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HOMENAJE

CARACAS IMPRENTA NACIONAL 1911

HOMENAJE

CARACAS

IMPRENTA NACIONAL

1911

Caracas: 29 de marzo de 191 1.

Señor General F. A. Colmenares Pacheco, Gobernador del Distrito Federal,

Mi estimado amigo:

He hecho practicar por persona competente una visita al Cementerio General del Sur, y he tenido el pla- cer de informarme de que las medidas y disposiciones de usted han transformado aquella necrópolis y héchola digna de una sociedad cristiana y civilizada, por cuya circunstancia lo felicito á usted cordialmente ; pero al mismo tiempo he tenido la pena de saber que la tumba que guarda los restos del malogrado General Rafael Gon- zález Pacheco se encuentra casi en abandono y desdice de las virtudes cívicas y del valor heroico de tan insigne militar.

Habiendo muerto el General González Pacheco muy lejos de su hogar doméstico y siendo sus deudos pobres de recursos materiales, yo, que fui su amigo y que ad- miré sus cualidades individuales y sus virtudes públicas, deseo que la tumba que guarda sus cenizas corresponda á sus grandes merecimientos ; y al efecto confío á la efi-

cacía de usted levantarle un túmulo adecuado, en cuyo pie se grabe esta inscripción :

A la memoria del valiente y virtuoso General Rafael González Pacheco Su amigo, JUAN VICENTE GÓMEZ -19 II.

Yo espero que usted experimentará complacencia al cumplir el encargo que me permito cometerle, porque que usted aprecio en alto grado las virtudes del General González Pacheco.

t

Soy su amigo,

J. V. GÓMEZ.

Caracas: 29 de marzo de 191 1. Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Presente. Mi respetado Jefe y amigo :

Me he impuesto con verdadero regocijo patriótico de su notable carta que en esta misma fecha he tenido el honor de recibir de usted. Ella me ha producido una indeleble fruición, y debo decirle que, hoy como siempre, el noble proceder de usted se hace superior á toda pon- deración, porque arranca usted del seno de la ingratitud que le llevó á la tumba, á uno de nuestros militares más pundonorosos, que rindió su vida en aquella hora men- guada para la justicia y el propio mérito ; que murió, más que de cruel enfermedad, de aguda pena, de esa pena imborrable que escarnece el ánimo y lo amarga cuando sobre los actos de lealtad, sobre el sacrificio heroico ren- dido á todo instante, sobre el rudo batallar, ora en los campamentos guerreros, ora en las faenas de la paz, sólo se consigue por recompensa la ingratitud que aniquila y el gesto de la indiferencia, propio de las almas mezqui- nas, que es el más agudo dardo que puede clavarse sobre el corazón de los hombres de honor.

El Doctor y General González Pacheco falleció an- tes de que á esta acción rehabilitadora, que se ejerce de diversas maneras en toda la República, le hubiera sido

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posible impartirle la justa gloria á que eran acreedores sus méritos excelsos de ciudadano y sus perínclitas vir- tudes de guerrero.

Murió ¿quién no lo sabe? abandonado de aquel régimen político al cual consagrara sus grandes energías, rodeado, sí, de una pléyade de leales que sobre su tumba ofrendaron lo que aún todavía era la única gloria de su tumba : el recóndito homenaje de sus lágrimas !

Hoy sobre aquella fosa, tan sólo glorificada por el llanto de bravos oficiales, se alzará, en fraternal comunión de sinceridad y de justicia, ese túmulo que usted le de- dica y en cuya inscripción la posteridad encontrará, siempre de presente, la magnanimidad de su alma presta á rescatar del polvo del olvido y de las ingratitudes, la memoria de los hombres ilustres y el ejemplo edificante de las virtudes de aquel eximio ciudadano.

Estas intensas emociones he experimentado con la lectura de su importante documento; y procederé al es- tricto cumplimiento de tan honrosa comisión, teniendo siempre como sagrada inspiración, de una parte, el nobi- lísimo propósito de usted, y de la otra, el aprecio que en alto grado sentí por las virtudes de mi inolvidable amigo el General González Pacheco.

Su subalterno y amigo,

F. A. Colmenares Pacheco.

Doctor y General R. GONZÁLEZ PACHECO

GENEKAL F. A. COLMENARES PACHECO.

GOBERNADOR DEL DISTRITO FEDERAL,

Considerando :

Que el Benemérito General Juan Vicente Gómez» en notable carta que es ya del dominio publico, dispone erigir sobre la tumba del Doctor y General R. González Pacheco un monumento simbólico que diga de los mé- ritos de aquel ciudadano eminente, como de las preseas, de aquel pundonoroso militar ;

Considerando :

Que tan noble pensamiento de justicia nacional para con un venezolano que se distinguió en el proceso de nuestra vida política, por el caudal de sus virtudes libera- les, ha sido recibido con singular complacencia por la opinión pública, justiciera y reivindicadora;

Considerando :

Que tales actos en que se rescata del olvido y'para la gloria, la memoria de los hombres superiores, deben conservarse en forma imperecedera para galardón del propio mérito y ejemplo digno de imitarse ;

Considerando :

Que el aplauso por tan elocuente homenaje, que la. amistad del General Juan Vicente Gómez dedica á la

'memoria del Doctor y General R. González Pacheco, se ha manifestado de una manera expresiva en la múltiple correspondencia que ha publicado la prensa,

decreta :

Artículo Recójase en un folleto todo lo refe- rente al noble proposito iniciado por el General Juan Vicente Gómez, cuyo folleto contendrá en primer tér- mino la carta dirigida por él al Gobernador del Distrito Federal y la contestación de éste ; los rasgos biográficos del extinto; la correspondencia que sobre el particular se ha publicado, y un fotograbado del túmulo que se levan- tará sobre la fosa donde yacen los restos del eximio ciu- dadano á quien se rinde este homenaje.

Artículo 29 Se designa para formar dicho folleto al ciudadano Doctor Miguel Castillo Amengual.

Artículo 30 Los gastos que ocasione la ejecución de este Decreto se pagarán por la Administración Ge- neral de Rentas Municipales, con cargo al ramo de "Im- previstos."

Dado en el Palacio de Gobernación y Justicia y refrendado por el Secretario del Despacho, en Caracas, á diez y siete de abril de mil novecientos once. Año ioi° de la Independencia y 53o de la Federación.

F. A. Colmenares Pacheco.

El Secretario de Gobierno,

Juan Liscano.

RAFAEL GONZÁLEZ PACHECO (Rasgos biográficos)

Vibró su nombre en Lara como el acento de un clarín de guerra y repercutid en el País como el eco de una música militar que llamara á triunfo. La mano brutal de la envidia apago el acento y enmudeció los ecos, y las paredes del ataúd hicieron silencio sobre la callada majestad de aquel gran desaparecido, ante cuyo recuerdo, armas al hombro, se incorporan sus Te- nientes valerosos y un sonoro toque de triunfales dia- nas se oye repercutir tras de su nombre. El corazón generoso del Benemérito General Juan Vicente Gómez lloró sobre aquella tumba lágrimas de compañerismo muy sincero, limpió con ellas el polvo de olvido que cubría aquel recuerdo, y la conciencia nacional ha oído, con santo regocijo, la voz del Magistrado que pide se levante el velo de ingratitudes y emulaciones bajo el cual quiso ocultarse el resplandor viviente de aquel mé- rito extinto.

El General Colmenares Pacheco, en cuyo corazón amplio cabe todo lo noble, presta oído atento al querer de su Jefe y se encarga de realizar el pensamiento, en hora feliz acariciado por el General Gómez, y el País acoge la nobilísima idea con el eco de un solo aplauso, que desde las riberas del Caribe hasta los ventisqueros

andinos saluda el nombre del Magistrado ecuánime, que no olvida á quienes, caídos en la sombra de la muerte y del olvido fueron actores ó testigos de^ épicas proezas militares, en las cuales jugaron su vida, con desprecio de mismos.

Bendita la mano generosa que barre el polvo que cubre aquel nombre y llama con voces de resurrec- ción sobre el profundo silencio de aquella tumba olvi- dada, en cuya cruz teje la neblina mañanera finas japonerías de sutilísimos encajes y los vientos susurran una plegaria en que se mezclan los ayes de soldados caídos gloriosamente frente á Peñas Negras, emba- rrancados en el cauce del Turbio, vencidos por la fatiga y el hambre en la ascensión del Picacho de Nirgua, victimados en Tinaquillo ó resistiendo con esfuerzos soberanos en la cuna de los bravios Teques el empuje soberbio de las huestes contrarias. Generoso el corazón que oyó en medio al silencio de la Ne- crópolis las voces exultantes de los muertos que piden Paz, Recuerdo y Justicia en la hora de las reparaciones nacionales ; y feliz el espíritu liberal que va á galardonar en el recuerdo el mérito del compañero y del amigo caído en hora doliente, sin contemplar en ruinas el funambulesco castillo de orgullo en que se asiló un día el detractor de todo mérito y envidiador de toda gloria.

# *

Narrar la vida meritísima del leal Soldado Trujilla- no no será tarea difícil á mi pluma, porque si me faltan aptitudes sobran méritos en González Pacheco y suplen ellos las deficiencias de quien, pequeño para compren- derlo, se engrandeció con su cariño y se honró con toda

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•su confianza. El recuerdo de su amistad y de su bene- volencia disculparán el intento de mi voluntad, al acep- tar el cometido que el General Colmenares Pacheco me confió, porque ellas me obligan á hacer un sobre- esfuerzo de aptitudes y á corresponder siquiera sea con él, á un honor que estimo más digno de quien me lo tri- buta, por generoso y amigo de la juventud, que de mis muy pobres facultades de escritor.

La personalidad política de González Pacheco se destacó en Lara, en todo su poder, y las cumbres, los topos, las hondonadas y caminos vieron desfilar al gue- rrero á la cabeza de diezmados batallones, con gesto marcial de vencedor, él, que estaba vencido por su mé- rito, por su prestigio, por su nombre y por sus hazañas y minado llevaba su organismo por la enfermedad y su espíritu leal por la inconsecuencia y el temor á su nom- bre y sus acciones. Allí respetó todo derecho, encumbró todo mérito, no hirió ningún interés y logró captarse el cariño de todo un pueblo que aún le llora con sentidas lágrimas de gratitud y que ha acogido el testimonio in- valorable de cariño que á su memoria hace el Benemé- rito General Gómez, como la manifestación de deferencia más elocuente que el digno Primer Magistrado Nacional tributa á aquel pueblo noble que lo quiere y secunda en su alta labor de progreso y engrandecimiento patrio.

Yo vengo de presenciar cómo fué en Lara acojido el noble pensamiento del General Gómez y que al'á ha tenido repercusión simpática el querer del Magistra- do que se hace cada día más digno de nuestro agradeci- miento, pues supo quitar de los hombros del País el peso de ignominias que lo embargaba y coloca hoy á Vene- zuela en puesto de honor en el concierto de la civili-

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zación, bajo el mismo sol de epopeyas que iluminó su cuna, en los amaneceres de la Libertad.

No quiere permitir el liberal Magistrado del Dis- trito Federal que se pierda el eco gratísimo de la acción noble de su Jefe el Benemérito General Gómez y ordena que el conjunto de los aplausos resuene entre las pá- ginas del libro junto á las acciones nobilísimas de valor de aquel heroico soldado trujillano, caído en el hueco de la tumba cuando próximo estaba á brillar el Sol de las Reivindicaciones ciudadanas.

Y como quien porta reverente ante el santuario de su fe política las perfumadas flores del recuerdo, yo me honro y honro mi humilde pluma trazando los contor- nos y perfiles de esta gallarda figura del liberalismo vene- zolano, correspondiendo al alto honor que nunca sabré agradecer lo bastante.

*

* *

De la unión conyugal del Doctor y General José Emigdio González, antiguo Gobernador de la Provincia de Truji^o, Abogado de la Universidad de Mérida, De- legado á la Convención que el año de 1864 se reunió en Valencia, Presidente varios años del Estado Trujillo y del grande Estado Los Andes, Senador y Diputado al Congreso Nacional, Rector del Colegio Nacional de Varones de Trujillo y distinguido hombre publico del País, con la distinguida dama merideña señora doña Isabel Ana Pacheco, nació en Santiago, pueblo del Es- tado Trujillo, el día 7 de enero del año de 1857 el Doc- tor y General Rafael González Pacheco, destinado á .brillar con luz intensa en el cielo de la República y á extinguirse después, dejando la estela de su paso y el

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recuerdo de su bondad como galardón y presea de sus- victorias.

Su maestro de primeras letras, el honorable anciano señor don Tomás Rodríguez, vive aún en la histórica ciudad de Coro y fué su mano temblorosa la que señalo al niño los primeros rudimentos de la enseñanza prima- ria, descorriendo á su cerebro infantil los pórticos dora- dos de la Luz.

Junto con sus hermanos Julio y Manuel, años des- pués, obtuvo en Trujillo el Bachillerato en Filosofía y luego, en la Universidad Central de Caracas recibió el Doctorado en Ciencias Políticas. Siendo estudiante, en 1879, se alistó en el ejército revolucionario coman- dado por los Generales José Ignacio Pulido y Ramón Ayala, á la sazón en Petare, y después de marchas y contramarchas por Baruta, Piedra Azul, el Rincón y Las Palomeras, en donde González Pacheco oyó por pri- mera vez las descargas enemigas, cayó prisionero en i Guarenas, en donde terminó la Revolución.

Comienza á destacarse ahí la figura militar del Cau- dillo de Occidente, quien abandona las aulas y marcha al campamento, enardecido su corazón de joven por el vivaquear de los ejércitos y empujado por la onda revolucionaria que cercaba el Capitolio Nacional.

En 1 88 1 recibe en Caracas su título de Doctor en Ciencias Políticas, obteniendo brillantes calificaciones y regresa á Trujillo, de donde va á Europa en su anhelo de perfeccionar sus conocimientos en Jurisprudencia, para regresar de nuevo á Trujillo, en donde por poco tiempo ejerce su profesión y regenta una Cátedra en el Colegio Nacional, dedicándose á las faenas agrícolas en la hacienda de su padre y sin mezclarse en la política por-

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especial insinuación de su progenitor, quien tiempo venía separado de ella y aconsejaba á sus hijos no tomar cartas en el pugilato político del País.

Sin embargo, en 1892, muerto su padre, es nom- brado Jefe de Estado Mayor de las fuerzas comandadas por el General Federico León, en recorrida militar por Boconó, de orden del General Diego Bta. Ferrer, y así comienza su vida efectiva de militar, que un día vislum- brara de cerca el sol del éxito y otro día fatal vio decli- nar su estrella, desgastada con el propio brillo con que iluminó por sobre las bayonetas de sus soldados los senderos del triunfo y del honor. Estrella que en el Occidente fué un fanal que guió los pasos de quienes, enamorados de la Gloria, abandonaron sus hogares y tras la figura militar y guerrera del Bayardo trujillano se fueron por cuantos son caminos de peligros, a conquistar nombre y honra bajo las banderas triunfadoras de quien siempre empeñaba duelos desiguales y siempre tenía abiertas á su paso las puertas de Retiradas heroicas que valían por mil triunfos.

Desempeña luego el Doctor González Pacheco en 1896 el cargo de Gobernador de Trujillo y el 6 de abril de 1898 es proclamado y reconocido como Jefe del Partido Liberal Trujillano, cargo del cual en vida no lo relevó ni su indefinida ausencia del heroico pueblo an- dino, ni sus triunfos y luchas en Lara, que lo hicieron también Jefe de las mayorías liberales de este Estado, pues al lado de él colaboraron Juárez, Solagnie, Mon- tilla, Narváez, Gutiérrez, González, Vásquez, Lis- cano y todo cuanto de más notable posee en tierra larense la noble idea liberal.

El 12 de mayo de 1898 estalla en Trujillo la Revo- lución encabezada por el Doctor y General Leopoldo

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Baptista, y el pataca González Pacheco las posiciones de Chipuen que aquél ocupa, de donde es retirado á Pampanito y sigue marcha en solicitud del general Morales. Libra en esta campaña las acciones del Calle- jón de Chipuen (sin importancia), toma la Plaza de Bo- cona que defendía el General Víctor Manuel Baptista y se retira en Niquitao, obligado áello por la circunstancia de que adelantado todo el grueso del Ejército bajo las órdenes del General Montilla hacia /ajó, donde debía encontrarse con el General Morales, quien bajaba de Merida, González Pacheco quedó sólo con un grupo de oficiales y algunos pocos hombres de tropa para re- sistir el empuje de un numeroso ejército revolucionario comandado por valientes oficiales, los cuales le vieron retirarse bajo el fuego, luchando !

González Pacheco libró innúmeras batallas reñidí- simas, las cuales comprometía sin medir la desigualdad en número de sus aguerridos compañeros con la de sus contrarios ; porque, militar previsivo é inteligente, abier- tas tuvo siempre las puertas de Retiradas honrosas, que hacía á banderas desplegadas y á tambor batiente, venciendo casi por lo estratégico sobre la superioridad numérica de sus contrarios y llevando limpio el acero vencedor que trazaba parábolas de luz en medio á las sombras del combate.

Corazón de guerrero atrevido, el suyo no cambió su ritmo lento, ni saltó jamás dentro de su pecho, y la pali- dez marmórea de su rostro nazareno no se tiñó jamás con las púrpuras del odio ó de la cólera.

Temperamento flemático, su pulso latió siempre cincuenta veces por minuto y en el rictus de su fisono- 2

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mía, siempre amable, se traducía la bondad exquisita de su alma.

Fui siempre del grupo de sus amigos íntimos y no le sorprendí jamás contrariedad alguna, porque, si bien le vi encaracterizarse para imponer respeto o juzgar la obra nefasta de Castro, sus enojos, pequeñas sombras de su vida, los disipaban su genial bondad y su alma íntegra de liberal.

Rehecho de sus quebrantos, volvía con mayor fe á la lucha, y de ahí que su relativamente corta vida político- militar esté llena de heroicos episodios, que en Lara, donde tanto se le quiso vivo y se le recuerda muerto, son adorno de las conversaciones familiares y conocidos y recontados por todos.

Reforzado González Pacheco por el ejército de Morales que encuentra en Mucuchíes, contramarcha al Alto de Durí, y el 6 de junio en la madrugada, cuando trata de verificar un flanqueo á presencia del enemigo, éste lo tirotea y se traba un combate reñidísimo que dura cinco horas y media, después de las cuales el bando enemigo se declara en derrota y González Pacheco ocupa con su ejército á Jajá.

Es destinado entonces para el elevado cargo de Agente del Poder Ejecutivo en la Sección Trujillo, car- go del cual se retira para ir á ocupar su curul Legislati- va en la Asamblea del Estado Los Andes, en cuyo seno proclama la autonomía de las Secciones que componían el grande Estado Andino y obtiene ver satisfechas las muy nobles aspiraciones de los pueblos.

El señor general Ignacio Andrade, Presidente Cons- titucional de la República, llama con insistencia á la ca- pital al Doctor y General R. González Pacheco, á prin-

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cipios de mayo, y le promete armas y municiones para el ejército que á la voz de su prestigio levantara en Truji- Uo. Parte con dirección á aquel Estado el valentísimo soldado liberal y 1.600 voluntarios en el breve plazo de 48- horas siguen su voz de mando y su discreta dirección militar. Sinembargo, la situación de sus compañeros de Causa era la más ingrata y el Gobierno del Estado no les daba representación alguna. González Pacheco" lucha bravamente en Bocona de Trujillo contra el gene- ral Víctor Manuel Baptista; se le incorpora con carácter de Jefe de Estado Mayor, aquel bravo soldado de Occi- dente á quien jamás pudo vencer la tiranía con oro ni con plomo y que victimó deslealmente entre el boscaje de Guaitó en hora nefanda para la libertad y cuyo nom- bre y campamento fueron durante la época terrible de la Dictadura cipriana, refugio de todo carácter y albergue de toda protesta: Rafael Montilla! Así se unían en un abrazo de acero los dos troyanos que debían resistir el empuje.

Combaten juntos en Sans-soucí, en el Páramo de la Cristalina, contramarchan á Boconó por la vía de la Bu- jurú, envían comisiones en solicitud de parque al gene- ral Espíritu Santos Morales, Presidente, á la sazón del grande Estado Andino y quien se encontraba en Merida y en la espera se retiran á Niquitao, que encuentran ocu- pado por el Doctor y General Leopoldo Baptista con cuyo ejército se van batiendo en retirada hasta Las Par- chas^ vía Las Piedras. A su paso por Santo Domingo deja allí González Pacheco al bravo Montilla con todo el grueso del ejército y toma con seis de sus oficiales distinguidos la vía de Mérida, en donde se informa de la invasión de Castro.

Retorna González Pacheco en julio á Trujillo; re-

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concentra 1.600 hombres y logra que el general Juan Bautista Carrillo Guerra, Presidente de aquel Estado, le dote con 150 fusiles-Mausser y 1.000 tiros.

Comprometido González Pacheco con el señor General Andrade, sus amigos en Trujillo sufrían de parte de sus contrarios en el Poder, las más activas per- secuciones.

En balde el Jefe llevaba en los campamentos vida de azares y peligros: sus compañeros eran vistos como elementos contrarios al orden de cosas. Sinembargo González Pacheco, quien sabía respetar en lo que vale la palabra honrada de un hombre que la empeña, acepta la orden terminante de Andrade, de marchar al Táchira á enfrentarse á Castro que invadía por la frontera colombiana. Llama á sus voluntarios oficiales, orga- niza sus aguerridos batallones y tiene que acuarte- larse en las calles, porque el Gobierno no le ofrece loca- lidades, y Andrade, á quien se queja, le ordena salir al Puerto de la Ceiba, á recibir parque y municiones. En aquel Puerto sólo le entregan 50 fusiles y 1.000 cápsu- las. Ante tamaña burla el Ejército se indigna y como lo formaban oficiales y soldados voluntarios, éstos insi- núan á González Pacheco que no debe acompañar más al hombre que desconfiaba así de quien le ofrecía uno de los más espontáneos, aguerridos y efectivos contingentes. González Pacheco no oye la voz de sus compañeros y parte á cumplirle á Andrade su palabra con un escaso número de tropas que apenas alcanza á 200 hombres. En Mérida, Morales le incorpora 75 hombres más y con 10 cargas de cápsulas sale para el Táchira. En su mar- cha alcanza en Tovar fuerzas revolucionarias al mando de los Méndez, que derrota y hace frente á Castro, al día siguiente, sin haberse repuesto aún de la primera refrié-

ga. 2.000 soldados que marchaban en triunfo son bati- dos por 275 hombres que acaban de pelear, y cuando á la hora y media de reñidísima pelea se abre la última caja de pertrecho, se encuentra que eran cartuchos y no cápsulas los que la mano de la desconfianza había puesto en aquella caja. A tiros de revólver con veinte oficiales valerosos se franquea la más honrosa retirada el militar altivo que no supo jamás Capitular ni transar, aunque la suerte, el número y la escasez de municiones lo situaban en fatales condiciones de resistencia.

El Doctor Emilio Constantino Guerrero hablando de la heroica y desigual acción de Tovar dice: "Ocupa- ban la plaza, los valientes y meritorios generales Rafael González Pacheco y Emilio Rivas.

Por el camino nacional entró parte de la División Mérida, cuyo denodado y distinguido Jefe, General J. M. Méndez, cayó desgraciamente atravesado por una bala en los primeros momentos del combate.

El combate se estableció en verdadera forma. La ciudad se trocó en una fortaleza que lanzaba plomo de todos lados.

El Tovar cortó la retirada á los fugitivos, de los cuales sólo se escaparon en sus briosos corceles, el pri- mer Jefe de la fuerza y algunos oficiales.

Dos horas de lucha encarnizada costó este triunfo, en que el enemigo se batió con heroicidad que honra á sus Jefes, la mayor parte de los cuales fueron aprehendi- dos con la espada en la mano en sus propias posiciones."

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Las descargas de Tovar introdujeron el desorden en las fuerzas invasoras de Castro y los Batallones Bolívar y Junín tuvieron que entrar á reforzar la División Mé- rida.

Es fama que momentos antes de esa batalla el Doctor González Pacheco había sorprendido una co- rrespondencia del Gobierno que servía, para el general Antonio Fernández, en la cual se le insinuaba á aquél la idea de desconfiar de González Pacheco! Y sinembar- go luchó como un espartano hasta peligrar en su propia vida.

Tal así le aconteció en Lava. Tras los más cruentos sacrificos y los más heroicos empeños, se le culpaba, in- justamente, de una situación que él no podía conjurar pero que dominó casi sin fuerzas y al influjo de un valor y una estrategia, que le dieren un nombre y una alta autoridad guerrera en el País. Nombre y autoridad que la envidia, ascosa y ruin, hizo pesar sobre su vida como un fardo y le arrebató hasta el derecho sagrado de vivir en ellos. Envidia y odio que hasta la muerte fueron la aureola de su martirio y el nimbo de su gloria; porque "sobre sus actos de lealtad, sobre el sacrificio heroico rendido á todo instante, sobre el rudo batallar, ora en los campamentos guerreros, ora en las faenas de la paz, sólo se consigue por recompensa la ingratitud que aniquila y el gesto de la indiferencia, propio de las almas mezquinas, que es el más agudo dardo que puede cla- varse sobre el corazón de los hombres de honor" como con sobra de justicia asevera quien fué su amigo de esos días tremendos, el General F. A. Colmenares Pache- co, á quien va á tocar, por designio de su Jefe y amigo el Benemérito General Juan Vicente Gómez, colocar

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sobre la humilde é ignorado tumba del bizarro luchador caído, la consagración del mármol que resucita en el re- cuerdo, el recuerdo de quienes como González Pacheco caen en la sombra envueltos en la luz de sus propios mé- ritos, radiantes con la aureola de su martirio y vencedo- res del olvido, de la tiniebla y de la muerte!

Conocedor en Mérida de la tirante situación de los suyos en Trujillo, atraviesa por camino erizado de peli- gros y poblado de saltos, desfiladeros, ríos, páramos y peñascales, accidentes con que la rispida Cordillera an- dina defiende el paisaje secular de sus ciudades, arrebu- jadas, como Mérida, al pie de su Sierra Nevada, ó como Trujillo, engastada en el fondo de sus colinas de esme- ralda, y González Pacheco que sabía que peligraba solo por aquellos caminos en donde espiaba su paso la embos- cada de la gente enemiga, que aguardaba á quien siempre la vencía, marcha de noche y por veredas ocultas desa- fiando la inclemencia del páramo que hiela hasta el alrría y la deslealtad del que se esconde para agredir.

Llegado á Trujillo y convencido de que sus heroi- cos sacrificios no son tomados á buena cuenta para el bienestar de sus compañeros, el 19 de setiembre de 1899 resuelve rebelarse contra aquel orden insorpotable de cosas y el 20 despierta á Trujillo con los ecos de su fu- silería los cuales aturden á sus poderosos defensores, quienes después de once horas y media de combate se rinden al Vencedor afortunado.

El 3 de octubre del 99, á las 4 horas y 50 minutos p. m. ataca al enemigo tenaz en Carvajal, teniendo que retirarse el 6, en la madrugada, porque su Ejército en su totalidad estaba desarmado.

El 13 de octubre ataca á Isnotú, en donde se en-

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contraba el Doctor y General Leopoldo Baptista y ello porque conocedor después de su retirada de Carvajal de que un cuantioso parque venía por La Ceiba á reforzar los felementos enemigos, trató de interceptarlo en Sa- bana de Mendoza. Vuelve a ser retirado González Pa- checo y en su marcha pernocta con su fatigado ejército en el Ptieblo viejo de Pampán, en donde lo ataca el 16 el enemigo y tiene de nuevo que retirarse por Mo?iay al Morro, en donde estaba el General Rafael Montilla.

De ahí viene á Caracas en donde permanece varios días, va á Maracaibo, en donde es nombrado Auditor de Guerra del Ejército Expedicionario del Zulia, retorna á Caracas y Castro le manifiesta que el Estado Lara esta- ba dominado por la contra-revolución Nacionalista y le propone salida para aquel Estado con el elevado cargo de Jefe Civil y Militar.

Hombre de Causa, González Pacheco no duda un instante y abandona el campo de sus luchas en Tiujillo para emprender con nuevos bríos la campaña de Lara.

Así infatigable y estratégico salió de Trujillo el sol- dado meritísimo a quien vieron siempre sus contrarios agitando la bandera de su ideal político, ante cuyo fla- mear, por sobre bayonetas y puntas de espadas, los ojos enemigos se cerraron ofuscados, creyéndose tal vez que el gonfalón guerrero que González Pacheco agitó en los horizontes del combate era como un áureo rayo de sol !

González Pacheco nació, vivió y murió á la som- bra de su bandera de combate y un día lo recuerdo muy bien en que los liberales larenses le ofrendaron una bandera que casi era una consigna, él contestó: Espere- mos ! Palabra que en labios de aquel hombre era una

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proclama de guerra, que la tierra ingrata é inmisericorde se trago un día de duelo para la Patria y para la Causa. El comprendía que la ola revolucionaria venía aventando el ridículo esqueleto de aquella Dictadura fatal y cono- cía que ya el dolo y la ingratitud buscaban el pecho del más caracterizado de los defensores del Gobierno, Gó- mez, para herirlo de muerte.

La ingratitud de Castro había sembrado' en su noble corazón de leal, junto á los gérmenes terribles de la muerte, la muerte moral de la desconfianza y de la sus- picacia. Presentía su derrota y en arranques soberbios nos preguntaba : " ¿ Y qué pretende ese hombre ? " " ¿ Por qué desconfía de mí?'7 "¿Querrá que yo eche mi espada limpia en la balanza de los sucesos ? "

Gómez en tanto luchaba con su consejo en Miraflo- res por la situación agobiante de González Pacheco y quería que la justicia lo colocara en la Magistratura la- rense que él se había conquistado á esfuerzos titánicos.

Trujillo perdió para siempre el defensor de sus de- rechos, y Lata abrió su corazón al héroe que traía un bosque de laureles regados con sangre en Carvajal, To- var, Niquitao, Trujillo y Sans-souci á ser reverdecidos en Barquisimeto, Tinaquillo, Las Canales y Los Teques.

Veámosle ahora en tierra larense conquistando vo- luntades y reafirmando su sólido prestigio de Caudillo y de Magistrado.

* *

Jacinto Lara, esa alta personificación del Libe- ralismo, de la austeridad y del don de mando en el he- roico pueblo que se honra con el nombre de su padre, Procer de nuestra Magna Epopeya Nacional y gloria pu-

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rísima del Patriarcado venezolano, había recorrido en rápida campaña los Distritos Norte y Occidentales del Es- tado y 1.500 hombres reunidos á la sombra de su pres- tigio y bajo la dirección de su espada, siguieron al viejo veterano de cuyas ejecutorias en los campos de la guerra, como de sus labores progresistas en luminosas Adminis- traciones, enorgullecidos estamos todos los hijos de aquel suelo, que lo miramos como un sol que aún vivifica con su luz el hogar de nuestros más caros afectos y nuestras más puras ilusiones. Lara, que salió furtiva- mente de Barquisimeto, acompañado tan sólo por uno de sus sobrinos y llevando consigo un simple pliego con el nombramiento de Jefe Civil y Militar del Estado, había hecho la más activa organización y el 24 de di- ciembre de 1899 ocupaba la Plaza de Barquisimeto, que defendían bizarros soldados del Nacionalismo. Comienza á pacificar el Estado y ofrece amplias garantías á todos los revolucionarios. No habían vuelto aún al Parque Nacional las armas arrebatadas al enemigo, cuando ya se sentía la mano del progreso golpeando sobre la obra pública y despertando al pueblo para Ja cita del trabajo.

Castro, insatisfecho, releva á Lara y le nombra sustituto á un hombre completamente desconocido en el Estado, á quien las pasiones políticas de sus enemigos de Trujillo señalaban como poco digno de ir á dirigir los destinos de uno de los pueblos más altivos y heroicos del País.

El vacío se hizo en torno de aquel hombre ! Gonzá- lez Pacheco estaba solo í

Encargado del Poder Público, le fueron presentadas simultáneamente las renuncias de los más importantes empleados en el orden militar y civil del Estado. Era

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la protesta de los leales oficiales de Jacinto Lara contra la injusticia de Castro.

Lara había sido el alma de aquella campaña : el viejo luchador liberal había segado laureles que aún refrescaban su amplia frente de guerrero,' la juventud larense que abandono sus hogares y su tranquilidad por irse tras la palabra del Militar austero, lo veía descender del cargo que la punta de su espada le había conquistado, y González Pacheco, desconocido, aislado, inerme venía á evolucionar en el seno de inte- reses que no conocía y entre hombres que cuando me- nos le permanecían indiferentes.

González Pacheco, acostumbrado á las contrarie- dades, no se violenta ni acepta las renuncias. Insubor- dinados oficiales de una fuerza larense desconocen la au- toridad policial y la atacan á mano armada en plenas calles de la ciudad ; la policía, escasa en numero, se refu- gia en su cuartel y los oficiales insubordinados recorren las calles dando voces de insurrección y desobediencia: González Pacheco, avisado por los disparos, desnuda su acero hasta entonces en reposo y personalmente im- pone el orden, prende á los insurrectos y devuelve la tranquilidad a la ciudad alarmada. Entonces compren- dimos que un hombre sereno y valeroso dirigía los des- tinos de Lara.

Ordena á Montilla y á Solaigne el ataque á las fuerzas nacionalistas aún en armas y tras cortísimos días de activa persecución declara pacificado el grande Esta- do que entraba á gobernar. En Burere fue el último combate de las armas nacionalistas y allí quedaron vencidas.

Su primera disposición fué reabrir el Colegio Na-

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cional de Ia Categoría de Lara, que fuerzas nacionalistas habían convertido en cuartel. Un mes después de ha- ber llegado á Barquisimeto, presidía el acto literario con el cual se reabrían las Cátedras de aquel Plantel, en el cual abrevo la juventud larense prístinas aguas de saber.

Los hombres que Lara había honrado con cargos de confianza, allí estaban al lado de quien supo vencer pre- juicios que la enemiga pasión sembró en los caminos de honor, que siempre transitó su planta.

González Pacheco, sobre cuya frente la borla doc- toral fué llevada con honor, era un militar consciente, que lo mismo dirigía una batalla como presidía un acto lite- rario y abría los libros de la luz como empuñaba el acero de los combates que son sombras de la Libertad. Llamó á colaborar con él á toda la juventud intelectual de Lara y organizó el tren judicial, político, municipal y econó- mico del Estado con cuanto de más apto encontró dis- puesto á secundarlo. Elementos revolucionarios, mo- mentos antes en los campamentos enemigos, entraron á colaborar con él, sino directamente en las actividades del Gobierno, prestando el contingente de su buena volun- tad ó absteniéndose de fomentar revueltas.

Dos meses después de pacificado el Estado, cuando aun no habían calmado los odios partidarios, se celebra- ban en Barquisimeto pomposas exequias fúnebres á la memoria de un Nacionalista distinguido caído en medio á la feroz exaltación de nuestras pasiones políticas, que son como vorágines. González Pacheco presidió esas exequias. Era así como conciliando voluntades, uniendo propósitos y restableciendo garantías iniciaba la más de- licada labor político-administrativa.

De este modo, González Pacheco se captó genera-

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les simpatías y la oficialidad de Lara lo rodeo entonces de buen grado, obedeciendo también a la consigna de éste, quien no veía aún extinguido del todo el peligro común. Solagnie, aquel militar de empuje y de prestigio á quien no hemos llorado lo bastante sus amigos que huér- fanos quedamos en Lara de su fraternal cariño y de su prudente dirección, ofreció al compañero de Causa Doc- tor y General Rafael González Pacheco el contin-r gente de su prestigio y las influencias de su nombre, tan simpático á las mayorías liberales de aquellos pue- blos, como que conquistado había sido en los campos del valor y del trabajo, con la espada y la azada, luchando bajo las tempestades del plomo fratricida ó con la rebel- de naturaleza del trópico inclemente.

González Pacheco entró á formar con la familia larense y los vínculos de vecindad que Trujillo y Lara tenían los ató la mano de aquel héroe que fué larense de corazón.

aquí cómo uno de nuestros más caracterizados compañeros de Causa, el inteligente escritor y periodista Bachiller Carlos Luis Oberto, muerto cuando comenzaba á dar su opima cosecha de ideas, se expresó de aquel Gobierno :

" Necesitábase en aquellos días un hombre que apre- ciase profundamente el estado de las cosas ; que fuese nuevo en nuestra política regional, ageno á nuestros ren- cores y á nuestras divisiones, para que hiciese un llama- miento á nuestros hombres y sus palabras tuvieran eco en todos los corazones; que fuese capaz de conciliar to- dos los intereses, de calmar todos los ánimos, y ese hom- bre llegó cuando el peligro era mayor, cuando el ene- migo, á dos ó tres jornadas, extendido por los Distritos

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occidentales, manifestaba su audacia amenazando la ca- pital.

El Doctor González Pacheco midió la obra y la juzgó con serenidad. De ahí los resultados obtenidos : " el triunfo de la Causa, la unidad del Partido Seccional y las tendencias decisivas de la opinión ".

La historia del Gobierno del Doctor González Pa- checo, en su primer año, se reduce con la absoluta verdad de los hechos juzgados por criterio imparcial á estas dos palabras : Paz y Progreso.

Veamos, si no :

Equipa y reorganiza el Ejército que acababa de lu- char las partidas nacionalistas, solicita recursos, que la Revolución de Castro no podía proporcionarle y á los treinta días de su permanencia en Lara declara paci- ficado su territorio. El Yaracuy está libre de invasiones por Aroa ó Sarare, dispersado el enemigo corre á Tru- jillo en cuyas fronteras son apresados sus principales ca- becillas. Se disuelve en los límites de Coro el más pode- roso núcleo hernandista y en propia tierra falconiana jefes larenses rinden y perdonan á sus adversarios.

Su labor amplia de liberal atrae y suma voluntades, olvida rencores y todos los elementos disidentes rodean el nombre del Doctor González Pacheco con su cariño y su confianza.

Proteje la Instrucción, reorganiza los Poderes y les garantiza su autonomía, mejora el servicio postal y con- tribuye á facilitar el telegráfico, asigna una suma para el sostenimiento del Hospital, cuyos servicios reorganiza, refecciona el Mercado y la Cárcel, que amenazaba rui- nas, reconstruye el Puente Bolívar, las carreteras de Ca- budare y del Llano, decreta la construcción de las aceras

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y de un Parque que aun se conserva, suprime impuestos, ayuda la reconstrucción del Templo de la Paz, compra el magnífico Puente de hierro que hoy enlaza á Lara con el Yaracuy, protege las industrias y garantiza la tranquili- dad con un correcto tren de policía. Todo ello con li- mitadísimos recursos que apenas si alcanzaban para el pago de los servicios públicos.

Cumplíase así el voto que en M'erida, el 1 2 de octubre de 1898, consigno un periodista liberal sobre el Doctor •González Pacheco ; voto que se desconoció siempre en Lara, porque González Pacheco no quizo jamás hacer alarde de la confianza que los liberales andinos habían depositado en sus ejecutorias y en su espada. Dijo así el liberal merideño :

" Los méritos, servicios y virtudes del Doctor Gon- zález Pacheco, ora como ciudadano y magistrado, ya como militar y hombre de prestigio, se levantarán siem- pre muy por encima de la insidia y de la calumnia, últi- mo recurso, aunque viejo y vergonzoso, de que se valen los enemigos del Partido Liberal, soñando con interven- ciones extrañas que nos restaure en su mando oprobioso, y con él en sus procedimientos de sangre y de extermi- nio, pues nada aprenden ni con la acción civilizadora del tiempo, ni con la nobleza de sus adversarios ".

González Pacheco sostuvo siempre muy en alto los principios del liberalismo que informaban sus convic- ciones de hombre público y ni como Mandatario ni como ciudadano, en los campamentos como en su casa presi- dencial cerro jamás las fuentes de su benevolencia á «quienes demandaron de su autoridad ó de su cariño ayu- da ó consejo.

Hacía el bien sin ostentaciones y perdonaba sin he- a-ir : no se valió jamás de suposición política ó de sus

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valiosas influencias personales para desagraviarse con la miel hecha de lágrimas de la venganza.

Demócrata y sencillo, el pueblo lo veía confundido con él, en esas rusticas alegrías de quienes no tienen más patrimonio que la tristeza, el trabajo, la miseria y la muerte ignorada y heroica frente al topo, bajo el andamio, en la carretera, de cara al sol y con los labios mudos, que si acaso pronuncian alguna palabra es la de la más pura oración que en los altares de la desgracia rezamos todos los hombres: Madre mía!

Por eso en Lara, González Pacheco era visto como una de las más enaltecedoras glorias del terruño y su nombre sonaba junto con los de Lara, Juárez y Sola- gnie, con la misma simpática resonancia que aquéllos despiertan en el seno de la opinión larense.

En muchos hogares barquisimetanos la muerte del bizarro soldado trujillano fué nota de duelo y de pesar; más de una lágrima humedeció los rostros y el cataclismo de esa muerte conmovió más de un corazón agradecido.

Se le menciona aun con respeto, cariño y gratitud y esta noble acción de postuma y muy merecida justicia que la mano generosa de nuestro Jefe, el Benemérito Ge- neral Juan Vicente Gómez, hace sobre el montón de tierra que guarda esas cenizas venerandas, encuentra ecos de muy sincero agradecimiento en el corazón de aquel pueblo valeroso y trabajador, que ama y secunda á sus buenos Gobernantes y se descubre respetuoso ante sus hijos beneméritos.

Si en la gerarquía de la milicia conquistó González Pacheco, presillas doradas con el más puro oro de valor y de mérito, en la gerarquía de la bondad obtuvo preemi- nencias, que valen tanto como el oro de los galones y la

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púrpura de los dormanes. Los arreos del guerrero que sobre su cuerpo de marcial apostura, fulgecíancon honor, nunca fueron manchados por la más ligera nube de de- mérito, y alta la frente, la mano cadavérica sobre la cruz de su espada, midiendo el horizonte con la adormecida mirada de sus ojos de muerto, pudo gritar desde los um- brales de la tumba, al llamado del deber y del honor : Presente!

Leal hasta morir, murió victimado por su lealtad : su reposo, su sueño, su tranquilidad, su hogar, su presti- gio, su nombre, todo lo que le pertenecía lo dio á una Causa que no llego á comprenderlo y á un Jefe que en- vidiaba en sus Tenientes esa virtud noble de defenderlo y sustentarlo conociendo lo inútil y vano de su empeño.

Sus hazañas las silencio el egoísmo y las enmudeció el silencio.

Junto á la soberbia no cabía él, que era humilde.

La ola reaccionaria que se formaba en el corazón de Venezuela, hubiera encontrado en el pecho de Gonzá- lez Pacheco empuje poderoso, porque él siempre hablaba del General Gómez, como de la figura nacional llamada á caracterizar la evolución contra la Dictadura y a encau- zar en este sentido las corrientes contrarias de la opinión disidente.

Infortunado Comandante!

En los atardeceres caraqueños, cuando el sol hiere la Cruz sencilla que marca sus despojos y cerca pasa el Guaire murmurando plegarias de dolor junto á los muer- tos, su espíritu en pie mirará como en suelo está el fu- nambulesco castillo de orgullo en que se asiló su detrac- tor y la mano amiga del Jefe y compañero ha llegado

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junto alas yerbas que cubren su loza y arrancando los cardos de la injusticia ha plantado las rosas blancas de su glorificación. s

Bien pronto el Partido Liberal Larense reconoció la filiación del Doctor González Pacheco y en 12 de marzo de 1900 hizo circular una lujosa manifestación en la que se leía:

'El Partido Liberal de la capital del Estado Barqui- simeto, saluda con satisfacción y respeto al eminente ciudadano General y Doctor Rafael González Pache- co, investido últimamente con el alto carácter de Jefe Civil y Militar de esta importante Entidad Federal.

Todos hemos de prestarle nuestro concurso de re- laciones y de interés de Causa, de servicios y de des- prendimiento patriótico, con todas nuestras energías y con la fuerza poderosa de la lealtad. Así debe ser y así será.

Estuvo á prueba el liberalismo del Estado durante la dominación de los enemigos de la Causa, y casi todos sus honorables miembros, los viejos como los nuevos li- berales, salvaron sus nombres hasta de las más triviales sospechas.

*■

Con esos elementos valiosos por firmes y patriotas, que ante todo sirven á la Causa Liberal, puede y debe contar el hombre de Estado que rige esta sección."

Y con este valioso contingente emprendió el Doctor González Pacheco las labores administrativas del Es- tado que así confiaba sus destinos en las manos del Jefe

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liberal quien venía de los campos de la guerra vencido pero casi vencedor para el concepto de la Justicia y de la Historia; porque en las luchas por las buenas Causas las derrotas son victorias del bien y esfuerzos nobles que nunca quedan sin éxito! Las cruzadas redentoras del Derecho (5 de la Libertad podrán sufrir reveses de la cie- ga fortuna pero explende un día el Sol del Éxito y las banderas guerreras acariciadas son por los vientos triun- fales.

Así con el concurso de todo un pueblo sello Gon- zález Pacheco el doloroso proceso de la guerra en Lara, que ya había provocado, en uno y otro bando, bajas nota- bles que aun enlutan honorables hogares larenses. Es- peranzas en flor de la milicia, jóvenes destinados á bri- llar con luz propia en la constelación de los valientes, hijos de aquel pueblo que le devolvían con honor, palmas y laureles, segados en los campos de la muerte, cayeron bajo el fuego de la metralla; en los labios juveniles son- risas de triunfo, en los ojos la visión exultante de las no- vias y en el corazón el ardor exiíante de la lucha.

Allí quedaron: el doctor Riera, H. Luna y Luna, Ba- llesteros, Sulpicio Gutiérrez, Guillermo González y otros más que aún se lloran en Lara.

El mandatario liberal que acata los derechos, se po- sesiona de sus deberes, solicita el concurso honrado de los hombres de buena voluntad, desoye la conseja per- versa de la pasión, ampara el mérito y con propio crite- rio juzga los acontecimientos y los hombres, marcha, sin duda, al éxito.

Las democracias levantiscas que forman la América se gobiernan por el imperio del bien y de la buena vo- luntad y como paz y trabajo han sido las más urgentes

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necesidades de estos pueblos se regulan sus costumbres y viven sus actividades al influjo generoso de esos dos factores de la civilización. Paz, Unión y Trabajo es la consigna que el actual Gobierno de Venezuela se ha propuesto en sus planes político-administrativos y tra- bajo, unión y paz son las heráldicas de su escudo de triunfos.

En Lara se sabía que González Pacheco era una de las más brillantes espadas del País; pero no vano alar- de hizo él jamás del brillo fascinante de su acero y quizo ser el aliado del Progreso y el amigo del Trabajo. Por eso le vimos á raíz de sus triunfos, en 1903, decretar e\ Primer Concurso Publico Industrial de Lara y abrir á los agricultores, creadores, artistas y obreros las puertas de una estimulante exposición de sus productos y obras de arte, con interés y actividad.

Soldado, él veló siempre por el orden en el Ejército y el brillo de las armas que la Nación confió en sus ma- nos y sobre las puntas aceradas de las bayonetas, en las empuñaduras de las espadas, sobre las banderas de sus batallones, el sol de la victoria fingió siempre áureas co- ronas triunfales.

Guerrero incansable, su alma no perdió jamás la bondad ingénita que la adornaba y su voz acostumbrada al mando no cambió nunca su tono suave y convincente.

El Cuartel no le hizo olvidar sus maneras galantes del salón y sobre su pecho colgaba el Busto del Liber- tador con la misma naturalidad y sencillez con que lo cruzaba la banda amarilla que sostenía su invencible es- pada de combate.

Ginete en su corcel de guerra parecía como si fuera de paseo, y en efecto, paseos triunfales fueron en Lara sus campañas.

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Verle pasar y presentir el triunfo, eran simultáneas ideas que se venían á la mente.

Si se retiraba, como el 13 de agosto, memorable en los fastos guerreros del Estado, era triunfante, á presen- cia del enemigo, que siempre tuvo en triple numero sus fuerzas, al aire dando sus banderas de oro, que el redoble de los tambores y la voz de las cornetas saludaban en una exaltante Diana de Victoria.

Ese era el héroe.

Debió morir de cara al sol, sobre su escudo, cobija- do como Joaquín Crespo por el ala de ensueño y oro de su bandera de combates, allí en donde el detonar del Mausser sirviérale de eco funerario y la ronca voz de los cañones clamaran en su garganta de fuego, inmortali- dad para su nombre y mármol para su busto militar !

*

Fué gracias á esa labor serena de su criterio despe- jado, que el modesto y bizarro Teniente trujillano sumó á la obra buena de su Gobierno Liberal, las voluntades to- das del Estado.

Quienes con él colaboraron saben que no se retira un ápice mi pluma de la línea recta de la verdad, al afir- mar que el Doctor González Pacheco se imponía por la virtud de su benevolencia y por cierta superioridad que le caracterizaba, aun en medio de sus grandes reveses, aquéllos en que paseaba diezmados cuerpos de Ejército por entre compactas filas aguerridas.

Seguido de esa estela pasó por entre filas enemigas, en el silencio de una noche de agosto.

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Era una procesión diorámica, en la cual el Jefe al- canzaba las proporciones de un Coloso.

La guerra! La maldita guerra!

Vencidos quedaron en el largo trayecto recorrido, millares de hermanos, cuyos huesos blanqueaban en la lejanía como banderas blancas que pidieran Paz.

Sí, paz! Alegría del bohío, encanto de la comarca, atmosfera propicia al bien bajo la cual el espíritu se al- boroza, el músculo se contrae en la faena del trabajo y el cerebro no piensa sino en alto, arriba donde expíen de la luz y titilan los astros.

Sobre ese polvo Venezuela reconstruye su sobera- nía y en los días centenarios borra de su frente el estig- ma rojo de sangre conque se ha empurpurado su veste soberana.

Patria! Juremos honrarla como hicieron esos sol- dados valerosos que al rojo de nuestra emblema tricolor, dieron toda su sangre generosa.

Interregno de paz presidid luego el Doctor Gonzá- lez Pacheco y en sus labores de Magistrado continuó probando que el bien germina donde la mano honrada deposita su semilla próvida y cuida con solícito empeño el que la ortiga de la maldad no crezca entre la vid fron- dosa, que acendra mieles!

En 1 90 1 Rafael Montilla se declara en abierta rebeldía contra los poderes constituidos. En octubre de este año González Pacheco se declara en campaña y á la cabeza de un aguerrido batallón sale en persecu- ción del General revolucionario, obrando en combinación con las fuerzas de Trujillo y de Zamora.

Frente al león de Guattó, el héroe de Tovarf

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Dos olas de poderoso empuje, amenazantes, se van á arrollar en el torbellino de la lucha !

Se conocían ambos luchadores y difícil sería que el uno abriese un flanco al otro.

La suerte estaba echada ! Dos colosos se disputa- ban el triunfo y no podía augurarse cual se llevaría la victoria.

Evacúa Montilla sus posiciones inexpugnables de Guaitó, pedazo de tierra larense en donde por mucho tiempo se anido la protesta contra la tiranía, y ocupa á El Tocuyo en donde lanza su grito de guerra el 20 de octubre de 1901.

González Pacheco, a marchas forzadas, se dirige á aquella ciudad que desocupa Motilla para tomar la vía de Carora, y ocupa González Pacheco para seguir el 24 de octubre á Yra, que momentos antes había evacuado Montilla. El 25 marcha á Carora y acampa sus fuer- zas en una fila situada á la izquierda del camino que de aquella población conduce á Barquisimeto y mientras raciona sus soldados envía un práctico á pié á Carora á informarse de la situación del enemigo.

Montilla, quien era suspicaz y estratégico, levan- ta su campamento y despista al enemigo, que reci- be informes de que el General faccioso ha tomado la vía de Coro, en tanto que éste organiza y dispone un ata- que sobre el campamento de González Pacheco, quien ya había movilizado sus fuerzas, por. el camino real, hacia Carora.

Montilla baja por entre la quebrada seca deno- minada Las Cocuizas y aguarda el momento de ata- car por el flanco izquierdo á las fuerzas de González Pacheco que marchan, cuando tropieza con la última

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compañía del batallón que dirije éste y empeña el com- bate, que se prolonga 4 horas y 20 minutos.

El más plausible heroísmo, la más empecinada re- sistencia, el valor más firme despliegan entrambos com- batientes hasta que Montilla se retira hacia sus for- midables posiciones de Guaitó. Acampa González Pa- checo en el propio campo de batalla, al lado de los muertos y heridos en la refriega y el 26 ocupa i. Ca- rora de donde contramarcha el 28 á Barquisimeto.

Viene á Caracas llamado por Castro y recibe sus ordenes que regresa á cumplir en noviembre. Sufre en el viaje el descarrilamiento de un tren que lo lle- vaba á Barquisimeto, en el sitio del Paso de Tacarigua y sale herido, como muchos de sus acompañantes, en aquel accidente.

El 23 de diciembre del año de 1901 estalla la Re- volución poderosísima que, obedeciendo á un plan ge- neral en la República, encontró en el Occidente cam- po abierto para su organización, gracias á la presencia de Amábile Solagnie que arrastró siempre consigo la vo- luntad liberal de Lara,

Sobre la cumbre del altivo Terepaima lanza So- lagnie su Proclama guerrera y Eduardo Colmenares, la simpática personificación de la democracia y del li- beralismo occidental corresponde en Duaca al grito insurrecto. Sólidos brazos sostenían la bandera rebel- de que sobre las cumbres de Terepaima y Peñas Ne- gras, inexpugnables como atalayas, agitaban Solagnie y Colmenares.

La línea del Ferrocarril Sud-Oeste de Venezuela, que es la vía que une á Barquisimeto con Tucacas, el puerto de mar más próximo, cerrada fué por la ma- no de la Revolución.

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González Pacheco sale á despejar aquella vía, eri- zada de peligros, obrando en combinación con los ge- nerales Luis de Pascuale y Rufo Nieves, quienes al mando del Batallón Junín venían de Tucacas. Desde Limoncito hasta San José recorren las fuerzas de Gon- zález Pacheco el largo trayecto bajo el plomo enemi- go y en El Hacha encuentra al Junín y ambas fuer- zas van á Pueblo Nuevo de Aroa.

De allí contramarchan por la misma vía, trayéudose dos locomotoras. Habían pasado frente á las formida- bles é inaccesibles posiciones de Marimiza, Cayures y Peñas Negras!

Quien haya recorrido la línea de ese ferrocarril, se- pultada en el fondo de un camino que defienden del uno y otro lado, rispidos peñascales, que la planta humana no ha pisado, comprende que aventurarse por aquella vía cuando un enemigo poderoso ocupa aquellos saltos, mon- tañas y desfiladeros, es caer en las manos de la muerte y exponerse á perecer ahí. Bastaría ál intento de quienes defienden aquellas posiciones rodar las moles de peñazcos y dejarlas caer sobre los invasores.

El hambre, el mozquito, las inclemencias todas de una naturaleza semi-salvaje oponen allí resistencia inven- cible á la planta audaz de quien se atreva á aventurarse en sus caminos solitarios.

Allí se siente la majestad solemne de la muerte y el silencio espantoso del vacío.

El alma bravia del abuelo indígena parece flotar en aquella atmósfera de silencio, desolación y espanto.

Los topos semejan brazos pétreos levantados al cielo por cíclopes en tierra, y sobre sus abruptos picos el cactus erizado de espinas, parece un índice que señala la vía de la muerte!

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El espíritu se siente sobre-cojido ante el paisaje ro- calloso, entre cuyas grietas serpea el ponzoñoso reptil, de mortal mordedura y entre cuyas montañas el tigre asecha al caminante.

Allí fué el teatro de imponderables heroísmos en que González Pacheco y sus Tenientes, y Colmenares, Pina, Quesada, no ha mucho muerto en las faenas del trabajo, Vázquez y cien más, refrendaron sus títulos militares.

Las enhiestas cumbres de Terepaima Aventino de la Federación en Lara asilaban á los soldados de So- lagnie y el 16 de enero de 1902 trepa su cumbre empi- nada el bizarro soldado trujillano. Allá va, á paso de vencedor, el sereno campeón de Tovar. No ha de serle fácil el acceso porque en la cima está Solagnie, quien sabe resistir.

Tras breve tiroteo resuelve el Jefe Revolucio- nario desalojar sus posiciones; pero González Pache- co quien solo resistía el empuje de diversos cuerpos rebeldes, tiene por fuerza que regresar á Barquisimeto porque la línea férrea de nuevo es invadida por los tena- ces guerrilleros. Castro quien no conoce la topografía de aquel amurallamiento natural, ordena á González Pache- co despejar la vía y de nuevo el Teniente disciplinado y valeroso invade el terreno de los peligros y de los azares.

Abierta la línea, por ella entran á Barquisimeto los oficiales del general Luis F. Várela, quien va investido con el cargo de Jefe de Operaciones de los Estados Lara y Falcan. J

González Pacheco resigna el mando de las fuerzas en las manos del general Várela y le entrega un Ejército formado por 2.000 aguerridos y valerosos combatientes y se queda con solo 80 hombres en Barquisimeto, de los

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cuales 40 hacían la guardia del presidio denominado Las Tres Torres y 40 en el Cuartel Nacional custodian 40.000 tiros y 1. 000 fusiles-Mausser, que constituyen los ele- mentos de guerra disponibles en el Parque.

González Pacheco que acaba de ser herido en su orgullo militar por la desconfianza del Jefe á quien tan lealmente servía, organiza y equipa, no obstante, 200 hombres que permanecen atentos á las necesidades de la guerra.

El general Várela regresa de Coro en cuya campaña recibió una herida y sólo trae 160 hombres de los 2.000 que salieron con él de Barquisimeto, y entre éstos la ge- neralidad enfermos.

La Revolución en tanto había tomado poderoso in- cremento en el Estado del cual casi se adueña y el Ya- racuy es en la mayor parte de su territorio, invadido por las fuerzas enemigas.

'A quién culpar? La chispa revolucionaria encendía los espíritus y el Occidente, á las voces de Solagnie Montilla, Colmenares y demás Jefes revolucionarios era un vasto campo de pelea en donde el valor hacía mi- lagros y el denuedo obraba proezas inconcebibles.

El general Santiago Briceño A., Presidente del Yara* cuy, marcha á Barquisimeto, obedeciendo las ordenes del Presidente de la República y llega á aquella ciudad 3 días antes del Sitio.

Las numerosas fuerzas revolucionarias cercan á Barquisimeto y Jefes notables asedian la población.

Allí estaban los generales Luciano Mendoza, Fran- cisco Batalla, Amábile Solagnie, Gregorio Cedeño, Rafael Montilla, Juan E. Zapata, Domingo Rivero, Balda, Eduar- do Colmenares, E. Torres Aular, Luis Crespo Torres y

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buenos oficiales de los muchos y muy distinguidos que formaron el Estado Mayor de la Revolución Libertadora, una de las más poderosas que han agitado al País, du- rante esta última centuria.

González Pacheco hablando del Sitio de Barquisi- meto dijo:

"Imposibilitado físicamente el digno Comandante de Armas del Estado, hube de tomar el mando de las fuerzas acantonadas en esta ciudad, la víspera misma de los tremendos sucesos que ya conocéis, y disponer de acuerdo con el leal y pundonoroso Presidente del Estado Yaracuy, que con las fuerzas de aquel Estado se aliaba á las de éste, la defensa de esta importante plaza.

Después de diez días de sitio riguroso y constante batallar, en que no perdimos un palmo del terreno que de acuerdo con las fuerzas de que disponíamos nos pro- pusimos defender, y ya agotados completamente todos los recursos y demás elementos, y cumplidas las leyes inexo- rables del honor militar, se impusieron de modo obli- gatorio los sagrados deberes de humanidad y los compro- misos morales que tengo contraídos con esta sociedad, y me vi en el caso supremo de evacuar la plaza, cuando comprendí también que no había podido avanzar sobre la ciudad sitiada el valioso auxilio que el patriota y mo- desto Presidente del Estado Trujillo, había despachado rápidamente en socorro de ella.

Eran ya estériles los esfuerzos inauditos que hacían mis sufridos, abnegados y valerosos compañeros y debía evitarse que continuaran pereciendo las inocentes fami- lias, víctimas ya de la consternación, de la sed y del hambre y de la terrible epidemia que invadía sus hoga- res y diezmaba nuestras fuerzas; por eso evacué la plaza

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SALVANDO LA DIGNIDAD MILITAR DE ESOS COMPAÑEROS, Y SIN DEJAR EN PODER DEL ENEMIGO NI UN SOLDADO, NI UN SOLO' CARTUCHO, NI UN SOLO FUSIL, NI UN BAGAJE SIQUIERA.

Bien que aquellos diez días de tenaz resistencia han dejado una huella imborrable por las pérdidas mate- riales y de vidas ocasionadas; pero no son otras las inme- diatas consecuencias de la guerra, que yo soy el primero en lamentar, prometiéndoos que no será infructuosa aque- lla resistencia para la paz que tanto anhelamos, y de que pronto gozaréis

Larenses!

Ya me conocéis. No combato por placer, si bien lo hago con energía y decisión, cual cumple á los hombres honrados que rinden culto á la lealtad y tienen plena conciencia de los compromisos que con- TRAEN. Ayudadme con vuestra buena voluntad, y te- ned POR CIERTO QUE LA TOLERANCIA Y BENEVOLENCIA QUE ME CONOCÉIS Y LA SERENIDAD INFLEXIBLE QUE SON EL DIS- TINTIVO DE MI TEMPERAMENTO, SE EMPLEARÁN COMO HASTA AHORA, EN COOPERAR Á VUESTRA DICHA, Á VUESTRA LIBER- TAD Y Á VUESTRO ENGRANDECIMIENTO.

No DUDO QUE TENDRÉ CONTRADICTORES POLÍTICOS EN EL ESTADO, MAS, NO CREO TENER ENEMIGOS: SI DESGRACIA- DAMENTE LOS TUVIERE, ACÉRQUENSEME Y VERÁN QUE NO HABRÁ PARA MI MOMENTO MÁS FELIZ QUE AQUÉL EN QUE EL EJERCICIO DE MI TOLERANCIA Y BUENA VOLUNTAD PUE- DAN DESPREOCUPARLOS,. AGREGANDO NUEVOS OBREROS Á LA OBRA POLÍTICA QUE SE ME HA CONFIADO."

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En tan conflictiva situación, la angustia de una so- ciedad sacrificada llega al corazón generoso del guerrero y por el puente de oro de un tratado que siempre será página de honor en la vida de aquel soldado, salta á los campos de nuevas luchas, llevando limpio el acero, alta la frente, en salvo la dignidad del Ejército al que siguen las bendiciones de un pueblo, al cual salvó de la des- gracia.

Episodios de valor y heroísmo que harían intermi- nable mi relato, adornan en luz, las sombras ensangrenta- das de aquel Sitio y los Oficiales de Lara y Yaracuy de- jaron ahí cimentado el nombre de leales y disciplinados, que de antes se habían conquistado, en los campamentos.

Hay muchos hogares honorables en Barqtrisimeto, que que habrán de hacer propia esta manifestación, si- tuados en la línea de defensa que González Pacheco con- fiara á uno de sus más jóvenes Tenientes, los cuales se sintieron tan ampliamente garantidos por el culto militar que los resguardaba, que allí su nombre se conserva con cariño y cada vez que se le pronuncia se bendice. Bar- quisimeto todo conoce lo caballeroso de aquel militar y cuando su nombre sonó en el seno de la Representación Legislativa de Lara señalado con un cargo de honor en el Estado un aplauso espontaneo lo saludó triunfalmen- te. Ahora que la justicia galardona el mérito y en la atmósfera serena de la Paz la mano de la gratitud teje coronas para las frentes altivas, en las cuales el rayo de la guerra atenuó su chispa de incendio, yo cumplo como barquisimetano, como elemento de aquella sociedad y como amigo de aquellos hogares el deber - de enunciar ese nombre entre estas páginas de justicia y de recuerdo y galardonarlo con las flores bien-olientes de la gratitud y del cariño. Ese nombre es el del entonces Coronel

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Félix Galavís, uno de los héroes de aquel Sitio y á quien tocó guardar estratégicos puntos del campamento.

González Pacheco sorprendía el silencio espantoso de aquella expectativa de muerte con su presencia gallar- da en cada uno de los puntos del peligro y la Banda bé- lica alentaba en el pecho de sus soldados los ardores de la resistencia. ¿

Ni un palmo! Todo menos el honor! pudo excla- mar el Jefe cuando á banderas desplegadas, al toque de dianas, levantó su campamento, sobre su caballo de batalla señaló el Occidente á sus denodados compañeros y bajo el ala blanca de su sombrero de campaña su grave fisonomía de Nazareno se iluminó con el destello de aquella su sonrisa de satisfacción, que apenas si se aper- cibía en medio á la serenidad de aquel rostro pálido de cera, quemado por los fuegos del combate y los ardores del sol y en el cual la muerte traidora había prendido los rosales terribles de la fiebre!

Así, á la cabeza de enfermos y hambreados comba- tientes, iba el Caudillo, resplandeciendo el sol sobre el acero de su espada, sobre la plata de sus espuelas y las charnelas de su caballo de pelea y entre sus ojos lángui- dos la visión de ensueño del Triunfo!

Paso á ese hombre!

Como quien toma del ageno predio las rosas de otro jardín para embalsamar con sus aromas el recuerdo glo- rioso de un hombre que caracterizó muy bien una época de luchas, yo cedo á la galante pluma de un coterráneo distinguido por el talento, el honor de trazar un episo- dio de aquel Sitio memorable y de aquel Héroe gallardo.

Viste su pluma con lujoso colorido el espectáculo terrible de aquel duelo soberbio.

Escribe Rafael Ángel Arráiz:

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tt

GONZÁLEZ PACHECO

(EPISODIO DE SU VIDA MILITAR)

Barquisimeto es una clara ciudad tendida en una vasta altiplanicie cortada á pico por el sur, en cuya hon- donada profunda corre el río lamiendo la epidermis colo- sal de los peñascos. Al norte se tiende una sabana de angustiosa vegetación, llena de sol y piedra brava, donde parece el cardonal, escueto y ralo, brazos de cíclopes hambreados que alzan los puños al cielo en una como suprema imprecación al infinito. El tren que va del mar humea todas las tardes sobre los vértices de las coli- nas lejanas é irrumpe luego á la sabana infinita, por entre las tintas bermejas de esos crepúsculos radiantes en que son tan pródigos los cielos occidentales.

En esta ciudad fué donde, en un recio batallar de años, refrendó el doctor Rafael González Pacheco su clara gloria de soldado y ganó ese bello renombre de caballero y paladín con que la fama canta su paso en las luchas de la República. Mi tierra le dio parte de sus mejores hijos por el sacrificio heroico por su nombre; lo acompañó con denuedo en el diario espectáculo de sus combates en las calles de Barquisimeto y en la vasta ex- tensión del Estado; lo quiso siempre con veneración y orgullo; y, junto con la del general Amábile Solagnie, llora todavía su muerte como si fuera el derrumbamien- to de su más hermosa esperanza.

Llegó él al Estado Lara en 1900, cuando el viejo general Jacinto Lara había sellado con la batalla de Bar-

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quisimeto el triunfo ruidoso de las armas liberales en Occidente, en aquella rápida campaña que provocó la segunda defección que de las filas de la consecuencia personal y de sus compromisos políticos hacía el gene- ral José Manuel Hernández. Sobre la enconada agita- ción en que se hallaba el pueblo larense, suscitada por rivalidades de jefaturas y torpes medidas de organiza- ción militar, apareció González Pacheco acompañado apenas por un pequeño numero de oficiales, con el ca- rácter de Jefe Civil y Militar del Estado. Apenas era conocido su nombre: el desorden de los partidos y la anarquía política eran suficientes para augurar un inme- diato fracaso á las gestiones de unión que envolvían la delicada misión del doctor González Pacheco, en un pueblo como aquél, tan celoso de su integridad regional como inaccesible á los halagos del oro y á las amenazas del poderoso. Pero apenas se supo allí que el nuevo go- bernante venía de una purísima estirpe liberal y que su prestigio de soldado había estado siempre, en Trujillo, al lado de las mismas tradiciones de causa á que somos tan fieles la totalidad de los larenses, todas cuantas eran fuerzas en pugna se pusieron, unidas, al servicio del doc- tor González Pacheco, hasta poder realizar él el admi- rable pensamiento de estrechar la familia larense en un solo abrazo de confraternidad.

Ya había hecho González Pacheco obra de bien y de heroísmos, y ya tenía asegurado para su nombre de guerrero el cariño de aquella tierra, donde ejerció más que nadie hasta entonces, el santo apostolado de la magnanimidad, cuando estalló la revolución libertadora y apareció Solagnie, el 19 de diciembre de 1901, alzado en las cumbres de Terepaima. 4

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Y es de esta época, tan memorable ella por todas cuantas fueron sus enseñanzas de heroísmo y su bizarro ejemplo de constancia; es de esos días de opulento valor nacional en que se rindieron jornadas de honor y gloria como las de Barquisimeto, Ciudad Bolívar, Caja de Agua y Matapalo, que el autor de estas líneas entresaca de sus memorias de mocedad, una página heroica, resonante ella como un escudo real y pura como un medallón antiguo, que tiene por actor al doctor y general Rafael González Pacheco. La acción de armas que en la his- toria de nuestras contiendas recientes se llama el Si- tio de Barqtiisimeto, tuvo un instante de deslumbra- miento tan hermoso, que es digna de un lienzo sober- bio de vieja vislumbre castellana, ó de los acentos de un romance épico, por la música heroica que vibra co- mo un hurra en su gallarda postura marcial.

El 2 de julio de 1902 fué reducido al recinto de Barquisimeto el doctor González Pacheco, cuando ape- nas contaba con cuatrocientos hombres para la defensa de la plaza, le escaseaba el parque, estaba desautori- zado como Gobierno y llevaba en el alma la cruel espina de las decepciones que consumid por último su poderosa constitución moral. Tres mil hombres, en cu- yas banderas resplandecían los éxitos de recientes jor- nadas, asediaban la plaza como entre un ferrado anillo. La plana mayor de los generales revolucionarios de Oc- cidente estaba allí con Luciano Mendoza á la cabe- za, constriñendo, bajo las tres filas de sus divisiones en batalla, á aquel reducido número de sitiados que comandaba González Pacheco. La pequeña fuerza ocupaba por medias compañías las trincheras levanta- das en las principales esquinas de Barquisimeto, en un espacio de diez á quince cuadras en conjunto. Los

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sitiadores eran dueños de las tres cuartas partes de la ciudad ; y el combate, que empezara á distancia, estaba ya en todos los puntos librándose á calle de por medio, frente á frente, casi cuerpo á cuerpo sobre el techo de las casas, en los corredores de los hogares y . por entre las ventanas de los edificios. De día y de noche, con los indispensables intervalos de cargar el arma, se peleaba furiosamente como en un duelo de honra patria, hacien- do prodigios de temerario denuedo sitiados y sitiado- res. González Pacheco á caballo, trajeado de negro y sombríamente pálido, llevando en la grupa su corne- ta de ordenes, atronaba las calles de la ciudad con un fér- vido toque de fuego á pie firme. A veces, por las ca- lles desiertas que el humo azulaba y mientras sus sol- dados se batían en las barricadas, erraba su figura im- penetrable y triste que adquiría entonces, bajo las pro- porciones de la hora aflictiva, el tono resplandeciente de la cera mística.

Trece días y catorce noches duro aquella heroica defensa de la ciudad. Agotadas las provisiones de su tropa, González Pacheco había dicho como el defensor de Gerona: nos comeremos á los cobardes. Agotado el parque, había armado de machete á sus soldados y había rugido: nos retiraremos al cementerio.

En esos momentos fué cuando los tres mil hombres sitiadores propusieron un armisticio á los cuatrocientos hombres asediados. Entonces pudimos contemplar to- dos un espectáculo magnífico. Cesados los fuegos en los varios puntos del combate, González Pacheco salta por sobre la terrible barricada que defendía, impasible, uno de sus mejores oficiales, el entonces coronel Félix Galavís. Salto sólo, pálido, impenetrable, cerrado de ne- gro, orlada por un denso crespón de duelo la copa del

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panamá, y cruzado el pecho heroico por ancha banda amarilla de la cual pendía, terrible, su noble acero de pa- triota. Atra vezo como un vencedor las filas enemigas que se abrían con respeto á su paso, y entró á la casa de la conferencia. Los generales libertadores se pusieron de pies ante aquel hombre que llegaba ante ellos, son- reído, nimbada la frente por una aureola de heroísmo, tenacidad y valor. Dio la mano a Luciano Mendoza, abrazo á Solagnie y no saludo al general Rafael Montilla.

Se le propuso entonces al doctor González Pache- co la entrega á discreción de la plaza, proposición que, naturalmente, rechazó con sonreída dignidad marcial.

Por fin, el ejército libertador convino, á propuesta de González Pacheco y como única fórmula para con- cluir aquella jornada, abrir un flanco por donde, á la ma- ñana siguiente, saldría él con "sus heridos y su tropa, á banderas desplegadas y á tambor batiente."

Mis ojos de profano en lides heroicas no olvidarán jamás la resplandeciente visión de aquella mañana in- mortal.

Poco á poco, por guerrillas compactas que marcha- ban bajo un claro tremolar de banderas, fué,, por el flanco libre, saliendo aquel bizarro batallón del decoro, entre un vasto rumor de armas en marcha, levantando con los cascos de sus caballos un denso torbellino de polvo áureo.

Fueron desfilando, lentos, indiferentes, sus bande- ras al aire, arrullados por la música mañanera de su cha- ranga.

Los generales libertadores presenciaban en una ori- lla del camino aquel atrevido desfile, en pleno día de sol.

González Pacheco fué el último en abandonar la ciudad, Detrás de la última guerrilla en marcha iba él en

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su gran caballo moro, firme en la silla vaquera, abrigado en su gabán de terciopelo debajo del cual se veían resplan- decer la guarnición de la espada y sus botas de caballe- ro. Pasó por delante de los generales vencedores y con grave gesto de paladín saludo, levantando un poco su sombrero de anchas alas.

¡Oh, noble amigo! Sobre la tumba que guarda lo que fué frágil vaso de tu espíritu purísimo, se alzará en breve la simbólica consagración del monumento. reencarnaste entre nosotros el alma lírica y radiante de nuestro abuelo el castellano. Fuiste soldado; atra vezaste por la vida, envuelto en el fulgor de una llamarada, y no obstante, sobre la losa de tu sepulcro pudiera excla- marse con José Martí: Se fue de la vida y se llevo lim- pias las alasr

Toma González Pacheco la vía de los Humocaros "por El Tocuyo solicitando el refuerzo que de Merida y Trujillo traía el doctor y general Leopoldo Baptista, á quien encuentra en Humocaro Bajo y con quien contra- marcha á Barquisimeto, plaza que desocupa la Revolu- ción, la cual no poseía elementos suficientes para la resis- tencia, aunque cobraba poderoso incremento en el vasto territorio larense. Sus fuerzas se retiran y reconcentran en la línea del Ferrocarril Sud-Oeste.

Baptista marcha hacia el Centro con su Ejército y González Pacheco queda en Barquisimeto.

El general Gregorio Segundo Riera se aproxima, vía de Coro, con un aguerrido Ejército de lo más disci- plinado y municionado que invadid á Lara. González Pacheco cuyas fuerzas militares son pequeñas y tiene bajo su vigilancia un cuantiosísimo parque, juzga impo- sible su permanencia en Barquisimeto y comunica sus

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justos temores á Castro, quien le ordena salvar aquel parque tomando la vía de Trtcjillo.

González Pacheco para quien las puertas de hon- rosas Retiradas estuvieron siempre prontas, concibe el plan de la más atrevida acción guerrera que en los anales épicos de Lava se cuentan, y si sus presillas de General no las dorara, con oro purísimo de mérito la resistencia de Tovar y el Sitio de Barquisimeto, bastaría esa página de luz para iluminar la vida de quien en lo moderno puede citarse como ejemplar de denuedo, de valor, de lealtad y de consecuencia.

No podría mi pluma, trocada en pincel, trazar el cuadro magnífico de aquel desfile triunfal, digno de Jeno- fonte en los días de la Grecia y como para que cobre él todo su mérito, cedo mi pluma de narrador á la del Jefe de Estado Mayor de las fuerzas que verificaron la parábola radiante de aquella Retirada homérica, con la' cual se salvó el honor de un Ejército, resplandeció aún más el brillo de una espada y la gloria de una bandera, se arranco de las manos del enemigo un cuantioso par- que, resonó muy alto el nombre de un Caudillo y bajo bosques de laureles se cobijaron sus heroicos Tenientes.

El 13 de agosto de i902recuerda la acción más glo- riosamente heroica de los anales militares de un Ejército, refleja sobre el nombre de cada uno de sus Comandantes un honor tan grande como el valor y la pericia de quien la concibió y en medio al rudo batallar la vio realizada, no obstante el pertinaz empeño de impedirla que toma- ron sus aguerridos, valerosos y estratégicos persegui- dores.

Escribe el general Joaquín Corona, ante cuya hu- milde tumba me descubro, lo siguiente:

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"Estados Unidos de Venezuela. Jefatura de Estado Mayor de las fuerzas del Estado Lara.

Nirgua, 17 de agosto de 1902.

Ciudadano General Rafael González Pacheco.

Presente.

"Cumplo con el deber de dar á usted cuenta de las "operaciones ejecutadas en nuestra retirada de Barqtii- " símelo.

"Informado usted de que el ejército revolucionario "al mando délos Generales Mendoza, Batalla, Riera y "Solagnie había ocupado á Duaca, y temiendo un sillo, "dado el número considerable de las fuerzas enemigas, "en relación de las nuestras, ordenó usted mover el cam- "pamento de la ciudad hacia la planicie que está sobre la "Caja de Agua, y así se efectuó.

"En la mañana del 13 dio orden usted de que el "Cuerpo de Caballería avanzara hacia Duaca todo lo que "pudiera para saber con certeza el paradero del enemigo; "este Cuerpo regresó ya tarde de la mañana trayendo el "informe de que todas las fuerzas revolucionarias se ha- "bían movido de Duaca para Barquisimelo en la noche "del E2, para atacarnos el 13 en la tarde, y el de que "Montilla con mil hombres había ocupado á Cernios "Blancos.

"Inmediatamente ordenó usted movilizar las fuerzas "con el parque por el camino de Río Arriba, buscando "salir á Quíbor.

"Marchando iban nuestras fuerzas por la vía dicha, "cuando al llegar á Gíiaiquiva, de cinco á seis de la "tarde, nos encontramos interceptados por fuerzas de x 'Montilla que nos hacían fuego desde la serranía alta

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"que queda al Norte del camino que llevábamos. En "seguida ordeno usted hacer alto en la marcha, y, con "pericia militar que lo distingue, dio orden de ocupar las "alturas que quedan al Sur, en dirección opuesta á la que "ocupaba el enemigo, para cuya operación se aprovechó "la noche. El enemigo aprovechándola también, bajó al "río, y al amanecer atacó nuestras primeras avanzadas. "Ordenó usted entonces resistir á pie firme, mientras el "grueso de las fuerzas y el parque se movían por la alta "serranía que conduce á Río Claro. Tres horas se "peleó nutridamente haciendo nuestros soldados y oficia- "les gala de su decisión y su valer.

"Apercibido el enemigo de nuestra operación se mo- vilizó río arriba, buscando interceptarnos de nuevo.

"Llegamos á Río Claro de cuatro á cinco de la "tarde del catorce, y fué usted informado allí de que el "enemigo ocupaba ya El Bticaral, único punto por donde "podía salirse á El Tocuyo. En tal virtud ordenó usted "contramarchar por esta vía hacia Bdrquisimeto, lo cual "se efectuó bajo los fuegos que de la serranía de Matatere "que domina el camino, nos hacían fuerzas enemigas allí "avanzadas; marchando río abajo, con un invierno torren- "cial y aprovechando la noche lograron pasar nuestras "fuerzas sin ser vistas, por entre Barquisimeto y Cabu- "daré, ambas plazas ocupadas por fuerzas de la Revolu- ción; mejor dicho, por un punto distante media legua de "dos plazas ocupadas por el enemigo.

"Caminando toda la noche, que era oscurísima, y "por un camino malísimo, logramos llegar á Yaritagua, "En la mañana del 15, después de haber derrotado en "media hora de fuego á las fuerzas que ocupaban dicha "plaza en número de doscientos hombres al mando del "general Mogollón. Media hora teníamos en esta ciu-

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"dad, donde ordeno usted dar un ligero descanso á las "fuerzas para seguir la marcha, cuando fuimos atacados "por retaguardia por fuerzas procedentes de Barqui- "simeío en número bastante considerable,

"Con la serenidad que le caracteriza ordeno usted "sostener los fuegos en la ciudad, mientras tomaba ven- taja el parque, apercibido como estaba de que era in- fructuosa toda resistencia, dada la superioridad numé- rica del enemigo,

"Por espacio de una hora se sostuvieron los fuegos "con una bravura admirable por parte de nuestras fuerzas. "El enemigo, tenaz y deseoso deponerse en el cuan- tioso parque que traíamos, siguió en nuestra persecu- ción en un trayecto de ocho leguas ; teniendo usted que "venir peleando en retirada todo el día hasta las 6 de "la tarde, cerca de Chivacoa, hora en que el enemigo "comprendió que ante la valla que le oponían nuestros "valerosos soldados, hábilmente dirigidos por usted y "secundados por los valientes Jefes y la brillante y heroi- ca oficialidad que lo acompaña, eran inútil todos sus "esfuerzos para quitar el parque.

"Caminando toda la noche acampamos ya en la ma- drugada en El Mango, que era el deseo de usted para 'hacerle frente al enemigo en esta famosa posición, si "insistían en su persecución. Apercibido usted de que "el enemigo no nos seguía, ordenó levantar el campa- "mento y vinimos á acampar el 16 en la tarde en Bu- "rüta tomando posiciones convenientemente.

"El 17 en la mañana se movieron nuestras fuerzas "de dicho punto, y á las 3 de la tarde entramos á esta "ciudad con el parque íntegro.

"El enemigo tuvo muchísimas bajas, entre ellos ofi-

"cíales de significación y gasto gran cantidad de parque. "Nuestras fuerzas también tuvieron muchas bajas entre "muertos y heridos.

"No le hago mención especial de nadie en este par- "te, porque el esfuerzo fué común, y cada cual en su es- "fera supo ponerse á la altura del deber y de las circuns- tancias; pero lo que es verdad; es que los Jefes y la Ofi- cialidad que lo acompañan han demostrado una vez más "su valor y disciplina, haciéndose más acreedores, si cabe, tener un Jefe como usted y la estimación de nuestros "compañeros de Causa.

"La retirada de usted de Barquisimeto es un triunfo 'de la Causa y llena de íntima satisfacción á los que le "acompañamos con lealtad inquebrantable. Ella es nue~ "va credencial que lo coloca entre los primeros servido- res de esta actualidad política.

"De la manera mas sincera le presento en nombre del ejército mis efusivas congratulaciones. Dios y Federación,

Joaquín Corona?

Nada podría agregar mi pluma á la verídica narra- ción de quien con la punta de su espada húmeda en sangre escribió los detalles de aquel desfile que salvó un parque y el honor de su custodia.

La prensa extranjera comentó aquella Retirada y un larense escribe en un capítulo de una Novela his- tórica, el cuadro que copio:

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"Apenas la vanguardia del ejército se alejaba en aquel desfile sangriento y se extinguían las postreras vi- braciones del clarín marcial, que en vibrante diapasón épico anunciaba en el toque uno y diez y seis, la retirada; todas las tormentas del cielo parecían conjurarse para seguir en pos de aquella huella luminosa, dejada por el Doctor González Pacheco, que había jurado sobre la cruz de su espada victoriosa la integridad de sus princi- pios en el holocausto sangriento de las batallas.

La tormenta del cielo abría en esta vez su columna de fuego, que alumbraba en las tenebrosidades del cami- no el paso á aquella procesión de centauros.

La noche oscura: el enemigo poderoso, ciento con- tra uno. Al fin se veía violada la Deidad Barquisimeta- na, recostada sobre su altiplanicie secular, al puro am- biente de sus montañas y al espectáculo radiante y jo- cundo, que abarca la munificiencia de sus zonas.

Empezó el desfile.

El parque, augusto depósito de la Honra Nacional, que fué siempre en sus manos timbre legítimo de glorio- sas victorias, ligeramente colocado en tristes jamelgos hambrientos marchaba cuesta arriba, bajo los disparos de las fortificaciones enemigas. Por todas partes era un presagio de muerte.

¿A dónde iban aquellos cruzados de la Causa? ¿Cómo salir avante en aquel inminente peligro, coaliga- das las fuerzas de la naturaleza y los mortíferos proyec- tiles de la revolución triunfante?

Iban hacia el Centro ignoto y terrible: "Con una sonrisa de desdén en la comisura de los labios y una flor amarilla en la trompetilla de los fusiles." Su única re- dención era el sacrificio: su único thabor el martirio.

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Más allá de los horizontes incendiados por los cár- denos relámpagos, también se descuajaba una tormenta. Los soldados contemplaban el sacrificio de aquella reti- rada, miraban asombrados el rostro nazareno de aquel humilde Jefe, en cuyos ojos prendían ya las primeras violetas de la tisis y cuyas manos donde una vez con pulso firme se levantara el oriflama vencedor, apenas si sostenían ahora las bridas del corcel marcial, pero en cu- ya frente pensadora anidaban todas las águilas del triun- fo, y sóio cruzaban, en el vuelo vertiginoso del pensa- miento, las ideas de lealtad á la consigna de su ejército y de fe jurada á los principios de su canon político!

Por eso el desfile fué una victoria "

La oficialidad larense tributa á los generales Vincen- cio Pérez Soto y Enrique Tovar Díaz los más justicieros elogios por la actitud y valor desplegados en la retirada del 13 de agosto de i902,y cumple á mi pluma mencio- nar sus nombres como los de dos jóvenes militares del Occidente en quien las armas heroicas de Lara adquie- ren brillo y en quienes como en Argenis Asuaje, Lino Díaz, hijo, Silverio González, Juan Antonio Asuaje, Mi- guel Gutiérrez, J. Victoriano Jiménez, Froilán R. Alvarez, Simón Sánchez, Julio Rodríguez, Miguel Ignacio Sa- muel Lara, Rafael Borges, Vicente González Perdomo, Bartolo Yépez, Manuel Asuaje, Paulo Emilio Ceballos, Santiago Pina, Manuel Domingo Solagnie, Ignacio Al- varez, Ramón Vázquez, Juan Bautista Segovia. Bruno López Fonseca, Manuel Ramón Vilaró, Rodolfo Pina, Francisco Tovar A riza, Melecio Luna y Luna, Ignacio Parra, Juan Jiménez, Andrés Rodríguez y otros más que se escapan á mi pluma, tiene la prestigiosa causa de di- ciembre leales soldados y aguerridos defensores en aque- llas tierras occidentales donde el valor florece y la inte-

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ligencia es don, allá donde el soldado resiste todas las inclemencias y pelea bajo todos los climas yren donde Gómez sabe que asienta su nombre en base de prestigio y se secunda su obra con entusiasmo y decisión.

De pie sobre el Picacho de Nirgua González Pa- checo pudo volver la cara á sus perseguidores y saludar- los con un ademán de triunfo, que en el lienzo sería el más bello motivo del pincel y en el mármol haría la apo- teosis brillante del heroísmo venezolano!

Salve ¡oh, Jefe!

Hasta el hueco profundo de la huesa en que des- cansas, llegan los ecos triunfales de las dianas de tus- Cornetas y como sobre la tumba de José Martí, la mu- sa entristecida de la Patria coloca sobre la tuya: un ra- mo de flores y una bandera.

Duerme á la sombra de tus laureles que reverdecen, al riego de nuestras lágrimas.

Supisteis vencer y estás vencido, por el silencio, la quietud y la muerte.

Pero sobre tu loza ha llamado la voz de la amis- tad y del compañerismo y á su cuidado florecerán "las ramas del árbol simbólico á cuya sombra se duerme el sueño déla gloria".

Descansa aun

# *

El fatigado ejército que acababa de conquistar ba- jo el fuego enemigo la más gloriosa victoria, marcha á El Tinaco á enfrentarse á las fuerzas revolucionarias del Occidente, unidas y en marcha al Centro, bajo el mando de los distinguidos Jefes que habían puesto si- tio á Barquisimeto y del general Gregorio S. Riera-

González Pacheco es nombrado Auditor de Guerra del Ejército.

En Tiuaquillo rematan el triunfo batiéndose con denuedo y conquistan nuevos laureles que suman á los reverdecidos que ya han cosechado en tierra larense.

El doctor González Pacheco, fatigado por la ru- da campaña que acaba de librar, se siente enfermo. Su organismo delicado, herido ya de muerte por la traido- ra enfermedad que lo minaba, resentido está ; pero tras ligerísima tregua que hace en Valencia, sube á Caracas y días después le vemos desfilar, como cualesquier Ca- pitán de Compañía con 6o hombres á ocupar una po- sición estratégica en el cerro de La Hallaca. Días an- tes hace una expedición de estudio con el General Gómez y ambos combatientes revisan las posiciones de resistencia en Baruta, Sabana Grande^ La Jila de Turgua etc.

González Pacheco tiene que dar nuevas pruebas de su valor á los ojos de Castro, que cegados por el egoísmo no quisieron ver en la campaña de Lara el alto relieve de estrategia militar en que un solo soldado re. siste el empuje del núcleo poderoso de la Revolución en Occidente y sale por entre camino de bayonetas enemigas, á paso triunfal, trayendo un parque cuantio- sísimo é ileso el honor de las armas del Gobierno.

La pasión que ciega, el egoísmo que venda, la emu- lación que cierra el alma á la justicia no pusieron sobre aquella frente el nimbo de luz del vencedor, antes crucifi- caron su lealtad en cruz desospechas y sobre aquel pecho generoso asestaron despiadados la lanzada mortal de la desconfianza que á los hombres de honor hiere acerva- mente.

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Lo había dicho cuando se le mando á ocupar Los Teques: Soy allí un centinela. Y conquisto un triunfo más.

Fué el 19 de octubre cuando los Generales Eleazar Urdaneta, Hernández Ron, Tovar, Guardia, Alfonzo y otros Jefes atacaron en Los Teques los 200 hombres que comandaba González Pacheco, á las 7 de la mañana. A pesar de la desigualdad numérica de las fuerzas de este militar se traba el combate con heroicidad sin ejemplo, aceptando González Pacheco aquel sangriento duelo sin vacilar, como siempre comprometió sus batallas.

"A las 6 de la tarde los revolucionarios, destrozados por la metralla, retrocedieron estupefactos y asombrados ante aquella heroica resistencia, sin que los nuestros hu- bieran perdido sus posiciones de Pan de Azúcar.

Desparte de la revolución quedaron entre muertos y heridos 200 hombres. De nuestra parte 40.

Amparados por las sombras de la noche los revolu- cionarios destrozados huyeron de esta población.

El espectáculo que estamos presenciando es horri- ble! En el sólo Hospital de las Hermanitas de Caridad hay más de cien heridos, la mayor parte de la revo- lución!

El Doctor González Pacheco y los Generales Mo- ros y Cabrices se batieron como leones!

Amigos y enemigos están asombrados de tanto va- lor y bizarría.

La revolución vino en proporción de uno contra cinco, creyendo tarea fácil dominar á ese puñado de

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héroes; pero se olvidaron de que aquí estaba la espada de González Pacheco."

Así se lee en un telegrama de aquella fecha.

En aquel combate quedó sin vida el valeroso joven artillero Luis Julio Pacheco, luchando con coraje y pun- donor.

González Pacheco había cumplido su reto.

Ataca á las fuerzas revolucionarias que ocupan las fuertes posiciones militares de Las Canales, en la mañana del 4 de noviembre de 1902 y á las 6 están en poder de sus soldados las cumbres que ocupaba el enemigo, co- mandado por José Manuel Peñaloza.

En uno de los partes de la batalla se lee: "González Pacheco ha destrozado á un enemigo mandado por un militar de la talla de Peñaloza, guerrero de empuje, figu- ra culminante entre los revolucionarios orientales y alma de la insurrección en aquellas comarcas".

Quedan sobre el campo, heridos, los Generales Ma- nuel Cabrices, Celestino Martínez, quien murió luego, Henríque Tovar y Nieto y del enemigo Lázaro Garbán muerto y multitud de bajas más de uno y otro bando.

Aquel combate pone al Gobierno en actitud de des- pejar la linea férrea hasta Las Tejerías y reparar la línea telegráfica, vías por donde Castro podía recibir recursos y noticias.

Por la carretera y las alturas de Las Canales comien- za el combate á las 1 1 y media de la mañana y el enemi- go se refugia en una casa, de donde es desalojado á san. gre y fuego, á las 6 y media de la tarde, después de la más heroica resistencia que cuesta un gran número de víc- timas.

La línea de batalla del Ejército revolucionario se

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tiende desde Las Canales hasta Los Colorados y Peñalo- za con sus fuerzas cubre la retaguardia; la División Juan Rodríguez ocupa el centro y los generales Al- fonzo, Ramos y Garbán la vanguardia.

El enemigo contaba con triple numero de fuerzas y gallarda oficialidad.

El destino había señalado á González Pacheco con aureola de triunfos y así se explica éste, obtenido so- bre fuerzas triplicadas en número á las suyas.

Terminadas las operaciones militares en el Centro el Doctor González Pacheco recibe ordenes de invadir por Coro el Estado Lara, aún en poder del enemigo y embar- cado en Puerto Cabello pasa á Tucacas, en donde parte de su aguerrida oficialidad le espera. Se lleva consigo algu- nos oficiales y dicta á los otros, sus ordenes; continúa su marcha á Ealcófi y se incorpora al Ejército que coman- daba el doctor Leopoldo Baptista, con el carácter de Jefe de Estado Mayor General de aquél. El 10 de diciem- bre llegan á Qiábor en donde se les informa del bloqueo de los principales puertos de la República por las escua- dras de las Potencias aliadas y reciben órdenes de Castro de marchar al Centro.

En el sitio denominado El Tostado firman el trata- do de suspensión de hostilidades, mientras enviaban co- misionados á Caracas, quienes regresaron en breve y de nuevo se declaró la guerra entre los Ejércitos contrarios.

El 26 de diciembre bate marcha el Ejército y acam- pa en Cerritos Blancos. El 27 de diciembre continúa la marcha por El Garabatal en donde era el pensamien- 5

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to de Baptista acampamentar las fuerzas; pero cuando comenzaban á colocarse las avanzadas de vanguardia el enemigo rompe sus fuegos sobre el Ejército del Gobier- no. Comenzó así el combate de La Caja de Agua, acción guerrera de mérito en donde González Pacheco, Baptis- ta, Peñaloza, Montilla y Colmenares estuvieron á la al- tura de su valor. 4 horas y unos minutos duró la refriega y como el ataque fué casi cuerpo á cuerpo las bajas fue- ron innumerables. Ataques sucesivos se suceden hasta la noche del 28. El Ejército revolucionario volvió á sus posiciones y el del Gobierno permaneció en las suyas.

El 28 ordena Baptista la retirada hacia El Tocuyo, debida á la escazés de parque y en la noche de ese día se practica la operación.

Baptista encarga á González Pacheco del mando del Ejército y va á Maracaibo en solicitud de elementos de guerra, con los cuales regresa en 12 de enero de 1903, reencargándose de la Jefatura Superior del Ejército.

El 14 salen de El Tocuyo y acampan en Quíbor y el 1 5 pernoctan en Cénalos Blancos. El 16, á las 2 de la madrugada, abren operaciones sobre Barquisimeto así: la División Vanguardia al mando de González Pache- co, por el Norte de la ciudad y el Centro y Retaguardia por el Sur, bajo las órdenes del doctor Baptista, obrando en combinación.

El enemigo informado de la aproximación del Ejér- cito Constitucional desocupa la plaza de Barquisimeto y marcha hacia la línea férrea.

El 16 en la mañana ocupa el Ejército de Baptista la ciudad y éste resigna el mando en González Pacheco y toma con su brillante oficialidad y dos Batallones, la vía de Tfujillo.

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González Pacheco organiza civilmente el Estado de su mando, con el carácter de Presidente Constitucio- nal y al reencargarse del Poder Civil expide un Manifies- to, llamando á la paz á los elementos aún en armas y predicando la unión y la fraternidad en el seno de aquel Estado que se había sangrado profundamente en el esté- ril sacrificio de la guerra fraticida.

Niobe infeliz vid caer uno tras otro, sus hijos queri- dísimos y la desolación pobló de lágrimas las alegrías de sus crepúsculos llenos de fuego, oro, ensueño y nácar.

El 3 de febrero, González Pacheco llama al ciuda- dano Primer Vicepresidente al Gobierno del Estado y se declara en Campaña, situando en Duaca su Cuartel General, ya que este pueblo es el comienzo de la selva que en la línea del ferrocarril ocupaban las fuerzas revolu- cionarias. La Policía y 8o hombres custodiaban á Bar- quisimeto y á 150.000 tiros que había en parque.

González Pacheco extiende paulatinamente su cam pamento hacia el corazón de la vía férrea y cuando ocupa ya á Licúa sospecha la aproximación del enemigo por El Yaractiy en marcha á Barquisimcto.

A marchas forzadas se interna en El Yaracuy y conforme su pericia militarlo había previsto encuentra al General Mogollón en Yaritagua, lo bate y continúa á Urachiche en donde el bravo Rafael Montilla, avisado por Mogollón , se prepara á resistir.

Una sola descarga se oye entonces!

Combaten González Pacheco y Montilla: dos Cen- tauros!

Cinco horas y media de refriega, en uno de los duelos más terribles que entrambos combatientes han librado.

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Fuerzas iguales en valor, potencia y heroísmo no cabían juntas en un mismo sentido y por ende se choca- ban para destruirse.

El General Norberto Jiménez, hijo, quien fué un hombre de pericia militar y de altísimo criterio, juzgando á González Pacheco en estas acciones guerreras, dijo:

"El 1 6 de enero de 1903 fué ocupada esta ciudad ( Barquisimeto) por el Ejército Restaurador comandado por el Benemérito González Pacheco, y á los pocos días abrid la campaña con una demostración brillante so- bre ambos flancos de la fuerte posición del enemigo en la parte de la línea férrea que se extiende desde Duaca hasta Tucacas, defendida por tropas numerosas, al man- do de jefes experimentados, con cuantioso parque de mu- niciones de guerra y con artillería bien dirigida. Este movimiento inspiró á sus contrarios la estrategia de ame- nazarle por su retaguardia, invadiendo el Yaracuy hasta Urachiche, hábilmente escojido para contener el avance de fuerzas situadas en Yaritagna al mando del general Santiago Briceño A. y para amagar á González Pache- co con un movimiento envolvente; pero éste, levantando rápidamente su campamento, cae con la celeridad del rayo sobre Montilla y le desbarata en Urachiche en cua- tro horas de recio combate. Allí vi por vez primera á González Pacheco en el fuego y pude admirar su im- pavidez, bajo el ala amenazadora de la metralla.

Bosqueja en seguida una persecución del enemigo hasta Campo Elias y de allí retrocede con su ejército vencedor á Yaritagiia, en donde se acampa estratégica- mente para conservar su reciente conquista del Yaracuy y para proteger á Batquisimeto débilmente guarnecida, á tiempo que, con la División Barquisimeto á las órde-

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nes del general Garbi con los generales Jiménez Mén- dez, maniobrando en territorio de Duaca, mantiene un servicio de observación respecto del Ejército revolucio- nario guarecido en la línea. Sigúese la ocupación del Yaracuy y su reorganización constitucional por su Pre- sidente, general Briceño".

La opinión conciente de ese militar cultísimo, de- saparecido no ha mucho, es digna de todo respeto por- que en su personalidad uníanse las virtudes del guerre- ro y las lucubraciones serenas del hombre de criterio am- plio, tranquilo y reposado. Fué Jiménez, hijo, uno de nuestros pensadores eminentes y valeroso general; orgu- llo de la familia larense y honra del Occidente.

La batalla de Urackickeíxxé á los ojos de todos, uno de los hechos militares más heroicos de uno y otro com- batiente y si González Pacheco se empina ahí sobre su talla para brillar aún más, Montilla adquiere proporcio - nes colosales en la admiración de aquellos pueblos que han crecido á la sombra de los campamentos, alumbra- dos por las hogueras del vivac, oyendo los toques de los clarines y el ruido de la fusilería como en un trágico des- pertar de tempestades

Pueblos desgraciados por sobre cuyos labrantíos, hogares, cumbres, ríos y despeñaderos ha paseado la muerte su sombra de desolación y ruina y el írrido fan tasma de la destrucción ha sacudido, como en una con- vulsión seísmica el edificio de la confraternidad. Pue- blos infelices en los cuales sin embargo viven las ente- lequias adorables y se conserva la noble altivez de una raza aborigen, rehacía á la coyunda.

La paz bendita realizará la transformación saluda- ble y el libro y el periódico, la escuela y la prédica, el

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trabajo y el progreso completarán la labor que ha menes- ter del concurso honrado de todas las voluntades y de las energías francas de todos los caracteres. Labor del cerebro y no del músculo, de la pluma más que de la es- pada y de la buena voluntad y la tolerancia más que del prejuicio y del castigo. Labor altísima en la cual todo larense debe ser obrero infatigable ya que nos tocan res- ponsabilidades ante el juicio de la Historia y el criterio de los demás pueblos.

Nuestras pasiones, hoy en calma, no deben resurgir jamás, ya que al precie de lágrimas y sangre hemos apa- gado las hogueras de nuestros campamentos, por sobre los cuales -el ala blanca de la confraternidad ciudadana se tiende cual sombra benévola de caridad y amor!

Prediquemos y sostengamos la Paz!

Jurémosla sobre el polvo de nuestros muertos!

Así dice el parte oficial de la batalla de Urachiche'.

"Estados Unidos de Venezuela. Estado Yaracuy. Je- fatura de Estado Mayor General del Ejército de Occidente. Urachiche: 16 de febrero de 1903. 929 y 44o.

Ciudadano General Rafael González Pacheco, Jefe del Ejercito de Occidente.

Presente.

En cumplimiento de las prescripciones de la Ley, doy á usted cuenta de las operaciones practicadas por el Ejército de su mando desde el 13 del presente, día en que nuestra vanguardia ocupaba las posiciones late- rales de la línea ferrocarrilera hasta Caraquitas, jurisdic- diccidn del Estado Lara.

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Habiendo obtenido usted, el expresado día 13 in- formes fidedignos de que el enemigo que ocupaba las po- siciones que se extienden desde Peñas Negras hasta Guama y Cocorote, preparaba una combinación sobre la plaza de Barquisimeto, avanzando simultáneamente por el valle del Yaracuy y la línea férrea, ordeno usted hacer una rápida marcha hacía el Yaracuy, á fin de batir el cuerpo de ejército enemigo que avanzaba por esa vía, dejando en la plaza de Duaca fuerzas suficientes que pu- dieran contrarrestar las revolucionarias que obraran por la línea. En cumplimiento de sus ordenes el Ejército salió de Duaca á las 3 de la mañana del día 14, vía de La Ruezga, en cuyo punto debían incorporarse los Bata- llones Yaracuy y Cardona, saliendo al efecto de Bar- quisimeto el mismo día, al mando inmediato del general Santiago Briceño A., 20 Jefe del Ejército.

A las 3 p. m. ocupo el Ejército á Yaritagua sin nin- guna novedad.

En la tarde del día 14 obtuvo usted, informes pre- cisos de que el General Rafael Montilla á la cabeza de 900 á 1. 000 hombres ocupaba la plaza de Uracküke; en consecuencia ordeno la marcha del Ejército sobre dicha plaza, verificándose aquélla en la mañana del día 15.

A las 12 m. del mencionado día se encontró nuestra vanguardia con la del enemigo, mandada la última por el general Juan Mogollón, en el paso de Mayurupí, la cual huyó desbandada después de un ligero tiroteo. Ya en Sabana de Parra dispuso usted, las operaciones pre- liminares para el avance inmediato de nuestras fuerzas sobre el enemigo, á fin de que éste no pudiera retirarse ó evadir el combate que usted, esperaba, como resultado del rápido movimiento de nuestro Ejército.

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A las cuatro de la tarde se rompieron los fuegos en las calles de Urachiche. Inmediatamente ordeno usted, el ataque sobre el enemigo, que ocupaba la parte alta de la población en la forma siguiente: fuerzas del Yaracuy al mando de los Generales Torrellas Urquiola y Silverio González por el ala derecha; dos compañías del Batallón Barquisimeto al mando del coronel Froilán R. Alvárez, y dos compañías del Batallón Torondoy dirigidas por su "bizarro Jefe el General Leoncio Barrios, por el Cen- tro, donde estaban las posiciones más fuertes del enemi- go y que cubrían su retirada; y por la izquierda el resto del Batallón Barquisimeto, á las inmediatas órdenes del siempre valiente General Julio Olivar. Para este momento ya el Batallón Cardona, con los Generales Otaiza y Victoriano Jiménez, ocupaba las colinas del Norte de la población, amenazando su línea de retirada y cubriendo las posiciones que ocupó luego la Arti- llería.

' Empeñado ya el combate y observando usted, que el enemigo oponía desesperada resistencia, al mismo tiempo que prolongaba su línea de batalla sobre nuestra ala derecha, aprovechando las ventajas que le ofrecía la fragosidad del terreno, ordenó que el resto del Batallón Torondoy, y parte del Batallón Guardia al mando del General R. Montilla González, una compañía del Cár- denas, primero, y luego dos del Castro mandadas por su 2? Jefe coronel Manuel Gámez, entrasen en acción reforzando el Centro y cubriendo el flanco amenazado. En este estado nuestra línea se decidió el combate, pue- de decirse, en una sola é iresistible carga que terminó á las 7 p. m.; la cual dirigieron enérgica y eficazmente con la pericia y valor que siempre los ha distinguido, los Generales Silverio González y Henrique Goitía, quienes

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se multiplicaron con serena actividad en toda la línea de batalla.

La artillería dirigida por el General Julio A. Za- varse y coronel José A. Uribe obro cuanto fué posible en aquella lucha, en que muchas- veces los combatientes llegaron á confundirse por el impetuoso arrojo de nues- tros bravos soldados.

Arrollado el enemigo en su línea de combate se de- claro en completa derrota, dispersándose al amparo de la noche por distintas vías, siendo perseguido sin tregua largo trecho, y dejando en el extenso campo de batalla 87 muertos y 76 heridos, habiéndose podido solamente identificar entre los primeros á los coroneles Felipe Bra- camonte y Manuel Bravo, y entre los segundos al capi- tán Secundino Pimentel. Los prisioneros alcanzan á 46, entre los cuales se cuenta al coronel Luis Felipe Ur- daneta y varios comandantes, oficiales y clases que sería prolijo enumerar. Además se le tomó un cañón, siste- ma antiguo, con sus accesorios y 13 cajas de proyectiles; 8.000 cápsulas de Mausser, un número regular de cápsu- las de rémington, banderas y muchos bagajes; y al reco- rrer el campo en la mañana del día siguiente se recogie- ron 247 mausseres y otros elementos que el enemigo abandono en su precipitada fuga.

De nuestra parte tuvimos 151 bajas entre muertos y heridos, teniendo que lamentar profundamente entre los primeros, á los abnegados y valientes coroneles Manuel Gámez, 20 Jefe del Batallón Castro; Santiago Giménez, Jefe distinguido de las fuerzas del Yaracuy; José Castro, Juan Vásquez y Cecilio Caripá, del Batallón Barquisi- meto; José A. Uribe, Jefe del Cuerpo de Artillería; los Capitanes Juan Barrios, Pedro Lira y Jesús Duran, y

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entre los segundos á los generales Silverio González y R. Montilla ^González; coroneles Arístides Barreto y Fernando Viloria y al Ayudante de Estado Mayor Héc- tor Jaimes.

Todos los Jefes, Oficiales y Soldados del Ejército, co- mo usted lo sabe, hicieron gala otra vez del valor, actividad y disciplinafque les son característicos, despreciando el peligro á los reclamos del extricto cumplimiento del de- ber; pero rindiendo tributo á la justicia, debo hacer men- ción especial del general Santiago Briceño A., Jefe del Ejército; de los Jefes de Cuerpo ya mencionados, del general Eduardo Pereira y de los Ayudantes de Estado Mayor, coroneles Rafael González, Héctor Jaimes, Julio Moreno G, Ángel Bodas Robles, Rafael Torres, Vicen- te A. Bolívar, Víctor Miliani, Simón Sánchez, Rafael Meza, Pedro Asuaje y César A. Maurielo.

Y bien se podía adivinar por la impaciente actitud de los bravos Jefes, oficiales y soldados del resto de la división Táchira que cubrían nuestra retaguardia, co- mo tambiéu la de los demás Cuerpos que no entraron en acción, el vivo deseo de ir á conquistar un lauro más pa- ra sus sienes de héroes y una nueva página para la histo- ria de su corta pero brillante carrera militar.

Los gallardos lidiadores en Garabatal y la Caja de Agua esperaban anhelantes el momento en que se les ordenase lanzarse á la lucha para probar una vez más, que saben vencer ó morir en defensa de la Causa y de sus invictos Jefes.

A nombre del Ejército, presento á usted, mis más calurosas felicitaciones por este nuevo triunfo á que us- ted nos ha conducido, tan sabia y eficazmente, que ratifi- ca solemnemente la pujanza de las armas constituciona-

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les, y arroja nuevos destellos de gloria para su nombre de militar y abnegado patriota.

El Jefe de Estado Mayor del Ejército,

F. Vareas A.

ALCANCE

"Estados Unidos de Venezuela. Estado Yaracuy. Je- fatura de Estado Mayor del Ejército de Occidente. Campo Elias: 17 de febrero de 1903. 92o y 44o

Ciudadano General R. González Pacheco, Jefe del Ejerci- to de Occidente.

Presente.

Para completar el parte detallado de las últimas operaciones verificadas por el Ejército que usted digna- mente comanda, debo avisar á usted, que han regresado á este campamento los destacamentos enviados en per- secución del enemigo derrotado el día ,15, en Urachiche trayendo algunos soldados que se les han presentado, armas y cápsulas, y el informe verídico de que en Chi- vacoa y sus cercanías hay 39 heridos del enemigo, el cual logro llevarse algunos en su fuga, entre ellos Jefes y oficiales de importancia como los generales Caracciolo Palomares y Lino Díaz.

El General Rafael Montilla paso por dicha ciudad en la madrugada del día 16 con solo algunos de á caballo y 25 d 30 de infantería.

Dios y Federación,

F. Vargas A.

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Una vez instalado el Gobierno Constitucional del Yaracuy regresa González Pacheco á Barquisimeto, á objeto de reponer sus tropas quebrantadas por la lucha, la fatiga y esas marchas y contra-marchas forzadas que el Jefe verificaba á donde quiera que sus ojos de Argos le indicaban un enemigo del Gobierno que sustentaba. Todos los elementos activos de Lara formaban con So- lagnie en la Revolución.

A esfuerzos inauditos logra organizar 700 hombres de pelea y el 14 de marzo se declara de nuevo en cam- paña, sobre la línea férrea que marcha á despejar, obede- ciendo á una de aquellas temerarias ordenes de Castro quien ordenaba marchas y evoluciones sin medir los ele- mentos y el desprestigio de su Causa. Deja en Barqui- simeto 80 hombres que custodian 90.000 tiros y llega á Limoncito, punto de la vía que invade.

El 26 de marzo se divisan por el cerro de Manzano fuerzas de la Revolución en número de 3 á 400 hombres. Se le avisa á González Pacheco quien tiene su Cuartel General en Licúa y ordena que cuiden de un asalto al Cuartel Nacional en donde se guarda el parque; mien- tras que el 27 en la noche y sin que lo sospeche el ene- migo levanta su campamento de la línea y marcha sobre Barquisimeto el cual ocupan sus fuerzas, que marchan al j>asi-trote el 27 á las 9 de la mañana. Sobre la mar- cha rompen sus fuegos contia las fuerzas revolucionarias situadas en Manzano y las derrotan.

Qué resistencia la del pobre soldado larense!

Los días que pasó en la línea férrea fueron de cons- tante luchar sin que la noche piadosa le proporcionara tregua á su cansancio y su fatiga.

El 2 de abril el campo volante de González Pacheco

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que inspeccionaba al Norte por ser este el punto de donde razonablemente se esperaba el ataque, por encon trarse en la línea el mayor núcleo revolucionario, anun- cia la aproximación del enemigo, queá las 4 de la tarde ocupaba los cerros de La Ruezga.

González Pacheco forma su línea de batalla á pre- sencia del enemigo y á las afueras de Bctrquisimeto, ha- cia su amplia sabana del Norte. La línea de defensa de su Ejército queda establecida desde Paya, viene al Ce- menterio de San José, pasa por la Estación del Ferroca- rril Sud-Oeste y remata al Occidente en el Cementerio nuevo: una cuerda convexa hacia el enemigo.

En la noche de ese día Argenis Asuaje asalta por Paya al general Velazco que defendía aquel punto con un batallón. Velazco quedo tendido sobre el campo. El batallón acobardado por la caída de su Jefe se declara en derrota, pero González Pacheco ha oído los fuegos enemigos y monta su caballo siempre presto, volando al sitio del peligro, seguido por sus leales é inse- parables oficiales. Allá el hombre de la victoria, des- nudo el acero invencible de los combates, sereno el con- tinente con aquel su gesto de desprecio ante el peligro! Quizá la angustia del vivir en bregas había amellado las naturales fuerzas del instinto que muchas veces salvan del peligro. Ligero pero rudo combate se traba luego. Asuaje, esa flor de heroísmo que entreabre en la legen- daria floración del Occidente, se retira y González Pa- checo recupera sus posiciones.

Haber luchado con él era ya un timbre de honor!

El 5 de abril concibe González el atrevido plan de enviar un piquete de fuerzas á cortar la retirada al ene- migo para darle una carga de frente con el resto de sus,

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tropas y ordena su ejecución en la noche de aquel día. El 6 se mira descender la fuerza que se había enviado á practicar la operación, y que debió practicarla en la ma- drugada, el amparo de las sombras. Rómpense los fuegos y González Pacheco ordena una carga general, de frente y filas en batalla, en la posición que ocupaba su ejército. El enemigo resiste heroicamente secundado en su arrojo y bizaría por las fuertes posiciones que ocu- pa. 6 horas dura la refriega y cesa el fuego, entre am- bos fatigados combatientes. Parecen gladiadores fati- gados que en medio al fragor de la lucha se retiran un instante á respirar!

Ligero tiroteo continúa y González Pacheco, esca- so de parque, piensa en la retirada.

A la una de la madrugada ordena el Jefe que el ba- tallón que manda el general Henrique Goitía, ese bravo militar larense, marche al pasi-lrote á ocupar á Cerritos Blancos. Los soldados de este cuerpo llevaban io cáp- sulas solamente en garniel. A las 3 p. m. van saliendo por cuerpos, vía de Qiábor, aquellas fuerzas organizadas y á las 6 el doctor González Pacheco y su oficialidad de Estado Mayor, marchan los últimos cual era su cos- tumbre. El enemigo presencia aquel desfile desde sus posiciones, sin aventurarse á bajar á la sabana creyendo tal vez que aquella evolución es un plan estratégico del Jefe trujillano, quien combinaba siempre ataques que no llegaban al alcance de sus enemigos.

Alcanza en Cerritos Blancos la retaguardia de su Ejército y sigue á Qtúbor en donde acampan esa noche, para seguir al día siguiente á El Tocuyo y acampamen- tar en El Olivo, dos leguas más allá de aquella última población, vía Trujillo. Ordena á uno de sus batallo-

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nes la ocupación de Humocaro-baj o á fin de proteger la llegada del parque que por vía del Estado limítrofe deben enviarle. En El Tocuyo cubre su retaguardia el viejo luchador general Juan E. Bravo con una Compa- ñía, con la orden de que bata al enemigo en retirada, hacia el campamento de González.

El 10 de abril se sabe en el Estado Mayor la llega- da del parque y se organiza la marcha hacia Humocaro cuando se oyen disparos hacia El Tocuyo aproximándo- se al campamento del doctor González Pacheco. Es Bravo que fiel á su consigna se bate en retirada, con Montilla. Continúase la marcha hacia Humocaro y los batallones que van municionándose ocupan posiciones en la dirección que traen las fuerzas perseguidoras de Montilla, quien ocupa Las Laderas y La Ermita y cruza disparos con las avanzadas del Gobierno. Los Cornetas de ambos combatientes tocan silencio. Frente á frente González y Montilla, si no resuena el eco de la fusilería, preciso es que el silencio anuncie en su mages- tad imponente, la solemne expectación de aquellos dos colosos, que se han citado á duelo! A intervalos se oye el Quien vivéi del centinela de avanzada.

En la mañana del n no se divisan las fuerzas de Montilla, que ha contramarchado á El Tocuyo.

González Pacheco se comunica con Baptista quien está en Trujillo, por la vía telegráfica y pide á Castro por la vía de Maracaibo, refuerzos y parque, ya que sus fuerzas son escasas. Por Trujillo le son enviadas 100.000 balas de Mausser que no hay soldados para car- garlas porque es pequeño el numerario de aquel escuá- lido escuadrón que multiplica el valor.

González Pacheco solicita una conferencia con

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Baptista y se acuerdan para encontrarse en Agua de Obispo. El 14 de abril sale González con ocho de sus oficiales con dirección á aquel lugar y se encuentra con el doctor Baptista á quien pide dos batallones. Truji- llo ha dado una valiosa contribución para la guerra y no hay ya más hombres en su territorio aptos para la lucha; por ello Baptista no le ofrece ese contingente á Gonzá- lez, quien se regresa el 15 y levanta su campamento el 24. Pernocta en El Molino y marcha hacia Sanare en donde permanece hasta el 10 de mayo, en que levanta de nuevo el campamento y va á Qiábor, de donde sigue marcha á El Paramito en donde se sitúa en espera de la ida del Ejército Expedicionario que al mando del Ge- neral Juan Vicente Gómez marchaba á pacificar el Occi- dente de la República.

*

El 30 de abril de 1903 desembarcamos en Tucacas, tras breve combate de nuestras fuerzas con las revolu- cionarias que defienden aquel Puerto.

El Ejército Expedicionario al mando del General Juan Vicente Gómez quien en El Guapo acababa de asestar tremendo golpe decisivo á la Revolución de Oriente y con una brillante oficialidad presidida por aquel veterano de los campamentos, General Diego Bau- tista Ferrer y formada por los Generales Aquiles Itur- be, Félix Galavís, Eustoquio Gómez, Pedro Linares, José Antonio Dávila, Eulogio Moros, F. de P. Terán" Hermoso Tellería, Avelino Figuera, Manuel Corao, Pe- dro Inojosa, Pedro Merchán, y otros, entra resueltamen- te por la línea del Ferrocarril y fija su vanguardia en Palma-sola.

El Batallón Zamora al mando de su valeroso Jefe el General Avelino Figuera da una carga sobre los atrin-

cheramientos blindados de Y untare y en Jas primeras descargas cae sin vida Figuera, aquel soldado sin miedo del Ejército que metía pánico al enemigo con sus cargas cerradas, en las cuales iba él á la cabeza de sus fuerzas.

En una triste tarde de abril, tras el caney en que descansaba alerta el Estado Mayor, abrieron los soldados un hueco en la tierra y, cubierto por una lámina de cinc , echaron en él el cadáver del glorioso General, muerto frente al atrincheramiento enemigo al toque de fuego á ¡pie firme ?de su Corneta de Ordenes.

Comenzaba á florecer la flor de mayo, en la monta- ña los pájaros trinaban no qué extrañas melodías y una piadosa lluvia de hojas amarillentas cubrid el mon- tón de tierra, bajo el cual dejamos al compañero muerto»

Quienes presenciamos aquella inhumación, en silen- cio y descubiertos ante aquel muerto glorioso, á presen- cia del Jefe y junto á sus más distinguidos Tenientes, no podremos olvidar cómo las lágrimas de los soldados del Zamora humedecieron aquella tumba sagrada !

Nuestro Ejército desfiló por El Chino á Sa?ifelipe y de ahí pasamos á Lara.

"El Ejército revolucionario maniobra entonces re- concentrándose en la línea férrea, su posición extrema, la única que le resta ya en el Estado para reñir sangrien- ta batalla desesperada. González Pacheco mueve sus tropas en una ofensiva más franca, y con un movimiento indirecto por la vía de Bobare llega á situarse en las al- turas de Buenos Aires para amagar desde allí sobre su retaguardia al enemigo, dominando su línea de comuni- cación con Barquisimeto, centro de sus operaciones."

La Línea deja de ser táctico campamento, pues está

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próxima á ser sitiada y por esta razón el Ejército revolu- cionario la desocupa dirigiéndose á Barquisimeto.

González Pacheco avisado de la aproximación del Ejército del General Gómez busca comunicación con éste é inesperadamente tropieza con gentes revolucionarias en Valle- ho?ido el 14 de mayo, y este encuentro le pro- porciona la ocasión de verificar la difícil, arriesgada y estratégica operación del desfile ordenado de su Ejército, en columna de marcha, bajo el plomo enemigo y resguar- dado por la línea de batalla de su vanguardia. Dice un testigo presencial: "Trance apuradísimo ese en que González Pacheco, vigilando en persona, rodeado de su Estado Mayor, la marcha de los Batallones, en el pun- to mismo en que hacía sus mayores estragos la metralla, fué desmontado por bala certera que derribó su caballo."

Sinembargo, el Ejército pasó.

Su enemigo se replega hacia Duaca, pero González Pacheco teme que aquella sea una falsa retirada llamán- dolo á las fuertes posiciones de El Paso de Santo Domin- go y por eso verifica el desfile sin atenderle, y acampa en Los Chispas.

El 20 de mayo, en la madrugada, se mueve la van- guardia que debía atravesar por la montaña hasta llegar á la Quebrada de Oro y tomar, aguas abajo, el camino para llegar á la vía férrea. Cuando el resto del Ejército comienza á marchar en ese camino llega un posta del General Gómez con correspondencia, en la cual ordena el Jefe al Doctor González Pacheco que por la vía más corta y á marchas forzadas vaya á Yaritagua en donde se le incorporaría.

González Pacheco ordena, con posta á caballo, al Jefe de vanguardia contra-marchar precipitadamente á

incorporársele en Santo Domingo, hacienda que en La Ruezga\>osée el General Juan C. Palacio.

Ahí se encuentran las descubiertas de ambas fuerzas.

Cuando vimos desfilar aquel Ejército, hasta los más inexpertos en asuntos marciales, comprendimos que había luchado mucho y estaba extenuado por la fatiga, la mar- cha y las contrariedades.

Cuando miré á González Pacheco, altivo sobre su corcel, sonriendo con aquella su sonrisa despectiva, vi sobre su pálido rostro de enfermo asomar la satisfacción de encontrarse al lado de su generoso y bizarro compa- ñero, frente al enemigo tenaz que estaba próximo áser vencido en el duelo final de Barquisimeto, como si la presencia de Gómez reconfortara su espíritu entristecido ya por el amargor de indiferencia con que Castro miraba su angustiosa situación de Lara.

Allí se abrazaron aquellos dos Tenientes.

Gómez iba á comunicar el influjo de su presencia de Pacificador y á imponer silencio á las trompetillas de los fusiles.

Gómez y los de su Ejército marchamos á Santa Rosa, pueblecito al que entramos bajo el fuego de guerri- lleros apostados en el camino, y acampamos en él.

González Pacheco con 6 de sus Oficiales viene el 21 á recibir órdenes y regresa á las 9 a. m. para tornar luego y organizaría marcha de sus fuerzas que hace sa- lir, destacando el Batallón Cárdenas ' en la sabana al Norte de Barquisimeto, á fin de que distraiga al enemigo con tiroteos parciales y permita el paso del Ejército sigi- losamente por el cauce seco de la quebrada de La Rúes-

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ga, de donde va á situarse en las colinas del Norte de la ciudad. El Cárdenas cumple la orden tiroteándose, con la revolución en paso lateral á su derecha, marchan- do en sentido paralelo al Ejército.

González Pacheco organiza su campamento de acuerdo con la topografía del terreno y el 22 en la ma- drugada hace ocupar El Malecón, punto estratégico como un atrincheramiento que corta la sabana á poca dis- tancia de la Estación del Ferrocarril.

El General Gómez debía dar la señal de ataque si- multáneo por los dos Ejércitos, de los cuales el Expedi- cionario ocupa la línea de la Cruz Blanca que señala la. bifurcación de los caminos de Cabudare y Santa Rosa^

Combates parciales se habían librado por fuerzas del General Gómez y en uno de ellos fueron heridos el general Merchán y el Coronel Medina.

González Pacheco ordena la toma del Cementerio Nuevo para completar así la línea de batalla; pero las des- cargas hacia ese sitio provocan el ataque simultáneo de todas las fuerzas de Lara quienes cargan con ímpetu y arrojo y arrollan al enemigo que resiste tenaz- mente.

Nutridos fuegos de artillería salen de la línea de defensa de la Estación la cual cae sinembargo en poder de la División Barquisimeto que mandan Goitía y los Jiménez Méndez; del Batallón Paraparas que co- mandaba Carlos Arvelo, aquel valeroso tachirense que quedó muerto al frente de su escuadrón de héroes; del Yaracuy, que comandaba Silverio González; del Ouíbor, á las órdenes del intrépido Benjamín Pacheco, muerto en la refriega y de Elias A. Jiménez; del Cárdenas al mando de Heriberto Garrido y de columnas ligeras al mando de

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Bravo, Jiménez Loyo, Pérez Soto, Garbi, Bodas Robles y José Domínguez.

Forzaba el flanco derecho de la posición enemiga el Carabobo, batallón heroico que conducía al combate el inolvidable general Jesús María Arvelo, herido gra- vemente por el cráneo en aquella jornada sangrienta y quien murió horas después á consecuencia de su mor- tal herida.

La imprudencia del Ejército de Lara costo millares de víctimas, entre ellas la de los renombrados militares que he mencionado. Es fama que el soldado larense peleando frente á Barquisimeto es indominable y ataca antes de recibir ordenes.

Para el 23 de mayo se prepara el ataque definitivo; pero el enemigo abandona la noche del 22 la plaza y la ocupan ambos Ejércitos.

El General Gómez continúa inmediatamente la persecución del enemigo que por la vía de Coro marcha á unirse al general Gregorio Segundo Riera, y en Mata- palo cava con la punta de su espada, vencedora en La Victoria y El Guapo, la tumba de la Revolución en Oc- cidente.

González Pacheco entra en ejercicio de la Magis- tratura larense y así termina su vida activa de guerrero.

La muerte ya preparaba su mano, hecha de som- bras, para apagar la luz de aquella vida, que irradió en los campamentos con un intenso resplandor de soles!

El 2 de junio de 1903 expide la brillante y sentida Proclama de la cual copio algunos párrafos resaltantes que señalan la personalidad moral del doctor Rafael González Pacheco como la de uno de nuestros hombres más distinguidos en la milicia y la Magistratura.

Helos aquí:

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R. GONZÁLEZ PACHECO

A LOS PUEBLOS DEL ESTADO LARA

Y A LOS JEFES, OFICIALES Y SOLDADOS DE LARA

Y YARACUY.

Larenses:

Mis deberes de soldado están ya cumplidos: cumpli- dos con la Causa, cumplidos con el Jefe y cumplidos con vosotros. Y mi conciencia me dice que debo gozar ya de las inefables satisfacciones del hombre de bien y del militar honrado.

Larenses y Yaracuyanos:

Al terminar la lucha armada, debo repetiros lo que tantas veces os he dicho: yo no tengo otros enemigos que los que lo sean de ese ideal, ni he visto en las filas opuestas sino adversarios á quienes he deseado más bien convencer que vencer. Si he buscado el triunfo ha si- do para gloria de mi Causa y para gloria de mi bandera y no por una vana satisfacción personal,

y porque el odio empequeñece á los hombres de co- razón, yo no he podido odiar sino la infidencia y la des- lealtad que unde á los hombres, deshonra á la Patria y amancilla el honor militar,

y porque la magnanimidad es credo de mi Causa y divisa de mi Jefe yo la he profesado con franqueza de soldado y austeridad de sectario leal é hidalgo.

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Vuelvo á la vida civil. Mi humilde espada ha que- dado sin mancha en la ruda contienda, y estará siempre lista para la defensa de vuestros derechos que están vin- culados en la Causa y para la defensa de la paz.

Cuanto para evitar la guerra debía hacerse y lo aconsejo el patriotismo, se hizo, vosotros lo sabéis! Ene- migo de las políticas personales, mi política se ha inspi- rado siempre en la política nacional. Educado en la es- cuela de la cultura social, he sido conciliador por tempe- ramento y he buscado la armonía de los intereses pú- blicos.

Ya conocemos, pues, los escollos, evitémoslos! Jefes, Oficiales y Soldados del Ejercito!

La hora de la despedida, tristemente presentida por mi corazón, ha llegado yá, y no encuentro palabras para dárosla.

Habéis sido, más que mis subalternos, mis herma- nos en las horas tremendas del combate y en los días ru- dos de la campaña. Me habéis arropado con los laureles conquistados por vuestro valor en los combates y vues- tra noble conducta ha sido gloria de mi Causa y de mi bandera y honra de mi Jefe y de mi nombre.

Mi gratitud para vosotros es tan grande como mi cariño: yo he sido el testigo de vuestras congojas en las horas negras de la adversidad y de las privaciones, y he tenido la satisfacción de admirar vuestro temple de al- ma, vuestra fe en la Causa y vuestro amor á su Jefe.

Vuestro generoso comportamiento es prueba de que la pasión política no ha manchado vuestro corazón de patriotas!

C amarada s:

Yo no tengo nada que daros, aunque bien que vosotros nada me pedís. Habéis servido con tanto desin- terés y abnegación, que no he sabido nunca qué admirar más, si vuestro arrojo y vuestro valor ó esas virtudes tan generosas y esa disciplina tan admirable que os distingue.

Oíd este consejo del que ha sido vuestro humilde General y es vuestro mejor amigo: sed siempre como hasta ahora: que la lealtad sea el lema de vuestro escu- do, que la generosidad sea la divisa de vuestra conduc- ta. Amad la Causa y amad vuestra bandera, para que sea fecunda esa sangre generosa que muchos habéis de- rramado y sean benéficos esos sacrificios que habéis he- cho; que esas armas que os han confiado la Patria y el Jefe sean siempre blasón de honor y defensa de la ley y de vuestros conciudadanos.

Rodead con la misma decisión que á mí, al ciudada- no Comandante de Armas de Lara y Yaracuy que ha quedado desde hoy al frente del Ejército!

Compañeros de Armas:

Recibid mi abrazo de despedida: ya no seré más con vosotros en el vivac, ni sentiré mi espíritu fortalecido por vuestro entusiasmo en las horas de la lucha, ni podré alentaros con mi afecto de hermano en las faenas milita- res; pero mis votos por vuestra ventura personal os acompañarán á todas partes, porque vuestros triunfos son mis triunfos y vuestras desgracias son penas para mi al- ma de compañero y amigo.

Yo os abrazo á todos: que las lágrimas de la despe- dida sean un tributo de dolor sobre la tumba de los compañeros muertos, ya que su recuerdo es sagrada con- signa del Ejército!

39 -

^amaradas:

Adiós! Que el Dios de las batallas bendiga vues- tras armas y bendiga vuestras vidas, y que el afecto que nos ha unido en la adversidad y en el triunfo, sea ahora en el seno de la paz, que ya gozamos, perdurable en el corazón de todos.

Barquisimeto, 2 de junio de 1903.

R. González Pacheco. *

Gobierna González Pacheco á Lara en paz, y co- mo ella es fecunda en bienes y prodiga en emulaciones nobles, á su amparo se celebra el Primer Concurso Pú- blico Industrial del Estado Lara, gallardo torneo de las industrias é invitación generosa de aquel corazón no- bilísimo á los hijos del pueblo, quienes fusil en mano le acompañaron ayer en los campamentos y hoy con la aza- da se aprestan á las dignificadoras luchas del trabajo.

El 10 de mayo de 1904 es nombrado Presidente Provisional del Estado Carabobo, cargo que desempeña hasta el 1? de octubre del mismo año en que fué nom- brado Comandante de las Armas Nacionales en el Esta- do Lara.

Su recepción en Barquisimeto fué una manifesta- ción insólita en los anales del Estado. Eran insufi- cientes la Estación y andenes del Ferrocarril Sud-Oes- te de Venezuela y el vasto trecho de éstos á El Ma- lecón para contener la multitud que se apresuraba á salu- dar al simpático Caudillo.

En diciembre de 1904 es electo Presidente Cons- titucional del Estado Lara, cargo que ejerce, ya sin vo-

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luntad, hasta el 1 2 de setiembre del año siguiente en que se traslada á esta Capital.

El día 17 de diciembre de 1905, á las 5 horas y 20 minutos de la tarde, muere en la quinta Las Delicias si- tuada en Tocóme, rodeado del afecto de los suyos y las promesas de sus amigos leales que aún le lloramos.

Castro comprendió entonces cuánto había perdido y no pudo menos que lanzar del fondo de su alma, mez- quina á esos grandes sentimientos, el grito de su duelo que era el duelo de la Patria.

Así comunicó la mala nueva á los Estados:

"Caracas: 17 de diciembre de 1905.

Para Presidentes de los Estados.

Sus Capitales.

Ha muerto el Doctor R. González Pacheco, ser- vidor conspicuo de la Restauración Nacional. La pérdi- da es irreparable y todos sus amigos y todos los Poderes debemos llorar su desaparición de la lucha en el campo augusto de la Patria y del verdadero Patriotismo. El Ejecutivo Nacional hará sus honores fúnebres y los Go- biernos de los Estados deben asociarse atan justo duelo, cuando se trata de quien lo sacrificó todo por su Patria, por su Nombre y por su Gloria!

Dios y Federación,

Cipriano Castro."

Esas palabras suscritas por quien no reconocía mé- rito ageno, son la mejor apoteosis del eminente guerrero trujillano.

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Un inteligente periodista de Lara hizo sus juicios sobre el Doctor González así:

"Efectivamente, el señor general González Pa- checo no es de tamaño común como militar. Si lo fue- ra habría fracasado en medio de una lucha terrible en. que parecía que el mismo terreno que pisaba se le hundía.

Pero, aquel valor, que tanto tiene de civil como de- militar, que le hace ver con frialdad y con desdén la in- minencia del peligro, que le da una templanza de carácter tan poco común para medir el riesgo y evitar el agravio ó parar el daño, cualidades son que en la ad- ministración le hacen un estadista.

Cuántos hombres que ahora serían enemigos terri- bles de González Pacheco se revolvieron del camino al temple de su justicia y al esfuerzo poderoso de su tole- rancia y cortesía! Qué pocos letrados habrá, que res- peten como este General, recio en la pelea, dominador del fuerte, protector del humilde, los derechos ciudada- nos y las opiniones ajenas!

¡Qué pocos que ante la idea de una posible descep- ción, vean renacer y retemplar como renacen y se retem- plan en él el entusiasmo y la lealtad'!

Qué pocos que retengan como él retenía en el linde del interés de la Causa, partidarios exagerados, ambicio- nes impacientes, con una benevolencia que podía pare- cer indolencia, pero que es fe en el rumbo, conciencia de la misión y firmeza en el cumplimiento del deber!

Lástima es que á tal hombre no le haya tocado go- bernar en una época normal, con renta grande, con hom- bres unidos, con ciudadanos tolerantes y decididos para emprender una marcha firme á las regiones del progreso!"'

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Quepa á mi pluma tributar en estas páginas de jus- ticia un recuerdo de compañerismo y amistad al grupo de leales Jefes y Oficiales, que acompañaron ai inolvida- ble Doctor y General Rafael González Pacheco en las tremendas pruebas á que su temple de guerrero fué so- metido por la suerte y de las cuales surgió brillante su alto prestigio militar é inmaculado su nombre de caba- llero.

Reciban ellos este recuerdo como un homenaje que sobre la tumba del Jefe que lloramos aun, hago de sus virtudes guerreras y de su lealtad y consecuencia par- tidarias.

Que así como fueron en los campamentos soldados de avanzada, son hoy elementos de paz al servicio del orden y prestos á la defensa de las instituciones, por cuyo brillo batalló sin descanso, quien fué alma y brazo, corazón y músculo de la guerra, en Occidente.

He aquí sus nombres:

Generales Henrique Goitía, Aureliano Robles, F. Jiménez Loyo, José Garbi, Silverio González, Julio Olivar, J. Victoriano Jiménez, Florentino Vargas, Ave- lino Jiménez Méndez, José Ignacio Briceño, Doctor Ra- fael Carrillo Heredia, R. Viloria Cadenas, Vincencio Pé- rez Soto, José Domínguez, Rafael González E., H. Tovar Díaz, A. Bodas Robles, Miguel Oberto, Doctores J. Pé- rez Veracoechea, M„ Alvizu S. y José I. Arroyo.

Coroneles Julio Moreno González, Amadeo Mazzei, W. Briceño U., R. Carrillo León, Néstor Rodríguez, Na- talio Montilla, Alfredo Perdomo, Fernando Viloria, Pe- dro Asuaje, Víctor Miliani, Rafael Torres, Simón Sán- chez, Clemente Soto, Eudomario Rodríguez, Rafae Meza, Miguel Lugo Blanco, Antonio Lucena, Medardo

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González Amengual, José Dolores Salas, César A. Mau- riello, Cosme y Rafael María Urrutia, Francisco M. Oberto y otros más cuyos nombres en el momento no recuerdo.

Y á los que cubre el polvo de la tumba, un piadoso recuerdo de amistad, las lágrimas del compañerismo y la plegaria del cariño: Generales Joaquín Corona, Norberto Jiménez, hijo, J. M. Alvarez Oropeza, Doctor Antonio Heredia, Julio Couput, Benjamín Pacheco, Carlos Arve- lo y Celestino Martínez.

Coroneles Domingo Perdomo, F. Troconis Padrón, Domingo Riera, Manuel E. Nuñez, Juan -Volcán, Berna- bé Cabezas, Víctor Manuel Lugo y Antonio La Cruz. Y aquel cerebro todo luz que entro en la sombra y que en el periodismo fué un soldado: Bachiller Carlos Luis Oberto.

Y para la memoria de Cristalino, el Corneta de Ordenes de González Pacheco, que por sobre el ronco rugir de la metralla derramó los cantos armónicos de la Diana ó tocó Retiradas que valían triunfos, tiene mi pluma un cariñoso recuerdo ya que su corneta tocó siem- pre las alegrías de la victoria ala bandera de mi ideal!

Oh! muerto ilustre, querido y venerado!

Duerme en paz!

La conquistaste con el esfuerzo de tu espada y la bondad de tu corazón. .

Larga noche de olvido cayó sobre tu nombre y tus acciones de épico denuedo; pero sobre el olvido, más- triste que la muerte, la voz de tu amigo y compañero, el General Gómez, ha llamado.

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Toca á quienes fuimos leales á tu nombre jurar so- l,bre tus cenizas, que hoy seguiremos la estela de triunfos ■de Gómez como otro día seguimos la tuya victoriosa!

Como pagar la deuda' contraída?

Haciéndonos por la lealtad y el sacrificio dignos de tu memoria esclarecida, que florece como un lirio de paz sobre la callada soledad de tu sepulcro.

Descansa, Gladiador! Ya estás inerme!

Tienes derecho á reposar!

Un día el Ángel de las resurrecciones llamará so- bre tu losa fría y el polvo de tu cuerpo al fin despertará.

Sobre esa tumba: el mármol, la bandera, el clarín y el acero: la heráldica de tu nobleza de Guerrero y de tu aristocrática figura de Gentil-hombre.

Oh! Caballero de todos los honores.

Descansa! duerme! reposa!

m. Castillo Amengual. Caracas: junio de 191 1.

ECOS

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Caracas: 30 de marzo de 191 1. . Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Miraflores. Mi respetado General y amigo:

Lleno de profunda emoción he leído en la prensa de hoy la generosa carta que usted se ha servido dirigir al ciudadano Gobernador del Distrito Federal, en la cual dispone la erección de un cenotafio en el sitio donde, desde 1905, descansan las cenizas de mi malogrado pa- dre, el Doctor y General Rafael González Pacheco.

En nombre de mi madre, en el mío propio y en el de mis hermanos, me dirijo á usted, respetuosamente, para significarle el vivo y sincero testimonio de nuestra acendrada gratitud por este acto que viene á vindicar la memoria de nuestro inolvidable padre.

No es ahora cuando nosotros sabemos la alta estima en que usted tuvo siempre a nuestro progenitor. Muerto él, como elocuentemente lo dice el General Colmenares Pacheco, en' una época menguada para la justicia y el propio mérito, á sus hijos nos cabe la satisfacción de sa- ber, que por sobre la deliberada ingratitud con que se confundid á todos cuantos fueron sus servicios de pa-v triota y de soldado, siempre vid en torno suyo el intenso cariño que usted guardo por su nombre y que, á través de los años, pone nuevamente de manifiesto en este tri- buto amistoso que acaba de ordenar en honor de su me- moria.

Como justicieramente dice usted, la decorosa po- breza en que él murió y que nosotros conservamos como el más puro blasón, había impedido que le erigiésemos en el Cementerio General del Sur un túmulo sencillo, de acuerdo con la modestia de su vida.

Los oficiales de Occidente,- que con tanto denuedo le acompañaron en sus empresas de armas, deben de es- tar á estas horas poseídos de íntima gratitud hacia usted. Ellos, como nosotros, ven en este noble acto suyo un estímulo á la vez que una enseñanza.

En nombre de mi familia toda, renuevo á usted las manifestaciones del más profundo agradecimiento, las cuales deseo hacer extensivas á su entusiasta colaborador, el progresista General Colmenares Pacheco, por los enal- tecedores conceptos que consagra en su carta á la memo- ria de mi padre.

Con las veras del más intenso reconocimiento, tengo á honra suscribirme, su respetuoso servidor y amigo muy adicto,

H. González Pachfxo.

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Telégrafo Nacional. De Ocumare á Caracas, el 30 de marzo de 1 9 1 1 . Las 5 y í o p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

La carta de usted para el cumplido Gobernador del Distrito Federal, referente á la memoria del Doctor y General R. González Pacheco, es un documento que destaca austeramente las virtudes de su alma, entre las que descuella, ostensiblemente, la consecuencia.

Los verdaderos amigos de usted y devotos de sus méritos sienten en los momentos actuales una nueva corriente de cariño por el abnegado Jefe, á quien no apartan del culto de sus afectos, ni las faenas de su Ad- ministración, ni la cruel indiferencia que la ingratitud probada yá, hace sentir á los que dominan la altura.

Va para usted nuestra afectuosa felicitación y crea que el recuerdo que consagra á la memoria del ilustre muerto, es un hecho que aplauden sus amigos y simpa- tiza de un modo sincero en la conciencia nacional.

Sus adictos amigos,

B. Arriens U. J. M. Carreño Pérez.

Telégrafo Nacional. De Ciudad Bolívar á Caracas, el 30 de marzo de 191 1. Las 4 p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Me complazco en enviarle mis cordiales felicitacio- nes por la justiciera carta que usted dirige al General Colmenares Pacheco, ordenando levantar un túmulo en

IOO

la abandonada tumba del valeroso General Rafael Gon- zález Pacheco, en el Cementerio General del Sur.

El que sabe honrar á los muertos ilustres y no ol- vida á los compañeros caídos en la fosa, honra á la Patria y se recomienda por sus virtudes publicas y privadas ala admiración de sus» conciudadanos.

Lo saluda afectuosamente su amigo,

Arístides Tellería..

Telégrafo Nacional. De Guanare á Caracas, el 30 de marzo de 191 1. Las 6 y 10 p. m.

Señor General Juan Vicente Gámez, etc., etc., etc.

Como sincero amigo de usted, lo felicito cordial- mente por su importante carta dirigida al General Col- menares Pacheco, ordenándole honrar la memoria del Benemérito y extinto General Rafael González Pacheco, con la erección de un túmulo sobre su tumba, digno de sus relevantes merecimientos.

Yo, como trujillano, me enorgullezco por tan justos honores tributados á aquel ilustre coterráneo, honores que constituirán un título más de mi gratitud y profundo afecto hacia usted.

Su amigo adicto,

José R. Gabaldón.

IOI

Telégrafo Nacional. De La Victoria a Caracas, el 30 de marzo de 191 1. Las 5 y 40 p. m.

Señor General Manuel Sarmiento.

Con la más ingenua complacencia he leído el tele- grama de usted de hoy, en el que me trascribe los docu- mentos cruzados ayer entre el Presidente de la República y su leal y esforzado colaborador, General Colmenares Pacheco, con motivo de la disposición de aquél para que se' levante un túmulo adecuado en la tumba que guarda las cenizas del malogrado General y Doctor Rafael Gon- zález Pacheco, cuyos despojos, casi abandonados hoy, desdicen de las imponderables virtudes del extinto y pundonoroso militar.

Al aplaudir con usted, como lo hago lleno de íntima satisfacción, ese alto rasgo de nobleza y de sentimientos patrióticos de nuestro Jefe, le agradezco la participación que me hace y me congratulo con usted cordialmente. Su amigo y compañero,

R. Andueza Palacio.

Telégrafo Nacional. De Valencia á Caracas, el 30 de marzo de 191 1. Las 4 y 45 p. m.

Señor General Manuel Sarmiento.

Recibido su atento telegrama y por él quedo en cuenta de las cartas cruzadas entre el Benemérito Jefe del País y el Gobernador de ese Distrito, expresivas del acto de justicia ordenado por nuestro Jefe único, el señor General Gómez, para honrar la memoria de un distingui- do servidor público.

Dios y Federación.

J. A. Martínez Méndez.

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Telégrafo Nacional. De Ocumare á Caracas, el 30 de marzo de 191 1. Las 11 a. m.

Señor General Manuel Sarmiento.

Le estimo el telegrama de usted, mensajero de una nueva que hace resaltar más la talla moral de nuestro Jefe el General Gómez. Al agradecerle el recuerdo del envío de los importantes documentos á que usted se refiere, me es grato repetirle mis votos de- solidaridad como amigo y correligionario.

B. Arriens U.

Telégrafo Nacional. De Ciudad Bolívar á Caracas, el 30 de marzo de 191 1. Las 10 a. m.

Señor General Manuel Sarmiento.

Recibido su importante telegrama en que me tras- cribe las cartas cruzadas entre los Generales Gómez y Colmenares Pacheco, con motivo de la tumba del Gene- ral González Pacheco que desea honrar justicieramente el Benemérito Jefe del País, siempre pronto á las inspi- raciones del bien y del patriotismo. Doy á usted las gracias más cumplidas por su atención y mees grato saludarlo cordialmente.

Su amigo,

Arístides Tellería.

103 Caracas: 30 de marzo de 191 r. Señor General J. V. Gómez, etc., etc., etc.

Presente. Mi respetado Jefe y amigo.

La noble carta dirigida por usted al general Col- menares Pacheco, inserta en la prensa de hoy, ha produci- do en mi ánimo una emoción profundamente grata, que me ufano en hacer pública.

Usted sabe que mi juventud de soldado tuvo la de- corosa fortuna de iniciarse y robustecerse bajo la austera y bizarra dirección del doctor y general Rafael Gonzá- lez Pacheco; de aquel militar ilustre, hombre de bien y de honra, íntegro ciudadano, cuyo carácter ha sinteti- zado usted, con elocuente sobriedad, en una frase feliz: valiente y virtuoso. ¿Cuál mejor epitafio sobre la tumba de González Pacheco? Esa es la gloria suya: haber juntado armoniosamente, en su vida modesta y procer, el valor y la virtud.

Mi corazón, enamorado del bien y del heroísmo, ha palpitado con jubilo auténtico ante el justiciero recuerdo tributado por usted á la memoria de aquel venezolano egregio, cuyo nombre deberíamos repetir con cariñosa frecuencia como una salubre remembranza en medio á las agitaciones de nuestra vida nacional; y ese jubilo es mayor aun por ser usted precisamente quien pone mano de rect"o magistrado y de consecuente amigo sobre aque- lla tumba olvidada por una criminal ingratitud, sobre aquella tumba que la pobreza de muchos solo pudo cu- brir de flores sencillas y1 de lágrimas sinceras

Adscrito lealmente á usted hace mucho tiempo, yo nada nuevo tengo que decirle, General, sino que cada

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día admiro más la alteza de su alma y la justicia de sus decisiones.

De usted subalterno y amigo,

Marcial Padrón.

Telégrafo Nacional. De Macuto á Caracas, el 30 de marzo de 191 1. Las 3 p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Me he impuesto de la justiciera y brillante carta que usted tan generosamente dirige al General Colme- nares Pacheco, con motivo de haber transformado este último, el Cementerio General del Sur, de esa Capital ; y mi entusiasmo y admiración llegan á la mayor altura, al ver la incomparable justicia de usted por la memoria del valiente y virtuoso General González Pacheco, de quien fui grande amigo.

Este acto de parte suya, tanto por el aplauso que usted tributa á su fiel servidor, al interpretarle digna- mente á usted, como por el recuerdo que usted hace del ilustre muerto, es la prueba más evidente de que usted es un hombre de corazón y de que la República tiene mucho que esperar de su magnanimidad y espíritu de justicia.

De usted, atento y seguro servidor y amigo, ,

Gerardo Galetti.

ios Caracas: 30 de marzo de 19 11. Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.,

Miraflpres.

Respetado Jefe y amigo:

Vengo hoy á felicitarlo y presentarle la protesta de gratitud; la felicitación, porque acaba de desagraviar una memoria ilustre que la indiferencia y la ingratitud ha- bían querido sepultar en el olvido; y la gratitud, porque como hijo de Trujillo, he experimentado la inmensa sa- tisfacción de ver honrados los restos del compatriota inolvidable, General González Pacheco, modelo de hon- radez y gloria de Venezuela.

La consecuencia de usted debía reflejarse una vez más con ese acto de justicia que pone de relieve sus con- diciones para sumar voluntades, enalteciendo el mérito y premiando las cualidades cívicas de los compatriotas que han sabido honrar nuestra querida Patria.

Siempre á su mandar, su soldado y amigo,

Ignacio Pedroza.

Caracas: 30 de marzo de 191 1.

Señor General F. A. Colmenares Pacheco, etc.

\ Presente. Mi respetado amigo : Con sincera emoción he leído en la prensa de hoy las cartas cruzadas entre nuestro único Jefe, General Juan Vicente Gómez y usted, referentes á la erección de un túmulo sobre la tumba del nunca bien llorado General- Rafael González Pacheco.

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Tengo como timbre del más legítimo orgullo el ha- ber sido uno de los oficiales que siempre muy de cerca acompañaron al Doctor González, ya en los azares de la guerra, ora en sus labores de Magistrado Civil, y como llegué, á fuerza de tratar y conocerle, á profesar un bien arraigado cariño filial á aquel grande hombre, estarían mal en mi pluma, por parciales, conceptos de alabanzas á sus merecimientos.

Pero es natural, por las mismas causas anotadas, que sea honda mi emoción é infinito mi agradecimiento para con el General Gómez y para con usted, hombres de corazón bien puesto, que, lejos de envanecerlos la altura en que se hallan, les gusta con frecuencia descen- der desde la cima y buscar entre las grietas del abandono y el olvido el nombre ilustre de algún ciudadano bene- mérito,Bpara arrancarlo de la sombra y colocarlo, como una estrella de luz muy pura, en el cielo glorioso de la Patria.

Reciban, usted, mi apreciado General, y por su dig- no órgano, mi querido Jefe el General Juan Vicente Gómez, la voz de sincera gratitud de quien fué ayer, con orgullo, soldado de González Pacheco, y es hoy, por patriotismo y convicción, de ustedes leal subalterno y decidido amigo,

Amadeo Mazzei.

Caracas: marzo 30 de 191 1.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Miraflores. Querido Jefe : Profunda emoción ha despertado en mi espíritu la justiciera y espontánea carta que usted ha dirigido al

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señor General F. A. Colmenares Pacheco, digno Gober- nador del Distrito Federal, en la cual dispone que, como recuerdo imperecedero, se erija un monumento sobre la huesa de mi inolvidable amigo, casi hermano, Doctor y General R. González Pacheco, que tantos recuerdos profundos dejo en Venezuela en el campo de la milicia y en los consejos de la política. La temprana pérdida de este heroico campeón de la democracia y del derecho, lamentada profundamente por aquellos que aman la Pa- tria desinteresadamente, privo á Venezuela de una co- lumna solida en el edificio que se levantaba, tesonera- mente; puso largo duelo en las almas de aquellos que le apreciábamos y desato el raudal del dolor que nunca padece lenitivos, en el seno de un hogar venerable.

A nombre de los agradecidos deudos, á nombre del pueblo que respetaba y quería al Campeón Occidental cuya campaña sobre el Centro, en medio de innumerables peligros, hízose famosa; á nombre de cuantas personas sabemos sentir amor patrio, me atrevo á. empeñaros la. expresión sincera de nuestro agradecimiento por una. medida' tan justa, tan noble y tan espontánea.

Su subalterno y amigo,

José Ignacio Briceño.

Telégrafo Nacional. De Caracas, el 30 de marzo de 191 1. Las 4 hs. p. m.

Señores doctores MartínAlvizu, Miguel Castillo Amengúala Simón Linares y demás compañeros.

Barquisimeto.

La justicia y el espíritu liberal están de plácemes por la nobilísima manifestación que nuestro Jefe, el Be-

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nemérito General Gómez, hace á la memoria ilustre d González Pacheco, y de la cual se informarán ustedes por las cartas que me complazco en anunciarles. Amigos ustedes de aquel meritorio Ciudadano, les hago partíci- pes de la satisfacción que experimentamos por tan noble medida, quienes fuimos sus amigos. El General Colme- nares Pacheco, asiduo y leal, secunda entusiasmado la noble idea de su Jefe Benemérito.

De ustedes afectísimo,

Juan Liscano.

Telégrafo Nacional. De Guanare á Caracas, el 31 de marzo de 191 1.

Señor General Manuel Sarmiento.

Agradézcole trascripción que me hace de los impor- tantes documentos cruzados entre el Presidente de la República y su fiel colaborador, General Colmenares Pacheco.

Su amigo afectísimo,

José R. Gabaldón.

Telégrafo Nacional De Calabozo á Caracas, el 31 de marzo de 191 1. Las 2 p. m.

Señor General Manuel Sarmiento.

Con íntima complacencia he leído su grato telegra- ma circular trascribiéndome los importantes documentos cruzados entre nuestro Benemérito Jefe y su digno te- niente, General F. A. Colmenares Pacheco.

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Bien merece el valiente luchador, Doctor y General R. González Pacheco, el homenaje cariñoso que hoy le rinde el General Juan Vicente Gómez, nuestro Jefe y nuestro amigo, cuyos levantados rasgos, que tanto lo enaltecen, constituyen para nosotros motivo de orgullo.

Por el apreciable órgano de usted, me congratulo con el General Colmenares Pacheco.

Su amigo y compañero,

Alejandro Landaeta.

¡Telégrafo Nacional. De Barcelona á Miraflores, el 31,

8 de marzo de 191 1. Las 6 y 30 p. m. lor General Juan Vicente Gómez, etc., etc. etc.,

Por telegrama que he recibido del General Manuel Sarmiento, quedo en conocimiento del contenido de las cartas cruzadas entre usted y el Gobernador del Dis- trito Federal, relativas á rendir un merecido tributo á la memoria del Doctor y General Rafael González Pacheco servidor eficaz y notable de la República. La determi- nación de usted revela, que en esta era de reparaciones tienen todos aquellos que han luchado por el bienestar de la Patria, los homenajes que reclama la gratitud na- cional. Le significo, mi respetado General, no sólo la natural admiración que inspiran los actos de justicia oportunamente rendidos, sino también mi orgullo, porque tributados por la mano reparadora de usted, redundan en honor de la Causa de Diciembre, á la cual prestamos los servidores actuales todo el concurso de nuestra leal- tad, de nuestra decisión y de nuestra inquebrantable fe política.

Julián T. Maza.

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Telégrafo Nacional.— De Barquisimeto á Miraflores, el 3 1 de marzo de 1911 . Las 4 p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc. etc.

En la Revista Telegráfica de ayer, he leído con mar- cada complacencia la notable carta de usted, dirigida al General F. A. Colmenares Pacheco, y la contestación de este distinguido servidor de la actualidad.

Digna de todo encomio es la justiciera disposición de usted al ordenar, como un tributo de plausible com- pañerismo, honores de reparación á la memoria del dis- tinguido hombre publico, General Rafael González Pa- checo. Bien merece la meritoria vida de aquel hombre eminente la recompensa al merecimiento; bien merece quien llevo siempre en alto la bandera del honor y de la hidalguía, que se haga visible sobre su tumba el premio de la sanción publica ; bien merece el esforzado luchador esa visible notación de la rectitud de un Magistrado, que levanta sobre los despojos mortales de un ciudadano benemérito el monumento consagratorio del mérito y de la virtud. La unánime aprobación de todos sus compa- triotas será el franco y honrado aplauso con el cual se corresponde en el País á la justicia que acaba usted de hacer. Yo me complazco en tributarle el mío muy sin- cero.

Su adicto amigo,

Manuel S. Araujo.

Telégrafo Nacional. De Campano á Miraflores, el 31

de marzo de 191 1. Las 7 a. m. Señor GeneralJuan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Como barquisimetano, tributóle mi respetuoso abra- zo por el acto efectuado con el Doctor González Pa-

•checo, cuyas virtudes lo hicieron digno del aprecio de los hombres honrados y cuya desaparición sentirá siempre nuestra Patria. La consecuencia política, hermanada al espíritu de justicia, recordaron al Magistrado los deberes por el noble extinto.

. Su amigo,

Miguel Torrealba.

Telégrafo Nacional. De Barquisimeto á Caracas, el 31 de marzo de 191 1. Las 5 p. m.

Señor General Manuel Sarmiento.

Con íntima satisfacción he leído su atento telegra- ma de ayer, así como las patrióticas cartas cruzadas entre nuestro Jefe el General Juan Vicente Gómez y su leal colaborador y amigo el General F. A. Colmenares Pa- checo, referentes á los magnánimos deseos del ínclito Jefe de la Causa de Diciembre, de que se levante á la memoria del noble y valeroso General R. Gon ález Pa. checo, un túmulo en el lugar del Cementerio donde re- posan sus venerandos restos. Al aplaudir tan espontá- neo como justiciero acto en honor de un compatriota distinguido, presento á usted las congratulaciones más cordiales.

Dios y Federación.

Manuel S. Araujo.

Telégrafo Nacional. De Cumaná á Caracas, el 31 de marzo de 191 t. Las 5 y 40 p. m.

Señor General Mmuel Sarmiento.

Estimo á usted la trascripción que me dirige de la- dos cartas cruzadas entre el eminente ciudadano y Bense

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mérito Jefe nuestro, General Gómez y el notable servi- dor público, General F. A. Colmenares Pacheco, acerca del inolvidable batallador y político de alto mérito, Ge- neral R. González Pacheco, malogrado para la Repú- blica en días infortunados para el derecho y el decoro del patriotismo.

En ese documento demuestra una vez más el Gene- ral Gómez, el brillo é hidalguía de sus sentimientos patrióticos.

Amigo y compañero,

Elíseo Sarmiento.

Telégrafo Nacional. De San Felipe á Caracas, el 31 de marzo de 191 1. Las 4 y 50 p. m.

Señor General Manuel Sarmiento.

Recibido. Efectivamente, como lo indica su tele- grama, me ha sido altamente satisfactoria la justiciera determinación de nuestro Benemérito Jefe, el General Juan Vicente Gómez, tomada en homenaje á la memoria del excelente caballero y brillante militar General y Doctor R. González Pacheco, homenaje que ha sido motivo para las nobles expansiones contenidas en las importantes cartas cruzadas entre el ciudadano Presi- dente de la República y el ciudadano Gobernador del Distrito Federal, General F. A. Colmenares Pacheco.

Su amigo,

D. ToRRELLAS UrQUIOLA.

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Telégrafo Nacional. De Guanare a Caracas, el 31 de marzo de 191 1. Las 11 a. m.

Señor General F. A. Colmenares Pacheco, etc., etc.

Entusiasta admirador de las virtudes excelsas del Doctor y General R. González Pacheco, no debo guar- dar silencio ante la manera digna con que usted corres- ponde a la justiciera y grandiosa idea de nuestro Jefe General Gómez, al rescatar del polvo del olvido la tumba que guarda los despojos del en mala hora malogrado Doctor y General R. González Pacheco. Estos actos de estricta justicia tienen eco simpático en el corazón de todo verdadero patriota, una vez que con ellos se rinde fervoroso culto á la memoria de aquellos que ofrendaron en holocausto de la Patria, vida é intereses. Trujillano y amigo personal del extinto, veo con placer las medidas tomadas para levantar sobre su fosa un túmulo que co- rresponda á sus merecimientos.

Su amigo y compañero,

José R. Gabaldón.

Telégrafo Nacional. De Barcelona á Caracas, el 31 de marzo de 191 1. Las 6 p. m.

Señor General Manuel Sarmiento.

Recibido su atento telegrama, fecha de ayer, en que se sirve insertar las cartas cruzadas entre el Benemérito General Gómez y el General Colmenares Pacheco, en las cuales se rinde á la memoria del Doctor y General Rafael González Pacheco tributo digno de éste que fué

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notable y heroico servidor de la República. Me propor- ciona usted la ocasión de ofrecer una vez más al General Gómez el testimonio de mi admiración y aplauso por el acierto con que viene dirigiendo los intereses patrios, ocupándose de todo ; de todo lo que comunique brillo y gloria á la Nación y redunde en honor de los que á ella sirven ó la han servido leal y dignamente. Quedo por ello á usted agradecido.

Dios y Federación.

Julián T. Maza.

Telégrafo Nacional. De Trujillo á Caracas, el 31 de marzo de 191 1. Las 5 p. m.

Señor General Manuel Sarmiento.

Le agradezco altamente la trascripción de las dos notables comunicaciones que se sirve hacerme en su importante telegrama de ayer. El generoso acto de re- paración y homenaje á la ilustre memoria del Doctor y General Rafael González Pacheco, define una vez más los sentimientos de nuestro Jefe, General Juan Vicente Gómez, en toda su amplia y significativa magnanimidad.

La justicia del austero Magistrado hace oír el me- recido elogio postumo y la consecuencia amistosa, pro- pios de un levantado espíritu en que perduran los nobles afectos, hasta la tumba abandonada del interesante gue- rrero, á dejar en ella, como el mejor monumento, honrosa expresión de cariñoso recuerdo.

Todos los que estimamos debidamente las excelen- tes virtudes del meritorio hijo de Trujillo, Doctor y General González Pacheco, agradecemos y] aplaudimos

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de todo corazón el decoroso y justísimo desagravio ; y así mismo las frases discretas y elocuentes con que el digno Gobernador del Distrito Federal, General F. A. Colmenares Pacheco, enaltece al Magistrado Benemérito que honra las cenizas de un buen servidor de la Repú- blica, hasta cuya huesa hizo llegar su ingratitud el fu- nesto personalismo del régimen anterior.

Su amigo y correligionario,

Víctor M. Baptista.

Telégrafo Nacional. De Porlamar á Caracas, el 31 de marzo de 191 1. Las 6 p. m.

Señor General Manuel Sarmiento.

Con muchísima complacencia he leído las cartas que se sirve trascribirme, y las cuales evidencian una vez más la nobleza de sentimientos de nuestro Benemérito Jefe, General Juan Vicente Gómez.

Su amigo y correligionario,

P. Ducharne. Nota. Fechado hoy en La Asunción.

Telégrafo Nacional. De Coro á Caracas, el 31 de marzo de 1911. La 1 p. m.

Señor General Manuel Sarmiento.

Recibido. Agradezco el rasgo de leal y afectuoso compañerismo de usted, trascribiéndome las importantes cartas cruzadas entre nuestro Benemérito Jefe, el Gene-

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ral Juan Vicente Gómez, y su distinguido servidor Ge- neral Colmenares Pacheco, y los cuales hago insertar en la prensa de esta ciudad para satisfacción de cuantos nos honramos en servir la Causa Rehabilitadora.

Su afectísimo amigo y compañero,

León Jurado.

Telégrafo Nacional. De Ocumare á Caracas, el 31 de marzo de 191 1.

Señor General F. A. Colmenares Pacheco.

Reciba nuestra cordial felicitación por las nobles cartas cruzadas entre usted y el Benemérito General Juan Vicente Gómez, con motivo del justiciero recuerdo que el Héroe de Diciembre consagra á la honorable me- moria del Doctor y General R. González Pacheco.

Usted, al contestar á nuestro Jefe, interpreta de tal modo el sentimiento de la confraternidad, que obliga y estimula á rendir un tributo al noble compatriota que en todos los actos de su vida, representó dignamente cien- cia, virtud y patriotismo.

De usted amigo,

B. Arriens U. J. M. Car reno P.

Telégrafo Nacional. De Barinas á Miraflores, el 31 de marzo de 191 1 .• Las 5 y 40 p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez etc., etc., etc.

He leído con sincera emoción la carta de usted dirigida al general F. A. Colmenares Pacheco, con motivo del aban-

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dono en que se encuentra la tumba del malogrado amigo doctor y general Rafael González Pacheco. Una vez más hace usted gala de sus nobles sentimientos al rescatar del olvido, con afecto de amigo sincero y Magistrado jus- to, la memoria de aquel meritorio hijo de Trujillo, en cu- ya alma grande y generosa tuvieron cabida las más pre- ciadas virtudes públicas y privadas. Muy bien merece el homenaje que usted rinde á quien, como él, supo dis- tinguirse como amigo, como ciudadano, como militar y como gobernante, dejando siempre á su paso estela lumi- nosa de simpatías. Créame, mi distinguido Jefe, que es con la satisfacción de mi leal amistad hacia usted y mi fervorosa adhesión partidaria, que me permito presentarle mi respetuosa felicitación por ese acto digno de usted y digno de quien lo inspira.

Su afectísimo amigo,

C. Jiménez Rebolledo.

Telégrafo Nacional. De Barinas á Caracas, el 31 de marzo de 191 1.

Señor General F. A. Colmenares Pacheco.

Al corresponder usted á la notable carta que con fecha 29 del presente mes le dirige nuestro Benemérito Jefe General Juan Vicente Gómez, con motivo del aban- dono en que se encuentra la tumba que encierra las ce- nizas del malogrado Doctor y General R. González Pa- checo, y de disponer la erección de un túmulo digno de su memoria esclarecida, se expresa usted en términos re- veladores de los sentimientos de justicia que le inspiran y de la honradez y lealtad con que sabe usted interpre-

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tar los nobles propósitos del Supremo Magistrado. Con gratulóme con usted muy sinceramente.

Su amigo y compañero,

C. Jiménez Rebolledo.

Telégrafo Nacional. De Cumaná á Miraflores, el 31 de marzo de 191 1. Las 6 p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Su notable carta última, dirigida á su distinguido colaborador F. A. Colmenares Pacheco, evocando la me- ritísima memoria del brillante militar y señalado hombre público general R. González Pacheco, revela el acata- miento que le merece á usted la virtud de aquellos ciuda- danos singulares que no omitieron sacrificio ni esfuerzos para fundar un nombre respetado en las altas emulacio- nes de la vida civil. Van hacia usted mis congratulacio- nes de subalterno y amigo, que se complace en verlo con- quistar la consideración más deferente de sus compatrio- tas y un puesto de gloria en nuestros recuerdos republi- canos.

Su adicto amigo,

Elíseo Sarmiento

Telégrafo Nacional. De Barquisimeto á Caracas, el 31 de marzo de 191 1. Las 3 p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez.

Acabo de leer la carta que respecto á la memoria de mi padre ha dirigido usted al general Colmenares

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Pacheco. Ella por sola es un monumento de nobleza que ha erigido usted al que fué su amigo sincero, mi padre querido, que, ¿por qué no decirlo? supo albergar en su pecho bizarría espartana y la nobleza hispana, únicos patrimonios de su vida, y que puso siempre al servicio de la Patria.

El más noble epitafio que se leerá sobre la tumba de él será el testimonio de la amistad de usted. El evo- car usted el nombre de mi padre para honrarlo es un nuevo hilo de gratitud fuerte y suave que ha ido á en- grosar los muchos que á usted me unen.

Respetuosamente lo saluda su amigo sincero.

R. González E.

Telégrafo Nacional.— JDe Valencia á Miraflores, el 31 de marzo de 1911. Las 5 p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc. , etc. , etc.

Saludo á usted atentamente. Como amigo agrade- cido y subalterno del General González Pacheco, pre- sentóle mis frases de reconocimiento por justiciero re- cuerdo á la memoria del valeroso y. virtuoso General.

Amigo y subalterno,

Eneas Urrutia.

Telégrafo Nacional.— -De Barquisimeto á Caracas, el 31 de marzo de 1 9 1 1 .

Señor General F. A. Colmenares Pacheco.

La contestación dada por usted á la carta que le di- rigiera nuestro Benemérito Jefe General Gómez referen-

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te á la memoria de mi padre, no ha podido menos que producir en mi alma una de esas satisfacciones que se deshacen en gratitud.

En su noble afán rehabilitador no olvida nuestro Jefe los hombres que, hechos dignos, dejaron de ser en época fatal para la Patria, apurando el amargor que les da el egoísmo. Mi padre fué de esos, con orgullo lo di- go, y si cayo en la nada, su nombre ha alcanzado la alta gloria de permanecer sin mácula, y su recuerdo revivido es para honrarlo, por quien ha sabido hacerse acreedor al honor nacional.

Soy su amigo,

R. González E*.

Telégrafo Nacional. De Carora á Miraflores, el 3 1 de marzo de 191 1. Las 2 p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Con mano generosa y justiciera libra usted del olvi- do la veneranda memoria del General González Pacheco, arrebatada á la Patria en momentos en que más había menester de sus virtudes.

Séale permitido al más humilde admirador de aquel egregio paladín, elevar respetuosamente á usted el eco de sus aplausos y los más efusivos parabienes.

N. Pomjoüio Oropeza.

Telégrafo Nacional. De La Guaira á Miraflores, el 31 de marzo de 191 1.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Como liberal, aplaudo con patriótico alborozo los nobles y generosos sentimientos de su alma, al hacer

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hermosas claridades sobre la olvidada cripta del General R. González Pacheco, prototipo del honor y de la abne- gación.

Su amigo,

J. Clausell.

Telégrafo Nacional. De La Guaira á Miraflores, el 31 de marzo de 191 1. Las 8 a. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Al llegar á este puerto he leído su importante carta al Gobernador del Distrito Federal. Con orgullo veo cómo se destacan su alma grande y su corazón conse- cuente para los que saben ser leales. Rinde usted así tributo de cariño justiciero al que supo ser pundonoroso militar, cerebro poderoso y honrado hombre público. Al ■enviarle mis sinceras felicitaciones por esa hermosa pá- gina de su vida, ratificóle mi inalterable amistad.

José Luis Pacheco.

Telégrafo Nacional— De Cagua á Miraflores, el 31 de marzo de 191 1. Las 9 a. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc. , etc. , etc.

Mi respetado General:

He leído la grandiosa carta que usted dirige al in- cansable progresista, General Colmenares Pacheco, en que le ordena hacer levantar un túmulo en la tumba del valiente militar Doctor R. González Pacheco. Yo, como uno de sus subalternos, que le quise como á mi padre, espero que usted bondadosamente reciba mis felicitacio-

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nes por su noble idea. Admiré siempre sus grandes y nobles sentimientos. Que Dios guarde á usted.

Su subalterno y amigo,

Pedro M. Azuaje*

Nota. Fechado en San Mateo.

Telégrafo Nacional. De Barquisimeto á Miraflores, el 31 de marzo de 191 1. Las 11 a. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc. , etc. , etc.

Bendita sea su mano generosa que desentierra del olvido el nombre de González Pacheco, cuya espada segó laureles y no daño á nadie. Amigos de usted y gratos á la memoria de González Pacheco, nos complacemos en testimoniarle nuestro agradecimiento y nuestra lealtad.

Amigos afectísimos,

Doctores M. Alvizu, M. Castillo Amengual, Si- món Linares y demás amigos.

Caracas: 31 de marzo de 191 1.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Mi respetado Jefe y amigo:

Como liberal y como amigo que fui del malogrado General R. González Pacheco, cumplo un deber al di- rigirme a usted para presentarle mi más cordial felicita- ción, por el acto de justicia que envuelve el tributo que usted acaba de acordar á la memoria de aquel inolvidable compañero.

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Es una verdadera satisfacción para los que somos us amigos, verlo á usted, señor General, cumpliendo ho- a tras hora el programa de rehabilitación que inspira su jobierno. Bien merece este cariñoso homenaje el Doc- or González Pacheco, y es muy digno de ser tribúta- lo por usted, que ve en el mérito de sus compañeros, un notivo de propio orgullo y nunca un incentivo de envi- diosa malquerencia, sentimiento éste que inspiró el re- íombre del valiente trujillano, hasta el punto de hacer- 0 sucumbir bajo el peso de la más negra indiferencia.

Tanto su importante carta como la del señor Go- bernador, han sido acogidas con un entusiasta aplauso, oues que ellas vienen á rendir nuevo testimonio de que a época es propicia á los triunfos del bien y que usted :io descansa en su patriótico afán de rehabilitar al País Jh sus principios, en sus hombres y aún la memoria de sus muertos eminentes.

Reciba, pues, señor General, mis congratulaciones y créame su adicto amigo,

P. Linares.

Telégrafo Nacional. De Cumaná á Caracas, el 31 de marzo de 191 1. La 1 p.m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Con patriótica satisfacción he leído la importante parta pública que en referencia la tumba ' que guarda los despojos de]nuestroJextinto amigo, el General R. Gon- zález Pacheco, dirige usted al Gobernador del Distrito Federal, ciudadano General F. A. Colmenares Pacheco. , Digno por todos conceptos es aquel^eminente ciudadano

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de los brillantes encomios de usted y de que se le erij; un túmulo allí en el propio campo donde se yerguen la flores que cubren su tumba, que perpetúe su memoria ) diga á los hombres y á las generaciones del porvenir que usted supo rendir homenaje al verdadero mérito y : las virtudes ciudadanas que compendiaron la vida d aquel digno y pondonoroso militar. En los tiempos po que ha atravesado la República, ¿cuántas veces se h: pospuesto el honor y la lealtad de los hombres á la con veniencia de una Causa política ó de un Partido? Yo pues, lo felicito á usted como su mejor amigo, porqut veo que usted sabe premiar y rendir homenaje a las vir tudes excelsas que son lasque prestigian el buen nombre de la Causa que usted dignamente representa en el Capi tolio Federal.

Su amigo,

Francisco de B. Terán.

un

X

Telégrafo Nacional. De Bolívar á Miraflores, el 31 de b marzo de 191 1. Las 2 p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Patrióticamente regocijado, me he impuesto de su notable y bien inspirada carta al general F. A. Colmena- res Pacheco, sobre el levantamiento de un túmulo que guarde las cenizas del doctor y general R. González Pa- checo, de quien fui amigo y subalterno, y como esta idea agrega una honrosa página más á su brillante Ad- ministración, me permito felicitarlo cordialmente.

Su adicto amigo y subalterno,

Julio Olivar.

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ilégrafo Nacional. De Campano á Miraflores, el 31 de marzo de 191 j . Las 8 p. m.

mor General Juan Vicente Gómez etc., etc., etc.

Grata complacencia he experimentado con la lectu-

de la brillante carta que, para orgullo y satisfacción

opios, ha dirigido al compañero y amigo general F. A.

almenares Pacheco, digno Gobernador del Distrito Fe-

hral, en el sentido de que éste ordene la erección de un

mulo adecuado que perpetúe la memoria del que fué

signe patriota y heroico militar, general Rafael Gonzá-

z Pacheco. Además del inmenso regocijo que propor-

ona á mi orgullo y prez del Partido liberal republicano,

cuyo lado milité, alentado por su incomparable heroís-

jO y denodada bizarría y con quien me inicié en la políti-

de mi país. De modo, pues, que al felicitar a usted

uy efusivamente por su brillante y justa, disposición,

le será acogida con vibraciones de aplausos en el seno

i todos los liberales verdaderamente admiradores de las

orias del ilustre general González Pacheco, empeño

ira con usted, una vez más, mi gratitud como una de-

ostración sincera de mi acendrado reconocimiento ha-

¡a los revelantes méritos que adornaron la meritoria vi-

a, de aquel ilustre ciudadano.

Soy su amigo y subalterno,

Elbano Mibelh.

elégrafo Nacional. De La Guaira á Miraflores el 31; de marzo de 191 1.

iñor General Juan Vicente Gómez, etc,. etc,.etc.

Mi respetado Jefe y amigo:

En El Universal N9 650 leí con grata satisfacción

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la importante carta que usted dirigió al muy digno gene- ral F. A. Colmenares Pacheco, Gobernador del Distrito Federal.

El noble y justiciero deseo de usted para la tumba que guarda los despojos del valiente y denodado hombre público Doctor y General R. González Pacheco, tiene una simpática resonancia tanto en el ánimo de los que fuimos sus amigos como en el del pueblo que le vid na- cer arrullado por las frescas caricias del afecto y levanta- do heroicamente al san épico de las dianas liberales.

Bien merece el bravo trujilllano la inscripción que el modesto y patriota Magistrado de Venezuela pone al pie del túmulo que se levantará en homenaje al extinto Doctor y General González Pacheco.

Yo, que fui su amigo, que admiré su talento y su va- lor, su lealtad, su nobleza y disciplina, me cabe la ín- tima satisfacción de felicitar sinceramente y de minera inusitada á usted, que es mi único Jefe, porque veo, que cada día que pasa, brota de su gran corazón un manojo de escogidas y sagradas ofrendas para la Patria y para la Causa; y pido al Dios de los pueblos, siga iluminándolo, como hasta ahora, con resplandores de vivísima luz, para que se transparenten brillantemente en las gloriosas pá- ginas de la historia.

El recuerdo de usted á las cenizas de tan meritorio soldado, es un paso más que usted ha dado hacia el pi- náculo de la admiración pública conseguido á esfuerzos de sus triunfos, como creador de la Rehabilitación Na- cional y como Magistrado noble, recto y justiciero.

Su leal amigo y subalterno,

E. Diiai'te Cacique.

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Telégrafo Nacional. De Mérida á Miraflores, el de

abril de 191 1. Las 4 p. m. Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Con verdadero orgullo he leído la notable carta que dirige al amigo (general F. A. Colmenares Pacheco, or- denándole que haga levantar sobre la tumba del Doctor y General R. González Pacheco, un monumento que dirá á la posteridad de la bizarría del militar difunto y dirá también de la alteza de sentimientos del que manda á le-1 vantar el túmulo refrendando de modo brillante las cre- denciales que tiene conquistadas como Magistrado patrio- ta y justiciero.

Le repito que yo estoy doblemente orgulloso de ese hidalgo acto de usted, como amigo íntimo que fui del Doctor González Pacheco, y como liberal que he sido siempre. El desagravio que se va á efectuar sobre esa tumba tiene una alta significación en el actual momen- to histórico, pues, traduce el grito de protesta latente en el alma de la República, contra injusticias miserables del régimen pasado, que odio y persiguió ruinmente to- dos aquellos que se revestían con su decoro y alimenta- ban altos ideales. El lugar donde reposan las cenizas del Doctor González Pacheco no será para las genera- ciones futuras desconocido, debido al acto generoso de usted y por eso será una gloria suya, y así me complazco 'en reconocerlo, y como amigo insospechable de usted y del General González Pacheco y como liberal que soy, me lleno de júbilo al ver salvado del olvido el nombre de aquel gallardo compañero de Causa, integérrimo y heroi- co. A usted, mi apreciado General, van mis felicitacio- nes muy sinceras.

Su amigo,

Esteban Chalbaud Cardona.

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Caracas: abril i9 de 191 1.

Señor General\F. A. Colmenares' Pacheco.

Presente. Respetado General:

De íntima satisfacción ha] sido para la lectura de su contestación á la carta que le dirigiera nuestro Benemérito Jefe, el General Juan Vicente Gómez, y en la cual destaca una vez más sus levantados propósitos de reparaciones y de justicia, al acoger con tan sinceras y merecidas frases el proyecto que le inicia el Ilustre Je- fe del País, de levantar un monumento sobre la tumba del inolvidable Doctor y General Rafael González Pa- checo.

Tan justiciero homenaje no puede pasar desaperci- bido para los que tuvimos el honor de ser leales subal- ternos de aquel mártir heroico de nuestras luchas nacio- nales; y yo, que llevo como el más alto decoro el haber levantado la humildad de mi nombre á la sombra de aquel muerto ilustre, formando siempre entre sus oficia- les, en las horas incruentas de la lucha como en los días serenos de la paz, tengo que acoger, no con demostra- ciones de aplauso, sino con íntima manifestación de grati- tud, el tributo rendido á la memoria del Doctor Rafael González Pacheco.

A usted tocará en suerte haber llevado á cabo una reparación nacional, colocando el mármol simbólico que ha de glorificar las virtudes de un ciudadano ilustre.

Sobre aquella tumba el ^olvido no extenderá jamás su sombra negra, ya que una mano justiciera levanta el monumento sobre la misma tierra que guarda las ceni- zas del que hasta ayer, sólo tenía el llanto de los que fuimos sus leales servidores.

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Por ello reciba usted, mi apreciado General, y por su órgano, el Benemérito Jefe del País, el eco de mi más íntima gratitud, como soldado que fui del Doctor y Ge- neral González Pacheco y como leal amigo y servidor de usted.

Antonio Lucena.

Telégrafo Nacional. De Barinas á Caracas, el 31 de marzo de 191 1. Las 7 y 30 p. m.

Señor general Manuel Sarmiento.

Al agradecer á usted la trascripción de las notables cartas cruzadas entre el General Juan Vicente Gómez y su activo colaborador, General F. A, Colmenares Pache- co, con motivo del casi abandono en que se encuentra la tumba del malogrado Doctor y General González Pa- checo, cuyo valor y virtudes le captaron la admiración y el respeto de sus conciudadanos, le significo la satisfac- ción que este nuevo y elocuente rasgo de justicia, propio del carácter y los nobles sentimientos que inspiran al Supremo Magistrado de la República, ha proporciona- do á mi espíritu de patriota, de amigo sincero y de ser- vidor de esta actualidad, que tan acertadamente di- rige.

C. Jiménez Rebolledo.

Telégrfo Nacional. De Barquisimeto á Miraflores el de abril de 191 1. Las 3 p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc.. etc., etc.

El más humilde de los liberales de Lara, pero uno de los más leales amigos del doctor y general R. Gonzá-

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lez Pacheco, tiene el honor de dirigirse á usted para pre- sentarle sus más cordiales felicitaciones por su notable carta del 29 de marzo al señor Gobernador del Distrito Federal, ordenando la erección de un túmulo donde exis- ten los restos de¡aquel malogrado militar que inmortali- zo su nombre en Lara y en todas partes, como valiente y como magnánimo.

Amigo afectísimo de usted,

Agzistín Aguirre.

Telégrafo Nacional. De Quíbor á Miraflores, el 1? de abril de 191 1. Las 8 a. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Felicito á usted calurosamente por los recuerdos que ha decretado á la memoria de mi inolvidable amigo Doctor y General R.González Pacheco, soldado insigne que dejo consignados en nuestra historia contemporánea actos de valor y heroísmo.

Su amigo sincero,

Miguel María Díaz.

Caracas: 2 de abril de 191 1.

Señor R. González E.

Barquisimeto.

Recibido. Poseído de verdadera satisfacción lleva- ré al conocimiento de nuestro Benemérito Jefe, el Gene- ral Gómez, la gratitud que usted le debe por el justicie- ro homenaje que él ha rendido á la memoria de su digno padre, el Doctor y General R. González Pacheco.

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Las frases de usted envuelven noble sentimiento; y no podía ser de otra manera, ¡porque hijo usted de aquel hidalgo caballero, lleva encarnadas en su corazón las tendencias generosas que pusieron de relieve las vir- tudes de aquel eminente ciudadano.

Soy su amigo,

F. A. Colmenares Pacheco.

Telégrafo Nacional.— De Valencia a Caracas, el 2 de abril de 191 t. La 1 p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez.

Su recuerdo justiciero por la memoria de aquella figura ilustre que se llamo Rafael^González Pacheco, me llena de satisfacción y me impone el grato deber de fe- licitarlo con el entusiasmo que] merece esa reparación que su corazón le ha dictado.

Su adicto amigo y subalterno,

Vicente Rosales.

Telégrafo Nacional. De Valencia á Caracas, el 2 de de abril de 191 1. Las 2 p. m.

Señor General Juan Vicente ¿Gómez.

Por la prensa me he impuesto de su comunicación al General Colmenares Pacheco en que se refiere á la tumba que guarda los restos del valiente hombre público, General Rafael González Pacheco. Ese procedimiento de usted es una prueba más del altruismo que informa en sus actos de Magistrado y de la justicia en que se fun- dan siempre sus resoluciones. Me permito felicitar al

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Jefe y amigo, porque sus procederes servirán de estímu- lo á todos los que, con fe, lealtad y honradez nos activa- mos en el campo escabroso de la política.

Su leal y adicto amigo,

Gregorio Cedeño.

Telégrafo Nacional. De Guarenas á Caracas, el 2 de abril de 191 1. Las 8 a. m.

Señor General Juan Vicente Gómez.

Acabo de leer su noble carta dirigida al General F. A. Colmenares Pacheco, acerca del olvido en que se en- cuentra la tumba que guarda los restos del insigne Ge- neral Rafael González Pacheco.

Una vez más se destaca usted como un Magistrado cuya nobleza de sentimientos le impulsa á impartir justi- cia en todas las esferas de la actividad gubernamental. Aunque su sola carta constituiría un monumento para la memoria ilustre de González Pacheco, el túmulo man- dado á levantar sobre la tumba de aquel Murat venezola- no, vendrá á ser como el sacro símbolo del patriotismo y al mismo tiempo hará que palpite siempre en la concien- cia pública el magno espíritu de justicia que le dis- tingue.

Fui uno de los íntimos servidores del malogrado Ge- neral y por lo mismo de cómo esperaba él de usted para el porvenir la liberación del heroico pueblo venezo- lano para surgir á la vida de la libertad y del engrandeci- miento. Tal vez por esa inspiración y que nunca pudo ocultar, sufrió la inquina de una Camarilla nefasta, quie- nes como áulicos cínicos rodearon al General Castro. Y

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hoy desde esta región mirandina me complazco en felici- tarlo de modo muy sincero.

Su amigo,

R. Hernández Vázquez.

Caracas: 3 de abril de 1911. Señor Doctor C. Jiménez Rebolledo.

Barinas.

Recibido. Profundamente le estoy agradecido por sus felicitaciones.

Nuestro Benemérito Jefe, el General Gómez, se ha hecho una vez más acreedor á la gratitud nacional,|por ese homenaje justiciero que tributa hoy á los relevantes méritos del insigne hijo de Trujillo: el Doctor y Gene- ral Rafael González Pacheco.

Su amigo y compañero,

F. A. Colmenares Pacheco.

Caracas: 3 de abril de 19 11.

Señores general B. Arriens U. y doctor J. M. Carreño Pérez.

Ocumare.

Recibido. agradecer, como compañero de Cau- sa y amigo de ustedes, la felicitación que me dirigen por el merecido tributo de justicia que nuestro Benemérito Jefe, el General Juan Vicente Gómez, ha rendido á la memoria ilustre del Doctor y General Rafael González Pacheco.

De ustedes amigo,

F. A. Colmenares Pacheco.

J34 Caracas: 3 de abril de 191 1. Señor General J. R. Gabaldón.

Guanare.

Recibido. Aprecio en alto grado la felicitación de usted con motivo del homenaje postumo tributado á la memoria de nuestro inolvidable amigo y distinguido hombre público, el Doctor y General González Pacheco. Como hijo usted déla heroica tierra trujillana, bien pudo valorar los merecimientos de tan eminente ciudadano; por ello sus felicitaciones constituyen un tributo de valía y también un deber de amistad.

Su amigo y compañero,

F. A. Colmenares Pacheco.

Caracas: 3 de abril de 191 1. Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Miraflores. Mi querido General y Jefe:

Su noble y patriótica carta, dirigida al digno Go- bernador del Distrito Federal, disponiendo la erección de un túmulo sobre la abandonada sepultura del finado Doctor y General Rafael González Pacheco, en la Ne- crópolis General del Sur de esta capital, merece aplauso y felicitación, por la iniciativa de usted, reparadora del olvido en que desde el año de 1905, estaban esas precio- sas cenizas. Sírvase usted, mi querido General, aceptar mis felicitaciones.

González Pacheco fué humano, generoso y valeroso hasta la temeridad. En una batalla que empezó á las 12 del día y terminó á las 4 de la tarde, lo observé sereno, imperturbable, valiente é inspirando valor á todos ....

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Por todas estas condiciones de este prematuro muerto, es que su noble carta está haciendo eco en los corazones bien puestos.

Soy, como siempre, su amigo de veras y subalterno,

J. M. García Gómez.

Telégrafo Nacional. De Barquisimeto á Miraflores el 3 de abril de 191 1. Las 2 p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez.

Con muy marcada gratitud hemos visto la carta que usted dirigid al General Colmenares Pacheco, digno y aplaudido Gobernador del Distrito Federal, en la que le ordena levantar un túmulo en el lugar donde reposan los restos del Doctor y General Rafael González Pache- co. Ese hermoso rasgo de justicia conque usted, ha- ciéndose intérprete de la sanción pública, trata de per- petuar la memoria de aquel denodado militar, adquiere proporciones nobilísimas cuando se recuerda la ingrati- tud con que el régimen que imperaba en la época de su muerte, correspondió á quien fué uno de los que le de- dicó todo el caudal de su energía y todo el tesoro de su lealtad caballerosa. Ha agregado usted á la corona de sus glorias un laurel de tanto más valor, cuanto que con él se exhibe con la más alta talla moral, y como se trata de un ciudadano ilustre que fué nuestro Jefe y genero- so amigo, nos permitimos elevar á usted ingenuo home- naje de agradecimiento y la ratificación sincera de nues- tra adhesión personal y política.

Sus amigos,

José Garbi, Florencio Jiménez L., Eliodoro Pineda, M. Silveira, Antonio Álamo, Martín Alvizu, Luis Casti-

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lio Amengual, Domingo A. Yépez, C. Jiménez Garmendia, R. Vitoria Cadenas, Carlos E. Siso, José A. Ponte, Miguel J. Tovar, Claudio Rocha, Antonio Briceño, H. Tovar D., J. M. Torrealba, Roseliano Iribar'ren, Enrique Goitía, E. Andonaegui, Juan E. Bravo, Julio Rodríguez, Heriberto Tamayo, Ezequiel Bujanda, Juan Ramos García, Moisés Yanes, Avelino Jiménez Méndez, Doctor José I. Arroyo, Manuel Guédez Ortiz, Tomás Párraga, Pablo Riera, José Manuel Tamayo, José A. Tamayo, Eudoro Meleán, W. Briceño U., Nerio Duín, H. Silva, Francisco Oberto, Pe- dro N. Pereira, Sinforoso Núñez, Perfecto Urdaneta, Ma- teo Peraza, Aurelio Jiménez Méndez, Rafael Pansy, Ro- dolfo Pina, José Luis Delgado, Eneas Agüero, Néstor Ro- dríguez, Doctor R. Carrillo Heredia, Teófilo Canelón, Ro- berto Riera, Antonio Terán, Saturnino Tovar, Miguel R. Castillo, P. González Gómez, Francisco Briceño, Román Hernández, Luis Figuera, M. Luna y Luna, Luis Urdane- ta G., Alberto Monasterio, Fernando Vitoria, Félix Si- mancas, Cruz Casteri.

Caracas: abril 4 de 191 1. Señor H. González Pacheco.

Presente.

Muy estimado amigo y compañero:

Con infinita complacencia he leído en documento público el acertado pensamiento iniciado por el justicie- ro Presidente de la República, General Juan Vicente Gómez, de exaltar la grata memoria del que fué vuestro padre, el Doctor y General R. González Pacheco, ha- ciéndole erigir sobre la tierra que cubre sus venerandos despojos, un mausoleo que recuerde los nobles merecí-

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mientos de quien supo distinguirse y tomar puesto preeminente entre sus conciudadanos, con la pluma y con la espada.

Este acto de estricta justicia, emanado del General Presidente, ha tenido naturalmente toda la resonancia que debía entre los que militaron bajo las ordenes del General González Pacheco, así como entre todos los que admiramos sus virtudes cívicas y privadas de hombre de ley y de sociedad, porque denota que aún no hemos per- dido el espíritu de gratitud que debe guiarnos en el cul- to á nuestros hombres ilustres, aunque pasajeramente las circunstancias de nuestra vida política los hayan re- legado á injustificado olvido como aconteció á vuestro padre.

Su amigo amo.

f J. Octaviano González L.

Caracas: 4 de abril de 191 1.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Presente.

Mi respetado Jefe y amigo:

Por el estrecho vínculo de sangre que me ligaba con el inolvidable Doctor González Pacheco; por la generosa amistad de usted que tanto me honra, y por los senti- mientos de adhesión que me unen fuertemente con la redentora Causa de Diciembre, tengo la satisfacción de dirigirle esta carta para expresarle mi profundo agradeci- miento por el cariñoso como aplaudido homenaje que us- ted, con la entusiasta colaboración del distinguido Gene- ral F. A. Colmenares Pacheco, tributa á la memoria de aquel muerto querido.

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Grande ha sido la complacencia de todos los ele- mentos'que le acompañan á usted de modo leal y deci- dido, al verlo ocuparse á cada momento en actos de re- paradora justicia tributados en honor de patriotas emi- nentes. Y más aún en el presente caso, cuando la no- bleza de usted viene á desagraviar las cenizas de quien bajo á la tumba, impulsado más que por causas físicas, por el veneno que infiltrara en su alma, pura y abnegada, el dolor de amargas decepciones.

De las virtudes de ese viejo mío, cuyo nombre de soldado y hombre publico ensalzan todos con franca ge- nerosidad, solo me corresponde decirle, mi General, que fué el Doctor González Pacheco un verdadero admira- dor de los altruistas y patrióticos sentimientos de usted» por lo cual, deudos y subalternos de él buscamos en los aciagos días de orfandad en que nos sumiera su muerte, la sombra de la bandera de usted, amplia y liberal.

Acepte, pues, respetado Jefe, la expresión de mi más pura gratitud, la cual hago extensiva al General Colme- nares Pacheco; y cuente usted con la certeza de mi leal- tad y firme partidarismo.

Su consecuente subalterno y afectísimo amigo,

J. Moreno González.

Caracas: 5 de abril de 191 1.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc. etc.,

Mi respetado General:

La carta que usted ha dirigido á su leal y eficaz co- laborador, el señor General Colmenares Pacheco, orde- nando levantar un túmulo en la tumba del ''Egregio" y nunca bien sentido General y Doctor Rafael González

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Pacheco, arranca de mi espíritu de soldado y amigo del extinto, el aplauso más sincero que la gratitud pueda consagrará quien como usted al hacer justicia, rinde de manera tan excelsa, tributo de admiración y respeto á la memoria de tan honorable muerto.

Yo, que tuve la honra de servir bajo las ordenes de aquel Héroe, que llegué á merecer su confianza y su ca- riño, y que no me cansaba de admirar sus grandezas, porque le vi recoger tantos laureles en los campos de ba- talla como glorias tenía conquistadas en el seno del Gran Partido Liberal, sentía la horrible pesadilla de ver sola y abandonada aquella sagrada tumba que guarda tantos merecimientos, y que hoy, la nobleza de su alma al lle- nar deberes de Magistrado y de Patriota, ordena reparar tan dignamente.

De modo que, al enviar á usted mis más sinceras congratulaciones, las hago extensivas hasta el señor Ge- neral F. A. Colmenares Pacheco, ese noble soldado de la Causa que solo ambiciona glorias para su Jefe, y que sabrá interpretar fielmente los deseos en que él se ins- pira.

Y mañana cuando me halle prosternado al frente de esa gloriosa tumba, como la oración vendrá espontánea, á mis labios, yo prometo, hacer votos al Creador por la dicha y felicidad de usted.

Su adicto amigo y apreciador,

Eduardo Per eirá.

Telégrafo Nacional. De Tovar á Miraflores, el 5 de abril de 191 1. La 1 p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Como soldado que presto su juramento inicial ante

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las gloriosas banderas del Doctor y General R. González Pacheco y se formo en la escuela de honor, de virtud y de valor que sentó con relieves legendarios el invicto paladín occidental; como subalterno adicto y allegado de aquel patriota eximio, malogrado en hora infeliz para la Patria, la nueva de que usted, siempre noble y justi- ciero, va á eregir un monumento á su memoria, ha con- movido las más íntimas fibras de mi espíritu.

Gómez y González Pacheco! Qué conjunción tan trascendental y qué enlace tan expresivo para mí. El pasado de mi primera juventud, transcurrido entre los triunfos y reveces de aquellas prodigiosas cam- pañas y gloriosos hechos de armas que impulsó la épica pujanza y dirigió la consumada estrategia del héroe muerto; y mi presente y porvenir, que me complazco de mi decidida adhesión hacia usted, á quien por con- vicciones, gratitud y compromisos de honor, he segui- do y seguiré siempre con la misma fe y constancia que el malogrado Jefe y en que me es timbre de orgullo la humil- de colaboración que prestó en la obra redentora del pa- triota modelo que ha salvado la Patria y fijado los gran- des destinos de nuestra nacionalidad. Esa noble acción de su ecuanimidad al levantar aún más la talla de sus merecimientos, embarga en absoluto la gratitud de los subalternos del ilustre General extinto, quienes interpre- tando de común la cordial distinción que él tuvo siempre por usted, aunque diseminados hoy por toda la Repúbli- ca, estamos al servicio suyo por deber, por simpatías y por lo sagrado de la palabra empeñada.

Acepte, mi General, mi humilde voz de gratitud y permita que sobre la tumba de mi nunca bien llorado Jefe, le ratifique á usted como un juramento, la consig-

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na que él siempre nos dio y nos enseño á cumplir: "ho- nor y lealtad".

Su amigo y subalterno,

Vincencio Pérez Soto.

Telégrafo Nacional. De Mérida á Caracas, el 5 de abril de 191 1.

Señor General F. A. Colmenares Pacheco.

Circulan desde ayer, en boletín de El Pueblo, con gran aplauso de la ciudadanía, los documentos cruzados entre el General Gómez y usted, referentes al Mausoleo que habrá de levantarse á la memoria del Doctor y Ge- neral Rafael González Pacheco. Mis congratulaciones.

Su amigo y compañero,

E. Chalbaud Cardona.

Telégrafo Nacional. De Duaca á Miraflores, el 5 de abril de 191 1.

Señor General Juan Vicente Gómez.

Mi estimado Jefe y amigo:

Gratísima impresión me ha producido la lectura de su interesante carta dirigida al esforzado y leal colabora- dor de usted, General F. A. Colmenares Pacheco, en la que rinde un tributo de cariño y de justicia á la memo- ria de mi inolvidable amigo y compañero General y Doc- tor R. González Pacheco.

Ese recuerdo suyo á ese muerto ilustre, que aunque ilustre es muerto y sus deudos pobres, en estas horas de

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arduas tareas administrativas y de múltiples atenciones na- cionales, es preciosísima joya de bien, desprendida de su aderezado corazón.

Yo le agradezco intensamente ese acto cariñoso de usted para el que fué amigo de usted y vislumbro de le- jos: benefactor de la Patria: fui su más allegado compa- ñero en los días en que el peligro común espanta de nues- tro lado las intrigas y el deber de resultar vencedor apro- vecha las actividades, yreconoce las aptitudes y va, así, como exhibiendo su educación íntima hasta por los poros.

Su leal amigo,

N. Pompilio Osuna.

Telégrafo Nacional. Barquisimeto 5 de abril de 1911. Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Miraflores. Mi distinguido General y amigo:

Lo saludo respetuosamente y me es grato manifes- tarle mi satisfacción por el acto de justicia con que us- ted acaba honrar la memoria del meritísimo general Ra- fael González Pacheco, acto que ha tenido en el Esta- do Lara la más intensa y simpática resonancia, porque expresa una vez más sus sentimientos de Magistrado verdaderamente liberal.

Yo que fui honrado con la más ingenua amistad de aquel distinguido hombre público, para quien el cum- plimiento del deber fué la norma de todos sus actos, siento verdadero júbilo por esa feliz y justiciera determi- nación de usted en honor del extinto general, que reci-

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bi<5 en premio de leales y grandes servicios, la más ne- gra ingratitud.

Como colaborador principal que fui del general González Pacheco en las labores del Gobierno, y como su Jefe de Estado Mayor en los campamentos, no pue- do menos que otorgar á usted en esta ocasión el home- naje del más puro reconocimiento, y ratificarle una vez más mis servicios donde y cuando usted los juzgue oportunos.

Su leal subalterno y amigo,

Henrique Goitía.

Telégrafo Nacional. De Valera á Miraflores, el 5 de abril de 191 1. Las 3 p.m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Su carta ordenando la erección de un túmulo para mi inolvidable esposo, Doctor R. González Pacheco, es un documento que honra altamente la memoria de su leal y consecuente amistad.

Reciba usted, General, mis más sinceras gracias por ese acto de generosidad.

Francisca de González Pacheco.

Telégrafo Nacional. De Valera á Caracas, el 6 de abril de i§ii.

Señor General F. A. Colmenares Pacheco.

Agradezco altamente los honrosos conceptos que usted hace á la memoria de mi esposo el Doctor R. González Pacheco, al contestar la carta que le dirige el

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Jefe del País, con motivo de la creación de un túmulo sobre la huesa del que fué pundonoroso militar.

trancisca cíe González Pacheco.

Telégrafo Nacional. De La Guaira á Caracas, el 6 de abril de 1911.

Señor General F. A. Colmenares Pacheco.

Reciba el prominente servidor de mi Jefe único, el General Gómez, las protestas de mi agradecimiento por las frases con que, merecidamente, honra la memoria de González Pacheco, que es y será para un culto.

Adicto amigo,

Silverio González.

Telégrafo Nacional. De Tovar á Miraflores, el 6 de abril de 191 1. Las 4 p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Como uno de los leales subalternos que fui en todo tiempo, del querido é inolvidable Jefe Doctor y Gene- ral Rafael González Pacheco, permítame hoy que eleve hasta usted la humilde voz de mi gratitud por la espon- tánea y generosa acción de usted para con aquel mag- nánimo General, al disponer levantarle un túmulo á su memoria.

Al servicio como estoy del actual Gobierno que us- ted acertadamente preside, aprovecho 'esta ocasión pa- ra renovarle mi franca adhesión.

Su amigo y subalterno,

Víctor Miliani.

Caracas: 6 de abril de 191 1. Señor General E. Chalbaud Cardona.

Mérida.

Recibido. Agradezco sus noticias respecto á la publicación que el periódico El Pueblo hace, en bo- letín, de las cartas del General Gómez y mía, relativas á la memoria de nuestro inolvidable amigo Doctor y Ge- neral González Pacheco, y aprecio también en alto gra- do sus sinceras felicitaciones.

Su amigo y compañero,

F. A. Colmenares Pacheco.

Barquisimeto: 6 de abril de 191 1. Señor General F. A. Colmenares Pacheco, etc., etc., etc.

Caracas. Apreciado amigo:

Tengo el gusto de saludarlo muy afectuosamente y expresarle mi más íntimo regocijo por la noble y justi- ciera idea de nuestro Benemérito Jefe General Gómez en honor á la memoria del que fué nuestro excelente amigo General González Pacheco.

Como en todas ocasiones, resalta en esta vez el pa- triotismo y la justicia que tanto distinguen los actos del Jefe Supremo del País. Así mismo se desprenden de los conceptos con que usted corresponde á los deseos del General Gómez, en su notable carta, el amor á la jus- ticia y la fidelidad á los principios liberales con que us- ted hace brillar su nombre en las cumbres de la Magis- tratura.

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Grata satisfacción me ha producido la lectura de su carta, así como á todos los demás amigos de aquel Ciu- dadano benemérito que consagro tantos esfuerzos á una situación menguada, para recojer el fruto de amargos de- sengaños; y me complace manifestarlo á usted, como amigo distinguido que fui del General González Pache- co; y aprovecho esta ocasión, apreciado General, para ofrecerle mis humildes servicios y la seguridad de mi más ingenua amistad.

Su afectísimo amigo,

Henrique Goitía.

Caracas: 7 de abril de 191 1. Señora Francisca de González Pacheco.

Valera.

Nada ha sido tan grato para como la lectura de su atento telegrama del 6.

Su manifestación de gratitud es en extremo honro- sa, porque la voz de usted vibra á impulsos de los senti- mientos más puros, porque fué usted la virtuosa y noble compañera que compartió con aquel amigo inolvidable las rudezas del destino y las dulces fruiciones de la vida.

Sobre la tumba de su digno esposo, el señor doctor y general R. González Pacheco, glorificada hoy por la justicia del Jefe del País, se alzará ante las nuevas gene- raciones el monumento que hoy se le dedica como fiel testimonio de la admiración que despertaron sus virtu- des y del aprecio que él supo conquistarse en la opinión nacional.

Soy de usted con toda consideración y aprecio, su respetuoso servidor y amigo,

F. A. Colmenares Pacheco.

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Telégrafo Nacional. De Nirgua á Miraflores, el 7 de abril de 191 1. Las 12, 30 p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Como larense, como amigo leal y subalterno que fui del extinto General González Pacheco, y como adic- to á usted, le felicito por la justicia que tributa ala me- moria de aquel compendio de virtudes, en el brillante Acuerdo que usted expresa en su carta dirigida el 29 del mes retropróximo al general Colmenares Pacheco y en el que dispone se levante un túmulo sobre el sepulcro del amigo muerto, que rememore á la posteridad al hé- roe que en guerra se cubrid de gloria por su valor y magnanimidad, y en paz, de honor por sus méritos ciudadanos.

Su amigo,

Miguel Oberto.

Telégrafo Nacional. De El Tocuyo á Miraflores, el 8 de abril de 191 1. Las 5 p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Congratulóme con usted por el piadoso recuerdo que ha tenido para quien fué mi Jefe y amigo, el Doctor González Pacheco.

"Su amigo,

Manuel Guedes Ortiz.

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Quíbor, abril 8 de 191 1. Señor General F. A. Colmenares Pacheco, etc., etc.

Caracas. General y amigo muy distinguido:

Con marcada satisfacción he leído las cartas cruza- das entre el Benemérito General Juan Vicente Gómez y usted, relativas á la erección de un monumento sobre la tumba de nuestro inolvidable amigo y compañero, el Doctor y General R. González Pacheco, soldado libe- ral de quien puede decirse: dejó el mundo que asombró con su valor y con su heroísmo, y voló, envuelto en man- tos de gloria, á ocupar el puesto que le estaba señala- do en el Templo de la Inmortalidad.

Esta determinación reparadora y justiciera de nues- tro Jefe único, General Gómez, pone de manifiesto sus nobles y patrióticos sentimientos, y confiándole á usted su realización, como lo ha hecho, le da una prueba ine- quívoca del alto y merecido concepto en que lo tiene y del aprecio y confianza con que lo distingue.

Por todo lo felicito calurosa y sinceramente.

Con mis protestas de amistad y deferencia personal, tengo la honra de suscribirme

su amigo y compatriota,

Miguel María Díaz.

Caracas: 9 de abril de 191 1. Señor General Silverio González.

La Guaira.

Recibido. Aprecio la cordial felicitación que usted me dirige con motivo del homenaje rendido por nuestro

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Jefe único, el General Gómez, á la memoria ilustre del doctor y general González Pacheco.

Fué usted un subalterno fiel de tan distinguido mi- litar, y justo es que se vea poseído de sincero agradeci- miento por ese acto noble del Jefe dei País, quien, inter- pretando los sentimientos de los venezolanos, rescata del polvo del olvido las virtudes cívicas y glorias impe- recederas del denodado hijo de Trujillo.

Soy su amigo,

F. A. Colmenares Pacheco.

Telégrafo Nacional. De Mucuchíes á Miraflores, el 9 de abril de 191 1. Las 7 a. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Felicitólo por notable carta dirigida al general Col- menares Pecheco, ordenándole levantar un túmulo á la memoria del connotado liberal González Pacheco.

Su subalterno y amigo,

José Rafael Salas.

Telégrafo Nacional. De San Felipe á Miaflores, el 11 de abril de 191 1. Las 9 a. m.

Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Por la prensa de esa capital me he impuesto con gratísima satisfacción de la justiciera determinación de usted que reivindica del olvido la memoria ilustre del doctor y general Rafael González Pacheco, a quien pro- fesé cariño, admiración y respeto.

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Ruégole recibir el aplauso que atento y respetuosa- mente le tributo por ese acto de usted, que es ingénito de la nobleza de alma que le distingue y colma de satis- facción á los que tuvimos la honra de militar á las orde- nes del general González Pacheco, y pudimos apreciar las nobles virtudes que le prestigiaban y que hacen su memoria muy acreedora al honor postumo conque usted la exalta.

Su adicto amigo,

José Domínguez.

Trujillo: abril ji de 191 1.

El General José Antonio Asuaje

saluda respetuosamente al señor General F. A. Colmena- res Pacheco, de quien está inmensamente agradecido por los conceptos honradísimos con que se expresa respecto del Doctor y General R. González Pacheco, en la carta que contesta al señor General Gómez, referente al aban- dono en que se encuentra en el Cementerio General del Sur, la tumba de aquel infortunado General.

Deudo muy cercano Asuaje de González Pacheco, sabe agradecer lo que en obsequio de su memoria obra el eximio General Gómez, secundado fervorosamente por su leal amigo General Colmenares Pacheco. Am- bos saben hacer justicia al mérito de González, menos- preciado por aquellos que se aprovecharon de su lealtad y de sus servicios- en no lejano tiempo.

Con sentimientos de respeto y consideración, rei- tera á usted sus protestas de gratitud y lealtad.

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Caracas: 17 de abril de 191 1.

Señor General F. A. Colmenares Pacheco.

Presente. Señor General:

En La Guaira, donde vivo dedicado al ejercicio de mi profesión de abogado, he leído la carta que le ha di- rijido el señor General Presidente de la República, rela- tiva al justiciero pensamiento de levantar sobre la tum- ba venerada del extinto Doctor y General Rafael Gon- zález Pacheco un monumento, como tributo de la amis- tad sincera que siempre unid al General Gómez con el malogrado Doctor González Pacheco.

Ese acto ha producido en mi espíritu profunda emoción; porque la memoria de ese muerto ilustre, lu- chador gallardo en los campos del honor y del deber, que cayó en lo insondable de la muerte cuando el País entero lo reputaba como una verdadera esperanza de la Patria, tiene guardado en mi corazón culto imperecede ro; de tal manera que siempre tendré como la creden- cial más honrosa de mi vida pública haber sido de los de su absoluta confianza, haber sido su Secretario en las labores de la Paz y en los momentos del peligro y de la prueba, y sobre todo esto: haber recogido en la sinceri- dad de mi cariño sus últimas expansiones llenas de nos- talgia y de profundas descepciones.

Yo que la amistad del General Gómez fué bálsa- mo consolador para González Pacheco, en aquellos días tristes en que su alma toda luz, se iba hundiendo como el sol en el ocaso, y es por esto que no me ha extrañado el nuevo testimonio de afecto que rinde á la memoria del amigo y compañero muerto, revelador de grandeza de alma y de nobleza de sentimientos.

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Por el autorizado intermedio de usted llevo hasta el Supremo Magistrato un aplauso muy espontáneo y muy sincero.

Aprovecho la ocasión para ofrecer á usted mi hu- milde, pero franca amistad.

Su amigo apreciador,

J. Pérez Verac oechea.

Telégrafo Nacional. De Barcelona, el 17 de abril de 191 1. Las 2 hs. p. m.

Señor General J. V. Gómez.

Reciba nuestra ingenua felicitación por el Acuerdo que manda levantar un monumento al general González Pacheco sobre su tumba. Este acto de justicia, muy digna emanación suya para aquel distinguido ciudadano que honró el mérito y la magistratura, ha repercutido con entusiasmo indecible entre los venezolanos que ser- vimos á usted, por demostrar á la vez su aquilatada vir- tud de consecuencia, aún para los que han entrado en el misterio de lo inconocido. Sus adictos amigos,

Perfecto Crespo. Leónidas Crespo.

Barquisimeto: 20 de abril de 191 1.

Señor General F. A. Colmenares Pacheco.

Caracas. Estimado General y amigo: Unánime acogida y justicieros aplausos han tenido en estas regiones de Occidente, donde se conoció y se

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quiso y se recuerda tanto al Doctor González Pacheco, los documentos cruzados entre nuestre Benemérito Jefe, el Generel Gómez y usted, con motivo de honrar la me- moria de aquel meritísimo hombre público, y es porque el Jefe y usted hablan el lenguaje de la sinceridad y la justicia, y al inclinarse á sacudir el polvo del olvido so- bre esa tumba querida, reviven en los que fuimos cono- cedores y admiradores de González Pacheco y á toda hora sus amigos y subalternos, los hondos sentimientos de simpatías que él tuvo siempre por el General Gómez y las nobles emulaciones de liberalismo y de lealtad con que supo distinguirse gallardamente en su agitada vida de político y guerrero.

Corta, pero gloriosa fué la existencia de González Pacheco: Jefe de un gran Partido en la Sección trujilla- na, las pecesidades de la carrera pública lleváronlo á otras regiones donde él supo con su alma y su valor ex- tender el radio de sus influencias y hacerse numerosos y sinceros amigos. Díganlo, si no, los Estados Lara, Yaracuy y Carabobo que supieron apreciarlo y quererlo y veneran ingenuamente su memoria.

Recuerdo que próximo á morir, cuando sentía él que se iba de la vida y nosotros no queríamos creer que nos dejaba, refiriéndose á la orfandad política en que quedaban sus adictos bajo aquel régimen de inexorable crueldad, nos indico al General Gómez como el hombre á quien debíamos seguir, y esto, previsto y dicho en aquellas tremendas circunstancias, cuando el hoy Caudi- llo de Diciembre vivía en la penumbra, acechado y com- batido, tiene indiscutiblemente el mérito, el gran mérito de la sinceridad y del acierto. Refiriéndole luego en Maracay al General Gómez este suceso, acogió emo- cionado aquel legado moral de su noble amigo y com.

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pañero, "y si algún día-díjome-llegare yo al Poder, con el único y firme anhelo que tengo de hacer todo por la salvación de esta Patria querida, no olvidaré jamás este detalle del noble compañero Doctor González Pacheco, y sus amigos deben saber que los considero como míos."

El rasgo hidalgo y patriótico del Jefe reafirma, pues, para nosotros, el compromiso solemne, porque fuera de su alta misión de conductor de los destinos nacionales por la senda del decoro y la prosperidad, su actitud aus- tera de Jefe de todos los venezolanos y la suma de eje- cutorias que lo hacen el centro único de todos los anhe- los patrióticos en la actualidad venezolana, bastarían los antecedentes anotados para que siguiésemos, como se- guimos resueltamente, al General Gómez en sus rumbos victoriosos al porvenir.

Dispénseme, señor General, estas manifestaciones que quitarán tiempo á sus quehaceres trascendentales ; pero además de que usted ha tenido parte significativa en el suceso que las motiva, es usted por sus nexos y grandes servicios el colaborador eminente y fidelísimo amigo del General Gómez y el llamado con legítimos tí- tulos y por su ingénita bondad á llevar al ánimo de aquél estas palpitaciones de la opinión que exhiben la ecuani-< midad del sentimiento público en favor de esta situación, y el sólido prestigio de que merecidamente goza.

Quedo de usted afectísimo amigo y servidor,

R. Vilorta Cadenas.

Telégrafo Nacional. De Maracaibo, el 22 de abril de

191 1. Las 8 hs. p. m. Señor General J. V. Gómez.

Por haber estado lejos de esta ciudad algún tiempo, no había t enido la inmensa satisfacción de leer su im

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portante carta dirigida al General Colmenares Pacheco, referente á la memoria del Doctor y General González Pacheco. Yo que fui Jefe del Estado Mayor del Ejérci- to de Occidente que se batió con bizarría, y serví bajo las órdenes de tan notable militar en la campaña de 1903 á 1904, tuve ocasión de apreciar el alma grande, ge- nerosa y noble de aquel eminente ciudadano cuyo heroís- mo y gentileza recordaban la gentileza y el heroísmo del caballero medioeval, me honré con su amistad, y su me- moria tan sagrada y querida para mí, me lleva hacia us- ted en esta ocasión para felicitarlo por esa carta, hermo- sa síntesis de merecida justica tributada á aquel pundo- noroso militar y por la oportunidad con que estimula y enaltece usted el mérito personal cuando está prestigia- do por la virtud, la sana reputación y el buen nombre.

Adicto amigo,

Florentino Vargas A.

Telégrafo Nacional. De Barcelona, el 3 de mayo de 191 1. Las 11 a. m.

Señor General F. A. Colmenares Pacheco.

De regreso del interior de Barcelona, prensa retarda- da infórmame de correspondencia suya referente al ho- menaje que el General Gómez, leal siempre hasta con los que han desaparecido de la actividad, por su impor- tante órgano ofrenda á la tumba del General González Pacheco, servidor distinguido de la República, adicto amigo del Benemérito Jefe de la Rehabilitación Nacio- nal, con quien compartió horas dolorosas en una época tristemente recordada.

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Intimamente ligada mi familia y yo con el extinto, presento á usted mi saludo congratulatorio. Sírvase aceptarlo.

Su amigo,

Demóstenes Trujillo.

Caño Colorado: 6 de mayo de 191 1. Señor General J. l> . Gómez.

Con íntima satisfacción he visto hoy publicada la espontánea y generosa acción que exterioriza una vez más el levantado espíritu de justicia y verdadero patrio- tismo de usted, al disponer se levante un mausoleo á la ilustre memoria del noble y heroico Doctor y General Rafael González Pacheco, disposición que seguramente ha merecido el aplauso unánime de la República y por lo cual presento á usted mis efusivas felicitaciones.

Su leal subalterno.y amigo,

N. Arana Ríos.

Telégrafo Nacional. De Ciudad Bolívar á Miraflores, el

10 de mayo de 191 1 Las 9, 30 a. m. Señor General Juan Vicente Gómez, etc., etc., etc.

Tengo á honor felicitar á usted sinceramente por su justiciera resolución referente á la gloriosa tumba del insigne y valeroso Doctor y General González Pacheco. Esa conducta de usted tan grata como noble, afianza la creencia que tenemos en usted sus verdaderos amigos y fieles servidores, entre los cuales me cuento yo.

Su subalterno y amigo,

Mamiel E. Cabrices.

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Telégrafo Nacional. De Trujillo, el 16 de mayo de 191 1. Las 3 hs. p. m.

Señor General Juan Vicente Gómez.

Con retardo, pero poseídos del más patriótico entu- siasmo hemos leído su notable carta de 29 de marzo próximo pasado, al general F. A. Colmenares Pacheco sobre la erección de un monumento sobre la tumba del inoL* vidable doctor Rafael González Pacheco para perpetuar su noble memoria.

Grandioso, sublime pensamiento de usted, General, que coloca su nombre á altura inconmensurable y sea su fecunda y liberal administración ejemplo estimulante y nobilísimo de las venideras. Reciba nuestras más insó- litas felicitaciones por prueba tan espléndida de gratitud al heroico Jefe trujillano.

Miguel V. Cegarra, Augtisto Ensebio Gómez V ale- ra, Antonio Aldana, Rafael Barroeta. José V. Ckávez, losé Domingo Villegas, José Miguel Villegas.

FÍSJEIVSA.

i6i

COMENTAMOS DE LA PRENSA

La carta que publicamos á continuación, del Bene- mérito Presidente del País, es una notación más que nos da de la nobleza de su espíritu, siempre vigilando porque la justicia reine en todas las manifestaciones de la vida pública. El General Gómez puede estar satisfecho de la colaboración decidida y eficaz que viene prestándole su fiel servidor General Colmenares Pacheco ; y hoy, que el Jefe Supremo emite una iniciativa que envuelve una indicación, el señor Gobernador se apresura á dar cum- plimiento cabal al noble deseo. En bellos conceptos está expresada la carta que el General Colmenares Pacheco dirige al General Gómez, en contestación á la suya de la misma fecha. Van al pie ambos documentos:

(Inserta las cartas.)

El Eco Venezolano. Caracas: 30 de marzo.

"TRIBUTO DE JUSTICIA.

LA TUMBA DEL GENERAL GONZÁLEZ PACHECO.

Deliberadamente reservamos para hoy el merecido comentario de las nobles cartas cruzadas entre el Jefe del País y el Gobernador del Distrito Federal, respecto á la erección de un túmulo sobre la tumba de aquel sol- dado caballeresco, que ilustró los campos de batalla con la gallardía de su heroísmo y atenuó el horror de las contiendas entre hermanos con su generosidad de león, ii

IÓ2

Aunáronse en su espíritu un coraje de epopeya y una galantería de salón que subyugaba al propio adversario, pasmado de su bravura, como aconteciera en el asedio de Barquisimeto, de cuyos muros se retiró, banderas des- plegadas, la sonrisa en los labios, la cabeza descubierta en salutación á los contendores que se abrían en alas para dar paso á aquel pundonor siempre digno de la vic- toria, hasta en los reveses de sus armas.

El nombre de Rafael González Pacheco poseía esa evocación leyendaria de los ilustres guerreros, cuyo pe- nacho blanco va señalando el camino del triunfo en las batallas de la Francia. Temerario fué hasta enfrentarse uno contra mil para cerrar el paso al enemigo; liberal, nadie disputa el claro timbre á su memoria; pulcro, guerrero gobernó, fué pastor de hombres, y murió en la orgullosa pobreza de los que tienen limpias las manos y tranquila la conciencia.

Diestra clemente aparta hoy la maleza que ahoga la tumba abandonada, por cuyas grietas asoman como laureles y palmas los méritos y virtudes del soldado, muerto casi en olvido de sus grandes sacrificios, él á quien quizás su propia eminencia le privó de la justicia de sus contemporáneos en la mezquindad de la tiranía.

El Jefe del País y el Gobernador del Distrito Fe- deral, en armónico impulso se inclinan hoy sobre el se- pulcro del guerrero y le pagan tributo tres veces mere- cido, tributo de amistad, de justicia y de fraternidad en los principios liberales, nunca defraudados por su mano.

Estas líneas no llegan á ser sino tenue resonancia del aplauso público, por la generosa acción que exteriori- za el espíritu patriótico del General Presidente y la efi- cacia partidaria con que le secunda el señor Gobernador."

~ El Universal. Caracas.

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ANTE UNA LOSA.

La tumba que guarda las cenizas venerandas del Doctor y General Rafael González Pacheco será conve- nientemente reparada, á fin de que " corresponda á sus grandes merecimientos ". Sobre ese puño de tierra se levantará un túmulo que la gratitud de un amigo sincero y consecuente, "admirador de sus cualidades individuales y sus virtudes publicas ", ha mandado construir para re- cordar á las generaciones venideras el lugar donde re- posa el Bayardo venezolano.

Un aplauso espontáneo brota para el amigo leal que en el pináculo de su fortuna y de su gloria, tiende una mirada retrospectiva y evoca un recuerdo para honrar la memoria del amigo muerto.

¡ Salve á ese recuerdo !

Bien merece los honores de la apoteosis quien en vida tuvo por única norma el cumplimiento del deber.

Ni la infidencia, ni la traición, ni la deslealtad man- charon una página de la historia de su vida; y aquella espada que en sus manos brilló con fulgores de relám- pago, que diríase fué caldeada en la fragua de Vulcano, jamás fué valorada en la almoneda de las venalidades.

Heredó la tradicional altivez de la antigua raza ibé- rica, y el aire puro de sus nativas montañas vigorizó su espíritu, apto para todos los sacrificios y para todos los heroísmos.

González Pacheco fué el militar culto que supo" au- nar la disciplina con la caballerosidad ; en él se encarnó

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el tipo de los antignos paladines que combatían por su patria y por su dama.

Bastaba servir una vez bajo sus ordenes para sen- tirse subyugado: tenía el don de mando de los grandes capitanes.

El eco de su palabra electrizaba sus huestes y las hacía creerse invencibles é invulnerables.

Militando bajo sus banderas se soñaba siempre con la victoria.

Nunca se vid arredrado ante el peligro ; y cuando la fortuna le volvía la espalda, era para destacarlo más gi- gante en medio del desastre.

El pudo repetir como César : " el peligro y yo somos dos leones nacidos en un mismo día, pero yo soy el pri- mogénito".

Tuvo de Espartaco la firmeza y el arrojo ; de César la fácil percepción ; de Alejandro la táctica ; de Jerjes la serenidad y el valor.

Y esa vida que respetó el plomo homicida en cien campos de pelea, quedó vencida por traidora enfermedad.

Yo hubiera querido para este amigo una muerte gloriosa : sirviéndole de sudario su bandera, de tumba la inmensidad, de mausoleo el firmamento y de canto fune- rario el horrísono crepitar de los fusiles.

Yo creo que sobre la tumba de los héroes no cua- dran los quejidos lastimeros ni las místicas plegarias, sino el ronco retumbar de los cañones.

Pero plugo al destino que este luchador indomable sucumbiese en la apacible quietud de la aldea, lejos de sus camaradas de campamento : es que los grandes hom- bres encierran, como el Océano, misterios insondables que para nosotros los del vulgo son impenetrables.

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Si me fuera dable yo pondría sobre la losa que cu- bre sus cenizas este epitafiio : Viajero, "este muerto no ha muerto ", vive en el corazón de sus amigos.

G.A.Masini.

Rigoletto. ,5 de abril.- -Carora.

MI APLAUSO

Hay acciones que merecen ungirse con el oleo de la admiración entonando á los cuatro vientos los ricos cantos del elogio ! Hechos que deben grabarse en las conciencias moldeados con macizos caracteres de oro !

Tal sucede con el gentil rasgo de nobleza acabado de efectuar por el Benemérito General Juan Vicente Gó- mez, Jefe Supremo de la Nación Venezolana, al ordenar la construcción de un túmulo sobre la tumba que guarda los restos del malogrado Doctor y General Rafael Gon- zález Pacheco. El sarcófago que encierra las reliquias del ilustre extinto yacía abandonado y derruido, cubierto con el sudario inmisericorde de la indiferencia y el olvi- do, acaso como finalizó sus días el luchador infatigable en cuyas manos se alzó en más de cien combates su es- pada victoriosa. Las pasiones en efervescencia, destru- yendo todo lo que brillase con excelsitudes de cumbre, apenas tenían tiempo para el ejercicio de su obra des- vastadora, y la apoteosis de los que sacrificaron todas sus energías por la Causa era considerada como una pre- tensión necia y ridicula. Mas, en el resurgimiento de esta época rehabilitadora, el señor General Gómez, impo- niéndose por sobre las fealdades de los hombres, por so- bre los distingos de colores y de círculos, ordena la obra

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del desagravio á la memoria del que fué su antiguo ami- go, su antiguo camarada de lucha en los difíciles cam- pos del vivac. Y, ese gesto del Supremo Magistrado deben acojerlo con orgullo todos los que admiran las raras virtudes de nuestros compatriotas, y más aún, no- sotros los que á honra tenemos ser hijos de estos riscos y estas cumbres, de las montañas soberbias de Los An- des, donde también brotan caballero^ de la pluma y de la espada. Porque González Pacheco fué á otros climas y á otros cielos á dejar bien puesto el nombre de los su- yos— de su raza ; porque González Pacheco fué un as- tro luminoso que reflejó mucha luz sobre sus autdtonos lares, y, porque, finalmente, personifico una dualidad que nos dio claro lustre : Minerva y Marte.

Dolorosamente los dardos envenados de la insidia y la bajeza hirieron de muerte su corazón amasado con la lealtad y el pundonor; su patriotismo fué destrozado por aquellos que se alimentaron con su sombra, y vien- tos de furente tempestad le endilgaron quienes en filas contrarias sintieron el acero tajante de su espada.

El Gólgota fué creado para los Genios!

Pero queda incólume y sonora su memoria vene" randa ; únicamente los Buenos habitan el Sagrado tem- plo de la Inmortalidad.

Y, por ello, mi pluma afiliada siempre á las grandes Causas, agena al ascoso psalmo del servilismo cesáreo, le rinde hoy públicamente su aplauso al Benemérito Gene- ral Juan Vicente Gómez, y un tributo merecido á quien fué robusta columna del gran Partido Liberal !

José Antonio Linares. Mérida: IV 191 1.

Desde ¡a Sirena. Mérida: abril de 1911.

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A LA MEMORIA DEL GENERAL GONZÁLEZ PACHECO.

NOBLE INICIATIVA DEL GOBERNADOR DEL DISTRITO FEDERAL.

El señor Gobernador del Distrito Federal inicia la noble idea de recoger en un folleto los documentos pu- blicados recientemente acerca del General R. González Pacheco, cuya grata memoria ha merecido digno home- naje de justicia, gracias al generoso recuerdo que le con- sagrara, en ocasión propicia, el Jefe de la Rehabilitación Nacional, á quien secunda con el proverbial desinterés de sus acciones, el General F. A. Colmenares Pacheco.

Ese tributo postumo, recompensa á las claras virtu- des del extinto soldado liberal, ha tenido amplia resonan- cia en el pueblo venezolano por lo que representa ese homenaje en el culto de las grandes ideas que el General González Pacheco defendió en las luchas de la política y sostuvo sinceramente en el ejercicio de la magistra- tura.

Léase á continuación el Decreto del señor Goberna- dor á que nos hemos referido:

(Aquí el Decreto.)

El Universal. Caracas: 18 de abril.

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GONZÁLEZ PACHECO.

Una resolución justiciera dictada por el General Juan Vicente Gómez, quien desde tiempo atrás viene dando muestras de rJrobidad con magnánimos Acuerdos, hace que los restos meritorios del que fué un guardián del derecho, González Pacheco reposen en un sitio consagrado, dignos de los despojos del que en vida fué pulcro y austero, y, más que ello, noble.

Esa gracia postuma á la memoria de González Pa- checo pone de manifiesto que no en balde fué la acción altruista del que sacrificó su vida y sus esfuerzos, en pro de una Causa, ni del que enérgicamente desenvolvió todo su sano valor generoso por dejar implantado en el cora- zón de los que estuvieron bajo su mandato, la religión de la gratitud.

González Pacheco fué un eterno vencedor en Occi- dente; hizo en la guerra prodigios de gallarda valentía, encadenó á más de un rebelde tras el carro victorioso de una concordia jamás desmentida y llevándolo al templo del sacrificio, les colmaba de perdón y de nobleza, como que perdonar sabía gloriosamense quien hidalguía lleva- ba en su ceño y en su respetuosa barba negra.

Bien está, pues, que la justicia coloque bajo sarcófa- go meritorio y digno, los restos ilustres del abnegado pa- ladín que en vida se colmó de gloria y de admiración; mientras que en el corazón de los que aún aprecian sus valiosas cualidades de guerrero y ciudadano, palpita su memoria como una sagrada oración de recuerdo.

El Avisador. Barquisimeto: 30 de abril.

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GONZÁLEZ PACHECO

Como admiradores y amigos que fuimos de aquel eximio ciudadano, que dio honra al nombre militar y al de la Magistratura venezolana, insertamos complacidos los siguientes conceptos que á su memoria le consagra El Universal con motivo de las recientes disposiciones de reparación y de justicia dictados en su honor por el Benemérito General Gómez y el Gobernador del Distrito Federal:

(Aquí el artículo.)

El Discípulo. Valencia.

ACTO DE DESAGKAVIO.

Nuestro eximio Jefe, el patriota General Juan Vi- cente Gómez, guiado por esa intuición maravillosa que él posee en todas sus determinaciones, ha dado una no- tación más de su espíritu reparador y de su alma grande y justiciera, al hacer erigir un túmulo en la hermosa Ne- crópolis del Sur en la ciudad de Caracas, sobre la tumba donde reposan para siempre las gloriosas cenizas del va- liente y pundonoroso militar, el Doctor y General R. González Pacheco, restado en mala hora á los reclamos de la Patria, víctima de la más infamante ingratitud, aco- sado por el odio ruin y la envidia miserable de aquel em- pequeñecido déspota, Cripriano Castro, á quien ofucsa- ban los méritos y simpatías que á diario conquistara aquel bizarro Paladín del Liberalismo.

I yo

Este acto eminentemente republicano entraña un alto sentimiento de justicia, que viene á salvar de los dominios del olvido, la memoria ilustre de un compatrio- ta que supo distinguirse por sus grandes virtudes cívicas y sus ejotes de estratégico guerrero.

Traemos en seguida á nuestras columnas las bri" liantes cartas cruzadas entre los Generales Gómez y Col- menares Pacheco sobre el particular, documentos éstos que constituyen timbre de legítima gloria para la presen- te actualidad.

(Inserta los documentos.)

El Heraldo. Tovar.

GONZÁLEZ PACHECO.

De uno á otro extremo de la Nación ha surjido es- pontáneo el aplauso, y frases de cariñosa felicitación ha oído el Benemérito Jefe del País, por su patriótico como justiciero homenaje á la memoria mil veces recordada del Caudillo Occidental, cuyo nombre aparece al frente de este suelto.

Es el recuerdo de aquél que vibrando á través del tiempo y de las amarguras de la vida, vive flotando, para hacer más presente su valor en el corazón de los que le conocieron y admiraron sus excelsas virtudes públicas y privadas.

En este hermoso proceso de la fecha Centenaria, Gómez, levantando la venerable losa para honrar al ilus- tre muerto grábase en su pecho de patriota, medalla de gratitud esmaltada con el oro purísimo de la sanción nacional.

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La imperecedera resolución referente al túmulo del virtuoso y valiente militar, le hace renglón de méritos hoy más en el libro de su historia pública.

Como liberal ha sido leal á sus sentimientos, como amigo, modelo, y como Magistrado ha cumplido una consigna luminosa y reconocido una deuda que la opi- nión siempre estimará.

El Centinela. Barquisimeto: 22 de abril.

Diseño del monumento que la amistad y el com- pañerismo del Benemérito General Juan Vi- cente Gómez hará colocar sobre la tumba del Doctor y General Rafael González Pacheco, en el Cementerio General del Sur.

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Advertencia

Juzgo de mi deber manifestar el alto testimonio de mi gratitud al señor General José Ignacio Briceño, quien bondadosamente me dio los principales datos sobre la vida del Doctor y General R. González Pacheco, á cuyo lado milito durante toda la vida de este conspicuo mi- litar.

Como no existen documentos relativos a las prime- ras campañas en Los Andes, libradas por el Doctor Gon- zález Pacheco y esos datos me los ha trasmitido el Ge- neral Briceño tomándolos de sus recuerdos de soldado, en los momentos que ha podido robar á su penosa lucha por la vida, pueden ellos adolecer de errores en su orden cronológico, pero gozan de la perfecta autenticidad de mismos.

En resguardo de la verdad histórica y como una ma- nifestación de mi gratitud hacia el compañero y amigo General José Ignacio Briceño, cumple á mi pluma hacer esta manifestación.

N. d. A.

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