i de beneñcencia. Ellos concitan el odio eterno de todos los que piensan: nosotros inte- resamos la gratitud de los oprimidos, el rubor de los indolentes i las bendiciones de los verd«aderos patriotas, n

Pronunciándose en seguida con marcada exaltación contra los indi- ferentes que creían llenar sus deberes de ciudadanos con solo no mez- clarse dn la contienda, i contra los espíritus inquietos que por una ambición insensata o desenfrenada, o por cualquier otro motivo, pu- dieran aprovechar los conflictos de la patria para perturbar el orden publico, pedia el concurso de todos los ciudadanos para salvar la si- tuación. "Me congratulo, decia, en leer en el semblante de cada ciuda- dano un patriotismo exaltado con el noble desprendimiento de todo el resto de sus fortunas para la libertad del Peni, i la resolución deci- dida de inmolar su misma existencia en la defensa del suelo hermoso donde vio la luz. Os he anunciado que en la hora de esta gloriosa em- presa, la patria está, por otra parte, en riesgo; i a esta intimación, yo os veo, ciudadanos, levantaros por un doble movimiento con aquel mismo ardor con que los romanos corrían a la plaza i a los muros, cuando se les decia por el majistrado que la República peligraba. Ellos no necesitaban otra señal de alarma. Para vosotros suena el grito de un segundo ínteres: Chile se consume en mismo si no em- prende la independencia del Perú en circunstancias que la España se propone acabar con la de todo el sur. . . Vamos a mostrar lodo el poder de la patria contra el de los tiranos. Acreditemos que ella exis- te, i que debe existir dichosa. Probemos que es incompatible que a'iente la libertad i que vivan sus verdugos (6).it

En confirmación de estas palabras, pocos días después salía de

(6) El manifiesto o proclama de que estractanjos estas palabras, lleva la fecha de i.^' de setiembre de 1819, i fué impreso en una hoja gp-ande a dos columnas, que s<: hizo circular profusamente en todos los pueblos de Chile. Su titulo es: El gohicrm} a los ptteblos.

l8l9 PARTK OCTAVA. CAPÍTULO XIX 567

^'alparaiso la escuadra chilena para ir a combatir al enemigo en las costas del Perií. El resultado de esta campaña naval, como dejamos ''e/erido, no correspondió a las esperanzas del gobierno; pero ella probó que la resolución de llevar a cabo la empresa de que allí se hablaba, era írioontrastable. Mientras tanto, los demás aprestos siguieron hacién- dose con firmeza i constancia.

r - Embarazos creados a 3. Desde que se hubo celebrado el contrato ^sa empresa por los tras- . 1 » w %• . ,

i.<:Drn<»s interiores de las P^*^^ ^I trasporte del ejército espedicionario, el

provincias arjeniinas: el gobierno chileno, sin tomar en cuenta las de- eo^io)<) de Buenos j/- , j , . . .,

-íXirei5 llama a las tropas "^í^s dificultades que se presentaban, inicio con

itacionadas en Men- grande actividad la recaudación del empréstito .ora: San Martin anun- j. .

¡a reservadanienic a cstraordinario acordado para sufragar los gastos

'lliggins su resolución ¿e la espedicion. En otra parte hemos dado a c desobedecer esa or-

^en. conocer algunos de los tropiezos que encontró

ia recaudación (7); pero la entereza del gobierno los allanó todos, o L mayor parto a lo menos; i los empresarios pudieron disponer de los ndos indispensables para adelantar los aprestos. El gobierno, ade- las, espidió las órdenes necesarias para reclutar jente en las provincias engrosar así los cuerpos del ejército; i a pesar de que los enrolamientos « marineros para la escuadra, la prolongación i los variados accidentes < la guerra habian dispersado i en parte agotado la población viril del ais, se reunieron, particularmente en el sur, cerca de dos mil hombres ue pasaron a llenar las bajas en las fílas patriotas. Se contaba también on que en la primavera próxima repasarian a Chile los cuerpos del jército de los Andes que estaban estacionados en la provincia de Cuyo, "■- que San Martin habia cuidado de aumentar con nueva recluta, distri- ^ouyendo al efecto sus tropas en los diversos pueblos de la provincia. Sobrevinieron entonces nuevas complicaciones i nuevas dificultades ^ue parecian dispuestas para impedir la realización de aquella em- presa. I^s noticias de España que llegaron a Buenos Aires en la segunda mitad de setiembre eran completamente tranquilizadoras respecto de la espedicion que allí se preparaba contra estos paises. Anunciábase que por diversas causas, i en especial por la escasez de recursos i por el descontento de las tropas que debían componerla, ya no podría llevarse a efecto. El supremo director Rondcau, creyéndose libre de todo peligro por ese lado, volvió a preocuparse de la espe- dicion libertadora del Perú cuya inñuencia en el desenlace definitivo

(7) Véase particularmente el § 3 del cap. XV.

568 HISTORIA DE CHILE

de la revolución hispano-americana no podía ocultarse a nadie (8). Pero aquellos propósitos, que indudablemente eran sinceros, iban a verse entorpecidos por otras causas.

Lns perturbaciones interiores de las provincias trasandinas tomaron tal intensidad que amenazaban todo el orden interior, al mismo tiem- po que los temores de una formidable invasión española, desvaneci- dos por un momento, tomaban nuevo cuerpo con mas recientes noti- cias. Con fecha de 8 de octubre el supremo director Rondeau ordenaba a San Martin que se trasladara con toda la infantería al pueblo de San Luis, i que reuniéndose allí con la caballería, se pusiera en marcha para Buenos Aires. A su paso por Santa Fe debia además conferen- ciar con el gobernador don Estanislao López a fín de reducirlo por un pacto solemne a no romper el estado de paz que habia negociado ¿interiormente con el gobierno de la capital. Ocho dias mas tarde esas órdenes eran mas perentorias todavía, porque se acentuaban mas i mas los peligros creados a Buenos Aires por la guerra civil. «A los interesantísimos objetos que impulsaron dichas supremas resoluciones» decia a San Martin el ministro de la guerra, se agrega hoi por desgra- cia la pérfída conducta del gobierno de Santa Fe, que olvidando el sagrado deber de la causa jeneral, e infrinjiendo escandalosamente los pactos celebrados, ha verifícado el rompimiento de la ominosa guerra que en vano se ha tratado de evitar aun con degradación de la auto- ridad suprema, i se predispone a una esforzada invasión mancomuna- da con el jefe de los orientales don'José Artigas i con el inquieto don José Miguel Carrera que dicen goza de gran predicamento en Entre Ríos, en circunstancias de que no contamos con los cuerpos de caba- llería necesarios a nuestra defensa en tan inesperada agresión (9).ti

Pero el prudente jeneral, muí dispuesto siempre a todo esfuerzo i sacriñcio contra el poder español, no queria dejarse arrastrar por el torbellino de la guerra civil. Antes que se le hiciesen estos premiosos llamamientos, San Martín había resuelto trasladarse a Buenos Aires

(8) "Por ahora, escribía Rondeau a Guido con fecha 4 de octubre, estamos fibm <ie espedicion española. . . Vo siempre fui de dictamen qoe debíamos hacer esfaer- zos sobre el Perú aun cuando realizasen ios españoles su invasión a este rio. Ahora con mas empeño me propongo llevar a cal)o este proyecto, i solo espero ver al je- neral San Martin que del)e llegar muí pronto aquí para acordar con el lo conve- niente. 1* Carta publicada en la VimUcacion histórica^ páj. 297. Va veremos que esta proyectada cooperación a aquella empresa, no pudo llevarse a efecto.

(9) Oficio del ministro de la guerra don Matías de Irigoyen a San Martin, Bue- nos Aires, 16 de octubre de 1891.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 569

fjara exijir del gobierno jeneral la cooperación (\ue éste tenia ofrecida ^anto a él personalmente como al gobierno de Chile para la proyectada «rspedicion libertadora del Perú. Habla salido en efecto de Mendoza a mediados de setiembre, acompañado solo por un ayudante i dos sol- <lados; pero se habia visto forzado a detenerse en San Luis; i por ñn no liego mas que hasta la po^ta del Sauce, en la provincia de Córdo- ba. Supo allí que el gobernador de Santa Fe, arrastrado por los otros caudillos a la causa de la revolución, habia roto las hostilidades con- tra Buenos Aires; i recelando con sobrada razón el caer prisionero de los insurrectos, dio la vuelta a Mendoza, i llegaba a esta ciudad el 17 de octubre (10). La desorganización creciente de aquellas provincias

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(10) San Martin daba cuenta de este viaie en carta escrita a O'IIigpins desde Mendoza el 19 de octubre en los términos si^ruientes: '«Compañero i ami^o amado:

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Antes de ayer he llegailo a ésta de regreso de la posta del Sauce, sin haber llegado a Buenos Aires con motivo de hal>erse roto las hostilidades por los de Santa Fe el 7 del corriente, sin haber dado aviso ninguno como estaba pactado en el armisticio; i una feliz casualidad me ha libertado de caer en manos de ellos, n Contestando esta carta con fecha de 29 de octubre, O'IIiggins decia a San Martin lo que sigue: "Compañero i amigo amado: Un millón de veces i de felicidades nos será recor- dado el momento casual que le ha librado de caer en manos de esa turba cuya co- dicia la hace hoi aparecer en la pampa. Sin duda creyeron los malvados aprovechar los momentos en que esperaban que por la espedicion española emigrasen familias pa- triotas a las ciudades i pueblos interiores para robarlas i destruirlas, o talvez espe- raban los momentos que ya debían considerar inmediatos del arribo de los españoles al Rio de la Plata i cooperar con ellos para el fin de sus depravadas maquinaciones. Acuérdese V., mi amigo, cuántas veces le he escrito i comunicado que no se esponga a los tiros de esos desnaturalizados! Si realizan sus negras intenciones i si casualmen- te no las evade V. ¿en qué conflicto no nos hallaríamos en estrjs momentos? La sola idea me aflije, como también los males que nos va a acarrear la incursión de tan atroz vandalaje. Vo no creo que Artigas quiera envilecer su nombre i ver recaer sobre la execración de este Estado en jeneral por la admisión en sus tropas del inmoral José Miguel Carrera i délos facinerosos que le acompañan. n La carta de que copiamos estas líneas no está publicada en la correspondencia de 0*Higgins que dio a luz don Bartolomé Mitre en los apéndices de su /fisiona de San Martin, Solo ha tomado de ella un corto pasaje referente al favorable estado interior del Perú para las futuras espediciones.

Los recelos de San Martin para no se^ir en esa ocasión su viaje a Buenos Aires, eran muí fundados. £1 gobernador López de Santa Fe, arrastrado por don Francis- co Ramírez, el caudillo de Entre Ríos, i por don José Miguel Carrera, rompía alevosamente el armisticio que tenia celebrado con el gobierno jeneral, i el primer acto de hostilidad de sus tropas fué, según se lee en la Gaceta de Buenos Aires de 3 de noviembre, el apresamiento de algunas personas que viajaban por esa pro- vincia bajo el estado de })az. Fué una de ellas el jeneral don Marcos Balcarce que venia a ofrecer sus servicios al gobierno de Chile. El representante de este país don

5 yo HISTORIA DE CHILE

lo había disgustado sobre manera. Al recibir en Mendoza las primeras comunicaciones en que con tanta urjencía se le ordenaba que se tras- ladase a la capital con las fuerzas de su mando, San Martin contestó el 24 de octubre estas palabras c^ue dejan traslucir por su sequedad el estado de su espíritu: <tSe pondrá en movimiento toda ía caballería del ejército en el momento de recolectar las caballadas i muladas, hasta la provincia de Córdoba. . . La ñacura i mal estado de las caba- lladas, me imposibilitan absolutamente, así como la falta de recados para poder hacer marchar ninguna infantería, pues toda ella quedará según V. S. me previene, acantonada en San Luis.11 En todo su oficio no había una sola de esas palabras decisivas i ardorosas que San Martin acostumbraba emplear en sus comunicaciones, ni dejaba ver si él mis- mo se pondría en viaje con las fuerzas de su mando.

Aquellos acontecimientos creaban, en efecto, a San Martin una si- tuación mui difícil, l^ guerra civil en que estaba resuelto a no tomar parte, debia fatalmente retardar la espcdicion libertadora al Perú, o a lo menos impedir que ésta contase con todos los recursos ¡ con las fuerzas que se creían indispensables. por el espíritu de orden i de disciplina de que quería dar ejemplo para prestijiar a las autoridades constituidas, i para desautorizar la anarquía, San Martin se sentía em- barazado para desobedecer a su gobierno, los altos intereses de la gran causa a que había consagrado toda su intelíjcncia i toda su actividad, no le permitían empeñar las tropas de su mando en una contienda fra- tricida en que habían de agotarse i de perderse, en vez de llevarlas a consumar la obra de la independencia americana. Debió pasar enton- ces por horas de mortal perplejidad; pero su juicio frió i penetrante i su elevado patriotismo le trazaron claramente la línea del deber. "Ten- go la orden, escribía a O'Híggins el 9 de noviembre, de marchar a la capital con toda mi caballería i la infantería que pueda montar; pero

Miguel ^añartu reclamó la libertad de Baicarce como militar chileno; pero no se le hizo caso por entonces, i este último permaneció detenido algún tiempo mas.

Sobre el verdadero objeto del proyectado viaje de San M artin a Buenos Aires, da ma» luz su correspondencia particular que los documentos oficiales. En carta dirijida a (íuido desde San Luis con fecha de 21 de setiemlire le dice que ha llega- do a esc pueblo tan fatigado que tendria que demorarse algunos dios, i le hace vario;» encargos para que en Chile se aceleren los aprestos espediciooarios; i el 3 de octubre escribía a O'Higgins que el dia siguiente continuaria su viaje a Buenos Aires. San Martin se proponia estar de vuelta en Mendoza a mediados de noviem- bre; pero, como decimos mas arriba, no alcanzó a realizar su propósito, viéndose obligado a volverse del camino.

iSlQ PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 57 I

me parece imposible poderlo realizar, tanto por la flacura de los ani- ma'es, como por la falta de numerario, pues los ausilios que me han remitido en letras han sido protestadas por este comercio, siendo así que venian de comerciantes ingleses.»! I en seguida, bajo la reco- mendación de •• reservado para usted solot», le revelaba la verdad de sus propósitos con aquel'a franqueza que le inspiraba el mas fíel i el mas sólido de los amigos. ««No pierda usted un momento, decia, en avisarme el resultado de Cochrane, para, sin perder un solo momento, marchar con toda la división a esa (Santiago), escepto un escuadrón de granaderos que dejaré en San l-.uis para resguardo de la provincia. que va a cargar sobre una responsabilidad terrible; pero si no se emprende la espedicion al Peiií todo se lo lleva el diablo. Dígame usted cómo está la artillería de batalla i montaña para la espedicion, pues si falta, podemos llevar de la que tenemos en ésta. Tengo reuni- dos en ésta dos mil caballos sobresalientes, los que marcharán a esa con la división. Si vienen noticias favorables de la escuadra, haga us- ted que estén prontas todas las muías de silla i carga del valle (de Aconcagua) para (|ue trasporten los cuerpos del pié de la cordillera a esa capital. Esia resolución, que O'Higgins guardó con la mayor re- serva, sin comunicarla sic^uiera a alguno de sus ministros, venia a facilitar considerablemente los aprestos para la espedicion libertadora.

I^ contestación de O'Higgins a esta confidencia no se hizo esperar, i ella revelaba la unidad de propósitos i de aspiraciones que guiaba a ambos. Después de comunicarle las ultimas noticias que se habian recibido del Peni, la dispersión de la división naval que venia de Es. paña, i el probable naufrajio del navio San Telmo^ le agregaba estas palabras: "Va ve usted, querido amigo, que la suerte se nos presenta propicia, i que a usted se proporciona una ocasión i un motivo justo para resistir la orden de su gobierno. Sin la libertad del Perú, esté us- ted convencido de que no podemos salvarnos, i éste es el momento de venir a Chile con esas tropas, seguro de que a los dos meses estamos en camino para lograr el objeto tan deseado. Aun cuando supongamos que el navio San Telmo haya podido tomar puerto enemigo en el Pa- cífico, mientras se refacciona i se reúne a los otros barcos en el Callao, nosotros tenemos la superioridad. Así, pues, venga usted, mi amigo, vuele, i se coronará la obra.»»

Sin embargo, San Martin no podia cumplir esa resolución por medio de una desobediencia inmediata í estrepitosa a las órdenes del gobier- no. Le era necesario proceder con mucha cautela, disimular por algún tiempo sus propósitos, ganarse la adhesión absoluta de los oficiales que

57«

HISTORIA DE CHILE

estaban a sus órdenesi i esperar el momento propicio para la acción sin producir una ruptura abierta, i aun obteniendo, si era posible, una modífícacion de las resoluciones gubernativas. Mientras tanto, el go* l)ierno de Buenos Aires redoblaba sus instancias t sus órdenes en tér- n)inos mas premiosos que los que habia empleado hasta entonces. «''I'odos los motivos que hacian urjente la aproximación del ejército de su mando, decia a San Martin el supremo director Rondeau en oñ* cío ••reser\'adísimo>i de lo de noviembre, son un átomo respecto de los que han ocurrido en estos últimos dias. Ellos son de un orden su- perior a todo lo que puede imajinarse; i ponen en el mas grande de los conflictos, no ya a la presente administración, sino directamente la existencia de todas las provincias.ti El gobierno de Buenos Aires no podia emplear espresiones mas vivas para empeñar a San Martin a acudir con sus fuerzas a la defensa de la capital. En vista de esas dr» denes, se vio éste en la necesidad de anunciar que el lo de diciembre se pondrian en marcha para Córdoba las fuerzas de su mando (i i); pero antes de que se efectuase ese movimiento, nuevas complicaciones in- teriores vinieron a servirle de escusa para mantenerse en su estudiada inacción.

En efecto, la desorganización política en las provincias arjentínas seguía tomando las mas tremendas proporciones. En la noche del i r de noviembre habia estallado en Tucuman un escandaloso motín mi- litar, encabezado por un capitán oscuro de uno de los pequeños pi- quetes de tropas que habian quedado en la ciudad, pero que encon* traba aix)yo en la opinión de la provincia. El jeneral Bdgrano hatúa sido reducido a prisión; i de allí partieron emisarios para sublevar el ejército acantonado en Córdoba bajo las órdenes del jeneral don Fran- cisco de la Cruz (12). Estos acontecimientos, que en otras circuns- tancias habrían debido acelerar la marcha de las tropas estacionadas

(11) Oficios de San Martin de 22 de noviembre al gobernador de Córdoba í al je* neral don P>ancisco de la Cruz, jefe interino del ejército patriota estacionado en esa ciudad. La razón que en ellos daba aquél para aplazar la marcha de sus tropas hasta dieziocho dias mas tarde, era la falta de recursos i de caballos, por lo cual pedia que se le aprontasen das mil en Córdoba. La carta confidencial escrita a O'HíggiDs^ ^lue dejamos copiada mas atrás, demuestra de sobra que San Martin tenía entonces los elementos de movilidarl necesarios para la marcha de que se trataba*

(12) Estos trascendentales acontecimientos referidos mas o menos confusa e in- completamente en los documentos de la época i en algunas relaciones posteriores, han sido suficieiitemcnte esclarecidos por don Bartolomé Mitre en el cap. XXXVIII de su Historia Je Bdgrauo^ tomo III, páj. 28 i signientes de la tercera edición.

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l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 573

^^^n Mendoza para reprimir los movimientos revolucionarios que aso- melaban por todas partes, sirvieron a San Martin de pretesto para justi- ATicar la actitud que estaba resuelto a tomar. "Este desagradable inci- «fílente, decia al gobierno de Buenos Aires en oficio de 7 de diciembre, «jnido a los avisos que he recibido por la via de Córdoba de que el .xnovimiento de Tucuman estaba de acuerdo con el que debia ejecu- %irse en esta provincia (Cuyo) luego que se verifícase la salida del ^ército, me ha hecho suspender la marcha que debia emprender el 11 j;)or la mañana con dirección a esa capital, m En el mismo ofício habla- iia nuevamente del deplorable estado de su salud, e indicaba su de- terminación de trasladarse prontamente a Chile a buscar su restable- cimiento (13).

^. Actitud resucita del 4. Los sucesos que acabamos de recordar, aun- Tv* °d ^1 s ed" ^"^ imperfectamente conocidos en Chile, puesto don sin aguardar los que los periódicos parecían comprometidos a no

refuerzos que se es- darjcuenta de ellos, mantenían una gran inquietud

peratvan de Mendo- 1 . o j 1 * j

za: San Martin re- ^^ ^^ opmion. Se creía en todos los ordenes socia-

grcsaa Santiago. les que la espedicion al Perú, afianzando sóli- damente la independencia de Chile, iba a poner término definitivo a la guerra que había asolado nuestro territorio, i al mantenimiento de un ejército i de una escuadra que consumían todos los recursos del país; a afíanzar i robustecer las libertades públicas; a suprimir las onerosas contribuciones que pesaban sobre el pueblo; a abrir mercados a nuestros productos, i por tanto a dar un gran desarrollo a la indus- tria, al comercio i a la ri(]ueza pública. No es estraño que se miraran con impaciencia i con disgustos las dilaciones que esperimentaba la realización de esa empresa, i que la tardanza que ponía San Martin en regresar a Chile con las tropas que se hallaban en Mendoza, causara

(13) El gobierno de Buenos Aires no tenia entonces lu menor idea de los propósi- tos de San Martin, ni sospechaba siquiera que éste pudiera desobedecer sus órde- denes. Don Miguel Zañartu, el ájente diplomático del gobierno de Chile, comuni- cáis a éste con todo orden i regularidad cuanto ocurría en aquella capital. £^ comunicación de 28 de diciembre de 1819, después de informarle de los progresos de la anarquía, i del peligro de un derrumbamiento completo de todo el orden pú- blico, decia lo que sigue: "San Martin no aproxima sus tropas, por mas que se repi- ten a este fín las órdenes del gobierno. Eu la subordinación acreditada de aquel jefe, solo queda lugar para pensar que no ha podido su empeño vencer la resistencia del pueblo (Mendoza) que debe proporcionarle los recursos para esta campaña, ni contrastar el torrente i odio casi universal ({ue esplican las provincias contra la actual administración, n

574

HISTORIA DK CHILK

un gran descontento. £1 senado se hizo entonces órgano resuelto de las aspiraciones populares en un documento justamente memorable- El director supremo que diriiia esos negocios con una gran circuns- pección, habia guardado una absoluta reserva acerca de la resolución so- lemne que le habia comunicado San Martin; i como creia seguro el arri- bo de éste con las fuerzas estacionadas en Mendoza, esperaba solo esto para acelerar los últimos preparativos para la partida de la espedicion. Mientras tanto, los empresarios que habian contratado el trasporte del ejército, se habian comprometido a tenerlo todo listo para enero de 1820, i como el retardo de San Martin dcbia aplazar la partida de la espedicion, O'Higgins se vio en el deber de ordenar una suspensión momentánea de esos trabajos. Los empresarios, perjudicados por esa resolución, interpusieron querella ante el senado: i este alto cuerpo en acuerdo de 22 de diciembre, resolvió que "se activase cuanta dilijen- cia hubiese pendiente a efecto de que al regreso de la escuadra, i faci- litada o no la venida del señor jeneral don José de San Martin, se ejecutase la espedicion, teniendo presente, agregaba el acuerdo, que debemos sostener la escuadra conservando el ejército para una guerra puramente i>as¡va, el pais se consume i se agotan los recursos; i así que aun((uc llegue el caso de que el jeneral i sus tropas ultramontanas no puedan ayudarnos, nosotros debemos, arrostrando por todos los ries- gos i sacriñcíos, poner en planta el proyecto espedicionario (i4).t« El

(14) Acta del senado de 22 de diciembre de 1819. El oficio pasado con este mo- tivo al director supremo, es el siguiente:

"Kxcmo. señor: —A pesar del inesperado resultado de nuestra espedicion maríti- ma, la suerte favorable nos ha puesto en el dominio del Pacifico. Por momentos se espera la escuadra, i seguramente con el designio de convoyar las tropas de desemliarco al Perú. El cumplimiento del plazo espira el i.^ del entrante. El em- presario dun Felipe del Solar, llamado por el senado para examinar el estado ds aquella negfx:iacion, asegura que están con orden de V. K. suspendidas sos traba- jos, i que aunque ha oficiado consultando si los continúa, no obstante de bailarse descubierto de las cantidades ({ue le son debidas, aun no se le ha contestado. En estas circunstancias, ha parecido de necesidad interpelar la suprema autoridad de V. K. para ciue se active cuanta dilijencia hai i)endiente, i se acopie lo nece- sario, a fin de que, llegada la escuadra i facilitada o no la venida del jeneral señor don José de San Martin, se ejecute sin pérdida de momentos la espedicion acorda- da con V. E., que ya no hai motivo que la embarace, antes muchos que diariamente impelen a practicarla. VA\o es que se ha de sostener la armada i sin objeto si no vamos al Perú; se ha de mantener el ejército, i no es posible sea solo para esperar enemigos i sufrir una guerra pasiva: los recursos se agotan, i nos instan porque sa« cudamos aquella carga. Todo el pueblo clama por un paso de que pende la suelte i felicidad de la patria. Ojalá V. K. se uniera algún dia al senado en sus acuerdos

Tr.

l8l9 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 575

senado acordó pocos días después que uno de sus miembros mas pres- tijiosos i caracterizados, don Francisco Antonio Pérez, se acercase al director supremo a pedirle que sin esperar mas tiempo las tropas que se hallaban en Mendoza, se pusiera él a la cabeza del ejército, i que emprendiese la campaña libertadora del Perú con los solos recursos ^ue Chile podia suministrar. Esta exijencia a que O'Higgins no podia <jar una negativa perentoria i terminante, le creaba una situación su- maniemle embarazosa.

Por fortuna, San Martin estaba firmemente resuelto a cumplir la palabra que tenia empeñada. En efecto, el 26 de diciembre dirijia al gobierno de Buenos Aires el oficio siguiente: "Fin vano han sido mis c:ontínuas reclamaciones a V. E. por el espacio de tres años para que me concediese la separación del mando del ejército con el objeio de j-ecuperar mi salud. Ya no es necesaria nueva reclamación, pues mi •postración absoluta me hace separarme de este encargo. Si V. E. no «nombra otro jeneral, el ejército está espuesto a su disolución. Pasado vnañana marcho para los baños de Cauquenes; i aunque con ellos es- •;i>cr imente alguna mejoria en mis dolores reumáticos, mi enfermedad Ski pecho no me permitirá por mucho tiempo dedicarme a trabajo alguno (15)." Después de dar sus instrucciones al coronel don Rude- sindo Al varado, que le merecía la mas completa confianza, i de tomar

-para disponer el modo i forma Je veriñcarla en cualquier evento. No porque el jeneral i sus tropas ultramontanas se hallen impedidos, debemos ceder en laempre* sa. Sin ella, nos acercamos cada dia a nuestra ruina, i emprendiéndola, arrostrando riesgos i no omitiendo sacrificios, podemos conseguir la felicidad a que aspiramos. VA senado no perderá tiempo en facilitar los arbitrios, mientras V. E. pretermitiendo cualquiera otra ocupación, del)e dedicarse a la ejecución de este proyecto, a que el senado i todos los pueblos le incitan con el mayor encarecimiento. Dios guarde a V. E. ^Jl'AN AüiisriN Alcalde, presidente. /ost- María Villarreal^ secre- tario, ti

Trascribimos aquí íntegro este documento para dejar definitivamente asentada, con pruel)as incontrovertibles, la verdad de las rectificaciones históricas a que des- tinamos la nota 69 del capitulo XII de esta misma parte de nuestro libro.

(15) El gobierno de Buenos Aires creyó al parecer la enfermedad de San Martín. En dos oficios firmados por el supremo director Kondeau el 18 de diciembre i en 8 de enero de 1820, en contestación a las representaciones de aquél, lo autorizaba en términos de sincera estimación, para pasar a Chile a restablecer su salud; le encar- galxi que confiara el mando de las tropas que habia en la provincia de Cuyo, al co- ronel d(m Kudesindo Al varado o al de igual clase don Mariano Necochea, i que él conservase siempre el rango de jeneral en jefe de todo el ejército de los Andes, prestándole la atención que fuese compatible con el estado valetudinario en que se hallalKi.

576 HISTORIA DB CKILE 1820

Otras medidas que lo retuvieron en Mendoza algunos días mas, San Martin, llamado premiosamente por O'Higgins, partía para Chile, i lle- gaba a Santiago en la noche del 14 de enero de 1820 (16). £1 gobierno i el pueblo lo recibieron con las mas calorosas manifestaciones de en- tusiasmo.

Se creyó entonces que la espedicion libertadora podría partir en imo o dos meses mas. Los aprestos que se hacían en la maestranza se ac- tivaron con toda la efícacia que permitían los escasos recursos del país. La recaudación del impuesto estraordinario de guerra seguía hacién- dose con toda regularidad; i el periódico oficial publicaba ademas frecuentes listas de donativos, que si no eran de gran valor, revelaban al menos la decisión popular en favor de aquella empresa. Pero todo esto no resolvía la situación. San Martin guardaba una esmerada reserva sobre la actitud que pensaba tomar en medio de tantas í tan difíciles complicaciones; i quedaba ademas otro punto oscuro que era motivo de las mas vivas inquietudes. Se pensaba en enviar al Peni una espe- dicion de seis mil hombres, numero que había propuesto aquel jeneral en sus planes de campaña. Se creía posible completar en Chile con la nueva recluta hasta cuatro mil soldados; ¡lero se contaba ademas con la división del ejército de los Andes que en el otoño anterior había pasado a Mendoza. Compuesta entonces de 1,253 hombres(i7), en sa mayor parte chilenos, habia sido elevada por San Martin a cerca de dos mil hombres con la recluta reunida en los tres pueblos de la provincia

(16) Aunque San Martin fué recibido en Santiago con manifestaciones de contento oficial i público, la Gaceta ministerial no dijo una sola palabra de su arribo, sin duda para no comprometer la situación equívoca de ese jeneral con anuncios imprudentes acerca del objeto de su viaje . El Telégrafo de 21 de enero, por su parte, anunció la vuelta de San Martin en estos términos: "El viernes por la noche hizo su entrada en esta capital el ilustre vencedor de Chacabuco i Maipo; i aunque él habia suplicado que no se le hiciese recibimiento púl>lico, S. E. el supremo director salió a recibirlo a dos leguas de la ciudad, acompañado de toda la plana mayor del ejército unido. Igual- mente salieron a su encuentro una diputación del ilustre ayuntamiento, i gran nú* mero de personas de todas clases de esta capital. Luego que S. £. (San Martin) llegó a su palacio, el cabildo pasó a felicitarlo: i se sirvió un lucido refresco a que asistieron todas las personas visibles de este vecindario, contentas de tener otra \cl en su seno al ilustre jeneral San Martin. Esperamos que su interesante salud se restablecerá pronto; i que su presencia servirá de estimulo para acelerar la ejecución de los altos designios que ajitan al gobierno, i que son esencialmente necesarios a nuestra felicidad, n En estos términos velados se hablaba alli déla espedicion li- bertadora del Perú, i se omitía anunciar que San Martin venia a ponerse a la cabeza del ejército.

(17) Véase mas atrás la nota óSdel cap. XII.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 577

de Cuyo. El senado de Chile, después de haber enviado una comisión a conferenciar sobre esos asuntos con el director supremo, i de informarse otra vez de la decidida resolución de éste, "acordó en sesión de 20 de enero, que la espedicion marchase al cargo del señor brigadier don José de San Martin, i que se pidiese al supremo director que le titulase nuevamente jeneral de los ejércitos unidos, a fin, decia, de que, orga- nizándolos cuanto antes, los ponga en estado de espedicionar; en la in- telijencia de que la espedicion debe componerse de í^eis mil hombres, i de que si no los tiene disponibles el estado de Chile, debería incitarse al señor jeneral para que en el caso de estar a su disposición las tropas que existen en Mendoza, se sirva pedir las que sean necesarias para enterar el número (i8).ri Aunque el director supremo lo representó así a San Martin, no pudo saberse con certidumbre absoluta si era posible contar con esas tropas; porque si bien este era el deseo i el propósito del jeneral en jefe, se sabia que el gobierno de Buenos Aires las lla- maba empeñosamente para la defensa de la capital; i se temia ademas que las profundas perturbaciones que ajilaban aquellas provincias, contaminaran el espíritu de rebelión en esas tropas i acabasen por pro- ducir su desorganización. 5. Sublevación de una 5. Estos líltimos recelos eran perfectamente

parte de las tropas p-x- / j j r » 1

Ínulas que estnhan en la 'undados. La anarquía jeneral que se venia pre- prfA-incia de Cuyo: per parando desde tiempo atras en las provincias

turbación (lue estos su- •jjit^«iit^i r ,

ccsos producen en Chile: "nidas del Rio de la Plata, tomó en los prime- el gobierno i el senado ros dias de 1 820 una tal intensidad que pare-

deciden la espedicion al . j .1 , ^ ,

rerú a pesar de todas ^la anunciar la destrucción de todo orden en las dirtcultadcs. aquel dilatado territorio. Por todas partes aso-

maban las ideas de federación i de gobierno local, sostenidas con mas

(18) Acta de la sesión del senado de 20 de enero de 1820 i documentos que la acompañan. En el oficio dirijido por O'IIiggins a San Martin con fecha de 22 del mismo mes, se lee lo que sigue: "Bajo este concepto, espera el gobierno que si en el círculo de las facultades de V. E. está el ordenar a la división de Mendoza que repase la cordillera, se sirva así disponerlo respecto del batallón núm. i de cazado- res, los escuadrones de cazadores a cabalh» i el mayor número de artilleros con al- gunas piezas i el tren corresi)ondiente. El horizonte político de la provincia de Cuyo no presenta por ahora síntomas alarmantes, aun cuando algunos pueblos de su com- prensión se hayan desgraciadamente manifestado bajo el inicuo carácter de refracta- rios; pero si para arredrarlo hasta su esterminio, se necesitan fuerzas que reemplacen las ya indicadas, está pronto el gobierno a remitir en la presente cordillera quinien- tos reclutas para formar un batallón de infantería que unido al rejimiento de grana- deros a caballo i al piquete de artillería, constituya una fuerza capaz de conservar el orden público i de castigar cualquiera atentación. »f

Tomo XII 37

57^ HISTORIA DE CHILE 182O

O menos vigor por caudillos turbulentos i animosos que encontraban apoyo en la opinión de los pueblos. Desde principios de diciembre anterior habia salido a campaña el supremo director Rondeau, habia reunido laboriosamente cerca de dos mil hombres, i se disponia a defen- der la provincia de Buenos Aires contra la agresión de las numerosas montoneras que capitaneaban los gobernadores de Entre Rios i de Santa Fe. Con éstos iba también don José Miguel Carrera a la cabe- za de una banda de aventureros de diversas nacionalidades, que habia tomado el pomposo nombre de ««división chilena.n Las tropas agreso- ras ascendian aproximativamente a mil seiscientos hombres; pero cada dia se engrosaban con nuevos ausiliares, i se hacían mas arrogantes i atrevidas. Ante esa peligrosa situación, Rondeau llamaba empeñosa- mente al ejército de Belgrano, que se hallaba en Córdoba con fuerza <le dos mil hombres, i a la división que tenia San Martin en la pro- vincia de Cuyo con un niímero casi igual de soldados.

Si esas tropas hubieran podido reunirse, i si hubiesen estado alen- tadas por el espíritu de orden que les suponia el gobierno de Buenos Aires, habrian sin duda alguna salvado a esta provincia; pero el des- quiciamiento era mucho mas jeneral de lo que entonces se creía, i ha- bia ganado al mismo ejército, entre cuyos jefes i oficiales habia muchos que simpatizaban con aquella gran revoli:cion, i que estaban dispuestos a servirla. Belgrano, vuelto al mando de su ejército después del motín de Tucuman que hemos recordado antes, se puso en marcha para el litoral el 12 de diciembre. Ante su tropas, se retiraban artificiosamente las montoneras insurrectas sin atreverse a empeñar combate. En la no- che del 7 de enero de 1820, hallándose acampado en Arequito, sobre la márjen del rio Tercero o Carcarañá, se pronunció un levantamiento capitaneado por algunos de los jefes, que si desde el primer momento no comprometió a todo el ejército, produjo después de numerosas peripecias, la disolución completa de éste (19).

(19) La sublevación de Arc:(|uito, contada con bastante verdad en sus antecedentes i en su ejecución por uno de sus promotores i fautores, el jeneral don José María l*az (entonces teniente coronel) en las primeras trcinia pajinas del tomo II <le >us Menorías postumas (Buenos Aire?, 1855), ha sido referida con mayor luz tmiavia por (ion Bartolomé Mitre en el cap. XXXIX de su Historia de Belgrano. Nosotros pt)d riamos hacer olra relación de estos mismos sucesos aprovechando nlgunas notas suministradas por uno de los jefes que ese dia quedaron fieles a Belgrano, el cor(»nel don Francisco Antonio Pinto, mas tarde jeneral i presidente de Chile, su patria; pa- rodia nos obligaría a entrar en acontecimientos que no están perfectamente reiacio. nath's con el asunto de esias pajinas.

l820 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XIX 579

En medio de aquel trastorno jeneral en las provincias, la de Cuyo se habia mantenido perfectamente tranquila. La vijilancia inte- lijente de San Martin, su prestijio militar i el ascendiente que ejercían sobre los soldados sus jefes inmediatos, habían mantenido un orden perfecto, a pesar de que el espíritu de rebelión asomaba por todas partes. El jeneral en jefe habia distribuido las fuerzas que allí tenia en los tres pueblos principales de la provincia, el batallón de cazadores de infantería a las órdenes de su sej¿;undo comandante, el teniente co- ronel don Severo García de Sequeira, en San Juan; el rejiíniento de granaderos de caballería bajo el mando del teniente coronel don Ni- casio Ramayo en San Luis: i en Mendoza los cazadores montados que mandaba el coronel don Mariano Necochea, i la artillería. Mientras San Martin se mantuvo allí, el orden fué inalterable; pero como dice un distinguido historiador arjenlino, ««el principio disolvente flotaba en la atmósfera, i todas las fuerzas concurrían a la catástrofe política i social, que no estaba en la mano del gobierno central prevenir (20). m Indudablemente, si esas tropas hubiesen sido puestas en campaña en contra de las provincias rebeladas, se habrían agregado en todo o en parte a la revolución; como el día que San Martin se separó de ellas, estalló un desastroso levantamiento.

En efecto, en la madrugada del 9 de enero, el batallón de cazadores de infantería, fuerte de novecientas plazas, salía de su cuartel movido por sus sarjentos, i ocupaba la plaza principal de San Juan en abierta rebelión. Tres oficiales de antecedentes poco satisfactorios, el capitán don Mariano Mendizábal i los tenientes don Pablo Morillo i don Francisco Solano Corro, encabezaban el movimiento, al cual se agre- garon algunos vecinos de espíritu turbulento, a los gritos de «¡viva la federación! ;mucra el tiranoln, (jue repetía la tropa. Los amotinados se apoderaron de un cuartel de guardias nacionales, después de un corto combate que costó la vida al ofícial que lo defendía. El coman- dante del cuerpo, i los oficiales que quedaban fieles, habían sido apre- sados; í como trataran de ganarse a sus centinelas para efectuar una contrarevolucíon, fueron maltratados i sometidos a mas dura vijilancia. La soldadesca cometió en el pueblo todo jénero de excesos.

Aquel motin no correspondía en verdad a ningún propósito político, ni estaba relacionado con los movimientos de igual especie que se re- petían en otras provincias. Era simi)Iemente la espresion de esc es-

(20) Mitre, Historia de fíe! serano ^ cap. XXXIX.

580 HISTORIA DE CHILE 1820

píritu anárquico que asomaba por todas partes. Los caudillos del levantamiento, riñeron entre antes de mucho. Mendizáhal, que se titulaba gobernador de San Juan, viendo mui comprometida su au- toridad, trató de capitular con el coronel Alvarado, que habla quedado en Mendoza como jefe de todas las fuerzas, después de la partida de San Martin, i ya sea por humanidad o por cálculo, dispuso la libertad del comandante Sequeira i de tres oficiales que mantenia presos, a condición de que partiesen para Chile. Pero la tropa no parecia apro- bar estas medidas. Apoyado en ella. Corro depuso i desterró a Men- dizábal; i por un acto de la mas feroz e innecesaria inhumanidad, mandó alcanzar a los oficiales que marchaban a Chile, por una partida de soldados que los sacrificó a sablazos (21). Aquel desorden se conti- nuó en todo el distrito de San Juan, hasta que dispersándose poco a poco la mayor parte de la tropa sublevada, se restableció una tranqui- lidad relativa bajo nuevas autoridades.

Aquel escandaloso atentado no tuvo por entonces correctivo eficaz. El coronel Alvarado, que se hallaba en Mendoza, quiso en el primer momento sofocar la insurrección de San Juan. Puso para ello sobre las armas los cazadores montados i la brigada de artillería que estaba bajo sus órdenes, i emprendió la marcha con infinitas precauciones, i en realidad sin mucha resolución. Recelaba, en efecto, que esas tropas, insuficientes para vencer al batallón sublevado, i en cuya fidelidad no podia tener absoluta confianza, fuesen batidas por los insurrectos, o que sin combatir se plegasen a éstos, haciendo así mucho mas desas- trosa la situación de la provincia, i exitando nuevos desmanes, i entre ellos el asesinato de los oficiales o paisanos que eran retenidos en prisión. El jeneral San Martin, al saber en Santiago con el mas vivo dolor las ocurrencias de San Juan, comprendió igualmente que no era posible ni conveniente ocurrir a las armas para dominar la insurrec- ción. Las primeras instrucciones trasmitidas a Alvarado, le recomen- daban que se abstuviera de todo movimiento militar, i que tratara de atraerse a los insurrectos por medio de arreglos pacíficos. Con ese objeto, hizo partir de Santiago el i.° de febrero, al sarjento mayor don Domingo Torres, con autoridad suficiente para negociar el someti-

(21) Las víctimas de esta sanj^rienta trajedia fueron el comandante Sequeira, el sarjento mayor don Lucio Salvadores (ambos arjentinos), i los capitanes don Camilo IJenavente (chileno), i don Juan Bautista Bosso (italiano). El jefe de la partida que los asesinó era un sarjento llamado Catalino Biendicho, español tripulante de la fragata ZW/z/í/oí/, (jue, como se recordará, se sublevó en 1818, viniendo de Cáiliz, para entregarse a los patriotas en Buenos Aires.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 58 1

miento de los insurrectos, a (juienes prometeria el olvido i perdón de las faltas cometidas. Estas dilijencias, sin embargo, no condujeron al resultado que se deseaba, i todo lo que pudo conse^j^uir fué la libertad de alguno de los presos que Corro mantenia aun en San Juan (22).

La noticia de aquellos deplorables acontecimientos llegó a Chile en circunstancias en que por contrariedades de otro orden, se podia temer que fracasase la preparación de la espedicion libertadora del Perú. Kl cálculo de los gastos que demandaba esta empresa, había sido hecho sobre la base de que el j^obierno de Buenos Aires contri- buiría, como lo habia ofrecido por un pacto solemne i como lo habia repetido San Martin, con la mitad de los caudales que se necesitaban. Ahora, este mismo jeneral declaraba que la desorganización jeneral en que la anarquía habia colocado aquellas provincias, no les permitía cumplir esos compromisos. El coronel don Tomas Guido, en su cali- dad de representante de las provincias unidas, habia prometido que en todo caso su gobierno contribuiría con 120,000 pesos en dinero que el jefe de la espedicion debía llevar como caja militar para los primeros gastos al desembarcar en el Perú; i ahora, en vista de los últimos sucesos, se sabia que el cumplimiento de esa promesa era imposible. O'Híggins comprendió, en efecto, que no habia nada que esperar por ese lado, que toda la carga iba a pesar sobre el pobre teso- ro de Chile, ¡ que, por mas doloroso que fuese, era necesario someter- se a esa situación. Sin vacilar un instante en su inquebrantable reso- lución, creyó que era llegado el momento de decir la verdad al país por el órgano de sus representantes, i de exijirle nuevos sacrificios.

Debiendo contestar las comunicaciones en que el senado pedía quef se hicieran venir a Chile las tropas que estaban en Mendoza, el direc-

(22) La insurrección de San Juan, que aquí contamos solo en sus rasgos jenerales i en cuanto se relaciona directamente con los aprestos para \i espedicion libertadora del Perú, habia sido referida i recordada en varias relaciones (entre otras, las Mt-mo- rias postumas de Paz i los Recuerdos de Iludson, que hemos citado anteriormente), i en muchos documentos, i fué mas prolijamente esplicada por don Bartolomé Mitre en el cap. XXXIX, de su Historia de fíel^ratio (3.' edición). Su relato fué rectifica- do en algunos accidentes en la 4.^ edición de la misma obra, donde aquel capítulo ha pasado a ser el XLI, i después en su Historia de Sau Martin ^ cap. XXIV. El lector hallará en cualquiera de estos libros la relación detallada de esos sucesos, en que no nos es posible entrar aquí, por mas que tengamos a la mano los documentos necesarios para ello. La colección de documentos titul.ida Vindicación histórica (papeles del jeneral Guido) contiene entre las pajinas 309-330, algunas pic¿as muí importantes para conocer i s preciar esos acontecimientos.

582 HISTORIA DE CHILE 1820

tor supremo daba cuenta de aquellas angustiosas necesidades, en ofício de 22 de enero, en los términos siguientes: »»No solamente es necesaria la espedicion militar al Perú para consolidar nuestra independencia, como V. E. manifiesta en su nota de 20 del actual, sino que la exis- tencia política de la República vaci'aria en el todo o parte de las rela- ciones que la constituyen, sin la realización de tal proyecto. En cir- cunstancias tan críticas, un esfuerzo estraordinario i un paso dado con audacia i prudencia, serán los mejores i mas impulsivos resortes para alejar de nosotros el sistema de guerra defensivo, pero destructor, que los enemigos, con conocimiento de sus recursos, han adoptado firme- mente. Por este medio se conseguirá abrir un canal a nuestras comu- nicaciones mercantiles, i propiciar un ingreso positivo, de que ahora carecemos i que por instantes mas i mas necesitamos. Pero para que no sean efímeros los resultados de este sacrificio, i tales como pueden desearse, es indispensable calcular exactamente los gastos a que ha de ascender el equipo de la espedicion en lodos sus ramos, sin dejar nada al problema. Los trescientos mil pesos que con este objeto se impu- sieron anteriormente, creyéndose bastantes a cubrir los gastos que debían espenderse, no alcanzan a llenar mas que la mitad de las aten- ciones o aprestos; entre los que debe contarse la escuadra, si ha de obrar con acuerdo del cuerpo de ejército, apoyar sus planes, trasportar parcial o jeneralmente sus fuerzas de un punto a otro, i operar ofensi- vamente, según lo exija la naturaleza de la guerra i la posición respec- tiva de propios o enemigos. El cómputo mas módico i adecuado del importe de la espedicion, no es menor de seiscientos mil pesos, dis- tribuidos en esta forma: ciento veinte mil pesos para la caja militar, por tres meses de pago; cincuenta mil para la maestranza i parque; doscientos cuarenta mil, que suma la contrata de Solar; cuarenta mil los hospitales, i ciento cincuenta mil la escuadra. •>

El mismo dia en que O'Higgins firmaba ese oficio, llegaba a Santiago la noticia de la sublevación de San Juan. Produjo ésta la mas penosa impresión en el ánimo de todos los hombres que tenían alguna inter- vención en los negocios de gobierno. Era evidente que aquellos tras- tornos iban a privar a la espedicion no solo de los recursos pecuniarios con que el gobierno de P»uenos Aires debia contribuir, i que se necesi- taban para completar el presupuesto de gastos, sino de dos mil solda- dos. Los senadores no se arredraron, sin embargo, por aquella contra- riedad; pero creyeron que bajo la presión de desgracias que nadie podia remediar, era forzosamente necesario reducir las vastas propor cienes que se había querido dar a la espedicion. En efecto, en sesión

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de 28 de enero, acordaron preguntar al director supremo ««si después de los acontecimientos de la provincia de Cuyo, seria realizable la espedicion con los seis mil hombres en que se habia convenido últi- mamente, o si quedaria limitada a los cuatro mil acordados por los empresarios, para deliberar bajo este antecedente. •• O'Higgins, que estaba resuelto a no detenerse ante ninguna dificultad, contestó sin va- cilar que la espedicion debía componerse de seis mil hombres, i que se llevaria a efecto con los solos recursos de Chile, aunque fuese necesa rio imponer por la fuerza nuevos i nuevos empréstitos i contribu- ciones.

Pero aquello era casi materialmente imposible. El senado no dudaba de que la actividad i la enerjía del gobierno, podrian al ñn completar el número de hombres que se necesitaban para formar ese ejército; pero creia que todos sus esfuerzos serian impotentes para sacar nuevas contribuciones o empréstitos en un pais pobre, i mas empobrecido aun por una guerra larga i desoladora. Juzgó^ sin embargo, que me- diante estrictas economías, i con el empleo de algunos espedientes, sería posible conciliario todo; i para ello celebró varias conferencias con el director supremo (23). Todas las comunicaciones cambiadas con este

(23) El deseo de dejar perfectamente esclarecida esta parte de la historia nacional i dejar comprobados los enormes sacrificios que Chile se impuso para realizar la espedicion lil>ertarlora del Perú con sus solos recursos, nos induce a reproducir en estas notas algunos documentos que arrojan mucha luz. He aquí el oficio en que el senado peiiia al director supremo las conferencias de que hablamos en el texto:

"Excmo. Señor: La nota de V. E. de 22 de enero manifiesta no solo la utilidad i necesidad de espedicionar a Lima, en (jue estamos de acuerdo, sino que sin ella se desploma el edificio pr>lítico de nuestra lil^ertad. Para la ejecución de este gran proyecto, estima V. £. de necesidad que, sobre la anterior contiil)UCÍon destinada a este objeto, se enteren seiscientos mil pesos, i que, c^ireciendo de ellos el Estado, propone si han de sacarse del pueblo en los mismos términos que la anterior, o del>e echarse mano de otros arbitrios.

"Prescinde por ahora el senado de que los ciento veinte mil pesos de la caja rnilL- tnr se han ofertado por el señor diputado de las provincias unidas; que los hospita- les militares valuados en cuarenta mil pssos, pudieran repartirse en especies entre los moradores del pais; i de otras economías de que es preciso usar en las presentes circunstancias.

"V. K. ha visto las dificultades con que se ha colectado parte de la anterior di.<tri- Imcion, i los muchos meses que han pasado en esla laboriosa empresa. Mui poco apro- vecharía autorizar a V. E. para igual omayor contribución, si mientras se rateadiscurre por todo el Estado, i se realiza para el tiempo oportuno de espedicionar. El numera- rio es escaso, i se halla reasumido en el comercio estranjero. Los hijos del pais son ricos de fundos i especies; pero con éstas no nos sacan del apuro. Por tanto, meditando

5S4 HISTORIA DE CHILE 1820

motivo revelan una gran uniformidad de propósitos entre el suprema director i los otros poderes del Estado; pero se quería hallar los me- dios posibles de realización de una empresa que todos creian inevita- blemente necesariíi, pero que consideraban con razón superior a les recursos del pais.

Los acuerdos celebrados en aquellas conferencias, aunque inspira- dos por un vivo iiuercs en favor de la espedicion, no podian allanar todas las dificultades. Se convino en reducir en lo posible el presu- puesto de gastos, limitando entre otras partidas la del caudal que de- bía formar la caja del ejército: se exij irían impuestos estraordinaríos en especies, en víveres i en forrajes, ya í|ue éstos eran abundantes en el pais a la ve/ que era muí escaso el numerario; se tomarían en las boticas al precio de tasación i como empréstito pagadero en mejo- res circunstancias, los medicamentos necesarios para el hospital mili-

arbilrios para realizar los p'anes adoptarlos, i que éstos no se hagan efímeros, tiene acordadí» el senado cuantos medios pueden desearse a la consecución. Todo tropie- zo debe vencerse, i nini^un obstáculo ha de embarazar este paso majestuoso de que pende la libertad de la América. El senado a lodo se presta; el ilustre cabildo, por medio de una diputación, le ha manifestado que los sentimientos del pueblo son los mismos, i que se halla dispuesto a sufrir el último ciudadano. El senado inter- pela a las supremas autoridades, i todas de acuerdo a solo este fín dirijen i consa- gran todas sus atenciones.

"En consecuencia de este principio, i bajo el supuesto de que vengan o no tropas de la otra banda, ha de ser ia espedicicn de seis mil hombres, según nos ha contes- tado V. E. verbalmente por medio de nuestro secretario; estamos en el caso solo de acoidar i ejecutar los arbitrios de realizarla. Si nos estendemos oficialmente en c^r. testaciones i reparos, perdemos el tiempo, que ya es angustiado. Por lo mismo, proponemos a V. I\., para el mejor servicio de la patria i para satisfacer nuestros desef)s, concurrir a la sala dircctorial o a di)nde \'. E. tuviese a bien, para mani- festar allí los arbitrií;s mas proporcionados a las circunstancias, discurrir el medio de facilitarlos, i en breve tiempo ocurrir a las urjencias pecuniarias que se representan.

"Asi fiuedoria \'. K. sali'ifecho de que hai arbitrios para la espedicion, i de que nada faltará [)ara equiparla en todos sus ramt^s. Dios guarde a V. E. Santiago, febrero r." de 1820 Jr.\N Ar.usTiN Alcalde, presulQiMe.—yosi' A/ar/d Vt/¡ar7<ra/y secretario.it. Al excmo. seílor supremo Director.

O' Ilij^gins aceptó gustoso esta invitación. "Este es cabalmente, decía, el medio mas e;>peJ¡to i fácil para transarlo tcdo con ahorro de las demoras a que inducen las contestaciones oficialc-, i de resolver de una vez un asunto que va a fijar la suerte de la América, ti

El espíritu que entonces animaba al gobierno i al pueblo de Chile está fielmente reflejado en la correspímdencia ohcial de Cluidí) con el gobierno de Buenos Aires. Véase entre otroc, .su oficio de 4 de febrero de 1S20, publicado en la VñtJt'cacíoft Jiísfón\aj páj. 320.

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lar; se cobrarían ron toda eficacia las deudas atrasadas que habia a favor del estado, i se impondría una nueva contri b'icion solo por la suma de 124,700 pesos, repartida en las provincias de Santiago i de Coquimbo, ya que en esos momentos no era posible gravar a la de Concepción, i distribuida en cada distrito ««entre las ])ersonas mas pudientes, enemigas de la causa o indiferentes, tratando de escluir cuanto fuese posible a los patriotas mas comprometidos, sin olvidar a todo americano, como interesado en la empresa, i a los estranjeros que han obtenido carta de ciudadanía; i disponiendo el gobierno que sin quedar escepcionados los empleados que poseen bienes fructíferos, se nombren distintos ejecutores para que verifiquen las exacciones i se logre el fin propuesto (24).ti Al mismo tiempo, el jeneral San Mar- tin, con acuerdo del senado, hacia anunciar en las órdenes del dia del ejército que los individuos que voluntariamente se presentaren ¡)ara formar parte de la proyectada espedicion, serian después de ella tras- portados a Chile, i quedarían exentos de todo servicio militar a per- petuidad, i de cualquiera contribución (25).

Antes de muchos dias se reconoció, sin embargo, que era muí di- fícil poner sobre las armas el ejército que se creia necesario para es- pcdícionar al Perú. La ])oblaciün viril del pais, habia sufrido, como dijimos antes, una notable disminución por las continjencias de la guerra. Entre tanto, ademas de los seis mil espedicionarios i de la ma- rinería de la escuadra, era indispensable dejar en Chile otros dos mil

(24) Acta de la sesión del senado de 9 de febrero de 1820 i oficio del mismo dia al supremo director en que se detallan esos acuerdos. El reparto de esta contribu- ción da una idea aproximativa de la distribución de la riqueza pública entre los diversos distritos del estado en esa época, i en jeneral de su estado de pobreza. Se- gún ella, toda la provincia de Coquimbo, comprendiendo Illapel, 1 luasco i Copiapó, dcbia contribuir con 30,000 pesos; la ciudad de Santiago i su di«.tr¡to, 73,700; Pe- torca, 1,100; San Felipe de Aconcagua, 4,000; Quillota, 3,000: Santa Rosa de los Andes, 1,000; Valparaíso, 3,000; Casablanca, 500; Melipilla, 300; Rancagua, 2,000; San Fernando, 4,000; Curicó, 500; Talca, 1,700.

(25) Acuerdo del senado de 4 de febrero de 1820, i documentos anexos. En esa misma sesión, el gobernador del obispado don José Ignacio Cienfuego*?, que ocu* paba un asiento en ese alto cuerpo, i que era, como sabemos, un<j de los pocos eclesiásticos que desde los primeros dias de !a revolución se huhia pronunciado por la causa de la patria i servídola en elevados cargos, se mostró dispuesto "a conceder por su parte todas las escepciones, privilejios i gracias que estén a sus alcances para el consuelo i satisfacción de los que se alisten voluntariamente, protestando ejecu- tarlo por separado. II Este ofrecimient') era una nueva manifestación de la unidad de aspiraciones i sentimientos acerca de la espedicion.

586 HISTORIA DE CHILE 182O

hombres a lo menos, para la defensa de la frontera del Biobio contra los montoneros realistas i les indios, todo lo cual ofrecía grandes difi- cultades. Por otra parte, los arbitrios propuestos para procurarse re- cursos, eran en gran parte impracticables. Se reconoció que muchas de las deudas en favor del Estado que se querían recaudar, eran abso- lutamente ilusorias, i otras del todo incobrables. El senado, en vista de las observaciones hechas por el director supremo sobre este parti- cular, acordó en sesión de 29 de febrero "que si arrostrando todos los peligros i atropellando todos los embarazos que podían presentarse, debia realizarse la espedicion, era necesario convenir que si no podían equiparse seis mil hombres, se proporcionara lo que se pudiera; í que si no era posible allanar la salida del ejército con todos los recursos que había menester, se ejecutaría con aquellos que fuesen compatibles con las actuales escaseces (26). n Aquella declaración tan franca como

(26) Acta de la sesión tlel senado de 29 de febrero de 1820. Conviene conocer en su forma orijinal el ohcio que el senado dirijió al director supremo para comuni- carle este acuerdo. Dice así:

"Excmo. señor: A proporción de la utilidad i necesidad de espedicionar al Perú, han de hacerse los esfuerzos para realizarlo, atropellando embarazos, arrostrando peligros, i sin reparar en dificultades que solo sabe vencer la intrepidez. Si estamos convenidos de ser preciso aquel paso para subsistir, i que, no pudiéndose practicar con seis mil hombres, debe verificarse con los que se pueda, lo propio hemos de re- solver acerca del modo i forma con que debe hacerse; i si es impracticable con todo aquel equipo que snle un ejército lleno de recursos, efectúese sin él, i con los me- dios i arbitrios posibles de (|ue pueda valerse el Estado. Mejor es algo que nada; i es furzoso que, arreglándonos a las circunstancias, se prepnre la espedicion.

"Estas consideraciones movieron al senado a presentar a V. E., como un arbitrio proporcionado, la cobranza de las deudas activas del erario en los ramos de hacien- da, secuestros i diezmos, advirtiendo que seria menos dificit esta cobranza que una nueva contribución; pero supuesto que las deudas no son efectivas, no hai caso; i en la intclijencia de ser indispensable la suma de trescientos mil pesos para la es- pedicion, conviene el senado en (jue se solicite por empréstito forzoso de los indivi- duos en donde pueda encontrarse, obligando en favor de ellos, i paru seguro de este crédito, lodos los fondos públicos; i espresa i especialmente el ramo de secuestros con cuyos fundos rústicos i urlianos sobra para cubrirlos.

"V. E. mismo, por medio de sus ministrosjo por una comisión, puede distribuir aquella cantidad entre los sujetos pudientes del Estado, ubicados en la capital, ciu- dades i villas, practicando esta dilijencia con la brevedad que exijen las circunstan- cias, i ejecutándose con actividad. Si toda la autoridad de V. E. no la hace efectiva, no halla el senado cómo pueda realizarse. En fin, se conviene en el empréstito, i W E. es arbitro para elejir los medios.

"No parece que se repute por incobrable la lista de los treinta i seis mil pesos de deudas atrasadas que no cubrieron sujetos pudientes, de iguales o mayores propor-

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resuelti, iba acompañada de otra por la cual se autorizaba al supremo director para imponer al pais un empréstito forzoso por 300,000 pesos sobre los 160 que ya se habian recaudado del empréstito decretado anteriormente. O'Higgins se creyó desde ese dia revestido de las mas amplias facultades para llevar a efecto la espedicion libertadora, em- peñando todas las fuerzas i todos los recursos del pais.

6. Las noticias de los 6. San Martin guardaba, entre tanto, ante el trastornos en Buenos ,, ,. , l 1 .-^ j

Aires ponen a San Publico una esmerada reserva sobre la actitud que

Martín en situación estaba resuelto a asumir en vista de la situación

de declararse en (les- ^ , , . . -j j 1 t»-

obediencia: los jefes ^"^ atravesaban las provincias unidas del K10 i oficiales que ser- (\q la Plata. A consecuencia de los acoiitecimien-

vian bajo sus órde- , >-, 1 1 f 1

nes, se pronuncian ^^s de Cuyo, 1 del espíritu de insurrección que en Rancagua en fa- habia penetrado en las tropas allí estacionadas, no

vor de esa determi- ,. , , j 1 /

nación. podia responder con toda certidumbre si estas re-

gresarian a Chile. Tomando por razón o pretesto el mal estado de su salud, se habia retirado a los baños de Cauquenes, i vivia allí al pare- cer estraño a las discusiones i dilijencias a que daba oríjen el apresto de la espedicion libertadora; pero en realidad habia esplorado artifi- ciosamente la opinión de los jefes i oficiales del ejército de los Andes para saber si podía contar con ellos el dia que fuese necesario tomar una actitud resuelta. Su determinación era fija e invariable; i solo espe- raba el moinento oportuno para declararla i ¡lonerla en ejecución (27). Mientras tanto, los negocios piíblicos tomaban cada dia en las pro- vincias unidas del Rio de la Plata un aspecto mas alarmante i descon- solador. El gobierno i el congreso habian seguido en Buenos Aires tratando del quimérico proyecto de arribar a la consolidación i reco- nocimiento de la independencia nacional por medio de la coronación

cienes que otros (jue supieron sacrificar sus caudales en servicio público. No obs- tante, V. K. cuando mande practicar la contribución o empréstito para que se le autoriza, sabrá incluir entre los nombrados a los que de dicha lista considere en aptitud i proporción de hacer ese servicio. Dio» guarde a V. E. muchos años. Santiago, febrero 29 de 1820 ^JosK Makia de Rozas, presidente. ¡ose Maria Viílarreal^ secretario. Excnio. señor supremo director. !•

(27) Kl 31 de enero de 1820, escribiendo desde Santiago a su confidente don Tomas (iodoi Cruz, que habia (¡uedado en Mendoza, .»übrc los sucesos <le San Juan, San Martin le decia !o que si{;ue: "Todos los elementos para la gran espedicion se hallaban en el mejor estado. Aun hai tiempo [)ara remediar los males, si et «irden se restablece. . . Kn fin, mi ami|;o, mi partido está tomado. Voi a hacer el último esfuerzo en l)enehcio de la América. Si éste r.u jiuede realizarse por la conti- nuación de los desórdenes i anarquia, abandonaré el pai^, pues mi alma no tiene el temple suficiente para presenciar su ruina. <•

588 HISTORIA DE CHILE 182O

del príncipe de Luca, el cual, contrayendo matrimonio con una prin- cesa de Portugal, obtendría la reincorporación del territorio del üru- guai. Esos planes, que, si bien propuestos en Francia por los ajentes arjentinos, nunca fueron aceptados con verdadera seriedad, contaban con la aprobación de muchos hombres notables en Buenos Aires; pero aunque tratados con gran reserva, eran mas o menos conocidos por el publico que los miraba con indiferencia i hasta con desden, ante los peligros que amenazaban inmediata i directamente todo el orden in- terior. Desde el 2 de noviembre de 1819, el director supremo, briga- dier Rondeau, habia salido a campaña para contener al ejército revo- lucionario que avanzaba por la provincia de Santa Fe, i el gobernador- intendente de la capital fué autorizado para proveer a la defensa de ésta. La insurrección de Arequito, que hemos recordado antes, habia hecho mas grave esa situación, i por ñn la derrota de las tropas direc- tonales en los campos de Ce¡)eda (i.*^ de febrero de 1820), acelero el desconcierto jeneral, la disolución del congreso, la caida del gobierno i una serie de cambios i de trastornos que mantuvieron al pais i a la capital misma en la mas completa anarquía. "Cada provincia era una republiqucta o un cacicazgo independiente, dice un distinguido histo- riador arjentino; la nación no tenia gobierno i la nacionalidad era una abstracción (27)'». En uno de los cambios administrativos que se siguie-

(27) 'Mitre, //tsfor/a (ít San A far/i /I ^ caí). XXIV. Estos tumultuosos aconteci- mientos, sobre los cuales existia una cantidad consíderalle de documentos publica- dos o inéditos, i numerosas relaciones parciales, fueron contados por primera ver en un cuadro jeneral i ordenado por don Miguel Luis Amunátecui en el capítulo XIII de /m Dictadura Je iy Iiii^:^ins (Santiagc, 1852), i poco mas tarde, en 1857, con mayor extensión por don IJenjamin Vicuña Mackcnna en los capítulos XII a XVIII de El ostraci^uü de ¡os Carreras, Ambas relaciones, contraidas especialmente a la participación de don José Miguel Carrera en esos acontecimientos, e inspiradas por un entusiasmo apasionado por la memoria de este caudillo, tienen un verd«idero valor histórico, sobre todo si se considera la época en que fueron escritas, i la deHcíencia de los documentos que era púsible procurarse en Chile. I.a verdadera investigación debía hacer^e por los historiadores arjentinos que píxiian disponer de materiales mas abundantes; i en efcc'to algunos trabajos de mérito han dado una gran luz sobre esa época de la historia arjentina. Kl lector puede hallar una relación prolija, clara, bien ordenada i bien documentada en los capítulos XXXVIII a XLIV de la Historia de Bcli^rauo por don Bartolomé Mitre, publicados por primera vez en 1877, i lijeraníentes completados o rectificados en su disposición i en algunos acci- dentes en la edición posterior de esa obra notable.

Kn estas p;íjina«, nívsi'trws nos limitamos simplemente a recordar esos aconteci- mientos como uno de los embarazos creados al proyecto de espedicion al Perú. Mas adelante tendremos necesidad de recordarlos con mas detenimiento, i entonces uti-

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 589

i

ron a esa desorganización, uno de los gobiernos accidentales de Buenos Aires, bajo la influencia de don José Miguel Carrera i de los aliados de éste, se pronunció en franca contradicción i casi podria decirse, en abierta hostilidad contra el gobierno de Chile.

En la provincia de Cuyo, donde el motin de San Juan habia produ- cido las mas serias perturbaciones, i trajo por consecuencia el cambio de gobernadores, se restableció cierto orden relativo, antes que en las otras que habian esperimcntado los efectos de esa conmoción. El co- ronel Alvarado, cumpliendo las órdenes de San Martin, se puso en marcha para Chile en la segunda mitad de febrero, dejando la defensa de Mendoza a cargo de una parte de la artillería del ejército de los Andes i de los cuerpos de milicianos que allí se formaron. El rejimiento de granaderos a caballo, mandado por el teniente coronel don Nicasio Ramal!o, i con una fuerza total de 231 hombres, los dos escuadrones de cazadores a cargo del comandante don Mariano. Necochea, con poco menos de 20c hombres i dos piezas de artillería, repasaron tam- bién las cordilleras antes de mediados de marzo, i vinieron a engrosar el ejército espedicionario, que en esos momentos comenzaba a recon- centrarse en Rancagua. En vez de los 1,253 hombres que salieron de Chile en abril del año anterior, solo volvió una columna de menos de 500; i lo que era mas triste, la moralidad de éstos no inspiraba mucha confíanza, por creérseles inficionados del espíritu de insubordinación i de revuelta. Entonces se conoció mas prácticamente el error cometido un año antes al efectuar el repaso de esas tropas al otro lado de los Andes (28).

I^s noticias de los graves acontecimientos que se desenvolvían en Buenos Aires i en las provincias del litoral del rio de la Plata, llegaban a Chile con una grande irregularidad a causa de la suspensión de los correos i de la dificultad de comunicaciones al través de campos ocu- pados o recorridos por las fuerzas sublevadas contra el poder central. Sin embargo, don Miguel Zañartu, el ájente diplomático de Chile, des- pachaba i hacia llegar con estrema dificultad informes prolijos, notables por la claridad de esposicion i por la seguridad de sus juicios, que unos

lizaremos las relaciones arjentinas así como muchos otros documentos, en parte desconocidos, de que estamos en posesión. Figura entre éstos la correspondencia completa de don Miguel Zanartu, en que, en su carácter de ájente diplomático del gobierno de Chile, daba cuenta a éste de cuanto veia i sabia. Esa correspondencia es, bajo este aspecto, una crónica minuciosa, escrita dia a dia, de aquellos graves i complicados sucesos.

(28) Véase el § 11, cap. XII.

590 HISTORIA DE CHILE 1820

€n pos de otros iban anunciando paso a paso el derrumbamiento del orden piiblico que allí se iba operando. Algunas comunicaciones que lle^íaban de Mendoza, completaban esas noticias. En los primeros dias de marzo se supo que el jeneral don Miguel Estanislao Soler, el mismo que habia acompañado a San Martin en la campaña de Chile de 1817, puesto ahora al mando del ejército de Buenos Aires, habia tratado con los anarquistas, que el gobierno de la capital habia sido depuesto, i que habia desaparecido todo réjimen constitucional (29). En vista de -estas noticias, San Martin, que pensaba que la anarquía de aquellas provincias era radical e inevitable, i que veia la participación principal que en esos acontecimientos tenían algunos hombres que suponia do- minados por las peores pasiones, se creyó desligado de toda obligación, i libre para asumir la actitud de franca i resuelta desobediencia que tenia meditada. El 11 de marzo, partía de los baños de Cauquenes i se presentaba en Rancagua, donde se habían acantonado todas las tropas del ejército de los Andes bajo el mando del coronel don Juan Orego- rio de I^s Heras. Allí les pasó, el domingo 12 de marzo, una oparatt sa revista militar, se impuso del espíritu que animaba a los jefes i oficiales, tomó algunas medidas de orden i buen réjimen en el ejército, i sin descubrir todavía a nadie sus propósitos i sus planes, siguió ocho dias después su viaje a Saniiaj^o.

En esta ciudíid no se hablaba entonces de otra cosa que de la pró- jima espedicion al Peni. El gobierno hacia recaudar las contribucio- nes de guerra con dilijencia i con inflexible rigor. En todos los pueblos del estado se reclutaba jente para engrosar los cuerpos del ejército. 'La acción del gobierno era vigorosamente secundada por el sena- do i por el cabildo de Santiago, i apoyada por la opinión jeneral, que veia en esa espedicion no solo el afianzamiento de la independencia sino el término de todas las calamidades económicas que el estado de guerra habia producido. Lord Cochrane, como veremos mas ade- lante, había venido a Santiago a proponer al gobierno un plan de cam- paña sobre el Perú, que exijia menos jente i menos recursos, i que él

(29) San Martin recibió estas noticias en los baños de Cauquenes el 7 de marzo de 1820. Dejando para otro lugar el dar noticia mas detenida de esos acontecimientos, recordaremos aquí la enemistad que existia entre Soler i San Martin, i la mala idea que éste tenia de aquél. De todo esto hemos dado prolijas noticias en la nota nú- mero 10, cap. 1 1 de esta misma parte de nuestra Historia, Allí mismo publicamos una carta inédita i desconocida de Soler al director O'IIiggins escrita en Montevideo el 22 de enero de 182 1, en que trataba de justificar su conducta en los sucesos del año anterior.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 59 1

ofrecía ejecutar con gran confianza en sus resultados. San Martin, en» vista de ese estado de cosas, i seguro de que la es[)ed¡cion libertadora del Perú, ya fuera con un ejército de cuatro mil hombres o con fuerzas mucho menores, era un hecho que nada podía impedir, dio el paso decisivo que tenía resuelto desde meses atrás, pero que hasta entónces- habia disimulado para no ofrecer un ejemplo funesto de insubordina- ción, i para asegurarse de la adhesión de los militares que debían se- cundarlo.

Para ello, dirijió un oficia, con ftcha de 26 de marzo, a los jefes del ejército de los Andes que se hallaba acantonado en Rancagua. "Rl congreso i director supremo de las provincias unidas, no existen, de- cía allí. De estas autoridades emanaba la n)ía de jeneral en jefe del ejército de los Andes; i de consiguiente creo de mi deber manifestarlo' al cuerpo de oficíales, para que ellos por i bajo su espontánea vo- luntad, nombren un jeneral en jefe (jue deba mandarlos i diríjirlos, i' salvar por este medio los riesgos (jue amenazan a la libertad de Amé- rica, Me atrevo a afirmar (jue esta se consolidará no obstante las crí- ticas circunstancias en que nos hallamos, si el ejército consen'a, conio* no lo dudo, las virtudes que hasta aquí lo han distinguido.^ Recomen- daba en consecuencia que los oficiales, sin previa discusión que podría perturbarlos ánimos, hiciesen por votación secreta la elección del jefe que debía mandarlos en adelante. Ese oficio, prolijamente cerrado^ llevaba este sobrescrito: '»A1 señor coronel don Juan Gregorio de Las Heras, jefe del estado mayor del ejército espedicionario. Este pliego no se abrirá hasta que se hallen reunidos todos los señores ofícíales- del ejército de los Andes, i solo a su presencia se verificará. San Afariin.u

El ejército de los Andes acantonado en Rancagua constaba de cer- ca de 2,600 hombres. Mas de dos tercios de su tropa eran formada de soldados chilenos; pero sus ctficíales eran casi todos arjentinos. A su paso por ese pueblo, San Maitin, en completo acuerdo con O'Híggins^ separó a algunos de ér>tos que dejaban ver ciertas inclinaciones a la insubordinación i a la revuelta (31). Los restantes, sin escepcion alguna, parecían dispuestos a secundar la actitud de San Martin. El domingo- 2 de abril, día de pascua de resurrección, se reunieron en la casa que ocupaba el estado mayor, i hijo la presidencia del coronel Las Heras, se procedió a abrir el pliego misterioso del jeneral en jefe. La resolu-

(31) Oficio de San Marlin al diiector suprcnu», fochado en Rancagua el 17 de mar^o de 1820.

592 HISTORIA DE CHILE 182O

cion del grave asunto de que se trataba no se hizo esperar, i ni siquie- ra dio motivo a votación. "Unánimemente dice el acta, convinieron en ello (en que no habia necesidad de votación), quedando de consi- guiente sentado como base i principio que la autoridad que recibió el señor jeneral para hacer la guerra a los españoles i adelantar la felici- dad del pais, no ha caducado ni puede caducar, porque su oríjen, que es la salud del pueblo, es inmudable, n Todos los jefes de cuerpos, i con ellos los oficiales mas antiguos en sus clases respectivas de cada cuerpo, en número total de treinta i seis individuos, firmaron aquella declaración (32).

1^ desobediencia de San Martin a las órdenes del gobierno de Bue- nos Aires, plenamente justificada ante la historia en razón de los altos móviles que la inspiraron, i de las trascendentales consecuencias que produjo, quedó confirmada con la adhesión de los jefes i oficiales del ejército. Todos éstos se habían manifestado resueltos a secundar los planes del jeneral en jefe; pero en medio de esas demostraciones de decisión i de entusiasmo, no era difícil percibir ciertos jérmenes de perturbación que habian de hacerse sentir mas adelante. Muchos de ellos se creyeron ofendidos i agraviados por la excesiva reserva de San Martin. Juzgaban que éste habria debido descubrirles sus propósitos con anticipación, i estaban persuadidos ademas de que aquel acto que los independizaba del gobierno a que nominalmente habian estado sometidos, los colocaba en un estado de subordinación voluntaria que no tenia mas consistencia que su adhesión libre i espontánea. Estos sentimientos, vagos e indefinidos por entonces, iban a tomar cuerpo mas tarde, i a causar a San Martin no peíjueñas contrarieda- (íes (33).

(32) Los documentos a que nos referimos en el texto, es decir el oficio de San Martin de 26 de marzo i el acta de la junta de Rancagua, quedaron entonces es- trictamente reservados, ni siquiera se depositaron en los archivos públicos, i eran completamente de«:conocitlos hasta que habiéndolos descubierto en 1S60 entre los papeles privados del jeneral .San Martin, tomamos copia de ellos. Ambas piezas fueron publicadas por primera vez por nosotros en el artículo antes citado que di- mos a luz en la Rei'ista chilena de diciembre de 1876 con el título de La desobe- diencia del jeneral San Martin.

(33) ^'f^ observador mui intelijcnte, el coronel don Francisco Antonio Pinto, mas tarde jeneral i presidente de Chile, ha consignado a este respecto algunas noticias en unos interesantes apuntes que escribió sobre ciertos incidentes de la espedicion libertadora del Perú en que le habia tocado tomar parte. Después de recordar allí la manera como San Martin fué confirmado por sus subalternos en el mando del ejér- cito, agrega estas observaciones: "No .se necesita saber mucho para conocer que el

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 593

En aquellos momentos nadie se preocupaba de los inconvenientes <},ue ese acto podia producir en le futuro. San Martin no tenia otro pensamiento que el de activar la partida de la espedicion, persuadido de que todo retardo robustecia el poder del enemigo, i comprometía la moralidad de las tropas patriotas. Sin querer tomar en cuenta las dificultades i embarazos de todo orden que rodeaban al gobierno, i aun en presencia del empeño que éste ponía en allegar los elementos i recursos indispensables para la empresa, dirijia las mas premiosas e impacientes representaciones. En un oficio de 13 de abril se quejaba duramente de la tardanza que se ponia en completar el niímero de sol- dados con la nueva recluta, i aun hablaba de nuevo de dejar el mando del ejército si no se des[)legaba mayor actividad. Las contestaciones del gobierno, lo tranquilizaron en parte; i hechos evidentes debieron probarle que no era posible acelerar mas rápidamente los aprestos. Ademas de dos nuevos batallones que se estaban disciplinando, uno ■en Coquimbo i otro en Santiago, los cuerpos acantonados en Ranca- gua recibian dia a dia mayor incremento, i el 30 de abril contaban 3,178 hombres (34). Seis dias antes, el injeniero Backler d'Albe había salido en comisión para buscar en los alrededores de Valparaiso, en Quillota o en Casablanca, un sitio aparente para acantonar las tropas.

■que puede conferir un mando, puede también retirarlo. Aun sin esta impremeditada medida, se encontraba aquel ejército en una situación escepcional, pues no tenia un gobierno de quien esperar ascensos, premios ni castij^os. No que se hubiera portado mejor otro en circun«.tancias iguales, i haciendo a sus indivi«luos todo el "honor que merecen sus distinguidos servicios, es preciso reconocer que no era el <|ue convenia al jeneral San Martin para dar cima a sus vastos planes de libertar al Perú. Lo mandaba con cierta timidez, porque no olvidaba que de ellos (los oficia- les) habia recibido la autoridad de mandarlos. Era induljente en las graves infrac- ciones u omisiones del servicio: se abstenía de mandar lo que sospechaba que podia serles desagradable: i si la necesidad le obligaba a hacerlo, mas bien negociaba que mandaba. Este era el estado moral del ejército de los Andes cuando ti virrei eva- cuó a Lima. El jeneral San Martin lo conocia perfectamente. .. n

(34) Según la revista pasada ese dia, el ejército estaba compuesto de la manera siguiente:

Artillería 327 hombres

Batallón número 7 641 n

Id. número 8 581 n

Id. número 11 655 »

Granaderos a caballo 630

Cazadores a caballo 344

fi

II

II

Total 3*178

Tomo XII 38

594 HISTORIA DE CHILE l820

El senado hizo circular una proclama a los pueblos en que anunciaba que la espedicion libertadora del Perú seria un hecho en poco tiempo mas (.'?5). Por fin, el 9 de mayo el director supremo hacia desaparecer to ja distinción entre ejército de los Andes i ejército de Chile, man- dando que uno i otro fueran conocidos en adelante con el nombre de ••ejército libertador del Periín (3O), cuyo mando fué confiado al jeneral San Martin. 7. Lord Cochrane, per- 7. Dificultades de Otro Orden vinieron a au-

suadido de que la espe- * 1 u

dicion al Perú era irrea- "^^"^^^ ^""^ embarazos qiie en esos momentos üzable en grandes pro- rodeaban al gobierno. El 6 de marzo habia IK^rciones, propone la Hegado a Valparaiso el vice-almirante Cochrane

salida de una de dos mil , , , .,1

hombres ofreciéndose despues dc SU brillante campaña a los mares

para mandarla: dificulta- (jcl SUr, que habia dado por fruto la restaura- de.^ creadas v>or esta prc>- . 111 J XT 1 1- 1

posición, que al fin se ^'^^'^ ^^* '^ P^*'^^'^ ^^ Valdivia I de SU provmcia.

allanan felizmente. Allí fué recibido por el pueblo i por las auto-

ridades locales con todas las manifestaciones de aplauso a que lo hacía merecedor aquella afortunada empresa, i allí recibió también las ar- dientes felicitaciones (¡ue el ministerio de marina le dirijia a nombre del director supremo. ««La iTieinoria de ese glorioso dia, decia el mi- nistro, ocupará un lugar en las primeras pajinas de los fastos de la nación chilena. El nombre de V. S., trasmitiéndose de jeneracion en

(3 ) Creemos interesante reproducir aquí esa proclama que en aquellos dias circu- ló con gran profusión en una hoja impresa. Hela aí|uí:

"Ciudadanos chilenos: Ya se acerca el dia en que se cumplan vuestros votos i vean nuestros hermanos oprimidos del Perú realizadas sus esperanzas, llevándoles el pa- bellón de la libertad. Apresuraos a hacer el úllimo sacrificio de vuestras fortunas, concurriendo caila uno por su parte con la cantidad que le ha correspondido. La suerte de la América i sus «lestinos penden de laespedicion al Perú. Cuanto antes se verifique, seréis lihres de nuevos <;ravámer.es, i tendrá Chile la gloria de que su in- flujo i jenerosidad uniformen la opinión de la América del Sur, que consolide ¡ afiance su libertad e independencia. Sala del senado, abril 24 de 1820. /as^ María Rozas. [ose I^^naiio Cictrfucí^os. Francisco de Borja Fontecilla. Fiaiicisca Antonio Pcrcz. Juan A^iisiin Alcalde .^

(36) aquí el decreto con c|Uf; se introdujo esa innovación que tenia mucho mas alcance que un simple cambio de nombre: "Santiago, mayo 9 de 1820. Es llegado ya el caso de que el ejércii(j expedicionario reciba una denominación alusiva a la grande i filantrópica empresa (jue K> conduce hacia las provincias litorales del Perú. La que hasta ahc^ra tiene es puramente accidental, i no relativa a tan eminente objeto. Por consiguiente, vengo en declarar que desde esta fecha, i en todos los despachos oficiales o cualesquiera actos que tengan connotación con el dicho ejército, deberá titularse por todas las autoridades militares i civiles Ejérciio libertador del Perú. O'HlGGINS.— Z^/Z/t-Z/í?. II

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 595

jeneracion, permanecerá indeleble en nuestra gratitud i en la de nues- tros descendientes (37). n El í.° de marzo, el gobierno habia acordado el ascenso de un grado para todos los oficiales del ejército de tierra cjue tomaron parte en el asalto de las fortalezas de Valdivia, i la con- cesión de una medalla de honor, que seria de oro para los jefes i de plata para los oficiales, así como un escudo con los mismos emblemas para los soldados i marineros, que debian llevarlo en la manga de su vestuario.' Por fin, »«descando manifestar al vice-almirante i a todas las naciones cuan grato e importante habia sido este servicio, debido es- clusivamente a la heroica intrepidez i conocimientos de aquél, a los intereses de la República i de toda la American, el director supremo, por acuerdo del senado de 8 de abril, le hizo donación de una de las haciendas secuestradas a los realistas en la provincia de Concep- ción (38). El gobierno, ademas, ratificó a Cochrane en términos hon- rosos el título de ciudadano chileno.

(37) Oficio del ministro de marina .1 Cochrane de 22 de febrero, enviado a Valdi- via con el capitán Forster, pero que Cochrane, que se hallaba en viaje de vuelta, no conoció sino por la trascripción que se le hizo a su arribo a Valparaíso.

(38) En carta particular escrita en ingles, i dirijida a O'IIigjjinsdesjde Talcahuano 25 de enero de 1820, en los momentos do partir para Valdivia, lord Cochrr.ne le repetía su propósito de radicarse en Chile para hacer desaparecer las desconfian- zas que suscitaba su nacionalidad estranjera. "A fin de desvanecer de alguna manera esta preocupación, decía, he considerado que seria conveniente bajo diversos senti- dos (|ue yo comprase una propiedad en el país, para manifestar de esta manera no solo mis intenciones sino mi confianza en el éxito de la causa, pues deseo hacer esta adquisición en uno de los puntos mas inseguros de la República. Me permito, en consecuencia, suplicar a V. E. comprar por el correspondiente avalúo alguna de l:is haciendas confiscadas en la vecindad de Concepción o Talcahuano, í que V. E. se servirá comunicar su aprobaciím al coronel Freiré antes de mi regreso, que se veri- ficará en catorce o dieziseis dias mas. Yo desearía dedicar a este negocio f^olo la cantidad de treinta mil pesos.— Debo confesar a V. E. (jue tengo un motivo espe- cial para emprender esta especulación, i es el de que abrigo la convicción de que el valor de estos terrenos, como el de las otras propiedades del gobierno en esta pro- vincia, se cuadruplicará con el golpe que vamos a dar sobre Valdivia í Chiloé. No dudo de que en esto consulto mis propios intereses; pero estando unidos a los del estado, creo que serán dignos de considei ación, m

El supremo director O'IIiggíns creyó ver en esas palabras una petición disimulada de Cochrane para que se le donase una hacienda; í queriendo premiar los servicios efectivos de éste, pidió al senado en un oficio de 22 de marzo, muí honroso para el vice-almirante, que se obsequiara a éste "una hacienda valiosa en la provincia de Concepción. M £1 senado, en acuerdo de 8 de abril, resolvió que se le hiciera dona- ción de "una hacienda valiosa de las confiscadas en la provincia de Concepción, que no baje de tres a cuatro mil cuadras de tierras de regadío, n Cochrane agradeció muí

596 HISTORIA DE CHILE 182O

El resultado feliz de la campaña sobre Valdivia, i estas concesiones.

honores, habían asentado sólidamente el prestijio de Cochrane. Así lo comprendía éste; i cediendo a la arrogante impetuosidad de su es- píritu, se creyó en situación de tomar mas iniciativa en la dirección jeneral de la guerra, i aun en los negocios de gobierno. Hasta enton- ces habia hecho sus indicaciones con formas respetuosas i moderadas; pero ahora asumió una actitud mas resuelta, i en muchas ocasiones inconveniente. En Concepción habia tratado de cerca al coronel Freiré, intendente de la provincia, i apreciando en cuanto valia el carácter de esté, lo habia invitado para que lo acompañase en una empresa de desembarco en las costas del Perú, que pensaba acometer después de la toma de Valdivia. "El coronel Freiré me asegura que cuando esta plaza haya sido tomada, escribia Cochrane a O'Higgins el 28 de enero^ podrá disponer de toda su fuerza de infantería i de otras tropas, es- cepto la caballería, para emprender en persona contra Guayaquil, o contra cualquier otro punto que V. E. designe, n Al llegar a Valpa- raíso, mes i medio mas tarde, i al ver alh' que los aprestos para la es- pedicion libertadora se hallaban mui atrasados todavía, Cochrane se trasladó a Santiago a fines de marzo, con la venia del gobierno, para representar a éste la urjencia de emprender las operaciones bélicas contra el virrei del Perú en la forma mas práctica que permitían los escasos recursos de Chile.

A juzgar por las apariencias de las cosas, Cochrane estaba en la ra- zón cuando creía que la espedicion libertadora del Perú no podría llevarse a efecto en las proporciones de que se hablaba, o que a lo menos seria forzoso aplazarla por muchos meses, fortificando así el poder i el prestijio del enemigo. En aquellos momentos en que San Martin no descubría sus verdaderos propósitos, i en que no se sabia con fijeza si se podría contar con las tropas que estaban bajo su man-

cortesmente esta donación en oficio dirijido al director supremo con fecha de 4 de mayo; pero por otro oficio, escrito doce dias ilespues, la ofrecía al gobierno para que fuese vendida, i su valor aplicado al equipo de la escuadra. Kl gobierno se neg<> a aceptar este ofrecimiento.

Por decreto de 20 de agosto siguiente se designó para hacer efectiva esa donación, la hacienda de Rio Claro, situada al norte de Vumljcl, de propiedad de don Pablo Hurtarlo, negociante espaiíol que habia huido de Chile por sus compromisos cun el réjimen caído.

No necesitamos decir que esas donaciones quedaron sin efecto definitivo, porque, restablecida la tranquilidad de la República, las haciendas que se hallaban en ese caso, volvieron a poder de sus antiguos dueños, indemnizando el gobierno por otros medios a los l)eneficiados con aquellas gracias.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 597

io inmediato, sobraban motivos para creer qi:e aquella empresa seria rrealizable, a pesar de la acción decidida del gobierno i del entusias- 110 público. La penuria del tesoro nacional era estremada; i aunque ;e recaudaban empeñosamente las nuevas contribuciones de guerra, el gobierno se veia obligado a hacer los gastos con tal economía, que labiendo dispuesto, a mediados de febrero, la pronta salida de una íspedicion naval bajo el mando dei contra-almirante Blanco para ha- :er efectivo el bloqueo en las costas del Perú, fué necesario desistir le ese intento por diversas consideraciones aparentes, pero en realidad por la escasez de recursos. La compañía que habia contratado el tras- porte del ejército espedicionario, se hallaba todavía mui atrasada en sus aprestos. la maestranza necesitaba algunos meses de trabajo para preparar las municiones i demás aperos militares. Representando estas circunstancias con su natural ardor, i demostrando la urjencia que ha- bia de operar en el Peni para no burlar las espectativas de los patrio- tas de ese pais i para no hacer decaer su adhesión a la causa de la independencia, lord Cochrane pasaba a probar que era necesario de- sistir de un proyecto que no parecia posible llevar a cabo, i reducirlo a proporciones menores i mas fácilmente practicables.

Sostenia, al efecto, que en la guerra los golpes atrevidos solian dar mejores resultados (jue las operaciones lentamente preparadas, i que en ellos no era el número sino la audacia i la rapidez lo que aseguraba el triunfo. En comprobación de ello, recordaba su reciente campaña a Valdivia, i las felices correrías que habia ejecutado en las costas del Perú con un puñado de valientes. Con una confianza imperturbable, que sus antecedentes militares parccian justificar plenamente, asegu- raba que con un cuerpo de solo dos mil hombres se podía revolucio. nar todo el Perú, atacar parcialmente las fuerzas del virrei, batirlas en detalle, desmoralizarlas i acabar por destruir allí el poder español. Kl mismo se ofrecia a dirijir las operaciones, i pedia que se pusiese a su lado al coronel Freiré como jefe de las fuerzas de tierra, en la con- fianza de que la reconocida impetuosidad de éste, era una garantía se- gura de victoria. El plan de ('ochrane era verdaderamente tentador: i conocidos su jénio militar, su estraordinaria valentía i los infinitos re- cursos que hallaba en su espíritu en los momentos de mayor peligro i de mayores dificultades, no habia motivos suficientes para rechazarlo como temerario i absurdo. Cochrane, sin embargo, regresó a Valpa- raíso el i.'^ de abril sin haber obtenido una contestación definitiva.

La razón de esta reserva, que era un misterio para el vice almirante^ se esplica fácilmente. Aquella proposición hecha con tanta vehemen-

598 HISTORIA DE CHILE 1820

cia, contribuyó en gran manera a solucionar la situación incierta en que hasta entonces estaban los aprestos espedicionarios. El jeneral San Martin, según contamos antes, se decidió a consultar a sus subal temos para saber si podia contar con su adhesión. El director supre- mo, que esperaba el desenlace de estas jestiones, habria seguramente acojido la proposición de Cochrane, si ellas no hubieran producido el resultado que se anhelaba. La junta de oficiales celebrada en Ranca- gua el 2 de abril, vino a hacer desaparecer toda duda i toda vacilación. Cuando, en virtud de ese acuerdo, se hubieron tomado las primeras medidas para ponerlo en práctica, el ministro Zenteno escribió a Co. chrane, en carta confidencial, que el gobierno, después de larga medi- tación, habia resuelto que la espedicion libertadora del Perú consiaria de cuatro mil hombres, i que en esa intelijencia quedaban haciéndose todos los aprestos. En esa como en las otras comunicaciones jiradas en esos dias, el gobierno se empeñaba en manifestara Cochrane la mayor consideración por los servicios que habia prestado a Chile i por los que debia prestar como colaborador de aquella empresa.

El vice-almirante recibió aquella resolución con notorio disgusto, i aun creyó que podria modificarla representando las dificultades que ofrecia, i sobre todo la falta de naves para conducir tan crecido núme- ro de jente. ««Siento mucho, decia al ministro en una carta escrita de su mano en lengua española, la noticia (de) que la espedicion debe formarse de cuatro mil hombres, porque soi suncamente persuadida (de) que no saldrá ni en cuatro meses, si en algún tiempo saliese, a causa de los pocos o ningunos preparativos hechos hasta ahora.-» I después de detallar prolijamente que los buques de guerra i los tras- portes reunidos hasta entonces no podían conducir mas de dos mil quinientos hombres, agregaba lo que sigue: ««Créame, señor, que no se puede tomar (por) el gobierno peor resolución que esperar hasta (que) las preparaciones navales sean hechas para tal espedicion. Ofrez- co a V. S. hacer mas ahora con los cuatro buques que he apresado en el liltimo crucero, que (lo) que hará la otra espedicion compuesta de la O'Biggins i demás buques en el tiempo r^ue serán listos para la sa- lida de la grande espedicion. Es el modo de obrar i el tiempo (lo) que importa i no el número (de soldados) que sean embarcados, que sien- do grande, raras veces puede ser provechoso, i me parece nocivo en nuestras circunstancias (39)." Estas instancias de Cochrane no habiar^ de variar las determinaciones del gobierno.

(39) Carta de Cochrane a Zenteno escrita en Valparaíso el 18 de abril de 1820»

l820 PARTK OCTAVA. CAPÍTULO XIX 599

Pero la persistencia lie eso jefe lomó iin carácter sumamente alar- nante. Persuadido de que sus servicios eran indispensables, se creyó Lütorizado para hablar en un tono mas alto, i hasta irrespetuoso, i para imenazar al gobierno anunciándole su resolución de abandonar el nando de la escuadra. "Hallando que todas las medidas se hacen pií- >b'cas, escribía al suj)remo director; que todo loque se resuelve hoi se rontradice mañana; que no se sigue ningún sistema tocante a asuntos lávales que pueda ser útil a V. E. o a los intereses del estado; que se >ersiste todavía en tardanzas tan perjudiciales que me parece que imenazan la destrucción de la causa que tanto interesa al corazón de V. E.; que !a espedicion de dos mil hombres que al principio no ha- )ria debido interrumpirse bajo ningún pretesio, se mudó por otra de cuatro mil, i que ésta se halla ahora retardada con la idea de ave- riguar la posición i fuerza del enemigo en el Callao; hallando, por fin, que todo lo que ha sido estipulado se ha trastornado, deseo entregar el mando de la escuadra con que V. E. me tiene honrado, a cual- quiera persona que pueda gozar de la confianza del gobierno, i que, según lo espero para su propia tranquilidad, sentirá menos pesares que yo, convencido como esioi de que aquello que podria haberse hecho no lo ha sido, i que aíiucllo que podria hacerse no se hará.»» Tratando en seguida de justificar su actitud, i de demostrar que esa renuncia del mando de la escuadra no nacia del propósito de negar el contin- jente de sus servicios a la causa de la independencia, agregaba mas adelante esta proposición: ««Ofrezco a V. E. abandonar el mando de toda la escuadra, i tomar únicamente los cuatro buques que he apre- sado en el último crucero con mil soldados escojidos, para verificar todo lo que se ha creído verificable con un ejército de cuatro mil, el cual seria inmanejable considerado como fuerza marítima, e inade- cuado para luchar con la fuerza militar del enemigo (4o).ti En esa co-

cón la postdata siguiente: "Hágame el favor de quemar todo lo que escrilx) en tan bárbaro español para ocultar en lo futuro mi atrevimiento. it En otra carta del mis- mo día, escrita también en español, pocas horas mas tarde, decia Cochrane lo que sigue: "La O'Higgins viene entrando. Se puede salir con los dos mil (hombres de) tropa en ocho dias, i con las cuatro mil, no en cuatro meses. Pronto se alistaran ahora los trasportes, con tantos marineros i ofíciales. Dios guie a V. S. i a su go- bierno, porque de su decisión depende ahora su interés mas importante i la seguri- dad del estado de Chile. n Al reproducir estos fragmentos de las cartas escritas por Cochrane en español, cuidamos en dejar su forma textual, i solo agregamos entre paréntesis algunas palabras para la mas perfecta claridad.

(40) Carta u oficio de Cochrane al director O'IIiggins, escrita en ingles, en Valpa-

600 HISTORIA DE CHILE 1820

iiiunicacion i en las que dirijió en seguida, Cochrane no cesó de repe- tir cargos análogos para demostrar la ineficacia de los aprestos que se hacían para la proyectada espedicion.

Aquella actitud del vice-almirante creaba al gobierno una situación sumamente embarazosa. El coronel Freiré, como contamos antes, ha- bia venido también a Santiago, ofrecia empeñosamente sus servicios paia espedicionar al Perú, i contribuia en cierto modo, aunque en mu- cho menor escala, a aumentar las contrariedades dei sujiremo director. En los consejos de gobierno, vista la terquedad de Cochrane, i las difi- cultades que parecia dispuesto a oponer a los aprestos navales, se llegó a hablar de admitir la renuncia que éste hacia del mando de la escuadra. O'Higgins i San Martin rechazaron resueltamente esa indicación, sos- teniendo que los servicios i la persona de Cochrane eran indispensables para el buen éxito de la espedicion; i que cualesquiera que fuesen las contrariedades que crease el carácter altanero i voluntarioso de este arrogante marino, era necesario sobrellevarlo todo con paciencia en vista del fin que se buscaba. El supremo director, que por las condi- ciones de su carácter franco i amistoso, había tomado grande ascen- diente personal en el ánimo de Cochrane, se empeñó en tran(juilizarIo i en reducirlo poco a poco a seguir acompañándolo en la empresa li- bertadora, bajo las bases de una espedicion formal.

Mientras tanto, aquellos altercados, que no era posible ocultar com- pletamente a la oficialidad de la escuadra, comprometían la disciplina i la moralidad. Las rivalidades entre los oficiales superiores tomaron rá- pidamente cuerpo. El comandante Guise, mal avenido con Cochrane, se creyó autorizado para dirijirse al gobierno i recomendar los servi- cios del capitán Spy, para quien pedía un ascenso, por lo demás merecido, por lo cual el ministerio de marina le observó que no po- dia recibir comunicaciones de esa clase que no vinieran por el órgano del jefe de la escuadra (41). Poco mas tarde, el 10 de mayo, debiendo llar a vela el navio San Martin con destino a Coquimbo, los oficiales i la tripulación, alegando que no se les habían pagado sus sueldos atrasados, se negaron a levar anclas, lo que dio oríjen a un proceso ante un consejo de guerra, que el gobierno acalló enviando veinte días después, veinte mil pesos, i prometiendo enviar en breve cuarenta mil

raiso el 19 de abril de 1820. El lector puede hallarla integra, con solo algunas va- riantes de pa]<ibras en la traducción, en los Onjcnes di uiusira Niarifta ptiilüar por el contraalmirante Uril)e, tomo II, nota 2 del cap. XL.

(41) Ohcio del ministro de marina al comandante Guise 22 de ai>ril de 1820.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 6oi

Unas para saldar esos compromisos (42). En el deseo de no retardar o eriibarazar la partida de la espedicion, el director supremo creía que &ra necesario apartar de cualquier modo esas dificultades.

Aunque Cocliranc, cediendo a las instancias del gobierno, no habia i^uelio a hablar de su renuncia, i se mostraba mucho mas asequible» >e habia hecho mas i mas exijente en sus indicaciones i en los pedidos :jue hacia al gobierno. Como éste hubiera concedido permiso a algu- ^os buques mercantes para sah'r de Valparaíso con destino a los puer- os del Perú, para vender en ellos víveres estraidos de Chile, el vice- ilmirante reclamó contra esa medida, señalando sus inconvenientes por ruanto el enemigo iba a aumentar las provisiones deque debía hallarse iscaso, i podia ademas procurarse noticias de los aprestos bélicos que iquí se hacían. Kl gobierno sostuvo su determinación, dando para ello 'azones de un peso indiscutible. No le era dado poner trabas al co- nncrcío estranjero, ni desatender las exijcncias de los comandantes de 'as fuerzas navales de Inglaterra í de Estados Unidos, manteniendo indefinidamente cerrados los puertos de Chile. Era necesario propor- i^ionar algún desahogo a la industria nacional, tan damnificada por la prolongación de la guerra, facilitando la esportacion de los productos die la agricultura. Los permisos concedidos a esos buques procuraban \l estado algunos recursos que se destinaban a los trabajos de la maes- tranza. Por fin, siendo ineficaces todas las medidas adoptadas hasta entonces para ocultar al enemigo los aprestos militares de Chile, como se habia esperimentado anteriormente, valía mas aprovechar la salida de esos buques para hacer llegar al Perú comunicaciones artificiosa- mente dispuestas, en nombre de finjidos ajcntes del virreí i de sus consejeros, i destinadas a engañarlo sobre la verdad de las cosas (43). Como Cochrane insistiera en señalar con cierta dureza la tardanza que notaba en los aprestos navales, la falta de trasportes para conducir el ejército, i de algunos artículos indispensables, como cables para los buques í pipas para el agua, el gobierno lo tranquilizó haciéndole

(42) Oficio de Cochrane al ministerio de marina de 10 de mayo de 1820. Id. del ministerio de marina al vice-almirante i al comandante jeneral de marina de 20 del mismo mes, i otro del 30 en que se anuncia la primera remesa de dinero.

(43) El minisiro de marina esponia a Cochrane algunas de estas razones en oficio de 4 de mayo de 1826. A fines de ese mismo mes, el gobierno hizo salir la goleta Moctezuma en viaje rápido i misterioso a las costas del Perú para repartir comuni* caciones a los ajentes de Chile, i traer noticias mas recientes de lo que pasaba eu aquel país.

602 HISTORIA DE CHILE 1820

conocer las órdenes dictadas para satisfacer esas necesidades. En efecto, desde el 17 de mayo se.habia encargado a la comandancia jeneral de marina que embargase todos los buques que navegaban con bandera nacional o con bandera arjentina i los contratase para trasportes. Del mismo modo, habia dispuesto que, sin reparar en medio, recojiese to- dos los cables, cuerdas, juinas i demás artículos necesarios que se ha- llasen en poder de particulares, así en Valparaíso como en sus con- tornos, dando recibo de ellos a sus propietarios para pagárselos mas tarde (44). Esas comunicaciones revelaban que el gobierno comprendía las exijencias de la situación, i que estaba resuelto a satisfacerlas a custa de cualquier sacrificio.

El coronel Freiré, por su parle, habia visto también desatendidos sus ofrecimientos para tomar el mando de la división espedicionaría que Cochrane quería organizar. El director supremo, sin embargo, no tuvo grandes dificultades para darle a conocer la situación, i para hacerlo desistir de ese propósito. Dada la posibilidad de organizar un ejército de mas de cuatro mil hombres, i la composición que forzosamenie debía tener éste, no habia lugar a vacilación para nombrar el jeneral en jefe. El inmenso prestijio de que go/.aba .San Martin, la prudencia í la discreción que siempre habia mostrado, así en el mando mi'iiar como en los asuntos de gobierno, i la actitud que habia tomado en ]>resencia de las revueltas intestinas de las provincias unidas dtrl Río de la Plata, lo hacían el único jefe posible del ejército. Así lo habia comprendido el mismo director supremo, a quien el senado i la opi- nión pública habían designado para el mando de la espedicíon cuando no se sabia si San Martin podría tomarlo. Con mayor razón lo com- prendió Freiré al tener noticia de las últimas evoluciones que atába- mos de esplicar. O'Higgins, ademas, le manifestó que la guerra no estaba terminada en Chile, que era necesario pacificar la frontera del Biobio, i preparar una espedicion a Chiloé, empresas que seria posiMe realizar en el verano próximo. Freiré, como contamos antes, volvió a Concepción llevando para i para el coronel Alcázar los títulos do mariscal de campo, i el deseo de seguir sirviendo a la patria hasta verla independiente i constituida.

(44) Con fecha de 22 de febrero, el gohierm) habia mandado establecer en Valpa- raíso un obraje para la elaboración del cáñamo i la fabricación de cables i cuerdns para la escuadra. Por grande que fuera el celo desplegado por el gubcrnatlor, coro- nel don Luis de la Cruz, para plantear i sostener ese establecimiento, sus productos fueron mui escasos i no de tan buena calidad como se deseaba.

1 82 o PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 603

Esta resolución de Frei»-e tuvo sin duda grande influencia en el áni- mo de Cochrane; pero, aunque en vista de los aprestos militares que se hacían con grande actividad, de la actitud i de las instancias del gobierno, se mostraba mucho mas tranquilo, no habia manifestado es- presamente su adhesión al proyecto de espedicionar con un ejército de cuatro mil hombres, que habia considerado irrealixable. Mientras tanto, el ejército espedicíonario habia comenzado a reconcentrarse en (^)uillola, i todo se disponía para su marcha. A mediados de mayo, el jeneral San Martin se trasladó a esa villa para revistar las tropas i tomar algunas otras disposiciones militares. Habiendo pasado a Val- paraíso, tuvo algunas conferencias con Cochrane, i después de larga discusión, consiguió inclinarlo en favor de un proyecto cuya ejecución nada podía ya detener ni aplazar. -'Ayer mañana tuve la líltima sesión con Cochane, escribía San Martin a O'Híg^ínscn carta confidencial de 28 de mayo; í a pesar de que él inculca en (jue la espedicion es em- bara/.osa, le he hecho ver que es indispensable hacer que se verifique, pues asi lo requieren las circunstancias i los intereses de la América. Ha convenido, i me parece que soi)re este punto no tendremos mas (jue hablar. Lo mismo ha sucedido con respecto a la objeción que ponía sobre pipería (escasez de pipas), víveres í falta de lanchas. En fin, le he dicho que la resolución del gobierno, del senado i del pueblo es que marche la espedicion con el número indicado, i que, aunque ella carezca de algunos renglones, es preciso emprenderla de cualquiera manera (45)." Desde ese día, O'Híggíns i San Martin creyeron que los aprestos navales para aquella empresa no encontrarían nuevas difi- cultades. 8. La conspira- 8. La tranquilidad interior de que gozaba Chile

clon lie abril de . . , . j y % i >-%«T-r'

,g2o. bajo la vigorosa admmistracion del jeneral O Higgms,

habia permitido a éste concebir i preparar una empresa que bajo todos aspectos parecía superior al poder i a los recursos del país. »*Congra- tiílese V. E., decía al gobierno de Buenos Aires su representante en Santiago con fecha de 4 de febrero, de que si el desorden que per- turba por ahora a esas provincias detiene un tanto su marcha gloriosa contra el enemigo común, la tranquilidad interior de este estado (Chile) da lugar a empresas en que está empeñado este gobierno por la causa

(45) Los documentos oficiales no revelan mas que una parte de estas contrarieda- «les, si bien las dejan traslucir claramante; pero la correspondencia particular de los hombres que intervinieron en estos acontecimientos, da una luz que casi podría lla- marse completa.

604 HISTORIA DE CHILE 182O

«agrada de la América, i que refluirán sin duda en la seguridad i pros- peridad común (46). 11

Ks cierto (¡ue existia esa tranquilidad interior, que ella tenia en su apoyo la opinión de la inmensa mayoría del pais, i que a su sombra se asentaban pacíficamente las nuevas instituciones; pero también es ver- dad que las turbulentas ajitaciones que acompañaron a la revolución, habian dejado jérmenes de revuelta que era mui difícil estiipar. Una montonera de doscientos hombres, que ni por su personal ni por sus actos correspondia a propósito alguno de carácter político, habia com- prometido seriamente el orden pilblico el año anterior en las provin- cias vecinas al rio Maule. En el distrito de Quillota se habia organi- zado otra montonera de menores proporciones que, sin embargo, dio mucho que hacer a las autoridades. Los antiguos parciales de Carrera, soñando con la vuelta inmediata de éste, se mantenian alejados del go- bierno, i meditaban sin cesar planes desacordados de revuelta para llevarlo de nuevo al poder. En los primeros meses de 1820, cuando su|)ieron que éste habia reunido en las provincias del litoral del Rio de la Plata una banda de tropas, i que contaba con la alianza i el apoyo <le los caudillos que allí mantenian triunfante la insurrección contra el gobierno central, creyeron llegado el momento propicio para derrocar al gobierno de Chile. La solemnidad de la situación por que éste atra- vesaba, la importancia incontestable de la empresa en que estaba em- peñado para afianzar la independencia americana, habrían debido contenerlos; pero la exaltación de las pasiones de bandería, la aspira- ción de tener participación en el mando, i el deseo de vengarse de las perscc uciones que algunos de ellos habian sufrido, se sobrepuso a los deberes del verdadero patriotismo.

Los promotores de esta [)royectada revolución, amigos o parciales de Carrera, habian conseguido atraer a sus planes a otros individuos (jue se mostraban descontentos del gobierno, i ganarse la cooperación de varios oficiales i sarjentos del ejército, i lo que era mas grave, de la misma escolta del director supremo. En su ilusión, creian contar con el apoyo mas o menos franco de algunos personajes altamente coloca- dos; i referían entre sus allegados que los miembros de la junta guber- nativa de 1 81 3 que separó a Carrera del mando del ejército, estallan ahora dispuestos a secundarlo en sus planes de restauración en el

(46) Oficio del diputado don Tomas (]uido al supremo director de la.s provincias unidas del Kio de la Plata, de 4 de febrero de 1820. Se halla publicado en U yin^ Jiidcion histórica (papeles del jeneral (iuido), pag. 320.

l820 PARTE OCTAVA. CAPITULO XIX 605

íj;ol)iemo del estado Í47). Los conspiradores se reunían noche a noche <:n la casa de don Cipriano Ovalle, situada en el centro de la ciudad, a una cuadra de la p!aza (calle de S.mto Domingo, núin. 57), i allí concertaron un plan desatentado, que hahria podido talvez procurarles un efímero triunfo en el primer momento, pero que aun en este caso -debía conducirlos a un desastre inevitable.

Consistía esc plan en apoderarse por sorpresa, ¡ con la cooperación <le algunos oficiales, de los cuarteles de Santiago, apresar a O'Higgins i a San Martin, o darles muerte, como pedían los mas exaltados, for- mar un gobierno provisorio, que ejercería el mando hasta el arribo <le don José Miguel Carrera, o hasta que, convocado el pueblo a elec- ciones, designara su lejítimo mandatario. El mismo día en (jue se hiciera este movimiento, se despacharían emisarios a las provincias para hacer reconocer al nuevo gobierno, i se solicitaria la adhesión de Jas tropas que estaban acantonadas en Rancagua, i de las que soste- nían la guerra en la frontera del Riobio. Aunque se cotisideraba proba- ble que éstas no se plegarían a la revolución, los conspiradores no se arredraron por esta eventualidad. En su ilusión, creyeron posible do- minar por las armas toda resistencia, i aun pensaron buscar un jefe a quien, dado ese caso, poner al frente de sus tropas, e indicaron para ello al coronel don José Santiago Luco, comandante de granaderos en 181 1, que después de sofocado el motín de Figueroa había dejado «I servicio, no había tomado parte alguna en la guerra de la índepen- -dencía, i se conservaba enteramente cstraño a los negocios públicos. El movimiento debía estallar en la noche del sábado 8 de abril.

El director O'Higgins estaba perfectamente al cabo de todos estos preparativos. Parece que uno de los conjurados, cuyo nombre se ocul- ta en los documentos de la época, había descubierto secretamente todo el plan, i que esto permitió seguir de cerca los hilos de la trama i conocer cuantos habían tomado parte en ella. Contóse entonces que el mismo O'Higgins, acompañado por uno de sus ayudantes, ha- bía sido llevado una noche a la casa de Ovalle, i cjue desde una pieza

(47) Como se recordará, eran éstos don José Miguel Infante, don Agustín FAzü.- guirre i el presbítero don José Ignacio Cienfuego>. Los dos primeros estaban, es verdad, ahora mas o menos alejados del gobierno; pero el tercero era senador i go- bernador del obispado. I^s tres eran francamente desafectos a Carrera, a quien atribuían las desgracias de la patria en el primer período de la revolución. Aunque los conspiradores de 1820 se empeñaron en hacer creer que aquéllos simpatizalian con esta desacordada empresa, no había para ello el menor fundamento, ni el go- bierno hizo caso alguno de esos rumores.

Óo6 HISTORIA DE CHILE 182O

vecina habia oido las conversaciones de los conjurados, e impuéstose de las amenazas que proferían. Cuando el gobierno estuvo al cabo de lodo, i en la misma noche en que debía ponerse en ejecución aquel pro- yecto, fueron apresados algunos de los conspiradores; pero otros alcan- zaron a ocultarse, i se sustrajeron, al menos por el momento, a la per- secución. Todo aquello se hizo misteriosamente para no alarmar al publico i para que la noticia de la conspiración no trascendiera hasta los países vecinos, el Peni i las provincias unidas del Rio de la Plata, ante los cuales habia gran interés en presentar como inconmovible la tranqui- lidad interior que reinaba en Chile. La Gaceta de gobierno guardó un estudiado silencio sobre estos hechos. Aunque el senado tuvo conoci- miento de todo, no dejó constancia alguna en las actas de sus sesiones ni en los documentos que emanaban de él. Solo el cabildo, reprobando cakjrosamente la abortada conspiración, acordó demostrar nuevamente su adhesión al jeneral San Martin, i felicitarlo por haber salvado su vida de la trama que la amenazaba (48).

Sometidos los reos a la acción de la justicia, se siguió un largo proceso. Tomáronse numerosas declaraciones, recojiéronse algunos documentos; i por fin la cámara de justicia dio su sentencia el 24 de mayo. Condenaba por ella a la pena de muerte a los capitanes don Ramón Vasquez de Novoa, don Martin de la Cuadra i don Ramón Allende, i a la de des- tierro o confinación por el tiempo que fijase el supremo director a casi lodos los otros reos que habían sido aprehendidos. Aunque aque- lla sentencia se debía ejecutar en el término de veinticuatro horas, 0'Hit.'g¡ns aplazó su cumplimiento; i por fin por decreto de 12 de julio, usando de las atribuciones que le conferia la constitución, indul-

(48) No conozco el oficio del cabildo de que se habla en el texto; pero tengo a la visia la contestación de San Martín, i ella esplica este incidente. Hela aquí: "Aun- que la libertad c independencia de América es el único premio a que anhelo por lodos !()& servicios que pueda consagrarle, siempre ha sido un grande estímulo a mis fatigas militares la estimación con que me ha distinguido el ilustre pueblo de Chile. V. S., por quien otras veces se me han trasmitido los sentimientos nobles de esta capital, me congratula ahora al verme incólume de los peligros con que ame- nazaba mi persona la conjuración descubierta en la noche del 8; i este ínteres tan digno de V. S. como superior a mi mérito, excitondo mis deberes hacia tan honora- ble cuerpo, multiplica mi satisfacción por el doble motivo de reconocer el lugar que ocupo en sus cuidados i la adhesión de V. S. a la armonía social, única barrera contra el enemigo común. Dígnese, pues, V. S. admitir el homenaje de mi agrade- cimiento, felicitándole por el triunfo de la unión .sobre el funesto plan de la discor- dia. Dios guarde a V. S. muchos años, —Santiago de Chile, 18 de abril de 1820. José de San Martin AI ¡lustre ayuntamiento, justicia i rejimiento de esta capittl.tt

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 607

a los primeros de la pena capital, condenándolos a deslierro ilimi- tado; pero al mismo tiempo decretó la confinación de algunos ctros individuos cuya culpabilidad no hahia sido legalmente establecida, aunque lenian \ma participación real i efectiva en el proyecto de trastornar el orden público. En virtud de esta resolución, los presos fueron destinados unos a Valdivia i otros a Cojuimbo. í.os mas com- prometidos i los mas peligrosos, fueron embarcados a bordo del ber- gantin Fucirredon^ que el 10 de agosto siguiente zarpaba para San buenaventura, en las costas de la N'jeva Granada, donde la revulucion triunfante en esos momentos permitió a algunos incorporarse en el ejér- cito independiente. Uno de ellos, el capitán don Ramón Allende, se conquistó allí cierto renombre por su bizarría en numerosas batallas, .aquellos que ocultándose cabilosamente en la ciudad o en los campos lograron sustraerse a la j)ersecucion, fueron cayendo presos poco a poco; i si algunos de ellos fueron indultados de t,ida pena, otros su- frieron la de confinación ya a otros pueblos, ya al presidio de Juan Fernandez, que se restableció el año siguiente (49).

(49) Nunca liemos podido ver el ¡)roceso judicial a que dio orijen la conspinicion de abril de 1820; i hemos llegado a persuadirnos de que fué ocultado, i i)rol)oble- mente destruido por alguien que, habiendo intervenido en él, no quería que esto se supiera en los dias de exaltada reacción contra el gobierno de O'Higgins (jue se si- guieron a la caída de éste en enero de 1S23. Las publicaciones i documentos ofi- cíales del primero de esos años, no revelan casi nada sobre esos acontecimientos, i las que se hicieron mas tarde solo hablaban de ellos en términos jenerales, sin con- signar noticias suhcientes para entenderlos. Los documentos parlamentarios de 1820, no contienen sobre el particular mas que la noticia de una representación hecha por doila Cayetana Herrera en 3 de agosto, en que reclamal>a la lil)ertad de su hijo el coronel don José Santiago Luco, que debía marchar al destierro, i un cr)rio oiicio del director supremo de ll del mismo mes en que declara que eso seria "incúmpalibie con la tranquilidad i orden interior de 1a República. h De las publi- cjcicmes sub.siguicnttrs, la que contiene mas pormenores es una titulada Mani- /¿itacioft pública del ciudadano Mariano Vijil y la que el director de Chile iT liiggins ha observcuio con respecto a su persona i demás individuos arrojados sobre las costas del Chocó. Forma, con una advertencia preliminar i las notns suplementarias, un opúsculo de 24 pajinas, publicado en Santiago en 1823. Vijil fué uno de los espa- tríados de Chile en agosto de 1820. Desembarcado en San Buenaventura, tomó servicio en el ejército de Colombia, i allí falleció de muerte natural en junio de 1S22. Su manifiesto no es en manera alguna una esposicion ordenada i clara de los hechos, porque si bien se refiere a ellos, no los cuenta con método i claridad, acumulando jeneralidades declamatorias o cargos de la mas evidente exajeracion, que por lo mismo no producen ningún efecto. En esa o en otras publicaciones de carácter análogo se dice que los perseguidos tn aquella ocasión, eran hombres altamente co- locados en la jerarquía social, i patriotas probados con grandes servicios a la causa

6o8 HISTORIA DE CHILE 1820

Aquellas ocurrencias, que molestaron sin duda estraordinariamente a las familias de los individuos que sufrieron persecución o destierro^ no podian pasar desapercibidas. La opinon se mostró entonces desfa- vorable contra los que intentaban trastornar el orden público en mo-

de la independencia, en todo lo cual hai una estravagantc exajeracion, porque si bien es cierto que algunos de ellos pertenecían a familias distinguidas, otros eran hombres de posición modesta, i no habia uno solo que se hubiese ilustrado por servi- cios de cierta vah'a.

A falta del proceso, nos propusimos hace algunos años recojer en la tradición au- torizada, algunas noticias acerca de estos hechos, i aun consultamos a varios indi- viduos de los que tomaron parle en la conspiración, o que pudieron conocerla en sus pormenores. Las noticias que obtuvimos eran de mui escaso valor; i ellas dejaban ver que la proyectada revolución no tenia base alguna seria, i que aun en el caso mui poco probable de haber triunfado en el primer momento, habria sido luego anona- dada por el ejército. Ni en la tradición ni en la correspondencia particular de al- gunos de los hombres de la época, pudimos descubrir quién habia sido el que de- nunció la conspiración; pero supimos que el director supremo estaba al cabo de toda la trama desde algunos dias atrás, i que la dejó desarrollarse para caer sobre sus autores en el momento en que se preparaban para ejecutarla. Entonces se dijo que el denunciante habia sido el doctor don José Antonio Rodríguez Aldea; i la elevación de éste al ministerio de hacienda pocos dias después, dio ante el vulgo consistencia a esta acusación que se le hizo mas tarde sin pruebas autorizadas. Todo nos hace creer que ese rumor carecía de fundamento, i que solo fué hijo de las pa- siones de partido.

El documento contemporáneo en que hemos encontrado mas noticias sobre aque- lla frustrada conspiración, es la relación hasta ahora inédita i desconocida, que de esos hechos hizo cinco meses mas tarde el ministro de estado de Chile al ájente diplomático de este gobierno en Buenos Aires. Ilélo aquí:

•'El 8 de al;ril último abortó una horrorosa conspiración en esta capital. A la vi- jilancia del gobierno se del>ió su anticipada noticia, i el (|ue se precaviera la catás- trofe que del>ia acompañarla.

"Don Manuel Araos, don Manuel Muñoz Urzí'ia, dcm Cipriano Ovalle, el capitán de la escolla direclorial don Ramón Allende, el teniente de la guardia de honor don Martin Cuadra, don Ramón Vasquez de Novoa, don José Antonio Diaz Muñoz, don José Ignacio Izquierdo, don Manuel Lastra, don Ambrosio Rodríguez, don Juan Nicolás Carrera i don Pedro Manuel Villar, eran reputados como caudillos i direc- tores del plan. Don Vicente Uibistondo, tres Vidales, don Pedro Aldunate, el maes- tro de capilla don Manuel Salas, don José Manuel Barros, i algunos otros eran los cómplices. Se juntaban en casa de don Cipriano üvalle a reuniones nocturnas, en que habían acordado apoderarse de los cuarteles la citada noche, para lo que, por medio de los oficiales espresados, tenían proporción de conseguir el santo i seña del día. Dado este primer paso, debía ejecutarse un degüello de muchos vecinos, com- prendiendo a varios caracterizados con la investidura de majistrados de primera clase, especialmente el director supremo i el jeneral en jefe, que serian sorprendidos por partidas comisionadas al efecto. En seguida, convocados los partidarios de los

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XIX 609

rnontos tan solemnes para la patria, i cuando la revuelta que se tra- maba habría frustrado seguramente una empresa que a juicio de todos los hombres de juicio iba a coronar la revolución, a añanzar la inde- pendencia i a poner término definitivo a la era de perturbación i sacri- ficios que habia pesado sobre el pais desde diez años atrás. Mas tarde, sin embargo, aquel proceso i los destierros a que dio oríjen,

facciosos con denominación de pueblo, se procedería a la elección de un nuevo go- bierno, enviando diputados al ejército acantonado en Rancagua, al del sur, a Val- paraiso i a los pueblos del norte para su reconocimiento.

"Varios de estos criminosos fueron sorprendidos, i los demás fugaron. Se les formó la correspondiente causa, i fueron convictos i confesos del delito de conspiración para trastornar la actual administración, i envolver al pais en las desgracias consi- guientes a tales convulsiones. Puesta en estado de sentencia, se pasó a la cámara de justicia para que la juzgase i diese cuenta: la que en cumplimiento de la comisión, la sentenció en 24 de mayo en estos términos: Que fuesen pasados por las armas don Ramón Vasquez de Novoa, don Martin de la Cuadra i don Ramón Allende, en el término de 24 horas; que fuesen conñnados a disposición del supremo gobierno i por el tiem^x) que designase según lo exijiese la seguridad publica, don Cipriano Ovalle, don Vicente Urbistondo, don José M. Vidal, el músico Salas, don José Manuel Barros, don Diego (vonzalez, don Antonio José Rivas, don Joaquin Vas- quez, don Juan Antonio Diaz Muñoz i el sárjenlo Aragón de la escolta directorial; que don Miguel Ureta sufriese la pena de conllnacion que le estaba señalada antes de fugar de la prisión de Valparaiso, quedando la causa abierta para continuarla cuando sean aprehendidos los demás corifeos.

"Su Excelencia, por decreto de 12 de junio siguiente, usando de la piedad natural a sus sentimientos, i en uso de la facultad que le concede la constitución nacional, indultó de la pena capital a los reos \'asquez de Novoa, Allende i Cuadra, conmu- tándosela en destierro perpetuo del territorio de esta República, entendiéndose esta gracia sin ejemplar, i solo dirijida a evitar la efusión de la sangre americana que le es tan preciosa; conHrmando en lo demás la sentencia de la cámara.

"Del progreso de la causa se evidencia que los conspirantes procedian de acuerdo con los anarquistas ({ue tantos males han causado en esos desgraciados paises. Eran tan idénticos en sus proyectos e ideas con los Carreras en sus anteriores conatos de conjuración, que en sus reuniones abultaban prosélitos, enumerando personas de no- torio patriotismo i amor al bien público, y que por tanto jamas serian capaces d^ entrar en tales maquinaciones.

•'Su Excelencia ha procurado sofocar en lo posible estas noticias, porque no tras- cendiesen a paises estranjeros, donde a la distancia se miran con descrédito del sis- tema. Como han corrido ya por las comunicaciones particulares, i es regular que se hayan desfigurado o almltado, me manda comunicarlos a US., como tengo el honor de hacerlo, para que en las dudas que ocurran las satisfaga documental mente i haga de esta nota los usos que convengan al honor del pais, de su gobierno i de la causa política.

"Si alguno de los criminosos fugados apareciese en aquellos paises, será del cui- dado i celo de US. el pedir que sean presos i remitidos a esta capital con la seguri- Tomo XII 39

6lO HISTORIA DE CHILE 182O

fueron invocados por las pasiones de partido no como una falta de los que pretendieron trastornar el orden público en circunstancias tan so- lemnes i difíciles, sino como una prueba de la opresión a que el país estuvo sometido en aquellos dias.

<1ad necesaria. Dios guarde a US. m. a. Ministerio de estado en Santiago de Chile, a II de setiembre de \%20.— Joaquín df Echeverría, Señor ministro del supremo gobierno de Chile cerca de los de las provincias del Rio de la Piala, n

En carta particular escrita un dia después, el ministro Echeverría decía lo que sigue aZañartu: "Oficialmente detallo a V. la indecente conspiración descubierta •en ésta. La mayor i principal parte de los comprendidos, eran pri>sélitos del de- magogo feroz de Carrera. Desde el momento que iniciaron su proyecto, el gobierno tenia reiterados i circunstanciados avisos de cuanto trataban en sus sesiones ntx:tur- ñas, i se les dejaba continuar sus planes hasta el dia designado para su ejecución, que era el 8 de abril último, a las 8 de la noche. La causa se ha seguido por todos £U trámites, i los mas criminosos han sido confinados a la Nueva Granada. El pue- blo en jeneral estaba indignadísimo contra esta horda de locos: prueba de ello es que nadie se atrevía a realizar la menor insinuación en favor de ellos, ni aun sus deudos. Hoí disfrutamos de la mayor tranquilidad, i con la partida de la espedicion, que la dificultaban, todos muí contentos i justamente reconocidos al director, pues a su constancia, paciencia i estraordinarios esfuerzos es debida esta grande obra.n

CAPÍTULO XX

ORGANIZACIÓN I PARTIDA DE LA ESPEDICION LIBERTADORA DEL PERÚ

(mayo a agosto de 1820)

Revolución de España en enero de 1820. 2. Correrías del corsario chileno Rosa di los Andes en las costas de Nueva Granada: llega a Chile un emisario de este pais, i regresa a él con un considerable socorro de armas i municiones. —3. Activi- dad en los aprestos de la espedicion libertadora del Perú: el ejército espediciona- rio se acantona en Quillota y sus contornos. 4. O'Higgins y San Martin parten para Valparaíso a acelerar la partida de la espedicion: el senado arregla las ins- trucciones que debía llevar el jeneral en jefe. 5. Aprestos de la escuadra: serias dificultades suscitadas entre Cochrane i el gobierno, que al fín se transijen. 6. Últimos trabajos de organización: estado de las fuerzas espedicionarias de mar ! tierra: copioso material de guerra que formal» su tren i bagajes. 7. Amplitud de facultades conferidas a San Martin: limitación de las de lord Cochrane.— 8. Em- barco del ejército i partida de U espedicion: San Martin recil>e el titulo de capi- tán jeneral del ejército de Chile. 9. Nuevo plan de trabajos del director supremo después de la salida de la espedicion: dificultades que había de hallar en su ca- mino.

I. Revolución de i. I^ España pasaba en esos dias por una crisis

España en enero it*ji> j'i *^'i r

de 1820. Q"^ habla de impedirle enviar a América los refuer-

zos de tropas i de recursos que tenia ofrecidos a los virreyes ¡ jenerales que aquí luchaban obstinadamente para mantener la antigua domina- ción. El despotismo entronizado después de la restauración de Fer- nando VII en 1 8 14, había dado sus frutos. Durante seis años, la monarquía habla estado sometida al réjimen del terror para reaccionar

6l2 HISTORIA DE CHILE 1820

contra todas las conquistas hechas por la revolución, í para retrotraer la organización política i social al estado que tenia antes de 1808. Los nobles habian recobrado sus antiguos fueros i privilejios; los con- ventos habian sido reinstalados con la devolución de sus grandes riquezas; los jesuitas habian sido restablecidos, i la inquisición restau- rada habia reasunnido su poder i su actividad para servir a la causa del fanatismo relijioso, i de la conservación en toda su integridad del despotismo que habia abatido i arruinado a la España. Mientras tanto, todos los liberales, así los que mejor habian servido a la restauración de Fernando VII como los que habian reconocido al rei intruso, eran implacablemente perseguidos, encerrados en las cárceles i presidios u obligados a asilarse en los países estranjeros. Una camarilla de frailes i de cortesanos oscuros e inescrupulosos, conducía el gobierno, i estimu- laba al rei a seguir adelante en su réjimen de violenta i desatentada re- acción. El tesoro público, gravado con deudas enormes que no se [Mi- gaban, era insuñciente para cubrir las mas premiosas necesidades del estado, i absorbido en parte por los gastos de la corte i por la codicia de los cortesanos. El rei, que ponía tanto ardor en combatir a los in- surrectos de América para no desprenderse de una porción cualquiera de sus vastas posesiones ultramarinas, habia lastimado el amor propio nacional negociando la cesión de la Florida a los Estados Unidos para satisfacer reclamaciones pecuniarias que no podia pagar, i para ase- gurar la neutralidad de*éstos en la lucha que la España sostenía contra sus colonias sublevadas.

El descontento contra aquella situación se habia manifestado por cinco conspiraciones que fueron descubiertas antes de estallar, o do- minadas en sus primeros actos, i en todo caso ahogadas en sangre; la de Mina (1814) en Navarra, la de Porlier (1815) en Galicia, la de Ri- chard (i 81 6) en Madrid, la de Lacy (18 17) en Cataluña, i la de Vidal (1818) en Valencia. Esos movimientos aislados í prontamente venci- dos, revelaban un gran descontento, i dejaban ver que si la falta de comunicación i de unidad de los elementos liberales habian dado el triunfo a los sostenedores del depotismo, éste podia hallarse un día u otro seriamente amenazado. En efecto, a pesar de las ordenanzas rea- les que amordazaban la prensa con la connn'nacion de penas tremen- das, i de las dilijencias de la inquisición para condenar i perseguir todos los escritos que no aplaudían al poder absoluto (i), circulaban miste-

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(i) Véase Apihidice al índice jcneral de ¡os libros prohibidos que comprende los edic- tos de la sttnta inqttisiciott desde iSos hcuta 'mayo de i8ig. Una buena parte de loi

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riosamente en España libros, opúsculos i hojas sueltas impresas en tniprentas clandestinas, o importadas del estranjero. El mas notable de esos escritos, así por su lójica como por su moderación, era un librito publicado en Londres por el celebre economista don Alvaro Flores Estrada, en que, según dijimos en otra parte, bajo la forma de consejos dirijidos al rei, hacia conocer todos los males que aqueja- ban a Ja monarquía (2). Ya que no era posible propagar esas ideas públicamente, se habian organizado, a despecho de la inquisición, asociaciones secretas del rito masónico, en que estaban afiliados muchos oficiales del ejército i no pocos patriotas. Cádiz, que había sido la cuna de la constitución liberal de 1812, era ahora el centro principal de esas asociaciones. Para que estallase la mina, faltaba solo que los descontentos pudieran acercarse i comunicarse; i los aconteci- mientos que vamos a recordar, vinieron a presentarles la oportunidad que tanto deseaban.

Los desastres sufridos en América por las armas realistas no habian hecho desistir al gobierno de Fernando VII de la resolución de some- ter por la fuerza las colonias rebeladas. Una tras otra, habia despacha- do diversas espediciones de tropas, i aunque el resultado de esas em- presas, lisonjero en el primer momento, no habia correspondido en definitiva al propósito que las inspiraba, se creia siempre que un nuevo esfuerzo mas vigoroso i decidido, aseguraria un triunfo final i completo. En mayo de 18 18, cuando salió de Cádiz la espedicion que convoyaba la fragata María Isabel^ i en mayo de 18 19, cuando zarpaba del mismo puerto una división naval para ausiliar al virrei del Perú, el gobierno de la metrópoli anunciaba a sus representantes en América que queda- ba organizando una formidable espedicion de dieziocho a veinte mil hombres que se dirijiria al Rio de la Plata, que someteria en breve tiempo las provincias inmediatas, i que estendiendo luego sus opera- ciones a los otros países, consumaria su pacificación. En efecto, ven- ciendo las mas grandes dificultades, i sobre todo la escasez de recursos

libros i opúsculos señalados allí, lo son por contener máximas o doctrinas contrarias a la autoridad i prerrogativas de los reyes, por ofender a éstos o por atacar los go- biernos monárquicos. Los rayos de la inquisición estaban al servicio del absolutis- mo. El rei, por su parle, para complacer a esa clase de servidores, i para corres- ponder a las muestras de adhesión que le daban, habia presidido un dia los acuerdos del terrible tribunal.

(2) Lafuente, Historia j ene ral de España^ parte III, lib. XI, cap. III. Puede verse lo que ya hemos dicho en el § 7, cap. X, de esta misma parte de nuestra His- toria^ acerca del libro de Flores Estrada.

6l4 HISTORIA DE CHILE

pecuniarios, allegaba tropas en Cádiz i sus contornos, contrataba bu* ({ues para trasportes en Inglaterra, i ajitaba todos los resortes guber- nativos para dar forma a una empresa que, a pesar de todo, no podía realizarse con la prontitud que se deseaba.

Pero ésta encontraba resistencias de otro orden que eran mucho ma^ graves todavía. Así los jefes i ofíciales como los simples soldados, obedeciendo unos i otros a causas distintas, tenían una gran repugnan- cia para partir para América. Mientras los primeros, afiliados muchos de ellos en las sociedades secretas, aspiraban al restablecimiento del réjimen constitucional, los segundos, que en su mayor parte habían hecho las penosas campañas contra la invasión francesa, deseaban volver a sus provincias respectivas i al seno de sus familias, de que es- taban separados desde años atrás. El pueblo español no conservaba ya aquel carácter aventurero (}ue en el siglo XVI lo impulsaba a marchar gustoso a guerras lejanas, así en Europa como en América. Durante la lucha contra los franceses, los guerrilleros que hacían verdaderos prodijiüs en su provincia natal, salían raras veces de ella, i costaba mucho reducirlos a tomar parte en operaciones mas apartadas. Desde tiempo atrás, los soldados españoles mostraban una aversión evidente por el servicio militar en América. Las espediciones organizadas en la metrópoli para venir a sostener la causa del reí en las colonias ultra- marinas, habían impuesto esfuerzos estraordinarios a las autoridades para dominar esa repugnancia.

Esta resistencia se hacia mas i mas tenaz cada día. Los soldados españoles estaban profundamente convencidos de que se les enviaba a morir indefectiblemente en América, ya fuera por el efecto de climas mortíferos, ya a manos de los insurjentes. El reí había cerrado las imprentas, impedido la publicación de diarios i periódicos, con la sola escepcion de la Gaceta oficial i del Diario de Madrid^ en que no se da- ban a luz mas noticias que las que el gobierno permitía circular. Allí se hablaba siempre de los grandes triunfos que las armas reales alcanzaban en América, i de la próxima restauración de las provincias sublevadas. Si alguna vez se anunciaba algún desastre, era en términos tales que se disimulaba su importancia. Este procedimiento, sin embargo, no podía engañar por largo tiempo. Los soldados españoles sabían que en diversas divisiones habían partido para América mas de cuarenta mil hombres, i no habían visto regresar uno solo. Este hecho sobraba para confirmar sus temores; pero, a pesar de la vijilancia de las autori- dades civiles i militares i de las prohibiciones que decretaba la inqui- sición, circulaban en España noticias mucho menos consoladoras. A

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mediados de 1819 se sabia por notoriedad pública que Chile, donde habían sucumbido dos ejércitos realistas, no solo estaba libre de ene- migos, sino que tenia una escuadra relativamente poderosa, que ella habia capturado una fragata del rei i toda la espedicion que ésta escol- taba, i que, por fin, atacaba al virrei del Peni en los atrincheramientos que éste habia creido inespugnables. En Venezuela, Bolívar habia ob- tenido señaladas ventajas; i el jeneral Morillo, que habia alcanzado poco antes grandes triunfos i que habia anunciado el sometimiento comple- to de esas provincias con el poderoso ejercito que trajo de España, pedia ahora nuevos refuerzos para continuar la guerra. La prensa <ie los paises neutrales, de los Estados Unidos, de Inglaterra i de Francia, particularmente, daba circulación a esas noticias. Los ajentes de ios nuevos gobiernos hispano-amerícanos, escribían o hacían escribir libros i opiísculos que se publicaban en español, en ingles o en francés, para defender la causa de la independencia de las antiguas colonias, i para dar a conocer los triunfos que éstas alcanzaban. Esos escritos cir- culaban misteriosamente en España, i comenzaban a ser leídos. Algu- nos americanos que vivían en la península en la condición de comer- ciantes, servían cautelosa pero activamente a la propagación de esas noticias; i si no es seguro que ellos contribuyeron con otros elementos a preparar la revolución que se veía venir, es indudable que la activi- dad que desplegaron en su esfera posible de acción, sirvió considera- blemente para estimularla.

La ajitacion de los espíritus en el campamento de Cádiz era evi- dente para cualquier observador medianamente sagaz. El jeneral don Enrique O'Donnel, conde de La Bísbal, designado por el rei para el mando de la espedicion, estaba en tratos con las sociedades secretas, i parecía dispuesto a apoyar i a dírijir el movimiento revolucionario. Cambiando, sin emb^rgo^ de. propósitos, se cqmunicó con la corte, puso en arresto a los militares mas comprometidos (7 de julio de 1819), i creyó haber estinguido la chispa revolucionaría. El rei, por su parte, aparentando premiar ese servicio, Uamó a O'Donnel a otros cargos, i confió el mando del ejército espedicíonario al jeneral don Félix María Calleja, conde de Calderón, que se habia señalado por algunas victorias sobre los insurjentes de Nueva España en los primeros tiempos de la insurrección, i por su implacable dureza con los vencidos, pero que por su edad avanzada, era inútil para la empresa a que se le destinaba. 1^ mas vulgar prudencia aconsejaba al reí embarcar apresuradamente ese ejército para América, donde por la fuerza de las cosas habría tenido que empeñarse en la lucha contra los independientes; i no siendo esto

6x6

HISTORIA DE CHILE

])osíbIe por la falta de recursos, debió al menos fraccionarlo en divi- siones colocadas en «puntos apartados, para evitar la comunicación fre- cuente entre sus jefes, i la confabulación de planes revolucionarios (3). Una incapacidad absoluta dominaba en los consejos de gobierno. Femando VII i sus ministros querian consumar a todo trance la res- tauración de su imperio colonial, creian tener recursos suficientes para ello, i les parcela que era fácil dominar todos los complicados obstácu- los que se presentaban. Cuando el conde de Calderón preguntó god instancia a la corte qué conducta debia observar respecto de la ciu- dad de Montevideo, que se hallaba en poder de los portugueses, i ,que habría debido* ser la base de sus operaciones sobre las provincias unidas del Rio de la Plata, se le contestó por dos veces que debia con- siderarla como si no existiera, teniendo a la apartada ciudad de Cádiz por único centro de sus recursos. Los anuncios del espíritu turbulento (|ue dominaba en el ejército espedicionario, no alarmaron a la corte, persuadida de que la sangre con que habian sido castigados los mo* vimientos anteriores, había estirpado para siempre todo jérnien de insurrección. Las tropas quedaron acantonadas en Cádiz i en sus in- mediaciones; i como apareciera allí la fíebre amarilla haciendo nume- rosas víctimas, fueron distribuidas en los diversos pueblos vecinos para

(3) Según un cuadro o estado formado en Cádiz en 3 de octubre de 1819, e! ejér- cito espedicionario del)ia componerse de las fuerzas siguientes:

Once batallones o rejimientos de infantería con. 14,000 hombres

Cuatro id. de infantería lijera 5>^^^ "

Cuatro rejimientos cíe caballería 2,800 u

Artillería con 94 cañones i 720 rr

Zapadores 400 ti

Obreros. ¿ 250 h

TOIAL.

23.770

Según el mismo estado, las fuerzas de mar se compondrían de 6 fragatas, 10 ber- gantines, corbetas o goletas, i 30 lanchas cañoneras; en todo, 46 embarcaciones de guerra, fuera de los buques nacionales o estranjeros que se estaban aprestando para trasportes.

Este cuadro se halla publicado en la colección titulada Documentos para la historia di la vida piiblica del Lil criador (Simón Bolívar), Caracas, 1876, tumo VII, páj. 83.

Sin embargo, hasta enero de 1820 no se habian alcanzado a reunir en Cádiz i sa« contornos mns de 1 5,000 hombres.

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sustraerlas a la epidemia. Los aprestos marítimos i militares siguieron haciéndose con toda la actividad posible, en la confianza de que la espedicion partiría en pocos meses mas.

El levantamiento tanto tiempo meditado, estalló el i.^ de enero de 1820 en la pequeña villa de Cabezas de San Juan. A las ocho de la mañana de ese día, el comandante don Rafael Riego, poniéndose al frente de su batallón, proclamó el restableci mentó de la constitución liberal de 1812. El jeneral conde de Calderón fué apresado pocas ho- ras mas tarde con todo su estado mayor. Este pronunciamiento fué seguido por otros cuerpos, a cuya cabeza fué llamado el coronel don Antonio Quiroga, que desde julio anterior se hallaba en arresto. La revolución tomó cuerpo en los primeros momentos; pero no era difícil descubrir que no tenia raices en la opinión nacional. El pueblo espa- ñol, con la cscepcion de las clases cultas, que eran mui poco numero- sas, estaba habituado al réjimen absoluto. El levantamiento no lo habia sacado de su letargo político; de tal suerte que, acojido sin entusiasmo ya que no con indiferencia, parecia, después de inútiles movimientos de sus jefes en las provincias del sur, destinado a desaparecer, cuando estalló en el otro estremo de España, en la Coruña (21 de febrero), un pronunciamiento análogo que fué la señal de una insurrección mas jeneral. El rei, aterrorizado por estos acontecimientos, se decidió el 7 de marzo a convocar las cortes i a jurar la constitución (]ue él mismo habia abolido. Tales fueron los primeros pasos de una crisis tremenda que sacudió profundamente a la España durante cerca de cuatro años, i que le impidió enviar a América los ejércitos que el rei alistaba para sofocar la insurrección (4).

(4) Xo tenemos para qué entrar aquí en mas amplios pormenores acerca de una re- volución que no entra propiamente en el cuadro de nuestra historia, si bien tuvo una grande influencia en la marcha de los acontecimientos que se desarrollaron en Amé- rica. Esa revolución, por lo demás, ha sido dada a conocer en numerosas memorias i colecciones de documentos, i en historias bien ordenadas i dispuestas. Entre estas últimas, recordaremos solo el tomo VIII de la traducción castellana de la Historia de España escrita en injjles por el doctor Dunham, en que el traductor (don An- tonio Alcalá Galiano) ha referido por mismo aquellos acontecimientos en que fué testigo i actor principal; i los tomos XXVII i XX\'III de la Historia j¿neral de España por don Modesto Lafuente. Entre las numerosas obras estranjeras que han referido estos sucesos, merece recordarse una ({ue los cuenta con mucha clari- dad, relacionándolos con la historia de la revolución hispano-americana. Nos x^\^' úmcyi^\9. Histoiredtt di.v-neuzÜ'nie suelte (\t O. G. Gerv'inus (trad. Minssen) donde ocupan una buena parte del tomo VII.

6l8 HISTORIA DE CHILE t820

2^ Correrías -del cor- 2. Las noticias de estos graves acontecimientos

tMs'e^h's'tót Rabian ido llegando poco a poco a Chile. Aquí,

tas de Nueva Gra- como en los Otros pueblos americanos, habian

ün'^:^^,/^^ ^.^ÍÍ¡! sido grandemente celebradas por un doble mo-

un emisario de este ^ '^

país, i regresa a él tivo, porque se veía desplomarse el despotismo

rorro Titt'1 ««<="'" e" 'a •»«•«« nietrópoli. i porque aquel municiones. formidable sacudimiento iba a impedir que ésta

enviase nuevos ausilíares i nuevos socorros a tos ejércitos que aquí combatían aun por sostener la causa del rei. >*A1 ñn, parece que la pro- videncia ha mirado con ojos de compasión a la infeliz España, decia la Gaceta del gobierno de Chile al comunicar esas noticias. Todos los es* fuerzos de la política tenebrosa de Fernando, no han sido bastantes para impedir que las ideas liberales penetrasen por las provincias. En vano aquel tirano encadenó i desterró, en vano persiguió i aherrojó bajo el yugo de la execrable inquisición a los representantes del pue- blo, a los ciudadanos ilustrados, a los guerreros que lo restablecieron en un trono criminalmente adquirido i vergonzosamente abandonado; en vano asesinó a los ilustres conspiradores que intentaron restituir a la nación al goce de sus derechos. n El mismo periódico se preguntaba cuál seria la conducta de los liberales españoles respecto de la revolu- cion americana; i sostenía que el nuevo gobierno constitucional de la metrópoli no tenia derecho ni pretesto «para seguir hostilizando a estos paises que no han cometido otro crimen, decia, que anticiparse a com- batir por la misma causa que los peninsulares, esto es, la causa sagrada de la libertad (5).m

El gobierno de Chile recibía esos mismos días otras noticias que parecían augurar un feliz éxito a la espedicion que se preparaba so- bre el Perú. El 25 de marzo había llegado a Valparaíso un buque que

(5) Gaceta minisUrial estraordinaria de lo de mayo de 1820. £1 director O^IIiggins, por su parte, no se hacia ilusión alguna a este respecto. "Tan enemigos de la independencia americana, decia, son los liberales de España como los absolu- tistas.n Don Bernardo Monieagudo, que entonces publicaba en Santiago un periódico notable por mas de un motivo, El Censor de la revolución^ emitia la misma opinión en los términos siguientes. "Establecido que sea el gobierno constitucional en la pe- nínsula, seria un error grosero el suponer que los liberales (españoles) renunciasen sus pretensiones al dominio de la América. El empeñu de mantener el sistema colonial en los vastos continentes del Asia, África i América, es tan ardiente i jeneral en los poderes europeos, que si no lo estienden en todo el inmenso espacio de aquellas tres partes del mundo, es bien fácil conjeturar los motivos. Esta [manía que forma un contraste tan singular con los progresos de la ciencia económica política, en ningu- na nación es tan obstinada i antigua como en España, m

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venia de las costas del Chocó, i q»je traía un emisario acreditado del gobierno patriota de Hogotá, i comunicaciones del mas alto interés. Eran trasmitidas por el co\nandante de uno de los corsarios patriotas, Juan Illingworth, que lejos de las costas de Chile, habia ejecutado ver- daderas proezas que por mas de un motivo fueron trascendentales para la causa de ia patria.

Como se recordará, Illingworth habia zarpado de Valparaíso el 25 de abril de 1819 en la fragata Rosa de los Andes, armada en corso (6). A poco de haber salido de este puerto, habia apresado un buque mer- cante que venia de España; pero desde entonces no se tuvieron otras noticias suyas que las quejas de algunas emtarcaciones neutrales qut; habian sido detenidas con razón o sin ella, para reconocer su nacio- nalidad. Mientras tanlo, Illingworth operaba con la mayor audacia en la costa del virreinato de Nueva Granada. El 24 de junio, hallándose a la altura de la punta de Santa Elena, al norte de la embocadura del tío de Guayaquil, sostuvo un rudo combate con la fragata española Piedad^ que navegaba perfectamente armada, i sin lograr apresarla, sufrió tales averías que le fué forzoso acojerse a las islas Galápagos para repararlas. Allí permaneció un mes entero, i tuvo la fortuna de reemplazar los marineros que habia perdido en aquel choque, con los que pudo conquistarse de dos buques balleneros que llegaron a esas islas. Después de algunas correrías mas o menos afortunadas en que logró apresar varias embarcaciones (7), Illingworth se presentó el 17 de setiembre enfrente de la isla de Taboga, situada en la espaciosa ba- hía de Panamá. Acercándose cuanto pudo a una fortaleza que allí tenían los españoles armada de cinco piezas de artillería gruesa, rompió el fuego sobre ella con tanta actividad i con tanto acierto, que después

(6) Véase el § 11 del can. XIV.

(7) En una de ellas cayó prisionero el célebre patriota ecuatoriano don Vicente Kocafuerte, cjue salía del Perú alejado por orden del virrei Pezuela. "En la isla de Otoque, i a la entrada del puerto de Panamá, dice aquel, me cojió prisionero la corbeta Rosa, alias Aiui^s^ que estaba al servicio de! gobierno de Chile, i mandada por uno de los mejores jefes que lord Cocbrane habia traído de Inglaterra. Este fu- nesto encuentro me hizo perder mas de seiscientas onzas que me tomaron, por que tenia la desgracia de que mi país estuviese aun bajo el pabellón español. La pena que naturalmente me causó este triste acontecimiento, encontró algún alivio en el buen trato que me dio el capitán del bu<|ue, quien se condujo conmigo, en esas aflictivas circunstancias, con toda la 6nura i l)enévoIa atención de un verdadero ca- ballero ingles. "-4 ¡a uaciony%y manifiesto núm. 11 del ciudadano Vicente Rocafuertc, Lima, 1844.

620 HISTORIA DE CHILE 1820

de tin cañoneo de un cuarto de hora, el enemigo se preparaba a aban- donar esas posiciones para retirarse al interior de la isla. Los patriotas desembarcaron en el momento, cargaron a la bayoneta con grande ím- petu a los que trataban de resistirles, i matando a unos i apresando a otros, quedaron dueños del campo. Los que alcanzaron a huir al bos- que, fueron capturados poco después. Illingworth se hizo dueño de la isla; pero no teniendo nada que hacer en ella, se proponía dejarla para correr nuevas aventuras, cuando supo que Bolívar, después de una de las mas hábiles i atrevidas campañas de la revolución hispano-ameri- cana, habia destrozado el ejército del virrei de Nueva Granada en la memorable batalla de Boyacá (7 de agosto), i ocupado la capital del virreinato.

Dirijiéndose hacia el sur, cruzaba a fínes de octubre entre la isla de Gorgona i la costa del Chocó, i allí concibió el plan de cooperar con sus fuerzas al triunfo de los patriotas en aquella rejion. "Consiguiente a él, dice el mismo Illingworth, mandé al capitán de la tropa don Car- los Desseniers con su compañía i los tenientes de la fragata E. Jones i P. Mac Gilvery en las cuatro lanchas para apoderarse del pueblo de Guapi, a distancia de cinco leguas arriba en el rio del mismo nombre. A las seis de la mañana del 29 de octubre asaltaron dicha plaza, recha- zando al enemigo de sus fuertes posiciones, las cuales estaban guarne- cidas de seis cañones, algunos pedreros, ochenta i cinco fusileros de la tropa de Panamá i un cuerpo de artillería correspondiente. De nues- tra parte no hubo pérdida: la del enemigo consistió en cinco muertos i tres heridos. M Después de poner allí autoridades patriotas, Illing- worth ocupó la ciudad de Izcuandé, que el enemigo habia abando- nado, le puso nuevas autoridades; i embarcando su jente, fué a caer a la isla de Tumaco, ol S de diciembre, fondeando enfrente del pueblo del mismo nombre. "La situación de Tumaco, dice el intrépido mari- no, es de las mas fuertes para defenderse contra un ataque por mar. Su fortificación de seis cañones en el puerto domina todas las ave- nidas, guarnecidas por doscientos soldados bien pertrechados. Su jefe, prevenido desde seis semanas atrás, de la visita (¡ue le hicimos el 9 de diciemi)rc, habia <\áo ausiliado de Quito, de Barcoas i de Esme- raldas, i nos presentó la correspondiente resistencia. A la una de la tarde de ese día hice embarcar sesenta hombres en tres lanchas. A pe- sar de las dificultades que les oponian el viento i la corriente, avanzan derecho al fuego enemigo, desembarcan enfrente i debajo de los ca- ñones, saltan por la estacada i parapeto, rechazan al enemigo a la bayoneta, persiguiéndolo con ardor hasta perderlo en el monte; i ha-

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biéndole tocado en seguida llamada, se cambió en el acto la bandera española por el estandarte de Chile. La fuerza de este buque se halla reducida a i6o plazas entre ofíciales, marinos i soldados. La mitad se compone de los dignos hijos de Chile, i la otra de ingleses; pero no se encuentra variedad en el valor i el entusiasmo que todos a porfía de- muestran delante del enemigo (8).»»

Illingworth continuó ejecutando otras correrías en el territorio de! Chocó. Batia a las partidas enemigas, daba a los pueblos i aldeas nuevas autoridades, i por todas partes proclamaba el odio a la antigua dominación. Allí se reunió al comandante don José María Cancino, llegado de Bogotá con algunas tropas para incorporar esa provincia al rcjimen de la República. Por intermedio de éste, Illingworth entró en comunicaciones con el jeneral don Francisco de Paula Santander, que por designación de Bolívar acababa de tomar el mando de Nueva Ora n:^ da. Incorporada ésta a la gran república de Colombia, su nuevo gobernante habia recibido el título de vice-presidente. Preparando otras operaciones para libertar las provincias que todavía quedaban sometidas al poder español, dispuso Santander que el capitán don José Antonio Muñoz, que servia como segundo i como secretario del co- mandante Cancino, partiese para Chile en el bergantin Ana^ uno de los buques apresados por Illingworth, i que se procurase aquí las armas que no se hallaban en el Chocó (9).

(8) En la comunicación de Illingworth al ministerio de la guerra de Chile de 10 de diciembre de 1820, de que estractamos estas IfneaR, recomienda especialmente al capitán Dcsseniers i a los tenientes E. Jones, P. Mac Gilvery i don José Villarreal.

(9) Las operaciones cjue acabamos de referir constan principalmente de las comn- nicaciones del capitán Illingworth al gobierno de Chile, que son jeneralmente suma* rías i sobrias. En los libros históricos i biográficos de Colombia que conocenKW, ■penas se hace una rápida mención de ellos. En la obra mas estensa, mas prolifa i mas cabal que existe sobre el particular, la Historía de la rnH>lucion de ia repú' blica de Colombiay por don José Manuel Restrepo (nos referimos a la segunda edi- ción, que e-i la completa, hecha en Besanzon en 1858), los sucesos deque aqai trata» mes no alcanzan a completar una pajina (14*15 del tomo III), confundidos con otros posteriores en que tomó parte Illingworth. La relación de don tíenjamin Vi- caña Mackenna que hemos recordado antes, animada i prolija, es mucho mas noti- ciosa i jeneralmente exacta, sin serlo completamente; i la del contra-almirante Urilíc, que también hemos recordado antes, aunque menos minuciosa, tiene la ven- taja de estar acompañada en las notas de estensos fragmentos de la correspondencia de Illingworth con el ministerio de marina de Chile. Por lo que pueda interesar a los futuros historiadores, nosotros vamos a reproducir en seguida las contestaciones que se dieron a esos oficios.

"El venturoso éxito de las armas de la República, que bajo la dirección de

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£1 ájente del gobierno de Nueva Granada, llegó a Santiago, como ya dijimos, a fines de marzo de 1820. Las noticias i las comunicaciones que traia, produjeron una gran satisfacción. Celebraban todos los patriotas las victorias alcanzadas en aquel pais por las armas independientes, i veian en ellas el feliz augurio, no solo de la suerte que esperaba a la espcdicion libertadora, sino del próximo i definitivo triunfo de la azarosa

U. se han cubierto de gloria sobre Taboga, Guapi, Santa Bárbara i Tumaco, a que se refieren sus comunicaciones de 26 de setiembre» 30 de octubre, 3 de noviem- bre i 10 de diciembre últimos, prepara el favorable resultado déla espedicion que a esfuerzos de la nación se ha dispuesto para arrancar de entre nuestros hermanos del Terú esos restos de tirnnfa tan débiles en su defensa como enormes i pestiferos a la majestuosa marcha de los pueblos libres.

*'E1 jénio de la América se ha decidido propicio por su causa; i Chile, impaciente por estrechar los vinculos de paternidad que disolvió accidentalmente el desitotisnio con los malhadados peruanos, ha recibido las comunicaciones de U. con toda la efusión de su regocijo por tan halagüeños sucesos, esperando que U. h^ga enten- der a esa porción de virtuosos patriotas que en medio de la tiranía se supo conser- var inmarcesible, que se acercan los momentos de despejar enteramente la nube tenebrosa que por tantas centurias nos ha tenido envueltos en las tinieblas de la esclavitud. En el ínterin, U., haciendo aprender en la escuela de la esperiencia la desigualdad de objetos entre los independientes i los tiranos, se persuade el excmo. señor director supremo que se atraerá a todos aquellos que, por desgracia mal con- vencidos, desconocen aun sus propios derechos, teniendo advertido que ha sido mui de la aprobación de S. E. la comportacion de U. en esos pueblos respecto de sus vecinos en la elección de su gobierno. Así me ha ordenado S. E. el director supremo lo comunique a U., como tengo el honor de verificarlo contestando a sus recomendables citadas notas. Dios, etc. Santiago, abril 24 de 1820. fosé Igna- cío Zítüeno, Al comandante de la fragata Los Andes, w

"Obran en el conocimiento del excmo. señor director supremo los oficios oriji- nales i en copia del señor vice- presidente de la Nueva Granada, don Francisco de Paula Santander, dirijidos a U. i al vice-almirante de la escuadra nacional, junta- mente la acta celebrada entre U. i el comandante de artillería don José M. Cancino, nombrando para secretario i ájente de aquélla al capitán don José Antonio Muñoz. En su virtud, i deseoso S. E. de estrechar desde su oríjen sólidamente las mas íntimas relaciones de amistad con los ínclitos jefes de Nueva Granada, me ordena <iiga a U., como tengo la satisfacción de ejecutarlo, que para franquearla cantidad de fusiles i demás elementos de guerra que se relacionan en las predichas comuni- caciones, queda el gobierno empeñadísimo en su acopio, i según las activas como eficaces medidas que al efecto se practican, no dudo tendrá U. mui pronto la com- placencia de ver hoi a la República de Chile, en otro tiempo exhausta, suministran- do recursos a los hermanos que los solicitan. Tal es la resolución de S. E., de cuya orden lo comunico a U. para su intelijencia. Dios guarde a U. muchos años. Santiago, abril 24 de 1820. ¡ose I^^ttado Zeittcno. Al comandante de la fragata J^os Andes. %\

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XX 62 ^

Tevolucion en que estaba envuelta la América entera desde diez años atrás. Era ademas un justo motivo de orgullo para el patriotismo chi- leno el saber que la bandera de la nueva República comenzaba a ser conocida en lejanas tierras como emblema de libertad e independencia, i que sus soldados se batian allí heroicamente por esta causa. £1 go- bierno, por su parte, vio en esas comunicaciones algo mas importante i elevado todavía. El vice-presidente de Nueva Granada, después de re- cordar los últimos acontecimientos de ese pais, saludaba a Chile con la mas ardorosa efusión. "Yo, decia, tengo el placer de iniciar una comu- nicación de que deben resultar consecuencias mui ventajosas. Yo la tengo también en protestar que las relaciones mas íntimas, una amistad eterna i una protección recíproca de parte de este gobierno, fijará las bases a la mas estrecha unión de la gran familia americana. Acepte V. E., agregaba, los votos congratulatorios que la república de Nueva Granada ofrece por mi conducto a V. E. i a la República de Chile, ¡ \os deseos de que su poder, su gloria i su esplendor suban de punto' hasta fijar para siempre la suerte de este continente.»! El director supre- mo de Chile contestó en términos análogos esas espresiones de confra- ternidad; i deplorando que los aprestos que se hacian para equipar la espedicion libertadora del Perú no le permitieran ausiliar en la medida de sus deseos al ajenie del gobierno de Nueva Granada, prometía, sin embargo, darle todas las facilidades para el mejor desempeño de su comisión. Con este motivo O'Higgins, como lo hizo también lord Co- chrane, se dirijió a Bolívar para felicitarlo por los grandes triunfos al-, canzados en Colombia, i para excitarlo a proseguir en la empresa en que estaban empeñados todos los pueblos híspano-americanos, i que habia de conducir a la independencia absoluta de todo el continente.' Esas negociaciones, iniciadas con tanta efusión de patriotismo, eran una vigorosa palabra de aliento para los que aquí i allá combatian con, tanto ardor por una causa común. Pero se hizo también algo de mas efectivo. El emisario Muñoz volvia a Nueva Granada en setiembre si- guiente, llevando, junto con la noticia de haber zarpado la espedicion libertadora del Perú, un plan de señales para que los patriotas de aquel pais se comunicasen con los buques de la escuadra chilena, i un aco- pio considerable de armas i de vestuario para equipar las tropas pa- triotas que se organizaban en la rejion del Chocó i del Cauca (lo).

(lo) Kl oficio de Santander que estractamos en el texto, fechado en Bogotá el iz de diciembre de 1819, fué publicado en la Gaceta ministerial ^^ Santiago de I.® de ^bril del año siguiente. En la colección antes citada de Doatmetttos pata la historia

624 HISTORIA DE CHILE 1820

3. Actividad en los 3. Todas aquellas noticias avivaron el entusias-

d?ckfnTiberur<fra ™^ püblico cn favor de la espedicion libertador»

del Perú: el ejército del Perü. £1 20 de abril había comenzado a publi-

espedicionario se carse por la imprenta de gobierno un periódico

acantona en Quillo- 1, , ^ « ■*-> ^ . » , .

ta i sus contornos. Q"^ llevaba por título El Censor de la revoluaon;

que tenia por redactor a don Bernardo Monteagudo. Demócrata de- magogo en sus primeros escritos de principios de la revolcuion, había

de la vida pública del Libertador (apéndices tomo VII, pájs. 716-19), se rejistran las piesas siguientes: Comunicación de O'Higgins a Bolívar de 24 de julio; id. a Santan- der de la misma fecha i de 5 de agosto; i dos de lord Cochranc, una a Bolívar i otra, a Santander de 7 de agosto de 1820.

El capitán don José Antonio Muñoz partió de Valparaiso el 10 de setiembre lle- vando en tres buques, bajo bandera inglesa, la fragata Emperoilor Alejandro i los bergantines Atina i Teodosio^ un c«nsiderable ausilío de armas, municiones, víveres i vestuario para las costas occidentales de la Nueva Granada* La Gaceta ministerial de 23 de setiembre del mismo año, detalla los principales artículos que componían esos cargamentos. Figuran entre ellos 3,130 fusiles, 3,000 sables, 700 pares de pis- tolas, 34 barriles de baLis de fusil, 140 quintales de pólvora, 56,800 piedras de chispa, 2,713 machetones, 700 casacas, 2,559 pantalones, 1,559 cartucheras, 490 gorras, grandes cantidades de fierro, acero, tornillos, cinturones, etc., etc. Los tres buques que llevaba, habían sido armados en guerra, poniéndoles algunos de I(»s ca- fiones que Cochrane había traído de Valdivia. Esos buques i esas armas llegaron muí oportunamente al puerto de San Buenaventura, i sirvieron mas tarde para equi- par i trasportar la espedicion que condujo a Guayaquil el jeneral venezolano don José Antonio Sucre, i que después de muchas peripecias, afíanzó la independencia de Quito en la memorable batalla de Pichincha (24 de mayo de 1822). Restrepo, Hist» de la rnwl. de Coloinhiay tomo III, páj. ico, habla mui lijeramente de los ausilios llevados de Chile por Muñoz; pero en una corta reseña biográfica de éste, escrita por don José María Baraya en sus Biografías militares (de Colombia), B<*- gotá, 1874, parte II, pajinas 50-2, hai mas amplias noticias.

Cuando Muñoz partia para Chile, Illingworth acometía otras empresas militares de la mas estraordinaria audacia. Anunciábase que un destacamento realista, par- tido de las orillas del golfo de Darien, remontaba el rio A trato para caer por la espalda sobre los patriotas que ocupaban el territorio del Chocó. Illingworth, sin arredrarse por ningún peligro ni por ninguna dificultad, reunió su jente, la engrosó con algunos voluntarios, i dejando su buque a cargo de los marineros, se internó en las montañas para salir al encuentro del enemigo. Hacia conducir a hombros una lancha grande que debia servirle en las operaciones en que, según creia, il)a a verse empeñado en el rio Atrato. Esta penosa campaña fué del todo estéril. Los enemi- gos no habian acometido tal espedicion, i el intrépido aventurero regresó a la costa en febrero siguiente sin haber hallado a quien conil>atir. Allí apresó dos buques es- pañoles que iban de Ciuayaquíl ricamente cargados de cacao, cera, dinero i cueros curtidos. Uno de esos buques, el bergantín Liberaba, fué enviado a Valparaiso a cargo del teniente don José Villarreal, i llegó a este puerto el 9 de alnril siguiente.

£1 anunciado ataque realista por el lado del Atrato, era un rumor falso; pero.

l820 PARTE OCTAVA— CAPÍTULO XX ÓaJ

^ste modifícado mucho sus doctrinas políticas, pero conservaba su ar* <3or contra la dominación española, i porque se llevara adelante la gue- rra comenzada, hasta el afianzamiento definitivo de la independencia <ie estos paises. En el periódico a que nos referimos, dilucidaba con

-<n cambio, los españoles pensaban recuperar aquellos distritos por otro lado. El •coronel don Sebastian Calzada, militar activo i emprendedor, reforzado con los socorros que le envió el presidente de Quito, recuperó por sorpresa, el 24 de enero <le 1820, la ciudad de Popayan, ocupada por los patriotas después de la victoria de 3oyacá, i desde allí estendió sus operaciones para arrojarlos de todos los territorios 'vecinos. Con los refuerzos enviados por él, don Manuel Silvestre Valverde, antiguo empleado realista, había logrado levantar las poblaciones i espulsar las autoridades patriotas de casi todos los puntos en que lUingworth las habia colocado en los me- ses anteriores. Una nueva campaña ejecutada por éste con tanta audacia como feli- -cidad, durante fa primera mitad de marzo, volvió a someterlos a la causa de la pa* tria. £n esta ocasión, sin embargo, Illingworth perdió alguna jenlc; i a causa del furor producido por la resistencia, los soldados cometieron actos de innecesaria crueldad, fusilando a algunos de los gobernadores locales designados por Valverde. Kste mismo fué tomado prisionero, i enviado a Chile con los peores informes acerca de los actos que habia ejecutado durante su efímero gobierno.

Las aventuras de la Rosa de los Andes no se terminaron con esto solo. Kl virrei del Perú, que en esos momentos estaba libre de las hostilidades i bloqueos de la escuadra chilena, habia dispuesto que las fragatas de guerra Prucl*a i Venganza re- corrieran las costas del norte de Guayaquil en persecución de los corsarios chilenos. Debían ademas efectuar desembarcos para batir las partidas patriotas; i al efecto il»an bien provistas de tropa de infantería de línea. El 12 de mayo, estando cerca de la embocadura del rio Esmeraldas, Illingworth avistó a la Prncba^ i conociendo en el momento la inmensa inferioridad del poder de la Kosa de los Andes^ se acercó a la costa para aprovechar los bajos en que podia vararse la fragata enemiga. El día siguiente se trabó el combate con todo encarnizamiento. Illingworth recibió una herida, perdió alguna jente, pero obligó a la Prueba a retirarse sin hal^er logrado su intento. El atrevido capitán dio cuenta de estos últimos acontecimientos en dos comunicaciones, de 17 de marzo i de 30 de mayo, diríjidas al ministerio de marina, que llegaron a Chile con mucho atraso i que fueron publicadas en la Gacela estraor- dinaria de 7 de febrero de 1821.

Illingworth no volvió mas a Chile. Habiéndose varado su buque en la emboca- dura del rio Isctiandé, no fué posible sacarlo. Tomó entonces servicio en el ejército i en la marina de Colombia, i en esta República, i mas tarde en la del Ecuador, que se formó después de la disolución de aquélla, adquirió una justa nombradía por hechos que no tenemos para qué recordar aquí. Illingworth, cuyo nombre fué conver> tido en el uso común en lUingrot, como él mismo se fírmaba en sus últimos años, falleció en el Ecuador en agosto de 1853. En la importante colección de documen- tos publicada en Caracas en 1880 con el título de Memorias del jcncral Cf Lcavy^ se rejistran (tomo IV, pájs. 307-48) quince cartas de Illingworth a Bolívar, i seis a va- rios jefes, fuera de otras cuatro a O'Leax'}', publicadas al fin del mismo tomo. Todas <flias se refieren a los acontecimientos militares i políticos de Colombia de 1826 a 1829. Tomo XII 40

620 HISTORIA DE CHILE 1820

claridad de intelijencia i con formas literarias mejores que las que solian emplearse en los papeles americanos, todas las cuestiones rela- cionadas con la causa de la revolución. Señalaba los errores cometidos por los patriotas que habian soñado derrocar el viejo despotismo, e implantar inmediatamente un réjimen de absoluta libertad, semejante al de Inglaterra i de los Estados Unidos, pero inaplicable a pueblos que no tenian preparación alguna para ello, sin conseguir otro resulta- do que el desorden i la anarquía que comenzaba a asolarlos. Montea- gudo no se pronunciaba espresamente por la forma monárquica, pero era fácil deducir que una monarquía templada era a su juicio el mejor de los gobiernos en aquella situación. Cualquiera que fuese el gobierno que se diera la América, éste debia ser, a su juicio, absolutamente inde- pendiente, sobre todo de la España, contra cuyo espíritu i contra cuya política colonial formulaba las mas tremendas acusaciones, atribuyén- dole el atraso, la miseria i la ignorancia en que habian vivido estos pueblo?. Recordando los primeros beneficios producidos por la liber- tad, i señalando los que se diseñaban en el porvenir, Monteagudo desplegaba la sagacidad de un verdadero pensador, i la elocuencia de un escritor tan convencido como ilustrado. Ijis pajinas en que trató esas cuestiones deben ser estudiadas por todo el que desee conocer el espíritu de la revolución hispano-americana i de sus mas distinguidos promotores.

Aquel periódico, que produjo en esos dias una gran sensación, comu- nicaba las noticias que interesaban a Chile, con mas orden i método que las otras publicaciones de esa clase que habian aparecido antes. Entre esas noticias figuraban las que refiriéndose a la espedicion liber- tadora, era prudente dar a luz. El Censor exijía con el mayor empeño que se acelerasen los aprestos militares, i que se apurase el cobro de las contribuciones, llegando a censurar al gobierno porque no desplegaba mayor enerjía en la ejecución de una empresa de tan vital importancia para Chile i para la América. Esas censuras, hijas de la impaciencia, i en cierto modo alentadas por San Martin, que no toleraba causa alguna de retardo, i del deseo de estimular la acción gubernativa, eran injustas; i el mismo Monteagudo tuvo que declararlo cuando pudo imponerse de los trabajos que se emprendian i de las dificultades de detalle que éstos hallaban (11).

(11) Con motivo de las censuras publicadas en el periódico citado, se dio a luz en Santiago, por la única imprenta particular que entonces existia, un opúsculo de 11 p ijínas titulado Apolojia del mérito inlatamenU calumniado. Es una csposicion su-

l820 PARTE OCTAVA CAPÍTULO XX 627

En efecto, así el director supremo como sus ministros ponian i^n grande empeño para acelerar esos aprestos. En esos dias, como con- tamos en otra parte, habia sido necesario desprender del rejimiento de granaderos un escuadrón compuesto escíusivamente de soldados chilenos, i enviarlo a cargo del comandante don Benjamin Vi^l a re- forzar el ejército del sur. En cambio, se activaba con toda enerjía el reclutamiento de jente para completar el ejército espedicionafio. En Coquimbo, se organizaba, bajo la dirección del sarjento mayor don José Santiago Aldunate, un batallón de cazadores de infantería que debia llevar el número 2. Habiéndose presentado dificultades para traspor- tarlo a Valparaiso, se prefirió dejarlo allí para que a su paso al norte, lo tomara la escuadra espedicionaria. Los reclutas enviados de Concep- ción en ndmero de mas de mil hombres, agregados a los que se reco- jian en las provincias centrales, sirvieron para completar los batallones acuartelados en Rancagua, i el número 4, que estaba en Santiago bajo

maria, pero noticiosa i bien ordenada de las causas que habían retardado hasta en- tonces la organización i partida de la espedicion lil^rtadora del Perú. Pasa en rápida revista los trastornos interiores de las provincias unidas del Rio de la Plata que ha- bían impedido la ratificación del tratado de alianza ceUlirado a principios de 18 19, que habían distraído i, por último, disuelto, en la provincia de Cuyo, una parte del ejército destinado a esa empresa, i creado la impi>sibilídad absoluta de que las operaciones emprendidas en el Pacífico fueran apoyadas por el lado del Alto Perú. Rstos acontecimientos, que están allí recordados tolo en sus ra«igos jenerales, pero con la suficiente claridad, hahian dejado a Chile todo el peso de la empresa, cuando su tesoro estaba agotado, cuando tenia que reprimir la anarquía que amenazalxi el -mantenimiento del urden público i de las Ofuevas instituciones, i cuando la guerra desoladora del sur distraía una parte considefable de sus fuerzas. Sin embargo, sin arredrarse por tan abrumadoras ccmlrnriedades, afrontándolas con ánimo firme i resuelto, habia logrado dominarlas en su mayor parte, i la espedicion estaba próxi- ma a partir. Kl opúsculo de que tratai]¡u)s es, por la esposícion sumaria de los he- chos recordados, un documento útil para la historia, i deja ver en su autor, junto con una regular espedicion literaria, el pulso suficiente para no lastimar la suscep- tibilidad de San Martín i de los militares arientínos. Parece que fué escrito por don Juan García del Rio.

No pudíendo negar la exactitud de los hechos allí espuestos, Monteagudo con- testó en el segundo número de £/ Censor que los cargos formulados en el primero, eran hipotéticos, es decir, que él había querido señalar la responsabilidad que peina- ría sobre el gobierno fi no se llevaba a cabo la espedicion lil)ertadora del Perú, pues asi se arriesgaba perder todas las ventajas alcanzadas hasta entonces por la revolu- ción, i que por ello merecería una severa condenación. Monteagudo persistió, sin embargo, en au censura, no ya contra el gobierno, sino contra los particulares que no acudían presurosos a pagar las cuotas que les correspondían para llenar el em- préstito»

628 HISTORIA DE CHILE x820

el mando del teniente coronel don José Santiago Sánchez; i para for- mar aquí un nuevo cuerpo de infantería con la denominación de número 5, bajo las órdenes del coronel graduado don Mariano Larra- zabal, oñcial arjentino elevado a ese rango después de la batalla de Maipo. En Santiago, el coronel don Joaquin Prieto hacia fabricar en la maestranza las municiones, correajes, pertrechos i demás material del ejército. El teniente coronel de artillería don José Manuel Borgoño, habia establecido en Valparaiso una fundición de balas de canon, fa- bricaba metralla i hacia todas las reparaciones i arreglos correspon- dientes a la artillería.

Desde mediados de mayo comenzaron a moverse los cuerpos esta- cionados en Rancagua, para acantonarse en Quillota i en sus inmedia- ciones. Al mismo acantonamiento marcharon luego los dos batallones que se hallaban en Santiago. Don Juan Gregorio de Las Heras, nom- brado jefe de estado mayor del ejército espedicionario, i elevado hacia poco al rango de jeneral de brigada, dirijia inmediatamente la con- centración de las tropas, que seguía haciéndose con toda regularidad. A fines de mayo, el jeneral San Martin visitó el campamento, inspec- cionó los aprestos que se hacian en Valparaiso, i pudo dictar nume- rosas medidas de detalle para mantener el orden i acelerar los trabajos. Los reclutas recien incorporados al ejército, los mismos que poco mas tarde habían de soportar ufanos i contentos las mayores penalidades, i que habían de batirse como héroes en los campos de batalla, no se resignaban fácilmente a abandonar el suelo natal. La deserción comen- zaba a tomar caracteres alarmantes, i fué necesario contenerla con enerjía. A petición de San Martín (12), el director supremo hizo distri- buir en to:lüs los caminos i senderos vecinos al campamento, piquetes de caballería de diez o doce hombres, a cargo de sárjenlos o cabos de absoluta confianza.

Así O'Higgins como San Martin, ateniéndose a los informes que recibían de sus ajenies en el Perú, estaban persuadidos de que tan pronto como el ejército hubiera desembarcado en ese país, acudirían en número considerable los voluntarios para engrosar sus filas. Para utilizar sus servicios, preparaban un repuesto de armas i vestuarios su- ficientes para equipar allí algunos miles de hombres. En Quillota, ade- mas, se reunieron cuadros completos de oficiales para formar inmedia- tamente después del desembarco, un batallón de infantería i un cuerpo

(12) Oficio de San Martin al ministerio de la guerra de 4 de junio de 1819.

iSao PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XX 629

de caballería. Allí también se juntaron dos jefes superiores que acaba- ban de llegar de Mendoza, i que fueron destinados al mando de las divi- siones que se organizasen en el Perií. Era uno de ellos el coronel mayor (jeneral de brigada) don Toribio de Luzurriaga, el antiguo gobernador intendente de la provincia de Cuyo, militar poco práctico en negocios de guerra, pero oficinista intelijente i laborioso. El otro era don Juan Antonio Alvarez de Arenales, hombre de un carácter notable por su seriedad i su entereza, i acreditado por excelentes servicios a la causa de la revolución. Nacido en 1770 en el pueblo de Reínosa, en Casti- lla la vieja, habia pasado mui joven, i en el rango de cadete, a Buenos Aires, de donde se le envió al Alto-Perd con el carácter de militar, i luego de juez subdelegado que desempeñó en varios pueblos. Testigo de la opresión i del mal gobierno que allí habia, i luego de las com- plicaciones que se suscitaron al saberse los acontecimientos de Espa- ña en 1808, Arenales, casado en el pais i cabeza de una familia crio- lla, se pronunció por la causa de la patria, la sirvió con entusiasmo i decisión, sufrió por ella una penosa prisión en las casas-matas del Callao, de que logró fugarse, i volviendo a incorporarse en el ejército patriota, se señaló por su constancia, por su prudencia i por la aus- teridad de su conducta, como jefe militar i como gobernador de la provincia de Cochabamba (13). íjas discordias civiles que en 1820

(13) Don Juan Antonio Alvares de Arenales era ya una personalidad en la histo- TÍa de la guerra de la independencia de \stí provincias unidas del Rio de la Plata, i estaba destinado a señalar su nombre i)or hechos mas notables todavía. Puesto a la cabeza <le las tropas que guarnecian la ciudad de la Plata cuando estalló allí el mo- vimiento revolucionario de 25 de mayo de 1809, Arenales fué reducido a prisión luego que ese movimiento fué sofocado, i enviado a Lima a disposición del virrei, que lo hizo encerrar en las casas-matas del Callao. Habiendo conseguido fugarse, lle^ó a Moliendo, i de allí, mediante un viaje en estremo penoso i hecho en Ins peores con- diciones, consiguió llegar a Salta, donde se incorporó al ejército de Belgrano, a cuyas órdenes sirvi(') con gran distinción. Las historias de esas guerras, así las escritas por parte de los patriotas como las del bando realista, han consignado estensamente los importantes servicios de Arenales, con circunstancias i }X)rmenores que seria es- traño recordar aquí. Sin embargo, no conocemos acerca de su vida política i militar un estudio prolijo i detenido a que sus servicios lo hacían merecedor. Tenemos a la vista dos reseñas biográficas mui sumarias e insuñcientes: i.*^ la Bioi^fía del señor inural Arenales i juicio sobre la Memoria historie a di su secunda campaña a la sie- rra del Perú en 1821 (obra de su hijo <lon José Arenales) por Pedro de Angelis, opúculo de 17 pajinas impreso en Buenos Aires en 1832; i 2.^ una reseña de diez co- lumnas en el Dieeionario hiof^áfico nacional^ comenzado a publicar en Buenos Aires en 1877 por los señores Molina Arrotea, García i Casabal. Ambos trabajos, aunque útiles, dejan sentir que no haya otro mas completo.

630 HISTORIA DE CHILE 182Ó

destrozaban a las provincias arjentinas, lo indujeron a abandonarlas para venir a Chile a ofrecer sus servicios a la causa de la independen- cia. Recibido afectuosamente por O'Higgíns i por San Martin, Arenales fué incorporado al ejército cspedicionario, al que habia de prestar seña- lados i trascendentales servicios. Un hijo suyo que lo acompañaba, fué nombrado teniente, i designado edecán del jeneral en jefe.

Según los cuadros del estado mayor, aquel ejército llegó a contar cerca de cinco mil hombres, de cuyo numero, sin embargo, era forzo* zo reducir los enfermos o los que por otras causas no habian de em- barcarse. Si por su número, por su espíritu militar i por los recursos que llegó a contar en armas, municiones i vestuario, formaba un poder respetable, por la composición de su personal presentaba una anoma- lía que era menester evitar. 1.a espedicion libertadora del PeriS era despachada por el gobierno de Chile, que, venciendo imponderables difícultades, habia hecho todos los gastos, i allanado todos los obstácu- los, así como la escuadra que la trasportaría, era también chilena. San Martin, que por la declaración de Rancagua se habia desligado de toda obediencia al gobierno de Buenos Aires, lo entendia así; i cuando quiso proveerse de poderes para tratar con el virrei del Perú si llegaba el caso de hacerlo, los solicitó del supremo director de Chile (14), del mismo modo que hasta que se erijió en Lima un gobierno in- dependiente, se dirijia a aquél para darle cuenta de todos los sucesos de la campaña. Pero, aunque el jeneral San Martin tenia desde un año atrás el título de brigadier de Chile, i aunque la inmensa mayoría de aquel ejército era compuesta de soldados chilenos, habia muchos jefes i oficiales arjentinos o chilenos que no tenian mas títulos que los que les habia dado el gobierno de Buenos Aires, de cuya obediencia se habian separado, i que, por otra parte, habia dejado de existir por los

(14) lié aquí el oficio pasado por San Martin a este respecto: (Reservado). «'Excmo. señor: Cuando ya se halla preparado todo pay la espe- dicion lil)ertadora del Perú que V. E. se ha dignodo confiarme, i se acerca el día de su verificativo, yo creo del>er consultar a V. E. sobre si fuera conveniente que para el ^aso de que el virrei del Perú quisiera entrar en negociaciones conmigo, se me pre- muniese de facultades, asignándoseme por instrucciones relativas el mas principal objeto a que yo debiera propender, i todas las demás conveniencias que debiera tener en mira, ^'o lo concibo interesantísimo, por(|ue es mui posible que llegará este caso, i porque se evitarian dilaciones para concluir cual({uier acomodamiento. Sobre todo, sujeto respetuosamente mi dictamen a la sabia política de! gobierno supremo. Dios guarde a V. E. muchos años. Cuartel jeneral en Santiago de Chile, 12 de junio de 1820. Excmo. señor. fosé de San Martin, w

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trastornos políticos de ese pais. El director O'Higgins, que quería que todo aquello se llevase con regularidad, i que la espedicion fuese re- vestida del mayor prestijio, para que no pudiera decirse que era for- mada de aventureros que no dependian de ningún gobierno, buscó el remedio de aquella situación anómala.

Consistía éste en dar nombramientos en el ejército de Chile a todos esos oficiales en rangos iguales a los que tenian en el disuelto ejército de los Andes. Pero esta medida, aunque aconsejada por un propósito levantado, i aunque en todo caso era favorable a los que recibiesen los nuevos títulos, podia provocar suceptibilidades de los mismos agraciados, muchos de los cuales, por un estrecho nacionalismo o por una arrogancia pueril, se complacían en manifestar desden por las con- sideraciones que les dispensaba el gobierno de Chile. El jeneral San Martin, que fué consultado sobre el particular, le dio su franca i esplí- cita aprobación. ««Estoi seguro, decia, que mis dignos compañeros de armas sabrán apreciar la importancia del premio militar con que se tiene la dignación de condecorarlos al emprender la gran campaña. Satisfecha su primera ambición con haber contribuido a la salvación de Chile, hasta el amor propio se verá en ellos lisonjeado al conside- rarse no solo existentes en la memoria del gobierno, sino identificados, por decirlo así, con el orden político del estado que fué algunas veces teatro de su honor i de su deber (i5).»t .A.1 estenderse los nombramien-

(13) Oiicio de San Martin al ministro de U guerra de 9 de junio de 1820, en con- testación a la consulta que se le hizo con fecha de 2 del mismo mes. La concesión acordada por O'Higgins, se estendió hasta funcionarios del orden civil que tenian títulos militares. Fl coronel arjentino don Tomas Guido había desempeñado en Chile dcs'le 1817, como sabemos, el cargo de representante o ministro diplomático del gobierno de Buenos Aires. Cuando a consecuencia de los trastornos políticos de 1820, er.e gobierno cayó en manos de don Manuel de Sarratea, aliado de Carrera i de los enemigos del gobierno de Chile, comunicó a Guido que había cesado su comi- sión diplomática. «'Este gobierno, le'decia en ofício de 21 de marzo, no está autorizado para continuar a V. S. en su comisión. De consiguiente, se halla por ahora sin repre- Scntaciíjn cerca de ese gobierno; pero soi de sentir que puede V. S. permanecer en ese destino (pais) hasta la reunión del congreso que será mui breveii. Guido, en consecuen- cia, vio en esta resolución no solo una destitución, sino una orden para no regresar a Buenos Aires; i con fecha de 27 de abril comunicó ai supremo director de Chile este retiro de poderes, felicitándose por su parte de hal)er contribuido por todos medios, mientras desempeñó ese cargo, a mantener las buenas relaciones entre los dos estados. San Martin, por auto de 18 de mayo, mandó que se reconociera a Guido por su primer ayudante de campo, i luego lo nombró "coronel efectivo Ínterin que se erija en las provincias del Rio de la Plata una autoridad central». £1 director supremo, por su

632 HISTORIA DE CHILE l8aO

tos, el gobierno quiso desarmar todas las prevenciones í susceptibili* dades, declarando que esos títulos eran un premio concedido a los agraciados por los servicios prestados a la libertad de Chile. Esto, sin embargo, no bastó para conseguir completamente el objeto deseado; i si bien el mayor número de esos oficiales recibió con agradecimiento i con satisfacion un título que los habilitaba para pasar en Chile los iilti> mos años de su vida en una posición honorable i gozando de un sueldo permanente, situación a que mas tarde se acojieron muchos de ellos, hubo algunos que no disimularon en sus conversaciones su desden por esa gracia. San Martin, que desaprobaba sinceramente estas manifes- taciones de indiscreta arrogancia, no se atrevió, sin embargo, a repri- mirlas sino con algunos consejos prudenciales, i pudo comenzar a co- nocer las molestias que esos primeros jérmencs de insubordinación iban a procurarle en el curso de la campaña. 4. O'lliggins i San 4. A mediados de junio, O'Higgins i San Mar-

Martin parten para ^j^j (Jebian trasladarse a Valparaiso para acelerar Valparaíso a acele- . _ .

rar la partida ele la los aprestos militares 1 navales. £1 jeneral en espedicion: el senado jefe quiso despedirse personalmente del cabildo

arregla las instruc- jo*.- j i 1 l u* -i -j i s.

dones que debía lie- "^ Santiago, del cual habla recibido las mas seña- var el jeneral en jefe, ladas manifestaciones de simpatía, i que ademas habia demostrado el mas decidido empeño porque, venciendo cua* lesquiera dificultades, se llevase a cabo la espedicion libertadora del Perú. En la mañana del 15 de junio, el cabildo lo esperaba en su sala de sesiones. «'Manifestó allí San Martin los sentimientos de gra- titud de que se hallaba penetrado, no solo como funcionario público por los jenerosos sacrificios que habia hecho la nación en favor de la causa de la libertad, sino especialmente por el afecto que los chilenos han dis- pensado siempre a su persona. Ofreció de nuevo sus servicios con las espresiones del mas sublime patriotismo, i encargó se manifestaran al pueblo estos sentimientos (i6).»i El cabildo de la capital cumplió ese encargo; pero quiso ademas dirijirse a todos los pueblos del estado para esplicarles el objeto i el alcance de la campaña en que iba a em-

parte, espidió el decreto que sigue: "Atendiendo a los méritos i servicios de don Tomas Guido, coronel de infantería del ejército de los An<les, he venido en confe- rirle el empleo de coronel de infantería de los ejércitos de la República. Dado en «1 palacio directorial de Santiago de Chile a 20 de junio de 1820. Bernardo O' 1 1 1 GG I NS. /osJ /{ptano ZeriUno .1.

(16) Proclama del cabildo de Santiago de 15 de junio de 1820. La proclama del cabildo a los pueblos del estado, circulada el mismo día, de que copiamos en seguida un fragmento en el texto, es diferente de la anterior.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XX 633

peñarse la Repiiblica. ««Vuestro ínteres por la suerte de la América, ciecía, ha preparado la grande empresa que ha de fijar su destino. Los pueblos hermanos del Perú jimen bajo el yugo de un despotismo tanto mas insoportable cuanto que, reconcentrado en aquel cantón, solo allí ejerce su autoridad; i mientras que desde uno a otro estremo del con- tinente se proclama la libertad, los tiranos osan desde aquel atrinche- ramiento amenazar nuestra independencia, i ofrecer a la España, en sus tiempos tranquilos, un punto de apoyo en sus embates contra la América. Era preciso recojer nuevos laureles, i llenar los grandes des- tinos a que ha sido llamada nuestra patria, i tal es el objeto de la es- pedicion libertadora del Perú, fruto de vuestros sacrificios i su mas gloriosa recompensa. Ella deberá presentar a aquellos pueblos el don mas precioso que pueden recibir los hombres. Ella debe consumar la obra de la libertad del sur, i ella debe ser para Chile el principio de una serie de prosperidades. «t Los hombres que firmaban ese docu- mento, como todos los que en Chile manifestaban algún interés por la cosa publica, tenian una noción clara i correcta de la importancia de la empresa que se iba a acometer.

En la noche de ese mismo dia, se reunía estraordinariamente el se- nado para recibir al director supremo i al jeneral San Martin que iban a partir para Valparaíso. Después del discurso de ceremonia en que el presidente de ese cuerpo, don José María Rozas, congratulaba a aquellos dos altos personajes por la próxima salida de la espedicion libertadora en que estaban cifradas tantas esperanzas de la patria, O'Higgins espuso que debiendo atender en Valparaíso al pronto des- pacho del ejército i de la escuadra, llevaría consigo al ministro de guerra i marina, i que durante su ausencia de la capital, quedarían en- cargados del gobierno interior para los asuntos urjentes, los otros dos ministros en sus ramos respectivos. El senado aprobó esta resolu- ción (17), i el director supremo, libre de estos cuidados, se puso en viaje el 17 de junio.

(17) Este acuerdo era en cierto modo contrario a las disposiciones constitucio- nales, i necesitó por tanto que se le esplicara. El artículo 24, capítulo I, título IV de la constitución, disponia textualmente lo que sigue: "Kn el caso de ausencia (del director supremo) de la capital por mas de ocho dias (lo que nunca podrá hacer sin acuerdo del senado), enfermedad u otro impedimento lejítimo que le em- barace en el desempeño de sus deberes i despMicho de los negocios públicos, hará sas veces para lo diario i urjente, el gobernador intendente, sin mas distinciones de las que corresponden a su empleo. Pero si saliere del estado, reemplazará su lugar«

634 HISTORIA DE CHILE ]820

El senado, que se mostró respetuoso i deferente con el director su- premo i con el jeneral que debía mandar la espedicion, que aplaudió el celo desplegado hasta entonces i que mostraba plena confía nza en el resultado de la empresa, creyó sin embargo que en su ejecución ésta debia someterse a reglas fijas e invariables, i que ellas debian ser dadas por el poder lejislativo. Si la espedicion era costeada con el dinero de Chile, si se emprendía bajo la bandera chilena, i si se queria que el nom- bre de este pais se ilustrara fuera de su territorio no solo por la gloria de los combates, sino por la prudencia i la discreción de sus jefes i de sus soldados respecto del pueblo que iba a libertar, era preciso, a juicio •de aquel alto cuerpo, que el jeneral tuviese instrucciones claras i bien definidas a que ajustar su conducta i sus procedimientos, i que llevase a su lado uno o dos representantes del gobierno de Chile provistos de amplios poderes para resolver, en nombre de éste, las dificultades que se suscitasen. Los senadores creían tanto mas necesario esto cuanto que les inspiraban no pocos recelos la composición del ejército, i la presencia en él de numerosos jefes i oficiales arjentinos, entre los cuales había algunos que hacían ostentación de mirar en menos las órdenes ema- nadas del gobierno de Chile. El personal de los funcionarios civiles que debían acompañar a San Martin, no era, como veremos mas ade- lante, a propósito para desarmar esos recelos.

Después de algunas conferencias estrictamente reservadas, el senado sancionó el 23 de junio las instrucciones que habían de darse a San Martín. Constaban de veinticinco artículos claramente concebidos. En ninguno de ellos se indicaba plan alguno de operaciones militares, en lo que se queria dejar al jeneral en jefe !a mas amplia libertad: pero todos detallaban con gran insistencia la línea de conducta política que debia seguir, i^ espedicion no era de conquista, i ni siquiera de predominio, sino dirijida a promover i asegurar la libertad del Peni, dejando a este pais en situación de darse el gobierno independiente que mas conviniera a sus aspiraciones i a sus intereses. "En los pueblos a que arribare, el jeneral no usaría de la fuerza sino cuando, después de haber convidado a sus habitantes con la paz, encontrase una obstinada resistencia. •» Debia tratar como hermanos a los pueblos i provincias que voluntariamente

durante su ausencia, aquel que el director nombre de acuerdo con el senado, n Ahora, este cuerpo, al aceptar la proposición del director supremo, tuvo cuidado de declarar que lo hacia asi, por cuanto ese alto majistrado dejaba en la capital a dos de sus ministros, que formaban parte del gobierno i que debian someterse a las instruc- ciones que se les dejaran.

iSaO PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XX 635

entregaren al ejército espedicionario, impidiendo toda ofensa así a las personas como a los bienes aun de aquellos que no fuesen afectos a la causa de la independencia, i castigando severamente todo desmán cié la tropa contra estas prescripciones. En los pueblos o provincias ocu< padas se proclamaría inmediatamente la independencia nacional, i se dejaria a las corporaciones i vecinos principales, la facultad de elejirgo- l>erna'Jor i cabildo, a los cuales se les pedirian cuarteles i los demás «ausílios que necesitase el ejército. En los pueblos tomados por la fuerza, ^»e obser varia una conducta análoga, impidiendo los saqueos, depreda- ciones i violencias. En ningún caso el jeneral en jefe "admitiría empleo alguno político ni para si ni para sus oñciales.n Ocupada la ciudad de l.iiiia, se elijiria un director o una junta suprema de gobierno, i se auto- rizaría la preparación de una constitución provisoria que seria sometida SI la aprobación de las corpo.^'aciones i de los habitantes del estado (como se había hecho en Chile en 181S), i que en sus disposiciones tomaría en -'consideración, en cuanto lo permitiese, decían, el sistema de nuestra libertad, las antiguas costumbres de aquel estado, que no podrían ser alteradas sin pesadumbre de sus habitantes, i cuya estírpacion debía ser la obra de la prudencia i del tiempo. n En consecuencia, no se haría innovación alguna «<en el orden jerárquico de los nobles, caballe- ros cruzados, títulos, etc.M ni se declararía la libertad de los esclavos, si bien se admitiría en el ejército a aquellos de entre éstos que voluntaria- mente acudiesen a tomar las armas. Tanto los americanos como los españolea que habiendo sido desafectos a la causa de la independen- cia, quedasen en el país i se sometiesen al nuevo orden de cosas, serían tratados con benignidad; pero en las contribuciones que los nuevos gobernadores impusieran para el sostenimiento del ejército i de la es- cuadra, "se aliviaría en cuanto fuese posible a los |>atriotas, i se carga- ría la mano en primer lugar a los españoles i criollos tercos i obstina- dos, i en segundo a los indiferentes.!! £1 senado quería que todos los actos del ejército libertador i de las autoridades que se creasen bajo su amparo, fuesen inspirados por la mayor moderación, que se mejo- rase la condición de los indíjenas, que se procediese con el mayor orden en el secuestro de los bienes de enemigos que hubiesen aban- donado el suelo del Perú, i que cuando fuera necesario espatriar a al- gunos de éstos, se hiciese por las autoridades respectivas, evitando toda violencia. Estas recomendaciones eran todavía mas esplícitas al hablarse de los eclesiásticos, que en su gran mayoría eran enemigos declarados de la independencia. El senado, ademas, declaraba invio- lables los bienes de las iglesias, i mandaba que se dispensara entera pro-

636 HISTORIA DE CHILE 182O

teccion a la relijion, castigando severamente todo acto o palabra en contra de ella (t8).

- Aquellas instrucciones, inspiradas en la mayor parte de sus artículos por un sano criterio i por un alto i noble propósito político, debían ser sometidas a la aprobación del director supremo. £1 presidente del senado las remitió a Valparaiso con el oñcio correspondiente, i con una carta confidencial en que, a nombre de esa corporación, le reco- mendaba la conveniencia de enviar en la misma espedicion un repre- sentante del gobierno de Chile que acompañase al jeneral en jefe pwra resolver «»los asuntos i negociaciones diplomáticasn entre Chile i el Perú. Deseando que este funcionario poseyese los requisitos que exijia el cargo, proponia que el nombramiento recayese en el senador doctor don José María Rozas, en el ministro de estado don Joaquin Echeve- rria, o en el gobernador de Valparaiso don Luis de la Cruz, todos los tuales cultivaban buenas relaciones con San Martin, i debian ser acep- tados por éste sin inconveniente ni dificultad.

Pero O'Higgins no aprobó el pensamiento del senado. Perfecta- mente de acuerdo con éste sobre el objeto i el espíritu de la espedi- cion, hallaba en aquel documento algunas prescripciones que le merecian serios reparos. Creia que el establecimiento de nuevas auto- ridades en los pueblos o provincias que fuese ocupando el ejército libertador, debia hacerse por designación del jeneral en jefe, porque confiarla a la elección de las corporaciones i del vecindario era fomen- tar rivalidades i seguramente crear embarazos a la acción militar. Re- cordaba, al efecto, que en Chile, aun después de derrotado el enemigo I de cimentado con cierta solidez el nuevo réjimen admistrativo, no habia sido posible practicar la elección popular de cabildos i de gober- hadores locales i estaba profundamente persuadido de que las innova- ciones de esa clase, no podrian plantearse sino cuando el orden público descansase sobre bases mas sólidas que las que se obtenian inmediata- mente después de una ocupación militar.

Razones de otro orden se oponían a la aprobación de esas instruc- ciones. No siendo posible prever todas las circunstancias que pudieran crearse en el curso de la campaña, San Martin habria de hallarse mu-

(i8) Estas instrucciones con las firmas de los senadores que las dictaron, han sido publicadas varias veces, primero en una hoja suelta o periódico de Lima de 1S23, i después en algunas colecciones de documentos sobre aquellos sucesos. Kl lector puede hallarlas en La Vindicación histórica (papeles del jeneral Guido), pajina 360- 65, i en las Sesiones de los cuerpos lejisIcUivos^ tomo IV, páj. 232-33.

l820 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XX 637

chas veces en el caso de retardar su acción durante algunos meses para consultar al gobierno de Chile, o en la necesidad indispensable de no cumplir aquellas prescripciones. Por otra parte, O'Higgins, uni- do a San Martin por la mas estrecha i sincera amistad que puede haber entre dos hombres, tenia en éste una confíanza absoluta, i creía que ligarlo a instrucciones reglamentarias, era lastimarlo en su dignidad i crear embarazos inútiles. La prudencia reconocida e indiscutible de San Martin, la conducta que habia observado en toda la campaña de Chile, aun en las horas de irritante impaciencia que lo habían sacado en ocasiones de su calma habitual, lo hacían justamente merecedor de esa confíanza ilimitada. £1 director supremo, no queriendo suscitar di- ficultades i complicaciones con el senado, se abstuvo de darle contes- tación alguna, i esperó resolver este negocio por medios conciliatorios i prudenciales. 5. Aprestos de la es- ^. l^os aprestos del ejército de tierra, en que

cuadra: serias difi- , j 1 i_- j* ^ j

cultades suscitadas la accion del gobierno se podía ejercer en toda su entre Cochrane i el plenitud, no ofrecieron dificultades enormes. I^

gobierno, que al fin . . . ,• j 1 ••• j

se transijen. mtervencion mmediata del director supremo 1 del

jeneral en jefe, i la cooperación que les prestaban así los jefes militares como el laborioso i paciente gobernador de Valparaíso, allanaron no pocos embarazos de detalle. Las tropas estaban regularmente acuarte- ladas, i se habían tomado las medidas convenientes para cortar la deser- ción. La maestranza de Santiago i la fundición establecida en Valpa- raíso, elaboraban i entregaban con la regularidad posible las municiones i los demás pertrechos. Los contratistas del trasporte de la espedicion, venciendo no pocos obstáculos i contando para todo con el decidido apoyo del gobierno, habían conseguido reunir los buques necesarios i los dotaban de víveres, si no con toda la rapidez posible, al menos sin los retardos que eran de temerse.

Por el contrario, el apresto de la escuadra suscitaba grandes emba- razos. La oficialidad i la marinería de nacionalidad estranjera, exijían premiosamente el pago puntual de sus sueldos, asumiendo una actitud semejante en ocasiones a una verdadera sublevación, i ponían en un verdadero conflicto a las autoridades. La enajenación de las presas, cuyo valor completo habia sido cedido a los captores, era causa de mayores contrariedades desde que el gobierno hubiera querido conser- var algunas de ellas para trasportes. Lord Cochrane, que en cierto grado habría podido calmar esas inquietudes, se mostraba poco tratable, no solo porque apoyaba las exíjencías de sus subalternos, sino porque per sistia en creerse hostilizado por el ministro de la guerra, i porque mi-

638 HISTORIA DE CHILE |d2o

raba con mal encubierta antipatía a algunos de los oficiales, de quienes creia que trataban de minar su autoridad, i hasta que contaban para ello con la protección del gobierno. Solo el director supremo, por quien lord Cochrane abrigaba una sincera estimación personal, la hacia valer con mas ventaja que el respeto debido a su rango, para apaciguar en lo posible esas diferencias.

£1 contra-almirante Blanco Encalada debió encontrarse muí mo- lesto con aquella situación. No hallamos en los documentos contem- poráneos noticia alguna de ruptura con su jefe inmediato; pero se ve en ellos que celebró, i que tal vez solicitó, que se le pasase a conti- nuar sus servicios en el ejército de tierra. £1 gobierno, en efecto, habia dispuesto que toda la escuadra operase en un solo cuerpo i con un solo jefe superior. £n esta virtud, Blanco habia dejado temporalmente el servicio naval por decreto de 5 de junio; i ocho dias mas tarde era nombrado jefe de estado mayor del ejército que debia quedar en Chile para la defensa del territorio contra cualquiera agresión enemiga. Desde entonces, la autoridad del vicealmirante pudo considerarse mas robustecida.

Pero la lercjuedad de Cochrane parecía tomar mayores proporciones cada día, i llegó a hacerse sumamente alarmante. Habiendo dispuesto el gobierno la inmediata salida del berganlin Araucano en desempeño de una misión del servicio, el vice-almirante, renovando con mayor empeño sus exajeradas exijcncias para el equipo de la escuadra, es- puso en oficio de 6 de julio, que ese buque, como los demás de ella, se hallaba falto de muchos de los artículos indispensables para em- prender ese viaje. "S. £., el señor director supremo, le contestó el ministro de marina ese mismo dia, al examinar la relación de los artículos que necesita el bergantín Araucano para darse a la vela, i que \. S. ha tenido a bien incluirme en nota de hoi, no ha podido dejar de concebir que o el resto de los buques de la escuadra, con escepcion de la O'/Z/g^ins (cuya noticia de faltas ha venido igualmente), se hallan completamente equipados i listos de todos los artículos que no sean víveres, o que en su equipamiento existe algún principio de retardación demasiado ominosa a los intereses de la Rcpiiblica, que están en razón inversa de cualquier demora que sufriere la salida de la espcdicion.ii El ministro recordaba en seguida íil vice-almirante las órdenes que se le habían comunicado para el pronto equipo de la escuadra, disponiendo a la vez, que los gastos fuesen cubiertos por la comandancia jeneral de marina, estrañaba que no se hubiesen ««mani- festado ántvs faltas (jue hacia tiempo debieron prevenirse,»! i terminaba

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XX 639

pidícndole que «categóricamente esplicase si los demás buques tenían o el complemento de todos los artículos navales i militares que se requerían para la campaña que van a emprender, pasando en el segundo caso la relación de cuanto necesite respectivamente cada bajel.»»

Aquella nota enfureció sobre manera al vice-almirante. Contestán- dola el día siguiente (7 de julio) en un largo oñcío, atribuía aquellas tardanzas a la mala administración de los negocios de marina, que, según decía, lo privaba de toda autoridad efectiva, conñándola al go- bernador de Valparaíso en su carácter de comandante jeneral, quien por su recargo de ocupaciones, por falla de conocimientos del ramo o por otras causas, no podía ejercerla acertadamente; i la atribuia tam- bién al descuido o a la mala de los proveedores. '»Sí yo, agregaba mas adelante, be de ser subsírviente de personas completamente igno- rantes de su deber, o incapaces, o que no quieren llenarlo, i si la culpa de su mala conducta o de su descuido ba de imputarse únicamente a mí, tengo que declarar que no es mi inclinación someterme a una injus- ticia tan enorme o volverme a sujetar a una nota tan insultante que V. S. por medio de un escribiente ha gustado dirijirme; i si este len- guaje parece áspero, espero que V. S. lo considerará solamente dirijido a V. S., no teniendo referencia al alto i honorable individuo (el direc- tor supremo) que en la multiplicidad de sus ocupaciones ha puesto una riibríca a una nota tan ofensiva como inmerecida, i que contra verdad me imputa "la retardación demasiado ominosa a los intereses de la Kepiiblica.» Aunque el vice-almirante, como se ve, guardaba consideración al supremo director, que sin embargo había puesto su nlbrica al márjen de la comunicación ministerial, como entonces se practicaba en la correspondencia oficial, el gobierno se consideró ofen- dido; i después de madura discusión, el ministro de marina devolvió a aquel jefe (10 de julio) el oficio que contenia esas palabras.

Otros incidentes vinieron en esos días a hacer mas tirantes las rcia- cíones entre el gobierno i el jefe de la escuadra, ¡ a preparar una crisis que parecía inminente. Como lord Cochrane hubiera renunciado el mando inmediato de la fragata 0'//íí:¿ií/ís, que ejercía conjuntamente con el cargo de vice-almirante, i como fuera necesario nombrar co- mandantes para algunos de los otros buques, el gobierno, por decreto de 7 de julio hizo esos nombramientos, i designó para jefe de aquella fragata, que era el buque almirante, al capitán don Juan Spry. Era éste un buen oficial de marina; pero Cochrane, que le tenia una decidida mala voluntad, protestó de esa designación, sosteniendo que el co-

640 HISTORIA DE CHILE 182O

mandante del buque que llevaba la insignia del almirante, i que éste montaba, debia ser nombrado por él. Por su parte, el ministerio de marina, en oficio de lo de julio, esplicó i sostuvo esta determinación- Todos estos accidentes mantenían a Cochrane en un estado de exci- tación indescriptible; pero hubo otro que vino a producir la esplosion de su orgullo i de su altanería. Acusando al capitán Guise del delito de falta de respeto a su persona i de tratar de minar ante los marinos í ante el gobierno el crédito del vice-almirante, ordenó éste que fuera puesto en arresto, i que se le sometiese a un consejo de guerra. Que- riendo evitar un proceso que no conduciria a otro resultado que ahon- dar las rivalidades i discordias en la escuadra, el gobierno, por resolu- ción de 12 de julio, mandó suspenderlo, i que Guise fuera puesto en libertad. Cochrane no quiso tolerar este atropello de su autoridad; i casi inmediatamente, por dos oficios dirijidos el uno al director su- premo i el otro al ministro de marina, renovó la renuncia que antes habia hecho del cargo de vice-almirante, en términos que dejaban ver que aquella resolución era irrevocable (19).

Aquella renuncia venia a crear los mas serios embarazos a la acción del gobierno i a los aprestos de la espedicion. Cochrane, a pesar de todos los inconvenientes que ofrecia la altanera arrogancia de su ca- rácter, i del espíritu receloso i desconfiado que mostraba suponiendo hostilidades que en realidad no existian, era el jefe indispensable de la escuadra, el único que podia dar alguna cohesión a los elementos hetereojéneos que la componian, i mandarla con alta intelijencia i con

(19) El contra-almirante Uribe Orrego, en la pajina 203 (nota) del tomo II de los Orljenes de nuestra marina militar^ publicó la renuncia dirijida por Cochrane al di- rector supremo con fecha de 12 de julio^que está concebida en términos relativamente respetuosos. La que dirijió el dia siguiente al ministro de la guerra, bajo las formas de aparente sumisión, parece envolver una burla después de la devolución que se le habia hecho de una nota descortes. aquí este documento inédito, según cree- mos, hasta ahora:

••Valparaiso, julio 13 de 1820. Mi mui estimado sefSor: A mi regreso de la (THi^gins con S. E. el jeneral San Martin i V. S., fui honrado con la última de- cisión del gobierno supremo, a la cual ahora, como en todo caso, doi la debida deferencia, i ordeno que el capitán Guise sea puesto en lil)ertad con la menor demora posible. Contraviniendo ella con mi carácter i con mi honor como hombre i como oñcial, no he perdido un momento en remitir a V. S. mi comisión, que es- pero pondrá V. S. a los pies de S. E. con la espresion de mi mas sincera esperanza de que prevalezca la unanimidad, cesando ahora los obstáculos para ella. Tengo el honor de ser de V. S. su mas atento i S. S. Cochrane, Señor ministro de marina» coronel don José Ignacio Zenteno, etc., etc., etc.u

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la audacia que las circunstancias podían exijir. Cuando en los conse- jos de gobierno se trató de si debia admitirse la renuncia, San Martin i O'Higgins se opusieron a ello con la mas incontrastable resolución. "Cochrane, decia el primero, es un niño grande que nos causará mu- chas molestias, pero cuyos servicios pueden ser inapreciables.»» O'Hig- gins, por su parte, lo estimaba como un jénio militar de primer orden, al cual era preciso tolerarle todo para utilizarlo en la grande empresa en que la revolución estaba empeñada. Por otra parte, en los dias de es- pectativa que se siguieron a la presentación de la renuncia del vice- almirante, comenzaron a hacerse sentir en la escuadra los jérmenes de descontento i de insubordinación que parecían anunciar un cataclismo. Veinte i tres ofíciales de marina firmaron una acta por la cual declara* han que a la habilidad i al honor de su jefe actual estaban vinculados el honor i el interés de la escuadra chilena; i que en el caso que él dejase el mando, ellos también presentarían sus renuncias. Mientras tanto, Cochrane se manifestaba decidido a mantener su resolución.

Solo la deferencia personal que profesaba a O'Higgins pudo incli- narlo a mostrarse mas tratable; i aun así fué necesario hacerle con- cesiones que en cierto modo eran depresivas para el gobierno, i que en cualesquiera otras circunstancias, el gobierno no habría debido de- jarse imponer. El supremo director del estado, el jeneral en jefe del ejército espedicionario i el ministro de marina, empeñados en la rea- lización de una empreSa sin la cual no podía tener existencia estable la independencia de estos países, se vieron en la necesidad de aceptar, no tanto en el fondo como en la forma, las exijencías del orgulloso marino. »«En los momentos en que los servicios de las fuerzas navales del estado son de la mas alta importancia i los servicios personales de V. S. indispensables, decia a Cochrane el ministro Zenteno en oficio de 20 de julio, la supremacía ha recibido con el mayor pesar la re- nuncia que, si fuera admitida, traería por consecuencia la ruina de las futuras operaciones de las armas de la libertad en el nuevo mundo, i concluiría por restablecer en Chile, la patria adoptiva de V. S., esa ti- ranía que V. S. aborrece i a cuyo aniquilamiento tanto ha contribuido su heroísmo.*! Decíale en seguida que el gobierno consideraba que la admisión de esa renuncia ««seria un día de duelo universal en el nue- vo mundo, n i que por tanto se la devolvía rogándole que no insistiese en ella por ««el bien de la sagrada causa a que Cochrane se había de- dicado con toda su alma.*? Se le reconocía el derecho de procesar al ca- pitán Guise, pero se le observaba que el director supremo había sus- pendido ese juicio por evitar todo incidente que pudiese retardar la Tomo XII 41

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HISTORIA DR CHILE

salida de la espedicion. Por otro ofício despachado dos días después, se autorizaba al vice-almirante para hacer por solo todos los últimos aprestos de la escuadra, sin intervención de la comandancia jeneral de marina, i en la confianza de que todos ios gastos serian puntualniente pagados (20).

De esta manera quedaron terminadas entonces las molestas i aza- rosas complicaciones que acabamos de referir. Ellas habian embarazado estraordinariamente los aprestos para la salida de la espedicion, retar- dándola por muchos dias; pero, aunque mas tarde habian de renovarse en el curso de la campaña con caracteres mas graves todavía, aquel arreglo produjo por el momento el resultado mas satisfactorio que podia esperarse. Lord Cochrane, excitado por la responsabilidad moral que pesaba sobre él, desplegó una actividad prodijiosa. El gobierno habla dictado providencias cnérjicas para reclutar en los campos i ciu- dades, i para sacar de los cuerpos del ejército, hombres jóvenes i vigo- rosos aptos para el servicio de mar, i éstos entraron a reemplazar a los marineros estranjcros que desertaban o que habian cumplido su tiempo de enganche. El gobernador-intendente de Coquimbo había recibido orden de efectuar iguales reclutamientos en esa provincia, i tenia listo un centenar de muchachos de las condiciones requeridas, que la escua- dra debia embarcar a su paso para el Perú. Estas medidas, ejecutadas

(20) Cochrnnc ha ilado en sus memorias {Naifal servicís, etc., chap. III) una re- lación incompleta i muí apasionada de estas incidencias; pero publica algunos docu- mentos, i entre ellos la traducción inglesa del oficio de 20 de julio que estractamos en el texto, i que el lector puede hallar en castellano en el libro citado del contra- almirante Uribe, pajina 203. Kl oñcio de 22 de julio, que según creemos no ha sido publicado nunca, dice como sigue: "Convencido plenamente de que US. toma el mismo interés íjue yo en el gran proyecto de la espedicion libertadora del Perú, des- graciadamente detenida por las dificultades que se tocan para dar el último impulw a la habilitación de la escuadra, he venido en facultar a US. ampliamente a efecto de f|ue proceda US. por mismo i sin pérdida de instantes al equipo de todos los buques de la escuadra, sin restricción de medio alguno que pueda facilitarlo, sacando de donde se hallaren todos los artículos de artillería, pertrechos, útiles i demás que fueren necesarios por vía de compra, cuyo valor se satisfará por el tesoro público, haciéndose el goláerno responsable de su al)ono. El comandante jeneral de marina recibe órdenes mías para que coadyuve con todos los arbitrios que estén en su mano al éxito de esta importante operación, proporcionando a US. todos los recursos que deban asegurar el logro. Vo me lisonjeo deque esta medida que me ha dictado la confianza que tengo en el celo i actividad de US., producirá un resultado tan eñcaz como propicio a la laudable empresa de la libertad de nuestros hermanos del Perú. Dios guarde a US. -Valparaíso, julio 22 de 1820. ¡osé Ignacio '¿¿ntetio. Al seftor vice-almirante h)rd Cochrane. n

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con toda puntualidad, allanaron uno de los muí serios embarazos que hallaban aquellos aprestos.

La fírme resolución del gobierno, i sus instancias al vicealmirante para que acelerase todos los trabajos, estimulaban la actividad de éste. *'l.a voluntad del excmo. señor director supremo, decia a Cochraneel ministro de marina en oficio de 25 de julio, el interés jeneral de la República, los deseos de los pueblos i el decoro mismo del gobierno, se interesan imperiosamente en la mas pronta salida de la espedicion.

Ya no puede diferirse por mas tiempo este acto que fija las miradas esperanzas de todos los ciudadanos, ni puede prolongarse hasta otro término que el día 3 del próximo agosto. Esta es la época que S. E. determina para que el convoi i la escuadra den a la vela de este puerto, i la misma en que V. S., por la parte que le compete i representa, ha de estar dispuesto a verificar esta determinación en el dia precitado, activando para ello todas las providencias que sean de su resorte, sin perder momento ni dilijencia alguna.n Pero si en el plazo fijado podia llevarse a cabo el apresto de los buques de guerra, no debía conseguirse lo mismo con los trasportes, simples barcos de comercio en que era necesario hacer serias reparaciones para acomodar la tropa, los caba- llos i los grandes repuestos de armas i de pertrechos. Nombrado co- mandante especial de esta sección el capitán don Pablo Délano, el 2 de agosto, consiguió dar grande impulso a esos trabajos; i ocho dias después (10 de agosto) el vice-almirante comunicaba que, "cscepto pequeñas disposiciones de ninguna inportancia que podrian efectuarse en pocas horas»t, la escuadra estaba lista para proceder al embarco del

ejército.

6. Últimos trabajos 6. Los aprestos del ejército de tierra habían de orRanizacion: es- j^archado sin séríos tropiezos; i en esa época esta-

lado de las fuerzas r ? i

espedicion arias de ban casi terminados. Desde principios de julio, mar i tierra: copioso todos los cuerpos espedicíonaríos estaban recon-

matcrial de cuerra , ^-v -n ^

que formaba su tren centrados en Quillota I en sus contornos; 1 un

i bagajes. estado de 1 5 de ese mes les daba la fuerza total

de 4,642 soldados i 320 oficiales, incluyendo en esa cifra el batallón número 2 de cazadores, que se hallaba en Coquimbo i que allí debía reunirse a la escuadra (21). En esos mismos dias llegaban a aquel

(21) El coronel (después jeneral) don Jerónimo Espejo, que en 1820 servia en rango subalterno en el estado mayor del ejército espedicionario, da en un opúsculo publi- cado en Buenos Aires en 1868 con el título de ApuuUs históricos sobre la espedicion lihertcuiora del Perúy pajina 1 1, el estractu de un estado cñcial de 18 de julio que dice

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puerto el estado mayor jeneral i los funcionarios civiles que debían acompañar a San Martin. Uno i otro servicio estaban montados en proporciones superiores a cuanto podia esperarse de las angustiosas condiciones en que se habia formado la espedicion.

En efecto, así como el jefe de estado mayor, brigadier Las Heras» llevaba a su lado veintidós ayudantes de diversas graduaciones, algunos de ellos injenieros militares de cierto mérito que habian servido en los ejércitos europeos, el jeneral en jefe tenia cuatro edecanes, dos de ellos del rango de coroneles. Para el servicio administrativo i político, con- taba éste con tres secretarios, con prerrogativas i carácter de verdaderos ministros de estado. Dos de éstos eran hombres de importancia pK>r su talento indisputable. Uno, el doctor don Bernardo Monteagu- do, tenia a su cargo los asuntos de guerra, i el otro, don Juan García del Rio, conocido ya como escritor i como funcionario pú- blico, los de relaciones esteriores. El tercero, don Dionisio Viscarra» oficinista laborioso pero menos conocido que los dos anteriores, debía correr con los negocios de hacienda i de contabilidad. Aunque el ejército espedicionario no formaba entonces mas que un solo cuerpo, marchaban con él, como ya dijimos, dos jenerales, don Juan Antonio Álvarez de Arenales i don Toribio de Luzuriaga, que debían tomar el mando de las divisiones cuando fuera necesario formarlas. La inten- dencia jeneral de ejército, a cargo de don Juan Gregorio Lemos, que desempeñaba las mismas funciones desde i8f 6, tenia tres oficiales ausiliares. Para el servicio sanitario se habian dispuesto ambulancias regularmente montadas, provistas de un considerable depósito de me- dicinas, i dotadas de siete cirujanos i de doce enfermeros. El doctor Álvarez Jonte conservaba su puesto de auditor de guerra i de marina; pero como su salud estuviera minada por la enfermedad que debía llevarlo al sepulcro pocos meses mas tarde, el director supremo habia designado al doctor Monteagudo para que lo reemplazara accidental- mente en aquellas funciones. Se habia organizado, a cargo de tres oficiales competentes, una compañía de artesanos, carpinteros, i herre- ros, que debían servir en las reparaciones de armas i bagajes, i en las demás eventualidades que pudieían ofrecerse. Como jefe del parque.

tener en copia, según el cual constaba aquél en esa cpoca, de 4,759 soldados, 303 ofi- ciales i 24 jefes; pero hai en él algunas partidas en cifras redondas, que dejan ver que eran solo aproximativas. Según otro estado de mediados de agosto, (jue hemos visto« el ejército constaba de 4,799 hombres. En el texto trataremos de esplicar estas peque- ñas diferencias.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XX 645

que según veremos era mui considerable, habia sido puesto el sárjenlo mayor don Luis Beltran, el antiguo fraile franciscano de que hemos hablado en otras ocasiones. Todo aquello estaba sometido en cuanto era posible, i dadas las dífícultades que resultaban de la organización incipiente del país, a una regularidad que hacia cumplido honor a la acción vigorosa i discreta del gobierno.

El ejército espedicionario, como hemos dicho, se componía de un cuerpo de artillería, de seis batallones de infantería, i de dos rejimientos de caballería, fuera de dos cuadros de oficiales i sarjentos para formar sobre esa base otros dos cuerpos inmediatamente después del desem- barco en las costas del Perú. Habiéndose sacado de él algunos soldados para completar la marinería de la escuadra, i unos 170 artilleros para la guarnición de los fuertes de Valparaíso, el ejército quedó compuesto de 4,1 18 soldados i de 296 jefes i oficiales, sin contar en este nümuro los que formaban el estado mayor i los que prestaban otros servicies fuera de los cuerpos (22). £1 equipo deesas tropas, formado con la

(22) El teniente coronel don José Arenales, que sirvió en la espedicion en el ran- go de teniente i como ayudante del jeneral San Mariin, oficial instruido i laborioso, publicó en l^uenos Aires en 1S33 la M^'.inoria hisíórlta de la segunda campaña a la sierra del Perú mandada por su padre, el jeneral Arenales, en 1821; i entre Iíís do- cumentos dio a luz un cuadro o resumen bastante noticioso del estado del ejército libertador al partir de Valparaiso, (jue ha sido reimpreso i utilizado en casi todos los lii>ros históricos subsiguientes. En vista de ese cuadro i tle otros documentos del estado mayor, hemos formado nosotros el (jue ponemos a continuación:

Caerpos Comandantes i

Artilleri.i ....••. Teniente cotOMcl don José Manuel iiorgono

it.itallon número j Snrje:uo m.-iyor di>n Jo«ié Sai.ti.iyo Aldunate

4. .... . Tcrnc?ue coronel don Santia-^o Sánchez

5. Coronel don Mariano I>arra/ál>:i!

7. .... . Coronel don Pedro Conde

8. .... Coronel don Knrique Martínez II Sárjenlo niayor don Román A. DcliCtei

Rejto. Crranaderos a caballo. Coronel don Riidcsindo AUarado

Id. Cazadores C<>ronel don Mariano Necochea

Batallón número 6 (cuadro) Coronel don Enrique Canipino Kscuadron dragones (cuadro) Teniente coronel don Diego (.«u/iiian Compañía de artesanos

Ti'tal 2fyh 4,iiS

Los edecanes de San Martin eran los coroneles don niego Paroissien, medico in- gles, mui interiorizado, como sal)cmos, en todos los a^^untos políticos, i grande ami- go del jeneral, don Tomas (íuido, el capitán don José Caparroz, i el teniente don José Arenales. Caparroz era español de nacimiento, pero servia en el ejército i ha-

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Strieatos

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562

39» 361

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50

646 HISTORIA DE CHILE 182O

ftias paciente economía, era excelente, i no dejaba ver la angustiosa pobreza del gobierno que habla organizado la espedicion, así como su disciplina, obra de un constante trabajo, no dejaba nada que desear. Pero, para apreciar la dotación de aquel ejército, es menester tomar en cuenta el considerable material de guerra que llevaba consigo. Ademas de las armas entregadas a cada soldado, i de las treinta i cinco piezas de artillería de varios calibres que formaban el parque, tenia quince mil fusiles i cerca de dos mil sables para armar nuevos cuerpos de tropas en el Perú. La carga que debía marchar con el ejército, pasa- ba de quince mil cajones o fardos de armamento, vestuario, herramien- tas, municiones, monturas i correajes (23). l^ provisión acumulada de víveres, compuesta principalmente de charqui, de gallet'', de harina r de fréjoles, era suficiente para alimentar el ejército en la navegación i durante los primeros cinco meses de la campaña, si no se los podia procurar inmediatamente por entonces en el pais que ocupase. El esta- do mayor llevaba también una imprenta regularmente montada, i los operarios precisos para hacerla funcionar publicando boletines i procla- mas. La América española no habia visto hasta entonces un ejército

bis merecido la confianza de San Martin, hasta el punto de desempeñar a veces co« mi&iones muí delicadas de conductor de sumas considerables de dinero. Sin eml)argo, mas tarde, en 1824, creyendo perdida en el Perú la causa patriota, se pasó a los rea- listas, según se lee en la Memoria histórica antes citada, de Arenales, pajina 7.

En el estado mayor figuraban bajo las órdenes del jeneral Las Heras, algunos ofíciales de cierta graduación. Su primer ayudante, que lo reemplazó en algunas ocasiones, era el coronel don Juan Paz del Castillo, cuyos antecedentes hemos dado a conocer al referir la campaña del Biobio de principios de 1819. Véase la nota 7 del capítulo XII. En rango inferior, i con el carácter de injenieros militares, figura- ban dos oficiales estranjeros qu^ mas tarde se conquistaron cierta nombradla, el ca- pitán don Clemente Althaus, alemán que alcanzó en el Perú al rango de jeneral, í el subteniente don Carlos Wood, ingles que fué coronel del ejército de Chile i que desplegó un notable talento artístico pintando algunos retratos, el de Cochrane, entre ellos, i varios cuadros de sucesos militares, como la captura de la Esme- rtUüa^ eic.

(23) Según los estados ({uc hemos tenido a la vista, esa carga se componía, entre otras partidas menores, de las siguientes: 3,ocx> cajones de cartuchos de fusil, 960 cajones de armamento, 200 fardos de vestuarios confeccionados, 3cx> de metralla ¡ balas de cafíon, 400 de monturas, tiros i correajes, 180 quintales de fierro, 1,500 cajas de herramientas, clavos, etc., 2,000 líos de charqui, 1,500 sacos de galleta > una crecida cantidad de harina, fréjoles, maiz í otros víveres, i de paja i cebada para ÍOK animales. La provisión de aguardiente, café, yerba-mate, azúcar, arroz í papas era también muí crecida. En cada baque habia un repuesto de voladores de luces para señales, ademas de los faroles destinados al mismo objeto.

iSao

PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XX

647

mas ordenado ni mejor provisto. Todo aquello era el fruto de los mas duros sacrifícíos que en medio de angustiosa pobreza i después de ocho años de una guerra obstinada i asoladora, se hahia impuesto el pueblo chileno para añanzar su independencia yendo a atacar al poder coló, nial en el centro mismo de sus recursos, i proclamando la libertad en todo el continente.

Para el trasporte de ese ejército, para la conducción de cerca de ochocientos caballos i de sus forrajes, de todo el material de guerra i de aquella enorme carga, habia sido necesario organizar una verdade- ra flota. Componíase ésta de siete naves de guerra, o equipadas como tales, i de dieziseis barcos mercantes en que habia sido necesario operar no pocas modificaciones para convertirlos en verdaderos lios- portes. El nombramiento de los comandantes de las primeras, habia impuesto no pocas molestias al gobierno; así como la reparación i el equipo de los segundos habia ocasionado gastos crecidos a los contra- tistas. Todas esas naves estaban servidas por mas de dos mil qui- nientos hombres, de los cuales pertenecían 1,928 a la marina mi- litar (24).

(24) La escuadra chilena constaba entonces de nueve buques de guerra; pero el 10 de agosto fué despachado el bergantín Piieirredott a cargo del capitán don Gai- llermo Prunier para llevar a las costas de Nueva Ciradada a los individuos mas com- plicados en la conspiración de abril, de que dimos cuenta en el capítulo anterior: i la corbeta Chacabnco fué destinada a quedar en \'alparaiso, bajo el mando «leí capitán don Juan José Tortel. Los buques que marchaban en la espedicion eran los siguientes:

Fragata-almirante O'Higgins. ... 50 cañones, 516 hombres de tripulación, comandante don Tomas Crosby

Navio San Mar- tin 64 ¡d. 492 id. id. id. id. Ouillermo Wincimou

Fragata Lautaro. 50 id. ^53 id. id. id. id. Martin Jorje Gníse

Corbeta Indr/en- dencia 28 id. 256 id. id. id. id. Roberto Forster

Bergantín Arau- cano i6 id. lio id. id. id. id. Tomas Cárter

Herg.intin Galva- riño 18 id. 114 id. id. id. id. Juan Spry

Goleta Moctczu - tna 7 id. 87 id. id. id. id. Juan Rsmonds

Total. ... 231 »;928

Con la escuadra debian ir 14 lanchas cañoneras.

£1 l)ergantin Araucano salió de Valparaíso algunos días antes que la espedicion, acompañado del trasporte Minenfa^ con destino a Coquimbo, para tomar a su lx)r- do el batallón número 2 de cazadores de infantería que se habia organizado en c»a

648 HISTORIA DE CHILE 182O

Pero hai otro hecho que demuestra mas claramente el espíritu de orden i de previsión que habia presidido en aquellos aprestos. La es- pedición se organizaba en las circunstancias mas penosas por que po- día atravesar un país. Solo las contribuciones estraordinarias i un em- préstito forzoso habían podido satisfacer de algún modo los injentes costos en que, por lo demás, se invertían casi todas las entradas ordi- narias del estado. San Martin, mientras tanto, exijia una suma consi- derable de dinero para la caja militar, a fin de hacer con ella los primeros gastos después del desembarco del ejército, sin imponer con- tribuciones que podían hacer antipática la espedicion en las costas del Ferú, i sin tomar víveres u otros artículos que no fuesen pagados en el acto. O'Higgins, aceptando este procedimiento que creía equitativo i político, habia apartado una suma crecida en dinero efectivo, i obtu- vo letras a cargo de algunos comerciantes patriotas o neutrales del litoral bajo la garantía de la exención del pago de derechos de adua- nas en Chile i el Perú por un valor correspondiente. La caja militar del ejército espedicionario pudo contar así con poco mas de 180,000 pesos, suma enorme, consideradas las circunstancias en que se habia reunido (25).

Mediante un paciente trabajo, el ministerio de marina llegó a do- minar no pocas dificultades de detalle. Consultándose con algunos oñcíales de la escuadra, estableció un prolijo plan de señales de ban- deras durante el dia i de luces i faroles en la noche, para que los bu-

provincia, i un centenar üe muchachos reunidos allí para engrosar la marinería de la escuadra.

La flotilla de trasportes, alistada en Valparaíso, estaba mandada, como ya diji- mos, por el capitán don PaMo Dclano, i era compuesta de los dieziseis buques si- guientes:

F'ragatas: Dolores, Gaditana, Eniprettdedora, Consecuencia, Santa RosOy Aqtiila^ Mackenna, Perla, Jerezana, Peruana, Minerva, ÍJhertad i Arjcfitina% bergantines Potrillo i Hércules; goleta Golondrina,

El coronel Espejo, en la ]jájina 12 del opúsculo citado, publica un cuadro o esta- do de los trasportes en que faltan dos buques, las fragatas Arjcntina i Liberteui, da con pequeñas equivocaciones los nombres de algunos de sus capitanes, i asigna a todos una capacidi»d total de 4,840 toneladas. Según los documentos que hemos te- nido a la vista, los dieziseis trasportes median 7,118 toneladas, que fueron las (jue ocupó la espedicion. Esta cifra es la misma que da García Reyes en el apédice nú- mero II de su importante memoria histórica titulada Pn'ntera escuadra nacional,

(25) Segim estado suscrito por el comisario del ejército don Juan Gregorio Lemos el 20 de agosto de 1820, el mismo dia de la partida de la espedicion, la caja militar tenia 180,392 pesos en dinero i en letras pagaderas a la vista.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO \X 649

ques pudieran comunicarse entre i darse avisos de cualquier peligro, i para que el jencral en jefe impartiera cualquiera orden. Con el obje- to de que se reconocieran fácilmente, se pintó en ambos costados de cada buque, comenzando por los de guerra, un número de orden, de color blanco i de dos varas de alto. Aunque l;i escuadra debia navegar en convoi, cuidando de no separarse unos buques de otros, i distribui- dos en grupos o divisiones bien ordenadas, era imposible que alguno de ellos, por efecto del viento o por ser mas o menos velero, no se apartase alguna vez, sobre todo en la oscuridad de la noche. Para remediar este inconveniente, se señalaron en las instrucciones dadas a cada capitán, los puntos precisos de reunión en las diversas partes del viaje. Todos estos arreglos dejaban ver un espíritu de orden i de previsión que sor- prende hallar en una escuadra improvisada i en un gobierno que no habia podido adquirir la esperiencia indispensable para resolver aque- llos accidentes de organización.

Estos últimos aprestos se hacían en horas de gran penuria del teso- ro público. Los recursos penosamente reunidos, por via de empréstitos i de contribuciones estraordinarias, estaban para agotarse. Aunque existia en la caja militar, a cargo del comisario jeneral de ejército, un depósito relativamente considerable en dinero, el director supremo no quería sacar de él un solo peso, para hacerlo servir, como ya dijimos» en los primeros gastos que seria forzoso hacer al llegar al Perú. El go- bierno habia creído posible salvar de algún modo la situación inclu- yendo entre los contribuyentes al empréstito forzoso a los estranjeros domiciliados en Chile (jue tenían propiedades raices o casas de comer- cio; pero ese proyecto, como contamos en otra parte (26), fracasó por la resistencia (jue aquéllos opusieron, apoyados por las reclamaciones del comandante de las fuerzas británicas en Valparaíso. A fines de julio se halló el gobierno casi sin un peso en caja, i pidió empeñosa- mente a Santiago que se solicitase un préstamo cualquiera. Un comer- ciante chileno, don Diego Antonio Barros, reunió entre sus amigos nacionales i estranjeros la suma de 25,000 pesos, i él mismo la llevó a Valparaíso; i allí, en vista de la situación del tesoro, adelantó otros cuatro mil pesos, recibiendo, en cambio, billetes del estado por igual cantidad, admisibles en aduana para el pago de derechos por las mer- caderías que internase en adelante (27). Aquellos recursos, mui limi-

(26) Véase el § 6 del capítulo XVI.

(27) Don Diego Antonio Barros era mi padre; i cl me referia este hecho con cir- cunstancias que confirman i amplían las noticias que se hallan en los documentos de

650 HISTORIA DE CHILE 182O

lados por cierto, pero manejados con la estricta economía que el go- bierno observaba como regla invariable de conducta, sirvieron para terminar los últimos aprestos. 7. Amplitud fa- 7. La partida de la espedicion, fijada al principio

cultAdcs conicri'

das a San Mar- P^^^ mediados de julio, se había ido retardando de

tm-.limiíacionde ¿ia en dia contra la voluntad del gobierno. Las dife-

l«& de lord Co- ^ , 1 r ■•

cbrane. rencias con Cochrane, que hemos referido mas atrás,

la reconcentración de los copiosos bagajes del ejército, i las reparacio- nes que fué necesario hacer en los trasportes en medio de tantos em- barazos i con recursos que era preciso manejar con una gran economía, bastan para esplicar ese retardo. El lo de agosto, desde que los buques estuvieron listos, se dio principio al embarque de la carga con la ma- yor actividad i con un orden irreprochable. En la parte de la playa vecina al castillo de San José, que era entonces la residencia del go- bernador (28), se habla construido un muelle provisorio de madera, i al poniente de él se habian colocado planchadas a las cuales atracaban fácilmente las cincuenta o sesenta lanchas que tomaban la carga para

la época. Contábame al efecto que cuando llegó a Valparaíso i se presentó a O'IIig- gtDS en los primeros días de agosto (el 4, según se infiere de uno de los documentos) para eitregarle los 25,cxx) pesos que llevaba de Santiago, éste le dijo que las necesi- dades mas premiosas podian remediarse con esa suma i con otros cuatro mil pesos, i lepidio este nuevo préstamo con la mayor instancia. Mi padre le entregó en el acto I,9CX3 pesos que llevaba para arreglos comerciales, junto con una orden para que sus dependientes pagasen en Santiago lo que faltaba hasta completar los 4,000. El di- rector supremo le dio las gracias con la mas espresiva efusión, diciéndole que el go- bierno no olvidarla nunca un servicio tan oportuno. Mi padre aprovechó esta oca- sión para solicitar la lil^ertad de un hermano suyo que estaba preso por implicancia en la conspiración de abril anterior, i destinado como otros presos, a marchar a las costas del Chocó en el bergantín Pucirredou. OHiggins accedió solo en parte a esta solicitud, modificando la sentencia de destierro de mi tio en confinación a la ciudad de la Serena, para donde se le hizo partir en el bergantín Araucano^ que, como dijimos en otra nota, iba a embarcar el batallón que se habia organizado allí. Esta confinación permitió a mi referido tio tomar una parte principal en la forma- ción del instituto o colejio nacional de la Serena, donde desempeñó el cargo de pro- fesor de filosofía*

(28) El antiguo castillo de San José, destruido en gran parle por el terremoto de 19 de noviembre <ie 1822, era una construcción tosca e irregular que se levantaba donde hoi existe el palacio de la intendencia. A la derecha de él, en la inmediación a la playa, estaban las l^arracas de carpinteros que hacian las reparaciones de los buques, i a las cuales se daba e! pomposo título de arsenal. El lector encontrará la mas prolija descripción de esas localidades junto con un plano mui reducido, pero bas- tante claro, en Miers's Travels in Chile and La Píata {honáonj 1826), vol. I, chap. Xí, paj. 440 siguientes.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XX 65 1

conducirla a bordo de los buques, con arreglo a la prolija distribución de ella que habia dispuesto el estado niiiyor. El 13 de agosto salieron del campamento de Qu i Ilota los diversos cuerpos del ejército; i el día 18, desde las primeras horas de la mañana, comenzaron a embarcarse en los buques que se habian señalado a cada uno de ellos. El día ante- rior habían partido para Coquimbo el bergantin Araucano \ la fragata trasporte Minerva, para tomar allí el batallón de infantería que se habia organizado en esa provincia.

Aquellos dias fueron de un asiduo trabajo para el estado mayor. El jeneral Las Heras i su cuerpo de ayudantes, vijilaban con el mas celo- so ínteres el cumplimiento de todas las órdenes; i el embarco de la tro- pa continuaba ejecutándose con gran regularidad. En las oñcinas de gobierno se desempeñaba otra tarea no menos grave, i quizá mas peno- sa. El director supremo se creía obligado a respetar de algún modo el acuerdo del senado referente a las instrucciones que debieran darse al jeneral en jefe; pero como no quisiera coartar las facultades de éste, se ocupó en preparar otras de carácter mas lato i comprensivo. Ya desde dias atrás, habia espedido diversos decretos por los cuales ensanchaba considerablemente las atribuciones de San Martin. Por uno de 8 de agosto, lo autorizaba para organizar, según las circunstancias, consejos de guerra que juzgasen breve í sumariamente, i en juicio verbal^ los delitos que cometiesen los ofícíales ¡ soldados durante la campaña, i para hacer aplicar las penas sin consultar al gobierno. Por otro, espe- dido el día siguiente, lo facultó para conferir grados i ascensos mili- tares, debiendo dar cuenta de ellos para su confirmación i para los efectos subsiguientes.

Desde que se tuvo en Chile la primera noticia de la revolución de España, se creía que la espedicion libertadora iba a encontrar en el Perú muchas menos dificultades que las que se habian previsto. O'Hig- gins i San Martin pensaban que cualquiera que fuese el gobierno de la metrópoli, ya imperase allí el absolutismo o el réjimen constitucio nal, habia de hacer ésta todos los esfuerzos posibles para conservar las colonias que le quedaban sometidas, i para recuperar las que se habian hecho independientes; pero creían también (|ue el desembarco del ejér- cito libertador en el Perú iba a producir en este país un levantamiento tal de opinión (jue, por lo menos, pondría al \ ¡rrei en la necesidad de solicitar una suspensión de hostilidades hasta que hubiese recibido nuevas instrucciones de España. San Martin juzgó que le era indis- pensable estar provisto de amplios poderes |;ara el caso de abrirse ne- gociaciones de esa clase, i al efecto los habia pedido al gobierno de

6S2 HISTORIA DE CHILE

Chile en oficio de 12 de junio. El senado, en acuerdo secreto de 10 de julio, aprobó esa determinación, pero los poderes no fueron esten- didos sino en los momentos de la partida de la espedicion. "Puede V. £., decia a San Martin el ministro de la guerra al entregarle esos poderes, conocer i entrar en toda especie de negociación i transacción política con el virrei del Perú o con quienes lo representaren, tomando siempre por base ¡ fundamento de cualquiera el reconocimiento formal de la independencia de la República de Chile i la de las provincias unidas del Rio de la Plata, que deberá prestar el virrei o las auto- ridades con quienes negociará V. E., remitiéndome las capitulaciones o tratados que en consecuencia se celebren, para su debida ratifica- ción (29). if Aunque en el curso de la campaña San Martin habia de entablar mas de una vez negociaciones con el virrei del Perú, todas ellas debian fracasar desde el momento que asomase una condi- ción que era absolutamente inaceptable para todo servidor del rei de España.

Se pensó también en esos dias en regularizar sobre una base estable i bien definida las relaciones entre el comandante de la escuadra i el jeneral en jefe del ejército espedicionario. Después de las alarmantes dificultades que fueron felizmente arregladas a fines de julio, Cochrane se mostraba mucho mas deferente para con el ministro de la gue- rra i para con San Marlin, i desplegaba en todos los trabajos de su cargo una grande actividad i un entusiasmo ardiente por el buen éxito

(29) El oficio (le que copiamos estas líneas, así como los poderes en debida forma diplomática confiados a San Martin, tienen la fecha de 20 de a^^osto de 1820. Pero junto con ellos iba un pliego de carácter reservado en que se deslindaban mas es- presamente esas ])ases. "V. E., decia, sin embargo de la plenitud del indicado po- der, no entrará en convenio ni transacción alguna en que no se fije por principio esencial: i.** El reconocimiento que del>e prestar el virrei del Perú a la indepen- dencia (le hecho i de derecho de que gozan la Kepúl)lica de Chile i la de las pro- vincias unidas tlel Kio de la IMala, cuyo reconocimiento, cuando por defecto de fa- cultades no pudiere el virrei verificarle» cspresamentc hasta la ratificación de su corte, se anunciará por lo menos en los tratados esas condiciones, quedando obligado el virrei a recabar del monarca español ese reconomiento; 2." Entrega inmediata a Chi- le del archipiclapo «le Chilcé; 3 ° Entrega a las provincias unidas del Rio de la Plata de las provincia., del Alto Perú que hablan formaiio parte del antiguo virreinato de Buenos Aires; i 4.0 Compromiso solemne del virrei de suspen:ler toda persecución contra h)s patri(jlas comprometidos en la revolución, mientras se llegaba a una solu- ción definitiva.. I Por estas condiciones, que en ningún caso habia de aceptar el virrei del Perú, se ve el convencimiento en que estaba el gobierno de Chile de su sufx:- ríoridad de poder, i del seguro e inevitable triunfo de la revolución.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XX 653

de la campaña que iba a abrirse. Sin embargo, la altivez de su espíri- tu hacia temer que en el Perú, i en presencia del enemigo, puede de- cirse así, se renovasen las competencias i contrariedades, i que éstas pro- dujesen los mas deplorables resultados. Para que las fuerzas de mar i de tierra procediesen en perfecto acuerdo, era indispensable que aqué- llas fuesen sometidas en la dii^eccion jeneral de las operaciones a la autoridad superior de un solo jefe. El director supremo lo habia re- suelto así, i así lo espresó terminantemente a Cochrane en oficio de 19 de agosto. »'E1 objeto de la presente espedicion, le decia, es estraer al Perú de la odiosa servidumbre de la España, elevarlo al rango de una potencia libre i soberana, i concluir por ese medio la grandiosa obra de la indepyendencia continental de Sur América. El capitán jeneral de ejército, don José de San Martin, es el jefe a quien el gobierno i la República han confiado la esclusiva dirección de las operaciones de esa grande empresa, a fin de qtie las fuerzas espedicionarias de mar i tierra, para obrar combinada i simultáneamente, reciban un solo im- pulso comunicado por el consejo i determinación del jeneral en jefe. En este concepto, tengo la satisfacción de prevenir a V. S., por toda instrucción, que desde el momento que zarpen de Valparaiso la escua- dra i trasportes espedicionarios, obrará V. S. con las fuerzas marítimas de su mando, precisa i necesariamente en consecuencia de la que le mi- nistrare el jeneral San Martin, tanto sobre el punto de desembarco como respecto de los movimientos i operaciones que V. S. deba hacer con la escuadra, de 'suerte que no podrá V. S., por mismo, obrar con el todo o con parte de los buques de guerra de su dependencia, sino que observará absolutamente la línea de conducta que respecto de las operaciones de la escuadra le trazare i fuere trazando el jeneral según éste lo creyere conveniente. Es fuera del caso recomendar a V. S. con todo encarecimiento la mas exacta observancia de esta mi reso- lución, bajo toda especie de responsabilidad. Relevantes pruebas ha dado V. S. de que su conducta militar no sigue otro rumbo sino aquel que le indica el gobierno, i me lisonjeo de que V. S., consecuente siempre a sus principios, se presentará a la gratitud de la América como el héroe de su libertad. m A pesar de estas palabras de afectuosa cor- dialidad, el gobierno, recordando las ocurrencias anteriores, temió que lord Cochrane no se sometiese fielmente a las instrucciones que se le daban. Previendo en el porvenir complicaciones i dificultades que pudieran embarazar las operaciones militares i la acción de San Mar- tin para dirijirlas, autorizó a éste por una instrucción de carácter »*mui reservadoM, para separar a aquel del mando de la escuadra cuando lie-

654 HISTORIA DE CHILE 1820

gase el caso del conñicto que temía, í para entregarlo a otro marino que mereciera la absoluta confianza del jeneral en jefe (30).

Esta amplitud de atribuciones conferidas a San Martin, fué espresa- mente confirmada en un oficio firmado por el director supremo i por su ministro Zenteno. Ese oficio, fjue lleva la fecha de 19 de agosto, reem-

(30) Las instrucciones dadas a Cochrane en 19 de ap;osto de 1820 con la ñrma del director supremo i del ministro de guerra i marina, fueron publicadas por un hijo de éste, don Ignacio Zenteno, en un opúsculo de 121 pajinas, que !leva este titulo: Documentos jtíslificatwos sobre la es pedición libertadora del Perú. Refutación de las Memorias de lord Cochrane en lo concerniente a las relaciones del 7>ice- almirante con el gobierno de Chile, Santiago, i86r, páj. 72. Nosotros las reproducimos en el texto teniendo a la vista la trascripción orijinal que el director supremo hizo de ellas a San Martin. Tenemos también a la vista, igualmente en su orijinal, el oficio con que se pasaron a San Martin, i la autorización que se le dio para separar a Cochra- ne del mando de la escuadra chilena, si fuese necesario tomar esta medida estrema. Este documento era de tal manera reservado que, según entendemos, ni siquiera se dejó copia en el archivo. Lo creemos, por esto, de sumo interés. Ilélo aquí:

"A///I resenuulo, Excmo. señor. La conducta que repetidamente ha observado el lord Cochrane en las varias campañas que ha hecho la escuadra de la República bajo su comando, ha calificado su insubordinación i su arbitrariedad en el cumpli- miento de las instrucciones que a la vez se le han ministrado. Tales antecedentes hacen temer al gobierno que, a pesar de la linea de conducta que se le ha trazado sobre que subordine necesariamente los movimientos de la escuadra a la dirección de V. E. en todo el curso de la campaña que va a emprenderse en el Perú, no cum- pla el almirante; i que la desconibinacion de operaciones del ejército i de lu escuadra produzca el funesto desenlace de la espedicion como un consiguiente necesario. En esta virtud i en la de que por !a voluntad jeneral de los pueblos de Chile, espri- mida espresamente por sus autciridades, V. E. es el único jefe a quien se ha confíado la dirección i eiecucion de esta grande empresa, le autorizo plenamente con toda la amplitud de facultades para que, en caso que el vice-aímiranle lord Cochrane no cumpliese las instrucciones i órdenes de V. E. i que su falta de subordinación, sien- do pf>r otra parte irreparable, ceda, como es natural, en detrimento del buen resul- tado de las operaciones, le exonere del mando de la escuadra, como desde ahora le declaro en tal caso separado de él, i lo trasmita al capitán de navio don Martin Jor- je (juise, que le subrogará invistiendo el carácter de comandante en jefe de la es- cuadra, como así lo dará V. I'^. a reconocer, ordenando se le ponga en posesión de este deslino, a cuyo efecto podrá V. E. hacer uso de la nota que tengo el honor de adjuntar (Nunca hemos podidí) ver esta nota, que seguramente estaba destinada a ser entregada a (luise). En intelijencia de que, llegado el caso antedicho, queda asi- mismo V. E. autorizado para ejecutar los cambios i alteraciones que conviniere en- tonces practicar respecto de lo> comandantes i oficiales de cada buque, según que la urjencia del momento haga necesarias las medidas. Dios guarde a V. E. muchos anos. Valparaíso i agosto 19 de 1S20. —Bernardo 0*IIi(;GiNS.—y(í7j<'/^;/íir/í7 Zenteno. Excmo. señor c;i pilan jeneral i en jefe del ejército libertador del Perú don José de San Martin. II

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XX 655

plazaba, por decirlo así, las instrucciones formuladas por el senado. El director supremo conferia a San Martin los poderes mas latos que puedan darse al jeneral en jefe de una espedicion política i militar. "Haría una injusticia i mui poco honor al gobierno de Chile, decia el director supremo, si me contrajese a dictar a V. E. detallada i prolijamente instrucciones que reglasen su conducta militar i política en las operaciones de la nueva i grandiosa campaña que V. E. va a emprender en el Perú al frente del ejército libertador que dignamente se ha puesto bajo su mando. Por otra parte, la distancia que nos se- para de los paises que van a ser teatro de la guerra, sustrae de nuestra vista aquel pormenor de circunstancias que el tiempo i la localidad solo pueden desenvolver, i que serian los datos para trazar un plan de operaciones concertado, si fuera posible su anticipación. Por estos principios, me contraigo solo a recordar a V. E. que el objeto tínico i esclusivo de sus gloriosa empresa es estraer al Perd de la vergonzosa servidumbre del cetro español, i elevar esos pueblos al rango de sobe- ranía, libertad e independencia de toda dominación estranjcra, colo- cándolos al nivel de los demás pueblos libres de América; que en este concepto, V. E. i el ejército de su mando no llevan mas carácter que el de libertadores de aquellos paises oprimidos; i que, por consiguiente, la destrucción total de las fuerzas españolas por todos los arbitrios que estén al alcance de V. E., i la constitución de la potencia peruana bajo la forma que dictasen las circunstancias i la conveniencia común de aquellos pueblos i de toda la América, es la grandiosa obra que Chile confía a los esclarecidos talentos de V. E.'f Aunque aquel oficio con- tenia algunas otras recomendaciones, que ya se habian hecho a San Martin, ninguna de ellas amenguaba la suma de poderes de que iba éste revestido.

Desde días atrás, el puerto de Valparaiso estaba cerrado para, todo buque que pudiera llevar al enemigo noticia de los aprestos que aquí se hacían. I>a orden era formal i ejecutiva. Solo se daba permiso para saür del puerto a las naves nacionales que iban a desempeñar alguna comisión del gobierno a diversos puntos de la costa de Chile; i los bu- ques de la escuadra mantenían una vijilancia eficaz. Pero habia ade- mas en el puerto dos fragatas de guerra neutrales, la Hyperion^ de S. M. B., i la Macedonian^ de los Estados Unidos, cuyos comandantes (Thomas Searle de la primera, i James Downes de la segunda), que- rían dirijirse al Callao para resguardar los intereses de sus nacionales en estos mares durante la campaña que iba a abrirse. Cediendo, sin embargo, a consideraciones de carácter político, i probablemente tam-

656 HISTORIA DE CHILE 1820

bien a motivos de simpatía a la causa de la revolución, se mostraron deferentes a las amistosas representaciones del director supremo, i re- tardaron su viaje hasta después de la salida de la espedicion liberta- dora (31). El gobierno queria que no llegase a las costas del Perú noti- cia alguna de las próximas espediciones que se preparaban. 8. Embarco del ejér- 8. Mientras se dictaban estas últimas providen-

cito i partida de la . . i_ r ^ / j /i j- o j

espedicion: San Mar- ^'*^> contmuaba efectuándose (los días i8 i 19 de tin recibe el título de agosto) el embarco délas tropas con toda regu-

capitan iencral del,.,, ijii ••

ejército de Chile. laridad, en medio del mas vivo entusiasmo 1 de las tiernas escenas de la despedida. Las memorias de uno de los testi- gos i actores, nos han dejado acerca de este gran acontecimiento, una descripción pintoresca i animada en su misma sencillez. "A fx^sar del número relativamente reducido de las tropas espedicionarias, los esfuer- zos hechos para libertar el Perú aparecerán en la historia con toda su importancia, sobre todo cuando se tome en cuenta el estado de insegu- ridad en que todavía se hallaba Chile, i lo limitadísimos que eran sus recursos. Hacia apenas tres años que Chile jemia bajo el peso de un despotismo abrumador que durante siglos lo tuvo esclavizado; i aunque

(31) Los marinos norte-americanos e ingleses se mostraban en jeneral deferentes a 0*Higgins. La franqueza de carácter de éste, su educación europea, su oríjen i la circunstancia de hablar este idioma como e! suyo propio, lo hacia simpático a aque- llos marinos que, a juzgar por la correspondencia particular que hemos visto de al- gunos de ellos, no le economizaban las espresiones afectuosas de una verdadera amis- tad. En cambio de esto, en las representaciones que hacian en defensa de los intereses de sus nacionales, i hasta de las exijencias a veces injustificadas de éstos, se mos- traban obstinados, aunque corteses en la forma. Pocos dias antes de los sucesos <|ue aquí narramos, el capitán Shirrefi, de Xtl AtiJromacht\ amigo personal de O'IIiggins, habia apoyado la resistencia de los comerciantes ingleses a pagar contribución de guerra, como contamos en otra parte. El capitán Searle, que por deferencia al di rector supremo retardó su viaje al Callao hasta el 7 de setiembre, entabló en esos mismos dias, como veremos mas adelante, jestiones sobre el bloqueo de las costas del Perú, apoyándose en las declaraciones de su gobierno.

El capitán Searle, mas tarde almirante, era un marino distinguido por sus servi- cios en las guerras navales europeas. Durante su permanencia en el Pacifíco, fué tes- ligo de muchos de los acontecimientos de la guerra, i, como algunos otros marinos de su nación, sirvió a los comerciantes españoles del Perú para sacar ocultamente los capitales que querían poner en salvo. Al regresar a Europa llevaba en su buque dos millones i medio de pesos en dinero efectivo, (jue tenian esa procedencia. Los co- merciantes españoles que retiraban así sus capitales del l^erú, sufrían en esta opera- ción un pesado gravamen, pues ademas de los costos que les ocasionaba el embar- que secreto de ellos por medio de ajenies que era preciso gratiñcar bien, tenian que pagar una fuerte comisión por hacerlos llegar a Inglaterra i en seguida a España.

iSlO PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XX 657

debilitado por la lucha que sostuvo contra sus opresores, así como por las disenciones civiles, acudió jenerosamente con sus fuerzas i sus re- <::ursos para libertar a un país hermano. Era en verdad un espectáculo Can tierno como imponente el que ofrecia ahora la bahía, casi solitaria •«n otros tiempos, i ahora cubierta de buques en cuyos mástiles notaba la bandera chilena, así como el ver llegar los diversos cuerpos que ve- tiian de sus acantonamientos al son de músicas militares, i por entre XLtiSL muchedumbre de jente que, llena de entusiasmo i de contento, ios aclamaba i bendecia, i verlos por fin aproximarse a los diversos puntos de la playa, i embarcarse en sus respectivos trasportes en el mayor orden i sin que ocurriese novedad ninguna. Numerosos veci- nos de la capital i de algunas provincias, habían acudido a Valparaíso. Las calles de este puerto estaban repletas de jente. Muchas mujeres que en las otras campañas habian participado de la suerte próspera o adversa de sus maridos, estaban ahora, por una orden que no tuvo escepcion, obligadas a quedarse en tierra. Sus despedidas i lamenta- ciones, acompañadas del llanto de los niños, daban un grande interés a la escena i enternecian el corazón (32).ii En la tarde del 19 de agosto quedó terminado el embarco de todo el ejército.

(32) A/ef/zonas (/e/j^ítcra/ MtV/t^r, vo\. I, cap. XIII. Esta obra es mas jencral- inente conocida por la traducción castellana que hizo el célebre jeneral español don José María Torrijos (que murió fusilado en Málaga en diciembre de 1831, víctima del despotismo de Fernando VII); i>ero aunque esa traducción es fiel, es también desali&ada i floja en algunos pasajes, lo que nos hace usar con preferencia el orí- jinal ingles.

Tenemos a la vista una carta escrita por Miller el 20 de agosto, en los momentos mismos de la partida de la espedicion libertadora, a sus amigos ingleses de Santiago, en que la describe con cierta animación. "Todo el ejército libertador está embarca- do, dice, i el convoi espera solo una brisa favorable para darse a la vela. La gallar- <la presencia de las tropas, i el buen orden en que se ha efectuado el embarco, han causado la admiración de todos ios espectadores, i en especial de los estranjeros, que 00 hallan términos para espresarla. Kn ningún ejército podrian hallarse la satisfac- ción i la alegría que nos acompañan, i que nos prono<;tican triunfos i felicidades. Siento que vosotros no hayáis venido a presenciar nuestra partida. Ha habido, sin embargo, muchas lágrimas, i todavia han de correr mas. Si estas ternezas de la des- pedida, que hacen honor a los chilenos, nos entristecen, también nos consuelan i nos honran. No creo que haya en todo el ejército un solo militar que se olvide de su ilespedida de este pais, i que no conserve un eterno agradecimiento por el carino que nos han demostrado. Ayer, al entrar en la lancha, me costó mucho mantener secas mis mejillas. Casi todo el mundo lloralia, i no me faltaron aquí amigos que de- searan sinceramente mi felicidad. Algunos soldados de marina que sirvieron bajo mis órdenes en las anteriores campañas, se agruparon en tomo mío para espresarme Tomo XII 42

658 HISTORIA DE CHILE 1820

Desde dias atrás se había fijado irrevocablemente que la partida de la espedicion se verificar ia el domingo 20 de agosto. Por una coinci- dencin, ese día era el cumple-años del director supremo. A las nueve de la mañana los castillos de la plaza i cada uno de los buques de la escuadra, enarbolaron la bandera de Chile que iba a ser la enseña glo- riosa de la espedicion, i la saludaron con una salva mayor de veintiún cañonazos. El jeneral San Martin, acompañado por algunos oficiales de estado mayor, recorrió la mayor parte de la bahía, en una vistosa fallía, visitando todos los buques de guerra i la mayor parte de los tras- portes. Mas de seis mil hombres, entre soldados i marineros, lo salu- daban llenos de entusiasmo desde los buques con el grito de jviva la patria! a que contestaban con el mismo ardor los millares de especta- dores, hombres i mujeres, apiñados en la playa. A las dus de la tarde, cuando el viento sur henchia las velas de las naves, comenzaron éstas a levar anclas i a salir del puerto en el orden prescrito para la marcha. I^ fragata O'Ht^ins^ que montaba lord Cochrane, i otros dos bu- ques menores, formaban la vanguardia. Seguían inmediatamente en columna los trasportes que conducían tropas, i luego los que llevaban el hospital, la artillería, la maestranza, el parque, los equipajes i el resto del material del ejército. Esta columna estaba defendida en sus flan- cos por tres buques de guerra. La retaguardia era formada por una línea de once lanchas cañoneras, resguardada por la corbeta Indepen- dencia i el navio San Martin, En este último buque iba embarcado el jeneral en jefe con su estado mayor. Cuando este navio se hacia a la vela, recibió San Martin un oficio que se le enviaba de tierra. Era el despacho de capitán jeneral del ejército de Chile. El director supremo había aguardado este momento para presentar a San Martin un título

su adhesión. Sus aclamaciones me enternecieron masque cualquiera otra cosa, i me hicieron recordar que al valor i constancia de esos hombres debía el buen éxito al- canzado en mi carrera militar, mis a<lelantamientOá i aun mi vida.n El mayor Miller, que escribía esta carta tan sencilla como sentida, habia pasado del cuerpo de infan- tería de marina al número 8, del cuál fué segundo jefe durante los primeros tiempos de la campaña del Perú.

Don Antonio García Reyes ha destinado una de las mejores pajinas de su intere- sante memoria histórica sobre La primita escuadra nacional^ a referir la salida de la espedicion libertadora del Perú.

Kntre las publicaciones que circularon esos «lias con motivo de los aprestos i par* tida de la espedicion, proclamas, etc., hai dos piezas poéticas tituladas Despedida de /as chilenas al ejt'rcito libertador i Contestación del ejército lihertcuior del Perú a la despedida de las chilenas. Aunque de mui escaso valor literario, ambas reflejan el entusiasmo patriótico que aquella empresa habia excitado.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XX 659

que éste se tenia conquistado por sus altos hechos, pero que en otras circunstancias se habria quizá negado a aceptar. San Martin en efecto, lo recibió con satisfacción, vislumbrando sin duda que de todos los honores que habia recibido en su carrera militar, era éste el que habia de serle mas útil en sus años de vejez i de retiro de los negocios pú- blicos (33).

(33) Como se recordará, San Martin se habia negado obstinadamente i por largo tiempo a recibir el titulo de jeneral que en diversas ocasiones le ofreció el gobierno de Buenos Aires. En el principio, habia observado en Chile igual línea de conducta; pero en abiil de 1819 aceptó con satisfacción el despacho do brigadier jeneral del ejército de Chile, según contamos en la pajina 164 de este tomo. Aunque desde que se organizó formalmente la espedicion del Perú, se daba a San Martin en los docu- mentos oficiales el tratamiento de capitán jeneral, el director supremo se habia abs- tenido de espedirle el titulo de tal, recehndo que aquél se negase a aceptarlo. Dis- currió entonces al arbitrio de entregárselo en el momento de la partida i cuando ya no le fuese posible a San Martin dar una contestación; i lo hizo en los términos si- guientes: •'Excmo. señor: Al remitir a V. K. el despacho de capitán jeneral de los ejércitos de la República, que he tenido a bien espedirle, he cedido menos al det)er agradable que me impone el carácter de primer majistrado de la nación, que a los impulsos de gratitud que toda ella siente por los eminentes servicios con que aseguró V. E. la libertad de Chile en las memorables acciones de Chacabuco i Maipo. Aho- ra que los altos destinos a que es V. E. llamado lo separan de un pueblo libre i je- neroso, que sal)e apreciar a los héroes que combaten por el síjsten ele sus imprescripti- bles derechos, séame permitido el presentar a V. E. las espresiones mas vivas de los ardientes votos que la nación chilena dedica a las glorias del ejército libertador que tan dignamente manda V. E., i bajo cuyos auspicios va a brillar la aurora de la libertad en los oprimidos pueblos del Perú. Dios guarde a V. E. muchos afios. Palacio directorial en Valparaíso, ago«ito 20 de 1820.— Hkrnaruo O'Iíig- ülNS. fosé J^tmcic Zdnfeno, Excmo. señor capitán jeneral i en jefe del ejército libertador del Perú don José de San Martin. m

Como el director supremo lo habia previsto, San Martin no pudo contestar inme- diatamente ese oficio. Hallándose ya en las costas del Perú i próximo a deseml>ar- car, se presentó la oportunidad de un buque que se dirijia a Valparaíso, i por con- ducto de éste, envió a O'IIiggins el siguiente oficio: "Excmo. señor: La honorable nota de V. E. de 20 de agosto último con que «^e dignó acompañarme el despacho de capitán jeneral de los ejércitos de la República chilena, me colma de honras lan superiores a mi mérito que, aun(|ue conozco bien que la amistad de V. E., muí jene- rosa para mf, las ha dictado, ellas me imponen la obligación, que acepto muí gustoso, de procurar merecerlas con dignidad. gratitud afectuosa a V. E. i al pueblo que preside, como su primer majistrado, dará a mi alma un vigor nuevo por el estímulo de su estimación en la empresa grandiosa a que V. E. me destina, sin desconocer la insuficiencia de los medios de (¡ue puedo valerme, el instinto de la libertad o el amor por ella de los pueb'os no me ayuda. Mas, a todo trance decidido a llenar ios votos de V. E., de Chile i de toda la América, yo sigo con los mas faustos presen- timientos; i dando a V. E. las mas espresivas gracias, le protesto mi consecuencia i

66o HISTORIA DE CHILE 1820

9. Nuevo plan de iralw- y, £1 gobierno ¡ el pueblo chileno tuvieron

jos del director supremo »• . . ^ . , . ,

después de la salida de ^^^s de gran satisfacción cuando vieron logra- la espedicion: dificulta- dos, con la partida déla espedicion, los esfuer-

des que habia de hallar . .^ . t ^ j 1

en su camino. ^^^ * sacnncios que había costado organizaría.

I^ realización de esa empresa, de que se esperaban los mas grandes beneficios para el afianzamiento de la independencia i de las nuevas instituciones, i para el desarrollo del comercio, de la industria i de la prosperidad nacional, era un justo motivo de orgullo para el patriotismo chileno. Venciendo dificultades que parecian insuperables, i gracias a la abnegación de sus hijos i a la entereza i dirección de sus gobernantes, Chile, la mas pobre i atrasada de las colonias de la América del sur, habia puesto en pié un ejército relativamente numeroso i habia orga- nizado una escuadra para ir a atacar al poder español en el centro mis- mo de sus recursos. "Llegará tiempo, decia el ministro de la guerra en un manifiesto publicado con este motivo, en que la América tribute a Chile, con las demostraciones de su reconocimiento, el homenaje que le es debido en compensación de tan laudables i meritorios servicios, pues ellos, mas directamente que todos los que hasta ahora se han he- cho, refluyen en beneficio común del continente. I aunque la suerte fuese tan adversa que, a pesar de todas las probabilidades, se malograra el precioso fruto de la formidable empresa que hoi presentamos a to-

deferencia mas inalterables. Dios guarde a V. E. muchas años. A bordo del San Afarítft, setiembre 5 de 1820: fosi' de San Martin, Excmo. señor director supre- mo i capitán jeneral del estado de Chile don Bernardo 0'lIigj;ins.ii

San Martin figuró desde entonces en el escalafón militar de Chile en el rango de capitán jeneral; pero habiéndose separado del servicio i retirádose a Europa, de¡6de percibir el sueldo correspondiente en virtud de la lei que prohibia pagarlo a los mi- litares que no residian en el pais, sin que él hiciera jestion alguna a este respecto. Esta situación fué correjida espontáneamente por el gobierno chileno, que, conside- rando las eminentes servicios de San Martin, dispuso por lei de 6 de octubre de 1842 que gozara el sueldo de capitán jeneral en cualquiera parte que se hallase. En vir- tud de esa lei, recibió hasta el ñn de sus dias (agosto de 1850) la renta de 4,o(X> pesos anuales que le pagaba el gobierno de Chile. Era el único sueldo de qae San Martin disfrutaba en su vejez, a pesar de sus títulos militares asi en la República Arjentina como en el Perú.

Una declaración semejante hizo el gobierno chileno respecto de lord Q>chrane. A consecuencia de sus reclamaciones para que se le remuneraran sus servicios, se le mandaron pagar 6,000 libras esterlinas por lei de 29 de octubre de 1845, i mas tarde se dispuso que siguiera gozando sus sueldos de vice-almirante de Chile aunque resi- diese en- el estranjero, renta que percibió liasta su muerte, ocurrida en Londres en octubre de 1860.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XX 66l

das las naciones, ni la calumnia, ni la envidia, ni todas las vicisitudes del tiempo, bastarán a arrebatarnos la gloria de haber realizado el pro- yecto mas noble i liberal de cuantos ofrece la historia de los pueblos nacientes (34). ••

Por su parte, el director supremo anunció también al pais ese acon- tecimiento en un manifiesto público que merece recordarse. Pasaba en revista los princii)ales sucesos de la revolución chilena, justificaba su conducta en aquellos en que le habia tocado tener injerencia prin- cipal, i señalaba la línea de política que pensaba seguir en el gobierno del estado. Si en esa pieza, cuya redacción definitiva fué sin duda la obra de uno de sus ministros, se puede censurar la arrogancia, estraña en el carácter de O'Higgins, con que hablaba de sus servicios, i el ardor con que condena a sus enemigos, i particularmente a Carrera, cuyos escritos i cuyos procedimientos habian intentado turbar la paz interior de Chile, sin la cual no habría podido llevarse a cabo la espedicion al Perú, hai en ella rasgos verdaderamente conmovedores. Recordando con justo orgullo las ventajas alcanzadas por la escuadra chilena, i las mayores que hacia esperar la partida de ia espedicion libertadora, re- cuerda también las fatigas i sacrificios que esa empresa le habia im- puesto. "Solo la futura suerte de Chile, decia, ha podido sostener raí corazón i mi espíritu. Yo debí encanecer en cada instante. El que no se ha visto en estas circunstancias, no sabe loquees mandar (35).'» El

(34) El manifiesto del ministro don José Ignacio Zenteno fué publicado por la im- |>renta del (i^obierno en un opúsculo de 12 pajinas que lleva este título: Espedicion libertadora del Peni salida d¿ I puerto de Valparaíso el 20 de agosto de 1820. Contiene noticias del embarco de las tropas i de la partida de la escuadra, que hemos utili- lado al referir estos sucesos.

(35) Kl documento de que tomamos estas palabras fué publicado en S grandes pa- jinas i con el título de Manifiesto del capitán jeneral del ejercito don Bernardo (y iliggins a los pueblos que dirije. A juzgar por sus formas literarias i por varios ac- cidentes de fondo, este manifiesto parece haber sido redactado, o por lo menos esen- cialmente retocado, por el ministro de hacienda den José Antonio Rodriguen Aldea. Annque ap>aTece ñrmado en Santiago el 31 de agosto de 1820, debe recordarse que CSC día no había regresado aun de Valparaíso el director supremo.

La satisfacción del gobierno de Chile por la salida de la espedicion, se refleja, mejor que en los documentos públicos, en la correspondencia particular del director supremo i de sus ministros. Don Miguel Zañartu, escribiendo desde Buenos Aires al ministro Echeverría con fecha de 4 de aliril, le habia dicho lo que sigue: "Echen ustedes, por Dios, el ejército fuera para que viva a costa de otro pais. Si aquí, con mejores recursos, no se puede pagar un batallón ¿cómo el pobre Chile sostendrá ejército i escuadra?. . . La espedicion no ha de llevar los aprestos del ejército

662 HISTORIA DE CHILE 1820

publico que recibía estas declaraciones con gran satisfacción, no cono- cía sin embargo mas que la menor parte de las dificultades que había sido preciso vencer.

El objeto i el espíritu de la espedicion habían sido comunicados al esterior. O'Higgins enviaba en la escuadra millares de proclamas que debian ser profusamente repartidas en todos los puntos en que tocase la espedicion. £n una de ellas invitaba a los peruanos a reunirse al ejército libertador para alcanzar la independencia nacional. En otra, que habia sido impresa en español i en quechua para <]ue pudiera ser leída en los pueblos de indíjenas que hablaban todavía el idioma del antiguo imperio de los incas, declaraba de la manera mas solemne que la espedicion no era de conquista o de predominio, sino de libertad. "Hé aquí, decía, los pactos con que Chile, delante del Ser supremo, i poniendo a todas las naciones por testigos i por vengadoras de su vio- lación, arrostra la muerte i las fatigas para salvaros. Seréis libres e in- dependientes: constituiréis vuestro gobierno i vuestras leyes por la línica i espontánea voluntad de vuestros representantes: ninguna in- fluencia militar o civil, directa o indirecta, tendrán estos hermanos (el ejército libertador) en vuestras disposiciones sociales: en el momento que dispongáis, despediréis la fuerza arma'ia que marcha a protejeros: jamas alguna división militar ocupará un pueblo libre, si no es l'amada

de Jérjes. Si somos pobres, es preciso que todo se haga pobremente. t. Conie<>tando esta carta el 12 de setiembre, el ministro Echeverría 'decia a Zañartu lo que si^ue: "I^{ su carta del 4 de abril a nuestro jencral San Martin en circunstancias que se trataba con el mayor calor del apresto de la espedicion lil)ertadora del Perú, no a lo pobre, sino a lo Jérjes. De pronto le hicieron al^^una impresión las sólidas razones que V. me espone; pero luejjo se olvidó de ellas, i continuó pidiendo infinito. Los singulares sacrificios, mi amigo, que ha hecho este virtuoso pueblo, i en particular su benemérita capital, son indecibles. Cuanto se di^a i escriba sobre el p^rticulnr, es nada respecto de lo que se ha hecho. Los estranjeros hnn quedado admirados al ver salir del puerto de \'alparaiso un ejército tan entusiasta, perfectamente vestido i provisto de todo con lujo i exceso. De la mae^ítranra salieron mas de doce mil cnr- gas de pertrechos de guerra. Los papeles públicos í|ue le remito por el presente co- rreo le darán a V. alguna idea de esta lujosa esjiedicion. En esta capital han quclado de guarnición el hermoso batallón de línea de la guardia de honor, hermoso por la talla desús soldados, disciplina, subordinación, etc., el rejimiento de la escolta direc- tf^rial de caballería, artillería correspondiente i quinientos cívicas de infantería quehai acuartelados. En el cantón del sur han quedado tres batallones de infanteria i tres escuadrones de caballería. En ambas provincias se trabaja en levantar otros cuerpos a efecto de poner a la mayor brevedad un ejército respetable. Proporcionar ausiiios a Valdivia i espedicionar con mil hombres a Chiloé, es el negocio que hoi tenemos entre manos. n

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XX 663

por SUS lejítimos majistrados; i prontos a destrozar la fuerza armada <jue resisia vuestros derechos, os rogaremos que olvidéis todo agravio anterior al día de vuestra gloria. Ha llegado el dia de la libertad de América: i desde el Mississippi hasta el cabo de Hornos, en una zona que ocupa la mitad de la Tierra, se proclama la independencia del nuevo mundo." Las promesas de esa proclama no eran una vana fic- ción. Espresaljan claramente los verdaderos propósitos del director supremo, del senado i del pueblo chileno.

Por medio de otros documentos igualmente memorables, fué espli- cado también el objeto de la espedicion a los habitantes de las provin- cias unidas del Rio de la Plata. San Martin, en una noble proclama fechada en Valparaíso el 22 de julio, habia justificado plenamente su conducta por haber desobedecido a las órdenes del gobierno para servir a la causa de la independencia americana, en vez de contribuir al man- tenimiento de la guerra civil. El 19 de agosto, en el momento de em- barcarse para el Perú, se dirijió al cabildo de Buenos Aires para informar- lo de este acontecimiento, i para protestarle su respeto al gobierno legal que allí se insta'ase. Inmediatamente después de la partida de la es- pedicion, O'Higgins trasmitió la noticia a las diversas autoridades de esas provincias, e hizo circular una proclama a los pueblos arjentinos en que, recordando ese grande acontecimiento, los invitaba a sofocar las discordias civiles, i les demostraba los beneficios de la paz interior para unir los esfuerzos contra el enemigo común, i para afianzar defini- tivamente la independencia americana (36). Todo aquello que habria

(36) Dt)n Hartolomé Mitre ha analizado prolijamente, en el capitulo XXVI de su Historia de San Martin^ ios documentos emanados de éste, i ha puhlicado íntegra en el apéndice 28 de esa obra la importante proclama a que aludimos en el texto. La de O'Higgins, que allí no se menciona, es menos conocida, i sin embargo merece recordarse. Hela atjuí:

"El director supremo de la Repúl)Iica de Chile a los habitantes de las provincias del Rio de la Plata. Compatriotas I Ayer ha zarpado de este puerto la espedicion lil)ertadora del Perú. Vo he tenido la satisfacción de llenar por mi parte las espe- ranzas de la América, i quizá los deseos del mundo, porque los resultados de esta empresa serán trascendentales a lodos los hombres. Va he cumplido los grandes de- beres que me imponía la suprema majistratura de la República; he dado a las pasio" nes propias del tiempo en que vivimos, la única respuesta que puede hacerlas enmu- decer. Los enemigos del <irden, los que han trabajado para frustrar esta obra, los que todo lo consagran a su ambición, oirán ahora la sentencia que pronuncie la opinión pública. Pilla declarará quiénes son los perversos, quiénes son los que des- truyen lo que otros ediBcan, quiénes los que prolongan la incertidumbre de nuestra libertad, i quiénes los que se sacrifícan por elevar a la América al rango a que la lia-

664 HISTORIA DE CHILE

debido hacer simpática en esas provincias la espedicion libertadora del Perú, no bastó desgraciadamente para acallar las pasiones desordena- das que habían nacido a la sombra de la revolución i desencadena- dosc tumultuosamente.

En esos momentos de entusiasmo i alegría que habia producido la sa- lida de la espedicion libertadora, i en que O'Higgins habia creído hallar algunos dias de descanso después del trabajo abrumador de los últimos meses, surjieron difícultades i complicaciones que debieron contrariarlo. El 20 de agosto, el mismo dia que zarpaba la espedicion, se publicaba en Valparaíso un decreto gubernativo que tenia relación con el comercio neutral en estos mares. Por él se declaral)an bloqueadas todas las cos- tas del Perú desde Iquique hasta Guayaquil, a contar del 25 de agosto, i se fíjaban plazos prudenciales, según la distancia de los puertos de su procedencia, pasados los cuales serian juzgados como contravento- res del bloqueo, los buques que llegasen a esas costas. Lo serian igual- mente los buques que trasportasen tropas, elementos bélicos o caudales del enemigo, i los que navegasen con papeles dobles o falsos. Se fíjaban los medios para embarcar libremente las personas i caudales de los estranjeros que quisieran retirarse del Perii, i se declaraban li- bres de bloqueo i de toda traba los puertos que se hallasen ocupados por fuerzas independientes. Ni estas declaraciones ni el espíritu liberal que mostraba el gobierno de favorecer en lo posible el comercio i los intereses de los neutrales, acallaron las quejas i reclamaciones de éstos. £1 capitán Searle, como comandante de las fuerzas británicas en el Pacífico, representó con fecha de 28 de agosto que, según órdenes es- presas de su gobierno, no podia reconocer el bloqueo que no fuese mantenido por fuerza efectiva, principio que la Inglaterra habia decla- rado en pactos internacionales i sostenido en las dltimas guerras euro- peas. El director supremo, contrariado sin duda por una exijencia que forzosamente habia de hacer ilusorio el bloqueo jeneral de toda la costa peruana, desde que la escuadra chilena no tenia fuerzas para hacerlo realmente efectivo, tuvo sin embargo que reconocer la justicia de esa reclamación i que modificar o esclarecer las instrucciones dadas

man "el tiempo i la naturaleza. Compatriotas! Nuestros comunes intereses exijen que el urden público sea el objeto de todos nuestros esfuerzos. Aguardemos el re- sultado de esta camparía memorable, con tal disposición de sentimientos, que la vic- toria selle al fin nuestro destino i no se derrame en vano la sangre de los héroes qne pelean por la libertad de la América. Valparaíso, agosto 21 de 1820. Bernardo

l820 PARTE OCTAVA.— CAPÍTULO XX 665

a este respecto. »*S. E. me ordena, decía el ministro de marina al vice- almirante chileno, prevenir a V. S. que para evitar todo lance desagra- dable con las naciones neutrales, se sujete V. S. en el sostenimiento del bloqueo a lo decidido en la materia por el derecho de jcntes i constantemente practicado por la nación británica. De este modo, contrayéndose Chile a observar la misma línea de conducta que han i:iiiantenido las demás naciones, jamas llegarán casos de obrar contra principios universalmente establecidos, ni menos de sufrir incómodos xneproches (37).'» El comandante Searle se dio por satisfecho con esta declaración.

El prestijio del director supremo habia llegado entonces a su mayor ailtura. Cada dia recibia las mas ardientes manifestaciones de adhesión ^e parte de los ciudadanos i de los cuerpos todos del estado. 1 )esde dias atrás, el senado estudiaba un plan de ascensos militares para limitar el número de oficiales superiores, o mas bien, la facultad de aumentar en lo sucesivo la concesión de esos grados mas allá de cierto número, a menos de mediar servicios eminentes. En acuerdo de 29 de agosto resolvió dar a O'Higgins el de capitán jeneral con la antigüedad de 14 *dc diciembre de 1 81 8, en que se le habia conferido el de gran mariscal. Declaraba al mismo tiempo que este último título quedaria abolido pa- ra siempre, i que el de capitán jeneral que debia reemplazarlo, solo po- drían gozarlo dos individuos del ejército. Los términos en que se hizo esa declaración eran honrosos para el supremo director, i demostraban el alto aprecio que el senado i el pueblo hacian de sus servicios. La vuelta de O'Higgins a Santiago el 3 de setiembre, tomó los caracteres de una entrada triunfal, tales fueron las manifestaciones populares de que se le hizo objeto.

Pero este entusiasmo debia ir desapareciendo poco a poco. O'Hig- gins pudo comenzar a sentir luego resistencias a su gobierno, produci- das no solo por el antiguo partido de los Carreras, sino por agrupacio- nes diversas de personas que le habian sido adictas, i (jue, como hemos indicado ya, obedecian a móviles diversos. En el senado mismo, donde habian asomado algunos síntomas de oposición a la política del <l¡rector supremo, comenzaron a aparecer ahora mas marcados i per- sistentes, i tomaron luego mayor intensidad. O'Higgins creyó un deber de franqueza i de lealtad el de informar a ese alto cuerpo que no

(37) Oñcio del ministerio de marina al vice-almirante Cochranc de 29 de agosto de 1820. Id. del mismo al comandante Searle de la misma fecha.

666 HISTORIA DE CHILE 182O

habia dado a San Martín las instrucciones acordadas, i el esplicarle las razones de este procedimiento. En oficio de 22 de setiembre le espu- so que si los antecedentes de ese jeneral, los grandes servicios que babia prestado, la rectitud i sinceridad de su patriotismo i el sólido criterio que siempre babia demostrado, hacian iniitiies esas instruccio- nes, ellas podían ser muí perjudiciales desde que, no siendo posible prever todas las circunstancias de una guerra que se iba a sostener a tan considerable distancia, las restricciones de facultades a que se que- ría someter al jeneral en jefe debían seguramente embarazar su acción en momentos en que era indispensable obrar pronta i resueltamente. El senado, sin aceptar esas consideraciones, i refutándolas con fírmeza i con argumentos cuya fuerza no era posible desconocer, censuró la conducta del director supremo; i en oficio de 2 de octubre persistió en su acuerdo, reclamando que se le diera cumplimiento (38). La com- petencia no pasó mas allá; i sin duda las graves ocurrencias de la guerra del sur en los últimos meses de 1820, cuyas noticias produje- ron una grande alarma, fueron causas de que se acallara por entonces aquella dificultad. Pero los jérmenes de resistencia fueron visibles, i debían manifestarse en otras ocasiones.

Sin dar importancia a esas resistencias, el director supremo estaba resuelto a empeñarse en una serie de trabajos administrativos para los cuales reclamaba la cooperación de todos los ciudadanos. xPormi parte, decía en el manifiesto que hemos recordado mas atras^ cuidaré de la paz, evitando la guerra que va a terminar en el Perú, aseguraré los medios de defensa, sostendré el decoro de la República, pondré orden i economía en todos sus ramos, celaré la justicia, estinp;üiré los impuestos ruinosos, fomentaré la agricultura i las artes i desembara- zaré el comercio de trabas i monopolios; pero vosotros debéis ayudar al gobierno con vuestras luces, actividad i amor patrio, para que se desarraiguen vicios envejecidos en tres siglos; para que se reformen nuestras ideas, instituciones i costumbres por la probidad i la virtud; para que la negra discordia no corte la felicidad que empezamos a disfrutar; para que en el altar déla patriase sacrifique toda prevención i rivalidad, dando ejemplos de unión, como los damos de constancia, i

(38) L'.)5 oficios aquí recordados, el del director supremo de 22 de setieml)rc i el del senado de 2 de oclul)re, se hallan publicados entre los anexos de las sesiones respectivas del senado, en las Sesiones de los ciurpos Icjislativos^ tomo IV, pájs, 363 i 388. El segundo de ellos, ademas, se halla inserto en una nota de la páj. 216 del lomo I de la Historia de la espediciofi libertothra del Perú^ por don Gonzalo Búlnes.

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XX 667

haciendo que el nuevo mundo exceda al antiguo en lo moral i político, como lo supera por la estension i superficie. m El senado, por su parte, creyendo que la salida de la espedicion libertadora creaba al erario público una situación mucho mas desahogada, dispuso, en acuerdo de 7 de setiembre, que desde el i." de noviembre se pagase a los emplea- dos el sueldo íntegro de sus respectivos cargos, que se les habia estado cubriendo con la reducción de la tercera parte.

Sin embargo, las reformas proyectadas por el supremo director, al- gunas de ellas puestas ya en via de ejecución, como contamos antes, i otras que fueron iniciadas en seguida, iban a encontrar con frecuen- cia dificultades insuperables. O'Higgins parecia haber heredado de su padre la idea, (jiie por lo demás era corriente entre sus contemporá- neos, de que la acción gubernativa podia cambiar por medio de leyes i decretos el modo de ser de un pueblo, sin tomar en cuenta las cos- tumbres inveteradas, la ignorancia, la falta de industria i de hábitos de trabajo, i las demás condiciones con las cuales el progreso tiene que ser excesivamente lento. Muchas de esas reformas exijian, ade- mas, recursos de que no podia disponer el estado. Las rentas piiblicas, insuficientes aun para atender los gastos ordmarios de la administra- ción, habían sido comprometidas en los aprestos de la espedicion libertadora del PeriJ, solicitando empréstitos en cambio de billetes recargados de interés que se admitirían en pago de los derechos de aduana, de manera que por largo tiempo las entradas de éstas serian casi nulas. La riqueza publica, minorada por la paralización de la industria i por las contribuciones estraordinarias, pasaba por un pe- ríodo de crisis. La recaudación del empréstito para costear la espedi- cion, habia dejado ver la pobreza jeneral del pais, i el cansancio de sus habitantes por tantas i tan gravosas exacciones (39). Por mas es-

(39) Hemos dicho ya que este empréstito, recaudado escrupulosamente en la casa de Moneda, produjo la suma total de 377)451 pesos. Al hacerse la liquidación deHnitiva, i al presentar la cuenta el superintendente de ese establecimiento, don José Santiago l'ortales, tuvo que revelar un hecho que demuestra mas que la maldad de los contribuyentes, el estado de pobreza que los habia estimulado a cometer un fraude. Como no era po.sible exijir el empréstito en dinero efectivo o amonedado, que no tenían los prestamistas, se recibía plata de chafalonía, es decir, objetos i utensilios de este metal, que entonces poseían casi todas las familias. En la casa de Moneda, a causa de la premura del tiempo i de la afluencia de jente, esos objetos eran pesados apresuradamente, i admitidos a razón de siete pesos por marco. Así se recojieron i7,.s6o marcos de chafalonía; pero cuando llegó el caso de fundirlos para la amonedación, se notó una merma efectiva. Muchos de esos objetos tenían

668 HISTORIA DE CHILE iSlO

penuizas que se tuviera en los beneñcios que debía reportar el afian- zamiento defínitivo de la independencia, no era posible esperar que aquella deplorable situación cambiase en pocos meses.

O'Higgins conocía perfectamente estos hechos i las enormes difi- cultades que ellos creaban al gobierno; pero, confíado en el buen éxito con que había logrado realizar la gran empresa de la espedicion libertadora, se hacia las mas lisonjeras ilusiones. Dando crédito com- pleto a los informes que le suministraban muchos patriotas peruanos acerca del espíritu que dominaba en este pais, llegó a persuadirse de <\ue el ejército que había partido de Chile no necesitada siquiera abrir una campaña formal, porque bastaría su presencia para que se pro- nunciase allí un levantamento de opinión que anonadaría el poder del virreí. Creía, en consecuencia, que, libre de cuidados por esa parte, podría concluir, en el verano próximo, para siempre la guerra desola- dora que se hacia en la frontera, llevar a cabo la reincorporación de Chiloé ai dominio de la República, i contraer su atención a las refor- mas administrativas que consolidasen el nuevo orden político (40).

arma interior de fierro o de otros metales de poco valor; otros, como platos o fuen- tes, habían sido doblegados a martillo en forma de rollo, colocándose en el inte* rior lana u otras materias para aumentar el peso; i otros, por fín, eran de bronce plateado. £1 superintendente Portales, dando cuenta de estos hechos en un balance de 30 de setiembre i mas es}>ecialmente en un oficio de 2 de octubre siguiente dirí- jido al ministro de hacienda, los atribuye en parte a error de los prestamistas que no conocían la condición de los objetos que entregaban, i parte también a fraude. La suma total de pérdidas por estos accidentes no pasaba de 650 pesos; pero ella de- mostraba o una gran ix)breza de parte de los contribuyentes, o el deseo de sustraerse a estas exacciones que para muchos eran sumamente gravosas. Véanse los documen- tos citados entre los anexos de la sesión del sanado del 6 de octubre de 1S20, en el lomo IV, páj. 436-8 de las S¿siotus de los cuerpos lejislativos,

(40) En la correspondencia particular de O'Higgins, mas que en los documentos oficiales, se deja ver el juicio que entonces se habian formado los patriotas acerca de la situación política, económica i social de Chile después de la salida de la espe- dicion lil>ertadora. En una carta confidencial del director supremo a don Miguel Zañartu, que se hallaba en Buenos Aires, de feclia 9 de setiemlire de 1820, se lee lo que sigue: "Salió al tin la espedicion. A la fecha ya habrá desembarcado en las inmediaciones de Pisco; i talvez haya hecho una llamada falsa por Arica. Las fra- gatas españolas Vati^anza i Esiiuralday con noticia de la espedicion, habian salido del Callao a recojer las tropas de la costa para aumentar el ejército del virreí. Tal- vez no entren al Callao antes que llegue alli nuestra escuadra, en cuyo caso ambas i las tropas caerán prisioneras. Estoi cierto de que en parte alguiui tendrá nuestro ejército que disparar un tiro. Todo va combinado de modo que la libertad del Perú se haga sin sangre; pero no será sin la sustancia de Chile, que ha apurado sus re»

J

l820 PARTE OCTAVA. CAPÍTULO XX 669

Pero en agosto de 1820 la independencia de Chile parecía un hecho perfectamente asegurado, faltaba mucho todavía para que pudieran realizarse las patrióticas esperan/.as del director supremo.

cursos hasta lo increíble. Ni en dos años mas podrá el gobierno recibir ni la terrera parte de sus entradas anuales, pues están vendidas con pérdida inaudita. No solo el crédito del estado queda empeñado, sino también el personal mió, último recurso <}ue pude hacer valer con los estranjems en dos meses cinco dias que mo ocupé en Valparaíso hasta tener la satisfacción de ver salir, el dia de mi cumple-años (20 de Agosto), la escuadra surtida como la mejor en su clase, i un ejército que en su alegría i algazara lleva demostrada la victoria. Va equipado con tres vestuarios, mas de cien mil pesos de la caja militar, pertrechos i demás útiles para cinco años, víveres para seis meses. En ñn, Chile ha hecho lo que pueblo alguno de los revolucionados ha alcanzado. Su gloria i la gratitud de la América serán eternas. Acaba de llegar un brigadier enviado por el gobierno patrio de Méjico (por el jeneral don Vicente < luerrero, que mantenía la guerra contra los españoles en la rejion occidental de la Nueva España) solicitando ausilios de armas i tropas, i asegurando que toda la costa <lesde las inmediaciones de California hasta las de Acapulco están en revolución. I.,as nuevas del orden que reina en (3hile, los progresos de ^us armas, sus victorias marítimas, todo los ha convencido de que este pueblo es el único que está en apti- tud de ayudarlos a conquistar su libertad. En efecto, después que haya zarpado de Valparaíso la espcdicion sobre Chiloé que he comenzado a preparar con el mayor sijilo, pienso ausiliar la costa de Méjico con armas, ofíciales i un par de buques de guerra. Ayer han debido darse a la vela de Valparaíso el bergantín Aftíif armado •en guerra, i el trasporte Emperador Alejandro^ con ausilio de tres mil fusiles, per- trechos, víveres i algunos oficiales para las costas del Choco, con el objeto de au- mentar el ejército que está creando allí el coronel Cancino. ¡Tantos esfuerzos i tantos progresos, son la obra del orden, unión i patriotismo <le este pueblo! Digan lo que quieran esos anarquistas enemigos de la patria, pero no podrán contestar a «sta pregunta: ¿cuáles son los bienes que ellos han hecho? No me estiendo mas 4)orque el estraordinario conductor de ésta es de la casa de (no se entiende el nom- 4)re) i ya se va. Constancia, amigo, en sus trabajos, que la patria, aunque tarde, reconoce los servicios que se le prestan. Es todo suyo O^Hig^'fis.%y

FIN DEL TOMO XII

IiNDICE DEL TOMO XII

PARTE OCTAVA— (CONTINUACIÓN)

CAPITULO XI

.<.

PREPARACIÓN DE UNA ESPEDICION LIBERTADORA AL PERÚ:

DIFICULTADES QUE ENCUENTRA: TRATADO DE ALIANZA

CON LAS PROVINCIAS UNIDAS DEL RIO DE LA PLATA,

QUE QUEDA SIN EFECTO

(mayo de i8 i 8— MARZO DE 1819)

PAlS.

1. Jestiones hechas por San Martin en Rítenos Aires para preparar la cs-

pedicion al Perú 5

2. El Ínteres de mantener la alianza entre Chile i las provincias unidas

del Rio de la Plata hace desaparecer ciertas dificultades diplomáti- cas; el gobierno de Huenos Aires, dirijido por San Martin, ofrece socorros para el ejército que no puede hacer efectivos a medida de sus propósitos. .......... 10

Dificultades entre el gobierno de Chile i el representante de Buenos Aires felizmente arregladas; destierro de don Bernardo Monteagudo a las provincias de Cuyo (ñola). ....... 12

3. El gobierno de Buenos Aires comunica al de Chile la esperanza de

ver reconocida la independencia por las potencias europeas: proyec- tos para coronar un rei en estos países . 23

Negociaciones diplomáticas sobre entas cuestir>nes (nota). ... 29

4. Don Antonio José de Irísarrí es nombrado ajenie de Chile en Europa;

por (alta de poderes i de instrucciones regulares no puede tomar parte

en aquellas negociaciones 37

672 ÍNDICE

PAíS.

5. £1 senado de Chile aprueba el proyecto de espedicion al Perú; prime-

ros preparativos para esta empresa. 4S

6. Primeras diñcultades con que tropieza ese proyecto: la escasez de re>

cursos pecuniarios hace concebir la esperanza de contratar un em- préstito esterior 56

7. Exijencias de San Martin cerca del gobierno de Buenos Aires para

obtener los recursos que se le tenian ofrecidos. .... 60

8. Propone San Martin un plan mas limitado de operaciones sobre el

Perú 67

9. La situación interior de las provincias unidas del Rio de la Plata no

les permite prestar mayor cooperación a la proyectada espedicion al Perú; don José Miguel Carrera i la conspiración de los franceses. . 6^

10. Celebración de un tratado de alianza entre Chile i las provincias del Rio de la Plata para espedicíonar al Perú: ese pacto no es ra- tificado en Buenos Aires por causa de las perturbaciones interiores. 79

CAPITULO XIÍ

CAMPAÑA DEL SUR: RETIRADA DE LOS REALISTAS: GUERRA DESOLADORA

EN LA FRONTERA: REVUELTAS INTERIORES: UNA PARTE DEL EJÉRCITO DE LOS ANDES PA.SA A MENDOZA

(NOVIEMBRE DE 1818 MAYO DE 1819)

1. Primeras operaciones militares contra las fuerzas realistas que ocupa-

ban la provincia de Concepción: los patriotas ocupan i abandonan a Chillan: las fuerzas rcalitas se replegan a los Anjeles. ... 87

2. Esperanzas frustradas de someter por arreglos pacíficos a los realistas

del sur: preparativos para una campaña formal: el coronel Freiré abre

las operaciones i toma posesión de Chillan 9^

Antecedentes i aventuras de Vicente Benavides: se gana la confianza de San Martin i parte al sur como ájente de los patriotas (nota). 98

3. Toma el mando del ejército espedicionario el jeneral Balcarce: pe-

queños combates desastrosos para los realistas: la lentitud con que son dirijidas las operaciones permite a éstos retirarse al otro lado del Biobio 105

4. Los patriotas ocupan la p'aza de Nacimiento: los realistas se retiran a

Tucapel; i un cuerpo de ellos, mandado \K>r el coronel Sánchez, se

pone en marcha para Valdivia. . . . . . . . III

5. El coronel Freiré ocupa a Concepción: el jeneral Balcarce regresa a

Santiago dando por terminada la campaña: ilusiones que ésta hace concebir . US

6. Sublevación de los prisioneros realistas en San Luis: es sofocada i cas-

tigada terriblemente 120

7. Sublevación de los hermanos Prieto en la cordillera de Talca, 12S

8. Alarmante renovación de la guerra en la frontera del Biobio. 132

ÍNDICR 673

PÁJS.

9. Peligros creados por la sublevación de los Prietos: es sofocada después

de numerosas peripecias 137

10. Operaciones militares en U frontera: atrocidades cometidas por los rea-

listas: las bandas de Benavides intentan tomar la ofensiva, i son ba- tidas i dispersadas, dejando presumir una próxima pacificación. 146

11. £1 gulñerno de Buenos Aires ordena el repaso a Mendosa del ejército

le los Andes: complicaciones a queda lugar esta resolución: después

de numerosas dilijencias no se efectúa sino en parte. . . 154

CAPÍTULO XIII

LORD COCHRANE TOMA EL MANDO DE LA ESCUADRA CHILENA:

PRIMERAS OPERACIONES NAVALES EN LA COSTA DEL PERÚ: BLOQUEO DEL CALLAO

(ENERO MARZO DE 1819)

1. Antecedentes biográficos de Lord Cochrane: sale de Inglaterra para

servir a la causa de la revolución chilena 173

2. Llega a Chile i toma el mando de la escuadra 193

3. Plan de operaciones navales en las costas del Perú; salida de la escua-

dra; dificultades que fué necesario vencer. ..... 198

4. Estado de perturbación i de alarma producido en el Perú por los pri-

meros triunfos de la escuadra chilena; aprestos del virrei para recha- zar la invasión que consideraba inminente ao7

5. La escuadra chilena se acerca a las costas del Perú; i una espesa i

prolongada neblina frustra el plan de un ataque de sorpresa al Callao. aao

6. Medios de defensa con que contaba este puerto. .... 324

7. La fragata OHiggins ataca al Callao 228

8. Cochrane declara el bloqueo de las costas del Perú: cambio de comu-

nicaciones con el virrei sobre canje de prisioneros: ajitacion que estos

acontecimientos producen en Lima 231

9. Pequeños combates sin consecuencias en la bahía del Callao. . 240 10. Cochrane se rerira del Callao 246

CAPÍTULO XIV

OPERAaONES NAVALES EN LA COSTA DEL PERÚ:

REGRESO DE LA ESCUADRA:

APRESTOS PARA UNA NUEVA CAMPAÑA

(marzo a AGOSTO DE 1819)

I. Una parte de la escuadra chilena recorre la costa del norte de Lima hasta Huambacho: desembarcos operados en varios puntos, i presas

tomadas al enemigo 246

Tomo XII 43

674 ÍNDICE

PÁJS.

2. Toma de Paita. . . . ' 256

3. £1 contra-almirante Blanco se aleja del Callao levantando el bloqueo:

contrariedad que esperimenta L(.T(1 Cochrane: recorre éste nueva-

mente la costa del norte i resuelve regresar a Chile. . . 259

4. Inquietudes i alarmas prmlucidas en Chile por la suerte de la escuadra

durante su primera campaña al Perú. ...... 264

5. Arribo a Valparaiso del contra-almirante Blanco: descontento produ-

cido por la suspensión del bloqueo del Callao. .... 270

6. Vuelta de lord Cochrane con el resto de la escuadra: embarazos i exi-

jencias orijinados por el reparto de las presas i por la remoción del secretario del vice-almirante. 273

7. Llega a Chile una de las corbetas mandadas construir a Estados Uni-

dos: el capitán de la otra se fuga con ella de Buenos Aires, i la vende

en Rio de Janeiro al gobierno portugués. . . 2S0

8. Aprestos de la España para someter las colonias rebeladas; amenazas

contra los estranjeros que auxiliasen a los independientes: despacha al Pacífíco una división naval: anuncios del envío de una gran espe- dicion: perturbaciones qué produce este anuncio. . . . . 286

9. Preparativos navales en Chile: fabricación de cohetes a la Congreve:

absolución del contra-almirante Blanco: se concede a los oficiales i maiinería de la escuadra la propiedad al)So1uta de las presas que hicieren 296

10. Plan de operaciones de la escuadra chilena; recelos que inspiraba el

anunciado arribo de la división naval española, i desastre de ésta. . 307

11. Los corsarios: embarazos que algunos de ellos crean al gobierno. . 310

CAPÍTULO XV

gobierno interior: l.\ h.\cienda pública: el comercio

i la industria

(noviembre de i 81 8 a setiembre de 1820)

1. El senado lejislador; su espíritu, sus primeros trabajos i sus primeras

reformas en la organización ad ministrad i va. . . . . . 319

2. Apurada situación del tesoro nacional: medidas adoptadas para mejo-

rarla: economías i reducciones de sueldos: reagravación de impuestos

e imposición de otros nuevos. ....... 331

3. La contribución mensual ¡ el empréstito forzoso para costear la espe-

dicion libertadora del Perú. 341

4. lyos secuestros de bienes enemigos: imposición de otros gravámenes:

resistencia del senado a algunos proyectos de contribución: aumento del sueldo <lel director supremo: entradas i gastos en 18 19: reformas iniciadas por un nuevo ministro de hacienda. ..... 349

5. La agricultura: su situación precaria i los medios propuestos para me-

jorarla: reducción de los réditos de los censos. .... 365

ÍNDICK 675

PAjS.

6. La minería: estado precario de esta industria i proyectos ideados para

adelantarla: terremoto i ruina de Copiapó en 1819. . . , 371

7. El comercio: desarrollo tomado a la sombra de las nuevas instituciones:

el contral>ando: temores rjuc inspiran las reformas aduaneras: crea- ción de una aduana principal en Valparaíso i de almacenes francos para el comercio estranjero 378

CAPITULO XVI

GOBIERNO INIKRIOR: REFORMAS LEJISI.ATIVAS I SOCIALES: FOMENTO A LA INSTRUCCIÓN PUBLICA

(noviembre de 18 1 8 A SETIEMBRE DE 1820)

1. Kl bandolerismo: medidas rij»orosas dictadas para combatirlo: diferen-

tes medidas sobre administración de justicia. ..... 395

2. Arreglos de policía: reglamentos sobre juegos i diversiones públicas:

teatro: creaci<m de un mercado de abastos i del paseo de la Alameda. 400

3. Establecimiento de un cementerio en Santiago: creación de otro para

protestantes en Valparaíso: resistencias que encuentran estas innova*

ciones. . . .......... 407

4 Fomento de escuelas: reapertura del Instituto Nacional i de la biblio- teca pública. 414

5. La prensa periódica i las fiestas patrióticas: su influencia sobre los

espíritus 425

6. Nacionalización de los estranjeros, de los españoles i de los indios. . 432

7. Relaciones entre el gobierno civil i el gobierno eclesiástico: primeros

jérmenes de antagonismo. ........ 438

8. Peligros i alarmas de perturbaciones interiores. .... 446

CAPITULO XVII

SEGUNDA CAMPAÑA DE LA ESCUADRA CHILENA EN LAS COSTAS DEL PERÚ: LA GUERRA EN EL SUR DE CHILE

(setiembre DE 181 9 A ENERO DE 1820)

1. Últimos aprestos de la escuadra chilena: sale nuevamente de Valpa-

raíso con rumbo a las costas del Perú. ...... 453

2. Iva escuadra se presenta de nuevo delante del Callao: repetidos ata-

676 ÍNDICE

PÁJS.

ques a las naves españolas i a las fortalezas del puerto sin resultado alguno. 459

3. Ataque i ocupación accidental de Pisco por las fuersas patriotas. . 468

4. Operaciones de la escuadra al norte del Callao: apresa en el rio Gua-

yaquil dos fragatas armadas 473

5. Esfuerzos del gobierno para mantener i activar las operaciones nava-

les; la escuadra regresa del Perú . 477

6. La guerra en la frontera del Biobio i sus contornos: reorganización de 485

las Imndas de Benavides 485

7. Recrudecencia de la guerra en los distritos de la Laja i de Chillan. . 491

8. Incesantes combates en la frontera i en una gran parte de la provincia

de Concepción: horrores i depredaciones que acompañan a las hosti- lidades. ........ 495

CAPITULO XVIII

TOMA DE VALDIVIA: SOMETIMIENTO DE ESTA PROVINCIA: CONTINUACIÓN DE LA GUERRA EN LA FRONTERA

(enero —AGOSTO DE 1820)

1. Los restos del ejército realista se replegan a Valdivia: situación militar

de esta plaza. 505

2. Cochrane reconoce el puerto de Valdivia, i apresa un buque español:

pasa a Talcahuano i obtiene del intendente de Concepción un pe- queño destacamento con que se da a la vela para atacar aquella plaza. 511

3. Toma de Valdivia 519

4. Temeraria espedicion a Chiloé: malogrado ataque al puerto de San

Carlos de Ancud. .... ...... 528

5. Dificultades de los patriotas para mantener a Valdivia: campaña de

Beauchef al interior: combate de £1 Toro i sometimiento de toda la provincia: inútiles tentativas de los realistas para recuperarla. . 534

6. Prolongación de la guerra en la frontera del Biobio: espedicion frustra-

da de P'reire i de Alcázar al territorio araucano 542

7. Infundadas esperanzas de los patriotas de ver restablecida la tranqui-

lidad en la frontera: Benavides envia un emisario al Perú i obtiene algunos socorros. ........*. 545

8. Mantenimiento del estado de guerra: el ejército patriota recibe refuer-

zos: anuncios de o)^)eraciones mas decisivas. ..... 553

ÍNDICE 677

CAPITULO XIX

PREPARATIVOS DB LA ESPKDICION I.IREkTADORA DEL PERÚ:

EL GORIEKNO DF. CHITE DOMINA LAS DIFICULTADES QUE ELLA i:NCUKNTRA

(mayo DE 1819 A MAYO DE 1 820)

PÁJS.

1. Trabajos incesantes del gobierno para preparar la espedicion liberta-

dora del Perú: contrato celebrado para el traspone del ejérciio expe- dicionario. ........... 557

2. Los grandes aprestos de España para reconquistar sus coloniax excitan

al gobierno a acelerar esa espedicion. 565

3. Embarazos creados a esa empresa por los trastornos interiores de las

provincias arjentinas: el gobierno de Buenos Aires llama a las tropas estacionadas en Mendoza: San Martin anuncia reservadamente a O'Higgins su resolución de desol)edecer esa orden. . . . 567

4. .Actitud resuella del senado de Chile en Javi.r de la espedicion sin

aguardar los refuerzos que se esperaban de Mendoza: San Martin re- gresa a Santiago. .......... 573

5. Sublevación de una parte de las tropas patriotas que estaban en la

provincia de Cuyo: perturbación que estos sucesos producen en Chi- le: el gobierno i el senado deciden la espedicion al Perú a pesar de todas las dificultades. .... ..... 577

6. Las noticias de los trastornos en Buenos Aires ponen a San Martin en

situación de declarar su desobediencia: los jefes i oficiales que ser- vian bajo sus órdenes, se pronuncian en KancagUt en favor de esa determinación. .......... 587

7. Ix)rd Cochrane, persuadido de que la espedicion al Perú era irrealiza-

ble en grandes proporciones, propone la salida de una de dos mil hombres ofreciéndose para mandarla: dificultades creadas por esta proposición, que ni fín se allanan felizmente. ..... 594

S. I^ conspiración de abril de 1820. ....... 603

CAPITULO XX

ORGANIZACIÓN I PAR I IDA DE LA ESPEDICION LIBERTADORA DEL PERÚ

(mayo a agosto DE 1820)

1. Revolución de España en enero de 1820. . . . . . 611

2. Correrías del corsario chileno Rosa de los Andes en las costas de Nue-

678 índice

PÁJS.

va Granada: llega a Chile un emisario de este pais, i regresa a é\ con

un considerable socorro de armas i municiones. .... 618

3. Actividad en los aprestos de la espcdicion libertadora del Peni: el

ejército espedicionarío se acantona en Quillota i sus contornos. . 624

4. 0*Higgins i San Martin parten para Valparaíso a acelerar la partida

de la espcdicion: el senado arregla las instrucciones que debia llevar

el jeneral en jefe 632

5. Aprestos de la escuadra: serias diHcultades suscitadas entre Cochrane

i el gobierno, que al fin se transijen 637

6. Últimos trabajos de organización: estado de las fuerzas espedicionarias

de mar i tierra: copioso material de guerra que formaba lu tren i ba«

gajes 643

7. Amplitud de facultades conferidas a San Martin: limitación de las de

lord Cochrane 650

8. Embarco del ejército i partida de la espedicion: San Martin recibe el

título de capitán jeneral del ejército de Chile 656

9. Nuevo plan de trabajos del director supremo después de la salida de

la espedicion: dificultades que había de hallar en su camino. . . 660

HISTORIA JENERAL OE CHILE

PAUTA

PARA LA COLOCACIÓN DE LAS LÁMINAS

TOMO DUODÉCIMO

PAjs.

Plano del Callao 240

Plano de Valdivia 5/2

RAFAEL JOVER, EDITOR

BANDERA, 73— SANTIAGO DE CHILE

OBRAS DE B. VUTSA MAOKKNNA

El Álbum de la Gloría de Chile, lujosa edición, 2 tomos, en folio,

con multitud de retratos

Historia de la Campaña de Tarapacá, 2 tomos de 1,000 pajinas

Historia de la Campaña de Tacna 1 Arica, 1 tomo de 1,000 pajinas

Historia de la Campaña de Lima ( i88o- 1881 ), i tomo de 1,000 pajinas

Historia de la Jornada del ao de Abril de 1851, i tomo de 800 pajinas

Vida de O'His^gins, i tomo de 982 pajinas, rústica .

El Ostracismo de los Carreras, i tomo de 800 pajinas.

La Isla de Juan Fernandez, i tomo de 834 pajinas. .

Las dos Esmeraldas (1823-1879), i tomo He 776 pajinas.

Relaciones Histéricas, 1.' serie, i tomo de 1,000 pajinas

Relaciones Históricas, 2.* serie, i tomo de i,coo pajinas

Don Tomas de Fig^eroa, i tomo de 330 pajinas.

Dies^o de Almajo, i tomo de 150 pajinas

Juan Maria Gutierres, ensayo sobre su vida i sus escritos, i tomo.

OBRAS DE OTROS AUTORES NACIONALES

Historia Jeneral de Chile, por Diego Barros Arana. Cada tomo. .

Historia de la República de Chile (1810 a 1K30), por los señores Lastarria, Tocornal, Bena vente, M. L. i G. V. Amunátegui, San- fuentes, Vicuña Mackenna, García Reyes, Santa María, Barros Arana, Concha i Toro i Errásuriz, 5 tomos con retratos de los autores.

El terremoto del 13 de Mayo de 1647» P^r Mi|;uel Luis Amunátegui, I tomo de 600 pajinas

Temas Políticos, estudios sobre ciencia social, por Alejandro Ángulo Guridi, 2 tomos. .........

Historia de la Espedidon Libertadora del Perú (18x7-1824), por Gonzalo Búlnes, 2 tomos

Sesiones de los Cuerpos LejislaÜTOs de la República de Chile (l8ll-x8^), cada tomo.

Obras oratorias del Iltmo. i Rvmo. señor Doctor don Mariano Casa nova. Arzobispo de Santiago. Lujosa edición con el retrato del autor, I tomo de 8co pajinas. ......

La Dictadura de O'Hig^g^ins, por Miguel Luis Amunátegui, i tomo.

La Lectura, peri<!>dico literario, 2 tomos, con grabados.

El Ecuador (xftK- 1835), por P. M., 1 tomo de 366 pajinas .

Estudios sobre España, por Jorje Huneeus, 2 tomos de 400 pajinas cada uno. ... ........

Tradiciones Serenenses, por Manuel Concha, i tomo de 600 pajinas.

Aritmética i Sistema Métrico, por lüjinio Fernandez, i tomo

Laura DuTeme, por Enrique Montt, i tomo

La BataUa de Rancagua, por J. Bañados Espinosa, i tomo

Obras Escojidas de don Manuel A. Hurtado, i tomo.

Gramática de la lengua, castellana, por don Andrés Bello, con la Or- tolojía i la Ortografía por el mismo autor i un Programa completo •leí ramo, i tomo encartonado

Gramática de la lengua castellana, por don Andrés Bello con anota- ciones de don Rufino Cuervo, i tomo . . ...

La Lectura i corrección de pruebas de imprenta, por Rafael Jover, I tomo . . . ........

Armonías, por Guillermo Blest Gana, i tomo

La Dote de una Joven, por Vicente Grez, i tomo.

Resumen de la Historia de la Astronomía, i tomo

£1 Cura Monardes, por Manuel García, i tomo

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20. OQ 12.00 6.00 6.00 15.00 5.00 5.00 6.00 4.00 2.50 2.50 1. 00 1. 00 2.00

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2.00 1. 00 1.00

1.50

1.00

2.00 0.60 1. 00 0.40 0.40

STANFORD IJNIVERSITY I

Sranford, California

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