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LA PUBLICA FELICIDAD
(i OBJETO DE LOS BUENOS PRINCIPES,
OBRA ESCRITA EN ITALIANO
.POR
LUIS ANTONIO MURATORI
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TRADUCIDA AL CASTELLANO.
CON LICENCIA.
EN MADRID EN LA IMPRENTA- REAL.
1790.
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e. ( o hay estudio que mas ennoblezca que el del
Bien público. En sacrificando el hombre sus ta- reas , ó sus conatos quando mas no pueda , acia tan digno objeto desempeñó mucha parte de sus deberes y cumplió consigo y con la sociedad don- de viva j porque ya se considere como simple in- dividuo dotado de razón y de capacidad , ya co- mo miembro de un cuerpo civil siempre tiene que aspirar á un mismo fin , qual es la Felicidad , en cuya solicitud gasta ansias y fatigas si no basta el precio de sus funciones y talentos. Esta decanta- da Felicidad que pretenden desterrar algunos del triste valle que habitamos es la que nos estimula á abrazar las diferentes profesiones que como otras tantas sendas nos conducen al puerto de la dicha durante la carrera de nuestros arios j porque si bien es vana toda prosperidad que puede gozarse en la tierra , patria de sentimientos y engaños , quando no sirve para guiarnos á la felicidad suprema -, tam- bién es constante que nos presenta esta caminos mas ásperos en su carrera, que dificultan su acceso siempre que algún infortunio de los muchos que suelen amargar el corazón humano nos robe aque- lla tranquilidad de ánimo que pudiera habernos alentado en esta mansión de calamidades y miseria;
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pues supuesto el estrecho vínculo que une nuestra alma con el cuerpo, nadie osara negar que no pue- de vivir tranquila aquella mientras este atormenta- do este con angustias y trabajos , ó agoviado por la falta de los bienes exteriores que tanto necesita.
Y riámonos del ponderado desprecio qiie pare- ce afectaban los Filósofos de la antigüedad de to- do lo que es mas apetecido y buscado en este mun- do. A buen seguro que hubiesen filosofado ellos de esta manera padeciendo hambre , frió y las de- mas calamidaJes que lleva consigo la miseria hu- mana. Pensamientos mas baxos hubieran llamado su atención, si se hubiesen visto privados de aque- llas comodidades que tranquilizan el espíritu. Si- guieron en esto el exemplo y conducta de sus maes- tros los xefes y padres de las sectas , porque ni Pla- ton ni Aristóteles , ni Zenon despreciaron jamas los motivos de medrar tanto en honor como en ri- quezas , por lo que murieron ricos y honrados. Hasta el austerísimo Sócrates , maestro del gran Xcnofontc , del divino Platon y de tantos Filóso- fos como celebró la Filosofía antigua , no olvidó ninguno de los medios que podían conducirlo á un estaio cómodo. Los mismos Cínicos , que entre todos poseyeron mas arte para aparentar esta espe- cie de menosprecio , privados de aquella varonil constancia que carcctcriza la virtud , manifestaron aparentarla mas por vanidad y orgullo que por
rectitud y desinterés j y asi se vio que combatidos sus ánimos en las ocurrencias por los desconciertos de la patria y por los reveses de la fortuna, desmin- tieron el buen fondo de su corazón , y compare- cieron unos hipocondriacos desdeñosos en el gran teatro del mundo. Lo mismo se deberla decir en quanto á los Cirenaicos , Eleaticos y otras va- rías familias quando quisiésemos considerarlas co- mo indiferentes. Es fácil conocer que obraban por pura desesperación, y que se privaban de los bienes exteriores por soberbia y no por virtud.
^ Pero no negaré yo que haya habido Filósofos christianos, que aspirando á la perfección evangéli- ca , supieron sacrificar todos su^s bienes exteriores por socorrer al próximo en sus tribulaciones. Las máximas de la Moral Christiana pueden elevar al hombre que las practique á tan alto heroísmo : la lástima es que son muy raros semejantes héroes. Sin embargo , si se estudiasen mas los documentos de la Filosofia y se ajustasen á ellos los medios que subministra la economia política, sentirla menos di- ficultad el hombre filósofo en practicar aquellos preceptos que parece superan la naturaleza humana. Por medios muy suaves podemos adquirir la Feli- cidad, si cabe poseerla en la tierra. Con hacer buen uso de la Moral y enfrenar nuestras pasiones logra- remos ser felices- porque para serlo no basta pcsccr riquezas , sino que es menester dominar la fortuna
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con la virtud : pues de otro modo convertido el corazón humano en oficina de continuos deseos, viene á ser triste morada de la melancolia ó de la pena. Así que dixo muy bien un Filósofo, que la perfecta felicidad pende del arbitrio de cada uno por la instabilidad de la fortuna.
Mas no debemos contentarnos con procurar nuestra propia dicha : se trata de estender nuestras ideas acia el Bien público. Las palabras bondad, beneficencia , humanidad y otras no menos res- petables que las mismas virtudes que exaltan el co- razón humano , nos están dictando en el santua- rio de la Naturaleza los oficios y deberes del hom- bre. La cadena estrecha de estas obligaciones que funda los primeros derechos del ente sociable , se convierte en fuente de corrupción quando se que- branta el enlace de sus eslabones -, y aquella mu- tua dependencia que caracteriza la fragilidad y mi- seria humana nos asegura de la necesidad de estos oficios , por quanto nos persuade que no puede cumplir consigo el hombre desatendiendo las nece- sidades de su semejante. La conservación de las prerrogativas de cada individuo, que forman los de- rechos personales que les intimó la Naturaleza, y la observancia de las relaciones recíprocas que tienen ellos entre sí , forman el vasto campo de la Filoso- fía del hombre. En este estudio deberíamos gastar tiempo y fatigas: los documentos de esta moral cau-
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tivarian toda nuestra atención, cuyo conocimiento no nos sería difícil de adquirir, si reconociéndonos provistos de razón, procurásemos vencer con su au- xilio la ignorancia que nos entorpece. Las facultades de nuestra mente, capaces de investigar el orden, la harmonía, trabazón y enlace de quantos seres ha- bitan el universo, nos informarían plenamente de la naturaleza de semejantes oficios ; y guiados por las sabias máximas que nos dictaría la razón, llega- ríamos á vencer los obstáculos con que suelen ofus- car las pasiones de ordinario las luces del entendi- miento. Si el hombre se considerase frágil y mise- rable , no haria ostentación de aquel pomposo or- gullo con que suele fabricarse su propia infelicidad, debilitando su naturaleza con ir á caza de' ciertos medios que no le eran necesarios intrínsecamente. Empero no todo está en nuestro arbitrio : em- pezamos la carrera de la vida mendigando los ele- mentos de tan deseada felicidad. Débiles por noso- tros mismos quando aun no puede abrirnos su ca- mino la razón , tropezamos con mil escollos que nos arrastran ciegamente ai precipicio. Casi con la leche podemos decir que bebemos la semiÜa de nuestra ruina : abandonados al cuidado de propios y estraños en los tiernos aííos de nuestra infan- cia , quando pudiera tomar vuelo el espíritu y for- marse el corazón , suelen estragarnos regularmen- te la índole , genio y talento con viciarnos la fan-
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tasia y pervertirnos la voluntad , sembrando en nuestros pechos la imagen del vicio.
Educación , educación : esta es la basa de la Felicidad pública en las naciones y la puerta por donde entra en ellas la abundancia. Todo pende en el hombre de la buena educación : esta es la semilla verdadera de los frutos que puede coger la humanidad en la carrera de los días que navegue en este oceano de turbulencias. Poder , valor , he- roísmo y quanto pueda elevar al hombre en esta vida sobre el común de los demás mortales , todo está inspirado, fomentado y promovido por la bue- na educación. No son menester documentos de Filosofia para probar esta verdad : hechos y pro- gresos autorizan la proposición. Abramos el gran libro del mundo -, recorramos sus épocas -, contem- plemos sus fastos -, exámi fiemos el origen de tantas vicisitudes, y estudiemos las lecciones que dicta la experiencia de tantos siglos , gran maestra de cono- cimientos y de exemplos. Las naciones mismas que han sido la admiración del orbe entero no menos por la valentia de sus conquistas , que por la execucion de sus grandes designios , y por la prosperidad y abundancia que alentaba á sus ciudadanos , forma- rán el principal testimonio en esta parte. Egyp- cios , Persas , Griegos y Romanos nos eximirán de apelar al dulce gobierno de los muchos Esta- dos de Europa que' han logrado introducir en sus
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pueblos la Felicidad pública ; porque équién hizo tan guerreros é invencibles á los Egypcios sino su varonil educación hermanada con la frugalidad, que les dictaba el admirable ,arte de gobernar el cuerpo no menos que el espíritu ? ¿Quién consti- tuyó al famoso Ciro Rey de Persia , terror de Orit;nte , sino ios preceptos de frugalidad que le habia inspirado su buena educación I Los in- numerables Griegos que dieron leyes á todo el mundo , ¿á quién debieron su poder sino á la doc- trina , al valor y á otras virtudes que nacen in- sensiblemente en los pechos bien educados ? ¿Quién sujetó el mando del orbe al arbitrio del Imperio Romano mas que las heredadas lecciones de fru- galidad j educación y gobierno que adquirieron de sus predecesores ? Tales , sí , tales son los frutos de la buena educación -, pero terrible todo abuso en este ramo. Díganlo los referidos países que aca- bamos de proponer por modelos de la Felicidad pública : todo resplandece en ellos , á saber , di- cha y desdicha : porque los mismos pueblos que llevados de la frugalidad , parsimonia , actividad y obediencia llegaron á adquirir dominios sobre dominios , multiplicando mas y mas sus riquezas; luego que se empeñaron en fomentar en su seno la magnificencia , la relajación , el fausto , la va- nidad , luxo y ambición, envenenaron sus flore- cientes Estados y sembraron en ellos la ruina. Mas
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para qué hemos de recurrir tan lejos quando nos subministra centenares de exemplos la historia de cada nación culta de Europa? Nuestra misma Es- paña nos proveerá de argumentos en esta mate- ria. Pero hasta aquí nosotros : este campo es del Cesar -, esto es , el gran Carlos que la gobierna y los Ministros que auxilian al Trono de España pro- curarán elevar nuestra nación al mas alto grado de prosperidad de que sea susceptible.
EXTRACTO DE LA VIDA
DEL CELEBRE
LUIS ANTONIO MURATORI.
1^ ació Luis Antonio Muratori en Vínola , pueblo del Ducado de Modena , el dia 2 i de Octubre del año de 1672 , de padres pobres, pero honrados. Apenas había aprendido á leer quando ya daba muestras de la calidad de su índole , y descubriendo en aquella primera edad un ga- llardo genio, acompañado de un grandísimo deseo de apren- der y saber , fué enviado á Modena á estudiar las Hu- manidades con los Padres de la extinguida Compañía de Jesus. Constituido Muratori en la carrera de los estudios no perdonaba trabajo ni fatiga para aventajarse á sus con- discípulos y robarles aquellos premios , honores y privile- gios con que fomentaban la aplicación tan sabios maestros, excitando y promoviendo mas y mas la emulación. Estos estímulos dieron tal impulso á su inclinación al estudio, que toda tarea le parecía dulce y agradable ; así que em- pleando todo el tiempo que le quedaba libre , después de asistir á las aulas , en leer y traducir los mejores Autores; empezó desde su infancia á hacer buen uso del tiempo , y á no dormir mas que siete horas al dia , aun en las noches mas largas del año : cuya costumbre supo mantener cons- tantemente todo el resto de su vida.
Concluidos los estudios menores en el intervalo de tres años , se dedicó Muratori al estudio de la Lógica ; piedra de parangón de los grandes ingenios que subministra hi clave para toda ciencia y aplicación literaria. Las varias obras publicadas por Muratori, doade resplandecen la pre- cisión , penetración, exactitud y recto raciocinio , son bue-
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na prueba de los progresos que hizo su Autor en Ivi Lógi- ca. Pero no prometían otra cosa su gran talento para apren- der las cosas , y su feliz memoria para retenerlas , asocia- dos de una aplicación singular. Sin embargo , contribuyó mucho para facilitar tan saludables frutos , la buena direc- ción de su maestro el M.R. P. Fr. Domingo Guidoti , Reli- gioso de la Orden Terceía de S. Francisco, hombre muy instruido y celebrado en aquellos tiempos por su gran ciencia ; porque conociendo bien este sabio Religioso la valentia del ingenio de su discípulo , supo alentarle en su estudio , y concederle aquellos ensanches que exigen de justicia en la enseñanza las almas grandes que son capa- ces de sacarlo todo de su propio fondo. Y fenecido el cur- so de Filosofia , confirmó la actividad y zelo de su maes- tro , no menos que su apli<íacion y aprovechamiento , con unas Conclusiones públicas , dedicadas al Ilustre Ccnde Masdoiii , Obispo de Modena , que defendió el dia 4 de Febrero del año de 1692 , con universal aplauso y acla- macicnde los concurrentes» ostentando una erudición va- ronil en aquella tierna edad. ^'Í'í.í. í-^uwí .
Después de haber estudiada 'lá Filosofia , se aplicó Muratori á las ciencias mayores , y profesó el estudio de la Jurisprudencia , y el de la Teología Moral y Escolásti- ca , cuyas ciencias hermanó con tanta felicidad y solidez, que llegó á penetrar sus mayores arcanos. Por lo qual mereció ya en aquella edad ser reputado en el número de los eruditos , como lo atestigua la borla de Doctor que ob- tuvo en ambas ciencias en aquellos primeros años de su mocedad , con aceptación general.
Abrazando luego el estado Eclesiástico , para poder desempeñar dignamente tan santo ministerio se entregó ¿«'Veras al estudio de aquella parte de la Teología que tríita de formar y gobernar las costumbres. Y sintiéndose después agitado de unos vehementes estímulos de recorrer
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el vasto campo de la erudición antiguar, eligió per maes- tro al K. P. Benedicto B ac chini , Monge da Casino- ,.![7)Uy celebrado entonces por su vasta erudicÌQlXviy -por efcex-c^ lente gusto que poseía en Ciencias y Artesi; piQii'^uyiícá^ reccion llegó á ocupar Muratori él primer, luga^r éqfre los literatos, que por una natural incHaaciondp espífitp;, -^ han dedicado al estudio de 1^ antigüedad y erudición , co]a notable beneficio de la doctrina antigua. ,íj
Empero resuelto Muratori "á emprender este estudio^ conoció desde luego que le era necesario el coñociniiento de las lenguas Griega y Hebrea : e!n las que se instruyó á fondo , sin mas maestra que su feliz .irigènio ; y de CHyí inteligencia confesó sinceramente. que, ¡habia s^icado qiucha utilidad para recorrer , registrar y, examinar los documeií- tos antiguos. ,• ;', •• ; ,
Estas fueron las tarCvis que ocuparon la inocedad jd^ Muratori. Mas luego que empéz.dá estenderse su fan^a , tan recomendada por. los varios documentos de erudición y ciencia que publicaba , fué rogado y convidado por el ilus- tre Conde Carlos Borromeo con la pla,za de Director de la famosa Biblioteca Ambrosiana' : cuya merced admi- tió r tanto mas. gustoso , quanto! : preveía que se le ha- bían de abrir nuevos caminos para hacer mayores pro- gresos en la carrera de las letras , con el auxilio de los có- dices y demás monumentos que ella le facilitaría. Alista- do Muratori en el número de los Doctores de la Ambro- siana , se ordenó de Subdiácono en Modena en el año de 1693. En el de 1694 de Diácono en la misma. Y úl- timamente de Presbítero en Milán , con dispensa del Su- mo Pontífice , en el año de 1695.
Apenas había cumplido Muratori los 24 años de su edad , quando ya se hallaba de primer Director de la fa- mosa Biblioteca Ambrosiana : v viéndose en disposición de poderse dedicar otra vez francamente á las Musáis. y culti-
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var el estudio que ma? lisongcaba su gusto é inclinación, se proporcionó vasto campo para ostentar su grande inge- nio , con las varias obras que publicaba en honor de la re- pública literaria.
Hallábase contento Muratori en su destino , emplean- do el tiempo utilmente con sus continuas tareas litera- rias , quando sin pensarlo fué llamado de orden del Serení- simo Duque de Modena , Kaynaldo , por medio del ilustre Conde Franciseo Bergami , para dirigir y gobernar la Bi- blioteca Estense y su Archivo ; cuyo llamamiento le hicie- ron muy agradable la fidelidad con que respetaba á su Príncipe , y el dulce amor de la patria.
Vuelto á Modena Muratori el año de 1700 ; después de haber dispuesto y ordenado el Archivo de la familia de los Estes , dispuso de manera la Biblioteca del Príncipe, que mereció el aplauso público ; y recorriendo las tablas antiguas de la augusta casa de los Estes , adquirió de ella la singular noticia que acreditan sus escritos. Pero después de haber enriquecido la república de las letras , con la esqui- sita doctrina que bebió en los preciosos monumentos que encerraba la referida Biblioteca , fué publicando anualmen- te los excelentes frutos de su aplicación é ingenio , para gloria inmortal de su buen nombre y fama : así que no con- tento su esplendor con los límites de la Italia , voló con Tina felicidad admirable por las naciones estrangeras , espe- cialmente por la Alemania , donde fueron traducidas mu- chas de sus obras.
Hemos considerado á Muratori hasta aquí como literato, resta hablar de él como Eclesiástico. ¿Quién mas diligente é infatieable oue él en los exercicios del confesonario, en di- rigir las gentes de diferentes estados y edades , en instruir á los párvulos en los principios de la Religión Católica , y en suma en todos los oficios concernientes al estado Eclesiásti- co ? No habla cof.a mas agradable para él , cjue visitar los
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cautivos y encarcelacíos en ciertos días del año ( para lo qual obtenía la correspondiente licencia ) á íin de confesar- los , consolarlos y proveerlos con la mayor compasión de lo necesario para la vida , según las circunstancias en que se hallaban.
Muerto el Prepósito de la Iglesia Parroquial de San- ta Marta de la Pomjjosa en Modena , fué destinado Mu- ratori á servir este empleo en el año de 171 6 : y elevado á esta dignidad proveyó de su caudal propio con fran- ca mano á su Iglesia ; y en solos tres meses la enrique- ció con un tan crecido numero de florines , que causa admi- ración recordarlos. Pero no disfrutó menos su beneficencia la Iglesia de San Ginés de Ferrara , cuyo Priorato obtenía aun siendo Prepósito de la Pomj^osa , con dispensa del Su- mo Pontífice : y derramó igualmente sus liberalidades en todos aquellos Santuarios donde gozaba algún Beneficio ó Capellanía.
Sirviendo Muratori la referida Prefectura , instituyó en su Iglesia unos exercicios eclesiásticos para los Cléri- gos , donde les explicaba claramente las obligaciones de su estado , y las ceremonias que deben practicarse durante el oficio divino : exhortándolos al mismo tiempo con el ma- yor fervor y caridad Christiana á que desempeñasen dig- namente las funciones de su ministerio. Peí o creyendo ade- mas de eso , que era útil y decoroso á los Eclesiásticos aprender el canto firme , buscó un maestro que á sus ex- pensas enseñase en su Iglesia el canto divino á los Clé- rigos ; y les proveyó también de aquellos libros que eran necesarios para estudiarlo en casa.
Fué tan liberal con los pobres que le hallaban siem- pre pronto y dispuesto para qualquier exerciclo de miseri- cordia , tanto espiritual como temporal ; por cuyo motivo mereció con razón el nombre de padre de pobres. Vn. efecto de su natural compasión fué la Congregación que ins-
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tituyó en Modena en el año de 172 I para alivio de los pobres , con el titulo de Amore Proximi ; cuyo fin y obje- to no era otro que socorrer al próximo en qualquier ne- cesidad que se hallase constituido , con limosnas , vestidos, medicinas , comida , bebida , &:c. en una palabra , con to- do lo que pudiese servir de alivio al cuerpo en esta vi- da mortal , y al alma en la eterna. La economia de esta Congregación resplandece grandemente en su Tratado de Amore Proximi ; donde con la mayor efusión de espí- ritu expone el objeto , el orden , los medios y la obli- gación que impone este precepto divino del amor con el ■próximo.
Pero es menester advertir que para la fundación de la referida Congregación de Amore Proximi y gasto religiosa- mente casi todas las rentas de sus Beneficios, y hasta el collar de oro que le habia regalado Carlos VI, Emperador de Romanos , por haber dedicado á S. M. el referido Trata- do que publicó De Amore Proximi.
Finalmente , SI necesitásemos nuevas pruebas del gran- de amor con que trataba Muratori al próximo , recurri- riamos á los Montes de piedad que erigió en Modena el año de 1746 , con notable envidia de los logreros y usu- reros , como un auxilio necesario para los Christianos que tuviesen que pedir préstamos de dinero. También forma- rían un buen testimonio de este amor , los muchos milla- res de florines que consumió durante su vida en aquellas limosnas que tenia consignadas anualmente , no menos que en las que hacia cada dia , estendiendo su caridad hasta con los estrangeros , reservándose siempre de todos , para es- cluir todo afecto de vanagloiia. De manera que vivia Mura- tori una vida apostólica , ocupándose en las continuas obras ,de caridad , tanto espiritual como temporal , con que alen- taba , ayudaba y socorría á las viudas , eníermos , pupi- los , doncellas expuestas , encarcelados, peregrinos , &c. A
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todos alcanzaba la efusión de caridad de Muratori,
Mas no era sola la caridad la virtud que enriquecia su alma. Todas las demás virtudes teológicas y morales la adornaban igualmente. La piedad acia Dios , basa y fun- damento de todas las virtudes, según S. Ambrosio , domi- naba su corazón : sabia muy bien este sabio que la piedad es el primer precepto de la ley de Dios , y para adqui- rirla no omitia ningún exercicio de quantos la fomentan, inspiran y promueven. Frecuentaba los Sacramentos ; era asistente á oir la palabra de Dios ; oraba y meditaba , y leia con atención las obras de los Santos Padres.
Se dedicó después á la lectura de los libros sagrados, y no dexaba de la mano el Tratado de Imitatio?ie Chrísti del P. Kempis ; y el Certamen Spirituale del P. Fr. Lo- renzo Scuf'uli, de la respetable Orden de los Teatinos. Na- da le gustaba tanto , ni hay , decia él , cosa mejor ni mas apta para fomentar la virtud de la piedad acia Dios , co- mo las obras de S. Juan Crisòstomo , cuyas Homilias leia y releía con el mayor fervor para alivio y consuelo de su alma. Todas las maííanas hacia un quarto de oración men- tal quando se levantaba de la cama , y se retiraba dos ve- ces al año , una antes de Navidad y otra en semana San- ta, á hacer unos exercicios espirituales de ocho dias.
No era inferior la devoción que profesaba Muratori á Jesu-ChrÍ5to , cuya pasión y muerte era el punto princi- pal de sus meditaciones. No habia dia en que no contem- plase el Misterio de la Redención , regando su corazón con afectos de ternura y reconocimiento. La modestia de espí- ritu ; la compasión de corazón que se leia en su rostro en semana Santa ; la devoción con que adoraba el incruento Sacrificio de la Misa ; y la decencia y compostura con que estaba en el templo , son todas señales evidentes de su piedad y devoción. Pero no son menos solidas las pruebas que nos franquean aquellos Tratados que escribió con el
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único fin de aumentar y promover mas y mas esta piedad acia Dios y su Hijo Unigénito en el corazón de los fie- les. Los Exerciíios de la verdadera devoción de los Chris- tianos que compuso según el método del P. Séñeri , y las varias fórmulas de oraciones deprecatorias que publicó , es- tán derramando una verdadera y sólida piedad.
Con fé no menos activa y eficaz veneraba Muratori las verdades de la Religión , defendiendo con la mayor constancia de espíritu los dogmas de la Religión Católi- ca , como se echa de ver claramente en su Tr.itado , D: ingemorum moderatione in Kdigionis tiegotio : en su Li- turgia donde habla del Sacrificio de la Misa y del au- gusto Sacramento del Altar contra los Protestantes ; en el libro que escribió intitulado de Statii mortuorum , con- tra Burneto ; y en la Apologia que publicó intitulada de ti'Xvis in Reügionem incurrc-ntibus. Pero ademas de esto hacia actos de fé cada dia , pidiendo á Dios su gracia con particular devoción , y dándoselas al mismo tiempo por tan singular don , no menos que por haber nacido en el gremio de la christiandad.
Otro tanto se podría decir sobre la virtud de la es- peranza que brillaba en Muratori. Esperaba este sabio con tanta fé merecer por los méritos de Jesu-Christo aque- llos premios que están destinados para los Justos en la eternidad , como si los tuviese seguros. Por lo que hallán- dose próximo á la muerte esperaba con grande espíritu y firme esperanza el ultimo momento de su vida. De suer- te que se podía aplicar muv bien á Muratori lo que di- ce S. Gregorio Magno de la muerte del Justo. Pero la mayor prueba de la esperanza de Muratori es el exce- lente Tratado que escribió contra el impío libro de Bur- neto , intitulado de Siatu mortuorum , que nunca será bas» tante alabado por mas que se celebre.
Nadie tuvo mas fervor de caridad para con Dios que
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Muratori : el qnal deseoso ¿e cumplir con el precepto de la ley Evangèlica , amaba á Dios sobre todas las cosas, con todo su corazón , con toda su alma , y con todas sus fuerzas.
En la humildad se excedió Muratori si cabe decirlo así ; porque convidado con varios empleos de honor y dig- nidad , jamas quiso salir de su esfera ; y contento en el es- tado en qu3 le habia destinado la Providencia , quiso mas encanecer con los libros , que mostrarse codicioso de gloria en el gran teatro del mundo.
Ademas de humilde , estaba dotado de mansedumbre y de suavidad ; pues siendo tan sabio y viéndose tan hon- rado deseaba aprender de otros, Y aunque estaba sumer- gido siempre en negocios graves que le distraian , jamas se negaba á quantos solicitaban su consejo y dictamen. Mas con todo de ser '^anta su fama en doctrina y piedad, no le faltaron críticos y censores , ( peste muy común en los Escritores ilustres. ) Por mucho que le injuriasen las plumas mordaces , no respondia sino con un espíri- tu de paz y con una paciencia admirable ; caracteres todos de un amor christiano : y por justa causa , ó por consentimiento de varones doctos dexó de escribir su Apo- logia ,y persuadió á otros' amigablemente que no tomasen la pluma contra sus censores. Estendamos aquí lo que di- ce en la carta dedicatoria del tom. 2. del Tesoro de las Ins- cripciones.... Si hubiese algo que corregir en esta obra ^ porque nunca me he reconocido libre de poder errar ) y quiere tornar alguno d su cargo la enmienda ( que d qualquiera le es lícito ) mientras njiviese , no deseo otra, moderación en la censura , que la que yo he tenido con los Autores uivos que he criticado.
La paciencia , viitud tan necesaria á los mortales mien- tras vivimos en este valle de lágrimas , fué muy exerci- tada por Muratori durante su vida , principalmente en el
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tiempo de su enfermedad. A principios de Noviembre del año de 1749 se vió acometido de una grave dolencia que le contristaba y afligía sobremanera : relájesele el es- tómago de modo que vomitaba quanto comía ; y de resul- tas de eso empezó luego á sentir una gran flojedad de cabeza , acompañada de una notable languidez y remi- sión de espíritus vitales ( síntomas seguros de una verda- dera apoplegia. ) En tan deplorable estado se le oía de- cir con voz baxa , dispone domui tu^e , quia morieris. Y habiendo llamado un Confesor para alivio y consuelo de su alma , hizo confesión general de sus pecados el 2 5 de Noviembre , día de Santa Catalina V. y M. , con tanta compunción de ánimo y dolor de corazón , que obligó al Confesor á prorrumpir en llanto sin poder contener las lágrimas ; y después de haberse confesado exclamaba alta- mente diciendo : \Buen Dios ! injlnitas gracias os doy por todo quanto os he merecido. Acabo de hacer lo que debía y lo que mas me urgía. Aquí tenéis disjpuesto mí co- razón ; haced de mí lo que queráis , en 'vuestras manos pongo mí esvírítu , hágase vuestra •voluntad.
El 27 de Noviembre quedó tuerto del ojo derecho, y el 4 de Diciembre lo dexó ciego enteramente un in- sulto que le repitió. Acometido después de una calentura maligna , recibió el Viático en 3 i de Diciembre con la mayor devoción , edificando á quantos rodeaban su ca- ma con los fervorosos actos de fé , esperanza y caridad que repetía , y con la grande resignación que manifestaba con la voluntad de Dios. Desconfiando mas de su vida por instantes se le administró la Extrema-Unción en el día i del año de 1750 , y vino á morirei 23 de Enero. Mu- rió quien ó no debía haber nacido , ó debía haber sido eterno. Murió Luis Antonio Muratori , honor del estado Eclesiástico , la mayor gloría de la literatura Italiana , y la Enciclopedia de todas las ciencias; pues era Poeta ^^ Ora-
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dor , Filosofo , Teologo , Jurista , Historiador y Filólogo como lo acreditan sus escritos. No hubo Efemeride litera- ria que no llorase su pérdida y elogiase su vida.
Al dia siguiente , esto es , el 2 4 de Enero , fué ex- puesto públicamente su cadáver vestido con los hábitos sacerdotales en la Iglesia Parroquial de Santa Maria della Pomposa en Modena. Era inmenso el gentio de todas edades , clases y sexos que concurria á verlo , especial- mente de pobres , los quales lloraban con lágrimas de compasión la muerte de un tan gran padre y bienhe- chor , y encomendaban á Dios su alma con eficaces rue- gos. Cantó Misa de requiem el limo, y Rmo. Marqués de Castehetri , Canónigo y Vicario General de la. Igle- sia Catedral de Modena ,-con grande asistencia de Pár- rocos y Sacerdotes de ambos Cleros que iban á celebrar el incruento Sacrificio de la Misa por sufragio del alma de Muratori. Y concluido el aniversario , dixo una Ora- ción fùnebre D. Jacobo Alberto Leo^arti ^ Presbítero , y Dr. en Teología.
Si quisiera estenderme y formar aquí una apoteosis política del amor que mereció Muratori durante su vi- da á los hombres mas celebrados por su virtud y talen- tos ; de los honores con que fue honrado por los Sobe- ranos y grandes personages de los Reynos ; y de los mu- chos obsequios que le hicieron los doctos literatos , de- dicándole sus obras, consultándole sus dudas y suscribien- do á sus decisiones , no me bastarían otras tantas pági- nas como contiene este volumen. Así que en obsequio de tan gran sabio y para hacer mas recomendable su me- moria , me contentaré con indicar aquellas cosas que pue- den llamar mejor la atención de las gentes , y excitar mas la emulación entre los que sean capaces de aspirar á tan alta gloria.
La noble celotipia con que competían entre sí el Su-
nio Pontífice Benedicto XIJ-"^ \ Carlos 7 , Augiiíto Em- perador de Romanos ; Jorge I , Rey de IngK^terra ; /^/V- tor Amadeo y Carlos Manuel , Reyes de Cerdeña ; Rai- naldo I y Francisco III , Duques de Modena ; Je¿u- rico , Rey , Príncipe y Elector de Saxonia ; y otros mu- chos Cardenales , Obispos y Prelados de las Iglesias , so- licitando el trato de Muratori con el mayor ardor , fran- queándole la entrada en sus Archivos y Bibliotecas , sub- ministrándole quantos documentos pedia y necesitaba pa- ra la publicación de sus obras , y aceptando con la ma- yor benignidad los Escritos que ks dedicaba , remuneran- do sus obsequios con preciosas dádivas , valiéndose de su consejo en los negocios mas arduos que les ocurrían , ala- bándole por todas partes , y deseando con afán conocerle personalmente , es la mejor prueba del afecto con que era amado , de los honores con que le distinguían , y del coiz- cepto en que era tenido y reputado.
No hicieron menos los doctos literatos que vivían de- seosos de engrandecer el nombre y estender la fama de Muratori , como los Cardenales Temasi, Pasionei , Tolo- tnei y Polignac ; Foscarini , Procurador de S. Marcos en Venecia ; el Marques Poleni ; el Conde uSlazzuchclh Barbieri ; el P. Antonio Bellati , Ex-Jcsuita ; el Padre Serri ; de Riiheis ; Ansaldi , célebre Religioso de la Or- den de Predicadores ; el Reverendísimo Abad Trombe- IH , Canónigo Reglar de S. Agustín ; Eusebia Amcrt, Canónigo Reglar de Polinga en Baviera ( varón dotado d« mucho talento y excelente doctrina , honor y gloiia del Orden apostólico ) el P. Borjotir , Ermitaño de Sr.n Agustin ; D. Gregorio Mayans y Sisear , Bibliotecario del Rey Católico CaV/oj /// ; el Doctor Xwííz , Biblio- tecario de la Ambrosiana ; Eckardo , Menke?iio , Bucear- do , de Rousset , de I'hom , Bruzen la Martiniere y Otros infinitos que ojnito referir por do ser molesto , en
XXI
cnyo número deben entrar también Juan Houdson , Biblio- tecario de Oxford ; Pedro Van dcr Aa de Leiden ; Juan Bautista Da.'vini ; ei P. Angelo Cologera ; el P. Ge- ronimo Longoni arsini , Exjesuita ; Aittonio Valisnieriy Juan Pasquali ; el Abad Pecei ; el P. Juan Crisos- tomo ; Cristóbal Francisco TValchio ; Jorge Altmann y quantos dedicaron Escritos á Ivíuratori , zeloscs de dar pruebas del honor en que le tenian , y del amor que le profesaban.
Tampoco habia Academia de Ciencias , ni Sociedad de liomlrts de letras en Italia , que no se gloriase de registrar en sus fastos el glorioso nombre de Muratori. Ro- ma , Florencia , Cortojia , Padua , Bolonia , Modena Palermo , Mesina , &c. todas se jactaban de tenerle por individuo en sus Academias literarias. Y la Sociedad Al- hrizziana de Venecia mandó acuñar una moneda en ho- nor de Muratori , con un epigrafe que decia por el an- verso , Ludovico Anf. Muratori, natus Mutince i6y2; y por el reverso , Litterarura Societatisque ^viventi op- time merito Acadanico 1 1 August. Las Academias Rea- les de Ciencias de Londres y Lstokolmo le honraron i^ual- jnente con el tirulo de Académico; y otras varias Academias de Europa celubrájon sus exequias con Oraciones , Dra- mas de Música , y otros oficios diferentes.
Concluiré este resumen de la vida de Muratori con las palabras del célebre Jacobo Brucherò, individuo de la Real Academia de Ciencias de Berlin. En la grande Obra que publicó este sabio intitulada , Galería de los Escritores mas ilustres de nuestros tiew.-pos , donde se leen los retra- tos de los Autores mas célebres en erudición , doctrina y mérito literario , después de haber indicado ( en la De- cada segunda ) las principales Obras de Muratori se expli- ca de esta manera : ^j Juzgamos que bastará esta Historia » literaria de Ivi aratori.... Ella soia es suficiente para co-
XXII
fi locar á su Autor en la clase de los Escritores mas cè- fi lebres de nuestros dias , porque resplandece en ella un » juicio exacto , perspicaz y sòlido ; una vasta lectura y » casi infinita ; un ingenio fértil ; una industria incansable »> é increíble ; un ánimo íntegro , libre de toda preocu- »> pación ; y un deseo muy loable de medrar en el estu- »>dio de las Ciencias : cosas todas que bastarian para en- » grandecer el mérito de Luis Antonio Muratori , quan- »y do no lo recomendase tanto el unánime consentimiento » de los sabios.
XXIII
CATALOGO CRITICO CRONOLOGICO DE LAS OBRAS
DE LUIS ANTONIO MURATORI.
Año De Grcecie Lingua usu ér j?r¿es- Año
"deChristo , • tx • ^ x- de su edad
aev.uiiiiu ^^^¿.^^^ Dissertano,
Este Opúsculo es buena prueba de los progreses que hizo Muratori en el estudio de la lengua Griega , en los pocos meses que lo cultivó sin mas maestro que su apli- cación y talento.
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Año De primis Christianorum Ecck- -^"o
de Chrlsto ..^ Dissertatio, "^^ 1" '^"^
169^. • ij.
Disertación muy erudita , dedicada al limo. Conde Antonio Feliz, de Mansigli , Obispo de Perusa , por quien fué tan recomendada en la carta gratulatoria que escribió á su Autor , impresa en Bolonia en 1694,
5 De Barometri Depressione Dis-
sertatio. Disertación que compuso Muratori en el mismo año, á instancias del P. Benedicto Bacchini ^ Monge de Casi- no , que después fué Abad del Monasterio de Modena, hombre muy erudito , y muy celebrado por su buen gus- to en las letras , á quien se la dedicó el Autor en prue- ba del reconocimiento que le profesaba , por haberle sido maestro y director de sus estudios en Modena..
XXIV
4
Año Anecdota latina , quce ex Amhro- Añ^
de Chrísto ^^.^^^^ Bihliotheca todicibus nunc prl ^^ " ""'^^^ W2Z/W eruit notisque ac disquis i t ioni- bus ilíustravit L. A. Aluratori , ín eadem Bibliotheca Ambrosiani LoUe- gii Doctor. Tomus j^rimus Aledio- lani. Promovido Muratori al empleo de Bibliotecario de la famosa Biblioteca de Milán , concibió grandes esperanzas de poder exercirar y lucir su ingenio con motivo de los innumerables Códices manuscritos que formaban el prin- cipal adorno de aquella Biblioteca , y entregado á la lec- tura y examen de ellos hallo muchas cosas dignas de la luz publica , las quales salieron ilustradas de las manos de Muratori con el título que hemos indicado.
Este tomo tiene quatro Poemas , que habian sido muy deseados hasta entonces , de S. Paulino , Obispo de INola, contemporaneo y muy amigo de Ausonio , S. Gerónimo y S. Agustin ; de los quales tres de ellos fueron escritos en elogio de S. Feliz Mártir , y el quarto contra los Pa- ganos. No contento Muratori con ilustrar con notvis esros Poemas , explicando en ellas los pasages mas obscuros; les añadió veinte y dos Disertaciones llenas de una erudición universal ; peio como los que no han visto este romo no pueden venir ea conocimiento de lo que se trata en las 2 2 referidas Disertaciones , daremos aquí una breve relación de lo contenido en ellas.
Las 8 primeras son concernientes á varios sugetos ala- bade s par el Santo Obispo.
En las cinco siguientes ilustra con mucha estension el Autor la vida de S. Paulino , que compuso á principios del siglo pasado el P. Francisco Sacckrifii, de la extingui- da Compañia de Jesus,
XXV
La 14 ti'íita de los milagros de S. Felix Mari ir , y del tiempo de su preciosa muerte , que refiere con S. Pau- lino y otros al siglo 2 de la Era Christiana. '^ -'^
En la I 5 habla del año en que el Santo Doctor dé la Iglesia S. Ambrosio , Obispo de Milán , halló los cuer- pos de los Santos Mártires S. Gerbasio y S. Protasio ; y demuestra con razones sólidas que se verificó su hallazgo en el año 386 de nuestra época, y no en el de 387^ como pretendian Baronio , Puricdli y otros muchos ; y por consiguiente deduce que se debe referir á este año de 386 el bautismo de S. Agustín.
En la 16 impugna fuertemente á Ocio , Calvinista, el qual en su Tratado intitulado : Examen ferpetuüm histórico thcologicum in Card. Barón. Annal. se enfurece contra Baronio porque sienta en sus Anales que los anti- guos templos de los Christianos estuvieron proveídos de va- sos sagrados labrados de oro y plata , y de otras alhajas preciosas , y se practicó también en ellos la costumbre dé colgar lámparas y encender cirios sobre los sepulcros de los Mártires.
La 1 7 trata de los sejmkros de los antiguos Mártires ^ y fundado en la autoridad de S. Paulino, S, Agustín y S. Ambrosio , prueba eruditamente que la costumbre de enterrar los cadáveres de los Christianos en las Iglesias es mucho mas antigua de lo que soñaba K.ej)j)ero , y otros muchos novadores del siglo pasado , que establecían fal- samente haber sido primero establecida esta costumbre en tiempo de S. Gregorio el Grande.
En la I 8 habla de los votos y oblaciones "Jotivds he- chas ^or los Christianos en honor de los Santos. En cuya Disertación hace callar á Erasmo , el qual en su coloquio intitulado Naiifragium , ridiculiza esta costumbre.
La I 9 impugna á Pagi , porque sostiene con Paj^e- Irochio , que muchas fiestas de los Santos son • celebradas
d
XXVI
fuera del dia de su respectiva muerte ó entierro.
En la 2 0 expone la opinion que establece S. Paulino en el último de los quatro Poemas indicados, sobre el nu- mero de los elementos , entre los qualcs coloca al Cido el Santo Obispo , y prueba claramente que varios PP. de la primitiva Iglesia , y hasta el mismo Aristóteles , abrazaron esta opinion , aunque ninguno de los Aristotélicos moder- nos hace mención de ello.
La 2 I habla de la figura de la Cruz de nuestro Se- ñor Jesu-Christo , baxo la forma del Tau Griego , ó de la T latina.
Y finalmente , la 2 2 trae un Catálogo de los Escritos de S. Paulino , que se perdieron por injuria de los tiem- pos. Ademas de esto habla de un pasage del mismo San- to , sacado de un Codice antiquísimo de la Biblioteca Am- brosiana ; por donde arguye que el Santo Obispo seguia la opinion de los primeros PP. de la Iglesia , sobre la des- trucción de la famosa ciudad de Jerusalen mandada por Tito ; así que sostiene que fué executada en el año 42 después de la Ascensión del Señor al cielo ; y por consi- guiente deduce que fué crucificado Jesu-Christo en el año 1 5 de Tiberio , en tiempo del Consulado de los Geminos, que es el año 2 9 de la Era vulgar. Después refiere ciertos fragmentos inéditos de las obras perdidas del Santo Obis- po de Nola , con las variantes que se observan en el Có- dice Ambrosiano , cotejándolas con los Natales que habia publicado antes. Y por último , al fin del primer tomo de las Anécdotas latinas , pone un Apéndice dividido en tres párrafos , donde trata del antiguo derecho del Metro- politano de Milán sobre el Obispo Ticinense.
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Año Anecdotorum latinorum tomus se- Ano
deChristo 7 x de su edad
' cundus , prater 'veterum monumenta
continet Commentarium de corona
XXVII
ferrea , qiia Romanorum Im^erato- res , in Insuhrìbus coronari soknt. Mediolani 1698.
En este segundo tomo se contienen varios Opúsculos: I °. La Profesión de Fé , ó Apologia de Bacalario , Escri- tor del siglo III , sacada de un Códice antiguo de la Bi- blioteca Ambrosiana , donde nadie pensaba que existia , é ilustrada con notas y prolegómenos por Muratori ; la qual fué reimpresa después en Roma separadamente el año de 1 74 8, con unos Comentarios muy doctos de la misma pluma , de cuya edición cuidó el Ilustrísimo Conde Fran- cisco Florio , Canónigo de Aquileya.
2^. La Historia de Juan de Cermenate , que vivió en el siglo XIV , y dexó escritas muchas cosas sobre los hechos de Enrique VII , Rey de Italia : ilustrada por Mu- ratori con una docta Prefación. -cl osí;
3'^. Un fragmento muy antiguo donde se lee la con-' denacion de los errores de los Manicheos. Documento que debió mucha celebridad á una Disertación de Mura- tori , digna del mayor elogio. La Disertación y el Frag- mento se hallan en el segundo tomo de las Obras de S.Hy- polito , Obispo y Mártir : impreso en Amburgo el año de 171 8 por dirección de Juan Antonio Fabricio.
4°. Una Oración inédita de Eneas Silvio Picólo- mini , Obispo de Siena -, que después fué Pontífice baxo el nombre de Pio II , dicha por el mismo quando estaba exerciendo la dignidad de Nuncio Apostólico en Viena de Austria , para establecer la autoridad del Sumo Pontí- fice Nicolao V.
5°. Una cierta fórmula de Manumisión , sin la qual nadie podia ser promovido á recibir los sagrados Ordenes, ilustrada con notas y observaciones por Muratori.
6°. Un índice de los Santos Mártires , cuyos cuer- fos estaban en Koma en tiempo de S. Gregorio Magno;
d 2
XXVÍII
sacado de un manuscriro del famoso Museo Satteliano , que se enseña en Milán , é ilustrado por Muratori con una ele- gante Prefación.
7.^ Dos Crónicas de los Reyes de Italia , vna Cons- titución del Santo Rey Enrique , y algunos tersos muy antiguos que se conservaban en la Libreria de S. Isi- doro , Arzobisfo de Sevilla : sacado todo de la Biblioteca Ambrosiana , y enriquecido con notas por Muratori para dar á conocer mas su utilidad.
8." Una exposición de la Fé Católica de llenando Forttmato i la qual suministró materia á Muratori para escribir una Disertación erudita , investigando el verdade- ro Autor del Símbolo que se atribuye comunmente á San Atanasio.
9.'' Dos Oraciones E-pitalániicas , una de Guinifor- zio Barzizzio , Orador excelente del siglo XV , que fué dicha en Milán en 1430 , en la celebridad de las bodas de Felipe Borromeo ; y la otra de un Autor desconocido, pero' no menos eloquente , escrita con motivo de los espon- sales que celebraron por entonces Juan Agustín Fisconti^ y Otton Mandela , con las dos hermanas Margarita y Ta- dea , hijas de Vitaliano Borromeo. Estos dos Epitalamios fueron ilustrados por Muratori con una Disertación ele- gante , donde entre otras cosas , por un acto de gratitud, rinde mil elogios á la serenísima casa de los Borromeos , no menos grande por su nobleza , que por los honores mas ilus- tres , y por su virtud hereditaria.
jo.'í' La excelente Disertación que compuso Murato- li sobre el ayuno de los quatro tiempos del aíío. '. Y últimamente concluye la larga serie de documen- tos contenidos en el referido segundo tomo , el Comentario sobre la corona. de hierro con que solían coronarlos Em- peradores liomanos d los Insubres ; reimpreso en Lipsia en ,1719. En este Comentario impugna Muratori la opinior
XXIX
de los que sostienen que en la corona con que solían coro- narse los Emperadores Romanos se conservaba el clavo con que fué ciucihcnclo el Señor. Justo Fcntanini , Arzo- bispo Anzirano , y Canónigo de la Basílica de Santa Ma- ria la Alayor de Roma , publicó una Disertación sohre la corona de hierro de los Longobardos , compuesta de uno de los clavos de la de Jesu-Christo ; pero á pesar de toda esta contradicción supo Muratori sostener admirablemente su opinion con razones sólidas , en cierta Carta que escri- bió al Consiliario Aulico Menckenio. Cuya Carta y la Di- sertación de Fcntanini se hallan en lii Obra intitulada Ihesaurus Amiquitatum, b-Iiistoriarum Italia; Burmanni.
6
Año T^ita e Rime di Cario Maria Año
de Chrísco ^. • , j. en I 2.^ ^^ ^" ^^^^
1700. c"=* •' 28.
Habiendo muerto en Milán en 1699 Carlos Aíaria Maggi , Poeta celebre y grande amigo de Muratori , no solo procuro honrar este su memoria con un Idilio oue re- citó en la Academia Borromea , y con una cereña de ver- sos Italianos , publicada con estampas en aquel mismo año, sino que escribió su 'vida y la publicó al año siguiente, juntamente con las poesías de aquel excelente Poeta , ilus- tradas con notas, en 5 tom. en i 2". impr. en Milán.
7
Año J j^rimi disegni della Refublica Año
e .isto i¡ff¿j,¿^j.j¿i rubati ad seo-reto e donati ^" a la curiosità degli altri eruditi , da Lamindo Pritanio : i tom. en 8." im- pr. en Venec. en el año de 1703: reimpr. después varias veces en Ñapó- les , y en la misma ciudad de Venecia en los años de 1716,1725, 1742,
175I' ^753-
XXX
Esta obra hizo mucho ruido entre los literatos de Ita- lia. Unos miraban esta ideada república como una frial- dad ó una pura quimera y se reian de ella ; otros la desaprobaban , porque les parecia cosa impracticable ; y los mas la aplaudían y deseaban que se pusiese en execu- cion semejante designio ; pero en todos reynaba una gran curiosidad de saber quien fuese el Autor de ella y donde habia sido impresa : y como fue la vez primera que se arrogó Muratori el nombre de Lamindo Pritanio, con el qual ha comparecido disfrazado varias veces en la escena literaria , no podivín venir en conocimiento de que fuese suya ; así que los Escritores de las Actas de Lip- sia en el tom. 4 del suplemento, p. 506 , atribuyen este Opúsculo á Bernardo Trevisano , un noble Veneciano, pero sin razón , porque entre las muchas pruebas que se po- drían alegar en favor de Muratori , lo demuestran clara- mente las iniciales mismas de Lamindo. El designio del Au- tor en esta obra no fué otro que estimular á los literatos de Italia á que estableciesen una sociedad de hombres de letras , para lo qual les prescribía en su Opúsculo el mo- do , orden y estatutos mas convenientes á semejante esta- blecimiento.
8
Año Prolegomena ad veritatts & fa- Año
de Chrisco • ^ • • • ^-x de su edad
cis amantes , pr¿emtsa open cm tttu-
lns ; Elucidano Augustinianíe de di-
'vina Grada Doctrin¿€. Coloniíc
1705- Dos Tratados Teológicos que ilustró Muratori con
Prolegómenos , uno del P. Celso Cerri , baxo el nombre de Lescio Crondermo ; y el otro del Abate Francés Fran- cisco Dirois , Dr. de la Sorbona , publicados en el año de 1705 con fecha de Colonia.
XXXI
9
Año Della perfetta Poesia Italiana Año
deChrIsto i ata e dimostrata con -varie os- ^^ su edad
1706. ^ ^ . . , . .34.
ser'vacioni so^ra alcuni com^jorn- menti da Ludo-vico Muratori : dos tom. en 4.*^ impr. en Modena en 1706 : después en Venec. en 1723 con las notas críticas del Abate An- tonio Maria Sahini ; y otra vez en Venec. en 1748. En esta Obra critica el Autor varias obras Poéticas de Francisco Petrarca , y de otros Poetas célebres , con el fin de enseñar á los jóvenes la hermosura y utilidad de la Poesia para que la imiten. Un trabajo que derramaba lu- ces de meditación y un gran juicio crítico , no podía me- nos de hallar buena acogida en los sabios ; pero no tardó mucho en correr borrasca , porque apenas había llegado su noticia á los Poetas Andrés Marano y Antonio Verga- mini , quando dispararon un Diálogo muy denigrativo contra Muratori , impreso en Mantua en 1708 , declarán- dole la guerra con el mayor furor poético , porque les reprendía sus errores y el método obsceno con que escribían.
I o
Afio Introduzione alle ^ace private'. Año
deChristo ^ ^ oo • ■\ñ ■ a de su edad
' o I tom. en o. impr. en Modena en 1708. ^ 3<>.
1708. Esto es , medios para entablar y establecer la paz en- tre las partes agraviadas por las ofensas ó injurias ircga- das : obra muy útil , escrita según los principios de la Fe Católica , y aplicada al punto del honor agraviado , que tanto exagera regularmente el instinto de nuestro amor propio. Acceden dos Opúsculos también muy recomenda- bles , á saber , Speroni de Sperone discursus de duello ; kr Tractatus de pace. Joann. Baptist^ Pigna.
XXXI I
1 1
J^iJÍcssioni scpra il buon gusto in- torno le Scienze , e le Arti , soto no^ me di Laràindo Fritanio. ( i tom. ea I2.°) impr. en Venec. en 1708; reiinpr. en Colonia en 1715 en 4.^ y después nuevamente en Venec. en 1716, 1723, 1742, 1751, 1752, 1755 , en 2 tom. en 12.° Este Tratado es un tesoro de bellezas , el mas á pro- pósito para los Escritores , lectores y profesores de c[ual- quicr Ciencia ó Arte.
12
Año Anecdota Gr^eca ex M. S. Co- Año
deChristo 1. ., . v 7 x- j desueJaJ
dícibiis nunc primum eruit , latió do-
^709. . ^ . . . 37*
nat notis ac disquisitionibus auget.
X. A. Muratorius , Serenissimi Rai- naldi I. Ducis Aíutin^e Bibliothe- cariiis. Tom. i ^ impr. en Padua en 1709. Este tom. contiene primeramente 228 epigramas que Q;xistian inéditos, de S. Gregorio Nazianzeno , sacados de los Códices de la Biblioteca Ambrosiana , de la del Rey de Francia y de la del Gran Duque de Florencia. En segundo lugar 45 Cartas de Fermo ^Obispo de Cesarea, 4 de Juliano Apóstata , y una supuesta que pretenden falsamente haber sido escrita por el. Sumo Pontífice Ju- lio I á Dionisio , Obispo de Cesarea , traducido todo del Griego al Latin é ilustrado con notas por Muratori. Y. últimamente , quatto Disertaciones de Muratori sobre va- rios puntos , á saber , la i .* de Syniactis hr Agapetis ; la. 2.* de Agapis sublatis ; la 3.* sobre los antiguos sepul-. Gros de los Christianos ; y en la 4.* prueba que no es del Sumo Pontífice Julio I la referida Carta.
xxxia
Año Aquí empieza la época de la gran Año
deChristo controversia que tanto puso en expec- ^^ ^^^^^dad
tacion á los Italianos sobre el domi- nio de la ciudad de Comaehio. La cosa no puede ser mas pública ; pero no obstante para mayor abundamien- to referiremos brevemente toda la serie histórica del asun- to ; á fin de que puedan interesarse mas en su lectura los que no tenían conocimiento de esta anecdota.
La serenísima Casa de los Estes estaba vindicando desde el año de 1354, como un feudo de su Imperio el dominio sobre la ciudad de Comachio , y el Ducado de Ferrara ; pero á pesar de tantos esfuerzos se apoderó la Cámara Apostólica de la referida ciudad en el año 1598. Suscitóse con este motivo una disputa muy reñi- da entre la Curia Romana y Joseph I , Emperador de Romanos ; y estando en esta fuerte contienda rinde á Co- machio un Soldado Austriaco y la ocupa. Los Ministros de una y otra parte que residian en Roma celebraban juntas continuamente para ver si podrían entablar una composición amistosa ; pero por mas que lo intentaron no pudieron conseguir su efecto. Y por ulíimo , en el año de 17^2 fué restituida á la Silla Apostolica la ciudad de Comachio , juntamente con el Ducado de Ferrara , sal- vando los derechos de la Casa de los Estes- Siguiéndose esta causa con el mayor calor , apare- cieron varios escritos por cada una de las partes. Murato- ri defendía los derechos de su Duque y Señor tempo- i"íil 5 y Justo Fontanini , Arzobispo Ancirano , y Lorenzo ■Zaccharini , Prepósito de la Biblioteca Vaticana , aboga- ban por la Curia E.omana. Así que para guardar el óiden debido , referiremos lo que se publicó por una y otra parte , indicando al mismo tiempo los años de la edición, y la edad en que escribían.
e
XXXI V
En 1708 publicó Fontanini una Carta intitulada , // dominio temporale della Sede Afosíolica sojjra la citta di Comacchio , contra la qual imprimió Muratori en el mismo año el siguiente Tratado: Osservazioni soyra una lettera intitolata , // dominio temporale della Sede Apos- tolica so^ra la citta di Comacchio ; impr. en Modena en 1708 en fol. y en Francfort en 171 3. Traducido al Francés é impr. en Haya en 171 o. En 1709 respondió Fontanini á las observaciones hechas por Muratori por medio de un Opúsculo que publicó con el siguiente títu- lo : Defensa della Sede Apostolica , &c. aunque lo dexó por concluir. Empero deseoso el Príncipe Estense de que se impugnase la defensa que acababa de publicar Fon- tanini , y se respondiese igualmente á la Disertación del Abate Zaccharini , De summo dominio Apostoliche Sedis in urbem Cornac chiiim , mandó escribir á Muratori, y publicó la siguiente Obra : Suplica di Rinaldo I Duca di Mo- dena alla S. Ces. Maestà di Giusepe I Imperadore ,fer Je cojitroiersie di Comacchio. 1 tom. en fol. impr. en Mo- dena en 171 1 ; y después en Francfort en 171 3.
Continuando la defensa del Principe Estense , impri- mió Muratori un Tratado intitulado , Questioni Coma- chiese : 1 tom. en fol. impr. en Modena en 1 7 1 i , y en Francfort en 1713. Pero en el mismo año publicó Fon- tanini otro Opúsculo que intituló : Di/esa seconda del dominio temporale della Sede Apostolica sopra la citta di Comacchio.
Finalmente , en 171 2 imprimió Muratori otra Obra con el siguiente título : Piena esposicione de i diriti Im- periali , ed Estensi sopra la citta di Comacchio : i tom. en fol. impr. en Modena en 171 2.... Traducido al Fran- cés é impr, en Utrechr. en J71 3 : i tom. en 4.° con este tirulo: Les droites de V Empire sur V Etat Eccksiastique, recherchés , è^ plenement eclaircis a /' occasion de la dispu-
XXXV
t€ de Comacchio , &c. A cuyo Tratado respondió Fonta- liini en 1720 , con un libro intitulado : Risposta a "va- rie scritture contra la Santa Sede in proposito della controversia di Comachio. Pero apenas había llegado á su noticia , quando emprendió Muratori su refutación , y pu- blicó la siguiente Obra : Disamina di una scrittura inti" tolata : Risposta a varie scritture , in proposito della con- troversia di Comacchio.
En todos estos Escritos derramó Muratori la mayor erudición de Derecho Público , Derecho Civil y Dere- cho Canónico.
Año Fita e Rime di Francesco Petrar- Año
dcChrisco ^^ ^^^^^ considerazioni di Alessan- de su edad
lyir, ' , . , 35.
dro Tassoni , e di Girolamo Muzio.
Acceden las notas de Muratori, Autor de la vida de este célebre Poeta: i tom. en 4.° impr. en Modena en 171 i , y en Venec. en 1727, donde fué reimpr. en 1741.
Año Anecdota latina quas ex Ambra- Año
de Christo • dv/'^; /^ j* •/ de su edad
sian^ B i b notile e oe Codtctbus , nunc
171J. . . ' . 4i«
primum eruit L. A. Muratorius:
tom. 3 & 4. Paravi 1 7 1 3.
Dos tomos que contienen varios Opúsculos , Sermo- nes , Diarios y Oraciones inéditas de Escritores muy anti- guos : ilustrados por Muratori con varias Disertaciones muy eruditas que insertó en ellos concernientes á los refe- ridos Opúsculos.
El tomo 3 contiene lo siguiente : l.^ El Libro de Tertuliano sobre la Oración : 2.^ Los versos de Estefanar- do Vicomercati : 3.° Un Tratado del cálculo compuesto en el año 829 : 4. ^^ Seis Cartas y tres Sermones de /i//-
e 2
XXXVI
deherto Cenomamnse : 5.^ El Tratado sobre el cuerpo y sangre de Jesu-Christo , de cierto Abad de Tortona : 6° Una Oración de Eneas Sihio dicha al S, P. Calixto III, sobre conceder el cáliz á los de Boemia. Véanse las Mem. de Trevoux del mes de Febrero del año de 1 7 1 9 , tomo I p. 251
Y en el 4 tomo se hallan \ arios Diarios ; el Sermón de Maximo Taurinence ; los Escritos de Menegaldo contra lyolfermo Coloniense ; el fin de la Historia de Juan Cer- menates ; y la Historia de los Patriarcas de Aquileya hasta el año de I 3 5 o.
La mejor edición de estas anécdotas es la que se hizo en Verona en el año de 1736 , recorrida y aumentada en varios lugares por Muratori.
16
Año Governo della Peste Politico , Me- Año
de Christo ?• r ; • x* , ^ o o • de su edad
uc V.Ì Lv ^^^p Eclesiástico : i tom. en b. im-
1714. . . 4^*
pres. en Modena, Milan,Turin,y Bres- cia; y reimpr. varias veces aumentado con la relación de la peste que se iba estendiendo horrorosamente por Mar- sella en el año de 1 7 2 i . Libro muy recomendado por los Médicos para seme- jantes circunstancias , donde se explica por estenso qual es la obligación del Medico , del Magistrado Civil y del Vi- cario Eclesiástico en tiempos de peste. Las dos primeras partes de esta Obra están traducidas en Francés y en
Inglés.
17 Eamindi Pritanii liher de ingenio-
rum moderatione in religiottis negotio ,
ubi quíe jura , qu<e frena tenenda sint
homini ci:r isti ano in inquircndabrtra-
denda meritate , ostenditiir , ir Sane-
XXXVII
tus Augustinus d muhi^lici censura Joannis Pherefoni "jindicatur. Editio novissima ah Alidore recescita & íiucta , y enei, anno 1752. Libro de oro digno de la inmortalidad , no menos por la gravedad de la materia y solidez de sus argumentos, que por su orden y elegancia de estilo. Obra estupenda que puede ser reputada por la Enciclopedia de tedas las cien- cias , la qual debia andar siempre en manos de los profe- sores , especialmente en las de aquellos que aspiran á la erudición sagrada y cultivan el estudio de la Teología
Düomática é Historia Eclesiástica.
o
La primera edición de esta Obra se hizo en París en 17 I 4 ; pero con varias interpolaciones , de lo que se quejó el Autor en una Carta que publicó en Modena en 20 de Febrero del año de 171 6. Luego fué impresa en va- rias partes y en diferentes años , á saber , en 171 5 en Co- lonia ; en i 7 i ó en Francfort ; después en Verena : y úl- timamente en Venecia en 1721 , 1727, i74iyi7C2: prueba evidente del mucho honor que ha merecido el Autor á la república de las letras por los excelentes fru- tos de ingenio con que la ha enriquecido. Pero la me- jor edición de todas es la que se hizo en Venscia en el año de 1752 , con una Prefación de Andrés Grandcrgeo , ó mas bien Andrés Gallando , Presbítero del Oratorio.
18
Ano Habiendo puesto en duda Font a- Año
de Christo • . i ^- •• j j j i - •■ 1 de su edad
nim la antigüedad del origen cíe la "'- ^" '-'■'**^
serenísima Casa de los Estes , en la Obra que publicó intitulada : II donJnio temporale della Santa Sede so-pra la citta di Comacchio ; resolvió Mu- ratori escribir la Genealogía de los Príncipes de Mode- na á instancias de su Sei-,;iisimo Duque Rainaldo , para impugnar el Tratado de Fontanini coa una defensa eru-
XXXVIII
dita. Trabajo no menos obscuro que fastidioso por razón de sus circunstancias ; porque antiguamente habia poca di- ferencia entre los fastos fabulosos de los héroes , y los orí- genes genealógicos : sin embargo , deseando complacer Mu- ratori á su Duque y Señor , y atendiendo igualmente los respetos del Rey de Inglaterra que le promovia y alen- taba para que llevase adelante el negocio que habia em- prendido , no perdonaba trabajo ni fatiga para desentrañar la verdad entre tantas tinieblas como yacia envuelta en tiem- pos tan obscuros como los de los primeros siglos ; con cu- yo motivo emprendió su viage literario , registró Archi- vos , visitó Bibliotecas , recorrió Escrituras , vio Códices, y fué notando quanto hallaba conducente para su asunto en los antiguos manuscritos y documentos , de cuyo trabajo resultó la Obra que imprió en Modena con el siguiente titulo:
Antichita Estensi. Par. i Mode- na 1 7 1 7 : I tom. en fol.
Obra grande , donde se ilustran casi todos los hechos mas ilustres de la Italia , y se demuestra evidentemente que son comunes las estirpes de las Serenísimas familias Es- tenses y Brunstaicenses , que son casas de Reyes en el día. Trabajo que celebró igualmente el Rey de Inglaterra.
Y en el año de Jesu-Christo 1740 , el 6 S de la edad de Muratori , se publicó en Modena la segunda parte de estas antigüedades con el título que sigue.
Antichita Estensi. i?:iic. 2. 1740 Mutine.
Esta se£;unda parte adquirió á Muratori una alta reputación entre los Literatos , en prueba de lo qual co- piaremos aquí el testimonio del Abad Langlet du Fres- noy , que se lee en el tom. 1 del Tratado de Metodo stii- dendi , p. 3 37 de la edición de Venecia , que dice así.... Lihr iste opus omnibus numeris absolutissimum est : eqid^
XXXIX
dem pìettus noiitia documentorum , quee copiose in ilio rejje- riuntur. OjjtarJum esset , ut cmnes qui familiarum His- torias genealogice enarrare cogitant , hunc sibi imitandum ^rejìgerent.
Afio Vita del P. Paolo Segneri Junior e, Año
'^^^^^ ed esercizii spirituali secondo il me- ^ ^V ^ 1720. -* . 40.
todo del medesimo Padre : 2 tom. en
8.° impr. en Modena en 1720; y
reimpr. varias veces en Venecia.
Trabajo que mereció á Muratori la memoria de la
buena amistad que profesó al P. Séñeri en los últimos
años de su edad.
20
Año Della carita cristiana , in quanto Año
de Christo / j » • , ^ o de su edad
rssa e amore del prossimo ^ i t. en 4. *
impr. en Modena en 172 3 ;y reimpr. varias veces en Venecia. Este libro , que fué traducido al Francés , é impr. ea París en 1745 en 2 tom. en 12.°, es el mejor testimonio del fuego de caridad para con el próximo , que inflamó el corazón de Muratori toda su vida. El Autor se lo de- dicó al Emperador Carlos VI ; por cuya acción le regaló S. M. una cadena de oro.
21
Rerum Italicarum scriptores ah
anno aree Christiance ^00 ad annum
I $00 , quorum potissima pars nunc
primum in lucem prodit , ex Awhro-
sianee pr<jesertim atque Estcnsis Bi-
hliothec¿e Codicikus L.A.Muratorius
Serenissimi Ducis Mutin^e , Biblio-
thecarius collegit , ordinavit, ér Pr^ie^
fationibus auxit , b-c. . . ,
XL
£ita es la gran Colección de los Escritores de Ita- lia que emprendió. Muratori con el lin de ilustrar la His- toria de su. Nación. Trabajo digno de. un nuevo H<?r: cules , el qual no pudo menos de merecerle muchos elo- gios de los literatos generalmente , y le grangeo la mas alta reputación en la república de las letras. Así que pa- ra prueba de la gloria inmortal que adquirió á Aíura- torí ésta famosa Colección que compone 27 volúmenes en folio , estenderiamos aquí el elogio que hace Bruckero Decada segunda en su galería de los Escritores mas ilustres de nuestros tiempos , si fuese mas exacto ; por lo <que preferimos insertar, el. que se lee en una Carta que dirigió á Aíuratori el célebre literato Bernardo Alont-, faucon , Monge de la Congregación de S. Mauro, que dice sísv'. Pr^clarum opus Scvij^tofum rerum Italie arum quod nuper in lu^m. editti , per totam Europam illustre ti- bí nomen acijuiíkv^t,. Sedulo in illud Parisiis ir per to- tam Galliam inquiritur. Magn¿e sane est uti'dtatis ,pr^- sertim íUis , qui Historiam trjzctant , è" scribunt. Y en otra Carta de 17 de Diciembre de 1737. Collectio rerum Italicarum , cujus tom. ij kr ultimum nuper vidinius , om- nium dprohatione plausibiliter celebratur , kr nomen tum ad posteros usque clarissimiim rcddet.
11
Año Vita , ed opere critiche di Ludo- Año
de Christo • r^ , 1 , ^ o • de su edad
vico Castehetro : i. toni, en 4, mi- r 7 2. 7 . im-
preso en Milán en \jij.
Libro muy deseado hasta entonces , el qual hizo vo- mitar á Fontanini el veneno que tenia reservado en su pecho contra Muratori por los Escritos de Charitate pro- ximi : de Corona ferrea : de Ingeniorum moderatione in reli^ÍG-nis negotio \ j por l?.s decantadas controversias de Corpcre Sancii Augustini Ticini invento : & de Domi- nio urbis Commacicnsis...
XLI
Ano Motivi di credere tilt taina asco- Año
dcChristo • . ' lì :^ n de su cuad
"^ jo , f non tscoperto in Faina nelL „
1750. , ^ , í o.
/í;í;/0 1694 // í^ífro cor por e di Sa?t-
to Agostino , Dottore della Chiesa:
I tom, en 4 ° impr. en Trento ea
1730- Habiéndose descubierto en el año de 1695 ías re- liquias de un Santo en la Iglesia de S. Pedro in Calo aureo de Pavia , debaxo del altar de la confesión ; y se pu- blicó que yacia en aquel templo enterrado el cuerpo de S. Agustín , Obispo de Spona , creyeron algunos que ias referidas reliquias eran de este Santo Doctor ; pero otros sostenían lo contrario. Con este motivo se suscitó una gran controversia entre los Monges Agustinianos y los Canónigos Reglares. JFontanim , que defendía la causa de los Monges , publicó una Disertación intitulada : De cor- jjore Sancii Augustini Hiponensis Episcopi , ¿r Ecclesia Doctoris y Ticini reperto , in confessione adis Sancti Petri in Calo aureo. Contra la qual sosteniendo Muratori la parte de los Canónigos Reglares , imprimió el Opúsculo citado.
24
Año La Filosofa Adorale , &cc. i t. en Año
deChristo o -it ^ .„^^ de su edad
4. Veroníe 17^ <• 17 5) . ^ / -^ ^ 66.
Obra escrita por Muratori según los principios de la Pxeligion Católica , y muy recomendada por las repetidas ediciones que de ella se h.in hecho , á saber , en Verona en 1735 ^^ "í^ ^^^'^- ^'1 4° » s" Ñapóles en 1737 ; en Milán y en Venecia en 1754 en 8.°
Año J)ff paradiso , re^nique cekstis Año
de Christo , . oí de su edad
j_.g gloria non expectat a corporum resur-
rectione justis à Deo collata , adver-
f
XLÍI
SUS Thonide Biirneti Brttfínni Hbrum de statii mortuorum , Aut. Murat. sereniss. Ducis Mutitice Btbliothec¿e Pr^efect. VeroníE in 4° 1738. Libro digno de ser leido con atención y cuidado por todos los Christianos ; y testimonio evidente de la vasta erudición que poscia Muratori de la Escritura , SS. PP. Tradición , Concilios , Teologia y Crítica : reimpr. en Ve- necia en 1755 en 8.°
26 Antiquitates Italiüe medii ¿evi , si- ve Dissertationes y (^ , de moribiis, ritibus , religione , regimine , Alagis- tratibus , legibus , studiis litterarum, artibus , lingua , militia , nummis, Principibus , libértate , servitute yfoe- deribus , 'vasallis , iiominibus liberis, servis, judiáis, lej?rosis, aliisque faciem ir mores Italici populi referentibusy jjost declinationem Romani Imperii ad anniim 1500, &c. &c. &:c. Mediol. ab an. 1738 , ad an 174 3. Obra estupenda , llena de la mayor erudición histó- rica , donde se ilustran los fastos mas ilustres de Italia : en 6 tom. en fol. impr. en Milán. Pero es de advertir que traduxo Muratori en Italiano estas Disertaciones.
27
Año Vita di Alessandro Tassoni y con ^^^
de Christo 1 t^ 1 . . . , , ^ de su edad
^ el Poema heroico mtitulaao , La sec-
173-9. ... . ^7*
chia raj)ita ¿q] m'ismoT:\ssom: i tom.
en S.° impr. en Modena en 1739.
Esta vida fué aumentada por Muratori y reimpr. en
Modena con el mismo Poema Heroico en 1744 , en 4.
y en 8.*' ; y después en Venecia en 1747 , en 8.*^
XLIII 28
N'g'Z/Us Tkesauj'us veteriim ins- criptiomim in j)raecipuis earundem colle ctionibus hactenus j^r^terniìssa- runi , colle et or e L. A. Muratori , Se- reniss. Ducis Mutin^e Bibliothecae Prcefecto. Mediolani 1739 : tom. 4. eii fol. Monumento glorioso de erudición antigua , donde der- rama Muratori los vastos conocimientos que poseía sobre Inscripciones, Diplomas, Códigos, &c. y demás documentos antiguos. Obra de 6 tom. en fol. impr. en Milán en
1739-
29
Año Antonii Lampridii de supersti- A"o
de Christo ,. v j • i- de su edad
tione 'Vitanda , stve censura -voti san- ,„ 1740. .... ^ ^°*
guiñar ii in honorem Immaculatóe Con-
ceptionis JDeipar^e emissi , d Lamin- do Pritanio ante hac in libro de In- geniorum Aloderatione opugnati , at- que d Caftdido Parthenotimo Theolo- go Siculo in cassum 'vindicati. Me- diolani (Venetiis) 1742 in 4° La gran controversia del voto sanguinario que vamos á referir , fué una de las guerras literarias mas sangrientas que sostuvo Muratori.
Había reprobado Muratori este voto en el cap. 4. del lib. 2. de su Obra de Ingeniorum Aloderatione : em- pero apenas fué publicado este libro quando elP. Francis- co Burgi , de la exting. Comp. de Jesus, disparó una Di- sertación Teológica contra él , baxo el nombre de Cdnolido Partenotimo , intitulada : T^otum pro tuenda Deiparcc Conceptione ah opugnationibus rescentioribus Lamindi Pri- tanii 'vindicatum : donde procuraba vindicar su Autor
XLIV
con varias razones el voto sanguinarlo.
Noticioso Muratori de este Opúsculo resolvió impug- narlo no tanto por razón de su honor , como por otras cir- cunstancias que llamaban mas su atención , por loque quan- do llegó á sus manos la referida Disertación tenia prepa- rada ya una gran parte de la impugnación , que publicó con el citado título.
Conmovió esta Obra los ánimos de varios concóleijas de Paternotimo , y aparecieron escritos en tropel contra Lampridio. Como buenos contrarios no perdonaban medio ni modo de acriminar á Muratori , y quisieron imputarle que combatia en la referida Obra la opinion mas piado- sa sobre la Concepción de la gran Virgen Maria , sin ad- vertir que lo desmiente él mismo , quando no solo la repu- ta por piadosa como quiera en muchas partes , sino por su- mamente piadosa , protestando claramente en el primer ca- pítulo que no escribe contra semejante opinion , sino solo contra el voto sanguinario , como se echa de ver con evi- dencia en la p. 5. del referido libro.
No contentos con esto intentaron todavia los enemi- gos de Lampridio , desconceptuarlo por contrario de la devoción de la Virgen por haber reprobado el referido voto sanguinario.
El primero que subministró armas contra Lampridio fué el P. Juan de Luca , Teólogo y Religioso de la Ord. de los Men.de S.Francisco, en una Disertación que imprimió en Ñapóles en 1741 , intitulada Atiso al Lector ^ un año antes que publicase Muratori su Obra de Supersti- tione vitajjJa ; pero apenas llegó á sus manos este Tra- tado , trató de reimprimir su Disertación en el mismo Ña- póles , aumentándola con el Prólogo Galeato que insertó en ella.
Después de este Opúsculo se publicaron tres Cartas del V. Francisco Antonio Zaccaria Jesuit. , con el siguien-
XLV
te título : Lettere al Sig. Antonio Lampridìo intorno al suo Libro nuovamente j)tibÌicato de Super stitione 'vitanda y &c. Impr. eii Palermo el año de 1741 ; y reimpr. después en Luca en 1742, ( aumentadas ) con algunas variaciones, y con la edición de una Carta del P. Alessandro San- tocanale al Eminentiss. Sen. Cardenal N. N.
De las prensas de Palermo salió también en 1741 una Obra intitulada : disposta a un cavaliere erudito^ desideroso di sapere ció che debba intendere intorno al libro del Sig. Antonio Larnpridio , nel quale si asserisce imprudente , supersticioso , sanguinario , é pecaminoso il voto di difendere , usque ad sanguinem , / Immacolata Conzezione della Madre di Dio. Obra escrita por el P. Alelchor de Lorenzo Jesuit.
En el mismo año se imprimió en la misma ciudad de Luca una Carta del P. Antonio Saguas , (con cuyo nom- bre disfrazó el suyo el P. Vespasiano Trigona Jesuit. ) á Antonio Lampridio -, donde hace ver claramente que su libro intitulado de Super stiticne vitanda , seu censura vo- ti sanguinarii , &c. se opone mucho á las leyes del buen gusto , que fueron establecidas por Lamindo Pritanio , y recibidas con universal aplauso de los Literatos. Ademas de esto fueron impr. en la referida ciudad en el mismo año dos Disertaciones del P. Francisco Burgi con el títu- lo slguientQiDe pietate in Deiparara amplijicanda ^ Dis- sertatio duplex , in qua duplex expoìiitur , è" vindicatur votum pro tuenda ejusdera DeiparóC Immaciilata Concep- tione , Auctore Candido Parthenotimo Sicido , Sacrale Theo- log. P refe ss.
Compareció tambiem impr. aquel año en las mis- mas Liiprentas de Palermo un libro del Canonizo Lorenzo Migliacci, intkuhdo Lampridius detectus, ir castigatus: seu intemerati^ Mariani^ Conceptionis magnanimo voto vel usque ad sanguinem propugnate^ Dissertatio.
XLVI
Y al año si cru lente el P. Bonaventura Attardi , Re* ligioso Agustiniano , publicó varias Cartas impr. en Luca, con el siojuiente título : La risposta senza maschera al Sig. Lodovico Antonio Muratori.
Salió también de la misma Imprenta en 174 "i un li- bro intitulado: Lampridius ad trutinam revocatus. Dis- sertatio Theologica de ImmaculatíC Maride Conceptionis certitudine , ejusdemque iimnunitate d debito próximo ori- ginalis culp¿€ contrahend¿e , Auctore Josepho Ignatio Milanese Soc. Jes. in Panormitana Collegii Maximi Academia Theolog. Prof e ss.
Año FerdinandiT^aldesiiEpistoLe 17, ^"o
^ "^'^^^ sen Apendix ad librum Antonii Lam- 1743. ^ ^ ... . 1'^'
pridii de Super stitione vitanda , ubi
votum sanguinarium recte oppugna-
tum , male propugnatum ostenditur.
Venet. 1743
Con las cinco Cartas primeras impugna Valdes no menos el Prólogo que la Disertación del P. Luca. En la sex- ta y séptima responde á las tres Cartas de Zaccaria. En la octava á la respuesta del P .de Lorenzo. Qow la nona y déci- ma á la Carta delP. Trigona. Las tres que se siguen tienen por objeto la Disertación de Partenotimo. La décimaquar- ta impugna la Carta del P. Santocanale. La décimaquin- ta esca escrita contra Migliacci , Canónigo de Luca. La décimasexta contra la Respuesta del P. Attardi. Y la última contra la Obra del P. Milanese.
Estando aun en la prensa las Cartas Valdesianas, llegaron á manos de Muratori otros siete Escritos que impugnaban igualmente su libro de Superstitione vitan- da ; y después salieron otros también contra las Cartas mismas de Valdes ; pero bien aconsejado Muratori de sus sabios amigos , resolvió dexarlas correr impunemente
XLVíI
sin responder á ellas , y mucho mas quando supo que no hacian otra cosa que indicar y repetir aquellas mismas ra- zones y dificultades que habia satisfecho Lampridio mas de una vez. Por lo que nos contentaremos con referir aquí los títulos de las tales Obras solamente para que lleguen á noticia del lector. Y son los siguientes.
I .° 'Nuo'vi fewori della citta di Palermo , o della Sicilia , in ossequio dell Immacolata Concezione di Maria Vergine ^ opera de un Sacerdote Palermitano , esto es , del Canónigo D. Antonio Mongitore , Palermo 1742,
2.° Fratris Ignatiì Como Lilyhoetani Ord. Minor. Sancti Francisci Conventualium , Dissertatio 1 heologica, in roindiciis certittidinis Iriimaculati>e Conceptiora's Sanct¿e Marine Firginis ad-versiis Antonii Lam-pridii animad- 'versicìies in Opúsculo de superstitioìie vitanda. Parno' mi I 742.
3.° Tres Cartas del P. Trigona con el nombre acos- tumbrado de Pedro Antoìiio Saguas , al Sr. Fernando Faldes , donde se demuestra que las Cartas recogidas en el libro intitulado Ferdinandi Faldesi Epistole^ , &c. no son aptas para defender á Lampridio de las impuíjnacio- nes de Saguas , y mucho menos para sostener que sea su- persticioso el voto de defender con la sangre la Inmacu- lada Concepción de Maria : impr. allí mismo en el año d'e 1743.
4.° Risposta data in ^ Diologghi ali ota'va lettera, del Sig. Ferdinando Faldesio , ne quali si pro'ia iodefo- lisimo il veto di difundere fino ali e^usione del sangue la pia sentenza dell Immacolata Concezione della Madre di Dio. Palermo 1743. Obra del P. de Lorenzo.
5.° Joann. de Luca Confutatio sex prior i:m Evi stO' larum PWdinandii Faldesii. Venet. 1744.
6 . Causa ImmaculatàC Conceptionis sancti wn¿£ Ma- tris Dei , sacris testimoniis ordine C ìiromlogico utrinque
XLVHI
alle^atis . hr ad examen Theolo^ico crùicum re'vocatts, azi- tata & conclusa , Aiictore Jiciiedicto Piazza Siracusano. Soc. Jes. Panormi 1747.
7.*^ Dionisii Bernardes de Moraes , Coruscationes Dog- maticíe , 8<.c. UlyssiponíE 1748.
8. Un Memorial Litiiio que empieza con las pala- bras , qui dignus est , &:. Im^r. sia fecha de edición , ni nombre de Autor , dirigido á la Santidad de Clemen- te XÍV.
Y últimamente un Opúsculo intitulado : Ritirato de- lla falsa dottrina di Z.amindo Pritanio , esposto da Ful- gosio di Monte Pelero ( esto es del P. Antonio Ignacio Aíanciisi , Jesuit. ) alia considerazione de savi Cattolici ^iu dotti Eje de li. Palermo 1742.
Estas son todas las Críticas que salieron durante la vi- da de Muratori coatra el libro de Ingeniorum Modera- tione , contra el Tratado de Supsrstitione vitanda , y con- tra las Cartas de Valdes , sin contar los demás papeles ciegos que le dispararon sus rivales , llenos de amena- zas é intimaciones. Aun después de muerto no faltó quien insultase sus cenizas. Digab el P. P^ictorlo Cavalese en el Tratado que imprimió en Trento en 1 7 5 i con el si- guiente título.
C. Octavii V^alerii de suferstitio- sa timiditate vitanda , sive vindici^e voti y qiiod vocant sanguinarii , pro tutela Imniaculatae Conceptionis Dei- pare snscepti , contra censiiram prtje- cipitem viri aiioqui clarissimi , qui se modo Lamindurn Pritaiiium , modo Jlntonium Lawpridium , modo Fer- dinanduní Valdesium suevit adpelli- tare. Tridenti 1751. Obra sembrada de acriminaciones , con las quales pre-
XLIX
tendía su Autor acusar á Lampridio por reo de censu- ras y anatemas ; pero á pesar de sus vanos esfuerzos fué co- nocida su mala arte tanto en concluir como en escribir , y burladas sus acusaciones por falsas y denigrativas.
Año // Cristiane simo felice nelle Missio- Aáo
■^eChris^to ^^ ^^ i Padri della Compagnia di ^^ ^" ^^^^^
1745.' . 71-
Gesù nel Paraniaì. Por Luis Anto- nio Muratori. Obra dividida en dos partes : la primera se imprimió en Venec. en 1743 , en un tom. en 4.'*; y Li segunda en 1749 la primera vez ; y después en 175 2 , en dos tom. en 8.^ Pero ambas partes fueron traducidas en Francés é impr. en París en 1 7 5 4.
32 ■ . ^
Año Annali d' Italia dal principio dell Año
de Chrlsto -n ^ • x*^ r n _ de su edad
Jira Cristi a7za fino ali anno 1740.
1744. -^ . ^ ^/ 7z«
1 2 tom. en 4. impr. en Venecia; reimpr. después en Roma , divididos en 24 tom. en 8.^ con la Prefación Crítica del P. Joseph Catalani , del Oratorio de S. Gerónimo , intitulado de la Caridad , que los continuó has- ta el año de 1752. Reimpr. otra vez en Ñapóles y en Milán en 1753 en 17 tom. en 8.° Traducidos en Tudes- co é impr. en Lypsia. Obra apreciable y muy recomendada no menos por la elegancia de estilo y amenidad de su lectura , que por la inmensa erudición y crítica que derrama en ella su Autor ilustrando la Historia de Italia ; la qual fué traducida después en Alemán , pero solo llegó el Traduc- tor hasta el aao de 1500.
M
33
Año Delle forze dell intendimento urna- Año
de Christo . ., ^. . r^ x de su edad
710 , 0 íZíí z/ Firronismo confutato.
1745'. . . . y 11'
Obra digna de un Filosofo , impr. en Venec. en 1745 en i tom. en 8.° y reimpr. en 1748 y en 1756. En el mismo año de 1745 publicó otro Tratado in- titulado , della Forza della Fantasia , impr. en Ven. en el año de 1745 , y reimpr. en 1748 y 1753.
Libro docto , donde se demuestra con una erudición estupenda lo que puede dar de sí una buena fantasia , y qué frutos se pueden esperar de la fantasia corrompida.
Año Lusitan¿e Ecclesia Religio in ad- Año
de Christo ••. j t: i ' e ^ xvde su edad
ministrando Jlcclestce òacr amento , ir 1747. _ .... 7y«
decretalis ea de re Sanctissimi Patris
Benedicti XIV Pontijicis p'Ojjugna-
ta. Mutina^ ^7^7- ^^ 4-^ Habiéndose estendido la voz por Portugal en 1745 de que ciertos Confesores no solo preguntaban en la Con- fesión el estado del cómplice en el pecado , sino que que- rían averiguar hasta la misma persona , so pena de negar la absolución al penitente si se resistia á declararla , se le- vantó un gran rumor en todo el Reyno que conmovió los ánimos de los Prelados y demás Ministros Eclesiásticos. Lle- vados de su buen zelo el Eminentiss. Almeida , Patriarca de Lisboa, y el Sr. JD<íC//«/?¿r, Inquisidor General de aquel Reyno , publicaron varios Edictos contra una práctica tan detestable ; pero no menos deseosas otras gentes de que se desterrase una costumbre tan infame y perniciosa , ins- taron á Muratori para que escribiese contra ella , por cu- yo motivo publicó la referida Obra.
35 Della Regolata Divozione de
n
Cristiani, soto nome di Laminào Pri- tanio : impr. en Venec. en 1747 , l tom. en 8.°; y reimpr. en 1748 y 1752 en la.*^ Impr. también en Florencia y en Trento en 1752 , y dos veces en Ñapóles. Libro escrito según los principios de la Fé Católica, lleno de unción según el juicio de los sabios desapasiona- dos , por mas que grazne con críticas , impugnaciones y censuras la mosquetería de los pseudo devotos. Traducido al latin por Bernardo Lamie , é impr. en Ven. en 1760.
36
J^ita di Benedetto Giacobini. Impr. en Padua en 1747 en 8.°;Trad. al latin por Pedro de Estrasoldo, é impr. en Ven. en 1753.
37 Año Liturgia Romana vetus , tria Año
de Christo ^ ^^ -^ 7 . r • de su edaá
„ sacramentaría complectens , Leonia- Í748. r> ^ ■ j . 7^*
num scilicet , Kxeíasianum & ^nttquum
Gregoriamim , edente L. A. Murato- rio , qui & ipsam cum aliarum Gen-- tium Liturgiis contulit , ad confir' mandam ^roe ceeteris Catholica JEc- flesiae de Eucharistia Doctrinam, JDenique accedunt Missale Gothicum, Missale Francorum , duo Gallicana^ ér duo omnium J^etustissimi Romanie Ecclesiae rituales Libri. Tomi duo.Y^- netiis 1748. Obra no solo útil para los estudiosos de la Antigüe- dad Eclesiástica , sino muy acomodada á nuestra Religión Católica , para establecer mas y mas los dogmas del Sa- cramento de la Eucaristía , y del Sacrijicio de la Mi-
cu
sa. En esta Colección iniertó Muratori varivis Disertacio- nrs muy doctas : en las siete primeras recorre las Hibto- liaà de las -siete Liturgias, y en las demás , refuta solidi- simamente los argumentos con que los Novadores y los fa- mosos Ingleses Binghamo y Basnagio pretendían combatir los dogmas de la Eucaristía^y del Sacrijicio de la Misa de miestra santa Religión ; pero para mayor ilustración esten- dearémos los títulos de las referidas Disertaciones.
Dissertati© 8. Quid Acatholici moliti sint adversus Missaììi hr Eucharistiam -, èr Binghami Angli, tela to- ties protrita exerentis , confutatio.
Dissert. 9. Quid veteres Rom. Ecclesia Liturgia tra- dant de Eucharisíiai A\'^J<:¡\\^}*^%ifi'tú,'ú.
Dissert. 10. Consensus Ambrosianíe EcclesiíE cum Romina in .doctrina Eucharistice.
Dissert. I I. Aliarum Ecclesiarum Occidentalium con- sensus cum Romana in dogmate de Eucharistia.
'Dissert.' 1 2. De Orientaliuní Ecclesiarum Liturgiis ciim Romana consonis , contra doctrinam de Eucharistia, & alia Binghami sive Isfoz^atorum elumbia tela,
Dissert. 13. Quid Liturgia Orientalium Christiano- rum sive Gr^corum , sive Syror.um habeant de reali pr^e- sentia Christi in Eucharistia & Trans sub stantiatione.
Dissert. 14. Consensus dogmatis de Eucharistia ex ^gyptiis Liturgiis conlirmatus.
Dissert. 15. Qu^ Basnagius adversus dogma de Transuh stantiatione protulit , refutantur.
Dissert. 16. Sacrijicium veruni in Missa, ex vetustis- simis Ecclesiarum Occidentalium Liturgiis coniìrmatum.
Dissert. 17. Orientalium Ecclesiarum consensus de rvero ac proprio sacrifìcio in JMissa.
Dissert. 18. Dogma de vero Chsistianorum sacrificio in Liturg^iis priorum Ecclesia sseculorum sine dubitatione propositum , à SS. PP. confirmatum.
LUE
Dissertátio 19. Adoratio Eucharistine à Liturgiis & SS. PP. conñrmata.
Dissert. 20. De quibusdam ritibus. S. Liturgia , qui- bus 'No'vatores litem intentant.
Disseit. 2 I. De aliis Miss<^ Romanie Ritibus á Pro- testantibus injusta censura impetitis.
Dissert. 22. De Invocatioìte Sanctorum in Missa á Protestantibíts damnata.
Dissert. 23. De adservato post sancta mysteria Cor- pore Christi , & de Heterodoxis abutentibus in hanc rem Hesychii verbis.
Dissert. 24. De reverentia pricstita Corpori Christi post Sacrijìcìum adservato , ejusque expositione b- circum- gestatione in sacris sitp^licationihís.
38
Risposta sotto nome di Lamindo Pritamrio ad una lettera dell Emi- nentiss. Sig. Cardinale Querini intor- no alla diminuzione delle Feste nella Raccolta delle Scritture concernenti questo argomento. Impr. eu Luca eii 1748 ; yreimpr. en 1752.
39 ^ -^fio De n^euis inReli^ionem incurrenti- ^^^
de Christo / • /i / • ' -e • ^ 7 ' r de su edad
^ ^ biLs , SI ve Apologiii EpistoU a Sanc-
tiss. D. iV. Benedicto XIK. Pentisce Maximo ad Episcopum Augustanum. Euca ly ¿\() in 8. Obra docta , donde se refutan todos los tiros que dis- paró infamemente contra la Religión Católica , el célebre Christiano Ernesto DeiVindheim^n su Tratado intitulado: Observationes Theologico-historic¿e : irapr. en Lypsia.
40 Della Publica Felicita , oggeto
LIV
de i buoni Principi : impr. en Vene- eia en 1749 en un t. en 8.° Tratado excelente , donde se exponen prácticamente quantos medios pueden facilitar los progresos en Cien» cias y Artes , Comercio é Industria , Fábricas y Oficios: Obra que debia ser el pasto diario de la lectura de los Príncipes , de sus Ministros y de sus Consejeros. Reimpr. varias veces , y traducida en varios idiomas.
Dell insigne Tavola di Bronzo spettante d i fanciulli e fanciulle ali- mentari di Trajano Augusto nell Ita- lia , disoterrata nel territorio di Pia- cenza l anno 1 747. Impr. en Flo- rencia en 1749.
42
De i difetti della Giurispruden- za. Impr. en Venecia en 1742 : i t. en fol. En Ñapóles en i tom. en 4.°; en Trento en i tomo en 12. ; y reimpr. en Venec. en 1743 , en i tom. en 8.^
Opúsculos de Mtiraloi'i insertos en otaras Colecciones.
I
Año T^ita di Cario Alaria Maggi , é Año
dcChristo ^i Francesco di Lemcne , que se ha- ^^ ^"/^^^^
1708. . ^ i^'
Han en el tom. i de las vidas de los
Arcades. Impr. en Roma en 1708.
La segunda fué traducida al latin por
el Dr. D. Juan Lami , é inserta en
el tom. 2 intitulado : Mirabilia Ita-
LV
lortim eriiditione fr^estantium. Fio- renti^ ^747-
2
Año T^ùa Caroli Sigonii-. Inserta en el Año
deChristo j ^^^_ j^ 1^ Colección de todas sus ^^'^^^^^
J732-
60,
Obras tanto editas como inéditas, he- cha por Felipe Argelato : impr. en Milán en 1732.
Año Vita del Marchese Gian Giose- Año
deChristo rr^ Or^/ : inserta enei tom. 2 de las ^^'""^^^^ Obras de Orí/ : impr. en Modena en 1735 ^'^ ^-^ ' reimpr. también en el tom. 1 1 de los Opúsculos del P. Ca- logera.
4
Dissertazione sopra un Iscrizione ritro'vata nella citta di S-pello : in- serta en el referido tom.de los Opúscu- los Calogerianos.
5 Año Dissertazione sopra V Ascia Se' Año
^'^'^l'^'^'' polcrale. Impr. en Roma en 1738, ^^ '^^f^^
é inserta en el tom, 1 De i Saggi di
Dissertazioni dell Academia Etrus'
ca di Cortona.
6
Año Vita Rainaldi I. Ducis Mutine, Año
deChristo s^c^intQrMemorabilia Italorum La- ^^ su edad ^7+-' .. 70.
?wzz,tom. I. Fiorentine 1742.
. ^. Año Vita Francis ci Torti. Pricmissa -^^^^^
deChristo • 1 -l tr i- • de su edad
eiusdem openbus , Venet. editis anno "'^^'^ ''"'*" 1743- o j • 7Í'
^743 > ^ denuo recusis 1753.
Lvr
8
Dissertazione sojjra un Inscrizio- ne s^etta7ite d la Città di JFrqus in Provenza : inserta en el t. 3 i de los Opúsculos Calogerianos. 1744.
9
Ano Dissertazione sojjra i Servi e Li- Ano
de Chi isto 7 , ♦ .• 1 • ' 1 ^ de su edad
berti antichi: impr. en el tomo i.
1747. , ^ , , 7Í.
Ddle JMemorie della Società Colom- baria di Firenza. ijáfj. I o Placitum Ravenn¿€ a^pud classem habitum d Silvestro II P. AI. èr Ottone III Augusto , & à Muratorio illustratum. Inter Symbol. Gorian. p. I. voi. 5. FlorentiiE 1747.
Carlas de Iduratori , impresas separada- mente ^ é insertas en las Obras de otros Autores.
I
Año de Christo 1703. Lettera a i generosi e cortesi Letterati d Italia , en 4. y sin fecha. Impr. en Venec. en 1705.
2 Año de Christo 1706. Lettera in difesa del Marchese Giovan Gioseffo Or- si , e di un paso di Lucano. Impr. en Bolonia en i 707 ; y reimpr. en Modena en 1735. Frale Lettere di diversi Autori in proposito delle considerazioni dello stesso Cava- liere sopra il Libre intitolato : La maniere de bien j^en- ser , &c.
LVIÍ
3 Año de Chrjsto 1709.
Epistola ad Joannem Albertum Fahricium , scripta
Mutine Id. Octobris 1709. Vel Commentarium de Vita
èr scriptis Joann. Alb, Fabricii editum ab Herm. Sam.
Reimario. Hambuigi iJ'iJ-
4 Año de Christo 171 1.
Epistola ad CI. virmn Godefridum Guilielmum Leib-
nitium de conexione Bmns'üñcensis faniilice cum Estensi.
Edita in tom. 3. Script or um Brunswicensia illustrantium
ejusdem Leibnitii.
Año de Christo 171 6.
Lettera sotto nome di Lamindo Pritanio ad uno de
gli Autori del Giornali d Italia. Impr. en Modena en
1716. La qual fué reimpr. en la Prefación de la edición
que se hizo en Venscia en 1752 del Tratado de Inge-
niorum Moderatione.
6 Año de Christo 17 19. Epistola ad Joannem Burchardiim Menckeniurn. Extat^ in p. I . toni. 4 Thesauri Scriptorum Italica Gr^viani.
7 Año de Christo 1720.
Epistola ad CI. V. Joannem Baptistam Daviniuniy de potu vini calidi. Mutine 1720& 1725- Inter ejusdem Davinii Tractatum de eodem argumento.
ù
Año de Christo 1735. '
Lettera alV Illustrissimo Signor Apostolo Zeno , &c..
Intorno alle cagioni della dimora di Torquato Tasso in
S. Anna di Ferrara. Impr. enei tom. i o de las Obras
del TaiSo de la edición que se empezó en Venecia en
1732- h
LYia
9
Año de Chrisío 1 737. Epìstola Muratori ad Doctorem & Pr¿ej)ositum A.lexandrum Montegazzi y de Jejunio cum E su carnitim conjungendo. Extat in opere cui tituliis : Giudizio del Sig- nore £)ottore Giuratorio circa JeJHnium cum Esii carìdum conjungendo , del Signore Dottore Alessandro Montegazzi. Parm^ ^737*
I o y 1 1
Año de Christo 1743.
Lettere due a Josepho Aurelio di Gennaro : que se
leen al fin de la Obra intitulada : Delle viziose maniere
del difender le cause nel foro , Trattato di Geìinaro. 1748.
12 Año de Christo 1744. Epistola ad D. Canonicum Dominicum BertoU , tan- git explicationem inscriptionis civitatis Frejus in Gallia. Inserta en el tom. 3 i de los Opúsculos Calogeriaìios.
Año de Christo 174$. Lettera a Lorenzo Brunassi , &c. Que se halla en lasNov. Litt. de Florent.de 1748. Col. 430.
Año de Christo 1748. Epistola ad SS. Benedictum XIV. Insertas en la vida de Muratori , compuesta por su sobrino , é impr. en Venecia.
Epistola ad doctissimum virum Joannem Cadoniciy Mutine nonis Junii. Que se halla en las Novelas Liter. de Florencia.de 1748.
16 Año de Christo 1749. Lettera a Hieronimo Tartarotti. Inserta en las No- vel. Lit. de Floren, de 1750.
LIX
Lettera al Signor Conte Ferdinando Scotti sopra la Comunión nella Messa. Impr. con otras Cartas sobre el mis- mo asunto , pero sin fecha de edición.
i8
Lettera al Signor Conte Giuseppe Maria Imhonati, in lode del Signor Abate Francesco Purricelli , Milane- se , célèbre Poeta. Inserta en las Poesias del mismo Purri- celli impr. en Milan.
Lettera al Signor Abate Angiol Maria Bandini sopra l' Obelisco di Campo Marzo , fatto scroprire dal regnante Sumo Pontijice. Se lee después la Diserta- ción sobre el mismo Obelisco , impr. en Roma en el año de 1750 por el mismo Bandini.
20
Lettere due al Signor Giuseppe Pecci , que se impri- iTiiéron antes que su Discurso sobre i Pregi della Lin- gua Greca , reimpr. en Ñapóles en el año de 1743 : y otras muchas que omitimos por hallarse en varios Escritos.
OBRAS POSTUMAS.
De i pregi dell' eloquenza popolare : I t. en 8.° impr. en Venecia en el año de 1750 ; y en Ñapóles juntamente con las Poesias de Muratori que corrian ya impresas.
Dissertazioni sopra le Antichità Italiane , &c, 3 t. en 4.^ impr. en Milan, Venecia, Roma y Ñapóles en 1751 y
'755'
OBRAS INÉDITAS. I
Panegyricus Liid. XIV. Christianissim. Gali. Regi Sacrai.
2 Sette Dissertationi Academiche soj?ra varii argo-
h2
LX
menti , recitadas en Modena por Muratori antes de irse á Milán.
3
Dissertalo de Sacrarum Basilicarum aj^ud Chris-.
tianos orìgine & ajj^u'llatione.
4 Lezioni di Filosofia Morale per istruzione di tir.'
Principe.
5
Sette Discorsi spettanti d gli Ecclesiastici , recitati in ocasione de gli Esercizi spirituali.
6
Discorsi delle ISfovene del Isf atale per gli anni 1 7 1 8 , f 1719.
7
Dissertatio de Codice Carolino , sive de novo Legiim
Codice instituendo. Ad Auguscissim. Carolum Sextum Im- peranorem. :
8 Dissertatione sopra un a fitiquo Documento del Alonas- tero dell A-vellana.
9
esposizione del Pater noster.
IO -^
Parafrasi de Salmi ^ pero no la concluyó.
I I Lettera se rita in nome d una Signora Inglese Catto- , lica ad un Inglese Protestante suo Congiunto.
I 2 Risposta seconda ali Eminentissimo Querini intorno alla diminuzione delle Feste.
13 Varie Poesie , Italianas y Latinas.
LXI
AL LECTOR.
¡Jì corazón del hombre , voz con que se sue- le significar la voluntad humana, puede llamarse un manantial perenne é inagotable de deseos. Apenas se excita uno quando le sucede otro ; pero tantos y tan diferentes deseos no forman regularmente mas que uno solo , de la misma manera que las muchas ramas que nacen de un tronco no forman sino un solo árbol. Así también el deseo maestro y padre de todos los demás que hay en nosotros, es el ác nues- tro Bien privado , y el de nuestra particular Feli- cidad. Esto es , nuestro deseo mas ordinario tiene por blanco algún objeto ó medio que pueda redun- dar poco ó mucho en nuestro Bien. Este no solo es un consejo , sino también un impulso incesante de nuestra naturaleza , que se hace sentir tanto del no- ble como del plebeyo , así de los ignorantes como de los doctos Hay otro deseo de una esfera mas su- blime y de un origen mas noble, qual es el del Bien de la sociedad y del Bien público , ó de la Pú- blica Felicidad, .^\ primero nace de la nati rale- za, QSX.I otro tiene por m^dre la virtud. No hay ningún mérito en desear y procurar el Bien pa- ra nosotros mismos (hablo de los bienes tempora- les ). Antes bien puede ser vicioso este movimiento de nuestra alma y causar demérito , quando sea des- ordenado respecto de nosotros , ó de los demás , ó
LXII
también opuesto al Bien de la República. Y al con- trarlo, siempre es de mucho inerito para con Dios y para con los hombres apetecer y procurar el Bien público como se consiga por medios honestos. jPlu- guiese á Dios que se predicase , estendiese y apode- rase esta noble codicia y este generoso afecto del co- razón humano principalmente , y con especialidad délos que presiden al Gobierno de los pueblos, y de todos los que tienen ingenio y se aplican al estudio de las Letras ! Mucho mejor estaría entonces el mun- do. De aquí ha nacido en mí el deseo y el designio de tratar de la Pública Felicidad , esto es, de aquel bello objeto que debia ser el punto de vista mas agradable de todos los que están destinados por la Providencia á ocupar el Trono , y el blanco de sus continuos pensamientos. ¿Y qué utilidad se espera de este mi trabajo ? ¿dirá aquí tal vez alguno , que pretendo poder destronizar el Bien privado , vete- rano señor del mundo ? No le responderé otra cosa sino que estoy seguro de que jamas me arrepenti- ré de haber aconsejado y alabado el Bien piíbücOy aunque tuviese la desgracia de haber hablado al ay- re , como se suele decir : Amare liceat , optare li- ceat , si fot ir i non licet.
I-
CAPITULO PRIMERO.
Qtic se entienda for Pública Felicidad,
x^onviene que el Lector y yo sepamos que' es lo que se entienda por Publica Felicidad ^ antes de hablar de ella. Este nombre Felicidad abraza dos ramos muy diversos : el primero consiste en gozar en esta vida muchos bienes , que puedan procurar á el que los posee muchas comodidades : y el segundo en una total esencion de males. Hablando de este último , es cier- to que se puede llamar feliz en esta vida qualquiera que no experimenta tantas y tan duras pensiones, á que tan fácilmente están sujetos todos los hijos de Adán , ya se atienda al cuerpo , ya al ánimo. Son ocasiones de infelicidad las varias enfermedades , do- lores y daños que pueden desconcertar la buena har- monía de nuestros cuerpos , así como la carestia del preciso alimento , vestido y habitación , de que ne- cesita qualquiera. Pero aun supuesta la esencion de los males del cuerpo, si no concurre juntamente la de los males del ánimo , el hom.bre se hallará todavía aislado dentro de los términos de la infelicidad. ¿Quien ignora que la pe'rdida de la libertad , las ca- lumnias , las persecuciones , las tiranías , los temores de insultos y daños , y otras mil desgracias semejaa-
A
tes , tienen tal poder para herir cada una de por sí el corazón del hombre , que por lo menos hacen su pecho triste morada déla melancolia ? Dadme, pues, uno que goce el privilegio de no sentir mal alguno que le perturbe el ánimo y el cuerpo : si el que goza este bien tiene capacidad para conocerle y es- timarle , con razón se puede decir, que posee ya el principal fundamento de la felicidad humana. No di- re yo que el mayor bien de los de este mundo sea no tener ningún mal ; pero dire con verdad , que este es un bien que nadie alcanza : un bien sobre que reflexionamos muy poco , y cuyo valor ignoramos casi siempre. Si es cierto , como advirtieron ya mu- chos Filósofos , y yo trate en la Filosofia, Moral , que la sustancia de la felicidad que puede esperarse en la tierra , consiste en la tranquilidad de ánimo y cuer- po 5 hasta el pobre gañan , hasta el humilde artesa- no si gozan la paz en las dos partes que componen su ser , pueden con mucha razón , y aun deben lla- marse felices j y dar gracias de su estado á la divina Providencia.
Pero el genero humano no lo comprehende así ordinariamente. Aunque todos conozcan que el vivir sin males es un requisito necesario para el funda- mento de la felicidad , sin embargo á todos les pare- ce que esto es poco ó nada : á la manera de lo que sucede en los palacios, que nadie suele reparar en los cimientos , aunque importantísimos , al mirar la fá-
3
bríca. Nosotros , pues , sino creemos que la fcUcidad
de los mortales consiste únicamente en la abundancia y posesión de muchos bienes , pensamos por'lo menos que esta es la materia principal de aquella felicidad» Tales consideramos las riquezas , los honores , la do- minación , los placeres. Este es el palacio á cuya fá- brica regularmente aspiramos todos , y en cuya erec- ción nos empleamos por uno ü otro camino mientras dura la carrera de nuestra vida. Aquí se dirigen , aquí se consagran los pensamientos y desvelos humanos : y el que no puede nías , contribuye á la fábrica con el precio de los deseos y ansia que gasta dentro de sí, llamando entretanto dichoso al que sin fatiga y tra- bajo propio heredó la felicidad labrada y edificada por sus mayores. Y á la verdad , no puede negarse que la posesión de bienes tan grandes , podria parecer bastante para hacer á un hombre feliz. Pero pregunto: i un hombre puede llamarse feliz aun después de ha- ber adquirido este caudal de bienes ? La experiencia quotidiana de lo que acaece en el mundo nos está gri- tando que no. Ni un solo bien hay de estos , que no lleve mezclados consigo una gran cantidad de males. La posesión y mantenimiento de mucha hacienda , ei manejo de cargos y dignidades, cuesta sudores, cui- dados molestos , e inquietudes : hasta los mismos pla- ceres ó se compran, ó se descuentan con los disgustos. Preguntad á los mismos Príncipes y Monarcas, de quienes creemos, mas que de ningún otro del vulgo,
A 2
4
que se hallan sentados en el alto grado de la felicidad, si viven sin que alguna espina les punze ; y os confe- sarán que no. No digo mas. Este es uno de aquellos argumentos que ofrecen á la Retóiica vasto campo para exercitarse j pero no se debe callar una de las lo- curas, en que tropiezan los mas de los vivientes. Por mas liberal que se muestre con ellos la divina Provi- dencia , siempre se quejan , ó por mejor decir , les na- cen siempre deseos de poseer mas de lo que disfrutan. Pocos son los que dicen basta , sin mirar con envidia al que los excede en abundancia de bienes. Poned la consideración en los Monarcas , á quienes Dios ha pro- visto de tantos pueblos y reynos: ¿están por eso algu- na vez sosegados y contentos ? Observad tantas per- sonas elevadas á sublimes puestos 5 si hay alguno mas alto á que les sea dable aspirar , les parece pequeño el alcanzado , y se martirizan con el deseo del que por ventura jamás podrán conseguir. Lo mismo acontece á el que se da á amontonar riquezas. Apagasele un de- seo , y en el mismo instante brota otro , á semejan- za del ramo de oro de Virgilio. ¿Y cómo podremos llamar feliz , aun en el lenguage ordinario , á un cora- zón que' es pficina de continuos deseos? Porque don- d?t hay inquietud , donde falta el sosiego del ánimo, de ningún modo puede residir verdadera felicidad. Por lo mismo mucho menos se podrá llamar partícipe de ella ,, aquella parte del pueblo que tiene por heren- cia la pobreza , y que luchando con la necesidad , se ve
sujeta á mil fatigas y trabajos para poder vivir , y pa- ra quedarse sin embargo en el mismo estado de mise- ria. Finalmente , aunque demos que se goce en esta vida una buena porción de felicidad , no podemos pro- meternos que sea de una larga duración. Salen al cam- po las guerras , cruel azote del genero humano j sobre- brevienen epidemias , carestías , y otras desgracias na- turales que no puede evitar el hombre j y en un pun- to desbaratan las medidas hasta de aquel que podia creer tenerlas bien aseguradas entre los mortales , y mirarse como privilegiado de la naturaleza , y de la fortuna.
Sentado esto , nadie se figure que yo entiendo por Pública Felicidad un Estado , bien de Monarquía 6 de Pvepüblica , en quien todos hayan de ser, ó pue- dan llamarse felices. No hay Gobierno que pueda ar- rancar de la mayor parte del pueblo las congojas de la pobreza , ni los dolores y gravámenes de las varias enfermedades. No puede impedir en las familias las discordias , ni el hervor de mil pasiones á que cada uno está sujeto , ni los pleytos que dan alimento á tantos Tribunales , cosas todas que son semilleros de infeli- cidades para las personas particulares. Mucho menos los turbiones , terremotos , inundaciones , esterilida- des , y otras calamidades públicas 5 ni tampoco las guerras que suscita la insaciable ambición de los po- derosos. Males y bienes serán siempre perpetuos habi- tadores del mundo , repartidos según la voluntad sa-
6
bia y siempre adorable de aquel que lo gobierna to- do. Entiendo , pues, por Pública Felicidad , no otra co- sa que la paz y sosiego que un Príncipe 6 Ministro sabio y amante del bien , procura á su pueblo en quanto le sea posible, previniendo y alejando de el los desórdenes que teme , y remediando los sucedidos: manteniendo no solo en salvo , sino en paz la vida, el honor , y las haciendas de qualquier subdito , por medio de una puntual y exacta justicia : cobrando tan discretamente los tributos , que se contente con el ve- llón de su rebaño , sin arrancarle la piel y despojarle de ella : y sobre todo esto , proporcionando al pueblo toda la comodidad , ventajas , y bien que le sea da- ble. Este feliz estado de una República ó Monarquía, se halla descrito en las sagradas letras con estas pala- bras, hablando del gobierno del Rey Salomon (i). //z- ñumerable y semejante à la arena del mar era el Pueblo de Judea é Israel j comiendo todos , bebiendo y alegran' dose: mientras vivió Salomon ^ cada uno habitaba sin temor debaxó de su fid , ó dehaxo de su h' güera desde un ex^ tremo á otro del Reyno. Esta alegre vida , este estado de tranquilidad de un pueblo , se ve también significa- do en las medallas de aquellos antiguos Emperadores Romanos , que trasladaron á la posteridad su nombre lleno de gloria , y fueron la delicia de sus tiempos, y la envidia de los siguientes, quales fueron Tito, Tra-
(i) Llb. j. Reg. cap. 4. veisíc. 20. & ij.
7
jano , Probo y Constantino el Grande. En ellas leemos:
Felicitas Publica , Temporum Felicitas , Felicia Tempora, y también , Felicitas Saculi. Y solas estas dos palabras, comprehendian el mas bello elogio que se podia for- mar de aquellos Príncipes. Es verdad que la adulación se propasó también á aplicar este glorioso encomio á algún Emperador perverso 5 pero ciertamente el que lo mereció con justicia , fue un gran don que hizo la Providencia i aquel pueblo , y se debiera desear que" todo Príncipe que está para subir , ó que ha^^a subido al trono , tuviese siempre delante de sus ojos las vir- tudes , acciones , y gobierno de aquellos buenos Em- peradores, juntamente con el .de .los dos Antoninos , y el de Alexandre Severo..
Los Príncipes jóvenes que están destinados á ma- nejar las riendas del gobierno, ó que ya, las manejan efectivamente; para amaestrarse en su ministerio, pa- ra hacerse gloriosos y bien vistos entre sus subditos, y para inmortalizar su memoria en la posteridad , de- berían hacer su estudio en estos exemplares. La lec- ción indistinta de todo genero de historias , lejos de aprovechar al Príncipe , podria pervertir con facilidad al naturalmente bueno , si hay por ventura algún Príncipe que guste de emplear algún tiempo en leer, quando ya obtiene el mando , para adoctrinarse en los libros. Sin elección de buenas historias, se expone un Rey á peligro de aprender de exemplos pésimos , la Morma y regla que ha de seguir para gobernar : apren-
8
derá la inclinación á las tramas y negociaciones po- líticas 5 á quebrar la fe ; á vender por ley su volun- tad y antojo , y á satisfacer todos sus gustos 5 tenien- do estampados en la memoria los exemplos de otros iguales suyos , que executáron lo mismo. Hoy vemos a Cornelio Tácito adorado de los políticos j mas los escritos de este , propiamente son una botica donde se vende triaca , pero también veneno. Lo mejor sería que en las manos de los Príncipes no cayesen nun- ca otras historias , que las vidas de los mejores , esto es , de los Príncipes celebrados por sus virtudes , por la suavidad de su gobierno , por el amor hacia sus vasallos , y de aquellos Reyes , que con sus hechos dieron un evidente testimonio de que solo atendían al fin principal de la política , que consiste en hacer felices los pueblos. Xenofonte, en la vida que escri- bió del famoso Rey Ciro , nos pintó su valor guer- rero , la sabiduría y execucion de sus designios , su grandeza de ánimo , la liberalidad , la templanza , y otras amabilísimas prendas 5 pero sobre todo , cuidó mucho de pintarnos su afecto ciertamente paternal pa- ra con sus pueblos , y de parte de los pueblos una correspondencia de amor para con e'l tan grande , que antes le juzgaban defensor y padre , que señor ó Rey. Quando Xenofonte no hubiese representado aquel Rey como fue , sino como un exemplo de como debiera haber sido , es tan hermoso el retrato , que qualquier Príncipe grande ó pequeño , se ha de enamorar de
6
ci precisamente. En competencia de Xenofonte , y con mas verdad Plinio el Menor, pintó al Emperador Tra- jano como verdaderamente fue , y dio un excelente exemplo á los Príncipes que aspiran á la verdadera gloria. El celebre Señor de Fenelon nos dexó tam- bién con la fábrica de una fábula ingeniosa y deley- table , un modcÍo insigne de malos Reyes que inspi- ren horror , y de buenos que inciten á los suceso- res á que los imiten.
CAPITULO II.
2«i? todo el cuidado de los buenos Príncipes ha de ser pro- curar la Felicidad Pública^
ien pudiera yo hacer aquí una larga muestra dé erudición antigua y moderna , alegando las Divinas Escrituras , y aquel grande número de Filósofos y Es- critores de todos los siglos , que á excepción de al- gunos Machiavelistas , ensenan y prueban , que el oñ- cio y empleo de los sabios y verdaderos Príncipes consiste en el cuidado continuo del Bien público , y en procurar al pueblo aquella felicidad que es posible en este mundo , patria de muchos sentimientos , erro- res y pasiones desordenadas. Mas dexando á otros este cuidado , dire solamente , que si los Príncipes quisieran parar un poco la consideración en su mi- nisterio , conocerían por sí mismos , qual es el fin de
B
IO
la Naturaleza , y qual la intención de Dios en haber puesto á su cuidado el gobierno de los pueblos. Sin duda que fue para proporcionar la felicidad á las per- sonas que están á su cuidado , y no para hacerlas in- felices y miserables : porque esto último sería la vi- va imagen de los tiranos , cuyo exemplo aborrecen hoy , ó deben aborrecer todos los Príncipes. La mis- ma consideración natural enseña , y se entiende fácil- mente , que los hombres para sujetarse á la dirección de una persona que los gobernase , no pudieron te- ner otro fin que su propio bien. Con esta condición se eligieron los primeros Príncipes y Reyes , y táci- tamente va pasando de unos á otros sucesores j y mu- chos Monarcas celebrados en las historias por sus vir- tudes , la han confesado con testimonios públicos. Y que esto sea voz y ley de la Naturaleza , se puede observar aun entre aquellas naciones que llamamos bárbaras , cuyos Príncipes ó Gobernadores no igno- ran que su oficio es defender y tratar bien los subdi- tos, y promover el bien y las ventajas de su Re- pública. ¿Pues con quanta mas razón debe hacer esto, y conocer que esta es su obligación, un Príncipe Chris- tiano , profesor de una ley maestra de la caridad ; de una ley que manda no hacer mal ; que aconseja ha- cer bien á todos , hasta á los enemigos 5 y que dice también á los Príncipes (i) : ¿Haced con los hombres
(i) S. Math. cap. Vil. vers. 12.
1 1
¡o que desearais que hicieran ellos con vosotros ? ¿Y quien podrá dudar, quando la Naturaleza misma lo está dictando , que es justísima cosa exercitar el amor y la beneficencia para con los subditos , los quales por otra parte , con la obediencia y con los tributos mantienen la magnificencia de los Príncipes , su alegría y sus deleytes?
Si existiese por ventura algún Soberano , que pensara no tener obligación alguna hacia el pueblo en retorno de lo que el pueblo hace en beneficio de el , abrigarla en su entendimiento un error abomina- ble y perniciosísimo j y su corazón sería un manantial maligno de soberbia. Obligación es sin duda de los subditos servir á su Príncipe , y contribuir para su conveniente manutención y decoro , con alguna parte de sus haberes e industria. Pero entre el Príncipe y ellos se entiende al mismo tiempo intervenir un tá- cito contrato , que dexa al Rey por su parte carga- do de no cortas obligaciones. Tales son el cuidado de defender al pueblo , si supiere , de los enemigos , ó á lo menos de las injurias , insultos y tiranías domesti- cas. Págansele los tributos para que desempeñe tam- bién la grande carga de administrar, ó hacer que se ad- ministre justicia hasta al mínimo de sus vasallos. El buen Príncipe reconoce y cuenta asimismo entre estas obligaciones , no solamente la de evitar á su pueblo, según se lo permitan sus fuerzas , los males , dolores, angustias y pertubaciones que puedan sobrevenirlej
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sino también la de procurarle bienes , comodidades y ventajas , quantas esren en su mano y arbitrio. Por esta razón se dio á los buenos Príncipes el título de Pastores y padres del pueblo. Todos advertimos la uti- lidad que dan los ganados al pastor : pero ¿ que no hace el pastor por su parte para el bien de ellos ? Los defiende animosamente de quien puede ofenderlos : so- licita y busca para sustentarlos , pastos de buena sus- tancia : cura los enfermos , y á todos los ama como su único apoyo y tesoro. Los subditos en verdad no hacen menos en utilidad del Príncipe , que el ganado en la del pastor. Justo pues es , y muy justo , que el Príncipe en recomipensa ame intensamente á sus subdi- tos , y solicite para ellos quanto bien y utilidad le sea dable. Y por lo que mira al título de Padre , ¿quien ignora los afanes , cuidados y desvelos que toma y sufre el que lo es, para engrandecer á sus hijos y pro- porcionarlos quanto bien puede 5 ordinariamente sin esperanza de recompensa , sino en la vejez ó en caso de necesidad ? Los vasallos , empero , suministran con- tinuamente bienes y comodidades al Príncipe j y por lo que ellos hacen , obtiene y sustenta esta digni- dad. Pide , pues , la justicia que el Príncipe se inte- rese en las ventajas de sus subditos ( que son sus hi- jos) y los remunere con su amor y beneficencia. Muy horrible fuera el retrato de un Príncipe , que compra- se su felicidad á costa de la desventura de quien lo hace feliz.
Ademas de esto , con dificultad se hallará un Príncipe que no sea amante de la gloria. Es deseo innato en el hombre, y reside con especialidad en el que posee mayor entendimiento j porque sabe que la bue- na opinion , el estar en concepto de persona honrada y virtuosa , y el ser objeto de alabanzas justas , y no de vituperios , es un bien real , y no fantástico. Ahora para un Príncipe es constante que no puede haber ma- yor gloria ^ni mas segura, que la de gobernar bien, y la de saber y querer hacer felices á sus pueblos , pues- to que este es su ministerio , y la necesidad mas im- portante de su corona. La gloria de los conquistado- res , bien considerada , tiene sus peligros , ya porque tal vez se desune y aparta de la justicia , y ya tam- bién porque el precio de su adquisición es frequente- mente la sangre y lágrimas de los pueblos propios y extraños : en especial quando los vasallos son lleva- dos con violencia á perder sus vidas en guerras no ne- cesarias , y se despuebla un gran pais , por quererle agregar una pequeña porción de otro. El sabio Empe- rador Antonino Pio decía , según refiere Julio Capi- tolino : que valia mas conservar un solo ciudadano , que degollar mil enemigos. ¿Que gloria dará á un Príncipe su magnificencia , sus numerosos exercitos , y la gran- deza de sus edificios , si para esto consume y hace mi- serables á sus vasallos? La opinion errada de los mor- tales decreta demasiadas veces títulos gloriosos á quien ha obrado siempre para no merecerlos. Esto se
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nota con particularidad en los epitafios. Mas quando
llega el Príncipe á conseguir de justicia el nombre de amanté de su pueblo , de bienhechor de sus vasallos , en el punto enmudece la censura , porque su conducta es tal , como la desea el pueblo. En la Roma gentil se vio en el trono un monstruo , de cuya boca salió aquella abominable máxima tiránica : Oderint , dum metuant. Hoy ya no se hallará entre los Príncipes que profe- san el Evangelio , ni uno solo que mire con desprecio 6 indiferencia la aversión de sus subditos : bien al contrario , cada uno deseará con ansia ser verdadera- mente amado , y temido también , mas solamente de los perversos. Sin embargo de esto , ¿saben todos los Príncipes Christianos los medios para adquirir este amor? ¿Y sí lo saben, cuidan de ponerlos en práctica? Según mi modo de pensar , en la tierra no es fácil ha- llarse mayor gozo , que el que nace de poseer un So- berano que piense solo en el bien de sus pueblos, grangeándose el amor de ellos de este solo modo. Ta- les Príncipes , por decirlo así , son adorados. Quando salen al público , corre toda la gente á verlos con ale- gría , á obsequiarlos mas con el corazón y el afecto, que con señales exteriores. Mirad allí nuestro padre: mirad el que piensa , el que se desvela por noso- tros. De estas bocas salen las bendiciones , sen- cillos anuncios de la felicidad , dictados de un afec- to puro , y no de la adulación y lisonja. Por tanto ¿queréis informaros seguramente del verdadero merito
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de un Príncipe ? No lo preguntéis á sus panegeristas acudid á sus pueblos , y preguntádselo. El amor y las alabanzas de estos , son el panegírico mas seguro y cierto , que puede lograr un Soberano, y como tal de- be recibirse. No hablo aquí de censores malignos y mal intencionados , porque estos aunque suelen esti- mar al buen Príncipe , no aciertan á amarlo viendo en ci un contrario de sus iniquas acciones y deseos.
Por todo lo dicho sería pues de desear, que qual- quiera que fuese elegido para educar la edad tierna de los que nacen para Príncipes , sobre toda otra cosa estubiese altamente persuadido de esta máxima , para que quanto estubiese de su parte la fuese plantando, y arraigando en el ánimo y corazón de ellos. La máxi- ma se reduce á este fácil documento , que la virtud principal , y que mas debe resplandecer en el que tie- ne á su cargo gobernar pueblos, ha de ser la de amar- los , y hacer feliz á cada subdito ségun su condición, hasta donde alcance su poder. Para este fin le dio Dios la vida , y le destinó al trono. Por este camino lle^^á- ron al termino de una gloria inmortal tantos , que en las edades pasadas obtuvieron la soberanía. Por este lado es por donde se semejan los Príncipes á Dios, que es , y quiere ser llamado amante de los hombres , y que por tantos caminos derrama sobre nosotros los do- nes de su beneficencia. Lleno de estos sentimientos el Ayo de un Príncipe , si supiese imprimirlos y radicar- los en el entendimiento de su alumno , con tal que no
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caigan en una índole del todo perversa , podará esperar á su tiempo frutos abundantes y sazonados. Si en las habitaciones de los Príncipes se escribiesen en carteles colgados de las paredes, las principales obligaciones y cargos de quien ha de gobernar pueblos , escogiéndo- los con Juicio , y repitiéndolos de quando en quando en forma de axiomas para imbuírselos , sería esta en verdad una tapicería que no sería para ostentar mag- nificencia , pero aprovecharla sin duda para ador- nar aquellos ánimos tiernos que han de ser algún dia arbitros de la felicidad de los hombres , con cono- cimientos de mucha substancia. Felipe , Rey de Ma- cedonia , asalariaba á un hombre, que antes de dar au- diencia le dixese todos los dias : Felipe , acuerdóte q^ue eres mortal, Y sobre todo se habia de escribir con le- tras de oro : Que no se inventó el Principado solo para el bien del Príncipe , sino particularmente para el bien de la República , esto es , para procurar la felicidad á los pueblos sujetos al Principado. Y que por consiguiente, el verdadero Príncipe , el Príncipe glorioso , es el que nada desea mas que hacer felices á sus subditos , y sa- be y practica los medios para que lo sean. Si la obli- gación de un Soberano se reduxese á solo mantener la justicia , no serian menester medidas muy largas. Es verdad que este cargo ha de ser uno de los principa- les que siempre debe tener presente 5 pero la máxima general es la de procurar de todos modos la felicidad del público , porque entre los medios necesarios para
procurarsela , entra sin duda también , como se dirá después , la fiel y exacta administración de la justicia. El Conde Fulvio Pacìanì , Legista insigne de Modena, redujo en un breve Tratado (i) la quinta esencia del oficio de un buen Príncipe, á este solo axioma , que es, procurar tratar á los subditos de la suerte que desea- ría ser tratado el de otro Soberano qué le fuese supe- rior. La máxima es bellísima : ojalá los Monarcas la imprimiesen bien en su corazón. Su dificultad es me- nos para quien de una condición particular , asciende á la grandeza del Principado. En aquel que nace Prín- cipe encuentra muchas dificultades , como en quien ja- mas ha aprendido á obedecer , e ignora lo que un pue- blo desea racionalmente de quien lo gobierna.
¿Y quáles son los justos deseos de los pueblos ? Sin duda que el Príncipe obtenga sobre ellos toda la debida autoridad, pero también que las leyes de la Na- turaleza , de las Gentes , y con mas razón las del Evan- gelio , tengan autoridad sobre el. Que tenga un poder absoluto para hacer bien ; pero atadas las manos quan- do solicite hacer mal. Que se acuerde de que es Se- i5or , mas que no olvide que es también padre de su pueblo. Que se acuerde continuamente de que la Pro- videncia le hizo Príncipe para atender con su pruden- cia , moderación y cuidado á la felicidad de aquel nú- mero grande de hombres , que se llaman subditos su-
. (I) Arce de gobernar bien los pueblos , y hacer que el Pria- ope sea amado y temido á un mismo tiempo.
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yos ; y no para que este número grande de hombres, sirvan con su miseria y vil servidumbre á la sober- bia , caprichos y delicias de un hombre solo. Que sa- crifique en fin la mayor parte de sus cuidados al buen orden y estado mas feliz de sus queridos pue- blos : porque en efecto la gloria del verdadero Prín- cipe consiste en olvidarse en cierto modo de sí mis- mo por sacrificarse al Bhn público. Es cosa maravillo- sa , dccia el Emperador Sigismundo , que todos se nie- gan á exercitar el arte que no han aprendido , y nin- guno se niega al cargo de gobernar un pueblo , aun- que jamas lo haya estudiado , siendo el mas dificil de todos. Por lo demás , bienaventurados aquellos pue-- blos , que logran un Rey , un Rey -tal , que por decir- lo así , los ama á ellos mas que á sí mismo. Este es un especialísimo don de la Providencia. Reconociólo así hasta un Gentil , qual lo fue Plinio el Menor , el qual en el Panegírico del Emperador Trajano dixo es- tas palabras ( i ) : Qué regalo mas excelente ni mas bello, puede hacer Dios á los mortales , que el darles un Príncipe casto y santo^ymuy semejante al mismo Dios. Yo he dicho de Dios donde el dice de susDioses. S. Agustín reconoció ( 2 )
(1) Quod enim est prxstabílius , & pulchrius Dei munus er- ga mortales , quam castus & sanctus & Deo 5Ímillimus Princeps.
(2) Lib. ye. i5> de la Ciudad de Dios, lili autem qui vera pletate prediti bene vivi:nt , si habent sclentiam regendi popu- les , nihíl est facilius rebus humanls , quam si Deo miserante habeant potestatem.
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asimismo por un acto singular de la misericordia de Dios , el que hubiese buenos Príncipes , porque ellos son de quien pende la felicidad de las cosas humanas. La nación que alcanza esta especial gracia , está obli- gada á agradecérselo muchas veces á la liberalidad di- vina , y si no se alcanza es necesario inclinar la frente á la voluntad del Señor. Así lo aconsejó Tácito , aun- que Escritor Pagano , diciendo : Que debemos desean los Príncipes buenos , y soportar los malos. Por otra par- te , el Príncipe que lejos de amar á sus subditos los desprecia , y no se compadece de ellos •■> que los mira y trata no como hijos , sino como esclavos , no puede impedir que lo murmuren en secreto y aun en públi- co ■■> que se desee el fin dé su imperio 5 y que se crea su gobierno un castigo de Dios. No se ha de conten- tar el buen Príncipe con reynar sobre los subditos: debe también reynar en sus corazones. Si no cuida de esto , si lo que es peor todavía , lo desprecia j es evi- dente señal de que no sabe qual es- el honor y la verdadera gloria de los Príncipes.
CAPITULO IIL
También es cargo de los Ministros de los Principes el procurar la Felicidad Pública,
iJigo, y lo digo con dolor verdaderamente, que de ordinario falta á los Príncipes tiempo y gana de ma-
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nejar libros para aprender por ellos su propio minis- terio. Este defecto obliga á desear que sus Ministros sepan á lo menos sus principales máximas , á fin de que las puedan insinuar oportunamente en el corazón de sus Soberanos. Si no estudió el Príncipe , 6 se le olvidaron las buenas lecciones que le enseñaron en su edad juvenil , puede y debe ayudarle el Ministro fiel y prudente , sugiriéndole lo que halle y vea mas apropósito para labrar la gloria y alabanza del que le hizo su Consejero. Ahora pues ¿que modo de la- brar mas laudable puede recomendarse á los Principes e' inspirarse en ellos , que el de libertar á su pue- blo de los males ,y multiplicarle los bienes, en lo qual consiste únicamente la felicidad de una Repú- blica ? Se han visto en todos tiempos y en todas na- ciones sugetos, á quienes el merito ó la fortuna ele- vó á los empleos públicos 5 pero de un corazón tan poseído del amor propio ó sea del interés , que el cargo que llegaron á obtener , le consideraron solo como un don que les hizo la Divinidad , para atender á la prosperidad y enriquecimiento de su familia. Todas sus líneas van después á parar á este centro. El ministerio ha de durar , y se ha de disfrutar lo mas que se pueda , y para que no se entibie ó no falte la gracia del Soberano , nunca se le ha de contradecir , y siempre se les ha de dar el incienso de la lisonja á todas sus voluntades y designios. Aquella principal ocupación de pensar tanto en su
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propia utilidad y ventajas , hace ordinariamente que estos tales no ya celen , pero ni aun piensen en re- mediar los desórdenes públicos , y mucho menos en promover la felicidad común. ¿Que les importa esto? lY aun quiera Dios , que en sus pareceres , en sus jui- cios , ó en los consejos que dan , y especialmente en el manejo de la hacienda , ya sea del Príncipe , ya del mismo pueblo , no intervenga y se mezcle algún mal observado y solapado dictamen de interés 6 de otra pasión perjudicial. Por el contrario , en to- dos tiempos y en todos países , ha habido hombres muy íntegros , que elegidos para los empleos pú^ blicos , cobrando solo aquel ínteres justo que redi- túa legítimamente el cargo que obtienen , pusieren su principal mira en servir bien á su Príncipe , y juntamente en atender al provecho de la República. Estas dos acciones se dan con facilidad la mano , con tal que el Príncipe no las estorve por su par- te. En tales sugetos se halla atención para todo lo que pueda redundar en bcm^ficio público , bien para cortar los abusos y corruptelas introducidas poco á poco , bien para arreglar mejor el comercio y las ar- tes es-tablecidas , ó bien para introducir útilmente otras nuevas. A todas horas , en todos momentos, es- tán meditando que' será bueno hacer para la gloria de su Príncipe y beneficio de sus pueblos. Y ve aquí porque es hoy , y será siempre tan celebrada la me- moria del glorioso Rey de Francia , Luis XIY. Su
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gloria no está en las conquistas que hizo , ni en ha- ber dilatado su dominación , porque esta especie de gloria- está sujeta á muchas contradicciones. Hicieron- le glorioso sus cuidados en mejorar y acrecentar el exercicio de las Artes j en promover el estudio de las letras , y en acalorar el Comercio : los Hospita- les que instituyó , las Escuelas de Milicia y Marina que fundó , y aquel restante número de estableci- mientos que dirigió á la utilidad y adorno de su Mo- narquía. Fue particular fortuna que le sirviese de consejero la gloriosa muerte del Sr. Colbert , y de otros promotores del bien , dignos verdaderamente de ser deseados en qualquier país , sea grande ó peque- ño. Con rodo eso , tan grandes acciones y empresas comparadas con lo que obró Pedro el Grande , Em- perador de la Rusia , comparecen tan pequeñas , que se quedan en nada. Los demás Príncipes , quando en- tran á suceder á sus padres , si piensan con juicio, creen que el país á cuyo gobierno los destinó Dios, es un jardín que carece de muchas cosas ; pero final- mente es jardín. Pedro Alexiovitz halló su Imperio por todas partes como un desierto espantoso j y cul- tivándolo formó de planta un excelente jardín , si bien i\o .cultivado aun del todo por todas partes. A tan heroica empresa bastaba su gran entendimiento , pero ayudáronle , y no poco , las luces ¿ instrucciones de muchos Literatos, Políticos y Negociantes estrangeros, que consultó en sus viages , y llevó consigo á Rusia.
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Es fácil encontrar en las Repúblicas bien orde- nadas sugetos llenos de zelo verdadero por el Bien público , aunque tal vez haya algunos que hagan su propio negocio con los intereses del pueblo. Puede suceder también, y con mas facilidad, que en el go- bierno de las Monarquías piense algún Ministro del modo que convenga á la utilidad del Príncipe , cuide mucho la suya propia , y nada la de los subditos. El amor propio desarreglado , comete muchas malda- des en este mundo. Pero fácilmente se dexa conocer que no pueden ser jamas laudables , ni aun buenos aquellos Ministros , á quienes nada se les dá de que el pueblo tenga llagas curables , ni les pasa por el pensa- miento sugerir al Príncipe medios para que las cure, y que antes bien , atentos solo á su negocio propio, no quieren gastar ni un solo pensamiento para mejorar los negocios públicos , sin hacerse cargo de que el bien del Príncipe no puede existir sin el bien de sus pueblos. Ellos ciertamente serán grandes Políticos, gtandes Juristas , grandes Maestros de tramas y de proyectos en gabinetes 5 pero olvidándose de cutar ó minorar los males de la República , y de aumentar lo • bienes , no merecerán la pública alabanza 3 por- que realmente dan muestras de que no son nacidos ni formados p.ira utilidad de la República. He usado del nombre de República j y sobre esto , desearla que todos ertei uiesen una verdad ,y es , que aunque un Estado sea gobernado por su Príncipe , el pueblo no
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dcxa por eso de componer una sociedad , o llámese República , cuya cabeza es el Soberano , y los miem- bros los subditos. Cada uno de estos , debe cooperar á la Felicidad Pública en quanto le sea posible , y el Príncipe sin comparación mas que los otros. Demos empero , que este se descuidase de su obligación y no la cumpliese : no por eso deberán abandonar los otros la suya, de pensar en beneficio del público y contri- buir á el. Ni se hallara encomio bastante para aquel que sobreponiéndose á su amor propio , procura efi- cazmente el bien ageno , y con este las ventajas de la comunidad. Ahora pues , ¿quanto mas obligados están á hacer esto los Ministros del Principado , en cuya atención , después del Soberano , estriva el gobiernoí los quales son , por decirlo así , las ruedas principa- les de esta inmensa máquina ? No han de creer que cumplen con su cargo , con solo impedir que esta se destruya , ó empleando toda su capacidad en causas civiles y criminales , á fin de que se haga justicia á todos , y sean castigados los delitos. Este encargo se confia á los Jueces particulares , y ellos le desempe- ñan. Máximas mas altas , vuelos mas levantados ha de tomar el que aspire á ser un verdadero Ministro. Debe pensar , debe considerar en influir , incitar y cuidar al Monarca , para que haga del modo que pueda feliz y venturoso á su pueblo. Los Soberanos, distraídos muchas veces , no piensan en esto : debe pues pensar aquel en quien el Príncipe descargó gran
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parte del peso del gobierno , tenie'ndole á su lado pa- ra que le de luces , tanto en el conocimiento de lo justo , corno en la elección y execucion del sistema mejor y que mas convenga á la utilidad suya y de sus pueblos. ¡Dichoso el Príncipe que acertó á hon- rar Ministros expertos , zeladores del honor y de la verdadera gloria del Sober^ano y del Bien público! ¡Y mas dichoso aun , si escucha con gusto sus conse- jos , sin persuadirse jamas que sabe mas que ellos ! Porque dicta y enseña la experiencia común , que es mas seguro de ordinario y mas prudente , el parecer concorde de muchos sabios experimentados en los ne- gocios del mundo , que el de uno solo.
Dixe , que no pocos Príncipes ignoran por va- rios motivos los medios que contribuirían principal- mente á su gloria y á la mayor felicidad de sus sub- ditos. Ojalá no sucediera muchas veces entrar en el Ministerio , personas poco provistas de aquella políti- ca que enseña los combates de los gabinetes , y el tino prudente que se aprende en ellos : personas po- co inteligentes del gobierno económico de un Estado, y escasas de aquel conocimiento que se necesita para hacerle mas floreciente , esto es , mas rico , de me- jores costumbres , menos vicioso , mas urbano y co- medido , y mas poblado , de cuyas cosas resulta la Pública Felicidad de que ahora tratamos. A esta cien- cia puede llegar la meditación atenta del hombre, junta con el verdadero zelo , esto es , con una fervorosa vo-
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luntad de ayudar al público j pero mas fácilmente lle- gará quien tenga noticia de las historias de los Legis- ladores antiguos y modernos , de los grandes hombres que han gobernado países j y aun mas presto el que haya visto muchas ciudades , y estudiado las costum- bres de diferentes naciones (i).
Sería pues empresa grande que una persona jui- ciosa , capaz de distinguir el mal del bien , y en el mismo bien lo mejor , girase por los países mas cul- tos de Europa , para anotar lo que se pratica útil e industrioso en distintas ciudades , lo especial de su Comercio , los inventos de la Cirugía , de la Mecá- nica , y de muchas Artes ó inútiles ó necesarias á la República , llevándolo todo después á su casa para va- lerse de ello en beneficio de su patria. El antes men- cionado Emperador de la Rusia , guiado de su gran genio fue á hacer en persona este estudio en los mas celebres emporios de la christiandad j y después lle- vó con premios á su vasto Imperio, á quantos de un modo ó de otro pudiesen desbastarlo y mejorar- lo. Si los Ministros no están siempre aplicados á este estudio , no hay que esperar que vaya á mejor el sistema de su país. Aunque Dios nos haya hecho na- cer en tiempos en que reyna mas que en los ante- cedentes la tranquilidad , la política , la union de los ciudadanos , y lo que es mas universal , la cle-
(i) Horat. Art, Poet. Mores hominum muliorum vidit, & urbes.
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Riencla de los Principes , restan aun otros muchos bienes que pudieran proporcionarse á los pueblos , y que nadie los proporcionará , ya sea por mero descui- do , ó ya por escasez de conocimiento.
CAPITULO IV.
De la educación de la juventud para hcihUltArla á los ministerios públicos.
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.ntes He entrar en la materia , tengo aun que pro- poner algunas reflexiones : y las propondré', aunque no sin temor , por el conocimiento que tengo de lo fácil que es concebir deseos , y lo difícil y aun casi imposible verlos executados. Mas con todo ¿que mal habrá en exponer una cosa que podria redundar en mucho bien del público i Hemos empleado ya algu- nas pinceladas para representar las buenas calidades que han de concurrir en los Ministros elegidos por la providencia del Príncipe , para que con subordina- ción á el , y juntamente con el , cooperen á la Felici- dad Pública. Pero Ministros tales , dotados como con- viene de todas las partes y circunstancias necesarias, para el buen manejo de la justicia y gobierno , tanto político como económico de un Reyno, no se forman al ayre , y sin designio premeditado. Muchas since- ladas son necesarias para labrar semejantes esr'^^^^^^. y de aquí es , que todo Príncipe sabio . '^ ^q^^ j^^_
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pública , debieran poner atención y cuidado en criar personas , que después fuesen dignas y Inabiles para sostener con decoro del Principado , los cargos , dig- nidades y empleos públicos , y también para procu- rar el mayor bien á los subditos. Los labradores pró- vidos crian plantas nuevas para trasplantarlas á su tiempo , sustituyéndolas á las ya secas y caducas. Los que obtienen el gobierno de los Estados , sería con- veniente y aun necesario , que executasen lo mismo. Son frecuentes los casos en que el Príncipe se ve en la necesidad de buscar personas aptas y bien dispues- tas para los empleos del Foro , del Gabinete , de la Se- cretaría , de la Embaxada y del Comercio.
Quexaránse acaso de no hallar sugetos semejan- tes en el país. Pero en tal caso la culpa de esto no recaerá solo sobre los particulares , que no quisieron ó no supieron cultivar como debieron su propio in- genio 5 sino que también tocará en gran parte al So- berano , que no cuidó de subministrar medios c in- citativos á la juventud para ponerla en carrera ,esto es, para dirigirla á que se instruyese en los negocios del Estado , en las máximas de la justicia , en el estilo epistolar de las Secretarías , &c. Para cosas grandes, como son las del gobierno , no pueden habilitarse los ingenios de los hombres sin mucho noviciado y sin particularísimo excrcieio. Y ya que la descuidada ju- ventud no sabe ponerse por sí misma en este camino, el Príncipe que emplee su zelo en la enseñanza de
2 9 la juventud , procurando al mismo tiempo apartarla de los vicios , y animarla á la consecución de aque- lla doctrina , que es necesaria para desempeñar el im- portantísimo cargo de gobernar á otros , hará cier- tamente un trabajo muy loable j y muy útil á su bien c interés mismo.
Fácil cosa es conocer quanto convenga al Prín- cipe proteger los Colegios , Seminarios , y Casas para la juventud , así noble como civil y plebeya de uno y otro sexo. Ciego sería quien no viese quan útil es , quan glorioso á todos los pueblos y ciudades la institución de semejantes sitios necesarios , donde se educa la juventud. Esta es la edad mas peligrosa de la vida humana. Pasiones fogosas , poca prudencia , y menos experiencia , concurren á pervertirla , y hacer que el amor y ansia de los placeres sea su principal cuidado y atención. Resguardados los nobles jóvenes, y apartados de las lisongeras pasiones que tanto inci- tan en el siglo , de las compañías perversas , y de los exemplos perniciosos > imbuidos por otra parte en las máximas de piedad, y aplicados á las obras de ella, y al estudio de las letras , fácilmente pueden conservar la inocencia , ó á lo menos juntar un buen caudal de documentos sabios para arreglar bien su vida en lo sucesivo. Los plebeyos también , instruidos en los exercicios de piedad , y aplicados á un oficio hones- to , logran un excelente cimiento para que pasado el tempestuoso golfo de la edad juvenil , salgan con el
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tiempo útiles ciudadanos. Mas con todo eso Jquc co- sas vemos en esto que no sean contrarias á estas es- peranzas ? Libre apenas la juventud noble de aquella prisión honorífica , y entradaTsin rienda en el tráfago y peligroso trato del mundo , vemos gran parte de ellos como en uso de su libertad entregarse al ocio , malva- do consejero especialmente de los jóvenes 5 y desde aquí abandonarse á los placeres , y á la destemplanza, perdiendo en pocos meses el fruto de muchos años sabiamente empleados en la anterior vida. Nadie igno- ra la perversa inclinación de nuestra naturaleza. Tie- nen un enemigo mas los que tienen muchas rique- zas. Países hay , y demasiados mas de lo que fuera justo , donde la disolución y el mal exemplo son ex^ cesivos. Si no obstante algunos jóvenes de mejor ín- dole se salvan de este peligroso contagio , mantenien- do el freno de la Religión y reputación ; aunque se contengan dentro de los límites de la buena educación civil y Christiana , con todo abandonan los estudios, y sí los cultivan , es solo para cosas poco importantes. Otros , por no exponerse á morir de sueño , consumen las horas en el juego ó vanas conversaciones , ó bien se dedican á incensar estas que llaman deidades de la tierra. Y ve aquí qual es el semillero á donde han de acudir las Repúblicas para la elección de personas que las gobiernan con continuada sucesión. ¿La razón no ordena asimismo , que en qualquicra especie de go- bierno , en que el plebeyo se aventaje al noble en in-
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geriio , merito y sabiduría , sea preferido en los pues- tos y eirspleos ? Mas demos aun , que un joven contir núa en la aplicación al estudio : con dificultad se ha- llará instruido en aquellas ciencias que sirven espe- cialmente para el manejo del gobierno público. Esta es una providencia muy distinta de la ciencia usual de las gentes , ni sus máximas se aprenden en las es- cuelas ordinarias. ¿Que es pues lo que se deberá ha- cer ? Dos son los medios que pudiera aquí practicar el sabio gobierno , tanto de los Príncipes como de las Re- públicas. El uno consiste en velar sobre los mucha- chos nobles ya adultos , luego que salen de los Co- legios y Escuelas , quando los dexan ya vivir á su al- vedrio. El otro en instituir una educación particular para aquellos jóvenes ó plebeyos , que reconocidos por genios mas despiertos que los demás , podrían en lo sucesivo ser levantados al Ministerio.
Hablando ahora del primer medio , experiencia harto frecuente es hallar entre los jóvenes muchos que se dexan arrastrar de la soberbia , de la lascivia, de la indecencia , de la mala crianza , del juego , y de otras pasiones viciosas , estrechamente unidas con la ignorancia ; manchas todas feísimas en qualquier per- sona , pero con especialidad en los que nacen nobles, y mucho mas en los que teniéndolas no las conocen, y las desprecian. Para refrenar y evitar estos preci- picios de la juventud , sería conveniente establecer ciertas leyes, en las quales se dispusiese á lo menos
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que fuesen excluidos de h pretensión á los honores públicos , los que cayesen en vicios tan opuestos á las virtudes que mantienen la felicidad de los Esta- dos 3 y aun que fuesen despojados de aquellos hono- res , los que después de obtenerlos usasen tal gene- ro de conducta. No hablo de aquellos jóvenes desen- frenados que cometen delitos dignos de cárceles y otros castigos mayores 5 porque supongo que no hay Estado en qu^ un noble pueda , sin castigarlo , con- travenir á las leyes sólidas del público gobierno. Ha- blo de aquellos que en sus acciones exteriores mues- tran no tener, ó mirar con descuido, los primeros prin- cipios de la Religión , de la honra y de la justicia. No cometen homicidios, no arrebatan las mugeres age- nas , no pagan á palos á sus acreedores , no execu- tan otras acciones semejantes que perturban la tran- quilidad pública i pero no hacen diferencia entre la Iglesia y la plaza 5 se desvergüenzan con los inferio- res j hablan y obran como los mas viles del pueblo; disipan su hacienda , y si pueden la de otros , por las deudas y empeños que contraen. Nobles de este ca- libre , se degradan ellos mismos de la nobleza : y por lo mismo , ^con que derecho han de aspirar á los ho- nores, reservados solo para el que anticipando el me- rito del nacimiento ilustre , se hace entero acreedor á la dignidad , agregando á aquel el verdadero meri- to de la virtud ? ¿Cómo ha de gobernar á otros quien no ha aprendido á gobernarse á sí mismo ? Fuera
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bueno que se tomase alguna determinación eficaz pa- ra refrenar á estos díscolos en la carrera desbocada por donde se despeñan : y ya que muestran dárseles nada de que el pueblo repruebe su conducta , justo sería que el Gobierno reprobándola también en pú- blico , y estableciendo alguna pena útil a ellos mis- mos , los hiciese volver sobre sí , y desistir de aquel vicioso genero de vida. A un Príncipe zeloso le será muy fácil, siempre que quiera, reprimir la juventud noble que se extravía , con solo usar de castigos le- ves , ó tal vez con solas reprensiones. No es necesa^ rio que tome por menor conocimiento de sus accio- nes , ni se introduzca en los escondrijos de sus con- ciencias í basta que corrija aquel desorden de costum- bres que dá en rostro al mismo pueblo y le escan- daliza.
Quede esto dicho como de paso sobre la nece- sidad que tiene el Príncipe de atender á la conducta de los jóvenes nobles y adultos , respecto de ser tan contagiosa y tan fácil de propagarse su disolución. A lo menos sería cosa gloriosa pensar y adoptar rem.e- dios y preservativos para este mal en qualquier Estado, donde la Felicidad Pública sea el principal objeto e in- terés. En los siglos bárbaros se exercitaba la juventud noble en justas , torneos y otras diversiones de armas, en cazas , luchas , juegos de fuerzas , y en tocar va- rios instrumentos. Vivían en siglos bárbaros , y con todo eso sabían mas que los nobles de nuestra edad,
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cu^as costumbres , diversiones y entretenimientos sa- bemos muy bien qualcs son , y que temple tienen. Quanto menos se les permita vivir en ocio , y quan- to mas se empleen en exercicios y aplicaciones ho- nestas , tanto menos tiempo y lugar tendrán para darse á los vicios. No habrá en muchos capacidad bastante para ocuparse en asuntos arduos y levanta- dos 5 pero ocupen por lo menos el cuerpo , dedicán- dose á exercicios honestos , y artes que no desdigan de una persona bien nacida. No me atreveré' yo á afir- mar que los jóvenes de los tiempos antiguos fuesen mejores que los de ahora : pero bien puede decirse sin temeridad , que en su obrar y parecer eran mas varoniles. Aquellos no perdieron jamas en el tocador las dos horas que gastan nuestros jóvenes para com- ponerse el cabello á estilo femenil , ni pidieron pres- tado á las salserillas el color que les negó la Natu- raleza. Se ha dicho por burla , que los hombres de este siglo se convertirán en mugeres. Lo cierto es que su afeminación va cada dia á mas 5 y que ceden al otro sexo todo su mando y superioridad, reservándose solo el honor de ser sus esclavos , y no de palabra sino de obra. Esto es en substancia llevar en triunfo su propia ignominia j es trastornar el orden dispuesto por la misma Naturaleza.
Pasemos á la otra especie de educación mas ce- ííida , y que tiene por objeto la instrucción de per- sonas que pueden ser capaces para servir los cargos y
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emplos del Gobierno. En las Repúblicas Aristocráti- cas todos los nobles tienen derecho al Gobierno. Mas como en ellas nadie logra adelantar en los cargos y empleos , sino el que da muestras públicas de sus buenas prendas y virtuosa inclinación j los jóvenes conversando con los sabios , discurriendo sobre los intereses públicos con los que los entiendan , y por- tándose con honor en su conducta , logran un muy buen noviciado para ser promovidos á las dignida- des mayores. De diverso modo debe proceder el Prín- cipe sabio para formar apoyos dignos que le ayu- den un día á sobrellevar las fatigas y cuidados del Gobierno ; siendo una cosa bien cierta que los va- rios Magistrados son las manos y brazos de que se vale el Príncipe que manda á todos , para hacer que giren con debido orden y harmonía todas las ruedas de la República. Es preciso observar , que los anti- guos instituyeron varias juntas y Academias de los mejores ingenios , donde se estudiaban la Poesía y la Eloqiiencia. Eran alabadas , y son de alabar estas ciencias , por mas que ellas en sí no sean de mucha substancia. De estas Escuelas se pudieran á lo me- nos sacar sugetos hábiles para las Secretarías de ios Príncipes , y demás Señores. Otros formaron des- pués Academias de Filosofía Experimental , de Astro- nomía , de Matemática , de Medicina y Cirugía : Aca- demias en verdad mas útiles para muchísimas urgen- cias del Público. Quien tiene ingenio verdaderamen-*
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te Filosofico ( baxo de cuyo nombre no se entien- den los sofistas y disputadores del Blictiri ) sabrá co- mo acostumbrado á descubrir lo verdadero y útil de las cosas , á entender no solamente lo bueno , sino lo mejor de las obras y acciones humanas , y á dis- tinguir la apariencia de la realidad , sabrá digo valer- se también de este discernimiento para los empleos públicos , y hará verdadero aquel celebre dicho de Tulio : O] ala reynasen los Filósofos ^ ó fuesen Filósofos los Reyes.
Sería pues conveniente que los Príncipes se die- sen á instituir cada uno en su Estado una Academia particular , cuyo objeto fuese solo enseñar el arte de gobernar los pueblos , puesto que este cargo , como ya he dicho , tiene tanto de dificil , como de importante. La fislicidad de un pueblo depende del buen gobierno, y el buen gobierno de un conjunto de conocimientos de varias clases que sin grande estudio no se hallan unidos con facilidad en una sola persona. Habíanse de escoger jóvenes de buenas costumbres , y de conocida capacidad para formar esta Academia , haciéndolos es- tudiar varias materias concernientes al modo de go- bernar con prudencia los pueblos , así para el puntual servicio del Príncipe , como para el bien y ventajas dt; los vasallos. Una persona de mucha prudencia ten- dría el cuidado de distribuir á los alumnos los asun- tos que cada uno hubiese de tratar. Establecerianse juntas generales de quando en quando , en las quales
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debería' presidir un Ministro docto : y su objeto debe- ría ser , no tanto impedir algún desorden , 6 corregir al que no fuese merecedor , quanto animar y alabar á los que fuesen dignos. Su ocupación había de ser proponer y ventilar quanto se juzgase útil ó mejor, siendo practicable , para los intereses del país ; y tam- bién quanto se conociese inútil , desconcertado y per- nicioso , guardando siempre el debido respeto á la po- testad suprema. Estudio y conferencias , habían de re- ducirse no solo á tratar de lo que es Justo , decoroso, honestamente útil ó necesario al Príncipe y al puebloj de lo que puede aprovechar para la perfección de las cosas j sino que también se habían de exercitar los ta- lentos en formar cartas , relaciones , apologías , &c. fingiendo los casos , y acomodando los escritos á las urgencias que se figurasen en ellos. Si el Príncipe hon- rase alguna vez la Academia visitándola personalmen- te , ó dándola algún señalado testimonio de su mag- nificencia , la aplicación de los jóvenes subiría de pun- to , y serian mas rápidos los progresos . . . Mas ¿cómo se han de establecer estos estudios , y tratar materias de esta especie , estando desterradas del todo de la en- señanza que se usa en las Escuelas ordinarias? Un pru- dente conocimiento de la Filosofia Moral , esto es , el conocimiento del hombre y de sus deberes , unido al estudio solo de las leyes de Justiniano , es suficiente preparación para aspirar á h instrucción de la Acade- mia política 5 pero sin estos preliminares ninguno de-
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berla ser admitido en ella. El estudio de la Jurispru- dencia Justinianea es suficiente para un Magistrado ordinario, destinado solo á la administración de la jus- ticia civil 5 pero esta Jurisprudencia no basta para la administración del Principado , ni al que como Conse- jero de Estado debe desempeñar aquel ministerio. Es menester que sepa , y suba á otra Jurisprudencia mas al- ta , es decir , aquella que enseña los principios funda- mentales de la justicia ; las obligaciones del Príncipe hacia su pueblo , y de este hacia su Príncipe í que dis- cierne y demuestra si son justas ó injustas las mismas leyes , ó si serán otras mas convenientes y oportunas, según los casos y ocurrencias. Esta Jurisprudencia, que se llama Derecho Públko^y se trata y enseña difusamente en Alemania, y en los Países Bajos , está olvidada de la mayor parte de los Jurisconsultos de Italia , que re- ducen toda su ciencia al Código , al Digesto , y á la turba multa de los Autores ordinarios del Foro.
El otro estudio en que habia de ocuparse el que fuese elegido para individuo de la Academia políti- ca , debería consistir en la instrucción de la Historia antigua y moderna : en el conocimiento Geográfico de Países , de Estados y de Príncipes : en la lectura de Tratados de paz , alianza y otros actos públicos j y en entender bien los varios intereses de los Potentados, las costumbres malas ó buenas de las naciones , y las máximas arregladas que pertenecen al Comercio , á las Rentas Reales, á la Moneda, á los Tributos, &c. cosas
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todas que tocan á la inspección de un Consejero de Estado. Campo es muy vasto ciertamente 5 pero no fal- tan libros que tratan de todas estas cosas , y estos son los que se han de estudiar. Y he aquí el modo fácil y expedito de que un Príncipe tenga una especie de al- macén , ó llamémosle semillero de plantas jóvenes , pa- ra que tenga donde escoger , y eligiendo las mejores, las trasplante oportunamente á los grandes cargos. Ni basta la sola teórica del Gobierno para formar un buen Ministro. Es necesaria también la práctica y experien- cia de las cosas , y esta por lo regular falta en la ju- ventud. Por esto mismo , algunos de la Academia , al cabo de un competente noviciado , y á proporción de sus talentos , pasarían unos á la Secretaría de Estado, á las órdenes del que la rige : otros se destinarían pa- ra Embajadores y Enviados j y otros para Ministros de Justicia , y Gobernadores de ciudades , provincias , &c. y después de haber servido estos cargos, podrían ir su- biendo á otras mayores dignidades , según la cuenta mas ó menos sobresaliente que cada uno haya dado de sí en los empleos anteriores. El que no tenga mas provision de saber que el mero conocimiento de las leyes civiles , debe contentarse con solo hacer papel en el palacio de Astrea , y no pretender entrada en el gabinete de los Príncipes. Con todo eso , un buen en- tendimiento adiestrado con la práctica de las cosas, puede executar cosas grandes. Y se han visto , y pue- den Verse de quando en quando, hombres de tan buen
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natural , de un entendimiento tan penetrativo , y de juicio tan recto , que sin Academias , y aun sin mu- ellas letras , han llegado á ser excelentes Ministros. Pero esto fue' efecto de una sagacidad refinada en el exercicio de los empleos , en la práctica de las Cortes, y en el estudio de las inclinaciones y pasiones de los hombres , que los habilitó para tratar los negocios mas arduos del Estado , y los puso en disposición de po- der suministrar consejos útiles , fruto de las acertadas máximas que aprehendieron de la experiencia y de la atención con que hablan estudiado el mundo. Sin em- bargo guárdese bien el Príncipe de valuar por inge- nios excelentes los grandes habladores. La sabiduría regularmente gasta pocas palabras. Aborrezca también los políticos tramoyeros y enredadores , porque aun- que la discreción es virtud , la trama y el enredo no se desune fácilmente del vicio. Si estos saben engañar á otros con sus enredos , ¿quien se podrá asegurar de que no se valgan también de su arte para daño y deshonra del mismo Príncipe ? Guárdese de entendi- mientos fogosos y poéticos ,' porque pocas veces se halla solidez en lo que aconsejan. Observe sobre to- do si la Religión y Moral Christiana están arraiga- das profundamente en ellos ; porque sino , el Prínci- pe nunca puede fiarse de quien no teme á Dios , ni sigue otra ley que la de sus intereses y caprichos, siendo capaces por esto de executar quantas maldades puedan ocultarse á los ojos de los hombres , ó de per-
Judicar á lo menos al público por congraciarse con un Pr ncipe negligente. Poned en las manos de uno de estos la dirección de las rentas , el manejo de la hacienda , ü otros cargos en que interven- gan intereses. Milagro será , si no inventa nuevas im- posiciones en perjuicio del público j ó si no roba , sí puede sin peligro , á su mismo Príncipe. En fín la bondad de costumbres, y la honradez ha de ser el primero y principal carácter que ha de constituir un buen Ministro 5 á esta excelente calidad debe juntar- se después un entendimiento excelente. Quando fal- tan estas , y por desgracia el Príncipe es poco cuí^ dadoso j ¡ pobre pueblo ! no hay que esperar de el sino lamentos y querellas,
CAPITULO V.
Del fin que deberán proponerse los Príncipes , los Mi^ nistros j y los Sabios para procurar el bien Público,
J->n la mano del Principe está , si quiere , o no se lo impide el que sea mas poderoso que ei , hacer que los pueblos sean felices á proporción de su situación o estado. En solo esto consiste su ministerio , y este es el blanco á que debe encaminar sus miras , pues- to que no fue otra la intención y voluntad de Dios, quando le sentó en el trono , y puso en sus manos el Gobierno. Consiguiente á esto es que la reputación
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de los buenos Ministros y Consejeros debe consis- tir en ayudar al Príncipe á que cumpla bien tan no- ble designio , teniendo siempre impresa en el cora- zón esta máxima : Qjie el Bien público es el bien del Príncipe 5 que el Soberano que solo piensa en el interés pro" pio , olvidándose de el de sus vasallos , renuncia á su obli' g-icion y á su gloria. Estos dos intereses deben estar siempre unidos. £1 estender los confines del dominio propio e tá reservado á muy pocos Potentados , y aun estos compran este aumento regularmente con la rui- na de los Estados que poseen. Mas fácil es á qual» quier Príncipe mejorar la porción de Estados que Dios le señaló para su Gobierno , si quiere executarlo co- mo corresponde. Es hecho indubitable que las Cien- cias y Letras han recibido mucho incremento de cien años á esta parte. Los primeros principios de las co- sas , y las causas íntimas de las obras de Dios , y de las acciones de los hombres , han sido averiguados con mejor exactitud , que en ningún otro tiempo ; y con esto ha adelantado notablemente y se ha engrande- cido sobre manera ei presente siglo. Lo que debe- mos ahora desear es , que tanto estudio y mejoras como ha recibido la literatura, se encaminen principal- mente á mejorar nuestras ideas , para que el mun- do , este -gran teatro de hieres y males , de yirtudes y vicios , logre la perfección de que sea capaz. Todo Príncipe en el ámbito estrecho ó ancho de sus domi- .nios, deberia tener por objeto principalísimo de su
4 3 atención esta mejoría del mundo , empresa muy difí- cil en verdad ^ mas siempre deseable. Si ellos reco- nociesen en sí -poca capacidad y luces para la ex:e- cucion de arte tan importante , sería bueno que en su lugar le estudiasen los Consejeros de Estado : y si ni aun estos lograsen un conocimiento tan preciso , nò quedaba otro arbitrio mas oportuno que el de echar mano de los Filósofos para que lo enseñasen á estos, y aun á quantos pudiesen de algún m.odo contribuir á la Felicidad Pública. Los hombres todos somos lle- vados á buscar y adquirir el bien particular , movi- dos y guiados de un secreto impulso e inspiración de nuestra naturaleza. Conociendo ademas de esto que Dios nos ha constituido de manera que hemos de vi- vir los hombres con los hombres , que unos hemos de depender de otros , y consiguientemente que nues- tro vivir ha de ser sociable 5 la razón dicta que pues deseamos que otros nos ayuden á pasarlo bien en qsx:^ vida , también nosotros hemos de procurar prestar el socorro que podamos á los demás : y esto con el ob- jeto primario de promover el bien de la República ó el Bien público ,- porque de la Pública Felicidad sue- len también participar todos los particulares. Por tan- to , es vicio en la buena Política , quando el bien par- ticular contradice al público : es viniid la union en- tre sí de ambos bienes público y privado : y se lla- ma heroísmo quando se prefiere al propio bien la uti- lidad de la República. En estos tiempos tan instruí-
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dos y perspicaces , qualquícri que fuese elegido para
Consejero de un Príncipe , y aun también todo el que tratase con pulso el estudio de la sabiduría, dcberia pro- ponerse por blanco y fin principal de sus vigilias , me- jorar su Sociedad grande ó pequeña. Hacer bien á uno solo es ciertamente gloria excelentísima : ¿y quanto mayor gloria no será hacer bien á toda una Nación, y emplear sus meditaciones en que se minoren los males y crezcan los bienes de la República ? Se que no es para todos tan grande empresa. Se requiere mu* cha perspicacia para emplear en todo la Filosofía , y ademas práctica de mundo. Pero los ingenios media- nos pueden no obstante cooperar por su parte á este designio , ilustrando las Artes particulares y procu- rando perfeccionarlas. Mas se debe estimar , á mi pa- recer , un libro que enseña su arte á un Mercader , á un Labrador , á un Jardinero , Boticario , &c. mos- ti ándole lo que hay de particular en ella, que cien li- bros de una Filosofia descarnada , de erudición misce- lánea, y de Poesías frivolas. El tratar con mas exten- sión y nervio quanto pueda contribuir á perfeccionar el Gobierno Político y Económico de los Estados , es ob:a que deben después tomar á su cargo los genios grandes y de mayor penetración. Y ve aquí descu- biertas ya desde este punto dos diversas vistas , sobre las quales debe el ingenio filosófico tener siempre fixo íu examen , cuidado y vigilancia. La primera es , de Jos defectos y desórdenes , errores y corruptelas .,quie-
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ro decir , de aquellas enfermedades civiles , que son
hereditarias , ó vienen á introducirse poco á poco en el país , por la malicia , maldad ó poca advertencia de los mortales. Muchas veces sucede hallarse tan inve- terados algunos de estos errores , y tan habituado á ellos el pueblo , que ni aun le pasa por el pensamien- to que su corrección pueda ser üúl ó necesaria , sin mas motivo que porque no cae en la cuenta de lo que son. De estos abusos , excesos , defectos y males que se han familiarizado con nosotros , y están como consagrados por el largo uso , podria alegar aquí una griuchedumbre grande de exemplos , tomados singu- larmente del Gobierno secular. Ni fakan tampoco en el eclesiástico. Para quien tiene buen discernimiento, fácil es el camino , quiero decir , descubrir lo des- ordenado 5 lo nocivo ó poco loable que puede ha- llarse en un pueblo , así en orden al Gobierno , co- mo en lo que mira á los usos y costumbres. Lo que ciertamente aparecerá mas dificil es , la otra vis- ta ó extremo, que contiene el aumento del bien en un país. Los males , defectos ó excesos brotan debaxo de nuestros mismos pies : y una vista perspicaz los echa de ver fácilmente. Mas por lo que toca á los bienes que faltan en una Nación , es menester gran- de industria y desvelo para trasplantarlos á ella de otras regiones lejanas 5 ingenio no pequeño para in- ventarlos 5 y eficacísima actividad para introducirlos y mantenerlos. Y ved aquí un bello campo para ha-
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cer méritos con el Príncipe , sugiriéndole medios que
puedan contribuir á que sus Estados sean mas indus- triosos y mas opulentos y mas abundantes de bienes. Gran fortuna es lograr Consejeros semejantes ; y no aquellos que solo saben enseñar á los Príncipes el mo- do de hacer infelices á sus vasallos. De este modo también las personas particulares que se dedican á las letras , sin ser Ministros ni personas públicas , pueden hacerse beneméritas de todo el mundo , solo con di- rigir sus estudios al Bien público , meditando y en- senando quanto pudiese redundar en utilidad de los pueblos , ó por lo n;enos de su Nación. Se. estudia mucho para aprender cosas de ninguna substancia , y se alambican los cerebros para tratar materias que ex- primidas no dan jugo alguno. Un libio que influya de qualquier suerte á mejorar el mundo , trae consi- go un Valor verdadero , á que le debe quedar obliga- do qualquier habitador de este globo. Pero convie- re que pongamos la consideración en una desdicha del género humano. Confesaránme todos , que así co- mo estimamos los Médicos del cuerpo , porque des-* ci:bren las varias enfermedades á que estamos suje- tos , y procuran curarlas del modo posible ; así ó á lo menos con igual aprecio , debiéramos buscar y es- timar los Médicos que conocen las enfermedades del público , y enseñan el modo de sanarias. ¡Ma ay ! quan pocas veces sucede esto. Son muy delicados los Príncipes. Advertirlos de qualquier defecto que se no-
47 te en su modo de gobernar , les parece un desacato gra- vísimo : les llega al alma que se les quieran poner al- gunos límites á su autoridad , y aun á su capricho. El que lo intente , sufrirá murmuraciones y befas hasta de la gente del pueblo , si media el interés en la permanen- cia de algunos usos y costumbres , cuya reformación 6 abolición podria ceder en beneficio de la utilidad públi- ca. ¡Pobre verdad ! alabárnoste en la casa agena , y te aborrecemos en la propia. Empresa es por cierto muy peligrosa el oficio de Médicos Políticos , y me atre- viera á decir^ que el mundo gusta mas de andar siem- pre cojo , que de tolerar al que le enseñe á andar de- recho en los negocios civiles. Añádese que en algu- nos países qualquiera novedad es mal recibida, si ya no es -aborrecida y exterminada enteramente : como si, aunque haya novedades malas, no pudiese haber algunas muy buenas , y muy excelentes para el bien del Estado. Qual hemos encontrado el mundo quando salimos á luz , los modos de vivir y de portarse , de pensar y de gobernar , tal creemos que debemos de- xarlo á los venideros. De aquí es que unos no quie- ren que se manifiesten los males del público , aunque importe muchísimo su curación , y otros no gustan que se enseñe y manifieste lo mejor, por muy útil que sea introducirlo y establecerlo. No tengo que decir sobre esto otra cosa, sino que debemos desear , que pues la mayor parte de la Europa abunda ya tanto en luces y conocimientos provechosos j habiéndonos Dios
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concedido Príncipes buenos , y de sanísima intención,
les inspire un deseo verdadero de conocer , como de- ben , lo que perjudica á los pueblos para remediar- lo , ó lo que les es bueno y provechoso para poner- lo en práctica. Conviene también desear para bien del pueblo , que los honrados y zelosos Escritores que puedan proponer observaciones y consideraciones úti- les á la FeUcidad Pública , quando se determinen á publicarlas, guardando el debido respeto al Principado y á la Religión , no sean impedidos de indiscretos Ministros. Entre tanto expondré las diferentes m.iras que tienen y deben tener los Príncipes sabios , y los hombres de honor que eligen para sus Consejeros, á fin de que procuren en quanto sea posible la Felicidad del pueblo, que es en la que consiste la verdadera gloria de los Príncipes j pues otra gloria que no sea esta, ó es du- dosa ó falsa.
CAPITULO VI.
De la Religión.
1 odos los que saben que hay Dios (y no lo puede negar , sino el que tenga trastornado el juicio , por mas que presuma de sí, tener mas ingenio y capa- cidad que los demás hombres) y saben que han ve- nido al mundo por solo el gusto y voluntad suya, no deben escusar trabajo alguno para entender que obligaciones tiene la criatura hacia su Criador , las
quales consisten solo en amarlo y obedecerlo desde el punto que conozca sus leyes , que necesariamente son santas , justas , y conformes á lo que la misma razón enseña. Este conocimiento de Dios , y el de los debe- res que nos obligan hacia e'l, y hacia nuestros pró- ximos , forma lo que llamamos Religión , la qual , en- tre muchísimas verdades , propone aquella importantí- sima de que nuestra alma es inmortal , que separada del cuerpo continuará su vida , y que en la otra halla- remos premio ó castigo por nuestras obras. Hay Reli- gión natural , y hay Religión revelada 5 no siendo es- ta última otra cosa que la natural ilustrada por la Re- velación Divina. El que ha logrado la suerte de nacer en el seno de la Religión de Jesu-Christo , que es la soia verdadera , sin que pueda haber otra que lo sea, como lo han demostrado tantos hombres sabios , se- rá un ingrato si no dá infinitas gracias á la misericordia Divina. Puesto esto , es menester saber , que la felici- dad real de un pueblo, pende principalmente de la bondad de las costumbres , de la integridad de las ac- ciones humanas , y del exercicio de la virtud. Estado muy infeliz sería el de aquella República, donde ni la vida , ni la honra , ni la hacienda de unos ciudadanos, estuviesen seguras por la maldad de otros 5 y donde todo fuese discordia y tiranía de los poderosos contra los débiles. Por el contrario , solo puede llamarse feliz la República donde reyna la justicia , donde habitan la concordia , la caridad y las demás virtudes. La Re-
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ligion Christiana es constnntemente la primera y mas eficaz maestra de todas estas virtudes. Su oficio no so* lo es enseñarnos el verdadero culto de Dios , sino pre- dicar , y persuadir las costumbres mas arregladas , y toda especie de virtudes, e introducir en los que la profesan , aquella tranquilidad particular , y aquella union y amor universal que Dios quiere en nosotros, y basta para, hacer feliz la sociedad humana. Es cierto que la Filosofia Moral se dirige también á este fin 5 pero si se separa de la verdadera Religión , no tiene valor suficiente para mover los ánimos á abrazar valerosa- mente las virtudes y practicarlas. Fuera de que esta Filosofia es para muy pocos , esto es , para la gente docta , y la Religión aprovecha á todos , así doctos,^ como ignorantes. Hágase pues de suerte que el hom- bre este persuadido de que hay un Dios remunerador, que premia las acciones buenas y castiga las malas 5 y hágase también que acierte á discernir estas acciones con las luces de la Religión de Jesu Christo : vele aquí ya con un poderosísmio freno que le contenga quando quiera obrar mal 5 y con un excelente estímu- lo que le induzca á obrar con virtud : que si con es- tos medios no cesan del todo las maldades que per- turban los pueblos y los hacen míseros > el Príncipe por lo menos , halla en la Religión auxilios mas efica- ces , para que juntando á ella el poder y la autoridad civil , que consiste en la conservación de la justicia, pueda hacer feliz á su República y llam.arse tal. Hx
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habido en nuestros días algunos Impíos obstinadamen- te empeñados en persuadir que puede muy bien dar- se un pueblo ó nación de Ateístas , que guiados de so- las las leyes humanas y de la autoridad del Príncipe, vivan en paz entre sí , practiquen las acciones virtuo- sas , y detesten las malas. Es cierto que pudiera ser que algún particular , aunque sin Religión, acertara á obrar de este modo ; pero en un pueblo cuya mayor parte se compone de personas idiotas , y también de gentes de grande ingenio y literatura , en quienes pre- dominan mucho la irascible y la concupiscible, esto sería imposible absolutamente. Quando estos se ajus- tasen simplemente á lo que disponen ó vedan las le- yes de la naturaleza humana , no sabrían con todo eso guardarse de aquellas acciones de malicia que no com- prende ni enfrena la justicia de los hombres, siempre que lo pudiesen hacer sin peligro de ser vistos. Ro- barían , cometerían adulterios , y otras deshonestida- des abominables , executarian venganzas secretas , ju- rarían en falso burlándose del juramento , negarían el depósito confiado , y así obrarían en todo. Quitado el temor de Dios, que enfrena á la mayor parte de los pueblos con el miedo de las penas de la otra vida , y arrancada del corazón de los hombres la creencia y esperanza de una gran recompensa en el otro mundo, estímulo que obliga á todos á obrar con virtud y á aborrecer el vicio , no queda freno bastante que repri- ma en infinitos casos la concupiscencia humana hacía
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las malas obras. La tierra es el país de las tentacio- nes. Cada uno puede ser testigo en sí mismo de quan- to ha hecho y hubiera hecho , si el amor y el temor de Dios , y las máximas de la Religión no le hubie- sen tirado de la rienda. Son pues puros delirios de Ateistas y Deístas , no conocer el infiuxo , no ya ac cidental sino esencial , que tiene la verdadera B^^llr- gion para ocasionar la Felicidad Pública.
Digo verdadera en el sentido que lo he dicho de la Religión de Jesu-Christo ; porque aunque subsista un principio de Religión , como es creer á Dios remu- nerador y castigador 5 también se puede corromper este principio con varias opiniones falsas e impías en tales términos , que el profesar una Religión venga en el fondo á reducirse á ninguna , como se vio an- tiguamente en todas las que se diferenciaban de la Ju- dayca ; y después del establecimiento del Christianis- mo , en ks que se diferencian de el. Puede, no hay duda , aunque pura y santísima corromperse también esta Religión , como sucedería en efecto, si alguno ne- gase el libre albedrio , hiciese á Dios autor del mal moral , ó indugese á creer al pueblo que la fe sola sìa las buenas obras , y aun practicando las malas , basta para ganar el cielo. Con estas opiniones erróneas y condenadas fuera maravilla qué hubiese alguno que Bo dexase de resistir á sus depravadas intenciones,, y no cometiese sin remordimiento , algunas accio- aes opuestas á la ley de Dios y al Bien público. ¡Oik
5-3 si Dios quisiera que cada uno obrase lo que le en- seña y prescribe la verdadera Religión de Jesu-Chris- tp^que es la Católica Romana, no es decible la fe- hcidad que entonces se gozarla aun en la tierra y en qualquiera población que fuese ! porque el fin de esta Religión no mira menos al bien universal , que al particular 5 tanto se dirige á hacer al Príncipe bueno, Justo y arreglado en tedas sus acciones , como á sus subditos. Si no alcanzamos perfectamente este exce- lente beneficio 5 la culpa de ello está en los hombres, que son criaturas sujetas al error y al vicio , y no en la maestra que enseña á todos , y exige de cada, uno unas obras conformes á la recta razón, tanto res- pecto de nosotros , como en orden á nuestros próxi- mos. Por lo qual venimos en conocimiento de lo muy importante que es , que los buenos Príncipes^, y el que ama á su patria y al público , cuiden de conservar y de fomentar la verdadera Religión para que se mantenga el exercicio de las virtudes , el buen régimen de las costumbres , y sobre todo el honesta y mutuo amor entre los ciudadanos , fuente de don- de mana especialmente la felicidad de la República.. En segundo lugar , se considera de quanta necesidad y utilidad son al pueblo los Pastores Eclesiásticos, y las demás personas religiosas de uno y otro ckroj que por su profesión y ministerio se emplean en cor- regir á los malos , y en aumentar el fervor en los buenos , trabajando al mismo tiempo con afán para
T4 inculcar al pueblo el amor á la virtud , y el horror
al vicio. El excmplo y la santidad de vida de algu- nos Religiosos , podria servir de sermón para hacer que se enamorase la gente del obrar virtuoso : y por^ consiguiente , por lo que mira á la utilidad pública, no hay duda que podrían ayudar con el exemplo de la piedad y de las buenas costumbres los que aten- diendo únicamente á la vida contemplativa , ponen todo su cuidado en hacerse buenos á sí mismos , aun- que no se fatigan en hacer buenos igualmente á los de- mas. Pero mucho mas pueden aprovechar los que con la bondad de la vida unen la doctrina, la qual es un me- dio que bien aplicado, puede contribuir mucho para la enmienda de los malos , y para la buena conducta de los hombres de buen corazón 5 y aun aprove- chará macho mas , si saben exponer bien al pueblo igualmente la palabra de Dios en sus sermones , plá- ticas y catecismos , porque de aquí resultan infinitos bienes. Todo esto prueba claramente la necesidad que tienen los Eclesiásticos de estudiar la Sagrada Escri- tura y la Ciencia Teológica , de la qual , igualmente que de los demás estudios que pertenecen á los Ecle- siásticos , hablaremos en otra parte.
Solamente dire aquí de paso , que la Religión, virtud muy noble y muy santa por sí misma, se ha de contener, como las demás virtudes, dentro de los lí- mites del defecto y del exceso ; los quales de ningún modo se deben atribuir á ella, sino á los hombres. No
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es necesario probar la falta y la debilidad de esta vir-í-
tud en los mortales. Demasiado frecuentes son los exemplos j pues solemos dar muchas veces con suger- ios , que dan sospechas de que profesan en su in- terior lo contrario á la Religión. Y en quanto al ex- ceso , se puede llegar á el también dexándose llevar de la superstición , ó entregándose tanto á las obras arbi- trarias y superficiales de la Religión , que se olviden las obligaciones precisas que manda Dios á cada per- sona en particular según su estado. Se puede caer igualmente en un exceso que no envuelva en sí Rin- gun pecado ; pero con todo se debe desear que no ren- ga cabida en la Religión 5 porque la prudencia debe gu<-.rdarse siempre de qualquier exceso. Y por haber venido á tocar el punto de la demasía , diremos aquí que por causa del exceso en las funciones sagradas ó de los Ministros Eclesiásticos , se envilece la misma Religión , se debilita la devoción , y se perjudica el bien temporal de la República : siendo a^í que la Re- ligión de Jesu-Christo fue instituida para ayudar al estado civil de los pueblos , y no para perjudicarlos. Santas son por exemplo las procesiones , santas y úti- lísimas las sagradas misiones ; pero no puede ser lau- dable el exceso en ellas , mayormente si distraen á la gente pobre de los trabajos que son necesarios para su sustento. Santas y en parte necesarias y en parte útiles son las Iglesias ; pero si se multiplicasen cxcesi- vVamente en alguna ciudad ó villa , no merecerían tan-
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ta alabanza , y mucho menos en aquellos países don- de prestan seguro asilo á los delinqüentes j porque la multitud de ellas impediría el exercicío de la justi- cia. Asimismo , las Ordenes Religiosas son recomen- dables también por muy útiles , y algunas de ellas por necesarias. Pero nadie dirá que sería bueno multipli- carlas mucho en una sola ciudad ó pueblo ; y lo mis- mo digo del excesivo número de los Eclesiásticos Secu- lares. Sería de desear que no hubiese mas que un nú- mero determinado , y habia de ser de los que única- mente observan con exactitud su santa profesión , y son excmplares i ya que no podemos esperar este biea donde reyna el exceso.
En los siglos pasados hubo muy grandes dispu- tas entre la autoridad de los Pastores Eclesiásticos , y la de los Príncipes Seculares, de las que resultaron des- órdenes y revoluciones deplorables en detrimento de la Púolica Felicidad. La Historia nos presenta muchos Príncipes que han querido tener autoridad sobre los dogmas de la Iglesia de Dios j que han usurpado los derechos y bienes del Clero ; y que han cometido otros excesos semejantes. Otros han querido suponer que el Sacerdocio se apropió alguna vez una autori- dad excesiva sobre los Soberanos y sobre su Gobier- no. Pero no es este lugar de examinar si fueron bien ó mal acusados los Pastores Eclesiásticos de aquellos tiempos. Lo cierto es que los que promulgaron tan lastimosamente las últimas heregías , se sirvieron de.
"y 7 este pretexto , entre -otros muchos , para separarse de
la verdadera Iglesia Católica , y hollar la sagrada ge- rárquía que fue instituida por Jesu-Christo i para abolir el Episcopado , y para no reconocer mas en la Silla Apostólica los derechos y privilegios que se re-« conocieron y veneraron en ella en los primeros si- glos de la Iglesia. Llegó Enrique VIII, Rey de In- glaterra , á declararse cabeza de la Iglesia en su Rey- no , cuya temeridad no podrá perdonar nadie jamas de quantos sepan lo que es la Iglesia. Y su exemplo ha servido en nuestros dias para que el famoso Pe- dro , Emperador de la Rusia , se arogase el mis- mo título ó la misma autoridad , á fin de extinguir el Patriarcado en su Imperio , con el pretexto de la demasiada autoridad que suponía en los Patriar- cas. Por lo mismo será muy justo que todo el que ama la tranquilidad pública , desee que haya una perfecta y constante harmonía entre el Sacerdocio y el Imperio : de suerte que el uno dexe intactos los verdaderos y no imaginarios derechos del otro , y unidos conspiren ambos á procurar al pueblo la fe- licidad espiritual y temporal.
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CAPITULO VIL
Del Estudia de las Ciencias^
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na persona práctica de un cierto Reyno me decía que se observaba en el la máxima política , de que es mejor que un Príncipe mande á un pueblo ignorante, que á un docto : porque el ignorante obedece mas fácilmente y se dexa manejar , ni conoce los defectos y vicios del Gobierno. Y aunque no se pueda decir que reyna en el la ignorancia , habiendo Escuelas y Universidades 5 sin embargo se dice que no se enseña en el otra cosa que la ciencia de los siglos bárbaros; los quales forman una docta ignorancia que domina el gusto de todos , y nadie se atreve á mejorar las ciencias y el gusto de las letras , ni á introducir los métodos ó los conocimientos mas útiles , ni á dester- rar tampoco de las Escuelas el estudio de una infi- nidad de materias , que después de aprendidas nada se sabe todavía. Tal máxima , si es verdadera según yo creo , tiene bastante de bárbara y de maliciosa. Bien que quando se apoderaron también los Godos de la Italia , pidieron á la viuda Reyna Amalasunta, que separase de las letras á su hijo el Rey Teodori- co y creyendo que los Reyes no necesitaban saber mas que el manejo de las armas. Mas eran necios , porque ignoraban que el estudio de las letras puede servir maravillosamente para formar excelentes Capitanes j ni
sabían que para conducirse bien el Rey en el Go- bierno civil y militar , necesita aprender , sino en las Escuelas , á lo menos por medio de buenos Conseje- ros y Ministros hábiles en su profesión , todo lo que sirve para hacer prudente á un Rey sobre el trono , y experto y valeroso en la milicia. Así que si hubiera Ministros que amasen la ignorancia en el mismo Prín- cipe y en otro qualquiera , para hacerse ellos mis- mos mas necesarios y mas estimables con el Prín- cipe , fuera un desatino en ellos tanto amor pro- pio. Pero no es menester hablar mas de este asun- to 5 porque de esta casta de gentes puede que se en- contrase alguna tal vez entre bárbaros , mas no en Europa actualmente. Por lo que podemos decir fran- camente que las letras , ó por mejor decir las cien- cias , son útiles en parte y en parte necesarias para formar , conservar y aumentar la felicidad en la Re- pública. Pudiéramos sin duda imaginarnos algunos pueblos que viven felizmente sin el estudio de nin- guna ciencia , gobernándose únicamente por las luces de la razón. No habían profesado ningún estudio los Reyes ó Emperadores de Mexico y del Perú j y sin embargo parece que no era infeliz la constitución de aquellos pueblos , antes bien gozaban de un Gobier- no bueno y agradable. Pero se quiere responder á esto , que aquellos pueblos dexáron de ser bárbaros, y se hicieron cultos , desde que formaron ciudades y observaron por medio de la reflexión , lo que era
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útil y necesario para la sociedad : que tuvieron leyes y artes 5 y usaron también ciertas formalidades que trasladaban á los descendientes las acciones de sus an- tepasados. Y por consiguiente, pudieron saber y exer- citarse en lo que conviene al bien estar y á la utili- dad de la República , sin que gozasen del gran se- creto de las ciencias , para dar á entender su sabidu- ría. Y sea dicho esto sin" ánimo de examinar si ha- bitaba ó no la felicidad en aquellas Naciones antes de la conquista de los Españoles.
Luego así la razón como la experiencia nos de- muestran la aptitud de las ciencias para hacer feliz á un pueblo : son menester muchos ingredientes para formar un Elixir , que pueda contentar á todas las cla- ses de gentes, de que se compone una República 5 de manera que cada uno pueda decir á proporción de su estado , que se halla gustoso en este mundo , si la en- vidia y las demás pasiones villanas no le hacen estar raal por su propia culpa. Esta habitación terrenal abunda de infinitos males que nacen , parre de la cons- titución de la naturaleza , parte de nuestra desarregla- da conducta , y parre de la malicia de los demás hom- bres. ¿Que juicio , que' ciencia , que arte no es me- nester para poder preveer e impedir en quanto sea posible , e>>te tropel de adversidades y desconciertos, á fin de que no lleguen á rener efecto , ó no. dañen ni perjudiquen , ó para aplicarles el remedio quan- do- no hubiesen sido previstas. , q no se pudiejra e5-
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torvar su acceso ? No hay duda que no puede su- plir todo esto un pueblo rudo e inexperto con sus pocas máximas , y estas falaces : solo se puede espe- rar este remedio, y no entero sino una muy buena parte de el , de los doctos , de quien sabe las reglas de un Gobierno recto y justo , ó también de quien ha estudiado bien sin libros la grande obra del Uni- verso, y está dotado de una buena voluntad ,( por-* que sin este requisito aprovecha muy poco ó nada lo demás). Los ingenios felices y bien instruidos, adornados de lo mas precioso de las ciencias y arteSy observadores exactos de las costumbres mas arregla- das , de los secretos de la Naturaleza , y de todo lo que es orden y desorden , son en una palabra los que con sus luces pueden procurar á la República la mas loable , la mas deliciosa , y la mas sosegada espe- cie de vida. Y ¡oh si quisieran ó pudieran los Prínci- pes leer alguna de las mejores historias ó qualquier libro de instrucción , de los muchos que han escrito para ellos, tanto los antiguos como los modernos ! Así llegarían á su noticia ciertas verdades , que jamas se atreven á exponer en su Trono los que les sirven ó aconsejan.
No es menester ir muy lejos , ni registrar las historias estrangcras, para dar á entender quan dife- rentes son ios frutos que proceden de la ignorancia y de la sabiduría. Desde que llegaron á ocupar casi to- da la Italia I05 Longobardos en el siglo sexto , empe-
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zó á caminar velozmente hacia su ruina el estudio de las letras, que ya se veía muy desfallecido por las guer- ras de los Godos , y por último vino á espirar ente- ramente. Y apoderadas de todas estas regiones la bar- barie y la ignorancia , estendieron muy presto su ma- ligno infiuxo hasta la misma Roma , sin respetar á está gran maestra de las demás ciudades. Sin embargo de esto , podemos creer con verdad , que hubo tiem- pos en aquella epoca en que vivieron muy contentos estos mismos pueblos , por razón del buen Gobierno que merecieron á algunos sabios y piadosos Romanos Pontífices , á algunos famosos Reyes de los Longo- bardos , y á los Emperadores Francos. Si la sabiduría que le falta al pueblo , se encuentra por lo menos en el Príncipe que reyna , puede ser bastante muchas veces para mantener la justicia , la concordia y la abundancia , esto es , los principales requisitos que constituyen el bien estar de los vasallos. Pero rompió los diques finalmente esta barbarie en el siglo X , y desde entonces empezaron á triunfar impunemente los vicios , las guerras , las tiranías y la fiereza e inquie- tud de los ánimos. Aparecieron tiranos y riranillos,y terminó el infortunio en el increíble , pero muy ver- dadero fanatismo , ó mas bien locura de las facciones Guelfa y Gibelina , manantiales perenes d^: tantas dis- cordias civiles, y de los infinitos desórdenes que rey- naban en las provincias de Italia. Mas quiso Dios que renaciesen las letras en el siglo XIV , en cuyo tiem-
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po se empezaron á combatir las fábulas , las impostu- ras, las vanas qüestiones y la ridicula pedanteria , prac- ticada de tantas maneras en los siglos anteriores. Y quanto mas iba creciendo la cultura de las artes y ciencias , tanto mas se repulían las costumbres , des- aparecían los vicios , y se aumentaba el sabio y bien ordenado Gobierno y la piedad : de modo que debía- mos dar gracias á Dios de haber nacido en estos tiem- pos , mas bien que en los que llamamos bárbaros. Pero no carece tampoco ciertamente de infortunios nues- tro siglo > pues hay varias Provincias que no cuen- tan mas que ayes y miserias actualmente, por motivo de la larga guerra, y de la epidemia de los ganados que introduxo en Italia , ó quando menos la estendió por ella, la misma guerra. Empero se ha de saber que nin- gún siglo se ha visto exento hasta aquí, ni lo habrá en lo sucesivo , de esta casta de pensiones duras ; por- que jamas tendrá fin la ambición de los que reynan ni está en nuestras manos prevenir ó contener los gra- vísimos daños que provienen de las causas naturales. Todo quanto decimos de k Italia , han experimentado igualmente los Reynos de Francia e Inglaterra , y otras muchas Provincias de Alemania , por no hablar de otros países. A la restaurada cultura de las letras , es de- bida toda la belleza y utilidad que gozamos hoy día, de las que fueron privados los siglos anteriores. ¡Ojalá compitiesen entre sí los Príncipes de Italia , por pro- mover las ciencias y el mejor gusto en las letras 1 Los
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antiguos levantaron estatuas , y decretaron otros mo- numentos insignes á los famosos Literatos , así por premio de sus méritos , como por excitar á los veni- deros á la imitación. A lo menos hubiese hoy dia al- gún buen salario li otta qualquicr especie de premio, que constituyese á los buenos ingenios en estado de no tener que pensar mas que en trabajar obras útiles y gloriosas para el público , y en descubrir nuevas minas en el reyno de la sabiduría. Donde falte el pre- mio para los dignos Literatos , será milagro que flo- rezcan las artes. Puede gloriarse muy bien Bolonia,' aquella Bolonia que tantos siglos ha que vive entre- gada al estudio de las letras , de tener un instituto r^obilísimo , único en Italia , y capaz de dar honor á toda esta Nación. Esta ciudad ha sido también ma- dre de ingenios felices. Pero con todo , para apro- vecharse bien de los privilegios de la Naturaleza y de los auxilios del arte , necesitan muy abundantes ro- cíos estos ingenios. Porque el amor de la gloria es un estímulo muy fuerte , para conducir á los hom- bres á las grandes empresas , y todavía es mas podero- so el de las comodidades de la vida.
Pero es un país muy vasto el de las Letras ; son muchísimos y varios sus argumentos, e' innumerables en el dia los libros que tratan de ellos. Debemos un benefi- cio incomparable á la admirable invención de la Impren- ta, por cuyo medio podemos hacernos doctos hoy dia si queremos á poca costa. Sin embargo , después que haa
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fatigado y fatigan los Iiombres las prensas sin medi- da y sin elección alguna , para imprimir tantos libros que no merecían la luz pública , y tantos que merecen perderla también , nos podemos quejar aun de este be- neficio. Por lo que conviene advertir, que así las pro- fesiones de los Literatos , como sus partos , esto es, los libros , forman diferentes clases por lo que mira á la Pública Felicidad, por cuyo lado se ha de reputar mayor ó menor el valor de ellos , y no por el mayor ó menor ingenio de los autores. Quiero decir , cier- tos libros ó argumentos son necesarios , otros no son mas que útiles , otros solamente deleitables , otros su- perfluos , y otros en fin perniciosos y contrarios á esta Felicidad. ¡Si registramos las Bibliotecas, que abundancia de libros no nos presentan á la vista ! Mas el que quisiera examinar tantos volúmenes , y sepa pesar bien su mento , hallará que en todas las clases, aun en las profesiones mas necesarias y mas útiles, hay mucho que desechar. ¿Y por ventura habrá alguno á quien pueda disgustar esta rigurosa crítica ? Demasia- do tiempo gastamos en estudiar y aprender cosas , que ni pueden servirnos á nosotros ni aprovechar á otros, y que quizá podrán sernos nocivas» ¿Quanto mejor se- na nuestra ocupación si nos aplicásemos , por profe- sión , á lo que sabido puede producir algún verda- dero bien , no menos á nosotros mismos que al públi- co , sin perjuicio de aquellos libros. que nos pueden deleitar honestamente ? Por tanto debemos concluir,
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que es muy importante á todo país , el establecimiento y la conservación de las Escuelas públicas. Feliz se puede llamar qualquiera ciudad donde con título de Universidad se enseñan las ciencias, por medio de unos Profesores asalariados por el Príncipe ó por el públi- co. No se puede pagar bastante la comodidad de aprender en su casa misma las ciencias , y la de obte- ner la borla de Doctor , que era preciso irla á buscar fuera de su país á mucha costa en los siglos pasa- dos. Pero los Príncipes sabios han tenido siempre muy buen cuidado de fundar Escuelas , y de proveer- las de Maestros bien instruidos en las doctrinas anti- guas y modernas , y sequaces de lo que se llama buen gusto , á fin de que floreciesen las letras en sus Es- tados. Hay también Bibliotecas copiosas para el que quiera navegar en el oceano de las ciencias , fundadas por los buenos Príncipes , y por otros particulares que vivian codiciosos del Bien público.
Gloria singular se adquirieron con esto, en nues- tros dias Luis XIV , Rey de Francia , y Pedro el Gran- de , Emperador de la Rusia j á los quales se debe juntar Víctor ¡o Amadeo , Rey de Cerdeña , cuyo su- blime talento y excelente genio , conociendo bien to- do lo que podía influir en la gloria y bien estar de un país , promovió ampliamente el estudio de las Letras, el cultivo de las Artes y del Comercio , y los exer- cicios de la Milicia en el Piamonte. Ademas de la Universidad que fundó en Turin , erigió también un
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Colegio para Teologia , Jurisprudencia , Medicina y Cirugía , donde se mantuviesen gratis , esto es , á sus expensas , cien jóvenes elegidos de sus Estados , veinte y cinco para cada profesión. Y vino á adquirir con el tiempo tanta reputación este instituto , que se vio concurrido de mas de otros quatrocientos jóvenes que fueron después á vivir á sus expensas en aquel mag- nifico edificio , tomando lecciones primero de los Maestros de la Universidad , y después de los Pasantes del Colegio. Fundó igualmente un retiro para doce Sacerdotes nobles matenidos á su costa , en el suntuo- so templo que fabricó por voto fuera de Turin,con una habitación correspondiente , para que perfeccio- nándose en la piedad y en las ciencias Eclesiásticas, se hiciesen dignos de las Mitras. Estas son acciones heroicas y gloriosas. También se han distinguido en nuestros dias algunos Príncipes de Alemania , que sa- ben mejor que otros muchos en que consiste el de- coro y la utilidad de los pueblos , con llamar á sus Universidades á los Literatos de mas fama : cosa que hasta aquí ha practicado también la esclarecida Re- pública de Venecia para la Universidad de Padua , se- ñalando muy buenos estipendios y gratificaciones á los Profesores de todas las ciencias. Solo resta que desear , que las ciencias del tiempo presente sirvan para edificar y no para destruir 5 para fortalecer y es- tender la Religión , y no para abatirla j para sostener y no para confundir la justicia. Demasiado, y mas que
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nunca , se sirven de las letras los hombres en nuestros días para autorizar todo rompimiento de la fe públi- ca. Pero no me está bien hablar mas sobre esto. Pasemos ahora á determinar, qué especie de estudios son los que se han de promover principalmente como útiles y ne- cesarios para aumentar la Felicidad de un pueblo.
CAPITULO VIH.
De la Christiana Filosofia de las Costumbres,
'U'uando voy á hablar en primer lugar de la Filoso- fía Moral , como de una Facultad sumamente apta para proporcionar la Felicidad al ge'nero humano , no quisiera que ninguna otra Facultad, y especialmente la Jurisprudencia y la Medicina , chocase con esta , pre- tendiendo la preferencia sobre ella. Los Jurisconsul- tos podrían hacer aquí ostentación de todo el valor y aprecio de su Ciencia , y ensalzar la necesidad de ella para mantener en un pueblo la justicia tanto ci- vil como criminal , y pretender por eso la preemi- nencia en virtud de estarla gozando prácticamen- te tantos Magistrados como se hallan sostenidos por su profesión. No mc'nos pudieran levantar el grito los Médicos , á cuya ciencia está recomendada la importanrísiaia conservación , 6 la recuperación de la salud de nuestros cuerpos. En los tiempos pasados se fatigaron algunos ingenios excelentes en disputar
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sobre el mayor merito y sobre los privilegios de es- tas ciencias , los quales no podemos menos de conocer que tenian mucha gana de malgastar el tiempo. El que sepa reflexionar bien no dexará de advertir que la bondad y la sabia ordenación de las costumbres de un pueblo , es de mucha mas importancia que ningu- na de las demás facultades humanas. De esta pende una larga serie de bienes , por los quales puede qual- quier particular procurarse en su clase aquella felici- dad que puede dar el mundo 5 porque el verdadero objeto de esta ciencia no es otro que enseñar lo que conduce á la felicidad y no nos aleja de ella. Y de esta ciencia podemos esperar igualmente la tranquili- dad y la amabilísima benevolencia en una Repúbli- ca. Por lo qual , si cumpliese cada uno las obligacio- nes que enseña esta Facultad , cada orden de personas formarla una harmonía agradable con todas las demás, del mismo modo que la forma un concierto de música compuesto de varias voces y de distintos instrumen- tos. El que no tiene pleytos y está sano , no nece- sita de la Jurisprudencia, ni de la Medicina. Pero no hay ninguno que no necesite luz para arreglar sus propias costumbres : cuyo beneficio está reservado para aquella Filosofia que llamamos Moral ó de las costum- bres j pero Filosofía Christiana , esto es , acompañada de las máximas del Evangelio : libro dictado por un Maestro baxado del cielo , y que por lo mismo con- tiene lo bueno y lo mejor para arreglar bien la vida
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de los mortales , y el modo de precaverse de todo lo que pueda hacerla desgraciada.
Solemos mirar baxo de tres distintos aspectos los excesos y defectos de los hombres. Llamamos delHot los que perturban la tranquilidad pública y la jus- ticia , la qual , así como deseamos que la observen los demás con nosotros , así también estamos obliga- dos á observarla con ellos. El conocimiento y la cor- rección de los malos humores del cuerpo político, toca privativamente al Príncipe y á sus Ministros. Llamamos pecados todas las acciones, palabras, pen- samientos y deseos malos que son contrarios á la Ley de Dios , y pueden privarnos de la herencia que pro- mete a sus hijos. De estos defectos tratan especialmen- te los Ministros de la santa Religión de Jesu-Chris- to ó en la Teología Moral , ó en las Pláticas á que convidan á todo el pueblo , que son eficazmente el camino mas fácil y mas cómodo para instruir también al vulgo , y en>eííarle la bondad ó la rectitud de las costumbres. Finalmente , damos el nombre de vicios á todo lo que se opone al buen orden de la naturaleza humana que nos ha prescripto la recta razón , y que parece confronta con los desórdenes: orden que debe- mos observar para con Dios, con nosotros mismos, y con todos los demás hombres nuestros hermanos. La ense- ñanza de este orden , y de lo que se le opone, es el prin- cipal objeto de la Filosofía Moral. En su jurisdicción introducen algunos también la Polhlca ', no aque-
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Ila política maestra de enredos , consejera de la am- bición, fomentadora de la guerra, y azote de los va- sallos propios y estraños , sino de la que enseña el sabio y amoroso Gobierno de los pueblos , así como comprehende igualmente la Economía , que enseña al hombre el buen gobierno de su casa y de su fa- milia. Y hasta los mismos principios de 12. Justicia tan exaltados por los Jurisperitos , es cierto que se han de derivar de esta fuente.
Y sería de desear que todos supiesen los docu- mentos de la Filosofia Moral , porque .no hay nin- guno que no tenga necesidad de saberlos. Por cuyo motivo debemos estar obligados á la Religión de Je- su-Christo y á sus Ministros, porque por medio de estos se comunican al pueblo rudo parte de ellos. Los sermones, vuelvo á decir , son las escuelas tam- bién de los ignorantes ; y por eso quanto mayor sea el merito de quien los hace , tanto mayor puede ser el provecho de los que los oyen. Pero sería vergüen- za que el que se dedica al estudio de las Letras, se aplicase á otros muchos asuntos , y se olvidara de este que es el mas importante de todos. Uno estudia la Jurisprudencia y la Medicina solamente por el inte- rés j otro por un vano deseo de aprender qualquier cosa , se dedica á la erudición , á la Filosofía Natural, y á las Matemáticas. ¿Y os parece acaso que es algu- na cosa de poca importancia aprender el conocimiento de sí mismo , el de las pasiones propias y el de los
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vicios ? ;E1 aprender la honestidad, la moderación , la urbanidad , que se requieren para hacer loable á una persona en este teatro del mundo , y para ganarse el concepto bien formado de hombre sabio , y de persona que se hace amar y estimar de todos ? Ya que no hay nadie que te descubra tus vicios , ni lo querrías tal vez , busca á lo menos quien te muestre tus faltas en los libros , sin que te cause rubor ni vergüenza j quien te haga saber tu ingratitud , tu so- berbia , tu envidia , tu rudeza , tu doblez , tu male- dicencia y tu apego á los intereses , &c. Aunque no hay duda que una buena dosis de juicio , juntamen- te con una buena voluntad y con el trato de los buenos , puede servir para formar un hombre así in- terior como exteriormente , qual lo desea la Filosofía Moral j pero esto apenas sucede. El camino mas bre- ve para dirigir bien nuestra voluntad y nuestras ac- ciones- y costumbres , es el estudio de los libros que •tratan -de la Religión y de la Filosofía Moral. No se puede, repetir bastante por muchas veces que se di- ga , que si fuesen Filósofos también los Príncipes, estarían mejor los pueblos. Y á lo menos es de de- -sear que lo sean sus Consejeros , Ministros y Magis- trados; porque de otro modo corre gran riesgo de que paguen los subditos m.uy caro los errores y las malicias de quien ayuda y dirige al Príncipe en el Gobierno, en la administración de la justicia , y en la imposi- ción de los tributos. Entre las muchas cosas grandes
73 que harán inmortal el nombre de Carlos Manuel^ Rey- de Cerdeña , no será la úirima haber fundado una Cátedra de FHasofia Moral en su Real Universidad de Turin. Gran gloria es para un Príncipe la de coadyu- var en quanto pueda , á que sean buenos y sabios sus vasallos , ó mas buenos y mas sabios.
La librería de la Filosofia Moral se estiende á muy pocos libros de los antiguos , y á no muchos de los modernos. Un Seneca , un Epicteto y un Plutar- co , nos dirán beUísimas cosas. Conviene que beba- mos en ellos lo bueno , y corrijaraos después lo de* fectuoso de los Estoycos , con las máximas puras de la Moral Christiana. Estimables son en esta materia ios Escritos de Aristóteles y de Cicerón , pero no bas- tan absolutamente. Es m.enester recorrer también ios modernos que han desmenuzado can particular-i- dad los movimientos, apetitos y pasiones del hom- bre , no me'nos en las grandes que en las pequeñas acciones de nuestra vida. Aun quando los Príncipes y sus Ministros se descuidasen en la grande obligación de procurar la Pública Felicidad , el particular que sabe y practica lo que enseña la Filosofia Christiana-, ordenando al tenor de ella sus costumbres y acciones, puede labrarse una especie de Felicidad , tanto en la for- tuna prospera como en la adversa. Proponedme sin em- bargo sugetos que se distingan por su excelente modo de pensar , por la pureza de sus costumbres , y por su mucho saber j rara vez sucede que falte para ellos ai-
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gun puesto decoroso ó ventajoso en el mundo. Bien
puede ser uno Filósofo , y obtener ias dignidades que le dieren j pero el verdadero Filósofo no siente jamas inquieto su corazón con los deseos de los grandes y lucrosos cargos , y también sabe despreciarlos. Con- tento con una mediana fortuna (que esta no parece mal que la desee ) se juzga mas feliz que los Prínci- pes y Monarcas que no viven contentos jamas con su grandeza , sin embargo de que ciñen sus cabezas con diademas de oro , las quales se les convierten muchas veces en coronas de espinas. Con todo esto , si los Gobiernos y las dignidades se ofrecieran á un sugeto de conocida bondad , de una singular sabiduría , de un merito particular , con la reflexión de que podría cooperar mejor que otro alguno á la Felicidad Pú- blica , se podría preguntar si sería entonces loable ó no el tesón de rechazar los empleos públicos. Lo qual aunque es muy raro , puede no obstante que se verifique.. Respondo , que ha habido Santos que han rehusado por suma humildad los puestos mas eminen- tes : pero no sería á la verdad muy Filósofo , el que contentándose con ser bueno y útil para sí mismo, rehusara serlo para con los otros 5 y mayormente quan- do es del mayor agrado de Dios que el que este dota- do de muchos talentos , los emplee en beneficio délos demás.
7J CAPITULO IX.
De la Jurisprudencia y de la Justicia,
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esde el mismo instante que se inrroduxo en el mundo la distinción de lo mio y Io tuyo , entró con ella también la envidia , la injusticia y el hurto , con innumerables pleytos , y con otras pestes demasiado conocidas de todos , porque no hay país alguno que este exento de ellas. De aquí arrancó su origen la necesidad de las leyes > para establecer entre los pue- blos un estado racional que mirase por la quietud de las personas , y por la posesión de sus bienes. Lla- mamos Jurisprudencia al estudio de las Leyes , ya pro- cedan del derecho Natural ó de Gentes , ya hayan sido recogidas , prescriptas y autorizadas por el Em- perador Justiniano , ya sean particulares de algunos Reynos y Ciudades. Qualquiera que haya sido quien las haya estendido y publicado , ha creído sin duda que escribía unas reglas dictadas por la Justicia, co- mo se pueden llamar verdaderamente casi todas las del Digesto y Código del referido Emperador Justiniano , sin embargo de la opinion de otros mu- chos pueblos , que han creido que sería mejor y mas justo arreglar de otra suerte , esto es , con diferentes leyes , muchas acciones civiles de los hombres. Toda República tiene mucha necesidad de esta Justicia , y de Ministros que sepan administrarla j porque sin ella,
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y sin quien tenga autoridad para exercerla, scria siem- pre el mundo un bosque , y un caos de iniquida- des, de prepotencias, de homicidios y de discordias. Si faltasen Jueces que castigasen los malhechores,. y decidiesen las controversias sobre los bienes entre los particulares , cada uno querría, hacerse justicia á sí mismo , y no se cometerían mas que injusticias. Y por lo mismo fué conocida la necesidad de escoger personas doctas , tepierosas de Dios , y muy práctl^ cas en las Leyes ( á lo menos debian serlo ) y de po-» Dcr en sus manos la facultad de determinar lo que es conforme á las Leyes ó les parece, justo , tanto en el Foro civil como en el criminal. Donde es bien administrada esta Justicia , tiene un influxo maravi-:' lioso en la Felicidad de un pueblo. Por lo que, con^ viene advertir que k^ Justicia es la única virtud , cu^ yas luces pueden hallarse en los libros interiores de nuestra* razón , ó también en los exteriores de las Le yes escritas por mandado de los Soberanos. Es cons- tante que el entendimiento humano sin registrar li^ jbjo alguno halla en sí muchas ideas- sobre lo justo c injusto , adquiridas por la reflexión sobre lo que se requiere para el mantenimiento de la sociedad,,© lo que desearíamos hiciesen con nosotros los demás hombres , ó por el paralelo; de las cosas y acciones, representándosenos fácilmente arreglada una acción por otra desarreglada , ó desarreglada por otra ordenada. Este orden , que según parece , tiene por maestra la
77 Naturaleza , o que muchas Veces se reconoce plena- mente por la reflexión ó por la fuerza del mismo en- tendimiento , se estiende no menos á las acciones hu- snanas , que á las cosas materiales, distinguiendo no- sotros si tal operación ó tal cosa es ordenada 6 desordenada j y porque se da el nombre de justo, honesto , decoroso , deber y otros semejantes , á lo que conviene al hombre. Empero el que está dotado de tnas ingenio , y tiene mas práctica de mundo , puede descubrir mas en esta región , que las personas idio- tas , aunque estas suelen tenei bastante luz regularmen- te, para peder, decidir en muchísimos casos^y decir : es- to es justo y conveniente : aquello es injusto e. incon- veniente. Mas por ser innumerables las-acciones hu- manas en que , ó se ponen en disputa la justicia ó injusticia , ó no se conoce sino con dificultad por ra^ zon de las circunstancias , ha sido preciso que los Príncipes por lo concerniente al Gobierno civil, for- men Leyes y Decretos que indiquen que es lo que se ha de hacer en muchísimas ocasiones, -así como han publicado también los Teólogos Moralistas muchos libros, por lo que mira al gobierno de las conciencias. Se pregunta ahora, ¿este gran bien en cuya con- servación deben meditar tanto los Príncipes , y sin el qual jamas podrá llamarse dichoso un pueblo , se go- za verdaderamente en todas partes ? Si oimos á los Poetas, nos dicen que se voló al cielo la justicia, in- dignada de ver tanta iniquidad, en la tierra, y después
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acá no se han acordado de decirnos si ha vuelto.
Ultima coclestum térras Astrea reliqult. Pero estos son entusiasmos» la verdad es que podemos decir regularmente que la justicia tiene su lugar en toda nación culta de Europa ; porque no se hallará ningún país en que no haya diputados algunos Jueces y Magistrados para administrarla í y no se me mos- trará ningún Soberano en la Europa , que no desee sumamente verla executada por sus Ministros. Pero (es menester confesarlo así) es cierto que está sujeta á muchos reveses y á no menos trampas , la justicia de los hombres ; ya sea porque lo trae consigo la mis- ma condición de las cosas humanas , en las quales no se puede encontrar muchas veces lo justo ni lo verda- dero , ó es sumamente difícil de hallar ; ó porque cae la balanza en manos de algunas gentes que tienen muy poca doctrina , ó están dotadas de una mala voluntad. Me decia el muy sabio y benigno Rey de Cerdeña Carlos Manuel , que su mayor cuidado , y en lo que hallaba mas dificultad y trabajo , era la elección de los Ministros. Sentimiento digno de quien aspiraba con tanta ansia á la gloria de los buenos Príncipes. Felicísimo es aquel Príncipe que sabiendo pesar y distinguir bien el me'rito de los sugetos , pone el ti- món de la justicia en manos de un hombre timorato que con la doctrina junta un juicio sano ; y que ave- rigua atentamente si intervino alguna afección ó pa- sión oculta al tiempo de juzgar , que lo inclinase mas
19 à una parte que á otra. Dirijámonos siempre á este recto fin. Dixe un buen juicio , el qual consiste en una cierta luz del entendimiento, de la que hemos ha- blado poco ha j luz con la qual conoce todo lo que tiene proporción ú orden , ó lo contrario. Luz que es ma- yor ó menor en los hombres , según la fuerza de la razón y del discurso de cada uno. El que posee esta agudeza de entendimiento , este discernimiento , es ap- to para juzgar mejor con menos ciencia , que el que abunda en doctrina , y tiene menos penetración de entendimiento.. No basta saber millares de párrafos, es menester saberlos aplicar á los diferentes casos y á las distintas circunstancias.. Todos nos creemos (mirad, nuestra miseria) unas grandes cabezas , y sin embargo,, ni aun los que la. tienen verdaderamente, están libres de engallarse , tal vez porque se estiman demasiado ó porque juzgan que pueden ser los correctores de la mis- ma ley , y dicen en su. corazón : el Legislador la debía entender así, y si el no la entendió , yo la entiendo de esta, manera. Si las causas son intrincadas y escabro- sas, se juzga, en cierto modo que son arbitros de ellas, es- to es, que pueden decidirlas en favor de los que gustasen j. y entonces sutilizan tanto con su cerebro, que les pa- rece que la razón es evidente por aquel lado j y des- mintiendo que son Jueces, se constituyen Abogados de la parte á que se inclinan ; así que habiendo sentenciado ya antes de dar la sentencia, no hay razón por podere-! sa que sea , que les pueda hacer mudar de dictamen.
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Lo peor es que por mas que concurran todas las calidades precisas en quien ha de juzgar de lo mío y lo tuyo , ó ha de absolver ó ha de condenar a los malhechores , todavía le queda una gran dificultad que vencer. Qualquier miserable Doctorcillo sabe de- cidir los puntos en que está clara la ley ó el estatuto, pero de estos puntos no se forman pleytos regular- mente. En los Tribunales por lo común no se trata sino de algún punto controvertible de razón ó de he- cho , sobre el qual militan por una y otra parte al- gunas razonrs probables ó verisímiles , que dexan al entendimiento en dtida,sin saber á qual de las dos par- tes debe dar su Voto. Los mismos Jurisconsultos que vivieron después de la Recopilación de las Leyes de Justiniano , han contribuido mucho á hacer mas en- redosa la Jurisprudencia moderna , de suerte que todo lo hacen controvertible y arman disputas entre sí so- bre todo 5 de lo que resulta después una gran confu- sión para los Jueces menos experimentados , y que ii-o tienen la mayor penetración de juicio , de los quales nunca hay escasez. Pero sin embargo de que miramos ia justicia como una cosa la mas necesaria para el bien estar de un pueblo j con todo no hay país alguno don- de no se oigan lamentos , y lamentos justos, por la po- ca fortuna de la justicia , y por la eternidad de los pleytos 5 mal que aun quando fuese solo , bastaría pa- ra dar nombre de injusticia á la justicia de nuestros tiempos j bien que , sí hemos de decir verdad , no fue
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mas afortunada la de los tiempos pasados. Y con todo esto , jamas se hallará tal vez manera alguna de liber- tar esta importante facultad de tantas incertidumbres, y de tantos gastos como ocurren en los litigios : por los quales se ven precisados muchos pobres á tener que abandonar sus legítimos derechos y pretensiones. Mientras haya testamentos , substituciones , Fideico- misos y contratos , habrá pleytos , y se desperdi- ciará el tiempo subiendo las escaleras de los Jueces, Abogados , Procuradores, Agentes y Escribanos, pa- ra comprar caro una ó mas sentencias , que serán con- trarias regularmente á las muchas esperanzas que die- ron los Abogados á su infeliz cliente. Qualquiera re- forma y decisión de las infinitas opiniones opuestas que hay en los libros de nuestros Legistas , y algún remedio contra la inmensa duración de las causas , se- ría muy provechosa , ó mas bien necesaria. Pero co- mo esta reforma no sería del agrado de quien necesita que duren lo mas que puedan los litigios , por lo mis- mo se ha de considerar este proyecto como dester- rado al centro de la luna , de donde creo que nunca ba- xará. Dicen que Federico III ^ Rey actual de Prusia, ha publicado buenos reglamentos sobre este asunto. Lo mismo hizo en su tiempo Víctor Amadeo , Rey de Cer- deña j pero no sabre decir si cogió algún fruto ver- dadero de sus providencias. Bien se que es gran- de la infelicidad y vergüenza de un cierto país, donde por veinte y treinta años se ve mas de una causa ar^
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rastrada de unos Tribunales á otros , con diez ó doce sentencias , la una contraria á la otra , tan pronto triunfante como condenada la petición de las partes, subiendo mas muchas veces los gastos de la causa , que lo que se puede esperar del mismo pleyto.
No me queda pues que hacer otra cosa sino vol- ver á mi primer principio , esto es , á desear á los pueblos que deposite el Príncipe la Judicatura en unos hombres dotados de aquellas prerrogativas que hemos indicado arriba. Y no ha de parar aquí su co- nato , porque cada mes ha de exigir el mismo Príncipe, 6 quien presida el gobierno por eÍ, la nota de todas las causas civiles y criminales que hubiese pendientes, con la razón del dia que se principiaron , para casti- gar á quien retarde sin justa causa el despacho de ellas, como también al que se atreviese á engañarle con fal- sas relaciones. Por lo que toca á la justicia criminal, sería de desear que algún Curial honrado , animoso y muy práctico , nos expusiese todos ios desórdenes y engaííos que se pudiesen cometer en la administración de ella. Yo he visto algunos por mí mismo , pero no son bastantes para hablar de ellos ex profeso. Se pue- de observar especialmente que el cruel medio del tor- mento , y el recurso á los testigos que no siempre son veraces , son unos medios muy arriesgados para sacar la verdad de los pretendidos delincuentes , porque pue- den hacer padecer , y tal vez hacer perecer á los ino- centes. Se que los Ministros prudentes caminan en es-
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to con mucho tiento ; pero no todos son prudentesj y no nos faltan Escritores que nos reprueban con ca- sos prácticos este medio de que se vale nuestra justi- cia , lo mismo que el tomar juramento de decir ver- dad á los preguntados en delitos graves : lo qual ha inducido á muchos Príncipes Christianos á mandar que se destierre este uso , como repugnante al Derecho Natural. Finalmente , dire que es de tanta importan- cia la administración de la justicia para la Felicidad de los pueblos , que se hará glorioso el Príncipe que vele continuamente , ó haga que velen sus Ministros sobre ella , y estienda sus miras también sobre los Abogados , Procuradores y Escribanos , no permitien- do que se confieran estos empleos sino á personas de buena conciencia y de conocida habilidad , y pro- curando que se castigue igualmente al que vendiese la fe pública , á los calumniadores y á los embro- llistas. Un solo exemplar público del castigo dado á semejantes sugetos , á proporción de su demerito , ex- cusarla millares de delitos de estos que se podrían cometer en lo sucesivo. Y de semejantes omisiones serán responsables á Dios el Príncipe y sus Minis- tros , que sabiendo la iniquidad de los Jueces , así urbanos como forenses , no solo no destruyen estos malos instrumentos de la Justicia , sino que los pro- tegen aun por sus intereses particulares. Yo se de un Príncipe que depuso á todos los Ministros de su Cá- mara por una sentencia injusta que dieron , la qual
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fue mandada examinar fuera de su Estado por perso- nas inteligentes e imparciales. Pero rara vez se ven castigados en algunos países los calumniadores , y los Jueces , que por descuido grave , por parcialidad co- nocida , ó por demasiada libertad que se toman en las sentencias , creyéndose dueños y arbitros de los bienes ágenos , quando llegan, á litigarse una vez en su Tribunal , desempeñan mal su ministerio. Se hallan también algunos Jueces que al tiempo de to- marles la residencia , saben deslumbrar y entretener á sus acusadores , y siguen después en este ó aquel lu- gar exercitando triunfantes su iniquidad. Fuera de que no bastan siempre las residencias para descubrir á los que en sus Gobiernos hacen traición á la intención del Príncipe. Es menester escuchar en secreto á los que puedan dar informaciones seguras sobre la buena ó mala, conducta de los Jueces. Pero no quiero esten- derme mas en esta materia , porque he hablado bas- tante de los defectos de ñ Jurisfríidencia en una Obri- ta que he dado á luz. Concluiré pues con decir so- lamente , que si en aigiana parte pendiesen mas las. sentencias de los Jueces , de los empeños y de las da- mas , que de las instrucciones de los textos legales,, debemos tener lástima de tal país , por la infelicidad de su constitución y estado..
85 CAPITULO X.
De las Leyes».
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o hay cosa mas importante , ni mas necesaria pa- ra un pueblo que las Leyes , porque en ellas se con- tienen los mas sabios reglamentos para la administra- ción de la justicia en tanta variedad de casos , á fin de mantener la tranquilidad pública , y los derechos de cada particular j para que nadie padezca agravio en la vida , en la honra ó en la hacienda. El Em- perador Justiniano nos proveyó de unas Leyes tan. sensatas , y tan llenas en la mayor parte de equidad y de justicia , que con razón fue'ron tomadas por reglas en casi todos los Tribunales de Italia i de suerte que no hicieron otra cosa las ciudades , que mudar ó añadir lo que juzgaron que era mas asequible y mas útil al mismo tiempo para el sistema de los pueblos,, quando formaron sus estatutos. Y con estas dos espe- cies de constituciones se gobierna hoy dia la Juris- prudencia Italiana. Pluguiese á Dios que todos los Jueces supieran aplicar estas luces á las controver- sias foren'ses , y que tanta multitud de libros legales no hubiera servido mas para obscurecer , que para ilustrar esta noble y relevante ciencia. También pue- den los Príncipes hacer nuevas Leyes , y abrogar las antiguas , siempre que les parezca mas conveniente para la justicia , y para el bien común, de los sübdi-^
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tos. En lo qual debemos desear que tratándose de unas constituciones que han de subsistir siempre , no se haga esto sin el consejo de los sagetos mas instrui- dos , y sin que examinen exactamente todos los miem- bros la determinación que se tomare , consideran- do atentamente si prepondera lo mejor , ó también si pueden sobrevenir con el tiempo algunas conse- cuencias perjudiciales para el público ó para los par-* ticulares. He conocido un país donde un solo Mi- nistro , zeloso de refrenar los excesos en materia de estupros , induxo al Príncipe á que publicase un Edicto que facilitaba la acusación de ellos, y obli- gaba á los estupradores á casarse con las donce- llas ó á dotarlas. Pero de allí á poco se vio que iba en aumento este delito en vez de disminuirse , por motivo de que las muchachas pobres se sentían esti- muladas para cometerlo , por la facilidad que les ase- guraba la Ley de ver premiados ó recompensados sus extravíos. Y por lo mismo conviene moderar aque- lla Ley , y reducirla á unos términos mas convenien- tes y equitativos , para que uno y otro sexo se abs- tengan igualmente de caer en tan graves desórdenes. No sucedió así en una Ley que fue promulgada en el año de 1747 por orden del Augustísimo Empe- rador Francisco L en su gran Ducado de Toscana , so- bre los Fideicomisos y Pnmogenituras. Fueron bien examinados y pensados todos los desórdenes que pro- venían de esta institución de los tiempos antiguos,
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los quales hablan crecido despucs desmedldarrente por
tantos agravios como padecen por los Mayorazgos, los Segundos y las hijas de las casas nobles , y prin- cipalmente por el asesinato de tantos acreedores, que produciendo los instrumentos y las sentencias anteriores que hablan obtenido sobre los bienes de los deudores , quedaban satisfechos con dexarlos en paz : para no decir nada de las pretensiones de los plebeyos que no querían ser menos que los nobles en la conservación del lustre de las familias , y del daíío que redunda al público por tantos bienes vinculados, que jamas vuelven á entrar mas en el comercio. Ni debe dudarse que las Primcgenituras y Fideicomi- sos que han sido instituidos para conservar las ca- sas nobles con el conveniente decoro , son frecuen- temente las que ocasionan su ruina : porque á los hi- jos segundos que son capaces de matrimonio , y vi- ven deseosos de contraerlo , se les imposibilita el que se casen por sus cortas rentas , debiendo ser lo con- trario , para que pudiesen suplir con el tiempo la fal- ta de los primogénitos. Y ya dixe y recorde' en mi referida Obrita , que el gran talento de Vhtcr Ama- deo , Rey de Cerdcña , habia remediado estos inconve- nientes con sus nuevas constituciones. Pero por quanto el Edicto de Florencia me parece mas bien circuns- tanciado , no podrá menos de ser del agrado de las gentes , que lo inserte aquí por extenso. Y tal vez podrá servir de norma á otros Príncipes que tie-
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nen necesidad todavía ác este reglamento.
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Lef sobre los Fideicomisos y Prlmogenlttiras que se ha de observar en el Gran Ducado de Toscana.
francisco , por la gracia de Dios , Emperador de Romanos siempre Augusto , Rey de Alemania y de Jerusalen , Duque de Lorena y de Bar , Gran Du- que de Toscana.
íí Moviéndonos el bien y la utilidad de nuestros 9> fieles vasallos á establecer una regla clara , estable, ií y uniforme sobre los Fideicomisos de nuestro gran )? Ducado de Toscana : ordenamos y mandamos con « toda nuestra plena potestad y autoridad soberana lo 1? siguiente.
I ->•) Siendo el objeto de las Primogenituras y FI- )í deicomisos , la conservación y mantenimiento de las »í principales familias de los Estados , permitimos á to- »>dos los que gozan de nobleza en nuestro Gran Duca- j> do de Toscana, el poder instituir en lo sucesivo Ma- •>t yorazgos y Fideicomisos , ya sea por actos ínter vi" Ì1V0S ó por ultimas voluntades.
JI » Las Primogenituras ó Fideicomisos que fue- 9» sen instituidos de este modo en lo venidero, no se » podrán estender mas allá de los quatro grados, fuera » de los quales cesará todo vínculo 6 gravamen , y pa- »> sarán los bienes al heredero natural y legítimo del >» quarto y último substituto.
8P III ?í tos quatro grados se contaran in capita, & >> non in stìrpes , pero sin comprehender al heredero jí instituido.
IV, 9í Las Primogenituras y Fideicomisos, no po- j> drán fundarse en lo sucesivo sino sobre bienes y mue- >> bles , y sobre lugares de monte de nuestros Estados, « sin que puedan tener lugar sobre otras rentas cen- «suarias ó redimibles, créditos, dinero , muebles, ú » otros efectos semovientes.
V » Y al contrario , como hay algunas familias M en nuestros Estados que poseen alguna colección de »> cosas raras y preciosas , las quales están obligadas á «conservarlas cuidadosamente en nuestros Estados; j> podrán sujetarse estas á los Mayorazgos y Fideico- 5> misos , con tal que obtengan nuestro permiso , el Jí qual le concederemos de buena gana quando nos pa- » recerá que lo merecen ellas.
VI j> No les será permitido fundar Mayorazgos « ó Fideicomisos á los Ciudadanos , ni á otros que no "gocen la prerrogativa de nobleza, aunque tengan »cl título de Doctor en Leyes 6 en Medicina j ni á » los Banqueros , Mercaderes , y demás personas de " inferior condición que las referidas ; y quando hi- « ciesen estos algunas disposiciones de esta naturale- " za en lo sucesivo , se tendrán por nulas y de ningún >9 valor ni efecto.
VII „ No comprehendemos en el articulo prece- » dente á los nobles de nuestros Estados , que se apli-
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5> casen al Banco ¿ al Comercio : los qualcs no quere- li mos pierdan por esto su clase , ni la prerrogativa- 9>de nobleza 5 antes bien los miraremos siempre con 91 especial clemencia , como personas muy útiles á su j> patria.
VIII >í Los Mayorazgos y Fideicomisos que hu- 99 biesen sido instituidos en los tiempos anteriores , se- 99rán igualmente reducidos á los quatro grados , en 9) virtud de nuestra presente Ley, y se han de contar 99 desde el actual poseedor del Mayorazgo ó Fideico- 99 miso 5 y acabados estos cesarán todos los vínculos ó iy cargas , y pasarán los bienes (como se ha mandado 99 por el artículo segundo ) al heredero natural y le-' 99gítimo del quarto y último substituto.
IX 99 Y al contrario , si los Mayorazgos ó Fidei- 99 comisos que hemos expresado arriba, no hubiesen 99 de durar los referidos quatro grados, no pretende- 99 mos prolongarlos por esta nuestra presente Ley , sino 99 que espiren á su tiempo señalado.
X 99 El que fundase algún Mayorazgo ó Fidei- 99 comiso del modo que hemos indicado arriba, ó por 99 contrato entre vivos, ó por disposición testamentaria, 99 estará obligado, el ó su heredero, á hacer inventario de 99 los referidos bienes , en el qual se notará con exactitud 99 y fidelidad su cantidad , situación y confines: de cu- 99 yo inventario deberá remitir en el término de tres me- 99 ses una copia, juntamente con otra de la escritura por 99 la qual será instituido el referido Mayorazgo ó Fi-
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jídeicomiso, al Magistrado supremo de nuestra ciu- )í dad de Florencia , y respectivamente en Siena, al Ttí^ »> bunal del Juez ordinario , para cuyo efecto se ten- ?í drán unos registros particulares , y el original que-* )> dará en el archivo de los Tribunales respectivos de »í los lugares en que esten situados los bienes.
XI •>•) Esta disposición , ya sea entre vivos ó tes-" « tamentaría , que induce Mayorazgo ó Fideicomiso, M deberá publicarse tanto ante el referido nuestro Ma- >í gistrado , y respectivamente ante el Juez ordinario jvde Siena , como ante los Jueces ordinarios de los lu- íí gares donde esten situados los bienes , en tres au- 5? diencias públicas celebradas consecutivamente en v una semana* ; cuya publicación ha de constar por í>auto de los mismos Tribunales.
XII ?í Las referidas publicaciones no les eximirán tf de las cargas , créditos , e hipotecas anteriores , sino í> solamente de las que podrán originarse después , y >» en defecto de dichas publicaciones , los acreedores ?íde los herederos ó de los substitutos , podrán hacer- »? se pagar sus créditos sobre los referidos bienes , co- «mo sino estuviesen sujetos al Mayorazgo ó Fidei- ?? comiso.
XIII 5>Por lo que mira á los Mayorazgos 6 Fi- >?deicomisos que se fundaron en los tiempos anterio- ri res , ordenamos que los actuales poseedores de ellos ??esren obligados á conformarse en el termino de seis '? mesejr, con todo lo que hemos dispuesto arriba sobre
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í»los Mayorazgos o Fideicomisos que se hubieren de 1» fundar en adelante 5 y en caso de contravención , los 11 declaramos devuelcos al mas inmediato de los llamados, »el qual deberá observar lo que se previene arriba.
XIV l'i Y así como puede suceder , que pendan « los Fideicomisos de alguna condición , que no este >9 aun purificada , 6 que no hubiese nacido todavía el )> primer llamado : en este caso se nombrará un Cu- jí rador de los sobredichos bienes para conservar los )i frutos á quien pertenezcan de derecho.
XV « Si no hubiese alguna regla particular de- ji terminada para la sucesión de los Mayorazgos , se j) considerará en primer lugar la linea , en segundo el )5 grado , en tercero el sexo, y en quarto la edad.
XVI i> Los hijos 6 los nietos , puestos condicio- iinalmente para lo venidero, no se reputan llamados> )ide suerte que qualquier Fideicomiso instituido se fy ha de resolver en el caso de muerte sin hijos , por )? la existencia de ellos.
XVII ->•> Y al contrario , por la muerte ab intesta- -iUo del heredero se deberá transferir la herencia á Jilos hijos que el testador expresó condicionalmente jícon alguna calidad distintiva 3 en cuyo caso quere- jj mos y ordenamos , que los que han sido expresados >j condicionalmente por el testador con la dicha cali- ?j dad , excluyan de la herencia á los que no están ex- )j presados con condición , y suceden como herederos ny no como Fideicomisarios,
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XVIII " La cendicíon si slne lìherìs , aplicada á
1? diferentes personas llamadas colectiva y simultanea- }? mente , se reputará purificada respecto de todos , si 5> alguna de ellas tuviese hijos , y por tanto quedará i-> excluido el substituto.
XIX « La referida condición si sine liberis , se 79 debe entender siempre aplicada á todos los Fideico- ■)•) misos , quando se trate de excluir á los estraños, 5í qualesquiera que sean : y para este efecto se com- i^prehenderá toda la descendencia baxo el nombre de »í hijos 6 hijas.
XX ?í Habiendo motivo para dudar , si el Ma- lí yorazgo ó Fideicomiso han sido fundados ó duran )? todavía , no se atenderá nada á las conjeturas , so- )>bre las quales se pretenderla fundar el origen 6 sos- n tener la duración j pero se considerarán únicamen- i> te , quando estando expresas la institución y la con- j> tinuacion del Mayorazgo ó Fideicomiso , se haya »de explicar la voluntad del testador ó del di.spo- nnente,para reco^nocer quien debe ser conprehen- jídidoó preferido. Lo qual tendrá lugar en los Ma- }9 yorazgos y Fideicomisos que se instituyeron en los jí tiempos pasados, cuyas controversias no se han de- ?í cidido todavía.
XXI >9 En subsidio se podrán desmembrar ó hi- npotecar los Mayorazgos y Fideicomisos , tanto de j> línea recta comode transversal , en favor de las hi- >'jas y de las sobrinas ex fratre del heredero grava-
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5> do , Ó del poseedor del Pideícomlso ; pero solo con
)?el fin de constituirlas una dote congrua 5 y esto aun )7 quando concurra prohibición expresa. Lo qual ser- »9 vira también para la restitución de las dotes , y pa- ?> ra el aumento de ellas mismas , si fueron estipuladas )ien el contrato matrimonial, y no de otra suerte.
XXII )i Pertenecerá á nuestros Senados de Flo- 19 rencia y de Siena respectivamente , después de ha- >íber dado cuenta á nuestro Consejo de Regencia, 51 el permitir la enagenacion ó hipoteca de los bienes iide Fideicomiso ó de los Mayorazgos 5 no solo para la 11 constitución , restitución ó aumento de las dotes, 11 sino también para los alimentos puramente necesa- 51 rios , ó para los gastos que convendrá hacer en los ^y resarcimientos y mejoras de los bienes , ó para la 11 defensa ó aumentos de los Fideicomisos , ó para ha- ^■> cer alguna permuta 6 subrrogacion de fondos.
XXIII 11 Prohibimos que se puedan insertar en ÌÌ los Mayorazgos y Fideicomisos que se hicieren en it lo sucesivo cláusulas contrarias al Bien público , al iy nuestro , y al de los particulares , como serian las 11 de declarar decaído al poseedor del xMayorazgo ó 11 Fideicomiso que hubiese delinquido , un mes antes 11 de su delito, y otras semejantes 5 las quales las anu- 11 lamos y abolimos absolutamente , respecto de todos yy los Mayorazgos ó Fideicomisos que hayan sido ins- iitituidos en los tiempos anteriores.
XXIV yy Qualquiera restitución voluntaria ó an-
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5íticipada del Fideicomiso , no perjudicará jamas á los 7í acreedores , los quales podrán exercer sin embargo 5? de esto sus acciones sobre los bienes Fideicomisos y ?í restituidos, como lo hemos dicho arriba , hasta que ?íse purifique la condición , sin que tengan ninguna ?> obligación de justificar que semejante restitución jíha sido seguida con dolo.
XXV jíNo se comprehenden en la presente Ley 5>los Feudos que realzan nuestro Gran Ducado de 5» Toscana , los quales se regularán , según las Inves- •)•> tiduras , Leyes y Ordenanzas de nuestros predece- 5í sores , y de otras que se harán quando lo juzguemos 5? conveniente 5 pero con reserva de los frutos de es- ?> tos mismos Feudos , que podrán seqüestrarse y per- jícibirse por los acreedores de los Feudatarios , de la ■>•> misma manera que lo hemos dispuesto arriba , res- jípecto de los Mayorazgos ó Fideiccniisos.
XXVI ?■> Exceptuamos igualmente de la presen- tí te Ley los Prioratos , Bailiatos y Encomiendas de 5> nuestra Orden de San Esteban , sobre los quales se 5í observarán las disposiciones contenidas en los Actos •)•> de su fundación , confirmados por nosotros ó por íMiuestros predecesores j y por lo que mira á los fru- 5> tos , se atenderá á los estatutos de nuestra referida jí Orden de S. Esteban."
Dada en nuestro Consejo de Regencia á 2 2 de Junio del año de 1747. El Príncipe de Craon. Juan Anton Fornaquinci. Cayetano Antinori.
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Pero son muy raras las Leyes y los Edictos de los Príncipes en materias civiles j mas frecuen :«'>!i las que miran al buen Gobierno , y frecuenrísima^-.iai que pertenecen á su Cámara y Fisco. A cada paso sS presentan sucesos en qualquiera población, que piden las providencias del Príncipe , y por lo mismo con- viene publicar nuevos Edictos. Y estos tienen por ob- jeto algún mal ó necesidad presente ó futura. Si lo primero , cesando la necesidad , cesa también la fuer- za del Edicto 5 pero si son formados para que sirvan también en los tiempos venideros , se ofrecen sobre esto algunas observaciones , que no deben pasar por alto el Príncipe , ni sus Ministros. Hay mucha dife- rencia entre las Leyes estatutarias, y los referidos Edic- tos y Decretos. Aquellas pueden obligar siempre , por- que se insertan en el Libro que ha de servir de nor- ma en todo tiempo , y porque están expuestas en una Obra que puede consultar cada uno en sus ocurren- cias: empero no sucede así en los Bandos que «e escri- ben en hojas sueltas. Sería una cosa muy molesta que el pueblo estuviese obligado á tener siempre á la ma- no , y estudiar el gran fárrago de Bandos que se pu- blican cada dia por el Gobierno. Mayormente quando al cabo de algunos años en que no se renueva su pu- blicación , empieza á tener fuerza contra ellos la pres- cripción ; no ignorando nosotros que el uso y la con- traria costumbre quita igualmente el vigor hasta á los mismos Estatutos y Leyes comunes. Así que con mu-
97 cha nías razón se lo quitará á los Edlcros , que no se comprehenden en Jos referidos esLitutos. He visto alguno que ca ciertos casos particulares ha querido desenterrar Bandos publicados quarenta ó cincuenta años antes , de los quales no quedaba memoria , pre-^ tendiendo darles valor contra quien no habla obser- vado una cierta prohibición que fue publicada en aquel tiempo en uno de ellos. Esto era injusto 5 por- que la duración del tiempo , favorecida de la posesión y de la costumbre , mantiene los Piivilegios y las co- sas favorables j mas no las odiosas que quitan ó res- tringen la libertad , quando no se trata de las accio- nes ó cosas que son malas por sí mismas , y reproba- das quando menos por las Leyes generales de la so- ciedad humana. Estas últimas no están sujetas á pres- cripción alguna , y el Príncipe debe velar continua- mente para que se cumplan puntualísimamente > y pa- ra esto ha de dar su poder absoluto , con las órdenes mas amplias al que preside la administración de jus- ticia.
En esto no se puede ni se debe hacer Ley 5 pero fuera bueno que hubiese algún arbitrio eficaz, para moderar la vanidad que domina las cabezas de los nobles en algunas ciudades , los quales miran con des- precio á los que no son de su clase , y porque tienen £l título de Conde ó Marques ( que no pocas veces se reduce á mero nombre , por estar separado de los eudos ) les parece que son superiores á los demás ca-
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balleros. Y todavía tratan con mucha mas soberbia á los demás del pueblo , no admitiendo en su trato á los honrados ciudadanos , y tratando á los plebeyos según las soberbias inspiraciones de su altanería. ¡Que' ciegos son y miserables 1 ¿Acaso vale mas exponerse al odio de las gentes , que grangearse su amor ? No se conduce así la mayor parte de la Italia , donde tra- tan los Grandes familiarmente con mucha humani- dad con los ciudadanos y mercaderes j y no despre- cian ni á los artesanos , ni á los demás del pueblo, sin que per esto falten á su nobleza y grandeza. Por lo que toca á los Príncip.^s sabios y prudentes , todo el mundo sabe que tratan con mucha distinción la no- bleza de sus Estados , y que se estiende su benigni- dad igualmente á las demás gentes del pueblo , de qual.^uiera condición que sean , acordándose siempre de que son y deben ser padres de todos. Los Príncipes quieren ser amados de todos , y está en su mano con- seguir esta gloria. Sino pueden arrancar de raiz la soberbia del corazón de los nobles , cuiden á lo me- nos de que no sean estos tiranos con los que les son inferiores en calidad y en riquezas. Si un Grande , ó lo que es peor , si un Ministro maltrata sin causa á un ciudadano , no se puede decir el murmullo que se levanta y la indignación que concibe el pueblo contra el 5 y si el Príncipe dcxase sin castigo tanto atrevimiento y violencia , se cargarla sobre sí el odio de todas las gentes. Y por la misma razón , no ha de
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permitir el Soberano que los poderosos se crean exen- tos de la obligación de pagar sus deudas , ni que paguen á sus acreedores con amenazas , con malas pa- labras , 6 con ultrajes. ¿Por ventura no sería esto ho- llar las reglas de la justicia , que han sido ordena-^ das no menos para los Grandes que para los peque- ños i En semejantes casos mandaba uno de los mas celebres Príncipes que de su Erario se pagase al deu- dor que habia recurrido á su amparo. Cada qual pue- de imaginarse que constituyéndose el fisco acreedor de aquel noble 6 poderoso , no carecería de medios para hacerle desembolsar el dinero. No hay cosa de que deban cuidar mas los Príncipes , que de impe- dir toda prepotencia 5 porque todo mal exemplo que no se castiga arrastra á otras muchas personas , de las quales está obligado á defender el Príncipe á los que por ser débiles no tienen otra cosa que la pro- tección y justicia del Soberano que pueda defender- los. Los mismos motivos concurren para dar á en- tender igualmente la necesidad que tiene el Prínci- pe , como lo insinuamos arriba , de velar continua- mente sobre los Magnates , para que no impongan cargas onerosas á sus vasallos , ni cometan vejacio- nes e' injusticias con abuso manifiesto de sus investi- duras , y de las Leyes comunes ; especialmente quan- do se sabe que los agraviados no se atreven á im- plorar el brazo del Soberano , por temor de que no les buceda otra cosa peor. Siempre que recurran al
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Príncipe , debe escucharlos con mucha benignidad , y averiguando en secreto la verdad de los recursoS', de- be ( pues nunca falta modo ) indagar los movimien- tos , y el Gobierno de sus Magnates , igualmente que el de qualquier Juez urbano ó Forense , y proveer con fiímc resoluiion lo que convenga , porque de estas averiguaciones pende la quietud ó la perturbación de mu. ha parte del pueblo. Y si acaso no puede ó no quiere hacer por sí mismo el Príncipe esta pesquisa , á Jo meaos debe encargarla con muchas veras á sus Mi- nistros , y si advirtiese que no cumplían con su obli- gación , les ha de iiianifestar su enfado y resenti- miento.
Por lo que hace á los Edictos relativos al Fisco 6 Cámara del Príncipe , que se publican con tanta frecuencia , se ha de observar únicamente , que con tal que se conserven por ellos los derechos de la re- ferida Cániara , nadie tiene m>otivo justo para que- jarse. Pero que los Ministros vayan aumentando de cada día mas y mas las cargas en perjuicio del pú- blico sin necesidad j que restrinjan siempre mas la li*^ < bertad de los subditos , y tal vez con desmentir las gracias,y privilegios' que los Príncipes mas benéficos y benignos concedieron y confirmaron al Estado ó á algunas ciudades 5 que se inventen nuevos rigores y enreJos , que hagan caer fácilmente á la gente en el Jazo 5 esro en vez de poder ser honorífico jamas á los Príncipes , convierte" en descrédito suyo la ini-
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qua solicitud de los que destilan tantas sutilezas de su cerebro , para que fructifique mas la viña del So- berano. Quando el pueblo comprehende la verdade- ra y justa necesidad de aumentar los tributos , lo sufre regularmente con paciencia , porque conoce que aquel aumento de su males no procede de la volun- tad del Príncipe , sino de las fatalidades que trae con- sigo el tiempo. Pero sino existe semejante necesidad, no se puede escusar la murmuración pública , ni el aborrecimiento que resulta contra los Consejeros de tan gravosa novedad. ¿Y creéis vosotros que se verá libre de esto el mismo Príncipe ? Las Leyes que im- ponen los públicos gravámenes que son inevitables, las respeta y obedece igualmente el pueblo con resigna- ción , siempre que se reparte con igualdad el peso , y no se exceptúa sino al que está dispensado por la Ley común. La comiseracion y la indulgencia que se usa con muchas familias pobres se tolera gustosamente} pero quando no son los pobres los exceptuados , sino los ricos y poderosos y los que tienen unos grandes apoyos , descargando sobre los demás la carga que po- dían ó debían llevar ellos con sus mas robustos hom- bros , ¿quien podrá estorvar entonces que no clame el pueblo la injusticia í Y si la tal excepción provinie- se de los mismos Príncipes por los privilegios que hubiesen concedido á este ó al otro , conviene recor- dar aquí , que siempre que quiera dispensar el Prínci- pe á algunas personas , alguna parte ó toda la contri-
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bucion que debían pagar á su Erario , puede hacerlo absolutamente , sin dar cuenta de ello á nadie , porque puede hacer el uso que. quiera de lo suyo , y dispo- ner de ello como le diese la gana. Pero si se conce- den los privilegios , y se repite de los otros lo que de- bía haber pagado el privilegiado j ó se conceden exenciones de lo que pertenece al público y á la comunidad de un Estado 5 esto no es dar lo suyo si- no lo ageno , y no puede excusarse jamas de ello , por quanto se convierte esta liberalidad en daño de los muchos que contribuyen forzados aquel tanto mas que les redunda de semejante liberalidad. Al que qui- siese sostener semejantes gracias por razón de la gran potestad que tiene el Príncipe sobre los bienes de to- dos sus vasallos , no le dire que se abstenga de embro- llar su propia conciencia y la del Príncipe , sino que es un adulador y no un Consejero honrado, y aman- te de la verdadera gloria del Soberano , el qual debe premiar á sus favoritos con lo que es suyo , y no con lo ageno. Pero los buenos Príncipes se abstienen de conceder semejantes privilegios , y quando lo piden las necesidades públicas los reforman y anulan 5 por lo que se han visto algunos Príncipes tan clementes y piadosos con el público , que no han querido eximir sus privilegiados bienes en las calamidades públicas. Mucho mas presente deben tener los Príncipes , que si mandan al pueblo , también deben mandarlos á ellos la? Leyes. Es menester advertir aquí que tenemos dos
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especies de Leyes, unas civiles y criminales que penden absolutamente del arbitrio de los Legisladores , y otras naturales que dimanan del Derecho Natural y de Gentes, de las quales hay muchas que están comprehendidas y expresadas también en las primeras. En quanto á estas, no está tan ligada la potestad del Soberano , que no pueda dispensarlas en algunos casos particulares. Por- que hubiera podido dar un reglamento diferente para los contratos , testamentos , acciones judiciarias , &c. Y así quando creyese que le convenia apartarse de lo que habla establecido , podemos decir legítimamente que usa de su autoridad. Pero no es menos propio tampoco de los buenos y sabios Príncipes , el no de- rogar las Leyes establecidas por su mero antojo ó ca- pricho j sino servirse de su autoridad únicamente, quando concurran algunos motivos razonables para hacerlo , ya sean de pública utilidad , ó de equidad, ó de caridad con los particulares. Lo qual sucede por exemplo , en la dispensa de los vínculos de un Fidei- comiso , porque lo pide así el Bien público, y la nece- sidad de casar las hijas que se quedaron sin dotar , pa- ra asegurarlas dotes ; sin lo qual habria mucha difi- cultad en proporcionarles matrimonio h y lo mism.o se debe discurrir en los demás asuntos. Pero en las Leyes criminales puede especialmente dispensar el Príncipe, y tal vez debe hacerlo algunas veces j porque la cle- mencia ha de ser una de las piedras mas preciosas de su corona , y el rigor de las Leyes lia de subsistir con-
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tra los que perturban la tranquilidad pública, con hur- tos calificados , con homicidios hechos á sangre fria, con asesinatos , con ser falsarios , &c. y no contra los que ó por el herbor accidencai de sus pasiones , o poc poca advertencia y sin h¿íbiro de malicia , quebrantan las Leyes y delinquen. Siempre que se muestre el Príncipe indulgente y piadoso en estos últimos casos, se ganará las bendiciones y alabinzas de sus vasallos, y todavía les obligará á que aclamen sus bondades, sino quiere destinar para su Erarlo las multas de los de- lincuentes.
No se procede así por las otras Leyes fundadas sobre los primeros principios de la justicia , de la equi- dad , y de la caridad. Estos son unos vínculos que li- gan no menos á los particulares que al mismo Prínci- pe. Hasta en el calor de las guerras hay quien se acuer- da de abstenerse de toda barbarie , y de los excesivos agravios con ios pueblos inocentes: pero no todos pro- ceden así. No han faltado Príncipes en otros tiempos, que sin tener unas pruebas claras , atribulan delitos á alguno de sus vasallos para apoderarse de sus bienes y derechos. Mas en el dia no se conoce país alguno, donde haya algún Príncipe de estos. Por lo mismo han de huir los buenos Príncipes de todo lo que de- nota parcialidad en los pleytos que se tratan en los Tribunales , entre las personas particulares. Su oficio es velar sobre los Jueces , para que tengan derechas las balanzas : que no se dexen preocupar por ningún ge-
105 nero de recomendación j que no tomen otros regalos que los que están permitidos por las Leyes 5 y si fal- tasen en esta parte , deberán deponerles ó darles el cas- tigo correspondiente á su culpa. Lo contrario no solo sería un abuso enorme del poder , y una injusticia ma- nifiesta 5 quando protegiendo el Príncipe unas de las partes litigantes , mandase á los Jueces que sentencia- sen á su arbitrio ( lo qual no hemos conocido to- davía en nuestros tiempos Príncipe alguno que ol- vidándose de sí mismo haya osado hacerlo ) sino también , quando les hiciera conocer diestramen- te su inclinación , por el deseo de trastornar la mente del que ha de Juzgar. Si ocurriesen alguna vez estos casos , saben los Jueces temerosos de Dios , que no deben obedecer al Príncipe , sino al que es supe- rior á todos los Príncipes de la tierra, y que mas pronto deben estar dispuestos á dexar el empleo y oficio. Y del mismo modo deben proceder los Camaristas ; quan- do este'n persuadidos que esta es la mente del Sobe- rano , deben mostrarse con una total indiferencia en las causas en que litiga el particular con el Fisco. Este Fisco administrado por hombres que veneren el Evan- gelio y amen el verdadero honor , se ha de conside- rar en los Príncipes buenos , como un particular que litiga con otro particular. Ni se ha de dar oído fácil- mente á la detestable máxima de que el Fisco es siempre pupilo , ni menos se ha de escuchar aqiíella multitud de privilegios , que le han concedido los Legistas adii-
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ladores , ademas de los que están determinados por las Leyes comunes. En los pleytos que siguieren un pobre y un rico , siendo igual el derecho , se debe pronunciar la sentencia á favor del primero y no del segundo. No digo mas sobre este punto 5 solamente añado , que según los principios que hemos expuesto arriba , será una loable ó mas bien necesaria ocupa- ción del Príncipe , proveer sobre la mala administra- ción de las rentas del público , de los Hospitales y de- mas obras pias , estorbar y castigar los matrimonios indecentes entre las personas nobles , y providenciar lo que fuese justo en ciertos testamentos injustos. Pero desdecirla mucho de su honor , y acaso quedarla he- rida su conciencia , si quisiese disponer arbitriaria- mente de los bienes y rentas de la República , y qui- siera exercitar la misma autoridad ilimitada y despó- tica en las cosas de los lugares pios 5 e impedir la li- bertad de los matrimonios honestos , y de las últi- mas voluntades , aunque no redundase en perjuicio del público. La moderación hace la gloria del Príncipe , y no se deben alterar sin una razón justa y poderosa las bien dictadas disposiciones de nuestros antepa- sados.
Las Leyes especialmente han de tener por obje- to la pública tranquilidad : esta es una de las prin- cipales partes de la Felicidad de un pueblo , la qual consiste en gozar de la quietud y de la libertad de poder obrar bien , y en acudir sin turbación alguna
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á sus honestos negocios y ocupaciones. El manteni- miento de esta deseada serenidad de ánimo , pende del cuidado y atención del Príncipe , y de los Ministros que tiene destinados para la execucion de las Leyes, contra todo el que ose poner la mano en los bienes de sus vasallos. Luego que se oye decir en alguna ciudad ó por su distrito , que hay alguno que infesta los caminos , que roba á los pasageros y que come-^ te homicidios j aunque no haya habido mas que uno ó dos á quienes haya sucedido este daño 6 superchería, sin embargo se resiente todo el pueblo y se ame- drenta , por la aprensión de que pueda tocarle tam- bién un atentado semejante contra la justicia. En un país donde hay un buen Gobierno , suele experimen- tarse una quietud envidiable , y se puede ir con el dinero en la mano por los caminos j no porque fal- ten ahí tampoco hombres perversos , ladrones , tira- nos , revoltosos y derramadores de la sangre huma- na , sino porque siempre anda á caza de estos mal- vados la vigilancia y sagacidad de los Jueces , y la de sus Ministros inferiores. Si acaso hubiera hoy dia algún otro país , donde faltase la seguridad de los ca- minos , faltaría mucho también á aquel Gobierno pa- ra su gloria. En el siglo XVI crecieron tan desmesu- radamente las tropas de los bandidos , con los quales se unian todos aquellos que vivian malamente , que pa- decieron unos gravísimos daños e insultos el Reyno de Ñapóles y el Estado Eclesiástico ; de modo que
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fue menester emplear una gran fuerza , para limpiar los caminos de tantos iniquos salteadores. En el si- glo pasado reynáron en varias partes , especialmente en la Lombardia , las enemistades privadas y las muer- tes recíprocas , y hubo una grande anuencia de gla- diadores. Pero han tomado contra esto tan acerta- das providencias los Príncipes prudentes , que al pre- sente se halla casi enteramente extinguida la semilla de los tiranos y de los valentones. Con todo eso, no dexan de brotar siempre estas malas yerbas por todas partes , especialmente en el ramo del latrocinio , ha- ciendo muy buen oficio el de querer vivir á costa de otros sin fatiga. Con mantener buenas espías y gra- tificar bien á los cazadores de este mal ganado , que siempre lucha con la horca ó con el remo , se con- serva quanto es posible la quietud del país. No ocur- re decir otra cosa sobre esto , porque con dificultad se hallará en nuestros tiempos Príncipe ó Gobierno alguno , que no atienda con sumo desvelo á la conser- vación de la tranquilidad pública , y no haga valer las Leyes que se promulgaron contra los perturbado- res de la referida tranquilidad. Aunque sea forzoso proceder con dureza contra los que viven malamen- te , con todo no se ha de permitir en ningún caso que se consuman los malhechores en las cárceles , y mu- cho menos en los calabozos , como no se les sentencie á semejante pena. Hay países donde no hay quien visite las cárceles , en los quales falta un requisito
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'del buen Gobierno y de la caridad Christiana. Empero de estos visitadores , ó en su defecto , de los Jueces, debe pedir el Príncipe de quando en quando una nota exacta de todos los encarcelados y del tiempo en que fueron encerrados , para examinar si deben ser casti- gados los Jueces , porque tardaron tanto tiempo en condenar ó absolver á aquellos malhechores ó mise- rables. Pero pueden ser buenas las Leyes, y estar sa- biamente formadas no me'mos para el Gobierno civil que para el Eclesiástico , y sin embargo si se mu- dan las circunstancias de los tiempos y de los nego- cios , y se introducen algunos abusos y desórdenes, puede suceder que sea mejor y convenga mas mudar- las , substituyéndolas un reglamento mas sabio y mas adequado á las urgencias que instaren. Pvcfíere el P. Pe- tavio en el cap. i 8 de su Tratado de Poenltentia una proposición de Teófilo Bracheto Mìleterìo , que se lee en su libro intitulado Verus Pacificus , que dice : esse Haeresim , si quis credat , ab Ecclesìa mutarì posse Ins- tìtutiones Apostólicas. Sobre cuyas palabras ved la cen- sura que dieron los Teólogos de la Soborna. Hce proposítiones in quantum negant auctoritatew penes Ecde^ Slam esse condendi novas Leges ^ C^ aliud stattiendi y quam quod Apostoli statuerunt, slve circa ea , qu^e ad régimen eccl&íiasticum , sive qua ad cultum divinum , officium , ¿^ ceremonias pertinent , temeraria sunt , Ec deità injurio^ sa , d^ herética. ^ Pues quanto mas permitido y loa- ble sjrú esto mismo en el Gobierno civil , siempre
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que lo pida la necesidad y la prudencia? CAPITULO XI.
De la Medicina*
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i yo me pusiera á decir que la Medicina es de mu- cha importancia para la Felicidad de un pueblo, y por consiguiente que es necesario que haya un determina- do número de Me'dicos en qualquiera población i no quisiera que me redarguyese algún Plinio ú otro po- co amigo , pero no enemigo de los Médicos , que qui- siere desacreditar esta Arte , pretendiendo que el mun- do estaria mejor sino la hubiese , y que es mas el mal que el bien que nos viene de ella. No faltan Médicos que han pintado la incertidumbre de la Medicina y de los medicamentos , y otros que han tratado esta cien- cia de charlatanismo , y de oñcio instituido no para procurar la salud á los hombres, sino para limpiar el bolsillo de los que les creen. Pero sin embargo de estas befas , nadie me impedirá , y mucho menos á la gente sabia, que reconozca una Arte en la Medicina, no solo digna de honor y aprecio , sino que se la de- be mirar también como un auxilio que es necesario á toda República bien ordenada , para conservar la vi- da y la salud de los ciudadanos •■> y está recomenda- da igualmente por la autoridad de la Sagrada Escritu- ra. Muy preciosa es la salud de los cuerpos , y d¿sde
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que se halla está sujeta á tanta diversidad de males, pide nuestro amor propio y la prudencia misma , que recurramos á quien nos de buenas lecciones para con- servarla , y pueda darnos probablemente algún reme- dio para recuperarla. Pero se me preguntará si tengo yo tanta fe en la Medicina. Y responderé que no hay duda que los sabios Mc'dicos pueden subministrarnos unas luces muy útiles para mantener la salud , en quanto fuese posible , y evitar las enfermedades. Se deben leer los Tratados de Valetudine tuenda, cuya doc- trina no se reduce á otra cosa, que á enseíiarnos la templanza y la moderación en la comida y bebida , y en otros placeres del cuerpo 5 á hacer algún exercicio con el cuerpo j á procurarnos un buen ayre , y á guar- darnos de las gallardas pasiones. Quien sepa esto y pueda practicarlo , será un buen Medico de sí mismoj y como no le haga guerra su mezquina complexión corpórea , no tendrá necesidad regularmente de implo- rar los auxilios de los Esculapios. Sin embargo , son tantos los errores y excesos que cometen los hom.bres, y puede tanto el ayre y la variedad de los tiempos, que ya por culpa 6 sin culpa nuestra , suelen asaltar- nos muchas enfermedades , de las quales son muy po- cos los que gozan el privilegio de eximirse. Pero tam- bién es cierto que algunos males de tantos como nos embisten son leves , los quales se pueden curar muy bien con tener una poca paciencia y guardar ditta, y con otros muchos remedios que son conocidos
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hasta del mismo vulgo. La mucha delicadeza en los sugetos incomoda e inquiera muchas veces á los Mé- dicos. Es verdad que abundan las enfermedades gra- ves , las calenturas de toda mala especie , y otros muchos desconciertos del cuerpo humano , designados con varios nombres ( los mas Griegos ) y originados del vicio en los fluidos ó en los sólidos 5 y el que quiera instruirse en esta materia , y en los sistemas que se combaten entre sí recíprocamente , no tiene que hacer mas que abrir las obras de los Médicos an- tiguos y modernos , y oir á ellos mismos en las con- sultas y disputas , donde hablan de las referidas en- fermedades. Y quando estos males, enemigos del hom* bre , llegan á infestar la parte maquinal del cuerpo , si consiguen la curación los Médicos , pretenden abro- garse la gloria , y tal vez con razón ; pero la gente piadosa se inclina mas á atribuir el buen éxito á la protección de los Santos , y puede suceder muy bien que se deba á tal causa. Sin embargo la naturaleza es de ordinario la que suele decidir estos pleytos ; por- que si tiene fuerzas y no es extremado el mal , es ella quien lo vence por lo regular , y no el medica- mento. Mas si la fuerza del mal es superior á la de la naturaleza , es menester darse. Es constante que á ca- da uno de nosotros nos tocará una enfermedad que se burlará de cien Médicos. ¿Y que diremos de esto? ¿Que gtan ventaja podemos esperar nosotros de la Medicina ?
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En primer lugar, no se avergüenzan de confesar
los Médicos sinceros que ignoran las causas internas de semejantes males , y los esfuerzos que hace inte- riormente por su parte la naturaleza para combatirlos. Y aun quando creen que pueden indicar la causa de donde dimana una enfermedad , y el metodo que se debe seguir para curarla si fuese posible , se halla com- plicada muchas veces aquella causa con otras tantas ocultas , que aquel remedio á quien fue atribuida la curación de un mal semejante en otra ocasión , tal vez causará mas daño que provecho al paciente que la sufre. Y por lo mismo Dios nos Ubre de una calen- tura aguda : en semejantes casos sabe poco mas el Me- dico que el curandero , y es menester esperar de la na- turaleza la mala ó buena sentencia. Y en efecto es sabio el Medico que sabe observar y ayudar bien á la natu- raleza en tales ocasiones. Segundariamente , no nie- gan los Médicos la increíble escasez que hay de re- medios para curar los males , aunque haya una infini- dad de recetas , especialmente en los libros antiguos, reduciéndose, quando mas, á una docena los medica- mentos seguros y esto con tal que se apliquen á su tiempo , en su lugar , y con muchísima discreción. S¡ á cada visita que hace el Medico en una enfermedad grave manda qualquiera receta , no lo hace con otro fin que para consolar la fantasía de los enfermos , y la de los dome'sticos ; y no por la experiencia que tie- ne de que va á curar ai paciente , que yace en la ca-
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ma ó en el potro. En tercer lugar , en los tiempos an- tiguos , aunque no subsiste memoria de ello , sucedería tal vez que en lugar de redimir de un mal al enfer- mo los mismos remedios , se los curaban todos con sacarlo de este valle de lágiimas. Hoy dia se guardan muy bien los buenos Médicos de quebrantar el quinto Mandamiento de la Ley de Dios. Prescriben unos re- medios inocentes , y sino pueden curar á lo menos procuran no matar. Pero no hay seguridad de que no pueda suceder en el dia lo que era familiar en algún tiempo. Si examina bien cada Medico de por sí la se- rie de los casos que le han sucedido , hallará que se Habrá engañado en alguno de ellos con gravísimo da- ño del enfermo , ya sea por no haber conocido la en- fermedad ó haber estorvado el buen éxito de ella , ó por haber dexado de usar algún remedio , ó ya por haber aplicado algún otro que era totalmente opuesto á lo que necesitaba el enfermo. La sangría que tiene tanto uio entre nosotros, se sabe^quan impugnada y odiosa ha sido por otros Profesores de la Escuela Me- dica ; y aunque es conocida su utilidad en muchas do*- lencias , hay otros muchos casos en que puede asegu- rar todo hombre barbado , que este remedio (espe- cialmente si es muy sanguinario el Medko ) ha acelerado la muerte á los pacientes , y aún. también que se la ha procurado al que se hubiera curado sin ella. La diversidad délos sistemas hace conocer que los Médicos caminar) á ciegas. En quarto lugar , la ex-
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periencia demuestra que un remedio dado para cieña
dolencia , y que la ha curado efectivamente en algu- na ocasión , en otras muchas ha ocasionado otros ma- les peores , y finalmente ha llevado los enfermos al sepulcro. Debilitando los Médicos antiguos el estó- mago de la gente con tantos purgantes , jaraves , y otras muchas drogas de estas , se preparaban para sí unas nuevas ganancias con las verdaderas enfermeda- des que después les sobrevenían. Ultimamente, hay al- gunos males para los quales no se conoce remedio al- guno ; pero no por eso se ha de escusar Uam.ar al Me- dico , ni se tratará de despedirlo ; porque se amedren- tarla el enfermo, y sino se le puede sanar el cuerpo , se debe procurar curarle la imaginación con prudencia, y disponerle , tanto á el como á sus parientes , para el mal éxito que previese quando faltasen fuerzas á la naturaleza para hacer lo que no puede obrar la medi- cina. En tal caso solamente exige la caridad, que no se grave mucho la familia con medicamentos y demás remedios muy costosos.
Pero con todo , es preciso decir que aunque de un siglo á esta parte se ha reformado mucho la Me- dicina , y se la ha libertado de muchos riesgos y pref- ocupaciones que dañaban mas que socorrían , se ha conseguido aun muy poco para, la curación de las gentesj mas no por esto dexará de obrar como prudente , el que recurra á los Profesores de esta Ciencia en las ur^- gencias que aflijan nuestra salud. Porque aunque no
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hiciesen otra cosa los Me'dicos en nuestras enfermeda- des , que prescribir un buen reglamento para el go- bierno del enfermo , esto solo sería bastante para bus- car su asistencia y sus consejos. Pero hacen mas cier- tamente , porque según los indicios , procuran ayudar los esfuerzos de la naturaleza , para expeler los malos humores con varias crisis j y si son llamados á tiem- po pueden prevenir c impedir algunos males que ame- nazan la misma naturaleza. No se puede negar que preservan ellos claramente al hombre de la muerte en algunos casos , como sucede administrando á buen tiempo la quina , quando se hacen malignas y morta- les las tercianas j y quando aligeran la sangre en los insultos que suelen padecer los Pletóricos ; y tienen también remedios para las disenterias que no están arraigadas j y para extinguir otros males que provie- nen de la incontinencia. Porque aunque no sea tan sa- bio el Medico que no dexe de poder dañar , siempre será estimable su consejo y asistencia. Y por lo mismo se debe llamar dichoso aquel país que puede tener Médicos juiciosos , estudiosos de la mejor teórica de su profesión , y refinados en la práctica de ella. El que no tuviere juicio no encontrará tienda donde comprarlo. Empero para poseer con perfección un Arte de tanta importancia y zelo, no faltarán libros de las mas cultas y doctas naciones, ni Médicos insignes que puedan su- ministrar axiomas útiles, experimentos, casos prácti- cos y otras luces , para conducirse bien en tan im-
portante y zeloso exercicio. Una noticia ayuda á la otra } y lo que sucede un día puede sugerir luces pa- ia lo que pudiera ocurrir en otro. Dificultoso será que llegue nunca á la gloria de un excelente Medico, el que no lea mucho , y encierre en unos pocos libros después de leídos , todo el caudal de su ciencia, ateniéndose únicamente á algún Antidotarlo ó Receta- rio, que cbunda mas de mercadería falsa ó inútil, y tal vez será también nociva , que de otra cosa. Causa admiración el ver que todas las Ciencias y Artes de dos siglos á esta parte han logrado una suma perfección; y que la Medicina , aunque ha sido purificada de mu- chos abusos , haya caminado tan poco ó nada en el conocimiento de los remedios para curar las enferme- dades , que es el fin de los Médicos y el deseo y la esperanza de los enfermos. jOjalá que en todos los países se viese libre esta facultad del peligro de en^ viar á la otra vida á los enfermos que sin receta alguna se hubieran curado por sí mismos! Si la Ame- rica no nos hubiera regalado algunos pocos especí- ficos , se hubiera casi acabado entre nosotros el fon- do de los verdaderos remedios. Y se puede decir con verdad , á lo menos respecto de algunos Médicos , que se sabía mas Medicina en los tiempos de Hipócrates que en nuestros dias. El que no se fastidie de leer las obras de los mejores Autores modernos , y de las mas celebres Academias , podrá ir adquiriendo siem- pre alguna noticia útil , ó aprenderá algún medica-
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mento para redimir nuestras necesidades corporales.- Padecía yo de la vista y recurrí á un Medico de los mejores que m¿ recetó la zarzaparrilla ; pero aunque la tome no logre ningún alivio, solamente se me debilita- ron de tal forma los nervios , que haciendo un pe- queño esfuerzo con un pie se me rompió el tendón de un dedo y tuve una larga enfermedad. Después me enseñó uno que no era Medico , pero habia leido libros de Medicina , un remedio para los ojos. Reme- dio inocente y de poco gasto , que quando lo su- ministro ahora en la ciudad á quien lo necesita , me grangeo mil bendiciones : tan prontos son sus buenos efectos. No debemos reimos de las viejas , ni de qual- quiera que se mete á Medico sin tener borla Docto- ral , y vende secretos para curar la ceática , las emor- roldes , los dolores cólicos y algunos otros males. Porque si acaso curasen con ellos , ¿por que los he- mos de despreciar ? ¡Oh no sanaran ! Es necesario ex- perimentarlos antes. Porque no conocemos la causa fisica de algunos secretos , creemos al instante que son supersticiosos , aunque no intervengan cosas ó pala- bras sagradas , ó se recurre á no se que pactos táci- tos con el demonio , que son mas dificiles de enten- der que la misma curación. Es menester aclarar an- tes si estos decantados secretos son mentiras ó ver- dades. Y en la suposición que sean verdaderos, de- ben examinarlos con mucha atención los Médicos doc- tos y los Filósofos , y no se ha de sentenciar con
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tanta ligereza. ¿Interviene acaso el diablo en la piedra imán y en la electricidad Ì
Quien se atreviese á decir , que importan mas en la República los buenos Cirujanos que los buenos Médicos , por quanto estos pueden dar la vida atien- tas , y aquellos la dan seguramente en ciertos casos, se expondría á que le apedreasen los Médicos. Pero yo dire' que no son menos necesarios y útiles los unos que los otros , y que es miUcha ventaja para un país, tener hombres muy instruidos , no menos en la teòrica que en la práctica de esta arte j y debe envidiarlo el que no los tenga. Y ya que se ha perfeccionado tanto esta Arte de un siglo acá , con las muchas luces que ha adquirido el cálculo humano para salvar á los hom- bres de que no se. aliogen en el vómito 5 para curar las mordeduras de viveras, de perros, rabiosos y de otros animales venenosos j y para ayudar á las que van de parto , batir las cataratas , curar graves heri- das , tumores , dislocaciones , &c. se harán dignos de las mayores alabanzas los Príncipes y las Comunida- des que procurarán se enseñe en sus pueblos y Hos- -pitales, todo lo que pertenezca á la buena Cirujia.Debe desearse que entre las glorias de un Príncipe , padre de sus subditos , se cuente la de haber enviado y man- tenido á sus expensas algunos jóvenes de conocida ca- pacidad en las mejores Escuelas de los países estrange- ros , para aprender lo que se echa menos en los nues- tros : como también el suministrarles todos los me-
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dios necesarios para el estudio de la Anatomía. Lo mismo se ha de decir de las Comadres y Mamonas públicas , cuyo exercicio importa mujho al público para la felicidad de los Estados. Sería muy conve- niente que las ciudades ó el Príncipe destinase algún Medico ú otro qualquier sugcto instruido en la Ana- tomia ( ya que hay tantos libros Italianos y muchos mas Franceses que la enseñan ) y erigiesen Escuelas de esta Arte para las mugeres que fuesen destinadas á exercer este oficio. Y aunque en Francia lo exercen los hombres será mucho mas decente que lo exerzan en Italia las mugeres. Muchas veces vemos que su- ceden no pocos desórdenes y hasta la muerte de las criaturas ó de las madres , por la ignorancia de las Comadres. ¿Pues por que no se han de instruir en la profesión antes de exercerla ? Las Leyes de Justinia- no no olvidaron este punto. A esto se añade que en Italia es preciso se traduzca á nuestra lengua , el Die chnario Universal de Medicina, y Cirujia , compuesto por los Médicos Iglcses , y traducido después al Fran- cés. Esta obra es una excelente Biblioteca para los Mé- dicos y Cirujanos. Los Diccionarios son libros de mo- da ; pero útilísimos con tal que no traten mas que de una sola Ciencia ó Arte.
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CAPITULÓ XÍI.
De las Matemáticas.
V asto es el campo de esta Ciencia, porque compre- hende todo lo que está sujeto á orden , proporción, número , peso y medida ; y es un conjunto de muchas y varias nociones que parecen inconexas entre sí, sin embargo que dimanan todas de una misma raiz. Tal es. la Geometría teórica y la Gometría práctica , la Al- gebra , la Astronomía , la Gnomica , la Náutica , la Geografía, la Estática, la Óptica, la Fortificación mi-^ litar y civil , la Arquitectura , la Mecánica y otros ramos que omito referir aquí. Es maravilloso el pro- greso que ha hecho esta Ciencia y todas las Artes que penden de ella , de un siglo á esta parte , ni se puede de- cir bastante los bienes y las comodidades que pueden resultar al público de esta gran feria de conocimien- tos. Todo Príncipe que desee ver florecientes sus Es- tados , debe poner especial cuidado en que no falte en ellos ninguna de estas profesiones , prefiriendo las que pueden producir mayores ventajas al pueblo , á las que sirven menos para redimir las necesidades públi- cas y mejorar la disposición de sus Estados. El que tiene sus Estados lejos del mar no necesita de la Náu- tica , la qual es un Arte muy útil para el que pueda tener navios en el mar. Muy noble es también la As- tronomía, Toda investigación que se haga en el gran
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teatro del Poder divino , es un trabajo bien emplea- do y muy digno de alabanza. Esta Ciencia puede ser muy útil para muchas cosas, principalmente para la Náutica , y ademas de eso es necesaria para saber for- mar con certeza los Kalendarios , para determinar los Eclipses, los Meridianos, las Longitudes, &c. Sin em- bargo , no es necesaria para muchos ramos de estas profesiones : con pocos libros se satisface esta ne- cesidad. Es evidente que la Geometría abstracta , la qual trata únicamente de las líneas , de los quadra- dos , de las curvas , de los triángulos , de los cálculos y de otras muchas combinaciones muy sutiles con le- tras , números , líneas y guarismos , ha llegado casi al non plus ultra , especialmente en nuestros tiempos, desde que se han aplicado á ella los ingenios mas sobresalientes. Todo merece estimación en esta Cien- cia 5 pero si medimos la ciencia de los hombres con re- lación á la utilidad pública , tal vez hallaremos que alguna parre de ella que fue' cultivada en los tiem- pos pasados , iba á terminar en una árida Metafisica, por decirlo así , la qual influía poco ó no podia in- fluir sino muy remotamente en la utilidad pública, de que aquí hablamos. Aunque no faltan hoy dia tam- poco especulaciones ociosas y fatigas inútiles , quales son las que se emplean en la investigación de tantas curvas 5 ni vanos esfuerzos y paralogismos sobre la quadratura del círculo, &c. Einp;íro no hay duda que estos Matemáticos descubren la verdad casi siempre
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( que es un gran bien ) y son dignos de admiración algunos descubrimientos , los quales están reserva- dos únicamente para los hombres dotados de una gran penetración de juicio. Los últimos descubri- mientos insignes que se han hecho , abrevian tam- bién maravillosamente el camino al que quiere lle- gar á los mas recónditos gabinetes de esta noble e importante Ciencia. Sin embargo , siempre se verifi- cará y será cierto , que el que tiene su atención pues- ta en la utilidad de la República , amará y estimará mas aquellas partes de la Geometría que nos con- ducen directamente á egte fin , que las otras por las quales se nos pide mucho tiempo para darnos á co- nocer la utilidad pública. También se aplica en nues- tros dias la Geometría á la Medicina j mas con que fruto, Dios lo sabe. Gran fuerza tiene igualmen- te el cálculo para desentrañar las mínimas y su- tiles qüestiones , que no merecen mas discusión que las que suelen tratarse en la Lógica ó Metafisica so- bre el ente de razón y otras investigaciones seme- jantes. Trabaja el ingenio y no coje otra cosa que moscas. Lo que (vuelvo á repetirlo) no perjudica en ^ nada el merito de esta Ciencia , la que sería de de- sear que se cultivase bien en todos los países , en to- dos sus ramos ? porque pueden resultar de ella mu- chas ventajas á la utilidad pública. Pero esto se veri- ficará quando llegue á unirse la teórica de esta Cien- cia con la práctica , derramándose en las Artes que le
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están subordinadas , donde no contempla abstracta- mente las proposiciones , ni gasta el tiempo en for- mar especulaciones hasta lo infinito , sino que ha- ciendo alianza con el raciocinio y con las Informa- ciones de los sentidos , dan razón de las obras parti- culares de la Naturaleza ó del Arte, y van descubrien- do e' investigando cada dia cosas nuevas , que sirven maravillosamente para el progreso de las Artes y para la utilidad y conveniencias de la humana sociedad.
iQue*^ bellos progresos no se han hecho en la f /- tática y en la Óptica , de ciento y quarenta años á esta parte ! Y con el auxilio de ella por medio de los te- lescopios , ha dado la Astronomía unos pasos maravi- llosos j y otros tantos la Física con el auxilio de los microscopios , de los barómetros y de la máquina Pneumática. Se ha rectificado muchísimo la Geogra- fía. Vemos que han sido inventadas muchas máqui- nas de todas especies para la mayor conveniencia y utilidad del público. La Perspectiva y los Reloxes se van perfeccionando mas y mas de cada dia ; y todas las demás Artes y Ciencias comprehendidas en el vasto campo de las Matemáticas caminan á igual paso. Pero deberíamos desear que todos los Príncipes promovie- sen estos estudios en sus Estados , y que hubiera pre- mios destinados para los que produxcsen nuevas in- venciones y máquinas provechosas para las varias ne- cesidades de la vida y del comercio humano. Y tam- bieti se debe apreciar la industria del que hace sola-
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inente nuevas máquinas deleítable's , que sirven para el recreo y diversión de las gentes. He conocido al- gunos inclinados naturalmente á la Mecánica , capa- ces de hacer unos vuelos muy rápidos en ella , si hu- bieran sido animados y fomentados por los que po- dían haberles asistido ; mas estos vuelos piden cierta- mente un conocimiento de las referidas Matemáticas. Es gloria particular de los Franceses el estar promo- viendo mas y mas continuamente el estudio y la prác- tica de la Mecánica. Parece solam.ente que no se de- bían apresurar tanto en decidir del merito y utili- dad de las máquinas , sin haber hecho antes varios y repetidos experimentos. Hoy dia es muy celebrado el Vaucanson Francés , como inventor de una máqui- na para fabricar estofas de seda , per medio de la qual una muger sola basta para conducir diez ó doce telares, quando en la práctica ordinaria son menester dos personas para cada uno. Estas maravillas del Arte necesitan muchas pruebas. Conviene mucho también para el decoro de la ciudad tener buenos Arquitectos^ pero mas necesarios son todavía los Ligenreros pzxz las fortificaó*;nes de los rios ^^ para ios conductos de los canales , y para el uso de qualquier navegación que se haya de hacer por los rios en un país mediterrá- neo. Gran descuido sería el de aquellos Príncipes que careciesen de estos Artífices. Y en todos tiempos se ha visto que los Ingenieros necesitan tener una larga prác- tica y mucha experiencia y lo mismo que-^ los Médicos,
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para desempeñar bien su profesión. También es nece- saria la probidad en los MHitares , porque podían es- tar haciendo fortificaciones continuamente con utili- dad suya , en perjuicio de los pueblos. Algunas veces acaece también que un Ingeniero que sucede á otro, destruye lo que habia obrado el primero , y quando llega la ocasión de emprender la guerra , se halla que no vale nada tampoco lo que ha hecho el segundo. El que quiera sujetar los ríos y darles nuevas cor- rientes necesita saber mucho 5 porque algunas veces vemos que se ríen las aguas de estos Maestro?, y echan á tierra de un golpe los trabajos que han costado mu- chas fatigas y unas sumas considerables de dinero. Muchas veces sabe mas un villano con sola la prác- tica que tiene de los ríos y de sus reparos , que el que maneja fácilmente el cálculo integral ó diferen- cial , y posee igualmente la teórica de los infinitési- mos. Aunque un buen Matemático sepa inventar y describir en un Mapa un ingenioso edificio para arre- glar los ríos , con todo sino prevee toda la potencia que tiene la fuerza del- agua con todas sus circuns- tancias , siempre correrá peligro de que varili su tra- bajo puesto en práctica 6 se declare por vano. Y por lo mismo se deben considerar dichosos los países,; donde hay Ingenieros de un talento penetrativo , de mucha conciencia y cautela , y muy experimentados para hacer obras no solo útiles y necesarias , sino tam- bién^ permanentes. También merecería mucho aplauso
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el Príncipe que fundase una escuela de Dibzixo , don- de concurriesen los Pintores , Arquitectos , Plateros Lapidarios jAIbañiles, y los demás que necesitan sa- ber esta Arte para trabajar sus obras. Bien empleado sería el tiempo que se gastase en ella ; y para esto podrían destinarse las tardes de los Domingos y de- mas días de fiesta , después de haberse concluido los Oficios de la Iglesia. Con semejante auxilio , ¿quien dexará de conocer que podrían labrar sus tjbras to- dos estos Artífices con m.as comodidad y perfección ?
CAPITULO XIIL
De la Lógica , Física , y Metafisica.
JL a que en los líltirr.os siglos se ostentó el reyro de la Filosofía en los ti es estudios de la Légica , Física^ y Metafisica , olvidando y depreciando la Moral que en los tiempos antiguos era la rt) ra de la Filoscfíaj conviene decir aquí algo de estas partes , considerán- dolas también respecto ¿el Bien público. Es tal y tan grande , no digo ia utilidad ^ sino la necesidad de la Log'ca , que el que no estuviese bien fundado en ella, jamas podrá discurrir con acierto en materia alguna sublime ó baxa , ya sea Ciencia ó Arte , &c. La Lógi- ca es una llave ó inítrumento, de que necesitan to- dos nuestros razonamientos , porque la fuerza de estos consiste en establecer buenas máximas y principios
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seguros , y en saber deducir de ellos después conse- cuencias legítimas j en conocer lo que es sofisma ó verdad j en discernir bien las razones , las causas de las cosas y sus relaciones ; en comprehender nuestros errores y los ágenos y las prevenciones ó preocupa- clones ; examinando si es verdadero ó cierto lo que hablamos creído como tal , antes de examinarlo j en distinguir lo cierto de lo probable , lo verdadero de lo dudoso , lo bueno de lo malo , lo bello de lo feo, y lo justo de lo injusto , del modo que sea posible á un entendimiento tan débil y limitado como el nues- tro. También se debe aprender á dudar prudentemen- te quando se ofrezca , sin dexarse arrastrar de la peli- grosa escuela de los Académicos , ni de la necia y execrable de los Pirrónicos. Y es verdad que aprove- cha mucho saber lo que son silogismos , su fuerza y las demás especies de argumentos que haya ; pero no ha de servir este conocimiento para enfadar al públi- co con aquellas áridas ilaciones de mayor , menor y conseqüencia. En todo el que sabe razonar juiciosa- mente de las cosas , se halla oculta la fuerza de los buenos silogismos y entimemas sin que se perciba la forma ; y solo en las disputas puede haber necesidad de usar de estos silogismos en forma. Querer cargar la mesa de manjares , es quitar el apetito enteramente. En una palabra , la Lógica Artificial no hace mas que perfeccionar la Natural , y así el que careciese de esta, estudiará en vano ó á lo menos sabrá sacar poca ven-
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taia de las luces de la otra. Mucho debemos ' á loí Ingenios del siglo próximo pasado y á los del presen- te ; porque han sacado la Lógica de las Escuelas y de las Cátedras antiguas , y la han enseñado á pasearse por los palacios , por las plazas públicas , y por las ca- sas de los particulares » haciéndonos observar en la práctica de las acciones humanas los muchos errores y paralogismos que cometemos al dia ó á cada paso, las muchas fábulas que hemos admitido por verdades;, y los engaños que regularmente padecemos en nues- tros discursos , muchas veces con perjuicio y descrédi^ tp nuestro. No se puede decir quanto ayudan estas Lógicas al entendimiento humano para reflexionar bien las cosas, sin detenerse en la corteza de ellas , pe- netrándolas su meollo , como sean de aquellas que per- tenecen ala jurisdicción de la razón y no sean muy recónditas , como sucede en muchas investigaciones de las cosas naturales y mucho mas en las de las sobre- naturales. En mi Tratadito de las Fuerzas del entendí- miento referí algunas de estas Lógicas , á las quales añado aquí ahora la del Padre Fortunato de Brixia, Lector de los Menores Reformados de la Observancia, y la del Sr. Antonio Genovesi , Napolitano , que han adquirido credito en Italia. Siendo pues uno de los mas importantes oficios del hombre saber raciocinar y juzgar bien de las cosas , porque no solo sirve esto mucho á nuestra condición particular y económica, para libertarnos de muchos males y errores , sino tam-
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bien al trato humano y al Gobierno político j y sir- viéndonos tanto la buena Lógica para formar los jui- cios sólidos y bien ordenados en las ocasiones , tiene por consiguiente interés el público en que se enseñe y aprenda esta Arte por todo el que quiera hacer bue- na figura en el mundo. Y no es menester recordar aquí, que se han de desterrar de la Lógica muchas qüestio- nes vanas y ridiculas que introduxeron en ella los si- glos bárbaros ; porque este punto ha sido ya medita- do y remediado por los Autores modernos que han publicado buenas Lógicas.
En quanto á la Metafisica , se debe decif que es una Ciencia nobilísima y sumamente útil para el que quiera dedicarse después á la meditación de las cosas, elevándose quanto le sea posible sobre lo sensible de la materia , y especialmente sobre la existencia y per- fecciones de Dios , y sobre la espiritualidad e inmor- talidad de nuestra alma : dos puntos de muchísima importancia para nuestra vida. Sin embargo , es cierto que no faltan libros que puedan instruir bastante al pueblo en estas dos grandes verdades ; por lo qual , no es menester recurrir á las sutilezas de la Metafisica que son entendidas de pocos , para aprenderlas. Tam- bién es conveniente no sutilizar demasiado , porque hemos visto algunos de estos ingenios metafisicos que se han elevado tanto con sus abstracciones , que se han perdido entre las nubes , y han derramado pro- posiciones peligrosas ó sentencias muy parecidas á los
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sueños. El que se dedique á estudiar la Teología y quiera tratar de los principios de las acciones humanas, necesita entrar en los gabinetes secretos de la Metafisi- ca j y para qualquier estudio que sea , aprovechará mucho tomar una breve idea de ella. Como los Maes- tros no pierdan el tiempo en niñerías , pueden ense- ñar esta Lógica en quatto meses. El tiempo es una alhaja muy preciosa j y entre aprender cosas inúti- les y perderlo , no hay ninguna diferencia. Ni se diga que estas qiiestiones metafísicas y sutiles , no se tratan mas que para aguzar el entendimiento i porque na- die tiene necesidad de aprender cosas tan vanas y aereas j y quando fuese este el fin , ¿ faltarían acaso argumentos ni qüestiones sólidas , con que exercitar la agudeza y penetración de los ingenios? •
Por lo que toca á la Física , considerándola con relación al Bien público , me ha de ser lícito decir que la General ^ esto es , la que trata de los primeros principios de las cosas , es un campo de batalla donde se saca poca substancia de sensible utilidad pública. Será digno de alabanza el que aprenda con brevedad quanto han escrito de ella, los varios Filósofos tanto antiguos como modernos , pero sin detenerse mucho en ello. Porque sacadas las cuentas , no se disputa en ella de otra cosa que de nombres y de cosas que son de pura imaginación. Si uno exalta los átomos por prin- cipios de las cosas, esto es, unos cuerpecillos de tal pequenez que no admiten division : otro podrá decir
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muy bien que todo cuerpo es divisible hasta lo infi- nito j pero últimamente habrá de confesar , que aun- que el entendimiento concibe fácilmente aquella divi- sibilidad infinita , no puede darse fisica y realmente. Y lo mismo podemos decir de tantas controversias sobre los vórtices, y de las disputas acerca del vacío. Quando se concibiera que sin algún vacío sería impo- sible el movimiento de los cuerpos , se habria aprendi- do bastante. Y esto se verifica también en la imagina- ción y suposición del Éter , que nadie ha visto jamas, aunque fue reconocido por los antiguos y hoy lo admiten también los modernos j porque no podria mo- verse el , sin algún espacio vacío. Estas questiones son ingeniosas para el exercicio de las Escuelas ; pero de muy poco fruto para gastar en ellas mucho tiempo. No se ven sino disputas , pero ingnoramos siempre quien gana la victoria. Es muy obscura esta parte de la Filosofia. Platon y Aristóteles fueron Señores por espadó de muchos siglos del campo de batalla. Los Gasendistas y Cartesianos creyeron en estos últi- mos tiempos que los habían auyentado de la palestra; pero en lo me;or de su triunfo, salieron contra ellos ios Neutonianos , los Lebnicianos, los Wolfianos, ,&c. hombres todos de mucho ingenio , cuyos sistemas pue- den esperar la misma fortunas ¡pero quántos castillos fabrican también en el ayre tòdoS'estos Filósofos !
■ -'^Quando comienza á tratar- después la Física de los puntos. particulares, y. g-.'dS''l!òs elementos , de la
luz , y consecutivamente de los innumerables cuerpos celestes ó terrestres animados ó inanimados , enton- ces sí que presenta un vasto campo , del que puede sacar copiosos frutos el que sepa cultivarlo. El pri- mero es admirar en tantos objetos, y especialmen- te en la admirable fábrica del hombre , y en la varie- dad y propiedad de los animales y vegetables , la exis- tencia de un Artífice infinitamente sabio y omnipoten- te. El otro es que el estudio de la Naturaleza , como se dirige á descubrir los arcanos de las obras del Cria- dor , puede ser de mucha utilidad para la Medicina para la Agricultura , para la Economia , para la Na- vegación , para el Comercio humano , y para otras muchas Arres , necesidades y com.odidades de nuestra Vida. Muy dignos de envidia son seguramente París Londres , Berlin , Petersburgo , Bolonia , &c. por la institución de las Academias de las Ciencias , que tie- nen por objeto todas estas ventajas y beneficios. La Filosofía Experimental que merece la principal aten- ción sobre todas las demás Ciencias, ha descubierto de un siglo y medio á esta parte , unas minas muy grandes de verdades útilísimas , y de cada dia va des- cubriendo mas. Todo lo que sea estudio de cosas na- turales , á fin de averiguar las causas , los efectos la fuerza , el constitutivo de ellas , &c. aunque trate de cosas mínimas , es de estimar. En este reyno una verdad ayuda á la otra , y los experimentos de los insignes Filósofos de estos últimos tiempos
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nos han regalado unas grandes verdades que fue'ron
ignoradas antiguamente. ¿Que' no liemos visto en estos tiempos? La electricidad, con tanta progresión de movimiento , con tan gran dilatación de luz y de centellas , y con otros nuevos fenómenos no esperados y estraños , nos ha descubierto un nuevo mundo , y revelado un secreto tan admirable que dará bastante materia para las meditaciones de los Filósofos. Y quan- do no se penetren todas las causas y principios , sin embargo habrá siempre un nuevo motivo para admi- rar la sabiduría y el poder de quien ha creado y for- mado el todo con tantas ruedas maravillosas , que la mayor parte de ellas son enteramente desconocidas a nuestro entendimiento , ó apenas tiene noticia de ellas , á pesar de su engreimiento. Y si ahora no se conoce la utilidad de estos fenómenos , puede que la sepamos algún dia. Mientras tanto falta aclarar bien si aquel sacudimiento maravilloso que produce , influ- ye verdaderamente en la permanente curación de al- gunas dolencias. Los antiguos conocieron la fuerza atractiva del imán , pero no advirtieron que se dirigía hacia el Polo, ni que podia servir para los navegan- tes , como se ha observado de algunos siglos á esta parte , con mucho beneficio de la Náutica. Y asimismo hemos descubierto ó conocido mejor , que el ayre es pesado ; como se introduce y condensa en los cuerpos? como se alverga en ellos igualmente el fuego descono- cido? y que la luz es un elemento distinto de los demás.
135 Acerca de la anatomía de los árboles y demás
plantas , tal vez no habrá mas que desear después de tantos descubrimientos hechos por los modernos. Mu- cho ha ganado también en nuestros dias la jardinería por las observaciones de los excelentes Jardineros j so- lo deberíamos desear que los ingenios filósofos se apli* casen á la Agricultura especialmente , á fin de consi- derar todo lo que puede servir para aumentarla y m.e- jorarla y para remediar sus defectos , si fuese posible tanto los que proceden del terreno , como los que di- manan de las mismas plantas ó de su nacimiento. ¿Que' no se podría esperar sí los hombres que han ve- nido al mundo con una gran perspicacia y agudeza de entendimiento para saber filosofar bien , hiciesen tantos experimentos sobre el cultivo de las tierras, Scc. quantos se están haciendo tal vez sobre muchas co- sas , en las quales aunque se descubra algún secre- to de la Naturaleza , útil á la verdad para el progre- so de la Filosofia , no redunda de ello ninguna ver- dadera utilidad para el común de los hombres i Mas beneficio creo yo recibiría el público de quien supie- ra enseñarle el modo de libertar los campos de tantos asesinos ó subterráneos ó visibles , que están conju- rados á malograr las fatigas de los pobres labradores que de otro qualquiera que le procurase algún nuevo experimento en la máquina Pneumática , en la Quí- mica , Scc. Hemos visto muchos años devorar los in- sectos subterráneamente todos los granos , estando aun
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en yerba, arrasando campiñas enteras 5 y los grillos,
los ratones , las langostas y las orugas declarar la guerra á los campos. Nos haría un gran bien la ma- gestad filosófica si se baxase á investigarnos un me- dio para arruinar estas pestes. Yo conozco muchos que esxarian mas obligados á un Filósofo , si les su- piera enseñar la manera de desterrar de los prados y de los huertos , los topos subterráneos y la carcoma de los árboles , que si les entretuviese muchas horas con una pomposa disertación sobre las causas del fluxo y refluxo del mar. Por esta razón debemos decir que son de estimar y apreciar mucho los Diccionarios de las Artes , del Comercio y de la Economía , publi- cados en Francia en estos últimos tiempos. Dirán que en lo económico hay secrecos y remedios en abun- dancia que no rienen el menor merito. Pero con to- do , son tantas las noticias útiles para la Repúbli- ca que enseñan y traen ellos , que se debe desear mucho se continúe la traducción que se ha empeza- do, por la qual pueden hacerse familiares á toda la Italia i y es una mala vergüenza que se haya inter- rumpido. No se imprime libro alguno en París que no tenga la aprobación del Magistrado 5 y no se per- mite nunca su impresión , como no se conozca que .es sugeto capaz y hábil el librero ó impresor para cumplir quanto haya prometido sin burlar al públi- co : y de esta manera se logra también mantener en los países el credito. Grandes ventajas podríamos
ecibir de ha Filósofos perspicaces y experimentados, sì quisiesen trabajar en aquellas Artes que pueden me- jorarse : en cuyo caso deberíamos prometernos mas perfección , mas facilidad y mas liermosura en ellas. Entre las muchas alabanzas que se itierece ei celebre Sr. Reaumur j Socio de la Real Academia de Cien- cias de París , se cuenta aquella noble curiosidad que le hacía andar solícito por todas partes , buscando lo que faltaba á las Artes, observando lo que era vi- cioso en ellas y lo que se les podia añadir. F4 qual entre otras cosas , inventó la manera de hacer manu- facturas de acero ó de hierro fundido , adornando sus obras con varias flores , figuras y grupos pintados de mucho precio , y también con un barniz que defien- de del ollin el hierro labrado : y debemos otros descubrimientos útiles á este insigne Filósofo^ Tam- bién será digno de alabanza el que sepa filosofar y hallar lo bueno y lo mejor , aun en las cosas menu- das que pueden servir de alguna utilidad para la sa- lud , para las conveniencias , para las necesidades de la vida humana y para el comercio de los hombres. Gran Filósofo sería también el que inventó la máqui' na para fabricar medias de telar.
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CAPITULO XIV.
De la Historia , Erudición , Eloqüencia y Poesia.
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o necesito fatigarme para probar la mucha utili- dad que acarrea al bien de la República el estudio de la Historia , tanto eclesiástica como civil. El asunto- mismo aboga en su favor , y no hay nadie que no recomiende esta letura. Bueno es tener maestros hábi- les de Filosofia Moral , de Política y de Milicia , pa- ra el buen gobierno de rosctros mismos y el del Es- tado , y para la dirección de los empleos concernien- tes á la guerra. Pero la Historia es una maestra de la práctica que nos hace ver en las acciones de los otros , lo que nos enseña la teórica de ellos , esto es, el bien que han sabido obrar tantos Príncipes sabios y hombres ilustres, ó el mal que han causado ot os muchos por imprudentes ó perversos. Y por esto, toda Historia que no sea fabulosa , ni este sobrecargada de hechos romancescos merece aprecio : porque el cono-* cimiento de lo que ha sucedido en el mundo , puede aprovechar mucho para el gobierno de lo que puede suceder actualmente. Ojalá se aplicasen los Príncipes á. este estudio , á lo menos en su juventud , baxo la di- lección de un sabio maestro , y dexasen á los suge- tos de otra, esfera las qiiestiones cronológicas , y la me-- moria de tantas batallas y personas que hicieron en al- gún tiempo figura en el mundo. ¡Oh quanto podrían.
1 5P. aprendíer ! Pero no se ha de creer que todas las His- torias son de una misma naturaleza y que su letura puede aprovechar igualmente á los lectores y á la Re- pública. Las que han sido escritas por hombres jui- ciosos , con libertad y sin pasiones particulares , que persuaden el ánimo de los lectores , sin usar de sofis- terías ni d^ otras armas indecentes 5 que guardan un justo equilibrio en decidir del merito ó demerito de las acciones agenas 5 que saben distinguir las fraudes, los errores , los golpes de fortuna , los verdaderos de- rechos , de los pretextos y de las paliadas razones pa- ra usar supercherías y hacer guerra á los vecinos j y otros semejantes acaecimientos humanos , son las que deben ser preferidas á todas. En las quales, instruido el que las lee , puede aplicar después los conocimien- tos que ha adquirido en beneficio suyo ó del público. Con todo eso , ninguna parte de la Historia se debe estimar tanto , como las vidas de los hom.bres grandes e ilustres , que pueden servir de espejo y modelo la que exercc la misma profesión. Tenemos las vidas de los antiguos verdaderos Mártires , Confesores , Vírgines y Viudas de gran santidad j pero habiendo perecido sus memorias antiguas , hubo tiempos en que algunos Es- critores atribuye'ron á estos siervos de Dios aquellos hechos y milagros que se imaginaron podrían haber hecho ,esto es , que podía haber obrado Dios por me- dio de ellos , sin escrupulizar nada sobre si los hicie- ron verdaderamente. Pero no faltan vidas que son ver-
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daderas y autenticas , no solo de los tiempos mas an- tiguos y de los que Ics Kan sucedido, sino también de nuestros dias , muy dignas de ser icidas de todos los que aman y conocen ei merito de la piedad y demás virtudes. Tenemos una multitud de libros de devoción y de materias contemplativas 5 pero nada contribuye tanto para hacernos santos y verdaderos hombres de bien , como la lección de las vidas de los Santos. El camino de los preceptos de la virtud es largo > pero el de los exemplos es muy breve y fácil. Por esta misma razón , en la vida de los buenos Príncipes y de los grandes hombres que ha habido , tanto en tos siglos antiguos como en los modernos , se encuentra la es- cuela mas útil y eficaz para dirigir bien á los demás. Siempre que leyesen los Príncipes estas vidas con la recta intención de aprovecharse de su lectura , halla- rían en aquellos retratos nobles lo que les falta á ellos: adquirirían la clemencia, la moderación , el valor en las adversidades , la modestia en la prosperidad , el amor que se debe á los subditos , y otras muchas virtu- des , las quales tienen mucha mas fuerza para mover nuestros corazones, consideradas en un sugeto que está representado vivo y en movimiento , que los prc-ep» tos y documentos de los libros impresos. Y lo mismo se debe decir de todo el que lea las vidas de los mas famosos Ministros de Estado , de los Capitanes mas ce-- lebrados , e igualmente de todas las demás profesiones. Poxptra parte es cierto , que aunque el saber sea ua
141 excelente ornato del hombre , es nn auxilio poderoso para crecer en la virtud y aumentar su propia fortu- na» Pero si esta semilla cae en mala tierra , no sirve de otra cosa que para hacer mas malos y perniciosos á los hombres , que si fuesen ignorantes.
La Erudición es un vasto mar que en-tra en la ju- risdicción de casi todas las Ciencias y Artes , exami- nando los muchos hechos, las costumbres , las religio- nes y los ritos de los antiguos y sus gobiernos ^las ma- nufacturas, las fábricas y otras muchas cosas que hubo en los siglos mas remotos, y el conocimiento y la letura de los libros que nos han quedado de la antigüedad. Ver- daderamente no hay ramo ni parte de la Erudición an- tigua ( es menester confesarlo ) que no pueda servir- nos bien , á lo me'nos para entender mejor los libros antiguos, y las costumbres de los siglos pasados, y pa- ra entretener la honesta curiosidad del hombre. Digo honesta , porque de otra suerte se convertiría la erudi- ción en veneno. Sin embargo, seame lícito decir, que si de qualquiera fruslería de erudición seca y estéril, que puede servir tal vez. para algún adorno y adelan- tamiento de las letras , no se saca utilidad alguna pa- ra la República 5 como sucede especialmente en tan- tas disputas de Gramática y Ortografia , en tantas su-' tiles conjeturas sobre las palabras y sentidos de los li- bros antiguos, en los Tratados sobre las evillas ,. sobre- las coronas y sobre tanta multitud de dioses y ó sea de idolosV y tablas ó inscripciones de la antigüedad , ¿para, ^
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que se ha de consumir tanto tiempo e ingenio en ad- quirir noticias de poco aprecio , y á veces tan obscu- ras que de ninguna manera pueden contribuir á la felicidad del hombre , ni aprenderse de ellas cosa que pueda servir para el uso de la vida ? No niego la ho- nestidad de semejantes ocupaciones , porque siempre se aprende algo que alimente la curiosidad 5 pero fi- nalmente , si midiésemos ios asuntos de Erudición por la utilidad que pueden traer al público , los apre- ciiriamos mucho me'nos. Ahora , hablando de lo que puede redundar directamente en beneficio del público, convendrá escoger y preferir aquellos tratados de Eru- dición que contienen unas luces tales de antigüeda- des, de documentos ó de hechos, que puedan servir- nos de guia para mejorar las Artes , para gobernar- nos bien á nosotros mismos , y para promover las ven- tajas de la República. Hallariamos un pasto muy agra- dable , observando solamente cómo se conducían con sus Gobiernos y en las Artes , y que costumbres pro- fesaron los antiguos Romanos , los Egipcios , los Per- sas , las Repúblicas de la Grecia y otros semejan- tes pueblos cultos de la antigüedad 5 y quales fue'- ron sus Leyes , su Milicia , su Comercio y su Na- vegación, &c. Y finalmente , ¿quien ignora que sus defjctos nos pueden servir para corregir nuestras faltas , errores e ilusiones ? Y por lo que hace á do- cumentos , los libros que nos han dexado los anti- gaos, especialmente los que profesaron la Filosofia de'
143 la vidi , como Platon , Aristóteles , Cicerón , Plutar- co , Seneca y Epicteto , pueden llamarse con razón minas del saber : y mas si se les añade lo que han es- crito los mejores Autores modernos , especialmente lo que aprendemos en los dogmas del christianismo, que contienen en el mas alto grado la rectitud y la .verdad. Hablo de este modo , porque privados los an- tiguos Escritores Paganos de aquella luz que ilumina á todo hombre que viene á este mundo , nos dan mu- chas veces el pan con una mano y con otra el ve- neno.
Muchos creerán fácilmente que la necesidad de poseer la eloqikncia se estiende á pocos , por estar restringido su uso en el dia á los Oradores sagrados; pero se estiende mucho mas el merito de esta Arte, que influye igualmente en el Bien público. Es indis- pensable escribir cartas , conviene hacer relaciones,, componer libros , formar alegatos legales y arengas para los pleytos ó para los negocios políticos , coma se practica en qualquiera ciudad , ó consultas de Médi- cos , sin hablar de otras escrituras pertenecientes á los intereses públicos ó particulares. Si la Eloqúencia que pule y aumenta el ingenio de los hombres , y enseña la vizarria del estilo y el bello modo de exponer los sentimientos y las razones con fuerza , con claridad noble y sin afectación alguna , entra en aquellos es- critos ó razonamientos , sin duda persuadirá y alcan- • zalá mas ,, ó. á lo menos deleitará y merecerá mas
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aplauso y alabanza , que el trivial y grosero modo de
hablar y escribir de orros. Por esto se ha de decir que es un ingrediente universal que da buen sabor, y muy bella luz también á qualquiera especie de His- toria , ó por mejor decir á todo libro de qualquier asunto que trate. Por cuyo motivo debíamos desear que todos los amantes y profesores de las letras se procurasen este precioso adorno : advirtiendo que la verdadera Eloqüencia no consiste solamente en niñe- rías , ni en palabras , ni en conceptos y amplificacio- nes este'riles j sino en decir cosas de substancia con bella gracia , y en hacer que se hermanen el ingenio y la fantasía , para exponer sabiamente la verdad, las razones y la doctrina al que lee ó está oyendo.
No se debe despreciar , sino antes bien es muy digna de que se alabe la Poesía , especialmente en nues- tros dins en que la vemos bastante purificada de va- rios lunares que la obscurecían en el siglo pasado. Los Filósofos antiguos hallaron muy bellos documentos en Homero y en otros machos Poetas de aquellos tiem- pos , y adornaban con ellos sus escritos. Nosotros los podri¿:mos hallar en ellos también todavía en los me- jores de los Latinos y en otros celebres Italianos ,no para hacer una vana ostentación , ni para ensartar sus ver- sos por todas partes ; sino para aprender sentencias su- tiles , huyendo solamente de los que podrían infes- tar la mente de los que tienen muy buen cuidado de conservar la sanidad del alma. Ademas de esto , me-
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rece mucha estimación la Poesía , porque desbasta el
entendimiento y aguza el ingenio , y quando no haga otra cosa puede deleitar 5 lo qual es un bien que no carece de precio. Fuera de que quien sabe formar una gallarda composición Poetica y bien sensata , aunque no tenga un ingenio muy poe'tico , esto es , muy vi- vo , fantástico y estable , como ha suceáido á algu- nos de los que han cultivado esta Arte , y puede ve- rificarse en otros muchos en lo sucesivo , este trae con- sigo una recomendación para que le crean capaz de otros empeños , por ser aquella una prueba de su feliz ingenio. Dire mas ; se debia desear que hubiese exce- lentes y honestos Poetas , ricos de invención que ó por amor de la gloria 6 por inclinación á promover el Bien público , escribiesen un buen número de Co- medias de buenas costumbres, de modo que no tuvié- semos que recurrir á otras fuentes para divertir al pue- blo. El Teatro no es ilícito por sí. La obscenidad de los Cómicos y las Comedias de mala moral son las dos cosas que lo hacen ilícito 5 lo qual desdice mucho de un Gobierno bien ordenado y mucho mas todavía de la pureza del christianismo. No es menester ser un Catón para conocer la fealdad de un abuso semejante, que es tanto mas pernicioso , quanto es mas grande la concurrencia de los que asisten á estas diversiones, donde se enseña la malicia , se desacredita y se pone en ridículo la virtud , y se escucha al vicio como un pasatiempo que deleita. Las Comedias en prosa 6 en
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verso que supiesen hacer reír , corrigiendo lo ridículo de las costumbres , de los usos mal concertados y de las necias opiniones del vulgo , y nos suministrasen diestramente unos bellos documentos ó á lo me'nos que no perjudicasen , constituirían el Teatro una es-< cuela secreta de obrar bien , y por lo mismo útil á la República. Si los sabios Príncipes que reynan actualn mente recompensasen con buenos estipendios y rega- los á los que pudiesen proveer el Teatro de Comedias de esta naturaleza > ¿quie'n duda que merecerían mu- cho honor y alabanza á las gentes , y que harian tam- bién un servicio agradable á Dios ? Lo mismo digo de las buenas Tragedias j pero de estas no hay escasez en Italia. En otros tiempos corrompieron este país con muchas Poesías de asuntos amorosos y tal vez obsce- nos , y nos introduxeron también el mal gusto; pero hoy dia parece que han declinado mucho de aquel en- tusiasmo y han vuelto á abrazar el buen gusto. Sin embargo , por otro lado se ve algo decaída la Poesía en nuestros dias, de la fortuna y alto honor que mere- ció en ios tiempos pasados , y no perdere el tiempo el buscar el foi que.
Hay otras Artes que no sirven mas que para el deleite de la vista , como la Pintura y la Escultura ; ó del oido , como la Música , cuyo merito no solo es muy digno de alabanza , sino que se debe desear tam- bién el uso de ellas en todo Gobierno bien ordenado. El mismo deleite que causan , mirado por otro lado,
147 sé debe llamar , como lo he dicho ya , ün Bien públi- co j porque el conservar las facciones de los hombres celebres por su santidad , de los Príncipes y de los demás personages ilustres , es un bien efectivamente: y al que no sabe leer se le han de hacer leer los he- chos de los antiguos y de los modernos en los lienzos 6 en las estatuas. La Naturaleza humana necesita igual- mente muchas veces recrear honestamente los ánimos y alegrarse : y esto lo procura la Música con sus can- tos y variedad de voces ó sonidos. Sin embargo , na- die debe ignorar que la Pintura y Escultura , quan- do llevan consigo la deshonestidad , no son un bien, sino un mal manifiesto , y no digo m.as. Por lo que mira á la Música , aunque se cuenta entre los manja- res sanos y deliciosos del ánimo , con todo no se di- ferencia de los del cuerpo , los quales por muy sanos y sabrosos que sean , en tomándolos con exceso se convierten en veneno. A quien gana el pan con es- ta Arte le pertenece internarse en su estudio y en su práctica j pero sería indecoroso á los demás hacer profesión de lo que solamente debe servirles de diver- timiento. Mucho habia que decir sobre los malos efectos que causa la Música afeminada , y tanto mas en boca de las damas ; y de aquella que hace perder la devoción en las Iglesias en vez de conciliaria , y de • los excesos de las Operas modernas de Música. Pero dexare á otros este trabajo , porque sería menester en- trar en un asunto que me haria estender demasiado,
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y á mí me basta dar aquí uua simple idea. CAPITULO XV.
De la agricultura,
V^uando se habla del Cultivo de las tierras , parece que se trata de una de las Artes mas viles y despreciables. Y á la verdad , ¿ puede parecer otra co- sa , si se repara que no se aplican á ella mas que los pobres y rústicos aldeanos con las manos callosas por sus muchas fatigas , los quales después de tantos sudo- res suelen comer miserablemente algunas veces i Pe- ro no se entendía así en los primeros tiempos de la República Romana y de otras muchas de la Gre- cia , que tenian la Agriculttira y la Milicia , por los dos estudios mas importantes de sus Estados j en uno y otro sabemos que se señalaron ios mas respetables ciudadanos Romanos. Después hicieron otros tanto aprecio de ella , que escribieron Tratados para ense- ñarnos los preceptos. En una palabra , no hay Arte tan recomendada por los Filósofos como la Agricul- tura. Xenofonte hace ver en uno de sus Diálogos la ventaja que conseguirla el Estado , si el Príncipe pre- miase á los que se distinguen en la Agricultura, en el Comercio y en las demás Artes. Ipsa Agricultura, dice , magnurn incrementum sumerct , si quls vel per agros , vel per vicos , optime terram excolentibus pra-
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mìa constltueret. A su tiempo hablaremos del arries- gado oficio de la Milicia 5 consideremos ahora el ino- cente de la Agricultura, Toda ciudad y población de- bía tener un territorio que fuese capaz de suministrar grano regularmente á sus habitantes , ü otra qual- quier especie de alimento. Hay ciudades que super- abundan en granos , otras tienen escasez de ellos , y otras carecen enteramente y tienen que suplir su de- fecto y necesidad ccn el tráfico , con las Artes y con otros frutos de industria. Ahora , todo el m.undo sabe que no hay cosa mas necesaria que el sustento de la vida , y este no puede venirnos sino de la tier- ra que es la que produce granos , legumbres , vino, aceyte , frutos , herbajes y otras muchas cosas que están destinadas para el alimento de los hombres -, así como el lino, el cáñamo , la seda y la lana son para el vestido í y no suministrará semejantes auxilios la tierra como no este bien cultivada. Este es á punto fijo el oficio de la Agricultura ó llámese cultivación de los campos, como también la abundancia y mantenimiento de los ganados. Sea pues vasto ó corto el territorio de un pueblo , es máxima esencial de un buen Gobierno , ha- cer que rinda todo el fruto que pueda 5 y lo que sobra- se después de abastecido el país , se vende á los demás pueblos y se convierte en oro y plat^. Hay muchos pueblos que no saben 6 no pueden lucrar ganancias, ni enriquecerse con el Comercio , con las Artes , con la Pesca, y con otros ramos de industria que sabe
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inventar ci Ingenio humano ; pero no les falta tierra regularmente de donde puedan sacar los principales fondos para vivir cómodamente en qualquier parte. Merecen ser pobres justamente los que no se aprove- chan de este don que les hizo Dios , y no trabajan en hacer fecunda la tierra para que les rinda mas bie- nes y frutos con que puedan servir mejor á la hu- manidad.
Pero no se puede negar que es diferente la cali- dad de las tierras , así como son varios los ingenios, las inclinaciones , las fuerzas y las facciones de los hombres. Unas son recias y fértiles y otras delga- das y estériles : estas propias para ciertos granos y árboles , y aquellas para otros 5 y finalmente hay tierras en las llanuras y mucho mas en las monta- ñas , que no producen una yerba siquiera. Sin embar- go , los sabios deben establecer esta máxima : Que no hay tierra tan mezquina y avara que no pueda rendir mas ó menos renta y fruto al hombre que sepa cultivar^ la , y no tema el trabajo. Segundariamente : Que no solo los sabios ciudadanos , sino los mismos Principes , de^ ben zelar y procurar que se aumente la cultura de las campiñas todo quanto sea posible. No hay duda que hay países donde si se aplicasen mas las gentes á este tráfico, que no exige largos viages , ni pone á peligro la vida en las tempestades del mar , darian un tercio mas de renta las tierras de la que producen ahora. Todo pende de la inteligencia , de la industria y de la ac-
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tivldad de los labradores. Si estos son perezosos y des- cuidados y no quieren ayudar á la Naturaleza en sus producciones; la tierra que en manos de los diligentes y laboriosos produciría mil por exempío , apenas rendirá seiscientos en poder de ellos. En esto hay gran diferen- cia entre un país y otro. Algunos son tan industriosos, que no solo en las llanuras , sino hasta en los montes hacen que produzcan maravillas sus tierras ; no dexan ociosa la menor partecilla , están siempre en conti- nuo movimiento para corregir qualquier vicio que reconozcan en sus campos ; y viven pensando conti- nuamente de que modo podrán aumentar la fecundi- dad. Parecen también jardines sus huertas por lo bien ordenadas que están las hileras de los árboles, por la belleza y firmeza de las cercas , y por lo bien repartidas que están sus zanjas. No se verifica esto en otros rústicos , los quales no creen que sea un gran mal la floxedad , ni hacen á su debido tiempo aque- llas diligencias y trabajos de que necesita toda cam- piña; y con haber arado una sola vez la tierra y sem- brado , están persuadidos de que han hecho proezas, dexando ya abandonada en paz la huerta , porque quieren que haga lo demás la Naturaleza , sin procu- rar que no se estanquen las cguas , sin limpiar de to- da maleza las crecidas micses , y sin facilitar el pro- greso de las abas con el escardillo , y el del maiz ó trigo Sarraceno.
Sería pues de desear que se pudiese animar la
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gente rústica, á que exercíese mejor su ofícío j y tam- bién deberíamos procurar que lo aprendiese mejor. No se puede hacer con ellos (pluguiese á Dios que se pu- diera) lo que se practica en la Milicia, donde hay tantos Maestros que están disciplinando continuamente la nue- va tropa. Los rústicos necesitaban igualmentctener una escuela de Agricultura : y no faltarla tampoco tiempo para instruirlos > v. g. en los dias de fiesta , después de concluidos los Oficios Eclesiásticos , pues por lo re- gular gastan lo restante del dia en conversaciones va-, ñas y en juegos, quando no en otras cosas peores. Pe- ro sino pudiese ser esto , á lo me'nos convendría mu- cho que yendo los amos de quando en quando á sus Granjas , estudiasen los mejores libros que tratan de esta Arte , para dar á entender después á sus tra- bajadores lo que fuese vicioso , y mas ó menos útil en la cultura de las tierras. No nos faltan libros de estos, aunque no hay muchos, los quales son susceptibles to- davía de mejoramiento y perfección í y por lo mismo convendría escribir obras nuevas, recogiendo también todo lo mejor que han escrito en materias de Agri- cultura los doctos y experimentados ultramontanos. El que sepa practicar todos los documentos y secre- tos de esta profesión , puede prometerse seguramente mayores recompensas de sus huertas. Ni debían aver- gonzarse de exercer esta profesión los mismos nobles, ni los grandes Señores 5 porque si alabamos y esti- mamos tanto como es justo aquellos grandes filóso-
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fbs que están estudiando continuamente el Ubro de la
Naturaleza por medio de la Física experimental , para conocer el peso y la fuerza del ayre , la esencia y el movimiento de la luz , el origen de los colores , la ^'^íenria de la electricidad , la variedad de los insec- tos , de las yerbas , de los fósforos y de otras mu- chas cosas 5 sin embargo de que aunque siempre son dignos y merecedores de alabanza todos estos experi- mentos y descubrimientos , acarrean algunas veces muy poca utilidad al público , ^;por que no hemos de apre- ciar igualmente y con mas razón todavía, el merito de los que estudian los secretos del Arte de la Agri- cultura j Arte tan útil y necesaria al genero huma- no i Antes debíamos desear ( perdóneseme que lo re- pita ) que los grandes ingenios de los Filósofos se ena- morasen de esta Arte y empleasen en ella sus fatigas, haciendo experimentos como lo hacen en otras muchas partes de la Física. Grande aplauso ha merecido , y con razón , el que ha descubierto á costa de fatigas la estructura interior de los árboles , la manera de ali- mentarlos para que crezcan manifestando sus venas, por decirlo así , y como obra el ayre sobre ellos , con otras bellas noticias. Pero mas deberiamos á quien nos enseñase el modo de hacer mas fcr tiles estas mis- mas plantas , aprovechándose de estas luces ; el de de- fenderlos ó curarlos de cierras enfermedades que pa- decen 5 y el de multiplicarlos con mas facilidad. Un labrador no sabe hacer otra cosa que lo que ha visto
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hacer á sus mayores , o ve hacer á sus iguales.
¿Que beneficios no se pod'ian esperar de un Filó- sofo fiel y diligente observador de la economía de la Naturaleza ? He visto montes y cerros tan pelados que apenas nacen en ellos un poco de hentbro ó ralea ó espinas. Y creo firmemente que puesta esta tierra en manos de uno que hiciese varias pruebas y supiese conocer bien la calidad de los terrenos y el origen de donde dimana su esterilidad , no dexarian de sacar al- gún fruto. Porque sino podia servir aquel terreno pa- ra la siembra , servirla para criar bosques. Muchas veces vemos algunos pedazos de tierra que no tienen un pimpollo siquiera , ni un hilo de yeiba. Pero esta sucede , porque apenas brota en ellos qualquiera yer- becilla , se la comen al instante los ganados y arrasan del todo las campiñas. El que plantase algún bosque y lo guardase , cogerla probablemente un buen efec- to. En las faldas mas altas de nuestro Apenino , te- níamos selvas de aya : las quales las echábamos me- nos en los cerros y en las llanuras. Y hay también pinos ó cipreses , que según me han dicho , prende- rían muy bien si se plantasen en los cerros. ¿Pues por que no se habia de experimentar , si están ó no capaces para criarlos tantos pedazos de montañas que yacen incultas sin dar el menor fruto ? La dificul- tad consiste en conocer que plantas son las que aman mas el norte que el mediodía ,y mas el monte que la llanura , para poder dar á cada una su terreno compe- tente.
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También se encuentra mucha variedad en los ter- renos de las llanuras, porque un pedazo suele ser na- turalmente recio , como lo son ordinariamente los que están inmediatos á rios j otro tiene una media- na bondad , y otro es este'ril enteramente. El Filó- sofo sabe raciocinar sobre esta variedad de terrenos, y llega á descubrir las causas intrínsecas de esta di- ferencia por medio de la observación. Unas porque son tenaces y muy difíciles de deshacerse j otras porque abundan de cal , yeso y buena greda ; otras porque han servido de lecho al mar ; y otras porque carecen de partes oleosas , y están infestadas por las aguas subterráneas , ó porque no retienen en sí el nitro que deposita en ellas el cierzo , se hacen de mala calidad. En vista de esto podria pensar el Filósofo que reme- dios se podrían aplicar, ó por que medio se podria ven- cer la mala índole de estos terrenos j y lo hallaría tal vez. Nuestros labradores no saben otra receta para fecundar la tierra que el estiércol , el qual con su ni* tro y azufre da vigor á las plantas , promueve las yerbas , y la semilla de los granos , aunque muchas veces se encuentran unos terrenos tan desgraciados, que se tragan el estie'rcol , por decirlo así, ó á lo me- nos retienen en sí muy poco las ventajosas influen- cias. Puede que subministrase también el Filósofo con sus observaciones algún otro medio para hacer menos infecundas ó mas fecundas las tierras. Se cuenta de un país en Francia , que debaxo de tierra se halla una
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maravillosa cama de conchas , que cavadas ó desme- nuzadas fertilizan los campos. Todos los orines , las aguas javonadas de la Icgia , la basura de las casas (que es muy apreciada en Venecia ) las hojas de los árbo- les que caen al suelo en el otoño , los gusanos- muer- tos que quedan después de hilados los capullos de la seda , y otras muchas cosas que ó las despreciamos 6 las echamos en los albañales , sirven admirablemente para fecundar los campos , y muchas veces por nues- tro descuido se pierde una grande abundancia de ma- terias y humores , así en la ciudad como en las cam- piñas, que beneficiaria mucho los huertos y sembra- dos. Finalmente hay países tan descuidados , (y aun de- bería hacerles menor honor ) , que venden á sus ve- cinos la palomina , el sirle y otras materias semejan- tes , que llamamos nosotros grasicntas , como sino los necesitasen sus campos. Una de las quejas de muchos labradores en algunas provincias donde son poco fértiles las tierras , es que los Señores no les fa- vorecen con el estiércol que necesitan. Y comunmente sucede que siendo pobres los dueños de ellas , no pue- den hacer otra cosa 5 ademas de que no hay minas de estiércol para poder contentar á todos. Pero si los la- bradores tuviesen conocimiento de todo lo que pu- diera aumentar la yerba en sus prados 5 se les propor- cionase la comodidad de poder tener y criar bastantes ganados , y procurasen saber todo lo que se pudiese podrir y formar estiércol 5 tal vez podrían proveer al--
guna parte á lo menos de su necesidad. Convendría igualmente que no se desperdiciase nada de quanto produce la tierra , ni de io que es parte del cuerpo , 6 sale de qualquier animai ^ empezando por el hombre: V. gr. los cabellos , uíías , plumas , pelos , pieles , astas, retazos de paños de lana y otras producciones de la Naturaleza , son aptas para fertilizar los campos y pa- ra promover las vejetacion de los cáñamos , por con- tener en sí azufre , nitro ó aceyte. Finalmente hasta la tierra desmenuzada ó el polvo de los caminos y mu- cho mas el ollin de las chimeneas , puede benefi- ciar mucho los prados. Y los Boloneses industriosos compran á los de Modena las plumas gruesas de los pollos y demás aves para fertilizar sus cáñamos j y es- tos otros no hacen caso de ellas»
Deberíamos desear en extremo que hubiese la- bradores industriosos que no perdiesen ni una hora de tiempo , ni temiesen el trabajo. Pero para esto debian concurrir la fuerza y el premio al mismo tiempo. Tam^ bien servirla mucho el hacer venir á un país á los es- trangeros , para que con su actividad enseñasen á tra;- bajar á los perezosos , y un mejor modo de fecundar las tierras. En Italia hay muchas constituciones que han sido compuestas por sugetos instruidos en la Agri- cultura , en las quales se contienen muchas reglas bue- nas que deberían observarse en el cultivo de las tier- ras r se prescriben penas igualmente para los transgre- soresjy se señalan premios para el que hace barbe-
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chos , planta árboles , cava las viñas , 6 se emplea en hacer otras operaciones rurales. Sería menester esco- ger en cada país el mejor terreno , y hacer que se ob- servase en el puntualmente lo que se hubiese pres- crito. Y sobre todo conviene decir , que hasta los Príncipes deberian velar en esta parte por medio de sus Magistrados, para que no hallase tropiezos ni obs- táculos la feliz Agricultura , y para promover sus ade- lantamientos. Por exemplo , un dueño solícito y cui- dadoso de una hacienda , puede inducir muy bien á sus criados á que faciliten el curso en sus campos á aque- llas aguas , que estancadas ahogarían las yerbas y los granos , mandándoles hacer los fosos y las zanjas que fuessn convenientes : pero esto no aprovechará regu- larmente , como no haya un Magistrado que mande y haga executar la excavación de los fosos , y for- mar los conductos maestros que son de la mayor im- portancia en todo país j no solo en los que están cons- tituidos en alguna altura , sino con mas razón todavía en los baxos : que zele y atienda al resarcimiento ó á la conservación de los murallones de los rios y de los arroyos 5 y que faciliten el uso de las aguas para regar los campos. Hay países donde hay lagunas que se podrían secar ó hacerlas servir también para pesque- ras; pero nadie piensa en ello. En otros se dexa perder una grande abundancia de aguas por descuido de los habitantes ó del que manda. Les da Dios riquezas y no las conocen , ó no saben servirse de ellas. El que
15^ haya leido las relaciones de la China y del Perú , sa- brá con que admirable industria y paciencia traen aque- llos pueblos las aguas desde muy lejos para benefi- ciar sus campos. Una onza de ella que se pierda sola- mente , siendo apta para regar las tierras , arguye po- co seso en los habitantes.
No ha muchos aiíos que han aprendido los Mo- deneses á sacar aceyte , y sacan no poca porción , dé los granillos de la uva. Pero ni ellos , ni los habitan- tes de la Lombardia de la parte del Pó , tendrán cose- cha de aceyte para las comidas , porque no piensan en criar olivos , ò si se acuerdan , miran este ramo con abandono. Es verdad que semejantes árboles aman ios cerros 5 necesitan de un país cálido , temen las tramon- tanas , y desean el ayre del amar 5 pero seame lícito decir , que el no coger en estos países una porción competente de aceyte de olivas , como sucede en la ribera del Salo y en otras partes , proviene de nues- tro descuido. Tenemos los cerros baxos , que son ca- paces y aptos para criar estos nobles árboles , y quan- do no rindiesen toda aquella abundancia de aceyte que rinden los olivos del mar Toscano y Ligustico;, por fin no dexarian de dar mucho. Vemos claramen- te que crian algunos en aquellos cerros dos castas de olivos y que producen aceytunas ordinarias y sil- vestres. De algunas suelen sacar aceyte , pero las otras las adoban para comer ; comida desabrida y de ninguna substancia. éQuánto mejor sería que saca-
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sen de ellas el aceyte que se pudiera ? Y estas pocas aceytunas que se cogen , aun podemos decir que nos vienen de las liberales manos de la Naturaleza. Por- que nuestros labradores saben cultivar muy poco ó riada absolutamente estas plantas , y así se olvidan de ellas , ó no las fertilizan con el estiércol que corres- ponde. Ahora íque ventajas no podrían resultar sí un Príncipe amante de su pueblo , ó qualquiera ciu- dad hiciese pasar del otro lado del monte Apenino dos sugetos bien prácticos en la cultura de los olivos, para que visitasen y reconociesen los sitios mas aptos para plantarlos , especialmente las costas que miran al mediodía , y enseñasen después á nuestros labradores el modo de gobernar aquellas plantas ? Bien empleado sería aquel dinero , y habia de producir una grande Utilidad con el tiempo : utilidad que no priva las de- mas que suelen percibirse de los campos , porque los olivos no impiden que se siembre grano en las tierras donde se crian. La falta de costumbre en ciertas cosas, aunque sean útiles , nos hace desconocer su precio , y no deseamos por lo mismo servirnos de ellas : y quan- do nos vemos reconvenidos suelen levantar la voz el necio y el perezoso , y decir rudamente : ¿Si nuestros mayores no lo ìoan echo , por qué lo hemos de hacer noso' tros i También se puede sacar aceyte de lino , y de las hojas de los nabos como lo saben muy bien algunos; pero no saben muchos que todavía se puede sacar con mas abundancia de la yerba llamada Sesamo. El Ma-
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tiolo dice , que en la Morea y en Grecia se siembra mucha yerba de esta , de la quai sacan un aceyte que sirve también para las comidas. Noticiosos tres nobles sabios , uno de Ravena y dos de Bolonia , de la prer- rogativa de esta yerba y de las considerables venta- jas que acarrea, han introducido de poco tiempo á es- ta parte , la siembra de ella en sus heredades , y han conseguido también del público de Bolonia el derecho privativo en favor de esta nueva Arte ; y verdadera- mente merecen mucho aplauso. El pezón de esta yer- ba viene á levantar un pie y medio del suelo , y es mas grueso y ramoso que el del mijo. Produce unas vainillas largas de cerca de onza y media de peso, llenas de granillos algo oblongos , y poco mas grue- sos que los del mijo , los qualcs contienen tanto acey- te , que una libra de semilla da echo onzas de aceyte muy limpio y de color amarillo. No tiene olor algu- no , y solo despide un poco quando se quema. Es- ta yerba ó planta pide una tierra gorda y de regadío, confesando los mismos inteligentes que enflaquece la tierra. Pero lo mismo sucede con el maiz 5 y sin em- bargo se va multiplicando mas de cada dia su cosecha. Los Filósofos y los Médicos debieran investigar bien las propiedades del Sesamo , e informarnos mejor del uso que hacen de e'i los Griegos. Y quando el aceyte que da no fuese bueno para la comida , ¿ faltarían acaso otros muchos usos en que poderlo emplear ? Todo el mundo puede aprender algo por sí mismo,
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pero sin estudiar no se adquiere nada.
Entre las costumbres perjudiciales á la Agricul- tura , se debe advertir la demasiada separación que suelen tener los campos en qualquier país 5 porque hay muchas heredades que tienen muchos pedazos de tierra separados y tal vez muy distantes de su centro. Otras veces en medio de unas vastas posesiones se ven algunos campos ágenos , que por razón de su cortedad no tienen casa á tiro , ni labrador que los cultive. Lo que sucede regularmente es , que siendo mas maltrata^ dos estos campos tan incómodos, por estar separados y tan distantes , se vengan después del poco amor que les tienen los labradores , con producirles únicamente la mitad del fruto que les rendirían si estuviesen á vista de ellos j ademas de que no pueden plantar ni sembrar en semejantes tierras , frutas , viñas , abas , ni otro gene- ro de frutos ó granos, que puedan llamar el apetito de los ladrones ; porque sino la menor parte de ellos se- ría para sus dueños. Hace ya quinientos años que re- mediaron los Modeneses con la fuerza este gran des- orden que se habia estendido mucho , con obligar á los propietarios á vender, arrendar, ó permutar con sus vecinos estos pedazos de tierra , por medio de va- rias órdenes bien pensadas , y con señalar unos apre- ciadores públicos , para que justipreciasen todos estos huesos dislocados j no para formar unas vastas pose- siones , sino medianas y distintas , las quales suelen rendir mas fruto que las que son muy grandes. Según
í 53 dixo Virgilio ; Laudate indenti a rura , exìguum eolito. Deben reparar también en otra mala especie de terre- nos , para observar la triste figura que representan; donde se ve precisada la Naturaleza misma á desmen- tir la bella calidad de buena madre, y á revestirse de mala madrastra de ellos. Hablo de los Mayorazgos, de los Fideicomisos que están próximos á pasar á otras manos, de las Encomiendas , de las Prebendas , de los Benefi- cios simples , y de otros muchos bienes , de los quales no se puede testar , ni podrán disfrutar los descendien- tes ó parientes del que los posee después de su muer- te. No faltan Eclesiásticos timoratos , ni gente honra- da entre los seglares , que no tienen me'nos cuidado de estos bienes que de los propios ; pero hay otros muchos que olvidados de su obligación , y haciéndo- se sordos á la voz de la conciencia , no piensan mas que en exprimir el jugo que puedan darles aquellas tierras usufructuarias , sin resarcir ni mantener las fá- bricas , sin volver á plantar los árboles que hubiesen cortado , y sin querer gastar un quarto en beneficio de aquellas desventuradas tierras , que basta solo mi- rarlas para venir en conocimiento del dueíío que las posee. Todo el mundo conoce que rendirían mucho mas estas tierras en manos de los que las pudiesen dexar á sus herederos ; y el daño que causan á la Pve- pública la mala condición de estas tierras. Por lo qual deberíamos desear , que se arrendasen estos campos, por alguna pensión justa y estable , á las gentes que
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pudiesen tratarlos con amor ■> en lo qual convendría también la benignidad del Sumo Pontífice por lo que mira á los bienes Eclesiásticos , en cuyo favor redun- daría igualmente la seguridad de la pensión , porque no estarla expuesta entonces á la piedra ó granizo , ni á las d.mas contingencias j del mismo modo que re- sulta en beneficio del arrendador y del público el ma- yor fiuto que puede sacar su industria de aquella tier- ra. También se ha de notar la negligencia en los la- bradores 5 porque podrían cogerse mejores frutos y uvas mejores , sin costarles mucho trabajo , solo el de pedir las mejores semillas al que las posea ; pero ó no piensan en ello , ó si acaso lo miran con desprecio. jPara que tantos pensamientos? dicen ellos: ¿No bas- ta lo que tenemos ?
Sería muy bueno también , que examinasen algu- nos sugetos inteligentes , si produce mas utilidad á un país la siembra de lino ó la del cáñamo. En los siglos pasados , según lo que he observado en los libros de los antiguos , no se usaba otra cosecha en nuestro Conda- do que la del lino , el qual debe ser preferido verda- deramente al cáñamo para los lienzos , prescindiendo del aceyte que se puede sacar de el , que sirve tam- bién para medicamentos y para los pintores. Hoy día no se siembra en nuestro país mas que cáñamo. No hay duda que cuesta menos trabajo cultivarlo , y pro- duce mayor utilidad , por quanto se pueden fabricar telas con mas abundancia , las quales pueden servir
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también para la gente baxa , que excede en gran nu- mero a la otra. Pero es de notar , que en Aiemania y en el Piamonte se hacen unas telas muy finas y blan- cas de cáñc.mo solamente 5 porque tienen un cieno modo de reducirlo á la sutileza del lino , aunque Jes cuesta mucho ; si bien es un gasto que lo recuperan muy presto. Me han enseñado á mí también el modo de hacerlo ; pero mas seguro será que un Príncipe 6 Magistrado zeloso , hagan que se tomen Iss mas exac- tas observaciones sobre ello, para introducir en su país este uso provechoso si traía cuenta. Acostumbra- dos nosotros á hacer venir los ricos lienzos de otra parte á muy caro precio , jamas pensamos en que podíamos hacer lo que hacen otros mas industrio sos que nosotros , para venderlo luego á nuestra pe- reda. Y quando legrase nuestra industria mejorar el cáiíam.o y fabricar con el lienzos niuy finos , sería preciso mudarles el nombre, porque de otro modo cor- rería peligro de que no tuviesen el menor aprecio en- tre los que creen que no se distinguen del vulgo sino visten ropas estrangeras. Por mi fortuna he venido á encontrar después en Modena lo que buscaba en otra parte , esto es , otro secreto menos costoso pa- ra reducir el cáñamo á la sutileza del lino. Me lo co- municó el Si. Marques Alfonso Fontaneli , Caballero distinguido por sus varias prendas , y principalmente por su sólida y amena literatura , de suerte que puedo participárselo al público , como lo hago muy gustoso,
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aunque puede que no produzca tan buen efecto en el
cáñamo muy gordo.
Modo de reducir el cáñamo á la sutileza del lino,
)> Primeramente se hace una buena legia con buc- »>na ceniza , y se le echa una poca de cal viva á >? juicio de cada uno , según la cantidad de cáñamo >>que se quiera componer j se saca del fuego y se la 'i> dexa clarificar : luego se toma el cáñamo y se pe- MSa, y por cada libra de e'l se echa libra y media >>de jabón desmenuzado : preparada así la referida le- »>gia, y estando bien clara , se echa en ella el càna- pi mo , y se tiene allí por espacio de veinte y quatro choras : después se le hace hcrbir por dos horas conti- ci nuas •■> al cabo de ellas se quita del fuego y se le p'one •>•) á secar á la sombra : y quando ya está seco , se hace ?i agramar , reduciéndolo á madejas > y después se curte >9ai uso del lino.**
La Señora Marquesa Fontaneli , dama de cos- tumbres antiguas , me mostró una madeja de cáñamo curtido ü adobado del modo que hemos indicado , y tan molida que todos creerían que era lino. Y tal vez era mas apreciable que este , por ser mas fuerte su hebra que la del otro. Ademas de esto , es menester advertir que nuestros labradores por huir del trabajo cortan las cañas del cáñamo á tres ó quatro dedos de distancia de la tierra. Los Boloneses como son mas
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industriosos , lo cortan por dcbaxo de ella , de suer- te que se ganan aquellos dos , tres, ó mas dedos en la n.ií.n.a caña. Y en Francia para no perder nada , ar- rancan la Cvña con raices y todo. Después que ha si- do macerado el cáñamo y está seco , lo quebrantamos con palos, por cuyos golpes se cortan niuchísímas he- bras de ci : de lo qual proviene después una gran per- dida , esto es , la estopa que se saca al tiempo de ras- trillarlo. Los Franceses se ahorran esta perdida, por- que rompen las cañas con las manos , empezando pur la raiz , y sacan la hebra con agramarlas después sua- vemente. Todavia nos convendría aprender otros nue- vos modos de manejar el cáñamo de los países estran- geros , donde se fabrica una gran porción de lien- zos ordinarios y delgados , ya fuese para hilar el cá- ñamo á la rueca ó al torno , ya también para texer y blanquear los lienzos. Por exemplo , nuestras muge- res usan revolver el cáñam.o al rededor de la ruecaj y en Francia lo dexan colgado de ella , como la lana y así sale mejor el hilo. Si el telar no está bien fir- me , suele salir regularmente desigual la tela. Nues- tros texedores se valen del salvado para curar las te- las 5 pero la flor de la harina produce mejor efecto , co- mo lo practican en algunos países ultramontanos. Fi- nalmente , convendría mucho que se perfeccionasen to- das las Artes quanto fuese posible , observando lo me- jor de las manufacturas estrangeras. Estas investiga- ciones son mas estimables , que las vanas especulacio-
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nes de ciertos Filósofos , y las de algunos Teólogos también , que después de aprendidas no enseñan na- da. Para adelgazar el cáñamo se necesita jabón j el qual puede fabricárselo facilmente por sí cada ciu- dadano para su uso y conveniencia propia. ¡Que bo- beria la de un país , que todo lo ha de haber de los estrangeros , y ni siquiera sabe hacer jabón para la barba ! Aun en aquellas partes donde se fabrica mal este jabón , merece la mayor befa semejante negli- gencia. Porque hay muchas ciudades donde se fabrica el mejor y el mas fuerte, de las qualcs se puede apret^- der fácilmente el modo de hacerlo y la verdadera do- sis de cada cosa de las que se compone. A esto es de añadir todavía , que no cuidan los labradores de ha- cer que produzca hortigas la tierra. La Naturaleza misma sin ser rogada les hace voluntariamente este feo regalo: y quanto mas-gordas son las tierras, tanto mas se arraiga en ellas esta mala yerba 5 y sino se la pisa ni molesta , se va estendiendo poco á poco , y vie- ne á formar unos pequeños bosques. Ea vez de arran- earla de raiz , suelen cortarla sobre la tierra los al- deanos regularmente j y al instante vuelve á salir ella misma. A lo me'nos supiera convertir esta gente tan grande mal en beneficio suyo. No faltan pueblos in- dustriosos que saben macerar las hortigas con el rocío ó de otro modo , como si fuesen cáñamo ó lino , y forman después de ellas unas telas que se llaman Horti- guinas , mas fuertes tal vez que las del cáñamo. Si
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nuestros trabajadores tienen miedo de punzarse las rpanos , iiallarán bien presto quien les enseñará á de- fenderse de aquellas punzadas.
Sería muy bueno que se hiciesen correr impre- sos por el pueblo ciertos secretos útiles y seguros para aumentar la Agricultura, y las demás invenciones de m^áquinas que fuesen ventajosas al pueblo. La gente rústica e ignorante necesita que la ayuden y conmue- van 5 mas luego que se halla instruida en algunas co- sas que le hacen ver su utilidad , se aplica cada uno entonces á aquel exercicio útil j y el exemplo excita la emulación. En Verona , Vicenza y Trevisa , luego que se ha recogido la cosecha del grano , siembran el Sorgo inmediatamente , que es una especie de le- gumbre de donde se saca una harina mejor y mas saludable que la del maiz ; y si favorecen las lluvias, se coge un buen fruto. Esta legumbre no convendría tal vez en todos los países 5 pero á lo menos no se debia omitir experimentarlo en los que tienen un ter- reno pedregoso j porque en este es solamente donde se connaturaliza bien. En Francia usan mucho el Grano Sarraceno que tiene la película negra , por doa- de se debia examinar si es lo mismo que el Sorgo. Pinalmente , si alguno merece ser tratado con suavi- dad y moderación , es principalmente el cuerpo de labradores , de cuyas fatigas pende una de las princi- pales riquezas de la-. República , que así se debe lla- mar efectivamente la Agricultura. Siempre que el
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pobre pueblo es cargado indiscretamente de tribu- tos , y padece algunos agravios de los que sue- len inventar siempre con la mayor facilidad los Mi- nistros del Príncipe ó del público , sin distinción al- guna de tasas entre los que cultivan buenos terre- nos y los que están condenados á cultivar los ma- los y estériles , se enfurece demasiado la gente, con notable perjuicio de los campos y del público. ¿Quien dexará de conocer la necesidad de remediar este desor- den , y de animar á los pobres trabajadores á que se apliquen á su preciso exercicio , en vez de desanimar- los i Deberíamos desear igualmente que todos los pue- blos imitasen el Instituto del antiguo y prudente Rey Numa , el qual , según el testimonio de Dionisio Alicarnaseo , diputó en cada ciudad un Superinten- dente para la Agricultura. Estos visitaban las cam- piñas e iban observando las que estaban bien ó mal cultivadas , para informar al Rey por escrito, el qual hacia alabar ó premiar después á los industriosos , y amonestar y corregir á los perezosos. En el país don- de hay una congregación de buen gobierno , se po- drían hacer estas mismas relaciones para que se pro- veyese lo conveniente. En otros países bastarla dipu- tar un Ministro solo para esto. Siendo de tanta im- portancia la Agricultura , no se debiera emitir ningu- na diligencia para enmendar sus defectos y mejorar su estado. De ella ( conviene repetirlo ) pende el alimen- to y el vestido del pueblo 5 las primeras materias para
lyi las manufacturas , y las ganancias que proporcionan la seda , la lana , los granos , el vino , el aceyte , los ga- nados , &c. Pero por falta de reflexión apreciamos y honramos mas algunas Artes inútiles, ó que están des- tinadas para luxo solamente, y hacemos poco caso de la mas importante de todas.
CAPITULO XVI.
De las Aries útiles ó necesarias al Estado^ y del Comercio.
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^as guerras enriquecen muchas veces un país , der- ramando en el alguna cantidad considerable del dinero que se ha quitado á otras Provincias. Pero mas regu- larmente suelen empobrecerlo , quando no lo arruinan con las contribuciones y saqueos, dexando apurados los pueblos del dinero que tenían , y cargados todavía con unas deudas muy grandes para lo sucesivo. Y al contra- rio, las carestías, siempre que se verifican , debilitan las fuerzas de una Provincia , con llevar fuera de ella tanta cantidad de dinero 5 pero estas por fin suceden rara vez. La escasez ó la falta de Artes es , sí, una carcoma que va royendo un Estado oculta y perpetuamente. Los Prínci- pes descuidados e indolentes jamas piensan en este desor- den; y aunque lo conozcan , no cuidan de remediarlo. Pero el Príncipe que entiende bien su arte •> y ama su propio bien y el de sus vasallos , piensa seriamente en ello , y provee los remedios del mejor modo posible ; y
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según que conviene á la situación de sus Estados. Es menester advertir principalmente, que todo el Gobierno económico de un país , se reduce á una sola máxima muy importante , esto es , á hacer que salga del Es- tado la menor cantidad de dinero que sea posible , y que se introduzca en el todo el que se pueda. To- dos saben quan buen amigo es el dinero para socor- rer las necesidades públicas y privadas 5 del modo que influye en el Comercio 5 y que quanto mas ricos son los particulares , tanto mejor están todavía los Prín- cipes. Por lo qual , la primera atención de un Prín- cipe sabio ha de ser considerar todo lo que lle- va fuera de sus dominios el oro y la plata 5 y si hay algún medio conveniente para impedir , en parte á lo menos, esta sangría. Segundariamente, debe informar- se bien de todo lo que pueda atraer á su Estado el dinero de los demias. En quanto al primer punto , hay dos especies de géneros , que para obtenerlos es pre- cisa la extracción del dinero , como no haya merca- derías propias que puedan servir para adquirir las es- trañas. La una de ellas es necesaria en todo país ; y por no criarse en algunos , es indispensable procurar- la y haberla de otros. Tales son la sal , las aromas, las drogas y otras muchas cosas medicinales , los le- ños para la tintura , el hierro , el estaño, el alum- bre , el cobre donde no hay minas , el aceyíe , el pescado , y sobre todo el grano y el vino , si por ca- sualidad no se criase cosecha alguna de ello en algún
173 país , ó fuese muy corta. Lo mismo se ha de decir de
otras muchas producciones de la Naturaleza , necesa- rias para la vida ó de una honesta comodidad para los labradores. En cuya categoria entran iguahnente las que no son de pura necesidad, sino que están pen- dientes únicamente de la tiranía d-el luxo ó de nues- tra iniemperancia. Como el cholocate , el cafe , el te , los vinos generosos estrangeros , los mármoles y otras muchas cosas por este te'rmino. En quanto á loa primeros artículos, conviene baxar la cabeza á la Pro- videncia y disposición del Todopoderoso , que ha dis- tribuido sus dones con variedad , pero siempre con infinita sabiduría, en los hombres, con querer que non omnts ferat omnia tellus , para que mantuviesen los pueblos un comercio perpetuo, y la abundancia de unos supliese la penuria de los otros. Para suplir en un país la falta de muchas cosas necesarias que no pue- den criarse en el , ni se pueden trocar por otros fru- tos naturales , ni por manufacturas con los vecinos, ni con los lejanos , no se puede evitar la extracción del dinero ; no hay barrera para esto. Del luxo habla- remos en otra parre.
La otra especie de cosas necesarias es aquella qué sirve para la comodidad y adorno correspondiente de los pueblos cultos, de las quales carece un país ; pero las pudiera tener si hubiera industria en los habitantes. Y aquí es donde debia centellear el genio de los buenos Príncipes , para mejorar la suerte á sus vasallos. No
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porque deban , ni pueden descender ellos á tomar co- nocimiento del mecanismo de las Artes y atender á todo , sino únicamente eligiendo sugetos apios para desempeñar bien este empleo tan importante , y sos- tener con firmeza las resoluciones que se tomasen. Un solo personage puede ser bastante también para este ministerio , como este lleno de zelo y desinterés , y tenga conocimiento de todo lo que sea capaz un Es- tado, según las fuerzas y su situación. Si en España hubiera permanecido el Cardenal Alberoni , tal vez hubiera mudado de aspecto aquel Reyno. Pero por desgracia de los pueblos no son muchos los Príncipes que se ocupan en pensar y mirar por la economia del público , sin reparar en la obligación que tienen de promover también el bien de sus pueblos j y sin re- flexionar que el Bien público redunda siempre en be- neficio del Erario de los mismos Príncipes , como lo diremos mas adelante. Consideremos pues que un Go- bierno sabio exige de los Administradores ó Merca- deres una nota exacta de todos los artículos de las co- sas naturales ó artificiales que se introducen anuarl- mente en un Estado. No hay duda que será esta bien larga j y por ella se verá que vienen de fuera varias especies de rasos, estofas, paños, lienzos, encaxes , galo- nes de oro y plata 5 mercaduría menuda , como peynes, corales , granates , caxas , y otras infinitas baratijisj gran cantidad de drogas , y de especies medicinales: hechuras de cera , de cueros , de suelas &c. j de esta-
no , latón , alambre , oja de lata , y otras muchas espe- cies de hierro labrado 5 muchas manufacturas de oro y plata ; libros , espejos , cristales , y diferentes especies de vidrios 5 sombreros , coches , granos , pescados, quesos , aceytes , azufre , pez , lana , y un sin número de cosas mas. Poned luego á un otro lado las diferen- tes cosas que no pueden criarse ni fabricarse en el país : una vez que está obligado un pueblo á procu- rárselas de los países estrangeros , es preciso que se conforme con los defectos de su propio sistema , ó con Jas desgracias que le hubiesen sobrevenido , por com- prar de otra parte lo que le faltaba , para acudir á sus necesidades. Pero respecto del catálogo de las de- mas cosas que se pudieran criar ó trabajar en el país mismo ; permítaseme decir que sería un gran descui- ào y una faka de atención m.uy grande en el que preside el Gobierno , no pensar jamas en la increíble utilidad que resultarla á un Estado , de criar en el si fuese posible, lo que tiene que mendigar de los estran- geros , 6 de introducir en su seno la fabricación de todo lo que sea capaz y susceptible el mismo país, igualmente que ios demás Estados.
Observad el pueblo que quisiereis , y veréis que no faltan en el abejas. Tanta es la estimación de estos admirables insectos, que se hallan alabados en los libros antiguos 5 y también habla de ellos la misma Institu- ía, en el título de Remn? divisione. Todo Príncipe de- bía formar un reglamento que no fuese coactivo , ni
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estuviese sujsto á pena alguna pecuniaria , para qne así los señores como los aldeanos, tuviesen abejas en sus ter- ritorios (como no se opusiesen á ello la calidad del terre- no , la falta de flores ó de agua, ü otro qualquier obstá- culo que hubiese sido experimentado) y supieran la ma- nera de gobernarlas y conservarlas. Porque esta es una mercancía que no lleva consigo gasto alguno , y solo con tener de ellas algún cuidado, dexan mucha utilidad. Pero si teniendo abejas el pueblo , saca de ellas mu- cha cera que puede vender á los estrangeros que fa- brican las diferentes especies de velas , bugias , cirios, achas , &c. ¿se me podria atribuir á insolencia ó teme- ridad , si tratase de descuidado á este mismo pueblo, que vende sus propios bienes para comprarlos después mas caros de quien se los merca á el á un precio baxo? Claro está que no podia recaer esta censura sobre el pobre pueblo que no puede hacer otra cosa , sino sobre el que lo gobernase con tanto descuido , que pudiendo proveer todo esto , no trata de tomar nin- guna providencia. ¿Tan dlñeii parecería á el adqui- rir el Arte de blanquear la cera ? Pues ya se ha introducido en los Estados del Papa. Y aun quando no se pudiese conseguir ponerla tan blanca como la de otros países , ¿que importaba esto para aplicarla á las necesidades y al uso del público? Ademas de esto,' en al- gunos países se cria una grande abundancia de gusanos de seda, de la que no solo cogen .miliares de libras, sino centenares de millares. Y excepto una cierta porción
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que se consume en el Estado , en algunas labores que
tío son de la mayor consideración , toda la demás se extrae fuera del Reyno , y después la vuelven á com^ prar ellos mismos convertida en varias telas y estofas, con muclio aumento de precio. Y no hay duda que no faltarían manos ni ingenios á los habitantes de aquel suelo , para fabricar estas mismas telas artificia-^ les , si se les enseñase el Arte : y, una vez introduci^ da, cesarla la necesidad de dar tanto dinero á los es-^ trangeros , los quales se rien y aprovechan de la tonte- ría y flojedad agena. Pero nadie piensa en esto, ni reflexiona el agravio que se hace á la Naturaleza que derrama liberal sus tesoros hasta en los que no sa- ben servirse de ellos , y luego los gastan y espar- cen para obtener de otros lo que podrían tener eti su mismo país, y pudiera fabricarse en el con mu-j cha ventaja de los pobres Artífices , y del mismo pú- blico. A estos dos exemplos se puede añadir todavía el del hierro. En algunos pueblos de Italia , bien que pocos, hay minas de hierro 5 metal mas útil y mas necesario que el oro y la plata. Y aunque hay infini- tos que carecen de el , con todo es fácil á cada uno cié por sí el proveerse. Considerad las muchas manu- facturas que se hacen de este metal : pues exceptúan-^ 4o algunas pocas especies , que conviene tomarlas di- rectamente de los dueños de las minas , todo lo de- mas podría fabricárselo cada país para su propio uso, con tal que hubiese quien promoviese las Artes úti".
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Ics y necesarias para un Estado. |?ues que tanto es menester para fabricar cuchillos , tenazas , tixeras , na- vajas , clavos de toda especie , azadones, badiles, &c, y otros muchos instrumentos de herreria ? Podemos decir que es muy grande la inercia de un pueblo que se hace tributario de otro qualquiera mas industrio-» so y advertido , quando pudiera ahorrarse fácilmen-^ te todo el dinero que gasta en aquellas manufactu- ras que compra á sus vecinos , con fabricarlas tam-^ bien en su mismo país 5 con lo qual les privaría de las exorbitantes ganancias que perciben. Se también un país donde hay una mina de hierro 5 pero yace abandonada en el dia. ¿Y por que motivo ? porque dicen que es un hierro demasiado crudo el que se sa- ca de ella. ¿Pero que' hierro no sale con crudeza de la mina ? El fuego es quien ablanda y purifica este metal tan tosco como necesario. Se debia indagar pri- meramente con certeza , si era tan contumaz este hier-» ro que se resistía á las leyes de las otras minas , para que pudiera llamarse indomable. Lo mismo se debe decir de las diferentes hechuras de carrozas , coches, calesines , y de otros muchos muebles de madera para adorno de las casas y comodidad de los habitantes ; de los espejos , de las manufacturas de oro y plata , del estaño , del cobre , del latón , del alambre , del plo-s mo y de otras mercaderías semejantes.
¿En que piensan , pues , los Príncipes prudentes y solícitos , y los que están destinados por ellos para
179 que procuren el Bien público ? Entre todas las espe-^ cies artificiales , en ninguna puede utilizarse mas un , pueblo , que en el comercio de la seda. Puede suce- der que por omisión de los dueños de las haciendas se procure muy poco ó nada el plantío ó conserva^ cion de las moreras para sustentar los gusanos. Se- ría muy conveniente hallar modo de inducir á cada uno de por sí á que criase siempre una cantidad de ellos , proporcionada á la extensión de sus tierras y á la abundancia de hoja ; e introducir la mejor espe- cie de ella , y animar al mismo tiempo á los la-< bradores á que cuiden bien de las moreras , espe- cialmente en aquellas tierras donde está reservado pa-* ra los dueños todo el producto de estos árboles ; y procurar igualmente excitar siempre la diligencia de las gentes con varios premios si fuese posible , y no con penas que espanten la pobre gente : reflexionan-í do que aunque puedan tener moreras todos los labra- dores , no todos tienen tiempo ni brazos para criar gusanos de seda. Uno de los medios de animar al pueblo á que procure coger mayor cantidad de es- ta preciosa mercancía , es eximirla de contribucio- nes y derechos de alcabalas , ó á lo mc'nos no impo- ner sobre ella sino un tributo muy moderado. Hay algunos países donde la industria de los viejos ha in- troducido muchos tornos de seda : invención ingenio- sa de los Boloneses > pero hoy dia yacen olvidados y ociosos la mayor parte de ellos. Bien pudiera man-»
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tenerse con ellos un buen número de familias pobres, como las mantenían antes; pero no hace fierza esta re- flexión : aquellos tornos están parados y encerrados, sin que haya quien piense en buscar la llave para sacarlos de su encierro y ponerlos en movimiento. Sí es loable una indolencia de Gobierno tan grande , nin- guno necesita aprenderlo de mí. A esto es menester añadir , que hay algunos países de una industria ad- mirable , donde se saca con mas perfección la seda de los capullos y donde se hilan mejor las sedas en los tornos j y donde se cuida mucho que no se mezcle la seda fuerte de los buenos capullos , con la débil ó floja de los que llamamos Alducares , á fin de que pueda servir para fabricar los terciopelos. ¿Pues por que no imitamos ni introducimos entre nosotros estos usos loables , los quales hacen que se aprecie y se pague mas la seda ? En estos últimos tiempos se han perfeccionado mas las Artes ; ¡pero ha sucedido esto en los países donde reyna la desidia ? Muchos pue- blos tienen por gloria vivir según los usos y costum- bres de los antiguos, pero esto mira solamente á los actos morales de los hombres, esto es , la buena fe, la simplicidad en la comida y en el vestido , la mode- ración de los placeres y otras costumbres semejantes, y no se estiende á las Artes. Si se han mejorado las costumbres en nuestros dias , no será sin duda muy buena gente la que quiere vivir según los usos de los antiguos , y no mejorar la Girujia , la Arquitectural
i8i U xMecánícá , la Agricultura , el Comercio y las demás Artes úíiles ó necesarias á la República.
No hay duda en que de la extracción de las se- das , aunque no sean de la mejor calidad , puede re- sultar á un Estado una ventaja muyconsiderable: y tan- * toma}'cT todavía, si la vende hilada, lo qual dcbia pro- curar hacerlo todo el que pudiese y tuviese juicio. Y quando no haya tornos , se pueden construir. Este es un punto donde debía fijar su atención el Príncipe, que es padre de sus vasallos j cuide por sí mismo , ó por medio de sus Ministros, que se invierta esta misma seda en su país, del modo que fuese posible, en varias manufacturas de las que necesita para su consum.o el Estado , como terciopelos , tisúes j damascos , cendales, rasos , lustrinas , espumillones , moeres , sargas y otras muchas manufacturas de esta especie. Hasta los ciegos conocerán la gran ganancia que dexa esto á un Estado , subministrando el alimento á varias familias la fabricación de estos texidos, y ahorrándoles la ex- tracción de muchas sumas de dinero que gastarían en hacer venir de fuera estas mismas telas preciosas. ¡Di- choso el país donde se pueden fabricar estas nobles labores con tanta abundancia , que no solo satisfagan sus propias necesidades , sino que pueda ser extraída mucha porción de ellas para los demás Reynos. En los tiempos anteriores al siglo XIII , era esta una de las minas mas abundantes de Italia. La población y las manufacturas forman la riqueza de los países. Sin cm-*
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bargo , todavía hay pueblo en Italia que sostiene su decoro y su comercio , enviando sus labores á la otra parte de los Alpes ; aunque nunca faltarán países en Europa donde no se podrá criar cosecha de seda , ó donde no trabajarán de estos texidos , y convendrá también que los mendiguen de Italia : ademas de que muchas sedas de las Indias y de los demás pueblos Orientales pueden competir en hermosura y finura con muchas de Italia. Gloria es pues de un Príncipe , que enriqueciéndose con las riquezas que produce su país, por la industria de los habitantes , sabe convenir es- tos bienes en mayor ventaja de sus mismos subditos, introduciendo y promoviendo fuertemente la manera de aumentar estos tesoros en qualquier pueblo sin reserva , por medio de las Artes útiles. Y al contra- rio , ¿que indolencia no es la de aquellos ( conviene repetirlo ) que cogen en su casa gran cantidad de se- das de la mejor calidad , sin cuidar de hacer de ellas el uso que enriquece á tantos ultramontanos ? Co- nozco un pueblo que con la estopilla y los capu- llos de seda hace unas manufacturas muy bellas , y sigue un tráfico considerable con ellas. Por esto en- tre los elogios del Conde de Rtchecourt , Ministro de una actividad singular del Augusto Emperador Fran* cisco I , Gran Duque de Toscana , se habrá de incluir el haber introducido en Florencia nuevas manufactu- ras de seda , que tienen muy buen despacho en Un- gtia y en Alemania. ¿Y í^ue no ha hecho la Real Ca-
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sa de Saboya en Turln , para introducir allí todas las Artes? Ñapóles protestará igualmente un eterno reco- nocimiento al excelso genio de Carlos Rey de las Dos Síctlias , por haber obligado á los pobres á ganar su sustento , trabajando en el exercicio de las Artes que aumentó ó inventó nuevamente en aquel país.
Si consideramos las causas por las quales se han descuidado tantos varios pueblos de Italia , y ha des- mayado tan fuertemente la industria , por cuyo medio se procuraban tantas ventajas los antiguos Italianos, especialmente con las Artes de la seda y de la lana j ha- llaremos algunas que deben atribuirse á los mismos pueblos , y otras á los que los gobiernan. Hay gentes que parece están reñidas con las fatigas del Comercio, ya sea porque la calidad del ayre no hace tan activos á los hcmbres , como los que respiran un ayre mas sutil y puro 5 ó ya porque contentos con el singular beneficio que han merecido al Autor de la Naturaleza, con haberles dado una buena porción de tierras fér- tiles , tienen por superfluo el cuidado de otros bienes. Pero como no hay ninguna población que no- tenga una porción de sugetos despejados , esto es , de una mente vigorosa , y capaces de mover á los perezoscsj como el Príncipe y los Magistrados se resuelvan á me- jorar el sistema del país , todo lo conseguirán. Suele suceder también de parte de los pueblos , que los apa- sionados al luxo , y especialmente el sexo débil , en cuyo corazón ninguna ley está tan impresa como la
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de la moda y sus vicisitudes , no saben contentarse sino con las mercadurías estrangeras , y desprecian to- do lo que está fabricado en su propio país. En algu- nos pueblos se ha experimentado que las mismas telas bien fabricadas y preciosas que eran despreciadas por los habitantes de un país por razón de haberse fabri- cado en el , fueron muy celebradas y reputadas por dignas de que las gastase la gente noble luego que se les dio á entender que hablan pasado los montes y es- taban fabricadas en Leon de Francia. Los Franceses confiesan también que han experimentado el mismo encanto por los reloxes fabricados en Inglaterra : y sirt embargo de haberse establecido en París algunos cele- bres reloxeros Ligleses , no apreciaba nada el pueblo sus trabajos por no estar perfumado con el olor del carbón de piedra de Inglaterra. Pero no faltan modos á los Príncipes sabios de curar las estragadas fantasías de sus pueblos , y hacer que se acomoden á las bellas manufacturas de su país , desde el mismo instante que introducen y establecen fábricas en sus Estados. Y aun quando no fuesen ellas tan finas , y costasen mas ca- ras que las estrangeras , convirtiéndose en beneficia del Estado el consumo de estas y no el de aque- llas , no es necesario enseñarles la manera de soste- ner el credito y despacho de los bienes domésticos, porque basta solamente el quererlo. Pero lo malo y aun lo peor es , que algunos Príncipes no quieren to- marse muchas veces ningún cuidado para dar mejor
tono á las costumbres de sus pueblos , por lo qne mi- ra al Comercio 5 antes bien sucede que engañados por algún mal Consejero , no agradecen la introducción de algunas Artes que son útilísimas por otra parte para un Estado. Suele verificarse esto mismo también en las Repúblicas, porque en estas caminan juntamente el in- tere's público y el de los particulares ; pero en el Es- tado Monárquico puede suceder que no pueda conci- llarse el interés público con el del Soberano. Con efec- to , donde quiera que se trate de introducir las Artes, por las quales hemos dicho que se impide la extrac- ción del dinero en un Estado 5 al instante salen con la trivial reflexión de que han de padecer detrimento los derechos de aduana del Príncipe j porque todo lo que pagan ahora las mercaderías estrangeras por justo de- recho , se había de perder si se fabricasen en el país. Se desminuirian con eso las alcabalas , y queriendo hacer bien el Príncipe á sus subditos se perjudicarla á sí mismo. ¡Pluguiese á Dios no fuese muchas veces esta canción el encanto que distrae hasta los mejores y mas sabios Príncipes , y no les dexa procurar á su país aquellas ventajas que disfrutan las Repúblicas bien ordenadas, y algunos Estados Monárquicos don- de es mas sano el juicio del que manda y de quien aconseja !
Pero no tendrá buena acogida el zelo adulador de los Consejeros en aquel Príncipe , que tendrá siem- pre presente aquel axioma fundamental de Aristóteles,
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;y de todos los demás sabios, de que el buen Príncipe an- tepone siempre la titìlìdai de los vasallos á la suya j del qual hemos hablado arriba. Una de las muchas ala- banzas , que según Lampridio , se mereció Alexandro Severo , fue la de haber establecido en Roma muchos ofi- cios mecánicos , y haber dado unas esenciones muy grandes á los negociantes para que concurriesen voluntariamente á establecerse en i?í?wj(i). Ademas de que estos Consejeros no saben hacer bien las cuentas , y manifiestan que tie- nen muy poca inteligencia j porque no conocen que el aumento de las Artes puede traer muchísimas ventajas también al Príncipe. Concedamos que se disminuirá por un lado la renta del Soberano , pero también debemos confesar que se aumentará por otros muchos con mucha mayor ventaja , porque multiplicándose el pueblo y manteniéndose por medio del exercicio de estas Artes, muchas gentes que por su pobreza dan poquísimo fru- to al Príncipe actualmente , tendrán mas arbitrios pa- ra vivir trabajando en ellas ; por cuyo motivo forma- rán un producto mayor entonces indubitablemente, así las alcababas como los demás derechos e impues- tos del Príncipe ; y tanto mas si se fabricasen ma- nufacturas con tarta abundancia que pudieran extraer- se fuera del país. Una de las mayores rentas de la Re- pública de Florencia consistid antiguamente en las
(i) Mechante 1 opera plurhna Rom^e instituit j negotiatorihusque ut Romtm vo'entes curr-erent maximam immuniíaíem donavit. Lampridíus iu Alcxader. Sever.
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Artes de la seda y de la lana ; porque se empleaban en ella mujhos millares de ciudadanos. Y lo mismo que hemos dicho de la seda , se ha de decir también del Arte de la. lana. ¡Gran vergüenza es la de un país donde se cria una lana bastante buena y sutil, que de- xen de fabricarse en aquellos pueblos paños civiles, para su propio uso á lo menos! íQuánta gente no ocu- pan y sustentan algunos telares de estos pmos ! Aun quando no haya lana á propósito en el país ó no hu- biese bastante , se debe hacer lo posible para traerla de los otros países que tienen en abundancia la me- jor. Y es menester estimular con privilegios , con esen- ciones y con honores á los Mercaderes que trafican en este genero de manufacturas tan importantes. En nin- guna cosa se empleará mejor el dinero que en traer de fuera buenos Artífices de bellas manufacturas de lana, las quales se estienden no solo á los paños para vestir- se , sino que comprehenden también las franelas , las estameñas, las medias abatanadas, los guantes , los gorros y otras cosas semejantes. Y ademas de esta aplicación tan ventajosa de parte del pueblo , convendría mucho pensar en introducir igualmente en el país la fábrica de las manufacturas de algodón , siendo fácil adqui- rir este genero. Con hilarlo y fabricar con el va- rias obras , se ahorrará una buena cantidad de dinero que sale hoy fuera del Estado. ¿Por ventura faltan á un pueblo talento y capacidad para hacer semejan- tes labores ? Del cáñamo y del Uno no es menester
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hablar, porque no hay pueblo que no se provea de estos dones de la Naturaleza para su propio uso. Y los que emplean lo sobrante , después de provistas las necesi- dades , para fabricar telas blancas ó listadas , ó so- guería par venderlas á los estrangeros , tienen nías juicio seguramente , que los otros que por huir del trabajo venden el cáñamo en rama. Y no se necesita ningún ingenio extraordinario para fabricar estas la- bores. En Francia hacen cubiertas de cama hasta de pe- lo de vacas y de cabras , para el uso de la gente po- bre. Fabrican también unas tapicerías muy gordas de varios colores con la trama de cáñamo , y la texe- dura de materias hiladas de lana , algodón , y pelo de vacas , de cabras y de bueyes. Esta tapicería se llama Bergxma^ porque creen que ha venido del Bergamo es- ta invención. En los pueblos industriosos hilan la bor- ra de la seda, el algodón , el cáñamo y el lino, no solo las mugeres sino también los hombres, especialmente en el invierno, en cuyo tiempo suelen cesar regularmen- te las fatigas del campo , los precisan á estar en ca- sa las nieves y las lluvias , y son las noches muy lar- gas. Quando los Párrocos rurales declam.an contra los abusos de las horas de vela en las aldea en tiempo de invierno , llorando los funestos efectos del ocio; no debían dcxar nunca de exhortar á todos sus feli- greses á qualquier especie de trabajo honesto , ha- ciéndoles conocer la utilidad de ellos, no menos por lo espiritual que por lo temporal. La inercia de los
i8p pueblos necesita que lá despierten , exciten y preci- sen también á hacer alguna cosa en beneficio suyo y del pueblo.' En los pueblos donde no faltan modos de ocupar á los pobres que están sanos y son aptos para trabajar en qualquier exercicio , debe obligarlos la providencia del que manda á ganarse el pan con su trabajo. Hasta los ciegos y los cojos pueden aplicarse á ciertas labores.
Todo quanto se ha dicho hasta aquí sobre el ves- tido de los hombres , debe estenderlo el buen Prínci- pe á todas las demás Artes útiles y deleitables para un Estado , á fin de evitar en quanto sea posible la extracción del dinero. Y quando faltasen maestros, de- berá llamarlos de fuera el zelo de los Príncipes pru- dentes , y traerlos aunque sea de los países mas remo- tos. Cada qual podrá fabricar en su propia casa som- breros finos , cordobanes , vaquetas y otras m.uchas pieles , varias especies de papel , platos de tierra or- dinaria , vasijas de mayólica , peynes y otras varias manufacturas. Pero es preciso atender á la diversidad de los países , para hacer la buena distribución de las labores 5 porque en uno se hallará mas industria y ha- bilidad , en otro tierra , en otro serán mas vivos y per- manentes los colores , por razón del ayre y del agua, y se observará alguna variedad por este termino. Con mucha razón se puede llamar desocupada aquella ciu- dad, que hace venir gentes de fuera para empedrar las calles , para cubrir los texados , para exercer el oficio
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de albañiles , para rastrillar Ics cáñamos y el lino , y para trabajar en otros exercicios semejantes , para que puedan llevarse el dinero que hubiesen recogido en el invierno. ^Faltan acaso en algunos países manos ni cabezas capaces de exercitarse en oficios i Qi án útil y ventajosa será , pues , roda providencia bien ordena- da , para que no se extraiga el dinero sino por las co- sas que no puede producir el país , y por las manu- facturas que sería imposible y muy costoso fabricar- las en eÍ i Y ademias de que los que gobiernan los pue- blos deben facilitar la extracción de los géneros natu- rales y artificiales que sobrasen á un Estado , á fin de que puedan introducir dinero con su cambio en el país: coa cargar indiscretamente de impuestos estas merca- derías , nos hacen muy difícil , ó casi dire que nos des- truyen el comercio , que es el alma de los países des- pués de la Agricultura. Vemos muchos pueblos que meten mucho dinero en el Estado por la extracción de los granos , del arroz , del aceyte , del vino , del aguardiente , de la seda , de los ganados , de las ma- nufacturas y de otras muchas cosas , por cuyo medio se conservan en fuerza , sirviéndose de estos re- fuerzos especialmente para pagar los tributos. Quando se quiere gravar mucho la extracción de las mercade- rías ó se quiere fundar en esto un derecho privativo, se desanima la gente y piensa en mudar de cielo, do- liéndose con justo motivo de ver tan mal pagada su industiia y sus fatigas. Ni se puede reparar este
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mal con la concurrencia de los compradores foraste- ros , porque viendo estos que quieren subir el precio de las cosas , se van á otra parte donde las tienen mas baratas. Pero si es malo hacer difícil la introducción del dinero con la exorbitancia, de las alcabalas ; peor es impedir la salida ó extracción de los bienes super- fíuos. Hay países cuya principal riqueza consiste en la abundancia de granos. Parece una cosa muy fea que los Ministros públicos quieran hacer una injusta ganancia sobre esta baratura , ó hacerla también obje- to de monopolios , ó bien impedir la extracción de ellos fuera del país, con no permitir muchas veces que una provincia socorra á otra , aunque ambas esten sujetas á un mismo Soberano. Este desorden reynaba en el Estado Pontificio j pero el muy zeloso Pontífice Benedicto XIV lo remedió. Una vez que este asegu- rada la provision necesaria para el país , tanto la jus- ticia como el Bien público piden la libertad del Co- mercio , y el aumento del peculio de aquel pueblo ,el qual obrando de otro iiiodo quedarla pobre en su irus- ma riqueza.
Nuestros^ mayotes -establecieron una regla que subsiste todavía en algunos países , qual es, el que perjudicase el Comercio á la nobleza j de modo que para ser uno recibido en algunas órdenes caballeres- cas, sirve de obstáculo haber exercido aquel Arte al- guno de sus mayores , aunque sean por sí mismos de una nobleza esclarecida, .Y á la verdad parece poco
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compatible el exercicio militar , al que están destina- dos los caballeros, con el tráfico ; porque el primero exige valor , esto es , un ánimo grande superior no solo al amor de las riquezas sino al de la misma vi- da 5 y en el Comerciante parece que se echa menos esta calidad , antes prevalece en el el vil amor de las riquezas , y por consiguiente mucho mas el de la vi- da. Esta regla tiene buenos fundamentos, pero con todo tiene muchas excepciones. No faltan militares, antes son muy -frecuentes , que alimentando en su pe- cho unos espíritus generosos y guerreros, procuran al mismo tiempo adquirir riquezas , siendo unos ver- daderos Comerciantes , no solo en el nombre sino en los hechos : los quales se dedicaron al arte de la guer- ra por un oculto furor de aprovechar por esra.car-J rera y aumentar las conveniencias de su familia con los empleos lucrosos , con los despojos y con otras muchas ganancias justas ó injustas de la guerra , ( y de esta casta de Comerciantes paede presentar un buen número también la Italia): pero no por eso se les ve menos animosos en los peligros , ni menos prontos pa- ra sacritìcar su vida en las 'ocasiones'' por laxonser- vacion de su propio honor. Fuera de esto , bien se pu,ede presumir un ánimo ruin y nada conveniente á la calidad de la nobleza , en quien se baxa á exercer unos oficios viles por el mero interés ; pero no end que conserva el decoro correspondiente á su clase, aun en la misma carrera del Comercio. Porque el noble
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que procura aumentar sus facultades con la industria y con el ingenio , no sude cometer regularmente nin- guna vileza j deshonor , ni vicio alguno grosero que desmienta su ánimo generoso , absteniéndose única- mente de todo lo que arguye baxeza de ánimo , se- gún la común opinion de las gentes , y constituye un sórdido y vil interés. Y por lo mismo se determino sabiamente , que en las ciudades mercantiles de Gc'no- va , Florencia , Luca , Pisa y otras , no se obscurecie- se el merito de la nobleza por el exercicio del Comer- cio , ni pudiese servir de impedimento para obtener la Cruz de Malta. Con igual sabiduría , atendiendo verdaderamente al bien de sus vasallos , decretó en una Bula uno de los últimos Romanos Pontífices , que corriese una buena harmonía entre la clase de los nobles y el exercicio del tráfico , por todos los Esta-- dos de la Iglesia Romana j porque huían los nobles de vender las mercaderías por menor. No dexarán de ser por esto tan hábiles para la milicia sus hijos y sus nietos. ¡Pluguiese á Dios que muchos nobles de Italia que huyen hoy de los peligros de la guer- ra , y pudiéndose dedicar de algún modo al estudio de las Ciencias ó al de las bellas Letras , aborrecen enteramente el trabajo y yacen sepultados en el ocio, ó gastan el tiempo en galantear al bello sexo , se apli- casen mas bien á poner florecientes la Agricultura y el Comercio I Este sería también un tráfico muy be- llo que harían con sus ingenios , del qual cogería mu-
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cho fiuto el mismo público. Pero la mayor parte del
mundo está condenada à dexarse arrastrar de la cos- tumbre ó de la opinion , sin querer elegir lo mejor siendo fácil de hallar.
Concluyamos : la mayor opulencia se encuentra en aquel país que atiende mas á la Agricultura , á las Fábricas y al Comercio j y donde tienen estimación las Artes , especialmente las de seda y lana. Y al con- trario , gran desidia de un pueblo , y gran descuido ó abandono del Gobierno se deberá llamar el de un País , donde se podrían hacer muchas mas cosas para mejorar sus intereses, y no se hace nadaj donde solo se atiende al dia presente , y no se piensa en lo que está por venir ; y donde reynen los vicios que em- pobrecen, y no la virtud y aquella sabia economia que enriquece. El que codicia mas industria en su pueblo, le desea verdaderamente mas bienes temporales j y sino sabe hacerse industrioso el pueblo por sí mismo , de- be ayudaile y promoverle el Gobierno en quanto le sea po.sible. La mano del perezoso ( decia el mas sabio Kcy de Israel) ( i ) lleva consigo la pobreza, T al contra- r'o y la de los laboriosos y fuertes produce la riqueza. Hay países donde se pintan con mucha variedad los lienzos; donde se adamascan con fuerza artificial las telas de seda ; donde se fabrican sargas fuertes y camelotes p:"ecIosos con el pelo de ciertas cabras 6 de camello
(i) E^estatem operata est manus remisa. Manus auten fcrtium dt-
f vitias p.'trat. Proveib. c. loi'v. 4.
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que traen de fuera. ;Por que no han de procurar jamas
apropiarse las invenciones agenas ? Según el dictamen del Sr. Melón (i) la mayor máxima, y la mas conocida es, que el Comercio pide libertad y proùeccìon. Si acaso hay alguna restricción para los granos, no deben estender- se estas á los demás géneros y mercaderías. Los Prín- cipes que degüellan al Mercader en las urgen :ias ; que introducen un derecho privativo j que imponen unas alcabalas muy gravosas á los Artistas j y que se exce- den en los rigores de los contrabandos > arruinan to- talmente el Comercio. Por esto florece mas regu- larmente en las Repúblicas que en las Monarquías. Sin embargo se debe exceptuar la Francia. Tam- bién debemos confesar que es digna de alabanza la re- solución que tomo el gran Pontífice Benedicto XIV por consejo del Emo. Sr. Valenti , Secretario de Esta- do y Camarero de la Santa Iglesia Romana j de con- ceder exenciones á los que fabricasen manufacturas de seda , lana y algodón , eximiendo también de todo de- recho la extracción de ellas. Esto es amar á un pue- blo , y procurar al mismo tiempo ventajas al Erario del Príncipe ; porque ( conviene decirlo una y otra vez ) quanto mas se aumenta la población , el Comer- cio y la abundancia de los particulares , tanta mas utilidad percibe por otro lado el Erario del Sobera- no. ¿Pues acaso no está obligado el Príncipe por ra- zón de su oficio á procurar todo el bien que pueda
(i) Ensayo Político sobre el Comercio.
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á sus vasallos ? Las Perlas y los Mercados , son tam- bién un apoyo del Comercio ; y estas se introducen concediendo exenciones y libertad. Nadie necesita pro- bablemente hablando , que se le advierta que impor- ta mucho al bien del Príncipe , al público y al de los particulares conservar semejantes privilegios.
CAPITULO XV IL
Del cuidado particular que debe tener el Príncipe en fo- : mentar el aumento de las Artes y del Comercio,
Jr ero no basta solamente proponer al país como un axioma muy útil, la introducción de las Artes, y el au- mento de las Fábricas y del Comercio. La dificultad está en buscar los medios mas propios para efectuar este designio. Hay países donde , como hemos dicho poco ha , se hace todo lo contrario , esto es , donde se cortan las piernas al Comercio , y se recurre en las urgencias al bolsillo de los Comerciantes y Cambistas, los quales hallándose después flacos de bolsa , ó ha- cen banca rota o se separan de aquel tan importante exercicio. Los sabios Príncipes deben remover prime- ramente quantos obstáculos perjudiquen al tráfico y á la industria civil ; y después procurar que florezca todo lo posible , atendiendo á la situación y fuerza del país. Mas como sucede regularmente, que 6 no pue? den hacerlo ellos por sí misraos , 6 ignoran esta doc-
IP 7 trina difícil , el único expediente que tienen se reduce
á diputar sugetos hábiles e inteligentes , que propon- gan y pesen con un examen muy exacto los m.edios de hacer mas industrioso y íibundante el país en Ar- tes y mercaderías. En las referidas diputaciones hay la costuiiibre de introducir algún Ministro letrado, el qual persuadido de que todo quanto se puede saber se halla en el Código y en el Digesto , se reviste de padre maestro , y quiere que se prefiera su venerable dictamen al de los Comerciantes , que han sido elegi- dos para tratar este asiinto : y semejantes materias no penden de las máxima-s especulativas sino de la expe- riencia , que es la mejor maestra en la práctica. Por tanto , parece mas razonable que sean preferidas las opiniones de los que están mas instruidos en la prácti- ca del mundo , si acaso pueden concillarse entre sí, porque muchas veces se opone el interés particular al público. Por lo que sería muy conveniente que se sir- viese el mismo Ministro en semejantes congresos de los oidos y no de la voz , reservándose para sí única- mente la aprobación de la opinion que hubiese prefe- rido la mayor parte de los mas sabios diputados. Pa- rece muy justo creer , que quien sabe el Arte sabrá mas que el que solo puede hablar de la teórica de los negocios. Y una vez que se hubiere resuelto el gene- ro de manufacturas que se podian aumentar , y qua- les las que se podrían mejorar ó introducir de nuevo en el país ó en el pueblo , que fuesen convenientes á
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su calidad j h execuclon de todo pende regularmente de hacer venir de fuera algunos Artífices liabiles que nos traigan lo que falta , y sean aptos para perfeccio- nar lo que se hubiese fabricado hasta entonces im- perfectamente. Para conseguirlo no perdonan gasto ni diligencia alguna ios buenos Príncipes , porque esto es dar el dinero á una usura muy grande.
He dicho arriba que á los que introducen nuevas Artes útiles en un Estado, se les han de conceder pri- vilegios , exenciones , y el derecho privativo por algún tiempo determinado. Pero no puedo dexar de referir aquí lo que me oscribió el Sr. Carlos Antonio Brog- gia , negociante y literato Napolitano, y hombre muy instruido en el gran libro del mundo. Qtiando se intro- duce (dice) alguna nueva Arte ó profesión,, se suelen conceder algunos privilegios exclusivos por un cierto tiem* po lir/ilcado , á los Maestros , Negociantes é Empresarios que las introducen, iPero qué resulta de aquí regularmeri" te Ì Que concluido el tiempo quedan ricos los Artífices , y el Arte está como en secreto todavía j se vuelven á su patria sin dexar establecida su Arte en aquel Esta- do 5 y si acaso la dexan , la exercen muy mal -, y es lo mismo que sino la hubiese. T así valdría mas que en vez de dar privilegios , pagasen y premiasen bien à los Em- presarios , por haberles enseñado el Arte con toda per' feccion á los del Estado. Por lo que quisiera que se les señalasen buenas pensiones , con la condición de que hablan de cesar siempre que se quisiesen marchar á otra parte, Y a
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la verdad , no serviría de nada la introducción de una Arte en un país, corno no se comunicase á sus ha- bitantes , y se creasen muchos Artífices , abriendo es- cuela de ella , á los quaies no se les debía esconder nada de quanto contribuye á su perfección. Entre los mismos habitantes naturales de un país , sude reynar muchas veces una gran zelotipia entre algunas gentes y Artífices que poseen ciertos secretos en alguna Ar- te , y los están exerciendo ellos solamente , sin que- rerlos enseñar á los demás , por temor de que se dis- minuya ó cese absolutamente toda su ganancia. Final- mente , yo he conocido en mi país un Fabricante de tixeras de un temple tan fino , que eran buscadas des- de los países mas distantes , y no podían satisfacer sus manos á todos : este tenía un hijo 5 pero ni á el quiso enseñar el secreto , y murió sin habérselo revelado , lo qual le hubiera podido construir un patrimonio muy bueno. Pero si hubiese un Magistrado que fuese ze- loso de las Artes , no sucederían estas cosas. Entre las glorias de los Príncipes y Reyes benéficos se cuenta la de haber comprado de los particulares qualesquie- ra secretos pertenecientes á la Medicina , á la Mecá- nica , á la Marina, &c. para divulgarlos en beneficio del público.
Pero sin embargo de la buena voluntad y de los medios eficaces de que se vale un Príncipe para hacer negociante y aplicado al Comercio á su Estado , sue- le encontrarse alguna vez un obstáculo inesperado y
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difícil de vencer , qiial es el g:nIo del mismo pueblo. En algunos países es una maquina tan pesada el pue- blo compuesto de los nobles y de la plebe , que no bastan palancas para moverla. Quiere hacerle bien mu- chas veces el Príncipe sabio , y lo reusa el mismo ne- ciamente. Los nobles que se acostumbran al ocio ver- gonzosamente ó solo buscan diversiones y conversacio- nes mugeriles no abandonarán una vida tan cómoda y feliz por quanto oro tiene el miUndo. ¿Pues á que fin tanta paciencia, ni por que han de gastar su mollera con tanta idea de Comercio , por sola una vil ganancia ? Dios les ha dado bastante : no tienen necesidad de buscar mas. Entre los nobles que piensan así , poca fortuna hallarán los útilísimos proyectos del Príncipe. Por lo que hace á la plebe , se advierte mas amor al ocio que al trabajo en muchas gentes en aquellos países donde están poco introducidas las mercaderías , y la variedad de las Artes que alimentan el Comercio ? porque acos- tumbrados á ganar lo preciso para el dia j no sabrían ni querrían dar un paso para mejorar su fortuna. Mas bien hacen sus esfuerzos para seducir y arrastrar á su partido á los que no se gobiernan con unas máximas tan viles , y van diciendo en su corazón lo que dixo el Eclesiástico del necio. Mas vale un puñado con descan- so ^ que tener llenas ambas manos con trabajo {i^. Pero no sucede esto en otros pueblos , que se han aplicado al
(i) S tu! tus cUctt. Meh'or est pugUlus cum requie ¡ quam plena utra" que manus cum labore, Eclesíast. c. 4. V. 6.
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trabajo de mucho tiempo á esta parte , se han acos- tumbrado al tráfico , se han dedicado á la industria y tienen especialmente un ingenio despejado. El exem- plo de muchos y el de la misma nobleza, excita y anima al menor número á competir consigo mismo pa- ra procurarse una vida mas cómoda , y para aumen- tar el patrimonio de su familia , lo qual redunda tam-'' bien en beneficio de la misma República. Hablando pues de estas gentes tan bien inclinadas , hallará poca dificultad el Príncipe en introducir nuevas Artes en el país , y otros nuevos medios de aumentar las Fá- bricas y el Comercio. Acostumbrado un pueblo á tcr ner enemistad con el ocio , se alegrará mucho mas y abrazará mas gustoso los medios de procurarse las ganancias. ¿Que no hacen los Hebreos donde quie- ra que vivan ? La necesidad , el exemplo y la costum- bre de sus demás hermanos , llega á hacer industrio- sos hasta los mas rudos y viles de ellos. Y al con- trario , será un empeño arduo querer promover las bellas empresas en un pueblo habituado á la pereza, entregado al juego y á las comedias. Y quizá se la^ mentará y enfadará un buen Príncipe , inclinado á fo- mentar el mayor bien de sus vasallos , de tener un terreno que resista tanto á la cultura ; pero todavía se quejará mas de sus antecesores , porque no se to- maron el menor cuidado de corregir y educar me- jor al pueblo que fió á su cuidado la divina Pro- videncia ; ni pensaron jamas en mantener en el el Cq->
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mercio y las Artes j y quiera Dios que no hayan contribuido también á la ruina de ellos con tantos impuestos , procesos y exorbitantes contrabandos.
¿Que debe pues hacer un Príncipe sabio en tal caso ? No desmayar : debe hacer lo que hacen los par- ticulares , que quando descubren algún terreno que ha estado descuidado ó mas bien desmantelado por sus predecesores , se aplican de todas veras á volver- lo á plantar , lo renuevan y le reducen á la mejor forma posible. Y quando no consiguiesen aligerar á los que están acostumbrados ya á la pereza , se podrá esperar esta feliz mutación en sus hijos , los quales serán educados en las Artes. Lo mismo se deberá hacer en un país , siempre que se quiera introducir en el el estudio y el buen gusto de las letras. ¿Se podia dar un pueblo mas rudo , mas inculto y mas mal acos- tumbrado que el de la gran Rusia ? Pero tuvo la for- tuna de que entrase á reynar en el Pedro el Grande, que no perdonó ningún cuidado , ni omitió cosa al- guna para hacerle mudar la faz , y lo consiguió ver- daderamente en mucha parte. No hay ciudad alguna ni país en Italia , donde se procure con tantos es- fuerzos la buena dirección de los negocios de un pue- blo. Por nuestra desgracia se ha pasado á la Francia, á Inglaterra y á Olanda nuestro gran Comercio y las Artes mas lucrosas , por haberse constituido dueños del mar aquellas Potencias , con grave perjuicio núes* tro. Sin embargo , demos una ojeada por la Alema-
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nía. ¿Que abundancia de labores y de manufacturas no nos presenta á la vista ? ¿Que Comercio tan envi- diable no fomenta en su seno ? ¿Y que número no posee de ciudades ricas , donde no se tolera el ocio, ni permite mendigar sino al que está imposibili- tado verdaderamente, y son muy pocos estos? Yo he visto asombrarse muchos ultramontanos de ver tantos pobres en Italia j y resentirse de haber venido á un país tan bello y tan privilegiado como el nuestro, luego que velan atropados por todas partes tanta muU titud de mendigantes. Es muy malo dexar que se acos- tumbre un pueblo á la ociosidad. Pero quando hablo ¡de esta manera , no pretendo perjudicar la reputación y gloria de algunos pueblos de Italia que están fo- mentando la industria , igualmente que los ultramon- tanos por medio del Comercio y de las manufactu- ras. Y aunque el Francés Savari , cuenta en su Dic- cionario entre las ciudades de Italia que tienen un mayor Comercio á Venecia , Genova y Mezina , por ser puertos de mar j dice después mas abaxo , que Turm, Milán y Florencia , Bolonia , Modena , Regio , Parma y Luca siguen también este buen Comercio : y toda- vía debia añadir á estas Verona , Padua , Brescia , Ro- ma y Ñapóles , Lodi y otras ciudades. En Forlì se han introducido también varias máquinas , con mucha ala- banza del Conde Francisco Piazza , y se hace traba- jar en ellas á los pobres. Pero la ciudad que puede gloriarse hoy particularmente de haber introducido
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en ella gran número de manufacturas de seda , con las quales comercia con la Alemania y con Venecia,es Vi- cenza. No estaba bastante informado el Savari de nues- tros negocios. Sin embargo , comparando la Italia con- ia Francia , con Inglaterra , con Flandes , con la Olan- da y con qualquier País de la Alemania , es menes- ter confesar que es inferior una buena parte de ella en industria y comercio á los referidos países ultra- montanos. No hay ciudad , no hay casi pueblo algu- no en Francia que no haga algún genero de manu- facturas y siga algún tráfico. Y al contrario , tended la vista sobre muchas ciudades y pueblos de la Ita- lia , y mostradme que labores hacen que sean capaces de arrancar los dineros á los ultramontanos ó á lo menos á sus vecinos. Todo lo que hacen no sirve mas que para el uso necesario de aquella po- blación. .Y pluguiese á Dios que fuese tal su traba- jo que no tuviesen necesidad de pagar contribucio- nes á los estrangeros mas industriosos , que con esto solo sería riquísimo aquel país. Exceptuando algunos pueblos sabios e industriosos de Italia , de los que hemos referido antes , que fabrican manufacturas que son bien recibidas de los ultramontanos , los demás casi todos restringen su tráfico á las superabundantes producciones de sus campiñas y ganados , ó á las se- das , al aceyte y á la pesca , sin fabricar ningún ge- nero de labores 5 y si acaso se ocupan en hacer al- gunas , no tienen salida en los países estrangeros , y se
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ven precisados á tener que comprar con dinero fi- sico lo que les falta, de los estrangeros mas indus- triosos. ¿Por que pues no nos aprovechamos del exem- plo de tantos países que son mas ricos que nosotros, por haberse aplicado mas á las Artes lucrosas y al Co- mercio , tanto por mar como por tierra ? A la ver- dad no faltan ingenios en Italia : lo que falta es quien introduzca y aumente las Artes y fomente la Indus- tria y el Comercio. Pero mientras tanto se nos llevan el dinero los ultramontanos , y para mayor vergüenza nuestra nos despojan también de nuestras antigüeda- des , estatuas , pinturas , manuscritos , &c.
No basta que el Príncipe mande desde su gabi- nete , y de órdenes á sus Ministros para que procu- ren y fomenten el adelantamiento de las Artes. Debe intervenir personalmicnte en la execucion de las órde- nes , observar lo que se haga , y animar y alabar á los Artífices. Todas quantas honrosas visitas hiciere á los operarios influirán mucho para alentarlos en sus fa- tigas , y tanto mas si derramase á veces su magnifi- cencia algunas liberalidades sobre estos pobres jor- naleros. Es muy bueno que algunos Príncipes Euro- peos constituyan la conservación de la dignidad en el retiro , á imitación de los Orientales , y se figuren que la degradan familiarizándose con el pueblo baxo. No lo hacían así el referido Emperador de la Rusia , ni el Rey de Cerdena , Victoria Amadeo , grandes cabezas las dos : ni los sabios Venecianos , donde se ve que los
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principales Directores del Gobierno están tratando fa- miliar y cortesmente con los Negociantes y con los Artistas j visitan sus tiendas , sus oficinas, sus talleresí alaban á los operarios quando lo merecen ; los ani- man á perfeccionar mas y mas las manufacturas j y los fomentan con su protección. ¡Quán bueno fuera que los que están encargados de promover el Bien público, se informasen plenamente de todos los reglamentos y acciones de los sabios Príncipes para obtener un fin tan glorioso ! No conozco otra escuela mas eficaz que esta. Y volviendo á nuestro asunto , el Príncipe siem- pre es Príncipe ; ni porque descienda del trono le falta nunca el pueblo al respeto que le es debido 5 an- tes bien saca mucha ventaja qualquier Soberano que se humana tratando con amor hasta los subditos de la ínfima esfera , porque les compra su votuntad á poca costa. ¿Y que mayor gloria para los Príncipes que verse amados y bendecidos de sus pueblos ? El mandar y el reynar es propio del que ocupa el trono} pero el ganar el corazón de los vasallos es privilegio de las almas grandes y de los héroes. Ademas de que los buenos Príncipes que saben practicar bien la loable arte de familiarizarse con los vasallos , de qualquier condición que fuesen , ya sea con darles audiencia francamente , ya con ir á visitar los talleres de los Artífices de las varias Artes que hubiese establecidas en su Estado , puede sacar mucha luz para descubrir los artificios y las fraudes que puedan ocurrir 5 y lo
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que pudiese contribuir para mejorar las cosas. Y asi- mismo examinando los Príncipes prudentes en las Au- diencias , las varias personas que se presentaren en su presencia por razón de sus propias necesidades , pue- den venir en conocimiento de si los Ministros públi- cos , los Jueces y los Oficiales faltan á su obligación haciendo extorsiones , violencias y ganancias ilícitas ú otros abusos que deben ser corregidos por un buen Gobierno.
También se debe notar , que se ha de acoger con Cariño á qualquiera forastero que venga á constituirse Mercader en otro país y establezca en el su casaj pero es menester mucho recato para poner en poder de estos el dinero público ó el del mismo Prínci- pe ; porque suelen presentarse con ciertos aspectos agradables de unos intereses muy considerables , y con unas grandes esperanzas de compaíiias lucrosas y de correspondencias con estrangeros : y corre peligro de hallar en sus negocios y manejos aquella utilidad que se esperaba de los eloqúentes prometedores del Lapis Fìlosoforum, Siempre será mejor partido y mas seguro interesar quanto se pueda á los Mercaderes del país y á los nobles ricos en aquellos proyectos que podrán ser útiles probablemente al Estado 5 y para esto es menester examinar primeramente si tiene unos fundamentos sólidos el negocio, ó si solo se funda en unos ligeros deseos y sobre vanas esperanzas. El que quiera arrepentirse de haber sido demasiado credulo,
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adhiera fácilmente á quien le manifieste como indu- bitable el descubrimiento de una mina de qualquier especie de metal , ó de algún tesoro escondido , ó de un tráfico admirable, ó de algún ínteres grande. He- mos visto algunos exemplos 5 y no serán estos los úl- timos , probablemente hablando. Finalmente , después de tomadas las buenas resoluciones , y establecidos los sabios reglamentos , los quales deben imprimirse to- dos, se exigirá la plena execucion de ellos. Y quando no pudiese acudir el Príncipe con la atención necesaria, debe encargársela á lo menos al Presidente por medio de unas órdenes precisas 5 y procurará informarse sí este y sus dependientes cumplen bien con su obligación: bien persuadido de que toda sabia ordenanza acerca de las cosas públicas está muy expuesta á los abusos, y tira siempre á extraviarse de su senda j y sino se tiene buen cuidado de ella , pierde el uso ó por mali- cia ¿> por descuido de los hombres y se arruina. Hay otras Artes también que necesitan unos inspectores particulares escogidos del gremio de ellas ó diputa-^ dos por el mismo Príncipe j especialmente las Artes de la seda y de la lana , la de los Boticarios , la qual de- be estar sujeta al examen de los Médicos , y las de los Drogueros , Tintoreros , &c. En los países donde tie- nen mas estimación las Artes no faltan de estos exa- minadores hábiles , ni Jueces que zelan si se fabrican bien las manufacturas , si se observan los preceptos del Arte para evitar cjue se metan á maestros los ig-
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notantes ; si se venden á buen precio las ropas y de- mas tiechuras , y si se cometen algunos fraudes. No todos los Boticarios por exemplo son hombres de ho- nor y pueden encontrarse en sus tiendas medicamen- tos falsos , aromas ó drogas adulteradas. Y así después de sentado un buen credito y teniendo despacho cier- tas manufacturas entre los estrangeros , no se debe per- mitir jamas que se mude la calidad y forma de ellas, hacie'ndolas mas estrechas , esto es , con un hilo me- nos , ó mezclando hilo de lino que no entraba an- tes en ellas j adulterar los vinos , &c. Todo lo qual suele practicarlo muchas veces la ambición y codicia de algunos Artistas y Mercaderes , sin reparar en que desacreditan sus hechuras por eso y van perdiendo poco á poco su despacho. Por lo que mira á los apren- dices de las Artes , hay también leyes particulares en Francia y en otras provincias de Italia.
CAPITULO XVIII.
De los comestibles.
engo por cierto que no hay país ni ciudad alguna bien gobernada , que no tenga buenos reglamentos pa- ra tener la correspondiente provision de granos , harina y pan para el mantenimiento del pueblo , tanto urba- no como forense. Y todo el mundo sabe y confiesa que este es uno de ios primeros cuidados de todo
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Gobierno sabio 5 porque el principal fundamento de la Pública Felicidad consiste en la vida de los ciuda- danos, la qual no puede subsistir sin pan , de qualquier especie que sea. Ni hay cosa que mas contente ni tranquilice al pueblo baxo como la abundancia de ví- veres y la mayor baratura del pan que sea posible. En los tiempos de carestia es quando se ha de cono- cer principalmente el paternal zelo de los Príncipes, y la atención de los Magistrados en socorrer la ne- cesidad pública. Si se ofreciese despojar de todo el oro á un país , todo será bien gastado entonces por salvar la vida de los ciudadanos. Hay ciudades que se gobiernan con tal acierto , así en los tiempos de penuria como en los de abundancia , que jamas fal- tan granos , harina , ni pan á un precio justo , esto es , proporcionado á la mayor ó menor cosecha que se coja. Y también son de alabar aquellos pueblos que dexan al arbitrio de los que gobiernan todo el derecho de cuidar del pan para el público , mante- niéndolo siempre á un mismo precio, tanto en la abun- dancia como en la carestia : de lo qual resulta una corta perdida y gana mucho con ello el Gobieyno. Pero en otros pueblos se han visto muchas veces unos desórdenes clásicos en esta partea porque los que .estaban encargados del ramo de los víveres no tenian aquellas luces , ni aquel juicio ni experiencia que re- q-uiere el manejo de este negocio , donde ocurren tañ- ías consideraciones y advertencias que hacer. Otros
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directores de los comestibles han .solido hacer un tráfico seguro de su autoridad, á fin de lucrar algunas ganancias á costa de las desgracias del público. Otros llevados de un zelo indiscreto han angustiado muchas veces de tal suerte á los Mercaderes de granos con el pretex-? to de prevenir las fraudes , que les precisaron á aban- donar este comercio j y no habiendo quien fiase gra- nos se vieron los pobres labradores en los mayores apuros y algunos de ellos perecieron tristemente. Otros han sabido hacer su propio negocio en un país superabundante en granos , negando la extracción de ellos generalmente y concediéndola después á algunos pocos no mas con vergonzoso monopolio. Y otros fi- nalmente , con las inmoderadas licencias que han con- cedido sobre la extracción , han extenuado algún país rico de granos , y han introducido la carestia en el pueblo , con cuyo motivo se veían precisados á tener que comprar á un precio muy alto , lo que les costa- ba barato dentro de su misma casa. Y ved aquí un gran número de gentes que por malicia ó igno- rancia se constituyen perturbadores de la Pública Fe- licidad.
No es pequeña esta provincia si hemos de decir verdad. Pero como los buenos Príncipes no tienen tiempo , ni bastante inteligencia regularmente para acudir á este oficio tan escabroso , suelen diputar sa- biamente una junta de sugetos dotados de pruden- cia, de práctica de mundo y de, honradez principal-
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mente. Nadie ignora que ni los Ministros , ni ninguno de los que están empleados en la buena dirección y gobierno de los comestibles , pueden tener el menor Ínteres en el tráfico de granos , ni en los hornos pú- blicos. ¿Y que desgracia no amenaza si el intere's pri- vado llega á entrar en los Consejos y especialmente en estas Juntas? Estos Diputados deben tener presen- te que su principal interés debe ceder en beneficio del pobre público > porque los ricos no compran el pan regularmente , sino solo los pobres. Pero sobre esto hay siempre mucho que lidiar. Los que comer- cian en granos y los hombres ricos no piensan en otra cosa sino en ver como vender lo mas caro que puedan sus cosechas y aquellas partidas que hubie- sen recogido á Un precio baxo. ¿Pues quien ha de mirar por la gente pobre , sino los que están desti- nados por el Príncipe á la superintendencia de los víveres ? Por lo mismo deben estar vigilantes en que la codicia agena no se exceda en las ganancias á cos- ta de la plebe. Dixe que no se exceda. , porque es razón que así los Mercaderes como los horneros, tengan algún lucro honesto de sus trabajos , y no se les debe estrechar con impuestos , ni otros graváme- nes indiscretos ; pues de otro modo por curar un exceso suelen Caer en otro. Los horneros tienen obli- gación de dar el pan de buena calidad , bien cocido y del peso establecido por los Ministros públicos. Y quando no se tenga ninguna consideración sobre los
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gastos , fatigas , lucro cesante y daño emergente y se les prive de su competente utilidad , procurarán vengarse y compensarán su sudor. Nacerá y crecerá en ellos el deseo de servirse de grano inmundo , de cocer el pan malísimamente 5 y si se descuidan los Jueces , hasta de disminuir el peso. Y de este modo vie'ndose apremiados los Comerciantes por el indiscreto zelo de los que dirigen este ramo de Comercio no liarán venir mas granos de los países estrangeros. ¿Y quien padecerá en semejantes casos i El pobre pueblo. También se yerra muchas veces por querer poner muy baratos los granos j porque esto es cer- rar la puerta á los estrangeros , sin los quales no po- drá subsistir la población de un país. Con esto cre- cen las necesidades y aumentado el precio se ven precisados después á comprar caro de los forasteros lo que les hubiera costado antes mucho menos. El gra- no siempre va á parar por sí adonde halla una ven-^ taja mas grande el vendedor. En muchas ciudades y provincias han pensado los sabios Directores de los abastos prevenirse contra los gravísimos daños que acarrean las carestías que se suelen padecer fácilmen- te , con formar los Graneros , esto es , con tener siem- pre en reserva una masa tan grande de trigo público que sea capaz de redimir la necesidad de uno ó dos años 5 pues de este modo si yerra un año la cose- :cha hay con que mantener el pueblo en el otro , sin íener que mendigar á mucha costa de otras partes el
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preciso alimento. Semejantes acoplos son muy loa- bles y en algunos países se pone el mayor cuidado en hacerlos con evidente beneficio del público. Pero hay muchísimos exemphres deque estos graneros son de corta duración ; y últimamente viene á perderse con tanta facilidad todo el dinero que se habia em- pleado en hacer semejantes provisiones , que no se de- be dar ni es de aprobar el consejo de semejante esta-: blecimiento , sino donde pueda haber seguridad de que producirá una legítima y fiel utilidad , lo qual es muy difícil. Los efectos públicos han tenido y ten- drán siempre la desgracia de no ser administrados con aquel cuidado que cada uno aplica á sus propios ne- gocios. Suele empezarse bien regularmente ; pero al cabo de corto tiempo se hallan en la agonia. Ademas de esto , el trigo amontonado tiene que sufrir la guer- ra de un gran número de insectos que lo desmen- guan. Los sobrestantes de los pósitos y los que tienen la inspección de las panaderías públicas , suelen oca- sionar algunos gastos 5 y no estando contentos con sus salarios regularmente quieren procurarse arbitrios y saben aprovecharse de lo ageno ( pues nunca falta mo- do ), lo qual cede todo en perjuicio del público , para no hablar nada de los ladrones de profesión , que no faltan en ningún país. Por lo qual no debemos aten- der siempre á los pocos cxemplos que nos presente el tiempo de algunos establecimientos semejantes que han sido bien administrados , sino á los muchos de
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los que han sido manejados con infidelidad , con ate- nernos después al menor mal , ó para estudiar bien las reglas de los que gobiernan con felicidad esta útil in- vención.
Fuera de esto , quando Dios envía algún año de abundancia , por la qual se vende barato el grano , se- rá una resolución muy útil y prudente que un públi- co , ó también el mismo Príncipe amante de sus vasa- llos , haga una gran provision y compra de granos en tiempo tan oportuno y los conserve por espacio de uno ó dos años por lo que pueda suceder. Porque la experiencia nos ha hecho conocer varias veces que después de un año de una gran cosecha suele suceder la carestia 5 y el que tiene preparado un recurso tan considerable de granos puede y debe acudir enton- ces á la necesidad de su pueblo. Y en semejantes casos ni el buen Príncipe , ni el público deben hacer de Co- merciantes , esto es , no deben pensar en lucrar ganan- cias , sino contentarse con recobrar todo su dinero, sin que pierda nada el Erario público. ¿Desde quando, acá debe pretender un padre ( qual lo es el Príncipe y el Gobierno del público respecto del pueblo ) comer- ciar y lucrar ganancias con sus hijos ? Por esta mis- ma razón toda ciudad bien gobernada deberla tener graneros públicos de buena construcción y firmeza, bien defendidos de la humedad , de los ayres perjudi- ciales y del excesivo calor , que estuviesen cuidados por personas que supiesen preservar el grano de los
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ratones , de los pájaros y de los insectos perniciosos, limpiándolo de quando en quando con el harnero , y sirviéndose de yerbas y de otros ingredientes contra la enemiga casta de tanto perseguidor de lo que está destinado para mantener la vida de los mortales. Y en Caso que ni el público , ni el Príncipe quieran ó pue- dan hacer estos acopios , se deberá permitir á los par- ticulares que los hagan y animarlos al mismo tiempo con prestarles gratis los graneros piíblicos. A es- tos compradores se les ha de permitir regularmente que hagan sus compras en los países estrangeros y no én el suyo , donde suele andar escaso el grano de or- dinario. Sin embargo si el país cogiese una co- secha de grano tan abundante que le sobrase mucho todavía después de haber remediado la necesidad pro- pia , ó al contrario, si fuese aquella tan corta que ame- nazase un año de miseria y carestia , no les será pro- hibido hacer alguna compra con discreción del grano domestico j aunque siempre será mejor y mas seguro Comprarlo de los forasteros. Y entrando en esto los particulares será muy justo que quando sobreviniese alguna cosecha miserable ó especie de carestia , no pretendan vender estos sus granos á un precio muy caro , especialmente si gozan del beneficio de disfru- tar los graneros públicos , sino contentarse con un lu- cro honesto , sin querer desangrar á sus conciudada- nos. Esta tasa la deben hacer los sabios Magistrados, ios quales deben proceder en semejantes casos con mas
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liberalidad que mezquindad en favor del público.
Los Príncipes sabios saben muy bien que no so- lo no se han de cargar derechos ni impuestos sobre la introducción de los granos en un Estado , sino que esta debe gozar de toda especie de franquicia. Ya he- mos dicho que los sabios Emperadores Romanos con- cedían antiguamente muchos privilegios á los que co- merciaban en este ramo. En la extracción del grano es menester proceder con mucho rigor , y no se ha de permitir jamas sino después de estar bien asegurados de que tiene el país la provision que necesita hasta la cosecha siguiente ? pero cuidado siempre de no ti- ranizar tanto á los Comerciantes que desistan de este Comercio de granos. En tiempos de calamidad y ca- restia ( no se puede decir esto bastante por muchas veces que se repita ) debe un Príncipe , y tiene gran- de interés en ello , no perdonar gasto ni fatiga alguna para traer granos quando se ofrezca hasta de los países mas remotos. Porque de otra suerte no puede esperar otra cosa el que gobierna sino una despoblación total de su Estado , ya sea por las enfermedades que resul^ tan de la hambre y por las dolencias que suele oca- sionar la calidad de los víveres de que usa entonces el pueblo baxo j ó bien porque abandonarán su país muchas familias desesperadas y se marcharán á vivir á otra parte, Y no solo debe proveer el Príncipe la ca- pital , sino estender también su vigilancia y providen- cia á todos los pueblos , hasta los mas remotos de sus
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domlnios.Buen testigo tenemos de ello en la eluda 1 de Perusa , la qual sin embargo de su buena situación se vió infestada hace algunos años de una epidemia pestilenciosa , por haber refugiado en su seno á los labradores de todas aquellas comarcas , que acosados de hambre en un año de carestia se veian precisados á echar mano de una especie de alimento muy impro- pio para mantener la vida j por cuyo motivo contra- xeron la epidemia con que infestaron aquel pueblo. Pero causó tal estrago este fiero y contagioso mal, que se dixo habian perecido quatto ó cinco mil ciudada- nos , y seguramente se extinguieron muchas familias honradas de aquella noble ciudad. Qual hubiese sido la causa de un descuido tan grande , lo podrán decir los Señores que la gobernaban. También pueden su- ceder en otras partes otros desóidenes semejantes : y no causó años pasados menor estrago en Mesina la hambre que la peste. Pero estas calamidades rara vez se ven en los países donde el Príncipe sabe manejar bien el nego- cio de sus intereses y mira como padre á sus vasa- llos. Por lo qual dixo sabiamente Cicerón en el Lib. 3 de Legibus c. 3. Salus -populi summa lex esto. Los víveres son muy necesarios , porque sin ellos no puede subsi tir la vida de los hombres j y si se descui- dan en esta parte los que gobiernan los pueblos , hay que tener algunas sediciones 5 ó á lo menos no falta- rían contra ellos infinitas murmuraciones y maldicio- nes. Y los Príncipes que despojan los campos de cui-
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tivadores para seguir y emprender algunas guerras que no son necesarias , arruinan su país y preparan la carestia á los que no son labradores ni entienden este oficio. Mas no se ha de estender al pan solamen- te la vigilancia de un buen gobierno; porque un pue- blo necesita también de carnes , de pescados , de le- gumbres , de frutas , de hortaliza , de manteca , de queso , de aceyte , de vino , &c. Y sino se cria todo esto en el país es menester traer de fuera la pro- vision correspondiente. Para cuidar de todas estas co- sas se echa mano de unos Ministros y Jueces hábiles y desinteresados j á cuyo cargo queda defender al pueblo de los monopolios , de las supercherías y de todas las demás fraudes y engaños que pueden inter- venir en este Comercio tan vasto , los quales regula- rán justamente los precios y examinarán la buena ó mala calidad de los géneros , con el fin de que se ob- serve una Justa medida entre el que vende y el que compra. El que vende es acreedor de una honesta ga- nancia , pero siendo muy ordinaria la codicia en las gentes , es menester fijar el precio de algunos artícu- los principales , mudándolo de quando en quando á proporción de la abundancia ó escasez que hubiere de ellos. También se ha de poner freno á los revendedo- res , reconocer de tiempo en tiempo sus pesos y medi- das , y zelar otras muchas cosas que merecen la aten- ción del Gobierno , cuyo cuidado está encargado re- gularmente á los Superintendentes que hay destina-
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dos para entender en punto de comestibles ; pero pòt desgracia de los pueblos no suelen tener siempre U mejor observancia. Mas no basta nombrar estos Dipu-» tados, es menester velar sobre ellos para que no formen bandos , no hagan tráfico de su noble oficio , ni r- ben al público el salario que tienen , sin querer trabajar, ni cumplir con las leyes que lleva consigo un empleo tan necesario. Conozco una ciudad situada en las cos- tas del mar , y mar abundante en pesca , tan bien go- bernada que hay mas escasez de pesca en ella que en los pueblos mediterráneos. Y se engañaría el que atri- buyese la culpa de esto á los pescadores. En Francia no pagan alcabalas el trigo, ni las carnes , ó si acaso son muy leves : sabio consejo que debe practicarse en otro qualquier país j porque para el mantenimiento de los habitantes del pueblo son precisas especialmen- te estas dos cosas. Y al contrario el vino está muy ca- ro. ¿Pues no abunda de vinos por ventura aquel país? Se coge tan gran cantidad en algunas provin- cias que del vino de Francia se proveen principal- mente la Inglaterra , la Olanda y otros muchos países del Norte. El despacho de vinos es tan grande en Francia , que vale muchos tesoros. Importa muy poco á aquel Reyno que no tenga vino en abundancia el pueblo baxo,con que regalarse y emborracharse; por- que con esta barrera son menos los que se embriagan y así hay mas sanidad. Al contrario , es cierto que en muchos países de Italia hay vinos generosos , y es
2 2 1! tanta la abundancia de ellos que se mete la gente por las tabernas y triunfa la embriaguez. En algunos países se hace un comercio muy corto del vino , con los pueblos del otro lado de los Alpes j y se podría despachar mucho este gc'nero, á lo me'nos para Alema- nia , enviándolo por Trieste. Pero nuestra desidia no nos permite que busquemos y aprendamos el Arte que tienen los Franceses de hacer vinos de diferentes ca- lidades : ni sabemos depurarlos de las heces con la co- la de la ballena, ni disponer y preparar las cubas con el azufre o alcanfor , antes de echar en ellas el vino , don*» de pueda conservarse y resistir la navegación. No ha- cemos mas que lo que hemos visto hacer á nuestros mayores , ni queremos emplear un pensamiento mas para mejorar nuestros intereses. Cien millas de aquí hay un sugeto industrioso que hace vinos de Borgoña y Champaña , con uvas de vid que se ha hecho venir ' de Francia : y he oido que se ha impreso un libro so- bre el modo de plantar y cultivar aquellas viñas y hacer el vino á su tiempo. Jamas deberíamos cansar- nos de aprender de cada país lo bueno ó lo mejor de que es susceptible el nuestro. Se me ha dicho que el mismo sugeto hace también vinos semejantes á los de Canarias , cosa que me es increíble. Pero para hacer esto es menester trabajar , aunque suele pagarse bien este trabajo por los que constituyen la gloria de las mesas en servirlas con vinos generosos y estrangeros.
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CAPITULO XIX.
Del Luxo,
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.iichísimos Escritores se han cansado en declamar contra el Luxo j pero al fin se han arrepentido de ha- ber arrojado al ayre sus bellas sentencias y palabras. Si quiero yo imitarlos no me prometo mejor fortu- na : sin embargo es preciso decir algo ; y aunque quanto diga no sirva de nada mas que para curar de este mal algún sugeto particular , dare por bien empleado mi trabajo y reputare este pequeño fruto por un bien muy grande , pues no es cosa fácil es- perar poder poner freno al público en este particu- lar y porque el Luxo es una sequela indispensable de las pasiones mas fuertes que nacen con el hombre. Aborrecemos los ladrones y no aborrecemos el Luxo sin embargo de ser un ladrón 5 pero es un ladrón fa^ vorito, ó tolerado quando menos. Hay quien se rie de verlo dentro de su casa j y los hay también que lo sufren con enfado , mas no saben echarlo fuera de ella , ó no se atreven por lo mc'nos. Este mal no es nue^ vo ahora j los pueblos de la Asia se vieron inundados, de el antiguamente j desde allí pasó á Grecia junta- mente con las riquezas que poseían , y de aquí á la triunfante Roma , donde echó raices esta mala yerba, y se unió con otras causas para destruir la gloria de su Imperio. Después que ocuparon los bárbaros el
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Reyno de Italia estuvo desterrado de ella por mu- cho tiempo el Luxo , hasta la mitad del siglo XIII quando pagaron á Italia los Franceses á la conquista dei Rcyno de Kápoks y de Sicilia , los quales co- mo gente dada á la pompa desde tiempos antiguos, empezaron á introducir ertre los Italianos la mutación de costumbres , y esta ha ido creciendo de cada dia mas en la magnificencia de los vestidos y demás ador- nos 5 en la suntuosidad de las mesas , casas y Jardines? en las carrozas y en las armas 5 en los juegos y di- Versiones } en las dotes y arreos femeninos y en otros muchos usos y modas muy costosas j y ha venido á llegar el Luxo á la altura en que le vemos hoy y será regular que no pare ahí todavía, probablemente hablando. Olmos decir á los viejos de nuestro tiem- po que en el siglo anterior habia mx'nos fausto , se desperdiciaba menos ropa , y se observaba mas mode- ración. Lo mismo dirian los del siglo antecedente de los que les precedieron , de tal suerte que si los cre- emos , siempre ha ido la cosa de mal en peor. No faltan sin embargo personas juiciosas que abogan á favor del Luxo, tanto de palabra como por escrito. Uno de los principales de estos es el Sr. Melón , autor Francés , en el Ensayo Político que escribió sobre el Co- mercio : donde dice que el Luxo aumenta la civilidad y el ornato de las ciudades : mantiene y anima el Comercio : no perjudica al pueblo en nada por quan- to si uno gasta su hacienda, otro la recoge 5 antes bien
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el Luxo y la moda son las dos columnas que sostie- nen y animan tanta variedad de Artes y Oñcios como hay , iiaclendo que circule por este medio el dine- xo del rico al pobre y del pobre al tico. Pero otros muchos , mas en número sin comparación y mas do- tados de juicio , se enfurecen contra el Luxo como un devorador de los bienes de los ciudadanos , que re- duce á muchos de ellos al estado de pobreza j que distrae á infinitos de que se casen por huir de los ex- cesivos gastos que traen consigo las malditas modas que tanto cunden j que perjudica gravemente al públi- co por la mucha plata y oro que saca del Estado y por otras causas que omito referir aquí. Y que es el Luxo una fiera indomable nos lo demuestra la expe- riencia misma. No hay país donde no hayan sido promulgadas varías pragmáticas , ya en unos ya en otros tiempos para refrenar los excesos y las ma^ las consecuencias del Luxo. Pero estas leyes suntua- rias que se encuentrati igualmente entre los antiguos Romanos y son unas barreras muy loables , no han tenido ni tienen otra vida por su desgracia que la de los hongos. Si exceptuamos la ínclita República de Venecia , la qual establece sus leyes con madurez y quiere que sean respetadas y observadas con rigor, en los demás países huella las leyes la orguUosa costum- bre al cabo de breve tiempo , del mismo modo que los ríos detenidos por qualquier barrera que suspende su corriente por un corto espacio de tiempo , vuelveti
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Otra vez á recobrar su primitivo cauce luego que lle- gan á vencer los obstáculos que les opusieron. Y esto mismo ha sucedido en mi país , en el qual fue publi- cada una reforma, útil y' bien pensada en el año de 1572, mas duró poco. Y otra que se intentó en mis dias no tuvo mejor fortuna.
Pero es fácil descubrir la causa de este mal. La vanidad que introduce el Luxo es la columna que lo sostiene al mismo tiempo , y rompe todas las medi- das que pueden tomar los sabios Legisladores. El no- ble que es rico piensa en sobrepujar á los demás no- bles que no han sido tan favorecidos , de la fortuna, y por lo mismo se remonta en su trato. Enfadando esto á los otros nobles quieren competir con los pri- meros por no parecer menos : y ansioso el ciudadano de subir un escalón mas de lo que corresponde á su estado , se pavonea si puede en las concurrencias con ladearse con los nobles. Todavia tiene mas fuerza esta vanidad en las mugeres , las quales no cesan de buscar continuamente arreos y adornos exquisitos, e inventar modas cada dia para ganarse la estimación de los hombres y para no ceder en nada á las demás mugeres , procurando mas bien aventajarse con eso á las de su clase. Quanto mas nuevos , mas mag- níficos y mas costosos son sus adornos , tanto mas se ks hincha el corazón , creyendo neciamente que han aumentado su belleza y exaltado su condición. Y pa- ra llegar á este punto gastan quanto tienen , y con-
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traen ademas unas deudas considerables. Establéz- case una pragiTiática con este motivo que prohiba estas modas costosas y se verá quan pronto se des- boca la vanidad por otro termino e' incurre en otros excesos. Sjría menester curar esta pasión ó vicio , y entonces no liabria necesidad de pragmáticas. Pero es- ta calentura es muy difícil de curar , y todavía lo es mas arrancarla de raiz. Zeleuco , Legislador de los Locrenses , para quitar el Luxo prohibió á las muge- res toda especie de vestido rico y el uso de las pie- dras preciosas y braceletes , &c. exceptuando de esta ley únicamente á las mugeres públicas. Y en los hom- bres hizo otro tanto soltando las riendas solamente á los que querían comparecer disolutos ¿ infames. No sabre decir lo mucho que trabajó el bello sexo en esta parte para eludir una resolución tan sabia. Sin em- bargo no se deben reprobar ni condenar de mon- tón con universal sentencia todas las invenciones del Luxo. Entre tantas cosas como hay en este mundo que tienen dos aspectos diferentes por com- ponerse de lo bueno y de lo malo , debemos compre- hendcr también al Luxo , el qual tiene su anverso y su reverso , tanto respecto del público , como relati- vamente á las personas particulares , y es menester que se distinga bien esto. En quanto al público , es una ventaja evidente suya que los ricos gasten y no anchen sus caudales para que circule el dinero por todo el cuerpo político. La gran familia de cria-
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dos que mantienen j los soberbios arreos y adornos que gastan 5 y sus fiestas y convites, ¿que' son sino una comunicación que hacen de sus riquezas con la gente pobre ? Y al contrario , si los poderosos se pro- curan las varias comodidades de la vida , si aborre- ciendo el vicio de la avaricia abrazan la magnificen- cia que es una de las virtudes civiles , ¿quien podrá increparlos con justa razón ? Aun quando alguno se exceda en lo suntuoso y rompa las medidas de la eco- nomia propia vendrá á suplir su exceso lo que falta á otros muchos , y no cederá en perjuicio de la Re- pública que pasen los bienes de una mano á otra , por- que paran siempre en poder de sus vasallos. Esto es quanto se puede decir en pocas palabras en favor del Luxo 5 pero esto no destruye las razones adoptadas por otros ' y expuestas arriba para quejarse de e'l y suspirar por su reforma, ¿Que podremos decir pues? Es necesario descender de lo general á lo particular para poder formar un juicio mas exacto en este asunto.
En primer lugar , entre los daños del Luxo no se han de contar las casas , los palacios y otras fábri- cas de villas y ciudades por suntuosas que sean. Por- que quando hubiese alguno poseído de una vanidad tan grande que para fabricarse una casa grandiosa y deliciosa se labrase su propia ruina y se empobrecie- ra , sería este un caso muy raro 5 pues de ordina- rio no suele mandar fabricar semejantes edificios sino el que tiene mucho dinero y puede agregar á su ca-
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pital el de una casa rica para si y para sus herederos, íntre los bienes del mundo ocupa un buen lugar la posesión y el uso de una buena habitación , mayor- mente por quanto puede disfrutarla toda su vida : y en lo que mira al público , toda ciudad bien gober- nada debe estar reconocida al que buscando su pro- pia comodidad por medio de la belleza y magnificen- cia de las fábricas , la procura al mismo tiempo mayor hermosura y lucimiento. Por lo qual se han concedido sabiamente en muchos países varios privi- legios para los que concurren al adorno de las ciu- dades con los nuevos y bien construidos edificios que se mandan fabricar , y hay uno de ellos que concede cierta renta pública al que quiera fabricarse alguno, se- gún el modelo que se hubiese aprobado por los Di- putados públicos. Así que deberíamos desear que los que saben guardar cierta medida y proporción en gastar sus caudales para hacerse estimables desahoga- sen su ambicioso capricho en unas bellas fábricas , por- que de este modo redundaría en beneficio del públi- co su desatinada pasión; En segundo lugar, no se de- be contar entre los desórdenes del Luxo la vanidad de gastar en vajillas y en otras obras de oro y plataj porque esto no es gastar el dinero , sino mudarle la faz solamente. Pues quando no lucre en el cambio sa- tisface su gusto á lo menos y adquiere fama de hom- bre rico. Fuera de que el público tiene también en esto su inteies , porque si ocurriesen algunas extre-
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mas necesidades , podrían los particulares socorrer la República con estas alhajas , sin perder su capital ó precio, constituyendo censos sobre ellas como lo han solido hacer algunos Gobiernos. Lo mismo parece que se pudiera decir de las joyas , porque son cosas de va- lor que no se consum.en y pueden socorrer en las ocurrencias al que las posee , pero no es igual el par- tido. El valor de las perlas y piedras preciosas no es- tá fundado en la substancia , ni en el merito intrínse- co de estas brillantes producciones de la Naturaleza, sino en la sola opinion de los hombres j la qual es muy varia y está sujeta siem.pre á mil mudanzas. El Valor del oro y de la plata se puede decir igualm.en- te que es hijo de la opinion , mas com.o de estos metales se puede formar ó se forma la m.oneda,esto es, un vehículo y un medio muy útil y necesario para el comercio humano , han convenido entre sí por lo mismo casi todas las naciones de la tierra en dar una estimación tan estable á estos dos metales que no se mudará jamas , ni se acabará nunca como no se acabe el mundo. No podremos empero decir otro tanto de las perlas y piedras preciosas : el precio de estas es y será siempre inconstante. Ademas de esto , la industria de los hombres ha llegado en nuestros tiempos á contra- hacer tan ingeniosamente la figura de las perlas que las fingidas suelen competir con las verdaderas j y los diamantes , los rubíes , las esmeraldas y otras preseas, se imitan ya con tal artificio con beriles y masas , que
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cuesta á veces su trabajo á los Lapidarios y Joyeros distinguir las verdaderas de las falsas. Y por quanto el valor de las piedras que llamamos preciosas consiste principalmente en la apariencia , ni tiene el público otra regla para juzgar si son finas ó falsas quando las ve sobre alguna persona que la calidad de los suge- tosjse presume que son finas las que usan las gentes ricas y falsas las de los pobres , sin embargo de que pueden también los ricos ostentar su vanidad mezclan- do las falsas con las finas , como sucede efectivamente muchas veces ; todo lo qual nos manifiesta claramen- te el poderoso influxo que tiene la opinion sobre este genero de mercaderías. No obstante , mientras durará esta opinion tan antigua se colocará el Luxo en el uso de las piedras preciosas y será tolerable ; porque al fin son unos bienes que pueden producir oro y plata en las urgencias, aunque por lo común suelen padecer al- guna perdida los que las poseen. De muy inferior ca- lidad es el Luxo , si se puede llamar así , de las pin- turas , de los gabinetes , de las medallas y otras an- tigüedades. Estas reliquias solo se pueden considerar como un bello adorno de las casas de los Señores. Pero como la estimación de estas , igualmente que la de las antigüedades , está reducida á un corto número de aficionados que se deleitan con ellas : quien las posea conocerá en las urgencias quan difícil es la ven- ta de semejantes mercaderías y el poco aprecio que hacen otros de lo que el estima tanto. Finalmente,
231: considerado en sí mismo el Luxo de los ricos , tiablan- do pcliticmcnte no es nocivo en ellos como gasten en el lo superfluo solamente; antes bien es de suma utilídr.d á i . República por l^s razones que hemos re- ferido. Hasta aquí queda salvo el Luxo.
Mirémosle ahora por otro lado y veremos quan justamente lo han cordenado los hombres sabios. La principal culpa que le achacan consiste en el uso de las cosas preciosas que se consumen , y no se crian ni se fabrican en el país propio : como v. g. los pa- ños , los texidos ritos , los tisL'cs , los tapices , los ga- lones y otras muchas invenciones, de las quales la mayor parte están destinadas para fomentar y mante- ner la vanidad de las mugeres. Ahora si estas manu- facturas se fabricasen en el país , soltaríamos las rien- das á la vanidad , porque por fin pasando el dinero de los ricos á los artesanos no perderla nada el públicoj y mientras tanto se fomentarían las Artes, y se darian la mano mutuamente entre sí los ricos y los opera- rios pobres , unos por ostentar su lucimiento y otros para mantener con honor sus familias. Pero si estos deleitosos y preciosos vestidos y adornos de tanto cos- te , y estas telas de araña tan caras se hubiesen de comprar de los estrangeros , ved aquí una puerta abier- ta por donde saldrá mucho oro y plata del Es- tado oculta é insensiblemente , con grande perjui- cio de la Repúbl'ca , la qual empobreciéndose por un efecto de vanidad irá haciendo ricos á los estrange-
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ros. pEn qne viene á parar al cabo de algunos días una escofieta que costó muchos doblones i ¿Que se hace aquel soberbio vestido en que se empleó tanto dinero ? O lo consume el tiempo ó lo desiierra la mo- da antes que se destroce. Curioso espectáculo presen- ta la Feria de una ciudad numerosa , donde hacen os- tentación de su hacienda los regatones , ó dire mejor los revendedores , en varias tiendas que ponen de al- hajas , brlales , sotanas , cotillas , vestidos bordados con puntas de España y otras estofas suntuosas , &c. don- de se ven también varios vestidos y trages que parece que acabín de salir de las manos del sastre. Ved aquí donde van á parar las locuras del Luxo con tanto detrimento de los que mudan con la mayor facilidad de vestido. Es preciso que se burle de nuestra necedad el que nos vende tan caras sus mercaderías , mayor- mente habiendo sido fabricadas muchas veces con la seda que le vendimos y hace su tributario á quien no es subdito suyo. Digo necedad, porque se podria vivir y comparecer con otros adornos mas moderados sin mellar tanto los caudales públicos ó privados. Hemos insinuado arriba una razón politica que permite el Lu- xo en los ricos ; pero hay otra mas fuerte que lo pro- hibe políticamente. Por lo regular son muchos en un pueblo los que abundan de riquezas , en comparación de los que gozan una mediana fortuna. Y si los pri- meros pueden gastar largo y tendido sin perjudicarse, no lo pueden hacer así los otros con sus reducidas
^2 3 3 facúltales. Sin "embargo vemos que quieren com- petir en ostentación y luxo con los mas ricos : y el que no puede hacerlo realmente procura aparentar por lo menos una cierta competencia con quien mas sobresale. Y nadie se atreve á hablar contra ello , por- que le responden al instante que así lo pide su estima- ción j y si hubieran de decir verdad deberían respon- der que así se lo aconseja su natural orgullo j pero les cuesta muy caro este gusto , porque como no bas- tan las rentas muchas veces es menester mellar el capital. Veamos también (en pocas palabras) otras fa- tales consecuencias que dimanan de estas modas que se llaman indispensables.
Las dotes han ido creciendo poco á poco desme- didamente. En mis Anéigüedades Itálicas he mostrado que en los siglos pasados las doncellas nobles y las demás á proporción , se casaban con poquísima dote, cuya costumbre subsiste todavía con vigor en alguna parte de la Europa. ¿Pero se puede hacer acaso de otra suerte desde que no basta toda la dote muchas veces para ataviar la novia y celebrar las bodas ? Este es un gravamen muy formidable para las casas don- de hay muchas hijas '•> y lo peor es que se aprove- chan poco de una dote tan grande , porque se absorbe el Luxo la mayor parte y luego quando se ofrece restituirla se ven en los mayores apuros y conflictos, A lo qual debemos añadir también el daño de muchas doncellas nobles pero pobres , las quales no habiendo
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medio alguno ni recurso para casarlas , no hallan otro
arbitrio para descargar la casa que nieterlas en un Monasterio , donde podrán ser felices si renuncian al mundo con una verdadera vocación , ó infelices si les faltase esta. Por cuyo motivo reflexionando los sabios sobre los desórdenes que causa el Luxo se han meti- do á quererlos remediar varias veces , mandando la mo- deración de los gastos deleitosos en la pompa y mag- nificencia de los vestidos , de los convites , de las bo- das y de los funerales á los que no pueden costear es- te fausto y quieren seguirlo por dexarse arrastrar del exemplo de la corriente de otros muchos que lo gas- tan siendo de la misma clase ó superiores. Pero qual sea el fruto de todas estas disposiciones y conatos ya lo hemos indicado arriba. Las pragmáticas suelen lla- marse regularmente leyes de qüatro dias. Por eso hay muchos Príncipes que huyen de promulgarlas 5 y los mismos que las mandan publicar se arrepienten de contado y agradecen la inobservancia de ellas. Porque á los Príncipes les complace mucho también la pompa que gastan sus vasallos en los vestidos , en las carro- zas , en las libreas y en todos los demás adornos que sabe inventar la vanidad. Ademas de esto , los estran- geros que pasan por aquel país , al ver toda aquella magnificencia se persuaden que aquel es un Estado muy rico y floreciente. Aun hay mas que advertir. Como el Luxo mas pernicioso consiste en la introducción de las manufacturas preciosas que vienen de los países
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estrangeros no puede reducirse el Príncipe á prohi- birla , porque sentirían mucho desfalco sus aduanas. Y quando venga bien en desterrarlo estas mismas aduanas van meditando medios para recuperar este des- falco. Pero los Soberanos que saben mejor la ahuja de marear anteponen voluntariamente el Bien público á sus propias ventajas y se hacen en cierto modo unos tácitos prohibidores de Luxo devorador. Mucho mas cuenta tiene al Príncipe tener ricos á sus vasallos en la realidad que mirarlos poderosos solamente en la apariencia.
Todos alaban aquella ley , digna de la prudencia Veneciana , que prohibe la introducción de muchas ropas estrangeras , como paños ultramontanos , estofas con oro y plata , manufacturas estrangeras de seda, lustrinas , cendales , &c. y el rigor con que procura la observancia de esta prohibición. Ni se debe decir que el pueblo debe gozar la libertad de satisfacer su vanidad , y piense en ello quien quiera desengañarse^ porque no estando obligado nadie á gastar pompa puede aprovecharse lícitamente la aduana del Príncipe de toda contribución voluntaria. Y si acaso contraxe- se el pueblo alguno de estos necios empeños y no supiera corregirse por sí mismo debe constituirse entonces el Príncipe buen padre, corrigiendo e impi- diendo con su autoridad los públicos desconciertos de sus hijos. Y con tanta mas razón , por quanto hemos dicho arriba que el primer cuidado del Gobierno eco-
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nómico de un Estado ha de ser procurar que se ex- traiga del Reyno la menor cantidad de dinero que sea posible 5 y pudiendo cada pueblo de por sí hacer una buena figura con el uso de unos adornos mas modes-« tos y menos costosos jamás se podrá alegar razón al- guna justa que persuada , no digo que sea digna de alabar , sino ni de tolerar siquiera la perdida de dine- ro que causa el traer de los países estrangeros las te- las preciosas que no son necesarias , las quales ó se consumen muy pronto , ó se hacen inútiles por la ti- ranía de la incostante moda. Ni la pragmática mas bien pensada impide al noble rico que se distinga de , quien tenga menos facultades. ^Pues acaso no puede ostentar si quiere su magnificencia , como dixe arri- ba , en aquellas Fábricas grandiosas que suelen ser las delicias de la ciudad ó del campo ? ¿Quien le impide que haga ostentación de su opulencia dentro de sus palacios con la abundancia de vasos y alhajas de oro y plata , piedras preciosas , y con estatuas , pinturas, Scc. ? ¿Y que no podría hacer si quisiera hacer glo- rioso su nombre sobre los de su clase ? ¿Que' fama no se adquiriría si se dedicara á levantar edificios en be- neficio del público , como puentes , por excmplo , ca- nales , Montes de piedad , Academias útiles para las Ciencias , Seminarios , Bibliotecas públicas , Hospicios para tener ocupada la gente pobre , Hospitales para socorrer á los enfermos y á los inválidos , y otras obras semejantes en beneficio de su ciudad i Esto sí que for-
- 3 7 maria una distinción solida entre el y los denivis ciu- dadanos y eternizaría también su memoria , y no las vanas y transeúntes apariencias del fausto. Jamas será acción de sabio todo lo contrario , gastar tanto dine- ro en fomentar la vanidad y los placeres contrayen- do deudas regularmente y gastando los caudales. Y sí el amoroso cuidado del Príncipe y de las leyes provee sobre los pródigos quitándoles la administración de ■sus bienes , no será sino una empresa muy loable re- frenar con juiciosas pragmáticas una gran parte del pueblo que quiere arruinarse por seguir el camino del fausto y de los placeres»
Ni á los Príncipes les está bien tampoco el Luxo. .Una vez que satisfagan á la decorosa y conveniente conservación de su dignidad todo lo demás es su- perfluo. Bien pudiera señalar algunos Príncipes que se han arrepentido con el tiempo de haber derrama- do mucho oro en fomentar su vanidad y en servidum- bres transitorias. En las urgencias que pueden sobre- venir á qualquier Monarca se llera lo que se ar- rojó antes con poca prudencia por un efecto de va- nagloria. Veo que los mas sabios políticos aprueban que vaya ahorrando el Príncipe con discreción sus caudales para remediar las necesidades que puedan sobrevenir en su Estado. Porque este dinero blent aplicado en las ocasiones puede libertar al Estado de muchos peligros , puede servir para aumentar sus pro- pios dominics , y puede ser un auxilio muy grande
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en otros muchos casos ^ sin tener necesidad de estru- jar los bolsillos de los pobres vasallos. Parece que la economia que está libre de toda sombra de avaricia es virtud solamente de los particulares 5 pero manifes- tará poco talento el que no juzgue que debe hallarse también esta virtud en los Príncipes y que tal vez les es mas útil y necesaria que á los particulares. Gran virtud tiene también el exemplo de ellos para corregir y refrenar los abusos y excesos del Luxo. Componitur orbis Regís ad exemplum.
Grande novedad causó en Roma la mutación de costumbres. Estaba la antigua Roma sumergida ente- ramente en el Luxo sin que le hubiesen franqueado algún remedio verdadero tanta multitud de leyes sun- tuarias. Vino Vespasiano Augusto y el exemplo de su moderación y parsimonia fue capaz de curar el desenfreno de la vana ponpa y la locura de la ma- yor parte de los disipadores , pródigos de sus hacien- das propias y codiciosos de las agcnas. Entre los jus- tos elogios de Teodosio el Grande contó este también Latino Pacato en su panegírico , escribiendo de este modo: Ta que por la tnucha comunicación con Oriente , ó por la conlvencia de m:i^bos de los Principes que te han precedido , había corrompido el Luxo tanto à algunos que viendo se aumentaba la costumbre de disipar las haciendas y parecía que no se había de obedecer tan fácilmente al re' medio : tú mismo quisiste empezar por la enmienda j y con disminuir los gastos de palacio despreciando no solo
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los qus eran superfinos , sino ni usando apenas ¡a mcd¡d¿i necesaria ( cosa que es muy dificíl de hacer naturalmente^ introduxlite la reforma en todo el que quiso admitirla ( i ). Finalmente , todo el que tiene mucho juicio no nece- sita de pragmática alguna. Este sabe que el aseo y la decencia en el vestir conviene á todos según su clase y que la ostentación ni aun á ios grandes. Sabe que una parca mesa es un requisito poderoso para man- tener la salud , la qual es un bien mucho mas apre- ciable que todos los gustos de ia gula , y por lo mis- mo se contiene dentro de aquellas medidas que son proporcionadas á su estado y al vigor de su estómago, absteniéndose de todo exceso. También puede aumen- tar mucho las cuentas la cocina al cabo del año í y así viviremos mas si dexamos á los golosos las salsas los guisadillos , las viandas compuestas y otros man- jares exquisitos , pero nada saludables. Que el país que no tiene vino lo compre de los estrangeros , es to- lerable ¿Mas faltan acaso en Italia vinos generosos^ con que poder contentar el gusto i También podría- mos ahorrar otras muchas especies. Dios nos ha dado
(i) Et quìa vel longo orientis usu , vel mulíofum retro Princtpum remission tantum quosdam Luxus infecerat^ ut adulta consuetudo lascivia haud quaquam facile vtdíretur obtemperatura medicirice ; ne quis se pati injuriam putaret ^ à te voluisti incipere censuram ; íjT impendia palatina mintiendo , nec solum abundantem rejiciendo sumptum , sed uix necessa- rium usurp.tndo dimensum , quod natura diffìcilimum est , emendasti vo- lentes. Latinas Pacatus , Panegyric. Theodosii Aug. cap. 13.
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yerbas aromáticas y sanas , como el tomillo , la al- vaca , &c. para sazonar las viandas y recurrimos á las Indias para pagar á un precio caro lo que pue- de dañarnos la salud. Lo propio digo del té que se trae desde la China j y tal vez no será mas que una mera opinion toda su virtud. Nujstros montes crian también yerbas olorosas '■> tenemos sa'via que tomada en vez de té no cede á este en olor y proba- blemente lo supera en virtud. Pero no sabemos sanar nuestras opiniones. Si viniesen de las Indias estas yer- bas y costasen mucho dinero entonces sí que serian honradas con toda nuestra estimación.
CAPITULO XX.
Ds otros desórdenes que hay que impedir y desterrar ds
los Estados sobre loí qua! es debe velar el buen
Fr'mcrpe.
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or muy grande que sea la voluntad y continua la aplicación de los buenos Príncipes para que reyne la buena harmonía en sus Estados y experimenten los subditos la mas completa felicidad que se pueda esperar en este mundo 5 nunca será tanta que dexen de hallarse algunos desórdenes y desconciertos en el cuerpo po- lítico , de quien es cabeza. Desterrad quanto queráis la injusticia , nombre que abraza todos los monstruos que perturban la sociedad humana : no se la podrá
241 desarraigar con todo eso enteramente , porque tiene echadas muy profundas las raices y subsistirá mientras la concupiscencia , la malicia y otras muchas pasiones dominen el corazón de los mortales. ¿Que hace pues en esta parte el buen Príncipe que se llena todo de zelo por el bien de sus vasallos i No se contenta con tener Ministros y Jueces diputados para que administren rectamente la justicia civil y criminal : procura sa- ber también por sí mismo si se administra como cor- responde , y si hay otros desórdenes de los muchos que pueden occurrir en un país , sin que sean déla-- tados al Tribunal de la Justicia. Un Príncipe que no da audiencia á su pueblo 5 que no oye por sí mismo los recursos de sus subditos 5 que está rodeado siem- pre solamente de unos pocos Ministros que caminan de acuerdo entre sí, corre gran riesgo de que se le escape la verdad de muchas cosas y de ignorar lo que necesite de remedio, Pero si da audiencia á los par- ticulares y quiere escuchar con gusto al que le pide justicia , y ser agradecido á quien le revele los ma- les públicos con callar el nombre del que le instruí ya ; sujetará á los Ministros y podrá proveer por sí mismo sobre las necesidades del pueblo. No porque deba ser muy fácil en creer el mal , ni porque quie- ra condenarle al instante en su corazón sin reservar el otro oido para oir las razones del acusado , y mu- cho menos porque deba dar credito á las cartas ó delaciones anónimas , en las quaies siempre de-
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hemos sospechar malicia 6 falsedad ; sino para valerse después de estos avisos y examinar mejor los sugetos y los negocios. Aquí si que es necesaria una gran discreción y mucho juicio para no enga- ñarse , ni ser engañado : desgracia á que nadie está tan expuesto como los Príncipes , por ser tan gran- de el número de los que parece que se han conju- rado ó para ocultar la verdad ó vender la mentira á los que gobiernan. Aun suele suceder otra cosa peor: suele haber Príncipes que no aman las verdades amar- gas ó que son contrarias á su genio y á sus deseos, quando fuera muy útil que las supiesen. Es verdad que no hacemos nada me'nos los particulares ; por lo qual no debemos maravillarnos de que tenga tan po- ca acogida la sencillez en la Corte y sea tan aplau- dida la lisonja. Al contrario , dichoso el Príncipe que tiene tanto poder sobre sí mismo que codicia la ver- dad sinceramente , da á conocer que aborrece en ex- tremo al que no la dice y tira á ganarle su gracia por medio de la adulación. Glorioso es igualmente el So- berano que no se cansa de oir las quejas ó recursos de sus subditos. Celebre fue la temeridad de aquella pobre muger que habiéndole respondido Felipe , Rey de Macedonia , que no tenia tiempo para escucharla, le dixo toda alterada : Pues sino tenéis tiwpo para oír' me y hacerme justicia , dexad de ser Rey , de cuya res- puesta se aprovechó muy bien aquel prudente Mo- narca.
245 Mas corno es Imposible que el Príncipe tenga
conocimiento de todos los desórdenes públicos y par- ticulares de sus dominios , y todavía es mucho mas difícil al que posee unos Estados muy vastos , habien- do muchos que gimen lejos del Trono baxo la opre- sión de la injusticia sin hallar remedio alguno ; pue- de y aun debe suplir el Soberano esta necesidad por otro medio , á saber , eligiendo personas de honor e inteligencia que zelen por ei la corrección de las cos- tumbres y de los abusos. Por cuyo motivo la Repú- blica Romana y otras muchas de la Grecia crearon el particular oficio de Censores , á los quales conferian una autoridad muy grande para que corrigiesen , cas- tigasen y reformasen las cosas malas. En los mismos siglos bárbaros que estamos acostumbrados á despre- ciar , si ya á no hacer burla de ellos , se estable- cieron buenos reglamentos para acudir á esta necesi- dad. El Emperador Cario Magno , Príncipe de mu- cho talento , introduxo la buena cosrumbre de enviar á visitar de tiempo en tiempo sus Estados , al que creía que era mas capaz de descubrir y corregir las faltas públicas : cuyo uso fue seguido después con mas estudio todavía por sus Augustos sucesores. Es- tos estaban adornados con el títul > de Enviaios Re- gios , y tenían autoridad sobre todos los Gobernado- res y Oficiales de las provincias y ciudades. Para es- te empleo se solían elegir regularmente aquellos no- bles en quienes concurrían la piedad , el honor y el
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talento : se procuraba también que fuesen hombres
ricos y de mucho pecho , á fin de que no pudieran hacerles prevaricar la pobreza , ni la codicia , y para que ni el temor , ni los respetos humanos les pudieran distraer de que hiciesen justicia quando mas se necesí-^ taba.Puerade esto, como tenian igual cuidado aquellos mismos Príncipes de que hubiese un buen orden ^ no menos en el Gobierno secular que en el eclesiástico, por cuyo motivo se les daba una autoridad mayor que la que tienen hoy : solian asociar al Enviado lego algún Eclesiástico de conocida bondad y digni- dad , para que obsevasen juntamente todo lo que ne- cesitaba de corrección y enmienda. Y no solo visi- taban las ciudades , sino también las villas y los castillos , e iban tomando por todas partes infor- maciones secretas del metodo de gobierno que lle- vaban los Obispos y los Condes, esto es , los Gober- nadores de las ciudades y sus Oficiales subalternos: se instruían también del régimen que se observaba en los Monasterios de los Religiosos y Religiosas 5 pro- curaban saber si los Párrocos gobernaban bien sus Iglesias y si era obediente el Clero j y última- mente examinaban si estaban bien administrados y asistidos los Hospitales , y si se hsbian introducido algunas socaliñas contra el pobre pueblo. Pero su prin- cipal cuidado le ponían en oir al que se quejaba de la administración de la justicia , y decidían los pley- tos sumariamente j, abatiendo á los tiranos ^ á los ho-
245 mlcidas , á los ladrones , á los falsarios , &c. prote- giendo con particular atención á los pobres , á las viu- das y á los huérfanos 5 mandando reparar los daños de las Iglesias , de las puentes , de los caminos j y de- poniendo de sus empleos á los Gobernadores y demás Jueces que abusaban de su ministerio. Estas y otras semejantes eran las incunvencias de los Enviados Re- gios , cuyo oficio se exercia con la mayor fidelidad, según lo exigia la piadosa intención de tan Augus- tos Emperadores : fácil es de discurrir quanto no po- dían contribuir para el Bien público tan bellas dis- posiciones. Obraban estos Enviados verdaderamente con brazo fuerte , y administraban justicia con pron- titud : y donde hallaban resistencia , protección po- derosa y otros escollos de esta naturaleza , se lo re- presentaban al Príncipe para que proveyese por sí mism.o en tan escabrosas enfermedades que ellos no habían podido curar. Este era el sistema de aquellos tiempos i y no se puede menos de alabar un proce- dimiento como este.
Siempre ha. merecido y merece hoy dia la Sere- nísima República de Fenecía ser m»iiada como un espe- jo de buen Gübier:,o. Es muy notoria la costumbre que tiene de diputar por Inquisidores á los mas sa- bios e incorruptibles que tiene su esclarecida nobleza, los quales van á visitar las ciudades y provincias de tiempo en tiempo , llenos de autoridad , á fin de ave- riguar si se administra bien la justicia , tanto en ios
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Tribunales superiores como en los inferiores ; si se cometen extorsiones ó agravios contra el público j si hay asesinos ó pertubadores de la tranquilidad públi- ca , &c. La aprensión sola de los Ministros de tanto pulso suele enfrenar á un mismo tiempo tanto á los que gobiernan como á los que son gobernados j ma- yormente quando ven que semejantes Cirujanos apli- can el hierro y el fuego , según lo requiere la cali- dad de las llagas. La Real Casa de Saboya que se dis- tingue mucho en Italia por el buen gobierno de sus pueblos , observa otro modo muy loable para im- pedir ó cortar los desórdenes 5 qual es , el de enviar un Inspector ó Intendente por todas las provincias, con una autoridad especial , y con el encargo, no so- lo de acudir á los intereses de la Real Hacienda , y de procurar la justa repartición de los tributos , de defender al pueblo de ciertas extorsiones de los arren- dadores y recaudadores j sino de velar por los intere- ses de las comunidades en la elección de los buenos Ministros , en la exclusión de los malos y en otras incunvencias de esta naturaleza. También he oido decir que en España hay Visitadores que tienen á su cargo este mismo oficio. En los Estados donde no han sido introducidos unos reglamentos tan saludables, sería de desear que eligiese el Príncipe, de tres en tres años ó de quatto en quatro , un Visitador de cono- cida habilidad e integridad , con la obligación e in- cunvencia de tener que visitar todas las provincias,
247 ciudades , villas y castillos de sus Estados , para ver si hay algunos desórdenes que pueda remediar con la autoridad que le ha conferido su Príncipe , ó quando no para referírselos á su mismo Soberano. De xo también para otros examinar si sería convenien- te que procediendo de acuerdo los Príncipes con los Obispos , asociasen á este Visitador secular otro Ecle- siástico que pudiese referir después á sus superiores lo que mereciese corrección. Es verdad que visitando por sí mismos los Obispos sus Diócesis podia pare- cer ociosa una proposición semejante. Pero no sue- len hacerse siempre estas visitas por parte de los Obis- pos 5 y aunque se hagan no se ve todo lo que al- canzarla la vista de un seglar asociado con un Ecle^ siástico.
La apariencia misma manifiesta la necesidad que tienen los países de estas visitas hechas por los Vi- sitadores públicos. No hay Comunidad ni Universi- dad alguna , donde no se pueda notar algún abuso. En ninguna parte faltan jamas Jueces y Notarios de poca conciencia , ó Alguaciles y espias que se hacen pa- gar muy bien el miedo que se les tiene. Y asimismo entre los que gobiernan con honradez los negocios de un común , puede haber algunos que por caminos in- directos aumenten su patrimonio con la substancia que sacan del de la Universidad , y tengan una par- te de utilidad en las fábricas, repartimientos y otros gastos de la comunidad. Por lo mismo sería muy útil
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y necesario que al Ministro del Príncipe se diese una cuenta puntual y exacta de las rentas públicas, igualmente que de las cosas en que se hubiesen in- vertido , con la razón del por que no se hayan de haber pagado los- créditos pudiendo 5 y se exami- ne al mismo tiempo si se hicie'ron como era jus- to las tasas de los gastos. El que maneja la hacienda agena tiene siempre á su lado un diablo tentador , es- pecialmente si es de alguna Comunidad. No se puede explicar bastante quan grande es la facilidad que hay para introducir abusos y malversaciones en los oficios públicos. Siempre parece poco el salario que se se- ñala á los que los sirven , y están estudiando conti- nuamente nuevas invenciones ó latrocinios para hacer rendir mayores frutos á su empleo ; y todo cede en perjuicio del público. Sin embargo , ¿quie'n piensa ja- mas en remediar esto ? Un solo exemplo de castigo que se hiciese haria proceder á infinitos con mas rec- titud. Por consiguiente pide mucho mas todavía el Bien público que se estienda la visita á los Hospita- les y Montes de piedad , á los Colegios de niños y ni- ñas pobres y á las sagradas Cofradías de los seglares. El Príncipe que tuviese bien arregladas estas casas de piedad tendrá mucho consuelo en ello. Y el que ca- reciese de ellas ó las tuviere mal gobernadas tendrá muchísima necesidad del remedio. Las informaciones secretas que se pueden tomar no han de servir para Juzgar de contado , sino únicamente para examinar los
24P hechos con la debida atención. No hay ningún país que no tenga diputados algunos sugetos para que ze- len sobre las puentes , ios caminos , los diques , las excavaciones para los canales , los fosos y el riego de los campos j á quienes se les encarga también la ins- pección de otras muchas cosas que son de la mayoc importancia para la Agricultura , para el Comercio y para la felicidad del público. Pero es menester averi- guar si cumplen bien con su oficio 5 porque la tibie- za y negligencia de algunos y la parcialidad de otros dexa correr muchas veces los abusos sin remediar los desordenes. Otras veces suelen darse unas órdenes ír.uy buenas , mas no llegan á executarse por los repetos de algún Ministro , ó por temor de algún poderoso. Mal gobernado está aquel país donde el que sirve al Príncipe quiere hacerse Soberano j y donde el que es superior á otros por sus riquezas pretende ser también superior á las leyes y á la justicia. No sucede esto donde hay Príncipes de mucho juicio, y que aspiran á la gloria de ser padres de sus vasallos j porque es- tos no eximen á sus Ministros , ni á sus familiares de las providencias que miran á la necesidad del Bien pú- blico. Ni se ha de sufrir jamas que nadie por distin- guido que sea confunda el orden que es convenien- te y necesario guardar á la República, e impida el cur- so de la justicia , que debe ser la niíía de los ojos de todos los Príncipes.
No hay duda que los Visitadores no tendrán re-
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gularmente valor ni fuerzas para hacer frente á los po- derosos 3 pero á lo menos debe precisarlos el Príncipe á que s¿ lo adviertan todo y le den una puntual no- ticia de ello. Puede suceder que entre muchos feu- datarios y vasallos que tratan con benignidad á los subditos , haya algunos que hagan lo contrario , gra- vándolos con tributos que no deben pagar , y con al- gunas costumbres ilícitas , como sucedió también en los tiempos del Augusto Emperador Cario Magno, cuyos Edictos contra semejantes abusos existen to- davía. Y de aquí se colige también la necesidad que hay de que pasen los Visitadores á recorrer los feu- dos para observar si hay algunas corruptelas , á fin de dar cuenta de ellas: Quando no fuese mas seguro muchas veces el partido de ir corriendo los confines, citando á varias gentes de las que están sujetas á los Vasallos , para indagar con mas libertad el sistema de aquellos feudos por medio del examen y confron- tación de las varias relaciones que se dieren. Algu- nas veces suele haber también algunos tiranos entre los que habitan un castillo ó una villa , los quales tienen en su poder la brúxula de aquel país y ha- cen infeliz á todo el que quiere oponerse á sus de- signios ; porque teniendo de su parte á los Jueces lo mandan todo á su arbitrio. Estos sen muy dignos de que les hnga el Príncipe la gracia de llamarlos á su Corre para que puedan gozar en ella una vida y ha- bitación mas deliciosa. Ni desdice de la obligación de
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estos Visitadores observar si están bien ó mal gober- nados los Monasterios de los Frayles y Monjas para noticiar al Príncipe los desórdenes que ocurrieren , á fin de que se entienda después con sus superiores y procuren remediarlos. En las Comunidades Religio- sas que viven con una loable observancia de su San- ta Regla no debe mezclarse el Príncipe , porque no faltan en ellas sabios Inspectores , zelosos de la con- servación del buen orden. Pero convendría en extremo que se pusiera mucho cuidado sobre aquellas Ordenes Religiosas que hubiesen decaído por desgracia de su buena disciplina antigua , y se hubieran constituido por lo mismo inútiles quando no perjudiciales á la República. Entre sus desgracias no se debe reputar por la última que muchas de las visitas se convier- tan siempre en beneficio de los Visitadores Claustra- les y no en utilidad de los lugares sagrados. Si el Príncipe por exemplo no permitiese en su país al que V. g. fuese escandalosos si no sufriese que fuesen pre- feridos los malos á los buenos en la elección de los superiores (absteniéndose no menos de facciones que de las fraudes interesadas de algunos ) y quisiera que fuesen preferidos los que viven una vida exemplar y huyen de los honores , será digno ciertamente de los mayores elogios.
Pero los Príncipes suelen no atender verdadera- mente , ó no quieren ó no pueden á todas estas me- nudencias; mas pueden tener algunos sugetos honra-
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dos y desinteresados que se las refieran. Y por lo mis- mo no deben permitir en las ciudades , pueblos y vi- llas , nuevas fundaciones de Ordenes Religiosas , de las que viven únicamente de las limosnas de los fieles, aunque sean eminentes en la piedad : advirtiendo que introducen una nueva contribución con ellas en el pueblo donde las fundan. Antes bien si hubiese algu- na indiscreción en las fundaciones que hayan sido es- tablecidas , por el excesivo número nada necesario de los Religiosos , de los quales podia suceder muy bien que nadie pensase en el número de tanta familia con- siderando que la hablan de mantener otros ; sería muy conveniente que introduxese el Príncipe la modera- ción en esta parte. Y al contrario , deberla exigir que los demás Conventos y Monasterios que fuesen ricos por sus propios bienes mantuviesen el número de Religiosos que fuesen proporcionados á sus rentas; porque no es razón que vivan unos pocos no mas ro- deados de delicias y que se gasten las rentas fuera del país. No hay duda pues , que el mantenimiento de los Visitadores destinados por el Príncipe debe repartirse entre las Comunidades á rata porción por cada una de ellas. Una contribución semejante no se- rá gravosa á las poblaciones particulares , porque el Visitador no lltvará consigo mas que un Canciller y uno ó dos criados , y no estará sino muy poco tiem- po regularmente en cada pueblo. Los Emperadores Francos fijaban la cantidad con que se habia de con-
253 tribuir á los refetidos Inspectores , tanto para comer
como para hacer el viage , y en todo entraba la parsi- monia. Así como pagamos á los Médicos para que nos visiten en las enfermedades y nos curen nuestras dolencias en quanto les sea posible , sin embargo que sus visitas no redundan algunas veces sino en beneficio de las boticas > así también debe contribuir gustoso un público con este gasto extraordinario para procurar un Medico á la Comunidad , que la redima de todos los males que padezca , siempre que haya necesidad de elloj mayormente quando no será este ningún gravamen anual. Infinitas son las Comunidades que arrojan el dinero público por vanidad, por puro capricho , y por otras novedades ó funciones nada necesarias 5 ¿y será justo que se quejen de un reglamento que les puede proporcionar tantas ventajas ? No debemos omitir aquí que entre los sabios decretos de la Real Casa de Sabo- ya hay uno para que ninguno de los Ministros y Ofi- ciales públicos pueda aceptar ó recibir dádivas ni rega- los de qualquiera que sean , como no fuesen vagatelas; y les obliga al mismo tiempo á revelar á los que ha- yan intentado regalarlos. ¡Que buen juicio tenia el que estableció esta ley !
También podría suceder muy bien que viniesen á dar estos Visitadores con algunos países donde es- tuviese muy radicada la usura con grave perjuicio de algunos , especialmente de la gente pobre. No hablo aquí de aquellos contratos nominados 6 inominados,
2 54 que siendo permitidos y estando en uso en qualquier
especie de Gobierno que sea , contienen una razonable moderación en punto de ganancias , aunque no sea mas que por razón del lucro cesante ó daño emergente; porque en estos no tiene lugar el feo nombre de usu- ra. Hablamos solamente de los que quieren lucrar unas ganancias excesivas dando el trigo fiado ; subminis- trando rebaños y ganados mayores á medias ; en al- gunas compañías mercantiles , pero leoninas 5 y en las ventas de granos , harina , pin , aceyte , carnes y de- más comestibles. El comercio humano no puede sub- sistir sin ciertos usos , con los quales se facilita á unos que puedan industriarse y proveer sus nece- sidades presentes con el dinero ó hacienda de otros. Pues aunque es de precepto la caridad en algunos ca- sos y en otros de consejo solamente ; sin embargo ve- mos con demasiada frecuencia muy poco observado lo que es de precepto , y mucho menos todavía lo que es de puro consejo. El intere's propio ha sido y será siempre el gran móvil de las acciones humanas. Pero ya que no se contentan con una honesta ganancia los codicio- sos de la hacienda agena y tiran á desollar á los que necesitan de ellos ; es oficio del Príncipe no permitir, sino castigar estos ansiosos devoradores de la hacienda agena ; y mandar se executen las leyes que prohiben se preste dinero á los menores de edad y á los hijos de familia , ganen ó no ganen con el , sin las solemni- dades que hay prescritas. Es cosa evidente Cy así lo
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recomienda también la Sagrada Escritura) que los Prín- cipes deben tener un ojo particular para atender á la defensa de ios pobres ( nombre que abraza también á todos los trabajadores , artífices , y gran parte de la hi- dalguia ) á fin de que se mantenga el pan en un justo precio , con todos los demás víveres mas necesarios j y no permita á la autoiidad ni á los rigores del Fisco , ó á la avaricia de algunas sanguijuelas particulares, que opriman á nadie , especialmente á los que no se pueden defender ni tienen otras armas de que puedan valer- se que las maldiciones contra el mal gobierno , las quales suelen ser oidas por Dios, sino siempre á lo menos muchas veces. No se puede me'nos de detestar el cruel modo con que en algunos países se exigen los tributos, porque es una verdadera destrucion de las famiilias: sin querer considerar la impotencia y las desgracias de ios particulares , á quienes inhabilitan enteramente pa- ra que puedan dar de sí el menor fruto al Príncipe en lo sucesivo despojándolos de todos sus utensilios.
Es cierto que un Príncipe no lo puede saber to- do, ni remediar todas las cosas j pero haiá mucho bien con tener unos Ministros honrados á quienes pue- da encargar la obligación de que indaguen y le refie- ran los desórdenes que ocurran ; y quando faltasen es- tos á su obligación , ó no la desempeñasen comiO cor- responde podrá suplir el Príncipe por sí mismo este vicio dando audiencia pública al pueblo , y divulgan- do la voz de que á qualquiera le será permitido decir-
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le en secreto qualquier desorden perteneciente al pú- blico. Dirán que esto es gravar demasiado á un So- berano 5 pero finalmente es indispensable recordar sus obligaciones al Príncipe j porque el que vive retirado en su gabinete y huye de oir á sus subditos está ex- puesto á muchos engaños j y tal vez sucederá que tendrá el nombre de Príncipe y otros gozarán de la so- beranía; y que segane el odio del público al mismo tiem- po por culpa de otros. También será bueno recordarle, que Alexandro Severo , aquel grande Emperaidor de ios Romanos , tenia ocupados á muchos celadores ó espias, sin que supiese nada uno de otro ; y combinando des- pués entre sí sus relaciones sacaba por lo regular la verdad de quanto necesitaba saber. Es cosa muy peli- grosa fiarse en este empleo de personas viles , como no se observe lo que hemos prevenido arriba. Y cier- tamente es menester proceder con gran circunspección en todos los casos en que se trata de acusadores , sin haber entendido bien antes las razones del acusado^ Yuelvo á decir otra vez que la facilidad del Prínci- pe en dar audiencia pública á todo el que se la pida será siempre un gran freno para todos los Ministros y demás empleados en el Gobierno. Estupenda debe llamarse en este asunto una constitución del Empera- dor Constantino el Grande , la qual se echa menos en el Código de Justiniano , por cuyo motivo la ignoran muchos Jurisperitos. Pero ha sido conservada en el Código Teodosiano. S! bay alguno (así habla aquel in-
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signe Emperador) de quAÍquler lugar , orden 6 d'g-iidad qiis sea , que confie poder provar verdadera 6 concluyenfe- mente contra qualquiera de tnls jueces y Gobernadores ^fa- voritos y cortesanos alguna cosa que parezca haber sido hecha contra razón y justicia : llegúese á mi sin miedo y con libertad y dígamelo. To lo escucharé todo j y yo mií- mo seré el Juez. T si se provase plenamente yo mismo tomaré por mi la vindicta. El que estuviese seguro de que dice verdad hable y digala frane ar/i ente : y si lo provase j como he dicho , yo me vengaré del que me hubiere tenido engañado hasta aquí con una fingida integvidad j y pro- moveré y favoreceré al que me lo revehue y comproba- se. Asi me favorezca siempre el sumo Dios y me conserve bueno como deseo para la mayor felicidad y fortuna del público (l). De esta manera habla y obra un Príncipe que ama verdaderamente la Felicidad Pública. Sin em- bargo adviértase aquel si probaveritj d^ comprobaverit:
(i) si quls est cujuscumque loci , ordlnis , dignítatis , qui ss In queracumque Judicum, Comitum , amicorum , vel palatinorum raeorum aliquid veracicèr , èc manifeste probare posse conñdit, quod non integré atque justé gessise viJeatur : intrépidas , & securas accedat; intsrpellet me^ Ipse audiam omnia ; ípse cognos- cam; & si fuerit cooiprol^atum: Ipse me vlndicabo. Dicat seciirus, 6r bene sibi conscius dicat. Si probaverit , ut dixi , Ipse me vln- dicabo de eo , qui me usque adhuc tempus simulata integrltate deceperit. lUum autem , qui hoc prodiderlt, & comprobaverit, & dignitatlbus & rebus augebo. Ita mlhi summa Divinltas sem- per propitia sit , & me incolumen prscstet , ut cupio , felicissima, 8c fiorente ilep. Lex IV de Accusar. Lib. 9 tit. i Cod. Theodos.
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pues de otra suerte serian demasiado comunes las ca-* lumnias.
Pero los Ministros de los Príncipes por lo regu- lar son unas personas superiores á toda censura , por- que están bien provistos de máximas de probidad y de honor •■> así que debe también el Príncipe dexarles la libertad de exponer lo que les pareciese mas justo, mas útil y mas decente , aunque sea contrario á sus propias ideas y deseos. El contradecir á quien juzga lo sabe todo , porque lo puede todo es verdaderamen-» te una cosa muy delicada y peligrosa : este es un pun- to que requiere mucha habilidad y destreza 5 porque estando los Príncipes tan acostumbrados al canto de los aduladores no pueden sufrir después á los que quieren hacer de padres maestros y manifestar que saben mas que ellos. Sin embargo un Príncipe sabio podrá resolver muy bien lo que le guste j mas no pondrá jamas mala cara á ninguno de los Ministros que le dixesen honradamente su sentimiento y su con- sejo. Un solo desayre que haga el Príncipe al Mi- nistro indiscretamente quando le dice la verdad y le está dando algún buen consejo le cerrará la boca pa- ra siempre. A todos los Príncipes deberia servir de exemplo el ce'Lbre Emperador Alcxandro Severo que hemos nombrado poco ha, de quien se lee en su vida(i):
(i) Moderaticnis tantte fuit , ut sih't ah cmnibus libere , qua sent'te- bant dici cuperit : Eít quum dictum eiset , audiret^^ qui'.m audisset ¡ita ut res poscehat , emendaret y ^ corrigeret. Lamp. in Alexand. Sever.
2 59 Ojie fué ta?jta su modey ación que deseaba q^ue cada uno le di X e se libremente su parecer , el que escuchaba muy contento y enmendaba después las cosas como convenia. Jamas se resintirá un Príncipe sabio de que ha- ble un Ministro en favor del pueblo y lo defienda de quien le aconseja que se valga despóticamente de su autoridad en agravio y perjuicio de los vasallos. Sería una cosa muy estraña que por ser uno Minis- tro debiese desmentir que era ciudadano , y no hu- biese ya de amar mas á su patria quando por des- gracia se olvidase el Príncipe de sus obligaciones para con ella. Antes bien reputará un Príncipe prudente por un mal Ministro al que atropellando con el ho- nor y la justicia no guarda el menor respeto á su país y lo sacrifica todo al deseo de aumentar y con- servar su propia fortuna. Es digna de que se refiera aquí oportunamente una acción del gran Francisco II, Duque de Modena. Se creyó un Comisario de Guer- ra que iba á contraer mucho merito con este Señor haciéndole saber su gran deseo de servirle por ha- ber gravado mas á Panano , su patria , que los de- mas países del Ducado , con el número de soldados que exigió de ella. Pero juzgando sabiamente aqu^l Príncipe que no podia menos de encerrarse una al- ma vil y fea en el cuerpo de un hombre semejante que pretendía grangcarse el amor de su Soberano ol- vidando el que debía tener á su patria y cometiendo una injusticia le quitó el empleo. Este fue el premio con
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que recompenso aquel Duque una acción semejante. Ojalá conociesen todos los Príncipes que los verda- deros Ministros son únicamente los que no les adu- lan sus pasiones , porque estos aman mas la gloria del Príncipe que sus propios intereses. El que no es mas que un vil adulador obtiene indignamente el nombre de consejero.
CAPITULO xxr.
De la luxuria , de la embriaguez y de otros desordenes populares que debe prohibir ó enfrenar el Principe.
X^esde que gozamos de la purísima Moral de nues- tro Señor Jesu-Christo que es el vasto campo don- de nos derraman con abundancia las sagradas letras, los Santos Padres y los Teólogos mas ortodoxos las mejores luces que pudiéramos desear y apetecer para que nos inspirasen el amor hacia el bien y el horror al mal j parece que los Soberanos se desentienden de algunos vicios populares que pertenecen propiamen- te al tribunal de la conciencia y no al buen go- bierno político. Cuidan de lo que puede turbar la tranquilidad pública ,como las heridas, asesinatos, ho- micidios , robos , injurias , usurpaciones y otros de- litos semejantes j mas no atienden á las acciones que transpasan solamente la ley de Dios sin perturbar la quietud pública , las quales se llaman pecados , de los
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que no debe dar cuenta el hombre sino á Dios. Y á la verdad debe desear el Príncipe que todos sus súb^ ditos vivan una vida Christiana y humilde , y que no dexen de inculcar en sus sermones los Ministros Ecle- siásticos y los Predicadores de la palabra de Dios los preceptos y consejos del Evangelio 5 pero no debe cas- tigar á los que quebrantan solamente los preceptos de la ley de Dios , sino quando fuese unida esta trans- gresión con el desprecio de las leyes políticas , en cu- yo caso todo delito grave contra el Gobierno va uni- do con un pecado grave contra la ley de Dios. Esta es la regla : iras regla que admite sus excepciones. Porque el buen Príncipe cuyo corazón debe ser el depósito del bien y de la Felicidad de su pueblo , tie- ne dos puntos de vista ^ y obra por dos direcciones para obtener este fin. Como Soberano procura man- tener con la fuerza de las leyes , la paz , la justicia y la abundancia entre sus vasallos : y como padre de la patria y casi padre de familia debe remediar también con una provision económica los desórdenes de los particulares , aunque no esten prohibidos ni castiga- dos por las leyes humanas. Debe mirar como hijos suyos á quantos se sujetan á su cetro '■> y quando los vea desmandados y que obran contra su propia salud, hacienda y honor , debe valerse de la autoridad de pa- dre para hacerlos volver sobre sí, y libertarlos de aquel precipicio donde los encamina su ceguera y necedad. El Príncipe que se tome este cuidado ó haga que se encar-
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giien de eì sus Ministros parecerá realmente que ex- cede sus límites 5 pero no puede parecer así sino á los malos solamente y á los que no desean con atención lo que no solo conviene al bien de los particulares si- no también al de la República. Porque no hay duda que los pecados particulares del hombre que no están prohibidos por las leyes civiles, sino únicamente porla Divina pertenecen al juicio y á la corrección de Dios y de sus Ministros Eclesiásticos : sin embargo quando de estos pecados resultase algún grave perjuicio no so- lo al .bien espiritual de los subditos sino también al temporal , ¿quien osarla decir que no convenía á un Príncipe amante de su- pueblo acudir al alivio de sus hijos para que no consumiesen la salud , la hacien- da y el honor , estando diputados por Dios princi- palmente para mirar por el bien temporal de sus hi- jos ? Pues mucho mas deberá acudir todavía quando redundasen en perjuicio de la misma República estos pecados particulares , como se verá en los casos que iremos considerando ahora.
La Lascivia, ó llámese Luxuriay deshonestidad^ que consiste en el uso ilegítimo de los placeres carnales, es una peste que jamas se desterrará del mundo. Por todas partes prende mas ó menos , según las circuns- tancias , y en todas suele triunfar igualmente. La abundancia del oro y de las comodidades de la vida que suele haber en las grandes ciudades puede que hagan que cunda mas por ellas que en los demás
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pueblos este oculto veneno : nosotros experimenta- inos que el ayre suiil de las montañas contribuye mas que el de las llanuras para avivar este incendio que propagan con gran facilidad el libertinage y el mal e^templo. Los labradores que viven en el campo sue- len estar menos expuestos regularmente á su influxo por razón de que no son tan maliciosos y llevan una vida mas laboriosa. El vínculo del matrimonio enfre- na de ordinario las perversas inclinaciones del apeti- to corporeo. Los desordenados excesos de esta pasión brutal , parte están prohibidos no menos por las leyes civiles que por los preceptos de la Religión , y par- te por la Religión sclamente. ¡Ch ! si no se pusiese en esto freno y un freno poderoso contra los im- pulsos de la naturaleza corrompida obrarían mucho peor todavía los hombres que los brutos I Con todo ni el temor ni el castigo que prescriben tantas leyes divinas y humanas bastan para contener este torrente impetuoso que es una de las mayores miserias de los mortales. ¿Que ha de hacer un Príncipe sabio para que no se embrutezca su pueblo ? Debe tener un zelo muy grande en este negocio j pero mas grande ha de ser aun su prudencia. Zelo para impedir , ó quando no pueda quitarlo para enfrenar el mal á lo menos, considerando el tropel de las perniciosas consecuen- cias , tanto públicas como privadas que resultan de este desbocado apetito en perjuicio de su pueblo. Y prudencia suma, porque no conviene al Príncipe que-
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rcr remediar todo lo que sea efecto de una pecami- nosa luxuria j y aun en lo que está dentro de los lí- mites de su jurisdicción legislativa y mucho mas en lo que solamente puede y debe obrar con una econó- mica y paternal providencia debe caminar con va- rias miras 5 á la manera de los buenos Médicos que no aplican inconsideradamente los remedios sin con- sultar primero la complexión de los enfermos , ni cu- ran los males que son leves con unos fuertes y efi- caces medicamentos. Vamos á ver ahora que es lo que suelen hacer los mejores Príncipes sobre este par- ticular., .
En primer lugar para que el Príncipe pueda opo- nerse con animosidad á las desordenes de la luxuria ha de preceder el exemplo de su propia castidad y Gontinenciai : prenda y virtud muy loable en todosj pero gloriosísima en los Príncipes por estar mas ex- puestos que- nadie estos personages á las tentaciones en esta parte. Este buen exemplo es de mucha impor- tancia, como también el que se sepa que aborrece el Príncipe en qualquiera que sea esta inclinación des- ordenada. En todas partes se ha observado siempre que quando el Príncipe se dexa apoderar de la in- constancia se ve tentado el pueblo , ó á lo menos la Bobleza , de la imitación y lo imitan francamente. Y, asimismo nos lo advirtió el celebre Platon con decir- nos que según son los Príncipes en una República así suelen set los demasi ciudadanos , especialmente en
20 ^ este vicio. Qiiales in República Principes sunt , tales re^ liquos solere esse cìues. Porque ¿cómo ha de poder des- aprovar un Príncipe en los demás un vicio que aprue- ba y enseña el por sí mismo , ó hace creer que es dica- no de escusa ? Es cosa evidentísima que el Príncipe que da mal exemplo justifica mas el vicio con su con- ducta que aquel que lo condena con sus edictos. Nos dice una sentencia que quien enseña con la ley y daña después con el exemplo daña mas que enseña, Q^ui legs docet , & txemph noe et , plus noe et , qaam do^ tet. Y el mismo S. Juan Crisostomo decia : Cine el que enseña el bien y vive tnal , enseña á Dios como lo ha de condenar. Llenos están los libros de estas sentencias de que necesitan tanto los Príncipes : y si el Sobera- no hiciese gala de sus flaquezas se estenderá mucho mas entre sus subditos este venenoso fermento. Por lo que aun quando tropezase sería de desear por lo me- nos que se ocultasen sus desvarios con el velo de la apariencia y que se sepultasen sus faltas con la obs- curidad de las tinieblas , aunque no se puede decir lo muy difícil que es que sepa ó pueda ocultar un Prín- cipe las dolencias de su genio , porque son muchos los oíos que ó bien por malicia ó por curiosidad le van siguiendo los pasos. Y lo mismo se ha de advertir en los Ministros y Jueces de los pueblos. Jamas se ha de poner la balanza de la Justicia en manos del que este tocado de esta lepra , porque están expuestos á ladearse continuamente. Segundariamente debería dar-
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les á entender el Príncipe por medio de unas secretas amonestaciones que no aprobaba ciertos excesos del chichisbeato , qualcs son los obsequios con que públi- camente suelen cortejar los caballeros á las damas en sus coches y hasta en las Iglesias. Ko se merecen muy gran concepto de cordura algunos nobles ultramonta- nos , aunque se guardan de semejantes apariencias. Y tal vez no habrá en ello ningún mal de consideración? pero hay escándalo y el exemplo de los grandes pasa fácilmente á los pequeños. Es oprobrio de nuestro si- glo ver la esclavitud que consagra un marido á la muger del próxhno contentándose después con que haga otro lo mismo con la suya. En tercer lugar , el Príncipe debe exercer el rigor de las leyes contra los que cometen delitos carnales nefandos 5 y solo en este caso se podrá examinar si conviene ó no castigar á es- tos infames delinquientes pública ó privadamente , por- que convendría mucho que la turba niulta de los ig- norantes no oyese hablar cosa alguna sobre tan in- mundos excesos. Pero quando se trata de otra especie de pecados de carne que están prohibidos por las leyes igualmente no debe descender á castigarlos un Prínci- pe sabio siendo secretos , como no le pida justicia quien tuviese algún derecho legítimo concedido por las leyes , como puede suceder en el adulterio y en el estrupo , donde solo está permitida la acusación á cier- tas personas determinadas. El Príncipe está obligado á remediar secretamente ^ siempre que pueda ^ estos dell-
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tos ocultos procurando con mucho cuidado no reve- lar lo*que yace escondido y envuelto en tinieblas , á fin de evitar la infamia á los parientes de honor y estorvar enemistades y muertes. En quarto lugar, sí fuesen públicas las disoluciones que están prohibidas por las leyes no puede disimularlas el Príncipe en conciencia , antes debe castigarlas , porque si se come- tiesen impunemente semejantes oprobrios produciría otros muchos el mal exemplo , como sucede en las ma- las yerbas que se multiplican con la mayor facilidad si se Us dexa tomar cuerpo.
Y asimismo está obligado el Príncipe á no tole-' rar en sus Estados las acciones escandalosas , como son los bayles deshonestos , los adulterios y los con- cubinatos públicos. Y quando le representasen algu-« nos de estos desórdenes , especialmente los Obispos y Párrocos celosos , deberán acudir con brazo fuerte á la defensa de la honestidad pública. No faltan moti-- vos razonables á las leyes humanas para tolerar la simple fornicación , remitiendo el castigo al supremo tribunal de Dios. Pero dos son las cosas que se han de advertir aquí : la primera es que se han de indagar con solicitud y exterminar con rigor los alcahuetes y alcahuetas ; porque merece ser tratado con la mayor dureza el que seduce las almas inocentes y mantiene escuela de iniquidad. Y puede que fuese también muy provechoso qualquier exemplo de severidad pública contra aquellas madres iniquas que prostituyen sus,
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propias hijas. La otra es que no se han de permitir las meretrices en las hosterías y tabernas ; porque en- trando en ellas los viajantes por necesidad , y otros por querer beber vino solamente sin ningún deseo de deshonestidad , es una maldad que se les presenten allí alicientes y tropiezos para semejantes tentaciones , y tanto mas todavia por quanto ademas de la ofensa de Dios pueden arruinarse la salud las gentes incautas. Vendan estas miserables su cuerpo en sus propias ca- sas y no vayan á tender sus redes donde llega el que no las quiere ni las busca. No digo que esto pueda ó se deba remediar con rigor j pero sí dire que habia de haber un cierto freno para que quando no pudie- sen reprimir los incontinentes el desahogo de sus bru- tales pasiones , á lo menos no llevasen consigo un castigo doloroso , molesto y tal vez perpetuo también por su desenfrenada concupiscencia. Si se restringiese esta pena á los delinqüentes solamente sería tolerable, porque al fin la tienen merecida 5 mas la lástima es que se estiende á las pobres mugcrcs inocentes , y se arruinan las familias siempre que se radica en los pa- dres de ellas esta pestilente enfermedad que lleva con- sigo la inhabilidad para el trabajo. Pídasele razón so- bre esto al que sabe de donde proviene la miseria de tantas casas pobres. Hemos visto que los France- ses ponen públicamente sobre un caballo de madera á aquellas asquerosas mugeres que exigen paga por tan brutos regalos de los que se enloquecen coa ellas ne^
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clámente , y luego las destíerran. Nada propongo so- bre este punto : basta apuntar solamente una diformi- dad tan perniciosa. Si las leyes que vedan el uso de los venenos no han podido ni pueden todavía poner freno á esta enfermedad tan nociva , á lo menos la caridad dicta que debe haber en todas las ciudades Médicos y Hospitales para restituir ia salud al que la hubiese perdido torpemente.
La embriaguez es otro mal público : vicio que reside regularmente en el pueblo baxo , pero vicio que cunde mucho en algunos países, sin que nadie piense en reformarlo. ¿Mas por que se han de ocupar en esto? ¿Importa acaso al Príncipe ó á los Ministros de una República que un hombre libre coma ó beba excesi- vamente? Por lo mismo, aunque nunca han faltado Le- gisladores sabios y prudentes para gobernar los pueblos, nadie ha creído jamas que debia prohibir y castigar la simple embriaguez. Solamente se permite á los Predi- cadores del Evangelio y está reservado para ellos de- clamar contra este vicio : y tiene razón quien dis- curre así. Sin em.bargo , considerando nosotros al Príncipe como padre de su pueblo y zcloso del bien y de la felicidad de sus hijos, no podemos prescindir de sugerirle que si aplicase su atención y destreza á moderar y enfrenar este desorden , á lo m.enos en aque- llas partes donde es excesivo este abuso , se grangea^ lia muchísima gloria por semejante cuidado. Porque al ver tantos pueblos que acostumbrados á la intem-
perancla ( pues no hablamos aquí de los que no caen en ellas sino muy rara vez ó por accidente ) van á ca- za de las enfermedades y tiran también á abreviarse la vida ; que gastan en el vino lo poco que ganan en la semana , lo qual debia servir para alimentar á su propia familia ; que sujetan á un cruel martirio á sus pobres mugeres e inocentes hijos desde el mismo instante que se emborrachan y pierden el juicio ; y que arrastrados del herbor del vino están propensos á riñas , deshonestidades y otros mil inconvenientes de que es capaz el hombre desde que se reduce al esta- do de bestia , 6 se hace peor que los brutos todavía: al ver, vuelvo á decir, tan funestos espectáculos un Príncipe amante de su pueblo , ¿no ha de excitar en sí la compasión y procurar piadoso ver como impe- dir á lo menos , quando no le sea posible curar á los casados de este frenesí voluntario , con remedios dulces y nada violentos ? No admitiendo en las ciu- dades para las Cofradías de piedad ó en los gremios de las Artes y Oficios , ó bien excluyendo á los que frecuentan sin necesidad las acogidas secretas , las os- terias y las tabernas , se podria retraer á muchos de este vicio.
El grande Emperador Carlos VI ha inventado en nuestros dias un buen medio para libertar de este vi- cio á sus Ministros y Cortesanos , con mandarlos lla- mar ya á unos ya á otros después de comer. Ademas de esto , en los Sermones y Misiones es m.enester in-
271 Culcar la serie ¡de los males que provienen de la ex- cesiva pasión del vino. Y los que saben mas que yo
sabrán inventar otros muchos remedios. Dirán al"ii-
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nos que estas son cosas de poca importancia ; pero en algunos pueblos son verdaderamente unos lunares mucho mas grandes de lo que se cree regularmente y unas fealdades notables y perjudiciales. Nosotros estamos pagando ( conviene repetirlo ) los Médicos, porque nos preserven ó curen de los males del cuer- po j y otros pagan los males para que vayan á bus- carlos. Mas el que mire la cosa con reflexión hallará seguramente que la embriaguez es un gran manantial de males físicos y políticos. Y por lo mismo merece- rá el nombre de Medico glorioso aquel que dedicará con esmero á desterrarla de toda Repúbiica bien or- denada. Y si sucediese alguna vez que al proponer qualquier reglamento honesto sobre tan gran desorden se opusiese el interés del Príncipe , 6 de otra qual- quier persona , es menester considerar entonces si de- be prevalecer el bien particular en competencia del universal , y si es decoroso á la magestad del Prínci- pe querer lucrar con la locura de su pueblo , en vez de sanaría como lo pide su oficio, ...
Ona deformidad se hallará en otra qualquier pp^ blacion , donde ni siquiera viene al pensamiento al Gobierno procurar que se apliquen los muchachos' y las muchachas pobres á qualquier Arte 5 por cuyo descuido itivcJe cvae se acostumbran después .al ocio
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y á la mendiguez. Un muchacho que se da á vivir de esta manera se considera regularmente hombre per- dido : el presidio ó el suplicio vienen á ser su para- dero. Es muy difícil que con la ociosidad no aprendan el arre de robar y otras muchas iniquidades que tie- nen su debido premio. También puede suceder que en un muchacho dado á mendigar y perdido en una desconcertada libertad crezca el juicio al paso que se le van aumentando los años , y se aplique después á qualquier profesión ú oficio donde pueda ganar el pan honestamante. Pero es casi imposible que una mu- chacha acostumbrada á la polironeria que va mendin gando todo el dia , y trata familiarmente con la vil canalla de los muchachos mas deshonestos y desenfre- nados se pueda reducir jamas a buen camino , por- que habiendo perdido la vergüenza , guarda poderosa de la honestidad , y habiendo aprendido y practica- do la quinta esencia de los vicios , ¿que otro lugar puede esperarla jamas sino un lupanar y después una galera ? Gran acto de caridad paternal ha sido el que han usado muchas provincias y ciudades de Italia, las quales para precaver la ruina de esta parre del pue- blo han hallado modo de emplearla en las Artes y apartarla del ocio ( padre de una numerosa tropa de ▼icios ) con tantos Hospicios , Hospitales y Casas de piedad como han fundado , donde se educan los mu- chachos y las muchachas pobres en el santo temor Dios, y en los oficios que son convenientes á su es-
273 tado. Bien empleadas son tarabien Lis- litiiosnas en se- mejantes establecimientos : en muchas partes de la Alemania se hallan otras leyes y prácticas loables en este -ramo , y no abunda en ellas la iraza de los men- digos como en Italia con oprobrio nuestro. La Jus- ticia pide también por &u parte que se proceda regu- rosamenre contra ios muchachos desenfrenados que desde niños se muestran aficionados á la escuela de ios latrocinios. Un castigo proporcionado les hará mu- dar de costumbres, ó á lo menos mudarán de país; pe- ro mas se ha de cuidar todavia de que no haya en un país mozos adultos y hombres hechos que sin ren- tas y sin arte ó modo alguno de ganar la vida vi- ven sueltos y vagamundos , ya sean del mismo país, ya forasteros. ¿Que' otra cosa podemos creer que harán estos para vivir mas que cometer homicidios, robos , salteamientos y asesinatos ? Las Repúblicas de la Grecia establecieron unas leyes muy severas con- tra semejantes hom.bres que solo están reputados por reos por vivir viciosos. La sabia República de Ve- necia , zelosísima y vigilante en todo lo que concier- ne á la tranquilidad pública , sabe buscar muy bien también actualmente las guaridas donde se alvergan estas malas bestias, y limpiar el mundo de ellas. Basta tener buenas espías en los lupanares , en las casas de juegos , en las fondas y en las tabernas para prendec muchas de estas gentes de mala vida , porque regular- mente suelen concurrir á estos parages públicos,
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Es cierto que nunca faltarán hurtos j pero el
Príncipe vigilante , con sus Ministros y Jueces zelosos, pueden impedir una gran parte de ellos , examinando los pasos del que gasta sin saber de donde saca el di- nero , mayormente si es algún forastero ocioso que frecuenta los parages peligrosos. En mis días han tolerado los Gitanos en qualquier país , sin embargo de ser notorio que no son mas que unos ladrones de profesión. Asimismo he visto vivir sin zozobra en algunas partes á ciertas gentes que se lisonjeaban pú- blicamente de que poseían el maravilloso secreto de hacer oro y de descubrir tesoros. Pero se escurrie- ron luego que engañaron algunos tontos y les arran- caron el verdadero oro con el secreto que fingían. Siempre que suceden semejantes casos pierde mucha reputación el Gobierno. He insinuado arriba , y me conviene alabar otra vez la bella invención de los antiguos Griegos y Plómanos , esto es , de diputar censores que velasen para averiguar y corregir aque- llas costumbres del pueblo que suelen no estar com- prehendidas ó prohibidas por las leyes públicas. La incunvencia de estos entre otras cosas era ir averi- guando el modo como se gobernaban las familias de los particulares, como trataban los maridos á sus mu- geres , á sus padres y á sus vecinos ; que' educación daban á sus hijos 5 de que arte ú oficio se mante- nían j indagaban si consumían sus rentas en las ta- bernas , en los juegos , en los lupanares , en comidas
275 esplendidas , ó en otro ratiio de laxo excesivo y en placeres indignos j si contravenian al decoro de la nobleza con acciones viles j si desmentían las obli* gaciones del hombre de bien por avaricia y codicia de dinero , y si eran díscolos sus hijos : y después corregían con gallardas reprensiones á qualquiera que lo necesitaba y procuraban que todos fuesen por el camino de la probidad y de la sabiduría. ¿Por que no ha de pensar nadie jamas en resucitar en las ciudades un Magistrado tan üril y loable ? Todavía hay algu- nas provincias que conservan una reliquia de este go- bierno antiguo con la vigilancia sobre los díscolos y pródigos. No pretendo que deba acudir á tantas partes el Magistrado y cuidar de tantos desórdenes par- ticulares : bastarla que remediase algunos á lo me- nos de los mas importantes y que mas perjudican á las familias de los ciudadanos. Es constante que los Oradores sagrados no cesan de tocar estos puntos en los pulpitos para inculcar la corrección de los dife- rentes vicios y desórdenes j pero estos zelosos censo- res hablan en general y así no penetran la cutis los golpes que disparan 5 por lo que nadie se avergüen- za por eso , ni menos se enmienda. Otro efecto se pu- diera esperar de una fuerte reprensión dada en par- ticular por el mismo Magistrado , porque á las pala- bras les podía suceder el castigo. Y por lo mismo aquellas ciudades que no tienen casa de corrección para los muchachos y jóvenes populares que son dís-
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colos , ni tampoco para las muchachas carecen de un bien singular y deben procurarselo. Desde los pulpitos se debía encarecer el gran me'rito que ganaría para con Dios qualquiera que no teniendo herederos emplease su hacienda en la institución de unos establecimien* tos de tanta calidad y utilidad para el bien público.
CAPITULO XXII.
De la imposición de tributos.
Ni
ingun Estado , sea Monárquico 6 Republicano, puede subsistir sin unos graves gastos que son necesa- rios enteramente para conservar el buen reglamento y la defensa del país > y por consiguiente son justos tam- bién e indispensables los tributos. Por lo qual se pue- de tener por muy privilegiado el pueblo donde están bien distribuidos los impuestos y ordenados con la debida proporción sin que se consienta la menor ex- torsión. Y si las circunstancias de las guerras ú otras calamidades aumentasen 'mucho la dosis de los impues- tos , es menester humillarse baxo la voluntad de Dios y pedirle el don de la paciencia. Pero no siendo así pro- curan huir siempre quanto pueden los buenos Príncipes de aumentar los tributos ; acordándose continuamente de que les ha entregado Dios los pueblos para que los traten como hijos y no como esclavos. Sin embar- go , no dexan de estar expuestos también regularmente
2 77. los buenos Príncipes á las sugestiones de los que espe- ran contraer un gran merito con enseñarles nuevos caminos para exprimir la sangre de los vasallos , y quando anden escasos semejantes tentadores en el país ¿faltan acaso en el forasteros (regularmente suelen ser- lo todos estos ) que acudan á enseííar y persuadir el admirable secreto de estender mas y mas la jurisdic- ción del Fisco sobre las facultades del pueblo i Se lee que á principios del rey nado del padie de Federico 111, Key de Prusia , se le presentó un Alquimista de estos que le proponía no el imposible Lapis F'dosoforum , si- no un medio muy fácil de sacar mas dinero de los bol- sillos de sus vasallos. Pero el premio que se grangeó por tan noble consejo fue que le mandó azotar aquel So- berano por manos del verdugo y después lo envió á presidio. Por esta detestable arte estaban muy disfa- mados los Italianos en Francia en el siglo XVI í mjas todos los países pueden producir de estas malas yer- bas. Que bueno fuera que tuviesen siempre presente los Príncipes la respuesta que dio el sabio Rey D. Al- fonso de Castilla al que en las angustias de una guer- ra le aconsejaba que impusiese nuevos tributos. Mas miedo , deci^ , me hacen las lágrimas de mi pueblo que las fuerzas de mis enemigos. Y á la verdad no hay duda que no es lícito á un Príncipe que profesa la ley de Dios imponer nuevos tributos á sus vasallos como no tenga una verdadera necesidad. Y aquí es donde de- bería im.aginarse especialmente el Príncipe que es un
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particular y un subdito , y pensar seriamente que es lo que desearía el que hiciese el Príncipe si hubiese na- cido vasallo. ¿Y cómo le ha de dictar su corazón que trate al pueblo de distinto modo que desearla ci ser tratado si fuese uno de sus individuos ? El joven Em- perador Valentiniano Segundo , según escribe S. Am- brosio en su Oración fúnebre , jamas quiso que se im- pusieran nuevas contribuciones. ¿Sino puedsn pagar las antigtiíis cómo queréis que sostengan las nue- vas t (i) y el Emperador Marco Aurelio aunque pa- gano , mas bien quiso mandar vender todos los ador- nos y muebles preciosos de palacio en las urgencias de la guerca contra los Marcomanos que gravar las provincias con nuevos impuestos. Antes de imponer nuevos gravámenes á sus subditos es menester que reflexione el Príncipe si consume los tributos que íc acostumbran pagar en galas , diversiones , fábricas su- perfluas , y en mantener demasiada corte. Y quando fuese así no se requiere otra cosa mas para conocer que no hay necesidad de afligir con nuevos impuestos á un país que se halla ya bastante gravado : lo que es menester únicamente es que se reforme el Príncipe á sí mismo. Ya dixc antes que la economia era también virtud de los Príncipes y si no la tienen pobres de sus pueblos.
Quando es verdadera y no fingida la necesidad
( 1 ) Príeierit.t non qiteunt solvere : nov.i poterzínt snstinei'S ? S. Am- bros, Orat. in ValentLniaiii II. funere.
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de aumentar los tributos toda razón sabia pide que consulte un negocio de tanta importancia con las per- sonas mas hábiles y libres de todo ínteres particular; porque de otra suerte así la ignorancia como la mali- cia podrían introducir muchas veces derechos , tasas, pechos y alcabalas desproporcionadas y mal repartidas, omitiendo otros medios mas equitativos y menos gra- vosos. El Sr. Carlos Antonio Broggia , Comerciante Napolitano , ha tratado doctamente sobre los tributos en una cbra que im.primió en Kápoles en el aíío de II 74 3 , donde como honbre muy hábil y de mucha práctica en el Ccnetcio hace ver mejor que el que maneja sobmerte el Digesto y lee sus párrafos, cómo se deben íij?.r rcctanrerite les tributes , y quántos des- órdenes pueden resultar de los impuestos personales y de los otros que in piden el Comercio y vienen á recaer especialmente sobre los labradores y artesanos, y sobre ctras gentes que son m.uy útiles ó necesarias al público por sus trabajos e' industria. Remito al lec- tor á la citada obra. Conocí á un sugete que se había puesto en la cabeza peifuadir á un Príncipe que hi- ciese un ensayo del Gobierno económico de los Tur- cos en una parte de sus Estados , introduciendo en ella una capitación cuya renta ó producto equivaliese á los pechos y alcabalas y á todos los demás tributos que acostum.brase pagar el pueblo , suspendiendo to- das las referidas alcabalas. Se figuraba el que habien- do una sum,a libertad para introducir y extraer los
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comestibles y todo genero de mercaderías , había de venir á ser aquel país un emporio riquísimo con mu- cha ventaja del pueblo y del mismo Príncipe. Mas hice ver á este hombre las innumerables injusticias y desfalcos que resultarían de esta capitación por va- rios motivos que no importa referir aquí , y que nuestros antepasados que no carecían de luces y ex- periencia habían reconocido muy bien que la repar- tición mas justa y equitativa de las contribuciones Q^d. la que se hacia por la via de los <;ansos ó impucs- to$ con que se cargaban las rentas 5 porque de este mo^ 4q cada qual pagaba á proporción de su hacienda. Ademas de que ¿cómo se había de obligar i esta capi- ticion á los Eclesiásticos ? Conoció el esta verdad y desisíió de su designio. Maravillándome yo una vez con un Mercader Italiano que estaba acostumbrado á comerciar en un cierto Rej'no di aquel país muy. gravado de impuestos , me dixo que aquel torcedor servia pira hacer industriosa la gente , á fin de poder satisfacer el mantenimiento de su propia vida y el pago de los tributos. ¡Que razón tan bella! De est^ modo eran tratados los esclavos antiguamente. Pero no puedo creer que sea feliz la condición de un pue- blo libre que de infinitas fatigas no coge mas fruto que el de su triste subsistencia , y cede todo lo demás que gana con su industria á beneficio del Erario del Príncipe, en vez de servirse de ello para mejorar su estado y el de su familia. Los Príncipes no suelen
oír regularmente los lamentos y las maldiciones de los subditos , y sería muy conveniente llegasen á sus oidos.
Ahora volviendo al asunto , necesita también el Soberano tener bien abiertos los ojos para prevenir de que no intervenga ninguna mira interesada del que acon- seja, en la urgencia de tener que imponer nuevos tri- butos. Siempre habrá gentes en el mundo de aquellas que hacen negocio de todas las cosas. Y por lo mismo han prohibido severamente los Legisladores á los Mi- nistros del Príncipe ó de la República tener parte en los arriendos de los pechos y alcabalas : ley que debie- ra observarse inviolablemente , porque todo el que se dexase arrastrar tanto del interés tal vez pensaría mas en su propia conveniencia que en la del Príncipe; y el pueblo tendría que sufrir indispensablemente la opresión , por quanto el que debía hacerle justicia se constituye un Abogado secreto del que le oprime. Pe- ro los buenos Príncipes deberán procurar abstenerse principalmente de introducir aquella especie de con- tribuciones que se llaman J;^/ prluativo ó Jus prohiben- di. Es cosa curiosa ver como se dexan llevar á conce- der este iniquo y pernicioso privilegio. Les hacen to^ car con la mano que no resultará ningún daño al pú- blico de que no pueda vender nadie mas que el arren- dador esta especie de ropa al precio corriente que tuviese entonces , y ha de ser de la misma calidad que la que se usa en aquel tiempo, i Mas habrá persona
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alguna que no confiese libre de censura el producto anuo que percibirá de esto el Príncipe viendo que se saca sin el menor dispendio de sus vasallos ? Y ved aquí cogido al buen Príncipe en la trampa. No se piensa ni se habla del perjuicio del comercio público, ni de privar á infinitas personas de su industria , ni de sus ganancias para que se enriquezca uno solo j ni de los monopolios que podrá hacer este privilegiado no habiendo otro mas que el de quien se pueda com- prar este genero ó mercadería j ni de otras malas consecuencias que podrían resultar con el tiempo; porque en efecto el tiempo es quien ha de hacer ver que no se observa el precio que fi.ie tasado sobre las primeras especies j se despachará aquella mercadería, pero será de muy inferior condición, por no decir otra cosa peor -: y donde tiene libertad el Comercio vaa las gentes á porfia sobre quien ha de vender mejores, géneros , ó tiene mas concurso ó despacho el que los. da mas baratos. Podría especificar aquí todos los de- fectos que suelen ocurrir en las diferentes, especies que hay de estos impuestos tan mal concertados que redundan en gravísimo perjuicio del público contra la intención del Príncipe ; pero no es menester hablar mas de este asunto , porque nada de ello sirve para aquellos países donde no son conocidos ni aprobados los Derechos privativos ni sus pe'simos efectos que son indispensables j y donde reynan ellos nadie ignora has,tíi donde llega el abuso con perjuicio del público.
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Quando quiso introducir el Cardenal Coscia, en tiem- po del Papa Benedicto XIII , el derecho privativo del jabón y de los cueros , por cuyo pensamiento faltó po- co para que lo arrojase la plebe al Tiber con purpura y todo : dixo en una Congregación el Cardenal Impe- rial , hombre de mucho juicio , que en qualquiera ur- gencia que pudiese padecer la Cámara Apostólica se- ría menos malo imponer un nuevo pecho de donde se pudiese sacar un producto doble del que se podria esperar del derecho privativo, que permitir la intro- ducción de este derecho j porque según la costumbre resultarían de el muchos gravámenes en perjuicio del público y de los particulares.
Mas no puedo menos de referir aquí lo que su- cedió á un Príncipe de mucho talento que tenia muy buenas intenciones para con su pueblo. Ciertos es- trangeros que vendían vegigas , ayudados de un Mi- nistro que vivía con esperanzas de percibir alguna utilidad de sus proyectos , le propusle'ron el Derecho privativo del algodón 5 de suerte que nadie habla de poder vender ni fabricar manufacturas de este ge'nero mas que ellos , obligándose al mismo tiempo á intro- ducir en el Estado una tan grande abundancia de te- lares para fabricar qualquiera especie de estas te- las , que emplearían en ellos muchos centenares de personas y de operarios , y fabricarían tantas que no solo se verla proveído de ellas el Estado sin te- ner necesidad de haberlas de los países estrangeros^
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sino que harían un gran comercio con ellas fuera del Reyno. Nadie ignora quan agradable es una pro- posición semejante y las muchas ventajas que pro- porciona á un país. Admitió el Príncipe gustoso la propuesta sin la menor mira de interés para su Era- rio , pues no tenia otro objeto en ello que el bien común de su pueblo. Habiéndoles concedido el De- recho privativo empezaron á vender las manufacturas de algodón , pero fabricadas fuera de su Estado. Le- vantaban el grito una innumerable multitud de ma- geres serranas que solian hacer velilla y otras labo- res de algodón j y á vista de estos clamores se re- solvieron á dar licencia al que quisiere fabricarlas exigiendo un tanto por persona , lo qual les produ- cía una renta fija anualmente. Ni siquiera se veía lino de aquellos moravillosos relares y laboratorios de los muchos que prometieron ; y muchas veces solian faltar también en sus lonjas algunas de aquellas ma- nufacturas que necesitaba el pueblo. Se creerá que informarían de ello al Príncipe los Ministros : pues no señor ; nada de eso : ó no observaban el desor- den , ó no se tomaban mucho cuidado sobre e'l quan- do lo advirtieran. Mas al ver en ellos tanta indo- lencia hubo un sugeto que se resolvió á informar al Príncipe ; y aunque es cierto que oyó de boca de S. M. alguna palabra desagradable , sin em]?argo no cayó en tierra su noticia. Se abolió aquel impruden- te contrato de resultas de esto , pero no tuvieron nin-
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gun castigo corno lo merecían semejantes estafadores- Escuchad otro caso. Otro Príncipe que pensaba te- ner bien conocida la iniquidad del Derecho privati- vo dio á entender quando empezó á reynar que que- ria quitarlos todos : voz que causó mucha alegría á su pueblo. Y para que no pudiesen distraerle sus Mi- nistros de tan loable designio exponiéndole el da- ño que recibirla el Fisco, hubo quien sugirió al Prín- cipe la idea de que se pagase por via de pecho aquel dinero que se sacaba por medio del Derecho privati- vo ; porque á lo menos se dexaria entonces la liber- tad al comercio sobre aquellas mercaderías y no es- taría ya mas pendiente de la codicia de uno solo. ¿Queréis mas ? Pues sin embargo lo manejaron de tal modo los Ministros que en vez de ayudar al So- berano le pervirtieron su buena intención y no se hizo nada. La razón de esto podrá indagarla otro.
Lo que de aquí se saca es , que inventando el Príncipe un Derecho privativo se hace un Comer- ciante que tira para sí y concede en parte á otros la ganancia que se difundía antes entre muchos de sus subditos , con lo qual comete un monopolio que está prohibido severamente por los Príncipes- en. los vasa- llos. Cuéntase de un Soberano que era el único Comer- ciante que había en sus Estados , porque sus pueblos no podían vender sus granos y m.anufacturas á otro que á el , á fin de poder hacer después con ellos un tiáñco mas ventajoso en beneficio suyo. Si es ver-
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dad se debe creer que sería muy duro su Gobierno. Pero los buenos Príncipes huyen siempre de impo- ner semejantes gravámenes á los pueblos y proveen sus necesidades por qualquiera otro medio mas tole- rable. Sin embarco , se djbe excluir de esta regla el Derecho privativo de la s:ii , como cosa que nace en las salinas del Príncipe ó la compra deotros Sobe- ranos por una costumbre muy antigua. Lo mismo que el Dsrccho privativo del tabaco que forma en nues- tros días un ramo de renta muy considerable para qualquier Soberano 5 y de otra qualquier mercadería semejante que sea deleitosa y nada necesaria para el público , porque de esta alcabala pt-ede eximirse to^ do el que quiera. Solamente deberíamos desear que fuese prescrito á los Administradores del tabaco que no pudiesen aumentar el precio por su capricho ; ni mezclar con eÍ otros ingredientes sumamente inmun- dos que por vergüenza no me atrevo á referirlos. Ademas de esto deberían procurar los Príncipes que naciese y se cultivase en sus países la planta del ta- baco para no tener que haberla de los países estran- geros. El Rey de Cerdeña Victor Amadeo , hizo venir á su país algunos sugetos prácticos en el cultivo del tabaco , los quales sabían también reducirlo á polvo de varias maneras. Hizo lo sembrasen y cultivasen de su cuenta en Raconigi sin quererlo arrendar : con lo qual ganó mucho y logro unos tabacos preciosos. Y para proveer á una provincia de todo el que necesi-
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te , tanto de polvo corno de humo , bastan unas pocas tierras de secano. Así que como la siembra , cultura y gobierno de las hojas del tabaco piden mucho cui- dado , se podria emplear en esta cosecha una gran cantidad de gente pobre que ganarla con esto su co- mida. También se habia de examinar si se podia criar el tabaco en aquellos terrenos que fuesen inútiles y estériles , porque con esto no solo se ahorrarían los terrenos fértiles , sino también todo el dinero que sa- le del estado para comprar lo que cada uno podria criar en su casa. También será justo conceder gratis el Derecho privativo al que introduxese una nueva Arte útil en un Estado , sin quitar al pueblo la liber- tad de poder comprar á.- otras partes aquellas mis- mas manufacturase porque de oiro modo.se conver- tiría aquella nueva Arte en algún monopolio perju- dicial para el pubiico. Y un privilv^gionsemüjante no se ha de conceder sino por un cierto tien^po limitado. ; No se quiere disimular otra especie de tributos que está en práctica en qualquier país , qual es el que se saca del permiso de los juegos de envite , Loterías,, Rifas , Bisbises y otras invenciones semejantes de la fullería humana. No faltan Teólogos que salvan la conciencia de los Príncipes quando permiten estaSre-^ des para los mentecatos,, por quanto añadiese le pre^ cisa que juegue. Estando en el arbitrio de las gentes hacer el uso que quieran de su dinero , ¿por que (di- cen ellos ) no.ks ha de ser .lícito hacer tráfico en el
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jaego , en el qual pueden tener unas ganancias muy considerables si son afortunados ? Dexemos este punto á un lado , porque no quiero meterme en la sacristía, sino examinarlo únicamente con la balanza filosófica. No hablo aquí de los juegos de pura diversión , sino de los de envite , banca , faraón y otros muchos de esta misma especie , ya sean con dados ó con nay- pes. Prescindiendo de las supercherías que pueden ha- cer ios tramposos y fulleros parece que no hay en ellos ningún vicio intrínseco , porque hay igualdad de armas entre los jugadores pudiendo perder y vencer tan pronto el que lleva la banca como el que apun- ta. Pero hay cierta diferencia por alguna desventaja que compete al banquero , capaz de hacerlo vence» dor las mas veces. Y ademas de esto hay también al- gunas reglas secretas que suelen practicar los jugado- res de profesión en los juegos de suerte , las quales' están indicadas también por los buenos Matemáticos, por cuyo medio es mas fácil que venza el que tuviere conocimiento de ellas que los que son conducidos simplemente al juego sin su noticia. Sin embargo el principal defecto que hay en estos juegos consiste en un tácito consentimiento que reyna entre los hombres desde tiempos muy antiguos , de servirse de este me-' dio por la codicia de ganar el dinero ageno con pe-' ligro de perder el suyo. Todos saben quan grande es el número de los que se arruinan por seguir estos juegos detestables > lo mucho que padecen las pobres
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familias por causa de ellos j y las blasfemias , riñas, trampas y supercherías que teynan con este motivo en el pueblo baxo. El Abate Pluche en su Tratado intitu- lado jE^/^í-ífiaí/í? de la Naturaleza hace una bella di-^ gresion con reflexiones muy juiciosas sobre estos ju- gadores de profesión y de juego recio j la qual mere- cía que la insertásemos aquí si no fuese tan conoci- da esta Obra en Italia , en cuyo idioma podrá leerla todo el que quiera. Varios Príncipes que han cono- cido los perniciosos efectos de estos juegos los han- prohibido severamente , y siempre será muy loable sa atención y cuidado en esta parte. Pero por una bi- zarría del interés , gran dominador del mundo , se echa de ver que no han sido prohibidos por otro fin que para sacar dinero 6 por fundar un pecho sobre los re- feridos jugadores. Se ven estos detestados en Ids Edic- tos con palabras preñadas como muy nocivos á la Re- pública : mas deben dexar de ser tales desde que sa- ca utilidad el Fisco del Soberano con dar licencia á algunos arrendadores de los juegos públicos. No me toca decidir aquí si hace esto honor á los Príncipes. Bien se que semejantes juegos han llegado hoy al exceso , y que hasta el sexo fem>enino quiere compe- tir con el nuestro en estas locuras.
- Los, otros juegos de suerte que se Ihmzh Loterías y Bisbises , en los quales no tiene entrada ni el inge- nio ni la industria del hombre , donde pende todo de la fortuna y se arriesga poco de una vez con laiespe-
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ranza de ganar mucho , son de distinta especie. Se han visto Loterías propuestas por algunas Potencias y or- denadas con tal maestria , que no quedó que desear nada á la Justicia comutativa. El riesgo de los con- currentes estaba reducido á poder perder poco con probabilidad de ganar mucho y con seguridad de sal- var el capital quando me'nos. También han sido in- ventadas otras Loterías tan honestas , en las quales estaba determinada la discreta ganancia que debía to- car al establecedor , dividiendo después todo el resto del capital en los jugadores. Pero en estas no se ha parado la codicia humana. Otras muchas Loterías es- tamos viendo cada día , tanto de dinero como de ro- pas, que preocupan al pueblo con el exceso de las ga- nancias que tira el que las pone , y de la perdida que sufren los que concurren ó juegan en ellas. La reyna de todos estos juegos es la Lotería de Genova : inven- ción admirable para atraer á infinitas gentes , las qua- les encantadas por la propuesta de una ganancia in- mensa quando se saque un ambo y mucho mas un terno , van á sepultar en ella una gran cantidad de dinero. Algunos pocos afortunados en este juego ar- rastran consigo como con liga que pega á millares de personas que no tienen bastante talento para dis- cernir que es muy difícil y casi imposible encontrar la deseada combinación de los números que se hubie- sen tomado entre millares de combinaciones contra- rias que incluye un ambo y mas aun sin comparación
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ijn terno , corno lo han manifestado íos buenos calcu- ladores de este juego. Mas se está viendo continua-^ mente que queda una gran ganancia en cada extracción á los Directores de la Lotería , y sin embargo no quieren desengañarse nunca las gentes incautas. No- ticiosos de ventaja tan considerable los demás Prín- cipes de Italia , instituye'ron también en sus Esta- dos este mismo juego , ya solo por sí ó bien aso- ciándole con los otros > y hubo algunos que aumen- taron la suma de dinero que había señalada por pre- mio para atraerse un mayor número de concurren- tes. La poderosa razón que militaba en justificaciori de esta contribución de los subditos fue' ser cosa vo- luntaria ', y supuesto que no se podia contener al pueblo para que no jugase , parecía conveniente que quedase aquel dinero en el país y se aprovechase de el mas bien el Príncipe propio que los estraños. Lo malo era que prevaricaban las gentes con este jue- go considerando siempre en su imaginación como próxima aquella ganancia que estaba infinitos milla- res de leguas de distancia. Y por esto se daba cre'- dito á muchísimas supersticiones : estaban en mu- cha estimación los sueños , los agüeros y las adivina- ciones 5 y para tener con que jugar se vendía la ho- nestidad , se cometían latrocinios domésticos , se em- peñaba lo mejor de la casa, y se ofrecía á los Santos una gran parte de la ganancia.
Este juego estaba acreditado como lo está todavía,
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con el permiso de los Príncipes y mantenido por la obstinada codicia de los que están esperando aquel feliz momento que nunca llega , de enriquecerse á poca costa empobreciéndose entre tanto ellos mismos. Es verdad que no está ya este juego en la altura que se vio los primeros años j sin embargo no hay apa- riencia de que sean menos las penas en lo sucesivo. Mientras habrá gentes codiciosas de enriquecerse sub- sistirá este juego con otros muchos , y nunca falta- rán de aquellas buenas almas que quieren provocar con sus despropósitos la divina Providencia. Pero por- que los Príncipes creen que es menos malo sacar esta contribución voluntaria á los poderosos que imponer nuevos gravámenes á todos los subditos enmudezco para no. hablar mas de este asunto. Es menester ob- servar también aquella fiera tentación á que se ex- pone la gente vulgar permitiendo las rifas públicas de espejos , vasos de plata y otras alhajas preciosas estimadas tal vez por doble de lo que valen. Con aquel espectáculo se conmueve la fantasia de la gente pobre agitada del deseo y de la esperanza de la ganan- cia. Se oye proclamar con la sonora voz del clarín la fortuna del que ha ganado , y excitados los ánimos se dice cada qual á sí mismo , ¿por que no me ha de poder tocar á mí esta buena suerte ? Y en tanto se quedan suspensas , mirando la arca que encerró los innumerables villetes , infinitos centenares ó millares de gentes de las que no supie'ron pescar otra cosa en
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aquella fiesta que el dolor de haber arrojado tan mal el dinero. No se advierte que con la permisión de se- mejantes juegos se impone por decirlo así una con- tribución solamente al que tiene poco juicio. Sino concurriesen otras gentes á estos juegos que las que tienen mucho dinero y arrojasen alguna corta canti- dad por este medio sería tal vez tolerable esta in- vención 5 pero los mas que frecuentan semejantes juegos son aquellos que necesitan mas que otros de conservar el dinero que tuviesen 6 hayan ganado con mucho trabajo. Finalmente , deben cuidar y velar en Jas Ferias públicas sobre ciertos juegos de manos que han sido inventados por la malicia humana para em- baucar á los rudos villanos y sacarles del bolsillo con seguridad el dinero que les produxo la venta de sus géneros ó ganados. Todos estos juegos están prohibi- dos por los estatutos de algunas sabias ciudades. Mas los Jueces y Gobernadores que se utilizan alguna co- sa con dar estas licencias amplias para juegos no ha- cen el menor caso de semejantes prohibiciones , ni del llanto de la pobre plebe que llora su engaño.
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CAPITULO XXIII.
-Díl exceso de los tributos y gravámenes ^ y del modo de remediarlo. .i.[ i r
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-uchos pueden ser los males que aflijan á un pue- blo , unos de poca y otros de mucha duración j y los hay también que jamas se acaban. No puede menos de llamarse infeliz aquel pueblo donde son excesivos los tributos , como se entienda bien lo que significa la. palabra exceso. Habrá pueblos que os harán ver que hay en su país muchas mas cargas y mas pesa- das que en el vuestro , y sin embargo podrá suceder que sean ellos felices respecto de vosotros, e infelices vosotros en comparación de ellos. El ser mas ó menos leve esta carga pende de la abundancia ó escasez del Comercio y de la poca 6 mucha circulación del dinero. Donde hay mucho Comercio abunda el oro y la plata ; y aunque sean grandes los pechos y las al^ cabalas en aquel país, la Industria y las Artes harán que reembolsen sus habitantes todo el dinero que les llevó la aduana.
Nos parecerá que exige muchísimo 6 tal vez de- masiado el Soberano j pero si refundiese por otro me- dio las exacciones en el pueblo , soldará con una ma- no las llagas que hiciere con la otra. Venderéis vo- sotros mejor y mas caros vuestros géneros» darán mas á trabajar las tiendas j se pagarán bien las labores y
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manufacturas , y todos hallarán modos de vivir , ya sea trabajando , sirviendo , ó militando. Esto se experimen- ta con especialidad en las ciudades dominantes. Porque las que están reducidas á provincia , quando no se sos- tienen con el Comercio y con la abundancia de las' Artes , sienten mas el peso de las contribuciones regu- larmente , por quanto falta entonces el equilibrio que debe h..ber entre el dar y recibir. Este es el único medio por donde se puede conocer la exorbitancia de los tributos, con los quales se saca tanta porción de sangre á los pueblos sin refundirla en ellos , que el pueblo baxo y los pobres labradores se afanan mu- cho para poder vivir , y los ricos se ven privados de todas aquellas comodidades por las quales se distin- guían de la plebe. En algunos países es tan excesiva la imposición de los gravámenes sobre las tierras, que prefieren dexarlas incultas sus dueños. Este es un in- dicio de un mal gobierno en aquellas partes. Poquí- simas ó tal vez ninguna provincia se me mostrará en Italia entre todas, en la que no se hayan aumentado los tributos por un lado ó por otro desde el princi-- pio de este siglo hasta nuestros dias por causa de las guerras crueles y de las carestías, ó por otras cala- midades. En vista de esto , se debe reputar feliz el que posee menos que los otros j ó ciertamente el compa- rarse con los que abundan mas de miserias les debe servir de consuelo, con especialidad vic'ndose en algún pueblo de los que. han experimentado muchas calami-
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dades por el mal gobierno de los que no saben hacer guerra á los. enemigos sin que la hagan también. con crueldad á sus subditos.
.vo' Repitamos pues que los buenos Príncipes aborre- cen las nuevas imposiciones de tributos fuera de los casos en que les precisa á hacerlo la justa necesidad. Y después de impuestos sería razón que cesando la causa cesasen también ellos ; pero se observa una des- gracia regularmente, qual es que se arraigan de tal mo- do los nuevos tributos en algunos países y echan tan fecundas raices que se adquieren el mismo vigor que los antiguos, y nadie piensa en abolirlos ; porque co-» mo el que los impone ve que come, b;be y procura» alegrarse el pueblo sin embargo de todo aquel con-, junto de pechos, observando que se acomoda adíuira- blemente á soportar semejante aumento , dice para sí:, ¿por que hemos de aliviarlo si lleva tan grandemeiite la carga? Mucho menos- se cuida el sucesor de privar-, se de estas rentas j porque si se lamenta alguno, juzga que recaen las quejas sobre su antecesor y no sobre ei. Es cierto que si alguno quisiese formar la genealogia de, tantas, imposiciones , pechos ., alcabalas y tributos, &c. hallarla que fueron introducidos por la necesidad y confirmados por la costumbre? y no faltará jamas alguna sombra de razón mendigada para continuarlos eü los siglos venideros. En cierto país se impuso una contribución para pagar los caballos muertos , ó que se, matasen en la guerra. Discurro que estos caballos
297 serian parientes de los del sol y de muy alto precio, porque al cabo de cerca de cien años no han llegado á pagarlos enteramente , por lo que subsiste todavía el impuesto. Pero si satisñzo ya el Príncipe alguna deu- da por la qual fue impuesto algún gravamen público, no es razón que continúe este pecho : y á la verdad todo Príncipe que este dotado de un buen corazón y proveído de una buena voluntad para con sus subditos lo quitará al instante y cogerá por ello una copiosa mies de bendiciones de su pueblo. ¿Mas lo entenderán así los Ministros y Consejeros de este mismo Príncipe? No por cierto 5 porque siempre han consagrado todos sus pensamientos e industria al vil interés y jamas á la verdadera gloria del Príncipe. Mucho mas de lo que pueda decir yo en muchas páginas dirán ellos de vi- va voz contra esto 5 y así solo dire que debemos ro- gar á Dios nos de Príncipes amantes de su pueblo, porque este amor prevalecerá siempre sobre todo el que aconseja solamente amarse á sí mismo. Pero ade- mas de las deudas que ptiede haber contraído un So- berano por cuyo motivo pudieron haber sido inven- tados ciertos gravámenes , se encuentran en muchos países las deudas del Estado que son muy distintas de las del Príncipe. Quiero decir , en las necesidades pú- blicas han tenido que tomar muchas veces dinero á censo las ciudades y comunidades , instituir Montes de piedad , y proveerse de dinero por otros medios, obligando la fe pública y los propios del común al
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pago de los frutos anuales. Por consiguienre convinie- ron en que se impusiesen nuevos tributos destinados para esta paga ; de la qual se hallan muchos exemplos dentro y fuera de Italia,
Pero luego que empiece un Estado á respirar y á gozar los dulces frutos de la paz , pide la razón y clama la caridad que se piense con seriedad en el modo de ir extinguiendo poco á poco aquellas deudas para quitar sucesivamente los correspondientes gravámenes que hubiesen sido impuestos } y ningún sabio osará á poner en duda una verdad como esta j mas no sucede así, Siem-pre ha habido y habrá gentes que se opon- drán á qualquiera que quiera descargar al público de estas deudas , sosteniendo que si no son necesarias son útiles por lo menos al mismo público semejantes im- puestos j porque pueden sacar de ellos su sustento mu- chas gentes» En nuestros dias se ha controvertido fuer- temente este punto en Inglaterra donde ascendían ya las deudas nacionales en los años pasados á quarenta millones de libras esterlinas , y deben haber crecido considerablemente con el obstinado empeño de estos últimos años. Los partidarios del fondo destinado pa- ra satisfacer los frutos de las deudas de la nación, 6 de la ciudad , o de la comunidad , dicen que hay una infinidad de viudas , de pupilos y familias que no po- seen caudales , ni tienen proporción para aplicarse al Comercio, ri les queda ningún otro modo de vivir para hacer fructificar el poco ó mucho dinero que poseen, que
299 ponerlo en manos de la República. Quitando este refugio se seguirla mucho perjuicio á una gran par- te del pueblo que no sabría en que emplear el di- nero. De esta manera circula el dinero público y se da ánimo á las gentes á que lo subministren en otras urgencias j por lo que para querer extinguir seme- jantes deudas sería preciso inventar algún nuevo tri- buto , y en vez de gozar los vivientes algún alivio de semejante remedio resultarla solamente alguna mayor incomodidad. No dudo que alegarán otras razones plausibles los que verán agotada una fuente tan cómo- da de donde bebía tanta gente. Pero es menester aten- der también á la calidad del que se opone á la propo- sición de curar las llagas de Un público , ya que un público muy agoviado de deudas merece ser colocado en la clase de los enfermos. No esperes jamas un buen consejo de quien solo Consulta con su propio ínteres.
¿Quienes son los que quieren que sean eter- nos los censos y Montes públicos y se irritan tal vez contra los que piensan redimirlos i Hay sugetós que tienen muchos mas créditos que otros y muy gruesos á cargo del común y sacan muchísima utili- dad de esta mina que nunca falla : gentes que saben lo muy ventajoso que es poner su dinero en un fondo donde está seguro el capital y es cierta la renta. Es constante que estas son menores de las que produce el Comercio; pero son mas apetecibles, porque no cues- tan ninguna fatiga y están libres de los varios ries-
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gos á que quedan expuestas la induscria y la fatiga de los Comerciantes, Imaginaos pues ahora si propondrá jamas esta gente que se les agote tan útil manaiuial, ó si agradecerá que otro promueva su extinción. Ha- ce muy bien todo el que aconseja que se dexen gra- vados los pueblos con sus deudas , exagerando que con esto tienen con que poderse mantener muchas pobres viudas y familias. Y es menester advertir también que los mayores acreedores de esta comunidad y los mas en número , son los ricos y los mas acomodados. Y por tanto abogan estos por su misma causa siem- pre que hablan en favor de los pobres , y la compasión que manifiestan acia los otros no es mas que una más- cara del amor propio. No es menester mucho para descubrir una razón invencible y que vale por todas, á fin de conocer que se debe persuadir y procurar re- dimir semejantes deudas en quanto sea posible. Para pagar los frutos de los censos y Montes públicos se estarían imponiendo continuamente mas y mas gravá- menes sobre el público. Supongamos que se componga el público de cien mil personas y que tenga tres ó quatto mil acreedores , ved aquí un caso en que sub- sistiendo las referidas deudas se están fatigando no- venta y seis mil personas y se quitan por decirlo así, el pan de la boca para mantener una renta fija á los quatto mil que suministran el dinero á la ciudad , las quales suelen ser las mas ricas regularmente. Esto so- lo basta para concluir que todas las leyes de candad y
301 de justicia claman para que se acuda lo mas presto que sea posible al .ilivio y á la indemnidad de tanta parte del pueblo libertándolo de las deudas contraidasj sin escuchar la voz de los pocos que querrían que fue- se eterno este fondo. En restituyendo á estos lo que dieron no se les hace ningún agravio. Ingeníense por otra parte para que fructifique el dinero restituido, pero sin obligar á tantos millares de inocentes á que paguen aquel fruto.
Por tanto , cesando las calamidades por las qua- les tuvo que contraer muchas deudas un público , se debe buscar algún modo de curar las heridas que se hicie'ron. Saben muy bien los sabios que el primer cuidado debe ser extinguir todas las deudas fructífe- ras estrangeras para pasar después á las domesticas. Quando un pueblo es solo deudor á sus ciudadanos no se sigue ningún perjuicio al común , generalmente hablando, porque se queda el dinero en el país , y no se perjudica en nada el peculio de aquel Estado ó citi- dad pasando el dinero del bolsillo del público al de los particulares y esparciéndose entre estos , mudan- do de dueño solamente y no de país. Al contrario,, quando sale el dinero del Estado se disminuye el pe- culio público y se va debilitando de dia en dia la po- blación. Por lo qual lo primero que se ha de reme- diar es que no continúen los estrangcros chupando la sangre del pueblo. Y aunque se pagase un rédito ma- yor por el capital que se tomase de dentro del país'
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que por el de fuera » no obstante traería mas cuenta engordar á los propios ciudadanos que á los estranos> pero una vez extinguidas las deudas estrangcras con- viene aplicar la hoz rambien si se puede á las del país por la indispensable razón que hemos expuesto arri- ba. Los Príncipes hallan en esto su propio interés, porque descargado el pueblo de este peso pagará mas fácilmente los tributos debidos á los Soberanos. Es una necedad e injusticia decir que una vez acostumbrado un pueblo á lle\7ar la carga no se le debe quitar , por- que le enfadará mucho quando se ofrezca otra vez la ocasión de renovarla ; c irritará seguramente mucho mas á un pueblo que se halla ya afligido por el pe- so de las continuas cargas que arrastra , si se le añade alguna otra cosa por qualquier urgencia que ocurra; pero si se halla con fuerzas no sentirá tanto la carga que se le querrá imponer de nuevo. Es menester ad- venir también que este modo de emplear el dinero en los fondos públicos no es muy provechoso al bien de un Estado , por no decir que le es perjudicial ; porque hallando muchas gentes un vehiculo tan fácil para hacerlo fiuctificar sin fatiga alguna , ó abandonan la Industria , ó se niegan al exercicio de las Artes y al Comercio , que son los principales medios para enri- quecer á un país. Por otra parte , los Príncipes que atienden al buen gobierno y á la felicidad de su pue- blo saben hallar el remedio para disipar la necesidad de aquella parte de sus vasallos que no saben ni pue-
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den acudir al Comercio , á fin de que les de algún fru- to su dinero por medio de la industria agena. Mas no me conviene desentrañar mas este asunto.
Sin embargo añadiré que debe procurar el buen Príncipe que sean correspondientes las penas á la cali- dad de los delitos y nunca exorbitantes. Por lo común no se pueden acusar por excesivas las penas que de- terminaron las leyes y estatutos antiguos para los de- litos criminales 5 pero sobreviniendo nuevos casos par- ticulares en algún país donde hay un gran prurito de establecer cada dia nuevos edictos , mandatos y prag- máticas , se podrá observar tal vez algún exceso en la imposición de las penas. Con todo mas frecuen- te es este abuso en los edictos concernientes al Fisco del Príncipe en qualquier país de la christiandad , ó también en los que pertenecen á los comestibles pú- blicos. Por todas partes vemos establecidas unas ex- cesivas penas pecuniarias y aflictivas contra los con- trabandos , con reserva aun á otras mayores que que- dan al arbitrio del Príncipe. Los Ministros que por qualquier contravención de los derechos del Erarlo imponen los mas rigurosos e insufribles castigos cre- erán sin duda que es un santuario el Erario del Prín- cipe. En algunos países donde pesa y mide bien el sabio Gobierno los delitos de esta especie no pierden mas los contrabandistas que el genero que no fue denunciado 3 pero en otros se estiende el brazo del Fisco hasta sobre los carruages , los portes y las ace-
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milas que conducen el genero : los dueños 6 arrie- ros son llevados á las cárceles , y les hacen padecer otros rigores que no es del caso referir aquí , mas ^on conocidos fácilmente por injusticias , aunque es- tán vestidos con el nombre de justicia. Por mas jus- tos que sean los tributos , los pechos y las alcabalas del Príncipe , nunca se ha de comparar el delito de los que contravienen á ellos con los que cometen de- litos criminales , como latrocinios , homicidios , estu- pros , incendios y otras ofensas hechas contra el cuer- po , contra el honor y contra la hacienda agena ; por- que es mucha la diferencia que hay en hacer aque- llas cosas que están prohibidas por el derecho Natu- ral y de Gentes y en retraerse de pagar un tributo impuesto por el Príncipe , restringiendo al pueblo la libertad que le corresponde. Si dexa de pagar alguno este tributo puede obligarle al pago el Príncipe jus- tamente , pero no puede condenarlo á otras penas muy graves por la desobediencia ó morosidad. Lo mismo se deberia hacer en los contrabandos : sin embargo siendo digna de castigo la malicia del que oculta los géneros que están sujetos á la alcabala , y á fin de en- frenar la licencia ó libertad de los otros con el exem- plo del castigo , se podrá llamar justa la pe'rdida de estos géneros. Lo demás es un exceso del poder.
Conozco un sugeto que representaba un dia á cierto Príncipe como muy perniciosa la exorbitancia de las penas que imponían sus Ministros á los con-"
305 trabandístas , y por los delitos leves pertenecientes á la tranquilidad pública ó á la custodia de los comesti- bles j advirtiendole que al estender los oficiales los edictos tenian la misma facilidad en poner cien escu- dos que doscientos ó trescientos de pena , sin reflexio- nar en la injusticia del castigo. Respondió el Príncí- pe que estas penas no se exigían después con todo el rigor y que se perdonaba una parte á los suplican- tes. Replicóle el sugeto que si no recogía el Erario todo el provecho de la condenación con todos los Jueces , los Fiscales , los Escribanos , ios Alguaci- les y ios pretendidos denunciadores no dexaban de exigir las tasas correspondientes al total de la suma con gravísimo perjuicio de los delinqiientes 5 y que sus Ministros no consideraban como pagamento de pena la prisión que se hacia padecer á estos miserables. Parecióle muy bien al Soberano lo que le dixo j pero estando ya hechos los edictos solo se pudo lograr que se mirase bien este punto en lo sucesivo. En quanto á lo demás se podría probar teológicamente que pe- can los Ministros del Príncipe que imponen penas excesivas á los delitos , especialmente donde solo se trata de defraudar pechos y alcabalas. Ni les servirá de escusa decir que promulgan estas penas tan graves^ para infundir terror solamente, á fin de que resplan- dezca la clemencia del Príncipe que está siempre pron- to á perdonar una parte de la multa 5 porque este ter- ror no queda en solas palabras como lo hemos obser-
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vado , sino que trae unas pésimas consecuencias. Ni puede ser jjiiìas verdadera gloria de un Príncipe per- donar lo que no puede exigir en conciencia.
Y no paró aquí en algunos países la inexplica- ble codicia del Fisco ó de sus Ministros. Se intrcdu- xo en ellos ( y no se si continuará todavia ) el cruel abuso de proceder por la vía de inquisición ^ como se suele decir, en los lances de contrabando, esto es, pro- cesando aun á los delinquentes después de algunos años que hubiese sido cometida la pretendida contraven- ción , como haber extraído granos por exemplo , ü otros géneros ó mercaderías fuera del Reyno sin sa- tisfacer los derechos ? y esto aunque ya no exista el cuerpo del delito. Que se practique este rigor con algunos delitos capitales y enormes es muy justo, porque así lo requiere la conservación de la quietud y seguridad pública j sabiendo muy bien por otra par- te que se da la prescripción de poco tiempo y tam- bién de un año ó de dos por delitos criminales que son menos graves, Pero querer estender la referida in- quisición á los delitos de la defraudación de derechos, esto basta para desacreditar un país ^ esto es , al que lo gobierna. No se encontrará seguramente este rigor en los dominios de los buenos Príncipes justos y moderados: su Fisco no se exercira en hacer interminable el núme- ro de privilegios que le atribuye la hamibrienta turba de los aduladores , ni experimentan los estrangeros ni ios naturales , en las puertas de las ciudades, ni en Us
307 aduanas aquella gran sutileza y severidad que se ob- serva en algunos países. Solamente en los Estados que están gobernados por unos Príncipes descuidados y malos es donde se constituye el Fisco. un basilisco. También conviene advertir algo sobre otro tributo que no es desconocido en algunos países. No se debe llamar injusta aquella utilidad que sacan los Príncipes con arrendar los pechos y alcabalas á ios que pagan mas de lo acostumbrado, redundando esta ventaja en bene- ficio del Erario. Que los Príncipes arrienden los pe- chos y alcabalas á los que paguen mas de lo acos- tumbrado , con tal que esta ganancia redunde en be- neficio del Erario , no debe llamarse injusta esta uti- lidad 5 pero que estos arrendadores quieran desqui- tarse después con el pueblo con aumentar á su arbi- trio esta especie de gravamen , exigiendo de la pobre gente lo que pagaron ellos demás al Príncipe , esto sí que es un abuso intolerable. No es de creer que les de nunca tanta licencia el Príncipe ,.y no dán- dosela se hacen ellos reos de una enorme tiranía, dig- na por cierto de un castigo exemplar. Ya hemos di- cho que un Príncipe sabio debe informarse también de la conducta de los arrendadores y castigar á los autores de las extorsiones que descubriese 5 y si se descuidase en esta parte está^ muy expuesto á que re- caiga sobre sí el vituperio de un mal Gobierno. Los Príncipes ignoran regularmente estas fraudes de los de- pendientes del Fisco : mas tienen obligación de saber--
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las y encargar á sus Ministros la vigilancia en este asunto.
Pero mix^ntras nato de la Pública Felicidad y considero que no puede hallarse esta nunca donde son excesivos los tributos y alcabalas del pueblo , me cae casi la pluma de la mano al pensar qual sea el ac- tual sistema de la Europa , y que ha llegado á ha- cerse moda el exceso de estos gravámenes. Este abuso se introduce quando se declaran la guerra los Sobe- ranos > y no es de estrañar que continúen aun des- pués en tiempo de paz tantas deudas contraidas du- rante la guerra j pero se ha introducido en nuestros dias otro estilo. Después de hecha la paz quieren man- tenerse gallardamente armados los Soberanos todavía para estar prontos siempre tanto para las conquistas como para la defensa. Y ved aquí desposada la paz con la guerra , y por consiguiente existente la nece- sidad de exprimir como antes la sangre de los pobres pueblos y de que continúen sin haber guerra las ca-^ lamidades que. trac ella consigo. Si llega á penetrar también alguna vez á qualquier parte de la Italia un tan maligno influxo bien puede desear ser feliz que no lo será regularmente. Porque faltándonos cierras ganancias e industrias que pueden recompensar la gra- vedad de los impuestos en otros países , nos será muy pesada esta carga , y aunque continúe la apariencia de la alegría reynará la infelicidad interiormente. Mas quando el dinero de k miiivia va circulando por el
309 Estado viene á tener algún alivio el gravamen , por- que vende mejor el pueblo sus géneros y otras mu- chas manufacturas , y reembolsa por este medio algu- na parte del dinero que habla perdido. Ademas de que el hallarse los buenos Príncipes con las armas prontas en qualquier ocurrencia puede ahorrar tal^vez á los pueblos una guerra efectiva. Pero es superfluo hablar mas de esta materia.
También es menester atender y velar sobre ío que pasa en las Chancillerias , en los Tribunales de los Jueces civiles y criminales , y en las Oficinas de los Escribanos, para que no se introduzca ninguna no- vedad en perjuicio del pueblo. Y ved aquí otra espe- cie de tributos que aunque casuales son necesarios. No pienso que haya ningún país bien gobernado que no tenga un arancel de todo lo que se ha de pagar por gracias , dispensas , actos judici,- les , licencias de tes- tamentos , contrates ,&c. Si la mrlicia humana tra- tase de sacar mas fruto de su tienda ( que le sería muy fácil ) sin la aprobación del Prírcipe y contra el orden est.ibleciao , sería una injusticia no remediar- la. Se deberla ver también si había algún exceso en las mismas rasas en las causas criminales de los deli- tos y contrabandos , porque observamos que quantas gracias hega el Príncipe tantas son las propinas de los Oficiales de la justicia , de suerte que el pobre reo no sale por eso ni mas ni menos desollado. En fin dsbicxa haberlo dicho mas arriba ^ pero permítase-
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me que Io diga aquí : esro cs , insinuar de paso la üblij;acion que tiene el Príncipe de mantener y ha- cer que se conserve la fe pública , tanto por sí como por los individuos de su Estado. Quando necesita de dinero el Soberano o la comunidad , suelen tomarlo á censo y lo encuentran dentro ó fuera del país. T;im- bicn se hacen largas promesas en la erección de los Montes de piedad. Mas sino se satisfacen las obli- gaciones y las promesas sucede naturalmente el cas- tigo al quebrantamiento de la fe pública. No se dà ya jamas credito en lo sucesivo á semejantes convi- tes , y quando ocurren nuevas necesidades el que sa- lió engañado la primera vez no quiere volverse á ex- poner al mismo riesgo en la segunda. Y quando no permitiese el furor de las desgracias en algún tiempo el cumplimiento de las obligaciones , será justicia e interés también del que gobierna remediar lo pasado luego que se serenen las cosas , y proceder del mejor modo que se pueda hasta que extingan con honor las deudas que se hubieren contraído. No hemos de vi- vir solamente para salir del dia , esto es , descuidar del todo de lo que está por venir sin pensar mas que en la ganancia actual. No lo hace así el sabio se- guramente. Este piensa al mismo tiempo en lo pre- sente y sobre todo lo que puede suceder en adelan- te. Concluyamos con una noble sentencia de A!e- xandro Magno. Un Rey no debe faltar nunca de pa- labra á sus vasallos , ni estos deben sospechar que es ca-
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paz un Príncipe de un a prevaricación tan vsrg:nzosa.
corno esta.
CAPITULO XXIV.
De ¡a Moneda,
-{ Sr. Carlos Antcnio Ercrgia de quien heiTos hablado arriba con tanto hor.or , publicó en Ñapó- les en el año de 1743 un Tratado n.iiy úiil y del mayor merito sobre la moneda , donde podrá recur- rir todo el que desee ver bien tratada esta materia en beneficio del prc pio país. Yo hablare m,uy poco en este asunto , porque su conodr icnto no solo pen- de de la especulación , sino tam-bien de la práctica del Comercio , y esta me falta enterr mente. No obs- tante n c atreveré á decir que no hay materia mas intrir.ccda que esta en el m.urdo : ni hay cesa mas buscáda^ni tan perseguida al mismo tiempo que la moneda. Eellísin'a ir vención fue la de acuííar dinero con el ero , la plata y el ccbre para facilitar el co- mercio humano , f ues era muy penosa la adqusicion de una mercadería o especie con el cam.bio de otra qualquiera , cerno se verifica aun en nuestros tiem- pos en algún país y que no ha salido por eso todavía de la infancia del mundo. Pero apenas nació la mo- neda empezó á experimentar los desastres de las co- sas humanas , sujetas todas á la vicisitud y á la rebo-
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lujíon: en nuestro siglo especialmente se puede obser- var e]uc íe disminuye muy rara vez y se aumenta muchísimo su valor ó precio extrínseco. La codicia de las gentes está estudiando medios continuamente para lucrar algo con la moneda alterándole el precio. Algunos Príncipes concurren también á este merca- do , mas la mayor concurrencia es de Negociantes; Hay países donde con tal que se pnguen al Príncipe las contribuciones en moneda corriente , esto es , de uPi valor permanente, no se le da nada al Gobierno que levante la plaza á su juicio y mude el valor de las monedas propias e introduzca las estrangeras , va- luándolas á su capricho : lo quiil no se debia permi- tir ni tolerar por varios respetos ; ademas de que el Príncipe está obligado á impedir los malos efectos de la codicli agena quando puedan perjudicar al comer- cio público , y redundar en perjuicio del mismo Es- tado. Y todavía sufre otra persecución la moneda, por- que acuñándola se la da un precio muy superior y desproporcionado á su valor intrínseco , con gran perjuicio de los vasallos , sin advertir que aun pade- ce mas el Erario del Príncipe , por quanto si gana este ciento por exemplo de una vez alterando el peso y la bondad de las nionedas proprias 5 pierde mil después por ir recibiendo los tributos por espacio de muchos años en esta misma moneda falta de valor intrínseco y despreciada por lo mismo de los estrangeros. He conocido Príncipes que se han dexado engañar de la
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particularidad de esta ganancia momentanea , pero se
arrepintieron después con' el tiempo y hnn hecho pe- nitencia por ello, ó se la han hecho hacer á sus pue- blos. Mas no para aquí la persecución ; se refunden las especies acuííadas por los antecesores sin respe- tar su memoria ni imagen , á ñn de darlas un valor mas alto. La Francia ha visto en este ramo escenas lastimosas. Ademas de esto toda moneda de oro y plata de otras casas de moneda , como tenga peso, bondad y el valor que la corresponde , se refunde luego que llega á sus manos y la acuñan nuevamen- te por la pequeña ganancia que les resulta de ello. Y por esto se van deteriorando siempre las monedas, ó por la liga ó por el peso ; y vemos abolidas de me- dio siglo acá una infinidad de las anteriores , siempre con diminución de su valor verdadero. Todo quanto ha sucedido en nuestros dias practicó también la per- versa industria de los hombres antiguamente , e' irá creciendo aun este mal mientras no se converga la Italia á establecer moneda de oro y plata de un va- lor intrínseco inmutable como lo ha hecho la Ale- mania } lo qual ¿quien dirá que puede verificarse ja- mas á vista de la infinita variedad de máximas e in- tereses de tantos Príncipes ? También son dignos de alabanza los que entendiendo el buen gobierno man- tienen salva siempre la primera calidad de las prin- cipales monedas 5 como los zequies de Venecia ; los gillatos y otras monedas de Florencia 5 los filipos de
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Milán 5 las genovinas ; los ducados de oro de Alema- nia y otras piezas semejantes.
Cosas muy estrañas se ven sobre este particular. Si hay alguna ciudad que pueda mantener con decoro el credito de sus propias monedas es Roma. Aquella gran Roma donde va á parar tanto oro y plata de los demás países. Y sin embargo se halló muy es- casa esta ciudad en los próximos años pasados de especies de plata y de otra moneda inferior. Se creyó que sería muy acertada la resolución de acuñar una gran cantidad de monedas de oro y plata , inferiores á las antecedentes en el peso y en la bondad de la ma- teria , para que impidiese esta diferencia la extracción de ellas y las hiciese inacceptables en otras plazas. No obstante hemos visto que ha vuelto la misma escasez, de tal suerte que el que necesita hoy de algunas espe- cies menudas tiene que comprarlas á mucha costa con la perdida de un cinco por ciento dando oro en cam- bio. Con este agio se encuentra la moneda menudaj sin ci ni una siquiera : y cada dia está pasando por lo que hemos dicho , ó á lo menos ha pasado una gran cantidad de paolos y testones á Francia. Mirad finalmente hasta donde llega la industria , ó por mejor decir la insaciable codicia de las gentes , la qual se atreve también á cercenar las monedas teniendo un modo mas sutil para disminuirlas el peso sin llegar a cercenarlas. Por lo mismo es evidente que el Prínci- pe perjudica á su Estado siempre que acuña moneda
3^5 de oro y plata falta en el peso ó en la bondad , esto es , no correspondientes á su valor intrínseco í porque podrán obligar nmy bien á su pueblo a que las tome, pero no á los estrangeros j y el que querrá servirse de ella fuera del Estado descubrirá entonces la moneda fraudulenta que le hubiese suministrado su Príncipe. Al contrario , donde se acuñan monedas con un valor extrínseco correspondiente al intrínseco , esto es , con poco ó ningún agio de la casa donde se fabrican , vue- lan fácilmente por los países estrangeros y van á pa- rar á las casas de moneda estrangeras. En suma gran confusión es la de la moneda. Los Príncipes y los par- ticulares compiten entre sí por sacar utilidad con alte- rar y variar cada dia su valor, ó bien por costumbre ó por ley > de modo que si alguno considera el curso que tuvieron en Italia las monedas desde el siglo XIII, y las compara con las del siglo XVI, y depues con las del XVII hasta nuestros dias , hallará una gran dife- rencia por haber subido el precio de ellas ó alterado la liga. Es digno de leerse quanto han escrito sobre esta materia los Jurisconsultos Nevizzano y Gobio que refieren todas estas alteraciones. También hay quien después de haber echado á perder la moneda propia se sirve aunque con pe'rdida de la agena. En otras partes para pagar las cargas públicas 6 para acu- dir á la necesidad del Comercio , está obligada la gen- te á comprar el oro y la plata á un precio mas alto del que ha sido establecido por el Príncipe. En una
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palabra son tantos los enredos que causan en esta par- te la avaricia , la picardia y la urgencia , quj para tra- tar áz ellos á fondo y remediar los desórdenes que ocurren contiriuamente, son menester unos hombres de una singular prudencia , y al mismo tiempo lian de hab^r aprendido por la práctica y experiencia del mun- do todo lo que es concerniente á esta materia , una de las mas sutiles que tiene el gobierno público , y que no cede á las mas abtrusas de la Metafisica y de la Geometría.
Es menester observar aquí una de las estrañezas de las naciones Europeas. Antiguamente estendió Ro- ma su poder sobre la mayor parte de Europa , y so- bre muchísimas provincias de Asia y Africa 5 pero vi- no á desvanecerse después con el tiempo aquel gran dpminio. Sin embargo , de dos siglos y medio acá han llegado las naciones de Europa á dominar muchísimos países de las dos Amc'ricas , no pocos pueblos de las Indias Orientales, y hasta una pequeña parte del Afri- ca. ¿Y á que se han dirigido siempre tantos viages, tantas guerras y fatigas ? A traernos del Asia solamen- te piedras preciosas , aromas , mercaderías y el adorado oro y plata de los países Americanos. Podría pregun- tarnos alguno ¿que' se ha hecho de aquella gran canti- dad de piedras preciosas y de perlas finas que han sido extraídas de la Asia por tan larga serie de anos ? ¿Y que et de tantos tesoros como se han sacado de las minas del Perú , de Chile , del Brasil y de otras muchas par-
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tes de la America ? Pues debía nadar ya la Europa en
la abundancia de las riquezas inestimables , porque en el espacio de cerca de estos doscientos cincuenta años próximos pasados , asciende á millones de millones el oro y la plata que se ha traido de aquellos países á Europa : y con todo ro vemos nada de esto. Es cier- to que antes que se descubriesen las Indias Occiden- tales era mucho menos en Europa el peculio moneta- rio que en nuestros dias. Es constante también que ha crecido con desmedida este peculio con aquel feliz descubrimiento , y que abunda mas en estos tiemipos el oro y la plata y se gasta diez veces mas del que se empicaba antiguamente para comprar la misma merca- dería ú otro bien estable. No hallam.os aun en los Eu- ropeos aquellas montañas de preciosos metales que de- bían tener. Antes bien observamos que va creciendo el precio extrínseco de ellos en todos los países , aun- que sea siempre uno mismo el intrínseco. Tam.bien se advi^rrte que anda mas escasa la plata en estos tiem- pos por estar ya muy exhaustas las minas del Potosí, y que corren mas las especies de oro que las del otro metal. En las vidas de los Papas por Atanasio el Bi- bliotecario , empezando desde el Papa Adriano I hasta el fin del siglo IX , se encuentran en sola la ciudad de Roma tantas echuras de plata, que se puede hacer creer que hasta en aquellos tiempos tenia grande abundan- cia de ella la Italia. Sin embargo, es evidente que hoy se halla en Europa muchísimo mas oro y plata que
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antes del descubrimiento de la Ame'rica que se hizo poco antes del siglo XV. Por otra parte cuesta muy cara . esta riqueza , porque á fin dé extraer semejantes tesoros de las entrañas de las tierras Americanas , de- ben comprar cada año los Españoles en Ancrica mi- llares de negros , de los quales hacen un Co nercio exe- crable los Comerciantes Europeos} cuya gente viene, á perecer miserablemente en las minas, y en el penoso: exercicio de extraer el oro y la plata de las piedras durísimas. Los Portugueses lo hacen aun mucho peor ^n las. minas que tienen en el Brasil. Compran igual- mente estos miseros esclavos Africanos ; y no bastán- doles ellos van á caza de Indios salvages como si fue- sen á una caza de fieras , atribuyéndose sobre estos el mismo dominio que el que se exerce sobre las bestias. Así que han estendido tanto sus correrlas por la America Meridional que se encuentra una total deso- lación y soledad por un espacio de mas de dos ó tres mil leguas , donde no se ve ningún habitante. Y no pira aquí aun su codicia y violencia. Han obligado : por último y obligan á los mismos Indios libres, bau- tizados y Christianos , al penoso y morral trabajo de las minas , sin hacer caso de tantas órdenes como han expedido en contrario los piadosos Reyes de Portu- gal , y contraviniendo no solo á la justa y piadosa in- tención de aquellos Monarcas , sino á todas las leyes del Evangelio y de la humanidad.
Ahora bien , ¿ y en que se emplea tanto oro y
319 plata como se saca de las Indias Occidentales, con tan- ta fatiga y á costa de la tiabajosa vida y muerte de tantos millares de personas ? Los Ingleses llevan á Portugal sus géneros y manufacturas y se absorven la mayor parte de estos metales tan apreciables. Las minas Portuguesas constituyen una mina abundante para enriquecer á la ingeniosa nación Inglesa. El so- brante de aquellos tesoros pasa por varios conductos del bolsillo del Rey á los países estrangeros. Aspi- rando también los Ingleses á las riquezas que saca la Corona de España de los vastos dominios que tiene en Ame'rica,se afanaron tanto que obtuvieron facultad para poder enviar allá cada año un navio cargado de mercaderías para despecharlas en aquellos parages. Sa- lió una nave mas ancha sin comparación y mas gran- de que el Arca de Noe : esto es , comprehendia en sí mas ge'neros que otros muchos navios regulares , y aun les parecía esto poco. Apenas hablan descargado los Ingleses y se hacian á la vela para volver con nuevas cargas , quando aparecían cargados nuevamente de otros géneros y mercaderías que tenían preparadas en la Jamayca , ó Jas tomaban de otros navios que les sa- lían al encuentro á la mitad del camino : de modo que con solo aquel feliz navio hacian un gran tráfico en las Indias Españolas , y llevó la nación Inglesa infini- tos tesoros. Advirtió tarde el Católico Rey Felipe V el engaño , ó por mejor decir la sagacidad Inglesa j y no queriendo seguir mas este contrato le declaró la
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guerra públicamente. Los Franceses se valieron de es- ta ocasión y obtuvieron facultad de poder enviar ca- da año á la America Española , no solo uno sino seis navios cargados de mercaderías. Finalmente , en la paz del año antecedente de 1748 volvieron á obtener los Ingleses el permiso de poder enviar á la Ame'rica el re- ferido navio. Y dexo á un lado la parte que tienen así estos como otras naciones de Europa, baxo el nom- bre de Españoles , en los galeones de aquella Corona. Ved aquí como se derrama una gran parte de los in- mensos tesoros de las provincias Americanas Españo- las , aun hasta entre los que no tienen ningún domi- nio en ellas 5 y lo que percibe el Real Erario vuelve á salir después fuera del país con motivo de las guer- ras. Preguntadles mientras tanto que' utilidades sacan los Reynos de España y de Portugal de los ricos ro- cíos de sus dominios ultramontanos j y veréis como se os responde que reyna en ellos , esto es , en el pueblo mas pronto la pobreza que la riqueza 5 y que la misma población de ambos Reynos se ha disminui- do por los muchos que se han pasado á la America á buscar el vello del oro ; de suerte que ha habido es- critor que ha tenido la osadía de decir que no hay Potencia en el mundo que haga un uso tan desgracia- do de su poder como la Monarquía Española y la Turca.
Pero desde que hemos dicho que las riquezas de los dos referidos Reynos van á parar á otras Nació-
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nes de la Europa creeréis que serán todo oro y plata á lo menos estas otras. Bien pueden en verdad lla- marse ricas , mas no por eso corren ningunos rios por ellas d^ tan preciosos metales. Algunos se figuran que el no abundar la Europa hoy de tanto oro y plata como podia y dcbia tener proviene de la multi- tud de dorados que se hacen continuamente , y de las infinitas telas de oro y plata que se están labrando ca- da dia por haber llegado á hacerse moda aun entre las personas particulares. Pero todo esto son vagate- las. Ademas de que no se pierde enteramente el oro y plata que se gasta en los dorados y en las telas preciosas. La grande puerta por donde salen las ri- quezas déla Europa es el Comercio con Oriente, don- de se van trasladando de mano en mano todos los te- soros que se sacan de las provincias Americanas. La buena moneda acuñada en Toscana pasa á Turquía donde tiene la ganancia de un sesenta ó setenta por ciento. El mismo camino hace la otra buena moneda que sale de la casa del cuíío de Venecia , con la ven- taja de un cincuenta por ciento. Los Ingleses , los Holandeses y otros Europeos llevan una inmensa can- tidad de dinero, unos mas que otros, á las Indias Orien- tales por otros caminos , pagando un rribuLO por de- cirlo así al Imperio del Mogol , de la Persia , de la China , del Japón y de otras plazas y provincias de los Reynos Orientales. Porque como ningún pueblo de aquellos se sujeta al costoso fanatismo de la mo-
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da , siendo constantes en su modo de vestir en cu- yo ramo les provee el país , tienen poco despacho entre ellos las manufacturas del kixo Europeo ; y al contrario , sus sedas y telas , sus drogas y especies medicinales , suelen comprarse regularmente á dinero corriente. Los Mahometanos ya sea por superstición 6 por no acabar con la vida de los hombres sborre- ccn extraer el oro y la plata de las minas. Pero nues- tros Europeos subministran por un efecto de piedad no solo á estos sino á otros Monarcas del Asia, abundante materia para que puedan trabajar en sus respectivas casas de Moneda. No digo que haya ce- sado el Comercio de oro y plata en las Indias Orien- tales ; pero es mucho mas sin comparación lo que llevan á ellas los Europeos que lo que nos traen de allí. Y ved aquí la curiosa transmigración del dinero y adonde van á parar las riquezas de los Reyes Chris- tianos. En Francia hay unas prohibiciones rigorosas sobre la extracción del oro y pldta fuera del Rey-» no , ni yo se' como se compone esta Nación para se- guir su Comercio con los pueblos del Oriente. En Ho- landa se hizo una prohibición semejante : prueba evi- dente de que experimentaban algún daño de esta so- berbia extracción. ^Mas cómo se puede sostener el Co- mercio con semejantes leyes ? No hay duda que los Ingleses llevaban mucho oro y plata á las Indias Orien- tales , porque á estos les estaba prohibida solamente la extracción de la moneda acuííada j por lo qu^
325 se propuso en el Parlamento de Londres sí se d^bia seguir y continuar este Comercio , y se inclinó el mayor número de votos á que se abandonase 5 porque el mayor nervio de un Estado es el dinero , y tantas fatigas como costaba recogerlo no servían mas que para enriquecer á los estrangeros. Pero prevaleció el dictamen de otros, que advirtieron que todo el Comer- cio con las Indias Orientales quedarla entonces á favor de otras Potencias , de las quales sería preciso comprar después á un precio muy caro lo que viene de allá. En la gran guerra que se hacen reciprocamente en- tre sí los Soberanos y los pueblos para atraerse el oro y la plata que poseen otros , y los particulares igual- mente , á fin de sacar alguna utilidad , ó por la intro- ducción en el Estado ó por la extracción í debe te- ner gran vigilancia el Príncipe para impedir que no se introduzcan abusos ó desórdenes por ignorancia ó malicia de las gentes , y remediar los que hubiesen sido introducidos insensiblemente. No basta que se promulgue hoy un Edicto por exemplo 5 es menester publicar otro mañana si se ofrece j porque el nego- cio de la moneda está sujeto á un continuo fiuxo y refluxo , y si se le dexa tomar mucho vuelo á un abu- so no se puede remediar después sin perjudicar gra- vemente al público , y en especialidad á los inocentes, los quales no han tenido el menor infiuxo en las frau- des de la codicia agena. Quando se han de formar Edictos sobre la moneda no debe contentarse un buea
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Príncipe con el consejo de sus Consejeros solamen- te , ni menos guiarse por las máximas de sus Magis- trados Letrados , sino consultar la cosa con los Co- merciantes al mismo tiempo , los quales como gente mas instruida y versada en la práctica de estos ne- gocios , sabiendo lo que puede ceder en daño ó be- neficio del Estado le podrán subministrar mejores lu- ces para deliberar en las circunstancias que ocurrie- ren. Las máximas pues del buen Gobierno son que todos los países deben tener aquella cantidad de mo- neda de cobre que necesitan par^ el Comercio 6 gasto diario del pueblo , desterrando el dinero estrangcro de esta especie. Pero también es perjudicial el exceso de ella no solo para el pueblo , sino también para el mis- mo Príncipe , cuyos tributos valdrán tanto me'nos, quanto menos valor intrínseco tendrá el dinero con que se paga al Erario. Como en ningún país se admi- te por lo común la moneda de cobre hay una abun- dancia excesiva de ella , con lo qual no conviene ha- cer nunca los pagamentos , porque se dificulta enton- ces la circulación de la moneda , de la qual nece- sita todo el que tiene negocios 6 deudas fuera del Estado , y especialmente quando nos afiigen las ca- lamidades que nos vienen por el lado de las carestias ó de las guerras. Aunque parezca que no perjudique nada al pueblo acuñar la moneda de cobre , ó de una liga tan baxa que viene á ser muy excesivo su pre- cio extrínseco , esto es , el valor que le da el Príncí-
325 pe , por quanto no gastándose ella mas que entre el pueblo , ni sirviendo para el Comercio con los es- trangeros , se saca el mismo efecto para el uso de aquel pueblo que si fuese de la mejor liga j sin em- bargo, segun el unánime consentimiento de todos los sabios se ha de observar también en esta especie la debida pioporcion de su valor extrínseco respecto de las monedas mas preciosas, porque el cobre es un metal que regula el valor de la plata y el del oro también por medio de esta. Quando esta moneda tenga un valor in- trínseco puede hallar aceptación fuera del Estado y so- correr la necesidad de los particulares. Alguna vez sucede que el peculio de la moneda de cobre que es conveniente para el uso y necesidad diaria del pueblo sale fuera del Estado , ya por motivo de las guerras 6 ya porque tienen escasez de la suya los vecinos. Antes de fabricar otra nueva se ha de procurar recu- perarla por todos los m.edios , ó sino solamente se debe acuñar la precisa para suplir y socorrer la ne- cesidad , teniendo siempre presente que si los veci- nos abandonasen vuestra moneda en algún tiempo , vol- viendo ella atrás quedará muy cargado el Estado de una moneda que no sirve regularmente para seguir el Cometcio con los estrangcros. Y para que no salga con tanta facilidad fuera del país la moneda de cobre ó de liga, nos ha hecho conocer la experiencia que con- viene darle un valor extrínseco inferior, aunque mo- derado 3, ai intrínseco 5 porque de otro modo si la va-
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luasen scgun ci verdadero valor del metal con corta diferencia , volarla también ñicilmente fuera del Es- rado y tendrían ganancia los vecinos refiindicndola. He visto las pruebas.
Por lo que toca á la moneda de oro y plata es recala general sentada por todos los maestros que ja- m>as se lia de desterrar el uso de ella , sino que so- lo conviene tarifaria según su merito. Quanto mas abunda el Estado de estos dos metales , tanto mas fuerzas tiene para seguir el Comercio y para acudir á las urgencias publicas. Sea propia del país ó foraste- ra la tal moneda , ó sea de una liga mas ó menos te- nue , com.o sea de oro y plata y tenga un valor pro- porcionado , siempre se convierte su curso en benefi- cio del Estado 5 porque con ella se puede comerciar con los pueblos vecinos y con los distantes. La gran dificultad está en formar las tarifas. Aquí es donde es menester que los Príncipes , ó por decirlo mejor , los sabios Magistrados abran bien los ojos para que las miras ocultas de los arrendadores de las alcabalas ó de los Comerciantes, no embrollen las 'casas en perjuicio del Erario ó de los particulares , ya que según hemos dicho , cada qual tira á hacer su negocio y su ganan- cia propia en punto de monedas. No basta que in- tervengan en estas resoluciones unos sugetos libres de todo interés particular j es menester buscar para ello hombres de una grande práctica en el Comercio y ex- pertos ensayadores para distinguir el valor intrínseco.
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de las monedas , el agio de las casas donde se fabri- can y otras calidades semejantes del dinero. Y no es suficiente todavía. Se requieren unas gentes de una comprensión singular que sepan combinar y discer- nir todo lo que sea orden ó desorden en el uso de la moneda para que se introduzca la mayor cantidad de moneda estrangera que sea posible 5 pero han de pro- curar que no se de á estas ni á las del país ningún valor excesivo, no sea que convierta en perjuicio del público el soberbio aumento que lograsen en su va- lor 5 todo lo qual se experimenta gravemente siem- pre que la necesidad obliga á la extracción de ella , ó no impide la introducción en el Estado un valor muy baxo. De semejantes hombres necesitan también los Príncipes para el buen reglamento de las casas de mo- neda , y no de aquellos consejeros aduladores que es- timan por merito procurar al Soberano alguna pre- sente ganancia considerable , de la que participan ellos también , sin reparar en la perdida mucho mayor que tendrá que sufrir después el pueblo ó el mismo Sobe- rano en lo sucesivo. Corre entre las gentes un pro- verbio que dice : ([ue el mundo se gobierna por sí mis- mo , y en algunos casos se reconoce efectivamente la verdad y utilidad de esta máxima ; porque creyendo hacerlo mejor muchas veces los Ministros de los Prín- cipes , embrollan y perjudican al público con los mis- mos reglamentos con que pretendían procurarle su fe- licidad j por quanto no examinan bien las circunstan-
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cias actuales y las malas consecuencias que pueden resultar de sus Edictos. Sin embargo de esto estamos viendo por lo común que el mundo necesita de quien lo dirija y corrija , porque es muy propenso á enga- ñar y á engañarse , y siempre está peleando el interés particular contra el del público. Esto sucede princi- palmente en el muy contravertido negocio de la mo- neda , donde con facilidid entra el desorden y se re- media diñjüísimamente. Y aunque se quite la causa del desorden no por eso cesan los perniciosos efectos. Sabemos por experiencia que subie'ndose el precio ex- trínseco de la moneda saben desquitarse los particu- lares con aumentar el precio de las mercaderías y co- mestibles. Y lo mismo deberla suceder á proporción en la baxa del valor extrínseco de estas monedas ; sin embargo, he visto por mí mismo que acostumbrado el pueblo á vender caras muchísimas especies de los co- mestibles quando gozaban de un curso excesivo las monedas , ha sabido continuar todavía en la posesión de la costumbre después de la teduccion y reforma de ellas i y llegó á estenderse este abuso á algunas otras mercaderías no obstante de que todo habia de baxar de precio.
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CAPITULO XXV.
De los Archivos públicos , d^ los Escribanos , y del gobierno de los pobres.
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mtre los cuidados que deben ocupar la atención de un sabio Príncipe para procurar el mayor bien á sus vasallos , no es el de menos importancia la fundación, la conservación y el buen orden de los Archivos pú- blicos , esto es , de aquellos lugares donde deben con- servarse todos los instrumentos , testamentos y demás contratos permanentes que se hacen por medio de los Escribanos. En los siglos antiguos tenian también su propio Archivo cada Pvey , Principe e Iglesia , al qua I llamamos aun Cbartarlum nosotros , y los Griegos lo llamaron Chartopbilactum. S. Gerónimo habla de los Archivos de los antiguos Hebreos. Que hubiese luga- res á propósito donde se depositaban los instrumen- tos que pertenecían á los particulares se puede pro- var por lo que dice Ulpiano , el qual escribe lo si- guiente : Que no se sienten en aquel lugar donde se depo^ sitan los instrumentos concernientes al público , llamado tal vez. Archivo 6 Grammatofilacio. (i) Los mejores tex- tos latinos tienen Archio y no Archivo , y así se halla en Tertuliano : Tertulianus in Apologet. Cap, XX, El an-
(i) Lex morís est fí". de Poenis. Ne eo loci sedeant , qtw in Pubbli' co instrumenta deponuntur : Archivo forth vel Grammatophylacio.
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tiglio Jurisconsulto Paulo da á conocer también que en sus tiempos se hacia ya uso de e'l diciendo de la apertura del testamento : reconocidos los sellos y roto el hilo , abrase y léase > y después saqúese copia si se quie- re. Hecho esto séllese con el sello público , y vuélvase a poner en los Archivos, (i) Llamóse también el Archivo Armario público donde se ponían y conservaban los actos y los libros. (2) Entre las fórmulas del antiquí- simo Marcolfo notó una Cujacio que representa ad- mirablemente la costumbre Romana en orden á estos testamentos. Se lee en ella lo siguiente : el defensor {ó sea conservador ) y los Curiales dixeron : el testamento que hubiese sido leido insértese en los actos públicos , c^c, pues es muy justo que los actos que hubiesen sido firmados por nosotros y publicados por el copiante , te se devuelvcm según la costumbre , para que se conserven en los Archivos públicos. (3) Hallamos memoria igualmente de estos Archivos públicos en Suidas , y S. Agustín dice : No- sotros no tratamos de papeles viejos , ni de Archivos pú-
(i) Agnitii signi s , rupto Ugno , aperiatur (fT reciíetur '-, atque ita describendi exempli fiat potestas, Ac deinde signo publico in Archivis >e- digatur y ut ^ si quando exemplum ejus interciderit , sit , unde quara- tur, Llb. IV cap. 6 recept. sentent.
(2) Armarium publicum ubi Acta , tT libri exponebantur. Auth. ad h^c , Cod. de Fide. inst.
(5) Defensoras' Curiales dixenmt : Testamentum ^ q2wd recitatum e$t y Gestis publicis in seratur, ÜTc. ¡eqtmm est ut Gesta qux à nobis fuer in f subscripta , ÜT ah amanuensi edita tihi ex more rcddantur , eademque in Archivis publicis conserventur. Marculh Formular, apud Cujacium. -
33.1
blìcos j ni de otros actos forenses ó Eclesiásticos, (i) En Africa tenían también su Archivo general los Obispos de Numidia como consta de un Concilio Cartaginen^ se , donde se manda : (¿ue la Matricula y el Archivo de la Numidia esté en la primera silla. {Concú'mm Carta- ginense). Consta pues que se conservaban los instru- mentos públicos en un parage determinado donde se registraban todos los actos públicos. Para que no se perdiese un privilegio que concedió S. Gregorio escri-. be el mismo Santo de esta suerte : Esta misma constitu- ción se debe insertar en los actoi públicos. (2) Que en los siglos pasados hubiese de estos Archivos en Fran- cia se puede inferir muy bien de un prologo que hi- zo el Emperador Ludovico Pio al Concilio de Aquis- gran el año de 81^, donde dice este Soberano : Q^ui- simos juntar todos los actos que hablan hechoj notarlos con sus respectivos capítulos , y depositarlos en el Ai^chlvo público para perpetuar su inemoria- (3) No acertarla yo á decir si se colocaba realmente en los siglos antiguos, en los Archivos públicos qualquier instrumento pri- vado que mereciese conservarse. Es muy probable que
(x) Non chartis veteribus , non Archivis puhltcti , nm gestrs forensi- hus aut Eccksiasticis agimus, S, Agust. Epist. XLIII aum. z$ edic. Benedice.
(2.) Hdec e.tdem const'tíutto Gestis est Puhlicis inserendo. Gre?. Ma?
^ too»
Episc. VIII I¡b. Xi.
(3) LiLuit nob'ts ea qua gesta sunt oh m2mori:e finnit.ttisque gra-
tiam in unum sirictum congerere , ifT suhjectis capitulis annotare , (S" in publico Archivio recondere. Concílium Aquisgranense.
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desde que los bárbaros entraron en Italia y desconcer- taron muchos reglamentos buenos de los Rumanos, cesase también el uso de los antiguos destinados para custodiar los papeles del pueblo. Pero luego que se suscitaron las leyes Romanas después del siglo XI, cayó en las manos de hombres doctos la providencia del E nperador Justiniano I , el qual advirtió el daño que resulta á las ciudades , quando no tienen Archivo alguno donde puedan depositar sus instrumentos 5 ( i ) por- que de esta suerte era preciso que se perdiesen una infini- dad de monumentos públicos. Y por lo mismo mandó dis- pusiese el Prefecto del Pretorio que se eligiese en la ciu- dad alguna habitación pública donde conviniese de- positar las memorias, y elegir en el país alguna perso- na que las guarde, á fin de que se conserven incorrup- tos estos actos y los halle prontamente el que los busque siendo su receptáculo el Archivo , porque de este modo se enmienda la falta que provenia hasta aquí de la omisión de las ciudades. (2) Aunque no se pueda inferir muy bien de estas palabras que los Ar- chivos estuviesen destinados entonces á conservar to-
(i) ^uum mtllum haheant Archivum in quo gesta apud se reponant. Autencic. de Defensor civit.
(2) Uc in civitatlbus habitat!o quaedam publica distribuatur, ín qua conveniens esc, defensores monumenta recondere , eligen- do quemdam in provincia, qui horum habeac custodiam -.qualiter incorrupta maneant hsc , & velociter inveníantur à requirenti- bus , & slt apud eos Archivum j & quod hactenus prstermissuna est in civitatlbus emendetur. Ibidem.
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dos los instrumentos de las personas particulares, ó so- lo los documentos de los defensores ó conservadores del pueblo y del Gobierno. Sin embargo, la luz que recibieron de dicha autentica estimuló á los sabios á que promoviesen la fundación de los Archivos. Al principio obligaron solamente á los Escribanos á que luego que hiciesen algún instrumento sacasen de ci un extracto 6 compendio para depositarlo en el Ar- chivo público. Advirtiendo después con el tiempo que no bastaba esto para acudir á la necesidad del piíblico, mandaron que se retuviese una copia autentica en aquel Archivo, de todos los instrumentos escritos por extenso , exceptuando los que contenían algunos con- tratos de poca duración 5 y que después de la muerte de estos Notarios pasasen todos sus protocolos al mis-* mo Archivo para que no se perdiesen ni alterasen. Es sin duda muy importante al público , que se con- serven fielmente los testamentos, los censos, las do- naciones, las ventas, las permutas , las dotaciones y otros actos semejantes que no iolo miran al tiempo presente sino al venidero 5 porque pudiéndose origi- nar pleytos cada dia sobre los testamentos y contra- tos , aun después de muchos años de su celebración, conviene recurrir á semejantes actos ya para pedir lo suyo justamente , ya para repeler las injustas preten- siones de otros. ¡Que vergüenza y descuido tan gran- de es el de algunas ciudades que no han llegado toda- vía á proveerse de este almacén político para los tiem-
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pos venideros I Hasta el tiempo del Papi Urbano VIII
no se vio bastante provista en Roma esta necesidadj pero la remedió este cuidadoso Pontífice. Y no solo se debe desear que los haya en las ciudades j también necesitan del mismo socorro los pueblos y lugares de las jurisdicciones > y mucho mas donde son forasteros los Escribanos , porque mudándose algunas veces de un lugar á otro se llevan consigo los instrumentos, por cuyo motivo quedan sin poder reparar el daño á quien se le hubieren perdido los papeles. Por tanto serán muy dignos de alabanza aquellos Príncipes que supieren hallar modo de fundar también Archivos ru- rales pudie'ndose establecer en los principales pueblos del distrito , y obligando á todos los demás lugares circunvecinos á que presenten allí sus instrumentos pa- ra tener registro. Al principio no se percibe el fruto de este beneficio 5 pero luego después se experimenta con el tiempo y colman de bendiciones al que lo fundó.
El modo mas seguro de conservar estas memorias será siempre hacer copiar fielmente qualquier instru- mento , cotejándole bien con el original que subsisti- rá en los libros que llaman protocolos ó registros. El mundo está muy expuesto á los engaííos y á la malicia de los hombres , y lo estará mucho mas donde no haya Archivo público •■> y aun habiendo depositado en el so- lamente copias autenticas no se podrá asegurar que no se perderá jamas ninguna hoja de ellas estando sueltas.
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Es cierto que se pueden quitar ó mudar también las
hojas de un registro , pero no es tan fácil , porque se puede conocer al instante esta maldad. Es menester tener mucho cuidado en no fiar los Archivos sino á sugetos timoratos y de conocida honradez. Tam- bién se ha de procurar que sea el registro de un pa- pel recio y de cola fuerte. Mucho trabajo costaba á los antiguos escribir en pergamino ó en el papel de Egipto j pero á lo menos depositada la escritura en un buen parage podía existir por muchos siglos. En nues- tros, días gastan los Escribanos en sus oficios un papel muy fino que apenas se diferencia de las telas de ara- íías.No se pasará mucho tiempo sin que se borre la letra y perezca el mismo papel. Estando destinado el Ar- chivo para la conservación de las memorias públicas, es preciso gastar papel recio y buena tinta , para que los instrumentos resistan al tiempo quanto les sea po- sible. Después será obligación del Presidente del Ar- chivo cuidar que sean solícitos los copiantes en regis- trar los instrumentos sin dexarlos amontonar. Y para este oficio se deben elegir sugetos que tengan un buen carácter de letra y escriban sin abreviaturas. Da mu- cha rabia ver los caracteres enredosos y las abre- viaturas con que escribían los Notarios en otros tiem- pos. De una sola palabra mal escrita ó mal entendida puede pender el e'xito de un litigio. Y sobre todo , los que gobiernan deben creer que es una cosa muy im- portante para la felicidad y el decoro de un Estado,
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proveerlo de buenos Notarios , y mandar se haga un examen muy rigoroso para crearlos. Antiguamente no ■se admitían á este zcloso oficio sino las personas no- bles que de ordinario estaban libres de toda sospecha de haber cometido acciones indecorosas , y subsiste todavía esta misma costumbre en algún país. Pero es- ta calidad no es necesaria para este empleo. Basta que no sea promovido á ci ningún sugeto que no este' conceptuado por hombre de bien, de honor ^ e incapaz de corromper la fe pública que se depositase en sus manos. ¿No hemos visto por ventura falsarios y aduladores de la mente de los testadores y contra- yentes ? Ademas de esto son también indignos de se- mejantes empleos los ignorantes , esto es , los que no tienen bastante conocimiento de las leyes comunes y de los estatutos del país í ni saben estender como corresponde las intenciones y voluntades agenas. Con- sultad sobre este punto á los prácticos de los Tribu- nales y veréis como os dicen que muchos pleytos pro- ceden de los enredos e ignorancia de los Notarios; porque no supieron comprehender ni explicar debida- mente los pensamientos de los que otorgan contratos, 6 les confian su última voluntad. Verdaderamente es ignominia de algunos países que se creen en ellos Es- cribanos de montón , y sin reparar en sus máculas pa- sadas , o en sus malas costumbres , ó en su limitado talento ; porque no basta que sepan estender una peti- ción regular copiada ó aprendida de memoria de los
357 formularios Impresos. Hubo tiempos ( y puede que
mun se observe en alguna parte la costumbre ) en que se hacían Escribanos por fuerza , y por un precio vil por los Condes Palatinos. La flor de los hombres se- rian los Escribanos de esta casta. También ha de ser regular y no exorbitante el número de los Notarios en un país j y quando faltasen estos al tiempo se- ñalado por los Edictos , para denunciar y presentar después en los Archivos los instrumentos de sus he- chos , será justo que no alegando alguna escusa legí- tima se les suspenda el oficio. El poco cuidado que se pone en algunos países en la elección de los Es- cribanos y la indolencia en tolerarles sus faltas invo- luntarias y también las voluntarias, no hacen honor al que gobierna y cuida tan poco del Bien publico. Merece ser leida una Bula bien pensada que expidió sobre es- to el Sumo Pontífice Benedicto XIII , en el año de 1728.
Los Príncipes que conocen lo que puede redun- darles en credito y gloria suya , saben que han de poner su corazón en el gobierno y socorro de los po- bres 5 ya porque la Santa Ley que profesamos reco- mienda estrechamente á cada uno el socorro de las ne- cesidades , y ya porque este cuidado pertenece prin- cipalmente á las cabezas del pueblo , tanto espiritua- les como temporales. ¡Que elogio^tan bellos no oirán ellos donde sean reconocidos y pro'cfamados no solo por padres del pueblo , sino también por padres de los po-
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bres particulares ! Por lo mismo debe conservar y pro- mover el Príncipe todo lo que pueda redundar en be- neficio y ventaja de sus pobres vasallos. Instituto muy antiguo de la caridad Christiana es la fundación de los Hospitales para los pobres enfermos y para los niños expuestos. No se sacará una ciudad en el chris- tianismo donde no haya uno á lo menos , y en las Metrópolis y ciudades de miucha población suele ha- ber muchos. Londres , ciudad de tan gran población, tan proveída de obras tanto útiles como necesarias pa- ra el Bien público ( es cosa que pasma ) no ha pro- veído aun bastante la necesidad de estos niños. Estas casas de piedad tan indispensables para la pobreza me- recen la atención del que gobierna el pueblo ; á fin de que se administren bien las rentas , sean bien trata- dos los pobres , y presidan á todo solamente los sii- getos de mucha piedad y prudencia, para que no pien- sen hacer su negocio con la hacienda de los pobres. Los buenos Príncipes deben estender su cuidado tam- bién sobre todos los demás lugares instituidos por la piedad de los fieles en beneficio del pobre pueblo, ya sea para mantener y alimentar los huérfanos de uno y otro sexo , ó los viejos inhábiles , ó los mente-* catillos , ó los enfermos incurables •> ya para distribuir las limosnas á los pobres vergonzantes , ó á las viudas y á sus hijos; ó y^sujpara dotar las pobres muchachas, pidiendo una vez ^n el año á lo menos una informa- ción fiel y exacta de si se cumplen bien los cargos de
33^ semejantes obras pías , y si se satisface á la intención
de los piadosos fundadores ó testadores; la qual nunca se debe alterar sin grave causa ; porque de otra suerte desistirá la gente de hacer bien á los pobres , á cuyo alivio deben dedicarse todos. No hay en el universo institución , ordenanza , ni reglamento por bueno que sea que no este siempre expuesto á la declinación y á los abusos. Ni se encuentran libres de esta dura pensión las que reconocen el origen del mismo Dios en su Santa Iglesia. Puede suceder muy bien que en la administración de las obras pias hayan ido intro- duciendo poco á poco como hemos dicho antes algu- nos abusos en perjuicio de los pobres ; que haya al- gunas fraudes secretas ú ocultas ; y que hayan sidp olvidadas las sabias ordenanzas de estos lugares y mal- tratados los pobres. Siempre sería una gran vergüen- za de un gobierno no aplicar remedio á todo esto. Antes deberla pensar todo el mundo en mejorar estas cosas , para que todo el que quisiera dedicar su ha- cienda en vida ó muerte en beneficio de su alma , sa- biendo el gran merito que tiene para con Dios la li- mosna, concurriese como se verificaba antiguamente al alivio de los pobres , viendo la buena administra- ción de su patrimonio.
También es honor y gloria de un país que se estienda la atención de un Príncipe á procurar to- dos los medios posibles para que tenga donde traba- jar la gente pobre y pueda ganar el pan con sus fa-
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tigas , especialmente las Artes de la seda y de la la- na , como lo diximos arriba en el capítulo XVI. En los sabios Gobiernos se ha de velar también sobre los mendigos robustos , esto es , sobre aquellos que en- tregándose á la pereza , aunque pudieran ganarse muy bien la comida por estar sanos y fuertes aplicándose á qualquier oficio , ó con las fatigas de sus brazos, escogen sin embargo el dulce partido de pedir limos- na , fingiendo continuamente varias enfermedades. En mi Tratado de la Caridad Christiana hable con exten- sión sobre esta materia ; pero convendrá repetir aquí que estos estafadores de la piedad de los fieles no deben tolerarse jamas , ni se ha de permitir que ro- ben las limosnas que son debidas de justicia á los po- bres enfermos, á cuya defensa y protección están obligados especialmente los que gobiernan. En el Có- digo de Justiniano hay una ley muy rígida contra estos vagamundos maliciosos. Inocencio XII , aquel Pontífice de inmortal memoria por sus muchas acciones gloriosas , expresó su zelo en la Bula de la fundación del Hospital de pobres inválidos contra aquellos qíse no sien- do inválidos y rehusando ó no procurando ganarse la, comida con el propio trabajo é industria según la habilidad de cada unoj quieren mas bien pasar una vida ociosa y mendigar: ( i )
(i Invalidi non existentes , teu alias propio ¡ahere ^T industria jux- ta suam aptitudinern victum adquirere recusantes , seu non exquirentes desidiosam -vitam agere ac mendicare malueriní. Bulla XXXV 111 In- nocentíi Xll §. XXI.
341 xnand'ando por lo mismo al Vicario General de Roma, rpor lo que toca á los pobres que piden en las Tgleflas, en las puertas ó en los atrios de ellas: (i) y al Goberna- dor de ella , respecto de los de la misma ciudad , &c. que los pongan en las prisiones , y se castiguen en ellas con pena de cárcel ad tempus , con destierro y con otras penas arbitrarias , y que tanto el uno como el otro hagan lo posible para que se consuma esta raza de mendigos (^2\ Otras providencias y penas se leen en ella contra los vagos , sugetos que llevan siempre consigo la presunción de m.anipuladores de iniquidad o de pobres fingidos. En esta clase deben entrar aquellos que ba- xo el nombre de peregrinos van corriendo continua- mente de una parre á otra de la Italia, y acabada una carrera empiezan otra. Al que peregrine por verda- dera devoción désele en buen hora hospedage y co- mida en los Hospitales destinados para este efecto? pero á los que llevan el bordón sin mas fin que el de bribonear y se atreven también á pedir limosna en las ciudades , es muy justo desecharlos , así como es ne- cedad darles abrigo y alimento ? y tanto mas porque tienen contra sí la sospecha de ser unas gentes que
(i) ^uoad mendicantes in Ecclesiis , eammque portis vel portici- hus. Ibidem.
(2) ^uoad mendicantes per eandetn urbem , ^c. Hujusmodi mendi- cantes career andos , iS" poenis carceris ad tempus , exilii , aiiisqiie eorum Arbitrio coercendos curare ; fíT ut hujusmodi mendicantes pronas etimi' nentur, satagere. Ibidem. , ■ . ,
viven malamente. Por último debo llamar FlIíccs aquellas ciudades ( aunque son pocas sin duda ) que castigan á los pobres fingidos , á los ociosos y pol- trones y á los vagos , con precisarles á que trabajan y se gai:en honradamente la comida, teniendo de pro- pósito para este fin Hospicios y manufacturas , tra- bajos y obras públicas , donde emplear mucb.ísima gente. No se han de desterrar estos jamas si es po- sible, sino corregirlos y obligarlos á que muden de vida. He notado que la cárcel , el pan y agua hacen unos efectos maravillosos de conversión j y también he visto dar muchas veces las gracias el convertido á quien le habia enseñado con tanto rigor.
CAPITULO XXVI.
Ds los juegos públicos honestos.
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s una máxima de gobierno muy loable tener di- vertido al pueblo honestamente. Los Príncipes misan- tropos que no saben reír, ni quisieran que se riesen los demás , ignoran una de las maneras que hay de ha- cerse amar de sus vasallos. Es cierto que lo primero que se ha de desear es que la gente sea laboriosa , apli- cada á las Artes y Oficios y enemiga del ocio ; pero segundariamente no solo se les ha de permitir , sino mostrarles también placer en que suceda á la seriedad la alegría, y tenga la gente algún alivio en sus fatigas.
343 De esta alternativa de exercicío , de reposo y de ale- gría necesita no menos el alma que el cuerpo para vivir sanamente. Solo cabe exigir que sean honestas las diversiones y no muy frecuentes. Hay algunas gentes que no piensan mas que en divertirse , pasan- do siempre de un placer á otro y creyendo que han venido al mundo para estar solo entre gustos y deleites todo el dia. No se si he dicho bien todo el día , porque de ordinario se sirven mas de la no- che para el tráfico de las recreaciones geniales. Este epicurismo se ha hecho ya moda en todas partes, sin advertir que no se requiere otra cosa para afeminar á los hombres y corromper las buenas costumbres, que oir de la boca de aquellos sugetos que por razón de su edad madura dcbian ya tener juicio , y con espe- cialidad de la de los padres y madres 5 que eí necesario divertirse y mas divertirse. Una máxima tan desorde- nada y un exemplo tan malo puede ser la ruina de los jóvenes de pocos años y de ninguna experien- cia. Permítaseme que m.e constituya aquí un elogia- dor del tiempo pasado. No hablo de el que precedió al siglo XVI , porque no se puede comparar con el siguiente en la bondad de costumbres. Solo pretendo decir que aup.que crea muy mejorado el siglo presen- te respecto de los antiguos , con todo es cosa indu- vitable que antes de la venida de algunos ultramon- tanos á Italia ( a prinw.ipios de este siglo ) se andaba con mas tiento en las recreaciones. Los caballeros
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prudentes pasaban los días enteros cuidando de sus
negocios ; y las mugeres honestas y hábiles en sus la- bores reservaban algunas horas de la noche para las diversiones. Pero eran menos frecuentes entonces las conversaciones y los concursos de uno y otro sexo , y el juego divenia y noincomodaba con exceso el bol- sillo. Vinieron los estrangeros , maestros del bello tiempo , y formaron buenos discípulos en algunas par- tes. Nuestros mayores entendían por la voz Italia- na D'i-verttmento , y por la Francesa Dlvertissement un moderado pasatiempo con que se distrala el ánimo de las aplicaciones serias y el cuerpo de las fatigas. La misma significación tenían las palabras Recreazione y Solazzo j y se conserva todavía entre los hombres sabios que se glorian de vivir á lo antiguo. Lo mismo practican también las mugeres de juicio tanto nobles como ciudadanas que emplean la mayor parte del dia en labores , y después toman con la medida corres- pondiente alguna diversión. Pero no lo hacen así las monas de las costumbres ultramontanas. La diversión que era antes como un auxilio se ha convertido en la principal tarea , ó por mejor decir en la única ocu- pación de la vida. Parece á estas que Yiwcn una vi- da trabajosa todas las horas que pasan sin conversa- ción , sin juego, ó sin otra qualquler especie de di- versión ó recreo. Por esto andan corriendo de una parte á otra los cazadores de los bellos pasatiempos para divertir al otro sexo y divertirse ellos juntamen-
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te. El principal pensamiento de toda esta gente es
buscar siempre nuevos gustos y entretenimientos. Sí quere/s arrancar una gran risa á ciertas personas , leed- Íes eí retrato que hace Salomon de la muger fuerte, esto es , prudente, y quedareis servidos.
Nadie impide á qualquiera que está en el siglo ( ni aun á los que están retirados de e'i como guarden una cierta proporción ) que se recree y se alegre con tal que haya discreción en la tasa y dosis de las diver- siones. Porque el que no respira otra cosa que gus- tos y placeres con dificultad podrá persuadir que no tiene corrompidas sus costumbres. Y es cierto que su vida no puede llamarse vida de verdadero christiano, aunque sean honestos todos sus pasatiempos. Mucho peor será si se echa menos la honesti jad en sus di- versiones , como sucede en los juegos recios de nay-^ pes y de dados de^ donde pueden resultar malas con- secuencias ; y en ciertas conversaciones , velas y otros juegos llamados ingeniosos donde tiene lugar la diso- lución , y se puede decir que forman un Comercio público ó privado de deshonestidad. Ademas de las di- versiones particulares hay también otras públicas que debe permitir todo Príncipe prudente , alegrándose de que tenga el pueblo con que divertirse , porque esta es una de las artes para tenerle contento. Se sabe lo qué hacia Augusto en sus tiempos para divertir y te- ner de su parte al pueblo Romano. Este Príncipe en- tendía muy bien el arte de navegar : y como concur-
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ren en estos divertimientos las referidas condiciones de honestiiad y rareza no debe impedirlos el Gobier- no civil. Lo mismo 'se debe liacer en tieriipo de carna. bal con las Comedias públicas^ privadas, con las Ope- ras en múbica y con otros espectáculos 5 como^ los bay- lés , los cantates y la música , &c. Dixe rareza , porque el' Ne qu'.d nim'ts se ha de observar como circunstancia de muwha importancia "en todas las ocasiones y espe- cialmente en esta 5 pues no hay cosa que pudiera de- pravar mas á un pueblo , ó debilitar los ánimos de las agentes , que permitirle , no dire continuamente , sino á meíiudo fiestas y bay les. La aplicación al estudio de las letras y á los negocios ; el exercicio de todas las Artes 5 el amor á la industria y al trabajo son los ali- mentos necesarios para toda República ; sin los quales se precipitará muy presto acia su ruina. El que quiera asesinarla no necesita mas que nutrirla de entreteni- mientos , placeres y pasatiempos , y acostumbrarla á la ociosidad : á lo qual se acomodan fácilmente muchas gentes de la inconsiderada plebe , prevaleciendo regu- larmente el gusto de las diversiones á todas las refle- xiones de la conciencia y de la prudencia , á que está obligado atender cada uno para la conservación de sus propias familias. Ademas de que los placeres del mun- do agradan y son mas apreciables si se gozan de quan- do en quando , porque el continuo uso los va dismi- nuyendo y les quita el gusto. Por eso han limitado los sabios Legisladores á uno o dos meses de tiempo el
347 carnabal, y raras veces conceden fuera de este tiempo
las danzas públicas y otras diversiones semejantes.
Ya hemos dicho que en las diversiones públicas ha de intervenir siempre la honestidad. Pero es con- veniente volver á repetirlo , porqueí el teatro de Italia necesita mucha atención en esta parte. Perdóneseme pues si vuelvo á tocar otra vez. este punto. El fin de. las Comedias j espectáculo de mucho gusto para el pue- blo , debia ser corregir con la risa los defectos y las costumbres extraviadas del pueblo ; porque las Come- dias bien escritas pueden servir á un mismo tiempo de utilidad y de deleite á los espectadores. ¿Pues que sería si estas representaciones obrasen todo lo contrario , en- señando la deshonestidad con los demás vicios y ala- bando las acciones que solo merecen vituperio ? Los antiguos Romanos usaron de Comedias bien trabaja- 4as , pero muy licenciosas j compusieron otras burles- cas llenas de fealdad que carecían frecuentemente de trama bien ordenada , las quales podían llamarse un. mixto de retazos mal cosidos. Tanto unas como otrasf resuscitaron en el teatro de Italia durante los dos siglos antecedentes : en los teatros públicos se introduxo con especialidad y se mantiene todavía la Comedia burles- ca, que suele ser ingeniosa algunas veces , pero por lo regular es grosera, insípida y^contraria á la honesti- dad 5 sin embargo de que se ve desternillar de risa á la necia plebe. Sean las Comedias trabajadas en buen molde, ó sean burlescas meramente, compuestas de va-
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ríos sucesos ridículos y sembradas de fullerías y nece- dades , pide la razón que los Príncipes den órdenes ri- gorosas para que no se representen acciones , ni se ha- gan razonamientos , ó se esparzan equívocos que con- tengan deshonestidad y sean capaces de corromper las buenas costumbres. Bien se puede hacer reir sin el auxilio de tan asquerosas mercaderías 5 pero la mayor determinación que se puede tomar para libertar el tea- tro de estos contrabandos , repito que sería obligar el Príncipe á los buenos ingenios (aunque son muy raros los sugetos hábiles en semejante exercicio , con todo hay algunos que puedan desempeñarlo) á que escribie- sen unos dramas donde fuese humanada la moralidad con el deleite ; ó á lo menos eligiesen entre las muchas que hay compuestas por los Italianos , Franceses, Es-^ pañoles c Ingleses , las que se crean mas aptas para en- mendar las perniciosas y ridiculas pasiones del pueblo. No faltan hombres grandes y zelosos que defienden y promueven el reyno de la virtud desde los sagrados pulpitos , y nos pintan los desconcertados efectos' del vicio. Las Tragedias y Comedias bien podrían ser también unos sermones muy útiles para el pue- blo 5 y las Comedias mucho mas eficaces todaviaj porque la ridiculez es una espada mas aguda y pene- trante que la severidad trágica. Esta especie de diver- siones teatrales se aventaja á las demás, porque puede concurrir á ellas la gente pobre por costar poco j lo que no s.ucede en las Operas d,e música tan costo*
3^9 sas , las quales pueden perjudicar también á un Estado sino se saca de ellas mas dinero , ó tanto á lo menos de los estrangeros , como se llevan los músicos y baylarines forasteros , por quanto estos venden hoy muy caros sus cantos , sus conciertos músicos y sus bayles. También contribuyen mucho para derramar la alegría en el pueblo otras diversiones y espectáculos públicos que acostumbran á dar el Príncipe ó el pue- blo en ciertos dias del año , como las carreras de ca- ballos , por exemplo , las justas , las parejas , las máqui- nas de juegos artificiales , ferias , &c. ; porque como de estos espectáculos puede gozar también el pueblo sin gastar nada , halla mas placer en ellos , y se vuel- ven después á casa las gentes pobres llenas de regocijo, sirviendo á la mayor parte de ellas de sabroso plato en su pobre mesa la memoria de semejantes fiestas. Es cierto que entre las varias maneras que hay de hacer- se amar de sus pueblos los sabios Príncipes se ha de contar la de tenerlos divertidos honestamente alguna parte del año , ya sea con espectáculos ó diversiones públicas , ya con permàtir ciertos pasatiempos hones^ tos que sabe procurarse el pueblo por sí mismo.
Hay otros abusos que pueden causar , y por lo común los llevan consigo la licencia y la alegría del carnabal. De los quales vemos reprobada y detestada una buena porción en una carta circular que envió á los Obispos del estado Eclesiástico el celosísimo Pon- tífice Benedicto IV ; pero no quiso estenderse el Santo
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Padre á las demás corruptelas particulares de aquellos tiempos. Tampoco entrare' yo en esta particularidad, porque me basta repetir que se debe desear y procurar quanto sea posible , que no padezca la causa de la Re- ligión permitiendo estas diversiones públicas 5 aunque es muy difícil que no cometa el pueblo algunos exce- sos si se le sueltan las riendas. Los sabios predicado- res de la palabra de Dios deben levantar la voz sobre este punto j y es incumbencia de los Príncipes igual- mente hermanar quanto fuese posible la pública ho- nestidad y el respeto debido á la Religión con las di- versiones populares. Hemos visto que las Operas en música que siempre han sido serias , han venido á de- clinar en unos dramas burlescos que no se diferencian en nada de la Comedia plebeya 5 ó bien han añadido al grave argumento de ellas algunos intermedios des- honestos. Mas como todos los divertimientos públicos, ya sean teatrales 6 bien de máscaras y danzas , que pue- de conceder un sabio Príncipe se pueden gozar sin ofensa de Dios , por lo mismo los suele permitir el Go- bierno civil , advirtiendo que no se puede pretender del pueblo la santa vida y perfección del claustro. La dificultad consiste como dixe en procurar que en to- da diversión pública , y aun en toda concurrencia par- ticular de gentes , haya una moderación que no des- acredite la virtud , ni las buenas costumbres , ni se en- señe y mucho menos se practique el vicio. Dixe de claustros y pero conviene añadir aquí que hay personas
35 1 de mucho juicio á quienes les parece muy mal la de- masiada licencia que se han tomado algunos Conven- tos en el dia de representar dentro de sus claustros Tragedias y Comedias , con el fin de divertir á las gen- tes del pueblo que concurren á verlas á porfía. Jamas han penetrado este uso y esta libertad las paredes de aquellos claustros y Monasterios donde habita una modestia estable y una obediencia exemplar , pero en otros muchos se puede advertir que el que renunció ya á las diversiones del siglo vuelve otra vez á ellas sin escrupulizar nada en representar amores y ternezas de uno y otro sexo , ni en com.parecer en el teatro con trage femenil (cosa que debemos confesar es muy in- decente á los Religiosos) y en derramar también al- gunas mercaderías vedadas en ciertos intermedios fes- tivos y alegres para hacerse después ridículos , con el fin de que los aplaudan los espectadores seglares. El claustro es ó deberla ser teatro de penitencia y de re- tiro , y espejo de toda virtud para los pueblos. Puede muy bien que los referidos sabios quisieran ver des- terradas muchas leguas del claustro una licencia se- mejante que jamas metió el pie por espacio de mu- chos siglos en estos sagrados lugares. Pero á lo menos debemos creer que sería esta su intención, esto es , que siendo preciso que los Religiosos tengan algún tiempo de recreación , así como no pueden ni deben ellos con- currir á ciertas diversiones del siglo , así también deben abstenerse mucho mas de dar a^ pueblo unas recrea-
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ciones tan poco convenientes con el decoro y con la religiosidad de su estado , buscando aplauso con seme- jantes representaciones de quien solo debe concebir veneración y estimación por ellos y por el santo há- bito que visten.
CAPITULO XXVII.
De la Caza y de la Pesca , y del modo de vedarla ó permitirla.
jt\ Igunos Teólogos y varios Legistas han tratado del derecho de la Caza así de aves como de quadrupedos , y de la Pesca : entre los quales debemos contar especial- mente á Sebastian de Me'dicis, Italiano , y á Ahasuero Eritschio , Tudesco. En el Corpus Juris Venatorii im- preso en Lipsia en el año de 1702 se hallan reco- gidos estos Autores. Por lo que hace á mi institu- to no dire otra cosa en este asunto que lo que con- viene al buen Príncipe y á la felicidad del pueblo. Grande es el abuso que se advierte en algunos países, tanto por la demasiada severidad con que se prohi- be la caza , como por la excesiva libertad con que se permite. En primer lugar todos conocen que es muy justo que teniendo el Príncipe algún monte ó distri- to de hacienda propia y alodiales , se reserve para su uso el derecho de la caza por medio de algún ban- do 5 pero si quisiera estender también esta prohibí-
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cion sobre los alodiales de sus subditos j si quisiera
conceder igualmente este derecho á sus vasallos en las dependencias de sus feudos 5 entonces se deben hacer á todo Príncipe amante de su pueblo las siguientes reflexiones : esto es , el gran perjuicio que puede re- sultar de esto á la agricultura, que es en lo que de- be poner mucho ciudado todo buen gobierno. En los bandos que prohiben la caza encontraremos tal vez vedado arrancar la maleza , cegar los fosos » cortar los árboles aunque sean propias las selvas , segar los prados á su tiempo ; echar el ganado á los pastos aun- que sean suyos , sino quando quieran permitirlo los Superintendentes de la caza , por temor de que se des- gracien los huevos y los polluelos de las aves. Toda- vía es peor quando queriendo criar javalies , ciervos, gamos y cabras monteses en parages que no esten cer- cados de paredes 6 de estacadas de leña , se dexa á estas bestias la libertad de entrar en los sembrados ágenos sin permitir que se puedan perseguir y ma- tar. No hay duda que el Príncipe que permite esto y no repara los daños peca contra la ley de Dios. He oido varias veces los fieros lamentos de muchos Par- mesanos por el bosque de Colorno j bosque que tie- ne cerca de tres millas de largo , donde no tenían es- crúpulo de tener los últimos Duques de Farnesio, sin embargo que eran muy buenos Príncipes , una gran cantidad de javalies. La desolación que causaban semejantes bestias, las quaks saliéndose del bosque se
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hacían dueños no solo de los campos vecinos sino has- ta de los remotos , se estendia a muchas millas por todo su coriorno. De nada servían los clamores del pujblo por tan exorbitante daño 5 y desgraciado del que se atreviera á tocar aquellos asesinos que lleva- ban en la frente el Noli me tangere quia, Prìncipls sum. No se pudo quitar de la cabeza à muchas de las gen- tes perjudicadas, que la causa de haber venido á me- nos aquella esclarecida familia de Príncipes , y haber- se arruinado las delicias de Colorno y gran parte de aquel bosque , fue un golpe de la ira y justicia del que lo gobierna todo , conmovida de tantas maldicio- nes como disparaban los que veían destruidas sus rentas y fatigas por los mismos que tenían la obli- gación de protegerlos y defenderlos. Ademas de esto sabemos quanto daño causan la multitud de liebres, y lo muy nocivas que son en tiempo de nieves á las tiernas plantas de los árboles frutales. Fuera de que las muchas penas que se imponen y tantos procesos como se hacen en algún lugar es por razón de la ve- da de la caza , ó porque los perros que tienen los la- bradores producen unos grandes desconciertos en las familias de los villanos , y por consiguiente perjudi- can mucho al cultivo de las campiñas que es tan ne- cesario. No digo nada de los perjuicios que resultan á estos , quando se les manda rastrillar toda la yerba silvestre en sus bosques y campiñas , perdiendo en es- to dias enteros y tal vez en la mayor necesidad de
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sus labores rurales. No es posible que un Príncipe cu- yo corazón está poseido de un verdadero amor acia su pueblo y dominado de una paternal clemencia, p:r- mita semejantes agravios y ordene tantos rigores. ¿Y es razón que el gusto de anas pocas gentes haya de costar tantas desazones y perjuicios á toda una comu- nidad entera ? No hay duda en que cada vez que se pregona alguna caza ó batida como sea fuera de los propios alodiales se impone una carga grave al públi- co por los daños que le pueden resultar de ella 5 y al- gunas veces injusta , porque todos tienen derecho por la ley natural á defender sus propios bienes del que quiera perjudicárselos.
No faltan razones ni conveniencias que persua- dan que se puede vedar justamente la caza de algu- nas aves que suelen estar reservadas de ordinario pa- ra las mesas de los Grandes , quales son los faisanes, las perdices y las chochas. Pero si se llega á pro- hibir también la de otra qualquier casta de pájaros será esta una indiscreción insufrible. Antes bien exi- ge todo lo contrario el Bien público , esto es , quie- re que se anime la gente á perseguir tantos pájaros que no nacen mas que para perjudicar las campiñas, como los estorninos , las mirlas , las urracas , los gor- riones y otros semejantes. No reflexionamos sobre es- to , porque acostumbramos á dexar vivir las aves á su gusto 5 mas el que examinase bien este negocio ha- llará que aguantamos con demasiada tolerancia en
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nuestras casas muchos ladrones que viven explendí- damente á nuestras expensas , por estarnos perjudican- do de continuo los sembrados , las viñas y los fru- tos de las campiñas. Reparad solamente en los gor- riones y veréis que csquadrones que hay de ellos en todas partes. Luego que se siembra , al instante que cuaja el trigo , ó bien quando se madura por decirlo así , y lo mismo sucede en el mijo , se conjuran to- dos á llevarse el que puedan ó á destruirlo. Las urra- cas logran tener también muy buenos convites con las panoUas del maiz. Es verdad que comen poco cada vez , pero juntando todos estos pocos resulta un total que es de mucho daño. Ademas de esto persi- guen los renuevos de los árboles y las frutas luego que empiezan á madurar , y se tragan muchas simien- tes de las yerbas que aprovecharían sobre manera si se conservasen. Otros pájaros que viven del trigo lo sacan de la tierra luego que está sembrado , y con- sumen en cada grano á lo menos una espiga que na- cería de eÍ. En Venecia calculan los observadores mas diligentes que los gorriones solos se llevan en di- ferentes tiempos la duodecima parte de la cosecha. áQuien se había de imaginar jamas que habia de ha- ber países donde fuese delito perseguir estos ladro- nes í Pues los hay. Y si dixesc alguno que en estos mismos países se obtiene fácilmente la licencia para ir á cazar pagando alguna cosa , faltará probar siem- pre que no es esta una tienda indecente. Mas bien se
357 deberían buscar y pagar las gentes para que liberta- sen el campo de estos asesinos , como se hace con los que matan zorras , lobos y otros animales nocivos: aunque en algunas partes no se puede aun ir á caza de zorras sin especial permiso.
¿Y que se podrá decir sobre este punto ? No po- demos negar que el Soberano puede prohibir justa- mente al pueblo baxo el uso de las armas de fuego y que se valgan de ellas para la caza por razón de los muchos desórdenes que podrían acontecer si se permi- tiera un uso universal e ilimitado de unas armas tan peligrosas. Pero por lo que toca á cazar con redes, liga , lazos y cepos , tratando de las aves que no es- tán reservadas al Príncipe se deberla permitir á to- dos por aquel derecho natural que tienen todos los hombres sobre los quadrupedos y aves que no tienen dueño conocido , ó á lo menos se debia conceder co« mo una especie de privilegio al que tiene abejas , ó contribuye de otra qualquier manera singular á las ventajas del público , sin querer exigir por esto nin- guna contribución por las licencias. Los sabios Ve- necianos permiten á qualquiera esta caza inocente co- mo no use de escopeta. Los dueños de los campos subministran las redes á los labradores y tiran una ter- cera parte de la presa. Cuentan de un Corregidor de la ciudad de Trivigi, que compareciendo delante de el un villano á quien le hablan quitado la escopeta , por- que fue con ella á caza ( esta era su única pena ) le
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dio aquel Juez prudente una solemne corrección y luego le despidió volviéndole su arma. Y pregunta- do por el misino, por que se hibia contentado con tan poco, le respondió. ¿Acaso castigarías tú al que gistase la pólvora en salvasi Y esto fue' por la consideración de los muchos daños que causan los pájaros en las tierras. Ni hace fuerza decir que con esta licencia se distraería mucho la gente labradora, de las indispensables labo- res del campo. Porque tenemos un exemplo de lo con- trario en los Estados de la República de Venecia, donde se cazan mucho las aves sin que sienta perjuicio el culti- vo de los campos. El tiempo de estas cazas son los ocios; y suelen hacerse por la mañana, por la tarde, ó por la noche. Hay países que por su situación tienen pocas aves , y al contrario hay otros que abundan de ellas, especialmente aquellos por donde pasan al ir ó al vol- ver de los climas calientes. Pero tal vez no habrá nin- guno que no sufra la peste de los gorriones , estor- ninos y otros pájaros nocivos. Se debia premiar co- mo hemos dicho al que procura ó estudia el modo de exterminarlos. A lo menos se debe permitir que la pobre gente saque algún provecho de esta diver- sión , vendiendo las aves que coge para poder satis- facer por este medio las contribuciones públicas. Hay campiñas donde cantan sus arias al ayre millares de cogujadas y engordan dulcemente baxando precipita- dis á buscar su pasto en la tierra sin que nadie se atreva á espantarlas. Somos unos necios, pues dexamos
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engordar nuestras aves para enviarlas después á otras regiones, donde la gente mas avisada hace buena ga- nancia de su presa. Yo soy de un país donde no hay muclia abundancia de cogujadas y con todo se han enriquecido algunos labradores con la caza de ellas.
En quanto á la Pesca no concurren en los pe- ces las calidades perniciosas que hemos observado en las varias especies de animales salvages y de aves que infestan las campiñas. Aquel pueblo inocente se man- tiene sin ningún daño de los hombres ni de las tier- ras. Es cierto que algunos de ellos se hacen guerra mutuamente entre sí y viven solo de rapiña j mas así como la divina Providencia ha dispuesto las co- sas de martcra que las fieras que son homicidas sean poco fecundas para que no se multiplique su casta en perjuicio del hcn bre : así también ha ordenado que la fecundidad de los peces mansos sea increíble y la de los fieros reducidísima. Todos saben que no se puede pescar en los estanques , en los lagos y en las pesquerías de los particulares 5 pero en el mar , en los rios y en las lagunas públicas se debia permitir á todos que pescasen j porque aquellos peces no están en dominio de nadie. Por lo mjismo en el sabio Go- bierno de los Señores Venecianos y en otros paí- ses , está permitido pescar con redes y nasas ; y á la verdad los buenos Príncipes no debian apropiarse lo que es del público , ni privar á su pueblo de esta bella diversión , ni de la ganancia que se puede sa-
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car de ella al mismo tiempo ; y quando hubiera al- guna posesión inmemorial por la qual se pudiese pri- var el uso de las redes en las aguas públicas , á lo menos sería una cosa muy justa que no vendiesen los Ministros muy caras las licencias , porque de otra, suerte se retirarla la gente de un exercicio que re- dunda en una grande utilidad de los particulares y hasta del mismo público. Pero de qualquiera condi- ción que sean las aguas donde pesca el público no se ha de permitir jamas que usen los que pescan de la torta ó de otras pastas que matan ó embriagan los peces , porque el lucro que saca el hombre de esto es cortísimo , y muy considerable el daño que padece la pesca. Fuera de que es menester examinar bien si es cierto que los peces que se cogen de esta manera se vengan de tanta crueldad , convirtie'ndose en una comida daííosa para quien la come. Finalmente no ha de ser lícito á los pescadores impedir la libre corrien- te de las aguas en los rios con sus maniobras.
CAPITULO XXVIII.
De ¡a ÀlUk'u,
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.e es preciso confesar que tengo una cierta repug- nancia de hablar sobre la Milicia j porque por mas que sea este un instituto útil y aun necesario para la con- servación de la República , sin embargo tengo por des-
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gracia ía obligación de tener que mantener gente ar-* mada para la defensa y mucho mas si se quiere para ofender. Ha habido quien ha llamado guerra divina la ■pestilencia , como si Dios hiciese guerra á los hombres quando infesta la peste algún pueblo. Pero la guerra que se hacen los hombres entre sí mutuamente para matarse unos á otros es mas larga y mas frecuente..! ¡Que' gran pensión no es esta del genero humano y, pensión de todos los siglos ! iQu-é felicidad podrá ha- llarse jamas donde danzan las armas y el furor militar? Por haberme dado el Señor una larga vida me ha he- cho ver por mis propios ojos , ó entender por algunas relaciones ciertas de otros quan grande azote de los pueblos es la guerra , no tanto por los males que cau- sa en su hervor , quanto por los que restan para des- pués como aprendices de ella misma por razón de las muchas ruinas de los particulares y de los varios ere'- ditos que contrae el público. Lo peor es que este se puede llamar un mal inevitable , porque jamas faltó ni se acabará nunca la ambición de los Príncipes , nom- bre que significa la mala inclinación que tienen de conquistar lo^ageno y de estender los límites de su propio Imperio. Y si no mirad el fiero tumulto del mun-^ do 5 el que no tiene armas está siempre expuesto á las supercherías y tiranías de quien las tiene 5 y al contrario, el que las tiene está sujeto á muchas mutaciones peli- grosas. Hemos visto exercitos que sin título, ni dere- cho alguno han dominado los Estados ágenos , talando
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con igual rigor los pueblos Inocentes que no eran sub- ditos suyos , que sus propios vasallos. Ademas de es- to sucede de ordinario que el que tiene este gran pru- rito de estar en guerras continuamente , al paso que hace gemir á sus vecinos no puede menos de hacer llorar también á su mismo pueblo con las muchas cargas con que lo grava ; con exponerlo á la destruc- ción si vencen los enemigos ; con sacrificar tanta gen- te á su cara pasión ; y con reducir las campiñas á que queden sin cultivo por las muchas levas de gente que hacen. La principal causa de estas lastimas son como he dicho las testas coronadas que jamas se contentan con lo que poseen. Las últimas guerras nos ofrecen tinos exemplares muy recientes de ello. La Milicia pues ó la soldadesca es la que hace infelices á mu- chos países executando las órdenes soberanas ó por ne- cesidad ó por barbarie , y muchas veces contra la mente de los mismos señores. Aun quando vaya her- manada la suerte con las armas de un Príncipe y logre hacerse mas grande y poderoso estendiendo los límites de su Imperio , no creáis que su engrandecimiento ser- virá para mejorar la suerte á sus vasallos j los subdi- tos se quedarán como estaban antes, y solo el daño pa- decido por ellos suele convertirse en beneficio del Príncipe. Muy peligrosa es pues , por no decir infeliz, la situación de los Príncipes menores. Si estos no tie- nen fortalezas 6 ciudades bien fortificadas , qualquiera de los Soberanos puede y suele hollarlos fácilmente,
y se apoderan también de sus Estados. Y sí Jas tienen hemos visto muchísimas veces que en vez de servirles para bien suyo son las que causan la ruina de ellos mismos en tiempo de guerras. El que está constituido en las inmediaciones y tiene mas fuerza halla siempre en sus libros alguna razón para apoderarse de lo age- no , y modos igualmente de torcer aquellos cañones contra el dueíío legítimo j por lo que conviene rogar á Dios que haga restitución de ello algún dia. ¿Que diremos pues aquí acerca de esto ? En primer lugar que todo el que tiene fortuna de gozar una buena paz puede ser que se queje y no injustamente de otros males j pero no hay duda que goza de un bien que es muy apreciable y envidiable entre todos los que ofrece el mundo. Segundariamente , que quando la guerra se hace por unos Príncipes moderados que tie-« nen bien presentes las máximas de la caridad Chris- tiana y de la justicia , y poseen al mismo tiempo el conveniente nervio del dinero , requisito de mucha im* portancia para este negocio , no faltarán seguramente daños y cargas al país , pero serán llevaderas i y puede que se recompensen alguna vez parte de ellas con la abundancia del oro que se queda en el. Dixe alguna vez , porque por lo regular no suceden sino ayes y des- pués se sigue la pobreza. Dios preserve á los vasallos, así amigos como enemigos , quando el Príncipe llega á hacer guerra con mucha tropa y poco dinero. No es menester mucho para adivinar á quien tocará suplir
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esta falta. "Fuera de que la gente armada y mal paga- da piensa que tiene un privilegio muy ancho de vivir á su libertad. En tercer lugar , qualquier Príncipe qiie mantiene tropas á proporción de su Erario , no es dig- no de vituperio, antes bien merece ser alabado 5 porque el derecho natural dicta la defensa de los propios Es- tados , ciudades , fortalezas y derechos contra todo el que intentase oprimirlo 5 y es también de la obligación de un Príncipe preservar y libertar si puede á sus pue- blos de los insultos enemigos. Pero debíamos desear que los ánimos de los Príncipes se contuviesen dentro de unas deseos tan justos , y no tomasen las armas si- no precisados por algún mal presente ó futuro que se temiese razonablemente j porque jamas se podrá llamar gloria de estos , antes será motivo de un justo vitupe- rio, emprender una guerra sin verdadera necesidad, buscando pretextos que nunca faltan para engullirse los dominios ágenos , y rompiendo sin escrúpulo la fe pública y los mas solemnes tratados , por la codicia de las nuevas conquistas. Finalmente , supuesta la necesi- dad y la costumbre de tener soldados aventureros nin- gún buen Príncipe necesita que nadie le acuerde la obligación que tiene de contener dentro de los precep- tos de la disciplina militar á unos hombres que pue- den abusar tan fácilmente de la fuerza y avasallar á los débiles. Todo Príncipe que logra tener una tropa bien disciplinada y que sepa contenerse dentro de los límites que prescribe una moderación razonable puede
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gloriarse especialmente de esta atención. Aunque no
hay ninguna nación cuita en todo el orbe Christiane que no viva con disciplina por quererlo así los Gene- rales y Oficiales mayores. Y á la verdad el que pro- fesa la ley de Jesu-Christo , ley de caridad y de jus- ticia , no debia ser semejante á los leones , ni á los ti- gres , los quales aunque esten domesticados jamas se desnudan enteramente de su furia y fatal inclinación.
Resta ver ahora si hemos de disciplinar á los pue- blos en la Milicia, á fin de habilitarlos en el manejo de las armas para que puedan pelear en toda guerra que se ofrezca así ofensiva como defensiva. Desde los siglos bárbaros en que empezaron á gobernarse por Repúblicas las ciudades de Italia, y tenia parte el pue- blo en el gobierno , se declaró conveniente también que estuviese disciplinada la plebe para acudir á las necesidades públicas. Quando se trataba de defender la patria todos exponían voluntariamente la vida pa- ra salvar el bien común , pero propio de cada uno, esto es, la libertad y la participación de los honores. Y sin embargo, sabemos que se suscitaron entonces muchas turbulencias y guerras civiles entre los nobles y la ple- be. En estas Repúblicas dond^ fue depositado sabia- • mente el Gobierno en la noblv:za podria ser peligroso tal vez hacer guerrero al pueblo. Y al contrario , en el Estado Monárquico no hay que temer nada regu- larmente de adoctrinar al pueblo en el arte de la guerra. Solo debemos advertir aquí que es lo que se
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puede prometer el Soberano de tan buenos guerreros. Puede hacerles aprender toda la ordenanza y todos los movimientos y exercicios militares j pero es me- nester ver también si podrá inspirarles igualmente dos requisitos muy importantes para sacar buen fruto, es- to es , el corage y el deseo de exponer la vida por su Príncipe. Se mostrarla forastero en el mundo el que ig- norase que la gente de nueva leva que jamas ha estado acostumbrada al fuego, lleva consigo el espanto en to- da acción de armas. Diez mil veteranos y aun muchos menos son bastantes para hacer volver atrás á cincuen- ta mil bisónos de estos. Pero pueden servir por re- clutas , los quales mezclados con la gente veterana y animados con el exemplo del que no muestra miedo, tendrán tal vez el pie firme. El valor se excita por el deseo de la gloria , por el amor acia el Príncipe , por la codicia de los despojos , por la desesperación y por otros motivos , pero de ordinario no se halla en el corazón que no ha aprendido que se puede pelear sin perder la vida. Es cosa muy rara que haya pensa- mientos generosos de gloria en una gente acostum- brada á vivir con baxcza , y que en un pueblo car- gado de tributos se encuentre tanto afecto acia su Príncipe, que quieran los subditos buscarse volunta- riamente la muerte y sacrificarse por el. Pero jamas se debe esperar mucho de los pobres aldeanos aun- que esten bien armados y gobernados j y el que no tenga mejores tropas que esta , puede decir de algún
3^7 modo que no tiene ninguna , excepto el cxso en que
se trate de defender lo interior de las fortalezas.
Sin embargo, no liabrá nunca razón para vitupe- rar al Príncipe que quiera amaestrar á sus pueblos en el arte de la guerra , fuera de los soldados asalariados que acostumbran tener para la seguridad de sus do- minios. En algunas ocasiones y urgencias pueden ha- cer estos buenos servicios al Estado 5 pero no basta darles la escuela de los exercicios militares , es preci- so animarlos con privilegios y beneficios. Es cosa es- traña que en algunos países hayan de pagar los Mi- licianos , esto es , las gentes de campaña que se alis- tan por soldados, un tributo anuo al Príncipe por un honor que nadie apetece , ó les obliguen á contribuir de quando en quando con cierta cantidad de dinero para las revistas. No hay carga mas injustamente im- puesta , porque es del todo contraria á las leyes de la milicia. Y aunque no hay que hacer mucho caso como dixe de estas tropas para una guerra abierta j con to- do se pueden lograr dos ventajas en que la gente se halle experta en las Ordenanzas militares y en el ma- nejo de las armas. Porque si el Príncipe formase va* rias compañías y batallones de los jóvenes ciudada- nos según la diferente condición de ellos , sin obligar- los á ningún gasto á los que se alistaren , antes bien concediéndoles algún privilegio, no hay duda que sen- tarla plaza la juventud de muy buena gana ; concur^ ririan gostosos á aprender los exercicios militares j y
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buscárian voluntariamente el uniforme. La vanidad de comparecer armados á la vista del otro pueblo , y con especialidad á los ojos de los que por derecho natu- ral no tienen otras armas que manejar que la mazor- ca y la ahuja , haria aprecLable y deleitable en extre- mo este empleo á los corazones juveniles. Pero estos guerreros ( conviene repetirlo ) no se deben formar jamas con el fin de servirnos de ellos en los empeños de las guerras. Sin embargo, podrán ser muy útiles pa- ra la defensa y custodia de su misma plaza. Hemos visto no ha mucho tiempo los exemplos de esto en las estrepitosas escenas de la ínclita ciudad de Geno- va. El verdadero fin de mantener estas tropas apa- rentes ha de ser para servirse de ellas en las insignes solemnidades del Príncipe y de la Iglesia. ¿Que bien parece una ciudad quando vestidos de gala los ciu- dadanos, y puestos sobre las armas se dividen en es- quadrones con diferentes vanderas , mostrando su ale- gría por la felicidad del Príncipe , ó su devoción en las fiestas mas celebres del christianismo ? Llamadlas quanto queráis pompas inútiles j pero por mas ador- nos que se hagan entonces, el mas bien parecido será siempre la vista de tantos esquadrones de hombres ar- mados , bien ordenados y bellamente vestidos. El otro bien consistirá en la misma instrucción y exercicio militar de los jóvenes. Por algunos meses de la buena estación se podria dar á los soldados urbanos la mis- ma escuela que tienen los soldados de fortuna , des-
3 (59 tinando ias tardes de los dias de fiesta solamente pa- ra disciplinarlos , después de concluidos los divinos Oficios. Este es un medio honesto de apartar á la ju- ventud de las peligrosas diversiones de hosterías , ena- moramientos y juegos de fortuna en aquellas horas de ocio. Una gran parte del pueblo concurriría tam- bién á estos exercicios y gozaría del referido benefi- cio. Esto mismo se podía igualmente observar en las aldeas •; pero para con los labradores conviene obser- var otras reglas. Por último de advertir que si el Príncipe tuviese algunos motivos de disciplinar la gen- te labradora en el oficio de la guerra para servirse de ella en las funciones militares , se despoblarían los campos de los mas robustos y mejores instrumentos de la agricultura j bien de mucha importancia en todos los Estados , de lo qual provendría un gravísimo daño. Jamas se contó entre las glorias de ningún Mo- narca haber hecho con muchas guerras una sangría tan exorbitante de gente que quedasen las tierras in- cultas. La necesidad de la ofensa puede solamente es- cusar estos excesos ; pero nunca será bastante escusa la ambición y el capricho de los Príncipes.
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370
CAPITULO XXIX.
De los edificios , de ¡a policía y de la pública sanidad de las tierras y de las ciudades^
fos hermosos y magníñcos edificios tanto eclesiásti- cos como profanos que adornan y se observan en una ciudad , son una señal infalible de su opulencia. Las fábricas viejas solamente indican la codicia de los tiempos 5 las modernas atestiguan la felicidad presente y la riqueza de aquel pueblo. Al contrario , si queréis saber la pobreza ó la medianía de alguna población preguntárselo á sus edificios. Ya dixe arriba que se de- biera desear que se inspirase el genio de edificar á los ciudadanos , y porfiasen entre sí en levantar fábricas suntuosas , así para su propia conveniencia como para adorno público» De esto resulta una buena hermosura á la ciudad j y por lo mismo se debia llamar pruden- te el pueblo que tuviese una renta anua fija destinada únicamente para erigir nuevos edificios para adorno ó utilidad del público j como los palacios del común por excmplo y. las plazas , los pórticos los hospita- les , las casas para dar que trabajar en ellas á los po- bres , las puentes , las puertas , &c. Quando ni el pue- blo y ni los particulares tengan facultades para hacer grandes edificios , deben procurará lo menos que con- curra el buen gusto en los que se construían. Hay ciudades grandes dentro y fuera de la Italia donde no
371 se advierten ningunos palacios soberbios , y sin em- bargo respiran hermosura todas sus casas , plazas y calles. El buen gusto de la Arquitectura puede com- parecer en lo pequeño no me'nos que en lo grande. Y al contrario hay otras donde se fabrica , es ver- dad ; pero sin gusto ni propiedad : donde se ven aun columnas de madera , y los atrios e iglesias parecen barracas ó chozas en medio de otros bellos edificioSi ó en el centro de la ciudad , y otras deformidades. Por esto debian saber los Príncipes que el sobrado descuido de la hermosura en esta parte se convierte en desdoro del pueblo y hasta de ellos mismos 5 y que si -Son amantes de la gloria deben gastar alguna parte de sus pensamientos en hacer siempre mas explendidas y lucidas las ciudades de sus Estados. La grande , la bella Roma que va creciendo mas de cada dia en hermo- sura tiene muy buenos reglamentos para favorecer en quanto sea posible al que quiera levantar nuevas fá- bricas , de lo qual proviene especialmente que sea promovido el adorno y decoro público. Sobre este particular solo desean algunos que se anteponga la solidez de la Arquitectura antigua al excesivo ornato de la moderna. Toda otra ciudad bien gobernada de- bía tener por su parte otra tanta solicitud y cuidado en este ramo.
Para esto debia elegir cada una sus Ediles , esto es , unos superintendentes de los edificios públicos ó privados , como los hubo en la antigua Roma y los
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372
hay tambicn todavía en todas partes donde está sabia- mente ordenado el Gobierno. Pero es menester ad- vertir sobre todas cosas que así como la multitud de bellos edificios se debe llamar gloria de una ciudad, así también debe reputarse por una gran vergüenza de un pueblo la falta de ellos , ó tolerar con pacien- cia ciertas deformidades quando las haya , sin procu- rar jamas aplicar el remedio donde pudiera tener efec- to. Es preciso reflexionar también que los Príncipes suelen pensar de ordinario en poblar y adornar su capital olvidándose de las demás ciudades y pueblos de sus Estados , en los quales deben procurar igual- mente la decencia , la utilidad y la conservación y au- mento de la población. Corriendo yo por algunas ciu- dades de la Serenísima República de Venecia , al ver- las florecientes y bien pobladas iba preguntando la causa de ello. No hay duda que para mantenerlas de esta suerte contribuye mucho el buen Gobierno y la fertili- dad del terreno , pero se debe añadir todavía otra ra- zón. Los nobles de aquella ciudad huyen regularmen- te de edificar casas en Venecia , porque tendrían que gastar mucho en su construcción , sin poder esperar ninguna carga ni emolumento. Por lo que permane^ cen en la casa que vivie'ron y habitaron sus mayo- res j y gastando allí las rentas de sus bienes hacen que se conserve la decencia y la población en aque- llas mismas ciudades. No sucede así por lo regular en los dominios de los Príncipes. Muchos nobles de las
37 3 demás ciudades subalternas se van á vivir á la capi^
tal por la esperanza de lograr algún puesto en la Cor- te ú otros empleos lucrosos, y consumen allí las me- jores rentas del Estado : de modo que para engran- decer y exiiltar á una ciudad vienen á debilitar y ex-' tenuar todas las otras. De esto tenemos muchos excm- píos en Italia. Me decia un Ingles que se habia he- cho en este sido una nueva ciudad en Londres : tan- tas son las fábricas que se han hecho en aquella Cor- te desde que empezaron á irse á vivir en ella los de las provincias. Pero algún día se resentirán y lamen- tarán estas de una tan gran transmigración de gente. No ignoro que cada qual podria sostener muy bien el .partido de la metrópoli ó capital j mas creo igualmente que se podia hacer ver con mns fuertes razones el daño público que resulta de alimentar tan- to la cabeza que queden sumamente flacos y débiles todos los demás miembros.
No habrá nadie que no desee y dexe de conocer lo muy útil que es la Policía á toda ciudad y pueblo, esto es , que estén bien empedradas las calles, noble:? mente enlosados los pórticos y todo limpio y sin in-r mundicia. Decidme por fevor , ¿que' concepto, se ha4 bia de formar de un pueblo que tuviera las calles su-* cias , llenas de polvo y basura en verano y de lodo en invierno ? ¿Que no da la menor providencia so* bre los hielos y las nieves ? ¿Que aunque tenga pór- ticos están en mal estado por los fragmentos de
374 las piedras mal unidas ; empedrados sus suelos como
las calles, y casi horribles e incómodos por las bocas, surcos y prominencias que forma en ellos el lodo? jQuan grande es eita indolencia !No se podrá negar la razón al que llamase á estos habitantes gente sin cul- tura, ni civilidad y desposeídos de nobleza de espíri- tu. Si acostumbrado el pueblo á semejantes fealda- des no piensa en emendarlas , debe pensarlo el Prínci- pe y sus Ministros por el decoro de la ciudad. ¿Tan- to se necesita acaso para tener limpia una población? La ciudad de Manheim en Alemania era extremada- mente sucia. Prometió un ingenioso Lombardo que la limpiaría y la tendría bien aseada. Se hizo un contrato por diez años dándole una gran paga por su traba- jo y cumplió puntualmente con su obligación. Luego que se concluyó el plazo se ofrecieron otros á hacerlo por mucho menos ; y llegó esta faena con el tiempo á tal punto que en vez de pagar la ciudad á otro ha- lló quien tomase sobre sí aquella carga pagando al público una cantidad anualmente. Id á Amsterdam, ciudad de tanta población , y veréis- como lo hacen. No queráis examinar otras ciudades , porque torceréis la boca. No todos los países se pueden gobernar con el orden conveniente en lo que mira á las cloacas y alcantarillas , porque importa mucho conservar la ba- sura para las necesidades del campo. En otras partes están muy sucias las escaleras de los palacios públi- cos por las orines que se recogen en ellas. Si es por
37J el fin de emplearlas en las fábricas de paños hay al- guna escusa 5 pero de otra suerte sería esto una im- propiedad enorme. Bueno fuera que se procurase aque- lla utilidad de un modo mas decente j porque á cada uno le pertenece procurar del mejor modo posible la policía del público , tanto por honor de su país como por la sanidad.
De esta sanidad es menester decir algo también aunque parezca superfluo , por quanto me imagino que no habrá ciudad que dexe de tener diputado air gun Magistrado para la defensa de este requisito que es el mas esencial de la Felicidad Pública. Las ciu- dades y poblaciones que están constituidas en la ori- lla del mar, mayormente si. son mercantiles y tienen puerto , necesitan mas atención que los demás luga- res para preservarlas de la peste , porque como este mal tiene su imperio en los países de Levante pue- de pasar á Italia muy fácilmente por el mar. Y ya que no se ha hallado todavía hasta aquí un remedia específico para la pestilencia de los hombres ^ caba- llos , bueyes, &c. no se ha de escusar diligencia ala- guna á lo menos para cautelarnos contra una enfer- medad tan terrible , á fin de que no penetre jamas- nuestro clima. Qualquier rigor que aplique en esta, parfe un buen Príncipe será muy loable > y al con- trario , toda indulgencia y descuido será digno del mayor vituperio. Ya hemos dicho en otra parte lo muy importantes que son los Médicos á un país co-
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mo sean bien recomendables no me'nos por la me- jor teorica que por su mucha práctica para mante- ner en e'i la sanidad ordinaria. Estos tienen libros muy buenos para preservarnos de los males y conservar nues- tra salud 5 pero son pocos los que los leen. Y aunque los lean tenemos tantos enemigos secretos que pueden desconcertarnos la harmonía , de la admirable máqui- na del cuerpo sin advertirlo , que no sabemos como defendernos de ellos , ni pueden libertarnos tampoco los Me'dicos. Uno de los grandes requisitos para con- servar nuestra salud es el ayre puro, el quaí sirve para la respiración , penetra la masa de la sangre , e influye en las demás acciones del cuerpo humano , tal como suele ser el de los montes y cerros y hasta el de las lla- nuras quando están distantes de lagunas. Hay vientos favorables y los hay contrarios á la salud. Un Le- vante ó un Austro bastan para desconcertar nuestros humores , como lo experimenta muy bien el que por sus achaques está expuesto á influencias. Un tiempo nublado y de niebla se hace sentir con especialidad de los enfermos y valetudinarios. Y los movimien- tos de la luna parece que tienen también algún in- fluxo sobre estos. Ahora bien ¿y cómo podremos pre- servar del mal al que habita en las cercanías de los pantanos y lagunas respirando ayres gruesos y ex- puestos á los efluvios de las aguas estancadas ? Bieti- sabemos los efectos de la campiña de Pvoma y de di- ferentes riberas. Fuera bueno que estas se poblaseni.
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mas ci que pase á ellas va á poblar los sepulcros.
Pero quando no puedan impedir los Médicos el acceso de varias enfermedades y el de algunas epidemias tal vez,á las quales estamos expuestos por mas sobria- mente que vivamos j sin embargo , los diputados de la salud pública deben cuidar de que no se vendan car- nes , pescados , ni frutas de mala calidad. Deben velar con la ma^^or solicitud que no este cargada de avena la harina , ni el pan que haya de servir para el públi- co , no sea que perturbe la mente y estrague el estó- mago al que lo coma } porque esto sería un verda- dero veneno. Y lo mismo se debe decir de la harina de trigo viciado de abas y de maíz podrido. No fal- tan horneros, ni molineros de mala conciencia que á pe- sar de las buenas leyes que tiene cada ciudad quieren y saben preparar de tal modo la avena y la ballueca que las venden por buen trigo, y perjudican por este medio la sanidad pública. A los que revelasen estos asesinos se les debe proponer por premio una parte de la multa que se saque á los delinqüentes. Mucho es el desorden de un país donde se halla alguna vez atosigada la pobre gente sin que nadie piense en remediarla. Los buenos Prínci- pes deben procurar todos los medios posibles para que se sequen las tierras pantanosas y las aguas muertas, mandando abrir las zanjas y fosos oportunos que permi- tiese la situación de los terrenos. El que no piensa en estoni trata de remediarlo desmiente ser padre común de sus subditos y no repara en el propio daño que le ha de
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378
resultar por las enfermedades y muertes de aquel gran número de habitantes , por la infeliz cultura de aque- llas campiñas. Y si hubiese algún país donde se echa- sen menos las aguas puras y saludables , y se viese precisada la gente á beber algunas aguas crudas , pan- tanosas y de mal olor y calidad 5 será una empresa gloriosa de un Príncipe , ó conducir allí buenas aguas si fuese posible por medio de aquaductos , ó bien man- dar que se construyesen en aquel paragc algunas cis- ternas públicas y privadas , ó á lo menos que se ense- ñe á aquellos habitantes el mejor modo de purificar el agua mala. No se puede ponderar bastante lo muy importante que es este elemento para la salud de las gentes y las muchas enfermedades que provienen del uso de las aguas viciosas. En Inglaterra hay penas impuestas contra los que quebrantan el lino ó el cáña- mo en los rios , lagos y canales públicos. Porque esto creen ellos que es envenenar las aguas , de lo qual puede resultar muchísimo perjuicio á las bestias que la beban igualmente que á los peces. El cáñamo y el li- no se blanquean mas en las aguas corrientes j mas quando resultase de este bien algún verdadero mal á las bestias no se debia tolerar jamas. Pero dexare para otros el examen de este punto.
19
CAPITULO XXX.
Conclusión de este Tratado.
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'espues de haber tratado hasta aquí de la Felicidad Pública conviene finalmente volver á lo que adveni- mos al principio : esto es , que aquí se trata de un bien que aunque se desea mucho en el mundo no pue- de ser jamas puro ni permanente , porque está siem- pre mezclado con muchos males y expuesto también á tales vicisitudes que quedando vencido el bien de la República de los muchos males , sucede la infelicidad á la común felicidad. No hay mas que un país donde podremos gozar de una perfecta alegría y de una tran- quilidad inmutable si llegamos á entrar en el por la misericordia de Dios. Dios ha determinado por sus sabios decretos que habiten sobre la tierra tantas mi- serias y tantos males que perturban la tranquilidad de alma y cuerpo para que no pongamos nuestro amor en esta baxa morada y la busquemos mejor en la otra vida. Quando el Señor y Gobernador de todas las co- sas quiera ó permita que las epidemias , las enferme- dades , las carestías , los terremotos , las inundaciones y otros males semejantes que llamamos naturales afli' jan los pueblos algunas veces , deb.'mos baxar humil- demente la cabeza y venerar sus altos fines. Persua- diéndonos á que este azote aunque desagradable se dirige á nuestro bien , esto es , á convertimos de la
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3S0
iniquidad y acostumbrarnos á ganar con la paciencia ía feliz inmortalidad. La misma resignación y humil- dad se ha de tener quando permite Dios qu^ se encien- dan las guerras en la tierra ; esto es , un mal querido y buscado por la malicia de los hombres : y si estas fuesen producidas por la legítima defensa de los de- rechos y Estados del Príncipe serán injustas las quejas de los subditos. Pero si alguno las emprende sin jus- ta causa y palia con varios pretextos su injusticia mo- vido solamente de su poder , ó del deseo de estender sus límites , ó por la envidia del engrandecimiento de otro aunque fuese justo , y desconoce la Religión , el parentesco, y la fe pública, á fin de satisfacer sus ape- titos desordenados , serian escusables las plumas de los Historiadores si se convirtiesen en saetas contra su mem.oria Mas suele suceder lo contrario por lo común. No hay Príncipe mas incensado que estos tales: ninguno es colocado entre los héroes con mas facili- dad que el ambicioso que hizo mas estrago en el ge- nero humano. Las miserias que arrastra consigo la guerra las ha de contar quien las experimenta , no el que las conoce solamente por las Gazetas. Pero de qualquiera condición que sea el país que uno habita, mas ó menos sujeto á las malignas influencias del ay- re , ó á los peligros de la guerra , siempre es y será verdadero decir que todo Príncipe y todo Ministro debe promover y conservar el Bien público quanto sea posible 5 y reducirlo á sa primitiva armonia si se viese
38r desconcertado alguna vez por los accidentes humanos. Esta debe ser ia iiúra principal y el punto de lionor de los que gobiernan. La Justicia y los comestibles no bastan por sí solos para formar la felicidad del pue- blo. Hay y puede haber otros muchos bienes que le hagan fsita 6 sea preciso procurárselos , y muchísimos m.ales que le impidan también poderse llamar feliz. Dichosos los Reyes y gloriosos los Príncipes dignos de las bendiciones de su pueblo, que sabiendo que Dios los ha destinado al mando para el bien de sus subdi- tos especiahTiente , emplean en esto toda su capacidad y diligencia. Los Santos ( repitámoslo ) han dado á Dios un dulce nombre llamándole Filantropo , esto es, amador de los hombres : y por lo mismo no se puede hacer otro elogio mas bello á un Príncipe que llamar- le un verdadero amante de sus subditos en consideración de los beneficios que le merecen.
382
INDICE
DE LOS capítulos que contiene esta Obra. .
Cz\PITULO 1. Due se entìenLt por Pública Fe- licidad, p3g. 1 CAP. n. Q^íie todo el cuidado de los buenos Prìri"
cipes ha de ser procurar la Felicidad Pública, 6
CAP. in. También es cargo de los M'ahtros de los Príncipes el procurar la Felicidad Pú- blica. 1 9
CAP. IV". De la educación de la juventud para
habilitarla á los Ministerios públicos. 2 7
CAP. V. Del fin que deberán proponerse los Prin- cipes , los Ministros y los Sabios para procurar el Bien público. 4 1
CAP. VL De la Religión. 4 8
CAP. Vn. Del estudio de las Ciencias. ^ 8
CAP. VIIL De la Christiana Filosofia de las cos- tumbres, ^ 8 CxVP. IX. De la Jurisprudencia y de la Jus-
tícia, 7 5
CAP. X. De las Leyes. 8 5
CAP. XL De la Medicina, i 10
CAP. XU. De las Matemáticas, i 2 l
3^3 CAP. XIII. De Ja Lógica , Fìsica y Metafi- sica. 127 CAP. XIV. De la Historia , Erudición , Eloqüen-
eia y Poesía, I 3 ^
CAP. XV. De la Agricultura. 148
CAP. XVI. De las Artes necesarias 6 útiles al
Estado , y del Comercio. I 7 I
CAP. XVII. Del cuidado particular que debe te- ner el Príncipe en fomentar el aumento de las Artes y del Comtrcio. 1 96
CAP. XVIII. De los comestibles. 2o9
CAP. XIX. Del Luxo. 222
CAP. XX. De otros desórdenes que hay que tm' pedir y desterrar de los Estados , sobre los quales debe velar el buen Príncipe. 2 40
CAP. XXI. De la luxuria , de la embriaguez, y de otros desórdenes populares que debe prohi- bir ó enfrenar el Principe. 260 CAP. XXII. De la imposición de tributos. 2 jó CAP. XXIII. Del exceso de los tributos y gravá- menes , y del modo de remediarlo. 2 P 4 CAP. XXIV. De la Moneda. 311 CAP. XXV. De los Archivos públicos , de los
Escribanos y del gobierno de los pobres. 3 2 9
CAP. XXVI. De los juegos públicos honestos. 342
CAP. XXVII. De la caza y de la pesca , y del
modo de vedarla ó permitirla. 252
584
CAP. XXVIII. Df la Milicia, 3 60
CAP. XXíX. De los edipdos , de la Polhia y ds la publica sanidad de las tierras y de las ciudades, 370
CAP. XXX. Conclusión de este Tratado, 375?
3^5 INDICE
de las materias contenidas en este Tratado.
A ... . ^
JTjLcademias útiles , y quáles son mas útiles , p. 35. Sería
muy loable una Academia donde se tratasen las máximas
del buen Gobierno , ibid. Agricultura , quan importante sea su estudio , p. 148. Y
como se ha de promover , p. 150' Abejas, quan útil sea la cultura ó cuidado de ellas, p. 175. Arquitectos son decorosos y también necesarios á las Ciudar
des , p. 125. Archivos públicos , quán antiguo y loable sea su instituto,
p. 329, También son de desear los rurales , p. 334. Arte de la seda. Véase seda. Arte de la lana , y con quan- to cuidado se deba promover , p. 187. Artes necesarias ó útiles á todo País , p* 1 7 1 .'Quáles son las
que deben introducirse , p. 174. Ateistas ó Deístas : una República compuesta de estos sería
un caos,p. § i. Algodón, se deben promover sus manufacturas , p. 1 87. Aceyte , qué cuidado es menester tener para extraerlo de las
olivas y de varias semillas , p. 158. Aceyte de sesamo introducido por losBoloneses , p. 160.
B Benedicto XIV Pontífice Máximo ; sus sabios reglamentos
para procurar la Felicidad de sus pueblos, p. 191 y i 9 $. Bolonia , su noble instituto para promover el estudio de las
Ciencias, p. 64.
C Caza , abusos que se observan en ella , p. 352. Cáñamo reducido á la sutileza del lino , p. 165. Carlos Manuel , Rey de Cerdena , instituyó una Cátedra de
Ccc
386
Filosofia Moral ,p. 73. Sus nobles pensamientos, p. 78.
Cario Magno instituyó los Enviados Regios , esto es , Visita- dores de las Provincias , p. 243.
Carlos Antonio Broggia , Napolitano , fué un hombre muy hábil en el Comercio , p. 196.
Claustros Religiosos , no son muy decentes en ellos las Co- medias , p. '3 51-
Cirugía ,quan apreciable y necesario sea su uso para curar tanta diversidad de males como afligen la humanidad , p.
Ciro y Trajano dos modelos de buenos Príncipes , p, 8.
Ciudades Italianas que se han dedicado á seguir y fomentar el Comercio , p. 203.
Ciudades , Policía que es necesaria en ellas, p. 373 y sig.
Colegios , Seminarios y otros lugares propios para educar la juventud , y quanta es la utilidad de semejantes estableci- mientos , p. 29.
Colorno , su bosque está lleno de cigarras , y quan dañosas son estas á las tierras vecinas , p. 353.
Comedias y Tragedias , como corrijan los vicios y enseñen la virtud , son dignas de ser deseadas , p. 1 46.
Comedias Italianas que necesitan de corrección , p. 3 47 y sig.
Comercio , quanto importa á un Estado no dificultarlo , p. 190. Y lo mucho que interesa el promoverlo , p. 352
y ^^S-
Ciudadanos , no deben gravarse con demasiadas cargas é im- puestos, p. 170.
Comadres, es menester que se instruyan en su oficio, p.l 20.
Contrabandos , penas desproporcionadas impuestas tal vez contra los que incurren en ellos , p. 303.
Cornelio Tácito , sus libros son nocivos para alguna casta de gentes ,p. 8.
Constantino el Grande , su admirable constitución, p. 256.
Comestibles , de quanta importancia sea la conservación de
387
ello5 , y que ramos abrazan en sí , p. 2 09.
D Derechos privativos nocivos al Comercio , y perjudiciales al
pueblo , p. 2 8 I y sig. Diversiones , es vituperable todo exceso en ellas , p. 343.
E Ediles, el interés que tienen las ciudades en mantenerlos, p.
371- Enviados Regios instituidos por el Emperador Cario Magno,
p. 243.
Eloqiiencia , su estudio es muy recomendable , p. 143.
Erudición , su vasto campo, y tal vez su aridez , p. 141. Qual sea la agradable , p, 142.
Embriaguez : el buen Príncipe no debe tolerar sus excesos, p. 269.
F
Fábricas , estando bien establecidas son decorosas en las Ciudades, p. 370.
Felicidad Pública, qué es lo que se quiere significar con este nombre , p. l . No puede eximirse de muchos males , p. 5. El oficio de los Príncipes consiste en procurarla, p. 10.
Fideicomisos , los desórdenes que provienen de ellos , p. 86.
Fisco , moderación que deben observar sus Ministros, p. 105.
Fisica ó estudio de las cosas naturales , quan útil y deleita- ble sea , p. 133. Sería de desear que los Filósofos hicie- sen experimentos en la Agricultura , p- i 3 5-
Filosofía Moral Christiana , qnán importante sea su estudio, p. 68 y sig. Y quál su oficio ,p. 71.
Francisco I , Emperador actual , su reglamento sobre los Fideicomisos en Toscana , p. 88.
Francisco II, Duque de Modena , sus bellas acciones, p. 259.
G
Graneros instituidos en varios países , que están expuestos á muchos peligros , p. 2 i 3 .
Ccc 2
3S8
Godos que aborrecían el estudio de las Letras , p. 58.
H Hospitales y casas de piedad , atención del Príncipe en favor
de ellos , p. 338. Historia útil , quál debe ser , p. 138.
J
Juventud de nuestros tiempos, su tenor de vida , p. 29 y sig.
Jueces del pueblo , quáles son los que se deben desear , p. 78 y 87.
Juegos de envite , Loterías y Bisbises examinadas , p. 287.
Juegos públicos que se deben permitir , p. 342. Pero es vi- tuperable el exceso , p. 346.
Jurisprudencia y Justicia , quán necesario sea su estudio en todo país , p- 7 $ y sig.
I
Ignorancia , los infinitos males que produxo en Italia en tiempo de los siglos bárbaros , p. 61.
Ingenieros, gente necesaria en toda ciudad y estado, p. 125.
Inspectores ó Visitadores que deberían enviarse de tiempo en tiempo á las Provincias para indagar los abusos , p. 243
y sig.
L
Lana , vtase Arte , p. 187.
Lascivia , sus excesos no deben ser tolerados jamas por un buen Príncipe , p. 262.
Leyes , su necesidad y la utilidad que redunda de ellas , p. 85. Se pide mucha atención y meditación para formarlas, p. 86. Y quáles son las leyes que deben mandar al Prín- cipe , p. 103.
Letras y Ciencias : quanto importa al Bien público que se mantengan y promuevan , p. 58.
Libros , se ha excedido la imprenia en este ramo , p. 6^.
Luis XIV , Rey de Francia ; sus gloriosas acciones , p. 2 i y 2 2. Promovió el estudio de las Letras , p. ó ó.
3^9 Lógica , si7 estudio es necesario para aprender todas las de- mas Ciencias , p. i 27. Longobardos arruinaron enteramente las Letras en Italia , p.
Loterías y Bisbises son perjudiciales al publico , p. 287. Es- pecialmente la de Genova , p. 290.
Luxo ladrón , pero favorito , quién lo introduxo en Italia, p. 222. Apologistas del iuxo y sus impugnadores ,p. 2 2 3. Eazones para combatirlo ,p. 231 y sig.
M
Matemáticas , quán útiles y necesarias son al Bien publico, p. I 2 I y sig.
Mecánica , quán útil es su estudio y sus imbenciones acia el público , p. 124.
Medicina , ciencia desacreditada por algunos , p. 1 1 o. No menos útil que necesaria á los pueblos , p. 1 1 2. La esca- sez de remedios que ofrece , p. 113. Algunos de ellos han sido usados por las viejas , p. 118.
Mendigos , estando sanos y robustos no deben ser tolerados, p. 340. ^
Milicia, su necesidad, pero madre de niuchos males, p. 360. Donde convenga disciplinar al pueblo en el exercicio y uso de las armas , p. '^jdj-
Mercadería , el tráfico de esta no debe perjudicar á la noble- za , p. i 92.
Ministros de los Príncipes , su oficio es procurar la Felicidad del pueblo, p. 1 9, El mucho cuidado que es menester po- ner en educar los jóvenes que salen aptos para el Ministe- rio , p. 27.
Monedas^, quán intrincado eseste asunto, p. 311. MonedaS' perseguidas y rehusadas , p. 3 i 2. La moneda de cobre se debe reducir á aquella cantidad que baste para un país, p. 324.
39^
N
Nobleza ,su compatibilidad con el comercio , p. 191.
Notarios , quán zeloso sea su oficio, y quáles son los que de- ben ser elegidos para serlo , p. 33^ y sig.
Oro y plata , la inmensa cantidad de estos metales que ha si- do conducida á Europa desde la América , p. 3 i ó. Lo mucho que cuesta sacarlos de las minas , p. 318. Como se difunden por las Naciones Europeas , p. 319. Como van á perderse en los países de Oriente , p. 3 2 i y sig.
P
Pastores sagrados y personas religiosas que son necesarias pa- ra la conservación y aumento de la Religión , p. ^3.
Penas , estas deben ser proporcionadas á los delitos , p. 303. En algunos países son excesivas las que hay impuestas con- tra los contrabandos , ibid.
Pesca , deberia ser libre , p. 259.
Pedro el Grande , Emperador de la Rusia , sus gloriosas ac- ciones, p. 2 2. Se abrrogó el título de cabeza de su Iglesia, p. 57. Promovió ei estudio de las letras , p. 66, 202 y 205.
Poesía , su estudio es loable , p. 1 44.
Pobres , quanto cuidado deba tener de ellos el buen Prínci-
pe, p. 3 37-_ Príncipes , su principal ocupación debe ser procurar el Bien
publico en quanto les sea posible, p. 9. Su gloria si son pastores y padres del pueblo , p. 1 1 y sig. Estas máximas deben ser inspiradas por los que tengan el cuidado de su educación , p. 15. Principalmente están obligados á hacer que se administre justicia , p. 99. Príncipes, no deben mostrar ninguna parcialidad en los pley- tos que se ofrezcan entre los particulares , p. i 04. Su cuidado para hacer que florezca el comercio, p. 202. Uti- lidad que resulta de dar audiencia á los recursos del pue- blo , p. 241. Y de enviar Visitadores á las Provincias, p. 243.
391
Príncipes , como padres del pnebTo d¿ben quitar ó enfrenar
ciertos desórdenes populares que no están castigados por las Leyes , p. 260. Deben dar buen exemplo de conti- nencia , p. 264.
Privilegios que redundan en perjuicio del público no se de- ben conceder jamas , p. i o i .
Policía que se debe procurar en las Ciudades , p. 373.
R
Religión, quanto cuidado deben tener los Príncipes para con- servarla en los pueblos , p. 48. Esta debe ser la de Jesu- Christo y la Católica , p. 52. Excesos que son accidenta- les en ella, p- 5 5*
Richecourt ( el Conde ) , manufacturas introducidas por él en Toscana , p. 182.
S
Sanidad : toda Ciudad debe tener un Magistrado encargado de conservarla y promoverla , p. 375.
Seda , lo mucho que importa promover su cosecha y hacer buen uso de ella ,p. 176 y 178. Manufacturas que se pueden y deben hacer con ella , p. 189.
Seda que viene de las Indias no puede competir en £nura y belleza con la de Italia , p. 182.
Sigismundo, Errperador ,decia que el oficio ó ministerio mas difícil de todos-.es el de mandar los pueblos , p. 1 8.
T
Tabaco : su cultivo es cosa que no debían omitir los Prínci- pes , p. 286.
Teatro Italiano ; este necesita de corrección , p. 347.
Tributos discretos é indiscretos , p. 276.
La imposición de ellos es cosa que pide mucha meditación, p. 278. Quáles son los excesivos , p. 294. Los de la co- munidad deberían redimirse , p. 298.
V
Venecia , República que promueve el estudio de las letras,
p. (yj. Trnto familjar (ie sus Nobles con los Negociantes y Artesanos , p, 205. Observancia que logran en ella las Leyes, p. 224. Inquisidores que envia de ti ¡npo en tiem- po á las Provincias , p. 245. Qué especie de caza sea permitida en ella , p. 357.
Visitadores de las Provincias establecidos con el fin de reme- diar los desórdes y abusos , p. 243 y sig.
Vidas de los hombres ilustres : escuela eficaz para los Piín- cipes ,p. 140.
Vidas de los buenos Príncipes : lo muy útiles que son para los que gobiernan pueblos , p. 7.
Victorio Amadeo , Rey de Cerdeña , sus gloriosas acciones, p. 66.
Usuras y usureros no deben tolerarse , p. 253 y sig.
CORRECCIONES.
Pag. XXIV. Un. \6. dice tiene, le.ise contiene. P. XXXÍTI. lin. 29. dice Lorenzo Zaccharini , léase Zaccagni. P. XXXIV. lin. 11. dice Defensa , léase Dif-^sa. P. ibid. Im. 15 dice Lorenzo Zaccharini , léase Zaccagni. P. XXXV. dice año de Jesu Christo 1713 , léase 173 i. P. XXXVI. dice Wolfermo, léase Wolffdmo. P. XX \ VIL lin. 3 dice recese i ti , léase recensita. P. XXXIX. dice año de Jesu-Christo 1725, léase 1723. P. ibid. dice año de su edad 176(5 , léase 1763. P. ibid. dice añj de su edad 1769 , le^se 1765. P. XLIII. lio. 20. dice in cassuní , léase incassum P. XLV. lin. g. dice edición, léase adición. P. XLVIII. lin. 14. dice Efedeli , léase e fedeli.
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