EA MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA e IS 1 h £ a ANGEL CABRERA DEL MUSEO NACIONAL DE CIENCIAS NATURALES | | CLAUDIO COELLO, 1153. COMPAÑÍA ANÓNIMA DE > LIBRERÍA. PUBLICA: CIONES Y EDI: CIONES “uy Imprenta de Modesto Berdós, Molas, 31 y 33 — Barcelonia mi. pas í gas Yaguer o tigre americano (Panthera onca). MANUALES - GALLACH CXX r MANUAL DE MASTOZ0OLOGIA POR ÁNGEL CABRERA Naturalista agregado al Museo Nacional de Ciencias Naturales; Secretario de la Real Sociedad Española de Historia Natural; Miembro correspondiente de las Sociedades Zoológica de Londres y Portuguesa de Ciencias Naturales. «CALPE»... Compañía Anónima de Librería, Publicaciones y Ediciones MADRID - BARCELONA ES PROPIEDAD COPYRIGHT BY “CALPE* MADRID, 1922 Papel especialmente fabricado por « FiG. 5.-—Danta (Taptrella dowtt) con su cría, mostrando el pelaje manchado juvenil. De fotografía son de un color gris de pizarra y las hembras leonadas, y en el cuscús de Amboina (Phalanger orientalis), el macho es blanco y la hembra parda con una raya obs- cura a lo largo del dorso. A veces, en vez de esta diferencia se observan otras en la longitud del pelo de ciertas partes del cuerpo, pudiendo servir de ejem- plo la melena del león y la barba de los machos cabrios. Con cierta frecuencia, los mamiferos jóvenes ofre- cen una coloración muy sia de la que tienen sus padres, y este pelaje juvenil rara vez es uniforme, per- Sd MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 93 sentando, por lo general, manchas blancas sobre fondo obscuro, como se ve en los cervatos y en las crias de tapir, o manchas obscuras en un fondo pálido, según ocurre en los leoncillos y en los pumas pequeños. Tam- bién hay mamiferos que, como los tigres, las jinetas, las cebras y los guardatinajos (Agoutí) conservan toda su vida un pelaje manchado o rayado. Estos pelajes, que a nosotros nos parecen llamativos, están muy lejos de serlo cuando el animal vive en su natural estado de libertad. Los mamiferos con manchas o con rayas, vis- tos a cierta distancia en su medio habitual, o se confun- den con la vegetación o aparecen de un matiz neutro uniforme, que se pierde en la coloración del terreno. Este carácter ocultador o procríptico del pelaje es común a la mayoria de los mamiferos y tiene para ellos evidente utilidad; a unos les permite ocultarse de sus enemigos, y a otros acercarse a su presa sin ser vistos. Los mamiferos que viven en los árboles son pardos o verdosos; los del desierto, de color de arena, y hasta la canicie invernal de ciertas especies supone una adap- tación a los paisajes polares. Generalmente, aquellas partes del animal que, por su posición, reciben menos luz, como el adomen y la cara interna de los miembros, son de color más pálido que las partes directamente iluminadas, con lo que se neutralizan las sombras y a cierta distancia se pierde la noción del relieve, hacien- do más completa la confusión con el paisaje. Hay, no obstante, mamiferos de color mucho más pálido en el dorso que en el vientre, con lo que resultan perfecta- mente visibles; pero estos poseen otros medios para librarse de sus enemigos, como son las afiladas púas del puerco-espin o el olor nauseabundo de la mapurita. En el perezoso de Costa Rica (Chola«epus hoffman- 94 MANUALES GALLACH ni) y otras especies afines, el efecto procriptico resulta como consecuencia de un agente externo. La superficie de cada pelo se agrieta, y en las rendijas microscópicas propágase un alga diminuta, que comunica al animal un color verde igual al de la vegetación que le rodea. FiG. 7. —Tubérculos plantares posteriores. A, de zarigiieya (Didelphis paraguayen- sis) B, de rata (Rattus rattus); C, de coma- dreja Mustela nivalis. El pelo, en si, no ofrece nun- calos vivosma- tices verdes, azules o rojos tan frecuentes en las plumas de las aves, y sólo en muy contados casos (Chrysochloris, Notoryctes) presenta refle- jos metálicos. Casi todos los mamiferos tienen las plan- tas de los pies más oO menos desprovistas de pelo, y en ellas suele haber unos como tu- bérculos o al- mohadillascar- nosas, que son las que tocan en el suelo. El número y disposición de estos tubérculos son generalmente invariables dentro Carayá (Alouata nigra). Un ejemplo de dicromismo sexual: el macho, negro, en primer término, y detrás, la hembra, con coloración diferente. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA ADO de cada género. Algunas veces, como acontece en mu- chos insectivoros, primates y marsupiales, la cola tam- biénestá más o menos desnuda, e igualmente pueden estarlo las orejas, la cara o determinados puntos del cuerpo, según vemos en los monos, que a veces tienen estas partes teñidas de vivos colores. Modificaciones tegumentarias muy importantes son los revestimientos córneos de las puntas de los dedos, denominados uñas cuando sólo cubren la parte supe- rior, y pezuñas o cascos cuando envuelven la punta del dedo por completo. Las uñas curvas, puntiagudas y comprimidas lateralmente reciben el nombre parti- cular de garras. Cuando un mamifero tiene uñas pro- piamente dichas o garras, se dice que es unguteulado, llamándose ungulado al que tiene pezuñas. En los ce- táceos y en casi todos los sirenios faltan por completo estas formaciones córneas De naturaleza análoga son las astas o estuches de los cuernos de ciertos rumian- tes, y los cuernos nasales de los rinocerontes. Todos los mamiferos poseen, en el espesor de la piel, numerosas y diminutas glándulas de dos clases: las glándulas sebáceas, que segregan una substancia Iubrificante, y otras, llamadas sudoríparas, destinadas ala eliminación del sudor; pero muchos de ellos pre- sentan, además, otras glándulas cutáneas, productoras de humores más o menos olorosos, cuyo papel no siem- pre está biem explicado, aunque parece que pueden servir para ahuyentar a ciertos enemigos o atraer a los individuos de igual especie, desempeñando en cier- tos casos alguna misión en las relaciones sexuales. Pueden hallarse estas glándulas localizadas en la cara, como se ve en ciertos antilopes (Cephalophus, Sylvica- pra); o en la frente, como en algunos murciólagos 26 MANUALES GALLACH (Taphozous); entre las orejas, como en el rebeco; en los pies, como se observa en el ciervo; en el lomo, como en el chuncho o saino (Pecari) y en algunos arma- E AN 0 pus FiG. 8. —Ejemplos de las glándulas especializadas A, Saco glandular anal del meloneillo; B, glándula dor- sal del saino, y C, corte de la misma; D, glándula preorbi- taria de un antílope (Guevei melanorheus), y E, corte de la misma. dillos; en los costados, como en la musaraña, o en las proximidades del ano, como en la civeta. Las glándu- las más importantes, sin embargo, son las glándulas mamarias, que segregan la leche y se manifiestan al exterior por las mamas o tetas. Estas últimas faltan en el ornitorinco y en los equidnos, cuyas glándulas ma- marias son, además, de diferente tipo que en los otros mamiferos, puesto que en aquellas especies parecen ser glándulas sudoriparas modificadas, mientras que en las demás son una combinación del tipo sudoriparo MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 2. y del tipo sebáceo. Las mamas se hallan siempre situa- das en la superficie ventral del cuerpo, ya en el pecho, ya en el abdo- men, y a veces desviadas res- pectivamente hacia las axi- las o las in- gles. Su núme- A Fig. 9 —Sección de una mama de Ea. en las mujer, mostrando los conductos de sa- zarigúeyas, y lida de la leche o galactóforos (G, G). son realmente privativas del sexo femenino, en los machos sólo apa- recen ligeramente indicadas y no cumplen función alguna. Un carácter en cierto modo relacionado con las mamas es la marsupia o bolsa abdominal que poseen las hembras de muchos marsupiales, y en la que trans- portan a sus hijos durante la lactancia. En la oveja, en algunos antilopes y en el maki de cola anillada (Lemur catta) se han observado casos de marsupia ru- dimentaria. La hembra del equidno también posee una bolsa ventral, pero no permanentemente, sino sólo mientras cría su hijo, lo que parece indicar que se trata de un carácter de diferente naturaleza. Esqueleto.—De las diferentes partes que compo- nen el esqueleto, ninguna tiene tanto interés para el mastozoólogo como el cráneo o calavera, pues en él se encuentran casi siempre caracteres de gran valor para distinguir en la clasificación los diferentes grupos y aun las distintas especies. Además, fuera de la piel, el 28 MANUALES GALLACH cráneo es en la mayor parte de los casos lo único que del mamifero llega a manos del naturalista de gabine- 10.— Esqueleto de erizo. Fig. :, Cráneo; ve, vértebras cervicales; vd vértebras dorsales; vl, vértebras lum- bares; vs, vértebras sacras; vea, vértebras caudales; co, costillas; et, esternón; e, escápula; cl, clavícula; h, húmero; cb, cúbito; r, radio; ca, carpo; mc, metacar- po; f, falanges; p, pélvis; fm, fémur; rt, rótula; t, tibia; pe, peroné; ta, tarso; mt, metatarso. te, y tratándose de especies extinguidas, es también lo que, completo o en parte, se halla con más frecuencia en estado fósil. En él pueden distinguirse dos partes: MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 29 el cráneo propiamente dicho y la mandibula, y el pri- mero se divide, a su vez, en dos porciones, una ante- rior, o rostro, y otra posterior, que, por contener la masa encefálica, ha sido llamada caja cerebral. El ros- tro está formado exteriormente por dos huesos nasales, que se extienden a lo largo de su parte superior, dos premaxtlares y dos maxtlares a los lados y por debajo, y dos palatinos en la parte inferoposterior; en su inte- rior se encuentran los cornetes de la nariz, el meset- motdes, el vóomer y una pieza llamada placa cribosa, que a modo de tabique separa esta parte de la caja ce- rebral. En esta última, de delante atrás, están: por encima, los dos frontales, los dos parietales y, aunque no siempre, un 2nterparietal; a cada lado, un alísfe- noides y un escamoso; por debajo, dos pterigoides, un presfenoides encajado entre aquellos, un basisfenoides y un bastoccipital y, a ambos lados de este último, los huesos timpaánicos, que forman los globos auditivos, y los pertóticos o petrosos, con las prominencias masto- 1deas; y, finalmente, en la parte posterior, un supraoc- erpital y los exoccipitales, los cuales, con el basioccipital, rodean el foramen magnum o agujero occipital. Hállase este agujero entre dos gruesos abultamientos, denomi- nados cóndtilos, mediante los cuales se sostiene y arti- cula el cráneo sobre la primera vértebra del cuello, carácter que tiene una gran importancia, porque en las aves y los reptiles esta articulación se verifica por medio de un cóndilo único. Á cada lado del cráneo, el hueso escamoso presenta una apófosis o prolongación dirigida hacia delante, que, unida con otro hueso lla- mado malar o pómulo, que llega hasta el maxilar, constituye una especie de asa denominada arco cigyo- mático. 30 MANUALES GALLACH FiG. 11. Cráneo de un mamifero (gato) visto de pertil, por encima y por debajo para mostrar la posición de los huesos que lo componen. n, Nasales; pm, premaxilares; m, maxilares; pa, palatinos, v, vómer; f, frontales; p, parietales; i, interparietal; ma, ma- lar; ap, apófisis postorbitaria; a, alistenoides; e, escamoso; pt, pterisoides; pr, presfenoides; b, basisfenoides; bo, basioccipi- tal; so, supraoccipital; eo, exoccipital; t, timpánico; po, perió- tico; ao, agujero occipital; co, cóndilo; mb, mandíbula; s, sín- fisis; ac. apófisis coronoides; cm, apófisis condiloides; aa, apó- fisis angular. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 31 Las lineas de unión entre los huesos del cráneo se llaman suturas y reciben nombres derivados de los de los huesos en contacto. Asi, se dice sutura internasal, sutura fronto-parietal, etc. Algunas de ellas, sin embar- go, se designan con otros nombres, que aluden a su posición v a su forma; la que hay entre los dos fronta- les se llama sutura metópica; sutura sagital, la que se- para los dos parietales, y sutura lambdoidea, la que hay entre estos últimos y el supraoccipital. A cada lado del rostro, presenta la calavera una profunda depresión, destinada a alojar el ojo y deno- minada fosa orbitaria, y más atrás, entre el rostro y la caja cerebral, una fosa temporal. Una y otra están con frecuencia limitadas en su parte superior por un reborde o arista saliente, que se llama, respectivamen- te, cresta supraorbitaria y cresta temporal. La primera de estas crestas se prolonga a veces en una punta o apófisis postorbitaria, que puede llesar a unirse con el arco cigomático. En muchos mamiferos hay en la caja cerebral otras crestas que ocupan la misma posición que las suturas sagital y lambdoidea, y se conocen con estos mismos nombres. Tanto las crestas como las sutu- ras son de gran valor para reconocer por el cráneo la edad de un animal. Cuando éste es joven, las suturas están muy abiertas y las crestas apenas se encuentran esbozadas; a medida que avanza en edad, las crestas se hacen más salientes y rugosas, y las suturas se cie- rran, se borran y acaban por desaparecer, quedando los huesos soldados. En cuanto a la mandíbula, frecuente, pero impro- piamente, llamada maxilar inferior, fórmanla sólo dos huesos alargados, simétricos, unidos anteriormente en una sínfisis y terminado cada uno de ellos posterior- y) 3 MANUALES GALLACH | mente en tres puntas, dos superiores, de las que la an: terior, o apófosis coronoides, queda libre, mientras la posterior o apófisis condilordes, se articula con el crá- neo detrás de los arcos cigomáticos, y una inferior llamada apófisis angular, que con frecuencia falta por completo o está apenas indicada, como ocurre en casi todos los primates. En la base de estas apófisis presen- AE EZ FiG. 12.—Hioides de mono aullador (A, por detrás, y B, de perfil), de caballo (C) y de oso hormiguero (D). h, cuerpo del hioides; c, ceratohial; e. epihial; s, estilohial; t, tirohial o asta posterior ta exteriormente la mandibula una depresión más o menos marcada, que es la cavidad masetérica. Detrás de la mandibula, bajo la base del cráneo, se encuentra el hiordes, grupos de huesos pequeños y mo- vibles que forma parte del órgano de la voz, y cuya forma y disposición presentan variaciones muy nota- bles. En los mamiferos en que es más complicado, en “EA 3 (is) MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA el perro, por ejemplo, consta el hioides de un hueso transversal en arco de circulo, denominado basihtal o cuerpo del hioides, que lleva a cada lado dos largas prolongaciones, una hacia delante, que se denomina asta anterior, y otra hacia atrás, la cual se llama asta posterior o tirohial. Cada una de las astas posteriores consiste en un solo huesecillo, mientras cada asta ante- rior está formada por tres huesos colocados uno a con- tinuación de otro: el ceratohtal, en contacto con el cuerpo del hioides; después el epihial, y, por último, el estilo- Ital, que forma la punta del asta. En el caballo el epi- hial es rudimentario, el estilohial, es muy largo y del- vado, y el cuerpo del hioides tiene la figura de una Y. En los delfines, el asta anterior sólo se osifica en la punta, permaneciendo el epihial y el ceratohial en es- tado de cartilago. En el hombre no hay epihial, y el estilohial, separado del resto del asta, se une al cráneo y forma lo que los anatómicos llaman la «apófisis esti- loides». Los guaribas o monos aulladores de América tienen el cuerpo del hioides muy grande y en forma de caja, siendo, en efecto, una verdadera caja resonante. La columna vertebral, que constituye el eje del esqueleto de los mamiferos, se divide en cinco regiones o grupos de vértebras, a saber: las vértebras cervicales o del cuello, las dorsales o de la espalda, que son las que sostienen las costillas, las lumbares, las sacras y las caudales. El número de vértebras es muy variable, salvo el de las cervicales, que es de siete en todos los mamiferos a excepción de los perezosos, en los que puede haber seis, ocho, nueve y aun diez, y del mana- ti, quessólo tiene seis. En cambio, las vértebras cauda- les, que corresponden a la cola, pueden variar desde tres a cuarenta y siete. Cada vértebra se compone de 3 34 MANUALES GALLACH una porción maciza y cilindrica, llamada cuerpo, que lleva encima un arco o anillo óseo, él arco neural. El cuerpo resulta de la fusión de tres discos sucesivos, de los que el anterior y el posterior reciben el nombre de epífisis, y que en algunas especies (en las ballenas, por ejemplo) per- manecen largo tiempo inde- pendientes. En esta particu- laridad, las vértebras de los mamiferos difieren de las A B aves y reptiles, y también se diferencian por tener planas c, cuerpo; a, arco neural; za, zigapófisis las caras ante- anterior; zp, zigapófisis posterior; e, apófi- . q ; sis espinosa; t, apófisis transversa. rior y posterior del cuerpo, lo que no ocurre en aquellas clases que tienen dichas caras cóncavas o convexas. El arco neural preser tan dos facetas planas, o cigapófisis, delante y otras dos detrás, por medio de las cuales se articulan unas vértebras con otras, y por encima de estas facetas salen tres apéndices, uno central, dirigido hacia arriba, que es la apófisis espinosa, y dos laterales, las apófisis trans- versas. Estas últimas pueden bifurcarse, con una punta sobre otra, llamándose en tal caso la de arriba diapófists y parapofisis la de abajo, y a veces hay, además de las apófisis transversas, dos apéndices más a cada lado del arco, uno dirigido oblicuamente hacia delante (meta- FiG. 158.—Vértebra dorsal de chimpan- cé, vista por delante (A) y de perfil (B) MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 3) pofisis) y el otro hacia atrás (anapófisis). Puede ocu- rrir, en fin, que el cuerpo de la vértebra ofrezca por debajo una apófisis central, o hipapófisis, y en los ce- táceos, marsupiales y algunos otros mamiferos, las vértebras caudales llevan por debajo unos huesos ahorquillados, que reciben el nombre de 2ntercentros o huesos en V. Las dos primeras vértebras cervicales son muy diferentes de las demás. La primera, que se llama atlas, carece de cuerpo, consistiendo simplemente en un anillo con dos facetas para la articulación de los cóndilos occipitales del cráneo, anillo que en algunos marsupiales está abierto por debajo; la segunda, o a6ts, Lenexel cuerpo acana- FiG. 14.—Vértebra lumbar de Scuti- O sorex congicus, vista de frente (A) Ma, formando y por debajo (Bb). com “ex arco neural un con- ducto redondo, que por delante se prolonga en un reborde saliente, o apofisis odontoides, que encaja dentro del atlas. En las ballenas, en el topo marsupial (Votoryctes) y en algu- nos otros mamiferos, algunas vértebras cervicales O todas ellas están soldadas entre sí, y lo mismo ocurre, generalmente, con las vértebras sacras en la edad adulta. Una interesante especialización de la columna ver- tebral es la que se observa en el Seutisorex congtcus, musaraña del centro de Africa cuyas vértebras, sobre todo las lumbares, son extraordinariamente robustas Según Allen 36 MANUALES GALLACH y están provistas de numerosas apófisis y excrecencias laterales, mediante las cuales encaja cada vértebra con las inmediatas, constituyendo en la región lumbar una masa ósea ancha e inferiormente acanalada, que permite al animal sostener un peso inmensamente ma- yor que el suyo (fig. 14). Las costillas, largos huesos sencillamente arqueados que forman la jaula torácica o caja del cuerpo, están unidas a las vértebras dorsales por dos cabezas, una llamada cabeza capitular, o capitulo, y otra cabeza tu- bercular, o tubérculo. La primera falta en las ballenas; la segunda, en los monotremos. Estos últimos presen- tan costillas rudimentarias en las vértebras cervicales, que no existen en los demás mamiferos. Los primeros pares de costillas (en las ballenas sólo el primer par) se unen por medio de cartilagos al es- ternón, hueso que ocupa la parte central anterior del pecho. Las costillas que no se encuentran en este caso, reciben el calificativo de flotantes. En los armadillos y algunos otros mamiferos, la referida unión cartiginosa se osifica en muy temprana edad. El esternón-:es real- mente un conjunto de huesos, frecuentemente solda- dos entre sí y en número muy variable. De estas piezas óseas, las más importantes son la primera, que se de- nomina manubrio, y la última, denominada apófisis xifordes y también, por ser con frecuencia cartilagino- sa, cartilago ensiforme. Los perezosos del género Cholepus tienen hasta diez y seis piezas óseas en el es- ternón. Las ballenas, en cambio, sólo poseen el manu- brio, y de aquí que en su esternón no haya espacio más que para el enlace de un par de costillas. En los ma- miferos voladores y cavadores, el manubrio presenta una quilla central muy saliente, como la que poseen MANUAL DE MASTOZOO LOGÍA 31 las aves, para la inserción de los músculos que intervie- nen en el vuelo. Los monotremos tienen sobre el es- ternón otro hueso, en figura de T, llamado episternón, hueso que existe también en los reptiles, pero no en los otros mamiferos, si bien se han encontrado vestigios de él en algunos fetos humanos y en embriones del topo y de otros pequeños mamiferos. Dos cercos o cinturones óseos unen a la columna vertebral los huesos de los miembros, para los miem- bros anteriores, hace este oficio el conturón escapular, formado simétricamente por los omoplatos o escápulas, vulgarmente llamados paletillas, dos clavículas que van desde los omoplatos al esternón, y a cada lado dos huesos coracoides. El omoplato es un hueso plano, ancho, generalmente en figura triangular, de abanico o trapezoidal y con una espina o quilla muy saliente de arriba abajo, que termina en una apófisis llamada acromion y divide la superficie del hueso en dos por- ciones, la fosa prescapular y la fosa postescapular. La primera de estas porciones, que, como indica su nom- bre, corresponde a la parte anterior del omoplato, se halla tanto más reducida en extensión, cuanto menos complicadas son las funciones de los miembros anterio- res. En los cetáceos, por ejemplo, casi todo el hueso se halla ocupado por la fosa postescapular. Las clavi- culas están con frecuencia atrofiadas, o faltan por completo. En cuanto alos dos coracoides, 0, hablando con más exactitud, epicoracoides y coracoides propia- mente dicho, por regla general se sueldan entre sí y con el omoplato en edad muy temprana (en el hom- bre antes de los seis años), viniendo a formar como una apófisis de este hueso. El húmero o hueso del brazo, lo mismo que el cúbito 38 MANUALES GALLACH y el radio, que forman el antebrazo, varian mucho de forma y proporciones según el género de vida que hace el animal. Cortos y gruesos en las especies mina- FriG. 15.—Diferentes formas de escápula. A. de topo (Talpa occidentalis); B, de gato cerval (Lynx par- dellus); C, de pudu (Pudu pudu); D, de delfín (Delphinus delphis); E, de armadillo (Euphractus sexcinctus); pr, fosa prescapular; po, fosa postescapular; a, acromion; e, caracoides. doras y en las nadadoras, estos huesos son, en cambio, largos, y delgados en los animales trepadores y en los corredores. El húmero presenta con frecuencia en la parte inferior de su borde interno, cerca de los cóndi- los que articulan con los huesos del antebrazo, un agu- jero que da paso a ciertos nervios y vasos sanguíneos, y que es conocido con el nombre de agujero entepicon- diliano. Este carácter, que se encuentra también en MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 39 ciertos reptiles, y que, por consiguiente, parece ser muy primitivo, falta en casi todos los ungulados y en los primates, aunque el hombre presenta vestigios de él en la llamada apófisis entepicondiliana. En los ungulados y, en general, en todos los mamiferos pura- mente andadores, el cúbito falta o muestra una ten- dencia a desaparecer. En el hombre y otras muchases- pecies, el radio puede alterar su posición natural y cru- zarse sobre el cúbito, que es lo que se llama pronación. Esta posición anómala es permanente en el elefante. Nueve pequeños huesos componen típicamente el carpo o esqueleto de la muñeca en los mamiferos, y son: un hueso central, entre dos filas horizontales de a cuatro; el escafordes, el semitlunar, el piramidal y el pisiforme, arriba, y el trapecto, el trapezorde, el grande y el unciforme o ganchoso, abajo. Rara vez, sin em- bargo, se encuentra este número completo, ya por des- aparición de alguno de los buesecillos, ya por fusión . de los contiguos. El central, sobre todo, falta muy fre- cuentemente, conservándose sólo en el castor, en el género Procaviía y en algunas otras formas de organi- zación primitiva. Fn cambio, a veces se encuentra junto al escafoides o junto al extremo del radio, como ocurre en el topo, otro hueso pequeño, estrecho y en- corvado, que ha sido llamado prepulgar, por estar próximo al primer dedo, o falerforme por su figura. En cuanto a los metacarpianos, sa número máximo es de cinco, lo mismo que el de los dedos. Estos últimos se componen normalmente de tres falanges, menos el pri- mero, que sólo tiene dos. Los cetáceos, por excepción, pueden tener hasta diez y siete falanges, hecho tanto más curioso cuanto que estos animales no presentan exteriormente dedos. 40 MANUALES GALLACH Para los miembros abdominales, el enlace con la columna vertebral (concretando más, con las vértebras FiG. 16.—Extremidades torácica (A) y abdominal (B) de un mono machin (Cebus). ec, hueso central; ce, escafoides, s, semilunar, p, piramidal: pf, pisiforme; t, trapecio; tz, trapezoide; e, grande; ga, gan- choso; me, metacarpianos; f, falauges: a, astrágalo; e, calcá- neo; n, navicular; cb, euboide; (li enueiformes; mt, meta- tarsianos sacras) se establece mediante el cinturón pelviano o pelvis, formado, a cada lado, por un ileon; un isquion, colocado detrás; un pubis, situado delante, y un coti- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 41 lordes, huesecillo generalmente rudimentario (salvo en el ornitoringo), que se encuentra en el acetábulo o ca- vidad cotiloidea del ileon, donde entra la cabeza del fémur. Todos estos huesos se sueldan entre sí antes de la edad adulta. Además de ellos, los marsupiales y monotremos poseen otro par de huesos más o menos largos, colocados sobre los pubis y divergentes en for- ma de V, que muchos autores han llamado huesos marsupiales, aunque el nombre de huesos epipúbticos es más exacto. En los cetáceos, la pelvis es siempre muy rudimentaria. Por su número, disposición y modificaciones, los huesos de los miembros posteriores corresponden a los de los anteriores. El liúmero está representado por el fémur o hueso del muslo, y el cúbito y el radio, por el peroné y la tibia, que forman la pierna. Delante de la articulación tibio-femoral, en la rodilla, hay, no obstan- te, un hueso pequeño, plano y redondeado, la rótula, no representado en el codo. El peroné es muy grande en los monotremos; en los ungulados, en cambio, tiende a atrofiarse, lo mismo que el cúbito. En el fémur es digna de señalarse, cerca de la cabeza o extremidad superior, la presencia de dos tuberosidades rugosas para la inserción de ciertos músculos, una externa, que es el gran trocánter, y otra posterior, o pequeño trocánter. Aleunos mamiferos presentan un tercer tro- canter algo más abajo y más hacia atrás que el primero. El tarso, los metatarsianos y los dedos del pie se asemejan también a los huesos de la mano; pero los huesos tarsianos son normalmente siete, en vez de nueve: el astrágalo y el calcáneo, en la primera fila; el navicular, enmedio, y los tres cuneiformes y el cubot- des, en la segunda fila. A veces existe también un 49 MANUALES GALLACH huesecillo falciforme o prehalucar, y no es infrecuente la presencia de otros huesos aun más pequeños, suple- mentarios, llamados sesamoideos. Los huesos de la pierna se articulan sobre el astrágalo y no sobre el centro del tarso, como ocurre en las aves y los reptiles En los cetáceos y sirenios faltan los huesos de los miem- bros abdominales, o están sólo representados por pe- queños rudimentos. Por el contrario, en los mamiferos saltadores adquieren estos huesos, y muy especialmen- te los del pie, un desarrollo extraordinario, que se tra- duce en un notable alargamiento de esta extremidad. En los magos (Tarsius) y los gálagos (Galago) son el calcáneo y el navicular los huesos más desarrollados, mientras en los jerbos y en los canguros el alargamien- to está principalmente en los metatarsianos. | Independientemente de todo el esqueleto, los ma- chos de muchos mamiferos (quirópteros, roedores, car- nivoros) tienen dentro del miembro viril un hueso pe- queño, alargado y de forma muy variable, el hueso pental o báculo, que a veces puede ofrecer caracteres de interés para la clasificación, como ocurre en los di- ferentes géneros de ardillas. Sistema Muscular. —En todos los mamiferos €s- tán muy desarrollados los músculos cutáneos. Gene- ralmente, bajo los tesumentos del tronco hay un gran músculo que cubre la parte dorsal del cuerpo, conti- nuándose sobre el cuello y la cabeza e insertándose por elementos tendinosos en diferentes puntos de la piel. Ordinariamente, este músculo dérmico está separado del resto del sistema muscular del tronco por capas de grasa y de tejido conectivo. El máximo desarrollo de este músculo se observa en el equidno, en el armadillo MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 43 e y en el erizo, que deben a él su posibilidad de enros- carse en forma de bola. Entre los músculos que corresponden al tronco me- rece citarse, por el gran desarrollo que en esta clase alcanza, el abdominal transverso, asi como el pirami- dal, o músculo recto ventral superficial, raro en los demás vertebrados y muy común en los mamiferos, siendo especialmente notable en los marsupiales y mo- notremos, en los que, partiendo de cada hueso epipúbi- co, llega casi hasta el esternón. En todos los mamiferos, sin excepción, el interior del tronco se halla dividido en dos cavidades, una to- rácica y otra abdominal, por un diafragma o tabique muscular colocado transversalmente con relación al eje del cuerpo, salvo en los sirenios y cetáceos, en que es oblicuo. Ausente o incompleto en otros vertebra- dos, en los mamiferos separa este tabique por completo las dos cavidades, presentando orificios especiales para el paso del esófago, de la aorta y de la vena cava infe- rior. Hállase formado por haces musculares que par- ten de la columna vertebral y de las costillas y que convergen en una porción tendinosa llamada centro frénico, que falta muy raras veces (en los delfines, por ejemplo). En la cabeza, Jos músculos de la nariz y de los la- bios suelen alcanzar gran desarrollo, sobre todo en aquellas especies que poseen una trompa movible. Los músculos masticatorios tienen también gran im- portancia. En los roedores, es de interés para la cla- sificación la disposición del masétero, músculo que nace en el arco cigomático y se inserta en el ángulo de la mandibula, sirviendo para elevar esta última. En consonancia con el trabajo que han de realizar 44 MANUALES GALLACH las extremidades torácicas, el músculo pectoral mayor alcanza en los murciélagos y en los mamiferos cavado- res dimensiones considerables y se divide en numerosas porciones, como en las aves. De un modo análogo, los músculos de los miembros posteriores están notable- mente desarrollados en las especies saltadoras, y los de la cola en aquellos mamiferos que tienen este órgano prensil, como son ciertos monos americanos, el oso col- menero y las zarigiieyas. En los cetáceos, contribuye AA De AD DE O AN e AS A AA E 2 NN FiG. 17.—Sección ver- tical de un molar del hombre. I, esmalte; D. dentina; P, pulpa; C, cemento. a los movimientos de la cola una prolongación del músculo cuadrado lumbar, que en otros mamiferos sólo sirve para el funcionamiento de la porción lumbar de la columna ver- tebral y de las últimas cos- tillas. Dientes. —Aunque por el origen dérmico de sus tejidos pertenecen al sistema tegu- mentario, por su posición al esqueleto y por sus funciones al aparato digestivo deben los dientes estudiarse aparte, por la gran importancia que tienen en el estudio de los mamiferos, constituyendo sus caracteres, número y disposición una de las principales bases de la clasificación. Los dientes se hallan formados principalmente por una substancia dura, la dentina o marfil, cuya masa rodea una cavidad ocupada por una pulpa blanda e. “3- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 45 provista de nervios y pequeños vasos sanguineos. Al exterior, la parte visible del diente está revestida de una capa delgada de durísimo esmalte, que algunas veces falta total o parcialmente, mientras la porción inserta en el alvéolo dentario se halla cubierta de otra substancia denominada cemento. Los mamiferos no tienen nunca, como los reptiles y los anfibios, dientes en el paladar o en el vómer; los superiores están siempre implantados en el borde den- tarto de los huesos premaxilares y maxilares, y los inferiores en el de la mandíbula. Además, el sistema dentario de los mamiferos es heterodonto o diferenciado, es decir, ¿ue en un mismo animal coexisten hasta cuatro tipos distintes de dientes: 2mcisivos, destinados a suje- tar y partic los alimentos; can?nos, que sirven para desgarrarlos; premolares, para cortarlos, y molares, para triturarlos. El delfin, el armadillo y algunos otros son, sin embargo, homodontos, esto es, presentan un sistema dentario compuesto de piezas poco o nada di- ferenciadas. Un fenómeno que sólo en los mamiferos se observa, aunque no ocurre en todos ellos, es el cambio de dien- tes al llegar a una edad determinada. La dentadura que el animal ha tenido en su juventud, llamada por eso mismo «dentadura de leche», cae empujada por otra serie dentaria que brota debajo y queda como permanente. Los mamiferos en que esto ocurre se co- nocen con el nombre de difiodontos, calificándose de monofiodontos a los que no están sujetos a tal fenó- meno. Aun en los primeros, el difiodontismo no es nunca total; el cambio no afecta a los molares, que son permanentes 0, hablando con más exactitud, apa- recen con la dentadura permanente, sin haber tenido 46 MANUALES GALLACH predecesores. Precisamente, la falta de éstos es lo que distingue a los molares de los premolares, aparte de que los primeros suelen ser de figura más complicada. FiG. 18. — Maxilar y mandibula de un león joven, abiertos, mostrando la sucesión de los dientes en los mamiferos difiodontos. i, incisivos; e, caninos; pm, premolares; m, molares. Los dientes permanentes, que aun no hau aparecido, se indican con rayado vertical. Por regla general, los premolares presentan un corto número de cúspides, con frecuencia una sola, en tanto que los molares suelen tener la corona cubierta de nu- merosas cúspides, unas veces cónicas, a modo de pe- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 47 queñas colinas, y otras ensanchadas, formando crestas que pueden ser rectilineas o curvilineas, como en me- FiG. 19. —Los tres tipos fundamentales de molares. As, nto (gorila); B, lofodonto (rinoceronte africano); C, selenodonto (camello). dia luna. De aqui resultan tres tipos principales de molares: el tipo bunodonto (de bunós, colina), el lofo- donto (de lofos, cresta) y el selenodonto (dé selene, luna), con otros tres se- cundarios, que son: el bunolofodonto, el buno- selenodonto y el lofose- lenodonto, y consisten, respectivamente, en combinaciones de coli- nas con crestas rectas, de colinas con crestas se- milunares y de ambas clases de crestas. Ade- más, se dice que un mo- lar es braquiodonto ; cuarido su corona o par- FiG. 20.—Molar braquiodon- 4 to de oso pardo (A) y molar te descubierta se eleva hipsodonto de caballo (B). muy poco sobre el borde dentario, en cuyo caso suele presentar en torno de sus cúspides o crestas un reborde saliente llamado cingulo, 48 MANUALES GALLACH y, por el contrario, denominase hipsodonto el molar que tiene la corona relativamente alta, como ocurre en los mamiferos herbivoros. En éstos, los molares están siempre provistos de crestas, y los espacios que median entre las mismas suelen hallarse llenos de cemento, con lo que la corona, cuando se va desgastando por el uso, ofrece el aspecto de una superficie plana. En u» molar bunodonto es casi siempre fácil distin- guir tres colinas o cúspides principales, una interna y dos externas si el diente es superior o maxilar, o dos internas y una externa cuando es inferior o mandibu- lar. Las dos cúspides situadas al mismo lado reciben, cuando se trata de un molar superior, los nombres de paracono y metacono, y la del lado opuesto, el de pro- tocono. Forman entre estas tres puntas un grupo cono- cido como el trígono, y se dice que es un molar tritu- bercular de aquel que las tiene claramente definidas. A continuación de ellas, puede el diente presentar una expansión denominada talón, frecuentemente provista de una cuarta cúspide, el Azpocono, situado hacia el lado interno. Todavia puede haber otras cúspides se- cundarias entre el paracono y el protocono, o entre el metacono y el hipocono, denominándose, respectiva- mente, protocónulo y metacónulo, y, finalmente, el cin- gulo puede formar en el lado externo hasta cuatro puntas sucesivas, que llevan, de delante atrás, los nombres de parastilo, mesostilo, metastilo e hipostilo. Para las cúspides de los molares inferiores se emplean los mismos nombres, pero terminados en 2do: protocó- nido, metacónido, metaconúlido, etc., llamándose tam- bién trigónido al grupo de las cúspides principales y talónido a la expansión posterior. Cuando el molar, en vez de bunodonto, es lofodonto o selenodonto, para Intilama o perezoso, del Alto Amazonas (Choloepus floren- cise), como ejemplo de coloración procríptica u ocultativa. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 49 Lado externo Fic. 21.— Esquema de la nomenclatura de las cúspides en los molares bunodontos. A, molar superior; 13, molar inferior: te, trígono; tl, talón; pe, paracono; me, metacono; pre, protocono; he. hipocono; pl, protocónulo: ml, metacónulo; ps, parastilo; ms, mesostilo, mts, metastilo; ted, trigónido; tid, talónido; ped, paracónido; mcd, metacónido; pred, protocónido; ecd, entocónido; hed, hipocó- nido; hld, hipoconúlido. bed e ecd oz » * pu Fig. 22. — Esquema de la nomenclatura de las crestas en los molares lofodontos. pf, paralofo; mf, metalofo; mfd, metalófido; hfd, hipolófi> do; psd, parastílido: msd, mesostílido; mtsd, metastilido. Las demás letras como en la fig. anterior. 50 MANUALES GALLACH designar las crestas se emplean los mismos prefijos, pero sustituyendo la terminación «cono», o «cónido», por «lofo» o «lófido», y asi se dice: q otolofo, paralofo, hipolófido, ete. (1). Hay mamiferos, como las ballenas y el equidno, que carecen de dientes, aun cuando esta carencia sea más aparente que real, puesto que los que en tal caso se encuentran, o tienen dientecillos rudimentarios que no llegan a salir al exterior, o los han tenido antes de nacer, en estado embrionario. El delfin, en cambio, puede tener más de doscientos cuarenta dientes. Entre estes extremos, el número de piezas dentarias varia enormemente, pero se admite que la dentadura tipica de los mamiferos heterodontos, a excepción de los mar- supiales, que la tienen más numerosa, consta de tres incisivos, un canino, cuatro premolares y tres molares a cada lado, tanto arriba como abajo, o sea en total cuarenta y cuatro dientes. Son pocos, sin embargo, los que tienen este número completo, y con frecuencia se da el caso de faltar todos los dientes de alguna de las clases. Para expresar de un modo breve estas particu- laridades, se hace uso de las fórmulas dentarias, en las que cada clase de dientes aparece indicada por su ini- cial, separándose los superiores de los inferiores por (1) Esta nomenclatura, ideada por el ilustre naturalista norteamericano H. F. Osborn, no ha sido universalmente aceptada; pero es necesario conocerla, tanto porque resulta muy útil cuando se trata de describir un molar complicado, cuanto porque, no conociéndola, resultan incomprensibles mu- chos trabajos publicados en los Estados Unidos, donde la em- plean casi todos los zoólogos. Otros naturalistas se contentan con designar las cúspides con números, 0 econ iniciales; pero este procedimiento se presta a confusiones y exige constante referencia a una figura que sirva de tipo. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 51 una raya, en forma de quebrado, y los de uno y otro lado por un punto o por el signo - . Por ejemplo: Z cd C pa Ea Ed m sá do AD UC id 4-4” 3-8 será la fórmula de la dentadura tipica. Algunos auto- res se limitan a indicar sólo los dientes de un lado, po- 2 2-2 niendo; por ejemplo: m y" en vez de m 9-9; Pero en- tonces hay que cuidar de multiplicar por dos el número para obtener el total. Fic. 23. — Dentición de un mamifero heterodonto (ja- bali) con el número de dientes tipico. i, incisivos; ec, caninos; pm, premolares; m, molares. Por razones de brevedad, cuando en una descrip- ción se menciona un diente determinado, es costumbre escribir solamente la inicial acompañada del número de orden en forma de índice o de subindice, según que el diente sea maxilar o mandibular. Asi, pm, significa primer premolar inferior, y m? se traduce por segundo molar superior. Pero conviene tener presente que, al decir primer premolar o segundo molar, lo que se indi- 59 MANUALES GALLACH ca no es lugar que el diente ocupa en la dentadura del animal en cuestión, sino el que le corresponde en la fórmula tipica de los heterodontos no marsupiales; de modo que, en el caso de la ardilla, por ejemplo, que sólo tiene arriba 2-2 premolares, por faltar en cada lado los dos primeros de los 4-4 tipicos, a los dos dientes que quedan hay que llamarles, no pm! y pm?, sino pm* y pm*, aun cuando delante de ellos no hay ningún otro premolar. El averiguar qué dientes son los que faltan en un mamifero que no posea la fórmula típica completa, no siempre es cosa fácil; pero puede dedu- cirse de la posición relativa de los que quedan, de la comparación entre la dentadura de leche y la perma- nente, y de la presencia anormal, en algunos ejempla- res, de dientes supernumerarios atávicos. Conviene ad- vertir que algunos autores prescinden por completo en sus descripciones de la distinción entre premolares y molares, considerándolos a todos como una serie segui- da bajo el nombre general de muelas o dientes molari- formes. Acaso fuese lo más sencillo, después de todo, dar a cada uno de estos dientes un nombre particular, pudiendo adoptarse los que ha propuesto Oldfield Tho- mas: proto, déutero, trito, tretarto, pempto, hecto y heb- domo para las siete muelas superiores, y prótido, deu- térido, trítido, tetrartido, pemptido, héctido y hebdo- mido para las inferiores. Aparato digestivo.—La boca de los mamiferos está provista, menos en los cetáceos y en los monotre- mos, de labios carnosos movibles, que constituyen ver- daderos órganos de presión. El paladar presenta plie- gues salientes transversales, cuyo número y disposición varian mucho. Considéranse como una derivación de OQ O MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA estos pliegues las barbas o láminas córneas yuxtapues- tas que se extienden a uno y otro lado de la boca en los cetáceos que no tienen dientes. En el gato, está provisto el paladar de pequeñas papilas córneas. La lengua, generalmente bien desarrollada y muy movible, aunque corta y casi fija en la marsopa, con- tribuye en gran medida a la presión de los alimentos. Tiene siempre su par- te libre dirigida hacia delante, y, aunque de forma muy variable, nunca es bifida. En la jirafa, en el oso hormi- guero, en el mirmeco- bio y en algunos otros mamiferos es muy ex- tensible y prensil. En los equidnos está cu- bierta de espinas du- ras. Los mamiferos son. como se ha dicho, los únicos vertebrados en Fi6. 24.—Estómagos de hiena que el estómago, jun- rayada (A) y de carnero (B). tamente con el higado, los intestinos y los ór- e, esófago; e. cardias; p, píloro; d, 5 intestino delgado. ganos excretores y ge- nitales, están separa- dos del corazón y los pulmones por un diafragma mus- cular que divide la cavidad del cuerpo en dos porcio- nes, una torácica y otra abdominal. Para llegar a esta última desde la boca, el esófago o conducto de entrada al estómago tiene que atravesar dicho diafragma. 54 MANUALES GALLACH En el estómago, aunque generalmente formado con una cavidad única, es casi siempre posible distinguir una porción cardiaca, que toma su nombre del cardias o agujero de comunicación con el esófago, y otra por- ción pilórica, asi llamada del píloro u orificio de entra- da al conducto intestinal. A veces está el estómago dividido en una serie de compartimientos, como en los ramiantes, que tienen, por regla general, cuatro (figu- ra 24, B), o en los cetáceos, en los que el número de cavidades oscila entre tres y ocho. El tubo intestinal se divide en dos porciones bien diferenciadas, denominadas intestino delgado e intesti- no grueso, y en el punto de unión entre ambas hay casi siempre una especie de saco, algo asi como una ramificación intestinal sin salida, que recibe el nombre de ciego y cuyo tamaño varía en distintos mamiferos. Los rumiantes, por ejemplo, poseen un ciego muy grande, mientras en los animales de la familia del gato está casi atrofiado. En el ocelote asiático o tigre longi- bando (Neofelis nebulosa) la longitud del ciego sólo es como una centésima parte del intestino delgado; en el oposum de Australia (Trichosurus vulpecula), por el contrario, el ciego esigual a una quinta parte de dicho intestino. En general, todo el tubo intestinal es más corto en los mamiferos carnivoros que en los herbivo- ros o en los que se alimentan de peces. El hombre, los grandes monos y el marsupial llamado huombat (Phas- colomys) presentan en el ciego una suerte de prolon- gación tubular muy estrecha, que es el apéndice ver- miforme. Como los vertebrados en general, tienen los mami- feros un páncreas y un higado. Este último, situado al lado derecho de la cavidad abdominal, se divide en dos MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA A »L] or grandes lóbulos, cada uno de los cuales puede estar subdividido, por profundos surcos, en lóbulos más pe- E FiG. 25. — Corte es- quemático del co- razón del hombre, con los principales vasos. ad, aurícula derecha; ai, aurícula izquierda; vd, ventrículo derecho; vi, ventrículo izquier- do; a, aorta; c, carótida izquierda; s, subclavia izquierda; b, tronco bra- quiocefálico; pd, venas pulmonares, derechas; pi, venas pulmonares izquierdas; p, arteria pulmonar; es, vena cava superior, ci, vena cava inferior. queños. Estas divisiones suelen ser más numerosas en los anima- les que comen carne que en los que se alimentan de vegetales; en los roedores, sin embargo, se encuentra un higado muy subdi- vidido, mientras en los cetáceos ocurre lo contrario. La vesícula biliar o bolsa de la hiel, que fal- ta con frecuencia, cuando existe aparece como una ramificación del conducto hepático que esta- blece la comunicación entre el higado y la base del tubo intes- tinal. También forman parte del aparato digestivo las glándulas salivares que los mamiferos po- seen en la cavidad de la boca, y que, mientras están enormemen- te desarrolladas en los osos hor- migueros, son muy pequeñas 0 faltan en las ballenas. Deben recordarse, en fin, las bolsas bu- cales o abazones que algunas es- pecies, entre ellas muchos mo- nos, presentan a ambos lados de la cara, y en las que pueden guardar los alimentos du- rante algún tiempo, aun sin someterlos previamente a la masticación. 56 MANUALES GALLACH Aparato de la circulación. —Todos los mami- feros tienen el corazón dividido en cuatro cavidades, dos aurículas y dos ventrículos, cuya disposición varia bastante. En los monotremos, uno de los ventriculos envuelve al otro, como ocurre en las aves, mientras en los mamiferos mas superiores están ambos yuxtapues- tos. Cada auricula se comunica con el ventriculo del mismo lado, y el orificio de comunicación está provisto de válvulas que sólo permiten el paso de la sangre en una dirección, de la aurícula al ventrículo. La sangre entra en la aurícula del lado derecho por dos venas cavas, superior e inferior, y de alli pasa al ventriculo del mismo lado, desde el cual, por la arteria pulmonar, entra en los pulmones, donde absorbe el oxigeno ne- cesario y pierde bióxido de carbono. Desde los pulmo- nes, por las venas pulmonares, entra en la auricula iz- quierda, y de aquí en el ventriculo izquierdo, pasando en seguida a la aorta y saliendo por las grandes arte- rias que de esta parten (carótida, braquial, ete.) para repartirse por todo el organismo, recorriendo los vasos capilares y siendo de nuevo conducida por numerosas venas a las venas cavas para volver a la aurícula derecha. La arteria aorta ofrece en los mamiferos la parti- cularidad de formar un arco o cayado vuelto hacia el lado izquierdo, mientras en las aves se vuelve a la de- recha, diferencia que no deja de ser interesante, por- que los reptiles poseen una aorta doble, con un arco hacia cada lado, de modo que aquí aparece evidenciada la derivación paralela de mamiferos y aves de los rep- tiles. Cada uno de los tipos derivados ha perdido una mitad diferente de la aorta bifurcada del tipo primi- tivo. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 7 Qu Las arterias carótidas y subclavias, que parten del cayado de la aorta, lo hacen de muy diversas maneras. y) FiG. 26.—Ramificación del cayado de la aorta en diversos mamiferos, mostrando la disposición de las arterias carótidas (c) y subclavias (s). A, topo; B, macaco; C. hombre; D, toro; E. elefante; : F, cetáceos. En el hombre, por ejemplo, la carótida y subclavia de- rechas forman en su origen una sola arteria, la arteria innominada o tronco braquiocefálico, mientras sus co- rrespondientes del lado izquierdo nacen separadamen- te; en el toro hay un tronco braquiocefálico para las cuatro arterias; en el león, la subclavia izquierda nace aislada y las otras tres de un tronco común; en algu- nos murciélagos e insectivoros hay dos troncos, uno a cada lado y cada uno con sus dos arterias, y en muchos mamiferos acuáticos (focas, delfin, nutria. castor) las dos carótidas tienen un origen común y las subclavias nacen separadamente. Respecto a las venas, es digno de tenerse en cuenta que algunos mamiferos, entre ellos el elefante y los roedores, poseen dos venas cavas superiores y que el equidno es el único mamifero que tiene, como las ranas, una vena abdominal que envía la sangre al higado. La sangre de los mamíferos es roja y caliente, ca- rácter que sólo comparten con ellos las aves. Su tem- peratura normal es de unos 37% centígrados, con lige- 58 MANUALES GALLACH on ras discrepancias según las especies, excepto en el or- nitorinco y el equidno, en los que es bastante más baja. En el segundo de estos animales apenas pasa de 23. Los glóbulos son de dos clases, unos rojos y sin núcleo y otros llamados «blancos», incoloros y con nú- cleo. Los primeros son de forma circular, menos en el camello, la llama y algún otro mamifero, que los tienen elipticos, y su tamaño varia considerablemente, aun- que puede ser igual en especies muy diferentes, como en el perro y en algunos monos, por ejemplo. Los gló- bulos rojos del elefante miden 9 milésimas de milime- tro, 6 6 7 los del hombre; los del tigre, 6; los del caba- llo, 5, y los del almizclero, sólo 2. Aparato respiratorio.—Todos los mamiferos, aun aquellos que viven constantemente en el agua, son animales de respiración pulmonar; es decir, que respiran el aire atmosférico por medio de pulmones, masas esponjosas formadas por numerosos conductos y celdillas rodeados por una red capilar, donde la san- gre absorbe el oxigeno y desprende bióxido de carbono. Encuéntranse los pulmones suspendidos libremente dentro de la cavidad torácica, y no adheridos a la par- te posterior de la misma como lo están en las aves y muchos reptiles. En los cetáceos y sirenios tienen sen- cillamente el aspecto de dos sacos. pero en todos los mamiferos terrestres están divididos en un número va- riable de lóbulos, siendo frecuentemente asimétricos, es decir, con mayor número de lóbulos en uno que en otro. El aire llega a los pulmones por la traquearteria, conducto reforzado por anillos cartilaginosos rara vez completos y bifurcado inferiormente en dos bronquios, MANUAL DE MASTOZOOLOGÍ A 59 cada uno de los cuales se ramifica dentro de uno de los pulmones. Por regla general, la traquearteria es recta; en el perico ligero (Bradypus), sin embargo, es muy larga, desciende hasta el nivel de la parte inferior de los pulmones y luego vuelve a subir acodándose varias veces. La parte superior de la traquearteria está ocu- pada por la laringe, que constituye el órgano de la voz y se halla sostenida por las astas posteriores del hueso hioides y reforzada por varios cartilagos movi- bles. De éstos, los principales son dos, superpuestos, llamados tiroides y ericordes, y a los lados hay otros dos más pequeños, los arttenoides. Un opérculo, que reci- be el nombre de ep2glotis, cierra el conducto respirato- rio mientras el animal ingiere su alimento. En los mamiferos no hay nunca sacos aéreos en co- municación directa con los pulmones, como los que se encuentran en las aves, pero puede haberlos en comu- nicación con la laringe, como ocurre en las ballenas, a las que le sirven como depósito de aire para la respira- ción, y en los guaribas o monos chillones, en los que desempeñan el oficio de órganos resonantes. El oran- gután posee enormes sacos laringeos, que se extienden por toda la garganta y parte superior del pecho, hasta los sobacos. Aparato urinario.—La secreción urinaria se ve- rifica en los mamiferos por los rínones, que son dos, si- tuados en la parte posterior de la cavidad abdominal y casi siempre uno un poco más hacia delante que el otro. Generalmente, tienen los riñones la forma carac- teristica de haba, llamada por antonomasia arriñona- da; pero en el toro, el elefante y otros ungulados están divididos en varios lóbulos, y en los osos y en los ma- 60 MANUALES GALLACH miferos nadadores la división suele ser todavía mayor, hasta el punto de ofrecer cada riñón el aspecto de un racimo. En la nutria, por ejemplo, se cuenta una do- cena de lóbulos renales; en los osos, de cuarenta y cinco a sesenta; de ciento veinte a ciento cuarenta en las focas, y en los delfines pasa su número de doscien- tos. Los dos riñones vierten la orina, por sendos conduc- tos llamados uréteres, en una cámara o vejiga de la ort- na, donde se va depositando para salir al exterior por un conducto único, la uretra. En los monotremos, aunque existe la vejiga, los uréteres no desembocan en ella, sino más abajo. Organos genitales.—El aparato genital mascu- lino de los mamiferos se compone de dos glándulas de secreción espermática, que son los testículos; dos cana- les llamados deferentes, que desde éstos llevan dicha secreción a unas bolsitas denominadas vesículas semi- nales, y otros dos conductos, los conductos eyacu- latorios, que, partiendo de aquí, la vierten en la uretra, la cual viene asi a llenar la doble misión de conducto génito-urinario. En los elefantes, en las focas, en los cetáceos, en los monotremos y en algunos otros mamiferos, los tes- ticulos están siempre dentro de la cavidad abdominal, más o menos próximos a los riñones; en los murciéla- gos, los roedores y la mayoria de los insectivoros ocu- pan también normalmente esta posición, pero periódi- camente, en la época de la reproducción, aparecen al exterior; en todos los demás mamiferos penden cons- tantemente fuera del abdomen, en una bolsa cutánea que recibe el nombre de escroto. Las vesiculas semina- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 61 les, que faltan algunas veces, pueden presentarse bajo formas muy diversas. Con frecuencia se encuentran también en el aparato genital otras glándulas, como las llamadas de Cowper, las accesorias y la próstata, que en los rumiantes es doble La uretra está contenida en el pene o miembro Fic. 27.—Disposición de los aparatos urogenitales masculino (A) y femenino (B). r, riñón; u, uréter; vo, vejiga de la orina; ug, conducto urogenital; t, testículo; e, epidídimo; d, canal deferente; vs. vesícula seminal; ec, cuerpos cavernosos; pe, pene; g, glande; p, próstata; e, glándulas de Cowper; o, ovarios; pb, pabellón; f, oviducto; ut, útero; vg, vagina; ur. uretra; vu, vulva. viril, el cual se halla formado por la unión de dos cuerpos cavernosos de tejido eréctil y termina en un abultamiento denominado glande. En casi todos los primates, aparte del hombre y los grandes monos, en los carnivoros, los roedores, los insectivoros y los qui- 692 MANUALES GALLACH rópteros, se encuentra en los cuerpos cavernosos un hueso penial. Por lo que respecta a la posición del Fi¡G. 28.—Formas del pene en diversos mamiferos. A, maki (Lemur albifrons); B, avahí (Lichanotus laniger); C. almizclero (Moschus moschiferus); D, antilope E (MEpyceros melampus; E, jirafa (Giraffa camelopardalis); F, rinoceronte africano (Dicer os bicornis). Según Pocock, Milne-Edward, Garrod y Loans pene, varia mucho; en los primates y quirópteros es péndulo; en los carnivoros y en todos los órdenes de . ungulados se encuentra retenido contra el vientre por un repliegue de la piel en forma de vaina, y en la liebre y otros muchos roedores se dirige hacia atrás, hasta cerca del ano. La regla general es que esté situa- do delante de los testiculos; pero en los marsupiales está detrás de ellos y ofrece además con frecuencia la particularidad de ser bifido. El glande puede también presentar una gran diversidad de formas; en el saimi- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 63 ri, por ejemplo, tiene la figura de una seta; en el rino- ceronte africano, la de un clavo; en el topo es pun- tiasudo; en el antilope impala (4%pyceros) forma un gancho; en el hamster está revestido de pelos; en el gato, de espinas córneas, en el ratón presenta unas expansiones laterales a modo de aletas, etc., etc. En las hembras de los mamiferos existen dos ovarios que son siempre pequeños e internos, y a continuación de ellos dos oviductos o trompas de Falopio, conductos que en su extremidad inferior forman un útero 0 matriz, el cual comunica directamente con un tubo extensible llamado vagina, que se abre al exterior en una vulva, cavidad en la que desemboca también la uretra o conducto urinario. Cada oviducto, en la parte inmediata al ovario correspondiente, se ensancha for- mando un pabellón que rodea a este último, aunque suele estar separado de él; en los quirópteros y carni- voros, sin embargo, hállase el ovario ceñido estrecha- mente por el pabellón. y hay algunos mamiferos, entre ellos la rata y la martilla o cusumbi (Potos flavus), en los que cada oviducto se abre dentro de una cámara cerrada que contiene al ovario. Como verdadera conti- nuación de los oviductos, la matriz suele ser doble, encontrándose en unas especies, como la liebre y el conejo, dos úteros completamente separados, y en otras, como en el conejillo de Indias, en otros muchos roedores, en los carnivoros, los cetáceos y los ungula- dos en general, separados en una parte superior pero reunidos en la inferior, diciéndose entonces que el útero es bicorne. A veces, como se observa en los ma- kis, la fusión puede ser más completa, apareciendo la matriz como una cámara ligeramente bilobulada, y aun puede ocurrir que sea enteramente una cavidad 64 MANUALES GALLACH única, como en la especie humana, en los monos y en los perezosos. En cuanto a la vagina, en general es un simple conducto, pero en los marsupiales es doble, estando formada por dos canales convergentes en la vulva, y a veces unidos también en su extremo opues- to, junto al útero, en cuyo caso suele formarse en este punto de unión una cámara central alargada, a modo de un tercer canal cerrado, en forma como de un dedil de guante. En los demás mamiferos, el canal único presenta interiormente como un indicio de esta divi- sión, bajo la forma de un pequeño tabique membra- noso incompleto, llamado hímen. La vulva presenta sobre el orificio de la uretra un tubérculo eréctil, el clítoris, generalmente bastante pequeño, pero muy grande en los coaitás (Ateles), en los gibones (Hyloba- tes), en la almizclera (Galemys pyrenaicus) y en algu- nas otras especies, en las que puede llegar a ofrecer el aspecto y proporciones del miembro masculino. En muchos insectivoros y roedores, en los makis y en los loris o cucangs, la uretra se halla contenida en el clí- toris mismo. En los marsupiales, cuyos machos presen- tan un pene bifido, es bifido también el referido tu- bérculo femenino, Las hembras de los monotremos ofrecen la particu- laridad de tener el ovario izquierdo mucho más desarro- llado que el derecho, y además carecen de vagina, desembocando los oviductos en un conducto muy corto, al que afluyen también los uréteres. Estos animales pre- sentan una cloaca o cavidad externa, a la que, en am- bos sexos, van a parar los conductos génito-urinarios y el intestino recto; pero tal carácter no es peculiar y exclusivo de ellos, como comúnmente se cree, pues también se encuentra en los marsupiales y en algu- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 65 nos insectivoros y roedores, entre estos últimos en el castor. Los óvulos producidos dentro de los ovarios son, en casi todos los mamiferos, sumamente pequeños, midien- do aproximadamente dos décimas de milímetro de diá- metro. Los del gigantesco rorcual son casi tan peque- ños como los del ratón. Solamente en Jos monotremos se encuentran óvulos de gran tamaño, siendo su diá- metro de más de medio centimetro. Esta diferencia, que está en relación con la mayor o menor cantidad de yema o substancia nutritiva en el óvulo, se explica por el diferente modo de verificarse la reproducción en unos y otros mamiferos. En los monotremos, el óvulo fecundado sale al exterior como un verdadero huevo, y el embrión termina su desarrollo independientemente del organismo materno, necesitindo encontrar su ali- mento en el huevo mismo, mientras en los demás ma- míferos el embrión se desarrolla por completo dentro de la matriz y se nutre a expensas de su maylre, a la que está adherido por la p/acenta, masa esponjosa derivada en parte del embrión mismo y en parte de las membranas que revisten interiormente el útero materno. Los marsupiales, aunque viviparos, carecen casi todos de placenta. Este órgano de carácter temporal no es lo mismo en todos los mamiferos que lo poseen. En unos la unión de la parte procedente del feto y la que procede del útero se verifica de tal modo, que ambas porciones se separan en el momento del parto, mientras en otros ambas partes están de tal manera compenetradas, que, al nacer el feto, despréndese con él la porción uterina, que en tal caso recibe el nombre de caduca. Además, varia mucho la disposición de la placenta 5 66 MANUALES GALLACH sobre las membranas que envuelven al feto. Unas veces las cubre casi por completo, diciéndose entonces que la placenta es difusa (pangolines, cetáceos, periso- dáctilos, cerdos, camellos, tragulinos); otras forma sólo una banda o zona, constituyendo la llamada placenta zonaria (carnivoros, proboscideos, hiracoideos, sire- nios, tubulidentados); en la mayor parte de los rumian- tes es policotiledónea, es decir, que forma masas sepa- radas entre si, llamadas cotiledones; en los lemúridos y los perezosos ofrece la forma de una copa, y, final- mente, en los monos y el hombre, en los insectivoros, los quirópteros, los roedores, los armadillos y los hor- migueros, existe la placenta discoidal, es decir, más o menos 'aplastada y de forma redondeada o elíptica. Sistema nervioso.—Lo que principalmente dis- tingue el sistema nervioso de los mamiferos del de los demás vertebrados es la disposición del cerebro, com- puesto de dos hemisferios reunidos por una especie de grueso tabique horizontal, llamado cuerpo calloso, y generalmente cubiertos de cincunvoluciones o replie- gues más o menos complicados. Faltan estos repliegues en algunos insectivoros, murciélagos y roedores y en el ornitorinco. Es muy frecuente creer que por el nú- mero y complicación de tales circunvoluciones puede medirse el grado de inteligencia de los mamiferos, pero esta idea es muy infundada. Realmente, dentro de cada grupo de mamiferos, estos repliegues o surcos del cerebro son tanto más enrevesados cuanto más grande es el animal. En el león, por ejemplo, lo son más que en la comadreja, y en el orangután más que en el titi. El elefante, como uno de los mamiferos más corpulentos, es también uno de los que ofrecen circun- — . MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 67 voluciones cerebrales más complicadas. El cerebro de los marsupiales y de los monotremos presenta la par- ticularidad de carecer de cuerpo calloso, lo mismo que e] de las aves. El cerebelo, colocado en gran parte debajo del cere- bro, está generalmente dividido en tres lóbulos, y bajo él, en el punto de arranque de la medula espinal, hay un grueso abultamiento transversal, que recibe el nombre de puente de Varolio y es característico de los mamiferos. Los doce pares de nervios craneales (olfa- torios, ópticos, trigéminos, etc.) propios de los verte- brados existen, en general: sólo en algunos cetáceos faltan o son muy rudimentarios los olfatorios. La medula espinal, alojada en el conducto que forma la serie de arcos neurales de las vértebras, por regla general sólo llega hasta la región sacra, donde se divide en numerosos cordones, constituyendo la lla- mada cola de caballo. En los puntos en que nacen los nervios de los miembros torácicos y abdominales, la medula es algo más gruesa y el enlace complicado de los diferentes nervios entre si forma alli una especie de redes que reciben, respectivamente, los nombres de plexo braquial y plexo lumbar. El sistema ganglionar o del gran simpático está muy desarrollado, pero no ofrece ninguna particularidad digna de especial mención. Órganos de los sentidos. — En términos gene- rales, puede decirse que, a excepción de la vista, todos los sentidos alcanzan en los mamiferos su grado máxi- mo de desarrollo. En el órgano del oido es notable un carácter enteramente peculiar a estos animales: la ore- ja o pabellón auricular, lámina de piel, músculos y ten- 6S MANUALES GALLACH dones que, rodeando la abertura externa del oido, re- coge los sonidos y los refleja hacia el interior. Esta FiG. 29,—Aparato auditivo del hombre. A, pabellón auricular; CA, con- dueto auditivo; T. tímpano; H, hue- secillos del oido; S, canales semicir- culares; C, caracol; E, trompa de KFustaquio. estructura falta en los cetáceos, en los sirenios, en los mono- tremos, en los pango- lines, en muchas fo- cas y en algunos roe- dores, insectivoros y marsupiales; pero existe en todos las demás mamiferos, lo cual parece indicar que éstos se hallan mejor organizados que los otros verte- brados para oir bien, conclusión que tam- “bién se deduce de la gran movilidad de que en la mayor parte de los casos están dotadas de orejas, y que permite al animal enfocarlas en la dirección conveniente para recoger los sonidos. Como ya se ha dicho, las orejas varian mucho de forma y de tamaño; ge- neralmente, presentan Fa. 30. —Huesecillos del oido en los bordes anterior e inferior del orificio audi- tivo unas eminencias de del hombre. A, martillo; B, yunqne; C, estribo nominadas trago y antitrago, que en los murciélagos MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 69 pueden alcanzar enorme desarrollo. Interiormente, el oido consta de dos partes: la caja del tímpano u oido medio, y el laberinto u oido interno. La primera se halla contenida en el hueso timpánico y está. cerrada por una membrana, que es el tímpano o tambor, y atravesada por una cadena de huesecillos en mutuo contacto, que transmiten las vibraciones producidas en dicha membrana por las ondas sonoras, haciéndolas llegar al oido interno. Estos huesecillos, en número de tres, reciben, por sus formas, los nombres de martillo, yunque y estribo; su tamaño y disposición varian bas- tante; en los cetáceos, por ejemplo, el martillo está soldado al hueso timpánico y en los monotremos y mar- supiales el estribo no tiene la figura de tal, sino más bien la de una columnilla. En cuanto al oído interno, ocupa el hueso periótico y está compuesto, como en los vertebrados en general, de un vestíbulo, tres canales semicirculayes y otra cavidad, la cóclea, que en los mamiferos recibe el nombre especial de caracol, por estar arrollada en espiral, excepto en los monotremos. Igualmente bien desarrollado se halla en los mami- feros el olfato, que sólo parece nulo en algunos cetá- ceos. En la mayor parte, alcanza este sentido tal grado de perfección, que con su ayuda conocen desde una distancia enorme la presencia de otros seres. Hay ali- mañas que notan en un cepo-de acero el olor de las manos del hombre a las veinticuatro horas de haberlo -éste tocado. El órgano externo del olfato lo constituye la nariz, o sea el conjunto de las dos ventanas nasales, o narices. Hállanse estas situadas, por regla general, en el extremo anterior del rostro, encima de la boca, y con frecuencia limitan un pequeño espacio desprovisto de pelo y denominado rinario. Á veces, las narices se 70 MANUALES GALLACH abren en una prolongación tubular del rostro, que re- Fia. 31.—Diversas formas de la nariz de los mamiferos. A, narices del topo estrellado, (Con- dylura); 13, rinario de la garduña; C, IAS de la trompa del elefante indio. cibe el nombre de trompa o probósct- de, como ocurre en el elefante. En los cetáceos, por ex- cepción, se encuen- tran emplazadas en la parte más alta de la cabeza, y en los que tienen dien- tes están, por aña- didura, unidas en una sola abertura externa. Interior- mente, forma la na- riz dos fosas nasa- les, revestidas de una membrana lla- mada mucosa nasal o pituitaria, gran parte de la cual con- tiene las termina- ciones nerviosas destinadas a reco- ser las sensaciones olorosas; pero en muchos mamife- ros, el aparato olfatorio es más complicado, encontrán- dose junto al tabique que separa ambas fosas un saco largo y estrecho, abierto hacia delante y formado por una envoltura cartilaginosa tapizada interiormente por una membrana idéntica a la pituitaria, el cual se conoce con el nombre de órgano de Jacobson. El ver- dadero papel de este órgano, que eu el hombre sólo MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA rá! parece hallarse rudimentariamente representado en el feto, no se conoce con exactitud, pero es evidente que su presencia corresponde a una especial delicadeza del olfato. Las narices son al mismo tiempo los principales orificios de la respiración, hallándose en comunicación con la traquearteria. En las focas y los cetáceos pueden cerrarse a voluntad para impedir la asfixia por entrada de agua. Algunos mamiferos, entre ellos los delfines y todos los perisodáctilos, poseen sacos aéreos en comuni- cación con el interior de las narices; er los machos de ciertas focas, estos sacos adquieren un gran desarrollo bajo la piel de la cara, pudiendo el animal inflarlos de aire o desinflarlos, a voluntad. Aunque ningún mamifero goza de vista tan exce- lente como la de algunas aves, la mayor parte de ellos están bien dotados por lo que a este sentido se refiere. Los topos y otros insectivoros, algunos roedores y un marsupial (Notoryctes) tienen, sin embargo, los ojos casi rudimentarios, y en ciertas especies hasta están cubiertos por la piel. El color de los ojos varía conside- rablemente, y la forma de la pupila puede ser circular o eliptica. Hay mamiferos que pueden ver en la obscu- ridad, y en éstos la pupila se contrae a la luz en una rendija muy estrecha, como ocurre, por ejemplo, en el gato. Con frecuencia, una de las membranas que cons- tituyen el globo del ojo, la denominada coroides, está transformada en lo que se llama el tapiz lúcido, super- ficie muy brillante con vivos reflejos verdes o azulados, a los que se debe ese extraño fulgor fosforescente que en las tinieblas ofrecen los ojos de los mismos gatos, de los lobos y de otros muchos mamiferos. Con la única excepción de los sirenios, en toda la clase existen los párpados para. poder cubrir los ojos, y bajo ellos suele 72 MANUALES GALLACH haber una especie de párpado secundario, llamado membrana nictitante, cuya misión parece ser el barrer las impurezas que puedan depositarse sobre la córnea. Esta particularidad no existe en el hombre y los monos, que efectúan esa limpieza mediante el parpadeo, ni en -los cetáceos, cuyos ojos lava constantemente el agua. Menos en este último grupo, en los mamiferos está la superficie de los ojos constantemente humedecida por la secreción de las glándulas layrimales, que se hallan situadas debajo del párpado superior. La lengua es por excelencia el órgano del gusto, que se halla localizado en papilas repartidas por su superficie dorsal, y además está dotada de una mara- villosa sensibilidad tactil en casi todos los mamiferos. El hombre, por ejemplo, distingue muy bien dos sensa- ciones separadas si se toca la lengua con las dos puntas de un compás cuya separación sea próximamente de un milímetro, mientras en la espalda seria preciso se- parar las puntas dos o tres centímetros, por lo menos, para dar la impresión de más de un contacto. No es, sin embargo, la lengua el verdadero órgano del tacto. Este reside realmente en toda o casi toda la superficie del cuerpo, pero está más desarrollado en determinados puntos: en el hombre, en las yemas de los dedos; en otros animales, en la nariz o en los labios; en los murciélagos, en las alas, donde la sensibilidad es tan extraordinaria, que hasta les permite reconocer la proximidad de los objetos antes de llegar a tocarlos. Las vibrisas que casi todos los mamiferos tienen sobre los ojos, en las mejillas o en los labios, y cuya raiz está en comunicación con nerviecillos muy sensibles, cons- tituyen también verdaderos órganos tactiles. Es digno de notarse que el desarrollo de estas vibrisas parece MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 13 guardar cierta relación con las costumbres y régimen de los animales; así, carecen de ellas o tienen muy po- cas los mamiferos que se alimentan de hormigas, como el equidno y el pangolin, y los herbivoros de hábitos acuáticos como el hipopótamo y los sirenios, y, en cam- bio, las tienen largas y numerosas las especies que vi- ven en el agua y se alimentan de peces, tales como la nutria y la zarigiieya acuática (Chtironectes); están también muy desarrolladas en los mamiferos arborico- las de movimientos ágiles, como las ardillas, y muy reducidas en cantidad y dimensiones en los trepadores lentos, como los perezosos (Bradypus). BIBLIOGRAFÍA BLAINVILLE (H. M. D. de), Ostéographie ou description iconogra- phique comparée du squelette et du systeme dentaire des mammi- feres recents et fossiles. (4 vols. y 4 atlas; Paris, 1839-1861). CUVIER (F.), Des dents des mammiféres considérées comme carac- teres z00logiques. (Paris, 1822-1825). FLOWER (W H.), 4n Introduction to the Osteology of the Mamma- lía (2.2 edic., London, 1876). GHEBEL (C. H.) y LECHE (W.), Mammalia (en BRONN, H. G., Klas- sen und Ordnungen der Thier-Reichs, vol. VI. Leipzig y Hei- delberg, 1874-1900). OWEN (R.), Odontography. (London, 1840-1845). WEBER (M.), Die Súugetiere. (Jena, 1904). WIEDERSHEIM (R.), Vergleichende Anatomie der Wirbeltiere, (1.2 edic., Jena, 1909). 74 MANUALES GALLACH CAPÍTULO II LA VIDA DE LOS MAMÍFEROS Localización; locomoción; movimientos. — Los mamiferos son por excelencia animales terrestres, pues si bien hay dos órdenes, los cetáceos y los sirenios, compuestos de seres exclusivamente acuáticos, ambos son pobres en especies, singularmente el segundo. To- dos los demás, no sólo viven en tierra, sino que encie- rran muchas especies que pasan gran parte de su vida dentro de la tierra. Muchos marsupiales, insectivoros, carnivoros y roedores son minadores; los murciélagos duermen en cavernas, y entre los mamiferos ungula- dos hay un género, el de los jabalies verrugosos (Pha- cochcerus), que se aloja en madrigueras abiertas en el suelo. Estos mismos grupos contienen, sin embargo, bastantes especies anfibias; en el de los carnivoros, las focas constituyen un ejemplo notable de adaptación a la vida acuática. Las ratas de agua, la nutria y el or- nitorinco son ejemplos de mamiferos a la vez cavado- res y nadadores. También hay mamiferos voladores, los quirópteros; pero asi como ninguno de los acuáticos puede rivalizar con los peces, no hay en este orden ninguna especie que vuele con la agilidad y rapidez de la golondrina. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 15 Fuera de los murciélagos, no hay en toda la clase es- pecies verdaderamente voladoras; las llamadas ardillas volantes, los Anomalurus de Africa, los caguanes de la Malasia y los marsupiales de los géneros Petaurus, Petauroides y Acrobates, no tienen alas, sino unos pa- racaidas cutáneos a los lados del cuerpo, y su preten- FiG. 32. —Diferentes órganos empleados para trepar. A, cola prensil de un mono aullador, B, garras posteriores del perico ligero; C, escamas subcaudales de Anomalurus; D, ventosas de Thyroptera. dido vuelo no es, en realidad, sino un enorme salto en- tre puntos muy distantes, favorecido por estos adita- mentos. En la mayoría de los órdenes abundan las especies arboricolas; en uno de ellos, el de los Prímates, lo son 716 MANUALES GALLACH todas (1). Los procedimientos que para trepar emplean las especies que se hallan en este caso son muy varia- dos; unas se agarran con los dedos, otras se afianzan clavando las uñas; algunos monos, las zarigiieyas, los cuscús y otros mamiferos se ayudan con la cola, que es prensil, y los Anomalurus presentan en la cara infe-' rior del mismo órgano una serie de escamas puntiagu- das que, hincándose ligeramente en el tronco de los árboles, facilitan su ascensión por los mismos. Los murciélagos americanos del género Thyroptera poseen en las cuatro extremidades pequeñas ventosas que, por adherencia, les ayudan a trepar por las grandes hojas de ciertas plantas tropicales. (Fig. 32). Entre los mamiferos puramente terrestres los hay que son andadores o corredores, y otros principalmente saltadores, es decir, cuyo medio de progresión más fre- cuente es el salto, como ocurre con el jerbo y el cangu- ro. En la marcha propiamente dicha, casi todas las especies mueven los pies como un caballo cuando anda al paso: primero uno anterior, en seguida el posterior del lado opuesto, después el otro anterior y luego el otro posterior; pero los camellos, la jirafa, los elefantes y algunos otros ungulados marchan a paso de andadu- ra, es decir, avanzando simultaneamente las dos ex- tremidades de un mismo lado y luego las del otro. Los animales que andan asi, cuando quieren acelerar la marcha se limitan a aumentar la velocidad de estos mismos movimientos, mientras los otros pasan al trote, que consiste en mover a la vez un pie anterior y el (1) Exceptúase el hombre; pero conviene advertir que en el presente capítulo no se ha tenido para nada en cuenta la especie humana, ya que el estudio de su vida y costumbres es objeto de ciencias especiales. PD: MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 0 posterior contrario, levantado luego los otros dos antes de que éstos vuelvan a tocar el suelo. Para correr, todos ellos dan una serie de saltos en rápida sucesión; los roedores en general, los monos, algunos antilopes, los mustélidos y los félidos saltan en el verdadero sen- tido de la palabra, es decir, levantando primero las pa- tas delanteras y luego las traseras, y las dejan caer por el mismo órden, salvo los grandes monos, que mue- ven primero las posteriores, como si saltasen con mu- letas; los demás mamiferos corredores van poniendo los pies en el suelo por este orden: uno posterior, el otro posterior y el anterior contrario a la vez, y el otro an- terior. Esta carrera en tres tiempos es lo que llama- mos galope. Los mamiferos saltadores marchan ordi- nariamente brincando con más o menos rapidez sobre las extremidades abdominales, salvando así algunas veces distancias enormes. El canguro gigante,. por ejemplo, puede dar saltos hasta de diez metros. Cuando andan muy despacio, estos animales lo hacen sobre los cuatro. pies, moviendo alternativamente los dos an- teriores a la vez y los dos posteriores a la vez. Reposo; mamiferos diurnos y nocturnos. Por regla general, los mamiferos que viven en los árboles son diurnos en tanto que los minadores tienen casi siem- pre costumbres nocturnas. Sin embargo, la mayor parte de los lemuroides o falsos monos, aunque arboricolas, son nocturnos, y, en cambio, el conejo, animal subte- rráneo, sale de sus huras tan frecuentemente de dia como de noche, y ésta sólo parece agradarle cuando hay luna, es decir, cuando se disfruta de cierta clari- dad. De las especies que no pueden calificarse espe- cialmente de cavadoras ni de arboricolas, la inmensa. T8 MANUALES GALLACH mayoria duermen durante una parte del día y perma- necen despiertas lo que resta de él y toda la noche. Esto es lo que se observa en la mayor parte de los car- nivoros, en los ungulados y en otros grupos. Para dormir, o simplemente para descansar, los ma- SS Ss INN FiG. 33.—Grupo de makis (Lemur catta) durmiendo Del vivo miferos de grande o mediano tamaño se echan sobre el vientre o sobre un costado, mientras los de pequeña talla se enroscan hasta formar algunas veces una ver- dadera pelota. Los perezosos, los caguanes y los lemu- roides del género Perodicticus se cuelgan de una rama para dormir, y los murciélagos reposan cabeza abajo, suspendidos de cualquier sitio por las uñas posteriores. El elefante, el caballo y demás équidos y el rinoceron- te duermen casi siempre de pie; el primero, según pare- ce sólo se echa para revolcarse en el fango, nunca para descansar. Vivienda,— Los grandes ungulados, cuando repo- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 19 san, lo hacen generalmente en cualquier parte, pero : todos los demás mamiferos, cuando no son cavadores, arboricoras o puramente acuáticos, se refugian en ca- vernas o se hacen, como la liebre, una cama en la maleza o entre la hierba alta Las especies minadoras se hacen un albergue subterráneo, que puede ser un simple agujero, como el del jabali verrugoso de Africa, o un extenso y complicado laberinto de galerias, como FiG. 34.—Corte de la vivienda subterránea del topo europeo Talpa europea. el del topo. Entre los roedores, algunas especies del género Pitymys establecen su vivienda dentro de las mismas raices y tubérculos que les sirven de alimento, constituyendo verdaderos casos de parasitismo. De los mamiferos que viven en los árboles, muchos no tienen otro domicilio que las ramas; pero la mayoria, sobre todo los que son pequeños, para dormir buscan los agujeros de los troncos viejos, y algunos aprove- chan los nidos abandonados por las aves o construyen otros nuevos, como los hacen la ardilla, el lirón de los avellanos y algunos pequeños marsupiales trepadores. Entre los constructores de camas aéreas hay que in- 80 MANUALES GALLACH cluir a los grandes monos, que hacen verdaderos nidos con pedazos de ramas y hojarasca. El orangután y el chimpancé colocan los suyos a bastante altura; los go- 1, dit EA Y Y Az => DAA T, y TO Ñ IAS Vr Y mea, ITA ALP FiG. 35.—Dique y vivienda acuática del castor. De fotografía rilas hacen dos camas, una en el suelo para el macho, y otra en las ramas bajas de un árbol, cerca de tierra, para la hembra y su cria, Los grandes mamiferos acuáticos no tienen morada fija. Los sirenios y los cetáceos descansan flotando a POOMIAPU[] 29 POOMIIPUL] 49H PIUJOJ1PO) IP P]SO) P| UY SOULIPUI SIVOI] JP PPPPUPG :SIYQRLIDOS SOLA Ip O duala Un eS se MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 81 merced de las ondas, y lo mismo hace a veces el hipo- pótamo, mientras las focas salen a tierra para descan- sar tumbadas sobre las rocas o encima del hielo. Las pequeñas especies nadadoras pueden ser al mismo tiempo minadoras, como el ornitorinéo y la rata de agua, y se hacen viviendas subterráneas a orillas del agua, con una boca por debajo de la superficie de ésta y Otra en tierra firme. Dos géneros de roedores anfi- bios, los castores y las ratas almizcladas, son minado- res y constructores, albergándose unas veces en huras y otras en nidos cubiertos, verdaderas cabañas lacus- tres; pero mientras en las ratas almizcladas la misma especie puede adoptar uno u otro sistema, según las circunstancias, en los castores la diferencia de morada corresponde a una diferencia de especie. El castor americano, que es el constructor, no hace sus vivien- das en el agua, como comúnmente se cree, sino que edifica junto a un arroyo y luego inunda el terreno que ha edificado, cortando la corriente con un dique de ramas, barro y hojarasca (fig. 35). Alimentación.—lLa mayor parte del tiempo que permanecen activos, inviértenla los mamiferos en comer, o más bien en buscar su comida, lo que para determinadas especies supone el trabajo de cazar una presa viva, y para otras, en ciertas épocas, comprende la operación de recoger y almacenar víveres para los tiempos de escasez. La gran mayoría de los mamiferos se alimentan exclusivamente de substancias vegetales, o exclusivamente de productos animales, recibiendo, respectivamente, los calificativos de fitófagos y zoófa- gos. Los primeros pueden ser herbívoros, folivoros, frugivoros o radicivoros, según que se alimentan de 6 O 892 MANUALES GALLACH hierba (búfalo, rinoceronte blanco), de hojas (jirafa, perico ligero), de frutos (lirón) o de raices o tubércu- los (Pitymys); los segundos pueden dividirse en carni- voros, como el león, piscivoros como la foca, e insecti- voros, como el erizo, pudiendo todavia segregarse de este último grupo los formicivoros o mirmecófagos, que se alimentan de hormigas y termes, como el oso hormi- guero. En realidad, esta división sólo se refiere al régimen predominante, siendo muy dificil encontrar una especie que pertenezca exclusivamente a una de las citadas categorias. El número de las especies poli- fagas u omníivoras es también mucho mayor de lo que generalmente se cree. Los monos, por ejemplo, aunque principalmente frugivoros, comen muchos insectos, huevos y hasta pajarillos, y en los roedores figuran algunos que lo mismo comen carne, aun en descompo- sición, que vegetales, pudiéndose citar entre ellos la rata y la liebre. El oso y el jabali son dos ejemplos muy notables de régimen omnivoro en órdenes que en general se consideran, respectivamente, como car- nivoro el uno y como fitófago el otro. Los extremos opuestos los encontramos en algunas especies que de- muestran cierta predilección, mejor diriamos cierto exclusivismo, por determinado alimento. Asi, el koala (Phascolarctos cinereus) apenas come más que hojas de eucalipto; la ardilla del centro de España (¿Sciurus vulgaris infuscatus) se nutre exclusivamente de piñas verdes, piñones y corteza de pino; el perico ligero pre- fiere a todo otro alimento las hojas de Cecropia, y la enorme ballena tiene por comida los pequeños molus- cos pterópodos del género Clione, que devora en can- tidades increíbles. En la mayor parte de los mamiferos, los labios son A IIA MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 83 los órganos de prensión del alimento para introducirlo en la boca, función que llega al grado máximo en los elefantes, cuya trompa, altamente prensil, está forma- da por la combinación de la nariz con el labio superior. Los primates, la mayor parte de los roedores y muchos marsupiales, entre ellos los canguros, se sirven de las extremidades torácicas para llevarse la comida a la boca. Los mamiferos mirmecófagos recogen las hormi- gas y termes con la lengua, previamente impregnada de una substancia pegajosa. En un ungulado folivoro, en la jirafa, es también la lengua, sumamente larga y prensil, el primer órgano prensor del alimento, aunque los labios contribuyan también a esta función. Todos los mamiferos parecen necesitar para su vida una cantidad más o menos considerable de agua; pero, en general, los herbivoros, que encuentran aquélla en su alimento, beben mucho menos que los carnívoros e insectivoros, Algunos rumiantes, como el orix de Arabia (Oryx leucoryx), la gacela del Seistán (Gacella fuscifrons) y ciertos antilopes del Somal, pasan sema- nas enteras sin probar una gota de agua, y sabido es que los camellos pueden resistir también Ja sed largo tiempo, aunque en este caso el fenómeno se explica por la presencia en el estómago de celdillas especiales destinadas a almacenar una gran provisión de agua. Hay también roedores deserticolas, entre ellos las ratas-canguros (Dipodomys), que indudablemente no beben durante meses seguidos. La acción de beber no se verifica de igual manera en todos los mamiferos; la mayor parte toman el agua con los labios; pero los carnivoros emplean la lengua, con la cual, como con una pala, lanzan el agua al interior de la boca. El elefante absorbe el liquido con 84 MANUALES GALLACH la trompa, y luego, llevándose ésta a la boca, la lanza hacia la faringe; el tapir, en cambio, bebe directamen- te con la boca, manteniendo su corta probóscide hori- zontalmente extendida sobre el agua, como para evi- tar que ésta entre en las narices. El orangután y el gibón siamang, para beber meten los dedos en el agua FiG. 36.—Un ejemplo de mamifero emigrante: el springbok (Antidorcas marsuptalis). Museo Nacional de Ciencias Naturales y luego se los chupan, y los monos americanos del genero Pithecia beben en el hueco de su mano, como podría hacerlo un hombre. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 85 Sueño invernal; emigraciones. —En los paises frios, los mamiferos que se alimentan de insectos y los .que comen vegetales encontrarian, al llegar el invier- no, grandes dificultades para la vida si el inconvenien- te de la falta de comida no estuviese resuelto de varias maneras. Unas especies, como la ardilla y el castor, almacenan provisiones” antes de que llegue el mal tiempo; otras, como el reno, las buscan hajo la nieve, y algunas, en fin, dejan de comer al llegar los frios y quedan sumidas en un letargo que dura meses enteros, durante cuyo tiempo el ritmo cardíaco se hace más lento, indicando que las funciones todas del organismo pasan por un periodo de reposo. Ejemplos de este sin- gular fenómeno fisiológico tenemos en el erizo, en el lirón, en el oso y en los murciélagos. El hecho de que en ciertas regiones templadas, y aun cálidas, haya especies que pasan por este sueño invernal, parece demostrar que el fenómeno puede ser hereditario. Estas especies se aletargan porque sus antecesores se aletargaban en una época en que dichas regiones tenian un invierno frío, Las condiciones climatológicas han cambiado, pero el hábito de la especie, no. El oso de La Florida, que tiene un sueño invernal como el del Canadá, constituye un caso de este género. También hay mamiferos que evitan las dificultades resultantes de las variaciones en el clima, abandonan- do la región castigada por los hielos o la sequía y emi- egrando a localidades más favorecidas. Esto es lo que hacen el lemings de Escandinavia y el springbok, bello antilope del Africa austral. Tales viajes, sin embargo, rara vez son periódicos, y, desde luego, no tienen ni la regularidad ni la trascendencia que tienen los viajes de las aves emigrantes. En lo que sí se asemejan a MANUALES GALLACH 86 A EA A e e ii gs rt "Se 1J6.130)07 Unos '[63U9LIO BALIFY US “pepardos 9 OPUOIATA SAMAIJSIAR Á sexqoo “snu sodo[yuy :SOAB Á SOLO JFUIBUL ap sornadsa SEsI9Arp op ULOIdB190s8 ap orduelo U)—*LE “DIA AÑ Y E NN NE La) h A [| Ali Ml MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA : 87 éstas los mamiferos que viajan es en la costumbre de reunirse en gran número para emigrar. Cuando los bisontes abundaban en el oeste de los Estados Unidos, inmensos rebaños de estos rumiantes bajaban anual- mente al llegar el invierno, desde el norte hacia el sur, y las emigraciones del leming y de otros roedores lle- gan a constituir, por el número, verdaderas invasiones. Sociabilidad.—En circunstancias normales hay también muchos mamiferos que forman grandes aso- ciaciones, costumbre que se observa en muchos monos, en casi todos los grandes ungulados, en algunos cetá- ceos, en los perros salvajes y en ciertos roedores, espe- cialmente en los de costumbres minadoras, que con sus madrigueras constituyen verdaderas colonias, como ocurre con las vizcachas. Algunas de estas especies no sólo se asocian entre si, sino que viven además reunidas con otros mamiferos y hasta con aves, indu- dablemente en virtud de una mútua utilidad. Las cebras, por ejemplo, se reunen con ciertos antilopes y con los avestruces; en ambas Américas, las lechuzas del género Speotito son huéspedes habituales de las colonias de vizcachas y de perrillos de las praderas, y en Africa, los elefantes, los búfalos y otros ungulados llevan en su compañia la pequeña garza llamada rez- nero o espulga-bueyes, que les libra de ciertos pará- sitos. Por regla general, los mamiferos gregarios son poligamos. Cada rebaño o cada colonia lo forma un reducido número de machos, cada uno de los cuales lleva consigo unas cuantas hembras y los hijos obteni- dos de las mismas y que aún no se hallan en edad de constituir familia. Algunas veces, por su edad o por 88 | MANUALES GALLACH su mal carácter, un macho es expulsado de la comu- nidad y tiene que hacer vida solitaria, y entonces, si se trata de una especie dotada de armas naturales, este individuo aislado se hace peligroso para el hombre y para los demás animales, como si en ellos quisiera vengar su ostracismo. También hay especies cuyos individuos viven ordi- nariamente aislados, excepto en la época de los amo- res, en que cada macho se reune con una o varias hembras. A veces esta unión se prolonga desde dicha época hasta que las hembras dan a luz, de manera que durante todo ese período, si las hembras son varias y las acompañan los hijos habidos en el parto anterior, resulta constituida la familia por un grupo más o menos numeroso de hembras adultas y machos y hem- bras jóvenes, sobre el cual reina como señor absoluto un macho viejo. Una unión constante y duradera entre un macho y una hembra, una pareja como las que tan frecuentemente se hallan entre ciertas aves, sólo se observa entre los mamiferos en muy contadas especies. También hay mamiferos que se reunen para diver- tirse, lo mismo que los hombres. Las nutrias del Cana- dá, por ejemplo, tienen en las orillas de los ríos decli- ves escogidos para deslizarse por juego, como en un «tobogán», y en nuestros bosques, los corzos se re- crean persiguiéndose en circulos, llegando a trazar verdaderas pistas o picaderos. Procedimientos defensivos. — Los mamiferos que forman grandes agrupaciones lo hacen general- mente para su defensa, bien por medio de sus armas naturales, cuando están dotados de ellas, o bien adop- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 89 tando precauciones, que consisten sobre todo en seña- les de alarma hechas por los individuos más experi- mentados de la comunidad. De aquí que estas asocia- ciones se encuentren sobre todo en las especies que a una indole pacifica unen la circunstancia de vivir en parajes muy abiertos, donde es fácil divisar de lejos el peligro. Las señales de alarma consisten generalmente en ciertos gritos o gru- nidos, a veces acompa- ñados de movimientos especiales o de la erec- ción del pelo en deter- minadas partes del cuer- po. Los carnívoros, cuan- do se reunen en gran número, lo hacen sólo para cazar. Los anima- les que viven en los bos- ques, donde es fácil ocul- tarse en un momento, suelen ir solos o en pe- queñas familias. Tampoco -se reunen en grupos numerosos aquellos mamiferos a los que la naturaleza ha dotado de medios defensivos eficaces, como son los puerco- espines, los erizos, los armadillos y los pangolines. Ex- cepto el puerco-espin, todos estos animales tienen la facultad de poder enroscarse, formando una bola pro- tegida enteramente por púas, escamas o placas óseas, de modo que en cualquier momento el individuo aislado se encuentra perfectamente defendido contra sus ene- migos naturales, sin necesitar para nada la protección FiG. 38.—Armadillo apara (Tolypeutes conurus) enros- cado en bola. Museo Nacional de Ciencias Naturales 90 MANUALES GALLACH de sus semejantes. Otro notable procedimiento de de- fensa es el de los zorrinos y mapuritas de América, que ahuyentan a sus enemigos expeliendo un liquido pestilente que segregan ciertas glándulas subcaudales. Reproducción. —En los mamiferos, la fecundación es siempre interna, y exige, por tanto, la cópula o unión de los dos sexos. El apareamiento se verifica por lo regular en una época del año determinada, aunque casi todos los monos y muchos roedores están constan- temente en celo. La idea tan generalizada de que la primavera es la estación del amor no tiene, por lo que a esta clase se refiere, ningún fundamento serio. El corzo, por ejemplo, está en celo en verano; el lobo en pleno invierno; los gatos, leones y panteras, a fines de esta estación, y en el otoño muchos ungulados, entre ellos el jabali, el ciervo, el rebeco y la cabra montés. El celo se manifiesta siempre por una exacerbación de los instintos de acometividad. Los machos riñen en- tre si y se tornan peligrosos, por tímidos que de ordi- nario sean, y aun los mismos animales domésticos se vuelven ariscos e intratables, cuando no feroces, como ocurre con el camello. A esta modificación del carácter acompañan con frecuencia ciertas manifestaciones fi- siológicas, como la tumefacción de las glándulas cefá- licas en el rebeco, o la emisión por la boca, en el ca- mello, de una bolsa membranosa inyectada en sangre. La voz también se modifica a veces profundamente; especies ordinariamente mudas, como los cérvidos en general, en esa época braman, balan o silban frecuen- temente. Es posible que esta alteración de la voz se relacione con la dilatación exterior del cuello, que en el ciervo y otros rumiantes se observa durante el pe- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 91 riodo de los amores; por lo menos, en la gacela persa (Gazella subgutturosa) se sabe que una hinchazón de la laringe es la causa de la especie de papera a que debe su nombre, y que desaparece pasando dicho pe- ríiodo. Tan pronto como el macho se ve correspondido por a su agresividad siguen todos los amorosos la hembra ) FrG. 39. —Ejemplo de un hibrido nacido de madre también hibrida: Vaca obtenida en el Jardín Zoológico de Londres del cruce de un bisonte con una vaca hibrida de toro cebú y gayal hembra. Según Barttlett. transportes que puedan imaginarse. Los mismos tigres y leones se lamen y acarician como si fuesen gatos do- mésticos. Tal vez los armadillos son los únicos mamií- feros que no tienen o no manifiestan sus pasiones; el 92 MANUALES GALLACH apareamiento se realiza en ellos sin luchas ni caricias, y una vez terminado, macho y hembra se separan con la más absoluta indiferencia. La unión sexual entre especies distintas no se veri- fica jamás naturalmente en los mamiferos, pero el hombre ha conseguido desde tiempo inmemorial cruzar las especies domésticas, o las salvajes en cautividad, cuando pertenecen al mismo género o a géneros muy afines, obteniendo productos hibridos. De este modo, además de la mula o producto del eruzamiento de las especies caballo y asno, se han conseguido muchos hi- bridos más o menos interesantes: de cabra y carnero, de perro y lobo, de león y tigre, de caballo y cebra, de cebra y asno, de toro y bisonte, etc. Por regla general, estos hibridos son estériles, pero algunos cruzamientos dan productos fértiles, como el de lobo y perro o el de los diferentes bovinos entre si, aunque éstos sean de distintos géneros. La esterilidad o fecundidad de los hibridos no es un fenómeno casual o caprichoso, sino que obedece a determinadas causas, en relación con la estructura de las células reproductoras en las especies progenitoras, causas cuyo estudio cae por completo en el campo de la embriología. Como ya hemos dicho, con la sola excepción de los monotremos, que ponen huevos, todos los mamiferos dan a luz sus hijos vivos. La duración de la preñez o gestación, comprendiendo bajo este nombre todo el tiempo que transcurre desde la fecundación hasta el nacimiento, varia considerablemente según las espe- cies, estando generalmente en razón directa del tama- ño. En el ratón y otros pequeños roedores sólo es de unas tres semanas; en el elefante no baja de veinte meses y medio. En el corzo, y probablemente en algu- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 93 nos otros mamiferos, el desarrollo del embrión se inte- rrumpe y estaciona durante meses enteros, resultando una gestación enormemente larga En los marsupiales, en cambio, la preñez es muy corta, y las crías vienen al mundo en un estado de desarrollo atrasadisimo. El número de hijos en cada parto suele ser tanto mayor “cuanto más pequeño es el animal; los grandes ungula- dos, los cetáceos, los primates, tienen un hijo cada vez, mientras el ratón puede tener nueve o diez, y las zari- gúeyas hasta trece. Hay, sin embargo numerosas ex- cepciones a esta regla; el jabalí, por ejemplo, puede tener de cuatro a once hijuelos en un solo parto, y los murciélagos más pequeños, en cambio, sólo tienen uno, rara vez dos. Las especies uniparas, o sea las que dan a luz un solo hijo, algunas veces tienen dos, y enton- ces estos dos seres suelen ser del mismo sexo, y en su vida embrionaria tienen envolturas comunes y una placenta única. Á esto es a lo que comúnmente llama- mos mellizos. En los armadillos, que paren de tres a siete hijos, según la especie, este fenómeno es normal; todos los embriones tienen siempre una sola placenta, y en cada parto sólo nacen individuos de un sexo. Hay una estrecha relación entre el aspecto del ma- mifero recién nacido y las costumbres de la especie. Cuando ésta es minadora, los hijuelos nacen sin pelo y con los ojos cerrados. El extremo' opuesto lo represen- tan las crías de los mamiferos ungulados, que al poco rato de nacer pueden ya correr junto a sus madres. La diferencia se observa hasta en animales de géneros muy parecidos, en el conejo y la liebre, por ejemplo. Los marsupiales, cuyas crías nacen casi en estado em- brionario, están en su mayor parte provistos de una bolsa abdominal, donde las encierran hasta que pueden 94 MANUALES GALLACH Ne SSA vd e a e NA MA A FiG. 40. —Diferentes maneras de transportar las crías. A, en el pecho (caguán; Museo Nacional de Ciencias Natu- rales);¡B, en el dorso (zarigiieya lanosa; según Alston): C, so- bre la cadera (ai; de fotografía); D, en bolsa abdominal (can- “guro; de fotografía). AS € MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 95 a valerse solas, y aquelias especies que no presentan este carácter son, generalmente, minadoras o constru- yen un nido. La mayor parte de los mamiferos cava- dores hacen en el sitio más inaccesible de su vivienda subterránea un blando lecho de hierba, paja o pelos, para sus crias, y el ratón enano y algunas otras espe- cies pequeñas construyen un verdadero nido aéreo, que nada tiene que envidiar a los de muchas aves. En aquellos mamiferos que no tienen una morada fija y cuyas crías no son, sin embargo, lo bastante fuertes para seguir a la madre, ésta las lleva consigo a todas partes, unas veces en las espaldas (gorila, koala, da- mán), otras alrededor del cuerpo (makis) y con fre- cuencia agarradas al pecho o al vientre (monos en general, murciélagos, caguán). En las zarigiieyas des- provistas de marsupia o bolsa abdominal, los hijuelos van subidos sobre el dorso de la madre, agarrándose con sus colitas prensiles a la cola de ella. Los murcié- lagos, cuando vuelan, llevan sus crías agarradas a los pelos del vientre; una especie del Archipiélago Mala- yo, el Cheiromeles torquatus, que no tiene pelo, pre- senta, en cambio, dos sacos cutáneos a los lados del cuerpo, bajo las alas, y en ellos se alojan las crias du- rante el vuelo. La lactación, o acción de mamar, se verifica siem- pre por succión con la boca, excepto en los monotre- mos, que carecen de labios carnosos y cuyas hembras no tienen mamas externas. En estos animales, la leche escurre por los pelos que hay sobre las glándulas ma- marias, y el hijuelo lame dichos pelos; y en el ornitori- néo, que tiene hábitos acuáticos, cuando los hijos pue- den nadar alrededor de su madre, ésta expele la leche por medio de contracciones musculares y aquéllos la 96 MANUALES GALLACH — recogen en la superficie del agua, donde sobrenada. En las crias de los marsupiales, la succión no se verifica simplemente con los labios, sino por medio de un ver- dadero aparato chupador, que sólo existe en la primera edad. La madre, en los mamiferos irracionales, no sólo es la que amamanta a sus hijos, sino también la que los cuida y educa. El macho rara vez comparte estos debe- res, y en las especies carnivoras es hasta peligroso para su descendencia, que la hembra cuida muy bien de poner fuera de su alcance. Por regla general, los jóve- nes permanecen junto a la madre hasta que pueden comer y defenderse por sí solos. En las especies socia- bles, esta compañia se prolonga algún tiempo más, no siendo raro ver hembras con crías de dos partos distin- tos, según ya hemos visto. Desarrolio; duración de la vida; enferme- dades. —FEl crecimiento o desarrollo extrauterino de los mamiferos es más rápido en los animales pequeños que en los grandes; pero esta regla no debe conside- rarse como absoluta. Un caballo es adulto a los cuatro o cinco años, en tanto que el hombre, a la misma edad, se encuentra en la infancia. Explicase esta diferencia por el estado más o menos avanzado en que nace el nuevo ser; el caballo, como la cabra, el ciervo y otros muchos animales, viene al mundo apto va para correr y triscar junto a su madre, mientras el hombre, al na- cer, es una criatura inepta para todo lo que no sea mamar y dormir. Se ha querido encontrar una relación entre la du- ración del crecimiento y la de toda la vida. Buffón su- ponia que aquél representa una sexta o séptima parte a A MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 97 de ésta, mientras que, en opinión de Flourens, un ani- mal invierte en crecer hasta un quinto de su vida. Estos cálculos no pueden admitirse sino con muchas reservas, pues, a excepción de las especies domésticas, es muy aventurado determinar, ni aun con aproxima- ción, el límite de duración de la vida. Ante todo, hay que distinguir entre la duración potencial, o sea lo que viviria el animal colocado en condiciones idealmente favorables para su vida, y la duración especifica, esto es, lo que el mismo animal puede vivir, por término medio, rodeado de todas aquellas condiciones externas a que su especie está habitualmente sujeta: enemigos, enfermedades, accidentes, lucha por la existencia, en una palabra. La duración potencial de la vida es, na- turalmente, mucho mayor que la duración especifica; pero, ¿en qué proporción? ¿Una mitad más? ¿El doble? ¿El triple? El doctor Chalmers Mitchell. que ha hecho un estudio muy completo sobre este asunto (1), dice que si el término medio de la vida de un ciudadano de Londres es de cincuenta años, su vida potencial puede estimarse en más de ciento; pero, aun en el supuesto de que esta proporción sea exacta, nada nos permite afirmar que sea la misma para todas las especies de mamiferos, ni aun para todas las razas y nacionalida- des humanas. En cuanto a la duración especifica de la vida, en los mamiferos no domésticos, que son la in- mensa mayoria, sólo podemos apreciarla por lo que viven en los jardines zoológicos, y como hasta ahora no disponemos de medios para averiguar la edad exac- ta de un animal en el momento de llegar a uno de estos establecimientos, el cálculo no puede hacerse sino (1) «On Longevity and Relative Viability in Mammals and Birds» (Proceedings of the Zool. Soc. of London, 1911, pág. 425.) dl 98 MANUALES GALLACH con muy relativa aproximación. Este es, sin embargo, el único modo que hay de obtener datos de algún va- lor acerca de este asunto, y lo primero que estos datos demuestran es que no hay una relación precisa entre lo que vive un animal y lo que ha tardado en desarro- llarse, ni tampoco entre la duración de la vida y el ta- maño. En términos generales, los mamiferos pequeños viven menos que los grandes; pero si se considera el enorme tamaño de un toro comparado con el de un ratón, la vida del primero, que rara vez pasa de veinte años, resulta corta junto a la del segundo, que suele vivir cinco o seis. En proporción a su tamaño, los ma- miferos que tienen los intestinos más largos y el ciego más grande son los que menos viven, lo cual parece ser debido a que están más expuestos a la autointoxi- cación por putrefacción intestinal, que, según Met- chnikoff, es una de las principales causas de la senili- dad. En efecto, mientras los carnivoros y los roedores son animales de larga vida, los rumiantes viven relati- vamente poco, y la relación entre el tamaño y la lon- gevidad aparece en ellos en cierto modo invertida, hasta el extremo de que algunas especies de cabras y de ciervos pequeños viven más que las jirafas o los toros. Las ideas propaladas por los autores antiguos sobre la extraordinaria longevidad de algunos mamií.- feros, tales como el ciervo y el elefante, no tienen fun- -damento serio. Hasta ahora, en cautividad, ningún elefante ha llegado a los cincuenta años, ni ningún ciervo ha pasado de los veinte. Es muy corriente la creencia de que los animales libres viven mucho más que los que están cautivos; pero, si bien es verdad que el animal salvaje y libre no se halla tan expuesto a la tuberculosis, a las afec- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 99 ciones gástricas y a otras enfermedades frecuentes aun en los parques zoológicos mejor montados, no es menos cierto que en éstos se ve a salvo de enemigos, de fati- gas y de riesgos que constantemente le rodean cuando vive en libertad; eso aparte de que el animal salvaje, en su estado natural, no está libre de enfermedades, ni mucho menos. Brehm dice que el ciervo padece con frecuencia disentería e inflamaciones del bazo; en el Africa Central, hace algunos años, numerosos rebaños de búfalos suecumbieron a la peste bovina, y todos los cazadores saben con cuánta frecuencia se encuentran gusanos en la carne o en las visceras de diferentes ani- males. ln estos últimos años se han hecho estudios muy interesantes sobre los parásitos, internos y exter- nos, de los mamiferos salvajes, que sólo por estas cau- sas deben sufrir diversos padecimientos más o menos graves. BIBLIOGRAFÍA BREHM (A. E.), Tierleben. (2,? edic.; Leipziz, 1876-78). (De esta obra se han publicado algunas ediciones españolas; Ja única recomendable, por conservar intactos el texto y los graba- dos originales, es la publicada, con el título de La Vida de los Animales, por la casa editorial «Calpe» Madrid, Barce- lona). FINN (E.), The Wild Beasts of the World. (2 vols ; London, 1909). INGERSOLL (E.), The Life of Animals. The Mammals. (New-York, 1906). LYDEKKER (R.), The Royal Natural History. Mammals (3 vols.; London, 1894). LYDEKKER (R.), JOHNSTON (H.) y otros: Harmsworth Natural His- tory. (3 vols.: London, 1910). MENEGAUX (A.), Les mammiferes (en PERRIER (E.), La Vie des Ani- mauzx; 2 vols.; Paris, 1902-1903). - VOGT y SPECHT, Die Súugethiere. (Munich, 1883). WoLrF (J.) y ELLIOT (D. G.), Life and Habits of Wild Animals. (London, 1874). Woob (J. G.), Illustrated Natural History of Mammals. London, 1861), 100 MANUALES GALLACH CAPITULO III PALEONTOLOGÍA MASTOZOOLÓGICA El origen de los mamiferos.—En estos tiempos, en que, demostrada con hechos irrefutables, la teoria evolucionista es universalmente aceptada por todos los, hombres de ciencia, a las antiguas discusiones sobre la posibilidad o falsedad de la misma ha sucedido, por lo que a los mamiferos se refiere, una nueva contienda sobre qué seres fueron los antecesores de esta clase. Fundándose en ciertos carácteres anatómicos, tales como la estructura de las membranas fetales y la su- puesta correspondencia entre el yunque del oido en los mamiferos y el hueso cuadrado en los anfibios o batracios, sostienen algunos autores que aquellos des- cienden de éstos, opinión que ha sido defendida por Huxley, Hubrecht y Kingsley, entre otros. En cambio, paleontólogos tan eminentes como Owen, Osborn, Broom y Gregory creen que los antepasados de los ma- miferos deben buscarse entre ciertos reptiles triásicos. Un detenido estudio comparativo del esqueleto, y so- bre todo del cráneo y de los dientes, parece probar que hay, en efecto, estrechas relaciones entre los reptiles secundarios del orden Cynodontía y los mamiferos, y la hipótesis de un origen reptiliano para estos últimos tiene más partidarios cada día. Conócense hoy los res- tos fósiles de ciertos vertebrados (T'ribolodon, Drema- thrtum, Mteroconodon) hallados en terrenos triásicos MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 101 de la América del Norte, de los que no puede asegu- rarse si son mamiferos de tipo muy primitivo o reptiles cinodontos. Los primeros verdaderos mamiferos que se conocen FiG. 41.—Cráneos de un cinodonto, Bauria cynops (A), y de un mamifero de tipo primitivo, Didelphis marsupralis (B). A, según Broom datan del mismo periodo triásico, primero de los tres en que se divide la época secundaria o era mesozoica, y son el Microlestes longevus y el Microlestes moore, cuyos dientes fósiles se han encontrado, respectiva- 102 l MANUALES GALLACH mente, en Alemania e Inglaterra. Lo mismo estos ani- males que los demás mamiferos secundarios (T'ritylo- don, Hypsiprymnopsis, Didelphops, Pediomys, etcé- tera) eran especies de pequeño tamaño y régimen " entomófago, que debian asemejarse a los actuales in- sectivoros y a los pequeños marsupiales. Cuando el grupo zoológico que nos ocupa llegó a desarrollarse en toda su plenitud y adquirió toda su importancia, fué ' en la siguiente época geológica, en la época terciaria, que, juntamente con la cuaternaria, o sea la última de las cuatro en que se divide la historia fisica del mundo, constituye la era cenozoica, cuyo nombre, for- mado por las voces griegas kainós (nuevo) y zoon (vida), expresa precisamente la idea de que un nuevo tipo animal entró entonces en su apogeo. Durante esta era se verificó la evolución de los diferentes grupos de ma- miferos, evolución que el estudio de los fósiles nos per- mite seguir casi paso a paso, hasta el punto de que hoy tenemos, para la filogenia o genealogía de estos verte- brados, muchos más datos que para la de cualquier otra clase de animales. Centros de dispersión.—Dos son los principios fundamentales de la evolución, tal como hoy se consi- dera: el de la dispersión desde centros o puntos de ori- gen común, de donde proceden por emigración las especies que habitan los más distintos climas, y el de la adaptación al medio, modificación de los caracteres morfológicos por la influencia del clima y del terreno. El primero de ellos, al ser aplicado a la presente clase, envuelve una cuestión de la mayor importancia: ¿Cuál es la cuna de los mamiferos? ¿Dónde aparecieron estos por vez primera? La tradición hebrea, que implicita- MANÚAL DE MASTOZOOLOGÍA 103 az mente reconoce el principio de los centros de disper- sión, parece indicar como un primer punto de origen común el jardin de Edén, cuya situación no podemos precisar, y como otro más posterior, el monte Ararat, haciéndolos ambos contemporáneos del hombre. Lo único que la ciencia paleontológica permite afirmar es que en el periodo jurásico, es decir, muchos cientos de miles de años antes de existir la especie humana, ya había mamiferos en puntos del planeta tan apartados entre si como son los que hoy llamamos Alemania, In- glaterra, el sur de Africa y el norte de América. Una hipótesis que cuenta con numerosos adeptos entre los hombres de ciencia, es la que supone que todos los ma- miferos, o por lo menos todos los mamiferos terrestres, tuvieron su origen en la región polar ártica, ocupada entonces por un gran continente unido a la parte sep- tentrional de Europa, Asia y América y favorecido con un clima templado. El hecho de que las mayores masas de tierra firme ocupan el hemisferio septentrional del globo, y el estar en este hemisferio representados mu- chos más órdenes de mamiferos que en el hemisferio austral, son argumentos en favor de esta teoría. Sin embargo, algunos autores piensan que el gran centro de origen estuvo en el opuesto polo, en un vasto con- tinente que denominan hipotéticamente Antártica, y que debió hallarse unido a Australia y a la América del Sur; y aun hay quien, siguiendo al famoso paleon- tólogo suizo Ludwig Rútimeyer, admite la «teoría bi- polar», según la cual los centros de dispersión de los mamiferos serían dos, uno ártico y otro antártico. Realmente, la hipótesis de un primer foco de pro- ducción de mamiferos septentrional, ártico si se quiere, no excluye la aparición sucesiva de otros centros de 104 MANUALES GALLACH origen meridionales, no sólo en la hipotética Antártica, sino en la propia América del Sur, a la que todavía Fra. 42, —Un ejemplo de irradiación adaptativa: Oso hormiguero (A) y oso colmenero (B). De fotografías. hoy están relegados ciertos órdenes, y sobre todo en Africa, donde se han hecho descubrimientos que pare- cen demostrar tuvieron alli su origen, por lo menos, los proboscideos, los sirenios y los hiracoideos. Si ello fué realmente así, estos últimos deben considerarse como centros, no de origen precisamente, sino de evo- lución, de formación de órdenes o de familias deriva- dos de formas que más primitivamente inmigraron desde el norte. irradiación adaptativa y convergencia evo- j “A MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 105 lutiva.—La adaptación al medio, que, con la extinción como única alternativa, acompaña necesariamente a la dispersión, no se verifica de un modo irregular y caprichoso, sino que está sujeta a leyes fijas. De ellas, dos son las principales: la ley de la irradiación adapta- tiva y la de la convergencia evolutiva. En virtud de la primera, dos o más especies con antecesores comunes ofrecen caracteres enteramente distintos, porque, ha- biéndose tenido que adaptar a medios diferentes, han evolucionado de diferente manera. Por el contrario, en virtud de la ley de la convergencia, especies que tie- nen un origen diferente presentan analogías morfoló- gicas, por haberse adaptado a un mismo medio. Entre los mamiferos hay numerosos ejemplos que aclararán estos conceptos. Para observar un efecto de la irradia- ción adaptativa no es necesario buscar especies que vivan en países diferentes. En Africa existen, viviendo una muy cerca de otra, dos especies de rinocerontes que evidentemente se derivan de antecesores comunes y, sin embargo, presentan diferencias muy notables en sus costumbres y en la estructura de su cabeza. Uno, el más pequeño, vive de hojas y brotes de árboles y tiene la cabeza corta y el labio superior puntiagudo y extensible; el otro pasta la hierba de las praderas y posee una cabeza alargada y un labio cuadrado, romo. Un caso parecido es el de los hormigueros sudamerica- nos. El oso hormiguero, terrestre, tiene el rostro muy alargado y la cola poblada y flácida; el oso colmenero, arboricola, presenta un rostro más corto y su cola es parcialmente desnuda y prensil. En ambos casos, un mismo tipo animal, dentro de un mismo país, se ha adaptado a dos medios distintos y, como consecuencia, se ha desarrollado bajo dos aspectos diferentes. 106 MANUALES GALLACÍ ar, De la ley de convergencia es fácil encontrar ejem- plos: los sirenios y los cetáceos, especializados de un modo análogo para la vida acuática y que tienen, sin embargo, un origen muy distinto, según demuestra el estudio de las formas fósiles; los jerbos y los canguros, A A PURA xy NOS e a) FiG. 43.—Ejemplo de convergencia evolutiva: Un sirenio (A, dugong) y un cetáceo (B, delfin). A, según Hombron; B, de fotografía, roedores los unos y marsupiales los otros, y adaptados del mismo modo para saltar, etc., etc. La extinción de las especies.—La adaptación al medio y, por consiguiente, la evolución tienen sus limites. Cuando un órgano se pierde, no vuelve a apa- recer; cuando se especializa o modifica profundamente, no vuelve a tomar su carácter primitivo; la evolución, en una palabra, es irreversible. Pero en las condicio- nes de vida puede darse la reversión, y entonces los MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 107 mamíferos, incapacitados para una nueva adaptación, para una evolución a la inversa, están fatalmente con- denados a desaparecer. Esta no es, sin embargo, la única causa natural que explica la desaparición de tantas especies en el trans- curso de los tiempos terciarios y cuaternarios. A ella hay que añadir otras muchas, entre ellas las enferme- dades parasitarias o de carácter epidémico, de que ya se ha hablado, y los grandes cataclismos geológicos; pero no precisamente los cataclismos en sí, como creen aquellos que se imaginan rebaños enteros de mamuts sepultados por los aludes de la época glacial, sino las consecuencias de estos cataclismos, que naturalmente hubieron de traer en pos de sí modificaciones en la to- pografia, en el clima y en la vegetación. Los tipos de mamiferos que pudieron evolucionar, adaptándose a estas modificaciones, sobrevivieron; los que no fueron capaces de esa adaptación, y los que, aun adaptándose, quedaron en una posición de manifiesta inferioridad respecto a otras, se extinguieron. Antigiiedad de los mamíferos. — Todos estos fenómenos de evolución y de extinción se desarrollan aún en nuestros tiempos. Un ejemplo notable lo tene- mos en el conejo común, que antes del siglo x11 sólo existía en la Peninsula Ibérica, en el sur de Francia y en las Islas Baleares, Córcega y Cerdeña. Durante la Edad Media se extendió lentamente por la Europa cen- tral, y a mediados del siglo xví aun no existia en la mayor parte de Alemania. Sin embargo, con ser allí tan reciente su emigración, los conejos del centro de Europa presentan ya caracteres algo distintos de los que ofrecen los conejos españoles, constituyendo una 108 MANUALES GALLACH raza local, una subespecie. Si algún día un cataclismo cualquiera separase nuestra Peninsula del continente europeo, sin duda el cambio de clima que esta separa- ción traería consigo acabaría por acentuar más, por adaptación, estas diferencias, y acaso un día ambas formas de conejos llegarían a ser tan diferentes que los FIG. 44. —Cráneos de conejo español (A) y conejo de la Europa central (B), dos subespecies diferenciadas en menos de quinientos años. naturalistas de entonces tendrian motivos para consi- derarlas como especies distintas. Este hecho no representa más que una línea en el libro inmenso de la historia de los mamiferos. Nuestras unidades de tiempo resultan deficientes para medir el que ha sido necesario para Ja evolución de esta clase desde los Cynodontia secundarios hasta los órdenes, fa- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 109 milias, géneros y especies actuales. Los geólogos, sin embargo, valiéndose de medios que no es ahora del caso describir, han intentado averiguar, por lo menos, la duración de la era cenozoica, o, dicho de otro modo, el tiempo transcurrido desde que comenzó la época ter- ciaria, y han llegado a calcularlo en unos cuatro mi- llones de años. Walcott, que es quien ha obtenido menor cifra, basándose en el espesor de las rocas sedi- mentarias de la América del Norte, opta por 2.900,000 años, mientras Sollas, por el mismo procedimiento, señala a los tiempos cenozoicos una antigiedad de 6.380,000 años Según Osborn, los primeros mamiferos debieron aparecer en el muudo unos quince millones de años antes, por lo menos. Los periodos cenozoicos. — La era cenozoica constituye por excelencia la edad de los mamiferos, que durante ella parecen haber llegado al apogeo de su especialización en todos sentidos, alcanzando aquel grado de predominio o superioridad que en la era me- sozoica tuvieron los reptiles. Los geólogos la han sub- dividido en seis periodos, cuatro de los cuales corres- ponden a la época terciaria y dos a la cuaternaria. Los de aquélla, del más remoto al más moderno, son el periodo eoceno, el oligoceno, el mioceno y el plioceno, y los de ésta, el pleistoceno y el holoceno. Basándose en el estudio de los moluscos fósiles, todavía se ha di- vidido cada uno de estos periodos en pisos, que toman el nombre de los principales yacimientos o depósitos naturales de dichos moluscos, y asi se dice piso astien- se, piso bartoniense; pero como para cada pais se ha seguido una nomenclatura diferente, y los pisos ame- ricanos, por ejemplo, no corresponden exactamente a 110 MANUALES GALLACH los europeos, en ge- neral basta con dis- tinguir en cada pe- ríodo tres niveles, que se denominan in- ferior, medio y supe- rior. Durante el perio- do eoceno, cuyo nom- bre podriamos tradu- cir por «Aurora de lo nuevo» (de eos, aurora y kainos), exis: tieron nume- rosos tipos de mamiferos que luego han desaparecido por com- pleto, grupos de los que ya no queda ninguna especie viva, como los creodontos, parecidos a los actuales carnívoros, y los FG. 45.—Evolución de los elefantes a través de los periodos geológicos A, Meritherium byonsi. del eoceno medio; B, Paleomasto- don beadnelli, del eoceno su- perior o el oligoceno; C, Te- trabelodon angustidens, del mioceno inferior; 1), Mastodon arvernensis, del plioceno; E, Elephas indicus, época actual. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA : 111 condilartros, que eran unos ungulados corredores de esbeltas formas. Algunos de aquellos grupos aparecian ya esbozados en las postrimerias de la era mesozoica. Junto a ellos se encontraban ya los primeros represen- tantes de los más antiguos grupos actuales (insectivo- ros, lemuroideos), y hacia el final del periodo, ala vez que fueron extinguiéndose aquellos mamiferos arcai- cos, fué aumentando el número de estos grupos que han subsistido hasta el presente. Este proceso de extinción de los tipos arcaicos y su sustitución por los que podríamos considerar como an- tecesores inmediatos de los mamiferos actuales, se acen- tuó durante el periodo oligoceno, o «poco reciente» (oligos poco), periodo geológicamente caracterizado por una elevación de los continentes, en virtud de la cual la América del Norte quedó reunida con el anti- guo-continente, y se formaron los Pirineos y los Alpes. El periodo oligoceno fué especialmente rico en grandes ungulados, sobre todo en perisodáctilos más o menos parecidos a los actuales rinocerontes. Durante él, los proboscideos, en el eoceno representados por el pequeño Mertthertum sin trompa ni defensas, empiezan a ad- quirir estos caracteres, que hoy consideramos Casi esen- ciales de dicho orden. En el período siguiente, o mioceno («menos recien- te», «menos nuevo», de melon, menos), Africa se unió al sudoeste de Asia por lo que hoy es la Arabia, esta- bleciéndose asi un paso por donde, en numerosas emi- graciones sucesivas, los tipos mastozoológicos africanos pasaron a Europa, a Asia y hasta a la América del Norte, mientras Africa recibia, a su vez, tipos euro- peo-asiáticos. Entonces fué cuando los mastodontes, de origen etiópico, se extendieron por todo el hemisferio 112 MANUALES GALLACH boreal, y otros muchos mamiferos siguieron el mismo camino. ; Una modernización más completa de los diferentes grupos de mamiferos caracteriza el plioceno («más nuevo», de pletos, más), durante el cual existen ya los mismos órdenes y familias que hay actualmente, y también muchos de los actuales géneros, aunque re- presentados por otras especies. Las que hoy conocemos no aparecen hasta el primer periodo de la edad cuater- naria, el periodo pleistoceno («el más reciente», de pleistos, el que más), durante el cual ocurrió uno de los fenómenos geológicos que más profundamente in- fluyeron en las emigraciones de los mamiferos y en su definitiva distribución geográfica. Enormes masas de hielo cubrieron sucesivamente grandes extensiones del globo, constituyendo una serie de glaciaciones que han hecho sea también conocido el periodo en cuestión con el nombre de «periodo glacial». Al mismo tiempo, y por efecto de una depresión general de los continen- tes, Africa quedó separada de Europa por el estrecho de Gibraltar, y por el sur de Italia, aisláronse del con- tinente europeo Malta y otras islas, y de la peninsula de Malaca las de Sumatra y Java, y finalmente, vino también la separación entre Asia y América. Estos fe- nómenos, que necesariamente ocasionaron profundas alteraciones en el clima de diferentes regiones del glo- bo, trajeron como consecuencia las emigraciones de numerosas especies de mamiferos y la extinción de otras muchas que no pudieron sobrevivir a tales cam- bios, ya por la influencia que éstos pudiesen tener so- bre sus funciones de reproducción, ya por la falta de alimento conveniente o por otras causas análogas. Al propio periodo pleistoceno corresponden los restos in- MANUAL DE MASTOZOULOGÍA 113 discutibles más antiguos que se conocen del hombre y de su industria, lo que supone un nuevo factor, y fac- tor importantisimo, en la historia de los mamiferos La domesticación de ciertas especies y la activa persecu- ción, y consiguiente exterminio, de otras por el hombre son, en efecto, los últimos episodios de esa historia y constituyen la caracteristica del periodo holoceno o «completamente reciente» (de holos, completo), que corresponde a lo que en paleontología humana se de- nomina edad neolítica. BIBLIOGRAFÍA DEPERET (C.), Les transformations du monde arimal. (Paris, 1907). GAUDRY (A.), Les enchainements du monde animal. Mammiféres tertiaires. (Paris, 1878). HUxLEY (TP. H.), On the Application of the Laws of Evolution to the arrangement of the Vertebrata, aud more particularly of the Mammalia (Proceedings of the Zoological Society, London, 1880, p. 659). Lucas (E. A», Animals of the Past. (New York, 1901). LYDEKKER (R.), Catalogue of the Fossil Mammalia in the British Museum. (5 vols., London, 1885-87). OSBORN (H. F.), The Origin of the Mammalia (American Natura- list, XXXII, 1898, p. 309.) —The Age of Mammals in Europe, Asía and North America. (New York, 1910). WOODWARD (A. S.), Outlines of. Vertebrate Paleeontology, for Stu- dents of Zoology. (Cambridge, 1898). Z1TTEL (K. A. VON), Grundzúge der Paliontoiogie; Vol. 1. Verte- brata. (Munchen, 1911). 114 MANUALES GALLACH CAPÍTULO IV LA GEOGRAFÍA DE LOS MAMÍFEROS Divisiones zoogeográficas.—Por cuanto en el capitulo precedente queda expuesto, se comprenderá que la geografia mastozoológica, y en general la zoo- geografía, ha de haber variado en el transcurso de las edades tanto como varia la geografía politica en el transcurso de los siglos. Los bisontes europeos, por ejemplo, actualmente recluidos en algunos rincones de la Europa oriental, habitaban en otro tiempo todo el continente y eran cazados por los hombres paleoliticos y neoliticos de nuestra Peninsula, y los elefantes, que hoy sólo existen en Africa y en las Indias Orientales, en los primeros tiempos cuaternarios llegaban hasta el norte de Europa, de Asia y hasta de América. En este último continente hubo, durante la época terciaria, le- muroideos, que ahora no se hallan representados alli, como hubo en Europa marsupiales, que tampoco exis- ten actualmente en esta parte del mundo. La distribu- ción geográfica de los animales depende, en efecto, de circunstancias externas, y al variar éstas, aquélla ha de variar también. El estudio de la distribución de los mamiferos du- rante las épocas pretéritas cae dentro de los límites de la paleontologia, correspondiendo a la zoogeografia el de la distribución actual. Atendiendo a ella, ha sido la superficie del globo dividida en grandes regiones, 115 MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA determinadas por la existencia de ciertas especies o grupos de especies que imprimen un carácter peculiar 'S9.1I89.119] SBIYRASO9.D00Z SQUOLTOA SB] —*9p “DIH A ' NÚRi viga a A ¡vo 303302 e SS CRDIUIATIO e ==> "endona « ta “¡2903 1o u HEN) otk Aj cepa ved 50:89 y EA | i ROPeÑaS o lo 4 Say ap fondos Y Cr l , Y Y , IIDPY y) hs Y ho IB a Ip) Y 4d Pa ls y a Y a 4 YA 09 AIDA 6 y 77 y APIO VII y y hs 4 VI) Y) 441, y TIRA (24) Y DIE ALITA Y 44 218 2 Y, e Y a las respectivas faunas, y limitadas por barreras na- turales que parecen ser infranqueabiles para dichas es- pecies, como son los mares, los rios muy caudalosos, 116 MANUALES GALLACH las grandes cadenas de montañas. Accidentes topográ- ficos de menos importancia dividen cada región en sub- regiones, con peculiaridades faunisticas menos marca- das, y la subregión puede, a su vez, dividirse en dis- tritos, cuyas faunas se diferencian menos todavía. Na- turalmente, las fronteras o barreras de distribución no son las mismas para todos los mamiferos. Las especies de montaña, por ejemplo, encontrarán un obstáculo a su paso en los grandes valles; para las de bosque, una gran extensión de estepa o de desierto pondrá limite a su dispersión. Estas diferentes localizaciones pueden permitir reconocer todavía dentro de un mismo distrito varias faunas: fauna de altura, fauna de desierto, fauna de bosque, etc. No se crea, sin embargo, que las lineas de separa- ción entre unas y otras regiones, subregiones o dis- tritos se encuentran tan bien marcadas como las fron- teras que a nuestras divisiones politicas ponemos los hombres. Los limites zoogeográficos son en cierto mo- do convencionales, y el paso de una división a otra es siempre insensible. Las especies, géneros, etc., carac- teristicos de una región o subregión se encuentran con frecuencia en la parte fronteriza de la región o subre- gión inmediata, de modo que podriamos decir que las faunas se entrecruzan o confunden en su linea de con- tacto. Las regiones terrestres.—Por lo mismo que se trata de limites poco definidos, no hay completo acuer- do entre los autores respecto de la división zoogeográ- fica del mundo. Casi todos, no obstante, admiten seis grandes regiones terrestres: paledrtica, oriental, etió- pica, neártica, neotropical y australiana. ” MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA Er La región paleártica abarca toda Europa, el norte de Africa hasta el trópico de Cáncer y el norte y centro región eurasiatica ZA Subregión turania » mediterránea. ETT » china. E Á eN a 1] | a IS 2 VE LZA Gubbregión indica. MMT) Subregión malaya | » — birmo-china E — >» cclebense A FiG. 48.—Región oriental y su división en subregiones. 118 MANUALES GALLACH de Asia hasta la Arabia central, el Himalaya y el cen- tro de China, próximamente hacia el río Yang-tse- Kiang. Son mamiferos peculiares de esta región los macacos de cola rudimentaria, las cabras monteses, los rebecos, el corzo, el gamo y el topo, lo cual no quiere decir que estos animales se encuentren en toda ella. La región ofrece dentro de sus límites faunas lo bas- tante diferentes para exigir su división en varias sub- regiones, a saber: una subregión mediterránea, que comprende los paises que rodean el mar Mediterráneo; una subregión turania, abarcando el norte de Persia, el Turkestán y la Siberia sudoccidental, hasta el rio Volga; una subregión china o manchú, que abarca el Tibet, la parte sur de Mongolia y la China paleártica, y la gran subregión eurasiática, en la que entra todo el resto de la región, o sea la mayor parte de Europa y de Asia. Algunos autores hacen de esta última subre- gión dos: la europea, con la porción correspondiente a Europa, y la siberiana, con la parte asiática, engloban- do en la segunda lo que hemos llamado subregión tu- rania. Tal era, cuarenta años atrás, el criterio de Russel Wallace, mientras que muy posteriormente, en 1899, otros dos insignes zoólogos ingleses, los Selater, padre e hijo, incluían en la subregión eurasiática los paises mediterráneos de Europa, y con los de Africa y la subregión turania constituian una subregión erémi- ca, o de los desiertos. La región oriental está constituida por los paises meridionales de Asia, al sur del Himalaya y del Yang- tse-Kiang, y el Archipiélago Malayo. Caracterizanla una notable abundancia de murciélagos, de monos, de ardillas y de ciervos, asi como la exclusiva posesión U del elefante asiático, de los rinocerontes de un cuerno, MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 119 de ciertos tipos de lemuroideos, dejlos insectivoros lla- mados tupayas y de un orden peculiar, el de los galeo- pitecos o caguanes. Atendiendo a sus diferentes faunas, pueden distinguirse en ella cuatro subregiones: la ín- dica, que es la India cisgangética, con Beluchistán y SSS Subregion capense 25558) guineana » malgacha FiG. 49.—Región etiópica y su división en subregiones. el sudeste de Persia; la birmo-china, formada por la China sudoriental y la India transgangética; la malaya, en que entran la península de Malaca, las islas de la Sonda y las Filipinas, y la celebense, constituida única- mente por las Célebes, cuya fauna, aunque estrecha- mente relacionada con la de Malasia, ofrece caracteres distintivos bien marcados; tanto, que Russel Wallace 120 MANUALES GALLACH excluyó esta isla de la región oriental. En cambio, el mismo autor formaba con el extremo meridional de la India y la isla de Ceilán una subregión cingalesa; pero, en realidad, por lo menos en lo que a los mamiferos toca, no hay ninguna diferencia faunistica entre estos paises y el resto de la India. Comprende la región etiópica todo lo que en Africa queda al sur del trópico de Cáncer, más la parte meri- dional de Arabia, que si politicamente es asiática, zoo- lógicamente considerada es más bien africana. Esta porción de la Peninsula Arábica, con la opuesta costa del mar Rojo y el inmenso desierto que se extiende al norte de los Grandes Lagos, del Niger y del Senegal, componen la subregión sahariana. Al sur de ésta hay otras dos subregiones: la guineana o africana occiden- tal, que se extiende desde el Senegal hasta Benguela, comprendiendo las cuencas del Niger y del Congo, y la capense o sudafricana, que comprende los paises situa- dos al este de los Grandes Lagos y los que hay en el sur del continente por debajo de los 15% de latitud me- ridional. Madagascar, en fin, con las pequeñas islas adyacentes, se consideran como una cuarta subregión, la subregión malgacha, con una fauna sumamente ca- racteristica. La región, en general, ofrece como carac- teres peculiares la abundancia de monos de distintos géneros que los de la región oriental, la posesión ex- clusiva del elefante africano, de los jiráfidos, del hipo- pótamo y de las cebras, la de dos órdenes, los hiracoideos y los tubulidentados, aunque los primeros penetran un poco en la región paleártica, y la gran riqueza en an- tilopes. Son también notables algunos rasgos negati- vos, entre ellos la falta absoluta de marsupiales, de osos y de ciervos. Madagascar es singularmente rico MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 191 en lemuroideos, y, en cambio, carece en absoluto de grandes mamiferos. La América del Norte, hasta el centro de Méjico, constituye por si sola la región neártica, caracterizada por su semejanza con la paleártica. Los osos, los lobos, los zorros, los linces, los bisontes, los carneros monteses, los ciervos, los castores y muchos otros géneros de ma- q => 3 GUTI Subregión centrosmerncaa EE Subregion guayano brasileña E» antillana. ÉE=j >» patagona FiG. 51.—Región neotropical y su división en subregiones. que llaman región sonorense. Pero parece preferible admitir la región neártica y reconocer en ella tres sub- regiones: la canadiense, que se extiende por el norte del continente, incluyendo la Groenlandia, próxima- mente hasta la frontera septentrional de los Estados MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 193 Unidos; la subregión húmeda o de los Alleghanys, entre la costa del Atlántico y los 95% de longitud oeste próxi- mamente, y la subregión árida o de las Montañas Ro- cosas, que comprende lo que resta de la región, o sea la mitad occidental de los Estados Unidos con el norte de Méjico. Todavía se ha querido separar una subre- gión californiana, pero no hay realmente razones que justifiquen tal diferenciación. Bajo el nombre de región neotropical se compren- den la América del Sur y la Central, con las Antillas. Estas últimas forman por sí solas una subregión ant:- llana, mientras se considera como subregión centro- americana, o mejicana, todo lo que hay desde el sur de Méjico y sus dos costas a lo largo de la meseta central de este pais, hasta el istmo de Panamá; como región guayano-brastleña, toda la parte septentrional de la América del Sur, hasta una línea oblicua que va desde el golfo de Guayaquil a la ancha desembocadura del Plata, y como subregión patagona o chilena, lo que queda al sur y oeste de dicha linea. Son mamiferos pe- culiares de esta región los monos platirrinos, los vam- piros, los perezosos, los osos hormigueros, las llamas, varios géneros de ciervos y ciertos roedores, entre ellos las chinchillas y vizcachas; abundan las zarigiie- yas, que, salvo dos especies, son también exclusivas de la región, y faltan los bóvidos salvajes. Finalmente, la región australiana es lo que en geo- grafía politica llamamos Oceania, a excepción de la Malasia, que, como se ha dicho, pertenece a la región oriental. Timor, Flores y los Molucas se incluyen, sin embargo, en la australiana, formando con la Nueva Guinea y los archipiélagos de Bismarck y Salomón la subregión papú. Australia y Tasmania constituyen 124 MANUALES GALLACH una segunda subregión, la austral o neo-holandesa, subr las islas Sand- Nueva Zelanda es la subregión maorí wich forman la subregión hawatana, y todos los demás o ES o A archipiélagos de Oceania entran en la subregión pol?- nesia. Considerada en su conjunto, la región está carac- Eo da ..0 4 LL ed só ER AR CAC ECC RRA SS SS Gr Ñ a CARA A gy 7 Pepe ir o ES) Subregior) austral ESSSS Subregión maorí 7ZZZA Dutregion polinesia MIND Subregión papu E Subregión A Fic. 52.—Región australiana y su división pa) en subregiones. terizada por la abundancia de marsupiales, la exclusiv posesión de los monotremos, la existencia de un solo carnivoro (el dingo de Australia) y la falta absoluta de primates, desdentados y toda clase de ungulados. Algunos naturalistas dan a las subregiones austra- lianas la categoria de regiones, formando con todas ellas una agrupación que llaman reino notogéico, mien- tras denominan a la región neotropical reino neogéico A MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 125 y reunen todas las demás regiones en un inmenso reino artogétco. Las regiones maritimas. —Desde luego, las ex- presadas divisiones zoogeográficas, por lo que a los mamiferos se refiere, sólo tienen valor para las especies terrestres. Los mamíferos marinos, lo mismo las focas que los cetáceos o que las escasas especies de sirenios, MY, 4 as GO e, A. Artirenica 0 FiG 53.— Regiones zoogeográficas maritimas. no encuentran en su elemento las barreras naturales que limitan las areas de dispersión de los animales de tierra firme; en su distribución sólo influye el clima, o, lo que es lo mismo, la latitud y, en último caso, la di- rección de ciertas corrientes. Para ellos reconócense en los mares seis grandes regiones, que han sido denomi- nadas artatlántica, mesatlántica, artirénica, mestréni- ca, indopelagica y notopelágica. La región artatlántica comprende la parte norte 126 MANUALES GALLACH del océano Atlántico y los mares septentrionales que con él se relacionan, y está caracterizada por la pre- sencia de ciertas focas peculiares, como la foca gris y la de capuchón, por la existencia exclusiva de un gé- nero de cetáceos (Hyperoodon) y por la absoluta ausen- cia de sirenios. Forman la región mesatlántica la parte media del referido océano con el mar Mediterráneo y el de las. Antillas, y son peculiares de ella las focas del géne- ro Monachus, precisamente con una especie medite- rránea y otra antillana, y los manatis, cuyas espe- cies pertenecen al Africa occidental y a la América tropical. Las regiones artirénica y mesirénica corresponden por su posición, en el Pacifico, a la artatlántica y la mesatlántica en el Atlántico. Extiéndese la primera en- tre Asia y la América del Norte, y entre Australia y la América meridional la segunda. En ambas hay, además de focas propiamente dichas, leones marinos; pero mientras la región artirénica cuenta con un gé- nero propio de cetáceos (Rhachianectes) y tuvo en tiempos no muy remotos un sirenio, la mesirénica Ca- rece de representantes de este último grupo, y su ani- mal caracteristico es el elefante marino. La región indopelágica, que comprende todo el océano Indico, es la única donde no existen focas, y en cambio cuenta con un género propio de sirenios, los dugongos. La región notopelágica, en fin, comprende todos los mares australes, próximamente desde el trópico de Ca- pricornio, y tiene como mamiferos peculiares varias especies de focas y dos géneros de cetáceos: Berardius y Neobalena. sr MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 197 Areas de dispersión. Las razas geográficas. —Por esta rápida ojeada sobre las faunas mastozooló- gicas de las diferentes regiones, se verá que son muy pocos los órdenes cuya área de dispersión está limitada a una sola región. Unicamente se encuentran en este caso algunos órdenes muy pobres en especies, como los galeopitecos, los hiracoideos y los tubulidentados. En cambio, son bastantes las familias exclusivamente pro- pias de una región; los Macropodido, por ejemplo, sólo viven en la región australiana; los Tuparñde, en la oriental; los Cebide, en la neotropical, y los Giraffi- de en la etiópica. Familias completamente cosmopoli- tas sólo hay tres: los Vespertilionide y los Muride, que viven en todas las regiones terrestres, y los Delpha- nide, que se encuentran en todos los mares. Los prime- ros y los últimos deben, sin duda, lo amplio de su dis- tribución geográfica a las especiales circunstancias de su medio de dispersión, que para aquéllos es el aire y para éstos el agua. En cuanto a los Murid«e, su peque- ño tamaño, su régimen omnivoro, sus costumbres, ge- neralmente nocturnas, y la frecuencia y profusión con que se reproducen, son condiciones que probablemente han favorecido su propagación. Los géneros están en su mayor parte restringidos a regiones o subregiones determinadas; hay muchos, no obstante, comunes a varias divisiones zoogeográficas, pero en tal caso, lo general es que estén representados en ellas por-especies diferentes. Las especies comunes a varias regiones o a varias subregiones son relativa- mente pocas en número. De ellas se dice que son plás- ticas, porque se adaptan a diferentes climas y condi- ciones de vida. La pantera, que en la costa de Guinea habita las selvas húmedas, en el Somal las estepas y 123 MANUALES GALLACH en el cáucaso las montañas, es uno de los ejemplos más notables de plasticidad especifica. Esta plasticidad se traduce en ligeras modificaciones de los caracteres, constituyéndose dentro de la especie formas locales, también llamadas razas geográficas o, más técnica- mente, subespecies, por ser en cierto modo como espe- cies en vías de formación. Algunas veces, este desdo- blamiento de la especie, resultante de la influencia del clima, del medio o de la alimentación, llega hasta los distritos. El ratón campesino de la subregión medite- rránea (Mus spicilegus) presenta una forma en Hun- gria (M. spicilegus spicilegus), otra en la mayor parte de la Peninsula Ibérica (M. spicilegus hispanicus), otra en Portugal (M. spicilegus lusitanicus), otra en la par- te occidental de Marruecos (M. spicilegus mogrebinus), y otra en la costa septentrional de Berberia (M. spici- legus spretus); y el venado de la América tropical (Odo- cotleus ygymnotis), cuva forma tipica vive en los llanos de Venezuela, está representado por subespecies pecu- liares en la isla de Santa Margarita (O. gymnotis margarite), en los bosques de la costa occidental de Colombia (O. gymnotis tropicalis), en los Andes del mismo país (O. gymnotis columbicus) y en las montañas del Ecuador y Perú (O. gymnotis peruvianus). No siempre es fácil reconocer lo que es una sub- especie y lo que es una buena especie. En general, Jos especialistas en el estudio de los mamiferos han conve- nido en considerar como subespecies aquellas formas que, viviendo en divisiones zoogeográficas contiguas, sólo difieren entre sí por ligeros caracteres de colora- ción, longitud del pelo o tamaño, o por pequeñas alte- raciones en las proporciones del cráneo. Si en la zona del limite o frontera entre dos regiones o subregiones sd Ejemplo de la ardilla o subespecies de Suecia. de Alemania la España central de una especie. la división vulgaris), en formas locales —Seiurus vulgaris vulgaris, Sciurus vulgaris fuscoater, Se Sceiurus vulgaris infuscatus, de (Sciurus MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 129 se encuentran ejemplares con caracteres intermedios entre las respectivas formas, señalando como un paso o transición de una a otra, ya no cabrá la menor duda de que se trata de razas geográficas de una misma especie. En cambio, si en alguna localidad conviven las dos formas, conservando cada una de ellas sus ca- racteres bien marcados, será la mejor prueba de que se trata de especies diferentes, puesto que no es posible que un mismo animal se adapte de dos maneras en una misma localidad a las mismas condiciones de vida. En- tre los mastozoólogos norteamericanos es corriente dar la categoria de especies a todas las formas que viven en islas, considerando el mar como una solución de continuidad en el área de dispersión especifica; pero esta opinión no siempre puede aceptarse, pues en algu- nos casos la separación entre la isla y la tierra firme puede haber sido muy reciente, y en otros no es lo bas- tante grande para que haya impedido en absoluto el paso de la especie, a nado o por cualquier otro medio. La noción de la variabilidad local de los mamiferos no es nueva, ni mucho menos, pero los autores anti- guos, que no habían llegado a darle la importancia que realmente tiene, se contentaban con designar estas for- mas geográficas como «variedades». Conviene insistir en la enorme diferencia entre ambos conceptos. La va- riedad es un fenómeno puramente individual, indepen- diente de la localidad y con frecuencia producido por el albinismo o el melanismo; la subespecie o raza geo- gráfica es un resultado de la influencia del medio. Los caracteres de variedad no se transmiten constantemen- te por herencia; los de subespecie si, mientras las con- diciones externas no se modifiquen. De aquí que, mien- tras conviene señalar las subespecies con nombres 9 130 MANUALES GALLACH particulares, sea innecesario y hasta improcedente hacer lo mismo con las variedades, que pueden ser ili- mitadas, como ocurre en los caguanes, entre los cuales, dentro de una misma especie y en una misma locali- dad, apenas pueden encontrarse dos individuos ente- ramente iguales. BIBLIOGRAFÍA ALLEN (J. A.), The Geographical Distribution of Mammalia, consi- dered in relation to the principal ontological regions of the Earth, . and the Laws that govern the Distribution of animal life. (Bulle- tin of the U. S. Geol. and Geograph. Survey of the Territories, 1818). LYDEKKER (R. A.), Geographical History of Mammals. (Cambrid- ge, 1896). MURRAY (A.), The Geographical Distribution of Mammals. (Lon- don, 1861). SCLATER (W. L.) y SCLATER (PH. L.), The Geography of Mammals. (London, 1899). WALLACE (A. R.), The Geographical Distribution of Animals, (2 vols.; London, 1876). MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA A CAPÍTULO V MASTOZOOLOGÍA SISTEMÁTICA En todo orden de conocimientos que supone el estu- dio de objetos numerosos y variados, impónese ante todo la clasificación o distribución de los mismos en grupos de diversas categorias. Por lo que se refiere al conocimiento de los animales en general, y por tanto al de los mamiferos, esta necesidad se ha hecho sentir desde los tiempos más remotos. Moisés mismo, al dar a los israelitas la ley sobre los animales puros e inmun- dos, ya hubo de formar un grupo con los mamiferos que tienen pezuñas hendidas y otro con los que no se hallan en el mismo caso, y luego, dentro de cada gru- po, separó los que rumian de los que no rumían. Esta es la primera clasificación de los mamiferos que se conoce. La parte de la mastozoologia que se refiere a la cla- sificación denominase «mastozoología sistemática», por llamarse sistemas a las clasificaciones de los autores antiguos, basadas sobre uno o dos caracteres elegidos convencionalmente entre los más visibles. Un ejemplo clásico de sistema, es la clasificación propuesta por el célebre naturalista sueco Carl von Linné en la décima edición de su obra Systema Nature, publicada en 1758 y considerada como la más importante por ser el pri- mer libro en que de un modo constante y uniforme se hizo uso de la nomenclatura zoológica binaria, o sea 132 MANUALES GALLACH de los nombres técnicos latinos compuestos de una pa- labra para el género y otra para la especie. En dicha edición, los mamiferos, que también por vez primera llevan alli el nombre de Mammalia, aparecen distri- buidos en nueve órdenes, del modo siguiente: mulos arriba y abajo AO superiores nulos, los inferiores nu- Quadrupe- MBrosos +. ..0... US dia (arma- Yen número de dos; sin caninos . . Glires < Wdosdeuñas) - : E ¿ más de uno... A ESA Z/con los in- , : E Lo de solitarios; $ Y cisivos . ./ numero- ESAS 5 5 incisivosi cuatro. . . Primates pes SOS; Ca: E ninos . resennú-f seis, agudos. Feroe superio-> L Protunguiculata (hipotéticos) La clave que a continuación doy para la diferencia- ción de los órdenes está exclusivamente basada sobre caracteres osteológicos y dentarios, por tratarse de una cohorte que encierra tantos grupos fósiles como vi- vientes: a. Con cuatro extremidades. b. Linea media del pie pasando en- tre los dedos tercero y cuarto, que son simétricos; astrágalo con la cabeza en forma de ¡A A b'. Linea media del pie, por lo menos en las extremidades abdomina- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 147 les, pasando por el tercer dedo; el segundo y el cuarto simétri- cos; la cabeza del astrágalo nunca en forma de polea. C. Molares inferiores con un ex- tenso talónido provisto de . una cúspide central que arranca de su borde externo. NOTUNGULATA c'. Molares inferiores sin el talóni- do peculiar de los Notungu- lata. d. Cuúbito y radio separados; as- trágalo con cuello bien se- nalado y cabeza convexa. PROTUNGULATA d'. Cúbito y radio unidos, a ve- ces soldados y a veces cru- zados uno sobre otro; as- trágalo sin cuello, y si lo tiene, con la cabeza plana. e. Huesos del antebrazo mu- cho más cortos que el húmero; espina del omo- plato doblada hacia de- tante rif 54 598... PYROTHERIA e”. Huesos del antebrazo tan largos como el húmero o más largos; espina del omoplato doblada hacia atrás. 7 f. Carpo con el semilunar y el ganchoso en con- tacto; fémur con un tercer trocánter. Y. Caninos pequeños; pe- roné poco desarro- llado, rara vez arti- culado con el astrá- galo y nunca con el calcáneo. . . . PERISSODACTYLA Y'. Caninos grandes; pe- roné muy desarro- 148 MANUALES GALLACH llado, articulado siemprecon el astrá- galo y con frecuen - cia también con el calcáneo . . . . AMBLYPODA f”. Carpo con el semilunar y el ganchoso separa- dos; tercer trocánter rudimentario o au- sente. h. Plantigrados; pero- né articulado sólo con el astrágalo . HYRACOIDEA h". Rectigrados; peroné articulado con el astrágalo y el cal- cáneo. 1. Con cuernos; as- trágalo articu- lado con el cu- boides. . . .BARYPODA %. Sin cuernos; an- trágalo y cuboi- des separados . PROBOSCIDEA a”) Con extremidades torácicas sola- mente... ato tiablo an 0) ea TEEN La tercera cohorte, que, a imitación de Linneo, po- demos llamar Pinnata, sólo comprende dos órdenes: uno fósil, Zeuglodontia, y otro viviente, Cetacea, am- bos formados por mamiferos pisciformes, con las extre- midades abdominales atrofiadas en el esqueleto e invi- sibles al exterior, y las aberturas de la nariz situadas en la parte superior de la cabeza. Los dientes faltan con frecuencia, y cuando existen tienden a ser muy numerosos y todos iguales, y en todo el organismo se encuentra una porción de modificaciones importantes, siendo sobre todo notable la forma de la escápula, que » E > > ¿ carece de espina y tiene, sin embargo, un enorme acro- Í MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 149 mion en su borde anterior. En cuanto a su origen, algunos autores los consideran relacionados con los desdentados americanos; pero más probablemente des- cienden de carnivoros muy primitivos, o acaso de los hipotéticos proinsectivoros, tronco común de carnívo- ros e insectívoros. Lo único que puede afirmarse es que estos animales representan una fase de especialización muy avanzada. La cuarta cohorte, en fin, es la de los desdentados (Edentata) y comprende tres órdenes, los tres vivien- tes: Xenarthra, Nomarthra y Tubulidentata, órdenes cuya filogenia todavía no se conoce bien y que acaso tengan origenes muy diferentes, pero que están, no obstante, lo bastante ligados entre sí para que durante largo tiempo se les haya considerado como divisiones de un orden único. Los tres presentan los dedos pro- vistos de uñas y tienen los dientes muy sencillos y sin esmalte, o carecen de ellos. Algunos autores los creen derivados de los Ganodontía, y Ameghino los conside- ra emparentados muy de cerca con los monotremos, mientras otros ven en ellos los descendientes de algún grupo de terios muy primitivos, acaso contemporáneo de la diferenciación de metaterios y euterios. Sea como fuere, es muy difícil relacionarlos con los demás mami- feros, hasta tal punto, que se ha pensado a veces cons- tituir con ellos una subclase, o por lo menos una infra- . clase, que tomaría el nombre de Paratherta, propuesto por el zoólogo inglés Oldfield Thomas para este grupo, aunque luego empleado por Jaekel con un sentido muy diferente. Los tres órdenes pueden distinguirse así: a. Cuerpo sin escamas. b. Con dientes compuestos de tubos yuxtapuestos.. . . . . . TUBULIDENTATA 150 MANUALES GALLACH b. Con dientes simples o sin dientes. XENARTHRA a. Cuerpo revestido de escamas. . . NOMARTHRA La distribución de toda la clase Mammalia en gran- des grupos, tal como acaba de ser expuesta, se resume claramente en el siguiente cuadro, en el que se seña- lan con el signo (*) los grupos que sólo tienen repre-- sentantes fósiles: Subclases Infraclases Cohortes Ordenes Protothe- Ha A A Mon otremata Allotheria (*). . . . Multituberculata (*) 2? y Eniconedeníla (+) 277 Trituberculata (*) 277 lMarsupialia 156, +07 Insectivora /?, 2% Galeopithecia /%/ Chiroptera /93,25/ : '¡Carnivora /957272- y Unguiculata. Primates 20 am Theria.. | Ganodontia (+) 27? : | Tillodontia (+) 27 » Rodentia 2/7, 27/ Artiodactyla 23% 276 | Protungulata (*)3022 | Metatheria . Notungulata (*) 322 | Pyrotheria (+*)9*é A qu ' Perissod 4 252,3 ' Eutheria. Ungulata. ./ bl poi Hyracoidea 255,2// Barypoda (*)2/2 Proboscidea +? 3/3 ' Sirenia 241, 45 Zeuglodontia (+) 9/4 / | Pinnatas:oj: Cotacta eN Xenarthraz>/, 34 Edentata. .yNomarthra273,02% Tubulidentata 2) +2 MANUAL DE MASTOZUVOLOGÍA 151 BIBLIOGRAFÍA JAUDEMENT (E.), Mammiferes, en el Dictionnaire Universel d'His- toire Naturelle, vol. VII (París, 1846), p. 717. BEDDARD (F. E.), Mammalia (London, 1902). FLOWER (W. H.) y LYDERKER (R.), An Introduction to the Study of Mammals, Living and Extinct (London, 1891). GERVAIS (P.), Mammalogie ou Mastozooloyie, en el Dictionnatlre Pittoresque d'Histoire Naturelle, vol. 1V (París, 1836), p. 614. GiLL (T.), Arrangement of the Families of Mammals, with Analyti- cal Tables (Smithsonian Miscellaneous Collections, núm. 230; Wabhsington, 1872). GREGORY (W. K.), The Orders of Mammals (Bulletin of the Ameri- can Museum of Nat. Hist., vol. XXVII; New York, 1910). LINNÉ (C.), Systema Nature (10* edic., Holmigze, 1758). 159 MANUALES GALLACH CAPÍTULO VI LOS GRUPOS DE MAMÍFEROS VIVIENTES Como en todas las clases que componen el reino animal, en la de los mamiferos dividense los órdenes en familias y las familias en géneros, cada uno de los cuales es el conjunto de especies con caracteres muy semejantes, y puede haber todavia grupos de catego- ria intermedia que se denominan subórdenes, sub-. familias y subgéneros, y aun entre el suborden y las familias puede ser necesario introducir secciones y subsecciones. A continuación se describen los carac- teres de los diferentes grupos hasta la subfamilia, haciéndolo primero con los mamiferos actuales, que son los que principalmente interesan al mastozoólogo, y ocupándonos separadamente y en segundo lugar de los fósiles, cuyo estudio corresponde más especialmente al paleontólogo. CLASE MAMMATLIA Vertebrados de respiración pulmonar y sangre roja y caliente cuyas hembras poseen glándulas mamarias, que por lo general están provistas de pelo, y que tienen el cráneo articulado sobre la columna vertebral por medio de dos cóndilos occipitales, el oído con una serte interna de huesecillos, los pulmones y el corazón sepa- rados de la cavidad abdominal por un diafragma MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 158 muscular, el corazón con cuatro cavidades y la arteria aorta con un solo cayado, vuelto a la izquierda. SUBCLASE PROTOTHERIA Mamiferos ovíparos, sin mamas externas, sin cuer- po calloso en el cerebro, con un episternón en forma de 'P, grandes coracoides prolongados hasta el ester- nón, costillas cervicales rudimentarias y cinturón pel- viano provisto de huesos epipúbicos. ORDEN MONOTREMATA Los animales que forma este orden reunen a los caracteres de la subclase una boca sin labios carnosos, conformada exteriormente como un pico revestido de una piel desnuda muy fina; oídos sin pabellón externo, y extremidades cor- tas y robustas pro- vistas de fuertes ga- rras, llevando ade- más las abdominales un espolón córneo atravesado por un canal en comunica- Fra. 54.— Huevo de Echidna (A) ción con una glándu- y Cria recién salida del huevo la a cuya secreción (B), de tamaño natural, presta salida. Son de tamaño más bien pe- queño que grande. Los conductos de salida de las se- creciones urinaria y genital y de las materias feca- les desembocan en una abertura común, denominada cloaca. Las glándulas mamarias de la hembra, simples glándulas sudoríparas transformadas, segregan la leche junto ala base de los pelos del vientre, por los cuales 154 MANUALES GALLACH escurre y es recibida por los hijuelos, que cogen con el pico un pequeño mechón. En su manera de reproducirse, los Monotremata se diferencian de todos los demás mamiferos. El huevo tiene, como el de los reptiles, una yema muy grande, y el embrión, encontrando en él suficiente alimento, puede separarse de su madre antes de salir de sus F.a. 55.— Cráneo de Echidna(A) y Ornithorhynchus (B) envolturas protectoras. La hembra, por consiguiente, en vez de dar a luz sus crias, pone huevos, de los que salen los hijuelos a los pocos días. En la familia Echid- nide, durante la época de la reproducción, se des- arrolla en la superficie abdominal del cuerpo de la hembra un gran repliegue cutáneo a manera de bolsa, donde se verifica la incubación y pasa luego la cria la primera época de su vida. Todos los monotremos son propios de la región MANUAL LE MASTOZOOLOGÍA 155 australiana. Son animales minadores; una de las fami- lias es terrestre y mirmecófaga; la otra tiene cos- tumbres semiacuáticas y se alimenta de pequeños mo- luscos. Familia Echidnide.—Pico largo y cilíndrico; pies no palmeados, con fuertes garras apropiadas para cavar; pelo mezclado con púas largas y duras; lengua larga, vermiforme, protráctil, cubierta de pupilas cór- neas y constantemente impregnada de una substancia viscosa que segregan dos elándulas submaxilares. Sin o 4 GA ERA <= 2 Fic. 56.—Ornitorinco (Ornithorhynchus anatinus). Museo Nacional de Ciencias Naturales. dientes en ninguna edad. Terrestres. Distribución geo- gráfica: Australia, Tasmania y Nueva Guinea. Com- prende los géneros Echidna y Zaglossus. Familia Ornithorhynchide.—Pico ancho y depri- mido, parecido al del pato; extremidades con los dedos reunidos por una palmeadura cutánea; pelaje, suave y espeso, sin púas; lengua corta, no extensible, con papilas córneas; dos abazones o bolsas bucales. En el animal joven existen dientes molariformes con nume- rosas cúspides, que caen pronto y son sustituidos por unas placas córneas muy duras, llamadas córnulos, que crecen constantemente para compensar el desgaste Costumbres anfibias. Distribución geográfica: Austra- lia y Tasmania. 'Un solo género, Ornithorhynchus, con una especie única. 156 MANUALES GALLACH BIBLIOGRAFÍA CABRERA (A.), Genera Mamalium: Monotremata, Marsupialia(Ma- drid, 1919). GERVAIS (P.), Ostéographie des monotremes (París, 1877). LYDEKKER (R.), 4 Hand-Book to the Marsupialia and Monotre- mata (London, 1894). LE Sour (H. D.), Wild Life in Australia (Melbourne, 1907). 'THomas (O ), Catalogue of the Marsupialia and Monotremata in the Collection of the British Museum (London, 1888) VERREAUX (J.), Observations sur l'ornithorhynche (Revue de Zoolo- gie, 1848). WATERHOUSE (G. R.), 4 Natural History of the Mammalia, vol. I (London, 1846). SUBCLASE THERIA Mamiferos viviparos cuyas hembras poseen mamas externas, sin episternón o con solo algún indicio de él, con los coracoides muy reducidos y sin costillas cer- vicales. INFRACLASE METATHERIA Cinturón pelviano con huesos epipúbicos; apófisis angular de la mandibula vuelta hacia dentro; fórmula € A : 3-3 % dentaria tipica con más de 33 molares; cerebro sin cuerpo calloso. ORDEN MARSUPIALIA 42/1061 0% Los marsupiales son los únicos metaterios vivientes. Su aspecto general es variable, recordando unas veces el de las garduñas, zorros y tejones, y otras el de cier- tos roedores o insectivoros; pero todos ellos son anima- les con cuatro extremidades cuyos dedos están provis- tos de garras o uñas, y ¡casi siempre con cola, que algunas veces es prensil. En los pies posteriores falta MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 15 £on frecuencia el primer dedo, y cuando existe (excep- to en el género Notoryctes) es más o menos oponible a los demás y no tiene uña. Los machos tienen el pene bifido y colocado delante del saco escrotal, y en las hembras el útero y la vagina son dobles, aunque con- vergen en un solo orificio externo, a cuya disposición se debe el nombre de «didelfos» (del griego dis, doble, y delfús, útero) que dió Blainville a estos animales. Su denominación, hoy comúnmente admitida, de «marsu- FiG. 57. —Pelvis de un metaterio (A, Phascolarctus) y de un euterio (B, conejo) mostrando la presencia en el primero de huesos epipúbicos (e, €). piales», es debida a la marsupia, saco o bolsa que las hembras de casi todas las especies presentan exterior- mente en el abdomen, y dentro de la cual se encuen- tran las mamas. Unas veces, esta bolsa tiene su aber- tura hacia delante, y otras por detrás o hacia abajo, y en algunos géneros es rudimentaria o falta del todo. En el cráneo, los nasales suelen ser más anchos por detrás que por delante, y la apófisis angular de la mandibula se dobla hacia dentro, menos en el género 158 - MANUALES GALLACH Tarstpes, que carece de ella. Los incisivos pueden ser: más numerosos que en los Kutheria, y la fórmula mola- - e da fórmula está incompleta; pero nunca hay más de tres premolares a cada lado, faltando siempre el último de riforme tipica es: pm Con frecuencia, esta N GI mn) ON ) Hi IS W IN WN FG. 58. —Bolsas abdominales de marsupiales hembras. A, de Holothylax opossum; B, de Thylacinus cynocephalus. los cuatro que poseen los metaterios fósiles y los eute- rios. El tercer premolar, que suele ser mayor y más constante que los demás, recibe el nombre particular de «secante», y es el único molariforme que tiene un predecesor de leche. Las costumbres y régimen de los marsupiales son muy variables. Unos son saltadores, otros arboricolas y Otros minadores, y las zarigúeyas del género Chtro- nectes tienen costumbres semiacuáticas: muchas espe- cies son carnivoras o insectívoras, mientras otras se alimentan de hierbas, de frutos o de raices. En su ma- SS ic MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 159 nera de reproducirse no difieren de los Kutheria, pero el proceso de su desarrollo es muy distinto. En otro tiempo se creia que todos los marsupiales carecian de placenta, y de aqui el nombre de «aplacentarios» o «implacentados» que con frecuencia se les daba; pero hoy se sabe que en el género Perameles, por lo menos, hay una ver- dadera placenta de ori- gen alantoideo, como la de los euterios. Las di- ferencias están en el des- arrollo extrauterino. El marsupial viene al mun- do en un estado atrasa- disimo de desarrollo, como una diminuta ma- sa casi informe, blanda, desnuda y sin movi- de : mientos voluntarios; FiG. 59.—Zarigiieya chilena : ici (Marmosa elegans) recién como un simple embrión, nacida. La figura de la iz- en suma. Colocado por quierda indica el tamaño su madre en el pezón, natural. adhiérese a él por unos De fotografía músculos especiales que tiene en los labios; pero no mama por si mismo, sino que la leche es automá- ticamente inyectada en su faringe en virtud de la compresión de la glándula mamaria por un músculo destinado a este fin; y como esta inyección es continua, para que el animalito no perezca por asfixia, está su aparato respiratorio en comunicación directa con las narices, y sin comunicación con la cavidad de la boca. 160 MANUALES GALLACH La existencia de este mecanismo lactante justifica que FG. 60.—Dentaduras de un mar: supial poliprotodonto (A, Phi- lander), de un pancitubercu- lado (B, Cenolestes) y de un diprotodonto (C, Phalanger). algunos autores con- sideren a los marsu- piales recién nacidos como verdaderas lar- vas, puesto que han de experimentar una transformación, per- diendo ciertos órga- nos, antes de tomar su aspecto definitivo. Para la seguridad de los pequeñuelos du- rante esta primera parte de su vida, es de gran utilidad la bolsa abdominal de la madre, que les sir- ve como de cuna y de refugio, y que evidentemente cons- tituye una especiali- zación, un perfeccio- namiento, puesto que precisamente falta en los marsupiales de ti- po más primitivo, es decir, más semejan- tes a las especies fó- siles más antiguas. A excepción de dos familias que son americanas, los marsupiales sólo tienen representantes vivientes en Oceanía, principal- - MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 161 mente en Australia y Nueva Guinea. El orden se diví- Y Ej h /| ) 4 LS 7, 1) l pSEtT=S da UNO nadia FiG. 61.—Zarigúeya (D+- - delphis mesamericana). De fotografía de en tres subórdenes, que comprenden en total diez familias. SUBORDEN rfoLyeroTODONTA Marsupiales, con los in- cisivos en número, cuando -— y con cani- 4-4 “ nos arriba y abajo; los in- cisivos inferiores próxi- mamente iguales entre si. (Figura 60, A). Todos ellos son carnívoros o insectí- VOrOos. Familia Didelphidee. —Tamaño mediano o pe- queño; aspecto general parecido al de las ratas y ratones; hocico puntiagu- do; pies con cinco dedos; los posteriores con el pri- mero muy suelto y oponi- ble, sin úña; cola larga, generalmente prensil, y desnuda del todo o en gran parte; la marsupia falta con frecuencia y a veces está representada sólo por menos, de dos pliegues de la piel; las mamas están siempre en número impar: una, tres o cinco en el centro del ab- domen y las demás a los lados, en dos series paralelas o tendiendo a formar circulo alrededor del grupo cen- tral. Cráneo alargado, con la caja cerebral peaueña. Fórmula dentaria: 11 162 MANUALES GALLACH 1 2 C E m E m Es 00 a CA Incisivos pequeños, los de abajo proclives; caninos grandes; molares de tipo tritubercular. Distribución geográfica: América, desde los Estados Unidos hasta Chile y la Argentina. Se conocen once géneros: (Didel- phis, Metachirus, Philander, Marmosa, etc.), cuyas especies reciben vulgarmente los nombres de zarigúe- yas, vulpejas, zorras mochileras, fecundos, comadre- jas, churchas. En el género Chironectes entra el único marsupial nadador, que tiene los pies palmeados. Familia Dasyuride. —Parecidos a los Didelphidee, pero con la cola más o menos peluda y no prensil; en los pies posteriores falta a veces el primer dedo; mamas en número par. Fórmula dentaria: A A, vatables a ANCHA var a A AS dde Distribución geográfica: Australia, Tasmania y Nueva Guinea. Dividense en dos subfamilias: Subfamilia Dasyurine.-— Tamaño mediano; aspecto parecido al de las garduñas y jinetas; bolsa abdomi- u nal completa, abierta hacia abajo; Fórmula dentaria: pm 5 Régimen carnivoro. Comprenden los géneros Dasyurus y Sarcophilus, ambos de costumbres rapaces. Subfamilia Phascogaline. —Tamaño pequeño; as- pecto murino, marsupia ausente o rudimentaria; pm os 0 e Régimen insectivoro. Pertenecen a o : esta subfamilia los géneros Phascogale, Dasycercus, Dasyuroides, Sminthipsis, y Antechinomys, este últi- mo notable por el desarrollo de los pies posteriores que solo tienen cuatro dedos. , Familia Thylacinide.—Tamaño grande; aspecto de lobo; cinco dedos anteriores y cuatro posteriores; cola larga y muy gruesa en la base; mamas en número par; marsupia abierta por detrás. Cráneo robusto, con eresta sagital muy saliente. Fórmula dentaria: MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 163 cds C a m sn m de = A A Los molares se diferencian de los de la familia ante- rior en que los superiores carecen de estilos, y los infe- riores de metacónido. Distribución geográfica: Tasma- nia. Sólo existe un género, Thylacinus, cuya única especie es el lobo marsupial. 46. Fi¡G. 62. — Lobo marsupial (Thylacinus cynocephalus). Museo Nacional de Ciencias Naturales Familia Myrmecobiide.—Tamaño pequeño: for- mas esbeltas y graciosas, como de ardilla; hocico pun- tiagudo; lengua larga, delgada y extensible; dedos: 5-4; cola larga y peluda; mo existe marsupia; mamas en número par. Cráneo delicado; mandibula larga, recta y delgada. Fórmula dentaria: ¿E E 1-1 Bes 3-3 5-0 A Los dientes son muy pequeños y de forma simplificada por degeneración; a veces falta el m;, y a veces exis- te un 24 suplementario. Distribución geográfica: Aus- tralia. Un solo género, Myrmecobius, con una sola especie notable por su régimen mirmecófago. . 164 MANUALES GALLACH Familia Peramelide.—Tamaño mediano; aspecto parecido al de las ratas o al de los conejos; hocico largo y puntiagudo; en las extremidades anteriores, los dedos 1.2 y 5. son muy cortos y sin uña o faltan del todo; en las posteriores, el 1.” falta o es rudimen- tario, el 2.” y el 3. son pequeños y están reunidos en un tegumento común hasta cerca de las uñas, y el 4.2 y 5.” están libres y bien desarrollados; cola velluda, larga o mediana y nunca prensil; la marsupia existe siempre, abierta hacia atrás. Cráneo muy alargado, Fórmula dentaria: 300 44 1-1 3-3 4-4 : 133 033 “17 pm ay Mm A o 46. Faltan las claviculas; las falanges ungueales están hendidas. Distribución geográfica: Australia, Nueva Guinea e islas vecinas. Conócense ocho géneros, entre ellos Thalacomys, Perameles y Cheropus; la especie Thalacomys lagotis es el conejo marsupial de Australia. Familia Notoryctide.—Tamaño pequeño; aspecto de topo; ojos rudimentarios, sin cristalino y cubiertos 1 M G S SS l ANN NS SINS SN NN FiG. 63.—Topo marsupial (Votoryctes typhlops). Según Perrier por la piel; oidos sin pabellón externo; extremidades muy cortas, pentadáctilas y con uñas en todos los dedos; cola corta, desnuda, en figura de cono truncado; pelaje con reflejos irisados; marsupia pequeña, abierta MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 165 por detrás, encerrando dos mamas. Cráneo corto y muy alto. Fórmula dentaría: ¡ 4-4 y 1-1 2-2 da 4-4 5 —, PM == E SA Todos los dientes muy espaciados, bastante sencillos. Las vértebras cervicales 2.? a 6.* soldadas entre si, con una apófisis espinosa común. Distribución geográ- fica: Australia. Sólo se conoce un género, Notoryctes, cuyas costumbres son parecidas a las de los topos. 44. SUBORDEN PAUCITUBERCULATA Marsupiales con los incisivos y caninos en igual nú- mero que en los Polyprotodonta, pero con el primer incisivo inferior muy diferente de los demás, muy grande, puntiagudo y casi horizontal. (Fig. 60, B). Su régimen es carnivoro e insectivoro. Familia Cenolestidee. —Tamaño pequeño; aspecto de ratón; extremidades con cinco dedos; el primero posferior sin uña, pero no oponible; cola larga y casi desnuda, prensil; marsupia muy reducida. Cráneo es- trecho y alargado; la mandíbula muy estrecha, pero con la rama ascendente ancha. Fórmula dentaria: 0 _— C Es ra m o 46 A e A Incisivos inferiores centrales enormes, mientras los que les siguen, los caninos y el pm, son muy diminu- tos; molares cuadrituberculares. Distribución geográ- fica: América del Sur. Comprende esta familia los géneros Coenolestes y Orolestes. SUBORDEN DIPROTODONTA Marsupiales que no tienen nunca más de 33 incisi- vos y carecen de caninos inferiores, con el primer incisivo inferior mucho más grande que los demás y saliendo horizontalmente hacia delante, (Fig. 60, C), 166 MANUALES GALLACH Todas las especies son sindáctilas; es decir, que tienen los dedos 2." y 3.2 de las extremidades posteriores uni- das en un tegumento común hasta la punta. Su régi- men es generalmente vegetal, aunque las especies pequeñas se alimentan más bien de insectos o del néctar de las flores. Familia Phalangeride.--Tamaño y aspecto varia- ble; pies pentadátilos, plantigrados y prensores, los posteriores con el primer dedo oponible y sin uña; Fria, 64.—Cuscús manchado (Phalanger maculatus). Museo Nacional de Ciencias Naturales dientes en número variable, aun dentro de la especie, lo que se debe a la presencia de dientecillos diminu- tos, como degenerados, no sujetos a fórmula fija, que generalmente se hallan arriba entre el canino y el últi- mo premolar, y abajo, entre el 2, y el último premo- lar. Un solo género (Phascolarctus) carece de estos dien- tecitos, y en otro (Tarsipes) son de este tipo todos los molariformes. Son todos animales arboricolas, y se distribuyen en tres subfamilias: - Subfamilia Phascolarctine.—Falangéridos de me- diano tamaño, con el hocico corto y la lengua corta y MANUAL DE MASTOZ)OLOGÍA 161 er no extensible; extremidades anteriores con los dos pri- meros dedos oponibles a los otros tres y las posteriores con la planta corta y ancha. De los tres géneros que comprende, en dos (Pseudochirus y Petauroides) la cola es larga, pensil y con la punta desnuda por debajo, mientras el otro (Phascolarctus, el koala u oso marsu- pial de Australia) carece de cola Petauroides tiene los miembros reunidos por una membrana o paracaidas que se extiende desde el carpo al tobillo. Molares bien desarrollados, selenodontos, con pequeños estilos. Dis- tribución geográfica: Australia, Tasmania y Nueva Guinea. Subfamilia Phalangerine.—Tamaño variable; hoci- co corto; lengua no extensible; extremidades anterio- res con los dos primeros dedos no oponibles a los demás, las posteriores cortas y anchas; cola siempre larga, a veces prensil. Molares bien desarrollados, bunodontos y sin estilos. Phalanger y Trichosurus son los géneros - que comprenden las especies de mayor tamaño; Acro- bates y Petaurus poseen un paracaídas; en Dactylop- sila y Dactylonax, el cuarto dedo anterior es enorme- mente más largo que los demás. Distribución geográ- fica: Desde Célebes a Tasmania. Subfamilia Tarsipedine. — Falangéridos muy pe- queños, con el hocico largo y puntiagudo, la lengua filiforme y protráctil y los pies posteriores estrechos y alargados; cola larga, casi desnuda, prensil. Cráneo ligero y delicado; mandibula delgada, de forma muy sencilla, sin apófosis coronoide ni angular. Fórmula dentaria: A 1-1 3-3 go 2: 33 Todos los molariformes muy pequeñitos, degenera- dos, espaciados entre si. Distribución geográfica: Aus- tralia. Un solo género, Tarsipes, con una sola especie. Familia Macropodide.—Son los animales gene- ralmente llamados canguros, los cuales se distinguen por tener el cuarto trasero muy voluminoso con re- lación al delantero y las extremidades abdominales mucho más largas que las torácicas; en aquéllas, el cuarto dedo es muy grande y armado de una enorme m variables, generalmente 168 MANUALES GALLACH uña, y el primero falta en todos los géneros menos en Hypsiprymnodon, que lo tiene muy pequeño y algo oponible. Cola lar- ga, generalmente con pelo como el del cuerpo; lengua ancha y corta. Mar- supia grande, abierta por delante. Cráneo con la por- ción malar de los cigomáticos prolon- cada hacia abajo, Formando una apó- fosis infracigomáti- ca; mandibula con la cavidad maseté- rica muy prolonga- FIG. 65.— Mandíbula de un can- guro, mostrando la depresión (d) de la fosa masetérica, en co- da, formando una municación con el canal den- ] fosa en cuyo fondo tario. hay un agujero que comunica con el ca- : e ; 3-3 , nal dentario. Incisivos en número de 7» MUnque arriba 4- puede haber hasta 6-6; molares 77» Yunque en un gé- nero (Peradorcas) llegan a veces a +: Toda la serie molariforme tiene, durante la vida del animal, un lento movimiento de avance, debido a la absorción del hueso delante de las raices y su formación detrás de ellas; pero la distancia entre dicha serie y los incisivos no disminuye por eso, pues:cuando el premolar poste- rior pasa a ocupar el sitio del anterior, éste ha caido ya. Son animales saltadores, y se alimentan preferen- temente de hojas y hierbas; un género (Dendrolagus) es arboricola. Distribución geogr -ráfica: Australia, Tas- mania, Nueva Guinea e islas vecinas. Se distribuyen en tres subfamilias: Subfamilia Hypsiprymnod mtine —Con los pies e MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 169 posteriores provistos de un primer dedo semioponible, y la cola escamosa y con pelos ralos. Fórmula dentaria: 2 ño 6 a m de m o 34 E RS a último premolar superior estrecho, cortante y desvia- do hacia fuera. Un solo género, Hipsiprymnodon, con fe) ) e ) una sola especie propia de Queenslandia. FiG. 66.—Canguro (Macropus giganteus). Del vivo. Subfamilia Potoroíne.—Pies posteriores sin primer dedo; cola con pelo como el del cuerpo. Fórmula den- taría: ; 3-9 2 1-1 2 2-2 E 44d E A último premolar superior en linea con los demás dien- tes o un poco desviado, y con varios surcos verticales a cada lado; molares cuadrituberculares, con un ligero indicio de crestas transversas entre las cúspides. Cuatro 34; 170 MANUALES GALLACH E _«JJJMIJJR>>—>= >> AA géneros: Bettongia, Apyprymnus, Caloprymnus y Potorous. Subfamilia Macropodine —Sin primer dedo en las extremidades posteriores; cola con pelo como el del cuerpo, en un género (Onychogale) con un uña córnea en la punta. Fórmula dentaria: pe a. bd amics lá > 32634, 1. 00. 00, 0% IS menos en Peradorcas, cuyos molares van cayendo suce- sivamente y son reemplazados por otros que salen al final de la serie, pudiendo contarse hasta —. Ultimo premolar en linea con los demás; molares lofodontos, con dos crestas transversales. Los géneros Macropus, Dendrolagus, Petrogale y Dorcopsis pueden servir de ejemplos. Familia Phascolomyide. —Tamaño grande; cuer- po rechoncho y pesado; extremidades cortas y robus- tas, las posteriores con el primer dedo muy corto y grueso, casi como una verruga en el borde interno del pie; cola rudimentaria; marsupia abierta hacia delan- te; cuatro mamas. Cráneo ancho y deprimido. Fórmula dentaria: . 1-1 0-0 1-1 603 4 o A Todos los dientes tienen la raiz abierta, creciendo de una pulpa persistente. Incisivos grandes, fuertes y proclives, sin esmalte en su cara posterior; molares bilobulados y fuertemente encorvados. Son minadores y viven de raices y hojas. Distribución geográfica: Australia, al Sur del Trópico, y Tasmania. Existen dos géneros: Phascolomys y Lasiorhinus, cuyas espe- cies reciben en Australia el nombre de «huombats». BIBLIOGRAFIA BENSLEY (13. A.), On the Evolution of the Australian Marsupialia (Transactions of the Linnean Society of London, 1X, 1903). CABRERA (A.), Genera Mammalium: Monotremata, Marsupialia (Madrid, 1919). MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 174 GOULD (J.), The Mammals of Australia (1852-60). KREFFT (G.), The Mammals of Australia (1871). LYDEKKER (R.), A Hand-Book to the Marsupialia and Monotre- mata (London, 1894). TEMMINCK (C. J.) Monographies de Mammalogie, vol. 1 (París, 1825-27). THoMas (0.), Catalogue of the Marsupialia and Monotremata in the Collection of the British Museum (London, 18538). WATERHOUSE (G. R.), A Natural History of the Mammalia, vol. 1 (London, 1816). INFRACLASE EUTHERIA Cinturón pelviano sin huesos epipúbicos; apófisis angular de la mandibula normalmente no vuelta hacia dentro; Fórmula dentaria tipica: ES rta aa pta 3397 cl 1 4-4 3-8” en los grupos difiodontos, todos los dientes menos los molares tienen precedesores de leche; cerebro con cuerpo calloso. La placenta existe siempre, y las crias nacen en un estado de desarrollo bastante avanzado y sin mecanismo lactante especial. Cohorile Unguiculata Mamiferos euterios con cuatro extremidades, cuyos dedos están provistos de garras o uñas, heterodontos, y con los dientes revestidos de esmalte, por lo menos en gran parte. ORDEN INSECTIVORA ¿2440 0L 0.2 Los insectivoros constituyen un orden muy hetero- géneo; todos ellos, sin embargo, son unguiculados te- rrestres que tienen generalmente cinco dedos en las cuatro extremidades, aunque algunas veces sólo pre- sentan cuatro, y con los pulgares no oponibles; el ho- cico largo y puntiagudo; el cráneo con las cavidades ¡un 3) ¿6 172 MANUALES GALLACH orbitaria y temporal confundidas, y los molariformes de tipo más o menos claramente tritubercular, siendo los molares bunodontos y presentando los premolares puntas cónicas, perforantes. La fórmula dentaria típica es frecuente en ellos; los caninos existen siempre, por lo menos en el embrión, pero son pequeños y parecidos en su forma a los premolares o a los incisivos. Los ojos son con frecuencia muy pequeños, y a veces están cu- biertos por la piel (Talpa, Chrysochloris); el pabellón del oído falta a menudo. Muchos géneros presentan una cloaca, y, a excepción de una sola familia (Tu- pañide), los testiculos son intrabdominales, sin descen- der a una bolsa escrotal más que durante el celo. Menos en el género Potamogale, las claviculas existen siempre. Todos los miembros de este orden son de reducido Fra. 67. —Cráneos de un tupaiido (A, Tana tana) y de un macroscelídido (B, Elephantulus rozeti). tamaño, figurando entre ellos los mamiferos más pe- queños que se conocen; la especie más grande, la Gym- nura raffiesgi, sólo tiene el tamaño de un conejo. Mu- chas especies son minadoras, y algunas nadadoras, y como ya lo indica su nombre, aunque algunos son om- nivoros, aliméntanse principalmente de insectos. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 173 Este orden es casi cosmopolita, faltándole represen- tantes solamente en la región australiana y en la Amé- rica Meridional, al sur del Amazonas. Se divide en tres subórdenes, lo bastante distintos para que algunos autores los consideren como órdenes separados (1). SUBORDEN MENOTYPHLA Insectivoros con un ciego bien desarrollado; los pubis unidos anteriormente en una larga sinfisis; los globos auditivos bastante prominentes; la pared poste- rior del cráneo formada por el supraoccipital y los exoccipitales; los molares superiores con las cúspides dispuestas en forma de W, ocupando el paracono y el metacono, próximamente, el centro de la corona. (1) Esta opinión ha sido recientemente defendida por el Dr. Broom (Proceed, Zool. Soe. of London, 1915, págs. 162, 351). Atendiendo a la estructura interna de la nariz, este autor dis- tribuye los órdenes euterios en dos grandes grupos o super- órdenes: Archeorhinata, con el órgano de Jacobson y los car- tíilagos nasales conformados como en Jos marsupiales, y Cenorhinata, en los que esta estructura ofrece un tipo muy diferente. En el primer grupo entran los roedores y desdenta- dos, y en el segundo los carnívoros, los quirópteros, los prima- tes, los artiodactilos, los perisodáctilos, los hiracoideos y tal vez los sirenios y los cetáceos. Si diésemos a este carácter la importancia que Broom le concede y se admitiese esta clasifi- cación, no habría más remedio que hacer varios órdenes de los insectívoros, pues mientras los Lipotyphla ofrecen los ca- racteres nasales propios de los Ceenorhinata, los Menotyphla y los Chrysochloridea entran por completo en los Archeorhinata; y aun entre estos dos grupos de insectívoros hay diferencia, asemejándose el primero a los marsupiales poliprotodontos y el segundo a los diprotodontos. Creo, sin embargo, que son precisas investigaciones más profundas sobre la evolución e importancia fisiológica del órgano de Jacobson y de los cartí- lagos con él relacionados, para poder llegar a una conclusión definitiva. 174 MANUALES GALLACH Familia Tupaiide.—Aspecto general como de ar- dilla; cráneo con apófisis postorbitarias unidas a los cigomáticos, rodeando por completo las órbitas; hueso si Cotosr — Del vivo. malar con un orificio; radio y cúbito separados, lo mis- mo que la tibia y el peroné. Fórmula dentaria: ¡Ele pracR e Re A Sade ala Aa edi Sar Metatarso poco más largo que el tarso. Costumbres diurnas y arboricolas. Distribución geográfica: Región oriental, menos la subregión celebense. Comprende dos subfamilias: Subfamilia Tupaíine.—Cola completamente peluda; orejas pequeñas; cráneo con un agujero supraorbitario; 1? con una sola punta; molares superiores sin cínguio. Comprende los géneros Tupata, Dendrogale, Urogale, Tana y Anathana. Subfamilia Ptilocercine.— Cola peluda sólo en su porción terminal, desnuda en el resto; orejas grandes; cráneo sin agujero supraorbitario; 2 * con dos puntas; molares superiores rodeados de un cingulo. Un solo género, Ptilocercus. Familia Macroscelidide.— Aspecto general algo parecido al de los jerbos; cráneo con las apófisis postor- bitarias apenas indicadas; hueso malar sin orificio; TM MANUAL DE MASTUZOOLOGÍA 175 radio y cúbito soldados, lo mismo que la tibia y el pe- roné; metatarso mucho más largo que el tarso. Fórmula dentaria: a a E 7) e a e 49 a a a oa: es Son animales cavadores y corredores o saltadores, todos ellos propios de Africa, y constituyen cinco géneros: Macroscelides, Nasilio, Elephantulus, Petrodromus y Rhynchocyon. SUBURDEN CHRYSOi HLORIDEA Sin ciego; pubis separados anteriormente; globos auditivos prominentes; cráneo con su pared posterior . formada por el su- praoccipital, los ex- occipitales y, a am- boslados del primero, otros dos huesos de- nominados «tabula- res»; molares supe- riores con las cúspi- FiG. 69.— Cráneo de topo dorado des dispuestas en for- (Chrysochloris trevelyan). ma de V, estando el paracono y el meta- cono próximos al borde externo. Familia Chrysochloride. — Aspecto aguas, ex- tremidades anteriores con cuatro dedos, los dos centra- les armados de enormes uñas apropiadas para cavar; ojos y orejas invisibles al exterior; cráneo cónico; jaula torácica con la parte anterior cóncava, para alojar el brazo, que exteriormente parece muy corto. Fórmula 33 1-1 3-3 22 33 dentaria: 135, CC, PM55) MG O = 36 ó 40. E E o 9 003 Generalmente, las especies de esta familia presentan en el pelaje irisaciones metálicas, por lo que se les co- 176 MANUALES GALLACH noce vulgarmente con el nombre de «topos dorados». Distribución geográfica: Región etiópica. Solo hay dos géneros: Chrysochloris y Amblysomus. SUBORDEN LIPOTYPHLA Sin ciego; pubis separados o unidos en una sinfisis muy corta; olobos auditivos muy poco salientes, o in- completos; pared OS posterior del cráneo formada por el su- praoccipital y los exoccipitales; mo- lares superiores con las cúspides en V o en W. Comprende este suborden cinco familias, distribui- das en tres seccio- nes. FG. 70.—Cráneo de erizo (Erina- Sección Erina- Ceus Curopeeus) ceiformes. — Arcos cigomáticos robus- tos; molares superiores con la corona en forma de W, con estilos muy pequeños o sin ellos; pubis unidos anteriormente. Sólo se incluye en esta sección funa fa- milia, con dos subfamilias. Familia Erinaceide.—Con los caracteres de la sección. Subfamilia Gymnurine. — Pelaje sin púas; pelvis muy estrecha; paladar óseo no perforado, o con perfo- raciones muy reducidas. Fórmula dentaria: ¿38 11 3374 MO 338 IT A E A Distribución geográfica: China, India transgangética, Ñ == A : MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 17 Malasia. Conocénse los géneros Gymnura, Hylomys, Neotetracus y Podogymnura. Subfamilia Erinaceine.—Dorso cubierto de púas; pelvis ancha; paladar óseo con perforaciones bastante grandes. Fórmula dentaria: dl E 3-3 9- to “33 PMgg>? n n= 86. Las especies de este grupo, vulgarmente llamadas «erizos», viven en las regiones paleár- tica y etiópica y en la India. Son bas- tante numerosas y nstituyen cinco gé- - neros: Paraechinus, Emiechinus, Atele- ri, Ermaceus y Althechinus, los dos últimos representa- dos en España por las especies H. eu- ropeus y 4. algi- TUS. Sección Sorici- formes. —Con arcos cigomáticos muy delgados, o sin el los; molares supe- riores con la corona en forma de W, con E a h o desarros 24 11. Cráneos de topo (A, Tal- llad bi pa occidentalis) y de musaraña actos; pubis sepa- (B, Crocidura russula). rados anteriormen- te; hocico muy prolongado, puntiagudo o formando trompa. Familia Talpide.—Con arcos cigomáticos, y casi siempre. con globos auditivos; 2 * con una sola punta; me ' hoz AZAR A 12 178 MANUALES GALLACH oidos sin pabellón externo. Los géneros de esta familia pueden agruparse en cinco subfamilias: Subfamilia Uropsiline. — Hocico formando una trompa corta; pies normales; cola larga y redonda; 34 6 ; 2-2 2-2 38 dientes, con 1133 neros Uropsilus, Nasillus y Rhynchonax, todos propios de la China. Subfamilia Desmanine.—Hocico en forma de trom- pa; pies anteriores normales, los posteriores muy gran- des y palmeados; cola larga, comprimida lateralmente; incisivos. Comprende los gé- 44 dientes, con 33 incisivos; 2* enorme con relación ÚU a los demás dientes. Costumbres acuáticas. Sólo hay dos géneros: Desmana, de Rusia, y Galemys, cuya única especie vive en España, donde recibe el nombre de «almizclera», y en el sur de Francia. Subfamilia Scalopine.—Hocico puntiagudo, sin for- FiG. 12.—Topo común (Talpa occidentalis). Del vivo mar trompa; pies anteriores ensanchados y con la palma vuelta hacia fuera, los posteriores normales; cola larga o corta, redondeada; 36 a 44 dientes; 2* mucho más grande que los demás. Costumbres minadoras. Distri- bución geográfica: Asia oriental y América del Norte. Géneros: Urotrichus, Neurotrichus, Dymecodon, Scap- , tua PA MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 179 tonyx, Scaptochirus, Scapanulus, Parascaptor, Scalo- pus, Scapanus y Parascalops. Subfamilia Talpine.—Hocico puntiagudo, sin for- mar trompa; pies anteriores enormemente ensancha- dos, con la palma vuelta hacia fuera; los posteriores normales; cola corta y redonda; 42 ó 44 dientes; 2 * tan pequeño como los demás; ojos muy pequeños, cubiertos por la piel Distribución geográfica: Región paleártica. Conócense dos géneros: Talpa y Mogera, el primero de los cuales está representado en España por dos especies, T. occidentalis y T. europad, vulgamente llamados «topos» y bien conocidas por sus costumbres minadoras. Subfamilia Condylurine.— Hocico con la extremi- dad rodeada de apéndices carnosos dispuestos en estre- lla; pies anteriores ensanchados, los posteriores norma- les; cola larga y redonda; 44 dientes; 2* algo más grande que los demás. Comprende un solo género, Condylura, de la América del Norte. Familia Soricidee.—Sin arcos cigomáticos ni globos auditivos; 2 * ganchudo y con una segunda punta en forma de talón; sin caninos, que se pierden antes del nacimiento; con sólo 1-1 incisivos inferiores, muy grandes e inclinados horizontalmente hacia delante; (fig. 11, B ); oidos con pabellón externo. Subfamilia Crocidurinae. — Dientes enteramente blancos; orejas bien descubiertas. Distribución geográ- fica: Regiones paleártica, oriental y etiópica. Se cuen- tan en este grupo cerca de una docena de géneros, dos de los cuales (Crocidura y Pachyura) están representa- dos en nuestra fauna por los «nmusgaños» o musarañas. Pachyura etrusca es uno de los mamiferos más peque- ños que se conocen. Nectogale y Chimarrogale, de China y la India, tienen costumbres semiacuáticas, especial- mente el primero, que tiene los pies palmeados. Subfamilia Soricine.— Dientes con las puntas rojas; orejas más o menos escondidas bajo el pelo. Distribu- ción geográfica: Europa, Asia y América desde las re- 'giones árticas hasta el Ecuador y el Amazonas. Los géneros son tan numerosos como en la otra subfamilia, y también hay dos en nuestro pais: Sorex y Neomys. ¡Este último y Neosorex, que es americano, son anfibios. 180 MANUALES GALLACH Sección Tenreciformes.—Sin arcos cigomáticos; mo- lares superiores con la corcna en figura de V, el pa- racono y el me- tacono situa- dos en el borde externo. sinfi- sis pubiana muy reducida. Familia So- lenodontida. ; —Hocico muy Frg, 73.—Musaraña (Crocidura prolongado, russula pulchra). formando una trompa corta; Del vivo. pene aislado del ano, sin cloaca; 2 * enormemente más grande que los demás. Comprende solamente el género Solenodon, con dos especies, una de Cuba y otra de Santo Do- mingo. Familia Tenrecide.—Hocico más o menos punti- agudo, pero sin formar trompa: órganos genitales y ano incluidos en una cloaca; 2 * próximamente del ta- maño de los demás. Se divide en tres subfamilias: Subfamilia Tenrecine.—Aspecto de erizo; cuerpo cubierto de púas o de pelo espinoso; con claviculas; pies posteriores con los dedos libres. Distribución geo- gráfica: Madagascar. Comprende los géneros Tenrec, Setiger y Hemicentetes. Subfamilia Oryzorictinee. — Aspecto de musaraña o de topo; sin púas ni pelo espinoso; claviculas; pies pos- teriores con los dedos libres o palmeados. Distribución geográfica: Madagascar. Comprende los géneros Neso- gale, Microgale, Leptogale, Nesorytes, Oryzorites, Lim- nogale y Geogale. En este último figura el mamifero más pequeño que se conoce, G. aurita, que, sin contar | la cola, mide 35 mm. de longitud. Subfamilia Potamogaline.— Aspecto de nutria; sin púas ni pelo espinoso; sin claviculas; pies posteriores. con los dedos segundo y tercero reunidos en la y 3 MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 181 Distribución geográfica: Africa occidental. Un solo gé- nero, Potamogale, de costumbres acuáticas. BIBLIOGRAFIA BROOM (R.), On the Organ of Jacobson and its Relations in the «In- sectivora», (Proceedings of the Zool. Soc. of London, 1915). DobBsoN (G. E.), A Mono- graph of the Insectí- vora, systematic and aratomical. (London, 1883). GILL (PT, N.), Synopsis of Insectivorous Mam- mals. (Bulletin of the U. S. Geolog. and Geo- graph Survey of the Territories, ser. 2.?, Núnm. 2, 1875). LYoN (M. W.), Tree- shrews: An Account of FiG. 74.—Molares superiores de Pemammalian Family Tupatide. (Procee- Crocidura (A) y de Solenodon E (B), mostrando la diferente tional Museum, XLV, forma de la corona en los sori- 1913). ciformes y los tenreciformes. — MILNE- EDWARDS (A.), Recherches pour ser- vir a l' Histoire Natu- relle des mammiferes. (Paris, 1868 -74). MIVART (ST. G.), Notes on the osteology of the Insectivora. (Journ. of Anatomy and Physiology, 1-11, 1867-68). PErERS (W. C. H.), Naturwissenschaftliche Reise nach Mossambi- que; 1, Súiugethiere. (Berlin, 1852). TRUE (F. W.), 4 Revision of the Américan Moles. (Proceedings of the U, S. National Museum, XIX, 1896). ORDEN GALEOPITHECIA Este orden, que sólo contiene una familia con un reducido número de especies, tiene en su estructura grandes analogías con los insectivoros del suborden Menotyphla, pero se distingue fácilmente por tener los miembros reunidos por una membrana que se extiende a lo largo de los costados, comprendiendo los dedos 182 MANUALES GALLACH hasta la base de las uñas y abarcando también la cola, y por la forma especial de los incisivos inferiores, que son muy proclives, muy anchos y con la corona dividi- da en numerosas puntitas, ofreciendo el aspecto de un peine. (Fig. 75). El cráneo se parece al de los makis (Le- murtde), pero tiene, como en los insectivoros, las fosas orbitaria y temporal reunidas. Las extremidades tienen cinco dedos armados de garras, y el primer dedo no es oponible. Las mamas son pectorales, o más bien axilares. el pene del macho es péndulo, pero los testiculos son in- trabdominales; la hembra po- see un útero doble. En el aparato digestivo es notable el ciego, ramificado en varios diverticulos. Los Galeopithecia viven en la peninsula de Malaca y Fic. 75.—Incisivos infe- todo el Archipiélago Malayo. riores de Galeopterus. Son animales nocturnos, que se alimentan de frutos y ho- jas, viviendo constantemente en los árboles; pasan de uno a otro salvando, con auxilio del paracaidas cutá- neo, distancias de más de cincuenta metros, y durante el dia duermen colgados de una rama con los cuatro pies, recogiendo la cabeza contra el pecho. Tanto en su organización como en sus costumbres, estos animales recuerdan por igual a los murciélagos, a los lemúridos y a los insectivoros, y los antiguos zoólogos los clasificaban tan pronto en uno como en otro de estos grupos. Hoy, todos los autores los sepa- ran, generalmente, bajo el nombre de Dermoptera; pero esta denominación no puede emplearse por estar ya usada en ictiologia y en entomología. MANUAL DE MASTOZUOLOGÍA 183 Familia Galeopithecide.—Caracteres del orden. 22 dl: 252 3-3 33? c33> PM 5g) Ma = 34. Comprende sólo dos géneros: Galeopithecus, cuya única especie es el «caguan» de Filipinas, y Galeopterus. Fórmula dentaria: 2 BIBLIOGRAFIA CHAPMAN (H. C.), Observations upon Graleopithecus volans. (Pro- ceedings of the Academy of Nat. Scienc. of Philadelphia, 1202). LECHE (W.), Ueber die Súugethiergattung CHaleopithecus (Kungl. Svenska Vetenskapsakademien Handlingar, 11, 1885). MILLER (G. $S.), Seventy new Malayan Mammals. (Smithsonian Mis- cellaneous Collectious, XLV, 1903). "THOMAS (O.), The Nomenclature of the Flyng-Lemurs. (Annals and Magazine of Nat. Hist., ser. S.*, I, 1908). ORDEN CHIROPTERA -. Los quirópteros, vulgarmente llamados murciéla- gos, son mamiferos euterios unguiculados adaptados para volar, con cinco dedos en las cuatro extremidades, FiG. 76. —Diagrama del ala de un murciélago. p, patagio; pr, propatagio; ur, uropatagio; m, metacarpo; f, falanges; e, espolón; lp, lóbulo postcalcáneo. los cuatro últimos de las anteriores muy prolongados y reunidos entre si y con los lados del cuerpo por una membrana aliforme que se extiende hasta los miembros 184 MANUALES GALLACH posteriores y la cola; el primer dedo,.o el primero y segundo, de las extremidades torácieas con garras gan- chudas, y los demás sin uñas; los de las extremidades abdominales todos con garras; dientes de las cuatro clases, pero el 2 ?*, el pm? y el pm » faltan siempre; mo- lares bunodontos. Estos animales son los únicos mamiferos que vuelan, en el verdadero seutido de la palabra, y su adaptación para esta función se traduce en muchas particularida- des de su estructura, aparte de las alas. El cinturón FIG. 17.—Dientes de un magaquiróptero (A, Epomo- phokus) “y de un microquiróptero (B, Rhinolophus). escapular está mucho más desarrollado que la pelvis; las escápulas son muy grandes, las claviculas robustas y encorvadas, y el esternón presenta a lo largo de su cara anterior una quilla para la mejor inserción de los muúsculos pectorales. Los miembros posteriores están muy desviados de la posición normal en los mamiferos, vueltos hacia fuera y con la rodilla hacia atrás, y los pies están con frecuencia provistos de un largo espolón cartilaginoso que contribuye a sostener la parte de la - membrana comprendida entre las piernas. En las ex- pansiones membranosas que constituyen las alas de los | MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 185 murciélagos es fácil reconocer tres regiones perfecta- mente limitadas: el propatagio, que ocupa el ángulo, formado por el brazo y el antebrazo; el patagio, que desde el costado se extiende entre el miembro anterior y el posterior y ocupa los espacios interdigitales, y el uropatagio o membrana interfemoral, extendido entre los miembros posteriores. La mayor parte de los Chiroptera tienen una denta- dura de tipo marcadamente insectívoro, con los mola- res provistos de cúspides perforantes, aunque hay mu- chos cuyos dientes molariformes sólo presentan colinas romas, a propósito para masticar substancias vegetales blandas. De aqui nace una primera división del orden en dos subórdenes: Megachipoptera o Frugivora, y Mt- crochiroptera o Animalivora. SUBORDEN MEGACHIROPTERA Murciélagos con el segundo dedo de la mano provis- to de uña e independiente del tercero; el borde de la oreja formando un anillo cerrado; las cúspides de los molares generalmente obtusas; la mandibula con *la apófisis angular corta y ancha, o sin ella. Son animales crepusculares, y viven enteramente de frutos dulces. Constituyen una sola familia, extendida por las regio- nes etiópica, oriental y australiana. Famila Pteropodidee. Caracteres del suborden, Comprende tres subfamilias: Subfamilia Pteropodine.—Molares con cúspides ro- mas, poco numerosas; incisivos superiores y caninos, más o menos verticales; lengua normal, sin papilas fili- formes en la punta. Son los murciélagos de mayor ta- maño conocidos; forman unos treinta géneros, entre los cuales Pteropus, Rousettus, Cynopterus y Epomo- phorus son los más ricos en especies. En Filipinas, Jas especies Acerodon ¡jubatus, Pteropus hypomelanus, 186 MANUALES GALLACH P. mearnst y P. lanensis son conocidas con el nombre de «paniques». El Hypsig- nathus monstrosus, de la Guinea Española, es no- table por su enorme ho- cico y sus blaios forman- do exraños pliegues. Subfamilia Macroglos- sine. —Incisivos superio- res y caninos verticales; molares muy bajos, con cúspides obtusas y poco n umerosas; lengua estre- cha, con papilas filiformes en la punta y muy ex- tensible. Comprende siete géneros, la mayor parte de ellos con una sola es- pecie. Megaloglossus está representado en la Gui- nea Española; Macroglos- sus y Syconyteris cuentan con una especie filipina cada uno Subfamilia Harpionye:- teriínco. — Incisivos supe- riores y caninos, muy pro- clives; molares con cúspi- des muy puntiagudas y numerosas. Contiene un : solo género, Harpyonyc- FrG. 715. —Panique (Ptero- S RS NS ÁS 3 SS ÚS NS Y 8 teris, con una sola espe- pus edulis) en posición cie propia de la isla de le reposo. Mindoro. DAS SUBORDEN MICROCHIROPTERA Murciélagos que tienen el segundo dedo de la mano sin uña y más o menos ligado al tercero, el borde de la oreja abierto por abajo, insertándose sobre la cabeza E MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 181 en dos puntos separados; con frecuencia existe un tra- go muy desarrollado, que sale del interior de la oreja; las cúspides de los molares puntiagudas; la apófisis an- gular de la mandíbula estrecha y alargada. Las nume- rosas especies de este suborden, que es cosmopolita, son nocturnas y viven, en su mayor parte, de insectos; las que habitan los climas templados o frios pasan el invierno aletargadas en las cavernas, en los huecos de los árboles y en otros escondrijos. Familia Rhinopomide.—Orejas grandes, unidas sobre la frente, con trago grande y membr anoso; nari- ces abiertas en una callosidad. surmontada por un rudi- mento de cresta cutánea; segundo dedo de la mano con dos falanges; cola muy larga, sobresaliendo mucho del uropatagio. Cráneo sin apófisis postorbitarias; prema- xilares incompletos, sin porción palatina. Fórmula den- taria: 2 o . cc => pm = 7 7 E = 28. Un solo géne- ro, opoma, con cuatro especies, de Egipto y el sur de Asia. Familia Emballonuride. —Orejas medianas, uni- das o separadas; narices sin crestas cutáceas; segundo dedo de la mano representado sólo por el metacarpiano, sin falangues; en el tercero, la primera falangue se do- bla sobre el metacarpiano durante el reposo; cola no muy larga, con la punta saliendo sobre la superíicie dorsal del uropatagio. Cráneo con apófisis postorbita- rias, y premaxilares sin porción palatina; 30 a 34 dien- tes. En muchos géneros, el propatagio presenta una especie de bolsa. Subfamilia Emballonurine. — Apófisis postorbita- rias largas y delgadas; clavículas normales. Distribu- ción ceográfica: - Regiones etiópica y oriental, y Amé- rica intertropical. Se conoce una docena de géneros, algunos de ellos, como Emballonura y Taphozous, con numerosas especies. El género Rhynchiscus, america- no, es notable por su hocico largo y puntiagudo. Subfamilia Diclidurine. — Apófisis postorbitarias IS MANUALES GALLACH FiG. 79.—Cabezas de murciélagos, ejemplos de dife- rentes familias de microquirópteros. A, de noetiliónido, Noctilio zaparo; 13, de megadérmido, Megaderma spasma; C, de rinolófido, Rhinolophus euryale; D. de filostómido, Vampyrops lineatus; E, de vespertiliónido, Myotis nattereri, y F, de molósido, Nyctinomus toeniotis. Del natural. A MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 189 anchas y cortas; claviculas muy ensanchadas. Un solo género, Diclidurus, con un reducido número de espe- cies propias de la América tropical y notables por su pelaje blanco. Familia Noctilionide. — Orejas muy separadas, largas y estrechas, con trago bien desarrollado; nariz remangada, sin crestas cutáneas; labios gruesos y llenos de pliegues; varias crestas transversales bajo el labio inferior; segundo dedo de la mano con una falan- ge rudimentaria; en el tercero y el cuarto. durante el reposo, la última falange se dobla bajo el resto del dedo; pata y pie muy grandes; cola hasta la mitad del uropatagio, que es muy amplio. Fórmula dentaria: Lo A 1-1 eS A E los incisivos centrales superiores muy grandes. Un solo género, Voctilio, de la América tropical. Familia Nycteridae. — Orejas muy grandes, con trago bien desarrollado y punta redondeada; hocico con crestas cutáneas rodeando un profundo surco lon- gitudinal; segundo dedo de la mano sin falanges; cola larga, hasta el borde del uropatagio. Cráneo con la re- gión frontal muy excavada y los premaxilares sin por- - ción nasal: sin peroné. Fórmula dentaria: .2-2 1-1 1-1 3-9 9 133» 073» PM) 1373 = 92 Incisivos trilobulados Un solo género, Nycteris, cuyas especies, a excepción de dos, que son malayas, viven en Africa. Familia Megadermide.— Crejas grandes, con tra- go bifido; hocico con grandes apéndices cutáneos sobre las narices; cola muy corta; segundo dedo con una fa- lange; sin premaxilares; con peroné; 26 ó 28 dientes; sin incisivos superiores. Comprende cinco géneros: Me- gaderma y Lyroderma, de la región oriental; Macro- derma, de Australia, y Lavia y Cardioderma, de Africa. Familia Rhinolophide. — Orejas medianas, sin . trago; narices rodeadas y surmontadas de apéndices cutáneos cuya figura recuerda la de una herradura, 190 MANUALES GALLACH en cuyo centro se elevan dos crestas, una longitudinal, en forma de silla, y otra transversal, en forma de hoja; dedos posteriores, menos el primero, con tres falanges. Cráneo con los premaxilares reducidos a la porción pa- latina, muy estrechos y débiles, y el paladar óseo no- tablemente escotado anterior y posteriormente; con peroné. Fórmula dentaria: 1- 1 1-1 2-2 E 3 135 ci» PM33) Maz Incisivos superiores muy pequeños; los inferiores trifi- dos. El único género, Rhinoloplus, cuenta con nume- rosisimas especies, que habitan las regiones paleártica, etiópica, oriental y australiana; cuatro de ellas se encuentran en España. Familia Hipposideride. — Muy parecidos a los Rhinolophide, pero con los apéndices nasales menos complicados, los dedos posteriores más reducidos, el paladar óseo menos bajo de las alas, a cada lado del cuerpo, unas bolsas donde la hembra lleva su progenie. BIBLIOGRAFÍA ANDERSEN (K.). Catalogue of the Chiroptera in the collection of the British Museum; I, Megachiroptera (London, 1912). DOBSON (G. E.), Catalogue of the Chiroptera in the collection of the British Museum (London. 1878). MATSCHIE (P.), Die Fledermúuse des Berliner Museum fir Natur- kunde (Berlín, 1899). MILLER (G. S,), The Families and Genera of Bats (Bulletin 57, U. S. National Museum; Washington, 1907). ORDEN CARNIVORA (2/10 /0 e Los mamiferos que comprende este orden son eute- rios unguiculados con cuatro extremidades, cuyos dedos están provistos de garras, no siendo nunca el primero oponible a los otros; con las cavidades orbita - ria y temporal del cráneo reunidas, y con los premola- res, y con frecuencia también algunos molares, com- primidos lateralmente y provistos de cúspides cortan- tes. Los incisivos son siempre pequeños, y los caninos, O A 196 MANUALES GALLACH en cambio, grandes y afilados. Las claviculas están incompletas o faltan en absoluto. El cerebro presenta muchas circunvoluciones. En el aparato digestivo falta el ciego o es muy pequeño. Aunque algunas especies son ornivoras, en su mayoria se ali- mentan de carne, casi siempre de presas a las que : S dancaza. FiG. 81.—Dientes de un carnivoro —* A fisipedo (lobo), mostrando los car- No obstante niceros (pm* y m;). tratarse de un or- den bastante na- tural, los caracteres enunciados son los únicos con que puede ser definido, por comprender dos tipos de anima- les aparentemente muy distintos: los carnivoros terres- tres, vulgarmente llamados fieras, y los acuáticos o focas, que representan una adaptación de los prime- - ros ala vida pelágica. De aqui nace la división del orden en dos subórdenes vivientes, que algunos auto- res consideran como órdenes distintos. SUBURDEN FISSIPEDIA Carnivoros con las extremidades normales, confor- madas para andar por tierra, aun cuando muchos de ellos son secundariamente arboricolas o nadadores; con el primer dedo de las extremidades torácicas, y gene- ralmente también el de las posteriores, notablemente más corto que los demás, y con el último premolar su- perior y el primer molar inferior modificados en forma de hoja vertical cortante. Estos dientes reciben el yy pa MANUAL DH MASTOZOOLOGÍA 197 nombre especial de «carniceros», y en la masticación funcionan como las hojas de unas tijeras, sirviendo para cortar las fibras de la carne, que constituye el principal alimento de casi todas las especies. Algunos autores dividen este suborden en tres secciones: Árc- tordea, Cynordea y Atluroidea; pero cuando se estudian las formas fósiles, esta división resulta poco natural. Las familias comprendidas en el suborden son nueve. Familia Canidee.—Carnivoros fisipedos de mediano tamaño y formas esbeltas, digitigrados, con cinco dedos FiG. 82. —Prominencia mastoidea (m) y apófisis paroc- g ¿cipital (p) en un cánido (A, Thos latrans o coyote) É y en un prociónido (B, Procyon lotor o mapache). (rara vez cuatro) en las extremidades torácicas y siem- pre cuatro en las abdominales, aunque en el esqueleto hay indicios del dedo que falta; uñas no retráctiles, esto es, incapaces de retrotraerse; cola más o menos larga. Cráneo con el rostro alargado y estrecho, las prominencias mastoideas poco desarrolladas y los globos auditivos salientes y redondeados. Premolares 4-4 og 13 molares por lo menos 995 estos últimos con la corona triangular; pm* con tres raices y dos puntas externas, la anterior enorme y la posterior más baja y con tendencia a dividirse en dos. Distribución geográfica: Cosmopolita, a excepcióón de las islas de siempre Oceania. Los perros y los lobos (Canis), los zorros 198 MANUALES GALLACH (Vulpes), los zorros árticos (Alopex ), los chacales (Thos) y los diferentes géneros de zorros americanos (Urocyon, Cerdocyon, Icticyon, etc.) pertenecen a esta familia: el género Otocyon, africano, es notable por el número extratipico de sus molares: TA: Familia Procyonide. —Tamaño mediano; planti- grados o semiplantigrados, con cinco dedos en todas las extremidades y uñas no retráctiles; cola más o FIG. 83. —Mapache (Procyon lotor). De fotografía. menos larga (prensil en Potos); cráneo con las promi- nencias mastoideas bien desarrolladas y los globos El: 353 44 auditivos medianos. Premolares 55 a >; molares 33 44 É 2-2 E E , siempre 53: Hueso peniano grande, cilindrico. Sin ciego. Distribución geográfica: América y Norte de la India. Subfamilia Bassariscine.—Simiplantigrados; inci- sivos lobulados; carnicero superior y molares semejan- MANUAL DE MASTOZUOLOGÍA 199 tes a los de los Canide Un solo género, Bassariscus, que son los «cacomistles» centro-americanos. Subfamilia Procyonine. —Plantiegrados; incisivos no lobulados; pm* con las puntas romas; mola'es de coro- na cuadrada. Comprende los «cusumbés» o «martillas» (Potos), los «pisotes» o «coatis» (Vasua, Nasuella), los «mapaches» (Procyon), los Bassaricyon y el «panda» (Atlurus) de la India. Familia Urside.—Tamaño grande; plantigrados, con cinco dedos y uñas no retráctiles; cola rudimenta- ria. Cráneo con el rostro alargado y la caja cerebral estrecha; globos auditivos pequeños; apófisis mastoi- deas salientes. Dientes carniceros casi sin carácter de tales; los tres primeros premolares pequeños y caedi- 9-9 Z0S; M3, COn cúspides anchas y romas. Sin ciego; pene con báculo grande y cilindrico. Distribución geo- eráfica: Europa, Asia y América. Subfamilia Aturopodine,—Con premolares, en 3-3 su mayor parte con dos raíces; molares superiores de corona cuadrada; paladar óseo no extendido más atrás pe m*. Un solo Sónero, Atluropus, con una sola espe- e del Tíbet oriental. Subfamilia Ursine.—Con - - premolares, todos con una sola raíz; molares superiores alargados; paladar óseo extendido más atrás del m*. Componen este gru- po los géneros Thalarctos (osos polares), Melursus, Helarctos, Selenarctos, Speleus, Tremarctos (el oso de los Andes), Vetularctos y Ursus. A este último perte- nece el oso pardo, representante de la familia en nues- tra fauna. Familia Mustelidee. —Carnivoros de mediano o pe- queño tamaño, cuerpo alargado y patas muy cortas; digitigerados, plantigrados o semiplantigrados, con cin- co dedos y uñas no retráctiles o semirretráctiles. Cráneo con el rostro muy corto, la caja cerebral voluminosa y deprimida, las prominencias mastoideas muy salientes y los globos auditivos generalmente aplastados. Pre- o MA 200 MANUALES GALLACH molares en número variable; molares nunca más de 1- : ES - 73? el superior con una porción interna casi plana, más baja que las cúspides externas. Sin ciego; con glándulas odoriferas en la región perineal. Subfamilia Melince. — Mustélidos plantigrados o semiplantigrados, con las plantas de los pies desnudas, FiG. 84.—Ultimo premolar y primer molar superiores de un melino (A, tejón), un mustelino (B, fuina) y un lutrino (C, nutria). los dedos libres y las uñas no retráctiles; pm* con la corona triangular o rómbica, con una porción interna plana bastante grande; m* próximamente del tamaño del pm*, a veces mucho mayor (Fig. 84, A). Conócen- se cerca de una docena de géneros, entre los cuales fi- guran Meles (tejones), Mellivora, Mephitis (mapuritas), Conepatus (chingues o zorrillos), Poeecilictis e Ictonyx, paleártico el primero, etiópico y oriental el segundo, etiópico el último, mediterráneo el penúltimo y ameri- canos los otros dos. Subfamilia Musteline.—Pies con la planta velluda, al menos en gran parte, los dedos reunidos en la base y las uñas semiretráctiles; digitigrados o semiplanti- grados; pm* con la corona alargada y siempre mucho más largo que el m*, el cual es corto y ancho (Figura 94, B). Distribución geográfica: regiones paleártica, uUIPpA9T 3P OISMIA] (SNYJUD SOY TL) 9JION [9P P9IIJY [9p “S3[P9PYy9 9p PIJIUuE .] MES es E Ñ 4 A e MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 201 oriental, neártica y neotropical. Se han descrito hasta ahora diez géneros, entre ellos Martes (martas), Puto- rius (turones), Mustela (comadrejas), Tatra (irarás) y Gulo (glotones); los tres primeros con representantes en la fauna ibérica. Subfamilia Lutrine.—Plantas de los pies desnudas o velludas; dedos reunidos hasta su extremo por mem- branas, con uñas obtusas, no retráctiles, cortas y a veces rudimentarias o ausentes; pm* con corona trian- _gular o rómbica, próximamente del tamaño del m!, A Tr, A po C) TT ZN > Cee cian Fra. 85.—Zorrilla berberisca (Pecilictis vaillanti). Del vivo. (Fig. 84, C). Distribución geográfica: cosmopolita, ex- cepto la región australiana. Existen cinco géneros: Lu- tra, Pteronura, Aonyx, Micraonyx y Lataxr, cuyas especies, vulgarmente llamadas «nutrias», son anfibias e ictiófagas. Familia Viverride.—Carnivoros fisipedos de me- diano o pequeño tamaño, con la cabeza alargada, el hocico puntiagudo, el cuerpo largo sobre patas cortas y la cola más o menos larga; digitigrados, con cuatro o cinco dedos y uñas retráctiles o no. Cráneo prolongado, con prominencias mastoideas poco desarrolladas y glo- bos auditivos salientes con un estrechamiento transver- sal que corresponde a un tabique divisorio interno. Diena - 202 MANUALES GALLACH a. tes parecidos a los de los Mustelince, pero generalmente 9-9 ad” => molares y el pm* con tres puntas externas. 3 cd dl Subfamilia Mungotine. — Uñas no retráctiles y poco encorvadas; primer dedo muy corto o ausente; plantas desnudas, por lo menos en su parte anterior; ano abierto en el fondo de un saco glanduloso; sin elándulas junto a los órganos genitales. Distribución ceográfica: regiones oriental y etiópica, hasta la sub- región mediterránea. Se han descrito diez géneros, casi enteramente africanos, uno de ellos, Herpestes, representado en España por el «meloncillo»; Atilax y Crossarchus existen en la Guinea Española, mientras Mungos pertenece al Africa oriental y meridional. Subfamilia Galidictinoe. — Uñas no retráctiles y poco encorvadas; primer dedo muy corto; plantas des- nudas; sin saco anal; con glándulas odoriferas junto a los órganos cenitales. Comprende cuatro géneros: Ga- lidia, Galidictis, Solanoía y Mungotictas, propios de Madagascar. Subfamilia Cynogaline. — Unas semirretráctiles; primer dedo tan largo como los demás; plantas desnu- das; sin saco anal; con glándulas odoriferas junto a los Órganos genitales; hocico ensanchado, con rinario ais- lado del labio, que es entero. Un solo género, Cyno- gale, de la Malasia y de costumbres semiacuáticas. Subfamilia Viverrine. — Uñas retráctiles; dedos muy cortos, especialmente el primero; plantas velludas en gran parte, siempre con una mancha central vellu- da; sin saco anal; con glándulas odoriferas junto a los órganos cenitales; hocico afilado; labio superior hen- dido. Hay cuatro Séneros: Viverra y Viverricula orien- tales, Civettictis etiópico, y Genetta etiópico y medite- rráneo, con una especie en nuestra fauna. Subfamilia Hemigaline. — Caracteres generales como en los Viverrinee, pero las plantas velludas con una maucha central desnuda, y las glándulas odorife- ras más sencillas. Distribución geográfica: Región oriental. Tres géneros: Hemigalus, Diplogale y Chro- togále. Subfamilia Paradoxurine.— Difieren de los Vive- _—. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 203 rrince por las plantas de los pies desnudas, aunque los dedos por debajo y el extremo posterior del talón pue- den estar cubiertos de pelo. Cinco géneros orientales: (Paradoxurus, Arctoyalidia, Paguma, Macrogalidia y Arctictis) y uno etiópico (Nandinia). Subfamilia Linsangine.— Plantas en gran parte velludas; primer dedo muy pequeño; sin saco anal ni glándulas odoriferas; dientes normales. Tres géneros: uno oriental (Linsang), otro etiópico (Potana) y otro ' de Madagascar (Fossa). Subfamilia KHuplerine. — Plantas en gran parte ve- lludas; primer dedo bien desarrollado: sin saco anal ni elándulas odoriferas; dientes degenerados; el canino muy pequeño y los premolares muy sencillos y espa- ciados. Un solo género, Hupleres, de Madagascar. FiG. 86. —Hiena rayada (Hyena hyena). Del vivo. Familia Cryptoproctide. — Tamaño mediano; cuerpo alargado; hocico corto; pies subplantigrados, con cinco dedos provistos de uñas retráctiles; ano en el fondo de un saco elanduloso. M == el molar supe- 204 MANUALES GALLACH rior muy pequeño, el inferior con dos puntas externas y un pequeño talón. Sólo existe el género Cryptoproc- ta, de Madagascar. Familia Protelide. — El único género (Proteles) de esta familia tiene por caracteres: tamaño mediano; cuerpo rechoncho con el dorso en declive sobre patas altas; pies digitigrados, los anteriores con cinco dedos y los posteriores con cuatro; uñas no retráctiles; una crin erectil: molariformes muy pequeños y muy espa- ciados, casi rudimentarios. Distribución geográfica: región etiópica. Familia Hyenide. — Tamaño grande; formas re- chonchas; dorso en declive; una crin eréctil; pies digi- tigerados, con cuatro dedos y uñas no retráctiles; ano en el fondo de un saco glanduloso; pm* con tres pun- 1-1 ; o ; tas externas; MI» los inferiores con una gran hoja cortante y un pequeño talón. Distribución geográfica: Región etiópica y oriental, penetrando algo en el sud- este de la región paleártica. Dos géneros: Hyena y Crocuta, cuyas especies se conocen vulgarmente con el nombre de «hienas». Familia Felide.—Tamaño grande o mediano; ca- beza redondeada, con el hocico corto y ancho; digiti- grados, con cinco dedos en las extremidades anteriores y cuatro en las posteriores; uñas retráctiles, excepto en un género (Acinonyx); sin saco anal. Cráneo de rostro muy corto; arcos cigomáticos grandes; globos auditivos muy grandes y redondeados, y prominencias mastoideas poco señaladas. Pm* grande, con tres pun- tas externas; m Distribución geográfica: Cosmo- Je e polita, menos la región australiana. A esta familia pertenecen los leones, tigres y panteras, que forman el género Panthera, los gatos (Felis) y los linces (Lynx). SUBORDEN PINNIPEDIA Carnivoros con los miembros incluidos en el tronco hasta más abajo del codo y de la rodilla; con las extre- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 205 midades modificadas en forma de aletas propias para la natación; con los dedos primero y quinto de las Fic. 87.— Dientes de un carnivoro pinnipedo (foca común). extremidades posteriores más largos que los tres inter- medios, y con todos los dien- tes molarifor- mes semejan- tes entre si. Los pinni- pedos son animales marinos. El agua es su verdader o elemento, y aunque salen con frecuencia a tierra, se mueven en clla con dificultad y nunca se internan FiG. 88. —Pies posteriores de un otárido (A, león marino) y un fócido (B, foca común). mucho. Viven de peces, moluscos y crustá- ceos, que devoran en grandes cantidades. Familia Otariidee.—Pies posteriores vueltos hacia delante durante la marcha en tierra, contribuyendo a AA ey 206 MANUALES GALLACH la misma, y con prolongaciones cutáneas al extremo de los dedos, mucho más allá de las uñas (Fig. 88, A); oidos con pabellón externo; testiculos suspendidos en un escroto. Cráneo con apófisis postorbitarias. Caninos normales; molariformes puntiagudos. Distribución geo- eráfica: Océano Pacifico y parte sur del Atlántico. Las especies de esta familia, comúnmente llamadas «leones FiG. 89.—Morsa (Odobenus rosmarus). De fotografía. marinos», y en la América del Sur «lobos», forman los Séneros Otaria, Eumetoptas, Zalophus, Callotaría y Ar ctocephalus. Familia Odobenide. — Pies posteriores, en la marcha en tierra, vueltos hacia delante, con prolon- gaciones cutáneas digitales; oidos sin pabellón exter- no. Cráneo sin apófisis postorbitarias. Caninos muy desarrollados, formando los superiores largas defensas; bs MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 207 molariformes romos. Un solo género, Odobenus (mor- sas), que se encuentra en el Océano Artico y parte más septentrional del Atlántico y Pacífico. Familia Phocide. — Extremidades posteriores constantemente extendidas a los lados de la cola e inútiles para la locomoción terrestre: sin orejas; tes- ticulos incluidos en el abdómen. Cráneo con apófisis postorbitarias rudimentarias, o sin ellas. Caninos nor- males; molariformes con punta aguda. Subfamilia Phocine. — Con 57 incisivos; uñas bien desarrolladas; dedos posteriores sin prolongaciones cu- táneas (Fig. 88, B). Distribución geográfica: mares sep- tentrionales. La especie tipo del; género Phoca se en- cuentra a veces en nuestras costas del Norte; otros géneros son Halichorus e Histriophoca. 2-2 Subfamilia Monachince. — Con ba incisivos; uñas muy pequeñas, a veces ausentes en Jos pies posteriores; estos no presentan prolongaciones terminales. Distri- bución geográfica: mares australes y templados. Perte- necen a este grupo los géneros Lobodon, Ogmorlanus, Monachus, este último con una especie en el Medite- rráneo y otra en el mar de las Antillas. Y 9-9 Subfamilia Cystophorinc.— Con el incisivos; uñas rudimentarias, o sin ellas; pies posteriores con prolon- gaciones cutáneas; un saco supranasal en los machos, que estos pueden inflar. Un género (Cystophora) del Atlántico septentrional, y otro (Mirounga, o elefantes marinos) de la parte sur del Pacifico y Océano Indico. BIBLIOGRAFÍA ALLEN (J. A.), History of North American Pinnipeds (Miscella- neous Publications of the U. S. Geol and Geogr. Survey of the Territories, núm. 12, Washington, 1880). COUES (I.), Fur-bearing Animals (Miscell. Public. of the U.S. Geol. and geogr. Surv. of the Territ., núm. 8, Washington, 1877). ELLIOT (1. G.), Monograph of the Felide, or Family of the Cats, (London, 1878-83), 208 MANUALES GALLACH GRAY (J. E.), Catalogue of Seals and Whales in the British Mu- seum. (London, 1866). —Catalogue of Carnivorous, Pachydermatous and Edentate Mam- malia in the British Museum. (London, 1869). HAMILTON SMITH (CH.), Dogs (Naturalist's Library, vols. XVIII- XIX; Edimburgh, 1834). JARDINE W.), Lions, Tigers, Suc., uc. (Naturalist's Library, vol. XVI; Kdimbureh, 1832). LYDEKKER (R.), A Hand-Book to the Carnivora (London, 1895). MIVART (ST. G.) Dogs, Jackals, Wolves, and Foxes: A Monograpk of the Canide. (London, 1890). - REICHENBACH (L.), Mammalia: Fere. (Lipsise, 1836). ORDEN PRIMATES 4//1¿£/ A 28€ Los mamiferos de este orden, entre los cuales tene- mos los hombres nuestro puesto en la escala zoológica, tienen las extremidades libres, generalmente con cinco dedos, de los cuales el primero es oponible a los demás, por lo menos en uno de los pares; el cráneo con la ca- vidad orbitaria separada de la cavidad temporal por un tabique óseo; la dentadura compuesta de las cuatro clases de dientes, con una sola excepción entre las es- pecies actuales, y los molariformes bunodontos, con cúspides romas. Aunque es corriente considerar a estos man:iferos como los más perfeccionados, por su organización cons- tituyen, en realidad, un grupo muy primitivo, presen- tando una porción de caracteres arcaicos, entre ellos la existencia de clavículas, los dedos en número de cinco, la marcha plantigrada o semiplantigrada y la frecuente presencia en el carpo de un hueso muy ca- racteristico de los euterios de tipo más antiguo, cual es el hueso central. Su mismo género de vida denota una singular falta de especialización; en su mayoría son arboricolas, sin que se encuentre un solo caso de adap- tación para el vuelo, la carrera o la vida acuática, y TAR Mono násico (Nasalis larvatus) Museo Nacional de Ciencias Naturales MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 209 tampoco se conoce ninguna especie minadora. En FiG 90.—Cráneos de un lemu- róideo (A, Lemur catta), de un quiromioideo (B, Chiromys madagascartensis) y de un pi- tecóideo (C, Ateles vartegatus). cuanto al régimen, son normalmente fitó- fagos o entomófagos, pero muchas especies muestran marcada tendencia al omnivo- rismo. Para el zoólogo, el hombre no repre- senta más que un no- table caso de espe- cialización dentro de este orden. Sus ante- cesores miocenos de- bieron ser antropoi- deos más o menos pa- recidos al gibón (Hy- lobates) en su estruc- tura, que abandona- ron la vida arborico- la y se hicieron om- nivoros, cambio que trajo consigo la mar- cha bipeda y la modi- ficación de la denta- dura y de todas aque- llas partes del cráneo relacionadas con los músculos que mue- ven la mandibula. To- dos los indicios de ci- vilización embriona- 14 210 MANUALES GALLACH ria que distinguen al hombre primitivo de los monos encuéntrase esbozados en éstos; el bipedismo, en el gibón; las costumbres más terrestres que arboricolas, en el gorila; la construcción de una vivienda, en este último, en el chimpancé y en el orangután; el uso de piedras como utensilios, en los machines, que las utilizan para cascar ciertos frutos. La inven- ción del lenguaje y el descubri- miento del fuego, factores pri- mordiales del progreso humano, FiG. 91.—Maki de frente roja (Varecia rufifrons). Del vivo. son conquistas debidas a un excepcional desarrollo ce- rebral, que puede en gran parte depender de las refe- ridas modificaciones craneanas, desarrollo que ha per- mitido al hombre alcanzar, intelectual y espiritual- mente, un nivel superior al de los demás mamiferos. Colocado en este plano, su estudio cae fuera del campo MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 211 de la zoología, para ser objeto de una ciencia especial, la antropología. Los Primates se dividen en cuatro subórdenes: Le- muroidea, Chiromyoidea, Tarsioidea y Pithecoidea, que el naturalista inglés R. I. Pocock ha repartido en dos «grados» o grandes grupos basado en la configura- ción exterior de la nariz y los labios, llamando Strepst- rhint a los dos primeros y Haplorhini a los otros dos. SUBORDEN LEMUROIDEA Hocico terminado en un rinario; labio superior hen- dido; dedos provistos de uñas planas, excepto el segun- do de las extremidades posteriores, que tiene una garra afilada. Cráneo con el tabique entre las fosas orbitaria y temporal perforado; maxilares en contacto con los nasales; incisivos superiores centrales muy separados entre si; los inferiores muy proclives; con caninos. Sección Lemuriformes.—Rinario con la porción que corresponde al labio corta y ancha; en las hembras, el orificio de la uretra se abre en la base del clitoris. Distribución geográfica: Madagascar. Familia Lemuride. — Miembros subiguales; pies _posteriores con los dedos 2.* a 5. libres; con caninos € : 4 3-3 A inferiores y 33 premolares. Comprende esta familia 3 dos subfamilias: Subfamilia Lemurince.—Tarso normal. Los anima- les de este grupo, comunmente conocidos con el nom- bre de «makis», comprenden los géneros Lemur, Vare- cia, Myoxicebus, Lepilemur y Altililemur. Subfamilia Chtrogaleine.-—Tarso prolongado, por el alargamiento del calcáneo y el navicular. Comprende solamente los géneros Chiroguleus y Microcebus. Familia Indride. —Miembros posteriores bastante más largos que los anteriores; pies posteriores con los + 212 MANUALES GALLACH dedos 2.” a 5.” reunidos en su primera falange por una membrana; sin caninos inferiores; 33 premolares. Comprende los géneros Indri, Lichanotus y Propithecus, Sección Lorisiformes.— Rinario con la porción la- bial larga y estrecha; las hembras con el orificio de la uretra en la punta del clitoris. Distribución geográ- fica: Región etiópica, excepto Madagascar, y región oriental. Familia Loriside. - Orejas pequeñas; cola corta o ausente; extremidades con el segundo dedo muy corto, FiG. 92.—Aye-aye (Chiromys madagascariensis). Museo Nacional de Ciencias Naturales a veces rudimentario en las anteriores; las posteriores con el tarso corto. Dos géneros asiáticos: Lorts y Nyc- ticebus, y dos africanos: Arctocebus y Perodiclicus, estos últimos existentes en la Guinea española. Familia Galagide.— Orejas grandes; cola larga; segundo dedo normalmente desarrollado; tarso largo, MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 213 con el calcáneo y el navicular prolongados. Los dos únicos géneros, Galago y Hemigalago, son africanos. SUBORDEN CHIROMYOIDEA Hocico con rinario; labio superior hendido; dedos muy delgados y largos, provistos de garras todos menos el primero, que tiene una uña plana. Cráneo con el tabique entre las fosas orbitaria y temporal perforado; maxilares separados de los nasales por los premaxila- e 1-1 res. Incisivos 11 grandes, en contacto y con esmalte solo en su cara anterior; sin cauinos. Familia Chiromyide.—Es la única del suborden, y encierra solamente el género Chiromys, con una sola especie, propia de Madagascar. SUBORDEN TARSIOIDEA Narices sin rinario; labio superior no hendido; tarso alargado; dedos provistos de uñas puntiagudas, excep- to el 2.2 y 3.2 de las extremidades posteriores, que están provistos de garras. Cráneo con el tabique entre las fosas orbitaria y temporal no perforado. Incisivos 9-9 Par? Familia Tarsiide.-—Comprende un solo género, Tarstius, de la Malasia, al que pertenecen los «magos» de Filipinas. con caninos. SUBORDEN PITHECOIDEA Narices sin rinario; labio superior no hendido; tarso normal; dedos con uñas o con garras: Cráneo con el tabique entre las fosas orbitaria y temporal no perfo- -2 rado. Incisivos 535 735 “on caninos. Este grupo, que com- 214 MANUALES GALLACH prende al hombre y los monos propiamente dichos, FG. 93.—Mago (Tarstus philip- pinensts). Museo Nacional de Ciencias Naturales puede dividirse en dos secciones. Sección Platyrrhi- ni.—Con el tabique internasal ancho; 3-9 3-3 geográfica: Región neotropical. Familia Cebidee. —Primer dedo opo- nible en las cuatro extremidades, a ve- ces ausente o rudi- mentario en las torá- cicas; todos los dedos pm . Distribución con unas; m con as 3-3” hipocono más o me- nos desarrollado. Subfamilia 4Aoti- nce.—Cola larga en- teramente velluda, no prensil; mandibu- la con el ángulo pro- minente; incisivos verticales, los supe- riores dispuestos en arco; series molares ligeramente conver- gentes; hioides grande, pero no anormalmente desarro- llado. Se conocen dos géneros: Aotus o «micos dormilo- nes», y Callicebus, O «zocayos». Subfamilia Pithectine.—Cola larga o corta, velluda en toda su extensión, no prensil; mandibula con el án- gulo redondeado; incisivos muy proclives; hioides gran- de, pero no demasiado desarrollado. También este MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 915 grupo contíene dos géneros; los «parahuacos» (Pithecia) y los «uakaris» (Cacajao). Subfamilia Alouattine.—Cola larga, prensil, con la punta desnuda por debajo; mandíbula enorme, con el ángulo redondeado: incisivos superiores proclives: hioi- des muy grande, formando una especie de caja reso- nante. El único género es Alouatta, que comprende los «aluatos» o monos bramadores. Subfamilia Atelince. —Cola como en la subfamilia anterior; mandibula e hioides normalmente desarrolla- dos; incisivos superiores, sólo ligeramente proclives. Los «coaitás» o monos arañas (Ateles v Brachyteles) y los «barrigudos» o «araguatos» (Lagothrix) pertenecen a este grupo. Subfamilia Cebine. — Cola larga, completamente velluda y sólo ligeramente prensil en uno de los géne- ros; mandibula con el ángulo no prominente; incisivos verticales, los superiores dispuestos en línea; series molares paralelas; hioides normal. Dos géneros: Cebus y Saimiris. Familia Hapalide. —Primer dedo de las extremi- dades posteriores no oponible y con uña; los demás con garras; m Z —. sin hipocono. Subfamilia Callimiconine.—Cráneo con la frente redondeada; m = o: Un solo género, Callimico. Subfamilia Hapaline.—Cráneo con la frente aplas- 9-9 tada; m5: Comprende cinco géneros: Hapale, Ce- buella, Mystax, Uidipomidas y Leontocebus, comun- mente conocidos con el nombre de «titis». Sección Catarrhini. —Tabique internasal estrecho; pm 53: Distribución geográfica: Regiones etiópica y .. oriental, y parte meridional de la paleártica (1). (1D Esta distribución no se refiere más que a las cuatro pri- meras familias; la quinta, Hominide, debe considerarse aparte, siendo actualmente cosmopolita. 916 MANUALES GALLACH Y Ae, 1 Has ( ULA , la” aa . Frig. 94.—Gorila (Gorilla gorilla). Museo de Historia Natural, Viena Familia Cercopithecidze. — Miembros anteriores iguales o más cortos que los posteriores; generalmente con cola (sólo se exceptúa el género Macaca); con ca- llosidades isquiáticas; esternón estrecho y alargado; caninos superiores separados de los incisivos. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA e Subfamilia Cercopithecine. —Con abazones o bolsas bucales; estómago sencillo. Figuran en este grupo cer- ca de una docena de géneros, entre ellos Cercopithecus, Papio y Mandrillus, africanos; Silenus asiático y Maca: ca, mediterráneo. La única especie de este último género es la «mona» de las montañas de Marruecos, que también se encuentra en el Peñón de Gibraltar. Subfamilia Pithecince (1).—Sin abazones; estómago complicado. Comprende un género africano: Colobus, y cinco orientales: Pithecus, "Pygathriz, Simias, Rhi- nopithecus y Nasalis, los dos últimos notables por la forma y dimensiones de la nariz. Familia Hylobatide. Miembros anteriores mucho más largos que los posteriores; sin cola; con callosida- des isquiáticas; esternón ancho y corto; caninos supe- riores separados de los incisivos. Dos géneros, ambos de la región oriental: Aylobates y Symphalangus, vul- garmente llamados «gibones». Familia Simiide. —Miembros anteriores bastante más largos que los posteriores; sin cola; sin callosida- des isquiáticas; esternón ancho y corto; caninos supe- riores separados de los incisivos. Dos géneros africanos: Anthropoptthecus (chimpancé) y Gor illa (gorila), y uno malayo; Simia (orangután). Familia Hominid+e. Miembros anteriores más cor- tos que los posteriores; extremidades abdominales con el primer dedo no oponible; sin cola ni callosidades is- quiáticas; esternón ancho y corto; caninos superiores en contacto con los incisivos. El género lomo, al cual pertenecemos, compone por si solo esta familia. BIBLIOGRAFÍA AUDEBERT (J. B.) Histoire Naturelle des Singes et des Makiís. (Pa- ris, 1797). ELLIOT (D. G.), A Review of the Primates. (New York, 1913). (1) Cúidese de no confundir Pithecine, de Pithecus, con Pt- theciine, de Pithecia. Las leyes de la nomenclatura Zoológica, basadas en la prioridad, obligan a usar estos dos nombres tan parecidos, pero acaso comviniera emplear para la presente subfamilia el nombre Colobine derivado del de otro género, con objeto de evitar confusiones. 918 MANUALES GALLACH GEOFFROY SAINT-HILAIRE (I.), Catalogue méthodique de la Collee- tion des mammiferes du Muséum d'Histoire Naturelle de Paris; I. Catalogue des Primates. (Paris, 1851). GRAY (J. E.), Catalogue of the Monkeys, Lemurs and fruit-eating Bats in the Colletion of the British Museum. (London, 1870), FORBES (H. O.), 4 Hand-Book to the Primates. (London, 1894). LEssoN (R. P.), Especes des mammiferes bimanes et quadrumanes. (Paris, 1840). MILNE EDWARDS (A.) y GRANDIDIER (A.), Histoire physique, na- turelle et politique de Madagascar: Zoologie, Vols. VI, IX, X. (Paris, 1875-1901). PococK (R. 1.), On the External Characteres of the Lemurs and of Tarsius. (Proceedings of the Zool Soc. of London, 1918). REICHENBACH (H. G. L.) Die vollstindigste Naturgeschichte der Affen. (1862). SCHLEGEL, Muséum d' Histoire Naturelle des Pays Bas.—Revue E thodique et critique des Collections déposées dans cet établisse- ment; VII. Simie. (1876). ORDEN RODENTIA fe mL As 291 Los roedores son mamiferos euterios ungmiculados, principalmente caracterizados por carecer de caninos y por la especial disposición de sus incisivos, dientes robustos, largos y estrechos, separados de los molari- formes por un ancho diastema y con la raiz enorme- mente larga y abierta en su extremo, creciendo de una pulpa persistente; es decir, que su crecimiento es. constante, estando su longitud limitada únicamente por el roce entre los de arriba y los de abajo. Estos in- cisivos se hallan cubiertos única o principalmente de esmalte en su cara anterior, y tienen la corona cortada en forma de escoplo, formando un borde que la acción de roer los alimentos y substancias duras mantiene siempre afilado. Los molares son lofodontos o bunodon- tos. En todo el orden se observa marcada tendencia al monofiodontismo, habiendo familias que carecen en absoluto de dentadura de leche. Otra peculiaridad de estos animales consiste en que la boca se cierra por detrás de los incisivos mediante MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 219 prolongaciones del tegumento velludo de los lados de la cara, que cuando el animal roe substancias no co- mestibles impiden la entrada de las mismas en la cavi- dad bucal. Las extremidades tienen de tres a cinco dedos, de los cuales el primero nunca es oponible. El cráneo presenta las cavidades orbitaria y temporal reunidas; la mandibula se reconoce por el notable es- trechamiento de su parte anterior y por la forma del cóndilo, que es alargado, y puede tener un movimiento de delante a atrás. Las claviculas existen casi siempre. En el aparato digestivo es notable el ciego, de gran tamaño, que raras veces falta. e FiG. 95.—Cráneo de un roedor Los testiculos son ge- ; S Ñ = (Arvicola sapidus o rata de neralmente intrabdo- acua) Fan] JAS minales, salvo en la época del celo, y las hembras tienen un útero doble o bicorne. Animales pequeños, que fácilmente se ocultan, y de muy rápida propagación, los roedores abundan en to- das partes, llegando a veces a constituir molestas pla- gas, aun dentro de las ciudades. Muchos de ellos tienen costumbres minadoras, mientras otros son arboricolas, y algunos están adaptados para la vida semiacuática o para una especie de vuelo imperfecto, como el de los Galeopithecia y ciertos marsupiales. Su régimen es eminentemente fitófago, aunque algunas especies son omnivoras. 220 MANUALES GALLACH Todos los roedores conocidos se distribuyen, aten- diendo al número de incisivos, en dos grandes subór- denes: Simplicidentata y Duplicidentata, que algunos autores modernos consideran como dos órdenes distin- tos, que denominan, respectivamente Rodentia y La- gomorpha. y SUBORDEN SIMPLICIDENTATA El carácter más saliente de este grupo consiste en no tener más que 13 incisivos, revestidos de esmalte solamente en su cara anterior. Además, en todas las especies de suborden está el peroné aislado del calcá- neo, y los testiculos son intrabdominales, pasando a un escroto periódicamente. Sección Sciuromorpha.—Cráneo con un agujero pe- queño bajo la órbita, dirigido hacia abajo, que no da paso a músculo ninguno, (Fig. 98, A); arcos cigomáti- cos generalmente anchos, con el borde superior siem- pre por encima del nivel del borde inferior del agujero infraorbitario; la porción angular de la mandíbula arranca de la parte inferior de la caja alveolar de los incisivos (Fig. 37). Familia Sciuridee.—Cola larga o corta, velluda; cráneo con apófisis postorbitarias; malar en contacto con 1-1 2- aa 2-2. 11 Ta Comprende esta familia los roedores comunmente lla- mados «ardillas» y «marmotas», los cuales se distribu- ven en tres subfamilias: Subfamilia Secíuwrine —Región orbitaria del cráneo normal; el centro de la órbita generalmente anterior al medio del cráneo; el hueso lagrimal al nivel del pri- mer molariforme o anterior a él; cigomáticos no escota- dos por abajo; extremidades libres. Conócense nume- el lagrimal; molariformes con raices: pm — MANUAL DB MASTOZOOLOGÍA 221 Fia. 96. —Diferentes formas de los molariformes superiores en los roedores. A, Sciurus; B, Cratogeomys; €, Perognathus; D, Dipodomys; W, Castor; E, Eliomys; G. Cricetus; H. Brachytarsomys: l, Neotoma; ), Arvicola; K, Gerbillus; L, Rattus; M, Rhizomys; N, Plagiodontia; O, Jaculus; P, Ca- promys; Q, Abrocoma; R, Hydrocherus. 29292 MANUALES GALLACH rosos géneros, entre ellos Sciurus, Citellus y Marmota, holárticos; Ratufa, Callosciurus y Tomeutes, orientales; Xerus, Atlantoxerus y Heliosciurus, etiópicos; Tamias, Cinomys y Anmospermophilus, neárticos, y Urosciu- rus, Guerlinguetus y Mesosciurus, neotropicales. Subfamilia Petauristine.—Como los Sciurine, pero con la cola siempre larga y las extremidades reunidas por un paracaidas cutáneo o sostenido anteriormente por una apófisis cartilaginosa del carpo. Conócense ocho géne- ros propios de la Europa oriental, Asia y América del Norte, entre ellos Petaurista, Sciuropterus y Pteromyscus, cuyas especies suelen llamar- se «ardillas volantes». Subfamilia Nannosciurt- A nce.—Región orbitaria anor- OS mal, el centro de la órbita detrás del medio del cráneo E y el hueso lagrimal al nivel | de la mitad de la serie mo- Fria. 97.—Mandibula de lariforme; cigomáticos esco- Un esciuromorfo (ar- tados por debajo; extremida- dilla común) vista por des libres. Sólo hay tres gé- debajo. neros: Nannosciurus, mala- yo; Myosciurus, etiópico, y Sciurillus, neotropical. Familia Geomyide.—Cola corta y poco peluda; formas adaptadas a la vida subterránea; uñas robustas; a cada lado de la boca, una bolsa abierta al exterior; cráneo sin apófisis postorbitarias; malar separado del : 1-1 A lagrimal; pm To en forma de doble prisma de esmalte; molares formados por un prisma único, sin raices (Fi- gura 96, B). Distribución geográfica: América del Norte y Central. Se conocen nueve géneros: Geomas, Thomo- mys, Orthogeomys; etc. En Centro-América se les da el nombre de «taltuzas» (Fig. 99). Familia Heteromyide.—Cola larga, poco peluda; extremidades posteriores más largas que las anterio- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 223 res, a veces muy largas; bolsas bucales abiertas al ex- terior: malar sumamente delgado; sin apófosis postor- Fig. 98. —Agujero intra- orbitario (s) en un e€s- ciuromorfo (A, Sciu- rus vulgaris), un mio- morfo (B, Rattus nor- vegicus), un dipodo- morfo (C, Jaculus orientalis) y un batier- gomorfo (D, Bathyer- gus martiimus). bitarias; pm 11' molares en forma de prismas de esmalte. Distribución geográfica: América Septentrional y Central. Se divide en. dos subfamilias: Subfamilia Heteromyine. —Parte anterior de los cigo- máticos y región mastoidea normalmente desarrollados; molares bilobulados (Fig. 6, C). Tres géneros: Heteromys, Liomys y Perognathus. Subfamilia Dipodomyinee. —Parte anterior del cigomá- tico muy ancha, formando bóveda sobre la órbita; región mastoidea muy inflada; mola- res superiores formados por un solo prisma (Fig. 96, D). Se conocen tres géneros: Di- podomys, Microdipodops y Perodipus. : Familia Castoridee.—Ro- edores nadadores, con la cola ancha, aplastada y escamosa; eráneo sin apófisis postorbi- tarias, con el rostro muy alto Lalo Dl € LA ¿4 236 MANUALES GALLACH linea central pasa por entre los dedos tercero y cuarto, los cuales son simétricos entre si, pero cada uno de A Ba e FiG. 104.—Esqueleto de la extremidad anterior izquierda del hipopótamo (A), el cerdo (B) y el toro (C). c, cúbito; r, radio; cp, carpo; mc, metacarpianos; 2, 3, 4, 5, dedos segundo a quinto. ellos asimétrico en si mismo. Se dice, por esta disposi- ción, que el pie es «paraxónico», llamándose, en cam- bio, pie «mesaxónico» a aquel en que, como ocurre en los demás ungulados, el eje pasa por el centro del ter- cer dedo, que es simétrico en si mismo y constituye el principal punto de sustentación. Los artiodáctilos no tienen nunca menos de dos dedos ni más de cuatro, por ausencia del primero; el segundo y el quinto, que son los que pueden también faltar, son mucho más cortos que los otros dos y próximamente iguales entre si, Además de este carácter, debe notarse que los miem- bros de este orden carecen de clavículas; el eúbito y el MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 237 peroné son rudimentarios y pueden faltar, y el astrá- galo tiene la cabeza en forma de polea, constituyendo lo que vulgarmente se denomina «taba». En cuanto al sistema dentario, compónese de piezas de las cuatro clases; los premolares están siempre mucho menos des- arrollados que los molares, y estos últimos parecen de- rivarse del tipo tritubercular. En general, están los Artiodactyla organizados para la marcha o la carrera, aunque algunos géneros tienen secundariamente hábitos semiacuáticos (Hippopota- mus) o semicavadores (Phacochoorus). Su régimen es fitófago, si bien algunas especies son realmente omni- voras. Dividese este orden en dos subórdenes muy distin- tos; el primero comprende los cerdos y sus afines, y el segundo los rumiantes. SUBORDEN CHEROMORPHA Artiodáctilos con los molares buncdontos y los cani- nos bien desarrolla- dos, siendo los infe- riores completa- mente distintos de los incisivos; los de- dossegundo y quin- todesarrollados, por FiG. 105.—Molar bunodonto del 2 OS LaS Al pécari o saino (A) y molar sele-. tremidades toráci- nodonto del ciervo (B). cas; los metacarpia- nos y metatarsianos correspondientes a los dedos tercero y cuarto general- mente separados; y el estómago sencillo o poco compli- cado, en ningún caso organizado para la rumiación. 238 MANUALES GALLACH Familia Dicotylide.—Hocico truncado vertical- mente y terminado en una callosidad plana, en la cual se abren las narices; pies anteriores con cuatro dedos, los laterales más cortos que los centrales, sin llegar al suelo; los posteriores con tres, por falta del quinto; una glándula dorsal; caninos superiores medianos y rectos, dirigidos hacia abajo; estómago complicado. Distribu- ción geográfica: Región neotropical ; y parte sur de la neártica, “donde existen dos géneros: Dicotyles y Pecara; que comprenden los «sainos», «pécaris» o «pátiras». Familia Suidse. Hocico como en la familia ante- rior; dedos segundo y quinto bien desarrollados en las cuatro extremidades, pero sin llegar al suelo; sin glán- dula dorsal; caninos superiores grandes y retorcidos hacia arriba; estómago sencillo. Distribución geográ- Fig. 106.—Saino (Dicotyles tajacu). De fotografía. fica: Regiones paleártica, oriental y etiópica. Conó- cense seis géneros: Sus, Porcula, Patamochaerus, Hylochcerus, "Phacochcerus y Babir USSA. Familia Hippopotamidee. — Hocico redondeado, sin callosidad terminal y con las narices abiertas en la parte antero-superior; extremidades con cuatro dedos, 239 . Sl 2] H 3 N =) - Y < = z [a E < = A «< a incisi- ) lula dorsal caninos gran M0 £ Cc gl tente abajo. Distribue sin ) , con pulpa per tocando los cuatro al suelo los superiores dirigidos h des, 10n geo- . "S1S , VOS SIN ralces . ) , . cia a e 1J8.1503030( (sniqudwov snwwojododda]7) omejododrg—*L01 “DIA y 37) E ll MN li | ¡ MT | P nc il ¡— PU , e» Fe» 0 3 mM 4 ' == rn” Ey SA ( ANN NN | ANA SNA WN | AN 240 MANUALES GALLACH gráfica: Africa, al sur del Sálara. Se conocen dos géneros, Hippopotamus y Chceropsts. SUBORDEN RUMINANTIA Artiodáctilos con los molares selenodontos, los cani- nos inferiores pequeños, los dedos segundo y quinto ausentes o rudimentarios, los metacarpianos y metatar- sianos correspondientes a los dedos tercero y cuarto, N ze Ñ PO ye Y AT ES AS S 4 Y $ FiG. 108.—Cráneo de camello (Camelus dromedarius). ceeneralmente fundidos en un hueso único denominado caña, y el estómago compuesto de varios comparti- mientos destinados a facilitar la rumiación, acto por el cual los alimentos, después de una fermentación preli- minar, vuelven a la boca y son de nuevo masticados para ser digeridos definitivamente. Sección Tylopoda.—Con incisivos superiores; caninos p - 3 dl Es > '(ruo3sugol eidedo) Idexo MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 241 inferiores separados y distintos de los incisivos; sin cuernos; metacarpianos y metatarsianos centrales sol- dados en su parte superior, separados y divergentes en la inferior; sin metacarpianos ni metatarsianos latera- les, ni falsas pezuñas; las pe- zuñas centrales muy pequeñas, reducidas casi a verdaderas uñas, de modo que dejan detrás una especie de almohadilla car- nosa que descansa en el suelo, y sobre la cual anda el animal; estómago con tres cavidades, de las cuales las dos primeras ofrecen en sus paredes nume- rosas celdillas destinadas a al- macenar agua. Familia Camelide.—Es la única de esta sección, y com- prende dos géneros: Camelus y Lama, el primero paleártico y etiópico, y el segundo sudame- ricano. FG. 109.—Pie de ca- Sección Tragulina.- Sin in- ] ue : mello, cisivos superiores; caninos su- periores muy desarrollados; los inferiores semejantes a los incisivos y en linea con ellos; sin cuernos; metacarpianos y metatarsianos cen- trales unidos, por lo menos en edad avanzada; los laterales más cortos y delgados, pero bien desarrolla- dos; estómago con sólo tres cavidades. Familia Tragulide.-—Fs la única familia de esta sección, y comprende unos cuantos rumiantes de tama- ño muy reducido, que constituyen dos géneros: Tragu- lus, oriental, y Hyemoschus, etiópico. 16 9249 MANUALES GALLACH Sección Pecorina.- Sin incisivos superiores; caninos inferiores análogos a los incisivos y colocados en linea con estos; frontales, y alguna vez los parietales, pro- Fra 110.—Pilandoc (Tragulus nigricans). Museo Nacional de Ciencias Naturales. vistos generalmente de cuernos; metacarpianos y me- tatarsianos centrales unidos en una caña; estómago con cuatro compartimientos o cavidades, que reciben los nombres de panza, redecilla, libro y cuajar. Para la clasificación de este grupo, el carácter más importante lo constituyen los cuernos. Son éstos unas protuberan- cias óseas que tan pronto se hallan encerradas en una vaina córnea, que es el asta o cuerno propiamente dicho, como revestidas de piel, en cuyo caso su porción terminal puede perder esta envoltura dérmica y que- dar desnuda, constituyendo una cuerna, que a su vez se desprende y es reemplazada periódicamente. Familia Giraffidee.—Cuernos persistentes, reves- tidos de piel con pelo, en un género de los dos conocidos (Giraffa) comunes a los dos sexos y en número de dos, MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 243 tres o cinco; en el otro (Okapia) presentes sólo en los machos, en número de dos y terminados por una pun- tita Ósea sin piel. Sin caninos superiores; los inferiores Fig. 111.—Cuerna izquierda del ciervo común (Cervus elaphus), desde la edad de un año a la de seis. bilobulados; sin falsas pezuñas. Los dos géneros son etiópicos. Familia Moschidee.—Sin cuernos; sin glándulas en la cara ni en los pies, pero con glándulas en la cola y junto al prepucio; con falsas pezuñas; caninos superio- res bien desarrollados, en los machos saliendo fuera de la boca. Distribución geográfica: Asia oriental. Sólo existe el género Moschus. Familia Cervide.—Cuernos compuestos de un pe- 944 MANUALES GALLACH dúnculo persistente cubierto de piel y una cuerna, generalmente ramificada, que cae y se renueva perió- dicamente y que está tempor almente revestida de una Fic. 112.—Esqueleto de la mano en un cérvido tele- metacarpalio (A, corzo) P y en uno plesiometacarpa- lio (B, ciervo común). envoltura dérmica (ter- ciopelo o correal) que muere y cae antes que la cuerna misma; hem- bras sin cuernos, excep- to en un género (Ran- gifer); con o sin caninos superiores; casi siempre con dedos laterales rudi- mentarios, y con los me- tacarpianos y metatar- sianos laterales repre- sentados unas veces por su extremidad inferior solamente, y otras por restos de la superior, rara vez ausentes del todo. A los Cervide que sólo presentan la porción inferior de dichos huesos se les denomina «teleme- tacarpalios», y «plesio- metacarpalios» a los que conservan la extremidad superior únicamente (Fig. 112). Distribución geográfica: regiones pa- leártica, oriental, neár- tica y neotropical. Subfamilia Hippoca- melince. — Telemetacar- palios, con el espacio interungular poblado por debajo de pelos tiesos; casi siempre con una profunda glán- dula interdigital, por lo menos en los pies posteriores. Comprende este grupo once géneros, entre los cuales figuran los corzos (Capreolus), los renos (Rangifer), los alces (Alce) y los venidos sudamericanos (Odocotleus, blastoceyus, Hippocamelus, Mazama, etc.) MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 945 Subfamilia Cervine.—Plesiometacarpalios; con el - espacio interungular más o menos desnudo por debajo; con o sin glándulas interdigitales. Figuran en esta pel ; 1793) A ás y e A lá te A Y, A MESS NN e ly : RAN =- NA fa 300972 o Ss SS FiG. 113.—Venado pampero (Blastocerus-bezoarticus). Museo Británico, Londres. subfamilia siete géneros, entre ellos los verdaderos ciervos (Cervus), los gamos (Dama) y los venados ma- layos, o «usas» (Rusa). Familia Antilocapride.—Cuernos presentes sólo en los machos, con un estuche córneo como en los bóvi- dos, pero provistos de una ramificación anterior y 246 MANUALES GALLACH caducos, cayendo y renovándose anualmente; sin cani- nos superiores; sin falsas pezuñas. Sólo comprende el género Antilocapra, de la América del Norte (Fig. 114). Familia Bovide.—Cuernos generalmente presen- tes en los dos sexos, persistentes, nunca ramificados, provistos de una vaina o estuche córneo (Fig. 115); sin =— AÚN =XS > SS 2 NS Y = == AR =S == NS ===> > ISSO SS Mu — SN a S ÓN A EVA Ú 1 —_ Ro FiG. 114. —Berrendo (Antilocapra americana). Museo Field, Chicago. caninos superiores; sin metacarpianos ni metatarsianos laterales, o a lo sumo con rudimentos de su extremidad superior, y con los dedos correspondientes ausentes en el esqueleto, aunque como recuerdo de ellos quedan al MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 947 exterior unas pezuñas rudimentarias, o falsas pezuñas, adheridas simplemente a la piel. Subfamilia Bovine.—Tamaño grande, formas ro- bustas, cola larga; cuernos en ambos sexos, lisos o lige- ramente rugosos, dirigidos hacia fuera y luego encor- vados hacia arriba; hocico ancho, desnudo, no hendido; sin glándulas en la cara ni en los pies; molares supe- FriG. 115.—Cráneo de rebeco (Rupicapra pyrenaica parva). riores anchos. Distribución geográfica: regiones pale- ártica, neártica, oriental y etiópica. Comprende seis géneros: Bos, Bibos, Poephagus, Bison, Buffalus y Syncerus. 248 - MANUALES GALLACH Subfamilia Caprine.—Tamaño grande o mediano, formas robustas. cola generalmente corta; cuernos retorcidos en espiral, rugosos o nudosos, y mucho ma- yores en el macho que en la hembra; hocico peludo, hendido verticalmente; con o sin glándulas en la cara y en los pies. Los géneros Ovis, Pseudois y Ammotra- gus comprenden los carneros, y Capra y Hemitragus las cabras. Su distribución, en estado salvaje, es la de los Bovine, pero más limitada en la región etiópica, donde, en estado salvaje, no pasan al sur del Sahara y de Abisinia. Subfamilia Rupicaprine.—Con los caracteres del grupo anterior, pero los cuernos no son nunca retorci- dos en espiral, y el hocico está desnudo en el centro. A esta subfamilia que es enteramente holártica, perte- necen, además de los rebecos o samuzas (Rupicapra), los géneros Oreamnos, Budorcas, Capricornis y Nemor- hoodus. Subfamilia Ovibovine. — Tamaño grande, formas robustas, cola rudimentaria, pelaje muy largo; cuernos deprimidos y tocándose en la base, luego descendentes y, por último, encorvados hacia arriba; hocico desnudo solamente en el centro. Sólo se conoce el género Ovibos, de la América ártica. Subfamilia Bubaline.—Tamaño grande; cola con un mechón terminal; cuernos en ambos sexos, lisos o ani- llados, doblados hacia atrás, o hacia fuera y luego hacia arriba; cráneo muy prolongado; con glándulas en la cara, delante de los ojos, y en los pies anteriores, entre los dedos. Comprende cinco géneros: Bubalis, Beatragus, Damaliscus, Gorgon y Connocheetes, todos africanos. Subfamilia Cephalophine.—Tamaño mediano o pe- queño; formas esbeltas; cola mediana; glándulas facia- les delante de los ojos, marcadas por una linea desnuda bien visible; glándulas interdigitales en los cuatro pies; con frecuencia existen glándulas inguinales; cuernos pequeños, sencillamente cónicos, rugosos en la base, generalmente comunes a ambos sexos. Distribu- ción geográfica: Africa, al sur del Trópico de Cáncer. Comprende tres géneros: Cephalophus, Sylvicapra y MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 949 Gueveil; al primero de ellos pertenecen los pequeños antilopes de Fernando Póo. Subfamilia Oreotragine —Tamaño pequeño; cola rudimentaria; glándulas faciales próximas a los ojos; SS S SS S NON SS S : Ñ WN AS - Fra. 116.—Antilope caballo (Hippotragus equinus). Del vivo. pies sin glándulas, con las pezuñas romas y muy ver- ticales; cuernos pequeños, ausentes en la hembra; % 250 MANUALES GALLACH cráneo muy corto y ancho. Sólo se conoce el género Oreotragus, de las montañas de la región etiópica. Subfamilia Neotragine. — Tamaño pequeño; cola mediana; glándulas faciales próximas a los ojos, a veces ausentes; pies sin glándulas, con las pezuñas normales, pero a veces sin falsas pezuñas; cuernos pequeños, sencillos, ausentes en las hembras. Conócense tres gé- neros, etiópicos: Ourebia, Raphicerus y Neotragus. Subfamilia Madoquine.— Tamaño muy pequeño; cola corta; con glándulas faciales o sin ellas; glándulas interdigitales tubulares; sin glándulas inguinales; cuernos pequeños y sencillos, sólo en el macho. Com- prende dos géneros, ambos etiópicos: Madoqua y Dor- catragus. Subfamilia Reduncine.—Tamaño grande o media- no; cola mediana; glándulas faciales rudimentarias, O sin ellas; generalmente sin glándulas en los pies, pero en cambio puede haberlas en las ingles; hocico desnu- do; cuernos privativos del macho, largos, rugosos, rec- tos y verticales en un género (Pelea), pero general- mente encorvados hacia atrás y con las puntas vueltas hacia delante. Existen cinco géneros, todos etiópicos: Pelea, Redunca, Adenota, Onotragus y Kobus. Subfamilia Ammodorcincee. —Caracteres, en general, como en los Reduncin«e, pero la cola larga y el hocico velludo; cuello muy largo y delgado. Sólo se conoce un género, Ammodorcas, del Somal. Subfamilia 4pycerotine —Tamaño grande, formas muy esbeltas, cola mediana, cuernos sólo en el macho, delgados, anillados y contorneados en figura de lira; sin falsas pezuñas; hocico velludo; sin glándulas facia- les ni interdigitales, pero con ellas en la parte poste- rior del metatarso. Un sólo género, 4Apyceros, de la región etiópica. Subfamilia Saigine.—Tamaño mediano, formas ro- bustas, cola mediana, cuernos lirados, anillados y de color pálido, ausentes en la hembra; nariz inflada y prolongada en una especie de probóscide rudimentaria; glándulas faciales pequeñas; con glándulas en los cua- tro pies, en las rodillas y en las ingles. Un sólo género, Saiga, de Tartaria y Siberia. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 251 Subfamilia Pantholopine. —Parecidos a los Saiginee, pero los cuernos más largos y negros, y sin glándulas en la cara ni en las extremidades. Comprende también un género, Pantholops, propio del Tibet. Subfamilia Antilopine.—Animales de formas esbel- tas y mediano o pequeño tamaño; con la cola mediana o corta; los cuernos anillados, retorcidos en espiral o contorneados en lira, y más pequeños o ausentes en las hembras; con glándulas faciales e inguinales o sin ellas, pero siempre con glándulas en los cuatro pies, abiertas en la cara anterior de la cuartilla. Distribu- ción geográfica: Europa sudoriental, Asia hasta la India, y Africa. Conócense cuatro géneros, que son: Antilope, Gazella, Lithocranius y Antidorcas. Subfamilia Orygine.—Tamaño grande; cola más bien larga que corta; cuernos muy largos, anillados, encorvados más o menos fuertemente hacia atrás o retorcidos en espiral, y comunes a los dos sexos; con glándulas en los cuatro pies, pero no en la cara ni en las ingles. Comprende los géneros Oryx, Hippotragus y Addax, africanos, aunque el primero se extiende a Arabia y la Mesopotamia. Subfamilia Tragelaphine. —Tamaño grande o me- diano; generalmente con rayas o con manchas blancas en el pelaje; cuernos retorcidos, lisos, pero casi siempre con una quilla longitudinal anterior, y comunes o no a los dos sexos; glándulas faciales y glándulas inguinales presentes o ausentes; las interdigitales faltan siempre, pero en un género las hay junto a las falsas pezuñas posteriores. Distribución geográfica: Africa y la India. Se han descrito seis géneros: Boocercus, Taurotragus, Tragelaphus, Strepsiceros, Boselaphus y Tetraceros, este último caracterizado por tener cuatro cuernos. BIBLIOGRAFÍA JARDINE (W.) Deer, Antelopes, Camels, etc. (Naturalist's Library; vol, VIT; Edinburgh, 1837). — Goats, Sheep, Oxen, ete. (Naturalist's Library, vol, VIII, Edinburgh, 1837). — Thick-skinned quadrupeds. (Naturalist's Library, vol, 1X; Edinburgh, 1837). 952 "MANUALES GALLACH LYDEKKER (I.) Wild Oxen, Sheep € Goats of all lands, living and extinct. (London, 1898). — The Deer of all lands. (London, 18983). — The Ox and its Kindred (London, 1912). — Catalogue of the Ungulate Mammals in the Collection of the British Museum Natural History. Vols. 1-1Y. (London, 1913 1915). REICHENBACH (L.) Naturgeschichte der Ruminantia. (Dresden, 1844). — Naturgeschichte der Pachydermen und Schweinthiere. Dres- den, 1846). SCLATER (Ph. L ) y THOMAS (O.) The Book: of Antelopes London, 1894-99). SCHINZ (H. R.) Monographie der Cuvierschen Gattung Cervus. (Zu- rich, 1818). —Monographie der Cuvierschen Gattung Antilope. (Zurich, 1848). ORDEN PERISSODACTYLA ¿¿4iLL f, 36 Ungulados con los pies mesaxónicos, esto es, con el eje pasando por el centro del tercer dedo; con los dedos en número impar, por lo menos en las extremidades posteriores; cúbito y peroné a veces rudimentarios; astrágalo con la cabeza plana; sistema dentario com- puesto de dientes de las cuatro clases, los premolares de tipo similar al de los molares. Estómago sencillo, ciego muy grande. Los perisodáctilos son animales herbivoros o folivo- ros, y organizados para andar y correr. Entre ellos, aunque se encuentran especies aficionadas a la hume- dad y al cieno, no hay ninguna verdaderamente anfi- bia, como tampoco las hay cavadoras ni arboricolas. En este orden sólo se incluyen tres familias: Familia Tapiridee.—Formas rechonchas; nariz pro- longada en una corta trompa; pies anteriores con cuatro dedos, los posteriores con tres; cúbito y peroné bien desarrollados; molariformes braquiodontos, de co- ronas sencillas; 2 5. Distribución geográfica: regio- 3-3 MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 253 nes oriental y neotropical. Conócense tres géneros, que algunos autores miran como subgéneros de un género único: Taptrus, Taptrella y Acrocodra. ES) SN NS pa nds ] 20 ( 8 3 E pi 5 pl e os 4 É RES! AS 3 Pe FiG. 117.—Huesos de la mano del tapir (A), del rino- ceronte (B) y del caballo (C). e, cúbito; r, radio; cp, carpo; mc, metacarpianos; 2-5, dedos segundo a quinto. Familia Rhinocerotids.—Formas rechonchas; na- riz con uno o dos cuernos de naturaleza enteramente tegumentaria; pies con tres dedos; cúbito y peroné bien desarrollados; molariformes con repliegues de DES esmalte muy profundos; nunca más de 1 incisivos. Distribución geográfica: regiones oriental y etiópica. Dividese la familia en tres géneros: Rhinoceros, Dice- rorhinus y Diceros. Familia Equide.—Formas esbeltas; extremidades, 254 MANUALES GALLACH en las formas vivientes, con un solo dedo, que es el tercero, hallándose el segundo y cuarto representados FiG. 118.—Molares superiores de tapir (A), de rinoce- ronte (B) y de caballo (C). solamente por pequeños residuos de sus metacarpianos o metatarsianos y faltando en absoluto el primero y el quinto; cúbito y peroné rudimentarios; molariformes hipsodontos, con complicados repliegues de esmalte rellenos de cemento; 2 SS . Distribución geográfica: regiones paleártica, etiópica y oriental. Sólo existe el género Equus, que comprende los caballos, los asnos y las cebras. BIBLIOGRAFÍA GRIFFINI (A.), Le Zebre. (Milano, 19: 3). HAMILTON-SMITH (CH.), Horses (Naturalist's Library, VI, Edin- burgh, 1841). JARDINE (W.), Thick-skinned quadrupeds. (Naturalist's Library, TX, Edinburgb, 1837). LYDEKKER (1.), The Horse and its Relatives, (London, 191>).— Catalogue of the Ungulate Mammals in the Bristish Museum Natural History, vol. V. (London, 1916). SCLATER (PH. L.), On the Rhinoceroses now or lately living in the Zoological Society's Menagerie. (Transact. Zool, Soc. of Lon- don, IX, 1876). ScHinz (H. R.), Monographie der Nashorner. (Zurich, 1843). —Monographie der Tapire. (Zurich, 1848). TEGETMEYER (W. l3.) y SUTHERLAND (C. L.), Horses, Asses, Zebras, Mules and Mule Breeding. (London, 1895). YOUATT (W.), The Horse. (London, 1853). 205 MANUAL DE MASTOZOOLOGl SO]CINJEN SPIDUOL) SP JLUOJDEN OSSVA '(s2U.LO92Q SOL9DUT) 0139U 9JU0I9DIOUTH —'6GIT ' DIA e sd >. ORDEN HYRACOIDEA den se ase- tablemente a los roedores, tanto en su aspec- Los mamiferos comprendidos en este or mejan no , Ógicos. to externo como en algunos caracteres osteol 256 MANUALES GALLACH Son animales de reducido tamaño, con las orejas muy cortas, un rinario hendido verticalmente y la cola ru- dimentaria. Tienen en los pies anteriores cuatro dedos y un pulgar atrofiado, y en los posteriores tres dedos, Fra. 120.—Cebra masai (Equus quagga grantt) Museo Carnegie, Pittsburgo. de los cuales el más interno lleva una pezuña puntiagu- da y afilada, casi como una garra; todos los demás tienen pezuñitas muy pequeñas, parecidas a uñas planas. Una glándula dorsal existe en todas. las espe- cies, cubierta con pelo diferente del que reviste el resto del cuerpo. Los incisivos > en el animal adulto) SIJPINIEN $e :20UIIN 2p JPUOJ BN O9SHIA (191/09 SOLO0IUÑS) OULD1AYE OJP]nq A $: > f Lo, 5 4 S E o dy Ñe e . ; es > é Ar í + LIA 19 ] Ha 4 d Ñ A ñ ' 1 Sr , ed K b a e y z y e h- y MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 257 carecen de raices y crecen de una pulpa persistente; los caninos faltan en la edad adulta; los molares se parecen a los de los rinocerontes, y están separados de los incisivos por un extenso diastema. En el esque- leto, debe notarse la falta de claviculas y de acromion, ZA kuos: TÁ FiG. 121.—Nieba (Dendrohyrax aorsalis) De fotografía mientras el aparato digestivo es notable por la presen- cia de un doble ciego suplementario además del ciego ordinario, que es corto pero muy ancho. Los animales de este grupo viven en toda la región etiópica, llegando hasta Palestina. Se les encuentra en los grandes bosques o en las montañas, viviendo en el primer caso en los árboles, y en segundo entre las rocas. Constituyen una familia única. 17 258 MANUALES GALLACH Familia Procaviide.—Caracteres del orden; se co- nocen dos géneros: Procavia y Dendrohyrax, este últi- mo representado en la Guinea española. BIBLIOGRAFÍA BARBOZA DU IBOCAGE (J. V.), Les Damans d'Angola. (Jornal de Sciencias, 2.? serie, vol. I; Lisboa, 1890). BRAND (J. F.), Untersuchegen uber die Gattung Hyrax (Mem. de V Acad. Scienc. de St. Petersbourg, XIV, 1869). GEORGE. Monographie anatomique des mammiféres du genre Da- man. (Bibl. de l' Ecole d'Hautes Etudes, XII, 1875). LYDEKKER (R.), Catalogue of the Ungulate Mammals in the Bri- tish Museum. Natural History; vol. V. (London, 1916). 'THOMAS (O.), On the species of the Hyracoidea. (Proceed. Zool. Soc. London, 1892). ORDEN PROBOSCIDEA /2/10óL 4 3/ Los proboscideos vivientes son animales de enorme corpulencia, caracterizados principalmente por la for- ma de su nariz, que se prolonga en una larga trompa muscular, flexible y prensil, en cuyo extremo se abren los orificios nasales. Las extremidades están provistas de cinco dedos, reunidos en una masa común y apoya- dos posteriormente en una especie de almohadilla elás- tica, sobre la cual sienta el pie; las pezuñas son anchas y planas, parecidas a uñas. Las orejas poseen un pabe- ilón ancho y plano. A diferencia de lo que ocurre en los precedentes órdenes de ungulados, las mamas son pectorales y los testiculos intrabdominales. El cráneo, muy voluminoso, pero con una cavidad cerebral rela- tivamente pequeña, está en gran parte ocupado por celdillas de aire; los nasales son muy cortos y están - emplazados muy altos. Los incisivos, en número de un solo par superior, son enormes, sin raices, de crecimien- to continuo y compuestos en su mayor parte de la den- MANUAL DH MASTOZOOLOGÍA 259 tina, o marfil, estando el esmalte reducido a una FiG. 122, —Elefante del Sudán (Loxodonta africana oxyotis). De fotografía pequeña porción en la punta, que rápidamente se des- gasta y desaparece. Faltan los caninos. Los molares presentan numerosas crestas transversales, con los espacios intermedios rellenos de cemento, dando por 260 MANUALES GALLACH resultado una corona plana. Aunque la fórmula mola- 3-3 m 33? mente todos estos dientes, sino que los últimos van apareciendo a medida que se pierden los primeros, de manera que nunca hay más de dos o tres molariformes a cada lado, tanto arriba como abajo. En el esqueleto de los miembros es notable la posición de los huesos del antebrazo, constantemente cruzados uno sobre el otro. Falta la clavícula. La pelvis es muy ancha y abierta. Los cuatro pies, pentadáctilos y mesaxónicos, presentan todos los huesos muy anchos y cortos; en el carpo, el hueso semilunar y el ganchoso están separa- dos, lo que también ocurre en los Hyracuidea, pero no en los Perissodactyla y Artiodactyla, en los que dichos huesos ofrecen un ancho contacto. Igualmente se en- cuentran separados en el tarso el astrágalo y el cuboi- des. Estómago sencillo; ciego ancho. Cerebro con cir- cunvoluciones muy complicadas. Las especies vivien- tes de este orden son propias exclusivamente de las regiones etiópica y oriental. Son animales sociables, y su régimen es fitófago, principalmente folivoro. Comen las hojas y brotes tiernos, que arrancan con la trompa, y cuando los árboles son demasiado altos para alcanzar las ramas, los tumban desarraigándolos con sus pode- rosos incisivos, mal llamados colmillos por el vulgo. Familia Elephantide.—Es la única familia actual, y consta de dos géneros: Elephas y Loxodonta. riforme es pm nunca existen simultánea- BIBLIOGRAFÍA IVANS (G. H.), Elephants and their Diseases. (Caleutta, 1910). LYDEKKER (I*.), Catalogue of the Ungulate Mammals in the Bri- tish Museum, Natural History; vol. V. (London, 1916). MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 961 ANDREWS (CH. W.), A Guide to the Elephants, recent and fossil, exhibited in the Departament of Geology and Paleontology in the British Museum Natural History. (London 1908). ORDEN SIRENIA 422% L Mamiferos acuáticos, sin extremidades abdomina- les, con las torácicas en forma de aletas y la cola ancha y aplastada; con las narices valvulares y abiertas en la parte superior del hocico; sin pabellones auricula- res; con la piel desnuda, salvo algunos pelos tiesos muy desarrollados, la abertura nasal muy alta y los huesos nasales muy pequeños o ausentes; la mandibu- la, muy robusta, presenta una larga sínfisis más o menos encorvada hacia abajo. En la dentadura faltan los caninos; los incisivos están reducidos en número o en tamaño, y los molariformes son numerosos, pero no existen todos a la vez, perdiéndose los anteriores antes de que aparezcan los posteriores. La corona de los mo- lares es cuadrada y forma crestas transversales tuber- culosas. El esqueleto es notable por la falta absoluta, en las especies actuales, de miembros posteriores, exis- tiendo únicamente un cinturón pelviano atrofiado. Faltan las claviculas, y en el género Manatus sólo existen seis vértebras cervicales en vez de siete. Aunque muy especializados en sus caracteres ex- ternos, los sirenios se aproximan a los ungulados, y especialmente a los elefantes, en muchos detalles de su estructura. Como los Proboscidea, tienen dos mamas pectorales y los testiculos intrabdominales, y también se les asemejan mucho en la disposición del aparato digestivo, si bien su estómago es complicado. En las especies fósiles las analogías son todavia mayores. Una diferencia importante se encuentra en la posición del 262 MANUALES GALLACH diafragma, que es oblicuo en vez de ser perpendicular al eje del cuerpo. Los sirenios pasan la vida en el agua, encontrándo- seles en los estaturios, bahías y grandes rios de los paises tropicales. Se alimentan de plantas acuáticas, y son lentos, pesados y, al parecer, poco inteligentes. Familia Manatidee.—Cola redondeada o romboi- dal; generalmente, con uñas rudimentarias en las aletas. Cráneo con la sinfisis de la mandibula apenas inclinada hacia debajo; 2 3 rudimentarios y des- . 11-1 1 apareciendo muy pronto; con añ algunas veces más, aunque rara vez existen más de molariformes, y 6 ; : 66? la vez. Sólo se conoce el género Manatus, de las costas occidental de Africa y oriental de la América tropical. Familia Halicoridee.—Cola escotada en el centro, parecida a la de los peces; sin uñas en las aletas. Cráneo con la sinfisis de la mandibula muy encorvada Gi bajo: ¿12 e ae 2-2. 004 racia abajo; + 55 en el adulto, en el joven ¿q;m ¿G El único género, Halicore, vive en el Océano Indico y en el Pacifico, desde el mar Rojo hasta Australia. Familia Rhytinide.—Cola escotada en el centro y con dos lóbulos puntiagudos. Sin dientes. El género Rhytina, único de esta familia, contenía una sola espe- cie, que vivia en el mar de Bering y fué totalmente extinguida en el siglo xviI11. BIBLIOGRAFIA BRANDT (J. F.), Symbole Sirenologice (Mem, Acad. Scienc. San Petersburg, 1869). BhLowN (A. E.), The Sirenia. (The American Naturalist, XII, 1878). DEXLER (H.) y FREUND (L.), Contributions to the Phisiology and Biology of the Dugong (The American Naturalist, XL, 1906). MURIE (J.), On the Form and Structure of the Manatee. (Transact, of the Zoolog. Soc., London, VIII, 1872). MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 268 Cohorte Pinnafa Mamiferos euterios acuáticos, pisciformes, con los miembros torácicos en forma de aletas y sin uñas ni pezuñas, los abdominales ausentes, y el cuerpo termi- nado en una aleta caudal horizontal; homodontos y monotfiodontos, o sin dientes. ORDEN CETÁCEA - LAI Sl Los cetáceos son los únicos mamiferos exclusiva- mente acuáticos que existen actualmente, no saliendo a tierra sino accidentalmente y contra su voluntad, En consonancia con este género de vida, su estructura difiere de la de todos los demás órdenes. Su cuerpo fusiforme, sin cuello marcado, se parece al de los pe- ces; la cola está sustituida por una aleta horizontal bilobulada, y los miembros anteriores, - únicos que existen, tienen también figura de aletas. Muchas espe- cies presentan además una aleta dorsal, que, aunque por su posición recuerda la de los peces, por su natura- leza puede compararse mejor con la giba del camello. La piel está desprovista de pelo, aunque con f:ecuen- cia existen cerca de la boca o de las narices algunas cerdas tiesas, y ciertas especies presentan en determi- nadas partes del cuerpo tubérculos o pequeñas placas calizas, que podrían ser considerados como indicios de una armadura dérmica. Las narices, absolutamente inútiles como órganos olfatorios, ábrense en la parte superior de la cabeza en uno o dos orificios, denomina- dos «espiráculos», por los que el animal respira. Los oidos carecen siempre en absoluto de pabellón externo Los testículos se hallan retenidos en el abdomen, y las 964 MANUALES GALLACH mamas son constantemente ventrales y en número de dos. En el esqueleto, el cráneo es notable por su fre- cuente asimetria y por el enorme desarrollo del rostro a expensas de la caja cerebral, que es muy pequeña. Faltan las claviculas, y los omoplatos tienen forma de abanico y carecen de espina, presentando, sin embar- go, un enorme acromion, que arranca de su borde an- terior. Los huesos del brazo están. atrofiados, y, en cambio, los de la mano alcanzan un desarrollo extra- ordinario, contándose algunas veces en los dedos hasta diez y siete falanges. De los miembros abdominales, lo único que se conserva es algún indicio de la pelvis, y en algunos casos del fémur, independiente del resto del esqueleto. Las vértebras cervicales están con fre- cuencia parcial o totalmente soldadas entre si. Los dientes, cuando existen, son generalmente ho- modontos, y su número muy variable aún dentro de la especie. Cuando faltan, está la boca provista de dos series de «barbas» o «ballenas», láminas córneas falci- formes, insertas a los lados del paladar, yuxtapuestas y orilladas por una especie de fleco deshilachado, que hacen el oficio de filtro para retener dentro de la boca las substancias alimenticias, permitiendo a la vez la salida del agua que entró con ellas. El estómago de los cetáceos consta de varios com- partimientos, cuyo número varia desde tres hasta ca- torce. El diafragma es oblicuo, y los riñones lobulados. El cerebro, relativamente grande, es muy redondeado y presenta numerosas y complicadas circunvoluciones.. A excepción de un pequeño número de especies flu- viales, los cetáceos son animales marinos. Nadan y se mueven en el agua con la misma perfección que los MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 965 peces, aunque necesitan salir a la superficie para res- pirar. Cuando realizan esta función, su aliento, salien- do rápidamente de los espiráculos y condensándose al contacto del aire, forma un chorro o una nubecilla de vapor, que ha dado origen a la leyenda de los surtidores de agua de la ballena. Su régimen es com- MA | Y ) Ñ | IN A 1)/ Z 1)/ 111 s o C / Y deste SS pletamente zoófa- e SA ; p o o, alimentándose e- SS ES SS de peces, moluscos ES y otros animales ma- SN Ñ XX rinos. SS =S SUBORDEN O SS ODONTOCETI == =S Comprende este SS ; . grupo los cetáceos Fic. 123.—Cabeza de Tursiops vis- provistos de dien- ta por encima, mostrando la for- ( leoda ma y posición del espiráeulo (e). tes, los cuales tle- nen además el crá- neo asimétrico, especialmente en el rostro, las dos ra mas de la mandibula unidas anteriormente en una sin- fisis más o menos extensa, el esternón compuesto de varias piezas, y las narices abiertas en un espiráculo único, salvo en una especie, la Kogia pottsi de Nueva Zelanda, que presenta dos espiráculos, si bien uno de “ellos está casi atrofiado, como en vias de desaparición. 266 MANUALES GALLACH Familia Platanistidee.- Cabeza pequeña, separada del tronco por un indicio del cuello y terminada ante- riormente en un pico muy largo; aletas pectorales an- chas y romas; cráneo con el rostro sumamente prolonga- do; mandibula con una sinfi- sis muy larga, ocupando más de la mitad de longitud; dien- tes muy numerosos tanto arri- ba como abajo. Son cetáceos fluviátiles y de estuario, y pueden distribuirse en tres subfamilias. Subfamilia Platanistine. —Espiráculo longitudinal; ojos rudimentarios, sin cris- talino; cráneo con enormes crestas supramaxilares que se levantan sobre la base del rostro. Sólo se conoce el gé- nero Platanista, de los rios de la India. Subfamilia Inine. — Es- piráculo transversal; ojos nor- males; cráneo con crestas su- pramaxilares pequeñas; es- ternón compuesto de una sola : 40-40 _. : ; pieza; menos de ¡55 dien- Fig. 124. —Mandibula de tes. Existen dos géneros: Inia, UM platanistido (Imia- sudamericano, y Lipotes, de 9*0/frensis) vista por China. encima. Subfamilia Stenodelphini- ne. — Parecidos a los Inine, pero el esternón con dos 15-45 dientes. Un solo género: Ste- nodelphis, de la América del Sur. £ Familia Delphinide*.—Cetáceos de mediano tama- ño, con la cabeza pequeña, a veces terminada en un pico, el espiráculo en media luna transversal, el crá- piezas, y más de MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 267 neo medianamente elevado en su parte posterior, la sinfisis de la mandibula muy corta, y generalmente con dientes muy numerosos arriba y abajo, aunque en un género (Monodon) sólo se desarrollan uno o dos, Fra. 125.—Cráneo de un definido Orcinus oréa. Á que llegan a alcanzar desmesurada longitud. Esta fa- milia comprende una veintena de géneros, seis de los FiG. 126. —Calderón (Globicephalus nelas). . De fotografía cuales (Delphinus, Tursiops, Phocena, Orcinus, Glo- bicephalus y Grampus) existen en las costas de nuestra Península, 268 MANUALES GALLACH Familia Ziphiide. — Los miembros de este grupo son cetáceos de mediano tamaño, con la cabeza peque- ña y terminada en un pico, el espiráculo transversal y en figura de media luna, la aleta dorsal pequeña, dos surcos más o menos profundos a lo largo de la gargan- ta, el cráneo muy elevado en su parte posterior, la sinfisis de la mandibula muy corta, y los dientes en corto número, siendo, además, los superiores rudimen- tarios; implantados sólo en la encía, sin que en el crá- neo exista indicio alguno de su presencia. Sólo se co- nocen cuatro géneros: Hyperoodon, Ziphius, Mesoplo- don y Berardius, el segundo de los cuales se encuen- tra a veces en nuestras costas. Familia Physeteridee. -Son cetáceos de cabeza muy voluminosa, con el espiráculo dispuesto longitudinal- Fria. 127.—Una lámina de barbas de Balenoptera. mente y un poco desviado hacia la izquierda, el cráneo muy elevado posteriormente, la sinfisis de la mandi- bula muy extensa y los dientes inferiores muy nume- rosos, en tanto que faltan por completo los superiores. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 269 A ___ A a A TA Esta familia sólo comprende dos géneros: Physeter y FiG, 128.—Ballenato (Balenoptera acuto-rostrata). De fotografía, Kogia. Al primero pertenece el cachalote, que es uno de los cetáceos más grandes co- nocidos. SUBORDEN MYSTACOCETI Cetáceos sin dientes (aun- que se encuentran rudimen- tos dentarios en el embrión), con el paladar provisto de barbas córneas, el cráneo si- métrico, las dosramas de la mandibula separadas ante- riormente, el esternón forma- do por una sola pieza y las narices abiertas en dos espi- ráculos longitudinales. Las especies de este grupo, vul- garmente conocidos con el nombre de «ballenas», son todas de gran tamaño, figu- rando entre ellas los mamife- ros más grandes conocidos. Familia Balenopteridee, —Piel de la gargantasurcada por profundos pliegues lon- gitudinales; generalmente, con una aleta dorsal; barbas cortas y anchas; cráneo con el rostro ligeramente arquea- do. Comprende tres géneros: Balenoptera, Megaptera y Rachianectes, los dos prime- ros representados en nuestra fauna pelágica. Familia Balenide. — Piel de la garganta lisa; sin 270 MANUALES GALLACH aleta dorsal; barbas largas y estrechas; huesos del ros- tro fuertemente arqueados. Sólo se admiten en esta fa- FiG. 129. —Cráneo de ballena (Balena glacialts). milia dos géneros, Balena y Neobalena; al primero de ellos pertenecen las ballenas propiamente dichas. BIBLIOGRAFIA BEDDARD (F. E.), 4. Book of Whales. (London 1906). BENEDEN (P. J. VAN), Histoire Naturelle des cétacés des mers d'Europe. (Bruxelles, 1889. GERVAIS (P.). Ostéographie des cétacés vivants et fossiles. (Parín, 1868-1880). CUVIER (F.), Histoire Naturelle des cétacés. (París, 1836). FISCHER (P), Cétacés du sud-ouest de la France (Actes de la Soc, Linn de Bordeaux, XXXV, 1881). GRAELLS (M, DE La P.), Las ballenas en las costas oceánicas de España. (Memorias de la Real Acad. de Ciencias, X XIII, 1889), GRAY (J. E.), Catalogue of Seals and Whales in the Bristish Mu" seum (London, 1866). E SCAMMON (C. M.), Marine Mammals of the N, W. Coast of North America (San Francisco, 1874). TRUE (F. W.), Review of the Delphinide (Bulletin of the U, S, Na- tional Museum, núm, 36, 1889), di PE ¿A a PTREBETTTIRSESA “MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 2971 Cohorte edentafa Mamiferos euterios terrestres, con cuatro extremi- dades bien desarrolladas y provistas de uñas o de ga- rras, y sin dientes o con dientes muy sencillos en su forma y estructura, careciendo de esmalte y tendiendo al homodontismo. ORDEN XENARTHRA Constituyen este orden todos los desdentados pro- pios del Nuevo Mundo, los cuales tienen el cuerpo cu- bierto, ora de espeso pelaje, ora de una armadura o caparazón de escudetes óseos, que se reunen en varias piezas articuladas; las extremidades con fuertes ga- rras, adecuadas para trepar o para cavar, y los dien- tes cuando existen, muy sencillos, formados por sim- ples tubos de cemento y con pulpa persistente, y fal- tando siempre en la parte anterior de la boca. En el esqueleto, existen siempre las clavículas, aunque a veces bastante pequeñas, y las vértebras lumbares y últimas dorsales son notables por presentar varias ci- gapólisis accesorias. Las especies vivientes de este orden son en su ma- yoría trepadoras o minadoras, y se alimentan unas de hojas de los árboles, y otras de insectos, habiendo en- tre estas últimas algunas que comen también carne, sobre todo en descomposición, Constituyen tres fami- lias perfectamente distintas. Familia Bradypodide. —Cuerpo cubierto de es- peso pelaje; hocico romo; cola rudimentaria; lengua no extensible; cráneo con el rostro muy corto; dientes poco numerosos. Son folivoros y eminentemente arbo- ricolas, de movimientos muy tardos, lo que les ha va- 272 MANUALES GALLACH lido el nombre de «perezosos» o «pericos ligeros». Constituyen dos géneros, ambos neo- tropicales: Bradypus y Cholepus. Familia Dasypodi- de.—Cuerpo cubierto por un caparazón o armadura; hocico ligera- mente alar- gado; cola casi siempre larga;lengua extensibles cráneo gene- ralmente con rostro prolon- gado; dientes NUMECrOosos. Subfamilia Chlamydophorince.— Armadura formada por una serie de bandas numerosas, terminada poste- riormente por un escudo vertical; orejas muy cortas; cola corta, con la punta ancha y aplastada. Este grupo sólo comprende los «pichiciegos» (Chlamydophorus), de la Argentina y Bolivia. Subfamilia Dasypodine.—Armadura compuesta de dos grandes escudos, uno escapular y otro pelviano, separados por una serie de tres a trece bandas trans- versales; orejas bien desarrolladas; cola mediana o larga, puntiaguda. Conócense los géneros Dasypus, Kuphractus, Lysiurus, Tolypeutes y algunos otros, vulgarmente llamados «armadillos», «tatos», «tatue- jos», y propios todos ellos de la región neotropical y ' parte sudoeste de la neártica. Familia Myrmecophagide.-- Cuerpo cubierto de pelo; cola larga, con frecuencia prensil; hocico prolon- FiG. 130.—Cráneo de ai (Bradypus torquatus). MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 273 gado; lengua muy extensible, vermiforme, impregnada por una substancia viscosa que segregan glándulas especiales; cráneo con el rostro alargado; sin dientes. Son insectivoros, y en su mayor parte trepadores. Pertenecen a este grupo los osos hormigueros (Myr- mecophaga), los osos colmeneros (Tamandua) y los serafines de platanar (Cyclopes), todos de las regiones cálidas de América. BIBLIOGRAFÍA ALSTON (E. R.), Biología Centrali Americana, Mammalia. (Lon- don, 1879-82). AZARA (F. DE), Apuntamientos para la Historia Natural de los quadrúpedos del Paragúay y Río de la Plata. (Madrid, 1802). FLOWER (W. H.), On the Mutual Affinities of the Animals compo- sing the Order Edentata (Proc. of the Zoological Society of London, 1882). GRAY (G. E.), Hand-List of the Edentata, Pachydermata and Ru- minantia in the Bristish Museum. (London, 1873). LAHILLE (F.), Contribution a l'étude des edentés a bandes mobiles de la République Argentine. (Anales del Museo de la Plata, 1895). MENEGAUX (A), Contribution a l'étude des edentes actuels, famille des Bradypodidés. (Archives de Zool. Expérimentale et Générale; París, 1909). RAPP (W.), Anatomische Untersuchunger úber die Edentaten (Tu- bingen, 1843). ORDEN NOMARTHRA Este orden comprende una sola familia, con un corto número de especies que difieren de todos los de- más mamiferos por tener el cuerpo cubierto de escamas córneas imbricadas. Carecen por completo de dientes; su lengua es larga, vermiforme y extensible; la cola larga y deprimida, y las extremidades están provistas de garras encorvadas. El esqueleto ofrece algunas par- ticularidades interesantes. No existen las clavículas; las falanges terminales de los dedos son bifidas; en al- gunas especies, la apófisis xifoides del esternón se pro- longa en una especie de cintas que llegan hasta la 18 274 MANUALES GALLACH pelvis y luego vuelven hacia delante; las vértebras dorsales y lumbares no tienen cigapófisis accesorias; las caudales presentan apófisis transversas muy gran- des y llevan por debajo huesos en V. El estómago es > muy “sencillos pero está provis- to de una exten- sa mancha glan- dular. Falta el intestino ciego. Los animales | de este orden, Fra. 131.—Sección de la mandibula de lMdamados en el Orycteropus, mostrando los dientes. lenguaje vulgar «e pangolines» 0 «atadillos», viven en las regiones etiópica y oriental y son insectivoros, principalmente mirmecófagos. Familia Manidáe.—Con los caracteres del orden y un solo género: Mantis. rl — Av EZ > 3 BIBLIOGRAFÍA FITZINGER (L. J.), Die natúrliche Familie der Schuppenthieres. (Siteber. Akad. Wiend, 1872). JENTINK (FE. A.), Revision of the Manide in the Leyden Museum. (Votes from the Leyd. Mus., 1V. 1882). (Véanse, además, las obras de Flower y Gray mencionadas para el orden Xenarthra). ORDEN TUBULIDENTATA 4 gel) A 32 Compuesto este orden, como el anterior, de una sola familia con un género único, distinguese de todos los demás Edentata por la singular estructura de sus dientes, desprovistos de esmalte, como los de los Xe- narthra, y con la pulpa persistente, pero compuestos 1 A di AS MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 275 de prismas de dentina, cada uno de los cuales está for- mado por canalillos dentinales que irradian desde la cavidad central de la pulpa. Exteriormente, son los tu- bulidentados animales rechonchos, de hocico largo y truncado, orejas largas y puntiagudas, patas cortas, dedos con fuertes uñas idóneas para cavar, cola larga y cónica, y pelaje basto y quebradizo. Su lengua es A Fi6. 132. —Cerdo hormiguero (Orycteropus capensts). De fotografía. larga y protráctil. Como los pangolines, carecen de cla- viculas y de cigapófisis accesorias en las vértebras. Son, finalmente, los únicos desdentados que tienen dentición de leche. Este orden es exclusivamente etiópico. Sus especies son cavadoras y se alimentan de hormigas y termes. Familia Orycteropodide. —Caracteres del orden. Sólo comprende el género Orycteropus. 276 MANUALES GALLACH BIBiIOGRAFÍA BROOM (R.). On the Milk Dentition of Oryeteropus. (Annals of South African Museum, V, 1909). DUVERNOY (G. L.), Mémoire sur les oryctéropes du Nil Blanc, ou d'Abyssinie et du Sénégal, suivi de nouvelles recherches sur la composition microscopique de leurs dents. (Ann. de Sciences Na- turelles, XIX, 1853). THOMAS (O.), A Milk Dentition in Orycteropus. (Proceed. of the Ro- yal Society, XLVII, 1890). (Véause, además, las obras de Flower y Gray mencionadas para el orden Xenarthra). AA MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA SIR CAPÍTULO VII LOS MAMÍFEROS FÓSILES Todos los órdenes de mamiferos vivientes, con la sola excepción de los Galeopithecia, cuentan con un número más o menos considerable de especies fósiles; familias enteras se conocen solamente en este estado, y hay, además, once órdenes de los que no existen nin- gún representante actual. En la siguiente enumeración sólo se indican los caracteres de aquellos grupos que se hallan en este caso, ya que sería ocioso repetir los de aquellos que han sido definidos en el capitulo anterior. ORDEN MONOTREMATA Las dos familias de este orden están representadas en el pleistoceno de Australia por especies de los géne- ros Echidna y Ornithorhynchus. o ORDEN MULTITUBERCULATA En este orden, el único de la subclase Allotheria, se incluyen ciertos mamiferos muy primitivos parecidos a los monotremos en algunos caracteres del esqueleto, sobre todo del cinturón escapular, pero con un cráneo que recuerda el de los marsupiales diprotodontos y con los molares provistos de tubérculos muy numerosos dis- 278 : MANUALES GALLACH puestos en dos series longitudinales. La única familia bien estableci- da, Plagiaula- cido, compren- de numerosos géneros (Mi- crolestes, Pla- Frig. 133. —Molares de Piilodus. giaulax, Poly- mastodon, Bo- lodon, Ptilodus, etc.), cuyos restos se encuentran des- de el triásico superior al eoceno más inferior de Europa y de la América del Norte. ORDEN TRICONODONTIA (1!) Mamiferos mesozoicos parecidos a los marsupiales carnivoros, con los molares muy numerosos, provistos los inferiores de un metacónido postero-interno, que sale oblicuamente hacia atrás desde la base del protocónido, y de un cin- gulo o reborde interno muy saliente, que forma una prominencia inter- na. Constituyen la fami- Fi. 134.—Mandibula de Am- lia única Amphilestide, philestes broderip1. caracteristica del jurási- co de Inglaterra y de la América Septentrional, con los (1) Osborn, fundador de este orden, y a imitación suya otros autores, escriben Triconodonta; pero creo preferible de- jar la terminación «onta» para los subórdenes cuyos nombres se han formado también a base del griego odontos (Diprotodon- ta, Creodonta, etc.), y emplear « ==22 NS hs OLA ZA, SS == ES 3 A A 288 MANUALES GALLACH Los géneros vivientes Callicebus, Alouatta y Cebus datan sólo del pleistoceno. En cuanto a los catarrinos o monos del antiguo mundo, el más primitivo es el Parapithecus del oligoceno del Fayúm, que acaso cons- tituya una familia distintinta de los Cercopithecide. Estos últimos están representados en el mioceno medio de Italia por el Oreopithecus, y en el plioceno por los géneros extinguidos Mesopithecus y Dolichopithecus y los actuales Papto y Pithecus. La antigiiedad de los antropomorfos se remonta también al oligoceno, a cuyo periodo corresponde el género Propliopithecus, que, como el Pliopithecus del mioceno y plioceno europeo, pertenecen a la familia de los gibones. Los Simúidoe estuvieron exten- didos por Europa y Asia durante el mio- ceno, el plioceno y el pleistoceno, con- tando con los géne- ros Dryoptthecus, Paleosimia, Siva- pithecus, Neopíithe- cus y, últimamente, Simia y Anthropo- pithecus. Del géne- ro Pithecanthropus, FiG. 159.—Restauración del y Homo neanderthalensis. conocido solo por unos pocos restos encontrados en el Según Lucas y Knight. pleistoceno de Java, no puede afirmarse todavia si era un símido o un homínido. El hombre, aun en su forma más primitiva (lomo heidelbergenstis), no se co- noce antes del pleistoceno. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 239 ORDEN GANODONTIA Este orden, exclusivamente eoceno, ha sido durante mucho tiempo considerado como muy estrechamente FiG. 140. —Cráneos de los ganodontos Wortmania otariidens (A) y Conoryctes comma (B). relacionado con los Xenarthra o desdentados america- nos, pero no hay ningún fundamento serio para soste- 19 290 MANUALES GALLACH ner esta opinión, y el hecho de que los desdentados terciarios se parecen mucho menos que los actuales al grupo en cuestión, parece indicar que las analogías que pueda haber entre ambos órdenes son simplemente resultado de una convergencia. Los caracteres de los Ganodontía pueden resumirse asi: extremidades pro- vistas de fuertes garras; cráneo con las cavidades or- bitaria y temporal confundidas; dientes de las cuatro clases; incisivos pequeños, poco numerosos y revestidos de esmalte solo en su cara anterior, por lo menos en la edad adulta; caninos enormes, robustos, a veces con esmalte en su cara anterior solamente; molares con corona de tipo tritubercular, que por el desgaste des- aparece muy pronto y deja la dentina al descubierto. Todos los géneros descritos hasta ahora correspon- den al eoceno de la América del Norte, por más que también en Suiza parece se han hallado restos de uno de ellos (Calomodon). Se distribuyen en dos fa- milias: Familia Stylinodontide. — Mandibula muy corta y robusta; pm? y pm* más anchos que largos y, cuan- do aún no están desgastados, con dos cúspides, una interna y Otra externa. Comprende los géneros Wort- manta, Psittacothertum, Calamodon y Stylinodon. Familia Conoryctide.—Mandibula alargada; pm? y pm* más largos que anchos y con una sola cúspide. Dos géneros: Conoryctes y Onychodectes. D y ORDEN TILLODONTIA Lo mismo que el anterior, este orden sólo existió durante el periodo eoceno, o tal vez hasta el mioceno, y, como aquél, comprendía mamiferos euterios ungui- culados, con dientes de las cuatro clases y con los inci- sivos provistos de esmalte solamente en su cara ante- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 291 rior, pero, a diferencia de lo que ocurría en los Ga- modontía, en estos animales los caninos eran muy pequeños, y, en cambio, el segundo par de incisivos estaba enormemente desarrollado a expensas de los demás. Esta tendencia al diprotodontismo ha hecho pensar a muchos autores que los Z74llodontia podrian haber sido los antecesores de los roedores; pero no hay ningún otro argumento en favor de tal hipótesis, y el de la forma o disposición particular de los incisivos no basta por sí solo para sostenerla, puesto que el mismo hecho se observa en otros grupos que no tienen con los roedores relación inmediata: en el suborden Diproto- donta entre los marsupiales, en la familia Soricide entre los insectivoros, en Chiromys entre los primates, en Desmodus entre los murciélagos, etc. Los Tillodontia sólo comprenden una familia, Tillo- theritde, con los géneros Tillotherium, Trogosus y Esthonyx, del eoceno inferior y medio de la América del Norte. Anchippodus, del mioceno del mismo pais, acaso pertenezca también al mismo grupo. ORDEN RODENTIA Los roedores más antiguos que se conocen son eoce- nos, y están ya tan especializados como los vivientes. La mayor parte de las familias actuales se hallan re- presentadas en el oligoceno o en el mioceno, y además hay un número relativamente considerable de familias extinguidas antes del periodo pleistoceno. Hásta ahora, no se ha descubierto ninguna especie fósil que pueda considerarse como antecesora de los erupos hoy exis- tentes. Á continuación se enumeran, por familias, los géneros conocidos en estado fósil. 292 MANUALES GALLACH Familia Sciuride. — Palearctomys, del mioceno superior de la América Septentrional. Además, Mar- mota, Cynomys y Petaurista se conocen del mismo nivel, Sciurus del oligoceno superior y Tamias del pleistoceno. Familia Geomyide. — Entoptychus, del oligoceno norteamericano, puede constituir una subfamilia, por tener los molares provistos de raíces. Geomys data del mioceno, y lo mismo Thomomys. Familia Heteromyide. — Heliscomys, del oligo- ceno medio de América del Norte. Perognathus parece encontrarse ya en el mioceno inferior. Familia Adjidaumide. Del oligoceno medio norteamericano, con el cráneo parecida al de los Sciu- dal ride, pm ón y los molares con la corona plana y repliegues de esmalte. Un solo género: Adjidaumo. Familia Entymomyide. — Contemporánea de la anterior y con caracteres muy parecidos, pero los mo- lares más hipsodontos y los repliegues de esmalte mucho más complicados. Comprende sólo el género Entymomys, norteamericano. Familia Chalicomyide. — Parecidos a los Adj:- daumido, pero los molares exageradamente hipsodon- tos y los repliegues de esmalte mucho más sencillos, simplificándose cada vez más con la edad. Comprende los géneros Chalicomys, del mioceno y plioceno de Europa, Trogontherium, del plioceno y “pleistoceno, y Eucastor y Paleocastor, del oligoceno y plioceno de América del Norte. Familia Castoridze. -— Su único género, Castor, data del plioceno inferior. Familia Castoroidide. — Del pleistoceno de la América Septentrional, con un solo género, Castorol- des, parecido por sus caracteres al castor, pero con los molares sin raíces y con la corona formada por láminas transversas numerosas. Familia Muscardinide. — G/s data del oligoceno superior, y Muscardinus del pleistoceno. anal Ischyromyide. — Del oligoceno medio de la América del Norte; parecidos a los Muscardinide, MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 293 pero con => premolares y los molares hipsodontos. Un solo género, Ischyromys. Familia Cricetide. — Cricetodon, del oligoceno y mioceno europeo; Eumys, del oligoceno norteamerica- no. Muchos géneros actuales datan del plioceno, como Microtus, Cricetus, o del pleistoceno, como AÁrvicola, Lemmus y Neotoma; Peromyscus se encuentra ya en el mioceno de América. Familia Rhizomyide. -- Rhizomys data del plio- ceno, y además, en el pleistoceno del Africa del Norte se encuentra el género Bramus que representa una subfamilia, Bramine, caracterizada por la estructura prismática de sus molares. Familia Spalacide. — El género Prospalax, del plioceno superior, es muy próximo a los Spalax vi- vientes. Familia Muride. — Algunos de los géneros actua- les de esta familia (Mus, Nesoktia, Acomys, etc.) se en- cuentran desde el plioceno y aún desde el mioceno superior. Familia Paramyide. — Esta familia, que entra en la sección Dipodomorpha, sólo existió durante los pe- riodos eoceno y oligoceno, en la América del Norte, - Por la forma del cráneo se asemeja a los Graphiuride, pero el agujero infraorbitario es muy pequeño, y los 9-9 . . 4 2-9 molares superiores trituberculares; pm ar Com- prende los géneros Paramys, Prosciurus, Mysops y algunos otros. . Familia Ailomyideo.—Del oligoceno y mioceno norteamericanos; parecida a Aplodontide, pero el crá- neo no ensanchado y deprimido posteriormente. Perte- necen a ella los géneros Allomys, Haplomys, Menis- comys y Mylagaulodon, Familia Aplodontiide.— Liodontia, del mioceno de los Estados Unidos; el género viviente Ap/odontia existe ya en el pleistoceno. Familia Cyiinárodontide. — Del oligoceno infe- rior norteamericano; con caracteres que recuerdan los 994 MANUALES GALLACH al de las dos familias precedentes, pero sólo e premo- Mil lares, y los molares con una laguna central de esmalte. Sólo se ha encontrado el género Cylindrodon. Familia Pseudosciuridee. — l)el oligoceno de Eu- ropa, con los molares superiores cuadrituberculares, provistos de un protocómulo y un metacómulo muy grandes, y con el agujero infraorbitario muy abierto. Sólo comprende el género fósil Pseudosciurus. Familia Mylagaulidze. — Del mioceno y plioceno de la América del Norte. Eran animales minadores, . con el cráneo pareci- do al de los Aplodon- tudo, pero los mola- res pequeños, con complicados replie- gues de esmalte, un solo premolar supe- rior muy grande, y frecuentemente con cuernos sobre la na- riz. Se conocen los géneros Ceratogau- lus, Mylagaulus y Epigaulus. Familia Sclura- vide. — Del eoceno medio de la América del Norte. Sólo se co- noce el género Sciu- ravus, cuyo cráneo se asemeja a los de los dipodói- deos, pero con agujero infraorbitario pequeño, proba- blemete no atravesado por el músculo masétero. Familia Zapodide. — Trechomys, Protechimys, Theridomys, Issidoromys y algunos otros géneros del eoceno, oligoceno y mioceno de Europa pueden cons- tituir una subfamilia especial, Theridomyine. Los géneros vivientes Zapus y Napeozapus datan del pleistoceno. Familia Dipodide. — Protoptychus, del eoceno su- perior norteamericano. Allactaga data del pleistoceno. FiG. 141.—Cráneo de Epigaulus hatcher?. MANUAL DH MASTOZOOLOGÍA 9295 Familia Ctenodactylide. — El género Ctenodac- tylus existe ya en el periodo plioceno. Familia Hystricidee.— Los géneros actuales, Hys- trixc y Atherurus, se encuentran, respectivamente, en el mioceno de Europa y en el pleistoceno de la India. Familia Coendoidee. — Asteromys, Hosteiromys. Parasteiromys y Steiromys, del oligoceno al mioceno de la América del Sur. Erethizon, viviente, aparece en el pleistoceno. Tal vez Phiomys y Metaphiomys, del oligoceno de Egipto, son también de esta familia. Familia Echimyide. — Conócense en esta familia numerosos géneros fósiles, de la América Meridional y Central, correspondiendo los más antiguos al periodo oligoceno. Entre ellos figuran Acaremys, Boromys, Cephalomys, Eocardia, Graphimys, Haplostropha, Iso- lobodon, Scleromys, Scotomys, Stichomys, Tribodon, etc. Además, algunos géneros vivientes, como Cteno- mMYS y Myocastor, se pr esentan ya en plicceno. Familia Dinomyide. — Representada hoy por un solo género, cuenta esta familia con numerosas formas fósiles en las Antillas y la América del Sur, a partir del mioceno, constituyendo los géneros Amblyrhiza, bBriaromys, Discolomys, Megamys, Neopiblema, Te- trastylus y algunos otros. E Familia Agoutiide.—El único género actual data del pleistoceno. 2 , 2-9 Familia Heptaxodontide.—Con sólo 5 molares, bad provistos de numerosas láminas de esmalte. Compren- de el género Heptaxrodon, del pleistoceno de Puerto Rico, y tal vez Morenita, del mioceno sudamericano. Familia Dasyproctide — Neoreomys, del mioceno de la América Meridional. Dasyprocta aparece en el pleistoceno, siendo sus géneros fósiles Huphilus, Pt- remys, Prolagostomus, Spheromys y algún otro. Lagostomus data del plioceno. Familia Abrocomide. — Su único género, Abro- coma, data del plioceno. Familia Caviide. — Data del mioceno, siendo sus géneros fósiles Anchimys, Neoprocavia, Or thomyctera, “Paléocavia, Phugathertum y Procar diotherium. 996 MANUALES GALLACH Familia Hydrocheride.—FExiste en la América del Sur desde el mioceno, y en la del Norte estuvo re- presentada en el pleistoceno. Sus géneros extinguidos son: Plexochoerus, Prohydrochoerus y Protohydrochce- rus, y tal vez Cardiomys, Caviodon y Cardiotherium. Familia Ochotonide.—Titanomys, del oligoceno y mioceno europeos, y Prolagus, del mioceno y pleisto- ceno. El género actual Ochotona data en Europa del mioceno superior y en América del pleistoceno. Familia Leporide.— Paleolagus, del oligoceno in- ferior norteamericano. El género Lepus data en Amé- rica del oligoceno superior, y en Europa y Asia del plioceno. ORDEN ARTIODACTYLA Además de haber tenido representantes de casi to- das sus familias actuales durante los periodos eoceno a plioceno, este orden cuenta con un número todavía : mayor de familias exclusivamente terciarias, algunas de las cuales han sido establecidas sobre restos tan escasos y fragmentarios, que resulta difícil determinar sus relaciones de afinidad. Provisionalmente, sin em- bargo, pueden todas ellas distribuirse entre los dos subórdenes hoy existentes, atendiendo principalmente a la forma de los molares. SUBORDEN CHEROMORPHA Familia Diacodexide. —Del eoceno y el oligoceno de la América del Norte, con molares bunodontos y trituberculares. Conócense los géneros Diacodexts, Bunophorus, Stibarus y Leptochcerus. Familia Dichobunide. —Del eoceno medio y su- perior de Europa y de la América del Norte. Molares bunodontos, cuadrituberculares. Los géneros Dichobu- ne y Monillacitherium son europeos; Homacodon, Bu- nomeryx, Helohyus y algunos otros, americanos. Familia Anthracotheride.—Con molares cuadri- MANUAL DH MASTOZOOLOGÍA 9297 tuberculares y bunoselenodontos. Comprende varios géneros, distribuidos por Europa, el norte de Africa, Asia y la América Septentrional, desde el eoceno medio al mioceno inferior, como Ancodon, Anthracotherium, Merycopotamus, Arretotherium. Familia Entelodontidee. —Con los molares buno- dontos, y en general bastante parecidos a los quero- morfos modernos, pero con dos dedos solamente en cada extremidad. Comprende los géneros Achenodon y Pa- rahyus del eoceno norteamericano, y Entelodon, Deo- don, Boocheerus y Dinohyus del oligoceno de América, y también de Europa el primero de los cuatro. Además, la familia actual Suide está representada en Europa, desde el eoceno medio al mioceno superior, por los géneros Cebocherus, Cheropotamus, Hyothe- rium, Listriodon y algunos otros, y Sus, y Phocoche- rus del pleistoceno. Los Dicotylide existian ya en América desde el oligoceno (Perchcerus, Chenohyus, etcétera), y los Hippopotamide contaban en el plioce- no con el género Hexaprotodon en Asia y Africa y con Hippopotamus en Europa. SUBORDEN RUMINANTIA Sección Anoplotherina.—Familia Anoplotheriidz. —Con ES premolares cortantes; los molares seleno- dontos, como en todo el suborden, con cinco cúspides; de dos a cuatro dedos en cada pie. Todos los géneros son del eoceno o el oligocena de Europa, y se distri- buyen en cuatro subfamilias: Anoplotherine (Anoplo- therium, Diplobune), Coenotheriine (Conotherium, Plesiomeryx) Dacrytheriine (Dacrytherium, Tetrase- lenodon, Haplomeryx) y Xiphodontine (Xiphodon, Amplhimeryx). - Sección Oreodonta.—Familia Merycoidodontide. —Con — premolares: molares selenodontos, con cua- 4-4 298 | MANUALES GALLACH tro cúspides y sin aristas externas; cuatro dedos en cada pie. Comprende numerosos géneros norteameri- FiG. 142. —Restauración del Oreodon culbertsont, Según Osborn y Knight. canos, desde el eoceno superior al plioceno inferior- como Protoreodon, Oreodon, Agriocheorus, Merycotdo, don, Cyclopidius, etc. Sección Tylopoda.—La familia Camelide, actual- mente representada por dos géneros solamente, cuya antigúiedad se remonta al periodo plioceno, tuvo en América numerosos géneros desde el eoceno superior al pleistoceno, entre ellos Protylopus, Oromerya, Poe- brotheritum, Alticamelus, Procamelus y Pliauchenia. Este último existió también en el plioceno de la India. Sección Tragulina. -Familia Gelocide.—Del eoce- no suporior y oligoceno inferior de Europa. Molares con cuatro cúspides, con aristas externas y con mesos- tilo; dos dedos en cada pie. Comprende los géneros Gelocus, Bachitherium, Prodremotherium y Lophio- meryz. Familia Leptomerycoide, — Molares con cuatro MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 299 : 4-4 ; cúspides; pm 145 cuatro dedos anteriores y dos poste- riores. Sus géneros, del eoceno y oligoceno de la Amé- rica del Norte, forman tres subfamilias: Leptomerycince (Leptomerya, Protoceras, Syndyoceras). Hypertraguli- nc (Hypertragulus) y Leptotraguline (Leptotragulus, Leptoreodon, Hypisodus). La familia viviente Traguiide está representada en el mioceno de Europa y plioceno de Asia por el gé- nero Dorcatherium. Sección Pecorina. —- Familia Merycodontide.— Del mioceno al pleistoceno de la América Septentrio- nal; con cuernas ramosas como los ciervos, pero pare- cidos en su dentición a los Bovide y Antilocapride y sin rudimentos de metacarpianos ni metatarsianos late- rales, aunque si de falanges. Pertenecen a esta familia los géneros Merycodus y Capromeryx. Las familas actuales de esta sección cuentan todas con representantes fósiles. De los Cervide, muchos gé- neros vivientes existian ya en el plioceno (Cervus, Capreolus) o en el pleistoceno (Rangifer, Dama); Di- crocerus, Paleoplatycerus y Micromeryx pertenecen al mioceno de Europa, Megaceros al pleistoceno euro- peo y Cervalces al norteamericano, y hay un grupo de géneros Blastomeryz, Paleomeryx, Amphitragulus, etcétera) del oligoceno al plioceno de Europa, India y América, que puede formar una subfamilia particular, Paleomerycinee. El único género viviente de los Mosciide data, según parece, del plioceno inferior. Los Giraffide estaban representados en el mioceno de Europa por el género Samotherium, y en el plioceno de Europa y de Asia pór Helladotherium, Sivatherium, Giraffa, etc. En el pleistoceno norteamericano se encuentran ya restos de Antilocapra, el único género de los Antiloca- 300 MANUALES GALLACH ARA pride. En cuanto a los Bovide, los géneros Protrago- cerus, Tragocerus y Neotragocerus, miocenos y plioce- nos, constituyen una subfamilia Tragocerine; Gazella data del mioceno superior; Antidorcas, Strepssiceros, Capra, Bos y Bibos, del plioceno; Saiga, Boselaphus, Rupicapra, Bison y Bubalus del pleisteceno, y en estos mismos periodos hubo algunos géneros, como Paleoryx, Protragelaphus, Myotragus, Criothertum y Symbos, de los que no quedan especies vivientes. ORDEN PROTUNGULATA Comprende este orden unos cuantos mamiferos pe- culiares del eoceno más antiguo, que en su aspecto, . juzgado por sus esqueletos, debieron asemejarse a ciertos carnivoros y marsupiales, viniendo a formar como un puente de unión entre los unguiculados y los demás ungulados. Sus pies, pentadáctilos, eran mesa- xónicos y digitigrados o semiplantigrados; tenían el cúbito y el radio separados, el húmero con un agujero entepicondiliano, el peroné articulado con el estrágalo, y este último provisto de un cuello y una cabeza más o menos redondeada. Su fórmula dentaria era la típica de los mamiferos euterios; los caninos, poco desarrolla- dos; los molares, bunodontos o más o menos selenodon- tos. Con la excepción de un solo género (Pleuraspido- thertum), todos los restos de este orden han sido encon- trados en América. Su clasificación es como sigue: SUBORDEN CONDYLARTHRA Premolares superiores triangulares; molares cua- drados, con hipocono; astrágalo separado del cuboides. Familia Mioclenide. — Bunodontos, con premo- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 301 lares sencillos; hipocono rudimentario. Sólo contiene los géneros Mioclenus y Protoselene. Familia Hyopsodontide. —Bunodontos, con los premolares complicados y con hipocono bien desarro- llado. De la estructura de sus falanges parece deducir- se que el único género, Hyopsodus, estaba provisto de uñas en vez de pezuñas. Familia Phenacodonthide.—Bunodontos o bu- nolofodontos, con hipocono desarrollado y premolares Fig. 143.—Esqueleto de Phenacodus primapgus. complicados; pies ungulados y con los dedos laterales muy cortos. Se han descrito varios géneros, entre ellos Protogonodon, Euprotogonta y Phenacodus. Familia Meniscotheriide. — Molares lofoseleno- dontos, con el hipocono y el metacónulo reunidos en una cresta; ungulados. Sólo se conoce el género Me- niscotherium. Familia Pleuraspidotheriidse. —Bunoselenodon- tos, con los premolares semejantes a los molares; ungu- lados. El único género, Pleuraspidotherium, es del eoceno inferior de Europa. SUBORDEN TALIGRADA Premolares superiores sencillos, bioúspides; molares triangulares, sin hipocono; astrágalo en contacto con 309 MANUALES GALLACH el cuboides. Algunos autores incluyen este grupo en el orden Amblypoda, Familia Periptychide.—Bunodontos; molares in- feriores generalmente con hipoconúlido. Conócense los restos de. Haploconus, Ectonomus, Periptychus, Grut- lielmofloweria y algunos otros géneros norte y sud- americanos. Familia Pantolambdide.—Selenodontos, sin hi- FiG. 144. —Esqueleto de Pantolambda bathmodon. poconúlido en los molares inferiores. Comprende sólo el género Pantolambda. ORDEN NOTUNGULATA Bajo este nombre se comprenden un gran número de ungulados extinguidos peculiares del Nuevo Mun- do, y casi exclusivamente de la América del Sur, don- de existieron desde el eoceno más antiguo hasta el pleistoceno, y que se distinguen por tener los molares superiores semejantes a los de los perisodáctilos y los inferiores provistos de un talónido muy grande, en el que más o menos claramente se observa una cúspide central derivada del borde externo. Todos sus demás caracteres son muy variables, obligando a distinguir MANUAL DE MASTOZVUOLOGIA 303 varios subórdenes, que algunos autores elevan a la ca- tegoría de órdenes diferentes. SUBORDEN ENTELONYCHIA Molares lofodontos, parecidos a los de los rinoce- rontes; caninos pequeños; fórmula dentaria euteriana completa; carpo con el semilunar y el gan- choso en contacto; fémur con un tercer trocánter; astrágalo con cuello y cabeza redondeada. Todos los géneros, menos Arctostylops que es del eoceno inferior del Wyoming, pertenecen al eoceno y mioce- no de la América del Sur. Familia Notostylopside. — Tamaño pequeño; molares con la corona en trián- gulo redondeado; astrágalo con el cuello delgado. Pertenecen a esta familia los gé- neros Notostylops, Trigonostylops y Arc- tostylops. Familia Homalodontfoherlida. — Tamaño grande; molares súbtriangulares; astrágalo con el cuello oblicuo; falanges terminales comprimidas y hendidas Com- prende el género Homalodontotherium y tal vez Asmodeus. Familia Leontiniide.—Molares cua- drangulares. Género único, Leontinia. SUBORDEN ASTRAPOTHHBRIA Incisivos superiores y premolares en número reducido, los últimos muy senci- llos; caninos grandes; molares parecidos a los de rinoceronte, los dos primeros de Pie Molarifor- mes inferio: res de un enteloni- quio (Pleu- rostylodon). arriba cuadrangulares y el tercero triangular; astrá- galo sin cuello, Del eoceno y mioceno sudamericanos, 304 MANUALES GALLACH Familia Albertogaudryide.—Molares parecidos alos de los Entelonychia, apenas hipsodontos. Com- prende el género Albertogaudrya, y tal vez Astrapo- notus. Familia Astrapotheriide.—Molares muy hipso- dontos; los premolares muy pequeños. Un solo género: Astrapotherium. Todavia pueden incluirse en este grupo una tercera familia, Isotemnide, para el género Isotemnus. SUBORDEN TOXODONTA Un par de incisivos, por lo menos, sin raices; mola- res hipsodontos, los superiores encorvados hacia dentro FiG. 146.—Esqueleto de Toxodon burmeisteri. y los inferiores hacia fuera; premolares bien desarro- llados; sin claviículas; húmero sin agujero entepicondi- liano; extremidades con tres dedos. Del eoceno supe- rior al pleistoceno de la América del Sur. Familia Archeohyracide. —Dentición euteriana ' completa; molares prismáticos. Comprende los géneros Archeohyrax, Rhinchippus y algunos otros. Familia Nesodontidee. —Dentición completa; mo- lares con pliegues internos de esmalte, y protostilo e MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 305 hipocono muy grandes. Nesodon, Adinotherium, Pro- nesodon figuran entre sus géneros. Familia Toxodontide.—Animales de formas pe- sadas, con la fórmula dentaria incompleta, faltando un incisivo algunas veces, y otras un premolar; molares del mismo tipo que en la familia anterior. Los géneros principales son Toxodon, Xotodon y Toxodontothertum. SUBORDEN TYPOTHERIA Dientes como en los Toxodontía; con claviculas; húmero con agujero entepicondiliano; extremidades por lo menos con cuatro dedos; las falanges terminales hendidas. Del mioceno al pleistoceno sudamericanos. Familia Interatheriide.—Fórmula dentaria eute- riana completa; dedos, cuatro en cada extremidad; tibia y peroné separados; los pies posteriores tienden aser paraxónicos. Comprende los géneros Interathe- rium y Protypotherium. Familia Hegetotheriide. — Fórmula dentaria completa; cuatro dedos; tibia y peroné unidos; pie pos- terior francamente mesaxónico. Los géneros principa- les son Hegetotherrum y Pachyrukhos. Familia Typotheriide.—Fórmula dentaria incom- pleta; sin caninos; cinco dedos anteriores y cuatro pos- teriores. Se han descrito el género Typotherium y algunos otros muy afines a él, : SUBORDEN LITOPTERNA Molares superiores parecidos a los de los caballos; los inferiores con un talónido grande, pero no tanto como en los otros subórdenes; pies unguligrados, me- saxónicos, con dedos muy largos y nunca en número mayor de tres; carpo con el hueso semilunar separado del ganchoso; fémur con tercer trocánter. Familia Proterotheriide.—Premolares posterio- res complicados; molares braquiodontos; fosas nasales 20 306 MANUALES GALLACH en posición normal; dedo medio mucho más largo que los laterales. A esta familia pertenecen Proterotherium, Thoatherium, Lica- phrium, Diadia- phorus y algunos otros géneros de los niveles eocenos a miocenos de Pata- gonia y la Argen- tina. Familia Ma.- craucheniide. — Premolares senci- llos; molares hipso- dontos; fosas nasa- les colocadas más o menos en la parte y superior delcráneo; FIG. 147.—Restauración de la Ma- dedos subiguales. crauchentia patachontca. Comprende los gé- neros T'heosodon, Scalabrinitherium, Macrauchenta y otros afines, del mioceno al pleistoce- no de la América del Sur. Según Holland. ORDEN PYROTHERIA Es este otro orden extinguido, formado por unos cuantos ungulados eocenos sudamericanos que ofrecen caracteres muy singulares. Sus molares presentan dos crestas transversales rectas. Poseen un solo par de incisivos inferiores, muy proclives y en figura de de- fensas, que crecen de pulpa persistente y sólo tienen esmalte por delante. La escápula es ancha, con la apó- fisis coracoides muy prolongada y la espina vuelta hacia delante; el húmero corto, muy ancho, con ceres- tas muy marcadas y una cabeza enorme; el cúbito y el MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 307 radio más cortos todavía, unidos, cruzados uno sobre otro, el primero con un olécranon muy grande; el fémur largo, sin tercer trocánter; la tibia y el peroné FiG. 148. —Escápula, radio y cúbito de Pyrotherium. unidos; los pies rectigrados. Comprende este grupo una sola familia, Pyrothertide, con unos cuantos géneros, entre ellos Propyrotherium, Pyrotherium, Pauloger- vaisia y Carolozittelia. ORDEN PERISSODACTYLA Las tres familias actuales de este grupo encierran numerosos géneros extinguidos, y de todos los vivien- tes se conocen también especies fósiles. Los Equide están representados en el eoceno de Europa y de Amé- rica por Hyracothertum, Eohippus, Orohippus, Anchi- lophus, etc.; en el oligóceno, por Mesohippus, Miohip- pus y Parahippus; por Anchithertum, Hypolappus, Protohippus y algunos otros géneros en el mioceno; en el plioceno por Neohipparion, Hipparton y Hquus, y por este último género, Hippidion y OUnohippidion en el pleistoceno. Los Tapiride datan también del 308 MANUALES GALLACH eoceno, al que corresponden los géneros Systemodon e Isectolophus; Protapirus y Parataptrus son oligocenos, Tapiravus mioceno, y Tapirus aparece en el plioceno. En cuanto a los Rhinocerotide, som más modernos, remontándose sólo al periodo oligoceno, en el que apa- recen los géneros Diceratherium, Trigonias, Cano- pus, etc.; Acerathertum, Aphelops, Teleoceras y los géneros actuales Diceros y Dicerorhinus se encuentran en el mioceno, durando algunos de ellos por lo menos hasta el plioceno, cuando aparece el género Rhino- ceros. : Además, inclúyense entre los perisodáctilos las si- guientes familias enteramente extinguidas: Familia Palefheriide. —Del eoceno y el oligoce- LA no inferior de Europa. Parecidos a los Hquide, pero LU) LL DIF AA IRA CAIGA FiG. 149.—Restauración del Brontotherium gigas. Según Osborn y Knight. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 309 con los replieyues de los molares no rellenos de cemen- to, y la cavidad orbitaria reunida a la temporal, no rodeada completamente de hueso, como ocurre en los caballos y sus afines. Comprende esta familia los géne- ros Propaleotherium, Paloeotherium y Plagiolophus. Familia Paleosyopide.—Del eoceno de la Amé- rica del Norte, excepto un género europeo (Brachy- diastematherium). Molares bunoselenodontos; pies an- teriores con cuatro dedos, y, contra lo corriente en los perisodáctilos, paraxónicos; los posteriores con tres dedos y mesaxónicos; incisivos superiores, 3-3; a veces con rudimentos de cuernos nasales en línea transversa. Comprende esta familia cerca de una docena de géne- ros, entre ellos Lamdotheitum, Manteoceras, Palceo- syops y Dolichorhinus. Familia Brontotheriide. —Parecidos a los Paleo- syopide, pero con los cuernos nasales muy desarrolla- dos, aun en el cráneo, y con sólo 2-2 incisivos superiores, o sin nin- guno. Son animales propios del oligoceno inferior norteamerica- no, y constituyen los géneros Me- gacerops, Titanothertum, Symbo- rodon y Brontotherium. Familia Lophiodontide. — Perisodáctilos eocenos (Colodon es, por excepción, oligoceno), muy parecidos a los actuales tapires, pero con algunas diferencias en los dientes, entre ellas la frecuen- te presencia de un tercer lóbulo en el último molar inferior, que en los tapires es siempre bilobula- do; los premolares son siempre más pequeños y sencillos que los FiG. 150.—Pie an- molares. Los diferentes géneros terior de Macro- conocidos son europeos (Lophio- therium grande. don, Lophiapsis, Elasmotherium) o norteamericanos (Heptodon, He- laletes, Desmatothertum). Familia Hyracodontide.—Afines a los rinoceron- 310 MANUALES GALLACH tes, y con el mismo número de dedos, pero se distin- guen por tener los incisivos y caninos bien desarrolla- dos e iguales entre si. Los dos géneros de esta familia, Hyracodon y Triplopus, son norteamericanos, oligoce- no el primero y eoceno el segundo. Familia Amynodontide.—Comprende varios gé- neros eocenos y oligocenos, muy semejantes también a los Rhinocerotide, pero con cuatro dedos en las extre- midades anteriores y los caninos muy grandes, mien- tras los incisivos están atrofiados. Ronzotherium y Cadurcotherrtum se encuentran en Europa, y Amyno- don y Metamynodon, en la América del Norte. Familia Chalicotheriide. — Perisodáctilos sin cuernos nasales, con los molares bunoselenodontos, como en los Paleosyopide, y con las extremidades provistas de tres dedos cuyas falanges terminales son bifidas. Pertenecen a la época terciaria, desde el eoce- no medio al plioceno, encontrándose sus restos en Europa, el Asia meridional y la América del Norte, y constituyen ocho o nueve géneros, entre ellos Schizo- therrum, Moropus, Eomoropus, Macroterium y Chali- cotherium. ORDEN AMBLYPODA Mamiferos eocenos norteamericanos, de gran tama- ño y formas pesadas, con la cabeza armada de cuernos parietales y supraorbitarios, y a veces también con ellos sobre los maxilares; los molares braquiodontos, lofodontos o selenolofodontos; los caninos robustos y afilados; las extremidades gravigradas, con cinco dedos subiguales; sin hueso central; el astrágalo sin cuello, apoyado en el cuboide; sin agujero entepicondiliano en el húmero; el fémur con el tercer trocánter muy redu- cido o ausente. De este orden sólo se conoce un corto número de géneros, distribuidos en dos familias. Familia Coryphodontide. —Amblipodos sin cuer- nos maxilares y con los cuernos parietales pequeños MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 311 con incisivos superiores, los molares selenolofodontos, el femur con un tercer trocánter pequeño, y el peroné articulado con el calcáneo. Sólo se ha descrito el géne- 1 FiG. 151.—Restauración del Moropus elatus. Según Hollard y Peterson. ro Coryphodon, con varias especies, todas del eoceno inferior. Familia Eobasileide. — Con cuernos parietales, supraorbitarios, maxilares y nasales; sin incisivos supe- riores, o con ellos muy rudimentarios; molares lofodon- tos; fémur sin tercer trocánter; peroné no articulado con el calcáneo. Los géneros de esta familia son Ba- thiopsis, Uintatherium y Eobasileus, que corresponden, respectivamente, al eoceno inferior, medio y superior de los Estados Unidos. ORDEN HYRACOIDEA La única familia de este orden se halla representada en el oligoceno de Egipto por los géneros fósiles Sagha- 319 MANUALES GALLACH 3 FiG. 152 —Cráneo de Uintathertum mtrabrte. therium y Megalohyrax, y por Pliohyrax en el mioceno de Grecia. ORDEN BARYPODA Este orden, conocido solamente del oligoceno infe- rior de Egipto, comprende un corto número de anima- les de gran tamaño, que por sus caracteres parecen representar un tipo intermedio entre los Amblypoda y los Proboscídea. Su dentición responde a la fórmula euteriana típica, y los dientes están dispuestos en serie seguida, sin diastemas. Los molares son hipsodontos y lofodontos. No existe agujero antepicondidiano en el húmero, ni tercer trocánter en el fémur. Pies anterio- res como en los elefantes, con los huesos semilunar y ganchoso separados; los posteriores más parecidos a los de los amblipodos, con el peroné articulado con el cal- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 313 cáneo y el astrágalo, y este último con el cuboides. Cráneo con un par de enormes cuernos nasales dirigi- dos hacia delante, y otro par de cuernos frontales mu- DE E a all A e, IS a A AS a oa NES UEUUDs), 3 ó .o Fic. 153.—Cráneo de Arsinoitherium. cho más pequeños. Las especies descubiertas hasta el día pertenecen a un solo género, Arsinoitherium, que constituye la familia Arsinoitheride. ORDEN PROBOSCIDEA La única familia actual de este grupo (Hlephanti- do), tan pobre en formas vivientes, tuvo, en cambio, 314 MANUALES GALLACH numerosos representantes en las épocas geológicas, encontrándose sus restos lo mismo en Europa que en Africa, en Asia como en ambas Américas. Algunos de estos elefantes primitivos poseian incisivos inferiores, como ocurría en el género Paleomastodon, el más antiguo de la familia, del oligoceno de Egipto, o en Gomphotheríium, que existió durante el mioceno y plio- ceno. Dibelodon, Mastodon y Stegodon, corresponden al plioceno y pleistoceno, y en los mismos periodos aparece ya el género Elephas, al que pertenece, entre otras especies extinguidas, el velludo mamut. Pero, además, este orden ha estado en épocas pasa- das representado por las siguientes familias, de que no queda ninguna especie viva, y que diferian bastante de los proboscideos actuales: Familia Meeritheriidse.—Con = incisivos, con Ca- ninos superiores, aunque pequeños, y molares buno- dontos; probablemente, con una trompa muy corta, como los tapires. El único género, Merttherium, es del eoceno superior y oligoceno inferior del Africa del Norte. Familia Barytheriide.—Incisivos inferiores redu- cidos a un solo par, grandes, horizontales y no segui- dos de caninos: los superiores desconocidos; los molares con dos crestas transversas; húmero muy corto y muy grueso, con el epicóndilo y la epitróclea enormes. Un solo género, Barytherium, del oligoceno inferior de Egipto. Debido a lo escaso o fragmentario de los rectos encontrados hasta ahora, la colocación de esta familia entre los proboscideos es meramente hipotética. Algu- nos autores la consideran como representante etiópica de los Amblypoda, mientras otros forman con ella un orden aparte (Barytherta). Familia Dinotheriide.—Extremo de la mandibula encorvado, con un solo par de enormes incisivos dirigi- dos hacia abajo; sin caninos, y probablemente sin inci- MANUAL DE MASTOZUOLOGÍA 315 sivos superiores; molares con crestas transversas, y coexistentes, es decir, sin perderse los primeros a me- dida que aparecen los últimos, como ocurre en los elefantes actuales. Dinotherium es el único género sus restos corresponden al mioceno y al plioceno infe- rior de Europa y Asia. ORDEN SIRENIA Numerosos géneros fósiles de sirenios pertenecen a la familia Halicoride, diferenciándose algunos de ellos de todas las formas vivientes por poseer extremidades abdominales, como ocurre con HKosiren, del eoceno egipcio. Al mismo periodo y región corresponde Hothe- roídes, mientras Halttheriun es del eoceno y oligoceno europeos, Prohalicore y Metaxitherium del mioceno, y Felsinotherium del plioceno. Los Manatide cuentan con el género Manatherium en el oligoceno de Bélgica, con Ribodon en el plioceno de la Argentina, y con va- rias formas de Manatus en el pleistoceno norteameri- cano. Hay, además, dos familias exclusivamente ter- ciarias, notables por sus carecteres dentarios. Familia Prorastomide.-—Son probablemente los sirenios más primitivos conocidos. Sus incisivos, en número de al son muy pequeños, y poseen caninos más grandes que los incisivos, y molariformes bilofo- dontos. Sólo se conoce el género Prorastomus, del eoceno de Jamaica. etula Desmostylide.—Hocico delgado y afilado; lo 9-9) sin caninos; molariformes constituidos por gru- pos de columnillas redondeadas, ricas en esmalte. El único género, Desmostylus, se ha encontrado en el plioceno de la costa occidental de los Estados Unidos y del Japón 316 MANUALES GALLACH ORDEN ZEUGLODONTIA Los animales de este orden, peculiares del periodo eoceno, aunque muy semejantes a los cetáceos en su aspecto pisciforme, en la atrofia de las extremidades abdominales y en la estructura de la escápula, difieren de ellos en otros muchos caracteres, y sobre todo en el cráneo, más parecido al de los mamí- feros unguiculados, y en la dentición, que muestra Fi. 154.—Cráneo de Bastilosaurus cetoides. siempre marcada tendencia al heterodontismo, siendo posible distinguir en ella incisivos, caninos y molari- formes. Todos los fósiles que de este grupo se han des- cubierto hasta ahora pertenecen a una misma familia, Basilosauride, y pueden reducirse a tres géneros: Protocetus, Prozeuglodon y Bastilosaurus, repartidos por el Africa del Norte, Europa, la América Septen- trional y Nueva Zelanda. ORDEN CETACEA La mayoria de los cetáceos fósiles pertenecen al grupo de los odontocetos. Además de estar representa- dos en el mioceno o en el plioceno de Europa y Améri- ca los géneros Steno, Tursiops, Delphinus y algún otro, en la familia Delphinide figuran varias especies MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 317 del plioceno europeo y el pleistoceno de Nueva Zelanda que constituyen el género extinguido Phocenopsis. Los Platanistide, hoy en tan escaso número, estaban representados en el eoceno sudamericano por los géne- ros Pontistes, Diochoticus y Pontivaga, en el mioceno de la misma región por Pontoplanodes, en el mioceno europeo por Acrodelphis, Champsodelphis, Delphinop- sis y otros muchos géneros, y por cinco o seis de estos (Delphinodon, Priscodelphinus, etc.) en el mioceno de la América del Norte. De los Physeteride, el género más antiguo parece ser Diaphorocetus, del eoceno patagónico; Physodon y el género viviente Physeter, se remotan al mioceno, pero muchos otros, como Hoplo- cetus, Homocetus y Physeterula, sólo existieron en el plioceno. De la familia Ziphitde, los géneros Hypero- odon, Ziphius y Mesoplodon, datan del plioceno, a cuyo periodo corresponden otros géneros afines (Berar- diopsis, Ztphiopsis, Placoziphius); pero en el mioceno de Europa existen ya Ziphioides y Rhinostodes, y en el oligoceno de la América del Norte, Anoplonassa. Los odontocetos de tipos más primitivos constituyen, sin embargo, dos familias separadas, de que no hay ninguna especie viviente. Familia Squalodontide.— Dientes numerosos y parecidos, en su tendencia al heterodontismo, a los del orden Zeuglodontía, distinguiéndose los incisivos y los caninos; pero el cráneo es esencialmente como el de los demás odontocetos. Prosqualodon, del mioceno de Pa- tagonia y Squalodon, del eoceno norteamericano y el mioceno europeo, son dos géneros principales. Familia Argyrooetide. —Comprende un solo gé- nero, Argyrocetus, del mioceno de Patagonia, cuyos caracteres recuerdan los de los Platanistide, pero con marcadas diferencias en el cráneo y enteramente des- provisto de dientes. 318 MANUALES GALLACH En cuanto a los mistacocetos, los géneros actuales Balena, Balenoptera y Megaptera existieron ya en el Fiq. 155. — Dientes infe- riores del Me- gathertum cu- vier?. plioceno de Europa y de ambas Améri- cas, y además, en el mioceno y plioceno se encuentran los restos de Plesiocetus, Cetotherium y otros géneros igualmen- te extinguidos. ORDEN XENARTHRA Es este uno de los órdenes de ma- miferos más ricos en formas fósiles, con la particularidad de que todas ellas son, como las vivientes, exclusivamen- te americanas. Dos de las tres familias actuales, los Bradypodide y los Dasy- podido, datan del periodo mioceno. De la primera, se han descrito los gé- neros Entelops y Trematherium, del mioceno patagónico; de la segunda, Proeutatus, Prozaedius, Stenotatus, Stegotherium y otros pertenecen al mioceno, mientras Eutatus, Chlamy- dotherium y otros son pleistocenos. Además, en este orden se incluyen por lo menos cuatro familias enteramente extinguidas, y son las siguientes: Familia Megalonychide. — Des- dentados de gran tamaño, sin capara- zón, con las extremidades provistas de uñas enormes y con una cola larga y robusta. Por sus caracteres recuerdan a los Bradypodide, pero en vez de ser, como estos, arboricolas, están organizados para vivir en tierra. Molariformes en figura de tubos cilíndricos o prismáticos, el primero algo separado de MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 319 los demás; canal dentario inferior abierto al exterior por el lado externo de la mandibula. Pertenecen a esta familia los géneros Hapalops, Pelecydon, Planops, Nemathertum y otros, del mioceno sudamericano; Me- galonyx, del plioceno de la América del Norte; Scel:- dotherium y Pseudolestodon, del plioceno y pleistoceno de la América Meridional, y Mylodon, Catonyx y Neo- mylodon, pleistocenos. De este último, hace algunos años se llegó a creer que vivía todavía en las pampas de Patagonia. Familia Megatheriide.—En general, parecidos a los Megalonychide, pero con el canal dentario abierto en la cara interna de la mandibula, y los molariformes, FiG. 156.—Esqueleto de Glyptodon reticulatus. que son de sección cuadrada con una profunda depre- sión transversal en el centro, dispuestos en serie no interrumpida. Hay dos géneros, Megatherium y Nothro- tehrium, del plioceno y pleistoceno de la América del Sur y Central, hasta Tejas y la Carolina. Familia Metacheiromyide.--Muy parecidos a los Dasypodide, pero con la dentadura atrofiada, consis- tiendo sólo en 1 dientes; el primero, lo mismo arriba que abajo, caniniforme y revestido de esmalte, y los demás muy pequeños y mal formados. Probablemente, 320 MANUALES GALLACH no existia caparazón óseo, sino sólo una especie de escudo coriáceo. En único género, Metacheyromis, es del eoceno medio de los Estados Unidos. Familia Glyptodontide*.—Animales de gran ta- maño, cubiertos de un caparazón óseo formado por un solo escudo, que se compone de numerosas y pequeñas piezas poligonales unidas entre si; cola encerrada en una serie de anillos óseos, o en un corto número de anillos y un tubo terminal formado como el caparazón. Dientes compuestos de tres prismas yuxtapuestos. Esta familia, que existió en la América del Sur desde el mioceno al pleistoceno, y en la del Norte durante el plioceno, comprende numerosos géneros, entre ellos Eucinepeltus, Glyptodon, Gylptotherrum, Dedicurus y Panochtus. ORDEN NOMARTHRA Además de un par de especies del género Mantis, propias del plioceno y pleistoceno de la India, la única familia de este orden contiene dos géneros fósiles, Necromanis y Leptomants, del eoceno de la Europa occidental. ORDEN TUBULIDENTATA Los Orycteropodide más primitivos parecen estar representados por el género Archeorycteropus, del oli- goceno medio de Europa; al mioceno corresponden Pa- loecorycteropus y una especie de Orycteropus, y un gé- nero pleistoceno, Plestorycteropus, es peculiar de Madagascar. BIBLIOGRAFÍA AMEGHINO (E.), Contribución al conocimiento de los Mamiferos fósi- les de la República Argentina. (Buenos Aires, 1889). ss ANDREWS (C. W.), A descriptive Catalogue of the Tertiary Verte- brata of the Fayum, Egypt. (London, 1906). ; MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 921 CUVIER (G.), Recherches sur les ossemens fossiles. (2.? edic.; 5 vols., Paris, 1825). DAWKINS (W. B.), The British Pleistocene Mammalia (Palcoonto- graphical Society of London, 1866-72). FiLHoL (H.), Etude sur les mammiferes fossiles de Sansan. (Anna- les des Sciences Géologiques, XXI; Paris. 1891). GERVAIS (P.), Zoologie et Paléontologie Générales. (Paris, 1867-69). LYDEKKER (R.), 4 Study of the Extinct Ungulates of Argentina, (Anales del Museo de la Plata, Paleontología Argentina, IT, 1893). —The Extinct Edentates of Argentina. (An. Mus. la Plata, Pa- leont. Argent , 1Í 1804). OWEN (R.), Paleontology or a Systematic Summary of Extinct Ani- mals and their Geological Relations. (Udinburgh, 1560). . Véanse, además, las obras citadas en la bibliografía del capí- tulo TI. 21 322 MANUALES GALLACH CAPÍTULO VII UTILIDAD DE LOS MAMÍFEROS Mamiferos útiles y dañinos. — Considerados desde el punto de vista económico, los mamiferos cons- tituyen el grupo zoológico más interesante para el hombre, ya que ningún otro tiene para él una utilidad tan directa ni tan varia. Los autores que afirman que. sin los mamiferos sería imposible la vida de la humani- dad no pecan, ciertamente, de exagerados. De estos animales obtenemos la carne, la piel y otros muchos productos que satisfacen nuestras necesidades o nues- tros caprichos, y domesticando ciertas especies, encon- tramos en ellas auxiliares preciosos para el trabajo o fuentes de producción para determinadas industrias. Como si esto no fuese bastante, la medicina moderna se sirve de algunos mamiferos, como el caballo, la vaca y el conejo, para la obtención de sueros y linfas con que se combaten eficazmente las más temibles enfer- medades, algunas de las cuales sólo por este procedi- miento pueden evitarse o curarse. Hay, en fin, mamí- feros que contribuyen poderosamente a la extinción de insectos nocivos o molestos. El murciélago y el erizo, por ejemplo, son en este sentido tan útiles como los pájaros insectivoros. En cambio, los daños que al hombre ocasionan los MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA E mamiferos son relativamente de poca consideración. El león en Africa, el tigre en Asia y otras fieras en otros paises hacen numerosas víctimas entre los habi- tantes; pero todas estas bestias feroces ceden fácilmen- te ante una defensa bien organizada, siendo prueba de ello su rápida desaparición en las regiones donde entran las armas perfeccionadas, como ha ocurrido con los leones en el norte de Africa. Los lobos, los Zorros, las garduñas y otros muchos carnívoros destruyen el ganado doméstico, la volateria y la caza menor; pero esto es una consecuencia del equilibrio de la natura- leza, que hace necesaria la intervención de unos seres para evitar el exagerado predominio de otros, En nuestro egoismo de hombres, sólo miramos el daño que a nuestros intereses hacen las alimañas, sin consi- derar lo que podría ocurrir si no existiesen. La rápida y perjudicial propagación de los conejos en ciertas re- giones de Australia, donde estos roedores fueron acli- matados sin tener presente que allí no habia zorros ni turones que limitasen su reproducción, demuestra que las alimañas son en cierto modo más útiles que dañinas. De verdaderamente perjudiciales sólo pueden ser tachados los ratones, ratas, topillos y otros roedores que atacan a los árboles frutales, los cereales y las hor- talizas. Pero, aunque algunas veces estos animalitos llegan a constituir verdaderas plagas, ¿qué significan sus invasiones junto a las de la langosta, el piojillo del naranjo o los gorgojos del algodón o de la patata? Y otro tanto puede decirse de las ratas y ratones caseros, a todas luces menos dañinos y más fáciles de combatir que la polilla o el comején. No olvidemos que en nuestros dias se ha descubierto que muchos de estos pequeños mamiferos son indirec- 324 MANUALES GALLACH tamente perjudiciales por servir de vehiculo a los gér- menes del cólera, del tifus, de la peste bubónica y de otras enfermedades contagiosas; mas aun en este caso, la higiene dispone de mejores medios para triunfar so- bre la plaga que cuando las epidemias son transmitidas por moscas, pulgas u otros insectos. Productos alimenticios: La carne y la le- che.—El más importante de los productos que el hom- bre obtiene de los mamiferos es, evidentemente, la carne. Desde sus primeros tiempos la humanidad ha comido carne, y la necesidad de procurársela dió origen a la primera manifestación de la industria: la fabrica- ción de armas para la caza. Todavía hoy, en algunos pueblos del centro de Africa, la idea de comida, en general, se representa con la palabra «ñama», carne. En nuestros dias, la carne de los mamiferos artio- dáctilos constituye una parte principal del régimen alimenticio de casi todos los pueblos del mundo. Las del toro, el carnero, la cabra y el cerdo son las que co- munmente se consumen; pero, además, diferentes espe- cies de ciervos y antilopes, el camello y el hipopótamo, se consideran también bocados excelentes en sus paises natales. A los hebreos sólo les está permitida la carne de los rumiantes, y aun de éstos se exceptúa al came- llo. Pero aunque sean los artiodáctilos los mamiferos generalmente destinados a la mesa, puede decirse que no hay ni un solo orden que no cuente con especies co- mestibles. Los australianos comen varias especies de marsupiales, y la zarigúeya es uno de los platos predi- lectos de los negros de América. Los isleños de Oceania comen con deleite la carne de los grandes murciélagos frugivoros; para los indios del Amazonas constituye un regalo el mono asado; la carne de cebra la comen los MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 325 negros de Africa, que también tiene cierta predilección por las patas de elefante y el solomillo de rinoceronte; en las Antillas se aprecia la jutia (Capromys), y los mismos europeos estimamos la carne de dos roedores, la liebre y el conejo. En general, todos los pueblos pre- fieren la carne de los animales fitófagos a la de los que se alimentan de substancias animales. El oso, sin em- bargo, es muy apreciado, no ya por los salvajes, sino hasta por los gastrónomos más refinados, y los pueblos hiperbóreos viven principalmente de carne y grasa de foca. Por regla general, todos los pueblos aprovechan para su alimentación la grasa de los mamiferos cuya carne comen, y hasta la sangre tiene su utilidad, ya condimentada de diferentes modos, ya para hacer em- butidos. Aunque no de uso tan universal como la carne, la leche de los mamiferos desempeña también un impor- tantisimo papel en la alimentación del hombre, siendo empleada, lo mismo que sus derivados la manteca y el queso, por casi todos los pueblos que tienen en domes- ticidad alguna especie de ungulados. La Odisea nos enseña que el uso de la leche se remonta a los primeros pueblos pastores. La Biblia, para encomiar la riqueza de una región dice que su suelo «fluia leche y miel» La leche de vaca, de oveja y de cabra son las más ge- neralmente empleadas, pero en el Asia central se usa la de yegua, entre los árabes nómadas la leche de ca- mella, la de reno entre los lapones, y la de asna goza de merecida fama en la terapéutica vulgar. La de ove- ja y la de cabra son las más ricas en materias nitroge- nadas y grasas; la de burra y la de yegua, en cambio, contienen más agua y más lactosa o azúcar de leche, acercándose por este último concepto a la de mujer, 326 MANUALES GALLACH Las pieles y el pelo.—Después de los productos alimenticios, la piel es el que tiene mayor importancia en los mamiferos. Durante muchos siglos, el hombre debió vestirse exclusivamente con pieles, como se vis- ten hoy los esquimales y samoyedos, y en menor escala los fueguinos y los hotentotes. Los pueblos civilizados hacen un consumo enorme de pieles, ya sea despro- vistas del pelo y convertidas en el cuero, que tantas aplicaciones tiene en las más diversas industrias, sin- gularmente en Zapateria y talabartería, ya tales como se quitan al animal, sirviendo para abrigo o para adorno. Así como los artiodáctilos son los mamiferos más importantes para la producción de carne, para la industria peletera ocupan el primer lugar los carnívo- ros, y especialmente los mustélidos. A esta familia per- tenecen, en efecto, el armiño, gala de los reyes; la ce- bellina y demás martas; el kolinski o marta de Siberia (Mustela sibirica); el vison (Putorius lutreola), el glotón, el turón, las diferentes especies de nutrias, y los zorri- llos o mapuritas, conocidos en peleteria por su nombre inglés, «skunk». No menos estimadas que las pieles de estos animales son las de ciertos cánidos, sobre todo la del zorro azul (Alopex lagopus), la del zorro plateado, que es una variedad melana del Vulpes fulvus de la América del Norte, y la del Nyctereutes procyonotdes, al que llaman impropiamente los peleteros «tejón del Japón». La nomenclatura adoptada por estos industria- les puede desorientar al que no esté iniciado en ella. Asi, su «nutria de Hudson» es, en realidad, la rata al- mizclada (Fiber zibethicus), y su «marmota» no es el roedor asi llamado, sino el mapache (Procyon lotor). También tienen gran importancia en peletería las pieles de los osos y de lobo, la de los corderos recién MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 321 nacidos del pais de los kirguises, conocida con el nom- bre de «astrakán», la de topo y, sobre todo, las de SS AS z ES a on E y nava ' 500), A 2% aya de EEE > lr Pot FiG. 157. —Corderillo de raza Kirguis, de cuya piel se obtiene el astrakán. De fotografía. ciertos roedores, como el castor, la chinchilla y diver- sas especies de ardillas. De la importancia de la industria peletera puede juzgarse por los precios que algunas de estas pieles al- canzan en el mercado. Mientras la piel de mapurita sólo vale, en bruto, de cuatro a ocho pesetas, la de zorro azul puede valer hasta 250, y la de cebellina pasa a veces de 600 pesetas. En Londres, el año 1900, se ven- dió una piel de nutria marina en 6.720 pesetas. Tales precios, despertando la codicia de los cazadores, hacen que los animales de piel fina sean objeto de incesante 328 MANUALES GALLACH persecución. Todos los años llegan al mercado de Lon- dres, el principal de todos, cerca de veinte mil pieles de cebellina, cien mil o más de chinchilla y unas cua- trocientas mil de diferenres especies de mapuritas. Para poner limite a estas matanzas, que satisfacen al lujo más que a la necesidad, los Gobiernos se ven obligados a tomar serias medidas. En Alaska, por ejemplo, ha sido preciso prohibir la caza de la nutria marina bajo una multa de 2,500 pesetas por pieza, y disposiciones parecidas impiden la persecución de los osos marinos en las costas norteamericanas. También aprovecha la industria el pelo de ciertos mamiferos, después de separado de la piel, lo que en la mayoria de los casos no exige quitar la vida al ani- mal. Nadie ignora la importancia que para la fabrica- ción de tejidos tienen la lana de la oveja, de la alpaca y de la vicuña y el pelo de algunas razas de cabras, como son las de Angora y Cachemira. Los árabes tejen también el pelo del camello, y además hacen con él cuerdas muy resistentes. El mismo pelo de camello, el de marta y el de ardilla, empléanse para hacer pince- les; con el del tejón se confeccionan las brochas de afeitar, y las largas cerdas de la cola del caballo sirven para los arcos de violin. Un bóvido del Asia central, el yak (Poephagus grunniens), proporciona casi todo el pelo empleado en la fabricación de esas pelucas blan- cas que forman parte integrante de las libreas a la federica. El marfil, la ballena y el cuerno. —- Otro im- portantisimo producto suminitrado por los mamiferos es el marfil o dentina, que se obtiene principalmente de los enormes incisivos del elefante, vulgar aunque erroneamente denominados colmillos. El mismo nombre MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 399 «marfil» es un compuesto de dos palabras árabes y sig- nifica literalmente «diente de elefante», y en la edad media, los escritores castellanos designaban con el nombre en cuestión, no sólo el producto, sino también el animal. La mayor parte del marfil del comercio pro- cede de Africa, siendo actualmente el Congo Belga el principal centro de producción, y Amberes el mercado más importante. En veinte años solamente, de 1888 a 1908, el Congo exportó 5,157 toneladas de marfil, que valieron 155 millones de francos. Cada incisivo de ele- fante africano macho pesa de 20 a 50 kilogramos, pero hay algunos que sobrepujan este peso, llegando a 80 o 90 kilos. Los de las hembras rara vez pasan de seis 0 siete kilos. El marfil era ya conocido de los pueblos de la anti- gúedad, que lo recibían principalmente de Etiopia y fabricaban con él tronos, carros y hasta estatuas de gran tamaño. Durante la edad media se empleó para trabajos de talla, destinándose los dientes pequeños a hacer trompas de guerra, que recibían el nombre de «olifantes». Hoy, además de numerosos objetos de arte o de lujo, fabricanse con esta substancia, tan fácil de tallar y pulimentar, las bolas para el juego de billar. Los colmillos de la morsa y los dientes del hipo- pótamo y del cachalote dan también un marfil muy estimado en el comercio. En el Asia oriental se vende también el llamado «marfil fósil», que se saca de las enormes y retorcidas defensas de los mamuts (Elephas primigentus), cuyos restos se encuentran sepultados en los valles del Lena, del Obi y del Yenisei. Así como el gigante de los animales terrestres, el elefante, enriquece al hombre con el marfil, el gigante de los mares, la ballena, le proporcionan un nuevo ob- 330 MANUALES GALLACH jeto de comercio lucrativo con las barbas o láminas córneas que guarnecen su paladar. Cortadas en delga- das tiras, estas láminas constituyen las vulgares balle- nas, usadas sobre todo en corseteria. Una ballena de las de mayor tamaño pueden proporcionar más de una tonelada de este producto; pero como estos gigantes son raros, la industria ha procurado buscar sucedáneos más económicos, tales como el acero y el celuloide. Lo mismo puede decirse del asta o cuerno, otro pro- ducto animal que hoy ha perdido mucha importancia, pero del que en otro tiempo se hacia gran uso para fa- bricar vasos, cubiertos, tinteros, botones, mangos de cuchillo y otros mil objetos. El cuerno de toro y el de búfalo eran los que generalmente se empleaban. Hasta hace tres o cuatro siglos era también muy apreciado el cuerno nasal del rinoceronte para fabricar unas copas que tenian fama de revelar la presencia de cualquier veneno en el liquido que en ellas se ponia. Estas «copas de unicornio», que asi se las llamaba, gozan todavia de cierto favor en algunos pueblos orientales. Los cuernos de ciervo, que antiguamente se em- pleaban, pulverizados, para fabricar medicamentos empiricos, hoy se usan para objetos de adorno, o bien se utilizan como los huesos en general; porque hasta del esqueleto de los mamiferos saca el hombre prove- cho. La materia orgánica que los huesos contienen sirve para hacer cola fuerte; los residuos salinos pueden utilizarse en la fabricación del fósforo; calcinados los huesos al rojo en recipiente cerrado, se obtiene el «negro animal», agente decolorante que se emplea para blanquear el azúcar; molidos, pueden formar un excelente abono; hábilmente tallados, sustituyen al marfil para objetos baratos. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 331 Grasas, drogas y perfumes. — La grasa que debajo de la piel, alrededor de los riñones y en otras diversas partes de su organismo tienen los mamiferos, además de utilizarse como condimento, se emplea con mucha frecuencia en varias industrias. La del cerdo, por ejemplo, sirve para hacer pomadas, y los curtido- res la emplean para dar flexibilidad a las pieles; la de buey y la de carnero se usan para fabricar velas, bu- Jías esteáricas y jabones; la de becerro, muy blanca y poco propensa a enranciarse, sustituye hoy dia a la de oso, en otro tiempo muy acreditada, para hacer cosmé- ticos, y todas, o casi todas, sirven como lubrificantes para los ejes de los carruajes, los engranes de las má- quinas, etc. Entre las grasas más estimadas está la de los cetá- ceos, que la poseen en gran cantidad y enteramente flúida. Las ballenas son tan perseguidas por su «aceite» como por sus barbas. Pero de estas substancias, la que tiene mayor importancia industrial, es la esperma, que se saca de la cabeza del cachalote. La parte superior del cráneo de este cetáceo forma como un enorme cuen- co, lleno de un liquido graso que lleva en disolución una substancia que cristaliza y se solidifica al contacto del aire, y que puede separarse por filtración. Purifi- cada mediante una solución débil de potasa cáustica y lavada con agua hirviendo, por enfriamiento en moldes cuadrados forma los panes de esperma o blanco de ba- llena del comercio, que se emplean en la fabricación de ciertas bujias, de cosméticos finos, etc. Otro producto animal procedente del cachalote es el famoso ámbar gris, substancia de color pardo sucio y olor desagradable, ligeramente untuosa al tacto, que flota en masas irregulares en las aguas de ciertos ma- 332 MANUALES GALLACH res, especialmente del Océano Indico. Se corta fácil- mente con un cuchillo, e interiormente es gris y des- pide olor a almizcle. Durante largo tiempo, su origen fué objeto de las más fantásticas hipótesis, pero hoy se sabe que no es sino una secreción intestinal del cacha- lote, parecida a la colesterina de los cálculos biliares y debida probablemente a un estado patológico del ani- mal. Empleado en otro tiempo en medicina, sobre todo FrG. 158. Almizclero (Moschus moschiferus). Museo Nacional de Ciencias Naturales. como afrodisiaco, hoy el ámbar gris sólo entra en la preparación de ciertos perfumes, como las llamadas pastillas del serrallo. Todavia más interesantes que el ambar gris son para el perfumista otros dos productos de los mamife- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 339 ros, por más que ambos estén un poco pasados de mo- da: el almizcle y la algalia. El primero es una secreción de la glándula abdominal del almizclero ( Moschus moschiferus), de composición amoniacal, color obscuro y olor caracteristico, que sólo resulta agradable en muy pequeña cantidad. Vive el almizclero en las mon- tañas del Tíbet, del Setchuén y del Yunnán, pero este último pais es el principal centro de producción del almizcle, exportándolo, por valor de unos cinco millo- nes de pesetas anuales, a diferentes mercados de Bir- mania y de la China. El almizcle se vende en estado sólido y encerrado en la misma bolsita que lo contiene, pero jos chinos lo adulteran con otras substancias y lo exportan en vejiguillas de tripa de cerdo. Su precio todavia es muy elevado, variando de 1.200 a 1.500 pe- etas el kilo, según la calidad. Aparte de su aprove- chamiento en perfumeria, se emplea en medicina como antiespasmódico y estimulante nervioso. La algalía, substancia bastante parecida al almiz- cle, es también una secreción, que se acumula en una bolsa que junto al ano tienen las civetas, llamadas también por este motivo gatos de algalia. Obtiénese del animal vivo, que se conserva cautivo en una jaula y al que periódicamente se le extrae el producto con auxilio de una pequeña espácula que se introduce en la bolsa. Empléase principalmente esta substancia en la perfumeria oriental; en su mayor parte procede de Abisinia, siendo Yibuti el mercado más importante. En otro tiempo, se hacía también frecuente uso en medicina del castóreo, substancia segregada por ciertas glándulas abdominales que posée el castor, y asimismo estuvo muy en boga el hiraceo, extraido de los excre- mentos del hirax o damán del Cabo (Procavia capen- 3341 MANUALES GALLACH sis). Todavia hoy, los indígenas del Africa austral recogen cuidadosamente, para emplearla como anti- espasmódico, la orina de este curioso mamifero, que es muy espesa y adquiere, expuesta al sol sobre las pie- dras, consistencia de jarabe. Y no es éste, después de todo, el producto excrementicio más útil que propor- cionan los mamiferos: nadie ignora la importancia que como abono tiene el estiércol, aún hoy que tanto uso se hace de los abonos químicos, y para los árabes del desierto, la boñiga de camello es en muchos casos el único combustible de que pueden disponer. BIBLIOGRAFIA CAPUS (G.), y Bor1s (D.), Les produits coloniauzx. (París, 19192). JACOB DE CORDEMOY (H.), Les produits coloniaux d'orígine aníi- male. (París, 1903). SMYITERE (P. J. E), Tables synoptiques de l'histoire naturelle pharmaceutique et médicale. (Paris, 1833). MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA CAPITULO IX LOS MAMÍFEROS DOMÉSTICOS Origen de la domesticidad de los animales.— Los servicios que con su fuerza o su sagacidad pueden prestar ciertos animales, y el hecho de que algunos productos de otros (leche, lana, algalia) se obtienen sin necesidad de quitarles la vida, ha inducido al hom- bre, desde tiempos muy remotos, a domesticar algunas especies útiles. Es muy posible que el primer animal doméstico debiese esta condición a la casualidad. Tal vez un cazador primitivo llevó un día a su cueva la cria de la pieza que habia cobrado, y observando que se amoldaba a la sociedad del hombre, ensayó aprove- char sus cualidades en provecho propio. Los negros del Africa austral, cuando oyen el canto del pájaro indica- dor de la miel (Indicator indicator), lo siguen seguros de que han de encontrar en las inmediaciones alguna colmena silvestre. Del mismo modo, la humanidad pre- histórica pudo valerse de la habilidad de los cánidos salvajes para descubrir y perseguir la caza. La domes- ticación de los mismos animales que proporcionan al hombre algún producto, para utilizarlos más cómoda- mente, es una consecuencia lógica de esta costumbre. 336 MANUALES GALLACH El caballo, el toro y otros mamiferos debieron domes- ticarse primeramente por su carne; una vez en esta condición, sus demás aplicaciones fueron sólo cuestión de tiempo. No deja de ser curioso que los hombres no tengamos hoy más animales domésticos que aquellos que los di- ferentes pueblos antiguos tenian ya en los albores de su historia. La domesticidad de casi todos ellos data del periodo neolítico. Los habitantes de los palafitos de Suiza tenían ya perros, caballos, toros, carneros, ca- bras y cerdos: pero el perro debió ser el primer mami- fero sometido al hombre; sus restos se encuentran en los kiokenmodingos de Dinamarca, y en España se han descubierto pinturas neoliticas representando cazado- res acompañados por un cánido de aspecto parecido al del chacal. En el transcurso de los siglos, el hombre ha modifi- cado profundamente los caracteres de algunas especies domésticas, ya por cruzamiento entre especies distin- tas, ya haciéndolas cambiar de clima o de terreno. Al principio, y durante muy largo tiempo, tal modifica- ción se verificaba, sin duda alguna, casual o impensa- damente; más tarde, se hizo ya de intento, pero empi- ricamente, sin otro guía que la experiencia; hoy, sin desatender la práctica, se procura investigar la base cientifica y se deducen de ella principios que permitan alcanzar más seguro resultado. El estudio de estos principios, de los cuidados que los animales domésticos exigen y de su rendimiento en trabajo o en productos, es objeto de una ciencia especial, la zootecnia. Al zoó- logo sólo le interesan estos animales en sus relaciones con las especies salvajes, esto es, en lo que se refiere a su origen y evolución. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 331 Polifiletismo y monofiletismo. Agriotipos. —Si el concepto de especie en zoología peca, en ge- neral, de vago y poco preciso, lo es todavia más cuan- do se trata de animales domésticos. Algunas de las lla- madas especies domésticas, en efecto, son en realidad un conjunto de especies, por tener su origen en la mezcla o cruzamiento de diferentes especies salvajes, o de estas con otras ya domésticas. Tal ocurre, por ejemplo, con el perro, en cuyas numerosas y variadi- simas razas no podemos menos de reconocer la inter- vención de diferentes especies antecesoras, sin que sea, no obstante, posible hacer hoy en el conjunto «perro doméstico» una diferenciación de especies. Acaso futu- ras investigaciones permitan algún dia llegar a esta- blecerla, mas, por ahora, lo más conveniente es consi- derar este conjunto como una especie, que recibe el calificativo de polifilética o de origen polifilético. Llá- mase, en cambio, especie de origen monofilético, o sim- plemente monofilética, a la que desciende de una sola forma salvaje, como ocurre con la llama, el asno o el conejo. De las especies salvajes que, modificadas bajo el dominio del hombre, han dado origen o razas domésti- cas, dicese que son los agriotipos de estas últimas. Asi, el guanaco (Lamalama huanachus) es el agriotipo de la llama. En sistemática, los animales domésticos mono- filéticos suelen considerarse como subespecies de sus respectivos agriotipos, y en realidad vienen « serlo, aunque formadas de un modo artificial; pero cuando se trata de un animal doméstico polifilético, conviene considerarlo como una especie aparte, pues teniendo varios antecesores, no podría adjudicarse como raza a todos ellos. Por otra parte, mientras un detenido es- 22 338 MANUALES GALLACH tudio de la osteologia permite llegar a determinar, con relativa facilidad, el agiotipo de un animal doméstico, monofilético, es sumamente dificil saber qué formas sal- vajes fueron las antecesoras de uno polifilético, porque las mezclas y cruzamientos llegan a borrar o encubrir los caracteres primitivos. Ocurre con esto lo que con la pintura, donde cualquier mediano inteligente puede decir con qué color se trazó una pincelada de berme- llón, de azul cobalto o de ocre; mas si el pintor combi- nó en su paleta varios colores para obtener un matiz determinado que le faltaba, no ya quien luego vé el cuadro, sino aun el mismo artista, al cabo de cierto tiempo, se vé muy apurado para decir con certeza qué colores fueron los combinados. Dentro de una misma especie, lo mismo el zoólogo que el zootécnico consideran como razas bien estable- cidas aquellas cuyos caracteres se transmiten integros por herencia, no cambiando sino medianamente el cru- zamiento, el cambio de medio o alguna otra influencia externa. El perro.—Ningún mamifero doméstico merece el calificativo de polifilético con mayor razón que el más antiguo de todos, el perro. Evidentemente, esta espe- cie tan heterogénea se derivó primeramente de un cá- nido salvaje domesticado por algún pueblo primitivo; pero parece indudable que al ser este primer perro doméstico llevado de unos paises a otros con las prime- ras emisgraciones, hubo de cruzarse con las especies salvajes de cada país, resultando así una gran diversi- dad de antecesores, aleunos de ellos probablemente extinguidos. Asi parecen demostrarlo, al menos, las erandes diferencias que hay entre las diversas razas caninas, que no se explicarían si todas ellas tuviesen MANUAL DE MASTOZOOLUGÍA 339 un solo agriotipo, y el hecho de que los perros que poseen muchos de los pueblos que viven en un estado primitivo, se parecen a los cánicos salvajes de los mis- mos paises, lo cual indica que cuando menos tienen san- Fic. 159. —Perro lulú, la más antigua de las razas caninas actuales. De fotografía. gre de ellas. Esta teoría es perfectamente lógica, dada la facilidad con que pueden cruzarse diferentes especies de la familia, dando productos fértiles. Se ha discutido mucho sobre cuál puede ser la especie que dió origen a los primeros perros domésticos, inclinándose unos au- tores por el lobo europeo, otros por el de la india (Ca- nis pallipes) y otros por alguna especie de chacal; pero lo cierto es que, no obstante su enorme diversidad, to- das las razas ofrecen los caracteres dentarios del lobo 340 MANUALES GALLACH común, lo que indica que el más primititivo antecesor hubo de ser un Canis muy tipico, y no un chacal ni un zorro. Sin embargo, la cuestión está todavia muy lejos de ser resuelta. De todos los perros domésticos actuales, el llamado pomerano, o perro lulú, es el más antiguo, o uno de los más antiguos, puesto que su figu- ra aparece ya en algunos vasos griegos, y sus huesos han sido hallados en yacimientos prehistóricos de la Europa central. Con todo, en las pinturas rupestres españolas que representan cazadores con sus perros, éstos tienen más bien un aspecto como de chacal. Con- siderado hoy meramente como un perro de lujo o de adorno, es dificil explicarse qué papel desempeñaria el pomerano en la vida del hombre neolitico; pero, des- pués de todo, esta raza ofrece cierta relativa semejanza con algunos perros de tipo primitivo (esquimal, samo- yedo, indio) que ciertos pueblos salvajes tienen actual- mente a su servicio, ya para la caza, ya como bestias de tiro. E Puede decirse que no hay en el mundo pueblo algu- no que no posea perros domésticos; los tienen lo mismo los isleños de Oceania que los habitantes de las regio- nes árticas, y los primeros navegantes que de España llegaron al Nuevo Mundo ya encontraron perros en poder de los indigenas. Las razas caninas actualmente conocidas son numerosisimas, algunas de ellas de re- ciente creación. Para estudiarlas, los inteligentes las clasifican en grupos basados, más que en caracteres morfológicos, en su utilidad y aprovechamiento, y asi distinguen los perros de guarda, de montería, de mues- tra, de lujo, etc., si bien dentro de cada grupo hay otros de menos categoría que se reconocen por sus for- mas generales, Por ejemplo, en los perros de muestra MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 341 se comprenden los perdigueros, los bracos, los pacho- nes, etc. El gato y el hurón.—A diferencia de lo que ocu- rre con el perro, el origen del gato, el otro carnívoro que ha venido a ser en casi todo el mundo compañero obligado del hombre, parece ya claramente averigua- do. Durante mucho tiempo se creyó que el gato era una especie monofilética, descendiente del gato mon- tés europeo (Felis sylvestris), hipótesis que más tarde se sustituyó por otra que lo suponía originario de Egipto, asignándole por agriotipo el F'. ocreata de los paises bañados por el alto Nilo. Hoy parece evidente que el animal doméstico es en realidad difilético, o más bien que es un compuesto de dos especies distin- tas, F. catus y F'. torquata, que viven confundidas en virtud de la domesticidad, cruzándose y produciendo mestizos fértiles, pero con la particularidad de que estos mestizos salen a una o a otra de las especies ma- dres, sin ofrecer nunca caracteres intermedios. La for- ma llamada catus es probablemente el descendiente doméstico de alguna especie europea que vivió en es- tado salvaje en los tiempos prehistóricos, mientras tor- quata puede ser una subespecie del F. ocreata africa- no, o producto de un cruce entre éste y el gato mon- tés, o entre el gato montés y F. catus. El peiaje de los dos gatos, tipicamente gris o pardo con bandas negras, se diferencia porque en catus las bandas de los costa- dos son anchas y oblicuas, mientras en torquata son estrechas y transversales. Aun en los gatos blancos, negros, grises o pios, a ciertas luces es posible ver in- dicios del dibujo primitivo, que siempre responde en absoluto a uno de los tipos o patrones. Lo mismo ocu- rre con los gatos de largo pelaje sedoso comúnmente 3492 MANUALES GALLACH llamados de Angora, por suponérseles originarios del Asia Menor, lo que indica que su origen es el mismo de nuestros gatos de pelo corto. Una prueba de que las dos formas en cuestión, aunque actualmente confundidas, proceden de dos es- pecies distintas, la tenemos en su distribución geográ- fica, que no es enteramente la misma. La forma de fajas transversales se encuentra distribuida por todo el mundo, por lo menos desde el siglo xvir, en tanto que el gato con bandas oblicuas predomina en la Euro- pa central y septentrional, y en Asia era desconocido hace sesenta años. Probablemente, F", catus tuvo su cuna en el centro de Europa, y su domesticidad fué muy posterior a la de F. torquata, de origen medite- rráneo o asiático. Asi como en el gato doméstico encontró el hombre un precioso auxiliar contra los ratones y las ratas, que invadíian sus habitaciones, en el hurón (Putorius furo) halló una ayuda contra los roedores que devastaban los campos, principalmente contra el conejo. El pais de origen de este mustélido, así como su agriotipo, nos son enteramente desconocidos. Estrabón cuenta que fué traido a España desde Berberia; pero, o el historia- dor se referia a otro animal, o debía estar mal infor- mado, pues el género Putoríus no tiene representantes en África, y aunque hoy algunos indígenas del Rif cazan con hurón, es indudable que esta práctica y el animalejo han sido introducidos allí por los españoles. Que se trata de un animal de origen mediterráneo, parece evidente, puesto que siempre se le ha destinado a la destrucción del conejo, y este roedor tuvo su cuna en la subregión mediterránea. Durante largo tiempo fué, sencillamente, considerado como la forma domés- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 343 tica del turón (Putorius putorius); pero sus caracteres no tienen nada que ver con los de este último, aseme- jándose, en cambio, notablemente a los del P. evers- mannt de la Siberia. Teniendo en cuenta que durante una buena parte de la época cuaternaria poseía la Europa occidental una fauna parecida a la actual del Asia central, bien pudo ser que el P. eversmannt, o alguna especie semejante, existiera entonces en la Pe- ninsula Ibérica o en alguna región inmediata, y que aqui hubiese tenido su origen el hurón. Los roedores domésticos. —Solamente dos espe- cies de roedores, el conejo y el conejillo de Indias, figuran hoy entre los mamiferos domésticos: pero los antiguos romanos criaban también en cantidad el lirón ceniciento (Gs glis), cuya carne tenian en gran estima. Es muy probable que fuese también en Roma donde por primera vez se domesticase el conejo, o por lo menos no hay indicio cierto de que en ninguna otra parte se le domesticase antes. Sea como fuere, el cone- jo casero o doméstico es uno de los animales en cuyos caracteres ha inftuido menos este estado, conservando todos los rasgos de su agriotipo, el conejo de monte, salvo la coloración, que es muy variable,. viéndose ejemplares pardos, grises, leonados, blancos, negros, y manchados de blanco y negro o de blanco y pardo. En cuanto al conejillo de Indias, curi o cuy (1), es (1) Cualquiera de estos nombres, empleados ya por nues- tros cronistas de Indias, debe preferirse al barbarismo «co- baya» o «cobayo» que han dado en emplear algunos autores españoles, ignorantes sin duda de que los españoles fuimos los primeros que dimos a conocer este roedor y lo nombra- mos, como de que «) Sy 51) —— E o SS A O dl ll, y «A Aena ñ a > AA jr> | | Ñ a Za | O ma ys 0 á Ñ a o S tb ($ Cl AO Pia NA ld FiG. 165.—Cepo para osos, del Canadá, preparado y funcionando. Según Tollemache. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA SO para coger aquellos cuya piel, por lo valiosa, no con- viene estropear, se recurre al uso de trampas o arma- dijos, comprendiendo bajo este nombre, no sólo las trampas propiamente dichas, sino también los lazos y los cepos. Llámase lazo todo armadijo cuya parte prin- cipal sea nn nudo corredizo, destinado a coger al ani- mal por el cuello o por una pata, para lo cual se dis- pone el lazo, que puede ser de crin, de alambre o de cuerda, atravesado en la pista o camino usual de la caza, ya colgado verticalmente, o ya tendido horizon- talmente alrededor de un cebo cualquiera; pero en FiG. 166.—Lazo para coger elefantes, del Africa oriental. Museo Americano de Historia Natural. Nueva York ambos casos, el lazo debe estar atado a una rama flexible, que se mantiene inclinada por alguna combi- nación de cuerdas o palitroques, en forma tal, que al menor contacto recobre la rama su posición y quede el animal ahorcado o prisionero. Es procedimiento que, 378 MANUALES GALLACH con ligeras variantes, se emplea mucho en los paises del Norte para coger armiños y otros animalitos de piel fina. En España, lo usan mucho los cazadores fur- tivos para atrapar conejos y liebres. Para animales que por su tamaño pudieran romper un lazo, se prefiere emplear los cepos, que son los arma- dijos destinados a coger animales por aplastamiento o presión. En su forma más primitiva, un cepo es un enorme madero sostenido en equilibrio, por una com- binación de palos, sobre la pista del animal, de manera que al pasar éste y tocar los palos, caiga sobre él la pesada viga, matándolo o, por lo menos, sujetándolo: de este modo se cogen-.martas, linces y hasta osos. Pero en el comercio se encuentran hoy cepos mucho más eficaces, de hierro o de alambre de cobre, según el tamaño, que se cierran con potentes resortes al tocar un disparador que sostiene el cebo, y que se hacen para toda clase de animales, desde un oso o un tigre hasta un ratón. En cuanto a las trampas propiamente tales, pueden ser de foso, de jaula y de tiro. Las de foso son el pro- cedimiento más generalizado entre los pueblos primi- tivos para coger animales de gran tamaño, tales como elefantes o hipopótamos. Como indica su nombre, se trata de un simple foso, que se cubre con ramas y hojarasca, de modo que, al pasar el animal, cediendo bajo su peso este falso suelo, quede allí hundido. A veces, para mayor eficacia, se planta en el fondo una estaca puntiaguda, en la que se ensarta el prisionero al caer. En el África oriental, se cogen a veces elefan- tes con una combinación de foso y lazo, rodeando con un nudo corredizo un hoyo pequeño. El elefante mete impensadamente una pata en el hoyo, y al querer re- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 379 tirarla, queda cogido. En la India y las islas vecinas se prefiere la trampa de jaula, que consiste en un jaulón de troncos con una puerta que se cierra de arriba abajo, al tocar el animal el cebo colocado en el interior, exactamente como en cierta clase de ratone- ras. Trampas de tiro, en fin, son aquellas en que un arma, previamente cargada y convenientemente dis- puesta, se dispara al tropezar un animal con una cuer- da unida al disparador. Los ainos del norte del Japón emplean una trampa de tiro hecha con un arco, y tam- bién pertenece a la misma categoría el armadijo que en algunas regiones de África se usa contra los hipo- pótamos, y que consiste en un hierro de lanza bien lastrado y suspendido de una rama por medio de una larga cuerda que va a parar al suelo, atravesándose en el camino. Al pisar el hipopótamo la cuerda, cae el hierro y se le clava en el cuerpo, penetrando profun- damente merced al peso que se le pone. También deben incluirse entre los armadijos, los anzuelos para atrapar lobos, que se cuelgan, envueltos en cebo, de una rama flexible. Un ardid parecido em- plean algunos pueblos hiperbóreos para matar o0sos blancos; doblan en arco una varilla de barba de balle- na, la envuelven en un trozo de grasa que dejan helar, y asi la abandonan sobre la nieve. El oso que encuen- tra aquel bocado, lo engulle en un instante, pero con el calor de su estómago se funde la grasa, y la ballena, enderezándose bruscamente, le desgarra el intestino. La pesca de cetáceos. —Ni la caza de los ani- males de piel fina, ni la del elefante para obtener su marfil, ni la de ningún otro mamifero terrestre, ha tenido jamás tanta importancia económica como la de los cetáceos. En la imaginación popular, estos mami- 380 MANUALES GALLACH feros pisciformes son de tal manera identificados con los peces, que su caza se considera universalmente como pesca. El procedimiento empleado es, en térmi- nos generales, el mismo para todas las especies, y se basa en el uso del arpón, lanza arrojadiza unida a una larga cuerda y con el hierro barbado. Una vez clavado el arpón en el cuerpo del cetáceo, el pescador va sol- tando cuerda de modo que el animal tenga cierta libertad y pueda sacudirse y huir a medias, hasta que, agotado por la pérdida de sangre y los esfuerzos para FiG. 167. —Cañón cargado con bala arpón, para la pesca de la ballena, sistema Mason y Cumningham. soltarse, se rinde y es rematado con lanzas. El arpón se usa rambién contra otros mamiferos acuáticos; en las regiones árticas, para matar focas, y en algunos dis- tritos africanos, para la caza del hipopótamo. En la pesca de ballenas y cachalotes, de algún tiempo a esta parte ha sido ventajosamente sustituido por la bala- MANUAL DH MASTOZOOLOGÍA 381 arpón, que se dispara por medio de un cañoncito. Esta bala va unida a una cuerda, lo mismo que los arpones; es cónica, y lleva encajados por debajo de la ojiva unos vástagos de resorte que, al penetrar el proyectil en las carnes del cetáceo y tirar éste de la cuerda, se levantan y quedan formando como las barbas de un enorme anzuelo. Generalmente, la pesca de la ballena se hace con barcos y tripulaciones especialmente destinados a este objeto. Según parece, los españoles del litoral cantá- brico fueron los primeros en dedicarse a esta industria y los maestros de todos los balleneros del mundo. En algunas poblaciones maritimas de Galicia, Asturias, Santander y las Provincias Vascongadas, consérvanse documentos que prueban la antigúedad e importancia que allí tuvo la pesca de la ballena, por lo menos des- de el siglo x11, y en los escudos de armas de Bermeo, Lequeitio, Castro Urdiales y Ondárroa aparece la figura del enorme cetáceo, a veces junto al barco empleado en su pesca. Desde el siglo xv1, esta industria desapa- reció por completo en nuestras costas, en las que ahora parece resurgir, y hoy está principalmente en manos de los ingleses, escandinavos y norteameri.- canos, que van a buscar las ballenas en las regiones boreales y antárticas. En cuanto a los pequeños cetá- ceos, se les persigue generalmente cerca de las costas, sobre todo las especies que suelen presentarse en grar- des bandadas. En las islas Shetland, cuando los veci- nos de un pueblecillo ven una bandada de calderones (Globicephalus melas), se hacen todos a la mar, hasta las mujeres y los chicos, y matan tantos como puede». El año 1845 se pescaron en dichas islas nada menos que 1540 delfinidos de esta especie. En nuestro pais, 382 MANUALES GALLACH la pesca más abundante que se ha hecho de cetáceos fué la de doscientas orcas o espolartes (Orcinus orca), que se cogieron de una vez en Zumaya el año 1760. La caza cientifica. —Para el colector o cazador naturalista que desea obtener ejemplares de mami- feros, todos los procedimientos de caza son buenos, pero hay unos mejores que otros, siéndolo tanto más, cuanto menos destrocen los ejemplares, teniendo siempre en cuenta que lo que principalmente interesa recoger es la piel y el cráneo. Asi, el colector preferirá la caza con trampas a la caza con armas, y cuando necesite recurrir a esta última, evitará los procedi- mientos que exigen el auxilio de perros, porque es muy raro que éstos, al agarrar o cobrar la pieza, no hagan en ella algún destrozo. Si es tirador, el colector procurará, siempre que le sea posible, disparar al bra- zuelo, y no a la cabeza, con objeto de no estropear el cráneo. También cuidará de no apiolar los ejemplares cazados, porque la cuerda o la correa les pela casi siem- pre las patas. Lo mejor es llevar un morral o un saqui- to, donde se colocan con cuidado, y si son animales muy pequeños, se meten aunque sea en el bolsillo. Para coger mamiferos pequeños, es decir, del tama- ño de una ardilla para abajo, lo mejor es usar los cepos de alambre de cobre, con base de madera, que se usan comúnmente para cazar ratas y ratones. Para especies más grandes se emplea el cepo lobero, del cual hay muchos tamaños. Conviene que el colector tenga varios cepos de cada clase; si donde había de poner uno, puede poner diez, los resultados serán más seguros. En cuanto a los sitios donde debe colocarlos, la gente del país puede sumistrar los datos necesarios, y con un poco de práctica se aprende pronto a distin- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 383 guir las bocas de las madrigueras y los sitios usados por el constante paso de las alimañas. Como quiera que la mayoría de los mamiferos sal- vajes son nocturnos o crepusculares, los cepos se arma-- rán a la caida de la tarde, para recogerlos por la mañana, antes que salga el sol y acudan las moscas y las hormigas. El cebo variará, naturalmente, según el animal que se trate de cazar. Pára roedores e insecti- voros, un trozo de patata es un excelente.cebo, y para los primeros, aún es mejor un pedacito de queso, que surtirá más efecto cuanto más rancio y oloroso. Los higos pasados hacen el mismo papel, con la particula- ridad de que atraen hasta los lobos. Sin embargo, para los carnivoros de mediana talla son mejor cebo las sardinas fritas con un poco de alcanfor o de vale- riana, o pedazos de pan fritos con manteca. Téngase presente que todo animal salvaje es desconfiado, de modo que no se perdonará ningún medio para ocultar el cepo, cubriéndolo con arena, hojas secas o estiercol. Da muy buen resultado dejar en el campo, durante dos o tres noches, algo de cebo sin trampa ninguna, para que los animales se habitúen a ir alli; cuando al fin se coloca el cepo, como se haya cuidado de taparlo, seguramente se cogerá algo. Una precaución que nun- ca debe olvidarse es atar los cepos con un alambre o una cuerdecilla, o con una cadena si son grandes, a un arbusto o a un palo hincado en el suelo; sin esto, es fácil perder muchos, que se llevan a rastras las ali- mañas. Algunos carnívoros, en su deseo de huir, no vacilan en cortarse con los dientes la pata que se han cogido en el cepo; pero esto se evita atándolo, no a un asidero fijo, sino a una piedra o un madero pesado, a fin de que el animal tenga cierta libertad y pueda ale- 384 MANUALES GALLACH jarse pero no huir. El rastro que aquel peso irá dejan- do en el suelo permitirá encontrar al prisionero. El empleo de los cepos sólo tiene un inconveniente, y es que, si el animal se coge por la cabeza, queda destrozado el cráneo; pero esto ocurre muy raras veces. Lo corriente, en las especies grandes, es que se cojan de una pata, y en las pequeñas, por el cuello o por detrás de los hombros. También hay quien se procura mamiferos espar- ciendo cebos envenenados, como se hace en los veda- dos para destruir las alimañas; pero es peligroso, por- que se corre el peligro de envenenar a algún perro o gato doméstico, y hasta a alguna persona, sobre todo en paises no civilizados. El veneno, por consi- guiente, sólo debe emplearse como último recurso, y cuidando de advertirlo a los habitantes de la localidad en que se está cazando. Hay unos mamiferos cuya caza difiere mucho de todas las demás, y son los quirópteros. En España, los chicos suelen cogerlos de noche, cuando vuelan, dán- doles con una caña o tirándoles la gorra; pero tan pri- mitivos procedimientos, sobre exigir mucha paciencia, suelen proporcionar solamente ejemplares con alguna ala rota a consecuencia del golpe. Algunos colectores que tiran bien los matan con escopeta, pero esto tam- bién los estropea, aunque se emplee mostacilla. Se les puede, en fin, pescar en el aire con caña y anzuelo, empleando esas moscas artificiales que se usan para las truchas y dando a la caña un movimiento rotatorio, de modo que parezca como si la mosca volase; y es muy curioso ver dos o tres murciélagos volando tras el fin- sido insecto, hasta que uno de ellos se deja enganchar incautamente. Pero el método que da mejores resulta- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 385 dos consiste en registrar durante el dia los troncos huecos, las cuevas, desvanes, etc., donde estos anima- les se refugian, llevando una linterna y una manga de lona de las que se usan para cazar ortopteros. Acer- cando súbitamente manga y luz a los murciélagos, que penden en racimos, muchos de ellos, al querer volar asustados por la segunda, caen en la primera y quedan cogidos. Para matarlos, basta ponerlos luego en una caja o una campana de cristal donde se mete un copo de algodón empapado en éter sulfúrico. Caza de mamiferos vivos. — Cuando se quiere capturar mamiferos vivos para las colecciones zoológi- cas O para ciertos trabajos de laboratorio, si se trata de animalitos pequeños basta el empleo de cualquiera de los numerosos modelos de ratoneras que se encuen- tran en el comercio, o también se puede buscar las madrigueras y nidos, tratando de sorprender a sus habitantes; pero si se desea obtener grandes mamife- ros o especies feroces, la cuestión varia de aspecto, y a veces es necesario organizar grandes expediciones compuestas de muchas personas. El procedimiento más elemental consiste en buscar una hembra con cria, y apoderarse de ésta matando a la madre. Esto exige, claro está, atender luego a la lactancia del pequeñuelo, sea con biberón o con una cabra de leche; pero tiene la ventaja de que así el animalito se amolda mejor a la vida cautiva y se familiariza con el hombre. La ma- yor parte de los mamiferos que vemos en los parques zoológicos han sido obtenidos de esta manera. También dan buen resultado, para captura de ani- males adultos, las trampas de foso y las de jaula. Estas últimas se emplean sobre todo para los grandes felinos, a los que, una vez cogidos, se hacen pasar de la tram- 25 386 MANUALES GALLACH pa a una jaula portátil. Para los grandes ungulados que viven en manadas (cebras, antilopes, etc.) da me- jor resultado un procedimiento semejante al huaro de los peruanos, y que consiste en dar una batida y em- pujar a los animales asustados hacia un vasto corral, donde se les tiene encerrados hasta que se habitúan a la vista del hombre y a recibir de él su comida. Este sistema es el que se emplea en Asia para capturar los elefantes que se desea domesticar. Constrúyese el co- rral en este caso con rubustisimos troncos y vigas de hierro, y se procura que dentro queden algunos árbo- les corpulentos. Cuando entran los animales salvajes, huyendo de los ojeadores, introdúcense tras ellos algu- nos elefantes domesticados llevando encima sus majuts o cornacas, provistos de largas cuerdas, con las cuales - atan sólidamente a los cautivos, por una pata, contra los árboles del corral, dejándolos alli algún tiempo para que comprendan que son vanos todos sus intentos de fuga. Poco a poco, los cornacas van entrando a dar de comer a los prisioneros, acostumbrándolos a su pre- sencia, hasta que con el hambre, con el ejemplo de sus compañeros ya amansados, y sobre todo con la pacien- cia y habilidad de aquellos hombres, los enormes cua- drúpedos adquieren esa docilidad que hace de ellos tan útiles servidores. Un arma antiquisima y casi universal para coger animales vivos es el lazo arrojadizo, que ya usaron los antiguos egipcios y que hoy lo mismo se emplea en ambas Américas que entre los cosacos y los kirguises. El lazo es el arma ideal para la captura de caballos salvajes o cimarrones. El explorador Crevaux lo en- contró entre los indios del interior de la Guayana, para cazar perezosos; pero en este caso va colocado en el MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 397 extremo de una pértiga, y no es un nudo corredizo, sino que se cierra por torsión de la cuerda. El boleador de los pampas y patagones, correa con dos o tres pesa- das bolas que, hábilmente arrojada, se enreda a las patas del animal perseguido y lo derriba, es un arma de la misma categoría que el lazo. Mamiferos exterminados por el hombre.— Un consejo que nunca se dará bastante a los cazadores es el de que no cacen sin necesidad, por mera diver- sión o por el placer de matar. La caza inmoderada, convertida en guerra de exterminio, tiene desastrosas consecuencias para el mundo animal. Los pueblos cul- tos impiden hoy estas matanzas por medio de leyes de caza más o menos acertadas; pero esto se hace casi siempre demasiado tarde. Cuando las naciones han pensado en adoptar medidas protectoras, muchos ani- males interesantes, acaso útiles, habian desaparecido de la superficie del globo. Y no hablamos de aquellos mamiferos hace siglos extinguidos a consecuencia de una persecución milenaria y del constante avance de la civilización, sino del número, realmente asombroso, de especies que en los dos últimos siglos ha extermina- do el hombre, casi siempre sin otro impulso que el del lucro. Una de las especies que en este caso se hallan es el antilope azul (HMppotragus leucophweus) del Cabo de Buena Esperanza. Desde los primeros dias de la co- lonización se dieron los boers a cazarlo, con tan buena fortuna, que en 1781 el viajero francés Levaillant ya dijo que era «la especie más rara de todas las gacelas africanas». En aquella fecha quedaban sólo algunos rebaños en el valle de Soete Melk, y quince años más tarde estaban reducidos a un pequeño grupo refugiado en las montañas que hay entre Swellendam y la bahía 398 MANUALES GALLACH de Algoa; pero entonces, por lo mismo que constituían ya una rareza, fueron perseguidos con mayor afán, y en 1800 cayeron los últimos que habian logrado es- capar a las anteriores matanzas. Hoy sólo se conser- van de esta especie cinco ejemplares completos, repar- tidos entre otros tantos museos de Europa, y un cráneo y una cornamenta que están en Londres. A FiG. 168. —Vaca marina (Rhytina stellert) Según Keller y Andreae Otro mamifero exterminado por los boers, fué el cuaga (Equus quagyga), cuya carne empleaban aque- llos colonos para alimentar a los numerosos peones ho- tentotes que trabajaban en sus campos. A principios del pasado siglo se mataban cuagas en el sur de Africa como hubieran podido matarse conejos, hasta el punto gue se llegó a temer que se agotasen las municiones, y se adoptó la costumbre de extraer las balas de los cuagas que se mataban, para volverlas a emplear. En 1875, era dificilísimo poder adquirir una piel de cuaga; en 1879, el bonito équido estaba completamente MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 3989 extinguido, sin que muchos museos hubiesen tenido ni siquiera tiempo de conseguir un ejemplar. Si puede acusarse a los boers de la destrucción de estos y otros ungulados sudafricanos, los daneses son culpables de la desaparición de la vaca marina (Rhy- tina steller?). La historia de este sirenio no puede ser más breve: descubierto en 1741 por la expedición del famoso navegante danés Bering, el último ejemplar fué muerto en 1763. La citada expedición, a consecuen- cia de un naufragio, tuvo que pasar diez meses en la isla que hoy lleva el nombre de dicho navegante, y durante ese tiempo, la vaca marina suministró carne y grasa en abundancia a los náufragos. Al regresar éstos a Europa, contaron tales cosas acerca de la ri- queza de aquella isla en pieles finas, que entre 1743 y 1763 salieron para ella nada menos que diez expedicio- nes, cuyos hombres se mantenían exclusivamente de carne de Rhytina, matando, para obtenerla, los más hermosos ejemplares. En 1763 quedaban tan pocos, que se renunció a cazarlos; pero sea que este acuerdo no convenciese a todos, sea que cualquier otra causa im- pidiese la reproducción, lo cierto es que cinco años más tarde no habia ya ni una sola vaca marina con vida. La foca de las Antillas (Monachus dl des- cubierta por los marineros de Colón en 1494, y de la que apenas queda algún ejemplar; el mono de Zanzi- bar (Colobus ktirki), casi extinguido desde 1884, y el bisonte europeo, que la última guerra, elias el bosque de Bialowicza que le servia de principal refu- gio, ha reducido a algunos grupos aislados en el Cáu- caso, deben también figurar entre los mamiferos que desaparecen del globo, como habrian desaparecido las 390 MANUALES GALLACH cabras monteses de nuestra Sierra de Gredos si el rey D. Alfonso XIII no las hubiese tomado oportunamente bajo su protección. Pero de todas estas historias de exterminio, ninguna tan lamentable como la del bi- sonte de América. Cuando Alvar Núñez Cabeza de Vaca y Alvarez Coronado recorrieron lo que hoy es el norte de Méjico v el sudoeste de los Estados Unidos, vieron numerosos rebaños de bisontes, y en los comienzos del siglo X1X, cuando todavía eran españolas aquellas regiones, la mitad occidental de la América del Norte, desde el Canadá hasta Méjico, estaba cubierta por un rebaño inmenso, numerosisimo, de aquellos animales. En cons- tante movimiento emigratorio, hacia el Norte en vera- no y en invierno hacia el Mediodía, este rebaño era la providencia de los pieles rojas, que comían la carne del bisonte, hacian con su piel tiendas y vestiduras, y con sus huesos toda clase de armas y utensilios. Cen- tenares de tribus, una raza entera, vivian exclusiva- mente del bisonte; pero sus armas primitivas y el temor que cada pueblo tenia de perseguir a los rumiantes más allá de sus fronteras, donde el derecho de caza pertenecía a otra tribu, evitaban que la destrucción del utilisimo cuadrúpedo pasase de un justo limite. Tal estado de cosas duró, próximamente, hasta 1830. En esta fecha, la piel de bisonte comenzó a ponerse de moda en las grandes ciudades del oriente de los Estados Unidos, y entonces empezó la hecatombe. Expedicio- nes numerosas de «cazadores de pieles», compuestas de centenares de hombres, mujeres, perros y caballos, formábanse todos los años para salir al encuentro del gran rebaño. Más tarde la construcción del ferrocarril Central Pacific facilitó la persecución. En un principio, MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 391 aún tenian que detenerse los trenes durante muchas horas para dejar paso a manadas de tres o cuatro mi- llones de cabezas; pero los cazadores disponian ya de un medio cómodo para llegar hasta la caza, y la des- trucción se precipitó. Sólo en 1871, dicho ferrocarril transportó más de 700.000 kilos de carne y 125.000 ki- los de huesos de bisonte. Unos cuantos cazadores ma- taron en pocos meses 50.000 de estos rumiantes con el exclusivo objeto de obtener sus lenguas, entonces pla- to de moda en los grandes restaurants de Nueva York. Por regla general, los cazadores se apostaban en un a adm 1 | UL =. — il iu he a a Fig. 169 —Bisonte americano (Bison bison) De fotografía punto por donde hubieran de pasar los bisontes, y con toda comodidad iban tirando hasta que se acababan los cartuchos o la carabina se ponia tan caliente que era imposible seguir sosteniéndola. Al mismo tiempo, los 392 MANUALES GALLACH indios, provistos ya de armas modernas y excelentes caballos, hacian continuas matanzas. No.es, pues, ex- traño que en 1874 los cientos de millones de bisontes que en otro tiempo hormigueaban en las grandes pra- deras se viesen reducidos a medio millón escaso. En 1875, este número bajó a diez mil. Nueve años más tarde, en 1881, apenas quedaban algunos centenares. Trescientos bisontes se refugiaron en el Parque Nacio- nal de Yellowstone, y algunos otros huyeron a territo- rios ocupados por tribus indias, que se apresuraron a venderlos a algunos propietarios de cotos, deseosos de conservar la especie; todos los demás fueron muertos. El año 1902 se hizo un recuento de los bisontes que quedaban, fuera de los cautivos en los jardines zooló- gicos, y se vió que no llegaban a un millar, la mitad en el Canadá y la otra mitad encerrada en diferentes vedados de los Estados Unidos. Por fortuna, y gracias a los esfuerzos de una sociedad fundada exclusivamen- te para la protección de estos interesantes animales, su número tiende a crecer de nuevo, aunque muy len- tamente. Il censo de Enero de 1914 arroja un total de 3.188 cabezas en toda la América del Norte, de las cuales, 3.212 estaban en cautividad en los parques na- cionales, BIBLIOGRAFÍA e (T.), Traps and trapping. (Harper's Round Table, I, -98). AFLALO (EF. G.), A Book of the Wilderness and Jungle. CAMPWELL (R.), La caza en todos los paises y a través de los siglos. (4 vols.; Barcelona). CARNEGIE (W.), Practical Trapping. (3.* edic., London). PHILLIPS-WOLLEY (C.), Big Game Shooting. (2 vols.; London). KRoDRIÍGUEZ RAMAS (M.), Destrucción de los animales dañinos (Madrid, 1900). MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 393 CAPITULO XI PREPARACIÓN DE LOS MAMÍFEROS Preparación y naturalización. — Si al zoólogo consagrado al estudio de los mamiferos le interesa co- nocer cómo se obtienen los ejemplares que han de ser objeto de dicho estudio, todavia le importa más saber prepararlos, “entendiendo por preparación, no el arte del disecador o taxidermista, sino el conjunto de pro cedimientos encaminados a la conservación de los ejemplares por tiempo indefinido, en condiciones de poder ser examinados y estudiados. Los animales na- turalizados en el taller de taxidermia, donde lo que se busca es darles apariencias de vida para exhibirlos al público, no siempre llenan estas condiciones; metidos en vitrinas herméticamente cerradas, para librarlos del polvo y de la polilla, es dificil manejarlos y exami- narlos de cerca sin riesgo de deteriorarlos, sin contar con que no siempre se puede tener absoluta confianza en su autenticidad, pues con frecuencia el disecador suple con su arte ciertos defectos, tapando, por ejem- plo, con parches de pelo de otro animal las calvas de la piel, pintando las partes desnudas, supliendo la fal- ta de dientes, cuernos, etc., con otros artificiales o de distinta procedencia. Los ejemplares preparados tienen, ciertamente, un aspecto mucho menos agradable, pero son los que realmente interesan al hombre de ciencia. De aqui que en todos los grandes museos haya gene- 394 MANUALES GALLACÍ ralmente dos colecciones de mamiferos: una naturali- zada, para la exhibición pública, y otra de ejemplares preparados, para el trabajo de laboratorio. Por otra parte, estos últimos, si se entregan en manos de un taxidermista hábil, pueden fácilmente montarse o na- turalizarse, casi como si se tratase de ejemplares frescos. Durante mucho tiempo, la única preparación a que los naturalistas viajeros sometian los mamiferos, espe- cialmente los de pequeño tamaño, para remitirlos a los museos o a los coleccionistas, consistía en meterlos en alcohol o en algún liquido alcohólico, limitándose, cuando más, a hacerles un corte en el abdómen para dar entrada a este liquido. El procedimiento, aunque costoso, era muy cómodo para el colector, pero de re- sultados enteramente nulos para la ciencia. Un mami- fero es inútil en absoluto para el estudio si no se pue- den examinar en cualquier momento dado los colores de su pelaje y los caracteres de su cráneo. El alcohol tiene precisamente la propiedad de decolorar el pelo y de dar, a la larga, tal rigidez a los tejidos, que resulta imposible extraer el cráneo sin peligro de estropear el ejemplar. Eso, suponiendo que se haya empleado aleo- hol de la graduación necesaria para que el animal no se pele por completo. A veces, un año de permanencia en alcohol basta para dejar a un mamifero perfecta- mente irrecognoscible; los insectivoros, sobre todo, toman un matiz rojo que no se parece, ni remotamen- te, a su color natural. El colector no debe pensar que el ejemplar ya será preparado de otro modo más con- veniente al llegar a su destino, sino prepararlo de modo que pueda pasar inmediatamente a una colección de laboratorio, o a manos del disecador si se trata de MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 395 naturalizarlo. Téngase presente, además, que los ma- miferos en alcohol ocupan demasiado sitio y que su envío resulta caro y difícil. Por todas estas razones, los ejemplares deben prepararse en piel; es el procedi- miento más cientifico, más económico y que exige me- nos local. El empleo del alcohol sólo está justificado cuando se trata de un feto, o de un ejemplar destinado al estudio de las visceras, y también puede seguirse para los quirópteros, que a veces presentan apéndices cutáneos y otras excrecencias que la preparación en piel deforma hasta cierto punto; pero, en este último caso, conviene preparar al mismo tiempo un ejemplar, por lo menos, en piel, a fin de poder apreciar la colo- ración. Ejemplares en piel.—Lo primero que se necesita para la preparación de mamiferos en piel, son los si- guientes instrumentos e ingredientes: Un par de escalpelos de diferente tamaño. Unas pinzas de puntas finas. Tijeras. Una lima pequeña. Cinta métrica, Compás. Agujas de las corrientes, de tres a cuatro gruesos. Lápiz, o pluma y tinta china liquida. Alfileres de entomologiía. Algodón en rama, estopa y viruta fina, Alambre galvanizado de varios gruesos, desde el más fino que se encuentre. Alicates, o mejor uno de esos instrumentos que son a la vez alicates y cortafrios. Arsénico blanco (anhídrido arsenioso). Serrin fino, arenilla o harina de maiz. Etiquetas para pieles. Etiquetas para cráneos. A los escalpelos puede sustituir muy eficazmente, 396 MANUALES GALLACH sobre todo cuando se tiene ya cierta práctica, un vul- gar cortaplumas de dos hojas. La cinta métrica convie- ne que sea de acero, porque dura más tiempo y no estira con el uso; por lo menos debe ser de dos metros. El alambre galvanizado es para introducirlo en las colas y, en ciertos casos, en las patas de los animales; como para ello hay que forrarlo, como luego se dirá, y cuando éstos son muy pequeños la operación resulta algo engorrosa, en su lugar pued ; emplearse alambre de ése ya forrado que emplean las floristas para simu- lar los rabos de las flores de trapo y sujetar éstas a los tallos. Pueden también emplearse con el mismo fin pa- litos muy finos, de madera bien seca, o unas tiritas de caña o bambú, pero estos materiales pecan de quebra- dizos. Para las colas de los murciélagos y de las musa- rañas pequeñas, dan buen resultado alfileres finos de estomologia. El arsénico blanco, que tiene el doble objeto de se- car la piel y de preservarla contra los insectos, debe mezclarse con alumbre en polvo, en partes iguales, cuando se opera en climas húmedos, sobre todo en los paises tropicales. Conviene no emplear el jabón arseni- cal de Becosur, compuesto de arsénico, sal tártrica, al- calfor, jabón blanco y cal, y preconizado por todos los tratados de texidermia. Esta fórmula, como casi todas las pomadas y pastas preservativas que en los mismos libros se aconsejan, son indudablemente muy útiles en otras clases de trabajo (para disecar aves, por ejemplo), pero con los mamiferos ofrecen el inconveniente de que, si una sola gota toca al exterior de la piel, en aquel sitio se cae el pelo más pronto o más tarde. Verdad es que el empleo del anhidrido arsenioso exige algunas pre- cauciones, y sobre todo una esmerada limpieza de las MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 397 manos cada vez que se acaba de trabajar; pero a eso se reduce todo, y, en cambio, dicha substancia consti- tuye el preservativo más económico, más limpio y más fácil de transportar. En todo easo, si hubiera el temor de un envenenamiento por descuido, puede emplearse el polvo antiséptico de Davis, compuesto de alumbre, alcanfor y canela en partes iguales; pero esta fórmula resulta algo costosa. Anverso hoz (Espacio para el nombre cientifico) sl ES [LAán (Mosuuaras) A. lobrara. Reverso FiG. 170.—Modelo de etiquetas para pieles (A) y cráneos (B). Las etiquetas conviene tenerlas preparadas de an- temano, adoptando un modelo uniforme. Son simple - mente unos trocitos de papel fuerte o de pergamino, estrechos y largos para las pieles, y cuadrados o redon- dos para los cráneos, con un hilo pasado y anudado, para atarlas a los ejemplares. En las que se destinan a las pieles, deben haber sitio para anotar el nombre del colector, un número de orden, la fecha de la captura, la localidad, el nombre científico del animal y sus di- menstones principales. Cualquier otra indicación que le ocurra al colector, como el nombre vulgar del ani- 398 MANUALES GALLACH mal, el color de los ojos, la naturaleza del terreno, etcétera, será siempre útil, aunque no indispensable. Por dimensiones principales se entienden: la longt- tud de la cabeza y el cuerpo juntos, en linea recta, des- de el hocico a la raiz de la cola; la longitud de la cola, sin contar los pelos que la terminan; la del pie poste- rior, desde el talón hasta la punta del dedo más largo, FrG. 171.—Manera de medir la oreja, el pie y la cola de un mamifero pequeño. sin contar la uña, y la de la oreja, desde la escotadura de su base hasta la punta. Los zoólogos norteamerica- nos suelen medir la longitud total del ejemplar, inclu- yendo la cola, y la del pie con uñas y todo. En los ma- miferos pequeños, conviene tomar las medidas con un compás, viendo luego sobre el metro su valor exacto, MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 399 hasta el medio milímetro; pero cuando se trata de un ejemplar algo grande se mide directamente con la cinta métrica. En los ungulados, la longitud del pie posterior se toma incluyendo la pezuña, y además con- viene añadir la altura hasta la cruz. Para tomar esta medida, lo mejor es tender el cadáver del animal de costado, colocarle las patas anteriores en actitud natu- ral, como cuando está parado, y clavar en el suelo una estaquilla precisamente debajo del pie y otra tocando a los hombros; se retira luego el ejemplar y se mide la distancia entre ambos piquetes. Para ciertos mamiferos son convenientes algunas medidas particulares; así, en los quirópteros de trago muy desarrollado puede indi- carse la longitud del mismo; en los grandes monos, no está de más dar la talla en posición vertical y la dis- tancia entre las puntas de los dedos teniendo los brazos en cruz, y en las zarigieyas, los monos de cola prensil y otros mamiferos que presentan un espacio desnudo por debajo del extremo de este apéndice, es útil medir la longitud de dicho espacio. Las etiquetas para los cráneos sólo necesitan tener sitio para el número de orden y el nombre o las inicia- les del colector. El número de orden, que también se denomina nú- mero original o número del colector, corresponde a una numeración que cada naturalista cazador debe llevar, no en cada expedición, sino desde que empieza a reco- jer mamiferos. El número 560, por ejemplo, del colec- tor H., indica que éste ha obtenido en toda su vida, con aquél, quinientos sesenta ejemplares. De este modo, independientemente de la numeración o signa- tura adoptada luego por cada museo o colección, se puede identificar en cualquier momento un ejemplar 400 MANUALES GALLACH dado. En todo el mundo, en efecto, no habrá más que un número 560 del colector H., lo que no ocurrirá si se vuelve a comenzar la serie de números para cada expedición, como algunos colectores acostumbran hacerlo. Tan pronto como el colector regrese a su alojamien- to con uno o varios ejemplares, debe proceder a escri- bir las etiquetas correspondientes, cuidando mucho de no confundirlas. El etiquetaje de los mamiferos es muy importante y debe hacerse con mucho cuidado; un ejemplar sin etiqueta pierde todo su valor para la ciencia. Los ejemplares de mamíferos deben desollarse lo más pronto posible. Conviene prepararlos el mismo día en que han sido cazados, y si, por cualquier causa, fuese necesario dejarlos para el día siguiente, se les abre el abdomen y se extraen las visceras, rellenando la cavidad con algodón, viruta o hierba seca. Cuando hace mucho calor, esta preparación es conveniente para los micromamiferos, en cuanto hayan de esperar más de tres o cuatro horas. También puede retardarse la descomposición por medio de una inyección subcu- tánea de formol; pero este procedimiento es poco reco- mendable, porque tiende a endurecer demasiado la piel. Para desollar un mamifero de mediano o pequeño tamaño, se le tiende de espaldas, con los miembros bien separados, y se abre la piel del vientre con el es- calpelo o el cortaplumas, dando un corte a lo largo, desde un poco más abajo del esternón hasta la raiz de la cola, y cuidando de que el acero no penetre más que la piel, con objeto de que no salgan fuera los intestinos que podrian manchar el pelo. En seguida se va sepa- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 401 o 5 a rando la piel de un lado hasta llegar a una de las patas posteriores; se empuja poco a poco esta pata desde fuera, tirando ligeramente desde dentro, a la vez que se va desprendiendo la piel, y cuando aparece al des- SS > x (1 ( AS ús : E Eds . »: . Sy > , ul Fia. 172. —Pequeño mamifero a medio desollar, con los miembros posteriores despojados de la piel. cubierto la articulación tibiotarsiana, con las tijeras se corta carne y hueso hacia la mitad de la pierna, si el ejemplar es pequeño, o se desarticula y separa el miem- bro por la rodilla si se trata de un animal mayor que 26 409 MANUALES GALLACH un conejo. En este segundo caso, conviene desollar hasta los dedos, todo lo más abajo que se pueda, para separar todos los músculos; pero en los mamiferos pe- queños no es preciso descarnar el pie, pues la poca carne que hay en él nunca llega a producir efectos de- sastrosos en el ejemplar. Se procede del mismo modo con la otra pata trasera, y a continuación se sigue separando la piel en torno de la grupa. Al llegar a las primeras vértebras cauda- les, se coge sólidamente la piel de la base de la cola entre las uñas del pulgar y el indice de una mano, y tirando con la otra del núcleo óseo constituido por di- chas vértebras, de un golpe queda la cola despojada de sus huesos. Hay quien hace esta operación agarran- do la cola con unas pinzas, y hasta con un palito raja- do; las uñas son, sin embargo, el mejor instrumento, y aunque es fácil que el preparador novicio saque, las primeras veces, la cola hecha pedazos, un poco de práctica basta para aprender a sacar toda la serie de vértebras con la misma facilidad y limpieza con que se saca un sable de su vaina. De ninguna manera deben dejarse las vértebras en la cola, porque ésta no tardará en pelarse por completo. En último extremo, es prefe- rible abrirla por debajo en toda su longitud y vaciarla por esta abertura. Inmediatamente se pasa a desprender la piel del lomo, volviéndola poco a poco del revés sobre la parte anterior del cuerpo, para lo cual hay que ir tirando suavemente hacia delante; pero cúidese de aplicar toda la fuerza de tracción a la línea de contacto entre la piel y el cuerpo, si no se quiere estirar aquella excesi- vamente o correr el peligro de romperla. Cuando se llega a los miembros anteriores se procede como con MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 403 los posteriores, y se sigue volviendo la piel hasta al- canzar las orejas, en las cuales hay que operar con mucha precaución para cortar el cartilago, pero no la piel ni el hueso. En seguida vienen los ojos, en los que también debe cuidarse de no desgarrar los párpados, y después de separar escrupulosamente los labios de las mandíbulas, la piel quedará unida al cuerpo solamente por el cartilago de la nariz. No queda más que cortar este cartilago, y la primera parte de la operación estará terminada. Durante ella, convendrá haber tenido a mano el serrin o arenilla para secarse las manos, que inevitablemente se pondrán a cada instante húmedas y grasientas, y para estancar la sangre que pudiera salir. Ahora se tendrá por un lado la piel entera, vuelta del revés, y por otro, el cuerpo desollado. Continuando con la primera, se mira si queda algo de carne o de grasa adherida a ella, y en tal caso se rae muy bien con el escalpelo; y si el ejemplar estuviera muy ensan- egrentando, se lava bien con agua y jabón toda la piel, secándola luego con serrín o con yeso muy limpio. Luego se pasa a envenenar la pie], sea con arsénico o con la mezcla de arsénico y alumbre. Esta operación, sumamente sencilla, puede hacerse de dos maneras: 0 metiendo la piel, tal como está del revés, en la caja o paquete del veneno, y sacudiendo un poco para que éste se adbiera bien a la superficie húmeda del cuero, o volviendo aquélla del derecho y echando por la inci- sión ventral cierta cantidad del polvo venenoso, cuyo sobrante saldrá por las aberturas de la boca y de los Ojos. Sigue la operación del relleno, que se hará con al- godón, estopa o viruta, según el tamaño del animal, 404 MANUALES GALLACH Cuando éste es pequeño, o sea del volumen de una rata para abajo, puesta la piel con el pelo hacia fuera, se toma un trozo de algodón un poco más grande que el cuerpo, y con ayuda de las pinzas se introduce por la abertura del vientre. Otro procedimiento consiste, FiG. 173. — Pequeño mamifero preparado en piel y puesto a secar sobre tablilla de pita. teniendo la piel del revés, excepto la cabeza, en intro- ducir en ésta un extremo del pedazo de algodón y luego ir volviendo sobre este último la piel. Los cuatro miembros, después de limpiar de carne el hueso con ayuda de las tijeras, se rellenan separadamente, liando al hueso un poco de algodón. Tómase luego un pedazo de alambre un poco más largo que la cola y de un grueso proporcionado, se afila un poco con la lima y se introduce en la piel de aquélla, después de envolverlo en una ligera capa de algodón e impregnarlo en arsé- nico. En los ejemplares algo grandes debe ponerse también alambre en las patas, que sin esta precaución fácilmente se rompen al secarse. Algunos colectores hacen lo mismo en los micromamiferos, pero no es in- dispensable. MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 405 Relleno el animal, se cierra con unas puntadas la abertura abdominal y se le tiende, con el vientre hacia abajo, sobre una tabla de madera blanda, corcho o pita, clavándole con sendos alfileres las cuatro patas FiG. 174. —Diagrama indicando la manera de abrir la piel en los grandes mamiferos. con los dedos bien extendidos y las plantas siempre ha- cia abajo. Si el ejemplar excede del tamaño de una rata y tiene la cola larga, se le puede doblar este apén- dice por debajo del vientre. Para terminar, se ata la etiqueta a una de las patas posteriores, y se pone el ejemplar a secar en un sitio seco y ventilado, nunca al sol ni al fuego. 406 MANUALES GALLACH Los quirópteros se preparan exactamente de la mis- ma manera, y se colocan con las alas plegadas a los lados del cuerpo; pero a menos que se trate de las gran- des especies de las regiones tropicales, apenas es nece- sario descarnar los miembros, por la poca carne que contienen. Los huesos de los antebrazos de los murcié- lagos deben dejarse siempre intactos. Si se trata de es- pecies con orejas grandes, como el Plecotus auritus, se le extienden éstas hacia delante, procurando sostener- las con alfileres mientras se secan. A todos los demás mamiferos, se les pone las orejas echadas hacia atrás y bien aplanchadas contra los lados de la cabeza, con objeto de que, una vez secas, no corran peligro de romperse. Todas estas instrucciones se refieren a mamiferos que no excedan del tamaño de un zorro. Con los que - son mayores hay que proceder de un modo diferente. En ellos, para sacar la piel, se prolonga la abertura ventral por delante hasta la garganta, y además se hace un corte a lo largo de cada miembro, por su parte interna y lo más cerca posible de su borde posterior, desde dicha abertura ventral hasta la planta. Conviene también abrir la cola a lo largo de su cara inferior. Si el animal estuviera provisto de cuernos, éstos no deben separarse jamás del cráneo, el cual, como es consi- guiente, no podrá entonces salir por la abertura del vientre. Para extraerlo, hay que hacer en la nuca un corte en forma de Y, cortando también alrededor de la base de cada cuerno, y entonces podrá sacarse fácil- mente el cráneo por aquella parte, después de separado, como es lógico, de las vértebras cervicales. Al des- carnar los miembros, se tendrá presente que en estos ejemplares grandes no deben cortarse los huesos, sino MANUAL Dia MASTOZOOLOGÍA dn que hay que desarticularlos y dejar con la piel hasta el carpo y el tarso, por lo menos, pero rebajando y limpiando muy bien hasta la punta de los dedos. Se ten- drá igualmente mu- cho cuidado de des- carnar bien las ore- jas, volviendo la 30 piel y quitando to- da la carne que ha- ya entre ésta y el cartilago. Una piel grande no debe preservar- se con arsénico, sino con una mezcla de » 4, NS sal marina y alum- Vi Y 0] bre, con la que se Y Y 3 cubrirá muy bien ] y / NS toda su cara inter- 15 er na después de ha- PUB berla despojado de FG. 174. —Manera de dar los cor- cuantas partículas tesenlacabeza de un mamifero de carne o de sebo con cuernos, para extraer el Púdieran ¿quedar 9ue0: adheridas a ella. Da también excelente resultado meter la piel en un baño compuesto de diez litros de agua, dos kilos de sal y 890 gramos de alumbre, todo ello bien mezclado y hervido junto. Se echa esta mezcla en un recipiente de barro o de madera, se deja enfriar y se pone la piel dentro, de manera que quede bien cubierta, dejándola allí dos o tres dias, y hasta un par de semanas si se trata de un mamifero muy grande. Si al sacar las 408 MANUALES GALLACH pieles de este baño se las espolvorea ligeramente con arsénico, la conservación será todavia más segura. Hay, en fin, quien se limita a tener las pieles una lar- ga temporada en alcohol, mas no debe olvidarse que éste tiende siempre a decolorar el pelo. ' Las pieles grandes, una vez aplicado el preservati- vo, se tienden a secar sobre cuerdas, como la ropa blanca, pero en sitio donde no haya ni sol ni humedad. Cuando están secas, pero no se han puesto duras, se les da la forma en que han de guardarse. No hay que pensar en colocarlas como las de los pequeños mamife- ros, porque ocuparian demasiado sitio. Si son de ani- males de mediana talla, tales como lobos, corzos O ga- celas, se rellenan ligeramente el cuello y la cabeza y y se puede también poner un poco de estopa, viruta o . papeles de periódicos en el cuerpo, y estas partes se colocan extendidas, mientras las patas y la cola se doblan debajo del vientre. Con los mamiferos de tama- ño mayor pueden adoptarse dos procedimientos: el mejor consiste en dar a la piel una forma rectangular. doblando todos los bordes, el cuello, las patas y la cola hacia abajo; el otro, en doblar la piel por la mitad, a lo largo del lomo, y plegar el cuello a un lado y las extremidades hacia dentro del primer doblez. En cual- quiera de ambos casos, hay que tener la piel atada durante algún tiempo en la forma elegida, para que no se retuerza ni desdoble, y conviene poner por den- tro de los pliegues algo de estopa o de viruta, que impedirá que la piel se resquebraje al acabar de secarse. En ciertos casos, puede resultar cómodo meter las pieles grandes en barriles, puestas en salmuera, y en- viarlas asi, sin otra preparación, al museo o colección MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 409 a que se destinan, donde son luego curtidas con más calma. La salmuera se hace disolviendo alumbre y sal en agua caliente, en la proporción de 750 gramos de alumbre y 375 de sal por cada litro de agua, y se usa en frio. Apenas desollado el animal, se mete la piel fresca en el barril, de modo que el líquido la cubra por completo y se tapa. La piel debe doblarse en la forma rectangular, es decir, plegando la cabeza con el cue- llo, y los bordes correspondientes al vientre juntamen- te con las patas, pero de modo que el pelo quede hacia dentro y el cuero hacia fuera; después se enrolla, y de este modo se forma un paquete cilindrico. En un mis- mo barril pueden ponerse varias pieles juntas. Las pieles de los mamiferos más grandes pueden conser- varse asi ocho o diez meses, de modo que el procedi- miento es muy conveniente en los grandes viajes de exploración. Al llegar a su destino, se dan a un curti- dor, a menos que el naturalista prefiera curtirlas por si mismo.. Hay varios modos de hacerlo, pero el más sencillo consiste en poner las pieles en un baño com- puesto de 40 litros de agua, cuatro kilos de sal y kilo y cuarto de ácido sulfúrico. Esta solución se tiene en un recipiente de madera; las pieles se meten en ella durante doce o catorce horas, se sacan luego, se dejan secar y se les da un segundo baño de igual duración. Preparación de los cráneos, —Cuando se pre- para un mamifero cualquiera, el cráneo debe separarse del cuerpo para conservarlo, lo cual se hará desarticu- lándolo de las vértebras cervicales, o simplemente cortando a través de éstas si se trata de un micro- mamifero. En este último caso, el colector no intentará descarnarlo, ni sacar el cerebro ni la lengua, pues co- 410 MANUALES GALLACH rrería peligro de estropear ciertas partes delicadas (los premaxilares en los Rhimolophus, el occipital en mu- chos roedores); sino que, tal como lo ha separado del cuerpo, debe ponerlo a secar, bien en un horno duran- te algunos minutos solamente, bien dentro de una caja llena de serrín, que es el procedimiento mejor. Tam- bién pueden secarse los cráneos poniéndolos al sol, o delante del fuego, pero asi hay muchas probabilidades de que los invada la moscarda, o de que un perro ham- briento se los lleve. Por supuesto, antes de secar un cráneo debe atársele a la quijada o a un arco cigomá- tico su correspondiente etiqueta, con el mismo número de orden que lleva la piel correspondiente. Los cráneos grandes (del tamaño de un conejo en adelante) exigen mayores atenciones. Si se dispone de tiempo para ello, se quitan con cuidado los ojos, la lengua y las principales masas musculares, y se extrae también el cerebro. Para ello, no debe agrandarse nunca el agujero occipital, sino que con un palito o un trozo de caña que entre desahogadamente por este orificio, se remueve la masa encefálica, sometiendo al mismo tiempo el cráneo a una corriente o chorro de agua, con lo que en poco tiempo quedará limpio por dentro. En caso de que falte tiempo para estas opera- ciones, basta sacar solamente los ojos y poner el crá- neo, con carne, cerebro y todo, en alcohol y en agua con cierta cantidad de arsénico (una cucharada por litro). En ningún caso debe ponerse sal ni alumbre en un cráneo, ni tratarlo por ninguna substancia corrosiva. Desde luego, esta preparación sólo es provisional. Para la colocación definitiva de un cráneo en una.co- lección hay que limpiarlo por completo. La operación es muy sencilla, pero debe hacerse con detenimiento MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 411 para no estropear ningún hueso, especialmente si el ejemplar es muy pequeño. Se cuece el cráneo en abun- dante agua, y en cuanto la carne empieza a ablandar- se, se le saca del agua hirviendo y se va descarnando poco a poco con ayuda de las pinzas y de unas tijeras pequeñas. La operación se completa frotando con un cepillito de dientes, que hará salir las últimas particu- las de carne y el periostio. Si durante la cocción se añade al agua un poco de carbonato potásico (10 gra- mos por litro), la limpieza resultará mucho más fácil y más completa. Después se lava el cráneo en agua fría y se expone al aire y al sol, para que al secarse se blanquee. Conviene para esto ponerlo en un frasco ancho o en otro recipiente cualquiera de vidrio, con objeto de que no se pierda ningún hueso que pudiera desarticularse. - También se pueden limpiar cráneos dejándolos sim- plemente en maceración, durante varios días, en agua fria, que se irá renovando a medida que se corrompa; pero este método es muy lento y mal oliente. Hay, en fin, quien aconseja dejarlos en un acuario en que haya renacuajos o pececillos pequeños, que se encargan de descarnarlos, si bien de esta manera es muy fácil per- der algún huesecillo pequeño. Sea cual fuere el procedimiento que se siga, una vez limpio y seco el cráneo, y aun cuando tenga su etiqueta, conviene escribir el número e iniciales del colector en el hueso mismo, a un lado de la caja cere- bral y en una de las ramas de la mandibula. Ejemplares en alcohol. —Aunque se debe evi- tar en lo posible el poner mamiferos en alcohol, hay casos, como antes se ha dicho, en que puede recurrirse a este procedimiento. Tratándose de quirópteros, sobre 419 MANUALES GALLACH todo, hasta es conveniente conservar de esta manera algunos ejemplares, tanto más cuanto que en estos animales la decoloración alcohólica es menos sensible que en otros, y el cráneo puede ser extraido por la boca, sin más que ensanchar un poco esta última e ir levantando los tejidos con un pequeño escalpelo. El alcohol empleado para los mamiferos debe ser de 715 a 80%, y durante los primeros dias, cada ejemplar debe disfrutar de un volumen de líquido dos veces igual al suyo, por lo menos. Luego no necesitan tanto. Para asegurar la conservación, es bueno abrir en el vientre una pequeña incisión, suficiente para que el líquido penetre libremente en la cavidad abdominal, pero no para dejar salir las visceras. Hay un liquido preservador que, además de economizar alcohol, tiene sobre éste la ventaja de decolorar menos el pelo y dejar a los tejidos su flexibilidad natural. Compónese de dos soluciones, una de 600 gramos de hiposulfito de sosa en cinco litros de agua, y otra de 75 gramos de cloruro de amoníaco en un cuarto de litro de agua. Mézclanse ambas, y se añaden cinco litros de alcohol comercial. También hay quien emplea el formol como liquido preservador, pero es poco recomendable por la rigidez que comunica a los tejidos. Sin embaryo, en el caso de que el colector no disponga de alcohol y si de formol, puede hacer uso de éste; pero antes debe lavar muy bien el pelo con agua clara, y además cuidará de disol- ver el formol, tal como se encuentra en el comercio, en veinte veces su volumen de agua. Los mamiferos conservados en liquidos deben lle- var, como los puestos en piel, sus etiquetas con las dimensiones y demás datos, debiendo atarse la etique- ta a una pata del animal, nunca a la boca del frasco. MANUAL DH MASTOZOOLOGÍA 413 Preparación de esqueletos. —Cuando se desea conservar el esqueleto de un mamifero, se procede con él lo mismo que con los cráneos, esto es, se descarnan los huesos a medias, sin desarticularlos, y se cuecen o se ponen a macerar en agua, limpiándolos luego a mano y poniéndolos a blanquear al aire y al sol. Antes de esta última parte de la operación, es muy conve- niente sumergirlos durante seis o siete horas en una solución muy débil de cal. Si el esqueleto pertenece a un mamifero pequeño, se tendrá mucho cuidado de interrumpir la cocción o la maceración antes de que se desarticulen por sí solos los huesos de la jaula torácica y los del carpo y el tarso, con objeto de conservarlos reunidos naturalmen- te por sus ligamentos, pues una vez separados, por su extremada pequeñez es muy difícil articularlos artifi- cialmente. Cuando se opera, por el contrario, con un esqueleto grande, en los huesos largos que contienen tuétano debe hacerse un agujerito en cada extremo, en sitio que no sea muy visible, y someterlos a una corriente de agua con el fin de que se laven interior- mente. Los huesos de un mismo esqueleto, una vez acabados de limpiar, se guardan en una caja, o en una bolsa de tela o de papel fuerte. Envío de ejemplares. —Los mamiferos en piel se envian fácilmente de un sitio a otro en cajas de made- ra o de cartón fuerte, entre paja o virutas si son gran- des, y entre algodón cuando son pequeños. Si sólo se trata de enviar unas pocas pieles de micromamiferos, lo mejor es meterlas en cajas con fondo de pita o de corcho, clavando las patitas con alfileres. Las pieles grandes puestas en salmuera viajan bien en los mis- mos barriles en que se ponen de primera intención. 414 - MANUALES GALLACH Los cráneos, como mejor se envian es en cajas, dentro del mismo serrin en que se están secando. Si son cráneos ya completamente limpios, se ponen entre algodón o viruta muy fina. Lo mismo se envian los esqueletos, envolviendo previamente los huesos peque- ños en papel de seda, para que no se extravien al desembalar. , En cuanto a los ejemplares en alcohol, hay dos maneras de enviarlos: en latas soldadas, o en cajonci- tos de madera. El primer procedimiento es el mejor. Cada ejemplar se envuelve en un poco de algodón o de estopa, bien empapado en alcohol, y luego se rodea de un trapo blanco, cerrado por medio de un hilo. La lata no debe ser ni más grande ni más chica de lo necesario, a fin de que los ejemplares ni rueden por dentro ni vayan demasiado apretados. No hay que poner más alcohol que el que empapa los algodones, siendo sus vapores muy suficientes para un largo via- je. Si no hay facilidades para hacer el envio en lata, pueden emplearse cajas de madera, pero entonces hay que poner los ejemplares en frascos que cierren muy bien, o mejor en pequeñas vejigas, y la caja debe llenarse de serrín para que absorba el liquido en caso de rotura. En previsión de esta contingencia, y para que el envio pese menos, es conveniente no llenar con el alcohol los frascos o vejigas, sino poner solo en ellos los ejemplares envueltos aisladamente en algodón em- papado en el liquido. Observación sobre los cetáceos.— Hay un or- den de mamiferos, el de los cetáceos, cuyas especies no puede el naturalista preparar ni coleccionar como las de los demás grupos. Aparte del enorme tamaño de la mayor parte de ellas, que ya es un serio inconve- SÓ a MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 415 niente, la grasa de que está saturada su piel hace prácticamente imposible la preparación. Hasta hoy, no se conoce ningún procedimiento eficaz para des- engrasar por completo una piel de cetáceo; ejemplares naturalizados que parecen enteramente secos, a los. seis o los ocho años de la disección empiezan a chorrear grasa como si se sacasen de un tanque de aceite; y como, por otra parte, su tamaño impide conservar estos animales en alcohol, en los museos se ha optado por sustituir los ejemplares auténticos por modelos y vaciados, conservando únicamente los esqueletos. El colector de cetáceos debe limitarse, por consi- guiente, a recoger y preparar los huesos, y en su de- fecto, el cráneo. En último extremo, se contentará con conservar una rama de la mandibula si se trata de un odontoceto, y una o más láminas de las barbas en el caso de un mistacoceto, pues en la mayoria de los casos bastan estos fragmentos para reconocer la espe- cie. A ellos debe reunirse la mayor cantidad posible de datos, pudiendo considerarse como indispensables los siguientes: la localidad; el sexo; la coloración, con el mayor detalle posible; la longitud total, en linea recta, desde el extremo del hocico a la escotadura media de la aleta caudal; la distancia desde el extremo del hocico a la base de la aleta dorsal, si es que la hay; la longitud de esta aleta en la base, y la longitud de su borde anterior; la longitud de la aleta pectoral, en el borde anterior; la anchura de la aleta caudal; el nú- mero de dientes si se trata de un odontoceto, y su situación cuando sean muy pocos; la longitud máxima de las barbas y su coloración, cuando se trate de un mistacoceto. Si a estos datos se pueden añadir fotogra- fías, dibujos o un croquis en colores, mucho mejor, 416 MANUALES GALLACH siendo especialmente útil copiar el contorno de las aletas pectorales, dorsal y caudal con la mayor exacti- tud posible. Tratándose de especies pequeñas, se puede hasta sacar un patrón exacto de las aletas sobre papel , fuerte, colocando la aleta encima y siguiendo el con- torno con el lápiz. El conjunto de todos estos datos, si están bien tomados, es tan útil para el naturalista como el ejemplar mismo, sin los inconvenientes de éste; pero es necesario no confundir los documentos referen- tes a distintos ejemplares, para lo cual, los de cada uno se meten en un sobre, que llevará fuera un núme- ro, el mismo del cráneo o esqueleto de aquel ejemplar, si es que se ha recogido. Innecesario parece decir que, cuando se desea con- servar un cráneo o un esqueleto de un gran cetáceo, no hay que pensar en cocerlo ni en ponerlo en macera- ción. Lo mejor es hacer en la arena de la playa un hoyo de dimensiones apropiadas al objeto, y echar en él los huesos después de descarnarlos todo lo posible. La acción combinada de los elementos y de numerosos animalillos voraces acabará de limpiarlos en plazo relativamente breve, y la arena contribuirá, por ab- sorción, a desengrasarlos. Conservación de los mamiferos. — La más es- merada preparación no basta para conservar indefi- nidamente los ejemplares de mamiferos si no se tiene cuidado de resguardarlos constantemente de la luz, ¡de la humedad y de los ataques de ciertos insectos. Para evitar el efecto decolorante de la luz en una colección de mamiferos en piel, asi como para ponerla a salvo de la humedad, se guardan los ejemplares en cajas que cierren bien, las cuales se colocan ordenadamente en armarios o anaquelerias. Si se trata de pequeños ma- MANUAL DH MASTOZOOLOGÍA 417 míiferos, las cajas serán de poco fondo, y las pieles se colocarán en una sola capa, con objeto de poder verlas sin andar quitando unas de encima de otras. La tapa puede ser de cristal, lo que facilita el mirar el conte- nido, cuando se trata de un examen superficial, sin ne- cesidad de abrir; pero en este caso deben colocarse las cajas en un armario que cierre herméticamente. En cuanto a las pieles de grandes mamiferos, pueden en- cerrarse en grandes cajas o colocarse simplemente en armarios de muchos tableros, cuyas puertas ajusten perfectamente. Para conseguir esto último, lo mejor es pegar a lo largo de todo el rebajo del márco un tubo de caucho, del más delgado que se encuentre, o en su defecto, una tira de fieltro. El mayor peligro para las colecciones de pieles lo constituyen los insectos que las atacan, especialmente la polilla y los coleópteros de los géneros Dermestes y Anthrenus. Contra ellos se recomiendan diferentes substancias, pero lo más cómodo y sencillo es poner en las cajas cierta cantidad de naftalina. Téngase presen- te, sin embargo, que la naftalina es preservadora, pero no insecticida; es decir, que ¿mpide la entrada de los insectos, pero no los mata si han entrado ya en una caja. Por esta razón, cuando se adquiere un nuevo ejemplar de mamifero, a menos de tener una seguri- dad absoluta de que viene limpio de todo gérmen no- civo, conviene esterilizarlo antes de meterlo en la caja que le corresponda. Sin esta precaución, se corre el riesgo de introducir con el ejemplar huevos o larvas de algún insecto peligroso. La esterilización o desinfec- ción se hace metiendo el ejemplar sospechoso en una caja que cierre bien, en la que se mete también un pla- tillo o un frasco de boca ancha conteniendo bisulfuro 27 418 MANUALES GALLACH de carbono. Si la caja está bien cerrada, sin la menor rendija, un par de dias de permanencia en ella bastan para que muera cualquier organismo vivo que pueda llevar consigo el ejemplar. Debe tenerse presente que el bisulfuro de carbono, si se mezcla con aire atmosfé- rico, constituye un explosivo, de modo que en la habi- tación donde se use no deben encenderse fósforos ni lumbre de ninguna clase. La naftalina para impedir la entrada de insectos puede usarse en escamas, ya sea esparcida por el fon- do de la caja, ya metida en una bolsita de gasa que se clava en un ángulo de la misma con un alfiler; pero si la caja es pequeña, se pueden emplear dos o tres bolas de naftalina, clavadas igualmente con alfileres. Po- niendo un alfiler, sujeto con unas pinzas, a la llama de una lamparilla de alcohol, en cuanto está al rojo es muy fácil atravesar con ella la bola de naftalina sin partirla, y una vez que se enfria quedará sólidamente sujeta. Tratándose de pieles grandes, no hay inconve- niente en espolvorearlas libremente con naftalina o meter las bolas entre ellas. A pesar de estas precau- ciones, conviene revisar la colección con frecuencia, por lo menos un par de veces al año, y si se encuentra algún ejemplar atacado por los insectos, se saca todo el contenido de la caja para desinfectarlo con el bisul- furo de carbono, echando además dentro de aquella al- gunas gotas de cloroformo. Los ejemplares puestos en alcohol no exigen tantas precauciones, pero hay que preservarlos bien de la luz, y además se deben revisar todos los frascos una o dos veces al año para reponer el alcohol que inevita- blemente se pierde por evaporación. Para evitar esto, se recomiendan diferentes untos y mástics que sirven e MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 419 para tapar la juntura del tapón con el frasco, y aun- que un ejemplar tan escrupulosamente encerrado suele ser un ejemplar que no vuelve a estudiarse nunca, esta precaución puede ser útil en los largos viajes en que se transportan quirópteros u otros mamiferos en alcohol. Uno de los mejores mástics se hace mezclando * blanco de zine y cola de pescado en agua caliente. A dos partes de blanco de cine con un poco de agua se añade el agua restante con una parte de gelatina cor- tada en trocitos, y se calienta todo sin dejar que llegue a iniciarse la ebullición. Para cinco gramos de gelatina y diez de blanco de cinc bastan unos 40 centimetros cúbicos de agua. La mezcla se aplica en caliente, con pincel, a la juntura del frasco y el tapón, cuando éste es de cristal, o se extiende bien sobre el borde de la boca y el corcho cuando se emplea esta clase de cierre, cuidando en ambos casos de que el alcohol no se ponga en contacto con el mástic mientras éste no se haya en- friado por completo. Para destapar, se pasa sobre el mástic endurecido un cuchillo caliente o un trapo hu- medecido en agua caliente. Los cráneos se guardan siempre separados de las pieles, y no requieren tantas precauciones como éstas pues ni la luz ni los insectos pueden perjudicarles. So- lamente los que son de mamiferos pequeños se guardan entre algodón o papel de seda arrugado, en cajitas o en tubos de vidrio cerrados con corcho, para evitar que se estropeen golpeándose. Las cajas que se venden para pildoras, sellos y otros medicamentos son muy a propósito para el caso. En toda colección bien organizada, debe adoptarse un sistema de numeración, independiente de los nú- meros de los colectores, para idenfificar mejor los ejem- 420 MANUALES GALLACH plares. Cada ejemplar y su cráneo han de llevar el mis- mo número, bajo el cual se registran en un catálogo o en fichas a medida que ingresan en la colección. Esta numeración puede ser simplemente correlativa, o bien pueden adoptarse grupos de cuatro números que ex- presen la fecha de ingreso y un número individual dentro de ella, procedimiento que actualmente se sigue en la colección de mamiferos del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Asi, el número 04.V1.22.5 indica que se trata del quinto ejemplar ingresado en dicha colección el 22 de Junio de 19041. Este número se puede poner en una pequeña etiqueta, o añadirlo a la eti- queta original del colector, pero en ningún caso debe prescindirse de esta última, que es la que contiene todos los datos referentes al ejemplar. BIBLIOGRAFÍA CABRERA (A), Instrucciones para la caza y preparación de los ma mijeros destinados a colecciones de estudio. (Boletin de la Real Soc. Española de Hist Nat. Madrid, 19)1). CAPUS (G), Guide du naturaliste préparateur et du vayageur scien- tifique. (París, 1885). HORNADAY (W. T.), How to collect mammal skins for purposes of study and for mounting. (Annual Report of the Smithsonian Ins- titution. Washington, 1886). MILLER (G. S.). Directions for preparing study svecimens of small Mammals. (Washington, 1901). 'TROUESSART (TL. ), Instrutions pour les naturalistes-voyageurs; Méthode normale pour préparer les mammiféres et les 0iseauz. (Paris, 1908). WARD(R), The Sportsman's Handbook to collecting, preserving and setting-up trophies € specimens. (London, 1906). MANUAL DE MAsTOZOOLOGÍA 491 CAPITULO XHEL METODOLOGÍA Apreciación de los caracteres. —El ser los ma- miferos, como los vertebrados en general, animales cuyos caracteres pueden casi siempre examinarse a simple vista, hace que la técnica mastozoológica, mien- tras no se trate de descender al campo de la histologia, sea relativamente sencilla. Solamente en ciertos casos, cuando hay que estudiar ciertas partes de las especies más pequeñas (los dientes de los microquirópteros por ejemplo), es preciso recurrir al auxilio de la lupa o de un binocular de no mucho aumento. Pero si el examen de los caracteres es fácil, no lo es tanto el saber apre- ciarlos en su justo valor, esto es, el saber a cuáles debe darse importancia en cada caso, según que se trate de conocer los caracteres de un grupo o simplemente de identificar una especie. Los caracteres de los mamiferos, al igual que los de todos los animales, pueden clasificarse ante todo en morfológicos, o de estructura, y funcionales, que son los que se refieren a ciertos fenómenos fisiológicos, como el difiodontismo, o la pérdida periódica de los cuernos. Los caracteres de estructura, que pueden ser externos o internos, se diviven, además, en cualitati- vos y cuantitativos, entendiéndose por cualitativos los de aspecto, forma y coloración, y por cuantitativos, todos los que se aprecian contando o midiendo. De és- tos, los que se hallan en el primer caso, es decir, los 492 MANUALES GALLACH que implican ausencia, presencia o diferencia de nú- mero, llámanse numéricos, denominándose proporcio- nales a los que se aprecian por medio de medidas, pues toda medición significa una relación de tamaño entre diferentes partes o entre las distintas dimensiones de una parte determinada. ] El valor de estas diferentes clases de caracteres varia en relación con la categoría taxonómica. En los mamiferos, a mayor categoría de un grupo corresponde mayor importancia de los caracteres funcionales y de los numéricos, y dentro de éstos, de los internos, mien- tras en los grupos de categoria inferior los caracteres que más importan son los cualitativos y los proporcio- nales, especialmente los externos. Asi, los órdenes se distinguen unos de otros por caracteres funcionales, por muchos caracteres numéricos, en su mayor parte internos, y por las variaciones resultantes de la adap- tación en todo el organismo, pero principalmente en el esqueleto. Las familias se distinguen por muchos ca- racteres numéricos, externos e internos, por las varia- ciones adaptativas en los dientes y en las extremida- des, y a veces por algún caracter funcional. Los géne- ros, por ciertos caracteres numéricos y proporcionales, principalmente relativos al esqueleto y los dientes, y por algunos caracteres cualitativos (forma del rinario, de las orejas, etc.). Las especies se diferencian por mu- chos caracteres cualitativos externos, por caracteres proporcionales, principalmente en el cráneo y los dien- tes, y secundariamente por algún carácter numérico. Las formas geográficas o subespecies, en fin, sólo se distinguen por algunos caracteres de indole cualitativa y proporcional, tales como pequeñas diferencias de co- lor o de tamaño. Esta correspondencia entre las clases MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 498 de caracteres y la categoría taxonómica no quiere de- cir que en cada caso interese únicamente determinada clase de aquéllos, sino que los caracteres de tal o cual clase son los que mejor distinguen o caracterizan el orden, a la familia, etc. No debe creerse, por ejemplo, que al estudiar una especie es innecesario el examen de sus caracteres internos; antes al contrario, el dest- deratum es llegar a conocer la anatomia y la fisiología de todas las especies de mamiferos. Pero en la práctica hemos de contentarnos con bastante menos, y mientras es imprescindible un detenido estudio anatómico para establecer los caracteres de los grandes grupos, la identificación de las especies se basa casi enteramente en la coloración y en los caracteres craneanos y den- tarios. Fórmulas e indices. — El estudio de los carac- teres cuantitativos, que da a la mastozoologiía algo de la precisión de las ciencias exactas, tiene, además, la ventaja considerable de la brevedad de expresión. Los caracteres numéricos pueden expresarse por fórmulas; los proporcionales, por indices o por razones geomé- tricas. Además de las fórmulas dentarias, de que se habló en el primer capitulo, empléanse al estudiar los mami- feros las fórmulas vertebrales, digitales y mamarias. En las primeras, se expresa sencillamente el número de las distintas clases de vértebras, precediendo cada clase de su inicial correspondiente; asi, C 7; D 17; L 9; S 2;C 21, será la fórmula vertebral del ornitorinco, que tiene siete vértebras cervicales, diez y siete dor- sales, dos lumbares, dos sacras y veintiuna caudales. La fórmula digital consta de dos cifras separadas por el signo — , indicando la primera el número de dedos 494 MANUALES GALLACH en las extremidades anteriores y la segunda el de las posteriores; 5 - 4, por ejemplo, es la fórmula digital del género Canis. Del mismo modo, en las fórmulas ma- marias se separa con el signo — el número de mamas pectorales del de las ventrales, de modo que para el género Microtus, que tiene a cada lado dos de las pri- - meras y dos de las segundas, la expresión será 2-2, Con más exactitud pueden escribirse las mismas fór- mulas digital y mamaria en esta forma: 5.5-4. 4 la primera, y 2.2- 2.2 la segunda, expresando asi el nú- mero de dedos o el de mamas en ambos lados; pero la simetria bilateral de los mamiferos permite simplificar la expresión, reduciéndola a un lado solamente. Ya vimos que lo mismo puede hacerse en las fórmulas dentarias, pero éstas es preferible escribirlas comple- tas, tanto para no complicar la operación de sumar las distintas clases de dientes con la de su multiplicación por 2, cuanto porque hay algunos mamiferos (los cetá- ceos odontocetos, por ejemplo, y casi todos los marsu- piales de la familia Phalangerido) que no siempre tie- nen igual número de dientes en los dos lados. A veces, cuando se quiere expresar qué dientes de la fórmula tipica son los que existen y cuáles son los que faltan, la fórmula dentaria se escribe de muy distinta manera, y en forma unilateral: cada diente se representa por su número de orden, las diferentes clases se separan por un punto y los dientes que faltan se expresan por el cero o por el signo —. Asi, para los murciélagos del género Myotis, que carecen del 2*, del pm* y del pma, la fórmula escrita de este modo será pla 0 123. 1.1034.193 ?” -23.1.1 -34.123 o bien 193.1.1-34.193 E Realmente, esta forma de ex- MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 495 presión es la que da más exacta idea de la dentadura de un animal, pero exige la correcta identificación de todos los dientes, lo que en la práctica no siempre es fácil. Los caracteres proporcionales nos dan idea del ta- maño de cada mamifero o de sus partes, asi como de sus formas en cuanto se refiere a diferencias relativas en longitud, anchura o altura. Para apreciar con exac- titud estos caracteres se recurre a diferentes medicio- nes, y para expresarlos, bien se enuncian simplemente las medidas, bien se hace uso de razones geométricas o de indices. Un índice es, en realidad, una razón abreviada, puesto que es el valor que se da a una me- dida cuando otra, con la cual se compara ésta, se hace igual a 100. Por ejemplo, el indice cefálico, tan usado en el estudio de las razas humanas y de los grandes monos, es el valor de la anchura del cráneo comparada con su longitud, cuando ésta se considera como 100, de modo que llamando a a la anchura y 1 a la longitud, el indice será la incógnita de la siguiente proporción + = 00: La división que en antropología se hace de los cráneos, según el índice cefálico, en dolicocéfalos (cráneos largos), braquicéfalos (cráneos cortos) y meso- céfalos o mesaticéfalos (cráneos que representan el tér- mino medio), es también aplicable en mastozoologiía. Comparado el cráneo de un bisonte americano con el de un búfalo de la India, es fácil distinguir el tipo braquicéfalo del primero de la forma dolicocéfala del segundo. También tiene mucha importancia en el estudio del cráneo de los mamiferos el indice faciocefálico, número que indica la proporción entre el rostro y la calavera 496 MANUALES GALLACH entera, y que se obtiene multiplicando por 100 la lon- gitud del rostro y dividiendo el producto por la longi- tud basal del cráneo. En algunos casos, puede interesar el valor de deter- minados ángulos en el cráneo. Asi, en los monos con- viene a veces conocer el ángulo facial, que se considera, como en antropologia, formado por dos rectas ideales que se cruzan en el centro del borde alveolar superior, pasando una por el punto más saliente de la frente y la otra por el agujero auditivo. En los ungulados, pue- de ser de importancia el ángulo palato-craneal, que indica el grado de inclinación del rostro, y se toma entre la línea basicraneal, que sigue la dirección de la base de la caja cerebral, y la línea basifacial, recta que pasa por el centro del borde alveolar superior y el centro del borde posterior del paladar óseo. Final- mente, en muchos roedores es conveniente medir la mayor o menor proclividad de los incisivos superiores, valiéndose del ángulo incisivo, que es el que forma la línea de las coronas de los molares con la cuerda de la curva anterior de dichos incisivos. Generalmente, sólo se hace uso de las razones e in- dices y de los ángulos en el estudio comparativo; en las descripciones, basta con la simple enumeración de las medidas, para las cuales se ha adoptado universal- mente al sistema métrico, aun entre los naturalistas de aquellos paises, como Inglaterra, donde este sistema no es de uso corriente. Algunos zoólogos italianos, principalmente Angelo Andrés y Lorenzo Camerano, han propuesto y defendi- do calurosamente la adopción de la somatometria, pro- cedimiento métrico que consiste en considerar como unidad de medida una dimensión determinada del ani- MANUAL DE MASTOZNOLOGÍA 497 mal, que naturalmente será distinta en cada caso, y medir con esta unidad las demás dimensiones. Conside- rando la longitud total de un animal como su unidad somática, Andrés la divide en milésimas, y Camerano en 360 partes, apreciando las demás dimensiones en milésimas o en trescientos-sesentavos de longitud total, respectivamente. Este sistema, aunque tiene la ventaja de dar idea de las relaciones de tamaño entre las dis- tintas partes del animal, que acaso son de mayor interés taxonómico que las dimensio- nes absolutas, no ha tenido aceptación entre los especia- listas en el estudio de los mamiferos, por lo menos fue- ra de Italia. Como se miden los ma- miferos. — Las dimensiones que importa conocer para el estudio sistemático de los ma- miferos son las externas y las del cráneo. En el capitulo Fr6. 175.—Principales anterior se ha explicado ya poses craneomeétricos. ¿¿mo debe el colector tomar no e ANO sobre los ejempares las medi- lation. das del cuerpo.con la cabeza, de la cola, del pie posterior y de la oreja. Estas son, en general, las únicas medidas externas que interesan al naturalista; pero hay algunos casos excepcionales. En los quirópteros, por ejemplo, la medida más importante es la longitud del antebrazo, tomada desde el extremo posterior del radio hasta el punto medio de la curv“ el carpo forma por delan- 498 MANUALES GALLACH te cuando el ala está plegada. Es medida que puede tomarse en el laboratorio, porque no varía al secarse los ejemplares. También puede ser de interés medir los metacarpianos y las falanges de los dedos segundo a quinto de la mano aliforme de los murciélagos, eigual- ' mente conviene medir los dedos de ciertos mamiferos que los tienen extraordinariamente desarrollados, como el aye-aye y los marsupiales del género Dactylopsila. En cuanto a los cetáceos, también se ha dicho en el capitulo XL cuáles son sus medidas externas más im- portantes. Las medidas craneanas, que en algunos mamiferos, sobre todo en las especies pequeñas, tienen mucha más importancia que las anteriores, son siempre más minu- ciosas, y exigen fijar ciertos puntos de referencia. Es- tos puntos son los siguientes: El gnation o ñation, que es el punto más anterior de los premaxilares; el henselion, o borde posterior del alvéolo de cualquiera de los incisivos superiores cen- trales; el baston, o punto medio del borde inferior (en los primates superiores, borde anterior) del agujero occipital; el condilion, o sea el punto más posterior de la cara articular de cualquiera de cóndidos occipitales, y el palation, que es el punto más anterior del borde posterior del paladar óseo. Conocidos los puntos métricos, las medidas del crá- neo deben tomarse en esta forma: Longitud total es la distancia desde el punto más anterior de la línea media del cráneo, que podrá estar en los nasales o en los premaxilares, hasta el punto más saliente de la región occipital. Cuando los cóndilos occipitales sobresalen hacia atrás, este punto se supone en el centro de una línea ideal que une los dos MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 499 cóndilos, aunque algunos autores miden hasta el condilion. Longitud basal es la distancia desde el gnation hasta el basion. Longitud cóndilobasal, la distancia desde el gnation al condilion. Longitud palatal, la distancia desde el gnation al palation. Si se prefiere tomar como primer punto de referen- cia el henselion, en vez del gnation, las distancias o e in > 3 a lÑ IO AE po Si FiG. 176. -— Manera de tomar las principales medidas del cráneo. lt, longitud total; 1cb, longitud cóndilobasal; lb, longitud basal; lp, longitud palatal; ler, longitud cóndilobasilar; lbr, longi- tud basilar; lpr, longitud palatilar; sd, serie dental; ar, an- cho rostral; az, ancho interorbitario; ac, ancho cigomático; ace, ancho de la caja cerebral; ep, estrechamiento postor- bitario. hasta el basion, el condilion y el palation se denominan respectivamente longitud basilar, longitud cóndilobasi- lar y longitud palatilar. 430 MANUALES GALLACH Algnnos autores miden la longitud superior, que es la distancia desde el extremo anterior de los nasales hasta el punto más posterior del occipital, en la linea media. ee En algunos mamiferos conviene medir la longitud facial o longitud del rostro, que se entiende tomada desde el extremo anterior de los nasales hasta un pun- to en el centro del estrechamiento que hay detrás de las apófisis postorbitarias. En este caso la distancia desde este punto a lo más saliente del occipital, en su linea media, se llama longitud de la caja cerebral. En los ungulados, la longitud facial se mide desde el gnation al centro de una linea transversal que une los bordes anteriores o posteriores de las órbitas, según los casos. La longitud de los nasales se toma generalmente a lo largo de la sutura entre los dos huesos; cuando se mide entre los puntos más salientes de sus bordes ante- rior y posterior, dicese que esta longitud es «diagonal» o «máxima». El ancho cigomático, o ancho máximo del cráneo, es el que se toma en la parte más saliente de los arcos cigomáticos; el ancho rostral, sobre los puntos más se- parados del borde de los alvéolos de los caninos; el ancho interorbitario, en la parte donde es menor la se- paración entre ambas fosas orbitarias; el estrechamien- to postorbitario, en la parte más angosta detrás de las apófisis postaorbitarias, y el ancho de la caja cerebral, donde ésta presenta su mayor diámetro transversal. En los cetáceos tienen cierta importancia las medi- das del rostro, y para ellas se considera como base del mismo una linea imaginaria que une los dos puntos en que los bordes externos de ambos maxilares se doblan MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 431 hacia fuera, pasando de la dirección longitudinal a la transversal, puntos que en los odontocetos están gene- ralmente marcados por profundas escotaduras. La lon- gitud del rostro se toma desde el centro de dicha línea, y en caso contrario debe hacerse constar. Muchos quirópteros presentan una profunda escota- dura en el borde anterior del paladar óseo, y en ellos conviene tomar una medida especial, la longitud pala- tosinual, desde el punto más posterior de dicha escota- dura hasta el palation. La mandibula se mide sólo en una de sus ramas, desde el punto más anterior de la sínfisis al punto más posterior del cóndilo; en los cetáceos, hasta el punto más posterier de toda la rama, pero siempre en línea recta. : Las series dentales se miden sin contar los incisivos, esto es, desde la cara anterior del canino hasta la pos- terior del último molar. En los roedores y otros mami- feros que carecen de caninos, asi como en los ungula- dos en general, sólo se miden los premolares y molares, designándolos a todos juntos como serie molar. Á veces es conveniente tomar las dimensiones, por lo menos la longitud, de algunos dientes por separado; la de los dientes carniceros, por ejemplo, en los carnívoros fisí- pedos, y la del último molar en los ungulados, enten- diendo por longitud el diámetro antero-posterior. Tam- bién es costumbre medir en los roedores el diastema o distancia que media entre el incisivo y la serie molar. En los rumiantes con cuernos, cuando se toman las medidas de éstos, las dimensiones que principalmente interesan son dos: la longitud, desde la base a la pun- ta, a lo largo de la curvatura externa, y la circunfe- rencia, que en los Cervide se toma sobre la garceta y 432 MANUALES GALLACH en los demás rumiantes en la base. Como rara vez son los dos cuernos exactamente iguales, basta medir el más largo. También puede medirse la distancia entre las puntas y la separación interior en la parte en que están más abiertos. En los Cervido se suele tomar ade- más la longitud de la garceta. Los cuernos nasales de los rinocerontes se miden a lo largo de su curvatura anterior, y su circunferencia se toma en la base. Una advertencia que nunca debe olvidar el espe- cialista es que las pequeñas variaciones en la forma y tamaño de los cuernos no tienen en los mamiferos nin- gún valor taxonómico, pues tales diferencias pueden ser sexuales o de edad, cuando no puramente indivi- duales. ! Nomenclatura cromática.—Asi como los carac- teres cuantitativos se expresan con números, para de- terminar y expresar los caracteres cualitativos hay que valerse de términos. Por lo que respecta a la forma, no faltan voces en el lenguaje usual, ya tomadas de la geometria (circular, triangular, eliptico, etc.) o forma- das por comparación (ovoideo, ensiforme, ocelado, fes- tonado, etc.); pero no ocurre lo mismo cuando se trata de los colores, que tanta importancia tienen en el estudio de los mamiferos. Hace un centenar de años, cuando apenas se conocía la quinta parte de las espe- cies de mamiferos vivientes que hoy se conocen, los naturalistas, para dar idea de los diferentes colores, se contentaban con decir: gris, pardo, rojizo, etc.; pero estos términos tan vagos no sirven para expresar las diferencias de matiz que hay entre dos especies muy próximas, o entre dos formas geográficas de una misma especie. La naturaleza ofrece una enorme variedad de MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 438 grises, de rojizos o de pardos. Los términos comparati- vos tampoco son siempre exactos; decir «gris ratón» 0 «color de hoja seca» es casi como no decir nada si no se sabe cuál de los varios matices que pueden presen- tar los ratones o de los infinitos tonos de las hojas secas adoptó el autor como término de comparación. De aqui la necesidad, reconocida hoy por casi todos los mastozoólogos, de adoptar una nomenclatura cromática más precisa, con tipos o muestras de los colores que permitan, en caso de necesidad, comprobar el signifi- cado exacto de cada nombre. De este modo, los nom- bres podrán ser convencionales, pero existe un proce- dimiento de identificación. Varios son los autores que se han ocupado de resol- ver esta cuestión, publicando tablas más o menos com- pletas de colores numerados y designados con sus nom- bres particulares, desde Saccardo (Cromotaxia seu no- menclator colorum polyglottus, Padua, 1894), que sólo da cincuenta colores, hasta Ridgway (Color Standards and Color Nomenclature, Nueva York, 1912), que pre- senta y denomina mil ciento quince. De este último autor hay otro libro algo más antiguo (4 Nomenclatu- re of colours for Naturalists, Boston, 1886), que sólo contiene ciento ochenta y seis colores, pero en cambio ofrece la ventaja de dar sus nombres en varios idio- mas, entre ellos en español; pero como en general todos los nombres son de fácil traducción, es preferible la obra más moderna, seis veces más rica en matices. Actualmente, la mayor parte de los mastozoólogos sigue la nomenclatura de Ridgway o la propuesta por Oberthur y Deuthenay en su Repertoire des Couleurs (1905). Determinación de la edad.— Siempre que se es- 28 434 MANUALES GALLACH tudia un mamifero, pero sobre todo para su estudio sistemático, importa saber si el animal es joven o vie- jo, pues con frecuencia los caracteres varian conside- rablemente con la edad. Cuando se trata de un ejem- plar muy joven, el tamaño, y a veces la diferencia de coloración, es el indicio más sensible; pero si el animal ha llegado casi al término de su desarrollo, la cuestión ya no estan fácil de resolver, y es preciso recurrir a ciertos detalles anatómicos, como el grado de osifica- ción y anquilosis de las apófisis, el estado de las sutu- ras craneanas y el desarrollo de los dientes. En las especies provistas de cuernos, el tamaño y forma de - estos apéndices pueden también suministrar indica- ciones de importancia. El número exacto de años que cuenta el animal, sólo puede averiguarse en algunos grupos, como los Equide y los Cervíde, y aun en ellos sólo hasta cierto limite. La creencia popular de que los venados tienen en las cuernas un pitón más por cada año, sólo es ver- dad hasta que se completa el número de pitones carac- teristico de la especie; después, la edad sólo puede cal- cularse aproximadamente por el tamaño de la corna- menta, por su rugosidad, etc. Pero, después de todo, el número de años tiene un valor muy relativo cuando se considera que un caballo, por ejemplo, es muy viejo a los veinte años, mientras un hombre es joven a la misma edad. En términos generales, la vida de un mamifero puede dividirse en seis periodos o edades, diciéndose que el animal es muy joven, joven, semi adulto, adul- to, viejo y muy viejo. Aun cuando el limite entre cada dos periodos no puede determinarse con absoluta precisión, las variaciones osteológicas y dentarias MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 435 permiten reconocer la edad con una aproximación suficiente. Las apófisis de los huesos, en el animal muy joven son cartilaginosas; osificanse gradualmente en el joven y semi adulto, y en el adulto quedan completamente anquilosadas al hueso. En las suturas del cráneo se tiene un dato más seguro y más fácil de apreciar. Abiertas por completo en el mamífero muy joven, em- piezan a cerrarse en el joven, quedan cerradas, pero perfectamente visibles, en el semi adulto, comienzan a borrarse en el adulto y, por fin, en el viejo aparecen enteramente borradas por la completa osificación del tejido intermedio. La sutura que mayor interés ofrece desde este punto de vista, es la occipitosfenoidea, o sutura basal, que separa el basioccipital del basisfe- noides. Por regla general, cuando esta sutura se cierra es cuando el animal es completamente adulto. En los mamiferos difiodontos se puede colegir la edad por el estado de desarrollo de los dientes. El ani- mal es considerado como muy joven hasta que tiene la dentadura de leche completamente formada; como jo- ven, hasta que los premolares de leche han sido susti- tuidos por los definitivos, y como semi adulto, desde este momento hasta que el último molar superior ha salido por completo. En el animal adulto, la dentición definitiva aparece completa y con todos sus elementos en perfecto estado, pero pronto empiezan los dientes a desgastarse por el uso, hasta que, en el individuo vie- jo, se borra enteramente la forma de la corona. Cuan- do el animal es muy viejo, los molares están desgasta- dos casi hasta el nivel del hueso, y a veces, de los otros dientes se han perdido algunos, cerrándose sus alvéo- los por osificación. Aun cuando en los mamiferos mo- 436 MANUALES GALLACH nofiodontos la diferencia no aparece tan clara, todavia es fácil distinguir en ellos al ejemplar adulto, que tie- ne la dentadura completa y perfecta, del joven, en el que los dientes aparecen mal formados, o a medio sa- lir, y del viejo, que los tiene considerablemente des- gastados. Estudio anatómico.—Cuando se quiere estudiar la estructura interna de un mamifero, deben seguirse las instrucciones de cualquier buen manual de zooto- mia, algunos de los cuales se recomiendan al final de este capitulo. El instrumental necesario consiste en dos o tres escalpelos de varios tamaños; dos pinzas fuertes, de puntas estriadas; otras pinzas de resorte, de esas que pueden mantenerse cerradas, o, en su defecto, para animales grandes, pinzas de madera de las que se usan para tender ropa; una tijeras corrientes y otras más pequeñas y con punta curva; unas tenazuelas o tijeras muy fuertes, para cortar huesos y tendones; agujas de disección, con mango; una navaja histológi- ca, o mejor un micrótomo, y una jeringuilla de inyec- ción, a la que deben acompañar tubos de goma y cánulas de vidrio de diferentes calibres. Todos los mamiferos que no sean mayores que una liebre deben sujetarse, para su disección, sobre una tabla de made- ra o de corcho, clavando las cuatro patas con alfileres fuertes o pequeños punzones con mango de madera, Al abrir el ejemplar, los bordes de la abertura, dobla- dos hacia fuera, deben sujetarse del mismo modo, cui- dando de poner los alfileres oblicuamente, tanto para que hagan más fuerza, como para que no obstruyan la vista. Si se trata de un mamifero pequeño o de una viscera aislada, resulta muy cómodo trabajar con el ejemplar metido en agua, y entonces hay que disponer AA MANUAL DE MASIPOZOOLOGÍA 437 de una cubeta como las de fotografía, a cuyo fondo se pega una tablilla de corcho para clavar el ejemplar. En muchos casos, se facilita la disección teniendo antes el ejemplar un par de días en alcohol; a veces conviene hacer el estudio de las visceras aisladas sumergiéndo- las en alcohol, en vez de agua. No creo esté de más recordar los cuatro consejos siguientes, que no deben olvidarse durante el trabajo zootómico: No cortar nunca nada sin saber bien qué es lo que se corta. Al disecar vasos sanguíneos, nervios, etc., operar siempre alo largo de los mismos, nunca de través, y procurando cogerlos con las pinzas. Si surge alguna dificultad o confusión durante el trabajo, lo mejor es detenerse y lavar bien toda la disección, al chorro de un grifo, antes de seguir ade- lante. Cuando se trabaja con el ejemplar en agua, ésta debe renovarse en cuanto se pone algo sucia. Para estudios relativos al aparato circulatorio, con- viene a veces inyectar en los vasos substancias colo- readas. La más generalmente empleada es el yeso te- ñido con bermellón o con azul de Prusia. La inyección se debe hacer lo antes posible después de la muerte del animal, para evitar que se coagule la sangre, por lo cual conviene tener dispuesta la jeringuilla y demás utensilios antes de matarlo. Ante todo, hay que expul- sar la sangre de los vasos, lo que se consigue inyec- tando una corriente de agua caliente con sal. Para dar salida a la sangre, si la inyección se hace por la aorta deben abrirse las venas cava y porta, y vice- versa. 438 MANUALES GALLACH El estudio del cerebro es de los que mayor interés tienen para el mastozoólogo, pues de la estructura del mismo dedúcense a veces relaciones filogénicas que los caracteres externos y del esqueleto no harian sospe- char. Tan pronto como se extrae del cráneo el encéfa- lo, hay que endurecerlo, lo cual se logra teniéndolo tres o cuatro dias en alcohol fuerte, o durante unas tres semanas en una mezcla, en partes iguales, de una so- lución de bicromato potásico al uno por ciento y otra de formol al ocho por ciento. El estudio zootómico se hace con el cerebro sumergido en alcohol débil. Una serie de cortes o secciones del cerebro, obtenidos con la navaja o el micrótomo y estudiados ordenadamente, suministra datos de gran interés sobre las relaciones mútuas de las diferentes partes del mismo. De igual manera pueden hacerse interesantes estudios sobre el desarrollo de los dientes, la estructura del aparato na- sal, etc., obteniendo secciones de las partes correspon- dientes, generalmente, mediante su inclusión en para- fina. El campo de la investigación anatómica es vasti- simo, y en él ha de buscarse la solución de no pocos problemas biológicos y filogénicos. Estudio de la vida de los mamiferos.—El ver- dadero naturalista no debe contentarse con conocer los animales muertos, sino que ha de aspirar a cono- cerlos vivos y a saber cómo viven. Las costumbres de un ser, su carácter y sus relaciones con el medio y con los demás seres, tienen para la ciencia tanta importan- cia como las particularidades de su estructura, y, por consiguiente, al estudio morfológico y anatómico de un mamifero debe acompañar, siempre que sea posible, su estudio etológico y ecológico. Una parte no despre- ciable de este estudio puede hacerse observando ejem- A MANUAL DE MASTOZOOLOGÍA 439 plares en cautividad, sobre todo en los grandes jardi- nes zoológicos; mas no debe olvidarse que el animal cautivo siempre vive en condiciones artificiales, y por tanto, las observaciones más valiosas serán las que se hagan en el campo, va sea a la vez que se obtienen ejemplares de mamiferos para las colecciones, o ya procurando buscarlos y acercarse a ellos exclusiva- mente con este fin. El equipo para este trabajo de cam- po es sencillo y se encuentra en cualquier parte. Desde luego se necesita un cuaderno de notas, un pequeño álbum de apuntes, lápiz y cinta métrica, y en la ma- yoria de los casos habrá que hacer uso de un pico y una pala para abrir madrigueras subterráneas, siendo también conveniente proveerse de un descortezador y un podón. Muchas de las observaciones se anotarán, mejor que escribiéndolas, por medio de gráficos o de ligeros croquis, lo que explica ia conveniencia del ál- bum de apuntes, y en muchos casos será un precioso auxiliar una máquina fotográfica. Conviene obtener fotografias de los animales en actitudes caracteristicas, de ejemplares recién muertos, del aspecto del terreno, y, sobre todo, de la vegetación que le sirve de alimen- to o entre la cual vive, asi como también de las huellas de cada especie, de su vivienda, de las trampas o cepos que se usen en el pais para cazarla, etc. Cuando se tiene cierta práctica en el dibujo de animales, un buen croquis es siempre preferible a una mala fotografía. El investigador debe tomar nota de cuanto crea interesante, por nimio que parezca, sin detenerse a pensar si el hecho será ya conocido o 10; pero no debe apuntar más que los hechos, sin dejarse llevar de su fantasia, y cuando anote algo que no conozca por ob- servación propia, sino sólo por referencia, debe hacerlo 440 MANUALES GALLACH constar asi. Importa mucho anotar los hechos observa- dos lo más pronto posible, sin dejar nada a la memoria, en cuya fidelidad no debe tenerse nunca excesiva con- fianza, y es igualmente importante que el observador siga en sus notas un orden fijo e invariable, lo que evita repeticiones y facilita luego mucho la consulta. Para esto, conviene dividir la parte consagrada a cada especie en párrafos o pequeños capitulos, dejando para cada uno varias carillas del cuaderno, que se irán lle- nando a medida que se hagan las observaciones. El capitulo II de esta obra puede servir de guía al inves- tivador para saber los diferentes puntos que deben ser objeto de observación, pero puede adoptarse cualquier otro orden, y cabe dar a la materia mucha más exten- sión. A las notas sobre la indole y costumbres de un mamifero pueden añadirse los numbres que el vulgo le da, las tradiciones y creencias populares que a él se refieren, los procedimientos indigenas de caza, y el. valor económico o industrial del animal en cuestión. Pero, sobre todo, lo que nunca debe olvidar el natu- ralista que estudia los animales vivos, es anotar la fe- cha y localidad exacta de cada observación. Una ob- servación,: lo mismo que un ejemplar, pierde sin estos datos casi todo su valor. y BIBLIOGRAFÍA CAMERANO (L), Lo studio quantitativo degli organismi ed il coef- ficiente somático. (Atti R. Accademia de Scienze, Torino, 1900). MARSHALL (A. M.) y HurstT (C. H.), A Junior Course of practical Zoology. (London, 1913). MOJSISOVICS (A.), Manuel de Zootomie. (Trad. francaise de J. L. Lanessan; Paris, 1881). PARKER (T. J ), A Course of Instruction in Zootomy. (London, 1906). TAYLOR (W. P.), Suggestions for field studies of Mammalian life- histories. (U. S. Departm. of Agriculture, Circular 59; Was- hington. 1919). THomMas (0.), Suggestions for the nomenclature of the cranial length mea surements and of the cheek-teeth of Mammals. (Proceedings of the Biological Society of Washington), X VIT, 1905). VOCABULARIO l |. APÉNDICE AL VOLUMEN CXX “' 1 de la colección MANUALES - GALLACH | Manual de Mustozoología S as EE POR 4 i ANGEL CABRERA e A: - == Definición sintética Je las palabras = O voces técnicas contenidas en dicho tomo y no definidas en el texto COMPAÑÍA ANÓNIMA DE E 1 LIBRERÍA, PUBLICA: “CIONES Y EDF CIONBS up” Imp. Modesto Berdós, Molas, 31 y 33. — Barcelona Manual de MustozoologÍt Angel Cabrera VOCABULARIO de los términos técnicos - Abdominal.—Lo que se refiere o pertenece al ab- - dómen. En los mamiferos - cuya estación normal es la - cuadrúpeda, este adjetivo suele referirse a toda la — superficie inferior del - tronco. - BAlantoideó. — Lo que pertenece o se refiere al - alantoides, apéndice mem- -branoso en forma de saco, - destinado a efectuar la - oxigenación y otroscambios - en la sangre, y derivado de - la parte posterior del con- - ducto alimenticio, en los no definidos en el texto embriones de los mamiferos, aves y reptiles. Alveolar. — Lo que se refiere o pertenece a los al- veolos, y más particular- mente a los de los dientes. Alveolo. — Pequeña ca- vidad o celdilla en un hue- so O un órgano, general- mente destinada a alojar alguna cosa, como las que sirven para la inserción de les dientes. Apófisis.—Eminencia o punta de forma variable a OS > y pd Etapa que presentannaturalmente di algunos huesos, y que sirve en unos casos para la unión de éstos, y en otros para la inserción de los músculos. Arborícola. — El que habitualmente vive en los árboles. Area de dispersión. — El territorio o conjunto de localidades en que se en- cuentra una especie de animal o un grupo zooló- gico. Bifido.—Dicese delo que está bifurcado o hendido en dos partes. - nece'o se refiere ¿ Biología. — Ciencia que tiene por objeto el estudio de los seres vivos (animales y plantas), de su estructura, desarrollo, funciones. Esta es la acepción más exacta y más amplia del vocablo, pero en zoologia, suele designarse como bio- logía de un animal el con- junto de su vida, costum- bres y régimen. distribución y -Caduco. Dicese de aquellos órganos y apéndi- . cesque se desprenden natu- ralmente en un periodo de- terminado de la vida, pu- Caida Ta o ' _ Cefálico.—Lo- q tenece o se refiere beza, y más concr a la porción de ésta « pondiente a la caja cer ebre Cinodontos. (Cy tia). — Reptiles con tos caracteres osteol y dentarios parecid periodo triásico. yen un suborden de fósil Perra por el o en un suborden O A grandes. grupos divide cada ram tura o en el moc ducirse, la cla E comprenden los órdenes, fa- - millas, etc. Ea - "Cohorte. — Voz que se emplea en taxonomía para - designar una agrupación de - órdenes, dentro de la clase, - con los caracteres principa- ,les semejantes, y unidos por dd e estrechas relaciones filo- A -génicas. - Cóndilo. — Porción sa- liente, más o menos elipsoi- dal y fuertemente convexa, que algunos huesos presen- tan para su articulación con otro hueso, mediante la en- —— trada de dicha porción en 33 una cavidad adecuada. Crepuscular. — Dicese - del animal que entra en ac- - tividad al pónerse el sol. Este adjetivo no se aplica - nunca refiriéndose al cre- -——púsculo matutino. Cretácico. — Tercero y último de los tres periodos en que se divide la era me- —sozoica, el cual debe su nombre al hecho de ser la creta una de las rocas ca- _racteristicas del sistema es- tratigráfico correspondien- te.—Lo que pertenece o se ; oa a este pa minencia, y más particular- mente, en Mastozoologia, las que presenta la corona de los dientes. Cutáneo.—Lo que per- tenece o se refiere a la piel. Dérmico.—Lo que per- tenece o se refiere a la der- mis o capa más profunda de: la piel. Diferenciación. — Mo- dificación en virtud de la - cual un órgano, o bien un organismo o un grupo de - organismos, adquiere la forma y Caracteres que lo distinguen de otros órganos, organismos o grupos de or- ganismos que tienen el mis- mo origen. Diferenciado.-—Se dice de un órgano, y también de un organismo o de un grupo. de organismos, que experi- menta o ha pa la diferenciación. Disección. — Acción y - efecto de separar, cortar 0 aislar las diferentes partes de un animal para su estu- dio. El uso ha hecho que esta palabra se emplee tam- bién como sinónimo de tara dermia. Divertículo.—Conducto u órgano que, en las visce- ras, se deriva como por ra- mificación de otro conducto u Órgano más grande. Dorsal.—Lo que perte- nece o se refiere al dorso. Ecología.—Parte de la biología que estudia las re- laciones de los organismos entre si y con el mundo que los rodea, y las correlacio- nes de los organismos que habitan una región dada, en Cuanto a adaptación, modificación, etc. Embriología. —Partede la biología que estudia la formación y desarrollo de - los organismos. -Epicóndilo. El en- sanchamiento lateral exter- no del extremo inferior del húmero Epitróclea.—La promi- - nencia lateral interna del extremo inferior del hú- mero. Epoca —Agrupación de periodos geológicos, según la división que de la histo- ria de la tierra hacian los antiguos geólogos. En cier- to modo, viene a equivaler al término modérno era, de pero sus limites no son los sa mismos, pues una época puede corresponder a varias eras, o sólo a una.parte de era. Las épocas son cuatro, z a saber: primaria 0 trilobí- tica (= era azoica + paleo- zoica); secundaria o mega” losáurica (=era mesozoi- ca); terciaria o Paleotérica á (=parte de la era cenozoi- ca), y cuaternaria o antró- pica (= parte de la era ce- nozoica). : Era. — Cada una de las grandes divisiones que pri- meramente se hacen de la historia geológica de la tie- rra. Generalmente se reco- nocen cuatro eras, a saber: azoica (sin animales) o ag- nostozoica (de animales des- conocidos), en la que apa- recen los primeros inverte-. brados; paleozoica (de ani-. males antiguos), en la que predominan los peces; me- sozoica (de animales inter- medios), en la cual predomi- nan los reptiles, y cenozot- ca (de animales nuevos), E caracterizada por el predo- minio de los mamiferos. NE gunos autores añaden una quinta era, que llaman an rtopozotica. ) : dificación o evolución de un órgano, o de un organismo o conjunto de organismos, - en un sentido determinado, que le hace apto para cum- plir una función especial. La especialización y la diferenciación son fenóme- «nos estrechamente relacio- nados, siendo la segunda un resultado o consecuencia de la primera;' pero debe - cuidarse de no confundir los s dos términos, pues mientras diferenciaciónenvuelve una comparación entre dos 0 más órganos u organismos, : especialización establece una relación entre el órga- - nOUu organismo y sus fun- ES. CIONES. a - Especializado.—Dicese del órgano, organismo o conjunto de organismos que ha experimentado una €s- pecialización. Etología. — Parte de la oología que estudia la in- dole y costumbres de los pe animales. - Familia. — Agrupación - de géneros semejantes en muchos de sus caracteres numéricos y en ciertas mo- dificaciones adaptativas, _ tales como la forma de los - Sientes, la de las extremi- dades, etc. A veces, sobre todo cuando la familia cuen- ta con muchos géneros, cabe dividirla en subfa- millas. Fauna.—El conjunto de los animales que habitan en una región determinada, o que existen en un periodo geológico dado, Filogenia.—Genealogía O historia de la evolución de una especie o de un grupo ZOOlÓgico. Filogénico. — Lo que pertenece o se refiere a la filogenia. Dicese también filogenético, Garceta.—Pitón o punta : que muchos cérvidos, entre ellos el ciervo común de Europa, presentan inmedia- tamente sobre la base de cada cuerna, dirigida hacia delante. Género.—Agrupación de especies animales que tie- nen muchos caracteres co- munes. En los mamiferos, suele ser constante dentro del género la fórmula den- taria. Por razones de con- A veniencia, sobre todo cuan- do. son muy numerosas las especies de un género, ». pue- en sub- E de éste dividirso ES yéneros. - Gestación. —Periodo de la preñez. Algunas veces, _empléase el vocablo cómo sinónimo de esta última pa- labra. Histológico. — Lo que - histología, O preparación y Seres vivos. Ubrivado: — Dicese de las escamas que están so- - brepuestas, de modo que el - borde de cada una descansa sobre la base: de dos de la serie inmediata, como ocu- rre en las pizarras de un tejado y en ciertas clases de e tejas. Ingulnal. —Lo que per- _tenece o se refiere a las ingles. Jurásico, - Segundo pe: -ryiodo de la era mesozoica, llamado asi por correspon- -— deraéluna gran parte de las montañas del Jura. —Lo que pertenece o se refiere a este periodo. - - Lumbar.—Lo que perte- nece ose refiere a los lomos, o parte del dorso comprendi- pertenece o se refiere a la. 5 estudio de los tejidos de los. abert turas. a po -mo ocurre en el plural, con el lomo, sin que es el término v animales a des de la cruz a la grupa. Mesozoico. To tenece o se refiere a 1 mesozoica (V. era.) E minos más vulgares, también secundario, corresponder dicha era to que sirve para cor un modo regular y uni: me los A se . ra, sirve para cerra cierta a una misma e pueden moverse otro, for mandas : el pulgar resp - Orden.—Agrupación ta- xonómica de familias rela- —cionadas entre si por sus caracteres morfológicos y fisiológicos y por su filoge- nia. Dentro del orden, sobre todo cuando las familias son ¡Uy NUMETosas, O represen- tan dos o más tipos distintos de evolución, pueden esta- -blecerse subórdenes, y aun dentro de cada uno de és- tos, cabe a veces repartir las familias en varias sec- - Elórgano dela j hembra donde tienen su ori- gen los óvulos o productos esenciales de la generación. E 5% Ovulo. — Célula que se - produce en el organismo de la hembra y que, mediante la fecundación, se transfor- Y ¿ 3d ma en el-huevo o germen 2 que da origen a un nuevo ser, dotado de vida propia o de las membranas muco- sas. Pueden ser simples o compuestas, y por su estruc- tura se clasifican en papilas nerviosas y papilas vascu- lares. Pectoral.—Lo que per- tenece o se refiere al pecho. Periodo.—Cada una de las divisiones de tiempo que se han establecido dentro de las eras geológicas, y que corresponden exactamente a los diferentes sistemas o grupos estratigráficos. Los periodos reconocidos por.los geólogos son: en la era azoica, el arcaico y el pre- cámbrico; en la era paleo- zoica, el caámbrico, el silú- rico, el devónico y el permo-- carbonífero; en la era meso- zoica, el triásico, el jurásico y el cretácico, y en la ceno- zoica, el eoceno, el oligoce- no, el mioceno, el plioceno, el pleistoceno y el holoceno. Pigmentación. — Pro-. ducción del pigmento, y en términos más generales de una materia colorante cual- quiera, en el organismo, ya sea normal o accidental- mente. Prensil.--Dicese de aquel - Órgano que está adaptado para coger y sugetar, y so-- bre todo de aquellos que lo hacen por enroscamiento, como la cola de ciertos monos. Preñez.—Estado fisioló- gico de las hembras de los mamiferos mientras contie- nen en su cuerpo el embrión de un nuevo ser, o sea des- de que el óvulo es fecunda- do y pasa a la matriz, hasta que el feto (o el huevo, en los monotremos) es expulsa- do al exterior. Proclive. — Inclinado o desviado hacia delante. Sección.—En sentido ta-. xonómico, puede darse este nombre a la agrupación, dentro del orden y del sub- orden, de varias familias con caracteres parecidos, y que evidentemente están estrechamente relacionadas entre si. Algunos autores prefieren llamarla serie, y otros, especialmente los nor- teamericanos, superfamilia, Secreción.—Proceso por el cual son separadas de la sangre ciertas materias, y transformadas en nuevas substancias, como la leche, el jugo gástrico, ete. Tam- bién se denomina secreción A , : E Uan tas mismas substancias gregadas. que tiene dos o más d reunidos entre si. : o de dos huesos, poi te simétricos. entre si superficies planas 0 planas, ya sea por me cartilagos. Sistemático. — Y taconómico. POT tenece o se refiere al ñ po. Viene a ser, por consi- cuiente, lo mismo a poral». lo que está situado in tamente debajo de 1 tocar. EE E pl preparar las pieles de los animales para conservarlas dándoles aspecto de vida. Taxonomía.— Parte de la biologia que trata de la clasificación de los seres. Dentro de la zoología la taxonomía recibe especial- _mente el nombre de «Zoolo- gia sistemática» o «zoo0ta- -xia». _Taxonómico. — Lo que se refiere o pertenece a la -— taxonomia, o aquello que ayuda a la clasificación de los seres. Tegumentario. — Lo - que pertenece al tegumento o se refiere a él, Tegumento.— Membra- na o envoltura protectora, “y más concretamente, la envoltura externa natural de un organismo vivo, co- mo la piel de un mamifero, el: carapacho de un can- grejo, etc. - Tendinoso. — Dicese de lo que tiene tendones o está compuesto de ellos. Torácioo. — Lo que se refiere o pertenece al torax. Triásico. — Primero de los tres periodos geológicos que constituyen la era me- sozoica, llamado asi porque en los terrenos a él corres- pondientes predominan tres materiales litológicos; las areniscas, las calizas con- chiferas y las margas.—Lo que pertenece o se Tefiere a dicho periodo. Tumefacción. --Hincha- zón o levantamiento anor- mal y pasajero en una parte cualquiera del cuerpo. Valvular. — Dicese de un orificio que se cierra y abre a modo de válvula. Ventral. — Véase abdo- minal. Vermiforme. — Dicese de lo que es estrecho, alar- gado, flexible y más o me- nos cilíndrico, como el cuer- po de una lombriz. Vertebrados. — Anima- les provistos de un esque- leto interno cuyo eje forma una columna vertebral, des- tinada a proteger un cordon nervioso longitudinal ter- minado anteriormente en un cerebro. Constituyen uno de los grandes grupos o ramas del reino animal, que comprende los lepto- a Io cardios, los peces, los anfi- bios, los reptiles, las aves y los mamiferos. Zoogeografía. — Parte de la zoologia que estudia ia distribución de los ani- males sobre el globo. 'Tam- bién puede considerarse como una parte de la geo- grafia consagrada al es- tudio de las faunas. Zootomíia.—Parte de la zoología que se ocupa de la. disección de los animales. 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