•:\>\-''.. ■:--'>. :•■■..:■:■ careaba i 1 i í ray JOSEPH E ACOSEWHÍSTO- RJAMTVRALYMO- RAL1 LAS INDIAS «c PVBUCADAEN8EVI- LLA,AfÍOEt59o AHORA FIELMEN- TE REIMPRESAS MADRID 1894 HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS ESCRITA POR EL P. JOSEPH DE ACOSTA, DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS Publicada en Sevilla en 1590. y ahora fielmente reimpresa de la primera edición. TOMO SEGUNDO MADRID 1894 7P/0-¿3^ Ramón Anglés, imprcroi. — R^ma, 4.3.- Madrid. HISTORIA &# NATURAL A^** MORAL DE LAS INDIAS EN QUÉ SE TRATAN LAS COSAS 4iotables del Cielo, elementos, metales, plantas y ani- males dellas; y los ritos y ceremonias, leyes y govierno y guerras de los indios. COMPUESTA POR EL PADRE JOSEPH DE ACOSTA, Religioso de la Compañía de Jesús. DIRIGIDA Á LA SERENISSIMA ¿INFANTA DOÑA ISABEL CLARA EUGENIA DE AUSTRIA CON PRIVILEGIO Impreso en Sevilla en Casa de Juan de León. AÑO DE M. D. XC. PROLOGO DEL AUTOR Á LOS LIBROS SIGUIENTES Habiendo tratado lo que á la historia natural de In- dias pertenece, en lo que resta se tratará de la historia moral , esto es, de las costumbres y hechos de los Indios. Porque después del Cielo, temple, sitio y cualidades del nuevo orbe, y de los elementos y mixtos, quiero decir de sus metales, plantas y animales, de que los cuatro libros precedentes se ha dicho lo que se ha ofrecido, la razón dicta seguirse el tratar de los hombres, que habi- tan el nuevo orbe. Así que en los libros siguientes se dirá de ellos, lo que pareciere digno de relación; y por- que el intento de esta historia no es solo dar noticia de lo que en Indias pasa, sino enderezar esa noticia al fru- to que se puede sacar del conocimiento de tales cosas, que es ayudar aquellas gentes para su salvación, y glo- rifica-- al Criador y Redentor, que los sacó de las tinie- blas obscurísimas de su infidelidad, y les comunicó la admirable lumbre de su Evangelio: Por tanto primero se dirá lo que toca á su Religión ó superstición, ritos, idolatrías y sacrificios en este libro siguiente, y después de lo que toca á su policía, gobierno, leyes, costumbres y .hechos. Y porque en la nación Mejicana se ha conser- vado memoria de sus principios, sucesión, guerras y otras cosas dignas de referirse, fuera de lo común que se trata en el libro sexto, se hará propia y especial rela- ción en el libro séptimo, hasta mostrar la disposición y prenuncios que estas gentes tuvieron del nuevo Reino de Cristo nuestro Dios, que habia de extenderse á aque- lias tierras, y sojuzgarlas á sí, como lo ha hecho en todo el resto del mundo. Que cierto es cosa digna de gran consideración, ver en qué modo ordenó la divina pro- videncia, que la luz de su palabra hallase entrada en los últimos términos de la tierra. No es de mi propósito es- cribir ahora lo que los Españoles hicieron en aquellas partes, que de eso hay hartos libros escritos: ni tam- poco lo que los siervos del Señor han trabajado y fruc- tificado, porque eso requiere otra nueva diligencia: solo me contentaré con poner esta historia ó relación á las puertas del Fvangelio, pues toda ella va encaminada á servir de noticia en lo natural y moral de Indias, para que lo espiritual y cristiano se plante y acreciente, como está largamente explicado en los libros que escri- bimos: «De procuranda Indorum salute». Si alguno se maravillare de algunos ritos y costumbres de los Indios, y los despreciare por insipientes y necios, ó los detesta- re por inhumanos ó diabólicos, mire que en los Griegos y Romanos que mandaron el mundo, se hallan ó los mismos, ó otros semejantes, y á veces peores, como po- drá entender íacilme te no solo de nuestros Autores, Eusebio Cesariense, Clemente Alexandrino, Teodoreto Orense, y otros, sino también de los mismos suyos, como son Plinio, Dionisio Halicarnaseo, y Plutarco. Porque, siendo. el maestro de toda la infidelidad el prín- cipe de las tinieblas, no es cosa nueva hallar en los in- fieles, crueldades inmundicias, disparates, y locuras pro- pias de tal enseñanza y escuela. Bien que en el valor y saber natural excedieron mucho los antiguos Gentiles á éstos del nuevo orbe, aunque también se hallaron en éstos cosas dignas de memoria; pero, en fin, lo más es como de gentes bárbaras, que fuera de la luz sobrenatu- ral, les faltó también la Filosofía y doctrina natural. ÍNDICE DE LOS LIBROS Y CAPÍTULOS DE ESTE TOMO SEGUNDO Libro quinto. Páginas Capitulo pr; -ntro. — C íe la causa de la idolatría ha sido la soberbia y envidia del demonio. ... i Cap. II. — De los géneros de idolatrías que han usado los Indios 5 Cap. III. — Qus en los Indios hay algún conoci- miento de Dios 7 Cap. IV. — Del primer género de idolatría de co- sas naturales y universales 10 Cap. V. — De la idolatría que usaron los Indios con casos particulares 16 Cap. VI. — De otro género de idolatría con los difuntos 21 Cap. VIL — De las supersticiones que usaban con los muertos 25 Cap. VIII. — Del uso de los mortuorios que tuvie- ron los Mejicanos y otras naciones 29 Cap. IX. — Del cuarto y último género de idola- tría que usaron los Indios con imágenes y es- tatuas, especialmente los Mejicanos 31 Cap. X. — De un extraño modo de idolatría que usaron los Mejicanos 40 Cap. XI. — De como el Demonio ha procurado asemejarse á Dios en el modo de sacrificios, Religión y Sacramentos 42 XII Páginas Cap. XII. — De los Templos que se han hallado en las Indias 44 Cap. XIII. — De los soberbios Templos de Méjico. 47 Cap. XIV. — De los Sacerdotes y oficios que ha- cían 51 Cap. XV.— De los Monasterios de Doncellas que inventó el Demonio para su servicio 54 Cap. XVI.— De los Monasterios de Religiosos que tiene el Demonio para su superstición. . . 58 Cap. XVII. — De las penitencias y asperezas que han usado los Indios por persuasión del De- monio 63 Cap. XVIII. — De los Sacrificios que al Demonio hacían los Indios; y de qué cosas 66 Cap. .XIX. — De los sacrificios de hombres que hacían 72 Cap. XX. — De los sacrificios horribles de hom- bres que usaron los Mejicanos 75. Cap. XXI. —De otro género de sacrificios de hombres que usaban los Mejicanos Cap. XXII. — Como ya los mismos Indios estiban cansados, y no podían sufrir las crueldades de sus Dioses • Cap. XXIII. — Como el Demonio ha procurado remedar los Sacramentos de la santa Iglesia. . *> Cap. XXIV. — De la manera con que el Demonio procuró en Mélico remedarla fiesta de Corpus Cristi, y Comunión que usa la Santa Iglesia.. 91 Cap. XXV. — De la Confesión y Confesores que usaban los Indios 97 Cap. XXVI. — De la unción abominable que usa- ban los Sacerdotes Mejicanos y otras naciones y de sus hechiceros 103 Cap. XXVII. — De otras ceremonias y ritos de los Indios á semejanza de los nuestros no Cap. XXVIII. — De algunas fiestas que usaron los del Cuzco, y como el Demonio quiso tam- bién imitar el misterio de la Santísima Trini- dad 114 Cap. XXIX.— De la fiesta del Jubileo que usaron XIII Páginas los Mejicanos 122 Cap. XXX. — De la fiesta de los eMrcaderes que usaron los Cholutécas 131 Cap. XXXI.— Qué provecho se ha de sacar de la rülacion de las supersticiones de los Indios. . . 137 Libro sexto. Ca-pítulo primero. — Que es falsa la opinión de los que tienen á los Indios por hombres faltos d« entendimiento 141 Cap. II. — Del modo de cómputo y Kalendario que usaban los Mejicanos 144 Cap. III. — Del modo de contar los años y meses que usaron los Incas 148 Gap. IV. — Que ninguna nación de Indios se ha descubierto que use de letras 1,50 Cap. V. — Del género de letras y libros que usan los Chinos 153 Cap. VI. — De las Universidades y Estudios de la China 1 58 Cap. VII. — Del modo de letras y escritura que usaron los Mejicanos 160 Cap. VIH — De los memoriales y cuentas que usaron los Indios del Perú 165 Cap. IX. — Del orden que guardan en sus escritu- ras los Indios 168 Cap. X. — Como enviaban los Indios sus mensa- geros 170 Cap. XI.— Del gobierno y Reyes que tuvieron. . 172 Cap. XII. — Del gobierno de los Reyes Incas del Perú 175 Cap. XIII. — De la distribución que hacían los Incas de sus vasallos 178 Cap. XIV. — De los edificios y orden de fábricas de los Incas 181 Cap. XV. — De la hacienda del Inca, y orden de tributos que impuso á los Indios 184 Cap. XVI.— De los oficios que aprendían los In- dio* 190 XIV Páginas Cap. XVII. — De las Postas y Chasquis que usa- ba el Inca 192 Cap. XVIII. — De las leyes, justicia y castigo que los Incas pusieron, y de sus matrimonios 194 Cap. XIX. — Del origen de los Incas, Señores del Perú, y de sus conquistas y victorias 197 Cap. XX. — Del primer Inca y de sus sucesores. . 201 Cap. XXI. — De Pachacúti Inca Yupángui, y lo jíi que sucedió hasta Guaynacápa 103 Cap. XXII.— Del principal Inca llamado Guay- nacápa 207 Cap. XXIII. — De los últimos sucesores de los Incas 210 Cap. XXIV. — Del modo de República que tuvie- ron los Mejicanos 212 Cap. XXX. — De los diversos Dictados y Ordenes de los Mejicanos 21 $ Cap. XXVI.— Del modo de pelear de los Meji- canos, y de las Ordenes Militares que tenían. 218 Cap. XXVII. — Del cuidado grande y policía que tenían los Mejicanos en criar la juventud. . . . 221 Cap. XXVIII.— De los bailes y fiestas de los In- dios 224 Libro séptimo* Capítulo primero. — Que importa tener noticia de los hechos de los Indios, mayormente de los Mejicanos 229 Cap. II. — De los antiguos moradores de la Nue- va-España, y cómo vinieron á ella los Nava- tlácas 232 Cap. III. — Como los seis linages Navatlácas po- blaron la tierra de Méjico 236 Cap. IV. — De la salida de los Mejicanos, y cami- no y población de Mechoacán .' 241 Cap. V. — De lo que les sucedió en Malinálco, en Tula y en Chapultepéc 245 Cap. VI. — De la guerra que tuvieron con los de Culhuacán 249 XV Páginas Cap. VIL — De la fundación de Méjico 252 Cap. VIII. — Del motín de los de Tlatellulco, y del primer Rey que eligieron los Mejicanos. . . 256 Cap. IX. — Del extraño tributo que pagaban los Mejicanos á los de Azcapuzálco 261 Cap. X. — Del segundo Rey, y de lo que sucedió en su reinado 265 Cap. XI. — Del tercer Rey Chimalpopóca y de su cruel muerte, y ocasión de la guerra que hi- cieron los Mejicanos 268 Cap. XII. — Del cuarto Rey Izcoált, y de la gue- rra contra los Tepanécas 274 Cap. XIII. — De la batalla que dieron los Mejica- nos los á Tepanécas, y de la gran victoria que alcanzaron 280 Cap. XIV. — De la guerra y victoria que tuvieron los Mejicanos de la ciudad de Cuyoacán 284 Cap. XV. — De la guerra y victoria que tuvieron los Mejicanos de los Suchimilcos 287 Cap. XVI. — Del quinto Rey de Méjico, llamado Motezuma, primero de este nombre 292 Ccip. XVII. — Que Tlacaellél no quiso ser Rey, y de la elección y sucesos de Tizocíc 297 Cap. XVIII. — De la muerte de Tlacaellél y ha- zañas de Axayaca, séptimo Rey de Méjico. . . . 300 Cap. XIX. — De los hechos de Autzól, octavo Rey de Mélico 305 Cap. XX. — De la elección del gran Motezuma, ultimo Rey de Méjico 309 Cap. XXI. — Cómo ordenó Motezuma el servicio de su casa, y la guerra que hizo para coro- narse 314 Cap. XXII. — De las costumbres y grandeza de Motezuma 317 Cap. XXIII. — De los presagios y prodigios ex- traños que acaecieron en Méjico, antes de fe- necerse su Imperio 319 Cap. XXIV. — De la nueva que tuvo Motezuma de los Españoles que habían aportado á su Tierra, y de la embajada que les envió 329 XVI Páginas Cap. XXV. — De la entrada de los Españoles en Méjico 335 Cap. XXVI. — De la muerte de Motezuma, y sa- lida de los Españoles de Mélico 340 Cap. XXVII. — De algunos milagros, que en las Indias ha obrado Dios en favor de la Fé, sin méritos de los que los obraron , 346 Cap. XXVIII. — De la disp>sicion que la divina providencia ordenó en Indias para la entrada de la Religión Cristiana en ellas 351 TABLA de las cosas mas principales que se con- tienen en este tomo segundo 331 LIBRO QUINTO DE LA HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS CAPITULO PRIMERO Que la cansa de la idolatría ha sido la soberbia y envidia del demonio. Es la soberbia del demonio tan grande y tan porfiada, que siempre apeteee y procura ser teni- do y honrado por Dios: y en todo cuanto puede hurtar y apropiar á sí lo que solo al altísimo Dios es debido, no cesa de hacerlo en las ciegas nacio- nes del mundo, á quien no ha esclarecido aun la luz y resplandor del santo Evangelio. De este tan soberbio tirano leemos en Job (i), que pone sus ojos en lo más alto; y que entre todos los hijos de soberbia él es el Rey. Sus dañados intentos y traición tan atrevida, con que pretendió igualar su (i) Job 41. v Tomo 11. LIBRO QUINTO trono con el de Dios, bien claro nos lo refieren las divinas Escrituras, diciéndole en Isaías (i): Decías (Mitre tí mismo: Subiré hasta el Cielo, pondré mi silla, sobre todas las estrellas de Dios, me sentaré en la cumbre del Testamento, en las faldas de Aquilón, pasaré la alteza de las nubes, seré seme- jante al Altísimo. Y en Ezequiél (2): Elevóse tu corazón, y dijiste: Dios soy yo, y en silla de Dios me he sentado en medio de el mar. Este tan mal- vado apetito de hacerse Dios, todavía le dura á Satanás; y aunque el castigo justo y severo de el muy .Alto le quitó toda la pompa y lozanía, por donde se engrió tanto, tratándole como merecía su descortesía y locura, como en los mismos Pro- fetas largamente se prosigue; pero no por eso aflojó un punto su perversa intención, la cual muestra por todas las vias que puede, como perro rabioso, mordiendo la misma espada con que le hieren (i). Porque la soberbia, como está escrito, de los que aborrecen á Dios, porfía siempre. De aquí procede el perpetuo y extraño cuidado, que este enemigo de Dios ha tenido siempre de hacer- se adorar de los hombres, inventando tantos géne- ros de idolatrías, con que tantos tiempos tuvo SU- CO Isaías 14. \v. 13. y 14. (2) Ezequiél 28. v. 2. (3) Psalm. 73. v. 23. DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 3 jeta la mayor parte del mundo, que apenas le quedo á Dios un rincón de su pueblo Israel (i). Y con la misma tiranía, después que el fuerte del Evangelio le venció, y desarmó y entró por la fuerza de la Cruz las mas importantes y poderosas plazas de su Reyno, acometió las gentes más re- motas y bárbaras , procurando conservar entre ellas la falsa y mentida divinidad que el Hijo de Dios le había quitado en su Iglesia, encerrándole como á fiera, en jaula, para que fuese para escar- nio suyo y regocijo de sus siervos, como lo signi- fica por Job (2). Alas en fin, ya que la idolatría fue extirpada de la mejor y mas noble parte del mun- do, retiróse á lo mas apartado, y reinó en estotra parte del mundo, que aunque en nobleza muy in- ferior, en grandeza y anchura no lo es. Las causas porque el demonio tanto ha esforzado la idolatría en toda infidelidad, que apenas se hallan gentes que no sean idólatras, y los motivos para esto, principalmente son dos. Uno es, el que está tocado de su increíble soberbia, la cual, quien quisiere bien ponderar, considere que al mismo Hijo de Dios y Dios verdadero acometió, con decirle tan desver- gonzadamente (3), que se postrase ante él y le ado- (1) Mat. 12. (2) Job 40. (3) Mat. 4. v. 9. LIBRO QUINTO rase; y esto le dijo, aunque no sabiendo de cierto que era el mismo Dios; pero teniendo por lo menos grandes barruntos de que fuese Hijo de Dios. ;A quién no asombrará tan extraño acometimiento? ¿Una tan excesiva y tan cruel soberbia? ¿Qué mucho que se haga adorar de gentes ignorantes por Dios el que al mismo Dios acometió, con hacérsele Dios, siendo una tan sucia y abominable criatura? Otra causa y motivo de idolatría es el odio mortal y enemistad que tiene con los hombres. Porque como dice el Salvador (i): Desde el principio fué homicida, y eso tiene por condición y propiedad inseparable de su maldad. Y porque sabe que el mayor daño del hombre es adorar por Dios á la criatura, por eso no cesa de inventar modos de idolatría con que destruir los hombres y hacerlos enemigos de Dios. Y son dos los males que hace el demonio al idólatra: uno que niega á su Dios, según aquello (2): Al Dios que te crió desampa- raste: otro ([ue se sujeta á cosa mas baja que él, porque todas las criaturas son inferiores á la ra- cional; y el demonio, aunque en la naturaleza es superior al hombre, pero en el estado es muy in- ferior, pues el hombre en esta vida es capaz de la (0 Joan. 8. v. 44. (2) Deut. 32. v. 1 5 DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 3 vida divina y eterna. Y así- por todas partes con la idolatría Dios es deshonrado y el hombre des- truido; y por ambas vias el demonio soberbio y envidioso muy contento. CAPITULO II De los géneros de idolatrías que ha?i usado los ludios. La idolatría, dice el Sabio, y por él el Espíritu Santo (i), que es causa y principio y fin de todos los males; y por eso el enemigo de los hombres ha multiplicado tantos géneros y suertes de idola- tría, que pensar de contarlos por menudo, es cosa infinita. Pero reduciendo la idolatría á cabezas> hay dos linajes de ella: una es cerca de cosas na- turales: otra cerca de cosas imaginadas ó fabrica- (1) Sap. 14. v. 12. LIBRO QUINTO das por invención humana. La primera de estas se parte en dos, porque, ó la cosa que se adora es general, como Sol, Luna, fuego, tierra, elementos: ó es particular, como tal rio, fuente, ó árbol ó monte, y cuando no por su especie, sino en par- ticular son adoradas estas cosas: y este género de idolatría se usó en el Perú en grande exceso, y se llama propiamente Guaca. El segundo género de idolatría, que pertenece á invención ó ficción hu- mana, tiene también otras dos diferencias: una de lo que consiste en pura arte é invención humana, como es adorar ídolos ó estatuas de palo, ó de piedra ó de oro, como de Mercurio ó Palas, que fuera de aquella pintura ó escultura, ni es nada, ni fué nada. Otra diferencia es, de lo que realmente fué y es algo; pero no lo que finge el idólatra que lo adora, como los muertos ó cosas suyas, que por vanidad y lisonja adoran los hombres. De suerte, que por todas contamos cuatro maneras de idola- tría que usan los infieles; y de todas convendrá decir algo. CAPITULO III Que en los ludios hay algún conocimiento de Dios. Primeramente, aunque las tinieblas de la infi- delidad tienen obscurecido el entendimiento de aquellas naciones, en muchas cosas no deja la luz de la verdad y razón algún tanto de obrar en ellos: y así comunmente sienten y confiesan un su- premo Señor y Hacedor de todo, al cual los del Perú llamaban Viracocha, y le ponían nombre de gran excelencia, como Pachacamac ó Pachayacha- chic, que es criador del Ciclo y tierra, y Usapu, que es admirable, y otros semejantes. A éste ha- cían adoración, y era el principal que veneraban mirando al Ciclo. Y lo mismo se halla en su modo en los de Méjico, y hoy dia en los Chinos y en otros infieles. Que es muy semejante á lo qye refie- re el libro de los Actos de los Apóstoles (i), ha- ber hallado San Pablo en Atenas, donde vio un (i) Act. 17 v. 23. LIBRO QUINTO altar intitulado: Ignoto Deo: al Dios no conocido. De donde tomó el Apóstol ocasión de su predica- ción, diciéndoles: Al que vos*otros veneráis sin co- nocerle, esc es el que yo os predico. Y así al mis- mo modo, los que hoy dia predican el Evangelio á los Indios no hallan mucha dificultad en persuadir- les, que hay un supremo Dios y Señor de todo, y que éste es el Dios de los Cristianos, y el verda- dero Dios. Aunque es cosa que mucho me ha ma- ravillado, que con tener esta noticia que digo, no tuviesen vocablo propio para nombrar á Dios. Porque si queremos en lengua de Indios hallar vo- cablo que responda á éste, Dios, como en latin res- ponde Deits, y en griego Theos, y en hebreo El, y en arábigo Alá, no se halla en lengua del Cuzco, ni en lengua de Méjico; por donde los que predican ó escriben para Indios, usan el mismo nuestro Es- pañol, Dios, acomodándose en la pronunciación y declaración á la propiedad de las lenguas Indicas, que son muy diversas. De donde se ve, cuan corta y flaca noticia tenían de Dios, pues aun nombrarle no saben sino por nuestro vocablo. Pero en efecto no dejaban de tener alguna tal cual; y así le hicie- ron un templo riquísimo en el Perú, que llamaban el Pachamac, que era el principal Santuario de aquel Reino. Y como está dicho, es lo mismo Pa- chacamac, que el Criador: aunque también en este templo ejercitaban sus idolatrías, adorando al De- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS O, monio y figuras suyas. Y también hacían al Vira- cocha sacrificios y ofrendas, y tenia el supremo lugar entre los adoratorios que los Reyes Incas tu- vieron. Y el llamar á los Españoles viracochas, fué de aquí, por tenerlos en opinión de hijos del Cielo y como divinos, al modo que los otros atribuyeron deidad á Paulo y á Bernabé, llamando al uno Jú- piter, y al otro Mercurio, é intentando de ofrecer- les sacrificio como á Dioses. Y al mismo tono los otros bárbaros de Melite, que es Malta, viendo que la vívora no hacía mal al Apóstol, le llamaban Dios (i). Pues como sea verdad tan conforme á toda buena razón haber un Soberano Señor y Rey del Cielo, lo cual los Gentiles (2), con todas sus idolatrías é infidelidad, no negaron, como parece así en la Filosofía del Timéo de Platón, y de la Me- tafísica de Aristóteles, y Asclepio de Trismegistro> como también en las Poesías de Homero y de Vir- gilio. De aquí es, que en asentar y persuadir esta verdad de un supremo Dios, no padecen mucha di- ficultad los predicadores Evangélicos, por bárbaras y bestiales que sean las naciones á quien predican. Pero les es dificultosísimo de desarraigar de sus entendimientos, que ninguno otro Dios hay, ni otra (1) Actor, cap. 14. \v. 11. pe. etc. 28. v. 3. re. (2) P,at. in Timeo. Arist. cap. ultim. 12. Metaph. Trismeg. ¡11 Pimandro, p Asclepio. 10 LIBRO QUINTO deidad hay sino uno; y que todo lo demás no tiene propio poder, ni propio ser, ni propia operación, mas de lo que les da, y comunica aquel supremo y solo Dios y Señor. Y esto es sumamente necesa- rio persuadirles por todas vias, reprobando sus errores en universal, de adorar mas de un Dios. Y mucho mas en particular, de tener por Dioses, y atribuir deidad, y pedir favor á otras cosas que no son Dioses, ni pueden nada, mas de lo que el verdadero Dios, Señor y Hacedor suyo les con- cede. CAPITULO IV Del primer género de idolatría de cosas naturales- y universales. Después del Viracocha ó supremo Dios, fué y es en los híñeles el que mas comunmente veneran y adoran, el Sol, y tras él esotras cosas, que en la DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS I I naturaleza celeste ó elemental se señalan, como luna, lucero, mar, tierra. Los Incas, Señores del Perú, después del Viracocha y del Sol, la ter- cera guaca ó adoratorio, y demás veneración, po- nían al trueno, al cual llamaban por tres nombres, Chuquilla, Catuilla é Intiillapa, fingiendo que es un hombre que está en el Cielo con una honda y una porra, y que está en su mano el llover, granizar, tronar, y todo lo demás que pertenece á la región del aire, donde se hacen los nublados. Esta era Guaca (que así llaman á sus adoratorios) general á todos los Indios del Perú, y ofrecíanle diversos sa- crificios. Y en el Cuzco, que era la Corte y Metró- poli, se le sacrificaban también niños como al Sol. A estos tres que he dicho, Viracocha, Sol y True- no, adoraban en forma diversa de todos los demás, como escribe Polo haberlo él averiguado, que era poniendo una como manopla ó guante en las ma- nos cuando las alzaban, para adorarles. También adoraban á la tierra, que llamaban Pachamama, al modo que los Antiguos celebraban la Diosa Tellus: y al mar, que llamaban Mamacocha, como los An- tiguos á la Tetis ó á Neptuno. También adoraban el arco del Cielo, y era armas ó insignias del Inca con dos culebras á las lados á la larga. Entre las estrellas, comunmente todos adoraban á la que ellos llaman Cólica, que llamamos nosotros las Ca- brillas. Atribuían á diversas estrellas diversos ofi- 12 LIBRO QUINTO cios, y adorábanlas los que tenían necesidad de su favor; como los ovejeros hacían veneración y sa- crificio á una estrella, que ellos llamaban Urcuchi- llai, que dicen es un carnero de muchos colores, el cual entiende en la conservación del ganado, y se entiende ser la que los Astrólogos llaman Lira- Y los mismos adoran otras dos que andan cer- ca de ella, que llaman Catuchillay, Urcuchillay, que fingen ser una oveja con un cordero. Otros adoraban una estrella , que llaman Machacuay, a cuyo cargo están las serpientes y culebras, para que no les hagan mal; como á cargo de otra estrella, que llamaban Chuquichinchay, que es tigre, están los tigres, osos y leones. Y gene- ralmente, de todos los animales y aves que hay en la tierra, creyeron que hubiese un semejante en el Cielo, á cuyo cargo estaba su procreación y au- mento; y así tenían cuenta con diversas estrellas, como la que llamaban Chacana, Topatorca, Ma- maria, Mirco, Miquiquiray, y así otras, que en al- guna manera parece que tiraban al dogma de las ideas de Platón. Los Mejicanos, cuasi por la misma forma, después d?l supremo Dios adoraban al Sol; y así á Hernando Cortés, como él refiere en una curta al Emperador Carlos Y, le llamaban hijo del Sol, por la presteza y vigor con que rodeaba la tierra. Pero la mayor adoración daban al ídolo llamado Vitzilipuztli, al cual toda aquella nación DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 1 3 llamaba el Todo-poderoso y Señor de lo criado; y como á tal los Mejicanos hicieron el mas suntuo- so templo y de mayor altura, y mas hermoso y galán edificio, cuyo sitio y fortaleza se puede con- jeturar por las ruinas que de él han quedado en medio de la ciudad de Méjico. Pero en esta parte la idolatría de los Mejicanos fué mas errada y per- niciosa que la de los Incas, como adelante se verá mejor. Porque la mayor parte de su adoración é idolatría se ocupaba en ídolos, y no en las mismas cosas naturales, aunque á los ídolos se atribuían estos efectos naturales, como del llover y del ga- nado, de la guerra, de la generación, como los Griegos y Latinos pusieron también ídolos de Febo de Mercurio, de Júpiter, de Minerva, y de Marte, &c. Finalmente, quien con atención lo mirare, hallará que el modo que el Demonio ha tenido de enga- ñar á los Indios, es el mismo con que engañó á los Griegos y Romanos, y otros Gentiles antiguos, ha- ciéndoles entender, que estas criaturas insignes vSol, Luna, Estrellas, elementos, tenían propio poder y autoridad para hacer bien ó mal á los hombres, y habiéndolas Dios criado para servicio de el hom- bre, él se supo tan mal regir y gobernar, que por una parte se quiso alzar con ser Dios, y por otra dio en reconocer y sujetarse á las criaturas infe- riores á él, adorando ó invocando estas obras, y dejando de adorar é invocar al Criador: como lo 14 LIBRO QUINTO pondera bien el Sabio por estas palabras (i): Vanos y errados son todos los hombres, en quien no se llalla el conocimiento de Dios. Pues de las mis- mas cosas que tienen buen parecer, no acabaron de en- tender al que verdaderamente tiene ser. Y con mirar sus obras, no atinaron al Autor y artífice, sino que el fuego, ó el "ciento, ó el aire presuroso, ó el cerco de las estrellas, ó las muchas aguas, ó el Sol, ó la Luna, creyeron que eran dioses y gobernadores del mundo. Mas si enamorados de la hermosura de las tales cosas les pareció tenerlas por dioses, razón es que miren cuanto es mas hermoso que ellas el Ha- cedor de ellas, pues el dador de hermosura es el que hizo todas estas cosas. Y si les admiró la fuer- zas y maravilloso obrar de estas cosas, por ellas mismas acaben de entender cuanto será mas pode- roso que todas ellas el que les dio el ser que tienen. Porque por la propia grandeza y hermosura que tienen las criaturas, se puede bien coíijeturar qué tal sea el Criador de todas. 1 lasta aquí son pala bras de el libro de la Sabiduría. De las cuales se pueden tomar argumentos muy maravillosos y efi- caces para convencer el grande engaño de los idó- latras infieles, que quieren mas servir y reveren- ciar á la criatura, que al Criador, como justísima- L (0 Sap. 13, v. 1, pe. DE LA HISTORIA MORAL DE ÍNDÍAS I 5 mámente les arguye el Apóstol (i). Mas porque esto no es del presente intento, y está hecho bas- tantemente en los sermones que se escribieron contra los errores de los Indios, baste por ahora decir, que tenían un mismo modo de hacer adora- ción al sumo Dios. Porque el modo de hacerle adoración al Viracocha, y al Sol, y á las estrellas, y á las demás Guacas ó ídolos, era abrir las ma- nos, y hacer cierto sonido con los labios, como quien besa, y pedir lo que cada uno quería, y ofrecerle sacrificio. Aunque en las palabras había diferencia, cuando hablaban con el gran Ticcivi- racocha, al cual atribuían principalmente el po- der y mando de todo, y á los otros como» dioses ó señores particulares cada uno en su casa, y que eran intercesores para con el gran Ticciviraco- cha. Este modo de adorar abriendo las manos y como besando, en alguna manera es semejante al que el Santo Job abomina como propio de idóla- tras, diciendo (2): Si besé mis manos con mi boca mirando al Sol, citando resplandece, ó á la Luna, cuando está clara: lo cual es muy grande maldad, y negar al altísimo Dios. (1) Rom. 1. v. 25. (2) Job 31. \v. 26, 27 y 28. CAPITULO V De la idolatría que usaron los ludios con casos particulares. No se contentó el demonio con hacer á los cie- gos Indios que adorasen al Sol, la Luna, estrellas, tierra, mar y cosas generales de naturaleza; pero pasó adelante á darles por dioses, y sujetarlos á cosas menudas, y muchas de ellas muy soeces. No se espantará de esta ceguera en bárbaros, quien trajere á la memoria que de los Sabios y Filósofos dice el Apóstol (i), que habiendo cono- cido á Dios, no le glorificaron ni dieron gracias como á su Dios; sino que se envanecieron en su pensamiento, y se oscureció su corazón necio, y viiieron á trocar la gloria y deidad del eterno Dios, por semejanzas y figuras de cosas caducas y corruptibles, como .de hombres, de aves, de bestias, de serpientes. Bien sabida cosa es el perro (i) Pom. DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 1 7 Osiris, que adoraban los Egipcios, y la vaca Isis, y el carnero Amon: y en Roma la diosa Februa de las calenturas, y el Anser de Tarpeya: y en Atenas la sabia, el cuervo y el gallo. Y de seme- jantes bajezas y burlerías están llenas las memo- rias de la gentilidad, viniendo en tan gran oprobio los hombres por no haber querido sujetarse á la ley de su verdadero Dios y Criador, como San Atanasio doctamente lo trata escribiendo contra los idólatras. Mas en los Indios, especialmente del Perú, es cosa que saca de juicio la rotura y per- dición que hubo en esto. Porque adoran los rios, las fuentes, las quebradas, las peñas ó piedras grandes, los cerros, las cumbres de los montes que ellos llaman apachitas, y lo tienen por cosa de gran devoción; finalmente, cualquiera cosa de na- turaleza que les parezca notable y diferente de las demás, la adoran como reconociendo allí alguna particular Deidad. En Caj amalea de la Xasca me mostraban un cerro grande de arena, que fué principal adoratorio ó guaca de los antiguos. Pre- guntando yo qué divinidad hallaban allí, me res- pondieron, que aquella maravilla de ser un cerro altísimo de arena en medio de otros muchos todos de peña. Y á la verdad era cosa maravillosa pen- sar cómo se puso tan gran pico de arena en medio de montes espesísimos de piedra. Para fundir una campana grande tuvimos en la ciudad de los Re- Tomo i!. 2 1 8 LIBRO QUINTO yes necesidad de mucha leña recia, y cortóse un arbolazo disforme, que por su antigüedad y gran- deza había sido largos años adoratorio y guaca de los Indios. A este tono cualquier cosa que tenga extrañeza entre las de su género, les parecía que tenia divinidad, hasta hacer esto con pedrczuelas y metales, y aun raíces y frutos de la tierra, como en las raíces que llaman papas hay unas extrañas, á quien ellos ponen nombre llallahuas, y las be- san y las adoran. Adoran también osos, leones, tigres y culebras, porque no les hagan mal. Y como son tales sus dioses, así son donosas las co- sas que les ofrecen, cuando los adoran. Usan cuando van de camino, echar en los mismos ca- minos 6 encrucijadas, en los cerros, y principal- mente en las cumbres que llaman apachitas, cal- zados viejos y plumas, coca mascada, que es una yerba que mucho usan, y cuando no pueden mas, siquiera una piedra; y todo esto es como ofrenda para que les dejen pasar, y les den fuerzas, y di- cen que las cobran con esto: como se refiere en un Concilio provincial del Perú (I). Y así se hallan en esos caminos muy grandes rimeros de estas piedras ofrecidas, y de otras inmundicias dichas. Semejante disparate al que usaban los Antiguos, (i) Conc. Limens. 2. p. 2. cap. 99. DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS IC> de quien se dice en los Proverbios (i): Como qui en ofrece piedras al montón de Mercurio, así el que honra á necios, que es decir, que no se saca mas fruto, ni utilidad, de lo segundo que de lo primero: porque ni el Mercurio de piedra siente la ofrenda, ni el necio sabe agradecer la honra que le hacen. Otr.i ofrenda no menos donosa usan, que es tirar- se las pestañas ó cejas, y ofrecerlas al Sol, ó á los cerros y apachitas, a los vientos ó a las cosas que temen. Tanta es la desventura en que han vivido, y hoy dia viven muchos Indios, que como á mu- chachos les hace el demonio entender cuanto se le antoja, por grandes disparates que sean, como de los Gentiles hace semejante comparación San Crisóstomo en una Homilía (2). Mas los siervos de Dios, que atienden á su enseñanza y salvación, no deben despreciar estas niñerías, pues son tales que bastan á enlazarlos en su eterna perdición. Mas con buenas y fáciles razones desengañarlos de tan grandes ignorancias. Porque cierto es cosa de ponderar, cuan sujetos están á quien los pone en razón. No hay cosa entre las criaturas corpora- les mas ilustre que el Sol, y es á quien los Genti- les todos comunmente adoran. Pues con una bue- na razón me contaba un Capitán discreto y buen (1) Prov. 26. v. 8. (2) Sup. 1. ad Cor. Hom. 4 20 LIBRO QUINTO Cristiano, que habia persuadido á los Indios, que el Sol no era Dios, sino solo criado de Dios; y fué así. Pidió al Cacique y Señor principal, que le diese un Indio ligero para enviar una carta: dióse- le tal, y preguntóle el Capitán al Cacique: díme, ¿quien es el Señor y el principal, aquel Indio que lleva la carta tan ligero, ó tú que se la mandas llevar? Respondió el Cacique, yo, sin ninguna duda, porque aquel no hace mas de lo que yo le mando. Pues eso mismo, replicó el Capitán, pasa entre ese Sol que vemos y el Criador de todo. Porque el Sol no es mas que un criado de aquel altísimo Señor, que por su mandado anda con tan- ta ligereza sin cansarse, llevando lumbre á todas las gentes. Y así veréis como es sin razón ni enga- ño dar al Sol la honra que se le debe á su Criador y Señor de todo. Cuadróles mucho la razón del Capitán á todos, y dijo el Cacique y los Indios que estaban con él, que era gran verdad, y que se ha- bían holgado mucho de entenderla. Reñérese de uno de los Reyes Incas, hombre de muy delicado ingenio, que viendo como todos sus antepasados adoraban al Sol, dijo, que no le parecía á él, que el Sol era Dios, ni lo podia ser. Porque Dios es gran Señor, y con gran sosiego y señorío hace sus cosas; y que el Sol nunca para de andar, y que cosa tan inquieta no le parecía ser Dios. Dijo bien. Y si con razones suaves, y que se dejen percibir, DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 21 les declaran a los Indios sus engaños y cegue- ras, admirablemente se convencen y rinden a la verdad. CAPÍTULO VI De otro género de idolatría con los difuntos. Otro género de idolatría muy diverso de los re- feridos es el que los Gentiles hau usado por oca- sión de sus difuntos, á quien querían bien y esti- maban. Y aun parece que el Sabio da á entender, que el principio de la idolatría fué esto, diciendo así (i): El principio de fornicación fué la reputa- ción de los ídolos; y esta invención es total co- rrupción de la vida. Porque al principio del mun- do no hubo ídolos, ni al fin los habrá para siempre jamás. Mas la vanidad y ociosidad de las hombres trajo al mundo esta invención, y aun por eso aca- (i; Sap. 14. v. 1: 22 LIBRO QUINTO barón sus vidas tan presto. Porque sucedió que sintiendo el padre amargamente la muerte del hijo mal logrado, hizo para su consuelo un retrato del difunto, y comenzó á honrar y adorar como á Dios, al que poco antes como hombre mortal aca- bó sus días; y para este fin ordenó entre sus cria- dos, que en memoria suya se hiciesen devociones y sacrificios. Después pasando dias, y tomando au- toridad esta maldita costumbre, quedó este yerro canonizado por ley; y así por mandado de los ti- ranos y Reyes eran adorados los retratos é ídolos. De aquí vino que con los ausentes se comenzó á hacer lo mismo; y á los que no podían adorar en presencia por estar lejos, trayendo los retratos de los Reyes que querían honrar, por este modo los adoraban, supliendo con su invención y traza la ausencia de los que querían adorar. Acrecentó esta invención de idolatría la curiosidad de exce- lentes artífices, que con su arte hicieron estas imá- genes y estatuas tan elegantes, que los que no sa- bían lo que era, les provocaban á adorarlas. Por- que con el primor de su arte, pretendiendo con- tentar al que les daba su obra, sacaban retratos y pinturas mucho mas excelentes. Y el vulgo de la gente, llevado de la apariencia y gracia de la obra, al otro que poco antes habia sido honrado como hombre, vino ya á tenerle y estimarle por su Dios. Y este fué el engaño miserable de los hombres, DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 23 que acomodándose ahora á su afecto y sentimien- to, ahora á la lisonja de los Reyes, el nombre in- comunicable de Dios, le vinieron á poner en las piedras, adorándolas por Dioses. Todo esto es del libro de la Sabiduría, que es lugar digno de ser notado. Y á la letra hallarán los que fueren curio- sos desenvolvedores de antigüedad, que el origen de la idolatría fueron estos retratos y estatuas de los difuntos. Digo de la idolatría, que propiamen- te es adorar ídolos é imágenes, porque eso otro de adorar criaturas como al Sol y á la malicia del Cielo, de que se hace mención en los Profetas (i), no es cierto que fuese después; aunque el hacer estatuas é ídolos en honra del Sol y de la Luna y de la tierra, sin duda lo fué. Viniendo á nuestros Indios, por los mismos pasos que pinta la Escritu- ra, vinieron á la cumbre de sus idolatrías. Prime- ramente los cuerpos de los Reyes y Señores pro- curaban conservarlos, y permanecían enteros, sin oler mal, ni corromperse mas de doscientos años. De esta manera estaban los Reyes Incas en el Cuzco, cada uno en su capilla y adoratorio, de los cuales el Virey Marqués de Cañete (por extirpar la idolatría) hizo sacar y traer á la ciudad de los Reyes tres ó cuatro de ellos, que causó admira- (i) Hierem. 19. Sophon. 1. 24 LIBRO QUINTO clon ver cuerpos humanos de tantos años con tan linda tez y tan enteros. Cada uno de estos Reyes Incas dejaba todos sus tesoros, y hacienda y renta para sustentar su adoratorio, donde se ponía su cuerpo y gran copia de ministros, y toda su fami- lia dedicada á su culto. Porque ningún Rey suce- sor usurpaba los tesoros y vagilla de su antecesor, sino de nuevo juntaba para sí y para su palaeio, No se contentaron con esta idolatría de los cuer- pos de los difuntos, sino que también hacían sus estatuas; y cada Rey en vida hacía un ídolo ó es- tatua suya de piedra, la cual llamaba Guaoiquí, que quiere decir hermano, porque á aquella esta- tua en vida y en muerte se le habia de hacer la misma veneración que al propio Inca; las cuales llevaban á la guerra, y sacaban en procesión, para alcanzar agua y buenos temporales, y les hacían diversas fiestas y sacrificios. De estos ídolos hubo gran suma en el Cuzco y en su comarca: entién- dese que ha cesado del todo, ó en gran parte la superstición de adorar estas piedras, después que por la diligencia del Licenciado Polo se descubrie- ron; y fué la primera la de Ingaróca, cabeza de la parcialidad principal de Manan Cuzco. De esta manera se halla en otras naciones gran cuenta con los cuerpos de los antepasados y sus estatuas, que adoran y veneran. CAPITULO VII De las supersticiones que usaban con los muertos. Comunmente creyeron los Indios del Perú, que las ánimas vivían después de esta vida, y que los buenos tenían gloria, y los malos pena; y así en persuadirles estos artículos hay poca dificultad. Mas de que los cuerpos hubiesen de resucitar con las ánimas, no lo alcanzaron; y así ponían excesiva diligencia, como está dicho, en conservar los cuer- pos, y honrarlos después de muertos. Para esto sus descendientes les ponían ropa, y hacían sacrificios, especialmente los Reyes Incas en sus entierros ha- bían de ser acompañados de gran número de cria- dos y mugeres para el servicio de la otra vida; y así el dia que morían, matábanlas mugeres á quien tenían afición, y criados y oficiales, para que fue- sen á servir á la otra vida. Cuando murió Gauna- capa, que fué padre de Atagualpa, en cuyo tiem- po entraron los Españoles, fueron muertas mil y tantas personas de todas edades y suertes para su 20 LIBRO QUINTO servicio y acompañamiento en la otra vida. Matá- banlos después de muchos cantares y borracheras; y ellos se tenían por bienaventurados: sacrificá- banles muchas cosas, especialmente niños, y de su sangre hacían una raya de oreja á oreja en el ros- tro del difunto. La misma superstición é inhumani- dad de matar hombres y mugeres para acompaña- miento y servicio del difunto en la otra vida han usado y usan otras naciones bárbaras. Y aun, se- gún escribe Polo, cuasi ha sido general en Indias; y aun refiere el Venerable Beda, que usaban los Anglos antes de convertirse al Evangelio la misma costumbre de matar gente, que fuese en compañía y servicio de los difuntos. De un Portugués, que siendo cautivo entre bárbaros le dieron un flecha- zo con que perdió un ojo, cuentan, que queriéndo- lé^acrificar para que acompañase un Señor difun- to, respondió, que los que moraban en la otra vida tendrían en poco al difunto, pues le daban por compañero á un hombre tuerto, y que era mejor dársele con dos ojos; y pareciéndoles bien esta razón á los bárbaros, le dejaron. Fuera de esta superstición de sacrificar hombres al difunto, que no se hace sino con señores muy califica- dos, hay otra mucho más común y general en to- das las Indias, de poner comida y bebida a los di- funtos sobre sus sepulturas y cuevas, y creer que con aquello se sustentan, que también fué error de DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 2J los antiguos, como dice San Agustín (i). Y para este efecto de darles de comer y beber, hoy día muchos Indios infieles desentierran secretamente sus difuntos de las Iglesias y cementerios, y los entierran en cerros, ó quebradas, ó en sus propias casas. Usan también ponerles plata en las bocas, en las manos, en los senos, y vestirles ropas nue- vas, y provechosas dobladas debajo de la morta- ja. Creen que las ánimas de los difuntos andan, va- gueando, y que sienten frió y sed, y hambre y trabajo, y por eso hacen sus aniversarios, lleván- doles comida, bebida y ropa. A esta causa advier- ten con mucha razón los Prelados en sus Sínodos, que procuren los Sacerdotes dar á entender á los Indios, que las ofrendas que en la Iglesia se ponen en las sepulturas, no son comida ni bebida de las ánimas, sino de los pobres, ó de los ministros, y solo Dios es el que en la otra vida sustenta las áni- mas, pues no comen, ni beben cosa corporal. Y va mucho en que sepan esto bien sabido, porque no conviertan el uso santo en superstición gentíli- ca, como muchos lo hacen. (i) August. in epist. 64. CAPÍTULO VIII Del uso de los mortuorios que tuvieron los Mejicanos y otras ilaciones. Habiendo referido lo que en el Perú usaron muchas naciones con sus difuntos, es bien hacer especial mención de los Mejicanos en esta parte, cuyos mortuorios eran solemnísimos, y llenos de grandes disparates. Era oficio de Sacerdotes y Re- ligiosos en Méjico (que los habia con extraña ob- servancia, como se dirá después) enterrar los muertos, y hacerles sus exequias; y los lugares donde los enterraban, eran las sementeras y patios de sus casas propias: a otros llevaban á los sacri- ficaderos de los montes: otros quemaban, y ente- rraban las cenizas en los templos, y á todos ente- rraban con cuanta ropa, joyas y piedras tenían; y á los que quemaban, metían las cenizas en unas ollas, y en ellas las joyas y piedras y atavíos, por ricos que fuesen. Cantaban los oficios funerales como responsos, y levantaban á los cuerpos de los difuntos muchas veces, haciendo muchas ceremo- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 2Q nias. En estos mortuorios comían y bebían; y si eran personas de calidad, daban de vestir á todos los que habían acudido al enterramiento. En mu- riendo alguno, poníanle tendido en un aposento hasta que acudían de todas partes los amigos y conocidos, los cuales traían presentes al muerto, y le saludaban como si fuera vivo. Y si era Rey, ó Señor de algún pueblo, le ofrecían esclavos, para que -los matasen con él, y le fuesen á servir al otro mundo. Mataban asimismo al sacerdote ó capellán que tenia, porque todos los Señores tenían un sacerdote, que dentro de casa les administraba las ceremonias; y así le mataban para que fuese á ad- ministrar al muerto: mataban al Maestresala, al Copero, á los enanos y corcovados, que de estos se servían mucho, y á los hermanos que mas le habían servido; lo cual era grandeza entre los Se- ñores servirse de sus hermanos y de los referidos. Finalmente mataban á todos los de su casa, para llevar y poner casa al otro mundo. Y por que no tuviesen allá pobreza, enterraban mucha riqueza de oro, plata y piedras, ricas cortinas de muchas labores, brazaletes de oro, y otras ricas piezas; y si quemaban al difunto, hacían lo mismo con toda la gente y atavíos que le daban para el otro mundo. Tomaban toda aquella ceniza, y enterrá- banla con grande solemnidad: duraban las exequias diez días de lamentables y llorosos cantos. Saca- 30 LIBRO QUINTO ban los sacerdotes á los difuntos con diversas ce- remonias, según ellos lo pedían, las cuales eran tantas, que cuasi no se podían numerar. A los Ca- pitanes y grandes Señores les ponían sus insignias y trofeos, según sus hazañas y valor que habían tenido en las guerras y gobierno, que para esto tenían sus particulares blasones y armas. Llevaban todas estas cosas y señales al lugar donde habia de ser enterrado, ó quemado, delante del cuerpo, acompañándole con ellas en procesión, donde iban los sacerdotes y dignidades del templo, con diver- sos aparatos, unos incensando, y otros cantando, y otros tañendo tristes flautas y tambores, lo cual aumentaba mucho el llanto de los vasallos y pa- rientes. El Sacerdote que hacía el oficio, iba ata- viado con las insignias del ídolo, á quien habia representado el muerto, porque todos los Señores representaban á los ídolos, y tenian sus renom- bres, á cuya causa eran tan estimados y honrados. Estas insignias sobredichas llevaba de ordinario la orden de la Caballería. Y al que quemaban, después de haberle llevado al lugar adonde ha- bían de hacer las cenizas, rodeábanle de tea á él, y á todo lo que pertenecía á su matalotage, como queda dicho, y pegábanle fuego, aumentándolo siempre con maderos resinosos hasta que todo se hacía ceniza. Salía lucero un Sacerdote vestido con o unos atavíos de demonio, con bocas por todas las DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 3 I coyunturas, y muchos ojos de espejuelos, con un gran palo, y con él revolvía todas aquellas ceni- zas con gran ánimo y denuedo, el cual hacía una representación tan fiera, que ponia grima á todos los presentes. Y algunas veces este ministro saca- ba otros trages diferentes, según era la cualidad del que moría. Esta digresión de los muertos y mortuorios se ha hecho por ocasión de la idola- tría de los difuntos; ahora será justo volver al in- tento principal, y acabar con esta materia. CAPITULO IX Del cuarto y último género de idolatría que usaron los Indios con imágenes y estatuas, especialmente los Mejicanos. Aunque en los dichos géneros de idolatría, en que se adoraban criaturas, hay gran ofensa de Dios, el Espíritu Santo condena mucho mas, y abomina otro linage de idólatras, que adoran sola- 32 LIBRO QUINTO mente las figuras é imágenes fabricadas por manos-, de hombres, sin haber en ellas mas de ser piedras,, palos, ó metal, y la figura que el artífice quiso darles. Así dice el Sabio (i) de estos tales: Des- venturados, y entre los muertos se puede contar su esperanza, de los que llamaron Dioses á las obras de las manos de los hombres, al oro, a la plata con la invención y semejanza de animales, 6 la piedra inútil, que no tiene mas de ser de una antigualla. Y va prosiguiendo divinamente contra este engaño y desatino de los Gentiles, como tam- bién el Profeta Isaías y el Profeta Jeremías y el Profeta Baruch y el Santo Rey David copiosa y graciosamente disputan (2). Y convendrá que el Ministro de Cristo, que reprueba los errores de idolatría, tenga bien vistos y digeridos estos luga- res, y las razones que en ellos tan galanamente el Espíritu Santo toca, que todas se reducen á una breve sentencia, que pone el Profeta Oseas (3): El oficial fue el que le hizo, y así 110 es Dios; servirá pues, para telas de arañas el becerro de Samarla, Viniendo á nuestro cuento, hubo en las Indias gran curiosidad de hacer ídolos y pinturas de diversas formas y diversas materias, y á éstas adoraban por (1) Sap. 13. v. 10. (2) Isai. 44. Hierem. 10. Baruch. 6. Psal. 1 13. (3) Oseas 8 v. 6. DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 33 Dioses. Llamábanlas en el Perú Guacas, y ordina- riamente eran de gestos feos y disformes, á lo me- nos las que yo he visto, todas eran así. Creo, sin duda, que el demonio, en cuya veneración las ha- cían, gustaba de hacerse adorar en figuras mal agestadas. Y es así en efecto verdad, que en mu- chas de estas Guacas, ó ídolos, el demonio habla- ba y respondía, y los Sacerdotes y Ministros suyos acudían á estos oráculos del padre de las mentiras; y cual él es, tales eran sus consejos y avisos y profecías. En donde este género de idolatría pre- valeció mas que en parte, del mundo, fué en la Provincia de Nueva-España, en la de Méjico y Tezcúco, y Tlascála y Cholúla, y partes conve- cinas de aquel Reino. Y es cosa prodigiosa de contar las supersticiones que en esta parte tuvie- ron; mas no será sin gusto referir algo de ellas. El principal ídolo de los Mejicanos, como está arriba dicho, era Vitzilipuztli: esta era una estatua de madera entretallada en semejanza de un hombre sentado en un escaño azul fundado en unas andas, y de cada esquina salía un madero con una cabeza de sierpe al cabo: el escaño denotaba que estaba sentado en el Cielo. El mismo ídolo tenia toda la frente azul, y por encima de la nariz una venda azul, que tomaba de una oreja á otra. Tenia sobre la cabeza un rico plumage de hechura de pico de pájaro: el remate de él de oro muy bruñido. Te- Tomo n . 3 34 LIBRO QUINTO nía en la mano izquierda una rodela blanca con cinco pinas de plumas blancas puestas en cruz: sa- lía por lo alto un gallardete de oro, y por las ma- nijas cuatro saetas, que según decian los Mejica- nos, les habían enviado del Cielo para hacer las hazañas que en su lugar se dirán. Tenia en la mano derecha un báculo labrado á manera de cu- lebra, todo azul ondeado. Todo este ornato, y el demás, que era mucho, tenia sus significaciones, según los Mejicanos declaraban. El nombre de Yitzilipuztli quiere decir siniestra de pluma relum- brante. Del templo superbísimo, y sacrificios y fiestas y ceremonias de este gran ídolo se dirá abajo, que son cosas muy notables. Solo digo al presente, que este ídolo vestido y aderezado rica- mente estaba puesto en un altar muy alto en una pieza pequeña, muy cubierta de sábanas, de joyas, de plumas y de aderezos de oro, con muchas ro- delas de pluma, lo mas galana y curiosamente que ellos podían tenerle, y siempre delante de él una cortina para mayor veneración. Junto al aposento de este ídolo habia otra pieza menos aderezada, donde habia otro ídolo que se decia Tlalóc. Esta- ban siempre juntos estos dos ídolos, porque los tenian por compañeros, y de igual poder. Otro ídolo habia en Méjico muy principal, que era el Dios de la penitencia, y de los jubileos y perdón de pecados. Este ídolo se llamaba Tezcatlipúca, el DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 35 cual era de una piedra muy relumbrante, y negra como azabache, vestido de algunos atavíos galanos á su modo. Tenia zarcillos de oro y de plata, en el labio bajo un cañutillo cristalino de un geme de largo, y en él metida una pluma verde, y otras veces azul, que parecía esmeralda ó turquesa. La coleta de los cabellos le cenia una cinta de oro bruñido, y en ella por remate una oreja de oro con unos humos pintados en ella, que significaban los ruegos de los afligidos y pecadores, que oia cuando se encomendaban á él. Entre esta oreja y la otra salían unas garzotas en grande número: al cuello tenia un joyel de oro colgado, tan grande, que le cubría todo el pecho: en ambos brazos bra- zaletes de oro: en el ombligo una rica piedra ver- de: en la mano izquierda un mosqueador de plu- mas preciadas verdes, azules, amarillas, que salían de una chapa de oro reluciente muy bruñido, tan- to, que parecía espejo: en que daba á entender, que en aquel espejo veía todo lo que se hacía en el mundo. A este espejo ó chapa de oro llamaban Itlacheaya, que quiere decir, su mirador. En la mano derecha tenía cuatro saetas, que significaban el castigo que por los pecados daba á los malos. Y así al ídolo que mas temían, porque no les des- cubriesen sus delitos, era éste, en cuya fiesta, que era de cuatro á cuatro años, había perdón de pe- cados, como adelante se relatará. A este mismo 36 LIBRO QUINTO ídolo Tezcatlipúca tenían por Dios de las sequeda- des, hambres, esterilidad y pestilencia. Y así le pintaban en otra forma, que era asentado con mu- cha autoridad en un escaño rodeado de una corti- na colorada labrada de calaveras y huesos de muertos. En la mano izquierda una rodela con cin- co pinas de algodón, y en la derecha una vara arrojadiza, amenazando con ella; el brazo muy es- tirado, como que la quería ya tirar. De la rodela salían cuatro saetas: el semblante airado: el cuerpo untado todo de negro: la cabeza llena de plumas de codornices. Eran grandes las supersticiones que usaban con este ídolo, por el mucho miedo que le tenían. En Cholula, que es cerca de Méjico, y era república por sí, adoraban un famoso ídolo, que era el Dios de las mercaderías, porque ellos eran grandes mercaderes; y hoy dia son muy dados á tratos: llamábanle Ouctzaalcoátl. Estaba este ídolo en una gran plaza, en un templo muy alto. Tenia al derredor de sí oro, plata, joyas y plumas ricas,, ropas de mucho valor, y de diversos colores. Era en figura de hombre, pero la cara de pájaro, con un pico colorado, y sobre él una cresta y berru- gas, con unas rengleras de dientes, y la lengua de fuera. En la cabeza una mitra de papel puntiaguda pintada: una hoz en la mano, y muchos aderezos de oro en las piernas, y otras mil invenciones de disparates, que todo aquello significaba, y en efec- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 2)7 to le adoraban, porque hacía ricos á los que que- ría, como el otro Dios Mamón, ó el otro Plutón. Y cierto el nombre que le daban los Cholulanos á su Dios, era á propósito, aunque ellos no lo entendían. Llamábanle Quetzaalcoátl, que es culebra de plu- ma rica, que tal es el demonio de la codicia. No se contentaban estos bárbaros de tener dioses, sino que también tenían sus diosas, como las fábulas de los Poetas las introdujeron, y la ciega gentilidad de Griegos y Romanos las veneraron. La principal •de las diosas que adoraban, llamaban Tozi, que quiere decir, nuestra abuela, que' según refieren las historias de los Mejicanos, fué hija del Rey de Culhuacán, que fué la primera que desollaron por mandado de Vitzilipuztli, consagrándola de esta arte por su hermana; y desde entonces comen- zaron á desollar los hombres para los sacrificios, y vestirse los vivos de los pellejos de los sacrifica- dos, entendiendo que su Dios se agradaba de ello; como también el sacar los corazones á los que sa- crificaban, lo aprendieron de su Dios, cuando él mismo los sacó á los que castigó en Tula, como se dirá en su lugar. Una de estas diosas, que adora- ban, tuvo un hijo grandísimo cazador, que después tomaron por dios los de Tlascála, que fué el bando opuesto á los Mejicanos, con cuya ayuda los Espa- ñoles ganaron á Méjico. Es la provincia de Tías- cala muy aparejada para caza, y la gente muy 38 LIBRO QUINTO dada á ella, y asi hacían gran fiesta. Pintan al ídolo de cierta forma, que no hay que gastar tiempo en referirla; mas la fiesta que le hacían, es muy do- nosa. Y era así, que al reir del alba tocaban una bocina, con que se juntaban todos con sus arcos y flechas, redes y otros instrumentos de caza, é iban con su ídolo en procesión, y tras ellos grandísimo número de gente á una sierra alta, donde en la cumbre de ella tenían puesta una ramada, y en medio un altar riquísimamente aderezado, donde ponían al ídolo. Yendo caminando con el gran ruido de bocinas, caracoles, flautas, y atambores llegados al puesto, cercaban toda la falda de aque- lla sierra al derredor, y pegándole por todas partes fuego, salían muchos y muy diversos animales^ venados, conejos, liebres, zorras, lobos, &c, los cuales iban hacia la cumbre, huyendo de el fuego; y yendo los cazadores tras ellos con grande grita y vocería, tocando diversos instrumentos, los lle- vaban hasta la cumbre delante del ídolo, donde venia á haber tanta apretura en la caza, que dando saltos, unos rodaban, otros daban sobre la gente y otros sobre el altar, con que había grande regoci- jo y fiesta. Tomaban entonces grande número de caza, y á los venados y animales grandes sacrifi- caban delante de el ídolo, sacándoles los corazo- nes con la ceremonia que usaban en los sacrificios de los hombres. Lo cual hecho, tomaban toda DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 39 aquella caza á cuestas, y volvíanse con su ídolo por el mismo orden que fueron, y entraban en la ciudad con todas estas cosas muy regocijados, con grande música de bocinas y atabales, hasta llegar al templo, adonde ponían su ídolo con muy gran reverencia y solemnidad. Ibanse luego todos á gui- sar las carnes de toda aquella caza, de que hacían un convite á todo el pueblo; y después de comer hacían sus representaciones y baile delante de el ídolo. Otros muchos dioses y diosas tenían con gran suma de ídolos, mas los principales eran en la nación Mejicana y en sus vecinas, los que están dichos. CAPITULO X De un extraño modo de idolatría que usaron los Mejicanos. Como dijimos, que los Reyes Incas del Perú substituyeron ciertas estatuas de piedra h echas á su semejanza, que les llamaban sus Guaoiquíes ó her- manos, y les hacían dar la misma veneración que á ellos; así los Mejicanos lo usaron con sus dioses; pero pasaron estos mucho más adelante, porque hacían dioses de hombres vivos, y era en esta ma- nera: Tomaban un cautivo, el que mejor les pare- cía, y antes de sacrificarle á sus ídolos, poníanle el nombre de el mismo ídolo, á quien habia de ser sa- crificado, y vestíanle y adornábanle de el mismo ornato que á su ídolo, y decían, que representaba al mismo ídolo. Y por todo el tiempo que duraba esta representación, que en unas fiestas era de un año, y en otras era de seis meses, y en otras de menos, de la misma manera le veneraban y ado- raban, que al propio ídolo, y comía, bebía y hol- gaba. Y cuando iba por las calles, salia la gente á DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 4 I adorarle, y todos le ofrecían mucha limosna; y llevábanle los niños, y los enfermos para que los sanase y bendijese, y en todo le dejaban hacer su voluntad, salvo, que porque no se huyese, le acom- pañaban siempre diez ó doce hombres, adonde quiera que iba. Y él, para que le hiciesen reveren- cia por donde pasaba, tocaba de cuando en cuan- do un cañutillo, con que se apercibía la gente para adorarle. Cuando estaba de sazón y bien gordo, llegada la fiesta, le abrían, mataban y comían, ha- ciendo solemne sacrificio de él. Cierto pone lásti- ma ver de la manera que Satanás estaba apodera- do de esta gente, y lo está hoy dia de muchas, haciendo semejantes potages y embustes á costa de las tristes almas y miserables cuerpos que le ofrecen, quedándose él riendo de la burla tan pe- sada que les hace á los desventurados, merecien- do sus pecados que le deje el altísimo Dios en po- der de su enemigo, á quien escogieron por dios y amparo suyo. Mas, pues se ha dicho lo que basta de las idolatrías de los Indios, sigúese que trate- mos del modo de religión ó superstición, por mejor decir, que usan de sus ritos, de sus sacrificios, de templos, y ceremonias, y lo demás que á esto toca. CAPITULO XI De como el Demonio ha procurado asemejarse á Dios en el modo de sacrificios s Religión y Sacramentos. Pero antes de venir á eso, se ha de advertir una cosa, que es muy digna de ponderar; y es, que como el Demonio ha tomado por su soberbia ban- do y competencia con Dios, lo que nuestro Dios con su sabiduría ordena para su culto y honra, y para bien y salud del hombre, procura el Demonio imitarlo y pervertirlo, para ser él honrado, y el hombre mas condenado. Y así vemos que como el sumo Dios tiene sacrificios, Sacerdotes, Sacramen- tos, Religiosos, Profetas y gente dedicada á su di- vino culto y ceremonias santas, así también el De- monio tiene sus sacrificios y Sacerdotes, y su mo- do de Sacramentos, y gente dedicada á recogi- miento y santimonía fingida, y mil géneros de pro- fetas falsos. Todo lo cual, declarado en particular como pasa, es de grande gusto, y de no menor consideración para el que se acordare, como el DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 43 Demonio es padre de la mentira, según la suma Verdad lo dice en su Evangelio (i); y así procura usurpar para sí la gloria de Dios, y fingir con sus tinieblas la luz. Los encantadores de Egipto, en- señados de su maestro Satanás, procuraban hacer en competencia de Moisés y Aarón otras maravi- llas semejantes (2). Y en el libro de los Jueces (3) leemos de el otro Micas, que era Sacerdote del ídolo vano, usando los aderezos que en el taber- náculo del verdadero Dios se usaban, aquel ephod y teraphim, y lo demás: Sease lo que quisieren los doctos. Apenas hay cosa instituida por Jesu-Cris- to, nuestro Dios y Señor, en su Ley Evangélica, que en alguna manera no la haya el Demonio so- fisticado y pasado á su gentilidad: como echará de ver quien advirtiere en lo que por ciertas relacio- nes tenemos sabido de los ritos y ceremonias de los Indios, de que vamos tratando en este libro. (1) Joan. 8. v. 44. (2) Exod. 7. w. 1 1. y 12. (3) Judie. 18. CAPITULO XII De los Templos que se han hallado eti las Indias. Comenzando, pues, por los templos, como el sumo Dios quiso que se le dedicase casa, en que su santo nombre fuese con particular culto cele- brado, así el demonio para sus intentos persuadió á los infieles que le hiciesen soberbios templos y particulares adoratorios y santuarios. En cada Pro- vincia del Perú habia una principal Guaca, ó casa de adoración; y ademas de ésta algunas universa- les, que eran para todos los Reinos de los Incas. Entre todas fueron dos señaladas: una que llaman de Pachacáma, que está cuatro leguas de Lima, y se ven hoy las ruinas de un antiquísimo y grandí- simo edificio, de donde Francisco Pizarro y los suyos hubieron aquella inmensa riqueza de vasijas y cántaros de oro y plata, que les trajeron cuando tuvieron preso al Inca Atagualpa. En este templo hay relación cierta, que hablaba visiblemente el Demonio, y daba respuestas desde su oráculo, y que á tiempos veían una culebra muy pintada; y DE LA HISTORIA MORAL DE ÍNDlAS 45 esto de hablar y responder el Demonio en estos falsos santuarios, y engañar á los miserables, es cosa muy común y muy averiguada en Indias; aunque donde ha entrado el Evangelio, y levanta- do la señal de la Santa Cruz, manifiestamente ha enmudecido el padre de las mentiras, como de su tiempo escribe Plutarco (i): Cur cessaverit Pithias fundere or acula. Y San Justino Mártir trata largo (2) de este silencio que Cristo puso á los demo- nios que hablaban en los ídolos, como estaba mu- cho antes profetizado en la divina Escritura. El modo que tenían de consultar á sus dioses los mi- nistros infieles hechiceros, era como el Demonio les enseñaba; ordinariamente era de noche; y en- traban las espaldas vueltas al ídolo, andando hacia atrás; y doblando el cuerpo, y inclinando la cabeza, poníanse en una postura fea, y así consul- taban. La respuesta de ordinario era en una ma- nera de silvo temeroso, ó con un chillido, que les ponia horror; y todo cuanto les avisaba y manda- ba, era encaminado á su engaño y perdición. Ya, por la misericordia de Dios, y gran poder de Jesu-Cristo, muy poco se halla de esto. Otro templo y adoratorio aun muy mas principal hubo en el Perú, que fué en la ciudad del Cuzco, adon- (1) Plutarc. lib. de Trac. re. (2) Justin. in Apolog. pro christian. 46 LIBRO QUINTO de es ahora el Monasterio de Santo Domingo; y en los sillares y piedras del edificio, que hoy dia permanecen, se echa de ver que fuese cosa muy principal. Era este templo como el Panteón de los Romanos, cuanto á ser casa y morada de todos los dioses. Porque en ella pusieron los Reyes Incas los dioses de todas las provincias y gentes que conquistaron, estando cada ídolo en su particular asiento, y haciéndole culto y veneración los de su provincia con un gasto excesivo de cosas que se traían para su ministerio; y con esto les parecía que tenían seguras las provincias ganadas, con tener como en rehenes sus dioses. En esta misma casa estaba el Puncháo, que era un ídolo del Sol, de oro finísimo, con gran riqueza de pedrería, y puesto al oriente con tal artificio, que en saliendo el Sol, daba en él; y como era el metal finísimo, volvían los rayos con tanta claridad, que parecía otro Sol. Este adoraban los Incas por su dios, y al Pachayachachíc, que es el hacedor del Cielo. En los despojos de este templo riquísimo dicen, que un soldado hubo aquella hermosísima ¡plancha de oro del Sol; y como andaba largo el juego, la per- dió una noche jugando. De donde toma origen el refrán que en el Perú anda de grandes tahúres, diciendo: juega el Sol, antes que nazca. CAPITULO XIII De los soberbios Templos de Méjico. Pero sin comparación fué mayor la superstición de los Mejicanos, así en sus ceremonias, como en la grandeza de sus templos, que antiguamente lla- maban los Españoles el Cu, y debió de ser vocablo tomado de loslsleños de Santo Domingo, ó de Cuba, como otros muchos que se usan, y no son ni de Es- paña ,ni de otra lengua que hoy dia se use en Indias, como son maíz, chicha, vaquiano, chapetón, y otros tales. Había, pues, en Méjico el Cu, tan fa- moso templo de Vitzipúztli, que tenia una cerca muy grande, y formaba dentro de sí un hermosí- simo patio: toda ella era labrada de piedras gran- des á manera de culebras, asidas las unas á las otras; y por eso se llamaba esta cerca Coatepán- tli, que quiere decir cerca de culebras. Tenían las cumbres de las cámaras y oratorios donde los ídolos estaban, un pretil muy galano, labrado con piedras menudas, negras como azabache, puestas con mucho orden y concierto, revocado 48 LIBRO QUINTO todo el campo de blanco y colorado, que desde abajo lucía mucho. Encima de este pretil había unas almenas muy galanas, labradas como caracoles: te- nia por remate de los estribos dos Indios de piedra, asentados con unos candeleros en las manos, y de ellos salían unas como mangas de cruz, con rema- tes de ricas plumas amarillas y verdes, y unos ra- pacejos largos de lo mismo. Por dentro de la cer- ca de este patio había muchos aposentos de Reli- giosos, y otros en lo alto para Sacerdotes y Papas, que así llamaban á los supremos Sacerdotes que servían al ídolo. Era este patio tan grande y es- pacioso, que se juntaban á danzar ó bailar en él en rueda al derredor, como lo usaban en aquel reino, sin estorbo ninguno, ocho 6 diez mil hombres, que parece cosa increíble. Tenia cuatro puertas ó en- tradas á oriente y poniente, y norte y mediodía: de cada puerta de estas principiaba una calzada muy hermosa de dos y tres leguas; y así había en medio de la laguna, donde estaba fundada la ciu- dad de Méjico, cuatro calzadas en cruz muy an- chas, que la hermoseaban mucho. Estaban en es- tas portadas cuatro dioses, ó ídolos, los rostros vueltos á las mismas partes délas calzadas. Frontero de la puerta de este Templo de Vitzilipúztli había treinta gradas de treinta brazas de largo, que las di- vidía una calle que estaba entre la cerca del patio y ellas. En lo alto de las gradas habiaun paseadero DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 49 de treinta pies de ancho, todo encalado: en medio de este paseadero una palizada muy bien labrada de árboles muy altos puestos en hilera, una braza uno de otro: estos maderos eran muy gruesos, y estaban todos barrenados con unos agujeros pe- queños: desde abajo hasta la cumbre vehian por los agujeros de un madero á otro unas varas del- gadas, en las cuales estaban ensartadas muchas calaveras de hombres por' las sienes: tenia cada una veinte cabezas. Llegaban estas hileras de ca- laveras desde lo bajo hasta lo alto de los maderos, llena la palizada de cabo á cabo, de tantas y tan espesas calaveras, que ponían admiración y gri- ma. Eran estas calaveras de los que sacrificaban, porque después de muertos, y comida la carne, traían la calavera, y entregábanla á los ministros del templo, y ellos la ensartaban allí, hasta que se caian á pedazos; y tenían cuidado de renovar con otras las que caían. En la cumbre del templo es- taban dos piezas como capillas, y en ellas los dos ídolos que se han dicho de Vitzilipúztli, y su com- pañero Tlalóc, labradas las capillas dichas de figuras de talla; y estaban tan altas, que para su- bir á ellas, habia una escalera de ciento y veinte gradas de piedra. Delante de sus aposentos habia un patio de cuarenta pies en cuadro, en medio del cual habia una piedra de hechura de pirámide verde y puntiaguda, de altura de cinco palmos; Tomo n. 4 50 LIBRO QUINTO y estaba puesta para los sacrificios de hombres que allí se hacían, porque echado un hombre de espaldas sobre ella, le hacía doblar el cuerpo, y así le abrían, y le sacaban el corazón, como adelante se dirá. Habia en la ciudad de Méjico otros ocho ó nueve templos como éste que se ha dicho, los cuales estaban pegados unos con otros dentro de un circuito grande; y tenían sus gradas par- ticulares, y su patio con aposentos y dormitorios. Estaban las entradas de los unos á poniente, otros á levante, otros al sur, otros al norte, todos muy labrados, y torreados con diversas hechuras de almenas y pinturas, con muchas figuras de piedra, fortalecidos con grandes y anchos estribos. Eran estos dedicados á diversos dioses; pero después del Templo de Yitzilipúztli, era el del ídolo Tez- catlipííca, que era dios de la penitencia, y de los castigos, muy alto, y muy hermosamente labrado. Tenia para subir á él ochenta gradas, al cabo de las cuales se hacía una mesa de ciento y veinte pies de ancho; y junto á ella una sala toda enta- pizada de cortinas de diversos colores y labores: la puerta baja y ancha, y cubierta siempre con un velo; y solo los Sacerdotes podían entrar; y todo el templo labrado de varias efigies y tallas, con gran curiosidad, porque estos dos templos eran como Iglesias Catedrales, y los demás en su res- pecto como Parroquias y Hermitas. Y eran tan DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 5 I espaciosos y de tantos .aposentos, que en ellos ha- bía los Ministerios, Colegios, Escuelas y Casas de Sacerdotes, que se dirá después. Lo dicho puede bastar para entender la soberbia del Demonio, y la desventura de la miserable gente, que con tan- ta costa de sus haciendas, trabajo y vidas servían á su propio enemigo, que no pretendía de ellos mas que destruirles las almas, y consumirles los cuerpos; y con esto muy contentos, pareciéndoles por su grave engaño, que tenían grandes y pode- rosos Dioses, á quien tanto servicio se hacía. CAPITULO XIV De los Sacerdotes y oficios que hacían. En todas las naciones del mundo se hallan hom- bres particularmente diputados al culto de Dios verdadero ó falso, los cuales sirven para los sa- crificios, y para declarar al pueblo lo que sus Dio- ses les mandan. En Méjico hubo en esto extraña LIBRO QUINTO c i riosidad,; y remedando el Demonio el uso de la Iglesia de Dios, puso también su orden de Sacer- cerdotes menores, mayores y supremos, y unos como Acólitos, y otros como Levitas. Y lo que mas me ha admirado, hasta en el nombre parece que el 1 Hablo quiso usurpar el culto.de Cristo para í, porque á los supremos Sacerdotes, y como si dijésemos Sumos Pontífices, llamaban en su anti- gua lengua Papas los Mejicanos, como hoy dia consta por sus historias y relaciones. Los Sacer- dotes de Yitzilipúztli sucedían por linages de cier- tos barrios diputados á esto. Los Sacerdotes de otros ídolos eran por elección ó ofrecimiento des- de su niñez al templo. Su perpetuo ejercicio de los Sacerdotes era incensar á los ídolos, lo cual se ha- cia cuatro veces cada dia natural: la primera en amaneciendo: la segunda al medio dia: la tercera á puesta del Sol: la cuarta á media noche. A esta hora se levantaban todas las Dignidades del tem- plo, y en lugar de campanas tocaban unas bocinas y caracoles grandes, y otros unas flautillas, y ta- ñían un gran rato un sonido triste; y después de haber tañido, salia el Hebdomadario ó Semanero, vestido de una ropa blanca como Dalmática, con su incensario en la mano lleno de brasa, la cual tomaba del brasero ó fogón que perpetuamente ardia ante el altar, y en la otra mano una bolsa llena de incienso, del cual echaba en el incensario DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 53 y entrando donde estaba el ídolo, incensaba con mucha reverencia. Después tomaba un paño, y con la misma limpiaba el altar y cortinas; y acabado esto, se iban a una pieza juntos, y allí hacían cier- to género de penitencia muy rigurosa y cruel, hi- riéndose y sacándose sangre en el modo que se dirá, cuando se trate de la penitencia que el Dia- blo enseñfj á los suyos: estos maitines á media no- che jamás faltaban. En los sacrificios no podían entender otros sino solos los Sacerdotes, cada uno conforme á su grado y dignidad. También predi- caban á la gente en ciertas fiestas, como cuando de ellas se trate diremos: tenían sus rentas; y tam- bién se les hacían copiosas ofrendas. De la unción con que se consagraban Sacerdotes, se dirá tam- bién adelante. En el Perú se sustentaban de las he- redades, que allá llaman Chácaras de sus Dioses, las cuales eran muchas, y muy ricas. CAPITULO XV De los Monasterios de Doncellas que inventó el Demonio para su servicio. Como la vicia religiosa (que á imitación de Jesu- cristo y sus Sagrados Apóstoles han profesado y profesan en la Santa Iglesia tantos siervos y sier- vas de Dios) es cosa tan acepta en los ojos de la divina Magostad, y con que tanto su santo nom- bre se honra, y su Iglesia se hermosea; así el pa- dre de la mentira ha procurado, no solo remedar esto, pero en cierta forma tener competencia, y hacer á sus Ministros que se señalen en aspereza y observancia. En el Perú hubo muchos Monas- terios de Doncellas, que de otra suerte no podían ser recibidas; y por lo menos en cada provincia habia uno, en el cual estaban dos géneros de mu- geres: unas ancianas, que llamaban Mamaconas, para enseñanza de las demás: otras eran mucha- chas, que estaban allí cierto tiempo, y después las sacaban para sus Dioses, 6 para el Inca. Llamaban esta casa ó Monasterio, Acllaguáci, que es casa de DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 53 escogidas; y cada Monasterio tenia su Vicario ó Gobernador, llamado Apopanáca, el cual tenia fa- cultad de escoger todas las que quisiese, de cual- quier calidad que fuesen, siendo de ocho años aba- jo, como le pareciesen de buen talle y disposición. Estas encerradas allí eran doctrinadas por las Mamaconas en diversas cosas necesarias para la vida humana, y en los ritos y ceremonias de sus Dioses: de allí se sacaban de catorce años para arriba, y con grande guardia se enviaban á la Cor- te: parte de ellas se diputaban para servir en las Guacas y Santuarios, conservando perpetua virgi- nidad: parte para los sacrificios ordinarios que ha- cían de Doncellas, y otros extraordinarios por la salud, ó muerte, ó guerras del Inca: parte también para mugeres ó mancebas del Inca, y de otros pa- rientes ó Capitanes suyos, á quien él las daba; y era hacerles gran merced: este repartimiento se hacía cada año. Para el sustento de estos Monas- terios, que era gran cuantidad de Doncellas las que tenían, habia rentas y heredades propias, de cuyos frutos se mantenían. A ningún padre era lí- cito negar sus hijas cuando el Apopanáca se las pedía para encerrarlas en los dichos Monasterios, y aun muchos ofrecían sus hijas de su voluntad, pareciéndoles que ganaban gran mérito en que fuesen sacrificadas por el Inca. Si se hallaba haber alguna ele estas Mamaconas ó Aellas delinquido SC LIBRO QUINTO contra su honestidad, era infalible el castigo de enterrarla viva, ó matarla con otro género de muerte cruel. En Méjico tuvo también el Demonio su modo de Monjas, aunque no les duraba la pro- fesión y santimonía mas de por un año; y era de esta manera: dentro de aquella cerca grandísima, que dijimos arriba, que tenia el templo principal, habia dos casas de recogimiento, una frontero de otra; la uní de varones, y la otra de mugeres. En la de mugeres solo habia Doncellas di' doce á tre- ce años, á las cuales llamaban las mozas de la pe- nitencia: eran otras tantas cornr» los varones: vi- vían en castidad y clausura como doncellas dipu- tadas al culto de su Dios. El ejercicio que tenían era regar y barrer el templo, y hacer cada mañana de comer al ídolo y á sus Ministros de aquello que de limosna recogían los Religiosos. La comida que al ídolo hacían eran unos bollos pequeños en figura de manos y pies, y otros retorcidos como melco- chas. Con este pan hacían ciertos guisados, y po- níanselo al ídolo delante cada dia, y comíanlo sus Sacerdotes, como los de Bel, que cuenta Daniel(l). Estaban estas mozas trasquiladas, y después dejaban crecer el cabello hasta cierto tiempo. Levantábanse á media noche álos maitines de los ídolos, que siem- (i) Dan i. i. DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS S7 prese hacían, haciendo ellas los mismos ejercicios que los Religiosos. Tenían sus Abadesas, que las ocu- paban en hacer lienzos de muchas labores para ornato de los ídolos y templos. El traje que con- tinuamente traían, era todo blanco, sin labor, ni color alguna. Hacían también su penitencia á me- dia noche, sacrificándose con herirse en las puntas de las orejas en la parte de arriba; y la sangre que se sacaban, poníansela en las mejillas; y dentro de su recogimiento tenían una alborea, donde se la- vaban aquella sangre: vivían con honestidad y recato. Y si hallaban que hubiese alguna faltado, aunque fuese muy levemente, sin remisión moría luego, diciendo que había violado la casa de su Dios; y tenían por agüero y por indicio de habci sucedido algún mal caso de estos, si veian pasar algún ratón ó murciélago en la capilla de su ídolo, ó que habían roído algún velo; porque decían, que si no hubiera precedido algún delito, no se atre- viera el ratón ó murciélago á hacer tal descorte- o sía. Y de aquí procedían á hacer pesquisa; y ha- llando el delincuente, por principal que fuese, lue- go le daban la muerte. En este Monasterio no eran admitidas Doncellas sino' de uno de seis barrios, que estaban nombrados para el efecto; y duraba esta clausura, como está dicho, un año, por el cual ellas 6 sus padres habían hecho voto de servir al ídolo en aquella forma; y de allí salían para casar- 58 LIBRO QUINTO se. Alguna semejanza tiene lo de estas Doncellas, y mas lo de las del Perú, con las Vírgenes Vesta- les de Roma, que refieren los Historiadores, para que se entienda como el Demonio ha tenido codi- cia de ser servido de gente que guarda limpieza, no porque á él le agrade la limpieza, pues es de suyo espíritu inmundo, sino por quitar al sumo Dios, en el modo que puede, esta gloria de servir- se de integridad y limpieza. CAPITULO XVI De los Monasterios de Religiosos que tiene el Demonio para su superstición. Cosa es muy sabida por las cartas de los Padres de nuestra Compañía, escritas de Japón, la multi- tud y grandeza que hay en aquellas tierras, de Religiosos, que llaman Bonzos, sus costumbres, su- perstición y mentiras; y así de estos no hay que decir de nuevo. De los Bonzos ó Religiosos de la DE LA HISTORIA MORAL DE ÍNDÍAS 59 China refieren Padres que estuvieron allá dentro, haber diversas maneras ú órdenes, y que vieron unos de hábito blanco y con bonetes; y otros de hábito negro, sin bonete ni cabello; y que de ordina- rio son poco estimados, y los Mandarines ó minis- tros de justicia los azotan como á los demás. Estos profesan no comer carne, ni pescado, ni cosa viva, sino arroz y yerbas: mas de secreto comen de todo, y son peores que la gente común. Los Reli- giosos de la Corte, que está en Pekín, dicen, que son muy estimados. A las Várelas ó monasterios de estos monjes van de ordinario los Mandarines á recrearse, y cuasi siempre vuelven borrachos. P2stan estos monasterios de ordinario fuera de las ciudades: dentro de ellos hay templos; pero en esto de ídolos y templos hay poca curiosidad en la China, porque los Mandarines hacen poco caso de Iclotos y tienénlos por cosa de burla, ni aun creen que hay otra vida, ni aun otro paraíso, sino tener oficio de Mandarín; ni otro infierno sino las cárceles que ellos dan á los delincuentes. Para el vuígo dicen que es necesario entretenerle con ido- latría, como también lo apunta el Filósofo (i) de sus Gobernadores. 'Y aun en la Escritura (2) fué género de escusa, que dio Aaron, del ídolo del be- (0 Arist. 12. Metaph. (2) Exod.32, 60 LIBRO QUINTO cerro que fabrico. Con todo eso usan los Chinos en las popas de sus navios, en unas capilletas, traer allí puesta una doncella de bulto, asen- tada en su silla, con dos Chinos delante de ella arrodillados á manera de Angeles, y tiene lum- bre de noche y de dia; y cuando han de dar á la vela, le hacen muchos sacrificios y cere- monias con gran ruido de atambores y campanas, y echan papeles ardiendo por la popa. Vinien- do á los Religiosos, no sé que en el Perú haya habido casa propia de hombres recogidos, mas de sus Sacerdotes y hechiceros, que eran in- finitos. Pero propia observancia, en donde parece haberla el Demonio puesto, fué en Méjico, porque habia en la cerca del gran templo dos monaste- rios, como arriba se ha tocado: uno de doncellas, de que se trato: otro de mancebos recogidos de diez y ocho á veinte años, los cuales llamaban Re- ligiosos. Traían en las cabezas unas coronas como frailes: el cabello poco mas crecido, que les daba á media oreja, excepto que al colodrillo dejaban crecer el cabello cuatro dedos en ancho, que les descendía por las espaldas, y á manera de tranza- do los ataban y tranzaban. Estos mancebos, que servían en el templo de Yitzilipúztli, vivían en po- breza, castidad y obediencia, y hacían el oficio de Levitas, administrando á los Sacerdotes y digni- dades del templo el incensario, la lumbre y los DE LA HISTORIA MORAL - DE INDIAS 6l vestimentas: barrían los lugares sagrados: traían leña para que siempre ardiese en el brasero del Dios, que era como lámpara, la cual ardía conti- nuo delante del altar del ídolo. Sin estos mance- bos había otros muchachos, que eran como mo- nacillos, que servían de cosas manuales, como era enramar y componer los templos con rosasyjun- , dar agua á manos á los Sacerdotes, adminis- trar navajudas para sacrificar, ir con los que iban á pedir limosna, para traer la ofrenda. Todos estos tenían sus Prepósitos , que tenían cargo de ellos, y vivían con tanta honestidad, que cuando salían en público donde había muge- res, iban las cabezas muy bajas, los ojos en el suelo , sin osar alzarlos á mirarlas: traían por vestido unas sabanas de red. Estos mozos re- cogidos tenían licencia de salir por la ciudad de cuatro en cuatro, y de seis en seis, muy mortifica- dos, á pedir limosna por los barrios; y cuando no se la daban, tenían licencia de llegarse á las semen,, teras, y coger las espigas de pan ó mazorcas, que habían menester, sin qne el dueño osase hablarles, ni evitárselo. Tenían esta licencia, porque vivían en pobreza sin otra renta mas de la limosna. No podía haber mas de cincuenta: ejercitábanse en penitencia, y levantábanse á media noche á tañer unos caracoles y bocinas, con que despertaban á la gente. Velaban el ídolo por sus cuartos, porque 02 LIBRO QUINTO no se apagase la lumbre que estaba delante dej altar: administraban el incensario con que los Sa- cerdotes incensaban el ídolo á media noche, á la mañana, al medio dia y á la oración. Estos estaban muy sujetos y obedientes á los mayores, y no sa- lían un punto de lo que les mandaban. Y después que á media noche acababan de incensar los Sa- cerdotes, estos se iban á un lugar particular y sa- crificaban, sacándose sangre de los molledos con unas puntas duras y agudas; y la sangre que así sacaban, se la ponían por las sienes hasta lo bajo de la oreja. Y hecho este sacrificio se iban luego á lavar á una laguna: no se untaban estos mozos con ningún betún en la cabeza, ni en el cuerpo, como los Sacerdotes: y su vestido era una tela que allá se hace muy áspera y blanca. Durábales este ejer- cicio y aspereza de penitencia un año entero, en el cual vivían con mucho recogimiento y mortifica- ción. Cierto es de maravillar, que la falsa opinión de Religión pudiese en estos mozos y mozas de Mé- jico tanto, que con tan gran aspereza hiciesen en servicio de Satanás lo que muchos no hacemos en servicio del altísimo Dios: que es grave confu- sión para los que con un poquito de penitencia que hacen, están muy ufanos y contentos. Aunque el no ser aquel ejercicio perpetuo, sino de un año, lo hacía más tolerable. CAPITULO XVII De las penitencias y asperezas que kan usado ¿os ludios por persuasión del Demonio. Y pues hemos llegado á este punto, bien será que así para manifestar la maldita soberbia de Sa- tanás, como para confundir y despertar algo nues- tra tibieza en el servicio de el sumo Dios, digamos algo de los rigores y penitencias extrañas, que esta miserable gente hacía por persuasión del Demo- nio, como los falsos Profetas de Baal (i), que con lancetas se herían y sacaban sangre: y como los que al sucio Beelfegor sacrificaban sus hijos é hijas (2): y los pasaban por fuego, según dan tes- timonio las Divinas letras (3), que siempre Sata nás fué amigo de ser servido á mucha costa de los hombres. Ya se ha dicho, que los Sacerdotes y Religiosos de Méjico se levantaban á media no- che, y habiendo incensado al ídolo los Sacerdotes, (1) 3. Reg, 18. v. 28. (2) Psalm. 105. vv. 37 y 38. Núm. (3) 4- Reg. 21. Ó4 LIBRO QUINTO y como díg.iida les del tomólo, so iban á un lugar de una pie/a ancha, donde habia muchos asientos, y allí s* sentaban: y tomando cada uno una púa de manguéy, que es como alesna ó punzón agudo, ó con otro genero de lancetas ó navajas, pasában- se las pantorrillas ¡unto á la espinilla, sacándose mucha sangre, con la cual se untaban las sienes, bañando vl ceremonias y sacrificios para este efecto, con que invocan al Demonio, y em- borráchanse bravamente; y para este oficio parti- cular usan de una yerba llamada villca, echando el zumo de ella en la chicha, ó tomándola por otra via. Por todo lo dicho consta cuan grande sea la desventura de los que tienen por maestros á tales ministros, del que tiene por oficio engañar; y es averiguado, que ninguna dificultad hay mayor para recibir la verdad del Santo Evangelio, y per- severar en ella los Indios, que la comunión de es- tos hechiceros, que han sido y son innumerables> aunque por la gracia del Señor, y diligencia de los Prelados y Sacerdotes van siendo menos, y no tan tan perjudiciales. Algunos de estos se han con- vertido, y públicamente han predicado al pueblo, retratando sus errores y engaños, y declarando sus embustes y mentiras, de que se ha seguido gran fruto; como también por letras del Japón sa- bemos haber sucedido en aquellas partes á grande gloria de nuestro Dios y Señor. CAPITULO XXVII De otras ceremonias y ritos de los Indios á semejanza de los nuestros. Otras innumerables ceremonias y ritos tuvieron Sos Indios, y en muchas de ellas hay semejanza de las de la ley antigua de Moysén: en otras se pare- cen á las que usan los Moros; y algunas tiran algo á las de la ley Evangélica, como los lavatorios ó opacúna que llaman, que era bañarse en agua, -para quedar limpios de sus pecados Los Mejica- nos tenían también sus bautismos con esta ceremo- •nia, y es, que á los niños recien nacidos les sacri- ficaban las orejas y el miembro viril, que en algu- na manera remedaban la circuncisión de los Ju- por si acaso se viniesen á descasar, como era cos- tumbre entre ellos; y no llevándose bien, hacían partición de los bienes, conforme a lo que cada uno de ellos trajo, dándoles libertad que cada uno se casase con quien quisiese, y á ella le daban las hijas, y á él los hijos. Mandábanles estrechamen- te, que no se volviesen á juntar, so pena de muer- te, y así se guardaba con mucho rigor; y aunque en muchas ceremonias parece que concurren con las nuestras, pero es muy diferente, por la gran mezcla que siempre tienen de abominaciones. Lo común y general de ellas es, tener una de tres co- sas, que son, ó crueldad, ó suciedad, ó ociosidad^ porque todas ellas, ó eran crueles y perjudiciales, como el matar hombres, y derramar sangre, 6 eran sucias y asquerosas, como el comer v beber en nombre de sus ídolos, y con ellos á cuestas ori- nar en nombre del ídolo, y el untarse y embijarse tan feamente, y otras cien mil bajezas; ó por lo menos eran vanas y ridiculas, y puramente ocio- sas, y mas cosas de niños, que hechos de hombres. La .razón de esto es la propia condición del espíri- tu maligno, cuyo intento es hacer mal, provocan- do á homicidios, ó á suciedades, ó por lo menos a vanidades y ocupaciones impertinentes; lo cuaL DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS I 1 3 echará de ver cualquiera qne con atención mira- re el trato del Demonio con los hombres que en- gaña, pues en todos los ilusos se halla ó todo ó parte de lo dicho. Los mismos Indios, después que tienen la luz de nuestra Fe, se rien y hacen burla de las niñerías en que sus Dioses falsos los traían ocupados, á los cuales servían mucho mas por el temor que tenían de que les habían de hacer mal, si no les obedecían en todo, que no por el amor que les tenían, aunque también vivían muchos de ellos engañados con falsas esperanzas de bienes temporales, que los eternos no llegaban á su pen- samiento; y es de advertir, que donde la potencia temporal estuvo mas engrandecida, allí se acre- centó la superstición, como se ve en los Reinos de Méjico y del Cuzco, donde es cosa increíble los adoratorios que había, pues dentro de la misma ciudad del Cuzco pasaban de trescientos. De los Reyes del Cuzco fué Mangoínga yupángui el que mas acrecentó el culto de sus ídolos, inventando mil diferencias de sacrificios, fiestas y ceremonias; y lo mismo fué en Méjico por el Rey Izcoált, que fué el cuarto de aquel Reino. En esotras naciones de Indios, como en la Provincia de Guatemala, y en las Islas y nuevo Reino, y Provincias de Chile, y otras que eran como behetrías, aunque habia gran multitud de supersticiones y sacrificios; pero no tenían que ver con lo del Cuzco y Méjico, Tomo H. 8 I 14 LIBRO QUINTO donde Satanás estaba como en su Roma 6 Jerusa- lén, hasta que fué echado á su pesar; y en su lugar se coloco la santa Cruz; y el Reino de Cristo, nues- tro Dios, ocupó lo que el tirano tenia usurpado. CAPITULO XXVIII De algunas fiestas que usaron los del Cuzco, y como el Demonio quiso tanbien imitar el misterio de la Santísima Trinidad. Para concluir este libro, que es de lo que toca á la Religión, resta decir algo de las fiestas y so- lemnidades que usaban los Indios, las cuales, por- que eran muchas y varias, no se podrán tratar todas. Los Incas, Señores del Perú, tenian dos gé- neros de fiestas, unas eran ordinarias, que venían á tiempos determinados por sus meses, y otras ex- traordinarias, que eran por causas ocurrentes de im- portancia, como cuando se coronaba algún nuevo Rey, y cuando se comenzaba alguna guerra de im- DE LA HISTORIA MORAL DE ÍNDÍAS I I 5 portancia, y cuando habia alguna muy grande ne- cesidad de temporales. De las fiestas ordinarias se ha de entender, que en cada uno de los doce meses del año hacían fiesta y sacrificio diferente; porque aunque cada mes y fiesta de él se ofrecían cien carneros; pero las colores ó facciones habían de ser diferentes. En el primero, que llaman Ráy- me, y es de Diciembre, hacían la primera fiesta, y mas principal de todas, y por eso la llamaban Capacráyme, que es decir fiesta rica ó principal. En esta fiesta se ofrecían grande suma de carne- ros y corderos en sacrificio, y se quemaban con leña labrada y olorosa; y traían carneros, oro y pla- ta, y se ponían las tres estatuas del Sol, y las tres del Trueno, padre, hijo y hermano, que decían, que tenían el Sol y el Trueno. En estas fiestas se de- dicaban los muchachos Incas, y les ponían las guaras ó pañetes, y les horadaban las orejas, y les azotaban con hondas los viejos, y untaban con sangre el rostro, todo en señal que habían de ser Caballeros leales del Inca. Ningún extranjero podía estar este mes y esta fiesta en el Cuzco; y al cabo de las fiestas entraban todos los de fuera, y les daban aquellos bollos de maíz con sangre del sacrificio, que comían en señal de confedera- ción con el Inca, como se dijo arriba; y cierto es de notar, que en su modo el Demonio haya tam- bién en la idolatría introducido trinidad, porque Il6 LIBRO QUINTO las tres estatuas del Sol se intitulaban Apoínti, Churíinti é Inticuaoquí, que quiere decir, el padre y señor Sol, el hijo Sol, el hermano Sol; y de la misma manera nombraban las tres estatuas del Chuquiílla, que es el Dios que preside en la región del aire, donde truena, llueve y nieva. Acuerdó- me, que estando en Chuquisaca me mostró un Sacerdote honrado una información, que yo la tuve harto tiempo en mi poder, en que habia ave- riguado de cierta guaca ó adoratorio, donde los Indios profesaban adorar á Tangatánga, que era un ídolo, que decían, que en uno eran tres, y en tres una; y admirándose aquel Sacerdote de esto, creo, le dije, que el Demonio todo cuanto podia hurtar de la verdad para sus mentiras y engaños, lo hacia con aquella infernal y porfiada soberbia, con que siempre apetece ser como Dios. Volviendo á las fiestas, en el segundo mes, que se llamaba Cámay, demás de los sacrificios, echaban las cenizas por un arroyo abajo, yendo con bordones tras ellas- cinco leguas por el arroyo, rogándole las llevase hasta la mar, porque allí habia de recibir el Vira- cocha aquel presente. En el tercero, cuarto y quinto mes también ofrecían en cada uno sus cien carneros negros, pintados y pardos, con otras muchas cosas, que por no cansar se dejan. El sex- to mes se llama Hatuncúzqui Aymoráy, que res- ponde á Mayo; también se sacrificaban otros cien DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 117 carneros de todos colores. En esta luna y mes, <\ue es cuando se trae el maíz de la era á casa, se hacia la fiesta, que hoy dia es muy usada entre los ■Indios que llaman Aymoráy: esta fiesta se hace viniendo desde la chacra ó heredad á su casa, di- ciendo ciertos cantares, en que ruegan que dure mucho el maíz; la cual llaman Mamacóra, toman- do de su chacra cierta parte de maíz mas señala- do en cuantidad, y poniéndola en una troje peque- ña, que llaman Pírua, con ciertas ceremonias, ve- lando en tres noches; y este maíz meten en las mantas mas ricas que tienen, y después que está tapado y aderezado, adoran esta Pírua, y la tienen en gran veneración, y dicen que es madre del maíz de su chacra, y que con esto se da y se con- serva el maíz; y por este mes. hacen un sacrificio particular, y los hechiceros preguntan á la Pírua si tiene fuerza para el año que viene, y si respon- de que no, lo llevan á quemar á la misma chacra con la solemnidad que cada uno puede, y hacen otra Pírua con las mismas ceremonias, diciendo, que la renuevan, para que no perezca la simiente del maíz; y si responde que tiene fuerza para du- rar mas, la dejan hasta otro año: esta impertinen- cia dura hasta hoy dia, y es muy común entre In- dios tener estas Píruas, y hacer la fiesta del Ay- moráy. El séptimo mes, que responde á Junio, se llama Aucaycúzqui Intiráymi, y en él se hacia la Il8 LIBRO QUINTO fiesta llamada Intiráymi, en que se sacrificaban cien carneros guanacos, que decían, que esta era la fiesta del Sol: en este mes se hacían gran suma de estatuas de leña labrada de Ouínua, todas ves- tidas de ropas ricas, y se hacía el baile, que llama- ban Cayo; y en esta fiesta se derramaban muchas flores por el camino, y venían los Indios muy em- bijados, y los Señores con unas patenillas de oro puestas en las barbas, y cantando todos. liase de advertir, que esta fiesta cae cuasi al mismo tiempo que los Cristianos hacemos la solemnidad del Cor- pus Christi, y que en algunas cosas tiene alguna apariencia de semejanza, como en las danzas, ó representaciones, ó cantares; y por esta causa ha habido, y hay hoy dia entre los Indios, que pare- cen celebrar nuestra solemne fiesta de Corpus- Christi, mucha superstición de celebrar la suya an- tigua del Intiráymi. El octavo mes se llama Cháhua Huarquí, en el cual se quemaban otros cien car- neros por el orden dicho, todos pardos de color de Vizcacha; y este mes responde al nuestro de Julio. El noveno mes se llamaba Yápaquis, en el cual se quemaban otros cien carneros castaños, y se de- gollaban y quemaban mil Cuíes, para que el hielo, el aire, el agua y el Sol no dañasen á las Cháca- ras: éste parece que responde á Agosto. El déci- mo mes se llama Coyaráymi, en el cual se que- maban otros cien carneros blancos lanudos: en DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS I IQ este mes, que responde á Septiembre, se hacia la fiesta llamada Cítua, en esta forma: que se junta- ban todos antes que saliese la Juna el primer dia; y en viéndola, daban grandes voces con hachos de fuego en las manos, diciendo: Vaya el mal fuera, dándose unos á otros con ellos: estos se lla- maban Pancóncos; y aquesto hecho se hacia el lavatorio general en los arroyos y fuentes, cada uno en su acequia ó pertenencia, y bebían cuatro días seguidos. Este mes sacaban las Mamaconas del Sol gran cantidad de bollos hechos con san- gre de sacrificios, y á cada uno de los forasteros daban un bocado; y también enviaban á las Gua- cas forasteras de todo el Reino, y á diversos Cu- racas, en señal de confederación y lealtad al Sol y al Inca, como está ya dicho. Los lavatorios y borracheras, y algún rastro de esta fiesta llamada Cítua, aún duran todavía en algunas partes, con ceremonias algo diferenciadas, y con mucho se- creto, aunque lo principal y público haya cesado. El undécimo mes se llamaba Homaráimi Punchai- quís, en el cual sacrificaban otros cien carneros; y si faltaba agua, para que lloviese, ponían un car- nero todo negro atado en un llano, derramando mucha chicha al derredor, y no le daban de comer hasta que lloviese: esto se usa también ahora en muchas partes por este mismo tiempo, que es por Octubre. El último mes se llama Ayamara, e i I 20 LIBRO QUINTO cual se sacrificaban otros cien carneros, y se ha- cia la fiesta llamada Raymicantará Ráyquis: en este mes, que responde á Noviembre, se apareja- ba lo necesario para los muchachos, que se habían de hacer orejones el mes siguiente, y los mucha- chos con los viejos hacían cierto alarde dando al- gunas vueltas: y esta fiesta se llamaba Ituráymi, la cual se hace de ordinario cuando llueve mucho ó poco, ó hay pestilencia. Fiestas extraordinarias, aunque habia muchas, la mas famosa era la que llamaban Itu. La fiesta del Itu no tenia tiempo se- ñalado, mas de que en tiempos de necesidad se hacia. Para ella ayunaba toda la gente dos dias, en los cuales no llegaban á mugcres, ni comían cosa con sal, ni ají, ni bebían chicha, y todos se juntaban en una plaza donde no hubiese forastero, ni animales, y para esta fiesta tenían ciertas man- tas, y vestidos y aderezos, que solo servían para ella, y andaban en procesión cubiertas las cabezas con sus mantas, muy de espacio, tocando sus atambores, y sin hablar uno con otro. Duraba esto un dia y una noche, y el dia siguiente comían y bebían, y bailaban dos dias con sus noches, dicien- do, que su oración habia sido acepta; y aunque no se haga hoy dia con toda aquella ceremonia; pero es muy general hacer otra fiesta muy seme- jante, que llaman Ayma, con vestiduras que tie- nen depositadas para ello; y como está dicho, esta DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 121 manera de procesión á vueltas con atambores, y el ayuno que precede, y borrachera que' se sigue, usan por urgentes necesidades. Y aunque el sacri- ficar reses y otras cosas, que no pueden esconder de los Españoles, las han dejado, á lo menos en lo público; pero conservan todavía muchas ceremo- nias, que tienen origen de estas fiestas y supersti- ción antigua. Por eso es necesario advertir en ellas especialmente, que esta fiesta del Itu la hacen di- simuladamente hoy dia en las danzas del Corpus Christi, haciendo las danzas del Llamallama, y de Guacon, y otras conforme á su ceremonia antigua, en lo cual se debe mirar mucho. En donde ha si- do necesario advertir de estas abusiones y su- persticiones, que tuvieron en el tiempo de su gen- tilidad los Indios, para que no se consientan por los Curas y Sacerdotes, allá se ha dado mas larga relación de lo que toca á esta materia: al presente basta haber tocado el ejercicio en que el Demonio ocupaba á sus devotos, para que á pesar suyo se vea la diferencia que hay de la luz á las tinieblas, y de la verdad Cristiana á la mentira gentílica, por mas que haya con artificio procurado remedar las -cosas de Dios el enemigo de los hombres y de su Dios. CAPITULO XXIX De la fiesta del Jubileo, que usaron los Mejicanos, Los Mejicanos no fueron menos curiosos en sus solemnidades y fiestas, las cuales de hacienda eran mas baratas; pero de sangre humana sin compa- ración mas costosas. De la fiesta principal de Vitzilipúztli ya queda arriba referido. Tras ella la fiesta del ídolo Tezcatlipúca era muy solemnizada. Venía esta fiesta por Mayo, y en su Kalendario tenia nombre Toxcólt; pero la misma cada cuatro años concurría con la fiesta de la Penitencia, en que había indulgencia plenaria y perdón de peca- dos. Sacrificaban este dia un cautivo, que tenia la semejanza del ídolo Tezcatlipúca, que era á los diez y nueve de Mayo. En la víspera de esta fies- ta venían los Señores al templo, y traían un ves- tido nuevo, conforme al del ídolo, el cual le po- nían los Sacerdotes, quitándole las otras ropas, y guardándolas con tanta reverencia, como nosotros tratamos los ornamentos, y aun mas. Habia en las arcas del ídolo muchos aderezos y atavíos, joyas DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 123 y otras preseas, y brazaletes de plumas ricas, que no servían de nada sino de estarse allí, todo lo cual adoraban como al mismo Dios. Demás del vestido con que le adoraban este dia, le ponían particulares insignias de plumas, brazaletes, quita- soles y otras cosas. Compuesto de esta suerte, qui- taban la cortina de la puerta, para que fuese visto de todos, y en abriendo, salia una dignidad de las de aquel templo, vestido de la misma manera que el ídolo, con unas flores en la mano y una flauta pequeña de barro, de un sonido muy agudo; y vuelto á la parte de Oriente la tocaba, y volvien- do al Occidente, al Norte y Sur, hacía lo mismo. Y habiendo tañido hacia las cuatro partes de el mundo, denotando que los presentes y ausentes le oían, ponía el dedo en el suelo, y cogiendo tierra con él, la metia en la boca, y la comia en señal de adoración, y lo mismo hacían todos los presentes, y llorando postrábanse, invocando á la obscuridad de la noche, y al viento, y rogándoles, que no los desamparasen, ni los olvidasen, ó que les acabasen la vida, y diesen fin á tantos trabajos como en ella se padecían. En tocando esta flautilla, los ladro- nes, fornicarios, homicidas, ó cualquier género de delincuentes, sentían grandísimo temor y tristeza, y algunos se cortaban de tal manera, que no po- dían disimular haber delinquido. Y así todos aque- llos no pedían otra cosa á su Dios, sino que no fue- 124 LIBRO QUINTO sen sus delitos manifiestos, derramando muchas lágrimas con grande compunción y arrepentimien- to, ofreciendo cuantidad de incienso para aplacar á Dios. Los valientes y valerosos hombres, y todos los soldados viejos, que seguían la milicia, en oyendo la flautilla, con muy grande agonía y de- voción, pedían al Dios de lo criado, y al Señor por quien vivimos, y al Sol, con otros principales Dioses suyos, que les diesen victoria contra sus enemigos, y fuerzas para prender muchos cautivos, para honrar sus sacrificios. Hacíase la ceremonia sobredicha diez dias antes de la fiesta, en los cuales tañía aquel Sacerdote la flautilla, para que todos hi- ciesen aquella adoración de comer tierra, y pedir á losldolos loque querían, haciendo cada dia oración, alzados los ojos al Cielo, con. suspiros y gemidos, como gente que se dolia de sus culpas y pecados. Aunque este dolor de ellos no era sino por temor de la pena corporal que les daban, y no por la eter- na, porque certifican, que no sabían que en la otra vida hubiese pena tan estrecha; y así se ofrecían á la muerte tan sin pena, entendiendo que todos des- cansaban en ella. Llegado el propio dia de la fies- ta de este ídolo Tezcatlipúca, juntábase toda la ciu- dad en el patio para celebrar asimismo la fiesta del Kalendario, que ya dijimos se llamaba Tox- coátl, que quiere decir cosa seca, la cual fiesta toda se endereza á pedir agua de el Cielo, al modo que DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 12$ nosotros hacemos las rogaciones, y así tenían aquesta fiesta siempre por Mayo, que es el tiempo en que en aquella tierra hay mas necesidad de agua. Comenzábase su celebración á nueve de Ma- yo, y acabábase á diez y nueve. En la mañana del último dia sacaban sus Sacerdotes unas andas muy aderezadas, con cortinas y cendales de diversas maneras. Tenían estas andas tantos asideros, cuan- tos eran los ministros que las habían de llevar, to- dos los cuales salían embijados de negro, con unas cabelleras largas trenzadas por la mitad de ellas» con unas cintas blancas, y con unas vestiduras de librea del ídolo. Encima de aquellas andas ponían el personage de el ídolo señalado para este oficio» que ellos llamaban semejanza del Dios Tezcatlipú- ca, y tomándolo en los hombros lo sacaban en pú- blico al pie de las gradas. Salían luego los mozos, y mozas recogidas de aquel templo con una soga gruesa, torcida de sartales de maíz tostado, y ro- deando todas las andas con ella, ponían luego una sarta de lo mismo al cuello del ídolo, y en la ca- beza una guirnalda: llamábase la soga Toxcátl, de- notando la sequedad y esterilidad del tiempo. Sa- lían los mozos rodeados con unas cortinas de red, y con guirnaldas y sartales de maíz tostado: las mozas salían vestidas de nuevos atavíos y adere- zos con sartales de lo mismo á los cuellos, y en las cabezas llevaban unas tiaras hechas de varillas to- I2Ó LIBRO QUINTO das cubiertas de aquel maíz, emplumados los pies y los brazos, y las mejillas llenas de color. Saca- ban asimismo muchos sartales de este maíz tosta- do, y ponianselos los principales en las cabezas y cuellos, y en las manos unas flores. Después de puesto el ídolo en sus andas tenia por todo aquel lugar gran cantidad de pencas de manguéy, cuyas hojas son anchas y espinosas. Puestas las andas en los hombros de los sobredichos, llevábanlas en pro- cesión por dentro del circuito del patio, llevando delante de sí dos Sacerdotes con dos braseros ó incensarios incensando muy amenudo el ídolo y cada vez que echaban el incienso, alzaban el bra- zo, cuan alto podían, hacia el ídolo y hacia el Sol, diciéndoles subiesen sus oraciones al Cielo, como subia aquel humo a lo alto. Toda la demás gente que estaba en el patio, volviéndose en rueda hacia la parte donde iba el ídolo, llevaban todos en las manos unas sogas de hilo de manguéy nuevas de una braza, con un ñudo al cabo, y con aquellas se disciplinaban, dándose grandes golpes en las es- paldas, de la manera que acá se disciplinan eljue ves Santo. Toda la cerca del patio y las almenas estaban llenas de ramos y flores, tan bien adorna das, y con tanta frescura, que causaban gran con- tento. Acabada esta procesión, volvían á subir el ídolo á su lugar, á donde lo ponían: salía luego gran cuantidad de gente con flores aderezadas de DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 127 •diversas maneras, y henchían el altar, y la pieza, y todo el patio de ellas, que parecía aderezo de monumento. Estas rosas ponían por sus manos los Sacerdotes, administrándoselas los mancebos del templo desde acá fuera, y quedábase aquel dia descubierto, y el aposento sin echar el velo. Esto hecho, salían todos á ofrecer cortinas, cendales, joyas, piedras ricas, incienso, maderos resinosos, mazorcas de maíz, codornices, y finalmente, todo lo que en semejantes solemnidades acostumbraban ofrecer. En la ofrenda de las codornices, que era de los pobres, usaban esta ceremonia, que las da- ban al Sacerdote, y tomándolas, las arrancaba las cabezas, y echábalas luego al pie del altar, adonde se desangrasen; y así hacían de todas las que ofre- cían. Otras comidas y frutas ofrecía cada uno se- gún su posibilidad, las cuales eran al pie del altar de los Ministros del templo; y así ellos eran los que las alzaban, y llevaban á los aposentos que allí tenían. Hecha esta solemne ofrenda, íbase la gente á comer á sus lugares y casas, quedando la fiesta así suspensa hasta haber comido. Y á este tiempo los mozos y mozas del templo, con los atavíos re- feridos, se ocupaban en servir al ídolo de todo lo que estaba dedicado á él para su comida, la cual guisaban otras mujeres, que habían hecho voto de ocuparse aquel dia en hacer la comida del ídolo, sirviendo allí todo el dia. Y asi se venían todas las 128 LIBRO QUINTO que habían hecho voto, en amaneciendo, y ofre- cíanse á los Prepósitos de el templo, para que les mandasen lo que habían de hacer, y hacíanlo con mucha diligencia y cuidado. Sacaban después tan- tas diferencias é invenciones de manjares, que era cosa de admiración. Hecha esta comida, y llegada la hora de comer, salían todas aquellas doncellas del templo en procesión, cada una con una cestica de pan en la una mano, y en la otra una escudilla de aquellos guisados: traían delante de sí un viejo,. que servia de Maestresala, con un hábito harto do- noso. Venía vestido con una sobrepelliz blanca, que le llegaba á las pantorrillas, sobre un jubón sin mangas á manera de sambenito, de cuero colora- do: traía en lugaY de mangas unas alas, y de ellas salían unas cintan anchas, de las cuales pendía en medio de las espaldas una calabaza mediana, que por unos agujerillos que tenia, estaba toda llena de flores, y dentro de ella diversas cosas de supersti- ción. Iba este viejo así ataviado, delante de todo el aparato, muy humilde, triste y cabizbajo, y en lle- gando al puesto, que era al pie de las gradas, ha- cía una grande humillación, y haciéndose á un lado, llegaban las mozas con la comida, é íbanla poniendo en hilera, llegando una á una con mucha reverencia. En habiéndola puesto, volvía el viejo á guiarlas, y volvíanse á sus recogimientos. Acaba- das ellas de entrar, salían los mozos y ministros de DE LA HISTORIA MORAL DE ÍNDÍAS 129 aquel templo, y alzaban de allí aquella comida, y metíanla en los aposentos de las dignidades y de los Sacerdotes, los cuales habian ayunado ¡cinco dias seguidos, comiendo sola una vez al dia, aparta- dos de sus mugeres, y no salían de el templo aque- llos cinco dias, azotándose reciamente con sogas, y comian de aquella comida divina (que así la llamaban) todo cuanto podían, de la cual á ningu- no era lícito comer sino a ellos. En acabando todo el pueblo de comer, volvía á recogerse en el patio á celebrar y ver el fin de la fiesta, donde sacaban un esclavo, que habia representado el ídolo un año, vestido, aderezado y honrado como el mismo ídolo, y haciéndole todos reverencia le entrega- ban á los Sacrificadores, que al mismo tiempo sa- lían, y tomándole de pies y manos, el Papa le cor- taba el pecho, y le sacaba el corazón, alzándolo en la mano todo lo que podia, y mostrándolo al Sol, y al ídolo, como ya queda referido. Muerto éste, que representaba al ídolo, llegábanse á un lugar consagrado y diputado para el efecto, y sa- lían los mozos y mozas con el aderezo sobredicho, donde tañéndoles las dignidades del templo, bai- laban y cantaban puestos en orden junto al atam- bor; y todos los Señores ataviados con las insig- nias que los mozos traían, bailaban en cerco al derredor de ellos. En este dia no moria ordinaria mente mas que este sacrificado, porque solamente Tomo 11. 9 I30 LIBRO QUINTO de cuatro á cuatro años morían otros con él, y cuando estos morian era el año del Jubileo é In- dulgencia plenaria. Hartos ya de tañer, comer y beber, á puesta del Sol íbanse aquellas mozas á sus retraimientos, y tomaban unos grandes platos de barro, y llenos de pan amasado con miel, cubier- tos con unos fruteros labrados de calaveras y hue- sos de muertos cruzados, Ue-vaban colación al Ído- lo, y subían hasta el patio, que estaba antes de la puerta del oratorio, y poniéndolo allí, yendo su Maestresala delante, se bajaban por el mismo or- den que lo habían llevado. Salían luego todos los mancebos puestos en orden, y con unas cañas en las manos arremetían á las gradas del templo procurando llegar mas presto unos que otros á los platos de la colación. Y las dignidades del templo tenían cuenta de mirar al primero, segun- do, tercero y cuarto, que llegaban, no haciendo caso de los demás, hasta que todos arrebataban aquella colación, la cual llevaban como grandes reliquias. Hecho esto, los cuatro que primero lle- garon, tomaban en medio las dignidades y ancia nos del templo, y con mucha honra los metían en los aposentos, premiándoles y dándoles muy bue- nos aderezos, y de allí adelante los respetaban y honraban como á hombres señalados. Acabada la presa de la colación, y celebrada con mucho re- gocijo y gritería, á todas aquellas mozas que hr.- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 1 3 1 bian servido al ídolo y á los mozos, les daban li- cencia para que se fuesen, y así se iban unas tras de otras. Al tiempo que ellas salían, estaban los muchachos de los Colegios y Escuelas á la puerta del patio, todos con pelotas de juncia, y de yerbas en las manos, y con ellas las apedreaban, burlando y escarneciendo de ellas, como á gente que se iba del servicio del ídolo. Iban con libertad de dispo- ner de sí á su voluntad, y con esto se daba fin á esta solemnidad. CAPITULO XXX De la fiesta de los Mercaderes que usaron los Cholutécas. Aunque se ha dicho harto del culto que los Me- jicanos daban á sus Dioses; pero perqué el que se llamaba Ouetzaálcoátl, y era Dios de gente rica, tenia particular veneración y selemnidad, se dirá aquí lo que de su fiesta refieren. Solemnizábase la 132 LIBRO QUINTO fiesta de este ídolo en esta forma: Cuarenta dias antes compraban los Mercaderes un esclavo bien hecho, sin mácula, ni señal alguna, así de enferme- dad, como de herida ó golpe: á éste le vestían con los atavíos del mismo ídolo, para que le represen- tase estos cuarenta dias; y antes que le vistiesen, le purificaban, lavándole dos veces en un lago, que llamaban de los Dioses; y después de purifi- cado, le vestían en la forma que el ídolo estaba vestido. Era muy reverenciado en estos cuarenta dias, por lo que representaba: enjaulábanle de no- che, como queda dicho, porque no se fuese, y lúe go de mañana lo sacaban de la jaula, y le ponían en lugar preeminente, y allí le servían, dándole á comer preciosas viandas. Después de haber comi- do, poníanle sartales de flores al cuello, y mu- chos ramilletes en las manos: traía su guardia muy cumplida, con otra mucha gente que le acom- pañaba, y salían con él por la ciudad, el cual iba cantando y bailando por toda ella, para ser cono- cido por semejanza de su Dios; y en comenzando a cantar, salían de sus casas las mugeres y niños á saludarle y ofrecerle ofrendas como á Dios. Nueve dias antes de la fiesta venían ante él dos viejos muy venerables de las dignidades del tem- plo; y humillándose ante él, le decían con una voz muy humilde y baja: Señor, sabrás que de aquí á nueve dias se te acaba el trabajo de bailar y can- DE LA HISTORIA .MORAL DE INDIAS 1.33 tar, porque entonces has de morir; y él habia de responder, que fuese mucho de enhorabuena. Lla- maban á esta ceremonia Neyólo Maxílt Iléztli, que quiere decir el apercibimiento; y cuando le aper- cibían, mirábanle con mucha atención, si se en- tristecía, ó si bailaba con el contento que solía; y si no lo hacia con la alegría que ellos deseaban, hacían una superstición asquerosa, y era, que iban luego y tomaban las navajas del sacrificio, y la- vábanles la sangre humana que estaba en ellas pe- gada de los sacrificios pasados, y con aquellas la- vazas, hacíanle una bebida mezclada con otra de cacao, y dabánsela á beber, porque decían, que hacía tal operación en él, que quedaba sin alguna memoria de lo que le habían dicho, y cuasi insen- sible, volviendo luego al ordinario canto; y aun dicen, que con este medio él mismo con mucha alegría se ofrecía á morir, siendo hechizado con aquel brebage. La causa porque procuraban qui- tar á éste la tristeza era, porque lo tenían por muy mal agüero, y pronóstico de algún gran mal. Lle- gado el dia de la fiesta, á media noche, después de haberle hecho mucha honra de música é incien- so, tomábanle los Sacrificadores, y sacrificaban al modo arriba dicho, haciendo ofrenda de su cora- zón á la Luna; y después arrojándolo al ídolo, de- jando caer el cuerpo por las gradas del templo abajo, de donde lo alzaban los que le habían oíre- 134 LIBRO QUINTO cido, que eran los Mercaderes, cuya fiesta era ésta; y llevándolo á la casa del mas principal, lo hacían aderezar en diferentes manjares, para cele- brar en amaneciendo el banquete y comida de la fiesta, dando primero los buenos dias al ídolo, con un pequeño baile que hacían mientras amanecía, y se guisaba el sacrificado. Juntábanse después todos los Mercaderes á este banquete, especial- mente los que tenían trato de vender y comprar esclavos, á cuyo cargo era ofrecer cada año un esclavo para la semejanza de su Dios. Era este Molo de los mas principales de aquella tierra, como queda referido; y así el templo en que estaba era de mucha autoridad, el cual tenia sesenta gra- das para subir á él, y en la cumbre de ellas se for- maba un patio de mediana anchura, muy curiosa- mente encalado: en medio de él habia una pieza grande y redonda á manera de horno, y la entra- da estrecha y baja, que para entrar era menester inclinarse mucho. Tenia este templo los aposen- tos que los demás, donde habia recogimiento de Sacerdotes, mozos y mozas, y de muchachos, como queda dicho, á los cuales asistía solo un Sacerdote, que continuamente residia allí, el cual era como semanero, porque puesto caso que habia de ordi- nario tres ó cuatro curas ó dignidades en cual- quiera templo, servia cada uno una semana sin salir de allí. El oficio del semanero de este tem- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 135 pío, después de la doctrina de los mozos, era, que todos los días, á la hora que se pone el Sol, tañía un grande atambor, haciendo señal con él, como nosotros usamos tañer á la oración. Era tan gran- de este atambor, que su sonido ronco se oía por toda la ciudad; y en oyéndolo, se ponían todos en tanto silencio, que parecía no haber hombre, des- baratándose los mercados, y recogiéndose la gen- te, con que quedaba todo en grande quietud y sosiego. Al alba, cuando ya amanecía, le volvía •á tocar, con que se daba señal de que ya amane- cía; y así los caminantes y forasteros se apresta- ban con aquella señal, para hacer sus viages, es- tando hasta entonces impedidos para poder salir y al lado pintaban lo sucedido en aquel año. Y así vi yo en el Kalendario que he dicho, señalado el año que entraron los Españoles en Méjico, con una- pintura de un hombre vestido á nuestro talle de colorado, que tal fué el hábito del primer Español,, que envió Hernando Cortés. Al cabo de los cin- cuenta y dos años que se cerraba la rueda, usaban ana ceremonia donosa, y era, que la última noche quebraban cuantas vasijas tenían , y apagaban cuantas lumbres había, diciendo, que en una de las ruedas había de fenecer el mundo, y que por ventura sería aquella en que se hallaban, y que pues se había fie acabar el mundo, no habían de guisar, ni comer, que para qué eran vasijas, ni lumbre, y así se estaban tocia la noche, diciendo^ que quizá no amanecería mas, velando con gran atención todos para ver si amanecía. En viendo que venía el día, tocaban muchos atambores, bo- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS I47 ciñas, flautas y otros instrumentos de regocijo y alegría, diciendo, que ya Dios les alargaba otro siglo, que eran cincuenta y dos años, y comenza- ban otra rueda. Sacaban, el día que amanecía para principio de otro siglo, lumbre nueva, y compra- ban vasos de nuevo, ollas, y todo lo necesario para guisar de comer, é iban todos por lumbre nueva donde la sacaba el sumo Sacerdote, prece- diendo una solemnísima procesión en nacimiento de gracias, porque les habia amanecido, y proro- gádoles otro siglo: éste era su modo de contar años, meses, semanas y siglos. CAPITULO III Del modo de contar los años y meses que usaron los Incas. En este cómputo de los Mejicanos, aunque hay -mucha cuenta é ingenio para hombres sin letras; pero paréceme falta de consideración no tener cuenta con las lunas, ni hacer distribución de me- ses conforme á ellas; en lo cual, sin duda, les hi- cieron ventaja los del Perú, porque contaban ca- balmente su año de tantos dias como nosotros, y partíanle en doce meses ó lunas, consumiendo los once dias que sobran de luna, según escribe Polo, en los mismos meses. Para tener cierta y cabal la cuenta del año, usaban esta habilidad, que en los cerros que están al derredor de la ciudad del Cuzco (que era la Corte de los Reyes Incas, y juntamente el mayor santuario de sus Reinos, y como si dijésemos otra Roma) tenían puestos por su orden doce pilarejos, en tal distancia y postura, que en cada mes señalaba cada uno, donde salia el Sol, y donde se ponia. Estos llamaban Succan- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 149 ga; y por allí anunciaban las fiestas, y los tiempos de sembrar y coger, y lo demás. A estos pilares del Sol hacían ciertos sacrificios conforme á su superstición. Cada mes tenia su nombre propio y distinto, y sus fiestas especiales. Comenzaban el año por Enero como nosotros; pero después un Rey Inca, que llamaron Pachacúto, que quiere decir reformador del tiempo, dio principio al año por Diciembre, mirando (á lo que se puede pensar) cuando el Sol comienza á volver del último punto de Capricornio, que es el trópico á ellos maspropin- cuo. Cuenta cierta de bisiesto no se sabe que la tu- viesen unos ni otros, aunque algunos dicen que sí tenían. Las semanas que contaban los Mejicanos, no eran propiamente semanas, pues no eran de siete dias, ni los Incas hicieron esta división; y no es ma- ravilla, pues la cuenta de la semana no es como la del año por curso del Sol, ni como la del mes por el curso de la Luna, sino en los Hebreos por el orden de la creación del mundo, que refiere Moy- sén (i), y en los Griegos y Latinos por el número de los siete Planetas, de cuyos nombres se nom- bran también los dias de la semana; pero para hombres sin libros ni letras, harto es, y aun dema- siado, que tuviesen el año, las fiestas y tiempos con tanto concierto y orden, como está dicho. (i Gen. 1 CAPITULO IV Que ninguna nación de Indios se ha descubierto que use de letras. Las letras se inventaron para referir y significar inmediatamente las palabras que pronunciamos, así como las mismas palabras y vocablos, según el Filósofo (i), son señales inmediatamente de los conceptos y pensamientos de los hombres; y lo uno y lo otro (digo las letras y las voces) se ordenaron para dar á entender las cosas: las voces á los pre- sentes: las letras á los ausentes y futuros. Las se- ñales que no se ordenan de próximo á significar palabras sino cosas, no se llaman, ni son en reali- dad de verdad letras, aunque estén escritas; así como una imagen del Sol pintada no se puede decir que es escritura ó letras del Sol, sino pintu- ra. Ni mas ni menos otras señales que no tienen semejanza con la cosa, sino solamente sirven para memoria, porque el que las inventó, no las ordenó (i; Perihar. cap. i. DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS I 5 I para significar palabras, sino para denotar aquella cosa: estas tales señales no se dicen, ni son pro- piamente letras ni escritura, sino cifras ó memo- riales, como las que usan los Esferistas ó Astrólo- gos, para denotar diversos signos ó planetas de Marte, de Venus, de Júpiter, &c, son cifra, y no letras, porque por cualquier nombre que se llame Marte, igualmente lo denota al Italiano, al Francés y al Español; lo cual no hacen las letras, que aun- que denoten las cosas, es mediante las palabras, y .así no las entienden, sino los que saben aquella lengua: verbi gratia, está escrita esta palabra Sol, no percibe el Griego ni el Hebreo qué significa, porque ignora el mismo vocablo latino; de mane- ra, que escritura y letras solamente las usan los que con ellas significan vocablos; y si inmediata- mente significan las mismas cosas, no son ya letras, ni escrituras, sino pintura y cifras. De aquí se sacan dos cosas bien notables, la una es, que la memo- ria de historias y antigüedad puede permanecer •en los hombres por una de tres maneras; ó por letras y escritura, como lo usan los Latinos, Grie- gos y Hebreos, y otras muchas naciones; ó por pintura, como cuasi en todo el mundo se ha usado, pues como se dice en el Concilio Xiceno segundo, la pintura es libro para los idiotas que no saben leer; ó por cifras ó caracteres, como el guarismo significa los números de ciento, de mil, y los I 52 LIBRO SEXTO demás, sin significar esta palabra ciento, ni la otra mil: el otro notable que se infiere es el que en este capitulo se ha propuesto; es á saber, que ninguna nación de Indios, que se ha descubierto en nues- tros tiempos, usa de letras, ni escritura, sino de las otras dos maneras, que son imágenes ó figuras; y entiendo esto, no solo de los Indios del Perú y de los de Nueva-España, sino en parte también de los Japones y Chinos; y aunque parecerá á algu- nos muy falso lo que digo, por haber tanta rela- ción de las grandes librerías y estudios de la Chi- na y del Japón, y de sus chapas, provisiones y cartas; pero es muy llana verdad, como se enten- derá en el discurso siguiente. CAPITULO V Del género de letras y libros que usan los Chinos. Las escrituras que usan los Chinos, piensan mu- chos, y aun es común opinión, que son letras como las que usamos en Europa, quiero decir, que con ellas se puedan escribir palabras ó razones, y que solo difieren de nuestras letras y escritura en ser sus caracteres de otra forma, como difieren los Griegos de los Latinos, y los Hebreos y Caldeos; y por la mayor parte no es así, porque ni tienen alfabeto, ni escriben letras, ni es la diferencia de caracteres, sino en que principalmente su escribir es pintar ó cifrar, y sus letras no significan partes de dicciones como las nuestras, sino son figuras de cosas, como de Sol, de fuego, de hombre, de mar, y así de lo demás. Pruébase esto evidente- mente, porque siendo las lenguas que hablan los Chinos, innumerables, y muy diferentes entre sí, sus escrituras y chapas igualmente se leen y en- tienden en todas lenguas, como nuestros números 154 LIBRO SEXTO de guarismo igualmente se entienden en Francés y Español, y en Arábigo; porque esta figura 8, donde quiera dice ocho, aunque ese número el Francés le llama de una suerte, y el Español de otra. De aquí es, que como las cosas son en sí in- numerables, las letras ó figuras que usan los Chi- nas, para denotarlas, son cuasi infinitas, porque el que ha de leer (5 escribir en la China, como los Mandarines hacen, ha de saber, por lo menos, ochenta y cinco mil figuras ó letras; y los que han de ser perfectos en esta lectura ciento y veinte y tantas mil. Cosa prodigiosa, y que no fuera creí- ble, si no lo dijeran personas tan dignas de fé, como lo son los Padres de nuestra Compañia, que están allá actualmente aprendiendo su lengua y escritura; y ha mas de diez años que de noche y de dia estudian en esto con inmortal trabajo, que todo lo vence la caridad de Cristo y deseo de la salvación de las almas. Esta misma es la causa í orque en la China son tan estimados los letrados, como de cosa tan difícil; y solos ellos tienen ofi- cios de Mandarines, Gobernadores, Jueces y Ca- pitanes; y así es grande el cuidado de los padres en que sus hijos aprendan á leer y escribir. Las Escuelas donde esto aprenden los niños ó mozos, son muchas y ciertas, y el Maestro de dia en ellas, y sus padres de noche en casa, les hacen estudiar tanto, que traen los ojos gastados, y les azotan DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 155 muy á menudo con cañas, aunque no de aquellas rigurosas con que azotan los malhechores: esta llaman la lengua Mandarina, que ha menester la edad de un hombre para aprenderse; y es de ad- vertir, que aunque la lengua en qne hablan los Mandarines, es una, y diferente de las vulgares, que son muchas, y allá se estudia como acá la La- tina ó Griega, y solo la saben los letradosque están por toda la China; pero lo que se escribe en ella, en todas las lenguas se entiende, porque aunque las Provincias no se entienden de palabra unas á otras, mas por escrito sí, porque las letras ó figu- ras son unas mismas para todos, y significan lo mismo; mas no tienen el mismo nombre, ni prola- cion, porque, como he dicho, son para deno- tar cosas, y no palabras, así como en el ejem- plo de los números de guarismo que puse, se puede fácilmente entender. De aquí también pro- cede, que siendo lo.: Japones y Chinas naciones y lenguas tan diferentes, leen y entienden los unos las escrituras de los otros; y si hablasen lo que leen ó escriben, poco ni mucho no se entenderían. Estas, pues, son las letras y libros que usan los Chinos tan afamados en el mundo; y sus impresio- nes son grabando una tabla de las figuras que quieren imprimir, y estampando tantos pliegos como quieren, en la misma forma que acá estam- pamos imágenes, grabando el cobre ó madera; 156 LIBRO SEXTO mas preguntará cualquier hombre inteligente, como pueden significar sus conceptos por unas mismas figuras, porque no se puede con una misma figu- ra significar la diversidad que cerca de la cosa se concibe, como es decir, que el Sol calienta, ó que miró al Sol, ó que el dia es del Sol: finalmente» los casos, conjunciones y artículos que tienen mu- chas lenguas y escrituras, ¿cómo es posible deno- tarlos por unas mismas figuras? á esto se responde,, que con diversos puntos, rasgos y posturas hacen toda esa variedad de significación. Mas dif cuitad tiene entender, como pueden escribir en su lengua nombres propios, especialmente de extranjeros, pues son cosas que nunca vieron, ni pudieron in- ventar figura para ellos: yo quise hacer experien- cia de esto hallándome en Méjico con unos Chi- na?, y pedí que escribiesen en su lengua esta pro- posición: Josef de Acosta ha venido del Perú, ó otra semejante; y el China estuvo gran rato pen- sando, y al cabo escribió, y después él y otro le- yeron en efecto la misma razón, aunque en el nombre propio algún tanto variaban; porque usan de este artificio, tomando el nombre propio, y buscan alguna cosa en su lengua con que tenga semejanza aquel nombre, y ponen la figura de aquella cosa; y como es dificil en tantos nombres hallar semejivr.i de cosas, y sonido de su lengua, así les es muy trabajoso escribir los tales nombres: DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 1$/ tanto, que nos decia el Padre Alonso Sánchez, que •el tiempo que anduvo en la China, trayéndole en tantos Tribunales, de Mandarín en Mandarín para escribirle su nombre en aquellas chapas, que ellos usan, estaban gran rato, y al cabo salían con nom- brarle á su modo , en un modo ridículo que apenas acertaban con él. Este es el modo de le- tras y escritura que usan los Chinos. El de los Ja- pones es muy semejante á éste, aunque de los Se- ñores Japones que estuvieron en Europa afirman, que escribían fácilmente en su lengua cualquiera cosa, aunque fuesen de nombres propios de acá, y me mostraron algunas escrituras suyas, por donde parece que deben de tener algún género de letras, aunque lo mas de su escritura debe de ser por caracteres y figuras, como está dicho de los •Chinos. CAPÍTULO VI De las Universidades y Estudios de la China. De Escuelas mayores y Universidades de Filo- sofía y otras ciencias naturales, los Padres de la Compañía que han estado allá, dicen, que no las vieron, ni pueden creer que las haya, y que todo su estudio es de la lengua Mandarín, que es difici- lísima y amplísima, como está referido. Lo que también estudian son cosas que hay en esta len- gua, que son historias, sectas, leyes civiles, mora- lidad de proverbios, tabulas y otras muchas com- posiciones: y los grados que hay son en estos es- tudios de su lengua y leyes. De las ciencias divi ñas nino"un rastro tienen: de las naturales no mas o que algún rastro, con muy poco, ó ningún méto- do, ni arte, sino proposiciones sueltas, según es mayor ó menor el ingenio y estudio de cada uno; en las Matemáticas por experiencia de los movi- mientos y estrellas, y en la Medicina por conoci- miento de yerbas, de que usan mucho, y hay mu- chos que curan. Escriben con pinceles: tienen mu- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 1 59 chos libros de mano, y muchos impresos, todos mal aliñados. Son grandes representantes, y há- cenlo con grande aparato de tablado, vestidos, campanas y atambores, y voces á sus tiempos. Refieren Pa'dres haber visto comedia de diez ó doce dias con sus noches, sin faltar gente en el ta- blado, ni quien mire: van saliendo personages y escenas diferentes, y mientras unos representan, otros duermen ó comen. Tratan en estas comedias cosas morales, y de buen ejemplo; pero envueltas en otras notables de gentilidad. Esto es en suma lo que los nuestros refieren de las letras y ejerci- cios de ellas de la China, que no se puede negar sea de mucho ingenio y habilidad. Pero todo ello es de muy poca substancia, porque en efecto toda la ciencia de los Chinos viene á parar en saber escribir y leer no mas, porque ciencias mas altas no las alcanzan; y el mismo escribir y leer no es verdadero escribir y leer, pues no son letras las su- yas, que sirvan para palabras, sino figurillas de in- numerables cosas, que con infinito trabajo y tiempo., prolijo se alcanzan; y al cabo de toda su ciencia sabe mas un Indio del Perú ó de Méjico, que ha aprendido á leer y escribir, que el mas sabio Man- darín de ellos, pues el Indio con veinte y cuatro letras que sabe escribir y juntar, escribirá, y leerá todos cuantos vocablos hay en el mundo, y el Mandarín con sus cien mil letras estará muy du- l60 LIBRO SEXTO doso para escribir cualquier nombre propio de Martin ó Alonso, y mucho menos podrá escribir los nombres de cosas que no conoce, p.irque en resolución el escribir de la China es género d-; pintar ó cifrar. CAPITULO VII Del mjrfj de letras y escritura que usaron los Mejicanos. Hállase en las naciones de la Nueva-España -gran noticia y memoria de sus antiguallas. Y que- riendo yo averiguar en qué manera podian los In- dios conservar sus historias y tantas particularida- des, entendí, que aunque no tenían tanta curiosi- dad y delicadeza como los Chinos y Japones, to- davía no les faltaba algún género de letras y li- bros, con que á su modo conservaban las cosas de sus mayores. En la Provincia de Yucatán, donde es el Obispado que llaman de Honduras, había unos libros de hojas á su modo encuadernados ó DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS l6l plegados, en que tenían los Indios sabios la dis- tribución de sus tiempos, y conocimiento de pla- netas y animales, y otras cosas naturales, y sus antiguallas; cosa de grande curiosidad y diligen- cia. Parecióle á un Doctrinero, que todo aquello debia de ser hechizos y arte mágica, y porfió, que se habiande quemar, y quemáronse aquellos libros, lo cual sintieron después no solo los Indios, sino Españoles curiosos, que deseaban saber secretos •de aquella tierra. Lo mismo ha acaecido en otras cosas, que pensando los nuestros que todo es su- perstición, han perdido muchas memorias de cosas antiguas y ocultas, que pudieran no poco aprove- char. Esto sucede de un celo necio, que sin saber, ni aun querer saber las cosas de los Indios, á carga cerrada dicen, que todas son hechicerías, y que éstos son todos unos borrachos, que ¿qué pueden saber, ni entender? Los que han querido con buen modo informarse de ellos, han hallado muchas cosas dignas de consideración. Uno de los de nuestra Compañía de Jesús, hombre muy práctico y diestro, juntó en la Provincia de Méjico á los ancianos de Tuscuco, y de Tulla, y de Méjico, y confirió mucho con ellos, y le mostraron sus libre- rías, y sus historias y kalendarios; cosa mucho de ver. Porque tenían sus figuras y geroglíficos con que pintaban las cosas en esta forma, que las cosas que tenían figuras las ponían con sus propias Tomo ii. i i IÓ2 LIBRO SEXTO imágenes, y para las cosas que no habia imagen propia, tenían otros caracteres significativos de aquello, y con este modo figuraban cuanto querían, y para memoria del tiempo en que acaecía cada cosa, tenían aquellas ruedas pintadas, que cada una de ellas tenia un siglo, que eran cincuenta y dos años, como se dijo arriba; y al lado de estas ruedas, conforme al año en que sucedían cosas memorables, las iban pintando con las figuras y caracteres que he dicho, como con poner un hombre pintado con un sombrero y sayo colorado en el signo de caña, que corría en- tonces, señalaron el año que entraron los Españo- les en su tierra, y así de los demás sucesos; pero porque sus figuras y caracteres no eran tan sufi- cientes como nuestra escritura y letras, por eso no podían concordar tan puntualmente en las pala- bras, sino solamente en lo substancial de los con- ceptos. Mas porque también usan referir de coro arengas y parlamentos que hacían los oradores y retóricos antiguos, y muchos cantares que com- ponían sus poetas, lo cual era imposible aprender- se por aquellos geroglíficos y caracteres. Es de saber, que tenían los Mejicanos grande curiosidad en que los muchachos tomasen de memoria los dichos parlamentos y composiciones, y para esta tenian Escuelas, y como Colegios ó Seminarios,, adonde los ancianos enseñaban á los mozos éstas DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS I63 y otras muchas cosas, que por tradición se con- servan tan enteras, como si hubiera escritura de ellas. Especialmente las naciones famosas hacían a los muchachos que se imponían para ser retóricos, y usar oñcio de oradores, que las tomasen pala- bra por palabra; y muchas de éstas, cuando vinie- ron los Españoles, y les enseñaron á escribir y leer nuestra lengua, los mismos Indios las escri- bieron, como lo testifican hombres graves, que las leyeron; "y esto se dice, porque quien en la histo- ria Mejicana leyere semejantes razonamientos lar- gos y elegantes, creerá fácilmente que son inven- tados de los Españoles, y no realmente referidos de los Indios; mas entendida la verdad, no dejará de dar el crédito que es razón á sus historias. También escribieron á su modo por imágenes y caracteres los mismos razonamientos; y yo he vis- to, para satisfacerme en esta parte, las oraciones del Pater noster, Ave María, Símbolo y la Confe- sión general en el modo dicho de Indios, y cierto se admirará cualquiera que lo viere, porque para significar aquella palabra: yo pecador me confie- so, pintan un Indio hincado de rodillas á los pies de un Religioso, como que se confiesa; y luego para aquella: á Dios Todopoderoso, pintan tres caras con sus coronas al modo de la Trinidad; y á la gloriosa \ 'irgen María, pintan un rostro de nues- tra Señora, y medio cuerpo con un niño; y á San 1 64 LIBRO SEXTO Pedro y á San Pablo, dos cabezas con coronas, y unas llaves, y una espada, y á este modo va toda la Confesión escrita por imágenes; y donde faltan imágenes, ponen caracteres, como: en que pequé, &c, de donde se podrá colegir la viveza de los ingenios de estos Indios, pues este modo de escri- bir nuestras oraciones y cosas de la Fé, ni se lo enseñaron los Españoles, ni ellos pudieran salir con él, si no hicieran muy particular concepto de lo que les enseñaban. Por la misma forma de pinturas y caracteres vi en el Perú escrita la con- fesión que de todos sus pecados un Indio traía para confesarse, pintando cada uno de los diez Mandamientos por cierto modo; y luego allí ha- ciendo ciertas señales como cifras, que eran los pecados que habia hecho contra aquel mandamien- to. Xo tengo duda, que si á muchos de los muy estirados Españoles les dieran á cargo de hacer memoria de cosas semejantes, por via de imáge- nes y señales, que en un año no acertaran, ni aun quizá en diez. CAPITULO VIII De los memoriales y atentas que usaron los Indios del Perú. Los Indios del Perú, antes de venir Españoles, ningún género de escritura tuvieron, ni por letras, ni caracteres ó cifras, ó figurillas, como los de la China, y los de Méjico; mas no por eso conserva- ron menos la memoria de sus antiguallas, ni tuvie- ron menos su cuenta para todos los negocios de paz, guerra y gobierno, porque en la tradición de unos á otros fueron muy diligentes, y como cosa sagrada recibían y guardaban los mozos lo que sus mayores les referían, y con el mismo cuidado lo enseñaban á sus sucesores. Fuera de esta diligen- cia, suplían la falta de escritura y letras, parte con pinturas como los de Méjico, aunque las del Perú eran muy groseras y toscas; parte, y lo mas, con quipos. Son quipos unoj memoriales ó regis- tros hechos de ramales, en que diversos ñudos y diversas colores significan diversas cosas. Es in- creíble lo que en este modo alcanzaron, porque 1Ó6 LIBRO SEXTO cuanto los libros pueden decir ele historias, leyes, ceremonias y cuentas de negocios, todo eso suplen los quipos tan puntualmente, que admira. T labia para tener estos quipos ó memoriales oficiales di- putados, que se llaman hoy dia Guipo camayo, los cuales eran obligados á dar cuenta de cada o cosa, como los Escribanos públicos acá, y así se les habia de dar entero crédito; porque para di- versos géneros, como de guerra, de gobierno, de tributos, de ceremonias, de tierras, habia diversos quipos ó ramales; y en cada manojo de estos tan- tos ñudos, ñudicos é hilillos atados, unos colora- dos, otros verdes, otros azules, otros blancos, y finalmente tantas diferencias, que así como nos- otros de veinte y cuatro letras, guisándolas en di- ferentes maneras, sacamos tanta infinidad de vo- cablos, así éstos de sus ñudos y colores sacaban innumerables significaciones de cosas. Es esto de manera, que hoy dia acaece en el Perú á cabo de dos y tres años, cuando van á tomar residencia á un Corregidor, salir los Indios con sus cuentas menudas y averiguadas, pidiendo, que en tal pue- blo, le dieron seis huevos, y no los pagó, y en tal casa una gallina, y allá dos haces de yerba para sus caballos, y no pagó sino tantos tomines y que- da debiendo tantos; y para todo esto hecha la ave- riguación allí al pié de la obra con cuantidad de nudos y manojos de cuerdas, que dan por testigos DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS I67 y escritura cierta. Yo vi un manojo de estos hilos en que una India traía escrita una confesión gene- ral de toda su vida, y por ellos se confesaba, como yo lo hiciera por papel escrito; y aun pre- gunté de algunos hilillos, que me parecieron algo diferentes, y eran ciertas circunstancias que reque- ria el pecado para confesarle enteramente. Fuera de estos quipos de hilo tienen otros de pedrezue- las, por donde puntualmente aprenden las palabras que quieren tomar de memoria; y es cosa de ver á viejos ya caducos con una rueda hecha de pe- drezuelas aprender el Padre nuestro, y con otra el Ave Maria, y con otra el Credo, y saber cual piedra es: que fué concebido de Espíritu Santo, y cual: que padeció debajo del poder de Poncio Pi- lato, y no hay mas que verlos enmendar cuando yerran, y toda la enmienda consiste en mirar sus pedrezuelas, que a mí, para hacerme olvidar cuanto sé de coro, me bastara una rueda de aque- llas. De éstas suele haber no pocas en los cimen- terios de las Iglesias para este efecto; pues verles otra suerte de quipos, que usan de granos de maíz, es cosa que encanta; porque una cuenta muy em- barazosa, en que tendrá un muy buen contador que hacer por pluma y tinta, para ver á como les cabe entre tantos, tanto de contribución, sacando tanto de allá, y añadiendo tanto de acá, con otras •cíen retartalillas, tomarán estos Indios sus granos. IÓ8 LIBRO SEXTO y pondrán uno aquí, tres allá, ocho no sé donde; pasarán un grano de aquí, trocarán tres de allá, y en efecto ellos salen con su cuenta hecha puntúa- lísimamente sin errar un tilde; y mucho mejor se saben ellos poner en cuenta y razón de lo que cabe á cada uno de pagar ó dar, que sabre- mos nosotros dárselo por pluma y tinta ave- riguado. Si esto no es ingenio, y si estos hom- bres son bestias, juzgúelo quien quisiere, que lo que yo juzgo de cierto es, que en aquello á que se aplican, nos hacen grandes ventajas. CAPITULO IX Del orden que guardan en s?ts escrituras los Indios. Bien es añadir á lo que hemos notado de escri- turas de Indios, que su modo no era escribir ren- glón seguido, sino de alto abajo, o á la redonda, Los Latinos y Griegos escribieron de la parte iz- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS l6(> quierda á la derecha, que es el común y vulgar modo que usamos. Los Hebreos al contrario, de la derecha comienzan hacia la izquierda; y así sus libros tienen el principio donde los nuestros aca- ban. Los Chinos no escriben, ni como los Griegos, ni como los Hebreos, sino de alto abajo; porque como no son letras, sino dicciones enteras, que cada una figura ó carácter significa una cosa, na tienen necesidad de trabar unas partes con otras,, y así pueden escribir de arriba abajo. Los de Mé- jico, por la misma razón, no escribían en renglón de un lado á otro, sino al revés de los Chinos, co- menzando de abajo, iban subiendo, y de esta suer- te iban en la cuenta de los dias, y de lo demás que notaban; aunque cuando escribían en sus rue- das ó signos, comenzaban de en medio, donde pintaban al Sol, y de allí iban subiendo por sus. años hasta la vuelta de la rueda. Finalmente, todas cuatro diferencias se hallan en escrituras: unos escriben de la derecha á la izquierda: otros, de la izquierda á la derecha: otros de arriba abajo: otros de abajo arriba, que tal es la diversidad de- los ingenios de los hombres. CAPÍTULO X Cómo enviaban los Indios sus mensageros. Por acabar lo que toca a esto de escribir, podrá -con razón dudar alguno, cómo tenían noticia de todos sus Reinos, que eran tan grandes, los Reyes de Méjico y del Perú; ó qué modo de despacho daban á negocios que ocurrían á su Corte, pues no tenían letras, ni escribían cartas: á esta duda se satisface con saber, que de palabra, y por pin- tura ó memoriales se les daba muy á menudo ra- zón de todo cuanto se ofrecía. Para este efecto habia hombres de grandísima ligereza, que ser- vían de correos, que iban y venían, y desde mu- chachos los criaban en ejercicio de correr, y pro- curaban fuesen muy alentados, de suerte que pu- diesen subir una cuesta muy grande corriendo sin cansarse; y así daban premio en Méjico a los tres <3 cuatro primeros, que subían aquella larga esca- lera del templo, como se ha dicho en el libro pre- cedente: y en el Cuzco los muchachos orejones en DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 171 la solemne fiesta del Capacráyme subían á porfía el cerro de Yanacáuri; y generalmente ha sido y es entre Indios muy usado ejercitarse en correr. Cuando era caso de importancia, llevaban á los Señores de Méjico pintado el negocio de que les querían informar, como lo hicieron cuando apare- cieron los primeros navios de Españoles, y cuan- do fueron á tomar á Toponchan. En el Perú hubo una curiosidad en los correos extraña, porque te- nia el Inca en todo su Reino puestas postas ó co- rreos, que llaman allá Chasquis, de los cuales se dirá en su lugar. CAPITULO XI Del gobierno y Reyes que tuvieron. Cosa es averiguada, que en lo que muestran mas los bárbaros su barbarismo, es en el gobierno y modo de mandar; porque cuanto los hombres son mas llegados á razón, tanto es mas humano y menos soberbio el gobierno, y los que son Reyes y Señores se allanan y acomodan mas á sus vasallos, conociéndolos por iguales en naturaleza, é inferio- res en tener menor obligación de mirar por el bien público; mas entre los bárbaros todo es al revés,, porque es tiránico su gobierno, y tratan á sus subdi- tos como á bestias, y quieren ser ellos tratados como Dioses. Por esto muchas naciones y gentes de In- dios no sufren Reyes ni Señores absolutos, sino vi- ven en behetría; y solamente para ciertas cosas, mayormente de guerra, crian Capitanes y Prínci- pes, á los cuales, durante aquel ministerio, obede- cen, y después se vuelven á sus primeros oficios. De esta suerte se gobierna la mayor parte de este DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 173 nuevo orbe, donde no hay Reinos fundados, ni Repúblicas establecidas, ni Príncipes ó Reyes per- petuos y conocidos, aunque hay algunos Señores, y principales, que son como caballeros aventaja- dos al vulgo de los demás. De esta suerte pasa en toda la tierra de Chile, donde tantos años se han sustentado contra Españoles los Araucanos, los de Tucapel y otros. Así fué todo lo del nuevo Reino de Granada, lo de Guatemala, las Islas, toda la Florida, el Brasil y Luzón, y otras tierras grandí- simas, excepto que en muchas de ellas es aun mayor el barbarismo, porque apenas conocen ca- beza, sino todos de común mandan y gobiernan, donde todo es antojo, violencia, sinrazón y des- orden, y el que mas puede, ese prevalece y man- da. En la India Oriental hay Reinos amplios y muy fundados, como el de Siam, el de Bisnaga y otros, que juntan ciento ó doscientos mil hom- bres en campo, cuando quieren; y sobre todo en la grandeza y poder del Reino de la China, cuyos Reyes, según ellos refieren, han durado más de dos mil años, por el gran gobierno que tienen. En la India Occidental solamente se han descu- bierto dos Reinos ó Imperios fundados, que es el de los Mejicanos en la Nueva-España, y el de los Incas en el Perú; y no sabría yo decir fácilmente cual de éstos haya sido mas poderoso Reino, porque en "edificios y grandeza de Corte, exce- 174 LIBRO SEXTO día el Motezuma á los del Perú: en tesoros, riqueza y grandeza de Provincias excedían los Incas á los de Méjico: en antigüedad era mas antiguo el Reino de los Incas, aunque no mu- cho: en hechos de armas y victorias paréceme haber sido iguales. Una cosa es cierta, que en buen orden y policía hicieron estos dos Reinos gran ventaja á todos los demás Señoríos de Indios qne se han descubierto en aquel nuevo mundo, como en poder y riqueza, y mucho mas en superstición y culto de sus ídolos la hicieron, siendo muy se- mejantes en muchas cosas: en una eran bien dife- rentes, que en los Mejicanos la sucesión del Reino no era por elección, como el Imperio Romano, y en los del Perú era por herencia y sangre, como los Reinos de España y Francia. De estos dos go- biernos (como de lo mas principal y mas conoci- do de los Indios) se tratará lo que pareciere hacer al propósito, dejando muchas menudencias y pro- lijidades, que no importan. CAPITULO XII Del gobienw de los Reyes Incas del Perú. Muerto el Inca que reinaba en el Perú, sucedía su hijo legítimo, y tenían por tal el que habia na- cido de la muger principal del Inca, á la cual lla- maban Coya; y ésta, desde uno que se llamó Inca Yupángui, era hermana suya, porque los Reyes tenían por punto casarse con sus hermanas; y aun- que tenían otras mugeres 6 mancebas, la sucesión en el Reino era del hijo de la Coya. Verdad es, que cuando el Rey tenia hermano legítimo, antes de suceder el hijo, sucedía el hermano, y tras éste, el sobrino de éste, é hijo del primero; y la misma orden de sucesión guardaban los Curacas y Seño- res en las haciendas y cargos. Hacíanse con el di- funto infinitas ceremonias y exequias a su modo ex- cesivas. Guardaban una grandeza, que lo es grande, y es, que ningún Rey que entraba á reinar de nue- vo, heredaba cosa alguna de la vajilla, tesoros y haciendas del antecesor, sino que habia de poner iy6 LIBRO SEXTO ■casa de nuevo, y juntar plata y oro, y todo lo de- más de por sí, sin llegar á lo del difunto; lo cual todo se dedicaba para su adoratorio ó guaca, y para gastos y renta de la familia que dejaba, la cual con su sucesión toda se ocupaba perpetua- mente en los sacrificios, ceremonias y culto del Rey muerto, porque luego lo tenían por Dios, y habia sus sacrificios y estatuas, y lo demás. Por este orden era inmenso el tesoro que en el Perú habia, procurando cada uno de los Incas aventa- jar su casa y tesoro al de sus antecesores. La in- signia con que tomaba la posesión clcl Reino era una borla colorada de lana finisima, mas que de seda, la cual le colgaba en medio de la fren- te, y solo el Inca la podia traer, porque era como la corona 6 diadema Real. Al lado colgada hacia la oreja, si podían traer borla y la traían otros Señores; pero en medio de la frente solo el Inca, como está dicho. En tomando la borla, lue- go se hacían fiestas muy solemnes, y gran multi- tud de sacrificios, con gran cuantidad de vasos de oro y plata, y muchas ovejuelas pequeñas he- chas de lo mismo, y gran suma de ropa de cumbí muy bien obrada, grande y pequeña, y muchas conchas de la mar de todas maneras, y muchas plumas ricas, y mil carneros, que habían de ser de diferentes colores, y de todo esto se hacia sacri- ficio; y el sumo Sacerdote tomaba un niño de DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 1 7/ hasta seis ú ocho años en las maños; y á la esta- tua del Viracocha decia juntamente con los de- mas ministros: Señor, esto te ofrecemos, porque nos tengas en quietud, y nos ayudes en nuestras guerras, y conserves á nuestro Señor el Inca en su grandeza y estado, y que vaya siempre en au- mento, y le des mucho saber para que nos go- bierne. A esta ceremonia ó jura se hall aban de todo el Reino, y de parte de todas las guacas y santuarios que tenían; y sin duda era grande la reverencia y afición que esta gente tenia á sus In- cas, sin que se halle jamás haberles hecho ningu- no de los suyos traición, porque en su gobierno procedían, no solo con gran poder, sino también con mucha rectitud y justicia, no consintiendo que nadie fuese agraviado. Ponia el Inca sus Goberna- dores por diversas Provincias, y habia unos supre- mos é inmediatos á él: otros mas moderados; y otros particulares con extraña subordinación, en tanto grado, que ni emborracharse, ni tomar una mazorca de maiz de su vecino se atrevían. Tenían por máxima estos Incas, que convenia traer siem- pre ocupados á los Indios; y así vemos hoy día calzadas, caminos y obras de inmenso trabajo, que dicen era para ejercitar á los Indios, procuran- do no estuviesen ociosos. Cuando conquistaba de nuevo una Provincia, era su aviso luego, luego pasar lo principal de los naturales á otras Provin- Tomo II. 12 I78 LIBRO SEXTO cias, ó á su Corte; y éstos hoy dia los llaman en el Perú Mitimas, y en lugar de éstos plantaba de los de su nación del Cuzco, especialmente los ore- jones, que eran como caballeros de linage anti- guo. El castigo por los delitos era riguroso. Así concuerdan los que alcanzaron algo de esto, que mejor gobierno para los Indios no le puede haber,, ni mas acertado. CAPITULO XIII De la distribución que Jiacian los lucas de sus vasallos, \ Especificando mas lo que está dicho, es de sa- ber, que la distribución que hacían los Incas de sus vasallos, era tan particular, que con facilidad los podían gobernar, á todos, siendo un Reino de mil leguas de distrito, porque en conquistando cada Provincia, luego reducían los Indios a pue- blos y comunidad, y contábanlos por parcialida- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS IJQ des, y á cada diez Indios ponían uno, que tuviese cuenta con ellos, y á cada ciento otro, y á cada' mil otro, y á cada diez mil otro, y á éste llamaban Uno, que era cargo principal; y sobre todos éstos en cada Provincia un Gobernador del linage de los Incas, al cual obedecían todos, y daba cuenta cada un año de todo lo sucedido por menudo, es á saber, de los que habían nacido, de los que ha- bían muerto, de los ganados, de las sementera?. Estos Gobernadores salían cada año del Cuzco, que era la Corte, y volvían para la gran fiesta del Ráyme; y entonces traían todo el tributo del Rei- no á la Corte, y no podían entrar de otra suerte. Todo el Reino estaba dividido en cuatro partes, que llamaban Tahuantinsuyo, que eran Chincha- suyo, Collasuyo, Andesuyo, Condesuyo, conforme á cuatro caminos que salen del Cuzco, donde era la Corte, y se juntaban en juntas generales. Estos caminos y Provincias que les corresponden, están á las cuatro esquinas del mundo, Collasuyo al sur, Chinchasuyo al norte , Condesuyo al poniente, Andesuyo al levante. En todos sus pueblos usa- ban dos parcialidades, que eran de Hanansaya y urinsaya, que es como decir, los de arriba y los de abajo. Cuando se mandaba hacer algo, ó traer al Inca, ya estaba declarado cuanta parte de aquello cabia á cada Provincia, pueblo y parcialidad, lo cual no era por partes iguales, sino por cuotas, 1 80 LIBRO SEXTO conforme á la cualidad y posibilidad de la tierra, de suerte que ya se sabia para cumplir cien mil hanegas de maíz: verbi gratia, ya se sabia que á tal Provincia le cabia la décima parte, y á tal la séptima, y á tal la quinta, &c. y lo mismo entre los pueblos, parcialidades y ayllos ó linages. Para la razón y cuenta del todo habia los Quipocamayos? que eran los oficiales Contadores, que con sus hilos y ñudos sin faltar decían lo que se habia dado, hasta una gallina, y una carga de leña; y por los registros de éstos en un momento se contaba en- tre los Indios lo que á cada uno le cabia. CAPÍTULO XIV De los edificios y orden de fábricas de los Incas. Los edificios y fábricas que los Incas hicieron en fortalezas, en templos, en caminos, en casas de campo, y otras, fueron muchos, y de excesivo tra- bajo, como lo manifiestan el dia de hoy las ruinas y pedazos que han quedado, como se ven en el Cuzco, en Tiaguanaco y en Tambo, y en otras partes, donde hay piedras de inmensa grandeza, que no se puede pensar como se cortaron, traje- ron y asentaron donde están. Para todos estos edificios y fortalezas, que el Inca mandaba hacer en el Cuzco, y en diversas partes de su Reino, acudía grandísimo número de todas las Provincias, porque la labor es extraña, y para espantar; y no usaban de mezcla, ni tenían hierro, ni acero para cortar y labrar las piedras, ni máquinas, ni instru- mentos para traerlas, y con todo eso están tan pu- lidamente labradas, que en muchas partes apenas se vé la juntura de unas con otras; y son tan gran- Ió2 LIBRO SEXTO des muchas piedras de éstas, como está dicho, que sería cosa increíble si no se viese. En Tiaguanaco medí yo una de treinta y ocho pies de largo, y de diez y ocho de ancho, y el grueso sería de seis pies; y en la muralla de la fortaleza del Cuzco, que está de manipostería, hay muchas piedras de mucho mayor grandeza; y lo que mas admira es. que no siendo cortadas éstas que digo de la mura- lla por regla, sino entre sí muy desiguales en el tamaño y en la facción, encajan unas con otras con increíble juntura sin mezcla. Todo esto se hacia á poder de mucha gente, y con gran sufrimiento en el labrar, porque para encajar una piedra con otra, según están ajustadas, era forzoso probarla muchas veces, no estando las mas de ellas iguales, ni llenas. El número que habia de acudir de gente para labrar piedras y edificios, el Inca lo señalaba cada año: la distribución, como en las demás cosas, hacían los Indios entre sí, sin que nadie se agraviase; pero aunque eran grandes estos edificios, comunmente estaban mal repartidos y aprovechados, y propia- mente como mezquitas ó edificios de bárbaros. Arco en sus edificios no le supieron hacer, ni al- canzaron mezcía para ello. Cuando en el rio de Jauja vieron formar los arcos de cimbrias, y des- pués de hecha la puente vieron derribar las cim- brias, echaron á huir, entendiendo que se habia de caer |luego toda la puente, que es de cantería: DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS I83 como la vieron quedar firme, y á los Españoles andar por encima, dijo el Cacique á sus compañe- ros: Razón es servir a éstos, que bien parecen hijos del Sol. Las puentes que usaban, eran de bejucos, ó juncos tejidos, y con recias maromas asidos á las riberas, porque de piedra, ni de madera no ha- cían puentes. La que hoy dia hay en' el desagua- dero de la gran laguna de Chicuíto en el Collao pone admiración, porque es hondísimo aquel bra- zo, sin que se pueda echar en él cimiento alguno, y es tan ancho, que no es posible haber arco que le tome, ni pasarse por un ojo; y así del todo era imposible hacer puente de piedra, ni de madera. El ingenio é industria de los Indios halló como ha- cer puente muy firme y muy segura, siendo solo de paja, que parece fábula, y es verdad; porque, como se dijo en otro libro, de unos juncos ó espa- dañas que cría la laguna, que ellos llaman totora, hacen unos como manojos atados; y como es ma- teria muy liviana no se hunden: encima de éstos •echan mucha juncia, y teniendo aquellos manojos ó balsas muy bien amarrados de una parte y de otra del rio, pasan hombres y bestias cargadas muy á placer. Pasando algunas veces esta puente, me maravillé del artificio de los Indios, pues con cosa tan fácil hacen mejor y mas segura puente, que es la de barcos de Sevilla á Triana. Medí también el largo de la puente, y si bien me acuerdo, serán I84 LIBRO SEXTO trescientos y tantos pies. La profundidad de aquel desaguadero dicen, que es inmensa: por encima no parece que se mueve el agua: por abajo dicen que lleva furiosísima corriente. Esto baste de edi- ficios. CAPITULO XV De la hacienda del Inca, y orden de tributos que impuso á los Indios, Era incomparable la riqueza de los Incas, por- que con no heredar ningún Rey de las haciendas y tesoro de sus antecesores, tenia á su voluntad cuanta riqueza tenían sus Reinos, que así de plata y oro, como de ropa y ganados, eran abundantí- simos; y la mayor riqueza de todas era la innume- rable multitud de vasallos, todos ocupados y aten- tos á lo que le daba gusto á su Rey. De cada Pro- vincia le traían lo que en ella habia escogido: de los Chichas le servían con madera olorosa y rica: DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS l8$ de los Lucanas con anderos para llevar su litera: de los Chumbibilcas con bailadores, y así en lo de- mas que cada Provincia se aventajaba, y esto fue- ra del tributo general que todos contribuían. Las. minas de plata y oro (de que hay en el Perú ma- ravillosa abundancia) labraban Indios, que se se- ñalaban para aquello, á los cuales el Inca proven lo que habían menester para su gasto, y todo cuanto sacaban era para el Inca. Con esto hubo en aquel Reino tan grandes tesoros, que es opi- nión de muchos, que lo que vino á las manos de los Españoles, con ser tatito como sabemos, no lle- gaba á la décima parte de lo que los Indios hun- dieron y escondieron, sin que se haya podido des- cubrir por grandes diligencias que la codicia ha puesto para saberlo. Pero la mayor riqueza de aque- llos bárbaros Reyes era ser sus esclavos todos sus vasallos, de cuyo trabajo gozaban á su contento. Y lo que pone admiración, servíase de ellos por tal orden y por tal gobierno, que no se les hacía servidumbre, sino vida muy dichosa. Para enten- der el orden de tributos que los Indios daban á sus' Señores, es de saber, que en asentando el Inca los pueblos que conquistaba, dividía todas sus tie- rras en tres partes. La primera parte de ellas era para la Religión y ritos, de suerte que el Pachaya- chachí, que es el Criador, y el Sol, y el Chuquiílla, que es el trueno, y la Pachamama, y los muertos» 1 86 LIBRO SEXTO y otras Guacas, y santuarios tuviesen cada uno sus tierras propias: el fruto se gastaba en sacrifi- cios y sustento de los ministros y Sacerdotes, por- que para cada Guaca ó adoratorio habia sus Indios diputados. La mayor parte de esto se gastaba en el Cuzco, donde era el universal santuario: otra parte en el mismo pueblo donde se cogía, porque á imitación del Cuzco habia en cada pueblo Gua- cas y adoratorios por la misma orden y por las mismas vocaciones, y así se servían con los mis- mos ritos y ceremonias que en el Cuzco, que es cosa de admiración y muy averiguada, porque se verificó con mas de cien pueblos, y algunos dista- ban cuasi doscientas leguas del Cuzco. Lo que en estas tierras se sembraba y cogía, se ponía en de- pósitos de casas, hechas para solo este efecto, y ésta era una gran parte del tributo que daban los Indios. No consta que tanto fuese, porque en unas tierras era mas, y en otras menos, y en algunas era cuasi todo; y esta parte era la que primero se beneficiaba. La segunda parte de las tierras y he- redades era para el Inca: de ésta se sustentaba él, su servicio y parientes, y los Señores, las guar- niciones y soldados; y así era la mayor parte de los tributos, como lo muestran los depósitos ó ca- sas de pósito, que son mas largas y anchas que las de los depósitos de las Guacas. Este tributo se llevaba al Cuzco, ó á las partes donde habia nece- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 1 87 sidad para los soldados, con extraña presteza y cuidado, y cuando no era menester, estaba guar- dado diez y doce años hasta tiempo de necesidad. Beneficiábanse estas tierras de el Inca, después de las de los Dioses, é iban todos, sin excepción, á trabajar, vestidos de fiesta, y diciendo cantares en loor de el Inca y de las Guacas; y todo el tiem- po que duraba el beneficio ó trabajo, comían á costa de el Inca, ó del Sol, ó de las Guacas, cuyas tierras labraban. Pero viejos, enfermos y mugeres viudas, eran reservadas de este tributo. Y aunque lo que se cogia era del Inca, ó del Sol, ó Guacas; pero las tierras eran propias de los Indios y de sus antepasados. La tercera parte de tierras daba el Inca para la comunidad. No se ha averiguado qué tanta fuese esta parte, si mayor, ó menor que la de el Inca y Guacas; pero es cierto que se tenia atención á que bastase á sustentar el pueblo. De esta tercera parte ningún particular poseía cosa propia, ni jamas poseyeron los Indios cosa propia, si no era por merced especial de el Inca, y aquello no se podia enagenar, ni aun dividir entre los herederos. Estas tierras de comunidad se repartían cada año, y á cada uno se le señalaba el pedazo que habia menester para sustentar su persona, y la de su mu- ger y sus hijos, y así era unos años mas, otros me- nos, según era la familia, para lo cual habia ya sus medidas determinadas. De esto que á cada uno se LIBRO SEXTO le repartía, no daban jamás tributo, porque todo su tributo era labrar y beneficiar las tierras de el Inca y de las Guacas, y ponerles en sus depósitos los fru- tos. Cuando el año salía muy estéril, de estos mis- mos depósitos se les daba á los necesitados, porque siempre había allí grande abundancia sobrada. De el ganado hizo el Inca la misma distribución que de las tierras, que fué contarlo, y señalar pastos y términos del ganado de las Guacas, del Inca y de cada pueblo, y así de lo que se criaba, era una parte para ru Religión, otra para el Rey, y otra para los mismos Indios, y aun de los cazadores había la misma división y orden: no consentía que se llevasen ni matasen hembras. Los hatos del Inca y Guacas eran muchos y grandes, y llamá- banlos Capaellamas. Los hatos concegiles ó de co- munidad son pocos y pobres, y así los llamaban Guacchallama. En la conservación del ganado puso el Inca gran diligencia, porque era y es toda la riqueza de aquel Reino: hembras, como está dicho, por ninguna vía se sacrificaban, ni mata- ban, ni en la caza se tomaban. .Si á alguna res le daba sarna ó roña, que allá dicen carache, luego habia de ser enterrada viva, porque no se pegase á otras su mal. Trasquilábase á su tiempo el gana- do, y daban á cada uno á hilar y tejer su ropa para hijos y muger, y habia visita si lo cumplían, y castigo al negligente. De el ganado del Inca se DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS Ió9 tejía ropa para él y su Corte: una rica de cumbí á dos haces: otra vil y grosera, que llaman de abas- ca. No habia número determinado de aquestos vestidos, sino los que cada uno señalaba. La lana que sobraba, poníase en sus depósitos, y así los hallaron muy llenos de esto, y de todas las otras cosas necesarias á la vida humana, los Españoles cuando en ella entraron. Ningún hombre de con- sideración habrá, que no se admire de tan notable y próvido gobierno, pues sin ser Religiosos, ni Cristianos los Indios, en su manera guardaban aquella tan alta perfección, de no tener cosa pro- pia y proveer á todos lo necesario, y sustentar tan copiosamente las cosas de la Religión y las de su Rey y Señor. CAPÍTULO XVI De los oficios que aprendían los Indios. Otro primor tuvieron también los Indios de el Perú, que es enseñarse cada uno desde muchacho en todos los oficios que ha menester un hombre para la vida humana. Porque entre ellos no habia Oficiales señalados, como entre nosotros, de Sas- tres, Zapateros y Tejedores, sino que todo cuanto en sus personas y casa habían menester, lo apren- dían todos, y se proveían á sí mismos. Todos sa- bían tejer y hacer sus ropas: y así el Inca con proveerles de lana, los daba por vestidos. Todos sabían labrar la tierra y beneficiarla, sin alquilar otros obreros. Todos se hacían sus casas; y las mugeres eran las que mas sabían de todo, sin criar- se en regalo, sino con mucho cuidado, sirviendo á sus maridos. Otros oficios, que no son para co- sas comunes y ordinarias de la vida humana, te- nían sus propios y especiales Oficiales, como eran Plateros, Pintores, Olleros, Barqueros, Contadores DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS I O, I y Tañedores; y en los mismos oficios de tejer y labrar, ó edificar, habia maestros para obra pri- ma, de quien se servían los Señores. Pero el vul- go común, como está dicho, cada uno acudía á lo que habia menester en su casa, sin que uno paga- se á otro para esto, y hoy día es así, de manera que ninguno ha menester á otro para las cosas de su casa y persona, como es calzar, vestir, hacer una casa, sembrar y coger, y hacer los aparejos y herramientas necesarias para ello. Y cuasi en esto imitan los Indios á los institutos de los mon- jes antiguos, que refieren las Vidas de los Pa- dres. A la verdad, ellos son gente poco codicio- sa, ni regalada, y así se contentan con pasar bien moderadamente, que cierto si su linage de vida se tomara por elección, y no por costum- bre y naturaleza, dijéramos que era vida de gran perfección; y no deja de tener harto aparejo para recibir la doctrina del santo Evangelio, que tan enemiga es de la soberbia, codicia y regalo; pero los Predicadores no todas veces se conforman con el ejemplo que dan, con la doctrina que predican á los Indios. Una cosa es mucho de advertir, que con ser tan sencillo el trage y vestido de los In- dios, con todo eso se diferenciaban todas las Pro- vincias, especialmente en lo que ponen sobre la cabeza, que en unas es una trenza tejida, y dada muchas vueltas: en otras ancha, y de una vuelta: 192 LIBRO SEXTO en otra unos como morteretes ó sómbremelos: en otras unos como bonetes altos redondos: en otras unos como aros de cedazo, y asi otras mil diferencias; y era ley inviolable no mudar cada uno el trage y hábito de su Provincia, aunque se mudase á otra, y para el buen gobierno lo tenia el Inca por muy importante, y lo es hoy dia, aunque no hay tanto cuidado como solía. CAPITULO XVII De las Postas y Chasquis que usada el Inca. De Correos y Postas tenia gran servicio el Inca en todo su Reino: llamábanles Chasquis, que eran los que llevaban sus mandatos á los Gobernado- res, y traían avisos de ellos á la Corte. Estaban puestos estos Chasquis en cada topo, que es legua y media, en dos casillas, donde estaban cuatro In dios. Estos se proveían y mudaban por meses de cada comarca, y corrían con el recado que se les DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS I93 daba, á toda furia, hasta darlo al otro Chasqui, que siempre estaban apercibidos y en vela los que habían de correr. Corrían entre dia y noche á cin- cuenta leguas, con ser tierra la mas de ella aspe- rísima. Servían también de traer cosas que el Inca quería con gran brevedad, y así tenia en el Cuzco pescado fresco de la mar (con ser cien leguas) en dos dias ó poco mas. Después de entrados los Es- pañoles, se han usado estos Chasquis en tiempos de alteraciones, y con gran necesidad. El Virey D. Martin los puso ordinarios á cuatro leguas, para llevar y traer despachos, que es cosa de grandísima importancia en aquel Reino, aunque no corren con la velocidad que los antiguos, ni son tantos, y son bien pagados; y sirven como los or- dinarios de España, dando los pliegos que llevan á cada cuatro ó cinco leguas. Tomo 11. 13 CAPÍTULO XVIII De ¡as leyes, justicia y castigo que los Incas- pusieron,)* de sus matrimonios. Como á los que servían bien en guerras ó otros ministerios se les daban preeminencias y ventajas, como tierras propias, insignias, casamientos con mugeres del linage del Inca, así á los desobedien- tes y culpados se les daban también severos cas- tigos: los homicidios y hurtos castigaban con muerte; y los adulterios é incestos con ascendien- tes y descendientes en recta linea también eran castigados con muerte del delincuente; pero es bien saber, que no tenían por adulterio tener mu- chas mugeres ó mancebas, ni ellas tenían pena de muerte si las hallaban con otros, sino solamente la que era verdadera muger, con quien contraían propiamente matrimonio, porque ésta no era mas de una, y recibíase con especial solemnidad y ce- remonia, que era ir el desposado á su casa, ó llevarla consigo, y ponerle él una otoja en el pie. Otoja llaman el calzado que allá usan, que DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS IQ5 es como alpargate, ó zapato de Frailes Fran- ciscos abierto. Si era^ la novia doncella, la oto- ja era de lana; si no lo era, era de esparto. A ésta servían y reconocían todas las otras; y ésta traía luto de negro un año por el marido difunto, y no se casaba dentro de un año: comunmente era de menos edad que el marido. Esta daba el Inca de su mano á sus Gobernadores ó Capitanes; y los Gobernadores y Caciques en sus pueblos juntaban los mozos y mozas en una plaza, y daban á cada uno su muger; y con la ceremonia dicha de cal- zarle la otoja, se contraía el matrimonio. Esta te- nia pena de muerte si la hallaban con otro, y el delincuente lo mismo; y aunque el marido perdo- nase, no dejaban de darles castigo, pero no de muerte. La misma pena tenia incesto con madre, ó abuela, ó hija, ó nieta: con otras parientas no era prohibido el casarse ó amancebarse, solo el pri- mer grado lo era. Hermano con hermana tampo- co se consentía tener acceso, ni habia casamiento, en lo cual están muchos engañados en el Perú, creyendo que los Incas y Señores se casaban le- gítimamente con sus hermanas, aunque fuesen de padre y madre; pero la verdad es, que siempre se tuvo esto por ilícito y prohibido contraer en pri- mer grado; y esto duró hasta el tiempo de Topa Inca Yupángui, padre de Guaynacápa, y abuelo de Atahualpa, en cuyo tiempo entraron los Espa- ig6 LIBRO SEXTO fióles en el Perú; porque el dicho Topa Inca Yu- pángui fue el primero que quebrantó esta costum- bre, y se caso con Mamaocllo, su hermana de par- te de padre; y éste mandó, que solos los Señores Incas se pudiesen casar con hermana de padre, y no otros ningunos. Así lo hizo él, y tuvo por hijo á Guaynácava, y una hija llamada Coya Cusilímay; y al tiempo de su muerte mandó, que estos hijos suyos, hermanos de padre y madre, se casasen, y que la demás gente principal pudiesen tomar por mugeres sus hermanas de padre. Y como aquel matrimonio fue ilícito, y contra ley natural, así ordenó Dios, que en el fruto que de él procedió, que fue Guascar Inca, y Atahualpa Inca, se acaba- se el Reino de los Incas. Quien quisiere mas de raíz entender el uso de los matrimonios entre los Indios del Perú, lea el tratado que á instancia de Don Gerónimo de Loaysa, Arzobispo de los Re- yes, escribió Polo, el cual hizo diligente averigua- ción de esto, como de otras muchas cosas de los Indios; y es importante esto, para evitar el error de muchos, que no sabiendo cual sea entre los In- dios mujer legítima, y cual manceba, hacen casar al Indio bautizado con la manceba, dejando la ver- dadera muger; y también se ve el poco funda- mento que han tenido algunos, que han pretendi- do decir, que bautizándose marido y muger, aun- que fuesen hermanos, se habia de ratificar su ma- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 1Q? trimonio. Lo contrario está determinado por el Sínodo Provincial de Lima (i); y con mucha ra- zón, pues aun entre los mismos Indios no era legí- timo aquel matrimonio. CAPITULO XIX Del origen de los lucas, Señores del Perú, y de sus conquistas y victorias. Por mandado de la Magestad Católica del Rey Don Felipe, nuestro Señor, se hizo averiguación, con la diligencia que fue posible, del origen, ritos y fueros de los Incas, y por no tener aquellos In- dios escrituras, no se pudo apurar tanto como se deseaba; mas por sus quipos y registros que, como está dicho, les sirven de libros, se averiguó lo que aquí diré. Primeramente, en el tiempo antiguo en el Perú no habia Reino, ni Señor á quien todos (i) Conc. Lim. Actio. 2. c. LIBRO SEXTO obedeciesen; mas eran behetrías y comunidades, como lo es hoy dia el Reino de Chile, y ha sido cuasi todo lo que han conquistado los Españoles en aquellas Indias Occidentales, excepto el Reino de Méjico; para lo cual es de saber, que se han ha- llado tres géneros de gobierno y vida en los Indios. El primero y principal y mejor, ha sido de Reino ó Monarquía, como fue el de los Incas y el de Mo- tezuma, aunque éstos eran en mucha parte tiráni- cos. El segundo es de behetrías ó comunidades, donde se gobiernan por consejo de muchos, y son como concejos. Estos en tiempo de guerra eligen un Capitán, á quien toda una nación ó Provincia obedece. En tiempo de paz cada pueblo ó congre- gación se rige por sí, y tiene algunos principalejos, á quien respeta el vulgo; y cuando mucho, júntan- se algunos de éstos en negocios que les parecen de importancia, á ver lo que les conviene. El ter- cer género de gobierno es totalmente bárbaro, y son Indios sin ley, ni Rey, ni asiento, sino que an- dan á manadas como fieras y salvages. Cuanto yo he podido comprehender, los primeros moradores de estas Indias fueron de este género, como lo son hoy dia gran parte de los Brasiles y los Chiriguá- nas, Chunchos, Iscaycingas y Pilcozones, y la ma- yor parte de los Floridos, y en la Nueva-España todos los Chichimecos. De este género, por indus- tria y saber de algunos principales de ellos, se DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 199 "hizo el otro gobierno de comunidades y behetrias, donde hay alguna mas orden y asiento, como son rioy dia los de Aráuco y Tucapél en Chile, y lo eran en el nuevo Reino de Granada los Moscas, y en la Nueva-España algunos Otomítes; y en todos los tales se halla menos fiereza, y mas razón. De este género, por la valentía y saber de algunos ex- celentes hombres, resultó el otro gobierno mas poderoso y próvido de Reino y Monarquía, que hallamos en Méjico y en el Perú, porque los Incas sujetaron toda aquella tierra, y pusieron sus leyes y gobierno. El tiempo que se halla por sus me- morias haber gobernado, no llega á cuatrocientos años, y pasa de trescientos; aunque su Señorío por gran tiempo no se extendió mas de cinco ó seis leguas al derredor del Cuzco. Su principio y ori- gen fue del valle del Cuzco, y poco á poco fueron -conquistando la tierra que llamamos del Perú, pa- sando Quito hasta el rio de Pasto hacia el norte, y llegaron á Chile hacia el sur, que serán cuasi mil le- guas en largo; por lo ancho hasta la mar del sur al poniente, y hasta los grandes campos de la otra par- te de la cordillera de los Andes, donde se ve hoy día, y se nombra el Pucará delinca, que es una fuer- za que edificó para defensa hacia el oriente. No pa- saron de allí los Incas por la inmensidad de aguas, de pantanos, lagunas y rios que de allí corren: lo ancho de su Reino no llegará á cien leguas. Hicie- 200 LIBRO SEXTO ron estos Incas ventaja á todas las otras naciones de la América en policía y gobierno, y mucho mas en armas y valentía, aunque los Cañarís, que fueron sus mortales enemigos, y favorecieron á los Españoles, jamás quisieron conocerles ventaja; y hoy dia, moviéndose esta plática, si les soplan un poco, se matarán millares sobre quien es mas valiente, como ha acaecido en el Cuzco. El título con que conquistaron, y se hicieron señores de toda aquella tierra, fué fingir, que después del di- luvio universal, de que todos estos Indios tenían no- ticia, en estos Incas se habia recuperado el mundo,, saliendo siete de ellos de la cueva de Pacaritam- bo; y que por eso les debían tributo y vasaílage todos los demás hombres, como á sus progenito- res. Demás de esto decían y afirmaban, que ellos solos tenían la verdadera Religión, y sabían como habia de ser Dios servido y honrado; y así habían de enseñar á todos los demás: en esto es cosa in- finita el fundamento que hacían de sus ritos y ce- remonias. Habia en el Cuzco mas de cuatrocien- tos adoratorios, como tierra santa, y todos los lugares estaban llenos de misterios; y como iban conquistando, así iban introduciendo sus mis- mas Guacas y ritos en todo aquel Reino. El principal á quien adoraban , era el Viracocha Pachayachachíc, que es el Criador del mundo, y después de él al Sol;. y así el Su!, como todas las DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 201 demás Guacas decían, que recibían virtud y ser del Criador, y que eran intercesores con él. CAPITULO XX Del primer Inca y de sus sucesores. El primer hombre que nombraron los Indios,. por principio de los Incas, fue Mangocápa; y de éste fingen, que después del diluvio salió de la cueva ó ventana de Tambo, que dista del Cuzco cinco ó seis leguas. Este dicen, que dio principio á dos linages principales de Incas: unos se llama- ron Hanancuzco, y otros Urincuzco, y del primer linage vinieron los Señores que conquistaron y gobernaron la tierra. El primero que hace cabeza de linage de estos Señores que digo, se llamó In- caróca, el cual fundó una íamilia ó ayllo, que ellos llaman por nombre Vizaquiráo. Este, aunque no era gran Señor, todavía se servia con vajilla de oro y plata; y ordenó, que todo su tesoro se de- -202 LIBRO SEXTO dicase para el culto de su cuerpo, y sustento de su familia; y así el sucesor hizo otro tanto, y fué ge- neral costumbre, como está dicho, que ningún Inca heredase la hacienda y casa del predecesor, si no que él fundase casa de nuevo: en tiempo de este Incaróca usaron ídolos de oro. A Incaróca sucedió Yaguarguaque, ya viejo: dicen haberse llamado por este nombre, que quiere decir lloro de sangre, porque habiendo una vez sido vencido, y preso por sus enemigos, de puro dolor lloró san- gre: éste se enterró en un pueblo llamado Paulo, que está en el camino de Omasuyo: éste fundó la familia llamada Aocaillipanaca. A éste sucedió un hijo suyo, Viracocha Inca: éste fue muy rico, é hizo grandes vajillas de oro y plata, y fundó el linage ó familia Coccopanáca. El cuerpo de éste, por la fama del gran tesoro que estaba enterrado •con él, buscó Gonzalo Pizarro; y después de crue- les tormentos que dio á muchos Indios, le halló en Xaquijaguana, donde él fue después vencido y preso, y ajusticiado por el Presidente Gasea: man- dó quemar el dicho Gonzalo Pizarro el cuerpo del dicho Viracocha Inca, y los Indios tomaron después sus cenizas, y puestas en una tinajuela, le conservaron, haciendo grandísimos sacrificios, hasta que Polo lo remedió con los demás cuerpos de Incas, que con admirable diligencia y maña sacó de poder de los Indios, hallándolos muy em- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 203 balsamados y enteros, con que quitó gran suma de idolatrías que les hacían. A este Inca le tuvie- ron á mal, que se intitulase Viracocha, que es el nombre de Dios; y para excusarse dijo, que el mismo Viracocha en sueños le habia aparecido, y mandado que tomase su nombre. A éste sucedió Pachacúti Inca Yupángui, que fue muy valeroso conquistador, y gran republicano, é inventor de la mayor parte de los ritos y supersticiones de su idolatría, como luego diré. CAPITULO XXI De Pachacúti Inca Yupángui, y lo que sucedió hasta Guaynacápa. Pachacúti Inca Yupángui reinó sesenta años, y conquistó mucho. El principio de sus victorias fue, que un hermano mayor suyo, que tenia el Señorío •en vida de su padre, y con su voluntad adminis- traba la guerra, fue desbaratado en una batalla 204 LIBRO SEXTO que tuvo con los Changas, que es la nación que poseía el valle de Andaguaylas, que está obra treinta ó cuarenta leguas del Cuzco, camino de Lima; y así desbaratado , se retiró con poca gente. Visto esto el hermano menor Inca Yupán- gui, para hacerse Señor, inventó, y dijo, que es- tando él solo, y muy congojado, le habia hablado el Viracocha, Criador, y quejándosele, que siendo él Señor universal, y Criador de todo, y habiendo él hecho el Cielo, el Sol, el mundo y los hombres,. y estando todo debajo de su poder, no le daban la obediencia debida, antes hacían veneración igual al Sol, al trueno y á la tierra, y á otras cosas, no teniendo ellas ninguna virtud mas de la que les daba; y que le hacía saber, que en el Ciela donde estaba, le llamaban Viracocha Pachayacha- chíc, que significa Criador universal; y que para que creyesen que esto era verdad, que aunque estaba solo, no dudase de hacer gente con este título, que aunque los Changas eran tantos, y esta- ban victoriosos, que él le daría victoria contra ellos, y le haría Señor, porque le enviaría gente,, que sin que fuese vista, le ayudase; y fue así, que con este apellido comenzó á hacer gente, y juntó mucha cuantidad, y alcanzó la victoria, y se hizo Señor, y quitó á su padre y á su hermano el Se- ñorío, venciéndolos en guerra: después conquistó los Changas; y desde aquella victoria instituyó,. DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 205 que el Viracocha fuese tenido por Señor univer- sal, y que las estatuas del Sol y del trueno le hi- ciesen reverencia y acatamiento, y desde aquel tiempo se puso la estatua del Viracocha mas alta que la del Sol y del trueno y de las demás Gua- cas; y aunque este Inca Yupángui señaló chacras, tierras y ganados al Sol y al trueno y á otras Guacas, no señaló cosa ninguua al Viracocha, dan- do por razón, que siendo Señor universal y Cria- dor, n-o lo habia menester. Habida, pues, la victo- ria de los Changas, declaró á sus soldados, que no habían sido ellos los que habían vencido, sino ciertos hombres barbudos que el Viracocha le ha- bía enviado, y que nadie pudo verlos sino él, y que éstos se habían después convertido en piedras, y convenia buscarlos, que él los conocería; y así juntó de los montes gran suma de piedras, que él escogió, y las puso por Guacas, y las adoraban, y hacían sacrificios, y éstas llamaban los Pururáu- cas, las cuales llevaban á la guerra con grande devoción, teniendo por cierta la victoria con su ayuda; y pudo esta imaginación y ficción de aquel Inca tanto, que con ella alcanzó victorias muy no- tables. Este fundó la familia llamada Inacapánaca, é hizo una estatua de oro grande, que llamó Indii- llápa, y púsola en unas andas todas de oro de gran valor, del cual oro llevaron mucho á Caxamalca, para la libertad de Atahualpa, cuando le tuvo 20Ó LIBRO SEXTO preso el Marqués Francisco Pizarro. La casa de éste, criados y Mamaconas que servían su me- moria, halló el Licenciado Polo en el Cuzco, y el cuerpo halló trasladado de Patallacta á Totocache, donde se fundó la Parroquia de San Blas. Estaba el cuerpo tan entero, y tan bien aderezado con cierto betún, que parecía vivo. Los ojos tenia he- chos de una telilla de oro tan bien puestos, que no le hacían falta los naturales, y tenia en la cabeza una pedrada, que le dieron en cierta guerra. Es- taba cano, y no le faltaba cabello, como si muriera aquel mismo dia, habiendo mas de sesenta ó ochenta años que habia muerto. Este cuerpo, con otros de Incas, envió el dicho Polo á la ciudad de Lima por mandado del V'irey Marqués de Cañete, que para desarraigar la idolatría del Cuzco fue muy necesario; y en el Hospital de San Andrés, que fundó el dicho Marqués, han visto muchos Españoles este cuerpo con los demás, aunque ya están maltratados y gastados. Don Felipe Caritó- pa, que fue bisnieto ó rebisnieto de este Inca, afir- mó, que la hacienda que éste dejó á su familia era inmensa, y que habia de estar en poder de los Ya- naconas Amaro y Tito y otros. A éste sucedió Topa Inca Yupángui, y á éste otro hijo suyo lla- mado del mismo nombre, que Iundó la familia que se llamó Capac Ayllo. CAPITULO XXII Del principal Inca llamado Guaynacápa. Al dicho señor sucedió Guaynacápa, que quie- re decir mancebo rico ó valeroso, y fue lo uno y lo otro mas que ninguno de sus antepasados ni sucesores. Fué muy prudente, y puso gran orden en la tierra en todas partes: fue determinado y va- liente, y muy dichoso en la guerra, y alcanzó grandes victorias. Este extendió su Reino mucho mas que todos sus antepasados juntos. Tomóle la muerte en el Reino de Quito, que había ganado, que dista de su Corte cuatrocientas leguas: abrié- ronle, y las tripas y el corazón quedaron en Quito,, por haberlo él así mandado, y su cuerpo se trajo al Cuzco, y se puso en el famoso templo del Sol. Hoy dia se muestran muchos edificios, calzadas, fuertes y obras notables de este Rey: fundó la fa- milia de Temebamba. Este Guaynacápa fue ado- rado de los suyos por Dios en vida, cosa que afir- man los viejos, que con ninguno de sus anteceso- 208 LIBRO SEXTO res se hizo. Cuando murió, mataron mil personas de su casa, que le fuesen á servir en la otra vida, y ellos morían con gran voluntad por ir á servir- le, tanto, que muchos, fuera de los señalados, se ofrecían á la muerte para el mismo efecto. La ri- queza y tesoro de este fue cosa no vista; y como poco después de su muerte entraron los Españo- les, tuvieron gran cuidado los Indios de desapare- cerlo todo, aunque mucha parte se llevó á Caxa- malca para el rescate de Atahualpa su hijo. Afir- man hombres dignos de crédito, que entre hijos y nietos tenia en el Cuzco mas de trescientos. La Madre de éste fué de gran estima: llamóse Ma- maoclo. Los cuerpos de ésta y del Guaynacápa, muy embalsamados y curados, envió á Lima Polo, y quitó infinidad de idolatrías que con ellos se ha- cían. A Guaynacápa sucedió en el Cuzco un hijo suyo, que se llamó Tito Cusi Gualpa, y después se llamó Guascar Inca, y su cuerpo fue quemado por los Capitanes de Atahualpa, que también fue hijo de Guaynacápa, y se alzó contra su hermano en Quito, y vino contra él con poderoso ejército. En- tonces sucedió, que los Capitanes de Atahualpa, Ouizquiz y Chilicuchima prendieron á Guascar Inca en la ciudad del Cuzco, después de admi- tido por Señor y Rey, porque en efecto era le gítimo sucesor. Fue grande el sentimiento que por ello se hizo en todo su Reino, especialmente en su DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 209 Corte; y como siempre en sus necesidades ocu- rrían á sacrificios, no hallándose poderosos para poner en libertad á su Señor, así por estar muy apoderados de él los C ipitanes que le prendieron, •como por el grueso ejército con que Atahualpa venia, acordaron, y aun dicen que por orden suya, hacer un gran sacrificio al Viracocha Pacha- yachachic, que es el Criador universal, pidiéndole, -que pues no podían librar á su Señor, él enviase ■del Cielo gente que le sacase de prisión. Estando en gran confianza de éste su sacrificio, vino nueva, como cierta gente que vino por la mar, habia des- embarcado y preso á Atahualpa. Y así, por ser tan poca la gente Española que prendió a Ata- hualpa en Caxamalca, co*no por haber esto suce- dido luego que los Indios habían hecho el sacrifi- cio referido al Viracocha, los llamaron Viraco- chas, creyendo que era gente enviada de Dios; y así se introdujo este nombre hasta el dia de hoy, que llaman á los Espinóles Viracochas. Y cierto, si hubiéramos dad ^ ú ejemplo que era razón, aquellos Indios habi acertado en decir, que era gente enviada de Dio Y ^s mucho de considerar la alteza de la provi ilencia Divina, cómo dispuso la entrada de los nu< -Ir >s en el Perú, la cual fue- ra imposible, á no h ii", :r la división de los dos hermanos y sus gente- r la estima tan grande que tuvieron de los Cri -.[ i mos, como de gente del Tomo ii. 14 210 LIBRO SEXTO Cielo, obliga cierto, á que ganándose la tierra de los Indios, se ganaran mucho mas sus almas para el Cielo. CAPÍTULO XXIII De los últimos sucesores de los lucas. Lo demás que á lo dicho se sigue, está larga- mente tratado en las Historias de las Indias por Españoles; y por ser ageno del presente intento, solo diré la sucesión que hubo de los Incas. Muer- to Atahuálpa en Caxamalca, y Guascar en el Cuz- co, habiéndose apoderado del Reino Francisco Pizarro y los suyos, Mangocapa, hijo de Guayna- cápa, les cercó en el Cuzco, y les tuvo muy apre- tados, y al fin desamparando del todo la tierra, se retiró á Vilcabamba, allá en las montañas, que por la aspereza de las sierras pudo sustentarse allí, donde estuvieron los sucesores Incas hasta Ama- ro, á quien prendieron y dieron la muerte en la DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 211 plaza del Cuzco, con increíble dolor de los indios, viendo hacer públicamente justicia del que tenían par su Señor. Tras esto sucedieron las prisiones de otros de aquel linage de los Incas. Conocí yo á Don Carlos, nieto del Guaynacápa, hijo de Paulo, que se bautizó, y favoreció siempre la parte délos Españole contra Mangocapa su hermano. En tiem- po del Marqués de Cañete salió de Vilcabamba Sayritopa Inca, y vino á la ciudad de los Re- yes de paz, y diósele el valle de Yucay, con otras cosas en que sucedió una hija suya. Esta es la sucesión que se conoce hoy dia de aquella tan copiosa y riquísima famil'a de los Incas, cuyo mando duró trescientos y tantos años, contándose once sucesores en aquel Reino, hasta que del todo cesó. En la otra parcialidad de Urincuzco, que como arriba se dijo, se derivó también del primer Mangocapa, se cuentan ocho sucesores en esta forma: A Mangocapa sucedió Chinchiroca, á este Capác Yupángui, á éste Lluqui Yupángui, á éste Maytacápa , á éste Tarco Guarnan , á éste un hijo suyo, no le nombran, y á éste Don Juan Tambo Maytapanáca. Y esto baste para la ma- teria del origen y sucesión de los Incas, que se- ñorearon la tierra del Perú, con lo demás que se ha dicho de sus leyes, gobierno y modo de pro- ceder. CAPÍTULO XXIV Del modo de República que tuvieron los Mejicanos. Aunque constará por la Historia, que del Reino, sucesión y origen de los Mejicanos se escribirá, su modo de República y gobierno, todavía diré en suma lo que pareciere mas notable aquí en co- mún, cuya mayor declaración será la Historia después. Lo primero en que parece haber sido muy político el gobierno de los Mejicanos, es en el orden que tenían y guardaban inviolablemente de elegir Rey. Porque desde el primero que tu- vieron llamado Acamapich, hasta el último que fue Motezuma, el segundo de este nombre, ningu- no tuvo por herencia y sucesión el Reino, sino por legítimo nombramiento y elección. Esta á los prin- cipios fue del común, aunque los principales eran los que guiaban el negocio. Después en tiempo de Izcoatl, cuarto Rey, por consejo y orden de un sabio y valeroso hombre, que tuvieron, llamado Tlacaellél, se señalaron cuatro electores, y á éstos DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 213 juntamente con dos Señores ó Reyes sujetos al Mejicano, que eran el de Tezcuco y el de Ta- cuba, tocaba hacer la elección. Ordinariamente elegían mancebos para Reyes, porque iban los Re- yes siempre á la guerra, y cuasi era lo principal aquello para lo que los querían, y así miraban que fuesen aptos para la milicia, y que gustasen y se preciasen de ella. Después de la elección se hacían dos maneras de fiestas: unas al tomar po- sesión de el estado Real, para lo cual iban al tem- plo, y hacían grandes ceremonias y sacrificios so- bre el brasero que llamaban divino, donde siem- pre habia fuego ante el altar de su ídolo, y des- pués había muchas oraciones y arengas de Retó- ricos, que tenían grande curiosidad en esto. Otra fiesta y mas solemne era la de su coronación, para la cual habia de vencer primero en batalla, y traer cierto número de cautivos que se habían de sacrificar á sus Dioses, y entraban en triunfo con gran pompa, y hacíanles solemnísimo recibimien- to, así de los del templo (que todos iban en pro- cesión, tañendo diversos instrumentos, é incensan- do y cantando), como de los seglares y de Corte que salían con sus invenciones á recibir al Rey victorioso. La corona é insignia Real era á modo de mitra por delante, y por detrás derribada, de suerte que no era del todo redonda, porque la de- lantera era mas alto, y Fubia en punta hacia arri 214 LIBRO SEXTO ba. Era preeminencia del Rey de Tezcuco haber de coronar él por su mano al Rey de Méjico. Fue- ron los Mejicanos muy leales y obedientes á sus Reyes, y no se halla que les hayan hecho traición. Solo al quinto Rey llamado Tizocic, por haber sido cobarde y para poco, refieren las historias, que con ponzoña le procuraron la muerte; mas por competencias y ambición no se halla haber entre ellos habido disensión ni bandos, que son or- dinarios en comunidades. Antes, como se verá en su lugar, se refiere haber rehusado el Reino el mejor de los Mejicanos, pareciéndole que le estaba á la República mejor tener otro Rey. A los principios, como eran pobres los Mejicanos y estaban estre- chos, los Reyes eran muy rr.odcrados en su trato y Corte: como fueron creciendo en poder, cre- cieron en aparato y grandeza, hasta llegar á la braveza de Motezuma, que cuando no tuviera mas de la casa de animales que tenia, era cosa sober- bia y no vista otra tal como la suya. Porque de todos pescados, aves, animales y bestias habia en su casa, como otra arca de Noé; y para los pes- cados de mar tenia estanques de agua salada, y para los de rios estanques de agua dulce: para las aves de caza y de rapiña su comida: para las fie- ras, ni mas ni menos en gran abundancia, y gran- de suma de Indios, ocupados en mantener y criar estos animales. Cuando ya veia que no era posible DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 21 5 sustentarse algún género de pescado, ó de ave, ó de fiera, habia de tener su semejanza labrada rica- mente en piedras preciosas, ó plata, ú oro, ó escul- pida en marmol ó piedra. Y para diversos géne- ros de vida tenia casas y palacios diversos: unos de placer, otros de luto y tristeza, y otros de go- bierno; y en sus palacios diversos aposentos con- forme á la cualidad de los Señores que le servían, con extraño orden y distinción. CAPITULO XXV De los diversos Dictados y Ordenes de los Mejicanos. Tuvieron gran primor en poner sus grados á los Señores y gente noble, para que entre ellos se reconociese á quien se debía mas honor. Después del Rey era el grado de los cuatro como Prínci- pes electores, los cuales, después de elegido el Rey, también ellos eran elegidos, y de ordinario 2IÓ LIBRO SEXTO eran hermanos ó parientes muy cercanos del Rey. Llamaban á estos Tlacohecalcátl, que significa el Príncipe de las lanzas arrojadizas, que era un gé- nero de armas qu^ ellos mucho usaban. Tras éstos eran los que llamaban Tlacatecátl, que quiere decir cercenador ó cortador de hombres. El ter- cer dictado era de los que llamaban Ezuahuacátl, que es derramador de sangre, no como quiera», sino arañando: todos estos títulos eran de guerre- ros. Habia otro cuarto intitulado Tlillancalquí, que es Señor de la casa negra ó de negregura, por un cierto tizne con que se untaban los Sacerdotes, y servia para sus idolatrías. Todos estos cuatro dic- tados eran del Consejo supremo, sin cuyo pa- recer el Rey no hacia ni podia hacer cosa de im- portancia: y muerto el Rey, habia de ser ele- gido por Rey, hombre que tuviese algún dic- tado de estos cuatro. Fuera de los dichos, había otros Consejos y Audiencias, y dicen hombres expertos de aquella tierra, que eran tantos como los de España, y que habia diversos Consistorios con sus Oidores y Alcaldes de Corte, y que habia otros subordinados, como Corregidores, Alcaldes mayo- res, Tenientes, Alguaciles mayores, y otros inferió res también subordinados á estos con grande orden, y todos ellos á los cuatro supremos Príncipes, que asistían con el Rey: y solos estos cuatro podían dar sentencia de muerte, y los demás habían de DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 21/ dar memorial á éstos de lo que sentenciaban y de- terminaban, y al Rey se daba á ciertos tiempos noticia de todo lo que en su Reino se hacia. En la hacienda también tenia su policía y buena admi- nistración, teniendo por todo el Reino repartidos sus Oficiales, Contadores y Tesoreros, que cobra- ban el tributo y rentas Reales. El tributo se lleva- ba á la Corte cada mes por lo menos una vez. Era el tributo de todo cuanto en tierra y mar se cria, así de atavíos, como de comidas. En lo que toca á su religión ó superstición é idolatría, tenían mu- cho mayor cuidado y distinción, con gran número de ministros, que tenían por oficio enseñar al pue- blo los ritos y ceremonias de su ley. Por donde dijo bien y sabiamente un Indio viejo á un Sacer- dote Cristiano, que se quejaba de los Indios, que no eran buenos Cristianos, ni aprendían la Ley de Dios. Pongan (dijo él) tanto cuidado los Padres en hacer los Indios Cristianos, como ponían los mi- nistros de los ídolos en enseñarles sus ceremonias, que con la mitad de aquel cuidado seremos los Indios muy buenos Cristianos, porque la Ley de Jesu-Cristo es mucho mejor, y por falta de quien la enseñe, no la toman los Indios. Cierto dijo ver- dad, y es harta confusión y vergüenza nuestra. CAPÍTULO XXVI Del modo de pelear de los Mejicanos, y de las Ordenes Militares que tenían. El principal punto de honra ponían los Mejica- nos en la guerra, y así K. s nobles eran los princi- pales soldados, y otros que no lo eran, por la glo- ria de la milicia subían á dignidades y cargos, y ser contados entre nobles. Daban notables premios á los que lo habían hecho valerosamente: gozaban de preeminencias, que ninguno otro las podia te- ner: con esto se animaban bravamente. Sus armas eran unas navajas agudas de pedernales puestas de una parte y de otra de un bastón, y era esta arma tan furiosa, que afirman, que de un golpe echaban con ella la cabeza de un caballo abajo, cortando toda la cerviz: usaban porras pesadas y recias, lanzas también á modo de picas, y otras arrojadizas, en que eran muy diestros: con piedras hacían gran parte de su negocio. Para defenderse usaban rodelas pequeñas y rscudos, algunas como celadas ó morriones, y grandísima plumería en ro- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 219 -délas y morriones," y vestíanse de pieles de tigres ó leones, ú otros animales fieros: venían presto a manos con el enemigo, y eran ejercitados mucho á correr y luchar, porque su modo principal de vencer, no era tanto matando, como cautivando; y de los cautivos, ""como está dicho, se servían para sus sacrificios. Motezuma puso en mas punto la caballería, instituyendo ciertas Ordenes Milita- res, como de Comendadores, con diversas insig- nias. Los mas preeminentes de éstos eran los que tenían atada la corona del cabello con una cinta colorada y un plumage rico, del cual colgaban unos ramales hacia las espaldas, con unas borlas de lo mismo al cabo: estas borlas eran tantas en número, cuantas hazañas habían hecho. De esta Orden de Caballejos era el mismo Rey también , y así se halla pintado con este gé- nero de plumages; y en Chapultepéc, donde están Motezuma y su hijo esculpidos en unas peñas, que son de ver, está con el dicho traje de grandísima plumagería. Había otra Orden, que decían los Águilas: otra, que llamaban los Leones y Tigres. De ordinario eran éstos los esforzados, que se se- ñalaban en las guerras, los cuales salían siempre en ellas con sus insignias. Habla otros como Caba- lleros Pardos, que no eran de tanta cuenta como éstos, los cuales tenían unas coletas cortadas por encima de la oreja en redondo: éstos salían á la 220 LIBRO SEXTO guerra con las insignias que esotros Caballeros; pero armados solamente de la cinta arriba: los mas ilustres se armaban enteramente. Todos los susodichos podían traer oro y plata, y vestirse de algodón rico, y tener vasos dorados y pintados, y andar calzados. Los plebeyos no podían usar vaso sino de barro, ni podían calzarse, ni vestir sino nequén, que es ropa vasta. Cada un género de los cuatro dichos tenia en Palacio sus aposentos propios con sus títulos: al primero llamaban apo- sento de los Príncipes: al segundo de los Águilas: al tercero de Leones y Tigres: al cuarto de los Pardos, &c. La demás gente común estaba abajo en sus aposentos mas comunes, y si alguno se alo- jaba fuera de su lugar, tenia pena de muerte. CAPÍTULO XXVII Del cuidado grande y policía que tenían los Mejicanos en criar la juventud. Ninguna cosa me ha admirado, ni parecido mas -digna de alabanza y memoria, que el cuidado y orden que en criar sus hijos tenían los Mejicanos; porque entendiendo bien, que en la crianza é ins- titución de la niñez y juventud consiste toda la buena esperanza de una república (lo cual trata Platón largamente en sus libros de Legibus), die- ron en apartar sus hijos de regalo y libertad, que son las dos pestes de aquella edad, y en ocuparlos en ejercicios provechosos y honestos. Para este efecto habia en los templos casa particular de niños, como Escuela ó pupilage distinto del de los mozos y mozas del templo, de que se trató larga- mente en su lugar. Habia en los dichos pupilages ó Escuelas gran número de muchachos, que sus padres voluntariamente llevaban allí, los cuales tenían ayos y maestros que les enseñaban é indus- 222 LIBRO SEXTO triaban en loables ejercicios, á ser bien criados, á tener respeto á los mayor ;s, á servir y obedecer, dándoles documentos para ello; para que fuesen agradables á los Señores, enseñábanles á cantar y danzar; industriábanlos en ejercicios de guerra,, como tirar una flecha, fisga ó vara tostada á pun- tería, á mandar bien una rodela, y jugar la espada. Hacíanles dormir mal, y comer peor, porque de niños se hiciesen al trabajo, y no fuese gente re- galada. Fuera del común múmero de estos mu- chachos, habia en los mismos recogimientos otros hijos de Señores y gente noble, y éstos tenían mas particular tratamiento: traíanles de sus casas la comida: estaban encomendados á viejos y ancia- nos que mirasen por ellos, de quien continuamente eran avisados y amonestados á ser virtuosos, y vivir castamente, á ser templados en el comer, y á ayunar, á moderar el paso, y andar con re- poso y mesura: usaban probarlos en algunos traba- jos y ejercicios pesados. Cuando estaban ya cria- dos, consideraban mucho la inclinación que en ellos habia: al que veian inclinado á la guerra, en teniendo edad le procuraban ocasión en qué probarle: á los tales, so color de que llevasen comida y bastimentos á los soldados, los envia- ban á la guerra, para que allá viesen lo que pasa- ba, y el trabajo que se padecía, y para que así perdiesen el miedo: muchas veces les echa- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 223 ban unas cargas muy pesadas, para que mostrando ánimo en aquello, con mas facilidad fuesen admitidos á la compañía de los soldados. Asi acontecía ir con carga al campo, y volver Capi- tán con insignia de honra: otros se querían señalar tanto, que quedaban presos o muertos, y por peor tenían quedar presos; y así se hacían pedazos por no ir cautivos en poder de sus enemigos. Así que los que á esto se aplicaban, que de ordinario eran los hijos de gente noble y valerosa, conseguían su deseo: otros que se inclinaban á cosas del templo, y por decirlo á nuestro modo, á ser eclesiásticos, en siendo de edad, los sacaban de la escuela, y los ponían en los aposentos del templo, que estaban para Religiosos, poniéndoles también sus insignias de eclesiásticos; y allí tenían sus prelados y maes- tros, que les enseñaban todo lo tocante á aquel ministerio; y en el ministerio que se dedicaban, en él habían de permanecer. Gran orden y concierto era éste de los Mejicanos en criar sus hijos, y si ahora se tuviese el mismo orden en hacer casas y Seminarios, donde se criasen estos muchachos, sin duda florecería mucho la cristiandad de los Indios. Algunas personas celosas lo han comenzado, y el Rey y su Consejo han mostrado favorecerlo; pero como no es negocio de interés, va muy poco á poco, y hácese fríamente. Dios nos encamine para que siquiera nos sea confusión lo que en 224 LIBRO SEXTO su perdición hacían los hijos de tinieblas, y los hijos de luz no se queden tanto atrás en el bien. CAPITULO XXVIII De los bailes y fiestas de los Indios. Porque es parte de buen gobierno tener la re- pública sus recreaciones y pasatiempos, cuando conviene, es bien digamos algo de lo que cuanto á esto usaron los Indios, mayormente los Mejica- nos. Ningún linage de hombres que vivan en común , se ha descubierto , que no tenga su modo de entretenimiento y recreación, con jue- gos ó bailes, ó ejercicios de gusto. En el Perú vi un género de pelea hecha en juego, que se en- cendía con tanta porfía de los bandos, que venia á ser bien peligrosa su puclla, que así la llamaban. Vi también mil diferencias de danzas, en que imi- tan diversos oficios, como de ovejeros, labrado- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 225 res, de pescadores, de monteros; ordinariame-nte eran todas con sonido, paso y compás muy espa- cioso y flemático. Otras danzas habia de enmascara- dos, que llaman guacónes; y las máscaras y su ges- to eran del puro demonio. También danzaban unos hombres sobre los hombros de los otros, al modo ■ que en Portugal llevan las Pelas, que ellos llaman. . De estas danzas la mayor parte era superstición y género de idolatría, porque así veneraban sus ídolos y Guacas; por lo cual han procurado los Prelados evitarles lo mas que pueden semejantes danzas, aunque por ser mucha parte de ella pura recrea- ción, les dejan que todavía dancen y bailen á su modo. Tañen diversos instrumentos para estas danzas: unas como flautillas ó cañutillos: otros como atambores: otros como caracoles: lo mas or- dinario es en voz cantar todos, yendo uno ó dos diciendo sus poesías, y acudiendo los demás á res- ponder con el pie de la copla. Algunos de estos romances eran muy artificiosos, y contenían histo- ria: otros eran llenos de superstición: otros eran puros disparates. Los nuestros que andan entre ellos, han probado ponerles las cosas de nuestra santa Fé en su modo de canto, y es cosa grande el provecho que se halla, porque con el gusto del •canto y tonada están dias enteros oyendo y repi- tiendo sin cansarse. También han puesto en su lengua composiciones y tonadas nuestras, como Tomo i i. !5 226 MURO SEXTO de octavas y canciones, de romances, de redondi- llas; y es maravilla cuan bien las toman los Indios, y cuanto gustan: es cierto gran medio éste, y muy necesario para esta gente. En el Perú llamaban estos bailes comunmente Taquí: en otras Pro- vincias de Indias se llamaban Areytos: en Méjico se dicen Mitotes. En ninguna parte hubo tanta cu- riosidad de juegos y bailes como en la Nueva-Espa- ña, donde hoy dia se ven Indios volteadores, que admiran, sobre una cuerda: otros sobre un palo alto derecho puestos de pies danzan y hacen mil mudanzas: otros con las plantas de los pies y con las corvas menean y echan en alto, y revuelven un tronco pesadísimo, que no parece cosa creíble, sino es viéndolo: hacen otras mil pruebas de gran sutileza en trepar, saltar, voltear, llevar grandísi- mo peso, sufrir golpes, que bastan á quebrantar hierro, de todo lo cual se ven pruebas harto do- nosas. Mas el ejercicio de recreación mas tenido de los Mejicanos es el solemne Mitote, que es un bai- le que tenían por tan autorizado, que entraban á veces en él los Reyes; y no por fuerza, como el Rey Don Pedro de Aragón con el Barbero de Va- lencia. Hacíase este baile ó Mitote de ordinario en los patios de los templos y de las casas Reales, que eran los mas espaciosos. Ponían en medio del patio dos instrumentos: uno de hechura de atam- bor, y otro de forma de barril hecho de una pieza DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 227 hueco por de dentro, y puesto como sobre unafigu- ra de hombre ó de animal, ó de una columna. Es- taban ambos templados de suerte, que hacían en- tre si buena consonancia. Hacían con ellos diver- sos sones, y eran muchos y varios los cantores: todos iban cantando y bailando al son, con tanto concierto, que no discrepaba el uno del otro, yen- do todos á una, así en las voces, como en el mo- ver los pies, con tal destreza, que era de ver. En estos bailes se hacían dos ruedas de gente: en medio, donde estaban los instrumentos, se ponían los ancianos, señores y gente mas grave, y allí cuasi á pie quieto bailaban y cantaban. Al derre- dor de éstos, bien desviados, salían de dos en dos los demás, bailando en corro con mas ligereza, y haciendo diversas mudanzas, y ciertos saltos a pro- posito, y entre sí venían á hacer una rueda muy ancha y espaciosa. Sacaban en estos bailes las ropas mas preciosas, y diversas joyas, según que cada uno podia. Tenían en esto gran punto, y así desde niños se enseñaban á este género de danzas, aunque muchas de estas danzas se hacían en honra de sus ídolos; pero no era eso de su ins- titución, sino, como está dicho, un género de re- creación y regocijo para el pueblo, y así no es bien quitárselas á los Indios, sino procurar no se mezcle superstición alguna. En Tepotzotlan, que es un pueblo siete leguas de Méjico, vi hacer el baile ó 228 LIBRO SEXTO Mitote, que he dieho, en el patio de la Iglesia, y me pareció bien ocupar y entretener los Indios los dias de fiesta, pues tienen necesidad de alguna re- creación; y en aquella que es pública y sin perjui- cio de nadie hay menos inconvenientes que en otras, que podrían hacer á sus solas, si les quita- sen éstas; y generalmente es digno de admitir, que lo que se pudiere dejar á los Indios de sus costum- bres y usos (no habiendo mezcla de sus errores antiguos), es bien dejarlo; y conforme al consejo de San Gregorio, Papa, procurar que sus fiestas y regocijos se encaminen al honor de Dios y de los Santos, cuyas fiestas celebran. Esto podrá bastar así en común de los usos y costumbres políticas de los Mejicanos: de su origen, acrecentamiento é Imperio, porque es negocio más largo, y que será de gusto entenderse de raíz, quedará el tratarse para otro libro. FIN DEL SEXTO LIBRO LIBRO SÉPTIMO DE LA HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS CAPITULO PRIMERO Que importa tener noticia de ¿os hechos de los Indios, mayormente de los Mejicanos. Cualquiera historia, siendo verdadera y bien es- crita, trae no pequeño provecho al Lector, porque según dice el Sabio (i), lo que fue, eso es, y lo que será, es lo que fue. Son las cosas humanas en- tre sí muy semejantes, y de los sucesos de unos aprenden otros. No hay gente tan bárbara, que no tenga algo bueno que alabar; ni la hay tan po- lítica y humana, que no tenga al go que enmendar; pues cuando la relación ó la historia de los hechos de los Indios no tuviese otro fruto mas de este (i) Eccles. i. v. 9. 230 LIBRO SÉPTIMO común de ser historia y relación de cosas, que en efecto de verdad pasaron, merece ser recibida por cosa útil; y no por ser Indios, "es de desechar la noticia de sus cosas, como en las cosas naturales vemos, que no solo de los animales generosos, de las plantas ¡asignes y piedras preciosas escriben los Autores, sino también de animales bajos, de yerbas comunes, de piedras y de cosas muy ordi- narias, porque allí también hay propiedades dig- nas de consideración. Así que cuando esto no tu- viese mas que ser historia, siendo como lo es, y no tabulas y ñeciones, no es sugeto digno de es- cribirse y leerse; mas hay otra muy particular ra- zón, que por ser de gentes poco estimadas, se es- tima en mas lo que de ellas es digno de memoria, y por ser en materias diferentes de nuestra Euro- pa, como lo son aquellas naciones, da mas gusto entender de raíz su origen, su modo de proceder, sus sucesos prósperos y adversos; y no es solo gusto, sino rrovecho también, mayormente para los que los han de tratar, pues la noticia de sus cosas convida á que nos den crédito en las nues- tras, y enseñan en gran parte como se deban tra- tar, y aun quitan mucho del común y necio des- precio en que los de Europa los tienen, no juzgan- do de estas gentes tengan cosas de hombres de razón y prudencia. El desengaño de ésta su vulgar opinión en ninguna parte le pueden mejor hallar DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 231 que en la verdadera narración de los hechos de esta gente. Trataré, pues, con ayuda del Señor , del origen , sucesiones y hechos nota- bles de los Mejicanos con la brevedad que pu- diere; y últimamente se podrá entender la dispo- sición que el altísimo Dios quiso escoger para en- viar á estas naciones la luz del Evangelio de su unigénito Hijo Jesu-Cristo, nuestro Señor, al cual suplico enderece este nuestro pequeño trabajo, de suerte que salga á gloria de su divina grandeza, y alguna utilidad de estas gentes, á quien comunicó su santa Ley Evangélica. CAPÍTULO II De los antiguos moradores de la Nueva- España , y cómo vinieron á ella los Navatlácas. Los antiguos y primeros moradores de las Pro- vincias que llamamos Nueva- España, fueron hom- bres muy bárbaros y silvestres, que solo se man- tenían de caza, y por eso les pusieron nombre de Chichimécas. No sembraban ni cultivaban la tie- rra, ni vivían juntos, porque todo su ejercicio y vida era cazar, y en esto eran diestrísimos. Habi- taban en los riscos y mas ásperos lugares de las montañas, viviendo bestialmente sin ninguna poli- cía, desnudos totalmente. Cazaban venados, lie- bres, conejos, comadrejas, topos, gatos monteses,, pájaros, y aun inmundicias, como culebras, lagar- tos, ratones, langostas y gusanos, y de esto y de yerbas y raíces se sustentaban. Dormian por los montes en las cuevas, y entre las matas: las mu- geres iban con los maridos á los mismos ejercicios DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 233 de caza, dejando á los hijuelos colgados de una rama de un árbol, metidos en una costilla de jun- cos, bien hartos de leche, hasta que volvían con la caza. No tenían superior, ni le reconocían, ni ado- raban Dioses, ni tenían ritos, ni Religión alguna. Hoy dia hay en Nueva-España de este género de gente, que viven de su arco y flechas, y son muy perjudiciales, porque para hacer mal y saltear se acaudillan y juntan, y no han podido los Españo- les, por bien ni mal, por maña ni fuerza, reducir- los á policía y obediencia, porque como no tienen pueblos, ni asiento, el pelear con éstos es pura- mente montear fieras, que se esparcen y esconden por lo mas áspero y encubierto de la sierra: tal es el modo de vivir de muchas Provincias hoy dia en diversas partes de Indias. Y de este género de In- dios bárbaros principalmente se trata en los libros, de procurando, Indortim sálate, cuando se dice, que tienen necesidad de ser compeliclos y sujeta- dos con alguna honesta fuerza, y que es necesario enseñarlos primero á ser hombres, y después á ser Cristianos. Quieren decir, que de estos mismos eran los que en la Nueva-España llaman Otomíes, que comunmente son Indios pobres y poblados en tierra áspera; pero están poblados, y viven juntos, y tienen alguna policía, y aun para las cosas de Cristiandad, los que bien se entienden con ellos, no los hallan menos idóneos y hábiles, que á los 234 LIBRO SÉPTIMO otros que son mas ricos y tenidos por mas políti- cos. Viniendo al propósito, estos Chichimécas y Otomíes, de quien se ha dicho que eran los pri- meros moradores de la Nueva-España, como no cogían, ni sembraban, dejaron la mejor tierra y mas fértil sin poblarla, y esa ocuparon las nacio- nes que vinieron de fuera, que por ser gente polí- tica, la llaman Navatláca, que quiere decir, gente que se explica y habla claro, á diferencia de eso- tra bárbara y sin razón. Vinieron estos segundos pobladores Navatlácas de otra tierra remota hacia el Norte, donde ahora se ha descubierto un Reino, que llaman el Nuevo-Méjico. 1 lay en aquella tie- rra dos Provincias: la una llaman Aztlan, que quiere decir, lugar de Garzas: la otra llamada Teuculhuacán, que quiere decir, tierra de los que tienen abuelos divinos. En estas Provincias tienen sus casas y sus sementeras, y sus Dio- ses, ritos y ceremonias, con orden y policía, los Navatlácas, los cuales se dividen en siete linages ó naciones; y porque en aquella tierra se usa, que cada linage tiene su sitio y lugar conoci- do, pintan los Navatlácas su origen y descenden- cia en figura de cueva, y dicen que de siete cue- vas vinieron á poblar la tierra de Méjico, y en sus librerías hacen historia de esto, pintando siete cue- vas con sus descendientes. El tiempo que ha que salieron los Navatlácas de su tierra conforme á la DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 235 computación de sus libros, pasa ya de ochocien- tos años, y reducido á nuestra cuenta fue el año del Señor de ochocientos y veinte, cuando comen- zaron á salir de su tierra. Tardaron en llegar a la que ahora tienen poblada de Méjico, enteros ochen- ta años. Fue la causa de tan espacioso viage, ha- berles persuadido sus Dioses (que sin duda eran Demonios que hablaban visiblemente con ellos), que fuesen inquiriendo nuevas tierras de tales y tales señas, y así venían explorando la tierra, y mirando las señas que sus ídolos les habían dado, y donde hallaban buenos sitios, los iban poblando, y sembraban y cogían, y como descubrían mejo- res lugares, desamparaban los ya poblados, de- jando todavía alguna gente, mayormente viejos y enfermos, y gente cansada: dejando también bue- nos ediñcios, de que hoy dia se halla rastro por el camino que trajeron. Con este modo de caminar tan de espacio gastaron ochenta años en camino que se puede andar en un mes, y así entraron en la tierra de Méjico el año de novecientos y dos á nuestra cuenta. CAPITULO III Como los seis ¡i finges Navatlácas poblaron: la tierra de Méjico. Estos siete linages, que he dicho, no salieron todos juntos. Los primeros fueron los Suchimilcos, que quiere decir, gente de sementeras de flores. Estos poblaron á la orilla de la gran laguna de Méjico, hacia el Medio lia, y fundaron una ciudad de su nombre, y otros muchos lugares. Mucho después llegaron los del segundo linage llamados Chalcas, que significa gente de las bocas, y tam- bién fundaron otra ciudad de su nombre, partien- do términos con los Suchimilcos. Los terceros fue- ron los Tepanecas, que quiere decir, gente de la Puente, y también poblaron en la orilla de la la- guna al occidente. Estos crecieron tanto, que á la cabeza de su Provincia la llamaron Azcapuzálco, que quiere decir, hormiguero, y fueron gran tiem- po muy poderosos. Tras éstos vinieron los que poblaron á Tezcuco, que son los de Culhua, que quiere decir, gente corva, porque en su tierra ha- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 2 bía un cerro muy encorvado. Y así quedó la la- guna cercada de estas cuatro naciones, poblando éstos al oriente, y los Tepanécas al norte. Estos de Tezcuco fueron tenidos por muy cortesanos, y bien hablados; y su lengua es muy galana. Des- pués llegaron los Tlatluícas, que significa gente de la sierra: éstos eran los mas toscos de todos, y como hallaron ocupados todos los llanos en contorno de la laguna hasta las sierras, pasaron de la otra parte de la sierra, donde hallaron una tierra muy fértil, espaciosa y caliente, donde poblaron gran- des pueblos y muchos: y á la cabeza de su Pro- vincia llamaron Quahunahuác, que quiere decir, lugar donde suena la voz del Águila, que corrom- pidamente nuestro vulgo llama Ouernavaca ; y aquella Provincia es la que hoy se dice el Mar- quesado. Los de la sexta generación que son los Tlascaltécas, que quiere decir gente de pan, pasa- ron la serranía hacia el oriente, atravesando la sie- rra nevada, donde está el famoso volcan entre Méji- co y la ciudad de los Angeles. Hallaron grandísimos sitios: extendiéronse mucho: fabricaron bravos edi- ficios: fundaron diversos pueblos y ciudades: la ca- beza de su Provincia llamaron de su nombre Tlascá- ia. Esta es la nación que favoreció á los Españoles, y con su ayuda ganaron la tierra, y por eso hasta el dia de hoy no pagan tributo, y gozan de exen- ción general. Al tiempo que todas estas naciones 238 LIBRO SÉPTIMO pablaban, los Chichimccas, antiguos pobladores/ no mostraron contradicción, ni hicieron resisten- cia, solamente se extrañaban, y como admirados se escondían en lo mas oculto de las peñas. Pero los que habitaban de la otra parte de la sierra ne- vada, donde poblaron los Tlascaltécas, no consin < tieron lo que los demás Chichimccas, antes se pu- sieron á defenderles la tierra, y como eran gigan- tes, según la relación de sus historias, quisieron echar por fuerza á los advenedizos; mas fue ven- cida su mucha fuerza con la maña de los Tlascal- técas. Los cuales los aseguraron, y fingiendo paz con ellos, los convidaron á una gran comida, y te- niendo gente puesta en celada, cuando mas meti- dos estaban en su borrachera, hurtáronles las armas con mucha disimulación, que eran unas grandes porras, rodelas, espadas de palo y otros géneros. Hecho esto, dieron de improviso en ellos: queriéndose poner en defensa, y echando me- nos sus armas, acudieron a los árboles cercanos, y echando mano de sus ramas , así las des- gajaban , como otros deshojaran lechugas. Pe- ro al fin; como los Tlascaltécas venían arma- dos y en orden, desbarataron á los gigantes, y hi- rieron en ellos sin dejar hombre á vida. Xadie se maraville, ni tenga por fábula lo de estos gigantes, porque hoy dia se hallan huesos de hombres de increíble grandeza. Estando yo en Méjico año de DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 239 ochenta y seis, encontraron, un gigante de éstos enterrado en una heredad nuestra, que llamamos Jesús del Monte, y nos trajeron á mostrar una muela, que sin encarecimiento sería bien tan gran- de como un puño de un hombre, y á esta propor- ción lo demás, lo cual yo vi, y me maravillé de su disforme grandeza. Quedaron, pues, con esta vic- toria los Tlascaltécas pacíficos, y todos los otros linages sosegados, y siempre conservaron entre sí amistad las seis generaciones forasteras, que he dicho, casando sus hijos é hijas unos con otros, y partiendo términos pacíficamente, y atendiendo con una honesta competencia á ampliar é ilustrar su República cada cual, hasta llegar á gran creci- miento y pujanza. Los bárbaros Chichimécos, vien- do lo que pasaba, comenzaron á tener alguna po- licía, y cubrir sus carnes, y hacérseles vergonzoso lo que hasta entonces no lo era, y tratando ya con esotra gente, y con la comunicación perdién- doles el miedo, fueron aprendiendo de ellos, y ya hacían sus chozas y buhíos, y tenían algún orden de República, eligiendo sus Señores, y reconocién- doles superioridad. Y así salieron en gran parte de aquella vida bestial que tenían; pero siempre en los montes y llegados á las sierras, y apartados de los demás. Por este mismo tenor tengo por cierto, que han procedido las mas naciones y pro- vincias de Indias, que los primeros fueron hom- 240 LIBRO SÉPTIMO brcs salvages, y por mantenerse de caza, fueron penetrando tierras asperísimas , y descubriendo nuevo mundo, y habitando en él cuasi como fie- ras, sin casa, ni techo, ni sementera, ni ganado, ni Rey, ni ley, ni Dios, ni razón. Después otros, bus- cando nuevas y mejores tierras, poblaron lo bue- no, é introdujeron orden y policía, y modo de Re- pública, aunque es muy bárbara. Después, ó de estos mismos, ó de otras naciones, hombres que tuvieron mas brío y maña que otros, se dieron á sujetar y oprimir á los menos poderosos, hasta hacer Reinos é Imperios grandes. Así fue en Alé- jico, así fue en el Perú, y así es sin duda donde quiera que se hallan ciudades y Repúblicas fun- dadas entre estos bárbaros. Por donde veno-o á o confirmarme en mi parecer, que largamente traté en el primer libro, que los primeros pobladores de las Indias occidentales vinieron por tierra, y por el consiguiente toda la tierra de Indias está conti- nuada con la de Asia, Europa, África, y el mun- do nuevo con el viejo, aunque hasta el dia presen- te no está descubierta la tierra, que añuda y junta estos dos mundos, ó si hay mar en medio, es tan corto, que le pueden pasar á nado fieras y hom- bres en pobres barcos. Alas dejando esta Filosofía, Arol vamos á nuestra historia. CAPITULO IV De la salida de los Mejicanos, y camino y población de Mechonean. I labiendo, pues, pasado trescientos y dos años, que los seis linages referidos salieron de su tierra, y poblaron la de Nueva-España; estando ya la tie- rra muy poblada y reducida á orden y policía, aportaron á ella los de la séptima cueva ó linage, que es la nación Mejicana, la cual, como las otras, salió de las Provincias de Aztlan y Teuculhuácan, gente política y cortesana, y muy belicosa. Ado- raban éstos el ídolo llamado Vitzilipúztli, de quien se ha hecho larga mención arriba, y el Demonio que estaba en aquel ídolo, hablaba y regia muy fácilmente esta nación. Este, pues, les mandó salir de su tierra, prometiéndoles que los haría Prínci- pes y Señores de todas las Provincias, que habían poblado las otras seis naciones: que les daría tie- rra muy abundante, mucho oro, plata, piedras pre- ciosas, plumas y mantas ricas. Con esto salieron llevando á su ídolo metido en una arca de juncos, Tomo ii. i 6 242 LIBRO SÉPTIMO la cual llevaban cuatro Sacerdotes principales, cort quien él se comunicaba, y decia en secreto los su- cesos de su camino, avisándoles lo que les había de suceder, dándoles leyes, y enseñándoles ritos, ceremonias y sacrificios. No se movían un punto sin parecer y mandato de este ídolo. Cuando ha- bían de caminar, y cuando parar, y donde, él lo decía, y ellos puntualmente obedecían. Lo prime- ro que hacían donde quiera que paraban, era edi- ficar casa ó tabernáculo para su falso Dios, y po- níanle siempre en medio del Real que asentaban, puesta el arca siempre sobre un altar hecho al mismo modo que le usa la Iglesia Cristiana. He- cho esto, hacían sus sementeras de pan, y de las demás legumbres que usaban; pero estaban tan puestos en obedecer á su Dios, que si él tenia por bien que se cogiese, lo cogían, y si no en mandán- doles alzar su Real, allí se quedaba todo para se- milla y sustento de los viejos y enfermos, y gente cansada, que iban dejando de propósito, donde quiera que poblaban, pretendiendo que toda la tierra quedase poblada de su nación. Parecerá, por ventura, esta salida y peregrinación de los Mejica- nos, semejante á la salida de Egipto y camino que hicieron los hijos de Israel, pues aquellos, como éstos, fueron amonestados á salir y buscar tierra de promisión, y los unos y los otros llevaban por guia su Dios, y consultaban el arca, y le hacían DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 243 tabernáculo, y allí les avisaba y daba leyes y ce- remonias, y así los unos como los otros, gastaron gran número de años en llegar a la tierra prome- tida. Que en todo esto y en otras muchas cosas hay semejanza de lo que las historias de los Meji- canos refieren, á lo que la divina Escritura cuenta de los Israelitas, y sin duda es ello así. Que el De- monio, Príncipe de soberbia, procuró en el trato y sujeción de esta gente, remedar lo que el altísimo y verdadero Dios obró con su pueblo, porque como está tratado arriba, es extraño el hipo que Satanás tiene de asemejarse á Dios, cuya familia- ridad y trato con los hombres pretendió este ene- migo mortal falsamente usurpar. Jamás se ha visto Demonio que así conversase con las gentes, como este Demonio Vitzilipúztli. Y bien se parece quien él era, pues no se han visto ni oído ritos mas su- persticiosos, ni sacrificios mas crueles é inhuma- nos, que los que éste enseñó á los suyos; en fin, como dictados del mismo enemigo del género hu- mano. El caudillo y Capitán que éstos seguían, te- nia por nombre de Méji: y de ahí se derivó des- pués el nombre Méjico, y el de su nación Me- jicana. Caminando, pues, con la misma prolijidad que las otras seis naciones, poblando, sembrando y cogiendo en diversas partes, de que hay hasta hoy señales y ruinas, pasando muchos trabajos y peligros, vinieron á cabo de largo tiempo á apor- 244 LIBRO SÉPTIMO lar á la Provincia que se llama de Mechoacán, que quiere decir tierra de pescado, porque hay en ella mucho en grandes y hermosas lagunas que tiene, donde contentándose del sitio y frescura de la tierra, quisieran descansar y parar. Pero con- sultando su ídolo, y no siendo de ello contento pidiéronle, que á lo menos les permitiese dejar de su gente allí, que poblasen tan buena tierra, y de esto fue contento, dándoles industria como lo hi- ciesen, que fue, que en entrando á bañarse en una laguna hermosa que se dice Pázcuaro, así hombres como mugeres, les hurtasen la ropa los que que- dasen, y luego sin ruido alzasen su Real, y se fue- sen; y así vSe hizo. Los otros que no advirtieron el engaño, con el gusto de bañarse, cuando salieron, y se hallaron despojados de sus ropas, y así burla- dos y desamparados de los compañeros, quedaron muy sentidos y quejosos, y por declarar el odio que les cobraron, dicen, que mudaron trage, y aun lenguage. A lo menos es cosa cierta, que siempre fueron estos Mechoacanes enemigos de los Meji- canos; y así vinieron á dar el parabién al Marqués del Valle de la victoria que habia alcanzado cuan- do ganó á Méjico. CAPITULO Y De lo que les sucedió en Malinálco, en Tula y en Chapultepcc. Hay de Mechoácan á Méjico mas de cincuenta leguas. En este camino está Malinálco, donde les sucedió, que quejándose á su ídolo de una muger que venia en su compañía, grandísima hechicera, cuyo nombre era Hermana de Dios, porque con sus malas artes les hacia grandísimos daños, pre- tendiendo por cierta vía hacerse adorar de ellos por Diosa, el ídolo habló en sueños á uno de aquellos viejos que llevaban el arca, y mandó, que de su parte consolase al pueblo, haciéndoles de nuevo grandes promesas, y que á aquella su Her- mana, como cruel y mala, la dejasen con toda su familia, alzando el Real de noche, y con gran si- lencio, y sin dejar rastro por donde iban. Ellos lo hicieron así; y la hechicera hallándose sola con su familia, y burlada, pobló allí un pueblo, que se lla- ma Malinálco, y tienen por grandes hechiceros á los naturales de Malinálco, como á hijos de tal 246 LIBRO SÉPTIv'O madre. Los Mejicanos, por haberse disminuido mucho por estas divisiones, y por los muchos en- fermos y gente cansada que iban dejando, quisie- ron rehacerse, y pararon en un asiento que se dice rula, que quiere decir lugar de juncia. Allí el ídolo les mundo, que atajasen un rio muy gran- de, de suerte que se derramase por un gran llano, y con la industria que les dio, cercaron de agua un hermoso cerro llamado Coatepéc, é hicieron una laguna grande, la cual cercaron de sauces, álamos, sabinas y otros árboles. Comenzóse á criar mucho pescado, y á acudir allí muchos pá- jaros, con que se hizo un deleitoso lugar. Pare- ciéndoles bien el sitio, y estando hartos de tanto caminar, trataron muchos de poblar allí, y no pa- sar adelante. De esto el Demonio se enojó recia- mente, y amenazando de muerte á sus sacerdotes, mandóles que quitasen la represa al rio, y la deja- sen ir por donde antes corría; y á los que habían sido desobedientes, dijo, que aquella noche él les daría el castigo que merecían; y como el hacer mal es tan propio del Demonio, y permite la Jus- ticia divina muchas veces, que sean entregados á tal verdugo los que le escogen por su Dios, acae- ció que á la media noche oyeron en cierta parte del Real un gran ruido, y á la mañana yendo allá, hallaron muertos los que habían tratado quedarse allí; y el modo de matarlos fue abrirles los pechos, DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 247 y sacarles los corazones, que de este modo los ha- llaron; y de aquí les enseñó á los desventurados su bonito Dios el mo io de sacrificios que á él le agradaban, que era abrir los pechos, y sacar los corazones á los hombres, como lo usaron siempre de allí en adelante en sus horrendos sacrificios. Con este castigo, y con habérseles secado el campo, por haberse desaguado la laguna, consultando á su Dios de su voluntad y mandato, pasaron poco á poco hasta ponerse una legua de Méjico en Cha- pultepéc, lugar célebre por su recreación y frescu- ra. En este cerro se hicieron fuertes, temiéndose de las naciones que tenían poblada aquella tierra, que todas les eran contrarias, mayormente por haber infamado á los Mejicanos un Copíl, hijo de aquella hechicera, que dejaron en Malinálco; el cual, por mandado de su madre, al cabo de mu- cho tiempo, vino en seguimiento de los Mejicanos, y procuró incitar contra ellos á los Tepanécas, y á los otros circunvecinos, y hasta los Chálcas, de suerte que con mano armada vinieron á destruir á los Mejicanos. El Copíl se puso en un cerro, que está en medio de la laguna, que se llama Acopíl- co, esperando la destrucción de sus enemigos; mas ellos, por aviso de su ídolo, fueron á él, y hallán- dole descuidado, le mataron, y trajeron el cora- zón á su Dios, el cual mandó echar en la laguna, de donde fingen haber nacido un Tunal, donde se 248 LIBRO SÉPTIMO fundó Méjico. Vinieron á las manos los Chálcas, y las otras naciones con los Mejicanos, los cuales habían elegido por su Capitán á un valiente hom- bre llamado Vitzilovítli; y en la refriega éste fué preso y muerto por los contrarios; mas no per- dieron por eso el ánimo los Mejicanos, y peleando valerosamente, á pesar de los enemigos abrieron camino por sus escuadrones, y llevando en medio á los viejos, niños y mugeres, pasaron hasta Atla- cuyaváya, pueblo de los Cúlhuas, á los cuales ha- llaron de fiesta, y allí se hicieron fuertes. No les siguieron los Chálcas, ni los otros; antes de puro corridos de verse desbaratados de tan pocos, sien- do tantos, se retiraron á sus pueblos. CAPITULO Vi De la guerra que tuvieron con los de Culhuacán. Por consejo del ídolo enviaron sus mensageros al Señor de Culhuacán, pidiéndole sitio donde po- blar; y después de haberlo consultado con los suyos, les señaló á Tizaapán, que quiere decir Aguas-Blancas, con intento de que se perdiesen y muriesen, porque en aquel sitio habia grande suma de vívoras, culebras y otros animales ponzoñosos, que se criaban en un cerro cercano; mas ellos, persuadidos y enseñados de su Demonio, admitie- ron de buena gana lo que les ofrecieron, y por arte diabólica amansaron todos aquellos animales, sin que les hiciesen daño alguno, y aun los con- virtieron en mantenimiento, comiendo muy á su salvo y placer de ellos. Visto esto por el Señor de Culhuacán, y que habían hecho sementeras, y cul- tivaban la tierra, tuvo por bien admitirlos á su ciudad, y contratar con ellos muy de amistad; mas el Dios que los Mejicanos adoraban (como suele) 250 LIBRO SÉPTIMO no hacia bien, sino para hacerles mal. Dijo, pues, á sus sacerdotes, que no era aquél el sitio adonde él quería que permaneciesen, y que el salir de allí habia de ser trabando guerra; y para esto se habia de buscar una muger, que se habia de llamar la Diosa de la Discordia, y fue la traza enviar á pedir al Rey de Culhuacán su hija para Reina de los Mejicanos, y madre de su Dios: á él le pareció bien la embajada, y luego la dio con mucho ade- rezo y acompañamiento. Aquella misma noche que llegó, por orden del homicida a quien adora- ban, mataron cruelmente la moza, y desollándole el cuero, como lo hacen delicadamente, vistiéronle á un mancebo, y encima sus ropas de ella, y de esta suerte le pusieron junto al ídolo, dedicándola por Diosa, y madre de su Dios; y siempre de allí adelante la adoraban, haciéndole después ídolo, que llamaron Tozi, que es nuestra abuela. No conten- tos con esta crueldad, convidaron con engaño al Rey de Culhuacán, padre de la moza, que viniese á adorar á su hija, que estaba ya consagrada Diosa; y viniendo él con grandes presentes y mucho acompañamiento de los suyos, metiéronle á la capilla donde estaba su ídolo, que era muy obs- cura, para que ofreciese sacrificio á su hija, que estaba allí; mas acaeció encenderse el incienso que ofrecían en un brasero á su usanza, y con la llama reconoció el pellejo de su hija, y entendida DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 25 I la crueldad y engaño, salió dando voces, y con toda su gente dio en los Mejicanos con rabia y furia, hasta hacerles retirar á la laguna, tanto, que cuasi se hundían en ella. Los Mejicanos defendién- dose, y arrojando ciertas varas, que usaban, con que herían reciamente á sus contrarios, en fin co- braron la tierra, y desamparando aquel sitio, se fueron bajando la laguna, muy destrozados y mojados, llorando, y dando alaridos los niños y mugeres contra ellos, y contra su Dios, que en tales pasos los traía. Hubieron de pasar un rio, que no se pudo vadear, y de sus rodelas, fisgas y juncia hicieron unas balsillas, en que pasaron: en fin, rodeando de Culhuacán, vinieron á Iztapalápa, y de allí á Acatzintitlán, y después á Tztacálco, y finalmente al lugar donde está hoy la Hcrmita de San Antón, á la entrada de Méjico, y al barrio que se llama al presente de San Pablo, consolándoles su ídolo en los trabajos, y animándoles con pro- mesas de cosas grandes. CAPÍTULO VII De la fundación de Méjico, Siendo ya llegado el tiempo, que el padre de las mentiras cumpliese con su pueblo, que ya no podía soportar tantos rodeos, trabajos y peligros, acaeció que unos viejos hechiceros ó Sacerdotes, entrando por un carrizal espeso, encontraron un golpe de agua muy clara y muy hermosa, y que parecía plateada, y mirando al derredor vieron los árboles todos blancos, y el prado blanco, y los peces blancos, y todo cuanto miraban muy blanco. Y admirados de esto, acordáronse de una profe- cía de su Dios, que les habia dado aquello por se- ñal del lugar adonde habían de descansar, y ha- cerse vSeñores de las otras gentes, y llorando de gozo volvieron con las buenas nuevas al pueblo. La noche siguiente apareció en sueños Vitzilipúz- tli á un Sacerdote anciano, y díjole, que buscasen en aquella laguna un tunal, que nacia de una pie- dra, que según él dijo, era donde por su mandada DE LA. HISTORIA MORAL DE INDIAS 253 habían echado el corazón de Copíl, su enemigo, hijo de la hechicera, y que sobre aquel tunal ve- rían un águila muy bella, que se apacentaba allí de pájaros muy galanos, y que cuando esto viesen, supiesen que era el lugar donde se habia de fun- dar su ciudad, la cual habia de prevalecer á todas las otras, y ser señalada en el mundo. El anciano por la mañana juntando todo el pueblo desde el mayor hasta el menor, les hizo una larga plática en razón de lo mucho que debían á su Dios, y de la revelación, que aunque indigno, habia tenido aquella noche, concluyendo que debían todos ir en demanda de aquel bienaventurado lugar, que Íes era prometido: lo cual causó tanta devoción y alegría en todos, que sin dilación se pusieron luego á la empresa. Y dividiéndose á una parte y á otra por toda aquella espesura de espadañas, carrizales y juncia de la laguna, comenzaron á buscar por las señales de la revelación el lugar tan deseado. Encontraron aquel dia el golpe de agua del dia antes, pero muy diferente, porque no venia blanca, sino bermeja, como de sangre: y partiéndose en dos arroyos era el uno azul espe- sísimo, cosa que les maravilló, y denotó gran mis- terio, según ellos lo ponderaban. Al fin, después de mucho buscar acá y allá, apareció el tunal na- cido de una piedra, y en él estaba un águila Real abiertas las alas y tendidas, y ella vuelta al Sol 2^4 LIBRO SÉPTIMO recibiendo su calor: al derredor habia gran varie- dad de pluma rica de pájaros blanca, colorada, amarilla, azul y verde, de aquella fineza que labran imágenes. Tenia el águila en las uñas un pájara muy galano. Como la vieron y reconocieron, ser el lugar del oráculo, todos se arrodillaron hacien- do gran veneración al águila, y ella también les inclinó la cabeza mirándolos á todas partes. Aquí hubo grandes alaridos y muestras de devoción y hacimiento de gracias al Criador y á su gran Dios- Vitzilipúztli, que en todo les era padre, y siempre les habia dicho verdad. Llamaron por eso la ciu- dad que allí fundaron Tenoxtitlán, que significa tunal en piedra; y sus armas é insignia son hasta el dia de hoy un águila sobre un tunal, con un pá- jaro en la una mano, y con la otra sentada en el tunal. El dia siguiente, de común parecer, fue- ron á hacer una Hermita junto al tunal del acaula, para que reposasen allí el arca de su Dios , hasta que tuviesen posibilidad de hacerle sun- tuoso templo; y así la hicieron de céspedes y tapias, y cubriéronla de paja. Luego, habida su consulta , determinaron comprar de los co- marcanos piedra, madera y cal á trueque de pe- ces, ranas y camarones, y asimismo de patos, ga- llaretas, corvejones y otros diversos géneros de aves marinas: todo lo cual pescaban y cazaban con suma diligencia en aquella laguna, que de esto DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 2 5 $. es muy abundante. Iban con estas cosas á los mer- cados de las ciudades y pueblos de los Tepanécas y de los de Tezcuco circunvecinos, y con mucha disimulación é industria juntaban poco á poco lo que habían menester para el edificio de su ciudad, y haciendo de piedra y cal otra capilla mejor para su ídolo, dieron en cegar con planchas y ci- mientos gran parte de la laguna. Hecho esto, ha- bló el ídolo á uno de sus Sacerdotes una noche en esta forma: Di á la Congregación Mejicana, que se dividan los Señores cada uno con sus parientes, amigos y allegados en cuatro barrios principales, tomando en medio la casa que para mi descanso habéis hecho, y cada parcialidad edifique en su ba- rrio á su voluntad. Así se puso en ejecución, y éstos son los cuatro barrios principales de Méjico, que hoy dia se llaman, San Juan, Santa María la Redonda, San Pablo, San Sebastian. Después de divididos los Mejicanos en estos cuatro barrios, mandóles su Dios, que repartiesen entre sí los Dioses que él les señalase, y cada principal barrio de los cuatro nombrase y señalase otros barrios particulares, donde aquellos Dioses fuesen reverenciados, y así á cada barrio de éstos eran subordinados otros muchos pequeños, según el número de los ídolos que su Dios les mandó adorar, los cuales lla- maron Calpultetco , que quiere decir , Dios de los barrios. De esta manera se fundó, y de pe~ 2 56 LIBRO SÉPTIMO queños principios vino á grande crecimiento la ciudad de Méjico Tenoxtitlán. CAPITULO \ III Del motin de los de Tlatellulco, y del primer Rey que eligieron los Mejicanos. Hecha la división de barrios y colaciones con el concierto dicho, á algunos de los viejos y an- cianos pareciéndolesqueen la partición de los sitios no se les daba la ventaja que merecían, como gente agraviada, ellos, sus parientes y amigos se amotina- ron y se fueron a buscar nuevo asiento; y discu- rriendo por la laguna, vinieron á hallar una pequeña albarrada ó terrapleno, que ellos llaman Tlatelollí, adonde poblaron, dándole el nombre de Tlatellúl- co, que es lugar de terrapleno. Esta fue la tercera división de los Mejicanos, después que salieron de su tierra, siendo la primera la de Mechoacán, y la segunda la de Malinllco. Eran éstos que se DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 257 apartaron á Tlatellúlco, de suyo inquietos y mal intencionados, y así hacían á sus vecinos los Meji- canos la peor vecindad que podían: siempre tu- vieron revueltas con ellos, y les fueron molestos, y aun hasta hoy duran la enemistad y bandos an- tiguos. Viendo, pues, los de Tenoxtitlán, que les eran muy contrarios éstos de Tlatellúlco, y que iban multiplicando, con recelo y temor de que por tiempo viniesen á sobrepujarles, tuvieron sobre el caso larga consulta, y salió de acuerdo, que era bien elegir Rey, á quien ellos obedeciesen, y los contra- rios temiesen, porque con esto estarían entre sí mas unidos y fuertes, y los enemigos no se les atreve- rían tanto. Puestos en elegir Rey, tomaron otro acuerdo muy importante y acertado, de no ele- girle de entre sí mismos, por evitar disensiones, y por ganar con el nuevo Rey alguna de las nacio- nes cercanas, de que se veian rodeados y desti- tuidos de todo socorro. Y mirado todo, así para aplacar al Rey de Culhuacán, á quien tenían gravemente ofendido por haberle muerto y deso- llado la hija de su antecesor, y hecho tan pe- sada burla, como también por tener Rey que fuese de su sangre Mejicana, de cuya genera- ción habia muchos en Culhuacán, del tiempo que vivieron en paz con ellos, determinaron elegir por Rey un mancebo llamado Acama- pixtli, hijo de un gran Príncipe Mejicano, y de una Tomo n. \J 2 58 LIBRO SÉPTIMO Señora, hija del Rey de Culhuacán. Enviáronle luego Embajadores a pedírselo con un gran pre- sente, los cuales dieron su embajada en esta for- ma: Gran Señor, nosotros tus vasallos y siervos los Mejicanos, metidos y encerrados entre las es- padañas y carrizales de la laguna, solos y desam- parados de todas las naciones del mundo, encami- nados solamente por nuestro Dios al sitio donde ahora estamos, que cae en la jurisdicción de tu término, y del de Azcapuzálco, y del de Tezcuco,. ya que nos habéis permitido estar en él, no quere- mos, ni es razón, estar sin cabeza y Señor que nos- mande, corrija, guie y enseñe en nuestro modo de vivir, y nos defienda y ampare de nuestros enemi- gos. Por tanto acudimos á tí, sabiendo que en tu casa y Corte hay hijos de nuestra generación em- parentada con la vuestra, salidos de nuestras en- trañas y de. las vuestras, sangre nuestra y vuestra. Entre estos tenemos noticia de un nieto tuyo y nuestro, llamado Acamapixtli: suplicárnoste nos lo des por Señor, al cual estimaremos como merece,, pues es de la línea de los Señores Mejicanos, y de los Reyes de Culhuacán. El Rey, visto el negocio, y que no le estaba mal aliarse con los Mejicanos, que eran valientes, les respondió, que llevasen su nieto mucho en hora buena, aunque añadió, que si fuera muger no se la diera, significando el hecho tan feo que arriba se ha referido. Y acabó su plá- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 2 59 tica con decir: Vaya mi nieto, y sirva á vuestro Dios, y sea su Lugar-Teniente, rija y gobierne las criaturas de aquel por quien vivimos, Señor de la noche y dia, y de los vientos. Vaya y sea Señor de el agua, y de la tierra que posee la nación Me- jicana; llevadle en buena hora, y mirad que le tra- téis como á hijo y nieto mió. Los Mejicanos le rindieron las gracias, y juntamente le pidieron le casase de su mano, y así le dio por muger una Señora muy principal entre ellos. Trajeron al nue- vo Rey y Reina con la honra posible, y hiciéron- les su recibimiento, saliendo cuantos habia, hasta los muy chiquitos, á ver su Rey, y llevándolos á unos palacios, que entonces eran harto pobres, y sentándolos en sus asientos de Reyes, luego se le- vantó uno de aquellos ancianos y Retóricos, de que tuvieron gran cuenta, y habló en esta mane- ra: Hijo mío, Señor y Rey nuestro, seas muy bien venido a esta pobre casa y ciudad, entre estos ca- rrizales y espadañas, adonde los pobres de tus pa- dres, abuelos y parientes padecen lo que el Señor de lo criado se sabe. Mira, Señor, que vienes á ser amparo, sombra y abrigo de esta nación Mejica- na, por ser la semejanza de nuestro Dios Vitzili- púztli, por cuya causa se te da el mando y la ju- risdicción. Bien sabes que no estamos en nuestra tierra, pues la que poseemos ahora es agena, y no sabemos lo que será de nosotros mañana ó esotro 2Ó0 LIBRO SÉPTIMO dia. Y así considera, que no vienes á descansar, ni á recrearte, sino á tomar nuevo trabajo con carga tan pesada, que siempre te ha de hacer tra- bajar, siendo esclavo de toda esta multitud, que te cupo en suerte, y de toda esotra gente comar- cana, á quien has de procurar de tener muy gra- tos y contentos, pues sabes vivimos en sus tierras y término. Y así cesó, con repetir seáis muy bien venido tú y la Reina nuestra Señora á este vues- tro Reino. Esta fué la plática del viejo, la cual, con las demás que celebran las historias Mejica- nas, tenian por uso aprender de coro los mozos, y por tradición se conservaron estos razona- mientos, que algunos de ellos son dignos de re- ferir por sus propias palabras. El Rey respondió dando las gracias, y ofreciendo su diligencia y cui- dado en defenderles y ayudarles cuanto él pudiese. Con esto le juraron, y conforme á su modo le pu- sieron la corona de Rey, que tiene semejanza á la corona de la Señoría de Venecia. El nombre de este Rey primero Acamapixtli, quiere decir, Cañas en puño; y así su insignia es una mano, que tiene muchas saetas de caña. CAPITULO IX Del extraño tributo que pagaban los Mejicanos á los de Azcapuzálco, Fué la elección del nuevo Rey tan acertada, que en poco tiempo comenzaron los Mejicanos á tener forma de República, y cobrar nombre y opi- nión con los extraños. Por donde sus circunveci- nos, movidos de envidia y temor, trataron de so- juzgarlos, especialmente los Tepanécas, cuya ca- beza era la ciudad de Azcapuzálco, á los cuales pagaban tributo, como gente que había venido de fuera y moraba en su tierra. Pero el Rey de Az- capuzálco, con recelo del poder que iba crecien- do, quiso oprimir á los mejicanos, y habida su consulta con los suyos, envió á decir al Rey Aca- mapixtli, que el tributo que le pagaban era poco, y que de ahí adelante le habían también de traer sabinas y sauces para el edificio de su ciudad, y además le habían de hacer una sementera en el agua de varias legumbres, y así nacida y criada 2Ó2 LIBRO SÉPTIMO se la habían de traer por la misma agua cada año sin faltar, donde no, que los declararía por enemi- gos, y los asolaría. De este mandato recibieron los Mejicanos terrible pena, pareciéndoles cosa impo- sible, lo que les demandaba, y que no era otra cosa sino buscar ocasión para destruirlos. Pero su Dios Vitzilipúztli les consoló apareciendo aquella noche á un viejo, y mandóle, que dijese á su hijo el Rey, de su parte, que no dudase de aceptar el tributo, que él le ayudaría, y todo sería fácil. Fué así, que llegado el tiempo del tributo, llevaron los Mejicanos los árboles que les habían mandado, y mas la sementera hecha en el agua, y llevada por el agua, en la cual habia mucho maiz (que es su trigo) granado ya con sus mazorcas, habia chili, ó ají, habia bledos, tomates, frísoles, chia, calaba- zas y otras muchas cosas, todo crecido y de sa- zón. Los que no han visto las sementeras que se hacen en la laguna de Méjico en medio de la mis- ma agua, tendrán por patraña lo que aquí se cuen- ta, ó cuando mucho creerán que era encantamento del Demonio, á quien esta gente adoraba. Mas en realidad de verdad es cosa muy hacedera, y se ha hecho muchas veces, hacer sementera movediza en el agua, porque sobre juncia y espadaña se echa tierra en tal forma, que no la deshaga el agua, y allí se siembra, cultiva, crece y madura, y se lleva' de una parte á otra. Pero el hacerse con facilidad, DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 263 y en mucha cuantidad y muy de sazón, todo bien arguye, que el Vitzilipúztli, que por otro nombre se dice Patillas, anduviese por allí, mayormente cuando no habían hecho ni visto tal cosa. Así se maravilló mucho el Rey de Azcapuzálco, cuando vio cumplido lo que él habia tenido por imposible, y dijo á los suyos, que aquella gente tenia gran Dios, que todo les era fácil. Y a ellos les dijo, que pues su Dios se lo daba todo hecho, que quería que otro año, al tiempo del tributo, le trajesen también en la sementera un pato y una garza, con sus huevos empollados, y que habia de ser de suerte, que cuando llegasen habían de sacar sus pollos, y que no habia de ser de otra suerte, so pena de incurrir en su enemistad. Siguióse la congoja en los Mejicanos, que mandato tan soberbio y difícil requería; mas su Dios de noche (como él solía) los conortó por uno de los suyos, y dijo, que todo aquello tomaba él á su cargo, que no tuviesen pena, y que estuviesen ciertos que vendría tiempo en que pagasen con las vidas los de Azcapuzálco aquellos antojos de nuevos tributos; pero que al presente era bien callar y obedecer. Al tiempo del tributo, llevando los Mejicanos cuanto se les habia pedido de su sementera, remaneció en la balsa (sin saber ellos como) un pato y una garza empollando sus huevos, y caminando llegaron á Azcapuzálco, don- de luego sacaron sus pollos. Por donde admirado 2Ó4 LIBRO SÉPTIMO sobre manera el Rey de Azcapuzálco, volvió á decir á los suyos, que aquellas cosas eran mas que humanas, y que los Mejicanos llevaban manera de ser Señores de todo. Pero en fin, el orden de tri- butar no se aflojó un punto, y por no hallarse po- derosos, tuvieron sufrimiento, y permanecieron en esta sujeción y servidumbre cincuenta años. En este tiempo acabó el Rey Acamapixtli, habiendo acrecentado su ciudad de Méjico de muchos edi- ficios, calles y acequias, y mucha abundancia de mantenimientos. Reinó con mucha paz y quietud cuarenta años, celando siempre el bien y aumento de su República: estando para morir hizo una cosa memorable, y fué, que teniendo hijos legítimos, á quien pudiera dejar la sucesión del Reino, no lo quiso hacer, antes dejó en su libertad á la Repúbli- ca, que como á él le habían libremente elegido, así eligiesen á quien les estuviese mejor para su buen gobierno, y amonestándoles que mirasen el bien de su República. Y mostrando dolor de no dejar- les libres del tributo y sujeción, con encomendar- les sus hijos y muger, hizo fin, dejando todo su pueblo desconsolado por su muerte. CAPÍTULO X Del segundo Rey, y de lo que sucedió en ni reinado. Hechas las exequias de el Rey difunto, los an- cianos y gente principal, y alguna parte del co- mún, hicieron su junta para elegir Rey, donde el mas anciano propuso la necesidad en que estaban, y que convenia elegir por cabeza de su ciudad persona que tuviese piedad de los viejos, de las viudas y huérfanos, y fuese padre de la República, porque ellos habían de ser las plumas de sus alas, las pestañas de sus ojos, y las barbas de su rostro; y que era necesario fuese valeroso, pues habían de tener necesidad de valerse presto de sus brazos, según se lo habia profetizado su Dios. Fué la reso- lución elegir por Rey un hijo de el antecesor, usan- do en esto de tan noble término, de darle por su- cesor á su hijo, como él lo tuvo en hacer más con- fianza de su República. Llamábase este mozo Vitzilovítli, que significa, pluma rica: pusiéronle corona Real, y ungiéronle, como fué costumbre 2Ó6 LIBRO SÉPTIMO hacerlo con todos sus Reyes, con una unción que llamaban divina, porque era la misma con que un- gían su ídolo. Hízole luego un Retórico una ele- gante plática, exhortándole á tener ánimo para sa- carlos de los trabajos, servidumbre y miseria, en que vivían oprimidos de los Azcapuzálcos, y aca- bada, todos le saludaron, y le hicieron su recono- cimiento. Era soltero este Rey, y pareció á su Consejo, que era bien casarle con hija del Rey de Azcapulzáco, para tenerle por amigo, y disminuir algo con esta ocasión de la pesada carga de los tributos que le daban; aunque temieron, que no se dignase darles su hija, por tenerles por vasallos. Mas pidiéndosela con grande humildad y palabras muy comedidas, el Rey de Azcapuzálco vino en ello, y les dio una hija suya llamada Ayauchiguál, á la cual llevaron con gran fiesta y regocijo á Mé- jico, é hicieron la ceremonia y solemnidad del casa- miento, que era atar un canto de la capa de el hom- bre con otro del manto de la muger, en señal de vínculo de matrimonio. Nacióle á esta Reina un hijo, cuyo nombre pidieron á su abuelo el Rey de Azca- puzálco, y echando sus suertes, como ellos usan, (porque eran en extremo grandes agoreros en dar nombres á sus hijos), mandó, que llamasen á su nie- to Chimalpop.óca, que quiere decir rodela que echa humo. Con el contento que el Rey de Azcapuzál- co mostró del nieto, tomó por ocasión la Reina^su DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 20' hija, de pedirle tuviese por bien, pues tenia ya nieto Mejicano, de relevar á los Mejicanos de la carga tan grave de sus tributos, lo cual el Rey hizo de buena gana con parecer de los suyos, dejándoles en lugar del tributo que daban, obligación de que cada año llevasen un par de patos ó unos peces en reconocimiento de ser sus subditos, y estar en su tierra. Quedaron con esto muy aliviados y con- tentos los de Méjico, mas el contento les duró poco, porque la Reina, su protectora, murió dentro de pocos años, y otro año después el Rey de Mé- jico Yitzilovítli, dejando de diez años á su hijo Chimalpopóca. Reinó trece años: murió de poca mas edad de treinta. Fué tenido por buen Rey, di- ligente en el culto de sus Dioses, de los cuales te- nían por opinión, que eran semejanza los Reyes, y que la honra que se hacia á su Dios, se hacia al Rey, que era su semejanza, y por eso fueron tan curiosos los Reyes en el culto y veneración de sus Dioses. También fue sagaz en ganar las volunta- des de los comarcanos, y trabar mucha contrata- ción con ellos, con que acrecentó su ciudad, ha- ciendo se ejercitasen los suyos en cosas de la gue- rra, por la laguna, apercibiendo la gente para lo que andaban tramando de alcanzar, como presto parecerá. CAPITULO XI Del tercer Rey Chimalpopóca y de su cruel m íerte, y ocasión de la guerra que hicieron los Mejicanos. Por sucesor del Rey muerto eligieron los Meji- canos sobre mucho acuerdo á su hijo Chimalpo- póca, aunque era muchacho de diez años, pare- ciéndoles que todavía les era necesario conservar la gracia del Rey de Azcapuzálco con hacer Rey a su nieto, y así le pusieron en su trono, dándole insignias de guerra, con un arco y flechas en la una mano, y una espada de navajas, que ellos usan, en la derecha, significando en esto, según ellos dicen, que por armas pretendían libertarse. Pasaban los de Méjico gran penuria de agua, por- que la de la laguna era cenagosa, y mala de be- ber, y para remedio de esto hicieron, que el Rey muchacho enviase á pedir á su abuelo el de Az- capuzálco el agua del cerro de Chapultepéc, que está una legua de Méjico, como arriba se dijo, lo DE LA HIS10RIA MORAL DE INDIAS 269 cual alcanzaron liberal mente, y poniendo en ello diligencia, hicieron un acueducto de céspedes, es- tacas y carrizos, con que el agua llegó á su ciudad; pero por estar fundada sobre la laguna, y venir sobre ella el caño, en muchas partes se derrum- baba, y quebraba, y no podían gozar su agna como deseaban y habían menester. Con esta oca- sión, bien sea que ellos de propósito la buscasen, para romper con los Tepanécas, ó bien que con poca consideración se moviesen, en efecto envia- ron una embajada al Rey de Azcapuzálco muy resuelta, diciendo, que del agua que les había hecho merced, no podían aprovecharse, por ha- bérseles desbaratado el caño por muchas partes, por tanto le pedían les proveyese de madera, cal y piedra, y enviase sus Oficiales, para que con ellos hiciesen un caño de cal y canto que no se des- baratase. No le supo bien al Rey este recado, y mucho menos á los suyos, pareciéndoles mensage muy atrevido, y mal término de vasallos con sus Señores. Indignados, pues, los principales del Con- sejo, y diciendo que ya aquella era mucha des- vergüenza, pues no contentándose de que les per- mitiesen morar en tierra agena, y que les diesen su agua, querían que les fuesen á servir, que ¿qué cosa era aquella, ó de qué presumían gente fugi- tiva y metida entre espadañas? Que les habían de hacer entender si eran buenos para Oficiales, y 270 LIBRO SÉPTIMO que su orgullo se abajaría coa quitarles la tierra y laa vidas. Con esta plática y cólera se salieron, dejando al I\ey, que lo tenían por algo sospecho- so, por causa del nieto; y ellos aparte hicieron nueva consulta, de la cual salió mandar pregonar públicamente, que ningún Tepanéca tuviese co- mercio con Mejicano, ni fuesen á su ciudad, ni los admitiesen en la suya so pena de la vida. De don- de se puede entender que entre éstos el Rey no tenia absoluto mando é imperio, y que mas go- bernaba á modo de Cónsul ó Dux, que de Rey, aunque después, con el poder, creció también el mando de los Reyes, hasta ser puro tiránico, como se verá en los último Reyes, porque en- tre bárbaros fué siempre así, que cuanto ha sido el poder, tanto ha sido el mandar. Y aun en nues- tras Historias de España en algunos Reyes anti- guos se halla el modo de reinar que los Tepané- cas usaron. Y aun los primeros Reyes de los Ro- manos fueron así, salvo que Roma de Reyes de- clinó á Cónsules y Senado, hasta que después vol- vió á Emperadores; mas los bárbaros, de Reyes moderados, declinaron á Tiranos, siendo el un gobierno y el otro como extremos, y el medio mas seguro el de Reino moderado. Mas volviendo á nuestra historia1 viendo el Rey de Azcapuzálco la determinación Ae los suyos, que era matar á los Mejicanos, rogóles que primero hurtasen á su nie- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 2J Y to el Rey muchacho, y de:pues diesen en hora buena en los de Méjico. Cuasi todos venían en esto, por dar contento al Rey, y por tener lástima del muchacho; pero dos principales contradijeron reciamente, afirmando, que era mal consejo, por- que Chimalpopoca, aunque era de su sangre, era por via de madre , y que la parte del padre habia de tirar de él mas. Y con esto concluyeron, que el primero á quien convenia quitar la vida era á Chimalpopoca, Rey de Méjico, y que así prome- tían de hacerlo. De esta resistencia que le hi- cieron, y de la determinación con que quedaron, tuvo tanto sentimiento el Rey de Azcapuzálco, que de pena y mohína adoleció luego, y murió poco después. Con cuya muerte, acabando los Te- panécas de resolverse , acometieron una gran traición, y una noche, estando el muchacho Rey de Méjico durmiendo sin guardia muy descuidado, entraron en su palacio los de Azcapuzálco, y con presteza mataron á Chimalpopoca, volviéndose sin ser sentidos. Cuando á la mañana los nobles Me- jicanos, según su costumbre, fueron á saludar su Rey, y le hallaron muerto, y con crueles heridas, alzaron un alarido y llanto, que cubrió toda la ciu- dad; y todos ciegos de ira se pusieron luego en armas para vengar la muerte de su Rey. Ya que ellos iban furiosos y sin orden, salióles al encuen- tro un caballero principal de los suyos, y procuró 1/2 LIBRO SÉPTIMO sosegarlos, y reportarlos con un prudente razona- miento. ¿Dónde vais, les dijo, ó Mejicanos? Sose- gaos, y quietad vuestros corazones; mirad que las cosas sin consideración no van bien guiadas, ni tienen buenos sucesos: reprimid la pena conside- rando, que aunque vuestro Rey es muerto, no se acabó en él la-ilustre sangre de los Mejicanos. Hi- jos tenemos de los Reyes pasados, con cuyo am- paro, sucediendo en el Reino, haréis mejor lo que pretendéis. Ahora ¿qué caudillo ó cabeza tenéis, para que en vuestra determinación os guie? No vais tan ciegos, reportad vuestros ánimos, elegid primero Rey y1 Señor, que os guie, esfuerce y anime contra vuestros enemigos. Entre tanto disi- mulad con cordura, haciendo las exequias á vues- tro Rey muerto, que presente tenéis, que después habrá mejor coyuntura para la venganza. Con esto se reportaron, y para hacer las exequias de su Rey convidaron á los Señores de Tezcuco y á los de Culhuacán, á los cuales contaron el hecho tan feo y tan cruel, que los Tepanécas habían cometido, con que los movieron á lástima de ellos, y á in- dignación contra sus enemigos. Añadieron, que su intento era, ó morir ó vengar tan grande maldad; que les pedían, no favoreciesen la parte tan injus_ ta de sus contrarios, porque tampoco querían les valiesen á ellos con sus armas y gente, sino que estuviesen de por medio á la mira de lo que pasa- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 2j $ ba: solo para su sustento deseaban no'les cerrasen el comercio, como habían hecho los Tepanécas. A estas razones los de Tezcuco y los de Culhua- cán mostraron mucha voluntad y satisfacción, ofreciendo sus ciudades, y todo el trato y rescate que quisiesen, para que á su gusto se proveyesen de bastimentos por tierra y agua. Tras esto les rogaron los de Méjico, se quedasen con ellos, y asistiesen á la elección del Rey, que querían ha- cer, lo cual también aceptaron por darles con- tento. Tomo ii. l& CAPITULO XIT Del cuarto Rey Izcoált, y de la guerra contra los Tepanécas. Cuando estuvieron juntos todos los que se ha- bían de hallar á la elección, levantóse un viejo^ tenido por gran Orador, y según refieren las histo- rias, habló en esta manera: Fáltaos ¡ó Mejicanos! la lumbre de vuestros ojos, mas no la del corazón,, porque dado que habéis perdido al que era luz y guia en esta República Mejicana, quedó la del co- razón para considerar, que si mataron á uno, que- daron otros que podrán suplir muy aventajada- mente la falta que aquél nos hace. No feneció aquí la nobleza de Méjico, ni se acabó la sangre Real. Volved los ojos, y mirad al derredor, y ve- réis en torno de vosotros la nobleza Mejicana puesta en orden, no uno, ni dos, sino muchos y muy excelentes Príncipes, hijos del Rey Acama- pích, nuestro verdadero y legítimo Señor. Aqui podréis escoger á vuestra voluntad, diciendo: éste quiero, y estotro no quiero, que si perdisteis padre> DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 275 aquí hallaréis padre y madre. Haced cuenta ¡ó\ Mejicanos! que por breve tiempo se eclipsó el Sol, y se obscureció la tierra, y que luego volvió la luz a ella. Si se obscureció Méjico con la muerte de vuestro Rey, salga luego el Sol, elegid otro Rey, mirad á quién, adonde echáis los ojos, y á quién se inclina vuestro corazón, que ese es el que elige vuestro Dios Vitzilipúztli; y dilatando mas esta plática, concluyó el Orador con mucho gusto de todos. Salió de la consulta elegido por Rey Izcoált, que quiere decir, culebra de navajas, el cual era hijo del primer Rey Acamapích, habido en una esclava suya; y aunque no era legítimo, le esco- gieron, porque en costumbres, en valor y esfuerzo era el mas aventajado de todos. Mostraron gran contento todos, y mas los de Tezcuco, porque su Rey estaba casado con una hermana de Izcoált. Coronado, y puesto en su asiento Real, salió otro Orador, que trató copiosamente de la obligación que tenia el Rey á su República, y del ánimo que habia de mostrar en los trabajos, diciendo, entre otras razones, así: Mira que ahora estamos pen- dientes de tí, ¿has por ventura de dejar caer la carga que está sobre tus hombros? ¿Has de dejar perecer al viejo y á la vieja? ;A1 huérfano y á la viuda? Ten lástima de los niños que andan gatean- do por el suelo, los cuales perecerán, si nuestros enemigos prevalecen contra nosotros. Ea, Señor, 2/6 LIBRO SÉPTIMO comienza á descoger y tender tu manto, para to- mar á cuestas á tus hijos, que son los pobres y gente popular, que están confiados en la sombra de tu manto, y en el frescor de tu benignidad. Y á este tono otras muchas palabras, las cuales, como en su lugar se dijo, tomaban de coro para ejerci- cio suyo los mozos, y después las enseñaban como lección á los que de nuevo aprendían aque- lla facultad de ( Vadores. Ya entonces los Tepané- cas estaban resueltos de destruir toda la nación Mejicana, y para el efecto tenían mucho aparato: por lo cual el nuevo Rey trató de romper la gue- rra, y venir á las manos con los que tanto les ha- bían agraviado. Mas el común del pueblo, viendo que los contrarios les sobrepujaban en mucho nú- mero, y en todos los pertrechos de guerra, llenos de miedo, fuéronse al Rey, y con gran ahinco le pidieron , no emprendiese guerra tan peligrosa, que seria destruir su pobre ciudad y gente. Pre- guntados, pues, qué medio querían que se tomase, respondieron, que el nuevo Rey de Azcapuzálco era piadoso, que le pidiesen paz, y se ofreciesen á servirle, y que los sacase de aquellos carrizales, y les diese casas y tierras entre los suyos, y fuesen todos de un Señor; y que para recabar esto, lleva- sen á su Dios en sus andas por intercesor. Pudo tanto este clamor del pueblo, mayormente habien- do algunos de los nobles aprobado su parecer, que DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 277 se mandaron llamar los Sacerdotes, y aprestar las andas con su Dios, para hacer la jornada. Ya que esto se ponía á punto, y todos pasaban por este acuerdo de paces, y sujetarse á los Tepanécas, descubrióse de entre la gente un mozo de gentil brio, y gallardo, que con mucha osadía les dijo: ¿Que es esto, Mejicanos? ¿Estáis locos? ¿Cómo tan- ta cobardía ha de haber, que nos hemos de ir á rendir así á los de Azcapuzálco? y vuelto al Rey le dijo: ¿Cómo, Señor, permites tal cosa? habla á ese pueblo, y dile, que deje buscar medio para nuestra defensa y honor, y que no nos pongamos tan necia y afrentosamente en las manos de nues- tros enemigos. Llamábase este mozo Tlacaellél, sobrino del mismo Rey, y fué el mas valeroso Ca- pitán, y de mayor consejo, que jamás los Mejica- nos tuvieron, como adelante se verá. Reparando, pues, Izcoált con lo que el sobrino tan prudente- mente le dijo, detuvo al pueblo, diciendo, que le dejasen probar primero otro medio mas honroso y mejor. Y con esto vuelto á la nobleza de los suyos , dijo : Aquí estáis todos los que sois mis deudos, y lo bueno de Méjico: el que tiene ánimo para llevar un mensage mío á los Tepané- cas, levántese. Mirándose unos á otros estuviéron- se quedos, y no hubo quien quisiese ofrecerse al cuchillo. Entonces el mozo Tlacaellél, levantándo- se, se ofreció á ir, diciendo, que pues habia de mo- 278 LIBRO SÉPTIMO rir, que importaba poco ser hoy ó mañana, que ^para cuál ocasión mejor se habia de guardar? que allí estaba, que le mandase lo que fuese servido. Y aunque todos juzgaron por temeridad el hecho, todavía el Rey se resolvió en enviarle, para que supiese la voluntad y disposición del Rey de Az capuzálco, y de su gente, teniendo por mejor aventurar la vida de su sobrino, que el honor de su República. Apercibido Tlacaellél, tomó su ca- mino, y llegando á las guardias, que tenían orden de matar cualquier Mejicano que viniese, con ar- tificio les persuadió le dejasen entrar al Rey; el cual se maravilló de verle, y oída su embajada que era pedirle paz con honestos medios, respon- dió, que hablaría con los suyos, y que volviese otro dia por la respuesta; y demandando Tlacae- llél seguridad, ninguna otra le pudo dar, sino que usase de su buena diligencia: con esto volvió á Méjico, dando su palabra á los guardas de volver. El Rey de Méjico, agradeciéndole su buen ánimo, le tornó á enviar por la respuesta, la cual, si fuese de guerra, le mandó dar al Rey de Azcapuzálco ciertas armas para que se defendiese, y untarle y emplumarle la cabeza, como hacían á hombres muertos, diciéndole, que, pues no quería paz, le habían de quitar la vida á él y á su gente. Y aun- que el Rey de Azcapuzálco quisiera paz, porque era de buena condición, los suyos le embravecíe- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 279 ron de suerte, que la respuesta fué de guerra rom- pida. Lo cual oído por el mensagero, hizo todo lo que su Rey le había mandado, declarando con aquella ceremonia de dar armas y untar al Rey con la unción de muertos, que de parte de su Rey le desafiaba. Por lo cual todo pasó ledamente el de Azcapuzálco, dejándose untar y emplumar, y en pago dio al mensagero unas muy buenas armas. Y con esto le avisó no volviese á salir por la puer- ta del Palacio, porque le aguardaba mucha gente para hacerle pedazos, sino que por un portillo, que habia abierto en un corral de su Palacio, se saliese secreto. Cumpliólo así el mozo, y rodeando por caminos ocultos, vino á ponerse en salvo á vista de las guardas. Y desde allí los desafió, diciendo: ¡Há Tepanécas! ¡há Azcapuzálcas, qué mal hacéis vuestro oficio de guardar! pues sabed que habéis todos de morir, y que no ha de quedar Tepanéca á vida. Con esto las guardas dieron en él, y él se hubo tan valerosamente, que mató algunos de ellos, y viendo que cargaba gente, se retiró gallar- damente á su ciudad, donde dio la nueva que la guerra era ya rompida sin remedio, y los Tepané- cas y su Rey quedaban desafiados. CAPÍTULO XIII De la batalla que dieron los Mejicanos á los Tepanécas, y de la gran victoria que alcanzaron. Sabido el dcsaño por el vulgo de Méjico, con la acostumbrada cobardía acudieron al Rey, pi- diéndole licencia, que ellos se querían salir de su ciudad, porque tenían por cierta su perdición. El Rey los consoló y animo, prometiéndoles que les daría libertad vencidos sus enemigos, y que no dudasen de tenerse por vencedores. El pueblo re- plicó: y si fuéredes vencido, ¿qué haremos? Sí fué- remos vencidos, respondió él, nos obligamos des- de ahora de ponernos en vuestras manos, para que nos matéis y comáis nuestras carnes en tiestos su- cios, y os venguéis de nosotros. Pues así será, di jeron ellos, si perdéis la victoria; y si la alcanzáis, desde aquí nos ofrecemos á ser vuestros tributa- rios, y labraros vuestras casas, y haceros vuestras sementeras, y llevaros vuestras armas y vuestras DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 28 1 cargas cuando fuéredes á la guerra, para siempre jamás nosotrosjy nuestros descendientes. I Techos estos conciertos entre los plebeyos y los nobles (los cuales cumplieron después de grado, ó por fuerza, tan por entero como lo prometieron) el Rey nombró por su Capitán general á Tlacnellél; y puesto en orden todo su campo por sus escua- dras, dando el cargo de Capitanes á los mas vale- rosos de sus parientes y amigos, hízolcs una muy avisada y ardiente plática, con que les añadió al corage que ellos ya se tenían, que no era pequeño, y mandó que estuviesen todos al orden del Gene- ral que habia nombrado. El cual hizo dos partes su gente, y á los mas valerosos y osados mandó que en su compañía arremetiesen los primeros; y todo el resto se estuviese quedo con el Rey Izcoalt, hasta que viesen á los primeros romper por sus enemigos. Marchando, pues, en orden, fueron des- cubiertos los de Azcapuzálco, y luego ellos salie- ron con furia de su ciudad, llevando gran riqueza de oro y plata, y plumería galana, y armas de mucho valor, como los que tenían el imperio de toda aquella tierra. Hizo Izcoált señal en un atam- bor pequeño que llevaba en las espaldas; y luego alzando gran grita, y apellidando Méjico, Méjico dieron en los Tepanécas; y aunque eran en núme- ro sin comparación superiores, los rompieron, é hicieron retirar á su ciudad. Y acudiendo los 282 LIBRO SÉPTIMO que habían quedado atrás, y dando voces Tla- caellél, victoria, victoria, todos de golpe se entra- ron por la ciudad, donde, por mandado del Rey, no perdonaron á hombre, ni á viejos, ni mugeres, ni niños, que todo lo metieron á cuchillo, y roba- ron y saquearon la ciudad, que era riquísima. Y no contentos con esto, salieron en seguimiento de los que habían huido y acogido á la aspereza de las sierras, que estaban allí vecinas, dando en ellos, y haciendo cruel matanza. Los Tepanécas, desde un monte donde se habían retirado, arrojaron las armas, y pidieron las vidas; ofreciéndose a servir á los Mejicanos, y darles tierras, sementeras, pie- dra, cal y madera, y tenerlos siempre por Seño- res, con lo cual Tlacaellél mandó retirar su gente, y cesar de la batalla, otorgándoles las vidas deba- jo de las condiciones puestas, haciéndoselas jurar solemnemente. Con tanto se volvieron á Azcapu- zálco, y con sus despojos muy ricos y victoriosos á la ciudad de Méjico, Otro dia mandó el Rey jun- tar los principales y el pueblo, y repitiéndoles el concierto que habían hecho los plebeyos, pregun- tóles ¿si eran contentos de pasar por él? Los ple- beyos dijeron, que ellos lo habían prometido, y los nobles mny bien merecido, y que así eran con- tentos de servirles perpetuamente, y de esto hi- cieron juramento, el cual inviolablemente se ha guardado. Hecho esto, Izcoalt volvió á Azcapu- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 283 zaleo, y con consejo de los suyos repartió todas las tierras de los vencidos, y sus haciendas entre los vencedores. La principal parte cupo al Rey: luego á Tlacaellél: después á los demás nobles, según se habia señalado en la guerra: á algunos plebeyos también dieron tierras, porque se habían habido como valientes: á los demás dieron de mano, y echáronlos por ahí como á gente cobar- de. Señalaron también tierras de común para los barrios de Méjico, á cada uno las suyas, para que con ellas acudiesen al culto y sacrificio de sus Dioses. Este fue el orden que siempre guardaron de ahí adelante en el repartir las tierras y despo- jos de los que vencían y sujetaban. Con esto los de Azcapuzálco quedaron tan pobres, que ni aun sementera para sí tuvieron; y lo mas recio fué quitarles su Rey, y el poder tener otro, sino solo al Rey de Méjico. CAPITULO XIV De la guerra y victoria que tuvieron los Mejicanos de la ciudad de Cuyoacan. Aunque lo principal de los Tepanécas era Az- capuzálco, habia también otras ciudades, que te- nían entre ellos Señores propios, como Tacuba y Cuyoacan. Estos, visto el estrago pasado, quisie- ran que los de Azcapuzálce renovaran la guerra contra Mejicanos, y viendo que no salían á ello como gente del todo quebrantada, trataron los de Cuyoacan de hacer por sí la guerra, para lo cual procuraron incitar á las otras naciones comarca- nas, aunque ellas no quisieron moverse, ni trabar pendencia con los Mejicanos. Mas creciendo el odio y envidia de su prosperidad, comenzaron los de Cuyoacan á tratar mal á las mugeres Mejica- nas, qne iban á sus mercados, haciendo mofa de ellas, y lo mismo de los hombres que podían mal- tratar, por donde vedó el Rey de Méjico, que ninguno de los suyos fuese á Cuyoacan, ni admi- tiesen en Méjico ninguno de ellos. Con esto acaba- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 285 ron de resolverse los de Cuyoacán en darles gue- rra, y primero quisieron provocarles con alguna burla afrentosa. Y fue, convidarles á una fiesta suya solemne, donde después de haberles dado una muy buena comida, y festejado con gran baile á su usanza, por fruta de postre les enviaron ropas de mujeres, y les constriñeron á vestírselas, y volverse así con vestidos mugeriles á su ciudad, diciéndoles, que de puro cobardes y mugeriles, habiéndoles ya provocado, no se habían puesto en armas. Los de Méjico, dicen, que les hicieron en recompensa- otra burla pesada, de darles á las puertas de su ciudad de Cuyoacán, ciertos huma- zos con que hicieron malparir á muchas mugeres, y enfermar mucha gente. En fin, paró la cosa en guerra descubierta, y se vinieron los unos á los otros á dar la batalla de todo su poder, en la cual alcanzó la victoria el ardid y esfuerzo de Tla- caellél, porque dejando al Rey* Izcoált peleando con los de Cuyoacán, y cargando sobre ellos les hizo retirar á su ciudad, y viendo que pretendían acogerse al templo, que era muy fuerte, con otros tres valientes soldados rompió por ellos, y les ganó la delantera, y tomó el templo, y se lo quemó, y forzó á huir por los campos, donde ha- ciendo gran riza en ios vencidos, les fueron si- guiendo por diez leguas la tierra adentro, hasta que en un cerro, soltando las armas y cruzando 286 LIBRO SÉPTIMO las manos, se rindieron á los Mejicanos, y con muchas lágrimas les pidieron perdón del atrevi- miento que habían tenido en tratarles como á mu- geres, y ofreciéndose por esclavos, al fin les per- donaron. De esta victoria volvieron con riquísi- mos despojos los Mejicanos, de ropas, armas, oro, plata, joyas y plumería lindísima, y gran suma de cautivos. Señaláronse en este hecho, sobre todos, tres principales de Culhuacán, que vinieron á ayu- dar á los Mejicanos, por ganar honra; después de reconocidos por Tlacaellél, y probados por fieles, dándoles las divisas Mejicanas, los tuvo siempre á su lado peleando ellos con gran esfuerzo, Vióse bien, que á estos tres, con el General, se debía toda la victoria, porque de todos cuantos cautivos hubo, se halló, que de tres partes las dos eran de estos cuatro. Lo cual se averiguó fácilmente por el ardid que ellos tuvieron, que en prendiendo al- guno, luego le cortaban un poco del cabello, y lo entregaban á los demás, y hallaron ser los del cabello cortado en el exceso que he dicho. Por donde ganaron gran fama de valientes, y como á vencedores les honraron, con darles de los despo- jos y tierras partes muy aventajadas, como siem- pre lo usaron los Mejicanos: por donde se anima- ban tanto los. que peleaban, á señalarse por las armas. CAPITULO XV De la guerra y victoria que hubieron los Mejicanos de los Suchimílcos. Rendida ya la nación de los Tepanécas, tuvie- ron los Mejicanos ocasión de hacer lo propio de los Suchimílcos, que como está ya dicho, fueron los primeros de aquellas siete cuevas ó linages, que poblaron la tierra. La ocasión no la buscaron los Mejicanos, aunque como vencedores podían presumir de pasar adelante , sino los Suchimíl- cos escarvaron para su mal, como acaece á hom- bres de poco saber, y demasiada diligencia, que por prevenir el daño que imaginan, dan en él. Parecióles á los de Suchimílco, que con las victo- rias pasadas los Mejicanos tratarían de sujetarlos, y platicando esto entre sí, y habiendo quien dijese, que era bien reconocerles por superiores, y apro- bar su ventura, prevaleció al fin el parecer con- trario, de anticiparse y darles la batalla. Lo cual entendido por Izcoált, Rey de Méjico, envió su General Tlacaellél con su gente, y vinieron á dar- 288 LIBRO SÉPTIMO se la batalla en el mismo campo, donde partían términos. La cual, aunque en gente y aderezos no era muy desigual de ambas partes , fuélo mucho en el orden y concierto de pelear, porque los Suchimílcos acometiéronles todos juntos de montón sin orden. Tlacaellél tuvo á los suyos re- partidos por escuadrones con gran concierto, y así presto desbarataron á sus contrarios, y los hicieron retirar á su ciudad, la cual de presto también entraron, siguiéndoles hasta encerrarlos en el templo, y de allí con fuego les hicie- ron huir a los montes, y rendirse finalmente cru- zadas las manos. Volvió el Capitán Tlacaellél con gran triunfo. Saliéndolc á recibir los Sacerdotes con su música de flautas, é incensándole á él y á los Capitanes principales, haciendo otras ceremo- nias y muestras de alegría que usaban, y el Rey con ellos, todos se fueron al templo á darle gra- cias á su falso Dios, que de esto fue siempre el Demonio muy codicioso, de alzarse con la honra de lo que él no habia hecho, pues el vencer y rei- nar lo da no él, sino el verdadero Dios, á quien le parece. El dia siguiente fué el Rey Izcoált á la ciu- dad de Suchimílco, y se hizo jurar por Rey de los Suchimílcos, y por consolarles prometió hacerles bien, y en señal de esto les dejó mandado hiciesen una gran calzada, que atravesase desde Méjico á Suchimílco, que son cuatro leguas, para que así DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 289 hubiese entre ellos mas trato y comunicación. Lo cual los Suchimílcos hicieron, y á poco tiempo les pareció tan bien el gobierno y buen tratamiento de los Mejicanos, que se tuvieron por muy dicho- sos en haber trocado Rey y República. No escar- mentaron, como era razón, algunos comarcanos, llevados de la envidia ó del temor á su perdición. Cuytlaváca era una ciudad puesta en la laguna, cuyo nombre y habitación, aunque diferente, hoy dura: eran éstos muy diestros en barquear la la- guna, y parecióles que por agua podían hacer daño á Méjico, lo cual visto por el Rey, quisiera que su ejército saliera á pelear con ellos. Mas Tlacaellél, teniendo en poco la guerra, y por cosa de afrenta tomarse tan de propósito con aquéllos, ofreció de vencerlos con solos muchacho?, y así lo puso por obra. Fuese al templo, y saoó del recogimiento de él los mozos que le parecieron, y tomó desde diez á diez y ocho años los muchachos que halló, que sabían guiar barcos ó canoas, y dándoles ciertos avisos y orden de pelear, fué con ellos á Cuytla- váca, donde con sus ardides apretó á sus enemi- gos de suerte, que les hizo huir, y yendo en su alcance, el Señor de Cuytlaváca le salió al cami- no, rindiéndose á sí y á su ciudad y gente, y con esto cesó el hacerles mas mal. Volvieron los mu- chachos con grandes despojos y muchos cau- tivos para sus sacrificios, y fueron recibidos sa- Tomo 11. 19 290 LIBRO SÉPTIMO lemnísimamente con gran procesión, músicas y perfumes, y fueron a adorar su ídolo, tomando tierra, y comiendo de ella; y sacándose sangre de las espinillas con las lancetas los Sacerdotes, y otras supersticiones que en cosas de esta cualidad usaban. Quedaron los muchachos muy honrados y animados, abrazándoles y besándoles el Rey, y sus deudos y parientes acompañándoles, y en toda la tierra sonó, que Tlacaellél con muchachos habia vencido la ciudad de Cuytlaváca. La nueva de esta victoria y la consideración de las pasadas> abrió los ojos á los de Tezcuco, gente principal y muy sabia para su modo de saber, y así el prime- ro que fue de parecer se debían sujetar al Rey de Méjico, y convidarle con su ciudad, fue el Rey de Tezcuco, y con aprobación de su Consejo envia- ron Embajadores muy Retóricos con señalados presentes á ofrecerse por subditos, pidiéndole su buena paz y amistad. Esta se aceptó gratamente, aunque por consejo de Tlacaellél, para efectuarse, se hizo ceremonia que los de Tezcuco salían á campo con los de Méjico, y se combatían y ren- dían al fin, que fue un auto y ceremonia de gue- rra, sin que hubiese sangre ni heridas de una y otra parte. Con esto quedó el Rey de Méjico por supremo señor de Tezcuco, y no quitándoles su Rey, sino haciéndole del supre-mo Consejo suyo; y así se cons3rvó siempre hasta el tiempo de Mo" DE LA HIS10RIA MORAL DE INDIAS 29 1 tezuma IT, en cuyo Reino entraron los Españoles. Con haber sujetado la ciudad y tierra de Tezcuco, quedó Méjico por Señora de toda la tierra, y pue- blos que estaban en torno de la laguna, donde ella está fundada. Habiendo, pues, gozado de esta prosperidad, y reinado doce años, adoleció Iz- coált, y murió, dejando en gran crecimiento el reino que le habían dado, por el valor y consejo de su sobrino Tlacaellél (como está referido), el cual tuvo por mejor hacer Reyes, qiie serlo él, como ahora se dirá. CAPITULO XVI Del quinto Rey de Méjico s llamado Motezuma, primero de este nombre. La elección del nuevo Rey tocaba á los cuatro Electores principales (como en otra parte se dijo), y juntamente, por especial privilegio, al Rey de Tezcuco y al Rey de Tacuba. A estos seis juntó Tlacaellél, como quien tenia suprema autoridad, y propuesto el negocio, salió electo Motezuma, pri- mero de este nombre, sobrino del mismo Tla- caellél. Fue su elección muy acepta, y así se hi- cieron solemnísimas fiestas con mayor aparato que á los pasados. Luego que lo eligieron, le lle- varon con gran acompañamiento al templo, y de- lante del brasero, que llamaban divino, en que siempre había fuego de día y de noche, le pusie- ron un trono Real, y atavíos de Rey: allí con unas puntas de tigre y de venado, que para esto tenían, sacrificó el Rey á su ídolo sacándose sangre de las orejas, de los molledos y de las espinillas, que así gustaba el Demonio de ser honrado. Hicieron sus DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 293 arengas allí los Sacerdotes, y ancianos y Capitanes, dándole todos el parabién. Usábanse en tales elec- ciones grandes banquetes y bailes, y mucha cosa de luminarias. E introdújose en tiempo de este Rey, que para la fiesta de su coronación fuese él mismo en persona á mover guerra á alguna parte, de donde trajese cautivos, con que se hiciesen so- lemnes sacrificios, y desde aquel dia quedó esto por ley. Así fue Motezuma á la Provincia de Chál- co, que se habían declarado por enemigos, donde peleando valerosamente hubo gran suma de cau- tivos, con que ofreció un insigne sacrificio el dia de su coronación, aunque por entonces no dejó del todo rendida y allanada la Provincia de Chál- co, que era de gente belicosa. Este dia de la coro- nación acudían de diversas tierras, cercanas y remotas, á ver las fiestas, y á todos daban abun- dantes y principales comidas, y vestían á todos, especialmente á los pobres, de ropas nuevas. Para lo cual el mismo dia entraban por la ciudad los tributos del Rey con gran orden y aparato, ropa de toda suerte, cacao, oro, plata, plumería rica, grandes fardos de algodón, ají, pepitas, diversidad de legumbres, muchos géneros de pescados de mar y de rios, cuantidad de frutas, y caza sin cuento, sin los innumerables presentes, que los Re- yes y Señores enviaban al nuevo Rey. Venia todo el tributo por sus cuadrillas, según diversas Pro- 2Q4 LIBRO SÉPTIMO vincias: iban delante los Mayordomos y Cobrado- res con diversas insignias: todo esto con tanto or- den y con tanta policía, que era no menos de ver la entrada de los tributos, que toda la demás fies- ta. Coronado el Rey, dióse á conquistar diversas Provincias, y siendo valeroso y virtuoso llegó de mar á mar, valiéndose en todo del consejo y as- tucia de su General Tlacaellél, á quien amó y estimó mucho, como era razón. La guerra en que mas se ocupó, y con mas dificultad, fue la de la Provincia de Chálco, en la cual acaecieron gran- des cosas. Fue una bien notable, que habiéndole cautivado un hermano suyo, pretendieron los Chálcas hacerle su Rey, y para ello le enviaron recados muy comedidos y obligatorios. El viendo su porfía les dijo, que si en efecto querían alzarle por Rey, levantasen en la plaza un madero altí- simo, y en lo alto de él le hiciesen un tabladillo, donde él subiese. Creyendo era ceremonia de quererse mas ensalzar, lo cual pusieron así por obra, y juntando él todos sus Mejicanos al derre- dor del madero, subió en lo alto con un ramillete de flores en la mano, y desde allí habló á los su- yos en esta forma: ¡O valerosos Mejicanos! éstos me quieren alzar por Rey suyo; mas no permitan los Dioses, que yo por ser Rey, haga traición á mi patria: antes quiero que aprendáis de mí; deja- ros antes morir, que pasaros á vuestros enemigos: DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 295 diciendo esto, se arrojó é hizo mil pedazos. De cuyo espectáculo cobraron tanto horror y enojo los Chálcas, que luego dieron en los Mejicanos, y allí los acabaron á lanzadas como á gente fiera é inexorable, diciendo, que tenían endemoniados co- razones. La noche siguiente acaeció oir dos buhos dando ahullidos tristes el uno al otro, con que los de Chálco tomaron por agüero, que habían de ser presto destruidos. Y fue así, que el Rey Motezuma vino en persona sobre ellos con todo su poder, y los venció, y arruinó tocio su Reino: y pasando la sierra nevada fue conquistando hasta la mar del Norte, y dando vuelta hacia la del Sur también ganó y sujetó diversas Provincias, de manera, que se hizo poderosísimo Rey: todo esto con el ayuda y consejo de Tlacaellél, á quien se debe cuasi todo el Imperio Mejicano. Con todo fue de parecer (y así se hizo) que no se conquistase la Provincia de Tlascala, porque tuviesen allí ios Mejicanos fron- tera de enemigos, donde ejercitasen las armas los mancebos de Méjico, y juntamente tuviesen copia de cautivos, de que hacer sacrificios á sus ídolos, que como ya se ha visto, consumían gran suma de hombres en ellos, y éstos habían de ser forzoso to- mados en guerra. A este Rey Motezuma, ó por mejor decir, á su General Tlacaellél, se debe todo el orden y policía que tuvo Méjico, de Consejos, Consistorios y Tribunales para diversas causas, en 296 LIBRO SÉPTIMO que hubo gran orden, y tanto número de Conse- jos, y de Jueces, como en cualquiera República de las mas floridas de Europa. Este mismo Rey puso su casa Real en gran autoridad, haciendo muchos y diversos Oficiales, y servíase con gran ceremo- nia y aparato. En el culto de sus ídolos no se se- ñaló menos, ampliando e] número de Ministros, é instituyendo nuevas ceremonias, y teniendo ob- servancia extraña en su ley y vana superstición. Edificó aquel gran templo á su Dios Vitzilipúztli, de que en otro libro se hizo mención. En la dedi- cación de el templo ofreció innumerables sacrifi- cios de hombres, que él en varias victorias había habido. Finalmente, gozando de grande prosperi- dad de su Imperio, adoleció y murió habiendo rei- nado veinte y ocho años, bien diferente de su su- cesor Tizocíc, que ni en valor, ni en buena dicha le pareció. CAPITULO XVII Que Tlacaellél no quiso ser Rey, y de la elección y sucesos de Tizocíc . Juntáronse los cuatro Diputados con los Seño- res de Tezcuco y Tacuba; y presidiendo Tla- caellél, procedieron á hacer elección de Rey, y encaminando todos sus votos á Tlacaellél, como quien merecía mejor aquel cargo que otro alguno, él lo rehusó con razones eficaces, que persuadie- ron á elegir otro. Porque decia él, que era mejor para la República que otro fuese Rey, y él fuese su ejecutor y coadjutor, como lo habia sido hasta entonces, que no cargar todo sobre él solo, pues sin ser Rey, era cierto que habia de trabajar por su República, no menos que si lo fuese. No es cosa muy usada no admitir el supremo lugar y mando, y querer el cuidado y trabajo, y no la honra y potestad; ni aun acaece que el que puede por sí manejarlo todo, huelgue que otro tenga la principal mano, á trueque que el negocio de la República salga mejor. Este bárbaro en esto hizo 298 LIBRO SÉPTIMO ventaja á los muy sabios Romanos y Griegos, y sino díganlo Alejandro y Julio Cesar, que al uno se le hizo poco mandar un mundo, y á los mas queridos y leales de los suyos sacó la vida á crue- les tormentos, por livianas sospechas de que que- dan reinar. Y el otro se declaró por enemigo de su patria, diciendo, que si se habia de torcer del derecho, por solo reinar se habia de torcer: tanta es la sed que los hombres tienen de mandar. Aun- que el hecho de Tlacaellél también pudo nacer de una demasiada confianza de sí, pareciéndole que sin ser Rey lo era, pues cuasi mandaba á los Reyes; y aun ellos le permitían traer cierta insig- nia como tiara, que á solos los Reyes pertenecía. Mas con todo, merece alabanza este hecho, y ma- yor su consideración, de tener en mas el poder mejor ayudar á la República siendo subdito, que siendo supremo Señor; pues en efecto es ello asi, que como en una comedia aquél merece mas glo- ria, que toma y representa el personage que mas importa, aunque sea de pastor ó villano, y deja el de Rey ó Capitán á otro que lo sabe hacer, así en buena Filosofía deben los hombres mirar mas el bien común, y aplicarse al oficio y estado que en- tienden mejor. Pero esta Filosofía es mas remon- tada de lo que al presente se platica. Y con tanto, pasemos á nuestro cuento con decir, que en pago de su modestia, y por el respeto que le tenían los DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 2QQ Electores Mejicanos, pidieron á Tlacaellél, que pues no quería reinar, dijese quien le parecía rei- nase. El dio su voto a un hijo del Rey muerto, muy muchacho, por nombre Tizocíc, y respondié- ronle, que eran muy flacos hombros para tanto peso: respondió, que los suyos estaban allí para ayudarle á llevar la carga, como había hecho con los pasados; con esto se resumieron, y salió elec- to el Tizocíc, y con él se hicieron las ceremonias acostumbradas. Horadáronle la nariz, y por gala pusiéronle allí una esmeralda, y esa es la causa que en sus libros de los Mejicanos se denota este Rey por la nariz horadada. Este salió muy dife- rente de su padre y antecesor, porque le notaron por hombre poco belicoso y cobarde: fue para coronarse á debelar una provincia que estaba alza- da; y en la jornada perdió mucho mas de su gen- te, que cautivó de sus enemigos; con todo eso volvió diciendo traía el nú mero de cautivos que se requería para los sacrificios de su coronación; y así se coronó con gran solemnidad. Pero los Me- jicanos, descontentos de tener Rey poco animoso y guerrero, trataron de darle fin con ponzoña, y así no duró en el Reino mas de cuatro años. Don- de se ve bien, que los hijos no siempre sacan con la sangre el valor de los padres, y que cuanto ma- yor ha sido la gloria de los predecesores, tanto mas es aborrecible el desvalor y vileza de los que 300 LIBRO SÉPTIMO suceden en el mando, y no en el merecimiento.. Pero restauró bien esta pérdida otro hermano del muerto, hijo también del gran Motezuma, el cual se llamó Axayaca, y por parecer de Tlacaellét fue electo, acertando mas en éste que el pasado. CAPITULO XVIII De la muerte de Tlacaellél y hazañas de Axayaca, séptimo Rey de Méjico. Ya era muy viejo en este tiempo Tlacaellél, y como tal le traian en una silla á hombros, para ha- llarse en las consultas y negocios que se ofrecían. En fin adoleció, y visitándole el nuevo Rey, que aun no estaba coronado, y derramando muchas lágrimas, por parecerle que perdía en él padre y padre de su patria. Tlacaellél le encomendó ahin- cadamente á sus hijos, especialmente al mayor, que habia sido valeroso en las guerras que habia tenido. El Rey le prometió de mirar por él; y para DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 301 mas consolar al viejo, allí delante de él le dio el ■cargo é insignias de su Capitán general, con todas las preeminencias de su padre, de que el viejo •quedó tan contento, que con él acabó sus dias, que si no hubieran de pasar de allí á los de la otra vida, pudieran contarse por dichosos, pues de una pobre y abatida ciudad, en que nació, dejó por su esfuerzo fundado un Reino tan grande, tan rico y tan poderoso. Como á tal fundador cuasi de todo aquel Imperio le hicieron las exequias los Mejica- nos, con mas aparato y demostración que á nin- guno de los Reyes habían hecho. Para aplacar el llanto, por la muerte de este su Capitán, de todo el pueblo Mejicano, acordó Axayaca hacer luego jornada como se requería para ser coronado. Y con gran presteza paso con su campo á la provin- cia de Teguantepéc, que dista de Méjico doscien- tas leguas, y en ella dio batalla á un poderoso é innumerable ejército, que así de aquella provincia, como de las comarcanas, se habían juntado contra Méjico. El primero que salió delante de su campo fué el mismo Rey, desafiando á sus contrarios, de los cuales, cuando le acometieron, fingió huir has- ta traerlos á una emboscada, donde tenia muchos soldados cubiertos con paja: éstos salieron á des- hora, y los que iban huyendo revolvieron de suer- te, que tomaron en medio á los de Teguantepéc, y dieron en ellos, haciendo cruel matanza, y pro- 302 LIBRO SÉPTIMO siguiendo asolaron su ciudad y su templo, y á to- dos los comarcanos dieron castigo riguroso. Y sin parar fueron conquistando hasta Guatulco, puerto hoy dia muy conocido en el mar del sur. De esta jornada volvió Axayaca con grandísima presa y riquezas á Méjico, donde se coronó soberbiamen- te, con excesivo aparato de sacrificios, de tributos y de todo lo demás, acudiendo todo el mundo á ver su coronación. Recibían la corona los Reyes de Méjico de mano de los Reyes de Tezcuco, y era esta preeminencia suya. Otras muchas empre- sas hizo, en que alcanzó grandes victorias, y siem- pre siendo él el primero que guiaba su gente y acometía á sus enemigos, por donde ganó nombre de muy valiente Capitán. Y no se contentó con rendir á los extraños, sino que á los suyos rebel- des les puso freno, cosa que nunca sus pasados habían podido, ni osado. Ya se dijo arriba, como se habían apartado de la República Mejicana al- gunos inquietos y mal contentos , que fundaron otra ciudad muy cerca de Méjico, la cual llamaron Tlatellúlco, y fué donde es ahora Santiago. Estos alzados hicieron bando por si, y fueron multipli- cando mucho, y jamás quisieron reconocer á los Señores de Méjico, ni prestarles obediencia. En- vió, pues, el Rey Axayaca á requerirles no estu- viesen divisos, sino que, pues eran de una sangre y un pueblo, se juntasen y reconociesen al Rey DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 303 de Méjico. A este recado respondió el Señor de Tlatellúlco con gran desprecio y soberbia, desa- fiando al Rey de Méjico para combatir de perso- na á persona; y luego apercibió su gente, mandan- do á una parte de ella esconderse entre las espa- dañas de la laguna, y para estar mas encubiertos, ó para hacer mayor burla á los de Méjico, man- dóles tomar disfraces de cuervos, de ánsares, de pájaros, de ranas y de otras sabandijas que andan por la laguna, pensando tomar por engaño á los de Méjico que pasasen por los caminos y calzadas de la laguna. Axayaca, oiclo el desafío, y entendi- do el ardid de su contrario, repartió su gente, y dando parte á su General, hijo de Tlacaellél, man- dóle acudir á desbaratar aquella celada ¡de la la- guna. El por otra parte, con el resto de su gente, por paso no usado, fué sobre Tlatellúlco, y ante todas cosas llamó al que lo habia desafiado, para que cumpliese su palabra. Y saliendo á combatir- se los dos Señores de Méjico y Tlatellúlco, man- daron ambos á los suyos se estuviesen quedos hasta ver quien era vencedor de los dos. Y obe- decido el mandato, partieron uno contra otro ani- mosamente, donde peleando buen rato, al fin le fue forzoso al de Tlatellúlco volver las espaldas, porque el de Méjico cargaba sobre él mas de lo que ya podia sufrir. Viendo huir los de Tlatellúlco á su Capitán, también ellos desmayaron y volvie- 304 LIBRO SÉPTIMO ron las espaldas, y siguiéndoles los Mejicanos, die- ron furiosamente en ellos. No se le escapó á Axa- yaca, el Señor de Tlatellúlco, porque pensando hacerse fuerte en lo alto de su templo, subi5 tras él, y con fuerza le asió, y despeñó del templo aba- jo; y después mandó poner fuego al templo y á la ciudad. Entre tanto que esto pasaba acá, el Gene- ral Mejicano andaba muy caliente allá en la ven- ganza de los que por engaño les habían pretendi- do ganar. Y después de haberles compelido con las armas á rendirse, y pedir misericordia, dijo el General, que no habia de concederles perdón, si no hiciesen primero los oficios de los disfraces que habían tomado. Por eso, que les cumplía cantar como ranas, y graznar como cuervos, cuyas divi- sas habían tomado, y que de aquella manera al- canzarían perdón, y no de otra: queriendo por esta via afrentarles, y hacer burla y escarnio de su ar- did: el miedo todo lo enseña presto. Cantaron y graznaron, y con todas las diferencias de voces que les mandaron, a trueco de salir con las vidas, aunque muy corridos del pasatiempo tan pesado que sus enemigos tomaban con ellos. Dicen que hasta hoy dura el darse trato los de Méjico á los de Tlatellúlco, y que es paso, porque pasan muy mal, cuando les recuerdan algo de estos graznidos y cantares donosos. Gustó el Rey Axayaca de la fiesta, y con ella y gran regocijo se volvieron á DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 305 Méjico. Fué este Rey tenido por uno de los muy buenos: reinó once años, teniendo por sucesor otro 110 inferior en esfuerzo y virtudes. CAPITULO XIX De los Jiechos de Autzól, octavo Rey de Méjico. Entre los cuatro Electores de Méjico, que como está referido, daban el Reino con sus votos á quien les parecía, habia uno de grandes partes llamado Autzól: á éste dieron los demás sus votos, y fue su elección en extremo acepta á todo el pueblo, porque demás de ser muy valiente, le tenían todos por afable y amigo de hacer bien, que en los que gobiernan es principal parte para ser amados y ■obedecidos. Para la fiesta de su coronación, la jornada que le pareció hacer fue, ir á castigar el desacato de los de Cuaxutátlan, Provincia muy rica y próspera, que hoy dia es de lo principal de Nueva-España. Habían éstos salteado á los Mayor- Tomc 11. 20 306 LIBRO SÉPTIMO domos y Oficiales, que traían el tributo á Méjico, y alzádose con él: tuvo gran dificultad en allanar esta gente, porque se habían puesto donde un gran brazo de mar impedia el paso á los Mejica- nos. Para cuyo remedio, con extraño trabajo é in- vención, hizo Autzól fundar en el agua una como Tsleta hecha de fagina y tierra, y muchos materia- les. Con esta obra pudo él y su gente pasar á sus enemigos, y darles batalla, en que les desbarató, venció y castigó á su voluntad, y volvió con gran riqueza y triunfo á Méjico á coronarse según su costumbre. Extendió su reino con diversas con- quistas Autzól, hasta llegarle á Guatemala, que está trescientas leguas de Méjico: no fue menos liberal que valiente: cuando venían sus tributos (que como está dicho, venían con grande aparato y abundancia) salíase de su palacio, y juntando donde le parecía todo el pueblo, mandaba lleva- sen allí los tributos: á todos los que había necesi- tados y pobres repartía allí ropa y comida, y todo' lo que habían menester en gran abundancia. Las cosas de precio, como oro, plata, joyas, plumería y preseas, repartíalas entre los Capitanes y solda- dos, y gente que le servia, según los méritos y he- chos de cada uno. Fué también Autzól gran Re- publicano, derribando los edificios mal puestos, y reedificando de nuevo muchos suntuosos. Pareció- le que la ciudad de Méjico gozaba poca agua, y DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 307 que la laguna estaba muy cenagosa, y determinóse echar eu ella un brazo gruesísimo de agua, de que se servían los de Cuyoacán. Para el efecto envió á llamar al principal de aquella ciudad, que era un famosísimo hechicero, y propuesto su intento, el hechicero le dijo, que mirase lo que hacia, porque aquel negocio tenia gran dificultad, y que enten- diese, que si sacaba aquella agua de madre, y la metia en Méjico, habia de anegar la ciudad. Pare- ciéndole al Rey eran excusas para no hacer lo que él mandaba, enojado le echó de allí. Otro día en- vió á Cuyoacán un Alcalde de Corte á prender al hechicero, y entendido por él á lo que venían aquellos ministros de el Rey, les mandó entrar, y púsose en forma de una terrible águila, de cuya vista espantados se volvieron sin prenderle. Envió otros enojado Autzól, á los cuales se les puso en figura de tigre ferocísimo, y tampoco éstos osaron tocarle. Fueron los terceros, y halláronle hecho sierpe horrible, y temieron mucho mas. Amosta- zado el Rey de estos embustes, envió á amenazar á los de Cuyoacán, que si no le traían atado aquel hechicero, haría luego asolar la ciudad. Con el miedo de esto, ó él de su voluntad, ó forzado de los suyos, en fin fué el hechicero, y en llegando le mandó dar garrote. Y abriendo un caño por don- de fuese el agua á Méjico, en í]n salió con su in- tento, echando grandísimo golpe de agua en su 308 LIBRO SÉPTIMO laguna, la cual llevaron con grandes ceremonias y superstición yendo unos Sacerdotes incensando á la orilla: otros sacrificando codornices, y untando con su sangre el borde del caño: otros tañendo caracoles, y haciendo música al agua, con cuya vestidura (digo de la Diosa del agua) iba revestido el principal, y todos saludando al agua, y dándole la bien venida. Así está todo hoy dia pintado en los Anales Mejicanos, cuyo libro tienen en Roma, y está puesto en la sacra Biblioteca ó librería Vati- cana, donde un Padre de nuestra Compañía, que había venido de Méjico, vio ésta y las demás his- torias, y las declaraba al Bibliotecario de su Santi- dad, que en extremo gustaba de entender aquel libro, que jamás habia podido entender. Finalmen- te, el agua llegó á Méjico, pero fué tanto el golpe de ella, que por poco se anegara la ciudad, como el otro habia dicho, y en efecto arruinó gran par- te de ella. Mas á todo dio remedio la industria de Autzól, porque hizo sacar un desaguadero por donde aseguró la ciudad, y todo lo caído, que era ruin edificio, lo reparó de obra fuerte y bien he- cha, y así dejó su ciudad cercada toda de agua, como otra Venecia, y muy bien edificada. Duró el reinado de éste once años, parando en el último y mas poderoso sucesor de todos los Mejicanos. CAPITULO XX De la elección del gran Mote zuma, último Rey de Méjico. En el tiempo que entraron los Españoles en la Nueva-España, que fué el año del Señor de mil quinientos diez y ocho, reinaba Motezuma, el se- gundo de este nombre, y último Rey de los Meji- canos, digo último, porque aunque después de muerto éste, los de Méjico eligieron otro, y aun en vida del mismo Motezuma, declarándole por enemigo de la Patria, según adelante se verá; pero el que sucedió, y el que vino cautivo á poder del Marqués del Valle, no tuvieron mas del nombre y título de Reyes, por estar ya cuasi todo su Reino rendido á los Españoles. Así que á Motezuma con razón le contamos por último, y como tal así llegó á lo último de la potencia y grandeza Mejicana, que para entre bárbaros pone á todos grande ad- miración. Por esta causa, y por ser ésta la sazón que Dios quiso para entrar la noticia de su Evan- gelio, y Reino de Jesu-Cristo en aquella tierra, fe- 310 LIBRO SÉPTIMO feriré un poco mas por extenso las cosas de este Rey. Era Motezuma de suyo muy grave, y muy reposado: por maravilla se oía hablar, y cuando hablaba en el supremo Consejo, de que él era, po- nía admiración su aviso y consideración, por don- de aun antes de ser Rey, era temido y respetado. Estaba de ordinario recogido en una gran pieza, que tenia para sí diputada en el gran templo de Yitzilipúztli, donde decían, le comunicaba mucho su ídolo, hablando con él, y así presumía de muy religioso y devoto. Con estas partes, y con ser no- bilísimo y de grande ánimo, fué su elección muy fácil y breve, como en persona en quien todos te- nían puestos los ojos para tal cargo. Sabiendo su elección se fué á esconder al templo á aquella pie- za de su recogimiento: fuese por consideración de el negocio tan arduo, que era regir tanta gente: fuese (como yo mas creo) por hipocresía, y mues- tra que no estimaba el Imperio: allí en fin le halla- ron, y tomaron y llevaron con el acompañamien- to y regocijo posible á su Consistorio. Venía él con tanta gravedad, que todos decían, le estaba bien su r¿ombre de Motezuma, que quiere decir, Señor sañudo . luciéronle gran reverencia los Electores: diéronle noticia de su elección, fué de allí al brasero de los Dioses á incensar, y luego ofrecer sus sacrificios, sacándose sangre de orejas, molledos y espinillas, como era costumbre. Pusié- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 3 I I ronle sus atavíos de Rey, y horadándole las nari- ces por las ternillas, colgáronle de ellas una esme- ralda riquísima: usos bárbaros y penosos, mas el fausto de mandar hacía no se sintiesen. Sentado después en su trono oyó las oraciones que le hi- cieron, que según se usaba, eran con elegancia y artificio. La primera hizo el Rey de Tezcuco, que por haberse conservado con fresca memoria, y ser digna de oir, la pondré aquí, y fué así: La gran ventura que ha alcanzado todo este Reino, no- bilísimo mancebo, en haber merecido tenerte á tí por cabeza de todo él, bien se deja entender, por la facilidad y concordia de tu elección, y por la alegría tan general que todos por ella muestran. Tienen cierto muy gran razón, porque está ya el Imperio Mejicano tan grande y tan dilatado, que para regir un mundo como éste, y llevar carga de tanto peso, no se requiere menos fortaleza y brio, que el de tu firme y animoso corazón, ni menos reposo, saber y prudencia, que la tuya. Claramen- te veo yo, que el Omnipotente Dios ama esta ciu- dad, pues le ha dado luz para escoger lo que íe convenia. Porque ¿quién duda, que un Príncipe, -que antes de reinar habia investigado los nueve dobleces de el Cielo, ahora, obligándole el cargo de su Reino, con tan vivo sentido no alcanzará las cosas de la tierra, para acudir á su gente? ¿Quién 4uda, que el grande esfuerzo que has siempre va- 312 LIBRO SÉPTIMO lerosamente mostrado, en casos de importancia,, no te haya de sobrar ahcra, donde tanto es me- nester? ¿Quién pensará que en tanto valor haya de faltar remedio al huérfano y á la viuda? ¿Quién no se persuadirá, que el Imperio Mejicano haya ya llegado á la cumbre de la autoridad, pues te co- municó el Señor de lo criado tanta, que en solo- verte, la pones á quien te mira? Alégrate ¡ó tierra dichosa! que te ha dado el Criador un Príncipe,, que te será columna firme en que estrives, será padre y amparo de que te socorras, será mas que hermano en la piedad y misericordia para con los. suyos. Tienes por cierto Rey, que no tomará oca- sión con el estado, para regalarse y estarse tendi- do en el lecho, ocupado en vicios y pasatiempos; antes al mejor sueño le sobresaltará su corazón, y le dejará desvelado, el cuidado que de ti ha de tener. El mas sabroso bocado de su comida no- sentirá, suspenso, en imaginar en tu bien. Dime,. pues, Reino dichoso, si tengo razón en decir que te regocijes y alientes con tal Rey. Y tú ¡ó gene- rosísimo mancebo, y muy poderoso Señor nues- tro! ten confianza y buen ánimo, que pues el Señor de todo lo criado te ha dado este oficio, también te dará su esfuerzo para tenerle. Y el que todo el tiempo pasado ha sido tan liberal contigo, puedes bien confiar, que no te negará sus mayores dones» pues te ha puesto en mayor estado, de el cual DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 3I3 goces por muchos años y buenos. Estuvo el Rey Motezuma muy atento á este razonamiento, el cual acabado, dicen se enterneció de suerte, que aco- metiendo á responder por tres veces, no pudo vencido de lágrimas, lágrimas que el propio gusto suele bien derramar, guisando un modo de devo- ción salida de su propio contentamiento, con muestra de grande humildad. En fin, reportándo- se, dijo brevemente: Harto ciego estuviera yo> buen Rey de Tezcuco, si no viera y entendiera* que las cosas que me has dicho, ha sido puro fa- vor que me has querido hacer, pues habiendo tan- tos hombres tan nobles y generosos en este Reino, echastes mano para él del menos suficiente, que soy yo. Y es cierto que siento tan pocas prendas, en mí para negocio tan arduo, que no sé qué ha- cerme, sino acudir al Señor de lo criado, que me favorezca, y pedir á todos que se lo supliquen por mí. Dichas estas palabras se tornó á enternecer y llorar. CAPÍTULO xxr Cómo ordenó Motezuma el servicio de su casa, y la guerra que Júzo para coronarse. Este, que tales muestras de humildad y ternura mostrándoles sus espadas, lanzas, gorgujes, parte- sanas, y otras armas, con que mucho les espanta- ron. Salieron tan escandalizados y atemorizados los pobres Indios, que mudaron del todo opinión, diciendo, que allí no venia su Rey y Señor Topil- cin, sino Dioses enemigos suyos para destruirlos* Cuando llegaron á Méjico, estaba Motezuma en la (i) Rom. 1 1 DE LA HISTORTA MORAL DE INDIAS 333 casa de Audiencia, y antes que le diesen la em- bajada, mandó el desventurado sacrificar en su presencia número de hombres, y con la sangre de los sacrificados rociar á los Embajadores, pen- sando con esta ceremonia (que usaban en solem- nísimas embajadas) tenerla buena. Mas oída toda la relación é información de la forma de navios, gente y armas, quedó del todo confuso y perple- jo, y habido su Consejo no halló otro mejor me- dio, que procurar estorbar la llegada de aquellos extranjeros por artes mágicas y conjuros. Solíanse valer de estos medios muchas veces, porque era grande el trato que tenían con el Diablo, con cuya ayuda conseguían muchas veces efectos extraños. Juntáronse, pues, los hechiceros, magos, y encan- tadores, y persuadidos de Motezuma tomaron á su cargo el hacer volver aquella gente á su tierra, y para esto fueron hasta ciertos puestos, que para invocar los Demonios, y usar su arte les pareció cosa digna de consideración. Hicieron cuanto pu- dieron y supieron: viendo que ninguna cosa les empecía á los Cristianos, volvieron á su Rey di- ciendo, que aquellos eran mas que hombres, por- que nada les dañaba de todos sus conjuros y en- cantos. Aquí ya le pareció á Motezuma echar por otro camino, y fingiendo contento de su venida, envió á mandar en todos sus Reinos, que sirviesen á aquellos Dioses celestiales, que habían venido á 334 LIBRO SÉPTIMO su tierra: todo el pueblo estaba en grandísima tristeza y sobresalto. Venían nuevas á menudo, que los Españoles preguntaban mucho por el Rey,. y por su modo de proceder, y por su casa y ha- cienda. De ésto él se congojaba en demasía; y aconsejándole los suyos, y otros nigrománticos que se escondiese, y ofreciéndole que ellos le pon- drían donde criatura no pudiese hallarle, parecióle bajeza, y determinó aguardar, aunque fuese mu- riendo. Y en fin, se pasó de sus casas Reales á otras, por dejar su palacio para aposentar en él á aquellos Dioses, como ellos decían. CAPÍTULO XXV De la entrada de los Españoles en Méjico. No pretendo tratar los hechos de los Españoles,, que ganaron á la «Nueva-España, ni los sucesos ex- traños que tuvieron, ni el ánimo y valor invenci- ble de su Capitán Don Fernando Cortés, porque de esto hay ya muchas historias y relaciones, y las que el mismo Fernando Cortés, escribió al Em- perador Carlos V, aunque con estilo llano y age- no de arrogancia, dan suficiente noticia de lo que pasó, y fué mucho, y muy digno de perpetua me- moria. Solo para cumplir con mi intento, resta de- cir lo que los Indios refieren de este caso, que no anda en letras Españolas hasta el presente. Sa- biendo, pues, Motezuma las victorias del Capitán y que venia marchando en demanda suya, y que se había confederado con los de Tlascála, sus ca- pitales enemigos, y hecho un duro castigo en los de Cholóla, sus amigos, pensó engañarle ó probar- le con enviar con sus insignias y aparato un prin- cipal, que se fingiese ser Motezuma. Cuya ficción 336 LIBRO SÉPTIMO entendida por el Marqués, de los de Tlascála, que venían en su compañía, envióle con una prudente reprehensión por haberle querido engañar, de que quedó confuso Motezuma, y con el temor de esto, dando vueltas á su pensamiento, volvió á intentar hacer volver á los Cristianos por medio de hechi- ceros y encantadores. Para lo cual juntó muchos mas que la primera vez, amenazándoles que les quitaría las vidas, si les volvían sin hacer el efecto á que los enviaba: prometieron hacerlo. Fueron una cuadrilla grandísima de estos Oficiales diabó- licos al camino de Chálco, que era por donde ve- nían los Españoles. Subiendo por una cuesta arri- ba, aparecióles Tezcatlipúca, uno de sus principa- les Dioses, que venia de hacia el Real de los Es- pañoles, en hábito de los Chálcas, y traía ceñidos los pechos con ocho vueltas de una soga de espar- to: venia como fuera de sí, y como embriagado de coraje y rabia. En llegando al escuadrón de los Nigrománticos y hechiceros, paróse, y díjoles con grandísimo enojo: ¿Para qué volvéis vosotros acá? ^qué pretende Motezuma por vuestro medio? Tar- de ha acordado, que ya está determinado que le quiten su Reino, su honra y cuanto tiene, por las tiranías grandes que ha cometido contra sus vasa- llos, pues no ha regido como Señor, sino como Tirano traidor. Oyendo estas palabras, conocieron los hechiceros que era su ídolo, y humilláronse DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 337 cante él, y allí le compusieron un altar de piedra, y le cubrieron de flores que por allí había. El no haciendo caso de esto, les volvió á reñir, dicien- do: ;A qué vinisteis aquí, traidores? volveos, vol- veos luego, y mirad á Méjico, porque sepáis lo que ha de ser de ella. Dicen, que volvieron á mirar a Méjico, y que la vieron arder y abrasarse toda en vivas llamas. Con esto el Demonio desapareció, y ellos, no osando pasar adelante, dieron noticia á Motezuma, el cual por un rato no pudo hablar palabra, mirando pensativo al suelo: pasado aquel tiempo dijo: ¿Pues qué hemos de hacer si los Dio- ses y nuestros amigos no nos favorecen, antes prosperan á nuestros enemigos? Ya yo estoy de- terminado, y determinémonos todos, que venga lo que viniere, que no hemos de huir, ni nos hemos de esconder, ni mostrar cobardía. Compadézcome de los viejos, niños y niñas, que no tienen pies, ni manos para defenderse; y diciendo esto calló, por- que se comenzaba á enternecer. En fin, acercán- dose el Marqués á Méjico, acordó Motezuma ha- cer de la necesidad virtud, y salióle á recibir como tres cuartos de legua de la ciudad, yendo con mucha magestad, y llevado en hombros de cuatro Señores, y él cubierto de un rico palio de oro y plumería. Al tiempo de encontrarse bajó el Mote- zuma, y ambos se saludaron muy cortesmente, y Don Fernando Cortés le dijo estuviese sin pena, Tomo ii. 22 33& LIBRO SÉPTIMO que su venida no era para quitarle, ni disminuirle- su Reino. Aposentó Motezuma á Cortes y á sus compañeros en su Palacio principal, que lo era mucho, y él se fué á otras casas suyas; aquella noche los soldados jugaron el artillería por rego- cijo, de que no poco se asombraron los Indios, no hechos á semejante música. El dia siguiente juntó Cortés en una gran sala á Motezuma y á los Señores de su Corte, y juntos les dijo, sentado él en su silla: Que él era criado de un gran Príncipe,, que le habia mandado ir por aquellas tierras á ha- cer bien, y que habia en ellas hallado á los de Tlascála, que eran sus amigos, "muy quejosos de los agravios que les hacían siempre los de Méjico, y que quería entender quien tenia la culpa, y con- federarlos para que no se hiciesen mal unosá otros de ahí adelante, y que él y sus hermanos, que eran; los Españoles, estarían allí sin hacerles daño, an- tes les ayudarían lo que pudiesen. Este razona- miento procuró le entendiesen todos, usando de sus intérpretes. Lo cual percibido por el Rey y los demás Señores Mejicanos, fué grande el con- tento que tuvieron, y las muestras de amistad que á Cortés y á los demás dieron. Es opinión de mu- chos, que como aquel dia quedó el negocio pues- to, pudieran con facilidad hacer del Rey y Reino lo que quisieran, y darles la Ley de Cristo con gran satisfacción y paz. Mas los juicios de Dios son DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 33V) altos, y los pecados de ambas partes muchos; y asi se rodeó la cosa muy diferente, aunque al cabo salió Dios con su intento de hacer misericordia á aquella nación con la luz de su Evangelio, habien- do primero hecho juicio y castigo de los que lo merecían en su divino acatamiento. En efecto hubo ocasiones, con que de la una parte á la otra nacieron sospechas, quejas y agravios, y viendo enagenados los ánimos de los Indios, á Cortés le pareció asegurarse con echar mano del Rey Mote- zuma, y prenderle, y echarle grillos: hecho que espanta, al mundo, igual al otro suyo, de quemar los navios, y encerrarse entre sus enemigos á ven- cer ó morir. Lo peor de todo fué, que por ocasión de la venida impertinente de un Panfilo de Nar- vaez á la Vera-Cruz para alterar la tierra, hubo Cortés de hacer ausencia de Méjico, y dejar al pobre Motezuma en poder de sus compañeros, que ni tenían la discreción, ni moderación que él. Y así vino la cosa a términos de total rompimiento, sin haber medio ninguno de paz. CAPÍTULO XXVI De la muerte de Motezuma, y salida de los Españoles de Méjico. En la ausencia de Cortés de Méjico, pareció al que quedó en su lugar, hacer un castigo en los Mejicanos, y fué tan excesivo, y murió tanta no- bleza en un gran mitote ó baile que hicieron en Palacio, que todo el pueblo se alborotó, y con fu- riosa rabia tomaron armas para vengarse y matar los Españoles; y así les cercaron la casa, y apre- taron reciamente, sin que bastase el daño que re- cibían de la artillería y ballestas, que era grande, á desviarse de su porfía. Duraron en esto muchos dias, quitándoles los bastimentos, y no dejando entrar ni salir criatura. Peleaban con piedras, dar- dos arrojadizos, su modo de lanzas y espadas, que son unos garrotes, en que tienen cuatro ó seis na- vajas agudísimas, y tales, que en estas refriegas refieren las Historias, que de un golpe de estas navajas llevó un Indio á cercen todo el cuello de íín caballo. Como un día peleasen con esta deter- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 34 I minacion y furia, para quietarles hicieron los Es- pañoles subir á Motezuma con otro Principal á lo alto de una azotea, amparados con las rodelas de dos soldados que iban con ellos. En viendo á su Señor Motezuma pararon todos, y tuvieron gran- de silencio. Díjoles entonces Motezuma, por medio de aquel Principal, á voces, que se sosegasen, y que no hiciesen guerra á los Españoles, pues estan- do él preso como veian, no les habia de aprove- char. Oyendo esto un mozo generoso, llamado Ouicuxtemoc, á quien ya trataban de levantar por su Rey, dijo á voces á Motezuma, que se fuese para bellaco, pues habia sido tan cobarde, y que no le habían ya de obedecer, sino darle el castigo que merecía, llamándole por mas afrenta, de muger. Con esto enarcando su arco, comenzó á tirarle fle- chas, y el pueblo volvió á tirar piedras, y prose- guir su combate. Dicen muchos, que esta vez le dieron á Motezuma una pedrada, de que murió. Los Indios de Méjico afirman, que no hubo tal, sino que después murió la muerte que luego diré. Como se vieron tan apretados, Alvarado y los de- más enviaron al Capitán Cortés aviso de el gran peligro en que estaban. Y él habiendo, con mara- villosa destreza y valor, puesto recaudo en el Nar- vaez, y cogiéndole para sí la mayor parte de su gente, vino á grandes jornadas á socorrer á los suyos á Méjico, y aguardando á tiempo que los 342 LIBRO SÉPTIMO Indios estuviesen descansando, porque era su uso en la guerra, cada cuatro dias descansar uno, con maña y esfuerzo entró, hasta ponerse con el soco- rro en las casas Reales, donde se habían hecho fuertes los Españoles, por lo cual hicieron muchas alegrías, y jugaron el artillería. Mas como la rabia de los Mejicanos creciese, sin haber medio para sosegarlos, y los bastimentos los fuesen faltando de el todo, viendo que no habia esperanza de mas defensa, acordó el Capitán Cortés salirse una no- che á cencerros tapados, y habiendo hecho unas puentes de madera para pasar dos acequias gran- dísimas y muy peligrosas, salió con muy gran si- lencio á media noche. Y habiendo ya pasado gran parte de la gente la primera acequia, antes de pa- sar la segunda, fueron sentidos de una India, la cual fué dando grandes voces, que se iban sus enemigos, y á las voces se convocó y acudió todo el pueblo con terrible furia, de modo que al pasar la segunda acequia, de heridos y atropellados ca- yeron muertos mas de trescientos, adonde está hoy una hermita, que impertinentemente y sin ra- zón la llaman de los Mártires. Muchos, por guare- cer el oro y joyas que tenían, no pudieron esca- par: otros deteniéndose en recogerlo y traerlo, fueron presos por los Mejicanos, y cruelmente sa- crificados ante sus ídolos. Al Rey Motezuma ha- llaron loe Mejicanos muerto, y pasado, según di- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 343 •cen, de puñaladas; y es su opinión, que aquella noche le mataron los Españoles con otros princi- pales. El Marqués, en la relación que envió al Em- perador, antes dice, que á un hijo de Motezuma, que él llevaba consigo, con otros nobles, le. mata- ron aquella noche los Mejicanos. Y dice, que toda la riqueza de oro, piedras y plata que llevaban, se cayó en la laguna, donde nunca mas pareció. Como quiera que sea, Motezuma acabó miserable- mente, y de su gran soberbia y tiranías pagó al justo juicio de el Señor de los Cielos, lo que me- recía. Porque viniendo á poder de los Indios su cuerpo, no quisieron hacerle exequias de Rey, ni aun de hombre común, desechándole con gran desprecio y enojo. Un criado suyo, doliéndose de tanta desventura de un Rey, temido y adorado antes como Dios, allá le hizo una hoguera, y puso sus cenizas donde pudo, en lugar harto desechado. Volviendo á los Españoles que escaparon, pasaron grandísima fatiga y trabajo, porque los Indios les fueron siguiendo obstinadamente dos ó tres dias, sin dejarles reposar un momento, y ellos iban tan fatigados de comida, que muy pocos granos de maíz se repartían para comer. Las relaciones de los Españoles, y las de los Indios concuerdan, en que aqui les libró nuestro Señor por milagro, de- fendiéndoles la Madre de misericordia, y Reina del Cielo María, maravillosamente en un cerrillo, 344 LIBRO SÉPTIMO donde á tres leguas de Méjico está hasta el dia de hoy fundada una Iglesia en memoria de esto, con título de nuestra Señora de el Socorro. Fuéronse á los amigos de Tlascála, donde se rehicieron, y con su -ayuda, y con el admirable valor y gran traza de Fernando Cortés volvieron á hacer la guerra á Méjico, por mar y tierra, con la inven- ción de los bergantines que echaron á la laguna; y después de muchos combates, y mas de sesenta peleas peligrosísimas, vinieron á ganar del todo la ciudad dia de San Hipólito, á trece de Agosto de mil quinientos y veinte y un años. El último Rey de los Mejicanos habiendo porfiadísimamente sus- tentando la guerra, á lo último fué tomado en uua canoa grande donde iba huyendo, y traído con otros principales ante Fernando Cortés. El Reye- zuelo con extraño valor arrancando una daga se llegó á Cortés, y le dijo: Hasta ahora yo he hecho lo que he podido en defensa de los míos: ahora no debo mas sino darte ésta, y que con ella me mates luego. Respondió Cortés, que él no quería matar- le, ni habia sido su intención de dañarles; mas que su porfía tan loca tenia la culpa de tanto mal y destrucción, como habían padecido: que bien sa- bían cuantas veces les habían requerido con la paz y amistad. Con esto le mandó poner guardia,. y tratar muy bien á él y á todos los demás que habian escapado. Sucedieron en esta conquista de DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 345 Méjico muchas cosas maravillosas, y no tengo por mentira, ni por encarecimiento, lo que dicen los que escriben, que favoreció Dios el negocio de los Españoles con muchos milagros; y sin el favor del Cielo era imposible vencerse tantas dificultades, y allanarse toda la tierra al mando de tan pocos hombres. Porque aunque nosotros fuésemos peca- dores, é indignos de tal favor, la causa de Dios, y gloria de nuestra Fé, y bien de tantos millares de almas, como de aquellas naciones tenia el Señor predestinadas, requería que para la mudanza que vemos, se pusiesen medios sobrenaturales, y pro- pios del que llama á su conocimiento á los ciegos y presos, y les da luz y libertad con su sagrado Evangelio. Y porque esto mejor se crea y entien- da, referiré algunos ejemplos, que me parecen á propósito de esta historia. CAPÍTULO XXVII De algunos milagros, que en las Indias ha obrado Dios en favor de la Fé, sin méritos de los que los obraron. Santa Cruz de la Sierra es una provincia muy apartada y grande en los Reinos del Perú, que tie- ne vecindad con diversas naciones de infieles, que aun no tienen luz del Evangelio, si de los años acá que han ido Padres de nuestra Compañía con ese intento, no se la han dado. Pero la misma provin- cia es de Cristianos, y hay en ella Españoles é In- dios bautizados en mucha cuantidad. La manera en que entró allá la Cristiandad fué ésta: Un sol- dado de ruin vida, y facineroso en la provincia de los Charcas, por temor de la justicia, que por sus delitos le buscaba, entró mucho la tierra adentro, y fué acogido de los Bárbaros de aquella tierra, á los cuales viendo el Español que pasaban gran necesidad por falta de agua, y que para que llovie- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 347 se hacían muchas supersticiones, como ellos usan, díjoles, que si ellos hacían lo que él les diría, que luego llovería. Ellos se ofrecieron á hacerlo de buena gana. El soldado con esto hizo una grande Cruz, y púsola en alto, y mandóles que adorasen allí, y pidiesen agua, y ellos lo hicieron así: cosa maravillosa. Cargó luego tan copiosísima lluvia, que los Indios cobraron tanta devoción á la santa Cruz, que acudían á ella con todas sus necesidades, y alcanzaban lo que pedían, tanto, que vinieron á derribar sus ídolos, y á traer la Cruz por insignia, y pedir Predicadores que les enseñasen y bautiza- sen; y la misma provincia se intitula hasta hoy por eso Santa Cruz de la Sierra. Mas porque se vea por quien obraba Dios estas maravillas, es bien decir, como el sobredicho soldado, después de haber algunos años hechos estos milagros de Apóstol, no mejorando su vida, salió á la provin- cia de los Charcas, y haciendo de las suyas, fué en Potosí públicamente puesto en la horca. Polo que lo debia de conocer bien, escribe todo esto como cosa notoria que pasó en su tiempo. En la peregrinación extraña que escribe Cabeza de Vaca, el que fué después Gobernador en el Paraguay, que le sucedió en la Florida con otros dos ó tres compañeros, que solos quedaron de una armada, en que pasaron diez años en tierras de Bárbaros, penetrando hasta la mar del sur, cuenta, y es 348 LIBRO SÉPTIMO Autor fidedigno: Que compeliéndoles los Bárbaros á que les curasen de ciertas enfermedades, y que si no lo hacían, les quitarían la vida, no sabiendo ellos parte de medicina, ni teniendo aparejo para ello, compelidos de la necesidad se hicieron Mé- dicos Evangélicos, y diciendo las oraciones de la Iglesia, y haciendo la señal de la Cruz, sanaron aquellos enfermos. De cuya fama hubieron de proseguir el mismo oficio por todos los pueblos, que fueron innumerables, concurriendo el Señor maravillosamente, de suerte que ellos se admira- ban de sí mismos, siendo hombres de vida común, y el uno de ellos un negro. Lancero fué en el Perú un soldado, qife no se saben de él mas méritos que ser soldado, decia sobre las heridas ciertas palabras buenas, haciendo la señal de la Cruz, y sanaban luego, de donde vino á decirse como por refrán, el salmo de Lancero. Y examinado por los que tienen en la Iglesia autoridad, fué apro- bado su hecho y oficio. En la ciudad del Cuzco, cuando estuvieron cercados los Españoles cerca- dos, y en tanto aprieto que sin ayuda del Cielo fuera imposible escapar, cuentan personas fidedig- nas y yo se lo oí, que echando los Indios fuego arrojadizo sobre el techo de la morada de los Es- pañoles, que era donde es ahora la Iglesia mayor, siendo el techo de cierta paja, que allá llaman chicho, y siendo los hachos de tea muy grandes, DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 349 jamás prendió, ni quemó cosa, porque una Señora que estaba en lo alto, apagaba el fuego luego, y esto visiblemente lo vieron los Indios, y lo dijeron muy admirados. Por relaciones de muchos y por historias que hay, se sabe de cierto, que en diver- sas batallas que los Españoles tuvieron, así en la Nueva-España como en el Perú, vieron los Indios contrarios en el aire un Caballero con la espa- da en la mano, en un caballo blanco, peleando por los Españoles, de donde ha sido y es tan gran- de la veneración que en todas las Indias tienen al glorioso Apóstol Santiago. Otras veces vieron en tales conflictos la imagen de nuestra Señora, de quien los Cristianos en aquellas partes han recibi- do incomparables beneficios. Y si estas obras de el Cielo se hubiesen de referir por extenso, como han pasado, sería relación muy larga. Baste haber tocado esto, con ocasión de la merced que la Rei- na de gloria hizo á los nuestros, cuando iban tan apretados y perseguidos de los Mejicanos: lo cual todo se ha dicho para que se entienda, que ha te- nido nuestro Señor cuidado de favorecer la Fe y Religión Cristiana , defendiendo á los que la tenían aunque ellos por ventura no mereciesen por sus obras semejantes regalos y favores del Cíelo. Junto con esto es bien que no se conde- nen tan absolutamente todas las cosas de los primeros Conquistadores de las Indias , como 350 LIBRO SÉPTIMO algunos Letrados y Religiosos han hecho con buen celo sin duda, pero demasiado. Porque aunque por la mayor parte fueron hombres codi- ciosos, y ásperos, y muy ignorantes del modo de proceder, que se habia de tener entre infieles, que jamás habían ofendido á los Cristianos; pero tam- poco se puede negar, que de parte de los infieles hubo muchas maldades contra Dios y contra los nuestros, que les obligaron á usar de rigor y cas- tigo. Y lo que es mas, el Señor de todos, aunque los fieles fueron pecadores, quiso favorecer su causa y partido para bien de los mismos infieles que habían de convertirse después por esa ocasión al Santo Evangelio. Porque los caminos de Dios son altos, y sus trazas maravillosas. CAPÍTULO XXVIII De la disposición que la divina providencia ordenó en Indias para la entrada de la Religión Cristiana en ellas. Quiero dar fin á esta Historia de Indias, con de- clarar la admirable traza, con que Dios dispuso y preparó la entrada del Evangelio en ellas, que es mucho de considerar, para alabar y engrandecer el saber y bondad del Criador. Por la relación y discurso que en estos libros he escrito, podrá cual- quiera entender, que así en el Perú, como en la Nueva España, al tiempo que entraron los Cristia- nos, habian llegado aquellos Reinos á lo sumo, y estaban en la cumbre de su pujanza, pues los Incas poseían en el Perú desde el Reino de Chile hasta pasado el de Quito, que son mil leguas; y estaban tan servidos y ricos de oro, plata y todas riquezas. Y en Méjico, Motezuma imperaba desde el mar Océano del norte hasta el mar del sur, siendo temi- 352 LIBRO SÉPTIMO do y adorado, no como hombre, sino como Dios. A este tiempo juzgó el Altísimo, que aquella piedra de Daniel ( I ) , que quebrantó los Rei- nos y Monarquías del mundo, quebrantase tam- bién los deestotro mundo nuevo , y así como la Ley de Cristo vino, cuando la Monarquía de Roma habia llegado á su cumbre, así también fué en las Indias Occidentales: Y verdaderamen- te fué suma providencia de el Señor. Porque el haber en el orbe una cabeza, y un Señor temporal (como notan los Sagrados Doctores), hizo que el Evangelio se pudiese comunicar con facilidad á tantas gentes y naciones. Y lo mismo sucedió en las Indias, donde el haber llegado la noticia de Cristo á las Cabezas de tantos Reinos y gentes, hizo que con facilidad pasase por todas ellas. Y aun hay aquí un particular notable, que como iban los Señores de Méjico y de el Cuzco conquistando tierras, iban también introduciendo su lengua, porque aunque hubo y hay muy gran diversidad de lenguas particulares y propias; pero la lengua cortesana de el Cuzco corrió y corre hoy dia mas de mil leguas, y la de Méjico debe correr poco menos. Lo cual para facilitar la predicación en tiempo que los Predicadores no reciben el don de lenguas como antiguamente , no ha importado (i) Dan. 2. DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS poco, sino muy mucho. De cuanta ayuda haya sido para la predicación y conversión de las gen- tes la grandeza de estos dos Imperios, que he di- cho, mírelo quien quisiere en la suma dificultad •que se ha experimentado en reducir á Cristo los Indios que no reconocen un Señor. Véanlo en la Florida, en el Brasil, en los Andes y en otras cien partes, donde no se ha hecho tanto efecto, en cin- cuenta años, como en el Perú y Nueva-España en menos de cinco se hizo. Si dicen, que el ser rica •esa tierra fué la causa, yo no lo niego; pero esa riqueza era imposible haberla, ni conservarla, si no hubiera Monarquía. Y eso mismo es traza de Dios, en tiempo que los Predicadores de el Evangelio somos tan frios y falsos de espíritu, que haya Mercaderes y Soldados que con el calor de la co- dicia y del mando, busquen y hallen nuevas gen- tes, donde pasemos con nuestra mercadería. Pues •como San Agustín dice (i), la profecía de Isaías se cumplió, en dilatarse la Iglesia de Cristianos, no solo a la diestra, sino también á la siniestra, que es como él declara, crecer por medios humanos y terrenos de hombres, que ma s se buscan á sí, •que á Jesu-Cristo. Fué también grande providen- cia de el Señor, que cuando fueron los primeros españoles, hallaron ayuda en los mismos Indios,. O) Aü'g. lib. ¿.'de f.onc. Kvang. cap. 36. Tomo ii. 23 354 LIBRO SÉPTIMO por haber parcialidades, y grandes divisiones. Era el Perú está claro, que la división entre los dos hermanos Atahualpa y Guascar, recien muerto- el gran Rey Guaynacapa su padre, esa dio la en- trada al Marqués Don Francisco Pizarro, y á los Españoles, queriéndolos por amigos cada uno de ellos, y estando ocupados en hacerse la guerra el uno al otro. En la Nueva-España no es menos averiguado, que el ayuda de los de la provincia de Tlascála, por la perpetua enemistad que tenían con los Mejicanos, dio al Marqués Don Fernando Cortés, y á los suyos, la victoria y señorío de Mé- jico, y sin ellos fuera imposible ganarla, ni aun sustentarse en la tierra. Quien estima en poco á los Indios, y juzga que con la ventaja que tienen los Españoles de sus personas y caballos, y armas ofensivas y defensivas, podrán conquistar cual- quier tierra y nación de Indios, mucho se engaña- Aba está Chile, ó por mejor decir Arauco y Tuca- pél, que son dos valles que ha mas de veinte y cinco años, que con pelear cada año, y hacer todo su posible, no les han podido ganar nuestros Españoles cuasi un pie de tierra, porque perdido una vez el miedo á los caballos y arcabuces, y sa- biendo que el Español cae también con la pedra- da, y con la flecha, atrévense los bárbaros, y cn- transe por las picas, y hacen su hecho. ¿Cuántos años ha que en la Nueva-España se hace gente, y DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 35 5 va contra los Chichimécos, que son unos pocos de Indios desnudos con sus arcos y flechas; y h:ista el dia de hoy no están vencidos, antes cada dia mas atrevidos y desvergonzados? ¿Pues los Chuchos, Chiriguánas, Pilcozones y los demás de los Andes? ¿No fué la flor del Perú llevando tan grande apa- rato de armas y gente como vimos? ¿Qué hizo? ¿Con qué ganancia volvió? Volvió no poco conten- ta de haber escapado con la vida, perdido el ba- gaje, y caballos cuasi todos. No piense nadie, que diciendo Indios, ha de entender hombres de tron- chos, y si no llegue y pruebe. Atribuyase la glo- ria á quien se debe, que es principalmente á Dios, y á su admirable disposición, que si Motezuma en Méjico, y el Inca en el Perú se pusieran á resistir á los Españoles la entrada, poca parte fuera Cortés, ni Pizarro, aunque fueron excelentes Capitanes, para hacer pie en la tierra. Fué también no pe- queña ayuda para recibir los Indios bien la Ley de Cristo, la gran sujeción que tuvieron á sus Reyes y Señores. Y la misma servidumbre y sujeción al Demonio y á sus tiranías, y yugo tan pesado, fué excelente disposición para la divina Sabiduría, que de los mismos males se aprovecha para bienes, y coge el bien suyo de el mal ageno, que él no sem- * bró. Es llano, que ninguna gente de las Indias occi- dentales ha sido, ni es mas apta para el Evangelio, que los que han estado mas sujetos á sus Señores, 356 LIBRO SÉPTIMO y mayor carga han llevado, así de tributos y servicios, como de ritos y usos mortíferos. Todo lo que poseyeron los Reyes Mejicanos y del Perú, es hoy lo mas cultivado de Cristiandad, y donde menos dificultad hay en gobierno político y ecle- siástico. El yugo pesadísimo é incomportable de las leyes de Satanás, y sacrificios y ceremonias, ya dijimos arriba, que los mismos Indios estaban ya tan cansados de llevarlo, que consultaban entre sí de buscar otra ley y otros Dioses á quien servir. Así les pareció, y parece la Ley de Cristo justa, suave, limpia, buena, igual, y toda llena de bienes. Y lo que tiene dificultad en nuestra Ley, que es creer misterios tan altos y soberanos, facilitóse mucho entre éstos, con haberles platicado el Dia- blo otras cosas mucho mas difíciles, y las mismas cosas que hurtó de nuestra Ley Evangélica como su modo de Comunión y Confesión, y adoración de tres en uno, y otras tales, á pesar del enemigo, sirvieron para que las recibiesen bien en la verdad, los que en la mentira las habían recibido: en todo es Dios sabio y maravilloso, y con sus mismas armas vence al adversario, y con su lazo le coge, y con su espada le degüella. Finalmente, quiso nuestro Dios (que habia criado estas gentes, y tanto tiem- po estaba, al parecer, olvidado de ellas, cuando llegó la dichosa hora) hacer, que los mismos De- monios, enemigos de los hombres,, tenidos falsa- DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 357 mente por Dioses, diesen á su pesar testimonio de la venida de la verdadera Ley, del poder de Cris- to y del triunfo de su Cruz, como por los anun- cios, profecías, señales y prodigios, arriba referi- dos, y por otros muchos que en el Perú, y en di- versas partes pasaron, certísimamente consta. Y los mismos ministros de Satanás, Indios hechice- ros y magos lo han confesado; y no se puede ne- gar, porque es evidente y notorio al mundo, que donde se pone la Cruz, y hay Iglesias, y se con- fiesa el nombre de Cristo, no osa chistar el De- monio, y han cesado sus pláticas, oráculos, res- puestas y apariencias visibles, que tan ordinarias eran en toda su infidelidad. Y si algún maldito ministro suyo participa hoy algo de esto, es allá en las cuevas ó simas, y lugares escondidísimos, y del todo remotos del nombre y trato de cristianos: sea el sumo Señor bendito por sus grandes mise- ricordias y por la gloria de su santo nombre. Cierto, si á esta gente, como Cristo les dio Ley, y yugo suave, y carga ligera, así los que les rigen temporal y espiritualmente, no les echasen mas peso del que pueden bien llevar, como las cédulas del buen Emperador, de gloriosa memoria, lo dis- ponen y mandan, y con esto hubiese siquiera la mitad del cuidado en ayudarle á su salvación, del que se pone en aprovecharnos de sus pobres su- dores y trabajos, sería la Cristiandad mas apaci- 35^ LIBRO SÉPTIMO ble y dichosa del mundo: nuestros pecados no dan muchas veces lugar á mas bien. Pero con esto digo lo que es verdad, y para mí muy cierta, que aunque la primera entrada del Evangelio en mu- chas partes no fué con la sinceridad y medios Cristianos que debiera ser; mas la bondad de Dios sacó bien de ese mal, é hizo que la sujeción de los Indios les fuese su entero remedio y salud. Véase todo lo que en nuestros siglos se há de nue- vo allegado á la Cristiandad en oriente y ponien- te, y véase cuan poca seguridad y firmeza ha ha- bido en la Fé y Religión Cristiana, donde quiera que los nuevamente convertidos han tenido ente- ra libertad para disponer de sí á su albedrío: en los Indios sujetos la Cristiandad va sin duda cre- ciendo y mejorando, y dando de cada dia mas fruto, y en otros de otra suerte, de principios mas dichosos va decayendo y amenazando ruina. Y aunque en las Indias occidentales fueron los prin- cipios bien trabajosos, no dejó el Señor de enviar luego muy buenos obreros y fieles ministros suyos, varones Santos y Apostólicos, como fueron Fray Martin de Valencia, de San Francisco: Fray Do- mingo de Betanzos, de Santo Domingo: Fray Juan de Roa, de San Agustin, con otros siervos del Se- ñor, que vivieron santamente, y obraron cosas so- bre humanas. Prelados también sabios y santos, y Sacerdotes muy dignos de memoria, de los cuales DE LA HISTORIA MORAL DE INDIAS 3$9 -no solo oímos milagros notables y hechos propios •de Apóstoles; pero aun en nuestro tiempo los co- nocimos y tratamos en este grado. Mas porque el intento mió no ha sido mas que tratar lo que toca á la Historia propia de los mismos Indios, y llegar hasta el tiempo que el Padre de nuestro Señor Je- su-Cristo tuvo por bien comunicarles la luz de su palabra, no pasaré adelante, dejando para otro tiempo, ó para mejor ingenio, el discurso del Evangelio en las Indias occidentales, pidiendo al sumo Señor de todos, y rogando á sus siervos, supliquen ahincadamente á la Divina Magestad, que se digne por su bondad visitar á menudo, y acrecentar con dones del Cielo la nueva Cristian- dad, que en los últimos siglos ha plantado en los términos de la tierra. Sea al Rey de los siglos ■gloria, honra é imperio por siempre jamás. Amen. FLV TABLA DE LAS COSAS MAS PRINCIPALES QUE SE CONTIENEN EN ESTE TOMO SEGUNDO A Acamapixtli, Rey primero de los Mejicanos, pági- na 257. Adoraban los Indios por Dios al Sol, Luna, Luce- ro y otras Estrellas, 10 y sigs. Al trueno, la tie- rra, la mar, y el arco del Cielo, id. Rios, fuen- tes, quebradas, arroyos, manantiales, acequias, 70. Peñas, piedras, cumbres de montes. Un ce- rro de arena en medio de otros de peñas. Un árbol grandísimo y antiquísimo. Algunas raíces y frutas. Metales, pedrezuelas, y ciertas piedras que llevaban á la guerra. Los osos, tigres, cule- bras y vientos, II. Y finalmente, cualquier cosa natural extraordinaria, ó que se suele temer, id. Véase la palabra Dioses, y la palabra ídolos. 362 Adoratorios habia en el Cuzco mas de trescientos, 113. 200. Véase la palabra Templos. Adulterio, se castigaba entre los Indios aunque la parte perdonase, 195. Agua dulce, traída á Méjico, 268. 307. Águila sobre un Tunal, fué señal de la fundación de Méjico y sus armas, 253. 254. Águila que llevó en peso á un labrador á una cueva, 326. Agüeros que tenían los Indios, 57. 69. Al alba hacían señal los Indios para trabajar, y al anochecer para cesar de los oficios, 1 3 5. Al ánima comunmente la tienen los Indios por in- mortal, 25. La buena tenia gloria y la mala pena, id. Fuera del cuerpo pensaban que anda come, siente calor, frió y cansancio, 28. Anales Mejicanos hay hoy dia en el Vaticano de Roma, 308. Animales, muchos de todas suertes tenía Motezu- ma encerrados, 214. Año, unos Indios comenzaban por Marzo y otros por Diciembre, 1 44. Dividíanlo en cuatro tiem- pos, y en meses y semanas: tenia cinco dias val- dios, id., y sig. Bisiesto, no se sabe que lo alcan- zaron los Indios, 149. Arauco se ha defendido contra los Españo- les, 834. Arcos nunca hicieron los Indios en sus edificios, y 3Ó3 espantáronse de los que hicieron los Españo- les, 182. Armas de la Ciudad de Méjico era un Águila so- bre un Tunal, 253. Las de los Mejicanos para pelear, cuáles eran, 2 18. Aritmética de los Indios, ¡.66. IÓ8. Atahualpa cautivó á su hermano, y fué cautivado de los Españoles, Audiencias y Consejos que tenía el Rey de Mé- jico, 215. Ave monstruosa, que fué hallada en la laguna de Méjico, 326. Autzol, octavo Rey de Méjico, 305. Fué gran re- publicano y liberal, y trajo á Méjico agua dul.- ce, 307. Axayaca, séptimo Rey de los Mejicanos, 300, Ayunos, guardaban los Indios en servicio de sus ídolos, ellos y sus Sacerdotes, 65 y sig. 128. B Bautismo», quiso el demonio imitar, 1 10. Batalla, véase la palabra Guerra. Bailes y fiestas de Indios, 224, Cuáles se les deban permitir, 223. Borla en la frente era insignia del Rey del Cuz- co. Traíanla los Grandes de su Reino á un la- do, 176. 3<54 Brasero que llamaban divino, ardía perpetuamente delante de los ídolos, 52. 292. Brujos permitían los Incas en el Perú, 107. Burla que hizo el Capitán de los Mejicanos de los de Tlatellulco, haciéndoles cantar como ranas, 303 y sig. Burla que hicieron los de Cuyoacán de los Meji- canos, 284. Cabrillas del Cielo adoraban los Indios, II. Calaveras de hombres sacrificados ponian los In- dios por ornato en el templo de su Dios, 49. Capitanes y Señores, cómo se enterraban, véase la palabra Mortuorios. Cartas y mensages, cómo enviaban los Indios, 1 70. Casamientos, véase la palabra Matrimonio. Casos reservados tenían los Confesores de los ído- los, 194. Castidad, véase la palabra Monasterios. Castigos diversos de delitos que tenían los In- dios, Caballeros, solamente podían calzarse y servirse de oro y plata, 220. Ceremonia de Entierros, véase la palabra Mortuo- rios', de Casamientos la palabra Matrimonio; de elección, jura y coronación del Rey, la palabra 3^5 Rey. De hablar con el demonio los Indios, 45. De Sacrificios, 66. De sacrificar niños, y 2. De sacrificar hombres, 72. 94. De ofrecer codor- nices é incienso á los ídolos, 127. De darles de comer y colación, id. y sig. De adoración, co- miendo tierra, 290. De saber las cosas ocultas, 97. De confesarse, 197. Ceremonia de la fiesta de Vitzilipuztli, 91. De la fiesta de los Mercaderes, 131. De anunciar la muerte al que habia de ser sacrificado, 132. Ceremonias de desafios, 279. Del rendimiento que hicieron los de Tezcuco á los Mejicanos, 290. Ceremonias de Cristianos quiso imitar el demonio entre los Indios, 1 10. Las que hacían con los re- cien nacidos, id. Las de los Gentiles, ó son crue- les, ó sucias ú ociosas, 112. Cerro de sola arena, en medio de muchos de pie- dra, adorado por Dios, 17. Chachalmua,, era la principal dignidad de los Sa- crificadores, 78. Chalcas, fueron el segundo linaje de los Navatla- cas, que poblaron á Nueva-España, 232. Cauti- varon á un hermano del Rey de Méjico, y quiso antes morir que ser su Rey, 294. Chimalpopóca, tercero Rey de los Mejicanos, 26}. Muerto á traición, 271. Chichimecas, fueron los primeros pobladores de Nueva-España, 232. Vivían como bestias, sin ley, 366 y sin Rey, ni casa, ni república, id. Algunos de ellos eran Gigantes, 238. Redujéronse á pobla- ciones á imitación de los Navatlacas, 239. Hanse defendido sin ser conquistados de los Españo- les, 354. Chile, es provincia fértil, semejante á Europa, se conserva sin ser conquistada de Españoles, 354» Chinas con Japones se entienden por escrito, y no de palabra, 153 y sig. Cuando escriben no ha- cen verdaderamente letras. Como escriben cosas que nunca vieron. Escriben con pinceles: qué ciencias saben. Son grandes representantes: no saben mas que leer y escribir. Qué impresiones tengan, id. Codornices, era ofrenda de pobres, y con qué ce- remonias se sacrificaban á los ídolos, 127. Colación, con qué ceremonias se daba á los ídolos,. 129. Teníase por grande reliquia, id. Comedias, véase la palabra Representaciones. Comer tierra era ceremonia de adoración y agra- decimiento, 290. Cometas, una que apareció en dia claro, 325. Comida que se guisaba para los ídolos. Quién la guisaba. Comíanla los sacerdotes, 56. Era el fin de las guerras, 84. Dábaseles con grandes cere- monias, 127. 128. La que se guisaba de carne humana comía también el pueblo, 80. Cómputo, véase la palabra Kalendario. 36/ Comunión y fiesta de Corpus Christi, como la qui- so remedar el demonio, 88 y sig. Conciertos entre Nobles y Plebeyos de los Mejica- nos, 276 y sig. Confesión que tenían los Indios: podían también administrar las mugeres: usábanla todos, y en qué casos, 96. Excepto el Inca, id. Confesores que tenían los Indios, cuáles eran: esta- ban obligados al secreto: sabían por arte del de monio cuando les callaban algún pecado en la confesión; tenían sus casos reservados, 92. Conquista de las tierras del Perú, con qué títulos- las hicieron los Incas, 200. Conquistadores primeros de las Indias, no deben ser condenados en todo, 349. Consejos y Audiencias del Rey de Méjico, 216. Contar de los Indios, 165. Corazón de Copil echado en la laguna de Méji- co, 247. Corazones sacados á los que se amotinaron, y de ahí se tomó la costumbre de sacarlos á los que sacrificaban, 246 y 247. Copil infamó á los Mejicanos, y por eso le mata- ron, id. Corona de los Reyes del Cuzco, era una borla en la frente, 176. Las de los Reyes de Méjico, era como mitra, 213. Coronación del nuevo Rey, véase la palabra Rey. 36S Correos y Postas de á pie tenían los Indios, 1 70 y 192. Entre dia y noche corrían cincuenta le- guas, id. Cortés prendió á Motezuma, 339. Entró en Méjico de noche á socorrer á los Españoles, 342. Véa- se la palabra Españoles. Cruz de Cristo, donde quiera que se pone luego callan los ídolos, . Adorándola ciertos Indios Gentiles alcanzaron agua, 346. Cuerpos de los Reyes Incas estuvieron sin corrom- perse por mas de doscientos años, 23. Hallólos el Licenciado Polo, 206. 207. Culhuacan, cómo asentaron los Mejicanos, y cómo salieron de allí, 249. 250. Culhuacanos fueron el cuarto linage de Navatla- cas, que poblaron á Nueva-España, 237. Cuytlavaca fué conquistada de los muchachos Mejicanos, 290. D Delitos graves tenían ordinariamente pena de muerte, 194. Demonio, todavía desea ser como Dios, I. Habla- ba y respondía en los ídolos, 32. 45. 105. Calla donde quiera que se pone la Cruz de Cristo 45-356. Ha procurado ser honrado como Dios, con estado de Religiosos, véase la palabra Mo- nasterios. Con Sacrificios, Sacramentos, jTem 3<59 píos, Sacerdotes, Profetas; y con ayunos, disci- plinas y otras penitencias, 42. 43. 54. 55 y sigs. lia procurado imitar todo cuanto Cristo tie- ne: en su Iglesia, 43. Hízose adorar como uno en esencia, y trino en personas, 1 1 j. y sig. Apare- cióles muchas veces á los Mejicanos. 247. Díjo- les como el Reino de Motezuma se había de acabar presto, 336. En Japón, tomando figura de hombre, hace á los Romeros que confiesen sus pecados, 100. Desafío que hizo el Señor de la Ciudad de Tlate- llulco, al Rey de Méjico, 301. Desafío, con qué ceremonias se hacía, 2/8. Dias valdíos del año, que tenían los Indios, 145. Difuntos, véase la palara Muertos. Diluvio Universal era conocido de los Indios, 200. De Dios tuvieron los Indios alguna noticia, 8. Pé- nenle diversos nombres. No lo saben nombrar por un nombre propio, 7 '• Creer que hay uno solo, se les hace muy dificultoso, 9. Dios falso, véase la palabra Dioses. Diosa de. la Discordia, fué hija del Rey de Culhua- can, 250. Diosas también tenían los Indios, 37 y sigs. Dioses, muchos tenían los Indios á quien adora- ban, 17. 18. 32. 36. 40. 46. Al Viracocha, que llamaban al Criador, Supremo Dios de los de el Cuzco. Vitzilipúztli, Supremo Dios de los Tomo ii. 24 Z7° Mejicanos, Ilalóc, su compañero, el Dios Pun- chao, el Dios de el Sol y del Trueno, Tezcatli- puca, Dios de la Penitencia, Quetzálcoalt, Dios- de los Mercaderes. El Dios de la Caza. El Dios Tangatanga, que era tres en uno, y uno en tres. Y otras cosas diversas adoraban por Dioses, 9.. Estatuas de Reyes en vida y en muerte, 24. 1 la- cian también Dioses de hombres vivos, 40. 8 1. 124 y sigs. Ya les parecían todos ellos muy crueles Dioses, 87. Véase la palabra Adorar, y la palabra ídolos. Disciplinábase todo el Pueblo en honra de sus. ídolos en algunas fiestas, 65. 126 y sig. Dictados diversos de Mejicanos, 215. Doncellas eran sacrificadas á los ídolos, 54. Véase la palabra Monasterios. Don Carlos, nieto de Guaynacapa, Inca, 211. Edificios y fábricas de los Incas, 1 80. Edificios, no los hacían los Indios con mezcla de hierro, id. Electores de los Reyes, eran también elegidos, 215.. Enfermos que sanaban con solas las Oraciones de la Santa Madre Iglesia, 348. Enterramientos, véase la palabra Mortuorios,, Entremeses, véase la palabra Representaciones. 37i Escarnio que hicieron los Mejicanos de los de Tla- tellulco, 374. Escritura de letras, qué cosa sea, 150. La de los Japoneses y Chinos es una misma, pero leen de diferente manera, 158. Escribir no sabe ninguna nación de Indios, I 50. Qué modo tengan, 151. El de los Mejicanos es más pintar, que escribir, 166. IÓ8. El de los del Perú es hacer nudillos en hilos, id. y sig. El de los Chinas y Japones, en qué forma sea, 1 53. Y el que ha de escribir en la lengua China, ha menester saber por lo menos ochenta y cinco mil figuras, 1 56. Y éste es todo su saber y cien- cia, 158. España Nueva, véase la palabra Nueva-España. Españoles, por qué son llamados Viracochas, 9. Cómo y cuando entraron en Nueva-España, 30. 310. 329. Sin que los pudieran impedir los hechiceros, id. y sig, Quisieron cobrar nombre de valientes, 332. Cómo y cuándo y por qué sa- lieron de Méjico, id. Saliendo, fueron sentidos y seguidos de los Indios, 343. Favorecióles la Virgen Santísima milagrosamente, 343. Estrellas que las adoraban los Indios, II. Estudios de la China, 1 58. El Evangelio impiden mucho los hechiceros, IIO. Fué cosa fácil al principio introducirlo entre los Indios, 3 5 5 y sig. 372 Exequias, véase la palabra Mortuorios. F Fábricas y edificios de los Incas, 180. Fiesta que se hacía al Dios de la Caza, 38. Fiesta de Vitzilipúztli, que era como entre nosotros la de Corpus-Christi, 91. Fiesta de los Mercade- res, 131. Fiesta de desollamiento de personas. 81. Fiesta de Jubileo, 122. Fiesta de Tezcatla- puca, 122. Fiesta del Dios Toxcoatl, 124. Fiesta de Corpus Christi, cómo la quiso remedar el demonio, 145. 146. Fiesta que se hacia cada cin- cuenta y dos años, 1 5 5. Fiestas de todo el año de los Indios, 224. Fiestas y bailes diversos que tenían los Indios, 224. Cuáles se les deben prohibir, y cuáles conviene permitirles, 228. Fuego habia siempre delante del altar de Vitzili- púztli, 52. 60. 61. Fundación do Méjico, dónde, cuándo y cómo fué, 252. Guaynacápa Inca, en vida fué adorado como Dios 207. Entre hijos y nietos, tenia mas de trescien- tos, idem. 373 Ganados, ellos y las tierras del Perú, estaban re- partidos en tres partes, 188. Garza empollando sus huevos, que apareció por arte del demonio, en la laguna de Méji- co, 263. Gigantes, éranlo algunos de los Chichimecas, 238, Gobierno de los Reyes de Indias, 172. 173. 185. 186. Grandes del Reino de Méjico, tenían aposentos en el Palacio Real, 218. Guacas, que son Adoratorios, habia más de cua- trocientos en el Cuzco, 200. Guascar, Inca, hijo de Guaynacápa, Inca, fué preso de su hermano, 208. Guerra, cómo la hacían los Mejicanos, y era sú principal punto de honra, 2 1 8. Hacíase cuan- do sus Dioses tenían hambre, para darlas de comer, 83 y sig. Más era cautivar, que ma- tar, 83. Peleaban cuatro dias, y descansaban uno, 342. Guerra de Mejicanos contra los Chalcas, 284. 294. Contra los de Culhuacán, 249. Contra los Te- panécas, 279. 271. 279. Contra los de Cuyoa- cán, 284. Contra los Suchimilcos, 287. Contra los de Teguantepéc, 301. Contra los de Cuaxul- tatlán, 305. Contra los Españoles, 340. 374 II Hechicero famoso, que se mudaba en diversas for- mas, 30;. \ Icchiceros, son grande impedimento para la pre- dicación del Evangelio, 109. No pudieron con sus artes estorbar la entrada de los Españoles* en Méjico, 336 y sig. Los de Malinalco eran se- ñalados, 243. Decían á Motezuma la pérdida üe su Imperio, y desaparecían de las cárceles, 324. II ermita, que sin causa se llama de los Márti- res, 342. Hijos suyos sacrificaban los Indios por saluu de sus padres, 73. 99. Cómo los criaban los Me- jicanos, 227. Enderezábanlos conforme á sus in- clinaciones, 222. Historias de los Indios, cómo se conservaban, 1 60. Cuando son verdaderas dan gusto 229. Las de cosas de Indias son necesarias, id. Hombre, que habló después que le sacaron el co- razón, 87. Hombres hacían los Indios representar á sus Dio- ses, y después los sacrificaban, 40. 82. Hombres que eran sacrificados, véase la palabra Sacrificios: y fueron sacrificados en un día más de veinte mil en diversos lugares, 83. 3/5 Hombres barbados dijo el Inca que pelearon en su favor, y se habían hecho piedras, 305. 1 Idólatra, recibe dos maneras de daños del demo- nio, 7. Idolatría, es efecto de la soberbia y envidia del demonio, 1. Por qué causas las haya introdu- cido y conservado su Autor, 2 y sig. De dónde haya tenido principio, 22. Fué de muchas ma- neras entre los Indios, desde la pág. 5 hasta la 74. De la que usaban para con los difuntos, 22. Véanse las palabras Adorar, Ceremonias, De- monio, Diosas, Dioses, Fiestas, ídolos, Monas- terios , Mortuorios, Sacerdotes , Sacrificios y Templos. ídolo Viracocha, Supremo del Perú, 10. Vitzíli- puztli, Supremo de los Mejicanos, 33. 47. 48. ídolo llamado Tlalóc, 33. 48. El Punchao, 46. Tezcatlípuca, 34. 30. 122. Quetzáalcoal, 36. 136. Tangatanga, tres en uno, y uno en tres, lio. ídolo del Trueno, II. lió. ídolo del Dios de Tlascála, 37. ídolos del Sol, II. 1 16. El de la Diosa Tozi, 37. Estatuas de Reyes vivos y di- funtos, 25. 40. Y sus cuerpos embalsama- dos, 23. Ídolos de oro usaron les Indios, 201. De masa, 94 3/6 91 y sig, De palo, 33. 91, 121. Tenían ordina- riamente gestos feos, 33. Dábanles de comer con grandes ceremonias, 1 29. Poníanles fuego delante del Altar, 292. Traíanles en hombros, 38. 92. 95. Incensábalos 52. 62. Ofrecíanles incienso, 1 27. Hablaban en ellos los demonios, 107. Callan luego donde se pone la Cruz de Cristo. 45. Véase la palabras Dioses, y la pala- bra Adorar. Impresiones de las Chinas, de qué manera sean„ 155. Indias, fueron conquistadas cuando sus Imperios estaban en mayor pujanza, 351. Indios, tuvieron de Dios algún conocimiento, 7- No le nombran por un solo nombre propio, 8_ Háceseles difícil de creer no haber más que uno. 9. Qué cosas adoren, véase la palabra Adorar, la palabra Dioses, y la palabra ídolos. Llaman á los Españoles Viracochas, y por qué causa, 9. Ríndese fácilmente á una buena ra- zón, 20. Por qué causa recibieron la ley de Cristo con tanta facilidad, 85. Convertidos ha- cen burla de sus idolatrías, 1 13. No son tan fal- tos de entendimiento como algunos piensan, 121.. Deberían ser gobernados conforme á justicia, según sus leyes justas antiguas, 143. 1 78. En cinco días del año no hacían cosa alguna, 144^ Todos sabían los oficios necesarios á la vida 117 humana, 190. No son gente codiciosa, ni rega- lada, id. Los de diferentes Provincias se dife- rencian en el trage, 193. Tienen tres maneras de vida y de gobierno, 198. Por falta de quien los enseñe no son buenos cristianos, 2 1 7. En la guerra cada cuatro días descansaban uno, 342. Indios, fueran tan fácilmente conquistados porque había entonces división entre ellos, 365. Sería justo que fuesen revelados de tanto trabajo, 358. Siendo Gentiles, ciertos de ellos, adoran- do la Cruz, alcanzaron agua de nuestro Señor, 347. Los que llaman LTros, véase la palabra Uros. Inca primero, llamado Incaroca, y sus suceso- res, 202. Incas del Perú, qué origen tuvieron, 186. 202. Con qué título conquistaron las tierras, 198. Xo se confesaban sino al Sol, y con ciertas cere- monias, 99. Invención de Yupangui para hacerse Rey, 294. Izcoalt, cuarto Rey de Méjico, 287. Hízose jurar por Rey de los Suchimilcos, 288. j Japones con los Chinas se entienden por escrito, y no de palabra, 56. Cómo pueden escribir sus pensamientos, y las cosas que nunca vie- ron, id. 37« Jubileo que usaban los Indios, 122. Juega el Sol antes que nazca, por qué se dijo, 46. Jura del nuevo Rey, 1 17. Justicias y castigos que hacían los Incas, 194. Qué hacían los Reyes de Méjico, 220. Juventud, con cuanto cuidado la criaban los Meji- canso, 211. K Kalendario de los Indios, 144. Kalendario Romano, se incorporó en el de los In- dios, id. L Labrador, á quien llevó una águila en peso, 327. Lancero, soldado y otros, con solas las oraciones de la Iglesia sanaban los enfermos, 348. Lenguas Mejicana y del Cuzco, se hablan en todas sus tierras, 352. Letras, véase la palabra Escribir. Ley de Cristo, por falta de quien la enseñe no la toman los Indios, 217. Fué cosa'fácil introducir- la en ellos al principio, y por qué causas, 353 y 354- Leyes de los Incas, 188. Llama de fuego, que apareció en el Cielo, pronós- tico de la destrucción de Méjico, 324. 379 Lumbre nueva, sacaban los Indios cada cincuenta y dos años, 147. Luto negro, traía la muger un año por su marido difunto, 194. M Malinalco, cómo se pobló, 244. Sus moradores son tenidos por grandes hechiceros, id. Mamaconas, eran doncellas ancianas, maestras de las mozas, 54. Mangocápa, Inca, hijo de Guaynacápa, fué preso y justiciado en el Cuzco, 210. Mar, adoran los Indios por Dios, II. María Virgen, Señora nuestra, milagrosamente fa- voreció los Españoles, 343. 349. Matrimonio, entre los Indios no se contraía mas que con una muger. Con qué ceremonias se contraía, 194. Y los Gobernadores, con quien el Inca quería, 195. Solamente era prohibido en el primer grado de parentesco, id. Hacíase por mano de Sacerdote, 1 1 1. Precedía primero inventario de los bienes que cada uno traía, III. Podíase deshacer; y el deshecho no se podia re- validar, id. Maitines, con los cuales honraban á los ídolos, 52. 62. 63. Mechoacán,cómo se pobló, 274. Nunca se rindió 38o á Méjico, 316. Sus pobladores por qué son ene- migos de los Mejicanos, 344. Mensajeros y cartas,cómo enviaban los Indios, 170 Mercaderes, tenían particular Dios y particulares Fiestas, 131. Meses y semanas, cómo las contaban los Indios, 145. 146. Mexí fué el caudillo de los Mejicanos, yendo bus cando la tierra prometida por su Dios Vitzili- púztli, y de ahí se derivó Méjico y Mejica- canos, 248. Mejicanos adoraron á Vitzilipúztli antes que salie- sen de su tierra, 24 1. Salieron de ella porque les prometió dar otra. En qué forma fueron mar- chando hasta hallarla, pareciendo á los Hebreos que salieron de Egipto, 242. En qué señales la conocieron cuado á ella llegaron, 252. Fueron el último linage de Navatlácas que salieron de su tierra, 240. Pidieron sitio y tierras á los de Culhuacán, 249. Amansaron las vívoras, y man- tuviéronse de ellas, id. Como asentaron en Culhuacán, y desollaron á la hija del Rey, y sa- lieron de allí, 250 y sig. Por qué ocasión eligie- ron Rey, 157 A quién fueron siempre leales 214. Pagaban tributo á los de Azcapuzalco, 261. Es- tuvieron sujetos á ellos por espacio de cincuen- ta años, 264. Pidieron agua al Rey de Azcapu- zalco, 268. Ofreciéronle conciertos de paz, 278. 3«i Fueron afrentados de los de Cuyoacán, 284. Convidaron con la paz á los de Tlatellulco, 302. Hiciéronles cantar como ranas, 303. Que gue- rras tuvieron, véase la palabra Guerras. Vie- ron en visión arder á Méjico, 337. Méjico, donde, cuándo y cómo se fundó, 252. Llamóse primero Tenoxtitlán, y por qué causa, 254. Dividióse en cuatro barrios, por mandado de su Dios Yitzilipúztli, 255. Trajo á ella agua dulce Auzól, Rey, 306. Ganóse la ciudad de Méjico año I521,en 13 de Agosto, 344. Y an- tes de su pérdida hubo grandes pronósticos, 319. Perdióse cuando su Imperio estaba en mayor pujanza. Milagros que hizo Dios, sin méritos de aquellos por cuyo medio los obraba, 346. Ministros de los ídolos, eran más diligentes en enseñar á los Indios, que lo son hoy los de "Cristo, 217. Mitote, era el baile mis famoso entre los In- * dios, 226. Mozos y mozas, véase la palabra Monasterios y Sacrificar. Monasterios, así de hombres, como de mujeres, inventó el Demonio para su servicio, 54. 5&. Los de las Doncellas eran en dos maneras, 54. De • qué edad se recibían, y cuanto tiempo habían de estar, id. 58. En qué las ocupan sus supe- 382 rioras. Oué hábito traían. Qué penitencias . ha- cían, 55. 57. En los sacrificios y fiestas de sus Dioses tenían diversos oficios, ceremonias y vestidos, 92. 119. 125 ysíg. En ellos se guar- daba limpieza y castidad con todo rigor, así en los de los varones, como en los de las mujeres, y la que contra ella pecaba, moría, 56 y sigs. Algunos había donde se guardaba pobreza, cas- tidad y obediencia, 60. Otros que se mantenían solamente de limosnas, 6l. Monjas, véase lo dicho en Monasterios. Monstruos diversos, que después desaparecieron, 325. Pronosticaban la destrucción de Méjico, id. y sigs*. Mortuorios y Enterramientos, en qué forma los usaban los Indios, 25. 28. Los de los Capitanes y Señores se hacían llevando las insignias y trofeos de sus hechos delante, 29. Cantaban en ellos los Sacerdotes los oficios funerales, id. Hacíanse enterrando ó quemando el difunto, 30. Quemábanse ó enterrábanse con grandes cere- monias, 26 y sigs. Motezuma, primero de este nombre, Rey de Mé- jico, 292. Motezuma, segundo de este nombre, último Rey de Méjico, de sus costumbres y grandeza, 309. 317. Tenia diversos Palacios y una insigne casa de animales, 214. Instituyó Ordenes militares, 383 2l6. Como ordenó su Casa, Corte y Estado, 314. Cuando se coronó, estuvieron á sus fiestas sus enemigos, 316. Jamás puso los pies en el suelo, no se vistió un vestido, ni comió, ni bebió en una vasija dos veces, 317. Envió Embajado- res á los Españoles, 329. Por medio de hechi- ceros procuró estorbarles la entrada, 333. Pensó engañar al Capitán Cortés, 335. Salió á recibir- lo, y aposentólo en su Palacio, 338. Fué preso de Cortés, 339. Su muerte, 34 1 y sig. No fué honrado con exequias, id. Motin de los Tlatellulcos contra Mejicanos, 257. Muchachos, cómo los criaban los Mejicanos, 221. Muchachos Mejicanos tomaron la ciudad de Clui- tlaváca, 286. Muertos, sepultaban en el campo con joyas, co- mida, vestidos y muchas ceremonias, 25 y sigs. Véase la palabra Mortuorios. Mujeres, entre los Indios trabajaban más que sus maridos, 19 í. Mundo, continúase con el viejo, 240. N Navatlácas, primeros pobladores de Méjico, qué gente sea, y de su origen, 234. Salieron de sus tierras á buscar otras, por mandado de sus Dio- ses, año del Señor de 820. Caminaron por es- 384 pació de 8o años, camino que se puede andar en un mes. Llegaron año de 902 á Méjico, id, y sigs. Por qué orden, y cómo entraron en Nue- va-España, 236. Nobles y plebeyos, véase la palabra Conciertos. Nombres para nombrar á Dios, véase la palabra Dios. Nueva- España , qué pobladores tuvo prime- ro 239. O Oficios, todos los necesarios á la vida humana sabía cualquier, Indio, 190. Oraciones de Oradores y Retóricos, véase la pa- labra Razonamientos. Ordenes Militares de Mejicanos, 215. Ornamentos y vestiduras de los ídolos, eran mu- chos y con grande reverencia tratados, 1 29. P Pachacuti, Inca, 293. El padre cuando estaba enfermo sacrificaban] al hijo por su salud. Panfilo de Narvaez fué á la Vera-Cruz, 339. Papas , llamaban los Mejicanos á los sumos Sacer- dotes, 48. 52. Parlamentos de Oradores, véase la palabra Razo- namientos. Penas diversas de delitos, 194, 3»5 Penitencias que hacían los Indios por persuasión del Demonio, 63. Piedra grandísima, que habiéndola traído hasta Méjico, fué después hallada en el mismo lugar de donde se trajo, 324. Piedras que adoraban los del Perú, 205. Pinturas é Imágenes, servían a los Indios de libros y escritura, 161. Plebeyos, entre los Mejicanos no podían usar de oro, ni plata, ni calzado, 220. Privólos Motezu- ma de las dignidades y oficios que tenían en su Corte, 314. Poblaiores antiguos de Nueva-España fueron los Chichimecas, 232. De los que después la pobla- ron, fueron los primeros los Suchimilcos, segun- dos los Chalcas, terceros Tepanecas, cuartos Culhuacanes, quintos Tlacuitas, sextos Tlascal- tecas, 235 y sigs. Últimos fueron los Mejica- nos, 240. Postas y correos de á pie que había entre Indios, 170. 192. Corrían entre día y noche á cincuen- ta leguas, 193. Pronósticos, no son siempre superstición, 323. Los que en Méjico acontecieron antes de acabarse su Imperio, 316. Punchao, ídolo del Sol, 46. Pururáucas, eran unas piedras que adoraban los Indios, y las llevaban á las guerras, 205 Tomo ii. 26 386 O Los de Quaxutatlán saltearon á los Tributarios de Méjico, 305. Quetzaálcoatl, Dios de los Mercaderes, 37. Pensa- ron los Indios que venia cuando vinieron los Españoles, 330. Ouipocamayo, era el Escribano público de todos los Registros que tenían los Indios. Quipos he- chos de hilos, son las escrituras de los Indios del Perú, 165. Halláronse en ellos por extenso todas las menudencias y circunstancias de cual- quier negocio, 167. R Razonamiento de Tlacaellel á Méjico y á su Rey, 277. Del Rey de Tezcuco, al gran Motezuma, 311. De un hermano del Rey de Méjico á los Mejicanos, 294. Razonamientos de los Oradores hechos en eleccio- nes de Reyes, y en otras ocasiones semejantes, 268. 272. 274 y sigs. Tomábanlos de memo- ria los muchachos, y conservábanse por tradi- ción, 260. 274. Religión y Religiosos, véase la palabra Monaste- rios. Representaciones varias que hacían los Indios en sus fiestas, 135. Los Chinas las hacen muy gran- des, 157. 38; República de Mejicanos, cual haya sido, 212. Resurrección de los cuerpos, no la alcanzaron los Indios, 25. Rey, no tienen muchas naciones, 172. Con qué ocasión lo eligieron los Mejicanos, 257. Elegían- lo cuatro Electores, 292. Reino del Perú y de Nueva-España, son en algu- nas cosas iguales, y en otras no, 173. Ritos, véase la palabra Ceremonias. S Sacerdotes de los ídolos, sucedían por linages, y por elección, 51. Qué oficios hacían, 52. Guar- daban continencia. Comían y dormían poco. No bebían vino. Sacábanse sangre de las espinillas, y disciplinábanse, 64. Cómo se ungían, 103. Ellos solos podían comer de la comida de los ídolos, 130. Sacramentos de la Iglesia, como los ha querido el Demonio imitar, 88. 69. vSangre, lloró un Rey Inca, 22. Santiago, fué visto de los Indios, favoreciendo los Españoles, y es tenido en gran veneración, 349. Sayritopa, Inca, vino de paz, 211. Semanero de los ídolos, en qué se ocupaba, 134. Sementeras movedizas, que se hacían sobre el agua, 262, 388 Seminarios para hijos de Indios , son necesa- rios, 223. Señor de Tlatellulco, que desafió al Rey de Mé- jico, 303. Sentencia de muerte, quién la podia dar entre Me- jicanos, 216. vSiglo de los Indios, tenia <¡2 años, 168. En fin de cada uno esperaban que se habia de acabar el mundo, y quebraban todas sus vasijas, 167. Sol, era adorado de los Indios en segundo lugar después de el Viracocha, 10. II. Soldado, que por ser tuerto se libró de la muer- te, 26. Suchimilcos, fueron el primer linage de Navatla- cas que poblaron á Nueva-España, 235. Supersticiones de los Gentiles, qué provecho traían á los Cristianos, 138. Tabaco tiene virtud de amortiguar la carne, 105. Tabernáculo de Vitzilipúztli, 212. Tangatanga era ídolo de tres en uno, y uno en tres, 176. Templo famoso del ídolo Vitzilipúztli, 48. El de Tezcalipúca, id. El de Ouetzaálcoatl, 131. Otro que se quemó milagrosamente, 325. Temr>1n<= diversos que habia en Indias, 41 47. 389 Tepanecas fueron el tercer linage de Navatlacas, que poblaron á Nueva-España, 235. Tepeaca nunca se quiso rendir á Méjico, 316. Tezcatlipúca, Dios de la Penitencia. De los jubi- leos y perdón de pecados, 34. Y de la esterili- dad, hambre y peste, id. Apareció á los hechi- ceros en trage de Chalca, y fué adorado de ellos, 336. Tezcuco fué la Metrópoli de los Culhacanes, 236. Tizozic, sexto Rey de Méjico, 299. Reinó solos cuatro años. Fué muerto con ponzoña, id. Tierras todas se continúan, 240. En el Perú nin- guno las poseía en propiedad, sino cada año se repartían á cada uno, 186. Tlacaellél, hombre animoso y discreto, qué prin- cipios tuvo, 277. 278. Con solo mnchachos con- quistó la ciudad de Cuitlavaca, 289. A él se debe toda la amplitud del Imperio Mejicano. Por su parecer no se conquistó Tlascála, 295. No quiso ser Rey, 296. El, con otros dos, cau- tivaron más enemigos que todo un ejército, 297. Su muerte y exequias más que de Rey, 3o0'? Tlacuitas fueron el quinto linage de Navatlacas, que poblaron á Nueva-España, 236. Tlalóc, ídolo compañero de Vitzilipúztli, 34. 49. Tlascála, por qué no la conquistaron los Mejica- nos, 295. Nunca se rindió á Méjico, 316. Tlascaltecas por engaño mataron los Gigantes, 390 • Fueron el sexto linage de Navatlacas, que po- blaron á Nueva-España. Favorecieron á los Es- pañoles y por eso no pagan tributo, 237. Tlatcllulco cómo se pobló, 256. Sus vecinos can- taron como ranas y cuervos, 304. Tozi era la principal Diosa de los Mejicanos, 37- Qué origen tuvo, 250. Fué hija del Rey de Cul- huacán, y la primera que desollaron los Mejica- nos, 37. Tradición, por ella conservaban los Indios muchas cosas de sus historias, 161. Traición de Tepanecas contra Mejicanos, 271. Tributos que el Inca tenia impuestos á los suyos, 184. Llevábanse al Rey cada mes, y el dia que se coronaba, con grande pompa, 293. Trueno adoraban los Indios por Dios, y como le fingían, 10. Tucapél, provincia, se ha defendido, sin ser con- quistada de Españoles, 356. Tunal con águila encima, fué señal de la fundación de Méjico, y después sus armas, 253. U Unción de los Cristianos ha querido el 'demonio imitar, 103. Aquella de que usaban hacían de sabandijas, 105. Universidades de la China, t cK 391 V Vasallos de Reyes, cómo estaban distribuidos, 178. Vasijas quebraban los Indios cuantas tenían, cada cincuenta y dos años, 167. Vestiduras del Sumo Sacerdote, Vida de otro siglo con pena y gloria alcanzaron los Indios, 26. Viracocha era el principal Dios que adoraban los del Perú, 204. 205. Fué tenido por tal, por mandado de Yupangui, Inca, 204. Viracochas, por qué llaman á los Españoles, 209. Vírgenes, véase la palabra Monasterios VitzilipúztÜ era el principal Dios de los Mejicanos, 12. Qué quiere decir, y qué hechura tenía, 34. Fué adorado de ellos antes que Méjico se fun- dara. Mandóles salir de sus tierras, 3 1 7. Comu- nicaba con ellos muy familiarmente, 318. Casti- gó á los que se quisieron quedar en Coantepéc, 244. Tenía siempre ante su altar un brasero de fuego encendido. Vitzilovitli, Rey segundo de Mejicanos, 264. Viudas, no- se podían casar dentro de un año, 195. Vívoras, amansaron los Indios, y se mantenían de ellas, 249. Voces sobrenaturales que se oyeron debajo de una peña, 324. Y en Méjico, otras como de muger angustiada, 325. 392 Yupangui, Inca, instituyó por principal Dios, entre todos, al Viracocha: quitó á su padre y herma- no el Reino, 204. TABLA DE ALGUNOS LUGARES DE LA SAGRADA ESCRITURA, CUYA DECLARACIÓN SE lOCA DE PASO EN ESTE SEGUNDO TOMO DE LA HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS Job. Páginas Cap. 31. vv. 26. 27. Si vidi solem cum ful- geret, &, &, obsculatus manum meam ore meo 1 5 Proverbia. Cap. 26. v. 6. Sicut qui mittit lapidem in acerbum mercurii 19 LAUS DEO . u» • <# i r <•'■•