B ^ DIS S7b BERKELEY ÜNWERSITY OF i ^* . CAÜFORNJ 'h \ k / \ ^v^/' I '' Luis ok Lkox. A LA serenísima INFAN'I'A Doña Isabel Clara Eugenia de Austria. SEÑORA. Habiéndome la Magestad del Rey, nuestro Señor, dado licencia de ofrecer á V. A. esta pequeña obra, in- titulada: Historia natural y moral de las Indias, no se me podrá atribuir á falta de consideración, querer ocupar el tiempo, que en cosas de importancia V. A. tan santamente gasta, divirtiendola á materias, que por tocar en Filosofía son algo obscuras, y por ser de gen- tes bárbaras no parecen á propósito. Mas porque el co- nocimiento y especulación de cosas naturales, mayor- mente si son notables y raras, causa natural gusto y deleite en entendimientos delicados, y la noticia de cos- tumbres y hechos extraños también con su novedad aplace, tengo para mí, que para V. A. podrá servir de un honesto y útil entretenimiento, darle ocasión de considerar en obras que el Altísimo ha fabricado en la máquina de este Mundo, especialmente en aquellas par- tes que llamamos Indias, que por ser nuevas tierras, .dan mas que considerar, y por ser de nuevos vasallos, que el Sumo Dios dio á la Corona de España, no es del todo ageno, ni extraño su conocimiento. Mi deseo es, que V. A. algunos ratos de tiempo se entretenga con esta lectura, que por eso va en vulgar; y si no me en- gaño, no es para entendimientos vulgares, y podrá ser, que como en otras cosas, así en ésta, mostrando gus- to V. A. sea favorecida esta obrilla, para que por tal medio también el Rey, nuestro Señor, huelgue de en- tretener alguna vez el tiempo con la relación y consi- deración de cosa y gentes que á su Real Corona tanto tocan, á cuya Magestad dediqué otro libro, que de la predicación Evangélica de aquellas Indias compuse en latin. Y todo ello deseo que sirva para que con la noti- cia de lo que Dios nuestro Señor repartió, y depositó de sus tesoros en aquellos Reinos, sean las gentes de ellos mas ayudadas y favorecidas de estas de acá, á quien su divina y alta Providencia las tiene encomen- dadas, Suplico á V. A. que si en algunas partes esta obrilla no pareciere tan apacible, no deje de pasar los ojos por las demás, que podrá ser, que unas ú otras sean degusto, y siéndolo, no podrán dejar de ser de prove- cho, y muy grande, pues este favor será en bien de gen- tes y tierras tan necesitadas de él. Dios nuestro Señor guarde y prospere á V, A. muchos años, como sus sier- vos cotidiana y afectuosamente lo suplicamos á su Di- vina Magestad. Amen. En Sevilla primero de Marzo de mil quinientos y noventa años. JOSEI'H DS ACOSFA. PROEMIO DEL AUTOR Del nuevo mundo é Indias Occidentales han escrito muchos Autores diversos libros y relaciones, en que dan noticia de las cosas nuevas y extrañas, que en aquellas partes se han descubierto, y de los hechos y sucesos de los Españoles que las han conquistado y poblado. Mas hasta ahora no he visto Autor, que trate de declarar las causas y razón de tales novedades y extrañezas de na- turaleza, ni que haga discurso é inquisición en esta parte: ni tampoco he encontrado libro, cuyo argumen- to sea los hechos é historia de los mismos Indios anti- guos y naturales habitadores del nuevo orbe: A la ver- dad ambas cosas tienen dificultad no pequeña. La pri- mera, por ser cosas de naturaleza, que salen de la Filo- sofía antiguamente recibida y platicada: como es ser la región que llaman Tórrida muy húmeda, y en partes muy templada: llover en ella cuando el Sol anda mas cerca, y otras cosas semejantes. Y los que han escrito de Indias Occidentales, no han hecho profesión de tan- ta Filosofía, ni aun los mas de ellos han hecho adver- tencia en tales cosas. La segunda, de tratar los hechos é historia propia de los Indios, requería mucho trato y muy intrínseco con los mismos Indios, del cual care- cieron los mas que han escrito de Indias: ó por no sa- ber su lengua, ó por no cuidar de saber sus antigüeda- des: así se contentaron con relatar algunas de sus cosas superficiales. Deseando, pues, yo tener alguna mas es- pecial noticia de sus cosas, hice diligencia con hombres prácticos y muy versados en tales materias, y de sus pláticas y relaciones copiosas pude sacar lo que juzgué bastar para dar noticia de las costumbres y hechos de ■estas gentes. Y en lo natural de aquellas tierras y sus XIV propiedades con la experiencia de muchos años, y con la diligencia de inquirir, discurrir y conferir con personas sabias y expertas: también me parece, que se me ofrecieron algunas advertencias que podrían servir y aprovechar ú otros ingenios mejores, para buscar la verdad, ó pasar mas adelante, si les pareciese bien lo que aquí hallasen. Así que aunque el mundo nuevo ya no es nuevo, sino viejo, según hay mucho dicho, y es- crito de él, todavía me parece que en alguna manera se podrá tener esta Historia por nueva, por ser juntamen- te Historia, y en parte Filosofía, y por ser no solo de las obras de naturaleza, sino también de las del libre albedrío, que son los hechos y costumbres de hom- bres. Por donde me pareció darle nombre de Historia Natural y Moral de Indiar, abrazando con este intento ambas cosas. En los dos primeros libros se trata, lo que toca al Cielo, temperamento y habitación de aquel orbe: Los cuales libros yo habia primero escrito en latin, y ahora los he traducido usando mas de la licen- cia de Autor, que de la obligación de intérprete, por acomodarme mejor á aquellos á quien se escribe en vul- gar. En los otros dos libros siguientes se trata, lo que de elementos y mixtos naturales, que son metales, plan- tas y animales, parece notable en Indias. De los hom- bres y de sus hechos (quiero decir de los mismos In- dios, de sus ritos, costumbres, gobierno, guerras, y su- cesos) refiei^en los demás libros, lo que se ha podido averiguar, y parece digno de relación. Cómo se hayan sabido los sucesos y hechos antiguos de Indios, no te- niendo ellos escritura como nosotros, en la misma His- toria se dir¿i, pues no es pequeña parte de sus habilida- des, haber podido y sabido conservar sus antiguallas, sin usar ni tener letras algunas. El fin de este trabajo es, que por la noticia de las obras naturales el que XV Autor tan sabio de toda naturaleza ha hecho, se le dé alabanza y gloria al altísimo Dios, que es maravilloso en todas partes: Y por el conocimiento de las costum- bres y cosas propias de los Indios, ellos sean ayudados á conseguir y permanecer en la gracia de la alta voca- ción del Santo Evangelio, al cual se dignó en el fin de los siglos traer gente tan ciega, el que alumbra desde los montes altísimos de su eternidad. Además de eso podrá cada uno para sí sacar también algún fruto, pues por bajo que sea el sugeto, el hombre sabio saca para sí sabiduría; y de los mas viles y pequeños anima lejos se puede tirar muy alta consideración, y muy prove- chosa Filosofía. Solo resta advertir al lector, que los dos primeros libros de esta Historia ó discurso se es- cribieron estando en el Perú, y los otros cinco después en Europa, habiéndome ordenado la obediencia volver por acá. Y así los unos hablan de las cosas de Indias como de cosas presentes, y los otros como de cosas ausentes. Para que esta diversidad de hablar no ofenda, me pareció advertir aquí la causa. ÍNDICE DE LOS LIBROS Y CAPÍTULOS DE ESTE TOMO PRIMERO Libro primero. Páginas Capítulo I. — De la opinión que algunos Autores tuvieron que el Cielo no se extendía ai Nuevo Mundo I Cap. II. — Que el Cielo es redondo por todas partes, y se mueve en torno de sí mismo. ... 6 Cap. III. — Que la Sagrada Escritura nos da á entender, que la tierra está en medio del Mundo 12 Cap. IV. — En que se responde á lo que se alega de la Escritura contra la redondez del Cielo. . 19 Cap, V. — De la hechura y gesto del Cielo del Nuevo-Mundo 22 Cap. VI. — Que el Mundo hacia ambos polos tiene tierra y mar 24 Cap. Vil. — En que se reprueba la opinión de Lactancio, que dijo no haber Antípodas 30 Cap. VIII. — Del motivo que tuvo San Agustín pera negar los Antípodas 33 Cap. IX. — De la opinión que tuvo Aristóteles del Nuevo-Mundo; y qué es lo que le engañó para negarle \ . . . 39 Cap. X. — Que Plinio y los mas de los Antiguos sintieran lo mismo que Aristóteles 47 Cap. XI. — Que se halla en los Antiguos alguna noticia de este Nuevo-Mundo 50 XVIII Páginas. Cap. XII.— Qué sintió Platón de esta India Oc- cidental 57 Cap. XIII. — Que algunos han creido, que en las Divinas Escrituras Ofir signifique este nues- tro Perú 59. Cap. XIV. — Qué significan en la Escritura Tar- sis y Ofir 63 Cap. XV. — De la profecía de Abdias, que algu- nos declaran de estas Indias 68 Cap. XVI. — De qué modo pudieron venir á In- dias los primeros homb'-es; y que no navega- ron de propósito á estas partes 72 Cap. XVII. — De la propiedad y virtud admira- ble de la piedra imán para navegar, y que los Antiguos no la conocieron 80 Cap. XVIII.— Én que se responded los que sien- ten haberse navegado antiguamente el Océano como ahora 85 , Cap. XIX. — Que se puede pensar, que los prime- ros pobladores de Indias aportaron á ellas, echados de tormentas, y contra su voluntad. . 87 Cap. XX. — Que con todo eso, es mas conforme á buena razón pensar que vinieron por tierra los primeros pobladores de Indias > 91 Cap. XXI. — En qué manera pasaron bestias y ganados á las tierras de Indias 97 Cap. XXII. — Que no pasó el linage de Indios por la Isla Atlántida, como algunos imaginan. . . . 102 Cap. XXIII. — Que es falsa la opinión de muchos que afirman venirlos Indios de el linage de los Judíos 106 Cap. XXIV. — Por qué razón no es puede averi- guar bien el origen de los Indios 110 Cap. XXV. — Qué es lo que los Indios suelen con- tar de su origen. • • • 112. Libro segundo. Capítulo I. — Qué se ha de trstar de la natura- leza de la equinoccial 117 XIX Cap. lí. — Qué les movió á los Antiguos á teoer por cosa sin duda que la Tórrida era inhabi- table 1 1 8 Cap. III.— Qu? la Tórridazona es humedísima; y que en esto se engañaron los Antiguos. .... 121 Cap. IV. — Que fuera de los Trópicos es al revés que en la Tórrida, y así hay mas aguas cuan- do el Sol se aparta mas 124 Cap. V. — Que dentro de los Trópicos las aguas son en el estío ó tiempo de calor; y de la cuen- ta del verano é invierno 127 Clap. VI. — Que la Tórrida tiene gran abundan- cia de aguas y pastos, por mas que Aristóteles lo niegue 1 30 (]ap. VIL— Trátase la razón, por qué el Sol fue- ra de los Trópicos, cuando mas dista, levanta aguas, y dentro de ellos al revés cuando está mas cerca 135 (vap. VIII. — En qué manera se haya de entender lo que se dice de la Tórridazona 141 Cap. IX. — Que la Tórrida no es en exceso ca- liente, sino moderadamente caliente 143 (]ap. X. — Que el calor de la Tórrida se templa con la muchedumbre de lluvias, y con la bre- vedad de los dias 146 (]ap. XI. — Que fuera de las dichas hay otras causas de ser la Tórrida templada, y especial- mente la vecindad del mar Océano 1 50 (]ap. XII. — Que las tierras mas altas son mas frías, y qué sea la razón de esto 153 (]ap. Xlil.— Que la principal causa de ser la Tó- rrida templada, s^n los vientos frescos 157 Cap. XIV. — Que en la región de ia equinoccial se vive vida muy apacible 162 Libro tercero. Cap. I. — Que la historia natural de las cosas de las Indias es apacible y deleitosa 1(^1 XX Páginas Cap. II. — De los vientos, y sus diferencias, y propiedades, y causas en general 169 Cap. III. — De algunas propiedades de vientos que corren en el nuevo Orbe. 176 Cap. IV. — Que en la Tórridazona corren siem- pre brisas, y fuera de ella vendavales y brisas. 180 Cap. V. — Délas diferencias de brisas y venda- vales con los demás vientos. 186 Cap. VI. — Qué sea la causa de hallarse siempre viento de oriente en la Tórrida para navegar. 192 Cap. VII. — Por qué causa se hallan masot-dina- rios vendavales saliendo de la Tórrida á mas altura 198 Cap. VIII. — De las excepciones que se hallan en la regla ya dicha, y de los vientos y calmas que hay en mar y tierra 200 Cap. IX. — De algunos efectos maravillosos de vientos en partes de Indias 203 Cap. X. — Del Océano, que rodea las Indias, y de la mar del norte, y del sur. 212 Cap. XI. — Del Estrecho de Magaií^ines, como se pasó por h banda del sur 217 Cap. XII. — Del Estrecho que algunos afirman haber en la Florida, 221 Cap. XIII. — De las propiedades del Estrecho de Magallanes 223 Cap. XIV. — Del flujo y reflujo del mar Océano en Indias 223 Cap. XV. — De diversos pescados, y modos de pescar de los Indios 226 Cap. XVI. — De las lagunas y lagos que se hallan en Indias 230 Cap XVII. — De diversas fuentes, y manan- tiales 243 Cap. XVIII.— De Rios. 245 Cap. XIX. — De la cualidad de la tierra de Indias en general 249 Cap. 'XX.— De las propiedades de la tierra del Perú .0 259 Cap. XXI. — De las causas que dan de no llover XXI Páginas eo los llanos 257 Cap. XXII. — De la propiedad de Nueva-España y Islas, y las demás tierras 262 Gap. XXIII. — De la tierra que se ignora, y de la diversidad de un dia entero entre orientales y occidentales 265 Cap. XXIV.— De los volcanes ó bocas de fuego. . 270 Cap. XXV. — Qué sea la causa de durar tanto tiempo el fuego y humo de estos volcanes. . . . 274 Cap. XXVI. — De los temblores de tierra 276 Cap. XXVII. — Cómo se abrazan la tierra y la mar 281 Libro cuarto. Cap. I. — De tres géneros de mixtos que se han de tratar en esta historia 285 Cap. IL — De la abundancia de metales que hay en las Indias occidentales 288 Cap. III.— De la cualidad de la tierra donde se hallan metales; y que no se labran todos en Indias; y de cómo usaban los Indios de los me- tales 292 Cap. IV. — Del oro que se labra en Indias 296 Cap. V. — De la plata de Indias 302 Cap. VI. — Del Cerro de Potosí y de su descubri- miento 306 Cap. VII. — De la riqueza que se ha sacado, y cada dia se va sacando de el cerro de Potosí.. 312 Cap. VIII. — Del modo de labrar las minas de Potosí 318 Cap. IX.— Cómo se beneficia el metal de plata. . 324 Cap. X. — De las propiedades maravillosas del azogue 327 Cap. XI.— Donde se halla el Azogue, y cómo se descubrieron sus minas riquísimas en Guanca- velíca 332 Gap. XII. — De el modo y arte que se saca el Azogue, y se beneficia con él la plata 337 xxn Páginas 'Cap. XÍII. — De los ingenios para moler metales, y del ensaye de la plata 343 Gap. XIV. — De las esmeraldas 347 Cap. XV.— De las perlas 351 Cap. XVI.— Del pan de Indias y del maíz 354 Cap. XVII.— De las yucas, cazabe, papas, chuño y arroz 359 Cap. XVIII. — De diversas raíces que se dan en Indias 363 Cap. XIX. — De diversos géneros de verduras y legumbres: y de los q^ue llaman pepinos, pinas, frutilla de Chile y ciruelas 365 Cap. XX. — Del aji ó pimienta de las Indias 370 Cap. XXL— Del plátano 373 Cap. XXII.— Del cacao y de la coca 370 Cap. XXIII.— Del maguey, del tunal, de la gra- na, del añil y algodón 382 Cap. XXIV. — De los mameyes, guayavos y pal- tos 386 Cap. XXV.— Del chicozapote, de las anonas y de los capDlíes 388 Cap. XXVI. — De diversos géneros de frutales; y de los cocos, almendras de Andes y almendras de Chachapoyas 39') Cap. XXVII. — De diversas flores, y de algunos árboles que solamente dan flores; y como los . Indios los usan 394 Cap. XXVIII.— Del bálsamo 397 Cap. XXIX. — Del liquidambar, y otros aceites, gomas y drogas, que se traen de Indias 40Í Cap. XXX. — be las grandes arboledas de Indias, y de los cedros, ceyvas y otros árboles gran- des 403 Cap. XXXI. — De las plantas y frutales que se han llevado de España á las Indias. , 410 Cap. XXXII. — De las uvas, viñas, olivas, more- ras y cañas de azúcar 413 Cap. XXXIII.— De los ganados ovejuno y va- cuno 417 Cap, XXXIV.— De algunos animales de Europa Páginas que hallaron los Españoles en Indias, y cómo hayan pasado 421 Cap. XXXV.— De las aves que hay de acá, y cómo pasaron á Indias 425 Cap. XXXVI. — Cómo sea posible haber en In- dias animales, que no hay en otra parte del mundo 428 Cap. XXXVII. — De las aves propias de Indias. . 431 Cap. XXXVIII. — De los animales de monte. . . . 435 Cap. XXXIX. — De los micos ó monos de Indias. 439 Cap. XL. — De las vicuñas y tarugas dei Perú. . . 441 Cap. XLI. — De los pacos, guanacos y carneros del Perú 443 Cap. XLII.— De las piedras bezaares 450 TABLA de las cosas mas principales que se con- tienen en ebte tomo primero 455 LIBRO PRIMERO DE LA HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS CAPITULO PRIMERO De la opinión que algunos autores tuvieron, que el Cielo no se extendía al nuevo mundo. Estuvieron tan lejos los antiguos de pensar que hubiese gentes en este nuevo mundo, que mu- chos de ellos no quisieron creer que había tie- rra de esta parte; y lo que es más de maravillar, no faltó quien también negase haber acá este Cielo que vemos. Porque aunque es verdad que los más y los mejores délos Filósofos sintieron, que el Cielo era todo redondo, como en efecto lo es, y que así rodeaba por todas partes la tierra, y la encerraba en sí; con todo eso, algunos, y no pocos, ni de los de menos autoridad entre los sagrados Doctores, tuvieron diferente opinión, imaginando la fábrica de este mundo á manera de una casa, en la cual el techo que la cubre, solo la rodea por lo Tomo l. 2 LIBRO PRIMERO gan los dichos Autores cosas como éstas, no hay que maravillarnos; pues es notorio, que no se cuidaron tanto de las ciencias y demostraciones de Filosofía,, atendiendo á otros estudios más importantes. Lo que parece más de maravillar es, que siendo San Agustín tan aventajado en todas las ciencias natu- rales, y que en la Astrología y en la Física supo tanto; con todo eso se queda siempre dudoso, y sin determinarse en si el Cielo rodea la tierra de todas partes, ó no. Qué se me dá á mí, dice él (l), que pensemos que el cielo, como una bola, encie- rre en sí la tierra de todas partes, estando ella en medio del mundo, como en el fiel, ó que digamos que no es así, sino que cubre el Cielo á la tierra por una parte solamente, como un plato grande que está encima. En el propio lugar donde dice lo referido, da á entender, y aún lo dice claro, que no hay demostración, sino solo conjeturas, para afirmar que el Cielo es de figura redonda. Y allí y en otras partes (2) tiene por cosa dudosa el mo- vimiento circular de los Cielos. No se ha de ofen- der nadie, ni tener en menos los Santos Doctores de la Iglesia, si en algún. punto de Filosofía y cien- cias naturales sienten diferentemente de lo que (i) Augustin. lib. 2. de Genes, ad lit. cap. 9. (2) Augustin. in PsaAm. 135, DE LA' HISTORIA NATURAL DE INDIAS 5 está más recibido y aprobado por buena Filosofía; pues todo su estudio fué conocer, y servir y pre- dicar al Criador, y en esto tuvieron grande exce- lencia. Y como empleados del todo en ésto, que es lo que importa, no es mucho que en el estudio y conocimiento de las criaturas, no hayan todas veces por entero acertado. Harto más ciertamente son de reprehender los Sabios de este siglo, y Fi- lósofos vanos, que conociendo y alcanzando el ser y orden de estas criaturas, el curso y movimiento de los Cielos, no llegaron los desventurados á co- nocer al Criador y Hacedor de todo esto; y ocu- pándose todos en estas hechuras,y obras de tanto primor, no subieron con el pensamiento á descu- brir al Autor soberano, como la divina Sabiduría lo advierte (l); 6 ya que conocieron al Criador y Señor de todo (2), no le sirvieron, y glorificaron como debían, desvanecidos por sus invenciones^ cosa que tan justamente les arguye y acusa el Apóstol. (O Sap. 13. (2) Rom. I. CAPÍTULO II Que el cielo es redondo por todas partes , y se mueve en torno de si mismo. Mas viniendo á nuestro propósito, no hay duda sino que lo que el Aristóteles y los demás Peri- patéticos, juntamente con los Estoicos, sintie- ron (i), cuanto á ser el Cielo todo de figura re- donda, y moverse circular mente y en torno, es puntualmente tanta verdad, que la vemos con nuestros ojos los que vivimos én el Perú; harto más manifiesta por la experiencia, de lo que nos pudiera ser por cualquiera razón y demostración Filosófica. Porque para saber que el Cielo es todo redondo, y que ciñe y rodea por todas partes la tierra, y no poner duda en ello, basta mirar desde este emisferio aquella parte y región del Cielo, que da vuelta á la tierra, la cual los Antiguos jamás vieron. Basta haber visto y notado ambos á dos polos, en que el Cielo se revuelve como en sus (i) Plutarchus de placitis Philos. lib. 2. cap. 2. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS r 7 quicios, digo el polo Ártico y Septentrional, que ven los de Europa, y estotro Antartico 6 Aus- tral (de que duda Agustino) (l), cuando pasada la línea equinoccial trocamos el norte con el sur acá en el Perú. Basta finalmente haber corrido na- vegando más de sesenta grados de norte á sur, cuarenta de la una banda de la línea, y veintitrés tde la otra banda; dejando por ahora el testimonio de otros que han «navegado en mucha más altura, y llegado á casi sesenta grados al sur. ¿Quién dirá que la nao Victoria, digna cierto de perpetua memoria, no ganó la victoria y triunfo de la re- dondez del mundo, y no menos de aquel tan vano vacío, y caos infinito que ponían los otros Filóso- fos debajo de la tierra, pues dio vuelta al mun- do, y rodeó la inmensidad del gran Océano? ^A quién no le parecerá que con este hecho mostró, qué toda la grandeza de la tierra, por mayOr que se pinte, está sujeta á los pies de un hombre, pues la pudo medir? Así que, sin duda, es el Cielo de redonda y perfecta figura; y la tierra abrazándose con el agua, hacen un globo ó bola cabal, que re- sulta de los dos elementos, y tiene sus términos y límites, su redondez y grandeza. Lo cual se puede bastantemente probar y demostrar por razones de Filosofía y de Astrología, y dejando aparte aquellas ( i) August. 2 1. de Gen. ad lit. c. lo. 8 LIBRO PRIMERO sútiles,que se alegan comunmente deque al cuerpo más perfecto, (cual es el Cielo), se le debe la más perfecta figura, que sin duda es la redonda: de que el movimiento circular no puede ser igual y firme, si hace esquina en alguna parte, y se tuerce, como es forzoso, si el Sol y Luna y Estrellas no dan vuelta redonda al mundo. Mas dejando ésto aparte, como digo, paréceme á mí, que sola la Luna debe bastar en este caso, como testigo fiel'en el Cielo; pues entonces solamente se obscurece y padece eclipse, cuando acaece ponérsele la redondez de la tierra ex-diámetro entre ella y el Sol, y así estorvar el paso á los rayos del Sol; lo cual, cierto no podría ser si no estuviese la tierra en medio del mundo, rodeada de todas partes de los orbes celestes. Aun- que tampoco ha faltado quien ponga duda si el res- plandor de la Luna se le comunica de la luz del Sol (i). Mas ya esto es demasiado dudar, pues no se puede hallar otra causa razonable de los eclipses, y de los llenos y cuartos de Lu- na, sino la comunicación del resplandor del Sol. También si lo miramos, veremos que la noche ninguna otra cosa es sino la obscuridad causada de la sombra de la tierra, por pasársele el Sol á otra banda. Pues si el Sol no pasa por la otra par- te de la tierra, sino que al tiempo de ponerse se (O August. Epist. 109 ad Januarium, cap. 4. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS torna haciendo esquina y torciendo, lo cual for- zoso ha de conceder el que dice, que el Cielo no es redondo, sino que como un plato, cubre la haz de la tierra; sigúese claramente, que no podrá ha- cer la diferencia que vemos de los días y noches, que en unas regiones del mundo son largos, y bre- ves á sus tiempos, y en otras son perpetuamente igua- les. Lo que el Santo Doctor Agustino escribe (i) en los libros de Genesi ad litteram, que se pueden salvar bien todas las oposiciones, y conversiones, y elevaciones, y caimientos, y cualesquiera otros aspectos y disposiciones de los planetas y estre- llas, con que entendamos que se mueven ellas, es- tándose el Cielo mismo quedo y sin moverse, bien fácil se me hace á mi de entenderlo, y se le hará á cualquiera, como haya licencia de fingir lo que se nos antojare. Porque si ponemos por caso, que cada estrella y planeta es un cuerpo por sí, y que le menea y lleva un Ángel, al modo que llevó á Abacúch, á Babilonia (2): ¿quién será tan ciego, que no vea que todas las diversidades que parecen de aspectos en los planetas y estrellas, podrán pro- ceder de la diversidad del movimiento que el que las mueve voluntariamente les da? Empero no da lugar la buena razón á que el espacio y región (i) August. lib. 2. de Genes, ad lit. cap. lo. (2) Dan. 14. 10 LIBRO PRIMERO por donde se fingen andar ó volar las estrellas deje de ser elementar y corruptible, pues se divide y aparta cuando ellas pasan, que cierto no pasan por vacuo; y si la región en que las estrellas y planetas se mueven, es corruptible, también cier- tamente lo han de ser ellas de su naturaleza, y por el consiguiente se han de mudar y alterar, y en fin acabar. Porque naturalmente lo contenido no es más durable que su continente. Decir, pues, que aquellos cuerpos celestes son corruptibles, ni viene con lo que la Escritura dice en el Salmo (l), que los hizo Dios para siempre, ni aun tampoco dice bien con el orden y conservación de este Universo. Digo más, que para confirmar esta ver- dad de que los mismos Cielos son los que se mue- ven, y en ellos las estrellas andan en torno, pode- mos alegar con los ojos, pues vemos manifiesta- mente, que no solo se mueven las estrellas, sino partes y regiones enteras del Cielo: no hablo solo de las partes lúcidas, y resplandecientes, como es la que llaman vía láctea, que nuestro vulgar dice camino de Santiago, sino mucho más digo esto por otras partes obscuras y negras que hay en el Cielo. Porque realmente vemos en él unas como manchas, que son muy notables, las cuales jamás (i) Psalm. 148. V, 6. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS I I me acuerdo haber echado de ver en el Cielo cuando estaba en Europa; y acá en este otro emisferio las he visto muy manifiestas. Son estas manchas de color y forma que la parte de la luna eclipsada, y parecénsele en aquella negrura y som- brío. Andan pegadas á las mismas estrellas, y siempre de un mismo tenor y tamaño, como con experiencia clarísima lo hemos advertido y mirado. A alguno, por ventura, le parecerá cosa nueva, y preguntará, ^de qué pueda proceder tal género de manchas en el Cielo? Yo cierto no alcanzo hasta ahora más de pensar, que cómo la galajia ó vía láctea, dicen los Filósofos, que resulta de ser par- tes del Cielo más densas y opacas, y que por eso reciben más luz, así también por el contrario hay otras partes muy raras y muy diáfanas ó transpa- rentes, y como reciben menos luz, parecen partes más negras. Sea ésta, ó no sea ésta la causa (que causa cierta no puedo afirmarla), á lo menos en el hecho que haya las dichas manchas en el Cielo, y que sin discrepar se menean con el mismo compás que las estrellas, es experiencia certísima, y de propósito muchas veces considerada. Infiérese de todo lo dicho, que sin duda ninguna los Cielos en- cierran en sí de todas partes la tierra, moviéndose siempre al derredor de ella, sin que haya para qué poner ésto más en cuestión. , . ,, CAPITULO m Que ¿a Sagrada Escritura nos da á entender ^ que la tierra está en me dio del mundo. Y aunque á Procopio Gáceo y á otros de su opinión les parezca que es contrario á la divina Escritura poner la tierra en medio del mundo, y hacer el Cielo todo redondo; mas en la verdad esta no solo no es doctrina contraria, sino antes muy conforme a lo que las letras sagradas nos en- señan. Porque dejando aparte que la misma Es- critura (i) usa de este término muchas veces: la redondez de la tierra, y que en otra parte apunta, que todo cuanto hay corporal es rodeado del Cielo, y como abarcado de su redondez; á lo menos aque- llo del Eclesiastés (2), no se puede dejar de tener por muy claro, donde dice: «Nace el Sol y pónese, y vuélvese á su lugar, y allí tornando á nacer da vuelta por el medio día, y tuércese hacia el norte: rodeando todas las cosas anda el espíritu al derro- co iEsther. 13. Sap. 1.2.7. 1 1- «í*- Psal. 9. 17. 23. 39. 97. Job. 37 (2) Ecclesiast. i. w. 5. 6. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 1 3 dor, y vuélvese á sus mismos cercos. En este lu- gar dice la paráfrasis y exposición de Gregorio el Neocesariense ó el Nacianceno: El Sol habiendo corrido toda la tierra vuélvese, como en torno, hasta su mismo término y punto. Esto que dice Salomón y declara Gregorio, cierto no podía ser, si alguna parte de la tierra dejase de estar rodeada del Cielo, Y así lo entiende San Geróni- mo (l), escribiendo sobre la Epístola á los Efesios, de esta manera: Los mas comunmente afirman, conformándose con el Eclesiastés, que el Cielo es redondo, y que se mueve en torno, á manera de bola. Y es cosa llana, que ninguna figura redonda tiene latitud, ni longitud, ni altura, ni profundo, porque es por todas partes igual y pareja, &. Lue- go, según San Gerónimo, lo que los más sienten del Cielo que es redondo, no solo no es contrario á la Escritura, pero muy conforme con ella. Pues San Basilio (2) y S. Ambrosio, que de ordinario le sigue en los libros llamados Hexamerón, aun- que se muestran un poco dudosos en este punto, al fin, más se inclinan á conceder la redondez del mundo. Verdad es, que con la quinta substancia que Aristóteles atribuye al Cielo, no está bien San (O Hieronym. ¡n cap. 3. ad Ephes. )2) Basil. Homil. i. Hexamerón prope linem. 14 ' LIBRO PRIMERO Ambrosio (l). Del lugar de la tierra y de su fir- meza, es cosa cierto de ver, cuan galanamente y con cuanta gracia habla la divina Escritura, para causarnos gran admiración, y no menor gusto, de aquella inefable Potencia y Sabiduría del Criador. Porque en una parte nos refiere Dios (2) que él fiae el que estableció las columnas que sustentan la tierra, dándonos á entender, como bien declara San Ambrosio (3), que el peso inmenso de toda la tierra le sustentan las manos del divino Poder, que así usa la Escritura (4) nombrar columnas del Cielo y de la tierra, no cierto las del otro A- tlante, que fingieron los Poetas, sino otras propias de . la palabra eterna de Dios, que con su virtud sostiene Cielos y tierra (5). Masen otro lugar lamis- ma divina Escritura (6), . para significarnos como la tierra está pegada y por gran parte rodeada del elemento del agua, dice galanamente: Que' asentó Dios la tie;rra sobre las aguas; y en otro lugar: que fundó la redondez de la tierra sobre la mar. Y aunque San Agustín (7) no quiere que se Ambros. lib. i. Héxameron, cap. 6. Psal. 74. V. 4. Ambros. i. Héxameron, cap. 6. Job. 9. V. 6. p. cap. 26. V. 1 1. Heb. I. V. 3. (6) Ps. 135. V. 6. Psalm. 23. y. 4. (7)- August. in Psalm, 133., ; ,. : . DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS l^ saque de este lugar, como sentencia de Fé, queia tierra y agua hacen un globo en medio del mundo, y así pretende dar otra exposición á las sobredi- chas palabras del Salmo; pero el sentido llano sin duda es el que está dicho, que es darnos á enten- der, que no hay para qué imaginar otros cimien- tos, ni estrivos de la tierra, sino el agua, la cual con ser tan fácil y mudable, la hace la sabiduría del supremo Artífice, que sostenga y encierre aquesta inmensa máquina de la tierra. Y dícese estar la tierra fundada y sostenida sobre las aguas y sobre el mar, siendo verdad, que antes la tierra está debajo del agua, que no sobre el agua, por- que á nuestra imaginación y pensamiento lo que está de la otra banda de la tierra que habitamos; nos parece que está debajo de la tierra; y así el mar y aguas que ciñen la tierra por la otra parte, imaginamos que están debajo, y la tierra encima de ellas. Pero la verdad es, que lo que es propia- mente debajo, siempre es lo que está más en me- dio del universo. Mas habla la Escritura conforme á, nuestro modo de imaginar y hablar. Preguntará alguno, pues la tierra está sobre las aguas, según la Escritura, ^las mismas aguas sobre qué estarán, ó qué apoyo tendrán? Y si la tierra y agua hacen una bola redonda, ^toda ésta tan terrible máquina, dónde se podrá sostener? A eso satisface en otra parte la divina Escri- i6 LIBRO PRIMERO tura (i), causando mayor admiración del poder del Criador: Extiende, dice, al Aquilón sobre vacío, y tiene colgada la tierra sobre no nada. Cierto ga- lanamente lo dijo; porque realmente parece que está colgada sobre no nada la máquina de la tie- rra y agua, cuando se figura estar en medio del aire, como en efecto está. Esta maravilla, de que tanto se admiran los hombres, aún la encarece más Dios preguntando al mismo Job (2): ¿Quién echó los cordeles para la fábrica de la tierra? díme si lo has pensado p en qué cimiento están aseguradas sus basas? Finalmente, para que se acabase de en- tender la traza de este maravilloso edificio del mun- do, el Profeta David, gran alabador y cantor de las obras de Dios, en un Salmo (3) que hizo á este pro- pósito, dice así: Tu que fundaste la tierra sobre su misma estabilidad y firmeza, sin que bambalee ni se trastorne para siempre jamás. Quiere decir, la causa porque estando la tierra puesta en medio del aire no se cae, ni bambalea, es porque tiene seguros fundamentos de su natural estabilidad, la cual le dio su sapientísimo Criador para que en sí misma se sustente, sin que haya menester otros apoyos ni estrivos. Aquí, pues, se engaña la imaginación (i) Job- 26. V. V. 7. (2) Job. 38. V. 4. 5. 6. <5) f^salm. 103. V. 5. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 1/ humana, buscando otros cimientos á la tierra, y procede el engaño de medir las obras divinas con las humanas. Así que no hay que temer, por más que parezca que esta tan gran máquina cuelga del aire, que se caiga ó trastorne, que no se trastor- nará, como dijo el Salmo (i) para siempre jamás. Con razón, por cierto, David, después de haber contemplado y cantado tan maravillosas obras de Dios, añade: Gozarse há el Señor en sus obras; y después: ¡Oh qué engrandecidas son tus obras, Señor! bien parece que salieron todas de tu saber. Yo cierto, si he de decir lo que pasa, digo, que diversas veces que he peregrinado, pasando esos grandes golfos del mar Océano, y caminando por estotras regiones de tierras tan extrañas, ponién- dome á mirar y considerar la grandeza y extrañe- za de estas obras de Dios, no podía dejar de sen- tir admirable gusto, con la consideración de aque- lla soberana sabiduría y grandeza del Hacedor, que reluce en éstas sus obras tanto, que en com- paración de ésto, todos los palacios de los Reyes, y todas las invenciones humanas me parecen po- quedad y vileza. ¡O cuántas veces se me venía al pensamiento y á la boca aquello del Salmo (2): (i) Psalm. 103. V. 31, (i) Psalm. 91. V. 5. Tomo i. 1 8 LIBRO PRIMERO Gran recreación me habéis, Señor, dado con vuestras obras, y no dejaré de regocijarme en mi- rar las hechuras de vuestras manos! Realmente tienen las obras de la divina arte un no sé qué de gracia y primor como escondido y secreto, con que miradas una y otra y muchas veces, causan siempre un nuevo gusto. Al revés de las obras humanas, que aunque estén fabricadas con mucho artificio, en haciendo costumbre de mirarse, no se tienen en nada, y aun cuasi causan enfado. Sean jardines muy amenos, sean palacios y templos galanísimos, sean alcázares de soberbio edificio, sean pinturas, ó tallas, ó piedras de exquisita in- vención y labor, tengan todo el primor posible, es cosa cierta y averiguada, que en mirándose dos ó tres veces, apenas hay poner los ojos con atención, sino que luego se divierten á mirar otras cosas, como hartos de aquella vista. Mas la mar, si la miráis, ó ponéis los ojos en un peñasco alto, que sale acullá con extrañeza, ó el campo cuando está vestido de su natural verdura y flo- res, ó el raudal de un río que corre furioso, y está sin cesar batiendo las peñas, y como bramando en su combate; y finalmente, ^cualesquiera obras de naturaleza, por más veces que se miren, siem- pre causan nueva recreación, y jamás enfada su vista, que parece, sin duda, que son como un combite copioso y magnífico de la divinaSabiduría, DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS IQ que allí de callada, sin cansar jamás, apacienta y deleita nuestra consideración. CAPÍTULO IV Én que se responde á lo que se alega de la Escri- tura contra la redondez del Cielo, Mas volviendo á la figura del Cielo, no sé de qué autoridades de la Escritura se haya podido colegir que no sea redondo, y su movimiento circular. Porque llamar San Pablo (l) al Cielo un tabernáculo ó tienda que puso Dios, y no el hom- bre, no veo que haga al caso, pues aunque nos digan que es tabernáculo puesto por Dios, no por eso hemos de entender, que á manera de toldo cubre por una parte solamente la tierra, y que se está allí sin mudarse, como lo quisieron entender (O Heb. 8. v.v. 2 5. 20 LIBRO PRIMERO algunos. Trataba el Apóstol la semejanza del ta- bernáculo antiguo de la ley, y á ese propósito dijo, que el tabernáculo de la ley neuva de gracia, es el Cielo, en el cual entró el Sumo Sacerdote Je- su-Christo de una vez por su sangre, y de aquí infie- re que hay tanta ventaja del nuevo tabernáculo al viejo, cuanto hay de diferencia entre el Autor del nuevo, que es Dios, y el obrador del viejo, que fué hombre. Aunque es verdad, que también el viejo tabernáculo se hizo por la sabiduría de Dios, que enseñó á su maestro Beseleél (i). Ni hay para qué buscar en las semejanzas ó parábolas ó alego- rías, que en todo y por todo cuadren á lo que se traen, como el bienaventurado Crisóstomo (2) á otro propósito lo advierte escogidamente. La otra autoridad que refiere San Agustín, que alegan al- gunos, para probar que el Cielo no es redondo, di- ciendo (3): Extiende el Cielo como piel, de donde infieren que no es redondo, sino llano en lo de arriba, con facilidad y bien responde el mismo Santo Doctor (4), que en estas palabras del Salmo, no se nos da á entender la figura del Cielo, sino la facilidad con que Dios obró un Cielo tan grande, (O Exod. 36. V. I. (2) Christ. in 20. c. (3) Psalm. 103. V. 2. (4) August. 2. de Genes, ad lit. cap. 9. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 2l pues no le fue á Dios más difícil sacar una cubier- ta tan inmensa del Cielo, que lo fuera á nosotros desplegar una piel doblada. O pretendió quizá, darnos á entender la gran majestad de Dios, al cual sirve el Cielo tan hermoso y tan grande, de lo que á nosotros nos sirve en el campo un toldo 6 tienda de pieles. Lo que un Poeta galanamente declaró diciendo: E/ toldo del claro Cielo. Lo otro que dice Isaías (l): El Cielo me sirve de silla, y la tierra de escabelo para mis pies, si fué- ramos del error de los Antropomorfitas, que po- nían miembros corporales en Dios según su divi- nidad, pudiera darnos en qué entender para de- clarar, cómo era posible ser la tierra escabelo de los pies de Dios, estando en medio del mundo, si hinche Dios todo el mundo, porque había de tener pies de una parte y de otra, y muchas cabezas al derredor, que es cosa de risa y donaire. Basta, pues, saber que en las divinas Escrituras no hemos de seguir la letra que mata, sino el espíritu que da vida, como dice San Pablo (2). (O Isaías, 66. v. i. {2\ 2. Cor. 3. V. 6. CAPITULO V De la hechura y gesto del Cielo del nuevo Mundo, Cuál sea el gesto y manera de este Cielo que está á la banda del sur, pregúntanlo muchos en Europa, porque en los Antiguos no pueden leer cosa cierta, porque aunque concluyen eficazmente que hay Cielo de esta parte del mundo; pero qué talle y hechura tenga, no lo pudieron ellos alcan- zar. Aunque es verdad, que tratan mucho (l) de una grande y hermosa estrella que acá vemos, que ellos llaman Canopo. Los que de nuevo navegan á estas partes, suelen escribir cosas grandes de este Cielo, es á saber, que es muy resplandeciente, y que tiene muchas y muy grandes estrellas. En efecto, las cosas de lejos se pintan muy engrande- cidas. Pero á mí al revés me parece, y tengo por llano, que á la otra banda del norte hay más nú- mero de estrellas y de mas ilustre grandeza. Ni veo (i) Plinius, lib. 6. cap. 22. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 2$ acá estrellas que excedan á la bocina y al carro. Bien es verdad, que el crucero de acá es hermosa y de vista admirable. Crucero llamamos cuatro estrellas notables que hacen entre sí forma de cruz, puestas en mucha igualdad y proporción. Creen los ignorantes, que este crucero es el polo del sur, porque ven á los marineros tomar el altura por el crucero de acá, como allá suelen por el norte, mas engañanse. Y la razón porque lo hacen así los ma- rineros es, porque no hay de esta banda estrella fija que muestre al polo, al modo que allá la estre- lla del norte lo hace, y así toman la altura por la estrella que es el pie del crucero, la cual estrella dista del verdadero y fijo polo treinta grados, coma la estrella del norte allá dista tres y algo más. Y así es más difícil de tomar acá la altura, porque la dicha estrella del pie del crucero, ha de estar de- recha, lo cual es solamente á un tiempo de la no- che, que en diversas partes del año es á diferentes horas, y en mucho tiempo del año en toda la noche no llega á encumbrar, que es cosa molesta para tomar la altura. Y así, los más diestros Pilotos na se cuidan del crucero, sino por el astrolabio toman el Sol, y ven en él la altura en que se hallan: en la cual se aventajan comunmente los Portugueses, como gente que tiene mas curso de navegar, de cuántas naciones hay en el mundo. Hay también de esta parte del sur otras estrellas, que en alguna 24 LIBRO PRIMERO manera responden á las del Norte. La vía láctea, que llaman, corre mucho y muy resplandeciente á esta banda, y vense en ella aquellas manchas ne- gras tan admirables, de que arriba hicimos men- ción; otras particularidades otros las dirán ó adver- tirán con más cuidado; bástenos por ahora, esto poco que habemos referido. CAPITULO VI Que el mundo hacía ambos polos tiene tierra y mar. No está hecho poco, pues hemos salido con que acá tenemos Cielo, y nos cobija como á los de Eu- ropa y Asia y África. Y de esta consideración nos aprovechamos á veces, cuando algunos ó muchos de los que acá suspiran por España, y no saben hablar sino de su tierra, se maravillan y aun eno- jan con nosotros, pareciéndoles que estamos olvi dados, y hacemos poco caso de nuestra común patria, á los cuales respondemos, que por eso no DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 2^ nos fatiga el deseo de volver á España, porque ha- llamos que el Cielo nos cae tan cerca por el Perú, como por España. Pues, como dice bien San Geró- nimo, escribiendo á Paulino, tan cerca está la puer- ta del Cielo de Bretaña, como de Jerusalén. Pero ya que el Cielo de todas partes toma al mundo en de- rredor, es bien que se entienda, que no por eso se sigue que haya tierra de todas partes del mundo. Porque siendo así que los dos elementos de tierra y agua, componen tin globo ó bola redonda, como los más y los mejores de los Antiguos, según refie- re Plutarco (l), lo sintieron, y con demostraciones certísimas se prueba; podríase pensar que la mar ocupa toda la parte que cae al polo Antartico ó sur, de tal modo, que no deje lugar alguno á la tierra por aquella banda, según que San Agustín, doctamente arguye (2), contra la opinión de los que ponen Antípodas. No advierten, dice, que aunque se crea ó se pruebe, que el mundo es de figura redonda como una bola, no por eso está luego en la mano, que por aquella otra parte del mundo esté la tierra descubierta y sin agua. Dice bien, sin duda, San Agustín en ésto. Pero tampoco se sigue, ni se prueba lo contrario, que es " no haber tierra (O Plutarchus. lib. 3 de placitis Philosoph. c. 9. p. 1 1. (2) August. lib. 16. de Civit. cap. 9. 20 LIBRO PRIMERO descubierta al polo Antartico, y ya la experiencia á los ojos lo ha mostrado ser así, que en efecto la hay. Porque aunque la mayor parte del mundo, que cae al dicho polo Antartico, esté ocupada del mar, pero no es toda ella, antes hay tierra, de suer- te que á todas partes del mundo la tierra y el agua se están como abrazando, y dando entrada la una á la otra. Que de verdad es cosa para mucho ad- mirar y glorificar el arte del Criador soberano. Sa- bemos por la Sagrada Escritura (l), que en el principio del mundo fueron las aguas congregadas, y se juntaron en un lugar, y que la tierra con esto se descubrió. Y también las mismas sagradas le- tras nos enseñan, que estas congregaciones de aguas se llamaron mar, y como ellas son muchas, hay de necesidad muchos mares. Y no solo en el Mediterráneo hay esta div^ersidad de mares, lla- mándose uno el Euxino,*otro el Caspio, otro el Erythréo ó Bermejo, otro el Pérsico, otro el de Italia, y otros muchos así; mas también el mismo Océano grande, que en la divina Escritura se suele llamar abismo, aunque en realidad de verdad sea uno, pero en muchas diferencias y maneras, como respecto de este Perú y de toda la América es uno el que llaman mar del norte, y otro el mar del (i) Genes, i. v. v. 9. 10. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 2/ sur. Y en la India Oriental, uno es el mar Indico,, otro el de la China. Yo he advertido, así en lo que he navegado como en lo que he entendido de re- laciones de otros, que nunca la mar se aparta de la tierra más de mil leguas, sino que donde quiera, por mucho que corre el Océano, no pasa de la dicha medida. No quiero decir, que no se navegan más de mil leguas del mar Océano, que esto sería disparate, pues sabemos que las naves de Portugal navegan cuatro tanto y más, y aun todo el mundo en redondo se puede navegar por mar, como en nuestros tiempos lo hemos ya visto, sin poderse dudar en ello. Mas lo que digo y afirmo es, que en lo que hasta ahora está descubierto, ninguna tierra dista por línea recta de la tierra firme ó Islas que le caen cerca, sino á lo sumo mil leguas, y que así entre tierra y tierra nunca corre mayor espacio de mar, tomándolo por la parte que una tierra está más cercana de otra, porque del fin de Europa, y de Afi-ica y de su costa no distan las Islas Cana- rias y las de los Azores, con las del Cabo verde, y las demás en aquel paraje, más de trescientas ó quinientas leguas, á lo sumo de Tierra-firme. De las dichas Islas haciendo discurso hacia la India Occidental, apenas hay novecientas leguas hasta llegar á las Islas que llaman Dominica, y las Vírgenes, y la Beata, y las demás. Y éstas van co- rriendo por su orden hasta las que llaman de 28 LIBRO PRIMERO Barlovento, que son de Cuba, y Española, y Bori- quen. De éstas, hasta dar en la tierra firme apenas hay doscientas ó trescientas leguas, y por partes, muy mucho menos. La tierra firme luego corre una cosa infinita desde la tierra de la Florida hasta acullá á la tierra de los Patagones, y por estotra parte del sur, desde el estrecho de Magallanes hasta el cabo Mendocino, corre una tierra larguísima, pero no muy ancha, y por donde más. ancha, es aquí en esta parte del Perú, que dista del Brasil obra de mil le- guas. En este mismo mar del Sur, aunque no se halla ni sabe fin la vuelta del Poniente, pero no ha] mu- chos años que se descubrieron las Islas que intitu- laron de Salomón, que son muchas y muy gran- des y distan de este Perú como ochocientas leguas. Y porque se ha observado y se halla así, que donde quiera que hay Islas muchas y grandes, se halla no muy lejos tierra firme, de ahí viene, que muchos, y yo con ellos; tienen opinión, que hay cerca de las dichas islas de Salomón, tierra firme grandísima, la cual responde á la nuestra América por parte del poniente, y sería posible que corrie- se por la altura del sur hacia el estrecho de Ma- gallanes. La nueva Guinea se entiende que es tie- rra firme, y algunos doctos la pintan muy cerca de las Islas de Salomón. Así que es muy conforme á razón, que aún está por descubrir buena parte del Mundo. Pues ya por este mar del Sur navegan DE LA HISTORIA NATURAL ÜE INDIAS 29 también los nuestros á la China y Filipinas; y á la ida de acá allá no nos dicen que pasan más largo mar que viniendo de España á estas Indias. Mas por donde se continúan y traban el un mar Océa- no con el otro, digo el mar del sur con el mar del norte, por la parte del polo Antartico bien se sabe que es por el estrecho tan señalado de Ma- gallanes, que está en altura de cincuenta y un gra- dos. Pero si al otro lado del mundo al polo del norte también se continúan y corren estos dos mares, grande cosa es, que muchos la han pesqui- sado; pero que yo sepa, nadie hasta ahora ha dado en ella, solamente por conjeturas, y no sé qué in- dicios, afirman algunos, que hay otro estrecho hacia el norte, semejante al de Magallanes. Para el intento que llevamos, bástanos hasta ahora saber de cierto, que hay tierra de esta parte del sur, y que es tierra tan grande como toda la Europa y Asia, y aun África; y que á ambos polos del mun- do se hallan mares y tierras abrazados entre sí, en lo cual los Antiguos, como á quienes les faltaba experiencia, pudieron poner duda, y hacer contra- dicción. CAPITULO Vil En que se reprueba la opinión de Lactancio, que dijo no haber Antipodas, Pero ya que se sabe que hay tierra á la parte del sur ó polo Antartico, resta ver si hay en ella hombres que la habiten, que fué en tiempos pasa- dos una cuestión muy reñida. Lactancio Firmia- no (l), y San Agustín (2) hacen gran donaire de los que afirman haber Antípodas, que quiere decir hombres que traen sus pies contrarios á los nues- tros. Mas aunque en tenerlo por cosa de burla convienen estos dos Autores; pero en las razones y motivaos de su opinión van por muy diferentes ca- minos, como en los ingenios eran bien diferentes. Lactancio vase con el vulgo, pareciéndole cosa de risa decir que el Cielo está en torno por todas par- tes, y la tierra está en medio, rodeada de él como (i) Lactant. lib. 7. de divin. instituí, cap. 23. (2) August. lib. 16. de Civit. cap. 9. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 3 1 una pelota; y así escribe de esta manera: ¿Qué ca- mino lleva lo que algunos quieren decir, que hay Antípodas, que ponen sus pisadas contrarias a las nuestras? ¿Por ventura hay hombre tan tonto que crea haber gentes que andan los pies arriba y la cabeza abajo? ¿y que las cosas que acá están asen- tadas, estén allá trastornadas colgando? ¿y que los árboles y los panes crecen allá hacia abajo? ¿y que las lluvias y la nieve y el granizo suben á la tie- rra hacia arriba? y después de otras palabras aña- de Lactancio aquestas: El imaginar al Cielo redon- do fué causa de inventar estos hombres Antípo- das colgados del aire. Y así, no tengo más que decir de tales Filósofos, sino que en errando una vez, porfían en sus disparates, defendiendo los unos con los otros. Hasta aquí son palabras de Lactan- cio. Mas por más que él diga, nosotros que habita- mos al presente en la parte del Mundo, que respon- de en contrario de la Asia, y somos sus Anticto- nos, como los Cosmógrafos hablan, ni nos vemos andar colgando, ni que andemos las cabezas abajo y los pies arriba. Cierto es cosa maravillosa consi- derar, que al entendimiento humano por una parte no le sea posible percibir y alcanzar la verdad, sin usar de imaginaciones, y por otra tampoco le sea posible dejar de errar, si del todo se va tras la imaginación. No podemos entender que el Cielo es redondo, como lo es, y que la tierra está en 32 LIBRO PRIMERO medio, sino imaginándolo. Mas si á esta misma imaginación no la corrije y reforma la razón, sino que se deja el entendimiento llevar de ella, forzoso hemos de ser engañados y errar. Por donde sacaremos con manifiesta experiencia, que hay en nuestras almas cierta lumbre del Cielo, con la cual vemos y juzgamos aun las mismas imágenes y formas interiores, que se nos ofre- cen para entender: y con la dicha lumbre in- terior aprobamos ó desechamos lo que ellas nos están diciendo. De aquí se vé claro, como el ánima racional es sobre toda naturaleza corporal; y como la fuerza y vigor eterno de la verdad, preside en el más alto lugar del hombre; y vese, cómo mues- tra y declara bien que ésta su luz tan pura, es participada de aquella suma y primera luz; y quien ésto no lo sabe ó lo duda, podemos bien decir, que no sabe ó duda si es hombre. Así que si á nuestra imaginación preguntamos, qué le parece de la redondez del Cielo, cierto no nos dirá otra cosa sino lo que dijo á Lactancio. Es á saber, que si es el Cielo redondo, el Sol y las estrellas habrán de caerse cuando se trasponen, y levantarse cuan- do van al medio día; y que la tierra está colgada en el aire; y que los hombres que moran de la otra parte de la tierra, han de andar pies arriba y ca- beza abajo; y que las lluvias allí no caen de lo alto antes suben de abajo;ylas demás monstruosidades, DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 33 que aun decirlas, provoca á risa. Mas si se consulta la fuerza de la razón, hará poco caso de todas estas pinturas vanas, y no escuchará ala imaginación más que á una vieja loca: y con aquella su entereza y gravedad, responderá, que es engaño grande fa- bricar en nuestra imagrinación á todo el mundo á manera de una casa, en la cual está debajo de su cimiento la tierra, y encima de su techo está el Cielo: y dirá también, que como en los animales siempre la cabeza es lo más alto y supremo del animal, aunque no todos los animales tengan la cabeza de una misma manera, sino unos puesta hacia arriba, como los hombres, otros atravesada, como los ganados, otros en medio, como el pulpo y la araña, así también el Cielo donde quiera que esté, está arriba, y la tierra ni mas ni menos, don- de quiera que esté, está debajo. Porque siendo así, c|ue nuestra imaginación está asida á tiempo y lu- gar, y el mismo tiempo y lugar no lo percibe uni- versalmente, sino particularizado, de ahí le viene que cuando la Icwantan á considerar cosas que ex- ceden y sobrepujan tiempo y lugar conocido, luego se cae: y si la razón no la sustenta y levanta, no puede un punto tenerse en pie: y así veremos, que nuestra imaginación, cuando se trata de la creación del mundo, anda á buscar tiempo antes de criarse el mundo, y para fabri- carse el mundo, también señala lugar, y no acaba l'OMO I. 4 34 LIBRO PRIMERO de ver que se pudiess de otra suerte el mundo hacer; siendo verdad, que la razón claramente nos muestra, que ni hubo tiempo antes de haber mo- vimiento, cuya medida es el tiempo, ni hubo lugar alguno antes del misma universo, que encierra todo lugar. Por tanto el Filósofo excelente Aristó- teles, clara y bre\'emente satisface (l) al argu- mento que hacen contra el lugar de la tierra, to- mado del modo nuestro de imaginar, diciendo Con gran verdad, que en el mundo el mismo lugar es en medio y abajo, y cuanto más en medio está una cosa, tanto más abajo, la cual respuesta alegando Lactancio Firmiano, sin reprobarla con alguna razón, pasa con decir, que no se puede detener en reprobarla por la priesa que lleva á otras cosas. (O Aristótel. i. de ccelo. cap. 3. CAPITULO VIII . /)./ viotivo qiLe Uivo San Agustín para ne gal- los Anti podas. Muy otra fue la razón que movió á S. Agustín, como de tan alto ingenio, para negar los Antípo- das. Porque la razón que arriba dijimos, de que andarían al revés los Antípodas, el mismo Santo Doctor la deshace en su libro de los Predicamen- tos. Los Antiguos, dice él (l), afirman, que por todas partes está la tierra debajo y el Cielo en- cima. Conforme á lo cual los Antípodas, que se- gún se dice, pisan al revés de nosotros, tienen también el Cielo encima de sus cabezas. Pues entendiendo esto San Agustín tan conforme á buena Filosofía, ¿qué será la razón por donde persona tan docta se movió á la contraria opinión? I"ue cierto el motivo que tuvo tomado de las en- trañas de la sagrada Teología, conforme á la cual (O August. lib. Categoriarum cap. ip. in i. tomo. 3^ LIBRO PRIMERO nos enseñan las di\'inas letras, que todos los hom- bres del mundo descienden de un primer hombre, que fue Adán. Pues decir, que los hombres habían podido pasar al nue\'o mundo, atravesando ese infinito piélago del mar Océano, parecía cosa in- creíble y un puro desatino. Y en verdad, que si el suceso palpable, y experiencia de lo que hemos visto en nuestros siglos, no nos desengañara, hasta el día de hoy se tuviera por razón insoluble la dicha. Y ya que sabemos, que no es concluyente ni verdadera la dicha razón, con todo eso nos queda bien que hacer para darle respuesta, quiero decir, para declarar en qué modo, y por qué via pudo pasar el linaje de los hombres acá, ó cómo vinieron, y por dónde, á poblar estas Indias. Y porque adelante se ha de tratar esto muy de pro- pósito, por ahora bien será que oigamos lo que el Santo Doctor Agustino disputa de esta materia en los libros de la ciudad de Dios (l), el cual dice así: Lo que algunos platican, que hay Antípodas, esto es, gentes que habitan de la otra parte de la tierra, donde el Sol nace al tiempo que á nosotros se pone; y que las pisadas de estos son al revés de las nuestras, esto no es cosa que se ha de creer. Pues no lo afirman por relación cierta que de ello (i) Lib. i6. cap. g. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 37 tengan, sino solamente por un discurso de Filoso- fía que hacen, con que concluyen, que estando la tierra en medio del mundo rodeada de todas par- tes del Cielo igualmente, ha de ser forzosamente lu- gar más bajo siempre el que estuviere más en medio del mundo. Y después añade: De ninguna manera engaña la divina Escritura, cuya verdad en lo que refiere haber pasado, se prueba bien, viendo cuan puntualmente sucede lo que profetiza que ha de venir. Y es cosa de disparate decir, que de estas partes del mundo hayan podido hombres llegar al otro nuevo mundo, y pasar esa inmensidad del mar Océano, pues de otra suerte no es posible ha- ber allá hombres, siendo verdad que todos los hombres descienden de aquel primer hombre. Se- gún esto toda la dificultad de San Agustín no fue otra sino la incomparable grandeza del mar Océano. Y el mismo parecer tuvo San Gregorio Nacian- ceno afirmando, como cosa sin duda, que pasado el Estrecho de Gibraltar, es imposible navegarse el mar. En una Epístola que escribe (l), dice áeste propósito: Estoy muy bien con lo que dice Pínda- ro, que después de Cádiz es la mar innavegable de hombres. Y él mismo, en la oración funeral que hizo á San Basilio, dice, que á ninguno le fue con- (i) Nacianc. Epistol. 17. ad Posthumianum. 38 LIBRO PRIMERO cedido pasar del Estrecho de Gibraltar, navegando la mar. Y aunque es verdad que esto se tomó como por refrán del Poeta Píndaro, que dice, que así á sabios como á necios les está vedado saber lo que está adelante de Gibraltar; pero la misma origen de este refrán da bien á entender cuan asentados estuvieron los Antiguos en la dicha opinión; y así por los libros de los Poetas, y de los Historiado- res, y de los Cosmógrafos antiguos, el fin y tér- minos de la tierra se ponen en Cádiz la de nuestra España: allí fabrican las columnas de Hércules, allí encierran los términos del Imperio Romano, allí pintan los fines del mundo. Y no solamente las le- tras profanas, mas aún las sagradas, también hablan en esa forma, acomodándose á nuestro lenguage^ donde dicen (l), que se publicó el edicto de Au- gusto Cesar, para que todo el mundo se empadro- nase: y de Alejandro el Magno, que extendió su Imperio hasta los cabos de la tierra (2); y en otra parte dicen (3): que el Evangelio ha crecido y he- cho fruto en todo el mundo universo. Porque por estilo usado llama la Escritura todo el mundo á la mayor parte del mundo, que hasta entonces esta- ba descubierto y conocido. Ni el otro mar de la (i) Luc. 2. (2) I. Machab. i, (3) Colos. I. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 39 India oriental, ni este otro de la occidental, enten- dieron los Antiguos, que se pudiese navegar, y en esto concordaron generalmente. Por lo cual Plinio, como cosa llana y cierta, escribe (l): Los mares que atajan la tierra, nos quitan de la tierra habita- ble la mitad por medio, porque ni de acá se puede pasar allá, ni de allá venir acá. Esto mismo sintie- ron Tulio y Macrobio, y Pomponio Mela, y final- mente fue el común parecer de los Escritores an- tiguos. CAPÍTULO IX De la opinión que tuvo Aristóteles cerca del nuevo Mundo; y qué es lo que le engañó para alegarle. Hubo, demás de las dichas, otra razón también, por la cual se movieron los Antiguos á creer que era imposible pasar los hombres de allá á este nue- (i) Plinius lib. 2. cap. 69. 40 LIERO PRniERO vo Mundo, y fué decir, que de la otra parte de la inmensidad del Océano, era el calor de la región que llaman Tórrida ó Quemada tan excesivo, que no consentía, ni por mar, ni por tierra, pasar los hombres, por atrevidos que fuesen, del un polo al otro polo. Porque aun aquellos Filósofos, que afir- maron ser la tierra redonda, como en efecto lo es, y haber hacia ambos polos del mundo, tierra ha- bitable, con todo eso negaron, que pudiese habi- tarse del linaje humano la región que cae en me- dio, y se comprehende entre los dos Trópicos, que es la mayor de las cinco zonas ó regiones en que los Cosmógrafos y Astrólogos, parten el mundo. La razón que daban de ser esta zona tórrida inha- bitable, era el ardor del Sol, que siempre anda en- cima tan cercano, y abrasa toda aquella región, y por el consiguiente la hace falta de aguas y pastos. De esta opinión fué Aristóteles, que aunque tan gran Filósofo, se engañó en esta parte. Para cuya inte- ligencia será bien decir qn qué procedió bien con su discurso, y en qué \^ino á errar. Disputando, pues, el Filósofo (l) del viento ábrego ó sur, si hemos de entender, que nace del medio día ó no, sino del otro polo contrario al norte, escribe en esta ma- nera: La razón nos enseña, que la latitud y ancho (i) Aristotel. 2. Meteor. cap. 5. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 4 1 de la tierra que se habita, tieae sus límites; pero no puede toda esta tierrahabitable continuarse entre sí, por no ser templado el medio. Porque cierto es que en su longitud, que es de oriente á poniente, no tiene exceso de frió, ni de calor; pero tiénele en su lati- tud, que es del polo ala línea equinoccial; y así po- dría sin duda andarse toda la tierra en torno por su longitud, sino lo estorváse en algunas- partes la grandeza del mar que la ataja. Hasta aquí no hay mas que pedir en lo que dice Aristóteles; y tiene gran razón, en que la tierra por su longitud, que es de oriente á poniente, corre con mas igual- dad, y mas acomodada á la vida y habitación hu- mana, que por su latitud, que es del norte al medio dia: y esto pasa así no solo por la razón que toca Aristóteles de haber la misma templanza del Cielo de oriente á poniente, pues dista siempre igualmen- te del frío del norte, y del calor del medio dia, sino por otra razón también, porque yendo en lon- gitud, siempre hay dias y noches succesivamentc, lo cual yendo en latitud, no puede ser, pues ha de llegar forzoso á aquella región polar, donde hay una parte del año noche continuada, que dure seis meses, lo cual para la vida humana es de grandí- simo inconveniente. Pasa mas adelante el Filósofo, reprehendiendo á los Geógrafos, que describían la tierra en su tiempo, y dice así: Lo que he dicho se puede bien advertir en los caminos que hacen por 42 LIBRO PRIMERO tierra, y en las navegaciones de mar, pues hay gran diferencia de su longitud á su latitud. Porque el espacio que hay desde las columnas de Hércules que es Gibraltar, hasta la India oriental, excede en proporción mas que de cinco á tres, al espacio que hay desde la Etiopia hasta la laguna Meotis, y últimos fines de los Scitas: y esto consta por la cuenta dejornadas, y de navegación, cuanto se ha podido hasta ahora con la experiencia alcanzar. Y tenemos noticia de la latitud que hay de la Tórri- da habitable, hasta las partes de ella que no se ha- bitan. En esto se le debe perdonar á Aristóteles» pues en su tiempo no se había descubierto mas de la Etiopia primera, que llaman exterior, y cae jun- to a la Arabia y África: la otra Etiopia interior no la supieron en su tiempo, ni tuvieron noticia de aquella inmensa tierra, que cae donde son ahora las tierras del Preste Juan: y mucho menos toda la demás tierra que cae debajo déla equinoccial, y va corriendo hasta pasar el Trópico de Capricornio, y para en el cabo de Buena-Esperanza, tan conocido y famoso por la navegación de los Portugueses. Desde el cual cabo, si se mide la tierra, hasta pa- sada la Scitia y Tartaria, no hay duda sino que esta latitud y espacio será tan grande, como la longitud y espacio que hay desde Gibraltar hasta la India oriental. Es cosa llana, que los An- tiguos ignoraron los principios del Nilo, y lo últi- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 43 mo de la Etiopia; y por eso Lucano reprehende (l) la curiosidad de Julio Cesar en querer inquirir el principio del Nilo; y dice en su verso: ^'Qtíé tienes tit, Romano, qjce ponerte A inquirir del Nilo el nacimiento? Y el mismo Poeta hablando con el propio Nilo dice: Pues es tu nacimiento tan oculto, Que ignora el mundo todo cuyo seas. Mas conforme á la sagrada Escritura, bien se entiende que sea habitable aquella tierra, pues de otra suerte no dijera el Profeta Sofonías (2), ha- blando de la vocación al Evangelio de aquellas gentes: De mas allá de los rios de Etiopia me traerán presentes los hijos de mis esparcidos, que así llama á los Apóstoles. Pero, como está dicho, justo es perdonar al I^ilósofo, por haber creido á los Historiadores y Cosmógrafos de su tiempo. Examinemos ahora lo que se sigue: la una parte, dice, del mundo, que es la septentrional puesta al (i) Lucano 10. Pharsal. (2) Sophon. 3. V. 10. 44 LIBRO PRIMERO norte, pasada la zona templada, es inhabitable por el frió excesivo: la otra parte que está al medio día, también es inhabitable en pasando del Trópi- co, por el excesivo calor. Mas las partes del mun- do que corren pasada la India de una vanda, y pasadas las columnas de Hércules de otra, cierto es que no se juntan entre sí, por atajarlas el gran mar Océano. En esto postrero dice mucha verdad; pero añade luego: Por cuanto á la otra parte del mundo es necesario, que la tierra tenga la misma proporción con su polo Antartico, que tiene esta nuestra parte habitable con el suyo, que es norte. No hay duda, sino que en todo ha de proceder el otro mundo como este de acá, en todas las demás cosas, y especialmente en el nacimiento y orden de los vientos; y después de decir otras razones que no hacen á nuestro caso, concluye Aristóteles diciendo: Forzoso hemos de conceder, que el Ábrego es aquel viento que sopla de la región que se abrasa de calor, y la tal región por tener tan cercano al Sol, carece de aguas y de pastos. Este es el parecer de Aristóteles: y cierto que apenas pudo alcanzar mas la conjetura humana. De donde vengo, cuando lo pienso cristianamen- te, á advertir muchas veces, cuan flaca y corta sea la Filosofía de los Sabios de este siglo en las cosas divinas, pues aun en las humanas, donde tanto les parece que saben, á veces tampoco aciertan. Í)E LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 45 Siente Aristóteles y afirma, que la tierra que está á este polo del sur habitable, es, según su longitud, grandísima, que es de oriente á poniente, y que según su. latitud, que es desde el polo del sur hasta la equinoccial, es cortísima. Esto es tan al revés de la verdad, que cuasi toda la habitación que hay á esta vanda del polo Antartico, es según la lati- tud, quiero decir, del polo á la línea: y por la lon- gitud, que es de oriente á poniente, es tan peque- ña, que excede y sobrepuja la latitud á la longitud en este nuevo orbe, tanto como diez exceden a tres, y aun mas. Lo. otro, que afirma ser del todo inhabitable la región media, que llaman Tórrida- zona, por el excesivo calor, causado de la vecin-. dad del Sol, y por esta causa carecer de aguas y pastos, esto todo pasa al revés. Porque la mayor parte de este nuevo Mundo, y muy poblada de hombres y animales, está entre los dos Trópicos en la misma Tórridazona; y de pastos y aguas es la región mas abundante de cuantas tiene el mun- do universo: y por la mayor parte es región muy templada, para que se vea, que aun en esto natu- ral, hizo Dios necia la sabiduría de este siglo. En conclusión, la Tórridazona es habitable, y se habi- ta copiosísimamcnte, cuanto quiera que los Anti- guos lo tengan por imposible Mas la otra zona ó región, que cae entre la tórrida y la polar al sur, aunque por su sitio sea muy cómoda para la vida 46 LIBRO PRIMERO humana; pero son muy pocos los que habitan en ella, pues apenas se sabe de otra, sino del Reino de Chile, y un pedazo cerca del cabo de Buena- Esperanza : lo demás tiénelo ocupado el mar Océano. Aunque hay muchos que tienen por opi- nión, y de mí confieso, que no estoy lejos de su parecer, que hay mucha más tierra, que no está descubierta, y que ésta ha de ser tierra firme opuesta á la tierra de Chile, que vaya corriendo al sur pasado el círculo ó Trópico de Capricornio Y si la hay, sin duda es tierra de excelente con- dición por estar en medio de los dos extremos, y en el mismo puesto, que lo mejor de Europa. Y cuanto á esto bien atinada anduvo la congetura de Aristóteles. Pero hablando de lo que hasta ahora está descubierto, lo que hay en aquel puesto es muy poca tierra, habiendo en la Tórrida muchísi- ma y muy habitada. CAPITULO X Qtie Plhiio y los mas de los Antiguos sÍ7itieroii lo mismo que Aristóteles, El parecer de Aristóteles siguió á la letra Plinio, el cual dice así (l): El temple de la región del me- dio del mundo, por donde anda de continuo el Sol, y está abrasada como de fuego cercano, y toda quemada y como humeando. Junto á esta de en medio, hay otras dos regiones de ambos lados, las cuales por caer entre el ardor de ésta, y el cruel frió de las otras dos extremas, son templadas. Mas estas dos templadas no se pueden comunicar en- tre sí, por el excesivo ardor del Cielo. Esta propia fue la opinión de los otros Antiguos, la cual gala- namente celebra el Poeta en sus \'ersos (2). Rodean cinco cintas todo el Cielo: De estas, nna con Sol perpetuo ardiente Tienen de quemazÓ7i bejinejo el suelo. (i) Plinius lib. 2. cap. 68. (2) VirgU. in Georgic. 48 LIBRO PRIMERO Y el mismo Poeta en otro cabo (l). * Oyólo, si hay algnuo que allá habite. Donde se tiende la región mas larga. Que en medio de las cuatro el Sol derrite. Y otro Poeta aun mas claro dice lo mismo (2): Son en la tierra iguales las regiones A las del Cielo; y de estas cinco, aquella Que está enmedio, no tiene poblaciones Por el bravo calor. Fundóse esta opinión común de los Antiguos en una razón que les pareció cierta é inexpugnable. Veían que en tanto era una región mas caliente, cuando se acercaba mas al medio dia. Y es esto tanta verdad, que en una misma Provincia de Italia es la Pulla mas cálida que la Toscana por esa ra- zón; y por la misma en España es mas caliente el Andalucía que Vizcaya, y esto en tanto grado, que no siendo la diferencia de mas de ocho gra- dos, y aun no cabales, se tiene la una por muy ca- liente, y la otra por muy fria. De aquí inferían por buena consecuencia, que aquella región que se alle- (i) 7. ^neid. (2) Metamorph. Ovid. i. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 49 gase tanto al medio dia, que tuviese el vSol sobre su cabeza, necesariamente había de sentir un per- petuo y excesivo calor. Demás de esto veían tam- bién, que todas las diferencias que el año tiene, de Primavera, Estío, Otoño, Invierno, proceden de acercarse ó alejarse el Sol. Y echando de ver, que estando ellos aún bien lejos del Trópico, á donde llega el vSol en Verano, con todo eso por írseles acercando, sentian terribles calores en hastío, ha- cían su cuenta, que si tuvieran al Sol tan cerca de sí, que anduviera encima de sus cabezas, y esto por todo el discurso del año, fuera el calor tan in- sufrible, que sin duda se consumieran y abra- saran los hombres de tal exceso. Esta fue la razón que venció á los Antiguos, para tener por no habitable la región de en medio, que por eso llamaron Tórridazona. Y cierto que si la misma experiencia por vista de ojos, no nos hubiera des- engañado, hoy dia dijéramos todos, que era razón concluyente y Matemática, porque \'eamos cuan flaco es nuestro entendimiento para alcanzar aun estas cosas naturales. Mas ya podemos decir, que á la buena dicha de nuestros siglos le cupo alcan- zar aquellas dos grandes maravillas, es á saber, navegarse el mar Océano con gran facilidad, y gozar los hombres en la Tórridazona de lindísimo temple, cosas que nunca los Antiguos se pudieron persuadir. De estas dos maravillas la postrera de Tomo i. 5 50 LIBRO PRIMERO la habitación y cualidades de la T(3rridazoiia, he- mos de tratar, con ayuda de Dios, largamente en el libro siguiente. Y así en este será bien declarar la otra, del modo de na\'egar el Océano, porque nos importa muchos para el intento que llewamos en esta obra. Pero antes de venir á este punto, con- \'endrá decir, qué es lo que sintieron los Antiguos de estas nue\'as gentes que llamamos Lidios. CAPirui.o XI Que se halla en los AntigíLos alguna noticia de este nuevo Míindo. Resumiendo lo dicho, queda que los Antiguos, ó no creyeron haber hombres pasado el Trópico de Cáncer, como San Agustín y Lactancio sintie- ron, ó que si habia hombres, á lo menos no habi- taban entre los Trópicos, como lo afirman Aristó- teles y Plinio, y antes que ellos, Parmcnides Filó- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 5 I sofo (l). vSer de otra suerte lo uno y lo otro, ya está bastante a\'eriguado. ?^Ias todavía muchos con curiosidad preguntan, si de esta \'erdad que en nuestros tiempos es tan notoria, hubo en los pasa- dos alguna noticia. Porque parece cierto cosa muy extraña, que sea tamaño este mundo nuevo, como con nuestros ojos le vemos, y que en tantos siglos atrás no haya sido subido por los Antiguos. Por donde pretendiendo quizá algunos menoscabar en esta parte la felicidad de nuestros tiempos, y obs- curecer la gloria de nuestra nación, procuran mos- trar, que este nuevo Mundo fué conocido por los Antiguos: y realmente no se puede negar, que haya de esto algunos rastros. Escribe San Geróni- mo (2) en la Epístola á los P^fesios: Con razón pre- guntamos, qué quiera decir el Apóstol en aquellas palabras: en las cuales cosas anduvistes un tiempo según el siglo de este mundo, si quiere por ventu- ra dar á entender, que hay otro siglo que no per- tenezca á este mundo, sino á otros mundos, de los cuales escribe Clemente en su Epístola: El Océano y los mundos que están más allá del Océano. P^sto es de San Gerónimo. Yo cierto no alcanzo, qué Epístola sea esta de Clemente, (i) Plutarch. 3. de placitis Philosoph. cap. 1 1. (2) Hieronym. super cap. 2. ad Ephes. 52 LIBRO PRIMERO que San Gerónimo cita; pero ninguna duda tengo que lo escribió así San Clemente, pues lo alega San Gerónimo. Y claramente refiere vSan Clemen- te, que pasado el mar Océano, hay otro mundo y aun mundos, como pasa en efecto de verdad, pues hay tan excesiva distancia del un nuevo mundo al otro nuevo mundo, quiero decir, de este Perú é India occidental á la India oriental y China. Tam- bién Plinio, que fue tan extremado en inquirir las cosas extrañas y de admiración, refiere en su Flis- toria natural (l), que Hannón, Capitán de los Car- taginenses, navegó desde Gibraltar, costeando la mar, hasta lo último de Arabia, y que dejó escrita esta su navegación. Lo cual si es así, como Plinio lo dice, sigúese claramente que navegó el dicho Hannón todo cuanto los Portugueses hoy día na- vegan, pasando dos veces la equinoccial , que es cosa para espantar. Y según lo trae el mismo Pli- nio (2) de Cornelio Nepote, Autor grave, el propio espacio navegó otro hombre llamado Eudoxo, aun- que por camino contrario, porque huyendo el dicho Eudoxo del Rey de los Latyros, salió por el mar Bermejo al mar Océano, y por él voltean do llegó hasta el Estrecho de Gibraltar, lo cual (1) Plinius lib. 2. cap. 69. (2) ídem ibidem. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 53 afirma el Cornelio Nepote haber acaecido en su tiempo. También escriben Autores graves, que una nave de Cartaginenses llevándola la fuerza del viento por el mar Océano, vino á reconocer una tierra nunca hasta entonces sabida, y que vol- viendo después á Cartágo, puso gran gana á los Cartaginenses de descubrir y poblar aquella tierra, y que el Senado con riguroso decreto vedó la tal navegación, temiendo que con la codicia de nue- vas tierras, se menoscabase su patria. De todo esto se puede bien colegir, que hubiese en los An- tiguos algún conocimiento del nuevo Mundo; aun- que particularizando á esta nuestra América, y toda esta India occidental, apenas se halla cosa cierta en los libros de los Escritores antiguos. Mas de la India oriental no solo la de la una par- te, sino también la de la otra, que antiguamente era la más remota por caminarse al contrario de ahora, digo que se halla mención, y no muy corta, ni muy obscura. Porque ^^á quién no le es fácil ha- llar en los Antiguos la Malaca, que llamaban Áu- rea Chersoneso.^ Y al cabo de Comorin, que se decia Promontorimn Cori, ^y la grande y célebre Isla de Sumatra, por antiguo nombre tan celebra- do, Taprobana? ¿Qué diremos de las dos Etiopias? ¿•qué de los Bracmanes? ^-qué de la gran tierra de los Chinos? ¿Quién duda en los libros de los Anti- guos, que traten de estas cosas no pocas veces.^ 54 LIBRO PRIMERO Mas de las Indias occidentales, no hallamos en Plinio, que en esta navegación pasase de las Islas Canarias, que él llama Fortunatas; y la principal de ellas dice (l) haberse llamado Canaria, por la multitud de canes ó perros que en ella habia. Pa- sadas las Canarias, apenas hay rastro en los Anti- guos de la navegación que hoy se hace por el golfo, que con mucha razón le llaman grande. Con todo eso se mueven muchos á pensar, que profe- tizó Séneca, el Trágico, de estas Indias occidenta- les, lo que leemos en su Tragedia Aledea (2) en sus versos anapésticos, que reducidos al metro Castellano, dicen así: Tras largos años vendrá Un siglo nuevo y dichoso. Que al Océano anchuroso Sus limites pasará. Descíibrirán grande tierra. Verán otro nuevo Mundo, Navegando el gran profundo. Que ahora el paso nos cierra. La Thule tan afamada (1) Plinius 1. 6. c. 32. (2) Séneca in MeJea actu 2. in une. DE LA HISTORIA NATURAL DK INDIAS 55 Como del imuido postrera. Quedará en esta carrera Por imiy cercana contada. Esto canta Séneca en sus versos; y no podemos negar que al pie de la letra pasa así, pues los años largos que dice, si se cuentan del tiempo del 'IVá- gico, son al pie de mil y cuatrocientos, y si de el de Medea, son mas de dos mil; que el Océano an- churoso haya dado el paso, que tenia cerrado, y que se haya descubierto grande tierra, mayor ([ue toda Europa y Asia, y se habite otro nuevo mundo, vérnoslo por nuestros ojos cumplido, y en esto no hay duda. En lo que la puede con razón haber, es, en si Séneca adivinó, ó si acaso di(3 en esto su Poesía. Yo para decir lo c|ue siento, siento c[ue adivinó con el modo de adi\inar que tienen los hombres sabios y astutos. \^eía (|ue ya en su tiempo se tentaban nuevas na\'egaciones y viages por el mar: sabía bien, coni) h^ilósofo, que habia otra tierra opuesta del mismo ser, que llaman An- tichtona. Pudo con este fundamento considerar, que la osadía y habilidad de los hombres, en ñn llegaría á pasar el mar Océano, y pasándole, des- cubrir nuevas tierras, y otro mundo, mayormente siendo ya cosa sabida en tiempo de Séneca el su- ceso de aquellos naufragios que refiere Plinio, con que se pasó el gran mar Océano. Y que este haya 56 LIBRO PRIMERO sido el motivo de la profecía de Séneca, parece lo dan á entender los versos que preceden, donde habiendo alabado el sosiego y vida poco bulliciosa de los Antiguos, dice así: Mas aho7'a es otro tiempo, y el mar de fuerza ó de grado ha de dar paso al osado, y el pasarle es pasatiempo. Y mas abajo dice así: Al alto mar proceloso ya cualquier barca se atreve: todo vi age es ya breve al navegante curioso. No hay ya tierra por saber, no hay Reyno por conquistar, nuevos muros ha de hallar quieíi se piensa defender. Todo anda ya trastornado, sin dejar cosa en síl asiento: el mundo claro y esento no hay ya en él rincón cerrado. El Indio cálido bebe DE LA HISTORIA NATURAL DE INDL\S 5/ del Rio Araxis helado, y el Persa en Al bis dañado, y el Rhin mas frió que nieve. De esta tan crecida osadía de los hombres viene Séneca á congcturar lo que luego pone, como el •extremo á que ha de llegar, diciendo: Tras largos -años vendrá &c. como está ya dicho. CAPITULO XII Qné sintió Platón de esta India occidental. Mas si alguno hubo que tocase mas en particu- lar esta India occidental, parece que se le debe á Platón esa gloria, el cual en su Timéo escribe así: En aquel tiempo no se podia navegar aquel golfo (y va hablando del mar Atlántico, que es el que está en saliendo del Estrecho de Gibraltar), por- que tenía cerrado el paso á la boca de las colum- nas de Hércules, que vosotros soléis llamar, (que 58 LlHRíT PRIMERO es el mismo Estrecho de Gibraltar) y era aquella Isla qué estaba entonces juntp á la boca dicha, de tanta grandeza, que excede á toda la África y Asia juntas. De esta Isla habia paso entonces á otras Islas para los que iban á ellas; y de las otras Islas se iba á toda la Tierra firme, que estaba fron- tero de ellas, cercada del verda'dero mar. listo cuenta Cricias en Platón. Y los que se persuaden que esta narración de Platón es historia, y verda- dera historia, declarada en esta forma, dicen que aquella grande Isla llamada Atlantis, la cual exce- día en grandeza á África y Asia juntas, ocupaba entonces la mayor parte del mar Océano, llamado Atlántico, que ahora navegan los Españoles, y que las otras Islas que dice estaban cercanas á esta grande, son las que hoy dia llaman Islas de Barlo- vento, es á saber, Cuba, Española, San Juan de Puerto-rico, Jamaica, y otras de aqu.el paragc. Y que la Tierra firme que dice, es la que hoy dia se llama Tierra firme, y este Perú y América. El mar verdadero que dice estar junto aquella tierra firme, declaran que es este mar del sur, y que poreso se llama verdadero mar, porque en comparación de su inmensidad, esotros mares Mediterráneos, y aun el mismo Atlántico, son como mares de burla. Con ingenio, cierto, y delicadeza está explicado Platón por los dichos Autores curiosos: con cuanta ver- dad y certeza, eso en otra parte se tratará. CAPrruLO XIII Que algunos han creído, .que en las divinas Escrituras OJir signifique este nuestro Perú, No falta también á quien le parezca, que en las sagradas letras hay mención de esta India occiden- tal, entendiendo por el Oñr que ellas tanto cele- bran, este nuestro Perú. Roberto Stefano, ó por mejor decir, Francisco Vatablo. , hombre en la len- gua Hebrea aventajado, según nuestro preceptor que fue discípulo suyo, decia, en los escolios sobre el capítulo nono del tercer libro de los Reyes (l), escribe que la Isla Española que halló Cristoval Colón, era el Ofir, de donde Salomón traía cua- trocientos y veinte, ó cuatrocientos y cincuenta talentos de oro muy fino. Porque tal es el oro de Cybao, que los nuestros traen de la Española. Y no faltan Autores doctos que afirmen (2) ser Ofir este nuestro Perú, deduciendo el un nombre del (i) In 3. lib. Reg. cap. lo. (2) Arias Montanus in apparatu, in Phaleg. cap. 9. 6o LIBRO PRIMERO otro, y creyendo que en el tiempo que se escribió el libro del Paralipomenon se llamaba Perú como ahora. Fúndanse en que refiere la Escritura (l) que se traía de Ofir oro finísimo y piedras muy preciosas, y madera escogidísima, de todo lo cual abunda, según dicen estos Autores, el Perú. Mas á mi parecer está muy lejos el Perú de ser el Ofir, que la Escritura celebra (2). Porque aunque hay en él copia de oro, no es en tanto grado, que ha- ga ventaja en esto á la fama de riqueza que tuvo antiguamente la India oriental. Las piedras tan pre- ciosas, y aquella tan excelente madera, que nunca tal se vio en Jerusalén, cierto yo no lo veo, porque aunque hay esmeraldas escogidas, y algunos árbo- les de palo recio y oloroso; pero no hallo aquí cosa digna de aquel encarecimiento, que pone la Escritura. Ni aun me parece que lleva buen cami- no pensar, que Salomón dejada la India oriental riquísima, enviase sus flotas á esta última tierra. Y si hubiera venido tantas veces, mas rastros ñiera razón que halláramos de ello. Mas la etimología del nombre Ofir, y reducción al nombre de Perú, téngolo por negocio de poca sustancia, sien- do como es cierto, que ni el nombre del Perú es tan antiguo, ni tan general á toda esta tierra. Ha (i) 2. Paralip. 9. 5. Reg. 10. (2) 2. Paral. 8. 4. Reg. 22. 3. Re^. 9. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 6 1 sido costumbre muy ordinaria en estos descubri- mientos del nuevo Mundo poner nombres á las tierras y puertos, de la ocasión que se les ofrecía, y así se entiende haber pasado en nombrar á este Reino, Perú. Acá es opinión, que de un rio en que á los principios dieron los Españoles, llamado por los naturales Perú, intitularon toda esta tierra Perú: Y es argumento de esto, que los Indios naturales del Perú, ni usan. ni saben tal nombre de su tierra. Al mismo tono parece afirmar, que Sefer en la Escritura son estos Andes, que son unas sierras altisimas del Perú. Ni basta haber alguna afinidad ó semejanza de vocablos, pues de esa suerte tam- bién diríamos que Yucatán es Yectán, á quien nombra la Escritura; ni los nombres de Tito y de Paulo que usaron los Reyes Incas de este Perú, se debe pensar que vinieron de Romanos ó de Cris- tianos, pues es muy ligero indicio para afirmar cosas tan grandes. Lo que algunos escriben, que Tharsis y Ofir no eran en una misma navegación ni provincia, claramente se ve ser contra la inten- ción de la Escritura, confiriendo el cap. 22 del cuarto libro de los Reyes, con el cap. 20 del se- gundo libro del Paralipomenon. Porque lo que en los Reyes dice, que Josafát hizo flota en Asionga- ber para ir por oro á Ofir, eso mismo refiere el Paralipomenon haberse hecho la dicha flota para ir á Tharsis. De donde claro se colige, que en el 02 LIBRO primp:ro propósito tomó por una misma cosa la Escritura á lliarsis y Ofir. Preguntarme há alguno á mí, se- gún esto, qué región ó provincia sea el Ofir, adon- de iba la flota de Salomón con marineros de Hi- rán, Rey de Tiro y vSidon, para traerle oro; adon- de también pretendiendo ir la flota del Rey Jo- safát, padeció naufragio en Asiongaber, como refiere la Escritura (l). En esto digo, que me acerco de mejor gana a la opinión dejosefo en los libros de Aiitiqíiitatíbiis, donde dice, que es pro- vincia de la India oriental, la cual fiando aquel Ofir hijo de Yectán, de quien se hace mención en el Génesis (2): y era esta provincia abundante de oro finísimo. De aquí procedió el celebrarse tanto el oro de Ofir ó de Ofaz, y según algunos quieren decir, el Obrizo es como el Ofirizo, porque habien- do siete linages de oro, como refiere San Geróni- mo, el de Ofir era tenido por el mas fino, así como acá celebramos el oro de Valdivia, ó el de Cara- ■vaya. La principal razón que me mueve á pensar, que Ofir está en la Lidia oriental, y no en esta occidental, es porque no podia venir acá la flota de Salomón, sin pasar toda la India oriental, y toda la China, y otro infinito mar; y no es vero- símil que atravesasen todo el mundo para \'enir a (1) 3. Reg. 9. 4. Reg. 22. (2) Genes. 10. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 63 buscar acá el oro, mayormente siendo esta tierra tal, que no se podia tener noticia de ella por viaje de tierra; y mostraremos después que los Anti- guos no alcanzaron el arte de na\'egar, que ahora se usa, sin el cual no podian engolfarse tanto. Fi- nalmente, en estas cosas, cuando no se traen indi- cios ciertos, sino conjeturas ligeras, no obligan á creerse mas de lo que á cada uno le parece. CAPITULO XIV Qué significan en la Escritura TJiarsis y Ofir. \ si valen conjeturas y sospechas, las mias son, que en la divina Escritura los vocablos de Ofir y de Tharsis las mas veces no significan algún deter- minado lugar, sino que su significación es general cerca de los Hebreos, como en nuestro vulgar el vocablo de Indias es general, porque el uso y len- guage nuestro nombrando Indias es significar unas tierras muy apartadas, y muy ricas, y muy extra- 64 LIBRO PRIMERO ñas de las nuestras; y así los Españoles igualmen- te llamamos Indias al Perú, y á Méjico, y á la China, y á Malaca, y al Brasil: y de cualquier parte de estas que vengan cartas, decimos que son cartas de las Indias, siendo las dichas tierras y Reinos de inmensa distancia y diversidad entre sí. Aunque tampoco se puede negar, que el nombre de Indias se tome de la India oriental; y porque cerca de los Antiguos esa India se celebraba por tierra remotísima, de ahí viene, que estotra tierra tan remota, cuando se descubrió, la llamaron tam- bién India, por ser tan apartada, como tenida por el cabo del mundo; y así llaman Indios a los que moran en el cabo del mundo. Al mismo modo me parece á mí, que Tharsis en las divinas letras, lo mas común no significa lugar ni parte determina- da, sino unas regiones muy remotas; y al parecer de las gentes, muy extrañas y ricas. Porque lo que Josefo y algunos quieren decir, que Tharsis y Tar- so es lo mismo en la Escritura, paréceme que con razón lo reprueba San Gerónimo (l), no solo por- que se escriben con diversas letras los dos dichos vocablos, teniendo uno aspiración, y otro no, sino también porque muchísimas cosas que se escriben de Tharsis, no pueden cuadrar á Tarso, ciudad de (i) Hieron. ad Marcell. in 3. tom. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 65 Cilicia. Bien es verdad, que en alguna parte se in- sinúa en la Escritura, que Tharsis cae en Cilicia, pues se escribe así de Holofernes en el libro de Judith (i): Y como pasase los términos de los Asi- rlos, llegó á los grandes montes Angc (que por ventura es el Tauro), (2) los cuales montes caen á la siniestra de Cilicia, y entró en todos sus casti- llos, y se apoderó de todas sus fueras, y quebran- tó aquella ciudad tan nombrada Melothi, y despo- jó á todos los hijos de Tharsis y á los de Ismael, que estaban frontero del desierto, y los que esta- ban al mediodia hacia tierra de Cellón, y pasó el Eufrates, &c. Mas como he dicho, pocas veces cua- dra á la ciudad de Tarso lo que se dice de Tarsis. Teodoreto (3) y otros, siguiendo la interpretación de los Setenta, en algunas partes ponen á Tharsis en África, y quieren decir que es la misma que fué antiguamente Cartágo (4), y ahora Reino de Tú- nez: Y dicen, que allá pensó hacer su camino Jo- ñas, cuando la Escritura refiere que quiso huir del Señor á Tharsis. Otros quieren decir, que Tharsis es cierta región de la India, como parece sentir S. Gerónimo (5). No contradigo yo por ahora á (i) Jud. 2. vv. 12. 13. 14. (2) Lege. Plin. 1. 5. c. 27. (3) Theodoretus, in i. Jonae. (4) Arias Mont. ibidem, p. in Alphabeto apparatus. (5) Hieron. ad Marcellam. Tomo i. 66 LIBRO PRIMERO estas opiniones; pero afirmóme en que no significa siempre una determinada región ó parte del mun- do. Los Magos que vinieron á adorar á Cristo, cierto es que fueron de oriente, y también se coli- ge de la Escritura (l), que eran de Sabá, y de Epha) y de Madian; y hombres doctos sienten que eran de Etiopia, y de Arabia, y de Persia. Y de estos canta el vSalmo y la Iglesia: Los Reyes de Tharsis traerán presentes. Concedamos, pues, con San Ge- rónimo, que Tharsis es vocablo de muchos signi- ficados en la Escritura, y que unas veces se en- tiende por la piedra crisólito ó jacinto: otras algu- na cierta región de la India: otras la mar, que tiene el color de jacinto cuando reverbera el Sol. Pero con mucha razón el mismo Santo Doctor niega, que fuese región de la India el Tharsis donde Jo- ñas huía, pues saliendo de Jope, era imposible na- vegar á la India por aquel mar; porque Jope, que hoy se llama Jafa, no es puerto del mar Bermejo, que se junta con el mar oriental Indico, sino del mar Mediterráneo, que no sale á aquel mar Indico: de donde se colige clarísimamente, que la nave- gación que hacía la flota de Salomón (2) de Asion- gaber (donde se perdieron las naves del Rey Jo- safát) iba por el mar Bermejo á Ofir y á Tharsis; (i) Ps. 44.. Isai. 60. V. 6. (2) 3. Reg. 22. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 6/ que lo uno y lo otro afirma expresamente la Es- critura (l), fué muy diferente de la que Joñas pre- tendió hacer á Tharsis. Pues es Asiongaber puer to de una ciudad de Iduméa, puesta en el estre- cho, que se hace donde el mar Bermejo se junta con el gran Océano. De aquel Ofir, y de aquel Tharsis (sea lo que mandaren) traían á Salomón oro, y plata, y marfil, y monos, y pavos, con na- vegación de tres años muy prolija. Todo lo cual sin duda era de la India oriental, que abunda de todas esas cosas, como Plinio largamente lo ense- ña, y nuestros tiempos lo prueban bastantemente. De este nuestro Perú no pudo llevarse marfil, no habiendo acá memoria de elefantes: oro, y plata, y monos muy graciosos bien pudieran llevarse; pero en fin mi parecer es, que por Tharsis se en- tiende en la Escritura comunmente, ó el mar gran- de, ó regiones apartadísimas y muy extrañas: y así me doy á entender, que las profecías que hablan de Tharsis, pues el espíritu de profecía lo alcanza todo, se pueden bien acomodar muchas veces á las cosas del nuevo orbe. (i) 2. Paralip. g. 3. Reg. 10. CAPITULO XV De la Profecía de Abdias que algunos declaran de estas Indias, No falta quien diga y afirme, que está profeti- zado en las divinas letras tanto antes, que este nuevo orbe habia de ser convertido á Cristo, y esto por gente Española (l). A este propósito declaran el remate de la profecía de Abdias, que dice así: Y la transmigración de este ejército de los hijos de Israel, todas las cosas de los Cananéos hasta Sa- repta; y la transmigración de Jerusalén, que está en el Bosforo (2), poseerá las Ciudades del Austro; y subirán los salvadores al monte deSion para juzgar el monte de Esaú; y será el Reino para el Señor. Esto es puesto de nuestra Vulgata así á ia letra. Del Hebreo leen los Autores que digo, en esta manera: Y la transmigración de este ejército de (i) Guido Bodenanus in Epist. ad Philippumcatholicum Reg. in 5. tom. sac. Bibl. Zumarraga in Hisoanica historia, (a) Ludovicus León, Augustinianus, in Commehtar, super Ab- iann. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS ÓQ los hijos de Israel Cananéos hasta Sarfát (que es Francia), y la transmigración de Jerusalén, que está en Sefarad (que es España) poseerá por he- redad las ciudades del Austro; y subirán los que procuran la salvación, al monte de Sion para juz- gar el monte de Esaú; y será el Reino para el Se- ñor. Mas porque Sefarad, que San Gerónimo in- terpreta el Bosforo ó estrecho, y los Setenta in- terpretan, Eufrata, signifique á España, algunos no alegan testimonio de los Antiguos, ni razón que persuada, mas de parccerles así. Otros alegan á la paráfrasis Caldayca, que lo siente así, y los Anti- guos Rabinos que lo declaran de esta manera. Co- mo á Sarfat, donde nuestra Vulgata y los Setenta tienen Sarepta, entienden por Francia. Y dejando esta disputa, que toca á pericia de lenguas, ^-qué obligación hay para entender por las ciudades de Austro ó de Nagcb (como ponen los Setenta) las gentes del nuevo Mundo? ¿qué obligación tam- bién hay para entender la gente Española, por la transmigración de Jerusalén en Safarad? si no es que tomemos á Jerusalén espiritualmente, y por ella entendamos la Iglesia. De suerte, que el Espí- ritu Santo, por la transmigracian. de Jerusalén, que está en Safarad, nos signifique los hijos de la Santa Iglesia, que moran en los fines de la tierra ó en los puertos: porque eso denota en lengua Syriaca Sefarad, y viene bien con nuestra España, que se- 70 LIBRO PRIMERO gun los Antiguos es lo último de la tierra, y cuas toda ella está rodeada de mar. Por las ciudades del Austro ó del sur, puédense entender estas In- dias, pues lo más de este Mundo nuevo está al medio dia, y aun gran parte de él mira el polo del sur.. Lo que se sigue: y subirán los que procuran la sal- vación, al monte de Sion para juzgar el monte de Esaú, no es trabajoso de declarar, diciendo que se acogen á la doctrina y fuerza de la Iglesia Santa los que pretenden deshacer los errores y profani- dades de los Gentiles: porque eso denota, juzgar al monte de Esaú. Y sigúese bien, que entonces será el Reino no para los de España ó para los de Europa, sino para Cristo nuestro Señor. Quien quisiere declarar en esta forma la profecía de Ab- días, no debe ser reprobado, pues es cierto, que el Espíritu Santo supo todos los secretos tanto antes: y parece cosa muy razonable, que de un negocio tan grande, como es el descubrimiento y conver- sión á la Fé de Cristo, del nuevo Mundo, haya al- guna mención en las Sagradas Escrituras. Isaías dice (l): ¡Ay de las alas de las naves que van de la otra parte de la Etiopia! Todo^aquel capítulo, Autores muy doctos le declaran de las Indias, á quien me remito. El mismo Profeta en otra parte (i) Isaías i8, v. i. juxta 70. Interpret. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS /I dice (l), que los que fueren salvos de Israel, irán muy lejos á Tharsis á Islas muy remotas, y que convertirán al Señor muchas y varias gentes, don- de nombra á Grecia, Italia y África, y otras mu- chas naciones; y sin duda se puede bien aplicar á la conversión de estas gentes de Indias. Pues ya lo que el Salvador con tanto peso nos afirma, que se predicará el Evangelio en todo el mundo (2), y que entonces vendrá el fin, ciertamente declara que en cuanto dura el mundo hay todavia gentes, á quien Cristo no esté anunciado. Por tanto debe- mos colegir, que á los Antiguos les quedó gran parte por conocer, y que á nosotros hoy dia nos está encubierta no pequeña parte del mundo. (i) Isaías 66. v. iq. (2) Math. 24. V. 14. CAPITULO XVI De qué modo pudieron venir á Indias los primeros hombres^ y que no navegaron de propósito á estas partes. Ahora es tiempo de responder á los que dicen, que no hay Antípodas, y que no se puede habitar esta región en que vivimos. Gran espanto le puso á San Agustin la inmensidad del Océano, para pensar que el linaje humano hubiese pasado a este nuevo Mundo. Y pues por una parte sabemos de cierto, que ha muchos siglos que hay hombres en estas partes, y por otra no podemos negar lo que la divina Escritura claramente enseña (i), de ha- ber procedido todos los hombres de un primer hombre, quedamos sin duda obligados á confesar, que pasaron acá los hombres de allá de Europa, ó de Asia, ó de África; pero el cómo, y porqué camino vinieron, todavía lo inquirimos, y deseamos (i) Act. 17. V. 26. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 73 saber. Cierto no es de pensar que hubo otra arca de Noé en que aportasen hombres á Indias: ni mu- cho menos que algún Ángel trajese colgados por el cabello, como al Profeta Abacúch (l), á los prime- ros pobladores de este mundo. Porque no se trata, qué es lo que pudo hacer Dios, sino qué es con- forme á razón, y al orden y estilo de las cosas hu- manas. Y así se deben en verdad tener por mara- villosas, y propias de los secretos de Dios ambas cosas: una que haya podido pasar el género hu- mano tan gran inmensidad de mares y tierras: otra que habiendo tan innumerables gentes acá, estu- viesen ocultas a los nuestros tantos siglos. Porque pregunto yo, ¿con qué pensamiento, con qué in- dustria, con qué fuerza pasó tan copioso mar el li- naje de los Indios? ¿Quién pudo ser el inventor y movedor de pasage tan extraño? Verdaderamente he dado, y tomado conmigo y con otros en este punto por muchas veces, y jamás acabo de hallar cosa que me satisfaga. Pero en fin diré lo que se me ofrece: y pues me faltan testigos á quien se-, guir, dejareme ir por el hilo de la razón, aunque sea delgado, hasta que del todo se me desaparez- ca de los ojos. Cosa cierta es, que vinieron los primeros Indios por una de tres maneras á la tie- rra del Perú. Porque ó vinieron por mar, ó por (i) Dan. 14. V.' 35. 74 LIBRO PRIMERO tierra: y si por mar, ó acaso, ó por determinación suya: digo acaso, echados con alguna gran fuerza de tempestad, como acaece en tiempos contrarios y forzosos: digo por determinación, que pretendie- sen navegar é inquirir nuevas tierras. Fuera de estas tres maneras, no me ocurre otra posible, si hemos de hablar según el curso de las cosas hu- manas, y no ponernos á fabricar ficciones poéticas y fabulosas: si no es que se le antoje á alguno bus- car otra águila, como la de Ganimedes, ó algún caballo con alas, como el de Perséo, para llevar los Indios por el aire: ó por ventura le agrada aprestar peces Sirenas y Nicolaos, para pasarlos por mar. Dejando, pues, pláticas de burlas, exa- minemos por sí cada uno de los tres modos -que pusimos: quizá será de provecho y de gusto esta pesquisa. Primeramente parece que podríamos ata- jar razones con decir, que de la manera que veni- mos ahora á las Indias, guiándose los pilotos por la altura y conocimiento del Cielo, y con la indus- tria de marear las velas conforme á los tiempos que corren, así vinieron, y descubrieron y pobla- ron los Antiguos pobladores de estas Indias. ¿Por qué no? ¿Por ventura, solo nuestro siglo y solos nuestros hombres han alcanzado este secreto de navegar el Océano? Vemos que en nuestros tiem- pos se navega el Océano para descubrir nuevas tierras, como pocos años há navegó Alvaro Alen- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 75 daña y sus compañeros, saliendo del puerto de Lima la vuelta del poniente, en demanda de la tie- rra que responde, leste oeste, al Perú: y al cabo de tres meses hallaron las Islas que titularon de Salomón, que son muchas y grandes: y es opinión muy fundada, que caen junto a la nueva Guinea, ó por lo menos tienen tierra firme muy cerca: y hoy dia vemos, que por orden del Rey y de su Conse- jo, se trata de hacer nueva jornada para aquellas Islas. Y pues esto pasa así, ^porqué no diremos que los Antiguos con pretensión de descubrir la tierra que llaman Antictona opuesta á la suya, la cual habia de haber según buena Filosofía, con tal deseo se animaron á hacer viaje por mar, y no pa- rar hasta dar con las tierras que buscaban? Cierto ninguna repugnancia hay en pensar, que antigua- mente acaeció lo que ahora acaece. Mayormente que la divina Escritura refiere (l), que de los de Tiro y Sidon recibió Salomón maestros y pilotos muy diestros en la mar, y que con estos se hizo aquella navegación de tres años. ¿A qué propósito se encarece el arte de los marineros y su ciencia, y se cuenta navegación tan prolija de tres años, si no fuera para dar á entender, que se navegaba el gran Océano, por la flota de Salomón? No son (O 2. Part. 9. 3. 'j6 LIBRO PRIMERO pocos los que lo sienten así, y aún les parece que tuvo poca razón San Agustín de espantarse y em- barazarse con la inmensidad del mar Océano, pues pudo bien congeturar de la navegación referida de Salomón, que no era tan difícil de navegarse. Mas diciendo verdad, yo estoy de muy diferente opinión, y no me puedo persuadir, que hayan ve- nido los primeros Indios a este nuevo Mundo por navegación ordenada y hecha de propósito, ni aun quiero conceder que los Antiguos hayan alcanza- do la destreza de navegar, con que hoy dia los hombres pasan el mar Océano, de cualquiera par- te á cualquiera otra que se les antoja, lo cual ha- cen con increíble presteza y certeza, pues de cosa tan grande y tan notable no hallo rastros en toda la antigüedad. El uso de la piedra imán, y del aguja de marear, ni la hallo yo en los Antiguos, ni aun creo que tuvieron noticia de él: y quitado el conocimiento del aguja de marear, bien se ve que es imposible pasar el Océano. Los que algo entienden de mar, entienden bien lo que digo Porque así es pensar, que el marinero puesto en medio del mar sepa enderezar su proa á donde quiere, si le falta la aguja de marear, como pen- sar, qne el que está sin ojos muestre con el dedo lo que está cerca, y lo que está lejos acullá en un cerro. Es cosa de admiración, que una tan exce- lente propiedad de la piedra imán la hayan igno- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 'J J rado tanto tiempo los Antiguos, y se haya descu- bierto por los modernos. Haberla ignorado los An- tiguos, claramente se entiende de Plinio (l), que con ser tan curioso Historiador de las cosas na- turales, contando tantas maravillas de la piedra imán, jamás apunta palabra de esta virtud y efica- cia, que es la mas admirable, que tiene de hacer mirar al norte el hierro que toca. Como tampoco Aristóteles habló de ello, ni Teofrasto, ni Dioscó- rides, ni Lucrecio (2), ni Historiador, ni Filósofo natural, que yo haya visto, aunque tratan de la piedra imán. Tampoco San Agustin toca en esto, escribiendo por otra parte muchas y maravillosas excelencias de la piedra imán, en los libros de la Ciudad de Dios (3). Y es cierto, que cuantas ma- ravillas se cuentan de esta piedra, todas quedan muy cortas respecto de esta tan extraña de mirar siempre al norte, que es un gran milagro de natu- raleza. Hay otro argumento también, y es, que tratando Plinio (4) de los primeros inventores de navegación, y refiriendo allí de los demás instru- mentos y aparejos no habla palabra del aguja de marear, ni de la piedra imán: solo dice, que el (i) Plin. 1. 36. c. 16. pe lib. 34. cap. 14. pe lib. 37. c. 4 (2) Dioscor. lib. 5. c. 105. Lucrctius lib. 6. (3) August. 1. 21. de Civit. c. 4. ubi multa de magnete. (4) Plin. lib. 7. cap. 56. 78 LIBRO PRIMERO arte de notar las estrellas en la na\'egacion salió de los de Fenicia. No hay duda sino que los Anti- guos lo que alcanzaron del arte de navegar, era todo mirando las estrellas, y notando las playas, y cabos, y diferencias de tierras. Si se hallaban en alta mar, tan entrados que por todas partes per- diesen la tierra de vista, no sabian enderezar la proa por otro regimiento, sino por las estrellas, y Sol, y Luna. Cuando esto faltaba, como en tiempo nublado acaece, regíanse por la cualidad del vien- to, y por conjeturas del camino que hablan hecho. Finalmente, iban por su tino, como en estas Indias también los Indios navegan grandes caminos de mar, guiados de sola su industria y tino. Hace mu- cho á este propósito lo que escribe Plinio (l) de los Isleños de la Taprobaaa, que ahora se llama Sumatra, cerca del arte é industria con que nave- gaban, escribiendo en esta manera: Los de Tapro- bana no ven el norte, y para navegar suplen esta falta llevando consigo ciertos pájaros, los cuales sueltan á menudo, y como los pájaros por natural instinto vuelan hacia la tierra, los marineros ende- rezan su proa tras ellos. ¿Quién duda, si estos tu- vieran noticia del aguja de marear, que no toma- ran por guias á los pájaros, para ir en demanda de la tierra? En conclusión, basta por razón, para (i) Plin lib. 6. cap. 22. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 79 entender que los Antiguosno alcanzaron este secre- to de la piedra imán, ver que para cosa tan nota- ble, como es el aguja de marear, no se halla voca- blo latino, ni griego, ni hebraico. Tuviera sin falta algún nombre en estas lenguas cosa tan importan- te, si la conocieran. De donde se verá la causa, porqué ahora los pilotos para encomendar la via al que lleva el timón, se sientan en lo alto de la popa, que es por mirar de allí el aguja, y antigua- mente se sentaban en la proa, por mirar las dife- rencias de tierras y mares, y de allí mandaban la via, como lo hacen también ahora muchas veces al entrar 6 salir de los puertos. Y por eso los Griegos llamaban á los pilotos Proritas^ porque iban en la proa. CAPITULO XVII De la propiedad y virtud admirable de la piedra imán para navegar; y que los Antiguos no la conocieron. De lo dicho se entiende, que á la piedra imán se debe la navegación de las Indias, tan cierta y tan breve, que el dia de hoy vemos muchos hom- bres, que han hecho viaje de Lisboa á Goa, y de Sevilla á Méjico y á Panamá; y en estotro mar del sur hasta la China y hasta el Estrecho de Magalla- nes: y esto con tanta facilidad como se va el La- brador de su aldea á la villa. Ya hemos visto hombres que han hecho quince viajes, y aun diez y ocho á las Indias: de otros hemos oido, que pa- san de veinte veces las que han ido y vuelto, pa- sando ese mar Océano, en el cual cierto no hallan rastro de los que han caminado por él, ni encuen- tran caminantes á quien preguntar el camino. Por- que, como dice el Sabio (i): la nave corta el agua (i; Sap. 5. Y. 10. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS Oí y SUS ondas, sin dejar rastro por donde pasar, ni hacer senda en las ondas. Mas con la fuerza de la piedra imán se abre camino descubierto por todo el grande Océano, por haberle el altísi- mo Criador comunicado tal virtud, que de solo tocarla el hierro, queda con la mira y movimiento al norte, sin desfallecer en parte alguna del mun- do. Disputen otros é inquieran la causa de esta maravilla, y afirmen cuanto quisieren no sé qué simpatía; á mí mas gusto me da, mirando estas grandezas, alabar aquel poder y providencia del sumo Hacedor, y gozarme de considerar sus obras maravillosas. Aquí cierto viene bien decir con Sa- lomón á Dios (l): ¡O padre cuya providencia go- bierna á un palo, dando en él muy cierto camino por el mar, y senda muy segura entre las fie- ras ondas, mostrando juntamente que pudieras librar de todo, aunque fuese yendo sin nave por la mar! Pero porque tus obras no carezcan de sa- biduría, por esto confian los hombres sus vidas de un pequeño madero, y atravesando el mar se han ■escapado en un barco. También aquello del vSal- mista (2) viene aquí bien: Los que bajan á la mar •en naves haciendo sus funciones en las muchas aguas, esos son los que han visto las obras del Se- (.0 Sap. 14. vv. 3. 4- 5- (2) Ps. 106. vv. 23. 24. Tomo i. 82 LIBRO PRIMERO ñor, y sus maravillas en el profundo. Que cierto na es de- las menores maravillas de Dios, que la fuer- za de una pedrezuela tan pequeña mande en la mar, y obligue al abismo inmenso á obedecer, y estar á su orden. Esto, porque cada dia acontece,, y es cosa tan fácil, ni se maravillan los hombres de ello, ni aun se les acuerda de pensarlo: y por ser la franqueza tanta, por eso los inconsiderados la tienen en menos: Mas á los que bien lo miran r oblígales la razón á bendecir la sabiduría de Dios,. y darle gracias por tan grande beneficio y mer- ced. Siendo determinación del Cielo, que se des- cubriesen las naciones de Indias, que tanto tiempa estuvieron encubiertas, habiéndose de frecuentar esta carrera, para que tantas almas viniesen en co- nocimiento de Jesu-Cristo, y alcanzasen su eterna salud, proveyóse también del Cielo de guia segura para los que andan este camino, y fué la guia eí aguja de marear, y la virtud de la piedra imán. Desde qué tiempo haya sido descubierto y usada este artificio de navegar, no se puede saber con certidumbre. El no haber sido cosa muy antigua,, téngolo para mí por llano porque demás de las ra- zones que en el capítulo pasado se tocaron, yo no he leído en los Antiguos que tratan de relojes (l),. (i) Lib. i. de Italiae illust. Reg. 13. Plin. lib. 2. c. 72. p. 76. lib. 7. cap. último. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 83 mención alguna de la piedra imán, siendo ver- dad que en los relojes de Sol jjortátiles que usa- mos, es el mas ordinario instrumento el aguja tocada á la piedra imán. Autores nobles es- criben en la historia de la India oriental (l), que el primero que por mar la descubrió, que fué Vasco de Gama, encontró en el parage de Mo- zambique con ciertos marineros Moros, que usa- ban el aguja de marear, y mediante ella nave- garon aquellos mares. Mas de quién aprendieron aquel artificio, no lo escriben: antes algunos de estos Escritores afirman lo que sentimos, de haber ignorado los Antiguos este secreto. Pero diré otra maravilla aun mayor de la aguja de marear, que se pudiera tener por increíble, si no se hubiera visto, y con clara experiencia tan frecuentemente manifestado. El hierro tocado y refregado con la parte de la piedra imán, que en su nacimiento mira al sur, cobra virtud de mirar al contrario, que es el norte, siempre, y en todas partes; pero no en todas le mira por igual derecho. Hay ciertos pun- tos y climas, donde puntualmente mira al norte, y se fija en él; en pasando de allí ladea un poco ó al oriente ó al poniente, y tanto mas cuanto se va mas apartando de aquel clima. Esto es lo que los marineros llaman nordestear y norvestear. El nor- (i) Osorius de reb. gest. Emmanuelis ib. i 84 LIBRO PRIMERO destear es ladearse inclinando á levante: Norves- tear inclinando a poniente. Esta declinación ó la- dear del aguja importa tanto saberla, que aunque es pequeña, si no se advierte, errarán la navega- ción, é irán á parar á diferente lugar del que pre- tenden. Decíame á mí un piloto muy diestro, Por- tugués, que eran cuatro puntos en todo el orbe, donie se fijaba la aguja con el norte, y contába- las por sus nombres, de que no me acuerdo bien. Uno de estos es el parage de la Isla del Cuervo, en las Terceras ó Islas de Azores, como es cosa ya muy sabida. Pasando de allí á mas altura, norves- tea, que es decir, que declina al poniente. Pasan- do al contrario á menos altura hacia la equinoccial norvestea, que es inclinar al oriente. Qué tanto y hasta donde, diránlo los maestros de esta arte. Lo que yo diré es, que de buena gana preguntaría á los Bachilleres que presumen de saberlo todo, que sea, que me digan la causa de este efecto. Porque un poco de hierro de fregarse con la piedra imán, concibe tanta virtud de mirar siempre al norte, y esto con tanta destreza, que sabe los climas y pos- turas diversas del mundo, donde se ha de fijar, donde inclinar á un lado, donde á otro, que no hay Filósofo, ni Cosmógrafo, que así lo sepa. Y si de estas cosas, que cada dia traemos al ojo, no pode- mos hallar la razón, y sin duda se nos hicieran du- ras de creer si no las viéramos tan palpablemente, DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 85 ^jquién no verá la necedad y disparate que es que- rernos hacer jueces, y sujetar á nuestra razón las cosas divinas y soberanas? Mejor es, como dice Gregorio Teólogo, que á la Fé se sujete la razón, pues aun en su casa no sabe bien entenderse. Bas- te esta digresión, y volvamos á nuestro cuento, concluyendo que el uso de la aguja de mar no le alcanzaron los Antiguos: de donde se infiere, que fué imposible hacer viaje del otro mundo á éste por el Océano, llevando intento y determinación de pasar acá. CAPÍTULO xvm En que se responde á los que sienten haberse navegado antiguamente el Océano, como ahora. Lo que se alega en contrario de lo dicho, que la flota de Salomón navegaba en tres años, no con- veQce, pues no afirman las sagradas letras, que se gastaban tres años en aquel viaje, sino que en cada 86 LIBRO PRIMERO tres años una vez se hacía viaje. Y aunque demos que duraba tres años la navegación, pudo ser, y es mas conforme á razón, que navegando á la India oriental, se detuviese la flota por la diversidad de puertos y regiones que iba reconociendo y toman- do, como ahora todo el mar del Sur se navega cuasi desde Chile hasta nueva España; el cual modo de navegar, aunque tiene mas certidumbre por ir siempre á vista de tierra, es empero muy prolijo por el rodeo que de fuerza ha de hacer por las costas, y mucha dilación en diversos puertos. Cierto, yo no hallo en los Antiguos, que se hayan arrojado á lo muy adentro del mar Océano, ni pienso que lo que navegaron de él, fué de otra suerte, que lo que el dia de hoy se navega del Mediterráneo. Por donde se mueven hombres doc- tos á creer, que antiguamente no navegaban sin remos, como quien siempre iba costeando la tie- rra. Y aun parece lo da así á entender la divina Escritura, cuando refiere aquella famosa navega- ción del Profeta Jonás, donde dice (l), que los ma- rineros, forzados del tiempo, remaron á tierra. (i) Jon. I. CAPITULO XIX Que se pítede pensar, que los primeros pobladores cuenta y estima el saber la fuerza de los vientos, y sus propiedades, que son cierto maravillosas. Por- que unos son lloviosos, otros secos; unos enfermos, y otros sanos; unos calientes, y otros frios, sere- nos, y tormentosos, estériles, y fructuosos, con otras mil diferencias. Hay vientos, que en ciertas regiones corren, y son como señores de ellas, sin sufrir competencia de sus contrarios. En otras partes andan á veces; ya vencen estos, ya sus con- trarios: aveces corren diversos, y aun contrarios juntos, y parten el camino entre sí, y acaece ir el uno por lo alto, y el otro por lo bajo. Algunas veces se encuentran reciamente entre sí, que para los que andan en mar es fuerte peligro. Hay vien- tos que sirven para generación de animales, otros que las destruyen. Corriendo cierto viento se ve en alguna costa llover pulgas, no por manera de encarecer, sino que en efecto cubren el aire, y cuajan la playa de la mar; en otras partes llueven (O Sap. 7. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS I/I sapillos. Estas y otras diferencias, que se prueban tan ciertas, atribuyen comunmente á los lugares por donde pasan estos vientos; porque dicen, que de ellos toman sus cualidades de secos, ó frios, ó húmedos, ó cálidos, ó enfermos, ó sanos, y así las demás. Lo cual en parte es verdad, y no se puede negar, porque en pocas leguas se ven de un mis- mo viento notables diversidades. En España, pon- go ejemplo, el solano ó levante es comunmente cálido y congojoso: en Murcia es el mas sano y fresco que corre, porque viene por aquellas huertas, y vega tan fresca y grande, donde se baña. Pocas leguas de ahí en Cartagena es el mismo viento pesado y mal sano. El ábrego, que llaman los del mar Océano sur, y los del Medite- rráneo mezojorno, comunmente es llovioso y mo- lesto: en el mismo pueblo que digo, es sano y sereno. Plinio dice (l), que en África llueve con viento del Xorte, y el viento de mediodía es sereno. Y lo que en estos vientos he dicho por ejemplo, en tan poca distancia verá, quien lo mirare con algún cuidado, que se verifica muchas veces, que en poco espacio de tierra ó mar un mismo viento tiene propiedades muy diferentes, y á veces harto contrarias. De lo cual se arguye bien, que el lugar por donde pasa, le da su cualidad y propiedad; (O Plin. lib. 2. cap. 47. 1/2 LIBRO TERCERO pero de tal modo es esto verdad, que no se puede de ninguna suerte decir, que esta sea toda la cau- sa, ni aun la mas principal de las diversidades y propiedades de los \'ientos. Porque en una misma región, que toma (pongo por caso) cincuenta le- guas en redondo, claramente se percibe, que el N'iento de una parte es cálido y húmedo, y de la otra frió y seco, sin que en los lugares por donde pasan haya tal diferencia, sino que de suyo se traen consigo esas cualidades de los vientos; y así se les dan sus nombres generales, como propios, verbi gracia, al septentrión, ó cierzo, ó norte, que todo es uno, ser frió, y seco, y deshacer nubla- dos; a su contrario, el ábrego, 6 leveche, ó sur todo lo contrario, ser húmedo, y cálido, y levan- tar nublados. Así que siendo esto general y común, otra causa mas universal se ha de buscar para dar razones de estos efectos, y no basta decir que el lugar por donde pasan los vientos, les da las pro- piedades que tienen, pues pasando por unos mis- mos lugares hacen efectos muy conocidamente contrarios. Así que es fuerza confesar, que la re- gión del Cielo de donde soplan, les da esas virtu- des y cualidades. Y así el cierzo, porque sopla del norte, que es la región mas apartada del Sol, es de suyo frió. El ábrego, que sopla del mediodía, es de suyo caliente, y porque el calor atrae vapo- res, es juntamente húmedo y llovioso, y al revés DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 1/3 el cierzo seco y sutil, por no dejar cuajar los va- pores: y á este modo se puede discurrir en otros vientos, atribuyendo las regiones que tienen, á las propiedades del aire de donde soplan. Mas hincando la consideración en esto un poco mas, no acaba de satisfacer del todo esta razón, Porque preguntaré yo, ^-qué hace la región del aire, de donde viene el viento, si allí no se halla su cuali- dad? Quiero decir, en Germania el ábrego es cá- lido y llovioso, y en África el cierzo frió y seco; cierto es, que de cualquier región de Germania donda se engendre el ábrego, ha de ser mas fria que cualquiera de África, donde se engendra el cierzo. ¿Pues porqué razón ha de ser mas frió en África el cierzo, que el ábrego en Germania, sien- do verdad que procede de región mas cálida? Dirán que viene del norte, que es frió. No satisfa- ce, ni es verdad, porque según eso, cuando corre en África el cierzo, habia de correr en toda la re- gión hasta el norte. Y no es asi, pues en un mismo tiempo corren nortes en tierra de menos grados, y son frios; y corren vendavales en tierra de mas grados, y son cálidos: y esto es cierto, y evidente, y cotidiano. Donde á mi juicio claramente se in- fiere, que ni basta decir que los lugares por donde pasan los vientos les dan sus cualidades, ni tam, poco satisface decir, que por soplar de diversas regiones del aire, tienen esas diferencias, aunque. 1/4 LIBRO TERCERO como he dicho, lo uno y lo otro es verdad; pero es menester mas que eso. Cual sea la propia, v original causa de estas diferencias tan extrañas de vientos, yo no atino á otra, sino que el eficiente, y quien produce el viento, ese le da la primera y más original propiedad. Porque la materia de que se hacen los vientos, que vsegun Aristóteles y razón, son exhalaciones de los elementos inferiores, aun- que con su diversidad de ser mas gruesa, ó mas sutil, mas seca, ó mas húmeda, puede causar, y en efecto causa gran parte de esta diversidad; pero tampoco basta, por la misma razón que está toca- da; es á saber: que en una misma región donde los vapores, y exhalaciones son de un mismo géne- ro, se levantan vientos de operaciones contrarias. Y así parece se ha de reducir el negocio al efi- ciente superior y celeste, que ha de ser el vSol, y movimiento é influencia de los Cielos, que de di- versas partes mueven é influyen variamente. Y porque estos principios de mover é influirnos son á los hombres tan ocultos, y ellos en sí tan pode- rosos y eficaces, con gran espíritu de sabiduría dijo el Santo Profeta David (l), entre otras gran- dezas del Señor; y lo mismo replicó el Profeta Je- remías (2): Qui educit ventos de thesatiris suis. ¥A (i) Psalm. 134.. V. 7. ('') Gerem. lo, v. 13. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 1/5 que saca los vientos de sus tesoros. Cierto tesoros son ocultos y ricos estos principios, que en su efi- ciencia tiene el Autor de todo, conque cuando quiere, con suma facilidad saca para castigo, ó para regalo de los hombres, y envia el viento que quiere. Y no como el otro Eolo, que neciamente fingieron los Poetas, tener en su cueva encerrados los vientos, como á fieras en jaula. El principio y origen de estos \'ientos no le vemos, ni aun sabe- mos, que tanto duraran, ni dónde procedieron, ni hasta dónde llegarán. Mas vemos y sabemos de cierto los diferentes efectos que hacen, como nos advirtió la suma Verdad, y Autor de todo, di- ciendo (l): SpiritjLS tidi riilt spirat: p vocem ejíis audis: p nescis linde veniat aiit qiio vadat. El espí- ritu, ó viento sopla donde le parece, y bien que sientes su soplo, mas no sabes de dónde procedió, ni á dónde ha de llegar. Para que entendamos, que entendiendo tan poco en cosa que tan presente y tan cotidiana nos es, no hemos de presumir de comprehender lo que tan alto, y tan oculto es, como las causas y motivos del Espíritu Santo. Bás- tanos conocer sus operaciones y efectos, que en su grandeza y pureza se nos descubren bastantemente. Y también bastará haber filosofado esto poco de los \'ientos en general, y de las causas de sus di- (3) Joan. 3. V. 8. 1^6 LIBRO TERCERO ferencias, y propiedades, y operaciones, que en suma las hemos reducido á tres, es á saber: á los lugares por donde pasan, á las regiones dedonde soplan, y á la virtud celeste movedora y causado- ra del viento. CAPITULO III De algunas propiedades de vientos que corren en el nuevo orbe. Cuestión es muy disputada por Aristóteles (l) si el viento austro, que llamamos ábrego, ó leve- che, ó sur (que por ahora todo es uno) sopla desde el otro polo antartico, ó solamente de la equinoc- cial y mediodia, que en efecto es preguntar, si aquella cualidad que tiene de ser llovioso y calien- te, le permanece pasada la equinoccial. Y cierto es bien para dudar, porque aunque se pase la. (i) Aristotel. 2. Meteo. cap. 5. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 1 7/ el viento norte, que corre del lado contrario, no deja de ser norte, aunque se pase la Tórrida y la linea. Y asi parece que ambos vientos han de con- servar sus primeras propiedades, el uno de ser caliente y húmedo, y el otro de ser frió y seco: el austro de causar nublados y lluvias; y el bóreas, ó norte de derramarlas y serenar el Cielo. Mas Aristóteles á la contraria opinión se llega mas, porque por eso es el norte en Europa frió, porque viene del polo, que es región sumamente fria; y el ábrego al revés es caliente, porque viene del me- diodía, que es la región que el Sol mas calienta. Pues la misma razón obliga a que los que habitan de la otra parte de la línea les sea el austro frió, y el cierzo, ó norte caliente, porque allí el austro viene del polo, y el norte viene del mediodía. Y aunque parece que ha de ser el austro, ó sur mas frío allá, que es acá el cierzo, ó norte. Porque se tiene por región mas fria la del polo del sur, que la del polo del norte, á causa de gastar el Sol siete dias del año mas hacia el Trópico de Cancro, que hacia el de Capricornio, como claramente se ve por los equinoccios y solsticios, que hace en am- bos círculos. Con que parece quiso la naturaleza declarar la ventaja y nobleza, que esta media par- te del mundo, que está al norte, tiene sobre la otra media, que está al sur. Siendo así, parece concluyente razón para entender, que se truecan Tomo i. 13 1/8 LIBRO TERCERO estas cualidades de los cientos en pasando la línea. Mas en efecto no pasa así, cuanto yo he podido comprehender con la experiencia de algunos años que anduve en aquella parte del mundo, que cae pasada la linea al sur. Bien es verdad que el vien- to norte no es allá tan generalmente frió y sereno como acá. En algunas partes del Perú experimen- tan, que el norte les es enfermo y pesado, como en Lima, y en los llanos. Y por toda aquella costa, que corre mas de quinientas leguas, tienen al sur por saludable y fresco, y lo que mas es, serení- simo; pues con él jamás llueve, todo al contra- rio de lo que pasa en Europa, y de esta par- te de la linea; pero esto de la costa del Perú no hace regla, antes es excepción, y una maravilla de naturaleza, que es nunca llover en aquella costa, y siempre correr un viento, sin dar lugar á su con- trario; de lo cual se dirá después lo que pareciere. Ahora quedamos con esto, que el norte no tiene de la otra parte de la linea las propiedades que el austro tiene de ésta, aunque ambos soplan de el mediodía á regiones opuestas. Porque no es gene- ral allá, que el norte sea cálido, ni llovioso, como lo es acá el austro, antes llueve allá también con el austro, como se ve en toda la sierra del Perú, y en Chile, y en la tierra de Congo, que está pasada la linea, y muy dentro en la mar. Y en Potosí el viento que llaman tomahavi, que si no me acuerdo DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 1 79 mal, es nuestro cierzo, es extremadamente seco y frió, y desabrido como por acá. Verdad es, que no es p3r allá tan cierto el disipar las nubes el norte, ó cierzo, como acá, antes, si no me engaño, mu- chas veces llueve con él. No hay duda sino que de los lugares por donde pasan, y de las próximas re- giones d^ donde nacen, se les pega á los vientos tan grande diversidad, y efectos contrarios, como cada dia se experimentan en mil partes. Pero ha- blando en general, para la cualidad de los vientos, mas se mira en los lados y partes del mundo, de donde proceden, que no en ser de ésta, ó de la otra parte de la linea, como á mi parecer acertadamen- te lo sintió el Filósofo. Estos vientos capitales, que son oriente y poniente, ni acá, ni allá tienen tan no- torias y universales cualidades, como los dos di- chos. Pero comunmente por acá el solano, ó levan- te es pesado y mal sano, el poniente, ó zéfiro es mas apacible y sano. En Indias, y en toda la Tó- rrida, el viento de oriente, que llaman brisa, es al contrario de acá, muy sano y apacible. Del de po- niente no sabré decir cosa cierta ni general, ma- yormente no corriendo en la Tórrida ese viento, sino rarísimas veces. Porque en todo lo que se na- vega entre los Trópicos, es ordinario y regular viento el de la brisa. Lo cual por ser una de las maravillosas obras de naturaleza, es bien se entien- da de raiz como pasa. CAPÍTULO IV Que en la Tórridazona corren siempre brisas ^ y fuera de ella vendavales y brisas. No es el camino de mar como el de tierra, que por donde se va, por allí se vuelve. El mismo ca- mino es, dijo el Filósofo, de Atenas á Tebas, y de Tebas á Atenas. En la mar no es así, por un ca- camino se va, y por otro diferente se vuelve^ Los primeros descubridores de Indias occidenta- les, y'aun de la oriental, pasaron gran trabajo y dificultad en hallar la derrota cierta para ir, y no menos para volver (i), hasta que la experiencia,, que es la maestra de estos secretos, les enseñó que no era el navegar por el Océano, como el ir por el Mediterráneo á Italia, donde se van reconocien- do á ida y vuelta unos mismos puertos y cabos, y solo se espera el favor del aire, que con el tiempo se muda. Y aun cuando esto falta, se valen del (i) Juan de Barros en la Década i. lib 4. cap. 6. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS l8l remo; y así van y vienen galeras costeando. En el mar Océano en ciertos parages no hay esperar otro viento: ya se sabe, que el que corre ha de -correr mas ó menos: en fin, el que es bueno, para ir, no es para volver. Porque en pasando del Tró- pico, y entrando en la Tórrida señorean la mar siempre los vientos que vienen del nacimiento del Sol, que perpetuamente soplan, sin que jamás den lugar á que los vientos contrarios por allí preva- lezcan, ni aun se sientan. En donde hay dos cosas maravillosas: una, que en aquella región, que es la mayor de las cinco, en que dividen el mundo, rei- nen vientos de oriente, que llaman brisas, sin que los de poniente, ó de mediodía, que llaman ven- davales, tengan lugar de correr en ningún tiempo •de todo el año. Otra maravilla es, que jamás fal- tan por allí brisas, y en tanto mas ciertas son cuanto el parage es mas propincuo á la línea, que parece hablan de ser allí ordinarias las calmas, por ser la parte del mundo mas sujeta al ardor del Sol; y es al contrario, que apenas se hallan calmas, y la brisa es mucho mas fresca y durable. En todo lo que se ha navegado de Indias, se ha averiguado ser así. Esta, pues, es la causa de ser mucho mas breve, y mas fácil, y aun mas segura la navegación que se hace yendo de España á las Indias occidentales, •que la de ellas volviendo á España. Salen de Sevi- lla las flotas, y hasta llegar á las Canarias sienten Io2 LIBRO TERCERO la mayor dificultad, por ser aquel golfo de las Ye- guas vario, y contrastado de varios vientos. Pasa- das las Canarias, van bajando hasta entrar en la Tórrida, y hallan luego la brisa, y navegan á popa, que apenas hay necesidad de tocar á las velas en todo el viage. Por eso llamaron a aquel gran golfo,, el golfo de las Damas, por su quietud y apacibili- dad. Así llegan hasta las Islas Dominica, Guadalu- pe, Deseada, Alarigalante, y las otras que están en aquel parage, que son como arrabales de las tie- rras de Indias. Allí las flotas se dividen; y las que van á Nueva-España echan á mano derecha en de- manda de la Española, y reconociendo el cabo de San Antón, dan consigo en San Juan de Ulúa, sir- viéndoles siempre la misma brisa. Las de tierra firme toman la izquierda, y van á reconocer la al- tísima sierra Tayrona, y tocan en Cartagena, y pasan á Nombre de Dios, de donde por tierra se va á Panamá, y de allí por la mar de el sur al Perú» Cuando vuelven las flotas á España, hacen su via- ge en está forma: La de el Perú va á reconocer el cabo de San Antón, y en la Isla de Cuba se entra en la Habana, que es muy hermoso Puerto de aquella Isla. La flota de Nueva-España viene tam- bién desde la Veracruz, ó Isla de San Juan de Ulúa á la Habana, aunque con trabajo, porque son ordinarias allí las brisas, que son vientos contrarios. En la Habana, juntas las flotas, van la vuelta de DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 1 83 España buscando altura fuera de los Trópicos, donde ya se hallan vendavales, y con ellos vienen a reconocer las Islas de Azores, ó Terceras, y de allí á Sevilla. De suerte que la ida es en poca altu- ra, y siempre menos de veinte grados, que es ya dentro de los Trópicos; y la vuelta es fuera de ellos, por lo menos en veinte y ocho, ó treinta gra- dos. Y es la razón, la que se ha dicho, que dentro de los Trópicos reinan siempre vientos de orien- te, y son buenos para ir de España á Indias occi- dentales, porque es ir de oriente á poniente. Fuera de los Trópicos, que son en veinte y tres grados, hállanse vendavales, y tanto mas ciertos, cuanto se sube á mas altura; y son buenos para volver de Indias, porque son vientos de mediodía y poniente, y sirven para volver á oriente y nor- te. El mismo discurso pasa en las navegaciones que se hacen por el mar del sur, navegando de la Nueva-España, ó el Perú a las Filipinas, ó á la China, y volviendo de las Filipinas, ó China á la Nueva-España. Porque a la ida, como es navegar de oriente á poniente, es fácil; y cerca de la línea se halla siempre viento a popa , que es brisa. El año de ochenta y cuatro salió del Callao de Lima un navio para las Filipinas, y navegó dos mil y setecientas leguas sin ver tierra: la primera que reconoció fué la Isla de Luzón, á donde iba, y allí tomó Puerto, habiendo hecho su viaje en dos me- 184 LIBRO TERCERO ses, sin faltarles jamás viento, ni tener tormenta, y fué su derrota cuasi por debajo de la línea, por- que de Lima, que está á doce grados al sur, vi- nieron á Manila, que está cuasi otros tantos al nor- te. La misma felicidad tuvo en la ida al descubri- miento de las Islas que llaman de Salomón, Alva- ro de Mendaña, cuando las descubrió, porque siempre tuvieron viento á popa, hasta topar las di- chas Islas, que deben de distar del Perú, de don- de salieron, como mil leguas, y están en la propia altura al sur. La vuelta es como de Indias á Espa- ña, porque para hallar vendavales los que vuelven de las Filipinas, ó China á Méjico, suben á mucha altura, hasta ponerse en el parage de los Japones, y vienen á reconocer las Californias, y por la cos- ta de la Nueva-España vuelven al Puerto de Aca- pulco, de donde habian salido. De suerte, que en esta navegación está también verificado, que de oriente á poniente se navega bien dentro de los Trópicos, por reinar vientos orientales: y volvien- do de poniente á oriente, se han de buscar los ven- davales, ó ponientes fuera de los Trópicos en al- tura de veinte y siete grados arriba. La misma experiencia hacen los Portugueses en la navega- ción á la India, aunque es al revés, porque el ir de Portugal allá es trabajoso, y el volver es más fácil. Porque navegan á la ida de poniente á oriente, y así procuran subirse hasta hallar los vientos gene- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS I85 rales, que ellos dicen que son también de veinte y siete grados arriba. A la vuelta reconocen á las Terceras; pero les es mas fácil, porque vienen de oriente, y sírvenles las brisas, ó nordestes. Final- mente, ya es regla, y observación cierta de mari- neros, que dentro de los Trópicos reinan los vien- tos de levante; y así es fácil navegar al poniente. Fuera de los Trópicos unos tiempos hay brisas, otros, y lo mas ordinario, hay vendavales; y por eso quien nav^ega de poniente á oriente procura salirse de la Tórrida, y ponerse en altura de \'ein- te y siete grados arriba. Con la cual regla se han ya los hombre atrevido á emprehender navegacio- nes extrañas para partes remotísimas, y jamás vistas. CAPITULO V De las diferencias de brisas y vendavales con los demás vientos. Siendo lo que está dicho cosa tan probada y tan universal, no puede dejar de poner gana de inqui- rir la causa de este secreto, ^-porqué en la Tórrida se navega siempre de oriente á poniente con tanta facilidad,y no al contrario? que es lo mismo que preguntar, ^-porqué reinan allí las brisas, y no los vendavales? pues en buena Filosofía lo que es per- petuo, y universal, y de per se, que llaman los Fi- lósofos, ha de tener causa propia, y de per se. Mas antes de dar en esta cuestión, notable á nuestro parecer, será necesario declarar, qué entendemos por brisas, y qué por vendavales, y servirá para ésta, y para otras muchas cosas en materia de vien- tos y navegaciones. Los que usan el arte de nave- gar cuentan treinta y dos diferencias de vientos» porque para llevar su proa al puerto que quieren, y tienen necesidad de hacer su cuenta muy puntual, lo mas distinta y menuda que pueden; pues por poco que se eche á un lado, ó á otro, hacen gran diferen- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 18/ cia al cabo de su camino, y no cuentan mas de trein- ta y dos, porque estas div^isiones bastan, y no se podria tener cuenta con más que éstas. Pero en rigor, como ponen treinta y dos, podrían poner sesenta y cuatro, y ciento y veinte y ocho, y dos- cientos y cincuenta y seis; y finalmente, ir multi- plicando estas partidas en infinito. Porque siendo como centro el lugar donde se halla el navio, y todo el Emisferio su circunferencia, ¿quién quita que no puedan salir de ese centro al círculo líneas innumerables.^ y tantas partidas se contarán, y otras tantas divisiones de vientos; pues de todas las partes del Emisferio viene el viento, y el par- tirle en tantas ó tantas es á nuestra consideración, que puede poner las que quisiere. Mas el buen sentido de los hombres, y conformándose con él también la divina Escritura, señala cuatro vientos, que son los principales de todos, y como cuatro esquinas del Universo, que se fabrican haciendo una Cruz con dos líneas, que la una vaya de polo á polo, y la otra de un equinoccio al otro. Estos son el norte, ó aquilón, y su contrario el austro, ó viento que vulgarmente llamamos mediodía; y á la otra parte el oriente donde sale el Sol, y el po- niente donde se pone. Bien que la sagrada Escri- tura (l) nombra otras diferencias de vientos en (O Act.,27. l88 LIBRO TERCERO algunas partes, como el euroaquilo^ que llaman los del mar Océano, nordeste, y los del Mediterráneo, gregal, de que hace mención en la navegación de San Pablo. Pero las cuatro diferencias solemnes que todo el mundo sabe, esas celebran las divinas letras, que son, como está dicho, septentrión, y mediodia, y oriente, y poniente, Mas porque en el nacimiento del Sol, de donde se nombra el orien- te, se hallan tres diferencias, que son las dos decli- naciones mayores que hace, y el medio de ellas, según lo cual nace en diversos puestos en invierno y verano, y en el medio; por eso con razón se cuentan otros dos vientos, que son oriente estival, y oriente hiemal; y por el consiguiente otros dos ponientes contrarios á estos, estival, y hiemal. Y así resultan ocho vientos en ocho puntos notables del Cielo, que son los dos polos, y los dos equinoc- cios, y los dos solsticios con los opuestos en el mismo círculo. De esta suerte resultan ocho dife- rencias de vientos, que son notables, las cuales en diversas carreras de mar y tierra tienen diversos vocablos. Los que navegan el Océano suelen nom- brarlos así: al que viene del polo nuestro, llaman norte, como al mismo polo: al que se sigue, y sale del oriente estival, nordeste: al que sale del orien- te propio y equinoccial, llaman leste: al del orien- te hiemal, sueste: al de el mediodia, ó polo antar- tico, sur: al que sale del ocaso hiemal, sudueste: al DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS ISQ del ocaso propio y equinoccial, oeste: al del ocaso estival, norueste. Los demás vientos fabrican entre estos, y participan de los nombres de aquellos á que se allegan, como nornorueste, nornordeste, lesnor- deste, lessueste, susueste, sudueste, ossudueste, os- norueste, que cierto en el mismo modo de nom- brarse, muestran arte, y dan noticia de los lugares de donde proceden los dichos vientos. En el mar Mediterráneo, aunque siguen la misma arte de con- tar, nombran diferentemente estos vientos. Al nor- te llaman tramontana: á su opuesto el sur llaman mezojorno, ó mediodia: al leste llaman levante: al oeste poniente; y á los que entre estos cuatro se atraviesan, al sueste dicen jiroque, ó jaloque: á su opuesto, que es norueste, llaman maestral: al nor- deste llaman greco, ó gregal; y á su contrario el sudueste llaman leveche, que es lybico, ó áfri- co en latin. En latín los cuatro cabos son, sep- tentriOi auster^ snbsítlanos, favonius; y los entre- puestos son, aqitilo, vtdtiirnus, africiis, y coriis, vSegun Plinio (l), vultiirnics, y eitrus son el mismo viento que es sueste, ó jaloque: favonius el mismo que oeste, ó poniente: aquilo^ y bóreas el mismo que nornordeste, o gregal tramontana: africus^ y lybs el mismo que sudueste, ó leveche: aiister, y (i) Plin. lib. 2. cap. 47. Gell. lib. r. cap, 22. IQO LIBRO TERCERO notns el mismo que sur, ó mediodía: corus, y se- fyriLS el mismo que norueste, ó maestral. Al pro- pio que es nordeste, ó gregal, no le da otro nom- bre sino phenicias: otros los declaran de otra ma- nera; y no es de nuestro intento averiguar al pre- sente los nombres latinos y griegos de los vientos. Ahora digamos, cuales de estos vientos llaman brisas, y cuales vendavales, nuestros marineros del mar Océano de Indias. Es así que mucho tiem- po anduve confuso con estos nombres, viéndoles usar de estos vocablos muy diferentemente, hasta que percibí bien, que mas son nombres generales, que no especiales de vientos ni partidas. Los que les sirven para ir á Indias, y dan cuasi á popa, lla- man brisas, que en efecto comprehenden todos los vientos orientales, y sus allegados, y cuartas. Los que les sirven para volver do Indias llaman venda\'ales, que son desde el sur hasta el ponien- te estival. De manera, que hacen como dos cua- drillas de vientos, de cada parte la suya, cuyos caporales son: de una parte, nordeste, ó gregal: de otra parte, sudoeste, ó leveche. Mas es bien saber, que de los ocho vientos, ó diferencias que contamos, los cinco son de provecho para nave- gar, y los otros tres no: quiero decir, que cuando navega en la mar una nave, puede caminar, y ha- cer el viage que pretende, de cualquiera de cinco partes que corra el viento, aunque no le será igual DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS IQI mente provechoso; mas corriendo de una de tres, no podrá navegar á donde pretende. Como si va al sur, con norte, y con nordeste, y con norueste na- vegará, y también con leste, y con oeste, porque los de los lados igualmente sirven para ir, y para venir. Mas corriendo sur, que es derechamente contrario, no puede navegar al sur, ni podrá con los otros dos laterales suyos, que son sueste, y su- dueste. Esto es cosa muy trillada á los que andan por mar, y no habia necesidad de ponerlo aquí, sino solo para significar, que los vientos laterales del propio y verdadero oriente, esos soplan comun- mente en la Tórrida, y los llaman brisas: y los vientos de mediodia hacia poniente, que sirven para navegar de occidente á oriente, no se hallan comunmente en la Tórrida: y así los suben á bus- car fuera de los Trópicos, y esos nombran los ma rineros de Indias comunmente vendavales. CAPÍTULO VI Qué sea la cansa de hallarse siempre vienta de oriente en la Tórrida para navegar. Digamos ahora cerca de la cuestión propuesta^ cual sea la causa de navegarse bien en la Tórrida de oriente á poniente, y no al contrario. Para lo cual se han de presuponer dos fundamentos ver- daderos: el uno es, que el movimiento del primer móvil, que llaman rapto, ó diurno, no solo lleva tras sí, y mueve á los orbes celestes á él inferio- res, como cada dia lo vemos en el Sol, Luna, y Estrellas, sino que también los elementos partici- pan aquel movimiento, en cuanto no son impedi- dos. La tierra no se mueve así por su graveza tan grande, con que es inepta para ser movida circu- larmente, como también porque dista mucho del primer móvil. El elemento del agua tampoco tiene este movimiento diurno, porque con la tierra está abrazado, y hace una esfera, y la tierra no le con- siente moverse circularmente. Esotros dos elemen- tos fuego, y aire son mas sutiles, y mas cercanos- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS I93 álos orbes celestes, y así participan su movimiento, siendo llevados circularmente como los mismos cuerpos celestes. De el fuego no hay duda, si hay esfera suya, como Aristóteles, y los demás la po- nen. El aire es el que hace á nuestro caso: y que éste se mueva con el movimiento diurno de oriente á poniente, es certísimo, por las apariencias de l(»s cometas, que clarísimamente se ven mover de oriente á occidente, naciendo, y subiendo, y en- cumbrando, y bajando; y finalmente, dando vuelta á nuestro Emisferio, de la misma manera que las Estrellas que vemos mover en el firmamento. Y estando los cometas en la región, y esfera del aire, donde se engendran, y aparecen, y se deshacen, imposible sería moverse circularmente, como se mueven, si el movimiento del aire donde está, no se moviese con esc propio movimiento. Porque siendo, como es, materia inflamada, se estarla que- da, y no andarla al derredor, si la esfera donde está, estuviese queda. Si no es que finjamos que algún Ángel, ó inteligencia anda con el cometa trayéndole al derredor. El año de mil y quinien tos y setenta y siete se vio aquel maravilloso co- meta, que levantaba una figura de plumage desde el horizonte cuasi hasta la mitad del Cielo, y duró desde primero de Noviembre hasta ocho de Di- ciembre. Digo desde primero de Noviembre, por- que aunque en España se notó, y vio á los nueve Tomo i. 1 4 194 lii:ro tercero de Noviembre, según reñeren historias de aquel tiempo; pero en el Perú, donde yo estaba a la sa- zón, bien me acuerdo, que le vimos, y notamos ocho dias antes por todos ellos. La causa de esta diversidad dirán otros; lo que yo ahora digo es, que en estos cuarenta dias que duró, advertimos todos, así los que estaban en Europa, como los que estábamos entonces en Indias, que se movia cada dia con el movimiento universal de oriente á poniente, como la Luna, y las otras Estrellas. De donde consta, que siendo su región la esfera del aire, el mismo elemento se movia así. Advertimos también, que además de ese movimiento universal tenia otro particular, con que se movia con los planetas de occidente á oriente, porque cada noche estaba mas oriental, como lo hace la Luna, el Sol, y la Estrella de Venus. Advertimos otrosí, que con otro tercero movimiento particularísimo se movia en el zodiaco hacia el norte; porque al cabo de algunas noches estaba mas conjunto á signos septentrionales. Y por ventura fué ésta la causa de verse primero este gran cometa de los que estaban mas australes, como son los de el Perú. Y después, como con el movimiento tercero, que he dicho, se llegaba mas á los septentrionales, le comenzaron á ver mas tarde los de Europa; pero todos pudieron notar las diferencias de movimientos que he dicho. De modo, que se pudo echar bien de ver que lie- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS IQS gaba la impresión de diversos cuerpos celestes á la esfera del aire, así que es negocio sin duda el mo- verse el aire con el movimiento circular del Cielo, de oriente á poniente, que es el presupuesto, ó fundamento. El segundo no es menos cierto y no- torio, es á saber, que este movimiento del aire, por las partes que caen debajo de la equinoccial, y son propincuas a ella, es velocísimo, y tanto mas, cuan- to mas se acerca a la equinoccial, como por el con- siguiente tanto es mas remiso y tardío este movi- miento, cuanto mas se aleja de la linea, y se acer- ca á los polos. La razón de esto es manifiesta, porque siendo la causa eficiente de este movimien- to el movimiento del cuerpo celeste, forzoso ha de ser mas presuroso, donde el cuerpo celeste se mueve mas velozmente. Y que en el Cielo la Tó- rrida tenga mas veloz movimiento, y en ella la li- nea mas que otra parte alguna del Cielo, querer mostrarlo sería hacer a los hombres faltos de vista; pues en una rueda es evidente, que la circunferen- cia mayor se mueve mas velozmente que la menor, acabando su vuelta grande en el mismo espacio de tiempo que la menor acaba la suya chica. De estos dos presupuestos se sigue la razón, porque los que navegan golfos grandes, navegando de oriente á poniente, hallan siempre viento á popa yendo en poca altura, y cuanto mas cercanos á la equi- noccial, tanto mas cierto y durable es el vien- IgÓ LIBRO TERCERO to; y al contrario, navegando de poniente á orien- te, siempre hallan viento por proa, y contrario. Porque el movimiento velocísimo de la equinoc- cial lleva tras sí al elemento del aire, como á los demás orbes superiores, y así el aire sigue siem- pre el movimiento del dia yendo de oriente á po- niente, sin jamás variar, y el movimiento del aire veloz, y eficaz lleva también tras si los bahos, y exhalaciones que se levantan de la mar, y esto causa ser en aquellas partes y región continuo el viento de brisa, que corre de levante. Decia el P. Alonso Sánchez, que es un Religioso de nues- tra Compañía, que anduvo en la India occidental, y en la oriental, como hombre tan práctico, y tan ingenioso, que el navegar con tan continuo y du- rable tiempo debajo de la línea, ó cerca de ella, que le parecía á él, que el mismo aire movido del Cielo era el que llevaba los navios, y que no era aquello viento propiamente, ni exhalación, sino el propio elemento del aire movido del curso diurno^ del Cielo. Traía en confirmación de esto, que en el golfo de las Damas, y en esotros grandes golfos que se navegan en la Tórrida, es el tiempo unifor- me, y las velas van con igualdad extraña, sin Ím- petu ninguno, y sin que sea menester mudarlas cuasi en todo el camino. Y si no fuera aire movido del Cielo, alguna vez faltaría, y algunas se muda- ría en contrario, y algunas también fuera tormén- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS IQ/ toso. Aunque esto está dicho doctamente, no se puede negar que sea también viento, y le haya, pues hay bahos y exhalaciones del mar; y ve- mos manifiestamente , que la misma brisa á ratos €8 mas fuerte, y á ratos mas remisa, tanto que á ratos no se pueden llevar velas enteras. Háse, pues, de entender , y es así la verdad, que el aire movido lleva tras si los bahos que halla, por- que su fuerza es grande, y no halla resistencia; y por eso es continuo, y cuasi uniforme el viento de oriente á poniente cerca de la línea, y cuasi en toda la Tórridazona, que es el camino que anda el Sol entre los dos círculos de Cáncer y Capri- cornio. CAPITULO VII Porqué cmisa se hallan mas ordinarios vendavales saliendo de la Tórrida á mas altura. Quien considerare la que está dicho, podrá tam- bién entender, que yendo de poniente á oriente en altura que exceda los Trópicos, es conforme á ra- zón hallar vendavales. Porque como el movimien- to de la equinoccial tan veloz es causa que debajo de ella el aire se mueva, siguiendo su movimiento, que es de oriente á poniente, y que lleve tras sí de ordinario los vahos que la mar levanta; así al re- vés los vahos y exhalaciones que de los lados de la equinoccial ó Tórrida se levantan, con la reper- cusión que hacen topando en la corriente de la Zona, revuelven cuasi en contrario, y causan los vendavales, ó suduestes tan experimentados por esas partes. Así como vemos que las corrientes de las aguas, si son heridas y sacudidas de otras mas recias, vuelven cuasi en contrario. Al mismo modo parece acaecer en los bahos y exhalaciones por DE LA HIST(3RIA NATURAL DE 1NDL\S 199 donde los vientos se despiertan á unas partes y á otras. Estos \-endavales reinan mas ordinariamen- te en mediana altura de \-einte y siete á treinta y siete grados, aunque no son tan ciertos y regulares como las brisas en poca altura, y la razón lo lleva; porque los venda\'ales no se causan de movimien- to propio y uniforme de el Cielo, como las brisas cerca de la linea; pero son, como he dicho, mas or- dinarios, y muchas veces furiosos sobre manera y tormentosos. En pasando á mayor altura, como de cuarenta grados, tampoco hay mas certidumbre de vientos en la mar, que en la tierra. Unas veces son brisas, ó nortes; otras son vendavales, ó po- nientes; y así son las navegaciones mas inciertas y peligrosas. CAPÍTULO VIII De las excepciones que se Jiallaii en la regla ya dicha, y de los i'ientos y calmas que hay en mar y tierra, Lo que se ha dicho de los vientos que corren de ordinario dentro y fuera de la Tórrida, se ha de entender en la mar en los golfos grandes; porque en tierra es de otra suerte, en la cual se hallan todos ^-lentos, por las grandes desigualdades que tiene de sierras y \-alles, y multitud de rios y la- gos, y diversas facciones de País, de donde suben A'apores gruesos y varios, y según di^^ersos prin- cipios son movidos á unas y otras partes así cau- san diversos vientos, sin que el movimiento del aire causado del Cielo pueda prevalecer tanto, que siempre los lle^^e tras sí. Y no solo en la tierra, sino también en las costas del mar en la Tórrida, se hallan estas di\'ersidades de vientos por la mis- ma causa. Porque hay terrales que tienen de tie- rra, y hay mareros que soplan del mar: de ordi- nario los de mar son suaves y sanos, y los de tie- DE LA HISTORIA NATURAL DE 1XDL\S 201 rra pesados y mal sanos, aunque según la diferen- cia de las costas, asi es la di\'ersidad que en esto hay. Comunmente los terrales, o terrenos soplan después de media noche hasta que el Sol comien- za á encumbrar; los de mar, desde que el Sol \'a calentando hasta después de ponerse. Por ventura es la causa, que la tierra, como materia mas grue- sa, humea mas ida la llama del Sol, como lo hace la leña mal seca, que en apagándose la llama, hu- mea mas. La mar, como tiene mas sutiles partes, no levanta humos, sino cuando la están calentan- do, como la paja, ó heno, si es poca, ó no bien seca, que levanta humo cuando la queman, y en cesando la llama cesa el humo. Cualquiera que sea la causa de esto, ello es cierto, que el viento te- rral prevalece mas con la noche, y el de mar, al contrario, mas con el dia. Por el mismo modo, como en las costas hay vientos contrarios, y vio- lentos á \'eces, y muy tormentosos, acaece haber calmas y muy grandes. En gran golfo, navegando debajo de la línea, dicen hombres muy expertos, que no se acuerdan haber visto calmas, sino que siempre poco ó mucho se navega, por causa del aire movido del movimiento celeste, que basta á llevar el navio, dando, como da, apopa. Ya dije, que en dos mil y setecientas leguas siempre deba- jo, ó no mas lejos de diez ó doce grados de la li- nea, fué una na^-c de Lima a ALanila por Febrero y 202 LIBRO TERCERO Aíarzo, que es cuando el Sol anda mas derecho en- cima, y en todo este espacio no hallaron calmas> sino viento fresco; y asi en dos meses hicieron tan grave \'iage. ]\Ias cerca de tierra, en las costas, 6 donde alcanzan los \'apores de Islas, ó tierra firme, suele haber muchas y muy crueles calmas en la Tórrida, y fuera de ella. De la misma manera los turbiones, y aguaceros repentinos, y torbellinos, y otras pasiones tormentosas del aire, son mas ciertas y ordinarias en las costas, y donde alcan- zan los bahos de tierra, que no en el gran gol- fo; esto entiendo en la Tórrida, porque fuera de ella, así calmas, como turbiones, también se hallan en alta mar. Xo deja, con todo eso, en- tre los Trópicos, y en la misma linea, de ha- ber aguaceros, y súbitas lluvias á veces, aun- que sea muy adentro en la mar, porque para eso bastan las exhalaciones y vapores del mar, que se mueven á veces presurosamente en el aire, y cau- san truenos y turbiones; pero esto es mucho mas ordinario cerca de tierra, y en la misma tierra. Cuando navegué del Perú á la Nueva-España ad- vertí, que todo el tiempo que fuimos por la costa del Perú, fué el viage, como siempre suele, fácil y sereno, por el viento sur, que corre allí, y con él se viene á popa la vuelta de España, y de Nueva- España: cuando atravesamos el golfo, como Íba- mos muy dentro en la mar, y cuasi debajo de la li- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 203 nca, fué el tiempo muy apacible, y fresco, y á popa. En llegando al parage de Xicaragua, y por toda aquella costa, tu\'imos tiempos contrarios, y mu- chos nublados y aguaceros, y A'iento que á \'eces bramaba horriblemente. Y toda esta nav^egacion fué dentro de la Zonatórrida, porque de doce gra- dos al sur que está Lima, navegamos á diez y sie- te, que está Guatulco, puerto de Xueva-España. Y creo que los que hubieren tenido cuenta en lo que han na\xgado dentro de la Tórrida, hallarán, poco mas ó menos, lo que está dicho; y esto baste de la razón general de vientos que reinan en la Tó- rridazona por el mar. CAPÍTULO IX De algunos efectos maravillosos de vientos en partes de Indias, Gran saber sería explicar por menudo los efec- tos admirables que hacen diversos vientos en di- versas partes, y dar razón de tales obras. Hay 204 LIBRO tercb:ro vientos que naturalmente enturbian el agua de la mar, y la ponen verdinegra; otros la ponen clara como un espejo. Unos alegran de suyo y recrean, otros entristecen y ahogan. Los que crian gusanos de seda tienen gran cuenta con cerrar las \'enta- nas cuando corren esos A'enda\'ales; y cuando co- rren los contrarios, las abren; y por cierta expe- riencia hallan, que con los unos se les muere su ganado, ó desmedra, con los otros se mejora, y engorda. Y aun en sí mismo lo probará el que ad- virtiere en ello, que hacen notables impresiones y mudanzas en la disposición del cuerpo las varie- dades de vientos que andan, mayormente en las partes afectas o indispuestas, y tanto mas, cuanto son delicadas. La Escritura (l) llama á un viento, abrasador; y á otro le llama, \'icnto de rocío sua- ve. Y no es mara\'illa, que en las yerbas, y en los animales, y hombres se sientan tan notables efec- tos del viento, pues en el mismo hierro, que es el mas duro de los metales, se sienten A'isiblementc. En diversas partes de Indias vi rejas de hierro mo- lidas y deshechas, y que apretando el hierro entre los dedos se desmenuzaba, como si fuera heno ó paja seca; y todo esto causado de solo el viento, que todo lo gastabay corrompia sin remedio. Pero dejando otros efectos grandes y maravillosos, so- (i) Exo,1. lo. p. 14. Job 27. Jon. 4. Ose. 13. Dan. 3. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 20$ lamente quiero referir dos: uno, que con dar an- gustias mas que de muerte, no daña: otro, que sin sentirse corta la vida. El marearse los hombres que comienzan á navegar, es cosa muy ordinaria; y si como lo es tanto y tan sabido su poco daño, no se supiera, pensaran los hombres que era aquél el mal de muerte, según corta, congoja, y aflige el tiem- po que dura, con fuertes bascas de estómago, y dolor de cabeza, y otros mil accidentes molestos. Este tan conocido y usado efecto hace en los hom- bres la novedad del aire de la mar, porque aun- que es así que el movimiento del navio, y sus vai- venes hacen mucho al caso para marearse más ó m_enos, y asípnismo la infección y mal olor de co- sas de naves; pero la propia y radical causa es el aire y bahos del mar, lo cual extraña tanto el cuer- po y el estómago que no está hecho á ello, que se altera y congoja terriblemente, porque el aire en fin es con el que vivimos y respiramos, y le mete- mos en las mismas entrañas, y las bañamos con él. Y así no hay cosa que mas presto, ni mas podero- samente altere, que la mudanza del aire que respi- ramos, como se ve en los que mueren de peste. Y que sea el aire de la mar el principal movedor de aquella extraña indisposición y náusea, pruéba- se con muchas experiencias. Una es, que corrien- do cierto aire de la mar fuerte, acaece marear- se los que están en tierra, como á mí me ha acae- 206 LIBRO TERCERO cido á veces. Otra, que cuanto mas se entra en mar, y se apartan de tierra, mas se marean. Otra, que yendo cubiertos de alguna Isla, en em- bocando aire de gruesa mar, se siente mucho mas aquel accidente: aunque no se niega, que el movimiento y agitación t ambien causa marea- miento, pues \'emos que hay hombres que pasan- do rios en barcas, se marean, y otros que sienten lo mismo andando en carros, ó coches, según son las diversas complexiones de estómago: como al contrario hay otros, que por gruesas mares que haga, no saben jamás qué es marearse. Pero en fin, llano y averiguado negocio es, que el aire de la mar causa de ordinario ese efecto en los que de nuevo entran en ella. He querido decir todo esto para declarar un efecto extraño que hace en cier- tas tierras de Indias el aire ó viento que corre, que es marearse los hombres con él, no menos, sino mucho mas que en la mar. Algunos lo tienen por fábula, y otros dicen que es encarecimiento esto: yo diré lo que pasó por mí. Hay en el Perú una sierra altísima, que llaman Pariacaca; yo habia oído decir esta mudanza que causaba, y iba pre- parado lo mejor que pude, conforme á los docu- mentos que dan allá los que llaman Vaquianos ó prácticos; y con toda mi preparación, cuando subí las escaleras, que llaman, que es lo mas alto de aquella sierra, cuasi súbito me dio una congoja tan DE LA HISTORIA NATURAL DE INDL\S 20/ mortal, que estuve con pensamientos de arro- jarme de la cabalgadura en el suelo; y porque aunque íbamos muchos, cada uno apresuraba e\ paso, sin aguardar compañero, por salir presto de aquel mal parage, solo me hallé con un Indio, al cual le rogué me ayudase á tener en la bestia. Y con esto luego tantas arcadas y vómitos, que pen- sé dar el alma, porque tras la comida y flemas, cólera y mas cólera, y una amarilla, y otra ^'erde, llegué á echar sangre, de la violencia que el estó- mago sentía. Finalmente digo, que si aquello dura- ra, entendiera ser cierto el morir, mas no duró sino obra de tres ó cuatro horas, hasta que baja- mos bien abajo, y llegamos a temple mas con\'e- niente, donde todos los compañeros, que serian ca- torce ó quince, estaban muy fatigados, algunos ca- minando pedian confesión, pensando realmente morir. Otros se apeaban, y de vómitos y cámaras estaban perdidos: á algunos me dijeron, que les ha- bia sucedido acabar la vida de aquel accidente. Otro vi yo, que se echaba en el suelo, y daba gri- tos del rabioso dolor que le había causado la pa- sada de Pariacaca. Pero lo ordinario es no hacer daño de importancia, sino aquel fastidio y disgus- to penoso que da mientras dura. Y no es solamen- te aquel paso de la sierra Pariacaca el que hace este efecto, sino toda aquella cordillera, que corre á la larga mas de quinientas leguas, y por donde 208 LIBRO TERCERO quiera que se pase, se siente aquella extraña des- templaza, aunque en unas partes mas que en otras, y mucho mas a los que suben de la costa de la mar á la sierra, que no en los que vuelven de la sierra á los llanos. Yo la pasé fuera de Pariacaca, tam- bién por los Lucanas y Soras, y en otra parte por los Collaguas, y en otra por los Cabanas; finalmen- te, por cuatro partes diferentes en diversas idas y venidas, y siempre en aquel parage sentí la altera- ción y marcamiento, que he dicho, aunque en nin- guna tanto como en la primera vez de Pariacaca. La misma experiencia tienen los demás que la han pro- bado. Que la causa de esta destemplanza y altera- ción tan extraña sea el viento ó aire que allí reina, no hay duda ninguna, porque todo el remedio (y lo es muy grande) que hallan es, en taparse cuanto pueden oídos, y narices, y boca, y abrigarse de ropa especialmente el estómago. Porque el aire es tan sutil y penetrativo, que pasa las entrañas; y no solo los hombres sienten aquella congoja, pero también las bestias, que a ^^eces se encalman de suerte, que no hay espuelas que ba\sten á mover- las. Tengo para mi, que aquel parage es uno de los lugares de la tierra que hay en el mundo mas alto; porque es cosa inmensa lo que se sube, que á mi parecer los puertos nevados de España, y los Pirineos y Alpes de Italra, son como casas or- dinarias respecto de torres altas; y así me persua- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 20g do que el elemento de el aire está allí tan sutil y delicado, que no se proporciona á la respiración humana, que le requiere mas grueso y mas tem- plado; y esa creo es la causa de alterar tan fuerte- mente el estómago, y descomponer todo el sugeto. Los puertos nevados, ó sierras de Europa, que yo he visto, bien que tienen aire frió, que da pena, y obliga á abrigarse muy bien; pero ese frió no quita la gana del comer, antes ja provoca; ni cau- sa vómitos, ni arcadas en el estómago, sino dolor en los pies, ó manos; finalmente, es exterior su operación; mas el de Indias, que digo, sin dar pena á manos, ni pies, ni parte exterior, revuelve las entrañas. Y lo que es mas de admirar, acaece ha- ber muy gentiles soles, y calor en el mismo para- ge; por donde me persuado, que el daño se recibe de la cualidad del aire que se aspira y respira, por ser sutilísimo y delicadísimo, y su frió no tan sensible, como penetrativo. De ordinario es des- poblada aquella cordillera, sin pueblos, ni habita- ción humana, que aun para los pasageros apenas hay tambos, ó chozas donde guarecerse de noche . Tampoco se crian animales buenos, ni malos, sino son vicuñas, cuya propiedad es extraña, como se dirá en su lugar. Está muchas veces la yerba que- mada y negra del aire que digo. Dura el despo- blado de veinte á treinta leguas de traviesa, y en largo, como he dicho, corre mas de quinientas. Tomo i. 1 5 2IO LIBRO TERCERO Hay otros despoblados, ó desiertos, ó páramos, que lla-niQ ea el Perú Punas, porque vengamos á lo segundo que prometimos, donde la cualidad del aire sin sentir corta los cuerpos y vidas humanas. En tiempos pasados caminaban los Españoles del Perú al Reino de Chile por la sierra, ahora se va de ordinario por mar, y algunas \'eces por la cos- ta, que aunque es trabajoso y molestísimo camino, no tiene el peligro que el otro camino de la sierra, en el cual hay unas llanadas, donde al pasar pere- cieron muchos hombres, y otros escaparon con gran ventura; pero algunos de ellos mancos, ó li- siados. Da allí un airecillo no recio, y penetra de suerte, que caen muertos cuasi sin sentirlo, ó se les caen cortados de los pies y manos dedos, que es cosa que parece fabulosa, y no lo es, sino verda- dera historia. Yo conocí, y traté mucho al General Gerónimo Costilla, antiguo poblador del Cuzco, al cual le faltaban tres ó cuatro dedos de los pies, que pasando por aquel despoblado á Chile, se le cayeron, porque penetrados de aquel airecillo, cuando los fué á mirar, estaban muertos, y como se cae una manzana anublada del árbol, se cayeron ellos mismos, sin dar dolor, ni pesadumbre. Refe- ria el sobredicho Capitán, que de un buen ejérci- to, que habia pasado los años antes, después de descubierto aquel Reino por Almagro, gran parte habia quedado allí muerta, y que vio los cuerpos DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 211 tendidos por allí, y sin ningún olor malo, ni co- rrupción. Y aun anadia otra cosa extraña, que ha- llaron vivo un muchacho, y preguntado cómo ha- bla vivido, dijo, que escondiéndose en no sé qué chocilla, de donde salia á cortar con un cuchillejo de la carne de un rocín muerto, y así se habia sus- tentado largo tiempo; y que no sé cuantos compa- ñeros que se mantenían de aquella suerte, ya se ha- bían acabado todos, cayéndose un día uno, y otro día otro amortecidos, y que él no quería ya, sino acabar allí como los demás, porque no sentía en sí disposición para ir á parte ninguna, ni gustar de nada. La misma relación oí á otros, y entre ellos, á uno que era de la Compañía, y siendo seglar habia pasado por allí. Cosa maravillosa es la cualidad de aquel aire frío, para matar, y juntamente para conservar los cuerpos muertos sin corrupción. Lo mismo me refirió un Religioso grave. Dominico, y Prelado de su Orden, que lo habia él visto, pa- sando por aquellos despoblados; y aun me contó, que siéndole forzoso hacer noche allí para ampa- rarse del vientecillo, que digo que corre en aquel parage tan mortal, no hallando otra cosa á manos, juntó cantidad de aquellos cuerpos muertos que habia al derredor, é hizo de ellos una como pare- dilla por cabecera de su cama; y así durmió, dán- dole la vida los muertos. Sin duda es un género de frío aquél, tan penetrativo, que apaga el calor 212 LIBRO TERCERO vital, y corta su influencia; y por ser juntamente sequísimo, no corrompe, ni pudre los cuerpos muertos, porque la corrupción procede de calor y humedad. Cuanto á otro género de aire, que se siente sonar debajo de la tierra, y causa temblo- res y terremotos, mas en Indias que en otras par- tes, decirse ha cuando se trate de las cualidades de la tierra de Indias. Por ahora contentarnos he- mos con lo dicho de los vientos y aires, y pasare- mos á lo que se ofrece considerar del agua. CAPITULO X Del Océano i que rodea las Indias^ y de la mar del norte, y del sur. En materia de aguas, el principado tiene el gran mar Océano, por el cual se descubrieron las Indias, y todas sus tierras están rodeadas de él; porque ó son Islas del mar Océano, ó tierra firme, que tam- bién por donde quiera que fenece y se acaba, se DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 213 parte con el mismo Océano. No se há hasta ahora en el nuevo orbe descubierto mar Mediterráneo, como le tienen Europa, Asia y África, en las cua- les entran unos brazos de aquel inmenso mar, y hacen mares distintos, tomando los nombres de las provincias y tierras que bañan; y cuasi todos -estos mares Mediterráneos se continúan entre sí, y al cabo con el mismo Océano en el Estrecho de Gibraltar, que los Antiguos nombraron Columnas de Hércules. Aunque el mar Rojo desasido de es- otros Mediterráneos por sí se entra en el Océano Indico, y el mar Caspio con ninguno se junta. Mas en Indias, como digo, ningún otro mar se halla sino el Océano, y éste dividen en dos: uno, que llaman mar del norte: otro, mar del sur. Porque la tierra de Indias occidentales, que fue descubierta por el Océano que llega á España, toda está puesta al norte, y por esa tierra vinieron á descubrir mar de la otra parte de ella, la cual llamaron del sur, por- que por ella bajaron hasta pasar la linea, y perdi- do el norte, ó polo Ártico, descubrieron el polo Antartico, que llaman sur. Y de ahí quedó nom- brar mar del sur todo aquel Océano, que está de la otra parte de las Indias occidentales, aunque sea grandísima parte de él puesta al norte, como lo está toda la costa de la Nueva-España, y de Nicara- gua, y de Guatemala, y de Panamá. El primer des- cubridor de este mar del sur, dicen, haber sido un 214 LIBRO TERCERO Blasco Nuñez de Balboa; descubrióse por lo que ahora llaman llerra-firme, en donde se estrecha Ja tierra lo sumo, y los dos mares se allegan tanto uno al otro, que no distan mas de siete leguas,, porque aunque se andan diez y ocho de Nombre de Dios á Panamá, es rodeando, y buscando la comodidad del camino; mas tirando por recta li~ nea, no dista mas de lo dicho un mar de el otro. Han platicado algunos de romper este camino de siete leguas, y juntar el un mar con el otro, para hacer cómodo el pasage al Perú, en el cual dan mas costa, y trabajo diez y ocho leguas de tierra, que hay entre Nombre de Dios y Panamá, que dos mil y trescientas que hay de mar. A esta plática no falta quien diga, que sería anegar la tierra; por- que quieren decir, que el un mar está mas bajo que el otro, como en tiempos pasados se halla por las historias haberse dejado de continuar por la misma consideración el mar Rojo con el Nilo, en tiempo del Rey Sesostris, y después del Im- perio Otomano (l). Mas para mí tengo por co- sa vana tal pretensión, aunque no hubiese el in- conveniente que dicen , el cual yo no tengo por cierto; pero eslo para mí, que ningún poder humano bastará á derribar el monte Tortísimo é impenetrable que Dios puso entre los dos mares, (i) Hérodotus. Jovius. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 21 5 (1 3 montes y peñas durísimas, que bastan á susten- t ir la furia de ambos mares. Y cuando fuese á liombres posible, sería á mi parecer muy justo te- ner del castigo del Cielo, querer enmendar las obras que el Hacedor, con sumo acuerdo y provi- dencia, ordenó en la fábrica de este universo. Ce- sando, pues, de este cuidado de abrir la tierra y unir los mares, hubo otro menos temerario; pero bien difícil y peligroso de inquirir, si estos dos grandes abismos se juntaban en alguna parte del mundo. Y ésta fué la empresa de Fernando Ma- gallanes, Caballero Portugués, cuya osadía y constancia grande en inquirir este secreto, y no menos feliz suceso en hallarle, con eterna memo- ria puso nombre al Estrecho, que con razón por su inventor se llama de Magallanes: de el cual, como de una de las grandes maravillas del mun- do, trataremos un poco. El Estrecho, pues, que en la mar del sur halló Magallanes, creyeron algunos, ó que no lo habia, ó se habia ya cerrado, como Don Alonso de Ercilla escribe en su Araucana; y hoy dia hay quien diga que no hay tal Estrecho, sino que son Islas entre la mar, porque lo que es tierra firme, se acaba allí, y el resto es todo Islas, y al cabo de ellas se junta el un mar con el otro amplísimamente, ó por mejor decirse, es todo un mismo mar. Pero de cierto consta haber el Estre- cho, y tierra larguísima á la una b?.nda y á la otra, 2l6 LIBRO TERCERO aunque la que está de la otra parte del Estrecho al sur no se sabe hasta dónde llegue. Después de Ma- gallanes, pasó el Estrecho un navio del Obispo de Plasencia D. Gutierre Carvajal, cuyo mástil dicen, que está en Lima á la entrada de Palacio. De la banda del sur se fué después á descubrir por orden de Don Garcia de Mendoza, que entonces tenia el gobierno de Chile; y así le halló y pasó el Capitán Ladrillero, cuya relación notable yo leí, aunque dice no haberse atrevido á desembocar el Estre- cho, sino que habiendo ya reconocido la mar del norte, dio la vuelta por la aspereza del tiempo, que era ya entrado el invierno; y venían, según dice, las olas del norte furiosas, y las mares hechas todas espuma de bravas. En nuestros dias pasó el propio Estrecho Francisco Drac, Inglés corsario: después le pasó el Capitán Sarmiento por la banda del sur; y ahora últimamente, en este año pasado de ochenta y siete, con la instrucción que dio Drac, le han pasado otros corsarios Ingleses, que al presente andan en la costa del Perú. Y porque me parece notable la relación que yo tuve del Piloto mayor, que le pasó, la pondré aquí. CAPITULO XI Del Estrecho de Magallanes, como se pasó por la banda del sur. Año de mil y quinientos y setenta y nueve, ha- biendo Francisco Drac pasado el Estrecho de Ma- gallanes, y corrido la costa de Chile, y de todo el Perú, y robado el navio de San Juan de Antona, donde iba gran suma de barras de plata, el Virey D. Francisco de Toledo armó y envió dos navios buenos, para que reconociesen el Estrecho, yendo por Capitán Pedro Sarmiento, hombre docto en As- trología. Salieron del Callao de Lima por principio de Octubre; y porque aquella costa tiene viento con- trario, que corre siempre del sur, hiciéronse mu- cho á la mar, y con muy próspero viage, en poco mas de treinta dias se pusieron en el parage dei Estrecho. Pero porque es dificultoso de reconocer, para este efecto llegándose á tierra entraron en una ensenada grande, donde hay un Archipiélago deis- las. Sarmiento porfiaba qus allí era el Estrecho, y tardó mas de un mes en buscarle por diversas calas 2l8 LIBRO TERCERO y caletas, y subiendo sobre cerros altos de tierra. Viendo que no le [hallaban, á requerimiento que los del armada le hicieron, en fin volvió á salir á la mar, y hízose á lo largo. El mismo dia les dio un temporal recio, con el cual corrieron, y á pri- ma noche vieron el farol de la Capitana, y luega desapareció, que nunca mas la vio la otra nave. El dia siguiente, durando la furia del viento, que era travesía, los de la Capitana vieron una abra que hacía la tierra, y parecióles recogerse allí, y abrigarse hasta que el temporal pasase. Sucedió que reconocida la abra, vieron que iba entrando- mas y mas en tierra, y sospc.-hando que fuese el Estrecho que buscaban, tomando el Sol halláron- c:: en cincuenta y un grados y medio, que es la I- ropia altura del Estrecho. Y para certificarse más echaron el bergantin, el cual habiendo corrido muchas leguas por aquel brazo de mar adentro, sin ver fin de él, acabaron de persuadirse que allí era el Estrecho. Y porque tenian orden de pasar- le, dejaron una Cruz alta puesta allí, y letra abajo para que el otro navio, si aportase allí, supiese de la Capitana, y la siguiese. Pasaron, pues, con buen tiempo y sin dificultad el Estrecho, y salidos á la mar del Norte fueron á no sé qué Isla, donde hi- cieron aguada, y se reformaron, y de allí tomaron su derrota á Caboverde, de donde el Piloto mayor volvió al Perú por la via de Cartagena y Panamá> DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 219 y trajo al Virrey la relación del Estrecho, y de todo lo sucedido, y fué remunerado conforme al buen servicio que habia hecho. Mas el Capitán Pe- dro Sarmiento, de Caboverde pasó á Sevilla en el navio que habia pasado el Estrecho, y fué á la Corte, donde su Magestad le hizo mucha merced; y á su instancia mandó armar una gruesa armada, que envió con Diego Flores de Valdés, para po- blar y fortificar el Estrecho; aunque con varios sucesos la dicha armada tuvo mucha costa, y poco efecto. Volviendo ahora á la otra nave Almiranta que iba en compañía de la Capitana, habiéndose perdido de ella con aquel temporal que dije, pro- curó hacerse á la mar lo mas que pudo: mas come» el viento era travesía, y forzoso, entendió de cier- to perecer, y así se confesaron y aparejaron para morir todos. Duróles el temporal sin aflojar tres dias, de los cuales, pensando dar en tierra cada hora, fué al revés, que siempre veían írseles des- viando mas la tierra, hasta que al cabo del tercero dia, aplacando la tormenta, tomando el Sol se ha- llaron en cincuenta y seis grados, y viendo que no hablan dado al través, antes se hallaban mas lejos de la tierra, quedaron admirados: de donde infiric:* ron (como Hernando Lamero, Piloto de la dicha nave, me lo contó), que la tierra que está de la otra parte del Estrecho, como vamos por el mar del sur, no corria por el mismo rumbo que hasta 220 LIBRO TERCERO el Estrecho, sino que hacia vuelta hacia levante, pues de otra suerte no fuera posible dejar de za- bordar en ella con la travesía que corrió tanto tiempo. Pero no pasaron mas adelante, ni supieron si se acababa allí la tierra (como algunos quieren decir que es Isla lo que hay pasado el Estrecho, y que se juntan allí los dos mares de norte y sur), ó si iba corriendo la vuelta de el leste hasta juntar^ se con la tierra de Vista que llaman, que respon- de al cabo de Buena-Esperanza, como es opinión de otros. La verdad de esto no está averiguada hoy dia, ni se halla quien haya rodeado aquella tierra. El Virey D. Martin Enriquez me dijo á mí, que tenia por invención del corsario Inglés la fama que se había echado, de que el Estrecho hacía luego Isla, y se juntaban ambos mares; porque él, siendo Virey de la Nueva-España, habia examina- do con diligencia al Piloto Portugués que allí dejó Francisco Drac, y jamás tal entendió de él, sino que era verdadero Estrecho, y tierra firme de am- bas partes. Dando, pues, vuelta la dicha nave Al- miranta, reconocieron el Estrecho, según el dicho Hernando Lamero me refirió; pero por otra boca ó entrada que hace en mas altura, por causa de cierta Isla grande que está á la boca del Estrecho, que llaman la Campana, por la hechura que tiene; y él quiso, según decia, pasarle, y el Almirante y soldados no lo consintieron, pareciéndoles que era DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 221 ya muy entrado el tiempo, y que corrían mucho peligro; y así se volvieron á Chile y al Perú sin ha- berle pasado. CAPITULO XII Del Estrecho que algunos afirman haber en la Florida. Como Magallanes halló aquel Estrecho, que está al sur, así han otros pretendido descubrir otro Es- trecho, que dicen haber al norte, el cual fabrican en la tierra de la Florida, la cual corre tanto, que no se sabe su término. El Adelantado Pedro Me- lendez, hombre tan práctico y excelente en la mar, afirmaba ser cosa cierta el haber Estrecho; y que el Rey le habia mandado descubrirle, de lo cual mostraba grandísima gana. Traia razones para pro- bar su opinión, porque decia, que se hablan visto en la mar del norte pedazos de navios que usan los Chinos, lo cual no fuera posible, si no hubiera paso 222 LIBRO TERCERO de la una mar á la otra. ítem, referia, que en cier- ta bahía grande que hay en la Florida, y entra tres- cientas leguas la tierra adentro, se veían ballenas á ciertos tiempos, que venian del otro mar: otros indicios también refería, concluyendo finalmente, que á la sabiduría del Hacedor, y buen orden de naturaleza pertenecía, que como habia comunica- ción, y paso entre los dos mares al polo Antarti- co, así también la hubiese al polo Ártico, que es mas principal. Este Estrecho, dicen algunos, que tuvo de él noticia aquel gran corsario Drac; y que así lo significó él cuando pasó la costa de Nueva- España por la mar del sur, y aun se piensan que hayan entrado por él los corsarios Ingleses, que este año pasado de mil quinientos ochenta y siete robaron un navio, que venía de las Filipinas con gran cantidad de oro y otras riquezas, la cual presa hicieron junto á las Californias, que siempre reco- nocen las naves que vuelven á la Nueva-España de las Filipinas y de la China. Según es la osadía de los hombres, y el ansia de hallar nuevos modos de acrecentarse, yo aseguro que antes de muchos años se sepa también este secreto, que es cierto cosa digna de admiración, que como las hormi guillas tras el rastro, y noticia de las cosas nuevas, no paran hasta dar con lo dulce de la codicia y gloria humana. Y la alta y eterna sabiduría del Criador usa de esta natural curiosidad de los hom- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 223 bres para comunicar la luz de su Santo Evangelio á gentes, que todavia viven en las tinieblas obscu- ras de sus errores. Mas en fin, hasta ahora el Es- trecho del polo xA.rtico, si le hay, no está descu- bierto; y así será justo decir las propiedades y no- ticias, que del Antartico ya descubierto y sabido nos refieren los mismos que por sus ojos las vieron. CAPITULO XIII De las propiedades del Estrecho de Magallanes. El Estrecho, como está dicho, está en altura de cincuenta y dos grados escasos al sur; tiene de es- pacio desde un mar á otro noventa, ó cien leguas, donde mas angosto, será de una legua algo me- nos; y allí pretendían que el Rey pusiese una fuer- za para defender el paso. El fondo en partes es tan profundo, que no se puede sondar, en otras se halla fondo, y en algunas no tiene mas que diez y ocho, y aun en otras no mas de quince 224 LIBRO TERCERO brazas. De las cien leguas que tiene de largo de mar á mar, se reconoce claro, que las treinta va entrando por su parte la mar del sur, y va ha- ciendo señal con sus olas; y las otras setenta le- guas hace señal la mar del norte con las suyas. Hay empero esta diferencia, que las treinta del sur corre entre peñas altísimas, cuyas cumbres están cubiertas perpetuamente de nieve, y según son altas, parece que se juntan; y por eso es tan difícil reconocer la entrada del Estrecho por la mar del sur. Estas mismas treinta leguas es de in- mensa profundidad, sin que se pueda dar fondo en ellas; pero puédense varar los navios en tierra^ según es fondable su ribera. Las otras setenta le- guas, que entra la mar del norte, se halla fondo, y tienen á la una banda, y á la otra grandes campos y zavanas, que allá llaman. Entran en el Estrecho muchos rios, y grandes de linda agua. Hay mara- villosas arboledas, y algunos árboles de madera escogida y olorosa, y no conocida por acá, de que llevaron muestra los que pasaron del Perú. Hay grandes praderías la tierra adentro; hace di- versas Islas en medio del Estrecho. Los Indios, que habitan á la banda del sur, son pocos, chicos, y ruines: los que habitan á la banda del norte son grandes y valientes, de los cuales trajeron á Es- paña algunos que tomaron. Hallaron pedazos de piño azul, y otras insignias claras de haber pasado DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 22 5 por allí gente de Europa. Los Indios saludaron á los nuestros con el nombre de Jesús. Son flecheros, andan vestidos de pieles de venados, de que hay copia por allí. Crecen y descrecen las aguas del Estrecho con las mareas; y vense venir las unas mareas de la mar del norte, y las otras de la mar del sur claramente; y en el lugar donde se encuen- tran, que como he dicho, es treinta leguas, del sur y setenta del norte, parece ha de haber más peli- gro que en todo el resto. Pero cuando pasó la Ca- pitana de Sarmiento, que he dicho, no padecieron grave tormenta, antes hallaron menos dificultad de lo que pensaron. Porque demás de ser enton- ces el tiempo bonancible, vienen las olas del mar del norte muy quebrantadas, por el gran espacio de setenta leguas que entran; y las olas del mar del sur, por ser su profundo inmenso, tampoco muestran tanta furia, anegándose en aquella pro- fundidad. Bien es verdad, que en tiempo de in- vierno es innavegable el Estrecho por la braveza de los vientos, é hinchazón de los mares que allí hay; y por eso se han perdido algunas naves que han pretendido pasar el Estrecho; y de la parte del sur sola una le ha pasado, que es la Capitana que he dicho, de cuyo Piloto mayor, llamado Hernando Alonso, tuve yo muy larga relación de todo lo que digo, y vi la verdadera descripción y costa del Estrecho, que como la iban pasando, la Tomo i. l6 22& LIBRO TERCERO fueron haciendo, cuya copia trajeron al Rey á Es- paña, y llevaron á su Virey al Perú. CAPITULO XIV Del flíLJo y reflujo del mar Océano eji Indias. Uno de los secretos admirables de naturaleza es el flujo y reflujo del mar, no solamente por la ex- trañeza de su crecimiento y diminución, sino mu- cho mas por la variedad que en diversos mares se halla en esto, y aun en diversas playas de un mismo mar. Hay mares que no tienen el flujo y reflujo cotidiano, como consta del Mediterráneo inferior, que es el Tyrreno: teniendo flujo y reflu- jo cotidiano el Mediterráneo superior, que es el mar de Venecia, cosa que con razón causa admi- ración, porque siendo ambos Mediterráneos, y no mayor el de Venecia, aquel tiene flujo y reHuio como el Océano, y estotro mar de Italia nn ] i:¡e- ne; pero algunos Mediterráneos manifiestim ^ ito tienen crecimiento y menguante cada mes, ros DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 227 ni al dia, ni al mes. Otros mares, como el Océano de España, tienen el flujo y reflujo de cada dia y á mas de ese, el de cada mes, que son dos, es á saber, á la entrada y á la llena de Luna, que lla- man aguas vivas. Mar que tenga el crecimiento y diminución de cada dia, y no le tenga el de cada mes, no sé que le haya. En las Indias es cosa de admiración la variedad que hay en esto: partes hay, en que llena y vacía la mar cada dia dos le- guas, como se ve en Panamá, y en aguas vivas es mucho mas. Hay otras, donde es tan poco lo que sube y lo que baja, que apenas se conoce la dife- rencia. Lo común es tener el mar Océano crecien- te y menguante, cotidiana y menstrua; y la coti- diana es dos veces al dia natural, y siempre tres cuartos de hora menos el un dia de el otro, confor- me al movimiento de la Luna, y así nunca la ma- rea un dia es á la hora del otro. Este flujo y reflu- jo han querido algunos sentir, que es movimiento local del agua del mar, de suerte que el agua que \Tene creciendo á una parte, va descreciendo á la contraria, y así es menguante en la parte opuesta del mar, cuando es acá creciente. A la manera que en una caldera hace ondas el agua, que es llano, que cuando á la una parte sube, baja á la otra. Otrcs aíirman, que el mar á un tiempo crece á todas partes, y á un mismo tiempo mengua tam- bién á todas partes; de modo, que es como el her- 228 LIBRO TERCERO vor de la olla, que juntamente sube, y se ex- tiende á todas sus partes, y cuando se aplaca, jun- tamente se disminuye a todas partes. Este segun- do parecer es verdadero, y se puede tener, á mi juicio, por cierto y averiguado, no tanto por las razones que para esto dan los Filósofos que en sus Meteoros fundan esta opinión, cuanto por la expe- riencia cierta que de este negocio se haya podida alcanzar. Porque para satisfacerme de este punto y cuestión, yo pregunté con muy particular curio- sidad al piloto arriba dicho, como eran las mareas que en el Estrecho hallaron, si por ventura des- crecían y menguaban las mareas del mar del sur, al tiempo que subian y pujaban las del mar del norte, y al contrario. Porque siendo esto así, era claro que el crecer el mar de una parte, era des- crecer de otra, que es lo que la primera opinión afirma. Respondióme, que no era de esa suerte, sino que clarísimamente á un propio tiempo ve- nían creciendo las mareas del mar del norte, y las del mar del sur, hasta encontrarse unas olas con otras, y que á un mismo tiempo volvían á bajar cada una á su mar; y que este pujar y subir, y después bajar y menguar, era cosa que cada dia la veían, y que el golpe y encuentro de la una y otra creciente era (como tengo dicho) a las se- tenta leguas de el mar del norte, y treinta de el mar del sur. De donde se colige manifiestamente. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 229 que el flujo y reflujo del Océano no es puro mo- vimiento local, sino alteración y fervor con que realmente todas sus aguas suben, y crecen á un mismo tiemgo, y á otro tiempo bajan, y menguan, de la manera que del hervor de la olla, se ha puesto la semejanza. No fuera posible comprehen- der por via de experiencia este negocio, sino en el Estrecho, donde se junta todo el mar Océano en- tre sí. Porque por las playas opuestas, saber si cuando en la una crece, descrece en la otra, solos los Angeles lo podrían averiguar, que los hombres no tienen ojos para ver tanta distancia, ni pies para poder llevar los ojos con la presteza que una marea da de tiempo, que son solamente seis horas. CAPÍTULO XV De diversos pescados, y modos de pescar de los Indios, Hay en el Océano innumerables pescados, que solo el Hacedor, puede declarar sus especies y propiedades. Muchos de ellos son del mismo géne- ro que en la mar de Europa se hallan, como lizas, sábalos, que suben de la mar á los rios, dorados, sardinas, y otros muchos. Otros hay, que no sé que los haya por acá, como los que llaman cabri- llas, y tienen alguna semejanza con truchas, y los que en Nueva-España llaman bobos, que suben de la mar á los rios. Besugos, ni truchas no las he vis- to; dicen que en tierra de Chile las hay. Atunes hay algunos, aunque raros, en la costa de el Perú, y es opinión que á tiempos suben á desovar al Estrecho de Magallanes, como en España al Estrecho de Gi- braltar, y por eso se hallan mas en la costa de Chile, aunque el atún que yo he visto traído de allá, no es tal como lo de España. En las Islas que llaman de Barlovento, que son Cuba, la Española, DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 23 1 . — — — Puerto-Rico y Jamaica, se halla el que llaman ma- natí, extraño género de pescado, si pescado se puede llamar animal que pare vivos sus hijos, y tiene tetas, y leche con que los cria, y pace yerba en el campo; pero en efecto habita de ordinario en el agua, y por eso le comen por pescado, aunque yo cuando en Santo Domingo lo comí un viernes, cuasi tenia escrúpulo, no tanto por lo dicho, como porque en el color y sabor no parecían sino taja- das de ternera, y en parte de pernil, las postas de este jjescado: es grande como una vaca. De los ti- burones, y de su increíble voracidad, me maravi- llé con razón, cuando vi que de uno que hablan tomado en el puerto que he dicho, le sacaron del buche un cuchillo grande carnicero, y un an- zuelo grande de hierro, y un pedazo grande de la cabeza de una vaca con su cuerno entero, y aun no sé si ambos á dos. Yo vi por pa- satiempo echar, colgado de muy alto, en una poza que hace la mar, un cuarto de un rocin, y venir á él al momento una cuadrilla de tiburones tras el olor; y porque se gozase mejor la fiesta, no llega- ba al agua la carne del rocin, sino levantada no sé cuantos palmos; tenía en derredor esta gentecilla que digo, que daban saltos, y de una arremetida en el aire cortaban carne y hueso, con extraña presteza, y así cercenaban el mismo jarrete de el rocin, como si fuera un troncho de lechuga; pero 232 LIBRO TERCERO tales navajas tienen en aquella su dentadura. Asi- dos á estos fieros tiburones andan unos pececillos, que llaman romeros, y por mas que hagan, no los pueden echar de sí: estos se mantienen de lo que á los tiburones se les escapa por los lados. \"ola- dores son otros pececillos que se hallan en la mar dentro de los Trópicos, y no sé que se hallen fue- ra. A estos persiguen los dorados, y por escapar de ellos saltan de la mar, y van buen pedazo por el aire, por eso los llaman voladores: tienen unas aletas como de telilla ó pergamino, que les susten- tan un rato en el aire. En el navio en que yo iba, voló ó saltó uno, y vi la facción que digo de alas. De los lagartos ó caimanes que llaman, hay mu- cho escrito en Historias de Indias; son ^-erdadera- mente los que Plinio y los Antiguos llaman croco- dilos. Hállanse en las playas y rios calientes; en playas ó rios frios no se hallan. Por eso en toda la costa de el Perú no los hay hasta Payta, y de allí adelante son frecuentísimos en los rios. Es animal ferocísimo, aunque muy torpe: la presa hace fuera de el agua, y en ella ahoga lo que toma vivo; pero no la traga sino fuera de el agua, porque tiene el tragadero de suerte, que fácilmente se ahogaría entrándole agua. Es maravillosa la pelea de el cai- mán con el tigre, que los hay ferocísimos en In- dias. Un religioso nuestro me refirió haber \-isto á estas bestias pelear cruelísimamentc á la orilla de DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 233 la mar. El caimán con su cola daba recios golpes al tigre, y procuraba con su gran fuerza llevarle al agua; el tigre hacía fuerte presa en el caimán con las garras, tirándole á tierra. Al fin prevaleció el tigre, y abrió al lagarto, debió de ser por la ba- rriga, que la tiene blanda, que todo lo demás no hay lanza, y aun apenas arcabuz que lo pase. ]\Ias excelente fué la victoria que tuvo de otro caimán un Indio, al cual le arrebató un hijuelo, y se lo me- tió debajo del agua, de que el Indio lastimado y sa- ñudo se echó luego tras él con un cuchillo, y como son excelentes buzos, y el caimán no prende sino fuera del agua, por debajo de la barriga le hirió, de suerte que el caimán se sahó herido á la ribera, y soltó el muchacho, aunque ya muerto y ahogado. Pero mas maravilloso es la pelea que tienen los Indios con las ballenas, que cierto es una'grande- za del Hacedor de todo, dar á gente tan flaca como Indios, habilidad y osadía para tomarse con la mas fiera y disforme bestia de cuantas hay en el universo; y no solo pelear, pero vencer y triun- far tan gallardamente. Viendo esto, me he acor- dado muchas veces de aquello del Salmo (i), que se dice de la ballena: Draco iste, quem forma sti ad illndeiidimi ei. ¿Qué mas burla que llevar un Indio solo con un cordel vencida y atada una ba- (0 Piaml. 103. V. 26. 234 LIBRO TERCERO llena tan grande como un monte? El estilo que tie- nen, según me refirieron personas expertas, los In- dios de la Florida, donde hay gran cantidad de ballenas es, meterse en una canoa, ó barquilla, que es como una artesa, y bogando llégase al costada de la ballena, y con gran ligereza salta, y sube sobre su cerviz, y allí caballero, aguardando tiem- po, mete un palo agudo y recio, que trae consigo, por la una ventana de la nariz de la ballena, llama nariz á aquella fístula por donde respiran las ba- llenas; luego le golpea con otro palo muy bien, y le hace entrar bien profundo. Brama la ballena,. y da golpes en la mar, y levanta montes de agua, y húndese dentro con furia, y vuelve á saltar, na sabiendo qué hacerse de rabia. Estáse quedo el Indio y muy caballero, y la enmienda que hace del mal hecho es hincarle otro palo semejante en la otra ventana, y golpearle de modo, que le tapa del todo, y le quita la respiración; y con esto se vuelve á su canoa, que tiene asida al lado de la ballena con una cuerda; pero deja primero bien atada su cuerda á la ballena, y haciéndose a un lado con su canoa, va asi dando cuerda á la ba- llena. La cual, mientras está en mucha agua, da vueltas á una parte y á otra, como loca de enojo- y al fin se va acercando á tierra, donde con, la enormidad de su cuerpo presto encalla, sin po- der ir, ni volver. Aqui acuden gran copia de In- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 235 dios al vencido para coger sus despojos. En efec- to la acaban de matar, y la parten, y hacen trozos, y de su carne harto perversa, secándola y molién- dola hacen ciertos polvos que usan para su comi- da, y les dura largo tiempo. También se cumple aquí lo que de la misma ballena dice otro Sal- mo (i): Dedisti eum escam populis ^thiopum. El Adelantado Pedro Melendez muchas veces conta- ba esta pesquería, de que también hace mención Monardes en su libro. Aunque es mas menuda, no deja de ser digna de referirse también otra pesque- ría que usan de ordinario los Indios en la mar. Hacen unos como manojos de juncia, ó espadañas secas bien atadas, que allá llaman balsas, y llévan- las á cuestas hasta la mar, donde arrojándolas con presteza suben en ellas, y así caballeros se entran la mar adentro, y bogando con unos canaletes do un lado y de otro, se van una y dos leguas en alta mar á pescar; llevan en los dichos manojos sus redes y cuerdas, y sustentándose sobre las balsas, arrojan su red, y están pescando grande parte de la noche, ó del dia, hasta que llenan su medida, con que dan la vuelta muy contentos. Cierto, ver- los ir á pescar en el Callao de Lima era para mí cosa de gran recreación, porque eran muchos, y cada uno en su balsilla caballero, ó sentado á por- (0 Psalm. 73. V. 14. 236 LIBRO TERCERO fia cortando las olas del mar, que es bravo allí donde pescan, parecían los Tritones, ó Neptunos que pintan sobre el agua. En llegando á tierra, sacan su barco á cuestas, y luego le deshacen; y tienden por aquella playa las espadañas para que se enjuguen y sequen. Otros Indios de los valles de lea solian ir á pescar en unos cueros, ó pellejos de lobo marino hinchados, y de tiempo á tiempo los soplaban como á pelotas de viento para que no se hundiesen. En el valle de Cañete, que antigua- mente decian el Guarco, habia innumerables In- dios pescadores; y porque resistieron al Inca, cuando fué conquistando aquella tierra, fingió pa- ces con ellos, y ellos por hacerle fiesta, hicieron una pesca solemne de muchos millares de Indios, que en sus balsas entraron en la mar: á la vuelta, el Inca tuvo apercibidos soldados de callada, é hizo en ellos cruel estrago, por donde quedó aque- lla tierra tan despoblada, siendo tan abundante. Otro género de pesca vi, á que me llevó el Virey Don Francisco de Toledo; verdad es, que no era en mar, sino en un rio, que llaman el Rio Grande, en la Provincia de los Charcas, donde unos Indios Chiriguanas se zabullían debajo del agua, y na- dando con admirable presteza seguían los peces, y con unas fisgas, ó harpones que llevaban en la mano derecha, nadando solo con la izquierda he- rían el pescado; y así atravesado lo sacaban arri- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 23/ ba, que cierto parecían ellos ser mas peces, que hombres de la tierra. Y ya que hemos salido de la mar, vamos a esotros géneros de aguas que restan por decir. CAPITULO XVI De las lagunas y lagos que se hallan en Indias, En lugar del mar Mediterráneo, que gozan las regiones del viejo orbe, proveyó el Criador en el nuevo de muchos lagos, y algunos tan grandes que se pueden llamar mares; pues al de Palestina le llama así la Escritura, no siendo mayor, ni aun tan grande como alguno de estos. El principal es el de Titicaca en el Perú, en las provincias del Collao, del cual se ha dicho en el libro preceden- te, que tiene de rodeo cuasi ochenta leguas, y en- tran en él diez ó doce rios caudalosos. Comenzóse un tiempo á navegar en barcos, ó navios, 'y dié- ronse tan mala maña, que el primero navio que 238 LIBRO TERCERO entró, se abrió con un temporal que hubo en la la- guna. El agua no es del todo amarga y salobre como la del mar; pero es tan gruesa, que no es para beber. Cria dos géneros de pescado en abun- dancia; uno llaman suches, que es grande y sabro- so, pero flemoso y mal sano: otro bogas, mas sano, aunque pequeño y muy espinoso. De patos y pati líos de agua hay innumerable cosa en toda la la- guna. Cuando quieren hacer fiestas los Indios á algún personage que pasa por Chucuito ó por Omasuyo, que son las dos riberas de la laguna, juntan gran copia de balsas, y en torno \'an per- siguiendo y encerrando los patos, hasta tomar a manos cuantos quieren: llaman este .modo de cazar chaco. Están á las riberas de esta laguna de una y otra parte las mejores poblaciones de hidíos del Perú. Por el desaguadero de ésta se hace otra me- nor laguna, aunque bien grande, que se llama Pa- ria, donde también hay mucho ganado especial porcuno, que se da allí en extremo, por la totora •que cria la laguna, con que engorda bien ese ga- nado. Hay otras muchas lagunas en los lugares íiltos de la sierra, de las cuales nacen rios ó arro- yos, que vienen adelante á ser muy caudalosos rios. Como vamos de Arequipa al CoUao hay en lo alto dos lagunas hermosas á una banda y á otra •del camino: de la una sale un arroyo, que después se hace rio, y \'a á la mar del sur: de la otra dicen DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 239 que tiene principio el rio famoso de Aporima, del cual se cree, que procede con la gran junta de rios que se llegan de aquellas sierras, el ínclito rio de las Amazonas, por otro nombre el Marañon. Es cosa que muchas veces consideré, de donde proviene haber tantos lagos en lo alto de aquellas sierras y cordilleras, en los cuales no entran rios, antes salen muy copiosos arroyos, y no se sienten menguar cuasi en todo el año las dichas lagunas. Pensar que de nieves que se derriten, ó de lluvias del cielo ■se hacen estos lagos que digo, no satisface del todo, porque muchos de ellos no tienen esa co- pia de nieve, ni tanta lluvia, y no se sienten menguar, que todo arguye ser agua manantial, que la naturaleza proveyó allí, aunque bien es •de creer se ayudan de nieves y lluvias en al- gunos tiempos del año. Son estos lagos tan ordi- narios en las mas altas cumbres de las sierras, que apenas hay rio notable, que no tenga su nacimien- to de alguno de ellos. El agua de estos lagos es limpia y clara: crian poco pescado, y ese menu- do, por el frió que continuo tienen, aunque por •otra nueva maravilla se hallan algunas de estas la- gunas ser sumamente calientes. En fin del valle de Tarapaya, cerca de Potosí, hay una laguna redon- da, y tanto, que parece hecha por compás, y con ser la tierra donde sale frígidísima, es el agua ca- lidísima. Suelen nadar en ella cerca de la orilla, 240 LIBRO TERCERO porque entrando mas no pueden sufrir el calor. Ea medio de esta laguna se hace un remolino y jbor- bollón de mas de veinte pies en largo y ancho, y es allí el propio manantial de la laguna, la cual con ser su manantial tan grande, nunca la sientea crecer cosa alguna, que parece se exhala allí, 6 tiene algunos desaguaderos encubiertos. Pero tam- poco la ven menguar, que es otra maravilla, con haber sacado de ella una corriente gruesa para, moler ciertos ingenios de metal, y siendo tanta el agua que desagua, habia de menguar algo de ra- zón. Dejando el Perú, y pasando á la Nueva-Es- paña, no son menos memorables las lagunas que en ella se hallan, especialmente aquella tan famo- sa de Méjico, en la cual hay dos diferencias de aguas, una es salobre y como de mar, otra clara. y dulce, causada de rios que entran allí. En medio de la laguna está un peñón muy gracioso, y en él baños de agua caliente, y mana allí, que para sa- lud lo tienen por muy aprobado. Hay sementeras hechas en medio de la laguna, que están fundadas sobre la propia agua, y hechos sus camellones He- nos de mil diferencias de semillas y yerbas, y in- finitas flores, que si no es viéndolo, no se puede bien figurar como es. La ciudad de Méjico está fundada sobre esta laguna, aunque los Españoles han ido cegando con tierra todo el sitio de l:i ciu- dad, y solo han dejado algunas acequias gran- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 24I des, y otras menores que entran, y dan vuelta al pueblo; y con estas acequias tienen gran comodi- dad para el acarreo de todo cuanto han menester de leña, yerba, piedra, madera, frutos de la tierra, y todo lo demás. Cortés fabricó bergantines cuan- do conquistó á Méjico: después pareció, que era mas seguro no usarlos; y así solo se sirven de ca- noas, de que hay grande abundancia. Tiene la la- guna mucha pesca y caza, aunque no vi yo de ella pescado de precio: dicen valen los provechos de ella mas de trescientos mil ducados. Otra y otras lagunas hay también no lejos de allí, de donde se lleva harto pescado á Méjico. La provincia deMe- choacán se dice así, por ser tierra de mucho pes- cado: hay lagunas hermosas y grandes, abundantí- simas de pescado, y es aquella tierra sana y fresca. Otros muchos lagos hay, que hacer mención de todos, ni aun saberlos en particular, no es posible. Solo se advierta lo que en el libro precedente se notó, que debajo de la Tórrida hay mayor copia de lagos que en otra parte de el mundo. Con lo dicho, y otro poco que digamos de rios y fuentes, quedará acabado lo que se ofrece decir en esta materia. Tomo i, 1/ CAPÍTULO XVII De diversas fuentes y manantiales. Como en otras partes del mundo, asi en las In- dias hay gran diversidad de manantiales, fuentes, y rios; y algunos de propiedades extrañas. En Guancavelica de el Perú, donde están las minas de azogue, hay una fuente que mana agua caliente, y como va manando el agua se va convirtiendo en peña. De esta peña ó piedra tienen edificadas cuasi todas las casas de aquel pueblo. Es piedra blanda, y suave de cortar; y con hierro la cortan y labran con la facilidad que si fuese madera, y es liviana y durable. De esta agua, si beben hombres ó anima- les, mueren, porque se les congela en el vientre, y se hace piedra; y así han muerto algunos caballos. Como se va convirtiendo en piedra, el agua que va manando tapa el camino á la demás, y así es forzoso mudar la corriente, por lo cual mana por diversas partes, como va creciendo la peña. En la punta ó cabo de Santa Elena hay un manantial ó fuente de un betún, que en el Perú llaman Co- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 243 pey. Debe de ser á este modo lo que la Escritura refiere (l) de aquel valle silvestre, donde se halla- ban pozos de betún. Aprovéchanse los marineros ■de aquella fuente ó pozo de Copey, para brear las jarcias y aparejos, porque les sirv^e como la pez y brea de España para aquel efecto. Viniendo nave- gando para la Nueva-España por la costa de el Perú, me mostró el Piloto la Isla, que llaman de lobos, donde nace otra fuente ó pozo del Copey, ó betún que he dicho, con que así mismo brean las jarcias. Y hay otra fuente ó manantial de alqui- trán. Díjome el sobredicho Piloto, hombre exce- lente en su ministerio, que le había acaecido na- vegando por allí algunas veces, estando tan meti- do á la mar, que no habia vista de tierra, saber por el olor del Copey donde se hallaba, tan cierto como si hubiera reconocido tierra: tanto es el olor que perpetuamente se esparce de aquel manantial. En los baños que llaman de el Inca hay un canal •de agua, que sale hirviendo, y junto á él otro de agua tan fria como de nieve. Usaba el Inca tem- plar la una con la otra como queria; y es de notar, que tan cerca uno de otro haya manantiales de tan contrarias cualidades. Otros innumerables hay, en especial en la provincia de los Charcas, en cuya agua no se puede sufrir tener la mano por espacio (i) Genes. 14. v. 10. 244 LIBRO TERCERO de una Ave Maria, como yo lo vi sobre apuesta^ En el Cuzco tienen una heredad donde mana una. fuente de sal, que así como va manando, se va volviendo sal; y es blanca y buena á maravilla,, que si en otras partes fuera, no fuera poca rique- za; allí no lo es por la abundancia que hay de saL Las aguas que corren en Guayaquil, que es en el Perú, cuasi debajo de la equinoccial, las tienen por saludables para el mal francés, y otros semejantes; y así van allí á cobrar salud de partes muy remo- tas: dicen ser la causa, que hay por aquella tierra, infinita cosa de la raiz que llaman zarzaparrilla, cuya virtud y operación es tan notoria, y que las aguas toman de aquella virtud, para sanar. Bilcanota es- un cerro que, según la opinión de la gente, está en el lugar mas alto de el Perú. Por lo alto está cu- bierto de nieve, y por partes todo negro como- carbón. Salen de él dos manantiales á partes con- trarias, que en breve rato se hacen arroyos gran- des, y poco después rios muy caudalosos; va el uno al CoUao á la gran laguna de Titicaca; el otra va á los Andes, y es el que llaman Yueay, que juntándose con otros sale á la mar de el norte con excesiva corriente. Este manantial, cuando sale de la Peña Bilcanota que he dicho, es de la misma manera que agua de legía, la color cenicienta, y todo él vaheando un humo de cosa quemada, y así corre largo trecho, hasta que la multitud de DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 245 aguas que entran en él, le apagan aquel fuego, y humo que saca de su principio. En la Nueva-Es- paña vi un manantial como de tinta algo azul, otro -en el Perú de color rojo como de sangre, por don- de le llaman el rio Bermejo. CAPITULO XVIII De Ríos. Entre todos los rios no solo de Indias, sino de el universo mundo, el principado tiene el rio Mara- ñen, ó de las i\mazonas, de el cual se dijo en el libro pasado. Por éste han navegado diversas veces Españoles, pretendiendo descubrir tierras, (O Plin. lib. 33.C. 6. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 3I3 acaece cuasi á los otros metales, y por eso los Griegos (según parece) los llamaron metales. Es cosa maravillosa, que duran hasta el dia de hoy en las Españas los pozos de minas, que comenza- ron á labrar en tiempo de Anibal, en tanto que aun los mismos nombres de los que descubrieron aquellas minas, les permanecen el dia de hoy, en- tre las cuales fué famosa la que de su descubridor llaman Rebelo también ahora. De esta mina se sa- có tanta riqueza, que daba á su dueño Anibal cada dia trescientas libras de plata, y hasta el dia pre- sente se ha proseguido la labor de esta mina, la cual está ya cavada, y profunda en el cerro por espacio de mÜ y quinientos pasos: por todo el cual espacio tan largo sacan el agua los Gascones por el tiempo y medida que lascande las les duran; y así vienen á sacar tanta, que parece rio. Todas estas son palabras de Plinio, las cuales he querida aquí recitar, porque daráa gusto á los que saben de minas, viendo que lo mismo que ellos hoy ex- perimentan, pasó por los Antiguos. En especial es notable la riqueza de aquella mina de xA.nibal en. los Pirineos que poseyeron los Romanos, y conti- nuaron su labor hasta en tiempo de Plinio, que fue- ron como trescientos años, cuyaprofundidadera de mil y quinientos pasos, que es milla y medial (l). Y (i) Cenebrardus in Cronographia. 314 LIBRO CUARTO 4 los principios fué tan rica, que le valía á su dueño trescientas libras de á doce onzas cada dia. Mas aun- que ésta haya sido extremada riqueza, yo pienso to- davia, que no llega á la de nuestros tiempos en Po- tosí, porque según parece por los libros Reales de la Casa de Contratación de aquel asiento, y lo -afirman hombres ancianos fidedignos, en tiempo que el Licenciado Polo gobernaba, que fué hartos -años después del descubrimiento de el cerro, se metian á quintar cada sábado de ciento y cincuen- ta mil pesos á doscientos mil, y vallan los quintos treinta y cuarenta mil pesos, y cada año millón y medio, ó poco menos. De modo, que conforme á -esta cuenta, cada dia se sacaban de aquellas minas ■obra de treinta mil pesos, y le vallan al Rey los •quintos seis mil pesos al dia. Hay otra cosa que alegar por la riqueza de Potosí, y es, que la cuen- ta que se ha hecho es solo de la plata que se mar- -caba y quintaba. Y es cosa muy notoria en el Perú, que largos tiempos se usó en aquellos Reinos la plata que llamaban corriente, la cual no era marca- da y quintada; y es conclusión de los que bien sa- iDcn de aquellas minas, que en aquel tiempo gran- dísima parte de la plata que se sacaba de Potosí, se quedaba por quintar, que era toda la que anclaba •entre Indios, y mucha de la de los Españoles, como yo lo vi durar hasta mi tiempo. Así que se puede bien creer, que el tercio de la riqueza de Potosí, si DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 3l5 ya no era la mitad, no se manifestaba, ni quinta- ba. Hay aun otra consideración mayor, que Plinia pone, haberse labrado mil y quinientos pasos aque- lla veta de Bebelo, y que por todo este espacio sacaban agua, que es el mayor impedimento que puede haber para sacar riqueza de minas. Las de Potosí, con pasar muchas de ellas de doscientos estados su profundidad, nunca han dado en agua, que es la mayor felicidad de aquel cerro: pues las minas de Porco, cuyo metal es riquísimo, se dejan hoy dia de proseguir y beneñciar por el fastidio ■del agua en que han dado, porque cavar peñas, y sacar agua, son dos trabajos insufribles para bus- car metal: basta el primero, y sobra. Finalmente, ■el dia de hoy tien^ la Católica Magestad un año ■con otro un millón de solos los quintos de plata •del cerro de Potosí, sin la otra riqueza de azogues, y otros derechos de la hacienda Real, que es otro grande tesoro. Echando la cuenta los hombres ex- pertos dicen, que lo que se ha metido á quintar en la caja de Potosí, aunque no permanecen los li- bros de sus primeros quintos con la claridad que hoy hay, porque los primeros años se hacian las •cobranzas por romana (tanta era la grosedad que habia); pero por la memoria de la averiguación que hizo el Visorey D. Francisco de Toledo el año •de setenta y cuarro, se halló, que fueron setenta y seis millones hasta el dicho año; y desde el didio 3l6 LIBRO CUARTO aT^o hasta el de ocheata y cinco inclusive, parece por los libros Reales haberse quintado treinta y cin- co millones. De manera, que monta lo que se habia. quintado hasta el año de ochenta y cinco, ciento* y once millones de pesos ensayados, que cada peso vale trece reales y un cuartillo. Y esto sin la plata que se ha sacado sin quintar, y se ha venido á quintar en otras cajas Reales, y sin lo que en plata corriente se ha gastado, y hay por quintar,, que es cosa sin número. Esta cuenta enviaron de Potosí al Virey, el año que he dicho, estando yo- en el Perú; y después acá aún ha sido mayor la riqueza que ha venido en las flotas del Perú, por- que en la que yo vine el año de ochenta y siete, fueron once millones los que vinieron en ambas flotas de Perú y Méjico, y era del Rey cuasi la mitad, y de ésta las dos tercias partes de el Perú. He querido hacer esta relación tan particular, para que se entienda la potencia que la T3ivina Majes- tad ha sido servida de dar á los Reyes de España,, en cuya cabeza se han juntado tantas Coronas y Reinos, y por especial fav^or del Cielo se han jun- tado también la India oriental con la occidental dando cerco al mundo con su poder. Lo cual se debe pensar ha sido por providencia de nuestro- Dios, para el bien de aquellas gentes, que viven tan remotas de su cabeza,' que es el Pontífice Ro^ mano, Vicario de Cristo nuestro Señor, en cuya T)E LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 31/ Fé y obediencia solamente pueden ser salvas. Y también para la defensa de la misma Fé Católica é Iglesia Romana en estas partes, donde tanto es la verdad opugnada y perseguida de los heregcs. Y pues el Señor de los Cielos, que da y quita los Reinos á quien quiere, y como quiere, así lo ha ordenado, debemos suplicarle con humildad, se digne de favorecer el celo tan pió de el Rey Ca- tólico dándole próspero suceso, y victoria contra los enemigos de su santa Fé, pues en esta- causa gasta el tesoro de Lidias, que le ha dado, y aun ha menester mucho mas. Pero por ocasión de las riquezas de Potosí baste haber hecho esta digre- sión, y ahora volvamos á decir cómo se labran las minas, y cómo S3 beneñcian los metales que de ellas se sacan. CAPITULO VIII Del modo de labrar las minas de Potosí. Bien dijo Boecio (l) cuando se quejó del primer inventor de minas: Heii pri mis quis fuit Ule, Aíiri qiti pondera tecti, Gemmasqne latere i- o lentes, Pretiosa periciUa fodit. Peligros preciosos los llama con razón, porque es grande el trabajo y peligro con que se sacan estos metales, que tanto aprecian los hombres. Plinio dice (2), que en Italia hay muchos metales; pero que los Antiguos no consintieron beneficiar- se por conservar la gente. De España los traían,. y como á tributarios hacian á los Españoles labrar minas. Lo propia hace ahora España con Indias ^^ (i) Boetius de Consolat. (2) Plin. lih. 33. c. 4. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 3I9. que habiendo todavía en España sin duda mucha riqueza de metales, no se dan á buscarlos, ni aurt. se consiente labrar, por los inconvenientes que se- ven; y de Indias traen tanta riqueza, donde el buscarla y sacarla no cuesta poco trabajo, ni aun es de poco riesgo. Tiene el cerro de Potosí cuatro- vetas principales, como está dicho, que son la Ri- ca, la de Centeno, la del Estaño, la de Mendieta. Todas estas vetas están á la parte oriental del ce- rro, como mirando al nacimiento del Sol: á la oc- cidental no se halla ninguna. Corren las dichas ve- tas norte sur, que es de polo á polo. Tienen de ancho por donde mas, seis pies; por donde menos^. un palmo. Otras diversas hay, que salen de estas, como de ramos grandes: los mas pequeños suelen producirse en el árbol. Cada veta tiene diversas minas, que son partes de ella misma, y han toma- do posesión, y repartídose entre diversos dueños,, cuyos nombres tienen de ordinario. La mina ma- yor tiene ochenta varas, y no puede tener 'mas por ley ninguna: la menor tiene cuatro. Todas es tas minas hoy dia llegan á mucha profundidad^ En la veta Rica se cuentan setenta y ocho minas: llegan á ciento y ochenta estados en algunas par- tes, y aun á doscientos de hondura. En la veta de Centeno se cuentan veinte y cuatro minas^ Llegan algunas á sesenta, y aun ochenta estados, de hondura, y así á este modo es de las otras ve- 320 LIBRO CUARTO "tas y minas de aquel cerro. Para remedio de esta tan gran profundidad de minas se inventaron los ■ socavones, que llaman, que son unas cuevas que van hechas por bajo desde un lado de el cerro, atra\'c- sándole hasta llegar á las vetas. Porque se hade sa- ber, que las vetas, aunque corren norte sur, como está dicho; pero esto es bajando desde la cumbre has- ta la falda y asiento del cerro, según se cree que se- rán según congetura de algunos, mas de mil y dos- cientos estados. Y á esta cuenta, aunque las minas van tan hondas, les falta otro seis tanto hasta su raíz y fondo, que según quieren decir, ha de ser riquísi- mo, como tronco y manantial de todas las vetas. Aunque hasta ahora antes se ha mostrado lo con- trario por la experiencia, que mientras mas alta ha estado la veta, ha sido mas rica, y como va ba- jando en hondo, va siendo su metal mas pobre; pero en fin, para labrar las minas con menos costa, -y trabajo y riesgo, inventaron los socavones, por los cuales se entra y sale á paso llano. Tienen de ancho ocho pies, y de alto mas de un estado. Cié- rranse con sus puertas, sácanse por ellos los me- tales con mucha facilidad, y págase al dueño de •el socavón el quinto de todo el metal que por él ;se saca. Hay hechos ya nueve socavones, y otros -se están haciendo. Un socavón, que llaman del Venino, que va á la veta Rica, se labró en veinte 3^ nueve años, comcnzánd'Tse el año de mil qii- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 321 nientos cincuenta y seis, que fueron once despuc^^. de descubrirse aquellas minas, y acabándose rl año de ochenta y cinco en once de Abril. liste socavón alcanzó á la veta Rica en treinta y cinco estados de hueco hasta su fondo, y hay descl ^ donde se juntó con la veta hasta lo alto de 1 i mina otros ciento treinta y cinco estados, qu : por todo este profundo bajaban á labrar aquellas minas. Tiene todo el socavón, desde la boca hasta la veta, que llaman el Crucero, doscientas y cin- cuenta varas, las cuales tardaron en labrarse los veinte y nueve años que está dicho, para que se vea lo que trabajan los hombres por ir á buscar la plata á las entrañas del profundo. Con todo eso, trabajan allá dentro, donde es perpetua obscuri- dad, sin saber poco ni mucho cuando es día, ni cuando es noche. Y como son lugares que nunca los visita el Sol, no solo hay perpetuas tinieblas mas también mucho frió, y un aire muy grueso, y ageno de la naturaleza humana; y así sucede ma- rearse los que allá entran de nuevo, como á mí me acaeció, sintiendo bascas y congojas de estó- mago. Trabajan con velas siempre los que labran, repartiendo el trabajo, de suerte que unos labran de dia, y des:ansan de noche, y otros al revé^. VA metal es duro comunmente, y sácanlo á golpes de barreta quebrantándole, que es quebrar un pedernal. Después lo suben á cuestas por unas es- ToMo \. 22 322 LIBRO CUARTO caleras hechas de tres ramales de cuero de vaca retorcido, como gruesas maromas, y de un ramal á otro puestos palos como escalones, de manera que puede subir un hombre, y bajar otro junta- mente. Tienen estas escalas de largo diez estados, y al fin de ellas está otra escala del mismo largo> que comienza de un relej, ó poyo, donde hay he- chos de madera unos descansos á manera de an- damios, porque son muchas las escalas que se suben. Saca un hombre carga de dos arrobas atada la manta á los pechos, y el metal que va en ellas á la espalda: suben de tres en tres. El de- lantero lleva una vela atada al dedo pulgar para que vean, porque como está dicho, ninguna luz hay del Cielo, y vánse asiendo con ambas manos; y así suben tan grande espacio, que como ya dije, pasa muchas veces de ciento y cincuenta estados; cosa horrible, y que solo pensarla pone espanto: tanto es el amor del dinero, por cuya recuesta se hace y padece tanto. No sin razón exclama Plinio tratando de esto (l): Entramos hasta las entrañas de la tierra, y hasta allá en el lugar de los condena- dos buscamos las riquezas. Y después en el mismo libro (2): Obras son mas que de Gigantes las que hacen los que sacan los metales, haciendo aguje- i) Plin. in proem. l:b. "^3. 2^ Cap. 4. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 323 ros y callejones en lo profundo, por tan grande trecho barrenando los montes á luz de candelas, donde todo el espacio de noche y dia es igual, y en muchos meses no se ve el dia, donde acaece caerse las paredes de la mina súbitamente, y matar de golpe á los Mineros. Y poco después añade: Fueren la dura peña con almádanas que tienen ciento y cincuenta libras dé hierro: sacan los metales á cuestas trabajando de noche y de dia, y unos entregan la carga á otros, y todo á obscuras, pues solos los últimos ven la luz. Con cuños de hierro, y con almádanas rompen las peñas y pedernales, por recios y duros que sean; porque en fin es mas recia y mas dura la hambre del dinero. Esto es de Plinio, que aunque habla como Historiador de entonces, mas parece Profeta de ahora. Y no es menos lo que Focio de Aga- tárchides refiere, del trabajo inmenso que pasaban los que llamaban Crisios en sacar y beneficiar el oro, porque siempre, como el sobre dicho Autor dice, el oro y plata causan tanto trabajo al ha- berse, cuanto dan de contento al tenerse. CAPITULO IX Cómo se beíiefcia el metal de Plata. La veta en que hemos dicho que se halla la pla- ta, va de ordinario entre dos peñas que llaman la caja, y la una de ellas suele ser durísima como pedernal; la otra blanda, y mas fácil de romper: el metal va en medio, no todo igual, m de un va- lor, porque hay en esto mismo uno muy rico que llaman cacilla, ó tacana, de donde se saca mucha plata: hay otro pobre, de donde se saca poca. El metal rico de este cerro es de color de ámbar, y otro toca en mas negro: hay otro que es de color como rojo: otro como ceniciento, y en efecto tie- ne diversos colores, y á quien no sabe lo que es, todo ello parece piedra de por ahí; mas los Mine_ ros en las pintas, y vetillas, y en ciertas señales conocen luego su fineza. Todo este metal que sa- can de las minas se trae en carneros del Perú, que sirven de jumentos, y se lleva á las moliendas. F^l que es metal rico se beneficia por fundición en aquellos hornillos que llaman Guayras: éste es el DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 325 metal que es mas plomoso, y el plomo le hace de- rretir; y aua para m^jor derretirlo, echan los In- dios el que llaman vSorochc, que es un metal muy plomizo. Con el íuegu la escoria corre abajo, el plomo y la plata se derriten, y la plata anda na- dando sobre el plomo hasta que se apura: vuelven después á rcfinar mas y mas la plata. vSuelen salir de un quintal de metal treinta, cuarenta, y cin- cuenta pesos de plata por fundición. A mí me die- ron para muestra metales de que salían por fundi- ción mas de doscientos pesos, y de doscientos y cincuenta por quintal: riqueza rara y cuasi increí- ble, si no lo testificara el fuego con manifiesta experiencia; pero semejantes metales son muy raros. El metal pobre es el que de un quintal da dos, ó tres pesos, ó cinco, ó seis, ó no mucho- mas: éste ordinariamente no es plomizo, sino seco; y así por fuego no se puede beneficiar. A cuya causa gran tiempo estuvo en Potosí inmensa suma de estos metales pobres, que eran desechos, y co- mo granzas de los buenos metales, hasta que se introdujo el beneficio de los azogues, con los cuales aquellos desechos, ó desmontes que llamaban, fueron de inmensa riqueza, porque el azogue con extraña y maravillosa propiedad apura la plata, y sirve para estos metales secos y pobres, y se gas- ta y consume menos azogue en ellos, lo cual no es en los ricos, que cuanto mas lo son, tanto mas azo- 326 LIBRO CUARTO gae consumen de ordinario. Hoy dia el mayor be- neficio de plata, y cuasi toda el abundancia de ella en Potosí es por el azogue, como también en las minas de los Cacatecas, y otras de la Xuevá'-Es- paña. Habia antiguamente en las laderas de Poto- sí, y por las cumbres y collados mas de seis mil Guayras, que son aquellos hornillos donde se de- rrite el metal, puestos al modo de luminarias, que x'erlos arder de noche, y dar lumbre tan lejos, y estar en sí hechos una ascua roja de fuego, era es- pectáculo agradable. Ahora si llegan á mil 6 dos mil Guayras, será mucho, porque como he dicho, la fundición es poca, y el beneficio del azo- gue es toda la riqueza. Y porque las propiedades del azogue son admirables, y el modo de benefi- 'ciar con él la plata muy notable, trataré de el azogue, y de sus minas y labor, lo que pareciere conveniente al prop(3sito. CAPÍTULO X De las propiedades maravillosas del ar¿ogue. El azogue, que por otro nombre se llama argén vivo, como también le nombran los Latinos, por- que parece plata viva, según bulle y anda á unas partes y otras velozmente, entre todos los metales tiene grandes y maravillosas propiedades. Lo pri- mero, siendo verdadero metal, no es duro, ni for- mado, y consistente como los demás, sino líquido, y que corre, no como la plata y el oro, que de- rretidos del fuego, son líquidos y corren, sino de su propia naturaleza, y con ser licor, es mas pesa- do que ningún otro metal; y así los demás nadan en el azogue, y no se hunden como mas livianos. Yo he visto en un barreño de azogue echar dos libras de hierro, y andar nadando encima el hierro sin hundirse, como si fuera palo ó corcho en el agua. Plinio hace excepción diciendo (l), que solo el oro se hunde, y no nada sobre el azogue: no he (i) Plih. lib. r^ c. 3^8 IJERO CUARTO visto la experiencia, y por ventura es, porque el azogue naturalmente rodea luego el oro, y lo es- conde en sí. Es ésta la mas importante propiedad que tiene, que con maravilloso afecto se pega al oro, y le busca, y se va á él donde quiera que le huele. Y no solo esto, mas así se encarna con él, y lo junta á sí, que le desnuda y despega de cua- lesquier otros metales ó cuerpos en que está mez- clado, por lo cual toman oro los que se quieren preservar del daño del azogue. A hombres que han echado azogue en los oídos para matarlos secre- tamente, ha sido el remedio meter por el oído una paletilla de oro, con que llaman el azogue, y la sacan blanca, de lo que se ha pegado al oro. En Madrid, yendo á ver las obras notables que Jaco- bo de Trezo^ excelente artífice Milanés, labraba para vSan Lorenzo el Real, sucedió ser en dia que doraban unas piezas del retablo, que eran de bron- ce, lo cual se hace con azogue; y porque el humo del azogue es mortal, me dijeron, que se preve- nían los Oficiales contra este veneno con tomar un doblón de oro desmenuzado, el cual pasado al estómago llamaba allí cualquier azogue que por los oídos, ojos, narices ó boca les entrase de aquel humo mortal, y con esto se preservaban del daño del azogue, yéndose todo él al oro que estaba en el estómago, y saliendo después todo por la via natural: cosa cierto digna de admiración, después DE LA HISTORIA NATURAL DE LNDIAS 329^ que el azogue ha limpiado al oro, y purgítdole de todos los otros metales y mezclas, también le apar- ta el fuego á él de su amigo el oro, y así le deja del todo puro sin fuego. Dice Plinio (l), que coa cierta arte apartaban el oro de el azogue: no sé yo que ahora se use tal arte. Paréceme, que los An- tiguos no alcanzaron, que la plata se beneficiase por azogue, que es hoy dia el mayor uso y mas principal provecho del azogue, porque expresa- mente dice, que á ninguno otro metal abraza sino solo al oro, y donde trata del modo de beneficiar Li plata, solo hace mención de fundición: por don- de se puede colegir, que este secreto no le alcan- zaron los Antiguos. En efecto, aunque " la princi- p:il amistad del azogue sea con el oro, todavía donde no hay oro se va á la plata, y la abraza ,. aunque no tan jjresto como á el oro: y al cabo también la limpia, y la apura de la tierra, cobre y plomo con que se cria, sin ser necesario el fuego, que por fundición refina los metales; aunque para despegar y desasir del azogue á la plata tam- bién interviene el fuego, como adelante se dirá. De esotros metales, fuera de oro y plata, no hace caso el azogue, antes los carcome, y gasta, y ho- rada, y se va y huye de ellos: que también es ,cosa admirable. Por donde le echan en vasos de (I) Plin. lib. 33. c. 6 330 LIBRO CUARTO barro, ó en pieles de animales, porque \-asijas de cobre, hierro ú otro metal luego las pasa y barre- na, y toda otra materia penetra y corrompe, por donde le llama Plinia veneno de todas las cosas, y dice, que todo lo come y gasta. En sepulturas de hombres muertos se halla azogue, que después de haberlos gastado, él se sale muy á su salvo en- tero. Háse hallado también en las médulas y tué- tanos de hombres ó animales, que recibiendo su humo por la boca ó narices, allá dentro se conge- la, y penetra los mismos huesos. Por eso es tan peligrosa la conversación con criatura tan atrevi- da y mortal. Pues es otra gracia que tiene, que bulle, y se hace cien mil gotillas, y por menudas que sean, no se pierde una, sino que por acá, ó j)or allá se \'uelven á juntar con su licor, y cuasi es incorruptible, y apenas hay cosa que le pueda gastar: por donde el sobredicho Plinio le llama sudor eterno. Otra propiedad tiene, que siendo el azogue el que aparta el oro del cobre y todos metales, cuando quieren juntar oro con cobre, ó bronce, ó plata, que es dorando, el medianero de esta junta es el azogue, porque mediante él se do- ran esos metales. Entre todas estas maravillas de este licor extraño, la que á mí me ha parecido mas digna de ponderar, es, que siendo la cosa mas pesada del mundo, inmediatamente se vuelve en la mas li\-iana del mundo, que es humo, con que DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 331 sube arriba resuelto, y luego el mismo humo, que es cosa tan liviana, inmediatamente se vuelve en cosa tan pesada como es el propio licor de azogue, en que se resuelve. Porque en topando el humo de aquel metal cuerpo duro arriba, ó llegando á región fria, luego al punto se cuaja, y vuelve á caer hecho azogue, y si dan fuego otra vez al azogue, se hace humo, y del humo vuelve sin di- lación á caer el licor del azogue. Cierto trasmuta- ción inmediata de cosa tan pesada en cosa tan li- viana; y al re\'és, por cosa rara se puede tener en naturaleza. Y en todas estas y otras extrañezas que tiene este metal, es digno el Autor de su na- turaleza, de ser glorificado, pues á sus leyes ocul- tas obedece tan prontamente toda naturaleza criada. CAPÍTULO XI Dónde se halla el Azogue, y cómo se descubri?ron sus ?ninas riquísimas en Guaneare lie a. Hállase el azogue en una manera de piedra, quc;/ da juntamente el bermellón, que los Antiguos lla- maron minio, y hoy dia se dicen estar miniadas las imágenes que con azogue pintan en los cristales. El minio ó bermellón celebraron los Antiguos en grande manera, teniéndolo por color sagrado, como Plinio refiere; y así dice (l), que solian teñir con él el rostro de Júpiter los Romanos, y Ios- cuerpos de los que triunfaban, y que en la Etiopia^ así los ídolos, como los Gobernadores, se teñían el rostro de minio. Y que era estimado en Roma en tanto grado el bermellón (el cual solamente se llevaba de P^spaña, donde hubo muchos pozos y minas de azogue, y hasta el dia de hoy las hay),. que no consentían los romanos que se beneficiase (1) Lib. -x,-},- cap. 7. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 333 en España aquel metal, porque no les hurtasen algo, sino así en piedra como lo sacaban de la mina, se llev^aba sellado á Roma, y allá lo benefi- ciaban y llevaban cada año de España, especial del Andalucía, obra de diez mil libras; y esto te- nían los Romanos por excesiva riqueza. Todo esto lie referido de el sobredicho Autor, porque á los. -que ven lo que hoy dia pasa en el Perú, les dará gusto saber lo que antiguamente pasó á los mas poderosos señores del mundo. Dígolo, porque los Incas, Reyes del Perú, y los Indios naturales de él labraron gran tiempo las minas del azogue, sin sa- ber del azogue, ni conocerle, ni pretender otra cosa sino este minio, 6 bermellón que ellos llaman Llimpi, el cual preciaban mucho para el mismo •efecto que Plinio ha referido de los Romanos y Etiopes, que es para pintarse ó teñirse con él los rostros y cuerpos suyos y de sus ídolos: lo cual usaron mucho los Indios, especialmente cuando iban á la guerra, y hoy dia lo usan cuando hacen algunas fiestas ó danzas, y llámanlo embijarse, porque les parecía que los rostros así embijados ponian terror; y ahora les parece que es mucha gala. Con este fin, en los cerros de Guancavelica, ■que son en el Perú cerca de la ciudad de Gua- manga, hicieron labores extrañas de minas, de donde sacaban este metal, y es de modo, que si hoy dia entran por las cuevas ó socavones que les 334 LIBRO CUARTO Indios hicieron, se pierden los hombres, y no ati- nan á saHr. Mas ni se cuidaban del azogue, que está naturalmente en la misma materia ó metal de bermellón, ni aun conocian que hubiese tal cosa en el mundo. Y no solo los Indios, mas ni aun los Es- pañoles conocieron aquella riqueza por muchds años, hasta que gobernando el Licenciado Castro el Perú, el año de sesenta y seis y sesenta y siete se descubrieron las minas de azogue en esta forma. Vino á poder de un hombre inteligente, llamado Enrique Garcés, Portugués de nación, el metal co- lorado que he dicho, que llamaban los Indios Llim- pi, con que se tiñen los rostros, y mirándolo cono- ció ser el que en Castilla llaman bermellón; y como cabía que el bermellón se saca del mismo metal que el azogue, conjeturó, que aquellas minas hablan de ser de azogue; fué allá, y hizo la expe- riencia y ensaye, y halló ser así. Y de esta mane- ra descubiertas las minas de Palcas en término de Guamanga, fueron diversos á beneficiar el azogue para llevarle á Méjico, donde la plata se benefi- ciaba por azogue, con cuya ocasión se hicieron ricos no pocos. Y aquel asiento de minas, que llaman Guancavelica, se pobló de Españoles y de Indios que acudieron, y hoy dia acuden á la labor de las dichas minas de azogue, que son muchas y prósperas. Entre todas es cosa ilustrísima la mina que llaman de Amador ""de Cabrera, por otro DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 335 nombre la de los Santos, la cual es un peñasco de piedra durísima empapada toda en azogue, de tanta grandeza, que se extiende por ochenta varas de largo, y cuarenta en ancho, y por toda esta cuadra está hecha su labor en hondura de setenta estados, y pueden labrar en ella mas de trescien- tos hombres juntos, por su gran capacidad. Esta mina descubrió un Lidio de Amador de Cabrera, llamado Navincopa, de el pueblo de Acoria: registróla Amador de Cabrera en su nombre: trajo pleito con el Fisco, y por Ejecutoria se le dio el usufructo de ella, por ser descubridora. Después la vendió por doscientos y cincuenta mil ducados, y pareciéndole que habia sido engañado en la venta, volvió á poner pleito, porque dicen que vale mas de quinientos mil ducados, y aun á muchos les parece que vale un millón: cosa rara haber mina de tanta riqueza. En tiempo que go- bernaba el Perú Don Francisco de Toledo, un hombre que habia estado en Méjico, y visto como se sacaba plata con los azogues, llamado Pedro Fernandez de Velasco, se ofreció á sacar la plata de Potosí por azogue. Y hecha la prue- ba, y saliendo muy bien, el año de setenta y uno se comenzó en Potosí á beneficiar la pla- ta con los azogues que se llevaron de Guanea- vélica, y fué el total remedio de aquellas mi- nas, porque con el azogue se sacó plata infinita 3l6 LIBRO CUARTO de los metales que estaban desechados, que llama- ban desmontes. Porque como está dicho, el azogue apura la plata, aunque sea pobre, y de poca ley, y seca, lo cual no hace la fundición de fuego. Tie- ne el Rey Católico, de la labor de las minas de azogue, sin costa, ni riesgo alguno, cerca de cua- trocientos mil pesos de minas, que son de a cator- ce reales, ó poco menos, sin Jo que después de ello procede, por el beneficio que se hace en Po- tosí, que es otra riqueza grandísima. Sácanse un año con otro de estas minas de Guancavclica, ocho :mit quintales de azogue, y aun mas. CAPITULO XII De el modo y arte que se saca el Azogue» y se beneficia con él la plata. Digamos ahora cómo se saca el azogue, y cómo •se saca con él la plata. La piedra, ó metal donde el azogue se halla, se muele, y pone en unas ollas al fuego tapadas, y allí fundiéndose, ó derritién- dose aquel metal, se despide de él el azogue con la fuerza del fuego, y sale en exhalación á vueltas de el humo del dicho fuego, y suele ir siempre arriba, hasta tanto que topa algún cuerpo, donde para, y se cuaja, ó si pasa arriba sin topar cuerpo duro, llega hasta donde se enfria, y allí se cuaja, y vuelve á caer abajo. Cuando está hecha la fun- dición destapan las ollas, y sacan el metal. Lo cual procuran se haga estando ya frias, porque si da algún humo, ó vapor de aquél á las personas que destapan las ollas, se azogan y mueren, ó quedan muy maltratadas, ó pierden los dientes. Para dar fuego á los metales, porque se gasta infinita leña, halló un Minero, por nombre Rodrigo de Torres, foMO I. 23 33^ LIBRO CUARTO una invención útilísima, y fué coger de una paja que nace por todos aquellos cerros del Perú, la cual allá llaman Icho, y es á modo de esparto, y con ella dan fuego. Es cosa maravillosa la fuerza que tiene esta paja para fundir aquellos metales, que es cómo lo que dice Plinio (l) del oro que se funde con llama de paja, no fundiéndose con bra- sas de leña fortísima. El azogue así fundido lo ponen en badanas, porque en cuero se puede guardar , y así se mete en los almacenes del Rey; y de allí se lleva por mar á Arica, y de allí á Potosí en recuas, ó carneros de la tierra. Con- súmese comunmente en el beneficio de los meta- les en Potosí de seis á siete mil quintales por año, sin lo que se saca de las lamas (que son las heces- que quedan, y barro de los primeros lavatorios de metales que se hacen en tinas), las cuales lamas se queman, y benefician en hornos para sacar el azogue que en ellas queda, y habrá mas de cin- cuenta hornos de éstos en la villa de Potosí, y en Tarapaya. Será la cantidad de los metales que se benefician, según han echado la cuenta hombres prácticos, mas de trescientos mil quintales al año,, de cuyas lamas beneficiadas se sacarán mas de dos mil quintales de azogue. Y es de saber, que la cualidad de los metales es varia, porque acaece (i) Lib. 33.C. 4- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 339 que un metal da mucha plata, y consume poco azogue: otro al revés, da poca plata, y consume mucho azogue: otro da mucha, y consume mucho: otro da poca, y consume poco; y conforme á como es el acertar en estos metales, así es el enriquecer poco, ó mucho, ó perder en el trato de metales. Aunque lo mas ordinario es, que en metal rico, como da mucha plata, así consume mucho azogue, y el pobre al revés. El metal se muele muy bien primero con los mazos de ingenios, que golpean la piedra como batanes, y después de bien molido el metal, lo ciernen con utios cedazos de telas de arambre, que hacen la harina tan delgada como los comunes de cerdas; y ciernen estos cedazos, si están bien armados y puestos, treinta quintales en- tre noche y dia. Cernida que está la harina del metal, la pasan á unos cajones de buitrones, don de la mortifican con salmuera , echando á cada cincuenta quintales de harina cinco quintales de sal, y esto se hace para que la sal desengrase la harina de metal, del barro, ó lama que tiene, con lo cual el azogue recibe mejor la plata. Exprimen luego con un lienzo de Holanda cruda el azogue sobre el metal, y sale el azogue como un rocío, y así van revolviendo el metal para que á todo él se comunique este rocío del azogue. Antes de inventarse los buitrones de fuego, se amasaba muchas- y diversas veces el metal con el azogue, así echado en unas artesas, 340 LIBRO CUARTO y hacían pellas grandes como de barro, y dejá- banlo estar algunos días, y volvían a amasarlo otra vez y otra, hasta que se entendía que estaba ya incorporado el azogue en la plata, lo cual tardaba veinte días y mas, y cuando menos nueve. Des- pués, por aviso que hubo, como la gana de adqui- rir es diligente, hallaron que para abreviar el tiem- po, el fuego ayudaba mucho á que el azogue to- mase la plata con presteza, y así trazaron los bui- trones, donde ponen unos cajones grandes, en que •echan el metal con sal y azogue, y por debajo dan fuego manso en ciertas bóvedas hechas á propc3- sito, y en espacio de cinco días ó seis el azogue incorpora en sí la plata. Cuando se entiende que ya el azogue ha hecho su oficio, que es juntar la plata, mucha ó poca, sin dejar nada de ella, y embeberla en sí, como la esponja al agua, incor- porándola consigo, y apartándola de la tierra, plomo y cobre, con que se cria, entonces tratan de descubrirla, sacarla y apartarla del mismo azo- gue, lo cual hacen en esta forma: Echan el metal en unas tinas de agua, donde con unos molinetes ó ruedas de agua, trayendo al derredor el metal, como quien deslíe ó hace mostaza, va saliendo el barro ó lama del metal en el agua que corre, y la plata y azogue, como cosa mas pesada, hace asiento en el suelo de la tina. El metal que queda está como aren?, y de aquí lo sacan y llevan á DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 34 L lavar otra vuelta con bateas en unas balsas ó po- zas de agua, y allí acaba de caerse el barro, y deja la plata y abogue á SDlas, aunque á vueltas del barro y lama va siempre algo de plata y azo- gue, que llaman relaves: y también procuran des- pués sacarlo y aprovecharlo. Limpia, pues, que está la plata y el az3gue, que ya ello reluce, des- pedido todo el birro y tierra, toman todo este metal, y echado en un lienzo exprímanlo fuerte- mente; y así sale todo el azogue que no está in- corporado en la plata, y queda lo demás hecho todo una pella de plata y azogue, al modo que queda lo duro y cibera de las almendras, cuando exprimen el almendrada: y estando bien exprimi- da la pella que queda, sola es la sexta parte de plata, y las otras cinco son azogue. De manera, que si queda una pella de sesenta libras, las diez libras son de plata, y las cincuenta de azogue. De estas pellas se hacen las pinas á modo de panes de azúcar, huecas por adentro; y hácenlas de cien libras de ordinario. Y para apartar la plata del azogue, pónenlas en fuego fuerte, donde las cu- bren con un vaso de barro de la hechura de los moldes de panes de azúcar, que son como unos caperuzones, y cúbrenlas de carbón, y danles fuego, con el cual el azogue se exhala en humo, y topando en el caperuzon de barro, allí se cuaja y destila, como los vapores de la olla en la cober- 342 LIBRO CUARTO tera; y por un canon al modo de alambique, recí- bese todo el azogue que se destila, y vuélvese á cobrar quedando la plata sola. La cual en forma y tamaño es la misma: en el peso es cinco partes menos que antes: queda toda crespa y es- ponjada, que es cosa de ver: de dos de estas pinas se hace una barra de plata, que pesa sesenta -• y cinco ó sesenta y seis marcos; y así se lleva á ensayar, quintar y marcar. Y es tan fina la plata sacada por azogue, que jamás baja de dos mil y trescientos y ochenta de ley: y es tan excelente, que para labrarse, ha menester que los Plateros la bajen de ley echándola liga ó mezcla; y lo mismo hacen en las Casas de moneda, donde se labra y acuña. Todos estos tormentos, y por decirlo así, martirios pasa la plata para ser fina, que si bien se mira, es un amasijo formado, donde se muele, se cierne, se amasa, se leuda y se cuece la plata, y aun fuera de esto se lava y relava, y se cuece y recuece pasando por mazos y cedazos, artesas, buitrones, tinas, bateas, exprimideros y hornos; y finalmente, por agua y fuego. Digo esto, porque viendo este artificio en Potosí, consideraba lo que dice la Escritura de los Justos, (i) que: Colabit eos, purgabit cuasi argentiun. Y lo que dice en otra parte (2): Sicut argentuní prohatiLUí terree. (i) Mal. 3. v.3.Ecc!e 2) P.ialm. 1 1. V. 7. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 343 purgatum septuplum. Que para apurar la plata, y afinarla y limpiarla de la tierra y barro en que se cria, siete veces la purgan y purifican, porque en efecto son siete, esto es, muchas y muchas las veces que la atormentan hasta dejarla pura y fina. Y así es la doctrina del Señor, y lo han de ser las almas que han de participar de su pureza divina. CAPITULO xm De los ingenios para moler metales, y del ensaye de la plata. Para concluir con esta materia desplata y me- tales restan dos cosas por decir: una es de los in- genios y moliendas: otra de los ensayes. Ya se dijo que el metal se muele para recibir el azogue. Esta molienda se hace con diversos ingenios: unos que traen caballos, como atahonas; y otros que se mueven con el golpe del agua, como aceñas ó molinos; y de los unos y los otros hay gran can- 344 LIBRO CUARTO tidad. Y porque el agua, que comunmente es la que llueve, no la hay bastante en Potosí, sino en tres ó cuatro meses, que son Diciembre, Enero y Febrero, han hecho unas lagunas que tienen de contorno como á mil y setecientas varas, y de de hondo tres estados, y son siete, con sus com- puertas; y cuando es menester usar de alguna, la alzan, y sale un cuerpo de agua, y las fiestas. las cierran. Cuando se hinchen las lagunas, y el año es copioso de aguas, dura la molienda seis ó siete meses, de modo que también para la plata piden los hombres ya buen año de aguas en Potosí, como en otras partes para el pan. Otros ingenios hay en Tarapaya, que es un valle tres ó cuatro leguas de Potosí, donde corre un rio; y en otras partes hay otros ingenios. Hay esta diversidad, que unos ingenios tienen á seis mazos, otros á doce y catorce. Muélese el metal en unos morteros, donde dia y noche lo están echando, y de allí llevan lo que está molido á cerner. Están en la ribera del arroyo de Potosí cuarenta y ocho in- genios de agua, de á ocho, diez y doce mazos: otros cuatro ingenios están en otro lado, que llaman Tanacoñuño. En el valle de Tarapaya hay veinte y dos ingenios; todos estos son de agua: fuera de los cuales hay en Potosí otros treinta ingenios de caballos, y fuera de Potosí otros algu- nos: tanta ha sido la diligencia é industria de sacar DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 345 plata. La cual finalmente se ensaya y prueba por los Ensayadores y Maestros que tiene el Rey puestos, para dar su ley á cada pieza. Llévanse las barras de plata al Ensayador, el cual pone á cada una su número, porque el ensaye se hace de muchas juntas. Saca de cada una un bocado, y pésale fielmente: échale en una copella, que es un vasito hecho de ceniza de huesos molidos y que- mados. Pone estos vasitos por su orden en el horna ú hornaza: dales fiíego Tortísimo: derrítese el metal todo, y lo que es plomo se va en humo, el cobre ó estaño se deshace, queda la plata finísima hecha de color de ñaego. Es cosa maravillosa, que cuando está así refinada, aunque esté líquida y dcírretida, no se vierte volviendo la copella, ávasa donde está hacia abajo, sino que se queda fija sin caer gota. En la color y en otras señales conoce el Ensayador cuando está afinada: saca del horno las. copellas: vuelve á pesar delicadísimamente cada pedacito: mira lo que ha mermado y faltado de su peso, porque la que es de ley subida merma poco, y la que es de ley baja, mucho. Y así conforme á lo- que ha mermado, ve la ley que tiene, y esa asienta, y señala en cada barra puntualmente. Es el peso- tan delicado, y las pesicas, ó granos tan menudos, que no se pueden asir con los dedos, sino con unas, pinzas; y el peso se hace á luz ác candela, porque no dé aire que haga menear las balanzas, porque 34^ LIBRO CUARTO de aquel poquito depende el precio y valor de toda una barra. Cierto es cosa delicada, y que re- quiere gran destreza, de la cual también se apro- vecha la divina Escritura en diversas partes (i), para declarar de qué modo prueba Dios á los suyos, y para notar las diferencias de méritos y valor de las almas, y especialmente donde á Jere- mías Profeta le da Dios título de Ensayador (2), para que conozca, y declare el valor espiritual de los hombres, y sus obras, que es negocio propio del Espíritu de Dios, que es el que pesa los espí- ritus de los hombres (3). Y con esto nos podemos contentar cuanto á materia de plata, metales y minas, y pasar adelante á los otros dos propuestos de plantas y animales. (i) Psalm 63. V. 10. Prov. ry. v. 3. (2) Hierem. 6. v. "^y. (3) Prov. 16. V. 2. CAPITULO XIV De las esmeraldas . Aunque será bien primero decir algo de las es- meraldas, que así por ser cosa preciada como el oro y plata de que se ha dicho, como por ser su nacimiento también en minas de metales, según Plinio (l), no viene fuera de propósito tratar aquí de ellas. Antiguamente fué la esmeralda estimada €n mucho; y como el dicho Autor escribe, tenia el tercer lugar entre las joyas después del diaman- te y de la margarita. Hoy dia, ni la esmeralda se tiene en tanto, ni la margarita, por la abundancia que las Indias han dado de ambas cosas: solo el diamante se queda con su reinado, que no se lo quitará nadie: tras él los rubíes finos, y otras piedras se precian en mas que las esmeraldas. Son amigos los hombres de singularidad, y lo que ven ya común no lo precian. De un Español cuentan, que en Italia al principio que se hallaron en Indias, (!) Plin. lib. 37, cap. 348 LIBRO CUARTO mostró una esmeralda á un Lapidario, y preguntó el precio: vista por el otro, que era de excelente cualidad y tamaño, respondió, que cien escudos; mostróle otra mayor, dijo que trescientos. Engo- losinado del negocio, llevóle á su casa, y mostróle un cajón lleno de ellas: en viendo tantas dijo el Italiano: Señor, éstas valen á escudo. Así ha pasa- do en Indias y España, que el haber hallado tanta riqueza de estas piedras les ha quitado el valor. Plinio dice excelencias de ellas (l), y que no hay cosa mas agradable, ni mas saludable á la vista, y tiene razón; pero importa paco su autoridad mien- tras hubiere tantas. La otra Lolia Romana, de quien cuenta (2), que en un tocado y vestido labrado de perlas y esmeraldas echó cuatrocientos mil duca- dos de valor, pudiera hoy dia con menos de cua- renta mil hacer dos pares como aquél. En diver- sas partes de Indias se han hallado. Los Reyes Mejicanos las preciaban, y aun usaban algunos horadar las narices, y poner allí una excelente es- meralda. En los rostros de sus ídolos también las |)onian. Mas donde se ha hallado, y hoy en dia se halla mas abundancia, es en el nuevo Reino de Granada, y en el Perú cerca de Manta y Puerto- viejo. Hay por allí dentro una tierra que llaman <0 Flin. lib. 37. c. 5- (2) Plin. lib. 9. c. 33. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 349 no sé donde, ha multiplicado infinitamente. Por- que las pepitas ningún animal las gasta, y vueltas, como la tierra es húmeda y cálida, dicen que han multiplicado lo que se ve. En el Perú es este árbol diferente, porque la fruta no es colorada, sino blanca, y no tiene ningún mal olor, y el sabor es bueno: y de algunos géneros de guayavos es tan buena la fruta como la muy buena de España, especial los que llaman guayavos de Matos, y otras guayavillas chicas blancas. Es fruta para es- tómagos de buena digestión y sanos, porque es bastante recia de digerir y fria. Las paltas al revés son calientes y delicadas. Es el palto árbol gran- de, y bien hecho, y de buena copa, y su fruta de la figura de peras grandes: tiene dentro un hueso grandecillo: lo demás es carne blanda, y cuando están bien maduras es como manteca, y el gusto de- licado y mantecoso. En el Perú son grandes las pal- tas, y tienen cascaras dura, que toda enterase quita. En Méjico por la mayor parte son pequeñas, y la cascara delgada, que se monda como de manza- nas: tiénenla por comida sana, y que algo declina á cálida, como he dicho. Estos son los melocoto- nes, manzanas, y peras de Indias, mameyes, gua- yavas y paltas, aunque yo antes escogería las de Europa: otros por el uso ó afición quizá tendrán 388 LIBRO CUARTO por buena aquella fruta de Indias. Una cosa es cierta, que los que no han visto y probado estas frutas les hará poco concepto leer esto, y aun les cansará el oirlo, y á mí también me va cansando; y así abreviaré con referir otras pocas de diferen-. cias de frutas, porque todas es imposible. CAPITULO XXV Del chicozapote, de las anonas y de los capolies. Algunos encarecedores de cosas de Indias dije- ron, que habia una fruta que era carne de mem- brillo, y otra que era manjar blanco, porque les pareció el sabor digno de estos nombres. La carne de membrillo o mermelada, si no estoy mal en el cuento, eran los que llaman zapotes ó chicozapo- tes, que son de comida muy dulce, y la color tira á la de conserva de membrillo. Esta fruta decían algunos Criollos (como allá llaman á los nacidos de Españoles en Indias), que excedía á todas las frutas de España. A mí no me lo parece: de gus- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 389 tos dicen que no hay que disputar; y aunque lo hubiera, no es digna disputa para escribir. Dánse en partes cahentes de la Nueva-España estos chi- cozapotes. Zapotes, que no creo difieren mucho, he visto yo de Tierra-firme; en el Perú no sé que haya tal fi"uta. Allá el manjar blanco es la anona ó guanavana, que se da en Tierra-firme. Es la ano- na del tamaño de pera' muy grande, y así algo usada y abierta: todo lo de dentro es blando, y tierno como manteca, blanco, dulce y de muy es- cogido gusto. No es manjar blanco, aunque es blanco manjar; ni aun el encarecimiento deja de ser largo, bien que tiene delicado y sabroso gusto; y á juicio de algunos es la mejor fruta de Indias. Tiene unas pepitas negras en cuantidad. Las me- jores de éstas que he visto son en la Nueva Espa- ña; donde también se dan los capolíes, que son como guindas, y tienen su hueso aunque algo ma- yor, y la forma y tamaño es de guindas, y el sa- bor bueno, y un dul-;e agrete. No he visto capo- líes en otra parte. CAPÍTULO XXVI De diversos géneros de frutales; y de los cocos, almendras de Andes y almendras de Chachapoyas. No es posible relatar todas las frutas y árboles de Indias, pues de muchas no tengo memoria, y de muchas mas tampoco tengo noticia, y aun de las que me ocurren, parece cosa de cansancio dis- currir por todas. Pues se hallan otros géneros de frutales y frutas mas groseras, como las que lla- man lúcumas; de cuya fruta dicen por refrán, que es madera disimulada: también los pacayes ó gua- yas, hobos y nueces, que llaman encarceladas, que á muchos les parece ser nogales de la misma es- pecie que son los de España; y aun dicen, que si los traspusiesen de unas partes á otras á menudo, que vendrían á dar las nueces al mismo modo que las de España, porque por ser silvestres dan la fruta así, que apenas se puede gozar. En fin, es bien considerar la providencia y riqueza del Cria- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 391 <Íor, que repartió á tan diversas partes del mundo tanta variedad de árboles y frutales, todo para servicio de los hombres que habitan la tierra: y es cosa admirable ver tantas diferencias de hechuras, gustos y operaciones no conocidas, ni oídas en el mundo, antes que se descubriesen las Indias, de que Plinio, y Dioscórides, y Theofrasto, y los mas curiosos, ninguna noticia alcanzaron con toda su diligencia y curiosidad. En nuestro tiempo no han faltado hombres curiosos que han hecho tratados de estas plantas de Indias, y de yerbas y raíces, y de sus operaciones y medicinas: á los cuales podrá acudir quien deseare mas cumplido conocimiento de estas materias. Yo solo pretendo decir superfi- cial y sumariamente lo que me ocurre de esta his- toria: y todavía no me parece pasar en silencio los -cocos ó palmas de Indias, por ser notable su pro- piedad. Palmas digo, no propiamente, ni de dáti- les, sino semejantes en ser árboles altos y muy re- cios, é ir echando mayores ramas cuanto mas van subiendo. Estas palmas ó cocos dan un fruto que también le llaman coco, de que suelen hacer vasos para beber; y de algunos dicen, que tienen virtud contra ponzoña, y para mal de hijada. El núcleo ó médula de estos, cuando está cuajada y seca, es de comer, y tira algo al sabor de castañas verdes. 'Cuando está en el árbol tierno el coco, es leche todo lo que está dentro, y bébenlo por regalo, y 392 LIBRO ' CUARTO 'para refrescar en tiempo de calores. Vi estos ár- boles en San Juan de Puerto-Rico, y en otros lu- gares de Indias, y dijéronme una cosa notable, que cada luna ó mes echaba este árbol un racimo nuevo de estos cocos, de manera que da doce frutos al año, como lo que se escribe en el Apo- calipsi: y á la verdad así parecía, porque los raci- mos eran todos de diferentes edades: unos que co- menzaban, otros hechos, otros á medio hacer, &c,. Estos cocos que digo, serán del tamaño de un meloncete pequeño: otros hay que llaman coqui- llos, y es mejor fruta, y la hay en Chile: son algo menores que nueces, pero mas redondos. Hay otra género de cocos, que no dan esta médula así cua- jada, sino que tiene cuantidad de unas como al- mendras, que están dentro, como los granos en la granada: son estas almendras mayores tres tanto que las almendras de Castilla: en el sabor se pare- cen: aunque son un poco mas recias, son también, jugosas ó aceitosas: son de bnen comer, y sírven- se de ellas á falta de almendras para regalos, como mazapanes y otras cosas tales. Llámanlas almen- dras de los Andes, porque se dan estos cocos co- piosamente en los Andes del Perú; y son tan recios, que para abrir uno es menester darle con piedra muy grande, y buena fuerza. Cuando se caen del árbol, si aciertan con alguna cabeza, la descalabran muy bien. Parece increíble, que en el DE LA HISTORIA NATURAL DE 1NDL\S 393 tamaño que tienen, que no son mayores que eso- tros cocos, á lo menos no mucho, tengan tanta multitud de aquellas almendras. Pero en razón de almendras, y aun de fruta cualquiera, todos los árboles pueden callar con las. almendras de Cha- chapoyas, que no les sé otro nombre. Es la fruta mas delicada y regalada, y mas sana de cuantas yo he visto en Indias. Y aun un Médico docto afirmaba, que entre cuantas frutas habia en Indias y España, ninguna llegaba a la excelencia de estas almendras. vSon menores que las de los Andes que dije, y mayores, á lo menos mas gruesas, que las de Castilla. vSon muy tiernas de comer, de mucho jugo y substancia, y como mantecosas, y muy suaves. Críanse en unos árboles altísimos, y de grande copa, y como á cosa preciada la natu- raleza les dio buena guarda. Están en unos erizos algo mayores, y de mas puntas que los de casta- ñas. Cuando están estos erizos secos, se abren con facilidad, y se saca el grano. Cuentan que los mi- cos, que son muy golosos de esta fruta, y hay copia de ellos en los lugares de Chachapoyas del Perú (donde solamente sé que haya estos árboles), para no espinarse en el erizo, y sacarle la almen- dra, arrójanlas desde lo alto del árbol recio en las piedras, y quebrándolas así, las acaban de abrir,, y comen á placer lo que quieren. CAPITULO XXVII De diversas flores, y de algunos árboles que solamente dan flores; y como los Indios las usan. Son los Indios muy amigos de flores, y en la Nueva-España mas que en parte del mundo; y así usan hacer varios ramilletes, que allá nombran sú- chiles, con tanta variedad, y policía y gala, que no se puede desear mas. A los Señores y á los hués- pedes por honor es uso ofrecerles los principales sus súchiles ó ramilletes. Y eran tantos, cuando andábamos en aquella provincia, que no sabia el hombre qué hacerse de ellos. Bien que las flores principales de Castilla las han allá acomoda- do para esto , porque se dan allá no menos que acá, como son claveles, clavellinas, rosas, azucenas , jazmines , violetas , azahar , y otras suertes de flores, que llevadas de España prue- ban maravillosamente. Los rosales en algunas partes de puro vicio crecían mucho, y dejaban de DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 395 dar rosas. Sucedió una vez quemarse un rosal, y dar los pimpollos que brotaron luego rosas en abundancia, y de ahí aprendieron á podarlas, y quitárseles el vicio, y dan rosas en abundancia. Pero fuera de estas suertes de flores, que son lle- vadas de acá, hay allá otras muchas, cuyos nom- bres no sabré decir, coloradas, amarillas, azules, moradas y blancas con mil diferencias, las cuales suelen los Indios ponerse por gala en las cabezas como plumage. Verdad es, que muchas de estas flores no tienen mas que la vista, porque el olor no es bueno, ó es grosero, 6 ninguno, aunque hay algunas de excelente olor, como es las que da un árbol, que algunos llaman floripondio, que no da fruto ninguno, sino solamente flores, y éstas son grandes, mayores que azucenas, y á modo de campanillas, todas blancas, y dentro unos hilos como el azucena, y en todo el año no cesa de estar echando estas flores, cuyo olor es á maravi- lla delicado y suave, especialmente en el frescor de la mañana. Por cosa digna de estar en los jar- dines reales la envió el Virey Don Francisco de Toledo al Rey D. Felipe nuestro Señor. En la Nueva-España estiman mucho los Indios una flor que llaman yolosuchil, que quiere decir, flor de corazón, porque tiene la misma hechura de un co- razón, y aun en el tamaño no es mucho menor. F^ste género de flores lleva también otro árbol 39^ LIBRO CUARTO grande, sin dar otra fruta: tiene un olor recio, y á mi parecer demasiado: á otros les parece muy bueno. La flor que llaman del Sol, es cosa bien notoria, que tiene la figura del Sol, y se vuelve al movimiento del vSol. Hay otras que llaman clave- les de Indias, y parecen un terciopelo morado, y naranjado finísimo: también es cosa notoria. Estas no tienen olor que sea de precio, sino la vista. Otras flores hay, que con la vista, ya que no tienen olor, tienen sabor, como las que saben á mastuer- zo; y si se comiesen sin verse, por el gusto no juz- garían que eran otra cosa. La flor de granadilla es tenida por cosa notable: dicen, que tiene las in- signias de la Pasión, y que se hallan en ella los cla- vos, la columna, los azotes, la corona de espinas y las llagas, y no les falta alguna razón, aunque para figurar todo lo dicho es menester algo de piedad, que ayude á parecer aquello; pero mucho está muy expreso, y la vista en sí es bella, aunque no tiene olor. La fruta que dá llaman granadilla, y se come, ó se bebe, ó se sorbe, por mejor decir, para refres- car: es dulce, y á algunos les parece demasiado duL ce. En sus bailes y fiestas usan los Indios llevar en las manos flores, y los Señores y Reyes tenerlas por grandeza. Por eso se ven pinturas de sus Antiguos tan ordinariamente con flores en la mano, como acá usan pintarlos con guantes. Y para materia de flores, harto está dicho: la albahaca, aunque no DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 39/ es flor, sino yerba, se usa para el mismo efecto de recreación y olor, y tenerla en los jardines, y re- galarla en sus tiestos. Por allá se da tan común y sin cuidado, y tanta, que no es albahaca, sino yer- ba tras cada acequia. CAPITULO XXVIII Del bálsamo. Las plantas formó el soberano Hacedor, no solo para comida, sino también para recreación, para medicina, y para operaciones del hombre. De las que sirven de sustento, que es lo principal, se ha dicho, y algo también de las de la recreación; de las de medicina y operaciones se dirá otro poco. Y aunque todo es medicinal en las plantas bien sabido y bien aplicado; pero algunas cosas hay, que notoriamente muestran haberse ordenado de su Criador para medicina y salud de los hombres, como son licores, aceites, gomas, ó resinas, que 398 LIBRO CUARTO echan diversas plantas, que con fácil experiencia dicen luego para qué son buenas. Entre éstas, el bálsamo es celebrado con razón por su excelente olor, y mucho mas extremado efecto de sanar he- ridas, y otros diversos remedios para enfermeda- des, que en él se experimentan. No es el bálsamo que va de Indias occidentales, de la misma espe- cie que el verdadero bálsamo que traen de Ale- jandría, ó del Cairo, y que antiguamente hubo en Judea, la cual sola en el mundo, según Plinio es- cribe (l), poseyó esta grandeza hasta que los Em- peradores Vespasianos la trajeron á Roma é Italia. Muéveme á decir, que no es de la misma especie el un licor y el otro, ver que los árboles de donde mana, son entre sí muy diversos, porque el árbol del bálsamo de Palestina era pequeño, y á modo de vid, como reñere Plinio de vista de ojos; y hoy dia los que le han visto en oriente dicen lo mismo. Y la sagrada Escritura (2), el lugar donde se daba este bálsamo, le llamaba viña de Engadi, por la similitud con las vides. El árbcl de donde se trae el bálsamo de Indias, yo le he visto, y es tan grande como el granado, y aun mayor, y tira algo á su hechura, si bien me acuerdo, y no tiene que ver con vid. Aunque Estrabon escribe (3)^ (1) P;in. lib. 12. c. 25 (2) Car.t. I. V. 13. (3) Strab. lib. i6. Ceo<./aph. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS ' 399 que el árbol antiguo del bálsamo era del tamaño de granados. Pero en los accidentes y en las ope- raciones son licores muy semejantes, como es en el olor admirable: en el curar heridas: en la color y modo de substancia; pues lo que refieren (l) del otro bálsamo, que lo hay blanco, bermejo, verde y negro, lo mismo se halla en el de Indias. Y como aquel se sacaba hiriendo, ó sajando la corteza, y destilando por allí el licor, así se hace en el de Indias, aunque es mas la cuantidad que destila. Y como en aquel hay uno puro, que ce llama opobálsamo, que es la propia lágrima que destila, y hay otro no tan perfecto, que es el licor que se saca del mismo palo ó corteza, y hojas exprimi- das y cocidas al fuego, que llaman jilobálsamo^ así también en el bálsamo de Indias hay uno puro que sale así del árbol; y hay otro que sacan los Indios, cociendo y exprimiendo las hojas y palos, y también le adulteran y acrecientan con otros li- cores, para que parezca mas. En efecto, se llama con mucha razón bálsamo, y lo es, aunque no sea de aquella especie; y es estimado en mucho, y lo fuera mucho mas, si no tuviera la falta que las es- meraldas y perlas han tenido, que es ser muchas. Lo que mas importa es, que para la substancia de hacer Crisma, que tan necesario es en la Santa (1) Plin. lib. 12. c. 25. 400 LIBRO CUARTO Iglesia, y de tanta veneración, ha declarado la Sede Apostólica, que con este bálsamo de Indias se haga Crisma en Indias, y con él se dé el Sacra- mento de Confirmación y los demás, donde la Iglesia lo usa. Tráese á España el bálsamo de la Nueva-España, y la provincia de Guatemala y de Chiapa, y otras; por allí es donde mas abunda, aunque el mas preciado es el que viene de la Isla de Tolu, que es en Tierra-firme, no lejos de Car- tagena. Aquel bálsamo es blanco; y tienen comun- mente por mas perfecto el blanco que el bermejo, aunque Plinio (l) el primer lugar da al bermejo, el segundo al blanco, el tercero al verde, el último al negro. Pero Estrabón (2) parece preciar mas el bálsamo blanco, como los nuestros lo precian. Del bálsamo de Indias trata largamente Monardes en la primera parte; y en la segunda, especialmente del de Cartagena ó Tolu, que todo es uno. No he hallado que en tiempos antiguos los Indios precia- sen en mucho el bálsamo, ni aun tuviesen de él uso de importancia. Aunque Monardes dice, que cura- ban con él los Indios de sus heridas; y que de ellos aprendieron los Españoles. (1) Plin. lib. 12. c. 25. (-») Strab. lib. i6. Geograph. CAPÍTULO XXIX Del li quid ámbar, y otros aceites, gornas y drogas, qiLC se traen de Indias. Después del bálsamo tiene estima el liquidam- bar: es otro licor también oloroso y medicinal, mas espeso en sí, y que se viene a cuajar y hacer pasta; de complexión cálido, de buen perfume, y que le aplican á heridas y otras necesidades, en que me remito á los Médicos, especialmente al Doctor Monardes, que en la primera parte escri- bió de este licor, y de otros muchos medicinales que vienen de Indias. Viene también el liquidam- bar de la Nueva-España, y es sin duda aventaja- da aquella provincia en estas gomas, ó licores, ó jugos de árboles, y así tienen copia de diversas materias para perfumes y para medicinas, como es el anime, que viene en grande cuantidad: el copal y el suchicopal, que es otro género, como de es- toraque é incienso, que también tiene excelentes operaciones, y muy lindo olor para sahumerios. También la tacamahaca y la caraña, que son muy Tomo i. 2"] 402 LIBRO CUARTO medicinales. El aceite que llaman de abeto, tam- bién de allá lo traen, y Médicos y Pintores se aprovechan bastante de él: los unos para sus em- plastos, y los otros para barniz de sus imágenes. Para medicina también se trae la cañafístola, la cual se da copiosamente en la Española, y es un. árbol grande, y echa por fruta aquellas cañas con su pulpa. Trajéronse en la flota en que yo vine, de Santo Domingo, cuarenta y ocho quintales de ca- ñafístola. La zarzaparrilla no es menos conocida para mil achaques: vinieron cincuenta quintales- en la dicha flota de la misma Isla. En el Perú hay de esta zarzaparrilla mucha; y muy excelente en tierra de Guayaquil, qae está debajo de la línea. Allí se van muchos á curar; y es opinión, que las- mismas aguas simples que beben, les causan salud, por pasar por copia de estas raíces, como está arriba dicho: con lo cual se junta, que para sudar en aquella tierra, no son menester muchas frazadas- y ropa. El palo de guayacán, que por otro nom- bre dicen el palo santo ó palo de las Indias, se da en abundancia en las mismas Islas, y es tan pe- sado como hierro, y luego se hunde en el agua: de éste trajo la flota dicha trescientos y cin- cuenta quintales, y pudiera traer veinte, y cien mil, si hubiera salida de tanto palo. Del pa- lo del Brasil, que es tan colorado y encendi- do, y tan conocido y usado para tintes, y para •JL>E LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 4O3 otros provechos, vinieron ciento treinta y cua- tro quintales de la misma Isla en la misma flota. Otros innumerables palos aromáticos, gomas, acei- tes y drogas hay en Indias, que ni es posible refe- rirlas todas, ni importa al presente; solo diré, que en tiempo de los Reyes Incas del Cuzco, y de los Reyes Mejicanos, hubo muchos grandes hombres de curar con simples, y hacian curas aventajadas, por tener conocimiento de diversas virtudes y propiedades de yerbas, raíces, palos y plantas, que allá se dan, de que ninguna noticia tuvieron los Antiguos de Europa. Y para purgar hay mil cosas de estas simples, como raíz de Mechoacán, piñones de la Puna, y conserva de Guanuco, y aceite de Higuerilla, y otras cien cosas, que bien aplicadas y á tiempo, no las tienen por de menor eficacia, que las drogas que vienen de oriente, como podrá entender el que leyere lo que Monar- des ha escrito en la primera y segunda parte, el cual también trata largamente del tabaco, del cual han hecho notables experiencias contra veneno. Es el tabaco un arbolillo ó planta bastante común, pero de raras virtudes: también en la que llaman contrayerba, y en otras diversas plantas, porque el Autor de todo repartió sus virtudes como él fué servido, y no quiso que naciese cosa ociosa en el mundo: mas el conocerlo el hombre, y saber usar de ello, como conviene, éste es otro don so- 404 LIBRO CUARTO berano, que concede el Criador á quien él es ser- vido. De esta materia de plantas de Indias, y de licores, y otras cosas medicinales, hizo una insigne obra el Doctor Francisco Hernández, por especial comisión de su Magestad, haciendo pintar al natu- ral todas las plantas de Indias, que según dicen, pasan de mil y doscientas; y afirman haber costa- do esta obra mas de sesenta mil ducados. De la cual hizo uno como extracto el Doctor Nardo An- tonio, Médico Italiano, con gran curiosidad. A los dichos libros y obras remito al que mas por me- nudo y con perfección quisiere saber de plant.is de Indias, mayormente para efectos de medicina. CAPITULO XXX De las grandes arboledas de Indias, y de los cedros, ceyvas y otros árboles grandes. Como desde el principio del mundo la tierra produjo plantas y árboles por mandado del Omni- potente Señor, en ninguna región deja de produ- cir algún fruto; en unas mas que en otras. Y fuera de los árboles y plantas que por industria de los hombres se han puesto y llevado de unas tierras á otras, hay gran número de árboles que sola la naturaleza los ha producido. De éstos me doy á entender, que en el nuevo orbe (que llamamos Indias) es mucho mayor la copia, así en número como en diferencias, qne no en el orbe antiguo y tierras de Europa, Asia y África. La razón es, ser las Indias de temple cálido y húmedo, como está mostrado en el libro segundo contra la opi- nión de los Antiguos; y asiMa tierra produce con extremo vicio infinidad de estas plantas silvestres y naturales. De donde viene á ser inhabitable, y 406 LIBRO CUARTO aun impenetrable la mayor parte de Indias, por bosques y montañas, y arcabucos cerradísimos, que perpetuamente se han abierto. Para andar al- gunos caminos de Indias, mayormente en entradas de nuevo, ha sido y es necesario hacer camino a puro cortar con hachas árboles, y rozar matorra- les, que como nos escriben padres que lo han pro- bado, acaece en seis dias caminar una legua y no mas. Y un hermano nuestro, hombre fidedigno, nos contaba, que habiéndose perdido en unos montes, sin saber adonde, ni por donde habia de ir, vino á hallarse entre matorrales tan cerrados, que le fué forzoso andar por ellos, sin poner pie en tierra por espacio de quince dias enteros. En los cuales también por ver el Sol, y tomar algún tino, por ser tan cerrado de infinita arboleda aquel monte, sabia algunas veces trepando hasta la cumbre de árboles altísimos, y desde allí des- cubría cam'no. Oaien leyere la relación de las ve- ces que este hombre se perdió, y los caminos que anduvo, y sucesos extraños que tuvo (la cual yo, por parecerme cosa digna de saber, escribí sucintamente) y quien hubiere andado algo por montañas de Indias, aunque no sean sino' las diez y ocho leguas que hay de nombre de Dios á Panamá, entenderá bien, de qué manera es esta inmensidad de arboleda que hay en Indias. Como allá nunca hay invierno que llegue á frío, y la hu- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 40/ medad del Cielo y del suelo es tanta, de ahí pro- viene, que las tierras de montaña producen infini- ta arboleda, y las de campiña, que llaman cavanas, infinita yerba. Así que para pastos yerba, y para edificios madera, y para el ñaegoleña, no falta. Con- tar las diferencias y hechuras de tanto árbol silves- tre, es cosa imposible, porque de los mas de ellos no se saben los nombres. Los cedros tan encareci- dos antiguamente, son por allá muy ordinarios para edificios y para naves, y hay diversidad de -ellos: unos blancos, y otros rojos, y muy olorosos. Dánse en los Andes del Perú, y en las montañas de Tierra-firme, y en las Islas, y en Nicaragua, y ^n la Nueva-España, gran cuantidad. Laureles de hermosísima vista y altísimos, palmas infinitas, ceyvas de que labran los Indios las canoas, que son barcos hechos de una pieza. De la Habana y Isla de Cuba, donde hay inmensidad de semejan- tes árboles, traen á España palos de madera pre- ciada, como son ébanos, caoba, granadillo, cedro y otras maderas que no conozco. También hay pinos grandes en Nueva-España, aunque no tan recios como los de España: no llevan piñones, sino pinas vacías. Los robles que traen de Guayaquil, son escogida madera y olorosa, cuando se labran: y de allí mismo cañas altísimas, cuyos cañutos ha- cen una botija ó cántaro de agua, y sirven para edificios, y los palos de mangles, que hacen árbo- 408 LIBRO CUARTO les y mástiles de naves, y los tienen por tan recios como si fuesen de hierro. El moUe es árbol de mu- cha virtud: da unos racimillos, de que hacen vino los Indios. En Méjico le llaman árbol del Perú, porque vino de allá; pero dase también y mejor en la Nueva-España, que en el Perú. Otras mil maneras hay de árboles, que es supérfluo trabajo decirlas. Algunos de estos árboles son de enorme grandeza; solo diré de uno que está en Tlacocha- vaya, tres leguas de Guajaca, en la Nueva-Espa- ña. Este midiéndole aposta se halló en solo el hue- co de dentro tener nueve brazas, y por defuera medido cerca de la raíz diez y seis brazas, y por mas alto doce. A este árbol hirió un rayo desde lo alto por el corazón hasta abajo, y dicen que dejó el hueco, que está referido. Antes de herirle el rayo, dicen que hacia sombra bastante para mil hombres; y así se juntaban allí para hacer sus mi- totes, bailes y supersticiones: todavia tiene rama y verdor, pero mucho menos. No saben que espe- cie de árbol sea, mas de que dicen que es género de cedro. A quien le pareciere cedro fabuloso aqueste, lea lo que Plinio cuenta (l) del plátano de Licia, cuyo hueco tenia ochenta y un pies, que mas parecía cueva ó casa, que no hueco de árbol; (i) Plin. lib. í2. c. I, DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 4O9- y la copa de él parecía un bosque entero, cuya sombra cubría los campos. Con éste se perderá el espanto y la maravilla del otro tejedor, que dentro del hueco de un castaño tenía casa y telar. Y del otro castaño ó que se era, donde entraban á caballo ocho hombres, y se volvían á salir por el hueco de él sin embarazarse. En estos árboles así extraños y disformes ejercitaban sus idolatrías mucho los Indios, como también lo usaron los an- tiguos Gentiles, según refieren Autores de aquel tiempo. CAPITULO XXXI De las plantas y fmtales que se han llevado de España á las Indias. Mejor han sido pagadas las Indias en lo que toca á plantas, que en otras mercaderías, porque las que han venido á España son pocas, y dánse mal: las que han pasado de España son muchas, y dánse bien. No sé si digamos que lo hace la bon- dad de las plantas, para dar la gloria á lo de acá; ó si digamos que lo hace la tierra, para que sea la gloria de allá. En conclusión, cuasi cuanto bueno se produce én España hay allá, y en partes aven- tajado, y en otras no talj trigo, cebada, hortaliza» verdura y legumbres de todas suertes, como son lechugas, berzas, rábanos, cebollas, ajos, peregil, nabos, zanahorias, berengenas, escarolas, acelgas, espinacas, garbanzos, habas, lentejas, y finalmente cuanto por acá se da de esto casero, y de prove- cho, porque han sido cuidadosos los que han ido, «n llevar semillas de todo, y á todo ha respondí- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 4II "do biea la tierra, aunque en div^ersas partes de uno mas que de otro, y en algunas poco. De ár- boles, los que mas generalmente se han dado allá, y con mas abundancia, son naranjos, limas, cidras y fruta de este linage. Hay ya en algunas partes montañas y bosques de naranjales, lo cual hacién- dome maravilla, pregunté en una Isla, ^'quién ha- bía llenado los campos de tanto naranjo? Respon- diéronme, que acaso se habla hecho porque ca- yéndose algunas naranjas, y pudriéndose la fruta, habian brotado de su simiente, y de la que de éstos y de otros llevaban las aguas a diversas par- tes, se venian á hacer aquellos bosques espesos: parecióme buena razón. Dije ser ésta la fruta que generalmente se haya dado en Indias, porque en ninguna parte he estado de ellas, donde no haya naranjas, por ser todas las Indias tierra caliente y húmeda, que es lo que quiere aquel árbol: en la sierra no se dan: tráense de los valles ó de la costa. La conserva de naranjas cerradas que hacen en las Islas, es de la mejor que yo he visto allá, ni acá. También se han dado bien duraznos, y sus consortes melocotones, y priscos, y albaricoques, aunque éstos mas en Nueva-España: en el Perú, fuera de duraznos, de esotro hay poco, y menos en las Islas. Manzanas y peras se dan, pero mode- radamente: ciruelas muy cortamente: higos en abundancia, mayormente en el Perú: membrillos 412 LIBRO CUARTO en todas partes, y en Nueva-España de manera,, que por medio real nos daban cincuenta á esco- ger; y granadas también bastantes, aunque todas^ son dulces: aguas no se han dado bien. Melones en partes los hay muy buenos, como en 7'ierra-fir- me y algunas partes del Perú. Guindas, ni cerezas- hasta ahora no han tenido dicha de hallar entra- da en Indias: no creo es falta del temple, porque le hay en todas maneras, sino falta de cuidado ó de acierto. De frutas de regalo apenas siento falte otra por allá. De fruta basta y grosera faltan be- llotas y castañas, que no se han dado hasta ahora,, que yo sepa en Indias. Almendras se dan, pero es- casamente. Almendra, nuez y avellana va de Es- pina para gente regalada. Tampoco sé que haya nísperos, ni serbas, ni imj^ortan mucho. Y esta baste para entender, que no falte regalo de fruta: ahora digamos otro poco de plantas de provecho que han ido de España, y acabaremos esta plática de plantas, que ya va larga. CAPITULO XXXII De las 2ivas, vin.is, olivas, vio y eras y cañas de azúcar. Plantas de provecho entiendo las que demás de dar que comer en casa, traen á su dueño dinero. La principal de éstas es la vid, que da el vino, el vinagre, la uva, la pasa, el agraz y el arrope; pero el vino es lo que importa. En las Islas y Tierra- firme no se da \-ino ni uvas: en la Nueva-España hay parras, y llevan uvas, pero no se hace vino. La causa debe de ser, no madurar del todo las uvas, por razón de las lluvias, que vienen por Julio y Agosto, y no las dejan bien sazonar; por esto sirven solamente ;, ara comer. El vino llevan de España ó de las Canarias; y así es en lo demás de Indias, salvo el Perú y Chile, donde hay viñas, y se hace vino, y muy bueno; y de cada dia cre- ce así en cuantidad, porque es gran riqueza en aquella tierra, como en bondad, porque se en- tiende mejor el modo de hacerse. Las viñas del Perú son comunmente en valles calientes, donde 414 LIBRO CUARTO tienen acequias, y se riegan á mano, porque la lluvia del Cielo en los llanos no la hay, y en la sierra no es á tiempo. En partes hay donde ni se riegan las viñas, del Cielo, ni del suelo: y dan en grande abundancia, como en el valle de lea, y la mismo en las hoyas que llaman de Villacuri, donde entre unos arenales muertos se hallan unos hoyos ó tierras bajas de increíble frescura todo el año, sin llover jamás, ni haber acequia, ni riega humano. La causa es, ser aquel terreno esponjoso, y chupar el agua de rios que bajan de la sierra, y se empapan por aquellos arenales; ó si es hume- dad de la mar (como otros piensan) hase de en- tender, que el trascolarse por el arena hace que el agua no sea estéril é inútil, como el Filósofo la significa. Han crecido tanto las viñas, que por su causa los diezmos de las Iglesias son hoy cinco y seis tanto de lo que eran ahora veinte años. Los valles mas fértiles de viñas son Victor cerca de Arequipa, lea en términos de Lima, Caracato en términos de Chuquiavo. Llévase este vino á Poto- sí, y al Cuzco, y á diversas partes: y es grande grangería, porque vale con toda el abundancia una botija ó arroba cinco ó seis ducados; y si es de España, que siempre se lleva en las flotas, diez y doce. En el Reino de Chile se hace vino como en España, porque es el mismo temple; pero traída al Perú se daña. Uvas se gozan donde no se puede DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 41$: gozar vino; y es cosa de admirar, que en la ciu- dad del Cuzco se hallarán uvas frescas todo el año. La causa de esto me dijeron ser los valles de aquella comarca, que en diversos meses del año dan fruto: y ahora sea por el podar las vides á diversos tiempos, ahora por cualidad de la tierra, en efecto, todo el año hay diversos valles que dan fruta. Si alguno se maravilla de esto, mas se maravillará de lo que diré, y quizá no lo creerá. Hay árboles en el Perú, que la una parte del ár- bol da fruta la mitad del año, y la otra parte la otra mitad. En Mala, trece leguas de la ciudad de los Reyes, la mitad de una higuera, que está á la banda del sur, está verde, y da fruta un tiempo del año, cuando es verano en la sierra; y la otra mitad, que está hacia los llanos y mar, está verde, y da fruta en otro tiempo diferente, cuando es verano en los llanos. Tanto como esto obra la va- riedad del temple y aire, que viene de una parte ó de otra. La grangería del vino no es pequeña, pe- ro no sale de su provincia. Lo de la seda, que se hace en Nueva-España, sale para otros Reinos, co- mo el Perú. No la habia en tiempo de Indios: de Es- paña se han llevado moreras, y dánse bien, mayor mente en la provincia que llaman la Misteca, donde se cria gusano de seda, y se labra y hacen tafetanes buenos: damascos, rasos y terciopelos no se labran hasta ahora. El azúcar es otra grangería, mas ge- 4l6 LIBRO CUARTO neral, pues no solo se gasta en Indias, sino también se trae á España harta cantidad, porque las cañas se dan escogidamente en diversas partes de In- dias: en Islas, en Méjico, en Perú, y en otras par- tes han hecho ingenios de grande contratación. De el de la Xasca me afirmaron, que solía rentar de treinta mil pesos arriba cada año. El de Chi- cama Junto á Trujillo también era hacienda grue- sa, y no menos lo son los de la Nueva-España, porque es cosa loca lo que se consume de azúcar y conserva en Indias. De la Isla de Santo Domin- go se trajeron en la flota que vine, ochocientas y •noventa y ocho cajas y cajones de azúcar, que siendo del modo que yo las vi cargar en Puerto- Rico, será á mi parecer cada caja de ocho arro- bas. Es ésta del azúcar la principal grangería de aquellas Islas: tanto se han dado los hombres al apetito de lo dulce. Olivas y olivares también se han dado en Indias, digo en Méjico y Perú; pero hasta hoy no hay molino de aceite, ni se hace, porque para comei* las quieren mas, y las sazonan bien. Para aceite hallan, que es mas la costa que el provecho; así que todo el aceite va de España. Con esto quede acabado con la materia de las plantas, y pasemos á la de animales de las Indias. CAPÍTULO XXXIII De los ganados ovejuno y vacuno. De tres maneras hallo animales en Indias: unos> que han sido llevados de Españoles: otros, que aunque no han sido llevados por Españoles, los hay en Indias de la misma especie que en Europa: otros, que son animales propios de Indias, y no se hallan en España. En el primero modo son ovejas, vacas, cabras, puercos, caballos, asnos, perros, gatos y otros tales, pues estos géneros los hay en Indias. El ganado menor ha multiplicado mucho; y si se pudieran aprovechar las lanas enviándose á Europa, fuera de las mayores riquezas que tu- vieran las Indias. Porque el ganado ovejuno allá tiene grande abundancia de pastos, sin que se agos- te la yerba en muchas partes; y es de suerte la fran- queza de pastos y dehesas, que en el Perú no hay pastos propios: cada uno apacienta donde quiere. Por lo cual la carne es comunmente abundante, y barata por allá; y los demás provechos que de la Tomo 28 4l8 LIBRO CUARTO oveja proceden, de quesos, leche, &c. Las lanas dejaron un tiempo perder de el todo, hasta que se pusieron obrages, en los cuales se hacen paños y frazadas, que ha sido gran socorro en aquella tie- rra para la gente pobre, porque la ropa de Casti- lla es muy costosa. Hay diversos obrages en el Perú; mucho mas copia de ellos en Nueva-Es- paña, aunque ahora sea la lana no ser tan fina^ ahora los obrages no labrarla tan bien, es mucha la ventaja de la ropa que va de España, á la que en Indias se hace. Habia hombres de setenta y de cien mil cabezas de ganado menor; y hoy dia los hay poco menos, que á ser en Europa, fuera rique- za grande, y allá lo es moderada. En muchas par- tes de Indias, y creo son las mas, no se cria bien ganado menor, á causa de ser la yerba alta, y la tierra tan viciosa, que no pueden apacentarse sino ganados mayores; y así de vacuno hay innumera- ble multitud. Y de esto en dos maneras: uno ga- nado manso, y que anda en sus hatos, como en tierra de los Charcas, y en otras provincias del Perú, y en toda la Nueva-España. De este ganado se aprovechan, como en España, para carne, man- teca y terneras, y para bueyes de arado, &c. En otra forma hay de este ganado alzado al monte; y así por la aspereza y espesura de los montes, como por su multitud, no se hierra, ni tiene dueño propio, sino como caza de monte, el primero que DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 4I9 la montea y mata, es el dueño. De este modo han multiplicado las vacas en la Isla Española, y en otras de aquel contorno, que andan á millares sin dueño por los montes y campos. Aprovéchanse de este ganado para cueros: salen negros ó blan- cos en sus caballos con desjarretaderas al campo, y corren los toros ó vacas, y la res que hieren y cae, es suya. Desuéllanla, y llevando el cuero á su casa, dejan la carne perdida por ahí, sin haber quien la gaste, ni quiera, por la sobra que hay de ella. Tanto, que en aquella Isla me afirmaron, que en algunas partes habia infección de la mucha carne que se corrompía. Este corambre que viene á España, es una de las mejores grangerías de las Islas, y de Nueva-España. Vinieron de vSanto Do- mingo en la flota de ochenta y siete, treinta y cinco mil cuatrocientos cuarenta y cuatro cueros vacunos. De la Nueva-España vinieron sesenta y cuatro mil trescientos y cincuenta cueros, que los valuaron en noventa y seis mil quinientos treinta y dos pesos. Cuando descarga una flota de éstas, ver el rio de Sevilla, y aquel arenal donde se pone tanto cuero, y tanta mercadería, es cosa para ad- mirar. El ganado cabrío también se da; y además de los otros provechos de cabritos, de leche, &c. es uno muy principal el sebo, con el cual comun- mente se alumbran ricos y pobres, porque como hay abundancia, les es mas barato que aceite, 420 LIBRO CUARTO aunque no es todo el sebo que en esto se gasta, de macho. También para el calzado aderezan los cor- ^ovanes; mas no pienso que son tan buenos como los que llevan de Castilla. Caballos se han dado, y se dan escogidamente en muchas partes ó las mas de Indias, y algunas razas hay de ellos tan buenos como los mejores de Castilla, así para carrera y gala, como para camino y trabajo. Por lo cual allá el usar caballos para camino, es lo mas ordinario, aunque no faltan muías y muchas, especialmente donde las recuas son de ellas, como en Tie-rra-ñr- me. De asnos no hay tanta copia, ni tanto uso; y para trabajo es muy poco lo que se sirven de ellos. Camellos algunos, aunque pocos, vi en el Perú llevados de las Canarias, y multiplicados allá, pero cortamente. Perros en la Española han cre- cido en número y en grandeza, de suerte que es plaga de aquella Isla, porque se comen los gana- dos, y andan á manadas por los campos. Los que los matan tienen premio por ello, como hacen con los lobos en España. Verdaderos perros no los ha- bla en Indias, sino unos semejantes á perrillos, que los Indios llamaban aleo: y por su semejanza á los que han sido llevados de España, también los lla- man aleó: y son tan amigos de estos perrillos, que se quitarán el comer por dárselo: y cuan- do van camino, los llevan consigo á cuestas ó en el seno. Y si están malos , el perrito ha DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 421 de estar allí con ellos, sin servirse de ellos para cosa, sino solo para buena amistad y com- pañía. CAPÍTULO XXXIV De algunos animales de Europa que hallaron los Españoles en Indias^ y cómo hayan pasado. Todos estos animales que he dicho, es cosa cierta que se llevaron de España, y que no los habia en Indias cuando se descubrieron, aun no ha cien años: y además de ser negocio que aún tiene testigos vivos, es bastante prueba ver, que los In- dios no tienen en su lengua vocablos propios para estos animales, sino que se aprovechan de los mis- mos vocablos Españoles, aunque corruptos, por- que de donde les vino la cosa, como no la cono- cían, tomaron el vocablo de ella. Esta regla he hallado buena para discernir qué cosas tuviesen 422 ~ LIBRO CUARTO los Indios antes de venir Españoles, y qué cosas no. Porque aquellas que ellos ya tenian y cono- cían, también les daban su nombre: las que de nuevo recibieron diéronles también nombres de nuevo, los cuales de ordinario son los mismos nom- bres Españoles, aunque pronunciados á su modo, como al caballo, al vino y al trigo, &c. Halláronse, pues, animales de la misma especie que en Euro- pa, sin haber sido llevados de Españoles. Hay leo- nes, tigres, osos, jabalíes, zorras, y otras fieras y animales silvestres, de los cuales hicimos en el primer libro argumento fuerte, que n3 siendo ve- rosímil que por mar pasasen á Indias, pues pa- sar á nado el Océano es imposible, y embar- carlos consigo hombres, es locura, sigúese que por alguna parte donde el un orbe se conti- núa y avecina al otro, hayan penetrado, y po- co á poco poblado aquel mundo nuevo. Pues conforme á la divina Escritura (l) todos estos animales ce salvaron en el arca de Noé, y de allí se han propagado en el mundo. Los leones que que por allá yo he visto, no son bermejos, ni tie- nen aquellas vedijas con que los acostumbran pin- tar: son pardos, y no tan bravos como los pintan. Para cazarlos se juntan los Indios en torno, que ellos llaman chaco, y á pedradas, y con palos y (i) Genes. 6. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 425 otros instrumentos los matan. Usan encaramarse también en árboles estos leones, y allí con lanzas ó con ballestas, y mejor con arcabuz, los matan. Los tigres se tienen por mas bravos y crueles, y que hacen salto mas peligroso, por ser á traición. Son maculosos, y de el mismo modo que los His- toriadores los describen. Algunas veces oí contar, que estos tigres están cebados en Indios, y que por eso no acometían á Españoles, ó muy poco y que de entre ellos sacaban un Indio, y se le lle- vaban. Los osos, que en lengua del Cuzco llaman otoroncos, son de la misma especie que acá, y son hormigueros. De colmeneros poca experiencia hay, porque los panales donde los hay en Indias, dánse en árboles, ó debajo de la tierra, y no en colme- nas al modo de Castilla; y los panales que yo he visto en la provincia de los Charcas, que allá nom- bran lechiguanas, son de color p.^irdo y de muy poco jugo: mas parecen paja dulce, que panales de miel. Dicen que las abejas son tan chiquitas como moscas, y que enjambran debajo de la tie- rra: la miel es aceda y negra. En otras partes hay mejor miel, y panales mas bien formados, como la provincia de Tucumán, y en Chile, y en Carta- gena. De los jabalíes tengo poca relación, mas de haber oído á personas que dicen haberlos visto. Zorros y animales que degüellan el ganado, hay mas de los que los pastores quisieran. Fuera de 424 LIBRO CUARTO estos animales, que son fieros y perniciosos, hay otros provechosos, que no fueron llevados por los Españoles, como son los ciervos ó venados, de que hay gran suma por todos aquellos montes; pero los mas no son venados con cuernos: á lo menos ni yo los he visto, ni oído á quien los haya visto: todos son mochos como corzos. Todos estos animales que hayan pasado por su ligereza, y por ser naturalmente silvestres y de caza, desde el un orbe al otro, por donde se juntan, no se me hace difícil, sino muy probable y cuasi cierto, viendo que en Islas grandísimas, y muy apartadas de tie- rra firme, no se hallan, cuanto yo he podido por alguna experiencia y relación alcanzar. CAPÍTULO XXXV De las aves que hay de acá, y cómo pasaron á Indias, Menos dificultad tiene creer lo mismo de aves^. que hay del género de las de acá, como son per- dices, tórtolas, palomas torcaces, codornices y diversas castas de halcones, que por muy precia- dos se envian á presentar de la Nueva-España y del Perú á señores de España. ítem, garzas y águi- las de diversas castas. Estos y otros pájaros seme- jantes no hay duda que pudieron pasar mucho mejor que los leones, tigres y ciervos. Los papa_ gayos también son de gran vuelo, y se hallan co- piosamente en Indias, especialmente en los Andes del Perú; y en las Islas de Puerto-Rico y Santo Domingo andan bandas de ellos como de palomas. Finalmente, las aves con sus alas tienen camino adonde quieren; y el pasar el golfo no les será á muchas muy difícil; pues es cosa cierta, y la afir- -426 LIBRO CUARTO ma Plinio (l), que muchas pasan la mar, y van á regiones muy extrañas, aunque tan grande golfo, como el mar Océano de Indias, no sé yo que es- criba nadie que le pasen aves á vuelo. Mas tampo- co lo tengo por del todo imposible, pues de algu- nas es opinión común de marineros, que se ven doscientas, y aun muchas mas leguas lejos de tie- rra; y también, según que Aristóteles enseña (2), las aves fácilmente sufren estar debajo del agua, porque su respiración es poca, como lo vemos en aves marinas, que se zabullen, y están buen rato; y asi se podria pensar, que los pájaros y aves que se hallan en las Islas y tierra firme de Indias, ha- yan pasado la mar descansando en Islotes y tie- rras, que con instinto natural conocen, como de algunos lo refiere Plinio (3): ó quizá dejándose caer en el agua, cuando están fatigadas de volar, y de allí, después de descansar un rato, volviendo á proseguir su vuelo. Y cuanto á los pájaros que se hallan en Islas, donde no se ven animales de tierra, tengo por sin duda, qué han pasado en una de las dos maneras dichas. Cuanto á las de- más que se hallan en tierra firme , especial- mente las que no son de vuelo muy ligero, es (i) Piin. lib. 10. c. 23. <2) Arist. lib. 3. de part. animal c. 6. <3) Plin. lib. 10. c. 25. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 42/ mejor camino decir, que fueron por donde los animales de tierra, que allá hay de los de Europa. Porque hay aves también en Indias muy pesadas, como avestruces, que se hallan en el Perú, y aun á veces suelen espantar á los carneros de la tierra, que van cargados. Pero dejando estas aves, que ellas por sí se gobiernan, sin que los hombres cui- den de ellas, sino es por via de caza; de aves do- mésticas me he maravillado de las gallinas, por- que en efecto las habia antes de ir Españoles; y €S claro indicio tener nombres de allá, qué á la gallina llaman gualpa, y al huevo ronto; y el mis- mo refrán que tenemos de llamar á un hombre gallina, para notarle de cobarde, ese propio usan los Indios. Y los que fueron al descubrimiento de las Islas de Salomón, refieren haber visto allá ga- llinas de las nuestras. Puédese entender, que como la gallina es ave tan doméstica y tan provechosa, los mismos hombres las llevaron consigo, cuando pasaron de unas partes á otras, como hoy dia ve- mos que caminan los Indios llevando su gallina, ó pollito sobre la carga que llevan á las espaldas; y también las llevan fácilmente en sus gallineros he- chos de paja ú de palo. Finalmente, en Indias hay muchas especies de animales y aves de las de Eu- ropa, que las hallaron allá los Españoles, como son las que he referido, y otras que otros dirán. CAPITULO XXXVI Cótno sea posible haber - en Indias animales , que no hay en otra parte del inundo. Mayor dificultad hace averiguar, qué principia tuvieron diversos animales que se hallan en Indias,. y no se hallan en el mundo de acá. Porque si allá los [irodujo el Criador, no hay para qué recurrir al arca de Noé, ni aun hubiera para qué salvar entonces todas las especies de aves y animales, si hablan de criarse después de nuevo; ni tampoco parece, que con la creación de los seis dias dejara Dios el mundo acabado y perfecto, si restaban nue- vas especies de animales por formar, mayormente animales perfectos, y de no menor excelencia que esotros conocidos. Pues si decimos, que todas estas especies de animales se conservaron en el arca de Noé, sigúese, que como esotros animales fueron á Indias de este mundo de acá, así también éstos, que no se hallan en otras partes del mundo. Y siendo esto así, pregunto: ¿cómo no quedó su especie de ellos por acá? ¿cómo solo se halla don- DE I A HISTORIA NATURAL DE INDIAS 429 •de es peregrina y extranjera? cierto es cuestión ■que me ha tenido perplejo mucho tiempo. Digo por ejemplo, si los carneros del Perú, y los que J laman pacos y guanacos no se hallan en otra re- gión del mundo, (¿quién los llevó al Perú? ¿ó cómo fueron? pues no quedó rastro de ellos en todo el mundo; y si no fueron de otra región, ¿cómo se formaron y produjeron allí? ^-Por ventura hizo Dios nu^va formación de animales? Lo que digo de estos guanacos y pacos, diré de mil diferencias de pájaros, aves y animales del monte, que jamás han sido conocidas, ni de nombre, ni de figura, ni hay memoria de ellos en Latinos ni Griegos, ni el naciones ningunas de este mundo de acá. Sino es que digamos, que aunque todos los animales salie- ron del arca; pero por instinto natural y providen- cia del Cielo, diversos géneros se fueron á diver- sas regiones, y en algunas de ellas se hallaron también, que no quisieron salir de ellas, ó si salie- ron, no se conservaron, ó por tiempo vinieron á fenecer, como sucede en muchas cosas. Y si bien S2 mira, esto no es caso propio de Indias, sino ge- neral de otras muchas regiones y provincias de Asia, Europa y África: de las cuales se lee, haber en ellas castas de animales que no se hallan en otras; y si se hallan, se sabe haber sido llevadas de allí. Pues como estos animales salieron del arca: verbi gratia, ^Xq.ÍA'íxíq.^^ que solo se hallan en la 430 LIBRO CUARTO India oriental, y de allá se han comunicado á otras partes, del mismo modo diremos de estos anima- les del Perú, y de los demás de Indias, que no se hallan en otra parte del mundo. También es de considerar, si los tales animales difieren específica y esencialmente de todos los otros, ó si es su di- ferencia accidental, que pudo ser causada de di- versos accidentes, como en el linage de los hom- bres ser unos blancos y otros negros, unos gigan- tes y otros enanos. Así verbi grada ^ en el linaje de los ximios ser unos sin cola y otros con cola, y en el linage de los carneros ser unos rasos y otros lanudos: unos grandes y recios, y de cuello muy largo, como los del Perú: otros pequeños y de pocas fuerzas, y de cuellos cortos, como los de Castilla. Mas por decir lo mas cierto, quien por esta vía de poner solo diferencias accidentales pretendiere salvar la propagación de los animales de Indias, y reducirlos á las de Europa, tomará carga que mal podrá salir con ella. Porque si he- mos de juzgar de las especies de los animales por sus propiedades, son tan diversas, que quererlas reducir á especies conocidas de Europa, será lla- mar al huevo, castaña. CAPÍTULO XXXVII De las aves propias de Indias. Ahora sean de diversa especie, ahora de la mis- ma de otras de acá, hay aves en Indias notables. De la China traen unos pájaros, que enteramente no tienen pies ni grandes ni pequeños, y cuasi todo su cuerpo es pluma: nunca bajan á tierra; ásense de unos hilillos que tienen, á ramos, y así descan- san: comen mosquitos y cosillas del aire. En et Perú hay los que llaman tominejos, tan pequeñi- tos, que muchas veces dudé viéndolos volar, si eran abejas ó mariposillas, mas son realmente pá- jaros. Al contrario los que llaman condores, son de inmensa grandeza, y de tanta fuerza, que no solo abren un carnero y se lo comen, sino á un ternero. Las avras que llaman, y otros las dicen gallinazas, tengo para mi que son de género de cuervos: son de extraña ligereza, y no menos agu- da vista: para limpiar las ciudades y calles son propias, porque no dejan cosa muerta: hacen no- 432 LIBRO CUARTO che en el campo en árboles ó peñas: por la maña na vienen á las ciudades, y desde los mas altos edificios atalayan para hacer presa. Los pollos de éstas son de pluma blanquizca, como refieren de los cuervos, y mudan el pelo en negro. Las guaca- mayas son pájaros mayores que papagayos, y tienen algo de ellos: son preciadas por la diversa color de sus plumas, que las tienen muy galanas. En la Nueva-España hay copia de pájaros de ex- celentes plumas, que de su fineza no se ha- llan en Europa, como se puede ver por las imágenes de pluma, que de allá se traen: las cuales con mucha razón son estimadas, y causan admiración, que de plumas de pájaros se pueda labrar obra tan delicada, y tan igual, que no pare- ce sino de colores pintadas, y lo que no puede hacer el pincel y las colores de tinte: tienen unos visos miradas un poco á soslayo tan lindos, tan alegres y vivos, que deleitan admirablemente. Al- gunos Indios, buenas maestros, retratan con per- fección de pluma lo que ven de pincel, que nin- guna ventaja les hacen los Pintores de España. Al Príncipe de España Don Felipe, dio su maestro tres estampas pequeñitas, como para registros de diurno, hechas de pluma, y su Alteza las mostró al Rey Don F'elipe nuestro Señor, su padre, y mirándolas su Magestad, dijo: que no habia vis- to en figuras tan pequeñas cosa de mayor primor. DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 435 Otro cuadro mayor, en que estaba retratado San Francisco recibiéndole alegremente la Santidad de Sixto V, y diciéndole que aquello hacian los In- dios de pluma, quiso probarlo trayendo los dedos un poco por el cuadro para ver si era pluma aque- lla, pareciéndole cosa maravillosa estar tan bien asentada, que la vista no pudiese juzgar si eran colores naturales de plumas, ó si eran artificiales de pincel. Los visos que hace lo verde, y un na- ranjado como dorado, y otras colores finas, son de extraña hermosura: y mirada la imagen á otra luz, parecen colores muertas, que es variedad de notar. Hácense las mejores imágenes de pluma en la provincia de Mechoacán, en el pueblo de Pásca- ro. El modo es con unas pinzas tomar las plumas, arrancándolas de los mismos pájaros muertos, y con un engrudillo delicado que tienen, irlas pe- gando con gran presteza y policía. Toman estas plumas tan chiquitas y delicadas de aquellos pa- jarillos, que llaman en el Perú tominejos, ó de otros semejantes, que tienen perfectísimas colores en su pluma. Fuera de imaginería usaron los Indios otras muchas obras de pluma muy preciosas, es- pecialmente para ornato de los Reyes y Señores, y de los templos é ídolos. Porque hay otros pá- jaros y aves grandes de excelentes plumas y muy finas, de que hacian bizarros plumages y penachos, especialmente cuando iban á la guerra; y con oro Tomo i. 29 434 LIBRO CUARTO y plata concertaban estas obras de plumería rica, que era cosa de mucho precio. Hoy dia hay las mismas aves y pájaros, pero no tanta curiosidad y gala como solian usar. A estos pájaros tan ga- lanos y de tan rica pluma, hay en Indias otros del todo contrarios, que demás de ser en sí feos, no sirven de otro oficio sino de echar estiércol; y con todo eso no son quizá de menor provecho. He considerado esto admirándome la providencia del Criador, que de tantas maneras ordena que sirvan á los hombres las otras criaturas. En algunas Islas ó Farellones, que están junto á la costa del Perú, se ven de lejos unos cerros todos blancos: dirá quien les viere, que son de nieve, ó que toda es tierra blanca, y son montones de estiércol de pá- jaros marinos, que van allí continuo á estercolar. Y es esta cosa tanta, que sube varas y aun lanzas en alto, que parece cosa fabulosa. A estas Islas van barcas á solo cargar de este estiércol, porque otro fruto pequeño, ni grande en ellas no se da: y es tan eficaz y tan cómodo, que la tierra esterco- lada con él da el grano y la fruta con grandes ventajas. Llaman guano el dicho estiércol, de don- de se tomó el nombre del valle que dicen de Lu- naguana, en los valles del Perú, donde se aprove- chan, de aquel estiércol: y es el mas fértil que hay por allá. Los membrillos y granadas, y otras frutas en grandeza y bondad exceden mucho, y dicen ser DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 435 la causa, que el agua con que riegan estos árboles, pasa por tierra estercolada, y da aquella belleza de fruta. De manera, que de los pájaros no solo la car- ne para comer, y el canto para deleite, y la pluma para ornato y gala, sino el mismo estiércol es tam- bién para el beneficio de la tierra, y todo ordena- do del sumo Hacedor para servicio del hombre, con que el hombre se acordase de ser grato y leal á quien con todo le hace bien. CAPÍTULO XXX\ III De los animales de monte. Fuera de los géneros de animales que se han dicho de monte, que son comunes á Indias y á Europa, hay otros que se hallan allá, y no sé que los haya por acá, sino por ventura traídos de aquellas partes. Saynos llaman unos como porque- zuelos, que tienen la extrañeza de tener el ombli- go sobre el espinazo: éstos andan por los montes 436 LIBRO CUARTO á manadas: son crueles, y no temen, antes acome- ten, y tienen unos colmillos como navajas, con que dan muy buenas heridas y navajadas, si no se ponen á recaudo los que los cazan. Súbense los que quieren cazarlos á su seguro en árboles, y los saynos ó puercos de manada acu ien á morder el árbol, cuando no pueden al hombre; y de lo alto, con una lancilla hieren y matan los que quieren. Son de muy buena comida; pero es menester qui- tarles luego aquel redondo que tienen en el om- bligo del espinazo, porque de otra suerte dentro de un dia se corrompen. Otra casta de animalejos hay que parecen lechones, que llaman guadatina- jas. Puercos de la misma especie de los de Euro- pa, yo dudo si los habia en Indias antes de ir Es- pañoles, porque en la relación del descubrimiento de las Islas de Salomón se dice que hallaron galli- nas y puercos de España. Lo que es cierto es ha- ber multiplicado cuasi en todas partes de Indias este ganado en grande abundancia. En muchas partes se come carne fresca de ellos, y la tienen por tan sana y buena como si fuera carnero, como en Cartagena. En partes se han hecho montaraces y crueles; y se va á caza de ellos, como de jaba- líes, como en la Española y otras Islas, donde se ha alzado al monte este ganado. En partes se ce- ban con grano de maíz, y engordan excesivamen- te, para que den manteca, que se usa á falta de DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 43/ aceite. En partes se hacen muy escogidos pemiles, como en Toluca de la Nueva-España y en Paria del Perú. Volviendo á los animales de allá, como los saynos son semejantes á puercos, aunque mas pequeños, así lo son á las vaquillas pequeñas las dantas, aunque en el carecer de cuernos mas pa- recen muletas: el cuero de éstas es tan preciado para cueras y otras cubiertas, por ser tan recias, que resisten cualquier golpe ó tiro. Lo que defien- de á las dantas la fuerza del cuero, defiende á los que llaman armadillos la multitud de conchas, que abren y cierran como quieren á modo de corazas. Son unos animalejos pequeños que andan en mon- tes, y por la defensa que tienen metiéndose entre sus conchas, y desplegándolas como quieren, los llaman armadillos. Yo he comido de ellos: no me pareció cosa de precio. Harto mejor comida es la de iguanas, aunque su vista es bien asque- rosa, pues parecen puros lagartos de España, aunque éstos son de género ambiguo, porque andan en agua, y sálense á tierra, y súben- se en árboles que están á la orilla del agua, y lanzándose de allí al agua, las cogen poniéndo- les debajo los barcos. Chinchillas es otro género de animalejos pequeños como hardillas: tienen un pelo á maravilla blando, y sus pieles se traen por cosa regalada y saludable para abrigar el estóma- go, y partes que tienen necesidad de calor mode- 438 LIBRO CUARTO rado: también se hacen cubiertas ó frazadas del pelo de estas chinchillas. Hállanse en la sierra del Perú, donde también hay otro animalejo muy co* mun, que llaman cuy, que los Indios tienen por co- mida muy buena, y en sus sacrificios usaban fre- CLientísimamente ofrecer estos cuyes. Son como conejuelos, y tÍ3nen sus madrigueras debajo de tierra; y en partes hay donde la tienen toda mina- da. Son algunos de ellos pardos: otros blancos y diferentes. (3tros animalejos llaman vizcachas, q.ie son á. manera de liebres, aunque mayores, y también las cazan y comen. De liebres verda- deras también hay caza en partes bien abundante. Conejos también se hallan en el Reino de Quito; pero los buenos han ido de España. Otro animal donoso es el que por su excesiva tardanza en mo- verse le llaman perico ligero, que tiene tres uñas en cada mano: menea los pies y manos como por compás con grandísima flema: es á la manera de mona, y en la cara se le parece: da grandes gritos, anda en árboles y come hormigas. CAPÍTULO XXXIX De los micos ó monos de Indias. Micos hay innumerables por todas esas monta- ñas de Islas, y Tierra-firme y Andes. Son de la casta de monas, pero diferentes en tener cola, y muy larga, y haber entre ellos algunos linages de tres tanto, y cuatro tanto mas cuerpo que monas ordinarias. Unos son negros del todo, otros bayos, otros pardos, otros manchados y \^arios. La ligereza y maña de éstos admira, porque parece que tienen discurso y razón: en el andar por árboles parece que quieren imitar las aves. En Capira, pasando de Nombre de Dios á Panamá, vi saltar un mico de estos de un árbol á otro, que estaba á la otra ban- da del rio, que me admiró. Ásense con la cola á un ramo, y arrójanse adonde quieren, y cuando el espacio es muy grande, que no puede con un sal- to alcanzarle, usan una maña graciosa, de asirse uno á la cola del otro, y hacer de esta suerte una como cadena de muchos: después ondeándose to- dos, ó columpiándose, el primero, ayudado de la 440 LIBRO CUARTO fuerza de los otros, salta, y alcanza, y se ase al ramo, y sustenta á los demás, hasta que llegan,, como dije, uno á la cola de otro. Las burlas, em- bustes y travesuras que estos hacen, es negocio de mucho espacio: las habilidades que alcanzan cuan- do los imponen, no parecen de animales brutos,, sino de entendimiento humano. Uno vi en Carta- gena en casa del Gobernador, que las cosas que de él me referían, apenas parecían creíbles. Come- en enviarle á la taberna por vino, y poniéndole en la una mano el dinero, y en la otra el pichel,, no haber orden de sacarle el dinero hasta que le daban el pichel con vino. Si los muchachos en el camino le daban grita ó le tiraban, poner el pichel á un lado, y apañar piedras, y tirarlas á los mu- chachos, hasta que dejaba el camino seguro; y así volvia á llevar su pichel. Y lo que es mas, con ser muy buen bebedor de vino (como yo se lo ví beber echándoselo su amo de alto), sin dárselo,, ó darle licencia, no habia tocar al jarro. Dijéronme también, que si veía mugeres afeitadas, iba y les tiraba del tocado, y las descomponía y trataba mal. Podrá ser algo de esto encarecimiento, que yo no lo ví, mas en efecto no pienso que hay ani- mal que así perciba y se acomode á la conversa- ción humana, como esta casta de micos. Cuentark tantas cosas, que yo, por no parecer que doy crédito á fábulas, ó porque otros no las tengan por DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 44I tales, tengo por mejor dejar esta materia con solo bendecir al Autor de toda criatura, pues para sola recreación de los hombres y entretenimiento do- noso, parece haber hecho un género de animal, que todo es de reir, ó para mover á risa. Algunos han escrito, que á Salomón se le llevaban estos micos de Indias occidentales: yo tengo para mí que iban de la India oriental. CAPÍTULO XL De las vicuñas y tarugas del Perú. Entre las cosas que tienen las Indias del Perú notables, son las vicuñas y carneros que llaman de la tierra, que son animales mansos y de mucho provecho. Las vicuñas son silvestres, y los carne- ros son ganado doméstico. Algunos han pensado que las vicuñas sean las que Aristóteles, Plinio y otros Autores tratan (l), cuando escriben de las que dicen capreas^ que son cabras silvestres; y (i) Arist lib. 3. de part. animal, cap. 1. Plin. lib. 10. cap. 72. 442 LIBRO CUARTO tienen sin duda similitud, por la ligereza, por an dar en los montes, por parecerse algo á cabras. Mas en efecto, no son aquellas, pues las vicuñas no tienen cuernos, y aquellas los tienen, según Aristóteles refiere. Tampoco son las cabras de la India oriental, de donde traen la piedra bezaar: ó si son de aquel género, serán especies' diversas, como en el linage de perros es diversa especie la del mastin y la del lebrel. Tampoco son las vicu- ñas del Perú los animales que en la provincia de la Nueva-España tienen las piedras, que allá lia man bezaares, porque aquellos son de especie de ciervos ó venados. Así que no sé que en otra par- te del mundo haya este género de animales, sino en el Perú y Chile, que se continúa con él. Son las vicuñas mayores que cabras, y menores que bece- rros: tienen la color, que tira á leonado, algo mas clara: no tienen cuernos, como los tienen ciervos y capreas: apaciéntanse, y viven en sierras altísi- mas, en las partes mas frias y despobladas, que allá llaman punas. Las nieves y el hielo no les ofende, antes parece que les recrea: andan á ma- nadas, y corren ligerísimamente: cuando encuen- tran caminantes ó bestias, luego huyen, como muy tímidas: al huir echan delante d'e sí sus hijuelos. No se entiende, que multipliquen mucho, por don- de los Reyes Incas tenian prohibida la caza de vi- cuñas, si no era para fiestas con órdeij suyo. Al- DE LA HISTORIA NATURAL DE INDIAS 443 ^un(»s se quejan, que después que entraron Espa- ñoles se ha concedido demasiada licencia á los chacos ó cazas de vicuñas, y que se han disminuí- do. La manera de cazar de los Indios es chaco, que es juntarse muchos de ellos, que á veces son mil, y tres mil y mas, y cercar un gran espacio de monte, y ir ojeando la caza, hasta juntarse por todas partes, donde se toman trescientas y cua- trocientas, y mas y menos, como ellos quieren, y dejan ir las demás, especialmente las hembras, para el multiplico. Suelen trasquilar estos anima- les, y de la lana de ellos hacen cubiertas ó fraza- das de mucha estima, porque la lana es como una seda blanda, y duran mucho; y como el color es natural y no de tinte, es perpetuo. Son frescas y muy buenas para en tiempo de calores: para inflamaciones de ríñones y otras partes las tienen por muy sanas, y que templan el calor demasia- do: y lo mismo hace la lana en colchones, que al- gunos usan por salud, por la experiencia que de ello tienen. Para otras indisposiciones, como gota, dicen también, que es buena esta lana ó frazadas hechas de ella: no sé en esto experiencia cierta. La carne de las vicuñas ud es buena, aunque los Indios la comen, y hacen cusharqui ó cecina de ella. Para medicina podré yo contar lo que vi: Caminando por la sierra del Perú llegué á un tam- bo ó venta una tarde con tan terrible dolor de 444 LIBRO CUARTO ojos, que me parecía se me querían saltar: et cual accidente suele acaecer de pasar por mucha nieve y mirarla. Estando echado con tanto dolor, que cuasi perdía la paciencia, llegó una India, y me dijo: Ponte, padre, esto en los ojos, y estarás bueno. Era una poca de carne de vicuña recien muerta, y corriendo sangre. En poniéndome aque- lla medicina se aplacó el dolor, y dentro de muy breve tiempo se me quitó del todo, que no le sen- tí mas. Fuera de los chacos que he dicho, que son cazas generales, usan los Indios particular- mente para coger estas vicuñas, cuando llegan á tiro, arrojarles unos cordelejos con ciertos plomos, que se les traban, y envuelven entre los píes, y embarazan para que no puedan correr; y así lle- gan y toman la vicuña. Lo principal porque este animal es digno de precio, son las piedras bezaa- res, que hallan en él, deque diremos luego. Hay otro género que llaman tarugas, que también son silvestres, y son de mayor ligereza que las vicu- ñas: son también de mayor cuerpo, y la color mas tostada: tienen las orejas blandas y caídas. Estas no andan á manadas como las vicuñas; á lo menos yo no las vi sino solas, y de ordinario por riscos altísimos. De las tarugas sacan también pie- dras bezaares, y son mayores, y de mayor efica- cia y virtud. CAPITULO XLI D¿ los pacos, gua7icicos y carneros del Perú. Ninguna cosa tiene el Perú de mayor riqueza y ventaja, que es el ganado de la tierra, que los nuestros llaman carneros de las Indias; y los In- dios en lengua general los llaman llama, porque bien mirado es el animal de mayores provechos, y de menos gasto de cuantos se conocen. De este ganado sacan comida y vestido, como en Europa del ganado ovejuno, y sacan mas el tragin y aca- rreto de cuanto han menester, pues les sirve de traer y llevar sus cargas. Y ]3or otra parte no han menester gastar en herrage, ni en sillas ó jalmas, ni tampoco en cebada, sino que de valde sirve á sus amos, contentándose con la yerba que halla en el campo. De manera, que les proveyó Dios de ovejas y de jumentos en un mismo animal, y como á gente pobre quiso que ninguna costa les hiciese, porque los pastos en la sierra son muchos; y otros gastos, ni los pide, ni los ha menester este género id. Se engendran y están en la región del aire, muévense con el primer móvil, 194. Contratos no hacían los Indios con dinero, sino trocando una cosa por otra, 294. Crecientes y menguantes de diversos mares, 236. Véase la palabra Mar, Crucero, que parece en la banda del vSur, no es el Polo Antartico ; tiene la estrella del pie distante del verdadero Polo por treinta gra- dos, 23. Cuyes, qué animales sean , y de sus propieda- des, 438. 46 1 D Dinero, es medio de la comunicación de los hom- bres, 289. Es todas las cosas en virtud, siendo una sola en naturaleza. No le estiman los de la Florida, 290. No usaban de él los Indios en sus contratos, sino trocaban una cosa por otra, 294. Ni para él les servía el oro, id. En su lugar usa- ron algunos Indios del Cacao. De cobre no se usa comunmente en las Indias, 295. Drogas diversas, 400. Elemento del aire debajo de la Equinoccial es mas veloz que no en otras partes, 195. . Elementos de tierra y agua no se mueven, el del aire y del fuego si, 192, 196. Ensaye de la plata, cómo se hace, 345. Equinoccial, pasáronla dos veces Hannon y Cor- nelio Nepote, 52. Debajo de ella se mueve el aire mas velozmente que en otras partes, 197. Vívese vida muy apacible, IÓ3. Hay fuentes de aguas saludables, 244. En el Perú el mayor calor se siente por la mañana, y á medio dia hace fresco, 161. Esmeraldas, dc3nde se hallan, y de cuánta estima 462 sean, 348. Eran ornato de los Reyes Mejicanos^ y de sus ídolos, 349. Algunas ha habido de grande cantidad, 350. Estrecho de Magallanes, está en altura de cincuen- ta y un grados y medio, 28. 220. 223. Quien lo- halló. Todavia lo hay; y muchos lo han pasado, 215 y 2IÓ. Como se pasó por la banda del vSur. Pasáronlo Francisco Drac y Pedro Sarmiento, 216, No se sabe si tiene tierra firme por ambas- partes, 218. Tiene dos entradas, 222. Qué an- chura, largura, profundidad y propiedades ten- ga. Ídem. Estrecho que afirman algunos que hay en la ]"lo- rida, 221. Estrella Polar, dista del verdadero Polo Ártico por tres grados y mas; y la mas cercana del Polo Antartico dista de él por treinta gra- dos, 22. Estrellas, no se mueven solas, sino juntamente con todo el Cielo donde están, lO. Las del Polo Ár- tico son mas y mayores que las del Antar- tico, 22. Plores diversas que hay en Indias, 394. Floridos, no estimaban la plata y oro, ni el dine- ro, 290. 4^5 Flujo y reflujo de diversas mares, 226. Francisco Drac, pasó el Estrecho de Magalla- nes, 216. Frutas diversas que hay en las Indias, 249. 393. Fuente de agua caliente, que como vá manando se convierte en piedra, y mata á los que la be- ben, 244. Fuente que cria betún, y sirve de brea, id. Fuente que mana alquitrán, 243. Fuen- te de agua hirviendo, que está junto á otra fría» como la nieve, id. Fuente cuya agua luego se convierte en sal, 244. Fuente de agua de color de lejía, id. Fuente de agua negra como tinta, 244. Fuente de agua roja como sangre, idem. Fuentes y manantiales diversos que hay en In- dias, 244. Las que están debajo de la Equinoc- cial son de aguas saludables, 247. Fuentes y ríos, que origen tengan, 280. Gallinas, como las de España había en Indias an- tes de su conquista, 426. Ganado vacuno, hay tanto en algunas partes, que no tiene dueño, y sirve solo el pellejo, 91. 94. Ganados diversos como los de España, y otros diferentes que hay en Indias, 417. Cómo pasa- ron allá, 91. 94. Gigantes (según dicen) fueron los primeros que 464 conquistaron las Indias, 89. Fueron abrasados con fuego del Cielo por el pecado nefando, 90. Golfo de las Yeguas, es vario, y muy contrastado de ^'arios vientos, 182. Guayabos, qué fruta sea, 386. H Hannón, Capitán, pasó dos veces la línea Equi- noccial, 52. Historias, hay en tres maneras, 167. Las de cosas de Indias son apacibles, id. Historias, no son mas que de cuatrocientos años á esta parte, 1 14. I India Oriental, fué conocida de los Antiguos, pe- ro no la Occidental, 50. Qué sintió Platón de ella, 57. Inlias Occidentales no profetizó Abdías, 68. Cómo se poblaron primeramente de hombres y de bru- tos, 72. 91 y sigs. Fueron primeramente con- quistadas (según dicen de Gigantes), 99. No es- tán divididas del todo del viejo mundo, 94. 99. Debieron de ser pobladas primeramente de ca- zadores y salvajes, y no ha muchos años que se poblaron, 1 13. En ellas y en luiropa no es de 4^5 un mismo tiempo invierno y verano, 12/. A ellas se va por una parte, y se vuelve por otra, l8o. En general, qué calidades tengan; tienen tres suertes de tierra, 249. Indios, no vienen de linage de Judíos, 106. Por qué no se puede averiguar qué origen tengan, id. Qué suelen ellos contar de su origen, 112. No tienen historia mas que de cuatrocientos años á esta parte, 1 14. Usan de diversos artificios para pasar los ríos, 248. En las tierras bajas se van acabando, 250. En qué manera usaban de los metales, 294. Antes de ser conquistados usaban de cobre por hierro. Usan del oro solamente para ornato y no para dinero, 293. Contrataban trocando unas cosas por otras; y en algunas partes usan de cacao por dinero, 294. Son gran- demente amigos de Perrillos, 292. Indios, los navios pensaron que eran peñascos, y los Españoles dioses, 98. Indios, los del Estrecho de Magallanes saludaron á los Españoles con el nombre de Jesús, 255. Ingenios con que se muelen los metales, 343. Invierno y verano, no es en un mismo tierno en las Indias y en Europa. En el Perú es sere- no el invierno, y no hay lluvias, y en el verana sí, 271. Isla Atlántida, ly. 202. Islas de Ijarlovento, 57,' Oué propiedades tengan, Tomo i. 31 466 263. Las Canarias, 54. Las de Salomón, 75. Islas varias, 2'] . j Juncos, que llamnn Totora, sirven á los Indios de mantenimiento, casa, leña y embarcación, 133- L Lago de Titicaca, qué cantidad y calidades ten- ga, 237. Laguna de Paria, 238. La de Tarapaya tiene eí agua caliente, nunca crece ni mengua, 240. La. de Méjico es de agua cenagosa idem. Lagunas de Potosí, tendrán en contorno mil y se- tecientas varas cada una, 344. De las lagunas, lagos y ríos grandes que se hallan, en Indias^ 238. Y dentro de los Trópicos, 127. Lana de Vicuñas, es como seda, 443. Lanas se dejaron perder algún tiempo en In- dias, ya se aprovechan de ellas, 418. Legumbres y verduras diversas de Indias, 365. Las- de Europa, se dan mejor en las Indias, y no al contrario, 364. Leones, hay muchos en el Perú; pero no como- los de África en fiereza, ni en color, 99. 422. Llueve en el Verano, y hace serenidad en el In vierno dentro de laTórrida-Zona, 127. 467 Llueven pulgas en algunas partes, y en otras sapi- llos, 170. Lluvias, son mayores fuera de los Trópicos, cuan- to mas el Sol se aparta de ellos; y dentro de ellos, son mayores en el Estío, cuál sea la ra- zón, 124 y siguientes. Liquidambar, qué cosa sea y de sus propieda- des, 401. M Macan y Manila, distando solas ochenta leguas, tienen un dia de diferencia en el Kalendario Romano, 268. 269. Mameyes, qué fruta sean, 386. Manantiales y fuentes diversas que hay en Indias, 242. Qué origen tengan, 276. Maguey, da agua, vino, vinagre, aceite, arrope, miel, hilo y aguja, 382. Mar Océano, en la Sagrada Escritura se llama Abismo. En diversas partes tiene diversos nom- bres, 26. 27. El Océano en ninguna parte tiene mas anchura que mil leguas, id. Tiene div^er- sas crecientes y menguantes en diversos luga- res, 25Ó. Tuviéronlo los antiguos por innavega- ble, 39. No se le halla fondo, ni se llama Atlán- tico de la isla Atlante, 106. Navegase diferente- mente que el Mediterráneo, 180. Divídese en mar del Norte y del Sur, 213. 468 Mar Mediterráneo, en dirersas partes tiene diver- sos nombres, 26. En unas partes crece y men- gua, y en otras no, 226. No se ha descubierto otro en Indias, 213. Mar del vSur, descubrió primero Blasco Núñez de Balboa, 213. 214. Mares de Norte y Sur, se llegan hasta siete leguas uno de otro, 214. Han procurado algunos jun- tarlos, id. No es cierto si se juntan en alguna parte, 220. Marea, cada una dura solamente seis horas, 228. Marearse los navegantes es efecto de los vientos, 205 y sigs. En tierra se marean los hombres y las bestias en ciertas partes de Indias, 207 y sig. Matorrales espesísimos de Indias, 405. Maíz, se halla en todas las partes de Indias, 354. Qué calidades tenga, id. Menguantes y crecientes de diversos mares, 226. Véase la palabra Mar. Metal de plata, cómo se beneficia, 324. Véase la palabra Plata, y la palabra Azogue. Metales, se van aumentando, y son como plantas ocultas,285. Hay grande abundancia de ellos en las Indias Occidentales, 286. Con qué ingenios sé muelen, 343. Sirven á los hombres principal- mente para cuatro cosas, 447. No todos labran los Indios, y qué calidad de tierra los cria, 292. tinos hay mas ricos que otros, 324. 469 Alicos y monos, y de sus propiedades y extrañas habilidades, 438. 439. . Miel, en Indias hay en diversas partes, y no como la de Europa, 423. Mina insigne de Habelo en España, 313. Minas, en cierta manera se van aumentando, 285. Hay en Indias gran multitud de ellas, 291. Y son en dos maneras, 295. Cómo se labran, 318- 323. Tienen diversos colores, 323. Las del Ce- rro de Potosí, 312. Las de Azogue, véase la pa- labra Azogue. Móvil primero, no solamente lleva tras sí los otros cielos, sino también elementos, 192. Monos y micos, y de sus propiedades, 421. Muías hay en algunas partes de Indias, 420. Mundo, pensaron los Antiguos no ser mas que África, Asia, Europa, I y sigs. A todo él dio vuelta la nave Victoria, 7. Es redondo, y no como pensaron los Antiguos, I y sigs. Hacia ambos Polos tiene mar y tierra, 24. Cómo lo imaginó Aristóteles; y por qué se engañó, 39 y 47. Del nuevo tuvieron alguna noticia los Anti- guos, 50. N Nave Victoria, rodeó todo el mundo, y. Naranjales grandes de Indias, 410. 4/0 Navegación, tuvo origen de los de Fenicia, ']']. Navegar con aguja no es cosa antigua, ni se sabe su Autor, 83. Antiguamente no se navegaba sin remos, 86. Los Indios solían navegar en barcos hechos de cuero, 90. Navios primeros qu^ vieron los Lidios pensaron que eran peñascos, 98. Nilo, Rio famoso, por qué causa tenga inundacio- nes, 125. Nordestear y Norvestear, qué cosa sea, 83. Nueva-España, tiene viñas, y no vino; y qué otras propiedades tenga, 2^2. O Obras de Dios y las de los hombres, difieren grandemente, i"] . Olivares y Olivas hay en las Indias, pero no acei- te, 416. Ophir, de quien hace mención la Escritura, no es el Perú, 59; sino la India Oriental, Ó2. Orbe, viejo y nuevo, se deben de continuar en al- guna parte, 94 y lOO. Véase la palabra Mundo. Origen de fuentes y rios, 276. Oro no estiman los Floridos, 289. Servia á los Li- dios solamente para ornato, y no para dinero, 294. Dónde se halla, y en cuántas maneras, y de sus calidades y abundancia, y cómo se la- bra, 296 y sigs. 471 < Jsos de Indias son como los de Europa, 523. (Ovejas, sirven á los Indios de llevar cargas, lOO y 445- Pájaros, véase la palabra Aves. Paltos, qué fruta sea, 387. Pan, en Indias se hace de maíz y de raíces, 354. Papas, qué fruta sea, y de sus propiedades, 339. Paraguay solo, es mayor Rio que el Nilo, Ganjes y Eufrates juntos. Los que viven junto á él ha- bitan en Canoas sobre el agua tres meses del año, 131. Pariacaca, es paso peligroso donde los hombres se marean en tierra: es uno de los lugares mas altos del universo mundo: es lugar totalmente despoblado: no se crian en él bestias, ni aves, sino solas Vicuñas: tiene el aire mas sutil de lo <\ue. sufre la respiración humana: tiene toda la yerba quemada: tiene de ancho veinte ó treinta leguas, y mas de quinientas de largo, 205. Patos, cómo los cazan los Indios, 238. Pedro Sarmiento pas(3 el Estrecho de Magalla- nes, 216. Perico ligero, qué animal sea, 438. leerlas, dónde se crían, de su estima y diferen- cia, S^ I. 4/2 Perros, andan á manadas en algunas partes de In- diap^ y hacen tanto daño como los Lobos, y tie-^ ne premio quien los mata, 99 y 420. Pescados, y modos de pescar diversos que hay en Indias, 230. Pescar Ballenas, cómo lo acostumbran los Indios^ ^33 y 234- Piedra imán, no supieron los Antiguos que servia para marear, ']6. Piedras Bezaares, dónde se hallan, y de sus pro- piedades, 100. Pimienta de Indias y de sus propiedades, 370. Perú no es Ophir, de quien habla la Escritura, 59. Ji^s nombre impuesto por los Españoles, 61. En él las noches de verano no son calientes, 199. Y debajo de la Pínea el mayor calor se siente por la mañana, y á medio día hace fresco, 160. Es- tierra templada, 415- Tiene cincuenta leguas de ancho, y seiscientas de largo, 255. Tiene de or- dinario un mismo viento. P21 Sur y Surueste son saludables. Nunca llueve, ni truena, ni graniza sino junto á la costa, y allí terriblemente, 2 55* Y qué sea la causa, 259. Tiene dos cordilleras de montes de una misma altura, y son de con- trarias calidades, 257- Tiene tres maneras de tierras, 249 y sigs. Tiene viñas y vino; tiene abundancia de Minas, mas que todas las In- dias, 29 [. 473 Planetas y: Estrellas, pusieron los Antiguos que se movían solos, sin moverse el Cielo donde es- tán, 3. Plantas diversas de España se han llevado á In- dias, y prueban mejor que las de allá en Espa- ña, 410. Plata, no estimaban los Floridos, 289. Suélese ha- llar algunas veces pura, sin mezcla de escoria, 299. Cómo se saca y labra, 302. Cómo se bene- ficia con azogue, y mejor que con fuego, 342. Sale la sexta parte de plata, y las cinco de azogue, 340. Es mas subida de ley, idem . Con qué ingenios se mue\^e, y cómo se ensa- ya, 338. Plátanos de Indias, no son los antiguos, y qué pro- piedades tengan, 373. Platón, qué sintió déla India Occidental, 57. Plumas, sirven á los Indios para hacer rica imagi- nería, 431. Polo Antartico, no es el Crucero; y la Estrella mas cercana á él dista por treinta grados, y la mas cercana al Ártico dista por tres grados y algo mas, 22. Potosí, provincia, y la de la Plata, están en una misma altura, y tienen diferentes calidades, 160. Véase la palabra Cerro de Potosí. Puentes hacen los Indios de paja, 133. 247 Puercos de varias especies hay en las Indias, 418. 474 435- Unos hay que tienen el ombligo en el es- pinazo. Q (juito está debajo de la Líaea Equinoccial, 148. R Raíces diversas qpe comen los Indios, y de sus propiedades, 354. Rio de la Plata, tiene inundaciones como el Nilo, 126, 245. El Paraguay; véase la palabra Para- guay, El de la Magdalena, ó Rio grande, hace en la mar señal de diez leguas adentro. Tiene de ancho casi dos leguas, 132. 247. El de las Amazonas, ó Marañon, lí de Orellana, antes se debe llamar mar que no rio; de su grandeza y cosas notables, 132. Dónde tenga su origen, 238 y 247. Rios y Fuentes, qué origen tengan, 275. Hay mu- chos en Indias. 245. Los de la banda del Sur no son tan grandes como los del Norte; pero son mas recios, y tienen súbitas avenidas, y crecen en tiempos de calores, 247. Pasánlos los ladios con diversos artificios, 245. 4/5 S Sacaboncs, qué cosa sea, 320. vSeda hay en las Indias después que se conquista- ron, 415. Séneca (según algunos) tuvo noticia de las Indias Occidentales, 54- Sequedad de la tierra no es tanto mayor, cuanto el vSol está mas cercano á ella, 121. vSephér, de quien habla la Escritura, no son los Andes del Perú, 61. vSol, yendo hacia el Trópico de Cancro tarda siete dias mas, que yendo hacia el de Capricornio, 177. Véase la palabra Planetas. I arugas, qué animales sean, y de sus propieda- des, 344. Temblores de tierra, de qué causa procedan. En Indias ha habido algunos que han asolado pue- blos, cerrado rios, trastornado montes, hecho salir el mar, y corrido muchas leguas, 277 y sig. Tierra del nuevo orbe nunca quisieron conceder los Antiguos, I. Cércala á toda ella el Cielo por todas partes, 4 y sig. Es redonda; hacen ella y el agua juntamente un globo, 5 y siguien- 476 tes. Por que se diga estar fundadas sobre las aguas, 14 y sig. Estar en medio del mundo es conforme á la Sagrada Escritura 12 y sigs. Tie- ne su anchura de un Polo á otro. Su largura de Oriente á Poniente, 41. La que está hacia el Polo Antartico es mas ancha que larga, 44. I íay grande parte de tierra que se ignora, 265. Por qué tiembla tantas veces en el Perú, 2/8. Tierra, la del Perú y Nueva-España, qué pro- piedades tengan, 262. Y la que cría meta- les, 292. Tierra, que cayó y corrió como agua por espacio de legua y media, y tapó una laguna, 281. Véa- se la palabra Eleme7itos. Jlgres, en Indias son mas crueles con los Indios, que con los Españoles, 107. 423. Pelean con los Caimanes, 232. Son mas bravos que los Leo- nes, 423. Titicaca, laguna insigne, tiene de ancho quince leguas, y de largo casi treinta y cinco, 132. Ig3, Tórrida-Zona, véase la palabra Zona. Totora, sirve á los Indios de mantenimiento, de casa, leña, puentes y embarcación, 133. Trigo, no se halla que hayan tenido los Indios, 133. Y qué trigo hayan tenido, véase la pala- bra Mai£. I Tópicos, véase la palabra Lluvias, y la palabra Vientos. 477 Tunas, qué fruta sea, y cuántas diferencias haya de ellas, 303. l'urbiones, son mas ordinarios en las costas, que en el golfo debajo de la Línea, 202. U Uvas frescas hay en el Cuzco todo el año, 414. Uros, Indios, son tan brutos, que no se tienen ellos por hombres; moran algunos sobre el agua, y mudanse pueblos enteros de una parte á otra, 133. Venda\^ales, qué vientos sean, y de sus propieda- des, 185 y siguientes. Verano é Invierno, no se diferencian en Indias conforme á la vecindad del Sol, ni son a un mismo tiempo que en Europa. El Verano en el Perú es llovioso, y no el Invierno, 127. Verdura, véase la palabra Legumbres. Vía Láctea (que llaman Camino de Santiago), corre por la parte del Sur por grande espacio, y muy resplandeciente, y tiene ciertas manchas negras, 24. Vicuñas, qué animales sean, y de sus propieda- 478 dades, 441. Tienen la lana mas blanca que seda, 443. \ iento, corriendo en tierra de menos grados, co- rre su contrario en tierra de mas grados, 170 y siguientes. \ ientos contrarios suelen correr juntamente algu- nas veces, y unos mismos tienen contrarias pro- piedades en diversos lugares, 1 70 y sigs. Y la causa principal de esto no es el lugar por don- de pasan, 171 y sigs. Sino el eficiente, id. Y los contrarios en contrarias tierras no siempre tienen contrariar calidades, 176 y sigs. Unos mismos corren siempre en la costa del Perú, y dentro de los Trópicos, id. y sigs. Y qué sea la causa, 178 y sigs. De qué se engendran, y de- sús diferencias, nombres y propiedades, 169 y sig. y 186. Corriendo en algunas partes cier- tos vientos llueven pulgas, y en otras sapillos,, y en otros tienen otros maravillosos efectos, 170. Los de tierra de ordinario soplan después de media noche hasta medio dia. y los del mar, desde medio dia hasta puesto el Sol, 200. Viñas y vino hay en algunas partes de Indias, y en otras no, 413. Vino hacen, los Indios del maíz, y embriaga mas- que el de uvas, 316. Llamánle Chicha, y hay muchas suertes de él, 317. Volcanes 6 bocas de fuego hay en Indias, y cuálí 479' sea la causa^ 270 y sigs. Soq lugares que traca exhalaciones secas y calientes, ídem. Zapotes, qué fruta sea, 388. Zona Tórrida, aquella parte del año es mas serena cuando el Sol anda más apartado de ella, y cuan- do mas junto, hay mayores nublados y lluvias, 1 22 y sig. y cuál sea la razón de esto, 124 y sig. Llueve de ordinario después de medio día, y mas en las llenas de la Luna, 135. Es tierra fértil y templada, y muy habitada, lo contrario de lo cuál tuvieron Aristóteles y los Antiguos, 45. 143 y 144. Por qué razones lo sintieron así, 118. Tiene grande abundancia de pastos, aguas, ríos, fuentes y manantiales diversos, 128. Hs ea unas partes muy templada, y en otras no tanto, 143. 155. Y quesea la causa, idem. T A B L A ^ DE ALGUNOS LUGARES ü£ LA SAGRADA ESCRITURA, CUYA DECLARACIÓN SE TOCA DE PASO EN ESTE PRIMER TOMO DE LA HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS Génesis , Cap. I. V. I. Tenebrae erant superfaciefn abissi. 22 Cap. 7. V. II. Rupti SLint omnes fontes abissi 2Ó Cap. 8. V. 2. Clausi sunt fontes abissi 2^ Cap. 49. V. 25. Benedictionibus abissi ja- centis de orsum 2Ó Exodus. Cap. 15. V. 5. Abissi operuerunt eos 26 V. 8. Congregatai sunt abissi in me dio mari .... 26 Numeri. Cap. 33. vv^ 23. 24. Castra metati sunt in . Tomo i. 32 482 Págs. monte Sepher. Egressi de monte Sepher 61 Deiiteronomhim. Cap. 8. V. 7. Erumpunt fluviorum abissi . . 22 Cap. 33. V. 13. Atque abisso subjacente. . 22 Regiim tertiiLs. Cap. 9. V. 28. Qui cum venissent in Ophir . 341 Cap. 10. V. II. Cuse portabat aurum de Ophir, attulit ex Ophir ]igna 342 V. 22. Per tres annos ibat in Thar- sis 64 Cap. 22. V. 49. Quae navigarcnt in Ophir propter aurum 342 Paralip. prinms. Cap. 29. V. 4. Tria miUia talenta auri de auro Ophir 342 Paralip. secimdus. Cap. 8. V. 18. Abierunt cum servís Salo- monis in Ophir 342 Cap. 9. v^ 10, Attulerunt aurum de Ophir. 342 V. 21. Naves regis ibant in Tharsis 65 Cap. 20. V. 36. Naves, quae irent in Tharsis. 65 Esdrae qitartus. Cap. 3. V. 18. Tremeré fecisti abissos. ... 23 Cap. 4. V. 7. Quantse vense sunt in princi- pio abissos 22 483 V. 8. In abissum non descendí .... 23 Cap. 5. V. 25. Ex ómnibus abissis maris re- plesti tibí rivum '23 Cap, 8. V. 23. Cujus aspectus arefecit abissos 23 Judith. Cap. 2. V. 15. Predavitque omnes filies Tharsis 65 Cap. 9. V. 8. Tenuit pedes eorum abissus. . 23 Job. Cap. 2^. V. 7. Qui extendit Aquilonem su- • per vacuum, etc., appendit terram super nihilum 17 Cap. 28. V. 14. Abissus dicit non est in me. 23 Cap. 38. V. 16. In novissimis abissi de am- • bulasti.- 23 V. 30. vSuperficies abissi constrin- gitur 23 Cap. 41. V, 23. ^íistimabit abissum quasi senescentem 23 Psa/z/i!. Psal. II. V. 7. Sicut argentum terrse, pur- gatum septuplum 342 Psal. 23. V. 2. Ipse super maria fundavit eum . . 14- 1 5 Psal. 32. V. 7. Ponens in thesauri abissos. . 23 Psal. 47. \'. 8. In spiritu vehementi, conte- res naves Tharsis 64 484 Páss. Psal. 71. V. 10. Reges Tharsis, etc., insulte muñera offerent 65 Psal. 73. V. 14. Dedisti eum escam populis ^.thiopum , 235 Psal. 'J^. V. 17. Turbatae sunt abissi 23 Psal. jy. V. 15. Adaquavit eos vclut in abisso multa 23 Psal. 103. V. 5- Qui fundasti terram super stabilitatem suam ly V. 26. Draco iste, quem formasti ad illudendum ei 233 Psal. 105. V. 9. Deduxit eos in abissis sicut in deserto. 23 Psal. 106. V. 26. Descendunt usque ad abissos 23 Psal. 134. V. 6. In mari & in ómnibus abis- sis.. 23 Psal. 148. V. 7. Dracones & omnes abissi.. 23 Proverbia. Cap. 3. V. 20. Sapientia illius eruperunt abissi 23 Cap. 8. V. 24. Nondum erant abissi 23 V. 27. Giro valabat abissos. ..... 23 Ecclesiasticus. Cap. I. V. 2. Profundum abissi quis dimen- sus est 23 Cap. 16. V. 28. Abissus & universa térra.. 23 Cap. 23. V. 28. Profundum abissi, & homi- num corda intuentes 23 485 Hágs. Cap. 24. V. 8. Profundum abissi penetravi . 23 Cap. 42, V. 18. AbissLim & cor hominuní investigavit 23 Cap. 43. V. 25. Cogitatione sua placavit abissum 23 Isaías. Cap. 2. V. 16. Super omnes naves Tharsis. ()() Cap. 51. V. 10. Tu siccasti mare, aquam abissi vehementis 23 Cap. 03. V. 13. Qui eduxit eos per abissos. 23 jferemias. Cap. 10. V. 9. Argentum involutum de Tharsis affertur , & aurum de Ophir opus artificis Ó4. 342 Ezechiel. Cap. 26. V. 19. Adduxero super te abisso. 23 Cap. 31. V. 4. Abissus exaltavit illum 2^ Cap. 38. V. 13. Negotiatores Tharsis, & om- nes leones ejus dicent tibi ó 5 Daniel. Cap. 3. V. 55* Qy^^ intuerit abissos 23 Abdias, V. 20, Et transmigratio exercitus hujus íiHorum Israel, omnia loca Chananeorum usque ad Sareptam: 486 Págs. & transmigratio Jerusalem, quae in Bosphoro est., possidebit civitates austri 68 yo7iás. Gap. I. V. 3. Ut fugeret in l^harsis 65 Invenit navem euntem in Tharsis. 65 Ut irent cum eis in Tharsis 65 Cap. 12. V. 6. Abissus vallavit me 23 Cap. 4. V. 2. Ut fugerem in Tharsis 65 Habacnc. Cap. 3. V. 10. Dedit abissus vocem seam, . 23 Malachias. Cap. 3. V. 3. Et colabit eos quasi auriim, & quasi argentum 343 Lucas. Cap. 8, V. 31. Ut in abissum irent 23 LAUS DEO RETURN CIRCULATIOK TO— ^^ 202 Mal- T 1300 LOAN PERIOD HOME USE ALL BOOKS MAY BE RECALLED AFTER 7 DAYS Renewais and Recharges may be made 4 days prior to the due date. Books may be Renewed by calling 642-3405. 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