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LOS RESTOS DE DON CRISTO VAL COLON

LOS RESTOS

DE

DON CRISTOVAL COLON

DISQUISICIÓN

POR EL AUTOR

DE LA

'Biblioteca oAmericana Vetustísima

SEVILLA francisco QÁlvare\ y C.a, editores.

TETUAN, NÚM. 24.

EJEMPLAR NUM. 49.

PARA EL SOCIO

Sr. D. Feliciano Ramire^ de Avellano.

tila-

f£78

MAíM

ADVERTENCIA

La siguiente disertación es debida á la pluma del autor del Ensayo Crítico titulado Don Fernando Colon, historiador de su padre (i), obra bien conocida de nuestros lec- tores, y que fué escrita en Sevilla, con docu- mentos sacados en su mayor parte de la Bi- blioteca Colombina y del Archivo de Indias.

El asunto que hoy trata el crítico ame- ricano con su clara lójicay erudición vastísi- ma, es de gran interés para Sevilla y para toda Andalucía. En Cogolludo (2), en Mo-

(i) Don Fernando Colon, historiador de su padre.— Sevilla. So- ciedad de Bibliófilos andaluces— 1871 en 4.0

(2) En la villa de Don Luis de la Cerda.— Carta del Duque de Medi- naccli al gran Cardenal de España. - Navarrete, Colección— tomo 1 1 páj. ?i.— Las Casas.— Historia de las Indias, cap. xxx.

218081

VI

guer (3), en Huelva (4), fué donde Cristóval Colon pobre, errante y desconocido encontró durante muchos años aquella hospitalidad, sin la cual sus inmortales descubrimientos tal ve\ se hubieran hecho en provecho de nacio- nes rivales de la nuestra. En esta tierra de Andalucía fué donde, para procurarse recur- sos, se hi{o «mercader de libros de Estam- pa (5)» y donde ayudado por su hermano Bartolomé construía y pintaba cartas de marear vendiéndolas á los navegantes (6). En Córdoba fueron sus últimos amores, y Doña Be atril Enrique {fué la que le dio aquel hijo natural que aún nos proporciona tanta honra. En Palos armó su primera espedicion; y no lejos de la Torre del Oro (7) enganchó parte de sus marineros y de sus colonos.

Cuando le hubo sonreído la fortuna, en Sevilla fué donde, para celebrar su regre- so, se hi\o una fiesta como la que se hace el dia del Corpus Christi (8) enseñando en

(3) En el convento de la Rábida.

(4) En casa de su cuñado Muliar.— Probanzas hechas por el Fiscal del Rey.— Pregunta i3-Navarrete m, páj. 56i.

(5) Bernaldez, Reyes Católicos, cap. cxvm— páj. 357 de la edición de los Bibliófilos Andaluces.

(6) Las-Casas.— Loe cit. cap. xxx.

(7) Provisión de los Reyes mandando suspender el conocimiento de los negocios y causas criminales, contra los que van con Cristóbal Colon fasta que vwe/va.-Navarrete, 1 1— pájs. 3 1 5 y 16.

(8) Loe. cit., páj. 207.

VII

el arco que se dice de las Imájenes en San Nicolás (9) los primeros indios traídos del Nuevo-Mundo: y allí fué también ¡ayl donde durante seis años, encontró Colon excelente mercado para vender como esclavos á los que enviaba de las Antillas á bordo de sus cara- belas (10). Allí fué donde bajo la vijilancia de Don Juan de Fonseca, Arcediano de Sevilla, se preparó su segunda espedicion (11), y de un hombre que fué más tarde Arzobispo de Se- villa, Don Diego de De\a, fué también de quien el Almirante decía al Rey, «que él ha- bia sido uno de los dos que fueron la causa de que los Reyes aceptasen la empresa y des- cubrimiento de las Indias» (12).

En Granada fué ( 1 3), donde á pesar de sus brillantes servicios se encontró víctima del abandono y de la pobrera; pero también fué el

(g) Las Casas, cap. lxxviii

(10) Y cerca de lo que nos escrebistes de los Indios que vienen en las carabelas, paréscenos que se podrán vender allá mejor que en esa Andalucía. —«.Cédulas del obispo de Badajo^, 12 y 16 de Abril de 1495 y cédula man- dando que los Indios que se trajeron de las Islas y se vendieron por man- dado del Almirante, se pongan en libertad)-) 20 de Junio de i5oo.— Na- varrete, 11-pájs. 168, 173, 246.

(11) Cédula previniendo á Don Juan de Fonseca, que envíe pronto cua- tro carabelas á las Indias, loe. cit. páj. 1 58.

(12) Las Casas, cap. xxix

(1 3) «lo ho tenuto tanto mezo, che lio preso pratica;égran amicizia cum el Columbo, el quale al presente si attrova qui in gran desdita, mal in grazia di questi. Re et cum pochi danari.» Lettera di Angelo Trivigiano á Domenico Maliíiero. -Granada 21 de Agosto de iboi.—Bibliot. Americana Vetustis- sima— páj. 80— nota.

VIII

Cabildo de nuestra Santa Iglesia, siempre jeneroso, el que le prestaba ciertas andas (14) cuando agoviado por los años y los padeci- mientos, no podia cabalgar en la muía que más tarde le permitieron usar los Reyes Ca- tólicos (1 5). Cuando creyó que habían llegado dias mejores para él y para los suyos, fundó en Sevilla un mayorazgo (16), y estableció aquí su residencia habitual, en la collación de Santa María (17). Cuantos fueron sus ver da- daderos amigos, y le ayudaron en los dias de prueba, el Duque de Medinaceli, Fray Juan Pere\, Alonso de Qiiintanilla, Juan Rodrigue { Cabezudo, los Arenas y hasta los Pintones, todos eran andaluces. Cuando tenía necesidad de consejos ó de citas, de los Santos Padres y de los clásicos, para cimentar sus teorías mís- ticas, se encaminaba á la Cartuja á consultar á su fiel amigo Fray Gaspar Gorricio (18).

(14.) Acuerdo capitular de 26 de Noviembre de 004. Navarrete 11 páj. 3o3.

(1 5) Cédula concediendo dDon Cristóbal Colon licencia para andar en muía ensillada y enfrenada.- 'Loe. cit., páj. I104.

(16) Ante Martin Rodríguez. Escribano público. Loe. cit. Páj. 222.

(17) Estando en la posada del señor Almirante de las Indias, que es en esta cibdad en la Collación de Santa María.— Certiíicado que acompaña á la remisión á Genova de «ciertas cartas é privilegios é cédulas» con fecha 5 de Enero de i5o2.— Códice Diplomático Colombo- Americano, Genova— 1823 -en 4.0. páj. 8.— En el preámbulo de la institución del Mayorazgo, dice: en las casas donde posa el muy magnífico señor D. Cristóbal, Almirante etc., que son en esta ciudad en la Collación de Sta. María.

( 1 8) Correspondencia que se encuentra unida al Libro de las Profecías, Manuscrito de la Biblioteca Colombina.

IX

Y, en fin, al mismo monasterio de las Cuevas confió sus títulos y papeles (19), en él fundó lugar para su sepultura perpetua (20) por la mucha devoción que siempre tenia á aque- lla casa (21), y en ella reposaron sus restos á lo memos por el espacio de treinta años. Diga lo que quiera D.a María de Toledo (22), su nuera, él pensaba que su cuerpo quedaría allí para siempre. El destino lo ordenó de otra manera; y hoy nos vemos en el caso de pre- guntar si los restos del insigne navegante que «POR CASTILLA É POR LEÓN HALLÓ UN NUEVO MUNDO» (23) están en la Ha-

(19) Protocolo de el Monasterio de las Cuevas.— Manuscrito de la Bi- blioteca de la Academia de la Historia en Madrid. -Tomo I, páj. 36i. -Me- morial del Pleito.— Y>. 1014, páj. 1 56-

(20) Ca si no se fallare alguno, dexo por mi heredero á la Iglesia ó Mo- nasterio á donde fuera fundada la perpetua sepultura del cuerpo del Almiran- e mi señor padre. Testamento de Don Diego Colon, otorgado en (5 de Marzo de 1 5og.— Manuscrito en el Archivo del Excmo. Sr. Duque de Ve- raguas.

(21) Testamento de D. Fernando Colon.— Ensayo crítico, páj. 12b.

(22) Real carta del 2 de Junio de 1 53y. —in/ra.

(23) El famoso lema no se encuentra ni en la Real Provisión acrecen- tando á D. Cristóval un Castillo y un León más en sus armas, ni en el di- seño de su escudo que adorna el libro de sus privilegios, enviado á Genova en i5o2. El texto más antiguo es el que Oviedo en su Historia Gene ral de las Indias (lib. 11, cap. vn.) Allí no se lee:

sino en esta forma:

A Castilla y á León Nuevo Mundo dio Colon:

Por Castilla é por León Nuevo Mundo halló Colon.

Y este nos parece que es el texto auténtico.

baña ó en Santo Domingo, ó si tal ve\ se encuentran diseminados sin saberse dónde.

Esta es la cuestión que el autor, nuestro amigo, se propone examinar y que á nadie interesa tanto como á España. No tiene la pretensión de resolverla, porque faltan toda- vía muchos datos. Se limita a establecer el problema, con la libertad y la imparcialidad que la sana crítica exijen en el ánimo del historiador', apoyándose únicamente en prue- bas documentales y en autoridades contempo- ráneas de los sucesos.

Sevilla 12 de Enero de 1878.

DISQUISICIÓN

LOS RESTOS DE DON CRISTOVAL COLON

I

En la Catedral de la Habana, junto al altar ma- yor, hay una lápida de mármol embutida entre dos pilastras, que presenta en bajo relieve el busto de un guerrero joven, armado, cuyo rostro ostenta fieros bigo- tes, y que asoma la cabeza por entre los pliegues de una ancha gorguera.

Debajo se leen estos pobres versos:

O restos é imájen del grande Colon! Mil siglos durad guardados en la urna, Y en la remembranza de nuestra nación!

Los Españóleseos Habaneros, creen que en aque- lla urna se contienen los restos de Cristoval Colon. Nadie pensaba poner en duda la autenticidad de aquellas preciosas reliquias, cuando el dia 1 1 de Se- tiembre último, la Gaceta, Diario oficial de la Repú- blica Dominicana, anunció urbi et orbi, que á conse- cuencia de las investigaciones emprendidas en la Ca- tedral de Santo Domingo, acababa de descubrirse, bajo el sitio ocupado por la silla episcopal, una caja de plomo que contenía los verdaderos restos del ilustre navegante.

Al punto que esta noticia llegó á Europa, la prensa española, como era natural, protestó enéticamente; y con el objeto de dar confianza á sus pueblos, se dice que el Gobierno ha encargado á la Real Academia de la His- toria de probar al mundo entero, que los restos, piado- samente conservados en la Habana, tienen toda la au- tenticidad necesaria.

El pequeño problema histórico que plantea este curioso descubrimiento subsiste sin embargo, y quizá nunca podrá resolverse. Mientras se espera el informe que los ilustres académicos preparan tan cuidadosa y pesadamente, como es preciso, y se acostumbra, creemos oportuno fijarla cuestión con exactitud éindependencia. En el estado actual del debate, los documentos que es necesario consultar, siguiendo el orden de fechas, son los siguientes:

i La Real Carta otorgada por el Emperador Car- los V á Doña María de Toledo, en 2 de Junio de 1537. MS. que se encuentra en Madrid en el Ar- chivo del Excmo. Sr. Duque de Veraguas (1). 2.0 El Protocolo de el Monasterio de las Cuevas; MS. de la Biblioteca de la Academia de la His- toria (2). 3.° El certificado de D. José Nuñez de Gáceres, fe- cha en Santo Domingo el 23 de Abril de i/83; el de D. Pedro Galvez, maestro de escuela, del 26 de Abril del mismo año; y la carta de Don Isidoro Peralta, dirigida el 29 de Marzo de 1783 á Don Joseph Solano, comandante de la armada espa- ñola. (3)

(1) Véase el Apéndice núin. I.

(2) Apéndice núin. II.

(3) Apéndice núin. lil.

4-° Las piezas originales de la información hecha en Santo Domingo el 2 de Diciembre de 1795, que deben encontrarse en los Ministerios de Estado y Marina. En su defecto puede consultarse el resu- men de las declaraciones prestadas en aquella oca- sión en presencia de un Notario Real, y publicado por Navarrete (4).

5/' El acta del descubrimiento é identificación, fecha 10 de Setiembre de 1877, firmada por todas las autoridades eclesiásticas, civiles, militares y consu- lares de la República Dominicana (5).

ó.° ElmandamientodeMr.el Obispo Roque Cocchia, capuchino, legado de la Santa Sede, cerca de las Repúblicas de Santo Domingo, Haiti y otras, dado en su palacio Arzobispal el 14 de Setiembre de 1877 y contra-signado por el R. P. Bernardino de Emilia, también capuchino (6).

7.0 El Decreto de la municipalidad de Santo Do- mingo, fecha 10 de Setiembre, confiando la dicha caja de plomo al señor cura Billini, para que fuese colocada temporalmente en la Iglesia de Regina Angelorum, y también (si hemos de dar crédito á la relación trasmitida á Washington por el cónsul de los Estados-Unidos) para someterla al examen de las comisiones científicas que las naciones extran- jeras pudieran creer oportuno enviar (7). Ahora vamos á los hechos. Cuando por el tratado de Basilea, España cedió á

Francia el territorio que en 1795 poseía al Este de la

(4) Apéndice núm. íV.

(5) Gaceta de Santo Domingo, Setiembre íS de 1877.

(6) Gaceta, Octubre 5. -1877.— Apéndice núm. V.

(7) New York Times, Noviembre 2 de 1S77.

6

Isla de Santo Domingo, el Almirante Aristizabal suji- rió al Gobierno y al Arzobispo de la Colonia el pro- yecto de trasportar á la Habana los restos de Cristoval Colon, que hacia dos siglos y medio estaban sepultados en la catedral de Santo Domingo. Sin esperar las órde- nes del Monarca, aquellos celosos funcionarios hicieron abrir en presencia de los notables de la ciudad uina ^bóveda que estaba sobre el Presbiterio al lado del ^Evangelio, entre la pared principal y peana del s> altar Mayor. » De aquella exhumaron (.ninas planchas acornó de tercia de largo de plomo, indicando de »haber habido caja de dicho metal, y pedamos de hue- y>sos de canillas y otras varias partes de algún di- vfunto, que se recojieron en una salvilla, y toda la tierra que con ellos había» (8). Estos exiguos restos fueron guardados en una caja de plomo dorada, y diri- jidos á la Habana el 21 de Diciembre de 1795 á bordo del navio San Lorenzo, que llegó á buen puerto el 2 5 de Enero siguiente.

El pomposo cenotafio que describimos al princi- pio, no guarda, pues, en realidad, más que un fragmento de tibia, algunas esquirlas y un puñado de tierra. Pero ¿quién nos asegura que aquella sea la tibia de Cristoval Colon? ¿Qué prueba se presenta de que los restos tan piadosamente recojidos en aquella salvilla fueran los del Almirante? ¿Dónde encontramos en el acta, que es la única prueba documental conocida, indi- cios de un nombre, de un escudo, de una inscripción lejible ó medio borrada? Cierto que no tenemos más que el resumen de las declaraciones dadas por los tes- tigos de la exhumación, ¿pero es acaso verosímil que

(S) Extracto Je las noticias, ctc, Navarrete II, pag. 3ü&.

Don Martin Fernandez Navarrete, uno de los sabios más escrupulosos de su época, omitiera consignar aque- llos indicios, aquella inscripción, sin los cuales nin- guna comprobación es posible, si hubiera encontrado la menor indicación en las deposiciones de cuyo aná- lisis se ocupó con tanto cuidado? (*)

Pero entonces ¿de quién son aquellos restos? ¿Per- tenecían á un Colon cualquiera, ó por el contrario, eran huesos de un desconocido, como otros muchos de que está lleno el suelo de aquella bóveda?

Para responder á tales preguntas, es necesario vol- ver á consignar la noticia histórica de los enterra- mientos sucesivos de Cristoval Colon, de sus herma- nos, de sus hijos y nietos.

1498, 22 de Febrero. Dispone Cristoval Co- lon que después de su muerte, su hijo Diego cons- truya en la isla Española una iglesia que se nombre Santa María de la Concepción, en la cual haya una capilla en que se digan misas por la salvación de su alma, por las de sus antepasados y descendientes (9).

(*) Parece comprenderse que tanto ü. Gabriel de Aristizabal, Almiran- te español, que tan vivos deseos mostraba por conservar el sagrado depó- sito délos restos de Colon, como el Arzobispo y las demás personas que le acompañaban, procedieron de una manera que no dejaba lugar a duda; se dirigieron á un sitio fijo, sabido, donde notoria y claramente se entendía por todos que reposaban los restos del gran hombre cuya traslación iban á efec- tuar. No habia necesidad de probar lo que era notorio; nadie vaciló. Sola- mente así se esplica la confianza de todos los que presenciaron el acto, el silencio los testigos, y la falta de detalles referentes á la losa que cubriera la caja, del lugar que esta ocupara, &., &. No era la ausencia de indicacio- nes; fué que no se creyó preciso consignar las que estaban reconocidas jene- ralmente, como no las consignaría el que en los momentos de la aproxima- ción de los prusianos á París hubiera tratado de poner en salvo los restos de Napoleón el Grande. (Nota ex aliena viauu.)

(yj Institución del Mayorazgo Navarrete, II, pag. 234.

8

1506, i g de Mayo. Otorga testamento Cris- toval Colon, en el que habla, de la iglesia, sino de la capilla que Diego «haya de facer» (10).

1506, 20 de Mayo.— Muere Colon en Vallado- lid. Por tradición se dice que fué inhumado en la bó- veda del convento de franciscanos observantes de aquella ciudad. Las pruebas faltan en absoluto. Allí debió permanecer hasta i5i3. Esta fecha descansa tan solo en la nota que hacia el año 182 5 facilitó á Na- varrete (1 1) un empleado en el Archivo de Sevilla (12), que no hizo más que copiar la pág. 36o del tomo 1 del Protocolo precitado, pero añadiendo á su aserto el último guarismo, tan arbitrario como equivocado.

1507. Los restos del Almirante son trasporta- dos desde Valladolid á la Cartuja de las Cuevas, en i5i3, como se ha creído generalmente, sino con mayor probabilidad en el año que siguió á su muerte.

El Protocolo dice, bajo la fecha de i5o6: «yfue- y>ron trasladados sus huesos en este Monasterio, y co- cheados por depósito en la capilla de Santa Ana que y>hi^o labrar el Prior D. Diego Luxan, en el año si- » guíente.» Por otro lado, Diego Colon, en un testa- mento fechado en 6 de Mar^o de i5o<), nombra por su heredero reversionario «la iglesia ó monasterio á don- »de fuere fundada la perpetua sepultura del cuerpo del » Almirante mi señor Padre» (i3).

(10) Testamento otorgado en Valladolid. -Navarrete, II, pág. 314.

(11) Colección I, pag. 169.

(12) D. Antonio de S. Martin y D. Tomás González, el mismo que debia más tarde suministrar á Navarrete la dudosa noticia de que estaba inscrito en un registro de la Universidad de Salamanca el nombre de Miguel de Cer- vantes, y que vivia en la calle de Moros de aquella ciudad.

(i3) MS. en el Archivo del Excmo. Sr. Duque de Veraguas.

¿Y cuál era ese monasterio donde estaba fundada la sepultura perpetua de Cristoval Colon? El Em- perador Carlos V nos lo dirá: «Don Cristoval Colon murió y se mandó depositar en el monasterio de las Cuevas» (14). Así, pues, en la Cartuja de las Cuevas, junto á Sevilla, es donde fueron depositados los restos de Colon.

¿Debemos entender la palabra depositados en el sentido de depuestos in transita? Esta es la interpre- tación que se desprende de Ja cédula de que vamos á hablar.

1537, 2 de Junio. Doña María de Toledo, viuda de Diego Colon, hijo del Almirante, obtiene del Emperador una Real Carta concediendo á D. Luis Colon, nieto de Cristoval y heredero de sus títulos y dignidades, el privilegio de trasportar á la «Capilla y>Mayorde la Iglesia Catedral de la Ciudad de Santo y> Domingo» los restos de Cristoval Colon; conforme á la voluntad expresa de éste (i5), cumpliendo la vo- luntad del dicho QAlmirante. El documento en que esta voluntad se expresara no ha llegado hasta noso- tros; pero es incontestable que la fecha de 1 536, dada por todos los historiadores, como aquella en que fué cumplida, es errónea, puesto que la dicha Carta está fechada con todas sus letras «en Valladolid á dos del »mes de Junio de mil é quinientos é treinta y siete »años.» Fué, por tanto, después del 2 de Junio de i537 cuando los restos del Almirante fueron llevados de Sevilla á Santo Domingo. ¿Pero en qué año? No puede responderse con certeza. El testigo más antiguo

( 1 4) Real Carta, infra. Apéndice I. (i5) Loe. cit.

10

es Fray Bartolomé de las Casas, que atestiguando de vista, dice: «Llevaron el cuerpo ó los huesos del Al- «mirante á las Cuevas de Sevilla.... de allí los pasaron y »trujeron á esta ciudad de Santo Domingo, y están en »la Capilla Mayor de la Iglesia Catedral» (16). Este pasaje fué escrito precisamente antes del año 1 559, puesto que de esta fecha es la dedicatoria del tomo de la Historia de las Indias en que se contiene. Puede pues, asegurarse que desde la primera mitad del si- glo XVI los restos de Cristoval Colon descansaban en la Catedral de Santo Domingo. ¿Pero fué D. Cristoval el único de su familia á quien cupo semejante honra? Fijémonos en Diego, su hermano menor, el cual, aunque se dedicaba á la Iglesia, fué Presidente del Consejo de la Isla, y Gobernador de Isabela en 1494. Aunque sin carácter oficial, este afectuoso tio siguió á su sobrino y homónimo Diego á la Española, en el año 1 507 (17). Aún permanecía allí en 1 5 1 5 cuando este último regresó á España (18) para protestar contra las exacciones de Alburquerque. Sus huellas se pier- den desde esta fecha. Sin embargo, debió sobrevivir

( ió) Historia de las Indias.— Parte II, cap. XXXVIII.

(17) Diego tenia ya esa intención en 1498, porque con esa fecha disponía el Almirante que se le crease cierta reata porque él quiere ser de la Igle- sia. (Navarrete, 11, página 23o.) No se naturalizó en España hasta el 8 de Febrero de i5o.v, tal vez para que pudiera obtener dignidades de la Iglesia, porque el primer privilejio que se le otorga es «para que podáis haber é hayáis cualesquier dignidades é beneficios eclesiásticos.» (Loe. cit.II, páj. 3oo.) Sin embargo, hasta el último testamento del Almirante, otorgado en iboó, no le encontramos designado como efectivamente entrado en órdenes. Las Casas dice de él (Part. I, cap. lxxxii). «j bien creo que pensó ser obispo.» Es el único de la familia que tuvo órdenes sacras en todo el siglo XVI. Don Fernando Colon nunca las tuvo.

(18) Herrera, Decada I. cap. xvi, páj, 292. El Almirante Diego Colon llegó á Sanlucar el 9 de Abril de i5i5; lo cual supone el haberse embarcado á fines de Febrero.

11

todavía algunos años, pues en el de 1 5 1 5, sólo contaba cuarenta y siete (19). Es muy probable, que encargado de guardar los intereses de sus sobrinos Diego y Her- nando, cuya fortuna entera, así como la suya propia, radicaba en la Isla Española, Diego permaneciera en aquel país y allí muriera. Si esta hipótesis es cierta, debió ser sepultado en Santo Domingo; y sería el pri- mer Colon que se enterró en la Catedral.

Bartolomé, hermano mayor de Cristoval, y Ade- lantado de las Indias occidentales, no se sabe el lugar en que muriera, pero ciertamente que fué antes del dia 1 6 de Enero de 1 5 1 5 (20) . Fué enterrado en el mo- nasterio de la Cartuja de las Cuevas. Allí estaban sus restos en i53j cuando se exhumaron los de su hermano D. Cristoval. El Protocolo dice que los dejaron allí: a quedando sólo en dicha Capilla el (cadáver) de Don Bartolomé, su hermano, hasta qy.* ¿Hasta cuando? ¿á qué época se refiere aquella palabra hoy? El Proto- colo lleva la dedicatoria siguiente:

«Dedicado a el Niño Dios en los bracos de su »Puríssima Madre. Por mano de la Dulcíssima Vir- •ngen Santa Gertrudis la Magna, Protectora de este » Archivo, y archivo de mis afectos. Año de 1744.»

(19) El contrato de aprendizaje en virtud del cual se le confió á L. Ca- damartori «.per menses vigintiduo, ad addiscendum artem textorum pan- norumt es de fecha 10 de Setiembre de I484; y en ella «insuper dictus Jacobus majar annis sexdecim juravit.— extracto de los documentos des- cubiertos en Savona por Juan Bautista Pavesa, y publicados por Julio Sali- nerioen sus Adnotationes ad C. Tacitum, Genova, 16o2 in 4.0 pájs. 336 56, obra extremadamente rara; y Spotorno, Della origine... Genova I8I9 in 8.°, páj. I67 libro que es casi imposible encontrar.

(20) La Reina D.n Juana, al trasferir al Almirante Don Diego el título de Adelantado, dice, con fecha 16 de Enero de 1515, hablando de Bartolomé: «por cuanto él es fallescido y pasado desta presente vida.»— Navarre- te 11, paj. 364.

12

¿Es esto decir que los restos de Bartolomé se halla- ban todavía en las Cuevas en 1744? Mucho lo dudamos. Este Protocolo no es ciertamente sino copia ó compi- lación hecha en el siglo XVII, con documentos mucho más antiguos y perdidos hoy. Es muy probable, que el manuscrito de que el compilador se servía al redactar la pajina 401 de sus anales, era de fecha bastante ante- rior al año 1744, en que escribía; y que las palabras «hasta hoy» se refieren á época pasada lo menos con un siglo de distancia.

Cuando el Consejo de Indias falló en último re- curso, en 2 de Diciembre de 1608, que Ñuño Yelves de Portugal (nieto de Isabel, hija de Diego II), debia heredar las posesiones y dignidades de los Colon, el afortunado pretendiente reclamó todos los títulos y papeles de familia que en i5o2 habia confiado el Al- mirante acá Fray Gaspar (Gorricio) en el Monasterio de las Cuevas de Sevilla.» Le fueron enviados en i5 de Mayo de 1609. El hecho de recojerlos, unido á otras circunstancias, parece no ser indicio de buena cor- respondencia entre el nuevo jefe de la casa de Colon y el monasterio de las Cuevas, el cual, disgustado ya por no haber percibido nunca la renta anual que el Almi- rante le habia asignado en el impuesto sobre azúcares, ni los mil ducados de oro prometidos por D. Luis en 1 552 para dotación de la Capilla, exijiria que los restos de Bartolomé y de Luis, que estaban allí todavía, fuesen trasladados á otro lugar; á menos que no fuera el mismo nuevo Duque de Veragua el que mani- festase aquel deseo. Pudo ser, pues, hacia el año 1609, cuando se enviaron aquellos restos á Santo Do- mingo.

Esta hipótesis encuentra alguna confirmación, á

13

nuestro entender, en una nota del canónigo Juan de Loaisa, que hemos leido en el catálogo manuscrito de la Biblioteca Colombina. Cuenta aquel entendido bibliotecario, que cuando en 1678 visitó la Cartuja, los monjes no le hablaron de la sepultura de los Colon sino como de un suceso tradicional. Le mostraron «en »la Capilla de Santa Ana, en un sitio que señala aver »allí sepultura se dice haber estado los cuerpos de Xpto- »val Colon.... y Bartolomé, su hermano» (21). No esta- ban pues ya en aquel lugar los restos del Adelantado en 1678. En cuanto á su traslación á Santo Domingo, todo lo que se puede decir es, que el jefe de la casa de Colon á fines del siglo XVIII tenia el convencimiento de que los restos de Bartolomé habían sido llevados también á Santo Domingo; porque en la relación de la exhumación hecha en 1795, se decia, que el go- bierno de la colonia dominicana comunicó al Almi- rante Aristizabal una carta del Duque de Veragua, en la que pedia que los restos del Adelantado fueran exhumados también, y aun habia remitido inscripcio- nes para que se grabasen en las cajas. Tenemos, por tanto, otro Colon que igualmente parece haber sido depositado en la Catedral de Santo Domingo.

(21) «En la capilla de Sta. Ana, como se entra en la Iglesia amano derecha, al medio de ella en un sitio que señala aver allí sepultura, se dice haber estado los cuerpos de Xpoval Colon, primer Almirante de las Indias, y de Diego Colon su hijo primojénito, y Bartolomé Colon her- mano de D. Xpoval. -Don Xpoval y su hijo Diego fueron llevados sus cuerpos a la Isla de Sto. Domingo, y oy dicen los relijiosos no ser aquella Capilla de persona alguna particular.»— Esta Capilla fué despojada com- pletamente de todo á la abolición de las órdenes monásticas en 1836. Su magnífica sillería, tallada en madera por célebres artistas sevillanos, adorna hoy el coro déla catedral de Cádiz. Cuando visitamos la Cartuja en 1 871, las paredes liabian sido blanqueadas, y no se escuchaban más voces que las de los trabajadores que tienen allí al presente sus talleres.de porcelana.

14

Cuando Don Diego, hijo y heredero del Almirante, falleció cerca de Toledo en el año i526, se le inhumó en la Cartuja de las Cuevas, junto á su padre. *En la misma capilla se depositó su hijo Don Diego Colon: » dice el Protocolo. La cédula otorgada por Carlos V, no solamente permitía la traslación de los restos de Don Cristóval, sino también «de los huesos de sus descen- dientes». Doña María de Toledo, aprovechó el privilegio para hacer que se exhumase el cuerpo de su marido y se enviase á Santo Domingo al mismo tiempo que el del Almirante, después del 2 de Junio de 1 53/. «Se entre- garon los (cadáveres) de Don Cristóval y Don Diego, su hijo, para trasladarlos á la isla de Santo Domingo en las Indias:» leemos en el Protocolo. Por tanto, puede afirmarse que Don Diego fué enterrado igualmente en la Catedral Dominicana.

En Enero de 1572, Don Luis Colon, jefe de la familia en aquella fecha, y el mismo polígamo cuya historia y desdichas hemos contado en otro lugar (22), murió en su destierro en Oran, y fué trasportado á las Cuevas (2 3). Se ignoraba lo que habia sido de sus restos, hasta que en este año de 1877, el Sr. Obispo Cocchia descubrió en la Catedral, «a la izquierda del presbite- rio una cajita de plomo con restos de un cadáver y esta inscripción: El Almirante Don Luis Colon, Duque de Veraguas, Marqués de....»

Y aun, según parece, este descubrimiento fué la causa que le impulsó á practicar escavaciones más mi-

(22) Ensayo crítico, pájs. 5, q.— Fernán d Colomb, pajs. 33, 37.— UHistoire de Christophe Colomb, pájs. 4, 12.

(23) Expediente promovido por Pedro Navarro como testamentario de Don Luis Colon.— MS. del Archivo de Indias, E. 1. C. 1. L 7/14, Ramo 24.

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nudosas á fin de comprobar la vaga tradición que, según nos dice, corría por Santo Domingo [**).

Hay también otro hijo de Don Diego, llamado Cristo val, hermano menor de Don Luis, y que creemos debió morir antes que éste, probablemente en la Espa- ñola, donde su posición secundaria, su matrimonio y sus intereses debieron retenerlo. Este Cristoval tuvo un hijo, llamado Diego, que fué el último que llevó el nombre de Colon en la línea masculina directa. Pasó á España donde murió en 1 5 78, después de haberse casado con su prima Doña Felipa, hija de Luis, de la cual no tuvo sucesión. Este Diego quizá fuese enterrado en España; pero su padre Cristoval, segundo de este nombre, creemos que tuvo sepultura en la catedral de Santo Domingo.

En resumen: tres de la familia de Colon fueron enterrados ciertamente en la catedral: Cristoval I, Don Diego, su hijo y Don Luis, hijo de este último: Otros tres tuvieron allí sepultura. probablemente, y son Barto- lomé y Diego, hermanos del Almirante, y Cristoval II, su biznieto. En rigor, no es, pues, imposible, que los restos exhumados en 1795, y trasportados á la Habana sean los de Diego, el segundo Almirante, como em- piezan á sostener ciertos papeles dominicanos.

Según la «vaga tradición» que hemos mencionado, pero de la que no hay rastro escrito en ninguna parte, (24) un canónigo patriota, llamado Jiménez ó Jimeno,

(**) No parece lójica la consecuencia deducida por el Sr. Obispo. Los restos de Colon habían sido trasladados; de los de Don Luis nadie habia dicho que faltasen del lugar donde desde luego estuvieron. El hallazgo de estos nada argüía á favor de la existencia de los otros.

(24) El London Times del ?3 de Octubre de I877, dice: «It has long »been matter iu dispute whether the remains of Christopher Columbus »were really removed.» Pero nada cita en apoyo de su aserto. También el

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(2 5) habría sustituido otros restos á los de Cristoval Colon cuando Aristizabal quiso llevárselos á la Ha- bana (***); el misterioso canónigo hasta esclamó cuando el Almirante español trasladaba concienzudamente su piadosa carga á bordo del bergantín Descubridor; creen que se han llevado á Colon; pero aquí está con nosotros!

¿Es, pues, la tibia de uno de los descendientes del Almirante la que aquel prelado entregó, y no la del ilustre navegante? ¿Fué la tibia de otro cualquiera de los Colon, ó pertenecen aquellos restos de osamenta á cualquier simple y oscuro feligrés enterrado en la Catedral?

Diario de la Marina se sorprende, y no sin razón, de que el general Lu- peron solicitara del gobierno español, hace algo menos de dos años, que los restos que están depositados en la Catedral de la Habana, se restituyesen á la República de Santo Domingo. ¿Ignoraba, pues, aquella tradición el elevado funcionario dominicano?

(25) Gaceta de Sto. Domingo, Octubre 2.3 de 1877.

(***) El argumento es del todo contra produecnte; mas puesto que usan de él los dominicanos, podemos devolverle las consecuencias sin que puedan ser rechazadas. Para admitir la supuesta tradición, es preciso con- ceder que el Almirante Aristizabal, y el Arzobispo Portillo conocían perfec- tamente el lugar donde estaban depositados los restos de Colon; que también lo conocía el canónigo Jiménez, y que después de la sustitución hecha por éste, las autoridades españolas fueron al sitio de todos conocido y cayeron en el lazo preparado por la superchería del canónigo.— Al usar semejante racio- cinio se confiesa implícitamente que el lugar de la sepultura era evidente. - Que existió el canónigo Jiménez ó Jimeno, que tuvo audacia, y tiempo, y medios para cometer el fraude, y que en efecto fueron engañados el Arzo- bispo y el Almirante es lo que deben probar los dominicanos.- (Nota ex aliena tnanu.)

(De los argumentos formulados en esta notaj en las demás señaladas con estrellas y que llevan la indicación de ser ax aliena manu, volveremos á ocuparnos delfín de la obra.

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II

Debemos intentar ahora la averiguación de los motivos, que decidieron á Don Gabriel de Aristizabal y al Arzobispo D. Fernando Portillo y Torres, «a abrir en la Catedral de Santo Domingo una bóveda que estaba sobre el presbiterio al lado del Evanjelio,* prefiriendo aquel sitio á otros, y aceptando como per- tenecientes al Almirante los restos que allí encontraron.

Empezada probablemente bajo los auspicios de Don Fernando Colon, en virtud de una misión que el Rey le confiara (26), la Catedral, que no se concluyó hasta el año 1540, parece que fué saqueada algunos años después por Francisco Drake, y objeto luego de reparaciones y composturas, que debieron modificar su aspecto interior; especialmente la que se hizo en 1783. Si, como es de suponer, habia anteriormente una bóveda especial para Don Cristoval Colon con lá- pida sepulcral, ó inscripciones, todo induce á creer que aquellos signos desaparecieron antes de mediar el

(26) «Tuvo orden del Rey para aprovechar á Don Hernando en quanto «pudiese-, i de poner todo cuidado en la fábrica de las Iglesias i monasterios.» Herrera, Decada I, cap. vi. páj. 1 85; y Fernand Colomb, páj. 8, nota.— Sin embargo, Moreau de Saint-Méry dice, que aquel edificio empezado en i j 1 2 fué concluido en iS+o. Xo sabemos positivamente si el primer obispado fué erijido por el Papa Julio II, por especial Bula expedida el año de i5o8, como dice el Synodo, ó en 1 5 1 1 en la Co?zo?/7c/oH-de-la-Vega, como sufragáneo del Arzobispado de Xaragua, ó si no lo fué hasta 1517, en Santo Domingo, y como sufragáneo del Arzobispado de Sevilla. Tampoco hemos podido averi-

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siglo XVI (27). Es cierto que Alcedo dice (28) que la sepultura del Almirante estaba adornada con la ins- cripción siguiente:

Hic locus abscondit pr&clari membra Columbi

Cujus nomen ad astra volat.

Non satis unus erat sibi mundus notus, ad orbem

I gnotum priscis ómnibus ipse dedit;

Divitias snmmas térras dispersit in omites,

Atque animas coelo tradidit innúmeras;

Invenit campos divinis legibus aptos,

Regibus et nostris próspera regna dedit.

Pero el sabio geógrafo nunca llegó á ver ese epita-

guar con certeza, si, como se cree jeneralmente, fué el primer titular Fray García de Padilla, franciscano, ó lo fué el Ldo. Alonso Manso. Parece, sin embargo, que las funciones episcopales fueron ejercidas por vez primera en Santo Domingo en 1 5 17, por Alessando Geraldini, de Amelia, en la Umbría «amicoque Columbo omni ope auxiliatus est.»

(Iíinerariun ad r ejiones sub equinotiali.— Roma, i63i, páj. 23 1.)

(27) Debemos consignar, que existen, según se dice, en la Catedral de Santo Domingo dos piedras sepulcrales, que al parecer, son muy antiguas: la de Rodrigo de Bastidas que fué enterrado allí en 1527, y la de Diego Caba- llero que falleció 1 3 5 4 ; pero tenemos la persuasión de que en el siglo pasado no estaban en el sitio donde se las hoy. Moreau de Saint-Méry que exploró cuidadosamente la catedral en 1780, nos dice que encontró allí la sepultura del Almirante Caro, muerto en 1707, y la de Don Pedro Niebla, jefe de la colonia, enterrado en 17 14. ¿Es admisible que hubiera dejado hablarnos de la del primer Secretario de la primera Real Audiencia que los católicos Reyes asentaron en las Indias, y del sepulcro de Bastidas, el intrépido notario de Triana que habiendo armado á su costa dos carabelas, continuó las explora- ciones de Hojeda, descubrió la cos'a de Tierra Firme desde el cabo de la Vela, y cuyo nombre ha conservado su popularidad, como el del único amigo y protector de los desdichados indios, si estos curiosos monumentos hubieran estado en la Catedral cuando aquel visitó el edificio y lo estudió para descri- birlo con esactitud?

(28) Diccionario Geográjico-Histórico de las Indias— Madrid, 178(3. art. América.

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ño grabado sobre tumba alguna. Lo copió de la Ele- gía V, de Juan de Castellanos, quien lo formó de su invención, como lo hizo con los de Rodrigo de Arana, Bobadilla, Diego Colon, Ponce de León y otros varo- nes ilustres de Indias, cuyas Elegías termina siempre con epitafio ó dístico latino á su gusto.

Cuando Moreau de Saint Méry, miembro del Con- sejo Superior de la Isla, esploró en 1780 todos los mo- numentos de la parte española, que describió en un escelente libro (29), no habia en la Catedral rastro al- guno de inscripción, de escudo, ni aun de tumba ó cenotafio, que diera indicio del lugar donde reposaban las cenizas del Almirante. Se sabia por tradición que estaban allí, pero nada más (3o).

En otro libro de escaso mérito (3 1) se dice, sin em- bargo, lo que sigue: «por los años 1770, se ignoraba en »la isla el lugar de la sepultura de Cristoval Colon. »Un francés, el honorable Moreau de Saint Méry, fué «quien tuvo la dicha de descubrirla en la Catedral de » Santo Domingo y de hacer su restauración.» Hay que objetar, que, en 1770, Moreau de Saint Méry, lejos de estar en Santo Domingo se encontraba en Versalles con su compañía de Gendarmes del Rey, dando guar- nición en aquel sitio Real. Además, cuando después de haber perdido su fortuna vino desde la Martinica á

(29) Description Topographique et Politique de la partie Espag- nole de Saint Domingue.— Philadelphia, I796, 2 vol. in 8.°

(30) «II n'est personne qui ne s'attende á trouver dans l'Eglise metro- »politaine de Santo Domingo, le mausolée de Christophe Colomb; mais loin de »lá, l'existence de ses dépouilles mortelles dans ce lieu, n'est en quelque sorte «appuyée que sur la tradition.» Loe cit. Tom. 1, páj. 124.

(3 1) Roselly de Lorgues, Christophe Colomb,— París, 1856. Tome II, páj. 400. El aserto está tomado de la noticia que consta en el estracto del discurso pronunciado en las exequias de Mr. Moreau de Saint-Méry, por Mr. Tournier-Pescay.

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establecerse en el cabo Francés, como abogado, ha- cia 1780, y exploró la Isla, no descubrió, ni entonces, ni en toda su vida, la sepultura de Cristoval Colon, ni nada que se le pareciera, y él es el primero en confe- sarlo y en deplorarlo. Lo que hizo fué averiguar si en Santo Domingo se sabia alguna cosa referente al lugar en que, según la tradición, debió ser enterrado el Almirante.

Con tal intento, se dirijió á su amigo D. José Solano comandante de la armada española, que le res- pondió nada sabia, ni podia investigar no estando en aquel punto; pero escribió á Don Isidoro Peralta, su sucesor en la presidencia de la parte española de la isla. Don Isidoro le contestó con fecha 29 de Marzo de i/83, que dos meses antes, trabajando en la Cate- dral, habían derribado un trozo de muro muy grueso, que fué vuelto á levantar en el momento. Aquel hecho dio ocasión á encontrar, enterrada en el santuario al lado del Evanjelio, una caja de piedra, que encerraba otra caja de plomo que contenia osamentas humanas. Esta caja «aunque sin inscripciones, era conocida por »una tradición constante é invariable, como que encer- raba los restos de Colon (32).»

En apoyo de su aserto, D. Isidoro Peralta envió después dos certificados, cuya importancia es capital, porque fueron estendidos en una época en que nadie pensaba en desposeer á Santo Domingo de aquellas preciosas reliquias. Volveremos á trasladarlos del fran- cés, en lengua española, por no tener á mano los orijinales.

« Yo Don Joseph Nuñe% de Cáceres, Doctor en

(32) Descripción, tomo I, páj. 126.

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^sagrada teología, de la Pontificia y Real Univer- nsidad del Anjélico Santo Tomás de Aquino, dignidad y>Dean de esta Santa Iglesia metropolitana y Pri- y>mada de las Indias:— Certifico: que habiendo sido ^demolido el santuario de esta Santa Iglesia Cate- »dral para construirlo de nuevo, se encontró al lado y>de la tribuna donde se canta el Evangelio, y próxi- y>mo á la escalera por donde se sube á la Sala Ca- pitular, un cofre de piedra, hueco, deforma cúbica, »y de cerca de una vara de altura, que encerraba »una urna de plomo algo maltratada conteniendo nmuchos huesos humanos.

?>Hace algunos años, que en iguales circunstan- y>cias, de que certifico, se encontró al lado de la Epís- vtola, otra caja de piedra semejante; y según la tra- vdicion comunicada por los ancianos del país, y un ^capítulo del Sínodo de esta santa Iglesia Catedral, y>se cree que la del lado del Evangelio encierra los •^huesos del Almirante Cristoval Colon, y la del lado y>de la Epístola los de su hermano, sin que se haya po- »dido comprobar si estos son los de su hermano Don y>Bartolomé, ó de D. Diego Colon, hijo del Almirante.

y>En testimonio de lo que doy el presente. En »Santo Domingo, a 20 de Abril de ij83.y>

Firmado, D. Joskph Nuñez de Cáceres.

A este certificado iba unida una copia literal, pero dada el 29 de Abril de i/83, y firmada por D. Manuel Sánchez conónigo Dignidad Chantre de la Iglesia Ca- tedral.

En fin, habia también otro tercero, concebido en estos términos:

«Don Pedro de Galve^, Maestre-escuela, cañó-

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migo Dignidad de esta Iglesia Primada de Indias, Certifico: que habiéndose derribado el santuario npara volverlo á construir, se ha encontrado al lado y> donde se cantaba el Evangelio, un cofre de piedra y>con una urna de plomo algo deteriorada que contie- y>ne osamenta humana; y se conserva memoria de ha- »ber otra de igual clase al lado de la Epístola, que y)Segun lo que refieren personas ancianas del país y mn capítulo del Sínodo de esta santa Iglesia Catedral, *la del lado del Evangelio contiene los huesos del Al- vmirante Cristoval Colon, y la del lado de la Epís- tola, los de su hermano Bartolomé.

r>Enfé de lo cual doy la presente á 26 de Abril »de 1 y 83.

«Firmado, D. Pedro Galvez (33).»

Debemos completar estos datos con el extracto de lo que esos canónigos llaman Synodo, y que no puede ser más que la recopilación de instrucciones sinodales publicada en Madrid (34) bajo el título de Synodo Diocesana del Arzobispado de Santo Domingo, cele- brada por el Illmo.y Revmo. Sr. D. Fray Domingo Fernandez Navarrete. Año de M. DC. LXXXIII, dia V de Noviembre. Efectivamente, á la pajina i3 leemos: «. ..y para este fin, habiéndose descubierto esta «Isla por el insigne y muy celebrado en el mundo Don »Christoval Colon (cuyos huessos yazen en una Caxa de «plomo en el Presbyterio, al lado de la peana del Altar «Mayor de esta nuestra Catedral, con los de su herma-

(33) Tomamos estos Documentos de la Descripción citada.— Tomo I, pájs. 127-128.

(3.4.) Madrid. -Imprenta de Manuel Fernandez; sine anno, 119 pájs. en 4..0 menor.

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»no Don Luis Colon (sic) que están al otro, según la » tradición de los antiguos de esta Isla.»

Esta descripción es la más antigua que poseemos, y sin embargo no se apoya más que en la tradición; á menos que la salvedad última se refiera solamente á los huesos de D. Luis Colon. Es de notar que justa- mente á la izquierda del presbiterio fué donde Mr. el Obispo Cocchia tuvo la buena fortuna de encontrar la caja de plomo cuya inscripción decia. «El Almi- rante Don Luis Colon. » Si los certificados anteriores al parecer, han sido inspirados en parte por la des- cripción hecha en el Synodo, bien puede suponerse que D. José Nuñez de Cáceres y D. Pedro de Galvez, mejor instruidos en la jenealojía de Colon corrí jieron el error de Fray Domingo Fernandez Navarrete, de atribuir la caja de plomo del lado izquierdo del presbi- terio, no á un hermano de Cristoval Colon llamado Don Luis (que ellos sabian no existió nunca) sino, inducidos en error por el apelativo «Hermano» al Adelantado Don Bartolomé, el verdadero fundador de la colonia.

En las Antillas, unos insectos llamados impropia- mente termites, destruyen en breve tiempo los libros y los manuscritos. Esta sería causa suficiente para que en todo lo relativo á Santo Domingo nadie pudiera encontrar documentos de fecha anterior al siglo XVII; pero además cuando Francis Drake saqueó la ciudad de Santo Domingo en 1 586, los archivos de la Catedral fueron quemados ó destruidos. El documento más an- tiguo que Moreau de Sanit-Méry pudo consultar allí cuando escribió su Descripción, fué un viejo rejistro que comprendía las actas capitulares desde 1 569 hasta 1 593, y que el tiempo y los gusanos, según decia, tenían me-

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dio destruido. Existían también probablemente en el siglo pasado, actas civiles fechadas desde el año i63o; pero dudamos de que en 1795 hubiera documentos que las autoridades pudieran consultar con algún fruto, si hubieran caido en la tentación de examinar la cues- tión de la autenticidad de las cenizas que su patriotismo irreñexivo les forzaba á arrancar de Santo Domingo, para llevarlas á «la Isla de Cuba, que también Don »Cristoval Colon descrubió, y -en que arboló el primero »el estandarte de la Cruz (35).» A no ser así, los canó- nigos que en 1783 manifestaron tanta prolijidad en dar detalles á Don Isidoro Peralta, habrian citado aque- llos documentos, y no se hubieran contentado con invocar solamente un libro impreso en Madrid. Esta cita demuestra, por otra parte, el afán de acompañar sus asertos con pruebas documentales.

En el eco, pues, y muy reciente por cierto, del suceso referido en los documentos que dejamos tradu- cidos antes, es necesario que busquemos las razones que decidieron á Don Gabriel de Aristizabal y al Arzobispo á hacer en 1795 la exhumación descrita en el Extracto de las Noticias, hecho y publicado por Don Martin Fernandez de Navarrete (****). Hasta cabe en lo posible, que fueran ayudados por testigos del descubrimiento que según, Cáceres y Gal vez, se hizo en el año 1783.

(33) Extracto de las Noticias, páj. 366.

("") No en el eco del suceso, sino en los documentos mismos, fué don- de se apoyaron y fundaron su convicción Aristizabal y el Arzobispo, como lo demuestra la absoluta identidad de frases en el Synodo y en el Extracto, que el autor hace notar en seguida. Y cuenta que el Synodo es documento muy digno de crédito, puesto que no es posible considerarlo como de fecha de 1 683, sino mucho más antiguo, como que el libro es recopilación de las constituciones sinodales formadas desde la primitiva erección de la Iglesia primada. (Nota ex aliena manu.)

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El sitio designado en el Synodo, como stexiame «en el Presbiterio, al lado de la peana del Altar y>Mayor,y> que Don Isidoro Peralta describe «etant »dans le sanctuaire du cote de FEvangile» y Cáceres, Sánchez y Galvez, «le cote de la tribune se chante «Fevangile, et prés de la porte par Ton monte á «Tescalier de la chambre capitulaire,» corresponde esactamente al lugar indicado en el Extracto de las noticias en estos términos: «en el Presbiterio, al lado y>del Evangelio pared principal y peana del altar vmayor.y) También hay completa identidad con la des- cripción que Mr. el Obispo Cocchia: «á la derecha «del presbiterio.... en el lugar del trono episcopal, á un »metro del muro, enfrente de la puerta que conduce á »la sala capitular.»

Hay también otro dato, que por hoy nos conten- taremos con señalar, como coincidencia digna de aten- ción. Guando el coronel Presidente de la colonia, Don Isidoro Peralta, murió en el año 1786, fué inhumado cerca de las cenizas recien descubiertas y atribuidas á Cristoval Colon (36), hacia tres años. Ahora bien: ¿cuál fué el primer objeto que saltó á la vista de Don Francisco X. Billini, cura al presente de la Sta. Iglesia Catedral, cuando el Sábado 8 de Setiembre, dia de la Natividad de la Sma. Vírjen, abrióla bóveda? «Restos

«humanos, adornados de galones indicaban que era

»un oficial que habia sido enterrado con su unifor- me (3 7).»

Mientras no se ofrezca prueba topográfica que lo contradiga, puede creerse fundadamente que el lugar de aquellas tres exhumaciones es esactamente el mismo.

(36) Descripción, tomo I. páj. 1 33.

(37) Mandamiento del Sr. Obispo Cocchia.

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Pero lo que hay digno de atención es, que los objetos funerarios examinados en la bóveda en 1783 se parecen tan poco á los descritos en el acta de 1795, como éstos á los descubiertos por Mr. el Obispo Cocchia en 1877.

En 1783 es urna de plomo que estaba encerrada en una caja de piedra; y lo que la urna contenia, según vieron y supieron los canónigos, eran osamentas redu- cidas á ceniza en su mayor parte, entre las cuales se distinguian huesos del ante-bra\o.

Doce años después, la caja de piedra ha desapare- cido; y en vez de la urna ó de sus fragmentos, es decir, trozos cóncavos ó convexos, son unas planchas de plomo como de tercia de largo, indicante de haber habido caja de dicho metal. En cuanto á los huesos, en lugar de un radius, ó de un cubitus, se encuentran pedazos de huesos de canillas.

En fin, en el año de gracia de 1877, se saca á luz una caja bien conservada de 42 centímetros de lar- go, 20 ij2 de ancho y 21 de profundidad, toda surcada de inscripciones, y guardando un esqueleto casi com- pleto.

Y cualquier lector se preguntará, por qué y cómo esta «caja bien conservada, con un letrero en la tapa, adentro y alrededor,» pudo escapar á las escudriña- doras miradas no solamente de Gáceres, de Galvez y de Sánchez, sino también de aquella cohorte de funcio- narios que figuran en el acta de 1795, y que se habían reunido espresamente para exhumar é identificar los restos de Don Gristoval Colon. Por más que se diga, siempre parecerá estraño que el clero Catedral en. 1783 y en 1795, con más un Arzobispo, un Teniente Gene- ral de la Armada Real, un comandante de Ingenieros

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«y muchas otras personas de grado y consideración» hayan escojido precisamente para objeto de su venera- ción, los unos, una urna de plomo sin inscripción al- guna, los otros, unas planchas del mismo metal igual- mente anónimas, cuando á dos pasos de ellos estaba allí esta hermosa caja profusamente adornada con magníficas inscripciones de letras góticas alemanas, y que desde luego debia saltarles á los ojos. A menos que no se suponga y esto incumbe á Mr. el Obispo Coc- chia probarlo arquitectónicamente que el sub-suelo del presbiterio de la Catedral al lado derecho, cerca de la puerta que conduce á la Sala Capitular, está cuajado de bóvedas, como los agujeros de un panal de miel, y que varias de estas celdas contienen una ó muchas cajas de plomo. Sin embargo, los escépticos dirán siempre que cuando en ij83 y en 1795 no se puso la vista en caja tan notable, es porque en aquellas fechas no se encontraba allí todavía.

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III

En la caja de plomo que recientemente se ha saca- do á luz, hay un rádius, un peroné, un fémur, un coccyx, la mitad de una mandíbula y otros muchos huesos. Hasta se ha encontrado allí auna bala de plomo »del peso de una on^a poco más ó menos.» ¿Qué pue- de significar aquella bala de fusil? El Sr. Obispo de Orope, al describirla, cita un párrafo de la Historia Universal de César Gantú (38), en que se dice que estan- do en la costa de Veragua, volvió á abrirse la herida de Cristoval Colon; y aun á entender que el Almirante tenia herida de mosquete, y que bien podia ser que la bala se le hubiera quedado en el cuerpo y ahora apa- reciera.

El incidente de la costa de Veragua, se fija hacia el 20 de Diciembre de 1 5o3 durante el último viaje de Colon, cuando tan minuciosamente exploraba el lito- ral de Venezuela, buscando la embocadura del Ganges. Las autoridades para estudiar esta expedición, que está referida hasta en sus menores detalles, son el Diario de Diego de Porras, la carta espedida por el Almirante el 7 de Julio de 1 5o3, la relación intercalada en el tes-

(38) «En la costa de Veragua se abrió su herida» Cantú, tomo 10.- Biogr. XIX.— ¿Se refiere á esta bala?-Mandamiento, en la Gaceta de 3 de Octubre de r8jj; infra, Apéndice V.

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ta mentó de Diego Méndez (39), y la Lettera raríssi- ma (40). De nuevo acabamos de leerlas. En ninguna parte se hace mención en ellas de heridas antiguas ó modernas. Los cronistas contemporáneos, tales como Pedro Mártir de Anghiera y Oviedo, que describen este cuarto viaje y hablan de la horrible tempestad que sufrió Colon, nada dicen tampoco; se hace mucho mérito de las penalidades y fatigas y de la enfermedad del Almirante. Las Casas hasta la señala diciendo que adoleció de la gota, pero de una herida abierta, ó de cualquiera otra clase no encontramos siquiera rastro.

Debemos decir, sin embargo, que en el cuarto viaje, al salir de los puertos de Bastimentos y del Retrete, fué asaltado por una serie de tempestades que le hicieron padecer mucho; y en la carta que escribió á los Reyes Católicos, dice efectivamente: «Allí se me refrescó del mal la llaga (4-1 ).i Pero de aquí no se deduce que fuera consecuencia de herida de arma de fuego, es muy diferente!

Por otro lado, el peso de esa bala, que se nos dice no ser más que de una onza próximamente, casi no es admisible tratándose de un proyectil que se quiere ha- cer provenir del siglo XV. Cierto que desde época tan remota como los años 1376 y J^gy (42) figuran ya en los inventarios armas de fuego de mano; y hasta libros conservamos impresos, en los que bajo las fechas

(39) Navarrcte, Colección, tomo I, pájs. 296-3I4.

(40) Riprodotta é ¡Ilustrada dal cav. ab. Morelli, Bassano, m.dccc.x.— En 8.0 -B. A. V. no 36.

(41) Navarrcte, tomo I, páj. 3oi.

(42) «VIII sclopos de ferro, de quibus sun' tres á manibus.» Inventarios formados en Bolonia en 1397, y en Huntercombe en O75. Véasc'Hefner, Die Burg Tannenbersr und ilirc Ausgrabungen.

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de 1468 (43) y 1473 (44) hay miniaturas ó grabados que representan exactamente la clase de que eran aquellas armas. Llámaselas «sclopos» «bombardas» ó «cañones,» no eran en realidad sino culebrinas más ó menos manuables, pero en todas ellas aun en las más peque- ñas, el calibre es ciertamente mayor que para balas de diez y seis en libra.

Vinieron luego los arcabuces, primero sin rastri- llo ninguno, y se hacia fuego por medio de una me- cha; y después los arcabuces verdaderos, que tenian un mecanismo elemental, que hacia mover una serpentina que caía sobre el cebo. Es casi imposible fijar la época en que se inventó este arma. Nosotros la creemos de los diez últimos años del siglo XV, todo lo más. Si hemos de creer á Du Bellay, el arcabuz de horquilla, que siguió inmediatamente al arcabuz primitivo, no dataría más que desde la batalla de Ghiara, en el Mi- lanesado; que se dio en el año i52i (45). Sea como se quiera, los primeros arcabuces de mecha eran segura- mente capaces por su calibre de llevar balas de mucho mayor peso que el de una onza; por más que sea hoy muy difícil fijar el mínimun de peso del proyectil de aquellas armas al finalizar el siglo XV. En efecto, hasta 1569, en la batalla de Moncontour, no aparecie- ron los arcabuces de calibre uniforme (46). Hasta en-

(43) Dcsfaits du grant Alexandre, transíate par Vasque de Luce. M. SS. de Burney no I69, fol. 127, miniatura reproducida por Hewitt, Ancien armour, vol. 111, páj. 485.

(44) Valturius, De re militan', Verona, 1472, in-tol. cap. X.

(45) «De ceste heure furent inventées les arquebouzes qui on tiroít »sur une fourchette.» Memoires de Martin du Bellay, edición de Petitot, París, 8.° 2.a entrega páj. 34.7.

(46J JohnHewit, Ancient armour, Oxford et London, 1860-8. o-vol. III. páj. 674.

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tonces el calibre dependía del capricho de cada jefe; pero como, además de la dificultad que ofrece el forjar un canon de corto diámetro, recto é igual en toda su longitud, era también idea entonces dominante, la de que una bala gruesa era más mortífera que una peque- ña, es cosa cierta que el calibre no era inferior al de los arcabuces más antiguos que se conservan. Hemos medido, y hecho medir con gran cuidado las armas de fuego guardadas en muchos museos y colecciones par- ticulares, que autoridades competentes en la materia declaran ser de fabricación anterior del XVI. Ninguna hemos podido encontrar cuyo calibre bajase de o. m,oio, milímetros ó o.m,020 entre los arcabuces, yo.m,022 para las culebrinas de mano; lo que supone una bala de un peso muy superior á «una onza poco más ó menos.»

Por otra parte, durante todo el siglo XVIII y la primera mitad del XIX, el calibre del mosquete ordina- rio y luego del fusil de munición no pasaba de o.m,oi7 milímetros, es decir, que el arma de fuego más común calzaba una bala precisamente del peso de la que se ha encontrado dentro de la caja en cuestión. Fundamento encontraría un crítico meticuloso y nimio para plantear el siguiente problema: Dada la necesidad de presen- tar en nuestros dias una bala esférica de plomo, para suponer que procede de un arma antigua de guerra, y no teniendo á mano más que los elementos ordinarios, se pregunta, ¿cual sería el peso de la bala producida?

Ochenta y nueveartilleros entre ciento contestarían: «una onza, poco más ó menos.»

Además, ¿dónde y cuándo se vio Colon espuesto á recibir una bala de arcabuz, ó aunque fuera de canon? ¿En qué espediciones militares tomó parte?

Apoyándose en los cuentos que tanto abundan en

Of THE

ttiÜlUCOCITV

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la biografía atribuida á la pluma de su hijo Fernando, afirman algunos historiadores modernos que Cristoval Colon, al servicio del Rey Renato de Anjou, mandó espediciones militares contra Túnez. Pero hemos demostrado en otro lugar (47), que esas espediciones no pudieron verificarse sino entre los años 1459 y 146 1, y que en estas fechas, Colon, pobre niño, aprendiz de un cardador de lana, tendría todo lo más trece años.

Se ha pretendido también que mandaba la nave genovesa que en 1476 hizo frente, delante de la isla de Chipre, á toda la escuadra veneciana. Pero demostra- mos igualmente, que nada hay que justifique ni aun siquiera que Colon estuviera á bordo (48); y los docu- mentos descubiertos posteriormente (49) nos han reve- lado el nombre del capitán genovés. Se llamaba Paolo Gentile. Y en fin, se ha repetido que el futuro descu- bridor del Nuevo Mundo habia tomado parte en el famoso combate naval en que la armada de Carlos VIII se apoderó de las galeras flamencas á la altura del Cabo de San Vicente. Documentos hemos estudiado proce- dentes de los archivos de Venecia (5o) y de las crónicas de aquel tiempo que prueban que aquel combate se dio en el año 1485; que en esta fecha, Colon, casado hacia muchos años, padre de familia, y después viudo, estaba en España, y probablemente establecido en Andalucía como mercader de libros de estam- pa (5 1); y que el Colom bode que se hace mención en los

(4.7) Boletín de la sociedad de geografía de Parls-en los números de Abril de 1873 y Noviembre de 1874.-Véase el Apéndice ño VI.

C48) Les Colombo de France et d' Italie. -París, 1874-páj. 42.

(49) Por César Cantú, Archivio Storico Lombardo, anno I, fase. 3.- Milano, 1874.

(bo) Les Colombo de France et dy Italie.-cap. III.

(5i) Bcrwúdta- Reyes Católicos, cap. 118.

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despachos oficiales y en Sabellicus, no era Cristoval Colon, sino un almirante francés, gascón, hijo ó sobri- no de Guillermo Caseneuve, y conocido como este por el sobrenombre de Coullon (en latin Columbus) (52). La herida y la bala son, por lo tanto apócrifas. En cuanto á la presencia de ese proyectil entre los huesos, no seremos nosotros quien se encargue de esplicarla. Esto sería tanto más dificultoso, cuanto que una caja de 42 centímetros de largo, por 20 1T2 de ancho (di- mensiones esactas de la de plomo que han encontrado en Santo Domingo) supone una traslación hecha en tiempo en que los huesos estaban ya completamente dislocados. ¿Qué objeto pudo tener el pasar aquella bala á la nueva caja al mismo tiempo que se pasaban los restos? En buen hora que se hubieran pasado las famo- sas cadenas que se pusieron á Colon cuando Bobadilla lo envió á España, si hubiera sido cierto que se enter- raron con él, y las hubieran encontrado; pero ¿á qué causa puede atribuirse la conservación de esa bala de plomo hasta en nuestros dias?

(52) Don Diego Ortiz de Zúñiga es el primero que en sus Anales de Sevilla, libro XII, año 1489, hace representar á Colon un papel militar, pero es en la guerra de Granada. Como escribía más deciento cincuenta años después de los sucesos, nos parece muy dudosa su autoridad. Los compatriotas de Colon, tales como Alessandro Geraldini y Pedro Martvr, que vivían en aquel tiempo en la corte de los Reyes Católicos; Bartolomé Senarega, que fué poco después Embajador en ella por la República de Ge- nova; los otros genoveses contemporáneos que escribieron su historia, tales como Antonio Gallo y Agostino Giustiniano, obispo de Nebbio; xMaffei de Volterra, y el continuador de Philipo Bergomas; los cronistas españoles que le conocieron personalmente, como Fray Bartolomé Las-Casas y Gonzalo Fernandez de Oviedo, todos ignoran aquellos combates, y aun un suceso militar aislado. No ven, por el contrario, en Cristoval Colon, más que un genovés afable aunque tenaz, que dejó bastante entrado en años («pubescens jam rei maritime operam dediH) su oficio de cardador de lana para dedicarse á marino; y que en España nunca pensó más que en hacer que se aceptaran sus proyectos de viajes trasatlánticos.

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La caja en cuestión tiene muchas inscripciones, abreviadas, pero muy lejibles. En la parte interior de la tapa se lee:

Ill.trcy Es.do

varón

Dn. Cristoval Colon

lo cual debia quitar todas las dudas; pero hay también otra inscripción igualmente clara, aunque menos com- prensible, que está sobre la misma tapa:

D. de la A. P.«" AM

Que estas inscripciones estén en castellano y no en latin, es ya un poco sorprendente, aunque no extraor- dinario. La lápida sepulcral de D. Fernando Colon en la Catedral de Sevilla, que es del año i53g, y por tanto contemporánea de la caja en que se pusieron los restos del Almirante para trasportarlos desde la Cartuja á Santo Domingo, tiene una inscripción en lengua española. Pero esas abreviaturas arbitrarias, que no están en una invocación religiosa, sino que se refieren á títulos y calificaciones, son inusitadas, inverosímiles, tratándose de una muestra de estilo lapidario en el siglo XVI. Ese lujo de inscripciones á derecha é iz- quierda, fuera y dentro, como si al fabricar la caja de plomo se hubiera tenido ya la presciencia de las dudas que hoy se presentan, es también harto sospechoso.

Y sin embargo, lo que más nos preocupa es una sola letra; la A mayúscula del renglón de la tapa. El reverendo Obispo Cocchia dice con excelentísima gracia que aquella línea debe traducirse por Descubridor de

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la América. Pero ¿cómo puede provenir de España, en la época probable de la inscripción, ese nombre de América?

Esa apelación es de orí jen alemán. Fué inventada por Waltzemuller de Friburgo, en Brisgau, é impresa por primera vez en el mes de Mayo de \5o-j [53). No es posible, por tanto, que se grabase en la primera caja de Cristoval Colon, que murió en 1 5o6. Hay además fundado motivo para preguntar: ¿por qué el autor del epitafio no se sirvió en la inscripción del tér- mino oficial y consagrado por el uso? ¿Por qué razón, en vez de Descubridor de la América, no grabó Des- cubridor de las Indias? El nombre de América fué rarísimo en España en todo el siglo XVI. De sesenta y dos obras que conocemos impresas aquí antes del año i 55o (54), en las cuales se trata del Nuevo Mundo, en una sola se le el nombre de América (55); todas las demás dicen las Indias. Los historiadores, los cro- nistas, los jurisconsultos, los geógrafos, los grabadores heráldicos de aquella época nunca se valen de otra palabra. Oviedo, López de Gomara, Las-Casas en su Historia, Mártir de Angleria en sus Décadas, Ramí- rez en sus Pragmáticas, Enciso en las Summa de Geografía, todos dicen las Indias', el Almirante de las Indias, el Descubridor de las Indias (56). La lápida de D. Fernando Colon, que justamente es contempo-

(53) Cosmographice Introductio et Vespucii navigationes. -Dcodati, mense Maij, 1507.

(54) Biblioteca americana Veínstíssima, et Addittions.

(55) Pedro Margallo, Phisice compendium. Salnianticoe, 020, ia fo!. u\j—-(Additions, no 61).

(56) Los títulos oficiales de Cristoval Colon eran, Almirante Mayor del mar Occeano; Visorey y Gobernador de las Indias y tierra firme, por el Rey y la Reina, y su Capitán General del mar.

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ranea, como dijimos, de la inscripción que deberia leerse en la caja del Almirante remitida de Sevilla en i537, dice: Primo Almirante que descubrió las Indias y Nuevo Mundo. En fin, este es hoy todavía en Madrid y en Sevilla el término oficial (57). Por eso nos sorprende extraordinariamente, ver en una inscrip- ción solemne, redactada precisamente en España, y que debe atribuirse de positivo á la familia misma de Cristoval Colon, ese nombre de América que consagra la más clara de las injusticias, puesto sobre unos restos que se quiere suponer sean los del mismo que fué la ilustre víctima de aquella.

(57) «El gobierno español le ha denominado siempre Indias Occiden- tales.»— Navarrete. I, páj. cxxv.

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IV

En resumen. No hay prueba plena hasta ahora de que los restos recojidos en 1795 en Santo Domingo, y colocados al año siguiente en la Catedral de la Habana sean verdaderamente los de Cristoval Colon. Se indicó a D. Gabriel de Aristizabal, á D. Joaquin García y al Arzobispo, una bóveda anónima, de la cual extrajeron fragmentos sin señales, y que ningún indicio auténtico, ninguna prueba documental permitía identificar de una manera incontestable.

Al parecer, únicamente fueron guiados por una tradición, y por ciertas afirmaciones que no tuvieron tiempo de comprobar. Esto no es bastante. Y ademas, vemos, en los términos mismos del acta de exhuma- ción, que los fragmentos del recipiente y los restos humanos que se exhumaron en 1795, no se parecen al recipiente y á los restos que tan sólo doce años antes atribuía la tradición á Cristoval Colon; pues en 1783 eran huesos del ante bra^o, contenidos en urna de plomo, la cual estaba dentro de una caja de piedra; al paso que en 1795 es un fragmento de tibia, y los únicos fragmentos del recipiente que se encuen- tran, indican una caja de plomo, sin cubierta alguna de piedra.

En cuanto á los restos encontrados en la Catedral

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de Santo Domingo el 10 de Setiembre de 1877, los testigos competentes llamados á reconocer el estado del hueco y de las bóvedas adyacentes, del nicho y de la caja de plomo, de las soldaduras y cierro; los inteli- jentes que han visto, leido y examinado cuidadosa- mente las inscripciones, el carácter de las letras, las abreviaturas, el grabado, la patina, y ese color indefi- nible que el tiempo solamente puede imprimir en la superficie de los metales, son los únicos que hasta ahora tienen datos para pronunciar su voto en la cues- tión de autenticidad promovida por este inesperado hallazgo.

Dos hechos, sin embargo, quedan fijos. El prime- ro— que mientras no se pruebe lo contrario, los restos encontrados en 1877, proceden de la misma bóveda donde en 1 683, 1783 y 1795 aseguraba la tradición que estaban depositados los restos de D. Gristoval Colon; y entonces no se esplica cómo la caja reciente- mente sacada á luz pudo escapar á las miradas de los exploradores que entraron allí en 1783 y 1795. El segundo,— es que la palabra América grabada en la cubierta de la misteriosa caja de hoy, denuncia una época relativamente muy moderna, y una espresion que es contraria á la lójica y á la historia.

qAPEN DICES

%EAL CARTA

DE FECHA 2 DE JUNIO DEL ANO I 53J.

Don Carlos. Por la Divina Clemencia Emperador Semper Augusto, Rey de Alemania, D.a Juana, su Madre, á el mismo Don Carlos, Por la Gracia de Dios, Reyes de Castilla, de León, de Aragón, de las Dos Sicilias, de Hierusalem, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevi- lla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas Canarias, de las Indias, Islas y Tierra firme del mar Occeano, Condes de Barcelona, Flandes, Ti rol &c. &c. &c. &c. &c.

Por cuanto Doña María de Toledo, Virreyna de las Indias, Muger que fué del Almirante Don Diego Colon, ya difunto, por y en nombre, y como Tuto- ra é Curadora de Don Luis Colon, su hijo, Almirante que al presente es de las dichas Indias, é de los otros sus Hijos é Hijas, é del dicho Almirante Don Diego

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Colon su Marido, Nos ha' hecho relación, que el Almi- rante Don Cristoval Colon, su Suegro, y Abuelo de los dichos sus Hijos, murió en estos Nuestros Reynos y se mandó depositar en el Monasterio de las Cuevas, estra muros de la ciudad de Sevilla, donde al presente está, para que llevasen sus Huesos á la Isla Españo- la; y que agora ella, cumpliendo la voluntad del dicho Almirante, querría llevar los dichos sus Huesos á la dicha Isla, é Nos suplicó que acatando lo que el dicho Almirante nos sirvió en el descubrimiento, conquista y población de las dichas Nuestras Indias, y lo que sus hijos y nietos nos han servido y sirven, les hiciésemos, merced de la Capilla Mayor de la Iglesia Catedral de la ciudad de Santo Domingo, de la dicha Isla Espa- ñola, donde se pongan é trasladen los dichos sus Huesos, ó los de sus descendientes, ó como la nuestra merced fuese; lo cual visto por los del Nuestro Consejo de las Indias y con Nos consultado: acatando que el dicho Almirante Don Cristoval Colon fué el primero que descubrió, conquistó y Pobló las dichas Nuestras Indias, de que tanto noblccimiento ha redondado é redonda á la Corona Real de estos Nuestros Reinos y á los naturales de ellos; Tuvimos por bien, é por la pressente hacemos merced al dicho Almirante Don Luis Colon de la dicha Capilla Mayor de la dicha Iglesia Catedral de la ciudad de Santo Domingo de la dicha isla Española y le damos licencia y facultad para que pueda sepultar los dichos Huesos del dicho Almi- rante Don Cristoval Colon, su Abuelo y se puedan sepultar los dichos sus Padres y hermano, y sus here- deros y sucesores en su Casa é Mayorazgo agora y en todo tiempo para siempre jamás, é para que pueda hacer é haga en ella, él y los dichos sus herederos é

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sucesores, todos y qualesquier Bultos que quisieren é por bien tuvieren, y poner y pongan en ellos y en cada uno dellos sus Armas, con tanto que no las puedan poner ni pongan en lo alto de la dicha Capilla, donde queremos y mandamos que se pongan Nuestras Armas Reales.

Y rogamos y encargamos al Reverendo en Cristo Padre Obispo de la dicha Iglesia, é al Dean y Cavildo della, así á los que agora son, como á los que serán de aquí adelante, que les guarden y cumplan ésta nuestra Carta y todo lo en ella contenido, y que contra ello no vayan ni pasen en tiempo alguno, ni por alguna manera; de lo cual Mandamos dar é dimos esta nuestra Carta firmada de El Rey é sellada con nuestro Sello y Refrendada de nuestro infrascripto Secretario. Dada en Valladolid á dos del mes de Junio de mil é quinientos é treintay siete años. Yo el Rey.

(Original en el Archivo del Duque de Veraguas. Leg. i2.° N.° 17. i

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APÉNDICE II

PROTOCOLO

DE EL MONASTERIO DE NUESTRA SEÑORA SANTA MARÍA DE LAS CUEVAS.

Anales en los tres Primeros Siglos de su fundación: Contiene sus Principios, y Progresos, y la Suce- sión de sus Prelados desde el año de 1400 en que la Fundó y Dotó. Amplíssimamente el Illus- trisimo y Reverendísimo Señor Don Gonzalo de Mena Digníssimo Arzobispo de esta Ciudad de Sevilla. Uan insertos los de la Santa Cartuxa de la Puríssima Concepción de Caballa Fundada y Dotada por esta de las Cuevas. Dedicado á el Niño Dios en los bracos de su Purissima Madre. Por mano de la dulcíssima Virgen Santa Gertrudis la Magna, Protectora ele este Archivo y Archivo de mis afectos. Año de 1744.

Tomo I. Pdg. 36o, 36 1 . Año de i5o6. 2. A los 20 de Mayo de este año falleció en Valladolid el heroico y esclarecido D. Christoval de Colon, y fueron sus huesos trasladados á este monasterio y colocados

por depósito; no en el entierro de los Señores de la casa de Alcalá como dize Zúñiga, sino en la Capilla de Santa Ana que hizo labrar el Prior D. Diego Luxan en el año siguiente, y es la misma que oy llamamos de Santo Christo, por lo que se dirá adelante. Este cauallero fué aquel célebre Almirante de la mar, y progenitor de la Casa de Veraguas, para cuyo elojio basta el mote de el sepulcro donde yaze en la Isla y Ciudad de Santo Domingo; dice así A Castilla, y á León nuevo Mundo dio Colon. En la misma Capilla se depositó su hijo Diego Colon. Quedaron asi mismo depositados en el Monasterio los títulos y papeles del Almirantazgo de las Indias y estado de Veraguas donde estuuieron hasta el año de 1609 como en el dize véanse adelante los años de 5 08— 536 y 609 donde se tocarán, como en su propio lugar, lo restante concerniendo á esta ilustre Casa, y alumnos de la de las Cuevas.

Pag. 365, 366. Año de i5o8. 3. El Adelantado de las Indias D. Bartholomé Colon, embió poder á su hermano D. Diego (citados en el año de 5o6) para que percibiese el tesoro de Joias (sic) y dineros que tenia depositados en este Monasterio, y con efecto le fué entregado, de que dio recibo autorizado por Francisco Pérez de Madrigal escriuano público de Alúa de Tor- mes, en 16 de Agosto de este año de 5o8; pero aun quedaron en depósito los títulos de el Almirantazgo hasta el año de 609 como en el dice.

Pág. 400, 401. Año de 1 536 (sic) 2. Dixe en los años de 5o6 y 5o8, que en la Capilla de el Santo Christo yacían en depósito los Cadáveres de los Colo- nes, y en este 336 se entregaron los de D. Christoval y D. Diego su hijo para trasladarlos á la Isla de Santo Domingo en Indias, quedando solo en dicha Capilla

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el de D. Bartholomé su hermano hasta oy. No, empero, se entienda que por esto tiene algún derecho á la Capi- lla la Casa de Veraguas; ni que por ello ha percibido el Monasterio alguna limosna, porque auer (sic) que D. Christoval Colon le dexó cierta renta anual de Azúcar, nunca llegó á efecto su cobranza: y á un que después por el año de i552 el Almirante Colon primer Duque de Veraguas y Nieto de D. Christoual pretendió con instancias la Capilla para su entierro, y de sus descendientes, ofreciendo mil ducados que auia costado su fábrica, y 27 ducados para sus ornato y reparos, llegando atan buenos términos su prebencion, que ya se auia sacado licencia de el Reverendo Padre General por parte del Monasterio, dado en dicho año de 552; se frustró el trabado, (sic) quedando la casa en posesión y directo dominio de su Capilla.

Pág. 56 1. Año de 1609. 3. Supuesto lo emanado en los años de 5o6 núm. 2, y 5o8 núm. 3, sobre depó- sitos de los Colones, y de sus tesoros; resta la expresión de auerse entregado este año á D. Ñuño Colon de Portugal, Duque de Veraguas, todos los privilegios y papeles, títulos de su Estado, y Almirantazgo de las Indias, que aun permanescian depositados en nuestro Monasterio, de los que se hizo inventario, y entregado en ellos, dio recibo en forma dicho Duque, uno y otro en virtud de mandamiento de el Theniente D. Alonso de Bolanos ante Miguel de Medina escriuano de su Juzgado á 1 5 de Mayo de mil sescientos y nueue.

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APÉNDICE III

Comme tout ce qui a trait á Christophe Colomb est fait pour cxciter le plus vif intérét, et surtout dans ceux qui veulent faire connaitre Tile Saint-Domingue, j'avais uu ardent désir de me procurer des rensei- gnements certains sur sa sépulture á Santo-Domingo. Je m'adressai done á Don Joseph Solano, lientenant des armées navales d'Espagne, commandant celle qui était alors au Cap-Franc^is. Le caractere obligeant de cet officier general, les preuves particuliéres que j'avais de ses dispositions á me servir, son titre cfancien Présidentde la partie espagnole et ses relations d'amitié avec Don Isidore Peralta, qui lui avait succédé dans cette présidence, tout me promettait une recomman- dation efñcace. Don Joseph Solano écrivit, en effet, de la maniere la plus instante, et je crois devoir transcrire ici la réponse de Don Isidore Peralta.

Santo-Domingo, 29 mars 1783.

«Mon tres-cher ami et protecteur, J'ai recu la »lettre amicale de Votre Seigneurie, du i3 de ce mois, »et je n'y ai pas répondu sur-le-champ, afin d'avoir le »temps de m'informer des détails qu'elle me demande «relalivement á Christophe Colomb, et encoré afin de »goúter la satisfaction de servir Votre Seigneurie autant «qu'il est en mon pouvoir et de lui faire éprouver celle

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»dc complaire á Fami qui Fa engagé á recueillir ees » me mes déiails.

»A Vagará de Christophe Colomb, quoique les »insectes détruisent les papiers dans ce pays et qiFils »aient convertí des archives en dentelles, j'espérc, «malgré cela, remettre á Votre Seigneurie la preuve »que les ossements de Christophe Colomb sont dans »une caisse de plomb, renfermée dans une autre caisse »de pierre, qui est enterrée dans le sanctuaire du cóté »de FEvangile; et que ceux de Don Barthélemy Co- ulomb, son fróre, reposent du cóté de Fépitre, de la »méme maniere et avec les mémes précautions. Ceux »de Christophe Colomb y ont été transportes de Sévillc, »oú ils avaient été déposés dans le pantheon des ducs «d1 Alcalá, aprés y avoir été conduits de Vallado! id, et »oú ils sont resiés jusqu^ leur transport ici.

»Ilya environ deux mois que, travaillant dans »Féglise, on abatiit un morceau de gros mur qu^on »reconstruisit sur-le-champ. Cet événement fortuit » don na oecasion de trouver la caisse dont fai parlé, et »c¡ui, quoique SANS INSCRIPTION, ÉTAIT CON- «NUE, D'APRÉS UNE TRADITION CONSTAN- TE ET INVARIABLE, POUR RENFERMER »LES RESTES DE COLOMB. Outre cela, je lais »rechereher si Fon ne trouverait pas dans les archives »ecclésiastiques, ou dans celles du gouvcrnement quel- »que documeiit qui pút fournir des détails sur ce point; »et les chanoines ont vu et constaté que les ossements »étaient réduits en cendres, en majeure partie, et qiFon »avait distingue des os de Favant-bras.

»J'adresse á Votre Seigneurie la liste de tous les »archevé]ues que cette ile a eus,et qui est plus curieuse »que celle de ses présidents; car Fon nFassure que la

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»premiére cst complete, tandis qiril se trouve dans la «seconde des lacunes produites par les insectes dont «j'ai parlé, eíqui attaquent plutót certains papíers que «{Tan tres.

»A l'égard des éd i fices, des temples, de la beauté »des rúes, ainsi que du motif qui a determiné á trans- » porter cette ville sur la rive oucst de la riviére, qui luí » forme un port, je vous en entretiens aussi. Mais,

«QUANTAU plan que demande lañóte,

>»il y a une difticulté réelle, parce que cela m'est défendu »commé gouverneur; les lumiéres supérieures de Votre vSeigneurie lui en font sentir la raison,» etc.

Voilá la piéee envoyée par Don Isidore Peralta, et queje posséde, revétue de tomes les formes légales.

«Moi, Don Joseph Nugnez de Caseres, docteur en »la sacrée théologie de la pontificale et royale Univer- »sité de Tangélique saint Thomas á'Acqutn, doyen «dignitaire de cette sainte église métropolitaine et »primatialedes Indes, certifie que LE SANCTUAIRE »DE CETTE SAINTE ÉGLISE CATHÉDRALE, »AYANT ÉTÉ ABATTU LE 3o JANVIER DER- »NIER, pour le construiré de nouveau, on a trouvé, »du cote de la tribune se chante PEvangile, et pies »de la porte par Fon monte á Tescalier de la cham- »bre capitulaire, un cofí're de pierre creux, de forme «cubique, et haut d'environ une vare, renfermant une »urne de plomb, un peu endommagée, qui contenait «plusieurs ossements humains. II y a quelques années »que, dans la méme circonstance, ce que je certifie, on »trouva du cote de Tépitre, une autre caisse de pierre «semblabe, et, d'aprés la trad ilion communiquée par les

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»anciens du pays et un chapitre du synode de cette »sainte église cathédrale, celle du cóté de YEvangile y>est r ¿putee renfermer les os de Pamir al Chistophe y>Colomb, et celle du cóté de Fépitre ceux de son frére, «sans qu^on ait pu vérifier si ce sont ceux de son frére »Don Barthélemy, ou de Don Diégue Colomb, fils de »Famiral; en foi de quoi j'ai délivré le présent. A Santo «Domingo, le 20 avril 1783. Signé: D. Joseph Nunez »de Cazeres.

»Don Manuel Sánchez, chanoine, dignitaire et «chantre de cette sainte église cathédrale, certifie, etc. y>(comme le precedente mot á motj. A Santo-Domingo, »le 26 avril 1783. Signé: Manuel Sánchez.

»Don Pierre de Galvez, maitre d'école, chanoine «dignitaire de cette église cathédrale primatiale des «Indes, certifie que le sanctuaire ayant été renversé «pour le reconstruiré, 011 a trouvé, du cóté de la tribune «oú se chante Févangile, un coffre de pierre avec une »urne de plomb, un peu endommagée, qui contenait «des ossements humains, et Fon conserve la mémoire «qu^il y en a une autre du cóté de Fépitre du méme «genre; et, selon ce que rapportent les anciens du pays «et un chapitre du synode de cette sainte église cathé- «drale, celle du cóté de Févangile renferme les osse- «ments de Famiral Christophe Colomb, et celle du «cóté de Fépitre, ceux de son frére Don Barthélemy. En «témoignage de quoi j'ai délivré le présent, le 26 avril «1783. Signé: Don Pedro de Galvez.»

Telles sont les uniques preuves du glorieux dépót que recele Féglise primatiale de Santo-Domingo, et qui sont elles-mcmes enveloppées d'une sorte de téné- bres, puisque Fon ne saurait diré affirmativement

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laquelle des deux caisses renferme les cendres de Chris- tophe Colomb; á moins qu'á l'áppui de la tradition, on ne fasse valoir la différence des dimensions des deux caisses, parce que celle l'on croit que les restes de Colomb ont été places a 3o pouces d'élévation, tandis que l'auíre n'a que les deux tiers de cette hauteur.

Depuis i/83, l'on a encoré cherché, dans les dépóts de la partie espagnole, quelques traces des faits relatifs á Christophe Colomb, maistoujoursinfructueusement; je suis méme trés-redevable, á cet égard, au zéle com- plaisant de M. le chevalier de Boubée, alors comman- dant la írégaie la Belette, qui, dans, un voyage á Santo-Domingo, íait en 1787, voulut bien, pour con- courir á mon ouvrage et pour satisfaire une curiosité qu'ii partageait, foui-ller dans les archives que le doyen et Tarchiviste luí montrérent avec beaucoup d'aíYabi- lité.»

Sacado de Description topographique et politique de la partie es- pagnole de lisie Saint Domingue, por M. L. E. Moreau de Saint-Méry, Philadelphia, 1796, 2 vols. 8."; vol. 1, p. 125 sequitur.

APÉNDICE IV

Extracto de las noticias que comunicaron al Gobierno los Gefes y Autoridades de las islas Española y de Cuba, sobre la exhumación y traslación de los restos del Almirante D. Cristóbal Colon, desde Santo Domingo á la H arana en los años de mil setecientos noventa y cinco y noventa y seis.

Ajustada la paz entre la España y la F rancia en Basilea á veinte y dos de julio de mil setecientos no- venta y cinco, se convino por el artículo IX que la primera cediese á la segunda en toda propiedad la

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parte que poseía en la isla española de Santo Do- mingo. Para cumplirlo así, al tiempo prefijado se hallaba fondeada en el rio de aquella isla la escuadra que mandaba el teniente general D. Gabriel de Aris- tizabal, quien con fecha de once de diciembre del mis- mo año ofició al mariscal de campo y gobernador don Joaquín García diciéndole: que enterado deque yacían en la catedral de aquella ciudad los restos del célebre almirante D. Cristóbal Colon, primer descubridor de aquel nuevo mundo, y primer instrumente de que se valió Dios para su bien espiritual en la dilatación de la verdadera religión y sagrado evangelio, le parecía propio de su obligación, como español y general en jefe que á la sazón era de la escuadra de operaciones de S. M. Católica, solicitar la traslación de las cenizas de aquel héroe á la isla de Cuba, que también descu- brió, y en que arboló el primero el estandarte de la cruz, para evitar que en la trasmigración no quedasen en ageno poder con pérdida de un documento autén- tico que en los tiempos venideros podría oscurecer en los fastos de la historia el suceso que forma la época más gloriosa de las armas españolas, y para dar á en- tender á las demás naciones que no cesan los españoles, á pesar del curso de los siglos, de tributar honores al cadáver de tan digno y venturoso general de mar, ni le abandonan cuando de aquella isla emigraban todos los cuerpos que representaban el dominio español; y que como no habia lugar, sin esponerse á inconve- nientes invencibles, de consultarlo á S. M., ocurria al gobernador, como vice-Patrono real de la isla, para que tuviera efecto su solicitud, disponiendo que se exhumasen los restos de Colon y se trasladasen á Cuba en el navio San Lorenzo. Contestó el gobernador con

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la misma fecha al general Aristizabal aplaudiéndole el pensamiento, y manifestando su prontitud á ejecu- tar por su parte cuanto estuviese en sus facultades, añadiéndole que el señor Duque de Veraguas, como sucesor de la casa y estado del almirante Colon, tenia la misma solicitud, á cuyo efecto habia comisionado en aquella isla á D. Juan Bautista Oyarzábal y don Andrés de Lecanda, para que de acuerdo con el señor Regente de la real audiencia practicasen las oportunas diligencias, y aun costeasen todos los gastos necesarios para que tan glorioso monumento no quedase fuera del dominio español, insinuando que se solicitase tam- bién la exhumación y traslación de las cenizas del adelantado 1). Bartolomé Colon; y que habían recibido de su principal las inscripciones que se habían de po- ner en los sepulcros de uno y otro; que el señor Regen- te de la audiencia, con quien habia comunicado el asunto, estaba también por su parte pronto á realizarlo y á satisfacer del real erario todos los gastos precisos; y íinalmente, que aunque S. M. nada le tenia ordenado sobre este particular, siendo tan justa la proposición y tan propia de la generosa gratitud de la nación espa- ñola, y conviniendo en ello todas las autoridades de la isla, estaba pronto á realizarlo.

El comandante general Aristizabal en once de di- ciembre, á bordo del bergantín Descubridor, dijo al Ilustrísimo Señor D. Frai Fernando Portillo y Torres, arzobispo de Cuba, cuya Metrópoli era entonces Santo Domingo, lo mismo que al gobernador de la isla, y en seguida le añade que habia debido á Su Señoría Ilus- trísima este pensamiento, y se lo participaba para que por su parte concurriese con sus providencias á la ex- tracción de las cenizas del héroe.

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El señor Arzobispo le contestó con la misma fecha diciendo que respecto á ser un pensamiento tan opor- tuno para la gloria de la nación, y mui correspondiente á acreditar el mérito del mismo comandante Aristiza- bal, pues á no tenerlo personal no sabría hacer tan debido aprecio al Almirante Colon, de quien ya no podia recibir en el mundo testimonio ninguno de gra- titud por aquel obsequio, después de manifestarle la satisfacción que tenia por sus eficaces diligencias para tan digno objeto, y por la consideración que le había merecido su recuerdo y ocurrencia, daría en unión con el señor Gobernador presidente cuantas providencias creyese oportunas y eficaces para la ejecución del pro- yecto.

Los apoderadores del señor Duque de Veraguas, el venerable Dean y Cabildo de aquella santa Iglesia metropolitana, y las demás personas y autoridades, á quienes hizo igual comunicación el general Aristizabal, le contestaron prestándose gustosos á cuanto estuviese en sus facultades para ejecutar la exhumación y tras- lación propuestas.

Dados estos pasos, resulta por testimonio de José Francisco Hidalgo, que despachaba á la sazón el oficio de escribano de cámara de la Real Audiencia, que en el dia veinte de diciembre del mismo año de mil sete- cientos noventa y cinco, estando en la Santa Iglesia Catedral el comisionado D. Gregorio Saviñon, regidor perpetuo, decano del mui ilustre Ayuntamiento de la ciudad de Santo Domingo, con asistencia del Ilustrí- simo y Rmo. 1). Fernando Portillo y Torres, arzo- bispo de aquella Metrópoli, del Excmo. Señor Don Gabriel de Aristizabal, teniente general de la real ar- mada, de D. Antonio Canzi, brigadier y teniente rei

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de aquella plaza, D. Antonio Barba, mariscal de campo y comandante de Ingenieros, de D. Ignacio de la Ro- cha, teniente coronel y sargento mayor de la misma, y de otras personas de grado y de consideración, se abrió una bóveda que estaba sobre el presbiterio al lado del evangelio, pared principal y peana del altar mayor, que tiene como una vara cúbica, y en ella se encontra- ron unas planchas como de tercia de largo de plomo, indicante de haber habido caja de dicho metal, y peda- zos de huesos de canillas y otras varias partes de algún difunto, que se recogieron en una salvilla, y toda la tierra que con ellos habia, que por los fragmentos con que estaba mezclada se conocía ser despojos de aquel cadáver, y todo se introdujo en una caja de plomo dorada, con su cerradura de hierro, la cual cerrada se entregó la llave al Señor Arzobispo. La caja es de largo y ancho como de media vara y de alto una tercia; y se trasladó á un ataúd forrado en terciopelo negro, guarnecido de galón y flecos de oro; y puesto en un decente túmulo, al siguiente dia, con asistencia del limo. Sr. Arzobispo, del comandante general de la Armada, comunidades de religiosos dominicos, fran- ciscos y mercenarios, jefes militares de marina y tierra, y demás concurso principal y jente del pueblo, se can- tó solemnemente vigilia y misa de difuntos, predican- do después el mismo señor Arzobispo.

En este mismo dia, como á las cuatro de la tarden pasaron á la misma Santa Iglesia metropolitana los Señores del Real Acuerdo, á saber: el presidente gober- nador mariscal de campo D. Joaquín García, capitán jeneral de la isla; D. José Antonio de U rizar, caballero de la orden de Garlos III, ministro del consejo de In- dias, rejente de esta real Audiencia; y- los oidores Don

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Pedro Cata ni, decano; D. Manuel Bravo, caballero de la misma orden de Carlos III, con honores y antigüedad de la de Méjico; D. Melchor Foncerrada y D. Andrés Alvarez Calderón, fiscal. A su llegada estaban allí el Ilustrísimo Señor Arzobispo, el Excmo. Señor Aris- tizábal, el Cabildo Catedral, y el de los beneficiados de la ciudad y las comunidades religiosas, con un nume- roso piquete militar, con bandera enlutada; y tomando el ataúd los señores gobernador y rejente, y los oidores decano y U rizar, fué conducido por ellos hasta la puerta principal de la Iglesia, en donde separándose dichos señores les substituyeron los señores oidor Foncerrada y fiscal Calderón. Al salir el ataúd de la Iglesia fué sa- ludado con descargas militares del piquete del acom- pañamiento. En seguida le tomaron el mariscal de campo y comandante de ingenieros D. Antonio Barba, el brigader comandante de milicia D. Joaquín Cabrera, el brigadier y teniente de reí D. Antonio Canzi, y el coronel del regimiento de Cantabria D. Gaspar de Ca- sasola, y alternando con ellos en la conducción los demás jefes militares, según el orden de su graduación y antigüedad hasta la puerta de tierra que á la ma- rina, le tomaron allí los regidores del mui ilustre Ayuntamiento D. Gregorio Saviñon, decano, D. Mi- guel Martínez Santelices, D. Francisco de Tapia, y D. Francisco de Arredondo, alcalde de la Santa Her- mandad. Al salir fuera de los muros se hizo un des- canso, se cantó un responso, y durante él fué saludado por la plaza con quince cañonazos, como á Almirante. En seguida el gobernador capitán general, tomó la llave del ataúd de manos del Señor Arzobispo y la en- tregó al Señor Comandante de la armada para que la entregase al señor gobernador de la Habana, en cali-

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dad de depósito, mientras S. M. determinaba lo que fuese de su soberano agrado.

En el acto mismo se llevó el ataúd á la playa, y se depositó en el bergantín 'Descubridor, el cual igualmente que todos los buques de la real armada, tenían insignias de luto, y le saludaron con honores y tratamiento de Almirante efectivo.

Desde el puerto de Santo DomiTigo fué conducido el ataúd á la ensenada de Ocoa, y allí, trasbordado al navio San Lorenzo para llevarle á la Habana, con orden de que se hiciesen á las cenizas que encerraba, los honores fúnebres que se habían hecho en Santo Domingo correspondientes á la dignidad de Almirante, previniendo que también acompañaba un retrato de Colon, enviado desde España por el Duque de Vera- guas, para que se colocara inmediato al sitio en que se depositasen las cenizas de su ilustre antecesor. El ca- pitán general de Santo Domingo D. Joaquín García, con fecha de veintiuno de diciembre, dio conocimien- to de todo al Excmo. Señor D. Luis de las Casas, gobernador y capitán general de la isla de Cuba, ad- viniéndole que en aquel correo escribían el Señor Ar- zobispo, el general Aristizábal, el regente de la audien- cia, y las demás autoridades al señor obispo y al co- mandante de marina de la Habana para que cada uno por su parte diesen las disposiciones convenientes para el recibo y depósito de los restos de Colon en la iglesia Catedral, con el decoro y honores correspon- dientes. El comandante general de marina D. Juan de Araoz, en consecuencia de estos avisos ofició al Excmo. señor gobernador y capitán general, y al Ilus- trísimo señor obispo diocesano, para acordarlas provi- dencias que á cada uno competían, como lo hicieron con

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gran celo. Acordaron unánimemente que la función se ejecutase con toda la grandeza y pompa debida, y dispusieron que la caja donde se contenían los despojos de tan ilustre general, se colocasen al lado del Evan- gelio en la Santa Iglesia Catedral, con la inscripción correspondiente en la lápida de su sepulcro, asistiendo y oficiando Su lima, de pontifical, para hacer más so- lemne y ostentosa* una función tan singular. El gober- nador y capitán general de la isla contestó también á D. Juan de Araoz, en- quince de enero de mil setecientos noventa y seis, que asistiría con los geles y oficiales de mayor graduación en aquella plaza, en concurrencia los cabildos eclesiástico y secular, para recibir en el muelle de caballería la caja de deposito con toda so- lemnidad, y conducirla á la Sania Iglesia Catedral, lo que podría verificarse á las ocho de la 'mañana del Martes diez y nueve, en cuyo dia y hora estaba con- forme el reverendo obispo.

Convenidas en esto las principales autoridades, pasó el comandante general de marina D. Juan de Araoz á las siete de la mañana del dia señalado á bordo del navio San Lorenzo, acompañado del gefe de escuadra D. Francisco Javier Muñoz, de los brigadieres D. Car- los De la Rivieri, D. Francisco Herrera Cruzat, del ca- pitán de navio D. Juan de Herrera, del ministro prin- cipal de marina D. Domingo Pavía, del mayor general de la escuadra D. Cosme de Carranza y demás plana mayor, y de D. José Miguel Izquierdo, escribano de guerra de marina; y estando allí todos reunidos, el co- mandante del navio, D. Tomás de Ugarte, hizo en manos del señor comandante general Araoz entrega formal del ataúd y caja que encerraba las cenizas del almirante Colon, y de la llave con que estaba cerrada,

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y era la misma que habia recibido en la rada de Ocoa del teniente de navio D. Pedro Pantoja, comandante del bergantín ^Descubridor, para trasportarla al puerto de la Habana por orden del general Aristizabal. En- tregado de todo D. Juan de Araoz mandó trasladar el ataúd á una falúa que estaba preparada al costado del navio, lo que ejecutaron los brigadisres La Riviere y Herrera Cruzat y los capitanes de navio Herrera y Ugarte, que siguieron á tierra en la misma falúa en medio de la formación de tres columnas de las demás falúas y botes del Rei, adornados y vestidos con la mayor decencia y con toda la oficialidad de guerra y ministerio. Seguian á la principal otras dos falúas que llevaban la guardia de honor de marina, con sus ban- deras y cajas enlutadas, y en otra iba el Exmo. señor comandante general, el ministro principal de marina y la plana mayor; y al pasar por la inmediación de los buques de guerra surtos en el puerto hicieron los honores de almirante ó capitán general de la armada, siguiendo en esta forma hasta el muelle, donde se hallaba el gobernador capitán general de la isla, acom- pañado de los generales y plana mayor de la plaza. Desembarcado el ataúd por los mismos que le bajaron del navio, poniéndole en manos de cuatro capitulares siguieron éstos remudándose y llevándole por entre dos filas de tropa de infantería, que guarnecia la calle hasta la entrada de la plaza de armas, delante del obe- lisco, donde se celebró la primera misa en aquella ciudad; y puesto el ataúd en un decente panteón, que al efecto estaba preparado, se hizo reconocimiento de lo que contenia la caja, de lo que quedó entregado el Exmo. señor gobernador y capitán general de la isla. Concluido este acto continuó la función con toda ma- lo

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¡estuosidad y pompa hasta la Catedral, donde después de los oficios mas solemnes, en los que el reverendo obispo celebró de pontifical, colocó el ataúd y caja que contenia las cenizas del gran Colon en una de las pa- redes del altar mayor al lado del evangelio, con las inscripciones oportunas; habiendo acompañado á es- tos hombres y ceremonias los cabildos eclesiásticos y secular, los cuerpos y comunidades, y toda la nobleza y gente principal de la Habana, en prueba de la alta estimación y respetuosa memoria que hacian del héroe que habiendo descubierto aquella isla, plantó el pri- mero allí la señal de la cruz, y propagó entre sus natu- rales la de Jesu-Cristo, por cuyas consideraciones anhelaba la ciudad de la Habana fuese permanente en su seno aquel depósito, pues ya que las circunstancias obligaban á que no se siguiese compliendo la voluntad de Colon en orden al depósito de sus mortales despo- jos, no habia provincia que con mayor derecho que la Habana, después de la isla española, debiese poseerlos. Estas noticias sacadas de los testimonios autoriza- dos en Santo Domingo, á veinte y dos de Diciembre de mil setecientos noventa y cinco por D. José Fran- cisco Hidalgo, escribano Real, despachando el oficio de Cámara de aquella real Audiencia; y en la Habana á veinte y cinco de Enero de mil setecientos noventa y seis por D. José Miguel Izquierdo, escribano de guerra de marina por S. M. en dicha ciudad, las oyó el rei nuestro señor con mucha satisfacción, aprobando cuan- to se habia practicado con tan digno objeto, así en Santo Domingo como en la Habana, según sus reales resoluciones de veinte y cinco de Marzo y veinte y cinco de Mayo de mil setecientos noventa y seis, toma- das por los ministerios de Estado y de Marina.

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APÉNDICE V

Numero i

ACTA

En la ciudad de Santo Domingo á diez de Setiembre de mil ochocientos setenta y siete. Siendo las cuatro de la tarde, previa convocatoria dirijida por el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Doctor Fray Roque Cocchia, Obispo de Orope, Vicario y Delegado Apostólico de la Santa Sede en las Repúblicas de Santo Domingo, Venezuela y Haity, asistido del Presbítero Fray Ber- nardino d'Emilia, Secretario del Obispado; del Señor Canónigo, Penitenciario honorario, Rector y Funda- dor del Colegio de «San Luis Gonzaga» y de la Casa de Beneficencia, Misionero Apostólico Presbítero Don Francisco Javier Billini, Cura interino de la Santa Iglesia Catedral, y del Presbítero Don Eliseo Yandoly, teniente cura de la misma, se reunieron en la Santa Iglesia Catedral, los Señores General Don Marcos A. Cabral, Ministro de lo Interior y Policía; Licen- ciado Don Felipe Dávila Fernandez de Castro, Minis- tro de Relaciones Exteriores; Don Joaquin Montolio, Ministro de Justicia é Instrucción Pública; General

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Don Manuel A. Gáceres, Ministro de Hacienda y Comercio, y General Don Valentin Ramirez Baez, Ministro de Guerra y Marina; los Honorables miem- bros del Ilustre Ayuntamiento de esta capital, Ciuda- dano Don Juan de la Cruz i^lfonseca, Presidente, y Ciudadanos Don Félix Baez, Don Juan Bautista Pa- radas, Don Pedro Mota, Don Manuel M.a Cabral y Don José M.a Bonetty; los Ciudadanos Generales Don Braulio Alvarez, Gobernador Civil y Militar de la Provincia Capital, asistido de su Secretario don Pedro M.a Gautier, y Don Francisco Ungria de Chala, Co- mandante de Armas de la misma; los Ciudadanos Don Félix Mariano Lluveres, Presidente de la Cámara Le- gislativa, y Don Francisco Javier Machado, diputado á la misma Cámara; los Miembros del Cuerpo Con- sular acreditado en la República, Señores Don Miguel Pou, Cónsul de S. M. el Emperador de Alemania, Don Luis Cambiaso, Cónsul de S. M. el Rey de Italia, Don José Manuel Echeverry, Cónsul de S. M. Católica el Rey de España, Monsieur Aubin Defougerais, Cón- sul de la República Francesa, Mister Paul Jones, Cón- sul de la República de los Estados Unidos de Norte América, Don José Martin Leyba, Cónsul de S. M. el Rey de los Países Bajos, y Don David Coen, Cónsul de S. M. la Reina del Reino Unido de la Gran Bre- taña; los Ciudadanos Licenciados en medicina y ci- rugía, Don Marcos Antonio Gómez y Don José de Je- sús Brenes; el Ingeniero civil Don Jesús M.a Castillo, Director de los trabajos de dicha Catedral, el Sacristán Mayor de la misma, Don Jesús M.a Troncoso, y los infrascritos Notarios Públicos, Don Pedro Nolasco Po- lanco, Don Mariano Montolio y Don Leonardo Del- monte y Aponte, siendo á la vez el primero interino de

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la Curia y el segundo titular del Ayuntamiento de esta capital. El Ilustrísimo Señor Obispo en presencia de los Señores arriba designados y de una numerosa con- currencia espuso: que hallándose en reparación la Santa Iglesia Catedral bajo la dirección del Reverendo Canó- nigo Don Francisco Javier Billini, y habiendo llegado á su noticia que según la tradición y no obstante lo que aparece de documentos públicos, sobre la traslación de los restos del Almirante Don Cristóbal Colon á la ciudad de la Habana en el año de mil setecientos no- venta y cinco, dichos restos podían existir en el lugar donde habian sido depositados, señalándose como tal el lado derecho del presbiterio, debajo del sitio ocu- pado por la silla episcopal: que deseando esclarecer los hechos que la tradición habia llevado hasta él autorizó al Reverendo Canónigo Billini, por su pedimento, para que hiciese las esploraciones del caso; y practi- cándolo así en la mañana de este dia con dos trabaja- dores descubrió á la profundidad de dos palmos poco más ó menos un principio de bóveda que permitió ver una parte de una caja de metal: que inmediatamente el referido Sr. Canónigo Billini mandó al Sacristán Ma- yor Don Jesús Maria Troncoso que pasase al Palacio Arzobispal á dar conocimiento á S. S. Ilustrísima del resultado de las investigaciones, al mismo tiempo que lo participaba al Señor Ministro de lo Interior supli- cándoles su asistencia sin pérdida de tiempo: que acto continuo S. S. Ilustrísima se trasladó á la Santa Iglesia Catedral donde encontró á los Señores Don Jesús María Castillo Ingeniero Civil, encargado de las reparaciones de este templo y á los dos trabajadores que custodiaban? en compañía del Canónigo Billini, la pequeña escava- cion que se habia practicado, al mismo tiempo que

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llegaba el Señor Don Luis Cambiaso que habia sido llamado por el citado Canónigo Billini: que cerciorado personalmente de la existencia de la bóveda, así como de que contenia una caja á que se referia el Canónigo Billini, y descubriéndose una inscripción en la parte superior de lo que parecía ser la tapa, dispuso dejar las cosas en el estado en que se encontraban y cerrar las- puertas del templo confiando las llaves al Reverendo Canónigo Billini; proponiéndose invitar como lo hizo á S. E. el Gran Ciudadano, Presidente déla República General Don Buenaventura Baez, su Ministerio, el Cuerpo Consular y demás autoridades civiles y mili- tares espresadas en cabeza de este acto, con el fin de proceder con toda la solemnidad debida á la extracción de la caja y dar toda la autenticidad requerida al resul- tado de la investigación, y habiendo dado aviso á la autoridad, por orden de ésta, se pusieron guardias mu- nicipales á cada una de las puertas del templo.

Su Señoría Ilustrísima, colocado en el presbiterio junto á la escavacion principiada, y rodeado de las au- toridades arriba mencionadas y de un concurso nume- rosísimo compuesto de personas de todas condiciones, abiertas todas las puertas del templo, hizo continuar la escavacion, quitándose una lápida que permitió extraer la caja, que tomada y presentada por Su Señoría Ilus- trísima, resultó ser de plomo. Dicha caja se exhibió á las autoridades convocadas y luego se llevó procesio- nalmente en el interior del templo mostrándola al pueblo.

Ocupada la cátedra de la nave izquierda del templo por Su Señoría Ilustrísima, el Reverendo Canónigo Billini portador de la caja, el Ministro de lo Interior, el Presidente del Ayuntamiento y dos de los Notarios

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públicos, signatarios de este acto: Su Señoría Ilustrí- sima abrió la caja y exhibió al pueblo parte de los restos que encierra; asimismo dio lectura á las diversas inscripciones que existen en ella y que comprueban de un modo irrecusable que son real y efectivamente los restos del Ilustre Genovés, el Grande Almirante Don Cristóbal Colon, Descubridor de la América. Adqui- rida de una manera incontestable la veracidad del hecho, una salva de veinte y un cañonazos disparados por la Artillería de la Plaza, un repique general de campanas, los acordes de la banda de música militar, anunciaron á la ciudad tan fausto y memorable acon- tecimiento.

Seguidamente las autoridades convocadas se reu- nieron en la Sacristía del templo y procedieron en presencia de los infrascritos Notarios públicos, que dan fé, al examen y reconocimiento pericial de la caja y de su contenido; resultando de este examen, que dicha caja es de plomo, está con goznes y mide cuarenta y dos centímetros de largo, veinte y uno de profundidad y veinte y medio de ancho; conteniendo las inscripciones siguientes: en la parte exterior de la tapa D. de la A. per j±te a £n }a cabeza izquierda C. En el costado delantero G. En la cabeza derecha A. Levantada la tapa se encontró en la parte interior de la misma tapa en caracteres góticos alemanes cincelada la inscripción siguiente: Illtre y Esdo Varón Dn Cristóval Colon, y dentro de la referida caja los restos humanos que examinados por el Licenciado en Medicina Don Marcos Antonio Gómez, asistido por el de igual clase, Señor Don José de Jesús Brenes, resultan ser: Un fémur deteriorado en la parte superior del cuello ó sea entre el gran trocánter y su cabeza. Un peroné en su

estado natural. Un radio también completo. Una claví- cula completa. Un cubito. Cinco costillas completas y tres incompletas. El hueso sacro en mal estado. El coxis. Dos ' vértebras lumbares. Una cervical y tres dorsales. Dos calcáneos. Un hueso del metacarpo. Otro del metatarso. Un fragmento del frontal ó coronal, con- teniendo la mitad de una cavidad orbitaria. Un tercio medio de la tibia. Dos fragmentos mas de tibia. Dos astrágalos. Una cabeza de homóplato. Un fragmento de la mandíbula inferior. Media cabeza de húmero, constituyendo el todo trece fragmentos pequeños y veinte y ocho grandes, existiendo otros reducidos á polvo.

Además se encontró una bala de plomo del peso de una onza poco más ó menos y dos pequeños tornillos de la misma caja.

Terminado el examen de que se ha hecho mención, las autoridades eclesiásticas, civiles y el Ilustre Ayun- tamiento, determinaron cerrarla y sellarla con los sellos respectivos y depositarla en el santuario de Regina Angelorum bajo la responsabilidad del referido Señor Canónigo Penitenciario Don Francisco Javier Billini, hasta que otra cosa se determine; procediéndose en se- guida á poner dichos sellos por Su Señoría Ilustrísima, los Señores Ministros, los Señores Cónsules y los in- frascritos Notarios; y en última, determinaron llevar dicha caja á la mencionada Iglesia de Regina Ange- lorum triunfalmente acompañada de las tropas vete- ranas de la capital, baterías de Artillería, música y cuanto podia dar realce y esplendor á tan solemne acto, para lo que se hallaba preparada la población como se notaba del gran gentío que llenaba el templo y la plaza de la Catedral de lo que damos le, lo mismo que, de

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haber sido firmada la presente por los señores que arriba se expresan y otras personas notables.

c$a Fray Roque Cocckia, de la Orden de Capu- chinos, Obispo de Orope, Delegado Apostólico de Santo Domingo, Haití y Venezuela, Vicario Apostó- lico de Santo Domingo.— P. Fray Bernardino d? Emi- lia, Capuchino, Secretario del Excelentísimo Dele- gado y Vicario Apostólico. Francisco X. Billini. Elíseo Tandoli, teniente cura de la Catedral. Marcos A. Cabral, Ministro de Estado en los despachos de lo Interior y Policía. Felipe Ddvila Fernandez de Cas- tro, Ministro de Estado en los despachos de Relaciones Exteriores. Joaquín Montolio, Ministro de Justicia é Instrucción Pública. M. A. Cáceres, Ministro de Estado en los despachos de Hacienda y Comercio. Valentín Ramire^ Bae%, Ministro de Guerra y Ma- rina.— Braulio Alvare\, Gobernador de la Provincia. Pedro María Gautier, Secretario. Juan de la Cru% Alfonseca, Presidente del Ayuntamiento. Regidores, Félix Bae^. Juan Bautista Paradas. Manuel Ma- ría Cabral. P.Mota. José María Bonetty. Fran- cisco Ungria Chala, Comandante de Armas. Félix Mariano Lluveres, Presidente de la Cámara Legisla- tiva.— Francisco Javier Machado, Diputado á la misma Cámara. José Manuel Echeverry, Cónsul deS. M. Católica el Rey de España. Luigi Cambiaso, R. Consolé de S. M. ii Re d'Italia.— Miguel Pou, Dir Konsol des Deutscher Reiches. Paul Jones, United State Cónsul. D. Goen, British Vice-Cónsul. J. M. Leyba, Cónsul Neerlandés. A. Aubin Defougerais, Vice-Cónsul de France. Jesús María Castillo, Inge- niero civil. El Licenciado en medicina y cirugía, M. Antonio Gome\. El Licenciado en medicina y ci-

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rugía, J. J. Brenes. El Sacristán mayor, Jesús M. Troncoso. A. Licairac. M. M. Santamaría. Do- mingo Rodrigue^. Manuel de Jesús García. En- rique Peynado. Federico Polanco. Lugar dis Oli- vo.— P. Mr. Consuegra. Eugenio Marchena. Va- lentín Ramire\, hijo. F. Per domo. Joaquín Ramí- rez Morales. Amable Damiron. Jayme Ratto. Pedro N. Polanco, Notario público. Leonardo Del Monte y Aponte, Notario público.— Mariano Mon- tolio, Notario público.

Número 2.

NOS D. FE. ROQUE COCCHIA

De la Orden de Capuchinos Provincial Emérito, y de las

Misiones Extranjeras de la misma Orden

Ex-Procurador General,

POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SANTA SEDE APOSTÓLICA

OBISPO DE OROPE,

Delegado de la Santa Sede cerca de las Repúblicas

de Santo Domingo, Haití y Venezuela y en esta

Arquidiócesis

VICARIO APOSTÓLICO.

Al Venerable Clero y á los fieles de la misma Arquidiócesis salud y pa% en el Señor.

Un grande acontecimiento ha venido á coronar de la manera más espléndida aquella suma de afectos, que

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tuvo siempre para esta tierra predilecta, y manifestó hasta en su última voluntad, el descubridor del Nuevo Mundo, Cristóbal Colon (i).

Italiano, misto de genio y de talento, de reflexión y de entusiasmo, de cálculo y de poesía, que fué en él, como en sus contemporáneos Miguel Ángel y Galileo, la más sublime expresión del carácter nacional; mostró muy temprano una pasión por la geografía, y á la par que se educaba en la Universidad de Pavía, la grande escuela lombarda, donde á las letras unió las ciencias, según lo permitía el siglo, prefiriendo la náutica; á la par que se distinguía capitaneando naves genovesas y napolitanas, reanudó los hilos de la antigua escuela itálica relativa á la esfericidad de la tierra, y sacó no un sistema, sino un descubrimiento, que hizo de él un gigante entre la edad media y la moderna.

La naturaleza puso las bases, dándole un genio vasto é inventivo, un carácter fogoso y emprendedor.

(i) «Su verdadero apellido es Colombo, latini- zado por él en sus primeras cartas Columbus. El Al- mirante es no obstante mas conocido en la historia española por el nombre de Cristóbal Colon, con el cual se presentó en España. Según refiere su hijo, hi^o esta alteración, para que no se confundiesen sus descendientes con los de los ramos colaterales de la misma familia, para lo cual acudió al que se suponía origen romano de su nombre Colonus, y le abrevió en Colon, acomodándole á la lengua española. » Irving, «Vida y Viajes de Cristóbal Colon, » lib. i, cap. i. En Italia no es conocido sino bajo el nombre de Co- lombo.

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La patria desarrolló aquellos gérmenes con sus tradi- ciones, con su brújula, con su cielo, impeliéndole á las bellas artes; y educando aquella imaginación ardiente, hizo que él en sus cartas y diarios, en vez de describir los objetos con la técnica frialdad de un navegante, pinta las bellezas de la naturaleza con-el entusiasmo de un artista. La religión lo colmó todo, imprimiendo aquella fuerza de y de convicción que única puede arrojar á las mas atrevidas empresas y sostener el valor en los momentos mas graves y desesperados. «El prin- cipal rasgo característico de este grande hombre era la viva, ardiente, omnipotente» (i).

Con estos propósitos, no pudiendo la patria opri- mida y amenazada, no queriendo el Portugal empeña- do en los descubrimientos del África Occidental, él se dirijió á España, y oponiéndose allí la política, le sostuvo la Religión. El convento de los Franciscos de la Rábida, y el nombre de su superior Juan Pérez, han pasado á la historia como bienhechores de Colon. Nueva la empresa, muchos y poderosos sus opositores, empeñados los Reyes Católicos en echar á los Moros de España, pasaron siete años de promesas y repulsas, y en tantas ansiedades, entre inmortal y visionario, el superior le abrió siempre sus brazos y el convento. Colon se amparaba en él con la confianza de un

(i) Cantu, «Hist Universal, t. 10, biogr. XIX.» Un protestante añade: «Era devotamente piadoso, se mezcló la religión con todos los sentimientos y accio- nes de su vida, y brilla en sus mas secretos y menos meditados escritos. La religión, tan profundamente impregnada en su alma, difundía sobria dignidad y benigna compostura á suporte. » Irving, lib. 18, cap. 5.

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hermano: él era de la tercera Orden de San Fran- cisco (i).

En fin, el gran proyecto fué aceptado, y Colon el 3 de Agosto de 1492, después de haberse confesado con el P. Pérez y recibido con toda la tripulación, se em- barcó en el Santa María y acompañado del Pinta y del Niña, zarpó del Puerto de Palos al descubrimiento de una nueva via para las Indias, en realidad del Nuevo Mundo. I lo encontró el 12 de Octubre, to- cando antes á Guanahani, que llamó San Salvador, y en seguida á las Bahamas, Cuba, y finalmente (5 de Diciembre) esta isla que los indígenas llamaban Haití, los colonos nombraron Santo Domingo.

Su primer acto fué la toma de posesión, y esta la escribió con el antiguo quirógrafo de la cristiana, levantando solemnemente una cruz. ¡Primera semilla de la Religión en esta isla! Después que adelantó y conoció mas, le dio el nombre de Española, acercán- dola así con preferencia á la madre patria, y escribió á los Reyes Católicos: «Juro á VV. MM. que no hay en el mundo todo ni mejor pais, ni mejores gentes» (2).

(1) «De aquí su afición á vestirse de fraile.... cuando llegó á España, se presentó vestido de fraile. Amenudo vestía de fraile.» Cantú, t. 4, lib. 14, cap. 4. «Fu al tempo stesso laico di condicione e reli- gioso, per la professione della regola del ter^ ordine di san Francesco , del quale bene spesso vestiva le lañe, e nei cui umifi conventi si dilettava di riposarsi dalle fatiche e dalle fortune del mare.» Civilta Cattoltca, serie IX, vol. Vil, pdg. 6go.

(2) Irving, lib. 4, cap. S. «La isla Española, norte de sus esperanzas.» Id. lib. 12, cap. 1.

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Y en otra ocasión: «Espero, Dios mediante, que Vues- tras Altezas se resolverán pronto á enviarnos personas devotas y religiosas para reunir á la Iglesia tan vastas poblaciones, y que las convertirán á la fé, del mismo modo que destruyeron á los que no querian al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.» Fué este el centro de sus descubrimientos, como fué la capital de las colonias, aquí puso la primera fortaleza (La Navidad), aquí dejó los treinta hombres bajo el mando de Diego de Arana, y de aquí, como si hubiera llegado al ápice de sus deseos, recorrida la isla desde San Nicolás hasta Sa- maná, marchó á España para anunciar al viejo mundo el descubrimiento del nuevo.

Otros tres viajes hizo él de Europa á las Antillas, y siempre puso á la cabeza de sus cuidados la Española. En el primero, ayudado por sus hermanos el pacífico Diego y el enérgico Bartolomé, reorganizó la Colonia que encontró destruida: fundó la Isabela, primera ciudad cristiana en el Nuevo Mundo, en la cual trece eclesiásticos celebraron la primera misa en la Epifanía de 1494: esploró el Cibao hasta la Vega, dejando el gran monumento del Santo Cerro (1); envió á otros

(1) «Cristqforo avea piantata una croce nella collina cliamata Santo Cerro alV imboceatura della gran valle della Immacolata Concezione (della Vega) e di tante che aléate ne avea, quesf era la sua pre- di l ett a. Ai piedi di questa, novel lo Mosé, aveva im- petrata la famosa vittoria che riportaron i suoi in quella valle, combatiendo uno contro cinquecento in- digeni. E sovente saliva colassú á pregare, e la sera vi radunava intorno le míliüe, a farvi ora^ione ed a cantarvi inni c precci tolte dalla sacra liturgia.

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hasta las bocas del Ozama: hízose amigo de Guacana- gari, Cacique de Marien: sometió Guarionex, Cacique de Magua: capturó al terrible Caonabo, Cacique de Maguana: y á su hermano Maniocatez, poniendo en fuga al cuñado Behechio y á la mujer Anacaona; puso fortalezas en las montañas del Cibao y en las már- genes del Yaque: rodeó la isla, al mismo tiempo que reconoció á Cuba y descubrió á Jamaica, y después de casi dos años y medio pasó de la Isabela á Europa, dejando en su lugar á Bartolomé en cualidad de Ade- lantado; el cual poco después, por su orden, fundó la Ciudad de Santo Domingo (4 de Agosto 1496.)

Questa croce acquistó venera\ione in tatto ilpaese, a presto ai suoi piedi si operarono miracoli. I pellegri^ ni cominciarono á concorrervi in folla; e si notó che per quanto la divo\ione dei fedeli tagliasse di quel suo legno giá inaridito, pur sempre lo rifaceva con una vegeta\ione portentosa. Le reliquie di questo legno apportavano salute, e le gre\ie che se ne otte- nevano erano sen^a número. La fama di questa croce passó in Ispagna. Cario V mandó precióse gemme perché ne fosse adorna, e Filippo II lefé erigere una sontuosa cappella nella cattedrale, in cui dispose che si collocasse chiusa entro una stupenda teca di fili- grana.— Sebbene spogliato della croce, il Santo Cerro seguitó ad essere un luogo frequentatissimo dai pellegrini, cosí che fu necessario erigervi un con- vento ái Francescani, che sodisfacesero col loro mi- nisterio alia pietá delle turbe di fedeli che vi accor- reano.» Civiltá Cattolica, ser. IX. vol. VII, p. yo3. Da Roselly de Lorgues, «V Ambassadeur de Dieu et le Pape Pie IX. Paris 1874.

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En el segundo, llegado á esta Capital, después de haber descubierto la isla de la Trinidad y el golfo de Paria, ensanchó en dos años lo que habia hecho, cal- mando motines y ganando rencores, hasta recibir el honor reservado á todos los grandes bienhechores de la humanidad, la ingratitud: la que le cargó de cadenas y le echó á través de aquel Atlántico que él mismo habia abierto á la Europa. El grande hombre supo cuanto valían aquellas cadenas, guardándolas siempre «colgadas en su gabinete, y quiso que fuesen sepul- tadas con él» (i). Era envidia contra su persona, pero quedaron sus ideas así como su afecto para esta isla. Bobadilla y Ovando no mandaron sino desde Santo Domingo, y esta quedó cabeza de las Colonias hasta el descubrimiento de Méjico, así como fué hasta ayer la capital de las Antillas, prueba la silla episcopal que hubo, la primera en América, en 1 5 1 1, elevada á Me- trópoli primacial en 1547.

Aquella ingratitud no le abatió, el amor le deter- minó á un otro viaje, y en este la misma preferencia

(1) Cantil, t. 4, lib. 14, cap. 4. Uno de sus criados aun triste y desvengon^ado cocinero le rema- chó los hierros con tanta prontitud y ahinco, como si le estuviese sirviendo escogidas y sabrosas vian- das. Yo conocía al tal, y creo se llamaba Espinosa.» Cuando Alonso de Villero, que debía conducirle á España, entró en la cárcel: Villero, le preguntó tris- temente, ¿d donde me conducís? A embarcarse, Excmo. Señor. A embarcarse! repitió vivamente el Almirante. Villero, hablas formalmente? Lo mas formal del mundo, os lo juro, Excmo. Señor. Las Casas Creyó que era para conducirlo al patíbulo.

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le trajo directamente á esta Capital. La vieja oposición le rechazó, y él vagando y descubriendo á Honduras, Mosquitos, Costa-Rica, se consolaba, con estas pala- bras, que dijo haber oido en una nocturna visión: «¡Oh «estulto y tardo á creer y á servir á tu Dios, Dios de »todos! ¿Qué hizo él mas por Moisés ó por David su «siervo? Des que naciste, siempre él tuvo de muy «grande cargo. Cuando te vio en edad de que él fué «contento, maravillosamente hizo sonar tu nombre en «la tierra. Las Indias que son parte del mundo, tan «ricas, te las dio por tuyas; las repartistes adonde te «plugo y dio poder para ello. De los atamientos de la «Mar Océana, que estaban cerrados con cadenas tan «fuertes, te dio las llaves; y fuiste obedecido en tantas «tierras, y de los cristianos cobraste tan honrada fama. «¿Qué hizo del más alto pueblo de Israel, cuando le «sacó de Egipto? ¿Ni por David que de pastor hizo Rey «en Judea? Tórnate á él, y conoce ya tu yerro: su mi- «sericordia es infinita: tu vejez no impedirá á toda cosa «grande: muchas heredades tiene él grandísimas. Abra- Khan pasaba de cien años, cuando engendró á Isaac, ni «Sara era moza. llamas "por socorro incierto: res- «ponde ¿quién te ha aflijido tanto y tantas veces, Dios «ó el mundo? Los privilegios y promesas que da Dios «ñolas quebranta, ni dice después de haber recibido el «servicio, que su intención no era, y que se entiende «de otra manera, ni da martirios por dar color á la «fuerza: él va al pié de la letra: todo lo que él promete «cumple con acrecentamiento: ¿esto es uso? Dicho «tengo lo que tu Criador ha hecho por y hace con «todos. Ahora medio muestra el galardón de estos «afanes y peligros que has pasado sirviendo á otros. «No temas, confia; todas estas tribulaciones están és-

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»critas en piedra de mármol, y no sin causa.» Él aña- »dia: Yo vine á servir de veintiocho años, y ahora no «tengo cabello en mi persona que no sea cano, y el «cuerpo enfermo, y gastado cuanto me quedó de aque- llos, y me fué tomado y vendido, y á mis hermanos «fasta el sayo, sin ser oido ni visto, con gran deshonor «mió. En el temporal no tengo solamente una blanca «para la oferta: en el espiritual he parado aquí en las «Indias de la forma que está dicho; aislado en esta «pena, enfermo, aguardando cada dia por la muerte, y «cercado de un cuento de salvages y llenos de crueldad «y enemigos nuestros, y tan apartado de los Santos «Sacramentos de la Santa Iglesia, que se olvira de esta «ánima si se aparta acá del cuerpo. Llore por quien «tiene caridad, verdad y justicia» (i). Sin embargo, él logró ver por última vez á Santo Domingo, y fué de aquí que salió definitivamente para Europa.

Enfermo allá en España, abrumado, él no olvi- daba á su predilecta Española, y lamentaba cerca del Rey: «Desde que he dejado la isla, seque han muerto «las cinco sextas partes de los naturales por bárbaros «tratamientos ó por cruel inhumanidad, algunos bajo «el hierro, otros á fuerza de golpes, muchos de hambre, «la mayor parte en los montes ó en las cavernas, adon- «de se habian retirado por no poder tolerar los tra- bajos que se les imponían.» Mas la mayor prueba de su viejo afecto la dio en su testamento, en el cual or- denaba á su hijo Diego ú otro heredero «que mande «hacer una iglesia, que se intitule Santa María de la «Concepción, en la isla Española, en el lugar mas

(i) «Carta rarísima de Colon,» Jamaica á 7 de julio de i5o3.

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«idóneo, y tenga un hospital el mejor ordenado que se «pueda, así como hay otros en Castilla y en Italia, y se «ordene una capilla en que se digan misas por mi »ánima y de nuestros antecesores y sucesores con mu- »cha devoción: que placerá á nuestro Señor de nos dar «tanta renta, que todo se podrá cumplir lo que arriba »dije; ítem, mando al dicho D. Diego, mi hijo, ó á «quien heredare el Mayorazgo, trabaje de mantener y «sostener en la isla Española cuatro buenos maestros »en la santa teología, con intención y estudio de tra- » bajar y ordenar que se trabaje de convertir á nuestra «santa todos estos pueblos de las Indias, cuando «pluguiere á nuestro Señor que la renta de dicho Ma- «yorazgo sea crecida, que así crezca de maestros y per- «sonas devotas, y trabaje para tornar estas gentes cris- «tianas, y para esto no haga dolor de gastar todo loque «fuere menester; y en conmemoración de lo que yo «digo, y de todo lo sobrescrito, hará un bulto de piedra «de mármol en la dicha iglesia de la Concepción, en el «lugar mas público, porque traiga de continuo me- «moriaesto que yo digoal dicho D. Diego, y á todas «las otras personas que le vieren, en el cual- bulto es- «tará un letrero que dirá esto» (i).

A este testamento sucedieron varios codicilos, en el último de los cuales, escrito en el borde del sepulcro, precisando él su primera disposición, repetía á su hijo: «que erijiese una capilla en la isla Española, que Dios «maravillosamente le habia dado, situándola en la Vega «y ciudad de la Concepción, adonde se dijesen misas «diarias por el reposo de su alma, la de su padre, su

Ap Irving, Apéndice.

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«madre, su esposa y de todos los que morían en la »fé» (i).

El grande hombre murió en Valladolid á veinte de Marzo de i5o6, dia de la Ascención del Señor, y allá, después de espléndidos funerales en la parroquia de Santa Maria de la Antigua, sus preciosos restos fueron enterrados en la Iglesia de los Padres Franciscos. En i5i3 á petición del Consejo de las Indias fueron trasladados á Sevilla, y depositados en la de Santa Ana, perteneciente á los Cartujos de las Cuevas. Fi- nalmente, en i 536, sea que esta fuera su voluntad, sea que no habia para él tumba mas digna del Mundo que él habia descubierto, aquellas venerandas reliquias fueron nuevamente extraídas, trasladadas á Santo Do- mingo y aquí inhumadas en el presbiterio de la Ca- tedral.— La humana ingratitud no supo encontrar un pedazo de piedra para grabar su nombre é indicar aque- lla tumba.

Esta pues quedó oscura, ignorada por mas de dos siglos y medio, hasta que en 1795 debiendo la España ceder á Francia lo que poseia en esta isla por el tratado de Basilea*, se pusieron de acuerdo D. Gabriel de Aris- tizabal, Teniente General de la Real Armada, Don Joaquin García, Mariscal de Campo y Gobernador de la Colonia, y D. Fr. Fernando Portillo y Torres, Ar- zobispo de esta Arquidiócesis, para exhumar otra vez las reliquias del gran Genoves y trasladarlas á Cuba. El acto nacia de afecto, de gratitud, y sin embargo la historia lo consideró como un nuevo disturbio de la paz que aquel grande hombre debia gozar á lo menos

1) Irving, lib. JcV, cap. 4.

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en la tumba (i). Pero no: la Providencia hizo justicia á esta tierra de las predilecciones de Colon, y pareció repetir aquellas antiguas palabras: Dejadle, ninguno mueva sus huesos-I quedaron intactos los huesos de él (2). Y estas otras al ilustre difunto: Enterrado, dor- mirás seguro. Reposarás, y no habrá quien te mo- leste (3).

El acta de aquella operación redactado por D. José Francisco Hidalgo, escribano de Cámara de la Real Audiencia, refiere el hecho así: «En el dia veinte de Diciembre del mismo año de mil setecientos noventa y cinco, estando en la Santa Iglesia Catedral el comisio- nado D. Gregorio Saviñon, rejidor perpetuo, decano del muy ilustre Ayuntamiento de la ciudad de Santo Domingo, con asistencia del limo, y Rmo. D. Fran- cisco Fernando Portillo y Torres, Arzobispo de aque- lla Metrópoli, del Excmo. Sr. D. Gabriel de Aristizabal, teniente general de la real armada, de D. Antonio Can- zi, Brigadier y teniente rey de aquella plaza, de Don Antonio Barba, mariscal de campo y comandante de ingenieros, de D. Ignacio de la Rocha, teniente coro- nel y sargento mayor de la misma, y de otras perso- nas de grado y de consideración, se abrió una bóveda que estaba sobre el presbiterio al lado del Evangelio, pared principal y peana del altar mayor, que tiene como una vara cúbica, y en ella se encontraron unas plan- chas como de tercia de largo de plomo, indicante de haber habido caja de dicho metal, y pedazos de huesos de canillas y otras varias partes de algún difunto, que

(1) Irving, Ib.

(2) 4Reg XXIII, 18.

(3) Job, XI, 18,19.

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se recogieron en una salvilla, y toda la tierra que con ellos habia, que por los fragmentos con que estaba mezclada se conocia ser despojos de aquel cadáver, y todo se introdujo en una caja de plomo dorada, con su cerradura de hierro, la cual cerrada, se entregó la llave al Señor Arzobispo.» (i) I fué esta la caja que embarcada con pompa en El Descubridor, fué tras- portada hasta la bahia de Ocoa, y de allá por el San Lorenzo á la Habana.

Aquella caja salió, pero quedó en Santo Domingo la tradición de que los restos de Colon no habian .sali- do del lugar donde estaban. I en verdad dicho docu- mento, el mas auténtico que puede haber, dice que solo se encontraron «unas planchas de plomo, indi- cante de haber habido caja del mismo metal y pedazos de huesos de canillas y otras varias partes de algún difunto;» pero ni un nombre, ni una letra, ni una señal cualquiera en aquellos fragmentos de plomo, que indicasen á quién pertenecian dichos restos. Quizá la prisa, quizá la poca crítica, ciertamente cualquiera otro acostumbrado á la meditación histórica, encuentra estraño que una comisión tan seria, al abrir brevemen- te una bóveda y encontrar nada más que algunos frag- mentos de plomo y de un cuerpo humano, los aceptó sin otro observación como restos de Colon y los remitió á Cuba.

Apoyado pues, en la futileza del documento y en la vaga tradición arriba indicada, Nos, como italiano y como Jefe de esta Arquidiócesis, tuvimos siempre in-

(i) «El Noticioso de Ambos Mundos» Neus- York Mar\o ig de 1SS6. De Navarrete. «Colección de documentos concernientes al Almirante Colon.»

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tención de hacer á su tiempo las averiguaciones nece- sarias. Por consiguiente, habiéndose procedido á la composición de la Catedral; y quitado el piso, como se encontró á la izquierda del presbiterio una cajita de plomo con restos de un cadáver y esta inscripción: El Almirante Don Luis Colon, Duque de Veraguas, Marqués de.... (Jamaica;) (i) dimos orden á nuestro Penitenciario el Señor Canónigo Hon. D. Francisco X. Billini, Cura actual de la santa Iglesia Catedral y en- cargado de dichos trabajos, para practicar averiguacio- nes á la derecha del presbiterio, y justamente en el lugar del trono episcopal, que la tradición designaba como tumba del gran Colon. El sábado ocho de los corrientes diade la Natividad de la Sma. Virgen, dicho Señor Penitenciario vino á imponernos de que se habia encontrado á un metro del muro, enfrente de la puerta que conduce á la Sala Capitular, una bóveda con restos humanos adornados de galones. No hicimos caso, los dos, puesto que no habia ninguna inscripción y los galones indicaban que era un oficial quien habia sido enterrado con su uniforme, no los huesos de Colon, que como tales no admitian galones. Al momento en que escribimos, la bóveda está abierta, y esto prueba que en el presbiterio se enterraban personajes más ó menos importantes, sin nombre, sin otra indicación; y fué sin duda uno de ellos lo que la comisión encon-

(i) Nieto de Colon, el cual viendo que los dere- chos de su abuelo eran fuentes de vejaciones, re- nunció á los mismos por la asignación anual de mil doblones y los títulos de duque de Veraguas y marqués de Jamaica.

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tro en 1795, y trasladado con pompa, todavía conserva en la Catedral de la Habana.

Con nuestro permiso se trabajó parte del domin- go, y el lunes (dia 10) por la mañana. Nos avisó nue- vamente el Señor Penitenciario que en el lugar indi- cado se habia encontrado un nicho, dentro del cual se veia una caja de metal, que seguramente contenia los restos de algún difunto. A tal noticia Nos traslada- mos prontamente á la Catedral, y en presencia de algunos encontramos el nicho pegado al muro princi- pal, á la derecha, pero algo lejos del altar mayor. Por un hoyo, el único que estaba abierto, alcanzamos á ver la caja, la vieron los presentes, y en la casi segu- ridad que podian ser los restos anhelados, ordenamos que se dejaran las cosas como estaban, y salidos todos se cerraron las puertas, á fin de hacer el reconocimiento en toda regla.

A tal efecto mandamos formales invitaciones á S. E. el Presidente de la República, al Señor Ministro de lo Interior, al Señor Presidente del Honorable Ayuntamiento y al Cuerpo Diplomático Consular, indicando las cuatro y media p. m. del mismo dia. En cuya hora, impedido por enfermedad S. E. el Presi- dente de la República, concurrieron en su totalidad el Excmo. Ministerio, el honorable Ayuntamiento, el Cuerpo Diplomático Consular, nuestro Secretario, el Señor Penitenciario, el teniente Cura de la Catedral, el Señor Gobernador de la Provincia, otras autoridades civiles y militares, dos médicos, tres notarios, las per- sonas mas importantes de la Capital y un inmenso jentío que, abiertas las puertas, llenó prontamente el vasto templo. En presencia, pues, de un concurso tan respetable, dimos principio al reconocimiento, refirien-

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do en breve el origen y resultado de las investigacio- nes hasta la última de la misma mañana. Acto conti- nuo se levantó una piedra para dar salida á la caja, que tomamos en nuestras manos y pusimos sobre una mesa en el medio del presbiterio, invitando á los Señores Ministros, á los miembros del honorable Ayuntamien- to, al Cuerpo Diplomático Consular, á los notarios y á las otras personas importantes para que averiguaran el todo. Entonces se vio que la caja, bien conservada, era de plomo y tenía 42 centímetros de largo, 20 i¡2 de ancho y 21 de profundidad: se vio un letrero en la tapa, fuera y dentro, y alrededor. Se vieron dentro muchos restos y bien conservados, entre los cuales una bala de plomo (1). Limpiado el letrero, se leyó en la parte interior de la tapa: Illtre. y Esdo. Varón Dn Cristóval Colon. En la parte superior: D. de la A. Per. A te.= Alrededor C. C. A.=Lsl inscripción, pues, decia claro: Ilustre y Esclarecido Varón D. Cristóbal Colon, Descubridor de la América, Primer Almiran- te.—Y mas brevemente: Cristóbal Colón Almirante. =Las reliquias del grande hombre estaban en nues- tras manos, ¿quién podia pues contener nuestra emo- ción al declarar en alta voz que aquellos eran los restos del inmortal Colon? Estuvimos al punto de ex- clamar: Gómate, ó Santo Domingo!!! El hombre que te descubrió y te amó con preferencia no ha salido de

( 1 ) «En la costa de Veraguas se abrió su herida.» Cantu, t. /o, biog. XIX. Se refiere á esta la bala? 'De las cadenas no se ha encontrado nada. Era un título de infamia para sus opresores, y en esto, como en muchas otras cosas, no se cumplió con la voluntad del opr unido.

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tu seno, él ha sido y será contigo.— Gómate tam- bién, ó Italia!!! Ha como resucitado uno de los mas grandes de tus hijos. eres en tal ocasión afectuo- samente representada. La conmoción fué general, los gritos del pueblo se levantaron de todas partes, las campanas dieron el feliz anuncio á la ciudad, el canon contestó ruidosamente al fausto acontecimiento.

En seguida se vino al reconocimiento y numera- ción de los restos por los dos médicos, y á la vez al ins- trumento por los tres notarios, firmado por Nos y por todas las autoridades. Los restos con su caja de plomo fueron colocados en otra caja, y esta cerrada con llave, que queda en nuestras manos, fué sellada con nuestro sello y con los del Excmo. Ministerio, del Honorable Ayuntamiento y del Cuerpo Diplomático Consular. Finalmente siendo las ocho y media de la noche, se improvisó una imponente procesión, que acompañó con Nos á la Iglesia de Regina Angelorum (donde estarán hasta concluirse los trabajos de la Catedral) los restos mortales del mas grande hombre de la edad moderna.

Tardía justicia! pero muy á propósito. Han pa- sado casi cuatro siglos, y la grande epopeya de Colon todavía no ha encontrado su Homero. Los Lusitanos, menos importantes, tuvieron su Camoens. ¡Quién sabe si no se levante ahora! ¡Quién sabe si mientras que prelados y laicos emplean sus cuidados y sus plumas para ver introducida la Causa de este insigne Varón cerca de la Santa Sede, la Providencia ha permitido oportunamente el descubrimiento de sus reliquias!

Por nuestra parte, llamando todos á gozar del mismo nuestro júbilo, mandamos á los Señores Curas un repique general de campanas al arribo déla presen- te y que canten en e) Domingo á su recibo (en esta

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Capital el día de las Mercedes) un Te Deum en acción de gracias al Todopoderoso, que será repetido todos los años el diez de Setiembre, dia desde ahora memorable en los fastos de esta República, por el descubrimiento de tan precioso tesoro.

Dadas en nuestro Palacio Arzobispal de Santo Domingo, firmadas, selladas y refrendadas en forma el 14 de Setiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, 1877.

t Fr. ROQUE Obispo

DELEGADO Y VíCARIO APOSTÓLICO.

L.tS.

Por mandado de S. S. Illma. y Rma. P. Fr. Bernardino d^Emilia,

Capuchino, Secretario.

APÉNDICE VI

1

En el capítulo IV de las Historias, atribuidas á Don Fernando Colon, se contiene una carta que el autor nos dice haber sido din j ida por Cristo val Colon al Rey de Castilla desde la Española, en Junio de 1495. Esta carta no se encuentra en ninguna otra obra; y el testo español, si en efecto ha existido, no ha podido encontrarse todavía en Simancas, en Sevilla, ni en los archivos del Duque de Veragua, ni en otra parte.

aquí la traducción literal de ese documento curioso por tantos conceptos:

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«El Rey Renato (i) que Dios ha llamado á sí, me envió á Túnez para que me apoderase de la galeaza La Femandina. Cuando llegué cerca de la isla de S. Pedro, en Cerdeña, me informaron de que la galeaza iba custodiada por dos bajeles y una carraca. Esta noticia turbó de tal manera á mi jente, que tomaron su reso- lución, no solamente de no ir mas allá, sino de vol- verse á Marsella en busca de refuerzos. Viendo que no era posible hacerles variar de pensamiento, finjí ceder, y volviendo la aguja de la brújula, por la tarde hize desplegar las velas; y al día siguiente al salir el sol nos encontramos dentro del cabodeCartajena, cuando todos creian que caminábamos hacia Marsella.»

El «Rey Renato» de que aquí se hace mención, no puede ser otro que Renato de Anjou, Conde de Provenza.

Renato, por muerte de su hermano Luis III, rey

(i) A me auuenne, che1 1 Reinel, il quale Dio ha appresso di se, mi mando a Tunigi, percliio pren- dessi la galeaza Femandina; et, giunto presso all isola di San Pietro in Sardigna, mi fu detto, che erano con detta galeaza due nani et una Carraca, per laqual cosa si turbó la gente, che era meco, et deliberar ono di non passar piú innan^i; ma di tornare indietro a Marsiglia per uríaltra ñaue, et piú gente. Et io, vedendo, che non poteua sen\a alcuna arte sfor^ar la lor volontá concessi loro quel, che voleuano; et, mutando la punta del bussolo,feci spiegar le vele al vento, essendo giá sera: et ildi seguente alVapparir del Solé ci ritrouammo dentro al capo di Cartagena, credendo tutti per cosa certa, che a Marsiglia rían- dassimo.y> (Historie, f. 8, verso.)

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de Sicilia, y en virtud del testamento de Juana II. hahia heredado el reino de Ñapóles.

En Abril de 1437 se embarcó en Marsella, hizo escala en Genova y fué á desembarcar á Ñapóles. Después de haberlo tenido sitiado en 1438 y en 1441, Alfonso V de Aragón lo arrojó de allí en 2 de Junio -de 1442.

En esta primera guerra, tuvo Renato por auxilia- res á los Genoveses; pero Cristoval Colon no pudo estar entre ellos, puesto que de 1438-42, si es que habia nacido ya, estaba todavía en pañales ó poco menos.

A la muerte de Alfonso V, Renato se apresuró á dar órdenes á Nicolás Brancas, su embajador en Roma, para que reclamase la investidura del reino de Ñapóles. Calixto III respondió con una Bula (2), en que declaraba que el Reino habia vuelto á la Iglesia; pero su sucesor Pió II hizo un tratado con Fernando, hijo natural y heredero de Alfonso, y le dio la investidura en 10 de Noviembre de 1458.

En la primavera de 1459, JRenato animado por las solicitudes y promesas de la nobleza napolitana, armó una expedición para apoderarse del reino. A las doce galeras que envió desde Marsella para que se pusieran al mando de Juan de Anjou, Duque de Cala- bria, su hijo, los genoveses, muy adictos á aquel joven Príncipe, añadieron diez galeras y tres bajeles grandes, que partieron de Genova el 4 de Octubre de 1459 (3), á pesar de la oposición del Dux Fregoso (4).

(2) Bula de 1 2 de Julio de 145 8.

1 3) Sismondi (Histoíre des francais, tomo XIV, pdj. 42.)

(4) De Villcneuve Bargemont (Histoíre de Re- ne cTAnjou, tomo II.)

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Después de una campaña de dos años, los genove- ses, cansados de las exijencias de Carlos VII, su se- ñor (5), se insurreccionaron contra los franceses y el partido anjevino, los arrojaron de Genova, después de haber asesinado gran número de ellos, el 9 de Marzo de 1461, y el 17 de Julio siguiente los expulsaron de la fortaleza de Castelleto, que era su último refugio (6). Renato, enemigo desde entonces de los genoveses, se acojió inmediatamente á los puertos de la Provenza, porque aquel descalabro le privaba de sus auxilia- res y de la flota de Genova (7) . Desanimado por aquel gran revés, renunció para siempre á la guerra, y «rien ne put dans la suite le faire departir de cette reso- »lution (8).»

Desde entonces, Renato, abrumado por los reveses y la tristeza, desdeñando el poder y con desprecio de los tesoros, lejos de pensar en hacer la guerra por tierra

(5) Interviniendo en Inglaterra en la guerra de las dos Rosas, Carlos había exijido de los genoveses el envío de una flota en socorro de Margarita cT Anjou contra el partido de Yorck.

(6) Giustiniani. (Annali, Genova, i53j, in fol. libro V, fol. 214.) Ub. Folietce (Genuensis Historia. Genova, i585, in fol. libro XI, fol. 23g.

(7) Sismondi (Historia de las Repúblicas italia- nas, edición de 1840, tomo VI, paj. 353.

(8) Arte de comprobar las fechas, 1784, infolio, tomo II, pdj, 444. En efecto vemos que cuando en 1464 se trató de recobrar el condado de Ni^a, sin embargo de que confinaba con su querida Provenga, Renato se contentó con formular una simple protesta «porque sus gustos y su edad se oponían á que empr cu- ndiera nuevas espediciones militares!» Papón, según los archivos reales de Aix (Historia general de Pro- venza, París, 1778-86 in 4.0, tomo III, pdj. 38 2.)

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ni por mar, solo se ocupó de artes y de literatura, viviendo tranquilo y resignado en Angers, en Nancy, y en Aix.

Seria, pues, precisamente entre Octubre de 1459 y Julio de 1461, cuando Colon llevó á cabo la hazaña referida en las Historias.

Ahora bien, cuál era la edad de Cristo val Colon de 1459 á 1461?

En 1459 Cristo val Colon tenía á lo más once años ¡9).

Supongamos que la empresa delante de Túnez no se efectuó sino en el último año de la guerra, necesa- riamente antes del 17 de Julio de 1461, dia en que los genoveses abandonaron el pabellón de Renato de Anjou y se volvieron decididamente contra él. Colon no podia tener entonces mas de i5 años (10). Y él que no era ni un Doria ni un Grimaldi sino un pobre aprendiz de tejedor (11) hubiera mandado á esta edad una galera y ejecutado un plan tan atrevido.

(9) DWvezac, Año verdadero del nacimiento de Cristoval Colon. París 1873, en 8.a pájs. 3o y 3'2.

(10) Y si nosotros adoptamos la opinión emitiday sustentada por M. O. Perchel (in Das Ausland, 1866, pájs. 1 177, 1 181 > que el Almirante habia nacido en 1456 hubiera mandado esta espedicion á la edad de cinco años!

(11) Tenemos dos actas auténticas fechas en 20 de Mar^o y 26 de Agosto de 1472, en las que Cristoval Colon figura como testigo ó como parte contratante. Los notarios lo califican de «tratante en lanas. » ¿Le hubieran dado este modesto título des- pués de haber mandado en Jefe una galera del Rey- Renato? (Cf. Correspondance astronomique du barón de Zach, vol. XIV, p. 555, et Nota di divirsi docu- menti, 1839.)

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En resumen, la cuestión se reduce á estos tér- minos:

Por orden de Renato de Anjou fué por lo que Cristoval Colon tomara parte en esta espedicion. Es preciso, pues, que esta orden hubiese sido dada en época en que Renato mandaba todavía espediciones, y demostrar que después de la espulsion de los anje- vinos de Genova y desús asesinatos en 1461, catástrofe que según el parecer de todos los historiadores, fué la que determinó á Renato á vivir en el retiro, hasta su muerte, este venerable anciano saliera de pronto de él para intentar sin motivo espediciones marítimas, de las cuales no se encuentra el menor rastro, ni en las his- torias, ni en las crónicas. Cuáles pudieran ser las razones que lo impulsaran? La tregua con Juan II de Aragón (12) y la muerte de su hijo el Duque de

(12) Esta tregua es de fecha igde Enero, 14 6g. Papón, loe. cit. vol. III, p. 383, cita sacada de los manuscritos Ruffi (His. des comtes de Pro vence. Aix t655, in folio, páj. 389) y Bouche (Chorográ- phia, Aix, 1664, vol. II, paj. 468), hablan también de un tratado de pa\ hecho por Renato en 1469, con Enrique IV de Castilla. En cuanto a Fernando primer Rey de Ñapóles, cuyo nombre recuerda el de la galeaza, La Fernandina, objeto de este debate, después de un tratado con Luis XI en 1465, nadie pensaba en molestarlo en ningún sentido. Así que cuando Guillermo de Casenove, se apoderó de las galeras delante de Vivero en 1472, le bastó solo una nota para que al Rey de Francia se las res- tituyese con una fuerte indemnización. Cf. les Co- lombo de F ranee et d'Italie, pájs. 1 6-85.

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Calabria ( 1 3) lo había dejado en paz con todo el mundo, mientras que la pérdida tan reciente de su hijo menor Juan (14), y de su último hijo Nicolás de Anjou (i5), privándole de herederos naturales le impulsó más en su indiferencia hacia los bienes del mundo (16). Ciertamente que no seria entonces cuando hubiese imaginado espediciones más bien dignas de un cor- sario joven que de un rey anciano.

Pero lo más importante que hay que demostrar es cómo Cristoval Colon, hijo, nieto y hermano de

(1 3) La muerte que le sorprendió en Barcelona, el 16 de Diciembre de 1 47 o , puso fin á una guerra en la cual habia demostrado un valor y disposiciones extraordinarias. Papón (loe. cit.). El P. Anselmo fija la época de la muerte de Juan de Calabria en 27 de Julio 1 47 1 . (Histoire genealogique de la maison de France, vol. 1 .°, p. 233); mientras que Bourdigné dice que murió en Nancy el año 1472, «aunque hayan «querido decir que murió en Barcelona.» (Hystoire agregative des analles et cronigcues Danjou, augiers i52g, infol.,/. 177.

(14) En 1472.

(i5) El 27 de Julio 1473. (Chronique deMetz.) (16) No es menos cierto que Renato estuvo en- tonces en la Provenga. Tenemos, ciertamente, una carta suya fechada en Aix el 12 de Diciembre de 1473, publicada por M. Quatrebarbes (Oeuvres du roi Rene, París, 1845, 1846 in 4.0, vol 1, p. 46); pero esta fecha no debe estar muy distante de la de su llegada á la Provenga, puesto que las crónicas más inmediatas de aquel tiempo, manifiestan á Renato viviendo retirado hacía varios años en un castillo de

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pobres tejedores (17), tejedor el mismo y cuñado de un tocinero (18), menos de un año después de haber vi- vido todavía de su oficio de tejedor, tenia ya tal reputa- ción de marino, que un príncipe, sobreponiéndose á las preocupaciones de la época, podia confiarle el mando de una galera real. Seria preciso probar, en fin, que en

Baugé, que parece no abandonó hasta después de la toma de Anjou por Luis XI. «El Rey de Francia llegó á Anjou y se apoderó del Ducado.... El buen rey Renato estaba entonces en el castillo de Baugé, distante próximamente siete leguas de An- giers.... El muy humano y bondadoso rey de Si- cilia dejando su ducado de Anjou.... en Francia se retiró elijiendo, como lo había hecho el Em- perador Diocleciano y varios otros príncipes, una vida muy conveniente para go\ar de su veje\....y algún tiempo después este noble príncipe se retiró á la Provenga, su país.» Jehan de Bourdigné (loe. cit. f. 168 .) et Monstrelet (Chroniques, dans les additions anonymes, París, i5y21 infol., vol. III, p. 177.

(17) Giacomo, el antecesor, Dominico, el padre, Bartolomé, Diego y Pellegrino, los tres hermanos de Cristoval habían sido todos ellos tejedores ó carda- dores de lana.

(18) Giacomo Bavarello «pi^icagnolo.» Su mujer, hermana de Cristoval, se llamaba Nicolasa, si hemos de dar á el árbol genealójico hecho en i654, por el abate Antonio Colombo. (Cf. Isnardi, Nuovi documenti originali Genova 1840, in 8.°), pero en qué consistirá que este sabio eclesiástico omite á Giovani Pellegrino el segundo de los hijos de Dominico?

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una época en la cual el recuerdo de la opresión que había sufrido Genova y de la sangrienta revolución que la habia seguido y todos los genoveses tenían aun presente, Colon, que amaba tanto su país, lo habia abandonado para servir bajo las banderas del enemigo de su patria!

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La narración del combate delante de Chipre, está tomada de Bossi, el cual en su Vita di Christoforo Colombo (i), el estracto de una carta dirijida al Duque de Milán por dos ilustres milaneses en 2 de Octubre de 1476, donde se dice: «que el comandante »de la escuadra veneciana que defendía á Chipre, habia » peleado por dos veces con un buque genovés.» Y como el capitán de aquella escuadra hablaba de su combate contra cierto Colombo, se ha querido deducir que existía en aquella fecha un Colon, genovés, que recorría el Mediterráneo, y que aquel Colon no podia ser otro sino el futuro descubridor del Nuevo-Mundo.

A merced de investigaciones recientemente hechas, uno de nuestros amigos ha logrado encontrar en los archivos de Milán el original de la Carta en cuestión. aquí su traducción exacta:

«Llegamos el 16 de Agosto (1476) á las salinas de »Chipre, y encontramos en aquel sitio al capitán de la

1) Milán, 1818, inS.0, p. 122.

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^Señoría, que llegado con veinte galeras, cruzaba de- bíante de la isla, temiendo al hijo del Rey Fernando, »que se decia habia llegado allí como aliado (?) del «Sultán, y para tomar la investidura del Reino de «Chipre. »

«Dejando las salinas, recibimos avisos de Chipre, »el 1 8 de Agosto, noticiándonos que el capitán habia «salido en demanda de un barco de muchas tonela- »das (?) llamado la Nave Palavissina, que se decia «tripulada por Turcos. En Candía fuimos informa- «dos por cartas del capitán Piero Raimondo de que se «habia batido contra aquel buque con sus galeras y tres «bajeles venecianos, todos amados para esta empresa de «Chipre, y.... habiéndolo encontrado le habia embes- «tido por dos veces. La primera duró seis horas, la «segunda ocho. Hubo heridos entre Turcos y Geno- «veses ciento veinte hombres, y por parte de la flota «treinta muertos y doscientos heridos. Escribe en su «carta que ha justificado plenamente su conducta, de- «clarando al dicho patrón del dicho buque, que á causa «de la grande amistad y alianza que existia entre la «ilustrísima Señoría y el ilustrísimo señor Duque, no «tenia intención de apoderarse de nada de lo que fuese «de su propiedad, exijiendo únicamente que le entre- «gase sus enemigos, esto es, los Turcos que estaban á «bordo, así como los efectos y mercaderías que les per- «teneciesen, hallándose dispuesto además á reembol- «sarle los perjuicios. A la cual, él, (el patrón del buque y>genovés) respondió que no quería acceder á la peti- «cion; que en aquel mismo año habia encontrado por «tres veces galeras, que no le habían pedido mas que «su nombre, y que habiendo encontrado también á «Colombo con sus bajeles y galeras, él (este último)

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»le habia dejado pasar. No habiendo podido conseguir

«otra cosa más que el grito de ¡viva San Jorge! él (el

» comandante veneciano) lo habia atacado entonces....

»De la tierra de Otranto, 2 de Octubre 1476.

Antonio Guide Arcimboldo (2).

Juan Jacobo Trivulzio.»

A nuestro excelente Señor el Duque de Milán.

Esta narración está confirmada por un despacho de Antonio Loredano dirijido á Andrea Vendramino, en 7 de Setiembre de 1476 (3); otro del mismo capitán genovés, fecha de 7 de Octubre siguiente (4); por los detalles que Dominico Malipiero (5) y en fin por un

(2) A nuestro sabio amigo el Marqués Giróla- mo de Adda, es á quien debemos el orijinal de esta carta, publicada con otros muchos documentos, que demuestran que el Colombo de quien aquí se trata era Guillermo de Casenove, apellidado Coulon, vice- Almirante de Francia bajo Luis XI, en nuestra memoria titulada: Les Colombo de France et d'Italie, fameux marins du XV siecle, etc.- -Leida en la Aca- demia de inscripciones y bellas letras en las sesiones de i.'jr 1 5 de Mayo de 18^4. París, in 4.0

(3) Cantil I Colombo ¡Archivo Storico Lom- bardo, anno I, fase. 3. Milano, 1874.)

(4) Loe. cit., pájs. (j-i'2, de la tirada separada.

(5) Les Colombo de France et d'Italie, Doc. XII, pdj. 88.

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despacho oficial todavía inédito que se conserva en los archivos de Genova (6).

Lo que aparece de esas narraciones es, que si el barco era verdaderamente genovés, el capitán era un oscuro marino, aliado y cómplice de los infieles. En ninguna parte se dice que se llamara Colombo,y menos todavía Cristoval Colon. Su nombre era Pablo Gentile. «Dicta la nave (la Palavicina) era patronizata per Pollo Zentile» (7).

Habia encontrado simplemente «á Colombo con nave é galera (8), el cual no se habia batido ni delante de Chipre ni en ninguna otra parte en aquel año. En cuanto á aquel Colombo, de que hablan las precitadas autoridades como de un marino conocido de todos, era Guillermo de Casenove, llamado Coulon ó Colombo, cuya venida al Mediterráneo estaba indicada á Geno- va desde el 2 3 de Mayo de 1476 (9).

(6) Archivo di Stato. Toglia^o di Cancellería, ann. t'4Ji-j6, núm. 16, apud C. Desimoni, Rasseg- na del nuovo libro di Enrico Harrisse. (Giornale Li- gustico, Abril y Mayo de i$~5.)

(7) Despacho de Loredano, en Cantú, loe. cit.

(8) Les Colombo de Franceetd'Italie, Doc. XIV, paj. go.

(9) Despacho de Genova, die XXIII Maij. 1476, dirijido á Guido Visconti. Loe. cit., Doc. Ar, pa- jina 8j.

CORRIJENDA

Pagina 7, línea 33, léase «Malipiero».

» 8, línea 7, » MuereColonen Valladolid. Por tradición se dice que fué inhumado en la bóveda del convento de franciscanos observantes de aquella ciudad, y que sus restos permanecieron allí hasta 1 5 1 3. Las pruebas faltan en absoluto».

» 10, línea 18, quítese el número «(17)» é inter- cálesele á la línea 14.

» » línea 18, léase «año 1509».

» 1 5, línea 3o, añádase «ex aliena manu».

» 18, línea 22, léase «i554».

» 19, línea 35, » «Fournier.»

» 37. línea 1, Suprímase «plena.»

» » línea 9, » » » «de una manera in- contestable.»

» » línea 11, léase «que no pudieron com- probar.»

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