íiCAiJvvA Va 3"^ HARVARD UNIVERSITY LIBRARY OF THE MUSETJM OF COMPAKATIVE ZOOLOGY t N'&S MEMORIAS DE LA RE4L mOESlIA DE CIENCIAS EXACTAS. FÍSICAS Y NATURALES DE is/la.jd:rxj:). f^ MEMORIAS DE LA REAl ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS 1 NATURALES. TOMO VI. MADRID: POR AGUADO, IMPRESOR DE CÁMARA DE S. M. Y DE SU REAL CASA. 1863. Publicado por acuerdo de la Academia. El Secretario perpetuo. MEMORIAS DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS. FÍSICAS Y NATURALES DE MADRID. 2.' SERIE. — CIESCIAS FÍSICAS. — TOMO 2." — 1." PARTE. MADRID: POR AGUADO, IMPRESOR DE CÁMARA DE S. M. Y DE SU REAL CASA. 1863. NOTA. La Academia no adopta ni rehusa las opiniones de sus individuos: cada autor es responsable de lo que contengan sus escritos. MEMORIA EN EL CONCURSO PUBLICO ABIERTO POR LA ACADEMIA PARA EL AÑO 1863 SOBRE e:x- tem>^: Influencia de los fosfatos tórreos en la vegetación y procedimientos mas económicos para utilizarlos en la producción de cereales en la Península, POR DON MANUEL SAENZ DIEZ, Catedrálico de Química de ¡a universidad Central. INTRODUCCIÓN. Lema. — La ccooomia agrícola es á la voz un arle y una ciencia. (LlEniG.) 1." Tocos problemas podrán presentarse en la época actual como el que acabamos de indicar, que, á sus escasas palabras y sencilla enu- meración, reúna la circunstancia de ser una de las mas, difíciles cues- tiones de la química aplicada; y pocos cual él, de resultados tan útiles, una vez bien resuelto : pero como quiera que para llegar á conseguir- lo se necesitan datos, y en la ocasión actual no son numerosos los que poseemos, esto mismo hace mas difícil su resolución, y por tanto que pueda ser envidiado el que lo consiga. No somos nosotros los que aspiramos á tanta gloria: el imperfecto trabajo que tenemos la honra de presentar á tan ilustre como sabia Corporación, lo hacemos animados solo del mejor deseo de acercar- nos lo mas que nos sea posible al pie de la alta montaña que delante se nos presenta; de ningún modo pensamos llegar á su cumbre; nues- tras fuerzas son escasas, y el terreno pedregoso, por cuya razón otros mas vigorosos vencerán al diticil camino. Les daremos el parabién, 10 quedándonos ol consuelo de liaber puesto de nuestra parte cuanto hayamos podido, no en conocimientos, de los que carecemos, sino nna gran fuerza de voluntad y un vivo deseo de poder ser útiles al pais. El orden que nos proponemos seguir en la presente memoria está fundado en considerar el tema divisible en dos partes bien diferentes, siendo una la acción de los fosfatos, y la otra los procedimientos mas económicos para utilizarlos en la producción de los cereales. Generalidades acerca de los vegetales. Antes de entrar de lleno en la primera parte , nos permitiremos algunas lijeras generalidades acerca de los vegetales, las que al parecer no son de la cuestión, y por otro lado son conocidas de todos; no obs- tante, después podremos sacar alguna aplicación, fundada en lo que vamos á exponer, considerando al vegetal desde que tiene vida propia, ó sea desde que dan principio las alteraciones físico-químicas. Los fenómenos químicos de la vegetación pueden considerarse cau- sados por los elementos que constituyen la atmósfera, por el agua, y por las sustancias que se encuent^a'n en la tierra, en que la mayor parte de los vegetales están fijos. La acción química de estos elementos presenta dos periodos bien diferentes, la germinación, y la vegetación propiamente dicha: en esta última se comprenden el desarrollo, crecimiento y multiplicación de la especie. Germinación. La germinación tiene por objeto el desarrollo de la semilla, que está constituida del embrión, que contiene los gérmenes de la raiz y del tallo, y del cotiledón ó cotiledones. No es nuestro objeto entrar en la parte anatómica de su constitución; y asi, dejando á un lado esta descripción . pasaremos con rapidez á considerar la germinación bajo 11 el punto de vista químico , con objeto de ver cuáles son las principales sustancias orgánicas que mas frecuentemente la constituyen. Por lo general , fuera de algunos principios que con ligeras escep- ciones se encuentran en determinadas semillas , se ven algunos que son comunes á todas, y á veces, se hallan reemplazados por otros análogos en sus propiedades; conteniendo la mayor parte de los granos el al- midón, goma, glucosa, gluten, legúmina (en las leguminosas), albú- mina, grasas, esencias y sustancias minerales que dejan por la incine- ración, las que están constituidas por lo general de silice, cloruros al- calinos y tórreos, como igualmente de sulfatos, carbonatos y fosñitos tórreos; suponiendo que estas sustancias, que son indescomponibles, ó al menos que resisten á una temperatura elevada sin sufrir alteración, se encuentran bajo esta forma en las semillas; no así los carbonatos que en las cenizas se observan, cuyo orijen es debido á la descomposi- ción de los ácidos orgánicos y diferentes sustancias de igual naturaleza que en ellas existían. Sentados estos precedentes, y no siendo de ningún modo nuestro objeto ocuparnos de la germinación sino accidentalmente , para sacar después alguna aplicación que venga en apoyo del tema que discutimos, solo diremos que en este acto físico-químico, en que el calor influye para poner en juego las acciones químicas, es el oxígeno, del aire, según los exactos experimentos de Saussure, el qde, combinándose con el carbo- no de la semilla para convertirse en ácido carbónico, ocasiona todos los fenómenos subsiguientes. Basta en efecto recordar los cuerpos antes citados, para deducir lo que el oxígeno podrá efectuar al combinarse con el carbono elevándose la temperatura: con solo fijar la atención no nos estrañará ver los nue- vos productos que se van formando según el estado en que se encuen- tre la germinación , ya se efectúe esta al aire libre en presencia de hu- medad , ya en agua que tenga aire , ya también en tierra. De todos modos, en estos primeros momentos de la vida del individuo vegetal que se empieza á desarrollar, es preciso considerar solamente el agua y el oxígeno como causas ¡¡rimordiales para hacer soluble al almidón por medio de la diastasa, que le trasforma en dextrina v en glucosa, 12 aunque en pequeña canlidad , así como la rápida acción que en estas circunstancias ejerce el oxígeno sobre los principios nitrogenados que liemos citado, para convertirlos en fermentos y dar orijen á la acidez que acompaña á toda germinación , la cual nos citan algunos autores , si bien suponen ser debida á la presencia del ácido carbónico, lo que in- dica que no se han detenido lo suficiente para estudiar esta cuestión, porque de haberlo verificado se hubieran convencido , como nosotros lo estamos, que la acidez es bien manifiesta en la germinación, y en al- gunas ocasiones se hace muy sensible al poco tiempo de poner las se- millas en circunstancias convenientes para que lo efectúen. Es sufi- ciente para ello introducir un papel de tornasol en un matraz en que se haya puesto trigo . cebada ó cualquiera otra semilla rociada con agua destilada, de manera que toda sea absorbida, y á medida que dá prin- cipio y continua avanzando la germinación, se verá al papel pasar a! color rojo. Si se saca, lava con agua destilada y se le deseca, se notará que la nueva coloración no ha desaparecido. Esto mismo se hace mas perceptible poniendo en papel azul de tornasol un grano de los que germinan, y comprimiéndole entre dos placas de vidrio aparecerá el color rojo característico de los ácidos enérgicos, no variando por dese- cación ; lo que nos prueba que no deberá ser ácido carbónico el que ocasiona esta coloración permanente, porque es sabido que la acción del calor le hace desaparecer. Qué ácido sea este no es fácil demos- trarlo por encontrarse en pequeñas cantidades ; pero el raciocinio nos hace suponer con alguna probabilidad de acertar, que deberán ser los ácidos láctico y acético, que se forman en circunstancias análogas con las sustancias que constituyen las semillas. Este hecho, al parecer indi- ferente, le recordaremos mas adelante, y nos servirá para sacar al- guna consecuencia. Durante estos fenómenos químicos se efectúan también otros físi- cos muy perceptibles , entre ellos el desarrollo de la plúmula y el rejo, dando origen á lo que han de ser tallo y raiz, empezando en- tonces el segundo periodo. 13 De la vegelacion. Los ienómenos que se observan en este periodo son el desarrollo de la raiz, cubriéndose las estremidades de fibras ó raicillas llamadas esponjiolas. Por la parte opuesta se ve aparecer el tallo, que eleván- dose por lo general verticalmente . va dando origen á las ramas, que se cubren de liojas, viéndose después aparecer al cabo de cierto tiempo las flores con que la primavera engalana á las plantas, á las cuales su- cede la fructificación, fin y objeto de la vegetación, en cuyo momento las plantas anuales ban adquirido su mayor desarrollo, pesando en este caso mucbo mas la sustancia organizada que la materia que constituía la semilla á la cual debe su origen. Los árboles y demás plantas gigantescas nos dan un ejemplo palpable de esto, si bien puede suponerse que para ello influye el largo tiempo que emplean en desarrollarse. No sucede así con algunos vegetales anuales, como cierta especie de remolacba, que pesando su semilla 06^004, pesan la raiz y liojas 10 kilogramos, ó lo que es lo mismo, 2500 veces el peso de la semilla. Si fijamos un poco nuestra atención en estos fenómenos, que pasan desapercibidos para la mayoría de las gentes, que no ven en ellos mas que una ley de la naturaleza, y nos ponemos al lado de los fisiólogos botánicos, no podremos menos de admi- tir que esta asimilación tan abundante y rápida no tiene otro orijen que el agua, el aire y la tierra en que vegetan; y si bien los becbos prue- ban que hay algunas plantas que viven y se desarrollan completamente con solo la influencia de los dos primeros, ó lo que es igual, con el concurso de carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, no es tampoco menos cierto que la generalidad no prevalecen en estas circunstancias: de aquí que sea indispensable la tierra en que están situadas: y de ello se deduce que ban de sacar del terreno gran parte del alimento que necesitan para llegar al completo estado en que las vemos. Sentados estos preliminares, indispensables en nuestra opinión para el desenvolvimiento del tema propuesto, pasaremos á dar principio lí á la ardua tarea que nos proponemos desarrollar, empezando por la pi'i- mera parte, ó sea Influencia de los fosfatos térreos en la vejetaeion. Desde bien antiguo se conoce que los vegetales no viven bien, no vegetan ni llegan á su desarrollo, si no están colocados en circunstancias normales á su existencia, y de aquí las prescripciones que -nos indican autores de tanta nota y antigüedad como Columela , respecto á las cir- cunstancias que han de tener los terrenos para tal ó cual especie vege- tal. En ellos veremos en efecto que conocían ya, aunque de una mane- ra imperfecta , la acción que las sustancias minerales ó inorgánicas tenían en vegetales determinados; pero estas reglas no pueden menos de adolecer del atraso en que se encontraban las ciencias experimenta- les en la época en que estos ingenios florecieron. Desde entonces se ban venido repitiendo todas las prescripciones de una manera empíri- ca, puede decirse, hasta que Saussure, Lavoissier y otros sabios no menos eminentes , empezaron á considerar á los seres organizados ve- getales como sujetos á acciones dependientes de las afinidades quími- cas; y desde esta época se tienen nociones muy precisas acerca de al- gunos actos de la vida vegetal , por experimentos tan sencillos como exactos, así como de la composición de las cenizas que dejan las plantas cuando se las incinera, operación al parecer sencilla, pero que, no obstante, en la práctica presenta dificultades con las cuales tuvo que luchar Saussure , siguiéndose aún en el dia algunas de las adver- tencias que nos legó este químico, manifestando, á pesar de los medios imperfectos con que contaba , que en las cenizas se encontraba el ácido fosfórico. Desde esta época puede decirse que data el conocimiento de este ácido en la vegetación; y desde entonces hasta nuestros dias, y á medida que los medios analíticos han adelantado, hemos visto á quí- micos tan célebres como Berthier, Berzelius y otros muchos continuar el trabajo iniciado por Saussure , y darnos á conocer la naturaleza de muchas cenizas hasta entonces desconocidas, y con lo cual la quími- 13 ea ha hecho dar á la agricultura un gran paso en el terreno de su in- mediata aplicación. Casi al mismo tiempo hemos visto también ocupar- se de esta parte importante á Mr. Liebig, que considerando la cuestión bajo el doble punto de vista teórico y de aplicación , nos ha iniciado muchas cuestiones de química agrícola, tomándose el trabajo de resol- verlas por sí mismo con gran beneficio de la agricultura , y dándonos á conocer otras que hasta entonces solo estaban iniciadas y hoy cono- cemos su importancia, cual es la que nos ocupa. Desde una decena de años á esta parte, muchos y respetables quí- micos y agrónomos se han ocupado en esta cuestión , si bien cada cual en su terreno; sus trabajos forman por decirlo así un cuerpo de doc- trina, encontrándose, cuanto de ello se ha dicho y experimentado, es- parcido en muchas obras y memorias particulares , la mayor parte de origen estrangero, y de cuya esposicion metódica nos vamos á ocupar, dando á conocer al mismo tiempo los obstáculos con que hemos tenido que luchar, y algunos vacíos que se han procurado satisfacer con los in- significantes trabajos efectuados por nosotros, para ver de resolver en parte la cuestión que nos sirve de tema ; lo que, no obstante su senci- llez, ofrece en nuestro pais, por circunstancias especiales, alguna di- ficultad. Existencia de los fosfatos en las plantas. Acabamos de ver, por la rápida ojeada que hemos dado , la marcha que ha venido siguiendo esta cuestión , y hallaremos aún cómo hasta el dia puede decirse que no se habia demostrado si los fosfatos hacian ó no parte de todos los vegetales. Si consultamos los iuiportantes trabajos de Saussure , encontrare- mos que de setenta y cinco plantas examinadas, vio que existia el áci- do fosfórico al estado de fosfatos tórreos en sesenta y cinco, de lo cual se deducirla inmediatamente que las diez restantes en las que este químico no lo reconoció, carecerían de él; lo que no debe estrañarnos, atendiendo á la época á que se refieren estos trabajos. Mr. Garreau por su parte también nos da á conocer con mayor nú- mero de experimentos, que el ácido fosfórico se encuentra en muchos vegetales. Liebig, examinando gran cantidad de distintas cenizas, ha obser- vado que en todas ellas se encontraba el ácido fosfórico unido á los álcalis y tierras, sirviendo á este químico el hecho enunciado, para de- ducir que en algunos vegetales era indispensable esta sustancia para su desarrollo. No obstante estas pruebas , químicos y agrónomos de alguna nota han dudado de la existencia del ácido fosfórico en muchas plantas, fun- dados en que los experimentos se babian hecho en vegetales determi- nados, Y ellos babian tratado de reconocerle en otros muchos, obtenien- do un resultado negativo. Hechos posteriores nos manifiestan lo contrario, como puede de- ducirse de los trabajos que con este objeto ha emprendido M. B. Co- renwinder (1 ), haciéndonos ver que las plantas en su primera edad nos dan ya cenizas ricas en ácido fosfórico, y que los vegetales marinos que crecen en las rocas contienen fosfatos, no obstante no encontrarse en ellas, ni existir al parecer en el agua del mar. Vemos por los hechos que anteceden, que nos espondríamos á la critica si dedujéramos la afirmativa de la cuestión que nos ocupa: por- que no basta la autoridad de los químicos mencionados para admitir, como no podemos menos de hacerlo, que si bien en muchas plantas se ha demostrado de una manera que no deja duda alguna, en otras no se han reconocido ni aun indicios. En este estado de la cuestión, hemos emprendido una serie de tra- bajos, para convencernos si el ácido fosfórico hacia, ó no, parte déla ma- voria de los vegetales ; y felizmente los resultados obtenidos han ve- nido á desvanecer por completo las dudas que pudiéramos tener, por lo general mal fundadas, acerca de su existencia. Con este objeto se han tomado gran número de plantas que hemos podido adquirir, y cuya enunciación sería enojosa; se han some- (1) Cosmos, t. IC, pág. C70. 17 tido á la análisis cualitativa, y los resultados no han podido ser mas sa- tisfactorios y afirmativos. Para ello se ha empezado por hacer germinar un número conside- rable de diferentes semillas colocadas en pequeños matraces de vidrio, convenientemente dispuestos para evitar la entrada de cuerpos estra- ñós: habiéndolas rociado con agua destilada, se han dejado hasta que la germinación estaba adelantada , y los tallos tenían una longitud de unos 2 centímetros; se han separado cuidadosamente algunos de los pequeños tallos de las diferentes semillas germinadas, los que han sido incinerados imperfectamente en cápsula de platino, y tratados después por los reactivos han dado señales bien perceptibles de contener ácido fosfórico. Haciendo la misma operación con los otros tallos, cuando habiaii adquirido una longitud de 7 á 8 centímetros, lo hemos hecho también manifiesto. Repetido esto, no ya con tallos procedentes de la germinación, sino con los diferentes órganos de las plantas que nos han sido sumi- nistradas , se ha visto que en todas y en cada una de sus diferentes partes, tallo, raices, hojas, semillas, etc. , existia el ácido fosfórico en diferentes proporciones. De la misma manera hemos tratado de poner de manifiesto si en las plantas acuáticas existia el referido ácido, habiendo tomado varias de ellas, como la lenteja de agua, ninfa blanca y el myriophyllum spicatum; y no obstante haberse desarrollado en sitio donde al parecer no debía existir el ácido fosfórico, los reactivos nos han dado á conocer que tam- bién le contenían. Tratando de generalizar mas esta investigación , se han repetido los mismos experimentos en plantas de las llamadas aéreas (1), las que en circunstancias idénticas que las anteriores, nos han indicado que el ácido fosfórico existe en cantidad muy notable. Bien hubiéramos querido repetir lo mismo con mayor número de (I) Tillandria polystachya. TOMO VI. 18 plantas, pero basta lo hecho con las muchas sometidas al anáüsis ; y por los resultados obtenidos, cualquiera podrá convencerse que la exis- tencia del ácido fosfórico puede hacerse estensiva á todos los ve- getales , puesto que las plantas marítimas, y entre ellas las algas, tam- bién lo contienen. Se nos preguntará cuál es entonces la duda que ha existido acerca de la presencia de este ácido en los vegetales , y cómo los sabios citados anteriormente, que han tratado de ponerle de mani- fiesto, no lo han conseguido. Quizá se crea que nuestra experimentación haya sido hecha con mas escrupulosidad, lo que desde luego rechaza- mos, no pudiéndonos comparar en nada con los químicos célebres que han estudiado esta cuestión. La duda que hasta el dia ha podido separar á algunos químicos, ha dependido de los diferentes medios que estos han empleado para su reconocimiento. Sabido es por desgracia, y esto es un axioma, que el quí- mico no puede reconocer los cuerpos sino en tanto que estos existen en alguna cantidad, y difícilmente, salvo pocas escepciones , cuando están en cantidades mínimas; quedándole el recurso en este caso de ope- rar sobre grandes masas, y de este modo puede muchas veces hacerse palpable, como tenemos un ejemplo con el ácido carbónico, el amoniaco y el ácido nítrico que existen en el aire; con la plata y otras varias sus- tancias que existen en dosis muy pequeñas en el agua del mar ; pero si en vez de tener á su disposición inmensas cantidades de estas pri- meras materias se encuentra limitado á operar sobre pequeñas por- ciones, en este caso solo puede reconocer los cuerpos que se encuen- tran en dosis no muy pequeñas, y se ocultan á su minucioso análisis los que no se hallan en estas proporciones. Esto es precisamente lo que sucede al ácido fosfórico : allí donde existe en proporción muy considerable, como en las cenizas de la ma- yor parte de los vegetales, se le encuentra muy fácilmente, nadie pone en duda su existencia ; pero si se pasa después á examinar órganos en que solo se encuentre en pequeñas dosis, y no se tiene mucha planta ó cenizas de que disponer, entonces se escapa por decirlo así al análisis, y se sientan principios trascendentales que son, á su vez, base de ele- vadas teorías que un examen mas detenido hace caer en el olvido. 19 Por el contrario, á medida que la ciencia adelanta , que el químico estudia reacciones especiales, de ellas saca partido para las investiga- ciones analíticas, y descubre reactivos poderosos, con los cuales difícil- mente se le ocultan sustancias determinadas. En este caso se encuentran el hierro, el cobre y el azufre de los cuerpos inorgánicos, y el ácido úrico y otros varios que pudiéramos citar de los compuestos orgánicos, que con el sulfocianuro de potasio, el cianuro amarillo, el nitroprusiato desosa, el ácido nítrico y amoniaco descubren á los anteriores en líquidos que solo contengan ,o5oir- Con reactivos tan sensibles no se puede dudar de la existencia de cuerpos que de otra manera no hubiera medio de hacer perceptibles. Modernamente tenemos un ejemplo bien palpable con los recientes descubrimientos que tanto llaman la atención como asunto dé actuali- dad y de importancia, cual es la presencia en el aire, cenizas y en algu- nas aguas minerales no solo de los metales conocidos, sino de otros no descubiertos hasta el dia, como el cesio, el rubidio y talio, que la espec- troscopia ha dado á conocer; lo que nos manifiesta perfectamente, que á medida que el químico posee medios de precisar ciertas reacciones, el análisis es mas perfecto. El ácido fosfórico es uno de los compuestos que se encuentran en este caso; muchas son en efecto las reacciones que sirven para su reco- nocimiento, así como para su separación, si bien para que ellas so efec- túen se necesita que aquel esté en cantidad no muy pequeña, y de aquí las distintas opiniones citadas anteriormente; pero hoy estas desa- parecen y pueden los químicos reconocerle á menor dosis que el hierro y el cobre. Este medio es conocido hace algunos años á consecuencia de los trabajos deSvanbergy Struve (1), que han hecho que el molib- dato amónico sea un reactivo especial cualitativo para reconocer el áci- do fosfórico, y del cual nos hemos servido en todas nuestras investiga- ciones. Este reactivo, manejado convenientemente, nos dicen sus autores (1) Gmelin, Handbuch der Cheniie, II Band 504. 20 que sirve para reconocer al ácido fosfórico en cantidades muy pequeñas, pero no nos fijan el límite de su aplicación ó sensibilidad. Hemos trata- do de resolver esta cuestión para ulteriores aplicaciones, llegando á con- seguirlo por diferentes ensayos directos, ya con fosfatos de composición bien conocida (pirofosfato de magnesia), ya disolviendo cantidades cono- cidas de fósforo en ácido nítrico, y diluyendo convenientemente en can- tidades también conocidas de agua hasta llegar á tener líquidos en que solo se hacia sensible. Nuestros experimentos nos han dado por resulta- do, que este reactivo puede muy bien emplearse para reconocer el áci- do fosfórico á la dosis de 0,00002677, que representa 0,00001167 de fósforo. En vista de estos hechos, nadie deberá estrañarse que el ácido fos- fórico haga parte de todas las plantas, ni de encontrarle, como veremos después, muy repartido en la naturaleza. Una de las ventajas que nos han decidido á emplear este reactivo, aparte de su gran sensibilidad, ha sido la ñicilidad con que se puede reconocer el ácido fosfórico sin necesidad de incinerar completamente los vegetales, operación difícil en gran número de casos. Es suficiente carbonizar la sustancia y triturarla después, para poder usar el reacti- vo, ó bien sobre el agua que hayamos empleado para lavar el carbón obtenido, ó mejor sobre el líquido ácido suministrado por el trata- miento clorhídrico ó nítrico del mismo. La experiencia nos ha enseña- do que es preferible emplear el clorhídrico y no el nítrico, porque tra- tándose de reconocerle en dosis muy pequeñas, no debemos esperar precipitación, y sí solo coloración, y sabido es que el ácido nítrico con el residuo carbonoso puede dar una coloración que nos induciria á error; lo que no efectúa el clorhídrico. En la mayor parte de los casos no se nota coloración en el primer momento, y sí al cabo de algunas horas, ó bien por la ebullición y enfriamiento. Cuando se encuentra á la dosis de 1 milésima, ya se ve aparecer un precipitado abundante que pronto va al fondo, y queda reducido á una pequeña porción; de donde deducire- mos fácilmente que el ácido fosfórico, cuya presencia hacemos visible en las cenizas ó residuos carbonizados por el método espuesto, puede proceder de existir en los vejetales al estado de fosfatos alcalinos y tér- 21 reos. En el primer estado solo hemos podido ponerle de manifiesto en los granos ó semillas bien triturados en mortero de ágata, y en el se- gundo tratando el residuo anterior por el ácido clorhídrico en todas las partes de los vegetales; sacando por consecuencia que el estado normal del ácido fosfórico en las plantas es el de fosfatos insolubles, debiendo ser el de cal y magnesia cuyas bases se encuentran en casi todas las ce- nizas, si bien acompañadas algunas veces de óxido de hierro, el que también por su parte parece probable se halle unido al ácido fosfórico, no estando este sino accidentalmente en algunas cenizas. Podemos sen- tar por principio que el ácido fosfórico que hemos visto existe en los vejetales, está al estado de fosfato terreo, si bien en los granos se en- cuentra asociado además con los álcalis, que es lo que queríamos de- mostrar en el presente capítulo. Cantidad de ácido fosfórico en los vegetales. Habiendo hecho ver su presencia y estado, pasaremos ahora á ma- nifestar en qué cantidad existe este cuerpo en los vegetales. Muy bien desearíamos llenar esta parte de un modo análogo á lo hecho con las anteriores, pero desgraciadamente no lo podemos conse- guir sino de una manera imperfecta, y solo con el objeto de dar una idea en general, para luego poder sacar consecuencias que tendrán una aplicación directa. Ciertamente que los químicos no se han detenido en esto lo sufi- ciente, para darnos á conocer las cantidades de fosfotos ó de ácido fos- fórico que existen en las cenizas de muchos seres vegetales, debiéndose esta imperfección á la necesidad de obtener una cantidad algo conside- rable de cenizas, para poder determinar pequeñas porciones de ácido fosfórico; no obstante, aun cuando este estudio no esté completo, para la mayoría de las plantas, se conoce bastante bien la cantidad que de él existe en diferentes cenizas de vegetales importantes por sus aplica- ciones. En efecto, dejamos sentado anteriormente que en todos los vegeta- 1(!S existe el ácido fosfórico, en algunos solo vemos indicios, lo cual nos lleva á creer que su presencia deberá ser accidental, ó al menos que no ejerza sino un papel muy secundario en la vegetación, si bien en cambio tenemos otros en que la cantidad es considerable y cuya pre- sencia no puede mirarse como casual, sino indispensable para consti- tuirlos, como sucede en las semillas, y de estos las de los cereales, que le contienen en dosis notable. Como ejemplo de los vegetales de la prime- ra clase, podremos citar, entre otros mucbos que se encuentran en el mismo caso, los tallos de las habas maduras, en que solo hay indicios de ácido fosfórico en sus cenizas, al paso que vemos en los renuevos de las remolachas hasta 12,74 por 100 de ácido fosfórico, y en las que pro- ceden de las raices de las mismas plantas se encuentran 12,85 por 100. Los tallos jóvenes de los guisantes, dan cenizas que contienen 27,46 por 100, y los mismos después de la madurez del fruto, dejan cenizas conteniendo 4,44 por 100 de ácido fosfórico. Las hojas de las habas dan cenizas con 25,62, y las de las plantas marinas, según Mr. Godechens, de 1 á 4 por 100 de ácido fosfórico. En las cenizas procedentes del polen de algunas flores se ha llegado á encontrar 1,45 por 100 del mismo ácido. M. Saussure (1) nos da á conocer varias análisis de cenizas obteni- das por la incineración de 39 vegetales, observando que estos en su ma- yor parte, solo dan 0,03 de cenizas por 100 de planta desecada, menos 3 en que se ve que contienen 0,1; si bien por este trabajo no pode- mos saber la cantidad de ácido fosfórico que contienen, por haberse concretado á su parte cualitativa, no satisfaciendo por lo tanto á la cues- tión que nos ocupa. Mr. Berthier, á quien tanto debe la química analítica, ha hecho un detenido estudio de muchas cenizas obtenidas de vegeta- les, no limitándose á la parte cualitativa, sino estendiéndose á su com- posición centesimal, y deduciendo que existe el ácido fosfórico desde 0,008 á 0,184. ' . Vemos por los trabajos espuestos, que las plantas contienen el áci- (1) Recherches Chimiques. do fosfórico en cantidades variables; pero por lo general en pequeñas dosis, escepluando las semillas, y en particular las de los cereales, cuyas cenizas son mucho mas ricas en fosfatos, como puede verse fácilmente por el cuadro primero adjunto, estractado de lo espuesto por Mr. Bous- singault (1), en el que se halla la composici'on de cincuenta cenizas procedentes de diversos vegetales, siendo todos ellos, como puede notar- se, de origen estrangero. (1) Ecoiiomie Rurale, I. 94. ;5.S-5 EF. S y Ñ' — o; o Acido fosfórico. tS IS I4> ttJ — * "^ — ' .--I co --1 ^» oc_ts c; ll.i!»n('sia. i« t-t is "^ ce 01 1^ ■^ 1^ ü to -^ ►« ts 00 -a ü*» co ■ > ip» »ü. -^ tJ:^ ■ Pola Oí" co tu o Sosa. -^ Oí ce J-*J^ ^ ^^ , ao -J Acido carbónico. o o Acido sulfúrico. 2. t: «o'ic is — >-» -^ ^a o 2. tT 3 3 o. o. Cloro. 1¿C* >^* N^ ^ tíj ce — * * Q(5 ^ t£ o C5 ce — ^ c ■— »■ ü o> w s ^ ) 0 *í 8 ' ^ ^ i \ w ' w 5" ^ § cv' H s 0 k co _ _ ce ce o t^ Carbón y pérdida. S; s = s s 0.05 = o Erg I g-Sg-g g Sg o£o Ori?en. c = ? 2 "> 2. K- VI VI en b' 2. '^ — ^aq 25 Deseosos de poner ejemplos sacados de trabajos analíticos efectua- dos con cenizas de vegetales indígenos, hemos buscado en vano lo que creímos encontrar, no habiendo llegado á nuestra noticia que se hayan hecho trabajos de esta naturaleza y de utilidad para la agricultura. En la necesidad de conocer la cantidad de ácido fosfórico que con- tienen nuestros cereales para ulteriores aplicaciones, y no teniendo medio de averiguarlo, nos hemos visto en la necesidad de emprender este pequeño trabajo determinando las cenizas de algunos cereales, y sin- tiendo no poder dar su composición centesimal por no haberlo permiti- do el tiempo con que contábamos, limitándonos solo á conocer las can- tidades de ácido fosfórico, cal y magnesia que contienen, por estar convencidos que estos compuestos son los que influyen de una manera notable en las propiedades de los cereales, objelo de la presente me- moria. La inspección del cuadro 2.° adjunto, nos dará una idea de lo que acabamos de esponer. 26 Zw t- O. 3 o a. 3 ui ic:^^*i-o;iíi — = icoo-Jrt5í:'ií-icií>-' íiúmeros. ^J. -3 _: o ■n ^ s H'--^ o ñ!-.=l.=.CR -c chamo d. id. rubioii candea d. id. . rojo, caniíea (I. id. d. id. Id. Maiz. chamo d. id. d. id. ebada. Uena. enleno. rrigo. ■igo 2." ■T • * ■, O p »; 5LS5 :. c — — ; o • • • • ,Cf5 ü X- i; OQ -! i -. ¡- re. í. _ctCJ •C-S'^ a. o 5= ■¥ ??• t-s t.:^ -^ t* "■ oc ^: es — * -^-- w^ t4>i*; üsíí^^ts b& ts = — ^J® "Vi "ü"^ líi -^ '--* ^ ^ t-s t.¿; be "i.; lo — I i. "hs^ io 'ac ^ Is ce c: 00 — -í- -* l« — ü = — ~ io -.£ -.i — — --üi c; H^ l-S tS t.£ t>& — *——*—» —* O ^* -^ :C ^J ^"^J^ '"^ *~ ^J^ ^J^ ^.^ !■© Í-S 1-& tS í^ CJ! es ^* t.5, :o O i-a ' C5C©t®;£0Oi.;0CCCl« — COí^wí ■->ac o CTQ I era 3C — c,-: tí; -í- 3c = — 00 3c :c;o = i,-: tr: tií* «^ *í* oc v: "o- O "= "*— * "o '^ *^ "o o — ' '<^ o í c;: [■i -J -^ 'is -^ lí' í-i wt t* -^J i^ -^ ' OOCOÜí-^'íí* *e» Ü? tO ^^ i^ -s* ce Ife^ >í£^ I- / Q C^ tí í> ti O c^ [ ^ ) O g í - Ul '^ 1 ! ^ ( ^ Q tí !Z! 2 a o 27 Conociendo ya los límites en que el ácido fosfórico se encuentra en las plantas, y habiendo demostrado cuál es su estado normal en las se- millas, en que existe combinado con la cal, magnesia y potasa, vere- mos por los datos obtenidos la relación en que se encuentra este ácido con la cal y magnesia, no habiéndolo hecho con la potasa, porque sabido es que la mayor parte de esta base se encuentra al estado de silicato. El cuadro adjunto núm. 5." nos podrá dar una idea de esta relación. CUADRO TERCEEO. Relación en que están la cal, magnesia y ácido fosfórico en las cenizas de las semillas. 1.' SERlf >, ESPllESTAS EN EL CUADRO 1.° 2.' SERIE, ESPUESTAS ES EL CUADRO 2.» Números. Cal. Magnesia. Acido fosfórico. Súnieros. Cal. Magnesia. Acido fosfórico. 1 ¡i 16 1 8 14 2 8 38 2 7 13 3 í 18 3 7 18 4 0,4 4 4 » }> S 13 38 n » u 6 2 8 6 »> » 7 1 (i 7 „ )) 8 2 4 8 6 11 9 1 9 5 19 10 1 10 14 28 11 0,8 11 8 17 12 0,007 1 12 8 26 13 0,3 U 8 13 14 0,04 14 8 14 lo 0,1C 15 16 17 18 19 '-' 1 } 8 5 2 3 8 7 13 29 10 12 10 13 28 Según estos resultados, podemos observar que en todos los cerea- les, tanto de la primera como de la segunda serie, siempre existe ma- yor cantidad de magnesia que de cal, y mucha mayor de ácido fosfórico, escepto la avena déla primera serie, donde la cantidad de cal es mayor que la de magnesia. Si bienes fácil, como veremos, por medio de análisis calcular la can- tidad de ácido fosfórico que hay en un peso dado de una planta ó parte de ella, no es lo mismo representar con cuánto de cada base se halla combinado. En efecto, como dejamos espuesto, se deberá admitir que se encuentra unido á las bases de cal, magnesia y potasa; y si partiendo de los datos suministrados por el análisis calculamos, por la magnesia primero y después por la cal, las cantidades respectivas de ácido fos- fórico que les correspondan para formar los fosfatos bibásicos, el resul- tado que se obtenga no nos resolverá la cuestión, puesto que en unas semillas sobrará ácido fosfórico y en otras faltará para saturar las bases encontradas. Si para convencernos tomamos como ejemplo el número 2 de la pri- mera serie, cuadro 1.°, y en vista de la composición queremos saber cómo se hallan los 57,0 de ácido fosfórico, y suponiéndole unido con todas las bases bajo la forma de sal bibásica, cuya fórmula será SMO.PhO,, nos será fácil averiguarlo por medio de las siguientes proporciones. \: 2 (20) : 71 : : 12,1 : x = ^^J =21,47 de ác. fosfórico. 2 (20) eqnivalenle de la nia^oesia. : 71 : equiv. del ácido fosfórico. mannesia. 2 (20) 2 (28) equivalente de cal. : 71 : equiv. del ácido fosfórico. 1,5 magnesia. X = „ ,„.^. =1 ,90 de ac. tostoneo. 2(28) Si en vista de la sílice (1) que entra en su composición calculamos la (1) Considerada compuesta de SiOj. 29 potasa con que estará combinada, y la diferencia se supone estar unida con el ácido fosfórico, lo hallaremos por la proporción siguiente: 7ix2^ 45 7>: 2 (47,2) : 70 : : 25,45 : x ^ 9 ,¡a'% =^^'^'^ ^^- fosfórico, fquivalenle equiv. esceso ^ ' ' de Jel ácido de potasa. fosfórico. potasa. Sumando todo el ácido fosfórico representa 42,49 el combinado con las bases magnesia, cal y potasa. La diferencia deberá estar combinado con el óxido de hierro y parte de las sustancias que constituian la pér- dida experiinentada. Si se repite el mismo raciocinio con el n.' \ , se verá que resulta 55,05 de ácido fosfórico, no existiendo en las semillas mas que 47, lo que nos indica que parte de las bases estarán bajo forma de otra sal diferente. En el primer caso se admite que el ácido fosfórico escedente se en- cuentra en los granos combinados con el amoniaco, no apareciendo después en las cenizas de este compuesto á consecuencia de su volati- lidad, como daremos á conocer mas adelante. Habiendo demostrado la cantidad de ácido fosfórico que existe en las semillas y en estado de combinación con las bases, pasaremos á otra cuestión no menos importante, cual es: Efectos de los fosfatos en la vegetación. La acción que los fosfatos producen en los vegetales, considerados por algunos agrónomos como alimentos llamados estifíiulantes, ha sido por espacio de algún tiempo objeto de contrarias opiniones, que procura- remos dar á conocer con todas las pruebas que haya en su favor, haciendo ver los experimentos en que se apoyan, así como su examen crítico. Desde que se tuvo conocimiento, por medio del análisis, de la com- posición de las cenizas, no pudo menos de llamar la atención de quími- cos y agrónomos-la gran cantidad de ácido fosfórico y bases que se en- cuentran en las diferentes semillas, especialmente en las de los cereales, como también la relación que entre sí tienen. En un principio se creyó que esta diferencia de composición de las (cenizas dependia de los terrenos en que se desarrollaban los vegetales; pero cuando la química analítica ha dado á conocer que la cantidad de cal y de magnesia que en ellos existe se encuentra en muy distinta proporción, siendo constantemente mayor la primera que la segunda de estas bases; cuando se ha demostrado que en muchos casos, hay para 100 de cal 1 ó 2 de magnesia, y se ha visto que en las cenizas, por el contrario, es la magnesia la que está en mayor cantidad (i); al ver es- tos hechos opuestos á la opinión admitida, naturalmente era preciso buscar otra esplicacion mas satisfactoria, y de aquí el origen de repe- tidos experimentos con que la ciencia se ha enriquecido. Las circunstancias de encontrarse estas sales en los éranos asocia- das á sustancias muy ricas en nitrógeno (gluten), asi como el papel tan activo que los abonos nitrogenados parecen ejercer en la vegetación, cuyo hecho es conocido desde muy antiguo, no podia menos de lla- mar la atención de las personas dedicadas á estos trabajos, tratando de buscar primeramente sustancias que contuviesen en gran cantidad los elementos que se encuentran en las semillas; y de aquí puede decirse que data la época del empleo de los fosfatos como abono. Esta aplicación constituye una nueva era, desde cuyo tiempo ha continuado hasta el dia empleándose mas ó menos científicamente para el cultivo de los vegetales. La cuestión se limitaba en este caso á tener un compuesto de ácido fosfórico, de magnesia y de nitrógeno, cuerpos al parecer necesarios para el desarrollo, sobre todo de los granos ó semillas. A Mr. Boussin- gault cabe la gloria de haber iniciado esta cuestión (2), á la que tantos otros se han dedicado; él fue el primero que hizo uso del fosfato de magnesia y de amoniaco, sustancia que le pareció la mejor por reu- nir los elementos necesarios. Sus experimentos se efectuaron sobre maiz, y vio con sorpresa efectos que no podia esperar, habiendo tenido un aumento de 12o por 100 en la cosecha del grano, de 50 por 100 en la altura de los tallos y 100 por 100 en su diámetro. El mismo autor (1) Cuadros 1.° y 2.», págs. 2i y 26. (2) Comptes-rendus, setiembre Í8íS. 31 declara haber hecho muclios experunentos anteriores, en pequeño y en grande, sobre la aplicación de diversos abonos, pero hasta entonces nunca había observado diferencias tan notables. Estos experimentos y sus resultados no pudieron menos de llamar la atención y hacer que se repitieran, para asegurarse bien en el empleo de un abono que pudiera llamarse con algunos agrónomos abono concentrado; solo que habiendo sido hechos los experimentos de 3Ir. Boussingault con malees plantados en tiestos, era preciso repetirlos colocándose en situaciones mas nor- males, aproximándose lo mas posible á los cultivos en grande. Uno de los químicos que continuaron esta clase de experimentos fue M. Y. Fierre, que en 1852 hizo su aplicación en mayor escala, v obtuvo igualmente resultados favorables, que daremos á conocer. En las tres series de experimentos que emprendió este agrónomo procuró colocarse en circunstancias desfavorables con relación á los resultados que esperaba tener, para de esta manera poder comparar mejor las ventajas que resultaban á favor del empleo del abono fosfota- do de que iba á hacer uso. Con este objeto eligió para la primera serie de experimentos un terreno sembrado de trigo en que la vegetación pa- recía uniforme, dividiéndole en cuatro partes de á 25 metros cuadra- dos cada una (50 varas cuadradas) (1) en la figura adjunta, de tal suerte que la tercera división era prolon- gación de la primera, y en el sen- tido de la labor de la tierra; la se- gunda, era la contigua y paralela á la primera. De las cuatro divisiones .solo al núm. I se puso en los pri- meros dias de abril el abono fosfa- tado, siendo este el fosfato doble de magnesia y de amoniaco, en la numerándolos según se indica 6 METROS 25. 1 fosfatado. 5 2 4 (1) Haremos siempre uso del sistema métrico decimal, si bien pondremos sus equivalentes en el sistema antiguo, entendiendo por fanega de tierra la del mar- co real de 9216 varas cuadradas. 32 dosis de 750 granos ó sea 500 kilogramos (652 libras) por hectárea (una y media fanega), procurando mezclarlo bien con la tierra de la su- perficie, como asimismo remover esta en los demás números para que todo fuera igual; dejándolo después hasta la época déla recolección en que se verificó la siega y se obtuvieron resultados que, calculados por hectárea, fueron: 3646 kilogramos (7915 libras) de paja y 1654 kilo- gramos (5594 libras) de grano para el n.° 1. El núm. 2 dio 2927 kilogramos (6560 libras) de paja y 1475 kilo- gramos (5201 libras) de grano. El núm. 5 dio 2764 kilogramos (6006 libras) de paja y 1456 ki- logramos (5120 libras) de grano. Según se desprende de estos datos, vemos que la parte fosfatada dio mayor cantidad que los números 2 y 5, siendo mayor que el número 2 en 719 kilogramos (1666 libras) de paja y 181 kilogramos (595 libras) de grano, y que el número 5 en 882 kilogramos (1916 libras) de paja y 218 kilogramos (475 libras) de grano; notándose además que el nú- mero 2 dio mas que el 5 en 165 kilogramos (554 libras) de paja y 57 kilogramos (80 libras) de grano, siendo así que estos dos números no se hablan fosfatado. La diferencia la esplica Mr. Fierre por la circuns- tancia de estar el número 2 en el límite de la tierra, y en esta siempre se acumulan mas abonos sobre todo cuando no hay linderos, como sucedía en el caso presente. El resumen que presentamos de la primera serie de experimentos de Mr. Fierre, nos da á conocer desde luego á la simple vista los efectos que el fosfato doble podría reportar empleado como abono de los cerea- les; resta solo la cuestión económica en que no entramos por aho- ra, reservando el hacerlo con detención en otra parle del presente trabajo. Conociendo los efectos que el fosfato doble de magnesia y de amo- niaco había producido en la vegetación á la dosis que acabamos de ci- tar, emprendió Mr. Fierre la segunda serie de experimentos para com- probar los felices resultados obtenidos anteriormente, y comparar con los que resultarían empleándola á 'distintas dosis. Al efecto eligió otra tierra sembrada de trigo, de la cual tomó un rectángulo, subdivídién- 18 METROS. 2 150 kil. por hectárea. 4 nada. 0 500 kil. i)or hectárea. 500 kil. por hectárea. 1 nada. 5 150 kil. por hectárea. 5 33 dolé y marcando las por- ciones como en la figura adjunta. Al hacer la elección, los números 5 y 4 parecian mas frondosos que los cos- tados 1, 2, 5 y 6, en que 8 estaba mas claro. En el número 1 se pu- sieron 750 gramos de fos- fato, 500 kilogramos (652 libras) por hectárea, sien- do la peor en la apariencia cuando se hizo esta operación. En el número 5, que al parecer prometia poco, pero era mejor que el 1, se puso á razón de 150 kilogramos (526 libras) por hectárea. El número 2 era peor que el 5 y el 4, pero mejor que el 1, poniendo á razón de 150 kilogramos (526 libras) por hectárea; y por fin, al núme- ro 6 se adicionaron 500 kilogramos de fosfato, no poniendo nada al nú- mero 5 y 4, por ser los mejores. Preparada ya la tierra, y habiendo con- tinuado después todas las operaciones indispensables, las procuraron efectuar todos en un mismo dia, incluso la siega. Se observó durante su crecimiento que el trigo no se inclinó, sin embargo que las espigas eran grandes y pesadas. Llegada la época de la recolección, esta dio para las distintas divisionjes los resultados siguientes, calculados por hectárea. u SUaEROS. PAJA m KILOGRAMOS. GRAJiO EN LITROS. 1 5897 2905 2 5980 5000 3 7005 2597 4 5224 2976 5 7184 5216 6 G090 5110 Vemos por estos resultados que las partes fosfatadas tienen entre sí diferencias, unas positivas y otras negativas, que representadas por el respectivo signo se espresarán: Ell.°. El 2.°. El 5.° El 6. í Comparado con el 3.° (Id. con el 4.° Id. con el 3.° Id. con el 4.° f\á. con el 3." ( Id. con el 4.' Id. con el 3.° Id. con el 4." + 866 Paja. Grano. Fosfato empleado. —1106— + 673 —494 — 73 r -300kilog.'por hecl." —1023 + 756 -397 ) + 24 J -150 kilog.* por hect." + 181 +1960 -181 ) + 240 ) -loO kilog.' por hecl.' — 913 + 866 —287 + 866 ) r -300 kilog.'^ por hect." La inspección de este cuadro nos hace ver que escepto el número 5, que tiene un pequeño esceso de (181) de paja, todas las demás partes 33 que se han abonado, comparadas con el número 5, son inferiores con mucho en producion de paja y en grano, y que la dosis en que se ha puesto el abono no ha sido bastante para elevar la cosecha de las otras 5 partes al nivel del producto del número 5, al que no se puso fosfato. Este hecho le esplica Mr. Fierre suponiendo que la parte de tierra en que desde luego se advirtió mas lozanía, habria servido quizá algún tiempo de depósito de un montón de abono, cuya acción se hacia aún sentir de un modo bien notable. Los resultados aparentes de estos experimentos, que empezaron y terminaron el mismo dia, no son los mismos, puesto que con relación al producto, la primera serie ofrece un aumento de 8 por 100 en peso para el grano y un 52 por 100 para la paja. Esto parece esplicarse, se- gún Mr. Fierre, por la circunstancia ya espresada, deque el trigo déla primera serie estaba muy bien en su desarrollo, siendo muy igual cuan- do se puso el fosfato, y por tanto es, en concepto del mismo, lo que nos debe servir de base para el efecto del fosfato. La segunda serie da resultados que son menos ventajosos. El número 5, al que no se puso abono, produjo mas paja y grano que el primero, que tenia 500 kilogramos por hectárea; recordando no obstante que aquel desde luego era el mejor, sobre todo que ell.°, el que, como queda in- dicado, era el que presentaba peor aspecto, y hadado mas grano que el 5.°, que tenia 150 kilogramos. El 2.° y el 6.°, por el contrario, dieron de paja y grano un esceso de producto comparado con el número 4, sin embargo que este parecía mejor que ellos cuando se puso el fosfato. Así que, dejando el número 5, cuya superioridad se ha supuesto cuál puede ser la causa, nos fijamos como término de comparación en el nú- mero 4, que al principio era superior á los demás que recibieron abo- nos, y vemos sin embargo que estos son superiores en sus productos. De los hechos anunciados deduce Mr. Fierre, que en las dos series de experimentos, el fosfato ha ejercido en las cosechas una influencia real y favorable, un efecto notable, y que los trigos cosechados procedentes de estas partes abonadas, pesan mas en igual volumen que el producido por las que no tienen fosfato, como puede verse por el estado ad- junto: 36 1 .' serie. 2.' serie. 93 libras la fanega. 91,6 Diferencia media en favor del fosfato. 91,6 =1^03 á 1,4 por 100 91 91 11 1,8 89 .. 2 1,8 89,74 emomedio. |g 3^ 92 '6 2,4 91,6 De todos los trigos obtenidos notamos que el procedente del núme- ro 5 solo pesa 74 kilogramos, siendo el menos pesado, no obstante ha- ber sido el de mayor producto. Se habia ya advertido en otros ensayos anteriores, que los trigos abonados con fosfato eran mas pesados, ha- biendo hecho el experimento con el trigo de marzo ó trimesino; notán- dose también que en este caso el fosfato produjo mas grano con relación á la paja, diferente de lo que ha resultado en las dos series de experimen- tos efectuados, lo que prueba que esta relación no puede ser tan abso- luta como lo es el aumento de peso del grano que ha sido fosfatado. Con el deseo de fijar bien una cuestión tan trascendental, Mr. Fierre hizo una tercera serie de ensayos en otra clase de terreno, y en otras circunstancias distintas que las anteriormente espuestas. Para ello eligió una estension 4 metros. de 16 metros cuadrados, que divi- dió en cuatro partes iguales de á 4 metros cuadrados, como la figura adjunta, poniendo al núm. 1, 100 gramos de fosfato doble, que repre- senta 250 kilogramos por hectárea, y al núm. 2, 200 gramos que son 500 kilogramos por hectárea. A los números 3 y 4 no puso nada. Repartido por igual el fosfato procuró introducirle al mismo tiem- 5 1 250 kilogramos por hectárea. 2 oOO kilogramos por hectárea. 4 * . 37 no que se estendió, y para evitar el que la siembra de partes tan peque- ñas ofreciera dificultad á la de toda la heredad, se sembró por igual, como si no se hubiere puesto nada en la parte elegida. Lleo-ada la época del desarrollo)' antes de la florescencia las partes de los números 1 y 2 se diferenciaban perfectamente délas demás. Cuando la recolección, se vio que los tallos de las partes fosfatadas eran dobles en altura que los otros, y de mayor diámetro. Hecha la siega y pesado el producto, dio el siguiente resultado. JNúmero 1 .° paja y grano 62o0 kilogramos por hectárea. 2.°. . 1000 5. 1875 4." 2500 El peso del trigo producido por los números 1 y 2 daba, término medio, 1815 kilogramos por hectárea, y el producto medio del 5 y 4es igual á 257,5 kilogramos, cantidad bien pequeña si se tiene en cuenta la semilla empleada. Se advirtió que el grano recolectado en las partes no abonadas era de peor calidad, así como en los números 5 y 4, las par- tes contiguas fosfatadas parecían un poco mejor, debido esto sin duda á la influencia del fosfato de los números inmediatos, que al pasar el arado debió mezclarse algo, lo cual habia influido también, aunque en pequeña cantidad, para obtener mayor producto de las partes no fosfatadas. Los 1815 kilogramos de grano por hectárea como término medio no son ni producto del uno ni del dos, sino después de vista la cosecha, es- presando aproximadamente el rendimiento de una parte del mismo ter- reno, á la cual se hubiera dado el fosfato de 550 á 400 kilogramos por hectárea. El término medio de la cosecha de paja da 6512 kilogramos por hectárea, y para la que no habia tenido fosfato es de 257,5 kilogra- mos de grano, y 1950 kilogramos de paja por hectárea. De donde dedu- cimos, que el esceso medio de la cosecha, debido al fosfato, para una hectárea, será 1576 kilogramos de grano, cerca de un 664 por 100, y 4562, ó sea 224 por 100, para la de paja. Vemos por estas cifras que el aumento, tanto de paja como de gra- no, ha sido considerable, sobre todo para este último, debido á los efectos que ha producido el fosfato. 38 Solo nos resta, en vista de los brillantes resultados suministrados por este escelente abono, ocuparnos de la parte económica para ver si los gastos que ocasiona se compensan con la diferencia en productos: pero esto, que Mr. Fierre hace con datos de su pais y deduce que puede ofrecer gran utilidad su empleo, nosotros lo haremos con los del nues- tro cuando nos ocupemos de la segunda parte del tema propuesto. Solo ha sido nuestro objeto el consignar aquí los efectos del fosfato doble de magnesia y de amoniaco en la vegetación. Los resultados que nos suministran los experimentos espresados, se pueden resumir diciendo: 1.° que el fosfato doble empleado en la proporción de 150 kilogramos á 500 por hectárea, ha ejercido en la producción de trigo una acción muy notable; 2.° que en iguales circuns- tancias, su acción es mas enérgica en las tierras que empiezan á cansarse délos cereales; 5.° que uno de los efectos constantes del fosfato sobre los cereales es el acrecentamiento sensible del trigo en su peso espe- cífico; y por último, que empleado en el trigo morisco ordinario, en la proporción de 250 á 500 kilogramos por hectárea, en tierra mediana ha producido diferencias notables, es decir, 6 veces mas para el grano y 5 veces mas para la paja. Viendo por los experimentos de Mr. Fierre los efectos tan marcados que produce el fosfato doble de magnesia y de amoniaco en el desar- rollo de los cereales, parecería desde luego resuelta la cuestión en su favor, y solo nos quedarla por conocer la cuestión económica: pero si fijamos nuestra atención en la manera con que han sido hechos los en- sayos, y al mismo tiempo en las diferencias notables que nos presenta la primera serie, en la época que ofrece la segunda y aun la tercera, no puede darse como completa, en atención á que parte de la tierra abonada se mezcló con la que no debia estarlo, y por otro lado, habiendo reunido en la tercera serie el grano de las dos partes abonadas, no puede cal- cularse lo que haya correspondido á cada una, teniendo cantidades tan diferentes de abono. For la misma razón no nos servirán estos datos para la parte económica, no debiendo tomar esos ensayos como base para deducir, ni aun aproximadamente, los verdaderos efectos. En vista de ello nos ha parecido conveniente dar á conocer estos 39 experimentos, con el objeto de que los agricultores inteligentes intenten repetirlos, si bien de un modo mas concreto y decisivo, para poderse acercar aún mas al verdadero resultado. Con este objeto hemos emprendido una serie de experimentos, en los cuales hemos recogido mas datos que los suministrados por las an- teriores experiencias, y que están mas á cubierto de algunas observa- ciones que á aquellos se pudieran hacer, habiendo procurado evitar todas las causas de error. Dimos principio a nuestros experimentos en prime- ros de abril del año anterior (1), efectuándolos sobre una tierra á las in- mediaciones de la Corte, la cual pertenece á las llamadas de segunda clase, que hacia varios años se venia sembrando de cebada para forrage, y que en la estación á que nos referimos, se hallaba sembrada de trigo llamado chamorro, en la proporción de fanega del primero por fanega de tierra (86 hectolitros por hectárea). El aspecto que ofrecía en aquella época era escelente, prometiendo dar una buena recolección. En este estado se eligió para nuestros experimentos un rectángulo de 12 metros de largo por i de ancho, en terreno que tenia un ligero desnivel, y to- mando el lado mayor en dirección perpendicular á los surcos, se colo- caron 4 piquetes en los 4 ángulos, y se dividieron los lados mayores en 5 partes iguales, para tener espacios de á 16 metros cuadrados, numerados 1.°, 2.° y 5.° como la figura adjunta, 4 METROS. 4 METROS. 4 METROS. 2." 1.» 3.- 300 gramos fosfato 500 gramos fosfato de magnesia. nada. de amoniaco. 312 kilogramos por 312 kilogramos por hectárea. hectárea. *» 50 O procurando elevar un poco la tierra en las líneas de separación para evitar influyesen mutuamente los abonos que debíamos poner. Estos 48 me- cí) 1861. 40 tros cuadrados estaban en el centro de la heredad, en que todo parecía homogéneo. Se eligieron los espacios 2." y o.° para los experimentos, y siendo nuestro objeto el ver la influencia que ejercían los fosfatos térreos, nos pareció deber compararla con la que podrían ejercer los alcalinos, y de este modo presentar un cuadro comparativo, en el que se viesen desde luego las diferencias que se debían á cada uno por razón de la distinta solubilidad. Así, pues, elegimos el fosfato de amoníaco como soluble y el fosfato de magnesia como insoluble, poniendo en el mismo día en el número 2." 500 gramos de fosfato de magnesia mezclado con 20 litros de agua de pozo, ó sea á razón de 512 kilogramos por hectárea, agitando bien y regando de tal suerte, que quedase repartido con igual- dad por toda la superficie. Otros SOO gramos de fosfata de amoniaco disueltos en 20 litros de la misma agua, se emplearon en regar el núme- ro 5.° dejando el número 1.°, ó el espacio medio, sin abonar para poder comparar mejor los resultados, con el que nos ofreciese el resto de la tierra; y para que las circunstancias fueran idénticas, se regó con 20 litros de la misma agua de pozo. En esta situación se dejó abandonada á las influencias atmosféricas, y habiendo llovido algunos días del mes de abril, al fin de este ya se notaba alguna diferencia, que se hizo mas clara á principios de mayo, advirtíéndose mayor verdor en los cuadros fosfatados, y mas altura con relación al del medio y restantes, como igualmente un poco mas alto el del número o y el del 2. Continuó desarrollándose progresivamente, y en fin del mismo mes las diferencias eran mas visibles, de tal modo, que personas que no tenian conocimiento del abono empleado, distin- guieron muy bien los espacios dos y tres por su mayor altura, si bien siempre el del número o tenia mas elevación que el del número 2. Llegada la época de la florescencia, esta era mas abundante en las partes fosfatadas; y cuando llegó la época de la fructificación, se veian las espi- gas de las partes abonadas mayores que las demás, y la altura de las cañas en el número 2 era de 1 metro 15 centímetros, la del 5.° de 1 metro 25 centímetros y la del 1.° como lo restante de 96 centímetros término medio. Su diámetro era sensiblemente igual para todos, y no se notaban las diferencias señaladas por Mr. Fierre. Se efectuó la 41 siega lo mas bajo posible para poder apreciar toda la paja, y se recojió con la mayor escrupulosidad, y por separado, lo perteneciente á cada número, pesando cada porción, sacando el grano que después de limpio se pesó también, y por diferencia se vio la paja. Contáronse las espigas de cada espacio, se vio el número de granos por término medio, se halló el peso de un volumen conocido, como igualmente su peso espe- cífico, y con estos datos pudimos formar el cuadro adjunto número 4. CUADRO CUARTO. Resultados obtenidos para 16 metros cuadrados. a 5§ Peso lotal. Peso de la paja. Peso del grano. Espigas. Granos de una es- piga. Número de granos. Peso especílico. Peso del litro. 1 6,931 4,723 2,208 3,784 26 98,384 1,272 0'',7671 2 8,219 5,762 2,457 4.211 26 109,486 1,306 0 ,7942 B 8,5M 6.022 2,532 4,280 26 111,284 1,287 0 ,8057 CUADRO QUINTO. Calctdado por hectárea. i 9= Pesii tolal. Peso de la paja. Peso del grano. Peso esperílico. Peso del hectolitro. Peso de la fanegii. 1 4,344^ 2,964'' 1,380'' 1,272 76^,71 92' 2 5,136 3,601 1,535 1,306 79 ,42 95 3 5,346 3,764 1.582 1,287 80 ,57 97 42 La inspección de estos cuadros nos da á conocer, que tanto el nú- mero 2 como el 5, que tuvieron fosfatos, dieron mas paja y grano que el número 1, en el que nada se puso. El número de espigas de am- bos fué mayor, si bien en pequeño esceso, dependiendo el aumento de peso del grano en el mayor tamaño de este, que en efecto era mas grue- so y de mayor peso específico. En vista de lo que antecede, fácil sería conocer el efecto producido por los fosfatos empleados, observando que los resultados son mas favorables usando el de amoniaco, debido sin duda no solo á su solubilidad y mas fácil absorción, sino también en gran parte al nitrógeno que contiene, y que sabemos influye de una manera muy directa y manifiesta en el desarrollo de los vegetales. Vea- mos por lo tanto el esceso que ba producido cada uno de ellos respec- tivamente. Se encuentra que el 2." y 3.° han producido mayor cantidad de paja y grano que el primero, siendo 2.°+657 kilogramos + ' ^^ kilogramos, 5.°+800 +202 kilogramos, notándose al mismo tiempo que la parte abonada con el fosfato de amo- niaco lleva un esceso á la que lo fué con el fosfato de magnesia, de 165 kilogramos de paja y 47 kilogramos de grano. En vista de los datos anteriores podemos deducir la consecuencia, de que si bien el fosfato de amoniaco produce efectos muy manifiestos en el desarrollo del trigo, el fosfato de magnesia por su parte contribuye también al mismo objeto en un 27 por 100 para la paja y 11 por 100 para el grano. No debemos tampoco olvidar que el mejor aspecto de los granos que han sido fosfatados, los bará de mas fácil espendicion; cir- cunstancia digna de tenerse en cuenta. Los experimentos que acabamos de esponer han sido efectuados con el deseo, no solo de conocer, como hemos dicho, la producción relativa, sino de estudiar la cuestión bajo el punto de vista químico, tratando de fijar las diferencias que debian existir entre los principales factores que constituyen los granos, al parecer algún tanto diferentes. Sabida es la importancia que se da al nitrógeno por el papel fisiológico que está lla- mado á desempeñar como alimento, y de la misma manera los fosfatos 43 térreos, indispensables para crear y reparar órganos tan necesarios como los que constituyen el esqueleto de los animales. Existiendo estas sustancias asociadas en los cereales, de aquí se in- fiere la utilidad que puede reportar el conocimiento de las cantidades relativas en que se encuentran, especialmente en los trigos. Esto ha he- cho que hayamos sometido al análisis los tres productos obtenidos en los experimentos anteriores, determinando el nitrógeno, el ácido fos- fórico, la cal y la magnesia, no habiéndolo efectuado de las demás sus- tancias que las constituyen, por ser de un orden secundario bajo el punto de vista del trabajo que nos ocupa. Los resultados que nos ha suministrado el análisis son los que á continuación se exponen. CUADRO SEXTO. Composición de trigos abonados con fosfato. -=3 Nilrdgeuo. Acido fosfórico. Cal. Sla,5iicsiji. Cenizas, 1 3,234 42,236 2,76 22,636 1,252 2 3,361 42,714 3.03 24,580 1,312 3 3,701 43,024 3,09 25,33 1,297 Si se compara la composición química que nos manifiesta el cuadro anterior con relación al número 1 , que no fué abonado con fosfato, vemos que la cantidad de nitrógeno está sensiblemente aumentada en los núme- ros 2 y 5, siendo la de este mayor también que la del anterior. El ácido fosfórico relativo es igualmente algo mayor en el 2." y 5.° que en el 1. , si bien entre ellos apenas existe diferencia; la cal y magnesia también nos presentan algunas divergencias, observándose que en el 2.°, al que se adicionó el fosfato de magnesia, no se encuentra, como pare- ce debiera suceder, esta base en mayor cantidad sensible con relación á los otros dos; de la misma manera en las cenizas vemos que hay también ligeras diferencias, siendo el 2." el que contiene algo mas de sustancias fijas, si bien los que han sido fosfatados dejan mas que el 1.° Comparados estos resultados del análisis con el aspecto que nos presentaban los granos, ya dijimos que el 2." y 3." estaban mas desar- rollados, coincidiendo con lo observado también por los que nos han precedido, viendo ahora que está en relación con las cenizas que dejan, y en el 5.° con la mayor cantidad de nitrógeno que contiene. En atención á estos resultados debemos advertir, que las diferencias tanto de composición como de caracteres esteriores que en estos granos se observan, deben tener por causa el abono que hemos empleado, sin cuya admisión no se pueden esplicar aquellas; así como su producción, habiendo sido cultivados en un mismo terreno y en un espacio poco estenso, que desde el principio presentaba una vegetación homogénea. Teniendo en consideración todo lo espuesto, haremos un resumen de nuestro trabajo, estableciendo que: 1.° El fosfato de amoniaco empleado en la dosis de 512 kilogramos por hectárea (440 libras por fanega), puede dar un aumento de produc- to de 27 por 100 de paja y 14 por 100 de grano, comparado con el obtenido sin la adición de este abono. 2.° El fosfato de magnesia á la dosis de 512 kilogramos por hec- tárea (440 libras por fanega), puede aumentar el producto en un 21 por 100 de paja y 11 por 100 de grano. 5.° El empleo de los fosfatos como abono hace que el grano pre- sente mas volumen y aumento en su peso específico. 4.° La cantidad de ácido fosfórico que entra en la constitución de los trigos es mayor si han sido abonados con fosfatos. ,^.° Las cantidades de cal y magnesia sufren poca variación emplean- do ambos fosfatos como abono; no obstante, hay una pequeña diferen- cia en la magnesia á favor del número 5.°, al que no se habia adiciona- do nada. 45 6." El empleo de los fosfatos hace que aumenten las sustancias fijas, y por tanto que dejen mayor cantidad de cenizas. 7.° Estos abonos contribuyen muclio al desarrollo de las cañas, y de aquí que haya un aumento en la producción de paja. Solo nos resta advertir, que hemos dado la preferencia á estos dos fosfatos sobre los demás: 1." porque empleando el fosfato de amoniaco, que es soluble, vemos si en efecto es mejor asimilado; no obstante, de- bemos suponer, como no podemos menos, que al ponerlo en contacto con los carbonalos calcáreos que existen en las tierras deberá una par- te de este compuesto pasar al estado de carbonato amónico y fosfato de cal en virtud dedos causas bien conocidas, siendo una de ellas la menor solubilidad del fosfato de cal con relación al carbonato calcico, y por otra la tendencia á formar carbonato de amoniaco, que, como sabemos, es soluble y volátil, efectuándose por lo tanto una doble descomposición que se puede esplicar por la ecuación siguiente: 2 N H3 H O; PhO„ + 2 (Ca,0 CO J=2 (CaO), PhO, + 2 (N H3H0,C0J fosfato de amoniaco. carbonato de cal. fosfato de cal. laiboiiato de amoniaco. Efectuando en pequeño un ensayo de esta naturaleza, se observa que la reacción se verifica con lentitud y con dificultad, lo que nos es- plica perfectamente la mayor asimilación del ácido fosfórico cuando se pone en este estado, quedando siempre un esceso sin descomponerse á disposición del vegetal que le asimila, y nos da en el análisis mayor cantidad de nitrógeno. 2.° Se ha elegido el fosfato de magnesia con preferencia al de cal, porque según queda dicho esta base existe ya en las tierras, y en el caso presente en gran cantidad, mientras que contenia muy poca magnesia. Poniendo este fosfato, fácil es conocer que cierta porción del sulfato de cal que existe muchas veces, y en bastante cantidad en el presente caso, siendo algo soluble en presencia del fosfato de magnesia, habrá de formar fosfato de cal y sulfato de magnesia en virtud de la ecuación 2MgO PhO, + 2 (CaO S03)=2 (MgO,SO,) + 2 CaO, PhO, fosfato de magnesia. sulfato de cal. sulfato de masnesia. fosfato de cal. 4fi siendo la primera sal soluble é insoluble la segunda, lo que equivale á la adición de esta sustancia y á la de una sal de magnesia soluble, nece- saria en este caso en que la tierra no era muy arcillosa. No entramos en este sitio á ocuparnos de la cuestión económica, porque de ella tendremos ocasión de hablar mas adelante. Solo nos queda el sentimiento de no haber podido efectuar los experimentos en mayor escala, como hubiéramos deseado, por causas agenas de este lu- gar; como también haberlos hecho estensivos álos demás cereales, com- pensándose esta falta con los experimentos que agrónomos entendidos efectúan continuamente empleándolos en grandes terrenos, y cuyos re- sultados vienen en apoyo de los favorables efectos que su uso reporta á la agricultura. Fácilmente nos podremos convencer de ello consultando las diferentes memorias que se han escrito con este objeto; y no nos sorprenderá el ver que en esta parte, como no podia menos, la práctica ha venido á comprobar lo que la teoría indicaba. Los experimentos he- chos en Inglaterra desde hace 18 años, que se vienen empleando estos fosfatos bajo las distintas formas en que se nos presentan, nos dan á conocer los grandes beneficios que su uso les ha proporcionado. En el vecino Imperio vemos, según las comunicaciones de Mr. Molón (1), que los fosfatos naturales se emplean desde 1856 para efectuar ensayos en grande escala, desde cuya época se aplican en cantidades considerables, por estar convencidos de los buenos efectos que han producido, aplicán- dolos no solo al cultivo de los cereales sino también al de la colza, hor- taliza y forrajes, comprobándolo con el aserto de muchos agricultores que los han aplicado, y con el hecho de haberse consumido en un solo año la considerable cantidad de 2.250.000 kilogramos (48.905 quintales) de fosfatos naturales, que han sido entregados á los agrónomos bajo di- ferentes estados. También en nuestro pais algunos agricultores han tratado de em- plear estos abonos obteniendo buenos resultados, pero no poseemos datos estadísticos de esta parte de los ensayos que en grande se hayan efec- tuado. (1) Comptes rendus, tora. 40, púg. 23;{. n No solo los fosfatos naturales citados por Mr. Molón se emplean en grandes cantidades como abono, sino también todas aquellas sustancias (¡ue, como los huesos en sus diferentes estados de naturales, desengra- sados, carbonizados, incinerados, etc., tienen mas ó menos cantidad de fosfatos térreos, vienen aplicándose para la agricultura en mayor ó menor cantidad, según las localidades, convencidos de la utilidad que reportan. Concretándonos á la cuestión que habíamos tratado de resolveren el presente capítulo, no nos es posible por ahora, sin traspasar sus limites, entrar en otras consideraciones, reservándonos el hacerlo con alguna estension mas adelante, y habiéndonos limitado á probar con hechos, como nos propusimos, los efectos ventajosos de los fosfatos térreos sobre la vegetación, y en particular sobre los cereales. No obstante lo espuesto, y según indicamos anteriormente, no falta quien duda, si bien no se atreve á negar, la eficacia de los fosfatos en la vegetación, limitándose solo al empleo de determinados fosfatos, lo que nos dice Mr. Correnwinder (1): -que si los fosfatos de los huesos, (leí negro animal y los naturales, ejercen en circunstancias, y en ciertas localidades, efectos poderosos en la vegetación, hay casos en (\ne su poder fertilizante es nulo.» Esto sucede cuando á una tierra se le han dado ya fosfatos por medio délos demás abonos, siendo inútil añadir mayor can- tidad, porque el esceso no produce efecto en la vegetación; y mas adelan- te añade "que sin querer negar la utilidad de los fosfatos minerales, no hay que dejarse llevar por las promesas de los que los preconizan.» Por otra parte Mr. Barral limita su opinión á la diferente acción que pue- den ejercer los fosfatos según sean minerales ó procedan de huesos; y sus trabajos solo han tenido por objeto combatir la opinión de que en los primeros se hallaban los fosfatos en un estado mas soluble que en el negro animal, pero sin dejar de conocer la utilidad de ambos en la vegetación. Deduciremos de lo espuesto, que la generalidad de los quími- cos están conformes, y admiten que los fosfatos obran de un modo favo- rable: si hay alguna divergencia de opiniones es mas bien, como aca- bamos de ver, sobre cuál de entre ellos debemos elegir, y en qué cir- (1) Cosmos, pág. 1777, 1860. cunstancias; pero sin negar nunca la utilidad de su empleo, porque in- dudablemente, estando limitada su asimilación, de nada sirve que pon- gamos un esceso de este abono en tierras que tengan lo suficiente para sus cosechas. Por este medio no conseguiremos sino tenerlo de reserva para recolecciones posteriores. Solo el análisis previo de una tierra, como se hará ver, es el que nos debe guiar para decidirnos á abonarla con fosfatos, y entre estos, cuál deberá merecer la prefe- rencia. Origen de los fosfatos. Hemos visto, por lo dicho anteriormente, que en todos los vegeta- les existe el ácido fosfórico, el estado en que este se encuentra y la proporción en que entra en cualquiera planta, cuyas cenizas han sido analizadas. También se han dado á conocer los marcados efectos que los fosfatos producen en la vegetación cuando los empleamos como abono; V como quiera que en la mayor parte de los casos, sin adicionar estos, los vegetales contienen cantidades notables, parece lógico admitir que ellos los absorben de los suelos en que viven, y por la misma razón de- beríamos pasar á estudiar cómo son asimilados por los vegetales; pero antes parece natural examinemos si en los suelos hay fosfatos, y cuál sea su origen, para después que conozcamos estos manantiales los aplique- mos á las plantas, y estudiemos cómo llegan á hacer parte de ellas. Se ha demostrado que el ácido fosfórico se encuentra en todos los vegetales en forma de sal, cualquiera que sea el origen de estos y el sitio en que se hayan desarrollado (pág. 20), y ahora veremos que em- pleándose la mayor parte de las plantas como alimento de los animales. es ingerido en la economía en diferentes formas, como yerba, paja, heno, etc., v otras veces en la de semillas, que son la base de la ali- mentación, tanto del hombre como de muchos animales. Asociados con las carnes, que también contienen ácido fosfórico, son asimilados gran parle de ellos para reparar las fuerzas y crear ó regenerar ciertos y de- terminados órganos, siendo después espelidas en forma de escrementos sólidos ó líquidos todas las sustancias que son inútiles para este ob- 49 jeto, y las que hayan sido introducidas en esceso, al paso que siendo absorbidos en distintas proporciones algunos de los elementos que las constituyen, es preciso que sean ingeridos con relación al alimento mas indispensable, y por consecuencia algunos de los elementos con quie- nes este se hallaba asociado deben necesariamente estar en esceso, y por tanto no ser ya útiles á la economía, y de aquí que sean espelidos en forma de escrementos. Esto precisamente es lo que sucede con los fosfatos, que existiendo en todos los vegetales, y de ellos concretándonos á los cereales, hemos visto que los contienen en gran proporción asociados con las sustancias nitrogenadas (gluten, albúmina, etc.), las que son consideradas como verdaderos alimentos, por cuya razón deben ser tomados en cantidad considerable, así como naturalmente los fosfatos que les acompañan; pero siendo su objeto formar y reparar ciertos órganos, sobre todo la parte sólida y principios fosforados del cerebro; de aquí que cuando los mismos están ya desarrollados necesitan poco para su continua repa- ración, y habremos ingerido indispensablemente mayor cantidad que la necesaria; esceso que la naturaleza se encarga de espeler por varios medios, y de aquí el origen del ácido fosfórico en estas sustancias al estado de fosfiUos. Los escrementos son, según se ve, un manantial de estos compuestos, que los podemos emplear sin tener en cuenta las de- más sustancias que los constituyen, por la notable cantidad que de ellos contienen, y gran parte de su valor es debido, no solo al nitró- geno sino al ácido fosfórico. Por este medio la enorme cantidad de fosfatos que las plantas nos suministran vuelven otra vez á las tierras para crear una nueva generación de vegetales; siendo un círculo tal, que si se concibiese un sitio limitado que no esportase cereales, bas- tarla el ácido fosfórico existente para muchas generaciones, puesto que la parte que sensiblemente desaparece vuelve á las tierras al cabo de tiempo bajo la forma de huesos de los cadáveres de animales, que su- ponemos se desarrollaron y perecieron en un mismo espacio limitado. Tan cierto es esto, que tenemos ejemplos de grandes comarcas tan florecientes como la Virginia, que por algunos siglos ha esportado bajo la forma de granos, tabaco, etc., los fosfatos que no han sido devuel- 50 tos á las tierras, las que se han esquilmado lo suficiente para no poder producir vegetales idénticos. Independiente de este origen del ácido fosfórico, que vemos no ser otro que el que ya existia en los vegetales, tiene la naturaleza otros manantiales de la misma sustancia, con que socorrer las necesidades de las plantas en caso que falte el equilibrio antes esplicado. Esto mismo está sucediendo continuamente en mas estrecho círculo en las grandes poblaciones, centros de gran consumo, que no bastando los produtos agrícolas de sus inmediaciones, acuden á ellas desde gran- des distancias; resultando de aquí una abundancia de fosfatos que la agricultura utiliza con gran provecho para los campos cercanos, á es- pensas indudablemente de los sitios productores. Fijando la atención, veremos que hay pocos cuerpos que se encuen- tren con tanta profusión y tan repartidos como el ácido fosfórico; solo que la ambición humana desearía encontrarle en grandes cantidades en los sitios que le conviene utilizarlo, y esto que el hombre desea, es precisamente culpa suya, y no de la previsora naturaleza, que le repartió en su dia cual debió hacerlo, y le encontraron indudablemente los prime- ros pobladores, como nos presenta un ejemplo la Virginia antes citada. En efecto, en las tierras llamadas vegetales se encuentra el ácido fosfó- rico, si bien en diferentes cantidades, puesto que según Liebig (1), existe de 0,002 á 0,008. Según 3Ir. Delanoue, que ha hecho el análisis de mu- chas tierras, ha visto que las mas estériles de la Bélgica contienen 0,000f) de ácido fosfórico, y las fértiles del mismo país y de Francia 0.00005. Nosotros hemos determinado el ácido fosfórico de algunas tierras ya fér- tiles ya estériles, y hemos examinado entre otras algunas procedentes de la provincia de Alicante, de sitios en los que no se pueden cultivar cereales; no obstante, se ha reconocido que habia ácido fosfórico en la dosis de 0,005o, término medio, al paso que en las tierras de una de las estepas de la cuenca del Tajo, en que solo prevalecen las atochas, no le hemos encontrado, y sí en la proporción de 0,0012 en las tierras fértiles de las inmediaciones de la Corte. (1) Cliimie agiicole, pág. 171. 51 Vemos por eslos guarismos, que la cantidad en que se encuentra el ácido fosfórico en las tierras es variable, y no puede menos de ser asi atendiendo á su origen, como haremos ver. Otro manantial de ácido fosfórico son los fosfatos que la naturaleza nos presenta condensados, podemos decir así, ya en forma de fosfatos de plomo solo ó con las gale- nas, va también fosfatos de manganeso, de cobre, de hierro y de cal. Ge- neralmente los fosfatos no hacen parte de las rocas cristalinas, pero se encuentra comunmente el ácido fosfórico en terrenos de una época geológica mas moderna. Hay la opinión que en las formaciones calizas el fosfato de cal ha sucedido á una generación de seres organizados, de tal modo que se podria sostener que el ácido fosfórico ha sido introduci- do en los nuevos terrenos por los seres que allí vivieron, llespetando una opinión tan generalizada, emitida por autores tan célebres como Humboldt, y tan en armonía con los hechos, puesto que ciertamente se ven fósiles en algunos de estos grandes depósitos de fosfato calizo, nos queda siempre una duda, cual es: ¿De dónde tomaron aquellos seres el ácido fosfórico que después han depositado? Admitiendo que sea esta la causa, ¿no debió existir antes el ácido fosfórico indispensable para la vida de estos seres? ¿Cuál, pues, fué su origen? He aquí la dificultad de esta cuestión. Ciertamente que ya por acciones mecánicas ó físicas, ó por reacciones químicas, se puede suponer cuál será la causa mas ó menos probable del ácido fosfórico que existe en las tierras de labor; pero no es de tan fácil esplicacion, en nuestro concepto, el origen de donde tomaron el ácido fosfórico los seres que han formado depósitos tan considerables como los que nos presentan España, Francia, Inglater- ra, Bohemia y Hungría. Podemos por una suposición algún tanto fun- dada dar un;» esplicacion satisfactoria á nuestro modo de ver, basada en la misma profusión con que se nos presenta el referido ácido, la cual vamos á esponer. M. Liebig nos dice (1), que el mar no solo contiene ácido carbónico y amoniaco, sino también fosfatos y carbonatos alcalinos, necesarios al desarrollo de las plantas marinas; y sin embargo, en época muy posterior (1) Lettressur la chiraie, pág. 233. 32 Mr. Correnwinder no ha podido encontrar el ácido fosfórico en el agua del mar del Norte, ni en los depósitos salinos que se forman en las calderas de los barcos de vapor, circunstancia que es bien estraña. puesto que se- gún el mismo autor nos dice, debe existir en ella; y el no reconocerle lo cree debido á considerarle combinado con sustancias nitrogenadas tras- parentes y gelatiniformes. No participamos de ningún modo en este punto de la opinión de tan respetable autor, porque si así fuese se podria muy bien, por la calcinación del residuo ó la oxidación, destruir estas sustancias, y ponerle á descubierto por los reactivos; mas bien depende- rá del medio empleado para su reconocimiento. Si se hubiera valido del molibdato de amoniaco, indudablemente creemos hubiera encontrado el ácido fosfórico en el agua del mar del Norte. Nosotros hemos tratado de ponerle á descubierto, y lo hemos conseguido con agua procedente del Mediterráneo, tomada en los puertos de Barcelona, Alicante y Má- laga, no habiéndolo conseguido ciertamente por los medios ordinarios; pero con el espresado reactivo se hace sensible en el estado natural del agua, y si se evapora hasta reducirla á la mitad, entonces su presencia es tan manifiesta, que no solo hay coloración sino precipitación. Exac- tamente lo mismo nos ha sucedido con agua procedente del Cantábrico, tomada en Santander. Seguramente en esta parte somos de la opinión de M. Liebig, como lo será todo el que ensaye, y se convenza que en efecto el agua de los mares contiene fosfatos. Viendo ya su presencia en estas aguas, nadie se estrañará al emitir la opinión que indudablemente los fósiles que han dejado estos depó- sitos tomaron los fosfatos de las aguas de los mares en que se desar- rollaron; y solo quedará incompleta la esplicacion relativa á la forma- ción de fosfatos calizos, que no dan indicios de fósiles. Esto en nuestro concepto se podrá esplicar conociendo los siguientes hechos. I.° Blr. Correnwinder dice, que solo ha encontrado en el agua del Garona el ácido fosfórico. Suponemos que por las razones antes espues- tas quizá no le haya podido reconocer en las demás, puesto que por nuestra parte podremos asegurar que no solo en las aguas del citado rio existen los fosfatos, sino que en nuestro país deberá existir en (odas. 33 como lo indica el haber reconocido el ácido fosfórico en agua proce- dente del Guadalquivir, del Tajo, del Ebro. Jarania y hasta en la del que baña la capital, habiéndola tomado en sitio en (jue no pueda su- ponerse tenga otro origen distinto. Nada nos cstrañará que exista, como decimos, en todos los ríos, porque no hay razón que nos esplique su ausencia, encontrándose en todas las tierras, y seguramente si no se someten á este examen las aguas le haríamos palpable. Del mismo modo hemos visto que existen los fosfatos en las aguas potables de la Corte, tomándola de todos los viajes que la surten, incluso el nuevo del Lozoya. Basta para convencerse de ello hacer un experimento, que se puede repetir fácilmente: tomando con este objeto un volumen del agua que se ensaya, evaporándola á 7,. añadiendo 12 gotas de ácido clorhí- drico y 12 de reactivo, se verán indicios de ácido fosfórico; pero si se evapora á '/^ estos indicios pasan á ser evidencia, si bien la cantidad se descubre á favor de la sensibilidad del reactivo. Nada nos deberá estrañar el no verle determinado cualitativamente en las análisis que químicos muy respetables han hecho del agua de la capital, puesto que cuando estos trabajos se efectuaron no se conocía este reactivo, y aun hoy no nos sería fácil por los medios comunes determinarle en las mí- nimas cantidades en que se encuentra. Una vez que hemos hecho patente la existencia del ácido fosfórico en todas las aguas, continuemos mas adelante, y veremos que los tra- bajos de Barral nos dan á conocer que existe también el ácido fosfórico en el agua de lluvia, habiéndole caracterizado y determinado cuantitati- vamente por el procedimiento Chancel; resultando .según las investigacio- nes de este químico, que existe en pequeñas proporciones, encontrando para I litro de agua 0,05 ™"¡s, 0,09 "'"'s, si bien ha visto que hay diferencia entre el agua de lluvia de las poblaciones y la del campo, siendo mayor la cantidad en la última. Estos importantes trabajos nos dejan todavía una pequeña duda acerca de la manera de existir este ácido. Mr. Barral supone que el ácido fosfórico que existe en el agua de lluvia no debia estar en este estado sino al de fósforo; si bien es difícil resolver esta cuestión, puesto que el autor se ha servido del áci- do nítrico, y según el método empleado puede en efecto quedar du- Oí da si estaba en este estado, ó ha sido llevado á él por el ácido emplea- do. Supone que puede tener por origen que en el polvo haya fosfato de cal, ó bien haciendo parte de los rotatorios que existen en el aire. Nuestra opinión en este punto, aunque lo sentimos, no está de acuer- do con la de Mr. Barral, fundándonos para ello en que sin emplear un cuerpo oxidante se le puede reconocer. Para tal objeto es suficiente tomar el agua de lluvia, como hemos efectuado repetidas veces, ya pro- cedente de población, ya también del campo; medir 2o centímetros cú- bicos, evaporar á 0,03, es decir, á ^ ó 0,02 de su volumen, añadir después ácido clorhídrico y el molibdato de amoniaco, y se verá un color bien manifiesto indicando el ácido fosfórico, lo que nos prueba no solo que existe, y para ello, como vemos, no hay que evaporar grandes canti- dades, sino que debe hallarse al estado de ácido fosfórico. Si repetimos esto con el fósforo ó con productos que sabemos contienen al referido cuerpo, y hacemos exactamente el mismo ensayo comparativo con el agua destilada, añadiendo á igual volumen de líquido evaporado el mismo número de gotas de ácido clorhídrico y del reactivo, veremos que esta permanece inalterable, como no podia menos de suceder; no obstante, aconsejamos á cualquiera que desee repetir nuestros experimentos, lo efectúe siempre por comparación para hacerlo mas evidente. Viendo ya que el ácido fosfórico está repartido con profusión, como habíamos indicado al empezar este artículo, si bien en variadas propor- ciones, nada nos estrañará, fundados en estos hechos, el admitir que los fósUes cuyo origen no es marítimo puedan también contener ácido fosfórico. Sometiendo á los mismos ensayos los muchos fósiles de agua dulce que se encuentran en calizas, se prueba en efecto que contienen, como era de esperar, el ácido fosfórico, si bien en pequeñas cantidades. No tenemos necesidad de recurrir á estas suposiciones si se tiene en cuenta que hemos encontrado igualmente el ácido fosfórico en to- das las calizas que se ha examinado, aun en aquellas cuya procedencia y naturaleza no nos dan indicios de fósiles; en cuyo caso se encuentra, por ejemplo, el espato calizo, el que da señales de contenerle: del mis- mo modo la creta procedente de la Roda, reconocida como de las mas ss puras, ensayándola como venimos indicando, se reconoce también en ella ácido fosfórico, aunque en débiles cantidades (I); y partir de este lí- mite, le vemos que va aumentando en cantidad en las demás calizas, encontrando algunas que le contienen en mayor dosis, como sucede con gran parte de las mal llamadas fosforitas por los aficionados á la mi- nería, puesto que en varias ocasiones hemos observado que á pesar de su fosforescencia al colocarlas sobre cuerpos incandescentes, solo contienen 0,01 á 1,0 por 100 de fosfato calizo, siendo por lo tanto unas calizas mas ó menos fosfatadas; escepto el apatito, del que nos ocu- paremos en otro lugar. Los trabajos de Mr. Delierein (2) nos dan á co- nocer esto mismo, viendo por los análisis que ha ejecutado con varias especies de cales empleadas en la agricultura, que contienen 1,2 — 1,45, '1,6o — 1,63 de ácido fosfórico, ó sea 2,63 — 3,151 — 3,677 y 3,653 de fosfato de cal. Todo lo espuesto viene en apoyo de lo que queríamos demostrar acerca del origen del ácido fosfórico, ó mas bien de los fosfatos calizos; no creyendo haya necesidad de admitir, en vista de los hechos, que estos fosfatos deban su origen á fósiles, como se ha supuesto. Si hay ciertos casos en que en efecto no se puede dudar su existencia por la forma y demás caracteres que presentan, puede muy bien su presen- cia considerarse como secundaria. La química analítica nos demuestra que el ácido fosfórico existe en todas las calizas en proporciones variables, viéndole en algunas en cantidad considerable, hasta que ya llega un caso en que predomina, y constituye una especie distinta, pasando entonces la caliza con quien está asociada á ser accidental. Lo mismo se verifica con otros fosfatos naturales, como el de plo- mo, cobre, manganeso, y el que se encuentra en la mayor parte de los minerales de hierro; siendo de estrañar que en estas circunstancias no (1) No debe confundirse la coloración que se ocasiona por el hierro que contienen con la producida por el ácido fosfórico: basta añadir agua para que la primera desaparezca quedando invariable la segunda. (2) Comptes rendus, t. o2, pág. 738. m se le haya considerado procedente de fósiles como en el primer caso, por cuyas razones se puede admitir que el origen de los fosfatos cali- zos debe ser el mismo que el de los demás fosfatos, y encontrándose ya en el mismo caso que estos, los geólogos podrán darnos esplicacio- nes mas satisfactorias. Admitida ya la profusión del ácido fosfórico en la naturaleza, y ha- llándose en las calizas al estado de fosfato de cal, nada nos estrañará que, á pesar de su poca solubilidad, se le encuentre en todas las aguas, puesto que, como sabemos, estas contienen el ácido carbónico, que en mayor ó menor cantidad las llegue á disolver; y sin recurrir á esto, te- nemos un ejemplo que cualquiera puede repetir, como hemos efectua- do, poniendo una pequeña cantidad de fosfato de cal (1 gramo) con un esceso de agua destilada (150 gramos), agitando á la temperatura ordi- naria, fdtrando por papel Berzelius, y evaporando el liquido casia se- quedad, se ha puesto de manifiesto por medio del reactivo, que se ha disuelto una cantidad perceptible de fosfato de cal. Por lo tanto bien puede admitirse que el ácido fosfórico que encontramos en el agua del mar debe su origen, así como la sal común, la plata y todos los demás cuerpos que en ella existen, á depósitos de estas sustancias que se en- cuentran en el fondo de sus aguas, las que no solo se han' disuelto por el ácido carbónico, como se dice de los fosfatos, sino por la acción que ejerce el agua como disolvente. Igual esplicacion podemos admitir paralas aguas de losriosy manan- tiales; y si vamos á esplicarnos su presencia en el agua de lluvia, nos será hasta cierto punto difícil, en atención á la fijeza del ácido fosfórico; pero sin participar de la opinión de Mr. Barral, quele considera al estado de fósforo haciendo parte de pequeños animales que en la atmósfera exis- ten, sino mas bien que dependa del polvo que sabemos se encuentra en cantidad considerable en el aire, ó también que al evaporárselas aguas le lleven ya disuelto, ya arrastrado mecánicamente, como nos presenta un ejemplo el ácido bórico, que siendo insoluble y fijo, cuando se hace pasar vapor de agua á través de una capa de dicho cuerpo, le encontramos después en el líquido condensado. Otro ejemplo nos suministra la sal común, que se encuentra en el agua de lluvia de las costas marítimas. 57 Siendo nuestro objeto ocuparnos solo del origen del ácido fosfórico ó de los fosfatos que vemos en las tierras, aguas, aire, etc., y habién- dolo efectuado de una manera general, pasaremos con los datos ante- riores á uno de los mas difíciles problemas, cual es, cómo estos fosfatos pasan á la vegetación. Estado en que son asimilados los fosfatos. Una de las cuestiones que han llamado la atención de los químicos y agricultores es la de darse esplicacion, de qué manera, cuerpos tan poco solubles como son los fosfatos de que nos venimos ocupando, tanto de cal como de magnesia, llegan á hacer parto de los alimentos de las plantas, de qué manera han sido introducidos en la vegetación, y qué medios ha empleado y emplea la naturaleza para hacerlos solubles. Hé aquí un problema que viene resolviéndose hace algunos años, y que preo- cupa á químicos y agrónomos, dando lugar á encontradas opiniones, apoyándose los primeros en experimentos de laboratorio y en las afi- nidades químicas, y los segundos en que las plantas están sometidas á leyes distintas de las que presiden en química, y por lo tanto efectúan actos aún desconocidos para nosotros. Entre tan diversas y opuestas opiniones es preciso colocarnos de tal modo, que sea la razón funda- da en los hechos la que nos decida por alguna de ellas, siendo esta la causa precisamente que nos impele á dar á conocer con alguna exten- sión lo principal que se ha escrito hasta el dia, exponiendo metódica- mente los trabajos que acerca de esta cuestión han emprendido sabios eminentes, haciendo su examen crítico, y en vista de todos ellos, de- duciendo de qué manera se pueden esplicar estos hechos. Mr. T. de Saussure, citado varias veces y á quien la química agrí- cola tanto debe, nos da á conocer que las plantas toman déla tierra las sustancias minerales disueltas en las aguas, efectuándolo en proporcio- nes desiguales. Sin embargo, á pesar de tan respetable autoridad, en estaparte queda la cuestión muy dudosa, tratándose de cuerpos como los fosfatos tórreos, que son insolubles, ó se disuelven en mínimas can- 58 tidades. Fundándose en la influencia que estos fosfatos ejercen en la ve- getación, y particularmente para el desarrollo de los granos de los ce- reales, que según la opinión de Mr. Liebig, sin la presencia de estas sales no podrían llegar á su madurez, se csplica hasta cierto punto el efecto poderoso que los huesos en polvo y las demás sustancias que los contienen producen cuando se adicionan á las tierras. La experiencia afirma en efecto la mayor eficacia á estas sustancias como abono; pero ;.por qué medio se opera esta trasmisión á los vegetales? Hé aqui cómo Mr. Lassaigne ha tratado de resolver esta cu(;stion tan importante por medio de experimentos. Viendo primero si el fosfato de cal básico que existe en los huesos podia disolverse en agua cargada de ácido carbó- nico; segundo, saber en qué proporción se efectúa; y tercero, si esta disolución podia ó no favorecer á la vegetación de los cereales. Trató de conocer prácticamente si el agua cargada de ácido carbó- nico disolvía el fosfato de cal, según habia mencionado Mr. Dumas en 1846, asi como Mr. Gasparin (1) habia ya admitido que los fosfa- tos pasaban á las plantas en estado de disolución por un agua que tenia ácido carbónico, pero sin haberlo demostrado expcrimental- mente. Según 3¡r. Dumas, el agua saturada de ácido carbónico á -j- 10 y presión ordinaria, disuelve el fosfato básico de los huesos en la propor- ción de 0,0007o de su peso. Mr. Lassaigne ha demostrado que esta disolución se descompone por el calor, y se separa una sal básica cuando el ácido carbónico se satura por un álcali. Examinando la acción del agua saturada de bicarbonato de (íal sobre el mismo fosfato básico, se ha visto qu(í también se disolvía, si bien en menor cantidad. Teniendo estos antecedentes, se hicieron ex- perimentos sobre los huesos en diferentes estados, ya frescos ya dis- gregados por haber estado en la tierra, y los hechos han demostrado que, reducidos al tamaño de 1 centímetro, cedian á las diez horas de estar con agua saturada de ácido carbónico una cierta cantidad de sus bases minerales, ó sea que parte de su fosfato y carbonato se han di- (1) Coiiiples rondas. 1S49. 39 suelto. La soIuIjíIkIjkI es inayor si están en polvo; observándose que l;is sustancias disuellas están casi en la misma relación que la que existe en los huesos. Estos hechos dan lugar á creer que las sales calcáreas que entran en la composición de los huesos pueden, por causa de su descomposi- ción en el interior de la tierra, ser disueltas en parte por las aguas de lluvia, en razón de la cantidad de ácido carbónico que contengan en disolución. El segundo experimento hecho por Mr. Lassaigne fué con el objeto de ver la influencia de estos fosfatos, disueltos á favor del ácido carbó- nico, en el acto de la germinación y vegetación. A fin de estudiar esta acción, que presenta un interés fisiológico y agronómico, Mr. Lassaigne se colocó en situación favorable para resolver esta cuestión, sembrando en dos frascos de 200 centímetros cúbicos con 250 gramos de sílice bien lavada con ácido clorhídrico 4 granos de trigo, y regando el uno con agua saturada de ácido carbónico, y el otro con la misma agua carbónica en contacto con huesos, y por tanto que podia disolver, por lo dicho antes, cierta cantidad de fosfato. Pasados algunos dias observó que las semillas regadas con el agua carbónica se desarrollaban con mas lentitud que las segundas, continuando de este modo hasta los 25 dias, en que ambas perecieron. Después se incineraron y pesaron, notando que las que hablan sido rociadas con el agua procedente de los huesos lenian mayor peso que las procedentes del agua carbónica. Otro expe- rimento hecho con el mismo objeto dio igual resultado; se incineraron los productos obtenidos, y las cenizas procedentes del vegetal regado con agua que tenia fosfatos, no solo pesaron mas que las del agua con áci- do carbónico, sino que dieron ácido fosfórico, no encontrándole en las segundas. Tomando por base estos experimentos, trató el autor de esplicar la n¡anera de obrar de ciertos abonos mezclados con las tierras, admitien- do que, aparte de los productos gaseosos y amoniacales que las mate- rias animales desprenden en su descomposición, las sales que tienen, sobre todo los fosfatos, ejercen un papel importante en la asimilación, ya sea disolviendo los fosfatos que existen en los suelos en que vege- 60 . tan, ó de los abonos que adicionamos. Es un hecho que las especies ve- getales que necesitan para su completo desarrollo la presencia de estos compuestos minerales, se los apiopian por via de absorción. Dedu- ciendo según los experimentos dados á conocer, que los fosfatos de cal insolubles se disuelven en el agua que contiene ácido carbónico, y de esta manera pasan fácilmente á las plantas. Sin tratar de oponernos en lo mas mínimo á trabajo tan curioso como importante, antes por el contrario, y con objeto de poder hasta cierto punto conocer el límite de solubilidad del fosfato de los huesos y del apatito en un agua que contenga ácido carbónico, hemcs efectuado algunos experimentos que daremos á conocer. Para ello era preciso co- locarnos en circunstancias no tan favorables como lo ha hecho Mr. Las- saigne valiéndose de un agua saturada de ácido carbónico, porque este caso no es el que se efectúa en la naturaleza, y por tanto, sabiendo que un volumen de agua á la temperatura y presión ordinarias necesita para saturarse otro igual de ácido carbónico, nosotros hemos puesto en un frasco un volumen de agua y medio volumen de ácido carbónico, se ha agitado bien para facilitar la disolución, de la que se han tomado dos porciones de igual peso, colocándolas en dos matraces, teniendo el uno cenizas de huesos en exceso y el otro apatito, cuya composición conocíamos. De igual manera se han puesto en otros dos matraces las mismas sustancias con idéntica cantidad de agua de lluvia recien reco- gida con el mayor cuidado. Exactamente se ha hecho lo mismo con agua destilada y hervida. Después de 24 horas de contacto se han filtrado, y determinado en los líquidos el ácido fosfórico que se habia disuelto, obteniendo resultados que, calculados al estado de fosfato básico, dan: i.° 100 de agua en peso con la mitad de su volumen de ácido carbónico disuelven, después de 24 horas de contacto á la temperatura y presión ordinarias: 0,0071 de fosfato calizo (del apatito). 0,005 de fosfato calizo (de las cenizas de huesos). 2.° 100 de agua de lluvia en las mismas circunstancias de presión y temperatura disuelven: 61 0,0052 (le su peso de fosfato (fiel apatito). 0,0057 (le su peso de fosfato (de las cenizas de los huesos). 3." 100 de agua destilada y hervida ca las condiciones anteriores pueden disolver: 0,0022 de su peso de fosfato (del apatito). O.OOOfi de su peso de fosfato (de las cenizas de huesos). Conociendo ya la solubilidad de estos compuestos en los tres dis- tintos líquidos, cuyas cifras serán muy útiles mas adelante, nos fijaremos ahora en ver la analogía que tienen entre sí, el agua con la mitad de su volumen de ácido carbónico y la de lluvia, diferenciándose de la desti- lada con relación á su acción disolvente de los fosfatos. Puede muy bien, tratándose de ver solo el efecto relativo, reducirse los tres líqui- dos á un volumen igual, el menos posible, añadiendo después el mismo número de gotas de ácido clorhídrico y de moübdato de amoniaco, pa- ra desde luego conocer lo que la balanza nos demuestra. Vista esta solu- bilidad podemos emplear simplemente el agua de lluvia, sin recurrir, co- mo Mr. Lassaigne, á un agua saturada de ácido carbónico para probar la solubilidad de los fosfatos, y deducir de aquí su absorción por los ve- getales. Respecto del segundo y tercer experimento de Mr. Lassaigne, los hemos repetido sin necesidad de emplear sílice. Se ha llevado á cabo poniendo en dos matracitos de cristal igual número de granos de trigo, rociado el uno con agua destilada, y el otro con agua de lluvia que ha- bía estado en contacto con cenizas de huesos; efectuando el riego á me- dida que se hacia necesario para conservar la humedad, procurando no hubiese agua en exceso. Habiendo empezado y seguido la germinación y vegetación ambos á dos marchaban sin distinción visible, desarrollán- dose con tal velocidad, que á los 15 dias tenían 18 centímetros de alto, á los 21 tenían 22 centímetros, y sucesivamente han aumentado hasta que á los 50 tenia 29 centímetros, en cuya época se separaron de la raíz y se sometieron á la incineración, habiendo encontrado en ambas cenizas el ácido fosfórico. Se han ensayado por comparación, y se vio que en los dos había sensiblemente la misma cantidad, no pudiendo 62 hacerlo cuantitativamente por cualquiera de los otros métodos conocidos, por no permitirlo la exigua cantidad de cenizas con que contábamos, lo cual no es impeditivo para estudiar la cuestión presente. Desde luego no liay necesidad de poner sílice, como 31r. Lassaigne, ni regar con agua carbónica, sino simplemente con agua destilada y de lluvia en las condiciones expresadas, para ver que las semillas del trigo pueden, no solo germinar sino empezar la vegetación y continuar esta algún tiempo, hasta que necesitando además otros principios que por este medio no se les pueden suministrar, la vegetación cesa y concluyen por perecer. De estos experimentos se podrán deducir á primera vista consecuencias algún tanto diferentes de las de Mr. Lassaigne, puesto que no encontró el ácido fosfórico en los que se hablan regado con solo agua carbónica, y nosotros hemos tenido ocasión de observarle en las dos cenizas. Desde luego el autor no pudo hacer uso delniolibdato amónico, por no conocerse aún esta aplicación; y de aquí que las pequeñas cantida- des de ácido fosfórico que existen en las cenizas, que a! parecer no le coníenian, se ocultasen á su investigación. Admitido, como no podemos menos según los resultados, que en esta primera edad no influyen en nada los fosfatos adicionados, puesto que el asrua destilada hace lo mismo, veamos entretanto de dónde viene el ácido fosfórico observado, y que Mr. Lassaigne supone ser del agua de los huesos de que se valió. En nuestra opinión este no puede tener otro origen que de la semilla; y recordando lo expuesto al hablar de la germinación, veremos que, en efecto, tiene una aplicación útil en este sitio. Es suficiente la in- dicada acidez debida al ácido acético y láctico, y la propiedad que tienen estos fosfatos de hacerse solubles por los ácidos, para suponer que en la primera edad, ó sea cuando la germinación termina, la canti- dad de estas sales que la joven planta necesita la absorbe de las semi- llas, que se la presentan en un estado de solubilidad fácil para la asimi- lación; y siendo limitada por lo tanto la cantidad que necesita en esta primera época, tiene la suficiente para empezar á desarrollarse con los f(»sfatos depositados en los granos: de aquí el que sea ineficaz en este 63 caso la adición ile los íosfíitos bajo la forma que se requiere; de aquí igualmente, que observemos el ácido fosfórico en unos y otros vegeta- les que han sido regados de la manera citada. De este modo, y no de otro, deben obrar los fosfatos térreos en la primera época del desarrollo de los vegetales; pero á medida que la ve- getación avanza, la planta necesita una cantidad de fosfato que la se- milla ya no le suministra, y entonces lo efectúa tomándolo de la tierra á la par que los otros alimentos, influyendo ya en este caso la acción disolvente del agua de lluvia que hemos espücado. Hemos expuesto los trabajos efectuados por Mr. Lassaigne para de- mostrar el cambio de solubilidad de los fosfatos térreos, así como las observaciones á que ellos se prestan, exponiendo nuestra opinión acerca de esta cuestión; pero viendo que solo se refieren estos experimentos á la planta joven, de aquí el tener aún algunas dudas respecto á la inuflencia de estos compuestos cuando la vegetación está mas adelanta- da, lo que procuraremos demostrar mas adelante, después de dar á conocer cuanto se ha dicho acerca de cuestión tan importante. Hacia la misma época en que 3Ir. Lassaigne se ocupaba de los an- teriores trabajos, efectuaba también un estudio algún tanto semejante sobro las avenas el príncipe de Salen-Horslmar, si bien obtuvo re- sultados al parecer diferentes. De sus experiencias se deduce : \.° Que la avena colocada en arena calcinada y lavada con ácido chorhidrico , privada por tanto de otras sustancias orgánicas, crece, pero su desarrollo es paulatino, su color macilento, queda muy baja, y da granos muy pequeños. 2.° En la misma arena mezclada con sustancias nitrogenadas la planta es alta, pero la caña débil y se dobla. 3." Colocándola del mismo modo, pero separadamente, y aña- diendo disoluciones de potasa, cal, miignesia , hierro, ácido fosfórico, sulfúrico y sílice, la planta queda pequeña y no da fruto. 4." Si estas sustancias se mezclan con cuerpos nitrogenados , en- tonces el crecimiento es normal y vigoroso. 5." Si falta alguno de los cuerpos mencionados, y tiene sustancias 64 nitrogenadas la marcha en su desarrollo es anormal. Pasa después el autor á dar á conocer por numerosos esperimentos lo que sucede al ve- getal cuando falta alguna de las sustancias citadas , y tomando solo lo referente á la acción del ácido fosfórico, nos dice que cuando éste falta el tallo se inclina, tiene mal color y no da fruto. Veamos qué consecuencias podemos deducir de estos experimentos, que vengan en apoyo de nuestra cuestión. Desde luego nada nos debe estrañar que germine y se desarrolle en la arena calcinada , puesto que hemos visto ejecutar lo mismo con solo regarla con agua destilada, deduciendo el autor que lo hace sin otras sustancias inorgánicas, y en efecto esto aparece; pero dejamos indicado que para las necesida- des de la planta en la primera época tiene la semilla todos los alimen- tos que puede necesitar, por lo que natural es que, agotados estos, pa- rezca macilento el vegetal, y si llega á dar fruto, será como vemos muy poco, y este muy pequeño; prueba inequívoca que vivirá por el ni- trógeno y carbono que toma del aire : pero el fruto no se desarrolla, porque le es indispensable el ácido fosfórico y fosfatos, y como no se le administran, y cuanto tenia la semilla lo asimiló para la raquítica formación del tallo, de aquí la esplicacion de los hechos observados por el citado experimenta— tiiote oc3e^oe--_ior9C3e-_|3cjeoeoe9eoe--_iceaese3:9r^^i.j *— C"- ;^c;: ¡fr^w 0 -K-^V^V'^lrslilr; ^is* c¿:^ -^'— ct'cc'sc^ 11 aj = 97 O Q !z¡ P O O pe; P - . v-r ,2.2 3c ^^ 0 . 00 *5* :± =- "^ ea r- ^"^rcí^-— ÍT" 0 — ^ ■}" -'- ~ — ¿.'i C ~ í¿ c;*r-'~ '2 ~ bC' — "c3 ¿¿;:-:= = Í¿3-.s£5ss =3 co ;^ co í?í s-i ~ *^ ^' ^^' ^;^ :': »i I© "^^ ^ r--t-^i^v,-._r-. t-. — ^~ r-;~_i-^t--,-*^ "rt c« f= J ooi:5t--r-«t^t--aí5i^*^i^ '^'^^^ 3 »H rt'rt-^'T-T»-.'^*^" ^*— ' r-Tr-'— T^íf «j i^J> 2 _ = ^laft*— ícocacfíiri'^^oc^ ^íc as^ "í c:í <^ X 'ió ■^ Ir^ í~^ ^r^ 'S '-¿ :^ iCl-- t^ ^ é _ __ 1^ ^ .^ ,- TI ^ — =^ -- ly. ríi ~ n T-: — X — n 'T^ -^ — T-~ ~ íO :rr ío í-t :c ^^ í-"^ iO iíí ic :c :* iS :* -^ c^ iZ ~ 0 ^ « Í--Í CM = <= ®',— -~ ^_~„^.^„ ■^ S 5= tt> — 2 i^iííCím^^otO'— ^t^^53^4or-:o "^ >-^ =: — SiSf^r^ — ■.nx-^'^n!=,'=:'m 3 -^ : ¿ : * H • .' i> . . > . oci ■ ? - \ ^ .' t- V '. ~^ cm .i • 0 ■ «^ w ; 0 • ^ 1 Cs9 — ¿.2 • re 1 oo J£> P r= .0-^_; 0,2 g CeS ""^ "^^ n ij 0 c=: §^Í¿lo ZJ ¿ "o 5 ';=f ,^¿ i lll-Sltl.^ — ^ -j ,, -^ -¿ 0 1 .^<= 1 1 i 1! 1 M 1 1 M 1 ^ ' 1 * 1 i 1 ■'■■'■ ■ n r- 1 13 98 CUADRO TERCERO. De los cereales analizados por Mr. Payen. i N051BRE DE LOS GRASOS. Almidón. Gimen y sustancias nilrog. Deslriiia, glucosa y susl. con- géneres. Materias grasas. Celulosa. ""S i U5 3 S Trigo (Uno (le Venezuela. (le África fie Taiigaroek semiiluro de Francia. blanco chamorro Centeno Cebada Avena Maíz Arroz 58,12 64,37 63,30 68,65 73,31 65,65 65,43 60,39 67,53 89,13 22,73 19,30 20 16,23 11,65 13,30 13,96 14,39 12.50 7,03 9,50 7,60 8 7 6,03 12 10 9,23 4 1 2,61 2,12 2,23 1,93 1.87 2,13 2,76 5,50 8,80 0,80 4 3,50 3,60 3,40 3 4,10 4,73 7,(16 3,90 1,10 3,02 2,71 2,83 2,73 2,12 2,60 3,10 3,25 1,23 0 90 Nuestro trabajo, lejos de ser tan perfecto como los anteriores, eje- cutados por químicos de tanto renombre, podrá servirno obstante para formarse idea algo mas completa de la composición de los granos que han llegado á nuestras manos, procedentes todos de la Península. En ellos, como se verá, no hemos verificado según lo han hecho los quími- cos citados, la análisis detallada de la harina, pero se ha hecho en cambio la determinación de los principales cuerpos á que los trigos deben sus propiedades y su valor; porque si importante es conocer la composi- ción de la harina, no lo es menos saber la que cada clase de trigo pue- de suministrar, y su relación con el salvado. Esta es la razón que hemos tenido para proceder á determinarla, cuya operación se ha efectuado reduciendo á polvo por presión y frotación un peso conocido de trigo, haciendo pasar el producto resultante por tamiz de seda hasta obtener un salvado limpio que no suelta nada á los dedos, en cuyo caso ha sido pesado, y por diferencia deducida la harina. Se ha tratado de pesar 99 también ésta, pero por precauciones que se tengan siempre hay una pérdida mínima de un 1 por 100, operando, como hemos hecho, con cantidades pequeñas de 20 á 50 gramos. 1.° El nitrógeno se lia determinado, no Solo por la importancia que tiene, como ya hemos indicado anteriormente, y por dar valor á los granos, sino, en el caso actual, con objeto de ver la relación en que se encuentra con el ácido fosfórico, la cual nos será preciso conocer para cuando entremos en la cuestión de abonos. 2.° De los diferentes métodos que la química nos suministra para su determinación cuantitativa, hemos preferido el llamado de Mr. Peli- got, no porque deba dársele la preferencia por su exactitud, sino por ser mas breve y de menos manipulaciones que el de Mr. Will, que es el conocido por mas exacto: no obstante, sabido es que los errores co- metidos por aquel son insignificantes no tratándose sino de valores industriales, cuyas diferencias por su pequenez no influyen en éstos. El resultado que ponemos para este cuerpo es el término medio de tres análisis elementales, en que el entero y la primera cifra decimal son casi constantes, desechando todas las que no se encontraban en este caso, si bien las diferencias eran muy cortas. 3.° El gluten y sustancias nitrogenadas se han determinado, como aconsejan los químicos citados, por el cálculo, y para ello se ha toma- do por base la composición del gluten conteniendo 16 por 100 de ni- trógeno. Hay que tener presente que este cuerpo está calculado para la harina, que es el estado en que se empleaba en las combustiones. 4.° Conocidas las sustancias nitrogenadas, por diferencia se han encontrado el almidón y sustancias solubles de las harinas. 5.° El aguase ha determinado desecando las harinas" á 105° en la estufa de Gay-Lussac, con agua que tenia sal común en disolución. 6.° Las cenizas se apreciaron por carbonización y después incinera- ción completa en horno de mufla, procediendo luego á la determinación del ácido fosfórico, cal y magnesia; no habiéndolo efectuado con los álcalis por contar con pequeñas cantidades. 7." El peso específico se encontró por medio del frasco de densida- des con tapón terminado en tubo capilar. 100 8." El peso del hectolitro ha sido calculado conociendo el de un vo- lumen determinado de trigo. 9.° Contándose en nuestro país por fanegas y hoy mas bien por el peso de éstas en libras, hemos espuesto las cifras calculadas por el peso del hectolitro, sabiendo la relación que existe entre esta medida y la fa- nega; y en algunos se ha puesto bajo el nombre de encontrado el peso que se nos ha dicho tenia; de esta manera se puede ver bien, por lo po- co que difiere en los pesos con los calculados, que podemos emplear aquel medio como muy aproximado cuando se opera sobre pequeñas cantidades. 10." Se ha puesto el número de granos que hay en 1 litro, por ser necesario conocer esta cifra para la siembra. Siguiendo los métodos indicados hemos conseguido analizar los ce- reales que se espresan en el cuadro 4.°, cuyos resultados presentamos bajo esta forma para su mejor inteligencia. Teniéndole á la vista pode- mos deducir varias consecuencias. 1.' Hallamos en él que los trigos dan harinas desde 58 á 86 por 100, encontrando el número o procedente de Asturias, que solo ha dado 58, lo que está en relación con su peso y con las cenizas que deja, debidas en gran parte á la capa cortical, pudiendo contar por término medio 75 por 100 de harina. Si comparamos estos resultados con los del cuadro 1.°, vemos que nuestros trigos son abundantes en harinas, puesto que tienen próxima- mente lo que asigna Mr. Boussingault á los obtenidos con el mejor cul- tivo; y si no los presentamos mas ricos, es porque todos estos proceden de secano, y ninguno pasa de 9G libras por fanega: seguramente si los hubiéramos tenido de regadío, que no nos hemos podido proporcionar, y de algunos de secano que pasan de 100 libras por fanega, no hay temor en afirmar que se hubieran encontrado con mas harina. 2.' El nitrógeno también existe entre 1,6 y 5,01, no pudiendo es- tablecer relación, como es fácil, entre él y la harina que producen, por ser el almidón el que varia, puesto que, como sabemos, existe en la relación con el nitrógeno en el gluten de 16 por 100. Se observa que el 3.", que contiene poca harina, ésta es muy rica en nitrógeno; y el 101 número 2.°, délas inmediaciones de la Corte y de tierra poco á propó- sito, es el que da menos nitrógeno. 5.' Las cenizas proceden, no de las harinas, sino de un peso cono- cido de granos, comprendiendo por lo tanto el salvado también; y se observa que están entre 1,2 á 2,5 por 100, si bien el término medio es de 1,764. El ácido fosfórico que contienen, así como la cal y magne- sia, queda espuesto en las páginas 90 y 97, cuadros l.°y2." 4.' Su peso específico está entre 1,26 y 1,35 por término medio. 5.' El peso del hectolitro varia entre 62 y 87 kilogramos, que cor_ responden á fanega. Aun pudiéramos entrar en otras consideraciones examinando la relación que existe entre las distintas sustancias que constituyen un mismo trigo, no haciéndolo porque sería alejarnos del principal objeto. De la misma manera pueden compararse entre sí los resultados ob- tenidos para otros cereales, de que nos ocuparemos, aunque ligera- mente , al hablar de ellos en particular. Habiendo dado á conocer la composición de los trigos, tanto extran- geros como de algunos nacionales , que hubiéramos deseado fueran en mayor número, pasaremos á estudiar cuáles son los terrenos mas á propósito para el cultivo de los cereales. 102 Cuadro de la composición de varios o 6 7 8 9 10 11 1-2 13 li lo 16 17 18 19 20 •21 I'RGCEDEXCIA. lENlOODETRlGÜ. Sombre. .Isperlo de los granos. Tri?:o de las cerca- nías de Madrid. Id. id. id Id. de Asturias . . Id. de Aré\ alo. . . Id. de Medina . . Id. de Paredes.. . Id. de Salamanca. Id.de Torrejonde iVrdoz Id. de las cerca- nías de Madrid. Id. id. id Id. id. (fosfato de magnesia) Id. id. (id. de amo- niaco) Id. de Badajoz... Id. de Salamanca. Id. de Monjuich (liarcelona.). . . Arroz de Ilospita- let (Manila)... . id. de Valencia.. . Maíz (le Madrid. . Cebada de Valde- moro . . Avena Centeno Chamorro. Id Rnbicon. . Candeal. . Id Chamorro. Blanco semiduro.. Id. tierno Negro , grueso, y duro ". Blanco, grueso y semiduro ', Blanco , semiduro. Rojo, pequeño. . . Blanco, tierno.. . Blanco, pequeño y tierno Moreno, peíjueño. Blanco id Id. Id Rubicon. Candeal . . Negro Id. regular Id. grueso Grueso, muy duro vsemilrasparen- ie Blanco, blando v I grueso ". ¡Oscuro, semiduro. Id. pequeño ¡Blanco, grande. . . ¡Claro, grueso ¡Blanco, grande. . . Delgado I Pequeño muy os- I curo Sahado. 22,S00 23,490 i 1,872 30,3.54 33,180 31,79;) 30,6í0 14,007 23,220 24,180 24,030 24,010 14,127 18,71o 23,620 9,000 39,30(1 72,04a 21,277 ilario 77,o00 76,310 38,128 69,6i6 66,814 68,20o 69,360 73,993 :í,7Sii 73,820 :5,97() 73,990 81,283 76,380 100 1011 91,000 60,630 27,953 78,723 Aspecto de la harina. Blanca, sua^e Id. id Gris, áspera.. Blanca, suave. Id. id Id. id Id. id Id. id... Anteada, Blanca, id Id. id. Id. id. Agrisada , ás- pera Blanca suave. Gris, id Oscura, áspe- ra Algo agrisada, .amarillo claro Agrisada — Gris, áspera.. Id. id 2,906 1,683 4,067 2,721 3.402 2,350 3,.514 3,614 3,124 3,234 3,361 3,702 2,1 3,1 3,01 4,186 3,438 2,387 2,8 NoT.*. Con objeto de poner todos los trigos á continuación unos de otros, se lia 103 cereales de España ij Filipinas. ESlflODEUARISA DESECADA. Gluk'ii y Albúmi- 18,1-2 10,a3 23,41 17,0(1 21, -ÍH i;),93 21,96 22 5)2 20,29 20,9b 2;?,03 13,12 19,2S 31,31 28,30 13,66 21,36 16,16 17,50 16,87 Aliuidon J. destrina. 81,88 89,47 74,39 83,00 78,74 8í,07 78,04 77,48 8o,;)3 79,71 79.03 76,93 86,88 80,73 68,69 71,3 ■ , Alumnia 9 a 14 ' (Carbonato decaí. . 5 á 12 Cbaptal (1) nos cita ejemplos de buenas tierras constituidas por; PRIMERA CLASE. Carbonato de cal. 28 Sílice. 32 Ahimina 59 99 SEGUNDA CLASE. TERCERA CLASE. Arena gruesa. . . 49 Carbonato de cal. 25 Arena silícea. . . 52 Id. calcárea. ... i\ Sílice 10 Carbonato de cal. ^^ i gj|]|j,g_ |g Alúmina 21 I Detritus 7 ! Alúmina 10 100 100 Mr. Pelouze (2) nos cita varios ejemplos de tierras como las mas (1) Química agrícola. (2) T. 6, p. 5E)8. Traite de Cliimie genérale. 109 á propósito para cereales, y entre las llamadas arenosas una para cul- tivo de centeno, ¡Arena 90 compuesta de | Arcilla 9 (Humus 1 100 Entre las silíceo-arcillosas se citan cuatro constituidas por Arena. Arcilla. Humus Primera dase. GO 38 5 100 PARA CEBADA. Segunda clase. 65 55 2 100 Tercera clase. 70 28 100 PARA AVEPiA. 75,0 25,5 1.5 100,0 Entre las mas escelentes para la producción de trigo, y refiriéndose á análisis efectuados por Thaer y Einlioff, nos cita el mismo autor las siguientes. lio Primera clase. Seganda clase. Tercera clase. Arcilla 74,0 81,0 79,0 Arena 40,0 6.0 10,0 Calcárea 4,0 4,0 4,0 Humus 11, Pi 8,5 6.5 99,5 99,5 99,5 Vemos por lo tanto la relación en que están los diferentes cuerpos (jue entran á constituir las tierras en que se cultivan muy bien los cerea- les, en diferentes puntos que distan mas ó menos de nuestra Península. Haciendo el análisis de algunas de las tierras que han producido los trigos cuya composición acabamos de dar á conocer, veremos que también tienen una composición análoga. 'Arena silícea. . . . 44,4 I Arcilla 47,4 1.' tierra, del trigo n.° 2. .(Parle soluble. . . . 2,5 1 Humus 4,5 Calcárea 1,4 100,0 Arena silícea.. . . 18,4 2.' tierra, del triso de As-^' '", ', ,' ' ' * ,',, ° ' Parte soluble. ... 1 ,8 lunas ¡n ^ ■ /no /Calcárea 49,8 ' Humus 2.5 99,8 111 ,' Arena 26,04 5." tierra, en que se hi-\ Caliza 45,74 cieron los ensayos de los\ Parte soluble. . . 4,52 abonos [Arcilla 24,01 ^ Humus 1,84 100,15 El análisis de una tierra procedente de San Sebastian (Vizcaya), en que se cultiva maiz, nos ha dado para su composición: Arena 44,78 Arcilla 50,00 Caliza. 1,80 Parte soluble 2,05 Humus 0,17 98,80 Habiendo expuesto la composición de las tierras que son las mas propias para el cultivo de los diferentes cereales, no estará de mas el dar á conocer las análisis que hemos efectuado de diferentes terrenos en que no se pueden cultivar estas plantas , y entre otras citaremos las de tres tierras procedentes de la provincia de Alicante , término de Elche, situadas cerca del mar, y muy impropias para el cultivo de cereales. 112 Primera clase. SejuDíJa clase. Tercera clase. Arena 26,04 10.93 8.76 Arcilla 25.77 18,21 22.15 Sales solubles 1.82 7.G6 1,69 Carbonato de cal (1). . 2,99 57.97 65,25 Mantillo 42,40 4,60 5.09 Perdida 0,73 0,63 1.10 99.75 100,00 100.00 Comparándolas con las anteriores veremos , en efecto , que hay gran diferencia, sobre todo en la poca sílice, y la gran cantidad de cal- cárea, que las da propiedades físicas poco favorables para las exigen- cias del cultivo. Con el deseo de hacer mas patente la necesidad que tienen los sue- los propios para el cultivo de los cereales de que las sustancias que los formen entren en las proporciones dichas, citaremos el ejemplo de una tierra que hemos analizado, procedente de uno de nuestros terre- nos esteparios, impropios, como sabemos, para los cereales, y proceden- te de la cuenca del Tajo, sitio en que solo prevalece el esparto, y tér- mino de Chinchón. (1) Procedente en gran parte de restos de conchas. 113 /Agua 15,00 Tierra de Chinchón sin i Sílice 7,60 desecarla previamente < Greda 3i,00 contiene /Carbonato de cal. 4,36 \Yeso 44,04 100.00 Aún pudiéramos dar á conocer los resultados que hemos obtenido en el análisis de varias tierras de jardín reputadas como excelentes; pero esto sería apartarnos de nuestro principal objeto. Hubiéramos deseado igualmente presentar mas análisis de suelos para cereales , efectuados con tierras de los trigos analizados ; pero no nos es posible por no habérnoslas podido proporcionar por causas agenas de nuestra voluntad, habiendo preferido los trabajos que dejamos citados , Y que representan un tiempo considerable empleado en rea- lizarlos. En todas las tierras , cuyas análisis hemos presentado , se ha re- conocido y determinado el ácido fosfórico, que era el objeto de nues- tras investigaciones , y los resultados no se han espuesto porque, como veremos mas adelante, son cantidades pequeñas, y hacen parte de la caliza y de la porción soluble , cuya análisis se hace siempre por separado , y mas adelante tendremos ocasión de darla á conocer. Habiendo hecho ver, aunque de una manera sucinta, la formación y composición de las tierras de labor, y con especialidad aquellas en que deben cultivarse los cereales , no insistiremos en esta cuestión, recomendando, al que desee mas pormenores, consultarlos trabajos de Mr. Boussingault sobre este punto. Siguiendo un orden algún tanto cronológico , parece natural , te- niendo ya elegida la tierra ó suelo de composición química conocida, y con las circunstancias físicas indispensables, que no son de este lugar, pasar en seguida á utilizar estos terrenos, colocando en ellos las semi- llas de los cereales. TOMO VII. Í5 114 Relación entre la semilla y la superficie. No es nuestro objeto en el presente capítulo dar á conocer cómo se efectúa la siembra , ni la época y labores que deben darse á las tierras; nada de esto creemos conduzca á nuestro propósito. Trataremos solo de ver la cantidad de semilla que se deposita en la tierra, para compa- rar con lo que pueda producir, y sacar consecuencias que iluminen nuestra cuestión. Aunque se tengan buenas tierras, y de las mejores condiciones para el cultivo de los cereales, varía bastante la cantidad de semilla que se pone por unidad de superficie, dependiendo de la si- tuación particular en que se puedan encontrar los terrenos con rela- ción al clima, manera de labrarlos, por sus propiedades físicas, v se- gún el estado de fertilidad en que se encuentran. Según Mr. Boussingault (1), la relación media en Francia es de 1,5 á 5 hectolitros por hectárea (7 á 14 cuartillas por fanega), no obs- tante que se tienen buenas cosechas con 2 hectolitros por hectárea (9 cuartillas por fanega); si bien es cierto que á veces se ponen á dos tierras contiguas y de iguales condiciones cantidades muy distintas de semilla, sin que haya razón para esplicar estas anomalías. En nuestra Península puede decirse que también existen estas di- ferencias. Con objeto de estudiar esta cuestión hemos consultado varias obras, en las que no habiendo hallado los detalles que necesitábamos, nos hemos visto precisados á adquirirlos directamente, valiéndonos de agricultores que nos han suministrado varios datos que debemos te- ner como ciertos , por merecernos entero crédito las personas que se han servido complacernos desde los sitios cuyos nombres se citan. Hoy podemos presentar esta relación de localidades diferentes, las que. para mayor sencillez y claridad, nos hemos tomado la molestia de re- ducir á hectáreas y á hectolitros, dispensándonos el hacerlo también en fanegas por el mucho trabajo que esto llevaría después de la ope- (1) Economie rurale, T, i08. I lio ración anterior, en que, como es bien sabido , en cada sitio puede de- cirse que son medidas diferentes las que hemos tenido que reducir á las ya diciías. El cuadro que esponemos, pág. 116, nos evitará el entrar en mas pormenores. Su inspección nos dice que en todas las localidades en él expresadas se pone la semilla en la relación de Qhect._g4 ¿ 4''"'-,79, o si se quiere por término medio de los 51 anali- zados, sensiblemente 1 hectolitro por hectárea (1 fanega y 2 celemines por fanega de tierra). Como se ve, estos datos difieren algún tanto de los indicados para Francia. Omitimos en este lugar las razones que unos ú otros tendrán para emplear estas cifras, limitándonos solo para la cuestión que resolvemos á exponer los hechos. Veamos si hasta cierto punto puede existir alguna relación entre estas cantidades tan diferentes, para que los agricultores tengan un tipoá que referirse sin que se les ocasionen pérdidas considerables, como las que suelen experimentar al carecer de un medio aproximado para las cantidades de semilla que deben emplear. Esta cuestión se puede indudablemente considerar bajo dos puntos de vista diferentes , según que se tenga en cuenta el producto que da la unidad de superficie , ó que se tome por tipo la relación entre lo producido y la semilla sem- brada. Desde luego, si se siembran los granos muy juntos se obtendrá mayor cantidad por hectárea que si están mas separados : no obstante, hay siembras de esta naturaleza que á veces dan mas producto que las anteriores. 116 Cuadro en que se espresa la siembra, producción y relación 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 13 l(i 17 18 19 20 21 2-2 23 24 23 26 27 28 29 30 31 32 LOCALIDADES. PROVINCIAS. Álava Albacete . . Avila Badajoz.. . Barcelona Cáceres . . . Málaga — Vitoria Cercanías Id Id Id Id Colmenar I Campiña. . Cercanías. | Sierra¡ ¡ Córdoba • ' Estramuros. ) Id I Cuenca. Id " ■ ■ Molina Tolosa. Sierra Cercanías. Secano. Id... Id... Miranda de Arga. Pamplona Cercanías. Id... Id... Id... Id... Id... Id... Id... Id... Id... Id... !s ega . . Secano. Guadalajara Id Guipúzcoa y Vizcaya. León Madrid. . Málaga.. Navarra . Id Palcncía. . . . Iil Pontevedra. . Salamanca. . . Sei^ovia Teruel Toledo Valladolid... Valencia Zaragoza Ciudad-Real. Término medio . SEMILLA PUESTA POR HECTÁREi, ESPRESiDX EN HECTOLITROS. 1,74 (»,78 0,78 0,72 1,01 0,78 0,68 1,13 0.63 1,18 1,44 1,07 0,64 l,-20 1,00 1,33 0,86 1,27 1.17 Celiada. 1,36 1,36 1,08 1,73 0,98 0,51 2,64 1,20 2,65 2,16 0,6i 0,6i 1,r)0 1,20 0,80 1,29 0,98 0,64 1,07 0,80 2,61 4,40 t,85 2,12 1,.34 1,44 2,99 1,27 1,57 Centeno 1,3 0,32 O 32 0,36 1,73 1.18 0,68 Avena. 0,72 1,18 1.00 " 3,12 0,80 0,73 0,85 0,73 0,77 0,80 )» 0,64 0.30 0,43 » )) „ » 0,86 1,57 1,30 2,77 0,Í1 1,.34 2,09 3,30 0,78 0,99 1,98 0.43 1) (1.98 1,51 Haiz. 0,36 0,37 0,36 117 de varios cereales de diferentes puntos de la Península. Arioz. 13,8 10 "3 13,0 11,0 7,8 11,8 7,5 11,2 12,1 11,5 23,2 11,6 10,3 6,2 Sierra... I 9,4 Secano.] ^4*3 6^0 PRODUCTO POB HECTÁREA EN HECTOLITROS. Trigo. Páramo. 7,6 21,0 11,7 10,4 10,4 8,S 9,53 9,3-2 9,3 15,31 8,8 11,8 12,7 7.73 Cebada. Centeno. Avena. 1 12 "3 8,"7 '■ 15.6 10,4 13,0 31,(1 12,(1 » 11,0 16,3 16,3 15,7 11, S » 9,í 6,7 „ 14,(1 10,0 „ 19,(1 25,0 26,(1 23,0 17,6 » 6.6 11,3 „ 18,0 10,4 10,1 13,2 4,2 8,5 24,0 20,8 7,0 8,0 7.0 )) 33,6 13,3 » 25,0 12,3 ■> 12.3 7.2 )l 13,3 12,4 12,3 24,2 9,2 •20,1 9,2 13,8 13,8 23, i 3 5,0 )> 26,2 13,4 5,4 46,(1 1. 14,(1 li 1. 31,0 9,8 16,0 19!l 13 "24 *i 19,36 11,11 14.39 ¡ 7,8 9,1 RELACIÓN ENTRE LA SEMILLA Y EL PllODUCTO. ln"o. Cebada. 8,00 13,0 18,0 8,0 10,(1 17.0 6,6 17.0 10,0 8,0 23.(1 18,(1 7,0 7,6 7,0 ni, O ^ ?:: \ 7,7 j }) 10,0 " 13,3 )) 7,3 » 16,0 » 8,0 )) 4,0 » 3,0 " 8,8 " 6,0 k 8,0 3,6 " 7,0 )l 13,0 .1 13,(1 >' 10,0 8,45 1(1,2 7,8 7,0 11,0 lí.O 30,0 3,3 11,0 7,0 12,0 27,0 1-2,0 12,0 10,0 30,0 13,0 8,0 21,5 16,0 14,0 5,8 3,(1 3,(t 12,0 17,(1 16,3 9,0 13,0 18,0 18,0 13,0 13,37 Centeno. Avena. 0 1 16,7 28,0 18 0 7,0 14,0 14 (1 17.0 6,7 .. 8 (1 14,0 , 15,0 14,0 3,(» 11,0 26,0 • 7.7 16,0 10,0 . 8,3 c 8,0 . 8,0 » 8.0 6,0 8,0 3,3 3,0 5,(t 8,66 > 17,0 7,(t " 18,0 10,0 8,0 13,0 . 15,0 . 12,0 ' 12,03 10,8 1 Maii 21,0 24,(í 20,0 21,6 118 Esta es la causa de que sea difícil dar reglas con este objeto, porque la práctica de cada localidad, si bien muchas veces rutinaria, es la que debe guiarnos, sobre todo cuando está relacionada con el producto que se obtiene y con el valor de los terrenos. Sin embargo, pueden muy bien , supuesta esta práctica, obtenerse resultados muy diferentes en unos y otros años, á consecuencia del tamaño de los granos ; y sabido es que estos varían en las diferentes cosechas : y si tomamos el mismo volumen para la siembra resultará, que se pondrán mas semillas siendo pequeñas que cuando son de ma- yor dimensión , y que saldrá mas espeso que lo que se esperaba. Con objeto de aproximarnos lo posible á la realidad , colocándonos todos los años en las mismas condiciones , se puede fácilmente calcu- lar la cantidad que deberá sembrarse, cualquiera que sea el volumen de la semilla , y para esto suponemos que se hayan empleado 2 hec- tolitros por hectárea (9 cuartillas por fanega), habiendo próximamente 4 granos por decímetro cuadrado, que es cantidad algo escesiva, porque sería bastante 1,5 hectolitros por hectárea (7 celemines por fa- nega); pero sembrando á la mano la repartición no se hace con igual- dad , por lo cual se debe contar con 2 hectolitros. Fácilmente se pue- de calcular, bajo la base de 4 granos por decímetro , que se necesi- tarán 400 para 1 metro y 4 millones para una hectárea (2.600.000 por fanega). Basta para ello conocer los granos que contiene un li- tro , lo que se puede conseguir, ó contando los granos contenidos en 1 volumen conocido , ó bien hallando el peso de un número dado de granos, sabiendo de antemano el peso del litro. En el primer caso formaremos la proporción c : jí : :1000:./-= 1000 « . , , , , ■ A siendo v el volumen y n el numero de granos que contiene. En el segundo, caso planteando la proporción P : n de gra- P' Xn mos : : P' : í"=^ — - — «siendo P el peso de un volumen n de granos y /"siendo el peso del litro. Aun cuando los dos métodos conducen al mismo resultado, nosotros para ver el número de granos contenidos en 1 litro de los trigos 119 que hemos analizado , hemos seguido el primero por ser mas breve, y servirnos la misma pesada hecha para el peso especifico. Estos cálculos sencillos pueden reportar economía en su aplicación á las siembras, para poner todos los años la misma cantidad según con- venga, como puede hacerse manifiesto con el ejemplo siguiente. Se sabe que una tierra ha dado buenas cosechas poniéndose á ra- zón de 4 granos por centímetro cuadrado , y teniendo ahora un grano de distinto peso y volumen, se desea sembrarle en la primera propor- ción , y para ello se ha visto que 50 granos pesan 28',35 , y que el litro pesa 788 gramos; planteando la 2.' proporción será 28^55 : 50 : : 788 : a;=I6909 granos en litro, cifra que dividiendo por ella los 4 millones de granos que se necesitan, da 256 litros, ó sean 186 kilogramos de grano por hectárea (404 libras por fanega). Si con los datos anteriores queremos averiguar cuántos granos próximamente habrá en un decímetro cuadrado , según la relación de la semilla que se pone en nuestro pais , lo haremos fácilmente, sabiendo que en 1 litro, que pesa 788 gramos, hay 16909 granos. Poniendo 1 hectolitro ó (16909) X 100=1690900 granos por hectárea, que tiene 1.000.000 centímetros cuadrados, corresponden á cada decímetro 1,69 granos, cantidad, como se ve, muy diferente de la que Mr. Boussingault nos da por término medio para Francia. Producción media. Conociendo la cantidad de semilla que echamos en la tierra, ó sea la relación del peso y volumen del grano con la hectárea , veamos aho- ra la que existe entre estos granos y su producto. Difícilmente puede expresarse esta relación de una manera exacta, por ser muy variable la producción atendidas las diferentes causas que á ello contribuyen, como son el clima, calidad de las tierras, abo- no que se ha puesto, modo de efectuar la siembra, cultivo especial que se ha usado, y cantidad de agua que pueda haber recibido. Encontramos, en efecto, muchos ejemplos que los autores citan, en- 120 tre los cuales Mr. Gasparin (1), nos hace ver que en Tarascón, ponien- do un peso conocido de abono (25.000 kilogramos) por hectárea , se pueden producir cosechas de 28 á 30 hectolitros, en otras sin abonar pueden recogerse 18 á 20 hectolitros, llegando algunas veces hasta 24, y descendiendo á 16. El mismo autor da una tabla en que manifiesta la producción media y máxima de varias naciones, y en la cual se nota que en la California , en donde se siembra espeso, obtienen para las buenas cosechas 110 por 1, es decir, 220 hectolitros por hectárea, poniendo 2 de semilla , y en las malas de 50 á 40 por 1 ó 60 á 80 hectolitros poi- hectárea. Se considera como buena una cosecha de 42 hectolitros por hectárea. En Francia lo general es 11 ,4 hectolitros por hectárea (51,55 fane- gas por fanega de tierra) para el trigo; y rebajando la semilla, que se calcula en 2 hectolitros, son 9,4 (25,8 fanegas por fanega de tierra). Si de estos números tratásemos de sacar consecuencias para hacer apli- caciones ó comparar con nuestra producción, no nos sería fácil efectuar- lo con los anteriores datos, por no hacerse mención de ninguno de España en los dos cuadros citados; notándose tanto mas esta falta, cuan- to que en ellos se ven representados países inferiores al nuestro en producción é importancia , lo que nos indica lo poco que los sabios del inmediato imperio se han ocupado de nosotros; por cuya razón, y para llenar hasta cierto punto este vacío , puede consultarse el cuadro página 117, en el que consignamos la producción media, y cuyos datos hemos obtenido por el mismo conducto que los anteriores. Según resulta de su inspección , son notables las diferencias que existen entre las distintas localidades , variando la producción del trigo y demás cereales, como puede advertirse consultando el cuadro, en el que está consignada esta relación , tomando por unidad la semilla, y viendo que puede variar entre 4 y 25 para el trigo, 5,5 y 50 para la ce- bada, 5 y 28 para el centeno, y la avena entre 5 y 18; habiendo sitios, como las vegas, en que la relación es mayor. Debemos añadir que todos los cálculos se han efectuado según los datos obtenidos para años me- (!) T. 1, p. tí70. 121 (líanos, y de ningún modo con los que se han recibido para años bue- nos, en que hay algunos que llaman la atención, sobre todo en los ter- renos de regadío. Tomando el término medio de toda la producción que presentamos, puede muy bien espresarse sin grande error por 10, es decir, que 1 de semilla da 10 de grano, ó descontando aquella, 9, cifra que compa- rada con los 9,4 que nos dice Mr. Boussingault para Francia, resulta casi dupla la producción en España, atendiendo á que se siembra la mi- tad, como se ha hecho ver. Dejamos á la consideración de las personas inteligentes en este ramo, si nuestros cálculos, ó mejor dicho, los datos que hemos tenido á la vista, son, como creemos, verídicos, apreciar esta diferencia, que tanto diria en favor de nuestro suelo, poco conocido de los estranjeros; y si se añade, como veremos luego, que en muchas localidades apenas reciben abono las tierras , ó si lo reciben es de un modo imperfecto, hay lugar á suponer que en el caso que el cultivo estuviese tan bien entendido como en otras naciones , nuestro suelo sería el tipo de los países agrícolas. Hubiéramos deseado completar este cuadro, y por tanto aproxi- marnos mas á la verdad, adquiriendo mayor número de datos, como te- níamos puesto en práctica; pero muchos de ellos no han llegado á nuestras manos , y otros muchos que poseemos están imperfectos por la diversidad de medidas, que les hace ininteligibles, lo que nos ha impedido ciertamente llenar nuestro objeto cual debíamos. Haciendo para la cebada las mismas consideraciones que con el tri- go, vemos que la producción medía es 15,37, y la de centeno 12,05, y la avena resulta 10,8. No podemos repetir lo mismo para el maíz y el arroz, por los pocos datos que tenemos, como igualmente con el pani- zo, que solo se cultiva en localidades determinadas. Sentadas ya las relaciones que queríamos demostrar, pasaremos rápidamente á considerar otra cuestión que también deberá tenerse presente para los cálculos posteriores. 40 122 Relación entre la paja y el grano. Según los experimentos que hemos efectuado con los trigos señala- dos con los números 1 , 2 y 5, podemos también presentar datos algún tanto exactos , que han sido hechos con detención , los que nos eran indispensables para la cuestión que deseamos resolver, y los que espon- dremos brevemente en apoyo de lo que nos proponemos consignar en este artículo. Resulta , según la mayor parte de los autores , que la relación en- tre la paja y el grano es variable, dependiendo de varias causas, pues- to que si el año es lluvioso, por lo general hay mas paja que gra- no, sucediendo lo contrario en años secos. Mr. Boussingault deduce de sus experimentos hechos con productos procedentes de años opues- tos, que en 1840 á 41 esta relación era de paja 1000 , grano 24, y en 1841 á 42, de paja 1000 y grano 90 En años medianos por lo general tenemos 58 de grano para 100 de paja. Nosotros hemos ex- puesto ya esta relación en los trigos que hemos cultivado, y pondremos otro ejemplo con los obtenidos en el campo lejos de población, y en terrenos diferentes. Para ello se ha tomado un cuadrado en cada uno, de 2 metros de lado, procurando quedaran las plantas bien separadas, y habiéndolas segado al nivel del terreno. La tierra primera era de 2.' clase, y el año anterior habia estado á medio barbecho de guisantes. La 2.' era tierra de mala calidad, habia estado á medio barbecho de algarrobas , estando en lo general muy clara. El número 5 procede de Asturias, habiendo tomado los mismo.-; 2 metros de lado, siendo la calidad de la tierra de 2.' clase, y es- tando sembrada en surcos separados, de suerte que puede alternativa- mente cultivarse otra planta entre dos de ellos. Los tres nos han dado los resultados siguientes para una hectárea. 123 Núm. 1 del cuadro página 102. Núm. 2 de id. id. . . Núm. 5 de id. id. . . Paja. 5019'', 7 501 ñt, O 2789k (¡rano. 1401k 1545'' 966'' Rdacion. 1 á 2.147 1 á 2,009 1 á 2.808 De ellos se desprende que si comparamos con el que Mr. Boussin- gault (1) nos presenta con relación á diferentes paises, vemos que en esta parte también, por lo general, se halla favorecido nuestro suelo. Conocida ya la producción en trigo y demás cereales de una super- ficie dada de tierra , así como la composición de aquellos y el ácido fosfórico que contiene, fácil nos es ahora pasar á otra cuestión alta- mente importante, y de la cual sacaremos aplicaciones. Cantidad de ácido fosfórico que necesitan los cereales para su desarrollo. Si pasamos la vista por el cuadro de la página 26 veremos la can- tidad de ácido fosfórico que existe en 100 partes de ceniza; y como co- nocemos también la cantidad de estas que nos dejan los granos, deter- minaremos fácilmente el ácido fosfórico que hay en un peso conocido de cereales. Si recordamos lo dicho anteriormente, veremos que el ácido fosfórico representa una cantidad no despreciable en la composición centesimal de las semillas. Según Mr. Saussure, 100 de ceniza de trigo contienen 32 de fosfatos solubles, y 44,5 de fosfatos insolubles, siendo el total de fosfatos que contienen 76,5. (1) Economie rurale. I, 419. 124 La ceniza de la paja del trigo tiene también en 100 partes 11,5 de fosfatos. Si con estos datos queremos averiguar la cantidad de ácido fosfórico que los trigos contienen por hectárea nos es muy fácil, puesto que sa- bemos que el producto, término medio, es, según hemos demostrado anteriormente, en Francia, rebajando la semilla, de 9,4 hectolitros de trigo; y suponiendo que este pesa término medio 77 kilogramos, resul- tará aproximadamente 725 kilogramos , 8 de grano: y como hemos visto que contiene por término medio 1,7 de cenizas en los 723.8 kilogramos, 12,30 kilogramos de esta , los que calculando su com- posición tendrán 3^,956 de fosfatos solubles y 5'',473 de fosfatos insolubles. Por lo demostrado anteriormente, hemos admitido que el ácido fos- fórico estaba bajo la forma de fosfatos de potasa, de amoniaco, de cal y de magnesia. Para los 5"', 956 de fosfatos solubles admitamos, en virtud de la gran cantidad de potasa que existe en las cenizas (pág. 26), que aun suponiéndola combinada 'con toda la sílice vemos qul da un exceso , que deberá en parte estar combinado con el ácido car- bónico que hay en pequeña cantidad en las cenizas, que podemos suponer está al estado de fosfato de potasa, puesto que el equivalente de la potasa, 47,2, es mas elevado que el del amoniaco, 17; y para ponernos en el caso mas desfavorable, supongamos que estos fosfatos solubles solo estén al estado de fosfato de potasa, puesto que la sosa existe en tan pequeñas cantidades, con cuya admisión veremos el ácido fosfórico que hay en los 3'',936 de fosfatos solubles, conociendo como sucede el equivalente del fosfato alcalino, el cual se deduce de su composición 2A'0, PliO^\ 2 (47,2) -[-71 = 165,4 en cuyo caso 165 : 71 : : 5^,936 : x= \ kilogramo 695 de ácido fosfórico. Haciendo lo mismo con los insolubles, deberemos suponer que están bajo la forma de fosfato calcico y magnésico, por ser este el estado bajo el cual podemos considerar se encuentra combinado este ácido. Admitamos que en los 5'',473 de fosfatos haya una tercera parte de fosfato de cal, opinión no muy desacertada si se tiene en cuenta 123 lo dicho anleriorinente. En este caso tendremos 1,824 para el fosfato de cal, y 5,649 para el de magnesia: queda reducido á ver el ácido fosfórico que hay en esta cantidad de sales, lo que se efectúa fácilmente por las dos proporciones siguientes: 1." 127 : .71 :: 1,824 : «= 1 ,019 de ácido fosfórico. 71 +2(28) íquivalcnlc Equivalcnlc M ácido fos- del fosfato de fórico. cal. 2.' 111 : 71 :: 5,649 : j- = 2,554 de ácido fosfórico. 71+40 Equivalcnlc Equivalente del ácido fos- del fosfato de fórico. magnesia. Si sumamos estos dos resultados, tendremos 5,555 de ácido fosfó- rico Contenido en los fosfatos insolubles, los que á su vez unidos á los fosfatos solubles 1,695, serán 5^,046. Es preciso tener en cuenta el ácido fosfórico que existe en la paja producida , y para ello sabemos que en 100 de cenizas hay 11,5 de foslatos ; haciendo cálculos como en los casos anteriores, recordando que 100 de paja dan o de cenizas, y que la 'relación de la paja al grano es como 100 á 58, resultará que los 9,4 hectolitros ó 725,8 kilogramos de grano darán 1904 kilogramos de paja, que contendrán 57,12 kilogramos de cenizas, en las que existirán 6'', 56 de fosfatos representando 5,99 de ácido fosfórico, que adicionados á los anteriores darán 9'', 056 de ácido fos- fórico total que ha producido 1 hectárea. Este cálculo, algo complicado, es el que se viene siguiendo mas generalmente para deducir la cantidad de ácido fosfórico necesaria para el desarrollo del grano y paja que se produce en 1 hectárea, fun- dado en la composición que se asignaba á las cenizas. Veamos si se puede admitir el tomar la cifra 9'',056 de ácido fosfórico por hec- tárea, que nos ha resultado por el cálculo anterior. En nuestra opinión no debe seguirse este método, porque á mas de ser largo, está sujeto á 126 varias causas de error , siendo una de ellas la composición misma de las cenizas , que analizadas como hemos tenido ocasión de efectuar para determinar el ácido fosfórico, se ha encontrado que su composición difiere para cada grano, y en cantidades no indiferentes, como puede verse por el cuadro pág. 26, en que hay unas con 57 por 100 de ácido fosfórico y otras 1,7, y aún pudiéramos citar algunas con menos can- tidad , lo cual desde luego nos conduce á recelar de la poca exactitud del método ; habiendo además el inconveniente de tener que consi- derar la producción media de 1,4 cuando se ha hecho ver lo mucho que puede variar, como igualmente que el peso del hetólitro es de 77; siendo así que según vemos en el cuadro general éste difiere bástanle según los casos. Para que se comprenda su inexactitud, pongamos un ejemplo prác- tico que sea una verdad, sin recurrir á suposiciones de ningún género, y cuyos resultados debemos admitir sin duda alguna. Sea el trigo número 1 del cuadro general , y lo mismo pudiera ha- cerse con otros varios del mismo , cuyo estudio estenso se ha llevado á cabo. 1.° En 100 partes de sus cenizas hay 42,26 de ácido fosfórico; y como 100 de grano dejan i ,623 partes fijas, dicho está que: 100 : 42,26 : : 1,623 : j= 0,685 "de ácido fosfórico suminis- Cenizas.- Acido fosfórico.- Parles fijas. trado por 100 de grano. 2.° Hemos visto que este cereal nos ha dado por hectárea 1,401 kilogramos de grano y 5019,7 kilogramos de paja; hallemos ahora el ácido fosfórico que contiene diciendo. 100 : 0,685 : : 1401 kilogramos : íí!=9,59 kilogramos de ácido Grano. -Acido fosfórico. fosfórico contenido en el grano producido por hectárea. o.° 100 de paja han dado 2,777 de cenizas, y resultando por el análisis que tienen 5,7 por 100 de ácido fosfórico , podremos es- tablecer- 127 iOO : 3,7 : : 2,777 : x=0,102 do ácido fosfórico contenido en 100 de paja. Luego 100 : 0,102 : : 3019,7 kilogramos : a; =3,08 kilogra- mos de ácido fosfórico, que con los 9,59 kilogramos que antes se han encontrado para el grano, resulta por hectárea 9,59 kilogramos en el grano, 5,08 kilogramos en la paja, 12,67 de ácido fosfórico que hay contenido en todo lo producido por la hectárea, de cuya cifra habrá que rebajar 0,47 kilógs. de ácido fosfórico que tenia la semilla, quedando reducido á 12,2 kilógs. Haciendo los mismos cálculos para el número 2.° en vista de los datos, resulta 10,6 kilógs. para el grano y 5,7 para la paja, total 14,5 de ácido fosfórico por hectárea. Comparando estos resultados con los 9,056 kils. calculados ante- riormente, se verá el error que se comete siguiendo aquel proce- dimiento. Si en vez de este caso práctico seguimos uno general , tomando por tipo, como se aconseja, los 9,4 hectolitros á 77 kilogramos el hectoli- tro ó 725 kilógs. producidos por hectárea , y queremos saber el ácido fosfórico que contienen, habrá que suponer 7 por 100 para las ce- nizas que dejen, ó lo que es lo mismo, 12,24 kilogramos de cenizas totales. No podremos seguir adelante sin el conocimiento del ácido fosfórico que hay en 100 de estas, y para ello no se puede dar térmi- no medio según se deduce de nuestros análisis, ni por las tablas de Mr. Boussingault (1), en cuyo caso solo nos queda el medio directo y espe- dito por otro lado de determinar el ácido fosfórico de las cenizas , y si este nos resulta v. gr. 50 por 100, nos dará 6,345 kilógs. de ácido fosfórico para el grano de 1 hectárea. También en el cálculo de la paja puede haber error , pero es muy pequeño , en atención á que el ácido fosfórico no solo existe en menor cantidad , sino que sus varia- ciones son muy pocas , en cuyo caso puede muy bien calcularse como que dejan 5 por 100 de cenizas, y que estas contienen 4 por 100 de (1) Economie rurale, 1, 94. 128 ácido fosfórico, ó en total se ve que 2,2 de paja y 6,145 del grano igual 8,545 kilogramos de ácido fosfórico contenido en el producto por 1 hec- tárea, resultando menor que las anteriores, porque el producto por hectárea fué doble, como indican las cifras, que el adoptado como me- dio por Mr. Boussingault. Resulta de lo expuesto, que para calcular con aproximación el ácido fosfórico producido por la hectárea, no queda medio mas exacto que ver el peso de un volumen del grano producido, incinerar una pequeña porción pesada , y ver el ácido fosfórico que contiene, lo que nos dirá, sabiendo el grano producido por hectárea, el ácido fosfórico total. Algunas veces se añade el de la paja, que puede calcularse en un máximum de 4. Exactamente lo mismo se podria calcular el ácido fosfórico que con- tienen los demás cereales deduciéndolo de sus análisis , y teniendo en cuenta lo que hemos efectuado para el trigo. Según Mr. Liebig (1), 100 kilogramos de trigo separan de la tierra 1,14 kilogramo el grano y 0,44 la paja , necesitando según esto 1,58 kilogramo, que serán 1,21 kilogramo de ácido fosfórico por hectolitro; y suponiendo la hec- tárea 9,4 hectolitros resultarán 11,574 kilogramos para esta super- ficie, cantidad menor, como se ve, que la encontrada por la experiencia. Habiendo dado á conocer la cantidad indispensable de ácido fos- fórico que necesitan estos cereales , y viendo por lo que antecede lo que absorben de la tierra por las raices , debemos sacar por conse- cuencia, que por lo menos en las tierras debe existir esta cantidad. Necesidad de aüadir fosfatos á las tierras. Anteriormente hemos indicado, no solo que las tierras contienen ácido fosfórico, sino que entraba en cantidades diferentes; así se ha dicho que tenian las estériles de la Bélgica 0,00005 , y las fértiles de 0,0005 á 0,008; y sacaremos aplicaciones calculando por esta última la cantidad que hay en hectárea. Para ello tenemos que considerar solo el suelo activo hasta la profundidad de las raices, que es por donde (1) Química agrícola, 171. 129 pueden ser absorbidos los fosfatos, suponiéndole de 0,2 metros de profundidad; y si la tierra pesa H90 kilogramos el metro cúbico, claro está que los 2000 metros cúbicos que representará la hectá- rea pesarán 2.380.000 kilogramos, y contendrán 190 de ácido fosfó- rico, cantidad suficiente para poder dar 15,85 cosechas de á 12 ki- logramos de ácido fosfórico por hectárea. Si calculamos por el mínimo que pueden contener las tierras fértiles, que es de 0,002 de ácido fosfórico, aún servirá para producir 4 cosechas. Al considerar el número de cosechas tan crecidas que puede dar una tierra que tenga tan poco ácido fosfórico, debiéramos deducir por consecuencia que no hay necesidad de añadir estos compuestos sino en el caso que nada tengan; y sin embargo, la experiencia diaria nos de- muestra lo contrario, lo cual depende de que por el análisis separamos todo el ácido fosfórico de los fosfatos bajo cualquier estado que éste se encuentre, al paso que las plantas no pueden efectuarlo si no se les presenta al estado soluble. Se han demostrado las tres causas que pueden hacerlos llegar á este estado , y ahora vamos á convencernos que aún no bastan para disolver los que las tierras contienen, para lo cual empezaremos por la 1.' causa, que es el ácido carbónico, considerándole en el agua de lluvia. Se ha dicho que el fosfato de cal expuesto al aire no se altera , y que es muy poco soluble ; pero le hemos visto disolverse no obstante en el agua de lluvia. Diferentes experimentos hechos con el fos- fato bibásico de cal, con las cenizas de huesos, la fosforita de Logrosan, y el agua de lluvia, nos han probado que 100 partes en peso de esta pueden disolver 0,002 de fosfato calizo, que tiene.. 0,001 de ácido fosfórico. 0,0406 de las cenizas de huesos, id. 0,003 de id. 0,0061 de fosforita, id 0,002 de id. De estos datos , deducidos de nuestros trabajos , podemos inferir la cantidad de agua necesaria para disolver el ácido fosfórico que la hectárea exige. TllMít vil ■•' 130 Sabemos que el agua que ha caído en forma de lluvia en los años de 1859 á 60 y 61 (1). siendo esta En 8 meses de 1859. ó02""«.Z En el año 1860 268 ,6 En el año 1861 265 ,2 Total O-", 8361 Es preciso tener en cuenta que de toda esta agua, solo podrá haber in- fluido la caida durante los 8 meses de octubre á mayo inclusives, que es el tiempo que los rereales permanecen en la tierra, y que la lluvia restante también habrá disuelto una cierta cantidad, que no la tendremos presente para colocarnos en las condiciones mas desfavora- bles; calculando por los datos anteriores el agua que ha caido en los 8 meses indicados tendremos: mm En 1859 O-", 502 En 1860 O ,201 En 1861 O ,520 Total 0'»,823™"> Si queremos saber la cantidad de agua de lluvia recibida por hectárea durante 5 cosechas, ésta será una masa de agua de 10.000 metros cua- drados por 0"\825, dando 8.250 metros cúbicos, y sabiendo que el centímetro cúbico de agua pesa 1 gramo, resultarán 8.250.000 kilo- gramos de agua , la cual por los datos anteriores podria disolver 164^', 6 de fosfato de cal. 82^,3 de ac. fosfórico. 5541''^ de cenizas 216,0 id. 502 fosfato 164,5 id. (1) Anuario del Observatorio aslronómico de Madrid. 131 Si fuera bajo este estado al que el ácido fosfórico estuviese en la tierra, desde luego vemos que bastaba la lluvia para suministrarle en mucba mayor cantidad que la necesaria para las tres recolecciones , ó bien, que es mas que suficiente el agua que cae durante el año para pro- porcionar á las plantas el ácido fosfórico; pero no siendo esto así, y viendo que si no se fosfatan, á pesar del exceso de ácido fosfórico que bemos dicbo contienen, llegan á esquilmarse en poco tiempo, indicando aún el análisis que contienen mas ácido fosfórico que el que pueden consumir en mucbas cosecbas, de aquí el deducir que en efecto no es bajo esta forma en la que necesitan los vegetales que se encuentre el ácido fosfórico; quiere decir, que existiendo como se ba visto el fosfato de cal en pequeña cantidad asociado al fosfato de bierro , no es sufi- ciente aquel, sino que será necesario que baya un esceso de caliza ó de silicatos solubles, para que lenlaraentc, en las condiciones expuestas, puedan efectuarse las metamorfosis dicbas , con lo cual se explica sen- cillamente por qué si á una tierra no se añaden fosfatos fácilmente descomponibles por el agua de lluvia, como los tres citados, y algún otro , no producirla cereales aunque tenga ácido fosfórico para varias recolecciones, y aun cuando el agua se baile en exceso. Hay que tener también en cuenta , sin embargo , que gran parte del agua se evapora sin llegar á las raices , y además parle no es utilizada por caer mucba en poco tiempo, formando corrientes que arrastran en disolución y suspensión parte de los fosfiítos que las plantas debie- ran utilizar. Tampoco ba de cebarse en olvido para estos cálculos , que duran- te el tiempo que es absorbido |l ácido fosfórico de la semilla , que pue- de calcularse un mes, el agua no influye con relación á los fosfatos, como se ba demostrado , de suerte que babria que deducir esta can- tidad de agua. Igualmente por lo que antecede no deberíamos tomar en conside- ración el agua que cae en el último periodo de la vegetación , que será otro mes, por baber visto ya una disminución de un 25 por 100 del agua que se ba calculado. Todas estas causas sumadas nos bacen ver que no basta el agua de 132 lluvia para disolver los fosfatos que tienen las tierras, y no pueden su- ministrar cereales sin nueva adición. 2.° Como las demás causas que influyen en la solubilidad de los fosfatos lo hacen de una manera lenta , y si se trata de no adicio- nar abono orgánico no hay el carbonato de amoniaco que se necesita para la disolución, de aquí que consideramos indispensable añadir fosfatos bajo cualquier Ibrma , siempre que lleguen á hacerse solubles en las condiciones expresadas. Esto nos lleva á admitir, que si bien en las tierras existe ácido fos- fórico ó fosfatos que podemos llamar normales , no bastan, cuando se quiere tener cosechas reiteradas y abundantes, la acción que el aire y el agua ejercen lentamente sobre estos fosfatos para obtener nuevas pro- ducciones, si no se adiciona mayor cantidad, ó cesa de trabajarla tierra, en cuyo caso la acción seguirá lentamente, no habiendo quien se apo- dere de los fosfatos que van pasando á solubles, que quedarán en esta forma en la tierra para una nueva cosecha, lo que equivaldrá á adicio- nar nuevas cantidades. En la precisión de tener que añadir fosfatos para las cosechas inmediatas, necesario será conocer su cantidad: pero como quiera que esta operación se lleva á cabo por medio de los abonos, tanto minerales como orgánicos , nos ocuparemos de ellos aunque ligeramente. Abonos. En la agricultura se da este nombre á las sustancias orgánicas ó minerales que se añaden á las tierras para reparar, conservar y au- mentar su fertilidad ; de suerte que se comprenden bajo esta denomi- nación, lo mismo las arcillas y cales que el estiércol y la sangre, por- que ellos tienen por objeto aumentar la producción. Si bien todos con- tribuyen al mismo fin, hay algunos que reúnen en mayor número los principios fertilizantes que exijen los vegetales , cual es el que se usa mas generalmente y cuyo precio es de los mas económicos , porque si algunos vegetales necesitan abonos particulares, estos son en peque- ña escala , lo que hace que el abono normal . como es el estiércol de 133 cuadra, cuando procede de animales bien alimentados, y que tengan siempre buena y abundante cama de paja , presente todos los princi- pios necesarios al desarrollo de los vegetales. Un aliono de esta natu- raleza contiene, no solo los elementos que necesitan las plantas, sino las sustancias minerales que se encuentran en su tegido ; y se ve en efecto en este excelente abono, no solo el carbono, nitrógeno, hidrógeno y oxígeno que necesitan las plantas , sino los sulfates , los cloruros y los fosfatos, que hemos considerado indispensables para el crecimiento de los cereales. La ventaja de este abono consiste en que á la vez que contiene los elementos orgánicos, tiene también las sustancias mine- rales necesarias para el desarrollo de los órganos; así es que se ha lla- mado el pan de las plantas, porque, como éste, reúne dos clases de sustancias. No basta en efecto poner como abono materias orgánicas que estén desprovistas, ó en que existan pequeñas cantidades de sus- tancias minerales , porque un abono de esta composición no producirla resultado favorable. Por igual'razon, si en una tierra estéril se ponen solo sustancias minerales , como la cal , el yeso , arcillas , y aun los fosfatos naturales, no se ve que produzcan buenos efectos. Es preciso por lo tanto la unión de otras materias distintas, para que constituyan un abono como el llamado normal. Formación de los abonos orgánicos como disolventes de los fosfatos férreos. Sabido es que las sustancias de origen orgánico, cuando ya no están sometidas á las fuerzas vitales, cuando ya han dejado de existir ha- ciendo parte de seres organizados , entonces empiezan á experimentar una serie de modificaciones que tienen por objeto su alteración, y termi- nan por la completa y aparente destrucción y desaparición de la sus- tancia bajo la forma que antes tenia. Varias son las causas que á ello contribuyen, como son, la humedad, el contacto del aire y cierta tem- peratura, indispensables las tres para que las sustancias se alteren , y faltando cualquiera de ellas, no experimentan cambio alguno. De nada sirve, en efecto, que se ponga una sustancia organizada al aire si este 134 está seco, como igualmente con agua si no tiene aire , ó se la mantiene á temperatura baja. Todos conocen perfectamente estos hechos, si bien algunos no han profundizado el origen de estas alteraciones , que son mas complicadas y mas activas cuanto la naturaleza de la sustancia es también mas compleja. Esta descomposición tiene por objeto formar nuevos compuestos cada vez mas sencillos, terminando por tomar la ibrma de los cuerpos inorgánicos ; así que las sustancias organizadas aun la mas complicada que concibamos, terminará por convertirse en ácido carbónico , agua y amoniaco cuando la sustancia es nitroge- nada. Si el azufre hiciera además parte de ella, tomaría la forma de ácido sulfhídrico, que con el amoniaco nos daria el olor característico que se nota en toda putrefacción, yendo acompañado del carbonato de amoniaco, y formándose los ácidos acético, láctico y butírico, que se unen á él también , y nos hace bien perceptibles el sentido del olfato, aun cuando no tuviere la química medios bien seguros para ponerlos de manifiesto. Nada mas sencillo que presentar un ejemplo de esta na- turaleza, que al mismo tiempo haga ver estas alteraciones, y pueda ser- vir de aplicación para lo sucesivo. En la orina del hombre y de la mayor parte de los manu'feros se encuentra una sustancia denominada urea , la que está constituida de carbono , hidrógeno, nitrógeno y oxígeno. Esta se halla mezclada en la orina con el mucus de la vejiga, sustancia que á su vez se altera fácil- mente al aire, y se trasforma en un verdadero fermento con relación á la urea, la cual bajo su influencia se apodera de cierta cantidad de agua, la que entra también á hacer parte de esta descomposición, y se cambia en carbonato de amoniaco , como lo espresa la ecuación siguiente. C,N0,NH3.H0-|-2H0 = 2(NH,.C0J lJi-ea. Agua. Carbonalii iv .inioiiiaco. De cuya ecuación puede deducirse cuánto carbonato de amoniaco nos darán 100 partes de urea , valiéndonos para ello de los equivalentes respectivos. 135 C,= 12) N =r 1 4 -54' 0=8) ^ — 17 }:=60 equivalente de la urea H== 5) ' ^ H= 1 0=8)-'' r ' — 18=18 equivalente (le 2 ele agua „' ^ — 54=equivalente de 2 de amoniaco \ O, = 52, ^^^ ' ' ' — 44=equivalente de 2 de ácido carbónico. Viendo por lo tanto que 60 de urea pueden ocasionar por su descom- posición 78 de carbonato de amoniaco, se dirá: 7800 fiO : 78 : : 100 : x:= — — -- =150 de carbonato de amoniaco. oO Urca-Carbonalo-Urea Amoniaco. Ó lo que es lo mismo, 1 de urea da 1,5 de carbonato amoniacal. Esta descomposición, que se explica con tanta claridad, no la experimentan todas las sustancias nitrogenadas que se alteran generalmente, pasan- do por una serie de compuestos antes de llegar á la forma de sales de amoniaco. El azufre y fósforo que hacen parte de muchas sustancias orgánicas, aunque entrando en pequeña proporción, no son los únicos que dan el olor tan pronunciado y fétido de ácido sulfhídrico, y algún tanto fosforado, sino que en gran parle proviene éste de la alteración que experimentan los sulfatos y fosfatos por el contacto de las sustan- cias nitrogenadas en descomposición , reduciéndose en parte , y pa- sando al estado de sulfuros y fosfatos, que por la acción del ácido car- bónico de la atmósfera , y del que se produce en la putrefacción, des- prenden el ácido sulfhídrico y fosfuro hídrico. Esta reducción tiene por causa que el carbono de los compuestos nitrogenados que se alteran 130 tiende á formar ácido carbónico, tomando el oxígeno, no solo de las sustancias de que hacia parte , sino también del que contiene el agua y el del ácido sulfiírico de los sulfatos , poniendo en libertad al hidró- geno , el que combinándose con el azufre que se encuentra al estado naciente (acabado de separarse del oxígeno con el que estaba unido) forma el sulfhídrico, que á su vez se une con las bases que estaban en forma de sulfatos, para dar sulfures metálicos y agua, cuyas reaccio- nes , para mayor claridad, pueden ponerse en forma de ecuación. 1/ 2C + II0 + Ca0S03 = 2C0,+ SH + Ca0. Agua. Sulfato de cal. Acido Sulfhídrico. Cal. carbónico. 2/ SH + CaO = CaS + H0. Sulfhídrico. Cal. Sulfuro Agua, de calcio. Estos sulfuros , en presencia del ácido carbónico que se ha formado y continua desprendiéndose por la primera reacción, y del agua, que he- mos visto formarse, originan el sulfhídrico, y forman carbonatos, cuya reacción puede expresarse por esta ecuación: 5.° CaS + HO + CO, = CaO,CO, + S.H. Sulfuro Agua. Acido Carbonato de cal. Sulfhídrico, de calcio. carbónico. Estas reacciones nos explican perfectamente los fenómenos que se ob- servan en la descomposición de las materias orgánicas, puesto que po- demos recoger los gases que en ella se desprenden, y encontraremos el ácido carbónico en exceso , así como el ácido sulfhídrico que puede se- pararse en parte al estado libre, y en parte se encuentra convertido en sulfbidrato de amoniaco , que es volátil ; al mismo tiempo que el residuo que va quedando contiene cada vez mas carbonato de cal, cuan- do antes apenas existia , como se puede hacer ver fácilmente sin mas que incinerar el estiércol fresco, cuyas cenizas contienen muy pocos car- 137 bonatos, y sí sulfatosy fosfatos; pero si después de concluida la putrefac- ción, cuando la sustancia primitiva se ha trasformado en mantillo, se añade una pequeña cantidad de ácido clorhídrico, se verá desprenderse gran cantidad de ácido carbónico, lo que no efectuaba la misma sustancia tratada de igual manera antes de su descomposición , y solo en sus cenizas se reconocía una pequeña cantidad. Esta disposición que tienen las sustancias nitrogenadas para alterarse tan fácilmente es debida á la presencia del nitrógeno , y á su tendencia á combinarse con el hidró- geno, cuando está naciente, para dar amoniaco, que siendo á su vez base enérgica, se une á los ácidos dando sales, la mayor parte volátiles y de olor característico, que ocasiona gran pérdida de amoniaco ó de nitrógeno, que tan útil es al desarrollo de las plantas. Esto ha hecho que se tratara de fijar esta base por medio de cuerpos que pudiesen dar una sal ñja , y en este concepto es como se ha empleado el sulfato ferroso, que se convierte en sulfato de amoniaco, y en carbonato de hierro. Por otra parte, el sulfhidrato de amoniaco dará también sulfato de amoniaco y sulfuro de hierro, sustancias ambas que carecen de olor, y de aquí la propiedad que se asigna al sulfato ferroso como un buen desinfectante, y de fácil aplicación, no solo á la agricultura, sino á la salubridad pública (I). Las siguientes fórmulas nos esplican estas reacciones. I.' NH3HO, CO, + FeO, S03=NH3HO.S03 + FeOCO, Carbonato de amoniaco. Sulfato de hierro. Sulfato de amoniaco. Carlionalo de hierro. 2: N H3 S H + Fe O, S O3 = N H3 H O, S O, + Fe S. Sulfhidrato Sulfato ferroso. Sullato de amoniaeo. Sulfuro de amoniaco. de hierro. Una descomposición algún tanto análoga á la que acabamos de explicar con relación á los sulfatos, experimentan también los fosfatos, si bien estos resisten mas á la acción reductora del hidrógeno , formándose pe- (I) Anales agronómicos, t. 11, pág. 392. TOMO vir. 18 138 quenas cantidades de i'ost'uro hídrico muy dividido, quedando por olro lado parte de los fosfatos sin descomponerse . al paso que otra porción de ellos, en presencia del ácido carbónico que se desprende en su ínti- mo contacto , así como de las sales de amoniaco, cuya formación aca- i)amos de estudiar, se descompone por las propiedades ya indicadas, y pasan al estado soluble cuando son alcalinos, ó si son térreos, se disuelven por la acción del ácido carbónico. Estos becbos nos pueden dar una esplicacion sencilla de por qué razón un mantillo nos pro- duce mucba mayor cantidad de fosfatos solubles que un estiércol fresco, como fácilmente se comprueba, según lo bemos efectuado , sin mas que desecar igual peso de estas sustancias á 100°, tratarlas en las mismas condiciones, primero por agua á la temperatura ordinaria, y después el residuo por un ácido, y se reconoce que en el mantillo existen tanto los fosfatos solubles como los insolubles en mayor cantidad que en el estiércol que le dio origen , como manifestaremos mas adelante al presentar los resultados numéricos. En vista de estos becbos , que se bacen evidentes con la mayor sencillez, se podrá probar fácilmente que cuando se trata de utilizar esta reacción para tener fosfatos solubles, no debemos emplear como desinfectante el sulfato ferroso, porque este compueslo, que sabemos produce sulfato de amoniaco, nos ba ocasionado igualmente, según la 1.' reacción, una cantidad de carbonato de bierro, que en presencia de los fosfatos . que con tanta facilidad como economía se babian becbo solubles, se descompondrá, dando á su vez carbonato alcalino y fos- fato de bierro , mas insoluble aún que los térreos. Esta reacción se puede representar por la siguiente ecuación: 2FeOCOj-2KO,PbO,,HO = 2K0C0,+ 2FeO, PbO,, HO Carbonato de hierro. Fosfato de polasa. Carbonato de po!as;i. Fosfato de hierro. Este último compuesto de fosfato de bierro no es soluble . ni le pone en este estado el ácido carbónico, como no sea en agua muy cargada, y aún así lo efectúa con mucba dificultad : por lo cual , si queremos fijar el amoniaco valiéndonos de este medio, será á espensas de los los- 139 latos que se habian hecho solubles, y por el contrario, si deseamos tener fosfatos solubles, como es el caso en que nos encontramos, deberá ser á espensas de perder algo de amoniaco. En esta alternativa , fácil nos será optar por lo segundo , supuesto que si bien es sensible la pérdida del nitrógeno, que tanto contribuye al desarrollo de los vegetales, en cambio este elemento existe bajo otros estados en los cuales le pueden también asimilar las plantas; no así á los fosfatos, qué, como hemos di- cho anteriormente , su disolución es lenta cuando solo están expuestos á la acción del ajre, y á las mutuas descomposiciones que dejamos indi- cadas. En este caso , y según la aplicación que el agricultor quiera dar al abono, así podrá preferir uno ú otro método en vista de las nece- sidades de las plantas que quiera cultivar; pero si se trata de los ce- reales, en este caso le aconsejaríamos no intentase fijar el amoniaco, porque aun después de la completa descomposición que trasforme al estiércol en mantillo, existe en este una cantidad bien notable de amo- niaco, ó al menos de nitrógeno, como se hace sensible con solo calen- tarle en un tubo con un poco de cal , y se reconoce el amoniaco por medio del ácido clorhídrico, el papel enrojecido ó él de cúrcuma. No- sotros hemos tenido ocasión de repetir estos experimentos desde el es- tiércol que empieza á descomponerse hasta el mantillo de cuatro años, y en todos los casos se ve claramente la existencia de este cuerpo , que indudablemente , por causas que pertenecen á otro sitio . deberá estar bajo la forma de nitrato de amoniaco, que también, como el sulfato de esta base, es soluble y no volátil ; descubriéndose aquí cómo la sabia naturaleza ha previsto todos estos fenómenos en relación á las necesi- dades de las plantas: no de otro modo se podría concebir aun en el dia la gran cantidad de cereales que se cultivan. La divergencia en que se encuentran químicos y agrónomos en esta parte es acerca del pe- riodo de la descomposición en el que debemos emplear los abonos ; y esto trataremos de esponerlo mas adelante , limitándonos ahora á estu- diar la putrefacción. Vistos ya los productos que se originan por la descomposición de las sustancias nitrogenadas, y las aplicaciones á que estas dan lugar, debemos también tener en cuenta, que asociadas á estas sustancias se hallan otras que carecen de nitrógeno , lo cual hace 140 que su descomposición en casos iguales sea mas difícil y mas lenta, dando productos diferentes. Así vemos la facilidad con que se descom- ponen las hortalizas, ricas en nitrógeno, como la col , coliflor, etc., y la dificultad con que lo efectúa la paja, que contiene una pequeña cantidad. No obstante, también esta se altera en un principio por la presencia del poco nitrógeno, pero después que este ha modificado parte de la celulosa inmediata, vemos que la descomposición se detiene, y permanece mucho tiempo sin alterarse al parecer, si bien lo efectúa len- tamente. La celulosa, que contiene la paja, se encuentra en una situa- ción muy análoga al azúcar que no ha tenido el fermento necesario para convertirse en alcohol , puesto que es bien sabido que si ponemos un poco de levadura con un esceso de la indicada sustancia se des- compondrá en gran parte, pero quedará una porción sin alterar: y en este mismo estado se puede considerar que se encuentra la celulosa de la p;ija coa relación al nitrógeno ó cuerpos que le contengan. La sucesiva alleracion de estas sustancias no nitrogenadas, después del primer periodo que acabamos de indicar, es distinta de las estudia- das anteriormente; y así es, que al dejarlas expuestas en contado del oxígeno del aire, de la humedad, y á la temperatura de 20 á 50°, absor- ben fácilmente el oxígeno, que se une al hidrógeno y carbono dando agua y ácido carbónico. Si las sustancias no nitrogenadas están en gran cantidad, y acumu- ladas, entonces la temperatura que se produce por efecto de la com- binación del oxígeno, que no puede ser variada en el interior como se efectúa en la superficie, hace que sea mas elevada en el centro ó á cierta profundidad , y que esta misma sea causa para activar la descomposi- ción; y de igual manera puede muy bien á la combustión lenta suceder una combustión activa, y aun producir fuego en el interior, que á veces no tarda en comunicarse al exterior , como hay algunos casos que lo demuestran, no solo con la paja húmeda, sino con cuerpos análogos, como los trapos humedecidos, que mas de una vez han producido in- cendios en las fábricas de papel donde estaban amontonados en gran cantidad. Se demuestra que tanto en el primer caso como en el segun- do se desprende bastante ácido carbónico en la descomposición lenta y 141 activa : de aquí el nombre que se ha dado á esta alteración , al parecer invisible, por no presentar los caracteres manifiestos con que vemos aparecer la combustión activa. La alteración de la materia orgánica en estas circunstancias por la acción del oxígeno del aire, difiere en sus resultados de la efectuada en medio de un líquido ; así se ve que el gluten contenido en los gra- nos de los cereales, si se sumerge en el agua, se descompone también desprendiendo gas hidrógeno , lo cual no efectúa cuando está solo en contacto del aire. Igual fenómeno nos ha demostrado Berthollet cuando afirma, que un cuerpo nitrogenado que se descompone en contacto del aire, no cede nunca hidrógeno ni nitrógeno á la atmósfera en que se encuentra colocado. A su vez Saussure (1) ha probado que las sustancias orgánicas, cuando están en el período en que no desprenden hidrógeno, se descomponen espontáneamente, aun hallándose en un sitio en que no haya oxígeno, y si se colocan en una atmósfera en que exista, no se verifica ningún cambio de volumen ; habiendo observado que estas mis- mas sustancias, por el contrario, condensan oxígeno cuando están en el período en que desprenden hidrógeno. Continuando el estudio de la des- composición, ha llegado á descubrir á su parecer la causa de esta con- densación, suponiendo que una sustancia orgánica cuando se descompone puede convertirse hasta cierto punto en un agente, como lo hace la es- ponja de platino cuando se la coloca en una mezcla gaseosa de hidrógeno y oxígeno. Se sabe en efecto que si al platino se le introduce caliente en una mezcla semejante, favorece su combinación en las proporciones convenientes para constituir el agua. Si se sustituyen al metal granos de trigo que se les haya humedecido, y anteriormente se les haya quitado la facultad de germinar, se produce el mismo efecto, y se com- binan estos gases hasta que haya desaparecido completamente uno de ellos. Las sustancias organizadas, como maderas, paja, etc., cuando sé han separado del vegetal, y están ya fuera de la acción de las fuerzas vitales , espuestas al aire húmedo, concluyen por trasformarse en una (1) Recherches Chimiques , p. 1S6. 142 sustancia oscura, cuando conserva humedad, v friable cuando está de- secada , la cual recibe el nombre de mantillo , siendo el resultado de la descomposición de las materias orgánicas , y asemejándose muclio á las sustancias del reino mineral , cualquiera que haya sido su origen. Esta sustancia tiene sin embargo caracteres para poder ser considera- da como un compuesto orgánico: continuando aún el oxígeno del aire obrando sobre ella se efectúa una combustión lenta, que produce ácido carbónico y agua , de un moilo exactamente igual á lo que verifican las sustancias nitrogenadas. Podemos decir que estas sustancias, alte- rándose fácilmente por su nitrógeno, cuando éste ya ha dado los com- puestos indicados, las partes que hay de celulosa resisten esta descom- posición , pero después lo efectúan lentamente, por cuya razón, en el último periodo no se observa desprendimiento de gases odoríferos, sucediendo lo propio á las sustancias que no tienen el nitrógeno. Si ponemos en una campana y en contacto de aire el serrin de la nuadera humedecido, se observa al cabo de dos ó tres meses que se for- ma ácido carbónico, sin cambiar visiblemente el volumen del gas, y la superficie se va oscureciendo cada vez mas. En esta situación se puede probar que el serrin , y lo mismo todas las maderas , no toman nada de oxigeno del aire, solo le trasforman en ácido carbónico, como si el carbono solo fuese el que se combinase con el oxígeno, puesto que el volumen de la mezcla no varia. Sin embargo , la pérdida que expe- rimentan en este caso las maderas por su contacto con el aire es mayor que si fuera solo eüíainado su carbono : de aquí deduce Saussure, que al mismo tiempo se separa el agua de constitución , puesto que es bien sabido que en estos cuerpos el hidrógeno y oxígeno se encuentran en la misma proporción que en el agua. Viendo que la pérdida de peso de las maderas, celulosa, etc. , co- locadas en esta situación, es mayor que la debida solamente al carbono que se trasforma en ácido carbónico , es de suponer que la cantidad relativa de este elemento deberá ser mayor á medida que la exposición es mas prolongada. Esto se puede demostrar fácilmente por medio del análisis, que nos hace ver que el hidrógeno y oxígeno van disminuyen- do, con relación al carbono, á medida que la exposición es por mas 113 tiempo. La misma serie de fenómenos se observa cuando se ponen eslas sustancias con cuerpos oxidantes, lo cual nos esplica por qué los álcalis en pequeña cantidad contribuyen mucho á determinar esta des- composición de las materias orgánicas, hallándose algunas que no es- perimentan gran alteración si aquellos no intervienen para producirla. El empleo de esta clase de cuerpos como medio de activar la des- trucción de las materias orgánicas , es bien conocido de los agriculto- res; y sabido es también que en algunos casos lo aplican poniendo la paja V heno en capas alternando con la cal viva, para facilitar la disgrega- ción, y por consecuencia su descomposición. Un carácter peculiar á todas las sustancias en descomposición es, que á medida que su alteración adelanta, y se van convirtiendo en mantillo, aparece una sustancia oscura, poco soluble en el agua, y sí en los álcalis débiles , á la cual se ha dado el nombre de ulmina, y por esta última propiedad se la conoce también con el nombre de ácido úlmico, cuyo inte- resante estudio, debido á Vauqueün, Braconnot, Peligot, Liebig y Kla- prok no le creemos de este lugar, y por eso no insistimos mas en ello. Antes de llegar las sustancias vegetales al estado de mantillo, y so- bre todo si son nitrogenadas ó de origen animal , sangre , carne , etc., que obren como fermentos, después de dar los gases y cuerpos citados anteriormente , pasan por otro periodo de descomposición en el cual se produce el ácido butírico, ó llámese la fermentación butírica, y en este caso las sustancias que le dan origen por la acción del fermento son la celulosa, y los compuestos neutros que pueden existir, como lo indica la reacción siguiente: C., H„ 0,„ 4- O, =: i C O, + C„ H, O, + 2 H O. Celulosa. fliígomi. Acido Acido butírico Agua, carbónico. bidralado. que con el amoniaco forma el butirato de amoniaco con el olor carac- terístico que se percibe perfectamente sobre todos los demás cuando pasamos por las inmediaciones de algún depósito de sustancias orgá- nicas en descomposición. 144 Se forman también en este caso otros ácidos de fórmulas mas senci- llas, como el láctico y acético, por el contacto con el mismo fermento, cuya presencia se puede fácilmente espresar por la reacción C„ H., 0„ + 2 H O = 2 (C, H, 0,1 Celulosa. A°ua. Acido láctico hidralado. De la misma manera toma origen el ácido acético en circunstancias idénticas, desdoblándose la molécula de celulosa en presencia del agua. C., H,„ 0,„ + 2 H O =: 5 (C, H, Oj Celulosa. Agua. Acido acético hidratado. Estos ácidos á su vez sufren una descomposición ulterior para trasfor- marse en agua y ácido carbónico por la acción del oxígeno del aire. De este modo van metamorfoseándose las sustancias, tanto de origen ani- mal como vegetal, por esta serie de descomposiciones sucesivas, en el re- siduo mas ó menos oscuro á que hemos dado el nombre de mantillo , el cual continua por espacio de mucho tiempo experimentando una coni- bustion lenta, según las observaciones de Mr. Saussure. En este estado es en el que por lo general se emplea, ó al menos en el que es mas útil para la asimilación de ciertos principios que le constituyen. Si examinamos al mismo tiempo las sustancias minerales que exis- tían en las materias primitivas, y las que se encuentran en el mantillo, vemos que habiendo desaparecido parte del carbono y de los elementos hidrógeno y oxígeno, así como el nitrógeno en las que le contenían, las sustancias minerales están relativamente en mayor cantidad; no obstante, puede demostrarse á su vez que estas también han sufrido alguna alteración. En efecto, obsérvase en el mantillo desecado proce- dente solo de paja, que por la adición de una pequei'ia cantidad de agua da olor á sulfhídrico á consecuencia de haber en él parle de los sulfuros que aún no se han oxidado ; se nota también la presencia de los fos- 145 f'atos en mayor proporción que la que fenian las sustancias que le pro- dujeron, sobre todo al estado soluble. Esto se esplica ; I .° por la pre- sencia de una corta cantidad de sal amoniacal, que aún existe; 2.° por la acción disolvente de los ácidos láctico y acético, que se formaron durante la descomposición ; y 5.° por la acción constante del ácido carbónico. Fácilmente nos podemos convencer de lo que venimos exponiendo con solo tratar el estiércol fresco por agua á la temperatura ordinaria, para ver si existen fosfatos solubles, de que solo dá indicios el molib- dato de amoniaco; lo que prueba, que los hay en tan pequeña cantidad, que sería preciso operar sobre masas considerables para poder apre- ciarlos cuantitativamente. Si analizamos las cenizas, pueden aún hacerse mas visibles, pero de difícil determinación ; no así cuando previamente tratamos por ácidos , en cuyo caso se aprecia el ácido fosfórico perfec- tamente, y se determina su cantidad, como indicaremos al describirla composición de estas sustancias. Esto nos manifiesta que el ácido fosfórico en estos compuestos se encuentra al estado insoluble, combinado con la cal, hierro, etc., y una mínima cantidad con los álcalis. Efectúense las mismas operaciones con el mantillo , y se verá que los fenómenos son muy diferentes; entonces no es solo reconocido por indicios con el reactivo anterior , sino que tomando una pequeña porción (8,5 gr.) da ya precipitado; y operando sobre mayor cantidad lo demuestra la sal de magnesia adicionada de la mezcla de sal amo- niaco y amoniaco. Todos estos hechos vienen en apoyo de lo que dejamos espuesto,^ y confirman mas aún la acción disolvente de los distintos compuestos que se formaron durante la descomposición de la primera materia. Otro experimento , que hemos efectuado colocándonos en circuns- tancias diferentes que los anteriores , pero teniendo siempre por objeto ver las causas disolventes de los fosfatos, ha sido tomar dos pesos igua- les (29 gr.) de paja de trigo, colocándolos en dos matraces en los que se ha echado igual volumen de agua destilada (8 ce); se dejaron por espacio de una hora á la temperatura ordinaria , al cabo de la cual 146 no pudo hacerse manifiesta la presencia del ácido fosfórico en ninguno lie los dos líquidos. En este estado se añadieron á uno de ellos seis gotas de ácido clorhídrico , se ensayaron al cabo de ^algun tiempo, y como era de esperar, el que tenia el clorhídrico dio señales de ácido fosfó- rico. Se dejaron trascurrir dos semanas, se repitió el ensayo, y enton- ces los dos líquidos daban, colocados en las mismas circunstancias, re- sultados análogos , es decir , que en ambos se demostraba fácilmente la presencia del ácido fosfórico. Esto coincidia con el estado de altera- ción en que se encontraba ya la paja , notándose un olor fétido, y vien- do que tenia reacción acida bien manifiesta con el papel de tornasol; lo cual indudablemente es debido á la presencia de los ácidos láctico y acético producidos , y que han obrado lo mismo que el ácido clor- hídrico. Trascurridas otras dos semanas se repitieron los experimentos , y se observó que tenian lugar los mismos fenómenos , si bien va en este caso la paja que no tenia el ácido clorhídrico daba mayor cantidad de ácido fosfórico por haber desaparecido en parte los ácidos formados, al paso que la otra á que desde luego se habia puesto empezó y continuó obrando sobre los fosfatos insolubles para hacerlos solubles. Al mismo tiempo se advirtió que la paja á la que se adicionó el ácido clorhídrico no entró en putrefacción. Expuesta ya, con los detalles que lo hemos hecho, la descomposición que experimentan las materias orgánicas, ellos nos conducen á deducir las sií?uientes consecuencias. 1." Que las sustancias orgánicas nitrogenadas se alteran fácilmen- te al aire, dando productos amoniacales, que en parte desaparecen , y ácido carbónico, que en parte queda unido con las bases en forma de carbonates. 2.' Que á medida que esta descomposición avanza se va notando mayor cantidad de fosfatos solubles, debidos á la acción que ejercen el ácido carbónico y las sales amoniacales sobre los fostatos insolubles que antes existían. 7>.' Una vez terminada la descomposición anterior, se convierte en un cuerpo mas ó menos oscuro llamado mantillo , el cual á su vez J 147 continua alterándose lentamente, dando nueva cantidad de fosfatos so- lubles por la presencia del ácido carbónico. A.' Que en una sustancia , ó mezcla de sustancias, en que haya poco nitrógeno , empezará la descomposición dando productos amonia- cales; pero al poco tiempo termina la producción de éstos, y continúa lentamente la descomposición espontánea , si bien la cal puede acti- var esta alteración , debida á la acción del oxígeno , notándose tam- bién en este caso que el residuo tiene fosfatos solubles , que antes no existían en él, merced á la acción del ácido carbónico y á la de otros ácidos que hayan podido formarse. 5.° Cuando la sustancia no tiene nitrógeno , la descomposición es mas lenta , y en presencia del agua se forman los ácidos láctico y acé- tico , trasformando á los fosfatos térreos en solubles. 6.' Que la presencia de pequeñas cantidades de ácidos minerales libres impide ó retrasa semejantes descomposiciones. A esta serie de conclusiones nos ha conducido cuanto dejamos es- puesto, y probado por medio de experimentos. Habiendo referido la alteración y descomposición que experimentan las sustancias mencionadas, fácilmente se deduce que el abono normal deberá sufrir estas mismas modificaciones , y por eso las consecuencias son idénticas. Del mismo modo haríamos ver que todos los demás abonos animales, como carne, sangre, orina, etc. , sufren iguales alteraciones, si bien por la existencia de mayor cantidad de nitrógeno, las sales se forman también en mayor escala , como igualmente por la presencia del fer- mento y la fibrina se nota mayor producción de ácidos butírico y láctico, como se puede demostrar con solo someter á la ebullición el coágulo de la sangre, y dejarle húmedo en contacto del aire per espacio de al- gunos dias, en cuyo caso la fermentación butírica es tan manifiesta, que su olor se hace insoportable aun cuando aquella se halle en peque- ña cantidad. Una consecuencia de esta alteración es la acción que ejer- ce sobre los fosfatos que existen , como se pone de manifiesto tomando la sangre recien cocida , desecándola á 100°, y por otro lado efectuando lo mismo con la que ha experimentado la fermentación, pesando igua- U8 les porciones, y haciendo un ensayo comparativo, se ve una gran dife- rencia en la cantidad de fosfatos á favor de la que ha sido descom- puesta. Este experimento nos ha conducido á determinar el ácido fos- fórico en este estado, que es en el que se utiliza, como indicaremos mas adelante para las aplicaciones ulteriores. Habiendo hecho ver con algunos detalles la descomposición que sufren las sustancias orgánicas para convertirse en abonos , y sabiendo de qué manera contribuyen á la disolución de los fosfatos térreos , que era el objeto del presente capítulo , pasaremos á otra cuestión no me- nos importante. Aplicación de los abonos fosfatados. Para aplicar los diferentes abonos á las tierras, de modo que las puedan prestar beneficios para el cultivo de cereales , será necesario que preceda su análisis para ver sus principios alcalinos, amoniacales y térreos , comparando después este resultado con las necesidades de las plantas á cuyo cultivo se aplican, lo que conoceremos fácilmente por medio del análisis de las cenizas. Hecho este trabajo nada habre- mos adelantado si no conocemos la composición del terreno que vamos á utilizar , porque si en él hubiese ya los fosfatos que los cereales ne- cesitan, y estuviesen al estado de disolución para que su absorción fuese inmediata , en este caso no pondríamos un abono fosfatado , y sí otro que tuviere alguno de los cuerpos que necesitase la tierra. Por el contrario , existiendo en pequeña cantidad los fosfatos , y al estado in- soluble, tendríamos que elegir un abono fosfatado, y que estuviese en el estado de fácil asimilación. Xo bastaría tener estos datos, sino que sería preciso también conocer la producción máxima de una exten- sión determinada para poner las sustancias suplementarias en las dosis convenientes. En la práctica esta es una de las cuestiones mas difíciles y delicadas, por las muchas causas de error que pueden influir en estos ensayos. Un ejemplo práctico nos hará conocer bien la marcha que debemos seguir. Sea una heredad en que deseamos cultivar el 149 trigo, cuyo suelo tenga la silice , arcilla y caliza en las proporciones convenientes, que solo haya en ella pequeñas cantidades de álcalis, restos de sustancias orgánicas , y que del análisis hubiese resultado que 1000 kilogramos contienen 10 kilogramos de nitrógeno del abono anterior y 1 kilogramo de fosfato de cal. Necesitamos saber cuál será la cosecha mayor de trigo que se pueda tener en nuestro suelo , la que suponemos de 18 veces (I) la semilla, salvo ligeras escepciones, con- siderándola en secano y en años de los mejores ; poniendo próxima- mente fanega de grano por fanega de tierra, ó sea 85,47 litros por hec- tárea, producirá 15,58 hects.. que representan 7,62 kils. de potasa, 15,05 de ácido fosfórico, y 28 kils. de nitrógeno. El trigo no consume sino los 0,58 á 0,40 de la fertilidad de la tierra, por lo cual el abono deberá contener 20,19 kils. de potasa, 59,55 kils. de ácido fosfórico, y 71,68 kils. de nitrógeno. Debemos suponer que el terreno está bien preparado de labores, que el abono tiene aún bastantes sustancias orgánicas en descompo- sición , y que el análisis nos haya dado que contiene 0,45 de fosfato de cal , que es la cantidad que algunas veces contiene , lo cual repre- senta , como sabemos, supuesto bibásico, 0,25 de ácido fosfórico; v ne- cesitando 15,05 kils. será preciso poner 60120 kil. de abono, que contendrán, según los análisis, 24 kil. de nitrógeno y 51 kil. de potasa. Poniendo de este modo el ácido fosfórico necesario, sobrarían nitró- geno y sales de potasa , así como el carbono también sería mas que el suficiente , y así quedarían en la tierra para las cosechas posteriores. El ejemplo anterior nos enseña la manera de calcular los fosfatos necesarios; y, como se ve, la cantidad de abono está en razón inversa del ácido fosfórico que contenga: de aquí que variando mucho los abonos en su composición . haya necesidad de hacer una análisis para cada caso, lo que como veremos en el apéndice de esta memoria, se consigue con la mayor facilidad y prontitud. No obstante, sufriendo pocas varia- ciones la composición de un mismo abono, por el cuadro que de estos (1) Tenemos datos procedentes de la vega de Granada, en que esta cifra es mucho mas elevada. 180 daremos á conocer, podremos muy bien hacer estos cálculos sin re- currir al análisis , cuyo resultado en este caso deberá tenerse como aproximado. Esto mismo es aplicable á cualquiera clase de abonos, con tal que tengan foslaros al estado soluble, y que conozcamos además la cantidad de los insolubles que con el tiempo han de ser también asimilados; pero esta cuestión está íntimamente enlazada con la cantidad de fosfatos que hay en las tierras. Grado de fertilidad de las tierras. Acabamos de ver en el capítulo anterior, que cuando hay necesidad de añadir á las tierras abonos fosfatados, tenemos que conocer la can- tidad máxima que de esta sustancia necesita una superficie dada para producir la mayor cantidad de cosecha ; y al mismo tiempo se ha indi- cado que los cereales , sobre todo el trigo , toman 40 por 100 de los abonos que las tierras contienen ; de aquí la necesidad de tener en cuentti, antes de hacer dispendios, la cantidad que ha quedado sobrante para las cosechas venideras , y añadir solamente lo necesario. Esta cuestión está también relacionada con la de saber las cantida- des que de las otras sales necesitan los cereales para su desarrollo , y de nada serviría adicionar en casos dados los fosfatos, si la tierra care- cía de los demás elementos de la vegetación. En este concepto es como el nitrógeno se ha tomado por base en los cálculos , valiéndose para ello de fórmulas especiales, que nosotros no usaremos por estar fundadas en la presencia del nitrógeno, siendo nuestro objeto tomar por tipo los fosfatos, ([ue es la sustancia de que ahora nos ocupamos , sin olvi- dar por esto los demás elementos que entran en los abonos. Thaer (1) dice que una tierra que da anualmente una mediana cosecha de 12,84 hectols. posee 100 grados de fertilidad, de los cuales no se ha con- sumido sino una parte , sufriendo una disminución , la que se puede conocer por dos medios: 1.° reuniendo los resultados de años medianos (1) Maison Rustique, 1, 51. 13] y comparándolos; y 2.* basándose en los análisis que Mr. Einhof hii hecho de los cereales, y teniendo preserve el principio, que los vege- tales absorben del suelo las sustancias nutritivas en razón directa de los elementos que en ellas existen , sobre todo en los granos. Por este 2.° medio ha visto que la cosecha que sin abono seguia á la tomada como tipo daba 7,7 hect. del mismo grano, de donde deduce un agotamiento de 40 por 100 de dicha cosecha, puesto que 12,84 hect. : 100: : 7,7 hect. :j"=59,9G; lo que quiere decir, que al concluir la cosecha anterior habia solo esta cantidad délos 100 que contenia, habiéndose consumido por lo tanto un 40 por 100 del abono puesto en la tierra. Por igual medio ha reconocido que la cebada y avena consumen un 25 por 100, y el centeno un oO. De donde se deducirá fácilmente que cada hectolitro de trigo que se produce por hectárea consume 5*,1 de fertilidad, puesto que "12,84: 40': :l:.r=.^ = 5M. Haciendo lo mismo para los demás cereales, resulta 1°,95 para la cebada y avena, y 2°, 5 para el centeno. En todos estos cálculos se tiene en cuenta la relación entre dos co- sechas consecutivas, conociendo el abono que se puso antes de la pri- mera. Hay que advertir, que estos cálculos están tomados por el peso del grano de dos cosechas , y siendo la semilla de igual naturaleza, esta relación no implicará en nada cualquiera que sea el origen del abo- no que pongamos, lo mismo que consideremos el nitrógeno , como el ácido fosfórico , puesto que se debe suponer que la absorción relativa para las dos cosechas de igual composición ha sido idéntica, v solo ha variado en el peso total; pero esta variación es debida á que la tierra no tenia el suficiente abono, ó sea los 100° que Thaer supone, de ma- nera que pueden muy bien admitirse las cifras 40, 50 y 25, deducidas del empleo del abono normal, con relación á los fosfatos. Deberemos tener presente también que si la composición, ó sea la cantidad del ácido fosfórico que contienen los granos, no fuera la misma para estas 152 dos cosechas, pudiendo muy bien suceder que por falta de agua , etc., no se hubieran trasformado en solubles los fosfatos necesarios, resultan los granos con menos ácido fosfórico , y en este caso los números ad- mitidos no serian los verdaderos. Nosotros, tratando de comprobar lo que estamos exponiendo, espe- ramos dentro de poco al terminar otras dos cosechas , hacer análisis de los trigos que resulten de las tierras en que se cogieron el año an- terior los números 1 y 2 del cuadro general, á las que con este objeto no se les ha abonado este año , y de esta suerte esperamos, habiendo hecho el detenido estudio que hemos dado á conocer de los citados trigos, resolver de algún modo esta cuestión con relación álos fosfatos; siéndonos sensible no poder llenar aquí este vacío por no haber tras- currido el tiempo necesario , pero esperando hacerlo en otra ocasión, cuyos resultados y consecuencias, si se creen necesarios , se pondrán en su dia en conocimiento de la Academia. Conociendo ya la fertUidad de una tierra por las cosechas que haya dado, estamos en el caso , sa- biendo el abono que se puso, de conocer en cualquiera época la can- tidad necesaria para que adquiera los 100° de fertilidad, en el supuesto que cada cosecha toma 40 por 100; y que con dos y media cosechas se esquilmarla para el trigo, con 5 para el centeno, y con 4 para la ceba- da y avena. Este resultado es de gran importancia en la práctica agrí- cola, y teniéndole presente puede muy bien el labrador, fundado en estos principios , y en atención al capital de que disponga , utilizar sus tier- ras sin nuevos dispendios , y obtener cosechas sucesivas de varios ce- reales en la misma tierra, sin necesidad de adicionar nuevo abono. Los agricultores españoles conocen muy bien estos hechos, viéndose que los aplican perfectamente en algunos puntos en que los abonos son caros por su trasporte, que abonan sus tierras al máximo, y de ellas sacan cosechas diferentes, por lo general en tres años, al cabo de cuyo tiempo repiten la operación. No obstante, se ven provincias, v. g. las Vascongadas . en que se dá un máximo de abono todos los años, si bien es cierto que se obtienen tres diferentes cosechas, grano, le- gumbres y nabos cada año. Dicho se está que donde el abono se halle á bajo precio deberán abonarlas al máximo, como se efectúa al rededor 1S3 de las grandes poblaciones en que abundan los abonos ; y así se com- prende cómo en los pueblos inmediatos á la Corte , desde algunos años á esta parte en que á la vez que trabajan y abonan niucbo las tierras, ban sido favorecidos por las afecciones meteorológicas , vemos crearse en pocos años grandes capitales, que antes no existian, á favor de la gran cantidad de abono que hoy emplean comparado con lo que usaban en épocas anteriores, en que los economizaban, no necesitando dejar sus tierras abandonadas á la acción del aire (barbecho) como se hace en muchas partes , sino lo que llaman medio barbecho , enten- diendo por esto las legumbres ; de este modo siempre trabajan las tier- ras de un modo análogo á lo que en mayor escala se efectúa en las huertas, en que no hay mas intervalo entre dos recolecciones que el tiempo que tardan en desarrollarse. Sabiendo ya el grado de fertilidad por las cosechas suministradas, fácil nos sería, si este dato nos faltase, recurrir al análisis, como queda indicado ; y teniendo en cuenta todo lo expuesto, poner la cantidad que del cálculo resulte. Esto parece que debiéramos exponer á continua- ción; pero se nos permitirá que antes nos ocupemos de los abonos fos- fatados, porque en nuestro concepto de nada serviría haber deducido por cualquiera de los expresados medios la cantidad necesaria de fos- fatos , si no conocemos cuánto de estos existe en los diferentes abonos, tanto orgánicos como minerales, y al mismo tiempo, y en su conse- cuencia, ponernos en la situación económica que mas nos convenga. Abonos fosfatados de origen orgánico. En este grupo colocaremos los diferentes abonos de que se hace uso en la agricultura, en los que encontraremos, como queda indicado, á los fosfatos bajo los dos estados de solubles é insolubles, así como la canti- dad, que es lo que mas en parti«ular nos debe ocupar en este sitio. Sabido es que los abonos son tanto mas buscados, y tanto mas úti- les, cuanto que ellos pueden obrar mas pronto, ó actuar directamente sobre las plantas. Así que, en este sentido no será lo mismo emplear TOMO vil. 20 154 un abono con muchos fosfatos terrees ó de hierro, cuando queremos utiHzarle en la cosecha inmediata, que si empleamos otro que los con- tenga al estado soluble. En el 1/" caso se puede decir que se encuen- tran algunos abonos llamados tardíos, y cuyo precio naturalmente ha de estar en relación con su utilidad inmediata, por el interés que pro- ducirla el capital en ellos empleado, hasta que empiezan á actuar en la vegetación. Hay casos, sin embargo, en que es preferible emplear los tardíos, como es v. gr. cuando el labrador previsor, y con capital, abona sus tierras con el tiempo necesario , en cuyo caso es preferible adoptar este sistema; además, si las circunstancias meteorológicas se oponen al éxito de una cosecha sembrada con abonos activos ó de los que se ponen en estado de obrar en seguida, se habrá perdido mucho más que poniéndolos en el otro estado , que aún aprovecharán á otras cosechas. El estado en que deben presentarse estos abonos es precisamente" la cuestión que mas interesa al agricultor, como por incidencia lo he- mos dicho al hablar de su descomposición; y según el periodo en que esta se encuentre al emplearlo, así serán también diferentes sus efec- tos, como igualmente si proceden de sustancias orgánicas vegetales ó animales: por esta razón, dividiremos los orgánicos abonos fosfatados en animales v vegetales. ^s^ Abonos fosfatados de origen animal. A esta clase pertenecen las carnes, sangre, orines, huesos frescos, heces de carnívoros, de aves y reptiles, la lana, crines, pezuñas, borra, cuerno, etc. Todas estas sustancias las utiliza la agricultura por el nitrógeno y los fosfatos que contienen, y en efecto, los restos de animales son muy buscados como abono en las localidades donde se conoce su valor. Carnee. Desde tiempo bien remoto se ha conocido la utilidad qne pueden reportar, y como tal las autoridades han prohil)ido que se arrojen á 153 ños y sitios donde no se puedan aprovechar. Mr. Boussingault nos cita (1) un reglamento de 1 40 i, en que se fijaba los sitios dedicados á depositar estos restos. En diferentes épocas muy posteriores han venido repitiéndose estas prescripciones en todos los paises, unas veces bajo el punto de vista de la higiene pública , y otras con el objeto de que se pudieran utilizar en vez de servir de pasto á los animales car- nívoros. Entre los diferentes paises en que se halla bien entendida la agri- cultura bajo el punto de vista de utilizar los abonos, se encuentra el vecino imperio, en cuya capital hay sitio, como Montfaucon, destinado á matadero y depósito de animales muertos. En este establecimiento, que hemos tenido ocasión de visitar con algún detenimiento , hemos observado las distintas y sencillas operaciones llevadas á cabo con los cadáveres de toda clase de animales , así como con los restos de los mataderos de reses vacuna y lanar que por reglamento tienen que ser llevados al mismo punto. No entraremos en minuciosos detalles de la manera de aprovechar con ventaja estos restos abandonados en la ma- yor parte de las grandes poblaciones. A estos mataderos llegan á su vez los animales inútiles para toda clase de trabajos, donde momentos después han dejado de existir, é inmediatamente se procede á desollar, limpiar la piel groseramente para entregarla á las distintas aplicaciones, cortar las crines, que se venden, separando los tendones y grasa con la mayor escrupulosidad ; los intestinos son vendidos para los fabri- cantes de cuerdas de instrumentos, los cascos para los fabricantes de peines, las herraduras para las fraguas, los huesos gruesos y los del- gados, que tienen diferentes aplicaciones, se separan para entregarlos á las respectivas industrias, y el resto del animal dividido en grandes trozos , es sometido á la acción del vapor en grandes marmitas de Pa- pin, donde pueden colocarse á la vez diferentes cadáveres: al cabo de algunas horas toda la grasa se ha fundido, y se encuentra en la super- ficie del líquido, de la cual se puede fácilmente decantar y espender á la jabonería. La carne cocida se separa fácilmente de los huesos, se (1) Economie riirale, L ~oO. 156 deseca en estufas , y después de someterla á una trituración incompleta, pasa á manos de los agricultores bajo forma bien distinta de la que tenia cuando entró. Este es un abono muy buscado, por tener un 15 por 100 de nitrógeno, y 2,5 por 100 de fosfato, que representan 1,5 de ácido fosfórico, cuyo fosfato se hace ñicilmente asimilable porque alterándose las carnes , no solo se forman las sales amoniacales que los disuelven, sino que estando, como no puede menos de suceder, los fosfatos en íntimo contacto con los demás elementos, al producirse el ácido carbónico, indudablemente se debe encontrar al lado de una mo- lécula de aquella sustancia y la disuelve ; así que, si se pone un poco de carne desecada, como lo hemos efectuado , y se ensaya si contiene el ácido fosfórico, por su tratamiento acuoso en frió, y se añade el mo- libdato, apenas hay indicios, al paso que la misma carne alterada, y tra- tada después de igual manera, manifiesta palpablemente que parte de sus fosfatos han pasado á ser solubles sin mas que por la descomposi- ción, y esta debe también efectuarse en la tierra con que se mezcla como abono , y no solo actuará entonces sobre sus fosfatos, sino tam- bién sobre los que al estado terreo se encuentran en su inmediación. En nuestra opinión no es otra la causa de la solubilidad, y de aquí que los agricultores con razón prefieran estos abonos, bastando poner una pequeña cantidad bien eslendida para que se manifiesten sus efectos. Los huesos que hemos visto separar de la parte muscular, son en- tregados á los fabricantes de negro animal, y á la agricultura, y de esta aplicación nos ocuparemos en particular dentro de breves instantes. La sangre, que cuando el animal ha entrado con vida en el esta- blecimiento, se ha recojido después de la muerte, es entregada tam- bién previa cocción á la agricultura. Parte de los intestinos que no tienen aplicación , se pone entre algo de tierra, y al cabo de pocos dias se ven millares de larvas, que se venden por medida para alimento de algunas aves, y para los aficiona- dos á la pesca. Así es como se utilizan estos restos , y se libra á las poblaciones de algunas enfermedades. En nuestro pais también se ha tratado de establecer esta industria, J i;¡7 si bien en menor escala, y un privilegio no muy antiguo, hace que se esté beneficiando en la actualidad en la Corte, donde se aprovecban las carnes después de cocidas para enterrarlas , y por la putrefacción , y luego desecación al aire, tener un excelente abono, que boy es expor- tado fuera de España, Los buesos se venden para torneros, ftibricantes de bormillas, pia- nos, ballesteros, etc., etc., y los restantes sirven como combustible para cocer las carnes, dejando sus cenizas, que también son emplea- das como abono en la parte de Valencia y Alicante, donde la agricul- tura está mejor entendida. En París se calcula sobre lo. 000 los caballos en los que anual- mente se hacen l;is operaciones indicadas, y en Madrid unos 2700 á 5000, no contando los que perecen en la lidia de toros, los cuales aun hoy se entierran, y no se permite utilizar mas que la piel y grasa, que se puede obtener sin destrucción del cadáver. Muy bien entraríamos en detalles de esta naturaleza con los datos que hemos adquirido , pero basta lo espuesto para formar una idea de la utilidad que puede reportar á la industria y á la agricultura el aprovechamiento de los restos animales . que nos proporcionan un abono tan rico en fosfatos, por cuya razón nos hemos creido en el caso de hacer esta pequeña descripción de su origen. Sangre. Queda indicado que la sangre procedente de los animales , después de la coagulación, es entregada á la agricultura, como igualmente la procedente de los mataderos públicos , sobrante de las necesidades de las poblaciones. Vemos en muchas locadidades utilizarla, como sucede en la capital de la Península , donde se recojo la sangre reciente para que coagulándose espontáneamente se separe el suero (albúmina), el cual se deseca en estufas y es trasportado á Francia para su conocida aplicación, al paso que el coágulo (fibrina) se somete á la cocción y de- secación al aire y reducido á grueso polvo se emplea en la agricultura, esportándose en parte para Inglaterra, y produciéndose una cantidad 158 diaria muy considcrahle, la cual es rica en nitrógeno y en fosfatos. No- sotros hemos tenido ocasión de hacer un análisis hajo este punto de vista, determinando el nitrógeno y el ácido fosfórico , y hemos encon- trado que al estado seco contiene 16 por 100 del primero y 0,5 del segundo, que estando bajo la forma de fosfato representa 1,085 por 100. Esta sustancia es la que, como queda indicado, por su descompo- sición espontánea , una vez desecada pero luego humedecida, da, como las carnes en el mismo estado , una cantidad considerable de fosfatos solubles, por cuya razón es buscada por los que conocen su verdadero valor , y no despreciada en términos de tener que esportarla á paises lejanos. Los restos de las fábricas de curtidos y de las de hilados de lana, así como las pezuñas, y raspaduras de cuernos, se utilizan también como abono, si bien su producción solo es notable en las grandes poblacio- nes, y por eso no se aplican al cultivo en grande de los cereales, sino mas bien para las hortalizas , en atención á su precio , por lo cual no nos detendremos en su estudio. Orina y heces. En algunos puntos se utiliza la orina de los animales como abono, y desde luego hemos visto pág. 155 la descomposición de la urea, y la trasformacion en carbonato de amoniaco, dando 100 de la primera y 150 de la segunda; y siendo así que puede llegar á encontrarse en un 5 por 100 en la orina, se comprende que 100 de ésta nos podrán dar próximamente 4 por 100 de la sal de amoniaco, y la cual habrá de contribuir á disolver los fosfatos que en ella existen, los que se encuen- tran, según Ucrzelius (I), por 100 de orina humana, 0,10 de fosfatos terreos, que nos podrán suministrar por lo tanto un total 0,2 de ácido fosfórico. La orina de vaca también tiene fosfatos, pero en pequeña cantidad. (1) knnahs de chimie, lor.io 80, pág. 22. 1S9 y la vemos usar al estado líquido en algunas de nuestras provincias del Norte, si bien para cultivos especiales. Los demás orines se emplean mezclados con las materias fecales se- cas respectivas, constituyendo abonos compuestos que daremos á co- nocer muy pronto. Entre los abonos que estudiamos se encuentran también las heces ó materias fecales del hombre, utilizadas con gran provecho en la agri- cultura, y por lo tanto se nos permitirá nos detengamos breves instan- tes en este punto para demostrar su importancia. Sabido es, según resulla de repetidos experimentos, que las ma- terias fecales del hombre están constituidas de dos partes, una líquida y otra sólida , que se encuentran en la relación de 85 de la primera y 152 de la segunda. Hemos visto ya la composición de la primera con relación al ácido fosfórico, y ahora diremos que la segunda contiene la enorme cantidad de 10 por 100 de fosfatos, supuesta desecada al aire, que aún tiene 28 por 100 de agua; y contando 5,5 para el fosfato de cal y 6,5 para el fosfito magnésico , nos representarán , 2 de ácido fosfórico por 100 la primera y 4,2 la segunda, cantidad muy conside- rable sise atiende á los demás abonos fosfatados del grupo que estamos estudiando. Al ver tal riqueza en ácido fosfórico, no nos extrañaría que sin ha- ber recurrido al análisis , y antes que este se ocupase de investigar cuánta parte útil contenia, se conociesen los sorprendentes efectos de esta sustancia como abono; ni nos extrañará hoy ver que en países que tenemos por atrasados, se hayan usado estas sustancias como abono desde tiempo muy remoto en que las leyes del pais prohiben arrojar los excrementos humanos , sino que por el contrario se recogían con cuidado para aplicarlos á la agricultura. Esto es precisamente lo que sucede en la China, cuna de la experimentación, y en donde como dice Mr. Liebig, la naturaleza ha impuesto esta necesidad á sus habitantes, quienes desde hace siglos , han hecho descubrimientos que aun hoy la Europa admira, sin poder imitarlos , á pesar de la altura á que están las ciencias, al paso que se cree que ellos los hablan conseguido sin no- ciones teóricas, sino con recetas á que dan gran valor; así es, (pie lo 160 que los chinos han conseguido en muchos años , lo han logrado los europeos en medio siglo , no solo para imitarlos en artes y oficios, sino para adelantarlos por la aplicación de los principios de la química. No sucede lo mismo en la agricultura, en la que Europa se encuentra aún muy atrasada con relación á la China. En efecto, á los chinos se les tiene por los primeros agricultores que supieron dar á cada planta un cultivo especial, preparando un ter- reno á propósito. En China, cuya fertilidad del suelo se parece al de algunos puntos de Europa, no dan importancia, como nosotros, á los excrementos de animales domésticos. Por el contrario, ya hemos dicho lo que hacen con los del hombre. En Europa ha tiempo que en punios determinados se da estimación á este abono , y así le vemos usado en Bélgica, en que la agricultura está tan floreciente, y en cuyo pais se emplea bajo formas distintas. Viniendo á nuestro suelo, sabido es de todos que en Cataluña se han empleado también, conociendo su utilidad. Modernamente es cuando se ha llegado á dar toda la importancia que en sí tienen ; y vemos en Francia, y especialmente en las inmediaciones de su capital, sitios desti- nados á estas heces , que entran en estado bien diferente del que se a|)lican. Se nos permitirá en cuatro palabras dar una sucinta idea acer- ca de ello, por la importancia que pudiera tener su imitación en nuestra patria. Existe en las cercanías de París un sitio , no muy visitado por los estranjeros , admiradores del adelanto y aplicaciones de otro género, pero que no obstante suelen verse en él algunos curiosos amantes de los progresos de sus respectivos países. En el número de estos hemos tenido ocasión de encontrarnos cuando al visitar otras naciones , lo hacíamos bajo distinto punto de vista que la mayoría de los viajeros, y esto nos ha obligado á estudiarla presente cuestión en cuanto á sus aplicaciones. En el sitio llamado Monlfaucon, no muy distante del matadero de caballos, es donde existe un establecimiento dedicado á depósito ins- tantáneo de todas las heces que van llegando durante la noche. Sabido es , como dejamos espuesto , que están constituidas de dos partes 161 diferentes, la líquida, y la llamada gruesa entre nosotros; la primera es traspoj'tada en cubas como en Madrid durante la noche , teniendo que ir todas al vertedero público del sitio mencionado , donde son reci- bidas en un gran depósito dividido , y en cuya inmediación existe una máquina de vapor , que tiene por objeto conducirlos por una tubería á la distancia de 8 kilómetros hasta las inmediaciones del pueblo llamado Bondy, situado un poco mas alto que el depósito de Montfaucon, por lo cual se hace necesaria la fuerza del vapor. Cualquiera que haya visitado este sitio en las primeras horas de la mañana y lo haga algún tiempo después , no podrá formar idea del cambio que allí se efectúa. Al cúmulo de carros y líquido que allí acu- den con el aspecto que les acompaña , sucede, después de algunos momentos , todo lo contrario : así , en las primeras horas de la ma- ñana , y en cuanto han dejado de llegar nuevas porciones, empieza á funcionar el vapor , y en dos horas se encuentra todo trasportado por el medio referido al sitio ya indicado , haciendo llegar agua para limpiar el depósito, de tal modo que entrado el dia, y no teniendo antecedentes, no se creería el paraje en que uno se encontraba. Por otro lado , los excrementos gruesos , á los que se adicionan pequeñas porciones de sulfato ferroso para desinfectarlos , por la reacción indicada (pág. 157) se encuentran en tal estado . que apenas se percibe olor; así que son trasportados durante el dia en toneles pequeños , bien conocidos de los que han visitado á París, al mismo sitio que lo fueron los líquidos , solo que estos son llevados en los mismos toneles á Bondy por medio de un canal, colocándolos en gran- des barcas. Trasportándonos por un momento á este nuevo y ameno sitio por la frondosidad de su vegetación , se ven grandes estanques esca- lonados , en los que se depositan los líquidos y en otros los sólidos. Por el reposo los primeros dejan gran sedimento , y los segundos hacen que sobrenade la parte líquida , y por la esposicion al aire se efectúa la fermentación amoniacal esplicada (pág. 135), y se origina gran cantidad de sales amoniacales , dando nuevo sedimento ; y con- centrándose en gran parle por la evaporación espontánea, se reducen TOMO VI. 21 162 (le volumen y se van decantando , para dejar sitio á las nuevas canti- dades que llegan diariamente ; pero una vez que ya hay muclio depósito no se añade nuevo líquido para desocuparle , y las partes líquidas concentradas van descendiendo por los diferentes estanques hasta llegar al mas inferior , en cuya inmediación hay una fábrica que los utiliza para obtener diferentes sales amoniacales y amoniaco líquido, que entrega á la industria á precio módico, al paso que la parte sólida y los depósitos , una vez desecados y groseramente pulverizados, se pasan por zarandas, como se hace con la cal, y son expendidos á los agricultores, que acuden en época determinada, viendo desaparecer en pocos dias grandes masas de esta sustancia , conocida con el nombre de puudrelle, cuya riqueza en fosfatos hemos dado á conocer, y que en París puede suponerse que cada 700 (1) metros cúbicos que se obtienen por dia dan 100 metros cúbicos de este último producto, y pesando 07 kilogramos cada metro resultan 07000 kilogramos f 1,456 quintales ó 72,8 toneladas diarias, que hacen 2G,ñ72 toneladas al año). Se vende el hectolitro á 4 francos 50 céntimos, cuyo importe, según los anteriores datos, representa 4.500 francos diarios, ó sean 6.241.500 rs. anuales, de cuyo importe tienen que abonar los contratistas á la municipalidad de París 1.900.000 rs., con los cuales ésta atiende á los gastos que ocasionan las máquinas y con- ducción á Bondy (que es de su cuenta), é importan 570.000 reales, que;lando restante en favor de dicha municipalidad la suma de rea- les 1.550.000, de una empresa cuya primera materia nada ha cos- tado. De la misma manera se ve quedan á los contratistas 4.541.500 reales , con los que tienen que satisfacer todos los gastos que se ocasionan en depósitos . mano de obra, etc. Réstanos solo hacer observar que estas sustancias se emplean en la agricultura en la dosis de 25 hectolitros por hectárea ; de cuyo dato se deduce que con la cantidad recogida en un año hay para abonar una superficie de 14.600 hectáreas (22.484 fanegas), ó sean 146 ki- {1} Economic rurale, I. — SOS. 163 lómetros cuadrados (4,7 leguas cuadradas), en los cuales se habrán repartido, deducido de su composición, la cantidad de 489.100 kilogramos de ácido fosfórico , los cuales , según los cálculos anterio- res , representan 4.075.295 millones de hectolitros de trigo, cantidad, como se ve, muy considerable. Hemos dado á conocer este abono fosfatado precisamente para llegar á obtener estas cifras que acabamos de presentar, y hacer pa- tente que, si á ejemplo de París, que produce tal cantidad de abono, en todas las grandes poblaciones se hiciera lo mismo, indudablemente la agricultura estarla en otro estado en algunas naciones, como hemos dicho se verifica en Bélgica , en que también se utiliza, así como en de- terminados sitios de Alemania. Nos queda para terminar este artículo decir dos palabras en vista de los datos anunciados , y hacer un pequeño cálculo por lo que se refiere á Madrid , con objeto de ver lo mucho que la agri- cultura debia exijir por la total pérdida de sustancias tan útiles. Según las notas que tenemos á la vista (1) resulta, que en el año de 1857, antes del actual alcantarillado, se obtenían 256 cubas diarias, que en atención á su volumen, peso y relación entre la parte líquida y sólida , resulta para esta la cantidad de 840.960 arrobas , ó sea 9.671.040 kilogramos por año, la cual contendrá 599.604 kilo- gramos de ácido fosfórico ; y por tanto , si se supusiese recogida por la municipalidad, y vendiéndola á 18 rs. el hectolitro, reportarla un beneficio anual de 2.599.000 rs. , y representarla una superficie abonada de 5.775 hectáreas, produciendo por lo tanto 49.966 hec- tolitros de trigo. Si con el actual sistema de alcantarillado se hubieran dirigido todas las aguas inmundas á la parte del canal , á mayor ó menor distancia , por medio de las alcantarillas de fábrica ó por cualquier otro medio mas económico , como hoy se hace, aprovechando el favorable desnivel, podría encontrarse la municipalidad con una renta muy respetable , procedente de lo que hoy no utiliza y deja de entregar (I) Suministrados por la Admiuistraciou del ramo de limpiezas. 164 á la agricultura , que si bien es cierto que no se aplicarla en los alrededores de la Corte en los primeros años, y hasta no conocer sus ventajas , se podria exportar por las vias férreas , como sucede hoy con el abono que hemos citado anteriormente. Haciendo lo mismo en las poblaciones en que se sigue el antiguo sistema de la Corle, se obtendría en gran cantidad un abono tan exce- lente como el que se acaba de describir. Quédanos por decir , en medio de esto , que poblaciones como Londres, Berlín, etc., no utilizan sino en parte este ramo de industria aplicada á la agricultura, siendo la Inglaterra, como sabemos, nna délas naciones que necesita mayor cantidad de abonos, y que los trasporta desde largas distancias. Huesos. La agricultura los emplea indistintamente, cualquiera que sea su origen, no obstante la variada composición que se nota , según la clase de animal de donde proceden-, pero bajo el punto de vista de los fos- fatos, que en todos ellos existen, no hay inconveniente en hacer uso de los que nos convenga, en atención á su respectivo precio. El empleo de los huesos en la agricultura data de época muy remota, empleán- dose en su principio solo en el cultivo de las olivas. Se cree que el orí- gen bien conocido de su primera aplicación fué en las inmediaciones de Genova, en donde fallaban abonos sin duda, y en vista de los resul- tados allí obtenidos se ha ido haciendo mas extensa su aplicación, sobre todo desde que se les está empleando en polvo mas ó menos grueso. Varios autores, como Mr. Wrete , Mr. Korte y Mr. Dombasle, han puesto en duda la eficacia de los huesos , no obstante los hechos en contrario que presentan los agricultores de comarcas y paises ente- ros , como Badén, Wurtemberg y la Inglaterra, en la que su uso se ha generalizado de tal manera, que hace hoy un gran comercio con este abono, poniendo en contribución, no solo al Norte de Europa, sino que hasta se ha apoderado de los restos humanos de Waterloo, y mas mo- dernamente de los de Crimea; como si deseara que regresaran á su 168 patria los huesos de los héroes que la defendieron en paises eslraiige- ros : y quizá no esté lejos el dia en que se repita lo mismo con los do Solferino. No limita á esto la Inglaterra su comercio , sino que carga huques en Buenos-Aires y otros varios puntos de América. ¿Y será únicamente para aplicarlos en la agricultura de su pais, ó fomentará con ellos un ramo de comercio? Las dos cosas tienen lugar; mucho se utiliza en el pais para el primer objeto y en otras diferentes aplicacio- nes, pero mucho también sale otra vez bajo forma de polvo, mezclado con otras sustancias, constituyendo abonos mas ó menos ricos en la materia que necesita la vegetación. Nosotros también contribuimos por nuestra parte á su objeto, y desde hace algunos años, que las vias férreas han rebajado los trasportes , vemos emigrar estas sustancias , que antes las mirábamos blanquear sobre las tierras. Si de la composición asignada por Berzelius á estos compuestos queremos inferir la cantidad de ácido fosfórico que contienen, resultará que en los huesos existen 55 de fosfato calizo y 1,2 de fosfato de magnesia, que representan 51 de ácido fosfórico por 100 de huesos. Diferentes químicos han hecho análisis de estas sustancias, que, como es natural, según que sean antiguos ó recientes, y estén ó no desengrasados, varian en su composición , pero en pequeños límites. Respecto á los fosfatos, Mr. Boussingault asigna que los huesos de puerco contienen 49 de fosfato de cal y 2 de fosfato de magnesia , que representan 29 de ácido fosfórico. Mr. Chevreuil ha visto que los de peces contienen 48 de fosfato de cal y 2,2 del de magnesia, cantidad, como se ve, muy aproximada á la de los anteriores. Conocida ya su composi- ción, veamos en qué estado es como se emplean en la agricultura. Desde luego se nota la insolubilidad délos fosfatos que contienen, y de aquí la manera lenta de obrar cuando están expuestos al aire y hume- dad, porque en caso contrario resisten siglos, como tenemos ejemplos de momias y de animales antidiluvianos. Esto ha hecho que se haya procurado disminuir primero su cohesión, operación que hoy se efectúa en grande, no solo en Inglaterra sino en Thiers (Francia) : y en estos y en otros puntos, en que la industria establecida exije su empleo para 166 otros usos , como mangos de instrumentos, etc., los sobrantes son tri- turados antes de depositarlos en las tierras. Mr. D'Arcet ha visto que los huesos al estado en que se emplean en Thiers, contienen 0,02 de gelatinas; y supone que echados á las tierras se liquida la grasa por la acción del sol, y que es absorbida por la tierra, y en este estado son mas ñicilmente atacados por el aire y el agua, efectuándose entonces las reacciones químicas, convirtiéndose parte de la gelatina en amoniaco, que saponifica algo de la grasa, la cual, haciéndose soluble en el agua de lluvia, se reparte por la tierra como abono; continuando esta descomposición en tanto que hay las dos sustancias espresadas. Si los huesos son gruesos ó viejos, es decir, que no contengan los principios mencionados, entonces la descomposición es lenta y casi insensible, debiéndose su reacción á que contienen una pequeña cantidad de materia animal, que descomponiéndose lentamente, hace que los efectos de los huesos sean muy seguros y constantes. Indudablemente somos en esta parte de la opinión de Mr. D'Arcet. Las grasas, con la parte de amoniaco ó carbonato de amoniaco que se desprenda, podrán en parte ser saponificadas , y dicho está que forma- rán un jabón soluble , y por su amoniaco podrá actuar sobre las plantas; pero cuando se ponen, como es lo general, los huesos bien desengrasados , entonces no debe efectuarse esta acción, y sin embar- go producen efectos ; luego no habrá de ser esta la única causa. La parte animal ó gelatina indudablemente podrá en su caso dar amoniaco, y bien sabido es que estando los huesos amontonados expe- rimentan una descomposición, haciéndose bien perceptible el olor de las sales amoniacales , en cuyo caso, según la opinión de Mr. D'Arcet, una vez ya exentos de materia animal , ó teniendo muy poca, no se podrian emplear, ó al menos inútil sería efectuarlo, y suponer que aun los que han estado al aire mucho tiempo contienen todavía algo de materia animal. En nuestra opinión esto no es del todo exacto, porque si se toma un hueso de los que se ven, aunque escasamente, en las tierras , ya muy blancos, y en que se nota que las aguas y el aire han ejercido su influencia, teniendo la superficie muy porosa, y siendo ya mas ligeros, y se trata, previamente pulverizado, por la lo- cal V aun por la potasa, no se advierte la menor señal de amoniaco, prueba que no contienen nitrógeno ; y sin embargo, se cree que aún pueden obrar eficazmente como abono, y si no fuera así, estaría por demás emplear las cenizas de buesos, en los que debemos suponer, como es la realidad, que no tienen nada de nitrógeno: no obstante, la agricultura los emplea con ventaja. En efecto, los huesos en rama tardan mucho en descomponerse, porque presentan poca superficie á la acción de las aguas y del ácido carbónico, y en ellos pueden muy bien producirse las sales amo- niales por la descomposición de la materia orgánica, y disolver estas pequeñas cantidades de fosfatos ; pero una vez terminada aquella quedará el hueso espuesto á la acción del agua y el aire , la que será más lenta cuanto el hueso sea mas compacto ; mas si este es poroso, ó lo que es lo mismo, nosotros aumentamos la porosidad y la super- ficie por la trituración, entonces, por un lado la descomposición an- terior, y por otro , la acción disolvente del agua de lluvia, harán que se descompongan con mas facilidad y pasen á las plantas. Esto se puede probar por lo que hemos efectuado con los huesos quebran- tados puestos en agua que contenga un medio de su volumen de ácido carbónico, y con el agua de lluvia, que los disuelve, como queda dicho anteriormente: y además, con el hecho que hace mucha fuerza, cual es , que empleados en polvo ó reducidos á fragmentos muy pequeños . se ve que el efecto sobre la vegetación es inmediato, esplicándose bien por las causas mencionadas. Desgraciadamente , la consistencia que presentan algunos huesos es tal , que es difícil reducirlos á este estado, y solo se consigue con máquinas poderosas, lo que hace que su precio sea mas elevado que en el estado natural. Esta poca solubilidad que presentan los huesos , es causa hasta cierto punto que se pueda contar, una vez abonada la tierra, con que tiene abono , según algunos, para veinticinco años ; si bien su prin- cipal efecto lo produce en los dos primeros, conforme con nuestra opinión, y pudiendo hacer á voluntad, según el estado de división en que se les emplea , que esta acción se verifique en menos tiempo. 168 Mr. Dujoucliay facilita la liituracion de los huesos desecándolos antes para que pierdan gran parte de su peso. En general se emplean los huesos en la proporción de 20 á 40 hectolitros por hectárea (de 25 á SO fanegas por fanega de tierra.) Los que, como decíamos hace un momento, no admiten que los huesos ejerzan acción , lo hacen fundados en su lenta descomposición; pero no estando muy divididos , en cuyo caso la acción es mas pronta, como queda espuesto. A consecuencia de la dificultad que los huesos presentan para redu- cirse á polvo, y de aquí el mayor precio que tienen, algunos han creido mas conveniente emplearlos hajo forma distijita , valiéndose para esto de la conocida acción que sohre ellos tienen los ácidos sulfúrico y clor- hídrico. Al efecto son tratados después de la trituración grosera, cada dos partes de hueso por una de ácido sulfúrico ó clorhídrico y una y media de agua. Se mezcla y agita hien para formar el hi-fosfato de cal, y de esta manera se puede emplear añadiendo antes 100 de agua para di- luirlo, siendo trasportado en este estado á los campos á que se aplica. Así es como en Inglaterra se han empleado y continúan empleándose, aunque no hay ensayos comparativos, al menos publicados, para ver en qué estado producen su mayor efecto útil. La duda que puede caber en este caso será, cómo un líquido ácido, y que lo es por el sulfúrico, no obra en contra de la vegetación, cuando, según los experimentos de Mr. Braconnot (1), los ácidos, aun muy diluidos, tienen acción deletérea sobre las plantas. No obstante, esta acción desaparece'al considerar que con poca acidez que tenga, habiendo carbonatos en las tierras, estos le neutralizarán, y ya no podrá obrar como antes , si bien con esta neutralización se habrá vuelto al estado inso- lubleel bi-fosfato, es decir, al de fosfato neutro. Esto hace que se crea que la manera de obrar de los huesos en este estado es por la extrema división en que deberá quedar el fosfato de cal que se ha hecho inso- luble por este medio. Tratándose de aplicarlos en el estado ácido, se pueden emplear (1) Alíñales de physique et chimie, t. XVIII, s. 3."" 169 igualmente las aguas acidas que resultan del tratamiento de los huesos por el clorhídrico para la preparación de la cola de huesos, teniendo la precaución de neutralizar antes la acidez por medio del carbonato de cal ó creta, en cuyo caso se añade al fosfato el cloruro de calcio, que es soluble, y se habrá efectuado la precipitación del fosfato al mismo estado de divisibilidad que con el sulfúrico. En algunas fábricas de cola se utilizan estos líquidos, y han dado buenos resultados. En nuestro pais no es aplicable, porque hay pocas fábricas con este objeto, á consecuencia del precio elevado á que está por lo general el ácido clorhídrico , tratándose de una industria de esta naturaleza; así es que no hace mucho existia una de estas fábricas en la Corte, la cual no pudo continuar por el excesivo precio del ácido clorhídrico. Además, tratán- dose de hacer aplicaciones en grande escala, sabido es los inconvenien- tes que trae el trasportar líquidos á considerables distancias. Esto será un gran obstáculo para que lo veamos planteado en nuestro pais. Excrementos de ganado lanar. Bajo esta denominación se comprenden los de oveja , carnero y cabra. Según Mr. Boussingault, contienen 1 por 100 de nitrógeno, y sa- bido es que generalmente este abono no se recoge , sino que se hace pernoctar el ganado en las tierras; y según Sclnvertz, se puede abo- nar 1 metro de tierra por cabeza. En nuestro pais este sistema de abono está muy generalizado, y se hace pernoctar el rebaño en las tierras durante el verano, en los barbe- chos sobre todo, y en sitios lejanos de población donde es difícil ó cos- tosa la conducción de los abonos. En nuestra Mancha, por ejemplo, se sigue este sistema en algunos puntos, pero proporcionando este abono á cambio de pastos, y se notan perfectamente en la primavera los círcu- los que ocuparon los rediles durante su permanencia en las tierras. Las análisis de esta sustancia se deben á Mr. Faergensen , quien nos dice, que tiene 13,4 por 100 de sales; pero no nos da la composi- TOMO TI. 22 170 cion de estas; así que sabiendo que este abono tiene grande influencia en la vegetación , conteniendo 1,7 de nitrógeno , desde luego debe de- pender su acción de los fosfatos que en él se hallan, lo cual , y el no haber encontrado la cantidad que de ellos contenia , nos ha conducido á hacer su análisis bajo el punto de vista del ácido fosfórico. Para ello se lian tomado excrementos de ovejas, á las 24 horas de haber sido espelidos, los que desecados á 100°, para ver el agua, inci- nerados después, y determinado su ácido fosfórico, nos ha dado /Agua 52,38 por ciento. Excrementos de ovejas. Cenizas 25,33 por id. (Acido fosfórico. 1,44 por id. No habiendo determinado las cantidades de las bases por no creerlo necesario; no obstante, debemos advertir que la análisis cualitativa, nos ha demostrado ser este abono uno de los que contienen mayor cantidad de fosfatos solubles. Palomina y exeremerito do puerco y reptiles. No haremos mas que nombrar estos abonos , porque si bien son muy ricos en nitrógeno y en fosfatos no se emplean en el cultivo de los cereales, atendida su carestía. Guano. Esta sustancia, tan excelente como abono, se halla en el mismo caso que las anteriores , y no se emplea generalmente para los cereales en atención á su precio elevado; solo en determinadas localidades se apli- ca como ensayo, mas bien que como abono normal, y por esta razón no nos ocuparemos de él, aunque al citar el equivalente de los abonos veremos el ácido fosfórico que contiene. 171 Negro animal Réstanos, para terminar esta primera parle de los abonos , hacer mención del negro animal , reconocido como abono luego que es dese- chado de las fábricas de azúcar. Al referir los efectos de esta sustancia como abono , no podemos menos de citar los resultados obtenidos por Mr. Rieffel , que em- pleándole ha visto que se alcanzaban los mayores productos. Nosotros citamos únicamente este experimento , é indicaremos que hoy se hace uso de este abono, solo para que se reconozca como tal; no deteniéndonos en él ya que no se usa en España, por carecer de esta primera materia , como no sea en la parte de Andalucía , en que hay fábricas de refino. Abonos fosfatados vegetales. Pocos son los que se emplean bajo esta forma ; sin embargo , los citaremos por hacerse uso en España de esta clase de abonos. Desde luego sabemos que en muchos sitios se dejan los llamados rastrojos, mas altos que en otros, con el objeto de que la reja del arado los oculte y sirvan de abono para las tierras, perdiendo en parte algo de paja para compensar lo que se ha sacado de la tierra. Esta clase de abono debe obrar naturalmente por los fosfatos que contiene, puesto que ya queda indicado que la cantidad de nitrógeno es muy pequeña; y como sabemos las cenizas que deja la paja , y la cantidad de ácido fosfórico que representa , podríamos , contando lo que queda en 1 metro cuadrado, por su peso calcular la cantidad de ácido fosfórico que dábamos, ó mejor dicho devolvíamos á la tierra. El mismo objeto nos proponemos cuando se cultivan habas , y se dejan las plantas en la tierra. Otro de los abonos de este grupo son las plantas marinas que se emplean en nuestras costas, sobre todo en la parte Norte, y su acción ó influencia debe tener por causa la existen- 172 cía de los fosfatos, puesto que los contiene , si bien no podemos ase- gurar la cantidad , no obstante babérnoslas proporcionado con este fin; pero causas involuntarias obligaron á arrojarlas antes de hacer su estu- dio, no quedándonos tiempo para adquirirlas de nuevo. En igual caso que el anterior se encuentran los restos de vegetales, hojas de árboles, heléchos, etc., y el resultado del desbroce de los mon- tes . que se emplean en algunas partes de España , entre otras en las provincias Vascongadas. Todos estos abonos obran por las sales que contienen , ó sea por sus fosfatos sobre todo ; pero existiendo en pequeñas dosis, de aquí que para sostener la fertilidad de las tierras sea preciso grandes cantida- des; y en el mismo caso se encuentra el orujo, que tan abundante es en algunas comarcas. Fácilmente podria calcularse la cantidad de los fosfatos que contienen, como se ha hecho con la paja , porque de algunos de ellos se saben las cenizas que dejan, y su composición, como indicamos al hablar de las cenizas. Abonos vegeto-animales. En este grupo colocaremos los abonos que mas frecuentemente se emplean, como son, la paja que sirve de cama á las caballerías, im- pregnada de la orina y excrementos sólidos, así como las inmundicias de las poblaciones, si bien en estas entran por mucho las parles mine- rales procedentes de la arena de las calles, lodo, etc. Estiércol. Este cuerpo, cuyo origen y la descomposición que experimenta, se ha estudiado al considerarle como abono normal, es en efecto el mas usado, en razón de reunir las dos especies de abonos en un estado y cantidad tal que parece el mas á propósito para la asimilación. Este abono es el que se halla mas generalizado, puesto que son indispensables por lo general las caballerías para la agricultura; de aquí 173 que sus excrementos han de quedar en poder de los mismos agriculto- res, y por esta razón se necesita en un cultivo bien entendido que la alimentación de aquellas esté relacionada con las necesidades, en calidad, cantidad, etc. Nosotros no entramos en estos detalles , que pueden verse en las obras de agricultura con todos sus pormenores ; solo nos detendremos algún tanto en su composición y aplicaciones. Al estado fresco ó reciente no se emplea, porque es ineficaz, á consecuencia de que la parte celular de la p.^ja no está bien impregnada de la orina y sustan- cias nitrogenadas, exijiendo cierto tiempo para que se efectué la descom- posición. Nosotros hemos tratado de comprobarlo, colocando con este ob- jeto estiércol fresco en unas vasijas bastante capaces, y de 0^,75 de profundidad, apretándolo algún tanto para evitar que quedasen huecos, que luego se enmohecen, y estas vasijas se ban colocado introducién- dolas en la tierra basta el borde superior , situándolas una al sol y la otra á la sombra, y rociándolas todos los dias con agua destilada. Se ha observado la temperatura diaria, para ver cuándo empezaba la descom- posición y poder seguir esta poco á poco. Pero nada se ha notado to- davía, llevando ya mas de tres meses en esta situación, en que los de- jaremos hasta que se descompongan ; y como se ha hecho su análisis al estado fresco, se repetirá cuando llegue esta época, y entonces ve- remos los resultados comparativos. El estado en que se emplea es, como indica la teoría y la práctica comprueba, después que se ha descompuesto en parle, por lo gene- ral pasado un año de estar amontonado , en cuyo caso ya la alteración ha llegado á tal período que, como dejamos expuesto, se hacen manifies- tas las sales amoniacales y los fosfatos han pasado en parte á ser so- lubles. En vista de los experimentos hechos, y que ya hemos dado á conocer, creemos que el estado mas conveniente en que debe emplearse es cuando la temperatura ya no es muy elevada en el interior, y que no obstante se notan el olor del carbonato y del sulfbidrato de amoniaco, desprendiéndose ya pocos vapores: en este período los montones tienen por el interior color mas obscuro que en la superficie , y apretado en- tre los dedos deja una superficie algo plana, lo que no sucede cuando no está bien descompuesto, que es mas elástico. 174 Convendría mucho que estos pudrideros ó estercoleros estuviesen colocados, como indican algunos autores y recomendamos á los labra- dores, en sitios algo mas bajos que el suelo, ó bien si están á la superfi- cie, rodearlos de tierra por su base, para evitar que las aguas se lleven la gran cantidad que disuelven; como igualmente que el pavimento sea lo mas impermeable posible, por medio de una capa de arcilla colocada en la parte inferior; y, si es posible, que la base del depósito sea cóncava, y un pequeño pozo vestido de ladrillo en el centro, sobre el cual se pueden colocar maderos, para sobre ellos poner esteras ó ramas que hagan oficio de tamiz, por donde pasen las aguas que han disuelto las sustancias, que pueden recogerse en la parte inferior. En nuestro pais, generalmente se pone poco cuidado en la prepara- ción de un buen estiércol ; solo cuando se hace en pequeño es cuando se depositan en hoyos en los corrales, exponiéndolos durante un año á la acción de las aguas, que pasando á su través y disolviendo sustan- cias útiles como abono, son absorbidas por la tierra ocasionando pér- didas. Cuando se acumulan en grandes cantidades, como sucede en pobla- ciones numerosas, en este caso se ponen en forma de grandes pirámi- des, no haciéndolo así los labradores, que generalmente van deposi- tándolo en montones inmediatos á sus posesiones ó cortijos, y notándose en los sitios en que ha existido un montón de esta naturaleza por mucho tiempo la influencia de las aguas que se filtran, siendo por lo tanto mayor y mas lozana la producción que en los puntos inmediatos. Si en vez de emplearle en este estado se efectúa cuando ya no se notan caracteres de descomposición, al menos exteriores, habiendo pa- sado á ser mantillo, entonces hay pérdida de sales amoniacales, que, como volátiles, desaparecieron, lo que hace, atendida su influencia, que no se utilice todo el poder fertilizante : de aquí que se aconseje fijarlos por medio del sulfato ferroso, práctica que dejamos reprobada, pág. 157, cuando se desee obtener la mayor cantidad posible de fosfatos so- lubles, según resulta de los ensayos que se han efectuado, porque con- tienen mayor cantidad cuanto mas adelantada está la descomposición, notándose que en el mantillo es mayor la cantidad de fosfatos. Nadie 175 mejor que el agricultor puede conocer, según las necesidades de sus tierras, si le conviene poner mayor cantidad de nitrógeno en forma de sal de amoniaco á expensas de un poco menos de fosfatos solubles, ó por el contrario, si (juiere sacrificar algo de nitrógeno para poner mas fosfatos. Si consultamos las análisis que se han efectuado de esta sustancia al estado que se emplea, vemos, según Braconnot, que en 100 partes hay 0,45 de fosfato calizo é indicios de fosfato de potasa, lo cual repre- senta 0,27 de ácido fosfórico. Un estiércol procedente de Griñón ha dado á Mr. Soubeiran 1,1 por iOO de" fosfato amónico-magnésico y 0,4 de fosfato calizo. Mr. Hanzeau ha encontrado que las cenizas del estiércol procedente de los animales del jardin do plantas contienen 0,2G por 100 de ácido fosfórico. Nosotros hemos observado que el es- tiércol fresco contiene 16,54 por 100 de agua; y el mismo, después de desecarle á 100', ha dado 18,85 por 100 de cenizas , las que contie- nen 0,95 por 100 de ácido fosfórico, que corresponde á 0,21 para el estiércol seco. Otro estiércol como el anterior, procedente también de cuadra, ha dado, después de secarle á 100°, 20,1()7 por 100 de ceni- zas, teniendo 0,84 de ácido fosfórico, que corresponden 0,17 de este ácido por 100 de estiércol seco. Otro estiércol, no del todo alterado, produjo 29,853 de agua por 100; el mismo ha suministrado después de la desecación 26,25 por 100 de cenizas con 1,55 de ácido fosfórico en 100 partes, que equivale á 0,50 por 100 de estiércol seco. Un mantillo para tiestos y semilleros espuesto á las lluvias hemos visto que contenia 29,75 por 100 de agua, y después de la desecación ha dejado 71,0 por 100 de cenizas, que tienen 2,95 de ácido fosfórico, correspondiendo á 2,0 por 100 del mismo para 100 de mantillo seco. Vemos, según estos datos, que los tres desecados á 100° contienen: 1.° 100 de estiércol fresco 0,21 de ácido fosfórico. 2.° 100 de id. diferente 0,17 id. 5.° 100 de id. podrido 0,50 " id. 4." 100 de mantillo 2,0 id. 176 En vista de estos resultados, y teniendo en cuéntalas causas de so- lubilidad de los fosfatos térreos , no deberá quedar la menor duda que se puede emplear el estiércol según se desee en sales de amoniaco ó fosfatos, estando estos en la relación aproximada, según su estado, y siendo el 2." = 1, como 1 : 1,2 : 2,9 : 11,7. Hay que tener en cuenta que los tres estiércoles que comparamos no proceden de uno mismo, y por tanto no podemos saber cuál sería su composición en los otros estados ; por esta razón tenemos los dos pri- meros en experiencia para seguir la marcha de su descomposición. Habiendo expuesto con detalles este abono, por ser el que mas ge- neralmente se emplea en todos los paises, fácilmente se podria calcular, por el ácido fosfórico que contiene, la cantidad que se necesitaria por hectárea para obtener una producción dada ; lo cual se calculará des- pués que se haya hecho el examen comparativo de todos estos abonos. Basura de población. Con este nombre se conoce el abono que resulta del detritus, tanto orgánico vegetal como animal de las poblaciones, como igualmente la arena y barro de sus calles. Se sabe que es buscado este abono por los agricultores en razón de su baratura, y por lo general lo tienen depositado en las cercanías de las grandes poblaciones , sirviéndose de él con preferencia, no solo por su menor precio ya indicado, sino por los buenos efectos que origina en la producción de cereales, por contener todas las sustancias propias á las necesidades de los vegetales. Generalmente en las grandes poblaciones, donde se producen inmen- sas cantidades del abono de cuadra, este no se utiliza para la agricul- tura por razones económicas, siendo así que se dedica á la elaboración de turba para la ñibricacion de ladrillos, cuya industria consume mucho, pudiéndole pagar á mayor precio por la utilidad que su empleo reporta, al paso que el labrador encuentra una buena sustitución con el prime- ro, teniendo para esto la doble ventaja de conducirlo directamente á 177 sus tierras, donde lo deposita en la cantidad que juzga necesario para en época conveniente estenderle por la heredad, lo que no puede hacer con el estiércol fresco de cuadra, que exije estar en gran cantidad y esperar se efectúe la descomposición, necesitándose lo menos un año, lo cual les ocasiona tenerlo que trasportar otra vez á las tierras desde el depósito cuando está ya en el estado conveniente. Deseosos de ver el equivalente de ácido fosfórico en este abono, que no hemos encontrado en las obras que consultamos, nos lia sido pre- ciso verificarlo, siendo también estensiva esta determinación al nitró- geno. Para efectuarlo se han separado varias espuertas de uno de los depósitos donde cargan los labradores de los pueblos inmediatos á la Corte, se ha mezclado lo mejor posible, y de ello se ha elegido una can- tidad (una espuerta), la cual se ha desecado, hecho polvo y tamizado hasta no dejar residuo. Del polvo gris que resultaba, se tomó una pequeña porción para someterla al análisis, la que se ha desecado completamente á 100", sin determinar cuantitativamente el agua que en este caso perdia, porque el peso total de la sustancia habia dado por la desecación incompleta un 35 por 100, cantidad muy variable atendiendo al origen ; por cuya razón debia referirse la análisis á su estado completo de desecación. Debemos advertir, para hacer ver mejor los resultados que nos ha dado la análisis, que al tomarlo se hallaba en un estado completo de alteración, al paso que reducido á polvo habia desaparecido totalmente su mal olor. Hemos encontrado por la análisis, que 100 partes en peso de sustancia desecada contienen 0,61 de nitró- geno y 1,50 de ácido fosfórico. En vista de este resultado, nada nos deberán estrañar sus efectos sobre la vegetación. Aunque ligeramente, daremos una idea, según los datos adquiri- dos (1), de la cantidad de nitrógeno y ácido fosfórico que representa la basura de Madrid. Se calculan 124 carros los que se producen diariamente, de á 80 arrobas, lo cual hace 9.920 arrobas ó sea 5.620.800 arrobas por año (1) Adminislracion del ramo de limpieza de Madrid. TOMO VI. 23 178 que, desconlando un 40 por 100 de agua, representan 2.172.480 arro- bas ó 24.985.o20 kilogramos de sustancia seca, los que contendrán 152.599 kilogramos de nitrógeno calculando 0,61 por 100, y 589.745 kilogramos de ácido fosfórico contando á 1,56 por 100, con cuya cantidad habria para abonar, si se pusiese á razón de 12 kilogramos que se consume por hectárea, una superficie de 52.478,5 liéctareas, que producirían, siendo todo absorbido, la considerable cantidad de 505.298 hectolitros de trigo. Hoy se pagan 16 rs. por 100 arrobas, ó sea por 1.150 kilogramos, que representan 690 kilogramos de sus- tancia seca, ó 10'',8 de ácido fosfórico, lo que corresponde á 1 real 48 céntimos el kilogramo de este ácido, precio bien módico en atención á otros paisesy aun á algunas provincias de España. Con estos elementos no parecerá extraño lo que dejamos dicho anteriormente con relación á los pueblos inmediatos á Madrid, donde por lo general se ponen 6 car- ros por fanega, ó sea 97 kilogramos de ácido fosfórico, que representa mayor cantidad que la necesaria según cálculos hechos anteriormente. El nitrógeno haciendo los mismos cálculos resulta á 5 rs. 80 cents, el kilócrramo. Abonos minerales fosfatados. En este grupo se pueden comprender las cenizas tanto de plantas como de huesos y los fosfatos naturales; pasaremos á ocuparnos de cada uno de ellos con la mayor brevedad posible. Cenizas de plantas. Estos cuerpos, aplicados en la agricultura, tienen por objeto, no solo mejorar las propiedades físicas de las tierras, sino que también contri- buyen al desarrollo de los cereales por los fosfatos y silicatos que con- tienen. La cantidad de fosfatos ó de ácido fosfórico que en ellos existe, 179 según las análisis de Mr. Berthier y Mr. Boussingaull (I), es muy va- riable. Su empleo como abono se halla muy generalizado, sobre todo en ciertos puntos de España, en que se incineran grandes cantidades de vegetales para utilizar sus cenizas. En otros puntos, y particularmente fuera de España, se aplican después de haberlas lavado para la separación de las sales de potasa, existiendo en la parte insoluble los fosfatos en cantidad variable, según la planta de donde procedieron. Se suelen poner en la proporción de 40 á 60 hectolitros por hectárea ; y sus efectos probables los dejamos ex- plicados anteriormente al hablar de la influencia de los fosfatos. Cenizas de huesos. Suelen también utilizarse los huesos en forma de cenizas, siendo éstas muy ricas en fosfatos, empleándose mezclados con sustancias ni- trogenadas, constituyendo los llamados guanos artificiales, y poniéndose en las mismas dosis que los huesos. Fosfatos naturales. Dejamos expuesto anteriormente las diferentes naciones que cuentan con grandes masas de estos cuerpos, buscados hoy con ansiedad en la agricultura. La Inglaterra es la primera nación que ha hecho uso de esta sustan- cia como abono, habiéndose generalizado según lo permiten las circuns- tancias locales. Varia mucho la composición de estos minerales, y de aquí las en- contradas opiniones de Mr. Delanove y Mr. Bobierre (2) respecto á los fosfatos fósiles de la Francia, suponiéndoles fosfatos férricos calcicos. (1) Economie rnrale, pág. 96, I. (2) Co7)ip(cs-renchis, J. de 1859. 180 mientras otros, como Mr. Molón (1), hacen ver que son simplemente fosfatos calizos. Sin tratar nosotros tle entrar en cuestiones de esta especie, nos limitaremos á consignar en este lugar que también, como es sabido, la España tiene terrenos con grandes cantidades de fosfatos naturales, ya sea la esparraguina, ya la llamada fosforita, encontrándose la pri- mera en Jumillay la segunda en Logrosan. Según datos suministrados por el propietario de estos terrenos, con cuya amistad nos hon- ramos, parece que está reconocida esta formación en una longitud de 2 kilómetros, una profundidad de 12 metros y una anchura de 4 me- tros, representando como se ve el término medio de la formación por 96.000 metros cúbicos; que calculando por la densidad media 2,9o que hemos encontrado, representa 28.420.000 kilogramos de mineral que puede beneficiarse; existiendo además fuera de esta formación otros puntos inmediatos con cantidades de fosfato de cal bien considerables, siendo esta última la que se halla en mayor cantidad. Nos concretare- mos por ahora á exponer el resultado del análisis que hemos efectuado con distintos fragmentos de igual naturaleza que los remitidos á Inglaterra desde España. Se ha caracterizado el ácido fosfórico, la sílice, el ácido carbónico, el flúor, la cal y el hierro; no habiendo procedido á la de- terminación cuantitativa sino del ácido fosfórico, carbónico, la sílice y la cal, dándonos los siguientes resultados: Acido fosfórico 40,521 Cal Í8.974 Sílice 1,768 Acido carbónico 0,250 Agua 0,925 Fluor, hierro y pérdida 7,564 100,000 (1) Complcs-rendus.—Áoút, 1839. 181 Nuestro objeto ha sido solo ver la cantidad de ácido fosfórico y cal, para conocer á qué estado se encuentra en este compuesto, dedu- ciendo, según el resultado, hallarse al de sal tribásica, puesto que 71 : 5 (28) : : i0,521 : x = 47,92 de cal, que q.'^ del ácido 3eq.'" Acido fosfórico. di> cal. fosfórico. representan 88,441 por 100 de fosfato calizo. La cantidad de hierro era considerable, lo que nos hace creer que en los 7,o64 la mayor parte sea debida á su presencia. Esta es la sustancia de que nos hemos valido para ver la solubilidad en el agua destilada, de lluvia y carbónica, deque se ha hecho mención en su respectivo lugar. Los fosfatos naturales de la Francia, según Mr. Molón, presentan distinta composición, lo que ha dado lugar á las diferentes opiniones que hay acerca de su constitución. Veamos entre tanto el uso que se hace de estos fosfatos. Según Mr. 3Iolon (1). solo las minas que hay en Francia entregaron á la agri- cultura 2.250.000 kilogramos de este mineral bajo los diferentes estados siguientes: 1.° En polvo, disgregando antes el mineral por medio del calor y el agua , como se hace con el cuarzo. 2.° En polvo fin obtenido por pulverización. 3.° En polvo tratado por 20 por 100 de ácido clorhídrico y neutra- lizado después por lechada de cal. 4,° En polvo tratado por 20 por 100 de ácido sulfúrico, neutrali- zando después como al anterior. o.° En polvo con 20 por 100 de clorhídrico, sin neutralizar. 6.° Fosfato disuelto y regenerado por la neutralización. 7.° Polvo fino mezclado con carbón animal. 8/ Polvo fino mezclado con sustancias putrescibles. (1) Comptes-rendus, t. 40—233. 182 La composición media de estas mezclas era de 50 por 100 en peso de fosfato de cal seco. Se ha puesto en la proporción de 5 hectolitros por hectárea, lo que da un total de 4.500 hectáreas abonadas. Los resultados, segmi Mr. Molón, fueron satisfactorios, excepto en dos casos, en que el fosfato adicionado de ácido sulfúrico hizo abortar las cosechas. Limitándose el autor á lo que hemos expuesto, no nos es posible, como hubiéramos deseado, presentar mas detalles acerca de los resulta- dos obtenidos, por carecer de cifras que lo hicieran manifiesto, para en su consecuencia deducir en cuál de estos diferentes estados los debemos emplear. Solo resulta, según Mr. Molón, que deben aplicarse: \.° A las tierras arcillosas, esquistosas, graníticas y silíceas, ricas en detritus orgánicos, en estado de polvo natural. 2.° A estas mismas tierras cuando son pobres en detritus orgánicos, ó se cultivan largo tiempo, ó bien si se han beneficiado con cal , en este caso debe ponerse en polvo mezclado con sustancias putrescibles. 5." En los terrenos calcáreos, y particularmente en los cretáceos, se debe poner en polvo tratado con 25 por 100 de ácido clorhídrico, y adi- cionado de materias orgánicas. Si comparamos estas prescripciones con cuanto dejamos espuesto en la parte primera de esta Memoria, veremos que están conformes con lo sentado por nosotros y con los experimentos que hicimos y se han dado á conocer, conviniendo emplearlos al estado de polvo fino cuando las tierras tengan sustancias orgánicas que se puedan descomponer, y no hallándose en este caso hay que adicionarlas , precisamente por la pre- sencia del ácido carbónico y de las sales amoniacales , las dos causas que se han sentado como principales para favorecerla disolución. En vista de lo que acabamos de exponer, y de los experimentos ci- tados anteriormente, aconsejamos á los agricultores que quieran hacer uso de este cuerpo como abono , le pongan en condiciones análogas á las que dice Mr. Molón, y repitan en grande nuestro experimento ; es- tamos en la firme persuasión que si al colocar el estiércol se adicionase por capas ó mezclase bien con él la fosforita en polvo, en virtud de los 183 resultados obtenidos por la balanza, es de esperar que después de la putrefacción de las sustancias nitrogenadas babrá pasado en gran parte al estado soluble, y al adicionarle á las tierras podremos esperar un efecto inmediato para la primera cosecba, y la influencia ocasionada por el agua de lluvia y el ácido carbónico para los años venideros. Esta es nuestra opinión, que Imbiéramos deseado ponerla en prác- tica en la cosecba actual ; pero no nos ba sido posible realizarla, si bien por nuestro consejo se ba mezclado ya con estiércol fresco para emplearla en la cosecba del año inmediato. En atención á lo espuesto, debemos esperar idéntico resultado de los buesos, si bien boy en España no se podrían emplear en polvo por su precio elevado ; en cambio todavía tienen un precio módico para que los labradores puedan despreciar la parte de nitrógeno quemándolos simplemente en invierno, proporcionándoles calor y luz, reduciéndolos luego á polvo y aprovecbando las cenizas, operación sencilla, que puede llevarse á cabo por cualquier medio grosero, si no se quiere efec- tuar en un molino; estendiéndolas después en capas alternadas con el estiércol, ó mezclándolas como se ba dicbo para la fosforita, con lo que se conseguirla tener un excelente abono. Esta operación todavía puede hacerse á precio económico, á pesar de exportarse el bueso, como en otro lugar indicamos, á consecuencia de que el recojido en poblaciones dis- tantes de vias férreas no puede trasportase á los puertos á precios módi- cos, y el labrador pudiera muy bien beneficiar esta riqueza, que deja utilizar á otras naciones. También, en virtud de los mismos principios, se pueden bacer mez- clas de estas dos clases de abonos con sangre cocida y desecada, obte- niendo los mismos resultados; pero en este caso el precio es algo mayor. Otros de los abonos pertenecientes á este grupo que estudiamos son los fosfatos preparados artificialmente, como los de magnesia, amonia- co, etc. El empleo de estos fosfatos, según se ba visto por sus resultados, no puede ser mas satisfactorio ; pero considerado en la parte económica, no permite el estado en que se encuentra hoy la industria en nuestro pais que se pueda emplear con ventaja. Puede ser, y quizá no esté lejano el 184 dia, que la industria saque partido de nuestros depósitos de fosfatos cal- cáreos, y por descomposición los presente al estado soluble de fosfatn de amoniaco, que, como hemos visto, tratándose de terrenos calizos y ar- cillosos, produce buenos resultados. El dia que esto se consiga, la agricultura habrá dado un gran paso en la aplicación de los fosfatos naturales; en tanto, no podemos menos de valemos de los medios que hemos dado á conocer. En el mismo grupo de abonos debieran colocarse las aguas de rie- go, las que obran no solo como disolventes délos fosfatos por el ácido carbónico que contienen, sino también, aunque poco, por los fosfatos que hemos demostrado existen en ella, y de la misma manera actúan también por los silicatos. La utilidad de los riegos aplicados á los ce- reales es un hecho incontestable, como lo atestiguan las célebres vegas de Granada y otras muchas, como se reconoce fijando la atención en el cuadro de la producción ; siendo ésta muy diferente de la obtenida en terrenos de secano. Ciertamente en las primeras se pone mucho mas abono, y puede esperarse mas de la mayor semilla que igual- mente se siembra ; pero sin el poder disolvente de las aguas nada se conseguirla. Se deberán estudiar en este grupo las conchas, que en algunos pun- tos de nuestra costa se emplean como abono, obrando indudablemente por el fosfato que contienen, y también por la cal carbonatada, que hace variar las propiedades físicas de los suelos. Por último, las avenidas de los rios dejan sobre las tierras légamos ricos en varios principios, entre los que se encuentran los fosfatos y silicatos , por cuya razón deben pertenecerá los abonos minerales. Antes de terminar el estudio de los abonos fosfatados, se nos per- mitirá decir dos palabras del resultado obtenido por los Barbechos. Se da este nombre al período de cultivo en que se abandonan las tierras á las acciones atmosféricas. En nuestra Península está muy generalizado este descanso, sobre todo en ciertas localidades en que es diftoil la condiijecion de abonos, o se carece de ellos. Generalmente dura un año, y en ocasiones mas, se- gún la clase de tierras: unas veces se alterna con cultivo, llamado en- tonces en algunos puntos año y vez ; otros se obtienen dos cosechas y descansa el tercer año. El barbecho, considerado químicamente, no es otra cosa sino que llegado un período en que faltando á la tierra los alimentos necesarios para la asimilación de los cereales, ya no pueden estos cultivarse ; pero existiendo aún en la tierra sustancias capaces de trasformarsc en nutri- tivas y asimilables después de sucesivas descomposiciones por la acción del agua y aire, que obrando sobre los silicatos y fosfatos térreos inso- lubles los trasforma en solubles, y la tierra que al levantar la mies no tenia fosAitos solubles, al cabo de un año están estos en suficiente can- tidad para alimentar una nueva producción. Dicho está que si el bar- becho es con objeto de cambiar la naturaleza de los fosfatos y silicatos. porque ya no los hay en las tierras, se podrán muy bien cultivar otras plantas que no absorban estos principios, sin contrariar por eso la ac- ción del barbecho , sino favoreciéndola , sobre todo dejando en la tierra las partes verdes de las plantas que se cultiven. Así es como se esplica el llamado medio barbecho, ó sea el cultivo de legumbres el año que no se siembran cereales. La acción del barbecho es mas activa si á las tierras so las hace mas porosas, y que presenten nuevas superficies al contacto del aire, que es el que hace efectuar la descomposición : de aquí el dar á los suelos tres y cuatro vueltas cuando descansan. A la acción del ácido carhónico y del agua de lluvia como disolvente, deberá añadirse la cantidad de ácido fosfórico que estas aguas arrastran al descender, la que, según Mr. Barral, puede suministrar en un año 400 gramos por hectárea ; de donde se deduce, según el mismo autor, que el barhecho se acelera por esta causa de tal manera, que sin las aguas de lluvia se necesitarla mucho mas tiempo, y sacando por consecuencia que si un suelo no tuviese los silicatos y fosfatos indicados, bastaría la sola acción de la lluvia para darle todo el ácido fosfórico necesario para la producción del trigo, solo que se exigirían mas años de descanso, TOMO Til. 24 186 como lo prueban los 9'' á 12^ de ácido fosfórico que requiere cada hec- tárea, los que divididos por 400e'' que recibe anualmente, representan de 22 á 30 años de descanso. Por cierta que aparezca esta teoría, fundada en el hecho de ver que en el agua de lluvia existe el ácido fosfórico, como nosotros también hemos demostrado , no obstante, en nuestro concepto está sujeta á ciertas observaciones muy dignas de tenerse en cuenta. Si es positivo que el agua de lluvia tiene el ácido fosfórico, queda alguna duda acerca de su cantidad, lo que demostraremos fácilmente, seguros de que con- vencerán nuestros argumentos. Se asigna la cantidad de 0"'8^09 de este ácido para i litro de agua, y en nuestra opinión esta cifra no debe ser exacta , sin embargo que Mr. Barral la obtuviera, lo cual de ningún modo ponemos en duda ; pero nos fundamos en (¿ue hemos tomado una disolución de ácido fosfórico, en la que este ultimóse encontraba aún en menor cantidad en un líquido, y sin embargo el molibdato de amoniaco le indicaba perfectamente sin calentar ni evaporar. Ahora bien, hágase lo mismo con igual volumen de agua de lluvia, echando las mismas go- tas de reactivo, y nada se notará ; de donde deduciremos que en el agua de lluvia no habia la misma cantidad que en el otro líquido : pero evapó- rense los dos á un volumen pequeño é igual, entonces se verá al agua de lluvia indicarle, al paso que el otro líquido presenta ya precipitación, señal cierta que contiene mayor cantidad ; de donde se infiere que el agua de lluvia tiene menos que los O^ef.OO que se la designan por litro. Otro hecho que nos sirve para apoyar nuestra opinión, es el emitido por el mismo autor. En efecto, por las lluvias se da 400 gr. de ácido fosfórico cada año: á los 20 años las tierras estériles estarán en disposi- ción de cultivarse en ellas los cereales. Si esto sucediera, la España sería una de las regiones mas favoreci- das, en virtud de la acción fertilizante del ácido fosfórico déla lluvia, por tener terrenos bien estensos que no solo 20 años, sino mas de 20 siglos llevan en contacto del aire, recibiendo esta cantidad por año, y sin embargo nadie los ha visto producir una espiga de trigo. En este casóse encuentran nuestras estepas de la 3Iancha, Aragón y otros puntos. Cierto que se nos podrá decir que no es solo el ácido fosfórico el que necesitan 187 los cereales, sino también los silicatos, que no están en estas tierras, lo que en efecto no podemos menos de admitir, aunque no en absoluto; pero en este caso las tierras de que tratamos debian tener á razón de 800 kilogramos de ácido fosfórico por hectárea, producto de los 20 siglos. Tratando de estudiar esta cuestión, hemos analizado una tierra proce- dente de Chinchón, donde sabido es que pueden servir de tipo de la clase que citamos, y cuyo resultado hemos consignado (pág. 115); y sin embargo del interés con que buscábamos el referido ácido, no le hemos hecho palpable, ni con el agua ni con los ácidos, y solo percibimos un ligerísimo indicio en este último caso ; por lo cual estamo;, autorizados, ó para creer que los 800 kilogramos han desaparecido sin saber porqué causa, ó bien que la tierra nunca recibiera esta cantidiid. Nos incli- namos desde luego á esto último, lo cual viene en apoyo de poner en duda que el aireó el agua de lluvia contenga la proporción admitida, en cuyo caso es sola la acción del aire y del agua la que obra sobre las tierras para hacer solubles los fosfatos térreos, y por tanto que las tierras adquieran fertilidad por medio de los barbechos. Abono puesto por hectárea y coste de 1.000 kilogramos. En uno de los capítulos anteriores se ha dado á conocer el cálculo necesario para saber aproximadamente la cantidad de abono que debe ponerse por hectárea, no insistiendo de nuevo en ello, sino haciendo ver en el presente capítulo las cantidades que la práctica emplea en las diferentes provincias de España. Esto es lo que desearíamos presentar de una manera muy próxima álarealidad, pero quelo haremos imperfectamente, pomo haber reunido el suficiente número de datos, y los que se nos han suministrado, lo fueron por el mismo conducto que los de la producción. Para hacerlo con mas claridad, hemos reducido las diferentes medidas que se usan para los abonos, como son espuertas, serones, cargas y carros á kilo- gramos, como igualmente las fanecas, obradas, robos, etc., á hectáreas, y todos estos datos los hemos reunido en forma de cuadro, como puede verse en el adjunto. 188 Cuadro de (dmnos normales. LOCALIDADES. i; 7 8 !» 10 11 12 VA 14 lo 16 17 18 Álava Avila Badajoz Barcelona Cáceres Colmenar (Granada) Córdoba Granada Guadalajara Guipúzcoa León Madrid (basura de calle) Málasa Arga (Na- Molina (Guadalajara Murcia Miranda de varra Pamplona calle). . Falencia. . ( basura de Kiióírraiiiüs Coslc. por betlárca. — ¡leales- IS.OdO 1.300 36.000 160 1.:í80 3(10 3.200 500 8.280 130 i. 700 300 7.000 240 17.000 300 10.;!00 liO 12.(100 l.OÍO 10.000 160 27.000 390 10.000 2.000 I.IOO 80 40.000 2.000 10.000 720 i. 200 180 27.600 600 Precio lie los 1.000 kg. ¡leales. 86 í:í 217 96 36 63 3 i i3 13 86 16 15 20(1 72 3(1 72 21 Prcrio ineiHo. Precio del Kil.de Piilróg. Iteales. li 6,3 36 16 0,6 10,3 3,6 7 2 lí 2,7 6 2 12 3 12 7 3 8,99 Precio del .deAc.fost. Reales. 6,6 0,31 16,6 7,38 2,77 4,84 2,61 3,30 1,00 6.61 1,38 1,10 13,(]0 3,3 2,3 3,5 3.23 1,61 i,/j Su inspección nos hace ver : 1.° la gran diferencia que existe entre las cantidades puestas por hectárea, comprendido desde 1.100 kilogra- mos á -40.000 kilogramos; 2.° el distinto precio páralos 1.000 kilogra- mos del mismo abono, variando también entre 13 rs. y 217 rs., lo que hace que los precios del kilogramo de nitrógeno y ácido fosfórico varíen en la proporción de 0,1 á 16 para el último y 2 á 56 para el primero. Si en vista de esto queremos deducir el valor medio de estos elementos, nos encontramos con 9 rs. 28 céntimos para el kilogramo de nitrógeno, y 4 reales 88 céntimos para el del ácido fosfórico. Distamos mucho de tomar estos números como la verdadera repre- sentación del precio medio de España, y creemos que en vista de mayor 189 número de datos esle ha de ser menor que el admitido; pero lo conser- vamos hasta que podamos adquirir mayores conocimientos en un asunto de tanto interés económico como el presente. Réstanos advertir, que las cantidades representadas en la segunda columna se entiende que son de los abonos de cuadra podridos , ó al menos descompuestos en gran parte, que son los que emplean nuestros agricultores, conteniendo de un 56 á 60 por 100 de agua, cscepto en las inmediaciones de las grandes ciudades, donde utilizan la basura proce- dente de las calles, cuya composición ya conocemos. Equivalentes de los abonos con relación al ácido fosfórico y nitrógeno. Así como generalmente suele ser el nitrógeno el que da valor á los abonos, y se dice equivalente en nitrógeno la cantidad relativa que con- tenga de este elemento, comparado con otro abono que se toma por tipo, de la misma manera podemos elegir por equivalente al ácido fosfórico , y relacionarle con otro abono que sea también el que nos sirva de norma; y en este caso se encuentra el abono de cuadras, que hemos visto hace un momento era el mas generalmente empleado, y que será el que tomaremos como término de comparación, por ser el que se encuentra con mas frecuencia y el que menos varia de composición. A la cantidad de ácido fosfórico que contenga este abono se la consi- dera como ciento, pudiéndose referir á ella todos los demás, entrando por números enteros . lo cual, como se infiere, es un convenio, pero que nada implicará en el resultado, tratándose solo de relaciones. Esto hace que pueda tomarse lo mismo al estado húmedo que desecado, con tal que para la comparación nos coloquemos en idénticas circunstancias. Para mayor claridad pondremos esta equivalencia en los dos estados, y en forma de cuadro como el adjunto. 190 Valor de los abonos con relación al ácido fosfórico y nitrógeno. Estiércol de cuadra fresco Id. id. á medio podrir. Paja, término medio.... Plantas marinas Carne cocida y dese- cada Sangre id. id Orina de vaca Materias fecales dese- cadas Huesos Excrementos de vaca.. Id. de oveja Id. de puerco Id. de palomas Guano del Perú Cenizas de huesos Basuras de población. . Fosforita de Logrosan. Hollin Conchas A;iia por 16,:i 66,7 19,3 39,2 8,5 21, i 88,3 28,0 7,5 8,9 32,3 Si, O 9,6 25,6 i. 7 33,0 5,6 Piilrogiíiio en 100. Seco- I Húmedo. 2,08 1,87 0,3 l,il 14,25 15.S 3,8 2,47 7,58 2,30 1,7 4,4 9,02 7,42 3.4 0,61 l!3l Acido fosfórico en 100 de sus- tancia seca. 0,4t 1,0 0,6 1,45 0,24 0,22 0,86 0,49 13,01 0,24 12,18 1,68 0,4 i 0,2 1,78 4,8 7,02 24,0 0,32 0,74 0,81 1,45 0,7 3,87 8,3 0,6 5,.52 20,0 1,06 33.5 (f,3 1.63 » 40,0 1,15 1,0 0,05 0,65 Equivaienle del ácido fos- fórico al es- lado seco. 69, 100 15 33 16 125 13,0 331 1655 51 100 266 41 1379 2310 112 2758 68 Í4 Equivalente del nitrógeno eu sustancia húmeda. 68 1011 40 143 2166 2033 73 296 1170 53 135 116 1383 920 176 50 190 7 En vista del presente cuadro, fácilmente puede comprenderse que. por ejemplo, el excremento de oveja puede sustituir al normal, ocu- pando menos voliimen y teniendo mayor cantidad de nitrógeno; de la misma manera que el excremento de vaca tiene la mitad del valor del abono normal con relación al ácido fosfórico, y le sucede lo mismo con respecto al nitrógeno. En cambio tenemos los huesos, cenizas y fosfatos naturales, que nos representan muchas veces el ácido fosfórico del abono normal. Este cuadro sirve, no solo para la inmediata aplicación de uno ú otro de los abonos, según el equivalente que mas convenga, sino que en atención á los precios que tengan en el mercado, podrá conocerse 191 cuál es mas económico, y qué efecto útil debiera esperarse del capital invertido. En los paises agrícolas, los precios están relacionados por lo gene- ral con su equivalente en cualquiera de estos elementos, regulándose en Francia en 2 francos para el kilogramo de nitrógeno y 1 para el del ácido fosfórico; no obstante, no es el mismo el precio en París que en la Alsacia, como igualmente se ha hecho ver que en Madrid vale 1 real el kilogramo de ácido fosfórico y en otros puntos aumenta de precio, dependiendo de la mayor ó menor cantidad que haya en una población; por lo cual el agricultor deberá conocer á fondo estas equivalencias, si bien se hallan sometidas á ligeras variaciones de composición, que no tienen una gran influencia tratándose de cultivos en grande. EPÍLOGO. De todo cuanto se ha espuesto en este pequeño trabajo, se deduce: 1.° Que los fosfatos tienen una influencia directa en la vegetación en general y en la de los cereales en particular. 2." De todos los fosfatos, los alcalinos y los de cal y magnesia, son los que obran directamente, trasformándose los últimos en solubles y pasando á los vegetales para condensarse en el fruto. 5.° Las causas principales de la disolución de los fosfatos son el ácido carbónico, las sales amoniacales, y los ácidos acético y láctico. 4.° Cada una de estas causas puede contribuir á efectuar la disolu- ción bajo distintas formas, según las circunstancias. 5.° Una vez que estos fosfatos hacen parte del fruto, pueden, por el ácido láctico que se origina durante la germinación, trasformarse en solubles, y por algún tiempo subvenir á las necesidades del nuevo ser que se va desarrollando. 6." En vista de lo que antecede, la aplicación de estas sales al cul- 11)2 tivo de los cereales, se deberá hacer de manera que estén en las condi- ciones en que vemos se pueden disolver. 7." Por las análisis que presentamos de varios cereales de la Penín- sula se viene en conocimiento, atendida su producción, de la cantidad de fosfatos que habrá que añadir á una tierra para tener un máximo de cosecha. 8." Teniendo en cuéntalas propiedades de algunos abonos, los pode- mos emplear simplemente sin mas que dejarlos llegar al periodo de des- composición en que contienen mayor cantidad de fosfatos disueltos. 9.° Cuando se desee que actúen inmediatamente, deberemos mez- clar con el abono normal los fosfatos naturales que poseemos, ó en su lugar los huesos en polvo ó en cenizas. 10. Conocido el valor de los abonos con relación al ácido fosfóri- co, el agricultor puede elegir el que mas le convenga, procurando co- locarle en las condiciones que se han indicado para tener mayor canti- dad de fosfatos solubles. H. No se deberán añadir ácidos minerales para disolver los fos- fatos tórreos, sin neutralizarlos antes de llevarlos á los campos. 12. De ningún modo se mezclará el sulfato ferroso con los abonos si se desea tener mas fosfatos asimilables. 15. Tampoco se añadirán ácidos minerales á los abonos para fijar el amoniaco ó disolver los fosfatos que en ellos existen, porque, como se ha indicado, impiden y detienen su descomposición. 14. Es suficiente, para mezclar los fosfatos naturales ó las cenizas de huesos con los abonos orgánicos, poner una parte en peso délos pri- meros para 100 de estiércol, seguros que con esta pequeña adición, que es bien económica, puesto que solo asciende á un gasto de 4 á 6 rs. (1) para cada 1 . i 50 kilogramos de abono que pone á sus tierras, se mejoran sus condiciones, siendo este abono el que contendrá mas ácido fosfó- (1) Valor en Madrid de 11,5 kilogramos de cenizas de hueso, í rs.— Id. de huesos en rama, i rs. los 46 ks. (quintal).— Id. 11,5 kilogramos de fosforita quebrantada, en Logrosan, 4 rs. 193 rico y á menor precio que ningún otro, pudiendo esperar de él varias cosechas. Nuestros labradores deberán mirar esta importante cuestión con mas detenimiento que hasta el dia, porque desconociendo en su mayor parte las condiciones de la vida de los vegetales que cultivan, tienen en sus manos los mejores alimentos que estos necesitan, y no obstante, dejan trasportarlos á otros paises, como sucede con la fosforita, que de Lo- grosan. y pasando por Lisboa, se ha mandado á Londres en miles de quintales, saliendo en este último punto de 500 á 600 rs. tonelada, ó sea de G á 7 rs. los 11 ,5 kilogramos (arroba). Nosotros desearíamos, en atención á todas nuestras observaciones, que abandonando prácticas las mas veces rutinarias, entraran en la via de la experimentación, seguros que obtendrán favorables resultados, compensándose con esto las miras de la celosa Corporación que propone temas como el presente, dirigido á mejorar un ramo de la agricultura que, bien entendida, y contando con la feracidad de nuestro suelo, no tendria rival en el mundo, cabiéndonos entonces la doria de haber contribuido por nuestra parte, con todos los medios de que hemos po- dido disponer, al bien estar de nuestro pais. 3S 194 APÉNDICE. En varias ocasiones, al hablar de la determinación del ácido fosfó- rico y análisis de los cereales, se ha dicho que era operación sencilla, y que cualquiera podia efectuarla ; y nos toca en este sitio hacer presente (]ue habiendo ensayado y comparado la mayor parte de los muchos mé- todos conocidos para determinar el ácido fosfórico, hemos preferido en muchas ocasiones reducir las sustancias á cenizas, favoreciéndola oxi- dación con algunas gotas de ácido nítrico, y después de la adición de agua y filtración añadir estaño al líquido ácido, para poder, fundán- dose en la propiedad que tiene el fosfato de estaño de ser insoluble en el ácido nítrico, determinarle en este estado; método ya conocido, pero que si bien no está exento de algún pequeño error, su brevedad le hace preferible, en este caso, al procedimiento de Chancel. Muchos ensayos hemos intentado con objeto de ver si el molibdato de amoniaco era aplicable á la determinación cuantitativa del ácido fos- fórico, pero todos nuestros esfuerzos han sido inútiles. La precipitación tan abundante que produce depende de las cantidades relativas del mo- libdato de amoniaco y del ácido libre, ya sea el nítrico ó el clorhídrico, no siendo por lo tanto el precipitado un cuerpo de composición cons- tante, como lo hemos comprobado repetidas veces por análisis directas que se han efectuado poniendo cantidades conocidas de fósforo disueUo en el ácido nítrico, y los precipitados obtenidos han distado mucho de demostrarnos la cantidad calculada de antemano ; por lo cual no es posible emplearle con este objeto, ni tampoco por el método volumé- trico, que también, aunque sin buen éxito, se ha ensayado. Quizá otros mas afortunados , ó con mas esperiencia , lo consigan ; pero será siguiendo un camino distinto del nuestro. FIN. índice. hTKÜüUCCION PÁGINi. o Generalidades acerca de los veyelales 10 Germinación 10 De la vegetación 13 Influencia de los fosfatos t erreos en la vegetación 14 Existencia de los fosfatos en las plantas 15 Cantidad de ácido fosfórico en los vegetales 21 Efectos de los fosfatos en la vegetación 29 Origen de los fosfatos 48 Estado en que son asimilados los fosfatos 5" Causas naturales de vielamórfosis de los fosfatos t erreos 84 Distribución de los fosfatos en los vegetales 8o Alteraciones de los fosfatos absorbidos 87 Segunda parte 89 De los cereales 90 Terrenos para el cultivo del trigo 104 Relación entre la semilla y la superficie 114 Producción media 119 Relación entre la paja y granj 122 Cantidad de ácido fosfórico que necesitan los cereales para su de- sarrollo 123 Necesidad de añadir fosfatos á las tierras 128 Abonos 132 Formación de los abonos normales como disolventes de los fosfatos tórreos 133 Aplicación de los abonos fosfatados 14S Grado de fertilidad de las tierras. 1 50 Abonos fosfatados de origen orgánico 1 53 Abonos fosfatados de origen animal 1 54 Carnes 1S4 Saiif/re - 1 57 Orina y heces ■ ISS Huesos 164 Excrementos de oveja 169 Palomina 170 Guano . no Abonos fosfatados orgánicos l'^l Abonos vegeto-animales l'^2 Estiércol 1"2 Basura de población 176 Abonos minerales fosfatados 178 Cenizas de plantas l''^ Cenizas de huesos 179 Fosfatos naturales 1 79 Barbechos 184 Abono puesto por hectárea 1 87 Abonos normales 1 88 Equivalente de los abonos , 189 Valor de los abonos 190 Epílogo 101 Apéndice 104 EERATAS PRINCIPALES. -^'^f\f\/\fiíf\f\rr- PAG. LINEA. DICE. LÉASE. 9 úllima al 1 el 28 20 1,5 magnesia 1,5 cal 2!) 3 70 eq. de ac. fosf. 71 eq. ac. fosf. Id. id. 19,17 19,14 Id. s 42,49 42,51 Id. 13 combinados combinado Id. U de esle este :U ligiira 4,6 moiros 5,5 metros :J2 1 granos gramos 33 21 lodos todas 38 2(5 época poca ÍO 23 3 y el del 2 3 ([ue el del 2 oO 23 0,0005 0,00005 Id. 2í 0,00005 0,0005 53 0 si no se someten si se somete miligr. milig. Id. 27 0,05 miligr. 0,09 mil. 0.05 á 0,09 ;>4 9 0,05 0,5 So 2 y parlir y á partir ()(> 1() resultado. Deduciendo resultado; deduciendo Id. 30 3.' CaO, PbO, 3.' 3 CaO, PhO, 67 r^ no podemos podemos Id. 13 conserva se conserva «8 u admitimos admitamos 11 "l 3 (KO. PhO.) 3 KO. PhO, 75 10 nitrato nitrito 8;; 3 explicaciones aplicaciones 9Í 24 13 y 32 13 y 38 lOá 2 N. Nitrógeno 119 1 primero segundo 120 29 4 y 26 4 y 23 130 última fosfato fosforita 13;> 29 fosfatos fosfuros MEMORIAS Dlí LA I5KAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS. FÍSICAS Y NATURALES JDE 1í/lj^t:>:rxt:>. TOMO VI. 2.» SERIE.-CIESCÜS FÍSICAS.- TOSO 2."— 2.' I'AIITE. MEMORIA PREMIADA EL CONCURSO PUBLICO ABIERTO POR LA ACADEMIA PARA EL AÑO \m SOBRE EL TEMA Influencia de los fosfatos tórreos en la vegetación y procedimientos mas económicos para utilizarlos en la producción de cereales en la Península, " ESCRITA POR DON RAMÓN DE MANJARRES Y BOFARULL, Catedrático por ripoKicinn de quimica industrial y análisis ¡¡uimica cu la escuela industrial superior Sevillana. INTRODUCCIÓN. In laboriliiis comedes ex ea cuiicii; dicbus viíae tuse. {Genes, cap. 3, v. 17.) Antes de entrar en materia debemos hacer una salvedad. Vamos á tratar la cuestión planteada por la Academia de Ciencias naturales bajo su punto de vista más general. Los fosfatos férreos á que se refiere el programa, se encuentran en el reino mineral, bailándose también en el reino orgánico. Nosotros no nos limitaremos á tratar de los fosfatos térreos que existen en el reino mineral; buscaremos dichos fosfatos donde se encuentren; estudiaremos su influencia sobre la vegetación, y buscaremos los procedimientos más económicos para utilizarlos en la produc- ción de cereales, sea cual fuere su origen. 20 i Principios generales acerca del crecimiento y composición de las plantas. Si las plantas tomaran todos los elementos que necesitan de la atmósfera que las rodea, la tierra solo les serviría como de punto de apoyo, y las generaciones de vegetales se sucederían unas á otras, sin que se agotaran nunca los principios á los cuales deberían su nu- trición. Esto es precisamente lo que sucede con las plantas submari- nas. [Liehiy.) Las plantas terrestres, para crecer y adquirir todo su desarrollo, exijen el concurso del suelo y de la atmósfera, tomando de uno y de otra los elementos sólidos, líquidos y gaseosos que necesitan. Los vegetales absorben por sus partes verdes durante el dia el ácido carbónico de la atmósfera, y asimilándose una parte de carbono, desprenden cierta cantidad de oxígeno. Privados de los rayos solares, por el contrario, absorben oxigeno, y desprenden ácido carbónico. El vegetal se asimila además, según Ville, cierta cantidad de ázoe de la atmósfera. Las materias nitrogenadas existentes en el terreno propoi'cionan también alas plantas, con su descomposición, una cantidad de ázoe, la cual si no es completamente indispensable para la vegetación , contri- buye por lo menos al pronto desarrollo de la misma. Las plantas to- man, además, del terreno diferentes principios minerales , muclios de ellos indispensables para la formación de determinados órganos. Todos estos principios fijos los encontramos después en el residuo resultante de la incineración del vegetal. La potasa, la sosa, la cal, la magnesia, la alúmina, el hierro y tal vez el manganeso y otras bases, forman parte de las cenizas de las plan- tas. Estas bases se encontraban en el vegetal combinadas con ácidos orgánicos, los cuales, al incinerar aquel, se han descompuesto, quedando las sales respectivas convertidas en carbonatos ó solo en sesquióxidos. Las cosechas sucesivas consumen cierta porción de estos principios 205 que existían en el terreno, pudiéndose dar el caso que alguno de ellos, que tal vez exista en corta canlidad, y que es al mismo tiempo indis- pensable para la vegetación, llegue á disminuir consideraljiemente, y hasta á desaparecer del todo de dicho terreno. Llegado este caso, el suelo ya no puede dar las cosechas que daba primitivamente, á no ser que por medio de abonos se restablezca su composición primitiva. La experiencia ha demostrado en agricullura que la cantidad de materias vef/etaks producidas en una superficie dada, aumenta con la adición de cier- tas sustancias que primitivamente formaban parte del mismo suelo, y que des- pués han sido absorbidas por las mismas plantas . (Liebig.) Beseua histórica. La influencia de los abonos es conocida desde muy remota antigüe- dad, si bien se empleaban empíricamente. Muchos escritores griegos se ocuparon de esta importante materia; y Teofrasto, en su Historia de las plantas, habla del aprovechamiento de las deyecciones humanas como abonos. Entre los escritores latinos vemos que Catón, que escribió sobre la agricultura 150 años antes de Jesucristo , se ocupó también de toda clase de abonos animales, especialmente de los estiércoles. Los romanos siguieron las lecciones de los griegos y cartagineses. Lo mismo que otros pueblos agrícolas de la antigüedad, no perdonaban medio para procurarse estiércoles para sus campos; no conociendo, sin embargo, el abono por medio de agentes minerales. En defecto del es- tiércol de los ganados y de las aves convertían los vegetales en abonos, sembrando legumbres y enterrándolas con el arado antes de que gra- nasen ; quemaban el rastrojo, y acampaban el ganado en medio de las tierras. Bajo el nombre de Sterculivs ó Esterquilinius veneraron al dios Sa- turno, padre de la agricultura, porque había recomendado el empleo del excremento de los animales para fecundizar el suelo. Columela, célebre agricultor y escritor gaditano, que floreció bajo 206 el imperio de Augusto Cesar, habla de los abonos animales, dando en general la preferencia al estiércol de las aves; indicando además la ma- nera de formar un estiércol con las cenizas, el depósito de las cloacas, el rastrojo y las barreduras, en el caso de no poder disponer de ganado ni de materias excrementicias. Plinio el Mayor dice haber visto en las Galias y en Inglaterra hacer uso de las margas para abonar las tierras; práctica desconocida por los romanos de su época. . El guano, este abono tan rico en materias azoadas y en fosfatos, era empleado en pequeñas dosis en las costas estériles del Perú mucho an- tes del descubrimiento de las Américas. El uso de los abonos debió sujetarse á reglas científicas desde que el análisis químico hizo ver la composición del aire, la de la tierra y la de los vegetales. Hasta fines del siglo pasado se consideraban como principios indis- pensables á la vegetación el carbono, el oxígeno y el hidrógeno; ad- mitíase la existencia de una corta cantidad de ázoe en ciertos princi- pios inmediatos vegetales ; sabíase también que las plantas absorbían de la tierra las sales y sustancias orgánicas suministradas por los abo- nos que el agua tiene en disolución; sin embargo, no se determinaba de modo alguno el importante papel que los elementos minerales re- presentan en la vegetación, ni mucho menos se creían indispensables para el completo desarrollo del vegetal. Berthollet, en su Statique Chimique, publicada en 1805, da á cono- cer que las plantas herbáceas contienen mayor cantidad de tierras que las leñosas y estas mayor que los árboles. Cita experimentos de Saussure que tienden á comprobar que la magnesia, la alúmina y la sílice no toman origen en la planta en el acto de la vegetación, sino (jue proceden del terreno; y á pesar de que sienta como principio que estas tierras y las sales de ácido mineral que se introducen en las plan- tas se encuentran accidentalmente en la economía vegetal, no deja de conceder cierta importancia á las mismas al decir que una parte de los viatenales en la vegetación ordinaria debeproceder de la tierra, y entrar en la composición de la savia. 207 Los autores posteriores á Berthollet admiten con poca diferencia esta misma teoría; y si bien muchos de ellos sientan que los principios indispensables á la mjetacinn son el oxigeno, el hidrógeno y el carbono, no dejan sin embargo de advertir que algunas de las sustancias minerales contenidas en las plantas, parecen indispensables á la vi^la de determinadas especies, citando como ejemplo las plantas marinas, que contienen cons- tantemente cloruro de sodio, yoduro de potasio y bromuro de magne- sio; el trébol y la alfalfa, que solo crecen bien en terrenos selenito- sos; la borraja, el girasol y la parietaria , que no vegetan con loza- nía sino en terrenos salitrosos, etc. {Girardin, lecciones de química. 2/ edición, 1839.) El análisis químico puso de manifiesto en aquella época la verda- dera composición de las cenizas. La potasa, la sosa, la cal, la mag- nesia y la alúmina fueron reconocidas en las cenizas como procedentes del terreno , y absorbidas por las raices del vegetal , en cuya savia se encontraron disueltas en combinación con los ácidos minerales, carbó- nico, sulfúrico, fosfórico y nítrico; ó con los ácidos orgánicos, como el tartárico, cítrico, oxálico y otros, ó bien formando cloruros y otras combinaciones binarias. Berzelius , el fundador de la química moderna , avanzó más que los químicos franceses de su época. En la edición de su Tratado de (¡uimica de 1858. indica ya algunos de los fenómenos cuyo descu- brimiento se atribuye á los experimentos de Liebig, Ville y de otros químicos modernos. Berzelius , sin pretensiones de resolver el gran problema de la asimilación de los fosfatos, reconoció toda la impor- tancia que tienen estas sales para el perfecto desarrollo de las gramí- neas; é indicó los diferentes casos en que los fosfatos térreos se disuel- ven, ya en los ácidos nítrico y clorhídrico diluidos, ya en las aguas car- gadas de ácido carbónico, ya en fin bajo la in/hiencia de ciertas materias orgánicas noácidas, con las cuales forman combinaciones solubles ó insoluhtcs. II cu i/o papel es sumamente importante en las operaciones quhnicas y orgáni- cas de los minerales y de los vegetales. Liebig, Boussingault, Payen, Gasparin y otros químicos modernos, no tan solo han sentado terminantemente que estas materias minerales 208 son tan indispensables al vegetal como el mismo ázoe, sino que han he- cho ver la necesidad de devolver al terreno en forma de abonos ia catHidad de sustancias minerales que han sido asimiladas por los vegetales produci- dos por el mismo suelo. Esta opinión es la que hoy dia prevalece en el mundo científico, y la que está mas conforme con la práctica y la ex- periencia. De los abonos en general. Se da el nombre de abono á toda sustancia mineral, vegetal ó ani- mal, propia para conservar, aumentar ó restablecer la fecundidad de una tierra. Para un vegetal determinado, el mejor abono es aquel que presenta á la planta el ázoe y los principios que entran en la composición de la 'misma bajo una forma asimilable para él . • Las sustancias que concurren al crecimiento de las plantas po- demos dividirlas en dos clases: la 1 .' comprende el oxígeno, el hidró- geno , el ázoe y el carbono, elementos que encuentra en el aire , en el agua y en los cuerpos resultantes de la descomposición de los abonos orgánicos; la 2.' clase comprende las sales terreas y alcalinas que cons- tituyen las cenizas de los vegetales, las cuales proceden de los elemen- tos del suelo ó de la parte mineral de los abonos. La materia orgánica de un vegetal, es decir, la parte compuesta de oxígeno, hidrógeno, carbono y ázoe está en general en mayor cantidad que la que se ha su- ministrado á la planta en forma de abonos [fíomsingault); lo cual , sin negar la eficacia de los abonos, conduce naturalmente á pensar que la atmósfera puede procurar al vegetal todos estos elementos. Los abonos que se suministran á las plantas con el fin de procurar- les estos principios, y en particular el ázoe, se llaman abonos azoados, y proceden del reino orgánico. La agricultura tiene generalmente me- dios para procurarse estos abonos á bajo precio y en grandes masas. El objeto de nuestro trabajo exije que prescindamos, á lo menos por ahora, de dichas materias; las cuales, sin embargo, nunca dejan de suministrar también al vegetal ciertos principios de naturaleza mineral. 209 Las sustancias minerales que contienen las plantas no pueden considerarse como accidentales. Los vegetales regados con agua destilada viven y crecen en un suelo completamente privado de materias salinas, pero no adquieren el vigor que en un suelo rico de aquellos principios. La parte inorgánica de un vegetal procede del suelo ó de los abo- nos. Si en uno y en otro falta la cantidad indispensable de sales terreas y alcalinas asimilables para la formación y completo desar- rollo del vegetal, este nace v vive enfermizo , desarrolla únicamente las partes que pueden subsistir á beneficio de los elementos que encuen- tra en la atmósfera, pero se seca antes que haya pasado por todas las fases de la vegetación. Estas materias inorgánicas se proporcionan al vegetal por medio de abonos orgánicos que las contengan, ó por medio de abonos minera- les propiamente dichos. Los vegetales hasta cierto punto no admiten indiferentemente los principios miuerales que existen en el suelo. Las plantas marinas, cuyas cenizas contienen carbonato de sosa, languidecen en un suelo complelameute privado de cloruro de sodio, mientras que otras no loman más que una pequeña cantidad de dicha sal. La parietaria, la ortiga , la borraja y el girasol se asimilan una gran cantidad de nitratos; mientras que otras plantas que viven en el mismo terreno, pre- sentan tan solo indicios de dichas sales en su composición. El trigo, al lado de las remolachas y de los nabos, toma en un mismo terreno una cantidad de ácido fosfórico ocho veces mayor que la que toman los otros dos vegetales. En un mismo vegetal, los principios minerales se fijan en una parte con preferencia á otra: asi la ,paja seca de trigo contiene una cantidad de sílice 50 ó 60 veces mayor que el resto del vegetal: las cenizas del grano del trigo contienen más de la mitad de su peso de fosfatos, mientras que las cenizas de los tallos herbáceos del mismo contienen escasamente un 12 por 100. (Saussure.) Algunos de estos principios, por ejemplo los fosfatos, no existen en la tierra en cantidades inagotables. Si en un suelo se suceden unas á otras las cosechas de cereales sin devolver al mismo la cantidad de fos- fatos y otras sales que las plantas se asimilaron, podrá dicha tierra, 210 duraiUe cierto número de años, conservar su fertilidad á beneficio de labores profundas que revuelvan el subsuelo; pero tarde ó temprano lle- gará á un estado de esquilmo ó empobrecimiento, que no podrá satisfacer las exijencias de un cultivo lucrativo. Liebig cita la Virginia como un ejemplo de esta clase, cuyo pais, en otro tiempo muy fértil, no puede hoy dia alimentar el tabaco y los cereales. Tal vez encontraríamos otro ejemplo en algunas regiones de la costa de África, y especialmente en la Argelia. Las tierras esquilmadas vuelven á fertilizarse añadiéndoles cierta cantidad de los principios minerales de que carecen, y que son indis- pensables para el vegetal que se trata de producir. Ciertas tierras com- puestas casi en su totalidad de arcilla y arena, á pesar de su buena apa- riencia, no produfen trigo ni legumbres hasta que se les echa cal: des- pués de este abono, las primeras cosechas que producen sobrepujan toda esperanza. Si por medio del análisis químico llegamos á conocer con exactitud la composición de un suelo y la de las cenizas del vegetal que ha de producir, bastará añadir á la tierra los principios minerales que le faltan para obtener una cosecha abundante. Por este medio, dice Liebig, po- drá el labrador imitar el proceder de una manufactura bien organizada; lle- var un libro para cada uno de sus campos; determinar con anticipación y exactitud la naturaleza y la cantidad de todas las sustancias r/ue debe añadir después de tal ó cual cosecha, para mantener su fertilidad primitiva; calcular y espresar de un modo positivo las libras de tal ó cual principio mineral que deberá añadir al sucio para aumentar su fertilidad respecto de cada especie de plantas. Haremos observar, sin embargo, que á pesar de la exactitud de las operaciones analíticas, no basta en ciertas circunstancias añadir tal ó cual principio á la tierra; es preciso además que aquel se presente al vegetal bajo una forma asimilable; y si nos concretamos á los fosfatos tórreos, que son el principal objeto de este opúsculo, encontraremos ejemplos bien palpables de lo que acabamos de manifestar, y que más adelante espondremos estensamente. PRIMERA PARTE. Influencia de los fosfatos térreos en la vegetación. V amos á considerar esta cuestión bajo un punto de vista general, dando á conocer la opinión de los principales químicos acerca del par- ticular. Las semillas, lo mismo que los huevos de las aves, contienen un punto, en el cual se inician todos los fenómenos de la vida, colocado en el centro de una masa vegetal, que es la que ha de proporcionar el ali- mento á la planta durante el primer período de su existencia. Cuando empieza la germinación, sale de este punto la radícula, des- tinada á formar la raiz, y la plúmula, que ha de producir el tallo ó eje ascendente del vegetal. Colocada la semilla en circunstancias favorables, se hincha poco á poco; los cotiledones se separan, y la raiz se desarrolla penetrando en la tierra; la plúmula presenta los rudimentos de las primeras hojas, se dirijo hacia la luz y conduce consigo los co- tiledones hasta la superficie de la tierra. Formada ya la raiz, recibe de la tierra las materias nutritivas que necesita por medio de las raicillas ó esponjillas, mientras que las hojas llenan también en contacto del aire sus funciones, asimilándose diferen- tes principios gaseosos que entran en su constitución. 2i2 Bajo la influencia de la endósmosis, de la capilaridad y de la suc- ción ó fuerza de vegetación, el agua se introduce en la planta, recorre todos sus tejidos, y contribuye, tanto por las sustancias procedentes del suelo, que lleva en disolución, como por las que trasporta de un lado á otro de la planta, al entretenimiento de la vegetación. El movimiento ascensional del líquido ó savia se efectúa en el sistema leñoso de la planta : la savia, después de infdtrarse por las raicillas, se eleva por la raiz principal del tallo, llega á las hojas y á las partes verdes de la cor- teza, y habiendo adquirido nuevas propiedades en virtud de los cam- bios que ha experimentado en su composición, desciende por el sistema cortical hasta la extremidad de las raices en donde empezó la absorción. Entre los [irincipios minerales que el vegetal absorbe del suelo, podemos citar los fosfatos térreos de cal y de magnesia. La presencia de estas y otras materias minerales ya hemos dicho antes que era esencial, puesto que la planta muere ó no llega á su com- pleto desarrollo, cuando no puede asimilarse una cantidad suficiente de las mismas. Es cierto que las sustancias minerales no son tan indispen- sables para unas plantas como para otras: según Berzelius, el Icpidium salivum y otras varias pueden crecer en los fragmentos de hilo de pla- tino y en la flor de azufre lavada. En este caso toman su alimento del aire, y después de quemadas, se halla que sus cenizas contienen exac- tamente la misma cantidad de materias minerales que existia en la se- milla, y sin las cuales probablemente no se hubiera desarrollado. Para convencerse de que la presencia de los fosfatos en las plantas no es accidental, sino que es efecto de una de las leyes más sabias de la naturaleza, basta reflexionar que los huesos, y todos los jugos y tejidos de los animales, así carnívoros como herbívoros, contienen gran canti- dad de fosfatos, especialmente de cal y de magnesia. Durante el creci- miento del animal no es posible que se forme y desarrolle su esque- leto, sino á beneficio de los fosfatos de cal y magnesia, que consti- tuyen más de la mitad del peso de los huesos. Además, debemos admitir la necesidad de su intervención en la economía , aunque no tengamos otra razón que la constante presencia de los mismos en todos los líquidos y partes organizadas. [Liebiy.) 213 En un animal carnívoro desde luego se concibe que los mismos fos- fatos que forman parte de la carne con que se alimenta, son los que se encuentran en su economía; pero en cuanto á los herbívoros, ¿seria lógico admitir que el esqueleto del caballo y del buey se forma con sa- les que accidentalmente se encuentran en los forrajes? Cuando vemos las leyes y el orden que rije en toda la naturaleza, ¿no nos será dable afirmar á priori, que para que se forme el esqueleto de los herbívoros, puso aquella en los vegetales que les sirven de alimento, cierta cantidad de fosfatos? El suponer que el crecimiento del esqueleto de un herbívoro es obra que se hace al acaso á beneficio de algunos fosfatos y sales terreas que accidentalmente encuentra el animal en su alimento, sería una suposi- ción contraria á la sabiduría, orden y previsión que se observan en todas las reglas de la naturaleza. Y si la existencia de los fosfatos terrees en los vegetales está sujeta á leyes fijas é invariables, ¿cuál es el origen de estas sales? Hemos dicho antes, que hoy dia ni aun al más profano en la ciencia se le ocurre el sostener que estas sales toman origen en el vegetal. Nada se cria de la nada; y así como los animales se asimilan los fosfatos en las plantas, estas absorben los que contiene la tierra. Cuando se considera la cantidad de fosfatos contenidos en los hue- sos de los animales y en las plantas, particularmente en las semillas de los cereales, no puede menos de admirar que la tierra pueda suministrar anualmente estas sales en tan gran cantidad. Y si bien es cierto que los fosfatos no se fijan en totalidad en los huesos de los animales, siendo el esceso de aquellos devuelto á la tierra en forma de excrementos, tam- bién es cierto que no todos los labradores abonan sus tierras, y que la mayor parte de ellos, fiados en la feracidad de sus campos, no tratan de restituir al terreno los elementos minerales que ha es( raido la vegetación. Pueden citarse muchos países en que las cosechas sucesivas de ce- reales han agotado de tal manera la cantidad de fosfatos que contenia la tierra, que en el dia no se puede cojer en ellos ni un grano de trigo: así como se ha visto con frecuencia, que tierras de todo punto estériles han producido abundantes cosechas de cereales cuando se han abonado 2t4 con materias fosfatadas. A mediados del siglo pasado , unos pobres calvinistas que hahian pasado á Cleves (Prusia Rlienana) para embar- carse para América, empezaron á cultivar unos matorrales que se les cedieron. El abono excrementicio que se procuraban á 6 y 8 leguas de distancia, y la actividad de los habitantes produjo tan buenos efectos sobre aquellas tierras, que la pequeña colonia de calvinistas á prin- cipios de este siglo constituia ya un pais fértil y floreciente . el Louisendorf. Liebig dice haber visto en Inglaterra que los campos exhaustos de sales fosfatadas duplicaban como por encanto sus co- sechas cuando se esparcían sobre ellos los despojos de los huesos im- portados del continente. Pero esta importación , si continuara mucho tiempo en las mismas proporciones, deberla agotar poco á poco el pais de donde se esportan. Es preciso no desperdiciar ni desechar ninguna sustancia fosfatada, ningún residuo de los que se produzcan en un pais, para devolver á la tierra la cantidad de fosfatos tórreos que le quitaron los vegetales. Los fosfatos tórreos se encuentran sumamente diseminados en el reino mineral: y no es solo en las tierras movedizas formadas por los detritus de varias rocas donde existen aquellas sales ; en el granito, en el gneis y en otras muchas rocas más compactas que estas se en- cuentran en proporciones no definidas los fosfatos tórreos; siendo por consiguiente la cantidad de aquellos en la superficie del globo mu- cho más abundante de lo que en un principio se creia. (Fownes.) En comprobación de la existencia de los fosfatos en muchas especies mine- rales, sin que formen un elemento integrante de las mismas, citaremos los heléchos que crecen sobre las rocas, y que las cubren de una ligera capa orgánica: las cenizas de estos vegetales contienen una cantidad bastante notable de fosfatos tórreos , los cuales solo pueden provenir de las rocas sobre que crecieron dichos heléchos. 215 Constitución y naturaleza del suelo. Lo que vulgarmente se llama tierra ó suelo es una mezcla de va- rias rocas reducidas á polvo más ó menos fino, y de despojos de ve- getales y animales. Es evidente que, según sea la naturaleza de las rocas de que proceden eslos delrilus, variará completamente la cali- dad de terrenos: así, en los sitios en que dominen las rocas crisla- linas , la tierra podrá estar constituida por el detritus del granito y del gneis, conteniendo residuos de rocas de origen más reciente . si estas existen en el terreno. Las arcillas, ó sean silicatos de alúmina, que comunmente forman parte de las tierras de labor, proceden de la descomposición de rocas feldespáticas , cuyo álcali ha sido disuelto en gran parte por el agua junto con una porción de sílice (Berzelius). Cuando se deslié en agua una tierra de esta naturaleza, la arcilla y los residuos orgánicos se mantienen durante algún tiempo en suspensión, pudiéndose separar de las partes más pesadas, las cuales, sometidas á un examen microscópico, dejan ver fragmentos de cuarzo, de feldes- pato, de esquisto arcilloso, de carbonato de cal, láminas de mica, resi- duos de conchas, etc., etc.; variando la cantidad y naturaleza de este residuo, según la calidad de la roca que se hallaba mezclada con la ar- cilla. Raras veces aparece dicho residuo formado exclusivamente de granos de cuarzo; pero aun suponiendo que fuera así, en la misma arena silicea puede reconocerse la presencia de sales terreas y alcalinas, susceptibles de ser asimiladas por las plantas que vegetan en dicha arena. (AYiegmann y Polstoff.) Un suelo compuesto esclusivamente de sílice y caliza pura sería de todo punto estéril. Entre los minerales cuya desagregación puede dar lugar á la forma- (úon de las arcillas, además de los feldespatos de base de potasa, sosa ó cal (piedra de labrador), figuran las micas y las zeolitas, minerales que son partes constituyentes del granito, del gneis, del micasquisto, del 216 pórfido, del esquisto arcilloso, de la grauv/acka, del basalto, del kling- stein ó piedra sonora y de la lava. Las materias terreas ó detritus de las rocas, forman diferentes ca- pas ó clases distintas de terrenos sedimentarios perfectamente caracte- rizados. Todos ellos, hasta los de formación más antigua, contienen restos de moluscos y de zoófilos; lo que equivale á decir que en todos ellos encontraremos fosfatos tórreos. Además de estos fosfatos de origen orgánico, existen en el suelo otros de origen puramente mineral, procedentes, según Bischof, de la descomposición de ciertas rocas primitivas, tales como el granito, el basalto, el micasquisto, el trapp, la fonolita, la piedra pómez, la obsi- diana, la hornblenda, la augila y otras, en las cuales existe el apalito o fosfato de cal; así como también puede atribuirse la presencia del fosfato de magnesia al apatito talcoso y á la magnesita, minerales menos abun- dantes que el apatito. Cuando se analizan las tierras con escrupulosidad, aun cuando pro- cedan de llanuras arenosas que parecen completamente estériles, se en- cuentran en todas ellas cuando menos vestigios de fosfatos. También se encuentran en todas las aguas minerales cuando se procede á un escru- puloso análisis. Mas adelante trataremos del modo cómo pueden los fosfatos tórreos entrar á constituir parte de las sales contenidas en los jugos vejetales. De todo lo expuesto hasta aquí, podemos deducir: I . ' Que ios fosfatos férreos están sumamente diseminados en el reino mi- neral bajo diferentes formas, y que en ciertas circunstancias son asimilados por los vegetales. 2." Que los fosfatos terreas asimilables , si están en pequeña cantidad en un terreno, podrán ser agotados por las cosechas sucesivas de cereales, si no se reponen con abonos que los contengan en cierta cantidad ij en determinadas condiciones. 217 De qué manera las sales terreas son asimiladas por los vegetales. Los Órganos vegetales por los cuales tiene lugar la absorción, pue- den comparaiíse á unos filtros perfectos que no dejan pasar más que lí- quidos del todo limpios. Por razón de la delicadeza y exquisita suscep- tibilidad que poseen diclios órganos, absorben proporciones variables de sales disueltas, según el grado de viscosidad que presenta la disolu- ción de cada sal en particular. (Saussure.) Todos los ensayos practicados con el objeto de bacer absorber por una planta un cuerpo sólido, cualquiera que sea su estado de división, han sido infructuosos; y si en las plantas encontramos ciertas sales in- solubles, es porque estas toman origen en el mismo tegido vegetal, á beneficio de una acción recíproca entre dos sales solubles. (Boussingault.) Bajo este supuesto , veamos de qué manera se hacen solubles los fosfatos tórreos contenidos en el suelo , y qué papel representan en la economía vegetal. De ninguna manera satisface las exigencias de la ciencia moderna el decir con Payen que los fosfatos decaí y magnesia, que se encuen- tran muy esparcidos en la naturaleza , pasan por medio de los actos de la nutrición, primero del suelo ó de los abonos á las plantas, y de estas á los herbívoros y luego á los carnívoros. Convenimos en que en la ve- getación hay fenómenos cuya explicación no podremos dar; pero esto no impide el que tratemos dentro del círculo de la ciencia, y hasta donde esta alcanza, de darnos cuenta y razón de todos los fenómenos; y pues- to que, como dice Berzelius, una teoría no debe tomarse como una verdad infalible, y sí como un medio de explicar un fenómeno, y que la teoría que hoy nos parece satisfactoria, podrá ser completamente dese- chada cuando la ciencia dé un paso más, nada impide el que se formulen diferentes teorías para explicar el paso de los fosfatos tórreos del suelo á los órganos vegetales. Veamos en primer lugar cuáles son en general los disolventes 2 18 químicos de los fosHitos, é investiguemos después si durante la vegeta- ción se encuentra alguno de estos disolventes en presencia délos fosfatos térreos y alcalinos que contiene el suelo. Fosfatos alcalinos. Los fosfatos de potasa, sosa y amoniaco son so- lubles en el agua. Así, pues, existiendo dicho líquido en el terreno, es- tarán aquellas sales en las condiciones convenientes para ser absorbidas. La cantidad de fosfatos alcalinos que existen en un suelo es muy va- riable, pues que prescindiendo de los que podrán tenor las aguas en disolución, una gran parte de ellos procede de la descomposición de los vegetales que han sido enterrados , quemados ó descompuestos en el mismo suelo. Las cenizas del tallo del trigo [Irilicum salivimi) contienen, según Boussingault, o por 100 de fosfato de potasa: así, pues, en las localida- des en donde se quema el rastrojo , se produce desde luego una canti- dad de fosfatos alcalinos solubles y fácilmente asimilables por los vege- tales, obteniéndose un efecto análogo en los sitios en donde se acumulan yerbajos, cañas y otros vegetales para quemarlos en montones sobre las tierras. Es indudable que la descomposición pútrida de los vegetales que se entierran con el arado ó que se sacan espontáneamente en el mismo suelo , da también por resultado una porción mayor ó menor de fosfatos alcalinos, especialmente fosfato de potasa; los cuales se en- cuentran igualmente en los abonos excrementicios líquidos y solidos, en los líquidos que han estado en contacto con el estiércol de cuadra, y en general donde quiera que haya materias orgánicas en descom- posición. Fosfatos de cal. El fosfato tribásico ó sea fosfato de cal ordinario (5 Ca O, Ph O') es insoluble en el agua , pero se disuelve en casi to- dos los ácidos aunque estén diluidos. El agua cargada de ácido carbónico disuelve grandes cantidades de este fosfato. Una lámina de marfd puesta en infusión en el agua de Seltz, á las 24 horas se reblandece, lo mismo que si hubiera estado en el ácido clorhídrico diluido: es decir, que el fosfato de cal del marfd se disuelve á beneficio del ácido carbónico del agua de Seltz, dejando úni- 219 caniente la parte orgánica, que con el agua hirviendo se disuelve convir- tiéndose en gelatina. El ácido acético disuelve también el fosfato de cal; y según Delie- rain, este ácido, junto con el carbónico, disuelve dicha sal con mas fa- cilidad que cada uno de ellos por separado. Las disoluciones de cloruro de sodio, cloruro amónico, el yoduro y bromuro de potasio, y tal vez otras sales alcalinas, lo disuelven también. Según Lassaigne, 1 litro de agua , conteniendo 85 gramos de cloruro de sodio, disuelve O gramos 853 de fosfato de cal. Ciertos ácidos enérgicos, como el sulfúrico, lo trasforman en fos- fato ácido (CaO, 2H O, PhO°), sal que se disuelve fácilmente en el agua: el ácido empleado queda neutralizado por 2 equivalentes de cal de la base del fosfato, siendo estos reemplazados por 2 de agua: 5CaO, Pb0' + 2(S0\ H O) = (GaO,2HO) PbO' + 2 (Ca 0,SO'). Finalmente, ya dijimos en la página 9 que los fosfatos de cal inso- lubles se disuelven en los líquidos que contienen diversos cuerpos orgá- nicos no ácidos, formando con algunas materias orgánicas combinacio- nes que representan un papel importante en las operaciones químicas orgánicas de los animales y vegetales. Los fosfatos de cal que se encuentran en el reino mineral, y cuyos detritus forman parte del suelo, fueron estudiados por G. Rose; de cu- yos experimentos, hechos sobre diferentes ejemplares procedentes del Arendal, Cabo de Gata, San (jotardo, Tirol y Sajonia, dedúcese que en todos ellos, además del fosfato de cal tribásico, existe una porción de fluoruro ó cloruro de calcio: la proporción constante de los elementos de este mineral conduce á la fórmula 5 (5 CaO, Ph O") Ca (Cl, Fl) únicamente se encuentra alguna variación entre las cantidades relativas de cloro y flúor; pero siendo estos dos cuerpos isomorfos, puede ad- mitirse que se sustituya uno á otro en parte ó totalmente. En algunas variedades, aunque raras, la magnesia sustituye á la cal. Las variedades de cal fosfatada de que hace mención Duffrenoy, son las siguientes: Cal fosfatada crislalina. Forma prismas de seis caras de color va- 220 riable. debido á sustancias que accidentalmente contienen. La varie- dad á la cual Werner daba el nombre de {Sparf/ehlein) csparragolita ó esparraguina, y 'a que el mismo indicó con el nombre de apatilo, exis- tente en Jumilla (reino de Murcia), han sido comprendidas después por Haüy bajo la denominación general de apatilo. El apatito pertenece á los terrenos más antiguos y á los volcánicos: se encuentra diseminado en las rocas de estos últimos; en pequeños filones en el granito; acompañando también á algunos minerales metá- licos, al esquisto talcoso, al esquisto cloritoso, á la albita, al anfibol, al granate, ala piroxena, al epidoto y á otras rocas. Cal fosfatada granuliforme. Variedad que existe en Gelhvara, Suecia y Groenlandia, en masas verdosas y rojizas de fractura granular, y muchas veces de poca cohesión. Cal fosfatada compacta. El tipo de esta variedad es la fosforita de Logrosan en Estremadura. Presenta más dureza que la variedad cristalina, y algunos fragmentos dan chispas con el eslabón, á causa de una cantidad de cuarzo que contienen; motivo por el cual Haüy le dio el nombre de cal fosfatada cuarcifera. También se da el nombre de fos- forita á algunos ejemplares procedentes de Jumilla, á causa de dar una ligera fosforescencia cuando se proyecta su polvo sobre las ascuas; pro- piedad que tiene toda la de Logrosan. Más adelante nos ocuparemos de esta última, extendiéndonos acerca de las aplicaciones que puede tener á la agricultura. Una variedad análoga existe en el Papiol, en Cataluña. Cal fosfatada concrecionada. En masas arriñonadas y fractura fibrosa y fina, color gris amarillento. Se encuentra en Estremadura, en Bohe- mia y en Amberg. A esta misma variedad pertenece la que se conoce en los Estados- Unidos con el nombre de eüpijchroita, yhfrancolita del Devonshire. Cal fosfatada terrea. La fosforita de Estremadura se presenta en al- gunos puntos en masas de fácil desagregación, las cuales pueden con- siderarse como una variedad terrea. La piedra de Marmarosch, de Kla- proth, la pseiido-apatita de Breithaupt, y la osleolila de Broméis, blanca y pulverulenta como la creta, pertenecen á esta variedad. 221 También deben incluirse en la misma los coproUtos. Seda estenoni- 6re á unas masas arriñonadas, de un color gris ceniciento, á veces bas- tante oscuro, poco coberentes, y presentando cierta disposición en es- piral, las cuales en ciertos terrenos acompañan á los restos de algunos animales fósiles. Muchos naturalistas creen que los coprolitos son los excrementos de dicbos animales. Se ha encontrado esta materia en varios puntos: en la parte inferior de los terrenos cretáceos , como en el gres verde de la costa del Havre; en las arcillas del lias cerca del Fins, de- partamento del AUier; en el lias de Lime-Regis, sobre la costa de Dor- set en Inglaterra, en donde hay una cantidad inmensa de esta materia; encontrcándose también en la caliza carbonífera devoniana, en el cragg del Condado de Suffolk, que según Beudant pertenece á la misma clase que los terrenos sub-apeninos, y en otros terrenos. Hé aquí la composición de dos ejemplares distintos de coprolitos analizados por Berthier : Fosfato de cal tribásico í^(3,5 Carbonato de cal 1 1,76 Arcilla 0,6 Hulla, agua y pérdidas l,-4 [Procedente de Fins, en el Allier.) Fosfato de cal tribásico 57,50 Carbonato de cal 7,60 Carbonato de magnesia 2,60 Arcilla con silicato de hierro 25,50 Aíj ua 7,50 {Procedente del Cabo de la Heve, cerca del Havre.) La ausencia del cloro y del tluor en los coprolitos hace que se co- loque á esta sustancia en la categoría de las materias fosfáticas orgáni- cas, teniendo por consiguiente más analogía con el fosfato de los hue- sos que con los fosfatos minerales. Algunos geólogos atribuyen á los coprolitos un origen puramente mineral: suponen que el fosfato de cal 222 de los nodulos se ha agrupado en formas arriñonadas, en virtud de fuer- zas puramente físicas, y que, arrancado de los fdones de apatito, ha to- mado la forma sólida cuando lian variado las condiciones de solubili- dad de las aguas. Sin embargo, tanto si se tiene en cuenta su composi- ción química, como su estado físico, y los efectos que producen sobre la vegetación, deben considerarse los coprolitos como de origen orsánico. Berlhier describe además un fosfato de cal grafitoideo , diseminado en nodulos en las arcillas esquistosas que forman parte de los terrenos inferiores de Normandía, encontrándose una variedad análoga disemina- da en las rocas volcánicas en el Cabo de Gata. Mas adelante citaremos otras materias fosfáticas que pueden ser de utilidad á la agricultura, pero que separándose ya de la clase de los fosfatos puramente minerales, debemos por ahora prescindir de ellas. Dijimos antes cuáles eran en general los disolventes de los sub-fos- fatos de cal. Ahora debemos solamente advertir que no todos se disuel- ven con la misma facilidad. Las variedades compactas, entre ellas la fosforita de Logrosan, siendo de difícil desagregación, requieren que antes de ponerlas en contacto con el disolvente estén reducidas á polvo impalpable, á fin de que la disolución sea sensible. Cuando la división mecánica se lleva hasta cierto punto, todos los fosfatos sin escepcion se disuelven en mayor ó menor cantidad en los ácidos diluidos y en el agua saturada de ácido carbónico. La fosforita de Logrosan, triturada y pasa- da por un tamiz de tela metálica número 80, si se pone en digestión con agua saturada de ácido carbónico, y después de remover se deja bien ta- pado el frasco, á las 48 horas el líquido tiene una cantidad de fosfato en disolución, suficiente para ser descubierta por los reactivos que sirven para este caso, y susceptible de enturbiarse cuando por medio de la ebu- llición del líquido se expele el ácido carbónico, que fué el disolvente. Otros fosfatos. Existen en el reino mineral otras varias especies de fosfatos, cuyos detritus pueden formar parte del suelo , si bien siempre en pequeñas proporciones. Citaremos en primer lugar la wagnerita ó pleuroclasa, aunque espe- cie rara, cuya composición es 5 MgO, PhCMgFl; pudiendo en ella 9 2:í encontrarse el cloro reemplazando en parte ó totalmente al flúor; la wa- welita, fosfato bi-alumínico con fluoruro de aluminio; la ambligonita. fosfato lítico-alumínico; la lazulita, fosfato magnósico-alúniina con fos- f\Uo ferroso-eálcico (Berzeüus); la klaprothina, que es un fosfato de alú- mina y magnesia, y otros fosfatos metálicos, que solo pueden conside- rarse que existen en algunas tierras accideulalmenle. Los disolventes de estos fosfatos son en general los mismos que sir- ven para disolver los sub-fosfatos de cal. Veamos ahora si en el terreno se encuentran los disolventes que pueden suministrar á las plantas todas estas materias minerales en diso- lución. En cuanto al agua, que es el disolvente de los fosfatos alcalinos, ya sabemos que donde falta este liquido no hay vida: sin la presencia del agua no se concibe la vegetación. Además, si de la descomposición de una materia orgánica azoada resulta fosfato amónico, es de suponer que esta sal al estado naciente, en contacto con los compuestos magnesiauos que se encuentran en las cenizas de la mayor parte de los vegetales, forme un fosfato magnésico- amónico que es bastante soluble en el agua (1). Por este medio po- demos explicar la existencia del fosfato de magnesia que se encuentra en la semilla de los cereales, combinado, según Liebig, con el amoniaco; sal que acompaña á la harina, si bien la mayor parte queda en el salva- do, y que se encuentra también en el mosto de la cerveza. A la descom- posición de esta sal se debe la presencia del fosfato de magnesia en las cenizas de los cereales; fosfato sin el cual no pueden llegar á su perfecta madurez (Liebig). Podemos también formarnos una idea de la gran cantidad de fosfato de magnesia que existe en las gramíneas, con solo considerar que las concreciones que se forman en el ciego de los caballos (1) Boussingault observó, que dejando una disolución de cloruro de magnesio en contacto con la orina, al cabo de algunos dias se obtiene un preci- pitado de fosfato raagnésico-amünico. El mismo químico propuso desinfectar los líquidos excrementicios por este método, aprovechando el ácido fosfórico y el amoniaco de los mismos en forma de sal doble, como abono para la agricultura. 22i alinfieiitados con heno y cebada, están compuestas casi exclusivanienle de fosfatos de magnesia y amoniaco. Segnn Saussurre, la insolubilidad de los fosfatos de cal y de magne- sia y de otros compuestos insolubles, puede ser atenuada por su con- versión en sales dobles. Finalmente, las sales que en los laboratorios consideramos como in- solubles en el agua, no lo son en el sentido absolu!o de la palabra. Desde que una semilla empieza á germinar hasta que concluye la vida del ve- getal, constantemente circula por sus vasos una cantidad de agua; y por pequeña que sea la porción de materias terreas que aquella disuelva, ;,no podrán irse acumulando estas lentamente en los tejidos vegetales, y proporcionarles la cantidad de alimento mineral que necesitan? El car- bonato de magnesia, ó magnesia blanca, que en los laboratorios le con- sideramos como insoluble, porque necesita 2.500 veces su peso de agua para disolverse, sin más disolvente que esta, puede introducirse en can- tidad bastante en los vasos de una gramínea, y dar origen á otros com- puestos magnesianos; pues como dice Boussingault, ciertas sales inso- lubles pueden tomar origen en el tejido de la misma planta por una ac- ción recíproca ó doble descomposición entre dos sales disueltas. Si ade- más recordamos que el carbonato de magnesia, lo mismo que el decaí, se disuelve fticilmente en el agua que contiene ácido carbónico, veremos que hay en el terreno elementos naturales para disolver los carbonates de magnesia que se encuentran en las calizas, en las dolomías y en otros minerales. El piro-fosfato de magnesia 2Mg O, PhO', que es el que se en- cuentra en los huesos calcinados, y que procede tal vez de un fosfato tribásico (23IgO, HO) PhO', existe en todas las partes sólidas y lí- quidas de los animales y en los vegetales; este fosfato se disuelve, se- gún Grabam, en 522 partes de agua fria, siendo mucho más soluble cuando el agua contiene algún ácido en libertad. Cuando mezclamos una disolución de fosfato de sosa ó de potasa con otra de sulfoto de magnesia, pasadas algunas horas se depositan unas agujas muy finas exagonales de fosfato de magnesia 2MgO, P hO' (Tterzelius) soluble en 522 veces su peso de agua. 225 El ácido carbónico, al cual se atribuyen tan preciosos efectos como disolvente, se encuentra en abundancia en el mismo terreno. Do quiera se observa, dice Berzelius, que el agua asciende de las capas inferiores de la tierra, y este agua contiene pequeñas cantidades de sal común, de sulfatos y de ácido carbónico, que disuelve la cal y la magnesia Si apurando más la materia queremos averiguar el origen de este ácido carbónico , lo encontraremos en las descomposiciones or- gánicas que constantemente tienen lugar en el seno de la tierra; tal vez en reacciones producidas por agentes puramente minerales, como la de algunos sulfatos que se forman espontáneamente por la oxidación de las piritas, los cuales dotados de una reacción acida obran sobre los carbonatos, dejando libre el ácido carbónico. Estas y otras mil causas constantes de producción de ácido carbónico, bacen que este gas. en vir- tud de su densidad mayor que la del aire, se acumule en las cavidades del terreno, y entre las capas de arena y tierras movedizas. El agua procedente de las lluvias ó de corrientes subterráneas, lo disuelve, tras- portándolo á la superficie de la tierra, en donde contribuye, como be- mos dicho, á la disolución de los fosfatos térreos, facilitando su asimi- lación por las plantas. Hemos dicho contribuye, porque no queremos atribuir esclusivamen- te la asimilación de los fosfatos á la simple disolución de estos por me- dio de dicho gas. Cuando se considera la multitud de liqúenes que crecen en las paredes verticales de las rocas, sin hallarse rodeados de ninguna capa de tierra que pueda retener el agua que contiene ácido carbónico, y se observa por otra parte que en las cenizas de estas masas de liqúenes hay potasa, cal, sílice, fosfatos, etc.. preciso es reconocer que la natu- raleza vegetal, al apropiarse estos cuerpos, dispone de recursos que nos son desconocidos, y que probablemente residen en las raices de las plantas. (Berzelius.) Deber nuestro es decir algunas palabras acerca de los trabajos de P. Thenard acerca de la vegetación. Este químico, en vista del resul- tado de varios experimentos, establece que ciertas materias del suelo, TOMO VI. 2" 226 tales como la alúmina, el óxido de hierro y el carbonato de cal, fijan una materia azoada de composición cuaternaria, que existe en el es- tiércol fermentado, para formar una especie de sales que él llama lacas^ las cuales, descomponiéndose lentamente, ceden á la planta una parte importante de los elementos útiles para la vegetación. Tlienard dice haber aislado dicha materia, de un color negro, ala cual da el nombre de ácido fiimico. siendo su composición C" H'° NO'*. Para esto obtiene primero el fuñíalo de amoniaco, legivando con agua el estiércol fermentado. Según dicho químico, el fosfato de alúmina, insoluble en los álcalis, se disuelve completamente en el fumalo de amoníaco, de cuyo hecho saca alguna deducción para explicar el paso del ácido fosfórico á los vegetales; y pretendiendo formar una teoría gene- ral y completamente nueva, atribuye á los sesquióxidos de hierro y de aluminio una gran importancia, tanto en la formación de las lacas ó fu- matos, como en el paso de los fosfatos á los vegetales; citando un expe- rimento que es la piedra fundamental de su nueva teoría, «Todos sabe- i>mos, dice, que el fosfato de cal es soluble en el agua cargada de ácido >' carbónico, en la cual son insolubles los fosfatos de hierro y de alúmi- »na. Pues bien, pongamos en un frasco 50 gramos de una de las tierras ■>que yo he examinado, que proceden todas de la descomposición de «rocas jurásicas; llénese esta botella de agua carbónica saturada de fos- »fato de cal; ciérrese y agítese bien: al cabo de 5 ó 4 dias si se filtra «dicha agua, se encuentra en ella carbonato de cal, pero no se encuen- "tra el menor vestigio de fosfato.» Si en lugar de los 50 gramos de tierra se pone alúmina ó sexqui- óxido de hierro preparado en el laboratorio, el resultado será idéntico. Según Thenard, bastan la acción del agua de lluvia y algunas sema- nas de contacto, para que el fosfato de cal quede completamente des- compuesto en presencia de otras sales, y ceda todo su ácido fosfórico al hierro y á la alúmina. Asi pues, en el terreno todo ó la mayor parte del fosfato de cal, en presencia de un gran exceso de sexquióxido de hierro y de alúmina, y bajo la influencia del agua y de los agentes at- mosféricos, es descompuesto, pasando su ácido fosfórico á dichos sexqui- óxidos. Como la combinación que forma el ácido fosfórico con dichos 227 sexquióxidos no es soluble en el agua, y como el mismo autor á que nos referimos, ilice que entre los elementos naturales sobre los cuales los químicos agrícolas lian fijado la atención, no hay ni uno siquiera que disuelva los fosfotos de sexquióxidos, preciso era para completar su teoría buscar un disolvente nuevo. Este fué el fumato amónico. Por consideraciones que no desarrolla, Thenard supone que los silicatos de cal no son tan insoliibles como se cree, y que la acción de los silicatos solubles que existen en el terreno sobre los fosfotos de hier- ro y de alúmina, da por resultado la descomposición de estos últimos y la formación de fosfatos de base de óxido terreo, que son asimilados por la planta antes que el sexquióxido de hierro vuelva á descomponer el fosfato de protóxido. El vegetal parece como que aprovecha este mo- mento para asimilarse los fosfatos que necesita. Esta teoría ingeniosa no se encuentra corroborada por ningún otro químico; y tal vez la acción del fumato amónico sobre los fosfatos pue- da comprenderse en una de las causas de disolución anunciadas por Ber- zelius, cuales, la influencia de ciertas materias orgánicas no acidas. (Véase página 207.) No se puede negar, sin embargo, la afinidad de solución entre el agua saturada de ácido carbónico y los fosfatos de cal; siendo también cierto que así como al precipitar el óxido férrico de una disolución que contenga ácido fosfórico este es arrastrado por aquel, así también el con- tacto prolongado del sexquióxido de hierro con el líquido que tiene el fosfato de cal en disolución, puede dar lugar á la formación de una parte de fosfato férrico, sobre todo en presencia de un exceso de ácido car- bónico, pronto á trasformar la cal en carbonato. Resulta, pues, que la teoría de Thenard está basada sobre hechos reales, aun cuando no la tomamos en absoluto para atribuir á una causa única la asimilación de los fosfatos. Se atribuye al óxido férrico del suelo una influencia benéfica sobre la vegetación. Así, Malagutti considera que dicho óxido es de mucha importancia, no solo por la pequeña parte que se asimilan las plantas, sino también por la propiedad que tiene de absorber y condensar el 228 iimoiiiaco en sus poros, favoreciendo la descomposición de los detritus orgánicos (t), y produciendo amoniaco en el momento en que, pues- tas en contacto con la atmósfera las capas inferiores del suelo por medio de las labores, experimentan una sobreoxidacion. A todas estas pro- piedades del óxido férrico puede añadirse la de apoderarse del ácido fosfórico del fosfato de cal para liacerlo después soluble, según la teo- ría de Tlienard. Aquí debemos repelir, respecto de este fosfato, lo que dijimos an- tes respecto de la insolubilidad absoluta de las sales. (Véase pág. 224). Según Fierre, el fosfato de hierro (2 Fe O, H 0) Ph O', se disuelve en poco más do 1.000 veces su peso de agua saturada de ácido carbónico, y en la mitad si dicho líquido contiene 0,002 de ácido acético. El fos- fato Fe* O', Ph O', 4 H O, se disuelve en 12. 500 veces su peso de agua cargada de ácido carbónico. El subfosfato Fe' O', Ph, O', se di- suelve también , según Berzelius, en amoniaco que contenga fosfato amónico, formando con el ácido fosfórico de este un fosfato neutro so- luble en el amoniaco. Resumiendo, de todo lo que antecédese deduce: 1.° Que la presencia de los fosfatos en las plantas no debemos conside- rarla como accidental, sino del todo indispensable para el completo desarro- llo de los vegetales. 2.° Que los fosfatos férreos existen en abundancia en el suelo, de donde los toman los vegetales. ó." Que las sales terreas se introducen en el vegetal al estado de disolu- ción, xj que sus disolventes existen en el mismo suelo cuando este está en buenas condiciones de cultivo. (1) El sexqulúxido de hien-o, en contacto con una materia orgánica y con el aire, cede constantemente oSígeno ala primera, adquiriéndolo inmediata- mente de la atmósfera, siendo, por lo tanto, una causa perenne de oxidación. 22!) Del verdadero papel que representan los fosfatos en la economía vegetal. La influencia del ácido fosfórico en la vegetación no puede compa- rarse con la que tiene en la economía animal. Repartido en la sangre y en todas las partes del cuerpo del animal en la primera época de su vida, podria creerse que su principal objeto era formar el esqueleto. Pero, una vez ha llegado este á su completo desarrollo, todos sus líqui- dos y demás partes del cuerpo contienen grandes cantidades de ácido fosfórico, especialmente al estado de fosfato alcalino, reemplazando y sustituyendo muchas veces á los carbonatos alcalinos; sales que, tenien- do una parte de álcali libre, comunican á la sangre un gran número de propiedades notables, manteniéndola en un estado de fluidez conve- niente. (Liebig.) No es posible, en el estado actual de la ciencia, emitir una opinión positiva acerca de la manera cómo el ácido fosfórico interviene en las funciones orgánicas. Únicamente podemos decir que la sangre es en el animal el suelo de donde todos los órganos toman origen de un modo uniforme y con una composición constante; y que, por lo mismo, la sangre es preciso que, reuniendo todas las condiciones necesarias, con- tenga partes combustibles, que sean los agentes que trasportan los gérmenes de actividad vital y producen calor, y partes incombustibles que sean los mediadores de estas funciones: entre las últimas se cuenta el ácido fosfórico, al cual debe atribuírsele por lo tanto una gran in- fluencia en las funciones plásticas. En la vegetación no pueden atribuirse al ácido fosfórico y á los fosfa- tos estas funciones plásticas. Un grano de trigo sembrado en un suelo libre de fosfatos, si bien no producirá grano, produce sin embargo un tallo, cuyo esqueleto mineral ó cuyas cenizas contendrán una gran can- tidad de sílice. ;,Qué influencia tienen los fosfatos térreos en la vegetación, y en particular en el desarrollo de los cereales? 230 Fuerza es confesar que los resultados obtenidos por Liebig acerca de este punto, dejan mucho que desear. En una memoria que Jorge Ville presentó en 1857 á la Academia de Ciencias de París, trató de precisar la influencia de las sustancias minerales en la economía vegetal. Sus observaciones, hechas ya con el concurso de materias azoadas, ya sin el auxilio de estas, condujeron al químico francés alas dos conclusiones siguientes: 1." En ausencia de lodo principio azoado en el suelo, los compuestos mi- nerales tienen muy poca influencia sobre las plantas; siendo además aquella casi independiente de la naturaleza de dichos compuestos. 2." En presencia de materias azoadas . las 7nismas sustancias mi- nerales tienen una in/luencia muy notable sobre las plantas; siendo además su acción determinada por la naturaleza de dichas sustancias minerales: los fosfatos obran más enérgicamente que los álcalis; los álcalis más que las tierras. La poca influencia que tienen los compuestos minerales sobre la vegetación cuando no van acompañados de algún principio azoado, está demostrada por los resultados siguientes, obtenidos por Ville sembrando trigo con materias minerales, ya solas, ya mezcladas con materia azoada: Síd materia Con materia azoada. azoada. Gramos. Oramos. Fosfatos térreos, silicatos alcalinos 8,15 21,08 Fosfatos térreos ó alcalinos 7,25 19,17 Tierras y álcalis 6,31 15,14 Tierras sin álcalis 5,71 11,16 Álcalis sin tierras 6,60 16,59 La materia azoada empleada como abono contenia O gramos 110 de ázoe: en cada experimento se sembraron 20 granos de trigo. La materia azoada de que se valió, eran granos de altramuz, que 231 habia tenido durante varios meses en digestión en el agua saturada de ácido carbónico. Los vasos de que se valió para los experimentos, eran de barro ordi- nario; pero habiendo reconocido en dicho barro cantidades notables de fosfatos, así como también en los granos de altramuz, á pesar de la pro- longada digestión en el agua saturada de ácido carbónico, repitió los experimentos de una manera mas precisa. Para esto se valió de una materia azoada completamente libre de fosfatos, como es el nitro: comparó el desarrollo de los vegetales, ya en vasos de barro común, ya en vasos de bizcocho de porcelana, y reco- noció que en los primeros, cuando la tierra no contiene fosfatos, las co- ledlas disminuyen por mitad; si bien la vegetación sigue su curso ordi- nario, y el trigo llega á producir grano á expensas de los fosfatos que forman parte del barro del vaso. En los de bizcocho, si la tierra contie- ne una materia azoada (el nitro), la planta perece en el momento en que llegan á faltarle los fosfatos; presentando durante su corta vida un as- pecto sumamente triste, que contrasta con el que presentan las plantas cultivadas en un suelo que contiene fosfatos. Cuando la tierra no contiene nitro, las plantas cultivadas en los vasos de porcelana presentan exacta- mente el mismo fenómeno, es decir, que se ahilan y mueren cuando les faltan los fosfatos. Hé aquí los resultados obtenidos empleando como materia azoada O gramos 792 de nitro. Vasos de barro Vasos ordinario. de biziocho. í-ramos. Gramos. Fosfatos térreos, silicatos alcalinos 24,10 20,86 Fosfatos térreos ó alcalinos 20,00 18,80 Tierras y álcalis 10,00 0,G0 Tierras sin álcalis 10,48 1,84 Álcalis sin tierras 15,01 0,78 232 Repitiendo los mismos experimentos en vasos de bizcocho, y sin el concurso del nitro ni otra materia azoada, obtuvo los resultados si- guientes: flraiuos. Fosfatos tórreos, silicatos alcalinos 6,85 Fosfatos tórreos ó alcalinos 5,06 Tierras y álcalis 0,77 Tierras sin álcalis 1 ,00 Álcalis sin tierras 0,80 En estos experimentos Ville manifiesta hasta la evidencia la impor- tancia de los fosfatos en la agricultura; pero no pudiendo todavía sacar una consecuencia definitiva acerca del modo como obran sobre los ve- getales, emprendió todavía otros experimentos. En un vaso de porcelana lleno de arena pura y constantemente hu- medecida, sembró trigo, el cual nació y siguió el curso regular y com- pleto de su vegetación; sin embargo, desde un principio apareció como lánguido, y á duras penas llegó á formar el rudimento de los granos. Ensayó añadir á este suelo artificial una materia azoada, el nitro; obte- niendo en este caso un aumento de paja, pero no llegando tampoco el grano á su completo desarrollo. Añadió en las mismas condiciones cier- ta cantidad de bases terreas (cal y magnesia) y álcalis al estado de bi- carbonatos, pero la planta pereció. Finalmente, vio que la planta pros- peraba en vasos de barro común que contiene fosfatos, cuyas sales fueron asimiladas por el vegetal: la adición de tierras y álcalis carbonatados no ejerció en estos vasos la influencia maléfica que en los de porcelana. De todos estos experimentos deduce Ville, que \os fosfatos contenidos en el suelo ejercen dos acciones: una de ellas inmediata y directa, y la otra indirecta, que determina la asimilación de las tierras y de los álcalis. En cuanto á la acción inmediata y directa, todos los químicos la re- conocen, lo mismo que Ville; pero respecto á la manera como interviene en las funciones orgánicas délos vegetales, debemos decir lo que Liebig, 233 refiriéndose á la acción que tienen las mismas sales en el organismo animal: No es posible emitir una opinión posiliva, y es preciso limitarnos ú poner en evidencia la necesidad de su intervención en la economía vegetal, si se quiere que ciertos órganos lleguen á su completo desarrollo. En cuanto á la otra acción indirecta que determina la asimilación de las tierras y de los álcalis, creemos que la acción de los fosfatos, en contacto con los álcalis, se explica, á lo menos en el caso á que se re- fiere \ille, simplemente por la ley de Dulong, que dice: los carbonatas dobles descomponen por via húmeda , lo mismo que por via seca, todos las sales insolubles cuyo óxido puede formar una sal insoluble con ácido carbó- nico. En efecto, cuando suministra á la planta cal y magnesia con álca- lis al estado de bicarbonato, perece la planta por efecto de este alimento impropio seguramente para su subsistencia; pero cuando dichos com- puestos están en presencia de los subfosfatos de cal, tiene lugar una doble reacción, y su acción deletérea es neutralizada por dichos fos- fatos, formándose carbonato de cal insoluble y fosfatos solubles asimi- lables. Esta reacción se comprueba en la práctica de los laboratorios: en una disolución saturada de bicarbonato de sosa póngase magnesia ó cal y fosfato tribásico decaí; agítese, y al cabo de pocas horas podrá reconocerse en el líquido filtrado la presencia del ácido fosfórico, de la potasa, de la magnesia, y hasta indicios de cal. En los experimentos de Ville desde luego echamos de ver la nece- sidad de que el suelo, al mismo tiempo que contiene sustancias nitro- genadas, tenga también fosfatos térreos; y tanto es así, que á una tierra pobre en restos de materias orgánicas ó azoadas es poco menos que inútü echarle fosfatos térreos, pues no son asimilados en cantidad notable; así como á una tierra exhausta de fosfatos sería inútil ponerle materias nitrogenadas, pues no podría producir con estas solas una co- secha de cereales. Boussingault, en 1857, presentó también ala Academia de Ciencias de París una Memoria, en la cual resumía el resultado de sus observa- ciones sobre la vegetación del helianlhus y del cáñamo en suelos artifi- ciales formados de cuarzo y arena pura, ya en presencia del nitro solo, ya asociando á esta materia el nitrato amónico y el ácido carbónico, y TOMO VI. 30 234 añadiendo á estas materias el fosfato de cal. El resultado de estos expe- rimentos fué análogo al que obtuvo Ville. Con los abonos nitrogenados solos, el desarrollo de la planta era incompleto: la cantidad de nitrógeno de la planta formada no era mucho mayor que la que contenia la se- milla: las nuevas hojas no se presentaban sino después de la desapari- ción de las primeras. Cuando además de los abonos nitrogenados las plantas recibían fosfatos, la vegetación era vigorosa. Estos mismos resultados los consignó Boussingaull en su obra titu- lada Agronomie, Chimie agricole el Physiologie. Hé aquí un resumen de sus experimentos sobre el helianthus argo- phyllus. Peso de la fosecha Materia vegetal Acido carbónico des- Adquirido por la planta en 84 dias • desecada siendo 1 el del grano. elaborada. compuesto por la planta en 24 boras. de vege Carbono lacion. A:oe. Gramos. Gramos. ce. Gramos. Gramos. Sin añadir sustancia alguna al suelo — 5,0 0,285 2,45 0,114 0,0025 Añadiendo al suelo fosüitos, ceniza v nitro 198,5 21,111 182,00 8.444 0,1666 Añadiendo fosfato, ce- niza v bicarbo- nato de potasa 4,6 0,591 5,42 0,156 0,0027 Los girasoles, cuyo suelo contenia nitro, fosfato y cenizas, se des- arrollaron en la arena como lo hubieran podido hacer en una tierra de buena calidad, asimilándose 8 gramos 44 de carbono. Los granos que contenían O gramos 019 de alúmina, produjeron plantas que contenían más de 1 gramo de dicha sustancia. En un suelo desprovisto de toda materia azoada asimilable, tanto con el concurso del fosfato de cal v de las sales alcalinas, como sin el 33S auxilio de estas materias, los girasoles no pasaron de la altura de 14 centímetros. El ácido carbónico de la atmósfera, ó el que se encuentra disuelto en el agua, no les suministró más que O gramos 2 de carbono, y los principios azoados de la misma atmósfera no les cedieron más que O gramos 005 de ázoe. Estos últimos resultados prueban que para concurrir activamente ñ la producción vegetal, el fosfato de cal básico y las sales alcalinas deben ir acompañadas de tina sustancia que pueda suministrar ázoe asimilable; de modo que el fosfato de cal ij las sales alcalinas añadidas al suelo sin intervención de un abono azoado, no contribuyen sensiblemente al desarrollo del orga- nismo vegetal. Con experimentos no menos delicados prueba Boussingault que las materias azoadas asimilables que contiene la atmósfera, intervienen en muy pequeña proporción para poder determinar, en ausencia de un abono azoado, una abundante y rápida producción vegetal. Parece, sin embargo, que babiéndose becbo uso del nitro como materia azoada en todos estos experimentos, bay que tener en cuenta la acción recíproca que puede existir en el suelo entre dicbo nitrato y el fosfato de cal; ac- ción que si á primera vista, al poner dicbos dos cuerpos en contacto, no es muy sensible, puede sin embargo ser de alguna consideración en presencia de la fuerza de vegetación; cuya causa, si bien es desconocida, de todos modos es menos maravillosa que la acción de presencia que ejercen ciertos cuerpos inorgánicos, determinando combinaciones y des- composiciones entre dos sustancias, cuyo contacto sin esta causa no daba lugar á reacción alguna. Finalmente, en los experin>entos de Boussingault intervienen las cenizas y los carbonatos alcalinos, los cuales, en presencia del fosfato de cal, pueden, como en los experimentos de Ville, obedecer á la ley de Dulong. (Véase pág. 255). Como dice e! mismo Boussingault, probablemente bay más analogía de lo que se cree entre las sales de que bizo uso en sus experimentos, y el estiércol de cuadra, al cual llama el abono por excelencia: por una parte los bicarbonatos alcalinos se encuentran, tanto en el estiércol como en la orina de los berbívoros; por otra parte el estiércol cambia completa- 236 mente de composición cuando se encuentra en una tierra conveniente- mente preparada: la fermentación continúa en la partes blandas, y la combustión lenta que sufre el humus ó el mantillo, último término de la descomposición de los vegetales, así como la acción que el aire, el agua y el suelo ejercen sobre todas estas materias, liacen que en definitiva el estiércol ceda á las plantas porción desales alcalinas y terreas, fosfatos, nitratos y amoniaco. Estas dos últimas materias son las que proporcio- nan á la planta cierta cantidad de ázoe. No se crea, sin embargo, que limitamos la acción de los abonos ni- trogenados á las reacciones de los principios salinos que se forman por su descomposición en el terreno sobre los fosfatos de cal. Los abonos ni- trogenados, en general, ejercen dos acciones, lo mismo que los fosfatos: una de ellas inmediata y directa, que acelera en un tiempo dado el desarrollo de las plantas que cultivamos, y que en forma de excrementos ó de estiércol aumenta la proporción de los principios sangtiinificables en las plantas que cultivamos (^LiebigJ; y otra indirecta, obrando sóbrelos fosfatos terreas, y haciéndolos solubles á fin de que puedan ser absorbidos por la planta, la cual entonces adquiere todo su desarrollo en ciertos órganos que no se desarrollarían sin el auxilio de los fosfatos, á pesar de poder asimilarse, tanto de la tierra como de la atmósfera, todo el ázoe necesario á su crecimiento. Por esto el poder fertilizante del carbón animal, que basta hace poco se babia atribuido exclusivamente al fosfato de cal, se ba visto por experimentos directos que es insignificante cuando está dicha materia completamente desprovista de la parte animal. Por esto, finalmente, el valor de tm abono es relativo á la cantidad de fosfatos y á la cantidad de ázoe que contiene. 237 SEGUNDA PARTE. Abonos fosfatados. Antes de entrar de lleno en la segunda parte de la memoria que nos prescribe el programada la Academia, ó sea á tratar de los procedi- mientos más económicos para utilizar los fosfatos terreas en la producción de cereales en la Península, veamos en general de dónde pueden las plan- tas procurarse fosfatos térreos, siguiendo en este estudio el orden de materias que indica el siguiente cuadro: /Fosfatos propios del mismo i terreno. c- f . j , , , 1 Fosfatos procedentes de los rostatos que pueden encontrarse natural-) , . , , . , , < despojos de los veeretales mente en el tereno '^. , ° I y anmiales. f Materias fosfatadas proce- \ denles de la atmósfera. Estiércol. i Materias fecales. 'Guano. 1 Huesos. 'Residuos de algunas indus- \ trias , y abonos artificiales. /Cal y margas con mezcla de I fosfatos. I Fosfatos minerales. Productos artificiales. Abonos azoados. Materias que puedeni suministrar fosfa-/ tos á las plantas.i Abonos minerales. 238 Fosfatos propios del mismo suelo. Siendo la tierra vegetal formada por los detritus de diferentes rocas, que han sido arrastrados hacia los valles, hay siempre una estrecha relación entre la naturaleza de la tier- ra y la de las rocas de que procede. Muchas veces, en virtud de las leyes que han precedido á su forma- ción, se observa que el subsuelo difiere algún tanto del suelo activo, sea por la propia naturaleza de los sedimentos, sea que la capa superfi- cial ó suelo haya sido modificada por la mano del hombre o por la mis- ma vegetación. Por el mundo agrícola han resonado en estos últimos tiempos las som- brías profecías del eminente Liebig, quien lamentando la pérdida continua de fosfatos con las materias que los sumideros délas grandes poblaciones arrastran hacia el mar, parece indicar ([ue ha de llegar un dia en que la tierra, exhausta de fosfatos, no produzca ya más trigo. Sin que en el fondo no deje de ser un gran axioma el principio sentado por Liebig, debemos, sin embargo, indicar los grandes recursos que actualmente tenemos á mano, ínterin llega el dia en (pie el labrador, con la balanza en la mano, aprecie debidamente el valor de las materias que pueden servirle de abono para sus campos, y pueda disponer de medios reales de trabajo de que ahora todavía no dispone. Hay tierras lan ricas en fosfatos naturales, que se las puede consi- derar inagotables por uu gran número de años; y que aun después de pasado este largo período, en que la capa superficial llegue á quedar exhausta de fosfatos por las cosechas multiplicadas de gramíneas, pueden todavía volver á ser fértiles por medio de un cultivo especial. Esto será una de las grandes ventajas de las labores con el vapor, cuando esto llegue á ser uu método práctico de hacer factibles y fáciles las buenas y profundas labores de cualquier terreno quesea. La cantidad prodigiosa de principios nutritivos arrastrados por las aguas, procede exclusivamente de la capa labrantía, que en muchos paises no pasa de uu grueso de 4 á 5 pulgadas: prescindiendo, por con- siguiente, de los otros recursos que la ciencia puede proporcionar al labrador, hay subsuelos ó segundas capas de tierra de considerable profundidad, que contienen fosfatos en abundancia, las cuales pueden 239 alimentar durante muchos siglos la producción de cereales. Para esto solo se necesitarán, cuando llegue el caso, labores profundas . y en último resultado, desfondos (1). Fosfatos procedentes de hs despojos de los vegetales y animales. Una tierra exhausta de fosfatos no producirá cereales; y en vano se deja descansar, si no se le añaden las sales terreas que le faltan para producir cosechas abundantes. Puede, sin embargo, influir algún tanto el barbecho en la desagregación de los fosfotos lérreos que pudiesen haber quedado en la misma tierra, poniendo bajo un estado asimilable los que antes no lo eran. Los vegetales que espontáneamente crecen en los barbechos, así como el rastrojo que se eutierra con el arado, y los vegetales que se siembran para enterrarlos también cuando llegan á cierta época de su desarrollo, preparan el suelo perfectamente; y la pequeña cantidad de fosfatos que hicieron pasar al estado soluble, queda entonces en las mejores condiciones para ser asimilados. Las malas yerbas que se arrancan de una tierra, llevan consigo cierta porción de fosfatos que se pueden devolver al mismo suelo que- mándolas v esparciendo sus cenizas; lo mismo que se hace con el ras- trojo en los paises en que. por razón de la sequedad del clima, su des- composición espontánea seria sumamente lenta. Los animales silvestres, desde los cuadrúpedos hasta los más mi- croscópicos insectos, contribuyen poderosamente á modificar la capa de tierra vegetal, proporcionándole los fosfatos asimilables que proceden de sus deyecciones y despojos. Así es como se han formado esos depósitos inmensos de guano que constituyen la riqueza de algunos paises. Así también se formaron en época muy remola esos inmensos bancos de coprolitos (véanse las pá- ginas 221 y 222) en que funda hoy dia su esperanza la agricultura moderna. Materias fosfatadas procedentes de la atmósfera. Hace mucho tiempo que se ha reconocido en la atmósfera la existencia de una porción de (1) Se llaman desfondos las labores á mas de 2o centímelrcs de profundidad. 2Í0 materias orgánicas, las cuales proceden tanto del reino vegetal como del animal; y en virtud de su gran tenuidad, ya se mantienen en suspensión en el aire, ó ya son arrastradas ó precipitadas por las corrientes. A este orden de fenómenos pertenecen los miasmas pú- tridos que infeccionan el aire en las marismas y comarcas panta- nosas , atribuyéndose á causas análogas la fecundación de ciertas plantas, la aparición del moho y de los hongos y de otros fenómenos análogos. Zimmermann, Brandes, Hermbstadt, Kruger y Boussingault, de- terminaron ya la presencia del fósforo en las materias orgánicas conte- nidas en el agua de lluvia. El conocimiento de la existencia de estos seres organizados en la atmósfera, envuelve en sí el conocimiento de que existen constantemente en la misma diferentes principios fosfatados. Los vientos arrastran de la superficie de las aguas cenagosas ó de los pantanos desecados millares de rotíferos y otros seres organizados, que, inmóviles y con toda la apariencia de la muerte, flotan en el aire hasta que el rocío los precipita sobre la tierra. (Humboldt.) La atmósfera contiene además huevos de insectos y los gérmenes de vegetaciones criptog árnicas, las mismas que se fijan muchas veces sobre los cereales ó sobre las patatas, produciendo diversas enfermedades en estas plantas. Barral, en una memoria que presentó á la Academia de París en noviembre de 1860, fundándose en estos hechos ya conocidos y en ob- servaciones propias, anunció el descubrimiento de las materias fosfata- das en la atmósfera; y sin que admitamos como descubrimiento lo que a priori debia suponerse, es preciso convenir en que dicha memoria fija algún tanto las ideas acerca de este particular. Barral, valiéndose de medios sumamente precisos, recogió y analizó el agua de lluvia durante 5 años consecutivos. Entre los resultados de sus análisis, llama muy es- pecialmente la atención el que la cantidad de ácido fosfórico contenida en !as aguas pluviales recogidas en el campo y en la ciudad, es propor- cional al volumen del líquido, si bien varía con la cantidad de residuo obtenido por la evaporación de dicho líquido, cuyo residuo es más 241 abundante en el agua de lluvia de las ciudades, á causa de la impureza de su atmósfera. No se explica satisfactoriamente cómo esta mayor cantidad de im- purezas no da mayor proporción de ácido fosfórico. Barral indica que la existencia de estas materias fosfatadas en la atmósfera, podria atri- buirse al hidrógeno fosforado inflamable, procedente de la putrefacción de materias animales; mientras que Figuier combate esta opinión, atribuyendo la existencia de dichas materias fosfatadas al fosfato de cal arrebatado por los vientos á las rocas y á los terrenos. Por nuestra par- te, no vemos en estas dos opiniones más que una razón para explicar la igualdad de la porción de fosfatos que existe, tanto en la atmósfera de las poblaciones, como en la del campo. En la primera dominan las materias fosfatadas procedentes del reino orgánico, mientras que en la segunda dominan las que proceden del reino mineral. La cantidad de ácido fosfórico obtenida por dicho químico del agua de lluvia, es de 0,05 á 0,09 de miligramo por litro de agua. Calcu- lando la cantidad de agua que anualmente cae sobre una hectárea de terreno, deduce Barral que dicha superficie recibe anualmente por este medio 400 gramos de ácido fosfórico; y como según Boussingault, 1 hectolitro de trigo roba á la tierra I kilogramo de ácido fosfórico, re- sulta que para producir 7 ú 8 hectolitros de trigo por hectárea, ó bien refiriéndose á nuestro pais, 8 ó 9 fanegas de trigo por fanega de tierra, que es la cosecha ordinaria de las que se cultivan por el sistema de barbechos, sería preciso dejar reposar durante 20 años una tierra, para que se repusiera de la pérdida de fosfatos ocasionada por una cosecha. De aquí la necesidad de los abonos artificiales, so pena de hacer lo que los árabes, que dejan descansar sus tierras durante muchos años. Materias que pueden suministrar fosfatos á las plantas. Estiércol. —La lengua española, tan rica en refranes, tiene uno, de aplicación á la agricultura, que dice: el labrador anles sin orejas que sin ovejas. La importancia que en la agricultura se da al ganado, es, pues, TüMU VI. 31 2i2 no solamente la que tiene en sí la cria y especulación del mismo, sino el aprovechamiento de sus deyecciones para abonar los campos Sabemos que solo en el cuerpo del animal joven subsiste una can- tidad de fosfato calizo en los huesos, y de fosfato alcalino en la sangre (Liebig);' y que á excepción de esta pequeña cantidad, el animal nos de- vuelve en forma de excrementos todas las sales de base alcalina, todos los fosfatos de cal y magnesia que diariamente recibe con los alimentos. En Holanda las vacas que dan leche, permanecen dia y noche en los pastos, de modo que todas las sales que contienen los forrajes, vuelven al suelo en forma de excrementos; así, pues, estos prados no pierden más que la cantidad de sales que permanecen en el queso (Liebig). Si buscamos en España un ejemplo práctico de este método de ex- plotar el suelo, lo encontraremos en el gran cultivo de las provincias de Andalucía. En dichas provincias se sigue para labrar la tierra el sis- tema llamado de Ircs hojas, esto es, de dividir la tierra en tres partes: una se siembra, otra se barbecha y h tercera se deja de manchón. La fertilidad de las tierras de Andalucía es verdaderamente asombrosa, y esto hace que en el manchón nazcan espontáneamente muchas plantas forrajeras de las mejores que se conocen, entre ellas la sulla, los tré- boles, vallico, avena, etc. (Flidalgo Tablada). En el manchón se hace entrar el ganado, el cual deja el suelo movido y mezclado con sus deyecciones. Esta práctica basada sobre un buen principio agrícola, tiene las más de las veces algo de empírico y defectuoso. Efectivamente, si en virtud de la misma fertilidad del terreno el único alimento del ganado es el forraje que produce aquel, la cantidad de fosfatos no aumenta; antes al contrario, aun suponiendo que el ganado permanece dia y noche en el manchón como eu los prados de Holanda, habrá pérdidas de fosfatos, asimilados por los animales jóvenes, en los cuales forman parte de los huesos, de la sangre y de algunos productos que rinden, tales como la leche y la lana. Así, pues, todo el efecto útil del ganado en los mancho- nes consiste en que una porción de sales terreas del mismo suelo se encuentra en las deyecciones de los animales en un estado más fácil- J 243 mente asimilable; efecto análogo, aunque más pronto que el producidü por la influencia atmosférica, por la cal (véase pág. 250), y hasta por la misma vegetación espontánea sobre el barbecho (véase pág. 218). Cuando el ganado no se alimenta exclusivamente del producto del mismo manchón, sino que recibe además una cantidad de principios nutritivos procedentes de tierras extrañas, entonces, además del efecto indicado anteriormente, se podrá obtener por medio de las deyecciones del ganado, ó de los estiércoles que produzca, un aumento de fosfatos en el suelo. El acarreo de estiércoles tiene por objeto evitar el empobrecimiento (le una tierra cultivada, siendo muchas veces el estiércol la única ma- teria con la cual se restablece el equilibrio en un terreno. Es necesario en este caso, como ya advertimos antes, cpie el alimento de los animales no proceda todo exclusivamente del terreno que se quiere abonar. El acarreo de estiércoles délos alrededores del punto en donde se labra, y el establecimiento de un buen estercolero, es una de las cuestiones de más tiascendencia para el labrador. Cuando se trata del cultivo de cereales en grande escala, la cantidad de estiércol que se produce, por lo regular, no es suficiente para las necesidades locales: en este caso se barbecha, dejando que la influencia atmosférica complete la obra empezada por la acción de las materias azoadas sobre las sales terreas insolubles del mismo suelo. Materias fecales.— Las materias procedentes de los pozos negros, y acarreadas desde el centro de las grandes poblaciones, deben compren- derse entre las sustancias propias para reparar las pérdidas producidas por las cosechas. Dichas materias se usan de distintas maneras según la práctica de cada pais establecida con arreglo á ciertas exigencias locales. Su uso data de tiempo inmemorial entre los chinos, siendo hoy dia seguido en Bélgica, Prusia, Austria, Toscana, Rusia y algunas pro- vincias de España, como son Cataluña y Murcia. En cambio hay paises muy adelantados que dejan perder este inmenso raudal de ázoe y de fosfatos, siendo arrastrado por los rios hacia el mar. La mayor parte de las poblaciones inglesas y francesas tienen esta- blecido un sistema tal de limpieza, por e! que dichos elementos, tan 2i4 útiles al terreno, se disipan, comprando en cambio huesos, guano y otros abonos á las naciones extranjeras. Rigurosamente hablando, este sistema puede producir el empobre- cimiento de todas las tierras de Europa. Liebig, llevando estos temores hasta el extremo, hace las siguientes reflexiones respecto de Inglater- ra, cuya nación, según él, ha explotado de tal modo todos los paises habitados del globo, que los fabricantes de abonos fosfatados fundan sus esperanzas en los depósitos de fosfato de cal que existen con abun- dancia en el reino mineral. «Si en Inglaterra continúa el sistema actual »de limpieza, dejando perderlas aguas sucias de las ciudades, los abo- »nos extranjeros, el guano, los huesos y demás serán tragados por las » alcantarillas que, como un abismo sin fondo, vienen hace tantos siglos >> absorbiendo los principios fertilizantes de todas las tierras arables de "Inglaterra; y después de esto, cuando Inglaterra haya agotado com- «pletamente todas las tierras cultivadas en Europa; cuando las haya im- «posibilitado para darla abonos y granos, se hallará del mismo modo »que antes de la importación del guano y de los huesos, habiendo úni- » camente alcanzado un aumento de población sin lograr un aumento »de medios de producción; y así como Roma esterilizó la Sicilia, la "Cerdeña y las costas de África, así Inglatera ha contribuido poderosa- » mente al empobrecimiento de las mejores tierras de los Estados-Unidos «que la proveían de trigos.» (Carta del Barón de Liebig á Mr. Mechide Tiptree-Hall.) En medio de todas estas razones, hay otras que se oponen á la apli- cación general de los líquidos excrementicios á la producción de cerea- les. Una de estas razones es puramente económica; es decir, que no siempre los gastos de acarreo serán compensados por el producto de la cosecha. Otra razón poderosa que atañe á determinadas localidades, es la desproporción que hay entre el número de habitantes y la superfi- cie labrada. Así, mientras que en algunos parajes de Cataluña, espe- cialmente cerca de los grandes centros de población como Barcelona, en que la propiedad está muy repartida, es fácil poderse procurar la cantidad de materias excrementicias que se necesitan para que aquellas tierras produzcan cereales, vemos que en Andalucía, donde hay falta 24o de población, y donde el cultivo se hace en grande escala, sería impo- sible procurarse la cantidad suficiente de dicha materia. Otro inconveniente se presenta todavía para poder aprovechar eco- nómicamente los líquidos excrementicios de las poblaciones: tal es el aumento siempre creciente de agua en los pozos negros, ocasionado por nuevas necesidades y por los reglamentos municipales. Esto dificulta muchas veces el aprovechamiento de dichas materias para la fabricación de abonos artificiales, especialmente el que se conoce en Francia con el nombre de poudrelte, usado en el reino de Valencia con el nombre de fempta. Este abono muchas veces es simplemente el producto de la deseca- ción espontánea de las materias excrementicias en grandes albercas; y otras veces lleva mezcla de diferentes sustancias desinfectantes, como son el carbón animal, la tierra vegetal carbonizada, ó ciertas sales me- tálicas que, fijando el amoniaco de aquellos líquidos, aumentan el efecto útil del abono. Concretándonos simplemente al caso de los fosfatos que hay que devolver al suelo, la fempla ó materias fecales desecadas, aun cuando hayan perdido una parle de ázoe, llenan perfectamente el objeto; y esparcidas á voleo sobre un campo pueden fertilizarlo, y devolverle las sales alcalinas y terreas que hubiese perdido en las cosechas anteriores. Guano.— Los excrementos de las aves, como abono, tienen una acción superior á la de los herbívoros; y esta diferencia depende principalmente de que las aves se alimentan por lo regular de semillas é insectos, así como también de su forma concreta. El guano debe considerarse entre estos productos. Esta materia se encuentra en gran cantidad en un gran número de islotes del mar del Sur, en las costas del Perú y de Chile, formando depósitos estratificados que presentan á veces hasta 20 metros de espesor. Estas islas están habitadas por una multitud de aves, sobre lodo árdeas y fenicopteras, que se posan en ellas durante la noche, y cuyos excrementos presentan una composición idéntica á la de la materia de las capas más antiguas de estos depósitos, Malagutti. calculando que en el supuesto que estas islas estuvieran 24G completamente cubiertas de aves, sería preciso 600.000 años para que se formaran dichos depósitos, cree que han debido concurrir otras causas á su formación, y que tal vez la masa principal del guano es un producto anti-diluviano. Sea como fuere, el hecho es que desde tiempo inmemorial las costas estériles del Perú deben sus cosechas de cereales al uso del guano, que los naturales aplican en pequeñas dosis, especialmente para el cultivo del maiz. Hace pocos años que los ingleses introdujeron este abono en la agricultura, y desde entonces se han descubierto depósitos inmensos de guano en otros puntos del globo. El guano es un abono de composición variable, pues unas veces la cantidad de ázoe que contiene pasa de 14 por 100, mientras que en otras calidades no llega á un 5 por 100. La cantidad de fosfatos térreos es también variable desde 25 á 42 y aun máá* por 100, prescindiendo de la cantidad de fosfatos alcalinos que contiene. Se encuentra también en el guano oxalato amónico, cloruros y sulfutos alcalinos, y en algunas variedades el ácido úrico. El guano es un abono que bajo todos conceptos está en las condi- ciones más favorables para proporcionar fosfatos á los vegetales; y esta circunstancia, para la cual contribuye no poco la gran cantidad de ma- terias azoadas que contiene, hace que su influencia sobre los vegetales sea rápida y se manifieste instantáneamente. La influencia del guano muchas veces no se hace sentir más que en una cosecha; fenómeno que los labradores esplican diciendo que el guano esquilma la tierra, y efec- tivamente es así. Usando este abono tan rico en sales amoniacales, la tierra produce cosechas más considerables; pero el aumento de esta.s traerá como consecuencia el empobrecimiento del suelo, pues que la excitación producida por las combinaciones azoadas, pudiendo determi- nar la disolución de una gran cantidad de fosfatos (véase pág. 256), hará que las plantas absorban, además de los fosfatos contenidos en el guano, una cantidad notable de los que naturalmente se encontraban en el suelo. Así, pues, el guano del Perú produce un bien momentáneo, que conducirá inevitablemente á un mal en lo futuro. [Informe sobre el 5>,'i' til guano de los Cayos de los Jardinillos al Capitán General de la isla de Cuba, por D. Alvaro Reynoso.) Las aplicaciones del rjiiano del Perú resultan más ventajosas cuando se mezcla dicha materia con fosfato de cal fúsil pulverizado, en cantidades iguales cuando menos (Pommicr). En todo caso, un exceso de fosíiitos térreos nunca puede ser nocivo, al paso que su falta ó escasez en un abono abundante en sales amoniacales, podria tener fatales consecuencias. Huesos. — La descomposición de estos sobre el terreno es muy lenta, y por consiguiente su influencia se deja sentir en las cosechas sucesivas sin esquilmar la tierra. El convencimiento de la necesidad de los abonos fosfatados hizo que Inglaterra, que marcha siempre por sus adelantos agrícolas al frente de las naciones civilizadas, se ocupara desde los primeros años de este siglo en esparcir en sus campos una sustancia tan útil y necesaria. A este efecto principiaron á emplear los huesos; y no solo practicaron toda es- pecie de diligencias para procurarse huesos en su pais, sino que fletaron buques para todos los países de Europa, de América, y aun de las In- dias Orientales, para que les trajesen el precioso abono; compraron en las costas del mar Báltico la tierra y huesos de los cementerios; final- mente, no respetando restos gloriosos, extrajeron délos grandes campos de batallas de Alemania, en solo el año de 1822, mas de 30.000.000 de kilogramos de huesos humanos, probablemente mezclados con tierras, para bonificar sus campos. Hoy dia Inglaterra importa anualmente mas de 50.000.000 de ki- logramos de huesos procedentes de distintos puntos del globo. De Inglaterra, el uso de los huesos como abono ha cundido á todos los paisas civilizados; de modo que hoy dia este artículo no solo ha du- plicado su valor, sino que aun escasea en el mercado. En Francia, en lugar de los huesos crudos, se usan los huesos car- bonizados, ó sea el carbón animal; pero como esta sustancia cuando está completamente desprovista de materia orgánica es muy poco activa, se utiliza regularmente para la agricultura después que ha servido como descolorante en las refinaciones de azúcar ó en otras industrias. Residuos de algunas induslrias'y abonos artificiales. — El carbón de hueso 248 que procede de las refinaciones de azúcar, contiene la materia coloran- te que pertenecia á los jarabes que ha descolorado, y bajo tal estado obra más enérgicamente sobre la vegetación, por la mayor cantidad de materia orgánica que contiene, susceptible de desagregar, al descompo- nerse, el fosfato de cal del bueso y disponerlo para su disolución y asi- milación. Esta materia es una de las más usadas en los departamentos del Oeste de Francia, á donde refluyen todos los que proceden de las re- finaciones de todos los puntos del imperio; su valor como abono aumenta considerablemente cuando el carbón animal va mezclado con sangre em- pleada en la clarificación de los jarabes de azúcar, hasta el punto que este residuo de la clarificación se vende más caro que el mismo produc- to fabricado exprofeso por la clarificación y descoloracion de los ja- rabes. En Nantes, que es el gran mercado de este artículo, y en donde se reúnen los residuos de las refinaciones, no solamente de Francia, sino también de Hamburgo, Amsterdam, Rusia y otros paises, se venden todos los años más de 17.000.000 de kilogramos de esta materia. A esta misma clase de abonos pertenecen los residuos de las tene- rías, mezcla de materias alcalinas ó calizas empleadas como depilato- rios, y de materias animales más ó menos descompuestas, tales como el pelo, residuos de la piel, etc. Podríamos citar otros residuos procedentes de diferentes industrias, tales como el orujo de muchas semillas oleaginosas, la cama y demás desperdicios délos gusanos de seda, etc., etc., materiasá que la agricul- tura da valor desde el momento en que las utiliza como abono. Con los desechos y residuos de algunas industrias, y con los despo- jos animales que no tienen otra aplicación directa, se fabrican abonos comerciales. El excremento de las aves, las materias fecales desecadas, la sangre y la carne igualmente desecadas, el hueso pulverizado, las ras- paduras de asta, el pescado seco pulverizado y otros muchos residuos orgánicos é inorgánicos, son las materias primeras que sirven para la confección de estos abonos. Toda la habilidad del fabricante está ó consiste en obtener una mezcla, en la cual dominando hasta cierto punto las materias fosfatadas, el efecto del abono no se limite al desarrollo momentáneo de la planta, 249 mquilmando la tierra por causa de un exceso de compuestos azoados de fácil descomposición. Por esto en dichos abonos el efecto demasiado activo de l;i palomina y demás excrementos de aves, así como el de la sangre y aun el de la carne, está neutralizado por el de los huesos y el de la ma- teria córnea, cuya descomposición es lenta, y cuya influencia deja sen- tirse en el terreno en las cosechas sucesivas. El pescado seco reducido á polvo contiene un 12 por ICO de ázoe, t un 14 y un décimo por 100 de fosfatos térreos, constituyendo por sí solo un buen abono, tanto más, cuanto que el acarreo de esta materia no ocasiona el empobrecimiento de otras tierras. La industria de Mr. Re- molón, establecida en Francia de algunos años á esta parle, está fun- dada bajo todos conceptos sobre principios lógicos. lín algunos puntos, por ejemplo en la costa de Galicia, el producto de la pesca en ciertas épocas del año es tan abundante, que se aprove- cha echándolo sin preparación alguna sobre la tierra, usándose también con igual objeto las algas y demás plantas marinas que las mareas ar- rojan á las playas, En Holanda y en algunos puertos de Escocia y de Francia, se apro- vecha la salmuera y los demás residuos procedentes de la preparación de los arenques para las tierras destinadas especialmente á legumbres. Dicha salmuera contiene 5 gramos de ázoe y 5,8 gramos de ácido fosfó- rico por litro, empleándose, ya en forma de irrigaciones, ya mezclada con el estiércol, ya formando abonos compuestos con otras materias. Abonos minerales. Cal y margas con mezcla de fosfatos. — No nos eslenderemos acerca del efecto que producen la cal y las margas sobre los terrenos, porque lo consideramos ageno al objeto de esta Memoria; solo indicaremos quede- be tenerse en cuenta la influencia que sobre el mismo terreno produce el fosfato de cal que accidentalmente acompaña á estos abonos mi- nerales. En efecto, si analizamos con escrupulosidad la mayor parte de las lOMO TI. 32 250 calizas, muy á menudo encontraremos cantidades de fosfatos, las cuales en las variedades amorfas, son por lo común muy sensibles, y liasla llegan á ser de alguna consideración. La cal, esparcida sobre los terrenos duros y arcillosos , los hace permeables, y pone en libertad los álcalis, desagregando los silicatos de alúmina y potasa, haciéndolos fácilmente asimilables por el vegetal. (Fuclis.) Es innegable que si la cal contiene 1. 2 por 100 ó más de fosfatos, no dejarán estos de contribuir al buen resultado de la cosecha. Lo mismo debe decirse del abono con las margas que accidental- mente contengan alguna cantidad de fosfatos. El carbonato de cal hecho soluble en el agua á beneficio de un esceso de ácido carbónico, obra sobre la arcilla de la misma manera que una lechada de cal; y así se esplica la influencia favorable que la marga ejerce sobre la mayor parte de los terrenos. (Liebig.) Al propio tiempo, el mismo agente que deter- mina la disolución del carbonato de cal, puede determinar la del fosfato de cal existente tal vez en la marga; pudiendo al mismo tiempo obrar cualquiera de las causas mencionadas en las páginas 218 y 219 como disolventes de los fosfatos terreas de dichas margas. Fosfatos minerales. — Trataremos este punto con toda la estension que requiere su importancia, pues á él tal vez hace especial referencia el programa dado por la Academia. Hemos visto (págs.2l9 y 220) las diferentes variedades de fosfatos que se presentan en la naturaleza. Existiendo tan gran cantidad de fos- fatos minerales, ¿seria posible aplicarlos todos indistintamente á la agri- cultura para restablecer en los terrenos las pérdidas ocasionadas por las cosechas? La aplicación del fosfato de cal mineral para abono de las tierras ha sido una innovación, cuya iniciativa pertenece á los ingleses. En un principio, la eficacia de aquellos agentes fué puesta en duda y hasta negada en los demás paises; pero al fin y al cabo se reconoció por todos. Mientras en Francia y en Alemania se formaban teorías acerca de la acción que podian tener los abonos puramente minerales, en Ingla- terra se ensayaban prácticamente; y al propio tiempo que importaba aquella nación grandes cantidades de guano, nitratos de sosa y potasa Sol del Perú, huesos de Buenos Aires y otros abonos de reconocida influen- cia, sometía á ensayos prácticos diferentes rocas fosfatados que el reino mineral le presentaba con tenia profusión en algunos condados, bajo la forma de nodulos implantados en el crmj calcáreo, y también en la capa superior de la arena verde fupper green sandj que precede inmediata- mente á la creta superior. Los franceses, que negaron al principio los efectos del fosfato fósil, reconocieron pronto su error; empezaron á buscarlo con ahinco, y pronto montaron establecimientos que, á imitación de los que existen en In- glaterra, preparan los fosfatos minerales para la agricultura. En España, en 1857, se llevó esta cuestión á las Cortes con grandes promesas para el presupuesto nacional; y tomando por punto de par- tida la esplotacion de la fosforita de Logrosan , se formuló un proyecto de ley, cuyas bases no eran tal vez las más á propósito para que se esplo- tara dicha materia debidamente y para que su uso se generalizara entre nuestros labradores. Esta circunstancia, junto con algunas ideas cien- tíficas que se vertían en el preámbulo de dicho proyecto de ley, leido por el Sr. Ministro de Fomento en la sesión de Cortes del 12 de junio de 1857, dieron lugar á que personas científicas de reconocida sufi- ciencia en su carrera especial, impugnaran dicho proyecto de ley, tal vez en demasía. (Véanse los documentos al fin de esta Memoria.) Desde algún, tiempo antes que el Gobierno español fijase su aten- ción en los criaderos de Logrosan, se esportaba ya de este punto gran cantidad de fosforita para Inglaterra, no para aplicarla en tal estado so- bre el terreno, sino para prepararla antes convenientemente para el mismo uso. La experiencia ha demostrado que hay ciertos fosfatos de cal mine- rales que pueden servir para restablecer en e! terreno la cantidad de fosfatos que se han llevado las cosechas, con tal que se coloquen en las condiciones propias para ser disueltos y asimilados; teniendo presente que así como el carbón animal por sí solo tiene poca influencia sóbrela vegetación no yendo acompañado de materias azoadas, así también el fosfato mineral obra, en iguales circunstancias, de una manera incom- pleta, y más aún si no se le presenta ó emplea en polvo impalpable. 252 Así, pues, el mejor uso que puede hacerse de dicho fosfato mineral es mezclarlo con el estiércol antes de fermentar, ya sea esparciéndolo sobre la cama de los animales, ya estratificándolo con dicho abono en el momento de sacarlo del establo. Esta práctica se observará cuando se trate de aplicarlo á tierras cal- cáreas, ó empobrecidas de materias orgánicas, ó mejoradas con cal ó margas. Al efecto, después de haber extendido sobre el suelo una capa de 25 centímetros de dicho estiércol, se esparcirá por encima el fosi'alu en 10 ó 12 kilogramos por 1.000 de estiércol. (Pommier.) Después de cuanto llevamos dicho, no creemos necesario insistir acerca de los buenos efectos que sobre dichos fosfatos producirá el ácido carbónico que se desprende durante la fermentación del estiércol; así como también la influencia de las materias azoadas del mismo sobre la asimilación de \oá fosfatos por los vegetales. Algunos de los primeros ensayos hechos para aplicar los fosfatos minerales á la agricultura, fallaron á causa de la insolubilidad de aque- llos y de la poca tenuidad de sus partículas. Cuanto mayor sea el estado de división bajo el cual se presenten al terreno, más fácilmente serán atacados por los ácidos débiles del mismo y puestos en estado de disolu- ción, única forma bajo la cual pueden ser absorbidos por las raices. A fin de presentar el fosfato ya en estado asimilable al terreno, los ingleses convierten previamente el fosfato mineral (5Ca O, PhO'j en bi-fosfato soluble (CaO, 2H0) PhO^; paralo cual, después de varios ensayos, han montado grandes fábricas, en donde atacan el fosfato mi- neral con el ácido sulfúrico y obtienen una mezcla pulverulenta, com- puesta en su mayor parte de sulfato y bi-fosfato decaí, á la cual han liado el nombre de super-fosfato de cal fsitper fosfate of lime). Hoy dia que los franceses se han dedicado con ahinco á buscar cria- deros de fosfato decaí fósil, poseemos ya cuantas noticias se necesitan para aplicar este abono con conocimiento de causa. Se observa que ei fosfato de cal fósil en nodulos ó coprolitos, se hace más fácilmente asimilable por los vegetales, cuando después de reducido á polvo fino, se deja expuesto al aire durante algunos meses; siendo en todo caso variable su acción, según se emplee solo ó mezclado con sus- 253 tancias orgánicas. Los experimentos que se hagan con esta materia de- ben practicarse siempre sobre terrenos nuevamente roturados ó no abo- nados en los años anteriores, pues que los fosfatos que pudiera contener diciiü terreno, dejan sentir su influencia mucho tiempo después. Para las tierras pobres en agentes de disolución, conviene mezchir dichos fosfatos con sustancias orgánicas; y por el contrario, podrán usarse solos en tierras novales abundantes en residuos ó despojos vege- tales: práctica que está en armonía con el modo como se aplica el carbón animal. La adición de la sangre desecada ó de cualquiera otra materia azoada análoga á los nodulos en polvo fino, produce excelentes resultados bajo el triple punto de vista del rendimiento en granos, vigor de la paja y precocidad en el vegetal. Insistimos en que de la investigación de los coeficientes de solubi- lidad deducidos en un laboratorio, á su segura aplicación en agricul- tura, hay toda la distancia que separa un efecto en estremo sencillo de otro en extremo complejo. (Bobierrc.) Por esto indicamos todas las causas que pueden contribuir á la disolución de los fosfatos tórreos del suelo, sin limitarnos á una determinada teoría ni atribuir todo el efecto útil á una causa sola. Como sucedo en todo nuevo descubrimiento, mientras unos se es- fuerzan en desacreditarlo, otros exageran sus ventajas hasta el extremo. .\o creemos, como muchos suponen, que el fosfato mineral, cualquiera que sea el estado bajo el cual se presenta, echado sobre el suelo, dupli- que como por encanto las cosechas, si al mismo tiempo no obran las causas que han de hacer asimilable dicho fosfato. Exageración parece también lo que dice Mr. Jamet, agricultor francés, que cuando se ali- menta el ganado con trébol, mielga , y sobre todo con la pulpa de la remolacha, materias que no tienen suficiente cantidad de foslatos, es preciso mezclar cierta porción de estas sales minerales en polvo con los forrajes. Jamet cita un experimento hecho con unas vacas alimentadas con remolacha mezclada con fosfato mineral en polvo, las cuales pro- ducían más leche y de mejor calidad, y su salud era mucho mejor que la de otras que no se sujetaron á este régimen; esto probaria la posibi- 25i lidad de la asimilación directa de los fosfatos térreos por el organismo anima!, lo mismo que por el vegetal. La aplicación inmediata del fosfato de cal mineral á la agricultura, depende también del estado de agregación de aquel mineral. Inútil seria esperar de la fosforita de Logrosan, reducida á polvo y esparcida sobre los campos, el efecto de los nodulos de Ardennes, en Francia, y de los coprolitos de Surrey, en Inglaterra: reducidos á polvo estos últimos en molinos semejantes á los que sirven para moler el café, aunque en ma- yor escala, y simplemente esparcidos sobre la tierra, lian dado por re- sultado que los campos que rendían 12 simientes por 1. han producido durante dos años consecutivos 15 y 16. Los franceses, poco seguros todavía del efecto que el fosfiíto de cal fósil podia surtir sobre sus tierras, recurrieron á desagregarlo por mil medios distintos. En la fábrica que hacia el año de 1857 Molón y Thurneisen estable- cieron en la Villelte, cerca de París, se preparan los nodulos proce- dentes de los departamentos de Ardennes y de la Meuse de la manera siguiente. Después de un lavado fdebourbagej para separar la arcilla que contienen, se calientan en un horno de reverbero, inmergiéndolos re- pentinamente en agua fria, á fin de que sea más fácil su trituración en los molinos. En realidad esta operación puede suprimirse, pues los no- dulos se pulverizan tan fácilmente antes de la tostacion como después; siendo igualmente atacados por el ácido clorhídrico en frió, el cual di- suelve casi todo el fosfato, dejando un residuo arenoso. Hace poco tiempo que se ha empezado á producir un fosfato de cal al estado de división química y muy soluble hasta en los ácidos débiles, precipitando por medio de la cal los fosfatos disueltos en el ácido clor- hídrico. (Elie de Beaumont.) Prestándose todos los fosfatos minerales á este tratamiento, es claro que hasta las variedades más compaclas. como nuestra fosforita de Lo- grosan, pueden ponerse bajo un estado asimilable por las plantas. Dotado este fosfato de una gran cohesión, los medios mecánicos de que podemos disponer para ponerlo en su mayor estado de división, han sido insuficientes. Asi es que las primeras importaciones de fosfato de 255 Exiremadura que hicieron ios ingleses antes de 1850, no produjeron el resultado favorable que esperaban los agricultores de la Gran Bre- taña, teniendo que confesar que, en general, hasta después de 1857 no pudieron obtener con los fosfatos minerales efectos comparables con ¡os délos huesos ó con el carbón de las refinaciones de azúcar. Según Moride, para llegar á este resultado con los fosfatos mine- rales que son insolubles en los ácidos débiles, seria preciso disolverlos previamente en ácidos minerales enérgicos para separarlos de la ma- teria silícea, y precipitarlos después por medio de líquidos amoniacales y magnesianos, añadiendo finalmente materias animales ó fermenles- cibles. Este procedimiento seria sin duda muy dispendioso, á no ser que se planteara cerca de grandes fábricas de sosa, en donde pudieran apro- vecharse los vapores de ácido clorhídrico y efectuar la precipitación con hidrato de cal, con las aguas amoniacales procedentes délas fábricas de gas del alumbrado ó con residuos de otras industrias. Mr. Moride presentó con este objeto un trabajo á la Academia de Ciencias de París, en el cual cita como fosfatos minerales insolubles en el ácido acético, en el agua de Seltz, en el sacarato de cal y en las tur- bas animalizadas en fermentación, el apalito de Logrosan y los nodulos de Ardennes. Nada diremos de estos últimos, porque no tienen impor- tancia alguna para nosotros; pero en cuanto al apatito de Logrosan, re- petiremos (véase pág. 222) que este mineral es algo soluble en el agua saturada de ácido carbónico, y que la cantidad que se disuelve es mayor en el aíjua acidulada con ácido acético. Guiándonos por los experimentos practicados por los ingleses, quie- nes en todo lo relativo á agricultura práctica son considerados como los maestros de los franceses, veremos en estos últimos años hechos que no dejan duda acerca de la posibilidad de aprovechar los fosfatos compactos, como la fosforita de Logrosan, para abono de las tierras, si bien después de sufrir una preparación. En cualquier periódico inglés de los muchos que se publican dedi- cados exclusivamente á la agricultura, por ejemplo, el The mark Lañe express and agr ¡cultural journal, en la sección de anuncios y precios cor- 256 rieules se encontrará entre los abonos comerciales, los coprolitos de Cambridge y de Suffolk, el super-fosfalo de cal déla fábrica de Fíodgson and Simpsoii en Wakefield, de Matlheivs and C.° en Driffield (Yorkshire), el nitro-fosfato fabricado con los huesos, con los coprolitos ó con los fosfatos minerales, entre los cuales se cita á menudo el de Extremadura. (Véase más adelante.) De las noticias tomadas sobre el mismo terreno, resulta que la fos- forita de Logrosan se manda á Inglaterra para la confección de abonos, dirigiéndola por Badajoz hacia Lisboa, y pagándose en los puertos de Inglaterra á5 libras esterlinas la tonelada (1). En resumen, tanto por las razones científicas de todo lo expresado aquí, como en vista de los resultados obtenidos por los ingleses, crea- mos que el verdadero fosfato fósil de origen animal puede en ciertos terrenos aplicarse directamente reducido á polvo, y que los fosfatos de origen pura- mente mineral, como la fosforita de Logrosan, aun cuando no producen direc- tamente un efecto notable sobre el terreno, no por esto dejan de ser de gran utilidad para la agricultura, pues con ellos pueden prepararse abonos fosfa- tados, en los cuales el fosfato de cal esté bajo una forma asimilable por los vegetales. Preparación de los fosfatos minerales en Inglaterra. — El método que usan los ingleses para hacer los fosfatos térreos minerales fácilmenle asimilables, es mucho más sencillo que los indicados en la pág. 254. Por medio del ácido sulfúrico convierten el fosfato de cal tribásico 3Ca O, PhO" en fosfato ácido (CaO, 2110) PhO', el cual es soluble en el agua; y este método lo emplean tanto para los huesos, como para los nodulos, y la fosforita de Logrosan. La cantidad de ácido sulfúrico necesaria para que la descomposición sea completa, depende de la cantidad (1) Una sociedad inglesa está explolando con arreglo á las leyes un terreno de fosforita, que es propiedad del Sr. Tocha, portugués, que reside en Estre- móz de Portugal, á lU leguas de Badajoz. Otro propietario de terreno de fosforita, llamado D. Mario de Luna, en agosto de 1861, habia ya exportado unos 60.000 quintales á Inglaterra, Estados-Unidos y diferentes puntos del continente europeo. 237 de fosfato contenida en la materia, y también de la cantidad de carbo- nato calizo y de otras sustancias que pueden neutralizar mayor ó menor cantidad de dicho ácido, siendo conveniente que la materia primera so- bre que se opera contenga la menor proporción posible de carbonatos, á fin de no gastar una cantidad de ácido inútilmente. Si el fosfato de cal fuese químicamente puro, por 100 partes del mismo se necesitarían G8,8 de ácido sulfúrico monoliidratado; lo cual se desprende de la fórmula siguiente, sustituyéndolos equivalentes quí- micos numéricos á los equivalentes simbólicos. 5CaO,Ph 0^-^2(80'. HO) = iGaO, 2H0) PhO^ + 2 (CaO, SO') 84 + 72 -H2(40 -H9) =etc. El fabricante de superfosfatos debe analizar previamente las mate- rias primeras que recibe para saber no solamente la cantidad de fosfato real que contienen, sino también la de carbonatos. (Véanse los análisis al final de la Memoria). Por 100 partes de carbonato calizo contenidas en el fosfato natural, deben emplearse 98 de ácido sulfúrico monobidratado, independiente- mente del que se necesita para descomponer el fosfato, según se des- prende de la siguiente ecuación: CaO.CO' + SOSHO=CaO,SO'-f-HO-[-CO' 28-1- 22+40-1-9 =etc. Si el mineral contuviera carbonato de magnesia, se emplearla una cantidad de ácido correspondiente á dicho carbonato para descompo- nerlo también por completo, según se vé en la siguiente ecuación: MgO. CO'+SO\ nO=MgO,SO'+HO+CO' 20 + 22+40+9 =etc. 33 238 Propongámonos, por ejemplo, descomponer los nodulos del Havre, cuya composición, según Berthier, es la siguiente: Fosfato de cal 57,5 Carbonato de cal 7,6 Carbonato de magnesia 2,6 Silicato de hierro y arcilla 25,3 Agua y materia bituminosa 7,5 Sabiendo ya por lo que hemos dicho antes la cantidad de ácido sul- fúrico que se necesita para descomponer el fosfato de cal, así como también las cantidades del mismo ácido que serán neutralizadas por los carbonatos de cal y de magnesia, se encontrará la cantidad total de ácido necesaria por medio de las tres proporciones siguientes: 156 : 98 : : 57,5 : x=^ 55,99 (SCaO.PhO'): 2(S0\H0) 50 : 49 :: 7.6:3-= 7,45 (CaO, CO'): (SOMIO) 42 : 49 :: 2,6 :a= 5,05 (MgO, CO'j: (SO^HO) 46,47 La cantidad 46,47 indica las partes en peso de ácido sulfúrico mono- hidratado que deben emplearse por 100 partes de dichos nodulos pul- verizados. De la misma manera si se trata de descomponer un fosfato que con- tenga fluoruro de calcio, como la fosforita de Logrosan, deberá agre- 239 garse una cantidad de ácido que actúe sobre dicha materia, cantidad que se deduce de la siguiente ecuación: CaFl+SO^HO = HFl + GaO,SO' 39,18+ 49 ^ etc. Y si se ataca un apatito que tenga cloruro de calcio, habrá que calcular la cantidad de ácido sulfúrico, teniendo en cuenta la siguiente reacción: CaCl + SO',HO = nCl + CaO,SO' 55,5+ 49 =etc. Cuando se tratan estos minerales con el ácido sulfúrico concentrado, se forma una pasta muy espesa de fácil desecación, pero muy difícil de remover: en este caso, para que la mezcla sea homogénea y la descom- posición completa, puede amasarse en molinos de muelas verticales de piedra inatacable por el ácido, ó bien pasándola por entre cilindros de la misma piedra ó de cualquiera otra materia, con tal que estén reves- tidos de plancha de plomo. La masa homogénea se deja algún tiempo en reposo, completando después su desecación á un calor suave, en hornos de reverbero, seme- jantes á los que sirven para desecar la sosa y la potasa. Finalmente, la materia se reduce á polvo rápidamente en los molinos. De la buena disposición de estos medios mecánicos y del exacto co- nocimiento de la composición de la materia primera, depende el que to- do fosfato se encuentre atacado y todo el ácido sulfúrico neutralizado. Es muy común, sin embargo, encontrar en los superfosfatos ingleses pequeñas porciones de fosfato insoluble, y otras veces pequeñas cantida- des de ácido sulfúrico y fosfórico al estado de libertad (véanse los documentos al fin de la Memoria): lo primero procede de falta de ácido, y lo segundo de un esceso del mismo. Algunos fabricantes neutralizan este exceso de ácido con carbón ani- mal, polvo de hueso, cal, cenizas de madera ó de hulla. Creemos muy conveniente esta neutralización, sobre todo si para ello se emplean nía- 260 tenas 'que contengan algún principio azoado, á fin de que el abono esté en todas las mejores condiciones. El carbón animal mezclado con sangre procedente de las refinaciones de azúcar, seria la materia indicada para este objeto; pero á falta de este agente, el estiércol en fermentación, que da una cantidad considerable de carbonato amónico, será escelente para dicho uso. Así pues, supongamos que en un cortijo ó hacienda, la cantidad de estiércol que se produce, es de mucho insuficiente para abonar la exten- sión debida de terreno. En este caso dispóngase el estercolero de modo, que cuando el estiércol está ya en fermentación, pueda mezclarse con una gran cantidad de superfosfato. Por este medio se logra fijar el amo- niaco del estiércol, neutralizar el ácido libre del superfosfato [en caso de que exista) , y finalmente poner al fosfato en todas las mejores condiciones de asi- milación, produciendo por tanto un excelente abono. Los ingleses fabrican también un abono al cual dan el nombre de nilrofosfalo de cal. Esta materia se obtiene atacando los fosfatos minera- les ó los de los huesos, con ácido nítrico del comercio; el fosfato de cal, el carbonato de cal y de magnesia, así como el fluoruro ó cloruro de cal- cio, en el caso de la apatita y de la fosforita, son atacados en frió, for- mando sales solubles, y por consiguiente se consigue una completa ho- mogeneidad en la masa. Este abono, presentando á las plantas, al mismo tiempo que los fosfatos disueltos, una cantidad de nitratos de cal y de magnesia solubles, está en buenas condiciones de asimilación. Tiene, sin embargo, el inconveniente de que su precio es siempre algo elevado, tanto á causa del valor del ácido nítrico, como por la mayor cantidad de combustible que se necesita para su completa desecación. (Véanse los ensayos comparativos al final de la Memoria.) En los mercados ingleses se encuentra el superfosfato al precio de ^ libras esterlinas y 10 chelines á G libras la tonelada, y el nitrofos- fato á 6 libras 10 chelines. Los ingleses aplican el nitrofosfato á ciertos cultivos especiales, entre ellos al de los nabos. Productos artificiales. Compréndense en esta clase los huesos calcina- dos, las cenizas y otras materias. 2Gt Es indudable que el fosfato de cal de los huesos está en las mejores circunstancias para ser asimilado por los vcjctales. Interpuesto entre un tejido orgánico se presenta bajo un estado de división que lo hace fácilmente atacable por los ácidos. Este estado de división subsiste cuando por efecto de la calcinación se destruye toda la materia orgánica, quedando solamente la parte mineral, conservando la forma primitiva, pero presentándose sumamente ligero y poroso. Los huesos calcinados circulan en los mercados ingleses á 5 libras esterlinas la tonelada por término medio para el uso de la agricultura. Otras veces son convertidos en superfosñito de cal en las mismas fá- bricas donde se sujeta el fosñito mineral á igual tratamiento, dando gran estima á las diferentes preparaciones conocidas con el nombre general de dissolved bones, que no son más que mezclas de huesos calcinados y áci- dos minerales; cuyas mezclas presentan el fosfato de cal en parte disuel- to y parte sin disolver. Los huesos calcinados, lo mismo que el superfosfato que se obtie- ne con ellos, podrán ser un abono más rico en fosfatos que el obtenido por medio de los fosfatos minerales; pero si se atiende á que el estado á que se reduce por el tratamiento con los ácidos es igual para ambos; que los abonos se pagan con relación á la cantidad real de fosfatos que contie- nen, y que ni uno ni otro dispensan del uso de los abonos nitrogenados, (véase pág. 254), veremos qué poca ventaja presentan los abonos ob- tenidos con los huesos calcinados sobre los obtenidos con fosfatos mi- nerales. También se preparan de la misma manera los huesos crudos que contienen toda la parte de materia animal. Por 90 kilogramos de huesos pulverizados por medio de cilindros de hierro formados de discos den- tados se emplean 15 kilogramos de agua, y después de una maceracion de 24 horas se mezclan en una cuba con 2o á 30 kilogramos de ácido sulfúrico concentrado. Se deja que se desagreguen durante 4 ó S dias, y después se deslien en agua y se emplean para irrigaciones; ó bien se añaden 40 kilócrramos de carbón animal, el cual absorbe el esceso de lí- quido y de ácido, produciendo una mezcla que se puede esparcir en polvo. Dicha cantidad en forma sólida ó líquida, basta para 1 acre (le tierra ó sea 0,404 de hectárea, lo cual representa 222 kilogramos 7, de hueso por hectárea. La agricultura usa muchas veces cenizas como abonos; y ciertamen- te cuando se aplican debidamente, es un método muy lógico, puesto que en las cenizas de un vegetal existen todas las sales que este habia ro- bado al terreno. Las cenizas contienen sales solubles y sales insolubles; pero las insolubles están en un estado de división tal, que son atacadas fácilmente por los ácidos débiles y lodos los agentes de disolución, orgá- nicos é inorgánicos, que juntos actúan en el suelo. ¿Cabe nada más económico ni lógico, que el aprovechamiento del bagazo de la caña de azúcar en un ingenio para el calentamiento, y el uso de las cenizas de aquel, para abonar las mismas plantaciones de caña? Lo mismo diremos de las cenizas del orujo de la aceituna, después que en los molinos se ha utilizado aquel como combustible para calentar el agua que se echa sobre la aceituna molida en el acto de prensarla. Muchas veces se utilizan las cenizas lexiviadas procedentes sea como residuo de la economía doméstica, sea de las jabonerías y fábricas de sal de sosa. Estas cenizas contienen poca ó ninguna cantidad de sales solubles, y su acción no será tan enérgica como la de las cenizas sin lexiviar; sin embargo, no por esto dejan de contener grandes cantidades de fosfatos y otras sales terreas, de fácil asimilación en presencia de residuos orgánicos. En la quema de los rastrojos que se practica en la labor en grande, el objeto es destruir la parte orgánica de los mismos, la cual en ciertos paises secos tardaría en entrar en descomposición, mientras que una vez quemada, los residuos fijos de su combustión se presentan á la nueva semilla en las mejores condiciones; pudiendo admitir con Malagutti que todos los principios constitutivos de las cenizas son atacados por el agua saturada de ácido carbónico. Es verdad, sin embargo, que la quema del rastrojo tiene también por objeto modificar la superficie de la tierra, la cual por medio de esta lijera tostacion se desagrega, y de compacta que era, á causa de su naturaleza arcillosa, pasa á porosa y permeable á los agentes exteriores. La quema ó tostacion del terreno, se verifica en algunos puntos de 2ti3 España, especialmente en Cataluña y Valencia, formando pequeños montones de rama seca sobre el terreno, y cubriendo el montón con tierra, se pega fuego á esta especie de bornilla, y después que se ha quemado la materia vegetal (que se trajo de otra parte, á más de las malas yerbas del mismo terreno) se esparce esta tierra carbonizada y mezclada con cenizas sobre el terreno. Esta operación recibe en Fran- cia el nombre de ecohuaye. En ciertos puntos, por ejemplo en la provin- cia de Tarragona, las plantaciones de cañas que se hacen en las orillas de los rios y arroyos en terrenos fecundizados por las inundaciones ó avenidas de aquellos, forman un objeto de especulación. Los propietarios de estos cañaverales venden todos los años grandes cantidades de haces para quemarlos sobre los campos. De este modo una parte de los fosfa- tos y sales terreas contenidas en el limo, las cuales trasportadas por las aguas irian á parar al mar, vuelven otra vez á los campos y pasan al organismo vegetal. Por medio de esta ligera testación las tierras arcillo- sas, que antes eran impermeables á los agentes atmosféricos y que solo podrían dar alguna que otra planta silvestre, se cubren de una capa permeable al aire y á la humedad; conteniendo porción de principios minerales al estado asimilable , así como también algunos principios azoados procedentes de la combustión incompleta de las materias vegetales en el interior del montón. (Malagutti.) Además, las tierras quedan por este medio libres de todo germen de malas yerbas y de insectos, pudiendo producir cereales y otras plantas sin intervención de otro abono. Se ha tratado también de utilizar las escorias procedentes de los al- tos hornos y de las fraguas, cuyas escorias, siendo silicatos básicos con porciones de ácido fosfórico, que varian desde ligeros indicios basta un 7 por 100 y aún más, son fácilmente descompuestas por los ácidos débi- les. Para esto se aconseja mezclar las escorias reducidas á polvo con las materias fecales ó con los estiércoles, esparciéndolas todos los dias en cortas porciones sobre la cama de los animales; los excrementos líquidos serán absorbidos por la materia pulverulenta, fijándose de este modo los principios azoados con la menor pérdida posible. Bajo el punto de vista económico, la pequeña cantidad de ácido fos- 264 fórico contenido en las escorias, no dará un aumento de producto que pueda compensar los gastos de pulverización de las escorias y prepara- ción del abono. Finalmente, la agricultura aprovecha como abono los restos de con- chas, mariscos y otros productos que el mar arroja sobre las playas; el fango que se saca con las dragas en las desembocaduras de los rios, y también el mismo limo ó cieno que dejan aquellos al desbordarse, esten- diéndose sobre las vegas y fertilizándolas con despojos vegetales y ani- males que son arrastrados por las mismas aguas. Todas estas materias más ó menos ricas en fosfatos, se aprovechan en los puntos en que se tienen á mano, ó las presenta la naturaleza; pero no constituyen nunca abonos comerciales de uso general , por cuyo motivo no entraremos en detalles acerca de su aprovechamiento. 265 TERCERA PARTE. Procedimientos para utilizar los fosfatos térreos en la pro- ducción de cereales en la Península. Después de cuanto llevamos expuesto, seremos breves y concisos respecto de la segunda parte de la cuestión propuesta por la Academia, recorriendo ligeramente los párrafos de la segunda parte de esta Me- moria para ver la aplicación que pueden tener en nuestro pais cada una de las materias fosfatadas de que hablamos. Estiércol. — Indicamos ya en la página 241 de q«é manera, por medio del ganado, se devuelven á la tierra la mayor parte de las sales conteni- das en los vegetales que lian servido para su alimentación; y dijimos también que si el ganado no recibe otro alimento que el que produce la misma tierra que se trata de abonar, lejos de aumentar en esta la cantidad de fosfatos, disminuirá por causa de la lecbe, el queso, la lana y otros productos que liabrán pasado al comercio, además de las reses que tal vez hayan ido al matadero. Tanto sobre esle punto, como sobre la manera de producir y apro- vechar los estiércoles, únicamente los conocimienlos científicos son los que podrán guiar á los labradores para reponer debidamente en la tierra la cantidad de elementos minerales que las cosechas y los ganados le robaron. En la labor en grande, sobre todo en los extensos cortijos de Andalu- cía, no pueden disponer de suficiente cantidad de estiércoles para los ce- T(lMn VI. 3j 266 reales, por cuya razón abonan solamente la tierra que se siembra de habas. Las tierras se llevan á tres hojas, sembrándose cada tres años de trigo sobre barbecho de reja, es decir, sin abonos (véase pág. 242); por este medio solo se produce de 7 á 15 por 1 en terrenos cuya feracidad es proverbial (i); mientras que se receje 20 y aun más por 1 . tanto en Andalucía como en Castilla, cuando se abonan las tierras turnando en pedazos según alcanzan los abonos, hasta que toda la tierra haya recibi- do su parte, lo cual tarda más ó menos años según la cantidad de abo- nos que se producen: regularmente este período es de 5 años, durante los cuales cada trozo ha dado tres cosechas. Como se ve, por este méto- do se trabaja una quinta parte más de terreno que por el sistema de año y vez, según el cual la tierra se siembra un año y se barbecha otro. La tierra que está en barbecho se siembra en algunos sitios de ha- bas, garbanzos, muelas y otras semillas. Se necesitan conocimientos cientíücos muy exactos para determinar la clase de semillas que conviene á los barbechos, á fin de que el producto de la planta recogida en estos no sea en perjuicio de los cereales que se siembren después; es decir, que aquellos no estraigan de la tierra fosfatos térreos y otros elementos minerales que necesitan los cereales. (1) Los ingleses, que no escasean ni los gastos de mano de obra ni los de abonos y estiércoles, han llegado íi producir hasta 50 hectolitros de trigo por hectárea, lo cual equivale á 58 fanegas de trigo por fanega de tierra; pero el término medio de la producción general es 38 hectolitros o sea 41 fanegas de trigo por fanega de tierra. Cuando se compara esa producción con la que en España se obtiene, cuyo término medio será 8 fanegas de trigo por fanega de tierra en la mejor zona del mundo, no puede menos de decirse que nuestra agricultura necesita aumentar las fuerzas artificiales de la producción, y em- plearlas en superficies más pequeñas, para de ese modo cultivar mejor, obtener más producto bruto, mayores masas de materias alimenticias y más baratas que las que hoy resultan del afán de distribuir pocas fuerzas en grandes estensiones de terreno. {Hidalgo Tablada.) E! párrafo anterior hace relación especialmente á las grandes labores de Andalucía. 267 Esto nos conduce á la teoría de la alternativa de las cosechas. Es un hecho conocido desde muy antiguo, que la tierra deja de producir bue- nas cosechas, cuando en ella se cultiva con persistencia la misma plan- la. La tierra que siempre se cultiva de cereales, deja al fin de produ- cirlos ó los produce en cantidad insuficiente; pero si se alterna con el cultivo de ciertas plantas, no hay necesidad que la tierra descanse, y puede producir diversas cosechas sucesivas. Siendo distinta la relación de los principios minerales contenidos en las plantas, cada una debe ex- traer de la tierra el principio más adecuado para su desarrollo, redu- ciendo así la cantidad que en estado libre existe sobre el terreno. Poco diremos acerca de las diversas teorías que se han dado para explicar la acción de la alternativa de las cosechas; y si bien la forma de las raices, según sean perpendiculares ó fibrosas y sub-horizontales, puede influir, según Rozier, en el buen éxito de dicha alternativa, nos concretaremos á establecer que la regla que debe presidir en esta, es- triba en comprobar la relación existente entre los principios que las co- sechas extraen de la tierra, y los que por medio de los abonos se le de- vuelven. Sabida es la división que se hace de las plantas en esquilmantes y fertilizantes. Estas últimas, al desarrollarse, extraen de la atmósfera ma- yor cantidad de principios orgánicos que las otras. En cuanto á los prin- cipios inorgánicos que directamente suministra la tierra, se comprende desde luego que los vegetales en cuyas cenizas predomine la cal, no po- drán cultivarse continuamente si no se da lugar á que pase aquella du- rante el barbecho al estado asimilable, ó si no se repone por medio de abonos. Una vez consumido el principio calizo asimilable, puede quedar predominando el alcalino, el fosfatado ó el silíceo, y en tal caso vendrá perfectamente el cultivo de aquellas plantas en que preponderen dichos principios. El éxito déla alternativa depende, pues, de la diversa composición química de las plantas, y de las diferentes exigencias de su nutrición; siendo indispensable tener exacto conocimiento de la composición quí- mica del terreno, y de las cenizas de los vegetales que se van á sembrar. (Véanse las análisis al fin de la Memoria.) 268 La alteriialiva ' no solo por la aplicación que allí se hace de sustancias parecidas, como •>es la apatita, sino porque estas ricas minas, que han estado por espa- "cio de muchos años dando grandes resultados á la agricultura inglesa. " se hallan tocando á su término. Por esta razón y con relación á dichas «casas inglesas, escribian al Sr. Duque de Valencia, que estaban dis- " puestas á dar algunos cientos de millones por estas riquísimas minas; • siendo por consiguiente más que bastante para hacer la fortuna del » particular que se anticipara á hacer las correspondientes denuncias." El Ministro de Fomento dispuso que inmediatamente y con la ma- yor reserva se trasladara una persona activa, inteligente y de toda con- fianza, nombrando á D. Ramón Torres Muñoz y Luna, catedrático de ampliación de química en la Universidad central, quien dio cuenta al Gobierno en una estensa y razonada memoria sobre estas, al parecer, riquísimas minas. En el preámbulo que antecede al proyecto, se consignan las si- iíuientes palabras: " Experimentos químicos han venido á demostrar última- Sg5 nienle la poderosa eficacia del fosfato de cal como abono. de donde ha dimanado el valor concedido al guano, el uso general y frecuente de los huesos y el empeño con que aprovecha Inglaterra su apatita." Hablando en seguida del criadero de Logrosan, situado al Este déla provincia de Cáceres, en la Estremadura Baja, á ocho leguas de Trujillo, dice: "Que su explotación, según el reconocimiento que acababa de practicarse, no ofrecia grandes dificultades, ni exigia grandes dispen- dios; añadiendo después que la apatita de Inglaterra, hoy explotada con avidez, debe satisfacer muy poco tiempo las demandas del cultivo. » Proyecto de ley. Art. 1.° Se reservan al Estado las minas de fosforita del partido judicial de Logrosan , y cualesquiera otras que existan del mismo mineral en todo el reino, para que puedan ser explotadas bajo la de- pendencia y dirección del Ministro de Fomento. Art. 2.° El Gobierno se atendrá en un todo á las disposiciones de la ley vigente de minería para la posesión, beneficio y aprovechamiento de las minas de fosforita comprendidas en terrenos particulares. Madrid 11 de junio de 1857.=E1 Jlinislro de Fomento, Claudio Moyano. No haremos comentario alguno acerca de las ideas vertidas en este proyecto de ley, así como en el preámbulo y en el discurso del Señor Moyano. El cuerpo de ingenieros de minas fue quien en aquel entonces tuvo ocasión de estudiar detenidamente este punto. Los Ingenieros Naranjo y Peñuelas hicieron una espedicion á Logrosan; pero el resultado de sus investigaciones y estudios sobre aquel criadero no vio la luz públi- ca, como tampoco la habia visto la Memoria del Sr. Torres 3Iuñoz y Luna, á pesar de las continuas escitaciones de la Revista minera, pe- riódico redactado por los Ingenieros de minas. Varios son los artículos que con este motivo se publicaron en dicho 28G periódico, alguno de los cuales copiamos por el iuterés que ofre- cen, sin hacer comentario alguno acerca de los mismos, puesto que de- jamos ya consignadas nuestras ideasen el cuerpo de esta Memoria. (De la Revista minera, tomo 8.", pág. 683.) Sobre la fosforita de Lo ñas de fosforita fué presentado á las Cortes. La opinión pública lo ha ■'recibido con las más inequívocas muestras de desaprobación: ni una sola 289 ..voz se ha levantado en su favor; y aquellos mismos que según pudiera ■■ creerse se hallaban comprometidos á defenderlo, no se comprometie- » ron á hacerlo por otro medio que el del silencio. » La refutación de la Memoria de Luna está reducida á los puntos siguientes: 1.° Que no hay en toda Inglaterra, ni allí se beneficia por consi- guiente, ningún filón de apatita; sustancia que, por otra parte, seria de una preparación sumamente costosa para que pudiera tener el empleo deque habla Luna en su memoria. 2." Que semejante mineral no puede equipararse para el caso con los huesos, en los cuales el fosfato de cal se halla en tal estpdo. que las plantas pueden asimilárselo fácilmente; ni aun con el fosfato de cal que se halla en Surrey («o formando (iloncs), y que nadie cree sea de procedencia puramente mineral. 5." Que las pruebas que en Inglaterra se hicieron con la fosforita de Logrosan, no dieron los resultados que se esperaban. 4.° Que los ingleses no se guiaron en sus adelantos agrícolas por Liebig. ?i.° Que el fosfato no obra con toda eficacia como abono sino cuando se le une convenientemente con materias que tengan nitrógeno: hecho introducido en la ciencia por Payen y Boussingault. Según el mismo Prado, ol naturalista de Oxford, Mr. Daubcny y otros hicieron un viaje para reconocer la fosforita, y compraron 500 quinta- les, á 80 rs. el quintal, á D. Antonio Pérez Aloe, de Cádiz; no haciendo más pedidos porque los trasportes eran caros. En la Memoria del Sr. Luna se fija la estension del criadero en cua- tro leguas de longitud, estableciéndose varios cálculos acerca del coste y riqueza de dicha sustancia. En el análisis que practicó de la misma, encontró, según dice, indicios de amoniaco y tan solo indicios de flúor. Luna atribuye la formación de la fosforita á restos de millares de gene- raciones de seres organizados, con cuya teoría no está muy conforme Don Casiano de Prado; así como tampoco lo está con la que indica el Ingeniero Ezquerra en el articulo citado anteriormente. Finalmente, en la Revista minera de marzo del mismo año se lee el TOMO n. ^" •290 siguiente suelto: "En la sesión de 1.° de marzo de 1858 se anunció en el Congreso, que se devolveria al Gobierno, á petición del Sr. iMi- •nistro de Fomento, el proyecto de ley sobre la fosforita de Logrosan, Tenemos entendido que á la par de esta resolución, que aplaudimos. ■ se ha levantado el interdicto que pesaba sobre la industria particular, •' paralizando el curso de algunos espedientes relativos á aquella sustancia «mineral, é impidiendo toda clase de registros y trabajos de minas en •una estension considerable á partir de Logrosan." Así terminó este episodio de la historia del célebre criadero de Logrosan. Análisis y ensayos citados en las páginas 256, 259 y 260. Determinación de la cantidad de ácido fosfórico contenido en un fosfato de cal /osí/. — Después de haber triturado y pasado por un tamiz una cantidad algo considerable de materia, se revuelve bien á fin de obtener un conjunto homogéneo, y se toman pequeñas porciones de la masa total, las cuales se porfirizan en un mortero de ágata, pesando después 2 gramos de materia. Puesta esta en un pequeño matraz, se ataca con ácido nítrico puro un poco diluido, que disuelve los fosfatos; se hace hervir, y después se diluye con agua destilada y se filtra; se lava el residuo que quedó sobre el filtro, y se reúnen las aguas de loción con el líquido que filtró primero. El líquido total se evapora hasta sequedad, y vierte sobre el residuo alcohol acidulado con algunas gotas de ácido nítrico. Se filtra otra vez para separar la sílice y el sulfato de cal que contenga, y sobre el líquido claro se vierte un ligero esceso de disolu- ción de acetato de plomo, cuya sal produce un precipitado de fos- fato de la propia base; recogido este precipitado sobre un filtro, lava- do, seco y calcinado, incinerando al propio tiempo el filtro según las buenas reglas del laboratorio, se pesa: un 59 por 100 del peso obteni- do, representará el ácido fosfórico contenido en 2 gramos de materia (3Ialagutti). 72 partes en peso de ácido fosfórico corresponden á 156 de fosfato de cal tribásico, 5CaO, PhO'. 291 El mismo método puede servir para encontrar la cantidad de ácido fosfórico contenido en cualquier otro fosfato mineral, así como tam- bién en las tierras de labor, en las cenizas, en los buesos calcinados y en los superfosfatos y nitrofosfatos. Conviene saber distinguir en estos dos últimos la cantidad de ácido fosfórico que contienen al estado soluble, y la que existe todavía al es- tado de fosfato do cal tribásico insoluble. El agua caliente basta para separar las materias solubles de las insolubles : estas últimas, después de bien lavadas, pueden sujetarse al procedimiento general arriba men- cionado, para reconocer la cantidad de los fosfatos insolubles que con- tienen. En cuanto al líquido, antes de sujetarlo por separado á diclio procedimiento, es indispensable evaporarlo á sequedad. Prescindiremos de la exposición de otros muchos medios analíticos, que para estos y otros muchos casos más ó menos análogos , se en- cuentran descritos en todas las obras de análisis química, á las cuales nos remitimos, y únicamente diremos, que siempre que se tenga una disolución de fosfatos en el ácido clorhídrico, en la cual no exista una cantidad considerable de materia aluminosa, procedente tal vez de las arcillas, un esceso de amoniaco producirá en dicha disolución un pre- cipitado que contendrá los fosfatos de cal, magnesia y hierro, que se encontraban en el líquido. Este método puede emplearse para el ensaijo de la fusforila, de los huesos calcinados , y de airas materias fosfatadas aná- logas; dando la cantidad total de fosfato contenido en las mismas, y por consiguiente una indicación para apreciar de un modo aproximado la riqueza de dichas sustancias consideradas como abono fosfatado. Cuando se quiere averiguar si un superfosfafo contiene ácido sulfúri- co libre, se toma una cantidad determinada del mismo y se lava con al- cohol , precipitando después la disolución alcohólica filtrada por m/dio del cloruro de bario. El precipitado que se forma, se disolverá por cum- pleto en el ácido nítrico, en el caso de que esté formado únicamente de fosfato de barita ; dejando un residuo insoluble , en el caso de que el líquido tuviese ácido sulfúrico. Recogido este residuo de sulfato de ba- rita, lavado, seco y calcinado, obtendremos la cantidad de ácido sulfú- rico multiplicando su peso por 0,3455. 292 Tratándose de los'Jiitesos crudos ó carbonizados , asi como también de los abonos que contienen materias orgánicas, antes de sujetarlos al ensayo para determinar la cantidad de fosfatos que contienen, es preciso empezar por incinerar completamente un peso dado de materia. Igual procedimiento se següirÁ para las plantas verdes ó secas. La disolución nítrica ó clorhí- drica de las cenizas, da por medio del amoniaco un precipitado com- puesto de todos los fosfatos de cal , magnesia ó hierro que contenia la materia primitiva. Determinación de las sustancias nitrogenadas. — El análisis cuantitativo, para determinar la cantidad de materia azoada existente en un abono, puede hacerse con exactitud por cualquiera de los métodos descritos en todas las obras de química analítica; ya sea descomponiendo la ma- teria por medio del óxido de cobre, y midiendo el volumen de ázoe ó re- siduo gaseoso obtenido, después de absorber el ácido carbónico por medio de la potasa cáustica ; ya produciendo la descomposición de la materia por medio de la cal sodada y recibiendo el amoniaco producido en un lí- ([uido ácido, de ley conocida , y averiguando después por medio de un análisis acidimétrico con un líquido normal alcalino la cantidad de áci- do que queda libre en dicho líquido , y por consiguiente la cantidad de amoniaco que ha neutralizado una parte de ácido. Aunque es verdad que las materias orgánicas se destruyen por la acción del calor , la pérdida de peso que una sustancia experimenta por este medio, no puede indicar más que aproximadamente la cantidad de materia orgánica contenida en la misma, pues el calor hace desprender al mismo tiempo el agua, el ácido carbónico y otras materias volátiles. La existencia del humus en una tierra se reconoce por el color par- do que comunica á una lejía alcalina , en la cual haya estado durante algún tiempo en maceracion. Los abonos que contienen materias animales , cuando se calientan en contacto con la cal ó la potasa, ó mejor una mezcla de las dos, dejan desprender una cantidad de amoniaco bien distintamente perceptible al olfato. Si la cantidad de amoniaco que se desprende es muy pequeña, se reconocerá por medio de un papel de tornasol rojo y humedecido, ó con una varilla de vidrio mojada en ácido clorhídrico. En el primer caso. 293 el papel rojo se pone azul ; en el segundo, la varilla de vidrio aparece rodeada de vapores blancos producidos por la sal amoniaco que toma origen. Finalmente, para descubrir cantidades muy pequeñas de ázoe, el método más delicado es seguramente el de Lassaigne. Consiste este en mezclar en un tubo de ensayo una pequeñísima porción de la materia, en la cual se trata de descubrir el ázoe, con una porción próximamente igual de potasio metálico. Se calienta todo fuertemente en una lámpara de atcobol , dejándolo enfriar pasada la reacción ; se disuelve el residuo en un poco de agua , y después de un rato se tiltra. En el líquido in- coloro obtenido existirá un cianuro de potasio , en el caso de que la materia sujetada al ensayo contuviera ázoe : dicbo líquido en contacto con una sal ferroso-férrica, y saturado con ácido clorhídrico, dará un precipitado de azul de Prusia; no produciéndose este, en el caso en que la materia primitiva no fuera azoada. Ensayos comparativos de varios abonos citados, en la página 261. Hemos practicado dos series de ensayos comparativos , empleando como abono la fosforita de Logrosan, y el superfosfato y nitrofosfato obtenidos con la misma, ya tomando dichas materias solas , ya mez- cladas con abonos nitrogenados. Los primeros ensayos practicados en el año de i861 , se hicieron en un suelo de tierra muy suelta, poco arcillosa, y que hacia probable- mente 50 años que no habia recibido abono ni cultivo de ninguna espe- cie. La tierra se limpió de yerbajos y piedras, y se removió disponién- dola luego en eras de unos 6 pies cuadrados. El dia 50 de marzo se sembraron de trigo, del llamado en Andalucía tremé, echando en cada era una onza de simiente : se cubrió de tierra con la mano y se regó; operación que se repitió seis veces durante los tres meses que tardó el trigo en llegar á su completa madurez. La preparación ó abono que recibió cada una de dichas eras antes de sembrar el trigo, fué la si- guiente: 294 Era núin. 1 : 1 .000 gramos de fosforita en polvo. Era núm. 2: sin abono. Era núm. o : 1.000 gramos de hueso crudo en polvo. Era núm. 4 : estiércol de cuadra. Era núm. 5: superfosfato procedente de 1.000 gramos de fos- forita. Casi todos los tallos espigaron con poca diferencia á un mismo tiempo, y á los tres meses cabales desde su siembra se segaron. El resultado en grano procediendo de más á menos fué según el orden siguiente : Números ñ, 5, 4, 1, 2. El resultado en paja según el siguiente : Números o, 5, 4. 2, 1. Estos resultados, á pesar délo tosco del ensayo, manifiestan prácti- camente, que si bien la fosforita no tiene influencia sensible sobre los cereales, la tiene en gran manera cuando se ha convertido en fosfato soluble próximamente por medio de un ácido enérgico. Además , se observa en el resultado de estos ensayos, que la influencia del super- fosfato es más ventajosa á la cantidad de grano que á la de la paja. En noviembre del mismo año de 1861 emprendimos otra serie de ensayos practicados con más precauciones. En 6 macetas distintas con un suelo artificial de arena pura muy fina, se sembraron en cada una de ellas 9 granos de trigo semental escogido. El suelo se mantenía cons- tantemente humedecido con agua destilada contenida en un vaso que podia bañar el tercio inferior de cada maceta. La preparación que recibió el suelo contenido en dichas macetas, fue la siguiente. Núm. 1 : arena pura. Núm. 2: 40 gramos de fosforita en polvo. Núm. 5: 40 gramos de hueso crudo en polvo. Núm. 4 : 40 gramos de superfosfato de cal seco y pulverizado ob- tenido con la fosforita. Núm. 5 : 20 gramos del mismo superfosfato y 20 de una mezcla de carne y sangre desecadas. Núm. 6 : 40 gramos de nitrofosfato seco y pulverizado , obtenido con la fosforita. El orden según el cual salieron las plantas, fué el siguiente: Números 1, 2, 6, 4, 3, 5. El aspecto que presentaban las plantas á fines de marzo de este año, es el siguiente : Núm. 1: cada grano ha echado un tallo de regular altura. Su color es rojizo, las hojas de un verde no muy intenso. A medida que van echando hojas nuevas, las más inmediatas al suelo se van secando. Núm. 2 : casi en el mismo estado que el número \ . Las hojas in- mediatas al suelo se secan menos prontamente que en el núm. 1 . Núm. 3: el tallo se eleva algo menos que en los números anterio- res, pero presenta un color verde; algunas plantas han ahijado presen- tando dos tallos: las hojas inmediatas al suelo no se secan fácilmente. Núm. 4: comparado con el anterior se observa en este alguna ven- taja bajo todos conceptos, escepto en la altura de los tallos, que es algo menor. Núm. 5: su aspecto y su estado de desarrollo es inferior al núme- ro 5, si bien presenta mucha analogía con él. Núm. 6: tallos muy altos de un color intenso, de una frondosi- dad y lozanía admirables. Todas las plantas sin escepcion han ahijado, habiendo algunas echado hasta 3 tallos. Nada podemos decir del resultado definitivo de este ensayo : tanto este como el anterior, no pueden suministrar más que resultados com- parativos; y de ellos á los exactísimos procedimientos empleados por Roussingault y Ville, media una distancia infinitamente grande. Sin embargo, no dejan de verse comprobadas hasta cierto punto las ideas emitidas en esta Memoria respecto de la influencia de los fosfatos tér- reos en la vegetación, especialmente en la producción de cereales. FIN. MEMORIA PREMIADA EN EL CONCURSO PUBLICO ABIERTO POR LA ACADEMIA PARA EL AÑO DE \m SOBRE EL TEHa: Influencia de los fosfatos tórreos en la vegetación y procedimientos mas económicos para utilizarlos en la producción de cereales en la Peninsula. ESCRITA POR D. JOSÉ DE HIDALGO TABLADA. Catedrático de agricultura, individuo de varias corporaciones literarias, etc. PRELIMINARES. Lema; Los fosfatos terrosos son l;i base de la producción de cereales. 1 .' llíl empleo de los abonos minerales es tan antiguo como el de otros que se creen un adelanto de las investigaciones de la ciencia en nuestra época. Es verdad que los pueblos labradores de la antigüf dad no pudieron definir, cuáles de las parles minerales que usaron, eran las que debian emplear con un fin determinado al efecto de que las materias componentes dieran el resultado apetecido. No teniendo los recursos que hoy presta la química , la experiencia era la guia de sus operaciones, v sin embargo, se sabe que usaron diferentes calizas, margas, turbas y yeso. 298 2.° Los celtas, dice Plinio (1), distinguían perfectamente las cuali- dades de las materias terrosas para emplearlas como abono ; utilizando unas como correctivos y otras como fertilizantes. La estimación en que tenian esos abonos era tal, que algunos los extraían á 100 pies de pro- fundidad. Virgilio Y Varron, que vivieron antes, refieren lo mismo; Je- nafon, Aristóteles y Teofrasto (2) nos dicen que los griegos usaban las materias terrosas como abono, y que algunas producían los mismos efectos que los estiércoles. 5.° Si desde el siglo V anterior á nuestra era se tiene noticia del empleo délas materias terrosas como abono para beneficiar las tierras, y se conocían entre ellas las que podían usarse como correctivo y las que aumentaban la fertilidad ; de suponer es que, sin distinguirlas, emplearon los fosfatos terrosos solubles que abundan en la naturaleza. Las calizas conchíferas y otras que existen en algunos puntos de Espa- ña, que fueron habitados por los celtas, y el uso que hicieron de ellas como abono, confirman lo que acabo de decir. 4.° El uso de las margas, entre las que hay algunas muy abundan- tes en restos animales y vegetales, y de consiguiente contienen fosfatos, ha seguido hasta nuestros días desde el tiempo de los celtas , que de- bieron introducirlo del país de su origen. La térra aileps, dice Plinio, viene á ser una especie de greda grasicn- ta y adiposa, de varios colores, blanca, rubia y azulada, etc. La blanca era la mas usada por los celtas. Que con el uso de las margas se em- plearon los fosfatos, sin distinguirlos, lo prueban algunos hechos prác- ticos. Se sabe que los árabes empleaban las margas, echaban encima una capa de estiércol, y regando después la tierra, la revolvían con el arado: de este modo, dice la Banqueri en su traducción, obtenían pin- gües cosechas por algunos años ; pero cuando no se operaba de ese modo, las ventajas de la marga eran menores y tardaban en sentirse sus efectos algunos años. La influencia del ácido carbónico, del estler- (1) Uist. nat., 1. 17, c. 4. (2) Economía. 1. 3, c. 12. Probl., p. 20. Plant.. 1. 3, c. 23. S99 col y el agua, hacían mas solubles las sustancias contenidas en las mar- gas en el primer periodo, y de aquí la diferencia en el segundo. 5.° Que en las margas se encuentran fosfatos, está confirmado por las encontradas cerca de Lila, que contienen de 8 á 15 por 100 de ácido fosfórico. M. James, dice, que 1.000 kilogramos de cal que contengan fósiles llevan á la tierra 79 centilitros de fosfatos calizos. Si se ha de dar crédito á las opiniones del doctor Muse . M. Dufay , Margraff. Darwin y Fourcroy, que están contestes en que el yeso y todas las ca- lizas se vuelven fosfóricas cuando en la tierra que se emplean existen ácidos fijos. Si es cierto lo que M. Dufay asegura con reiterados ex- perimentos, todas las piedras calizas se convierten en fosfóricas por la calcinación, y el ácido fijo que contiene el yeso, es una de las razones para que en él tenga lugar: esto prueba que los celtas usaron, así como los árabes, los fosfatos sin' distinguirlos. 6." Columela (1) aconseja el uso de las cenizas y polvo de los ca- minos. 7.° Los árabes, según la agricultura nabatea (2), empleáronlas margas, piedras calcáreas, yeso, etc. En las tierras areniscas estériles echaban tierra viciosa, bermeja, que al tocarla con la mano se pegase como engrudo . 8.° Nuestro inmortal Herrera (5), y su imitador Olivier de Ser- res (4), hablan de la aplicación de las sustancias terrosas, con relación al mejoramiento de las tierras labrantías. Amlfos autores se refieren á Plinio, y el primero indica no creer en la bondad de tales abonos ; cuan- do el segundo afirma, que en las tierras que se echa buena marga, los trigos crecen con tal pujanza que se revuelcan. 9.° Por el breve relato que vengo haciendo se ve, que, desde la más remota antigüedad, se conoce la conveniencia de usar las materias ter- (1) L.2, c. 15. (2) Banqueri. (3) L. 1. c. 4. (4j Segundo lugar, p. 128. 300 rosas como abono, bien mezcladas con los estiércoles ó solas, según las circunstancias. Sin embargo, fie que fuera de España se em- plean y buscan las que son á propósito para cada caso, entre noso- tros , en general , se los supone mas caros que útiles, como dice Herrera. Esto consiste en que nuestra clase agricultora no tiene toda la instrucción que su ocupación reclama ; ni el suelo agrario ba llegado á la época en que siendo de todo punto indispensable emplearlo para producir con mas continuidad, bay que suministrarle, por medio de los abonos, las sustancias que exijen las plantas que ban de desar- rollar. Si ese tiempo no es llegado al extremo que en Inglaterra, no por eso debe dejarse ignorar al agricultor español, que mucbas veces al lado de la tierra que deja descansar 2 y 3 años, porque de ese modo adquiere la facultad de producir, bay materias terrosas que aplicadas como abono le permitirian continuar labrando, y aumentar la riqueza nacional. 10. El suelo de España es abundante en minerales útiles para aplicarlos á la fertilidad de las tierras de labor, y entre otros muchos ejemplos puede citarse la ya célebre fosforita de Logrosan en Extre- madura. En sus provincias, las limítrofes y más cercanas, la riqueza fundamental es los cereales; v sabiendo la aran cantidad de fosfatos que contiene, parece que la Providencia ba puesto ese manantial ina- gotable de fertilidad, cerca del sitio donde las necesidades del bombre exijen su consumo, para devolver á la tierra lo que las cosechas le qui- tan, como dice Liebig. 11. Según el doctor Daubeny, la fosforita encontrada en Extrema- dura contiene 81 por 100 do fosfato de cal. Ese caudal de fertilidad no se emplea en nuestra patria : la Inglaterra y Francia lo ban ensayado, y deduciendo de sus consideraciones geológicas la posibilidad de encon- trar con qué sustituirla en su pais, lo ban conseguido, y evitado los gastos de trasportes. Pero España debe aprovecharlo, y trasformar la fosforita en cereales y otras semillas, que puede con su auxilio produ- cir en abundancia, compitiendo con las demás naciones en los mercados de Londres y Marsella. 12. Por el excelente trabajo ejecutado por el Sr. de Luxan sobre 30t los terrenos de Badajoz, Sevilla, Toledo y Ciudad-Real (1), se sabe que desde las colinas de Carinona, siguiendo al Viso , Mairena, Alcalá, Le- brija V Trebujena , hasta terminar en San Lúcar y el Puerto de Cádiz, hay una masa de colinas de caliza, marina terciaria compuesta en su conjunto de restos orgánicos. Esas calizas, que se extienden hasta Jerez y forman el asiento de Medina-Sidonia, se encuentran en otros muchos puntos de España, como en las inmediaciones de Almería, Nijar, etc., que he examinado y recorrido. La mayor parle de esas calizas contie- nen fosfatos, no en mucha abundancia , según su estado de fosiliacion, pero suficiente para usarlas como excelente abono. La agricultura anglo-americana aprecia en alto grado la cal fabricada con margas conchíferas, por la cantidad de fosfatos que contienen. 15. El análisis químico de los vegetales ha esplicado á la agricul- tura en algunos años, lo que no pudo saber la práctica de muchos si- glos que hace se emplean las materias terrosas como abono , con más órnenos acierto, pues marchando sin norte fijo, para aprovechar las propiedades efectivas de las tierras labrantías y de los abonos , los re- sultados eran inciertos. Hoy la química ha levantado el velo misterioso que encubría la necesidad práctica de hacer que se sucedieran las plantas de diferentes flunilias en la rotación de las cosechas, la utilidad de los barbechos y el reposo absoluto de la tierra para reparar sus fuerzas. La ciencia ha establecido los principios en que se funda la ali- mentación vegetal, determinando por una fórmula sencilla las cantidades definidas y rigorosamente marcadas que los abonos que se usan deben te- ner, según las condiciones en que se hayan de emplear. Avanzando cada dia con paso firme en esa via segura, y casi sin límites, debe tenerse la esperanza de que no está lejos la época en que nuevos descubrimientos faciliten el empleo de fuerzas, hoy inactivas ó mal empleadas, como su- cede con los fosfatos minerales. La utilidad de estos abre un ancho campo para la producción del suelo agrario, base fundamental de la so- ciedad. Esas riquezas, tantos años ignoradas y mal aplicadas, vienen hoy (1) Memoria de la Academia de Ciencias. 302 en nuestro auxilio, con la ventaja para los labradores españoles, de que las dificultades de su primer ensayo las han vencido otros paises. 14. Si han pasado ya los inconvenientes que consigo llevan los ensayos en la agricultura, y mucho más cuando se trata de introducir nuevas materias aplicables como abono, no deben dejarse en olvido los fraudes que admiten y que han dado lugar en otras naciones , á que intervenga la administración para evitarlos. El informe de la Comisión del Jurado de la Exposición de 1857, en Madrid, dice bastante sobre los guanos artificiales de las fábricas de España. 15. Según se ha visto, casi en los mismos puntos, donde la indus- tria agrícola se encuentra dedicada al cultivo de cereales, y donde por no permitirlo la tierra, y la cantidad de estiércoles, se siembra cada dos y más años , los fosfatos terrosos abundan, y á poca costa pueden po- nerse a disposición del labrador. La Academia de Ciencias , á quien tengo el honor de dirigirme, prestará un nuevo é importante servicio al pais, si del concurso que ha propuesto obtiene el resultado que merece su celo en bien de la clase labradora, que tanto necesita de su ilustrada cooperación. Aunque co- nozco ser muy débil la mia , intentaré llevarla hasta donde he com- prendido puede ser útil, dividiendo esta Memoria: ''I." Influencia de los fosfatos terrosos en la vegetación. I 2." Utilidad del empleo de los fosfatos terrosos en el cultivo , , ^ \ de cereales. 1. parte./ , ,. ^ / calizos. de potasa. Fosfatos./ de sosa. 'de magnesia. de amoniaco. ¡A.° Procedimientos para emplear los fosfatos terrosos como 2." parte. > abono. (5." Mezclas con sustancias minerales, etc. 5.' parte. Conclusiones. PRIMERA PARTE. I. Influencia de los fosfatos terrosos en la vegetación. 16. Aunque sea dar una idea bien triste de la instrucción agronó- mica de la clase labradora en nuestra patria , no puede menos de con- fesarse, que hay muchos agricultores, en cuyas inteligencias no cabe la posibilidad de hacer un abono artificial que contenga en su mayor parte la misma fertilidad que el estiércol bien fabricado. Por esta razón se ven en las inmediaciones de las fabricas de abonos, pueblos de vegas rega- bles, que pagan los estiércoles doble que les costarían sus equivalentes; y sin embargo, si alguno intenta hacer con ellos algún ensayo, que de ordinario, por no saber sale mal, es causa de picantes burlas; sin com- prender los que obran así, que dejan escapar de sus manos, el medio de disminuir los gastos y de aumentar los productos. De aquí los inconvenientes de la introducción, generalmente hablando, de las mejoras en el cultivo en España , y tal vez de que pase mucho tiempo, sin que los fosfatos terrosos tengan la aplicación que su utilidad reclama. Antes de tratar de ellos, me voy á permitir hablar de los proceden- tes de huesos, con los que he hecho algunos experimentos; pero solo me referiré á uno. 17. Huesos pulverizados. Liebig dice: que un quintal de abono artificial aumenta la producción, tres ó cuatro quintales de trigo ó su 30i equivalente: yo creo que es poco, es decir, que el producto es mayor, v hablo por mi propia experiencia. En una tierra compuesta de Arcilla 63,8 Arena 15,4 Cal 14,2 Nitratos 5,6 Materias orgánicas 1,5 Fosfatos 1 ,7 loo.cT empleé ios huesos calcinados en la proporción de 500 kilogramos por hectárea, y rindió á razón de 44 por 1 en el trigo, 60 en la cebada. y en el maiz fue tal su desarrollo, que las plantas se elevaron á dos y medio metros de altura, y la mayor parte de las mazorcas tenian de 40 á 55 centímetros de largo. El trigo salió en la proporción de 20 hectolitros por hectárea, que pesaron 1800 kilogramos; luego cada quintal de abono produjo 6 de trigo. La cebada rindió á razón de 50 hectolitros por hectárea. 18. En los trigos activó la vegetación de tal suerte, que sembrados en 20 de febrero hasta diez especies de otoño y tremesinos, todos lle- garon á completo desarrollo y madurez, y á exceder su producto en un doble á los sembrados en épocas naturales, y en tierra sin abonar con el fosfato mencionado. Sin embargo, la tierra en que se verificó era regular para la producción, y esto lo hice con el fin de tener con qué comparar, pues en la tierra en que ejecuté el experimento, lo que se sem- bró sin fosfato no llegó á granazón. Los huesos que empleé fueron cal- cinados de una manera imperfecta, en un horno como si fuera cal ó yeso, teniendo la precaución de no activar la calcinación, á fin de con- servar, en lo posible, todas las sustancias contenidas en ellos. No ha- biendo servido á ningún uso industrial por la cantidad de ázoe de la gelatina j se formó un fosfato calizo amoniacal, rico en principios ferti- lizantes para los cereales. 305 19. El análisis de la tierra, que según se ha visto era pobre, y que por la gran cantidad de arcilla era estéril, hizo conocer la causa de la producción extraordinaria con los fosfatos empleados. El polvo de hue- sos adicionó al suelo 40 por 100 de fosfato de cal y el resto en sales solubles, en parte asimilables á las plantas. 20. Por ese medio he obtenido un producto triple del que en condiciones normales hoy se consigue; y conocidas por algunos labra- dores las ventajas de esa aplicación, imposible parece que no se apro- vechen, de un modo directo, los huesos de 357 millones de libras de carne que se consumen en España (1), que representan 5.000.000 de arrobas de huesos: y otros tantos lo menos, que podian emplearse de los animales muertos, que hacen 6.000.000 de arrobas, equivalen á 2.040.000 arrobas de fosfatos, y el resto de otras sustancias, suficien- tes para producir una cosecha de trigo de 5.180.528 hectolitros de trigo, ó sean 5.807.582 fanegas, ó su equivalente en otras pro- ducciones. Esta cuenta ejecutada, no con los datos mios, sino fundada en los que nos enseña Muller en la teoría del cultivo, según Liebig; si la hu- biera formulado según Gasparin, resultarla 1.000.000 mas de fane- gas de trigo. De esa inmensa riqueza, solo se aprovecha una mínima parte, que entra en la fabricación de abonos, introducida recientemente en España; el resto es perdida para la agricultura, y sin embargo, importa anualmente 900.000 quintales de abonos, que le cuestan 56.000.000 de reales (2). El guano, palomina y estiércol es, según parece, de lo que se compone la importación; y no será exagerado decir que se necesitan 10 quintales, por término medio, de ese abono por hectárea, que sale por 400 reales, durando un año su efecto. Tamañas pérdidas, y sus con- secuencias, las conocen muy bien los ilustrados individuos de la Acade- mia, y por eso su patriótico celo se dirije á evitarlas. 21. Fosfatos terrosos. No es muy antigua la creencia de que inde- (1) Anuario de Estadística de 1860, p. 3S3. (2) Anuario de Estadislica de España; 1860. TOMO V[. 39 306 pendiente de los principios azoados, los vegetales necesitaban para su completo desarrollo varias sales terrosas (1); es concepto anunciado hace muchos años, ha sido causa de largas discusiones, de opiniones diversas, de ensayos infinitos; y cuyos resultados, diferentes y variados, han nacido de las circunstancias en que han tenido lugar, y de la más ó menos solubilidad de los fosfatos empleados. Liebig ha puesto térmi- no á su discusión importante, demostrando que la poca facilidad con que los fosfatos se disuelven , depende del ácido carbónico contenido en el suelo; de las sustancias que los acompañan ó que encuentran en él, viene el origen de las diferencias de acción; y que tratados por el ácido sulfúrico, se hacen solubles y actúan con regularidad. Efectivamente, antes de los descubrimientos de Liebig, Boussingault, Kuhlmann (2) y otros químicos eminentes, los que usaron los fosfatos mezclados con los estiércoles, en el concepto de estimulantes, obtuvie- ron mejores resultados que los que los empleaban solos. El ácido car- bónico de los estiércoles, unido al del suelo, hacia soluble más cantidad de fosfato que por la acción del suelo solamente; y de aquí el funda- mento de la controversia, que ha suspendido por largo tiempo que se diera la importancia que merece una riqueza mineral, capaz de hacer variar el orden económico y la marcha agrícola de Europa, según se ve por los resultados que hoy obtiene Inglaterra. Hasta que se ha demos- trado la poca solubilidad de los fosfatos, se han dado mil soluciones hipotéticas, sobre un hecho práctico que parecia inexplicable. Emplea- dos en terrenos mal roturados, donde los vegetales destruidos queda- ban cubiertos v en putrefacción, producían los fosfatos una acción más enérgica que en las tierras bien cultivadas, y de igual naturaleza. La solución dada por 3L Chamboldel, que los fosfatos, neutralizando el ta- nino contenido en la tierra recien roturada, la hacían más fértil, no me parece fundada; yo creo que la influencia de la mayor cantidad de áci- do carbónico y materias azoadas, por efecto de la putrefacción de las (1) Boussingault y Payen, Anales de Química y Física, 3.^ serie, t. 4 y 3. (2) Anales de la Agricultura francesa, t. lí. 307 plantas enterradas, es lo que determina la mayor soliihilidad de los fosfatos, y de aquí su mayor actividad en el desarrollo de la vegetación, en el uno que en el otro caso. 22. Desde luego se comprende que los terrenos pobres, esos que por desgracia ocupan la mayor parte de nuestro continente; los que comprenden las llanuras inmensas de Castilla, León, Estremadura, la Mancha y Andalucía pueden producir pingües cosechas de cereales, con la aplicación de los fosñUos terrosos, que siempre se encuentran combinados con otras materias, de que ordinariamente carecen las tier- ras apuradas por el cultivo, y las que no se pueden emplear en él porque no sufragan los gastos. 23. Los fosfatos terrosos que hasta hoy se han analizado contienen: Fosforita ó fosfato de Suffolk (Inglaterra). Poples constitutivas de los fosfatos terrosos. Agua y materias orgánicas evaporadas T, 200 Cloruro de sodium Trazas Carbonato de cal 18,514 Id.de magnesia 0,855 Sulfato de cal Trazas Fosfato decaí 58,018 Id. de magnesia Trazas Id.de hierro 8,902 Id. de alúmina 2,700 Oxido de manganeso 0,057 Flourido de calcium 5,161 Acido silícico y pérdida 7,595 100,000 Proporción de ázoe, 0,0289 por 100. 308 Coprolitos del lias. 24. Agua y materias orgánicas 6,1820 Cloruro de sodium Trazas Carbonato de cal 23,6740 Sulfato de cal 1,7705 Fosfato de cal 60,7665 Id.de magnesia Trazas Id. de hierro 4,9940 Id. de alúmina Trazas Peróxido de hierro 1 ,0575 Acido silizoso.fluorido de calcium y pérdida. í ,5525 100 Proporción de ázoe, 0,0826 por 100. Huesos fósiles. 25. Agua evaporada 5,1560 Id. y sustancias orgánicas 5,8560 Carbonato de cal 25,6000 Id. de magnesia 0,5285 Fosfato de cal 52,8490 Id. de hierro 5,7000 Id. de alúmina 4,0190 Fluorido de calcium 5,6570 Acido silizoso 0,5620 100 Ázoe, 0,1244 por 100. ■.m 26. Esos análisis son los publicados en el diario de la Real Sociedad de Inglaterra, por los Sres. Paine y Way, los cuales dan, además, otro de un fósil que no han podido clasificar, que dicen ser sumamente fácil de pulverizar, y que se compone: Sustancia silizosa insoluble 7,18 Id. soluble 3,28 Id. orgánicas 2,49 Acido sulfúrico, igual á 5S,7Gde fosfato.... 27,13 Acido carbónico 8,77 Cal 59,85 Magnesia 0,96 Oxido de hierro y alúmina 10,60 100 27. Pudiera multiplicar los ejemplos de análisis de los fosfatos tórreos para hacer ver que en ellos se encuentran en su mayor parte las sustancias minerales y parte de las orgánicas que constituyen los vegetales cultivados, y principalmente los cereales. Pero siendo, á mi modo de ver, suficientes los ejemplos que preceden, y no admitiendo duda alguna la ventajosa influencia que ejercen en la vegetación los huesos pulverizados ó fosfatos animales, veamos las partes de que se compone un abono cuyas cualidades importantes están reconocidas. 28. Parles constilulims de los fosfatos animales. En 1819 al 1820, MM. Payen y Fevre demostraron por ensayos prácticos la utilidad del empleo en la agricultura de los huesos pulverizados; desde ese tiempo se puso en actividad una riqueza, que era un estorbo en las inmedia- ciones de los edificios donde se refinaba el azúcar, en cuyos sitios se encontraban acumulados los huesos sin ningún uso. Hoy al lado de la industria del refino se ha creado otra con los residuos, de los cuales saca un gran partido la agricultura. Su importancia y uso se com- prende cuando se sabe que desde 8 rs., que costaron al principio 100 kilogramos, han llegado hasta oO y 60, á que se venden en algu- 310 nos puntos. Para demostrar las sustancias contenidas en los abonos que hoy se encuentran con los nombres de residuos de refino de azú- car, negro animal, carbón animal, huesos pulverizados, etc., me ha parecido lo más conveniente sacar el término medio de los análisis que conozco, y después el término medio generalmente. Se sabe que las sustancias que quedan en los huesos varian, según que se emplean una ó más veces en el refino, y que existiendo en ellos 0,817 de fosfa- tos antes de emplearlos, .resulta después 0,780 usados una vez, y 0,710 después de la segunda. Sin embargo, cuando circulan como abono, pocas veces llegan á esos términos; se encuentran reducidos á 0,581; porque, en el comercio, aumentan su volumen con la mezcla de carbón de leña, esquistos, turba, arena, etc.; y el tanto por ciento de la masa aumenta en la proporción que disminuye en ella el fosfato. El cuadro siguiente da una idea aproximada del valor agronómico y composición de los que circulan en el comercio; cuyo término medio del que de- biera circular, hace resaltar el fraude. Payen . Bobierre, Liebig, Bous- singault, Barral, etc., proporcionan los datos de que voy á ocuparme. 311 yí r- so 30 íc ^ ^ <^ "O ^ o ■» ^ o lO = O ^ 00 «O ■?! — * (?i r^ sft ^-^ t^ ;s I^ l^ "« r-1 => ^ "O =■ 0 0 S = rt fl sr >, 0 re 1-- ^H ?e ^ ^ £5^ ^ ^ „ ^ ^' '=-' ÍC» SO LTÍ :0 —i Ó re" 1 (_J 6 0 ji C/5 t > . 3 Cu „ ^ s" nr 0 a "o 0 ÚQ SI u a "i 0 : S" ; 1 • 0 -a. Totales <:; ¿ : ^ .2: 'a a c a 0 3 t B : g c ;-! re •£ ce a " a a c7 .2 g :/■ a> 0^ jt; s Z¡ S CQ H ^v — ^^ .^ es > B. H •a o; a 0 -0 0 '/i OJ r! o, ^ V. ■a; H a 312 29. Comparando las sustancias contenidas en los fosfatos minera- les y animales, se ve que los minerales son más ricos, y contienen al- gunas de que los otros carecen; esto resalta mas cuando se exa- minan las materias de que los vegetales están compuestos, y en particu- lar los mas usuales en el cultivo, lo cual resulta del estado siguiente: VEfiETAlES ANALIZADOS. Patatas Remolacha Nabos Patacas Trigo (granoj... Paja de id Cebada (grano).. Paja de id Trébol Guisantes Habas .Judías AGIDOS. 13,4 lü,l n,ii 11,(1 n,() 0.(1 1,7 3,2 2:],n o,;; 1,0 3,3 7,1 1,6 10.!) i '2 Í","o 1,(1 1,0 U 2,"i i, 7 1.6 1,3 11,3 (i,6 6,1 10, s 47,0 3,1 li,9 3,0 6,3 30,1 3i,2 26,8 2.7 3,2 •2,9 1.6 trazan 0,6 o.r; 4,7 2,6 1,1 0,7 0,1 1,S 7,0 10,!) 2,3 2,!) s,ri 3,7 8,3 2í,(i 10.1 ;>.] 5,8 a. 4 4, i 4.3 1,8 lo,9 .5,0 7,7 2,8 6.3 11,9 8,(i 11. .5 31„5 39,0 33,7 44.:i 29.0 9,2 12.!) 2i,:i 26,(i 33,3 43,2 49,1 trazas 6,0 i,l trazas id. 0,3 0.0 4,4 0.3 2,3 0,0 0,0 o .*- ü =3 ■= = o§ « X n c/) O 3,6 0,5 8,0 2.5 6,4 1,2 13,0 5,2 1,3 0,0 67,6 1,0 53,3 1,3 40,0 2,1 3,3 0,3 1,5 trazas 0,3 id. 1,0 id. 0,7 4,2 5,5 7,6 2,4 3,7 3,0 2,9 0,0 2,3 3,1 1,1 50. Es evidente que las partes constitutivas de los fosfatos fósiles ó terrosos, responden mejor para adicionar á la tierra las sustancias contenidas en esa clase de plantas, las más comunmente cultivadas. Aunque el objeto principal de esta 3Iemoria se dirije, en su prime- ra parte, á la influencia de los fosfatos terrosos en la vegetación; la circunstancia de ir unidas á ellos otras materias necesarias á la vida vegetal hace que hable de lodos, para que así se comprenda su utilidad, aunque se verá en primer término el principal objeto de este trabajo. 51 . Cantidad de materias minerales extraídas del suelo por una cosecha. Cuando se examina con atención la cantidad de ácido fosfórico que contienen los vegetales que la industria agrícola cultiva en mayor escala, el trigo, cebada, habas, etc., y se sabe que una cosecha normal 313 de cada una de esas plantas retira del suelo 18 kilogramos la primera, 7 la segunda, y 21 la tercera; se comprende con facilidad la influencia en la vegetación de ese agente, de que tan ricamente se encuentra do- tada la fosforita y otros fosfatos terrosos. La cantidad de sílice, potasa, cal y otras materias , sigue esas proporciones en unos casos , y en otros las exceden en mucho, según la clase de vegetal de que se trate; y esos resultados que enseria la ciencia, explican la práctica de la al- ternativa de cosechas. El siguiente cuadro, debido á los trabajos de M. Boussingault, lo demuestra. o 1 >, o O « ^" ^ ÁCIDOS. C3 £d ESPECIE 0^ tí o '"^^ ~^-^ O ai o tí tn ^ « o3 DE LA COSECHA. J3 2 <ó tí 3 o tí «3 tí il O = B. tí -^ o 3 o « re O 7 V u u u Kilg. «3 Kilg. iSl Kilg. Eilg- Kilg. Kilg- Kilg. Kilg. Kilg. Kilg. Kilg. Patatas 3083 ■'1,0 123,í 13,9 8.8 3,3 2,2 6,7 63,3 6 9 18,6 Remolacha 317-2 6,3 199.8 12,0 3,2 10,4 14,8 8,8 89,9 16,0 3,0 Nabos lii-2 fi.'IOd 13,2 6,0 108,8 330,0 6,6 33,6 11,8 7,3 3,2 S,3 11.8 7.6 4,6 3,9 41,2 146,8 7,0 42,9 1.4 Patacas n,2 Trigo (el grano). 1148 2, i 27.0 12,9 0,3 0,0 0.8 4,4 8,1 0,4 • Paja id. .... 2790 in(ií 7,0 i.o 19.3.3 42,6 6,0 6,í 2,0 0,4 1,2 0,2 16,6 1,6 9,8 3,3 18,6 3.3 132,0 22.7 2 0 Cebada (grano).. 0,6 Paja id 128:i S,1 63, i 1.9 2,7 3,1 3,4 1,8 18,9 26,2 1,4 Trébol 41129 998 7.7 3,1 310,2 30,9 19,3 9,3 7,7 1,3 8,1 0,3 76,3 3,1 19,3 3,7 84.1 11,7 16,4 0,3 0,9 Guisantes trazas Judias i;í8n 3 ri 33,3 14 8 0,7 0,1 3,2 6,4 27,1 0,6 id. Habas 2121 3,0 63,6 28,8 1,0 0,3 3,2 3,3 28,7 0,3 id. 52. Bien puede suceder, y sucede que los principios inorgánicos se desarrollen en el suelo agrario en que existan las materias que los contienen y que se pongan en estado de asimilación para los vegetales, bajo la influencia de los agentes atmosféricos, según lo han demostrado varios químicos por observaciones directas y repetidas; pero hay mu- chas tierras que contienen dichas sustancias en cantidad tan limitada que es necesario barbecharlas y aun dejarlas descansar dos y más años, á fin de que por el concurso de las lluvias, hielos, aire, calor, etc., se io 314 formen las necesarias para obtener una cosecha, que de ordinario suele ser mezquina. En estos casos se ven con frecuencia cosechas de trigo, en las que la espiga ha llegado á un término regular de desarrollo, cuando eí resto de la planta no tiene todavía la tercera parte de su altura normal. Si se consulta el estado que precede, se ve, que bien puede suceder que la falta de sílice, de potasa, sosa, cal y magnesia, en suficiente cantidad, sea la que determine ese resultado. También se observa en otros casos, que la planta de trigo llega á una altura extraordinaria y la espiga es pequeña y mal granada; esto puede atribuirse á la pobreza del suelo en fosfatos y de consiguiente en ácido fosfórico. Sin embargo, puede suce- der que existan en la tierra todas las materias necesarias á la vida y buen desarrollo del trigo, tanto en el grano como en la paja, y que uno ú otro resulte ser poco ó mucho. Cuando las primaveras son húmedas, los álcalis, silicatos y fosfatos concurren más al fomento de las plantas; estas crecen con vigor, y si al llegar á la época de la formación del gra- no no es favorable el tiempo, los fosfatos quedan sin actividad y la cose- cha de paja es mayor; lo contrario hace variar los resultados, y explica la regularidad de las cosechas en las tierras de regadío. Para juzgar por los resultados de la vegetación de si existen en la tierra los elementos de fertilidad requeridos , es evidente que hay que apreciar con mucha exactitud, si en el tiempo que ha durado aquella, los agentes atmos- féricos han concurrido con regularidad. 53. La importancia de los abonos minerales, y en particular de los fosfatos, á que algunos químicos han dado todo el valor intrínseco para la vegetación, en el supuesto de que la atmósfera suministra en abun- dancia los principios azoados, no es á mi modo de ver exacta, aunque sí de mucho valor. Por los experimentos de Mr. Brocker se sabe que toda clase de tierras contiene una cantidad de amoniaco ó ázoe, sufi- ciente para dar buenas cosechas un tiempo indefinido. Liebig nos en- seña que la lluvia que cae anualmente sobre un arpent de tierra (la cuarta parte de una hectárea) lleva consigo lo menos 40 kilogramos de amoniaco, y por consiguiente 53,8 de ázoe, lo cual equivale á la ferti- lidad necesaria para una gran cosecha. Aunque sea exacto, pues esos hechos están justificados porBarral, Boussingaull y otros, y se considere 315 una explicación científica de las ventajas de hacer porosa la tierra por medio de las labores, para que, según Saiissure, absorba el amoniaco de la atmósfera; iiay muchos que creen, y yo soy de su opinión, por con- vencimiento práctico, que es indispensable emplear los abonos azoados, pues estos actúan, no por la existencia de ellos en una cantidad limitada á las necesidades fundamentales de la tierra, sino por su abundancia, capaz de suministrarlo á las plantas, á fin de estimularlas en su creci- miento, y que sea mas acliva la elaboración y asimilación de las sustan- cias minerales. La ciencia y la práctica están contestes, en que el empleo de los abonos orgánicos é inorgánicos, da por resultado abundantes productos; pero que si cualesquiera de ellos escasean, y se añade á la tier- ra el que más abunda en ella, ninguna influencia ejerce, y esta no pro- duce como en el otro caso. 3Ir. Kublmann ha demostrado la utilidad de los fosfatos unidos á los compuestos azoados, como medio de que aque- llos estén en buenas condiciones de solubilidad. El amoniaco propio para constituir la planta, en las partes animales de que se compone, los fosfa- tos y sales que hace solubles el sulñito de amoniaco, el ácido carbónico y el carbonato de amoniaco, colocan á los vegetales en condiciones tan favorables y demostradas tantas veces, que me parece innecesario repe- tirlo. «Los fosfatos se disuelven en el agua que contiene sulfato de amoniaco con la misma facilidad que el yeso,» dice Liebig. 34. Los fosfatos terrosos se encuentran en las tierras labrantías, en las que la fuerza vital ha desaparecido, diseminados en más ó menos cantidad. El agua cargada de ácido carbónico efectúa su disolución con lentitud y de tal manera , que según la cantidad que se extrae con las cosechas, es necesario adicionarlos con los abonos: en el mismo caso se encuentran las otras sustancias. La ciencia agrícola ha demostrado la gran economía de producir en abundancia y continuamente , es de- cir, sin la intermisión de los barbechos de reja ; y para seguir ese prin- cipio, de que depende el bienestar de la sociedad , es necesario que los abonos secunden esa idea de actividad. Así los fosfatos entran en acción con más prontitud , y sus resultados son más provechosos, si se em- plean mezclados con sustancias azoadas, que activan su disolución, que cuando.se usan solos. Muchos experimentos han demostrado que 316 los fosfatos mezclados con los estiércoles y orina, producen mejores re- sultados que solos. Lo mismo sucede mezclándolos con el guano, por partes iguales, con lo cual rinden una tercera parte mas que cada uno separadamente. Aunque dos abonos de igual composición puedan tener el mismo valor comercial por sus cualidades intrínsecas , el más activo , el que en período más corto rinda á la labranza la misma suma de productos, tiene á mi juicio mayor valor agrícola ; y en este concepto ningunos mejores que los fosfatos terrosos mezclados con el estiércol y demás sus- tancias que activan la solubilidad de las materias en ellos contenidas y asimilables á los vegetales. 56. Las cenizas de los cereales contienen según Liebig: TRIGO. CEJiTEXO. GÜISASTES. HABAS. . Fosfato de potasa 52,98 52,91 52,78 68,59 id. de sosa » 9,27 5,67 » id. decaí 5,06 5,21 10,77 7,35 id. de magnesia. . 52,96 26,91 15,78 21,11 id. de hierro 0,67 1,88 2,46 » 91,67 96.18 85,46 97,05 Examinando con atención este cuadro, se concluye por comprender la suma importancia de los fosfatos en el cultivo de cereales , y la ne- cesidad de alternarlos con plantas tuberculosas ó yerbas en que dichos principios entran en menor escala. 57. A mi juicio, los buenos resultados que se obtienen haciendo que se sucedan el trigo y cebada, las habas ó guisantes, en el cul- 317 tivo en grande , y en el pequeño, los tubérculos y raices, no es solo debido á la diferencia de cantidades de fosfatos que unas ú otras plan- tas extraen de la tierra, sino también y principalmente á que las habas, guisantes y tubérculos se labran mientras dura la vegetación, sus hojas absorben más abonos atmosféricos, y de la diferencia de clase de plan- ta y condiciones en que la tierra se encuentra , resulta la ventajosa aplicación de la alternativa. Liebig dice: «Las cantidades de ázoe y carbono absorbidas por las plantas , están en relación con la superficie de sus hojas.» El terreno puede ser estéril aunque sea abundante en silicatos y álcalis, si no contiene los sulfatos y fosfatos que las plantas necesitan para su desarrollo. También puede suceder que contenga fosfatos de cal y de magnesia en cantidad bastante para producir una cosecha de patatas, y sin embargo, sea pobre para darla de trigo. El tiempo tras- currido entre la siembra de una á otra planta y la acción continua de los agentes naturales, hace que las materias asimilables al uno ú al otro vegetal , se encuentren en las condiciones convenientes. En todos casos se observa utilidad en hacer que alternen en el cultivo los vegetales compuestos de materias diferentes ; y que sigan los que más fosfatos requieren á los que se desarrollan con menos. 58. En el último estado se nota que el fosfato de potasa es el que domina, y sigue el de magnesia y en algunas plantas el de cal, como suce- de en los guisantes, babas y trigo, al paso que el de sosa es mayor en el centeno. Según las observaciones de Bergmann, la magnesia puede sus- tituir á la cal, y teniendo más afinidad por el agua hace las tierras más frescas, ligeras y accesibles á los agentes atmosféricos. El limo del valle del Nilo, cuya fertilidad es conocida de todos, y el de las ramblas de Nijar y Lorca, contienen magnesia en la proporción de 8 á 12 por 100. Sin embargo, un exceso de este mineral hace la tierra estéril, ó que rinda cosechas limitadas ; como sucede siempre que uno de los componentes del suelo, existe en excesiva cantidad. La potasa que en tan grande proporción resulta, no todas las veces se encuentra en cantidad notable en las tierras de labor. La falta de este álcali, determina la gran ferti- lidad que proporcionan las cenizas empleadas como abono ; y al contra- 318 rio cuando la contiene el suelo en abundancia , no produce ningún efecto. Sabido es que la adición de un abono mineral es importante cuando escasea en la tierra cultivada , y que su acción es nula , si lo contrario tiene lugar. De esto depende la diversidad de opiniones de los prácticos sobre el uso de abonos minerales. 39, En todas ocasiones hay que convenir con Liebig, que en una tierra rica por completo en elementos minerales para la nutrición de las plantas , el producto no aumenta por la adición de sustancias de! mismo género. 40. Los depósitos de turba, que abundan en España, son una fuente inagotable de silicatos alcalinos, principios indispensables para la forma- ción de las plantas de cereales. Yo he hecho un tanteo de averiguación de las materias contenidas en las cenizas de las turbas, que se encuen- tran en los Ojos del Guadiana, y resulta que contienen de 5 á 7 por 100 de potasa y sosa, y de 5 á 5 de magnesia. El resto se Compone de sílice, carbonato de cal, alúmina y ácido sulfúrico. La materia combustible ú orgánica varía en términos que hay sitios en que 100 partes dejan por la calcinación 5, y otros hasta 15 por 100 de cenizas. Conocida la influencia de los fosfatos terrosos en la vegetación, pues componen la mayor parte de las materias minerales de las plantas cul- tivadas, pasaré á examinar los resultados prácticos que prueban la im- portancia que la ciencia les concede. II. Utilidad del empleo de los fosfatos terrosos en el cultivo de los cereales y raices. • 41. Si la ciencia da reglas para la práctica, y esta puede marchar con más desembarazo cuando se guia por ella ; tratándose de la agri- cultura y de sus resultados económicos, los que están fortificados por la experiencia adquieren mas importancia y se admiten con más facili- dad por los labradores, que en su mayor parte no alcanzan á interpre- tar las teorías científicas. De un ensayo ejecutado en una maceta, por 319 un químico ó botánico hábil, no puede resolverse por completo el pro- blema que la práctica tle la labranza deba admitir sin reserva. Las condiciones con que en uno y otro caso se obra difieren de tal suerte, que si bien el primero puede servir de guia sin la confirmación del segundo, no es posible admitir en principio, hechos que de ordinario no pasan de curiosidades científicas. No es mi ánimo quitar el valor que tienen los experimentos de Mr. Boussingault y otros ilustrados agrónomos, que de ensayos ejecutados en macetas para flores, han sa- cado consecuencias, que después la labranza ha confirmado. Pero la experiencia propia me ha enseñado, que muchos ensayos que en pe- queño obtienen buen éxito, en campo abierto, donde es dificil conocer la composición del suelo generalmente hablando, y dirijir la vegetación con los cuidados que permite una maceta, los resultados varían de tal manera y por causas tan diversas, que suelen ser negativas las espe- ranzas más lisonjeras y mejor fundadas. 42. Esto se observa habiendo seguido con el interés que merece la discusión habida sobre la solubilidad de los fosfatos fósiles. Mr. Payen dijo en 1851 (1), que dichos fosfatos eran insolubles, que en Inglaterra no se empleaban, y que se había abandonado su uso y sustituido con huesos pulverizados. También Mr. Bobierre dijo que el uso de los fosfatos fósiles era nulo por ser insolubles; y después, que habiendo empleado en polvo fino la fosforita, en el cultivo del trigo en cam- po abierto, tenia que confesar que los ensayos de gabinete le daban un resultado diferente; que los fosfotos bajo la influencia del aire se disuel- ven y son asimilables por los vegetales. Estos hechos y otros mil que pudiera citar, disculparán mis reservas que me hacen apartar la vista de aquellos trabajos que procedan de experimentos de jardín y de laboratorio, entre los que pudiera contar algunos míos, que si bien importantes para la ciencia, no están confirmados por la práctica de la labranza. Sobre los que esta tenga ejecutados son sobre los que voy á tener el honor de llamar la atención de los ilustrados indivi- (1) Los abonos en Inglaterra. 320 dúos de la Academia, en la creencia de que así interpreto mejor sus intenciones. 45. Jm fosforita de Logrosan empleada como abono. La Inglaterra, esa nación para la que no hay distancias ni dificultades, cuando se trata de resolver un problema de utilidad comercial ó agrícola, ha sido la primera, que yo sepa, que ha ensayado el fosfato nativo conocido con el nombre de fosforita de Logrosan en nuestra patria, de la que se ha ocupado antes que el Dr. Daubeny, Mr. Drapier (1). El Dr. inglés dice, que en tierra de buena calidad y en buen estado de labor, empleó la fosforita pulverizada, coraparando sus efectos con el guano, nitrato de sosa, huesos pulverizados y estiércol. Las plantas cultivadas fueron cebada y nabos. En los nabos empleó 1.5 hectolitros de polvo de fosfo- rita por hectárea (2), que produjo doble que la tierra sin abonar, y una tercera parte menos que la estercolada con 50.000 kilogramos de es- tiércol de cuadra bien elaborado. Adicionando á la fosforita la mitad de su peso de ácido sulfúrico, el producto fué mayor. En este caso se ob- tuvo un noveno menos que cuando se emplearon 500 kilogramos de guano nativo (5), un producto igual al que resulta con 180 kilogramos de nitrato de sosa, y un séptimo menos que con 120 kilogramos de sulfato de amoniaco. Sensible es que con estos datos no aparezcan los indispensables para apreciar científica y prácticamente el valor de fertilidad de la fos- forita, pues no diciendo el producto obtenido con ella, el más ó el menos resultado de los otros abonos no puede calcularse; sin embargo, trataré de averiguarlo por inducción. También debiera saberse la com- posición mineral de la tierra, para poder juzgar la influencia de cada uno de los abonos. 44. Valor de la fosforita comparada con el estiércol. De lo dicho en el párrafo anterior resulta, que 15 hectolitros de polvo de la fosforita (1) Mineralogía usual, año de 182G. (2) Los ingleses dicen, que cuanto mas fértil sea la tierra mas abonos necesita. (3) El guano nativo produce mas fertilidad que el del comercio. 32t equivalen á 55.354 kilogramos de estiércol (pues produjo una tercera parte menos que 50.000), que hacen 3.000 arrobas, ó sean 300 cargas de 10 arrobas. Si se averigua el valor del estiércol y los gastos de tras- portarlo á la tierra, así como el de los 1.500 kilogramos de fosforita, ó sean 15 hectolitros, resulta: que 1 kilogramo de esta equivale á 22 de aquel, ó sean 100 kilogramos de fosforita valen tanto, por su fertilidad, como 2.200 de estiércol. Los 100 kilogramos equivalen á 9 arrobas; los 2.200 hacen 154; luego para trasportar los primeros se necesita una caballería, y para los segundos 17, ó lo que es lo mismo, que los gastos de trasporte están en la proporción de 1 á 17. 45. Aunque Burger, Gasparin y Kessig están en desacuerdo sobre la cantidad de trigo que representan 1.000 kilogramos de estiércol, puede admitirse el término medio de sus cálculos como representando 7 kilogramos, 7 litros de trigo, por 100 de estiércol. En este supuesto, los 55.534 representan 2.551 kilogramos de trigo, ó sean 56 fanegas de 90 libras una, que á 50 rs. suman 2.800. Rebajando de estos 1.G80 rs. por el 00 por 100 de gastos de cultivo, resultan L120, que es el valor líquido del producto obtenido con los 15 hectolitros de fosforita, como equivalentes á 55.534 kilogramos de estiércol normal. Según estos guarismos, cada hectolitro de polvos de la fosforita repre- senta un producto líquido de 74 rs. 66 céntimos, y en trigo 5 fane- gas 75 céntimos. 46. Sabida la abundancia de ese fosfato en Extremadura, y que los gastos de pulverizarlo, tratarlo por el ácido sulfúrico, empaquetarlo en sacos y la ganancia consiguiente de la fabricación, todo puede hacerse al máximum por 75 rs. los 100 kilogramos, que es el precio de algu- nos puntos del extranjero, quedan 57 rs. ()G céntimos, cantidad más que suficiente para que puedan circular, con ventajas, por toda España, llegando cuando más á 40 rs. los 100 kilogramos, y quedando 34 y 66 céntimos de utilidad para el labrador. 47. El precio máximum á que pueden llegar los fosfatos terrosos de Extremadura en los puntos apartados de las fábricas, resultaría de los trasportes, pues al pie de fábrica no podrá exceder del término medio de las extranjeras, el cual es el siguiente: 322 Nantes y Rennes, 52 rs. los 1.000 kilogramos; Inglaterra, en los puertos, 160 rs. los 1.000 kilogramos. El precio medio es 96 rs. los 1.000 kilogramos, ó sean 9 reales 60 cernimos el hectolitro (100 kilogramos); quedan para los traspor- tes, suponiendo se pagasen á 40 rs., 50 rs. 40 céntimos, cantidad más que suficiente para atravesar toda España con ventajas de la fa- bricación, de la labranza y del comercio. Hay que tener presente, que los efectos de los fosfatos terrosos los he apreciado por sola una cosecha, y la práctica ha enseñado que duran tres años, empleados en la proporción de 6 hectolitros por hectárea. En el ensayo de Mr. Doubeny se echaron IS, lo cual ha hecho bajar las utilidades y aumentar los gastos en un doble; pero teniendo esto pre- sente, y resultando utilidad , es más seguro el cálculo que he for- mado (44). 48. Valor de la fosforita comparada con el guano. El ür. Doubeny dice, que el producto de los 15 hectolitros de polvo de la fosforita, fué menor en un noveno que el de 500 kilogramos de guano nativo, es decir, igual á 266 kilogramos 70 gramos. Esta clase se paga en Ingla- terra hasta 520 rs. los 100 kilogramos, y su producto, según los agró- nomos ingleses y franceses, equivale al de 40.000 kilogramos de es- tiércol. M. Bodin lo ha obtenido con 250 kilogramos de esa clase de guano, 2.720 kilogramos de trigo, que hacen 589 más que en el caso anterior. Pero hay una diferencia muy notable entre el empleo del gua- no y del fosfato terroso, de que me vengo ocupando: los efectos de este duran tres años en la tierra, estando probado que los del guano se consumen en uno. Así. para abonar 1 hectárea de tierra con guano nativo, se necesitarán 848 rs. y durará un año; verificándolo con los fosfatos en la dosis de 6 hectolitros y supuesto el precio de 40 rs., se- rán 240, ó sean cada un año 80 rs.. en cuyo caso resulta una econo- mía de 768. Suponiendo se empleen los 15 hectolitros que sirven de base en la comparación, y que valen 600 rs., duran tres años; aunque sea más, será el año común 200 rs., y la economía de 648. Estos re- sultados han influido para que la Inglaterra dé la importancia que mere- cen los fosfatos terrosos, independientemente de la facilidad de encon- 323 trarlos en el pais y de que la agricultura reclama materias fertilizan- tes en abundancia y baratas, cuyas cualidades no acompañan á los guanos naturales, que no está lejos el dia que se acaben. 49. El Gobierno peruano ha bajado recientemente 400 rs. por to- nelada al guano expedido para Europa, en vista de la importancia cre- ciente que toman los fosfatos fósiles, cuyo consumo en Inglaterra se calcula en 30.000.000 de kilogramos, que han reducido en esa pro- porción la introducción de guano. Pero este bajará de precio, y su mayor consumo terminará con él. Además, una gran estension de ter- reno de arena y arcilla, que era estéril enteramente, en las costas del Perú, el guano lo ha fertilizado y necesita el pais seguir usándolo. 50. Valor de la fosforita comparada con el nitrato de sosa. El nitrato de sosa se usa en Inglaterra como abono , y los experimentos de Mr. Boussingault, son una de las muchas pruebas de los descubri- mientos útiles de que la agricultura le es deudora. Los 180 kilogramos empleados por el Dr. Doubeny, para comparar sus efectos con los 15 hectolitros de polvo de la fosforita, dieron igual resultado que ella. M. Woghte (1) observó, que 5 kilogramos o granos equivalen en sus efectos á 1.000 kilogramos de estiércol normal. M. Charterley, en los experimentos que ha ejecutado con los nitratos (2), dice que 105 kilo- gramos empleados en 1 hectárea de tierra, produjeron 1.762' kilogra- mos de trigo; luego los 180 usados por el Dr. Doubeny debieron produ- cir 2.313 kilogramos, ó sean 18 menos que resultan de la primera ope- ración, lo cual no hace variar aquellos cálculos. Los 180 kilogramos cuestan en Inglaterra 500 á COO rs., sean 550; sus efectos duran una cosecha; luego es más caro el nitrato de sosa que los fosfatos en 350 rs. 51. La fosforita comparada con el sulfato de amoniaco. Kuhlmann, Charterley y otros han extendido la aplicación de las sales amoniacales como abono para la agricultura; pero sú alto precio no permite efec- tuarlo con la economía que exije la labranza. Sin embargo, mi deseo (1) Sammluiig landwithschaftliche. (2) Memorias de la Sociedad de química de Londres, t. I. 384 de averiguar y justificar lo que nos lia dicho Doubeny comparando la fosforita, me hace terminar este párrafo de sus ensayos con los diferen- tes abonos. Los 15 hectolitros de polvo de la fosforita dieron un pro- ducto igual á un séptimo menos que 120 kilogramos de sulfato de amoniaco; es decir, á i03 kilogramos. Charterley dice, que 25 kilogra- mos de sulfato de amoniaco producen 1.491 kilogramos de trigo; luego los 103 valen como 5.964 kilogramos de trigo, ó 79 hec- tolitros. Esta operación excede de las anteriores en más de un do- ble; pero consiste en que esta sal actúa en la tierra mas de una co- secha, y no se usa en cantidades tan considerables como lo hizo Mr. Dou- beny. Los 105 kilogramos de sulfato valen tanto como los 180 de nitratos; resultan ser más baratos, por durar ti'cs años; pero siendo cada uno 183 rs. 53 céntimos, y el costo de la fosforita 80, hay 105 rs. 55 céntimos de economía. Además, si se adoptara el sulfato de amoniaco como abono en grande escala, su precio subiria de tal suerte que imposibilitaria su uso. Hay otra circunstancia que lo separa del cultivo en general; la necesidad de emplearlo disuelto en agua, lo cual lo limita al cultivo de las tierras regables. 52. Empleo de la fosforila en la producción de cebada, comparando su producto con oíros abonos. La fosforita española, dice el autor inglés, produjo tanto como el fosfato de huesos aplicado en la misma dosis al cullivo de la cebada. Se calcula que 150 kilogramos de polvo de huesos, ó fosfato animal, producen tanto como 100 de guano; lue- go 150 de fosforila valen tanto como 100 de guano en la producción de cebada. Aunque supongamos que el guano fuera de la misma clase que el usado para los nabos , queriendo que mis cálculos no tengan nada de exajerados, antes por el contrario, sean en lo posible aproxi- mados á la verdad , estableceré el precio á que se vende en el co- mercio , aunque según he dicho, no es de la calidad que debiera tener si no se adulterase. El precio del guano es 100 rs. los 100 kilogra- mos, cuyo valor en abono es equivalente á 150 de fosforita, la cual seria preciso que se vendiera á 66 rs. 66 céntimos los 100 kilogramos para que tuviese el mismo valor que aquel. Pero como el precio á que la agricultura puede adquirir en España el fosfato estremeño es cuando 325 mas 40 rs., hay siempre una economía de 26 rs. 66 céntimos, y además la seguridad de obtenerlo en las cantidades necesarias, lo cual no es probable con la otra clase de abonos. En Inglaterra se venden tres clases de huesos pulverizados, \ la primera es á 60 rs. el hectolitro: en este supuesto, y contando que se emplearan 15 hectolitros, resulta una economía de oOOrs., suponiendo que fuese el mismo el precio en España, y 40 el de la fosforita. 55. Experimentos comparativos de la fosforita con otras clases de abonos. En el Colegio agrícola de Circucester (Inglaterra), se han hecho experimentos minuciosos y directos por el profesor Yc-ecker, á tin de comparar el valor agronómico de la fosforita. Dividido un terreno de mediana fertilidad en diez partes iguales de 5 úreas, se abonaron con diez clases de abono distinto, arreglando la cantidad de cada uno á que costase 25 rs. El resultado fue el siguiente, aplicado al cultivo de nabos. ABONOS. Guano Guano y fosforita mezclados Polvos de huesos Superfosfato id Abono económico Orujo de nueces Fosforita disuelta Suelo sin abonar Púdrela del comercio Mezcla de sebo, guano, fosforita, y su perfosfato de huesos disuelto PKODl'CTO m OlilAT.U. 1.250 De las .'i áreas. Por lieclárea. 1.435 28.660 1.101 22.020 1.100 22.000 1.700 54.000 751 15.020 1 .2.^0 25.000 1 .450 29.000 650 15.000 1.150 21.000 25.000 326 El examen de esos guarismos demuestra, como dice Mr. Trehon- nais, que la fosforita tiene ya adquirido el lugar de im abono de pri- mera clase, y que como tal debe considerarse, y no como un correc- tivo. Efectivamente, se vé que su producto excede al del guano, y que es superior al de todos los otros abonos, excepto al de superfosfato de huesos. 54. Aunque satisfactorios esos resultados en favor de la importan- cia de los fosfatos terrosos, en el planteamiento de los ensayos, tanto en el del Dr. Doubeny como en el que precede, se nota falta de datos que no pueden suplirse. No basta, á mi juicio, decir que una tierra es medianamente fértil; no es suficiente tampoco anunciar que es fértil; y es muy ambiguo partir del valor de 25 rs. de abono para 5 áreas, limi- tando asi el conocimiento mas importante, cual es: saber en qué pro- porciones de cada una de las materias empleadas resulla el producto señalado. Defiriendo el valor de cada clase de abono, es claro que por 25 rs. se pudo obtener una dosis excesiva en una clase, cuando de las otras pudo ser insuficiente. Yo creo, que para ensayar abonos no debe hacerse sin previo análisis de la tierra en que se apliquen , y usando en ella la cantidad de cada uno, según sea necesario, sea cual fuese su valor metálico. Tampoco creo suficiente un ensayo solo y en una clase de tierra, para resolver cuál de los abonos es mas útil, pues bien puede suceder que entre los empleados domine la sustancia de que más carezca el suelo, que los otros contengan las que no le hacen falta, y de consiguiente el resultado es dudoso. Aunque está probado que los fosfatos terrosos producen escelentes resultados en toda clase de tierras; en Inglaterra están considerados como muy á propósito para aquellas medianamente fértiles, delezna- bles, y que sean adecuadas al cultivo del trigo y cebada. En Alemania se emplean indistintamente en toda clase de tierras y cultivos; pero donde se prueba todo el valor agronómico de los fosfatos es en las tierras en que la materia caliza es poca, como sucede en las cercanías de la Corte, en las tierras areniscas, 55. Valor de los fos falos terrosos, comparados con los fosfatos ani- malei. Los experimentos ejecutados en las landas de la Sologne por 397 Mr. Leconteur. nntiguo director de cultivos del Instituto de Versalles. confirman lo que he dicho (52). En terreno silíceo, arcilloso, sin nin- guna muestra de cal, dos hectáreas de tierra recibieron una cantidad de abono de negro animal azoado equivalente á S20 rs., ó sea cada una 2C0. Otras dos en las mismas condiciones, se les echó 240 rs. de fosfato mineral, sea 120 por hectárea. Las cuatro se sembraron de cen- teno, el producto fue igual en todas, 2¡> hectolitros por hectárea; pero adviértase, que á productos iguales el foslato mineral costó 120 rs. y el animal 260, ó lo que es lo mismo, 140 rs. más. 56. Fosfato terroso en el cultivo de trigo y vallico. 3Ir. Jamet, en terreno franco, silíceo arcilloso, calizo, bien cultivado, ha echado á razón de 300 kilogramos por hectárea de fosfato mineral, y en una parte de la tierra nada ; sembrado de trigo , en la parte abonada tuvo una cosecha regular, y en la sin abonar apenas se desarrollaron las plantas. Al siguiente año sembró vallico (ray-grass), y la tierra abonada manifestó los efectos de fertilidad, mientras la otra apenas dio vida á esa planta que con tanta facilidad se desarrolla. 57. Ensayos pendientes. El marqués de Vibraye emprendió en grande escala el ensayo de los fosfiüos terrosos, comparando sus efec- tos con los otros abonos en una superficie de 20 hectolitros. La Socie- dad imperial y central de Agricultura encargó que dieran cuenta de sus resultados á varios individuos de su seno, entre los que se cuentan MM. Payen, Boussingault, Molí, Barral. etc. No conozco el resultado y lo siento, pues debe ser de importancia para la práctica del cultivo. Tal vez, habiendo empezado el año 1859 no hayan dado por terminado el ensayo. 58. He expuesto, aunque lacónicamente, cuanto he podido averi- guar sobre la influencia de los fosfatos terrosos en la vegetación, y las ventajas obtenidas con su empleo. Tengo un gran pesar en no poder referir nada ejecutado con tal objeto en nuestra patria; todo es extran- jero, si bien puedo decir, que las provincias de Almería, Murcia, Gra- nada, etc., empleando, como lo hacen, las aguas turbias que corren por las ramblas y arroyos emplean los fosfatos; y esto lo prueba la gran fertilidad de sus aguas, en particular las de Nijar y Lorca. En ellas 328 vienen disueltos restos fósiles y esquistos, que un tanteo de análisis que he podido hacer en ambos punios, me permite afirmar que con- tienen fosfatos, silicatos y nitratos, cuyas materias abundan en los ter- renos superiores. Nadie, que yo sepa, lia analizado esas aguas, ni ha averiguado los compuestos de los materiales qué la acción continua de los agentes atmosféricos proporciona para abonar los terrenos inferio- res. Yo puedo decir que he visto en tierras regadas con el torquin (así llaman las aguas cargadas de sedimentos terrosos), matas de trigo que contenían 80 espigas de un solo grano; pies de cebada con 120 espi- gas; y matas de vallico con 525 tallos. El maizy panizo se multiplican con prodigiosa facilidad en estas tierras; y todo prueba la gran riqueza de fosfatos terrosos, tan necesarios á los cereales. 59. La formación cambriana, que constituye los puntos culminantes del campo de Nijar, se encuentra mezclada en su base con frecuentes bancos de caliza conchífera marina. La estructura pizarrosa fina délas partes altas es abundante en nodulos y magnesia, suave al tacto, y puede considerarse en muchos puntos como el tránsito á la pizarra talcosa. En esas condiciones de rápidas pendientes y minerales fáciles de descomponer, sus detritus están compuestos de fosfatos, sílice, mag- nesia, alúmina y óxido de hierro procedente de los terrenos esquistosos, y carbonato de cal, algo de fosfato, etc., de las calizas conchíferas; y claro es que las aguas turbias contienen los elementos de la mayor fertilidad. Esta se aumenta , porque en las tierras sujetan el agua con grandes caballones, y reciben los riegos hasta de 50 centímetros de altura. Cuando esos elementos concurren, la producción es tal, que nada hay con que compararlo en nuestro pais. El valor de las tierras está en re- lación de la fertilidad que pueden añadirlas por medio del riego con aguas turbias, que es un abono liquido natural que deja en ellas hasta 1 decímetro de sustancias fertilizantes , capaz de producir muchos años, si el pais no escaseara de aguas, lo cual hace repetir los riegos cuantas veces corran las ramblas. 60. Aprovechamiento de los tarquines. He dicho que los sedimentos de las pizarras magnesianas y talcosas, así como las calizas conchíferas marinas, se aprovechan en las costas del Mediterráneo en muchos pun- 329 tos, regando con las aguas que los arrastran en los aluviones; pero también se emplea el limo procedente de ellos, y produce un gran efecto, en particular en las tierras arcillosas ó silíceas puras. Aunque los nodulos sean de difícil disolución, el ácido carbónico y el agua los descomponen en partes muy imperceptibles, pero suficientes para que contengan una cantidad de consideración los aluviones que arrastran las partes disueltas de una inmensa superficie, y que después riegan un número limitado de fanegas de tierra. Tal es lo que sucede en Al- mería y Lorca, en los puntos intermediarios, y siguiendo la costa hasta Cartagena, en una zona de algunas leguas tierra adentro. Sin los riegos de aguas turbias la tierra es estéril. Debido á la fertilidad, que los sedi- mentos se aplican sin el riego, y los depósitos de los recipientes y álveos de las ramblas se emplean como abono, con buenos resultados. Los tornos de las ramblas tienen sitios donde se han formado valla- dos que detienen las corrientes y hacen que se deposite gran cantidad de limo, con el cual se forma después una tierra á propósito para una huerta abundante en frutos de todas clases. Sin los sedimentos acumu- lados, no existiría planta alguna, no por falta de suelo, sino porque generalmente es arcilla ferruginosa pura, estéril. 61, Demostrado por la experiencia, y explicado por la teoría cien- tífica la existencia de una fertilidad conocida en los terrenos compues- tos de nodulos, pizarra magnesiana y calizas conchíferas, mezclando sus partes solubles, claro es que el arte sacarla grandes beneficios utilizando elementos para la elaboración de abonos aplicables al cultivo de la tierra. 62. Mr. de Saussure, Boussingault y otros, han observado que los fosfatos son después de los álcalis, el alimento más abundante de las plantas en estado herbáceo; que las hojas contienen más fosfatos en el principio de su desarrollo que en las épocas posteriores á la vegetación; que disminuye en las cenizas de las plantas anuales después del mo- mento de la germinación hasta la florescencia, y que aumenta en la época de la madurez del fruto. Esto demuestra la necesidad que tienen las semillas de encontrar en la tierra fosfatos, para que el primer pe- ríodo de su desarrollo sea rápido, y que esas sustancias estén á su TOMO VI. 42 330 disposición cuando florecen y granan las simientes. Sin esas condicio- nes, puede suceder, y sucede con frecuencia, que el primer período es completo, y el segundo termina mal por la falta del concurso de las sustancias necesarias al efecto, según he hecho observar (52). Señalados los ensayos ejecutados con el fin de determinar la in- fluencia de los fosfatos terrosos en la vegetación, manifestado su uso y economía que resulta con relación á los demás abonos conocidos, de- mostrada su importante aplicación desde tiempo inmemorial basta nuestros dias, conveniente será tratar de cada uno por separado. III. Influencia de los fosfatos de cal, potasa, magnesia, sosa y amoniaco en la vegetación. 65. Fosfato de cal. He manifestado que los fosfatos terrosos em- pleados como abono, aumentan las buenas condiciones de fertilidad de la tierra, las cosechas son mayores, y los frutos de mejor calidad. Aplicados al cultivo de las raices y tubérculos, aceleran la vegetación, las dimensiones son mayores, las hojas mas robustas, y menos expues- tas á ser atacadas por los insectos. En la siembra de cereales aumentan las dimensiones de toda la planta; el grano se presenta más granado y lustroso y en mayor canti- dad. Mr. Dubois dice haber obtenido con los fosfatos empleados en tierras arcillosas silíceas, centeno de 2'/, metros de altura, con espigas de 14 á 19 centímetros de largas; el trigo de 2 metros y espigas de 15 á 20 centímetros, siendo el producto 50 hectolitros el trigo y 60 el centeno. Seria nunca acabar la enumeración de los hechos que demuestran la importancia de los fosfatos en la agricultura, ¿pero cómo actúan en la vegetación? De esto voy á ocuparme aunque ligeramente, según creo convenir á este trabajo. 64. El fosfato de cal pasa á las plantas disuelto en el agua cargada 331 de ácido carbónico, se disuelve en el agua que contiene sal marina ó amoniacal. Se encuentra generalmente en casi toda clase de tierras en proporciones varias, siendo una cosa demostrada, que las calizas son las que muestran más abundancia, y la razón porque aquellas no se bene- fician tanto con esta clase de abono. El fosfato de cal puro no produce todos sus efectos si en la tierra no se encuentran los otros fosfatos, y el ácido fosfórico, en cantidad bastante para formar la fibrina y caseina vegetal. 65. El fosfato de cal, así como el de magnesia, dice Kublmann, puede ser absorbido por las plantas en estado de disolución en el agua cargada de ácido carbónico ó bicarbonatos alcalinos, pudiendo ser el resultado de una doble descomposición por la aspiración simultánea de las dos sales solubles de cal y de magnesia, y de fosfato de potasa, sosa ó de amoniaco. La existencia del fósforo y del azufre en los vegetales, explica la necesidad de los fosfatos y sulfatos. Un kilogramo de buesos contiene tanto fosfato de cal como 100 kilogramos de trigo, dice Gasparin; y me parece suficiente demostración para admitir toda la influencia de ese agente en la producción vegetal, que lleve á la tierra en uno de ferti- lidad, ciento de producción. Pero téngase presente, que si cada kilogra- mo de buesos contiene tanto fosfato como 100 de trigo, es claro que son necesarios 100 kilogramos de trigo para formar 1 de huesos; y de aquí resulta que las tierras destinadas á la cria de ganados, pierden esa fertilidad si no se abonan con el equivalente que estos extraen por medio de lo que consumen, y en particular cuando se alimentan con heno ó forrajes segados. 66. El fosfato de cal se compone, según Berzelius: Acido fosfórico 48,54 = 5 átomos. Protóxido de calcium 51,66 = 8 — 100 332 Tratado por el ácido sulfúrico concentrado, se trasforma en sulfato de cal poco soluble, y en blfosfato muy soluble. La adición del ácido sulfúrico le hace activar la vegetación y suministra á la tierra el sulfato de cal, que tan importante es en algunas. 67. Según Gasparin, 100 kilogramos de trigo extraen de la tier- ra 1 kilogramo 58 gramos de ácido fosfórico; y 20 hectolitros, 24 kilo- gramos 05 gramos: luego en una hectárea de tierra que se haya de adicionar esa cantidad de ácido fosfórico, se necesitan echar 500 kilo- gramos de fosfato de cal. 68. Fosfato de potasa y sosa. Según se ha visto (56), los cereales contienen en su composición 52,78 de fosfato de potasa. La savia de todos los vegetales ricos en materia azucarada ó de fécula y la de las plantas leñosas encierran una gran cantidad de potasa y sosa. Sus fun- ciones en la organización vegetal son indispensables para la producción de ciertas combinaciones. La potasa y sosa, combinadas con los ácidos orgánicos, sirven para llevar á término algunas funciones de la vida vegetal. 69. Las uvas verdes, que por su acidez no pueden comerse, tienen la facultad, como las hojas, de absorber el ácido carbónico y emitir el oxigeno, y el azúcar aumenta en proporción que el ácido disminuye. Siendo una verdad que los ácidos sirven de intermediarios en la forma- ción de la fécula y del azúcar, hay que considerar los álcalis, y las bases alcalinas, en general, como necesarios para la producción de los principios vegetales no azoados, pues los ácidos rara vez se encuentran en estado libre en las plantas cultivadas; y no se produciria fécula, azúcar ni goma, en los frutos donde los ácidos se presentaran fuera de la combinación salina. El azúcar y la fécula van siempre acompañados de sales formadas por ácidos orgánicos; la falta de la base alcalina suspende el desarrollo de esas partes importantes de los vegetales, que bajo la influencia de los álcalis y la mediación de los ácidos tie- nen lugar en su formación. La facultad que tiene una parte vegetal de entretener la vida animal, de aumentar la m;isa de su sangre y de su carne, está en razón directa de la proporción de los princi- pios orgánicos que contiene, como también de los álcalis, fosfatos y 333 cloruros necesarios para la trasformacion de esos principios en sangro, según Liebig. 70. Las simientes que contienen los fosfatos en más abundancia, así como las frutas, son las que encierran más riqueza de principios orgánicos sanguifiables: al contrario en los tubérculos y raices, en que esos principios se encuentran en pequeña escala, las sales minerales existen en menor cantidad. El maiz, nabos, remolacha, patatas, etc., contienen de 7 i, 00 á 84,30 de potasa y sosa. Sabido es que la sosa sustituye algunas veces á la potasa, y de aquí en todos casos la im- portancia del uso de los álcalis en los abonos, y más cuando se encuen- tran tan abundantes medios de verificarlo, según he dicho. 71. Una cosecha de trigo que llegue á 55 fanegas por hectárea (20 hectolitros), extrae de la tierra 55 kilogramos de potasa y sosa, se- gún Gasparin. Si á la tierra no se le restituye por medio de los abonos esa cantidad de álcali, tarde ó temprano se esteriliza. 72. Según los cálculos de Mr. Uouzean, las plantas siguientes ex- traen por hectárea las cantidades de álcali y ácido fosfórico que se indican. ÁLCALI. ACIDO FOSFÓRICO. Patatas 65 14 kilog. Remolacha 90 12 Trigo y paja 27 19 73. Fosfato de magnesia y de amoniaco. . Los fosfatos de magnesia se disuelven en 15 veces su peso de agua. 74. El jugo de las patatas y remolacha contiene sales de base alcalina y de fosfato de magnesia solubles. 75. La magnesia sustituye, en algunos casos, á la potasa y sosa. 76. Los fosfatos de magnesia son de suma utilidad como abono, en particular para la remolacha. 77. En la práctica se observa, que tierras que no dan buenas co- sechas de trigo, las ofrecen de patatas y nabos; esto procede de la 334 existencia del fosfato de magnesia y cal, en una proporción, que el último no alcanza para dar desarrollo al cereal, y aquel lo verifica de las otras plantas. 78. Para que los vegetales asimilen la magnesia , necesita estar unida al ácido fosfórico, sin lo cual los terrenos magnesianos son esté- riles. Admitido este principio, reconocido por varios químicos eminen- tes, se comprende la fertilidad de las aguas turbias de Nijar y Lorca, en las que el ácido fosfórico pone en acción las materias disueltas en ellas (58). 79. Los fosfatos de magnesia y de amoniaco, dice Boussingault. con- tienen todos los elementos de la fructificación de los cereales. Los en- sayos ejecutados con ellos han dado escelentes resultados. 80. 3Ir. de Douket cuenta haber obtenido resultados satisfactorios en la siembra de cereales con la aplicación, como abono, del feldspato potásico magnesiano, reducido á polvo impalpable, y echado en la tier- ra al cubrir la semilla de trigo. El producto obtenido con la semilla abonada fué doble, comparado con el que produjo la semilla sin abonar. :}35 SEGUNDA PARTE. Procedimientos para el empleo de los fosfatos terrosos. 81. Aunque demostrada por la ciencia y por !a práctica la utilidad del empleo de las sustancias minerales en el cultivo, y sin embargo de que la Providencia las ha puesto en abundancia á disposición del hom- bre, sucede de ordinario, que dificultades que él mismo crea, imposibi- litan su uso. Ningún pais como España puede decirse que tiene tantos medios para utilizar la sal común en la agricultura, pues abundan por todas partes las salinas y espumeros; y sin embargo de que muchas veces esterilizan superficies estensas, y pudieran comunicar fertilidad á otras, que por su ausencia están en igual caso, es lo cierto que el estanca- miento de la sal priva al cultivo de ese agente de la vida vegetal, que en Inglaterra ha empezado á usarse, y que activa la disolución del fos- fato de cal y la hace asimilable á las plantas (OÍ). Su alto precio y las trabas que tiene imposibilitan su aplicación. 82. Aunque los fosfatos terrosos y sales alcalinas, de que tanto abunda nuestra patria, no sean de difícil introducción como abono en la labranza, porque se encuentran en muchos puntos y en los gran- des centros de ella , hasta que se terminen las infinitas vias de co- municación de que carecen la mayor parte de los pueblos, y el pre- cio de los trasportes sea económico, siempre habrá de tropezarse con el inconveniente de que saldrán los abonos minerales caros con re- lación al estado de nuestra agricultura, y que solo á precios muy mó- dicos podrá emplearlos, por la escasez de sus recursos y poco conoci- miento del valor de esos agentes de la producción del suelo agrario. 336 85. El empleo de los fosfatos terrosos, aunque de utilidad á todas las plantas, la tiene particularmente para los cereales. En los pun- tos en que el cultivo de ellos domina, se sigue la costumbre de sem- brarlos sobre barbecho de reja, y de ordinario sin ningún abono. La renta de las tierras suele ser pequeña en proporción de la utilidad que debe reportar la supresión de un año de descanso que evitarán los abonos. Pocos labradores podrán sobrellevar los desembolsos para comprarlos, y solo el aumento de las cosechas será el móvil que im- pulse á usarlos, unido al poco precio de su adquisición. 84. Si se aprecia el valor que rinden los fosfatos por la mayor producción de la tierra, y la importancia de poder suprimir en el gran cultivo un año de descanso que hoy se da á la tierra, y algunas veces dos y tres, el resultado es de tal naturaleza, que de él puede depender la baratura de los cereales, tan necesaria en nuestra época. Hoy las gran- des explotaciones que carecen de abonos tienen que llevar las tierras á tres hojas (■), sin lo cual no resisten la producción, y aun sembradas cada tercer año de trigo, solo rinden generalmente de 8 á 10, término me- dio, por aranzada. Con el uso de los fosfatos terrosos, el producto puede elevarse, sin exajeracion, á 25 fanegas año y vez; es decir, que el primer caso será a fanegas de trigo por año en cada aranzada; y en el segundo 12 '/j cada uno de los dos; la diferencia es 9 '/^ más por unidad de superficie, independiente de necesitar una menos para ese resultado. Si se aprecia ese producto á 50 rs. fanega, será el pri- mero 150 rs., y el segundo 625; diferencia, 475 rs. de beneficio. El costo del abono, según se ha dicho (48), asciende á 240 rs. por hectá- rea, sean 120 para tres años por aranzada; luego quedarán de ganan- cia 555 reales en la primera siembra, y la tierra abonada para 5 años. Aunque ese producto disminuya una parte, y el trigo baje otra de valor por su abundancia, la introducción de los fosfatos terrosos como abono para la siembra de cereales, es el medio de obtener triple (*) Se llaman hojas de labor l;i división que se establece para sembrar las tierras: tres hojas significa: una sembrada, otra de barbecho, y la tercera erial para pastos. 337 cosecha y doble ganancia en el cultivo. Si hoy se explotan, por ejem- plo, 18.880.539 fonegas de tierra de secano para el cultivo de cerea- les (1), supongamos que se abonan con fosfatos solo 6.000.000 de fanegas, que hoy producen á razón de 3 fanegas de trigo por cada una, porque se llevan 6.000.000 al tercio ; abonando con los fos- fatos pueden sembrarse 3.000.000 de los 6.000.000, y si fuese al tercio solo 2.000.000. Estos producen 18.000.000 de fanegas , y los 6.000.000 pueden llegar á 54.000.000, ó sean 58.000.000 de fanegas de trigo de más, que representan un capital de 1.940.000.000 de reales. Esta suma importante entra en juego para la fabricación de abonos fosfatados minerales; para su circulación en el comercio, y para bajar el valor del trigo hasta el punto de no solo no temer la con- currencia, sino poderla hacer con ventajas, resolviendo el principal problema de economía política y rural. 85. Según se ha visto (40), por 40 rs. deben venderse en España los 100 kilogramos de fosfatos de la fosforita, y estos equivalen (45) en la producción á 2.200 de estiércol. Si ese precio es el mínimum á que puede llegar ese importante abono, claro es que en los puntos situados cerca del sitio en que hoy se sabe se puede fabricar, saldrán mucho más baratos. Los 2.200 kilogramos de estiércol hacen 158 arrobas ó 16 cargas, que por término medio valen en España 48 rs., á razón de 3 rs. carga; luego hay ventaja de 8 rs. con el precio del estiércol, y además una economía de 1 á 17 en los trasportes. Es pues también importante el uso de los fosfatos para sustituir al estiércol, pues son más baratos que él. Los ferro-carriles que cruzan y pronto terminarán de atravesar toda España, son el medio más seguro de la circulación de los fosfatos terrosos de Estremadura y Almería. Las provincias andaluzas, que tanto abundan en la producción de cereales, pueden extender el em- pleo de ese abono con incalculables ventajas. Las demás provincias, Vizcaya y Asturias los tienen (2), y en las (1) Anuario de Estadística de España, 1860. (2) Reconucimiento geológico, por Coilele: y el de Asturias, por Schulz. TOMO VI. 43 338 otras no pueden menos de encontrarse. En la de Madrid existen cerca de Colmenarejo capas potentes de gneis, en cuya formación suele encontrarse el fosfato calizo. No será difícil que abunden los fosfatos en la grande extensión que tienen los terrenos graníticos, si se tiene en cuenta que el sitio de la fosforita de Logrosan se encuentra en con- tacto del granito con el esquisto talcoso. España es abundante en terrenos feldspáticos, esquistosos, cretáceos, calizos y arcillosos liásicos, margas y calizas conchíferas, en que existen los fosfatos terrosos y álcalis, en más ó en menos abundancia, unidos á otras materias mine- rales y orgánicas, importantes para la vida vegetal. Mucho partido puede sacar de ellos la industria fabricando abonos, y la agricultura empleándolos. Las Memorias que ha publicado la Academia pertene- cientes á los Sres. Luxán, Ezquerra, etc.; el reconocimiento geológico de Vizcaya y Asturias, son de utilidad suma con ese fin. IV. Procedimientos para el empleo de los fosfatos terrosos. 80. En Inglaterra, donde se han empezado á usar hace tiempo los fosfatos terrosos, se procede á su preparación pulverizándolos por medio de grandes rodillos movidos por el vapor, á fin de conver- tirlos en polvo impalpable. El procedimiento es el mismo para toda clase de fosfatos: la diferencia consiste en que según su estado necesi- tan más ó menos potencia á fin de conseguir su pulverización. La fosforita de Logrosan no es tan dura como los nodulos; para estos se emplean en Inglaterra grandes muelas verticales de granito; para aquella basta con molino de aceite, es decir, el ruló que se usa para la aceituna. 87. Conseguida la pulverización en polvo impalpable, seria suma- mente económico su empleo inmediato en esta forma, pues su coste quedarla reducido á los gastos de fabricación y trasporte. Pero habién- dose observado que los fosfatos tratados por el ácido sulturico son en 339 sus efectos más potentes para la vegetación , deben usarse de varios modos según el fin propuesto, sobre lo que bablaré después. 88. Calizas conchíferas. Ya he indicado algunos bancos de calizas conchíferas marinas de los muchos que existen en España. Su uso como abono está reconocido en muchas partes, habiendo llegado en Inglaterra á ser objeto de la construcción de un ferro-carril desde Padslow á Bodmin, por cuyo medio, millares de wagones cargados en las costas van al interior con ese abono mineral. 89. Aunque muchas de esas calizas han perdido gran parte de las sales que se encuentran en otras de formación más reciente , estas contienen una gran proporción de materia caliza, sales alcalinas y algo de fosfatos. No conozco ningún análisis químico de las calizas conchí- feras de nuestra patria; pero desde luego puedo asegurar, por las ave- riguaciones que he practicado con las de Jerez de la Frontera (están á la derecha de la carretera que atraviesa el terreno denominado Cau- lina), que contienen hasta 15 por 100 de fosfato de cal, gran cantidad de carbonato, y sílice libre y combinada. El ejemplar que va unido á esta Memoria , recogido por mí en el sitio expresado , hace resaltar esas cualidades. Las calizas de Almería son mucho más pobres en fosfatos, y aún más las de Carmona, cuyos ejemplares son adjuntos: en estas apenas se distinguen, pero son ricas en carbonatos de cal, y sílice hbre y combinada. Siendo fácil encontrar en ambos puntos calizas como las de Jerez (en los pinares de Ghiclana existen), la industria puede pre- sentarlas á la agricultura pulverizadas, y ambas obtener grandes ventajas. Dos medios tiene la industria para presentar á la agricultura el abono resultante de las calizas conchíferas, la calcinación y la pulveri- zación. 90. Calcinación de la caliza conchífera. De los tres ejemplares que acompaño, en el de Jerez se observa, que los fragmentos de conchas más ó menos rotos conservan todavía el esmalte, es decir, su natura- leza animal casi entera. Si se calcina, hay que efectuarlo de manera que no se quiten los fosfatos ni ninguna sal útil y asimilable á los vegetales. 3¿0 Con ese fin ningún método mejor que el empleado por M. Bortier. Calcinada puede usarse sola, sin otra preparación que mezclarla con tierra ó estiércol para extenderla sobre la tierra. Pulverizada con muelas potentes como la fosforita, puede servir para mezclarla con esta antes de tratarla por el ácido sulfúrico, con el fin que diré después. 91. Las calizas de Almería y Carmona se encuentran en un estado de mayor fosiliacion, y esta circunstancia, que les ha hecho perder al- gunas sales importantes, las hace más fáciles de pulverizar por medio de muelas menos potentes, y aun que solo con los agentes atmosféricos se deshagan. De este modo pueden usarse en las tierras compactas ar- cillosas, en la seguridad de esperar ventajosos resultados. V. Empleo de los fosfatos terrosos en la producción de cereales, etc. 92. Con los experimentos de Kuhlmann. Doubeny, Bobierre, Me- rigy, Liebig y demás químicos y agrónomos eminentes que he citado, se terminó la controversia largo tiempo seguida, sobre la insolubilidad (le los fosfatos terrosos. Hoy sabemos que pueden emplearse, con utili- dad, reducidos á polvo impalpable sin ninguna otra preparación, y que de esta manera sus efectos son mas lentos, pero de aplicación á los prados permanentes ó artificiales, y á las plantas que duran varios años en la tierra. En las anuales, las que recorren en un período corto toda la vida vegetal, ha demostrado la experiencia que los fosfatos son más enérgicos cuando se tratan por el ácido sulfúrico; que mezclados con los estiércoles en fermentación son más activos que usados solos; y en fin, que unidos á los abonos líquidos, orines y estiércoles, se activa su solubilidad á favor de la mayor cantidad de ácido carbónico conte- nido en la masa. Puede decirse que deben emplearse los fosfatos de la siguiente manera. 341 1.° Solos, pulverizados, cuando se usen en los prados naturales y artificiales en que pasta el ganado. 2." Tratados por el ácido sulfúrico cuando se empleen en terrenos francos, en el cultivo de cereales, raices y tubérculos. 5.° Solos, ó tratados por el ácido sulfúrico, y mezclados con una mitad de la caliza conchífera de Jerez, ó una tercera parte de las de Almería y Carmona pulverizadas, para usarlos en terrenos arcillosos, compactos y silíceos. A° Mezclados con los estiércoles en el primero y tercer caso, si no con las calizas, para usarlos en toda clase de cultivos, y en particular en tierras húmedas, de regadío ó huertas. o.° Mezclados con los orines y otros abonos líquidos en que la pu- trefacción desarrolla el ácido carbónico, para emplearlos por medio del riego. 6.° 3Iezclados con una tercera parte de turba para emplearlos en las tierras pobres de sustancias orgánicas. 93. Fabricación de los abonos de fosfatos terrosos. Las fábricas de fosfatos terrosos solo pueden expenderlos como se dice en el primero se- gundo, tercero y sesto; y en particular el primero, segundo y sesto. Sin embargo, no siempre se encontrarán á mano todas las materias minerales mencionadas. El labrador debe solo procurarse el polvo de los fosfatos, y hacer por sí las mezclas; pues claro es, que suponiendo que de Logrosan haya de conducirse á Sevilla, Cádiz, etc., el polvo de la fosforita, teniendo en esos puntos las calizas conchíferas, hay econo- mía en hacer las mezclas por sí. En la Mancha, y sitios donde se en- cuentre la turba, sucede lo mismo. 94. La proporción del ácido sulfúrico para hacer solubles los fosfa- tos, es de 30 á 40 de ácido por 60 de polvos. En Inglaterra efectúan la mezcla en cilindros, dentro de los cuales se agita el polvo y el ácido, de lo que resulta una masa sólida que se pulveriza fácilmente al enfriarse. También se efectúa en cilindros de madera armados en el interior de un árbol con aspas; se echan 100 kilogramos de polvo y 2o de ácido sulfúrico y 50 de agua; en seguida se pone en movimiento el manubrio que tiene el árbol del cilindro, y las aspas mezclan el todo. Se siguen 342 adicionando polvos y ácido con agua en las mismas proporciones hasta que el cilindro esté lleno. Disuelto el polvo, lo cual tiene lugar muy pronto, se abre una llave que tiene en la parte inferior el cilindro, y se recibe la mezcla en un depósito en el que se enfria, y queda hecha masa fácil de pulverizar. 9o. El sulfato de cal, que se forma por el tratamiento del fosfato calizo con el ácido sulfúrico, aumenta la fertilidad de la tierra. El ácido sulfúrico se apodera de parte del carbonato de cal, disminuye la base del ácido fosfórico, y el que á este queda unido se convierte en bifosfato. 96. Si los polvos de fosfatos se disuelven, cuando hayan de em- plearse, en la mitad de su peso de ácido sulfúrico con tres partes de agua, y en este estado se echa todo en 100 partes de agua, y se riega la tierra, el ácido libre se combina con los principios básicos del sue- lo, y extiende con prontitud la sal neutra producida. Esta operación puede tener lugar en las albercas de las huertas, etc. 97. En el dia es casi general el tratamiento de los fosfatos por el ácido sulfúrico, á fin de que los fosfatos tribásicos insolubles se convier- tan en bibásicos solubles y el abono sea más enérgico. 98. Según el método que cada uno esté obligado á adoptar en el cultivo, así convendrá obtener los fosfatos. Sin mezcla del ácido sulfú- rico cuando se emplean en plantas de larga permanencia en la tierra, y esta tenga materias vegetales que al descomponerse activen su acción. Mezclados con los estiércoles y abonos líquidos, siempre que se tenga medios de poderlo ejecutar. Tratados por el ácido sulfúrico, cuando se usen en el cultivo en grande en la siembra de cereales, en cuyo caso se mezclarán con tierra húmeda, á fin de extenderlos sobre el suelo y taparlos con la siembra. '^ 99. Cantidad de fosfatos por aranzada ó cerca de media hectárea. En los experimentos y resultados obtenidos con los fosfatos en Inglaterra y Francia, he anotado la cantidad empleada, y aparecen diferencias muy marcadas. En Inglaterra se echan hasta 20 hectolitros por hec- tárea, lo cual equivale á cuatro veces la cantidad usada en Francia, y que aconsejan los resultados de la práctica (17) y de la ciencia (67). Desde cuatro hectolitros, el hectolitro pesa de 75 á 100 kilogramos; 343 hasta 7 puede considerarse un abundante abono por hectárea, según las condiciones de la tierra y plantas que alimente. Para cereales 5 hec- tolitros por aranzada es suficiente, teniendo cuidado de enterrar el abono de modo que la simiente quede en contacto con él. Se entiende que esta cantidad es de los fosfatos tratados por el ácido sulfúrico; en otro caso, como su acción es más lenta, hay que echar doble, pero du- ran más los efectos en la tierra. 100. Caliza conchífera marina. La caliza conchífera marina debe emplearse calcinada en proporciones relativas á la composición del suelo: si fuese muy arcilloso ó silíceo, con poca ó ninguna materia ca- liza ( se ve con un poco de ácido clorhídrico si echado en ella no hace efervescencia, lo cual indica que no existe el carbonato de cal); 6 á 15 hectolitros por aranzada es la dosis que puede usarse. 101. Mezclas. La mezclas de fosfatos con estiércol ú abonos lí- quidos deben ser en proporción suficiente entre un volumen de fosfato y dos ó más de estiércol, teniendo presente lo que he dicho (44). En todos los casos, la cantidad de fosfatos se disminuye ó aumenta en la proporción de la fertilidad conocida en las materias con que se mezcle. La tierra que se une á ellos para extenderlos con más facilidad, no dis- minuye la cantidad. 102. La mezcla de los fosfatos con la turba (que no sea piritosa), tiene por objeto aumentar las materias azoadas , y debe verificarse antes de tratarlos por el ácido sulfúrico. La cantidad que de esta mez- cla debe echarse en la tierra, depende de la composición de ella: en las que se observa esterilidad completa por falta de materias orgánicas y minerales asimilables á la vegetación; en las arenas muertas y arci- llas puras, 8 á 10 hectolitros por aranzada producirán buenas cose- chas de trigo, etc. 105. Las cenizas de turba , si contienen fosfatos serán de gran utilidad empleándolas mezcladas con las calizas conchíferas de forma- ción antigua. 344 TERCERA PiVRTE. Conclusiones. De lo que precede se pueden, entre otras, sacar las siguientes con- clusiones: 1/ La falta de los fosfatos terrosos en las tierras cultivadas deter- mina la imposibilidad de que se desarrollen las semillas , ó hace que no granen. 2/ Cuando se roza una tierra cubierta de materiales y se queman, se da á la tierra en abundancia los fosfatos y álcalis que resulten en las cenizas que quedan sobre ella. 3.' Cuando una tierra es rica en silicatos y pobre en fosfatos, se esteriliza antes con el cultivo del trigo que con el de otro cereal. 4." La falta de una cantidad suficiente de fosfatos terrosos, se in- dica en algunos casos por el buen desarrollo de la planta de los cerea- les cuando abundan los silicatos, y el poco grano que resulta después. 5." La alternativa de los cereales con plantas en que no hay nece- sidad de que cuajen las semillas, como sucede á las forrajeras que se riegan para heno, es un medio de prolongar la fertilidad de la tierra, pues se extrae menos cantidad de fosfatos que cuando las simientes granan. 6." Labrando bien y profundamente las tierras, se favorece y anti- cipa la formación de sales solubles, necesarias á la vida vegetal. 1." La adición de la cal viva en la tierra favorece la descomposición de los silicatos. 345 8.' Si cuando faltan las cosechas, ó no responden á los gastos, hay necesidad de adicionar á la tierra las sustancias que le faltan (lo (|uc puede deducirse por el cultivo anterior y el que ha de seguir, 56). nin- gún medio más ventajoso que usar los que en sus compuestos contie- nen, con todas las que han de menester las plantas cultivadas, en cuyo caso se encuentra la fosforita. 9.' Es muy ventajoso emplear los fosfatos mezclados con los estiér- coles, extenderlos juntos y taparlos bien en la tierra. 10." Los fosfatos tratados por el ácido sulfúrico, prescindiendo de su mayor solubilidad, llevan á la tierra una parte de sulfato de cal, que es muy importante generalmente. 11.' Los fosfatos mezclados con turbas abundantes en materias or- gánicas, hacen fértiles las tierras estériles por falta de elementos asimi- lables para la vegetación. He terminado el trabajo propuesto, dándole una forma, á mi modo de ver, demasiado práctica, si se tiene en cuenta la alta ilustración de los individuos de la Academia á quienes corresponde juzgar de su mé- rito. Yo les suplico que vean en él el deseo de servir de utilidad general á la labranza española , en la que se encuentran hombres eminentes y entendidos en las ciencias, y que no dudo estarán con- formes, en que cuanto con más sencillez y menos lujo científico se pre- sentan los hechos al agricultor, tanto más de utilidad son los escri- tos que se dirijen á impulsar el progreso agrícola. Si la cla.se á que se dirije esta Memoria fuera tan ilustrada como los individuos de la Academia; si su objeto fuese otro que el de aplicar los abonos terrosos al cultivo de la manera más fácil y económica, en este caso pudiera caber un trabajo puramente científico, que en mi jui- cio seria importante, pero de limitado uso y utilidad entre la clase labradora. 44 índice. Piets. Priílíminar 297 Primera parte. I. Injluencia de los fos falos terrosos en la vege- tación 30:5 II. Ulilidad del empleo de los fosfatos terrosos en el cultivo de los cereales y raices 3^8 ill. Influencia de los fosfatos de cal, potasa, magnesia, sosa y amoniaco en la vegetación 330 Secunda parte. Procedimientos para el empleo de los fosfatos terrosos 335 IV. Procedimientos para el empleo de los fosfatos terrosos 338 V. Empleo de los fosfatos terrosos en la producción de cereales. ... 3í0 Tercera parte. Conclusiones 344 MEMORIA PREMIADA EN EL CONCURSO PUBLICO ABIERTO POR LA RKAL ACADEMIA DE CIENCIAS PARA EL AÑO DE 1862 SOBRE El. tema: ■ Influencia de los fosfatos terrees en la vegetación, y procedimientos mas económicos para utilizarlos en la producción de cereales en la Península. » ESCRITA POR D. RAMÓN TORRES MUÑOZ DE LUNA, Catedrático de quimica general de la Universidad Central. Lp.ma: Es preciso devolver á los campos el fosfato de cal, que bajo la forma de huesos humanos queda depositado en los sepulcros. 1 ocos asuntos podría ofrecer á público certamen la ilustre Acade- mia de ciencias de Madrid, que presentaran más grande utilidad al pais y más interés á la ciencia, como el comprendido en el programa de premios, correspondiente al año de 1862, á saber: «Influencia de los fosfatos térreos en la vegetación, y procedimientos más económicos para uti- lizarlos en la producción de cereales en la Península.» Hoy que tan general utilidad se reconoce en los fosfatos térreos como e.Kcelentes abonos; hoy que el primer arte y ciencia para la humanidad, la agricultura, tiende á reposar sobre sólidos cimientos relegando al olvido las prácticas empíricas que no tengan razón de ser; hoy, en fm, que la fisiología vegetal, la física y la química se confun- 360 den en una nueva ciencia agrícola, que con el conocimiento propio y profundo de su objeto facilita ó aumenta la producción de cereales y legumbres, o bien tornada en bábil cirujano aminora ó destruye el mal que potente asoma en el indispensable tubérculo, en la vid, ó en los cereales; nada más oportuno y patriótico que suene en nuestro pais la voz elocuente de la ciencia, á fin de que despertando el estimulo de la juventud, venga en noble palenque á dilucidar asunto de tal importan- cia. En efecto, aun sentado el supuesto, enteramente contrario á la realidad, de que la riqueza de nuestro suelo en principios minerales, fuera tal en todos los puntos de la Península, que no bubiera menester la agricultura nacional, la acción fertilizante de estos modernos agen- tes de producción, todavía ofrecerla el problema en cuestión un altísimo interés para España, bajo el punto de vista económico ó comercial; por cuanto poseyendo ricas formaciones de fosfatos térreos trasformables en los mencionados abonos, es indispensable aclarar de una manera precisa, y basta vulgar, la utilidad práctica á que se prestan, á fin de despertar el deseo de nuevas investigaciones encaminadas á conocer este nuevo elemento de riqueza territorial. Por manera, que bajo cualquier aspecto que se mire el tema del premio ofrecido por la Real Academia de ciencias , puede afirmarse sin lisonja, que realiza una necesidad agrícola de la más alta impor- tancia, cual es generalizar en España la utilidad que el uso de los fosfatos puede prestar al cultivo de los cereales, particularmente en aquellos terrenos faltos de ellos á consecuencia de continuadas cose- chas, ó bien estériles por sí mismos; proporcionando al labrador los medios de aumentar el rendimiento de sus campos, dándole reglas prác- ticas y seguras para asociar en sus tierras, previo el examen químico de las mismas, los elementos minerales y azoados, que no siendo de abundancia ilimitada, como, por ejemplo, la sílice, deban figurar arti- ficialmente como abono en la debida proporción para el mayor produc- to en sus cosechas. Finalmente, establecidos de una manera exacta por la ciencia y la práctica agrícola, los casos, circunstancias y modo mejor de aplicar los fosfatos como abonos artificiales, quizá llegue el dia en que el la- 331 brador de la huerta de Valencia, por ejemplo, pueda sustituir el guano que tan caro le cuesta por la apatita de Jumilla, ú otro minera! análogo, capaz de ser convertido industrialmente en abono asimilable, consi- guiendo á la vez que una grande economía de precio, quizás un notable aumento en sus frutos agrícolas. Bosquejada de una manera general la altísima importancia que en- cierra la compleja y difícil cuestión propuesta por la Ueal Academia de Ciencias, paso á consignar el orden bajo el que he creido conveniente fijar el desarrollo de la presente Memoria, después de examinar déte nidamente las razones que á mi juicio le justifican; dicho orden es el siguiente: 1." Principios generales de estática química. 2." Rotación del fósforo en la naturaleza. 5.° Estudio de la influencia que las sustancias minerales, sobre todo los fosfatos térreos, ejercen sobre la vegetación en general, y más particularmente sobre el cultivo de los cereales. 4.° Consideraciones generales relativas á los fosfatos térreos de Europa y América, y estudio particular de los existentes en España. 5.° Análisis químico, bajo el punto de vista agrícola, de las tierras arables. 6." Métodos más económicos y prácticos, según las diversas locali- dades ó centros agrícolas de España, para utilizar los fosfatos térreos en la producción de cereales en la Península. 7.° Resumen general. I. Principios generales de estática química. Mucho antes de que la química fuese una ciencia constituida, ya la observación habia revelado que en la atmósfera residen los elementos de todos los seres. Todo viene del aire y vuelve á él, dice Anaximeno. La química moderna ha precisado estos presentimientos , siguiendo 352 con paso firme y acertado las aplicaciones que de semejante idea podian hacerse á la cultura de los campos, de tal modo, que hoy pueden ser resumidos los resultados de sus investigaciones en la proporción si- guiente: "La atmósfera y la tierra forman un reino común, en donde »la materia siempre en movimiento, metamorfoseada sin cesar, adquie- »re sucesivamente las mas diversas formas y los aspectos más dignos "de despertar nuestra curiosidad.» Un impulso superior, divino, se revela á través de una organización maravillosa; agentes físicos puestos en acción, fuerzas químicas activas é incesantes, todo es grandioso, todo es digno del más vivo interés en las trasformaciones de este misterioso Proteo denominado materia or- ganizada. ¿De dónde procede esta materia? ¿Cuál es su influencia sobre los tejidos que vivifica? ¿A dónde va cuando la muerte rompe los lazos por los que sus diversas partes estaban estrechamente unidas? Tales son los problemas que desde hace cerca de 20 años desarrolló y vulga- rizó con superior talento el ilustre autor de la Estática química de los si'res organizados. En la atmósfera que nos rodea se exhalan á cada momento torren- tes de materia mineral; la tierra envia igualmente sin cesar, y bajo mil diversas formas, elementos que ayer todavía eran parte integrante del suelo, y á los que se asociarán en breve los huracanes desencadenados; inmensas masas de agua se vaporizan ; los productos organizados se pudren, es decir, se queman, enriqueciéndose de este modo el aire con sustancias simples de que volverán á apoderarse nuevamente la vegetación y la vida. Lo (juela vegetación y la vida toman de la atmósfera para constituir una trama material necesaria á las manifestaciones del ser, fué ya sen- tado como principio exacto por Lavoissier hace 75 años, al afirmar que la tierra devolvía aquellos elementos al aire bajo la triple influencia de la fermentación, de la putrefacción y de la combustión. ¡Fermentación! ¡Putrefacción! Ideas bien humildes y repugnantes para el vulgo; sis- temas profundos, vastos y filosóficos horizontes para el estudio del hom- bre pensador y científico. Esta masa de aire que nos rodea y que equivale en peso á 581.000 353 cubos de cobre de 1 kilómetro de lado, tiende sin cesar á ofrecer sus elementos á la tierra para las necesidades de la organización, mientras que por una ley de admirable equilibrio, la tierra, á su vez, bajo la influencia de una fuerza diseminadora, que se denominará fermentación ó combustión, arroja nuevamente en el reino aéreo el carbono, hidróge- no, oxígeno y ázoe, de que están casi enteramente formados los vege- tales y animales. Que el germen, origen primero del fermento, preexista ya formado en la sustancia fermentescible, según parece rigurosamente demostra- do, ó que el Criador haya comunicado á ciertos estados de la materia la propiedad de originar espontáneamente el glóbulo del fermento (cuestión que no es del caso examinar ahora) , nada más grandioso y seductor que la contemplación de estos fenómenos que acompañan el tránsito de una molécula orgánica á otra más simple. Desde el grano de fécula hasta los productos gaseosos atmosféricos, hay un abismo que la fermentación y la combustión llenan ante nues- tra vista asombrada. En los fenómenos de combustión todavía aumenta más. si es posi- ble, el esplendor del grandioso cuadro que acabamos de trazar. Dese- cadas por el viento del otoño las hojas de un árbol, cubren el suelo, ¿queremos saber cuál va á ser su fin.' pues bastará para ello observar- las bajo la triple y enérgica acción del oxígeno, del calor y de la humedad; bien pronto se ennegrecerán, perderán su gracioso contor- no, cambiándose en un verdadero mantillo; se verá, en fin, cómo poco á poco las leyes de la afinidad química reemplazan á las que regían la existencia del vegetal. El hidrógeno y carbono, que forman la mayor porción del humus, se oxidan y queman lentamente, trasformándose en ácido carbónico y en agua, que vuelven á la atmósfera para continuar sin interrupción el círculo perpetuo á que la materia está sujeta en el plan divi-no. Y si no ¿dónde existen hoy los impenetrables bosques que en otro tiempo circundaron á nuestra capital, según los documentos históricos? Preguntádselo á la atmósfera, nos responderá la química; ella os dirá que el carbono, oxígeno é hidrógeno de aquella vegetación volvieron al depósito común bajo la forma de agua y de ácido carbónico, TOMO VI. 45 354 para fijarse quizá más tarde en la superficie de nuestro propio suelo y elaborar la admirable trama de un nuevo vegetal. El aire atmosférico que respiramos, contiene de 4 á 6 diezmilésimas de ácido carbónico, mientras que el aire recogido en la tierra arable contiene basta 10 por 100; sucediendo á veces que la análisis eudiomé- trica solo evidencia en él la presencia del ázoe y del ácido carbónico sin indicios siquiera de oxígeno. Por consiguiente, labrar la tierra, ahuecarla ó dividirla, es airearla, es hacer que respire, es favorecer la combinación del oxígeno con la sustancia combustible que con- tiene. Por otra parte, los animales queman en estado de salud sus ali- mentos, y en el de dieta su propia sustancia: verdadero producto de calor y de fuerza dinámica, el animal actúa como la maravillosa máqui- na en donde el genio de Papin y Watt rige y utiliza la trasformacion del combustible en fuerza. Entre la combustión de la máquina y la que representan los ali- mentos, la comparación es exacta, supuesto que en una y otra es indis- pensable un volumen proporcional de aire atmosférico siendo los pro- ductos de combustión iguales: de las chimeneas de nuestras fábricas, se desprenden el agua y ácido carbónico; en el aire expirado por el animal, se hallan igualmente el agua y el ácido carbónico, como productos constitutivos. Pero este gas que el reino animal exhala, y cuya asimilación modifi- caria poco á poco las condiciones saludables del aire atmosférico, hasta el punto de hacerse irrespirable, es descompuesto por las partes verdes de los vegetales, bajo el influjo de los rayos químicos de la luz solar, asimilándose el carbono y el hidrógeno para constituir los principios neutros inmediatos, y desprendiendo el oxígeno puro, ozonizado, al receptáculo común, la atmósfera. Por lo tanto, forzoso es reconocer en los vegetales una fuerza de condensación admirable; pues allí en donde un vegetal se desarrolla, se organiza un verdadero laboratorio en donde se elaboran los alimentos: ffrasa, azúcar, materia azoada; tales son entre otros principios los que la análisis evidencia en un grano de trigo, princi- pios que igualmente descubre en la leche, la sangre ó la carne muscular. 335 Las materias alimenticias de los iierbívoros, así como la de los car- nívoros, son pues en resumen de naturaleza química semejante, extraí- das y formadas por los vegetales del seno del aire y bajo la influencia de los rayos solares. Pero este cuadro quedarla incompleto si no nos apresuráramos á consignar, que para la producción de la materia organizada animal ó vegetal es indispensable algo más que hidrogeno, oxígeno, carbono -y ázoe: en electo, siempre que se quema un tejido orgánico cualquiera, se obtiene por residuo una cantidad apreciable de cenizas que ejercen una inmensa importancia en las funciones de la planta y del animal. Numerosos análisis efectuados en Francia, Alemania é Inglaterra, han demostrado que la cosecha de patatas, por ejemplo, quita á cada hec- tárea de tierra 125 kilogramos de cenizas, en donde hay 15 kilogramos de ácido fosfórico; así que hoy dia se determinan con la mayor precisión las necesidades de cultivo de los cereales, legumbres, etc., de tal modo que la análisis del terreno, combinada con el conocimiento de las con- diciones del vegetal que deba cultivarse, forman la parte más importan- te y cada dia mejor conocida de la buena agronomía. Cal, potasa, fosfatos. Estos cuerpos preciosos se hallan con más ó menos abundancia y bajo un estado de cohesión más ó menos enér- gico también en las tierras de cultivo; por medios verdaderamente admirables, la naturaleza los disuelve y divide á fin de prepararles del modo más eficaz para la nutrición de los vegetales. Así, que, el agua de lluvia saturada de ácido carbónico y auxiliada en su acción por las mo- dificaciones bruscas de temperatura, disuelve lentamente las rocas, se apodera de sus elementos solubles, y lleva por do quiera que pasa la fecundidad y la vida. En el fondo de esos abismos, donde todavía no ha llegado la sonda del náutico, lo mismo que en la agitada superficie de los mares, exis- ten disueltos en el agua los elementos reconocidos en el aire y la tierra como gérmenes de vida orgánica; el agua de los mares es á la vez atmósfera por los gases que contiene, y tierra ^or las sustancias mine- rales que posee en disolución. Los animales marítimos absorben el oxígeno y exhalan el ácido 356 carbónico; de modo que el mar estéril de Homero no existe para el ob- servador, y el concipiat mare el pariat opera veslra, de la Santa Escri- tura, se revela ante la ciencia en su más explendente significación. El mar tiene sus bosques, cuyo ramaje dilatado se eleva á la superficie del agua por las celdillas henchidas de gas, y tan pronto es mecido por las tibias brisas del Océano, como desgajado por la tem- pestad desde el verde seno de las olas; el mar tiene también sus pra- deras de wareks siempre verdes, siempre oscilantes, á quienes los ojos admirados de Colon vieron ondular como para saludarle bajo las suaves brisas de las Azores. Penetremos por un instante en estos bosques; inspeccionemos las praderas submarinas, y nuestra admiración subirá de punto; allí veremos el warek gigante observado por Cook, cuyos tallos esceden la enorme longitud de 560 pies, estando sus hojas tan incrustadas de corales que son blanquecinas; unas están habitadas por pólipos semejantes á las hidras, otros por ascídeas; aquí aparecen los moluscos, más allá los crustáceos; de manera que al sacudir las raices de esta planta, caen peces, conchas, huevos marílimos, asteries y ne- reides de las formas más bellas y variadas, llegándose á decir para expresar tan prodigioso espectáculo, que si los grandes bosques de los trópicos fueran destruidos, perecerían menos especies de animales que por la destrucción de este solo warek. Ahora bien, ¿bajo qué medio ambiente vibra mejor el principio de la vida, y qué seres más competentes que estos átomos vivos, casi flui- dos, de tan delicada y efímera existencia, pueden revelar con más ele- vada filosofía la fecundidad sin límites de la naturaleza? II. Rotación de la molécula de fósforo en la naturaleza. Gracias al empleo del molibdato de amoniaco, nitrato de bismuto y de urano, con que la análisis química se ha enriquecido para carac- terizar los fosfatos, aun cuando existan en pequeñas dosis, hoy se ha 387 llegado á evidenciar su presencia en muchos minerales , arcillas ó margas, en donde antes no se sospechó siquiera que pudieran con- tenerle. De la misma manera, nuevas análisis de las rocas primitivas y cristalizadas han puesto fuera de duda que el ácido fosfórico entra como parte integrante de ellas asociado á la cal, hierro, mangane- so, etc. Así que, remontándose con la imaginación al origen de las cosas, á esos grandes fenómenos naturales, respecto de los que todas las tradiciones están de acuerdo con la geología, sorprenderemos el ácido fosfórico en el seno de las rocas ígneas: la disgregación de estas rocas bajo las influencias combinadas del agua, del aire, de la tempe- ratura y del ácido carbónico, favorecen bien pronto la división física de las masas. La vegetación se desarrolla entonces enérgica, feraz, inmen- sa, acumulándose en ella á la vez que el carbono del ácido carbónico atmosférico, cuyo carbono andando los siglos ha de ofrecerse bajo la for- ma de hulla á las futuras generaciones, los fosfatos, que asimilados por los órganos vegetales bajo la acción misteriosa y sublime de las raices prendidas en un terreno virgen, serán también abandonados un dia, extremadamente divididos, á la superficie de la tierra; y como medio enérgico, activo, incesante de esta distribución providencial, aparece el reino animal desplegando su poderosa fuerza de condensación de los principios ricos en nitrógeno y en fósforo; entonces la vegetación sub- viene á las necesidades alimenticias de los nuevos individuos, y los fosfatos adquieren también distintas formas. La molécula de ácido fosfó- rico, no es ya la porción inerte y cristalina de la roca ígnea, ni la trama mineral de la planta; es la sustancia ósea del animal, ó mejor dicho, es á la vez su esqueleto y su carne, su fibra nerviosa y todo su ser, su- puesto que hoy la ciencia justifica que las ideas de organismo y fósforo van estrechamente unidas. Pero sigamos la huella del fósforo en las plantas; aquí ya sorpren- deremos, con el reactivo en la mano, su localizacion en determinadas épocas de la vida vegetal; veremos, mediante la análisis de las raices, tallos y frutos, cómo es evidente que el fósforo se halla con preferencia realizando efectos de un orden muy elevado, toda vez que figura en los 358 órganos rudimentarios é influye poderosamente en la organización de- finitiva del ser; comprobaremos cómo disminuye este cuerpo en la raiz, sobre todo, después de la maduración del fruto, quedando como alma- cenado en este último período de la vida vegetal; veremos, finalmente, que las hojas de un árbol, por ejemplo, dan al salir del botón cenizas más ricas en fosfatos que en los demás períodos vegetativos. Reflexionando sobre este orden de fenómenos, es como la química analítica ha podido explicar el por qué de la fertilidad de ciertos ter- renos, y por la misma razón se sabe hoy en qué consiste que el negro de huesos y los fosfatos de cal, de procedencias diversas, que tan pro- digioso resultado ofrecen sobre los terrenos primitivos y de transición, sean relativamente inertes sobre los terrenos calcáreos en donde apro- vechan tanto los abonos nitrogenados. En efecto, mientras que los ter- renos primitivos y de transición contienen pocos fosfatos, y estos muy coherentes, las margas y calcáreas terciarias los poseen, por el con- trario, en cantidad notable y bajo un estado muy favorable de asimi- lación. Las aguas que corren por las superficies de las rocas, lo mismo que las que bañan los terrenos de sedimento, contienen igualmente ácido fosfórico, aunque en corta cantidad; por consiguiente, las aguas llevan á los vegetales que riegan algo más que productos atmosféricos. Así es que se ha demostrado por el cálculo establecido en hechos ana- líticos, que 100 cabezas de ganado pueden suministrar anualmente en el estiércol, y en virtud de la asimilación de materias minerales disuel- tas en el agua, hasta cerca de 800 kilogramos de sustancias sólidas, entre las que figura el ácido fosfórico, cuyo ácido ha sido apreciado, mediante la análisis de dichos estiércoles , en la proporción media de 1,45 por 100. Si del estudio del reino vegetal, bajo el punto de vista de ser el organizador en cierto modo de la molécula del fósforo, pasamos al examen de ios animales, veremos que sus huesos, músculos, la sus- tancia nerviosa y cerebral, que los principios, en fin, de su organismo, sangre, leche, oripa, licor seminal, todos están impregnados de fósforo; que el fósforo, íntimamente unido á varias sustancias orgánicas, abun- 359 da en la mnsa cerebral y la sustancia nerviosa, de un modo tan espe- cial, que casi puede decirse que está organizado: combinado al oxígeno y á la cal, forma uno délos elementos más importantes del esqueleto; y que en fin, disuelto por los fluidos animales va incesantemente de un punto á otro del organismo; pues aun cuando su cantidad total, abso- luta, permanezca fija respecto de un animal determinado, su molécula es desalojada, digámoslo así, mediante acciones disolventes ó vitales, siendo excretada y sustituida después por otra nueva molécula que acarrea el sistema digestivo. Por consiguiente, los alimentos despro- vistos de ácido fosfórico y cal son incapaces de nutrir á los animales, pereciendo estos, ó bien arrastrando una existencia pobre y anormal, cuando dicbo principio disminuye de su régimen alimenticio. Los animales son bajo este punto de vista, exactamente iguales á las plantas. Para robustecer más esta idea, consignaremos aquí que se ba se- guido con la balanza en la mano, y durante 24 lioras, la alimentación de un ternerillo, teniendo cuidado exacto de los productos consumidos y de los excretados; resultando que dicbo animal fijó en este tiem- po 6«^.'100 de ácido fosfórico y ls'\ 800 de cal, es decir, i !?■• , 300 de ambos principios nutritivos, lo cual corresponde á 3 por 100 del peso vivo desarrollndo. Una vaca de 4 años observada en idénticas condiciones, durante cuatro dias, y recibiendo bajo la forma de alimentos 200 g^4 de ácido fosfórico, fijó 6As' de ácido, durante el experimento, excretando 156 s'' del referido cuerpo: también ba demostrado la ciencia que en los animales adultos hay perfecto equilibrio, en los casos ordinarios, entre la absor- ción y excreción del mencionado ácido; y por último, se ba visto, que adicionando fosfatos al forraje de una vaca lecbera, aumenta notable- mente la secreción y bondad de la lecbe. De los animales ba pasado la molécula del fósforo al hombre, si bien éste le recibe también de los productos vegetales con que se nutre, en particular de los cereales: para demostrar la abundancia con que el ácido fosfórico figura en el organismo humano, igual bajo este punto de vista al de los demás animales, expondremos el resultado cen- :í60 tesimal de la análisis química, verificada en los excrementos, la orina, sangre, y en fin, en los huesos humanos. Huesos 24,00 por 100 de ácido fosfórico. Orina 5,58 — Sangre 1,65 — Excremento 0,82 — Por consiguiente, y admitiendo que un esqueleto humano desecado pese, término medio, 4 kilogramos 600 gramos, de los que 2 kilogra- mos 440 gramos correspondan al fosfato de cal (los huesos del hombre contienen 55,04 por 100 de fosfato de cal), puede calcularse la can- tidad de fósforo condeusado por las generaciones pasadas , de un pais cualquiera, mediante los alimentos; y por lo tanto el fosfato de cal de- positado en los cementerios, campos de batalla, etc. Y como quiera que de todos los elementos organizados en el cuer- po del hombre, solo el fósforo se escapa al círculo perpetuo que la Providencia divina ha impuesto á la materia para que sirva de alimento desde el depósito común (la atmósfera) á nuevas generaciones, y como para existir estas es indispensable que antes precedan los vegetales y animales, forzoso será llenar con abonos minerales el vacío de fósforo que desaparece de la circulación universal, que va á los Campos-Santos, en virtud de la práctica cristiana y caritativa que ordena guardar este recuerdo de amor y de respeto á los restos amados en vida por el hom- bre: por esta razón, los pueblos de Oriente y Occidente, sobre cuyo suelo han pasado tantas generaciones, que á manera de esponjas han extraído de la tierra bajo la forma de cereales y ganados todos los fos- fatos primitivos para llevarlos á sus huesos, que como sustancias fijas quedaron allí en donde se depositaron, ven que nada adelantan con acumular sobre la tierra patria los abonos más ricos en ázoe, y que, por el contrario, dándola el elemento intermediario para la vegetación, de que carece, el fósforo, bien sea bajo la forma de fosfatos naturales de fácil asimilación, ó bien bajo la de abonos que como el guano le conten- gan en cantidad y condiciones favorables al cultivo, vuelven á cobrar los 361 campos el vigor y lozanía primitivas, estableciéndose otra vez la necesaria relación entre el sobrante de cereales y ganados producidos, respecto del consumo. Por esta razón, la agricultura moderna, artificial ya en casi todos los paises, busca con afán por todo el ámbito del mundo, depó- sitos de fosfatos con que poder subvenir á tan imperiosa necesidad; habiéndose dado más de una vez el sacrilego ejemplo de profanar, con este objeto, el silencio de las tumbas, ó los mutilados restos de los cam- pos de batalla. Resumiendo, pues, vemos que el fósforo salió del caos á la voz divina, y que quizá formando una inmensa hoguera con la intensidad lumínica de que ni aun la más brillante fantasía puede formarse idea, quedó constituyendo parte integrante de las rocas primitivas; disgre- gadas estas por la acción combinada del agua, aire, ácido carbónico y temperatura, pasó á formar parte de los terrenos de transición y de sedimento; de estos, fue absorbido por las raices de las plantas, cons- tituyendo parte integrante de las mismas; y por último, de los vegeta- les pasó el fósforo á los animales y al hombre, quedando en cierto modo estancado en él, como último límite de su peregrinación sobre la tierra, toda vez que va á parar bajo compuestos fijos á la inamovilidad de los sepulcros. III. Influencia que las sustancias minerales, con especialidad los fosfatos térreos, ejercen sobre la vegetación en general y muy particularmente en el cultivo de los cereales. Las cenizas resultantes de la combustión de una planta, nos dan la irrefragable prueba de la aptitud del vegetal á absorber de la tierra los elementos minerales fijos que las constituyen; del mismo modo, una observación superficial nos demuestra también con la mayor evidencia, que una familia vegetal se diferencia de otra, tanto por la calidad y proporción de sus cenizas, como por sus caracteres botánicos; y esto es tan cierto, que hasta los traficantes en cenizas para legías de jabone- TOMO VI- ÍC 362 ros, han sabido hacer desde tiempo inmemorial y en su pequeño co- mercio, apHcaciones tan acertadas, que la ciencia no ha hecho en ellas después más que coordinarlas y precisar su sentido. Pero esto, ¿quiere decir que un vegetal dado produciera siempre la misma cantidad de cenizas, sean cualquiera, por otra parte, las condi- ciones de su desarrollo? /Estamos en el caso de establecer que dichas cenizas serán siempre idénticas, aun cuando procedan de una vegetación cultivada sobre un terreno arcilloso ó calcáreo? Ciertamente que no; y precisamente á causa de las variaciones de cantidad y calidad inheren- tes á estas condiciones diversas, ha sido difícil, durante mucho tiempo, establecer leyes algo rigurosas que espresaran la repartición de las sus- tancias minerales en las diferentes familias de los vegetales. Por fortuna hoy, y gracias á estudios profundos verificados en este sentido por varios químicos eminentes, se ha evidenciado, que tanto en los individuos como en las familias, ejercía una influencia notable, por ejemplo, la naturaleza de un terreno calizo, respecto de otro arcilloso, según puede observarse por el siguiente estado. PLANTAS RECOGIDAS. SOBRE TERRENOS. CALCÁREOS- ARCILLOSOS. Brassica olerácea (cruciferas) Brassica napus (cruciferas) Trifolium pratense (leguminosas) Trifolium incarnatum (leguminosas) Scaliosa arvensis (dipsáceas) ¡ 28,60 Allium porum (liláceas) Dactylis glomerata (gramíneas) Quercus pedunculata (amantáceas cupulíferas). . Término medio de la cantidad centesimal de cal. 27,98 15,62 45,60 19,48 43,52 29,72 36,18 26,68 28,60 17.16 22,60 11,41 6,24 4,62 70,14 54,00 54,83 22,09 363 De estos hechos aislados á los hechos generales, no hay más que un paso, como puede deducirse fijando la atención sohre las siguientes cifras. PLANTAS RECOGIDAS. 1." En las cruciferas (seis análisis) 2." En las leguminosas (seis análisis) 5.° En las dipsáceas (cinco análisis) 4.° En las salicíneas, del género populus (cinco análisis) Término medio de la cantidad ceníesimal de cal. SOBRE TERREPiOS. CALCÁREOS. ARCIL LOSO Examinando con detenimiento la última columna de los estados que preceden, se observará, que respecto del terreno arcilloso, ha habido realmente absorción de óxido calcico por el vegetal, lo cual no debe ex- trañarse, supuesto que basta que haya en un terreno arable un princi- pio útil á la planta, aun cuando figure en cantidad hasta inapreciable á los reactivos, para que el vegetal vaya en su busca, le separe, aspire y asimile desde las profundidades de la tierra (en donde hubiera per- manecido por siempre oculto )á los tallos, hojas, flores y frutos, en donde su localizacion es tan evidente, que basta para demostrarlo una simple combustión al aire libre. Un agrónomo distinguido ha ido más lejos: ha querido verificar, mediante delicados estudios prácticos, la útilísima investigación de las sustancias terreas asimilables por diferentes vegetales; idea que reali- zada con la debida exactitud científica, podrá proporcionar al labrador inteligente, el medio de saber con la precisión necesaria, lo que una cosecha quita al terreno que la ha producido, y por lo tanto, lo que 364 hay que devolverle; si tal sucede, nada más trivial entonces, y dado el caso de llegar á establecer de un modo cierto que el vegetal A quita con preferencia un principio inorgánico á la tierra, que no es necesario al vegetal D, deducir las producciones que pueden sucederse, sin el menor inconveniente, en los cultivos de los vegetales A y B. Dejando ahora á un lado, como de menos interés para nuestro objeto, la influencia sobre la vegetación de ciertas sustancias terreas constitu- tivas de las cenizas, tales como la sílice, magnesia, sosa, cloro, ácido sulfúrico, etc., y fijándonos con especialidad en el ácido fosfórico, la cal y la potasa, principios minerales que tan importante papel desempe- ñan en el cultivo de los cereales y legumbres, deduciremos el grado progresivo en que figuran dichas sustancias en las cenizas de las refe- ridas plantas. Los siguientes estados demostrativos, más elocuentes que cuanto indicáramos en pro de nuestra idea, justificarán plenamente el objeto y aplicación práctica á que se encamina. Sustancias minerales contenidas en 100 partes de cenizas. SUSTANCIAS DE DONDE PROCEDEN LAS CENIZAS. Patatas Nabos Trigo Id. negro ó africano Paja de trigo Avena Paja de avena Guisantes Judías Habas FOSFÓRICO. 11,3 6,1 47,0 50,2 5,1 14,9 5,0 50,1 26,8 54,2 CAL. 1.8 10,9 2,9 6,6 8,5 5,7 8,5 10,1 5,8 5,1 POTASA. 15,5 35.7 29,5 15,0 9,2 12,9 24,5 55,3 49,1 45,2 365 Aplicando ahora los resultados de estas análisis , por ejemplo, al cultivo de una hectárea de tierra, obtendremos los siguientes datos de la más alta importancia práctica. CLASE DE COSECHA. Patatas Nabos (media cose- cha) Trigo Paja de trigo Avena Paja de id Guisantes (con abono de estiércol) Judías Habas Cosecha seca. kilogramos, 5085 716 1148 2790 1064 1285 998 1580 2121 Cactidad de cenizas contenidas en cien partes de la cosecha. Cantidad de cenizas por hectárea. Acido fosfórico. 4,0 7,6 2,4 7.0 4,0 5,1 5,1 5,5 5,0 kilogramos, kilogramos 125,4 54,4 27,5 195,5 42,6 65,4 50,9 55,5 65,6 15,9 5,5 12,9 6,0 6,4 1.9 Cal. kilogramos. 2,2 5,9 0,8 16,6 1,6 5,4 9,5 5,1 14,8 I 5,2 24,8 ' 5,2 Álcalis, po- tasa y sosa. kilogramos, 65,5 20,6 8,1 18,6 5,5 18,9 11,7 i 27,1 i 28,7 de modo que la cosecha de trigo, recogida sobre una hectárea de tier- ra, equivale á la sustracción en ella de 19 kilogramos próximamente de ácido fosfórico; una cosecha de habas quita 22 kilogramos de dicho ácido. Ahora bien; supongamos que en una tierra pobre por sí misma de ácido fosfórico (por supuesto bajo la forma de fosfatos), se repite este cultivo por mucho tiempo, perdiendo cada vez el suelo por las cosechas sucesivas el poco ácido que posee, así como también los álcalis y la cal, ¿qué sucederá en definitiva? Nada más sencillo que preveerlo: la escasez en las cosechas, la mala calidad de las mismas después, y por último, la ruina del labrador. 366 La opinión empírica y sistemática de muchos agricultores, tan perjudicial á sus intereses, de creer como sus antepasados , indefi- nidamente inagotables sus tierras de principios fertilizantes, ora sean minerales ó bien vegetales, es el mayor obstáculo á las buenas prácticas agrícolas de muchos paises, particularmente del nuestro; toda vez que á pocos labradores españoles se les habrá ocurrido hacer, científica- mente hablando, esta pregunta á sus tierras: ¿posees la cantidad de principios minerales indispensables á la nutrición y desarrollo de mis cosechas? Y si tienes estos principios, ¿existirán en la misma relación en que deben figurar respec-ío de las demás sustancias azoadas, natu- rales y artificiales (estiércol, etc.), para que haya el mismo equilibrio entre estos principios que, por ejemplo, reclaman las leyes de la ali- mentación humana entre los principios plásticos, los respiratorios y las sustancias minerales? Y por último, ¿ya que tú, tierra de mi pro- piedad , posees un excedente de todos estos principios y en la de- bida proporción , te disponen bien los trabajos de labranza , para que funcionen con facilidad y lodo provecho dichos elementos, ger- minada la semilla y á través del admirable laboratorio que represen- tas, animada por el aliento divino? O mucho nos engañamos, ó en estas tres preguntas, hechas á cada especie de terreno, condición de clima y clase de cultivo, se encierra todo el progreso de la agricultura española. Por lo demás, existe una estrecha relación entre los productos ni- trogenados y el ácido fosfórico. Uno de los mejores químicos modernos de Alemania ha analizado 10 muestras de avena, 10 de cebada, 10 de trigo, y en fin, otras 10 de centeno, cultivadas en tierras de diversas condiciones y calidades. Hé aquí sintetizadas las deducciones que se destacan de los hechos obtenidos en estas análisis. 1.° Que las oscilaciones observadas entre las cantidades de ázoe y ácido fosfórico, se hallan comprendidas en límites muy estrechos. 2.° Que igual sucede, por lo menos en cuanto á las semillas, res- pecto de la cantidad de cenizas. o." Que existe una relación notable entre las materias albumini- deas; por manera, que puede admitirse que la formación de las sustan- 367 cias albuminiJeas, en los granos, está subordinada á la existencia de los fosfatos. A." Esta relación difiere para cada materia aibuminidea: los sera- nos délas leguminosas, que principalmente contienen albúmina soluble V legúmina, poseen para la misma proporción de ácido fosfórico, vez y media ó dos veces más nitrógeno que los granos de los cereales, muy ricos según es sabido en gluten. 5.° Finalmente , que cuando una de las sustancias proteicas es reemplazada por otra, en las semillas de la misma especie y de la mis- ma variedad, cambia forzosamente también por este solo becho la re- lación proporcional entre el ácido fosfórico y el nitrógeno. Deduciendo ahora la enseñanza de utilidad práctica, que para la agricultura racional parece desprenderse de lo expuesto en este ca- pítulo, resulta que es preciso proporcionar á la tierra, á todo tran- ce, ázoe asimilable y fosfatos térreos. IV. Consideraciones generales relativas á los fosfatos térreos de Europa y América, y estudio particular do los de España. El fosfato básico de cal, bajo la forma de huesos, ha sido siempre objeto de un empleo considerable en agricultura. Con solo considerar que 1 kilogramo de huesos contiene el ácido fosfórico necesario para la producción de 60 kilogramos de trigo, y que por lo tanto, expor- tando anualmente los ingleses un millón de quintales de huesos, pue- den hacer producir á sus tierras, casi exhaustas ya de este principio fertilizante, un aumento de muchos millones de trigo más todos los años, nadie extrañará que se busquen con tanto afán por todo el mundo para el comercio agrícola el negro de huesos, los residuos de las fábri- cas de botones, los restos de los esqueletos animales, que desde tanto tiempo blanquean en la superficie de las pampas de Buenos-\ires, y 368 en fin, llegue alguna vez la fiebre de la especulación mercantil hasta profanar los campos de batalla (1). La composición centesimal de los huesos privados del periostio, médula y grasa, es la siguiente: Cartílago 32,25 Vasos 1,01 Fosfato básico de cal 52,26 Id. de magnesia 1,05 Cloruro calcico 1,00 Carbonato de cal 10,21 Sosa 0,92 Cloruro sódico 0,25 Óxidos de hierro, de manganeso y pérdida. . . 1,05 100,00 Por consiguiente, los huesos privados de grasa contienen 52 por 100 de fosfato básico de cal, y además 7 por 100 de ázoe. Las cenizas de huesos destinadas á la agricultura, ofrecen, término medio, la composición siguiente (cenizas de huesos procedentes de la América del Sur): Carbón y materia orgánica 3 Residuo silíceo 14 Fosfato de cal y magnesia "72 Carbonato de cal y pérdida 11 100 (1) Un periódico inglés {el Times), denunció hace uno ó dos años al Gobiei- no inglés un cargamento de 230 toneladas de huesos (18.400 arrobas), proce- dente de Sebastopol. 369 La composición centesimal del negro de huesos, destinado primero á las refinerías de azúcar y después á la agricultura, puede estimarse en la composición media siguiente: Fosfato de cal y de magnesia 72 Carbonato de cal 5 Sílice 1 Carbón , 25 Materia orgánica y pérdida 1 100 Demostrada la utilidad agrícola de los restos óseos de los anima- les, como puede comprobarse al ver la regeneración actual de los cam- pos de Inglaterra, en donde, como hemos consignado , se consume anualmente más de 1.000.000 de quintales de huesos, es indudable que también ofrecerán grande interés para dicho objeto los huesos más ó menos fosilizados, es decir, modificados de cierto modo y bajo la influencia de los siglos en la superficie ó seno de la tierra, toda vez que conserven las propiedades fertilizantes (fosfatos) requeridas para el cultivo. Hay capas considerables de la corteza del globo que están consti- tuidas por cubiertas sólidas de animales inferiores formadas por des- pojos de innumerables generaciones; estas capas se explotan actualmen- te, ya como agentes fertilizantes de grande valor agrícola, ó ya como materiales de construcción. En 45 gramos próximamente de una pie- dra de las montañas de Casciana, en Toscana, ha recogido Solda- ni 10.45Í conchas microscópicas de tan poca densidad, que 500 de estas conchas pesan solamente 54 miligramos, habiendo algunas de la misma especie en que 1.000 individuos escasamente llegarían á pe- sar 50 miligramos. Ehremberg ha calculado que 27 milímetros cúbicos del Trípoli de Bilin, en Bohemia, representan unos 41.000.000 de estos infusorios de caparazón silíceo. TOMO TI. J7 370 Muchas margas, y calizas de construcción, contienen por toda su masa restos de myriades correspondientes á las especies cypris, numo- litos y melliolos. Pero de todas estas formaciones, fósiles, ninguna más singular, en su género, que la estudiada por Alcides d'Orbigny al lado de la inmensa cadena de los Andes; este distinguido químico geólogo ha comprobado allí la aglomeración considerable de los huesos fósiles de Buenos-Aires, formada sobre una superficie próximamente de noventa y cinco mil kilómetros cuadrados de superficie, de una tierra rojiza que cubre, ya esqueletos enteros, ó bien huesos sueltos pertenecientes á mamíferos. En casi todos los paises de Europa y de América, se han hecho im- portantes descubrimientos de animales fósiles en mayor ó menor exten- sión territorial; España no tiene que envidiar, bajo este punto de vista, á ninguna nación, supuesto que ha sido tan favorecida como la que más en las indicadas investigaciones, según puede verse por los trabajos de los distinguidos naturalistas y geólogos, Sres. Graells, Prado (D. Ca- siano), Colmeiro (D. Miguel), Luxan, Vilanova, etc. Los importantes estudios estadísticos y geológicos, que en la actualidad se ejecutan en España, darán á conocer, debe esperarse, cuanto en esle sentido recla- man hoy imperiosamente la ciencia geológica, y sobre todo la agricul- tura nacional. 371 Por lo demás, hé aquí la composición centesimal de los huesos fósiles. NOMBRE DE LOS HUESOS. ¡parte compacta. — esponjosa. Rinoceronte Hiena Mastodonte (defensa). . . (parte compacta. Oso. . . ( — esponjosa. Tortuga (vértebras). . . . Materia orgáaica. 10,05 8,00 indicios 20,00 Fosfato de cal. Fosfato de ma^oesia. 71,1 65,5 59,0 72,0 b6,5 59,7 23.1 61.1 1.5 1,2 n 1,5 0,7 0,4 1.2 0,7 Carbonato de cal. 11.8 5.2 45,5 4,7 15.1 25,6 67,5 10.6 Materia silí- cea y fluoruro de calcio. 17.2 2.6 » 24.0 9,8 14,0 18.6 Reflexionando sobre estos resultados, puede deducirse que en un hueso fósil, el tejido orgánico ha sido más ó menos destruido y reempla- zado por varias sustancias minerales, según el tiempo trascurrido y la calidad de los terrenos en donde la fosilización se haya verificado. Pero la ciencia no se ha limitado únicamente á ilustrar á la agri- cultura é industria, sobre los yacimientos de fosfatos procedentes del enterramiento de los huesos, sino que ha ido mucho más allá, y no ha cedido hasta dar cumplida cima á su noble y humanitaria empresa de sondear los más recónditos lugares de ese inmenso depósito de la mate- ria, en donde existen los restos de antiguas generaciones para nutrir con ellos á las presentes, á la manera que hoy alimentamos nuestro es- píritu con los restos del saber ó del ingenio condensados en los archi- vos y bibliotecas, verdaderos campos de la inteligencia. A la geología, á esa brillante ciencia, nacida hoy á nuestra vista y 372 que á semejanza del águila inaugura su gigante vuelo remontándose hasta el sol de la creación, le estaba reservada la envidiable gloria de demostrar un nuevo testimonio de la sublime previsión con que la bon- dad divina guarda en depósito, paralas necesidades de la humanidad, tesoros inapreciables. En efecto, inmediatos á los restos fósiles de los gigantescos rep- tiles, por ejemplo, del Ichthyosaurus comvumis y del Plesiosauriis doli- chodeirus (sauricenos), que el distinguido geólogo inglés Buckland (1) ha estudiado en los depósitos próximos á las series secundarias del globo, han sido descubiertos por el mismo, verdaderos excrementos fósiles, ricos en fosfatos de cal, á los que se designan con el nombre de copro- lilhos (fósil foeces) de la misma, distinguiendo con el de pseudo-copro- ilhos las masas fosfatadas, de origen probablemente orgánico, pero que han sufrido profundas modificaciones antes de ofrecer la forma con que hoy aparecen, y que se conoce con el nombre vulgar de nodulos. Hé aquí la composición centesimal de dos especies de coprolithos hallados en Inglaterra. Coprolithos de Cambridge. Agua 8,00 Materia orgánica 5,00 Sílice 9,00 Fosfato de cal 77,70 Carbonato de cal 2,30 i 00,00 (1) Buckland, Transactions of Sociétégéologiquc— F.ondon, 1829, tercer vo- lumen, página 224. i 373 Coprolilhos de Siiffolk. Agua combinada 10 Arena y óxido de hierro . 2t Carbonato de cal 10 Fluoruro de calcio, sulfates y cloruros alcalinos.. 5 Fosfato de cal 56 100 En vista de la composición de los coprolithos, no puede uno me- nos de admirar la Sabiduría eterna, que ha dispuesto vengan en el siglo XIX á ser elementos prodigiosos de fertilidad para nuestros cam- pos, pobres en fosñUos, cuando no completamente exhaustos de él, los restos de animales que han existido antes de la aparición del hombre sobre la tierra; ala manera que la hulla, descubierta en nues- tros dias, dá calor y potente fuerza á la familia humana, después de haber purificado el aire que habia de respirar, aislando con su vigoroso ramaje verde y guardando después en las entrañas de la tierra , el carbono que robó á la atmósfera en la primera época del mundo. Respecto á la naturaleza y formación del fosfíüo de cal, conocido con el nombre de nodulos, puede admitirse que acumulados los detritus de animales bajo la influencia de grandes trastornos geológicos, hayan sufrido profundas alteraciones, y que actuando sobre ellos el ácido carbónico y demás agentes meteorológicos, experimentaran los fosfatos enterrados en las diversas capas de los terrenos la acción de las varias corrientes, convertidos en su mayor parte en fosfatos ácidos, los cuales en presencia de la cal han formado después fosfato básico de cal; por lo menos el agrupamiento alternativo de la cal, bajo la forma de car- bonato y fosfato básico, hacen suponer una conversión pseudo-mórfica, fundamento de esta teoría, igual hasta cierto punto á la que explica la formación de los pseudo-coprolithos. 374 Por lo demás, y aun cuando los nodulos difieren bastante en la apariencia de los coprolithos, poseen, sin embargo, caracteres que los aproximan mucho á los excrementos petrificados, y que sirven para de- mostrar de una manera muy racional su origen orgánico: en efecto, los nodulos son azoados como los coprolithos, y como ellos, desprenden un olor sui generis, por el frote ó mediante la acción de los álcalis; finalmente, su riqueza en fosfatos, hace deban ser clasificados al lado de estos curiosos excrementos, que bajo el nombre de fossil-fmces fue- ron objeto de las profundas investigaciones de Buckland en 1829. Varios son los puntos de Europa en donde han sido descubiertos extensos yacimientos de esta clase de fosfatos (utilizables ya en agri- cultura), figurando entre los más ricos por su extensión y cantidad me- dia, en fosfatos asimilables, los estudiados en 1853 por Mr. Delanoue en el terreno cretáceo del Norte de Francia: en Inglaterra hace también bastante tiempo que son conocidos los nodulos correspondientes al ter- reno cretáceo superior, así como igualmente los existentes en la base del terreno terciario superior. Estos terrenos, designados generalmente con los nombres de Surrey V Tnn, existen en muchos puntos de nuestra Península, y se hallan marcados con el color verde en los mapas formados por los distingui- dos individuos de la Comisión geológica de España. Los nodulos se presentan bajo la forma de masas amorfas redon- deadas ó arriñonadas, á modo de geodas; su color varia desde el blan- co, blanco rojizo y ocráceo, al ceniza-claro; su sabor es térreo-arci- lloso ó cretáceo; su densidad =22; son porosos y por \o tanto per- meables á los gases; absorben de 64 á 70 por 100 de su volumen de agua, circunstancia preciosa para la agricultura. Su composición media centesimal, es la siguiente: Agua y materia orgánica 7,200 Cloruro sódico y sulfato de sosa (indicios) Carbonato de cal 18,814 ídem de magnesia 0,855 375 Sulfato de cal (indicios) Fosfato básico de cal SI, 018 Id. de magnesia (indicios) Id. férrico 8,902 Id. de alúmina 2,700 Oxido de manganeso 0,057 Fluoruro de calcio 5,161 Alúmina, óxido de hierro, ácido silícico, arena y pérdidas. . 7,295 100,000 Entre los fosfatos de más alta importancia para la agricultura, figu- ra también, y quizá en primera línea, el huano ó (¡uano llamado del Perú; pero aunque es cierto que en él concurren admirablemente asociados los elementos fertilizantes, es decir, el ázoe y los fosfatos solubles, no es menos positivo que hay muchos casos en que aplicado el guano á una tierra rica en detritus orgánicos, y por lo tanto sin necesidad alguna de ázoe artificial, cobra, como por encanto, todo su vigor á espensas del otro principio fertilizante, esto es, de los fosfatos; y en este caso, ¿cómo no considerar el guano como abono regenerador fosfatado, semejante en su efecto final y práctico á los coprolithos y nodulos? El guano se halla en multitud de pequeños islotes del mar del Sur, sobre las costas del Perú y de Chile: esta sustancia se encuentra depo- sitada por capas que algunas veces miden hasta 20 metros de espesor, cuyas capas son explotadas como pudiera hacerse, por ejemplo, con un mineral de hierro. Dichas islas son habitadas por multitud de aves acuáticas, especialmente de la tribu de las Árdeas y Phenicópteras, que anidan por la noche, y cuyos excrementos son completamente idénticos con la materia de las más antiguas capas de estos depósitos. Sin embargo, hecho el cálculo del tiempo que seria necesario para cu- brir con los excrementos de estas aves la superficie de las referidas islas hasta la altura de 1 centímetro, y resultando ser precisos tres siglos para obtener este resultado, se admite en vista del espesor ac- tual (que supone, siguiendo esta teoría, son habitadas estas islas por 370 dichas aves, desde hace seiscientos mil años), que la masa principal del guano es un producto antidiluviano. Sea de esto lo que quiera, ello es cierto que desde tiempo inme- morial, y por supuesto mucho antes del descubrimiento de América, ya usaban los peruanos esta materia para hacer productivas sus tierras naturalmente estériles, aplicándola sobre todo y en cortas porciones para el cultivo del maiz. En nuestros dias puede decirse que ha sido conocido el guano en Europa como excelente abono: en efecto, en 1841 varios buques in- gleses trajeron como lastre, por indicación de Humboklt, unos cuantos centenares de toneladas de él y comenzaron los ensayos agrícolas, con tan feliz éxito, que ya en 18S8 se habían exportado para Europa muy cerca de 5.000.000 de toneladas de guano, que al precio medio de 1.500 rs. tonelada, representan un valor de 4.500.000.000 de reales que ha utilizado hasta aquella época la república peruana. Pero como quiera que desde el año de 1858 hasta el presente ha ido en aumento más bien que disminuyendo el empleo agrícola del guano del Perú, no creemos sea exagerado el apreciar la cantidad ex- portada hasta el día á Europa en unos 4.000.000 de toneladas, represen- tando próximamente un valor de 5.G00.000.000 de rs. El importante descubrimiento de inmensos depósitos de guano so- bre la costa Sur de África, y en otros puntos de América, ha venido á aumentar el empleo de este interesante abono. Aunque lodos los guanos constan esencialmente de urato y oxalato de amoniaco, fosfato y oxalato de cal y de una base particular, la guanina (C'"H^N'0-), descubierta en 1844 por Unger, sin embargo, bueno será consignar en este sitio la composición media centesimal de los más importantes. Guano normal del Perú. Agua , 13,82 Materias orgánicas y sales amoniacales 52,52 Sílice y arena 1,46 377 Fosfato de cal 19,52 Sales alcalinas 7,56 Acido fosfórico. 3,12 100,00 Ñola. Estas cifras determinadas después de la análisis de lo por- ciones distintas, se refieren á las Guaneras de las islas Chinchas, si- tuadas á los lo '/agrados de latitud austral, y próximamente 4 leguas al O. N. O. de Pisco. Guano de la isla de tus Galápagos (Ecuador). Fosfato de cal 63,3 Nitrógeno 0,7 Arena y arcilla. . , , 19,0 Nitrato de potasa 3,0 Carbonato de cal, óxido férrico y pérdida 14,0 100,0 Guano de la isla de Santo Tomás, situada á 18°, 55 latitud Norte, y 65°, 28 O. de Greenwich. Agua 8,96 Fosfato de cal 37,71 Fosfato de alúmina y hierro 44,21 Fosfato de magnesia 4,20 Sulfato de cal . 0.86 Carbonato de cal 3_36 TOMO VI. ;í78 Acido silícico soluble 0,30 Arena 0,40 100,00 Nota. El yacimiento de esla sustancia mide cerca de 12 metros de espesor; se han extraído más de 70.000 toneladas en menos de dos años! Réstanos, para terminar este asunto, decir cuatro palabras acerca de los guanos llamados de Baker y Tarvis, que tanta fama gozan hoy en la agricultura. Dichos guanos proceden de dos islas denominadas como los abonos respectivos, y situadas á 0°,5 de latitud S. y ISO á 100° de longi- tud O. (Greenwich). Estas islas, formadas por corales, no tienen agua ni vegetación, y se elevan de 7 á 12 metros sobre el nivel del mar: su extensión es bastante limitada: tres islas tienen hasta 5 millas de lon- gitud, y una 5 millas de latitud. Sirven de guarida y parada á multitud de aves marítimas, que cubren con sus excrementos la superficie; y si á esto se agregan las tortugas y pescados que las aves traen para sus pequeñuelos, y en fin, los restos de las que mueren en este punto, se comprenderá toda la importancia que semejante abono ofrece á la agri- cultura. Composición centesimal del guano Baker. Fosfato de cal (3CaO, PhO^) 78,7 — de magnesia 6,1 — férrico 0,1 Sulfato de cal 0,1 Acido sulfúrico, potasa, sosa, cloro, materia orgánica y agua- 1S,0 100,0 379 Guano Tarvis. Fosfato de cal 33,4 — de magnesia 1,2 — férrico 0,1 Sulfato de cal 44,5 Acido sulfúrico, potasa, sosa, cloro, materia orgánica y agua. 20,8 100,0 Mucho se ha discutido acerca del por qué obra el guano com'o agente fertilizador: unos pretenden que su acción depende de los fosfa- tos; otros de las sustancias azoadas, particularmente las sales amonia- cales y el ácido úrico; y por último no falta quien crea que la fertilidad que el guano da á los campos, es debida k una sal doble constituida por la guanina y el amoniaco. Estudios experimentales muy recientes, y practicados por uno de los químicos más célebres de Europa, por el Barón Liebig, demuestran que ninguna de estas teorías es verdadera, supuesto que añadiendo todos estos principios indicados, bien sea uno á uno, ó conjuntamente y extendidos como el abono en cuestión, subre los campos, no han ofrecido estos cuerpos la influencia fertilizante que el referido guano natural; en vista de esto, y habiendo observado dicho químico la notable proporción de ácido oxálico, que ora libre, ó bien bajo la forma de oxalato de amoniaco, acompaña constantemente á todos los guanos de primera calidad, sienta como verdadera causa de la influen- cia fertilizante de este abono la reacción que tiene lugar, á expensas de la humedad, entre el ácido oxálico y el oxalato de amoniaco, sobre la cal de los fosfatos, de lo cual resultan fosfatos ácidos solubles, y por lo tanto absorbibles por las raices de las plantas, y sales amoniacales, solu- bles igualmente por dicho aparato aspirador. La práctica comprueba en cierto modo esta importante teoría, pues todos los labradores prácticos y observadores de nuestro pais, como por ejemplo los de la huerta de Valencia, saben: 380 1 ." Que el guano húmedo es menos activo que el seco. 2." Que cuando se emplea bien seco el guano y llueve moderada- mente y en tiempo oportuno, se nota muchísima mayor fertilidad en los campos. En el primer caso se comprende bien, que siendo solubles el ácido oxálico y el oxalato de amoniaco, se han de marchar y perder con el agua añadida dichos cuerpos; y respecto del segundo hay que advertir, que si llueve excesivamente, claro es que el agua se llevará también en disolución ambos cuerpos; pero si por el contrario, la lluvia es suave y á tiempo, se va verificando, sin pérdida alguna, la disolución de los fosfatos ácidos y de las sales amoniacales, y pasan convenientemente al organismo vegetal. La importancia y exactitud de esta nueva teoría, hace indispensable comprobar la existencia y cantidad de ácido oxálico que haya en todo guano antes de emplearle, supuesto que su utilidad se halla en cierto modo subordinada á este ácido. Hé aquí cómo debe procederse. Se toma una cantidad dada de guano y se hierve con ácido nítrico; se filtra y lava el residuo; en seguida se añade ácido hidroclórico que disuelve el oxalato de cal y el fosfato restante, quedando aislado el ácido úrico. El líquido ácido se neutraliza por el amoniaco que precipita el fosfato y oxalato; tratados ambos por el ácido acético, solo se disuelve el fosfato; se vierte el oxalato sobre un filtro, se lava, pesa, etc. Reconocida plenamente por una experiencia de más de 50 años la importancia de los fosfatos térreos en la agricultura moderna, y siendo insuficientes los abonos naturales que los contienen (guano, co- prolitos, nodulos, etc.) para las necesidades del cultivo universal, ha sido forzoso que el espíritu mercantil del hombre busque con sus brazos de pólipo en otros países yacimientos de fosfatos minerales, de donde la industria pueda sacar en buenas condiciones de asimilación y coste el principio fecundante (fosfato de cal) que los exhaustos campos reclaman: de aquí la explotación de las apatitas y fosforitas que hoy dia se hace en ciertos países, y las que en lo sucesivo se harán, sobre todo en España, cuando los medios de comunicación permitan beneficiar di- chos minerales con ventaja para la nación y el comercio. 381 Apatitas. Bajo este nombre se distinguen varias especies mineraló- gicas constituidas por fosfato de cal, más fluoruro y cloruro de calcio según la fórmula general, 5Ca'Pli. : : + Ca (Fl, C1-). Su forma cristalina dominante es el prisma exaedro regular, diversamente modificado; tienen color variable, unas veces ofrecen un matiz verde espárrago (es- parraguina), otras rojo como la de Noruega, y así sucesivamente según el grado de oxigenación del hierro, que bajo el estado de fosfato de hierro forma con frecuencia parte constituyente de dichos cristales; por cuya razón deberla modificarse la fórmula racional de ellos, toda vez que acaso no representa fielmente la verdadera composición de di- chas especies mineralógicas. Hé aquí la composición media centesimal de las principales apati- tas, explotadas actualmente en Europa para la agricultura. Apatita de Krngero (Noruega). Agua higroscópica 0,63 — de combinación. ... 0,60 .\cido fosfórico 10,94 Gal 54,12 Cloruro de calcio 1,61 Magnesia 0,20 Fosfato férrico y alumiiiico 0,45 Parle insolublo (arena) 0,95 Álcalis 0,oO 100,00 Apatita de Snarum (Escania) Acido fosfórico 41,48 Gal 49,65 Cloro 2^7 j 382 Fluor 2,21 Calcio 3,95 100,00 Apatita de Greiner (Tirol). Fosfato 92,16 Fluoruro de calcio. . . 1,69 Cloruro de calcio 0,15 100,00 Apatita de Ehrenfriedersdof (Alemania). Fosfato de cal • • 92,31 Fluoruro de calcio 7, 69 Cloruro de calcio indicios 100,00 APATITAS DE ESPAÑA. Apatita del Cabo de Gata (provincia de Almería). Fosfato de cal 92,066 Fluoruro de cálelo 7,049 Cloruro de calcio 0,885 100,000 383 Apatita de Jumilla (provincia de Murcia). La importancia que para el porvenir ofrece este mineral, hace que nos detengamos un poco más en su descripción, respecto de lo que hemos hecho con los ante- riores. La apatita de Jumilla se halla á dos leguas escasas del pueblo cuyo nombre toma , y al lado de un cortijo denominado la Celia, distante 5 leguas de Hellin y 7 de Alicante; su yacimiento, en el seno de una traquita, comprende una extensión considerable, á juzgar por las mu- chas y ricas venas de mineral descubiertas en los varios cerros de origen volcánico en que hasta ahora se la ha reconocido. Se presenta bajo tres aspectos diferentes, unes veces formando como estalactitas de magníficos cristales cubiertos por una capa de carbonato de cal; otras son masas de hierro oligisto, tapizadas de cristales verdes (esparragui- na); y por último, y es lo más frecuente, formando extensas masas porosas llenas de cristales, de grandor y coloración variables. Hé aquí la composición media de este mineral. Cristales. Agua 0,3 Fosfato de cal Ca' Pií 78,8 Magaesia 0,2 Oxido ferroso 1,5 Alúmina 1,2 Oxido de cerio y lautano 1,5 Fluoruro de sodio y potasio 1,0 Clorina indicios Sílice 0,4 Fluoruro de calcio 15.1 100.0 38Í Ganga. Sílice 0,1)9 Fosfatos 7,49 Carbonato de cal 91,52 100,00 Fosforita de Logrosan. Desde tiempo inmemorial es conocida en Lo- grosan una clase de piedra, sobre la que se halla construida una parle del pueblo, y dotada de la cualidad curiosa de producir una luz fos- fórica, echada en polvo sobre las ascuas. Se cree generalmente que el sabio inglés Bowles fué el primero que describió este mineral, hace más de un siglo, en una excursión científica que desde Almadén hizo á dicho punto: desde entonces ha venido figurando este curioso mineral en todas las obras de mineralogía bajo el nombre de fosforita, asignado originariamente en la localidad donde existe, sin duda á causa de su principal carácter distintivo. Pero si bien nadie, medianamente instruido en mineralogía, descono- cía en España esta especie curiosa, no ha sido fácil apreciar su impor- tancia como precioso abono, hasta que la ilustración y necesidades agrícolas de Inglaterra, han venido á dar en cierto modo la voz de alerta á nuestro país: hé aquí de qué modo. No bastando á la inteligencia calculadora de los ingleses remediar la escasez de los huesos importados para el cultivo de sus campos, con la explotación de sus criaderos de fosfato de cal, calcularon para cuánto tiempo podría la nación contar con este abono natural, de aplicación cada vez creciente, á fin de tener, en el caso contrario, almacén de re- puesto en otro punto del globo, el día en que los recursos propios se agotasen. Entonces fué cuando, convencidos de que á la vuelta de pocos años darían fin con sus filones de apatita, investigaron dónde podrían hallar reemplazo á este fosfato, capaz de producir el mismo beneficio que él en sus tierras. 38S Orientados por las citas de varios autores de mineralogía, españoles y extranjeros, recordaron que en la provincia de Cáceres en Extre- madura, y al pié de un pueblo llamado Logrosan, existia una sustancia conocida con el nombre de fosforita, que atendida su naturaleza quí- mica, debia desempeñar completamente en la industria agrícola el papel de la apatita; y en efecto, el año de 1841 verificaron un viaje con este objeto al citado punto, el sabio naturalista de Oxford Mr. Daubeny, el capitán de la marina mercante Widdrington, y dos ingenieros in- gleses. Examinado con detención el terreno por estos señores, se conven- cieron, no solamente de ser cierta la existencia del fosfato de cal (fos- forita) en Logrosan, sino sobre todo de que los yacimientos de ella eran de suma consideración: regresaron á Inglaterra con muestras del mineral, y al siguiente año compraron hasta 500 quintales de él con objeto de hacer ensayos agrícolas. Situado Logrosan al E. de la provincia de Cáceres (Extremadura Baja), confina al N. E. con la provincia de Toledo, á distancia de 7 á 8 leguas, y al S. E. con la Mancha Baja, distante de 11 á 12 leguas, siendo en su mayor parte despoblado, sin camino, y por lo tanto de muy difícil trasporte. Desde Trujillo á Logrosan hay 8 leguas muy cum- plidas, de camino de herradura, hallándose varios pueblos situados á las distancias siguientes: Lccuas, De Trujillo á Herguijuela 5 Herguijuela á Conquista 1 Conquista á Zorita 1 Zorita á Logrosan 5 Total 8 Hay dos vias de trasportes, una á Portugal por Badajoz, y la otra á Cádiz por Mérida y Sevilla. La primera puede seguir la siguiente dirección: TOMO VI. J9 386 Lcjiuas. De Logrosan á Miajadas 7 Viajadas á Badajoz í^'/j Badajoz á Lisboa, por el ferro-carril » Total 24 '/, El segundo camino, mucho mejor para la exportación de nuestros productos, es además el que se adoptó para la conducción de los SOO quintales de fosforita, de que me he ocupado anteriormente, á saber: l.cjiuas. De Logrosan á Miajadas 7 Miajadas á Mérida 9 Mérida á Lisboa por el ferro-carril » Total 16 Verificada ¡a construcción del camino de hierro de Socuéllamos á Badajoz, 'distará Logrosan 7 leguas de la via férrea, y construido el de Mérida á Sevilla, distará solo dos jornadas dicho pueblo del punto de partida, es decir, de Mérida; pero es muy probable que en el nuevo trazado quede comprendido Logrosan, como punto importante de la línea. La fosforita es conocida también en Logrosan con el nombre de mineral de la Costanza, por haberse hecho el primer reconocimiento en la calle de este nombre. La fosforita se presenta bajo la forma de masas amorfas de color blanco ocráceo, con manchas rojizas exterior é interiormente; inodora en su estado normal y por el frote, mediante el que no desarrolla elec- tricidad alguna; observada con detención en su superficie y centro, es fácil distinguir que domina en ella una textura semifibrosa, tal cual vez radiado-fibrosa, constituyendo haces cilindricos en forma de pluma, 387 algo brillantes: es insípida y poco tenaz, se presta fácilmente á la pul- verización, dejando al tacto, que es suave, una huella cretáceo-ferrugi- nosa. Examinada al microscopio, ofrece el aspecto de figuras con- coideas entremezcladas con granos esféricos; unas y otros sin color ni trasparencia alguna. Es completamente fija é infusible al soplete, pero guarda el calor por algún tiempo, así como también un disco luminoso perceptible en la oscuridad, que el dardo de la llama origina alrededor del punto so- metido al ensayo. Posee el carácter distintivo de fosforecer con llama de color verde- prado cuando se la proyecta en polvo fino sobre las ascuas en un pa- raje oscuro, á cuyo fenómeno debe el nombre vulgar que la distinCTue; frotada consigo misma, al abrigo de la luz, desarrolla ráfagas fosfores- centes; es insoluble en agua, aun saturada de ácido carbónico (dificul- tad importante para su empleo directo en agricultura); se disuelve casi por completo en los ácidos nítrico, sulfúrico é liidroclórico, con al- guna efervescencia en frió y muy perceptible en caliente, lo cual da á entender el origen quizá fosilífero de este fosfato, pues sabido es que los fosfatos óseos no liacen apenas efervescencia en frió con los ácidos. Su densidad varia entre 2,05 y 2,83. Representa 2,400 á 2,825 ki- logramos por metro cúbico, según que se elijan masas compactas ó fragmentos de pequeño tamaño. Hé aquí la análisis media centesimal de esta sustancia. Agua 0,40 Fosfato básico de cal (Ca=Ph-^M 82,10 — de magnesia 0,50 — de hierro 5,20 Fluoruro de calcio 7,51 Carbonato de cal 1,74 Cloruro de calcio 0,40 Sílice 2,55 100,00 388 Según los esUidios geológicos más recientes, resulta que los filones- cripas (le este mineral se hallan intercalarlos entre esquistos silurianos, ocupando un espacio de 50 á 40 kilómetros cuadrados. Cinco son los principales yacimientos de fosforita reconocidos hasta ahora. Hé aquí sus nombres. 1.° El Jinjal; presenta una potencia media de metros 0,80, y se cree se prolongue á más de 300 metros. 2.° Casillo)}; ofrece una potencia media de 1,50 á 2 metros. 5.° Nuestra Señora del Consuelo; su potencia es considerable, y foi'- nia varias venas que á muy poca profundidad van á unirse en un solo cuerpo formando otro yacimiento, al que se ha denominado Aru/vslias. 4.° Filón de Id Costanza, nombre dado á causa de la calle y olivar en donde aflora: ofrece un desarrollo estimado en 5.700 metros. Su potencia llega en muchos puntos á 8 y 10 metros, siendo el mínimum 1 metro; por consiguiente, no cabe error en calcular como término medio 2'", 50 de fosfato de cal compacto. 5.° Cerro Colorado; reconocido sobre 100 metros, y con una poten- cia de 2 metros. Puede muy bien exportarse actualmente la fosforita por el Tajo á Lisboa, bien sea llevándola (se entiende, con un servicio de trasporte en grande escala y bien montado) á Alcántara. Barcas de Alconetar, ó bien á Cedillo. Establecido el ferro-carril, que enlace por este punto Extremadura á Portugal, podrán expedirse todos los añosa Francia, y sobre todo á Inglaterra, muy cerca de 200.000 toneladas de fosforita. Según los cálculos del ingeniero inglés Rosway, exportando anual- mente solo de 50.000 á 60.000 toneladas de fosforita por año, será preciso cerca de un siglo para agotar los yacimientos de Logrosan. Por manera que si este cálculo es exacto, y se admite el valor del quintal al precio medio de 20 rs. para los fosfatos de 80 por 100 de riqueza, resulla que las 60.000 toneladas anuales (de 22 quintales) re- presentarían la suma de 26.400.000 rs., y suponiendo que esta explo- tación durase los cien años dichos, equivaldría el fosfato de Logrosan á una riqueza igual á 2640.000.000 de reales. 389 Sin embargo, bueno es indicar ante tan balagüeña prespectiva para la riqueza del pais, cuando los medios de trasporte lo permitan, que quizá sea mucho más úlil y beneficioso para la agricultura española emplear en nuestros campos semejante riqueza, qué no dársela al co- mercio extranjero. Por nuestra parte, abrigamos la opinión de que sería preferible aprovechar, bajo la forma de cereales vendidos en los mercados de Europa, el exceso de nuestras cosechas debido al fácil y económico uso de este abono preparado y puesto al alcance del último labrador, en cuya tierra hiciera falta, que no beneficiar sin criterio na- cional alguno, y solo á venga-dinero, la primera y más útil materia agrícola para el pais: cuando mas, y después de estar bien seguros por las análisis de los terrenos cultivables de toda la Península, de no des- pojarnos imprudentemente de lo que la Providencia ha derramado con tanta prodigalidad en nuestro suelo, deberíamos vender los sobrantes de dicho abono natural, verdadero guano por sus muchas é importan- tes aplicaciones. Daremos fin á este importante capítulo, señalando la existencia de dos nuevos yacimientos de fosfatos de cal en la provincia de Cáceres; uno á media legua de la misma capital, y el segundo á seis leguas de distancia en la sierra de Montanchez y punto denominado Albalat. Ambas formaciones son de suma importancia, en particular la primera por la grande extensión que abarca y la riqueza del mineral; la se- gunda, aunque ofrece un fosfato de igual ley y extructura que el de Logrosan, de donde dista unas seis leguas en la dirección á Mérida, no se presenta hasta ahora con la potencia que el anterior, cuya forma- ción he reconocido en una extensión de más de dos kilómetros, sien- do su riqueza mínima de B"0 por 100 de fosfato de cal, y la máxima en las pertenencias denominadas Labradora, Cacereña y Abundancia, de 70 por 100 de dicho fosfato, según mis análisis y las de los distin- guidos químicos Bobierre y Friedel. El mineral de Montanchez ofrece una riqueza media de 80 por 100 de fosfato de cal tribásico. Todos estos fosfatos llamean con luz verde prado cuando se les frota, y sobre todo proyectados en polvo fino sobre las ascuas, y se disuelven con efervescencia en el ácido bidrocló- 390 rico, dejando además un residuo más ó menos silíceo según su respec- tiva riqueza en principios solubles. He tenido ocasión de estudiar estos notables yacimientos, de ma- yor importancia en mi juicio que los de Logrosan , y al considerar su situación tan conveniente para el trasporte á Lisboa, y en fin la facili- dad con que pueden explotarse, no dudo en asegurar, que montando, sea en Cáceres ó en un sitio próximo á dichas minas, un tratamiento en grande escala mediante el ácido sulfúrico, y ora sea fabricado alli mis- mo, ó bien, y seria preferible, trasportándole de Inglaterra á cambio de mineral, por ejemplo, podia hacerse de esta inmensa riqueza agríco- la el primer centro de abonos artificiales, no ya de España sino de Europa entera, hasta el punto de llegar nuestra Eslremadura á ser otras islas Chinchas bajo este punto de vista, máxime utilizando para dicho fin los muchísimos despojos animales que en toda Estremadura, y particu- larmente en Candelario y Montanchez, se tiran, y por lo tanto se pier- den para el cultivo. No hay que hacerse ilusiones: el porvenir y desahogo rentístico de España están en razón directa de su desarrollo agrícola. Análisis cualitativa de las tierras arables , bajo el punto de vista agrícola. El objeto de este capítulo es describir algunas operaciones senci- llas, que permitan conocer al labrador la naturaleza relativa de sus tierras, y la existencia ó ausencia de algunos de los principios más importantes para el cultivo de las mismas, sin cuyo conocimiento mal podrá dar á sus campos aquellos elementos que él les haya quitado bajo la forma de cosechas ó ganado. La arcilla y la arena constituyen la base principal de la tierra ara- ble; por consiguiente le es indispensable al labrador conocer la cons- titución de sus tierras, si ha de comprender la intUiencia de la humedad 391 y el calor sobre c!las. La arcilla ó la arena aisladamente son impropias para el cultivo, mientras que, por el contrario, mezcladas ambas, for- man los terrenos propios para la labranza y de mayor fertilidad en los productos. En efecto, la arcilla plástica es demasiado compacta para permitir el libre acceso del aire y el desarrollo de las raices ; las lluvias ligeras formarían en su superficie una capa impermeable al agua, mientras que por los temporales lluviosos dicha tierra se ablanda y diluye dema- siado, por cuya razón luego se deseca con suma lentitud, quedando en definitiva húmeda y fria: á su vez, la arena sola ofrece los defectos contrarios, supuesto que su poca consistencia no presta suficiente apoyo á las raices, deja infiltrar y evaporar el agua con demasiada rapidez, y por último es frecuentemente arrastrada por los vientos cuando está seca. Estas propiedades se comprenden bajo el nombre de condiciones físicas (le los terrenos laborables. Inútil pai'cce añadir la facilidad con que una arcilla demasiado compacta puede ahuecarse por medio de la arena y vice-versa, la posibilidad de cambiar la soltura ó ligereza de una tierra arenosa, añadiéndola cierta porción de otra arcilla, etc. He aquí de qué manera puede apreciarse la cantidad relativa de ambas materias minerales: se toman como unos 10 gramos de tierra, y colocada en una cazuela de barro vidriado, se añade agua de fuente y hierve todo, abitando con una cuchara de madera ó de hierro hasta formar pasta bien homogénea; hecho esto se agrega nueva agua, y bien desleído todo, se vierte en una copa alta y estrecha, seme- jante á las de Champagne, y en caso de que no haya copas de esta hechura, se verterá todo el líquido sobre un embudo colocado en una botella de vidrio bien trasparente. Recogida hasta la menor por- ción de tierra, sea en la copa ó en la botella, se dejará aposar la masa, y luego se observarán con detención las diversas zonas ó capas que se formarán en el fondo de la copa : respecto de botella, se tapará herméticamente con un corcho, y volviéndola boca abajo se verán por la estrechura del cuello las zonas que en razón de las diversas densidades formará dicha tierra disgregada. Estas capas serán: 1." (contando, por supuesto, de abajo arriba) arena gruesa; 2.' arena fina; 3.", final- 392 mente, la arcilla cada vez más tenue. La altura de las diferentes zonas permitirá valuar la proporción general de las diferentes sustancias. Schwertz ha trazado un cuadro sinóptico, relativamente al cultivo probable, según la índole ó naturaleza física de cada terreno, cuyo cua- dro, que consideramos de suma utilidad en muchos casos, vamos á copiar á continuación. Escala agrícola de Schiverts. Arena movible Centeno. Arena poco arcillosa... Centeno y trigo africano. ^Centeno, tiif;o africano y Arena aicillosa.. avena. Atcilla arenosa Arena lenai Trigo. Arcilla algo húmeda... Trigo y avena. j Trigo, avena y ceba- ircilla caliente ] seca. ■ da. ("Trigo, avena y cei)a- Aicilla plástica , ( da. (■Centeno, trigo africano ( avena y cebada. Arena y arcilla en proporciones convenientes.— Terreno neutro. Trigo, centeno, cebada, avena. E.vaminada la naturaleza física del terreno cultivable, según queda dicho, se filtra el líquido de la copa ó botella por papel de estraza co- locado sobre un embudo, y recogido el producto en una vasija limpia, se le somete á las investigaciones siguientes. 1." Se introduce en él un papel de tornasol; si este forma color rosáceo ó rojo, es señal de que la tierra es acida, y entonces conven- dría quizá agregarla cal, yeso ó arcillas. 2.' Se echará un poco de este líquido en una copa ó jicara, se añadirán unas gotas de agua fuerte, y á seguida se introducirá un pe- dazo de papel molíbdico-amónico: según la intensidad del color amari- llo que este papel blanco adquiera, así se deducirá la existencia y can- tidad de fosfatos solubles. 5." Introduciendo en el mismo líquido otro papel impregnado de ferrocianuro ó sulfocianuro potásico, se averiguará la existencia de hierro asimilable. En una palabra, se irán investigando de una manera 393 análoga todos los demás cuerpos por medio de la carterita de papeles reactivos y procedimientos aconsejados por mí tantas veces á los la- bradores. Respecto á las materias orgánicas, puede deducirse su presencia y cantidad respectiva, por el olor amoniacal (de álcali volátil) que des- arrolla una corta porción de tierra muy triturada, en un almirez de bronce ó de madera, con un poco de cal viva. También puede apreciarse la existencia del humus, hulmina ó man- tillo, en una palabra, del detritus orgánico, hirviendo durante veinte mi- nutos, como legramos de tierra bien dividida, con una disolución de potasa: pasado este tiempo se filtra por papel claro y con refuerzo. Si el liquido que pasa es oscuro, hay detritus vegetal en la tierra, pero si filtra claro, carece de este elemento tan importante para el cultivo. VI. Métodos mas económicos y prácticos según las localidades ó centros agrícolas de España para utilizar los fosfatos tórreos en la producción de cereales en la Península. Siendo el presente capítulo el de mayor importancia, no solo por- que ha de sintetizar en cierto modo el grandísimo interés que para la agricultura nacional ofrecen los fosfatos térreos, tan abundantes en nuestro suelo, sino lo que es todavía de más alta utilidad, la manera mejor y más económica de emplearlos en la producción de cereales, objeto dominante del programa formulado por la ilustre Academia, creemos conveniente metodizar los puntos que le han de constituir, en la forma siguiente: 1 ." Influencia que los agentes meteorológicos ejercen sobre los fos- fatos térreos. 2.° Acción de los agentes químicos sobre los mismos. o.° Clasificación de los principales centros productores de cereales en la Península. TOMO VI. 50 394 ■'i.° Medios mejores y más económicos para utilizar los fosfatos en dichos centros agrícolas. Los estudios químicos y agronómicos referentes á los fosfatos fér- reos en general, coinciden en una verdad práctica, á saber: que su acción fertilizante está subordinada en definitiva á un estado de so- lubilidad previa, supuesto que solo siendo solubles pueden llegar por las raices de las plantas hasta el corazón del fruto, realizando en todo este camino los prodigiosos resultados de precocidad y desarrollo que la experiencia ha evidenciado lo mismo en el tallo que en el fruto de los cereales. Ahora bien: ¿qué sucede cuando se extienden sobre un campólos fosfatos térreos, es decir, las apatitas, fosforitas, coprolithos ó huesos finamente pulverizados? Oue en los primeros años no se observa la menoi- alteración en pro del mayor rendimiento en las cosechas. ¿Y por qué? Por la sencilla razón, de que siendo estos fosfatos insolubles en agua, no atacables tampoco por el ácido carbónico gaseoso, ni disueltos en ella, mal pueden ser absorbidos por las raices, único conducto que tienen para llegar al vegetal; solo al cabo de algunos años es cuando van observándose los primeros efectos de su influencia fertilizante, de- bidos, no solamente á la acción lenta de los agentes meteorológicos, frió, calor, humedad, aire y ácido carbónico, sino también, y quizá principalmente, por la acción compleja del terreno sobre que se hallan depositados; porosas reacciones no muy claras todavía, que tienen lugar entre los principios constitutivos de la tierra, y los correspondien- tes á dichos fosñitos. Hasta la acción fertilizante de los mismos guanos se clasifica de inmediata ó mediata, según la solubilidad de los fosfatos que contienen, ó la relación en que estos se hallan respecto de las sales amoniacales preexistentes, ó que pueden desarrollarse en virtud de reacciones ulte- riores, una vez puestos bajo la influencia múltiple del terreno y los agentes meteorológicos; pues no hay que olvidar que la experiencia ha puesto en relieve esta grande verdad agrícola : la influencia máxima fer- tilizante de los fosfatos, está en razón directa de su solubilidad y también de la conveniente asociación con las sales amoniacales. 393 • No ignoramos que ha habido más de un caso en que los fosfatos térreos han dado excelentes resultados, empleados directamente sobre los campos y sin más cambio que una pulverización tinísima; pero tam- bién sabemos que la ciencia se ha encargado de explicar satisfactoria- mente el por qué de esta contradicción aparente, haciendo ver que los terrenos graníticos, esquistosos, así como los ricos en detritus vege- tal, etc., son ácidos (acido acético?), y por consiguiente su acción química permite sean asimilables en corlo plazo y por las raices de las plantas, á una parte de los fosfatos, de suyo muy coherentes, que en condiciones normales hubieran necesitado el trascurso de muchos años para produ- cir este mismo efecto. Sin embargo, bueno es hacer constar aquí una aclaración muy importante para la práctica agrícola, y es que los fosfatos ácidos no pueden ser asimilados al vegetal sin comprometer su exis- tencia, y que por consiguiente, lejos de ser origen de fertilidad para los campos, como algunos pudieran creer, el empleo de los fosfatos ácidos, por ser solubles, originarían por el contrario la destrucción de los mis- mos campos ; nada menos que eso; una cosa es que el ácido fosfórico que en los fosfatos térreos posee una cohesión intensa, ígnea ó primitiva, cambie por una reacción de base, ó adquiera la misma bajo otras in- fluencias modificantes de su cohesión, que le dispongan á ser asimila- do por las raices de las plantas; y otra cosa es, que se crea que el ácido fosfórico ó los fosfatos ácidos pueden pasar á ellas impunemente, bien sea echándoles sin más ni más bajo una forma cualquiera en los campos, ó bien originándose en ellos por la acción acida de ciertas tierras, ó por la influencia combinada de los elementos del terreno y agentes meteorológicos. En resumen, excepto los nodulos ó pseudo-coprolithos, que como va hemos demostrado precedentemente, ceden al agua cierta cantidad de fosfatos, ó bien el hecho de la acción del ácido acético preexistente en algunos terrenos, ó bien, en fin, la asociación previa de diferentes ácidos á aquellos y á los guanos, ningún fosfato terreo natural cede, sino á largo plazo, parte de su materia á los terrenos, bajo la sola influencia de los agentes meteorológicos. Por manera que en semejante caso, toda la dificultad queda redu- 390 cida á esto: ¿qué le conviene más al labrador, utilizar mediata ó inme- diatamente la acción fertilizadora de dichos abonos? Parece que plan- teada la cuestión de esta manera, solo cabe elegir el pronto efecto de los fosfatos: sin embargo, desde ahora declaramos que es preferible para el labrador un beneficio lento pero constante y conservador de la riqueza ó capital intrínseco de sus tierras, que debe guardar fielmente para sus hijos, á una superabundancia asombrosa en apariencia, pero ficticia en realidad, toda vez que gasta en una sola cosecha las fuerzas productoras de diez años; en una palabra, que hace sacar á la tierra la falsa energía que á un hombre de constitución débil ó delicada da, por cortos momentos, el uso de las bebidas espirituosas. Aumentar las cosechas, mejorando las condiciones producloras del campo: he aquí el gran problema agrícola de lodos los países del mundo. Demostrado que la acción meteorológica sola ó combinada con la de los elementos, que por regla general constituyen los terrenos, es insuficiente para dar á los fosfatos las condiciones de asimilidad pe- rentorias, necesarias al cultivo de cereales, pasemos á considerar de qué manera obran los diversos agentes químicos sobre dichas sustan- cias minerales. En 1843, el Duque de Richemond ensayó por vez primera la tras- formacion del fosfato de los huesos en fosfato ácido , mediante al empleo del ácido sulfíirico: modificada y repetida en grande escala este práctica, se observó que sobre ciertos terrenos, en donde los huesos actúan lentamente, el fosfato ácido de cal (llamado superfosfalo por el co- mercio) producía excelentes cosechas; de esto, á someter toda clase de fosfatos á semejante acción, no habia más que un paso, y á eso se reduce precisamente la operación más importante que hoy caracteriza á la industria de los abonos minerales, siendo tal el valor que en la actualidad se da en Inglaterra á esta práctica, que según la expresión de un célebre agricultor inglés, al empleo del superfosfalo era debida la regeneración actual de los campos de la Gran-Bretaña. Hé aquí algunos datos que justifican esta opinión. 397 Cultivo de los nabos. ABONOS. PRODUCTO PORHECTÁREA. Terreno sin abono Kiló^t limos. \7i 000 — abonado con huesos finamente pulverizados. . . . — con excremento desecado 22.000 25 000 — con superfosfaios 34 021 Cultivo de patatas (período de 4 años). Tierra sin abonar, con superfosfato de cal. Toneladas. ÍI848 9 |l852 1 [1848 18 'l852 15 3'J8 Cultivo de cebada. SUPERFOSFATO TIEBRASIN ABONO. SUPERFOSFATO SOLO. Y SALES AMONIACALES. ANOS. Bectóliiro por hectárea. Hectolitro por hectárea. Uectólilro por hectárea. 1852 27,1 28 J 38,2 1855 25,3 55,3 40,0 1854 55,0 40,2 60.2 1855 51,0 36,0 47,5 Cultivo de trigo. — Resultados obtenidos durante dos años. ' Tierra sin abono. . . 1 Tierra con superfos 1854^ fnto y materias or gánicas ( 1 300 ki- logramos por 100). (Tierra sin abonar. . . Id. con superfosfato y estiércol (io me- loau' Iros cúbicos de es- f te y ')00 kilógra- i mos" de aquel). . . VüLlHEJi DEL GRASO. nect. Lit. 9,-28 43,17 i2,o(; 42.86 Eilóg. Gram. 321,900 1920,417 301,430 1892,960 ID. DE LA PAJA V RASTROJO. üect. Gram. 039,3 5,793,6 1,!J71,9 3,213,80 Kilóg. Gram. TOTAL. Sil. Gram. 78,720 1039,920 i7,619 17,460 7761,636 2090,290 133,715 7243,935 Por lo demás, nada más sencillo que explicar la reacción que tiene lugar entre los fosfatos térreos y el ácido sulfúrico; este ataca prime- 399 ramente al carbonato de cal, se desprende el ácido carbónico y se forma yeso insohible. A la vez, el fosfato básico sufre la acción del ácido, el cual se combina con cierta porción de su base, originándose nueva por- ción de yeso ó sulfato de cal: entonces es cuando el ácido fosfórico, par- cialmente separado de la cal, concurre á la formación de un nuevo gru- po, el fosfato ácido de cal, que en presencia de los álcalis y tierras alcali- nas de los terrenos donde se aplica como abono, produce los fosfatos triples de potasa, cal y magnesia, fácilmente asimilables por las raices vegetales y tan importantes para el desarrollo del fruto. Kn general, podemos decir que la acción de todos losoxácidos ébi- drácidos minerales enérgicos, es semejante á la descrita respecto al ácido sulfúrico como resultado principal de la reacción, y una sal abase de cal, más ó menos soluble. Apresurémonos á decir, aun cuando lo repitamos mil veces, que el producto resultante de la neutralización del bifosfalo ó fosfato ácido de cal, por el amoniaco, constituye el tipo de esta clase de abonos; lo úni- co que al labrador puede acontecer es que gaste supérfluamente su di- nero en ecbar á sus tierras uno de los dos ó ambos elementos á la vez (fosforo y ázoe), cuando quizá ellas los tengan en la cantidad y disposi- ción fertilizante necesaria. Pero aquí como en todos los casos, debe sa- ber por la análisis previa de sus tierras, qué es lo que tienen y qué les falta, supuesto que bemos plenamente demostrado en esta Memoria, que el cultivo de los campos, que la producción de pan y carne para sustento de la bumanidad, no puede ser un arte empírico fatalista ó casual, sino una industria regida á la vez por principios científicos y una administración comercial económicamente exacta; en una palabra, entre perjudicar sus campos por el empleo de un abono funesto, ó per- judicar su bolsillo por ignorar el estado ó condiciones de sus tierras, optamos por este último extremo. Varias son las sustancias, que además de los ácidos en general, ac- túan sobre los fosfatos tórreos: bé aquí los resultados comparativos de dicha acción y de los cuerpos que la originan. 400 Acción de varios cuerpos sobre el fosfatos de c«/(Ca'Ph) durante If) dias de contacto á la temperatura (fe +12° centígrados. Disolventes empleados en la cantidad de 5 gramos, y disueltos ó divididos en i2 decilitros de agua. Fosfato de cal empleado. Carbonato de amoniaco. Sulfato (le irl Fosfato (le id Nitrato de id Cloruro de id Oxalato de id Sulfato de magnesia. . Bicarbonato de potasa. Nitrato de id Cloruro de potasio. . . loduro de id Bromuro de id Bicarbonato de sosa.. . Nitrato de id Fosfato de id Agua madre de una refinería de sal común Agua de lluvia Cloruro sódico Agua pútrida de jardin Ceniza de turba Estrado de turba procedente de 500 eramos de sustancia gramo$. 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 9 Fosfato de cal no disuelto. gramo*. 1,870 1,898 1,900 1,890 1.870 1 ,808 1,930 1,860 1,890 1,95o 1,925 1,910 1,810 1,900 1,868 1 ,960 1,998 1,790 1,945 1,900 1,62o Proporción centesimal de Disminución. \,,^,,[.,^,,^, cal disneilos. 0,150 0,102 0,100 0,110 0,150 0,192 0,070 0,140 0,110 0,065 0,075 0,090 0.190 0,100 0,132 0,040 0,002 0,210 0,055 0.100 0,375 6,5 5,1 5,0 5.5 6,5 9,6 5,5 7,0 5,5 5,2 5,7 4,5 9,5 5,5 6,5 2,0 0,1 10,5 2,7 5,0 18,7 íOl Sentados estos hechos, pasemos á clasificar los principales centros productores de cereales en la Península, á saher: Castilla, Plancha, Andalucía y Estremadura. Pero antes de entrar de lleno en la importante cuestión de utilizar bien y económicamente los fosfatos térreos en cada uno de estos pun- tos productores de cereales, debemos insistir aquí acerca de nuestra convicción íntima de que la mejor práctica agrícola que debe inculcar- se á los labradores de toda España , es que recojan con el mayor es- mero las secreciones humanas y las de los animales, y las empleen como abonos en los campos; porque en ellas van los principios más fertili- zantes que pueden desear, y en disposición tal para el cultivo, como el que pudieran esperar del mejor guano de América. Es preciso hacer- les comprender hasta la saciedad, que cada cien partes de orin humano representan cerca de 20 de trigo, y que igual porción de excrementos, es decir, cien partes, equivalen próximamente, en fosfatos, á 15 de trigo. Nada más lejos de nuestro ánimo que combatir, ni siquiera poner en duda, la utilidad que han de reportar en los campos españoles los fosfatos térreos aplicados con oportunidad, economía, y de manera á ser fácilmente asimilables: nuestro objeto es únicamente llamar la atención sobre una práctica excelente, que bien por sí sola, ó asociada á la que es objeto de este capítulo, ha de producir los mayores resultados para la riqueza agrícola general del país (1). Hecha esta observación, pasaremos á considerar qué práctica podrá ser mejor y más económica para utilizar los fosfatos térreos en los cam- pos de Castilla. Ya hemos dicho en el estudio general de los fosfatos y al ocupar- nos del efecto que la acción meteorológica por sí sola, ó en asociación con los elementos del terreno, ejercía sobre ellos, que únicamente los nodulos ó pseudo-coprolithos eran solubles en las condiciones normales de las tierras arables, sucediendo con ellos en este caso algo semejante (1) La mejor manera de utilizar los orines humanos para el cultivo consiste en añadirles, cuando están recientes, desonzas de cal viva y en polvo por cuar- tillo de orin. TOMO VI. gl á lo que tiene lugar con los guanos de pr'nDera calidad, que ceden al agua de fuente, y mejor aún, á la que tiene en disolución gas ácido car- bónico, una porción muy notable de fosfatos ácidos alcalinos y térreos. Pues bien; toda vez que según los estudios geológicos hecbos en Casti- lla por personas tan competentes como el ingeniero D. Casiano del Pra- do, resulta que existen con abundancia en el corazón de este centro agrícola (León, Palencia y Segovia, etc.) los terrenos de Sitrrey y el del Tun, constituidos principalmente por una caliza fosilífera fosfatada, deben bacerse los mayores esfuerzos por parte del gobierno para in- vestigar los principales y más ricos yacimientos de este precioso abono mineral, á íin de que puedan utilizarse en toda esta rica comarca á bajo precio, y cuando lo exija el cultivo. Respecto á la manera de emplearlos, está resumida en las 4 pro- posiciones siguientes, de la más absoluta verdad práctica. i.' Los nodulos de fosfato de cal reducidos á polvo muy íino, y abandonados algunos meses al aire libre son perfectamente asimilables por los vegetales. 2." Su acción es muy beneficiosa principalmente en los terrenos graníticos y esquistosos; en los demás terrenos también producen es- celentes resultados, ya solos ó asociados á materias orgánicas. S." Deberán por regla general agregarse á los nodulos materias orgánicas, siempre que se desee fertdizar las tierras pobres en agen- tes disolventes; y por el contrario, se usarán solos, pero muy divididos, en todos los terrenos ricos en detritus vegetales. 4.' Mezclando á los nodulos muy pulverizados, sangre, orines, oru- jo bien seco, estiércol, turba, ó cenizas del rastrojo de legumbres, re- sulta un abono excelente, bajo el triple punto de vista del producto en grano, vigor de la paja y precocidad en el desarrollo del cereal. Un abono constituido por Nodulos 70 Estiércol 20 Nitrato de sosa 8 Sal común 2 100 i 403 representa en nuestro juicio un buen tipo de esta clase de agentes fer- tilizantes con aplicación á los campos de Castilla; sin embargo, lo re- petiremos mil veces, las análisis de los terrenos y la observación pru- dente y desapasionada son las únicas que pueden fijar de una manera absoluta las condiciones prácticas, y económicas referentes á tan intere- sante objeto. La Mancha, es otro de los centros productores de cereales que me- rece llamar nuestra atención. Situada sobre una extensa planicie, casi toda metida en cultivo de cereales, vino y aceite, es indudable que reconocida de una manera cierta, si la fertilidad de su rico suelo, en lo que respecta á cereales, va íntimanente unida á la abundancia ó escasez de agua, porque osla tenga que disolver, por ejemplo, los fosfatos ne- cesarios para el desarrollo de aquellos, puede muy bien suceder, que dándoselos artificialmente á la tierra bajo una forma mucbo más so- luble ó asimilable que la originada por la acción lenta del tiempo, lle- guen á regularizarse más las cosecbas con notorio provccbo del labra- dor, y por consiguiente del país. La circunstancia de estar en comunicación casi todo este centro productor con el ferro-carril del Jledilerráneo y del Mediodía, rami- ficado á su vez con él, y existir á cuatro ó cinco leguas de este gran lazo de unión de los pueblos, el interesante yacimiento de apatita de .lumilla, nos hace recomendar para dicha comarca la siguiente industria previa: I." Fundir (en un establecimiento situado en un punto conveniente) una mezcla de dos parles de sal común y una parte de apatita de 70 á 80 por 100 de riqueza: esta operación se ejecutará de igual manera que la de la barrilla artificial, con la sola diferencia de sustituii' la mezcla de sulfato de sosa, creta y carbón por las mencionadas sustancias. Tam- bién puede hacerse, y quizá con más ventaja, en cilindros de hierro en presencia del vapor de agua. 2.° Disuelto el fosfato sódico formado, se trata por el cloruro calci- co, el cual puede prepararse descomponiendo una caliza por el ácido hidroclórico, residuo de la operación anterior, á cuyo fin se disponen los hornos como los de Marsella para fabricar la sal de Glaubero por el método de Leblanc : entonces se condensa el ácido en damas-juanas ó bombones de barro. La reacción es la siguiente: en primer lugar, se forma silicato de sosa y ácido bidro-clórico á espensas de la sal y la sílice que siempre acompaña al mineral: el ácido muriático actúa sobre el fosfato de cal, al que quita dos equivalentes de cal, dando origen al cloruro calcico (que puede utili- zarse para regenerar el fosfato) y á bifosfato calcico, con el que puede prepararse fácilmente el fosfiíto de sosa: disuelto todo en agua, se trata por el cloruro de calcio que precipita á la vez el ácido fosfórico del fos- fato sódico y calcico, al estado de fosfato tribásico de cal asimilable. Puede preferirse á este sistema, y quizá con mucbo más beneficio para la agricultura y el Estado, el condensar bajo la forma de ácido sulfúrico, el ácido sulfuroso que anualmente se pierde por desgracia en Almadén, procedente de la metalurgia del cinabrio, ó en las minas de Riotinto al tostar las piritas para beneficiar el cobre. Entonces se po- dría fabricar á bajo precio con este ácido y las apatitas, y sobre todo, con la fosforita de Logrosan, el superfosfato, ó mejor dicho bifosfato de cal tan necesario para la agricultura. También resultarian ventajas para la industria de los fosfatos, gene- ralizando en los puntos posibles la descomposición de la sal común por la de la higuera en hornos de barrilla artificial; supuesto que uno de los productos de esta operación, que es el ácido bidro-clórico, podria em- plearse para originar bifosfato de cal de las apatitas, regenerándole después, como vulgarmente se dice, para el cultivo: además, la grande cantidad de magnesia que como residuo accesorio resulta en este mé- todo industrial produciría excelentes resultados, agregándola conve- nientemente al bifosfato de cal; pues sabido es que en todos los granos de cereales, particularmente en el trigo, predomina el fosfato magné- sico, llegando el caso de ser cuádruple y aun diez veces más grande que el del fosfato de cal en ciertas variedades de trigos. Consignadas estas ideas generales encaminadas á utilizar económi- camente los fosfatos naturales más inmediatos á esta comarca, pase- mos á describir la forma más conveniente bajo la que deben emplearse, á saber: iü5 1 .° En todos los terrenos salitrosos se usarán dichos fosfatos solos pero muy bien pulverizados. 2.° En los terrenos ácidos (graníticos, esquistosos, ricos en turba, detritus, etc.) se empleará el bifosfato de cal previamente rociado con orines, ó mezclado con estiércol, en la proporción de 80 del primero y 20 del segundo. Puede hacerse uso también del fosfato mineral finamente pulverizado, pero duplicando la proporción de estiércol. 5.° Finalmente, en los terrenos que pudiéramos llamar neutros, se dará la preferencia al bifosfato de cal (superfosfato) mezclado con ni- trato de sosa y sal común en la relación de 80 de fosfato, 16 de ni- trato y 4 de sal común. Y para que no se crea que al aconsejar la asociación á los fosfatos del nitrato sódico y sal común, como excelente abono en la generali- dad de casos, defendemos una ilusión teórica, permítasenos citar tex- tualmente una autoridad irrecusable en la materia, Kulman, que en virtud de trabajos prácticos muy recientes, se expresa así: «Abonado un campo con 8''''-,96 de nitrato sódico, produjo 12''"-, 520 i)de grano de trigo y 52,480 de paja; se añadió 2'^''-, 712 de sal común y » produjo, 17'''' ,920 de grano y 55,780 de paja. Por consiguiente, la sal scomun aumentó la fuerza productiva del nitrato sódico; pero aún hubo «más, y es que la mezcla de ambas sales ofreció mayor rendimiento en » grano que otra igual de sal y de nitrato de amoniaco, sin embargo de » hallarse representada en este la misma porción de ázoe que en el "caso anterior. Después del nitrato sódico, solo el guano dio los me- "jores productos, lo cual dependió ciertamente del amoniaco que con- » tenia: 100 kilogramos de sal común, disueltos en 500 hectolitros de »agua, ó 100 kilogramos de nitrato de sosa disueltos en 554 hectóli- »tros de agua, disuelven, la primera 5.500 gramos, y el segundo 2.650 "gramos de bifosfato de cal. »La misma cantidad de sal ó de nitrato sódico disuellas, aquella «■en 50.000 litros de agua, y esta (el nitrato) en 55.500 de dicho li- • quido, disuelven respectivamente, 1.500 gramos la primera, es decir, "la de sal, y 1.200 gramos la segunda de fosfato de cal tribásico mi- «neral (apatita, fosforita, huesos fósiles, etc.) i06 .>Por último, igual dosis de sal y de nitrato de sosa diluidas en la • misma proporción de agua, antes dicha, disuelven proporcionalmente .. 5.790 gramos (la de sal) y 2.160 gramos (la del nitrato) de fosfato "masrnésico. »Por consiguiente, si se abona un campo con fosfato calcico, sal y ■nitrato sódico, y por las lluvias se forma una disolución muy diluida ■ que penetra el terreno, parte de estas sales permanecerán en él in- " tactas, originando en la tierra húmeda reacciones lentas, es verdad, pe- ■ ro muy enérgicas precisamente á causa de su duración; pues Liebig "ha puesto fuera de toda duda, que la tierra arable actúa sobre las 'disoluciones salinas, aun las más diluidas, de un modo análogo al del " carbón animal con los gases y materias colorantes, es decir, retenien- ■'do en su seno hasta la menor partícula salina; de tal modo, que des- "pues de filtrada una disolución de un fosfato ó cloruro, por ejemplo, ■á través de cierta porción de tierra de cultivo, es imposible descubrir ■> con los reactivos la presencia de los cuerpos salinos previamente di- • sueltos.» Después de esto, no prolongaré por mas tiempo con repeticiones inútiles la extensión demasiado grande quizá de este capítulo, concre- tándome á añadir para terminarle, que respecto al mejor y más eco- nómico medio de aplicar los fosfatos tórreos al cultivo de cereales en los riquísimos centros de producción de Andalucía y Extremadura, her- manas por su feracidad y hasta casi por el clima, mi opinión es que existiendo en este último reino el yacimiento de fosfato de cal quizá el mas importante del mundo , según queda demostrado en lugar oportuno, y habiendo tantos medios de modificar su cohesión con in- mensa ventaja para la agricultura, debia formarse firme empeño de aplicar á este objeto, bien fuera el ácido sulfúrico, que bajo la forma de ácido sulfuroso se tira en Almadén y Rio-Tinto, ó bien fundiendo la fosforita con sal común ó sulfato de sosa, según dejamos dicho respecto de la apatita de Jumilla, ó bien, en fin, utilizándola en polvo fino ob- tenido al vapor, y asociada con el nitrato de sosa, la sal común y materias amoniacales ó azoadas, que reemplacen este elemento fundamental, como, por ejemplo, ciertas clases de turba, estiércol, orines, sangre, etc. i07 Otro (le los beneficios inmensos que reportaría el empleo directo de la fosforita ó apatita para el cultivo de cereales, aquí como en todas las provincias de España, sería obtener á muy bajo precio la sal de acederas ó bioxalato de potasa, y en su defecto el oxalato de amoniaco: hoy que, gracias á los bellos trabajos de Berthelot, se obtienen por sín- tesis tantos ácidos, y entre ellos el ácido fórmico, directamente del car- bónico (1), á cuya fórmula solo le falta i equivalente de oxígeno para ser el que nos ocupa ( (C= 0= H ) + O = C= O'+H O), es de la mayor im- áiido fórmico ácido oxálico portancia que el Gobierno, ó la ilustre Academia, estimulen la producción artificial de este agente, ó bien protejan los trabajos que tiendan á proporcionarle á ínfimo precio á la industria agrícola, para mezclarle en la forma dicha, y aun solo, con nuestros fosfatos naturales, y cons- tituir un excelente abono aplicable á todas las provincias de España. Ya dijimos al hablar de los guanos, que á la acción del oxalato de amoniaco sobre el fosfato de cal de ellos, era debida su fertilidad, según las observaciones recientes y prácticas de uno de los primeros químicos y agricultores de Europa: ahora expondremos á continuación lasque últimamente acaba de recoger el distinguido profesor Maiaguti sobre el mismo asunto (2). (1) Annalen der Chemie und Pharmacie, i. LXIX, p. 2S1 (nueva serie, tomo XLIII, agosto 1861). (2) Repertoire de Chimie appliquée, núm. 4, pág. 14. Í08 Resumen de los resultados obtenidos por la acción en frió de la sal de acederas, continuada durante 25 dias, sobre diferentes clases de fosfato tribásico de cal. Fosfato de cal artificial Guano del Perú Guano Baker, lavado y calcinado. Huesos calcinados, con poco car- bonato . Fosfato fósil Gramos. 50 100 70 80 66 han. Gramos. 600 600 600 600 600 Sal de acederas. Gramos. 10 10 10 10 10 Acido fosfórico soluble, expresa- do en (osíato Iri- básico de cal. Gramos. 12,40 10,85 8,06 7,15 4,98 En vista de esto, y estando demostrado por otra parte, que la apatita y fosforita finamente pulverizadas ceden una porción notable de su fosfato al agua que tenga en disolución dicha sal de acederas, creemos inútil aducir más pruebas para justificar la suma importancia que ofrece semejante hecho para el empleo de nuestros fosfatos terrees en el cultivo de cereales de toda la Península. Ya que tanto nos preocupa, y con razón, el interés que los fosñitos térreos están llamados á despertar en la agricultura patria, bueno y aun útil será consignar aquí, como complemento á este importante capítulo, el modo de conocer con presteza y exactitud la cantidad de ácido fosfó- rico que contengan. Varios son los métodos que para este objeto pueden seguir las per- 409 sonas periciales nombradas, ya sea por el Gobierno ó por los particu- lares; pero para nosotros el más sencillo y mejor, es el siguiente. 1.° Calcinar un peso dado del íbsíato, y obtener por diferencia el agua interpuesta. 2.° Disolver una cantidad conocida del mismo, en ácido bidroclórico, y filtrar para separar la arena silícea. 3.° Añadir cloruro calcico y precipitar por el amoniaco: se obten- drá de esta manera el fosfato tribásico de cal y el óxido de bierro. 4.° Redisolver el precipitado (previamente pesado) en el ácido bidroclórico, v añadir ácido sulfúrico y alcobol en exceso; lavar con agua aicobolizada y calcinar: de esta manera se obtiene toda la cal bajo la forma de sulfato. 5.° Conociendo el peso de la cal puede calcularse el del ácido fos- fórico, y por lo tanto el del fosfato tribásico precipitado: una simple resta dará á conocer la cantidad del óxido de bierro. La comprobación ó examen de la exactitud de esta análisis, es sumamente fácil: en efecto, no bay mas que evaporar el alcobol em- pleado, añadir al residuo ácido tártrico en proporción stificienle para im- pedir la precipitación del hierro por el amoniaco, y determinar por último la cantidad de ácido fosfórico bajo la forma de fosfato amónico- magnesico. VII. Eesumen general. Habiendo desarrollado con la estension debida lodos los becbos que bemos creido conveniente incluir en esta memoria, al realizar el plan trazado para el desempeño de la misma, y desenvueltas con la mavor claridad posible las teorías, así como igualmente las prácticas ó aplica- ciones agrícolas á que dicbos becbos se prestan, réstanos tan solo hacer una síntesis muy compendiada de nuestro trabajo en las siguientes fór- mulas generales. 410 La tierra y el aire están unidos por un estreclio víneulo, constitu- yendo en cierto modo el inmenso océano en donde la materia gira per- petuamente bajo las mas diversas formas, y en virtud de leyes de la mas alta y trascendental filosofía. Bajo el estado de reino mineral, la materia forma como los cimien- tos del grandioso templo de la vida y movimiento orgánico; las plantas representan los materiales y estructura arquitectónica; y en fin, los ani- males, y sobre todo el hombre, son la cúpula ó complemento del plan armónico de este sublime edificio, trazado por el divino é increado arquitecto al solo impulso de su infinito poder, de su volunlad omnímoda. El fósforo, ese elemento de vida orgánica, ha seguido una marcha lenta pero admirablemente trazada por el Criador, desde el caos á las rocas primitivas; luego á los terrenos de transición y de sedimento; de aquí á los vegetales y animales; llegando por último al término de su peregrinación, á su objeto providencial, al hombre, para esconderse en su seno, seguirle en todas las fases de su existencia, y acompañar per- petuamente 6us cenizas en el silencio de las tumbas. Mas como nadie puede interrumpir impunemente la eterna cuanto sabia ley del perpetuo y metamórfico movimiento de la materia, y los fos- fatos, como sustancias fijas, quedan allí donde la mano del hombre los de- posita, resulta que la alimentación general se hubiera ido resintiendocada vez mas de esta amortización inmensa, respecto de una sustancia tan indispensable para la producción de pan y carne, si el espíritu cristiano y armónico de la ciencia moderna no hubiera buscado en otros fosfatos naturales, elaborados en virtud de previsión divina por remotas gene- raciones, la manera de devolver á la tierra ese elemento generador de los cereales, de las legumbres y del bienhechor tubérculo. De ahí que una vez dada la voz de alerta por los sabios geólogos, agrónomos y químicos, el comercio, ese espía constante, activo y servidor solícito de la humanidad, buscó hasta en las mas apartadas regiones esta materia tan indispensable para la primera industria del mundo, y allanando con su gigante empuje todos los obstáculos, ayer descubre el elemento que con tanto empeño busca; hoy piensa ya en ponerle al alcance de todas las naciones; un dia mas, y le hará asequi- ble liasta á la modesta l'ortuna del n)as pobre labriego. Entre tanto España, este pais mimado por la naturaleza, no puede permanecer inactiva ante tan inmediata necesidad, sobre todo desde el momento en que la ciencia pone de manifiesto el inmenso influjo (|ue las sustancias minerales, y en particular los fosfatos (erreos, ejercen en la producción de cereales, y hace ver que es un gravísimo error, de los mas funeslos resultados para el porvenir, pensar que los campos patrios tienen perpetuamente, en disposición oportuna y en cantidad inagotable, estos elementos indispensables para el cultivo; y que con solo arañar un poquito la tierra y ver si llueve ó hace sol, se han cumplido lodos los deberes agrícolas. Se inquieta por su suerte futura, indaga dónde encontrará el agente fertilizante que lia de devolver el vigor á sus campos, regenerando su primitivo y feraz producto; pero no bien dirige la vista por el envidiable tesoro de su riqueza mineral, halla inmensos yacimientos de fosfatos, mirados con envidiosa avidez por las demás naciones, que confiando demasiado quizá en nuestro atraso agrícola y errores económicos, for- man cálculos para extraer á bajo precio esta primera materia y devol- vérnosla después bajo la forma de cereales, como hacen con los teji- dos de sedas producidas en nuestras moreras de las huertas de Murcia y de Valencia. Pero no basla que nuestra nación se prepare con inteligencia para la lucha próxima, respecto de un asunto tan capital para el presente y sobre todo respecto del porvenir, supuesto que de la agricultura han de salir mas particularmente en su dia el equivalente de recursos públicos que los gobiernos han hallado hasta ahora en otros objetos amortizados; es preciso encarecer á nuestros labradores, verdaderos glóbulos sanguíneos del país, la necesidad imperiosa de examinar mas de cerca la naturaleza y condiciones de sus campos, para eliminar de ellos aquello que les perjudique ó añadir lo que quitan las cosechas; sustituir, en una palabra el fatalismo árabe, que todavía les domina, por la luz de la ciencia, para saber cómo pueden sacar mayor interés al capital que poseen, con el mismo trabajo, ó mediante 412 desembolsos subsanados después eon exceso por In calidad y cantidad del producto. Entonces, la verdad elocuente de los hechos vendrá á demostrarles la razón con que la ciencia les aconseja hoy que analicen calitativamente sus tierras, á fin de saber en qué condiciones se hallan los elementos que las constituyen, y por lo tanto la clase de producciones á que mejor se prestan; entonces, finalmente, se convencerán de que añadiendo los fosfetos tórreos muy divididos, bien sea solos (terrenos ácidos, es decir, los graníticos, schistosos, húmicos, etc.), ó asociados al estiércol y orines humanos, ó bien en fin (y es recientemente lo mejor) mezcla- dos con nitrato de sosa y un poco de sal común, habrán devuelto la vida á sus campos del modo mas económico, y mucho mejor (¡ue utili- zando para el mismo objeto el mejor guano del Perú. índice. Pó" Introducción 349 I, — Principios generales de eslálica química 351 n. — Rotación de la molécula de fósforo en la naturaleza 356 líl. — Influencia que las sustancias minerales, con especialidad los fosfatos férreos, ejercen sobre la vegetación en general, y muy particularmente en el cultivo de los cereales 561 IV. — Consideraciones generales relativas á los fosfatos férreos de Europa y América, y estudio particular de los de España. . . . 367 V. — Anédisis cualitativa de las tierras arables, bajo el punto de vista agrícola 390 YI. — Métodos más económicos y prácticos, según las localidades ó centros agrícolas de España, para utilizar los fosfatos férreos en la producción de cereales en la Península 595 Vil. — Resumen general Í09 índice DE LAS materias conlenidas eo esta segonda parle del lomo 6.° de Memorias. Pass. Memoria premiada en el concurso público abierto por la Academia para el año 1862, sobre el tema «In/hiencia de los fosfatos ter- reas en la vegetación, y procedimientos más económicos para uti- lizarlos en la producción de cereales en la Península , » escrita por I). Ramón de Manjarrés y liofarnll 205 ¡deni. id., escrita por D. José de Hidali/o Tablada 297 ídem id., escrita por D. Ramón Torres Muñoz de Luna 349 AUG 24 1921 /T^ MEMORIAS DE LA REAL ACADEMIA OE CIENCIAS EXACTAS, FISICA.S Y NATURALES. \,/ ^ \/ \^ \^ \^ \^ -^ \y \> \/ \y \/ ■vy \/N/ V N^ TOMO VI. /^'^/\í-v'^^.'^/^/%^/^'^ r r-.r^r\rKrK V SERIE. -CmClAS físicas. -TOMO II. -PARTE 3," a\\ CAlENTAIllEfiTO V VENTllAClOPi DE EDIFICIOS. MEMORIA PREMIADA POIi LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS, físicas Y NATURALES EN EL CONCURSO PÚBLICO DE 1867, ESCRITA POR DON FRANCISCO DE PAULA ROJAS. Catedrático de la Escuela Industrial de Barcelona. MADEID : IMPRENTA DE LA VIUDA DE AGUADO É HIJO. — CALLE DE PONTEJOS, NÚM. 8. 1868. CALENTAMIENTO VENTILACIÓN DE EDIFICIOS. Le5h. Nadie desconoce la importancia de la higiene de la alimenlacion. ¿Y no es el aire uno de los elementos esenciales para la vida? INTRODUCCIÓN. Importancia del calentamiento y ventilación de los edi- ficios habitados. -LiN una obra premiada no lia iiuiclios años por la Real Academia de Ciencias, en la cual se lian expuesto con gran sencillez y claridad, y por primera vez en España, los principios generales del calentamiento y ventilación de edificios, se leen atinadas y justas observaciones, enca- minadas á demostrar la importancia de estas aplicaciones de la Física en el bienestar material y en la bigiene. ■Apenas bay en nuestro pais un edificio público ni particular cal- » deado por un sistema general bien establecido; nuestras babilaciones » tienen acaso alguna cbimenea mal construida, y que no llena como "debe su objeto, por carecer de las circunstancias necesarias para ello; "las casas antiguas no las tienen, ni tampoco medio fácil de colocarlas; »y en todas es el brasero el método de calentar generalmente emplea- ndo. Si consideramos los edificios públicos, como bibliotecas, museos, TOMO VI. 84 Í22 » oficinas, hospitales, iglesias, cuarteles y oíros muchos que pudiéra- » mos citar, ninguno está caldeado con un sistema general: si en algún «edificio se han colocado caloríferos, no se encienden, o porque llenan «mal las condiciones necesarias, ó por otras causas; pero que nada es- "traño es que así suceda cuando está en ellos estampado el punto de su «construcción, y este es París, desde donde no es fácil haber aprecia- "do convenientemente los datos para resolver el problema: en otros "paises los edificios se calientan de una manera lo más económica po- "sible, pero al grado necesario, y la estancia en ellos es agradable: las "iglesias, lugares trios y mal sanos, por lo general, en nuestro pais, »son calientes y agradables en otros, como debe ser el punto donde la «religión llama á todos; y para dar una idea de lo que se va generali- «zando el sistema de caldear las habitaciones en otros países, citaremos «París, en donde no solo existen palacios y otros establecimientos que «ocupan el edificio entero, calentados por un sistema de los que hemos ■'explicado, sino casas donde se arriendan las habitaciones separadas, «entrando en el precio del alquiler el que la habitación haya de estar á «tal temperatura convenida: así el rico, que habita el piso principal, lo » mismo que el pobre, que se acomoda en la boardilla, encuentran en su «casa una temperatura agradable y por un precio módico: únase á esto «el taller, el hospital y hasta la prisión, caldeados y ventilados conve- " nientemente, y tendremos mejorada la condición del pobre.» fManunl de Física general aplicada á la aijricullitra y á la induslria. por D. Eduar- do Rodríguez.) En otro lugar de la presente Memoria se lee lo siguiente: «Cree- mos muy conveniente llamar la atención sobre el abandono en que se tiene hoy la cuestión de la ventilación de los hospitales: no se da á ella la grandísima importancia que merece en nuestro país: estamos por decir que no se conoce bien la necesidad de una buena ventila- ción. Por esta razón creemos que la Academia de Ciencias, al promo- ver el estudio del calentamiento y ventilación de los edificios habita- dos, por medio de un concurso público, hoy que tenemos ejemplos, medios y resultados de lo que han hecho las otras naciones, ha presta- do un señalado servicio al pais en un ramo que no solo se refiere al bienestar material, sino que entraña mía cuestión eapiíal de higiene, que, en ciertos casos, llega á ser de deber moral y humanitario. Conven- cidos de esto, y poseyendo algunos datos, ideas y estudios especiales sobre la materia, hemos querido ponerlos á la disposición de aquella Corporación ilustre, respondiendo así á su noble llamamiento.» Una sola consideración basta para conocer de lleno toda la impor- tancia de la ventilación, y el interés que merece y exige su estudio. Esta consideración nace de observar el papel que desempeña el aire en la economía animal. Un órgano maravillosamente delicado, el pulmón, funciona incesantemente, desde que el hombre nace basta que muere, con el aire: este fluido es su alimento constante. Dad al estómago ali- mentos poco nutritivos, de mala o difícil digestión, ó mal sanps, y lo veréis, en un plazo más ó menos largo, sufrir perturbación en sus fun- ciones, y se resentirá la economía. Del mismo modo, dad al pulmón aire impuro, con poco oxígeno ó cargado de miasmas nocivos ó de ga- ses deletéreos, y tocareis análogos resultados. Esta sencilla reflexión, que aun con serlo tanto no ha sido bien apreciada, como hemos visto, puede resumirse ó condensarse en las palabras que forman el lema de esta Memoria: 'Nadie /lai/ que desconozca la importancia de la higiene de la aliinentacion: ¿1/ no es el aire uno de los alimcnlos esenciales para la vida ?« CAPITULO I. Ventilación de ediñcios. I. TEORÍA DE LA VENTILACIÓN. La ventilación de los edificios descansa sobre principios físicos sen- cillos y aun evidentes: ingenieros distinguidos, sabios profesores, se han ocupado en estos últimos años en el importante estudio que forma el objeto de la presente Memoria; comisiones científicas de la más alta competencia han sido llamadas á estudiar, comparar y discutir diferen- tes sistemas de calentamiento y ventilación en Francia y en Inglaterra; los Gobiernos de ambos paises, impulsados por un laudable y justo sentimiento humanitario, han promovido este estudio, facilitando á los sabios, medios de conseguirlo; varios trabajos notables sobre la ma- teria han visto recientemente la luz pública, entre los cuales descuellan por su extensión, y princip:ilmente por el justo renombre y sabiduría de sus autores, el tercer tomo de la tercera edición del Tratado del calor, de Mr. Péclet, y los Estudios sobre la ventilación, de Mr. Morin. No obs- tante lo que sucintamente acabamos de manifestar, es lo cierto, que ya sea por una falta de método, ya por la pasión de sistema (de que ni aun los sabios están libres cuando de las ciencias se trata), mu- chos ingenieros prácticos y experimentados en el ramo de física aplicada que vamos á estudiar, algunos sabios distinguidos, entre los que tendremos ocasión de citar no pocas veces á Mr. Morin y á Mr. Péclet, consideran algunas cuestiones de calentamiento y ventila- ción bajo diferentes puntos de vista: difieren abiertamente en las apre- ciaciones de los efectos que cada sistema produce, en las ventajas ó in- convenientes que presenta; no están de acuerdo en conclusiones esen- ciales, y llegan á veces á opuestas consecuencias. 425 A una gran distancia de estos sabios, por quienes sentimos el ma- yor respeto y admiración, no haremos mas que poner frente á frente sus, alguna vez, encontrados pareceres, emilicndo nuestra humilde opi- nión en uno ú otro sentido. En lodos los casos, trataremos de dar á nues- tro dictamen la autoridad que le falta, con las razones en que la apo- yemos. Consideremos un local ó espacio completnmenfe cerrado, que no tenga más que dos series de aberturas para comunicar con la atmósfera; las primeras tienen por objeto dar entrada en el local considerado al aire exterior, frió ó calentado según la estación: estas aberturas se llaman aberturas de introducción ú orificios de introducción. La segunda serie de aberturas tiene por objeto la salida ó evacuación del aire del local, que por esta razón se Human aherluras de evacuación. Kl número, las dimensiones y la situación respectiva do las aberturas de introducción y de evacuación en los locales que han de ser calentados y ventilados, forman una parte importante del estudio del calentamiento y ventilación; tanto que, sin un suficiente número de dichas aberturas, ó cuando están mal situadas, ó cuando no tienen dimensiones suficientes, la ventilación es defectuosa, y puede llegar hasta adquirir graves inconvenientes, que la experiencia ha puesto de manifiesto; pero este estudio no es del mo- mento, y lo haremos más adelante. Las aberturas de introducción y las de evacuación se encuentran precedidas (las primeras) ó seguidas (las segundas) por los conductos de introducción ó por los de evacuación respectivamente. Los conduc- tos de introducción se reúnen algunas veces en un solo y gran conducto. En un punto de este gran conducto ha de eslar alojada la superficie de calentamiento destinada á calentar el aire, en el caso en que este ha de penetrar caliente en el local que se ventila. Los conductos de evacuación suelen reunirse en uno solo, que es la chimenea, destinado alanzar el aire del local ventilado á la atmósfera exterior, y á una cierta altura. No teniendo el local que se considera más comunicación con la at- mósfera que las aberturas de introducción y las de evacuación, se le puede ventilar de dos maneras diferentes, que producirán ídcnlicos efectos : i26 Primera: Inyectando aire por las aberturas de introducción. Segunda: Aspirándolo por las aberturas de evacuación. Con cualquiera de estos dos sistemas se obtendrán los mismos re- sultados, y con cualquiera de ellos se verificará que el volumen de aire que entra por las aberturas de introducción es igual al que sale por las de evacuación . Medios de producir la inyección. Dos medios hay para producir la inyección del aire en el local cerrado que consideramos. El primero se realiza con las máquinas soplantes de todas clases, entre las cuales figuran en primera línea los ventiladores de fuerza centrifuga, los úni- cos que en rigor pueden aplicarse con ventaja á la ventilación de los edificios habitados. Estos ventiladores, colocados en un punto cual- quiera del conducto general de donde derivan lodos los conductos de introducción, aspirarán el aire exterior, y lo rechazarán por los con- ductos de introducción hasta el mismo local que se quiere ventilar: el aire del local, impulsado ó comprimido por el que entra por las aber- turas de introducción, saldrá en iíjual cantidad por las de evacuación. Este método de ventilar es el que los franceses llaman por ni6M/?«/!oft ó ^or pulsión. El croquis [fujura 15) representa en principio este siste- ma. Y es el ventilador, el cual puede aspirar el aire exterior por el lubo rt, y lo rechaza ó impele por el h, hasta hacerlo penetrar por las aberturas f, de introducción, en el local L, y salir por las aberturas de evacuación e. El aire inyectado se puede calentar en un punto cual- quiera del conducto comprendido entre el ventilador y el local L: con- viene que sea lo más cerca posible del último para evitar la pérdida de calor: á veces el calentamiento del aire tiene lugar dentro del mismo local L, atravesando conductos ó tubos de estufas de agua caliente ó de vapor, como más adelante veremos detalladamente. En este sistema, y en el caso especial é hipotético que consideramos, la evacuación es forzosa consecuencia de la admisión, puesto que el aire no tiene más aberturas de salida que las de evacuación. El segundo medio de producir la inyección, ó de obligar al aire á penetrar por las aberturas de introducción dentro del local que se quiere ventilar, está fundado en el mismo [)rincipio general sobre que se fun- 427 da el tiro de las chimeneas, y requiere el previo calentamiento del aire nuevo en un punto más bajo que las aberturas de evacuación. Uno de los muchos y variadísimos ejemplos que podrian citarse de este medio de producir la inyección del aire nuevo calentado, se representa en el croquis (fiyura 14). L, es el local que ha de ventilarse: C, es una cueva: o, es un calo- rífero que consiste simplemente en un cilindro de chapa de hierro que lleva en su interior su hogar y su ceni(;ero: I I, es el tubo de chapa de hierro que conduce al exterior los productos de la com- bustión. X X, es un gran cilindro de chapa de hierro que envuelve el calorífero, abierto por abajo, que penetra en el local /> hasta cerca del techo: a a, es un conducto que pone la cueva en comunicación con el exterior: el tubo X X lleva aberturas en lo alto í í, ó va completa- mente abierto; estas son las aberturas de introducción: e, representa las de evacuación. El aire frió de la cueva penetrará en el tubo A' A', se calentará y penetrará en el local ó sala L con una velocidad, que, en el caso y disposición que representa la figura, y suponiendo que el local L está lleno de aire caliente á la misma temperatura que el tubo A' A', será sensiblemente proporcional á la raiz cuadrada de la altura marcada con la letra h en la figura, y á la raiz cuadrada de la diferen- cia de temperaturas entre e! aire de la cueva y el tubo X A. Si el orificio de evacuación e, en lu^ar de estar cerca del suelo, como la figura representa, estuviera cena del techo del local L, crece- i'ia la altura h, que deberla llegar siempre hasta la abertura de eva- cuación e. La evacuación será una consecuencia forzosa de la intro- ducción. Si funcionando la inyección del aire en cada uno de los sistemas que acabamos de explicar, cerrásemos herméticamente los orificios f, se notaria un ligero exceso de presión en los locales L sobre la atmósfera. Este ligero exceso de presión, que en la práctica puede variar desde una fracción de milímetro (en agua) hasta 15 ó 20 milímetros al máxi- mum (con el ventilador), es el que origina la evacuación por e, cuando estas aberturas no están cerradas. Medios de ventilar por aspiración. El primer medio es producir la 428 aspiración mecánicamente. En general se hace por medio de un ventilador, cuyo efeclo sobre el local L es opuesto al antes considerado. La figura 15 representa en principio este sistema, sobre el cnal no ne- cesitamos hacer ninguna explicación después de lo dicho. El ventilador se aplica ú obra sobre los conductos de evacuación, en vez de obrar sobre los de introducción, como sucedía en el primer caso. El segundo medio de producir la aspiración estriba en los mismos principios que el explicado en la figura 14; pero así como allí era nece- sario calentar el aire nuevo ó aire de inyección, aquí es preciso calen- tar el aire viciado del local L, ó sea el aire de evacuación. Este efeclo, que puede obtenerse en la práctica de la ventilación de muchos modos diversos, se hace algunas veces con la disposición indicada en la figu- ra 16. Los conductos de evacuación comunican con una chimenea T, en cuya base hay un hogar o, alimentado por el mismo aire de evacua- ción ó aire viciado, y que se carga de combustible por medio de una puerta p, habitualmente cerrada. Lo mismo con uno que con otro de los dos sistemas ó medios de producir la aspiración, la inyección ó entrada del aire nuevo por las aberturas i i, es una consecuencia forzosa de la evacuación ó de la as- piración, y la cantidad de aire evacuado es la misma que el introducido, puesto que no hay otras aberturas más que las de introducción y las de evacuación. Si funcionando los dos medios de aspiración que acabamos de des- cribir, cerrásemos las aberturas i i, de introducción, disminuirla li- geramente la presión en los locales L, en ambos casos. Resumiendo lo que acabamos de reseñar, diremos: que no hay más que dos medios de ventilar un espacio ó local cualquiera, ó la inyección del aire nuevo en dicho local, ó la aspiración del aire viciado; que la inyección se puede hacer mecánicamente con aire nuevo frió ó calenta- do, ó por medio del calor; pero en este caso es preciso calentar pre- viamente el aire nuevo: que la aspiración se puede hacer mecánica- mente, y también por medio del calor calentando el aire viciado. No hay, en principio, más que estos cuatro sistemas de ventilación: 1.° Por inyección mecánica. Í29 2.° Por inyección por medio del calor. o.° Por aspiración mecánica. 4." Por aspiración por medio del calor. Pero debemos advertir desde ahora, que cada uno de los dos primeros se puede combinar, y se combina algunas veces en la práctica con cada uno de los segundos, y entonces se tiene una inyección y una aspira- ción independíenles: la introducción del aire no será entonces una conse- cuencia de la evacuación, ni al revés, como antes sucedía, si bien so apoyarán y favorecerán mutuamente ambas funciones. Si el problema de la ventilación de edificios habitados se refiriese al caso sencillo que acabamos de estudiar, su solución sería muy fácil; pero los locales que hay que ventilar están en comunicación con la atmósfera por muchas aberturas, que no son ni las aberturas de intro- ducción ni las de evacuación: estas aberturas, que llamaremos acciden- tales en lo sucesivo, para evitar rodeos, son las puertas y ventanas de dichos locales, cuando están abiertas; y los numerosos intersticios, rendijas, y juntas que dejan, cuando están cerradas. Hé aquí lo que viene á complicar el problema de la ventilación de los edificios, y lo que principalmente lo convierte en un problema difícil. El ideal de una buena ventilación exije, entre otras condiciones, que el aire nuevo, frió ó caliente, entre en el local que se ventile por las aberturas de introducción, y no por otras; que el aire viciado salga por las de evacuación, y no por otras. Volvamos la vista á los cuatro sistemas de ventilación antes descritos: apliquémoslos uno por uno á un mismo local con aberturas accidentales más ó menos numerosas, y hasta variables de un momento á otro, como sucede con las puertas, y veamos cuál de los cuatro es el que satisface á las dos condiciones arriba impuestas. A primera vista parece que los sistemas que funcionan por inyec- ción, tendiendo á producir un ligero exceso de presión en el local, debe- rán producir salidas de aire por las aberturas accidentales, en tanta mayor abundancia cuanto mayores sean estas aberturas; de tal modo que si hay puertas abiertas, por ellas escapará principalmente el aire, porque le ofrecen poca resistencia, comparada con la de los lar- 430 gos y estrechos conductos de evacuación. Algo de esto se verifica en la práctica, pero no en la proporción que pudiera creerse, ni del modo tan sencillo como parece. El exceso de presión de que antes hemos ha- blado no existe en realidad más que cuando no hay aberturas de salida y la evacuación del aire viciado cesa; pero cuando el local está en comu- nicación con la atmósfera por las aberturas de evacuación, ó por estas y las accidentales, no puede notarse tal exceso de presión, y las corrientes de aire que se dirigen desde las aberturas de introducción á las de evacuación ó á las accidentales, los remolinos invisibles que se ori- ginan, la influencia de la temperatura del aire cuando está caliente, la influencia del viento y corrientes de la atmósfera exterior al local, for- man un conjunto de circunstancias imposibles de estudiar y variables de un momento á otro, que origina, en muchos casos, corrientes de fuera adentro por algunas aberturas accidentales, y á veces hasta por las mis- mas aberturas de evacuación; las cuales, en este caso, hacen un papel completamente opuesto al que nos proponíamos. Esta perturbación general de la ventilación, ocasionada por la pre- sencia de las aberturas accidentales, trae siempre las malas consecuen- cias que vamos á enumerar. ■ Primera : Las aberturas de evacuación han cesado de funcionar en todo ó en parte, o lo que es peor, se han convertido en aberturas de introducción del aire viciado que se marchaba, ó de aire frió; grave mal cuando el local debia recibir aire caliente. Segunda : El aire viciado del local que se ventila puede marcharse por las aberturas accidentales á otros locales en comunicación por estas con el primero. Tercera : El aire frió penetrará por otras aberturas accidentales en el local que se ventila, y estas corrientes de aire frió sóbrelas personas reunidas en un local que se ventila con aire caliente, son no solamente incómodas, sino perjudiciales á la salud. Cuarta: Si el local que se ventila tiene, como debe tener, sus aber- turas de introducción y de evacuación dispuestas en número, dimensio- nes y situación convenientes para que el aire del local se renueve en todas sus partes y con igualdad, no se conseguirá este efecto desde el i31 momento en que las aberturas accidentales empiecen á producir corrien- tes de dentro á fuera ó al revés, y funcionen inul las aberturas de eva- cuación. Se tendrá entonces una ventilación irregular, arbitraria, que dependerá del conjunto de circunstancias que se bayan reunido en el local considerado. Quinta : Si el local se ventila con aire caliente, ó lo que es lo mismo, si á la ventilación va unido el calentamiento, este no será ni uniforme ni regular, sino que, siguiendo enteramente las peripecias á que obedece la ventilación , será como esta irregular y arbitrario, y el local no se calentará por igual en todas sus partes: aquella parte por donde no circule el aire caliente estarS niucbo mas fria que allí donde circule: aquella parte por donde penetre una corriente de aire frió de fuera adentro, se enfriará mucbo. Todas estas consecuencias son evidentes por sí mi.smas: si se quiere verlas comprobadas experimentalmente , no bay mas que acudir á las obras ya citadas de Mr. Péclet y de Mr. Morin, y sobre todo la última, que es un gran arsenal donde encuentran multitud de medios de ata- que y defensa en aquella gran serie de experimentos, todos los que quie- ran bacer la crítica de un sistema y conocer detalladamente los efectos que produce. Acabamos de ver los inconvenientes que presentarán en la práctica los sistemas de ventilación que funcionen por inyección, ya sea esta me- cánica, ya por la acción del calor. Veamos abora lo que sucederá em- pleando los otros dos sistemas que funcionan por aspiración. Las aber- turas de evacuación funcionarán bien, del mismo modo que en el caso anterior funcionaban bien las de introducción; pero fuera de esto encon- traremos la misma perturbación de funciones, los mismos inconvenientes, producidos por la presencia de las aberturas accidentales. La aspiración que por las aberturas^de evacuación se ejerce cu el local que se ventila, producirá corrientes de fuera adentro por las aberturas accidentales : las abei'turas de introducción funcionarán mal, y algunas podrán no funcionar, porque los conductos de introducción pueden oponer ma- yor resistencia á la entrada del aire nuevo, que una puerta abierta ó los intersticios situados cerca de los oriticios de evacuación. Si el local que i 32 se ventila está en comunicación con otros locales por las aberturas accidentales, sucederá, que la aspiración producida en el primero pue- de hacer penetrar en él el aire viciado de ios segundos. Si las aberturas accidentales no comunican con otros locales sino con el exterior, la aspiración producirá corrientes de aire frió de fuera adentro, con todos sus inconvenientes. Vemos, pues, que con los dos sistemas de ventila- ción por aspiración tendremos los mismos inconvenientes, absoluta- mente los mismos que con los de la ventilación por inyección. Po- dríamos, pues, deducir las mismas cinco consecuencias que antes, sin mas diferencia que en el primer caso las aberturas mas perturbadas en sus funciones eran las de evacuación, -fen el segundo lo son las de introducción. Si tanto el sistema de ventilación en que se asegura la inyección de un cierto volumen de aire sin cuidarse de la evacuación, como el opues- to, tienen inconvenientes en la práctica, y se hallan á igual distancia del ideal de la ventilación, ¿cuál es el sistema que más se aproxima á ese ideal, ó cómo se pueden evitar los inconvenientes graves indicado.s? La solución á esta cuestión es sencilla, desde el momento en que se ponen ambos sistemas frente á frente; estudiando, como lo liemos hecho, los inconvenientes de cada uno, y sobre todo las causas que los originan. El mejor sistema de ventilación será aquel que asegure el servicio ó las funciones de las aberturas de introducción y de las de evacua- ción, lo cual se conseguirá haciendo la inyección independíenle de la as- piración, y esta independiente de aquella; ó lo que es lo mismo, obrando á la vez por inyección y por aspiración. ¿Se habrá conseguido con esto obtener una ventilación perfecta, una ventilación en la cual no tome parte alguna la atmósfera exterior al local que se ventila? ¿Habremos anulado completamente con este doble sistema la nociva in- fluencia de las aberturas accidentales sobre la ventilación? No, pero ha- bremos aminorado esta influencia hasta donde es posible: tendremos el sistema de ventilación más perfecto que sea dado tener. En efecto, desde luego tendremos constantemente funcionando las aberturas de introducción y las de evacuación, sin que estas puedan su- 433 frirlas grandes variaciones que antes, y menos aún el cambio completo de funciones. Las corrientes accidentales de aire de dentro afuera, ó de fuera adentro, se habrán aminorado considerablemente. La aspiración que se produce por las aberturas de evacuación, puede ser satisfeclia fácilmente por la entrada espontánea del aire por las aberturas de introducción. La as- piración no necesita ser tan grande como antes, porque no tiene que vencer resistencia alguna en los conductos de introducción: esta resis- tencia es vencida por la fuerza que produce la inyección; luego las corrientes de fuera adentro por las aberturas accidentales serán en me- nor grado que antes. Lo mismo demostraríamos que deben aminorar también las de dentro afuera. Estas consecuencias se encuentran comprobadas en todas sus partes por los experimentos hechos por observadores diferentes. Para no hacer demasiadas citas, tomemos los siguientes datos del resumen de multitud de observaciones hechas en el hospital de hombres de Lariboisiere por varios observadores; resumen que da Mr. Morin en la página 425 del tomo primero de sus Esludios subrc la ventilación. í." «El volumen de aire nuevo introducido en las salas, es, durante »el invierno, de 70 á 75 metros cúbicos por hora y por cama. 2.° "El volumen de aire evacuado en invierno por la chimenea gc- »neral se eleva á 70 ó 75 metros cúbicos por hora y por cama. En ve- »rano, á la misma velocidad de la máquina (el ventilador), este volú- «men de aire evacuado puede reducirse á menos de la mitad.» Veamos cómo estos resultados, que valen tanto más, cuanto que son el resumen de todos los experimentos, confirman nuestras conse- cuencias. Conviene saber, que el hospital ó pabellón de hombres de Lariboi- siere está ventilado por inyección mecánica. El aire es inyectado en las salas por medio de un ventilador de fuerza centrífuga, que lo impele por los conductos de introducción hasta hacerlo penetrar en las salas de en- fermos. Hay dentro del suelo de cada sala un conducto ó canal longi- tudinal, donde se aloja un tubo de vapor, y hay además varias estufas de agua caliente, atravesadas en toda su longitud por tubos abiertos por sus dos extremos, comunicando por abajo con el conduelo mcncio- nado antes, y por la parte superior con !a sala. El airo tiene qne pasar por el conducto ó canal donde está el tubo de vapor y por los luhos de las estufas, antes de entrar en las salas: empieza á calentarse en el ca- nal referido, y acaba en los tubos de las estufas. Tanto en invierno como en verano, el aire que penetra por las aber- turas de introducción, que aquí son los extremos de los tubos de las estufas, ó las aberturas de las tapaderas que llevan dichas estufas, es constante. ¿Por qué sucede pues, que en invierno las aberturas de eva- cuación funcionan bien, puesto que dan salida á los 70 ó 75 metros de aire introducido, y en verano funcionan mal, y no dan salida más que que á la mitad de este volumen ó menos? Porque en invierno hay el doble sistema de la inyección y de la aspiración, y en verano esta últi- ma queda casi anulada. En efecto, en invierno se calienta el aire de las salas: el aire viciado sale de estas á una temperatura de 18°, y penetra por las aberturas de evacuación en los conductos que son otras tantas chimeneas de aspiración, y funcionan como tales cuando hay diferencia entre la temperatura del aire viciado que las llena y el aire exterior. A este efecto de aspiración que producen los conductos de evacuación, que son verticales, ascendentes, y colocados dentro de los muros, se agrega el de una pequeña ó corta chimenea, donde todos desembocan definitivamente. En invierno, en razón á la diferencia de temperatura, hay pues una verdadera aspiración, iiulepcndicnle de h inyección. En verano la diferencia de temperatura en los conductos de evacuación y en la chimenea es nula, porque el aire no se calienta, la aspiración independiente es por lo tanto nula: las aberturas de evacua- ción no funcionan bien. Vamos á dar otro ejemplo sacado del sistema opuesto, que confir- ma por completo nuestras consecuencias. Podríamos aducir los resul- tados mismos de los observadores, pero creemos mejor sacar el argu- mento de 31r. Morin, partidario decidido del sistema de ventilación por aspiración, así como Mr. Péclet lo es del sistema opuesto, ó sea de la ventilación por inyección. Frente á los pabellones de hombres del hospital de Lariboisiére, en los de mujeres, por indicación de Mr. Morin al Gobierno francés, y en Í35 oposición y casi competencia con el sistema ai/u(la de un calentamiento moderado, si los conductos de llegada del «aire á las estufas estuviesen mejor dispuestos. Durante el verano seria «preciso recurrir á aberturas auxiliares, que se podrían establecer fácil- " mente en la imposta de las ventanas.» f Eludes sur la venlilation, to- mo 1.° pág. 475.) A(¡uí se ve bien claramente que el mal en este sistema está en las abertura's de introducción, así como en el anterior estaba en las de eva- cuación. Se ve que las aberturas de introducción pueden dar 62 metros de aire en invierno; que en otoño y primavera no lo dan, aun calentan- do; que en verano dan mucbo menos. Así debia suceder. En el invier- no liay la aspiración producida por la cbimenea, más una inyección in- dependiente producida por la altura de los tubos de las estufas donde el aire se calienta: bay una inyección fundada en el mismo principio que el explicado en la /¡gura 14. En verano no bay esto; y como la aspira- ción marclia siempre y con una casi constante energía, la introducción se-bace por las aberturas accidentales principalmente; las aberturas de introducción funcionan mal; bay corrientes de aire exterior de fuera adentro. Dice 3Ir. Morin que podría llegar á 62 metros el volumen de aire que entrase por las aberturas de introducción (los tubos de las es- tufas) en primavera y otoño, con ayuda de un calentamiento moderado, lo cual vale lo mismo que decir, con una inyección independiente de la aspiración. Dice también que en verano sería preciso bacer aberturas en ÍH6 los muros, que comunicasen libremente con el exterior. Esto es claro: pónganse muchas aberturas y muy grandes para la introducción del aire exterior, aberturas que opongan muy poca resistencia á la entrada del aire, y entonces la aspiración no producirá su efecto de un modo tan marcado por las aberturas accidentales de puertas ó ventanas; dis- minuirán algo las corrientes de fuera adentro por estas aberturas acci- dentales, en tanto cuanto más numerosas y grandes entradas demos al aire por otras. Hemos demostrado en lo que precede, que el sistema de ventila- ción en que solamente se atiende á la inyección, del mismo modo que el opuesto, tienen inconvenientes en igual grado; que estos inconve- nientes, que no es posible hacer desaparecer completamente en la práctica, pueden ser considerablemente atenuados combinando ambos sistemas; que en los dos esta combinación se hace naturalmente durante el invierno por razón del calentamiento del aire de venti- lación; que en verano los dos sistemas ponen de manifiesto análogos inconvenientes; que el verdadero y eficaz remedio de estos será ase- gurar la inyección y la evacuación independientemente la una de la otra. Los medios propuestos por Mr. iMorin anterioi'mente para me- jorar en verano el sistema de Duvoir-Leblanc, pueden del mismo modo aplicarse al sistema opuesto de los Sres. Thomas y Laurens: todo cuanto dice Mr. Morin del primero, la construcción de aberturas auxiliares de introducción, puede aplicarse al segundo construyendo aberturas auxi- liares de evacuación, que no estén seguidas de largos y estrechos con- ductos como las de invierno, sino que sean simplemente hechas en los muros exteriores. No hay, pues, razón alguna para defender un sistema y atacar otro, ni aun para darle al uno más marcada preferencia sobre el otro, Al empezar esta 3Iemoria dijimos, que el campo estaba divi- dido; que no todos aceptaban el problema de la ventilación en los mis- mos términos; que inteligencias tan brillantes, personas tan competen- tes como Mr. Péclet y Mr. Morin, llegaban á consecuencias opuestas, basándose uno y otro para ello en los mismos experimentos hechos por idénlicos observadores; que esta oposición de ideas, esta discordancia /i37 de consecuencias, esta división en dos bandos, provenin de mirar la cuestión bajo un solo aspecto, ó por lo menos de dar demasiada im- portancia á la introducción del aire nuevo y poca á la evacuación, ó viceversa. Oigamos á estos dos bombres eminentes, y nos convenceremos de ello. Dice asi Mr. Morin en la página 109 del primer tomo de sus Eludes sur la ventilalion. «Aunque estas dos cuestiones estén muy íntimamente ligadas la una '>á la otra, la primera, esto es, la de evacuación, es evidentemente la ■> más importante; la segunda (la de introducción) no es más que una «consecuencia forzosa de la primera. Esto es tan cierto, que cuando "está asegurada la solución de la primera, la misma naturaleza se en- " carga casi siempre de una gran parte de la solución de la segunda.» En primer lugar diremos que la introducción y la evacuación (1) del aire se encuentran íntimamente ligadas la una á la otra, cuando no existen aberturas accidentales; pero la presencia de estas pone á la atmósfera en medio de la introducción y de la evacuación, y queda casi rota la relación entre ambas: cuando no existen aberturas accidentales, la introducción es consecuencia forzosa de la evacuación, y vicever- sa; cuando estas existen, y en gran número, y variables de un momento á otro, como sucede en la práctica, ya liemos visto lo que se verifica. En segundo lugar baremos observar, que si fuese exacto lo que manifiesta Mr. Morin en el párrafo copiado, también lo sería cambiando entre sí las palabras introducción y evacuación, esto es, poniendo intro- ducción donde dice evacuación, y viceversa: entonces tendríamos un párrafo que diria lo contrario que antes, y sería también cierto. Apli- cando el razonamiento de Mr. Morin al sistema opuesto podríamos de- cir: en el bospital de bombres de Lariboisiére está perfectamente ase- gurada, durante el verano, la entrada ó introducción de 70 ó 7o metros de aire por liora y por cama. La evacuación, según liemos visto, no (1) Se entiende la introducción y la evacuación -por las aberturas destinadas á lle- nar estas funciones. TOMO v[. oa 438 llega en esta época á la mitad de esa cifra; pero como el aire introdu- cido, por alguna parte sale, podemos también decir que cuando la in- troducción del aire en un local está asegurada, la misma naturaleza se encarga casi siempre (bien podemos decirlo) de una gran parte de la evacuación. Oigamos á Mr. Péclet, que siguiendo opuesto rumbo que Mr. Mo- rin, da una excesiva importancia á la introducción y muy poca á la evacuación. La comisión encargada de estudiar los sistemas de calentamiento y ventilación del hospital de Lariboisiere, compuesta de los Sres. Com- bes, Péligot y Lebtanc, después de hacer muchos experimentos, mani- festaba en su informe, que sería muy conveniente que se estudiase l;i construcción de un instrumento que, colocado en la chimenea de aspira- ción, indicase aproximadamente por medio de una aguja, si la ventila- ción era superior ó inferior á la contratada; instrumento que serviría á la Administración para comprobar ó medir la ventilación, como los tei- mómetros le sirven para comprobar ó medir las temperaturas estipula- das, en las salas de enfermos. Con este motivo dice Mr. Péclet [Traite de la chaleur, tomo III, pág. 260): «Aunque ese instrumento se encontrase, no medirla la ventilación i>de una manera absoluta, y sí solo en la chimenea de aspiración; y »esta ventilación, ni en locales diferentes, ni en dislintas épocas en el » mismo local, está en relación constante con la ventilación efectiva y "lítil. Ese instrumento daria la ventilación aparente, no la real.v Vemos, pues, que Mr. Péclet, que no quiere juzgar una ventilación por la evacuación del aire viciado, sino por la introducción del aire nuevo, da toda la importancia á la introducción, con grave perjuicio de la eva- cuación, y por lo tanto de la ventilación, tal como esta debe entender- se. Si este párrafo que acabamos de copiar pareciera poco explícito, cite- mos otro pasaje en que, describiendo el sistema de ventilación por in- yección, establecido en los pabellones de hombres del hospital de Lari- boisiere, por los Sres. Thomas y Laurens, y comentando los resultados de los experimentos, dice al hablar del volumen de aire nuevamen- te introducido: Í39 «Estas cantiflades de aire observadas, miran realmente en las salas, y se reparten por ellas; producen por consiguiente la ventilación úlil que es posible realizar.» [Traite de la clialeiir. tomo Ilf, pág. 277.) De modo que para Mr. Péclet la ventilación ídil se mide por la introduc- ción: la evacuación no tiene para él importancia; esla última repre- senta para él la ventilación aparente: precisamente todo lo contrario de lo que cree Mr. Morin. Poco importa á Mr. Péclet, que el sistema esta- blecido por los Sres. Thomas y Laurens en el bospital de Lariboisicre, produzca una evacuación que no llegue á la mitad de la introducción; á esto no le da importancia, puesto que no representa ventilación real. Para Mr. Péclet, la cuestión importante consiste en asegurar la en- trada del aire nuevo en los locales que se ventilan; para Mr. Morin, la cuestión capital estriba en asegurar la salida por las aberturas de evacuación del volumen estipulado ó conveniente de aire viciado. Hemos manifestado, repetidas veces, en lo que antecede, que cuantas consecuencias se deducen de los principios que liemos sentado y de la teoría de la ventilación, lian sido comprobadas por la experiencia. No hemos querido aglomerar citas y relatar experimentos detallados, con- tentándonos con citar las conclusiones que de multitud de experimen- tos deduce Mr. Morin. por no hacer pesada e§ta Memoria, y por no creerlo rigorosamente necesario. Sin endnu'go, forzoso nos parece ha- cernos cargo de un argumento que hace Mr. Péclet, y que está en completa contradicción con la teoría que dejamos expuesta y con sus consecuencias. Defendiendo Mr. Péclet el sistema de ventilación por inyección, establecido en los pabellones de hombres del hospital de Lariboisiére, dice lo siguiente en su Tratado del calor, tercera edición, tomo III, página 289. (■Se habia pretendido que cuando se abriesen las ventanas, debien- »do salir el aire por la via más fácil, se escaparia en masa por estas «nuevas aberturas; no pasaría por los conductos de evacuación; y " una parte del aire viciado que hubiese empezado á subir por ellos, "volveria atrás para penetrar en las salas, con grave perjuicio de los -enfermos. Cuando se abre una ventana, se aumenta la suma de los Boritlcios de salida; la velocidad de salida por los conductos dismimiije 4ÍÜ »por lo tanto, pero no se hace nunca nula ni cambia de signo, como lo iii- » dica el simple raciocinio, y como la experiencia lo prueba.» Lo que inilica el simple raciocinio es que en verano, esto es, cuando el aire que llena los conductos de evacuación está casi á la mis- ma temperatura que el exterior, la aspiración es nula ó casi nula; por consiguiente no hay razón alguna para probar que el aire inyectado por el ventilador debe entrar por las aberturas de evacuación, y seguir sus largos y estrechos conductos que le oponen una gran resistencia, en vez de salirse naturalmente por las grandes vias que se le ofrecen, y que no le presentan ninguna. Lo que la experiencia enseña en ese mismo hospital á que se re- fiere Mr. Péclet, es: que siendo el volumen de aire evacuado de 65 metros cúbicos por cama y por hora en la sala del primer piso del pa- bellón mimero 4, cuando todas las puertas y ventanas estaban cerradas, este volumen se redujo á 58 metros cúbicos abriendo una sola ventana. á 22 abriendo dos; á 17 y á 11 metros cúbicos, abriendo cuatro: que el anemómetro colocado en algunos conducios se pai-aba á ratos, y en otros llegaba hasta girar en sentido contrario al normal, con nna velocidad correspondiente á un gasto ó volumen de 22 metros cúbicos por hora. (Experimentos de los Sres. Trélat y Péligot en el hospital de Lariboisiére.) Al escribir Mr. Péclet el párrafo antes copiado, no pudo tener ala vista los experimentos de los Sres. Trélat y Péligot, sino solamente los de Mr. Grassi, que precedieron á los primeros, y que presentó su tra- bajo como tesis para el doctorado. Pero cuando los resultados de la expe- riencia no se explican bien, y se oponen á los que la razón manifiesta, es preciso no partir de ligero, no deducir fácilmente consecuencias, no aceptarlas ciegamente, estudiar mucho todas las causas que pudieran modificar ó alterar los resultados, y ver la influencia en eslos de cada una de aquellas, repetir mucho los ensayos en todas las condiciones y circunstancias posibles. Esto prueba cuan difíciles son los experimentos de ventilación, y la delicadeza, paciencia y conocimientos que exijen, además del mucho tiempo. No puede decirse que se conocen los efectos de un sistema de ven- 441 tilacioii aplicado á im edificio; no puede apreciarse el valor ó mérito de un sistema establecido, ni en un dia, ni en una semana, ni en un mes: se necesita por lo menos un año. ¿Por qué? Porque ligada, como lo está casi siempre, la ventilación al calentamiento, los efectos cambian con las estaciones, con los vientos, con el número más ó menos gran- de de personas y de luces. Los dos sistemas de calentamiento y venti- lación que hemos descrito con brevedad, que están establecidos respectivamente en los pabellones de hombres y de mujeres del hospi- tal de Lariboisiére, y que son seguramente los que más se han estu- diado hasta ahora en el mundo, vemos que marchan bien cuando hay calentamiento, y dejan ambos sentir sus inconvenientes cuando no lo hay, ó sea en verano. La razón ya la hemos indicado: en invierno hay inyección y aspiración independientes en ios dos; en verano el hospital de hombres funciona con sola la inyección; la aspiración es nula: en verano el hospital de mujeres funciona con sola la aspiración; la inyec- ción es nula. No solamente es necesario para conocer, juzgar y apreciar un sis- tema de calentamiento y ventilación, estudiarlo durante un año bajo el aspecto de la introducción del aire y bajo el de la evacuación: la unifor- midad de la distribución del calor y del aire y su constancia , las per- turbaciones que la abertura de algunas ventanas, y sobre todo las puer- tas de servicio, ejercen sobre la introducción y la evacuación, son también de la mayor importancia. Pero hay más: las personas peritas, ó las co- misiones facultativas llamadas á dar su dictamen ó emitir su opinión sobre un sistema establecido y sobre los efectos que produce, deben estar sobre sí, y estudiar si los aparatos de calentamiento, que tanto in- fluyen en los efectos de la ventilación, llevan la marcha normal y no van forzados, con el objeto de llegar ó superar los efectos estipulados de ventilación; deben abarcar cada vez los efectos generales de calenta- miento y ventilación del local; porque nada hay más fácil en un gran edificio donde se están haciendo experimentos sobre calentamiento y ventilación, que favorecer y aumentar los efectos producidos allí donde se hacen los experimentos y observaciones, á expensas de los otros pun- tos donde el sistema no se estudia: las llaves de los tubos de vapor y i42 agua caliente, los registros de los conductos de evacuación y de intro- ducción, la velocidad de los ventiladores, las llaves ó registros de los tubos porta-viento, se prestan maravillosamente á una alteración que conduce fácilmente á un juicio erróneo de un sistema. De modo que en esta clase de estudios hay, además de las dificultades propias del proble- ma, este otro género de causas de error. Después de lo que acabamos de manifestar, nadie extrañará que di- gamos que en Francia, comisiones compuestas de personas competen- tes, y aun sabias, llenas de buena fe y de lealtad, han emitido informes favorables sobre sistemas establecidos de calentamiento y ventilación, que han tenido que modificarse mucho al cabo de poco tiempo , y aun abandonarse por completo para reemplazarlos con otros. La discordancia de opiniones y confusión de ideas que existe hoy sobre el importantísimo problema de la ventilación, tiene, entre otros males, el que no sepamos á qué atenernos para medirla. Hemos visto que para Mr. Péclet, el volumen de aire que escapa por los conductos de evacuación no es más que la ventilación apárenle: que la ventilación úlil, efectiva, real, es la que se deduce del aire que entra en las salas por las aberturas de introducción. Hemos visto también que para Mr. Morin, la cuestión principal es la de la evacuación del aire viciado, y en ella ve la medida de la ventilación. De cuanto hemos manifestado creemos poder deducir con sólido fun- damento, que la verdad está á igual distancia de ambas opiniones. Nos- otros nunca podremos decir que una sala de hospital, por ejemplo, está bien ventilada porque entren en ella 70 metros cúbicos de aire por enfermo y por hora, si estamos viendo que este aire forma una corriente desde las aberturas de introducción hacia las puertas, ó hacia los inters- ticios de estas y de las ventanas, y que no funcionan, ó funcionan al re- vés los conductos de evacuación. Esta ventilación, en su límite, podria llegar hasta á ser mas perjudicial que útil. Cuando se estudia un pro- yecto de calentamiento y ventilación de un edificio , cuando se fijan el número, las dimensiones, las situaciones respectivas de las aberturas de introducción y de evacuación, es para que funcionen; es porque funcio- nando se obtiene la expulsión del aire viciado en todos los puntos de la ií3 sala; solo así la ventilación es luiiforme, regular, completa en toda la extensión de la sala que se ventila; y si no l'uncionan quedarán porcio- nes de la sala sin ventilar, liabrá corrientes enérgicas de fuera adentro ó de dentro afuera, con todos sus inconvenientes; si la sala que se venti- la comunica con otra, el aire viciado de la primera podrá entrar á infi- cionar la segunda, etc. Por el contrario, tampoco podremos decir que una sala de un hospital esté bien ventilada porque observemos que sale por la chimenea general donde envían el aire los conductos de eva- cuación, el suficiente volumen de aire, si estamos viendo que pene- tra por una puerta del exterior y se dirije en corriente hacia los ori- ficios mas próximos de evacuación, sin que se renueve más que una parte del espacio de la sala, quedando otra sin ventilación ; ó bien si estamos viendo que el aire que sale por los conductos de evacuación de la sala que se considera, es aire que viene de otra inmediata, (|uc comunica por una ó mas puertas con la primera. Con este inconveniente de la medida de la ventilación han tropezado en la práctica las comisiones nombradas para estudiar y dar su dicta- men acerca de un sistema de calentamiento y ventilación ya establecido. Los contratos y pliegos de condiciones formados para calentar y venti- lar grandes edificios, no han dicho hasta ahora más sino que la ventila- ción será de tantos metros por hora ó de tantos metros por hombre y por hora; pero habiendo á veces gran desigualdad entre los volúmenes de aire introducidos y evacuados, ¿que se toma como medida de la ven- tilación? Esta es una cuestión de la mayor importancia, no tanto después de establecido el sistema como antes, á fin de precisar, casi debemos decir, de definir las condiciones del contrato. En rigor, la medida de la ventilación está en el volumen de aire que, penetrando en el local que se ventila por las aberturas de introducción, sale por las de evacuación, descartando completamenle todo el movimiento de aire que tenga lugar de dentro afuera ó de fuera adentro por las aberturas accidentales. Determinar exactamente este volumen, medir- lo, es imposible; pero en este caso nos aproximaremos á la verdadera medida de la ventilación, midiendo el volumen de aire que penetra por las aberturas de introducción, después el que sale por las de evacuación, ii4 y lomando e! menor de ambos números. Estos experimentos deben ha- cerse en e! estado normal y de servicio ordinario de puertas y ventanas. Con lodo osle rigor creemos que deberia establecerse la medida de la ventilación en cierta clase de edificios, y sobre lodo en los hospitales. Para contratos de ventilación en otros edificios, podria establecerse como medida de la ventilación la media entre el volumen de aire que entra por las aberturas de introducción y el que sale por las de evacuación; pero estableciendo también que ni el primer volumen ni el segundo puedan bajar de la mitad del volumen contralado. Asi se encierran las variaciones entre ciertos límites. De todo lo dicho basta aquí podemos concluir en resumen: 1.° Que para obtener la ventilación mas perfecta posible, para dis- minuir hasta donde sea dable los inconvenientes de los dos sistemas de ventilación por inyección sola ó por sola la aspiración, es menester com- binar y tener en acción constantemente ambos sistemas en el edificio que se quiere ventilar. Es preciso asegurar la evacuación y la intro- ducción. 2.° Que tanto el sistema que solo asegura la inyección como el que solo asegura la evacuación, pueden producir una buena ventilación en invierno, en razón á que entonces el sistema se hace doble, y tiene in- yección y evacuación independientes una de otra. Que en verano ambos- sistemas presentan análogos inconvenientes. o.° Que para remediarlos, el medio seguro y directo consiste en complementar el sistema durante el verano como lo está en in- vierno. Así, pur ejemplo, en el pabellón de hombres del hospital de Lariboisiére sería necesario mejorar la evacuación de verano, para lo cual bastarla sustituir la corta chimenea metálica que actual- mente tienen los pabellones en el desván, poruña algo mas larga, recu- bierla al exterior de una capa gruesa de yeso para evitar el enfriamiento, y calentada por un serpenlin de vapor ó varios, puesto que este es el sistema de calentamiento allí establecido. También podria emplearse, en lugar de chimenea metálica, una como la que hay en los pabellones de mujeres, formada de un entramado de madera con tabiquería de ladri- llo, y enlucida de mortero al exterior y al inlerior. Las chimeneas que US arrancan de lo alto de los edificios, lian de ser necesariamente muy li- í^eras. Para remediar los inconvenientes de que adolece la inirodueeion del aire nuevo en los pabellones de mujeres del mismo hospital, sería |)reciso emplear en ellos la inyección mecánica durante e! invierno. De modo que si el sistema de inyección por un ventilador, que hoy existe allí para los pabellones de nombres, se hubiera aplicado á todos, y el sistema de aspiración que tienen los de mujeres, ú otro cualqniera , se hubiera también aplicado á todos, el hospital de Lariboisiére tendría la ventilación mas perfecta posible. * 4.° En aquellos edificios en que la economía no es la primera razón á que hay que subordinar un proyecto de calentamiento y ventilación, y en aquellos en que la higiene reclama la ventilación más perfecta po- sible, como los hospitales, debe tenerse el sistema doble de ventilación, no solamente en invierno, en que naturalmente se tiene ya, sino en ve- rano, aun á pesar de un aumento de gasto. No vaya á creerse que este aumento de gasto va á ser considerable. Supongamos, por ejemplo, un hospital ventilado por inyección mecánica, como el de hombres de La- riboisiére. Durante el verano se abren de dia las ventanas en la mayor parte de las salas del hospital: los médicos no encuentran en ello in- conveniente, y esto os un recreo y satisfacción material, y hasta una necesidad para los enfermos; de noche, y en ciertos climas, los médi- cos previenen que las ventanas estén cerradas. Durante el dia, en que todas ó la mayor parte de las ventanas se abren, la inyección, ayudada de la ventilación natural, no necesita la aspiración especial del aire viciado. El gasto, ó el aumento de gasto, queda, pues, reducido á la aspiración del aire viciado durante las cortas noches del verano. Pero cerradas entonces las ventanas, provistas de porliers las puertas, calen- tado algo el aire viciado con el calor de los enfermos, con poco más que se le caliente en la chimenea de aspiración, donde desembocan los con- ductos de evacuación, tendremos una aspiración suficiente, y habremos completado el sistema. 5." Guando no se quiera tener ese ligero aumento de gasto, pueden emplearse las aberturas auxiliares para verano, que ya hemos mencio- nado, y que recomienda Mr. Morin para correiir los inconvenientes de la ventilación en los pabellones de mujeres del hospital de Lariboi- siére. 6." Una ventilación será buena, no cuando entre en los locales ventilados el volúnien de aire conveniente, ni cuando salga dicho volu- men por las aberturas de evacuación, sino cuando entre por las primeras y salga por las segundas. Es muy conveniente que la dife- rencia entre el volumen de aire que entra en los locales por las aberturas de introducción y el que sale por las de evacuación sea pe- f/tieña. 7.° La medida de la ventilación no estriba, ni en el volumen de aire que entra por las aberturas de inlroduccion, ni en el que sale por las de evacuación, sino en el volumen de aire que, entrando por las prime- ras, sale por las segundas; pero este es imposible medirlo exac- tamente, porque se complica con el que entra ó sale por las aber- turas accidentales. En aquellos edificios en que se quiera á todo trance tener la ventilación más perfecta posible, y en que para esto se esta- blezcan la inyección y la aspiración independientes, debe medirse la ventilación por el menor de los dos volúmenes arriba enumerados; y así debe consignarse en los contratos para el establecimiento de esta mejora en los edificios públicos. En aquellos edificios en que no sea necesaria una ventilación tan perfeela, y en que solo se establezca uno de los sistemas de ventilación que funcionan por sola la inyección ó sola la aspiración, debe consignarse en los contratos, que el volumen de aire nuevo introducido, y el evacuado, no deben bajar ni el uno ni el otro de la mitad del volumen de ventilación, ó estipulado. Se to- mará como medida de la ventilación, la media entre el volumen in- troducido regularmente y el evacuado por las aberturas á este efecto. 447 II. MIMBRO, SECCIOiN Y rOtílCIONES RELATIVAS DE LOS ÜRIKICIOS 6 ABERTURAS DE INTRODUCCIÓN DEL AIRE NUEVO Y DE EVACUACIÓN DEL AIRE VICIADO. No basta asegurar la introducción del volumen conveniente de aire en una sala ó local cualquiera, y la evacuación del mismo, para que la sala se encuentre ventilada igualmente en toda su exten- sión, y calentada con uniformidad cuando el aire que se introduce es caliente. Para conseguir la renovación uniforme y total del aire, es preciso disponer de un modo conveniente los orificios de introducción y los de evacuación. Número de los orificios de introducción y de evacuación. Fácilmente se comprende que, en principio, debe ser conveniente tener el mayor nú- mero posible de orificios de una y otra clase. Consideremos una sala que solo tenga dos orificios, uno en un extremo de ella y otro en el extremo opuesto, el primero para la introducción del aire nuevo, el segundo para la evacuación. Es evidente que tanto cuando el aire in- troducido en la sala sea frió como cuando sea caliente, se dirigirá de uno á otro orificio, desviándose más ó menos de la línea recta, en uno ú otro sentido, según que su densidad sea mayor ó menor que la del aire de la sala; pero en todos los casos constituirá una corriente única, que no podrá poner en movimiento con facilidad al aire en todos los sitios del local que se quiere ventilar. Si, al contrario, en lugar de dos orificios ponemos muclios en ambos testeros de la sala, tendremos mu- chas corrientes parciales que, aunque con menos velocidad que la cor- riente única del caso anterior, podrán poner en movimiento y renovar toda la masa de aire. Además, cuando hay un solo orificio de evacua- ción, como allí tiende á afluir el aire viciado para efectuar su salida, resulta que aquella parte de la sala tiene mal olor y es insalubre. Si queremos un ejemplo de ello, citaremos el siguiente, que tomamos de 4i8 Mr. Morin, referenic á la escuela pública elemental de Grenelle, en la cual hay establecido el sistema de calentamiento y ventilación estudia- do para esta clase de escuelas por Mr. Péclet, y aceptado por la Admi- nistración francesa. Existe en dicha escuela un solo orificio de evacua- ción, colocado cerca del mostrador 6 mesa de la maestra, en uno de los testeros de la escuela. líl mal olor que habia cerca de dicho orificio in- comodaba tanto á la maestra, que ésta lo tenia ordinariamente cerrado, suprimiendo con tal medida la ventilación. Acaso podria hacerse por algunos una observación, ó más bien una objeción, á lo que acabamos de decir. Podria decirse que si, en efecto, habia mal olor al lado del orificio de evacuación, esto argüiría una ventilación insuficiente. Nada de esto. Ks un hecho probado hasta la evidencia en muchos edificios, y cuya explicación no se conoce, que aun cuando no se perciba olor sen- sible en una sala bien ventilada, puede sin embargo notarse en la chi- menea de evacuación: más aún; el aire de estas chimeneas, cargado de las emanaciones cutáneas y de los miasmas orgánicos expelidos en la respiración, si no es venenoso, al menos produce fácilmente la asfixia, y de ello tenemos dos pruebas en dos ingenieros que hacían experimen- tos, uno en el hospital Beaujou, en París, y otro en el palacio de Jus- ticia, los cuales (según refiere Mr. .Morin) estuvieron en grave peligro de ser asfixiados por respirar el aire viciado en los conductos de eva- cuación. [Eludes sur le vent, tomo II, pág. 43.) El grave inconveniente que acabamos de señalar en la escuela de Grenelle, se evita diseminando el número de puntos por donde sale el aire viciado. Hemos dicho que en principio, conviene que sean muy numerosos, tanto los orificios de introducción como los de evacuación. En la prác- tica hay que limitar alguna vez su número más acaso de lo que conven- dría, por exigirlo así las circunstancias de los locales; pero nunca tanto como lo ha hecho Mr. Péclet en su proyecto, sobre todo para los ori- ficios de evacuación, y cuando haya de haber personas cerca de dichas aberturas. Situación respectiva de los orificios de introducción y de evacuación. Po- cas líneas consagra Mr. Péclet al estudio de tan importante cuestión. Hé aquí su opinión sobre ella. (Traite de la chakur, icvcer a edición, tomo III, pág. 65.) »El mejor modo de ventilar consistiría en introducir el aire por lui "gran número de puntos de la superficie del suelo, y en hacerlo salir ..por orificios practicados en el techo.» Esta es, en principio, según Mr. Péelet, la posición relativa de los orificios de introducción y de evacuación más conveniente para la buena ventilación, y por ello la propone para los anfiteatros y otros sitios. Pesados y medidos los inconvenientes déla disposición que Mr. Pé- elet recomienda para los orificios de introducción y de salida del aire, y los que ofrece la disposición inversa, que ha dado constantemente me- jores resultados que la primera en la práctica, y que es más raciona!, nos decidimos por la última, siguiendo en ello la opinión de Mr. Morin. Esta última disposición es la que los ingenieros ingleses han creido siem- pre la más conveniente, incluso el doctor Reid, no obstante que por circunstancias particulares haya tenido que seguir en algunas ocasiones la opuesta, como sucedió en su proyecto para calentar y ventilar las salas de sesiones de las Cámaras inglesas. El proyecto primitivo de Mr. Reid para la Cámara de los Comunes, exigia la entrada del airo nuevo por el techo y la evacuación por abajo. El sucesor del doctor Reid en el calentamiento y ventilación de dichas cámaras, Mr. Golds- \Yorthy Gurnev, llamado á modificar el sistema del doctor, indicó tam- bién en su proyecto la entrada por arriba y la extracción por abajo, pero tampoco lo consintieron las exijencias y dificultades presentadas por los arquitectos. La comisión regia inglesa nombrada en 1857 para proponer cuanto creyese necesario para sanear los cuarteles ingleses, en los cuales la estadística acusaba una mortalidad excesiva, después de hacer innumerables experimentos sobre todo cuanto se refiere á la ventilación y calentamiento de los cuarteles, dice en su extenso y bien meditado intbrme: «Por motivos prácticos, perfectamente justifica- -dos por los resultados de la experiencia, hemos decidido que los ori- «ficios de admisión de aire se coloquen cerca del techo.» Por último, en Francia hoy dia, con la experiencia adquirida, está universalmente ad- mitida, en principio, la conveniencia de colocar en lo alto de las salas 450 los orificios (le introducción, y en lo bajo los de extracción ó evacua- ción. Las razones que hay para encontrar superior esta disposición á la de Mr. Péclet, son las que siguen: Orificios de introducción. Estos orificios darán aire más caliente ó más fresco que el de la sala: más caliente, por regla general, en in- vierno; más frió, por regla general, en verano. Estas corrientes de aire relativamente caliente ó frió son por lo menos incómodas, ya que no insalubres, para las personas cuyo cuerpo, en totalidad ó en parte, se encuentra envuelto por ellas. Así es que no hay un solo ejemplo de ca- lentamiento y ventilación por este sistema, que no haya producido quejas de las personas que más de cerca sufrían la acción de dichas corrientes. La sala del Senado francés en el Luxemburgo, el Parlamento inglés, la sala de sesiones del Instituto de Francia, suministran argu- mentos terribles contra el sistema de introducción por el suelo, ó lo que es lo mismo, cerca de las personas. En muchos de estos casos, los individuos que tienen que sufrir la influencia de las corrientes tapan los orificios de introducción, como sucede en el Parlamento inglés, donde muchos de sus miembros han colocado bajo los pies un tapiz impermea- ble, sobre los dos que ya tiene el entarimado, permeables al aire. Pero sin ir más lejos, el mismo 3ír. Péclet se encarga de hacer la oposición á su sistema cuando dice, hablando de la ventilación de los teatros (en su Traite de lachaleur pág. loO, tomo 5.°, tercera edición): «D'un autrecóté, "les courans d'air chaud qui s'établissent á la sortie des orífices, dans « le parterre et dans les loges, sont en general désagréables, et les spec- 'tatcurs préférent fermer ou boucher tous les orífices de ventilation.» Orificios de evacuación. Demostrada, en principio y de un modo general, no solo la conveniencia, sino la necesidad de colocar los orifi- cios de introducción del aire nuevo, frió ó caliente, lo más lejos posible de las personas, y por lo tanto hacia el techo de las salas, ya tenemos una razón en esto mismo, para decir, que los orificios de evacuación de- ben colocarse hacia la parte baja de las mismas. En efecto, es un princi- pio que no debe olvidarse nunca, si se quiere una ventilación uniforme y regular en todas las partes de la sala, que los orificios de evacuación no deben estar cerca de los de introducción del aire. Si se obra conira Í51 este principio, como desgraciadamente se ha hecho en muchos casos, entre otros en París en el hospital Necker y en el asilo Vésinet, suce- derá que el aire pasa fácil y directamente de los orificios de introduc- ción á los de evacuación, y el de la sala no se renueva bien, sobre todo cuando e! aire nuevo es frió, como sucede en verano. En este úl- timo caso especialmente, el aire frió no tiene tendencia alguna á ele- varse en la sala, y penetrando por los orificios de entrada colocados en el suelo, se corre por este para buscar los orificios de evacuación, si- tuados también en la parte inferior. Este sistema de colocar los conduc- tos de evacuación y de introducción no es bueno, ni aun en el caso en (¡ue el aire introducido viene caliente, ó sea en invierno. Entonces el aire caliente, por su menor densidad, se eleva, viciándose, al envolver las personas, y este aire ya viciado se pone otra vez en contacto con las mismas para buscar la salida. El principio racional que (además de lo dicho en el párrafo ante- rior) induce á colocar los orificios de evacuación cerca del suelo, es gw cutos orificios deben aspirar el aire viciado alH donde se vicia; que no debe nunca hacerse que el aire ya viciado tenga que recorrer por la sala un trayecto en el cual envuelva á algunas personas; que debe circular por ella lo monos posible. Luego los orificios de evacuación deben colo- carse lo más cerca posible de las personas. A primera vista podria creerse que esta proximidad de los orificios, cerca de los cuales las corrientes se han de pronunciar de la misma manera que sucede cerca de los orificios de entrada, habia de tenerlos mismos inconvenientes que tenia la proximidad de estos últimos. Nada de esto. Si las corrientes de los orificios de introducción son incómodas, es porque el aire que por ellos entra en las salas nunca llega á la temperatura de aquella atmósfera, temperatura á la cual están funcionando nuestros órganos y habituada nuestra piel. Así es que es un hecho constantemente comprobado, que incomoda la vecindad ó proximidad de un orificio de introducción que da aire á una velocidad de medio metro por segundo, y no incomódala proximidad de un orificio de evacuación que lo aspira con la de un metro y aun algo más. El mal reside, más bien que en la velocidad del aire, en la diferencia de temperatura. 4B5 En el proyecto de Mr, Péclet para calentar y ventilar las escuelas públicas de instrucción primaria, proyecto realizado ó aplicado por la administración francesa en muchas escuelas, no se han tenido presentes estos principios. En este sistema el aire sale por lo alto de uno ó dos caloríferos colocados en un extremo de la escuela, cerca del maestro: de modo que los orificios de introducción están en lo alto de los calorí- feros , á 1 metro próximamente del suelo. Los orificios de evacuación están en el extremo opuesto de la sala, en la parte baja del muro del testero para el invierno y en la parte alta de dicho muro para el verano, de modo que alternan con la estación. Resulta de esta viciosa disposi- ción de los conductos de introducción y evacuación del aire, que los pri- meros bancos tienen aire puro; pero viciado allí, ó sea en los que están próximos á los caloríferos, va pasando sucesivamente por los otros, y antes de entrar por los dos orificios de evacuación, infesta los últimos en vez de sanearlos. Así resulta de los experimentos de Mr. Morin en algunas de esas escuelas. Lo mismo hemos hecho notar anteriormente tratando del número de los orificios de evacuación. Los ingenieros franceses llamelincourt y Guerin han hecho proyec- tos de calentamiento y ventilación de escuelas, que no tienen los incon- venientes del de Mr. Péclet, y que son muy preferibles á este último. Estos proyectos han visto la luz pública en los Estudios sobre la ventila- ción, de Mr. Morin. Sección de los orificios de introducción del aire nuevo y de evacuación del aire viciado. No estando situados los orificios de introducción en la proximidad de las personas, sino todo lo lejos posible de estas, es claro que pueden admitirse velocidades de entrada del aire nuevo por dichos orificios de un metro por segundo sin inconveniente, y aún mas si se tiene cuidado de dirigir las venas de aire hacia el techo, ó de manera que pierdan la velocidad adquirida antes de llegar á las personas. Este resultado se consigue fácilmente en la práctica sin necesidad de que las venas de aire choquen con un obstáculo sólido: basta que encuentren antes de llegar á las personas una masa de aire suficiente, en la cual ocasionan remolinos en todos sentidos, que hacen perder en poco trecho su fuerza viva á las venas gaseosas. 453 Respecto á los orificios de evacuación , conviene que en ellos tenga el aire una velocidad notable, superior casi siempre á la de introducción, entre otras razones por una sobre la cual no se ha fijado la atención de los ingenieros, y que es, en nuestro juicio , de mucha importancia. Pasemos á exponerla, entrando forzosamente en algunos detalles, necesarios para que se comprenda toda su fuerza . Nuestro cuerpo, lo mismo que en muchos casos la materia no organizada, está emitiendo continuamente gases, vapores y miasmas or- gánicos, que se mueven y reparten en el aire con un movimiento propio, con una velocidad propia, sin necesidad de ser transportados mecánica- mente por el mismo gas. i\o es esto decir que no puedan ser trasporta- dos ó arrastrados mecánicamente por el aire: lo son en efecto; pero in- dependientemente de este movimiento no propio, ellos pueden moverse por la acción de un agente físico, que generalmente es el calor. Así, por ejemplo, las moléculas que desprende el alcanfor, el almizcle y tan- tos otros cuerpos sólidos ó líquidos á todas las temperaturas ordinarias y á todas las presiones, los olores, buenos ó malos, se trasmiten, se di- seminan en una atmósfera completamente tranquila y en que haya una temperatura constante. Ahora bien, habiéndose visto anteriormente que el aire viciado que llena los conductos de evacuación es un aire infesta- do, asfixiante y casi venenoso, aunque el de la sala aparezca puro y sin olor, dedúcese de aquí que el aire viciado debe tener en el orificio de evacuación, y aun en el conducto que á este sigue, una velocidad (¡uc impida que los miasmas, tratando de diseminarse en lodos sentidos con su velocidad propia, retrocedan á la sala. Tiempo hacia que abrigábamos esta idea, que aparte de otras consideraciones, nos explicaba la tendencia á aumentar la velocidad del aire viciado en los conductos de evacuación que notamos en los ingenieros franceses que se dedican al estudio y apli- caciones del calentamiento y ventilación de edificios; y hemos encontrado una comprobación de nuestro juicio en el atento examen del estudio notable hecho por los Sres. Boussingaull, Leblanc y Péclet sobre la ventilación y expulsión del olor de las celdas de la cárcel de Mazas, en París. En este estudio encontramos lo siguiente. TOMO VI. 5G 454 En una de las celdas de los encarcelados se encerró Mr. Lehlanc, pro- visto de los aparatos necesarios para el estudio que se proponía. Todas las juntas de la puerta y de la ventana de la celdilla se calafatearon de modo que por ellas no entrase ni saliese aire. El aire para la ventilación de la celda entraba por un orificio de introducción único. El aire viciado salia por un tubo que arrancaba de la parte interior de un vaso noc- turno con excrementos, y salia fiiera de la celda. Por este tubo se bacia la aspiración del aire viciado. El vaso nocturno estaba cerrado con una tapadera provista de algunas aberturas. Esto supuesto, fácilmente se comprende que el aire nuevo penetraba en la sala por el único orificio de introducción que babia, se viciaba en la celda, penetraba en el vaso nocturno por las aberturas de la tapadera, descendin en dicbo vaso hasta cerca del fondo, y penetraba en el tubo de evacuación, que lo conduela al exterior. La comisión observa en su informe, que estando colocada la tapadera y produciéndose una renovación de aire de 10 me- tros cúbicos por hora, se impedía la difusión del olor del vaso nocturno en la celda; pero la misma renovación del aire era insuficiente para opo- nerse á la difusión de los olores cuando la tapadera se quitaba. La comi- sión, fijándose en su principal objeto que era determinar el volumen necesario por celda y por hora, no lo hizo lo bastante en este detalle para deducir consecuencias. Fijémonos nosotros, y observaremos que la diferencia de los resultados obtenidos respecto á la difusión de los olo- res, en el caso de tener el vaso nocturno puesta la tapadera, y en el caso de tenerla quitada, no puede cxjiliearse más que por la mayor velo- cidad del aire en los agujeros de la tapadera en el primer caso. En efecto, los agujeros de la tapadera presentaban una superficie mucho menor que el vaso en su boca cuando estaba destapado: luego en el primer caso la velocidad del aire que se oponía á la trasmisión del olor era mayor que en el segundo, en la relación inversa de las áreas ó superficies libres que presentaba el vaso en su parte superior. En el primer caso, la velo- cidad del aire que marchaba en sentido contrario al que hablan de seguir los miasmas para entrar en la celda, era suficiente para arrastrar á estos y anular su velocidad de trasmisión propia ; en el segundo no. A haberse fijado la subcomisión sobre este detalle, fácilmente hubiera 4SS podido deducir cuál era la velocidad mínima del aire que impedia la dil'u- sion de los olores en la celda. Creemos haber demostrado con lo que precede, que la velocidad del aire viciado en los orificios y aun en los conductos de evacuación no debe ser muy pequeña, si ha de im¡)edirse (¡ue los miasmas no retroce- dan en su camino, burlando en parte el principal objeto de la ventila- ción. Dicha velocidad no debe bajar de 1 metro por segundo en los orificios de evacuación : luego su sección debe subordinarse á este dato. No hay por otra parte inconveniente en la práctica en (jue exceda nota- blemente este número, y de ello podríamos citar muchos ejemplos, si no nos lo impidieran los reducidos límites de este trabajo y el tiempo de que disponemos. III. CONDUCTOS DE INTRODUCCIÓN Y DE EVACUACIÓN. Los conductos de introducción del aire nuevo son, como ya hemos dicho, los que le conducen desde el exterior hasta los orificios de intro- ducción situados en las salas. Durante el invierno sucede siempre, en los grandes edificios calentados y ventilados, que el aire recorre es- tos conductos, una parte de ellos sin calentarse, y el resto después de calentado; pero debe cuidarse, siempre que sea posible, de que tengan una sección suficiente para dar el volumen de aire necesa- rio, no solo en invierno sino también en verano. Decimos esto, porque siempre sucede que el aire nuevo (por su temperatura) ascien- de por los conductos de introducción más velozmente en invierno que en verano; y por lo tanto, conductos que dan el volumen de aire suficiente en invierno, aparecen insuficientes en verano. Cuando en un edificio se presentase el último defecto, y no se pudiese aplicar el remedio directo, sería preciso recurrir en verano á orificios accidentales de introduc- ción, que pusieran las salas en comunicación con el exterior. En el caso en que hay una inyección enérgica producida por un ventilador, no hay que temer estas diferencias en las estaciones, y si los conductos son su- ío6 ficienles en invierno también lo serán en verano: la inyección es en este caso constante: al paso que en el anterior, como aquella suele anu- larse en verano quedando sola la aspiración, pueden aparecer pe- queñas en esta estación las secciones de los conductos de introducción en razón á que la velocidad del aire nuevo disminuye. La facultad de los ventiladores, de producir en todo tiempo una inyección de aire nuevo constante, es muy ventajosa. Siempre que las condiciones de la construcción lo permitan, la sección de los conductos de introducción del aire nuevo podrá calcu- larse admitiendo que tenga en ellos una velocidad de medio metro por segundo. Partiendo de esta base, que se presta bien á todos los sis- temas, del número de conductos que se hayan podido establecer en el proyecto, y del volumen de aire que se haya creido prudente fijar, se- gún el lo al de que se trate y su aplicación ó servicio, se calcula la sec- ción de cada conducto de introducción. Los cálculos son tan fáciles, después de lo dicho, que creemos podernos abstener de poner ejemplos por el momento; reservándonos el hacer aplicaciones para más adelante. Cuando el edificio que se trata de calentar y ventilar tiene muchos pisos y el aire caliente debe ser introducido en todos ó algunos de ellos, es muy importante que cada piso sea servido por uno ó más conductos (según la extensión de las salas) independientes de los de otros pi- sos, porque tendiendo el aire á tomar velocidades diferentes según las alturas, es preciso reservarnos el medio de hacer una distribución con igualdad, y esta distribución exije la independencia de los grandes con- ductos destinados á conducir el aire á cada piso, y además la coloca- ción de registros en todos ellos para regularizar el volumen que pase por cada uno. Los conductos pequeños de introducción, que toman su aire de los primeros, también deben estar provistos de registros, para i,n;ualar los volúmenes de aire dados por cada uno. Todos estos con- ductos, en efecto, tienden siempre á dar diversos volúmenes de aire, y á producir, por lo tanto, una ventilación desigual, unas veces por diferencias de sección, otras de longitud, otras por diferencias en el número de codos, otras por las de altura, y finalmente, por obs- táculos improvistos y accidentales que pueden disminuir la velo- 4S7 cidad lie mi conducto, como, por ejemplo, ima simple telaraña. Para corregir todas las irregularidades que pueden provenir de tan di- versas causas, al ingeniero no le queda más que un solo medio, los registros; del cual, sin embargo, no debe abusar, porque los regis- tros obran siempre introduciendo una resistencia en los conductos, V al igualar los volúmenes de aire que deben dar estos, lo hacen siem- pre disminuyendo el volumen total del aire en movimiento. Conducios de evacuación. En el caso más compücido que puede ocurrir en el calentamiento y ventilación de edificios, que es aquel en que hay que ventilar y calentar locales situados en distintos pisos, los conductos de evacuación, teniendo diferentes alturas, y llenos en in- vierno de aire caliente, obran (como verdaderas chimeneas) con distin- tas energías de aspiración; porque sabido es que, teóricamente, la as- piración que una chimenea produce es, en igualdad de las demás con- diciones, sensiblemente proporcional á su altura. Esta circunstancia se nota sobre todo cuando la evacuación del aire viciado se hace sola- mente en virtud de la aspiración de los conductos de evacuación, y también cuando hay además la aspiración por arriba, variedad del sis- tema de aspiración que daremos á conocer más adelante. Prescindiendo de las irregularidades que por la causa referida tien- den á establecerse en los conductos de evacuación, hay además todas las producidas por las causas que acabamos de enumerar hablando de los conductos de introducción del aire nuevo. Por estas razones, y p'ara evitar las ¡grandes variaciones en el volumen del aire evacuado de los diferentes pisos, conviene que los conductos de evacuación correspon- dientes á cada uno de ellos vayan separados de los de los otros pisos, al menos en una longitud de cuati'o ó cinco metros; pueden después reu- nirse los conductos de evacuación correspondientes á cada piso en uno solo, y luego los conductos finales de cada piso desembocar libremente en el conducto único ó chimenea genera!, destinada á servir unas veces de chimenea de aspiración, otras simplemente á evacuar acierta altura el aire viciado en la atmósfera. Sucede á veces que los conductos indivi- duales de cada sala y cada piso llegan á reunirse en la chimenea final, y no antes. De todos modos no debe jamás olvidarse, al reunir en uno íoS solo dos conductos de aire, que es preciso evitar el choque de las ve- nas ó corrientes gaseosas, y que estas no deben tocarse y encontrarse en el conducto único mas que cuando llevan direcciones paralelas . El cho- que de las corrientes produce siempre mal resultado, unas veces dis- minuyendo el volumen que debian darlos dos conductos, y otras supri- miendo por completo el movimiento del aire en uno de los elementales que se reunieron. Fácilmente se evita por medio de lengüetas y dia- fragmas e! mal efecto del choque de dos corrientes. Cuanto queda dicho sobre el choque de las corrientes, se aplica á todos los conductos por donde circulan fluidos. La sección de los conducios elementales, una vez conocido ó fijado el número de ellos y el volumen de aire que por ellos debe salir, depen- de naturalmente de la velocidad que on ellos ha de tener el aire viciado. Esta no debe ser menor de un metro, por las consideraciones preceden- temente expuestas, y puede llegar hasta metro y medio por segundo. Dar este dato es dar la sección de los conductos, ó los límites entre los cuales puede oscilar esta sección. La economía aconseja el límite inferior, porque en invierno, y en muchos sistemas, estos conductos obran como verdaderas chimeneas, como ya hemos dicho; y á igualdad de lodas las demás condiciones ó circunstancias de altura y diferencia de tempera- turas, sabido es que el tiro de las chimeneas aumenta con su sección: la prudencia, basada sobre el temor que puede inspirar el retroceso á las salas del aire viciado, y la velocidad propia de trasmisión de los mias- mas, aconsejan no bajar de un metro. Para correjir las pequeñas irregularidades de la evacuación en los diferentes conductos individuales, todos ellos deberán estar provistos de sus correspondientes registros. TOMA DEL AIRE EXTERIOR. El aire necesario para la ventilación se toma, según el sistema de calentamiento y ventilación que se emplee, por una sola abertura, como sucede en el hospital de Guy en Londres, en los pabellones de hom- Ífi9 bres (leí hospital tic Lariboisiére en París y en muchos oíros, ó por mu- chas aberturas situadas en los diferentes pisos, como en casi todos los proyectos de Mr. León Duvoir-Leblanc y de Mr. Hamclincourt. Cuando hay uno ó más caloríferos en un edificio, y el aire se ha de calentar en ellos para distribuirse luego por todo él, y también cuando se em- plea la inyección mecánica, las tomas de aire son en reducidísimo número, una, dos, tres, pocas veces mas. Cuando las salas de un edificio tienen dentro de ellas las estufas, ó sean los aparatos destinados á calentar el aire, las tomas de aire se multiplican considerablemente, porque suele haber una ó dos para cada estufa. Esto mismo sucede con el sistema de 31r. Hamclincourt, que á su tiempo describiremos. Cuando las tomas de aire son únicas, como sucede en el hospital de Guy ya citado, y en los pabellones dehombres de Lariboisiére, el aire puede tomarse, si se quie- re, de una grande altura por medio de una chimenea especial, ó de un cam- panario ya construido. Por este último medio se toma en los dosbospita- les dichos. Algunas veces hay una toma de aire única, v sin embargo, se ha hecho al nivel del suelo, y aun en las cuevas mismas del edificio. Cuando las tomas de aire son múltiples, estas se hacen para cada piso á la altura del suelo ó del techo. Se ha ponderado extraordinariamente la ventaja que puede resultar de tomar el aire á una gran altura en la atmósfera para la ventilación. No solamente se ha dicho que haciéndolo así se tiene un aire más puro y más sano por lo tanto, lo cual puede ser en efecto verdad en algunos casos, sino que se ha asegurado que de este modo se tenia un aire mucho más fresco que tomándolo al nivel del suelo. Personas muy competentes han aceptado la última afirmación como incuestionable, y entre estas Mr. Péclet, el cual asegura (1) que en veranóla diferencia de temperatura entre el aire en lo alto del campanario de Lariboisiére y la del aire ambiente al pié, era por lo menos de 4 grados centígrados; V que la temperatura de las salas ventiladas con el aire tomado de lo alto del campanario y por el interior de este, era en verano inferior á la temperatura de las otras que tomaban el aire á la altura de los pisos. (i) Traüé de la ckaleur, loiii. III, tercera edición, pág. 273. Í60 Si la afirmación de Mr. Péclel fuese cierta, liabria en efecto ventaja en muchas partes, y sobre todo en Kspaña, en tomar el aire m verano á una grande altura; pero no lo es. Los experimentos de Mr. Becque- rel, y los de 3Ir. Morin, Mr. Trélal y 3Ir. Péligot, hechos los de los tres últimos observadores en el mismo sitio á que se refiere la aserción de Mr. Péclet, prueban que no existe tal diferencia de temperaturas; claro está que no existiendo esta diferencia, tampoco la hay entre las salas que tomen el aire de un modo y de otro, como en efecto acredita la experiencia. Mr. Péclet insiste mucho sobre la inmensa ventaja de tomar el aire á una grande altura, ventaja que concede exclusivamente al sis- tema de la inyección mecánica (Truilé de lachaleur, l. III, 5.° edición, pág. 275, párrafo 2.535), siendo asi que pertenece lo mismo al sistema de la aspiración por el calor; sirva de ejemplo el hospital de Guy, en Londres, que toma el aire nuevo á 29 metros del suelo y lo hace des- cender á los caloríferos de las cuevas, todo en virtud de la aspiración producida por el calor. Para hacer resaltar más la ventaja de tomar el aire en verano á una temperatura inferior eu4 grados á la del ambien- te al nivel de las salas, Mr. Péclet se entretiene en cálculos ociosos, porque se fundan en un dalo folso, sobre la cantidad de nieve ó hielo que exigirla el bajar de 4 grados en verano la temperatura del aire de ventilación, gasto que se supone que se economizarla tomando el aireen lo alto del campanario deLariboisiére. Vahemos visto que nada de esto es posible, y que todo cae por su base desde el momento en que no hay ninguna diferencia de temperaturas entre el aire en lo alto del campanario y á la altura de todos los pisos del hospital. Respecto á la pureza y salubridad consiguiente del aire, es evidente que si el local que se trata de ventilar está rodeado de otros edificios [)oco salubres, y de calles estrechas, más sano y puro será tomarlo á una altura que domine al edificio en cuestión y á sus inmediatos, pero no tratándose de estas circunstancias especiales, creemos que no hay inconveniente alguno en no tomarlo á grande altura, y lo habria al con- trario grave en imponerse una condición que en muchos casos sería incompatible con el sistema de calentamiento y ventilación que se cre- yese conveniente emplear, y que en otros exigiría la construcción de i61 una chimenea costosa. En nueslro juicio, esta cuestión no tiene la im- portancia que se le lia dado, y el detalle de la toma de aire, rara vez [todrá coartar la libertad de acción del ingeniero ó del arquitecto. EVACUACIÓN UEL AIRK VICIADO EN LA ATMÓSFERA. Hemos visto que en último resultado, los conductos de evacuación dirigian finalmente su aire á una chimenea que alguna vez era, además de evacuación, de aspiración. Respecto á esta chimenea final diremos: que debe tener una altura superior, no solamente al edificio á quien sirve, sino á los inmediatos, á fin de no enviar á estos corrientes de aire viciado, que pudieran ser rebatidas sobre ellos por los vientos; que la boca de dicha chimenea debe protejerse contra la acción de los vientos y la lluvia, por medio de los aparatos ó apéndices sencillos descritos en muchas partes, y por demás conocidos. Además, la sección de chimenea ha de calcularse en la hipótesis de una velocidad de dos á tres metros por segundo para el aire viciado en su interior. Su sección será por lo tanto menor (|ue la suma de las sec- ciones de los orificios de evacuación. Conocido el volumen que ha de salir por ella y fijada la velocidad, fácil será conocer la sección, divi- diendo el volumen evacuado por segundo, por la velocidad. Queda luego la necesidad de establecer en la chimenea una diferencia de tempera- turas tal, que unida á la altura ya fijada, produzca ó enjendre la velo- cidad que queremos de dos á tres metros por segundo. Si los datos fuesen tales, que la diferencia natural de temperaturas en invierno entre el aire viciado y el exterior no enjendrase la velocidad que que- remos, habria que recurrir, aun en esta estación, á un calentamiento artificial del aire viciado en la chimenea. En verano este calentamiento artificial es aún más necesario. En la mayor parte de los edificios pú- blicos de Francia calentados y ventilados, la diferencia de temperatura entre el aire viciado de la chimenea (cuando esta es de aspiración) y el aire exterior es de 20 á 25 grados centígrados. Al fijar en dos á tres metros la velocidad en el aire viciado en la ehi- 462 menea de evacuación, los ingenieros que se ocupan en el calentamiento y ia ventilación tratan de huir de dos escollos. La economía aconseja establecer una pequeña velocidad, y por lo tanto gran sección. El temor de ver perturbada la aspiración de la chimenea por la acción de los vientos, aconseja lo contrario. De aquí el término medio aceptado por todos, y dado por regia. Algunos, por razón de economía, estable- cen una velocidail de 2 metros en la chimenea, y luego estrechan la boca de esta, de modo «jue la velocidad de salida sea de tres metros. CAPITULO II. De la ]Dotenoia de los aparatos ele calenta- miento ó ele caldeo. Ya sea que los aparatos de calentamiento estén colocados dentro de las mismas salas que han de calentarse, ya que lo estén fuera y ejerzan su efecto calentando el aire exterior que debe ser introducido en las sa- las, es necesario siempre, al estudiar un proyecto, calcular la cantidad de calor que se necesita por hora para sostener las salas á una tempera- tura constante y dada, y calcular en consecuencia la potencia de los aparatos de calentamiento. El cálculo de la potencia de los aparatos de calentamiento depende de cuatro cuestiones que vamos á estudiar á continuación, y que son las siguientes: Primei'a: El volumen de aire frió que ha de calentarse por hora. Segunda: La diferencia entre la temperatura del aire exterior y la temperatura constante que se quiere sostener en las salas. Tercera: La pérdida de calor por hoi'a que experimenta el edificio ó las salas calentadas, por los muros exteriores y los vidrios de las ven- tanas. Cuarta: El calor sensible desprendido por las personas y las luces en las salas que se han de calentar. 463 I. DEL VOLUMEN DE AIRE QUE DEBE CALENTARSE POR HORA, Ó EN GENERAL, DEL VOLUMEN DE AIRE NUEVO NECESARIO PARA UNA BUENA VENTILACIÓN. Las investigaciones puramente teóricas que varios sabios han hecho para averiguar el volumen de aire que un hombre vicia por hora, ya sea fundándose sobre la proporción de ácido carbónico producido en la respiración, ya buscando el volumen de aire necesario para disolver el vapor de agua emitido, no pueden tener una verdadera aplicación prác- tica al problema del calentamiento y ventilación de los lugares habita- dos. Las emanaciones del cuerpo humano, los miasmas orgánicos impalpables que tan poderosamente se denuncian al olfato, escapan completamente á los más sensibles reactivos de la química. Y estos miasmas son precisamente la causa más poderosa de insalubridad: y la ventilación de un local cualquiera no será completa cuando en él exista la proporción de ácido carbónico que tiene el aire puro, ni cuando su estado higrométrico sea el conveniente, sino cuando, además de todo esto, el olfato no perciba olor alguno. Si consultamos la historia del calentamiento y ventilación de los edificios habitados, en Francia y en Inglaterra, observaremos que la proporción de aire que en cada uno se asignó como necesaria á cada persona por hora, ha ido constantemente creciendo. La experiencia ha acreditado que la ventilación que en un principio se creyó suficiente, no lo es. La proporción de aire que cada persona necesita para no hacer in- salubre la atmósfera del local que ocupa, depende también en gran parte del estado de salud ó de enfermedad en que se halle, y en este último caso, de la naturaleza de su afección. Todo el mundo sabe y co- noce el nauseabundo olor que se desprende de las heridas, de ciertas llagas, de determinadas afecciones cutáneas. Entre las salas de un hos- pital, la de cirujía necesita, en igualdad de enfermos, casi doble ven- lilacion que las otras, y cuatro ó seis veces más que la misma sala cou personas en igual número, pero en buen estado de salud. Háse observado también, y esta es una circunstancia sobre la cual no se ha llamado aún la atención de las personas competentes, que los miasmas de todo género que del cuerpo humano se desprenden, si la ventilación no es suficiente, impregnan los muebles, las lelas, los muros mismos del local, y los impregnan con una notable persistencia, de tal modo que es preciso muchos dias de una buena ventilación para hacer desaparecer el olor. Cuando estos miasmas provienen de enfer- mos, y sobre todo de enfermos atacados de enfermedades contagiosas, la ventilación debe ser no solo enérgica, sino constante y sostenida, para evitar el mal que hemos señalado. Cuando los edificios están ha- bitados por personas sanas puede haber más libertad respecto á la cons- tancia y energía de la ventilación. Estos edificios no deben ventilarse más que mientras contienen las personas que en ellos se reúnen. Una sala de enfermos convalecientes debe ventilarse aun cuando salgan de ella los enfermos, si bien la ventilación puede reducirse en este caso á la natural, que se obtiene abriendo todas las ventanas. En el caso, por desgracia frecuente, de que la sala del hospital tenga corto número de ellas, y que estas sean pequeñas, y situadas sobre nn solo lado de la sala, será preciso continuar la ventilación artificial después de la sali- da de los enfermos, para airear las camas, frecuentemente impregna- das de malos olores. Hay ciertos edificios, como las iglesias, que conteniendo un gran vo- lumen de aire, de ordinario pueden pasarse con la ventilación natural, producida por la abertura frecuente de las puertas y los muchos orifi- cios naturales que presentan las bóvedas y ventanas. Solo en ciertos dias de solemnidades religiosas, en que la aglomeración de la gente es mu- cha y grande el número de luces, se recurre á la ventilación artificial, la cual es aún mas necesaria, si á las circunstancias dichas se reúne una elevada temperatura exterior, que puede hacerse sofocante dentro de la iglesia. Mr. Morin, que se ha dedicado en estos últimos años, con mucho fruto para el ramo de la física en que nos ocupamos, en reunir, compa- 465 rar y discutir numerosos dalos de ventilación, establece de este modo las cantidades de aire necesarias por individuo y por hora en las dife- rentes clases de edificios ó locales. Hospitales Enfermedades ordinarias. . 70 mcim cúbicos. Heridos y parturientas. ... 80 á 100 En tiempo de epidemia... 150 Cárceles y presidios 50 Talleres ordinarios 60 insalubres 100 Cuarteles (Duranle el dia.^ 50 (Durante la noebc.) 40 á 50 Teatros 40 á 50 Salas de sesiones. . . (Si las sesiones son largas.) 60 Escuelas de niños 15 á 20 de adultos 30 á 40 II. DE LA DIFERENCIA ENTRE LA TEMPERATURA DEL AIRE EXTERIOR Y LA TElVtPERATURA CONSTANTE QUE SE QUIERE SOSTENER EN LAS SALAS. No puede establecerse con conocimiento de causa un sistema do calentamiento, sin saber previamente las temperaturas medias délos di- ferentes meses del año en la localidad de que se trate, y la temperatura que quiere sostenerse en las salas calentadas. En lodo proyecto de calentamiento y ventilación de un edificio, es preciso proporcionar los aparatos al efecto que deben producir. Para establecer esta proporcio- 466 nalidaJ, para saber deleriniíiar ii priori el gasto de combustible necesa- rio al calentamiento, sea cualquiera el sistema que se siga, es indispen- sable el conocimiento de las temperaturas citadas. Aparatos de calen- tamiento y cálculos aplicables á un edificio en París, no lo serian igual- mente en Barcelona y Valencia. Lo mismo podemos decir de muchas pro- vincias de España, de climas muy diferentes. No solo el calentamiento, sino también la ventilación se encuentra ligada á las temperaturas interior y exterior, principalmente durante el invierno. La ventilación, cuando hay calentamiento, esto es en invierno, costará en general me- nos que en verano, aun cuando tenga la misma energía en ambas esta- ciones. En efecto , cuando la ventilación se ejerce por la aspiración producida por el calor, á igualdad de todas las demás condiciones, sabe- mos que el tiro depende de la diferencia de temperaturas entre el aire de la chimenea y el aire exterior ; de modo que para que el tiro, ó sea la ventilación en este caso , sea constante é igual en invierno y verano, basta con hacer que dicha diferencia de temperaturas sea constante en todas estaciones. Pero en invierno el aire viciado llega á la chimenea á una temperatura notablemente mas elevada que el exterior, por haber sido calentado artificialmente: tenemos por lo tanto en invierno una notable economía en el calentamiento del aire viciado en la chimenea de aspiración, economía que corresponde exactamente al exceso de tem- peratura que sobre el aire exterior tiene ya el viciado. Cuanto aca- bamos de decir puede comprobarse experimentalmente, observando el consumo de combustible en veinticuatro horas en invierno y en verano, en aquellos edificios calentados y ventilados, en que se obtiene una ventilación en invierno igual á la de verano, y en que la ventilación se produce por chimeneas de aspiración. TEMPERATURA INTERIOR. La temperatura que conviene establecer en el interior de las salas calentadas depende : 1." Del estado de salud de los individuos, y de su edad. í«7 2." Del clima del pais. ó." De la energía de la ventilación. Respecto al primer punto, nos contentaremos con observar que los edificios destinados á hospitales, así como los que sirven de casas de asilo ó de beneficencia para albergar la ancianidad, deben tener una temperatura dos ó tres grados mas elevada que los demás locales. En el mismo caso se encuentran las salas de inclusa, donde se albergan reciennacidos ó niños de pocos meses. Respecto al segundo, diremos que la temperatura que en un clima templado en invierno, como son los de Rarcelona, Valencia, Cádiz, Ali- cante, lAIálaga, se encuentra agradable por sus liabitanles en los sitios calentados, parece demasiado alta, en igualdad de condiciones, á los liabitantes de paiscs frios, como lo son por ejemplo (dentro de España) las provincias de Madrid, Toledo, Falencia y León. Relativamente al tercero diremos que, en igualdad de todas las de- más condiciones, cuanto mas enérgica es la ventilación, tanto mas alia debe ser la temperatura de las salas calentadas. Una sala calentada á 15° y no ventilada, produce sobre nuestros órganos una impresión de calor igual á otra bien ventilada , y donde el termómetro marca 5° ó -4° más. La causa de este fenómeno es bien fácil de comprender; es la misma que nos bace parecer muy frió el tiempo si hace viento y una temperatura de i2° á i 1°, cuando sin viento y con una temperatura igual encontra- mos templada y agradable la atmósfera exterior. El aire que encuentra nuestra piel con una temperatura mas baja que la de esta y que se re- nueva rápidamente, nos quita calor, y nos bace la misma impresión de frió que una baja en la temperatura de dicho aire sin la renovación rá- pida de este. La traspiración cutánea se encuentra también mas favore- cida con la renovación del aire. Hemos considerado aquí la cuestión de la temperatura interior bajo el punto de vista de la impresión que produce sobre nuestros órganos según la edad y el estado de salud, según el clima, según la ventilación; pero sobre todo cuanto acabamos de decir está la opinión de los médi- cos, en todos aquellos casos en que hay que consultar no solo al senti- miento particular de los interesados, sino á la ciencia médica. Tal es, por 468 ejemplo, el caso de las salas de afecciones internas, y sobre lodo del pedio, en los hospitales, y en general todas ellas. Hemos observado que por lo común los médicos prefieren en los hospitales una temperatura de 17° á una de 15°. Sequn los casos y condiciones que acabamos de reseñar, la tempe- ratura de los lugares habitados debe variar desde \ñ° á 20° centígrados. Kí término medio es 18°. TEMPERATURA EXTERIOR. Desde que la temperatura media del mes llega á ser de 15° próxi- mamente á 14°, empieza á hacerse sentir en nuestro pais, y en la mayor parle de los casos, la conveniencia del calentamiento. Los meses de ca- lentamiento en cada pais serán, pues, aquellos en que la temperatura media oscile bajo dichos números. Esto no obsta para que se anticipe la época del calentamiento, ó se retrase, ó se suspenda este una vez empe- zado, según lo exija el tiempo; pero es conveniente, al estudiaran pro- yecto de calentamiento de un edificio, conocer la extensión media de la época de calentamiento, para basar sobre este dato los cálculos del com- bustible anual necesario. Conocida la época media del calentamiento, ó sea el número de dias del año en que la temperatura media es inferior á 15°, hallaremos la lemperalura media de dicha época. DIFERENCIA MEDIA DE TEMPERATURAS QUE DEBE SERVIR DE BASE Á I.OS CÁLCULOS DE LA POTENCIA DE LOS APARATOS DE CALEN- TAMIENTO. Los ingenieros y constructores franceses parlen de la diferencia en- tre la temperatura media de la época de calentamiento y la temperatura que se quiere tener en las salas, ó sea la temperatura interior. Nosotros aconsejamos, sin embargo, tomar como base délos cálculos la diferencia entre la temperatura media del mes de enero y la interior. La razón de 409 ello es lo que hemos visto por nosotros mismos: hemos encontrado mu- chos flatos en los libros, y en el mismo tratado del calor de Mr. Péclet, que prueban que la mayor parte de los aparatos se han encontrado in- suficientes para producir la temperatura interior que sequeria, aun for- zándolos, durante los dias mas fríos : hemos oido á ingenieros franceses muy experimentados en este ramo asegurar lo mismo. Por esto propo- nemos como regla para el cálculo de la potencia de los aparatos de ca- lentamiento, partir de la temperatura media del mes de enero. A primera vista podria parecer que los aparatos deberían calcularse partiendo de la temperatura mínima, que puede ser de 8" á 10° mas baja que la media; ó lo que es lo mismo, que deberían calcularse para el caso en que han de producir el mayor calor, ó sea su máximum de efecto. De ningún modo es así. Si así lo hiciéramos; si el calorífero de aire calien- te, ó la caldera de agua caliente, ó el generador de vapor se calculase de ese modo, daríamos al calorífero, á la caldera, al generador una super- ficie de caldeo enorme; y cuando la temperatura subiese sobre la media del mes de enero ó sobre la media de la época total del calentamiento, se gastaría menos combustible, los productos de la combustión se en- friarían casi completamente antes de haber recorrido toda la superficie de caldeo, el tiro no podria hacerse, la rejilla aparecería extraordinaria- mente grande para el poco combustible que se necesitaba, este arderia en malas condiciones, atravesaría mucho aire el hogar inútilmente sí llegaba por fin á establecerse el tiro. Además de todo esto habría un exceso perjudicial de gasto en el establecimiento de los aparatos. Al contrario, dando á los aparatos dimensiones correspondientes al gasto medio de combustible, estos son aptos para funcionar sin graves inconvenientes con las temperaturas mínimas del exterior, y con las temperaturas máximas de la época del calentamiento. Durante las tem- peraturas mínimas dichas, se gasta más combustible que el calculado como medio; las superficies de caldeo del calorífero de aire se calien- tan más, y las de la caldera y el generador lo mismo; trasmiten más calorías; producen más efecto; los productos de la combustión entran en la chimenea á mayor temperatura. Durante las temperaturas máximas de la época del calentamiento, sucede todo lo contrarío. Los aparatos TOMO VI. S7 470 construidos para temperaturas igualmente distantes de las primeras que de las segundas, pueden alcanzar hasta ambas, cosa que no suce- dería calculándolos en una hipótesis extrema. A continuación damos la tabla de las temperaturas medias, máxi- mas y mínimas de los meses del año en Barcelona, que es el punto donde se ha escrito el presente trabajo. Esta tabla se refiere á los tres años de 1864, 65 y 66, y de ella se puede formar otra que contenga las medias mensuales para este trienio. TEMPERATURAS . Enero Febrero. . . . Marzo Abril Mayo Junio Julio Ag-Qsto Setiembre. . Octubre. . . . Noviembre. Diciembre. Media 1864. Uátima, 8,7 8,4 12,9 15,0 lí),9 21,9 24,6 25,7 22,3 17,8 1.3,3 9,7 15,5 12,9 17,5 20,2 24,0 24,2 27,0 28,6 25,4 22, l' 18,1 12,0 lili Media. 1865. Máiima. -0,8 3,4 7,2 10,0 14,0 19,5 22,5 21,1 18,9 14,8 9,4 5,5 10,6 10,1 12,0 14,6 19,2 23,9 25,0 25,6 23,8 19,1 14,0 10,1 18.5 16,0 15,0 21,7 26,0 28,7 29,8 31,5 30,2 23,5 20,0 15,5 limiua. 4,0 2,5 2,0 7,5 14,5 20,2 20,0 17,2 18,0 13,2 10,0 4,0 1866. Uedia. Másima 10,1 14,5 12,6 18,8 11,9 16,6 15,2 20,5 18,5 26,4 22,3 28,0 25,2 30,4 25,0 30,0 22,2 28,2 18,1 22,3 14,5 20,3 12,1 20,0 6,2 7,5 5,0 9,0 14,0 15,2 20,0 20,5 14,5 11,5 7,5 4,8 471 III. DE LA PÉRDIDA DE CALOR QUE POR LOS MUROS Y LOS VIDRIOS EXPERIMENTAN LAS SALAS CALENTADAS. El estudio de la pérdida de calor que sufren las salas ó locales ca- lentados, es una aplicación sencilla del de la trasmisión del calor al través de los cuerpos malos conductores. Esta parte de la Física ha recibido un notable impulso con los trabajos de Mr. Péclet; pero sien- do esta cuestión ajena á nuestro propósito en el presente escrito, que es más bien de reunir y condensar los datos necesarios á ingenieros y arquitectos para resolver los problemas generales de calentamiento y ventilación de edificios, nos contentaremos con dar á continuación las tablas siguientes de Mr. Péclet, que contienen las calorías perdidas por metro cuadrado y por hora de muros exteriores ó de vidrios, para una diferencia de temperatura de 1 grado entre el aire de las salas y el aire exterior. Estos números, calculados en una bipótesis iavorable al enfriamiento, son superiores á las pérdidas reales de calor, y pueden por lo tanto emplearse con completa confianza. Tabla de las calorías ó unidades de calor perdidas por metro cuadrado y por hora por los muros exteriores de las salas calentadas, para una diferencia de temperalu- ras de un grado entre el aire interior y el exterior. Espesor de los muros Calorías perdidas 0^1 2,82 2,47 0",3 2,20 0">,4 1,98 0™,S 1,80 0%C 1,06 0">,7 1,53 0'n,8 0«>,9 1,42 1,33 l'",0 1,24 472 Tabla de las calorías ó unidades de calor perdidas por metro cuadrado y por hora por los vidrios ó ventanas exteriores de las salas calentadas, para una diferencia de temperaturas de un grado entre el aire interior y el exterior. Altura de las ventanas, ó de la superficie total de vidrios Calorías perdidas por metro cuadrado por hora 2,63 2,66 2,52 4m 2,49 2,47 Respecto á la primera tabla observaremos, que una vez fijada, como liemos dicbo, la diferencia de temperaturas entre la media del mes de enero y la temperatura interior de las salas, diferencia que ba de servir de base á los cálculos de la potencia de los aparatos, no hay más que multiplicar los números de la tabla por dicha diferencia de temperaturas, para tener las cantidades de calor perdidas por metro cuadrado y por hora por la superficie exterior de los muros. Respecto á la segunda diremos, que habiendo poca diferencia entre las calorías perdidas por ventanas de diferentes alturas (en igual- dad délas demás condiciones), podemos en la práctica tomar el núme- ro 2,5 como bueno para representar la pérdida de calor por metro cua- drado de vidrio y por hora, por término medio, para una diferencia de temperaturas de 1 grado, y para todas las ventanas. Este número se debe multiplicar por la diferencia entre las temperaturas interior y ex- terior, para tener la cantidad real de calor perdida por metro cuadrado de ventana y por hora. 473 IV. CALOR DESPRENDIDO POR LAS PERSONAS Y LAS LUCES EN LAS SA- LAS QUE SE HAN DE CALENTAR. En el pulmón del hombre se verifica una verdadera combustión de carbono y de hidrógeno, este último en muy pequeña cantidad. El oxi- geno del aire inspirado es el que alimenta esta combustión, y el calor que esta desarrolla es el que sostiene nuestro cuerpo á 58 grados y el que está continuamente compensando el que perdemos en la atmosfera. Además del vapor de agua que se ha formado en el interior de su cuer- po, el hombre reduce á vapor una parle de la que con la bebida y los alimentos introduce en el estómago. El calor latente que se lleva el va- por de agua formado, debe descontarse del total producido, para tener el calor sensible emitido por una persona, que es el único que se em- plea en calentar el aire que la rodea. Aceptando nosotros el número dado por Mr. Péclet, y no el que acepta Mr. Morin, diremos que una persona emite, al estado de calor sensible. 42 calorías por hora. Este número es seguramente menor que el verdadero, y muchísimo menor que el que sigue Mr. Morin (120 calorías) (^Eludes sur la venlila- lion, tomo II, pág. 302); pero creemos prudente aceptar el primero para los cálculos relativos á edificios donde la aglomeración de perso- nas no es muy grande, y tomar para este último caso 52 calorías por persona y por hora. La potencia calorífica del gas del alumbrado es por término medio de 11.000 calorías, y su densidad media es de 0,5 comparada con la del aire. Las potencias caloríficas de la estearina, de la cera y del aceite de oliva, se pueden representar aproximadamente por el número 10.500. Con estos datos nos es fácil averiguar las calorías emitidas cada hora por los diferentes aparatos de alumbrado, ó luces. Un metro cúbico de gas, que pesa medio kilogramo próximamente, da 5.500 calorías. Un mechero Bengel de porcelana de 30 agujeros, consume 100 litros de 474 gas por llora para producir la intensidad de la lámpara Cárcel con el gas que se expende en Barcelona por ambas fábricas. El consumo me- dio de los demás mecberos, tanto los de hendidura como los Wanches- ter, viene á ser de los mismos 100 litros. Cien litros de gas produci- 5.500 rán por lo tanto — 550 calorías. Este será, por término medio, el 10 calor dado por una luz de gas y por hora. Si los mecheros fuesen me- cheros-bujías, que son notablemente más pequeños que los de 100 li- tros, ó mecheros grandes del número 4 ó del 5, conviene basar el cálculo sobre el consumo real de gas que hagan las luces. En la mayor parte de los casos se puede admitir como una aproximación suficiente, que cada luz de gas emite por hora 150 calorías. Una lámpara Cárcel consume por hora 72 gramos de aceite de oliva; y como cada kilogramo de aceite emite por su combustión com- pleta 10.500 calorías, la lámpara emitirá por hora 0,042X10.500= 441 calorías. Una bujía ordinaria de estearina ó de cera consume por hora 10 gramos de esta materia; y como cada kilogramo emite por su combus- tión completa 10.500 calorías, una luz de este género emitirá 0,010X 10.500=105 calorías. Reuniendo los números encontrados formamos la tabla siguiente del calor emitido por las personas y por las luces en cada hora. calorías emitidas por hora. Una persona 42 calorías. Una luz de gas 550 Una luz de cera 105 Una bujía ordinaria de estearina... 105 » Una lámpara de aceite 441 475 CAPITULO III. Descripción de los sistemas de calentaiTiiento y ventilación emiDleados en los edifícios ha- bitados. I. CLASIFICACIÓN. En el presente estudio no nos ocuparemos del calentamiento de los diferentes locales de un edificio por medio de los braseros, sistema que, aunque el más económico de todos, solo se usa para pequeños locales aislados, y aun de estos deberla ser proscrito, si se consultase la bigie- nc. Creemos preferible no calentar un local y sufrir la molestia del frió, á calentarlo con un brasero que tiene por resultado inmediato mezclar con el aire del local, no solamente el ácido carbónico sino aun el óxido tie carbono, gas eminentemente venenoso. Este es el inconveniente principal de los braseros, pero no es el solo. La influencia del óxido de carbono, cuando está en el aire en cortísimas dosis, se hace sentir por dolores de cabeza, pesadez general y náuseas. En proporciones mayo- res, pero que son bien mínimas, produce rápidamente la muerte. For- tuna de los que emplean tal sistema de calentamiento es que las puer- tas y ventanas de sus habitaciones ajusten mal, circunstancia general de todas las construcciones en nuestro país ; á no ser por ello, el nú- mero de accidentes desgraciados producidos por los braseros sería con- siderable. El calentamiento por medio de chimeneas ordinarias, llamadas á/a francesa, no tiene los inconvenientes del brasero; al contrario, la chi- menea francesa, alimentándose con el aire del local en que se encuen- tra, produce una poderosa ventilación, que no baja de 500 á 500 me- 476 (ros cúbicos de aire por hora. El principal inconveniente de este sistema de calentamiento estriba en lo costoso que es. Para convencerse de ello no hay más que considerar que solo se aprovecha una parle del calor radiado pur el combustible, y este calor radiado es ya una fracción, á veces pequeña, del calor total que aquel desarrolla. Únese á este incon- veniente la falta de uniformidad en el calentamiento del local, y las cor- rientes de aire frió que necesariamente han de venir de otros locales en comunicación con el primero, ó del exterior. Aun cuando este último mal pueda atenuarse cuando se dispone un proyecto bien combinado de calentamiento por chimeneas, y se colocan convenientemente las aberturas de introducción del aire nuevo, siempre será un sistema de calentamiento caro. En algunos paises esto no es un obstáculo muy grave, por ser muy barato el combustible, como en Inglaterra: en el nuestro constituye un motivo bastante poderoso para que por ahora, y si se consulta la economía, no pueda echarse mano de este sistema, cuyo uso se apoya en una razón de lujo y de moda. Por esto nosotros no lo hemos creido bastante importante para ser estudiado en el pre- sente trabajo, con tanto más motivo, cuanto que necesitábamos el tiem- po y el espacio para otros sistemas más importantes. Separados los dos sistemas de calentamiento referidos del objeto de nuestro estudio en el presente trabajo, quedan los tres sistemas si- guientes. Primero. Calentamiento por caloríferos de aire caliente. Segundo. Calentamiento por el vapor solo ó en combinación con el agua. Tercero. Calentamiento por circulación de agua caliente. Estos tres sistemas pueden subdividirse en varios, atendiendo á las disposiciones particulares de que se han servido los constructores é in- genieros al hacer la aplicación de un mismo principio. Además, cada sistema de calentamiento se ha combinado en la práctica con aquel sistema de ventilación que mejor se armonizaba con el primero, y de aquí han resultado siete sistemas principales de calentamiento y venti- lación, que pueden reconocerse en muchísimos grandes edificios de Francia é Inglaterra, y que se han estudiado y comparado muchas veces 477 con inteligencia, pero no pocas con pasión, ó con negligencia ó incom- pletamente. Estos siete sistemas son : ¡Calentamiento Primero | j Ventilación. .. /'Calentamiento Segundo ) i Ventilación. .. [ Calentamiento Tercero ' j Ventilación. .. /Calentamiento Cuarto Ventilación... /^Calentamiento Quinto <■ y Ventilación. .. Calentamiento Sexto. (De Mr Duvoir-Le [Ventilación... Séptimo. (DeV Mr. Hame-' lincourt. )... / Calentamiento. Ventilación. Por caloriTeros interiores de aire ca- liente. Por chimeneas de aspiración por abajo. Por caloríferos exteriores de aire ca- liente. Por chimeneas de aspiración por abajo. Por caloríferos exteriores de agua caliente. Por chimeneas de aspiración por abajo. Por caloríferos de vapor exteriores. Por chimeneas de aspiración por abajo. Por tubos ó estufas de vapor solo, ó de agua calentada por el vapor, co- locados en los mismos locales que han de ser calentados. Mecánica. Por la circulación de agua caliente en tubos ó estufas colocados en los mismos locales que han de ser calentados. Por chimeneas de aspiración por ar- riba. Por la circulación de agua caliente en tubos colocados dentro de los muros. Por aspiración á nivel. 478 Del cuarto sistema no nos ocuparemos especialmente, porque sería inútil el hacerlo, toda vez que cuanto dijéramos de él puede deducirlo el lector del estudio de los demás, y no haríamos más que repetir lo ya dicho. Si lo colocamos en la clasificación anterior, es para que esta sea completa y satisfaga á la ley y consideraciones prácticas que nos habíamos propuesto. Vamos, pues, á proceder á la descripción detallada de los seis sis- temas restantes de calentamiento y ventilación. Para ello elegiremos como tipo el calentamiento y la ventilación do un hospital militar en Barcelona ó Valencia, que sea capaz para 144 en- fermos repartidos en seis salas, que tenga tres pisos, el bajo, el primero y el segundo. La elección de este tipo de edificios está basada en que un hospital no solamente es el edificio que más imperiosamente recla- ma la ventilación y el calentamiento, sino en que es al mismo tiempo el edificio que mayor uniformidad requiere en ambas funciones. El te- ner el edificio tres locales superpuestos que calentar es una razón que, aumentando las dificultades para la solución del problema que se busca, indica la conveniencia de adoptarlo como tipo, porque fácilmente se desciende del caso más general ó complicado á otro más sencillo y particular. Por otra parte, convenia mucho al objeto de esta Memoria el tomar para la descripción general un mismo edificio calentado y ventilado por todos los sistemas, porque de este modo se facilita, allana y prepara el camino para las comparaciones. Las fujuras G5, 64 y 65 indican al lector las condiciones generales del edificio tomado como tipo para la descripción de los diferentes sis- temas de calentamiento y ventilación. La figura 63 representa las con- diciones generales de las plantas de los tres pisos del hospital militar. La base del edificio [figura 65) es un rectángulo con cuatro crujías ó alas que dejan en el centro un gran patio. Todo el frente del edificio está destinado, inclusas las cuevas que le corresponden, á las numerosas dependencias de la Administración, que son, en esta ala: la cocina eco- nómica general para enfermos, convalecientes y dependientes; la carbo- nera; la despensa; el comedor general de convalecientes y dependientes; 47!) el almacén de camas y utensilios; oficinas de Administración; casa para dos dependientes y el jefe local; guarda-ropa general. Toda el ala pos- terior está destinada á lavadero, botica, laboratorio y almacén ó depó- sito de drogas; sala de juntas de sanidad; cuartos para seis médicos; casa para tres dependientes; secador de ropa; almacén de la ropa en servicio. La parte central de las dos alas laterales está destinada á salas de enfermos: bay una en el piso bajo, otra en el primer piso y otra en el segundo. La distribución de las diversas dependencias del servicio del hospital, así como las cuatro escaleras, dos principales y dos secun- darias, no van indicadas en los dibujos porque no son necesarias para nuestro estudio, y nos exijirian multiplicar los dibujos, ya numerosos, de esta Memoria. Nosotros nos concretaremos, pues, á las salas de en- fermos. En los climas templados de la costa del Mediterráneo no exijirian las dependencias de la Administración el calentamiento, y en ningún caso exijen la ventilación artificial. Respecto al calentamiento, lo más económico para las oficinas sería el empleo de una estufa interior, que solo necesitaría funcionar algunos días del invierno. La figura 64 es la fachada principal del edificio. La 6o es un corte vertical del mismo por el eje perpendicular á la longitud de las salas de enfermos. Las figuras 63 y 65 hacen ver las galerías interiores que tienen to- dos los pisos, abiertas (como conviene en estos climas templados) para esparcimiento de los convalecientes. En la descripción de los sistemas de calentamiento y ventilación procuraremos dar á conocer las principales disposiciones prácticas em- pleadas para conseguir un mismo fin, referente ya al calentamiento ya á la ventilación; pero no es nuestro propósito, ni á nada conduciría, el amontonar descripciones de disposiciones especiales para un mismo objeto. Así, por ejemplo, hay un número tan grande como inútil de disposiciones particulares de caloríferos interiores de aire caliente, de caloríferos exteriores de aire caliente, de agua y de vapor. Nosotros elegiremos en cada caso el tipo que creamos más conveniente, pero sin proscribir alguno de los otros por eso. No es, sin embargo, lauda- ble la manía de inventar caloríferos: esta manía es causa de que no haya 480 en Francia constructor, ni aun simple fuinisle, que no se crea en la ne- cesidad de inventar y obtener privilegios para caloríferos cuya inven- ción nada supone, que las más veces valen mucho menos que los eni- [)leados comunmente, y que no pocas sirven solo para demostrar la ignorancia de sus autores. JVoTA. Aunque en el hospital representado en las fujiiras 65, 64 y 05 no hay verdaderamente pabellones, nosotros usaremos, por abre- viar, la palabra pabellón para designar el grupo de las tres salas super- puestas que hay en cada una de las dos alas, izquierda y derecha, del hospital. II. PRIMER SISTEMA. Caleulaniieuto. — Por caloríferos interiores de aire caliente. Weniilacion. — Por chimeneas de aspiración por abajo. Este sistema está representado en las fiíjuras 17, 18, 19, 20, 21, 22, 25, 24, 25 y 26, que se refieren al calentamiento y ventilación del hospital ya descrito. Las figuras 11, 18, 19 y 20 representan el calorífero empleado, que es en principio el mismo que Mr. Péclet usó para las escuelas de instrucción primaria en Francia, pero modificado. Este calorífero es recomendable entre los caloríferos interiores, por la facilidad de su construcción y manejo. Figura 17. Representa un corte vertical por el eje del calorífero. Este se compone de un cilindro de fundición ahcd, cerrado por arriba y por abajo, que contiene el hogar //, de ladrillos refractarios. C es el cenicero; / es un tubo, de fundición cerca del hogar, de chapa de hierro el resto, que sirve de chimenea. Todo el cilindro//, y parte de la chi- menea /, se encuentra envuelto por un gran cilindro de chapa de hierro delgada rrrr. El cilindro rrrr va abierto por abajo, y lleva en su parte superior cuatro aberturas; dos comunican directamente con la á81 sala, y las otras dos también por el intermedio de los dos tubos ss. P es la puerta del hogar, y .4 la del cenicero. U B son conductos colocados bajo e! piso de la sala en que está el calorífero, ó sea adosados al te- cho de la sala inferior, x es el registro de la chimenea, ii son dos re- gistros formados por placas que pueden girar alrededor de un eje ho- rizontal, cerrando más ó menos la abertura que hay en el suelo de la sala bajo el calorífero. Figura 18. Es un corte horizontal del calorífero por la línea 31 iV de la figura 17. Figura 19. Es una elevación del calorífero, en que se ven de frente las puertas del hogar y del cenicero. Figura 20. Proyección horizontal del calorífero. Sobre la tapa del gran cilindro rrrr se ven las dos aberturas ya citadas. 3fo(lo de funcionar el calorífero. Las flechas pequeñas indican la marcha del aire que alimenta la combustión del hogar y el camino que recorren los productos de la combustión: las flechas grandes indican la marcha del aire nuevo. El aire de la misma sala en que está el calo- rífero penetra por la boca del cenicero A, atraviesa el combustible ali- mentando la combustión, recorre el tubo It y marcha al exterior, como luego veremos. El aire nuevo llega al exterior por los conductos liB. envuelve el cilindro abcd, se calienta por su contacto con este princi- palmente y con el del tubo //, y penetra en la sala por las dos aberturas de la tapa del cilindro rrrr y por los extremos de los tubos ss. Figura 21. Esta tigura y las siguientes representan la aplicación del calorífero descrito al calentamiento de las salas de enfermos del hospi- tal que hemos dado á conocer. La figura 21 es un corte longitudinal vertical délas salas de enfer- mos de uno de los lados del edificio: diremos en adelante de un pabe- llón de enfermos, por abreviar, aunque la palabra pabellón no sea la propia en este caso, como ya hemos dicho. Vense en esta figura las tres salas de enfermos del piso bajo, del primero y del segundo piso, el des- ván y la cueva. En medio de cada sala hay un calorífero. El aire nuevo, frió en verano, calentado en invierno, penetra en cada sala por tres pun- tos diferentes y bien separados: por las dos aberturas de la tapa del ca- 482 lorífero; por los extremos de los tubos ss. Estos tubos van suspendidos al techo de las salas. Si hubiera cielo-raso serian inútiles estos tubos, que nunca son de agradable aspecto: en este caso los tubos ss serian muy cortos, y desembocarian entre el cielo-raso y el techo; varias aberturas convenientemente situadas en el cielo-raso, darian entrada en las salas al aire del calorífero. El cielo-raso no deberla ajustarse completamente á las vigas, como se hace siempre, sino que deberían dejarse espacios suficientes para la Ubre circulación del aire. Figura 22. Esta figura representa un corte horizontal de la sala del piso primero. Las líneas puntuadas representan cuatro conductos adosados al techo de la sala del piso bajo, y que se abren paso al tra- vés de los muros longitudinales, comunicando dos de ellos con la galería interior del hospital, y los otros dos con el exterior. Los cuatro con- ductos están destinados á dar aire nuevo al calorífero, y concurren to- dos en un gran rosetón hueco en comunicación con aquel. Guando los conductos de introducción del aire nuevo están, como en el caso pre- sente, colocados en los suelos ó techos, y en libre comunicación con el exterior por dos lados opuestos, deben tener básculas ó registros auto- motores, que se cierren del lado opuesto al viento siempre que una cor- riente de aire tiende á establecerse por ellos con energía. Con estos re- gistros se consigue que el viento no dañe á la ventilación, sino que, al contrario, la favorezca. Cuando no hay estos registros automotores debe haberlos movibles á mano, para cerrar los que convenga y evitar que el viento, entrando por las aberturas de introducción de uno de los muros longitudinales, salga por las de enfrente. En las figuras 21 y 22, las flechas grandes indican la marcha del aire nuevo, y las flechas pequeñas la del aire viciado. Figura 2o. Corle transversal de las salas de enfermos, cueva y desván, dado por la línea A A de la figura 22. Figura 24. Corte horizontal de las cuevas del edificio en la parte necesaria á la explicación. Este corte está dado por la línea PP de la figura 25, para las cuevas; pero no para la chimenea T, la cual está cor- tada por un plano horizontal mas alto, que es oí A'.Y de la fif/ura 25. /i8:í Todo lo que comprendemos en la fmnra 24 está encerrado en un polí- gono, para que no se confunda con las demás figuras. Fiíjura 25. Elevación de la chimenea general de aspiración del aire viciado. Esta chimenea está representada en corte en su parte subter- ránea, y el corte está dado por la línea Y Y de la figura 24. Figura 26. Otro corte vertical de la chimenea general de aspiración, perpendicular al dado por Y Y. Pasemos ahora al detalle de la descripción. Marcha de los productos de la comhuslion. Después de lo dicho cuan- do describimos el calorífero, para comprender la marcha de los productos de la combustión no hay mas que echar una ojeada sobre las figuras 22 y 23. En ambas figuras se ve un conducto oo, que existe en el muro interior longitudinal de las salas de enfermos, conducto que recibe el humo de lus tres tubos ttt de los tres caloríferos, y lo conduce hasta una altura conveniente, donde lo lanza á la atmósfera. Alguna vez se ha hecho servir el conducto oo para producir alguna ventilación, aspiran- do el aire viciado de las salas: en este caso los tubos ttí no deben desembocar libremente en el conducto oo, sino en un tubo metálico co- locado dentro de este: el conducto o o, debe tener comunicación con las salas para producir la aspiración del aire viciado. A primera vista pa- rece que la disposición que acabamos de reseñar es muy ventajosa, por- que proporciona una ventilación gratuita que se hace con el calor per- dido por el tubo metálico que conduce el humo de los caloríferos. Sin embargo, esa ventaja, que nunca sería aplicable mas que al invierno, esto es, á los dias de calentamiento, es aun entonces casi ilusoria. En efecto, con un calorífero interior dispuesto como hemos manifestado, el humo debe salir de la sala casi frió estando bien calculadas las superfi- cies de calentamiento, y no quemando más que el combustible necesario: haciéndolo así no hay casi ningún calor perdido que aprovechar: pro- ceder de otro modo es crear voluntariamente un mal para luego aplicar un remedio. En otros casos, en que no es posible enfriar tanto el humo por temor de perjudicar al tiro, puede y debe emplearse la disposición de que acabamos de ocuparnos, obteniéndose con ella alguna economía, liemos dicho (¡no el humo debe dejar el (ubo / de las figuras 22 y 25 casi frió, porque, en efecto, el tiro puede decirse que se hace en la sala, y mientras los productos de la combustión producen su efecto útil. Aun- que llegásemos á enfriar completamente el humo en el tubo /, todavía tendríamos una altura útil de chimenea igual próximamente á la altura de la sala, que es de 5 á 6 metros. Marcha del aire nuevo. Después de lo ya dicho sobre el movimiento del aire nuevo, solo nos queda que añadir que la sala de enfermos del piso bajo no tiene los conductos de introducción del mismo modo que las otras, sino que se alimenta, por una simple abertura hecha en la bó- veda, del aire de las cuevas, y estas lo toman del patio del hospital por los tragaluces. Esto puede verse en las figuras 21 y 25. Marcha del aire viciado. Los conductos de evacuación del aire vicia- do están en el interior de los macizos de los muros longitudinales de las salas, y las bocas de evacuación vienen á abrirse cerca del suelo de las mismas. Estos conductos pueden verse en la figura 21 por líneas puntuadas, y en la sección horizontal, figura 22; en la figura 2o se ve uuo de ellos correspondiente al piso primero, y en el corte horizontal de la cueva, figura 24, se ven todos. Sobre el suelo de la cueva, y á lo largo de ella, hay dos grandes conductos colectores, construidos con lo que los franceses llaman magon- nerie légcre en hriques, ó sea con tabiques de panderete. Estos conduc- tos, que llevan las letras R y R' , pueden verse en las figuras 21, 25 y 24. En ellos desembocan los treinta y nueve conductos elementales de airo viciado que hay en cada pabellón, trece para cada sala de veinti- cuatro enfermos, ó sea uno próximamente para cada par de camas. El conducto R comunica directamente con el conducto general Z [figuras "¿Z ?/24), que conduce el aire viciado á la chimenea general de aspira- ción T. El otro conducto R' comunica con el R por medio de otro //, situado bajo el suelo de la cueva, y que está indicado en las figuras 21, 25 y 24. Siempre que un conducto cualquiera recibe aire de dos ó mas con- ductos, deben colocarse, en la desembocadura de estos, diafragmas ó len- güetas que, dirigiendo las venas gaseosas, no las dejan hasta que estas tienen direcciones paralelas. Esta es una prescripción que no debe olvi- darse nunca tratándose de la ventilación, y cuyo objeto es evitar el choque de las venas, los remolinos, y la consiguiente pérdida de velo- cidad que del choque se origina, y asegurar las funciones de todos los conductos sin que los unos perturben la acción de los otros. Estos dia- fragmas y lengüetas los indicamos en muchos casos en nuestras figuras, y citaremos en este proyecto el punto en que el conducto H se reúne al B, y la base de la chimenea T. No lo indicamos en todos por no hacer confusos los dibujos; pero diremos que todas las desembocaduras de los conductos elementales de evacuación en los colectores R' y R deben te- ner trozos de chapa de hierro que por su forma cambien la dirección de las venas de aire, dirigiéndolas en el sentido de las flechas. Estas len- güetas sirven de directrices al aire viciado. Todo el aire viciado de las tres salas de un pabellón se dirije por el conducto Z á la gran chimenea general de aspiración T, colocada en el centro del patio del hospital, y á la cual se le podria dar, si se quiere, una forma monumental que, ocultando el objeto, adornase el patio. Esta chimenea {figura 24) es de aspiración por abajo, y sirve para todo el hospital, porque recibe en su base los dos conductos generales de aspiración Z y Z' {figura 26): el primero conduce á ella el aire vi- ciado de tres salas del hospital, y el segundo el de las tres salas del otro lado. El corte horizontal de la chimenea Tque hay en la^(¡r?íra 24, y la figura 26, nos hacen ver la presencia de un diafragma que arranca de la base de la chimenea, é impide que choquen entre sí las dos venas gaseo- sas que desembocan en la chimenea T por Z y por Z' . Las figuras 24, 25 y 26 nos hacen ver el pequeño bogar que, colo- cado dentro de la chimenea T, se alimenta de combustible por una puer- ta k, normalmente cerrada. Este hogar se alimenta del mismo aire viciado que llena la chimenea : su calor es el solo que produce la aspiración en el verano: en invierno hay, además de su calor, el exceso de tempera- tura que trae ya á la chimenea el aire viciado , exceso que por sí solo producirla una cierta ventilación, aunque insuficiente para un hospital. Las figuras 25 y 24 indican, la primera en corte vertical, la segunda en proyección horizontal, la cueva que sirve para el servicio del hogar 486 (lo la cliimcnoa T. Esta cueva está cubierta, á una altura poco superior al piso del patio, por una ligera armazón y chapa de liierro: la cubierta lleva dos aberturas cerradas por vidrios planos espesos para dar luz á la cueva: la entrada á la escalera está normalmente cerrada por una trampa que gira á charnela: en la parte inferior de la cueva, y á los dos lados, hay dos pequeños depósitos de combustible mm (figuras 24 y 2o). Fácilmente se comprende, después de la anterior descripción, cuáles son el objeto y la razón de las modiíicaciones introducidas en el calorí- fero de 3Ir. Péclet, modificaciones que están en armonía con los princi- pios expuestos en el primer capítulo de esta Memoria. Los caloríferos de Mr. Péclet no pueden dar paso en verano al aire nuevo en la cantidad necesaria al hospital, por ofrecer poco espacio entre el cilindro abcd y el rrrr. Por esta razón hemos aumentado en cierta proporción, que mas adelante calcularemos, dicho espacio anular. El calorífero de Mr. Péclet vierte el aire nuevo en un solo punto de la sala, cosa poco ventajosa para una ventilación general y uniforme de esta: nosotros hacemos que el aire entre en la sala por tres puntos su- ficientemente separados los unos de los otros, que son : la tapa del calo- rífero y los dos extremos de los tubos ss. Se dirá que estas modificaciones convierten un calorífero de regula- res dimensiones en un calorífero demasiado grande, y terminado por tubos largos de gran diámetro y feo aspecto: es verdad; pero también lo es que es imposible hacer que un calorífero pequeño dé paso al gran volumen de aire nuevo que exije la sala del hospital. Cuando se emplea el sistema de caloríferos interiores, que es el más económi- co para el calentamiento, se busca la economía, no la belleza: cuando solo se atiende á esta, se disponen las cosas de muy diferente modo, llegando á establecer disposiciones tales, que en las salas calentadas no se ven aparatos de ningún género. Ya hemos manifestado también que utilizando los cielos-rasos pueden suprimirse los tubos s s, que van colocados cerca del techo. No vaya á creerse que para llenar el objeto que nos proponemos con esas modificaciones, hubiera sido más conveniente colocar dos ó tres caloríferos en la sala en lucrar de uno: si el calorífero descrito Í87 aparece grande, no es seguranripnlo por la necesiflad de alojar una gran superficie de calentamiento, único caso en que conviene aumentar <>1 número de caloríferos, sino por la de tener grandes y multiplicadas en- tradas de aire nuevo. Observación. Todos los cálculos relativos al estudio de calentamiento y ventilación cjue acabamos de describir, pueden verse detalladamente en el capítulo 6.° III. SEGUNDO SISTEMA. Calentamiento. — Por caloríferos exteriores de aire caliente. %^entílaeion. — Por chimeneas de aspiración por abajo. Las figuras 27, 28, 29 ?/ 50 se refieren á este sistema: las dos pri- meras definen el calorífero empleado. La fifjura 27 representa un corte vertical por la línea />' /?' de la figura 28, y esta última es un corte horizontal por A A' de la 27. Este calorífero es el menos complicado y costoso que pueda esco- ¡crse entre la multitud tan grande como inútil de caloríferos ideados, y producirá tan buenos resultados económicos como el mejor, estando bien proporcionado para el efecto que deba producir. Se compone el calorífero, de un hogar //de ladrillos refractarios, provisto de su puerta P para cargar el combustible, de su cenicero : con su puerta P' , y de su rejilla. El hogar está recubierto de una campana ó cúpula de fundición (hier- ro colado) T, á la cual sigue nn tubo de la misma materia a a. Este ci- lindro a a se encuentra envuelto por otros dos de chapa de hierro de espesor medio concéntricos al a a; estos dos cilindros son, el uno o o, y el otro s s; el espacio anular que queda entre estos cilindros eslá cerrado por arriba y por abajo. El extremo superior del tubo central de fundición a a, comunica con la parte alta de dicho espacio anular por cuatro tubos horizontales, que se ven en la figura 27. 488 Todavía hay otro cilindro c e de chapa de hierro delgada entre el o o y e\ a a, abierto por arriba y por abajo, de cuyo objeto hablaremos lueffo. Todo este conjunto va envuelto por otro cilindro de manipostería de ladrillos comunes, puestos en obra con mortero ordinario. De paso podemos advertir, que donde se emplea el ladrillo refractario es donde la temperatura ha de ser muy elevada, y entonces el mortero que se emplea es tierra refractaria cribada, amasada con agua, bien trabajada, y con una consistencia algo menor que la de la pasta para moldear la- drillos. Guando la temperatura, aunque grande, no lo es tanto como en el primer caso, pueden emplearse ladrillos comunes, eligiendo los más blancos, y puestos en obra con arcilla común, que puede ser la misma que la que sirvió para hacer los ladrillos. Cuando la temperatura del material no ha de exceder de 100 á 200 grados, se puede emplear el la- drillo común y el mortero ordinario, pero no el yeso. Para temperatu- ras que no excedan notablemente de 100 grados, puede usarse el yeso. La boca superior del cilindro de ladrillos lleva un gran conducto / de chapa de hierro delgada (palastro), por donde sale del calorífero el aire ya calentado. El aire frió entra en el calorífero por dos grandes aberturas Y Y'; circula por los espacios anulares que quedan entre el cilindro de la- drillo y el s s, entre el r e y el o o, entre el e p y el a a; se calienta por su contacto con esas superficies calentadas, y marcha por /al sitio donde ha de ser utilizado. La maicha del aire nuevo está indicada en las figuras, como siempre, por flechas grandes {figura 27). Los productos de la combustión ascienden por el interior del tubo a a. descienden por el espacio anular que hay entre los cilindros o o y s s, y marchan por el tubo / al exterior. Las flechas chicas indican con bastante claridad la marcha de los productos de la combustión. Para concluir diremos dos palabras acerca del objeto del cilindro e e, que á primera vista parece inútil. No lo es, sin embargo, y viene en realidad á convertirse en una superficie indirecta de calentamiento, en virtud del calor radiado que recibe, por una cara del cilindro a a, y 489 por la otra del o o. El aire do es calentado sensiblemente por el caló- rico radiado ó radiante que lo atraviesa, sino por su contacto con cuer- pos calentados. La fiíjura 29 representa un corte longitudinal vertical por el eje de las salas de enfermos, calentadas por medio del calorífero que acabamos de describir, y que va colocado en el centro de la cueva. La fifjura 30 es un corte trasversal por A A de las salas, cueva y desván. Dejamos sin cortar por el plano el calorífero C C'y los tubos T T 1\ r r r, T" T" r" de ambas figuras. El aire exterior penetra fácilmente en' la cueva por los tragaluces que dan al patio del hospital. El aire de la cueva penetra en el calorí- fero por las dos aberturas ya conocidas, se calienta ascendiendo por el interior de este, y penetra en un gran conducto adosado á la bóveda de la cueva: este conduelo ó capacidad X X se llama cámara de aire; está construido con un ligero entramado de madera, yeso y labiqueria de ladrillos. La cámara de aire es muy conveniente siempre que se emplean caloríferos exteriores de aire caliente, los cuales están sometidos á al- gunas irregularidades en su marcha, y pueden dar aire á una tempera- tura demasiado elevada en algunos dias frios á ciertas horas. La cámara de aire tiene por objeto permitir la mezcla del aire demasiado calentado con un aire frió en proporciones variables á voluntad, consiguiendo de este modo bajar la temperatura de la mezcla basta el punto que crea- mos conveniente. Con este objeto lleva la cámara X X (figuras 29 ?/ 50) dos conductos L L de chapa delgada de hierro, que descienden desde aquella hasta cerca del suelo de la cueva, y van provistos de dos regis- tros. Abriendo estos registros, que se ven en la figura 29, la aspira- ción general que se produce por los tubos T sobre la cámara de aire, determina el movimiento ascensional del aire frió de la cueva por los conductos L L: llega este aire á la cámara .Y, y se mezcla con el aire caliente en la proporción que permita la abertura de los registros de los tubos L L. Sobre la bóveda de la cueva, que forma el techo de la cámara de aire, hay tres aberturas, de cada una de las cuales arrancan tres tubos 490 concéntricos T T' y T" abiertos por ambos extremos, y de chapa del- gada de hierro. El tubo T no llega más que hasta las dos terceras partes próxima- mente de la altura de la sala del piso bajo. El f , mucho más largo, llega hasta las dos terceras partes de la altura de la sala del piso pri- mero, y el T" llega hasta el punto correspondiente de la sala del piso segundo. Los diámetros de estos tubos T P y T" están calculados de modo que la sección del T" , la sección del espacio anular comprendido entre el T" y el /', y la sección del espacio anular comprendido entre el T y el T' , son sensiblemente iguales. Esto supuesto, fácilmente se concibe que el aire de la cámara A' sube á la sala del piso bajo por el espacio que media entre los tubos T y T , entrando en ella por lo alto de dicho espacio; que dicho ^aire sube á la sala del piso primero por el espacio que media entre el tubo T' y el T"; que sube á la sala del piso segundo por el tubo T" . Las flechas grandes indican la marcha del aire nuevo. Cada sala recibe por tres puntos convenientemente situados, el aire nuevo. La misma marcha que este sigue en invierno, sigue en verano. Nada tenemos que decir sobre la marcha del aire viciado, que se hace lo mismo que en el estudio ó sistema primero. Hay una gran chi- menea de aspiración por abajo, colocada en el centro del patio, que re- cibe el aire viciado de las seis salas del hospital, lo mismo que en dicho primer sistema; nos referimos por lo tanto, á lo ya explicado. Lo mismo que se han calentado y ventilado las tres salas representadas en las fi' caloríferos exteriores ele vapor. Wentilaeiou. — Por chimeneas de aspiración por abajo. Después de lo ilieho explicando el anterior sistema, podemos ahor- rarnos la descripción de este caso, que no se diferencia del anterior sino en que la caldera, en lugar de ser de agua caliente, sería un gene- rador ordinario de vapor. Los caloríferos podrían ser de la misma for- ma ó de otra análoga, y lo mismo decimos de todas las demás disposi- ciones. Únicamente la superficie de calentamiento de los caloríferos de vapor sería más pequeña, para producir el mismo efecto, que la de los de agua caliente, como más adelante veremos. Además de esto, el calen- tamiento por el vapor exije tubos de agua de condensación, vaso para estas aguas, bomba de alimentación para introducir nuevamente en el generador el agua de condensación, etc., etc., de todo lo cual nos ocu- paremos detenidamente en el sistema que sigue. Observación relativa á todos los tubos que conducen agua caliente ó vapor al sitio en que el calor se ha de ulilizar. Conviene siempre disminuir la pérdida de calor que estos tubos experimentan en el aire por radiación y por contacto. Para ello se les recubre de cuerpos malos conductores del calor. La disposición que ha dado mejores resultados consiste en recubrir los tubos con hojas delgadas de eslaño, llenando el espacio anular que entre estas y el tubo queda, con serrín de madera ó de corcho. De este modo se consigue que el tubo sea envuelto por un cuerpo que conduce mal el calor (el serrín), y cuya superficie brillante y lisa (la hoja de estaño) tiene un débil poder emisivo. /i98 VI. QUINTO SISTEMA. Calentamiento. — Por tubos y estufas de vapor, colocados en los mismos locales que han de ser calentados. Wentilaciou mecánica.— f^/*or inyección ó impulsión.) Las ¡\(jurm 57, á la 49 «/ 50 abrazan la descripción de nuestro hos- pital, calentado y ventilado del mismo modo que lo están los pabellones de hombres del hospital de Lariboisiére en París. La fííjura 57 representa un corte horizontal del edificio por bajo del nivel del terreno. Este corte no abraza todo el edificio, sino la parte que es precisa para comprender el sistema. En el centro de la cueva, situada bajo el ala posterior del edificio, se ve el ventilador impelente de fuerza centrífuga 7, el cual recibe su movimiento de una máquina de vapor M. Fuera del recinto de la cueva citada, y al mismo nivel, se encuentra una pequeña cueva A^V, donde hay el generador de vapor UH^ la car- bonera C. El generador de vapor tendría sobrado sitio para su coloca- ción en las cuevas del edificio ; pero de ningún modo aconsejaríamos esta última situación, que en las ordenanzas municipales de algunas po- blaciones de Europa está con razón prohibida: sobre el generador de vapor no debe haber construcción alguna habitada. En el centro del patio del hospital hay una chimenea P, exclusivamente destinada al servicio del hogar del generador, cuyos productos de la combustión re- cibe y lanza en la atmósfera á una altura algo superior al edificio. La cueva .ViV tiene por techo una triple bóveda tabicada. Comunica con la gran cueva del edificio por dos puertas colocadas á los dos lados de la máquina de vapor M. El vaso R, donde se reúnen las aguas de conden- sación, lo describiremos mas adelante detalladamente. Del ventilador parten dos tubos porta-viento de chapa delgada de hierro, que van suspendidos al techo de las cuevas, y se dirijen, el uno i9i) ií una de las cuevas situadas bajo las salas de enfermos , y el olio á la de enfrente. Lo que digamos de un lado del hospital, se entenderá del mis- mo modo para el otro. Uno de estos tubos lleva la letra T' y el otro la T. Sigamos con el último. El tubo T, al llegar al muro divisorio de la cueva situada bajo la sala de enfermos , envia cuatro ramales, 1 , 2, 5, -i, uno á cada uno de los cuatro conductos aabb alojados en dicho muro divisorio. En la cueva situada bajo las salas de enfermos, derivan del tubo T tres ramales verticales ddd, que atraviesan el techo de la cueva pene- trando en la sala de enfermos del piso bajo. Por último, de la extre- midad del tubo r derivan cuatro ramales horizontales, que comunican con otros cuatro conductos verticales a' b' a' b' alojados en el otro muro divisorio. Los ocho ramales aabba'a'b'b' no tienen la misma longitud. Para seguir su marcha, véanse las tres plantas de las tres salas de enfer- mos superpuestas, representadas en las futuras 58, 59 y 40. En la pri- mera de estas plantas, que es la del piso bajo, se ve que siguen los ocho conductos : en la planta de la sala de enfermos del primer piso termi- nan los conductos bbb' y 6', los cuales desembocan todos en un canal que existe en el eje del suelo de la sala, dentro de este suelo. Los otros cuatro conductos aaa' y a' siguen su curso ascendente, hasta ve- nir á desembocar también en el canal central del suelo de la sala del piso segundo. También existe un canal central en el suelo de la sala del piso bajo {fujura 58), el cual recibirá el aire de los tres ramales cor- tos ddd ya mencionados. El canal central que hay en el suelo de cada sala de enfermos {¡uju- ras 58, 59 y 40), está recubierto de placas de fundición, y deja tres espacios circulares, que están de manifiesto en las figuras, para recibir tres estufas de agua calentada por el vapor, y que podrían ser también de vapor solo. Las estufas van atravesadas por doce tubos abiertos por arriba y por abajo, que ponen en comunicación el canal de las salas con la atmósfera de estas. Déla caja de distribución de la máquina de vapor y?/ parten dos tu- bos x' y x\ el primero conduce el vapor de escape de la máquina á los tubos y estufas de calentamiento que hay en una de las alas del hospi- 500 tal; el segundo ala otra ala. Sigamos este último, no ocupándonbs mas que de medio hospital, porque el otro medio se calienta del mismo modo. El tubo X no sigue la dirección que le damos en el dibujo, en el cual aparece que atraviesa el muro sobre que descansa el cojinete del árbol de la máquina: este tubo no atraviesa muro alguno, ni tiene para qué hacerlo ; va siempre al exterior y apoyado sobre el muro ; pero comete- mos esa impropiedad en la figura para que este tubo no se cruce y se confunda con otros representados en la misma figura. El tubo x desem- boca en el sss, el cual camina horizontalmente por la cueva hasta lle- gar al rincón s' , donde se encorva verticalmente para subir á los pisos superiores y dar el vapor necesario al calentamiento de las salas. Cuando el vapor de escape de la máquina no es suficiente para el calentamiento del hospital, el tubo sss' toma un suplemento de vapor del mismo ge- nerador por medio del tubo ooo, provisto de dos llaves, una en r, y otra ásu salida del generador. El tubo ooo penetra en el sss, y dentro de este y en su eje termina por una tobera delgada, que produce un chorro de vapor en el eje del tubo sss ; chorro de vapor (jue, marchando en el mismo sentido que el vapor de escape de la máquina , no perturba el movimiento de este, antes al contrario le aumenta su velocidad. Al va- por de escape de la máquina se le conserva una presión de 1,25 atmós- feras á 1 atmósfera. Los tubos de vapor van representados en todas las figuras de este proyecto por una simple línea de trazos grandes. Hemos dicho que el tubo de vapor sss' , al llegar al rincón s', se eleva verticalmente, como puede verse á la derecha de la pgura 41 en s' s' s' . De esta parle vertical derivan tres ramales horizontales, alojados cada uno en el canal central que existe dentro del suelo de cada sala, como puede verse en las figuras 58 , 39 ^ 40. Cada ramal horizontal de vapor envia un pequeño tubo á cada una de las tres estufas que so- bre él van colocadas {figuras 41 y 43). El agua de condensación que se produce en cada ramal horizontal de vapor y en las tres estufas que alimenta, se recoje en un tubo alojado en el mismo canal que el del vapor, y que va siguiendo á este con una cierta pendiente siempre constante y en el mismo sentido. Estos ramales del agua de condensa- 501 cion van todos á desembocar á un colector vertical m' m' m' [figura 41), que á su vez comunica con el mmm. situado en las cuevas, el cual ter- mina en el vaso del agua de condensación [fujnras 41 y 57). Todos los tubos del agua de condensación van en todas las figu- ras representados por simples líneas de trazos cortos. Los tubos verticales de vapor s' s' s' {figura 41) y del agua de conden- sación m'm'm', van alojados en cajas embutidas en los muros, de modo que no son visibles. Estas cajas van cerradas al nivel del paramento con un listón de madera. La figura 41, corte longitudinal de las salas de enfermos, comprueba V facilita la descripción bcclia. Se ven en ella las tres estufas de cada sala colocadas sobre el canal central, el tubo vertical de vapor s's' s', el vertical de las aguas de condensación m'm'm', el tubo porta-viento T en la cueva, el tubo de aguas de condensación mmm, los ramales de vapor y los del agua de condensación que bay en los canales centrales, comu- nicando los tres primeros con el tubo de vapor s's' s', y los segundos con el mmm, las comunicaciones, provistas de llave, que bay entre cada estufa y los ramales de vapor y de agua de condensación que pasan por debajo de ella. Ln figura 43 manifiesta, en sección trasversal, lo mismo que acaba- mos de decir, y viene á determinar las dimensiones de todos los detalles. La evacuación del aire viciado se hace por medio de 42 conductos que hay en los macizos de los muros longitudinales de las salas; estos conductos de evacuación, 14 para cada sala, comunican con estas cerca del suelo de ellas, y por arriba llegan basta el desván, desembocando en dos grandes colectores horizontales allí colocados. En la figura 41 se ven los conductos de evacuación por líneas pun- tuadas, y las bocas de la misma clase pueden verse también en sec- ción horizontal en las figuras 38, 39 y 40. La figura 42 es un corte horizontal del desván por la línea A A de la figura 41. En la figura 42 y en la 45, se ven los dos conductos colectores de aire viciado Z Z' horizontales, construidos sobre el mismo suelo del desván con tabiques de ladrillos puestos en obra con yeso. Los colectores Zy Z' comunican por otros dos conductos A' X' [figura 42), con una TOMO VI. 09 Ü02 ligera y corla chimenea Y [figuras 41, A'2 y 45), construidla con una armazón ó entramado de madera, ladrillo y yeso. Debe recubrirse exte- riormcnle de mortero común, y mejor aún, hidráulico. Las figuras 44, 45 y 40 son: la 45, un corte trasversal del canal central alojado en el suelo de las salas, dado por el eje de la estufa; la 44, una proyección horizontal de la estufa; la 40, un corte trasver- sal del canal, para mostrar la posición de las placas de fundición que cierran superiormente el canal, al nivel del piso de las salas. El suelo de las salas está construido del modo siguiente: en cada uno de los macizos de las salas de enfermos apoyan dos vigas maes- tras de hierro de doble T. Sobre los vigas maestras va un sistema de viguetas de hierro de doble T laminadas, que reciben las bovedillas ta- bicadas, cuyos senos se rellenan con cascajo hasta enrasar. Esta cons- trucción de suelos de hierro y mamposteria de ladrillos, es la seguida hoy en Barcelona en los edificios de alguna importancia. El canal central que contiene el tubo de vapor y el de agua de condensación, queda naturalmente formado por el espacio que media entre las dos viguetas del medio de la sala, el cual no se cierra con bóveda, sino con las placas de hierro. La estufa (véase la figura 45) está construida del siguiente modo: el pedestal de hierro colado está fundido de una pieza, y lo mismo la cabeza de la estufa ó capitel. El cuerpo cilindrico de la estufa , que es de palastro, puede ser de sección circular ó elíptica, y va roblonado por abajo al pedestal y por arriba al capitel. Doce tubos atraviesan de parte á parte la estufa, la cual está casi llena de agua. Sobre el centro del fondo de la estufa y de la parte superior, va fijada con bridas y pernos una pequeña caja de fundición, donde pene- tra una derivación del tubo de vapor j- (figura 45), y otra del tubo o del agua de condensación. Ambas derivaciones van provistas de llaves que permiten aislar una estufa cuando se quiera: la primera derivación sube un poco más que el fondo de la caja de vapor; la segunda, des- tinada á recojer el vapor condensado en la caja, parte del mismo fondo de esta. Creemos inútil dar del alies más minuciosos sobre eslc punto y so- S03 bre la ¡¡¡jura -40, porque la inspección de esos dibujos buce fácil su comprensión. Ya que conocemos completamenle todos los detalles del sistema de calentamiento y ventilación en que nos ocupamos, pocas palabras bas- tarán para dar á entender la manera de funcionar, que el lector, des- pués de la descripción, Iiabrá probablemente deducido por sí mismo. Marcha del aire nuevo. El ventilador toma el aire nuevo de la cueva, y ésta del exterior, por los tragaluces. El aire impelido por el venti- lador en el tubo porta-viento T, penetra en el canal de la sala baja de enfermos por los tubos d d d: en este canal empieza á calentarse por su contacto con el tubo de vapor; recorre los tubos de las estufas donde acaba de baccrlo, y penetra en las salas como indican las flecbas grandes, que, como siempre, señalan el movimiento del aire nuevo. El aire del tubo porta-viento T, recorre los conducios b b, b' // [figuras 57 y 59), y desemboca en el canal de la sala de enfermos del piso primero, como se ve en la figura 59, de donde pasa á las estufas, penetrando por lo alto de estas en las salas. El aire del mismo tubo T recorre los conductos a a, a' a', y de semboca en el canal de la sala de enfermos del piso segundo, co- mo se ve en la figura 40, de donde pasa á las estufas, penetrando en las salas. inútil parece agregar, que o! aire para estas dos salas se calienta al contacto con los tubos de vapor y los tubos que alraviesan las estu- fas, lo niismo (¡ue para la sala del piso bajo. Marcha del vapor y del agua de condensación. El vapor recorre el tubo s s s [figura 57), penetra en el vertical s' s' s' [figura 41), recorre los ramales alojados en el canal central, y llega á las cajas que liay bajo el fondo de las estufas, calentando el agua que estas contienen. El agua de condensación de los ramales de vapor y de las cajas de vapor de las estufas, va á parar á los ramales que para este efecto bay en los canales centrales, recori'e el tubo m' m' in' y el m m m, y va á parar al vaso R colocado en la cueva [figura 57). Los ramales de vapor de los canales deben tener también una pen- diente descendente en el sentido del movimiento del vapor en ellos, á 504 tiii (Ic que el agua de condensación marche en el mismo sentido que el vapor, y no se perturben ambos fluidos en su movimiento. Marcha del aire viciado. El aire viciado de todas las salas penetra por las aberturas de evacuación que se ven en las fujuras 41 y 45, as- ciende por los conductos de evacuación alojados en los muros, desem- boca, cuando llega al desván, en los colectores Z y Z',y pasa por los conductos Xy X' á la chimenea Y, que lo evacúa en la atmósfera. Comprendido el sistema de calentamiento y ventilación que acaba- mos de describir, pasemos al estudio detallado de algunos puntos im- portantes. Vaso de condensación y bomba de alimenlacion. La /¡gura 48 nos hace ver el vaso de condensación B con todos sus accesorios, tubería y bom- ba. Está formado el vaso de condensación fí por un cilindro de chapa de hierro terminado por dos casquetes esféricos. En la parte alta lleva la válvula de seguridad s, el manómetro m, el tubo de purga P, el que trac el a^ua de condensación T. Lleva además su tubo de nivel N. Re- comcndamos para el ajuste de los exiremos del tubo de vidrio Nh dis- posición de los Sres. Mignon y Ruart, de París, que consiste en elem- pleo de pequeños trozos ó anillos de caoutchouc, que se encuentran comprimidos por prensa-estopas ordinarios á rosca. Es una disposición excelente, superior á lodo lo empleado hasta aquí: la hemos usado para presiones de 10 hasta 14 atmósferas; y al recomendarle, no solo lo ha- cemos para este caso, que es seguramente poco importante por la pe- quenez de la presión, sino para los generadores de vapor de todas clases. De la parte inferior del vaso fí parte un tubo provisto de su llave r, que se bifurca después, comunicando por un lado con el tubo T', que va á un pequeño depósito de agua, y por otro con la válvula A. Z es la bom- ba de alimentación que comunica por la parte inferior con dos cajas de válvulas, que son: A, válvula de aspiración; /, válvula de inyección ó im- pulsión. Las cajas /y A pueden ser fácilmente visitadas y desmontadas, cosa muy conveniente, que saben apreciar debidamente los prácticos. La disposición para cerrar las cajas de válvulas está bien claramente representada en la figura, y no exije más explicaciones. T" es el tubo o05 de inyección que conduce el agua de la bomba al generador. Ambas válvulas, que son de asiento cónico, se abren al levantarse. A' es un pe- queiio tubo provisto de su llave, ordinariamente cerrada, que se llama tubo de prueba, y que sirve para ver si la bomba funciona bien, lo que se observa abriendo la llave del tubo A', y viendo si sale á cada embolada un cborro de agua con fuerza por el extremo de dicho tubo. El tubo T' lleva una llave r'. La caldera se alimenta ordinariamente del agua del vaso B, lo cual exije que esté cerrada la llave r' y abierta la llave r. Tiene grandes ventajas el alimentar la caldera con el agua de condensación: la primera es que dicba agua está siempre á una tempe- ratura más elevada que el agua común; la segunda que, como agua destilada que es, no produce incrustaciones ó depósitos calcáreos en el generador. Cuando se necesita un poco de agua nueva para reponer las pérdi- das, se cierra la llave r y se abre la /; entonces la bomba de alimenta- ción toma agua del depósito y no del vaso B. Cuando se ha de empezar á calentar el edificio es preciso purgar de aire el generador de vapor, los tubos que conducen el vapor á las salas, los ramales que conducen el vapor á las estufas, las cajas de vapor ó doble fondo de aquellas, los tubos de condensación y el vaso B ; por- que el aire dañaria tanto á la condensación del vapor como al libre mo- vimiento del agua de condensación. Con el objeto de purgar de aire los aparatos se coloca el tubo P en el vaso de condensación /?. Abriendo la llave del tubo de purga, sale por este el aire .empujado por el vapor- Cuando se ve que no sale más que vapor por el tubo P, se cierran las llaves, y se dirige el vapor al sitio en que ba de ser utilizado. La bomba Z está movida por la máquina de vapor 31 de la figura 57. Las figuras 47, 49 y bO, representan el ventilador empleado y la trasmisión de movimiento. La pgura 49 es un corte del ventilador por un plano vertical que pasa por su eje. La figura 50 es un corte vertical perpendicular al eje del ventilador, por la línea 2, 2 de la figura 49, y la figura 47 es un corte paralelo al anterior por la línea 1,1 de h figura 49. Las mis- mas cosas están representadas por iguales letras en las tres figuras. El üOf) ventilador de fiierzn cenlrifuga representado en osas tres figuras se compone: de un pequeño árbol ijij, de una placa ó disco de hierro dul- ce aa fijo á dicho árbol: de ocho paletas de chapa de hierro ooo.... fi- jadas perpendieularmente sobre el disco a a ó inclinadas sobre los radios del disco; de otras ocho paletas fijadas en la otra caía del disco v for- mando la prolongación de las primeras. En realidad puede decirse que es un ventilador de ocho paletas planas inclinadas. Las ocho paletas, cu}a forma, en verdadera magnitud, se ve en la figura 49, van fijadas al disco por una dobladura ó reborde, que hace el oficio de los hier- ros (le ángulo ó de escuadra. Estas paletas van encerradas entre dos dis- cos de fundición verticales, iguales y paralelos .\ .1, que llevan en su centro dos grandes aberturas .1.1, por las cuales pendra el aire ex- terior. A la circunferencia de los discos van roblonados dos canales EE dv chapa de hierro en espiral: de estos dos canales parten los dos tubos porta-viento P P, que conducen el aire al sitio donde hade ser uti- lizado. El eje ó árbol del ventilador lleva una pequeña polea, que recibe el movimiento, por una correa, del mismo árbol de la máquina, como se ve en las figuras 49 y 50. La fuerza centrífuga que se desarrolla en el aire del ventilador, obligado á girar entre las paletas de este, lo im- pele por el tubo P, y produce una aspiración de aire nuevo por las aberturas .1 A de los discos del ventilador: este aire nuevo es empujado del mismo modo por el tubo P, nueva aspiración se produce, etc., etc. Los demás detalles secundarios referentes á la construcción, ajuste de las piezas é instalación del ventilador, pueden verse en los dibujos, y no necesitan explicación. La disposición que acabamos de describir para fijar las paletas del ventilador, es más conveniente que la que consiste en fijarlas á bra- zos montados perpendieularmente sobre el árbol del ventilador. Ade- más, esa placa que recibe las paletas llena un objeto importante; evita el choque mutuo de las dos corrientes de aire en sentido contrario, que penetran en el ventilador por las dos grandes aberturas opuestas de los discos .1 .A. o 07 En todo sislenia de calentamienlo por el agua caliente o pur el va- por, es preciso cuidar de pcrniilir la libre dilalacion délos tubos cuando cambia su temperatura. El efecto de las dilataciones es sobre todo temible tratándose de los tubos de fundición, cjue es un material poco elástico Y poco maleable, y al contrario, fácilmente quebradizo. Cuando se emplean largos tubos de fundición bay que disponerlos de tal modo, (¡ue las dilataciones puedan bacerse libremente, ó bay que cebar mano de los compensadores. Estos consisten en tubos curvos de cobre de pe- queño diámetro, sobre los cuales vienen á refluir y á bacerse sensibles los cambios de longitud de los largos tubos; ó en algunas uniones á en- cbufe con cajas de estopas, o en compensadores análogos á los tubos que ponen en comunicación el depósito de agua del tender de las lo- comotoras con la bomba de alimentación de esta, ó con el inyector Giffard. En el primer caso, los alargamientos o acortamientos de los lar- gos conductos de fundición, tienen por resultado encorvar más ó menos los tubos delgados de cobre, los cuales pueden sufrir estos cambios de curvatura á causa de su maleabilidad y elasticidad. En el segundo caso, un tubo puede meterse más ó menos dentro de otro, tanto como lo exija el alargamiento ó acortamiento general, á favor del encbufe ó caja de estopas. Este sistema de compensadores presenta el inconveniente de que, si las cajas de estopas no están bien cuidadas y engrasadas con frecuencia, ó se aprietan demasiado, pueden ser inútiles, y producirse la ruptura de los tubos, de lo cual podríamos citar algunos ejemplos. Lo mejor es evitar, en cuanto se pueda, la necesidad de los compensado- res. Cuando se emplean tubos de cobre ó de hierro estirado, delgados casi siempre, podemos disponer las cosas de modo que no se necesitan compensadores, y aun en los casos en que se necesitan, pueden ser suplidos por la elasticidad de los tubos delgados, y sobre todo por las partes curvas de la tubería. Observación. Todos los cálculos relativos al sistema de calcntaniicn- to y ventilación que acabamos de describir, pueden verse detallada- mente en el ca|)ítulo 6." 508 vn. SEXTO SISTEMA. (DB MR. LEÓN DUVOIR-LÉBLAISC.) Calciititiuicaito. — Por circulación de agua caliente en tubos y estufas colocados en los locales mismos que deben ser calentados. ^'entilacBon. — Por chimeneas de aspiración j^or arriba. Este sistema se compone en principio: De un hogar con su caldera Je agua caliente. De una gran estufa colocada en el punto más alto del circuito que ha de recorrer el agua caliente, y que sirve de vaso de expansión y de estufa de ventilación. De un tubo que parte de la caldera y conduce el agua caliente á la estufa de ventilación. De varios tubos ó ramales de retorno, que toman el agua caliente de la gran estufa y la hacen circular por tubos y estufas colocados en las salas, donde se enfria cediendo su calor al aire, y volviendo otra vez á la caldera. De una chimenea de aspiración por arriba, donde va colocada la gran estufa de ventilación. Claro es que la caldera, el tubo ascensional, las estufas y los tubos de retorno, están llenos completamente de agua, y casi llena la gran estufa de venlilacion, la cual no lo está del todo por servir al mismo tiempo de vaso de expansión, y tener por este motivo que dejar un es- pacio libre para la dilatación del agua y contener algún vapor. Veamos ahora las disposiciones empleadas. La figura 51 os el corte longitudinal de las salas de enfermos, don- de á más de estas, se ven, como siempre, la cueva y el desván. La figura 52 es un corte horizontal del desván, dado por la línea A A de la figura 5! . La figura 53 es una planta de la sala de enfermos del piso bajo. BO'J La figura M es uu corte trasversal vertical de las salas de enfor- mos, dado por la línea B B de la figura 55. En la cueva {figuras 51 y 54) se ve el liogar // con su caldera C. Los productos de la combustión de este liogar, van por un tubo o á un conducto-chimenea alojado en el mismo muro divisorio sobre que se apoya el hogar H. El conducto-chimenea mencionado sale por encima de la cubierta del edificio, terminándose allí por una porción metálica. Las calderas empleadas por Mr. Duvoir suelen ser de hogar interior, pero esta forma no constituye circunstancia esencial. De lo alto de la caldera arranca un corto tubo, del cual deriva el verdadero tubo ascen- sional, que es de hierro estirado, como casi toda la tubería en este sis- tema, en que no se emplean más que tubos de pequeño diámetro (2 á 5 centímetros.) Este tubo ascensional, destinado á llevar el agua calen- tada en la caldera hasta la gran estufa de ventilación situada en el des- ván, lo coloca Mr. Duvoir, siempre que le es posible, dentro del con- ducto-chimenea del hogar H, á fin de utilizar algo el calor perdido, y que el agua llegue más caliente á la gran estufa. Con este objeto, y para aumentar la superficie de calentamiento, en lugar de un solo tubo ascensional suele poner dos. Así aparece en nuestras figuras: dos tubos delgados parten de la caldera, se meten en el conducto-chimenea, salen de este y penetran en el desván, donde se reúnen nuevamente en uno solo X X, que lleva definitivamente el agua caliente á la gran estufa de ventilación. Describamos ahora este importante aparato. La gran estufa de ven- tilación llena un triple objeto : 1 .° sirve de vaso de expansión, formando la parte mas elevada del circuito recorrido por el agua ; 2." sirve de dis- tribuidor general de agua caliente para los ramales ó tubos de retorno, que llevan el agua caliente á las estufas colocadas en las salas; 3." sirve para calentar el aire viciado y producir así una aspiración. La gran estufa de ventilación se compone siempre de varias vasijas metálicas de forma cilindrica y anular, en comunicación entre sí, pero pudiendo quedar aisladas unas de otras por medio de llaves, y casi lle- nas de agua caliente. En nuestro proyecto, ajustado al sistema que des- cribimos, la gran estufa de ventilación está formada por un cilindro 510 grande central , atravesado por nueve tubos abiertos por ambos extre- mos, lo mismo que las estufas descritas en el sistema quinto. Al rededor de este cilindro, y en comunicación con él, hay (véanse las figurns 51 y 52) ocho vasijas anulares cilindricas. Todas estas vasijas van cerradas, y deben llevar una válvula de seguridad (una sola para todüs), si se quiere calentar á mas de 100° el agua de la gran estufa (lo cual no aprobamos). Si no ha de pasar la temperalura de los 100°, no se necesita válvula de seguridad : todas las vasijas van entonces cerradas completamente, me- nos una (la central generalmente), cuya tapadera no está fijada, aunque se procura que ajuste bien, sino simplemente superpuesta. El tubo que conduce el agua caliente á la gran estufa, y de que ya liemos hablado, va señalado en las figuras 51 y 52 con la letra x, y lleva una llave marcada con el número 1. Un ramal ri-, provisto de su llave número 2, deriva del tubo x antes de la llave 1. El tubo ss, por donde sale de la gran estufa el agua caliente, lleva una llave señalada con el número 5. Los dos tubos ss y rr se reúnen en m, de donde parten tres tubos, uno para cada sala. Cada uno de ellos desciende basta el suelo de la sala que debe calentar, y recorre un canal central análogo al descrito minuciosamente en el sistema quinto, y como este, alojado en el espesor del suelo de la sala. Sobre este canal y en cada sala, hay tres estufas llenas de agua caliente, análogas á las descritas en el sistema quinto, atravesadas de parte á parte por un gran tubo cen- tral, y por otros doce de menor diámetro al rededor del primero. El tubo que conduce el agua caliente, y que va alojado en la canal del suelo, tiene tres soluciones de continuidad, una bajo cada estufa; pero estas soluciones de continuidad son llenadas por las estufas, de tal modo que el agua, para volver ala caldera, tiene forzosamente que entrar y salir por las tres estufas, después de lo cual vuelve á entrar en ella por la |)arte inferior. Todo esto puede verse en las figuras 51, 52, 55 y 54. También pueden disponerse las cosas de un modo algo diferente, que tiene la ventaja de permitir el aislar del circuito una o mas estufas, sin que por esto se interrumpa el calentamiento de las demás. Para conseguir este resultado, el tubo principal que se encuentra bajo las estufas, alojado en el canal central del suelo, no deberá corlarse bajo all cada estufa, ni tener soluciones tle continuidad, como se ven en la fiijura 51, sino que llevará bajo cada estufa, y entre los dos rama- les de esta, una llave que, cuando se cierra, establece la solución de continuidad. Cuando se quiere que las tres estufas de una sala funcio- nen á la vez. se cerrarán las tres llaves del tubo mencionado; entonces el agua caliente no podrá ir de un extremo al otro del tubo sin pasar por dentro de las estufas, cuyos ramales de entrada y salida deberán tener abiertas las llaves. Cuando se quiere aislar una estula, ó que no funcio- ne, sin interrumpir el calentamiento de las otras, se cerrarán las llaves de sus dos ramales, abriendo ta.mbien la del tubo principal que está debajo; entonces el agua caliente pasará por esta llave sin entrar en la estuñi, y esta se enfriará completamente, pudiéndose desmontar si hu- biere necesidad de bacer una reparación. Marcha del agua. Supongamos abiertas las llaves 1 y 3 y cerrada la 2. El agua caliente de la caldera sube por los tubos ascensionales, llega al desván, recorre el tubo x, entra en la gran estufa de ventilación, sale de esía por el tubo ss, llega al punto m, se divide allí en tres por- ciones, una para cada sala : cada porción recorre el tubo que hay en el canal de la sala correspondiente y sus tres estufas ; vuelve á la caldera por el camino mas corto, y entra en ella por la parte inferior. En obsequio á la claridad del dibujo, hemos sacrificado algo de la verdad de la representación: la parte descendente délos tubos va alojada en conductos ó cajas embutidas en los muros divisorios, y no como nos- otros lo figuramos. Lo mismo hicimos con los tubos de vapor en el pro- yecto anterior. Después de lo explicado en el tercer proyecto, inútil nos parece decir la causa que origina el movimiento circulatorio del agua en el vasto circuito que recorre. Debemos observar que en este sistema, aunque no haya presión al- guna en la gran estufa de ventilación , la presión en la caldera será siempre notable, y se mide por la altura de agua que sobre ella pesa. Si la altura de la gran estufa es de 20 metros sobre la caldera, la presión efectiva de esla será sensiblemente de 2 atmósferas, puesto que cada atmósfera equivale próximamente á 10 metros de agua. A esla presión 512 deberá sumarse la de la gran estufa (si esta funciona con presión de vapor), para tener la presión total en la caldera. Marcha del aire nuevo. Todas las salas tienen dentro de su suelo, á mas del canal central LLL, que se ve en las figuras 51 y 54, y especial- mente en la 55, varios conducios RRR, que partiendo de este canal central, vienen á abrirse paso al través del muro del patio interior del hospital. En la disposición que representa la figura 55 aparecen seis con- ductos RRR, que suministran aire nuevo al canal central. Mr. Duvoir coloca algunas veces estos conductos de introducción de aire nuevo, de manera que cada par de ellos sirva exclusivamente para una estufa, y en lugar de hacerlos desembocar directamente en el canal central debajo de la misma, los hace, al contrario, desembocar en puntos /; li h h distan- tes de las estuftis. De este modo, y por medio de diafragmas que dividen el canal central en porciones é independientes unas de otras, afectas á cada estufa, consigue el aislamiento de las corrientes de aire (jue acuden á ella, obligando también así á este aire á que recorra una determinada porción del canal central RRR, donde empieza á calen- tarse. El aire nuevo atraviesa después los trece conductos que cada estufa tiene, donde acaba de calentarse, y penetra por lo alto de las es- tufas en las salas, lo mismo que vimos que sucedía en el sistema quinto. Marcha del aire viciado. En la parte baja de los muros de cada sala se abren catorce bocas de evacuación, correspondientes á otros tantos conductos que suben hasta el desván, donde, lo mismo que en el ya des- crito sistema quinto, desembocan, los de un lado en el conducto DI {figu- ras 52?/ 54), construido sobre el piso del desván, y los del otro lado en el otro conducto colector M', paralelo al primero. Ambos colectores 31 y M' comunican con la parte baja de la chimenea Y {figuras 51 , 52 í/ 54). La gran estufa de ventilación, ya explicada, va colocada en la ancha base de la chimenea. Esta chimenea Y arranca del suelo del desván y atraviesa la cubierta. Nada diremos de su construcción, que es análoga á la ya explicada en el artículo anterior. El aire viciado de dicha chime- nea se calienta por la presencia de la gran estufa de ventilación, y se eleva, produciendo la aspiración en las salas, por los colectores 3J y M' y los cuarenta y dos conductos verticales de evacuación. En virtud de 313 esla aspiración, el aire viciado de las salas sube por los conductos de eva- cuación, pasa á los colectores M y M' , entra en la chimenea }', atraviesa la gran estnt\i, se calienta, asciende por la chimenea y sale á la atmósfera. Nótase aquí la razón que han tenido los franceses para llamar á es- fas chimeneas, de aspiración por arriba, y al sistema, sistema de aspira- ción por arriba. En él se ohliga al aire viciado á suhir siempre desde que sale de los salas. Así se distingue este del sistema de aspiración ya explicado en los artículos primero, segundo y tercero, llamado de aspi- ración por abajo, en el cual se obliga al aire viciado á descender para buscar la base de la chimenea de aspiración. En el sistema de Mr. Duvoir-Leblanc que acabamos de describir, la ventilación de invierno se debe, no solo á la chimenea de aspiración por arriba, y á la inyección independiente que producen los tubos de las estufas, sino también á los conductos de evacuación que, llenos de aire viciado caliente, obran como verdaderas chimeneas. En verano desaparecen las dos últimas causas de ventilación, que- dando solo la primera. El agua caliente de la gran estufa de ventilación no puede entonces volver á la caldera por el mismo camino que recorre en invierno, porque no se quiere calentar. Hay para la época en que no se calienta un tubo de retorno especial, que es el zzzz: {figuras bl y 52). En esta época el agua caliente asciende á la gran estufa por ol mismo camino que en invierno, pero vuelve á la caldera por el tu- bo zzzz, alojado, como todos (en su parte vertical), en un conducto ó caja embutida en el muro divisorio. En el verano no funcionan en el desván más llaves que la 1 y la 4, las 2 y 3 están cerradas. Es un grave inconveniente para un sistema de calentamiento y ven- tilación, el que esta última dependa de aquel, de tal modo que no pue- da disminuir el calentamiento sin disminuir la ventilación, ni aumentar el uno sin hacer crecer la otra. Este inconveniente, que Mr. Péclet atri- buye al sistema de Mr. León Duvoir-Leblanc, lo ha evitado este cons- tructor, á quien no puede negársele una gran perspicacia y senti- miento intuitivo, que han suplido en él, hasta cierto punto, la falta de estudio, y que hacen que esta sea mas lamentable. Supongamos los apa- ratos arreglados á un régimen determinado, y también que queremos disminuir el calentamiento sin que disminuya la ventilación. Para elln no habrá más que hacer llegar á la gran estufa de ventilación la misma cantidad de agua caliente que antes llegaba, y disminuirla que recorre las estufas. Para conseguir este doble objeto, se cierra en cantidad con- veniente la llave 5, aminorándose así la cantidad de agua que recorre las estufas; y para que no disminuya la que llega á la gran estufa, se abre convenientemente la llave 4. De este modo, la parte de agua que no puede volver á la caldera por el antiguo camino, vuelve por el tu- bo zz Supongamos que queremos disminuir la ventilación, pero no el ca- lentamiento. La llave 4 se supone cerrada. Se cierra convenientemente la llave 1, y con esto se disminuye la cantidad de agua que entra en la gran estufa: para que no disminuya la que recorre las estufas de las salas, se abre la llave número 2. Así, el agua que no entra en la gran estufa sigue su camino por el tubo rr, se reúne con la parle que ha atravesado la misma y toda junta pasa á servir en el calentamiento. Otras veces consigue el mismo efecto Mi'. Üuvoir-Leblanc, aislando del movimiento circulatorio varios cilindros de la gran estufa, los cuales dejan entonces de servir de superficie de calentamiento. Se ve, pues, que de varios modos se consigue la independencia en- tre el calentamiento y la ventilación, y que no tiene razón Mr. Péckt cuando impula á este sistema el grave defecto de la dependencia mutua y necesaria de ambas funciones. Es evidente que la energía de la ventilación tiende á ser mayor en invierno que en verano (véase el capítulo 4.°); pero la razón de esto es- triba en otro género de consideraciones, que, en uno ú olro sentido y en más ó menos cantidad, se aplican á todos los sistemas. ¿Cómo es posible negar la influencia perjudicial que tiene sobre la ventilación, en este sistema, la falta en el verano de la acción aspirante de los conductos de evacuación, que obran como verdaderas chimeneas en el invierno, y cuyo efecto viene, en esta úllima época, á aumentar el de la chimenea de aspiración? Esta clase de dependencia entre el calentamiento y la ventilación, es ciertamente mucho más notable en este sistema de aspiración que en los otros, y constituye un mal que no podemos menos de reoonoccr, y que nosotros mismos hemos hecho patente en h com- paración establccitUí en el capítulo 4.° Observación. Todos los cálculos relativos al sistema de calentamiento V ventilación que acabamos de describir, pueden verse detalladamente en el capítulo 4.° VIII. SÉPTIMO SISTEMA. (DE MR. HAMELINCOURT.) Caleiilaiuicuto. — Poj- circulación de agua caliente en tubos colocados dentro de los muros. VeiitilaeioBi. — Por asjyiracion á nivel. Las féf/iiras 55 á la 62 se refieren á este sistema. La figura 55 es un corte horizontal, por bajo de la superficie del terreno, déla parte de! edificio que necesitamos para la descripción. Se ven en ella las plantas de parte de las cuevas, y el palio. En medio de la cueva situada bajo el ala posterior del edificio, se ve un hogar // con su caldera C de agua caliente, el conducto a a que lleva los productos de la combustión del hogar //á la chimenea P, y esta chimenea. Como sucede en toda circulación de agua caliente, la caldera va completamente llena de agua, y toda su superficie puede, sin inconveniente alguno, ser envuelta y calentada por los productos de la combustión. De la cal- dera parte un tubo de pequeño diámetro, que va por el camino más corto posible, á un gran vaso de expansión, el cual no tiene otro objeto que servir para prestarse al aumento de volumen que tome al calen- tarse el total volumen de agua contenido en la caldera y en la gran tu- bería que compone el circuito, y reglar el nivel general del agua en to- dos los tubos, que son comunicantes. Este vaso de expansión va coloca- do en el desván, y ni él ni su tubo especial van representados en los dibujos. Es evidente que debe estar cubierto con una tapadera simple- mente colocada, sin fijarla. La caldera lleva un corlo tubo ascensional 516 de medio metro de largo, en cuyo extremo superior se unen dos tubos: el uno, c c..., marcha por la cueva hacia la izquierda para buscar hi cueva R, situada bajo las salas de enfermos de un ala del hospital; el otro, c' c'..., marcha hacia la otra ala. Estos dos tubos conducen el agua caliente de la caldera á los tubos donde se ha de utilizar su calor. Otros dos tubos /y /'salen de la parte baja de la caldera, y son los que han de volver á esta el agua que ha corrido parte del circuito, y que se ha enfriado. Lo que vamos á decir del calentamiento v ventila- ción de un ala del hospital, quedará dicho de la otra. Sigamos, pues, á los tubos c c c . . . . y f f f. E\ tubo c c c... se divide en dos ramas que marchan paralelamente á los dos muros de la cueva B, y van muy cerca de estos muros. Lo mismo exactamente hace el tubo f f-..., al cual no se le ve en la cueva R por proyectarse debajo del primero; de modo que tenemos, que donde va un tubo de agua caliente, va debajo otro para el agua enfriada, pero no comunican en- tre sí. El circuito no está, por lo tanto, cerrado. Ahora veremos cómo se cierra en muchos puntos, por medio de tubos verticales que son los que verdaderamente constituirán superficie de calentamiento. Las figuras 61 ^ 62 nos hacen ver en gran escala de qué modo se cierra el circuito y se establece el movimiento circulatorio del agun. Hay tres tubos de fundición de 5 á 12 centímetros de diámetro, verti- cales, que partiendo de las cuevas llegan hasta el desván, sobre los dos tubos horizontales c de agua caliente y /' de agua enfriada. Estos tres tubos llevan en las figuras los números 1, 2 y 5. El tubo número 1 comunica con el tubo c, y el 2 y 5 con el /"por medio de otros de co- bre ó de hierro estirado, delgados, y provistos de llaves. Los tubos 1, 2 y 5 comunican por su parle alta, situada ya en el desván, con un cilindro ó corto tubo horizontal de fundición P P. El cilindro P P comunica libremente con la atmósfera por un tubo verti- cal delgado r r. Los tubos c y /, los 1, 2 y 5, el cilindro P P y un pe- queño trozo del r r, están llenos de agua. El nivel del tubo r r viene determinado, y es igual al que haya en el vaso de expansión, como que todos los tubos comunican con la caldera, y por lo tanto comunican entre sí. Esto supuesto, si damos fuego á la caldera, el calor ganará SI 7 más fácilmente, por razones ya explicadas y que no debemos repetir, el tubo superior c c que el f f. El agua caliente del tubo c c subirá por el tubo número 1, descenderá por los 2 y 5, y volverá por el / á la parte baja de la caldera. Tendremos por lo tanto un movimiento circu- latorio continuo por el grupo de tubos 1, 2, 3, Si se quisiera dismi- nuir la cantidad de calor que da el grupo de tubos 1 , 2, 5, no bay más que cerrar una de las dos llaves, la 2 ó la o, el agua no circulará ya por el tubo cuya llave se cerró, y este se quedará frió, y no constituirá superficie de calentamiento. Si todavía se quiere que dé menos calor el grupo de tubos 1, 2, 3, se cierra un poco la llave número I , y se dis- minuye la cantidad de agua que por el grupo de tubos circula, y por lo tanto el calor que puede dar por hora. Si se quiere que este grupo de tubos no dé ningún calor, á pesar de continuar el calentamiento de la caldera, se cierran las llaves de los tres tubos, y quedan fuera por com- pleto del movimiento general. Lo mismo que hemos hecho con un grupo de tres tubos, puede hacerse con un grupo de dos, de cuatro, de cinco. Siempre habrá uno que comunicará con el tubo de agua caliente, y los otros con el tubo f de agua fria; por el primero subirá el agua, y bajará simultáneamente por los otros. En un edificio calentado y ventilado por el sistema de 3ír. Hame- lincourt, bay muchos grupos de tubos como el que acabamos de expli- car. De estos grupos, unos están afectos al calentamiento del aire nuevo que ha de entrar en las salas, otros al calentamiento del aire viciado para producir la ventilación. Lo mismo el calentamiento del aire nuevo que el del aire viciado, se verifican en conductos verticales alojados en el interior de los muros. Veamos cómo. El croquis número 56 representa el modo de calentar el aire nuevo. Se ve en esta figura un conducto en el muro, dentro del cual se aloja un grupo de tubos, que constituyen un circuito parcial derivando del circuito general, como ya hemos explicado. El aire nuevo para la sala del piso bajo viene de la cueva, se calienta en el conducto por el con- tacto de los tubos, y penetra ya caliente en la sala por lo alto de esta, como las flechas indican claramente. Diafragmas ó tabiques horizonta- les dividen el conducto del muro en trozos, afectos cada uno á una sala. «o 518 E\ aire nuevo para la sala del piso primero se toma del exterior por la abertura a, se calienta en el conducto del muro por el contacto con los tubos, y entra caliente en la sala por b. Lo mismo decimos de la úl- tima sala. El croquis número 57 representa un conducto general a b c d de aire viciado, alojado, lo mismo que el anterior, en el muro. Este con- ducto general de aire viciado, aparece en el dibujo cortado por un plano paralelo á los paramentos del muro, porque corlado de otro modo no serviria bien para la explicación. Los tres rectángulos sombreados que se ven, son las bocas de evacuación del aire viciado, ó sean las aberturas por donde el aire viciado de las salas entra en los conductos de evacuación. Estas bocas están, como siempre, al nivel del piso de las salas. El conducto general a b c d queda dividido longitudinal ó verticalmente en tres conductos parciales, de los cuales el r r está afecto á la ventilación de la sala baja; el s s á la ventilación de la sala del piso primero; el x x á la ventilación de la sala del piso secundo. Diafraüinas ó tabinues horizontales v verticales liaccn la con- veniente distribución del conducto general, y obligan al aire viciado de cada sala á calentarse por el contacto con los tubos, y á seguir el ca- mino que le marcan las flechas de la figura, hasta llegar al punto Z, en que todo el aire viciado marcha ascendiendo en un conduelo único. Después de lo dicho, una simple ojeada sobre las/í^'í/ms 58, 59 i/ 60 nos hace ver el sistema en toda su extensión. La píjiira 58 es el corte longitudinal de las salas de enfermos con la cueva y desván. La fifjura 59 un corte trasversal vertical de las salas, que no pasa por el centro de estas. La ^(jura 60 es un corte horizontal del desván por la línea A \ de la p(jura 58. Las salas de enfermos de nuestro hospital tienen 6 huecos en cada muro longitudinal, y 7 macizos; total 14 macizos. De estos 14 maci- zos, G están destinados á contener cada uno un conducto general de evacuación de aire viciado, y 8 á la introducción de aire nuevo. Estos últimos llevan la letra w {figiinis 58, 59 y 60), y los destinados á la 319 aspiración del aire viciado llevan la letra v. En el corte trasversal [figu- ra 59) hemos representado, en un lado un conducto de introducción, en el otro la evacuación del aire, faltando á la verdad del dibujo, pero en obsequio á la economía de figuras y de tiempo. En la cueva [figuras 08 y 59) se ven los tubos horizontales ya men- cionados, c y /", y las bocas de los conductos verticales de los muros, donde se alojan los grupos do tubos que componen los circuitos parcia- les. Cada uno de los 6 conductos de evacuación encierra un circuito par- cial, formado por 4 tubos; cada uno de los 8 de introducción contiene otro circuito formado de 5 tubos, como puede verse en las aberturas de los conductos en la cueva de la figura 58. Inútil nos parece indicar cuál es la marcha y calentamiento del aire nuevo, que se ve á la simple inspección de la figura 59, en la derecha de esta fi<íura. Si los conductos, tanto los de introducción del aire nuevo como los de evacuación del aire viciado, vienen á abrirse por abajo en la cue- va, por lo alto se abren en el desván, y allí se presentan, y se pueden inspeccionar fácilmente, los cilindros PPP, en que terminan todos los circuitos parciales ó grupos de tul)0s (figuras 58, 59, GO y 02). La planta del desván (figura 00) nos manifiesla la manera do dirigir el aire viciado hacia la chimenea, por medio de seis conductos de tabi- ques de ladrillo con yeso, construidos sobre el mismo suelo del desván. La chimenea, ligera, construida como en el sistema quinto, parle del mismo suelo del desván. Las flechas grandes indican, como siempre, la marcha del aire nue- vo, y las pequeñas la del aire viciado. El sistema de ventilación que acabamos de describir, y en el cual el aire viciado empieza á calentarse en los mismos conductos de evacua- ción y desde el suelo de cada sala, se llama por esta razón aspiración á nivel. Los conductos de evacuación hacen el papel de chimeneas de as- piración, lo mismo en invierno que en verano. En esta úllima época se cierran las llaves de los grupos de tubos afectos al calentamiento, v no funcionan más que los de la ventilación, que son aquellos que están alojados en los conductos de evacuación. 520 Observación. Todos los cálculos relativos al sistema actual de calen- tamiento y ventilación que acabamos de describir, pueden verse deta- lladamente en el capitulo 6.° Otra. El capítulo 6.°, no solamente se refiere al estudio práctico de los proyectos de calentamiento y ventilación, sino que conteniendo con- sideraciones importantes para cada sistema, y dimensiones y datos par- ticulares á cada uno, forma el complemento de la descripción que hemos dado en el capítulo que aquí terminamos. CAPITULO IV. Comparación de los sistemas de ventilación. I. COMPARACIÓN DE LOS TRES SISTEMAS DE ASPIRACIÓN DEL AIRE VI- CIADO, LLAMADOS POR LOS FRANCESES DE ASPIRACIÓN POR ABAJO, DE ASPIRACIÓN Á NIVEL, Y DE ASPIRACIÓN POR ARRIBA. Para bacer la comparación de los tres sistemas de aspiración del aire viciado, empezaremos por recordar la fórmula general práctica que da la velocidad de salida del aire caliento por una chimenea, cuando este tiene que recorrer un circuito más ó menos largo, que reúna todas las irregularidades que pueden presentarse en la ventilación de los edificios. No emplearemos la fórmula que Mr. Péclet emplea en la última edi- ción do su obra , cambiando la que habia usado en las anteriores. Emplearemos la de Mr. Morin, que deducida del principio de las fuer- zas vivas, y comprobada por muchos ingenieros especialmente dedicados al calentamiento y ventilación de edificios, entre los que citaremos á 521 Mr. Guerin, y por el mismo Mr. Morin, puede emplearse con completa confianza. Dicha fórmula es la siguiente: \ \m,A '-.C^)» 4T+(v-')"+(¿.-)'+(^-')"+('--:)"+^ El denominador tiene seis términos. Todos ellos representan pérdi- das de fuerza viva que el aire experimenta en todo su camino. Veamos lo que cada uno significa, para lo cual conviene tener á !a vista la fi- gura 7. 1 se r efiere á la pérdida de fuerza viva que proviene de la ve- locidad que tiene el aire al marcharse á la atmósfera por la abertura superior ó boca de la chimenea. A representa la sección general de la chimenea. A, la abertura superior ó boca de la chimenea (sección ó área de la boca). Esta abertura suele hacerse en las chimeneas de ventilación iilgo mas pequeña que A, para aumentar la velocidad de salida é impedir con ello que el viento pueda perjudicar notablemente al tiro. Esta disposi- ción viene á reemplazar los apéndices de que suelen coronarse las chi- meneas de poca velocidad, para impedir también la nociva influencia del viento sobre el tiro. En las chimeneas comunes de ventilación, la velocidad del aire suele ser de unos 2 metros : cuando se estrechan en la boca, se hace solamente lo necesario para que la velocidad de salida sea de 3 metros por segundo. En este caso, el término j— r-j vale 9,25. Cuando la boca de la cliimenea no se estrecha, A^^.l^m,; y entonces el término ( — -) vale 1. V", í./ , se refiere á la pérdida de fuerza viva que experimenta el aire al entrar en el cir- cuito, ó sea en b (véase la fujiira 7). El coeficiente m vale 0,60. s El tercer término del denominador, que es ( — ;— , — 1 1 , se refiere y m'A' I á una angostura en el eii cuito, donde se o\(rangula la vena fluida, como representa la figura en c. Tal es, por ejemplo, el caso en que lodo el aire aspirado tiene que atravesar el combustible de una rejilla, caso el mas desfavorable de la práctica, y en el cual cslc término vale 81 , según los experimentos de Mr. Trescay de Mr. Morin. A' es la sección angostada (su área), y m' un coeficiente igual á 0,00. El cuarto término del denominador, que es j — — I j , se refiere á un codo ó cambio de dirección del circuito ó serie de conductos que el aire recorre, m" vale 0,70. El quinto término del denominador, que es 11 — 7]) > se refiere á un ensanche s (véase la /¡¡jura 7) en el circuito. Oes la sección de la parte ensanchada. 523 '2.SLK El sexlo término del denominador, que es — , se refiere al roza- miento del aire contra las paredes del conducto. S es el contorno ó perímetro de la sección trasversal de la chimenea. L es la longitud total del circuito recorrido por el aire, que se su- pone de una sección media A . C es el coeticiente de rozamiento, que, según iMr. Morin, vale 0,01 para las superficies rugosas ordinarias. Veamos ahora lo que representan las letras del numerador de la íórmuia. (/ es el valor de la gravedad. D es el peso del metro cúbico del aire exterior ó IVio. d el peso del metro cúbico del aire calentado. H la altura de la chimenea. Cada uno de los términos del denominador debe repetirse tantas veces como se repita la circunstancia que lo origina. Por ejemplo, si hay 4 codos en el circuito, habrá en el denominador cuatro térmi- nos iguales á j— ^ — 1 j ; de modo que el término relativo á los codos (2 5 —^ — 1 1 en vez de l—jj- — 1 1 que hay en la fórmula Antes de entrar en la comparación de los tres sistemas de aspira- ción, vamos á describirlos. Los croquis {figuras números 6, 8 ij 9) repre- sentan en principio los tres sistemas. En estos croquis se han sacrificado los detalles y la verdad de la representación gráfica á la claridad de la explicación, para que se comprenda con un solo corte y á la simple ins- pección de las figuras, cada sistema. A la izquierda de las figuras se representan las entradas del aire. 524 Primer sistema: Aspiración por arriba, llamado también sis- lema de Duvoir-Lcblanc. La [¡(jura 6 representa este sistema en un edificio que tiene piso bajo, primero y segundo. O representa el aparato que calienta el aire viciado antes de entrar ó al entrar en la verdadera cbimenea X. El aparato O puede (en principio) ser un hogar, ó una estufa ó serie de tubos de agua caliente, ó una serie de tubos calentados interiormente por el vapor, ó una serie de tubos delgados de hierro con un cierto nú- mero de mecheros de gas : está siempre colocado en la bohardilla del edificio. La chimenea X, que arranca desde la boiiardilla, no puede ser larga, teniendo por regla general de 6 á 8 metros. El aire viciado en los diferentes pisos se dirijo por los conductos ascendentes de evacuación, á la cámara donde está el aparato O. En esta cámara se reúnen los con- tingentes de aire que suministran todos los conductos de evacuación, y se caüentan y ascienden por la chimenea A'. Segando sisteuia : Aspiración á nivel, llamado también sis- tema de Hamelincourt. La fiyura 8 representa este sistema. El aire viciado se encuentra en el mismo conducto de evacuación con los tubos que lo calientan en toda la altura de cada piso: con la temperatura adquirida continúa el movimiento ascensional hasta los desvanes del edificio, donde penetra en una corta chimenea general de evacuación. Tercer sistema : Aspiración por abajo, llamado también sis- tema de Grouvelle. La figura 9 representa este sistema. El aire viciado en cada piso debe descender por los conductos de evacuación para venir á reunirse en la base de una gran chimenea de aspiración, donde se calienta artificial- mente de un modo cualquiera , pero casi siempre por un hogar allí co- locado, y que se alimenta con el mismo aire viciado. A estas chimeneas de aspiración se las da por término medio 25 metros de altura, y una sección que corresponde próximamente á una velocidad de 2, o metros del aire viciado. Lo mismo esta chimenea que las cortas de los dos sis- temas anteriores, deben ser de ladrillo. Estas últimas, como es preciso que sean muy ligeras porque han de sostenerse sobre el edificio, se ha- 525 cen con una armazón de madera formando un entramado, que sostiene los ladrillos colocados como para un tabique y puestos en obra con mortero. El todo, después de terminado, se enluce por fuera con buen mortero bidráulico. No deben emplearse nunca para cbimeneas de aspi- ración las chimeneas metálicas, que suelen emplearse algunas veces en calderas de vapor y muchas en los caloríferos. La razón está en la pe- queña diferencia de temperaturas que origina el movimiento del aire viciado en las chimeneas de aspiración , diferencia de temperaturas que debe ser en todo tiempo de unos 2o grados. No sería económico el hacer marchar las chimeneas de aspiración con una mayor diferencia de tem- peraturas, aunque algunas veces suele hacerse por necesidad y para aumentar el tiro, ya sea porque las chimeneas tienen una sección insu- ficiente, ya porque lo es la altura, ó ya por otras causas. Las chimeneas metálicas tienen el inconveniente de enfriar notablemente el aire vicia- do, y hacer mas pequeña aún la referida diferencia de temperaturas. El enfriamiento del aire viciado en las chimeneas de aspiración de paredes gruesas ordinarias es despreciable, y en las cortas, construidas como acabamos de decir, es muy pequeño. En las chimeneas cortas de los dos primeros sistemas, no se emplea para calentar el aire mas que el agua caliente ó el vapor. El uso de un hogar directo á fuego desnudo en los desvanes, tiene el inconveniente del peligro de un incendio, y de exigir la presencia frecuente de una persona. Empleándose el agua caliente ó el vapor para calentar el aire viciado en las chimeneas cortas que parten de los desva- nes, no hay inconveniente alguno en que la armazón de las chimeneas se construya con madera, la cual quedará recubierta con yeso al interior y con mortero hidráulico al exterior. Vamos á hacer la comparación de los tres sistemas de aspiración del aire viciado por la acción directa del calor, sirviéndonos de las fórmulas tan exactas como completas de Mr. Morin, pero antes debemos hacer una advertencia. Este estudio comparativo ha sido ya tratado someramente por Mr. Péclet; pero este sabio profesor parte de una fórmula fundamental inexacta, como dice muv bien Mr. Morin en sus Esludios sobre la venlila- 526 cion (tomo I, pág. 167, párrafo 105). Además de esto, Mr. Péclet no entra en la comparación de lleno, sino que haciendo una hipótesis de igualdad de resistencias pasivas, que no puede admitirse, despreciando aquí esta causa, suponiendo allá que el airo viciado se enfrie por completo antes de llegar á la chimenea de aspiración por abajo, y ha- ciendo todo esto en obsequio á la brevedad, y sin calcular la influencia, en los resultados Anales, de lo que iba despreciando y suponiendo, llega á conclusiones exajeradas. Mr. Morin ha abordado el mismo estudio con mejores armas, pues- to que las fórmulas que emplea son irreprochables, y nada desprecia, y toma como datos los que por término medio se refieren á la práctica de la ventilación. Pudiéramos, por lo tanto, tomar las conclusiones de Mr. Morin, y no entrar, á nuestra vez, en un estudio completamente hecho. Tres razones tenemos sin embargo para emprenderlo. La pri- mera es que Mr. Morin ha sufrido algunas distracciones de importancia en la aplicación de la fórmula general á los diferentes casos que considera; distracciones que notó más tarde el sabio director del Conservatorio de Artes, pero que no ha corregido completamente en los Estudios sobre la ventilación. La segunda es, la necesidad de completar el estudio para la ventilación de verano, cosa importantísima. Mr. Morin no estudia esta segunda parte; y parece, al deducir sus consecuencias para la ventilación de invierno, que son aplicables al verano, cuando algunas no lo son. El hacer solo la mitad del estudio, la comparación atendiendo única- mente á lo que sucede en invierno, puede inducir á graves errores. La tercera razón es que, teniendo la temperatura exterior una cierta in- fluencia en este estudio, y siendo tan diferentes las temperaturas me- dias mensuales de París y de Barcelona, por ejemplo, conviene inves- tigar hasta qué punto esta causa, ó sea el clima, puede influir en los resultados. Siempre que tengamos que contradecir algo de Mr. Morin. demostraremos nuestro fundamento. 527 Aspiración por abajo. ( Véase la figura 9. Estudiemos la presión motriz que produce el movimiento del aire en el primer piso, y representemos los datos de la cuestión con las mismas letras respectivamente con que los representa Mr. Morin. //, es la altura de la chimenea desde la boca superior de ella hasta el nivel del suelo del piso bajo ((¡¡jura 9). /í,, es la altura de conducto vertical de evacuación, que hay desde el suelo del piso bajo hasta el punto más bajo del circuito recorrido por el aire viciado. //, es la altura de cada piso, igual para todos. D, es el peso del metro cúbico de aire exterior á la temperatura á que se encuentre. d', es el peso del metro cúbico del aire de las salas. Este aire está en invierno, esto es, cuando hay calentamiento, á una temperatura más elevada que el exterior; pero en verano, ó sea cuando no se calien- ta el edificio, se puede suponer que está á la misma temperatura que el exterior, y entonces D y d' son iguales. rfj, es el peso del metro cúbico de aire viciado, calentado artificial- mente en O. Este aire llena toda la chimenea desde O hasta la boca superior. Los pesos de la unidad de volumen de aire D d' y r/^, se deducen fácilmente de la temperatura exterior, de la interior de las salas y con- ductos de evacuación, y de la interior de la chimenea, respectiva- mente. La presión motriz que pone en movimiento el aire del piso bajo, es la diferencia de presiones que se ejercen de fuera adentro de las salas, en las bocas de introducción y de evacuación, ó sea en m y en n, como indica la figura. Hallemos estas presiones. Presión en m de fuera adentro de las salas. Esta presión estará re- presentada y medida por el producto de la altura // de aire frío por su densidad D, ó peso del metro cúbico, esto es, por // D. 528 Presión en n de fuera de las salas hacia adentro. Esta presión es- tará medida por Hd^-^h^cl-h^ d' (suponiendo que el trozo de conducto de evacuación h^ tiene la misma densidad ó temperatura que el aire de las salas). La presión motriz será pues: HD—{nd^-\-h^ d—h^ d')=^[D—d^) H+{d'—d^) /;,, y la fórmula que dará la velocidad de salida por lo alto de la chimenea será para el piso bajo: Velocidad corres2)on diente al piso bajo. ' y^. I \{D^d,)H+id'-d,)K\f^ V. 4)'+(v-')"(^)+K^-')'(^)"+(^->)+T(^)'+'f '"+'■■' en la cual hemos dicho lo que significa cada letra. Lo único que resta advertir es, que el término W' 7 [d'i lleva el coeficiente 5, porque el aire viciado tiene que recorrer tres co- dos, como indica la figura; que en el final del denominador hay dos términos relativos al rozamiento: el penúltimo se refiere al rozamiento del aire viciado en la parte del circuito rs-\-sz [figura 9), cuya longitud se representa en la fórmula por la letra L; que el último término se re- fiere al rozamiento en toda la chimenea, cuya longitud es Ií-\-h^. Hallemos ahora la velocidad del aire viciado correspondiente al pri- mer piso. Mr. Morin afirma que el numerador del quebrado suh-radical v= 529 queda el mismo para todos los pisos. {Eludes sur la venlilalion, pág. 217, tomo I.) «Le numérateur reste le méme poiir tous les étages, puisque H, h^ et í/, sont communs a » Nada es menos cierto sin embar- go, y para convencernos de ello, calculemos la presión motriz que origina el movimiento en el primer piso. La presión en m' de fuera adentro de las salas será {H—h') D. (Véase la figura 9.) La presión en »/ de fuera adentro será Hd^-\-h^d—h^d'—h'd'. La presión motriz, que es la diferencia de las dos anteriores, será: HD—h'D—IId—h^ d^-\-hJ'-^h' d'= (Z>— rf,) //+ ((/'— rf.) h-(D—d') // y la velocidad de salida correspondiente al primer piso será: Velocidad correspondiente al primer piso. I (D -rf.) //-t-(d'-(/,) /,,-(D-rf') h' j^ »:U+(i-')'(^J+'(i-'y(í)'+(i-')'+^(^)+?<"-'' Nota. L en este caso vale //' + la longitud r s -f la longitud s ;. (Véase la figura.) Vemos, pues, que ni el numerador, como afirma Mr. Morin, ni el denominador (porque aumenta L en /*', ó sea en toda la altura del piso bajo), quedan los mismos que en el caso anterior. Estas diferencias son muy esenciales en la discusión de los resultados de los sistemas, é in- dican la amplitud de la irregularidad de la ventilación en cada piso. Del mismo modo encontraríamos que la velocidad correspondiente al segundo piso es: Velocidad co7'respondietite al segundo piso. \ (D-d,) H+(d'~d,) /,,-2 (D-rf') h' ' ^ +(^0'(^)'+"'' cuyo numerador difiere del de la primera fórmula más aún que de la segunda. Nota. L, pora el segundo piso, vale 2 //' + /•.? + .?:. O' representa en todas las fórmulas la superficie de la sección que pre- senta el circuito general del aire viciado en la cámara donde está el ho- gar ó aparato que lo calienta. Vamos á hacer aplicación de estas fórmulas á un caso práctico, re- ferente á la ventilación de Barcelona en el mes de enero. Supondremos la temperatura exterior de 8°. La de las salas calen- tadas de 18°. La del aire viciado, calentado en la chimenea general de aspiración, de 55°. De modo que la diferencia de temperaturas del aire de la chimenea y del exterior será de 55°-8"=25°, que es la diferencia que conviene tener en toda estación. Una difirencia mayor sería muy costosa; menor, no aseguraria una conveniente velo- cidad con las alturas ordinaria y aun máximas de las chimeneas de ventilación. Supongamos que la vena gaseosa del aire viciado no sufre ningún ñ31 ensanche brusco al pasar por la cámara O donde se calienta, do modo que — = 1 , que es el caso más favorable. Z)=l,26o... f/'=1.222... (/, = ! ,i60 son los pesos del metro de aire alas temperaturas de8°... 18° 35° respectivamente, 7?i = 0,GO ;»"=0,70. Supongamos que la chimenea no está angostada en la boca, sino que tiene en ella la sección constante A. Entonces = 1. Supongamos que la altura //=:2o metros. (Véase la figura.) Supongamos que /ii := 5 metros; lo que da para toda la chimenea 30 metros de altura, rs es lo mismo que hi = 5 metros. Supongamos que la porción de circuito sz vale ó tiene 8 metros. Supongamos que la altura de los pisos es de G metros, do modo que /('= 6. Supongamos que S, perímetro de la sección de la chimenea, es de A metros. iS'=4. Supongamos que A, área de la sección de la chimenea, es I metro cuadrado. .1=1 . Las dos últimas hipótesis equivalen á decir que la sección de la chi- menea es un cuadrado cuyo lado es I metro. C, sabemos que vale 0,01; ií==0,OI. Sustituyendo estos valores en las fórmulas que acabamos de dar, encontraremos que en el sistema de aspiración por abajo, las velocida- des correspondientes á cada uno de los pisos serán: Velocidad correspondiente al piso bajo 3,04 metros. Velocidad correspondiente al primer piso 2,81 » Velocidad correspondiente al segundo piso 2.GI 532 Aspiración á nivel. ( Véase la figura 8.) Haciendo el mismo estudio para este sistema, encontraremos las fór- mulas que nos dan las respectivas velocidades para los tres pisos, que son las siguientes: Velocidad correspondiente al piso bajo. m.AiJ \ m !-OW+(¿-'y(^)"+(^-')'+¥'' Velocidad correspondiente al priiner piso. I (D-d,){H-h')^ (¿;)■+(4-')B)■+(i-)"(^)'+(^'^?"'-" Velocidad co/'respondiente al secundo 2^iso. •■¿■j {Dr-d,) (H-^Jlr) ^^ íLVí a-iVí'i'V-i-a-iVí'iV-í-ri-iV-^!^^ új + íi-v [i) + i^'-v [i) + ío^-v +T (" ""^ Haciendo las mismas sustituciones en estas fórmulas que hicimos en el caso anterior, encontraremos: Velocidad correspondiente al piso bajo 5,49 metros. Velocidad correspondiente al primer piso. ....... 5,30 » Velocidad correspondiente al segundo piso 2,95 » nn Aspiración 2^01' arriba. ( Véase la figura 6.) Las fórmulas que sirven para encontrar las velocidades reales cor- respondientes á los diferentes pisos en este sistema, son las siguientes: Velocidad correspondiente al piso bajo. I' im,.\, j(D_rf,)í/+(rf'-rf.)/t,j-^- )'+{^')"(í)'+(,^-)'(^)"+(^')"+^^^'é)'+¥'' Velocidad corresp)ondiente al primer piso . \ \nux) "*"(«( {{o-''')(/í-/"j+('''-'',)''.}i^ Velocidad correspondiente al segundo piso. y Vhí,.4J ' im "? {(D-d')(íí-2/,0 + (rf'-íí.)/<, j^ ,^) +fc-^) (^) +fc-') fe) +fe)-^ + :^ — -U +-f"' En estas fórmulas sustituiremos en vez de /i, 7 metros; de modo que h=l. En este sistema no puede fácilmente darse mayor altura á la cliime- TüMO VI. Gl 53 í nea. Estos 7 metros, que tiene de altura sobre el suelo del desván ó boardilla la verdadera chimenea, unidos á los 5x6=18 del edificio, componen los 25 metros de //. En lugar de las demás le- tras sustituiremos los mismos valores que antes, y tendremos Velocidad correspondiente al piso bajo 2,70 metros. Velocidad correspondiente al primer piso 2,62 Velocidad correspondiente al segundo piso 2,55 Reuniendo los resultados obtenidos en una tabla, para poder abar- carlos de una ojeada, y compararlos, tendremos: Venlilacion de invierno. PISOS. Piso bajo.. . . Primer piso. Segundo piso Velocidades del aire viciado en los Ires sistemas de aspiración. POR ABAJO. 5,04 mei. 2,81 » 2,61 .. A NIVEL. 5.49 niel. 5.50 " 2,95 » POR ARRIBA. 2,70 met. 2,62 .. 2,55 » Desde luego haremos observar, que los resultados contenidos en esta tabla, referentes, como son, al caso más ordinario, á las condicio- nes y circunstancias más comunes do la ventilación de grandes edificios, se prestan perfectamente á la comparación de los tres sistemas. Podrán variar algo en ciertos casos las alturas de las chimeneas ó de los pisos, las temperaturas, la longitud de ciertas partes del circuito recorrido f¡35 por el aire viciado, etc.; pero todas las variaciones de es:is cantid ados en los límites ordinarios en que pueden suceder en la práctica, no darán resultados muy distantes de los que contiene la tabla. Aun exajerando mucho los datos, y saliéndose fuera de lo que la conveniencia y la eco- nomía aconsejan, siempre sucederá que si cambian notablemente las velocidades en un caso particular, en las mismas condiciones, tandíien cambiarán en los otros, guardando dichas velocidades las relaciones que se deducen de la tabla, próximamente. Hecha esta observación, deduzcamos ahora de esta tabla las conse- cuencias que se desprenden. Primera consecuencia. Bajo el punto de vista de la velocidad, ó sea de la energía de la ventilación, para una misma diferencia de 2S° entre el aire viciado calentado y el aire exterior, el sistema mejor es el de la aspiración á nivel; sigue después el sistema de la aspiración por abajo; y el menos ventajoso es el de la aspiración por arriba. Segunda consecuencia. Los tres sistemas adolecen del defecto de no producir la misma energía de la ventilación en los tres pisos. Si no se regula la ventilación de los tres pisos por medio de registros, el piso bajo estará en todos los sistemas mejor ventilado que el primero, y este mejor que el segundo. Tercera consecuencia. Las diferencias de velocidad en un mismo piso para los tres sistemas, no son tan considerables que puedan por sí solas, y sin consultar otros puntos de vista, decidirnos á aceptar como más ventajoso el que es mejor bajo un solo aspecto. Aquí debemos advertir que estas consecuencias se refieren á la ventilación media de invierno, ó sea á la ventilación cuando el edificio se calienta. ¿Qué sucederá en el verano? ¿No habrá lugar á modificar tal vez completamente esas consecuencias. Debemos decir que han sido hasta ahora aceptadas por todos, que sepamos, incluso Mr. Morin, que las generaliza, acaso sin acordarse en aquel momento de que era pre- ciso comparar los sistemas en el período difícil, ó en el período en que la ventilación es más costosa porque no tiene el auxiliar del calenta- miento, ó sea en el verano, que es, como dijo Mr. Péclet con mucha razón, la piedra de toque de los sistemas de ventilación. 536 No repeüremos largos y pesados cálculos, hechos para llegar á oh- tener la tabla de ventilación de verano. Diremos solamente que están hechos sobre la base de una temperatura exterior de 26", media del mes de más calor en Barcelona, y una temperatura del aire viciado, en la chimenea, de 51°, lo que hace una diferencia de temperaturas para la ventilación de 51— 26''=25°. Las demás condiciones y datos quedan los mismos que los correspon- dientes á la ventilación de invierno. Venlilacion de verano. PISOS. Piso bajo Primer piso. . . . Segundo piso. . . Velocidades del aire viciado en los Ires sistemas de aspiración. POR ABAJO. 5,09 met. 2,98 » 2,87 » A NIVEL. 5,40 met. 5,17 .' 2,86 » POR ARRIBA. 1,80 met. 1,97 .. 2,15 « De esta tabla se deducen la consecuencias siguientes: Primera. Bajo el punto de vista de la energía de la venlilacion, para una misma diferencia de temperatura, el sistema más ventajoso es el de la aspiración á nivel: sigue el de la aspiración por abajo; y luego el de la aspiración por arriba. Segunda. Los tres sistemas adolecen del mismo defecto de no pro- ducir la ventilación con igual energía para todos los pisos. Los dos primeros sistemas, el de la aspiración por abajo y el de la aspiración á nivel, en igualdad de condiciones, ventilarán mejor el piso bajo que el primero, y éste mejor que el segundo. El tercer sistema, el sistema de 837 aspiración por arriba, hace precisamente lo contrario: ventilará du- rante el verano el piso segundo mejor que el primero, y éste mejor que el piso bajo. Tercera. El tercer sistema ha heelio descender notablemente la ve- locidad del aire viciado, hasta llegar á un mínimum de 1,86 metros por segundo, cuando los otros dos sistemas, ni en invierno ni en vera- no (I) han descendido nunca del mínimum de 2,GI metros por segundo. Vemos, pues, que el sistema de aspiración por abajo y el sislema de aspiración á nivel, han sostenido perfectamente la prueba de la ven- tilación de verano, con velocidades próximamente iguales á las de in- vierno; pero que el sistema de aspiración por arriba no ha hecho otro lanto. Nótase en esto ya una decidida superioridad de los dos primeros sobre el segundo. Relativamente á los dos primeros, aunque pequeña, existe una ven- laja en el sistema de aspiración á nivel sobre el sistema de aspiración por abajo; pero pronto veremos, en cuanto consideremos la cuestión bajo otros puntos de vista, que desaparecerá esta pequeña ventaja, quedando una grande á favor del sistema de la aspiración por abajo. Hallemos ahora las velocidades medias de cada sistema en invierno, tomando la media de las tres velocidades de los tres pisos, y tendremos la siguiente tabla: Ventilación de invierno. Aspiración por abajo Velocidad media = 2,82 metros. Aspiración á nivel Velocidad media = 5,24 Aspiración por arriba.. . . Velocidad media = 2,02 » Haciendo lo mismo con las velocidades de cada sistema en verano, tendremos: (1) Siempre que digamos, hablando do la ventilación, ventilación de verano, ven- tilación de invierno, etc., entiéndase que con estas expresiones abreviadas nos referi- mos á la ventilación con aire caliento y á la que se hace con aire sin calentar. 538 Ventilación de verano. Aspiración por abajo Velocidad media = í2,98 mclros. Aspiración á nivel Velocidad media = 5,14 Aspiración por arriba.. . . Velocidad media = 1,98 » La comparación de los números medios correspondientes á un mis- mo sistema en ambas tablas, nos hace ver: 1 .° que á igualdad en la di- ferencia de temperaturas que origina el tiro en ambas estaciones (siempre 25°), el sistema de la aspiración por abajo gana algo en ener- gía en el verano, en la relación de 2,82 á 2,98; 2." que el sistema de la aspiración á nivel varia poco de invierno á verano; 5.° que el siste- ma de la aspiración por arriba pierde en verano notablemente. Ya que hemos podido abarcar y medir las variaciones de la ventila- ción en un mismo sistema en cada piso, en ambas estaciones; las ven- tilaciones medias de cada sistema en las diferentes estaciones; ya que nos hemos hecho cargo de la amplitud de las variaciones y de sus in- convenientes, sobretodo para el tercer sistema, hallemos ahora las ve- locidades medias anuales de cada uno, y formemos la tabla siguiente. Ventilación inedia anual. Aspiración por abajo. . . . Velocidad media anual =: 2,90 metros. Aspiración á nivel Velocidad media anual = 5,19 Aspiración por arriba... Velocidad media anual = 2,50 » No olvidemos nunca que aunque el último sistema aparece con la ve- locidad de 2,50 metros por segundo, en invierno tendrá notablemente más, y en verano notablemente menos que la que ese número indica. Conocido ya este primer inconveniente del sistema, olvidémoslo por un momento para no ocuparnos más que en las velocidades medias anuales; 539 y ilesceiidieiiJo ahora al terreno práelico de cada slsloaia, ubseiveiiios lo siguiente. Primero. En el primer sislema se pvicdc emplear siempre un hogar colocado en la chimenea do aspiración hacia su base, y alimentado por una parte del aire viciado, mezclándose los producios de la combustión con el resto del aire viciado, y tomando la totalidad del aire una tem- peratura media, cuyo exceso sobre la temperatura exterior debe ser en toda estación de 25° próximamente. Puede admitirse sin error sensible, que todo el calórico del combustible (las 8.000 calorías que desprende cada kilogramo de buena hulla) es utilizado; porque el enfriamiento, en estas chimeneas de ladrillo y para una diferencia tan pequeña de tem- peraturas, es insignificante. Segundo. En el segundo sislema, ó sea en el de la aspiración á ni- vel, el aire viciado se calienta en los mismos conductos de evacuación, y por su contacto con tubos de agua caliente ó de vapor, que en dichos conductos se encuentran alojados. jNo puede admitirse con este sisle- ma, que todo el calor desarrollado por el combustible bajo la caldera donde el agua se calienta, ó donde se produce el vapor que ha de circu- lar en seguida por los tubos, sea utdizado en el calentamiento del aire viciado en los conductos de evacuación: una gran parte de él es perdida para este efecto. Puede admitirse, según los dalos que la experiencia eslá continuamente demostrando, que á lo sumo se utilizarán en el ca- lentamiento del aire viciado 5.000 calorías de las 8.000 que da cada kilogramo de hulla; ó lo que es lo mismo: puede aceptarse que se uti- lizan á lo más para calentar el aire viciado los | del combustible. Tercero. En el tercer sistema, que emplea una corta chimenea par- tiendo de los desvanes ó boardillas del edificio, ha de emplearse forzo- samente el mismo medio para calentar el aire viciado que en el caso anterior; de modo que solo se aprovecharán los l del combustible gas- lado, ó del calor total desarrollado por el combustible. Ahora bien: supongamos por un momento que los tres sistemas de ventilación que estamos comparando produzcan las mismas velocidades medias en igualdad de condiciones, como siempre (esto es, que la dife- rencia de temperaturas de 25° sea la misma, que sea la misma la altu- 540 ra //, etc.). Es evidente que, en tal hipótesis, los gastos de conibustiijlc para producir el mismo efecto con cada sistema, ó lo que es lo mismo, los gastos de combustible para elevar del mismo número de grados el mismo volumen de aire viciado, estarían en la misma relación que los tres números I , í y f, ó 1, 1 ,G y 1 ,6 respectivamente, á saber : Para la aspiración por abajo 1 ,00 Para la aspiración á nivel 1 ,60 Para la aspiración por arriba 1 ,60 Pero como las velocidades medias en los tres sistemas y en igualdad de circunstancias no son iguales, los gastos de combustible para obtener la misma ventilación, ó sea para el mismo volumen de aire aspirado, estarán en razón de los números 1.00 1,60 ^60 2;^' 3J9' 2^50 respectivamente para cada sistema; y reduciendo esos quebrados á de- cimales, podemos decir que los consumos de combustible para la misma ventilación serán : Para la aspiración por abajo 0,344 Para la aspiración á nivel 0,501 Para la aspiración por arriba 0,695 Y tomando como unidad el consumo de combustible 0,544, corres- pondiente al primer sistema, encontraremos finalmente que los con- sumos de combustible para cada sistema serán: Para la aspiración por abajo 1 ,000 Para la aspiración á nivel 1 ,456 Para la aspiración por arriba 2,020 B41 Los gastos de combustible son, por lo tanto, como los números I, Ij y 2 próximamente. La ventaja bajo el punto de vista económico, que es el principal, en la mayoría de los casos, si no en todos, está de parte del sistema de la aspiración por abajo. El último sistema, aparte de su irregularidad en la ventilación, ya demostrada, exije un gasto de combustible doble que el primero, y debe desecbarse por completo. .Mr. Duvoir-Léblanc, que es el constructor y empresario que mas edificios ba calentado y venti- lado en Francia, lo emplea casi constantemente. Su sistema de calen- tamiento, que es muy bueno, sus aparatos, que también lo son, ganarían mucbo con que se separase del sistema de ventilación que sigue, y que se sostiene solamente por la bondad del de calentamiento. Y no se diga que aumentando lo necesario la sección de la cbimenea de este sistema se conseguirá evacuar el mismo volumen de aire que con el primero; porque el aumento en la sección de la cbimenea lleva consigo la dis- minución en la velocidad, y no puede seguramente disminuirse una velocidad que, en el verano sobre todo, es ya mas pequeña de lo que conviene. Una chimenea de aspiración no debe tener una velocidad de menos de 2 metros por segundo, si se quiere que la ventilación no esté sujeta á mil irregularidades y perturbaciones. La altura no puede au- mentarse mas en la mayoría de los casos que lo que nosotros hemos hecho: le hemos supuesto en todos los cálculos 7 metros de altura. La diferencia de temperaturas podria aumentarse, pero entonces gastaría- mos muchísimo más combustible que el calculado, y aún aparecería más desventajoso este sistema de lo que aparece de nuestros cálculos. De modo que no podemos ó no debemos alterar ninguna de las cantidades que pueden aumentar el tiro de la chimenea ó la ventilación, que son: la sección, la altura de la chimenea, y la diferencia de temperaturas. Un solo medio habría de disminuir el coste de la ventilación obte- nida por el sistema de aspiración por arriba, que es sustituir el aparato que, colocado en e! desván, calienta por contacto el aire viciado-, susti- tuir las estufis de agua caliente que allí coloca Mr. Duvoir-Léblanc por un hogar ordinario, situado en la cámara de la chimenea de aspi- ración, del mismo modo que se hace comunmente en el primer sistema: 5Í2 pero esto no es hacedero en el que nos ocupa, y presenta inconvenien- tes de otro género. No es hacedero, porque en un gran edificio hay diferentes cuerpos que necesitarian varias chimeneas; cada chimenea cxigiria su hogar especial y una persona que lo cuidase, y que, situada lejos de los puntos de servicio, no podria ocuparse en otra cosa. Además hahria siempre el peligro de incendio con la presencia de los hogares en los desvanes, el combustihle allí colocado para el gasto diario, etc. Un hogar de fuego directo puede y debe emplearse en toda chimenea de aspiración por ahajo. En este sistema, lodos los conducios de evacuación del aire viciado de un gran edificio pueden dirigirse á una sola chimenea general de evacuación por bajo del piso, y esta sola chimenea general no necesita mas que un hogar, que situado á piso de tierra, ó poco menos, no exige más que una sola persona, la cual, en muchos casos, puede desempeñar otros servicios sin inconveniente alguno. El sistema de aspiración á nivel vemos que tiene mucha regularidad en su acción, que es sensiblemente constante la ventilación con esle sis- lema en invierno y en verano; pero el primero produce los mismos re- sultados gastando un tercio menos en combustible, y esta economía del 55 por 100 en el gasto de la ventilación, que en España en muchos pun- tos supera al gasto de calentamiento, es muy digna de tenerse en cuenta. Además, la aspiración á nivel exige conducios de una gran sección en los muros para la evacuación del aire viciado, porque no solo han do prestarse á la evacuación del aire viciado con una velocidad de 1 melro por segundo próximamente, sino que han de contener cada uno, dos, tres ó cuatro tubos de a^ua caliente de un diámetro do 1 decímetro. Es- tos tubos, casi siempre de fundición, con sus bridas ó collares para las uniones, ocupan una buena parte de la sección -de los conductos. Los muros han de ser de un notable espesor para prestarse á dar sitio á di- chos conductos, los cuales no pueden hacerse bien sino cuando el edi- ficio ha de construirse y se construye desde la planta , con el objeto de que se presten los muros á recibir el sistema de tubos. Por todas estas razones , el sistema de la aspiración por abajo debe preferirse, siempre que sea posible, á los Otros dos sistemas de ventila- ción por aspiración. 6i3 Para un edificio que se levante de planta y que se haya de calentar |tor el sistema de Mr. Hamelincourt, de circulación de agua caliente, que es el que lleva consigo la ventilación por aspiración á nivel; ó bien para un edificio cuyos muros en el paramento interior ó en el exterior puedan recibir un tabique que, separado del muro 3 decíme- tros, presente ó deje entre ambos espacios para los conductos, he aquí los únicos casos en que puede emplearse el sistema de la aspira- ción á nivel, y para ello es preciso que la razón de lujo se sobreponga á la de economía. Es, en efecto, una cuestión de lujo y comodidad la ven- taja que tiene el sistema de Mr. Hamelincourt: en un edificio calentado y ventilado por el sistema suyo, no se ven ni los aparatos de calentamien- to, ni los de ventilación. Todos van alojados en el espesor de los muros. Su sistema, cuando el edificio que lo ha de recibir se construye, puede decirse que convierte á los muros en muros huecos , cuyas dos partes están bien trabadas entre sí. lil coste de los conductos es casi nulo en di- cho caso: el muro semihueco que resulta tiene naturalmente mayor esta- bilidad que el muro macizo que contuviese el mismo material. II. COMPARACIÓN ENTRE LA VENTILACIÓN MECÁNICA Y LA VENTILACIOM PRODUCIDA DIRECTAMENTE POR LA ACCIÓN DEL CALOR. Mr. Péclet, en su Tratado del calor, halla la relación que hay entre el trabajo producido por el calor en una chimenea al hacer el tiro, y el trabajo que podría producir el calor que por la chimenea se lleva el aire caliente, si este calor se emplease en producir vapor para una máquina. Hecha la comparación de este modo, resulta que para las chimeneas de ventilación ordinarias de aspiración por abajo, que tie- nen de 25 á 30 metros de altura, y que funcionan con una diferencia de temperatura de 25°, la relación de los trabajos antes citada está comprendida entre veinte y veintiséis, tomando como numerador de la 544 relación el mayor de los trabajos, que es el segundo. Tomemos 23 como término medio de dicha relación. Pero observemos en primer lugar, que esa comparación, hecha como la hace Mr. Péclet, no tiene aplicación práctica inmediata, por- que el trabajo disponible en la máquina de vapor no será nunca igual a! trabajo utilizado por el ventilador; ó de otro modo: porque el ventila- dor no utiliza más que una pequeña parte de la fuerza motriz ó del trabajo que á su árbol se trasmite. Dice Mr. Péclct en la última edi- ción de su obra (pág. 65, tomo 5.°), que los ventiladores pueden utili- zar de 0,20 á 0,80 del trabajo que absorben, según el género de má- quina que se emplee. Pero en la ventilación de edificios, las máquinas ventiladoras que pueden emplearse sin inconveniente, y las que basta ahora han dado mejores resultados, son los ventiladores de fuerza cen- trífuga, y estos, según experimentos muy recientes, hechos por Mr. fllo- rin, Mr. 'fresca y otros observadores, absorben en pura pérdida una porción del trabajo que á su árbol se les comunica, mucho mayor de la que cree Mr. Péclet. Véanse los últimos experimentos hechos sobre los ventiladores que establecieron en el hospital de Lariboisiére de París, dos ingenieros tan notables como los Sres. Thomas v Laurens. Des- pues de estos experimentos, no puede contarse con un efecto útil de los ventiladores superior á 0,1 del trabajo que absoiben. ó que se les comunica. Vamos, pues, á establecer la comparación entre la ventilación me- cánica producida por los ventiladores, y la producida por las chimeneas de aspiración por abajo, poniéndonos en las condiciones reales de la práctica, á fin de que nuestros resultados puedan ser de inmediata aplicación á ella. Esta comparación la haremos bajo el punto de vista económico; y debemos advertir que elegimos la chimenea de aspiración por abajo, en lugar de las de aspiración por arriba y de las de aspira- ción á nivel, porque la chimenea de aspiración por abajo ha servido también de tipo en la comparación que antes hemos hecho entre los tres sistemas. Propongámonos, pues, obtener una ventilación útil de 10.000 me- tros cúbicos de aire por hora en las salas de un hospital, y compare- 543 nios el combustible que gaslaremos para ello, empleando un ventilador que inyecte el aire en las salas, con el que exigiría una cliimenca de aspiración por abajo que evacuase los 10.000 metros cúbicos de aire vi- ciado. VENTILACIÓN MECÁNICA. Mr. Morin lia demostrado, y con él todos los observadores que lian estudiado experimentalmente la ventilación mecánica del hospital de Lariboisiére, que una parte notable del aire arrojado ó inyectado por el ventilador en el gran tubo porta-viento, no llegaba á entrar en las salas á que estaba destinado, y que se perdia por las uniones de los tubos de chapa entre sí y con los conductos de introducción de los muros, cosa que no tiene nada de extraño, atendiendo á la gran longitud de con- ductos y ramificaciones que tiene que recorrer el aire para distribuirse finalmente en las salas. En virtud de esta consideración comprenderemos la necesidad que hay de hacer que el ventilador arroje en el tubo porta-viento un volu- men de aire que exceda al que debe entrar en las salas. Para que en- tren en estas los 10.000 metros cúbicos por hora, que nos propone- mos, es preciso que el ventilador ponga en movimiento 12.000, lo que supone una pérdida de 5 en el trayecto que el aire debe recorrer. Calculemos ahora el trabajo efectivo desarrollado por el ventilador al arrojar en el gran tubo porta-viento 12.000 metros de aire por hora á la velocidad de 10 metros por segundo. El peso de aire inyectado por hora por el ventilador en el tubo porta-viento, será de ó sea de 12. 000x1, 5=15.000 kilogramos, 15.600 ,-_,.,, , ■ -^ —4,5o kilogramos por segundo. 5í6 La masa de aire puesta en movimiento por segundo será de 0,44. La masa 0,44 multiplicada por el cuadrado de la velocidad será: 0,44x1 0- =44. Y como el trabajo útil del ventilador equivale á la mitad de esta fuerza viva, tendremos que el trabajo útil ó real hecho por el ventila- dor, será de 44 — = 22 kilográmetros por segundo. Multiplicando este efecto útil de 22 kilográmetros por 10 para obte- ner la fuerza (I) que exije la máquina de vapor para sostener el movi- miento del ventilador, tendremos: Fuerza de la máquina=22xl0=220 kilográmetros por segundo. O dividiendo por 7o para tener la fuerza de la máquina en caballos: 220 Fuerza de la máquina=^c-=5 caballos próximamente. Admitiendo que cada caballo consuma por hora 5,3 kilogramos de hulla, el gasto de combustible será por hora: Gasto de combustible por hora=I0,5 kilogramos de hulla. VENTILACIÓN DIRECTA POR EL CALOR. Veamos ahora el consumo de combustible que baria por hora una chimenea de aspiración por abajo, provista de su correspondiente hogar (1) La palabra fuerza está aquí empleada, como se Lace muchas veces en sentido de trabajo mecúmco. B47 en la parte inferiüi-, alimentado por una parte del aire viciado, como queda diclio en la página 559. Suponiendo que el aire viciado adquiera en la chimenea de aspiración un exceso de temperatura de 25° sobre el aire exterior, exceso muy sufi- ciente para tener una buena velocidad de 2,5 metros próximamente por segundo, cuando la altura de la chimenea es de 20 á 50 metros, ol íi;asto de combustible para la ventilación de verano, que es la más cos- tosa, porque el aire llega á la chimenea sensiblemente á la temperatura exterior, se calculará del modo siguiente. Todo el calor desprendido por el combustible es utilizado en calen- tar el aire viciado. El calor que necesitan 10.000 metros cúbicos de aire para calentarse de 25°, se obtiene multiplicando el peso del aire por su capacidad calorífica, 0,24, y por el número de grados de que su temperatura aumenta, que es 25°. Este calor será, pues, por hora, de 10.000x1, 5x0,24x25°=78.000 calorías. Para obtener estas 78.000 calorías por hora, el gasto de combusti- ble, en la misma unidad de tiempo, será de 78^0_ 8.000"^'' Gasto de combustible por hora = 9,75 kilogramos de hulla. Vemos, pues, que hay muy poca diferencia en el consumo de com- bustible que exigirla la ventilación mecánica, y el que exige la ventila- ción por una chimenea de aspiración por abajo, y que esta diferencia es en contra de la ventilación mecánica. Hemos hecho la comparación anterior tomando la época que perju- dica más ó que es menos favorable á la ventilación por la chimenea, que es el verano. En el invierno, esto es, cuando el aire para la venti- lación se calienta, se reduce considerablemente el consumo de combus- tible que hace la chimenea para producir la ventilación de los 10.000 548 metros cúbicos de aire por hora. En efecto, consideremos lo que pasa en Barcelona, por ejemplo, en un edificio calentado y ventilado, en el mes de enero. La temperatura media exterior es de 8°. El aire está en las salas calentadas á 18°, y con esta temperatura llega (próximamente) á la clii- nienea general de aspiración por abajo. Allí no necesita calentarse más que hasta 53° para tener el exceso, constante en toda estación, de 25°. (55—8=25°.) El calor necesario á la ventilación sería, pues, durante todo el mes de enero, y en cada hora, de 10.000x1,5x0,24 (5o— 18°) =10.000X1 ,3x0,24x15=40.800 calorías. El gasto de combustible por hora para la ventilación de! mes de enero en Barcelona sería pues de ÍMi^-5 8^ 8.000-'''^"^- Gasto de combustible por hora=^5,85 kilogramos de bulla. Los números que acabamos de obtener para los consumos de com- bustible necesarios á la ventilación mecánica y á la ventilación por una chimenea de aspiración por abajo, pueden emplearse con completa con- fianza : nuestros cálculos están basados sobre datos de la experiencia, y no sobre consideraciones puramente teóricas. Si se quiere un ejemplo, entre los muchos que podríamos reunir, que venga á comprobar el con- sumo de combustible para la chimenea de aspiración por abajo, tome- mos el de la chimenea establecida por Mr. Grouvelle en la cárcel Mazas en París, que está muy bien estudiada, y cuyos efectos han sido obser- vados y medidos por los sabios que componían la comisión llamada á in- formar sobre el calentamiento v la ventilación de dicha cárcel. S49 Sogun refiere Mr. Péclet en su obra del Tratado del calor (úlliina edi- ción, pág. 212, tercer tomo), la chimenea de la cárcel Mazas propor- ciona una ventilación de 50.000 metros cúbicos por hora , con un consumo de hulla de 2o kilogramos por hora en verano y 20 en invier- no. Nosotros hemos calculado para la ventilación de verano 9,75 kilo- gramos para 10.000 metros, lo que hace para 50.000 nielros de aire un consumo de hulla de 9,75x5 = 29,25 kilogramos. La diferencia entre nuestro resultado, 29,25 kilogramos, y el anterior, 25 kilogramos, pro- viene de que la diferencia de temperaturas que origina el tiro en la chimenea de la cárcel 3Iazas no llega á los 25° que nosotros hemos supuesto. Relativamente á la ventilación de invierno, hemos calculado el gasto para el mes de enero, que es de 5,85 kilogramos en Barcelo- na y en las hipótesis aceptadas, lo que correspondería para 50.000 me- tros de aire á 5,85x5 = 17,55 kilogramos. La diferencia entre este número 17,55 kilogramos y el de 20 kilogramos de la prisión Mazas proviene de varias causas, y entre otras de que el aire de las celdas de los presos no se calienta mas que á 15°, li" ó 15°, en lugar de 18° que nos- otros suponemos; y de que en la cárcel Mazas hay un conduelo de eva- cuación de aire viciado para cada preso, y grandes cuevas que sirven de conductos generales de evacuación, circunstancias que, aumentando el enfriamiento del aire viciado, exijen luego mayor combustible en la chi- menea para producir el tiro. Debemos hacer ahora una observación importantísima sobre el con- sumo de combustible que exijen las chimeneas de aspiración. Cuando no se calienta el edificio, el consumo de combustible es constante, y no depende de la temperatura del aire exterior. En efecto : nosotros, para obtener una ventilación uniforme, necesitamos sostener en la chimenea de aspiración un exceso constante de temperatura, que es 25°, sobre el aire exterior. Poco nos importa, pues, cuál sea la temperatura inicial del aire al calentarse, porque las unidades de calor ó calorías que ab- sorberá son independientes de ella. Pero no sucede asi durante la época de calentamiento : el gasto de combustible para sostener la ventilación constante será tanto mas pequeño, cuanto mas baja sea la temperatura exterior. Pongamos un ejemplo relativo á Barcelona, Hemos visto que TOMO VI. 62 550 en enero, mes el mas frió de esta capital, la temperatura media es de 8°. Supongamos que el recinto calentado está á 18°. El aire viciado llegará á la chimenea próximamente á 18", y por lo tanto con un exceso de 10" sobre el aire exterior; para obtener el exceso de temperatura conveniente de 23°, no necesitamos más calor que el que corresponde á la diferencia 25° — 10°=15°. Hemos visto que, en este caso, el consumo de combus- tible para una ventilación de 10.000 metros por hora era de 5,85 kilo- gramos de bulla. El mes de febrero en Barcelona tiene una temperatura media de 10°. La temperatura de las salas es como siempre de 18°. El aire, al entrar en la chimenea de aspiración, llevará una temperatura de 18° próxima- mente, y por lo tanto un exceso sobre la temperatura del aire exterior de 18° — 10°=8". Hasta obtener el exceso final (para el tiro) de 25° nos faltan 25" — 8°= 17°. Para alcanzar esta diferencia de 17°, el gasto de combustible será de -' ' „ X 17°=^ 6, 65 kilogramos de hulla. Este será el gasto de combustible para obtener la ventilación de 10.000 metros de aire por hora en Barcelona, en el mes de febrero, y siendo la tem- peratura de las salas calentadas de 18°. El mes de diciembre en Barcelona tiene una temperatura media de 12°: luego el consumo de combustible para la ventilación de 10.000 metros de aire por hora costará en el mes de diciembre en Barcelona 5.85 15° X 19°= 7,49 kilogramos de bulla. El mes de marzo tiene en Barcelona la misma temperatura media próximamente que el de diciembre, ó sea 12°. El consumo de combus- tible para la ventilación de los 10.000 metros de aire costará por hora 7,49 kilogramos de hulla. Los cuatro meses de diciembre, enero, febrero y marzo, serán en mu- chos edificios los solos que exijan el calentamiento en Barcelona y otras ca- pitales de análogo clima en España. En este caso los gastos de combustible, empleando hulla de 8.000 calorías (Cardiff) para la ventilación de 10.000 551 melros de aire, con una chimenea de aspiración por abajo, en los dife- rentes meses del año, serán los que contiene la tabla siguiente: Gasto de comhiistihle para la 'Mutilación de 10.000 metros cúUcos de aire en Barcelona en los diferentes meses del año, suponiendo cuatro meses de calentamiento d una temjjeraiura de 18°, con una cMmenea de aspiración por abajo. 8° ■ Enero 5,85 kiló|;. de hulla de 8.000 calorías. 10° ■ Febrero 6,65 » 12° • Marzo 7,49 ■> Abril 9,75 .. Mayo 9,75 » Junio 9,75 » » Julio 9,75 » » Agosto 9,75 >> Setiembre 9,75 <■■ » Octubre 9,75 » Noviembre 9,75 " » 12° " Diciembre 7,49 ■■ Los cuatro meses que vau precedidos del asterisco son los de calen- tamiento , y llevan delante las temperaturas medias. De la misma manera que hemos establecido esta tabla en ciertas condiciones de temperatura exterior é interior, y para cuatro meses de calentamiento, podrá hacerse en todos los casos. Como hemos comparado ya los tres sistemas de ventilación por me- dio de chimeneas, sabemos la relación de los consumos de combusti- ble que cada sistema exije, y conocemos ya el consumo necesario á la venti- 552 lacion mecánica, podemos reunir en una sola tabla los gastos de combus- tible necesarios á la ventilación de 10.000 metros de aire en Barcelona, y en las mismas condiciones de temperatura que siempre bemos supuesto. Así hemos formado la tabla completa que damos á continuación. Cuadro comparatim de los consumos de combustible que exije la ventilación de 10.000 metros de aire en Barcelona, empleando hulla de 8.000 calorías, y con cada uno de los cuatro sistemas de ventilación. Ventilación Ventilación Veiililacioii Temperaturas por cbimcotas por cliinioncas por chimeneas medias de los MESES. Ventilación de as{j¡radon de aspiración de aspiración meses de mciitnica. por aliajo. á nivel. por arriba. calentamiento. Iíilóí¡. de /íulla. KiUg. Je hulla. Kilóg. de hulla. Kilóg, de hulla. " Enero 10,5 5,85 8,51 11,81 8' * Febrero. . . 10,5 6,65 9,65 13,59 10° ' 3Iarzo 10,5 7,49 10,90 15,12 12° Abril 10,5 9.75 14,19 19,69 Mayo. 10,5 9,75 14,19 19,69 Junio 10,5 9,75 14,19 19,69 Julio 10,5 9,75 14.19 19,69 Agosto. . . . 10,5 9,75 14,19 19,69 Setiembre. . 10,5 9,75 14.19 19.69 Octubre. . . 10,5 9,75 14,19 19,69 Noviembre . 10,5 9,75 14,19 19,69 * Diciembre. . 10.5 7,49 10,90 15.12 12" 553 A los partidarios del sistema de aspiración por arríbales parecerian, sin duda alguna, exajerados los números que á este sistema correspon- den en el presente cuadro; pero los razonamientos que á ellos nos lian conducido, y que hemos desarrollado extensamente, son indestructibles, como fundados sobre datos experimentales, vulgares ya entre los inge- nieros, y sobre principios físicos inconcusos. Acaso podrían alegar en contra los dalos experimentales del consumo de combustible en varios edificios ventilados por su sistema; pero en primer lugar es muy difícil que en esos edificios se pueda separar ni se separe el gasto que corres- ponde al calentamiento del que está afecto á la ventilación, y á veces suele confundirse y mezclarse con el combustible empleado en esto, el gastado en usos muy diferentes; en segundo lugar, debemos de- cir que hemos visto en todas las relaciones de experimentos hechos en edificios ventilados por este sistema, que en el verano la ventilación de- cae; en tercer lugar hay que observar, que los experimentos hechos en varios edificios, y que pudieran alegar en su defensa los partidarios de la aspiración por arriba, se han hecho en tiempos muy cortos, durante el cual los aparatos se fuerzan algo más de lo ordinario, y casi siempre en invierno, que es precisamente cuando el sistema de aspiración por arri- ba es mejor, como hemos visto. Y estos experimentos se han hecho casi siempre en invierno, porque las comisiones experimentadoras ha- bían de informar relativamente al calentamiento y á la ventilación, y el constructor ó empresario seguramente que no tiene nunca interés en que el sistema se estudie en la época crítica para él. Si las comisiones nombradas en Francia para dar los informes sobre los sistemas estable- cidos, se hubiesen penetrado más de la gran diferencia que el sistema de aspiración por arriba presenta en verano y en invierno, no hubiera adquirido este sistema la boga que adquirió, y que va perdiendo, como no puede menos de suceder. Se comprende fácilmente que, aparte déla cuestión de economía, el sistema de aspiración por arriba ó de Mr. León Duv ir-Leblanc se- duzca por la simplicidad, y por algunas condiciones no despreciables. La ventilación mecánica exije una máquina de vapor y un fogonero in- teligente que la conduzca; y esto, unas veces por las ordenanzas mu- 5üí nicipales, otras por la falta de local, otras por las condiciones del edi- licio, suele encontrar serios inconvenientes y aun insuperables dificul- tades. Una gran chimenea de aspiración por abajo es repugnada ó re- chazada en muchos casos por el ai'íiuitecto; y por otra parte exije un hogar especial, que hay que cuidar como los délos caloríferos ó caldera de agua caliente. El sistema de Mr. Hamelincourt, tan seductor bajo muchos puntos de vista, tan sencillo cuando el edificio se construye para recibirlo, no deja en la esencia de ser complicado y de reparaciones dificiles; los es- capes de agua en los muros pudieran tener muy malas consecuencias ¡lara estos: por lo demás, aunque las fugas fuesen de consideración, no hay peligro alguno de que el agua entrase en las salas nunca, por- que los conductos están dispuestos de modo que el agua iria siempre á las cuevas, donde advertirla en seguida al fogonero. El sistema (íe Mr. Duvoir-Leblanc, no exije máquinas de vapor como la ventilación mecánica; no tiene una gran chimenea arrancando del suelo, como el de la aspiración por abajo, ni hogar especial para la ventilación; no tiene conductos de agua caliente en los muros. Una pequeña chimenea que arranca del suelo del granero o desván, y en su base unos depósitos de agua caliente, que no exijen cuidado alguno de nadie una vez regladas las llaves del agua, representa todo el aparato de la ventilación. El agua caliente sube por sí misma hasta el depósito ó gran estufa colo- cada en la chimenea, y desde él se distribuye alas estufas de los dife- rentes pisos. La instalación de todo esto no levanta oposición alguna; el arquitecto no encuentra, como es natural, objeción que hacer á la cons- trucción de una chimenea corta cu esas circunstancias; pero todas estas ventajas se pagan bien caras relativamente á la ventilación de verano. Del calentamiento no nos ocupamos ahora, ni lo juzgamos, pero desde luego podemos decir que es sencillo y bueno. Volvamos ahora á la ven- tilación mecánica, sobre la cual nos quedan consideraciones muy impor- tantes que hacer. Ya vimos que, según Mr. Péclet, el trabajo VUil que producía una chimenea de ventilación de 25 á 30 metros de altura, y marchando con un exceso de temperatura de 25", era 2o veces más pequeño que a 555 el ti'abajo que podría producir el calor que se lleva el aire en la rliiine- nea dicha, si se aplicase á producir vapor y á mover una máquina de este género. Vimos también que, según Péclet, los ventiladores aprovechaban por término medio i del trabajo que rccibian de la má- quina. De estas dos premisas se deduce que la ventilación mecánica liabia de ser V veces más barata que la ventilación por una chimenea de aspiración por abajo; esto es, que gastarla menos de la cuarta par- te de combustible que la última. Si esta consecuencia fuese cierta, sería un absurdo emplear ninguna ventilación con preferencia á la mecánica; pero liemos demostrado de un modo que no deja lugar á duda, que no lo es, y que la ventilación por una buena chimenea de aspiración por bajo con hogar especial, viene á costar en la práctica sensiblemente lo mismo que la ventilación mecánica. Agregúese á esto el exigir la últi- ma una caldera ó generador de vapor con su hogar y chimenea, y una máquina con todos sus gastos de instalación, descomposiciones, repa- raciones, fogonero, etc., y deduciremos, que no habiendo algunas ra- zones poderosísimas, de que basta ahora no hemos hablado, y de que luego trataremos, no debe emplearse nunca la ventilación mecánica con preferencia á la ventilación por una chimenea de aspiración por abajo, cuando se consulte la economía. Si un edificio que se desea ventilar, contiene, con cualquier objeto que sea, una máquina de vapor, empiezan á aminorar considerable- mente por este solo hecho los gastos que exije la ventilación mecánica. La misma máquina de vapor establecida pondría fácilmente en movi- miento el ventilador, y sin gran coste de instalación: el gasto del fogo- nero, las reparaciones de las máquinas, las dificultades é inconvenientes de estas, han desaparecido; la ventilación mecánica empezará á poder competir, bajo el punto de vista económico, con la ventilación por la chimenea de aspiración por abajo. Si el edificio referido se ha de calentar en el invierno, se puede usar, y debe usarse, el vapor como sistema de calentamiento del mis- mo, ya sea empleando el vapor solo, ya sirviendo este de vehículo para llevar el calor á un sistema de circulación de agua caliente, y componiendo así el sistema mixto de calentamiento por agua y vapor 556 de Mr. Grouvelle. En este caso, el vapor que ha obrado sobre la má- quina produciendo su efecto útil y haciendo marchar el ventilador, va- por que, según Mr. Regnault, solo pierde en la máquina 0,02 del ca- lor que sacó de la caldera ó generador, se empleará en el calentamien- to del modo que hemos dicho, conservándole una presión de atmósfe- ra y media, y dirigiéndole, desde la caja de distribución de la máquina, á los aparatos, donde, condensándose, ha de producir el calentamiento del edificio. Disponiendo las cosas de este modo, resultará que la venti- lación, durante los cuatro, cinco ó seis meses de calentamiento, nos habrá salido casi de balde, y el gasto de ventilación quedará reducido á la de los meses de verano. En este caso es evidente que la ventila- ción anual del edificio por medio de ventilador habrá costado menos, mucho menos, que la ventilación por una chimenea de aspiración por abajo. Si, finalmente, el edificio referido llenase, por su objeto y circuns- tancias especiales, (ales condiciones, que, no soleen invierno y para ca- lentarlo, sino durante el verano y siempre, tuviese el vapor que necesita la marcha del ventilador un empleo útil, entonces la ventilación mecá- nica no costaría nada durante todo el año, y sería el mejor de los siste- mas de ventilación. Un ejemplo del último caso lo tenemos en los grandes hospitales, de más de 500 enfermos. La necesidad que en ellos hay de tener constante- nientey en todos los puntos agua caliente, los baños templados de agua caliente ó de vapor que los médicos ordenan, los lavaderos, el secador con estufas de vapor, son otros centros de constante consumo de vapor en todo tiempo, á los cuales se agrega en invierno el calentamiento del edificio, ó al menos de las salas de enfermos, en los climas templados como los de Barcelona y Valencia. Y en algunos hospitales, no sola- mente los baños sirven para los enfermos, sino que son públicos, como sucede en Valencia. No es posible desconocer que en tales circunstan- cias, ningún sistema de ventilación será preferible á la ventilación me- cánica. Y no se crea que solo en hospitales se encuentra el conjunto de cir- cunstancias que hacen precioso este sistema: hay muchos edificios en 597 caso análogo, y citaremos entre otros las filaturas de seda, en las cua les se reúnen en una sola sala 200 ó 300 mujeres, que están en una atmósfera húmeda y extraordinariamente fétida. La fetidez es tal, que lio es preciso para sentirla entrar en las salas, ni aun en el edificio: basta con aproximarse á este á una regular distancia. En las primeras salas de la filatura, allí donde se saca la hebra elemental del capullo, el vapor del agua casi hirviendo de la perola que cada mujer tiene de- lante, y el olor que se desprende de las crisálidas ahogadas en el ca- pullo y en descomposición, forman una atmósfera nauseabunda é inso- portable: agregúese á estas dos causas que vician y emponzoñan el aire, la presencia de 200 ó 500 mujeres, y se comprenderá la necesidad ab- soluta y apremiante, estábamos por decir sagrada, porque es hasta cuestión de moralidad ó caridad, en que están los propietarios de estas industrias, de ventilar esas salas. ¿Y qué costaría la ventilación de ellas, al menos en la época crítica del gran trabajo sobre el capullo, en que ni siquiera es preciso calentar el aire porque ya la temperatura es dulce? Absolutamente nada. Ya tienen las lilaturas dos ó más ge- neradores de vapor, que deben dar este fluido y distribuirlo á todas las perolas: una gran máquina que pone en movimiento los husos, y los telares, si los hay; ¿qué falta pues? Colocar un ventilador general para todas las salas, ó uno para cada una, ya que las trasmisiones de movi- miento están en todas. Podría objetarse que tal vez el vapor de la má- quina bastase para las perolas, y queexijiendo el ventilador un aumento de fuerza en la máquina, y por lo tanto un aumento en la producción de vapor, no tendría aplicación este aumento. Nada de esto sucede; las fdaturas que hemos visto tienen hasta calderas especiales para las pe- rolas, calderas cuyo vapor no obra en la máquina. Otros edificios de los que podrían tener con grande economía la ventilación, que es en ellos de primera necesidad, son las andanas para la cria del gusano de la seda. Sabido es que estos animales, aglomera- dos en grandes edificios, exijen durante su corta existencia, y en nues- tros climas, el calentamiento artificial y la ventilación constante. Increí- ble parece la fetidez que existe en las salas mal ventiladas donde se crian estos animales, no obstante la continua limpieza de sus excremen- 5o8 los. La venlilacion es en las andanas necesaria siempre , pero esta necesidad parece mas grave ó mas apremiante hoy, en que la mayor parte de la cosecha se pierde por las muchas enfermedades epidémicas, y al parecer contagiosas, que se apoderan del gusano. Pues bien: si como medio de calentamiento de la andana se emplea el vapor solo, ó en com- binación con el agua, como en el sistema de Grouvelle, nada mas na- tural, nada mas económico que la ventilación mecánica, estableciéndola por supuesto con arreglo á los principios que hemos sentado , porque si estos son convenientes en los lugares habitados, también lo son por las mismas razones en los recintos donde se cria el gusano de la seda. Finalmente, hay edificios en los cuales conviene establecer la ven- tilación mecánica, aun cuando no haya calderas de vapor, ni máquinas, y aunque el edificio se caliente en invierno por cualquier sistema. Tales son los presidios y los cuarteles, donde, con una ligerisima retribución, se encargarían los presidiarios en el primer caso, y los soldados en el segundo, de la ventilación de los dormitorios. El sistema que deberla emplearse es el de ventiladores de poca velocidad, convenientemente repartidos en el edificio, y muy inmediatos á las salas donde hablan de hacer sentir sus efectos. Estableciendo de este modo los aparatos, los gastos y las dificultades de instalación se aminoran considerablemente; las pérdidas de aire por los conductos de introducción son desprecia- bles; las pérdidas de fuerza viva y de trabajo motor, por lo tanto, dis- minuyen mucho; el efecto útil del ventilador crece en consecuencia. Debemos también llamar la atención sobre una ventaja notable que tiene la ventilación mecánica, además de las ya enumeradas, relativa á la buena repartición del aire y á su perfecta distiibucion en las salas, cuando los tubos y conductos poseen válvulas ó llaves al efecto. Una falta que se hace sentir notablemente en los sistemas de ventilación por la acción directa de las chimeneas, es la de un aparato que mida la ener- gía de la ventilación en cada instante, y que conserve y acuse esta me- dida. Los mejores instrumentos liasla ahora inventados, al menos los únicos prácticos, son los que se han llamado balanzas de presión, los cuales indican la fuerza de la ventilación por la inclinación más ó menos grande que toma un eje, en cuyo extremo se halla un disco que recibe SS'J de lleno el choque de la vena gaseosa en el conducto ó en la chimenea. El choque del aire contra el disco, en sentido contrario á la acción de la gravedad, produce el mismo efecto que una disminución en el peso del mismo. Cuanto mayor sea la energía de la ventilación mayor será la velocidad del aire, y mayor tamhien la inclinación de lahalanza, cuyo ángulo puede servir de medida á la ventilación cuando el instrumento se ha graduado por comparación. Si no se quiere medir la ventilación, sino solamente saber que esta no decae de la intensidad constante que debe tener, el instrumento no necesita graduación alguna. Basta obser- var ia posición única que corresponde á la ventilación exijida, y cuidar de que esta posición se conserve. Las balanzas de presión, fundadas en el principio que acabamos de explicar, pueden prestar algún servicio, pero no llenan más que imperfectamente el fin que nos proponemos. Cuando se emplea la ventilación mecánica, nada más fácil que medirla en cada instante, y aun fiscalizar dicha ventilación, haciendo que el ins- trumento manifieste si esta se ha sostenido con la debida intensidad durante un cierto tiempo. Todo se reduce á unir al ventilador un con- tador de las vueltas que da el eje de este por hora, cosa en extremo sencilla. La ventilación va íntimamente ligada á la velocidad del venti- lador, de modo que por la una se viene en conocimiento de la otra. Si el gefe del edificio ó establecimiento que se ventila quiere saber si la ventilación de una noche ha sido la necesaria, no tiene más que anotar al principio de la noche la indicación de las agujas del contador de las vueltas, y la hora; por la mañana vuelve á hacer la misma operación, resta las indicaciones, divide la diferencia por el tiempo trascurrido, expresado en horas, y el cociente representa, por término medio, las vueltas que durante la noche ha dado el ventilador por hora. En los presidios y cuarteles, en que convendría bajo el punto de vista económico que los ventiladores fuesen movidos á mano, sobre todo en las poblaciones en que el combustible vale muy caro, como en Ma- drid, cada ventilador debería llevar su contador: los hombres se rele- varían cada hora, ó lo más cada dos horas, y entonces un presidiario no trabajaría más que una ó dos horas cada tres ó seis dias. El conta- dor entonces deberla tener las divisiones del cuadrante de tal niodu 560 construidas, que una vuella completa de una aguja, ó una división de ülra, representase ya a priori el número de vueltas que deberla dar el presidiario en una hora. Ya sabria con esto cada uno de ellos, que su obligación se reduela á hacer que aquella aguja diese una vuella com- pleta en la hora de su trabajo. Hemos indicado que con una gratifica- ción insignificante se conseguirla la ventilación de los cuarteles y pre- sidios; y es casi seguro que, sin imponer este trabajo como una carga forzosa, sino cojiipletamente voluntaria, todos los presos ó los soldados se prestarían gustosos á desempeñarla. Los gastos que la ventilación asi establecida ocasionarla a! Estado serian bien pequeños, y estarían tal vez mas que compensados con el menor número de enfermos que irian á los hospitales, por consecuencia del mejoramiento de la higiene de los presidios y cuarteles. Además, debemos decir que esta cuestión es de moralidad, y al lado de esta consideración, las razones de economía que- dan desvirtuadas. CAPITULO V. Comparación de los diferentes sistemas de calentamiento de los ediñcios habitados, bajo el x>nnto de vista del com.bustible que cada uno exije para producir el mismo efecto. Habiendo descrito y dado á conocer minuciosa y detalladamente los diferentes sistemas que para el calentamiento y la ventilación de los edificios habitados se emplean, y habiendo comparado ya los cuatio sistemas de ventilación, vamos á establecer una comparación análoga de los sistemas de calentamiento. Tomaremos como tipo el hospital militar ya descrito, el cual exije en Barcelona ó Valencia, durante el mes de enero, 60.000 calorías por S61 liora para el calentamiento á 18° de las salas de enfermos, y la venlila- cion de 70 metros de aire por enfermo y por hora. PRIMER SISTEMA. Calentamiento por caloríferos interiores de aire caliente, ó estufas. Cuando las superficies de calentamiento de los caloríferos interio- res de aire caliente ó de las estufas metálicas están bien calculadas, por las reglas que más adelante expondremos, pueden utilizarse en el calentamiento de las salas las 0,90 del calor total desarrollado por el combustible. Luego, empleando bulla de 8.000 calorías, el gasto de combustible por hora sería de 60.000 ot, ^■^^ :8,34 kilogramos 0.9X8.000 de hulla para el mes de enero, cuya temperatura media la suponemos de 8° en Barcelona. Vamos á calcular el gasto de combustible para los meses de febrero, marzo y diciembre. Puede admitirse sin inconvenien- te, como una regla práctica que se acerca mucho á la verdad, que el gasto de combustible que exije el calentamiento de un edificio por un mismo sistema y en las mismas condiciones, es proporcional á la dife- rencia de temperaturas entre el aire exterior y el de las salas calenta- das. Se comprende esto en el momento que se considere que siendo constante la temperatura de las salas, la cantidad de calor que absor- berá el aire exterior al calentarse para introducirse en ellas , es proporcional á la diferencia entre la temperatura que tiene y la de las últimas; y que el enfriamiento de estas (cuyas pérdidas de calor debe- mos compensar) también es proporcional á la misma diferencia de tem- peraturas, según la ley de Newton sobre el enfriamiento. Siendo la temperatura media del mes de febrero, en Barcelona, de 10°. el gasto de combustible por hora, para el mes de febrero, será de S6S I O" 4 A» QO 8,o4x- y_g„- =8,54X7^=0,67 kilogramos de hulla de 8.000 calorías. Durante los meses de marzo y diciembre, la temperatura media de Barcelona es de 12°, luego el gasto de com- bustible, por término medio, para estos dos meses, y por hora, será 8,ó4x-r-:; — -=8,o4x77;=5 kdogramos 18—8 10 ^ de hulla de 8.000 calorías. SEGUNDO SISTEMA. Calentamiento por cal07'íferos exteriores de aire caliente. En este sistema no puede utilizarse tan bien como en el anterior el calórico desarrollado por el combustible, tanto por razón del tiro, que exije en este caso que se conserve al humo una temperatura algo más elevada que en los caloríferos interioi'cs (donde parte del tiro, y aveces todo, se hace al mismo tiempo y en los mismos tubos que el calen- tamiento, de modo que parte ó toda la chimenea puede ser superficie de calentamiento), como porque una parte del calor comunicado al aire en el calorífero se pierde antes de que dicho aire penetre en las salas que debe calentar. No puede contarse con un efecto útil superior á 0,05 del calor total del combustible; luego el gasto de hulla por hora para el mes de enero será de 60.000 ., „,,.,, 11,54 kilogramos 0,65x8.000 de hulla de 8.000 calorías. 5G3 El consumo de combustible para el mes de febrero será de 9, 23 ki- logramos. El consumo correspondiente á los meses de marzo y diciembre será de 6,92 kilogramos. TERCER SISTEMA. Caloríferos exteriores de agua caliente. Nosotros no creemos conveniente en ningún caso el empleo del agua caliente para el calentamiento de los edificios, á una temperatura que exceda de 100°; y al contrario, creemos que lo es la de 90° á 100°. Para esta clase de calderas puede admitirse un efecto útil en las salas de 5.000 calorías por cada kilogramo de bulla que desprenda 8.000. Aquí pueden aplicarse las mismas consideraciones que cuando bailamos el efecto útil del combustible en los caloríferos de aire caliente. Para obtener las 60.000 calorías por bora que necesita nuestro . •,, j 60.000 bospital militar, tendremos un consumo de combustible de -— — --=^ 12 kilogramos de hulla por hora para todo el mes de enero. Para el mes de febrero el consumo de hulla por hora será de 9,6 kilogramos. Para los meses de marzo y diciembre, el consumo será de 7,2 kilo- gramos. CUARTO SISTEMA. Calentamiento de las salas j)or caloríferos exteriores de vapor. Un generador de vapor en las mejores condiciones no produce más de 7 kilogramos de vapor por kilogramo de hulla quemada (de 8.000 564 calorías). Suponiendo que de cada kilogramo de vapor utilicemos para el calentamiento hasta el máximum de 600 calorías (lo cual supone liasta la utilización de una parte del calor del agua de condensación en los mismos tubos de retorno de esta), los 7 kilogramos de vapor nos darán un efecto útil de 7x600=4.200 calorías. Pero no debemos prudentemente contar con más de 4.000 calorías por kilogramo de bulla. De modo que para obtener las 60.000 calorías úti- les por bora, el consumo de combustible será por hora para el mes de enero de —-——-=15 kilogramos de bulla de 8.000 calorías. 4.000 Para el mes de febrero el consumo será de 12 kilogramos. Para los meses de marzo y de diciembre será de 9 kilogramos. QUIKTO SISTEMA. Calentmiie^ito por elmjwr en aj)aratos de condensación colocados en las mismas salas que se han de calentar. El consumo de combustible por bora será sensiblemente el mismo que en el cuarto sistema, para producir el mismo efecto. Asi, para obtener las 60.000 calorías por hora en el mes de enero, el consumo de hulla por hora será de 15 kilogramos. En el mes de febrero será de 12 kilogramos. En los meses de marzo y diciembre, de 9 kilogramos. 56S SESTO SISTEMA. Calentamiento por circulación de agua caliente {sistema de Mr. L. Duvoir-LeUanc) . En este sistema se gastará el mismo combustible que en el se- gundo, próximamente, para obtener las 60.000 calorías por hora. Mes de enero, 12 kilogramos. — Febrero, 9,6.— Marzo y diciem- bre, 7,2. SÉPTIMO SISTEMA. Calentamiento 2)or circulación de agua cediente {sistema de Mr. Ha- onelincourt). Comoel anterior. Enero, 12. — Febrero, 9, 6. — Marzo y diciembre 7, 2. Antes de resumir los importantes resultados obtenidos, debemos hacer una observación, y es: que cuando el aire se calienta fuera de las salas, el aire es el vehículo que conduce á estas el calor perdido en la atmósfera por enfriamiento, y el que se lleva el aire viciado; pero que en el quinto, sexto y séptimo sistema, el vehículo que conduce á las salas el calor, es el vapor ó el agua caliente. Resumiendo los resultados obtenidos hemos formado la tabla siguiente. MESES de calentamiento. Enero Febrero. .. . Marzo Diciembre.. Tempera- turas me- dias men- suales. 8° 10" 12° 12° Consumo de hulla por hora para calentar un edificio que exija 00.000 caloriaft en el mes más frió, con cada nno de los sistemas de calentamiento, en Barcelona, y durante los cuiilro meses más frios del año. Primer sistema. Segundo sísLcma. Tercer sistema. Cuarto sistema. Qnioto sistema. Sexto sistema. 8,34"' 11, 54^ 12,00k 15,00k 18,00k 12,00k 6,67 9,23 9,60 12.00 12,00 9,60 5,00 6,92 7,20 9,00 9,00 7,20 5,00 6,92 7,20 9,00 9,00 7,20 Séptimo sistema. 12,00'' 9,00 7,20 7,20 83 ñCC CAPITULO VI. Estudio de los x^royectos de calentaiTiiento y ventilación de los ediflcios lia±)itados, y ooni- paraoion de los g^astos anuales que exijen los diferentes sistemas. Pudiéramos llenar el objeto que nos proponemos en el presente capítulo, reuniendo en este lugar y estableciendo de una manera ge- neral los cálculos, fórmulas, reglas prácticas y datos experimentales que lian de servir de base y guia al ingeniero y arquitecto para estu- diar completamente el proyecto de calentamiento y ventilación de un edificio cualquiera; pero preferimos concretar nuestro trabajo á casos particulares de todos los sistemas, y tomaremos como ejemplos los siete casos que hemos descrito, relativos á un hospital militar de 14 5- enfermos. Hemos prescindido del calentamiento de las alas del edificio, que están destinadas á la administración cou todas sus dependencias, que son muchas en un hospital, y á la sanidad, porque en Valencia y Barcelona, capitales donde conviene nuestro estudio, hay un clima bastante templado para que la cuestión de calentamiento no sea de primera necesidad. Tampoco necesitan dichas dependencias una venti- lación sistemática, por ser muy pequeño el número de personas que en ellas han de reunirse: muchas dependencias ni aun habitadas están, por su objeto ó destino. Aunque el estudio que vamos á hacer se refiera á Barcelona, es aplicable á Valencia, á Málaga, y á la mayor parte de las ciudades de la costa del Mediterráneo; y en general podemos decir que lo será á todas las que tengan temperaturas medias mensuales iguales próximamente á las de Barcelona. Por lo demás, la marcha general que seguiremos. S67 las fórmulas, las reglas de cálculo, los datos experimentales, podrán servir siempre de guia en cualquier proyecto de calentamiento y venti- lación referente á cualquier clima. I. BASES GENERALES PARA TODOS LOS SISTEMAS. Elección Deberá siempre elegirse el combustible más barato, que será aquel ■1(1 eomimsti- ^.^j^ ^,| j^^j.^] p^,(,g|_g,j niénos mil unidades de calor ó calorías. De las no- IjIi'. , . « tencias caloríficas de los combustilíles de que podamos disponer, y de la comparación de estos números con el precio del quintal, se deducirá fácilmente el combustible de que deberemos servirnos. En Barcelona, Valencia y demás centros de algún consumo de nuestras costas en el Mediterráneo, el carbón inglés es el más barato, por desdicha nuestra. En Rarcelona el consumo de carbón inglés tal vez no baje de cinco millones de quintales al año. Cuatro son los tipos principales de hulla inglesa que se consumen en esta importante plaza. Primer tipo: Carbón de gas. La mayor parte del carbón de gas es de Newcastle, y comprende las variedades Felling, New-Pelton y Ramswewoort. El resto lo forman algunas variedades de canncl y algo de boi/head de Escocia. Barcelona recibe el carbón de gas para sus dos grandes fábricas, alguna pequeña particular, y otras importantes del llano de Barcelona, como Gracia, S. Andrés y Mataré. Segundo tipo: El carbón de llama. Tercer tipo: El carbón de forja. Cuarto tipo: El carbón de rejilla (Cardiff), universalmente empleado en Barcelona para los generadores de vapor. Este carbón, compacto, de poca ceniza, casi sin escoria, casi libre de pirita, de llama regular y sostenida, de una potencia calorífica de 8.000 calorías, es el tipo del buen carbón de rejilla, y el (jue conviene emplear en los caloríferos, hasta que llegue el ansiado dia en que ceda por completo su puesto al carbón del país, dia por fortuna bastante próximo, más próximo tal vez de lo que se cree. El carbón Cardiff, que es el carbón de más subido 568 precio por quintal, de todos los carbones ingleses fuera del cannel y del boghead, se puede obtener en todo tiempo en Barcelona á diez rea- Ios quintal castellano, y aun á nueve y medio comprándolo directa- mente, y fletando buques de más de 10.000 quintales. Este precio va disminuyendo algo en toda la costa del Mediterráneo desde Barcelona basta Cádiz, por razón de la distancia, pero en muy pequeña cantidad. No tratándose de las capitales de la costa de España, donde en casi todas, y por nuestro mal, el carbón ingles es el mas barato, empleare- mos el combustible del pais que mas economía real presente. Volumen El volumen de aire que cada enfermo necesita por hora, según !a deairo,|uede- ^^r^\^\^ q^,g i,emos dado en la página 46o, es de 70 metros cúbicos. Como be introducir- , , . , . , , , ,. '' i i . i • ■ ■ i se por hora en el hospital tiene I i4 entermos, el volumen de an-e necesario a la venti- las salas, para l;,cion será por hora de 14 i X 70 = 10.080 metros de aire, un pabpiion. ^^^^^ ^^^^ ^ pabellón de enfermos tiene solamente 72 enfermos, á ra- zón de tres salas de 24 enfermos cada una. Luego el volumen de aire que exije por hora un pabellón será de 72x70=: 5.040 5.0 iO Diferencia El mes mas frio de Barcelona es el mes de enero. Su temperatura de icmpcratu- y^^Q^w^ puede valuarse en 8°, á pesar de que en la tabla de la página 470, ras que ha de ^ , i i- . . i i i i servir de baso aparece algo mayor, por no comprender dicha tabla mas que las obseiva- a los cálculos eiones meteorológicas de tres años, que es poco. Deberla tenerse esa do iob^°apará- 'í»!^'» P'"'-i "^'"'^ doccua de años, y de ella entonces deducir la media del los de cálenla- aies de enero. Supondremos que la temperatura constante que debe sos- "'''"'°' tenerse en las salas del hospital es de 18°. que es la que en tal edi- ficio y en este clima creemos mas conveniente. La diferencia de tempe- raturas interior y exterior que debe servir de base para los cálculos será de 18 — 8 = 10° 10° Calor perdido Hallada la superficie real de muros exteriores y la superficie total por hora j^ {^^ ventanas exteriores, v sabiendo que el grueso ó espesor de los por los muros , ^ '^ i,. i'iri y ventanas del niuros del hospital OS de 0,8 metros, se calculara con arreglo a lo diclio edificio, para en la página 471, la cantidad total de calor que pierden por hora los un pa e on. ^^^^^ ^ ventanas. Respecto á los muros divisorios que separan las sa- 369 las calentadas de las que no lo están, puede admitirse como una aproxi- mación suficiente, que pierdan la mitad de calor por metro cuadrado v por hora, que pierden los muros exteriores. Hechos los cálculos, resulta que la cantidad de calor perdida por hora por los grandes muros longi- tudinales exteriores de las salas de enfermos de un pabellón es de 1 1 .009 calorías; la que pierden las ventanas es de 3.547; y la que pierden los muros divisorios es de 2.268. Calor total perdido por hora por los mu- ros y ventanas de un pabellón de enfermos, ó seade medio hospital. . 17.350 cal. ^ Cantidad Los 5.040 metros cúbicos de aire que recibe por hora cada pabellón ísorírá Sor ^^ enfermos, deben pasar de la temperatura exterior de 8° á la tempera- noraeíairede tura de 18°, con la cual salen de las salas. Luego estos 5.040 metros de ventilación,^ aire se llevarán una cantidad de calor representada por 5.040x1,5 para^un^pa e- ^0,24 (18"- 8°) = 5.040 X 1 ,5 X 0,24 X 10°= 15.725 Cal.» El número 1,3 representa el peso aproximado del metro cúbico de aire en kilogramos á la temperatura de O y presión de 0'°,7G; pero se toma ese número siempre para las temperaturas y presiones ordinarias de la atmósfera. El número 0,24 es la capacidad calorífica del aire rela- tivamente al agua. Cantidad de Según lo que hemos dicho en la página 475, la cantidad de calor por^'^ho'rTpor ^^^ emiten por hora los 72 enfermos de un pabellón, y que se emplea los enfermos en Calentar el aire de las salas, será de 72x42 = 5.024 cal.* de un pabellón Cantidad La cantidad de calor que cada pabellón de 72 enfermos exijirá por ..inrÜl n« ^^^^^ ^crá 17.550+ 15.725 — 3.024 calorías = 30.051 calorías. Tome- Calor (jUc uG" cesita cada pa- mos en números redondos 30.000 30.000 cal.» hellon Todo el hos])ital necesita 60.000 calorías por hora. Estos números se refieren al mes de enero, para el cual se han he- cho los cálculos; y como este es en Barcelona el de menor temperatu- ra media, en los demás se gastará menos combustible para el calentamien- to, porque no se necesitarán por hora 60.000 calorías, sino menos. 570 II. PRIMER SISTEMA [1). CaSeíalttiíilcaato. — Por caloríferos interiores de aire caliente. ^^eiiatiSaclou. —Por chimeneas de aspiración jior abajo. Giisio Según la tabla de la página 565, el gaslo de combustible será de de combusii- g 54 iiiióo-,.amos nor hora para el mes de enero v para GO.OOO calorías. ble por hora 'ai i " , >t 1 -i para caieniar Conio Cada pabellón exije solo 50.000, el gasto será de 4,1' ki'-' un pabellón en enero. Superficie La superficie de caldeo ó de calentamiento para los caloríferos de ^'^ . aire interiores, se calcula por la regla práctica siguiente. Para cada kiló- calentaniiento ' i \ i i -í- i ipic présenla gramo de hulla que se consuma por hora en el caloritero, la superficie cada caionTe- (.fp^iya jg calentamiento de este deberá ser de 1,8 metros cuadrados- Como cada pubellon gasta por hora, según acabamos de ver, 4, 17 kilo- gramos de hulla de 8.000 calorías (Cardiff), la superficie total de ca- lentamiento de los caloríferos de un pabellón será de 4,17x1,8 = 7,5 metros cuadrados. Como cada pabellón tiene tres caloríferos, uno por 7,5 sala . la superficie de cada calorífero será de -^ = 2,5 metros cua-- drados 2.5 m.= Cuando no se emplee una hulla tan buena como la que hemos su- puesto, y que es la que puede y debe emplearse en Barcelona, ó cuando nos veamos obligados á usar cualquier otro combustible, la superficie (le caldeo de los caloríferos se calculará de la misma manera que aca- bamos de exponer, esto es, se supondrá que se emplea hulla de 8.000 calorías. Para saber el peso de combustible que se gastará por hora cuando no se consume hulla de 8.000 calorías, sino otra de inferior cla- (I) Véanse los dibujos correspondientes. 571 se, ó cok, ó leña, ele. , no hay mas que dividir el consumo de combusliblc expresado en hulla de 8.000 calorías por la polencia calorífica del com- busliblc que se emplee, y el cociente se mulliplicará por 8.000. Ejem- plo. Antes hemos visto que el consumo de combustible de cada pabellón por hora era de 4,17 kilogramos empleando hulla de 8.000 calorías. Si se emplease en su lugar cok de G.OOO calorías, el gasto de combustible , , ,„ 8.000 ^, ^.^,.,, por hora sería de 4,l7x— ^ = o,56 kdogramos. Disiribucion Sabiendo que cada calorífero debe tener una superficie de 2,5 me- dc la superfi- ^ cuadrados, sus dimensiones, esto es, las del cilindro interior desde cíe de cálenla- .1111 miento de ca- lo alto del hogar, y las del tubo-chimenea que esta dentro de las salas, da calorífero. forma también superficie de calentamiento, deben distribuirse y arreglarse de manera que se tengan los 2,S metros cuadrados de su- perficie real de caldeo. En los caloríferos especiales que hemos adop- tado, no debe contarse como superficie de caldeo más que la parte del tubo-chimenea que está en las salas, y la parte de superficie del cilin- dro interior desde el hogar hasta el arranque del tubo-chimenea. Así puede verse y comprobarse en la figura 17. Gasto Pj^,.^ gglj^,,. g] combustible que se gastará por hora en cada uno dje de combusti- , , , ., . , , v . i . i i bienecesarioá los meses del ano para la ventdacion, no hay mas que acudu' a la tabla la ventilación ¿ cuadro comparativo de la página 552, donde está el consumo de com- en cada uno de , ., , ., • ^ M í\ AAA . 1 • 1 los meses del bustible para una ventdacion de 10.000 metros por hora en todos año. los sistemas. Como en el proyecto de que tratamos la ventilación es de 10.080, podemos tomar sin variación los mismos números conteni- dos en la segunda columna del cuadro, que son los que se refieren á la ventilación por chimeneas de aspiración por abajo. Sección El volumen de aire que debe evacuar esta chimenea es (prescin- deíachirnenea ¿- ¿^ jg ]ag dilataciones) de 10.080 metros cúbicos por hora, ó sea general de as- ' ' piracion para por segundo de lodo el hospi- 10.080 „ „ tal. • ■ ■=:2,8. 3.600 572 Segiin hemos visto en !a página 537, en las condiciones ordinarias po- demos contar con una velocidad real en la chimenea que no baje de 2,!^ metros en toda estación. Luego en el caso actual tendremos hasta un exceso de tiro, si contamos con esta velocidad de 2,5 metros por segundo, poríjue realmente será mayor, como hemos demostrado en otro capítulo. La sección de la chimenea será, pues, de 2,8 ^-^ = 1,12 metros cuadrados., IJ2 m. 2,5 No hay que olvidar que esta velocidad media de la chimenea de 2,5 metros por segundo, sobre la cual nos basamos para el cálculo, supone una altura de 20 á 50 metros, y una dií'erencia de temperatura para el tiro muy próxima á 25°. Supone además, que los conductos de evacuación que conducen el aire viciado á la chimenea, no tienen una suma de secciones menor que la sección de esta, ni longitudes des- mesuradas fuera de lo que ordinariamente requiere la práctica, ni cam- bios bruscos de dirección inmotivados, ni innecesarios cambios de sec- ción. (Véase el capítulo 4.°) Los conducios de evacuación presentarán en la práctica una suma de secciones mayor que la sección de la chimenea, como vamos á ver; lo cual favorece al tiro, porque disminuye las resis- tencias que el aire sufre por rozamiento al dirigirse á la chimenea general. Sección En cada sala hay 15 conductos de evacuación. De cada sala deben delosconduc- ggH^ . ,j^,.g tos de evacúa- ' oion. 5.0 iO — ;; — metros o de aire viciado, ó sean 1.680 metros, porque de cada pabellón deben salir 5.040, y hay tres salas en cada pabellón. Habiendo 15 conductos de evacuación en cada sala, cada uno deberá dar salida á 573 1.680 metros 13 de aire en cada hora. El volumen de aire viciado que debe salir de cada sala por segundo será de 1.680 3.600 =0,466 metros cúbicos. El volumen de aire viciado que debe salir por segundo por cada con- ducto será 0,466 — —— =0,035 metros cúbicos. lo Admitiendo una velocidad de 1 metro por segundo en los conductos de evacuación (véase la página 4o8), el área de la sección de cada uno de los 15 conductos de evacuación será 0,035 ^^ „„ -j~ =00,o5 0,055 m.' Con arreglo á estos cálculos se ha hecho el proyecto do las figu- ras 21, 22 y 23, como puede verse. Sección En cada sala deben entrar por hora de los conduc- tos de Intro- K A/fl duccion del ai- O.OíO re nuevo. ~¡í — — I.08O metros cúbicos de aire nuevo, ó por segundo 0,466 metros cúbicos, como hemos visto arriba. Habiendo 4 conductos de introducción en cada sala, y ad- mitiendo una velocidad de 0,5 metros por segundo, la sección de cada uno de dichos conductos será de 0,466 ^ Q 5^^ =0,2ó5 metros cuadrados 0,235 m.' 374 Gasio Para el calentamiento tomaremos los números correspondientes al anual de com- ¡g^gu-jg gp, „yg jj^g ocupamos, que son los de la primera columna de DusiiDie (lue T , cxijirá el ca- la tabla de la página 5G5. Casualmente los consumos que dicha tabla leiuamienio \ gQ,^,¡g|jg g^,^ py,.j( 60.000 calorías útiles, que son las que nuestro bos- ta vcnulacion i _ _ _ ' i i lie lodo el líos- pital necesita. Si el hospital no exijiese GO.OOO calorías por hora, sino pitai. jj.,¿g ¿ niénos, la tabla mencionada prestarla los mismos servicios para abreviar el cálculo; pero no hay que olvidar que dicha tabla supone que estén bien calculadas las superficies de calentamiento, y que se apro- vecha bien el combustible. Respecto á los consumos de hulla para la ventilación en cada uno de los meses del año, no hay más que tomar los mismos números que contiene el cuadro comparativo de la página 552. El cuadro está calcu- lado para una ventilación de 10.000 metros por hora, y como nues- tro hospital necesita 10.080, podemos tomar los mismos números del cuadro. Claro es que si al estudiar un proyecto de ventilación se nos exijiese un volumen de aire notablemente diferente del de 10.000 me- tros, correjiríamos en la proporción conveniente los números del cua- dro. Este siempre será de gran utilidad, porque economizará trabajo de cálculos. Como en el actual proyecto empleamos para ventilar chi- meneas de aspiración por abajo, tomaremos los números déla segunda columna del cuadro. Así, pues, para nuestro proyecto formaremos la siguiente tabla. bl'ó Coiisuiiio lie hulla por boia en lodo el liospilal, y eo los diferciilcs .- , meses del aiio, para -— -^ Enero hi, (:Ai.F.Nr.\:.i:ii:iíTo. LA VENTILACIÓN. EL CALENTAMIENTO Y LA. VENTILACIÓN. 8,54kilóg.s 5,85 kilóg.» 14,19 kilóg. s Febrero. . . . 6,67 » 6,63 .. 15,30 •' Jlarzo 5,00 » 7,48 » 12,49 " Abril . » 9,75 .. 9,75 .. Mayo » 9,75 » 9,75 • Junio i> 9,75 » 9,75 .. Julio » 9,75 » 9,75 " Agosto " 9,75 .. 9,75 .. Setiembre. . . » 9.75 >. 9.75 .. Octubre » 9,75 » 9,75 " Noviembre. . » 9,75 » 9,75 .. Diciembre. . . 5,00 .. 7,49 .^ 12,49 » Fácilmente se obtendrá con esta tabla el consumo anual de combus- tible. Admitamos el caso mas desfavorable para el consumo correspon- diente al calentamiento : supongamos que este no se interrumpe ni una hora durante los cuatro meses de enero, febrero, marzo y diciembre. El consumo de hulla anual para el calentamiento será: (8.54x31-1-6,67x28-1-5x51+5x51)24 = 18.127 kilogramos de hulla de 8.000 calorías. 576 Suponiendo que la ventilación tiene lugar durante todo el año sin interrupción, el consumo anual de hulla para la ventilación será : 24(5.85x51 +6,05x28+7, 49x51+9, 75x50+9, 75x51+9, 7ox50+ 9,75x51+9,75x51+9,75x50+9,75x51+9,75x50+7,49x51)= 24(5,85x51 + 6, 65x;'8+2x7,49x51+4x9.75x51+4x9, 75X50) = 24(5,85x51 + 6,65x28+2x7,49x51+4x9,75x61) = 77.048 kilo- gramos de hulla de 8.000 calorías. Reuniendo los resultados obtenidos , tendremos : Gasto anual del hosjñtal en hulla. Para el calentamiento 18.127 kilóg." Para la ventilación 77.048 » Gasto total anual 95.175 » Y como en Barcelona el precio de la hulla de 8.000 calorías (Car- diff) es de 200 reales la tonelada métrica (1.000 kilógr.), tendremos: Gasto anual del hospital en reales. Para el calentamiento 5.625 reales. Para la ventilación 15.409 » Gaüo total anual 19.054 ¡> 577 m. SEGUNDO SISTEMA (1). Calentamiento. — Por caloríferos exteriores de aire caliente. Wentilacion. — Por chimeneas de asjñracion por abajo. Gasto Según la tabla de la página 565, el gasto de combustible será de b^e por'hora ^ ^ >5^ kilogramos de hulla de 8.000 calorías para 60.000 unidades de para el calen- calor Ó Calorías por hora. Como cada pabellón solo exije 50.000, el con- lamientodeun g^^^^ ^jg ji^Ha por hora V por pabellón durante el mes de enero será de pabellón en el v j \ v mes de enero. 11 54 -ir- = 5.77 5,77 kil.» 2 Gasto El gasto de combustible necesario á la ventilación se calculará por el bfe por" hora' ^"^dro comparativo de la página 552, y será el mismo que en el sistema necesario á la anterior. La segunda columna del cuadro comparativo citado, se puede ventilación en apiiggp 3] c^go aclual sin hacer la corrección correspondiente al volú- cadaunodolos ' . . . . -, meses del año. men de au'e, que es insignilicante, porque el cuadro comparativo se refiere á 10.000 metros de aire, y la ventilación actual es de 10.080. Sección Hemos visto, página 575, que el volumen de aire que debe entrar to* "dViniro- l'^"" segundo en cada' sala es de 0,466 metros cúbicos. Como cada una ducciondeíai- tiene en este proyecto tres conductos de introducción, cada conduc- re nuevo. O 466 to de introducción deberá dar paso por segundo á -^ — ^0,155 ó metros cúbicos de aire nuevo. Admitiendo una velocidad de 0,5 metros por segundo (véase la página 456) en los conductos de introduc- (1) Véanse los dibujos correspondientes. 578 cion, la sección de cada uno de los tres conductos de cada sala será de 0,155 ' . , = 0,51 metros cuadrados 0,51 m ' 0,5 Sección De cada sala deben salir por hora 0,466 metros cúbicos de aire vi- de ios conduc- . , i , , 1 1 1 tos de cvncua- ciado por segundo : como hay catorce conductos de evacuación en este cion. proyecto (véanse las /((/Mrfls 29 í/ 50), el volumen de aire viciado que debe salir por segundo por cada uno de los catorce conductos será — =0,055 metros cúbicos. Y como la velocidad en estos conductos 14 .: queremos que sea de 1 metro por segundo, su sección será de 0,055 metros cuadrados 0,055 m ' Sección Como en el proyecto anterior (léase todo lo relativo á este asunto, deíachimcnca _¿„¡[^jj 572), la seccion de dicha chimenea será de 1,12 metros cuadra- ccneral 1 " ' i i • de 'aspiración dos; pcro como en este proyecto la chmienea general de aspiración lleva por aiajo. ^^ su interior una chimenea metálica, cuya seccion es de 0,058 metros cuadrados, para que quede al aire viciado una seccion libre de 1,12 metros cuadrados, es preciso que la gran chimenea de aspiración tenga una seccion de 1,12 + 0,058 = 1,158 1,158 m.' Siiporficie Cada pabellón ó ala de edificio tiene un calorífero de aire caliente, , '^°- , cuvo casto de combustible por hora es, según hemos visto en la náeina calenlamicnto "-"J" b' i ~ ' ?> del calorífero anterior, de 5,77 kilogramos de hulla. La superficie de calentamiento de cada pabe- j j calorífero será, pues, de 5,77 X 1,8 = 10,4 metros cuadrados.. . 10,4 m.' Uon. ' Seccion ^g seccion de la chimenea de un calorífero de aire caliente se de- de la chimenea . , 1 1 1 /•• 1 • • . c del calorífero terminara por una de las tres formulas siguientes, en que .S rcprc- de cada pabo- senta la seccion buscada, y C el consumo de hulla que debe hacer el me„c*»"»; «l»"fe™ «" k¡tógi-™™s j por hora: S=J- S=JL S^J" 1,87 2,58 5,02 S está expresado en decímetros cuadrados. La primera se aplica en el 57!) caso en que la altura de la chimenea es de 10 metros, la segunda cuando es de 20, y la tercera cuando es de 50 metros. Aplicando á nuestro caso la última tendremos S^==^-—- := 1 ,9 decímetros cuadrados, 3,02 ó 0,019 metros cuadrados , 0,019 m. Economía Pero los conductos-chimeneas de cada calorífero, cuya sección será la' vemHacion ''^ *í^^ acabamos de encontrar, se reúnen en una sola chimenea metá- aiojancio la lica dentro de la gran chimenea de aspiración. Esta chimenea metálica. chimenea de „^g jgj^g Servir á ambos caloríferos, debe tener una sección iírual á la los caloríferos ' . " rieniio (le la suma de las secciones calculadas para cada uno de los dos caloríferos; luc- (ic aspiración. gQ gu scccion scrá 0,019+0,019=0,038 metros cuadrados 0,038 m. Esta economía puede valuarse, según la opinión de los ingenieros más prácticos, en un 5 por 100 del combustible gastado en el calorí- fero; ó lo que es lo mismo, la diferencia de consumo de combustible del hogar especial de la chimenea de aspiración cuando este marcha solo ó cuando marcha ayudado por la chimenea de los caloríferos, no puede valuarse más que en un 5 por 100 del combustible que estos últimos consumen. Como hemos visto que en los caloríferos de aire caliente se obtiene un efecto útil del G5 por 100 (pág. 5G2), resulta que la colocación de la chimenea de los caloríferos dentro de la de aspiración, utilizando un 5 por 100 más en la ventilación, hace que definitivamente el efecto útil del combustible del calorífero sea de 70 por 100. Gasto El gasto de combustible para el calentamiento será, en una hora ^buíiiírue' l^''*'"''' ^' '"''^ ^'^ '^"''''°' ^'*^ '^'^^ kilogramos de hulla de 8.000 calorías, exigirá el ca- como indica la tabla do la página 565. Precisamente dicha tabla está leniamienio y calculada para un calentamiento de 00.000 calorías, que es el nue la ventilación •• i • , , de todo el hos- ^^ije nuestro liospital; pero los números que contiene se aplican á un P'tai- caso cualquiera, mediante una simple proporción. El gasto de hulla por hora para el calentamiento en el mes de febrero, será de 9,25 kilogra- mos. Para marzo 0,92 kilogramos. Para diciembre 6,92 kilogramos. 580 Relntivamente al gasto por hora para la ventilación en cada uno de los meses del año, ya hemos dicho que podemos tomar los mismos nú- meros del cuadro comparativo de la página S52, sin alterarlos, por la pequeña diferencia que hay entre una ventilación de 10.080 metros por hora y la de 10.000 del cuadro. Pero es preciso disminuir á los consumos de combustible para la ventilación de los meses de enero, febrero, marzo y diciembre, el 5 por 100 de que hemos hablado antes, correspondiente á los consumos de los caloríferos. En el mes de enero se gasta por hora en los caloríferos 11,54 kilogramos de hulla, cuyo 5 por 100 es 0,57 ki- logramos. Según la tabla de la página 552, el consumo de combustible para la ventilación en el mes de enero sería, por hora, de 5,85. Des- quitando0,57 quedará 5,85 — 0,57=5,28. Este será, pues, el consumo real de combustible por hora para la ventilación del mes de enero. El coste de la ventilación por hora para el mes de febrero será de 6,65, que es el número del cuadro comparativo, menos el 5 por 100 del consumo de los caloríferos para el mismo mes, ó sea 6,63 — 0,05x 9,25=6.65-0,46=6,17 kilogramos de hulla de 8.000 calorías. El consumo de hulla por hora para la ventilación del mes de mar- zo será de 7,49—0,05x6,92—7,05 kilogramos. El consumo de hulla por hora para la ventilación del mes de di- ciembre será de 7,49 — 0,05x6,92=:7,05 kilogramos. Ahora podemos formar la tabla que nos da el consumo real de com- bustible para el calentamiento y la ventilación por hora en cada uno de los meses del año, que será como sigue. 581 Enero Febrero 3Iarzo Abril Mayo Junio Julio Agosto Setiembre. . . Octubre Noviembre. . . Diciembre . . . Consumo de bulla por hora eu lodo el bospilal, y en los difereoles meses del año, para EL CALENTAMIENTO. 11,54 kilóg.' 9,23 » 6,92 » 6,92 LA VENTILACIÓN. 5,28 kilóg.3 6,17 » 7,0o » 9,75 .. 9,75 .. 9,75 » 9,75 .. 9,75 » 9,75 » 9,75 » 9,75 .. 7,05 . EL CALENTAMIETÍTO Y r.A VENTir.ACrON. 16,82 kilüg.' 15,40 .. 15,97 » 9,75 .. 9,75 ■> 9,75 - 9,75 .. 9,75 » 9,75 .. 9,75 " 9,75 ■• 15,97 .. De esta tabla se deduce el consumo anual fácilmente. Suponiendo que el calentamiento fuese continuo durante los meses de enero, fe- brero, marzo y diciembre, sin dejar de calentar una liora (cosa que en la práctica no sucederá nunca, y que es el caso más desfavorable para el gasto), el consumo de combustible para dicbos cuatro meses será: ( 1 1 ,54x3 1+9.23x28+6,92x3 1 +6,02x3 1 ) 24 = 25.080 kilogramos de bulla de 8.000 calorías. Este será el consumo de bulla para el ca- TOMO YI. 84 582 lentamiento, nunca interrumpido, del hospital durante los referidos cuatro meses. El gasto anual de hulla para la ventilación será: 24(5,28x51+6,17x28+7,05x51+9,75x50+9,75x51+9,75x30+ 9,75x51+9,75x51+9,75x50+9,75x51+9.75x50+7,05x51)^ (5,28x31+6,17x28+2x7,05x51+4x9,75x50+4x9,75x51 )24=r 75.661 kilogramos de hulla de 8.000 calorías. Este será el consu- mo de hulla para la ventilación de todo el año, suponiéndola siempre constante. Reuniendo los resultados obtenidos tendremos: Gasto anual del hospital en hulla. Para el calentamiento 25.080 kilóg. de hulla. Para la ventilación 75.661 » Gaslo total anual 100.741 Y como en Barcelona el precio de la hulla de 8.000 calorías (Car- diff) es 200 reales tonelada métrica (1.000 kilóg.): Gasto anual del hospital en reales vellón. Para el calentamiento 5.016 reales vellón. Para la ventilación 15.152 Ga&lo total anual 20.148 S83 IV. TERCER SISTEMA (1). Calentauíicuto. — Por caloríferos exteriores de agua caliente. f^entilacion. — Por chimeneas ele aspiración 2ior ahajo. Gasio Según la labia de la página 5G5, dicho gasto será deCkilógramos, (le (01111111311- p^jggiQ fim; ^._^(1^^ pabellón exiie 30.000 unidades de calor por liora en liio por hora, ' ' ' * ^ ' . p i -i pira ciiicniar el mes de enero,}' la tabla se refiere á 60.000 por hora en dicho mes.. o kil.» lili fialit'llon L'ii cuero. Superficie Cada pabellón tiene su hogar y su caldera, donde el agua se calienta. de caldeo déla Cajo dicha caldera se han de quemar por liora G kilogramos de hulla. dapabeMon ' ^^ regia seguida por los constructores mas experimentados para hallar la superficie de caldeo máxima sin perjudicar al tiro, es la de dar 1 me- tro cuadrado de superficie de caldeo por cada 2,5 kilogramos de bulla que se hayan de quemar por hora. Aplicando estas reglas á nuestro 6 proyecto, hallaremos que la superficie buscada será — = 2,4 metros cuadrados . . 2,4 m. .Sección Esta sección se calculará por las fórmulas mencionadas en la pági- dei ho^arTio "^ ^^'^^- •'^'^eptando para este proyecto la última, que es la que le con- cada pabellón. p Q viene en razón á la altura de la chimenea, tendremos: .S' = - = ;^ = 2 decímetros cuadrados, ó en metros cuadrados 0,02 0,02 m. (1) Véanse los dibujos corre.spondientes 584 Cálculo El agua, a su salida de la caldera ó entrada en el calorífero, estará cfedeicaíentá'- '* '^'"''^ temperatura de 90° próximamente: á su salida del calorífero ó mienio úe los regreso ala caldera, estará á 50". La temperatura media del agua en el ca- caloríferos de agua caliente 90° 4- 50° colocados en jorífero será, pues ícomo lo acredita la experiencia) , de ;; = 60". la cueva de ca- ' ^ '2 da pabellón. La temperatura de entrada del aire en el calorífero será de 8" por hipótesis, puesto que esta es la temperatura media del mes de enero en Barcelona. La temperatura de salida del aire caliente del calorífero de- , „„ 50.000 ^-0 T. , • beria ser de 8 + >^- r. , r-^ — tt-^, =2í . l^ero admitamos como mas ' 5.040X 1,0X0, '2i desfavorable que llegue hasta 52°. La temperatura media del aire dentro 8° + 52° del calorífero será de -: = 20°. Tenemos, pues, que la temperatura media del agua caliente es 60°, y la del aire que se calienta es de 20°. La diferencia de esas dos temperaturas es la que origina la trasmisión del calor del agua al aire al través de los tubos donde la primera circula. Dicha diferencia es 60° — 20° = 40". Es un hecho completamente comprobado en muchísimos casos, y vulgar ya entre los constructores, que 1 metro cuadrado de fundición ó de chapa de hierro calentada por vapor á 100° por un lado, y expuesta por el otro al aire á 15°, trasmite en las circunstancias ordinarias más desfavorables (posición de los tubos, estado de la superficie) 800 calorías por hora. Este importante dato es el que se acepta generalmente por todos los constructores é ingenieros franceses, no solo para el sistema de calentamiento por vapor, sino lo mismo para el agua caliente. Pero en el caso citado del vapor, la diferencia que origina la trasmisión es 100° — 15° = 85°, y en nuestro proyecto es 40°. Cada metro cuadrado de nuestro calorífero, en lugar de trasmitir por hora 800 calorías, tras- 583 40° mitirá 800 —577 calorías (ley de Newton). Luego la superficie de calentamiento para un pabellón que exije 50.000 calorías por hora, , 50.000 sera •577 • = 80 metros cuadrados 80 ni.' Volumen Como la caldera de un pabellón suministra agua á dos caloríferos debe "circular colocados en la cueva, y como cada pabellón necesita 50.000 calorías por el caiorí- por hora, resulta que cada calorífero debe dar lo. 000 calorías por hora, fero, por se- gunno. |f5 000 y por secundo ^ " - = 4,16. El agua, entrando á 90° en el calorí- o.uOO fero y saliendo de él á 50", ha dejado al aire 60 calorías por kilogra- mo. Para obtener las 4, 16 calorías que necesitamos por segundo, deberá 4,16 entrar ó salir por segundo en el calorífero unpesodeaguade— ^-r— =0,07 kilogramos. El volumen medio de estos 0,07 kilogramos de agua será de 0,07 (1+0, 0005x60°) = 0,072 litros. Este será el volumen del agua que entra por segundo ó sale del calorífero á la temperatura me- dia de 60°. (El número O.OOOS es el coeficiente de dilatación del agua) 0,072 lit. Aiiura La altura generatriz (1) de la velocidad se debe á la diferencia de pre- generairiz de jijo^gg ejercida por dos columnas de agua de 2 metros de altura, la una la velocidad de J i ^i i i circulación del á 60° de temperatura, la otra á 90 . Como no pueden restarse las pre- ''^"''- siones medidas por alturas de líquido sin reducirlas antes á un líquido de la misma densidad para ambas (esto es, sin hacerlas homogéneas), valuemos ambas columnas en agua á 60°. La una ya lo está, y vale 2 metros. Llamando d'" y (f" las densidades del agua á 90" y á 60° respectiva- (1) O presión generatriz de la velocidad; lo mismo da, la una mide la otra, y reci- procamente. S86 mente, y aplicando el conocido principio de que dos columnas ó alturas fluidas que se equilibran están en razón inversa de las densidades, y lla- mando X la altura de agua á 00° :jue se equilibra con la de 2 metros á ^ r 1+0.0005x00 „, 90 , tendremos: a; = 2 X ^„ = j—j^^-Q^p—^XS (sensiblemente, por- que la densidad del agua á O no es 1); haciendo los cálculos, x = \ ,9712 metros. Verificando ahora la resta, tendremos que la altura generatriz de la velocidad del agua en el calorífero será 2—1,9712 = 0,0288 metros 0,0288m.= Diámetro mi- Para que el volumen de agua de 0,072 litros circule por segundo nimo del cir- ^j (.giopífero baio la velocidad práctica que se establezca en el circui- cuito que debe •' ' .... , rceoi-rciwi lo, scgun la altura generatriz ya encontrada y las resistencias que el íigua caiienic. ^,i,.(>uito ofrezca, es preciso que este último no tenga una sección menor que la luínima queramos á determinar. El circuito que tiene que recor- rer el agua para cada calorífero es de 2 metros al ascender en la caldera y columna ascendente, más 12 metros para ir al calorífero, más 21 en el mismo, más 12 metros al volver á la caldera. Longitud total del cir- cuito recorrido por el agua, 47 metros. La altura ó carga generatriz de la velocidad, hemos visto que era de 0,0288 metros. La altura correspondiente á cada metro de longitud de circuito será de 0,0288 . „„„„ ^ — =0,0006 metros. 47 Buscando ahora en las tablas que contienen los diámetros de los tubos de conducción de agua correspondientes á ciertos gastos prácti- cos ó reales y á ciertas alturas por metro de longitud, cuál es el diá- ■ metro que conviene á nuestro caso, encontraremos que el tubo de 5 cen- tímetros puede satisfacer amplísimamente al gasto de nuestro calorífero' que es 0,072 litros por segundo, y bajo una carga algo menor que la de 0,0000 metros. El diámetro mínimo del circuito será, pues, de5 cen_ límetros. Mayor que este número puede ser cuanto se quiera sin nin- gún inconveniente, menor no 0,05 m.' 587 Distribución Cada pabellón tiene dos caloríferos alimentados por la misma cal- "íio it ^!i w'.'. Jera. Cada calorífero tiene seis series de tubos, recorridos simullánea- CIG QG CalCniíl- mientodecada mente por el agua caliente. Cada serie de tubos, ó mejor dicho, los calorífero. ^yjjQs Je cada série, están en un plano vertical, como vimos en la des- cripción. Cada série de tubos tiene, desarrollada, 21,2 metros de largo, y su superficie es de2l,2x5,14x0, l=G,Go metros cuadrados. El diá- metro de los tubos es de 0,1 metros. Son de hierro colado. La superfi- cie de las seis series de tubos de cada calorífero será 6x6,05=59,90 metros cuadrados. Los dos caloríferos de un mismo pabellón presenta- rán, pues, una superficie de calentamiento de 2x59,90=80 metros cuadrados pró.xiniamente, que es lo que habíamos calculado ya en la página 484. Sección Como hemos visto en la página 575, el volumen de aire que debe los dVTniro- entrar en cada sala por segundo debe ser de 0,460 metros. Como hay duccion de ai- en estc proyecto dos conductos de introducción por sala, cada uno re nuevo, frió ó calienle. deberá dar paso por segundo á 0,466 0,255 metros ciibicos "I de aire. Admitiendo una velocidad mínima de 0,5 metros por segundo en dichos conductos (véase la página 455), la sección de cada conducto será de O 255 ' ' :=Q,466 metros cuadrados , O 466 m." 0,5 ' Sección La seccion de cada uno de los 14 conductos de evacuación del aire de los conduc- yigijjjo gg,..\ \q abismo que hemos calculado en la pág. 578 O 055 m.' los de evacúa- ' ' " cion del aire viciado. Seccion Las dos chimeneas de los dos hogares de las calderas, que tienen deíachimenca ^^j^ ^^^^^ 2 decímetros cuadrados de seccion, como hemos visto en la común á am- , . ,^„ i i i i i . i • bes de los dos pagma 48¿), se reúnen en una sola, colocada dentro de la chimenea ge- pabellones, neral de aspiración. La seccion de la chimenea común á los hogares de ambas calderas será, pues, de 4 decímetros cuadrados 0,04 m.» 688 Sección La secoion de esta chimenea, si estuviera libre, sería, como ya he- deíachimfinea ,j^^-,g explicado en la página 485, de 1,12 metros cuadrados; pero como general de as- , , ., . . ' piraciondoiai- lia de llcvar en su interior la de los hogares de las calderas, que tiene re viciado. 0,04 metros Cuadrados, la seccion buscada será 1 ,12+0,04 1,16 m.^ Gasto anual La tabla de la página 565 nos da en su tercera columna los consu- dci comiiusti- iiios por hora de hulla para los cuatro meses de calentamiento, v con leniaiuienio y arreglo á las temperaturas medias de Barcelona; estos consumos son: la veniiíacion para el mes de enero 12 kilogramos, para febrero 9,60, para marzo 7,20 de lodo el líos- ,. . , m an pitai y V^^^ diciembre 7,20. Respecto á la ventilación, el cuadro comparativo de la página 552 nos dará los consumos de hulla por hora correspondientes á todos los meses del año. Tomaremos los números de la columna relativa al siste- ma de chimeneas de aspiración por abajo, que es el adoptado en este proyecto. Pero como hemos colocado dentro de la chimenea general de aspiración, la metálica délos hogares de las calderas de agua caliente, tendremos alguna economía de combustible en la ventilación de los meses de calentamiento, que son enero, febrero, marzo y diciembre. Esta economía, tratándose de los hogares de las calderas de agua caliente á baja presión, es valuada por los ingenieros franceses experi- mentados, en un 7 por 100, á lomas, del combustible que se consume en los hogares de las calderas. Debemos, por lo tanto, desquitar de los consumos de hulla para la ventilación de los meses de enero, febre- ro, marzo y diciembre, que contiene el cuadro comparativo, el 7 por 100 de 12 para el mes de enero, el 7 por 100 de 9,60 para el de febrero, el 7 por 100 de 7,20 para el de marzo, y el 7 por 100 de 7,20 para el de diciembre. Haciéndolo así, formaremos la tabla de los consumos de hulla por hora para el calentamiento y ventilación del hospital en este proyecto. 58!» Cousumo lie hulla pnr liora en lodo el kspilal, y i'u los difcreiUcs meses Enero (leí año, para EL CALENTAMIENTO. I.A VENTILACIÓN. EL CALENTAMIENTU Y LA VENTILVCION. 12 kilóg.» 5,01 kilóg.^ 17,01 kilóg.» Febrero 9,6 .. 5,96 .. 15,56 » Marzo 7,2 - 6,99 » 14,19 .. Abril 1) 9,75 .. 9,75 .. Mayo )) 9,75 .. 9,75 .. Junio » 9,75 .. 9,75 " Julio » 9,75 .. 9,75 » Agosto » 9,75 >. 9,75 » Setiembre. . . 9 9,75 .. 9,75 » Octubre 1) 9,75 » 9,75 .. Noviembre. . . Ü 9,75 » 9,75 » Diciembre. . . 7,2 - 6,99 >. 14,19 . Con esla tabla se hallará fácilmente el consumo anual de combus- tible. Suponiendo que el calentamiento tenga lugar constantemente de dia y de noche durante los cuatro meses de enero, febrero, marzo y diciembre, el consumo anual de hulla para el calentamiento será: ( 12x51+9,6x28+7,2x51+7,2x31 )24=26.064 kilogramos de hulla de 8.000 calorías. 590 Suponiendo que la ventilación sea constante durante los doce nie- bes del año, el consumo anual de hulla para la ventilación será: (5,01x31+5,96x28+6,90x314-9,75x50+9, 75x51+9,75x50+ 9, 75x31+9, 75x51+9, 75x30+9. 75x31+9, 75x30+6, 99x31)24= 24(5,01x31+5, 96x28+2x6, 99x31+4x9, 75x51+4x9, 75x30)== 24(5,01x51+5,96x28+2x6,99x51+4x9, 75x61)=75.228. Reuniendo los resultados obtenidos tendremos: Gasto anual del hosjñtal en hulla. l'iira el calentamiento 26.064 kilogramos. Para la ventilación 75.228 » Gasto Mal anual 101.292 » Y como en Barcelona el precio de la hulla de 8.000 calorías (Car- diff) es de 200 reales la tonelada métrica (l.OOO kilóg.), tendremos: Crasto anual del hospital en reales. Para el calentamiento 5.212 reales. Para la ventilación 1 5.045 Ctaslo total anual .... , 20.257 591 V. QUINTO SISTEMA (1). Calentamiento.— Por tubos y estufas de vapor, colocados en las mismas salas ó locales cjue han de ser calentados. Wentilacion. — Po/" inyección mecánica. Superticic Hemos dicho ya que 1 metro cuadrado de placa metálica de fundición de ó de palastro, calentada por un lado por vapor á 100° y enfriada por calcnlamienlo , , • ■ i f» r . •.• • i i- (le los aparatos '^ °'''''' *^'"'^ P°'' ^"'^ '' ^'^ ' podia trasmitir siempre, aun en las condi- iio un pabe- ciones más desfavorables en que se hiciese el experimento, 800 ca- """■ lorias por hora. En este proyecto, los aparatos de calentamiento ó tu- bos de vapor situados en el conduelo central de las salas de enfermos, están rodeados de aire que tiene 8° al entrar en el conducto central (mes de enero), y sale de él (según acredita la experiencia en el hos- pital de Lariboisiére, cuya disposición copiamos) á20°, 22°, 24°, según los casos. La temperatura media del aire no diferirá mucho en dicho conducto de 15°, y por lo tanto, podemos contar con la trasmisión de las 800 calorías por metro cuadrado de tubo de vapor, y por hora. Pero, aunque la temperatura media del aire fuese notablemente supe- rior á 13° en el eon caballos <3 can. Distribución La ventilación ha de ser constante durante todo el año, dia y no- dLidcftluran- '^''^' ^^''^ ventilación exije, como hemos visto, una fuerza de 5 caba- le lodo el año. líos constante, ó sea una producción de vapor por hora de 5x2o=G9 ki- Í logramos durante todo el año, dia y noche. ¿Encuentra esta producción constante de vapor, encuentran los 69 kilogramos que cada hora salen de la máquina, una utilización ó empleo en el hospital? Veámoslo. En el mes de enero, el calentamiento solo, exije dia y noche 105 kilogra- mos, que es la producción que corresponde al consumo de 15 kilogra- mos de hulla por hora. En el mes de febrero, el calentamiento del hos- pital solo, exije (véase la tabla de la página 565) 12 kilogramos de hulla ó sea 12x7=84 kilogramos de vapor por hora, dia y noche. De modo que ca los meses de enero y febrero, todo el vapor que sale de la máquina (69 kilogramos por hora) es empleado en el calentamiento, y este aún exije un suplemento de vapor tomado directamente del ge- nerador; suplemento que para el mes de enero es de 105 — 69=36 ki- logramos de vapor, y para el mes de febrero será de 84 — 69=-.15 kilo- gramos de vapor. El calentamiento del mes de marzo exije en Barcelona 9 kilogramos de hulla, ó sea una producción de vapor por hora de 9x"=63 kilogra- mos de vapor. En el mes de marzo, el vapor que sale de la caja de distribución de la máquina será en Barcelona suficiente para el ca- lentamiento, y sobrará muy poco ó nada, puesto que el cálculo da 69 — 65=:6 kilogramos. 596 Resulta de aquí, que la ventilación do los meses de calentamiento no cuesta nada, absolutamente nada, por este sistema. Lo mismo que hemos dicho del mes de marzo queda dicho del mes de diciembre, cuya temperatura media en Barcelona es la misma que la de marzo. Respecto á los ocho meses restantes, durante los cuales no hay ca- lentamiento, los 69 kilogramos de vapor por hora que salen de la má- quina tienen, en un hospital bien organizado, un empleo seguro du- rante el dia. El agua caliente, las cataplasmas, las bebidas que exijen todas las salas, los baños para los enfermos, y aun para el público al- gunas veces, como sucede en el gran hospital de Valencia, los lavade- ros, secaderos, botica y laboratorio, etc., consumen, por regla general, mucho más vapor que los 00 kilogramos. Durante la noche es más di- fícil encontrar un empleo útil á los C'J kilogramos de vapor, porque cesan de funcionar algunas dependencias, y á menos de colocarnos en circunstancias excepcionales, no debemos contar con el empleo útil y seguro más que de una parte de ese vapor, que atendidas las necesi- dades de este hospital, puede valuarse en '/j- ó sean 23 kilogramos por hora. Resumiendo cuanto hemos dicho, resulta que la ventilación en los meses de enero, febrero, marzo y diciembre no costará nada, y en los demás meses costará 09 — 25^46 kilogramos de vapor durante la noche y por hora, ó sea 2o kilogramos por hora y por dia de los ocho meses restantes. Estos 25 kilogramos de vapor por hora que cuesta la ventilación en cada uno de los ocho meses, equivalen á un gasto de hulla de 25 -—=5,5 kilogramos de hulla de 8.000 calorías, por hora, durante ocho meses. Gasto anual La tabla de la página 565 nos da, en su quinta columna, el gasto ble paradcá'- ^^ ''"''^ P^** ^^'^^'^ P^'''^ '"^^ cuatro mescs de calentamiento, y con arreglo lentamiento y á las temperaturas medias de Barcelona. Estos consumos son: para el la ventilación ,^^gg j^ ^j^^^.^ Ig kilogramos, para el de febrero 12, para el de marzo 9 de todo el hos- o • i i pitai. y para el de diciembre 9. 897 Respecto á la ventilaeion, ya hemos visto en el párrafo anterior cuáles eran los gastos. Podemos, por lo tanto. Formar la correspon- diente tabla de los consumos de hulla para todos los meses. CoDSuino de hulla por hora eu lodo el hospilal, y en los diferentes meses || . del ano, pra ___^ Enero EL CALKNTAMIBHTO. LA VENTir.ACrON. Et. CALENTAMIENTO Y LA VENTILACIÓN. 15 kilóg.» )l 15 kitóg.» Febrero 12 » )> 12 Marzo 9 » » 9 Abril » 5,5 kilóg.' 5,5 » Mayo d 5,5 •> 5.5 " Junio u 5,5 '" 5,5 » Julio " 5,5 » 5,5 .. Agosto » 5,5 >> 5,5 " Setiembre. . . o 5,5 » 5,5 » Octubre )l 5,5 5,5 .. Noviembre. . . I) 5,5 » 5,5 •' Diciembre. . . 9 « M 9 Con esta tabla se hallará fácilmente el consumo anual de combus- tible. Suponiendo que el calentamiento tenga lugar constantemente de dia y de noche durante los cuatro meses de enero, febrero, marzo y di- ciembre, el consumo anual de hulla para el calentamiento será: TOMO VI. gy 598 (15x51+12x28+9x51+9x51)24=52.616 kilogramos (le hulla de 8.000 calorías. El gasto para la ventilación de los doce meses del año, suponién- dola constante, será 24(5.5x50+5,5x51+5,5x50+5,5x51+5,5x51+5,5x50+5,5x51 +5,5x50)= 24(5,5x50x4+5.5x51 x4) = 24(4x5,5x61)= 19.520 kilogramos de hulla de 8.000 calorías. Reuniendo los resultados obtenidos tendremos: Gasto anual del hosjñtal en Judia. Para el calentamiento 52.016 kilóg.» Para la ventilación 19.520 >> Gasto anual total 51.956 Y como en Barcelona el precio de la hulla de 8.000 calorías (Car- diff) es de 200 reales la tonelada métrica (1.000 kilóg.'), tendremos: Gasto anual del hospital en reales. Para el calentamiento 6.525 reales. Para la ventilación 5.864 » Gasto total anual 10.587 » 599 Sección Para la altura de 25 metros que tiene en el proyecto dicha cliime- óri C de la c ime- ^^^ ^^ seccion se calculará por la fórmula nea del gene- r rador de va- por, c en la cual .S' es la seccion buscada en decímetros cuadrados, y Tel con- sumo máximo de hulla por hora, que es de 15 kilogramos para el mes de enero. La seccion será, pues, 15 'S'=-— =5 decímetros cuadrados 0,05 m. 5 Sección El aire rechazado ó impelido por el ventilador se dirije, por un de^of mbos conducto de chapa de hierro ó palastro, al pabellón ó ala izquierda del del ventila- hospital, y por otro igual al de la derecha. Por cada uno de dichos tu- ''°'"- bos, y antes de llegar á sus derivaciones ó ramificaciones, deben pasar por hora 5.0Í0 metros cúbicos de aire, más las pérdidas de este fluido que hemos supuesto, ó sea un total de G.OOO metros cúbicos, con una velocidad de 10 metros por segundo, como hemos dicho ya al tratar del trabajo del ventilador. El volumen de aire que por cada tubo debe pa- sar por segundo es pues de ———=1,066 metros cúbicos. o.oOO Luego la seccion del tubo será de 1,666 ^ —rTr—= 0,1.666 metros cuadrados. El diámetro de los tubos porta-viento será de i/ 4x0, 166 ^ ,^ V -5^4- =0,46 metros. 0,46 met. Número La máquina de vapor funciona á una velocidad media ó normal de vueltas del nlilador por minuio. que hemos adoptado (véanse las figuras 49 ?/ 50) cuadruplica este veniiíador por '''^ 60 vueltas de volante por minuto. La transmisión del movimiento 000 número de vueltas en el árbol del ventilador. Dicha trasmisión se opera por una correa desde el mismo árbol del volante al del ventilador. El diámetro de la polea del volante es 1 metro, y el de la polea del ventilador es de 0,2o metros. El número normal de vueltas del venti- lador será pues de 4x60=240; pero la máquina puede, sin inconve niente alguno, funcionar á 80 vueltas por minuto, y entonces el venti- lador daria 80x4=520 vueltas. De modo que el número de vueltas del ventilador por minuto varia de 240 á 520 240 á 320. Sucede en toda máquina, que cuando su movimiento no se acelera ni se retarda es porque el trabajo motor es igual al trabajo resistente, comprendiendo en este último al trabajo útil y al absorbido por toda clase de resistencias pasivas. Este principio guia al ingeniero en la apli- cación de los ventiladores. El estudio de estos aparatos está lleno de dificultades, de tal modo que boy no tiene medios seguros para calcu- lar el número de vueltas que debe dar un ventilador por minuto, y su radio, para producir un efecto determinado. Tiene, por lo tanto, nece- sidad de ver los efectos que producen los existentes, bajo ciertas velo- cidades; y'con estos datos y con reglas semi-empíricas, calcular el venti- lador que necesite. Aun así sucederá, ó al menos puede suceder, que el ventilador construido b:ijo la velocidad calculada, no absorbe la fuerza que se creyó, sino algo más ó algo menos. En este caso, si la máquina de vapor recibe de este agente el trabajo motor que el inge- niero habia calculado, se verá que la máquina funcionará con más ó con menos velocidad de la que corresponde á su marcha normal. Adoptando el ingeniero el coeficiente 0,1 para el trabajo útil del ventilador, esto es, suponiendo que este no aproveche más que un décimo del trabajo consumido en el árbol de la máquina, es seguro que esta tendrá la fuerza suficiente, y por lo tanto, no podrá sobrevenir más que un au- mento en la velocidad normal de la misma. Si este aumento no pasa de cierto límite, no tiene inconveniente alguno; pero puede ser innece- sario, porque el ventilador, tal vez, á la marcha normal, produzca el efecto que se quería. Fácilmente se comprueba esto, ya á mano, cer- rando más la llave del tubo de vapor, ya automáticamente arreglando convenientemente el mecanismo del péndulo cónico. Entonces se com- üOl prueba la velocidad mínima del ventilador que da el efecto útil bus- cado, y esta debe ser la marcha normal, salvo los casos en que se quiera aumento de ventilación. Los limites de velocidad del ventilador que se derivan de los límites exiremos de marcha conveniente de la má- quina de vapor, bastan para cubrir las incertidumbres del cálculo de los ventiladores para un efecto determinado. Pero si el ingeniero, apar- tándose notablemente de los pocos datos seguros que sobre ventilado- res tenemos, viera que la máquina tomaba una velocidad desusada, y que esta velocidad era necesaria para el efecto útil del ventilador, cuyo número de vueltas estaba mal calculado, entonces necesita modificar ligeramente la trasmisión del movimiento, ya aumentando el radio de la polea del árbol motor, ya disminuyendo el de la del venlilador, á íin de que este dé el número de vueltas que exije el efecto útil deseado, sin que la máquina tenga una velocidad inconveniente bajo muchos puntos de vista, cuyo estudio sale de los límites de este trabajo. Diámeiro Admitiendo, como la experiencia comprueba, que en ventiladores íicivrniiíador. ,jg p^^.^ velocidad y del género que empleamos en nuestro proyecto, la velocidad del aire en los grandes tubos porta-viento sea solamente los I de la velocidad de rotación de los extremos de las paletas, el diá- metro del ventilador, ó sea el doble de la distancia que separa el eje de las paletas del extremo de estas, se encontrará por la fórmula 3,14X^X4=^ XIO: en la cual 5,14 es la relación de la circunferencia al diámetro; x el diá- metro buscado; 4, el número de vueltas del ventilador por segundo; y \ la relación entre la velocidad de rotación del extremo de las paletas y la velocidad del aire en los tubos porta-viento. De dicha fórmula sale para el diámetro del ventilador x = l,2 metros 1,2 met. Todas las demás dimensiones relativas al ventilador, como la an- chura, que es de 52 centímetros, la longitud de las paletas, su número, su inclinación sobre el radio, y todos los detalles de construcción, pue- den verse en \as figuras 47, 49, 50, y en la descripción. 602 Sección En cada sala hay, como ya hemos visto en la pág. b9'2, ires estufas, de °hHroduc- P'^'" ^uyos tubos tiene que entrar en aquella todo el aire nuevo. Hemos cion del aire dicho ya (pág- S75), quB en cada sala ha de entrar por segundo 0,466 nuevo (no o p^eiros de aire nuevo; luego por cada estufa debe entrar salas. f\ h ce — =0,155 metros de aire por segundo. Admitiendo una velocidad de entrada para este sistema doble que en lodos los demás, cosa muy fácil de obtener con la ventilación mecánica, la suma de las secciones de todos los conductos de una estufa será de ^0,io5 metros cuadrados. En las estufas de este sistema colocadas por los Sres. Thomas y Laurens en el hospital de Lariboisiére, la suma de las secciones de to- dos los tubos de una estufa es de 0,147 metros cuadrados, y esta sec- ción aún se encuentra algo disminuida por los calados de las tapaderas de dichas estufas. Cada estufa lleva doce tubos para el aire, iguales: la sección de cada tubo será, pues, de 0,155 ^^,- , , , — --=0,Oló metros cuadrados. 12 El diámetro de cada tubo para presentar esta sección será de 0,127 metros 0,127 met. Sección La seccion de cada uno de los 14 conductos de evacuación que tiene deíoscondue- ^ | ^ enfermos, será, como hemos calculado en la página 575, IOS de evacúa- ^ ^ cion. de 0,033 m." 603 Tubo Esté tubo es de cobre, y de 5 Gentímetros de diámeiro para cada de conducción , ,, ^ ^-. del vapor á los pabellón , O.Oo met. tubos de con- densación y es- lufas. Su diá- metro. Diámeiro Este diámetro es también de 5 centímetros interiormente. Kste agua "de° con- ^^^^ ^^ ^^ hierro estirado 0,03 met. densacion. Cabida El vaso Ó depósito del agua de condensación, donde viene á reu- dei vaso e j^j^.g^ ] y^p^j. condcnsado en todo el hospital, y que está colocado en agua de con- • .' ' densacion. la cueva, cerca de la máquina de vapor, tiene una cabida de 250 litros, que es suficiente para contener el vapor condensado en dos horas y media, en el mes que mayor cantidad se condensa, que es en el de enero 0,250 met. VI. SEXTO SISTEMA. (dE MR. LEÓN DUVOIR-LEBLANC) (1). Calentamiento. — Por circulación de agua caliente en tubos y estufas colocados en las salas. l^entilacion. — Por chivieneas de aspiración por arriba. Combustible Como hemos visto en la descripción de este sistema, aplicado á un por hor°a*^en1a hospital de 144 enfermos, cada ala ó pabellón del edificio lleva una calde- caidera, en el ra de agua caliente que establece la circulación de este líquido en las tres mes de enero, ^^^^^ j^ enfermos, V además en la airan estufa establecida en la base de para el calen- •' " lamienio y la la chimenea de aspiración. Hemos visto también en las bases genera- veniiiacion de ]j,g^ ^^^^ ^.j^jj^ pabellón necesita 50.000 calorías por hora para el calen- tamiento. La tabla de la pág. 565 nos da el gasto de combustible para producir este efecto con el sistema que nos ocupa: dicha tabla nos dice (1) Véanse los dibujos correspondientes. 604 que el consumo de hulla en el mes de enero y por hora, para el calen- tamiento, será de 12 — =6 kilogramos. La tabla de la página 552 nos dará el consumo de hulla por hora para obtener la ventilación de 10.000 metros cúbicos de aire con e' sistema de ventilación de que nos ocupamos. Este consumo es 11,81 kilogramos. Pero como la ventilación de un pabellón exije solo 5.040 metros cúbicos de aire, número que es próximamenle la mitad del de la tabla, el consumo de hulla por hora del mes de enero, para la venti- lación de un pabellón, será de 11,81 — ji— :=5,90 kilogramos. El consumo de hulla por hora para el calentamiento y la ventilación de un pabellón será, pues, de 6+5,90=11,90 kilogramos 11,90 Superficie Bajo la caldera se ha de quemar una cantidad de combustible Mideríde''cí ^^ ^ ''^ kilogramos por hora, como acabamos de ver. Dando á la cal- da pabellón, dera 1 metro cuadrado de superficie de caldeo por cada 2,5 kilogra- mos de hulla que se hayan de quemar por hora, la superficie buscada será de 11 9 -^^ = i, 76 metros cuadrados 4,76 ni.' Sección Esta sección, calculada por la fórmula de la chimenea del hogar de la caldera de ca- '''P'*''"°"- 5= |- decímetros cuadrados. 60b que es la que conviene á la altura de la chimenea en este pro- yecto, será: ^,11,9 , , , •5^=— ;r— =4 decímetros cuadrados, próximamente 0,04 m.' Diámetro mínimo del tu fria Hemos visto que el número de unidades de calor que cada pabellón bo de aseen- necesita por hora, para el calentamiento, es de oO.OOO. El aire vicia- sion del agua do llega á la chimenea á 18°; y como el aire exterior está á 8°, bastará caliente v de , . . . , ,. , , . , _„„ lostubosderc- ^"^ ^' ^""^ Viciado se caliente en la chimenea hasta 33 para tener el torno del agua exceso de 25", necesario (por lo menos) para el tiro en este sistema. Los 5.040 metros de aire viciado que deben salir por hora por la chi- menea, necesitarán 5.040X 1 ,5x0,24 (35°— 1 8") = 5.040x1 ,3x0,24x1 5 = 25.587 calorías. De modo que cada pabellón exije por hora en el mes de enero, 50.000+25.587=35.587 calorías; y por segundo 55.587 ,„ , , -^^^=15 calorías. El agua llega al deposito superior, llamado estufa de ventilación, á una temperatura de 100°: cede en dicha estufa de ventilación el calor necesario para esta, y recorre luego las de las salas de enfermos, dando el calor necesario al calentamiento, y vuelve á la caldera á unos 50° próximamente. Cada kilogramo de agua habrá cedido en el trayecto recorrido 100 — 50 calorías, ó sean 70. La cantidad de agua que debe circular por segundo será, pues, de 15 .r^=^0,214 kilogramos. 600 El volumen de estos 0,214 kilogramos de agua, á la temperalura media del agua, que es será de 0,21 4 (1 + O.OOOS X 65°) = 0,22 litros. El circuito total recorrido por el agua es de 20 metros al ascender, más dos veces la longitud de una sala, más 20 metros al descender á la caldera: total, 20 + 2x29+20 = 98 metros. La altura total del agua es de 20 metros. La altura ó carga generatriz de la velocidad, calculada como se dijo detalladamente en la página 58o, será de 14-0 000^ vfi'i" 20" - 20- X , ^'\' ,rZ. = 20" - 20" X 0,9855 = 20" 1 + 0,000o X 100 I9"'.666 = 0,554 metros. La altura ó carga por metro de longitud del trayecto ó circuito re- corrido por el agua es de 0'554 =r 0,00o metros. Buscando en las tablas citadas en la página 586 el diámetro de tubo que corresponde á un gasto por segundo de 0,22 litros, bajo la carga de 0,005 metros por uno de longitud, encontraremos que, bajo la carga de 0"\0029, un tubo de 5 centímetros de diámetro da más de doble del volumen de 0,22 litros que necesitamos. Aceptaremos, sin embargo, este diámetro; y como en lugar de un tubo de ascensión po- nemos dos, como lo ha hecho Mr. Duvoir-Léblanc en el hospital de 607 Lariboisiére. daremos á cada uno un diámetro de4 cenlímelros. En los cálculos anteriores hemos supuesto que solo habiii un tubo descendente para el agua, el cual babia de conducir los 0,22 litros por segundo; pero como cada sala tiene su tubo especial, resulta que basta dar á los tubos descendentes del agna un diámetro de 5 centímetros. Seguramente que todos estos tubos, calculados por exceso, tienen un diámetro más que suficiente para el efecto que han de producir, no obstante los co- dos y ensanches bruscos del circuito; pero no hay en ello inconveniente alguno, y lohabria muy grande en que tuviesen un diámetro insuficien- te. Cada tubo lleva su llave, por medio de la cual se gradúa sn gasto correspondiente, ó sea la cantidad de agua que pasa por él por segundo. Superficie Uemos visto que esta estufa, que contiene agua á 100°, colocada que deijcria g,;, [^ [jage de la chimenea de aspiración, debe emitir por hora 25.587 Isncr D3r& el mes de enero, calorías, que absorberá el aire viciado. La temperatura del aire al en- la estufa de trar CU esa gran estufa es de 18°: debe salir de ella á 35": la tempera- venlilacion co- . j- i i • i . p . i locada en la ^^^'^ media del aire en la estufa sera, pues, de chimenea. ^ :=25 próximamente. La diferencia de temperaturas que origina la trasmisión del calor del agua de la estufa al aire viciado, será de 100° — 2.5°= 75°. Cada metro cuadrado de superficie de estufa ó de sus tubos tras- mitirá al aire por hora 75° 800 X -^5^= 705 calorías, oo Luego la superficie de calentamiento que exigiría la gran estufa de ventilación para el mes de enero sería de 25.587 „, ^. — „ - = á5,5 metros cuadrados. . , . , , , 33,5 ni. 608 Temperatura Circulan, como hemos visto, en cada segundo por cada pabellón media á que 0,214 kiIós;ramos de agua, Ó sea por hora 0,21 4x 5600 — 770 kiiógra- saldrá el agua „ ''--r^ , .. . i . . i rvoo i . de la gran es- "IOS. Estos 770 kilogramos de agua, que entran a 100 en el aparato o tufa de veiiti- gpan estufa de la ventilación, saldrán de ella á una temperatura x°, lacion , en el ' i • i i i • • . mes dé enero. "1"^ vendrá dada por la siguiente ecuación : 23.587=:: 770 (100° — a;°). De donde ^°=:69°,5 69°. 5. Superlicie Tenemos, según acabamos de ver, que el agua que lia de servirnos fie para el calentamiento en invierno, aunque calentada á 100°, no entra de losTÜ'bo'l'y t'n las estufas mas que á 69", 5. Cuando este agua vuelve á la caldera csiufasdeagua después de haber efectuado el calentamiento del aire nuevo, conserva caliente. ^^^^^ ^^^ temperatura de 50°. La temperatura media del agua en las es- tufas y tubos de las salas de enfermos será por lo tanto de 69°.5 + 50° „^„ . . \ =50 próximamente. Veamos ahora cuál es la temperatura media del aire nuevo mientras se calienta. El aire frió á 8° penetra en los conductos que existen den- tro del suelo de las salas : allí empieza á calentarse por el contacto de los tubos y botellas de agua caliente, y luego atraviesa las estufas para entrar por la parte superior de estas en las salas á una temperatura lo mas de 50°. La temperatura media del aire mientras se calienta será, pues, de Por otra parte, la superficie exterior de las estufas también trasmite calor á un aire cuya temperatura es muy próxima á 19°, puesto que es 18°. Tomaremos, pues, como temperatura media general del aire la de 19°. 609 La diferencia media de temperaturas que origina la trasmisión del calor del agua al aire, será, pues, de 50°— 19°= ST. En estas condicio- nes, cada metro cuadrado de superficie de calentamiento (tubos, estu- fas, botellas) trasmitirá por bora 800 -^rr^ = 292 calorías. 85" Y como cada pabellón exije para el calentamiento 50.000 calorías por hora, tendremos que la superficie total de calentamiento de los aparatos para un pabellón (tubos, estufas, botellas) será de =:103 metros cuadrados 105 m.' 292 Distriiíucion El tubo que conduce el agua caliente á las estufas, y que se encuen- de esia supeí - ^,.3 alojado en el conducto de introducción del suelo de las salas, pre- ficie de calen- "' ^ , lamiento. senta en cada sala un largo de 29 metros y un diámetro de ¿> centímetros. La superficie de todos los tubos de las tres salas, ósea del pabellón, será, pues, de 3x29x5,14x0,03 = 7,5 metros cuadrados. Quedará para todas las estufas de un pabellón una superficie de 103 — 7,5 = 95,5 metros cuadrados. Si queremos, como indican los planos, establecer tres estufas en cada sala de enfermos, habrá nueve en un pabellón, y la superficie de cada estufa será de 95,5 ' ' = 10,6 metros cuadrados. Si aceptamos el mismo modelo de estufas empleado por Mr. Duvoir- Léblanc para el hospital de Lariboisiére, tendremos que cada estufa tendrá las dimensiones siguientes: Altura de la estufa 1,5 metros. Diámetro 0,8 » Comproba- ción. 610 Loque da para la superficie exterior de la estufa 5,7 metros cuadrados. Hay además un tubo central de un diámetro de 0,4 metros y el alto de la estufa, doce tubos del mismo largo y de 0,1 metro de diámetro. La superficie total de estos tubos por donde circula el aire, y que consti- tuyen por lo tanto superficies de calentamiento, es de 7,5 metros cua- drados. La superficie total de calentamiento de dichas estufas será, pues, de 7,5 + 5,7 = 11,2 metros cuadrados. Aunque las estufas que necesitamos para nuestro proyecto no exi- jen mas que una superficie de 10,6 metros cuadrados, se ve que pode- mos emplear sin inconvenientes el mismo modelo de Mr. üuvoir- Léblanc, y así lo hemos hecho en los dibujos. Hemos visto que los 770 kilogramos de agua que circulan por hora en un pabellón de nuestro hospital , dejarán en el aparato superior ó gran estufa de ventilación 25.587 calorías, y salen de dicha gran es- tufa á una temperatura de 69,5°. En este momento empiezan á utilizarse en el calentamiento del pabellón los dichos 770 kilogramos, y entran en la caldera á 50°. El calor que pierden los 770 kilogramos, y que utiliza el calentamiento, es, pues, de770(69°,5 — 50°) = 50. 415 calorías, que son próximamente las 50.000 calculadas para el calentamiento de cada pabellón. Hemos calculado antes la superficie de calentamiento que exijiria real de calen- jg gran estufa de ventilación para el mes de enero, v hemos encontrado laniiento que . i i • , w,- ». r> debe presen- ^T"^ ^^ta debía sei' de 5,>,5 metros cuadrados. Pero esta superficie sería lar la gran es- evidentemente pequeña en verano, porque el aire viciado necesita más lufa de la ven- , , i • • i , ^r.,o , , . lilacion. calorías para adquirir el exceso constante de 25 (mínimum para este sistema de ventilación) sobre la temperatura del aire exterior. Para po- nernos en el caso más desfavorable á la trasmisión del calor, suponga- mos que la temperatura media del aire es de 26°, que es próximamente la media del mes de agosto en Barcelona. La temperatura de entrada del aire viciado en la estufa será, pues, de 26°. La de salida será de 26"+25°=5r. La temperatura media del aire mientras se calienta será de Superficie 26°-f5r „^, — = ó8 próximamente. Gil La temperatura tlel agua caliente es de 100° en la gran estufa de ventilación; luego la diferencia media de temperaturas que origina la trasmisión del calor del agua al aire viciado es de 100° — 58°-.=()'¿°. En estas condiciones, un metro cuadrado de superficie de calenta- miento trasmite por hora 800-^=583 calorías. 85 La superficie de calentamiento de la gran estufa es ahora fácil de calcu- lar. Los 5.040 metros cúbicos de aire viciado que salen por hora de un pabellón deben absorber 5.040x1,3x0,24(51°— 26°)=5.040Xl,5X0,24x25°=:39.512calorías. Luego la superficie de calentamiento de la gran estufa de ventilación será de 39.512 ^^ , , . • . — — r-=G7 meiros cuadrados próximamente ()7 m. Vemos por lo que antecede, que el calentamiento del aire viciado para la vonlilacion, por este medio, exije una superficie de caldeo enor- me. Mr. León Duvoir-Leblanc colocó en cada uno de los pabellones del hospital de Lariboisiére (cada pabellón tiene 102 enfermos) una gran estufa para la ventilación, que tenia solamente 40 meiros cua- drados de superficie. Este dato es el que consigna Mr. Péclet en su última edición del Tratado del calor, calificando de enorme esta super- ficie (página 2G8, párrafo 2516, tercer tomo). Si Mr. Péclet hubiese calculado la superficie de calentamiento que exijia la gran estufa de La- riboisiére, le hubiera parecido exigua para el objeto. En efecto, Mr. Du- voir-Leblanc ha tenido necesidad de ensanchar posteriormente la base de la chimenea, y colocar un cierto número de cilindros de agua ca- liente, aumentando así la superficie de calentamiento hasta 87 metros cuadrados, que tiene actualmente la gran estufa de ventilación. 512 Conductos Colocando el mismo modelo de estufa que Mr. Duvoir-Leblanc ha de iniroduc- establecido en Larihoisiére, el aire nuevo, frió ó caliente, entra en las cion del aire nuevo.Susec- salas por los 13 tubos que tiene cada estufa. El tubo central de la es- cion. tufa presenta una sección de 0,1256 metros cuadrados. Los 12 peque- ños presentan una suma de secciones de 0,0942 metros cuadrados. La suma total de las secciones de todos los tubos de una estufa es de 0,2198 metros cuadrados. Cada sala debe recibir por segundo 0,466 metros cúbicos de aire (página 573). Hay 3 estufas en cada sala; luego cada estufa debe dar 0,466 „ .„^ — — =0,155 metros cúbicos por segundo. Dividiendo este volumen por la sección 0,2198, vemos que la velocidad de entrada del aire será 0,155 ^^ Sección La seccion de cada uno de los 14 conductos de evacuación del aire foVdoevaíüa- '^"^'^^^ 1"^ ^''^"^ ^^^^ ""^ ^^ '^^ salas de enfermos será, como hemos gjon. calculado en la página 578, de 0,033 m.' Gasto anual La tabla de la página 565 nos da, en su sexta columna, el sasto de de conibusti- k„ii„ , i i , , . ^ ble para el ca- ,""^' P^"^ "^^^' P^'"''* 'o^ Cuatro meses de calentamiento, y con arreglo lentamienio y á las temperaturas medias de Barcelona. Estos consumos son: para el deiro'eih'o" ^^^ ^^ ^"^''^ *^ kilogramos, para el de febrero 9.60, para el de mar- pitai. zo 7,20 y para el de diciembre 7,20. Respecto á la ventilación, el cuadro comparativo de la pagina 552 nos da. en su cuarta columna, los consumos de combustible por hora para cada uno de los meses del año. Podemos, pues, formar la tabla que nos da el consumo de hulla para el calentamiento y la ventilación, por hora, en cada uno de los meses del año, que será como sigue: 013 Cnosumo de liulla por h ira en lodo el liospilal, y del año para en los diferentes meses Enero EL CALENTAMIENTO. LA VENTILACIÓN. El, CALENTAMIENTO Y LA VENTILACIÓN. 12 kilúg.» 11,81 kilóg.» 23,81 m'¡.' Febrero 9.60 » 15,39 .. 22,99 .. Marzo 7,20 » 15,12 » 22,32 » Abril » 19,69 .. 19,69 >. Mayo » 19,69 .. 19,69 .. Junio 1) 19.69 » 19.69 " Julio " 19,69 .. 19,69 .. Agosto " 19,69 .. 19,69 .> Setiembre. . . ■> 19,69 .. 19,69 " Octubre » 19,69 » 19,69 .. Noviembre. . . )i 19,69 » 19,69 " Diciembre . . . 7,20 » 15,12 » 22,52 .. Con esta tabla se bailará fácilmente el consumo anual de bulla. Suponiendo que el calentamiento tenga lugar constantemente, de dia y de nocbe, durante los cuatro meses de enero, febrero, marzo y diciembre, el consumo anual de bulla para el calentamiento será: 24(12X51+9,60X28+7,20X51+7,20X31)= 26.064 kilogramos de bulla de 8.000 calorías. 66 CI4 El gasto para la ventilación de los doce meses del año, suponién- dola constante, será: 24(11.81x31+13,59x28+15,12x51 + 19,69x30-1-19,69x31 + 19.69X30+19,69X51+19,69X51+19,69X50+19,69X51 + 19.69X50+15,12x31)= 24(11,81x31+15,59X28+2x15,12x51+4x19,69x50+ 4X19,69X31)= 2i(l 1, 81X51+15, 59x28+2x15,12x51+4x19, 69x61)=-- 155.568 kilogramos de hulla de 8.000 calorías. Reuniendo los resultados obtenidos tendremos: Gasto anual del hospital en hulla. Para el calentamiento 26.064 kilóg.' Para la ventilación 155.568 » Gasto total anual 181 .652 Y como en Barcelona el precio de la hulla de 8.000 calorías (Car- diff) es de 200 reales la tonelada métrica (1.000 kilóg.), tendremos: Gasto anual del hospital en reales. Para el calentamiento 5.212 reales. Para la ventilación. . . 51 .1 15 Gasto total anual 56.525 » 615 VIL SÉPTIMO SISTEMA. (dE MR. HAMELINCOURT.) (1) Calentamiento.— Por circulación de mjua caliente en tubos colocados en los muros. Wentilacion. — Por aspiración á nivel. Combustible No habiendo en este proyecto más que una sola caldera de agua que exige el (.gjigjjtg p^j.^^ j^g jog pabellones de enfermos, ó sea para todo el hospi- calentamiento r r ^ ' i r y la ventila- tal, los cálculos deben referirse al consumo total de combustible. cion de todo ^\ Calentamiento de todo el hospital durante una hora del mes de el hospital du- i i i i , . • ranteunahora enero, vemos CU la tabla de la página 50o que exije 12 kilogramos. en el mes de L^ ventilación de una hora del mes de enero, vemos en el cuadro enero. comparativo de la página 552 que cuesta 8,51 kilogramos de hulla. Luego el gasto total de hulla por hora del mes de enero será de 12+8,51 =20'', 5 1 kilogramos , 20,51 kil.» Snporíicio üando un metro de superficie de caldeo por cada 2,5 kilogramos de caldeo do jg hulla á quemar por hora, la superficie de caldeo de la caldera es la caldera de ti i agua caliente . ''l;s. '' '=^=^^^ ""''''' ''^'^''^'' ^'^ '"•^ Sección Esta sección, calculada por la fórmula déla chimenea del hogar de „ íguf cai^Ltí ^ S=±. decímetros cuadrados. que es la que conviene á la altura déla chimenea en este proyecto, dará 20 51 5=— ^=6,84 decímetros cuadrados 0,0684 m = (1) Véanse los dibujos correspondientes. 616 Superficie El agua entra en los tubos destinados á calentar el aire á una teni- , ^'^ ■ . neralura de 100°, v sale de ellos á 30°. La temperatura media de! calentamienlo i •' ' para un pabe- agua en los tubos es, por lo tanto, de llon. 100+30 El aire, en el mes de enero, entra en los conductos donde los tubos se encuentran alojados á 8°, y sale de estos ó entra en las salas á una temperatura de pero admitamos que el aire entre en las salas á 50°, como caso más desfavorable para la trasmisión del calor del agua al aire, que es lo que vamos á estudiar. La temperatura media del aire mientras se ca- lienta, será, pues, de 8''+30"_ -^— IJ. La diferencia de temperatura entre el agua y el aire será, pues, de 65°— 19''=46°. Esta diferencia de temperaturas es la que origina la trasmisión del calor del agua al aire. En estas condiciones, un metro cuadrado de superficie de calentamiento trasmitirá por hora (véase la pág. 584): 46° 800,rT-, = 435 calorías. 85 Luego la superficie de calentamiento destinada á calentar el aire nuevo de un pabellón, ó sean los 5.040 metros de aire por hora, aire que de- berá llevar á las salas 50.000 unidades de calor, será 30.000 ^^ , , , PQ , — — - — =69 metros cuadrados by m.» 435 617 Distribución Admitiendo, como puede verse en los dibujos de "este proyecto, |p píiln Riinpr. ..... . ■ _ ¡¡rde caíen- ^"^ ''^y ^cho conductos de aire nuevo para cada sala, cada uno lamiento. de estos ocho conductos deberá contener una superficie de calenta- miento de 69 -7-=8,6 metros cuadrados. o Como en cada conducto de introducción van tres tubos para calentar el aire, la superficie de cada tubo de agua caliente será 8 6 -ii^=2,86 metros cuadrados. ó Como cada tubo tiene de largo 18 metros útiles, el diámetro d de los tubos de agua caliente se determinará por la fórmula 1 8x3,14Xí/=:2,86; de donde sacaríamos para el valor del diámetro de los tubos de agua caliente destinados á calentar el aire, í/=0,OoO metros 0,050 ni. Superficie Vamos á calcular la superficie de calentamiento que exije la venti- , , *^. , lacion de verano, porque si la calculásemos para el mes de enero sería calenlamienlo . que exige la insuficiente, como bemos visto en el estudio del proyecto anterior. ventilación de Admitiendo, como en el ejemplo precedente, que la temperatura de entrada del aire en los conductos sea de 26° (temperatura media de agosto en Barcelona), y que el aire viciado haya de recibir, como en invierno, un exceso de temperatura de 25° sobre el aire exterior, á fin de que la ventilación sea la misma en todas las estaciones, la tempera- tura media del aire mientras se calienta será de 26''+5r ,c„ , . =38 próximamente. 018 La temperatura media del agua en los tubos hemos ya visto que es 65°. La diferencia media de temperaturas que origina la trasmisión del calor del agua al aire es, pues, de 65°— 38°=27°. En estas condiciones, un metro cuadrado de superficie de calentamiento trasmite (pág. 584) 85" 800¿i3;=254 calorías. Luego la superficie de calentamiento necesaria para la ventilación es 59.512 '.. , =155 metros cuadrados 155 m. z54 El número 39.ol2=5.040xl ,3x0,24x25% es el número de calo- rías que deben absorber por hora los 5.040 metros de aire viciado, cuya temperatura ha de pasar de 26° á 51°; calorías que han de ser cedidas al aire por los tubos de agua caliente. Si en lugar de haber hecho los cálculos para el mes de agosto, que es el que exije mayor superficie de calentamiento, lo hubiéramos hecho para el mes de enero, que es el que exije menos, hubiéramos encon- trado un número mucho más pequeño que el de 155 metros cuadrados. En efecto, la temperatura del aire viciado al entrar en los conductos de evacuación, en el mes de enero, es de 18°. La temperatura de salida debe ser tal, que el exceso del aire viciado sobre el exterior sea, como siempre, de 25°; y como esta última es de 8°, no necesitamos calentar el aire más que hasta 55°, desde los 18° que ya tiene. La temperatura del aire mientras se calienta pues, será, de — g — =z5 próximamente. 619 La temperatura media del agua es de 65°. La diferencia inedia de tem- peraturas que origina la trasmisión, será de 65° — 25°=40". El número de calorías que los 5.0 iO metros de aire viciado han de absorber por hora es de 5.040x1, oX0,24x (35"— 18°) = 25.587. El número de ca- lorías que cada metro de superficie de calentamiento trasmite por hora y para la diferencia de temperaturas de 40°, es 40° 800|^=376. La superficie de calentamiento que exije la ventilación de invierno será, por lo tanto, de 25.587 576 • :=63 metros cuadrados, en lugar de los 155 que exije la misma ventilación en el mes de agosto. Vemos, pues, tanto en este proyecto como en el anterior, que la superficie de calentamiento que exije la ventilación no es la misma en los diferentes meses del año, sino que, al contrario, existen enormes diferencias entre las extremas que corresponden en Barcelona al mes de enero (65 metros) y al de agosto (155). Los ingenieros y construc- tores suelen no tener presente una cosa de tanta importancia, y un ejemplo de ello hemos citado en el estudio del anterior sistema de Mr. Duvoir-Leblanc. Este constructor calculó en 40 metros cuadrados la superficie de calentamiento que exijia la ventilación de cada pabellón del hospital de Lariboisiére, y ha tenido que irla aumentando sucesiva- mente hasta 87 metros que hoy tiene. Estamos seguros de que no es excesiva esta superficie, y la prueba la tenemos en los cálculos que hemos hecho en el anterior proyecto. En España, y sobre todo en las capitales de España de clima ardiente, esa superficie de 87 metros sería insuficiente. Por otra parle, estamos seguros que Mr. Duvoir, Mr. Hamelincourt, "y casi todos los ingenieros y constructores franceses, al resolver el proyecto de hospital que nosotros estamos estudiando, hubieran acep- tado superficies de calentamiento para la ventilación, notablemente más 620 pequeñas que nosotros. Que lo fuesen algo, se comprende por la dife- rencia tan grande de temperaturas medias mensuales que hay entre París y Barcelona. Que lo sean mucho no se comprende más que por las razones siguientes: La primera es que tratan de escatimar hasta un punto inconveniente los gastos de primer establecimiento. La segunda nace de las dificultades que hay para alojar tan grandes superficies de calentamiento. La tercera de la repugnancia que suelen inspirar los sistemas de calentamiento que exijen gran material. La cuarta, de que los ingenieros y constructores suelen no dar im- portancia á que la ventilación sea algo inferior de lo que debiera ser du- rante unos cuantos dias, ó, por mejor decir, horas al año. ¿Qué significa para ellos que en ciertos dias y ciertas horas decaiga un poco la ventila- ción? Y no se olvide que estos dias y estas horas son precisamente los de más calor, aquellos en que se desea más la ventilación, no solo por como- didad sino por higiene. Los ingenieros y constructores han conseguido casi siempre que las comisiones nombradas para estudiar el efecto de su sistema y recibir los aparatos, hagan sus experimentos en invierno y en la primavera. Las comisiones fticultativas forman su juicio con algunas sesiones hechas en las dos épocas citadas, y aceptan los resultados como si fueran aplicables á la ventilación de los dias mas calorosos de agosto ó julio. Todavía tienen los ingenieros una razón mas para no cuidar de dar á los aparatos la gran superficie de calentamiento que exijen para los dias de mas calor ; y es, que aun cuando las comisiones facullalivas hayan encontrado una ventilación Si\go pequeña en la primavera ú otoño, suele alegarse que, en cambio, en invierno hay un exceso de ventilación; y por el sistema de las medias , resulta probado que el sistema es exce- lente, y que da por término medio la ventilación que se habia contra- lado. Esto que acabamos de indicar, sin citar ejemplos, ha sucedido más de una vez en Francia; y es preciso confesarlo: los sistemas que, como el de Mr. Duvoir-Léblanc y Mr. Hamclincourt, usan el agua ca- liente para calentar el aire viciado, son no solamente más caros que el de chimeneas de aspiración por abajo con hogar directo y especial, sino 621 que, por las razones dichas, presentan siempre una superficie de calen- lamiento para la ventilación, que llega á ser insuficiente durante los dias de gran calor. Si las comisiones facultativas á que antes hemos iiecho referencia hubieran hecho experimentos en los dias mas calorosos, y no hubieran considerado como compensación á nna débil ventilación la excesiva que los aparatos puedan producir en otros dias de otras esta- ciones, los ingenieros se verian obligados á calcular las superficies de calentamiento, como lo hemos hecho nosotros, para el caso mas desfa- vorable, ó renunciarian á un sistema que conduce á dimensiones exa- geradas para los aparatos. La cuestión de la ventilación de los edificios habitados es una cuestión mucho más difícil en la práctica que el ca- lentamiento, y mucho más difícil de resolver con acierto y economía de lo que parece á primera vista. Es evidente que calculadas como nosotros lo hemos hecho las su- perficies de calentamiento para la ventilación en el caso más desfavora- ble, estas superficies serán excesivas en la primavera y otoño, y mucho más en el invierno. Así es en efecto; y todos los sistemas de este género deben tener medios de disminuir la superficie de calentamiento para la ventilación, según las circunstancias. En el sistema de cuyo estudio nos ocupamos, que es el de Mr. Hamelincourt, se aisla, por medio de las llaves de comunicación que todos los tubos llevan, uno de ellos en cada conducto, ó dos, ó los que se necesiten. En el sistema de Mr. Duvoir- Léblanc se aislan en la gran estufa para la ventilación los cilindros que se quieran. Los tubos ó cilindros aislados de la circulación general del agua, quedan llenos de agua fria, y no sirven ya de superficie de calenta- miento hasta el momento en que se necesitan, y en que se vuelven á abrir las llaves, y toman parte en el movimiento general del agua. Distribución Hay en cada pabellón seis conductos destinados á la aspiración del % . , aire viciado; luego á cada conducto corresponde una superficie de ca- la superficie de . caientamienio lentamiento de para la ven- tilación , que ] 55 corresponden —— = 26 metros cuadrados. á cada pabe- O llon. Como en cada conducto hay cuatro tubos, la superficie de cada tubo será 26 — — r=6,5 metros cuadrados. 4 Como cada tubo tiene un largo de 18 metros, su diámetro será 6.50 18x3,14 0,11 metros próximamente. Este es el máximum de diámetro que se acostumbra dará los tubos en este sistema. Cuando se necesita mayor superficie de calentamiento se aumentan los conductos de evacuación, á fin de que no alojen mas de cuatro tubos, ni estos tengan mas de 11 ó 12 centímetros de diámetro. Sección En cada pabellón hay ocbo conductos de introducción de aire nue- deíosconduc- dispuestos como hemos visto en la descripción, de tal modo que la los de inlro- ' . _ r ' ^ duccion tercera parte de su longitud sirve para cada sala. Cada sala debe de aire nuevo, recibir por hora, como vimos en la página 575, 0,466 metros cúbicos de aire nuevo por segundo. Cada conducto debe dar paso por consi- guiente a = 0,058 metros de aire por segundo. 8 Admitiendo, como en los otros sistemas, una velocidad del aire en ellos de 0,5 metros por segundo, la sección de cada conduelo será de ' , =0,116 metros cuadrados. 0,5 A esta sección debemos aumentar la de los tres tubos que en ellos se alojan, y que ya hemos determinado. Demos, pues, á los conductos una sección de 0,156 metros cuadrados, lo que supone un exceso ó aumento de 0,02 para los tubos y sus collares ó bridas 0,156 m. 623 Sección Por estos conductos deben salir de cada sala por segundo 0,466 mo- los de evacúa- '^''*^s de aire viciado. Como hay seis por sala, cada uno da salida á 0.466 ^ ^^, — - — = 0,077 metros cúbicos por segundo. Admitiendo una velocidad de 1,5 metros por segundo, que puede admi- tirse en este sistema, como vimos en el correspondiente lugar de esta Memoria, la sección de un conducto elemental será de '. ^. ^=0,051 metros cuadrados. 1 ,o Como cada grupo de tres conductos elementales se forma en los maci- zos de los muros, dividiendo por tabiques de panderete un solo conducto general, resulta que este debe tener una sección de 5x0,051 =0,153 metros cuadrados. Agregando á esta sección la de los cuatro tubos, va- luada en 0,04 metros cuadrados, tendremos definitivamente para la sec- ción de los grandes conductos de evacuación 0, 153-|-0, 04= 0,195 metros cuadrados. 0,195 m. Gasto anual La tabla de la página 565 nos da en la séptima columna el gasto de mcpTraerca- ^^""^ P°'" '"^'"'^ P'^""'-* '°^ cuatro mcscs de calentamiento, y con arreglo á icniamienio y las temperaturas medias de Barcelona. Estos consumos son: para el mes ííetrdíe'rhos" ^^ ^^^^'^' '12 kilogramos; para el de febrero, 9,6; para el de marzo, 7,2; pitai. para el de diciembre, 7,2. Respecto á la ventilación, el cuadro comparativo de la página 552 nos da en su tercera columna los consumos de hulla por hora para cada uno de los meses del año. Podemos por lo tanto formar la siguien- te tabla : 6n Consomo de hulla por hora en lodo el hospital, ) en los diferenles meses del año, para Enero EL CALENTAMIENTO. LA VENTILACIÓN. EL CALENTAMIENTO V LA VENTILACIÓN. 12 kióg.« 8,51 kidg.s 20.51 kilóg.s Febrero 9,6 « 9,65 » 19,25 » Marzo 7,2 » 10,90 « 18.10 » Abril 1) 14,19 » 14,19 I Mayo » 14.19 » 14,19 . Junio » 14.19 .. 14,19 " Julio 1) 14,19 " 14,19 .. Agosto » 14,19 » 14.19 » Setiembre . . . rt 14,19 » 14.19 i Octubre •' 14.19 » 14.19 " Noviembre. . . » 14,19 » 14.19 " Diciembre . . . 7,2 » 10,90 » 18,10 .. Con esta tabla se hallará fácilmente el consumo anual de hulla. Suponiendo que el calentamiento tenga lugar constantemente, de dia y de noche, durante los cuatro meses de enero, febrero, marzo y diciembre, el consumo anual de hulla para el calentamiento será: 24(12x51+9,6x28+7,2x51+7.2X31)= 26.064 kilogramos de hulla de 8.000 calorías. 623 El gasto para la ventilación de los doce meses del año, suponién- dola constante, será: 24(8,51x51+9,65x28+10,9x31 + 14, 19X30+14. 19x31 + 14,19x50+14,19x51+14,19x51 + 14,19x30+14,19x51 + 14,19X30+10.90X31) = (8,51X51+9,65x28+2x10.9x31+4x14,19x30+4x14.19x51)24 = (8,51X31+9.65X28+2X10,9X31+4X14,19X01)24= 112.080 kilogramos de hulla de 8.000 calorías. Resumiendo los resultados obtenidos tendremos: Gasto anual del hospital en hulla. Para el calentamiento 26.064 kilos.» a* Para la ventilación 1 12.080 Gasto total anual 158.144 Y como en Barcelona el precio de la hulla de 8.000 calorías (Car- dlff) es de 200 reales la tonelada de 1.000 kilogramos, tendremos: Gasto anual del hospital en reales. Para el calentamiento 5.212 reales. Para la ventilación 22.416 » Gasto total anual 27.628 » C26 VIII. RESUMEN COMPARATIVO. Reuniendo los resultados referentes á los gastos anuales que oca- sionarian el calentamiento y la ventilación de nuestro hospital en Bar- celona ó Valencia, y en las condiciones especiales que hemos explicado en la descripción general y en el estudio anterior, formaremos la tabla siguiente de los Gastos anuales de un mismo hospital, calentado y ventilado jíW/ seis procedimientos diferentes. SISTEMAS. Primero. Segundo Tercero. Quinto. Sexto.. . Séptimo. GASTO ANUAL PARA El. CALENTAMIENTO. LA VENTILACIÓN. 5.625 reales. 5.016 » 5.212 .. 6.525 » 5.212 » 5.212 » 15.409 reales. 15.152 .. 15.045 .. 5,864 .. 51.115 .. 22.416 .. 19.054 reales 20.148 20.257 10.587 56.525 27.268 Vemos, según esta tabla, que el sistema mas económico es el quinio, cuyo gasto anual para el calentamiento y la ventilación es de 10.587 rea- les. Es preciso, sin embargo, tener en cuenta que este sistema supone, 627 como hemos ya dicho, que se aprovecha el vapor de la máquina, casi en su totalidad, durante todo el año. De no ser así, este sistema sería el más caro de todos. A estos gastos, que solo se refieren al combustible consumido en el calentamiento y la ventilación, es preciso agregar: 1 .° el que se re- fiere al personal para el servicio de los aparatos; 2.° el que se refiere al interés del capital invertido en la instalación ó establecimiento del sistema; 5." el que se deduce del tanto por ciento de amortización del capital, ó sea el gasto necesario para las reparaciones anuales. Estos tres números hay que sumarlos con los de la cuarta columna, para sa- ber definitivamente cuál es el orden en que deben ser colocados los di- ferentes sistemas, según la economía. Haciéndolo así, se verá que el quinto es el que tiene mayores gastos, por los tres conceptos indicados últimamente, y que su ventaja sobre los otros, aunque efectiva, no es tan grande como de la tabla se deduce. Después del sistema qtiinlo vie- ne el primero en el orden de baratura ó economía. El tercero y el se- gundo pueden considerarse como igualmente económicos, mientras los ca- loríferos de aire caliente, empleados en calentar el edificio, sean en igual número (como hemos admitido en nuestro proyecto y dibujos) que las calderas de agua, y mientras no se obligue al aire de un calorífero de aire caliente á extenderse horizontalmente en un radio mayor que 12 á 15 metros, tomando como centro el calorífero. Viene después el sépti- mo sistema, y por último el sexto, que es el más caro. La diferencia notable que arroja la tabla entre estos dos últimos sistemas no proviene del calentamiento, sino de la ventilación; y esta diferencia se explica observando que las dos ventilaciones empleadas en estos dos sistemas son: para el sexto la aspiración por arriba, que es desventajosísima en el momento en que se la quiere obligar á dar el mismo volumen de aire que los otros sistemas, y para el séptimo, la aspiración á nivel. En lo que precede hemos clasificado definitivamente los sistemas generales, en los cuales va combinado un sistema especial de calen- tamiento con el de ventilación con que se ha combinado en la práctica más ordinariamente por los ingenieros y constructores. Si queremos comparar los sistemas de calentamiento con indepen- 628 (lencia de la ventilación, la labia anterior nos dice que el orden de cla- sificación, con arreglo á su baratura, es el siguiente: Primero. Segundo. Tercero. =Sexto.=Séptinio. Quinto. Esto es, que el calentamiento por caloríferos interiores es el más económico posible; que después sigue el calentamiento por caloríferos exteriores de aire caliente; que viene en seguida el que se verifica por circulación de aire caliente; y que el último es el calentamiento por el vapor. Pero teniendo en cuenta los gastos de personal, de interés del ca- pital empleado, y de la amortización del capital ó reparaciones, resulta: Que el sistema de calentamiento más barato es el de caloríferos in- teriores. Que todos los otros sistemas cuestan lo mismo próximamente, ha- biendo una lijera diferencia contra el del vapor, diferencia que pro- viene del mayor salario de los fogoneros en este caso. Nuestras conclusiones encuentran una confirmación en las subastas ó concursos hechos en Francia para calentar y ventilar un mismo edifi- cio por una cantidad alzada, y por un cierto número de años, en los cuales han hecho proposiciones de todos los sistemas, ingenieros y autores. No obstante las conclusiones á que hemos llegado, hay- que decir que las condiciones de un edificio, el uso á que está destinado, las cir- cunstancias de la construcción si el edificio está ya hecho, los ele- mentos con que ya cuente, pueden imponer al ingeniero obstáculos in- superables á la adopción del sistema más económico. Esto da origen á un estudio especial que forma el objeto del capítulo VIL Todos los sistemas de calentamiento y ventilación descritos, adole- cen en el verano del inconveniente sobre que tanto insistimos en la teoría de la ventilación. Todos ellos sufren en esta época la nociva in- 629 fluencia de la abertura de las puertas ó ventanas. En el capítulo pri- mero demostramos, que para evitar la perturbación que sobre la venti- lación ocasiona la abertura de una puerta ó ventana, ó lo que es lo mismo, para conseiijuir la ventilación más perfecta posible, era necesa- rio tener en el verano una inyección y una aspiración independientes la una de la otra. Debemos ahora agregar, que en rigor, solamente los hospitales son los edificios que exijen toda clase de sacrificios para con' seguir la ventilación más perfecta, y menos expuesta á perturbaciones; y que el sistema quinto es el que mejor se presta á proporcionar en el verano la inyección independiente de la aspiración: mas todavía; que este sistema puede darla en el verano casi sin aumento de gasto alguno. Recuérdese, que en los cálculos relativos á este sistema, hemos su- puesto que no se aprovechase completamente todo el vapor de la má- quina durante las noches de verano: que se perdiese algo. Pues bien, empleando en el verano este vapor perdido, solo ó con algún suple- mento, en calentar serpentines de vapor colocados en la base de la chimenea que hay en el desván (véanse las pyuras 41 ?/ 4o), tendremos, sin aumentar el gasto anual de 10.585 reales, ó con un pequeño au- mento, la ventilación más perfecta posible; tendremos durante el verano inyección mecánica, y aspiración por arriba: cuando ahora los edificios que hay calentados y ventilados por este sistema, como los pabellones de hombres del hospital de Lariboisiére, no tienen durante el verano más que la inyección. Véase cómo los edificios que tienen ya estable- cido el sistema quinto, pueden, sin exijir obra alguna, sin más gasto de instalación que un serpentín, recibir la importantísima mejora de la inyección independiente de la aspiración, en el verano. En el invierno ya la tienen, como hemos visto en el capítulo primero. Asi se consegui- rá que la cifra del volumen de aire viciado evacuado en verano sea próximamente igual que en invierno, y no la mitad, como ahora sucede en Lariboisiére. Los caloríferos exteriores de aire caliente presentan ciertas venta- jas de facilidad en la instalación, y proporcionan un calentamiento más rápido de los locales que el vapor y que la circulación del agua caliente: en cambio los dos últimos presentan mayor constancia y regularidad en TOMU VI. CJ 630 SU arción, y tienen la ventaja de continuar calentando muchas lioras después de apagado el fuego. Un local completamente frió, puede ca- lentarse en muy poco tiempo con los caloríferos de aire caliente; pero una vez que el fuego languidece ó se apaga, se hace sentir rápidamen- te el enfriamiento del local. Cuando se emplea el vapor ó el agua, como que hay que calentar grandes cantidades de líquido, y este tiene una gran capacidad calorífica, se necesita un cierto tiempo para elevar la temperatura del local; pero una vez conseguido el objeto, y calentados los muros y el agua, continúan funcionando los aparatos aun después de apagarse el fuego bajo la caldera. Estas diferencias son dignas de notarse y de tenerse presentes cuando se trata de calentar y ventilar ciertos edificios. Una circunstancia especial hay que tener presente cuando se em- plean los caloríferos exteriores de aire caliente, y es: que el aire calen- tado en estos aparatos, colocados generalmente en las cuevas, no debe extenderse á mayor distancia horizontal de 15 metros en todos sentidos á partir del calorífero. Si se dan longitudes mayores á los conductos que, partiendo del calorífero, conducen el aire caliente á los sitios donde se ha de utilizar, nos exponemos á perder mucho calor, ó á gastar mucho combustible en el calentamiento. En este caso hay que multiplicar lus caloríferos, asignando á cada uno un espacio circular de 10 á 15 me- tros de radio, y repartiendo de este modo toda la planta del edificio que se quiere calentar. No sucede lo mismo cuando se emplea el vapor ó el agua caliente, porque en estos casos las superficies de calentamiento se colocan lo más cerca posible del local que se quiere calentar. Acaso se dirá que aun así habrá á veces una gran distancia desde el generador de vapor ó caldera de agua caliente al sitio en que estén colocadas las superficies de calentamiento (tubos, estufas, etc.) Es verdad que puede suceder, y sucede, que el agua y el vapor tienen que recorrer grandes distancias para llegar á las superficies de calentamiento; pero no es lo mismo conducir aire calentado, que vapor ó agua caliente: el aire calentado ocupa un gran volumen para contener una cierta cantidad de calor; sus conductos han de ser grandes, y las pérdidas de calor lo lian de ser por este mo- (i31 tivo; un tubo delgado, que presenta poca superficie de enfriamiento, conduce una gran cantidad de calor, cuando el vehículo de este agente es el agua ó el vapor: esta es la diferencia de conducir calor, sirviendo de vehículo el aire, y sirviendo el agua ó el vapor. CAPITULO VIL Sistemas de calentamiento y ventilación mas convenientes en los diferentes ediflcios. No obstante las conclusiones generales á que hemos llegado al com- parar los diferentes sistemas de ventilación entre sí, los de calentamien- to, y las principales combinaciones de calentamiento y ventilación, sucede que muchos edificios imponen condiciones especiales al ingeniero cuando se trata de aplicarles el calentamiento y la ventilación, unas veces por la naturaleza de la construcción , otras por las formas gene- rales de los edificios, otras por el uso á que están destinados, otras por estar construido el edificio, otras por razón de ornamentación. Ciertos edificios, como las iglesias por ejemplo, presentan un gran volumen que viene á suplir la falta de ventilación, de tal modo que esta es inútil en casi todo el año. Otros edificios, como los cuarteles y los presidios, presentan elementos no despreciables para el empleo de la ventilación mecánica, elementos que no concurren en los demás. Las iglesias y los teatros no pueden recibir en su interior aparatos de calen- tamiento visibles para el público: en otros edificios no hay ningún in- conveniente en hacerlo así. Al decir que las iglesias y teatros no deben contener aparatos visibles de calentamiento, nos referimos, en las igle- sias al recinto sagrado del templo , y en los teatros á la sala de espec- táculos, pero no á las demás dependencias de ambos edificios. Los hay que requieren un calentamiento y ventilación continuos, como 632 los hospitales; otros, como las escuelas, los teatros, los dormitorios de los cuarteles, las iglesias, no lo necesitan mas que en ciertas horas del dia. Ilay edificios que pueden presentar al ingeniero, no solo ele- mentos especiales para un sistema determinado de ventilación, como ya hemos manifestado, sino también para el calentamiento, como son casi todas las fábricas y talleres que tienen motor de vapor ó producción de vapor, y donde ningún sistema de calentamiento podrá, en la mayo- ría de los casos, competir con el producido por vapor, ó por vapor y agua combinados, ó sistema de Grouvelle, que, como ya sabemos, con- siste en establecer circuitos parciales de circulación de agua, calentada por el vapor de un generador único para todo el edificio. El conjunto de circunstancias que acabamos de bosquejar hace que cada clase de edificios exija un estudio aparte, del cual deduce el inge- niero cuál es el sistema de calentamiento y ventilación que mejor res- ponde á las condiciones especiales de cada clase. Determinado el sistema de calentamiento v ventilación mas conveniente á cada clase de edificios, todavía queda un ancho campo de estudio en las disposiciones particu- lares de detalle, que dentro de un mismo sistema de calentamiento y ventilación sean mas convenientes en cada caso particular. Dar reglas fijas é invariables para el último estudio es imposible. El ingeniero deberá conocer todos los medios de que, dentro de un mismo sistema, puede valerse para disponer los aparatos de calentamiento, los detalles de la introducción del aire nuevo, los de la evacuación, las sec- ciones de todos los conductos, etc., etc., y elejir con buen criterio los que mejor se avengan con las circunstancias del local, y las condiciones de economía, de lujo, del servicio, de la construcción, que se les imponga. Hemos dado en esta Memoria la descripción de casi todos los medios de que se han valido los ingenieros para llenar las diferentes funciones del calentamiento y de la ventilación : vamos en el capítulo presente á aplicar estas consideraciones á las principales clases de edificios, com- pletando con ello nuestro estudio. 633 I. CUARTELES. En nuestro pais, una gran parte de los cuarteles están constituidos por ediíicios que fueron conventos, y que se lian habilitado con poco "asto para su actual destino. Las antiguas celdas lian formado los dor- mitorios actuales, mediante el derribo do los tabiques divisorios. Cuando el local ha sido pequeño para alojarla tropa, se han utilizado como dor- mitorios los claustros: cuando no, estos han quedado como corredores generales y desahogo natura! de los dormitorios. Estos edificios no ofrecen muchas dificultades para la ventilación, en el caso en que, por presentar suficiente espacio cubierto, han recibido pocas obras nuevas; pero en el caso contrario, cuando se han levantado construcciones nue- vas suplementarias en patios, corrales ó jardines, ó se han reunido va- rios ediñcios, el conjunto total presenta (al irregularidad, que es inútil pensar en un plan general de calentamiento y ventilación, y tenemos que subdividiren grupos los dormitorios, para aplicará cada grupo dis- posiciones especiales, que serán diferentes, aunque el principio á que obede7xan sea el mismo. Hay casos en que cada dormitorio debe estu- diarse con independencia de los demás. Hay cuarteles, como por ejem- plo los de Atarazanas en Barcelona, que conteniendo un gran número de dependencias militares, gran número de tropa de todas armas, y for- tificaciones especiales, presentan un conjunto total de grandísima ex- tensión, en el cual los dormitorios se encuentran situados á grandes distancias unos de otros, según lo que exijen las fortificaciones, la clase de arma, la facilidad del servicio, y hasta la configuración del conjunto total, que tal vez se hizo en varias épocas, y atendiéndose principalmente á lo que aconsejaba la táctica. Hay algunos cuarteles antiguos y modernos construidos de planta para servir de tales, los cuales tienen cierta regularidad, obedecen prin- cipalmente á las condiciones del servicio más que á las de la higiene, y ofrecen mas facilidades que los demás, al ingeniero ó arquitecto, para establecer una ventilación sistemática. 634 En cuantos hospitales militares y cuarteles hemos visto, no hemos encontrado disposición alguna que tienda á establecer la ventilación, que siempre es necesaria. En los cuarteles se cuenta solo con la ventilación natural de puertas y ventanas durante el verano: durante las noches de invierno, la ventilación es nula. Por las mañanas, y durante el dia , se abren las ventanas, se levantan las camas, y entonces se empieza á lim- piar algo la atmósfera de los dormitorios. En la construcción de los cuarteles en nuestro pais está admitido y se sigue generalmente el sistema de grandes salas, que sirven de dor- mitorios á una compañía por lo menos. La compañía cuenta de 60 á 70, y aun 80 hombres: parece que para el servicio es conveniente que una compañía tenga un dormitorio corrido único. En lo general los dormi- torios suelen ser para mas de una compañía, sobre todo en los cuarteles de planta ; pero en los demás se encuentran casos de una compañía que se reparte en seis pequeñas salas-dormitorios. Según lo prescrito actualmente en Francia, á cada soldado de in- fantería deben corresponder 5,7o metros cuadrados de suelo en el dor- mitorio, y 12 metros cúbicos de capacidad ó volumen de dormitorio: para cada soldado de caballería se asignan 4 metros cuadrados de su- perficie y 14 metros cúbicos de espacio. No sabemos si esta disposición se llevará con todo rigor á la práctica, aun en circunstancias ordinarias. En España, á juzgar por lo que hemos tenido ocasión de estudiar en los cuarteles de Barcelona, el soldado está en mejores condiciones que en Francia respecto á estos dos puntos, que tanta influencia tienen en la salubridad. Los numerosos dormitorios de la tropa en la plaza de Bar- celona están distribuidos en las fortificaciones y cuarteles que siguen: Cindadela; Atarazanas; Monjuich. Barceloneta (cuartel de infantería). Barceloneta (cuartel de caballería). San Agustin (artillería). San Pablo; Buen-Suceso; Junqueras. Hé aquí algunos datos, elejidos entre los que tenemos á la vista, relativos á dormitorios de la tropa, y á la superficie y volumen que pre- sentan por cada soldado, para deducir las medias. 635 Cuartel del Buen-Suceso, Superlicie Volumen Número Superlicie Volumen Número por hom- por de orden tolal total de bre en me- hombreen OBSIÍRVACIONES. (le los dor- en molros en metros hombres. tros cua- metros cú- mitorios. cuadrados. cúbicos. drados. bicos. 1 175 735 60 2,9 12 2 108 432 31 3,4 14 3 102 408 31 3,3 13 4 249 996 60 4,1 16 Un (lormilorio, y corre- dor-dormilorio. 5 176 704 60 2,9 12 Dosilormiloriosyun cor- rciior-doiuiiloiio. 6 233 1074 60 4,2 18 Dos dormitorios , y un corredor-dormilorio. 7 175 735 60 2,9 12 1 Cuartel de San Agtcstin. Superficie Vülúmen Número Superficie Volumen .Número por hom- por de orden loial total de bre en me- hombreen OBSERVACIONES de los dor- en metros en metros hombres. tros cua- metros cú mitorios. cuadrados. cúbicos. drados. bicos. 8 570 2679 161 3,3 17 9 233 1095 50 4,6 22 10 432 2289 80 5,4 28 11 432 2289 80 5.4 28 12 140 658 34 4,1 19 636 Cuartel de caballería de la Barceloneta, Superficie Volumen Número Superficie Voliimen Número por hom- por de orden total total de bre en me- hombre en OBSERVACIONES. de los dor- en metros en metros hombres. tros cua- metros cú- mitorios. _ cuadrados. cúbicos. drados. bicos. 13 418 2090 92 4,5 22 Cada dos salas forman uua crujía, cerrada 14 330 1650 74 4,4 22 por el mismo lecho, l'ii tabique separa las 15 418 2090 80 5,2 26 líos salas, preseu- laiiilo graudes aber- 16 418 2090 80 5,2 2G turas en lo alio. Cuartel de infantería de la Barceloneta. Número Superficie Volumen Número Superficie por hom- Volumen por do orden de los dor- loial en metros total en metros de liombies. bre en me- tros cua- hombre en metros cú- OBSERVACIONES. mitorios. cuadrados cúbicos. drados. bicos. 17 412 1648 100 4,1 16 18 412 1648 100 4,1 16 Cada dos salas formaii 19 412 1648 100 4,1 16 una crujía cerrada por el mismo lecho. 20 412 1648 100 4,1 10 Un tabique, con gran- des aberturas semi- 21 412 1854 100 4,1 18 circulares, j pila- res, separa ambas 22 412 1854 100 4,1 18 salas. 23 412 1854 100 4,1 18 24 412 1854 1 100 4,1 18 637 Fortificaciones y cuarteles de Atarazanas (todas armasj. Superlicie Volumen Número Suporlicic Volumen Número por hom- por de orden total total de bro en me- hombreen OBSERVACIONES. do los dor- en metros en metros I;ombres. tros cua- metros cú- mitorios. cuadrados. cúbicos. drados. bicos. 25 153 826 40 3.8 20 26 433 2368 68 6,3 32 Varias piezas inegu- iares. 27 1116 7254 280 4 26 Una sola pieza con dos lilas de pilares. 28 697 4530 172 4 26 29 301 1806 90 3,3 20 Dos piezas. 30 278 1529 75 3,7 20 31 618 3090 63 9,3 48 32 484 1694 123 3,8 14 33 420 1680 90 4,6 19 34 1422 7394 230 6 30 Una sola pieza con dos lilas de pilares. 3o 306 1989 50 6 31 Las cinco tablas que acabamos de dar, referentes á 5S grandes dor- mitorios, tomados en cuarteles ex-conventos, en cuarteles de planta nuevos ó viejos, y en fortificaciones, nos demuestran que, con cortas excepciones, tiene el soldado en Barcelona muy buenas condiciones de dormitorio, tanto en lo relativo á superficie horizontal como á vo- lumen ó espacio. Lástima es que con estas buenas condiciones de local, no se estuviera en estado de hacer el gasto que requiriese la mejora de la ventilación, ó por mejor decir, la creación de la ventilación siste- 6;}8 mática, regular y suficiente. El Estado tiene en el personal de inge- nieros militares, un gran elemento para estudiar y proponer los medios más convenientes, aplicables á cada caso, para hacer completamente sa- lubres los dormitorios; y (según Mr. Morin) acaso se compensase el gasto que esta mejora lleva consigo, con la disminución del de los hospitales. , Tienen, por regla general, los dormitorios de nuestros cuarteles, ventanas al exterior ó á patios, al menos de un lado. Algunas veces, á más de esta serie de ventanas de un lado, tienen también por el otro comunicaciones con corredores, que están en relación con el exterior por grandes arcos, cerrados ó no por cristales, según el clima. Otras veces las salas comunican con el exterior por muchas ventanas colo- cadas en los dos largos muros. Hemos observado, por lo común, bue- nas condiciones de ventilación natural por estas aberturas; pero como ya hemos dicho, estas no pueden servir durante las noches, y sobre todo durante las noches de invierno. El olor de los dormitorios es pro- nunciado por las mañanas antes de abrir las ventanas; después va dis- minuyendo; desaparece casi completamente en algunos durante el dia; en otros es más persistente. En los edificios levantados de planta para cuarteles, se ha seguido el sistema más económico, de dormitorios de II metros de anchura, divididos en su eje longitudinal por pilares que sostienen vigas maes- tras, ó arcos (según los casos) que reemplazan á las vigas maestras. Los cuarteles de caballería hechos de planta, tienen los dormitorios sobre las cuadras, y suelen por esta razón no tener más que dos pisos: el bajo, destinado esencialmente á cuadras, y el primero, destinado á dormitorio del soldado. Además del terreno absorbido por los dormito- rios, todos los cuarteles exijen un gran número de dependencias, que aprovechan todo el terreno sobrante en las diferentes plantas del edificio. Para estudiar las disposiciones más convenientes al calentamiento y ventilación délos cuarteles ex-conventos, nos referiremos á lo que di- gamos tratando de los hospitales. Respecto á los cuarteles de nueva planta, consideremos como tipo 639 el nuevo cuartel de infantería de la Barceloneta. Este cuartel tiene los dormitorios por compañía, acoplados dos dormitorios en cada crujía, y separados por un muro de carga, según el eje de la crujía. Esta dis- posición es una de las propuestas por la comisión de ingenieros mili- tares, nombrada por Real decreto de 4 de febrero de 1847. Los dor- mitorios por compañía, ó sean de 100 camas (aunque no estén todas ocupadas normalmente), tienen, según los militares, grandes ventajas para la facilidad del servicio, vigilancia, economía de lámparas, revis- tas de policía, etc. Las figuras 10, l\ y 12, representan un doble dormitorio que puede alojar hasta 200 hombres. Su disposición general es la misma que los del cuartel de la Barceloneta. Este cuartel tiene por planta un rectán- gulo, que presenta un gran patio rectangular y cuatro alas. Las dos alas laterales presentan, en el piso bajo y en el primero, los dormi- torios; la anchura de los dos dormitorios acoplados, es la anchura de la crujía. Uay, pues, ocho dormitorios de á 100 hombres, dos acoplados en el piso bajo del ala derecha, otros dos iguales en el piso bajo, ala izquierda, y uno sobre cada uno de estos en el piso primero. El ala de fachada, el ala posterior, y los segundos pisos de las alas laterales, que son las más largas, están ocupadas con dependencias del cuartel, escaleras, casa para el coronel, y pabellones de oficiales. Solo hay en una de las alas laterales, piso segundo, un gran dormitorio ignal á los anteriores, ocupando media crujía, con ventanas al patio, y destinado á los músicos. La mitad de esta crujía, que mira al exterior, está tam- bién destinada á pabellones de oficiales. La figura 12 es una planta de dos dormitorios de 100 hombres cada uno, adosados. La figura 1 1 es un corte longitudinal por la línea .1 A del plano. El plano de este corte es uno de los paramentos del muro divi- sorio. 1,1, cuartos de asco. 2, 2, cuartos de escobas, agua, etc. 5, 5, cuartos de utensilios. 4, 4, cuartos de sargentos. La principal cuestión á que hay que atender en el calentamiento y ventilación de los dormitorios de los cuarteles, es la déla economía. Hemos visto que el calentamiento más barato es el de caloríferos inte- riores. Este será, pues, el sistema que elejiremos; pero las circunstan- 6i0 fias especiales de los dormitorios, la necesidad de dejar su espacio libre de obstáculos que obstruyan la circulación, nos obligan á colocar el calorífero dentro de uno de los pequeños cuartos, formados con ta- biques, que existen en los extremos de los dormitorios. La ventilación que proponemos como la más económica, es la ven- tilación por medio de ventiladores, movidos á mano por los mismos soldados. Admitida ya la ventilación mecánica, falla solo decidir si los ventiladores han de obrar por inyección ó por aspiración sobre los dor- mitorios. La necesidad de emplear el aire nuevo, calentado en invierno en uno ó dos caloríferos, aconseja el empleo do la ventilación por in- yección, combinada, durante el invierno, con una cierta aspiración na- tural. El repartimiento del calor es más uniforme con este procedi- miento, sobre todo en las condiciones que nos tijan las circunstancias locales. Hé aquí ahora los detalles de las disposiciones que proponemos. 6 6 {figuras 11 y 12), son dos cuartos destinados á contener los caloríferos y los ventiladores. C C, es el calorífero. Es el mismo descrito en el capítulo 5." de esta memoria. Dentro del gran tubo C, de chapa delgada de hierro (palastro), va el calorífero propiamente dicho. Y, es el ventilador, el cual aspira el aire exterior por el tubo « a. Este tubo, de 40 centímetros de diámetro, va unido á la abertura de la cara plana ó disco del ventilador. El otro disco no tiene más aber- tura que la necesaria para el paso del eje que lleva las paletas, y la polea. El ventilador es de paletas planas, y de envolvente en espi- ral, como hemos explicado detalladamente en otro lugar; pero no lleva la placa divisoria que allí dijimos, y que aquí no serviría para nada, toda vez que este ventilador no aspira más que por una de sus caras. El tubo a a, arranca del ventilador, como hemos manifestado; se eleva verticalniente hasta cerca del techo; se encorva horizontalmen- te, y recorre en esta dirección 6 metros próximamente, para venir á abrirse paso al través de los largos muros, y sobre una ventana del exterior ó del interior. Todo esto se representa por líneas de construc- ción en la figura 12. De cada calorífero sale un tubo de palastro del- gado, de 40 centímetros de diámetro, rr... y r' r'... estos tubos van 641 colocados cerca del techo, sobre las dos caras del muro divisorio central: [levan tina serie de aberturas eii su parte alta, que pueden cerrarse á corredera, en totalidad ó en parte. Bajo las tablas mochileras represen- tadas en 5a... en las tres ñíiuras, hav dos tubos iffuales á los ante- riores, y con análogas aberturas en su parte inferior: estos son xx... para un dormitorio, y x' x'... para el otro. Están colocados horizontal- mente, á una distancia de 1,20 de las camas, y sobre las cabeceras. La longitud horizontal de estos tubos es casi la de los dormitorios: el extremo de ellos que está cerca de los caloríferos está cerrado: en los otros extremos del dormitorio los tubos se elevan, siempre apoyándose en los muros, basta cerca del techo: allí se encorvan horizontalmente, y se dirijen al interior de una lijera chimenea ó conducto adosado ex- teriormente al muro, y situado en el patio. Los tubos se prolongan uno ó dos metros dentro de la chimenea. Las figuras 10 y 12 representan la chimenea en proyección y en planta, ó corte horizontal respectiva- mente. Los tubos /• y r' están también cerrados en sus extremos. La figura 10 es un corte trasversal de los dormitorios, que repre- senta el testero opuesto á los caloríferos. Las mismas letras represen- tan las mismas cosas en las tres figuras. Durante las noches de invierno que exijan la acción de los calorífe- ros, el aire exterior, aspirado por el ventilador, recorrerá los tubos aa y penetrará en el ventilador; de allí será arrojado al calorífero, don- de se calentará, y penetrará en los tubos rr... y r'r'... de donde saldrá por las aberturas que dichos tubos presentan, en venas dirijidas contra el techo. La magnitud de estas aberturas debe ir aumentando con la distancia al calorífero para que la ventilación sea uniforme: la ex- periencia indicará cómo deben quedar las tapaderas de las aberturas para conseguii' este fin. Los tubos xx^ x' x' son, como puede supo- nerse, los conductos de evacuación. liemos dicho ya que estos conduc- tos tienen un trozo vertical dentro de los dormitorios, trozos que no tienen aberturas; sino que estas existen solamente en los trozos horizon- tales colocados bajo las tablas mochileras. Estos trozos de tubos verti- cales, llenos de aire á la temperatura de los dormitorios, que será siempre, y sobre todo en invierno, más elevada que la exterior, inicia- 642 rán la aspiración del aire viciado; aspiración que se encontrará secun- dada, aunque débilmente, por la inyección del ventilador. Iniciada la aspiración del aire viciado, y llena de este aire caliente y húmedo la chimenea donde desembocan los tubos x x -^ x' x' , el tiro tomará una energía proporcionada á los elementos conocidos de altura de chime- nea, sección, y diferencia de temperaturas. El aire viciado penetrará en los conductos xx-^ x' x por las aberturas, convenientemente gradua- das, que estos llevan en su parte inferior, y por dichos tubos se diri- jirá á la chimenea. Esta no puede tener más altura que la del muro sobre que se apoya, y que forma una de sus caras, si se construye de la manera más ligera posible; en otro caso puede elevarse mucho más. Una misma chimenea recibe todos los conductos de los dormitorios adosados y superpuestos. En el caso del cuartel de la Barceloneta, la chimenea correspondiente al ala izquierda llevarla cinco conductos, dos correspondientes á los dos dormitorios del piso bajo que representan las figuras, otros dos á los dormitorios iguales á los anteriores, y su- perpuestos á ellos, que hay en el piso primero, y uno correspondiente al dormitorio de los músicos, en el segundo piso. En el ala derecha del cuartel no hay más que cuatro tubos, porque todo el piso segundo está destinado á pabellones de oficiales. En verano, la aspiración natural de los tubos y chimeneas será es- casa, porque la diferencia de temperaturas entre el aire viciado y el exterior es mucho menor que cuando los caloríferos funcionan. Con- viene en esta época tener mayores aberturas de evacuación que las ([ue ofrecen los tubos xx y x' x' . Para ello bastará tener unas aber- turas al exterior, cerca del techo, en los muros ó en las ventanas. Es- tas aberturas deberán estar provistas de sus puertas ó tapaderas, tanto para gradúan su magnitud, como para cerrarlas en invierno. En todos los casos debe disponérselas de modo que si por ellas entrase viento, fuese en venas, dirijidas de abajo arriba, cuya velocidad de entrada se amortigua sin causar molestia alguna. La ventilación en verano queda- ría casi reducida á la que proporciona el ventilador, Veamos á cuánto ascenderá. Supongamos que se quiere una ventilación de 20 metros cúbicos 643 por llora y por hombre, ó sea un total (Ie20xl00=:2.000 metros cúbi- cos por hora y por dormitorio de 100 hombres, que son ios que tiene actualmente el cuartel de la Barceloneta. Una velocidad de 4 metros por segundo en el aire al salir del ventilador, es suficiente (cuando los con- ductos que el aire tiene que recorrer son, como en el caso actual, de poca longitud) para que pueda salir por todas las aberturas de la lon- gitud de los tubos r r y /•' r' . El trabajo que se ha de emplear para poner en movimiento, con una velocidad de 4 metros por segundo, los 2.000 metros de aire, es (mitad de la fuerza viva comunicada) de 1 2.000X1,5 ,, „,,„,., , gX ^-^-j X4'=2. 112 kilográmetros. Pero, como va hemos explicado en otro lugar, no debemos contar con un efecto útil del ventilador, superior <á 0,1 del trabajo total desarrolla do-, luego para obtener los 2.1 12 kilográmetros efectivos, el ventilador absorberá un trabajo igual á 2.112x10=21.120 kilográmetros por hora, ó sean 6 kilográmetros por segundo próximamente. Este trabajo puede ser desarrollado fácilmente por un hombre moviendo un ma- nubrio. Un hombre solo, relevado cada dos horas, puede fácilmente, según liemos visto, suministrar 2.000 metros cúbicos de aire por hora para un dormitorio de 100 hombres, y para los dos dormitorios, si nos con- tentamos con 10 metros cúbicos por soldado y por hora. Aceptado el último extremo, no se necesitarla más que un ventilador para los dos dormitorios. También puede emplearse un solo calorifero en lugar de los dos que hemos colocado. El calorífero es de poco coste. Los venti- ladores de este género, de pequeña velocidad, no hacen" ruido, y sondí? muy poco coste; la mayor parte de ellos es de madera. No hay necesi- dad de emplear engranaje alguno; un tambor ó polea de madera, que lleva implantado en uno de sus brazos, y á la conveniente distancia del centro, un manubrio, una correa y un pequeño tambor de madera, montado sobre el mismo árbol de las paletas del ventilador, componen todo el mecanismo. Las velocidades de la polea que manda y de la man- 64i dada, ó sean sus diámetros, estarán en relación de 1 á 4. El hombre puede naturalmente dar 50 vueltas de manubrio por minuto, luego el ventilador dará 120 vueltas en el mismo tiempo. Con estos datos se calcula el diámetro del ventilador, como ya en otra ocasión hemos ma- nifestado. Dicho diámetro será para este caso de 1 metro próximamente. Hé aquí las dimensiones de un ventilador colocado por Mr. Sagey en la cárcel celular de Tours, y que, según dicho señor, pone en mo- vimiento 2.800 metros de aire por hora, con una velocidad de 4,5 me- tros. Diámetro del ventilador, l^.o. Anchodel mismo. I"", 4. Si los datos relativos al efecto útil de este ventilador son exactos, su coeficiente debe ser superior al aceptado constantemente por nosotros para los cálculos, de O, I; porque para producir ese efecto útil el trabajo deberla ser algo fatigoso, y según 31r. Sagey, los presos conducen el manu- brio con suma facilidad y una sola mano. Admitiendo que los penados de la cárcel de Tours hagan un trabajo de 6 kilográmetros por se- gundo, y que los datos de Mr. Sagey no sean exajerados, el coefi- ciente de dicho ventilador será '/s en lugar de '/,„, como nosotros hemos lomado para mayor seguridad. Este ventilador tiene cuatro paletas pla- nas solamente. El calentamiento de los cuarteles con el sistema descrito, sería el más económico que pueda emplearse. La ventilación no costaría nada. Verdad es que tiene que hacerla el mismo soldado, pero no encontra- mos en ello grave inconveniente. Contentándonos con una ventilación de 10 metros por hora y por hombre, y admitiendo que se ventile diez horas al día, y que los soldados se releven cada dos horas, tendremos que cada noche trabajarán 5 hombres; y como los dobles dormitorios tienen 200, tendremos que cada soldado trabajará, cada cuarenta días, (los horas. Si se quiere una ventilación de 20 metros cúbicos por hora y por hombre, cada soldado tendrá dos horas de un ejercicio fácil cada veinte días. Si los datos relativos al ventilador de Mr. Sagey son exac- tos, con el trabajo de dos horas por soldado cada cuarenta días, se ob- /2.800\ , . ' , , tienen 14 metros I j de an-e por hora y por hombre; y si se po- C4.') nen dos ventiladores, y cada hombre trabaja dos horas cada veinte dias, se obtiene una ventilación de 28 metros de aire. Por ios detalles que acabamos de exponer, se ve que el calen- tamiento y la ventilación de cuarteles puede hacerse á poca costa; que se puede obtener una ventilación de 20 á 28 metros cúbicos de aire por hora y por hombre, con solo añadir á los servicios de limpieza del cuartel, la obligación á cada soldado de ventilar dos horas el dormito- rio cada veinte dias una vez; que el trabajo este sería fácil; que no se quitaría una noche siquiera al sueño del soldado. Con estas condicio- nes y circunstancias, no creemos que el sistema encontrase oposición ó repugnancia alguna por parte de los militares, y el Estado podría mejor arrostrar el pequeño gasto anual de combustible para el calen- tamiento, gasto que en las capitales de España de clima benigno, sería verdaderamente insignificante. Veamos cuál sería el mínimum de gasto de combustible para Barcelona, calculado próximamente: para tener en cuenta todas las circunstancias y hacer exactos los cálculos, seguiría- mos la marcha expuesta en otro lugar y aplicada al hospital. El cuartel de infantería de la Barceloneta aloja hoy 800 hombres, que á razón de 20 metros de aire para cada uno y por hora, exijen IG.OOO metros de aire. Para un cuartel, y en Barcelona, podríamos contentarnos con aumentar la temperatura del aire en 10 grados sola- mente, por término medio, en los dias de calentamiento, y llevando al último extremo posible la economía. Ya hemos dicho en otro lugar, que la temperatura media del mes más frió en Barcelona es algo superior á 8 grados. Los 16.000 metros de aire que hay que calentar de 10 gra- dos, por término medio, durante el invierno, absorberán IG.OOOx I,3x0,24xl0°=o0.000 unidades de calor. Admitiendo que solo se aprovechen 7.000 calorías de las 8.000 que desprende cada kilogramo de hulla, el gasto de combustible por hora sería de 50.000 _,.,. ,^-^^=7 kilogramos. El gasto al dia para una ventilación y calentamiento de diez horas, será TOMO VI. , gg 646 de 70 kilogramos. Suponiendo que sea preciso en Barcelona calentar el aire para la ventilación durante cuatro meses solamente, ó sean ciento veinte dias al año, el gasto anual de combustible para calentar los dor- mitorios del cuartel de la Barceloneta, sería por lo menos de 8. 400 ki- logramos de bulla al año, que al precio de 200 reales los 1.000 kilo- gramos, daría un gasto anual de 1 .680 reales. Pongamos 2.000 reales, para tener en cuenta las pequeñas reparaciones del material de calorí- fero y ventilación, aceite para engrasar, etc. Por 2.000 reales, como mínimum, se podría calentar lo extrictamente preciso el aire de venti- lación en invierno. El calentamiento de este mismo cuartel en Madrid sería mucbo más costoso: en primer lugar porque sería necesario calentar el aire más que en Barcelona; en segundo lugar porque babria necesidad de calen- tarlo mucbos más dias al año que en Barcelona; en tercer lugar porque el combustible es más caro. En Madrid babria que elevar la temperatura del aire de 14" por término medio (tomamos siempre el mínimum, y suponemos que los dormitorios de 100 bombres están acoplados de tal modo que presen- tan poca superficie de enfriamiento, que las ventanas tienen las pro- porciones medias de los cuarteles, que los dormitorios sean llenos, esto es, todas las camas ocupadas, etc.). En Madrid babria necesidad de calentar el aire de ventilación durante 170 dias al año; y el combustible, empleando hulla, no bajarla de 500 rs. los 1.000 kilogramos, siendo inferior en la potencia calorífica al ile Barcelona. Según estos datos, el calentamiento del mismo cuartel de la Barceloneta costana en Madrid 10 kilogramos de bulla por bora, ó sean 100 al dia, ó 100x170 = 17.000 kilogramos próximamente al año, que al precio de 500 rs. los 1.000 kilogramos (carbón de Santullan y de Barruelo), representarían un gasto anual de combustible para el calentamiento de 5.100 rs., cuando en Barcelona no sería, como hemos visto, mas que de 1.680 rs. Este ejemplo demuestra cuánto puede cambiar, según las localidades, el precio del calentamiento, tanto por razón del clima como por el pre- cio del combustible. Madrid es uno de los puntos menos favorecidos de España bajo este doble concepto. 647 Piuliera acaso pensarse que, no calentándose ordinariamente los dorinllorios de los cuarteles, y siendo la venliiacion la cuestión princi- pal por razón de higiene, se podria establecer la ventilación ya que no costaria nada por el sistema que hemos propuesto, sin establecer el calentamiento, que es lo que exija algún gasto anual. De ningún modo pueden ventilarse durante las noches frías los dormitorios de los cuar- teles sin calentar el aire, por lo menos como hemos indicado, de 10" por término medio en Barcelona (unas noches algo más, otras algo me- nos). El calor desprendido por los hombres, que es el que hoy sostiene en los dormitorios una temperatura notablemente mas elevada que la exterior, se disiparla fácilmente en cuanto se estableciese la ventilación sin el previo calentamiento del aire. Los dormitorios se quedarían de- masiado frios, y la ventilación sería incómoda al soldado, y aun podria llegar á ser perjudicial. En el caso en (jue no se quiera ó no se pueda ni aun hacer el mí- nimo gasto que acabamos de indicar para el calentamiento y ventilación de los cuarteles, hé aquí lo que puede hacerse para mejorar las condi- ciones higiénicas de estos edificios. Se dispondrán conductos verticales de evacuación del aire viciado adosados á los muros, y mejor embebidos ó embutidos en ellos. Estos conductos convenientemente distribuidos, abriéndose por su parte inferior dentro de los dormitorios y por su parte superior al exterior, funcionarán durante las noches de invierno, produciendo una ligera aspiración, motivada por la diferencia de tempe- raturas entre el aire viciado y el aire exterior. Durante las noches templadas de primavera, se establecerá una ventilación artificial con los ventiladores, algo mas activa que la ventilación natural é insuficiente de invierno. Durante las calorosas noches de verano, se establecerá una ventilación artificial enérgica, que será muy agradable al soldado, el cual se da mejor cuenta de la buena impresión y frescura del dormito- rio, que de las razones de salubridad que motiva la ventilación. La ventilación no solamente tiene por objeto en los dormitorios de los cuarteles la salubridad de estos locales, y hacer respirar aire puro al soldado, sino que proporciona indirectamente otra ventaja, la de hacer menos sensible al organismo del soldado las frecuentes salidas á los co- muiies , en las cuales tiene que atravesar á veces por sitios frescos y bien ventilados; la impresión que sobre la economía animal produce el cambio repentino de atmósfera, suele ser funesta aun en verano. La ventilación constante de los dormitorios sostiene la piel seca y la hace menos sensible á una supresión repentina de la traspiración cutánea. Por estas consideraciones y otras análogas, se ha dicho por Mr. Mo- rin, que acaso el aumento de gasto que lleva consigo el calentamiento y la ventilación de los dormitorios de los cuarteles, encontrase una compensación en la disminución del gasto en los hospitales. Y ya que volvemos á tocar esta idea, sobre la cual nunca nos parecerá que insistimos demasiado, debemos agregar nuevamente, que después de lodo y sobre todo está la cuestión moral y humanitaria, que obliga moral- mente al Estado á mejorar, hasta donde se alcance y sea posible, la salu- bridad de cuarteles, hospitales militares, cárceles y presidios. Lo mismo podemos decir respecto á las diputaciones provinciales y ayuntamientos- en hospitales civiles, casas de corrección, de asilo, de beneficencia, y escuelas de instrucción primaria y de adultos. Las disposiciones que hemos aceptado para la evacuación del aire viciado en el cuartel de la Barceloneta, representadas en las figuras 10, 11 ?/ 12, así como las que hemos aconsejado de una manera general para los demás cuarteles ya construidos, no son seguramente las mejo- res y mas eficaces, sino las únicas aplicables á estos edificios tales como están. Guando se trate de levantar un cuartel nuevo, los conducios de aspiración deben construirse al mismo tiempo que los muros y en el interior de estos. Esta es la mejor posición que puede darse á los con- ductos de evacuación, no solamente en los cuarteles sino en muchos edificios. Los conductos de evacuación, construyéndolos al paso que los muros y en el interior de estos, pueden hacerse muy numerosos, no incomodan nada absolutamente, no son siquiera visibles, no cuestan nada. En los cuarteles deberla haber un conducto entre cada dos camas, ó por lo menos uno por cada par de camas. Cada conducto vertical de evacuación de aire viciado ocuparla toda la altura del muro, hasta des- embocar bajo la cubierta ó tejado, sobre el cielo raso del segundo piso. Sóbrela cumbrera del tejado se colocarían dos chimeneas de 2 á 5 me- 649 tros de altura solamente, y de una sección igual á la suma de las sec- ciones de los conductos. Estos deberion tener de 5 á 4 decímetros cuadrados de sección. El aire viciado de los dormitorios de todos los pisos se reuniría en el desván comprendido entre el cielo raso ó techo del segundo piso y la cubierta: de allí pasarla á las chimeneas. La ven- tilación se baria como hemos descrito; pero los tubos de chapa de hierro para repartir el aire del ventilador, se reemplazarían con cornisas hue- cas. De este modo no se veria en los dormitorios aparato alguno, ni para calentar ni para ventilar. Los dormitorios quedarían tan desembarazados y libres como ahoi'a están. II. De los hospitales. Estos edificios son sin duda los que más imperiosamente reclaman el calentamiento, y sobre todo la ventilación. Albergándose en ellos la humanidad desvalida y doliente, afectada en muchos casos de enferme- dades contagiosas, es una cuestión humanitaria de la más alia morali- dad para el Estado, las corporaciones populares y la sociedad entera, el cuidar de que los desgraciados que buscan un asilo temporal en los hospitales, no se encuentren allí rodeados de causas que agraven aún más su situación. Según la opinión de médicos distinguidos, las salas de los hospitales no debieran contener un gran número de enfermos, aun en el caso en que ofrecen el espacio y superficie de suelo que se esliman convenien- tes. El sistema de grandes salas con gran número de enfermos, tiene la ventaja de un servicio algo más fácil y una vigilancia menos costosa; pero estas ventajas aparecen más que compensadas con los inconve- nientes que resultan de la aglomeración de enfermos, la dificultad de hacer desaparecer los olores, la de hacer una extensa y conveniente clasificación de las salas ó visitas, según lo exijen los diferentes grupos de afecciones; y por último, el inconveniente de repetirse con frecuen- cia la triste sensación que sobre los enfermos producen los lamentos 650 de un compañero de desgracia, su agonía ó su muerte. Guiados por estas consideraciones, que en nuestra pobre opinión tienen una gran fuerza , liemos proyectado un hospital que nos ha servido de estu- dio en esta Memoria, admitiendo solamente un máximum de 24 enfer- mos para cada sala. También creemos, que en esta clase de edificios no deben admitirse más pisos que el bajo, primero y segundo, dispo- sición con la cual se pueden tener tres salas de enfermos superpuestas, (jue es lo más que debe haber. No conviene que haya en los hospitales dos salas de enfermos ó visitas en comunicación entre sí, como sucede en casi todos los hospitales de España, porque esta comunicación hace en parle ilusoria una de las ventajas de la clasiticacion de las salas. Para la lácilidad de la ventilación natural en verano, para la luz, y para recreo natural y grato á los enfermos, las salas deben tener grandes ventanas al exterior, una para cada cama, ó por lo menos una para dos camas. Estas ventanas pueden abrirse en verano en aquellas salas y en aquellas horas que los médicos ordenen. No conviene que las salas estén acopladas á lo largo, y comunicándose entre sí ó comunicando con un mismo corredor intermedio desprovisto de luces laterales. En Espa- ña existe en muchos hospitales esta disposición inconveniente, por con- secuencia del primitivo objeto del edificio. En efecto, la mayor parte de los hospitales españoles, así como otros edificios públicos, han sido conventos que se han habilitado para hospitales, sin otra modificación que el echar abajo y hacer desaparecer los tabiques divisorios que se- paraban las celdas, resultando de aquí que suelen tener ventanas al aire libre de un solo lado, y del otro comunican con un largo corredor que unas veces (y esto es lo mejor) comunica á su vez con los patios, y otras sirve de separación entre dos salas de enfermos. No solamente conviene que las diferentes salas de enfermos estén aisladas unas de otras, sino que los grupos de salas que puede haber en un hospital, estén también separados, interpolando entre ellos cier- tas dependencias. Haciéndolo así se satisface á la cuestión de higiene, y al mismo tiempo á la facilidad del servicio. Por estas razones, en nues- tro proyecto de hospital, las dos alas opuestas del edificio están desti- nadas á los enfermos, v las otras dos á los servicios de administración 681 y de sanidad. La conveniente separación de los grupos de salas requiere la necesidad de grandes palios, los cuales proporcionan la ventaja de gran luz, y buena y natural ventilación en verano. Si se quisiera construir un hospital, no para 144 enfermos como el nuestro, sino para 500, por ejemplo, convendría formar el edificio por pabellones aislados, separados por patios ó jardines. Cuatro edificios como el que hemos descrito en esta Memoria, convenientemente agru- pados y con lijeras modificaciones, nos darían un hospital para 500 hombres y otras tantas mujeres, que reunida, en nuestra opinión, las mejores condiciones higiénicas. Según Mr. Morin, que ha reunido datos de muchos hospitales, asi iranceses como ingleses, el volumen ó espacio de las salas de enfermos no debe bajar de 50 metros cúbicos por cama, y el suelo debe presen- tar una superficie de H metros por cama. En España hay hospitales, como el de Valencia, que tienen salas en las cuales cada enfermo tiene mucho más de los 50 metros de espacio; pero en la mayor parte de ellos hay una gran irregularidad en la al- tura de las salas del mismo hospital, en su ancho, y en el número de enfermos. En unos hospitales sobra mucho local, y sin embargo, los enfermos están demasiado aglomerados; en otros falta sitio, y la aglo- meración es forzosa. La higiene en la alimentación, la limpieza general, son hoy cuali- dades ó circunstancias que reúnen la mayor parte de nuestros hospi- tales. Un hecho, sin embargo, hemos notado en algunos de ellos, cuya bondad higiénica no hemos podido comprender nunca, y es el regar en toda estación, ó el fregar los suelos con tan grandes cantidades de agua, que todo se resiente de aquella casi permanente humedad: esta circunstancia, ni nos parece buena, llevada á la exajeracion, ni que la limpieza sea proporcional á la cantidad de agua que sobre el suelo se tira. Respetamos, sin embargo, en esto la opinión de los facul- tativos que lo ordenan ó lo consienten. El calentamiento de todos los hospitales que hemos visKadcf, se hace por estufas simples de aire caliente, sin circulación de aire nuevo; los productos de la combustión marchan al exterior por un tubo de 6S2 chapa de hierro que atraviesa una ventana ó un muro, ó entran en un conducto alojado en el espesor de los muros. La ventilación de cuantos hospitales hemos visto, es insignificante. En algunos hemos oido hablar de ventilación, y al aproximarnos nos hemos encontrado con medios para ventilar, que pueden calificarse de ridículos Y cuyo efecto es seguramente nulo. Creemos muy conveniente llamar la atención sobre el abandono en que se tiene hoy la cuestión de la ventilación de los hospitales: no se da á olla en nuestro pais, toda la impoi'tancia que merece: estamos por decir que no se conoce bien la necesidad de una buena ventilación. Por esta razón creemos que la Academia de ciencias, al promover el estudio del calentamiento y ventilación de los edificios habitados, por medio de un concurso público, hoy que tenemos ejemplos, medios, y resultados de lo que han hecho las otras naciones, ha prestado un señalado servi- cio á nuestro pais, en un ramo que no solo se refiere al bienestar material, sino que entraña una cuestión capital de higiene, que en ciertos casos llega á ser de deber moral, y humanitaria. Convencidos de esto, y poseyendo algunos datos, ideas y estudios especiales sobie la materia del concurso, hemos querido ponerlos á la disposición de aquella Corporación ilustre, respondiendo así á su noble llamamiento. La cuestión de la ventilación de todos los edificios habitados donde se aglomeran muchos de individuos, ha despertado hace pocos años la atención de los médicos y aun de los Gobiernos en varios Estados, y no será fuera de propósito, para llamar la del nuestro, referir lo acaecido en Inglaterra sobre tan importante asunto. En el año de 1857 se elevó al Gobierno inglés un informe sobre el estado sanitario del ejército de aquel pais, en el que se señalaba un dato estadístico notable. La mortalidad en el ejército ascendia en tiempo de paz á 17'/, por 1.000 al año, cuando no llega á 9'/, entre los hom- bres de la misma edad en la vida civil en aquel pais, y á 12 en el ejér- cito francés. Estudiáronse con este motivo la vida y servicios del soldado, los 'estados médicos de las enfermedades á que sucumbian, etc. Yióse que las dos terceras parles de las defunciones hablan sido causadas por el cólera, la disentería, fiebres gástricas, nerviosas y tifoideas, y prin- 653 cipalniente por la tisis pulmonar. El informe atribula el exceso déla mortalidad á varias causas, entre las que consideraba como la mas efi- caz la insalubridad de los cnaríeles y hospitales, y la falla de venlilacion. Nombróse inmediatamente por el ministerio de la Guerra una comisión para estudiar las mejoras del estado sanitario de los hospitales y cuar- teles, y diósele por dicho centro una instrucción clarísima v terminante, verdadero modelo de instrucciones, fijando los puntos que debia abarcar el estudio, y autorizando á la comisión para ordenar la inmediata eje- cución de las obras que exijiese el calentamiento y la ventilación, siem- pre que el presupuesto de ellas no excediese de 12. SOO duros para cada uno de los 161 edificios militares (cuarteles y hospitales) que cuenta Inglaterra. No conocemos los datos estadísticos que se refieren á la mortalidad del soldado en España, aunque existen bien determinados, y podrían consultarse con fruto. Pero hé aquí el resultado del movimiento del hos- pital militar de Barcelona en el último año, en que no ha habido epide- Entrados en el hospital durante todo el año. . . . 4.095 Han salido curados 3.485 Han salido á baños 27 Con licencia temporal (convalecientes) 196 Inútiles para el servicio 203 Muertos 157 Presuntos locos 2 .048 La diferencia entro los números 4.095 y 4.048 proviene do las diferen- cias de existencia al principiar y acabar el año. Según tenemos entendido, los diferentes cuerpos y guarniciones que envian sus enfermos á este hospital, suman por término medio 8.000 634 hombres. Si todos estos datos son exactos (pueden comprobarse); si lodos los años de un estado sanitario normal (cosa que no sabemos) mueren en la proporción de 157 por 8.000, ósea de 17 por 1.000, tenemos aquí la misma mortalidad excesiva que motivó en Inglaterra la reforma de cuarteles y hospitales, y el establecimiento de la ventilación sistemática. El mejor sistema de calentamiento que puede emplearse en los hos- pitales civiles ó militares en muchas capitales de España es el del vapor, y de ventilación, la ventilación mecánica, utilizando todo el año casi todo el vapor de escape de la máquina, durante el invierno en el calenta- miento á una presión de 1 '/, á 1 '/t atmósferas, y durante el resto del año en los diferentes usos de un hospital , que hemos enumerado al comparar los diversos sistemas de ventilación y estudiar la ventilación mecánica. Para pequeños hospitales debe emplearse el sistema de ca- loríferos interiores, que hemos descrito en la página 480; y siempre que sea posible, la ventilación por chimeneas de aspiración por abajo. Cuando se trata de calentar y ventilar hospitales ya construidos, edificios viejos habilitados para hospital, no es posible trazar reglas fijas que puedan servir de guia al ingeniero ó al arquitecto , el cual tendrá que aprovechar las circunstancias particulares del local en cada caso, de tal modo que los detalles y disposiciones que acepte para uno, deberá modificarlos forzosamente en otro, aunque en principio el sistema per- manezca el mismo. Respecto al calentamiento, el sistema que con me- nos dificultades tropezará en estos edificios antiguos y de distribución sumamente irregular, es el de caloríferos interiores dispuestos como nosotros hemos descrito. Estos caloríferos sirven al mismo tiempo de conductos de introducción de aire nuevo caliente en invierno y fi'io en verano; pero para que llenen completamente este doble objeto, es pre- ciso que el tubo que envuelva el calorífero tenga una sección mucho más grande que la que dio Mr. Péclet; es preciso que esta sección esté calculada con arreglo á una velocidad del aire de 5 á 6 decímetros por segundo. No haciéndolo así, no pueden servir para una ventilación sufi- ciente, sobre todo en verano. El conducto de introducción de aire para una sala puede estar colocado bajo su suelo, ó en el techo de la sala inferior. Respecto al sistema de ventilación, el sistema de aspiración 6S5 por chimeneas (por abajo), si no es el sistema más espedito en algunos casos, es siempre el que menos costará al año á igualdad de ventilación. Una sola chimenea general de aspiración por abajo, si es posible, y va- rias si el edificio es tan irregular que los conductos subterráneos de evacuación hablan de ser muy largos y su coste mayor que el de varias chimeneas, producirán siempre una ventilación regular, constante y barata. Los conductos de evacuación se pueden construir al exterior de las salas de enfermos, adosados al paramento de los muros de dichas salas, paramento que da á patios, corrales, jardines, ó galerías exterio- res. Estos conductos podrán hacerse de ladrillos, de tubos de gran diá- metro de barro barnizado ó sin barnizar, y de chapa, de hierro: los pri- meros tendrán siempre mas duración que los segundos, en el caso en que han de estar á la intemperie, y deben ser siempre preferidos. La chapa de hierro se oxida fácilmente, y su óxido mancha completamente los muros, dándoles muy fea apariencia. Su duración no pasa de ocho á diez años. En el caso de colocarlos, deben estar embreados perfecta- mente al exterior, y es además necesario darles una capa de alquitrán cocido todos los años. El alquitrán que para esto se emplea es el de las mismas fábricas de gas, que se evapora hasta hacerle perder todos los hidrocarburos volátiles que contiene, de modo que queda sólido á la temperatura ordinaria. Cuando los tubos de chapa no se emplean á la intemperie, pueden ser pintados al óleo por los procedimientos comunes, y entonces resisten bien y son de buen servicio. Cuando el hospital se construye de planta, los conductos de evacua- ción se hacen á poquísima costa, y son los mejores, en los macizos de los muros. Los de introducción se hacen del mismo modo ó en el inte- rior de los suelos, según el sistema que se adopte. En ciertos casos pueden obtenerse numerosos y buenos conductos de evacuación y de introducción de aire en edificios ya construidos, es- tableciendo paralelamente á los muros largos de las salas de enfermos, á una distancia de estos igual al ancho de un ladrillo común, y en el in- terior de las mismas salas, tabiques de panderete. Estos tabiques dejan entre ellos y los largos muros un espacio que, dividido en el sentido vertical por ladrillos de canto, forma una gran serie de conductos. Esta 666 disposición disminuye forzosamente la anchura de la sala en el largo de un ladrillo, si queremos establecer conductos en los dos lados de la sala, y solamente en el ancho de un ladrillo si nos contentamos con conductos de un solo lado. Lo mejor es ponerlos en ambos lados de la sala: ya hemos dicho tratando de los conductos de evacuación del aire viciado, que, si fuera posible, convendría poner un conducto de evacuación bajo la cabecera de la cama de cada enfermo; pero no es fácil en muchos casos hacer lo mejor, y tenemos que contentarnos con aproximarnos en lo posible al ideal de la buena ventilación, y no olvidar nunca los prin- cipios sobre que descansa. La disposición que acabamos de indicar para edificios ya construidos, lleva consigo la necesidad de perforar los sue- los entre las cabezas de las vigas, cerca de la sección de encastramiento ó empotramiento de estas en los muros ; pero esta operación es fácil y no ofrece inconveniente alguno, cualquiera que sea la construcción de los suelos. Esta disposición que acabamos de indicar disimula los con- ductos interior y exteriormente, y permite dar á estos secciones gran- des; pero es mas costosa de establecer que las primeras que hemos apuntado. El ingeniero ó arquitecto encargado del calentamiento y ventilación de un edificio cualquiera, no debe nunca perder de vista los recursos que los diferentes servicios del edificio puedan ofrecerle para el calen- tamiento ó la ventilación. Hay casos en que estos servicios pueden li- garse al calentamiento ó á la ventilación, y de ello resultar una notable economía. Ya hemos visto la inmensa ventaja que resultaba en nuestro hospital, del empleo déla ventilación mecánica, cuando el calentamiento del aire, el de aguas para baños, el de las medicinas, caldos, etc., se hacia con el vapor que habia servido en la máquina. Hay otras veces algunos otros medios que el ingeniero no debe nunca despreciar, y va- mos á poner un ejemplo. El hospital militar de Barcelona tiene su fá- brica de gas especial, gas que sirve no solo para el alumbrado, sino para las cocinas, y para mover una máquina privilegiada por el doctor Arbós, fundada en un principio semejante al de las ya conocidas má- quinas de Lenoir y de Hugon. Todo el mundo sabe que en los hornos de las retortas de gas se 657 pierde una inmensa cantidad de calor, y hasta ahora, nadie ha pensa- do en utilizarlo en otra cosa que en calentar el mismo aire para la combustión, y esta mejora no se ha generalizado. Las dos fábricas de gas de Barcelona consumirán 500.000 quintales de carbón al año, en cuya destilación se gasta por lo menos el 20 por 100 de cok. De modo que se queman anualmente en los hornos de gas de Barcelona 100.000 quintales de cok. De estos 100.000 quintales no se apro- vecha útilmente un iO por 100, entendiéndose por calor utilizado el que ha necesitado la hulla para descomponerse y desprender sus gases permanentes , y sus productos condensables y condensados, como alquitrán, aguas amoniacales, hidrocarburos líquidos, etc. Al que parezca exajerado nuestro aserto, le haremos observar, que el cuerpo que se calienta, que es la retorta, está á la temperatura del rojo cereza claro, y que los productos de la combustión han de abandonar la retorta, esto es, han de terminar su efecto útil á una temperatura algo superior á la de la retorta. En el hospital militar de Barcelona podria utilizarse el calor perdido en su pequeña fábrica de gas, en la ventilación, si no de todo el hospi- tal, al menos del grupo de las salas de enfermos que se encuentran más próximas á los hornos. Esta parte podria de este modo estar ventilada gratuitamente. La disposición que hubiera podido adoptarse es bien sencilla, y consisliria en una chimenea metálica de fundición en la parte baja, y de chapa gruesa de hierro en la parte alta y media, colo- cada dentro de la chimenea de los hornos de gas. La chimenea metáli- ca, que sería de aspiración por abajo, aspirarla el aire viciado de las salas por conductos de evacuación descendentes. Los grupos de con- ductos de evacuación se reunirían detinitivamente en uno, ó dos, ó tres, que serían los que desembocarían en la chimenea metálica. El espacio anular que quedarla entre ambas servirla de chimenea de los hogares de los hornos de gas. El tiro de estos hornos no disminuirla, á pesar del enfriamiento que ocasionarla en el humo el contacto de la chimenea metálica, porque sabido es que hay una temperatura para el máximum de tiro en las chimeneas, temperatura que (aunque función de la temperatura exterior), puede valuarse en 500° aproximadamente. 658 Por otra parle, aunque el humo de los hogares de las retortas se enfriase hasta 100°, se sabe que tenemos en nuestra mano dos elementos para aumentar el tiro, no pasando de cierto límite: estos dos elementos son la altura de la chimenea y la sección. En todos los edificios en que se establece una ventilación sistemá- tica, pero muy principalmente en los hospitales, es muy importante el tener algún medio de comprobar la marcha de la ventilación, y las irre- gularidades que esta ha sufrido durante la ausencia del gefe local del hospital, ya sea que estas faltas provengan del contratista, si la venti- lación se hace por contrata, ya provengan de los agentes subalternos encargados de este servicio. De todos los aparatos que se han inventado hasta hoy para consignar ó contrastrar la marcha del servicio de la ven- tilación durante veinticuatro horas, el mejor es el anemómetro totali- zador de Mr. Hardy, según resulta del ensayo á que le ha sometido Mr. Morin durante dos años en el Conservatorio de Artes de París, cuyos anfiteatros y bibliotecas están ventilados y calentados. El ane- mómetro totalizador eléctrico de Mr. Hardy ha sido colocado muy recientemente en los pabellones del hospital de Lariboisiére en París, por indicación de Mr. Morin y orden del Gobierno francés. Según ma- nifiesta Mr. Morin en su informe á la Academia de ciencias, publicado en les Comples rendiis, dicho aparato está prestando muy buenos servi- cios en el referido hospital. El instrumento de Mr. Hardy ha puesto de manifiesto muchas irregularidades y faltas en la ventilación de los pabellones ventilados por el sistema de 3Ir. Duvoir-Leblanc, ó sea de ventilación por chimeneas de aspiración por arriba, y faltas é- irregula- ridades aún mayores (según el ilustre General) en el sistema de venti- lación por inyección mecánica (insuffiation). Los resultados que resume Mr. Morin, y que pueden verse en les Comples rendiis de enero del corriente año de 1867, así como las consecuencias que de ellos pare- cen deducirse, siempre desfavorables al sistema de la ventilación mecá- nica, merecen que hagamos nuevamente una observación seguida de algunas reflexiones, en consonancia con lo que hemos manifestado en la teoría de la ventilación. Mr. Morin persiste siempre en no conside- rar más que un solo lado de la cuestión. Este sabio distinguido no mide 689 la vendlacion más que por el aire viciarlo que sale por los conductos ó chimeneas de evacuación, al revés de Mr. Péclet, que al estudiar la ventilación mecánica, atiende solo al volumen de aire nuevo que inyecta el ventilador, y que penetra en las salas por los conductos de introduc- ción, sin cuidarse para nada de qué fracción de este volumen es la que se escapa por los conductos de evacuación. Según se deduce de la teoría que expusimos al principio de esta Memoria sobre la ventilación de edificios, si los experimentos sobre ventilación se hacen sobre el volu- men de aire inyectado, saldrá favorecido en la comparación el sistema de la ventilación mecánica sobre el sistema de la ventilación por chi- meneas de aspiración por arriba; pero si, como lo ha hecho Mr. Morin, las indicaciones del anemómetro no versan más que sobre el volumen de aire evacuado, se favorece decididamente á la ventilación por aspiración. Ya hemos dicho, en el lugar correspondiente de esta Memoria, cómo deben hacerse, en nuestra pobre opinión, estos experimentos compa- rativos; cómo debe apreciarse y medirse la ventilación; y por lo tanto, cómo han de compararse los efectos de dos sistemas, y qué debe enten- derse por ventilación real. Es inútil insistir más sobre este punto, que creemos haber puesto en su verdadero terreno; y este terreno está á tanta distancia de Mr. Péclet como de Mr. Morin, ocupando el punto medio de sus opuestas opiniones. La descripción del anemómetro totalizador eléctrico de Mr. Ilardy, puede verse en los Anales del Conservatorio de Arles. III. IGLESIAS. Las iglesias son los edificios que menos necesitan de la ventilación artificial. Por un lado el gran volumen que ofrecen relativamente al nú- mero de personas, por otro la ventilación que naturalmente se esta- blece con la frecuente abertura de las puertas y por las aberturas de ajuste de los vidrios de las grandes ventanas, así como por los agu- jeros de las cúpulas y bóvedas, proporcionan una renovación suficiente 660 (leí aire ó ventilación natural. Únicamente en ciertos dias de solemni- dades religiosas, de grandes funciones, cuando la concurrencia es mu- cha, considerable el número de luces y elevada la temperatura exterior, se hace necesaria la ventilación artificial y sistemática. Respecto al calentamiento, debemos decir que en muchas capitales de España, de clima templado, el calentamiento es más bien una cues- tión de saneamiento de la iglesia, que de comodidad ó de bienestar para el público. Encuénlranse muchas iglesias lóbregas, húmedas y salitro- sas, hasta tal punto que las personas delicadas se resienten de una permanencia algo prolongada en ellas, atribuyéndoles la causa de algu- nas afecciones, como el reuma y la constipación. El aire húmedo y re- lativamente ñ'io que en algunas iglesias se respira, no manifiesta sola- mente sus perniciosos efectos sobre la economía animal, sino que es también un elemento destructor de las imágenes, esculturas, molduras, dorados, cuadros, ornamentos de tela, y de todo cuanto existe en la iglesia para el culto ó para el ornato de la misma. Las iglesias que, situadas en capitales de clima benigno en invier- no, gocen además, por su situación en terreno seco, lejos de todo foco de humedad y filtraciones, por su exposición, por sus formas generales que permiten la entrada del sol en el templo, de la ventaja de la salu- bridad, no tienen una absoluta necesidad de calentamiento. Pero la ventilación en los dias y horas críticos que antes hemos enumerado, es más indispensable aún en esos climas benignos en invierno, que suelen ser cálidos en verano, que en los climas frios. Resulta de lo expuesto, que en España hay iglesias en las cuales debiera establecerse la ventilación durante algunos dias y horas al año, y que no necesitan el calentamiento; y otras que por sus condiciones de insalubridad, ó por la crudeza del clima, ó por ambas causas reuni- das, exijen calentamiento y ventilación. Las iglesias que deban tener calentamiento y ventilación artificiales, no necesitan nunca ser calentadas y ventiladas simultáneamente. En verano es evidente que solo se necesita la ventilación. Durante el in- vierno, ó los dias frios de invierno, funcionará normalmente el calen- tamiento de la iglesia, mas no la ventilación. Guando llegue un dia de C6l solemnidad religiosa, en que la concurrencia haya de ser grande, se suspenderá el calentamiento de la iglesia durante las horas de la fun- ción, y entonces empezará la ventilación. No hay que temer que la temperatura de la iglesia baje sensiblemente durante las horas de la función religiosa, esto es, mientras la concurrencia en el templo es nu- merosa, porque el calor que encierran los muros, pilares y columnas unido al desprendido por la concurrencia y al de las luces, es muy sufi- ciente para sostener la temperatura, cuando la ventilación no es exa- jerada, como no necesita serlo en este caso. Indiquemos ahora sucesiva- mente las disposiciones más convenientes para la ventilación y para el calentamiento de los templos. Ventilación sola. — Advertiremos desde luego, que habiendo ya explicado detalladamente, y en todos los casos que pueden presen- tarse, todos los cálculos necesarios para un sistema cualquiera de ca- lentamiento y ventilación, no calcularemos nada al estudiar las dispo- siciones más convenientes á los diferentes edificios, y nos contentaremos con algunos croquis para explicar claramente las disposiciones que preferimos en cada caso, cuando estas disposiciones no las hayamos descrito con anterioridad. El mejor sistema que puede seguirse para la ventilación de un tem- plo, es el de un ventilador aspirante movido á mano, con una pequeña velocidad de dos vueltas por segundo si se trata de una iglesia peque- ña, en la cual el ventilador puede producir un electo suficiente. Si In iglesia es grande debe emplearse una chimenea de aspiración por abajo. Todas las iglesias tienen, fuera del recinto sagrado del templo, depen- dencias más ó menos numerosas y extensas, donde puede encontrarse un emplazamiento conveniente para el ventilador ó para la chimenea; cosas ambas que ofrecen pocas dificultades de instalación, por cuanto ocupan muy poco espacio en el sentido horizontal. La chimenea puede adosarse á uno de los muros exteriores de la iglesia, para hacerla muy ligera y poco costosa; y aun colocarse en sitio no visible, teniéndome- nos elevación que sns muros altos. La chimenea de aspiración por abajo funcionará con un hogar especial y directo, como ya sabemos, TOMO VI. 69 662 colocarlo en su parte baja. La temperatura media de la chimenea de aspiración no deberá exceder á la del aire exterior en más de 25 grados centígrados, como bemos indicado ya. Convendrá, si es posible, em- plear un combustible que no dé humo, como el cok. Este combustible es hoy de un uso vulgar en todas las poblaciones donde hay fábricas de gas, y su precio compite con el de los demás combustibles en cada localidad. En Barcelona el cok de la fábrica de gas, cuya potencia calorífica es de cerca de 6.000 calorías, vale 8 reales quintal catalán, que tiene próximamente 41 kilogramos; de modo que la tonelada de 1.000 kilogramos cuesta 194 reales. El croquis {figura 1) representa la planta de una iglesia de una sola nave, ventilada por medio de dos ventiladores vv, ó de una chi- menea de aspiración por abajo A. Dos conductos subterráneos, y á flor del piso, de 40 á bO centímetros de profundidad solamente, y de la misma anchura, se han practicado paralelamente al eje de la iglesia, y á una distancia igual á la cuarta parte del ancho de la nave. Estos con- ductos se comunican entre sí, y están representados en el dibujo por ce... En algunos puntos de los parajes más húmedos, se han abierto algunos pequeños pozos zz... de la misma profundidad que los con- ductos ce... con los cuales comunican por los puntuados que se ven en la figura. Tanto los conductos de evacuación ce... como los pozos, están cerrados al nivel del suelo de la iglesia, por planchas de madera con agujeros. Estas tablas ó tableros tienen un ancho mayor que el de las galerías de 10 centímetros, y su largo es de 50 á 70 centíme- tros. La colección de tableros para cubrir las galerías, está compuesta de cuatro clases. La clase número 1 tiene los agujeros en gran núme- ro; la clase número 2 tiene menor número de agujeros por unidad de superficie que el número 1; el número 3, aún menos que el 2; el número 4 no tiene agujeros. El tener estas cuatro clases de tableros para cerrar los conductos de evacuación ce... tiene por objeto hacer uniforme la aspiración en todos los puntos de la iglesia. Cerca de la chimenea de aspiración ó de los ventiladores, se colocan los tableros del número 5, alternando alguna vez con los del 4: en los puntos de las galerías más lejanos á la chimenea de aspiración están los tableros 663 del número 1. De este modo se consigue una ventilación general y uniforme por todos ios puntos del conducto ce... Ya liemos dicho que la ventilación no funcionará más que algunas horas de ciertos dias del año. Caleufainiento y ventilación.— Consideremos ahora el caso en que la iglesia necesita el calentamiento además de la venti- lación. Pudieran emplearse, como dice Mr. Péclet, para calentar las igle- sias, los caloríferos de aire caliente, el vapor, y la circulación de agua caliente. iMr. Péclet desecha desde luego los de vapor, y deja reducida la cuestión á los caloríferos de aire caliente, y al agua caliente. Nosotros no creemos convenientes de ningún modo los caloríferos de aire calien- te para el calentamiento de los templos. Los caloríferos de aire caliente deberían estar colocados bajo el mismo recinto del templo; y como su acción calorífica no debe exten- derse fuera de un radio de 15 metros en el sentido horizontal (véase la página 630), so pena de perder inútilmente mucho calor en los conduc- tos y en el terreno, seria preciso emplear varios caloríferos para una misma iglesia, construir, por lo tanto, varias cuevas, una para cada uno, tener bajo el suelo de la iglesia varias galerías de comunicación entre las cuevas. Así es que este sistema, aparentemente sencillo y ba- rato de establecimiento, sería tal vez el más costoso. Tampoco creemos que el vapor merezca, para el caso actual, la pre- ferencia sobre el agua caliente sin presión, como se ha querido suponer por algunos. El empleo del vapor tiene, en efecto, la ventaja de exijir superficies de calentamiento menores que el agua calentada á 90° ó 100°; pero en cambio de esta pequeíía ventaja tiene muchos inconve- nientes cuando se trata del calentamiento de una iglesia, entre los cua- les citaremos el exijir un fogonero inteligente y cuidadoso, para un ge- nerador que solo ha de funcionar algunos dias al año; tubos de agua de condensación; vaso cerrado para recibir esta agua; alimentación de la caldera, que se baria á mano no habiendo máquina de vapor, ó con aparatos que no están exentos de inconvenientes; purga de los tubos 664 de condensación; válvulas de seguridad, manómetros, etc., con todos los cuidados que requiere cada uno de estos detalles. El calentamiento por la circulación de agua caliente sin presión en tubos de hierro ó de fundición, alojados en los conductos ce... es el sistema más sencillo que imaginarse puede: los tubos no necesitan vi- gilancia alguna; la conducción de la caldera está al alcance de cualquier persona; la alimentación, para reemplazar las pequeñas pérdidas de agua que tienen lugar, se reduce á echar cada dia de calentamiento un poco de agua en el vaso de expansión: nada de llaves, de válvulas, de purga de aire, de peligro de explosiones, de alimentación mecánica é inteligente, de peligro de quemar la caldera. La enumeración sola de estas ventajas basta para que cualquiera se convenza de que, cuando se trata de calentar una iglesia, ningún sistema puede presentar la suma de ventajas que el de circulación del agua caliente á baja temperatura, de 90 á 100 grados, en tubos alojados en conductos subterráneos de muy poca profundidad. Pasemos ahora á estudiar los detalles del calentamiento de una iglesia por este sistema. Desde luego manifestaremos que para nada se necesita hacer que los tubos de agua caliente, alojados en los conductos c c.., ten"'an inclinación alffuna, como ha creido deber hacerlo Mr. Grouvelle en la iglesia de San Roque, en París, cuyos tubos están colocados bajo una pendiente de 5 por 100. Esta inclinación exije forzosamente el empleo de conductos ó galerías profundas, y estas galerías llevan consigo una gran pérdida de calor absorbido por el suelo ó terreno, si la iglesia no tiene cuevas, ó perdido y diseminado en estas, si las tiene. Debe emplearse la disposición representada en la figura 4. T, es la caldera: aa. la columna ascensional de 1,5 metros á 2,5 metros; .Y, es el tubo completamente horizontal, por donde marcha el agua caliente; }', es el tubo por donde vuelve el agua enfria- da á la caldera; gg, es la galería ó conducto de 40 á 50 centímetros de altura, embutido en el suelo de la iglesia. En esta galería gg, se ve el tubo de circulación del agua: sus dos ramas aparecen una debajo de otra, porque siendo esta figura un dibujo convencional, se han puesto así para que se vean, y no se proyecten la una sobre la otra; pero en 665 la práctica, estas dos ramas no se ponen de esta manera sino á la mis- ma altura, como se representa en la fujura 5, corte trasversal de la galería g rj. Los tubos de circulación se pondrán siempre de nivel, hori- zontales; así tendremos la ventaja de no necesitar más que galerías de insignificante altura, de poco coste de construcción, y que pierden poquísimo calor por el suelo, porque presentan poca superficie de tras- misión al terreno. No hay que temer que la circulación del agua no se haga bien: se hará perfectamente cu virtud de las diferencias de tempe- raturas en la columna ascendente a a, y en la descendente hh. La figura 2 representa la planta del recinto interior de un templo. El hogar y su caldera están representados en M. ce... es la galería que sirve para la ventilación, y que aloja los tubos de calentamiento por donde circula el agua caliente. La ventilación se hace por medio de una chimenea de aspiración por ahajo, que se ve colocada entre la iglesia V el recinto de la caldera. Como se ve, la caldera está fuera del recinto del templo. Para que el conducto ó galería ce... se caliente con uniformidad [figura 2), conviene establecer en él, no una simple circulación de agua caliente por medio de un solo tubo, que entrando por un extremo de la galería ce... salga por el otro, sino dos circui- tos, dos circulaciones de agua paralelamente la una á la otra, pero marchando en opuestos sentidos. La razón es evidente: el tubo recor- rido por el agua tiene una temperatura decreciente desde que sale de la caldera hasta que vuelve á esta; si hacemos que al lado de este circuito marche otro en sentido contrario, la temperatura decreciente del uno se compensa con la creciente del otro, de modo que la tempe- ratura media en cualquier sección del doble circuito será sensiblemente constante. ^ La figura 3 da una idea de la disposición de los aparatos. Fes el hosar de la caldera T de a^ua caliente: «, es la columna ascensional; E, es el vaso de expansión; A', el tubo de salida del agua caliente; Y, el tubo de vuelta del agua enfriada; g g, la galería, dentro ya del recinto del templo; esta galería g g, es la misma ce... de la figura 2 del texto; K, es uno de los muros del templo. La figura 5 representa, en mayores dimensiones que las anteriores, 666 un corte trasversal de la galería ce... ó g g de las figuras ^ y "5. I t, re- presentan los dos tubos, que se suponen en esa figura, de fundición, uni- dos por collares ó bridas, entre las que se colocan rodajas perforadas de caotilcltotic con doble tela, como dejamos explicado en páginas ante- riores. Las bridas ó collares se aprietan con cuatro pernos. Los tubos tt van sostenidos de diez en diez metros por rodillos de madera, con ejes de hierro, fijados á pequeños pies dereclios de madera que quedan embebidos dentro de los muros de la galería g. Estos rodillos se ven en R, y van locos sobre su eje de hierro. La galería g está formada con dos múreles, cuyo espesor es un ancho de ladrillo, como los tabiques de media asta. Estos múreles van recubiertos superiormente por largueros de madera, ensamblados á caja y espiga con los pies derechos de ma- dera antes mencionados. Los largueros de madera rr, llevan arriba el galea, muesca ó encaje para recibir los tableros agujereados que cierran superiormente la galería ce... ó gg al nivel del suelo de la iglesia. Estos tableros deberán hacerse con madera vieja, aunque cueste algo más que la nueva, como sucede siempre, por razones sabidas bien de lodos los constructores. P P representan los tableros. llarcha del calentaiuiento y de la Tentila- ciou. — Nunca marcharán simultáneamente el calentamiento y la ven- tilación en la iglesia. En el verano esto es evidente, puesto que enton- ces no se necesita nunca calentar. En el invierno, ó durante los dias de invierno que lo necesiten, funcionará el calentamiento normalmente, y siempre solo. Cuando llegue un dia de solemnidad religiosa ó de función de iglesia, en el cual haya de haber gran concurrencia y sea preciso ventilar, cesará el calentamiento desde que empiecen á reunirse los fieles. Entonces se abren los registros que ponen en comunicación las galerías ce... con la chimenea de aspiración, se enciende el hogar de esta, y empieza á funcionar la ventilación. Estos registros están colocados fuera de la iglesia y cerca de la misma chimenea. Cuando ha cesado la concurrencia y el templo ha vuelto á su estado normal, se cierran los referidos registros, queda interrumpida toda comunicación entre la chimenea de aspiración y las galerías ce..., y puede volver á em- 667 pezar á funcionar el calentamiento, encendiendo nuevamente el hogar de la caldera 1\ si se cree conveniente. Si no se quiere interrumpir el ca- lentamiento de la caldera T durante las horas de función, no se inter- rumpe; pero entonces todo el calor que recibe el agua, y que esta distri- buye al aire en las galerías, se pierde por la chimenea. Aunque decimos se pierde, entiéndase bien que se pierde para el calentamiento, mas no para la ventilación; porque el combustible gastado bajo la caldera T será economizado casi todo en el bogar especial de la chimenea de aspiración. No se crea que la suspensión del calentamiento de la iglesia durante las tres ó cuatro horas de gran concurrencia pueda enfriarla sensible- mente, aun habiendo ventilación; el calor emitido por las personas, el de las luces, y sobre todo, el encerrado en los muros y pilares de la iglesia, son muy suficientes para que la temperatura se sostenga con poca variación. Siempre que funciona la ventilación, conviene tener abiertas las altas ventanas de la iglesia y cerradas las puertas con dobles portiers separados; así es únicamente como se evitan las corrientes incómodas de aire de fuera adentro, que tienen siempre más tendencia (como debe suceder en invierno) á penetrar por las puertas que por las altas ven- tanas. Las incómodas corrientes de fuera adentro, se encontrarían muy aminoradas en las iglesias si fuera fácil el empleo de los ventiladores soplantes, que ventilan por insuflación ó inyección; pero esto no es po- sible. Ya hemos visto que las entradas de aire caliente ó frió al lado de las personas, son siempre incómodas y perjudiciales para estas. No siendo fácil establecer en las iglesias entradas de aire más que por el piso, debe renunciarse á los ventiladores soplantes ó impelentes, y en caso de echar mano de estas máquinas para la ventilación de la iglesia, usar los aspirantes. Inútil nos parece agregar que las galerías ce... pueden afectar for- mas curvas cualesquiera, evitándose con ellas cuantos obstáculos se encuentren; que pueden salir del recinto del templo por el lado que sea más conveniente, según los casos; que puede haber una sola ga- lería, en lugar de dos, como nosotros hemos puesto en las figuras 1 y 2 del texto; que el punto de arranque del tubo X debe estar por bajo del nivel del piso de la iglesia; que por lo tanto todo el hogar//, la cal- dera 7' y la columna ascensional a , han de estar bajo dicho nivel; que en iglesias de tres grandes naves pueden disponerse tres galerías, una en el centro de cada una. Cuando la iglesia se calienta sin ventilación, los registros que es- tablecen la comunicación entre las galerías ce... {figura 2) y la chime- nea de aspiración están cerrados. Entonces el aire que está en contacto con los tubos de las galerías ce... y aun con las paredes de esta, se calienta, se eleva, y penetra en el templo por las pequeñas aberturas de los tableros P P, que recubren ó cierran dichas galerías: este movi- miento ascensional del aire de las galerías ce... provoca y determina una aspiración, por los pozos zz... de modo que se establece un mo- vimiento circulatorio del aire del templo, el cual penetra por los pozos zz, marcha por los conductos puntuados á las galerías ce... allí se ca- lienta, y vuelve á penetrar en el templo por los agujeros ó calados de los tableros. Estos podrian ser reemplazados por placas caladas de fun- dición; pero esto, aunque mejor y de una duración casi indefinida, es más caro. La conductibilidad de las placas metálicas podria tener ade- más algún inconveniente en España, por la costumbre general de las mujeres de sentarse en el suelo: esta es una de las razones, aparte de otras muchas, que aconsejan el empleo del agua caliente á baja tempe- ratura (90° á 100°), y la que motiva la necesidad de emplear gran lon- gitud de galerías y tubos, y poco diámetro en estos; todo con el objeto de que el aire salga de las galerías á poca temperatura (20° á 24°). La iglesia necesita un cierto número de calorías por hora; estas podemos darlas de dos modos: ó con poco aire á mucha temperatura, ó con más aire menos calentado. En las iglesias, y mucho más en las de España, hay que seguir el segundo camino; esto no es un mal, al contrario, presenta muchas ventajas para la uniformidad de la temperatura en todos los sitios de la iglesia, pero es algo más caro de primer esta- blecimiento. 669 IV. ESCUELAS DE INSTRUCCIÓN PRIMARIA. Estas escuelas se encuentran casi siempre establecidas en locales habilitados de cualquier modo para ellas; unas veces estos locales son del ayuntamiento, otras veces son alquilados. Por regla general .se com- ponen de una sala rectangular de 5 á 7 metros de anchura y de 15 á 20 de largo. Tales son al menos sus condiciones en una gran parte de las capitales de España. Los niños ocupan unos taburetes colocados de- lante de largas y angostas mesas-pupitres , hasta que son llamados á los estudios de escritura, lectura, ó cuentas en los encerados. Análogos á estos locales son en su forma los destinados á la enseñanza primaria de las niñas. Los taburetes, bancos ó sillas están por regla general co- locados en líneas paralelas y trasversales de la sala. El maestro ó las maestras ocupan uno de los extremos. Vamos á indicar cuáles son las disposiciones mas convenientes que pueden emplearse para calentar y ventilar esta clase de locales. Ya he- mos visto en diferentes sitios de esta Memoria, los defectos que la ex- periencia ha demostrado en las disposiciones propuestas por Mr. Péclet al gobierno francés, y establecidas por orden de este en muchas escue- las primarias francesas. Cuando uno de los dos testeros de la escuela sea un muro exterior dando á un deslunado interior cualquiera, como es muy frecuente, ado- saremos á este muro los aparatos. Paralelamente á dicho muro, y á metro y medio ó un metro de distancia de él, elevaremos un tabique de panderete que llegue hasta el techo de las salas. En este espacio que queda segregado de la sala, se coloca un calorífero de aire caliente aná- logo al descrito en las figuras 17, 18, 19 y 20. Las puertas del hogar y del cenicero de dicho calorífero se abren á la sala de la escuela. El aire nuevo, tomado del exterior al través de dicho muro, penetra en el ca- lorífero, se calienta, asciende por los dos tubos s s (figuras 17, 18, 19 670 II 20), los cuales , atravesando el tabique, ocupan una gran parle de la longitud de la escuela, y aparecen colocados en lo alto délos muros lon- gitudinales. Los dos tubos pueden ir cerrados en sus extremos, y pro- vistos de aberturas en toda su longitud. Estas aberturas serian las de entrada de aire nuevo ó de introducción. Si no se quiere que se vean estos tubos, no liay mas que construir en la sala-escuela una gran cor- nisa hueca, y provista en toda su longitud de aberturas por donde el aire nuevo, frió ó caliente, penetra en la sala. Las cornisas huecas ha- cen el mismo papel que los tubos, y son de buen aspecto. Se pueden construir de chapa delgada de hierro, que luego se pintan, de madera, de yeso, de barro cocido. En el caso de emplear cornisas huecas, los dos tubos s s se reducen solamente á la longitud necesaria para conducir el aire del calorífero á las cornisas, que llegan hasta el tabique. No se verá por lo tanto ningún tubo en la sala de la escuela. Dentro del espacio comprendido entre el muro testero ya citado y el tabique, y á los dos extremos, se colocan dos pequeños hogares, cuyas puertas se abren también á la sala-escuela. Estos dos pequeños hoga- res, destinados á la ventilación, se encuentran seguidos de dos conduc- tos de fundición, que con el del calorífico desembocan en una ligera chimenea de aspiración, colocada en el exterior pero adosada al muro testero, que formará una de sus cuatro caras. Esta chimenea de aspi- ración comunica con el espacio comprendido entre el muro testero y el tabique. En este espacio queda alojada una buena porción de los dos tubos de hierro de los hogares de ventilación: el aire que llena dicho espacio, recibe calor de ambos tubos. Ya sea en todo el piso de la sala-escuela , ya solamente en el espa- cio central ocupado por las mesas de los niños y ios asientos , se cons- truye un entarimado de madera á 20 centímetros del piso: este entari- mado deja entre él y el piso un espacio, que presenta en muchos puntos convenientemente colocados las aberluras de evacuación del aire viciado. La marcha del aire viciado por los niños será la siguiente : penetrará dicho aire por las aberturas de introducción en el espacio que ofrece el entarimado; de aquí pasará el aire viciado, por conductos colocados bajo el suelo si el entarimado es parcial, ó por este mismo entarimado si es 671 general, al espacio que media entre el muro testero y el tabique; y de aquí penetra en la chimenea de aspiración. El aire viciado empieza á calentarse en el espacio que hay entre el muro testero y el tabique, por el contacto con los tubos de los hogares de ventilación, y acaba de calentarse dentro de la chimenea, en la cual se mezcla con los produc- tos de la combustión de los hogares de ventilación, si estos funcionan, y con los del calorífero. Estas indicaciones, después de cuantos detalles dejamos expuestos en el presente trabajo, son suficientes para que se comprenda bien la idea, sin necesidad de nuevos dibujos. La disposición que acabamos de proponer para el calentamiento y ventilación de las escuelas, puede aplicarse cuando se quiere establecer con cierto lujo el sistema de calentamiento y ventilación : en ella no se ven aparatos de ningún género, ni conductos de aspecto desagradable; el local queda libre de todo obstáculo á la vista y al paso ; el reparti- miento del calor es uniforme; la ventilación puede ser enérgica cuando se quiera, alimentando los dos pequeños bogares de ventilación á la vez, y puede disminuirse con economía haciendo marchar uno solo. Cuando no sea aplicable esta disposición, ó cuando se quiera una instalación mas fácil, puede emplearse la que dejamos descrita para las salas de hospitales, sistema primero. La única diferencia que habría es la deque la chimenea de aspiración para una sala de escuela siempre ha de ser muy ligera, hecha de tabiques de ladrillos, y por consiguiente adosada á un muro. Las salas de asilo pueden recibir la misma disposición que las de escuelas, y en muchos casos mas fácilmente que estas, porque estando los niños por lo general colocados en anchas gradas de madera , estas gradas nos proporcionan la colocación mas conveniente posible de las aberturas de introducción, sin gasto alguno de entarimado, como en el caso anterior. Es preciso no perder de vista los buenos principios de la ventilación: el aire viciado debe aspirarse siempre en muchos puntos á la vez, y lo mas cerca posible del sitio en que se vicia, ó sea de las per- sonas. Ya hemos visto que el no seguir este principio Mr. Péclet , ha sido causa de uno de los mas notables defectos de su disposición para el calentamiento y la ventilación de las escuelas. 672 V. Comunes en los diferentes edificios. En todos los edificios donde ha de liabilar, ó por lo menos ha de reunirse durante un cierto tiempo un gran número de personas, hay que disponer locales destinados á la recepción de nuestras deyecciones, desde los cuales han de dirigirse éstas por sus correspondientes con- ductos á las cloacas generales ó particulares, ó depósitos especiales, según el sistema establecido en cada ciudad. Los comunes forman, como es sabido, un foco de infección dentro de los edificios. La higiene, de acuerdo con nuestra comodidad, acon- seja no perdonar medio alguno de tener estos lugares tan inodoros y ventilados como sea posible. En los proyectos de los edificios debe es- tudiarse cuidadosamente el emplazamiento de los comunes, conciliando, en cuanto quepa, la comodidad de las personas con el alejamiento de estos sitios, de los principales centros de reunión. Fijado el emplazamiento de los comunes, y además de recurrir á los medios de que podemos disponer para hacer inodoros estos sitios, deben construirse ya en buenas condiciones de limpieza y de ventilación naturales. En los recipientes ó vasos destinados á recibir las deyecciones sólidas, debe emplearse cualquiera de los sistemas que evitan la comu- nicación permanente entre dichos vasos y las cloacas ó depósitos infe- riores; esto es, deben emplearse los sistemas que establecen en los conductos descendentes, una cerradura hidráulica que impida la subida de los gases de las cloacas ó depósitos á los comunes, diseminándose de aquí al resto del edificio. En los recipientes ó vasos para las deyec- ciones líquidas, y para formar las paredes interiores de ellos, deben emplearse, lo mismo que en el caso anterior, cuerpos impermeables, como el esmalte ó barniz fundido. Tanto en el primer caso como en el segundo, los recipientes ó vasos deben tener grandes pendientes, y una corriente continua de agua en capa delgada. 673 En toda clase de comunes, y más aún en aquellos que no han po- dido colocarse lejos de las personas, como, por ejemplo, en los tea- tros, es muy conveniente una disposición que siempre hemos visto empleada con buenos resultados, y que consiste en hacer preceder el local de que nos ocupamos de un ante-comun, provisto de dos mampa- ras de doble resorte cada una: una de estas mamparas establece la co- municación del teatro con el ante-comun; la otra pone en comunicación el último con el común. Rara vez se verán simultáneamente abiertas ambas mamparas, y difícil será, por lo tanto, que se establezca la co- municación directa entre el común y el espacio del teatro. Todas las disposiciones y precauciones que acabamos de indicar son muy convenientes; más aún, son necesarias, y ninguna debe des- cuidarse: pero no bastan completamente para conseguir el resultado que nos proponemos en toda su extensión. Necesitan además de la ventila- ción artificia!. Verdad es que se han propuesto infinidad de medios para desinfectar los comunes, fundados en la descomposición de las materias fecales por ciertos agentes químicos; pero hasta ahora este sistema no se ha generalizado, y en muchos casos los agentes propuestos no operan la desinfección sino con enormes cantidades de una materia que no es tan barata que pueda usarse de ese modo. Creemos, por lo tanto, difícil por ahora la generalización de dicho sistema, y más conveniente, prác- tica y eficaz la combinación de un buen sistema de ventilación con las precauciones y disposiciones antes enumeradas. Una disposición buena para la ventilación de los comunes es la que se ha empleado en el hospital de mujeres de Lariboisiére; en el de hombres se ha empleado otra mucho menos conveniente. La disposi- ción empleada en los pabellones de mujeres del hospital de Lariboisiére. es fácil de concebir sin necesidad de recurrir al auxilio de una figura, Los conductos que descienden desde los vasos ó recipientes hasta el gran depósito inferior, penetran todos en una especie de caldera que hay antes de llegar al gran depósito de materias fecales. En esta cal- dera afluye constantemente un pequeño chorro de agua, de modo que está siempre llena, y rebosando de un líquido que no puede ser muy impuro, no obstante el descenso de las deyecciones que por los con- 674 (Juctos descendentes se verifica. Los conductos descendentes, que son de hierro colado, penetran por su extremo inferior en el líquido de la caldera, la cual establece por consiguiente una cerradura hidráulica ge- neral para lodos los conductos de los comunes de todos los pisos de un mismo pabellón. Las materias fecales y deyecciones liquidas caen á esta caldera, que como siempre está llena, no puede contenerlas, y las derrama por sus bordes al gran depósito inferior. Como los comu- nes de los tres pisos de un pabellón están colocados uno sobre el otro, como casi siempre se hace y debe hacerse en todos los edificios, fácil ha sido establecer un solo conducto general de evacuación de aire vi- ciado para todos los comunes de un mismo pabellón. Este conducto se encuentra alojado en uno de los muros divisorios del edificio, que forma parte de las paredes de los comunes. Todos los conductos descendentes de los vasos ó recipientes de los comunes, comunican con el conducto general de evacuación por tubos inclinados: el conducto general as- ciende hasta el desván, y se dirije, lo mismo que todos los conductos de evacuación, á la cliimenea de aspiración por arriba que arranca del desván de cada pabellón. (Véanse las figuras del sistema 6.°) La marcha del aire viciado en los comunes del hospital de mujeres de Lariboisiére es la siguiente. El aire del cuarto-excusado ó común penetra por las aberturas de los vasos ó recipientes, y desciende por los conductos descendentes de estos vasos hasta encontrar los tubos inclinados, por donde marcha al conducto general de evacuación, que lo lleva hasta dejarlo en la base de la chimenea de aspiración. Si creemos conveniente la disposición que acabamos de describir, no pensamos lo mismo de la establecida en la cárcel celular Mazas en París. El sistema allí establecido por Mr. Grouvelle es el siguiente. Cada preso tiene en su celda un vaso excrementicio: entre la tapadera del vaso y los bordes de este hay aberturas, por las cuales el aire de la celda entra en el vaso, aspirado por una gran chimenea de aspiración por abajo; el aire de la celda desciende por el conducto del vaso excre- menticio, hasta la cueva, sale de dicho conducto, y penetra en la cueva por una abertura colocada cerca del tonel donde desembocan las mate- terias fecales de cada preso; por la cueva y grandes galerías subsiguien- 673 tes se dirije el aire á la chimenea general de aspiración, y sale á la atmósfera por lo alto de esta. El inconveniente que encontramos en esta disposición, consiste en que ventila los depósitos de materias fe- cales, y los ventila haciendo que por ellos pasen 50.000 metros cúbi- cos de aire por hora: de modo que infesta en cada hora 30.000 metros cúbicos de aire para lanzarlo á la atmósfera. Aun siendo , como es, muy elevada la chimenea de aspiración de 5Iazas, no creemos que sea completamente inofensivo el lanzar tan grandes volúmenes de aire in- festado en la atmósfera de una gran población: no se olvide que no se trata aquí simplemente de aire viciado por las personas, sino cargado de los miasmas fecales de los presos, lo cual es muy distinto. No sabe- mos, sin embargo, que nadie se haya quejado de la chimenea de Mazas. En el sistema de Lariboisiére ya descrito, no se ventilan los depó- sitos de materias fecales, porque hay la cerradura hidráulica ya men- cionada; V además, el aire afecto á la ventilación de los comunes, no es el volumen total de aire puesto en movimiento para la ventilación del edificio, sino una pequeña parte, la necesaria para que los comunes no despidan olor; al paso que en Mazas todo el aire pasa por los con- ductos de los vasos hasta cerca de los depósitos de materias fecales. En todos los edificios que tienen establecido un sistema de ventila- ción, debe cuidarse de extender á los comunes los beneficios del siste- ma. La marcha que ha de seguirse consiste siempre en agregar á la serie de los conductos parciales de evacuación uno ó más conductos de evacuación, que partiendo de los comunes, terminen en los conduc- tos colectores de aire viciado. Estos últimos comunicarán en definitiva con la chimenea de aspiración ó con el ventilador aspirante. La coloca- ción de los conductos y bocas de evacuación en los comunes, exije for- zosamente la colocación de bocas ó entradas de introducción de aire nuevo. (Véase Teoría de la ventilación, capítulo 1.") Estas entradas de aire nuevo deben tomar el aire de los locales del edificio y no del exte- rior; de este modo la ventilación de los comunes nos proporciona gra- tuitamente la ventilación de otros locales que pueden necesitarla. 676 VI. TEATROS. En los teatros, el calentamiento y la ventilación no deben funcionar más que durante pocas horas del dia. Por esta razón el sistema más conveniente de calentamiento es el de caloríferos exteriores de aire ca- liente, colocados en las cuevas bajo el patio. Los caloríferos serán en número suficiente para que el aire caliente de cada uno no tenga que recorrer distancias horizontales mayores que la máxima que hemos fi- jado al ocuparnos en esta cuestión: deberán tener una gran cámara de aire, con el objeto explicado en otro lugar. La ventilación puede hacerse por chimeneas de aspiración por abajo para todo el piso bajo, y por chimeneas de aspiración por arriba para los palcos, anfiteatros y galerías. La chimenea de aspiración por abajo llevará alojada en su interior la chimenea metálica correspondiente á los caloríferos, siempre que sea posible, é irá además provista de un bogar especial, como detalladamente explicamos en el primer sistema. Las aberturas de evacuación del piso bajo estarán bajo las butacas, en el mismo entarimado del patio. Bajo el mismo entarimado pueden de- jarse numerosos conductos de evacuación, los cuales van á reunirse en colectores subterráneos, que definitivamente desembocan en la chime- nea de aspiración por abajo. Las aberturas de evacuación para el resto del teatro pueden colocarse en el interior de los palcos, y bajo los asientos y gradas de las galerías y anfiteatros. Los conductos de eva- cuación correspondientes á estas aberturas de evacuación, irán adosados á los grandes muros de la sala, y mejor, alojados en el interior de di- chos muros. Todos ellos van á desembocar á una chimenea de aspi- ración por arriba calentada por la lucerna. La introducción más con- veniente del aire, según los estudios hechos recientemente por la comi- sión encargada de estudiar el calentamiento y ventilación del teatro Lírico y del teatro del Circo en París, y principalmente por Mr. Morin, 677 que ha hecho un largo y profundo estudio de este caso, es la introduc- ción por conductos que, partiendo de la cámara de aire de los calorí- feros, asciendan por el interior de los muros: la mayor parle de estos conductos se corren horizontalmente por el interior de un falso suelo de los palcos y desembocan en la sala ; los otros desembocan en el espacio de la sala ó del escenario por aberturas colocadas en el mu- ro que separa la sala de la escena, y en el tímpano. Todas estas dispo- siciones para la introducción y la evacuación, están en armonía con los principios, reglas y prescripciones que, siguiendo á 31r. Morin, hemos dado en esta Memoria, para la situación de las aberturas de introduc- ción y de evacuación: las primeras deben estar lo mas lejos posible de las personas, ó por lo menos donde estas no puedan sentir su influen- cia; las segundas lo más cerca posible de las personas, ó sea del punto ó sitio donde se vicia el aire: unas y otras, y sobre todo las últimas, deben ser numerosas, y repartidas convenientemente. Cuando no hay lucerna, la chimenea de aspiración por arriba, de que antes hemos hablado, y que colocada en el centro del espacio que media entre el cielo-raso y la cubierta recibía los gases calientes que de aquella se desprendían, no tendría suficiente energía para la aspi- ración, y exije la acción de un foco calorífico que reemplace la lucerna. Lo más cómodo y expedito en este caso es valerse de unos cuantos me- cheros de gas, colocados en el centro de la base de dicha chimenea, for- rando el interior de ésta de chapa delgada de hierro. Muy conveniente sería también que al construir los teatros se dejasen numerosos conduc- tos en el interior de los muros, destinados á conducir directamente á la chimenea de aspiración por arriba los productos de la combustión de los mecheros de gas colocados en los ante-palcos, pasillos, escaleras, comunes, y todos aquellos en que fuera posible hacerlo. Esta disposi- ción presentaría numerosas ventajas: dichos conductos darian una ven- tilación gratuita; el calor de estos mecheros de gas se utilizaría en la chimenea de aspiración por arriba; los dorados, las pinturas, no se resentirían de la acción del hidrógeno sulfurado del gas, que se pierde á veces sin quemarse. Para conseguir todos estos resultados, los me- cheros deberían estar encerrados en cajas de vidrio, con una comunica- TOMO TI. 70 G78 cion con la atmósfera interior de los pasillos, ante-palcos, comunes, etc., donde los suponemos colocados. Por esta abertura de comunicación se baria la aspiración del aire para la alimentación del mecbero. VIL OTROS EDIFICIOS. Los edificios ó los locales que no lian sido especialmente estudiados en esta Memoria, como presidios, cátedras numerosas, salones de re- unión, cafés, salas de asambleas, talleres especiales, grandes fábricas, como las de tabacos, filaturas, etc., deben recibir sistemas y disposicio- nes análogos á los descritos para iglesias, cuarteles, bospitales, escuelas de instrucción primaria y teatros, eligiendo los que mejor se avengan con las condiciones que el edificio y la localidad presentan, y los que la economía, la regularidad y constancia en el calentamiento y ventilación, ó la discontinuidad de estas funciones, aconsejen. Para que el ingeniero pueda disponer libremente de todos los medios que la ciencia ofrece, y elegir las disposiciones mas propias y convenientes á cada caso , es ne- cesario (jue al bacer el proyecto de un edificio se haga al mismo tiempo el del calentamiento y ventilación; es preciso que el ingeniero industrial y el arquitecto marchen de acuerdo: de este modo los gastos de estable- cimiento se aminoran extraordinariamente, y el calentamiento y la ven- tilación pueden alcanzar la mayor perfección posible. Los presidios pueden ser calentados y ventilados por el sistema ex- plicado ya para los cuarteles. En nuestro pais, y atendiendo principal- mente á la economía, ese será el sistema mas conveniente. Los talleres, las grandes salas de las fábricas, disponiendo, como ordinariamente sucede, de máquinas de vapor, deben recibir como sis- tema mas conveniente el calentamiento por vapor; la ventilación puede ser mecánica, y puede también utilizarse el calor perdido por hogares y chimeneas para la ventilación, según los casos. 679 vm. CONCLUSIÓN. Hemos terminado nuestro trabajo. Hemos tratado de dar á conocer detalladamente las disposiciones hasta el dia empleadas para calentar toda clase de edificios. Hemos procurado exponer los principios gene- rales de una buena ventilación y las prescripciones que sobre este punto deben seguirse, después de analizarlas teniendo á Invista los resultados comparativos de los numerosos experimentos que se han hecho en los últimos años. Hemos hecho la comparación de los sistemas de calenta- miento, de los sistemas de ventilación, y de las principales combinacio- nes de ambos. Hemos trazado la marcha general de los cálculos para resolver ios problemas de calentamiento y ventilación en todos los ca- sos. Y finalmente, hemos hecho aplicación de este estudio á los princi- pales edificios, eligiendo los que mas imperiosamente reclaman la ven- tilación y calentamiento. Todos los datos prcácticos, todas las tablas que puedan facilitar los cálculos, han merecido nuestra especial prefe- rencia. Las tablas y cuadros comparativos que hemos formado no son aplicables sin modificación á todas las provincias de España, cuyos cli- mas son tan variados; lo son á muchas; y en las que no lo sean, pueden servir de norma para construir otros semejantes. 681 índice de esta memoria. Introducción. — Importancia del calentamiento y ventilación de los edificios habitados 421 CAPITULO 1.°— Ventilación de los edificios 424 /. Teoría de la ventilación 424 //. Número, sección y posiciones relativas de los orificios ó aberturas del aire nuevo, y de evacuación del aire viciado 441 ///. Conductos de introducción y de evacuación 455 Toma del aire exterior 458 Evacuación del aire viciado en la atmósfera 461 CAPITULO 2.°— De la potencia de los aparatos de ca- lentamiento ó de caldeo 462 /. Del volumen de aire que debe calentarse por hora, ó en general, del volumen de aire nuevo necesario para una buena ventilación 465 //. De la diferencia entre la temperatura del aire exterior y la tempe- ratura constante que se quiera sostener en las salas 465 Temperatura interior 466 Temperatura exterior 468 Diferencia media de temperaturas que debe servir de base á los cálculos de la potencia de los aparatos de calentamiento 468 ///. De la pérdida de calor que por los muros y por los vidrios experimentan las salas calentadas 471 lY. Del calor desprendido por las personas y por las luces en los lo- cales que se han de calentar 473 CAPITULO 3.°— Descripción de los sistemas de calen- tamiento y ventilación empleados en los edificios habitados 475 /. Clasificación 475 //. Primer sistema. Calentamiento. — Por caloríferos interiores de aire caliente 480 Ventilación. . . . — Por chimeneas de aspira/- cien por abajo 480 ///. Segundo sistema. Calentamiento. — Por caloríferos exteriores de aire caliente 487 Ventilación.. . .• — Por chimeneas de aspira- ción por abajo 487 IV. Tercer sistema. Calentamiento. — Por caloríferos exteriores de agua caliente 491 Ventilación. . . . — Por chimeneas de aspira- ción por abajo 491 V. Cuarto sistema. Calentamiento. — Por caloríferos exteriores de vapor 497 Ventilación. . . . — Por chimeneas de aspira- ción por abajo 497 VI. Quinto sistema. Calentamiento. — Por tubos y estufas de va- por colocados en los mis- mos locales que han de ser calentados 498 Ventilación.... — Mecánica (por impulsión ó inyección) 489 Vil. Sexto sistema. Calentamiento. — Por circulación de agua caliente en tubos y estufas colocados en los mismos locales que han de ser calentados 508 Ventilación.. . . — Por chimeneas de aspira- ción por arriba 508 VIII. Séptimo sistema. Calentamiento. — Por circulación de agua caliente en tubos coloca- dos dentro de los muros. 515 Ventilación.. . . — Por aspiración á nivel. . 515 C83 . CAPITULO 4.°— Comparación de los sistemas de ven- tilación 520 /. Comparación de los tres sistemas de aspiración del aire viciado, llamados por los franceses de aspiración por abajo, de aspiración á nivel y de aspiración por arriba 520 //. Comparación entre la ventilación mecánica y la ventilación pro- ducida directamente por la acción del calor 543 Ventilación mecánica 545 CAPITULO 5.°— Comparación de los diferentes siste- mas de calentamiento de los edificios habitados, bajo el punto de vista del combustible que cada uno exi- je para producir el mismo efecto 560 CAPITULO 6.°— Estudio de los proyectos de calenta- miento y ventilación de los edificios habitados, y comparación de los gastos anuales que exijen los diferentes sistemas 566 /. Bases generales 567 //. Primer sistema 570 ///. Segundo sistema 577 IV. Tercer sistema 583 V. Quinto sistema 591 VI. Sexto sistema 605 VII. Séptimo sistema 615 VIH. Resumen comparativo 626 CAPITULO 7.° — Sistemas de calentamiento y ventila- ción mas convenientes en los diferentes edificios... 631 /. Cuarteles 633 //. Hospitales 649 ///. Iglesias 659 IV. Escuelas de instrucción primaria 669 V. Comunes en los diferentes edificios 672 VI. Teatros 676 VII. Otros edificios 678 VIII. Conclusión 679 índice DE LAS MATERUft CONTENIDAS EN ESTE TOMO. PRIMERA PARTE. .^femoria premiada en el concurso público de 1865, escrita por Don Manuel Saenz Diez, sobre la influencia de los fosfatos térreos en la vegetación pag. 7 SEGUNDA PARTE. Memoria premiada en el mismo concurso y sobre el mismo lema. escrita por D. Ramón de Manjarrés y Bofarull 205 Id. id. escrita por D. José Hidalgo Tablada 297 Id. id. escrita por D. Ramón Torres 3Iuñoz y Luna 549 TERCERA PARTE. Memoria premiada en el concurso de ISQl sobre el calentamiento y ventilación de edificios, escrita por D. Francisco de Paula Rojas. 421 ERRATAS PRINCIPALES. Pag. Línea. Dice. Debe decir. 42S 5 en que la en que lo 438 4 casi siempre (bien decirlo) podemos casi siempre 440 26 á los alo 448 19 Beaujou Beaujon id. 22 le vent, la vent, 450 23 conrans couranls 457 15 proporcional á su altura proporcional á la raiz de su altura cuadrada 461 • útlimn en el aire del aire 474 11 150 calorías SSO calorías id. 12 72 gramos 42 gramos 481 20 al exterior del exterior 494 12 emplea emplean 495 29 igual al - igual á la del 501 17 mmm m'm'm' 502 26 superior exterior 512 17 RRR LLL 515 5 cap. 4." cap. 6.° 528 4 el trozo el airo del trozo id. 12 2SgL A 2Sí L .1 id. 15 i^-' ) Í^"í 529 15 2íi6¿ A A 532 12 (O.-rf.) (D-d,) 538 5 ( ' V A (m,/l,)» \m^ aJ id. 7 h. ft. id. 9 iw)-" \o< ) 535 24 un solo este solo kl. 28 consecuencias consecuencias? 551 3 combustible combustible por hora 552 5 combustible combustible por hora LÍDea . Debe decir. 56S i y 5 segundo 369 6 3347 S73 10 =00,35 575 5 7,48 37y primiT epígrafe marginal. 585 primer epígrafe seguiino 586 8 ■ 0,0288 ni- id. última (1,05 ni^ 587 12 484 id. último epígrafe marginal ambos de los do» id. última 0,04 m' 588 pag. 483 0, 466 602 5 ) id. penúltima pag. 573 62t epígrafe mar- ginal coriespoiiilun 626 tabla 6." linea 27.268 628 10 aire caliente 647 30 motiva 652 22 muchos de 670 32 intioiiuccion 681 epígrafe del aire nuevo 682 23 489 tercero 3473 =0,035 7,49 Corresponde al párrafo: lista economía, etc. segundo 0,0288 m 0,05 m 384 ambos 0,04 m' . 578 0,466 2 pag. 578 corresponde 27.628 agua caliente motivan muchos evacuación de introducción del aire nuevo" 498