ACA 0]1P91 ELNRVMARDSUNIVE RS. LIBRARY OF THE MUSEUM OF COMPARATIVE ZOOLOGY. EN toga go pedos, SEE — o lic SA ' » NA Y ds 2 En á A 4 Ñ ; » 4 DS DE DEMIA DE CIENCIAS | EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES FISIOLÓGICAS SOBRE LOS AFIDIOS. | VIUDA É HUO DE DON EUSEBIO AGUADO MEMORIAS REAL ACADEMIA DE CIENCIAS - EXACTAS FÍSICAS. “Y ¿NATURALES MADRID Tomo XIII.—Parte 1.' TEORIAS, SUPOSICIONES, DISCORDANCIAS, MISTERIOS, CONPRODACIONES, É TGNORANCIA SOBRE CUESTIONES BIOLÓGICO-ONTOGÉNICAS Y FISIOLÓGICAS DE LOS AFIDIOS | de EXPONE EL DR. D. M. P. GRAELLS Profesor de Anatomía Comparada y Fisiología del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, MEMORIA PUBLICADA POR LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS, FISICAS Y NATURALES DE MADRID MADRID.—1887 Y IMPRENTA DE LOS SRES. VIUDA É HIJO DE AGUADO 8, PontEJOS, 8 AA A NX fla wmemoria de muestro dio- tiuguido afidisfito, el sabio y wodesto naturalista Julio Lichtenstein, dedica las a págimao su colega y k appasiouado amigo OS (yraclls TEORIAS, suposiciones, discordancias, misterios, comprobaciones é ¡gnorancia sobre cuestiones biológico-ontosénicas y fisiológicas de los Afidios. Hace ya más de diez años que, al regresar á España de la escursión científica que por orden del Gobierno verifiqué para estudiar en el extranjero la plaga filoxérica, que destruía y sigue destruyendo los viñedos de varias comarcas de Europa, dí con un pulgón, también hipogea en su estado áptero, y que cuando alado se convierte en Pseudogína gemmans, diría, si participara del mismo modo de ver que mi sabio amigo y colega Julio Lichtenstein. Engolfado entonces en el intrincado y difícil estudio bio- lógico de los pulgones, que era en mi entender, como se ha visto después, el camino más seguro que debía seguirse para aclarar las dudas y suposiciones que unos y otros abrigaban y emitían sobre la P/lloxewa vastatriz, no desperdicié la oca- sión que en mi misma huerta se presentaba para satisfacer mi curiosidad, creciente á medida que nuevas sorpresas venían á avivarla. Y, en efecto, pude conseguirlo en gran parte, sabo- reando el fruto de curiosísimos estudios, tanto más deliciosos cuanto son más difíciles y de asombrosos resultados. Hoy que la Monografía de los pulgones que publica nues- tro consocio afidiófilo Sr, Lichtenstein me recuerda aquellos apuntes archivados, para que no se pierdan, y para que otro quizás pueda aprovecharlos, los entrego á nuestra Academia Real de Ciencias, que hará de ellos lo que más conveniente le parezca. da A UN PULGÓN DE LA ZANAHORIA. In his tam parvis, atque tam nullis Que ratio? Quanta vis! Quam inextricabilis perfectio! (PLinio, XI, 2.) FORM Á ME NOT 4. o Aptera partenogenésica.— Vivipara, cineraceo-pul- verulenta; corpus ovale, supra convexum, mar- Fig. 4. a. b. ginatum; prothorax bifoveolatus, foveolse obs- cure, cetera segmenta nigro-quadripunctata, punctis in series 4 dispositis, duse marginales, duxque centrales punctis minoribus eformatis. Anttene basi luteolee, ab articulo quarto ad apicem fuscee. Oculi, nectaria, apex rostri, ge- nua, tarsi atque duo ultima segmenta abdomi- nis obscura. Long. 1 — mm. Proles eiusdem.—Variat forma corporis etate; prius sub. parallelogramma oblonga, deinde ovata. In re- Fig. 8. a. b. centibus, rostrum abdomine longiore, in larva et 9. adolescente, ad basim abdominis tantum attin- git. Color pallidulus; oculi obscuri, in recen- tibus rubicundi; nectaria et litura interposita in his ochracea. 1 1 Long. —- mm, usque ad 1 — mm. 10 Ninpha adulta.—Pallida, thorace rosaceo, nectarii atque 114. 12, a. b. abdominis extremitas ochracea thece alanum obscure, reliqua ut in larva. Long. 1 _ mm. o Alata partenogenésica.—Vivipara, scabriuscula, ni- era, abdomine subtus albo, supra, basi fascia Fig. 14 et 15. nivea transvera ornato et ad latera nigro-qua- dri-punctato. Ale hyalinee, marginibus anti- cis priorum luteolis et submicroscopio minulis- simé squamoso-punctatis, precipue in celula cubitali. Femora tibieque flave. Oculi, anten- ne, nectaria, coxe genua, tarsique nigri. Proles alatee.—Corpus depressum, caput magnum, pedes robusti; oculi rubicundi; nectaria ferruginea Fig. 16. 4. antennarum et rostri articuli extimi, tarsique, et b. nigro-picei. Rostrum abdomine longius. Long. - mm. Todos los autores, desde Linneo, vienen citando un 4phws in Daucr Carolte umbelá vivens, que por punto general nadie describe, si exceptuamos á Fabricio en su Entomología syste- matica. La frase que este patriarca de la ciencia nos da, es como sigue: Antenne myre, basi pallide. Caput et thorax fusca. Abdo- men vinide litura ant migra. Cormecult brevissúma, ngri. Pedes NAYTI. Comparando esta descripción con la que antecede, y á la vista de otro pulgón de la misma planta, pero que vive en la raíz, fácil será conocer su desemejanza, tan nolable como son las habitaciones que cada uno ha elegido en la zanahoria. Nuestros antiguos maestros decían; Aphides, Chermes eb Cocci, fere tantum a loco natali denominand, y siguiendo este 11 precepto, y sin casi nunca describir tales insectos, impusieron á las infinitas especies de pulgones que vieron, el nombre de las plantas en que se crían; como si sobre una misma no pu- diera habitar más que una sola especie de pulgón, y á este le estuviera vedado alimentarse y vivir sobre otros vegetales. El ejemplo presente, con otros infinitos que pudiera citar, es una prueba del error en que estaban aquellos venerables entomólogos; pues, siguiendo su precepto, las ocho especies de pulgones que viven sobre la zanahoria (4phis carote, Koch.; Aphis plantaginis, Schrank; Aphis dauc?, Eabr.; Aphis lappa, Koch.; Aphis papaveris, Fabr.; Aphis umbellatarum, Kal- temb.; Za Forda dauci, Gureau, y Syphocoryne femicula, Pas- serini), no debieran llevar más nombre específico que uno para todas, el de dauci, 6 de carotía, pero contra tal doctrina se sublevan las reglas admitidas en la taxonomía. En mi humilde entender, el pulgón que he descrito no es ni el Aphis dauci de Fabricio, ni el carotte de Koch, y, sin al- gunas discordancias entre lo observado por el Coronel Gou- reau y yo, casi creería que los dos hemos visto el mismo pulgón. Tales discordancias están en el número de artículos que cada uno ha contado en las antenas, y falta de detalles en el colorido, que creo señalar con más precisión; y, por fin, y esto es de mayor importancia, en que Mr. Goureau lleva su pulgón al género Forda, y yo el mío al de los verdaderos Aphis, no sólo por tener las antenas de estos en número y extructura de artículos, sino por tener también la forma alada, que falta en el género Forda: detalles que quizás no haya po- dido apreciar bien mi antiguo colega de la Sociedad Entomo- lógica de Francia. Sea de esto lo que quiera, como mi objeto en la presente ocasión no es discutir sobre especies, y sí referir los hechos bio- lógicos, que, con detención he observado en el pulgón descrito, 12 voy á ocuparme de ellos, por si algún interés tuviesen en el estudio comparativo que hoy con afán se hace de todos los afidios, para encontrar el rayo de luz que ha de guiarnos en la destrucción difícil de la P/ylloxera vastatriz. Son entretenidos, sin duda, los estudios zoográficos, cuyo objeto es referir las formas exteriores de los animales y demás caracteres materiales que distinguen á unos de otros; pero se- mejantes tareas, tales cuales suelen verificarlas la mayoría de los descriptores, no tienen el atractivo, mi científica importancia que suponen las de los que se dedican á investigaciones his- tológicas, ontogénicas y biológicas, ramas culminantes de la Zoología. Los que han probado el encanto de estos estudios miran como frívolos los que sólo recrean la vista, sin revelar nada de sublime al entendimiento. En las Academias se oyen los primeros pacíficamente, consignando en las actas la pre- sentación para los efectos de prioridad, si hay lugar á ello; pero los segundos rara vez dejan de ser objeto de serias discusiones y examen detenido, para depurar la exactitud de los nuevos hechos que apoyan ó combaten teorías de añejas ó modernas doctrinas, de importancia suma para los adelantos de la ciencia. El ciclo biológico, que de mi pulgón de la zanahoria des- cribo, es un grano más de arena que puede añadirse á los aco- piados por Raumur, Bonnet, Lionet, Morren, y Kiber, hace ya tiempo, y más modernamente por otros varios naturalis- tas, que vienen probando con hechos confirmados ser indiscu- tible en los animales la reproducción indefinidamente pro- longada, sin previa fecundación masculina, no por retoños, yemas, bulbillos ni esporas, sino por ovulación creadora de gérmenes que, bajo la forma de verdaderos huevos ó fetos via- bles, ponen, ó parecen, hembras verdaderas y de virginidad in- cuestionable, como en mis observaciones dejo plenamente comprobado. 15 Como dije al principio, al regresar á España de mi excur- sión filoxérica por Europa, en Agosto de 1875, una casuali- dad hizo fijara la atención en el insecto, objeto de este es- erito. Arrancando mi jardinero zanahorias en la huerta, vió cubiertas las raíces con enjambres de pulgones que las esquil- maban; y, creyendo estarían enfermas, vino á decírmelo por si me parecia debía tirarlas. Muy lejos de esto, dispuse no arrancara más y siguiera cultivándolas para que así no falta- ran materiales 4 mis nuevos estudios. Desde luego me fijé en que sin pertenecer al grupo de los pulgones (reophthirt, también era el mío /ypogea, viviendo como aquellos debajo de tierra sobre la zanahoria y de un modo parecido á la P/ylloxera vastatris, produciendo como ésta escoriaciones ulcerosas y corrosiones en la corteza de la raíz de la planta citada, y su nudo vital en el punto de adhe- rencia de las hojas radicales. La planta atacada nada de particular ofrece al principio en su vegetación; pero, á medida que las consecuencias de la invasión toman importancia, se marchita y amarillea, y por fin se secan las hojas, y, podrida la raíz, muere. Para hacer mis observaciones y estudios con detenimiento y facilidad, ideé plantar las zanahorias en tubos anchos de cristal 6 vidrio, como indica el dibujo de la fig. 1.* de la lámina que acompaña á este escrito, en el cual se ven perfectamente las raíces enterradas, y sobre ellas, las colonias de pulgones parási- tos 4. a. 1., vejetando como en plena libertad (1). Merced á tal artimaña, he podido, durante mucho tiempo, continuar mi ta- rea hasta en los viajes, llevando á mano tales vasijas para que (1) La zanahoria que me ha servido, es la variedad que Vitmorim-Andrieux llama en su Catálogo de hortalizas Carotte rouge tres-courte, cuya magnitud es la que representa en el dibujo, habiéndolas aún menores como la represenlada en el tubo fig. núm. 3. 14 no sufrieran interrupción las observaciones diarias que he veri- ficado, pudiendo ver á todas horas, al través del cristal, los mo- vimientos y operaciones del pulgón que estudiaba, previa- mente espiadas en plena libertad durante mis estancias en el Escorial, y después en mi gabinete de Madrid en el invierno, donde alguna vez también á nuestros colegas Sres. Hidalgo y Laguna he tenido el placer de hacerles ver estos entreteni- mientos biológico-ontogénicos. Pasando horas enteras echado en el suelo, con la lente fija sobre el terreno plantado de zanahorias, he observado repe- tidas veces salir de debajo de la tierra al pulgón de esta his- toria, trasformado en ninfa, que, fijándose en el peciolo de las hojas radicales, verifica su metamórfosis para tomar la forma alada. Una vez oreados los órganos del vuelo, ó divagan las aladas por los tallos de la misma planta, ó se trasladan por el aire á otras más ó menos distantes para depositar en ellas su prole. Otras veces he visto también al pulgón áptero pasar de una planta á otra por la superficie del suelo, como vió Mr. Monfaucon lo verifica la Phylloxera vastatrix en las viñas. También en el invierno le he encontrado acuartelado en las hoquedades del terreno, junto á las raíces en que habita, y á mayor profundidad que en verano, durante el cual vive cerca de la superficie, estableciéndose de preferencia en el cuello de la raíz 6 nudo vital, y en la base de las hojas radi- cales, siempre bajo de tierra, tal como señalo en el dibujo ci- tado, letras a. 4. 4., y agrupados, como lo hace la P/ylloxera vastatrix, al rededor de la madre ponedora. En estas investigaciones, han sido mis guías las hormi- gas que, afidiófagas, según unos, 6 afidiófilas, según otros (1) (1) Hay quien cree que el verse cubiertas de hormigas las plantas plagadas por los pulgones, obedece á que dichos himenópteros se deleitan en chupar el 15 buscan á los pulgones en sus guaridas, y así, siguiendo sus pasos, al verlas penetrar en el suelo, junto á una zanahoria, de seguro desenterrándolas, encontraba la caza que buscaba, sin necesidad de arrancar inútilmente plantas no infestadas. La salida debajo del suelo, para trasformarse en alados al aire libre, es ley general en todos los insectos de vida hipogea, durante la cual las alas membranosas, sin servirles de nada, les engorrarían mucho para su traslación por entre la tierra, á no vivir como las hormigas en galerías, ó estar dotados de estuches protectores, como son los élitros de los coleópteros, de algunos ortópteros y hemipteros eterópteros, etc., por cuya razón son excepción de la regla. Dije antes algo sobre lo il ota de la clasificación es- pecífica de los on en los libros de los antiguos maestros; y ahora añadiré que hasta que Harting, casi á mediados del presente siglo la regularizó, sometiéndola á caracteres orgá- nicos de las alas y antenas para agrupar tales seres sistemá- ticamente, no existía base de carácter científico. Poco después, Kaltenbach quiso ensayar en su monogra- fía de los pulgones una clasificación natural, basada en la biología de dichos insectos, que dividió en v201-oviparos, ovi- paros y viviparos; pero, en mi humilde opinión, este último erupo no puede admitirse, porque el placentarismo que arguye las relaciones directas é íntimas que existen entre la madre y el feto para la alimentación de éste, como en los mamífe- ros (1), no está admitido en la clase de los insectos, quedando humor que aquellos segregan por los nectarios ó cornezuelos abdominales. Que tal secreción se verifica, lo he visto muchas veces; pero ignoro que sea dulce, como se dice, porque no la he probado, ni tampoco he sorprendido nunca á las hormigas mamando á los pulgones. Lo que sí puedo asegurar es que las he visto llevárselos, no sé á dónde, ni para qué tampoco. (1) El viviparismo está caracterizado, porque el embrión se desarrolla á ex- pensas de la nutrición que le presta directamente la madre, y en el oviviparismo, 16 por esta razón los tres grupos citados, reducidos á dos, el de los oviparos, y el de los ovo-viviparos llamaría yo, cuyos tipos son la Filoxera y demás pulgones. En la P/ylloxera, las hembras ápteras son todas ovíparas, ya sean partenogenésicas 6 sexuadas; y en los 4p/h1s siempre ovo- vivíparas, incubándose los huevos en el vientre de la madre, como vemos sucede en ciertos vertebrados, tales como las ví- boras, eslizones, y en algunos peces, etc. El parto, que he observado infinitas veces en el pulgón de que trato, se verifica por contracciones expulsivas del saco fe- tígero, naciendo el feto, no de cabeza, pues sale primero la parte posterior del cuerpo, como ya observó el célebre Geoffroy hace más de un siglo. Los recién nacidos, en cuanto se ven libres, echan á andar y se colocan junto á su madre, formando un grupo todos. Una vez adultos, y ya madres también, siguen propagándose de un modo prodigioso como las que le dió el ser. Esta fecundidad admirable de los afidios, ya Reaumur la supuso en su tiempo, y los observadores que le han sucedido vienen confirmándola. Schrank, fundándose en los hechos notados por Bonnet, calcu- ló que la generación de una hembra nacida de un huevo en la primavera, alcanzaría á 24 millones de individuos al terminar el estío. Tougard, admitiendo diez generaciones vivíparas por año en el Myz0wylus mali, Blot, 6 Schizoneura lanigera de Harting (pulgón lanudo del manzano), saca la enorme suma de 1.000.000.000.000.000.000 de individuos procedentes de un solo huevo; y, más recientemente, suponiendo, como ha dicho alguno, que sólo sean 90 los huevos que la P2y/1lo- era vastatric partenogenésica pone en la primavera, á la se- lo mismo que en el oviparismo, es el cuerpo vitelino el depósito de materia alimenticia, de antemano acumulada en el hueyo, que sin relación intima con la madre sirve de pábulo al embrión. 17 gunda generación los 90 individuos nacidos de dichos huevos habrán producido 8.100; á la tercera 729.000; á la cuarta 65.610.000; á la quinta 500.490.000; á la sexta 52.142.100.000; ála séptima 4.787.789.000.000; y ála octa- va 441.461.100.000.000. El laborioso entomólogo anglo-ame- ricano, Dr. Riley, que hace subir la postura de una Filoxera fundadora galícola á la suma de 200, de 500 y hasta de 5.000 huevos, según ha contado Shimer, tomando esta última suma que multiplica en razón del infinito número de individuos igualmente fecundos que van apareciendo durante la estación estival, calcula que si tales microscópicos seres (miden a pudieran disponerse en serie geométrica, tocándose unos á otros, tendría aquella extensión bastante para dar treinta ve- ces vuelta al rededor de la Tierra. Los pulgoncillos de que vengo tratando, después de naci- dos, tardan poco en fijarse con su chupador á la raíz ó base de las hojas radicales de la zanahoria, y crecen á ojos vistas, mu- dando de piel á medida que alcanzan mayor desarrollo, y varían lentamente la forma en los términos que expresan las figuras 8." a. y D. y la 9.* de la lámina, pero continuando siempre áp- teros. Varios individuos, no obstante, sin razón conocida, y sólo suponiendo algunos que quizás una alimentación más nu- tritiva contribuya á ello, se hacen más esbeltos, marcándose la separación del tórax y del abdómen por una cintura, sobre la cual, en los segmentos mesotorácico y metatorácico, aparecen cuatro muñoncitos, dos en cada uno, que, creciendo, constitu- yen los estuches de las cuatro alas membranosas que el insecto ostenta en su última forma, tan diferentes como puede verse en las figuras 12.*, a. b. y 14.* y 15.*, que representan la ninfa y la alada. Los individuos alados de todos los afidios que proceden de ápteras partenogenésicas, son siempre hembras y no puede ser 2 a 18 otra cosa; porque, procediendo de la metamórfosis de aquellas, no es concebible el cambiode su sexo. Esto, no obstante, algu- nos entomólogos de nota, guiados quizá por la idea de existir en otros órdenes de insectos géneros que, como en los del Ge- brio, Lampiris, Drilus, Blatta, Trichosoma, Heterogynis, etc., son ápteras las hembras y alados los machos, supusieron, sin asegurarse del hecho, que eran machos todos los pulgones alados y hembras los ápteros, siendo esto así en las fecunda- bles, pero no en las partenogenésicas, que pueden ser ápteras 6 aladas. En cuanto á los machos, los hay ápteros y alados, y en algunas especies dimorfos, Con oportunidad Lichtenstein llama pupíparas á las hem- bras aladas de las Filoxeras; y, á pesar de la contraria opinión del profesor Balbiani que las cree ovíparas, yo opino como nuestro consocio, porque me he asegurado de un modo positi- vo, y sin que me quepa duda, que la cría de las aladas en la Filoxera no tiene lugar por verdadera postura de huevos, tales cuales en los animales ovíparos, y sí por la expulsión de fetos ya desarrollados y viables, pero encerrados aún en sus envol- torios membranosos, que hacen de capullos, y que rompen sa- liendo de ellos muy poco después de haberlos expelido del vientre de la madre (1). Pero en mi pulgón de la zanahoria, como en todos los 4ph%s verdaderos, la alada no es ovípara ni pupípara, sino verdadera vivípara, porque, salvola advertencia que sobre el ovoviviparismo dejo consignada, después de las observaciones de Morren y Dufour, que en los ovarios de las aladas del 4ph1s rose encontraron fetos ya reconocibles por el desarrollo de los ojos, y de las verificadas por Dutrochet en su Aphis cicorú con igual resultado, ya nadie pone en duda un (1) Esta cuestión, debatida entre los sabios citados, creo haberla dirimido con. venientemente en mi Memoria oficial sobre la Filoxera. 19 hecho tan fácil de observar. Como Morren, en el pulgón de la rosa, he seguido los pasos del desarrollo embriogénico del de la zanahoria de mi estudio; y desde que el huevo desprendido de la membrana ovárica, ya independiente de la actividad nu- tritiva que le presta la madre, empieza su evolución indivi- dual, á expensas de los elementos que en el mismo se encie- rran, he visto irse sucesiva y gradualmente cuajando, ó eris- talizando dirán otros, todos los órganos del nuevo individuo, cuyo desarrollo y perfección aumenta á medida que se apro- xima el momento del nacimiento. En la figura número 4, 0, que representa una preparación microscópica trasparente hecha por mí, se ve, parte fuera y parte dentro del cuerpo'de la ma- dre, el saco fetígero lleno 'de huevos y fetos en diferentes es- tados de desarrollo, tanto más completo, cuanto mayor es la mhdurez de cada uno. Así como el parto de la alada en la Filoxera es de tres, cuatro ó cinco individuos, en el de la de mi pulgón suele ser mayor; pues, como se ve en la preparación que representa la figura 12.*, he encontrado varias veces ocupado el saco fetíge- ro hasta por más de quince. Además, dos cosas notables debo señalar aquí, y son: 1.* que, verificado el parto, las hembras aladas partenogenésicas mueren como generalmente sucede en las de los demás insectos, pero no así las ápteras, cuyo térmi- no nos es desconocido de un modo fijo; y 2.*, que el producto del parto de las Filoxeras aladas es digénico, y monogénico femenino el de los Aphis. La forma de los recién nacidos de la alada de la zanahoria difiere poco de la que tienen los que paren las ápteras parte- nogenésicas, y se parecen algo á los que proceden de las pupas, dados á luz por lasde la P2ylloxera coccinea y vastatriz, que también he observado repetidas veces son como los de és- tas, de muy pequeña talla, pues apenas alcanzan — de milí- 20 metro; la cabeza es grande, las antenas y patas robustas, y el cuerpo es oblongo paralelográmico; tiene los segmentos torá- cicos algo más angostos que la cabeza, viéndose asomar por el medio del último segmento abdominal el extremo del rostro 6 chupador que imita el badajo de una campana (1). La existen- cia de un rostro ó chupador en la prole de las aladas de los afidios es un atributo de importancia, pues nos revela desde luego que tales seres están destinados á vivir alimentándose; mientras que en aquellos que, como los hijos de las Filoxeras aladas, carecen de boca y órganos digestivos, la vida no puede durar más tiempo que el que tienen señalado por la naturale- za para cumplir con la importantísima función á que están destinados, la reprodución sexual, que una vez cumplida mue- ren, sosteniéndose hasta tanto á expensas de la materia vitelina no asimilada durante su desarrollo embrional. Las consideraciones que anteceden las vi confirmadas bien pronto, pues los recien nacidos de la alada del pulgón de la zanahoria, lo mismo que los que proceden de las ápteras ága- mas al venir al mundo, atienden desde luego á su subsistencia, hincando, como dejo dicho, el chupador en la raíz nodriza, á expensas de cuyo jugo se alimentan y desarrollan, variando las formas primitivas para asemejarse más, cada vez que mu- dan de piel, á la madre partenogenésica, á la que por fin se igualan en todo después de la cuarta muda en que, como aquellas, empiezan también á parir sin haber precedido la fe- (1) Esta misma longitud rostral la he visto en la prole de la alada del Aphis Polyantis, Sulcer; y en los del Myz0xy lus mali, Blot; Myzus cerasi, Passerini; Hya- lopterus arundinis, Koch; y Siphonophora Sonchi, Blot, que para comparar estudié al mismo tiempo que el de la zanahoria. Tal particularidad depende de la con- tracción en que están los segmentos del abdomen; pues, á medida que éste se llena y distiende, el chupador no se acorta aunque así lo parezca, sino que lo que se prolonga es el vientre, llegando en los adultos á no alcanzar el rostro más que hasta el borde abdominal del metathorax. 21 cundación masculina, que tiene lugar en la prole de las aladas de las Filoxeras, compuesta de machos fecundantes y hembras fecundables, ponedoras de un solo huevo, origen de la madre fundadora de las nuevas colonias partenogenésicas. De lo expuesto resulta que mi pulgón, como otros afidios de distintos géneros, antes observados por nuestros maestros, puede recorrer su ciclo completo partenoyenésicamente, y sin necesidad, según se había creído, de llegar á un punto en que, agotada la facultad prolífica de la madre, era necesaria la ]le- gada de un padre que la renovara. Para asegurarme bien de esto, he verificado una serie de experimentos muy entrelenidos y minuciosos que. voy á re- ferir. : Colocada una alada en la célula del cristal que uso para las observaciones microscópicas de seres diminutos vivos (fig. 2.* de la lámina), iluminé convenientementeelabdomen, y por tras- parencia ví de un modo claro bien desarrollados los hijuelos en el saco fetígero, que con una presión moderada le obligué á salir del vientre formando hernia, dentro de la cual más dis- tintamente pude observar las crías ya viables por su estado de desarrollo (fig. 15 a). Repetida esta observación con otra alada, pero sin hacerla sufrir ninguna operación, la dejé tranquila en su prisión, y después de un día de reposo, principió á parir pulgoncillos tales cuales dejo descrito y dibujados en la figu- ra 16 a y 0 de la lámina. El parto duró algunas horas, nacien- do varias crías, que pronto empezaron á recorrer el pequeño recinto donde estaban aprisionadas con la madre. Inútilmente pasé horas y horas, fija la vista en mi obser- vación, esperando ver realizarse las bodas que otras veces había presenciado de la misma manera en la prole de las aladas de la Pylloxera coccinea. La madre murió cumplida su misión, que- dando el abdomen contraído y reducido.á la menor expresión; 22 y los hijuelos que la sobrevivieron perecieron también sin dar la menor muestra de excitación venérea, tan vehemente en la prole análoga de las Filoxeras. Suponiendo la casualidad de que todos los nacidos fueran individuos de un mismo sexo, repetí mi observación colocando en la célula dos hembras aladas, de las cuales nacieron buen número de hijuelos, que todos tuvieron el mismo fin desastro- so que la vez primera, esto es, la muerte de las madres y de toda su prole, siendo casualidad grande que entre tantos naci- dos no hubiera machos y hembras. Para disipar mis dudas, se- guí repitiendo varias veces la misma operación con igual re- sultado; pero creyendo al fin que la muerte pudiera proceder del hambre, por no haber colocado alimento en la célula, traté de evitarlo colocando un pedacito de zanahoria en un tubito de cristal de los que uso para esta clase de observaciones, y en- cerrando también una alada dentro de él, la ví fijarse desde luego en la zanahoria, clavando su pico para chupar los jugos de que se alimentan estos pulgones. Después de algunas horas de reposo, como en el primer experimento, principió á dará luz hasta once pulgoncillos, los cuales, divagando por las pa- redes del tubo, terminaron por fijarse en la zanahoria, como lo había hecho su madre. El desarrollo que fueron tomando me probó de un modo evidente que la muerte de los pulgoncillos de mis primeras observaciones, como lo supuse, procedió efec- tivamente del hambre; y las mudas de piel, consiguientes á su crecimiento, me indicaron también que de un modo normal se sucedían las fases de la infancia, adolescencia y pubertad, puesto que, después de la cuarta muda de piel, sin que prece- diera ayuntamiento sexual, ví aumentarse partenogenésica- mente la familia de un modo notable, como se había verifi- cado en sus ascendientes. Con el fin de disipar todo género de duda y dejar bien pro- 23 bada la virginidad de aquellas recién nacidas, creí convenien- te empezar mis observaciones desde la ninfa impúbera, en la cual no puede sospecharse estimulación venérea que la excite á satisfacerla. Encerré, pues, con zanahoria en un tubo de observación una de estas ninfas, y, después de los días que ne- nesitó para adquirir su completo desarrollo, se trasformó en alada, que, como las otras veces, al siguiente día principió á multiplicarse. Preparados de antemano otros tubos, provistos también de zanahoria, al salir del vientre de la madre, recogí uno á uno los hijuelos, depositándoles en su respectivo encie- rro, según se ve en la fig. núm. 3, que, como los del anterior ensayo, recorrieron sus períodos de larva hasta llegar á ser madres típicas partenogenésicas, y dando por consiguiente á luz numerosas hijas, sin fecundación previa; pues aun extre- madamente suponiendo que la fecundación sexual hubiese po- dido tener lugar en el claustro materno, donde antes de nacer estuvieron reunidos todos los pulgoncillos hermanos, desde el momento en que los hechos demostraron ser todos sin excep- ción hembras, pues todas parieron en su día, tal suposición se desvanece y queda completamente comprobado que en el ciclo del pulgón de mis estudios, para la perpetuidad de la especie, es innecesaria la digenia ó generación efectuada por el concur- so de machos y hembras. Escrupuloso, como debe serlo el que busca la verdad sin alu- cinarse, y esperando que como se ha dicho llegara el día de la inexplicable aparición de individuos digenios, trascurrida la se- rie de generaciones ágamas, que unos han hecho subirá diez y otros á más, seguí durante mucho tiempo el experimento des- crito, hasta que después de cien generaciones consecutivas (40 más que las observadas por Kyber) sin obtener el resultado di- genio que esperaba llegaría alguna vez, abandoné una tarea que me pareció no tener fin. 24 Es cierto que, por ejemplo, en las Filoxeras, las aladas pro- ducen una generación digenia 6 de individuos machos fecun- dantes y hembras fecundables, y que, después de ayuntarse, ponen cada una el único y enorme huevo del cual nace la ma- dre, fundadora de las nuevas colonias partenogenésicas, que algunos creen termina anualmente su ciclo, y otros, como Serader en Burdeos, Lichtenstein en Montpellier, y yo en Ma- drid, hemos visto prolongarse sin término fijo; pero si, como lo hemos observado varios, las aladas de otros afidios que son vi- víparas sólo dan á luz hembras partenogenésicas, ¿de quién procederán los individuos digenios de tales pulgones? Lichtens- tein nos dice ser de la Pseudogyna pupifera, que es la hembra alada de que me he ocupado; y, sin embargo, si bien resulta ser cierto en las Filoxeras, no sucede lo mismo en otros afidios que yo he estudiado. Algo vacilante veo á mi amigo en esta cuestión, porque en otro párrafo de la misma página de la obra en que escribe eso, menos seguro, añade creer que /a alada pupifera es la productora de los indiwiduos sexuados machos y hembras mezclados, y no obstante opina, gue al lado de estos puede producir también en ciertas especies individuos ágamas, aunque él no lo ha visto. Pues yo sí, y tal como lo dejo con- signado, esto es, hembras partenogenésicas únicamente. En la evolución de los pulgones todo se vuelve misterios, y, para explicarlos, algunos naturalistas han ideado teorías que con frecuencia no satisfacen. ¿Cómo puede aceptarse la de aquellos sabios como Tremblay que nos decía que la fecunda- ción seminal de un Aphis alcanza á los sucesores ágamas de la generación décima? ¡Y hoy que sabemos que tales generaciones sin alternación alguna pueden continuarse hasta la sexagési- ma, observada por Kyber, y la centésima, comprobada por mí, y hasta lo infinito, ya sospechada hace un siglo por Reaumur mismo! Representando en la fecundación seminal un papel tan 25 principal los espermatozoos, ¿cómo puede suponerse su pre- sencia y actividad improbable, no digo en la generación cen- tésima partenogenésica, pero ni siquiera en la primera? No, en la reproducción ágama, que como queda dicho puede pro- longarse hasta lo infinito, los espermatozoos está evidenciado no ser necesarios; y, por lo contrario, en la generación digéni- ca resultan estériles los huevos de las hembras, que no fue- ron fecundados. De tan extraordinarios fenómenos se ignora la causa, conociéndose solo los resultados, que son el dimorfismo entre los hijos de unas y otras hembras igualmente deseme- jantes; pero siendo recíprocamente el orígen de sus formas al- ternantes otro misterio de los sorprendentes, cuyo enigma aún no comprendemos, á pesar de intentar descifrárnoslo el sábio profesor de Botánica de Parma, Dr. Passerini, quien dice: «Que si la especie orgámica en los seres superiores está representada por una sola forma, 6 si se quiere por la de un solo vudiwiduo, en muchos otros casos la constituyen una serie de formas más 6 Me- nos mumerosas, antes de llegar gradualmente, por el transito de la una á la otra, al tipo más completo que encierra el ciclo ma- ravilloso, y que por generación sexual produce el nuevo germen ó huevo de que toma origen otra vez la serie (1). Supone este sabio, que en el huevo donde se desarrolla la primera forma, se encierra la necesidad de todas las demás su- cesivas, poseyendo los medios de reproducirlas, no por el acto de la fecundación previa, sino por la sucesión de nuevos desarro— llos, cuya circunstancia no se limita á la reproducción indefi- nida. Semejante suposición no la veo demostrada, siendo solo en mi entender la idea ó parecer que se ha formado aquel sa- bio botánico para explicarse una cosa dudosa ó incomprensible hasta el día. (1) Passerini, Gliafidi., p. 10, Parma, 1860. 26 De este género fué también la explicación que mucho an- tes dió Bonnet, descubridor de la partenogénesis en los pulgo- nes, haciendo aplicación de la teoría de Leipniz sobre el enca- jamiento, que ya consigné en la nota de la página 28 de mi Memoria oficial sobre la P2ylloxera vastatrix, no ser admisi- ble, y que por analogía de lo que pasa en los Pólipos, se pue- de con Morren suponer mejor, que la formación de huevos, pu- pas ó fetos en los conductos ováricos de los pulgones avivados sin fecundación previa seminal, puede tener lugar por indivi- lualización de un tejido preliminarmente dotado de actividad vital. En el día, por fin, la teoría epigénica de Gaspar Friedvich Wolf, que dió por tierra con la del encajamiento ó de las pre- formaciones, es la explicación más plausible de los fenómenos partenogenésicos, que el mismo Balbiani, ilustrado profesor de Embriogenia, no se atreve á abordar de frente, manifestando tendencias retrógradas que he analizado en la página 45 y si- guientes de mi obra citada sobre la P/ylloxera vastatrix, de- mostrando con hechos, ajenos y propios, no ser necesaria la fe- cundación espermática para que la generación de las hembras ágamas de los pulgones se verifique de un modo regular é in- definido, como se realiza en las generaciones digenias de otros animales. Admito, como dice Balbiani, que, á medida que las hembras partenogenésicas ponen ó paren, se vaya disminu- yendo la facultad prolífica de sus órganos reproductores, y que esta aminoración llegue hasta el agotamiento individual, como sucede en las hembras de todos los animales, inclusa la mujer; pero no más allá, como se desprende de lo que nos dice el pro- fesor citado. Todos los fisiólogos señalan una edad púbera en que los animales adquieren la aptitud de reproducirse, como también fijan otra, que han llamado crítica, en que tal facul- tad, ya disipada, desaparece. No son excepción de la regla los 27 pulgones ágamas, que, después de su cuarta muda de piel, lle- gan á ser fértiles y se reproducen, alcanzando al fin un perío- do en que aminora notablemente su fecundidad prodigiosa y desaparece; pero no es admisible la idea del modo absoluto y sentido en que la expresa el sabio profesor de Embriogenia del Colegio de Francia, porque si bien la aminoración de las fa- cultades reproductoras en los individuos que las han ejercido, por más ó menos tiempo, es la consecuencia natural de la atrofia de un órgano gastado, no puede suceder lo mismo con los de aquellos que los poseen aún, sin haberlos usado y en es- tado fisiológico. ¿Qué razón, qué ley fisiológica existe en que pueda el profesor Balbiani apoyar su extraordinaria teoría? ¿Se- ría quizás en la disipación supuesta de aquel prodigioso poder fecundante que, según algunos, alcanza hasta fertilizar las vír- genes de la generación décima? No, no es igual en todas las hembras la facultad prolífica, ni aun las de una misma especie, pues la experiencia demuestra ser en unas la ovulación prodi- giosa, á la par que en otras resulta más escasa, llegando hasta la atrofia ovárica, que constituye los individuos neutros, como llamamos á las abejasly hormigas obreras. Balbiani, que, como dejo dicho, supone que al acercarse á su término la partenogé- nesis de los pulgones, aminoran en fecundidad, olvida que, bien lejos de ello, las últimas migajas partenogenésicas resultan ser las más eficaces, pues son las productoras de la generación digenia, cuyas facultades fecundantes, en sentido de los que profesan los principios de la escuela á que parece in- clinarse, alcanzan hasta lo inadmisible por los que rechazamos hipótesis no fundadas en hechos demostrables. Pero, además de lo expuesto, Balbiani no señala cuántas ge- neraciones de madres á hijas, nietas, biznietas, tataranie- tas, etc., son necesarias para que la aminoración de los ciegos ováricos se reduzca al último término que nos dice haber ob- 28 servado en las hembras aladas de la P2y/loxera vastatriz, y solo por lo que escribe en la noticia que dió á la Academia de ciencias de París, en la sesión del 3 de Julio de 1876, podemos deducir sean las que, naciendo del huevo que llama de invier- no, alcanzan desde la primavera hasta la otoñada, época en que aparecen las aladas productoras de la nueva generación sexuada, cuya hembra á su vez, como dejo dicho, solo pone un huevo enorme, que ocupa todo el vientre: lo que no está en consonancia con la teoría ideada por tan ilustrado profesor, co- mo tampoco lo está con lo que se observa en las colonias hipo- geas de la tal filoxera, que el mismo señor confiesa están li- bres de la influencia de los huevos de invierno, que son nada menos los producidos por las hembras madres de las fundado- ras de las diez sucesivas generaciones de vírgenes del ciclo su: puesto por el célebre Tremblay. A mi modo de ver, la teoría expuesta por el profesor Bal- biani, tal cual nos la explica en la noticia citada, queda redu- cida á otra de las tantas suposiciones que se han establecido sin razón bastante para considerar la base de una ley fisiológi- ca. No: las hijas de una madre fecunda, por punto general, si no median perturbaciones orgánicas ó funcionales, lo son tan- to como ella misma, lo cual está en consonancia con el gran parecido ó casi igualdad de sus órganos reproductores, que, do- tados de vitalidad semejante, dan productos análogos, salvas excepciones individuales que puedo citar en los mismos pulgo- nes, pues mientras nuestro colega Lichtenstein ha visto reco- rrer el ciclo completo ála Phylloxera vastatriz en 25 días, yo la he visto tardar tres años y Schrader cuatro, y, á pesar de fe- cha tan larga, en las generaciones que se sucedieron unas tras otras no he notado señales de aminoración prolífica en las des- cendientes, siempre fecundas como sus ascendientes, pues has- ta en las aladas del pulgón de mi historia, en vez de las cua- 29 tro Ó cinco pupas que dan á luz las de la P2ylloxera DOSadTeo, paren hasta quince ó más fetos bien desarrollados. La diferencia, pues, entre la opinión del ilustrado profesor Balbiani y la mia, consiste, en que dicho señor cree que la ami- noración de la facultad reproductora de los ovarios va sucesi- vamente en aumento, á medida que las generaciones de los afi- dios se alejan del nacimiento de la madre fundadora de las co- lonias de ágamas y se acercan más al término del ciclo; y, por lo contrario, conviniendo yo en que tal facultad ovárica, no solo va aminorándose en un mismo individuo, sino que con la edad llega á extinguirse del todo, no puedo admitir en manera alguna que tal disminución sea la herencia de las hijas, nietas, biznietas y tataranietas, después de haberlas visto durante cien generaciones sucesivas tan prolíficas las últimas como las pri- meras, En apoyo de mi modo de ver viene la opinión de aque- llos sabios maestros que admiten también la reproducción ága- ma indefinida, la cual no podría explicarse con la teoría que discuto. Dos cuestiones más quedan aún por aclarar en la biología de los pulgones: la una es la del célebre huevo de invierno, también promovida por el profesor Balbiani; y la otra la de las emigracionos alternadas, suscitada por nuestro consocio Lich- tenstein. Ni en una, ni en otra, puede aceptarse el principio absoluto con que se establecen; y, aunque mis opiniones algo discordantes están consignadas en varias publicaciones extran- jeras y nacionales (1), cuyos autores las han aceptado y aun (1) 1876.—Annales de la Société Entomologique de France. Tome 6.* de la cin- quiéme série, 2.* Trimestre, p. Cl. 1877.—Bouletin des Séances de la Société Entomologique de France=(Séance, du 14 Mars. p. 62.) 1878.—Congrés viticole reuni a Montpellier le 4, 5 et 6 septembre pour l'étude des vignes américaines, p. 101 et suiv.$ 30 defendido de las objeciones de Mr. Lafitte, quiero aprovechar esta nueva ocasión para dejar bien claros los hechos por mí observados y las deducciones que saco, porque además de po- der comprobarse cuando se quiera, están fundados en procesos naturales. Por lo que se refiere á la del huevo de invierno, que tanto ha dado que hablar, el tiempo, que todo lo aclara, ha venido á darnos la razón á los que opinábamos que la hipótesis estable— cida por Balbiani en su nota Ze Phylloxere sexué et P'oeuf d'hi- ver (Comptes rendus, 4 d'octobre, 1875, p. 587), no pudo te- ner los felices resultados que con los mejores deseos suponía el distinguido profesor. Partiendo este señor del supuesto referido en que dice ago- tarse la facultad prolífica de la Filoxera á medida que sus ge- neraciones se acercan al término del ciclo normal (sesión del 3 de Julio de 1876 en la Academia de Ciencias de París), creía poderse fundadamente esperar que, abandonado el insecto á la única reproducción partenogénesica, por la disipación de sus facultades generadoras llegaría el momento de su completa extinción; bastando para obtener tan importante resultado la 1879.—La vígne américaine et la viticulture en Europe, n.” 9 septembre. La Phylloxére en Espagne, par J. Lichtenstein, p. 208. 1880.—Journal de l Agriculture, etc.,parJ. A. Barral, n.*du3 janvier, p. 20. L'ceuf d'hiver du Phylloxera au Congrés de Nimes. 1880.—Journal de l'Agriculture, etc., p. 27. Sur P'oeuf d'hiver du Phylloxera; note de Mr. Graells. 1880.—La vigne américaine et la viticulture en Europe, 4."* anne, n.” 3. mars. A propos de l'ceuf d'hiver, p. 69. J. E. Planchon. 1880.—Idem, n.” 4., avril p. 102. Sur P'oeuf d'hiver du Phylloxera. M. P. Graells, 1880.—Idem, idem, p. 119. A proposd' l'observation de Mr. Graells. J. E. Planchon. 1880.—Lafitte. Sur l'ceuf d'hiver du Phylloxera, á propos d' l'observation de Mr. Graells. Extrait du Journal de 1'Agriculture (26 Juni). 1880.—Las vides americanas y Filoxera en España. p. 249. Apropósito del huevo de invierno. 1881.—La Phylloxera vastatrix, Graells. Memoria oficial, p. 287 y siguientes. s1 destrucción del huevo de invierno, que es producto de la di- genia y el origen de las nuevas ágamas, fundadoras de las co- lonias galícolas y radicícolas. Probada como queda la virtud prolífica sin término fijo de los pulgones ágamas, incluso la fi- loxera, no es necesario decir más para que se desencanten los que como Mr. Lafitte han dado tanta importancia á la destruc- ción del huevo de invierno, fundada en la teoría de Balbiani, en- sayada por Boiteau, sin haber conseguido ver libres sus viñas del pulgón americano, que, por zapa, realiza lo que ni por el aire se ha podido evitar, puesto que los enjambres de aladas que, sa- liendo del suelo, se difunden por la atmósfera y van á invadir nuevas plantaciones y reinvadir las que se consiguió limpiar de la plaga, proceden directamente de las colonias hipogeas, cuya existencia y propagación indefinida no depende exclusi- vamente de las generaciones digenias. Explicada mi discordancia con el parecer de Balbiani y La- fitte, en lo que se refiere á la importancia de la destrucción del huevo de invierno para extinguir las colonias hypogeas de la Phyllozera vastatrix, termino esta discusión protestando con- tra las dudas que el último de estos señores manifestó en el Congreso de Nimes de 1879, sobre lo que dije en el celebrado en la capital del Herault los días 4, 5 y 6 de Setiembre de 1878; declarando además, no solo exactísimas las observacio- nes que comuniqué en Montpellier, sino también lógicas é in- discutibles las deducciones, fundadas en hechos fáciles de com- probar cuando se quiera. Como mis comunicaciones publicadas por la prensa extran- jera no son conocidas aún en España, paréceme oportuna la presente ocasión para dar noticia de ellas, siquiera sea en ex- tracto, por vía de nota, y en el idioma en que las di á luz, con el fin de que en nada resulte alterado el texto (1). (1) Sur P'eeuf d'hiver du Phylloxera. J'ai lu dans le n.* 560 de votre intéressant Journal Agriculture (Janvier 1880, 32 La segunda cuestión que me resta aclarar es, como he di- cho, la de las emigraciones alternadas de los afidios, que, re- vestida de caracter misterioso, tampoco puede aceptarse de un modo absoluto tal cual la explican algunos. t. I, p. 27 et suivantes) un article surl'Oeuf d? hiver du phylloxera au Congrés de Nimes, dans lequel l'auteur, M. P. de Lafitte, parle de mes observations aux vignobles de Malaga sur cet ceuf; et, comme il manifeste quelques doutes sur les notices que j'ai communiqué au Congrés sur les vignes américaines en 1878. a Montpellier,je viens vous donner la relation des faits, avec plus de renseignements tels que je les ai vu, et vous pouvez les publier s'il yous semble convenable. En Juillet d' 1878, j'ai inspecté les vignobles phylloxérés de Málaga, délégué par S. E. le Ministre du Fomento, en qualité de membre du Conseil superieur d'Agriculture. Au Lagar de 1 Indiana, et celui de Zela-Baja, endroits les plus phylloxérés de la commune de Moclinejos, j'ai cherché loeuwf fecondé, car je ne crois pas que tous les ceufs des sexués du phylloxera vastatrix hivernent comme le suppose le nom que lui a imposé mon honorable collégue a la Société entomo- logique de France. Mes investigations dans les écorces des sarments et des branches des ceps- phylloxérés dans les vignobles infectés de Málaga, ont été inutiles, car sur place je n'ai pu trouver aucun vestige de ce que je cherchais; et cependant j'avais motif de croir qu'il en existe, parce que les ailés une fois transformés ne tardent pas á déposer leurs ceufs déja germés (si on préfere les idées du professeur Bal- biani á celles de Mr. Lichtenstein qui sont plus en harmonie avec ce que j'ai observé sur les mcoeurs des aphidiens), et les sexués qui en sortent se pressent bien d'accomplir le róle génerateur que la nature leur a confié! Pour pouvoir faire mes recherches d'une maniére plus minutieuse, j'empor- tai á Madrid des morceaux des ceps de vignes phylloxérés de Indiana et du Zela-Baja. Ne connaissant les moyens qu'emploie Mr. Boiteau pour découyrir l'oeuf en question, que les fentes labyrintiques des écorces des vieux sarments el des souches des ceps occultent, et perdant l'espérance de pouvoir le decouvrir avec la loupe, il me vint lPidée d'imprimer de fortes secousses aux morceaux desséchés des vignes sur un papier blanc placé sur une table. Les coups réitérés faisaient tomber sur le papier blanc beaucoup de petits morceaux d'écorces et d'autres corpuscules attachés aux souches des ceps. En examinant á la loupe atientivement les détritus recueillis, j'ai fini par découvrir quelques ceufs des sexués bien reconnaissables parleurs singuliers ca- racteres. Placés dans un tube d'observation , ils eclorent, les uns au bout de trois ó quatre jours, et les autresjun peu plus tard, probablement á cause du pro- cedé des pontes plus récentes. La naissance des méres fondatrices a eu lieu á mon observatoire de Madrid a la fin d” Aóúut. Je me crois donc autorisé, en conséquence de ces faits, á dire que l'ceuf des 33 En la historia biológica del pulgón de la zanahoria dejo dicho, que en su estado alado le he visto volar de un sitio á otro de la plantación, pudiendo hacerlo 4 mayores distancias sl le conviniere para su difusión. sexués du Phyllozera vastatriz, dans nos contrées meridionales, n'emploie pas toute année pour accomplir son incubation, et que la fondatrice nait plus tard ou plus tót selon les circonstances qui ralentissent ou activent l'évolution em- bryomnaire; et tout le monde sait l'influence du froid et de la chaleur dans lPincubation des ceufs. L'année passée (1879) nous avons trouvé dejá á Malaga des nymphes au mois de mai, et le 2 juin se sont vu les ailés; c'est-a-dire un mois et demi plus tot; car en 1878 les observations ne commencerent qu'en juillet, et nons v'avions connaissance de ce qui s'était passé avant. ; A Regoa, le 8 novembre dernier, avec mon collegue, Mr. le professeur Oli- veira, nous trouvámes encore dles nymphes et des ailés qui, comme on le sait, produisent de suite leurs pupes, sortant de celles des sexués, qui á leur tour font la ponte de l'ceuf fécondé. Tous ces faits sont constatés par moi méme; et de mes scrupuleuses observa- tions résulle d'une maniére evidente la ponte des ceufs fécondés en Espagre et en Portugal, depuis le mois de juin jusque au mois de novembre inclus. Si tous les ceufs sexués que M. Balbiani appelle d'hiver, parce qwil croit qwils passent l'hiver, n'éclosent qu'au commencement d'avril, á quoi attribuer cette différen- ce énorme de temps pour parcourir tou les mémes phases d'une incubation pareille! Les ceufs pondus par les sexués au commencement de juin, á Malaga, passeront les chaleurs de l'été sans éclore et emploieront dix mois pour com- pleter leur incubation, tandis que ceux pondus en novembre par les sexués á Regoa ne mettront que six mois, les plus froids de année et par conséquent les moins favorables á l'évolution du germe! Je ne crois pas que les choses se passent ainsi. Je m'occupe de l'étude des insectes depuis 1824, et dans mes nombreuses observations, faites á la Zeon Dufouwr mon eminent maitre, ¡je ne trouve une chose pareille, méme dans les aphidiens, des quels j'ai recueilli quelques faits tres curienses. En général, j'ai vu dans les insectes, que les derniéres pontes automnales sont les hivernantes, et que celles du printemps et de l'été éclosent dans la méme saison; la larye qui sort vit sous cette forme plus ou moins longtemps, ou bien se transforme en nymphe ó chrysalide, laquelle á son tour se transforme en in- secte parfait, au bout de quelques jours ou semaines, ou bien, dans certaines es- peces, passe l'hiver sous la forme de chrysalide pour éclore au printemps sui- vant. Je ne souviens aucun cas ou les ceufs pondus par un insecte au printemps restent sans éclore jusqu'au printemps suivant. Au Midi de la France les ailés se présentent au mois de juillet, peut-etre 3 34 Morren ya en 1834 habló de la emigración del pulgón que él estudió (el Rhopalosiphum Persice, Koch; Aphis Persica, Sulzer), que, procedente de remotos países, invadió extensas co- marcas de la Bélgica, notándose entonces como ahora con la Phylloxera vastatriz, que dicho pulgón formaba focos ó centros de infección, de los cuales irradiaba en direcciones diversas para trasladarse á sitios más ó menos distantes, sz no interrumpian su marcha las montañas y colinas bastante elevadas para wn- furr en el cambio de las corrientes del viento. Balbiani, en su Memoria sobre la reproducción de la 2/y- lloxera Quercus presentada á la Academia de Ciencias de Pa- rís (Tomo XXI, núm. 14, pág. 6), dice: que una vez realizada avant; et c'est impossible que la parturition des pupes par les ailés, la sortie des sexués, sa fécondation inmediate, et la ponte de l'ceuf fécondé ne se fassent d'un maniére consecutive et normale. L'weufdes sexués, au dit endroit, doit exister déja Vété. Pourquoi le Boiteau, si adroit pour découvrir l'«euf d'hiver á Ville- rouge, n'a-t-il purencontrer dans les vignobles phylloxérés du Midi? Serait-ce que le phylloxera, dans le dit endroit, n'en produit pas et supprime cet impor- tant procédé de son cycle biologique? Ce serait un absurdité de le croire, parce que le seul fait de existence des ailés prouve celle de sa descendance. Mr. Lichtenstein nous a dit que, dans l1'Herault, Pincubation des ceufs des sexués doit durer peu de temps, et que les méres fondatrices qui en naissent descendent de suite aux racines pour faire leurs pontes et instaler les colonies hypogées qui y hivernent, et cela est plus que probable et nous explique la difñ- culté á Mr. Boiteau de trouver l'euf d'hiver dans un endroit ou pent-étre il West pas, car il v'est pas nécessaire pour assurer la conservation de l'espéce. Comme on le voit, si 'ceuf fécondé est d'une grande importance pour la pro- géniture du phylloxera, l'hivernation du dit ceuf peut ne pas étre nécessaire dans les contrées, ou les méeres fondatrices descendent de bonne heure s'établir dans les racines. Ainsi nous voyons que l'importance des études sur 1'ceufs d'hi- ver n'est pas si grande qu' on a voulu le supposer, car s'il est prouvé qwil y á des éclosions des ceufs fécondés pendant toute la belle saison, et que les fonda- trices descendent aux racines pour se reproduire depuis le commencement de Vété jusqwá la fin de lautomne, la destruction des ceufs, hivernant sous les écorces, ne nous donnera pas le résultat si próné pour l'extintion du fléau. M. P. GRAELLS. Journal de 1'Agriculture, etc., par J. A. Barral n.” du 3 janvier 1880, p. 27. Sur l'ceuf d'hiver du Phylloxera; note du Mr. Graells. 35 la transformación última, los individuos alados de dicho pul- yón no permanecen sobre las hojas del árbol más tiempo que el necesario para la consolidación de sus alas, y que salvo raras excepciones no depositan sus huevos en el mismo sitio, ignoran do donde van á verificarlo; añadiendo en seguida, que tales pulgones alados prolongan su estancia en los sitios en que nacie- ron, cuando reía la calma en la atmósfera, pero que el viento les agita y excita á marcharse. Sin pretender negar lo que en la citada noticia nos dice Balbiani, manifestaré que tampoco está su observación confor- me con lo visto por mí en los bosques del Escorial, sitio don- de todo el mundo sabe la violencia que tienen los vientos hu- racanados que suelen reinar y arrancan de cuajo los árboles más corpulentos, vuelcan carruajes, y, lo que aun sorprende más, se llevan las planchas de plomo, del peso de cuatro quintales, que cubren la techumbre de aquel célebre monas- terio, volando como un pliego de papel á considerables distan- cias. Calmada la violencia de uno de estos huracanes, ocurrido en Agosto, época en que pulula la 2/y/loxera coccinea, Kolt, en todos los robles del bosque de la Herrería, fuí expresamente á compulsar el aserto del profesor citado, creyendo habrían desaparecido todos los individuos alados del pulgón menciona- do; pero quedé sorprendido al observar lo contrario, pues en- contré que, por el envés, las hojas de los robles atacados esta- ban cuajadas de tales parásitos alados, fijos con su chupador en el parénquima foliáceo, y enredados entre las vellosidades, en términos de no haberlos podido desprender la violencia del viento. No es decir esto que niegue la influencia del viento para arrastrar los pulgones alados á considerables distancias, como lo observó Morren, si los sorprende volando; pues, como Lichtenstein con oportunidad ha dicho, en este caso la dis- persión de las hembras pupíiferas aladas puede compararse á 36 la de las semillas provistas de vilano, que los vientos se llevan y diseminan muy lejos de donde se criaron; pero tampoco cabe duda de que, como mi observación lo prueba, la naturaleza ha dotado de instinto y medios á tan débiles criaturas, para evi- tar si no les conviene que les arrebaten los vientos, amarrán- dose con su rostro y enredándose entre las vellosidad de las hojas, de donde no he podido hacerlas salir, soplando con un fuelle. Lichtenstein, en un artículo publicado en el Aessager du Midi (núm. de 10 de Setiembre de 1876), resuelve á su modo las dudas que sobre el sitio donde va á depositar los huevos la Phylloxera Quercus tiene Balbiani, explicando el fenómeno por las emigraciones alternadas que dice verifica tal pulgón desde el Quercus coccifera al Quercus pubescens. Asegura nues- tro consocio que tales cambios de habitación tienen por objeto depositar las hembras aladas los gérmenes de su descendencia alternadamente ya en una especie ya en la otra; y añade que también en Florencia el ilustrado Director de aquella Estación entomológica le escribía haber hecho parecida observación, pero que, en vez de ser las traslaciones desde el Quercus pu- bescens al cocci/era, lo verificaban desde el Q. /lex al sesiliflo- ra por no existir allí el cocca/era. Como se ve, la emigración de los pulgones es un hecho consignado por varios entomólogos, que cada uno explica á su modo, pero no siempre conforme con mi opinión, fundada en hechos estudiados muy detenidamente. La irradiación de los focos de pulgones de que Morren nos habló es una cosa distinta de las emigraciones referidas por Lichtenstein; y aquel hecho, que también se observa en la actual plaga filoxérica, está en el orden natural de las cosas y sujeta á una condición de la que no habló Morren, pero que no puede desconocerse, tal es la existencia de vegetales conve- 87 nientes para alimentar al pulgón de que se trate, el cual nun- ca se trasladará voluntariamente hacia donde su instinto no le indique ha de encontrar su pabulum corporis, diríamos. Mis observaciones sobre el asunto, verificadas en los bos- ques de la cordillera de Guadarrama, me han demostrado no ser necesario para la reproducción de la Phylloxera coccínea, las emigraciones alternadas, tales cuales nos' las ha descrito nuestro ilustrado colega afidiófilo; pues por punto general he visto que, cuando semejantes emigraciones tienen lugar, obe- decen, no á la precisión de pasar de una especie de planta á otra, sino á la dispersión natural de los enjambres de indivi - duos que buscan estancias cómodas y ventajosas para satisfa- cer sus necesidades, En los bosques de la cordillera Carpetana, donde casi mez- elados vejetan los Quercus Toza, lusitanica, pedunculata, sesiliflora é Tles, y en el del Pardo y Casa de Campo, donde además están el suber, cerris y brutia, he visto vivir sobre todos la Phylloxera coccónea, y también he comprobado esta observación enlos ejemplares de Quercus, desecados, de mi her- bario y en los del de la Escuela de Montes, que los posee de casi todos los bosques de España, y así he podido cerciorarme que tal filoxera vive en la Península sobre todas las especies de ro- bles y encinas de su Flora. Debo advertir también que me he asegurado prefiere las hojas de aquellas especies que, tenién- dolas más jugosas y pubescentes, le ofrecen mayor cantidad de humores, y resguardo para refugiarse y evitar así los ata- ques de sus enemigos; siendo, por consiguiente, en la provin- cia de Madrid, los Quercus Toza, lusitamica y cerros, los más castigados por el afidio citado, que sólo en último término se establece en las especies de hojas coriáceas, duras y lampiñas. Durante los meses de Agosto y Setiembre, en que suele abundar en El Escorial la P/y1loxera coccónea, la he visto cu- 38 brir el envés de las hojas del Quercus Toza y lusitamica con pre- ferencia á las demás; y, desde últimos de Agosto, el número de individuos alados, mezclados con los ápteros y ninfas, suele ser grande, viéndoseles á todos clavados con su chupador en el parénquima foliáceo, pero ocupados los primeros al parecer en su parto, porque inmediatas se encuentran las pupas que les he visto dar á luz varias veces, depositándolas entre la vello- sidad ó tomento de las hojas y junto á las nerviosidades más pronunciadas, después de cuya operación mueren contraido el abdomen, como he referido sucede en las aladas de mi pul- gón de la zanahoria, y quedando su cadáver en el mismo sitio donde tuvo lugar el parto: de modo que, sin género de duda, tales hembras aladas (1) dejan su prole en el árbol donde na- cieron y se criaron; con lo cual quedan completamente disi- padas las dudas de Balbiani, y demostrado ¡también que, para reproducirse normalmente, las Filoxeras no necesitan emigrar á otras especies de Quercus ni de vides, porque las en que na- cieron y se criaron las madres, evidentemente reunen todas condiciones necesarias para que en ellas vivan y se críen sus descendientes; como efectivamente sucede, pues he tenido la paciencia de experimentarlo muchas veces, ya encerrando las aladas de la P/ylloxera coccónea dentro de los tubos de obser (1) Mr. Signoretcree, ó creía cuando lo escribió, que, entre los individuos ala- dos de la Phylloxera Quercus, hay machos y hembras. (Anales de la Sociedad Entomológica de Francia, 1.* Serie, tomo 7.”, pág. 301). Hoy supongo pensará de otra manera dicha eminencia entomológica de los Hemipteros, si se ha fijado en que, procediendo las aladas de las hembras ápteras partenogenésicas, no es com- prensible un cambio de sexo al tomar alas. Entre los individuos alados de las Filoxeras nunca he visto cópulas y sí siempre dar á luz pupas ó fetos. Sin duda Signoret se dejó llevar del parecer que sobre el sexo de los pulgones tenía el Rector de la Universidad de Berlín Johann Leonhard Frisch, que nos dijo en las Obdservationes que ad pleniorem descriptionem insecti pertinent quod foliorwm pedicu- lus, gallice poucerons vocant. (Misc. Beroll), ser machos los pulgones alados y hem- bras los ápteros. Este error está disipado. 39 vación mencionados al hablar del pulgón de la zanahoria, ya en plena libertad del insecto, siguiendo con escrupulosa aten- ción todas sus operaciones, y pudiendo remitir á nuestro estu- dioso colega Mr. Lichtenstein, en comprobación de los hechos por mí observados, hojas de los Quercus Toza y lusitanica que, recolectadas en la misma época del año y en una localidad misma, todas albergaban individuos ápteros, ninfas, aladas, y las pupas de que nacen los individuos digenios, que son ápte- ros, y, sin que quepa la menor duda, sus huevos fecundados, origen de las nuevas generaciones partenogenésicas, son de- positados en el propio árbol donde vivieron los productores de tal semilla. Cuando se trata del examen de opiniones emitidas por no- tabilidades científicas y de acreditada competencia, es opi- nión mía desconfiar del criterio propio, si no estuviere en con- sonancia con el de los grandes maestros; y sólo en el caso de que los hechos evidencien la deficencia de las teorías, consig- narlos del modo más claro posible, para que la ciencia juzgue. Con este criterio, pues, expongo mis observaciones para fun- dar la discrepancia de mi modo de ver y el de aquellos que han dado á las emigraciones de los pulgones el carácter miste- rioso que según creo no tienen. ¿Qué motivo puede haber, por ejemplo, para que las PAy- lloxeras Quercus y coccinea que pasan todo el verano viviendo y reproduciéndose sobre los robles, llegada la otoñada, tengan que irse á establecer en las encinas? Ninguno enigmático como se ha supuesto, y sí uno muy natural y de explicación senci- lla y clara. En el género Quercus, las especies de la sección de los robles pierden las hojas en invierno, que no brotan de nuevo hasta entrada la primavera inmediata, al paso que las encinas las conservan verdes todo el año; y el instinto botá- nico, que es grande en los insectos fitófagos, lleva á la última 40 generación autumnal de las filoxeras citadas á depositar los gérmenes de su prole sobre las especies de Quercus sempervi- vens 6 de hoja perenne, para que, al nacer en la primavera los hijuelos, cuando están los robles sin hojas, encuentren ali- mento suficiente para criarse, recorriendo su ciclo ordinario, y, al cobrar alas, vuelan otra vez en verano á buscar sobre los robles pasto más jugoso y abundante. Tales emigraciones no las he observado en los pulgones monofagos como la P/ylloxera vastatrix, que jamás abandona las cepas; cambiando sólo de residencia en el invierno, cuando faltando las hojas, las galícolas se establecen en las raíces, ha- ciéndose hypogeas, cosa que igualmente lo he observado en el Myzoxylus Mali; y estos ejemplos robustecen mi opinión so- bre las misteriosas emigraciones alternadas de la P2y/loxera Quercus y coccínea, que según el profesor Balbiani nos dice en sus Remarques au sujet d“une note recente de Mr. Lichtenstein sur la reproduction des Phylloxera (Institut de France, Mé- moires sur les Phylloxéres, presentés 41'Académie des Sciences en 1874 par Mr. Balbiani: etc., p. 18 y siguientes) ha visto en Normandia, donde no existe el Quercus coccifera, deposi- tar sus gérmenes las aladas de la P/ylloyera Quercus sobre este árbol únicamente, cuyo hecho viene en apoyo de mi pa- recer, poniéndole el sello de la verdad evidentemente compro- bada, que tanto valor da á las observaciones de los naturalistas. He cumplido mi propósito en este escrito; pues, al exponer las teorías, suposiciones, discordancias, misterios, comproba- ciones é ignorancia que sobre cuestiones biológico-ontogéni- cas y fisiológicas existen, he procurado dilucidar los hechos, bien ó mal observados, para evidenciar su grado de certeza y con fundamento bastante rechazarlos ó aceptarlos en la ciencia. Con constancia y con paciencia para la observación y difi- cilisimo estudio de los maravillosos fenómenos que ofrece al 41 naturalista la vida de los pulgones, poco á poco se enmenda- rán los errores cometidos con soñadas teorías, con infundadas hipótesis y pareceres gratuítos, que idearon algunos, para dar- se la razón de misterios mal comprendidos, disipándose así la ignorancia que aún reina sobre muchos puntos de la ciencia biológico-ontogénica del grupo de los afidios. Eman. Janer del ct pinz. RAELLS — Biologia de un pulgon de la Zanahoria . G R Taneur, Paris Imp EXPLICACIÓN DE LA: LÁMINA, Pig. 1.2 Tubo de cristal, que contiene una zanahoria plan- tada en tierra, pero descubierta la raíz por un lado para ver los grupos de pulgones a, a, a, adheridos á la misma y poder observar sus ope- raciones biológico-hipogeas. El tapón de caucho tiene dos agujeros por encima para la renovación del aire y salida de. la eva- poración del agua, los cuales están cerrados cuando no es necesaria la comunicación con la atmósfera. Pig. 2. Placa de cristal con célula, para retener los peque- nos animales vivos sometidos á la observación microscópica. Se compone de dos tiras de cris- tal ó placas: la una está raspada menos en el centro, que ocupa la célula ó cubeta diáfana, á manera de lente cóncava; y la otra tira, que es diáfana, sirve de obturador de la célula que queda sólidamente cerrada con dos grapas aplicadas á los extremos de ambas tiras adosa- das. Dentro de la célula de esta figura se ve una alada en el centro y la prole dada á luz por la misma durante la observación, verificada para comprobar la partenogénesis del pulgón alado de mi estudio. Los objetos son todos del tamaño natural. Fig. 3. Fig. 42 Fu. 5. Fig. 6. Fig. 12 FAS FYg.'9. Fig. 10. 44 Tubo de observación, que contiene una zanahoria sobre la cual se ve aislado un pulgoncillo re- cién nacido de la alada, para averiguar y ase- gurarse de su maternidad virginal y la de su prole sucesiva en los términos descritos en la Memoria. Magnitud natural, Partenogenésicas adultas y procreadoras del pulgón de la zanahoria: a, vista por el dorso, tama- ño natural 1 */, mm., aumento en el dibujo diez veces más; b la misma, vista por debajo con medidas idénticas; c prolapso del saco fetígero, preparado fuera del vientre de la ma- dre, para ver en su interior los pulgoncillos en vía de desarrollo más ó menos adelantado; d, huevos maduros incubándose en el vientre de la madre y dentro del saco fetígero. Huevo maduro; magnitud natural '/, de milímetro. Feto en vías de desarrollo, distinguiéndose la ca- beza por los dos puntitos rojos, que son los ojos: magnitud natural */, de m. Feto viable y á punto de nacer: magnitud natural *, de m. Estas tres figuras tienen el aumento de veinte ve- ces el tamaño natural. Pulgón de la zanahoria recién nacido; 4 visto por el dorso; 6 visto por debajo: tamaño natural */, de m. aumento del dibujo diez veces más. Larva del pulgón de la zanahoria antes de su últi- ma muda; tamaño natural 1 m. aumento diez veces más, Piel de la primera muda de la larva: tamaño natu- ral 1 :/, m. aumento diez veces más, Fig. Puy. Ad 12. 3, . 14. o OS 45 Piel de la última muda al trasformarse en adulta: tamaño natural 1 */, mm. aumento diez veces más. Ninfa, a vista por encima; h vista por debajo; c es- tuche de las alas; d fetos que por trasparencia se ven contenidos dentro del vientre y más cla- ramente en el saco fetígero que prolapsado en parte en e se ven mas directamente: tamaño natural 1 */,mm. aumento en el dibujo diez ve- ces más. Piel de la muda de la ninfa al transformarse en alada: tamaño natural 1'/, mm. aumento en el dibujo veinte veces más. Alada vista de costado: tamaño natural desde la frente hasta el extrema de las alas 3 mm.; au- mento en el dibujo diez veces más. Alada vista por encima. En esta figura también se ve el prolapso fetígero a lleno de fetos viables. Prole recién nacida de la alada; «4 visto por enci- ma; 6 visto por debajo: medida del tamaño na- tural '/, de mm.; aumento en el dibujo veinte veces más, Se AMENA RAS o AQ as 1 PAN : FRA GX Ss /) ES pe ASS 1 1582 Nor. 19. (887 MEMORIAS DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS, FISICAS Y NATURALES DE MADRID TOMO XIII.—-PARTE 2. EL ARTIFICIO DE JUANELO Y EL PUENTE DE JULIO CÉSAR MADRID IMPRENTA DE DON LUIS AGUADO calle de Pontejos, 8 %» 1888 di a REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS FÍSICAS - Y NATURALES MADRID Tomo XIiI— Parte 2.* e DOGIZW J.L. y C.*, Madrid. TANTES USES AS ASE LEO INE FEO ODO AS Ea as EL ARTIFICIO DE JUANELO Y EL PUENTE DE JULIO CESAR POR DON LUIS DE LA ESCOSURA Y MORROGH INGENIERO DE MINAS. Memoria publicada por la Real Academia de Ciencias Exactas, Fisicas y Naturales de Madrid MADRID—-1888 IMPRENTA DE DON LUIS AGUADO PonrteEJOS, 8 í . : MES É Ñ AA EN 3 5 h ( y, : ¿ $ . AA $N p o de » » Y + E dl o ” » y E id L y ¡ ' i / . | y Í 1 ' y Ak ; NA 4 Li es Sa Ha A IR 0 ' . y y . voy SA ] Ed e q su - ' . y $ Ñ > » J ” y] - ' dE . o Ñ [A Y id E . 1 A 7 ' » 0 y ' . , / 4 ' í y 0 y ER a $3 AR MA y . , e * s Pra [: A UN E NS y v A AA om $ : v “e A . Ñ ' y " ' . Y , ñ Po y Ñ q e a. Ts EAS AE NES LA 0 y ADVERTENCIA Janelo ó Juanelo Turriano, relojero y mecánico del Emperador Carlos V, llegó á ser un célebre Ingeniero en el reinado de Felipe Il, en el que construyó, para elevar el agua del Tajo al Alcázar de To- ledo, la máquina ó artificio que lleva su nombre. Tuvo el acueducto que atravesar un trecho de calle muy ancha, según apunta el cro- nista Ambrosio de Morales; y Juanelo salvó esta dificultad colocando las cañerías y vasos de su máquina sobre un puente de madera, que era la fiel reproducción del que Julio César hizo construir, bajo su dirección, sobre el Rhin (1) para pasar el ejército romano al país de los Sugambros ó tierra de Westphalia, como le llama Valbuena en su traducción de los Comentarios. Y, dicho esto, paso á disculparme con los que hayan encontrado pomposo el título de esta noticia, y cen- suren, tal vez, como de mal gusto, la compañía de un humilde relo- jero y del invicto Capitán, declarando que no trato de escribir un paralelo entre ambas celebridades, ni de comparar siquiera sus in- venciones; sino que, formando el puente parte del Artificio, me veo precisado á considerar á Julio César como á un Ingeniero, con lo cual no creo empañar los triunfos del insigne guerrero ni mancillar las glorias del vencedor de los galos. Creo, al contrario, conformar- me con sus aficiones, porque es notable que, refiriendo con peculiar laconismo sus campañas, dejando que las victorias pregonaran su (1) Morales, equivocadamente, como más adelante probaré, refiere que «hizo Janelo de nuevo la maravillosa puente de madera que Julio César había hecho en el cerco de Marsella.» 1 6 fama de General, describa con detenimiento y minuciosidad las obras de arte que tuvo que llevar á cabo, y se entretenga en fijar las di- mensiones de sus partes componentes, sin omitir pormenor que pue- da contribuir á ensalzar el ingenio con que fueron concebidas y el acierto y rapidez con que se ejecutaron. Algunos escritores señalan estas pretensiones de César, que no dejará de observar el que lea con detenimiento sus comentarios; pero, entre todos, ninguno se ex- plica con tanta claridad y concisión como Montaigne. (1) Combien Cesar se désploye largement 4 nous faire entendre ses inventions a bastir ponts et engins, et combien, au pris, il va se serrant lorsqu'i1l parle des offices de sa profféession, de sa vaillence et condwite de sa milice. Ses exploits le verifient assez capitain ex- cellent: il se veut faire conoistre excéllent ingeniemr, qualité aúl- cunement extrangere. Creo que no estará demás que sepa el lector que en el año 1871, el Ayuntamiento de Toledo, presidido por Don Rodrigo Alegre, me comisionó para estudiar el abastecimiento de aguas á la ciudad, y que por entonces, al contemplar los restos de los muros del artificio, que existían cerca del Puente de Alcántara y que ya han desapare- cido, se despertó en mi ánimo el deseo de conocer la ponderada y casi maravillosa máquina de Juanelo, no perdonando desde aquella época medio alguno que estuviera 4 mi alcance para satisfacer esta Ccurio- sidad. Cuál ha sido el resultado de mis investigaciones, lo sabrá el que se tome la molestia de leer lo que sigue, advirtiendo al que crea hallar una máquina digna de imitarse, es decir, en la que el efecto útil esté en proporción con el coste de su instalación y con la fuerza que necesitaba para su movimiento, que puede excusarse el trabajo de leer una descripción, interesate únicamente para los aficionados á los estudios históricos que tienen por objeto aclarar los textos de la antigúedad, generalmente oscuros y de interpretación difí- cil, cuando se refieren á máquinas, artefactos y á procedimientos científicos. (1) Essass, t. 1, cit. p. J. P. Carpentier.—Btude sur Cesar. 7 Si en las citas aparece esta noticia algo prolija, advierto que no las he prodigado por aparentar una erudición de que Carezco, sino con el deseo de ahorrar trabajo á los que se dediquen á esta clase de investigaciones, y para justificar como es debido la exactitud de los hechos que en ella se refieren. No abrigo la pretensión de haber redactado una memoria cientí- fica, ni me atrevería á presentarme como autor de una monografía histórica: mis aspiraciones se limitan á dar á conocer las noticias que he reunido acerca del Artificio y del Puente, y á reseñar acci- dentalmente el estado en que ¿ mediados del siglo XVI se encon- traba la Mecánica, aplicada á la elevación del agua á grandes alturas. , y ] ES , . s f f y Y Í DILE OMS O O O UTA NA epsónbo 6 MA oda Dn Iced TO LO HOÉ Má ¡O : 10 o BI el pen JUAN 14 q PURO cd a A RS A NA A: Ho Hyonmalle ACA TE ROTA ] AS obs, ar O AO ml LU 8 AUDIO DICO MA nl UE AD « Sen ISA urls Aa a A: En ont) lr COMA 1 ie QUIN Ñ 9% > ON otula Tal) Lo baMLAL A 0 ABN? MER RO A ' * 4) : 3 a j * Y n q ya Lo » ' y ñ ] EL ARTIFICIO DE JUANELO Y EL PUENTE DE JULIO CESAR A —_——— KAKÁQQ———— Noticia de algunas obras y proyectos para surtir de agua á Toledo, anteriores á la ins- talación del Artificio. Antes de entrar en la descripción del Artificio, no estará fuera de lugar referir las obras que, para abastecer de agua á Toledo , se llevaron á cabo en épocas anteriores á la llegada de Juanelo á la Ciudad Imperial. En tiempo de los Romanos, se condujeron las de los manantiales llamados del Roble y del Castaño, situados en las faldas de las sierras que forman el puerto de Yébenes y vertientes del Castañar, por un acueducto que salvaba el río Tajo, al pie de la Ciudad, con un puente de fábrica, cuyas arranques, particularmente el de la margen izquierda, se ven próximos á las ruinas del Artificio, más abajo del puente de Alcántara. No se sabe ni en qué época se cons- truyó, ni cuándo quedó inutilizado; pero podrá formarse idea de la importancia de esta obra por su longitud, que se calcula en más de siete leguas. Entraba el agua en la Ciudad por la puerta de Doce Cantos, que se llamó en otro tiempo de Doce Caños ó Cauces. Tratan de este acueducto Naugerio ó Navajero, en su Viaje por 10 Fig. 12 Fuente que nace dentro de un edificio cuadrado oblongo, de obra antigua romana. Cimientos de un castillo ó arca. Castillo ó arca de agua. La Sisla y su cercado. 5. Santa Ana. AOS 6,7, 8 y 9. Frogones antiguos de obra romana con arranques de arcos hacia ambos lados, por cima de cuyos arcos venía el agua, 10. Frogones antiguos que formaban los arcos por donde entraba el agua en Toledo. 11. Puente Alcántara 12. Alcázar. 13. LaSanta Iglesia. 14. Isla del Tajo. 15. Puerta de Doce Cantos. 16. Camino de la Plata. LG Río Tajo. =—<Á Camino Real de Andalucía. 2— Camino que ahora hace la agua hasta entrar en Toledo, :* Camino por donde se eree que vendría la agua para entrar en Toledo. 14 España (1), en el que señala la existencia de las ruinas del acue- ducto y del puente, que servía también para el tránsito: D. Antonio Ponz (2) explica el trazado del canal, arcas de agua, etc; D. Sixto Ramón Parro (3) coloca esta obra entre las ruinas de monumentos romanos; y casi todos los que han escrito de Toledo describen con mayor ó menor extensión el acueducto. En el plano adjunto (ig. 1.*) se marca la situación de la puerta de Doce Cantos, el curso probable del agua al entrar en la Ciudad, y los arranques del Puente-acueducto. Es una reducción del trazado por D. Francisco Palomares, que, en compañía del Padre Andrés Burriel, reconoció el trayecto de la acequia y comunicó á D. Anto- nio Ponz las noticias y dibujos que ha publicado en su obra citada. Después de la destrucción del Acueducto, se surtió de agua Tole- do durante muchos siglos con la del Tajo, que se subía en caballe- rías para el consumo diario y para llenar los aljibes del Caserío; y hasta principios del año de 1526, en que, según consta de unos apun- tes encontrados en un Libro de Recepciones del Monasterio de la Concepción Francisca y del que da cuenta Parro (4), no se pensó en modificar este primitivo sistema de abastecimiento. «Se comenzó ú hacer la obra», dicen los apuntes, «para subir el agua á-la plaza de Zocodover desde los molinos de Garci-Sánchez, cabe la puente de Alcántara. Vinieron para eso oficiales de Alemania, que los hizo ve- nir el Conde Mascio, Marqués de Zenete y Camarero mayor del Em- perador, nuestro señor, y, después de comenzada la obra, para el gasto de ella se puso muy recia sisa..... Consistía esta invención en unos grandes mazos, que, golpeando furiosamente el agua, la hacían (1) ANDREA NAUGERII, Op. Omn. Patavii, 1718. Josep Caminus.—Esta edición Paduana forma un volumen de cerca de 500 páginas, y en él está¡comprendido su Viaggio in Ispagna, en el que habla de Toledo en la página 352. También puede consultarse su carta 2.* á Ramusio, fechada en Toledo á 12 de Septiembre de 1815. (2) Viaje de España, por D. Antonio Ponz, 3.* edición. Madrid, 1787. Car- tas 3.* y 5.* (3) Toledoen la mano, T. U, pág. 644. (4) Toledo en la mano, T. TI, pág. 659, 12 subir por unos cañones de metal con una violencia que todos los conductos se rompían y no había materia bastante fuerte de que fun- dirlos: así es que duró muy poco tiempo este aparato.» Yo infiero de estos Apuntes que los oficiales ó Ingenieros alema- nes colocaron en la margen del Tajo, ó en la canal de los molinos, bombas, que el autor de los Apuntes del Monasterio llama mazos, sin duda por la semejanza que las bombas movidas por palanca tienen con los mazos de clavar estacas y con los de un batán; pues bien se comprende que, por grandes que fueran los mazos con que golpearan el agua, no lograrían elevarla, sino agitarla con mayor ó menor vio- lencia, y de ningún modo obligarla á subir por los cañones de me- tal. ¿Qué clase de metal sería el de los tubos? ¿Qué bombas usarían los alemanes? Nada puede inferirse de los 4puntes. Si la voz metal se acepta, no en sentido genérico, sino como azófar ó latón fundido, sorprende que el éxito fuera tan desastroso y tan inmediato. La lon- gitud de la tubería entre los molinos de Garci-Sánchez y Zocodover no pasaría de 600 metros, y el desnivel se aproxima á 80 metros; de modo que los tubos inmediatos al río debían sufrir una presión perma- nente de ocho atmósferas y la eventual de la impulsión producida por los émbolos de las bombas, que, aun funcionando furiosamente, según dicen los Apuntes del Monasterio, no debieron ocasionar la inmediata destrucción de los tubos de latón fundido. No puede suponerse que fueran de hierro colado ó fundición, porque, además de que su resis- tencia hubiera evitado el fracaso, parece un hecho comprobado que los primeros artículos de este metal se fundieron en Inglaterra por Ralph Hage y Peter Bawde, en 1554, (1) y los oficiales alemanes montaron sus máquinas y cañerías en 1526. Me inclino á creer, por lo que llevo dicho y lo poco que de los Apuntes se deduce, que los tubos fueron de plomo ó fabricados con planchas de este metal, ó (1) Baker Chronicles of the Kings of England., Edit. 1665 p. 317. cit por Ewbank. A descrip. and histor. acount of hidraulic and other machines for raising walter. Londón: 1842, pag. 503. De esta última obra existe un ejemplar en la Bibliote- ca Nacional, que se adquirió siendo Jefe del Establecimiento D. Juan Eugenio Hartzenbusch. 13 moldeados en trozos pequeños, soldados después entre sí con plomo solo ó con soldadura. La fabricación de tubos con planchas, en aquella época, se redu- cía á fundir en arena las planchas de plomo, á cortarlas en tiras de ancho proporcionado al diámetro que deberían tener los tubos, á arro- llarlas en forma de cilindro, y á soldar la junta á lo largo del tubo. Este sistema era el que seguían los plomeros romanos, que, según Vitruvio, los fabricaban de diez pies de longitud y un espesor pro- porcionado á su diámetro, con sujeción á una regla que explica en el libro VIII del capítulo Y de su Arquitectura. No quiero decir con esto que el procedimiento sea una invención que pueda atribuirse á los romanos, sino que era de uso corriente en el primer siglo de nuestra era. Pero como los romanos adoptaron las artes y costumbres de los pueblos antiguos, copiaron, sin duda, el sistema de fabricación, como indica Ewbank (1), de los plomeros de Babilonia y Atenas, de Egipto y de Tiro. El mismo autor supone que las terrazas del palacio de Nabucodonosor estuvieron forradas con planchas de plomo, fabri- cadas del modo indicado, para preservar al edificio de la humedad de las plantas que en ellas se cultivaban, y, añade, que si el agua con que se regaban los jardines de Babilonia, que hasta cierta altura se subía con norias, se elevaba de unas terrazas á otras por medio de bombas, como suponen algunos historiadores, los tubos serían de plomo y fabricados por el procedimiento descrito. Respecto á los ro- manos, es un hecho comprobado que en la Ciudad y otras poblacio- nes á que se extendía su dominación, se emplearon cantidades inmen- sas de tubos de plomo para conducir el agua, bastando recordar que, para distribuir la de un solo acueducto de Roma, Frontino men- ciona 13590 tubos pequeños de una pulgada de diámetro, y que de Pompeya, que no era más que una ciudad de provincia de segundo orden, y de la que solo se ha descubierto una tercera parte, se han extraido algunas toneladas de tubos. La aplicación de estos tubos ha continuado en Europa después de la caida del Imperio romano, y, (1) A descript and hist. acont. acont., etc., pág. 992, AL entre otras ciudades importantes, se cita 4 Córdoba, en donde se em- plearon para la conducción y distribución del agua, á mediados del siglo IX, en tiempo del Califa Abderrahman 1, que también mandó empedrar la ciudad, no recordándose obra de esta clase de fecha an- terior. Pero, siendo de materia fundida los tubos de los alemanes, me inclino á creer que, en vez de planchas fundidas en arena, arrolladas en forma de cilindro, usarían tubos de plomo moldeados en arena, y que los unirían por sus cabos ó extremos, dentro de otro molde, con plomo fundido, ó soldándolos fuera del molde. Y aunque esta invención se atribuye á Robert Brocke, uno de los capellanes de Enrique VIH de Inglaterra, que la dió á conocer en 1539, trece años después de la llegada de los alemanes á Toledo, no tiene nada de particular que fuera ya conocido en su país un procedimiento tan sencillo. El plomo es, tal vez, el primer metal que el hombre ha trabajado, por la abundancia y brillo de sus minerales y la facilidad con que se redu- cen ó rinden el metal que contienen. La fusibilidad, poca dureza, y excesiva plasticidad del plomo facilitaron su aplicación, y desde tiempos remotos se empleó para los mismos usos á que hoy se des- tina. Las estatuas de plomo son antiquísimas y precedieron á las de bronce. En Roma existía la de Mamurius, y se sospecha que entre los objetos de plomo de que constaba el botín que los Israelitas cogie- ron á los Medianitas, había estatuas de plomo que se mandaron re- fundir. (1) Siendo, pues, conocido desde tiempo tan remoto el arte de moldear el plomo en vasos, estatuas, etc., no me parece aventurado suponer que los alemanes, en el siglo XVI, supieran moldear los tubos. La pre- sión permanente de ocho atmósferas, y el choque del agua producido por la impulsión de las bombas, pudieron destruir inmediatamente los tubos de plomo fundido, sobre todo, si las bombas, como es de (1) En el Museo Arqueológico de Madrid se conserva un áncora de plomo, que se extrajo á mi presencia en una draga que trabajaba en el Puerto de Cartagena, y que se supone que procede de época anterior á la de los romanos, que conocieron las de hierro. Í5 suponer, no iban provistas de recipientes de aire para amortiguar los choques repetidos á la entrada del agua en los caños. En la época á que se refieren los Apuntes del Monasterio, las bombas que se usaban en las minas de Alemania y de Hungría (1), en Almadén (2), y en los buques para achicar el agua, eran de madera, y debían ser de poco uso las de metal, porque en 9 de Noviembre del mismo año 1526, en que llegaron los alemanes á Toledo, se expidió Real cédula, según refiere D. Martín Fernández de Navarrete (3), á favor de Diego Ribero, Cosmógrafo y maestro de instrumentos náuti- cos, por una nueva bomba de metal de su invención para achicar las Naos: consta que dió excelentes resultados. Esta Real cédula y la so- licitud del Sr. Fernández Navarrete en aprovechar todas las ocasio- nes que se le ofrecen para ensalzar el ingenio de nuestros Compa- triotas, son hechos, entre otros, que pudieran aducirse para probar lo arriesgado que es atribuir originalidad á muchas de las supuestas invenciones. La bomba impelente de Ctesibio, que Vitruvio (4) des- cribe en su Arquitectura con el nombre de Máquina Ctesíbica, era precisamente de metal. Za (la máquina) (if ex aere, son sus palabras; de modo que tres siglos antes de Jesucristo se construían bombas de bronce en Alejandría, y en España se concedió Real cédula de inven- ción por una bomba de esta clase, mil ochocientos años después de la aparición de los Comentarios de Ctesibio, que, aunque se han per- dido, tenemos seguridad de que existieron, porque Vitruvio no sólo copia de ellos la descripción de la máquina, sino que recomienda á sus lectores que los consulten para mayor ilustración. Y todavía hay quien sospecha que la máquina, que Vitruvio llama Ctesíbica, no sea invención de Ctesibio, á quien también se ha atribuido la del sifón, porque formaba parte de su Clepsydra, y no se conocía aplica- (1) AcrícoLa, De Re metáltica. (2) MoraLes. Zas Antiy. de España, t. IX, pág. 167. (3) Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los Españoles, por D. Martín Fernández de Navarrete, t. 1, ilust. IV, pág. CXXIV. Madrid, en la Imprenta Real, 1825. (4) M. Virruvio PoLLIONE. Architectura, lib. X, cap. XII. 16 ción anterior de este aparato, habiéndose comprobado después que era de uso común entre sus conciudadanos en la edad remota de Ramses, 1700 años antes de Jesucristo, en la era augusta del Egip- to, en que las artes llegaron á un grado de perfección que no pudie- ron alcanzar en ninguna época posterior. S1 los Comentarios de Cte- sibio, añade Ewbank (1), se hubieran conservado, nadie se atrevería á disputarle la invención de la bomba impelente. Pero, por desgracia, ese escrito, lo mismo que el Tratado de las maquinas pneumáticas é hidrostáticas de Arquímedes, han desaparecido, é igual suerte ha ca- bido á las láminas originales de Vitruvio, dejándonos, hasta cierto punto, estas pérdidas irreparables, en la ignorancia respecto á la his- toria de las máquinas hidráulicas en la antigiiedad. Y no es posible hablar de la máquina Ctesíbica ó bomba impelente, sin deplorar el descuido y á veces la falta de conciencia de algunos traductores de Vitruvio, que han vertido á sus lenguas pasajes que no llegaron á comprender. He consultado la traducción española de Ortiz (2), la versión italiana, con el texto latino del Marqués de Galiani(3), y he leído en la obra de Ewbank, tantas veces citada, la traducción ingle- sa de Newton (4). Nuestro compatriota, poco versado en la Mecánica y en la Física, ha traducido, sin entenderla, la descripción de la Má- quina Ctesíbica. La versión italiana es más correcta , por la ventaja que tuvo el Marqués de Galiani de poder trasladar á la traducción muchas palabras latinas sin alterarlas, y sin que resultare oscuridad ni confusión; pero, siendo mejor que la española, es inferior á la de Newton, que, sin forzar el texto, ha conseguido describir correcta- mente en inglés la bomba impelente, como la explicó Ctesibio en sus Comentarios, de donde la tomó Vitruvio para formar el cap. 12 del libro X de su Arquitectura. Una traducción correcta de este capí- (1) En su obra cit., pág. 268. (2) Los diez libros de la Argwilectura de M. Vitruvio Polion, traducidos del latín y comentados por D. Joseph Ortiz y Sanz. Madrid, Imprenta Real, 1787. (3) D'Architectura de M. Vitruvio Polione, colla traduzione italiana el co- mento del Marchese Bernardo Galiani. In Napoli, MDCCLVIIT. (4) Pág. 266. 17 tulo es del mayor interés para la historia de las máquinas hidráuli- cas, porque en él no sólo se describe la bomba impelente de dos cuer- pos con sus válvulas de absorción y de expulsión, sino que con toda claridad se explica la función del recipiente de aire y el modo con que este fluído interviene en la marcha de la bomba. El recipiente de aire, por la propiedad que tienen todos los gases de contraerse ó de dilatarse cuando aumentan ó disminuyen las presiones á que están sometidos, sirve en las bombas, como si fuera un muelle, para dar uniformidad al chorro de agua que producen, evitando las intermitencias que se advierten en las que no llevan este aditamento, y además para anu- lar, en los tubos de expulsión, los choques violentos, parecidos á gol- pes de ariete, que el agua ocasiona al levantar la válvula que sostie- ne la columna de agua ascendente: choques que sin duda produjeron las roturas de caños de 80 metros de altura, de que se trata en el Manuscrito del Convento de la Concepción Francisca. Entre las bombas actuales y la máquina Ctesíbica no se advierte más diferencia que la de las cajas de estopa de que van provistas las primeras, 1n- vención preciosa y de aplicación tan general, que sin ellas no se comprende cómo funcionarían las máquinas de vapor y sus bombas de alimentación, la máquinas soplantes, prensas hidráulicas, etc. En la misma traducción de Newton no resulta completamente declarada la función del recipiente de aire, que pasa por invención moderna, y esto me ha movido á redactar una versión castellana, que se acom- paña como apéndice á este escrito, y á la que va unida la descripción de la bomba de incendios de Heron, sin más pretensión que la de aclarar el texto en aquellos pasajes que no ha comprendido el traduc- tor español, cuyos conocimientos en letras humanas y sagradas y su reconocida erudición no he tratado de poner en duda ni un sólo mo- mento, al afirmar que no entendió la descripción de la Máquina Cte- síbica. Los alemanes que en 1526 vinieron á Toledo, pudieron usar bombas de bronce, porque eran conocidas; pero me inclino á creer que fueran de madera las que establecieron, porque eran las de uso corriente en las minas de su país, y aun de España, y los mineros de todas épocas siempre han elegido para sus desagies los 18 aparatos más prácticos y á la vez los más sencillos y económicos; y doy preferencia á esta versión , porque siendo de madera resulta más exacta la comparación con los mazos de que habla el curioso autor de los Apuntes del Monasterio. No fué la obra de los alemanes, que refiere el Manuscrito, la úl- tima que se intentó para subir á Toledo las aguas del Tajo antes de que se estableciera el Artificio de Juanelo, porque en cédula de 20 de Octubre de 1570, registrada al folio 211 del libro de Obras y Bos- ques (1) «Manda el Rey á los Contadores de cuentas pasen en las del Pagador de Toledo 117.640 maravedís (865 pesetas) que había pa- gado á los arrendadores del molino que estaba por bajo del puente de Alcántara, por 865 días que estuvo ocupado ansi por nuestro mandado el año pasado de 1562 en que trataron de hacer ciertos in- genios Juan de Coten y Maestre Jorge, flamenco, nuestros criados, para subir el agua á dicha ciudad, que no tuvo efecto, como en el que después ha hecho Juanelo Turriano, nuestro relojero, desde pri- mero de Enero de 1564 hasta 14 de Mayo de 1566.» De cuyo documento inferirá el lector, sin que pueda darle yo más ámplias noticias, que Juan de Coten y maestre Jorge proyec- taron en 1562 alguna máquina para subir agua á Toledo, y utiliza- ron ó simplemente ocuparon el molino inmediato al puente de Al- cántara. Se lenora si se hicieron pruebas ó si quedó el ingenio en estado de proyecto, Y con esto terminan las noticias que he podido reunir de las obras que se llevaron á cabo, ó se proyectaron, para surtir de agua á Toledo en época anterior al establecimiento del Artificio del famoso Juanelo, de cuya vida y ocupaciones voy á dar cuenta al lector. (1) Noticias de los Arquitectos y Arquitectura de España, por el Excmo. Sr. Don Eugenio Llaguno, ilnstradas y acrecentadas por D. Juan Agustín Cean Bermúdez. Madrid; en la Imprenta Real, 1829: L. II, pág. 246. 19 Entra Juanelo al servicio del Emperador Nació Juanelo en la ciudad de Cremona, ó el último año del siglo quince ó el primero del diez y seis, que esto no ha podido averiguar- se con certeza. En lo que parece que no hay duda, es en que ejercía la profesión de relojero en 1529, cuando se coronó en Bolonia Car- los V, porque fué llamado con otros artífices para examinar un reloj de construcción complicada, que presentaron al emperador, y que por estar incompleto y oxidadas las piezas de que constaba no podía funcionar. Sólo Juanelo, entre los llamados, comprendió aquella obra, calificada de maravillosa, y ofreció restaurarla, aunque creía preferi- ble construir un reloj nuevo semejante, y dispuesto en la misma forma que tenía el antiguo. Esta prueba de su habilidad, unida, á lo que parece, á la protección que le dispensaba Don Alonso de Ava- los, Marques del Vasto, decidieron al Emperador á tomarle 4 su servicio, llevándole con los demás de la servidumbre en sus campa- ñas y en sus viajes por España. Del reloj antiguo que Juanelo restauró, ó que le sirvió de modelo, dan noticia todos los que refieren la coronación en Bolonia, ó que por una ú otra causa han escrito de la vida del Emperador ó de las obras de Juanelo. En las noticias de estos autores se advierten discordan- cias notables, y en las citas errores, 4 mi parecer, inexplicables; y siendo este reloj, tal vez, la obra más importante que Juanelo ejecutó en su vida, la que le dió celebridad de mecánico y de matemático, y la que ocasionó su entrada al servicio del Emperador, para venir des- pués á construir en España el Artificio, creo que no debo admitir ver- sión alguna acerca de este aparato tan ensalzado, sin examinarla de- tenidamente. Empezaré este examen, copiando á continuación lo que dice Ambrosio de Morales, entusiasta admirador y amigo de Juanelo 20 en sus Antigiedades de España (1). «Y pues he comenzado á tratar de las obras de este tan extraño y ensalzado ingenio, quiero también dejar aquí alguna memoria para quien no las ha visto..... Sólo tendré una buena ayuda en lo que el mismo Janelo me ha mostrado y dado á entender en particular de ellas. Porque, como si yo fuese capaz de comprehenderlas y gozarlas, así ha querido algunas veces enseñar- me y regalarme de esta manera. El comprehendió en la imaginación hacer un relox, con todos los movimientos del cielo, así que fuese más que lo de Archímedes que escribe Plutarco, y que lo de otro italiano destos tiempos, de quien escribe una epístola Hermolao Bárbaro á Angelo Paliciano; y salió tan adelante con el sobrepujar- los, que quien habiendo visto lo de Janelo lee lo de aquellos artífi- ces, luego entiende quan poca cosa fué todo para ponerlo en compa- ración con estotro. Porque no hay movimiento ninguno en el cielo de los que considera la Astronomía, por menudo y diferente y con- trario que sea, que no esté allí cierto y afinado por años y meses y días y horas. No había para qué poner ejemplos; mas todavía digo que se halla allí el primer moble con su movimiento contrario, el de la octava esfera con su trepidación, el de los siete planetas con todas sus diversidades, horas del sol, horas de la luna, aparición de los signos del zodiaco y otras muchas estrellas principales, con otras cosas extrañamente espantosas que yo no tengo agora en la memo- ria. Tardó, como él me ha dicho, en imaginarla y. fabricar con el entendimiento la idea veinte años enteros, y de la gran vehemencia y embebecimiento del considerar enfermó dos veces en aquel tiempo y llegó á punto de morir..... y no tardó después más que tres años en fabricarlo con las manos. .,.. Es mucho esto, pues tiene el relox todo mil ochocientas ruedas. Así fué necesario que (quitando las fiestas) labrase cada día más de tres ruedas sin lo demás, siendo las ruedas diferentes en tamaño y en número y forma de dientes. Mas (1) Zas Antigiedades de las ciudades de España, que escribía Ambrosio de Mora= les, cronista del rey católico nuestro Señor, D. Felipe II: t. IX de la Crónica gene- ral de España, pág. 337. Madrid, en la oficina de D. Benito Caño, 1792, 21 con ser esta presteza tan maravillosa, espanta más un ingenlosísimo torno que inventó, y lo vemos agora, para labrar ruedas de hierro con la lima al compás y á la igualdad de dientes que fuese menester..... En tres cosas dice Janelo que tuvo grandísima dificultad esta fábri- ca: en el movimiento del primer moble, en el movimiento de Mer- curio, y en las horas desiguales de la luna. Para vencer estas difi- cultades y poner en el relox estos movimientos con toda su certi- dumbre y diversidades contrarias, dijo que hizo llegar el arte á donde no llega el número y que él lo demostrará, siempre que fuera menester, con toda claridad. Este es un extraño y nunca oido dis- cernir y penetrar adelantando con el entendimiento. Y aunque es eran maravilla esta, en general, en Janelo es mucho mayor por preciarse él tanto..... de saber aritmética y de entender lo mucho que se puede hacer con el entero conocimiento della.» (1) Verdaderamente sorprende que un escritor de tanta erudición y de razón tan clara como Morales, haya pretendido rebajar á Arquí- medes, al primer geómetra y al sabio de mayor ingenio y profun- didad que ha habido en el mundo, declarando que sus portentosos «descubrimientos y sus obras, tenidas por maravillas, fueran poca cosa para ponerlas en comparación con el reloj de Juanelo, cuya arro- gancia, afirmando que hizo llegar al arte á donde no llega el número, concepto á todas luces oscuro y pretencioso, agotó la benevolencia del mismo Morales, su más decidido y entusiasta admirador. Es cierto que Plutarco ensalza el ingenio portentoso de Arquí- medes; pero lo hace en otros terminos, y sin acudir á los veinte años que empleó Juanelo en proyectar el reloj, ni á los embebecimientos (1) Juanelo se jactaba de aritmético, y en una ocasión en que Morales vió el Artificio, le decía «¡porque veis todo lo que he hecho en los relojes! Pues hombres he visto que saben tanta y más astronomía y geometría que no yo; mas hasta agora, no he visto quien sepa tanta aritmética como yo.» Entonces Morales repu= so «que ya no le espantaba lo que decia Santo Agustín, que quien supiese perfec- tamente todo lo que puede saberse en los números, haría cosas maravillosas y que fuesen como milagros.» (MORALES. Zas antiguedades de España. Madrid, 1792: tom, X, pág. 331.) 3 22 que le llevaron á las puertas del sepulcro. En la vida de Marcelo, que es donde Plutarco habla de Arquímedes, describiendo el sitio de Siracusa, se expresa en estos términos: «La grandeza de su alma, la profundidad de su genio, y el tesoro inagotable de su ciencia eran tales, que no ha querido dejar escrito alguno de las invenciones que establecieron su celebridad y dieron margen á que se le considerara como dotado de una inteligencia sobrehumana y casi divina... No hay razón que persuada á dudar de que vivió, según se ha escrito, encantado por una especie de sirena, su compañera inseparable, sin acordarse de comer, de beber, ni del aseo de su persona...» Lo cual es bastante y sobrado decir de un mísero mortal, pero nunca llega á las exageradas alabanzas y pasmosas sorpresas de Morales. De todos modos, el relato de este escritor prueba que, si sabía lo del relój de Bolonia, no tuvo por conveniente referirlo en las Amf1- giedades de España; y que, si lo ignoraba, sería porque Juanelo tuvo muy buen cuidado de no enterarle de la ocasión y circunstancias en que entró al servicio del Emperador. Llaguno y Cean Bermúdez, en su obra ya citada (1), se disculpan de incluir á Juanelo entre los Arquitectos, por considerarle como á uno de los primeros matemáticos de su tiempo, y por ser autor del Artificio «que tiene tanta relación con la arquitectura hidráulica». Repiten, en extracto, después, lo que dice Morales del reloj y queda ya apuntado, y en la página 101 del tomo 2.” de las Voticias de los Arquitectos, en una nota, se expresan de este modo: «Dice Sacco en el libro 7.2 de su historia Tricense (2), que el año 1529, cuando se coronó en Bolonia Carlos V, le presentaron un relój de hierro, que no solameute señalaba las horas, sino también el curso del sol, de la luna y demás planetas, traido de Pavía, en (1) Noticias de los Arquitectos, etc. t. IL, pág. 246. (2) De Italiearum rerum varietate et elegantia. Libri. X in quibus..... Ac de Ticinensium rebus antiquitus gestis..... Bernardo Sacco Ticinensi patritio auctore. Anno 1566 edita..... Tizini. Apud. Hyeronim. Bartolum. 1587.—Ticinum es nom- bre que se da á Pavía, por estar bañada esta ciudad por el río Ticinus ó Tesino, por lo cual Cean Bermúdez debió escribir Historia Ticinense en vez de Tricense. 23 cuyo castillo aseguraban haberle inventado y construido el famoso Severino Boecio, autor del tratado de Consolatione..... Si esto es cierto, como lo parece, pues que Boecio, antes de ir preso á Pavía ya había traducido en Roma, del griego al latín, á Pitágoras el músico, á Nicomacho el Aritmético, y 4 Euclides el Geómetra, é inventado un instrumento músico y el primer relój con pesas (1), siendo ade- más uno de los primeros sabios de su tiempo, no se debe dudar de que Janelo haya sido solamente un imitador ó copiante del reloj de Boecio, y no el inventor, como afirma Morales, del suyo; pero pudo muy bien haber ocupado más de los veinte años en la ejecución por el mal estado en que hallaría el otro después de mil años de cons- truido.» De modo, que Llaguno y Cean Bermúdez declaran que Juanelo no fué el inventor del relój, y se apoyan en la autoridad de Bernardo Sacco para atribuir á Boecio su construcción, y esto es inexacto, como luego se verá. Severino Boecio, filósofo, matemático y hombre de Estado, como dicen sus biografías, nació en Roma ó en Milán en 470, y murió decapitado en 525; y la coronación de Carlos V, en Bolonia, tuvo lugar en 1529, es decir, mil años después, que sería la edad del relój, si realmente hubiera sido el de Boecio el que le pre- sentaron. Stirling, en la vida monacal de Carlos V (2), tomando por autoridad á Falconnet, que, á su vez se apoya en la de Sacco, acepta una versión, según la cual el relój vino de París, y dice: «Cuando se coronó D. Carlos en Bolonia, en 1530, le trajeron de regalo desde París un antiguo y curioso reloj, construido por Zelandín en 1402 para Juan Galeazzo Visconti. Hallándose muy deteriorado, se buscó á Turriano que lo restauró, ó, mejor dicho, que hizo uno (1) En tiempo de Arquímedes eran conocidos los relojes de ruedas, movidos con resortes y pesas; es decir, siete siglos antes de que naciera Severino Boecio. Esta noticia, que no hemos visto confirmada por ningún otro autor, se encuentra en la obra titulada Te New American Ciclopedia. edit. by G. Kipley and C. A. Dana. New York, 1864: vol. V, pág. 397. (2) The Cloister Life of the Emperor Charles the Fifth. by W. Stirling. 3 edit. London MDCCCLIT, pág. 76. 24 nuevo con los materiales carcomidos por el orín, con tanta habilidad, que el Emperador le tomó á su servicio y se lo trajo á España (1).» De Zelandín ni de la procedencia de París tampoco hay noticia en la obra de Sacco, y no es posible que este autor ni otro alguno pueda decir á Ja vez que el reloj presentado al Emperador en 1529 había sido construido por Boecio, como aseguran Llaguno y Cean Bermúdez, que el mismo reloj se hubiese fabricado en el siglo XV para Galeazzo Visconti, como afirman Stirling y Falconnet. He con- sultado la obra de Sacco, y ni dice lo que admiten Llaguno y Cean Bermúdez, ni hay en ella nada que autorice la versión de Falcon- net, aceptada por Stirling. Sacco publicó el libro De Italicarum re- rum varietate, en Pavía, de donde era natural, y de donde procedía el reloj, y refiere hechos que pasaron en Italia cuarenta años antes de la aparición de su obra, por lo que las noticias recogidas en ella pueden ser aceptadas como las más verídicas y exactas. En el capí- tulo 7.* trata de los relojes construidos en Italia, y en la página 149 dice lo siguiente: «Viviendo en gran amistad Candibalbo y Theodorico, Rey de Borgoña el primero y de los Visigodos el segundo, procuraron afir- mar sus relaciones con magníficos presentes, entre los cuales fueron los más dignos de admiración dos relojes fabricados en Roma con maravilloso artificio por Severino Boecio, al cual escribió una carta el mismo Rey Theodorico, que copia Cassiodoro en sus obras, y de la que Sacco inserta el siguiente extracto: «En ella escribe el Rey á Boecio, que el Señor de Borgoña le pide con insistencia que le re- mita aquel reloj que vierte el agua en la rueda y se muestra el sol con su luz y las instrucciones para manejarlo (2). En otra carta de Theodorico á Candibalbo, le avisa que los portadores pondrán en su presencia dos relojes que destina para su deleite. En el uno, cons- (1) FALCcoNNET. Memoires de L'Academie de París. 4.*: París, 1758. vol, XX, pá- gina 440. Cita como autoridad á Bernardo Sacco. De Italicarum Rerum Varietate, lib, VII, c. 17. Papiae, 1565. (2! Ut horologium quod aquis sub modulo defluentibus, et quod Solis com- prehensa illuminatione distinguitur cum magistris rerum ei transmitteremus, 25 truido con ingenio y arte, se puede recorrer todo lo que es conocido de los espacios celestes. El otro muestra el curso del sol, sin conte- nerlo, marcando la hora por las gotas de agua.....» Trata después Sacco, en el mismo libro, de los relojes de su tiem- po, que no conocieron los antiguos, y empieza por declarar que no cree necesario demostrarlo, pues basta consultar lo escrito por Plinio en el libro 2.”, capítulo 76, y en el último del libro 7.*, en que se hace mención de los relojes, y sigue: «Boecio, que construyó en Roma los dos memorables relojes, es el más digno de celebridad, y después de su muerte no ha habido en Italia quien ejecutara tales obras.» Más adelante, añade: «Reinando Galazzo Visconti, se cons- truyó un reloj que no solo señalaba las horas, sino también los as- tros, marcándolos con notas ó manchas; anunciaba las estaciones y el curso del sol y el de la luna, ¿gnorándose quien fuera su au- tor (1). Este reloj se colocó en la torre de la fortaleza de Pavía, y, muerto el Príncipe, quedó abandonada aquella obra maravillosa, de la que se sustrajeron algunas ruedas: hasta que un siglo después, en el año 1529, en que el Emperador Carlos V se coronó en Bolonia, se lo ofrecieron como presente, en el estado en que se hallaba, descom- puesto y con todas sus piezas corroidas por el orin. Admirado el Em- perador de esta máquina, mandó que se repusiera, y, buscando artí- fices por todas partes, se presentaron varios que intentaron én vano componerla; pero uno, natural de Cremona, llamado Juan y conoci- do con el sobrenombre de Janelo, tosco de aspecto, aunque de ingenio claro, declaró, después de haber examinado tan maravillosa máquina, que podría repararse; solo que, á causa de la corrosión de las piezas de hierro, era imposible utilizarlas, y sería preferible construir un reloj nuevo semejante al antiguo y dispuesto con la misma simetría. Emprendida la obra, imitando al autor, igualándole en mérito, so- brepujándole en ocasiones y trabajando diariamente, consiguió ter- minarlo. Admirar puede nuestra edad, lo mismo que la antigua, á (1) Cujus operis auctor ignoratur. 26 sus artífices, de los que España se aprovecha, como en otro tiempo se aprovechó el Rey de Borgoña.» Sacco, en la precedente relación, dice terminantemente: que Boecio construyó en el siglo V dos relojes, uno de ellos de agua, que sería reproducción de la Clepsidra de Ctesibio, y no dice que el otro se moviera con pesas, ni tampoco indica cuál fué el paradero de estas obras, que califica de maravillosas. Añade que después de Boe- cio no hubo en Italia artífices capaces de construirlos, y que sola- mente al cabo de mil años de su muerte se fabricó, por autor desco- nocido, para Galeazzo Visconti, uno, que fué precisamente el que se colocó en la torre de la fortaleza de Pavía, y de allí se trajo como presente al Emperador cuando se coronó en Bolonia, y fué el que Juanelo restauró ó tomó por modelo para la obra que tanto ensalza Morales. De modo que, tomando por autoridad á Sacco, Cean Ber- múdez, Stirling y Falconnet, debe presumirse que lo hicieron por re- ferencias inexactas, ó que, si consultaron el original, lo hicieron con sobrada premura ó reparable negligencia. El reloj, de unos dos pies de diámetro, era casi esférico, aunque un poco más ancho que alto. Terminaba por la parte superior en forma de cúpula, y sobre ella iba colocada una torre pequeña con la campanilla de las horas y el despertador. La cubierta exterior, de latón dorado, dejaba algunos espacios en claro, por los que se veían los movimientos en su mayor parte. Por el juego de dos ó tres muelles, dice Morales, (1) «anda todo á sus pasos diferentes. Saturno en sus treinta años, y el primer moble en un día, y el sol en un año, y la luna en un mes, por la Eclíptica, y así estos y los demás en los otros sus propios movimientos. Pregun- tóle el Emperador qué pensaba escribir en el relox. El respondió que esto: Jannelus Turrianus Cremonensis horologiorum archi- tector. Parando él aquí, añadió S. M. Facile Princeps, y así está puesto todo junto. En otra parte donde está el retrato de Janelo (1) Zas Antigiedades de las ciudades de España, t. IX, pág. 339, de la Crónica ge- neral de España. 27 dice: Qui sin scies 5% par opus facere conaberis.» Morales traduce de este modo la sentencia: «Entenderás quien soy, si acometieres á hacer otra obra igual desta.» Aunque las planchas de latón tienen descubiertos los movimientos de los planetas y otros muchos más encubren todo el movimiento interior de las ruedas. Por esto, hizo otro relox quadrado, algo menor que el otro y con menos movimien- tos y púsole las cubiertas de cristal para que se pareciesen todos los movimientos de todas las ruedas. En este relox puso una harto inge- niosa y filosófica letra»: »UT ME FUGIENTEM AGNOSCAM.>» Refiere también Morales que Juanelo inventó un molino de hierro tan pequeño, que se llevaba en la manga y molía dos celemi- nes al día, «pudiendo ser de mucho provecho para un ejército, un cerco y para los que navegan, pues se mueve él solo sin que nadie lo traiga.» No se sabe qué admirar más, si la habilidad con que Juanelo ocultó el resorte, ó la candidez de Morales al examinar el molino. Cuenta, además, que queriendo Juanelo «renovar, por regocijo, las estatuas antiguas que se movían y que los griegos llaman autó- matas, hizo una dama de más de una tercia de alto, que puesta sobre una mesa, danza por toda ella al son de su atambor, que ella misma va tocando, y da sus vueltas tornando á donde partió; y aunque es juguete y cosa de risa, todavía tiene mucho de aquel alto ingenio.» Estrada (1), á las maravillas que describe Morales, añade otras, como figurillas de soldados que combatían, de caballos que se encabritaban, de guerreros que tocaban tambores y hacían sonar trompetas, y de pájaros que volaban por la habitación como si estu- vieran vivos. (1) Famrani STRADA, Romani e Societate Jesu. De Bello Belgico; decas prima. An. MDCCVITT pág. 8. Habla de Juanelo como de un hombre de superior ingenio, llamándole el Arquímedes de su tiempo. 28 No acertaré á fijar las épocas en que hizo estos juguetes, que tanta admiración causaron á sus contemporáneos (1), porque en los 27 años que median entre el de 1529, en que examinó el reloj, al tiempo de la coronación en Bolonia, y el de 1556 en que fué al re- tiro de Yuste con el Emperador, se sabe con certeza que trabajó en los dos relojes, en el grande y en el que llevaba cubierta de cristal; pero no está comprobado si en este tiempo construyó todas, ó sola- mente algunas de las máquinas mencionadas. El Emperador vivió dos años escasos en Yuste, y en los ratos que le quedaban libres, después de cumplir los deberes espirituales que se había impuesto y de despachar su correspondencia y los asuntos de Estado, iba al taller de Juanelo, á cuyo cuidado estaban los relo- jes grandes y los de bolsillo que ya se usaban, y ayudaba á su me- cánico en la reparación y construcción de estos instrumentos, cuyas ruedas, según dice Estrada, sujetaba con más facilidad que la de la fortuna. Algún autor (2) asegura que Juanelo era la primera persona que por la mañana recibía en su dormitorio el Emperador, pero parece (1) Covarrubias, en 41 Tesoro de la Lengua Castellana, impreso en Madrid en 1611, aunque incluye estas obras de Juanelo en la palabra Títeres, después de describir algunos de ellos, añade: «En nuestro tiempo lo hemos visto y fué inven- ción de loanelo, gran matemático y segundo Arquímedes. (2) BAKHUIZEN VAN DEN BRINK. «Za Retraite de Charles Quint, Analyse d'un ma- muscript espagnol contemporain par un Religieuz de Pordre de St. Jeróme 4 Juste. Tal es el título de una Memoria presentada por el autor citado á la Real Academia de Bélgica y publicada en el Compte rendu des seances de la Commission royale d'histoi- re ou recueil de sex bulletins, Deuxieme serie T. I. Prem. Bullet, S” (Bruselles 1850) pag. 33. Se tiraron aparte unos pocos ejemplares de la Memoria, y uno de ellos vino á manos de Stirling, de cuya obra antes citada (Clooister Life of the Empheror Charles the Fifth, pag. XIX) se ha copiado la noticia precedente. El manuscrito, hábilmente analizado por Bakhuinzen, se conserva en la Cour d'appel de Bruse - las. Consta de 55 páginas en fólio, de letra de fines del siglo diez y seis Ó princi- pios del diez y siete, y su título es el siguiente: Historia breve y sumaria de como el Emperador Carlos Quinto, nuestro Señor, trató de venir á se recoger al Monasterio de San Hieronimo de Juste, que es en la Vera de Plasencia y renunciar sus Estados en el principe Don Phelipe, su hiio, y del modo y manera que vivió un año y ocho meses menos nueve días que estuvo en este Monasterio hasta que murió, y de las cosas que 29 preferible la narración de Fr. J. Sigienza, Prior del Escorial é historiador de la Orden de Jerónimos, según la Cual entraba primero el padre Regla para enterarse de cómo había pasado la noche y asis- tirle en sus oraciones privadas; después el doctor Mathys; y Turria- no, el mecánico, se contaba entre las primeras visitas que reci- bía S. M. Iornoro también dónde se colocaron los dos relojes después de la muerte del Emperador, y el paradero de los juguetes. El único docu- mento en que se vuelve á hablar de estas obras, es una cédula de 26 de Mayo de 1566, en queel Rey mandó pagar á Juanelo dos mil sete- cientos cincuenta ducados (siete mil quinientas ochenta y tres pese- tas) por un reloj de cristal que había hecho, partiendo la diferencia entre dos mil quinientos y tres mil ducados, en que fué valuado por diferentes tasadores. El grande es de suponer que lo habria pagado el Emperador. Nada más he podido averiguar acerca de la vida y ocupaciones de Juanelo desde la coronación en Bolonia, 1529, hasta la muerte del Emperador en 1558. Pasa Juanelo al servicio del Rey D. Felipe II DESCRIPCIÓN DEL ARTIFICIO A la muerte del Emperador, el Rey D. Felipe IL, que se hallaba en Flandes, invitó á Juanelo á que se quedara á su servicio, con obli- gación de residir en sus renos, señalándole doscientos ducados anua- les por vía de entretenimiento, que, hasta fin de 1561, le fueron abo- nados por el Tesorero general Domingo Orbea. Acudió después al acaecieron en su vida y muerte. El autor del manuscrito oculta su nombre, pero de- clara que era monje en el convento de Yuste, uno de los cuatro que velaron el cuerpo del Emperador, y que se halló entre los ocho que fueron á acompañar el cadáver, cuando en 1574 fué trasladado al Escorial por órden del rey D. Felipe IT. 4 30 Rey suplicándole que le aumentara la pensión, porque no podía sus- tentarse con ella y era inferior á la que le tenía señalada su padre el Emperador; y el Rey, en atención á sus servicios, á su suficiencia y habilidad, ordenó que desde 1.” de Julio de 1562 se duplicase el entretenimiento (1), que se fijó en cuatrocientos ducados anuales, que montan seiscientos mil maravedises (2), con obligación de resi- dir en la Corte y de hacer relojes y otras cosas de su profesión. Ade- más se le pagarían todas las obras que hiciese para servicio del Rey, según fuesen estimadas y apreciadas. En otra cédula, fechada en el Bosque de Segovia (Valsain) á 26 de Mayo de 1563, dió el Rey licencia á Juanelo Turriano «nuestro criado y maestro de hacer relojes y otros artificios», dice el docu- mento original, para que pudiera quedarse en Madrid ó en Toledo á hacer «ciertas cosas» de su profesión tocantes al servicio del Rey, según lo dejaba ordenado, y mientras iba á celebrar Cortes de la Co- rona de Aragón. Infiero que estas «ciertas cosas» eran el artificio para subir el agua del Tajo al Alcázar, confrontando la fecha de esta cédula con las que se citan en otra orden de 20 de Octubre de 1570, extractada en la pág. 18, y según la cual tuvo Juanelo ocupado el molino junto al puente de Alcántara desde 1. de Enero de 1564 á 14 de Mayo de 1566; debiendo añadir ahora que por otra cédula de (1) La cédula real, refrendada por Pedro de Hoyo y dirigida al pagador de las obras del Alcázar de Madrid, está fechada en Madrid á 16 de Julio de 1562. Puede verse la copia de este documento en la pág. 245 del t. II de las Voticias de los Ar- quitectos y Arquitectura de España, por Llaguno y Ceán Bermúdez. Madrid, 1829. (2) Debe decir ciento cincuenta mil maravedís en vez de seiscientos mil. El error es manifiesto, porque un ducado valía 11 reales y un maravedí (Breve Cotejo y Valance de pesas y monedas, por D. José García Cavallero. Madrid, 1731, pág. 219); y teniendo cada real treinta y cuatro maravedís, un ducado tendría trescientos setenta y cinco maravedís y cuatrocientos ducados ciento cincuenta mil mara= vedís, y se comprueba con otros documentos de aquella época, en que se estam- pan equivalencias iguales á la apuntada. En real cédula, por ejemplo, de 16 de Agosto de 1563 manda el Rey al pagador de los Alcázares de Madrid abonar á Juan Bautista Toledo, Arquitecto mayor de ellos, doscientos ducados, que montan se- tenta y cinco mil maravedises, de modo que el duplo, es decir, cuatrocientos du= cados, debían valer ciento cincuenta y no seiscientos mil maravedís. 34 la misma fecha (20 Octubre de 1570) manda el Rey comprar el mo- lino que Juanelo había elegido y señalado para sentar y plantar el artificio. «Y porque estando, como ya está hecho el dicho ingenio, y habiendo de quedar y permanecer en dicho sitio, habemos acordado de mandar comprar y que se compre para Nos y para servicio de dicho ingenio el dicho molino» (1). Es, por consiguiente, claro y terminante, que“el Rey le dió licen- cia 4 mediados de 1563 para que se quedase en Madrid ó en Toledo; que desde 1.” de Enero del año siguiente de 1564 tuvo ocupado el molino; y que en 1570 funcionaba el artificio, que, según declara Juanelo en un poder que otorgó á favor de Juan Antonio Fascole, y del que á su tiempo se hablará, se terminó en 1568. Juanelo contó 4 Morales que, hallándose aún en Italia, oyó al Marqués del Vasto dolerse de la escasez de agua que sufrían los tole- danos por la dificultad de elevar la del Tajo á la gran altura en que se encuentra la ciudad, asegurándole que desde aquel día había em- pezado á proyectar el artificio, que sólo al cabo de 38 años pudo ver instalado. Estrada lo confirma hablando de la historia del Emperador en Yuste, pues supone que tomaría parte en el estudio del acueducto de Toledo, en el que constantemente meditaba Turriano (2) y de cuya máquina hace también los mayores elogios. El Lombardo construyó primero un modelo del aparato, y Mora- les, que tuvo ocasión de examinarlo, describe de este modo lo que él llama la grandeza y extraña profundidad de la invención. «La suma de ella es enexar (3) ó engornar (4) unos maderos pequeños en Cruz por en medio, y por los extremos, de la manera que en Roberto Valtu- rio está una máquina para levantar un hombre en alto. Estando todo el trecho así encadenado, al moverse los dos primeros maderos junto (1) Noticia de los Arquitectos. t. TI, pág. 246. (2) Quim etiam ad Toletani Aqueductus archytecturam, cujus imaginem tum conci- piebat animo Turrianus. De Bello Bélgico, Decas prima, pág. 8. (3) Enejar. Echar eje á un carro, etc., ó poner una cosa en eje. Diccionario de la Leugua Castellana. Undécima edición. (4) Engoznar. Clavar ó fijar goznes. Ib. 32 al río, se mueven los demás hasta el alcázar con gran sosiego y sua- vidad. Y esto ya parece que estaba hallado por Valturio..... Mas lo que es todo suyo (de Juanelo), es haber enexado y engornado en este movimiento de la madera unos caños largos de latón, cuasi de una braza en largo, con dos vasos del mismo metal da los ca- bos, los cuales, subiendo y abasxando con el movimiento de la ma- dera, al baxar el uno va lleno y el otro vacío, y juntándose por el lado ambos, están quedos todo el tiempo que es menester para que el lleno derrame en el vacio. En acabando de hacer esto, el lleno se levanta para baxarse y juntarse con el lleno de atrás, que tam- bién se baxa para henchirle..... Esta es la suma del artificio.» He suprimido las interminables alabanzas al inventor que en ella intercala Morales, y las repeticiones con que pretende aclarar lo que resultará siempre oscuro y confuso sin el auxilio de un diseño. Yo declaro que, después de haber leido muchas veces la relación de Mo- rales y de haber intentado con el lápiz y el compás trazar la má- quina de Juanelo, tuve que rendirme, convencido de que el empeño era superior á mis fuerzas. Los autores que tratan del artificio no deben haber sido más afortunados, porque todos se limitan á copiar ó á extractar la noticia de Morales, sin añadir cosa alguna para acla- rarla. He buscado un dibujo del artificio, sin fruto alguno, en archi- vos y bibliotecas; y, perdida la esperanza de llegar por este camino á ver satisfecha mi curiosidad, me decidí á hojear obras de arquitec- tura, de mecánica y de arte militar de aquella época, en busca de lá- minas ó descripciones de algo que pudiera parecerse al artificio, y lo que con diligencia y trabajo no pude conseguir, me lo proporcionó la casualidad, examinando un libro rarísimo que D. Constantino Ar- danáz, amigo mío y distinguido y sabio Ingeniero del Cuerpo de Caminos, Canales y Puertos, que tantos hombres esclarecidos ha dado á la patria, trajo de Italia cuando volvió de estudiar los céle- bres riegos del Milanesado y de la Lombardía. El título de la obra es el siguiente: . pS MA AMÓ EY y » y a ¿ Ó% J. Laurent y C.*, Fotog * Madrid MAQUINA DE RAMELLTI, PARA ELEVAR EL AGUA DE UN RIO. 33 Le diverse et artificiose Wachine del Capitano Agostino Ra- melli dal ponte della Tresia, Ingeniero del Chrifftianifimo Re di France et di Pollonia. Nelliquali si contegno var: et industriose Movimenti degni dá grandissima speculatione per cavarne beneficio infinito in ogni sorti d' operatione. Composte en lingua Italiana et Francese, A Parigi in Caja del autore, có privilegios del Re. 1588. Quiso la casualidad que yo abriese este libro por la lámina co- rrespondiente al cap. XOV, que representa una máquina para elevar agua, en la que inmediatamente reconocí el artificio de Juanelo que describe Morales, descripción que se había grabado de tal ma- nera en mi memoria, que sin necesidad de acudir al texto se acla- raron mis dudas y comprendí, como comprenderá inmediatamente el lestor, con la simple inspección de la lámina adjunta (figura 2.*), la ponderada máquina de Toledo. Dí cuenta de este hallazgo 4 D. Juan Eugenio Hartzenbusch, y al cabo de algunos días me enseñó un ejemplar (1) en perfecto estado de conservación, que existe en la Biblioteca Nacional, donde podrán disfrutar de los magníficos grabados que contiene los aficionados á combinaciones de movimientos complicados é ingeniosos. A, en la lámina adjunta (figura 2.*), representa una rueda hi- dráulica de paletas, a a, movida por la corriente de un río. En el centro de la corona de la rueda hay colocados unos cajones ó vasos, b hb, que recogen el agua en el río y la elevan vertiéndola de costado en el re- ceptáculo RR, exactamente como en los Azudes ó Azudas, que todavía (1) Esta obra es tan rara, que Ewbank, uno de los autores más diligentes y afortunados en la investigación de libros de la antigúedad, se lamenta en su his- toria, citada con repetición en esta noticia, de no haber hallado un solo ejemplar de ella en toda América. 34 se ven en el Genil, Guadalquivir y otros ríos de España y que en las huertas de Orihuela y Murcia llaman Noras. En el eje de la rueda hidráulica van colocadas dos ruedas denta- das, G y H, que giran naturalmente en el mismo sentido que la rueda motriz, pero que alternativamente, porque á la vez sería im- posible estando ajustadas en el mismo eje, engranan con la lin- terna 7. Estas ruedas, por consiguiente, no tienen dientes en toda su Corona, sino en uno de sus cuatro cuadrantes, y en cada uno de ellos es distinto; es decir, que si se numeran los cuadrantes, y la G, por ejemplo, lleva dientes en el primero, la 1 los lleva en el tercero, con el fin de que, girando sin cesar las dos con el eje de la rueda mo- triz, los dientes de (7, engranando en los husillos de la linterna /, la obliguen á girar hacia la izquierda (del que mira de frente á la lá- mina) todo el tiempo que empleen las ruedas en la revolución de los primeros cuadrantes; mientras pasan los segundos, en los que no hay dientes ni de (7 ni de HT, la linterna estará inmóvil; pero al lle- gar á los terceros aparecen los dientes de H, que hacen girar á la linterna 7 á la derecha, que estará otra vez inmóvil mientras pasen los cuartos cuadrantes, en que tampoco hay dientes. De este modo se consigue comunicar á la linterna un movimiento giratorio alterna- tivo á derecha é izquierda, con paradas también altera sin AE cese el movimiento de la rueda motriz ó hidráulica. La linterna 7 gira con su eje vertical, que se prolonga hacia arriba para recibir otra linterna, £, en la que se repiten los movi- mientos y paradas de la linterna inferior /. La £ trasmite sus movimientos á dos trozos de ruedas denta- das, E, V, cada una de las cuales lleva su eje independiente, y los dientes, á diferencia de lo explicado para las inferiores, están los de una rueda enfrente de los de la otra, para que, cuando la linterna L gire de derecha á izquierda, ó viceversa, engranen á un tiempo las dos ruedas 7, V en sus husillos, y comuniquen á la vez movimiento á los tirantes de hierro, ascendentes, P y /", de avance al uno y de retroceso al otro, porque las dos ruedas E y V, engranando á la vez en la linterna, tienen forzosamente que girar en sentidos opuestos. 35 Como á los tirantes van unidos, en dos filas paralelas, los bra- zos MM..... y 00..... y sobre ellos sujetas las canales y cajas K, B, se logra que estas suban y bajen alternativamente, vertiendo las M M..... el agua, que recibieron en la oscilación anterior, en IastOO....... y tomando agua la D en el recipiente cuando la má- quina se halla en el período de movimiento que indica la lámina, es decir, cuando el tirante /" ha avanzado y el P retrocedido. A este movimiento sigue una parada por la dependencia en que están los tirantes de hierro con los movimientos y paradas de la lin- terna 7. Durante ella, los vasos 4, M..... se desagnan y llenan las cajas de los O, O..... Terminada la pausa, las linternas / y L giran á la izquierda, y la última en su movimiento arrastra á la rueda V, que hace avanzar al tirante P para que los vasos M, M..... , ya vacíos, vengan á colocarse en posición de recibir (en una posición semejante á la que tienen en el dibujo los O, O.....) y también á la rueda £, que hace retroceder al tirante FF, para que los vasos O, O.... se levanten y viertan en los M, M..... durante una pausa en que pasan cuadrantes de las ruedas GF y 4H, que no están dentados. En la lámina de Ramelli, las canales Mí, B, están representados en una posición inclinada fuera de los planos verticales, correspon- dientes á los maderos NV, S; pero en esta forma, al bajar XK, por ejemplo, para recibir el agua de D, la caja quedaría muy apartada de esta última; y con el fin de que el lector pueda fijarse en la verda- dera posición de estas cajas, he trazado el croquis adjunto /[ig. 3.”), en el que se representan en proyección horizontal sobre los dos ma- Figura 3.* deros NW, S, y en el que se demuestra que se juntan por el lado ambos, como dice el cronista. 36, Si el lector, en vez de las cajas y canales XK, B, coloca mental- mente vasos y tubos de latón sobre las palancas 4%, M.....0,0...., observará que se realizan, con la máquina descrita, los movimientos, pausas y elevación del agua en la misma forma que describe Morales el artificio de Juanelo. En éste había también su rueda hidráulica, aunque no la men- cione el cronista en la descripción que él titula La manera del acueducto; pero á esta sigue la exposición de dos cosas de extraña maravilla, que no son más que consecuencias de los movimientos explicados, y viene lo que llama comparación, en la que se explica de este modo: «Las particularidades de grande maravilla que hay en el artificio son muchas; mas dos ponen mayor espanto que todas las otras. La una es templar los movimientos diversos, con tal medida y proporción, que estén concordes unos con otros y sujetos al primero de la rueda que se mueve con el agua del río, como en la más baja arteria del pie humano y en la más alta de la cabeza se guarda una perpétua uniformidad y correspondencia. ....» La otra -particulari- dad de grande maravilla, de que habla Morales, es que sin cesar el movimiento de la madera (de la rueda del río y de las dentadas) se paren los caños el tiempo necesario para henchirse los unos y vaciarse los otros: lo cual no le hubiera parecido sorprendente ni pasmoso si se hubiera fijado algo más en los movimientos de las ruedas y de las linternas que él llama madera. En la rueda hidráulica del artificio no habia los cajones b, b..... de la lámina del Libro de Ramelli, que se ha explicado, porque en otro párrafo separado, que titula Particularidades maravillosas del Aqieducto, dice que la forma de la cadena y arcaduzes de cobre con que al principio se toma el agua del río, es también invención propia de Juanelo, y tiene mucha novedad y facilidad en el mo- vimiento, como se parece en las anorias semejantes que Juanelo ha hecho después en Madrid. La figura 4.*, (1) copiada de la obra ma- (1) Existe en la Biblioteca nacional una obra manuscrita, titulada Los veinte y un libros de los Ingenios y Máquinas de Juanelo, los cuales mandó escribir y de- 37 nuscrita de Juanelo, representa una de las Anorias de [Madrid. La única novedad que en ella se advierte es, que en el fondo del pozo se Figura 4.* ha colocado un rodillo para guiar las cadenas, como si se hubiera pro- puesto Juanelo aumentar, sin necesidad alguna, el rozamiento en el mostrar el católico Rey D. Felipe II, Rey de las Españas y Nuevo Mundo. Dedi- cados al Serenísimo Sr. D. Juan de Austria, hijo del católico Rey D. Felipe IV, Rey de las Españas. La dedicatoria no puede ser de Juanelo, que murió mucho antes de que naciera el Principe, lo cual, unido á los claros que se advierten en la obra y á algunos pasajes ininteligibles, han hecho sospechar que los manus- critos de la Biblioteca Nacional no sean el original, sino una copia de la que es- 5 38 aparato. La cadena de cobre, cuya construcción no puede averi- guarse por el dibujo, es un verdadero perfeccionamiento en reem- plazo de las maromas de esparto, y la forma de los arcaduces, mucho mejor para verter de costado que la de los cangilones de barro de las norias comunes; pero el rodillo inferior no pudo tener aplicación en Toledo, porque la cadena iba ajustada á la circunferencia de la rueda hidráulica. Pero todavía, después de reemplazar los canales con tubos y vasos de latón y los cajones de la rueda hidráulica de Ramelli con la ca-. dena y arcaduzes de cobre, queda por explicar lo de los maderos pequeños en cruz enejados ó engoznados por en medio y por los extremos, á la manera que en Roberto Valturio está una máquina cribió Juanelo. Llaguno y Cean Bermúdez, en sus Noticias de los Arguitectos y de la Arquitectura de España, insertan en el t.II, pág. 250, un informe escrito por Don Benito Bails, en el que examina, por separado, cada uno de los cinco tomos de que consta la obra de Juanelo. Comprende el primero tres libros, en los que se trata de cuanto pertenece á buscar, probar y conducir el agua, con un tratado.de nivela- ción y más de cuarenta recetas de betunes para enchufar los caños. En el segundo tomo, dividido en cinco libros, se explican losacueductos, minas para alumbramien” tos de aguas, acequias de riego, canales de navegación, obras para hacer los ríos navegables, conducciones de aguas, desecamientos ó drenajes, construcción de pesqueras ó viveros de pescados, de diques y presas, cisternas y algibes y baños de agua fría y caliente. El tomo tercero contiene tres libros, que abrazan la construc- ción de los molinos de granos y de aceites, los batanes, fabricación del almidón, ingenios de azúcar, de bruñir armas, de lavar lanas y de paños teñidos, fabrica- ción del alumbre y de la sal, y varios modos de sacar agua, levantándola á cierta altura, entre los cuales ni existe la descripción del artificio, ni se hace mención de Toledo ni del río Tajo. El tomo cuarto está dividido en cinco libros, en que se trata de los medios de pasar los ríos, como son las barcas, balsas, puentes de madera, de piedra, de barcas, y con este motivo trata extensamente de la madera, de la piedra y de las fabricaciones del ladrillo, la teja, la cal y el yeso; y por último, describe un puente quebrado, de su invención, para ríos en que han de pasar naves de gran arboladura. Los tres libros del quinto y último tomo, contienen las Obras marítimas, los relojes de agua y los riegos. Bails califica este tomo del más pobre entre los cinco. Opina que la obra está escrita con poco método, y del estilo dice que, además de su estupenda pesadez y cansabilísimas repeticiones, es bárbaro en casi toda ella. 39 para levantar un hombre en alto, con cuyas palabras empieza Mo- rales la descripción del Artificio. La figura 5.*, tomada de la obra de Valturio (1), representa una escala compuesta de maderillos enajados en cruz por en medio y por Figura 5." los extremos, cuya invención no puede atribuirse á Valturio, porque en la obra de Vegecio, también De Re militari, anterior en más de (1) RoBerTUM VALTURIUM. De Re militari. Lib. X, pág. 259. Parisis, MDXXXTITI. La primera edición es de 1472, y se tradujo al francés en 1555. El autor vivía aún al final del siglo XV. 40 mil años á la de Valturio, no sólo se encuentra la escala, si no un guerrero subiendo por ella, como puede verse en la figura 6.* (1) == 4 y E t E hi fl - L LE / LS k ! — 2 =— PRENSAS NA E Ln a Figura 6." De qué manera aplicó Juanelo esta escala de maderillos al Arti- ficio es lo que no puede inferirse de la descripción de Morales. Sólo (1) FLavio VeeeTI RENATI viri. De Re militari. Libri V. Apud Christianum Vechelum. Lutetiz MDXXXII (decimo Kalendas september) pág. 161. Vegecio de- dicó su obra, en el siglo IV, al Emperador Valentiniano IT. 44 penetrando en el terreno de las conjeturas será posible completar la máquina con arreglo á esa descripción, fijando el objeto y la situación de la escala. Afortu- nadamente, la rueda motriz con sus arcadu- A Figura 1" ces, los engranajes de ruedas y linternas, y los movimientos y pau- sas de los tubos con sus vasos, que es lo esencial, queda aclarado. La escala de maderillos, en mi opinión, servía de tirante ó biela, 42 como ahora se dice, para la trasmisión del movimiento á los tubos de latón y á los cazos, reemplazando á los tirantes de hierro P y FP de la lámina de Ramelli. Lo más sencillo, y tal vez lo más proba- ble, sería suponer que la escala de maderillos, colocada en la situa- ción que se representa en la figura 7.*, sirviera de tirante para dar á los tubos de latón los movimientos de subida y bajada por medio de la rueda que se ha marcado con la letra V, para indicar que funcio- naría como la que con la misma letra se figura en el aparato de Ra- melli para mover las canales MM..... Naturalmente, otra rueda igual y paralela á la anterior y de la que en la figura 7.”, sólo se ve el trozo JE, porque lo restante lo tapa la rueda V, sería indispensable para la otra serie ó fila de canales. De los dos dibujos que comprende la figura 7.*, el superior representa un solo tirante en las dos posicio- nes extremas del movimiento que recibe de la rueda V; en la más avanzada, el tirante, los tubos y cazos están representados con líneas de puntos, y no se ve más que la rueda V y el madero V. Esta po- sición corresponde al período en que los vasos reciben agua de los de la fila opuesta. La posición extrema de retroceso del tirante con los caños y vasos se ha figurado con lineas llenas. En ambos casos los brazos que sostienen los tubos y los cazos, giran en los muñones a, a, a... que no cambian de posición, según se ve en el aparato de Ramelli (fig. 2.*) y en los puntos de unión de los brazos con los ti- rantes se suponen articulaciones marcadas por las letras 5, 0, 0... En el dibujo inferior se representan con líneas de puntos la rueda 4, el madero S y los tubos o, o... recibiendo agua de los caños 2, 2, MA... que con su tirante, rueda Y y madero NW se figuran con líneas lle- nas. En los movimientos de avance y retroceso, los rombos que for- man el tirante ni se alargan ni se acortan; es decir, que las longi- tudes de sus diagonales permanecen invariables. Si en vez de suponer que la escala de Valturio funcionó como tirante rígido, según queda expuesto, se pretende que sé utilizó como un tirante compuesto de palancas articuladas, serían innecesa- rios los maderos N, £S. En la figura 7.* bis, he representado las posiciones extremas que QT] Eu E 5, g S S = S 8 IS 8 S 3 E MET Figura 7.* bis. S = Y: hh tomaría el tirante, compuesto de palancas articuladas. Enel dibujo superior de la figura se supone que los cazos ó vasos están recibien- do agua, y en el inferior que se están desaguando; pero es muy difícil, si no imposible, representar á la vez la fila de los caños que reciben y la de los que se desaguan. Yo confieso que no he acertado á combinar estos movimientos, porque al girar las ruedas V, Z, (V. fig. 2.*) los maderos en que van sujetos los canales que reciben y vacían el agua alternativamente, giran en ejes ó muñones que tienen una posición invariable, y en el caso de la figura 7.* bis estos ejes ó muñones », 7r, +”, 7, cambian de posición, es decir, que avanzan y retroceden al abrirse ó cerrarse el sistema de palancas articuladas. De aquí resulta que la distancia entre dos caños consecutivos se alar- sa enel movimiento de retroceso (dibujo inferior), porque los rombos formados por los maderillos se estiran según la dirección general del tirante; y en el de avance (dibujo superior) se acorta la distancia, porque los rombos se extienden perpendicularmente al eje del tiran- te. Si la escala hubiese funcionado, lo que no es creible, como ti- rante de palancas articuladas, los maderos V y S no figurarían en la máquina, y el tirante iría unido al gran murallón que desde el río se elevaba al Alcázar, y cuyos restos, conservados hasta hace algu- nos años, se representan en la figura 8.” Por las dificultades expuestas con que he tropezado, y por la oscuridad con que Morales describe el Artificio, me veo precisado á declarar que la única solución, 4 mi parecer, para aplicar la escala de Valturio á la máquina de Juanelo, es la representada en la figura 7.*, en la cual los maderos que sostienen los tubos y cazos giran en apo- yos fijos, a, a, a, abiertos en los largueros V, S, como en la máqui- na de Ramelli (fig. 2.*) El tirante del artificio, compuesto de maderillos, es un órgano perfecto, muy superior á las barras de hierro y argollas de Ramelli, que en los cambios tan frecuentes del movimiento de la máquina producirían necesariamente choques y trepidaciones que abreviarían su duración. Debo confesar que no comprendo la necesidad de dos vasos en 45 cada caño, de que Morales habla con repetición. Entiendo que lle- nándose siempre todos ellos, lo mismo los de una fila que los de la otra, por los extremos más próximos al río, bastaría con uno, pu- diendo el tubo, por el lado opuesto, descargar directamente en el vaso del inmediato de la otra fila, como en el aparato de Ramelli (fig. 2.) Figura 8.* Morales ni define ni da siquiera idea de la forma de los vasos, que el vulgo dió en llamar cazos y cucharas; pero, hablando de las particularidades maravillosas del Acueducto, dice que una de ellas «es la forma de los vasos, acomodada con un estraño talle, para dar y recibir sin que se vierta una gota.....» y sigue, como siempre, en- salzando el ingenio de Juanelo por esta invención. No es fácil dedu- cir de todo ello cómo estarían colocados los vasos; pero creo que no se apartaría mucho su forma y colocación de la figurada en el ad- 6 46 junto diseño (/ig. 9.*), que representa el recinto en que ha de fun- darse la pila de un puente, desaguado por medio de cigiieñales con vasos de extraño talle como diría Morales. El dibujo está tomado de la obra de Ramelli anteriormente citada. Figura 9.2 Todavía, en la figura 10.*, puede verse otro caso parecido en el ingenioso cigiieñal descrito por Besson en el año de 1568 (1) en el (1) Teatro de los instrumentos y figuras matemáticas y mecánicas, compuesto por Diego Besson, Dotor (sic) matemático francés, con la interpretación de cada figura, hechas por Francisco Beroaldo, nuevamente impreso en León de Francia por Ho- racio Cardon, MDCIT. £7 cual una rueda horizontal de paletas, movida por el agua, hace girar un árbol vertical, al cual va sujeto y gira con él un cono trun- cado inverso, al que se ha dado una sección oblícua para obtener un borde en espiral. Sobre ella resbala la palanca, en cuyos extremos van los cubos ó vasos del cigiieñal, que, subiendo y bajando alter- nativamente por la rotación del cono, elevan el agua al recipiente. A O IS Ftgura 10. Juanelo dió prueba evidente de su gran ingenio poniendo en marcha un aparato tan complicado como el Artificio, en el que se emplearon 200 carros de madera «harto delgadita» y 500 quintales de latón (1), porque no teniendo más que una braza de largo cada uno de los tubos y distando el Alcazar 600 metros del río, no baja- (1) Parece equivocada esta cifra, porque no habiendo costado el Artificio más que unas 62.000 pesetas, no se comprende cómo se ha podido cubrir con esta can- tidad el importe de 500 quintales de latón en tubos y cazos, el de la construcción del muro ó murallón, las ruedas, arcaduces, cadena, etc., ebc. 48 rían de 400 los tubos que á la vez estarían en movimiento; y á esto, que debía ofrecer dificultades inmensas, se agregaba que no pudo marchar en línea recta, sino que los tubos, según cuenta Morales, «iban dando vueltas y traveses y ángulos y rincones, y fué menester nuevo artificio para continuar y proporcionar allí el movimiento.» No es extraño, pues, que causara gran admiración entre sus Con- temporáneos, más aún que el invento, la instalación de una máquina con la que logró Juanelo subir el agua del río á cerca de 90 metros de altura. Difícil es averiguar quién sea el inventor de este artificio. Ra- melli publicó su obra en 1588, y el de Toledo empezó á funcionar 22 años antes, en 1566. La prioridad en favor de Juanelo es evidente; pero snponer que Ramelli copió el aparato de Toledo reemplazando los caños yy tubos de latón y el tirante, en forma de escala, por cajas y canales de madera y tirantes de hierro, para desfigurar el que tomó por modelo, dándole un aspecto más primitivo, sería acusar al primero de una superchería que no podría justificarse y que tendría todo el aspecto de una maliciosa é interesada apreciación. Admitir que Juanelo, teniendo conocimiento de la lámina de Ramelli, antes de su publicación (1), enmascaró el aparato con el tirante de madera y tubos de latón, además de violento é infundado, sería atentato- rio á la opinión de las autoridades contemporáneas, que proclamaron el ingenio, la habilidad y la ciencia del arquitecto y matemático de Felipe IL. (1) Ramelli, recomendándose á sus lectores, dice que algunos de sus ayudan- tes le sustrajeron muchos diseños, dándolos á la estampa desfigurados para encu- brir el hurto, y explica los hechos en términos tan expresivos como los si- guientes: «Alcuni domestici (che per modestia non mi pare da nominare) liqualicoldarmi titolo di virtuoso, in apparenza lodandome, ma pero in esistenza se stessi honoran- do, mi anno levato clandestinamente, molti disegni particolari et a quegli hor aggiungendo, etc., diminuendo alcuni inutile minuzie da lor yani caprici inven- tate, et hor stravolgendole over in altra parte distornandoli per coprire i furti loro, gli hanno per cosi mutilati, atributi colle stampa a se stessi propii, con desi derio de comparire ala presenza del mondo ornati di belle piume.» 49 Descartando de la máquina la rueda hidráulica ó azuda y los engranajes, usados por todas partes en el siglo diez y seis, no queda para los artificios de Juanelo y de Ramelli más que los tubos y cazos del uno y las cajas y canales del otro, que en su hechura, en el trabajo que desempeñaban y en sus movimientos, cualquiera verá, sin gran esfuerzo, los cigiieñales conocidos y empleados por todas las naciones, en épocas cubiertas ya por el espeso velo de la más remota antigiiedad. Y renunciando á presentar ejemplos de riegos con cigiieñales, anteriores en 1500 años á nuestra era, y usados de muy antiguo en la India, en Egipto, en Asia Menor, y aun en España, y sin preten- der rebajar en nada el ingenio de Juanelo en la instalación de su máquina, me atrevo á sospechar que algo parecido al Artificio debió existir en alguna lámina ó diseño, ó establecido en la orilla de algún río, antes que se montara el de Toledo y se publicara posteriormente la obra de Ramelli. Ramelli y Juanelo fueron contemporáneos y compatriotas, na- cido en el Milanesado el uno y en la Lombardía el otro; brillaron como matemáticos, y los dos estuvieron al servicio del Emperador: Juanelo desde la coronación en Bolonia, y Ramelli, que abrazó la carrera de las armas, á las órdenes de Marignan, uno de los generales más hábiles de Carlos Quinto. Juanelo nació treinta años antes que Ramelli, y murió en 1585; Ramelli vivió hasta 1590. El último, des- pués de haber servido bajo la bandera española, pasó á Francia, en donde fué muy bien recibido por el Duque de Anjou, que más tarde reinó en su país y en Polonia con el nombre de Enrique III, y, nom- brándole su Ingeniero, le señaló una pensión considerable. Los ante- cedentes de estos dos Ingenieros, que vivieron al amparo y bajo la protección de sus respectivos soberanos, les ponen á cubierto de sos- pechas qne no serían admisibles sino tratándose de aventureros de profesión. Por eso he supuesto que verían diseños ó algún aparato instalado en Italia, de donde tomaron los dos idea de los artificios para elevar el agua, que cada uno de ellos perfeccionó á su manera. El resultado que dió el Artificio, económicamente considerado, 50 no corresponde á los elogios que se tributaron al autor, porque al día no elevaba más que cuatrocientas cargas de agua, equivalentes á mil seiscientos cántaros, ó sean 162 hectólitros en 24 horas, que re- presentan cinco reales fontaneros: exígua dotación á la que alcanza, en el Estío, la fuente de cualquier aldea. Juanelo se había obligado por escritura pública, otorgada en 1565, á dar á la Ciudad de Toledo cierta porción de agua (1) per- manente que manase junto al Alcázar, y de allí se pudiese llevar á toda la Ciudad; y ésta á dar á Juanelo ocho mil ducados de oro (veinte y dos mil cincuenta y nueve pesetas) por una vez, pagados quince días después que el agua corriese en el Alcázar, y además mil novecientos ducados anuales (cinco mil doscientas treinta y nueve pesetas) perpétuamente por las costas, cuidados y reparos que había de hacer para la conservación de la máquina. Y, creyéndose la Ciudad agraviada enormemente con el contrato, se resistió 4 cumplirle por su parte, y el Rey, en cédula de 12 de Diciembre de 1573, cinco años después de haber empezado á funcionar el Artificio, mandó que Toledo nombrase un sujeto con poder bastante para tratar y finali- zar este negocio con Juanelo. Nombró la Ciudad en 29 de Octubre de 1574 á su regidor Luis Gaytán de Ayala; y Turriano, por ha- llarse enfermo en cama, á su amigo Juan Antonio Fassole, en 14 de Diciembre del mismo año. Quiso también Su Majestad presentarse interesado, pues había adelantado á Juanelo ocho millones cuatro- cientos mil setecientos sesenta y nueve maravedis (sesenta y un mil setecientas setenta pesetas), y porque el Alcázar disfrutaba de la mayor parte del agua; para ello, nombró al licenciado Juan Díaz de Fuentemayor, de su Consejo y Cámara. En este estado mandó pasar el expediente á la Junta de Obras y Bosques, en la que se con- vinieron los tres apoderados, con fecha 20 de Mayo de 1575, en lo que sigue: 1.2 Que Juanelo desista del contrato que hizo con la Ciudad, y S. M., atento á que el agua que subía por el Ingenio había servido y (1) Noticia de los Arquitectos, t. 1, pág. 103. 5 servía para el Alcázar, la tomaba para sí, dando á Juanelo por libre de ocho millones cuatrocientos mil setecientos sesenta y nueve maravedises (sesenta y un mil setecientas setenta pesetas) que para hacerle se le habían ido dando de la Real Hacienda. 2.” Que quedase para S. M. el agua que subía por el Ingenio, que entre día y noche serían mul seiscientos cántaros de d cuatro azum- bres, obligándose Juanelo á hacer buena esta cantidad sin mengua ni falta. 3.2 Que considerando había seis años que Juanelo acabó su pri- mer Ingenio, de que se había aprovechado el Alcázar, dando Juanelo en adelante la que fuese menester, se aprovechase de la demás para hacer el segundo Ingenio, que tenia comenzado y que se proponía que se acabaría en cinco años. 4. Que á costa de S. M. hiciese Juanelo de modo que subiese el agua, y se pudiese repartir en el Alcázar seis ú ocho pies más alto que el piso del patio. : 5. Que se obligue á hacer en cinco años el segundo Ingenio, suministrando S. M. los caudales que, según se presumía, ascende- rían para concluirle á ocho ó diez mil ducados (unas veinticinco mil pesetas), quedando á beneficio de Juanelo el agua que subiese. 6.” Que se le diesen gratis los suelos en que se plantó el primer Ingenio y se plantase el segundo. 7.2 Que la Ciudad diese á Juanelo seis mil ducados (diez y seis mil quinientas cuarenta y cuatro pesetas) por una vez, ó el censo que en ellos se montase, á razón de catorce mil al millar, como quiera de no seguírsele otra utilidad que la de serviráS. M., respecto que el agua quedaba á beneficio de Juanelo. El Rey aprobó este con- trato por cédula del día siguiente (21 Marzo de 1575.) Reg. 4.” de Obras y Bosques, fól. 168 (1) De lo expuesto en las cláusulas precedentes, se infiere que el agua no subió más que hasta el suelo del patio del Alcázar, y que no (1) Citado por Llaguno y Cean Bermúdez en su Noticia de los Arguitectos, tomo II, pág. 248, 52 podía repartirse á las dependencias del edificio; que la Ciudad, ale- gando que había sido lesa y damnificada, quedaba relevada de cum- plir lo pactado con Juanelo; y que para remediar la falta de agua se ordenaba el planteamiento de un segundo Ingenio. Prueban, además, que toda el agua, ó la mayor parte, se consumía en el Alcázar, por lo cual el Rey perdonó á Juanelo el adelanto que le había hecho para la construcción del Artificio, haciéndole donación de los terrenos en que se instalaran el primero y segundo Ingenio. Tal vez algún vecino afortunado sacaría agua del Alcázar para su consumo; pero en la Ciudad no han quedado restos de cañerías ni fuentes que denuncien la distribución del agua que se subía del Tajo. A pesar de esto, la máquina entusiasmó de tal manera á todos los que tuvieron ocasión de verla, que se pensó en poner la esta- tua del autor en el Artificio, y para ello, Juanelo hizo escribir esta Inscripción: Virtus numquam quiescit, que traduce Morales de este modo: «La fuerza de un grande ingenio nunca puede sosegar»; y admirado del modelo y de la obra del Acueducto, de la estatua y de su gentil mote, envió 4 Juanelo un epigrama y dedicatoria en latín, en que le pone por las nubes, di- ciéndole que dominó con el arte á la naturaleza, y que, subyugando al Tajo, le hizo subir á la proximidad de las estrellas (1). No se ha encontrado la estatua; pero en el Museo Provincial de Toledo se guarda el busto de Juanelo, en mármol blanco, debido al cincel de Berruguete, con la inscripción Janellus: Turrian: Cremon: Horolog: Architect. del que se ha sacado la fotografía que va al frente de la portada, y (1) Puede verse el epigrama y dedicatoria en el tomo IX de la Crónica general de España. 33 en el Museo Arqueológico de Madrid una medalla en bronce que lleva en el anverso el retrato de Juanelo con la misma inscripción del busto de Berruguete, y en el reverso la conocida alegoría de la Fuente de la Sabiduría, y la leyenda Virtus numq. deficit. (Véase la portada). En el Monasterio del Escorial, encima de la puerta de una de las celdas, está colgado el retrato de Juanelo, de medio cuerpo, pintado al óleo, y al pie se lee la inscripción anterior, colocadas en orden diferente las palabras Numquam deficit Virtus, distinta, aunque muy parecida á la que Juanelo quiso poner en la estatua. Madrid también ha consagrado un recuerdo á la memoria del in- genioso autor del Artificio, dando su nombre á una de las calles de la capital; y en Toledo se llama todavía á la calle en que murió «De la Estatua ú Hombre de Palo», porque en ella hacía andar un autómata de madera. Los vecinos de Toledo, durante el tiempo en que funcionó el Ar- tificio, se surtieron, como de costumbre, con el agua del río subida en caballerías, y así lo confirman los escritores de aquel tiempo, Cervantes, en su novela titulada La ilustre Fregona, pone en boca de Avendaño las siguientes palabras: «No estoy en eso (en marcharse de Toledo al día siguiente), porque pienso antes que de esta ciudad me parta, ver lo que hay de famoso en ella, como es el Sa- erario, el Artificio de Juanelo, las Vistillas de San Agustín, la Huer- ta del Rey y la Vega»; y, más adelante, el dueño de la posada del Se- villano, en la que paraba Avendaño, se queja de que se le ha ido un mozo «que con un asno famoso subía tanta agua, que tenía rebosan- do las tinajas y hecha un lago la casa; siendo una de las causas por que los mozos de mulas se holgaban de llevar sus amos á aquella 7 5h posada, la abundancia que hallaban siempre en ella, porque no lle- vaban su ganado al río, sino dentro de la casa bebían las cabalgadu- ras en grandes barreños». De modo que, á pesar del Artificio, las caballerías tenían que ir á beber al río, excepto las que se hospedaban en casa del Sevillano, y el agua seguía siendo tan escasa y rara, que la que subía un asno famoso bastaba para dar reputación y nombradía á una posada. No puedo calcular el número de aguadores que habría en Toledo en la época en que funcionaba el Artificio, pero debería ser crecido, porque en la misma novela refiere Cervantes que Carriazo, compañero de Avendaño, disfrazado de aguador, tuvo una reyerta con un aguador de oficio, en la que el útimo salió muy mal parado, y en poco rato Carriazo se vió rodeado, en la Cuesta del Carmen, de más de veinte aguadores. Cuando yo estuve en Toledo, en 1861, el número de habitantes era muy inferior al que alcanzó en tiempo de Cervantes, y se em- pleaban, sin embargo, en surtir al vecindario, doscientas treinta ca- ballerías, sin contar las destinadas al servicio de la Beneficencia y al Colegio Militar, y entre todas, según mi cuenta, subirían siete ú ocho veces tanta agua como la que elevaba el Artificio. En otro libro, escrito en aquella época y que acaba de publicar la Sociedad de Bibliófilos, con el título de El Pelegrino curioso y Grandezas de España, por Bartholomé de Villalba y Estañá, Ma- drid, 1886, se describe el Artificio casi en los mismos términos que empleó Morales en las Antigivedades de las Ciudades de España; y, aunque parece innecesario repetirlo, con el fin, sin embargo, de no omitir nada referente al asunto de esta noticia y de que no se me acuse de ocultar las alabanzas que prodigaron á Juanelo sus contem- poráneos, que se pagaban mucho de lo exterior, rindiendo mayor tri- buto al triunfo de la dificultad que al efecto de la máquina, dejaré hablar al Pelegrino, que, visitando los templos y monumentos anti- guos de Toledo, cuenta que «dió en el Artificio del agua que sube al Alcázar, que es la mayor maravilla de las que hoy se venen lo pobla= do, tanta, que digo que es una de las que merecen ponerse entre las 55) maravillas del mundo, y de muchas leguas merece que se vaya á ver, porque por cosa imposible había un refrán en Castilla, que decía «ls esto como subir agua á Zocodover»; y ansí como veía el Pelegrino efectuado, iba notando aquel modo de enexar ó engoznar un cazo con otro, los cuales son de bronce hechos, con una vuelta como unos cu- charones, que desde abajo al río, donde el Artificio está, que es el primer móvil de toda esta máquina, que pocos 4 ninguno la han visto, van subiendo..... y el caño que la recibe está hecho de tal ar- tificio, y asentado sobre tales ruedas (1), que la misma agua le hace mover..... Es artificiosa cosa, porque el concierto y compás de los caños no discrepa jamás, y son todos machos y hembras, que el mis- mo que da recibe, y con tanto tiento, que sube el agua sin perderse, al Real Alcázar, donde tantos ingenios se han agotado y tantas perso- nas perdido. Ansí, merece, por cierto, Juanelo eterna fama por haber hecho esta obra». Y mientras el Pelegrino alababa y eternizaba en su memoria á este célebre varón, se le acercó un anciano de aspecto venerable, que ensalzó primero el Artificio y después los templos, edificios, opulencia, nobleza, y cuanto había que admirar en Toledo, incluso un Arcediano, que por estar sosegado se comía treinta mil ducados de renta y una inquisición suntuosa. El Pelegrino convino en todo, pero observó que al lado de estas excelencias había cuestas en Toledo, faltaba el agua y sobraban aguadores; lo cual confirma también que todo el tiempo que duró el Artificio, los aguadores con- tinuaron surtiendo á la Ciudad con sus caballerías. Otros autores hablan del Artificio, elogiándole y calificándole de obra maravillosa: sólo Quevedo, en el Itinerario de Madrid dá su Torre de Juan Abad (2), trata inconsideradamente á Juanelo, Con- tando que pasó por Toledo se le ocurre escribir: (1) Véase la lámina de Ramelli (Figura 1.*) y se advertirá que el primer caño D está asentado sobre el eje de la rueda Z. (2) Poesías, Romance 75. 56 Vi el Artificio espetera, Pues en tantos cazos pudo Mecer el agua Juanelo Como si fuera en columpios. Flamenco dicen que fué Y sorbedor de lo puro; Muy mal con el agua estaba Que en tal trabajo la puso. Hizo flamenco á Juanelo para llamarle luego bebedor, sin que ningún antecedente justifique semejante injuria, dirigida á un in- signe matemático que el Emperador, su hijo el Rey D. Felipe H, y todos sus contemporáneos respetaron y honraron como merecían sus vastos conocimientos y su clarísimo ingenio. El maestro Valdivieso (1) dedica estos versos al Artificio: Del Lombardo Jannelo atento mira El artificio que por sí se mueve Como relox que con sus ruedas tira De cadena que el agua clara tira (2) Que en brazos sube y al subir se admira Porque al Alcázar á llegar se atreve, Y apenas los umbrales regios toca Cuando ser se promete de la boca. Ni los versos, ni lo que dice del Artificio, merecían especial men- ción; pero demuestran el aprecio y respeto con que Juanelo, aun después de muerto, fué tratado por todos los que escribieron de Toledo. (1) Sagrario de Toledo. Poema heróico, por el maestro Joseph de Valdivieso, Capellán del Illmo. de Toledo. Madrid, 1616. Por Luis Schez, imp. del Rey N. S. (2) Lo mismo en la edición de Madrid de 1616, que en la de Barcelona de 1618 se encuentra esta errata: ¿Diría bebe, en vez de tira? 57 Luis Quiñones de Benavente, natural de Toledo, en el entremés titulado £l Mago (1), puso en escena el Artificio: «Todos cantando en ala, cada uno con una cuchara de hoja de lata, van subiendo y ba- jando los brazos, como que echan agua. Tonos. El agua viene recia Donde el rodezno anda, La máquina se mueve De bombas y cucharas; Las unas van subiendo Cuando las otras bajan: Desde el profundo abismo A las esferas altas, Van recibiendo unas Lo que las otras vacian, Hasta que el agua viene A dar en el Alcázar.» Esta descripción es más clara y exacta que la anterior y la del Pelegrino; pero el autor, ála rueda, que era vertical, le llama Ro- dezno, que es el nombre que se aplica á las horizontales ó turbinas. Las bombas son pura invención de Quiñones. Otro autor, forzado por el consonante, convierte á los cazos en gamellas. (2) Guisa como quieras la maraña Y trasforma en Guerreros las doncellas, Que tú serás el Cómico de España; Verás que el histrión mímico en ellas Gasta más artificios que Juanelo, En el subir del agua con gamellas. (1) Coleccion de entremeses. Madrid, 1645. (2) Zas Erólicas, de D. Esteban Manuel Villegas. Madrid, Sancha, 1774, Tom. I, pág. 328. 38 Y terminaré estas citas de composiciones, en que se menciona la máquina de Toledo, con unos versos de Lope de Vega, en que, sin nombrarla, habla de la subida del agua al Alcázar, como él solo podía hacerlo. S1 por claros varones Soberbio presumiste, Laurear la cabeza Oh Rey de rios, venerable Tajo; Ahora es más razón que las corones Por una insigne y celestial belleza. Y si del alto Alcázar pretendiste Tus olas igualar al fundamento, Desde las urnas de tu centro bajo Con más razón por las escalas sube, Bebiendo de ti mismo como nube, A dar cristal deshecho al edificio, En cuyo frontispicio Pueden bañar las aves alemanas Las negras alas en las ondas canas, Glorioso de mirar la bizarría De Doña Ana de Ayala, Cuya hermosura y gala Ser alma de las musas merecía. (1) En Julio de 1573 mandó el Rey entregar á Juanelo 400 duca- dos (1103 pesetas) de ayuda de costa, atendiendo á sus buenos ser- vicios y á su necesidad. Consta que en 1581 estaba acabado el segundo ingenio, y que en el año siguiente el primero (4 los catorce años de su instala- ción) se hallaba muy mal tratado y comenzaba á hundirse, por lo que el Rey mandó que se reparara. (1) El Laurel. de Apolo, impreso por primera vez en Madrid en 1630.— Silva 1.* 59 Y desde esa época hasta 1585, en que murió Juanelo, no apa- recen más noticias en los documentos referentes al Artificio. Esteban Garibay (1) refiere el enterramiento de Juanelo, con estas palabras: «Sólo fué de mi voto, en lo referente á la navegación del Tajo, Joanelo Turriano, natural de Lombardía, el que había hecho la admirable fábrica de la subida del agua del Tajo al Alcázar de Toledo. Este insigne varón, antes de ver acabada esta navegación, murió en la misma Ciudad, en 13 de Junio de 1585, á los ochenta y cinco años de edad, poco más ó menos, y fué enterrado en la Igle- sia del Carmen de ella, en la Capilla de Nuestra Señora del Soterraño, siendo yo presente, no con el debido acompañamiento que merecía quien fué príncipe muy conocido en todas las cosas en que puso su clarísimo ingenio y manos. Fué alto y abultado de cuerpo, de poca conversación y mucho estudio, y de gran libertad en sus cosas; de gesto algo feroz y el habla algo abultada, y jamás habló bien en la española..... Túvole en mucho el católico Rey D. Felipe IL, y le regaló y honró siempre como quien sabía bien lo que é] merecía, imitando lo que había hecho con él el preclarísimo Emperador Don Carlos, su padre.» Dejó una hija y única heredera, llamada Bárbara Medea Tu- rriano, á quien el Rey, á los seis meses de muerto su padre, en 20 de Diciembre de 1585, mandó pagar doscientos ducados, á buena cuenta de lo que montaban los instrumentos y otras cosas de Jua- nelo; y después, en 23 de Diciembre de 1586, recibió también, por orden del Rey, dos mil ducados, 4 buena cuenta de seis mil que se le habían mandado pagar por el derecho que tenía á uno de los ingenios. Dejó también un nieto llamado Juanelo Turriano, al que se en- cargó el cuidado del Artificio con cuatro reales de jornal, que el Rey en 6 de Noviembre de 1593 aumentó en cien ducados anuales, Dis- (1) Obras Genealóyicas manuscritas de Esteban Garibay, t. V, parte 2.*, li- bro 88, título 8, cit., por Llaguno y Cean Bermudez: Noticias de los Arquitectos, t. IL, pág. 250. 60 frutó muy poco de este beneficio, porque falleció en 1597, dejando en gran miseria á su mujer é hijos. Doña Bárbara Medea le sobrevivió algunos años, pero en tal es- tado de pobreza, que en 1601 acudió al Rey D. Felipe III, exponien- do que al morir su padre la dejó muchas deudas y dos nietas, hijas suyas, por casar, para cuyos dotes vendió los pocos bienes que tenía, padeciendo mucha necesidad, por lo que suplicaba, que, en atención á los muchos servicios de su padre y á las memorias que dejó, se- naladamente el Artificio y los dos relojes, la hiciese alguna merced con que poder pasar los pocos días que la quedaban de su vida, por ser ya de sesenta años; y el Rey, en 29 de Julio de 1601, «acatan- do lo susodicho», tuvo á bien señalarla cuatro reales diarios mien- tras viviera. Murió á los nueve meses, y 5. M. concedió por sels años dos reales diarios á Doña María Turriano, su hija, y nieta de Juanelo. Además del hijo llamado Juanelo, encargado del Artificio, y que, como hemos dicho, murió en 1597, tuvo Doña Bárbara otro, llamado Gabriel, que, después de haber desempeñado el mismo cargo que su hermano, pasó á Flandes á servir en el ejército, y de allí se trasladó á Sicilia, en donde murió de un mosquetazo, en la guerra, el año1616. «Así acabó,» dice Llaguno, «la familia de Juanelo Turriano, gran Matemático y el artista más ingenioso de su tiempo.» Añade que sus dos famosas máquinas ó Ingenios no tuvieron mejor suerte, porque el Tajo las destrozó, y en 1598 fué nombrado Juan Fernández del Castillo, criado de S. M., para entender en el gobierno y conservación del Ingenio, señalándole cuatro reales de salario al día. La orden está fechada en San Hieronimo de Madrid á 12 de Octubre del año citado. Castillo, algunos años después, representó que el Ingenio viejo no estaba de servicio si no se reparaba, y que el gasto de esta repa- ración podría excusarse, si se le permitía que, con los despojos de la máquina, hiciera un ingenio nuevo por la traza y orden que él daría, y con el cual se subiría más agua, con mayor facilidad y menor cos- ta que con los de Juanelo. El Rey, después de consultar á Francisco 61 Mora, su aposentador de palacio, que aprobó la proposición de Casti- llo, mandó por orden fechada en Tordesillas en 14 de Noviembre de 1605, que se hiciera el Ingenio nuevo. Después, Francisco de Cuevas representó que resultarían incon- venientes de deshacer el Ingenio viejo, y el Rey, oyendo además los pareceres de Nicolás de Vergara y de otros, resolvió que, atenién- dose á lo mandado en la orden ó cédula precedente, se deshiciera el Ingenio viejo de Juanelo, que todo lo que fuera aprovechable se destinara á conservar el segundo ó nuevo, y que lo restante se en- tregara por inventario, cuenta y razón á Castillo, para continuar y proseguir el Ingenio «que ha inventado y ha comenzado». La cédu- la está firmada en Madrid, á 13 de Julio de 1606. De este nuevo Ingenio no se vuelve á hablar, pero parece probable que no se ter- minara, porque no he visto de él más noticias que las que se hallan en los documentos oficiales que van extractados. En 1626 murió Castillo y le sucedió en el gobierno y conserva- ción del Ingenio su hijo Juan del Castillo Rivadeneira; y á éste, en 1639, Luis Maestre, en cuya época se supone que hubo de aban- donarse ei Artificio. Yo he visto en nuestros días elogiar algunas invenciones para subir agua á grandes alturas, y he leído descripciones de máquinas, ya olvidadas, que se daban como nuevas, y á renglón seguido la narración del indispensable convite en que se congreyaban persona- jes ilustres, hombres políticos y representantes de la prensa, prepa- rados para improvisar, en honor de los ingenios españoles, los brin- dis que recogía con oportunidad y discreción el Presidente. En todas ellas, lo que más me ha admirado ha sido la desfacha- tez de los inventores y la ligereza de los encargados de dar á conocer al público los nuevos descubrimientos. Nunca, en tales descripcio- nes, he leído una idea nueva, ni una modificación á lo conocido, y ni siquiera he encontrado ocasión de reconocer habilidad ó destreza en los defensores de los supuestos inventos para resucitar lo que la Mecánica tiene relegado, por absurdo, al más absoluto olvido. Y, naturalmente, me ha ocurrido la duda de si los elogios prodigados á 8 62 Juanelo por célebres humanistas y poetas insignes, tendrían el mis- mo valor que los de los concurrentes á los convites de inauguración, tan frecuentes en estos tiempos. Y esta duda me ha llevado á tratar de averiguar si un Ingeniero ó Arquitecto, 4 mediados del siglo diez y seis, pudo elegir otra máquina más perfecta que el Artificio para elevar el agua á noventa metros de altura, y sl, una vez elegido el aparato, acertó Juanelo á plantearle con perfección. Teóricamente, la solución no ofrece la menor dificultad. Las bombas impelentes eran entonces, como lo son en el día, los apa- ratos más adecuados para elevar el agua á gran altura; pero en nuestro tiempo los ingenieros encuentran, con la mayor facilidad y con economía, bombas y tubos de hierro fundido capaces de resistir la presión de los noventa metros, y pueden hacerlo con una sola bomba, ó combinando ó acoplando dos, tres y hasta cuatro, si quie- ren que su máquina marche con mayor uniformidad, pero sin verse obligados á dividir en tramos una distancia como la que hay entre el río y el Alcázar. En las minas profundas se sigue este procedimiento, colocando una bomba que desde la mayor profundidad eleva el agua á 70 ó 90 metros (1) y la vierte en un depósito pequeño; de éste la toma la se- gunda, que la sube otra altura igual; y así sucesivamente hasta que llega á la boca del pozo. Los émbolos de todas ellas van unidos á un tirante general, equilibrado con contrapesos. En la época de Juanelo, según queda apuntado, no se usaban más bombas que las de madera, de las que pueden verse varios ejem- plos con aplicación al desagiúie de las minas, en la obra de Agrícola, titulada De Re Metallica. Em los pozos se conservan bien, por la constante humedad que reina en ellos, los aparatos de madera; pero al aire libre se resecan, y el agua se escapa lo mismo por las bombas que por los tubos. Además, es prácticamente imposible elevar agua en un solo tramo á 90 metros con bombas y tubos de madera, por la (1) En España, los tramos suelen ser más cortos, y no pasan, por lo general, de 50 metros. 63 corta resistencia de este material para tan considerable presión. Así debió creerlo Juanelo, porque conocía perfectamente, no sólo las bom- bas aspirantes, en las que la elevación del agua es producida única- mente por la presión atmosférica, y en las que, por consiguiente, la altura á que puede subir no pasa de 10 metros (1), sino las impelen- (1) La altura de 10 metros ó 32 pies, que por experiencia se asigna á la colum- na de agua que puede equilibrar á la presión atmosférica, es un dato que no han tenido presente ó que han rechazado, apoyándose en la famosa teoría del Horror sin límites de la Naturaleza al vacto, algunos constructores de aparatos hi- dráulicos. Uno de ellos, que vivía en Florencia, colocó en 1611 una bomba con su tubo de aspiración de 60 pies de altura, á contar del nivel del agua que pretendía elevar, y después de repetidos ensayos no pulo conseguir que el agua subiera á más de 32 pies dentro del tubo. Consultó el caso con Galileo, natural y residente en aquella Ciudad, y el filósofo, anciano de 80 años, ciego y próximo á su último fin, que tuvo lugar á los pocos meses, sorprendido del experimento y no habien- do probablemente fijado su atención hasta entonces en tal problema, respondió que el horror de la Naturaleza al vacío tenía un límite que podía fijarse en 32 6 33 pies. Suponen los que refieren esta anécdota que Galileo comunicaría sus ideas acerca del particular á Torricelli, que vivió con él en familia, en calidad de ama- nuense, los tres últimos meses de su vida. El hecho es que, en 1643, Torricelli anunció el gran descubrimiento de que el agua se elevaba en las bombas por la presión atmosférica, y lo comprobó experimentalmente con varios líquidos, como el agua y el mercurio, deduciendo de sus pruebas que la altura á que se elevan cuando se hallan sometidos á la presión atmosférica está en razón inversa de su gravedad: ó, en otros términos, que el agua se eleva á 32 pies y el mercurio única- mente á dos pies y cuatro pulgadas, porque la densidad del último líquido es ca- torce veces wayor que la del agua, y dos pies cuatro pulgadas, catorce veces menor que 32 pies. Pero los partidarios de la Teoría del Horror de la Natwraleza al vacto, no se dieron por vencidos, y aprovechaban las ocasiones que se les ofrecían para de= fender sus opiniones. Un hecho acaecido en Sevilla, en 1776, bastó para que se renovaran las disputas acerca del vacío y se negaran las conclusiones del sabio florentino. Cierto hojalatero de aquella Ciudad construyó una bomba, cuyo tubo de absorción tenía 50 pies de altura, y, no logrando que el agua llegara al cuerpo de la bomba, que se había situado en la boca del pozo, bajó á examinar el tubo, de- jando á uno de sus operarios encargado del movimiento del aparato; y, no hallando remedio al fracaso, decidió abandonar la bomba, no sin disparar antes, dominado por el despecho, un martillazo al tubo á diez pies próximamente sobre el nivel del agua del pozo. El lector adivinará cuál sería el asombro del hojalatero al advertir que, con el golpe afortunado, el agua subía en el tubo, y descargaba en el cuerpo de bomba. Sin sospecharlo, había abierto un agujero pequeño por el que se colaba el aire, incorporándose con el agua ascendente. El hecho se anunció en los perió- 64 tes, en que el agua tampoco sube por aspiración más que á los 10 metros, pero en las que, después de esta elevación, la misma bomba la obliga á subir por otro tubo de impulsión, cuya altura tiene por límite la resistencia del material de que esté construído y la fuerza disponible para vencer la resistencia ó presión de la columna de agua ya elevada. La Figura 11 es copia de la bomba impelente de dos cuerpos que incluye Juanelo en el tomo tercero, libro 13, pág. 353 de su obra manuscrita Los Ingenios y Maquinas. Se compone de dos cuerpos cilíndricos, que van sumergidos á la altura conveniente para que los dicos de Europa, y en él creyeron ver los partidarios de la antigua teoría la prue- ba de que la presión de la atmósfera no intervenía en la elevación del agua, y un fundamento para poner en duda la exactitud de los experimentos de Torricelli. En Francia, un cirujano de Ruan, en Normandía, llamado Mr. Lecat, repitió el experimento en una bomba de su jardín, abriendo á 10 pies de altura, en el tubo absorvente, un agujero, en el que enchufó un grifo, y observó que cerrándole el agua no ascendía más que á 30 pies, y alcanzaba la altura de 50 cuando estaba abierto. Un aventurero intentó sorprender á los académicos de París con una bomba de su invención que elevaba el agua á gran altura, pero el silbido que producía el aire al entrar por el agujero, que el inventor creyó poder ocultar, denunció in- mediatamente la superchería. Otro inventor de los Estados Unidos logró hacer subir el agua en una bomba á gran altura por el procedimiento del Sevillano, y la Sociedad que explotaba la invención envió á Londres á uno de sus socios con el fin de que sacara la paten- te de invención. El comisionado construyó una bomba igual á la que había fun— cionado en su país; pero no logró con ella elevar el agua á más de 30 pies, y, al comunicar el resultado á sus consocios, supo que todos habían sido engañados por el inventor, que ocultó el agujero con el mayor misterio. Estudiado con detenimiento el descubrimiento de Sevilla, se vió claramente que el agua y el aire mezclados formaban un fluido de menor densidad que el agua sola, y que, naturalmente, debía ser más alta la columna del nuevo fluido, equili- brada por la presión atmosférica, deduciéndose de esta explicación que, lo ocu= rrido, lejos de desvirtuar los experimentos de Torricelli, venía á confirmar su exactitud. Parece excusado advertir que el agua y el aire mezclados no dan á la salida un chorro continuo ni uniforme, y que una bomba impelente, para elevar agua á al- turas mayores de 10 metros, es preferible á la mejor aspirante con el agujero que dió tanta celebridad en el siglo pasado al hojalatero andaluz. 65 arcos que se ven en sus bases queden siempre debajo del agua y no entre por ellos el aire. En el fondo de estos cuerpos, aunque en la figura aparecen á mayor altura, van colocadas las válvulas de aspira- ción H y M, y los émbolos o, K, que, al subir, aspiran el agua, y al Figura 11. bajar la obligan á pasar respectivamente por los tubos P” Q para en- traren el conducto 0”, llamado la columna, que la conduce al reci- piente B. Las bombas están combinadas de modo que, cuando el ém- bolo de la una baja, sube el de la otra, para que resulte uniformidad 66 en el movimiento de rotación del árbol de manivelas VV, al que van unidos los vástagos Y Ff' de los émbolos. A su vez, el árbol lleva una linterna que engrana en los dientes de la rueda maestra, que recibe directamente movimiento de la caballería que da vueltas en un an- dén. Juanelo no representa en el diseño las válvulas de impulsión, que deberían estar situadas en los tubos P” Q, con el objeto de que al subir los émbolos para aspirar el agua, no retroceda á los cuerpos de bomba, la que está alojada en la columna 0”. La bomba descrita por Juanelo, por ser de madera, es inferior á la de bronce que Vitruvio llama máquina Ctesíbica, y se echa en ella de menos el recipiente (catinum), al que iban á desembocar los tubos P' Q antes de entrar en la columna 0”, que el autor citado designa con la palabra Tuba (véase el Apéndice.) Juanelo comprendió sin duda la dificultad y el gasto crecido de fundir los tubos y las bombas de bronce para elevar el agua al Al- cázar, y debió influir en su resolución, no sólo el fracaso de los Ale- manes en 1526, que refieren los Apuntes del Monasterio, sino el considerar que una bomba y una tubería, por arriesgada que fuera su instalación, no podían dar ocasión á que él mostrara su ingenio y su habilidad, como lo consiguió con sus vasos y tubos, dejando ver á pocos, como dice El Pelegrino, la rueda motriz y los engra- najes en donde se engendraban los movimientos acompasados y las pausas uniformes que tanto excitaron la admiración de sus contempo- ráneos. En su obra manuscrita se encuentra también la descripción de la rosca de Arquímedes, que eleva el agua á poca altura; explica perfectamente el trazado de esta máquina; y en un dibujo, del que es copia la figura 12.”, representa cuatro roscas movidas por una rueda hidráulica de choque inferior. Esta rueda da movimiento al árbol vertical N, en que van fijas tres ruedas dentadas para las roscas A, E, G, y una linter- na para la C, que es la que engrana en los dientes de la rueda motriz. Si el lector recuerda que Juanelo para subir el agua del Tajo al 67 Alcázar, hubiera tenido necesidad de dar al arbol V noventa metros de altura y Otra tanta al castillete en que están apoyados los reci- Pigura 12, pientes parciales B, D, F', H, comprenderá sin gran esfuerzo, que retrocedería ante esta dificultad, por más que las roscas proyectadas 68 por él, representadas en detalle en la figura 13.*, fuesen, como lo son, mucho más perfectas y aceptables que otros modelos de época reciente que yo he visto, construídos de madera y de zinc. Figura 13. Describe también la bomba llamada de rosario, representada en - la figura 14. En la cadena 4, XK van sujetos varios émbolos, próximamente esféricos, colocados á cortas distancias unos de otros, formando una especie de rosario. La cadena gira en la polea marcada en el dibujo, y va pasando de abajo á arriba por el tubo D, taladrado en forma cilíndrica con un diámetro acomodado al de los pistones. El tubo D llega por la parte inferior á sumergirse un poco en el agua que se ha de elevar, y los pistones, aspirándola, la elevan al recipiente F. Como las demás bombas aspirantes, no eleva el agua más que á la 69 altura teórica de 10 metros. Para subir la del Tajo al Alcázar se hubieran necesitado, á lo menos, diez de estos aparatos, colocados de modo que la bomba primera tomara el agua en el río y la elevara, por ejemplo, á nueve metros; la segunda la tomaría en el recipien- te F de la primera y la elevaría otros nueve metros, y así sucesl- Figura 14. vamente hasta la décima, que la vertería en el Alcázar. Cada bomba necesitaría un motor independiente; y, si se hubiera colocado una rueda hidráulica en el río como único motor, hubiera sido necesario un árbol de 90 metros con diez engranajes. Otro sistema de elevar aguas, que Juanelo llama Anorias, repre- 9 70 sentado en la figura 15, no merece que se le dedique mucho tiempo, porque es irrealizable para una altura de 90 metros y de escasísimo resultado para otra menor. Figura 15. A, A, representan dos ruedas de paletas movidas por una co- rriente. Llevan sus arcaduzes como la rueda de Ramelli (fig. 2.*) y el agua que elevan corre por un acueducto á mover las ruedas B, que á su vez suben una porción de agua á otro acueducto que la conduce á mover las ruedas (7, y así sucesivamente. En Toledo se hubieran necesitado diez ruedas de 35 pies de diámetro para llegar al Alcázar. Y ¿qué cantidad hubiera llegado? Concediendo que en estas ruedas, pertectamente instaladas, el efecto hubiera alcanzado á la mitad del trabajo mecánico, la segunda rueda hubiera elevado la mitad de lo que subió la primera; la tercera la cuarta parte; y la décima == del agua elevada por la primera. Yo no creo que estos dibujos representen obras ejecutadas, sino que hay que tomarlos como proyectos irrealizables para grandes alturas. En el mismo caso que este sistema y el anterior de los rosarios se encuentran las Norias comunes y sus variedades, designadas con el nombre de cadenas sin fin, con vasos de varias formas. Pasan los alemanes por ser los primeros que han acometido estas TA obras de elevación de aguas; pero las que establecieron ni son ante- riores á la de Juanelo, ni en ninguna de ellas ha sido necesario su- birla á la considerable altura de noventa metros. Podrá formarse idea del estado en que se hallaba la mecánica en aquel país en la época en que Juanelo proyectó su Artificio, consultando la figura 16, que representa un cigiieñal aplicado al abastecimiento de una pobla- ción, que se ha copiado de la obra de Ewbank, que á su vez la cita como tomada de la Cosmografía de Sebastián Munster, publicada en 1550 (pág. 729). No puede darse nada más primitivo ni de menos ingenio. My s == ESTA AAA O Figura 16. En París, en Londres, y demás ciudades importantes de Europa, no se habían aplicado las máquinas á la elevación del agua cuando se proyectó é instaló el Artificio; y obras hidráulicas tan celebradas como las de Ausburgo y de Bremen, en las que el agua no se eleva á más de 40 metros, son posteriores al Ingenio de Toledo. En Inglaterra no se habían visto máquinas para elevar agua á gran altura hasta el año de 1582, en que un ingeniero alemán, lla- mado Mauricio, instaló en el Puente de Lóndres unas bombas impe- lentes de seis pulgadas de diámetro y treinta de corrida, que movi- das por el agua del Támesis, durante la alta marea y su descenso, subían el agua á 120 pies (36 metros) de altura. En 1767 se esta- 72 bleció una máquina de vapor de Newcomen para mover las bombas durante la baja marea. Más tarde todavía que en Lóndres, en el reinado de Enrique IV, (1594-1610) se colocaron bombas en el Puente Nuevo de París, para elevar agua del Sena y distribuirla en el Louvre y en las Tullerías, bajo la dirección del ingeniero flamenco Juan Lintlaer. Las bombas, movidas por una rueda hidráulica situada en el río, se colocaron en un edificio cuya fachada se decoró con figuras de bronce que repre- sentaban las de Cristo y de la mujer de Samaria, por lo que se dió á la máquina el nombre de la Samaritana. El éxito fué tan completo, que al poco tiempo se establecieron otras semejantes en el Puente de Notre-Dame (Véase el Apéndice). Y no se puede hablar de máquinas de elevar agua, aunque nos alejemos mucho de la época de Juanelo, sin nombrar la más célebre del mundo, construida en Versalles por el ingeniero holandés Ran- nequin, para regar los famosos jardines del Palacio con el agua del Sena. Empezó á funcionar en 1682, y se gastaron en la construcción ocho millones de pesetas. La descripción completa de esta máquina ocuparía un inmenso volúmen y un atlas de infinidad de láminas. En el tomo segundo de la Arguitectura hidráulica de Belidor, (1739) puede verse una sucinta relación de las obras y de las má- quinas de esta famosa instalación, que se ha extractado en el Apén- dice adjunto, con el fin de que el lector pueda formar idea de los trabajos de Rannequin. De las noticias que preceden, se infiere que 4 mediados del siglo XVI la Mecánica aplicada á la elevación del agua no había dado un solo paso desde los tiempos de Ctesibio y de Arquímedes, y que, si se exceptúa el cigiieñal de Besson, representado en la figura 1.*, en el que el Mecánico más exigente podrá admirar el ingenio y la corrección científica del autor, no se ven en los libros de Hidráulica y de Arquitectura de aquella época más que las bombas de Ctesibio y de Heron, la rosca de Arquímedes, las norias de diversas formas, importadas del Oriente, y los cigiieñales que usaban los egipcios desde la más remota antigiiedad. Juanelo describe y dibuja estos 73 aparatos en su obra manuscrita, y estaba á la misma altura en cono- cimientos de Hidráulica que Agrícola, Ramelli y otros de sus con- temporáneos. Cuando planteó el Artificio en Toledo, no se habían visto todavía ni en Londres, ni en París, ni en otras ciudades im- portantes máquinas de elevar agua, y fué preciso para establecerlas que vinieran á proyectar y dirigir las obras ingenieros alemanes; de modo, que no tuvo ejemplos que imitar, y lo que hacía más difícil y excepcional su posición era la enorme altura de 90 metros, (1) á que tenía que subir el agua para llegar al Alcázar, pues ya se ha visto que en Londres, Ausburgo y París, los ingenieros se encon- (1) En las minas que se explotaban en aquel tiempo, se subía el agua á mayor altura con bombas ó en grandes cubas, utilizando las paredes de los pozos para la instalación de las primeras. De obras destinadas á subir agua exclusivamente, que por su altura pudieran rivalizar con la de Toledo, sólo se tiene noticia del pozo de Joseph en el Cairo, descrito en el t. 11, de una obra titulada Description de ' Egypte ou Recuil des observations et des recherches qui ont été faites en Egypte pendant DPexrpédition de P'armee francaise. Seconde édition dediée au Roi. Publié par C. L. Fr. Panckouke. Paris, imprimerie de C. L. F. Panckouke. MDCCCXXI á MDCCCXXX. Esta instalación, elogiada por todos los viajeros que la han visitado, es un nuevo ejemplo del atrevimiento y de la habilidad inimitables de los antiguos egipcios. Se compone de dos pozos que no se corresponden verticalmente. El primero, abierto en roca desde la superficie, desciende á una profundidad de 49 metros, y ni por sus paredes brota agua, ni en el fondo aparecen manantiales: es un pozo seco. Tiene forma oblonga ó elíptica, midiendo siete metros su eje mayor, y cerca de cinco el menor. En el fondo hay un recipiente para recojer el agua, que se eleva por otro pozo interior, que empieza al nivel del recipiente, pero á su cos- tado, y fuera, por consiguiente. de la vertical del primero. Encima de la boca del pozo interior y al nivel del fondo del primero, se ha excavado una gran cá- mara ó anchurón, como dicen los mineros, en la que hay un andén en que da vueltas el buey ó la mula que sube el agua del segundo pozo. Tiene éste cuatro y medio metros de largo, dos y 70 centimetros de ancho, y 39 de profundidad, á cuyo nivel aparece una capa de arena y cascajo, por la que circula el agua. De modo, que la profundidad total es de 88 metros. Todo esto no tiene nada de particu- lar; pero lo que ha llamado la atención de los viajeros y ha excitado su admira- ción, es una galería excavada en la roca, alrededor del pozo , en forma de espiral de un metro 90 centímetros de ancho y dos metros 15 centímetros de altura, separada del pozo por un tabique de roca de ¡16 centímetros! de espesor, en el que hay troneras ó ventanas para el paso de la luz del día, que penetra sin di- 7h traban en condiciones mucho más favorables, no teniendo que ganar alturas mayores de 40 metros. Juanelo, con lograr solamente que subiera el agua al Alcá- zar, se hizo digno de los elogios de sus contemporáneos, por más que los hayan expresado, alguna vez, con una exageración que ficultad en el pozo por su considerable sección. La rampa de la galería espiral es tan suave, que se puede bajar y subir á caballo con toda comodidad, y su objeto se adivina que es facilitar la entrada de la caballería, que por medio de una nora, cuyos canjilones se representan en la figura 17, sube el agua que circula en el fondo del segundo pozo. Esta noria vierte el agua en una canal, que la conduce al recipiente colocado en el fondo del primer pozo; y otra caballería, que trabaja en la superficie, la eleva desde el recipiente, con noria tam- bién, hasta el depósito ó estanque exterior. El pozo inte- rior tiene también su rampa de bajada , pero sin tabique. Aseguran los que han visto esta obra, que apenas se com- prende que pueda haber precisión y exactitud bastante en la ejecución para conservar, en una profundidad de 49 me- tros, y siendo espiral la forma de la galería envolvente, un tabique de roca de 16 centímetros de ;espesor, y que no se acierta tampoco á comprender si se excavó primero el pozo ó la galería en rampa. Y aunque todos los viajeros concuer- dan en declarar que es una instalación admirable y sin ri- val en el mundo, no reina entre ellos la misma armonía para fijar la época de su ejucución. Pretenden algunos que se construyó en tiempo del Visir llamado Joseph, que vivió hace unos 800 años; aun cuando es más general la opinión de otras autoridades, que atribuyen esta gloria á Saladino (Júsuf), intrépido defensor de aquel país en tiempo de las Cruzadas. Pero el pueblo egipcio cree, por tradición, que lo hizo el patriarca Joseph. Van Sleb, que lo visitó varias ve- ces en el siglo XVII, dice que parte del pueblo atribuye esta construcción á los espíritus, y añade: «Y yo me siento muy inclinado á admitir esta opinión, porque no alcanzo á comprender cómo los hom- bres han podido ejecutar obra tan maravillosa». Por último, hay quien supone que el Cairo ocupa el sitio de la Babilonia egipcia, y que el pozo es una de las reliquias de la antigua ciudad. Y, atendiendo á la extraordinaria habilidad con que está concebida y ejecutada esta prodigiosa y sorprendente labor, hay que conve- nir con los que aseguran que sólo han podido llevarla á cabo las generaciones que levantaron las Pirámides y construyeron los incomparables monumentos de Tebas. Figwra 11. 75 sólo podía disculpar el entusiasmo 'que produjo en ellos la forma misteriosa con que acertó Juanelo á combinar movimientos y pausas perfectamente acompasadas para los órganos más sobresalientes de su Artificio, para los vasos y los tubos, que se llenaban y vaciaban con la mayor regularidad. Supo, además, dar á su obra cierto aspecto de maravilloso y algo de sobrenatural, con que logró cautivar áuna so- ciedad predispuesta en favor de este género de manifestaciones, y que no se cuidaba de si era mucha ó poca el agua que subía, con tal que subiera por artificios ocultos que no estuvieran á su alcance, pero que excitaran su entusiasmo y fueran dignos de admiración. Recuerde el lector lo que dice el erudito Morales del Artificio y de su autor, y creo que no encontrará exagerada mi opinión respecto á la socie- dad en que vivió Juanelo. Y así, trasladándome con el pensamiento á aquella época, no vacilo en declarar que este célebre Ingeniero adoptó la máquina más conveniente y adecuada para resolver el difi- cilísimo y complicado problema, en aquel tiempo, de elevar el agua del Tajo al Alcázar de Toledo. Que, una vez elegido el aparato, Juanelo lo instaló de una manera prodigiosa, lo dicen todos los que le vieron, y los ingenieros actua- les comprenden demasiado la dificultad de constguir engranajes de madera y de dar movimiento regular á tirantes de 600 metros de lon- gitud en líneas quebradas, para que yo insista en asegurar que se necesitarían hombres del ingenio y de la habilidad del famoso Lom- bardo para reproducir tan maravillosa instalación. Juanelo mereció los honores todos que el Rey y sus contemporáneos le acordaron, y yo experimento una viva satisfacción al recordar á la generación presente la laboriosidad y el talento del célebre Matemático de los relojes y del ingenioso autor del Artificio. 76 De otras obras y comisiones que estuvieron á cargo de Juanelo. Cuenta la tradición que Juanelo ideó construir en Aranjuez, sobre el Tajo, un soberbio palacio para el Rey, y que proyectó fun- darle sobre grandes pilares de granito, que el pueblo de Toledo llama hoy los postes de Juanelo. Se cortaron cuatro en la cantera de Son- seca, en donde existe uno de ellos, y los tres restantes se quedaron en el camino y se ven aún, en las inmediaciones de Nambroca, á unos once kilómetros de Toledo. Persona que los ha visto, me ase- gura que tienen unos 40 pies de altura, suficiente para que quedara una parte al descubierto durante las mayores avenidas del Tajo. En 1571 fué comisionado Juanelo por orden del Rey para recono- cer la dirección que llevaba la acequia de Colmenar, que dirigía Juan Francisco Siton, y tanto él como Benito Morales opinaron que iba errada, j No hay que hablar del Artificio de Juanelo, que existió en la Huerta del Rey, en Valladolid, y que cita Ponz en el tomo undécimo de su Viaje de España, porque Juanelo Turriano no fué el inventor de esta máquina, como el mismo Ponz observa. En 26 de Enero de 1580, el Abad Briseño avisa, en carta á S. M., «que Su Santidad hará la reforma del Calendario con la me- nor alteración posible, luego que lleguen los instrumentos y tablas que el Maestro Juanelo ha hecho sobre ello». En el mes siguiente, con fecha 22, el mismo Briseño dice «que han llevado á Roma las tablas, mas no los instrumentos, y que se hará la reforma del Calen- dario sin que haya que reimprimir los Misales ni el Breviario». En el Archivo de Simancas, estado Roma, legajos 934 y 938, con mo- tivo de la reforma indicada del Calendario, se vuelve á citar á Jua- 77 nelo. Debo estas noticias 4 D. Daniel Cortázar, Ingeniero de Minas y autor de varias obras científicas, entre las que se cuenta la Descripción Geológica de la provincia de Valladolid. El Huevo de Juanelo. En alguna ocasión, que yo desconozco, Juanelo consiguió que un huevo se tuviese en pie sobre una mesa, dándole un golpe para que la punta únicamente se rompiera y se formara base suficiente para mantenerle en equilibrio. Así lo explica Calderón en la jornada segunda de su comedia «La Dama Duende». Brearriz. Otra duda: Cómo es posible que alabes De tan entendido un hombre Que no ha dado en casos tales En el secreto común De la alhacena? ANGELA. Ahora sabes Lo del huevo de Juanelo, Que los ingenios más grandes Trabajaron en hacer Que en un bufete de jaspe Se tuviese en pie, y Juanelo Con sólo llegrar y darle Un golpecillo le tuvo? Las grandes dificultades Hasta saberse lo son; Que sabido todo es fácil. Y la Academia, generalizando el caso, define el huevo de Juane- lo de conformidad con la explicación de Angela, en los términos si- guientes: «Cosa, al parecer, que tiene mucha dificultad, y es facilí- sima después de sabido en qué consiste». (Undécima edición.) Realmente tiene escasísima importancia y no poco de vulgar el problema de sostener en pie un huevo, rompiéndole y cambiando su forma; pero como del hecho ha resultado un refrán que lleva el nom- 10 78 bre del autor del Artificio, y como todavía hay quien sostiene que Colón fué el descubridor de tan pueril acertijo, he creído que no estaría fuera de lugar lo apuntado, ni parecería extraño que aquí se diera alguna explicación acerca de esta competencia, de la que, en lo referente 4 Colón, trata extensamente y con su autorizada ilus- tración D. Martín Fernández de Navarrete en su Colección de viajes (1). Bossi, que escribió en italiano la vida de Colón, guiado por una estampa del grabador y dubujante Bry, establecido en 1570 en Francfort, refiere que entre las fiestas con que obsequiaron los eran- des de la corte al descubridor del Nuevo Mundo, cuando volvió de su primer viaje, fué una el banquete que le dió el Cardenal Mendoza. Durante la comida, uno de los grandes sostuvo que si Colón no hu- biera descubierto la América, no hubieran faltado en España hom- bres de talento y habilidad para ejecutar la misma empresa. Enton- ces, Colón tomó un huevo y preguntó si alguno de los que estaban presentes sabía hacer que se mantuviese derecho sin ningún apoyo. Nadie pudo conseguirlo, y Colón, aplastando de un golpe uno de los extremos del huevo, logró que se mantuviese sobre la mesa. El Se- ñor Fernández de Navarrete, que califica esta narración de fábula insípida é inverosímil, demuestra que no tiene apoyo alguno, pues no hablan de semejante convite ni suceso los historiadores de Colón, ni los de Indias, ni el del Cardenal Mendoza. Y aquí terminan las noticias que he podido recoger del Artificio y otras obras y trabajos cientificos en que empleó Juanelo su clarí- simo ingenio durante su larga y laboriosa vida. (1) Colección de los Viajes y Descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV. Madrid, 1825; t. I, pág. CXLI de la Introducción. 79 De las obras y proyectos para abastecer de agua á Toledo en épocas posteriores al aban- dono del Artificio. A principios del siglo XVIII, una compañía inglesa se propuso subir agua del Tajo con bombas de hierro, y aunque llegó á tras- portar tubos de sección cuadrada, que se han utilizado unos en los paseos de la Ciudad y han quedado otros abandonados en las márge- nes del río, cerca de donde estuvo el Artificio, la obra no pudo reali- zarse, lgnorándose las causas que privaron por entonces á Toledo del inmenso beneficio que se esperaba de la ejecución del proyecto. Después se han presentado muchos proyectistas solicitando que sus remuneraciones, siempre exigentes, fueran admitidas en princi- pio antes de proceder al estudio definitivo de los proyectos; pero ni esto podía conducir á un resultado práctico para el vecindario, ni las leyes administrativas permitían á los Ayuntamientos celebrar contra= tos bajo tales condiciones. En el año de 1861 se trató de nuevo con empeño de surtir de agua á la Ciudad. Era, á la sazón, Presidente del Ayuntamiento Don Rodrigo Alegre, que, celoso de la prosperidad de la población cuyos intereses administraba, y dotado de talento claro y de un carácter enérgico y perseverante, se propuso con decisión llevar á cabo las obras necesarias para establecer tan importante servicio. Consiguió, primero, inculcar su entusiasmo en el ánimo de los demás Concejales y de los mayores contribuyentes para que todos apoyaran su pensa- miento, reducido á traer al punto más elevado del Caserío las aguas de la fuente del Cardenal, situada en la dehesa de Pozuela y distan- te cuatro kilómetros de la Ciudad, y á subir las del Tajo al Alcázar por medio de una máquina adecuada; las primeras se utilizarían 80 como potables y las del río para usos industriales, riegos, baños y otras aplicaciones en que la buena calidad no es absolutamente in- dispensable. Buscó recursos para realizar las obras y me encargó del estudio de los dos proyectos. Mis Memorias, planos y presupuestos, fueron aprobados en sesión de 30 de Junio de 1861 (1). Las obras de la fuente del Cardenal se terminaron el día 15 de Marzo de 1863, y el 19, asistido del Cabildo, bendijo las aguas el Arzobispo Fr. Cirilo Alameda, con toda la solemnidad y magnificen- cia con que siempre se celebran en Toledo las ceremonias de la Igle- sia. Tuvo lugar el acto en la plaza que forman, entre otros edificios de poca importancia, la fachada de la Catedral, el Palacio Arzobispal y las Casas Consistoriales, corriendo el agua por una fuente y un surtidor, situados ambos en la misma plaza. Presidió la ceremonia D. Patricio Azcárate, Gobernador de la provincia, que con su tacto y prudencia consiguió calmar los ánimos de los toledanos, divididos en aquella época en bandos políticos siempre enconados, dispuestos por cualquier novedad, la traída de aguas entre otras, á dar rienda suelta á sus apasionamientos y rencores. Conciliador y pacífico, por carácter, publicó una alocución (2) dirigida al pueblo, en la que, ade- más de la cordura con que está pensada, se admiran la erudición y la experiencia de aquel ilustrado Gobernador. El surtidor y tres fuentes con siete caños siguen distribuyendo el agua de la fuente del Cardenal, sin que se hayan notado desperfectos en las obras. La subida del agua del Tajo no llegó á realizarse. Los sucesos políticos dieron ocasión á que saliera del Ayuntamiento D. Rodrigo Alegre, y el nuevo Alcalde renunció á mi proyecto, reducido á insta= lar una máquina de vapor á un nivel superior al que alcanza el río en sus mayores avenidas, para mover las bombas que habían de su- (1) El acta de la sesión y las Memorias se publicaron con el título: Documentos relativos ú la sesión extraordinaria celebrada por el Ayuntamiento Constitucional de To- ledo, para el abastecimiento de aguas. Toledo, Imprenta de José de Cea. 1861. (2) Fechada en 19 de Marzo de 1863. Toledo, Imprenta de Fando. 8 bir el agua del Tajo, fundando su decisión en el gasto de combusti- ble para la máquina y el salario del maquinista. Una rueda hidráuli- ca movida por la corriente del Tajo le pareció más económica, más racional y más acomodada á la tradición del Artificio, sin que le arredrara el fracaso de los alemanes. Los deseos de la nueva Autoridad se realizaron en 1869. Una turbina, que desde aquella época viene elevando el agua del Tajo al punto más alto de la población, resolvió el problema sin máquina de vapor. En los veranos suele necesitar composturas para reparar las averías ocasionadas por las crecidas del río, y en algunos en que la sequía se prolonga, no puede trabajar más que un corto número de horas al día. El vecindario, volviendo la vista á los romanos, desea hoy la construcción de un acueducto para conducir á Toledo las aguas del Castañar, y sólo el gran coste de las obras podrá retrasar la ejecución de este proyecto. Del Puente que construyó Julio César sobre el Rhin para pasar el ejército romano al país de los germanos. Dice Morales (1) hablando del Artificio, que «También en un trecho de calle muy ancha, que la máquina hubo de atravesar, hizo Juanelo de nuevo la maravillosa puente de madera que Julio César había hecho en el cerco de Marsella». Los Comentarios de César y Los Historiadores de la Guerra Civil, en cuya época tuvo lugar el cerco de Marsella, no hablan de puente alguno ni de que César asistiera al cerco, que se llevó á tér- (1) Zas Antigiedades de las Ciudades de España, t. IX, pág. 335. Madrid, Oficina de B. Cano, 1792. 82 mino por orden suya, es cierto, pero mandando C. Trebonio el ejército y Decio Bruto las naves. Sobre esto no hay duda alguna, ni interpretaciones más ó menos favorables. Los historiadores, y sobre todo las declaraciones del mis= mo César, no dejan la menor duda de que Morales se equivocó al citar el cerco de Marsella, queriendo hablar probablemente del puente que hizo Cesar sobre el Rhin para pasar el ejército romano al país de los Sugambros. César refiere de este modo los acontecimientos que dieron lugar al cerco de Marsella y lo que en él ocurrió: Durante la guerra civil, los de Marsella se decidieron por el par- tido de Pompeyo, que les envió á Domicio con siete naves ligeras. No solo fué muy bien recibido, sino que le entregaron el mando de la plaza y le revistieron de facultades y autoridad para dirigir la gue- rra. Enterado César de estos preparativos, y ofendido por la ingrati- tud de los marselleses, mandó acercar tres legiones á la Ciudad, dis- puso que se preparasen torres y manteletes para el sitio y que se ar- maran en Arlés hasta doce galeras. Hechas y armadas estas en sólo treinta días desde que se cortaron las maderas, y trasladadas á Marsella, dió el mando de ellas 4 Decio Bruto, dejando á cargo de C. Trebonio, su lugarteniente, el sitio de la plaza. El partió á Espa- ña á seguir la guerra contra Afranio, Petreyo y Varron, lugarte- nientes de Pompeyo, y después de haberlos vencido fué cuando des- de Tarragona vino á Marsella, pasando por Narbona, llegando cuando, perdida toda esperanza de resistencia, se rindió la plaza, no sin haber intentado antes sus defensores sorprender con engaños y traiciones á los romanos. César conservó la población, más por su nombre y antigiúiedad que por los merecimientos de sus moradores, dejando dos legiones de guarnición y enviando á Italia las restan- tes. Noticioso de la ley promulgada sobre la dictadura y de que Lé- pido le había elegido para desempeñarla, se dirigió inmediatamente á Roma. C. Trebonio, durante el sitio, hizo construir una torre y un camino cubierto, con el que logró horadar la muralla, pero no cons- truyó, ni tenía para qué construir puente alguno, porque pudo co- 83 locar sus legiones muy cerca de las defensas de la plaza sin que ningún río le estorbase el paso. Decio Bruto, por su parte, apresó la mayor parte de las naves de Domicio, y, por más que se busca, no se encuentra nada en el cerco de Marsella que justifique la ase- veración de Morales. | El puente que Juanelo colocó en la calle Ancha de Toledo, que sería la Ronda del Cármen, fué, sin duda, reproducción del que César hizo construir sobre el Rhin: y me fundo para creerlo así, no sólo en la celebridad é importancia de esta obra, la más atrevida que citan los Comentarios, sino en que Juanelo, entre sus Ingenios y máquinas, describe precisamente «La puente que hizo Julio César sobre el Rhin», y no habla de Marsella ni menciona su cerco. Los Arquitectos é Ingenieros que han escrito acerca de este puente, y los historiadores que han traducido los Comentarios, han interpretado con variedad algunos pasajes del texto que se refieren únicamente á detalles de construcción, porque César describe con tal claridad y precisión el puente, que todos los dibujos hasta el día publicados están en lo esencial conformes. Pero como se trata de una construcción en que César fundaba una de sus mayores glorias y que llevó á cabo expresamente para humillar el orgullo de los germanos, haciéndoles ver que ningún pueblo, por aguerrido y nu- meroso que fuera, podía resistir al valor y á la pericia del ejército romano, tiene mucha importancia aclarar estas divergencias para dibujar el puente con la posible exactitud, sujetándose al texto de los Comentarios, ya que, por desgracia, no han llegado hasta nos- otros diseños de la época en que se escribieron. Acerca de la ocasión y circunstancias en que se hizo la obra, nada hay que añadir á lo que dice César en el Libro IV de sus Co- mentarios, y que se reduce á lo siguiente: Concluida la guerra germánica con una batalla, en la que exter- minó á cuatrocientos treinta mil germanos, entre soldados, mujeres y niños, que recientemente habían cruzado el Rhin, sin que los ro- manos perdieran un solo hombre, determinó César pasar el Rhin por varias razones, entre las cuales era la principal, y á su parecer la 84 más justa, la frecuencia con que los alemanes pasaban ála Galia, asolando el país y provocando á los naturales á sacudir el yugo de sus opresores: quiso también atemorizarles haciéndoles ver que el ejército romano podía y tenia valor para tal empresa, y pretendía, además, que le entregaran la caballería de los vencidos, Usipetes y Tencteres, (1) que no se halló en la refriega y había huído, cru- zando el Rhin, al país de los Sugambros (2), con los que habían formado alianza. Los Ubios (3), el único pueblo de los trasrenanos que había solicitado y alcanzado la amistad de los romanos, pedían con insistencia socorro contra los suevos, que los molestaban con frecuencia. Por estas causas, pues, se lee en los Comentarios, César había resuelto pasar el Rhin; pero pasarle con las naves que los ubios le ofrecían, ni lo consideraba seguro, ni correspondiente á su dignidad niá la del pueblo romano. Y así, aunque era grande la dificultad que se ofrecía en la construcción de un puente, por la anchura y profundidad del río y la velocidad del agua, decidió llevar á cabo la obra, pues de otro modo no consentiría que pasaran sus legiones. Eran ocho las que tenía este año, que fué el 55 antes de la Era Cris- tiana y el 699 de la fundación de Roma, siendo cónsules Gneo Pom- peyo y Marco Crasso. César construyó el puente de este modo. (Véase la figura 18, que representa el Puente según los Comentarios.) Para dibujarle he (1) Pueblos germanos establecidos en la orilla derecha del Rhin. Los Usipetes entre los ríos Bark y el Lippe y los Tencteres desde et último al Ruhr. C. 1. Cesa- ris, Comentarii de bello gallico por el Doctor Doberenz. Leipzig, 1867, lib. 1V, cap. XVI y XVII. Nota, Germania, (2) Doberenz, á los que escribe Valbuena en el texto latino de su lraducción española de los Comentarios Sicambrorum, los llama Sugambrorum y con la misma ortografía (Sugambri) se ve citado este pueblo en la carta de la Galia romana que acompaña á la Historia de Julio César, por Napoleón III. Estos Sugambros (Sugambri) habitaban en la margen derecha del Rhin, entre los ríos Sieg y Ruhr. C. I. Cesarius Comentarii de bello gallico, por el Doctor Do- berenz, cuarta edición. Leipzig, 1867; lib. IV, cap. XVI y XVII. Nota, Germania. (3) Los de Colonia. 8 1 Dir] 11 86 tenido á la vista los diseños de Lipsio, Paladio , Juanelo y otros autores que se citan más adelante. Dos maderos ó pilotes (1) de á pie y madio (de grueso) aguzados por la punta, de longitud proporcionada 4 la profundidad del río, se unían entre sí á dos pies de distancia uno de otro (formando un par). Sumergido este par en el río con aparatos convenientes (ma- chinationibus) (Napoleón UI quiere qne sean barcas) se presentaban los pilotes en la posición que debían tener, y con mazos ó machinas se hincaban /en el fondo ó lecho del río) no á plomo, como los pies derechos, sino inclinados /prone) hacia la corriente del agua y con- vergentes entre sí /fastigiate ó mejor fastigate); otros dos pilotes, unidos del mismo modo (es decir, otro par) y en posición contraria (enfrente de los primeros ó río abajo) y á distancia de cuarenta pies, medidos sobre el lecho del río, se colocaban inclinados contra la corriente é ímpetu del río. Los dos pares se unían entre sí por la parte superior /imsuper) con traviesas ó puentes de dos pies (de grueso) y de la longitud que mediaba (por arriba pues por el fondo del río ya se ha dicho que distaban 40 pies un par de otro) entre los dos pares opuestos, metiéndolas en el hueco (de dos pies) que quedaba entre los pilotes de cada par, y sujetando los extremos de las puentes á los pilotes con dos hebillas ó brochales (/i0ulis) una por cada extremo (utrimque). Cuando los pares tendían á separarse (1) Tigna bina sesquipedalia paulum ab imo preecuta dimensa ad altitudinem fluminis intervallo pedum duorum inter se iungebat. Hacec cum machinationibus immissa ad flumen defixerat fistucisque adegerat, non sublice modo directe ad perpendiculum, sed prone ac fastigate, ut secundum naturam fluminis procum- berent, his item contraria duo ad eundem modum iuncta intervallo pedum qua. dragenum ab inferiore parte contra vim atque impetum fluminis conversa statue- bat. Heec utraque, insuper, bipedalibustrabibusimmissis, quantum eorum tignorum iunctura distabat, binis utrimque fibulis ab extrema parte distinebantur; quibus déclusis atque in contrariam partem revinctis, tanta erat operis firmitudo atque ea rerum natura, ut quo maior aque se incitavisset, hoc arctius illigata tenerentur. Hec directa materia iniecta contexebantur: ac nihilo secius sublicee et ad inferio- rem partem fluminis oblique agebantur, que pro ariete subiectee et cum omni opere coniuncte vim fluminis exciperent el alis item supra pontem mediocri spatio, ut, si arborum trunci sive naves deiciendi operis essent a barbaris misse, his de- fensoribus earum'rerum vis minueretur neu ponti nocerent, 87 (declusis) eran retenidos por la parte opuesta, dando tal firmeza á la obra, de por sí muy segura, que cuanto mayor era la fuerza de la corriente, tanto más se apretaba su trabazón. Se colocaron varios de estos pares (cada dos, uno enfrente de otro, según la corriente, con la puente que los unían formaban una pila) unos á continuación de otros (según el ancho del río), ligándolos entre sí con largueros colocados sobre las puentes, recubriéndolos con ramas y faginas; y sin embargo /nihilo secius, es decir, d pesar de la firmeza de la obra), se colocaron tornapuntas /sublicce oblique) por la parte inferior del río (aguas abajo del Puente), las cuales, hin- cadas con ariete y formando un todo con el resto de la obra, con- trarrestaban la fuerza de la corriente: además, se pusieron otras más arriba del puente (aguas arriba) y á cierta distancia, para que si los bárbaros echaban troncos de árboles ó soltaban naves con objeto de deshacer las obras, la fuerza de estas defensas disminuyera su acción oponiéndose á que dañaran al puente. He tenido que apartarme en la traducción que precede de la versión de Valbuena, tanto porque no se ha detenido bastante en la interpretación de algunos pasajes, como por la incorrección del texto latino que acompaña á su traducción castellana. Yo he co- piado el párrrío que va en latín, por nota, de la obra de Dobe- renz, ya citada. Las diferencias entre ambos textos son notables: pues en los pocos renglones que corresponden á la descripción del Puente, hay tres adverbios directe, fastigate y oblique, que vienen como adjetivos en el texto de Valbuena, al que le faltan las pa- labras imsuper y un et, y le sobra la voz causa, sin contar otros errores de menos importancia. Napoleón III, en su Historia de Julio César (1), observa correc- tamente que en la frase que empieza Haec utraque insuper, y termina illigata tenerentur, no han advertido los traductores, y entre ellos hay que incluir 4 Valbuena, que las palabras Haec utra- que, se refieren á los dos pares de una pila, y no á los pilotes de un (1) Lib III. cap. 7, Campagne de 699. Nota. 88 par. Además, las voces guibus declusis, etc., se relacionan á estos mismos pares, y no á fibulis, como algunos han creido. Los adverbios fasgitate y prone, y el ablativo fibulis, han sido interpretados de distinto modo por los Arquitectos é Ingenieros que han dibujado el Puente, y lo que me parece más exacto, respecto á los dos primeros, es admitir, como ya lo había explicado Ron- delet (1), que por prone debe entenderse la inclinación de los pilotes Figura 19. E Pons Cesaris, eius partes. 1 Tigna sesquipedalia in flumen dimissa. 2. Bipedales trabes immise. 3. Fibula bina. 4. Sublice oblique et cum opere juncte. 5. Defensores. 6, Directa materia ad consternendum. con relación á la superficie del agua, y por fasgitate otra segunda inclinación de estos pilotes, uno hacia la margen derecha, y otro hacia la izquierda del río; de modo, que prolongando mentalmente los dos pilotes de un par hacia arriba, viniese á resultar un /asti- gium, que significa literalmente la parte alta de un frontón formado por dos lados convergentes (2), por lo cual hemos dicho que los pi- (1) Traité théorique et pratique de Part de batir: t. TV, pág. 305. (2) Dictionaire des Antiguités romaines el grecques, par Anthony Rich. París, 1861. Fastigium. 89 lotes, además de estar inclinados hacia la corriente, eran entre sí convergentes, por más que no llegaran á juntarse en un punto para formar el fastigium. Las traviesas, ó puentes, se sujetaban á los pares con /ibulis, voz que se ha tomado por traviesas, muescas, ensambladuras, cuerdas, pasadores, etc., y sólo Juanelo, con mayor ingenio, y sujetándose al sentido directo de la palabra, las llama hebillas, yy como tales las dibuja y explica su función en el Puente, con arreglo al texto de César, como más adelante se procura demostrar. Figura 20. La figura 19, representa el puente de César, dibujado por Justo Lipsio (1), acompañado de su correspondiente leyenda ó explicación. En los pilotes (Tigna sesquipedalia) no ha figurado más inclina- ción que la correspondiente ála superficie del agua (prone), haciendo caso omiso de la correspondiente á fastigate. Traduce fibulis por pasadores ó clavijas, y representa las maderas labradas. En lo demás, el dibujo es correcto y ajustado al texto. Las figuras 20 y 21 representan el puente dibujado por Pala- dio (2). Los [pilotes 1, 1, no están convergentes, y traduce fibu- (1) Iusri Lipst. Poliorceticon. Antuerpiz MDXCVI, pág. 125. (2) ZComentari diC. Giulio Cesare. Fatt.d'|Andrea Palladio. In Venetia MDCXXV. RONDELET Zraité théor. el prat. de Part de batir, t. 1V, Pl, CXXXVII, 90 lis, por las muescas y rebajos que aparecen detalladamente en la figura 21. La unión ó ensambladura de los pilotes no inspira gran confianza en la seguridad de la obra. Figura 22. Alberti (1) dibuja el Puente con arreglo al diseño representado en la figura 22. (1) RoNDELET. 2'Ari de batir, tom. IV, pág. 305, lám. CXXXVII. 91 No indica la convergencia de los pilotes y traduce fibulis por cuerdas. Nada en el texto autoriza semejante versión. En el mismo caso se encuentra el dibujo de Scamozzi (1) figura 23. al electr) : ERE 0 Figura 24. + Perrot d'Ablancourt diseña el Puente (2) (fig. 24), prescindiendo de la convergencia de los dos pilotes, y los une entre sí por medio (1) RonbDeELur, loc. cit, (2) Ibdn. 92 de clavijas y pasadores, que debilitarian su resistencia. Se desentiende de las fibulis, pues la puente ó traviesa descansa simplemente, sin ninguna trabazón, en los pasadores más altos. Me parece insegura y poco acomodada al texto esta interpretación. Emy, en su obra Del arte de la Carpintería (1), publica las lá- minas del curso antiguo de Construcción de la Escuela Politécnica de París, correspondientes al Puente de César. Una de ellas repre- senta la sección horizontal, otra una sección perpendicular al eje del Figura 25. Puente, y la tercera una proyección sobre un plano vertical paralelo á su longitud, y perpendicular, por consiguiente, al curso del agua. La figura 25 es copia de la última, yen ella se 'advierte que la Escuela Politécnica resuelve la cuestión de la unión de las puentes ó traviesas con los pilotes, lo mismo que Paladio, con muescas y ensambladuras. Tampoco representa la convergencia de los pilotes, (1) A.R. Emy. Traite de l'art de la Charpenterie; t. TI, pág. 369, Pl. 129. 93 dibujándolos paralelos entre sí. De este diseño he formado la misma opinión que del de Paladio. Rondelet dibuja con toda claridad la convergencia de los pilotes (figura 26), pero la trabazón de las puentes con los pares, mediante las espigas que se ven en el dibujo, ni ofrece seguridad alguna, ni se aviene con el texto. (1) El dibujo del Puente, que corres- ponde á la lámina 15 de la Historia de Julio César, por Napoleón IM, y de la que es copia la figura 27, tiene, res- pecto á las anteriores, una novedad que me parece muy justificada. Repre- senta las maderas en su estado natu- ral, y sin labra alguna, como debieron emplearse, pues no se concibe que, en diez días que duró la construcción, hu- biera tiempo de labrarlas á escuadra, — “ como han dado por hecho los demás au- tores. Prescinde de la convergencia de los Figura 26. pilotes, y traduce fibulis por travesa- ños (liens en bois). Por lo demás, ateniéndose rigorosamente al tex- to, dibuja el Puente con exactitud y la mayor corrección. Por fin, Juanelo, en su obra manuscrita ya citada, se explica en estos términos: «La puente que hizo Julio César sobre el Rhin, la cual describe en sus Comentarios, muchos la han querido elosar, mas al fin muy pocos la veo acertar, en especial en la Fibula, la cual es muy difi- cultosa de entender, porque unos quieren que sea una cuerda con que atan todo, otros quieren que sea una clavija de hierro, otros quieren que sea una ligazón de madera, la cual fibula me parece que se entiende que ha de ser 4 modo de una evilla (sic) por hacer casi (1) RoNDELEt. 7 art de batir. 192 94 Figura 21. 95 el mismo efecto que hace la evilla en la correa; la cual es en la ma- nera que aquí en medio se señala (/'y. 28) á mi entender, según me parece deben estar; las dos piezas G, han de ir siempre arriba, y las otras dos, que es /, deben ir siempre de travieso, á causa que de otra manera no serviría que las dos piezas / tomen el madero C, por razón que la una pieza la tiene que no la deja abajar y la otra no la deja tampoco subir para arriba». Figura 28. La hebilla de Juanelo es la solución completa de la dificultad: primero, porque la traducción de hebilla por fibula es la única que puede aceptarse como correcta y genuina; y segundo, porque con la hebilla se evita en la unión de los pilotes con las puentes la rigidez, tan perjudicial á la obra, que tomaría con las clavijas ó pasadores, con los travesaños, las cuerdas y las muescas, que figuran en sus di- bujos respectivos los autores anteriormente citados. la sencillez de construcción de las hebillas y la facilidad que ofrecen para su coloca- ción, abonan además la opinión de Juanelo, tratándose de un puente de longitud extraordinaria, construido en diez días, y, á propósito del cual, advierte César, por último, que si los pilotes de una pila se mueven ó separan en un sentido, son retenidos por la parte contraria, 96 y esto solo puede tener lugar empleando las hebillas. En efecto, si la carga sobre el tablero, durante el tránsito del ejército, le oprimió ha- cia abajo, la puente C se apoyaría en los travesaños / inferiores de las hebillas, y los superiores la sujetarían contra los pilotes A4 BB. Los costados G de las hebillas retienen los pilotes unidos á la puen- te C, y por consiguiente fijan su posición. Si los pilotes AA empuja- dos por la corriente cediesen en la dirección de la flecha, los travesa- ños / superiores de las hebillas, los retendrían en su posición, dete- niendo su movimiento. El examen de la figura aclarará cualquier duda mucho mejor que pudiera hacerlo yo con más amplias explicaciones, Si Juanelo hubiera representado convergentes los pilotes de cada par, su dibujo sería completo y nada hubiera que observar respecto á su corrección. De todos modos, la traducción de la fibula por hebi- lla y la representación sencilla y sólida de esta interesantísima parte de la obra, revelan el ingenio del autor del Artificio de Toledo, que no sólo reprodujo el Puente de César, sino que lo construyó con más exactitud que lo habían dibujado sus predecesores en la interpreta- ción del capítulo correspondiente de los Comentarios. Napoleón II admite, por razones que pueden verse en una nota interesantísima del lib. IL, cap. VIL, Campagne de 699, de su Histo- ria de Julio César, que el puente se construyó en Bona, en donde el Rhin tiene 430 metros de anchura. Calcula que tendría 56 tramos de á 26 pies romanos (7 m. 50) (1). Por consiguiente, añade, se ne- cesitaron 54 pilas (2). Terminada la obra en diez días, y dejando guarnición en las dos entradas del puente, pasó César el ejército al país de los Sugambros, que recorrió durante algunos días, talando los campos y abrasando los lugares y edificios que encontraba al paso, sin que nadie se le opusiera, pues los habitantes se habían retirado, escondiéndose en las montañas con todos sus efectos. Desde allí se trasladó á Colonia, (1) 430, divididos por Y m. 50, dan á lo menos 57 tramos. (2) Se necesitaron, debió decir, 56 pilas, que comprenderían 55 tramos y los dos de los estribos ó entradas al puente, que hacen 57 en total. 97 prometiendo á los naturales defenderlos si los Suevos les atacasen, y enterado de que estos germanos se habían retirado también á los montes con sus familias y sus haciendas, y cumplidos los propósitos que le movieron á pasar el Rhin, volvió á las Galias, persuadido de que había hecho bastante para gloria y utilidad del pueblo romano, mandando deshacer el puente. También ha dado lugar 4 controversias empeñadas la situación de esta obra. Unos suponen que se construyó entre Bona y Coblen- za; otros fijan su situación en Emmerich; y Napoleón 1IL, con algún otro autor, admite que estuvo en Bona. La exposición de los hechos que sirven de fundamento á estas opiniones, no son de este lugar. A los que deseen tomar conocimiento de ellos, podemos recomendarles las obras de Doderich, en donde encontrarán minuciosas noticias del Rhin, de la estancia de los romanos en este país, y de los pueblos germanos que habitaban la orilla derecha del caudaloso río (1), y sostuvieron las guerras contra los romanos. Antes de César, no había pasado el Rhin ningún ejército regular, Dos años después hizo otro puente sobre el mismo río, más arriba de Bona, enteramente igual al primero que queda descripto. (1) AnbrEas DoDERICH. Geschichte der Rómer und des Deustchen am Niederrhcin. Emmerich. 1854. 1 vol. Die Feldzúge des Drusus und Tiberius. Kóln und Neuss 1869, 1 vol. Julius Caesar am Rhein, nesbt Anhang weber die Germani des Tacitus, und ueber di Franci der Peuntingerschen Tafel. Padenburn, 1870, 1 vol. Liber X, caput XII. denod MOS 5 MONA pi j j ia $ y tu l Uy E ' p ' 4 ISI ; j o e. sl UN y my 1 y Si ROI Soy YE UA A NA 5 Mu aj Lpbhiijár "a 4 | 6j “Ino En] A end 1 Si TA A ASI id A AS nus aqua YA pul | pS o — ¿ / no e TL 6 el f pei] y A RUJA Ñ Mu 5101 Í A t . Dl y ICI HEDIA qa E li; A 4 D ' Y > mtb? ¿0 03td anu eN: Sd AR E O y AS, ¿ tol 49 VEAIS IDO O j A e ¿ AABAR ' AÑ 2100 lis f j Y 20 OA APÉNDICE Libro X, capítulo XIT. De la máquina Ctesibi- Ca. (Arquitectura de M. Vitruvio Polión.) (Véase la figura 29 al final de la traducción.) (1) «Sigue ahora la descripción de la máquina Ctesíbica para subir agua á gran altura. Se construye de bronce, y en su base /radicibus) van asentados dos vasos ó barriletes /modioli, hoy cuerpos de bom- ba) gemelos, poco distantes entre sí, de los que arrancan dos tubos que forman á modo de una horquilla, y que, situados simétricamen- te, vienen á concurrir al centro de un recipiente (catinum); en este (1) De Ctesibica Machina (M. Vitruvii Pollionis, de Architectura). Insequitur nunc de Ctesibica machina, quae in altitudinem aquam educit, mostrare. Ea fit ex aere, cujus in radicibus modioli fiunt gemelli paulum distantes, habentes fistulas, furcillae sunt figura, similiter cohaerentes, in medium catinum concurrentes: in quo catino fiantaxes in superioribus naribus fistularum coagmentatione subtili co- llocati, qui praeobturantes foramina narium, non patiuntur exire id, quod spiritu in catinum fuerit expressum. Supra catinum penula, ut infundibulum inversum est attemperata, quae etiam per fibulam cum catino cuneo trajecto continetur et coagmentatur, ne vis inflationis aquae eam cogat elevare: in super, fistula, quae tuba dicitur coagmentata in altitudine sit erecta. Modioli, autem, habent, infra nares inferiores fistularum, axes interpositos su- pra foramina earum, quae sunt in fundis; ita de supernis in modiolis emboli mas- culi torno politi et oleo subacti conclusique regulis et vectibus convoltuntur, qui ultro citroque frequenti motu prementes aerem, qui erit ibi cum aqua, axibus ob- turantibus foramina, cogunt et extrudunt inflando pressionibus per fistularum na- res aquam in catinum, e quo recipiens penula spiritus exprimit per fistulam in 100 recipiente hay válvulas ó ventosas, sutilmente colocadas en la unión de las bocas superiores de los tubos con el recipiente, las cuales, cerrando los agujeros ó bocas de los tubos, no permiten que se esca- pe lo que de aire (1d quod spiritu) hubiere encerrado ó comprimido en el recipiente. Sobre este se coloca una cobertera á manera de em- budo invertido, que, por medio de hebillas ó visagras (fibulam), suje- tas á su superficie cónica (cuneo trajecto), la retienen y unen al re- cipiente para que la fuerza del agua comprimida no la obligue á le- vantarse. Encima se adapta un caño que se llama Tuba, y que sube verticalmente á la altura que se desee. «Los cuerpos de bomba tienen en sus fondos, por debajo de las bocas inferiores de los tubos, aberturas cubiertas con válvulas /axes, ó mejor asses); además, por las bocas superiores de los cuerpos de bomba, entran los émbolos macizos, torneados y untados con aceite, los cuales, ligados á vástagos y palancas, suben y bajan, de modo que por su movimiento frecuente y alternativo (ultro citroque fre- quenti motu), comprimiendo el aire que estará allí con el agua (qui ertt 1bt cum aqua) absorben (al subir) el agua cerrando las válvulas las bocas de los tubos, y la obligan (al bajar) á que, venciendo las presiones del aire, pase por los tubos al recipiente, del cual la recibe la cobertera, y empujada por el aire sube por el caño (Tuba ó fistula) para ganar la altura». » Y así, desde un sitio bajo se provee de agua á un arca superior (castello) colocada en el punto en que ha de empezar á correr». altitudinem. Et ita, ex inferiore loco castello colocato ad saliendum aqua submi- nistratur. Nec tamen haec sola ratio Ctesibii fertur exquisita, sed etiam plures et variis generibus aliae, quae ab eo liquore pressionibus coacto, spiritu efferre á natura mutatos effectus ostenduntur: uti merularum, quae motu voces edunt, atque en- gibata, quae bibentia tandem movent sigilla, caeteraque quae delectationibus ocu- lorum et aurium sensus eblandiuntur: e quibus, quae maxime utilia et necessa= ria judicavi, selegi, et in priore volumine de horologiis, in hoc de expressionibus aquae dicendum putavi: religua, quae non sunt ad necessitatem, sed ad delitia— rum voluptatem, qui cupidiores erunt ejus subtilitatis ex ipsius Ctesibii Comen- tariis poterunt invenire. 101 »No es este el único invento ingenioso de Ctesibio, sino otros muchos de varios géneros, en los cuales, forzada el agua por presión, se muestran con el aire efectos parecidos á los naturales, como mir- los, que, al moverse, producen sonidos; figurillas que beben y se mueven, y otras que halagan los sentidos de la vista y el oído, entre los cuales elegí los que creí de mayor utilidad y necesidad, tratando en el libro precedente de los relojes y en este del modo de elevar el agua; los restantes, que no son de necesidad y sirven sólo de recreo, podrán, los aficionados á estos esfuerzos del ingenio, encontrarlos en los Comentarios del mismo Ctesibio». MM Modioli. Barriletes ó cuerpos de bomba. ff... Fistulae. Tubos formando horquilla. C... Catinum. Recipiente del agua. P... Pemula. Recipiente ó cámara del aire. T... Tuba. Caño de salida ó expulsión. EE Emboli masculi. Embolos macizos. VV Vectes. Vástagos. Figura 29. Lo mismo que dije del texto latino del Puente de Julio César, repito ahora del de la máquina Ctesíbica: ni los textos de la 4rqui- tectura de Vitrubio están conformes, ni los traductores de acuerdo en la interpretación de algunos pasajes interesantes. He adoptado el que inserta en su traducción italiana el marqués de Galiani, y al ponerlo en castellano he tenido á la vista la versión de este traductor y la inglesa de Newton, ya citada. Me parece in- dispensable esta declaración, porque hay textos en que se lee Hthés- bica por Ctesíbica; cum cuneo por cum catino cuneo y Perrault dice el marqués de Galiani, «no comprendiendo como los émbolos po- dían absorber aire y agua, según explica Vitruvio, creía que se hablaba del aire de fuera ó exterior, que oprime y hace entrar al agua en los cuerpos de bomba, y bajo esta suposición ha corregido tum 13 102 aquam por cum aqua y é qua recipiens penula superposita por e quo recipiens penula spiritu. «He creído que como está estaba bien, añade el Marqués, y supérfluo exponer sus razones por no contraer la obligación de refutarlas.» (L” Architectura de M. Vitruvio, por el Marqués Berardo Galiani: Napoli MDOCLVIL pág. 412. Nota). De los innumerables copistas por cuyas manos han pasado los manus- critos de Vitruvio en época anterior á la invención de la imprenta, hay que temer las omisiones y adiciones y los errores notables en que han incurrido, los cuales, unidos á la pérdida de las láminas que acompañaban al texto original, han creado las graves dificultades con que tropiezan todos los traductores en la interpretación de la máquina Ctesíbica. Se advierte, sin embargo, en la explicación de Vitruvio, tal in- sistencia en hacer intervenir al aire en la elevación del agua, que irresistiblemente se ve uno forzado á admitir que Ctesibio puso un recipiente de aire en su bomba, aunque no lo diga expresamente y no lo hayan advertido sus traductores. La mayor parte de ellos han dado poca importancia á los capítu- los que tratan de las máquinas, considerando la Arquitectura como lo más importante de la obra; y no siempre han tenido presente, unos por ignorarlas y otros por negligencia, las propiedades del agua y del aire y las leyes de la Mecánica, sin cuyo conocimiento es impo- sible traducir las descripciones de este género. Ctesibio no necesi- taba ni nombrar siquiera al aire para explicar con claridad y preci- sión la bomba aspirante é impelente que lleva su nombre, y tal cual la figura Perrault en su traducción, refiriéndose á un dibujo del que es copia la figura 30. (1) En ella se ven los dos cuerpos de bomba B, B”: los tubos, for- mando horquilla, d, d”, que partiendo de los cuerpos de bomba vie- nen á concurrir al recipiente 4. Encima va la cobertera D, en forma de embudo invertido, y adaptada á ella la columna 7. En la posición que indica la figura, el émbolo C está en lo alto de su carrera, la (1) A. Ricm. Diction. des antiq. rom. el grecques. Ctesibica machina. 103 válvula del fondo del cuerpo de bomba B, abierta, y cerrada la del tubo d, correspondiente á la boca situada en el recipiente A: el ci- lindro B está lleno de agua. En el otro cuerpo de bomba todo pasa al contrario: el émbolo C” se halla en la parte más baja de su curso, la válvula del fondo cerrada, y abierta la de la boca del tubo ' en el recipiente: el agua contenida en el cuerpo de bomba 2*, está pasan- do por el tubo d, al recipiente 4. De este sube á la cobertera D y á la columna 7. En esta descripción no entra para nada el aire, y de aquí las correcciones que Perrault ha tenido necesidad de introducir para que el texto adulterado estuviera conforme con su dibujo. Pero Vitruvio dice claramente que las válvu- las situadas en el recipiente cierran las bocas de los tubos para que no se escape el aire que en él hubiere comprimido; y el aire, evidente- mente, se escaparía por la columna 7 si esta columna estuviera como Perrault la ha repre- sentado, y no penetrara, como yo la he diseñado en la figura 29, su- mergiéndola en el agua del recipiente. En otra parte del texto dice que los émbolos, comprimiendo al aire, que estará allí con el agua, la absorben y la obligan, venciendo las presiones del «ire, á pasar por los tubos, ete. Puede prescindirse de la intervención del aire, como se ha visto, si no se trata más que de describir la bomba aspi- rante é impelente; pero Ctesibio no prescinde y habla con conoci- miento de sus propiedades, entre las que se cuentan como esenciales la de ser compresible y elástico, que quiere decir, que sometido á una presión se reduce de volumen, pero cuando cesa ó disminuye esta presión, lo recobra, ejerciendo á su vez presión en sentido con- trario á la que le oprimía; además, se deja ver que no ignoraba que el agua no es compresible, ni, por consiguiente, elástica. Y si el aire intervenía en el juego de la bomba de Ctesibio, como no queda la menor duda, claro es que debía estar contenido en un recipiente para poderlo comprimir, y por eso hay que convenir con Figura 30. 104 Ewbank en que el recipiente de aire, que se tiene por invención moderna, era conocido de Ctesibio y figuraba con el nombre de | pénula en la descripción de Vitrubio. Penula es, por lo tanto, la cámara ó vaso del aire que tenía la figura de un embudo invertido, y Catinum el recipiente del agua. S1 quedara alguna duda acerca de la función del aire comprimido en el juego de la bomba de Ctesibio, no habría más que consultar la Spiritalia de Heron, su discípulo y amigo. Este libro, con las lámi- nas originales, es de los pocos que han podido salvarse de la destruc- ción que, en los tiempos de barbarie y tinieblas que mediaron entre la caída del imperio romano y la invención de la imprenta, sufrie- ron los Comentarios de Ctesibio, los libros de Arquímedes, y otras tantas obras de las que únicamente sabemos que existieron. Describe Heron en su Spiritalia (1) primero la fuente que aún lleva su nom- bre y que se explica en todos los tratados de Física, y en la cual el aire comprimido fuerza al agua á salir por el surtidor /per cerem in 1pso compressum) (2); después trata de su bomba de incendios, y, cuando explica cómo sale el agua del recipiente, dice textualmente que se fuerza al agua á salir de la misma manera que en la fuente, es decir, por el aire comprimido: lo cual demuestra que hubo tam- bién en su bomba de incendios cámara ó recipiente de aire, porque á este fluido ni á ningún otro se le puede comprimir sin recogerlo pri- mero en un vaso cerrado. Por esto Ewbank, en su obra citada repetidas veces (pág. 305), representa la bomba de incendios de Heron, en un diseño, del que es copia la figura 31, declarando que el tubo (7uba) que arranca del recipiente y sube vertical, no aparece en sección en el dibujo de la traducción de Commandino, como él lo representa, pero que la dis- posición de los tubos, con arreglo al texto, es precisamente la de su (1) En los siglos XVI y XVII se publicaron varias traducciones latinas de esta obra. Ewbank, de quien tomamos estas noticias, se refiere á la versión de Com- mandino. Heronis Alezandrim Spiritualiwm Liber, a Federico Commandino urbinate, ex Greco muper in Latinum conversus. 1583. (2) Spiritalia, pág. “10. 105 diseño. Rechaza la figura rectangular del recipiente, porque no puede admitir que un hombre del ingenio de Heron buscara obstáculos inútiles á la circulación del agua, y atribuye tanto esta irregula- ridad como la estrechez del tubo, que sirve de cámara de aire, á la ignorancia de los copistas, que encontrarían más facil dibujar, y á sus ojos más pecfecta, la figura rectangular, y que, no comprendiendo el juego del aire en la ascensión del agua, reducirían por innece- sario el diámetro del tubo, creyendo perfeccionar el aparato. Ed Pigura 31. A A% Estas observaciones son tan juiciosas y atinadas, que en una bomba de Heron, encontrada en Castrum Novum, cerca de Civita- Vecchia, que servía para alimentar de agua á los baños de la ciu- dad, y que describe Rich en su Diccionario de Antigiedades (1), no hay en el diseño que acompaña á la descripción nada que recuerde la forma rectangular del dibujo de la traducción de Commandino. (1) Véase la palabra Sipho. 106 La bomba de incendios de Heron, idéntica á las que hoy se usan, es un nuevo tributo de gratitud que debemos á los antiguos egipcios. No representa una de esas invenciones que por falta de aplicación inmediata quedan pronto relegadas al olvido y sirven luego de arse- nal á los que se llaman inventores, apropiándose ideas y descubri- mientos de los antiguos, porque de la descripción se deduce que es- taban en uso en la época en que se escribió la Spiritalia. (1) Bombas antiguas del Puente de Notre-Dame DODENANSNSSINOSSSS ON SES ISSO VATIOS Figura 32, en París. La figura 32 representa una de las bom- bas, que, movidas por una rueda hidráulica colocada en el Sena, subían agua, en el Puente de Notre-Dame, para el servicio de algunos barrios de París. Estas bombas son de mucha comodidad, cuando no es posible ó conveniente colocarlas en el mismo pozo ó depósito del agua que se ha de elevar. El conjunto se compone realmente de dos bom- bas, en cada una de las cuales va un pistón con válvulas, que se abren de abajo hacia arriba. La inferior es una bomba atmosfé- rica, llamada así porque al subir su pistón y formarse un vacío en el cuerpo de la bomba, la presión atmosférica obliga al agua del río á subir por el tubo inferior, abriendo la válvula colocada en el tubo de aspiración, y ú penetrar en el cuerpo de bomba vacío. En la superior sube al mismo (1) Siphones autem quibus utuntur ad incendia hoc modo construntur. Cit. por Ewbank, pág. 307. 107 tiempo su pistón y empuja al agua, que, abriendo la válvula que está encima, entra en la columna ó tubo de ascensión. Cuando bajan los dos pistones, se abren sus válvulas por la resistencia que encuentran en el agua, y se cierran las de los tubos: la del superior por el peso del agua contenida en la columna, y la del inferior por el peso del agua del depósito. Cuando se repite el movimiento ascen- dente, los dos pistones están cargados de agua y la elevan: el de la bomba inferior al depósito en que está sumergida la superior, y el de esta al tubo de ascensión. Tal es el juego de una de las bombas que formaban la instalación del Puente de Notre- Dame. (Ewbank. 4 des. and hist. acc. 0f. hyd. machines, pág. 417.) De la máquina de Rannequin para regar los Jardines de Versalles. Esta famosa máquina, establecida en Marly, cerca de París, en 1682, por el ingeniero holandés Rannequin, elevaba el agua del Sena á un depósito situado en la parte superior de una colina, dis- tante un kilómetro proximamente del río, y á una altura sobre su nivel de 160 metros. S1 Rannequin, obrando juiciosamente, hubiera ganado toda esa altura en un solo tramo, es decir, con bombas que desde el río hubieran forzado al agua á subir al depósito, sería preciso confesar que su obra fué la más atrevida y grandiosa de cuantas se acometieron en el mundo para la elevación del agua. No lo tuvo así por conveniente, y colocó entre el río y el depósito dos estanques ó cisternas escalonadas, resultando tres tramos ó series de bombas, que complicaron y aumentaron de tal modo el peso de la maquinaria con las trasmisiones de movimiento, que algún autor asegura que, por la resistencia y ruido que las piezas ocaslo- naban y las grandes distancias á que había que elevar el agua, adquirió esta obra el título de Monumento de la Ignorancia. 108 Primeramente, se construyó una presa en el río para proporcio- nar una caída y con ella la fuerza necesaria. Se dividió la presa con pilas en catorce Canales distintos, y en cada uno se colocó una rueda hidráulica de choque inferior. En los dos extremos de los ejes de cada rueda se acoplaron manivelas que movían tirantes (bielas) para trasmitir movimiento á los pistones de las 250 bombas que funciona- ban entre los tres tramos ó series en que Rannequin dividió la altura y la distancia entre el Sena y el depósito. Cerca del río, seis ruedas movían 64 bombas que forzaban el agua por tubos de hierro hasta la primera cisterna, situada en la falda de la colina á unos 180 metros de distancia y á 48 metros sobre el nivel del Sena. De esta cisterna á la segunda hay 400 metros de distancia y 55 de desnivel, y, para elevar el agua del río que recibía la primera, trabajaban 79 bombas. Por fin, 88 elevaban el agua desde la segunda al depósito, salvando un desnivel de 55 metros y una distancia de 420 metros. Las bombas de estas dos series se movían con las ocho ruedas restantes por medio de tirantes y cadenas de hierro sos- tenidas en caballetes colocados en la falda de la colina. Estas dos series pudieron evitarse habiendo preparado una instalación sólida junto al río, con lo cual se hubiera ahorrado mucho gasto y supri- mido el iruído y la trepidación de las trasmisiones, que tanto han contribuido al descrédito de esta máquina. Se supone que el 95 por 100 de la fuerza disponible se consumía en comunicar movimiento á las piezas que componían el aparato ó Ingenio. El peligro de mover bombas con tirantes y cadenas se reconoció á los pocos años de su instalación, y en el de 1738 Camus ensayó á subir el agua directamente, prescindiendo de las cisternas, desde el río al depósito. La máquina, que no estaba preparada para un es- fuerzo tan considerable, sufrió bastante en la prueba, pero al fin se logró parcialmente el resultado. Y esto confirma la opinión de que con obras, ruedas y bombas resistentes se hubiera podido, con mucho menos gasto y menor fuerza, elevar el agua á lo alto de la colina. Después se hizo otro ensayo, en 1775, para suprimir la primera Cis- terna, y, por consiguiente, un tramo ó serie de bombas; y, aun cuando 109 el resultado fué satisfactorio, no se instaló definitivamente la refor- ma por el mal estado de los tubos y dificultades pecuniarias. Por úl- timo, hallándose las ruedas hidráulicas muy deterioradas, se reem- plazaron, por orden de Napoleón, con una máquina de vapor de 64 caballos; pero los tirantes, cadenas, etc., continúan siempre funcio- nando. Además de las bombas de elevación mencionadas, hay otras destinadas á alimentar á las primeras y á conservar siempre carga- dos de agua los émbolos macizos de las que están situadas cerca del río, cuyos cuerpos de bomba estaban abiertos por la parte superior. Las de las cisternas eran iguales á las del puente de Notre-Dame, con la diferencia de que no tenían más que el cuerpo de bomba su- perior, sumergido en el agua de la cisterna, y sus pitones iban pro- vistos de válvulas, según queda explicado. Juanelo instaló su máquina en Toledo 200 años antes que Ran- nequin colocara la suya en Marly; y, aunque subió muy poca agua, no le arredró la altura de 90 metros, ni gastó más que sesenta y dos mil pesetas en el Artificio, y en vez de cadenas y barrones de hierro para la trasmisión del movimiento, colocó un tirante de madera, lijero y sencillo, imitando las escalas para los asaltos de las plazas, descritas por Vegecio y Valturio. Y me limitaré á estas observaciones, porque ni las circunstan- cias, ni las condiciones de la localidad, ni los medios de que dispu- sieron los dos ingenieros, admiten comparación. Además, Juanelo proyectaba y resolvía las dificultades con su ingenio. Rannequin, incapaz de concebir un plan atrevido, y sin talento para luchar con los obstáculos que se le ofrecían, malgastaba cuantiosas sumas y disipaba la fuerza en lo accesorio. 14 7 d , . e EA AY í a o AAA) on IO ON TT, y Mi MEA! Y ui Bob al OI ¿OS y z E ) EN a . í Í EDAD Ni A MT E . p Dis BEAM FAURA Y a AN ¡ AA í ; Lina AA y Ú ADAN EN , A IO . $ l E p 1 Ñ De - , x y vo ciendo aro ] 5 ai, a o a » ./ E .. o ' . > 6 , ' y í ñ o AS le y INDICE — PÁGINAS- RENCIA rd ios llo sil ta dao d EL ARTIFICIO DE JUANELO Y EL PUENTE DE JuLi0 UésaR. —.V0- ticia de algunas obras y proyectos para surtir de agua d Toledo, anteriores dá la instalación del ArtificiO......... Entra Juanelo al servicio del Emperador.......o.oooo.... Pasa Juanelo al servicio del Rey D. Felipe I1.—Descripción del Artificio De otras obras y comisiones que estuvieron d cargo de Jua- +... +... .... ... .... ... 0... . 00... . .« .« o 0... De las obras y proyectos para abastecer de agua dá Toledo en épocas posteriores al abandono del ArtificiO.......o..... Del Puente que construyó Julio César sobre el Rhin para pasar el ejército romano al país de los germanos........ APÉNDICE. —Libro X, capitulo XII. De la máquina Ctesibica. (Arquitectura de M. Vitruvio Polión).............. O Bombas antiguas del puente de Notre-Dame en París. .... De la máquina de Rannequin para regar los jardines de Versailles OOO DO OA PO O ODIO OOOO OOOO OO O OOO O OOOO 76 Fl 9 MC A . 7 Ñ ñ FL | v Mn ; t AN ' ' ' QU $ SN A j Lo 1 LADES m e Ñ . . nd) ERA IAS Páginas. — Linea. Dice. Léase. 11 (Nota.) ds ABAD: coords docena +... Joseph. 13 (Nota.) E AR ECOTO, lodo cosoroso acount, etc. 24 7.2 — Bermudez, que..... dovocas Bermudez y que. 31 MUY MERO. pocoaso sac oono ave Fassole. 34 8.2 — yen cada uno de ellos. ..... y en cada una de ellas. 104 (Nota.) 34 SpiritoaluM......coooosos Spiritalium. -109 IE anmsocopsarocpevnosdss pistones. 7 da, a Y A AS DE PIN A NS E pe CUA E E EN A AP, 4 ER MS] 5. HIS A A sE : Ñ - EN A Ñ SS 142 M1 MEMORIAS (REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS, FISICAS Y NATURALES DE MADRID TOMO XI11.—-PARTE 5.* LAS BALLENAS EN NUESTRAS COSTAS OCEÁNICAS MADRID IMPRENTA DE DON LUIS AGUADO calle de Pontejos, 8 pp E dm 1889 AA A DA 9 de MEMORIAS REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS FÍSICAS Y NATURALES MADRID Tomo XIII.—Parte 3.* ho LN > E “APO E My Ñ e A de ed 7 4 É $ W fi b > KA 1 ANA O YN 1] hen 1 EN : h W AA Ad AAA Mw : Ú A LON 1 AQUA A | HARO. KE M nel pe Ma MI A de po cli pet 2 HiWer TE AU MATES An hi Are k ; « mu! Fam l sá 1 MIER A elit: OO El ra, S ] 0 e * ha - MEN Victjec11ón LA EE ENTUMIIAN o aime > EA LAS BALLENAS EN LAS COSTAS OCEÁNICAS DE ESPAÑA NOTICIAS RECOGIDAS É INVESTIGACIONES HECHAS POR EL DR. M. P. GRAELLS PROFESOR DE ANATOMÍA COMPARADA Y FISIOLOGÍA EN EL MUSEO DE CIENCIAS NATURALES DE MADRID, Y VOCAL NATURALISTA DE LA COMISIÓN CENTRAL DE PESCA EN EL MINISTERIO DE MARINA, ETC. MADRID 889 IMPRENTA DE DON LUIS AGUADO 8, PontEJOS, 8 FAT MO O ANIOS Mi , ASIA AAN q e ALDOOd PALOMO y A A a Y dl e A JN Vel all HAS 797 MA e ANA dl 012 ar, A A: LY ñas y 4 AE ERIN AMOO 25 HT ATAR PAMIYTA ñ A JO ODIAN M0 E X 74 PE : TN miro 44 JU A A 4 y) a au A >cUAdIA 7 ONADOS SiUr Os RO prenco A pr > y , - o E 3 : q E k 4 ¿ Ub á A y f he Aa, Í RA E 'Ñ Ml 4 y - 1d al uN :6 Ñ e a Ue: 3 Ue e A? o AL PATRIARCA DE LOS CETÓLOGOS CONTEMPORÁNEOS DOCTOR DP: JAN BENEDEN dedica las siguientes páginas balleneras su colega y amigo M. P. GrakrLLs, admirador del éxito con que logra aclarar las densas ti- nieblas que oscurecen en la inmensidad de los mares la Historia Natural de los Cetáceos. ¿AN PMA IODOLO TAO BOL de ADA IRE Á $ . 28 ' d AHOLTIVA AED A L FEJYO 108 Y dá a ; o ' Ñ 4 " f Ñ o pea BRTOOSURO PFOSISIO AQISITa! Y IS RODEADA A Oo Y Ps 7 En 34 de y A TS OS ¿de Mrvoh Op 10070 o ” a Serio dd y e q E 20d SIA 01 ne, 1904 LOROS £ sp h ed AÑ UE Ojal Veal abla m0 as Fea EVE) > 1540 Y AA Eo ñ A AA Wi (dy N j E qa > in ¡Pl 3 ! cl RAS ie e] ma i ñ 1 la A e No A ' IN Ú A - mi Ú 4 * a o á 1] -. A 0 e E Mm. LAS BALLENAS EN LAS COSTAS OCEÁNICAS DE ESPAÑA «Le balenier basque a disparu avec la baleine >qui porte son nom.» «Depuis long temps il n'existe plus guére de >baleines dans le golfe de Gascogne, qui puissent >faire lobjet d'une peche réguliere, et c'est tout »au plus si, de temps á autre, on y voit appa- »raitre encore une baleine ou une balenoptére »isolés.> Ostéographie des cétacés vivants et fossiles, par MM. Van Beneden et Paul Gervais. — Pa- rís, 1880, pág. 91. Mi propósito en este escrito es rectificar la equivocada idea que so- bre la desaparición de los Balénidos en nuestras costas oceánicas hace larga fecha se viene propalando por los naturalistas y balleneros, atribuyendo la causa, sin gran fundamento, á la persecución activa que los pescadores vascos, en siglos pasados, hicieron á los grandes cetáceos, que, según se dice, tanto abundaban en el mar Cantábrico. Ya en mi Exploración cientifica de las costas del Departamento maritimo del Ferrol *, publicada por orden del Almirantazgo en 1870, 1 El litoral de este Departamento marítimo se extiende desde el río Miño al Bidasoa, esto es, desde Portugal á Francia, en extensión que mide unos 1.217 ki- lómetros, repartidos entre las Comandancias de marina de Vigo, Villagarcía, Co- ruña, Ferrol, Vivero, Rivadeo, Gijón, Santander, Bilbao y San Sebastián. Mucho más reducida nuestra costa oceánica en el Departamento de Cádiz, sólo alcanza unos 324 kilómetros, desde la desembocadura del río Guadiana, en la fron- tera portuguesa, hasta el estrecho de Gibraltar, en cuyo espacio sólo hay tres Comandancias, que son: las de Cádiz, Sanlúcar y Huelva. 8 dí noticia sucinta de los cetáceos que habitan en aquellas aguas, ó que suelen verse de temporada, vivos, recorriendo nuestras riberas saladas, ó, algunas veces muertos, flotando sobre las olas, ó arrojados por éstas á las playas. Es aquel capítulo de mi libro un fragmento descriptivo de nuestra fauna marina, y al escribirlo tuve dos objetos distintos: el primero, zoológico, que no dudo irán completando los que me sucedan en es- tos amenos estudios; y, el segundo, de aplicación á la industria pes- quera, asunto de no pequeña importancia, si en nuestros modernos vascos renaciera el arrojo y la destreza que en la pesca ballenera mostraron sus antepasados, hasta conseguir el renombre de pescado- res valientes y de arriesgados marineros para navegar por los bo- rrascosos mares de las regiones polares . Si en nuestro país no llamaron la atención las páginas á que me refiero, no ha sucedido lo mismo fuera; pues en Holanda, á Van Becck Voltlenhoven, y en Bélgica, á Van Beneden, excitaron la cu- riosidad, porque, muy conocedores de la grandisima importancia que para la Zoología, la Geografía física, y la pesca ballenera tiene el estudio de los cetáceos, me pidieron ampliara con nuevas noticias las ya consignadas por mí sobre tales mamíferos marinos, y, sobre todo, las que directamente se refieren al gigante de los mares, que, como dejo dicho, es fama abundó tanto en siglos remotos en el golfo de Gascuña; dando motivo á que los vascos inventaran su pesca, ó caza como otros llaman, que describió Rondelet en su obra titulada De Piscibus marinis (Lyon, 1554, pág. 480) hace más de tres siglos, explicando el modo como en nuestras costas cantábricas la hacían aquellos hábiles pescadores, de los que la aprendió, y como la había también detallado en sus cartas Capellanus, vir doctissimus et hu- manissimus, clarissimi Navarro Regis Henrici medicus. Aquella abundancia de Balénidos *, que aseguran los historia- 1 En mi opinión, fundada en hechos por mí recogidos, no debe referirse sólo á las Ballenas, propiamente tales, la decantada abundancia que hubo en nuestro mar Cantábrico, sino á todos los Balénidos ó Mysticetes, y quizás hasta los grandes 9 dores visitaba nuestro litoral Cantábrico, como dije antes, es opinión muy corriente creer ha desaparecido; y es tal la extensión que se ha dado á tal suposición, que se cree ser casi completa, no viéndose Ba- llena alguna en nuestras costas oceánicas sino muy de tarde en tarde y de un modo verdaderamente fortuíto; y como demostración de las creencias, que considero exageradas, veamos lo que se nos dice en una publicación moderna, titulada Un mot sur la péche de la Baleine et les premitres expeditions arctiques, par Van Bene- den (1878, pág. 4), hoy la autoridad primera en los estudios bioló- gicos de los cetáceos. «On salt que du x” au xvi” siécle, les Basques, cette race »vaillante et intrepide du fond du golfe de Gascogne, a eu le mono- »pole de cet importante industrie. »Les Basques et les Islandais sont sans doute les plus anciens »baleniers européens, et Pon s'est demandé, plus d'une fois, si cette »industrie n'indiquait pas quelcette race, si singuliérement confinée en- »tre la France etl'Espagne, ne vient pas plutót du Nord que du Sud, »contrairement á ce que leur langue et leurs caractéres physiques »font supposer. » «Les pecheurs du golfe de Gascogne, comme ceux des cótes »d'Islande, sont devenus de bonne heure des baleniers, par la raison »que ces cétacés visitaient régulidrement leurs parages; Jon sait »aujourd'hui que la Baleine, qui hantait autrefois la Manche et la »mer du Nord, se rendait, durant l'hiver, dans le golfe de Gas- »cogne, en Europe; durant été, sur les cótes de la Nouvelle-Angle- »terre, en Amérique; et que, pendant les traversées, elle se montrait »reguliérement, en printemps surtout, dans les eaux de l'Islande.» — Ziphioides, tales como los Cachalotes, que el vulgo confunde muchas veces con las verdaderas Ballenas, y que hoy, como entonces, visitan periódicamente el citado litoral. De esto me ha convencido el estudio de los huesos antiguos, que frecuen- temente, al abrir los cimientos para fabricar casas, se encuentran sepultados en las inmediaciones de los pueblos de los pescadores que fueron balleneros en aquellas épocas remotas, tales son Candas, Lequeitio, Bermeo, Zarauz, Castro, Ondarroa, etcétera, etc. 2 10 «Un manuscrit islandais du xu” siécle, le Kong-Skug-Sio, ou »miroir royal, le plus beau monument de la civilisation des anciens »islandais, dit Eschricht, nous apprend que les islandais prati- »quaient cette chasse dans tout le Nord de 1Atlantique; et, ce qui est »digne de remarque, c'est quwils distinguaient parfaitement deux »especes de Baleines, une au Nord et une au Sud: ils savaient en »outre que Ces animaux ne nagent jamais dans les mémes eaux et que »la limite septentrionale de Plune est la limite meridionale de »Vautre. » «Cette limite septentrionale de la Baleine des Basques était bien »connue dejá en 890. Dans le récit du premier voyage au Cap »Nord, par Octher, il est dit que l'on a navigué encore trois jours, »au delá du point ou les Baleines retournent, d'aprés un renseigne- »ment que m'a fourni le professeur Steenstroup de Copenhague. » «Les Baleines étaient tellement abondantes dans le grolfe de Gas- »cogmne, pendant ces premieres siécles de chasse, que les habitants du »littoral faisaient des clótures de jardin avec leurs cótes et leurs »mandibules. —Rondelet, en raportant cette observation, fait la re- » marque intéressante, que c'est en hiver que les marins et les pé- »cheurs font le guet, pour voir venir Ces animaux. » «On reconnait encore aujourd'hui, sur différents points du lit- »toral, des restes de tours qui servaient autrefois de vigile, et des »fours pour fondre le lard, et il West pas rare de trouver, sur les »bords de la Manche et de la mer du Nord, des restes non équivo- »ques de ces géants aquatiques. Il n'y a pas longtemps, nous en »avons signalé á Furnes, quí étaient enfouis á plusieurs pieds de »profondeur dans le sable marin, et, tout récemment, M. De Bray, »conducteur des ponts et chaussees a Lille, a mis au jour differentes »vertébres, en creusant le lit d'un nouveau chemin de fer entre Ca- »lais et Dunkerque. Ces vertébres se trouvaient a 24 centimétres au- »dessous du niveau moyen de la mer, sous la seconde couche de »tourbe. On en a trouvé également en Anglaterre dans l'argile qui »repose sur le crag.» «Depuis longtemps on en a recuelli á Biarritz dans les mémes 14 »conditions, et qui sont heureusement déposées au Museum d Histoire »naturelle á Paris, gráce aux soins de M. le Docteur Fiched.» «Aprés avoir fait la chasse dans la Manche et la mer du Nord, »les Basques, vers la fin du xtv* siécle (1372), cinglérent vers »'Ouest, et virent le nombre de ces animaux augmenter notable- »ment en approchant des bancs de Terre Neuve. » «On se fait difficilement un idée de Vetat florissant de cette in- »dustrie, á ces époques reculées, et de sa decadence rapide, dit le »Docteur Fischer. Jusqw'au milieu du xvm* siécle, il partait tous »les ans de Saint Jéan de Luz ving-cinq ou trente vaisseaux, du »port de 25 á 300 tonneaux , équipés de 50 á 60 hommes. Or, »vers le milieu du xv" siécle, Saint Jean de Luz n'avait plus »aucun navire balenier. » «Il ny a plus guére de Baleines, de veritable Baleines, dans »ces parages, ou autrefois elles étarent si abondantes; et ce n'est »plus quiá de tres-longs intervalles, que Pon voit encore un de »ees animauzx apparaitre, du moins sur les cótes d' Europe.» «On peut dire, toutefois. que Pespece n'est heureusement pas »exterminée, commue tant [d'autres l'ont été par une imprévoyance »imperdonable. » Sigue el autor citando algunas de las raras apariciones modernas de Ballenas en las costas europeas, hablando de la capturada en el golfo de Tarento el día 9 de Febrero de 1877, y descrita por el dis- tinguido profesor de la Universidad de Bolonia, Dr. Capellini, quien nos la hizo conocer con el nombre de B. tarentina el mismo año 71 en el Congreso científico de Bex; y, por fin, de la que también, en 17 de Febrero de 1854, varó en el puerto de San Sebastián, y cuyo esqueleto fué adquirido por el Instituto de Pamplona, que más tarde lo cedió, en cambio de otros objetos, al Profesor Escricht, que lo llevó al Museo de Copenhague, donde se conserva como tipo de la Balcena biscayensis, que asi la denominó, por creerla especie nueva, no co- nociéndose en Europa más ejemplares completos del esqueleto de tal cetáceo, que éste, el de la ballena cogida en Tarento, conservado en el Museo de Nápoles, que en opinión de Van Beneden es la misma 12 especie que Escricht nos da á conocer, y el más recientemente, pre- parado en el Instituto de segunda enseñanza de San Sebastián, y correspondiente á un individuo capturado el 9 de Febrero de 1878 por los pescadores de Guetaria en sus playas. Demostrada, por lo que de la Memoria del sabio cetólogo belga llevo copiado, la creencia que existe sobre la desaparición de los Ba- lenidos en nuestras costas oceánicas, me propongo probar que de un modo absoluto dista bastante el haber sucedido esto, puesto que todos los años, periódicamente, durante las costeras de las sardinas y bo- nito, las vemos aparecer, como ya consigné en mi Haploración cien- tífica del litoral del Departamento del Ferrol, según se certifica con las declaraciones de respetables Sociedades de pesca que ejercen su industria en aquellas costas. Agotada dicha obra, que repartida á los pescadores apenas cono- cen los naturalistas, aunque contiene buena copia de datos que les pueden ser útiles, me parece oportuna ocasión la presente para re- producir los que se refieren á los cetáceos, principalmente Balenidos, objeto principal de este escrito, adicionándolos con otros posterior- mente recogidos, confirmatorios de cuanto antes expuse. Después de tratar, en la parte primera de mi libro, de lo referente á las ostreras, cuyo estudio motivó la exploración científica que me fué encomendada, en la primera sección de la parte segunda y ocupado en Historia natural, al hablar de los cetáceos, á continua- ción de los Delfines, Marsoplas y Orcas, digo: «Por fin, no puedo dejar de consignar también otra noticia que he adquirido, relativa al orden de que se trata, y que para mí es de mucha más importancia que la de los tres cetáceos citados. »Esta se refiere á la presencia de las Ballenas en el litoral de Ga- licia y Cantabria, no casual, sino periódica y constante, cosa que me admira haya pasado inadvertida, puesto qne, lejos de creerse así, la opinión general es que hace muchísimos años que estos gran- des cetáceos han desaparecido de nuestras aguas, y que sólo de cuando en cuando, arrastrados por las corrientes, vienen á varar sus cadáveres á estas ó las otras playas. 13 »Sabida es la historia de nuestra pesca ballenera en el litoral oceánico, principalmente vascongado, cuyos valientes y arrojados marineros fueron los maestros de los holandeses y demás balleneros, habiendo sido también los primeros que con tal fin emprendieron largas navegaciones por el mar del Norte. Aún se conserva en varios pueblos el recuerdo de los sitios donde estaban establecidas las ata- layas para descubrir y avisar á los pescadores la proximidad de las Ballenas á la costa, y es tradición que Rivadesella, San Vicente de la Barquera, Luanco y Luarca, Santander, Laredo, Castrourdiales, Bermeo y otros puertos de aquel litoral se poblaron con el atractivo de la pesca de la Ballena, viéndose en la fachada del Concejo ó Casa Consistorial de Lequeitio un escudo, en cuyo campo se representa una Ballena acosada por varios arponeros embarcados en una lancha, y debajo la significativa leyenda, que copio: «Lequeitio reges devellavit horrenda cete. Sujecit terra marique potens. »En tiempos no muy remotos, á fines del siglo pasado, aún exis- tían en varias localidades edificios grandes, conocidos con el nombre de Cabañas, que sirvieron de almacenes para los arpones, cabos, calderas de fundir el lardo, y para guardar los demás pertrechos que empleaban en la pesca de la Ballena, y en los archivos de la última población se encuentran documentos relativos á la pesca de los gran- des cetáceos, que datan de muy antiguo; como que el primero es de 1381, habiendo dado noticia de ellos D. Antonio Cavanillas en un librito que publicó con el título de Legueitio en 1857, y que creo oportuno reproducir aquí. _ »En 11 de Septiembre de 1381, por acuerdo de los dos cabildos, se dispuso que el producto de las lenguas de Ballena se dividiese en tres partes, aplicándose dos para la reposición de muelles, y la terce- ra á la fábrica de la iglesia. Este acuerdo se mandó cumplir por eje- cutoria del año 1606, haciendo extensivo el pago, no sólo á las Ba- llenas que se mataban por los marineros de Lequeitio, sino á los ar- 14 madores de otros puntos que lo verificasen en las aguas de esta costa. »En 1498 se leen las partidas siguientes: «Item más, me dieron por las cuatro lenguas de la Ballena, Juan Martín de Portal y Do- mingo de Irenqui, mayordomos de San Juan del Puerto, en nombre de todos los mareantes que eran á matar Ballenas, 2844 maravedi- ses. Item más, me dieron dos colonas de pulduhy..... que las Balle- nas tomaron, á razón de 2 ducados, 20 tarjas pieza, 2,550 marave- dises. «De los libros resulta que en 1517 se mataron dos Ballenas. En 1532, en los meses de Enero y Febrero, se mataron dos Ballenas grandes y una chica. No se mató ninguna en 1532, y en Noviem- bre de 1536 se mataron dos Ballenas grandes y una chica. Subas- tábase la lengua de la Ballena, que tenía, según su tamaño , dife- rentes precios, desde 5 reales hasta 13 ducados. »En 1538 se mataron seis Ballenas; en 1542, cuatro; en 1543, una; en 1545, 4 26 de Febrero, se mataron dos Ballenas, madre é hijo, y entre las bajas de precio pone el mayordomo: »Item más, por el trabajo que trabajé con ellos en sacar la len- gua, y el día que mataron me ocupé todo el día, dos reales. »En aquel año, en 24 de Enero, mataron una Ballena delante de la isla de San Nicolás y de la Atulaya de abajo, lo que prueba lo mucho que se acercaban á tierra. Debió de ser grande, pues produjo la lengua nueve ducados y medio. Mataron dos en 1576 y 1578, y tres en 1580; una en 1608; tres y un cabrote (es la cría de la Ba- llena) en 1609, de los que hay noticias en diferentes años. »En 1611 mataron dos Ballenas pequeñas en unión con los pes- cadores de Ondarra, «sobre lo que hubo concierto.» Mas en 1613, dice el mayordomo, no se carga el derecho de las dos Ballenas que habían muerto, por pleito. Mataron una Ballena en los años de 1617, 1618 y 1619; una, con su cría, en 1622; dos en los años 1649 y 1650; dos y dos cabrotes en 1657; una en 1661; y el siguiente año se lee. «Item, se carga de 14 reales que le dió Martín de Licona, de Arrate- gui, de un Ballenato que mataron y no hubo quien lo comprase, y 15 ellos lo llevaron á Francia para comer, y valió poco.» En el mismo año mataron un cabrote, y valió 20 ducados. »En esta época concluyen los asientos de Ballenas, y en el libro, que comprende un período de cincuenta años, desde 1731 á 1781, no hay mención de una sola Ballena muerta, sucediendo lo mismo en los libros posteriores. Esto da lugar á pensar que estos cetáceos desaparecerían de la costa, y que los marineros de Lequeitio irían á perseguirlos más adentro, pues consta que en 1770 no hubo mari- neros disponibles en dicho puerto, por estar todos forasteros á la pesca de la Ballena. »En 1712, cincuenta años después de la última nota que hay de Ballenas, existian barcas y aparejos para su pesca. » También en las cuentas de propios de dicha villa se encuentran noticias referentes á este asunto, leyéndose en las de 1592 el remate de la grasa de Ballena, que fuese buena y suficiente para la provi- sión de la población, á condición de venderla á treinta y seis mara- dises el azumbre. »En los archivos de Bermeo, Ondarra, Guetaria y muchas otras poblaciones del litoral Cantábrico, deben existir datos análogos á los expresados, en donde constará también la parte que en la pesca de la Ballena tomaron sus marineros, y de los que podría deducirse lo común que este grande cetáceo era en nuestras riberas en otros tiempos. De ello hace también mención en sus escritos el Reverendo Padre Fray Martín Sarmiento, en la misma carta ya citada, y en ella ya se refiere la frecuencia con que las Ballenas visitaban las rías de Galicia, llegando en la de Pontevedra hasta la isla de Tam- ba, delante de Marín, casi en el fondo mismo de esta ría, donde era constante su aparición todos los años en época fija; pero que por no haber arponeros ni disposición para esta pesca, nadie las ofendía, y dejaban recorrer pacíficamente aquellas aguas. »Cornide, en su Ensayo de los peces (pág. 105), al hablar de la Ballena, dice que, aunque era muy común en las costas de Galicia en otros tiempos, tal que enriquecía con sus barbas y grasa á aque- llos pescadores, no la podía describir, porque no había podido ver las 16 que de cuando en cuando solían aparecer surcando impunemente el litoral gallego, por no haber quien las persiga, concluídas las arma- zones que había en los puertos de Camariñas, Lage, Corme, Malpica, Cedeira y San Ciprián, en cuyas casas subsisten aún muchas vérte- bras, que sirven de banquillos, y varios huesos destinados á otros USOS. »En fin, nadie duda de la frecuencia con que la Ballena se en- contraba en nuestras costas del Oceano, y todos reconocen que su pesca nació entre los vascongados, que fueron también quienes la llevaron á los mares del Norte. Pero ¿qué les determinó á tan lejanas como costosas y arriesgadas expediciones? ¿Es que, ahuyentadas las Ballenas, desaparecieron por completo de sus aguas, ó que no con- tentándose con la eventualidad de sus visitas, más ó menos frecuen- tes, ó retardadas por causas accidentales, prefirieron ir á buscarlas á su habitual residencia entre los hielos del Polo? Cuestiones son estas de no muy fácil solución, por lo que se refiere á la época en que los vizcaínos principiaron sus pescas en la Groelandia, á donde es sabido iban todos los años de cincuenta á sesenta embarcaciones vasconga- das, que regresaban con ricos cargamentos á sus puertos, siendo lo más probable que la seguridad de una pronta y lucrativa pesca les hi- ciese abandonar la de ribera. »La decadencia de nuestra marina, después excluída de las gran- des pescas de aquellos tormentosos mares, ya por la falta de recursos en el país para los grandes armamentos, ya por la supremacía que sobre nuestra armada tomaron las de Inglaterra, Francia, Holanda, Rusia y Estados Unidos, que son hoy las naciones que principal- mente ejercen la pesca de la Ballena, cayó ésta en el abatimiento consiguiente, y de tal modo, que nuestros pescadores, olvidados ya de su ejercicio á la vista de sus hogares, la abandonaron por com- pleto, no quedándonos más que gloriosos recuerdos de los tiempos pasados, y sobrada indolencia para recobrar la perdida fama que nos legaron nuestros antepasados. »Es cierto que el hombre ha exterminado por completo varias especies de plantas y animales en determinadas localidades. En las 17 islas británicas no existen lobos ni zorras, extinguidas ambas espe- cies, hace años, como animales dañinos. »Según consta en los escritos de Argote de Molina, en los tiem- pos del Rey D. Alfonso de Castilla, los osos se encontraban en casi toda España, hasta en las llanuras; y el escudo de armas de Madrid nos le representa apoyado en un madroño, cuyo fruto comía. El oso y el madroño abundaban en estos campos, que hoy sólo vemos cu- biertos con una vegetación humilde y pigmea : han desaparecido de la escena ambos szres, destruidos por el hombre, y al primero sólo en los Pirineos y montañas de Asturias puede vérsele aún, y del se- gundo en la cordillera de Guadarrama se encuentran ejemplares ais- lados ó formando macizos pequeños, que no pueden llamarse bos- ques espesos como antes había. »El francolín se cazaba en muchos puntos de España en tiempos de Felipe 11; y hay quien asegura que el río Francolí, de Cataluña, debe su nombre á la abundancia de esta celebrada ave, que habitaba en sus orillas: hoy no existe en la Península, habiendo exterminado la especie por completo los cazadores, como sucederá con muchas otras que van escaseando de un modo evidente de día en día. » Cosas análogas han sucedido en la pesca en varias localidades, y pudiéramos haber supuesto lo mismo con la Ballena, á no haber averiguado que ésta, si bien no se arrima tanto á nuestras playas, no las ha abandonado, y que sigue visitándonos como antes, de un modo periódico, todos los años, si hemos de dar crédito , como no puede menos, á las aseveraciones de respetables corporaciones de pes- cadores, cuyos individuos las ven constantemente estacionadas en su distrito, durante algunos meses, sin asustarse de las lanchas que pescan junto á ellas, puesto que reina la paz más completa entre am- bas partes. » Procurando en mi exploración marítima tomar cuantas noticias relativas á la industria pesquera fueran de interés, adquirí de un pescador, y después de varios otros, la última que acabo de consig- nar, que para mayor formalidad quise obtenerla de un modo casi ofi- cial, consuitando á las Sociedades de pescadores de Laredo y de Cas- 3 18 trourdiales, que, como veremos más adelante, son ambas muy nume- rosas * y están bien organizadas. CONTESTACIÓN DE LA SOCIEDAD DE PESCADORES DE LAREDO Á MI CUESTIONARIO. »1.2 Todos los años aparecen Ballenas en esta costa de Canta- bria. La fig. núm. 1, del interrogatorio (Baleenoptera Boops 6 Ror- qualus Boops, F. Cuv.), es la más general en Junio, Julio y Agos- to, 4 ocho ó diez millas de la costa, viniendo con el bonito, cuyo pez se cree sea su alimento, puesto que juntos suelen aparecer, y al mismo tiempo se van. »2.” Las hay grandes y tambien pequeñas, pero no se las ve ma- mar, ni tan juntas las unas de las otras que se pueda afirmar sean las pequeñas hijas de las mayores. »3.2 Cuando los pescadores ven á la especie de que se trata, au- guran la proximidad del bonito. Vienen de Sur á Norte, y vice-versa, según la venida ó ida del bonito; pues, como queda dicho, sólo en los meses que se cosecha este pez se las suele ver. »4. No son espantadizas; más bien las tienen miedo los pescado- res, porque si al salir del fondo del agua tropiezan con una ó más lanchas, como si sólo tuviesen el peso de un mosquito las vuelcan, y sucedería lo propio aunque fuera un bergantín. »5.” Sin disputa es segura su permanencia en esta costa de Can- tabria todos los años. »6. La Ballena de la fig. núm. 2 (Baleena glacialis, Muller), ó sea, según llaman estos pescadores, Moscote, se presenta en estas costas de Abril en adelante; es decir, cuando lo hace la fuerza de la 1 La Sociedad de Pescadores de Laredo, consta de 00 asociados, y la de Cas- trourdiales de un número parecido. 19 sardina, y se la encuentra á distancia de una á tres millas de tierra. Se cree se mantenga ó alimente de este pez, y tampoco se la ven crías, aun cuando las hay de diferente magnitud. No son espanta- dizas, y más bien se las teme. »7.2 Su longitud suele ser 40, 60, 80 pies, y aun más. »8. En este puerto no se ha pescado Ballena alguna; en donde sí las han pescado con arpones, es en la costa de Levante, acompa- ñando á aquél una tablita con cifra, con objeto ésta de recoger la presa su dueño así que se haya desangrado, y boye muerta sobre las olas. »Es cuanto puede contestarse al interrogatorio hecho por V., que está dispuesta esta Junta á ampliar, si lo desease, no teniendo más que mandar lo que se le ofrezca en esta y demás materias de pesca. = El Secretario, Manuel Fuentecilla Cabada. » «Alcaldía del Gremio de Pescadores de Castrourdiales, 31 de Marzo de 1870. CONTESTACIÓN AL INTERROGATORIO SOBRE LA BALLENA, HECHO POR EL VOCAL DE LA COMI- SIÓN PERMANENTE DE PESCA, SR. D. MARIANO DE LA PAZ GRAELLS «1. Las Ballenas se presentan fijamente todos los años. en estas costas. »2.” Las lanchas de Castrourdiales las suelen encontrar á la dis- tancia de 12 á 20 millas de tierra, mar adentro, en la época de la pesca de la sardina y bonito, ó sea en los meses de Junio ú Septiem- bre, en bastante número, ya de ocho, diez, veinte y aun más, jun- tas algunas veces, y otras separadas á distancia de una ó dos millas. -»3.” No son espantadizas, y, por el contrario, dejan que se les 20 arrimen las lanchas, habiéndose dado el caso de tropezar ó chocar algunas de éstas con ellas, sin que haya ocurrido ningún accidente desagradable. »4. Que, por lo general, son grandes las Ballenas que se encuen- tran, advirtiéndose entre ellas individuos más jóvenes, ó crías. »5.. Que en tiempos anteriores se dedicaron los pescadores de esta costa á la pesca de la Ballena, cuyo cetáceo figura en las armas de esta villa; pero debió caer en decadencia, y abandonarse esta in- dustria por la falta ó emigración de las Ballenas á otros mares. En el puerto de Deva, de la provincia de Guipúzcoa, se conservaban aún, hace pocos años, algunos de los aparejos ó artes de los que se habían servido algunos pescadores, en tiempos anteriores, para la pesca de la Ballena á que se dedicaban. »6.” Las Ballenas que avistamos vienen del N. al N. O. hasta aterrar en la costa del Cajón ó golfo de Gascuña, y hacen su vuelta en dirección al O., presentándose en estas aguas y permaneciendo en ellas, según queda dicho, en los meses de Junio á Septiembre, y aun Octubre, en cuya temporada hacemos la pesca de la sardina y el bonito. »A las Ballenas acompañan generalmente un número muy Cre- cido, y en tropa ó reunión, otros peces grandes, de unas ochenta á cien arrobas de peso, que arrojan el agua á lo alto lo mismo que las Ballenas, y que, como éstas, son peces de mucha grasa. Nos- otros los conocemos con el nombre de moscotes *. »Las que avistamos en esta costa y calificamos de Ballenas con este mismo nombre, son como el dibujo número 2.” que devuelvo á V. adjunto (Balcena glacialis Muller), y su largo mide, en efec- to, los sesenta ú ochenta pies que V. expresa. »Rezagadas ó enfermas algunas Ballenas, las hemos visto en es- 1 No hay uniformidad en la aplicación de este nombre entre los pescadores de ambas Sociedades, pueslos de Laredo llaman Moscotes á la Balena glacialis, y los de Castrourdiales y Zumaya á la Orca, Candorca ó Espodarte, que es la Phocena Orca, Linn., que opino sea lo más cierto, procediendo de una confusión de nom- bres la designación de Laredo. 21 tos años venir á tocar casi á la costa, ó sea á la boca de este puerto, por lo menos en tres ocasiones distintas en estos cuatro ó seis años últimos; y aunque salieron varias lanchas con objeto de arponearlas, no pudieron conseguirlo; sin embargo que alguno de estos cetáteos, enfermo ya sin duda, vino á dar muerto á los pocos días en la costa del Cajón. »Esta Sociedad de pescadores celebrará que estos datos puedan llenar los deseos de V., y contribuir á algo útil en los trabajos de la Comisión permanente de pesca, de que V. es digno vocal; te- niendo con este motivo el gusto de ofrecerse á sus órdenes, Joaquín Landeras.» «Algunas noticias he recogido también de particulares, asegurán- dome los de Lequeitio que las Ballenas suelen verlas con frecnencia aquellos pescadores en sus aguas, habiéndose expuesto á la vista del público madrileño, no hace muchos años, en el pabellón que para la exposición de pinturas se hizo en el solar de las Vallecas de la calle de Alcalá, un Ballenato muy joven cogido en las aguas de Zarauz, que pertenecía á la Baleenoptera Boops ó Rorqualus Boops, de Fe- derico Cuvier. »Finalmente, navegando en la goleta Cruz por las costas de Galiciz, el actual Secretario de la Comisión central de pesca, Don Francisco Javier de Salas, vió las Ballenas en el mes de Abril de 1858, hasta el número de cinco, concordando esta observación exactamente con las de l)spascadores de Laredo y Castrourdiales. »Certificada, pues, de un modo indudable la existencia temporal de los grandes cetáceos en nuestro litoral oceánico, que por lo visto se presentan periódicamente todos los años, como otros animales emi- gradores, durante la costera de la sardina y el bonito, ¿no sería conveniente á los intereses de nuestra industria pesquera y á los de la Marina de guerra, procurar el renacimiento, primero de nuestra antiquísima pesca litoral ballenera, y después de amaestrados, como lo estuvieron nuestros mayores, emprender las mismas expediciones que ellos á los mares polares, como lo verifican hoy verdaderas naciones marítimas? Todos convienen en que la principal escuela marinera para 22 jefes y tripulantes está en los tormentosos mares del Norte, y que las grandes pescas que en aquellas regiones se practican, sobre todo la de la Ballena, produce marineros atrevidos para el combate y diestros y serenos para arrostrar los mayores peligros de la mar. En esta materia muy poco podría añadir á lo dicho por Sañez Reguard en su interesante artículo Arpon (píg. 330 del tomo 3.* de su Dic- cionario de la pesca). Habla en él de la importancia que tiene la pesca de la Ballena, y con este motivo refiere los pasos dados por el Gobierno de Carlos III para formar las grandes compañías de pesca, ó Sociedades como hoy es moda llamar, y el fomento y privilegios que se les dispensaba en aquellas Ordenanzas, cuyas bases y princi- pios se recomiendan muy particularmente á la consideración de la Comisión permanente, con el fin de que procure por su parte hacer que germinen en nuéstros días en el Almirantazgo aquellas ideas ri- cas en proyectos útiles para la industria pesquera, para el comercio nacional, y para el engrandecimiento de toda nuestra Marina. »Sin el influjo protector del Ministerio de Marina, es imposible que por sí solas renazcan hoy en nuestras riberas las empresas y ar- mamentos necesarios para las grandes pescas. Más digo: debe tomar el Gobierno la iniciativa y ofrecer grandes premios que sirvan de aliciente y compensación á los sacrificios que exijen tales armamen- tos, y además acompañar, como lo hacen las demás naciones, con el pabellón de guerra, á las flotillas pescadoras, que á su sombra cobran honra y provecho para el país. »Hoy pudiera ensayarse esto en nuestras costas con la pesca de la Ballena, para la que, si bien es verdad que ya no tenemos aquellos arponeros tan celebrados por su destreza y audacia, en cambio los adelantos modernos han venido á hacerlos menos necesarios, valién- dose de otros medios que, si no revelan tanto valor personal, acredi- tan más inteligencia y astucia, haciendo poco peligrosa la captura de los gigantes de la creación animal. »Los arpones-cohetes que se disparan al cetáceo colosal sin te- ner que llegarse hasta abordarle, van generalizándose con grandes ventajas, como manifesté en un artículo publicado en el núm. 33 de 23 La Marina Española hace dos años, y como después en la exposi- ción marítima internacional del Havre he tenido ocasión de ver en una ballenera completamente armada y provista de estos proyecti- les y de los dardos envenenados con que se determina la muerte casi instantánea de los Cachalotes y Ballenas. Hasta para la caza, digá- moslo así, de los cetáceos menores, como son los Delfines, Marso- plas y Candorcas ó Espodartes, que no siempre es fácil alcanzar para arponearlos, hay medios más eficaces y seguros, como son los rifles para disparar las balas explosivas, con las que un diestro tira- dor grana la partida al arponero más hábil. »El asunto es de inmensa importancia, y por eso me he creido obligado á llamar la atención del Almirantazgo hácia él: pues pres- cindiendo de las consideraciones ya emitidas sobre el alto interés que para la Marina de guerra tiene la escuela de las tripulaciones balleneras, y limitándonos cuando menos á considerar el valor de una Ballena capturada, ¿podremos por más tiempo despreciar el rico botín que flota sobre las olas de nuestro litoral oceánico? »Una Ballena, en el hemisferio Norte, produce de 180 4200 bar- riles de aceite, que vale ciento diez ó ciento veinte pesetas cada bar- ril: barbas por valor de tres ó cuatro mil pesetas, según su estado; siendo este el aprovechamiento que puede hacerse cuando se las pesca en alta mar; pero cuando, como en nuestras costas, se puede traer su cadáver hasta la playa, se saca aún mucho más aceite de los órganos internos, se aprovechan los huesos del inmenso esqueleto para con- vertirlos en carbón animal; las carnes para abono de las tierras; las túnicas intestinales para diferentes prendas de equipo, y hasta de los excrementos se extrae una hermosa materia tintorial. Júzguese por estos datos si tendrán compensación los sacrificios que se hagan por resucitar este olvidado ramo de nuestra industria, cuyo estudio, en mi viaje, me ha conducido á consignar de un modo cierto para nuestra Fauna marina oceánica, por lo menos, cinco especies de cetáceos, de los cuales dos son sedentarios en el litoral: el Delphinus del- phis, L., y la Phocena communis. F. Cuv.; y tres emigradores ó de paso: la Phocena Orca, F. Cuv., la Balcenoptera Boops, EF. Cuv., y 2% la Baleena glacialis, Muller, que es el Nordkaper de los balleneros holandeses *.» Reproducido, como queda, lo que sobre el asunto tenía averiguado y visto en 1870, paso á consignar lo que después, hasta el día, he adelantado en esta materia, habiendo adquirido muchos más datos y de valor tanto, como que tienen carácter oficial la mayor parte de ellos, por proceder de las Comandancias de Marina y de los Recto- res de las Universidades, á quienes por petición mía se dirigió un cuestionario, á las primeras por la Comisión central de pesca del Mi- nisterio de Marina, y á los segundos por la Dirección general de Instrucción pública, 4 cuyos centros doy las debidas gracias por el valioso auxilio que me han prestado para poder satisfacer necesidades de la ciencia que cultivo ”. 1 Mientras estas líneas escribía, se me avisó de la presencia de una Ballena en las aguas de Biarritz y San Sebastián á fines de Abril último, empezando á pre- sentarse ya en la costera como de costumbre. 2 Copia de las circulares oficiales dirigidas por la Comisión central de pesca ú los Comandantes de Marina del Departamento del Ferrol, y por la Dirección general de Instrucción pública ú los Rectores de las Universidades. «Considerando esta Comisión central de pesca la suma importancia que tiene el estudio de los medios que podrían procurar el renacimiento de nuestra indus- tria ballenera, ha acordado remitir á V. S. el unido inlerrogario para que, valién- dose de todos los medios de que pueda disponer, le devuelva, contestadas las pre- guntas que en él se contienen, del modo más completo y extenso que sea posi- ble.=Dios guarde á V. S. muchos años. Madrid 27 de Abril de 1886.=El Presidente, Contraalmirante Florencio Montojo.=Señor Comandante de Marina del Departa- mento de.....» La circular de la Dirección general de Instrucción pública, dirigida á los Rectores de las Universidades y Director del Instituto provincial de segunda en- señanza de Pamplona, llevaba la fecha de 8 de Mayo de 1886, y se reducía á pedir se remitiera á dicho Centro superior, lista de los mamíferos cetáceos existentes en sus colecciones zoológicas, los que me fueron trasmitidos con el siguiente oficio: «Excmo. Señor.—Tengo el gusto de remitir á V. E. los datos reclamados en su comunicación del de Mayo último, y remitidos por las Universidades é Instituto 25 He copiado antes algunos párrafos del folleto que Van Beneden publicó en 1878 con el título de Jn mot sur la peche de la Baleine et les premiéres expéditions artiques, y en ellos se ve expuesta, como he dicho, la opinión admitida sobre la casi completa desapari- ción de la Ballena en nuestras costas oceánicas. Las noticias que di en mi Exploración científica, referentes á este asunto, han hecho con- signar al eminente cetólogo belga en otro escrito, que recientemente ha publicado *, lo siguiente: «Les naturalistes qui s'occupent de l'histoire des Cétacés ne »seront pas peu étonnés d'apprendre que la Baleine des Basques, »autrefois si commune sur les cótes d'Espagne, est loin d'étre exter- »minée comme on le supposait: le professeur Mariano de la Paz Graells, »a exploré la cóte, depuis le département maritime du Ferrol jusqu'a »la frontiére francaise, et il fait remarquer qu'en 1869 on en a vu »encore á la fin du mois d'avril dans les eaux de Biarritz. »Dans une lettre que je viens de recevoir, mon savant confrére »de Madrid m'informe que ces Baleines visitent encore regulieróment »les rades et les estuaires de ces parages: quien 1884 un de ces »géants est entré dans le port de Saint-Sébastien, jetant l'épouvante »dans Pame des baigneurs, et qu'apres une courte visite le monstre »a pris paisiblement le large et a disparu. .....<«Ce ne sont pas les Baleines qui manquent, dit M. de la »Paz Graells, ces sont les pécheurs qui ont signé une paix inexplicable »avec ces géants de la mer». «L'année derniére, une tentative a été faite par les pécheurs de Za- »Pauz pour relever cette antique industrie: ils ont essayé d'harponner »celles qui viennent á la cóte, mais ils n'ont, parait-il, ni le courage »ni Padresse de leurs fameux ancétres». de Pamplona, referentes á los cetáceos que existen en sus Gabinetes de Historia natural.—Dios guarde á V, E, muchos años. Madrid 2 de Agosto de 1886.=El Di- rector general, Julián Calleja.=Sr. D. Mariano de la Paz Graells.» 1 Histoire naturelle de la Baleine des Basques (Balena biscayensis.) Extrait des Mémoires couronnés et autres Mémoires publiés par 'Académie Royale de Bel- gique.—Tomo XXXVIII, p. 14,=1886. 4 26 «M. Mariano de la Paz Graells fait aussi mention dans sa lettre »Pun de ces Cétacés, qui est venu échouer vers 1880 á la Ria de » Vigo, a Vendroit qu'on appelle Son. Les pécheurs s'en sont ampa- »rés eb, aprés en avoir utilisé 1'huile et les fanons, ils ont vendu a »P Université de Santiago pour l'esquelet, qui est complet: notre sa- »vant confrére l'a examiné en place au Jardin botanique de 'Uni- »versité de Galice». Comprometido por lo que en los párrafos copiados de la Memoria del sabio Van Beneden de mi escrito se dice, me veo obligado á man- tener como ciertas mis noticias balleneras, y para ello voy á consig- nar nuevas observaciones: documentos nuevos, que no sólo certifican cuanto expuse hace diez y ocho años, sino que fundarán la razón que motiva la aparición periódica y fija de los Balenidos en nuestro lito- ral oceánico, justificando el título que este escrito lleva, pues en él se demuestra, sin que quepa duda alguna, que los mismos Balenidos que se veían visitar nuestras costas en siglos remotos periódicamen- te, siguen recorriendo las costas ibéricas que bañan el Atlántico. DOCUMENTOS, OBSERVACIONES Y DATOS NUEVAMENTE ADUCIDOS 1. Enla /ista de los peces del mar de Andalucía, publicada en Cádiz el año de 1817, sin nombre de autor, pero que con fundamen- to se atribuye al Magistral Cabrera, naturalista gaditano de acredi- tado saber, en las páginas 26 y 27 sólo se citan dos cetáceos: la To- nina (Phocena) y el Espodarte (Orca), no haciéndose mención del Delfin común que pulula en todas nuestras costas; pero en el manus- crito autógrafo de dicha Memoria, que yo poseo y tiene el mérito de reunir á los nombres de las especies la frase ó descripción abreviada de cada una de ellas, además de los dos cetáceos citados, habla de la Ballena, que en el año 8 el mar arrojó muerta á la playa gaditana y 27 la clasificó como Baleena Mysticetus, diciendo tenía la cabeza enor- me, pues ocupaba una tercera parte de su cuerpo, que era de 20 varas de largo, con la boca grandísima, por encima del dorso ne- gra, y blanca por debajo. 2. Enel Catalogo metódico y razonado de los Mamíferos de Andalucía, publicado en Sevilla en Mayo de 1863 porel Dr. D. Anto- nio Machado y Núñez, Catedrático y Decano de la Facultad de Cien- cias de aquella Universidad entonces, hay una nota al final del gé- nero Delphinus (especie Delphinus griseus), que dice á la letra lo que sigue (pág. 48): «El Gabinete de Historia Natural de la Universidad de Sevilla »posee un esqueleto de la ¿Ballena Mysticetus?, cogida en la costa »de la Higuerita (ó isla Cristina, provincia de Huelva); y otro de la »misma especie existe en la Escuela de Medicina de Cádiz, varado »en la costa Sur de la isla gaditana, á dos kilómetros de la población, »de donde fué trasladado al Gabinete de aquella Facultad: además »no es rara la aparición de estos cetáceos en las proximidades de »estas playas entre el castillo de San Sebastián, Sancti Petri, y la »embocadura del Estrecho.—Sevilla y Mayo 15, de 1863». 3. En la contestación dada por el Rector de la Universidad de Sevilla 4 mi cuestionario, se lee, además de la anterior noticia, Co- piada sin duda del Catálogo de Mamíferos del Dr. Machado, que en la Escuela de Medicina de Cádiz existe también un esqueleto de Ba- llena Mysticetus, que varó en la costa Sur de la isla gaditana, á dos kilómetros de la población, de donde fué trasladada á la referida Fa- cultad, y en cuyo Jardín botánico, según he oído, están sirviendo de sillas ó asientos las vértebras de aquel enorme cetáceo: consignando además, como el Sr. Machado, el actual Catedrático de Historia Natu- ral de la Universidad citada, D. Salvador Calderón, y el Rector, Don Fernando Santos de Castro, no ser rara la presencia de las Ballenas en la embocadura del Estrecho de Gibraltar; y debe ser cierto, por- que de cuando en cuando los periódicos de aquellas provincias litora- les suelen anunciar la presencia de alguna Ballena, varada en la pla- ya ó recorriendo el litoral, como la que últimamente ha dado lugar 28 al suelto publicado en la Correspondencia de España, del miércoles 21 de Marzo último (1888), que, por lo curioso, lo han copiado varios periódicos de la Capital, y dice así: «Desde Huelva escriben á un colega que hace algunos días, atravesando el Estrecho de Gibraltar el falucho Aurora, de la ma- trícula de Conil, á tres millas próximamente de la costa de España, vieron sus tripulantes á corta distancia una Ballena de tamaño colo- sal. Al poco rato observó el Patrón por la popa “una sombra en el agua, que creyó fuese proyectada por un celaje; pero al instante mismo el barco entró en ella y quedó en seco como por encanto: el barco quedó acostado sobre el cetáceo, y en tan difícil situación per- maneció durante algún tiempo, hasta que á la Ballena le dió la gana de sumergirse de nuevo. »Al flotar otra vez, hacía el falucho gran cantidad de agua, hasta el extremo de no poder dominarla, por lo cual vióse obligado á pe- netrar en el río de Barbate, y varar. Entonces se vió estaba partido el pie de roda y más de una vara de su quilla. »Los pescadores llegaron consternados á tierra y cumplieron la promesa devota que hicieron en el momento del conflicto». INTERROGATORIO DIRIGIDO POR LA COMISIÓN CENTRAL DE PESCA Á LAS COMANDANCIAS DE LAS PROVINCIAS MARÍTIMAS DE LOS DEPARTAMENTOS DE CÁDIZ Y FERROL. 1.2 ¿La aparición de las Ballenas en ese litoral es fija Ó acci- dental? 2. Siendo fija, ¿permanecen todo el año ó sólo en determinada estación? ¿Cuál es ésta? 3.” ¿Son de paso, ó se instalan en una extensión dada de mar, donde se las suele encontrar fijamente hasta que emigran á otras re- giones? 29 4.” En uno y otro caso, ¿en qué épocas del año verifican su apa- rición y desaparición? 5.” ¿A qué causas puede atribuirse la aparición de las Ballenas en ese litoral? ¿Coincide con la de otros séres que quizás les sirvan de alimento? 6.” ¿Vienen aislados los individuos, apareados por sexos, ó las madres con la cría, ó en número mayor ó menor, como suelen hacer- lo otros cetáceos? 7. ¿Es una sola la especie de Ballena, ó ven esos pescadores dos ó más? ¿Cómo las distinguen y qué nombre las dan? 8. ¿Qué magnitud máxima suelen tener? 9.” ¿Son espantadizas al aproximárseles las lanchas de los pes- cadores, ó se dejan acercar sin huir? 10. ¿Existen pescadores en la localidad, dedicados á la pesca de la Ballena ú otros cetáceos? ¿De qué modo la verifican y qué produc- tos obtienen? Madrid 27 de Abril de 1886.=El Presidente, Florencio Montojo. CONTESTACIONES DADAS Á MI INTERROGATORIO POR LAS COMANDANCIAS DE LAS PROVINCIAS MARÍTIMAS DE LOS DEPARTAMENTOS DE CÁDIZ Y FERROL. Departamento y Comandancia de Cádiz. .* La aparición de las Ballenas en este litoral es accidental. 2.” Se contesta en la anterior. 3.” Su aparición en este litoral es de paso. 4.” No tiene época fija. 5." Se desconocen. 6.* Aisladas. 30 7.2 Los pescadores más antiguos recuerdan la aparición de una Ballena en esta bahía por los años de 1845 á 1847. 8.* Se ignora. 9.” Se ignora. 10.* No existen pescadores en esta localidad, dedicados á esta 1n= dustria. 25 de Noviembre de 1887. Comandancia de Huelva. 1.* La aparición de las Ballenas es fija en la parte más occiden- ta] del litoral de esta provincia, y rara vez suele correrse alguna fuera de la zona en que permanecen. 2. Aparecen generalmente á principios de Mayo y permanecen hasta fines de Septiembre. 3.2 Se instalan en una extensión de mar comprendida entre los meridianos de Cabo de Santa María y Ayamonte. 4.” Exprésase en la contestación 2.* 5.2 La presentación y permanencia en estas aguas de este cetá- ceo debe atribuirse á la Pescada ó Merluza, de que se alimenta, lo que se comprueba por la cantidad de estos peces que aparecen á flote, muertos durante aquella época, y por la poca pesca de ellos que ob- tienen los pescadores hasta que desaparecen las Ballenas. 6.? Se presentan por individuos aislados, por parejas, y á veces reunidos en mayor número, pero sin ser acompañados por las crías. 7.* Solo se conoce una especie de Ballena, únicamente en mag- nitud. 8.? Su longitud máxima se calcula en 20 metros. 9.2 No huyen á la aproximación de embarcaciones pescadoras, sl bien éstas tampoco acostumbran á arrimárseles. 10.* No existen en el litoral de esta provincia pescadores que se dediquen á la pesca de clase alguna de cetáceos. Huelva 14 de Noviembre de 1887. 31 Departamento de Ferrol.—Comandancia de Vigo. 1.* La aparición de la Ballena por la costa de esta provincia es muy rara, haciendo más de cuatro años que no se ha verificado. 2.? Por la razón que se expresa no es posible contestar á esta pregunta. 3. Idem. 4." Idem. 5." Idem. 6." Idem. 7. Idem. 8." Idem. 9." Idem. 10.* No hay pescadores en la localidad, dedicados á la pesca de la Ballena. Vigo 12 de Noviembre de 1887. Comandancia de la provincia marítima de Villagarcía. 1. La aparición de las Ballenas en este litoral es accidental. 2. Cuando se suelen ver las Ballenas, es más bien en verano, durante el paso de la Sardina. 3. No se suelen hallar fijas: se supone, por tanto, que emi- gran á otros mares. 4. Suelen aparecer algunas Ballenas desde Junio hasta Oc- tubre. 5.” Se supone que las Ballenas aparecen en esta costa al paso de la sardina, para el Sur primero, y para el Norte después. 6.2 Suelen aparecer aisladamente. 11.2 Las Ballenas que se ven en esta costa parecen ser de la misma especie, y en el país no les dan otro nombre que el de Ballena. 32 8. Suelen tener de 6 á 11 metros de magnitud. 9. No suelen ser espantadizas, y generalmente siguen su rumbo, aun estando cerca de las embarcaciones. 10. En esta costa no hay pescador alguno que se dedique á la pesca de Ballenas ni otros cetáceos. La provincia marítima de Villagarcía comprende tres distritos, además del de la Comandancia, que con el del Caramiñal está dentro de la ría de Arosa; el de Sangengo, en la de Pontevedra; y el de Noya en la mar interior de la ría de Muros, donde en la baja ma- rea no queda agua siquiera para navegar un bote. El mayor braceaje en las rías de Muros y Pontevedra es de 25”, y de 39 en la de Arosa; y, á pesar de estar encajonadas, con más ó menos anchura, tierra adentro, penetran las Ballenas, que en Marín me dijeron llegaban á veces hasta la isla de Tamba, frente de dicho puerto, y á bastante distancia de la mar abierta. No es, pues, extraño, que, como dice la anterior relación, sea accidental la entrada de las Ballenas en aque- llas rías, en las cuales, á pesar de todo, penetran con frecuencia y en épocas fijas, que resultan ser las mismas en que las encuentran los pescadores que ejercen su industria en las costas. La Comandancia de la Provincia marítima de la Coruña nos co- munica las contestaciones siguientes, dadas por los pescadores de los distritos de su jurisdicción, diciendo: Primero: Que en las rías de la Coruña, Sada y Camariñas, los pescadores no han visto Ballenas. Y, segundo: Que, por el contrario, los de Corcubión aseguran: 1. Que la aparición de la Ballena en sus aguas es accidental. 2. Que aparecen de paso. 3. Que no tienen época fija para su aparición, sucediendo que pasan dos ó más años sin verse ninguna. 4. Que cuando aparecen vivas las Ballenas pequeñas, suele ser con abundancia de sardina y otros pescados menores, suponiendo que aquellas les sirven de alimento. 5. Que no puede precisarse si los individuos vienen aislados, apareados ó con sus crías, en número mayor ó menor, y sólo resulta 33 haberlas visto acompañadas de otros cetáceos mucho más pequeños, que vulgarmente llaman Latinos, porque presentan en la superficie un ala en forma triangular, de tres y medio á cuatro metros de largo el cetáceo *. 6.” Que suelen ver dos ó más de las Ballenas pequeñas ?. 7.” Que hace como veinte y cuatro años recuerdan embarrancó una Ballena viva en el puerto de Pindo, que tendría unos 16 metros de largo. Que hace catorce añosembarrancó otra, muerta, en el puerto de Lira, que alcanzaría próximamente 30 metros de largo; y que hace tres años apareció otra, muerta, en el Pindo, que medía 15 me- tros de largo. 8.” Que no pueden dar razón, porque no se les acercan. 9. Que no existen pescadores Balleneros en el distrito. La contestación de los pescadores del distrito de Malpica, mani- fiesta: 1. Que es accidental la aparición de la Ballena. 2. Que sólo en determinada estación aparecen las Ballenas, siendo esta de Junio á Septiembre. 3. Que se instalan en la estación de mar que comprende este distrito, hasta que emigran. 4.” Que principian á aparecer en Junio, y desaparecen en Sep- tiembre. 5. Que se atribuye su aparición á la de la sardina, de que se alimenta, y viene en la época misma. 6. Que vienen aisladas, sin poder distinguir sexos, considerando sean crías las que aparecen más pequeñas y en número menor. 7. Que es una sola especie, y las distinguen por su tamaño, como les tienen enseñado sus antepasados. -8. Que la magnitud ordinaria que tienen es de unos 30 metros, poco más ó menos. 1 Este cetáceo es el Espodarte ú Orca. 2 La pregunta es si ven una sola especie de Ballenas, ó más. ¿Será la Bale- noptera rostrata la pequeña Ballena á que se refieren? 5 34 9.” Suelen dejarse acercar bastantes más veces, y otras huyen más rápidamente. 10. Que no existen pescadores balleneros en el distrito. Los pescadores del distrito de Muros, contestan al interrogatorio diciendo: 1.2 Que la aparición de la Ballena es fija, en mayor ó menor cantidad. 2.” Que no permanecen próximas á aquella costa más que du- rante la estación de verano. 3. Que se instalan en la parte de Veéaur, comprendida entre los cabos de San Vicente y Finisterre, durante la estación que queda expresada. 4.” Que aparecen en el mes de Junio y desaparecen en Septiem- bre, siendo raros los casos de verse alguna en épocas distintas de las señaladas. 5. Que se cree que su aparición sea á consecuencia del arribo de la sardina á estas costas, la cual le sirve de alimento, notándose que, cuanto mayor es la cosecha de esta especie, mayor es el núme- ro de Ballenas que observan los pescadores. 6. Que los pescadores tienen observado que con una Ballena de gran tamaño vienen una ó más de pequeñas dimensiones, por lo que se supone sean crías, y se las ve en esta forma con mucha frecuen- cia. Algunas veces ven también apareadas las Ballenas grandes, sin que en ninguno de los dos casos puedan apreciar cuáles son los ma- chos y cuáles las hembras. 7. Que no conocen estos pescadores más especies de Ballenas que una, á la cual dan este nombre, y el de Ballenato á sus crías. 8.” Que según su apreciación, dicen los pescadores del distrito citado, calculan que las mayores Ballenas tendrán de 30 á 40 metros de largo. 9. Que ni son espantadizas ni huyen cuando se acercan á ellas, y, por el contrario, se aproximan hasta el costado de las embarcaciones. 10. Que no existen pescadores de Ballenas ni de otros cetáceos en la localidad. 35 Por lo expuesto, referente á las costas gallegas, queda probado ser fija y regular la aparición y estancia temporal de la Ballena, y accidental, aunque no rara, dentro de las rías, de anchura y pro- fundidad suficientes, como son las de Vigo, Pontevedra, Arosa y Muros. Ferrol. Esta Comandancia, después de haber oido á los Ayudantes de los distritos, á quienes préviamente se les remitió copia del interro- gatorio, y á su Comisión provincial de pesca, informó diciendo: 1. La presencia de la Ballena en esta parte del litoral Cantá- brico constituye hoy un hecho puramente accidental y anómalo. 2.” Dicho se está que es accidental. 3.” Su permanencia en estas aguas es, por lo común, muy corta: en ocasiones se la ve repetidas veces durante algunos días, y pes- cadores hay que aseguran haberlas visto por largo tiempo, y dicen que permanecen así todo el año: hecho no confirmado por la mayoría de los observadores. 4.” En general, son vistas durante el verano, en ocasión en que las lanchas se alejan de las costas á la pesca de la merluza, y la del bonito principalmente, que exige. un gran recorrido en distintas di- recciones. 5.” Suaparición es, para algunos marinos, debida á extravío, úá causa de la persecución de que son objeto, ó á estar heridas, hecho que alguna vez se ha confirmado. Coincide aquella con la presencia de la anchoa, y pudiera ser debida á esta causa, principalmente para la especie conocida aquí con el nombre de Serón ó Seda, que es la que se ve con más frecuencia desde Marzo á Junio, y causa gran- des estragos en aquella clase de pescados. 6.” En general es un solo individuo, aunque alguna vez, hace años, se han visto hasta diez ó doce juntos. 7.2 Los pescadores nombran dos especies, Ballena y Serón ó Seda, y las distinguen por los surtidores de agua que arrojan: dos 36 la Ballena y uno el Serón. Este, según las noticias que dan, debe ser la especie de Cachalote, conocida en el Mediterráneo con el nombre de Mular. 8. Las Ballenas vistas en esta costa miden de 14 á 15 metros, y algo menos los Serones. 9. Aseguran se dejan acercar mucho por los botes, de lo que se infiere no es espantadiza. 10. En toda esta parte de la costa, por lo eventual de la apari- ción de las Ballenas en sus aguas, no hay una sola lancha dedicada á su pesca, ni existe en ninguno de sus puertos el material necesa- rio para ello, si se exceptúa algún harpón de vetusta procedencia. Sin embargo, desde que se han armado buques de vapor para la pesca de altura, parece llevan á bordo el arpón moderno y demás necesario al efecto. Sigue en su informe esta Comandancia refiriendo en extracto los datos que sobre la antigua pesca de la Ballena existen en el archivo del Ayuntamiento de Lequeitio, de los cuales dí noticia detallada en mi Exploración Científica de las costas del Departamento del Fer- rol, de cuya obra parecen copiados. La Comandancia de Vivero devuelve el interrogatorio, diciendo no poder contestarlo, por no ejercerse en su localidad la industria ballenera, ni haberse visto en sus aguas ninguna Ballena; y, sin em- bargo, tal carencia absoluta de noticias sobre el asunto no se com- prende, estando enclavada entre las Comandancias de la Coruña y Rivadeo, que ambas contestan afirmativamente y de un modo deta- llado al cuestionario. Pasando del litoral de Galicia al asturiano, la contestación que á mi interrogatorio da D. Alejandro Achez y Cifuentes, Comandan- te y Capitán del puerto de Rivadeo, cuyo celo en materias de pesca le valen todo nuestro aprecio, merece ser copiada por completo; pues, además de procurar responder á las preguntas, contiene noti- cias curiosas referentes á los cetáceos que se ven en aquellas aguas, que, si bien ofrecen dudas en la clasificación científica que hace, no carecen de importancia como datos. 37 Comandancia de Marina y Capitanía del Puerto de Rivadeo. «Excmo. Señor: Dudando del alcance de la voz Ballena en el interrogatorio que ha tenido á bien dirigirme ese Centro, por el con- tenido de su pregunta sexta, que pudiera llevarnos á suponer que sólo se tratase de los Sibbaldiws, en cuyo caso nada podríamos responder, puesto que ni nosotros ni los pescadores más antiguos recordamos ha- ber visto en ella ninguna Ballena franca ó de vientre azufrado, nos inclinamos más bien á dar á dicha voz Ballena acepción más lata y generalizada, es decir, nombre genérico de todos los cetáceos cuya longitud excede de diez metros, por haber observado lo entienden así muchos hombres de mar á quienes hemos explorado con este motivo y Creen comprendido en dicho interrogatorio al Xibarte ó Ballenato de estos pescadores, en cuya descripción están bastante acordes y es la siguiente: »Una longitud media, apreciada en 16 metros; color oscuro en el lomo y blanco más ó menos sucio en la parte inferior; un respirade- ro (dudamos mucho no haya en esto algún defecto de observación) en la parte superior y posterior de la cabeza; aleta dorsal falciforme, situada en la medianía del cuerpo y de más de medio metro de lon- gitud; cola ahorquillada y horizontal, lo que recuerda, á pesar de expresarse en términos tan vagos, á la Teroballena que designan los extranjeros con e. nombre de Vord-Caper, y según los naturalistas frecuentan el golfo de Vizcaya á su regreso de la emigración común á la mayor parte de los cetáceos. De lo que no es posible dudar es que los vascongados fueron los primeros marinos que en el siglo x1v y xv equiparon buques para apresar estos gigantes de los mares, que se presentaban á menudo ante sus puertos, y que en 1372, ya conocida la brújula y estimulados por el éxito, se dirigieron hacia el Norte, pe- netrando en su persecuc ión hasta las proximidades de la embocadura del río de San Lorenzo y costa de Labrador; que hasta en 1450 (en Burdeos) no armó buques con este objeto ninguna otra Nación. 38 » Conviene asimismo dejar sentado, para mayor inteligencia, que todos los interrogados, pescadores de larga práctica y buen criterio, conocen perfectamente á la verdadera Ballena, y han declarado uná- nimes que el Xibarto es, en general, algo más pequeño y tiene el ho- cico menos romo y abultado. Por lo que pudiera relacionarse con este asunto, consignaremos asimismo que abunda principalmente en la costa durante cierta época la vaca, que nosotros sospechamos, por sus pausados movimientos y tranquilas costumbres, sea el globicéfalo negro (Globicephalus melas) y no el orca marsopa (orca gladiator) como algunos pretenden; que abunda siempre extraordinariamente el delfín común, ó Delphinus delphis, tan perjudicial por perjudicar la pesca de la sardina hasta destrozar en algunos casos las redes; y, por último, la marsopa común (Phoccena), y algún soplador (Zur- s10ps). » Hacemos estas aclaraciones por las dudas en que nos sumieron ciertas divergencias que creímos notar en los interrogados, inducién= donos á sospechar particularmente que, bajo la denominación de Xi- barte, comprenden, sin darse cuenta de ello, sólo al Peroballena, conocido por Nord-Caper, de hocico agudo (Balenoptera rostrata) y sus similares. »En la contestación de las preguntas hemos procurado conden- sar aquello en que hemos visto acordes el mayor número de los ex- perimentados pescadores consultados, en esta forma: »1.? Accidental, más frecuente de Marzo á Mayo y en Septiem- bre y Octubre; muy escasa, aunque no para hacerse extraña en el ri- gor del invierno. Hay que tener en cuenta que en esta estación sa- len menos al mar y se alejan poco de la costa. »2." No contestan. »3.2 De paso, aunque hay la duda si son los mismos individuos los que aparecen al cabo de algunos días de no verse ninguno. »4,* Tienen entendido que en primavera y otoño. »5.* Algunos han considerado coincide con la presencia de la sardina, jurel, etc. »6.% Aunque llegan á estar dos y tres á la vista al mismo tiem- 39 po, la divergencia en sus movimientos hace creer no haya ninguna relación entre ellos. »7.2 Asu juicio constituyen una sóla especie. »8.2 Unos 20 metros. Un Xibarte que apareció muerto hace unos seis años en aguas de Navia, midió 60 piés escasos. »9.* Mientras el mayor número asegura que no son espantadizas y pasan á ocho y diez metros de las lanchas y sería fácil lanzarles un arpón, alguno sostiene que cualquier golpe que se dé les hace su- mergirse y no reaparecen á menos de una milla de distancia, quizás por confundir á dos especies parecidas. »10.* Ninguno, á pesar de haberles excitado repetidas veces esta Comandancia para que atajasen con redes la ría; cuando entran has- ta sitio á propósito bandos de Delfines, ó que al menos tratasen de cerrarles con embarcaciones y procurasen obligarles 4 embarrancar, como hacen los pueblos del Norte, cuando se oían quejar de los da- ños producidos por la voracidad con que estos cetáceos se arrojan sobre la sardina enmallada, al costado mismo de las embarcaciones. »Todo lo que tengo el honor de exponer 4 V. E. como resultado de su respetable comunicación de 17 de Abril último.— Alejandro Anchez Cifuentes. »Dios guarde á V. E. muchos años. —-Rivadeo Mayo 20 de 1886. — Excmo. Sr. Presidente de la Comisión central de Pesca.» El contenido de este informe, por lo mismo que reviste preten- siones científicas, exige que se rectifiquen los conceptos equivocados que apunta, para que resulten más claras las noticias que contiene. Es tan clara la pregunta sexta, que cualquiera entenderá que únicamente se refiere á si los individuos van aislados, ó por parejas los machos y hembras, ó éstas con su única cría, ó en manadas más ó menos numerosas, como lo hacen de ordinario los cetáceos, no refi- riéndose á especies determinadas según supone el informante, al cual no se puede concebir la razón que le conduce para poder creer que sólo se trata de los cetáceos que llama Sibbaldivus. Estos son un Baleenop- tera (B. Sibbaldí), que equivocadamente también cree sea la Balle- 40 na franca, en cuyo caso terminantemente dice: «que ni él nilos pescadores más antiguos de aquella región, recuerdan haber visto en ella á semejante cetáceo»; y esto debe ser así, porque la Baleena mys- ticetus de los naturalistas, á pesar de lo que algunas celebridades científicas han dicho, nunca avanza más acá del grado 64 de latitud Norte, y jamás penetra en el Atlántico al decir del profesor Van Be- neden, que de esto se ha asegurado por las observaciones repetidas de los balleneros más prácticos. Este célebre cetólogo nos dice termi- nantemente en una publicación reciente (1887), que ha dado á luz so- bre el cetáceo en cuestión, «que la Ballena franca ó Balceena mys- ticetus, visita periódicamente las mismas aguas, y habita en todo el casquete glacial del polo ártico, y pasando por el estrecho de Smith al mar de Baffin, visita al Este, como al Oeste, las aguas del Spitzberg, y del mar de Bering, por el estrecho del mismo nombre, siendo su lí- mite meridional el septentrional de la Ballena de los vascos en el Océano glacial, y de la Ballena del Japón en el Pacífico». De todo lo dicho resulta que en medio de la equivocada suposi- ción cometida en el informe de los pescadores de Rivadeo, éstos confirman la no presencia de la Balcena mysticetus en nuestro lito- ral oceánico, como de antiguo se había creído por naturalistas de reputación científica, deduciéndose que la que periódicamente nos visita es especie diferente, la que d'Eschricht ha llamado Balceena biscayensis, que es el Vord-Caper de los balleneros holandeses, ó Sletbag de los antiguos pescadores de Irlanda, ó sea la Sarde de los franceses, según Du Hamel, cuya sinonimia vulgar y científica ha aclarado últimamente nuestro sabio colega Van Beneden. Pero en medio de las dudas que dice la Comandancia y Comisión de pescadores de Rivadeo que les ocurrieron, sobre qué extensión po- dían dar á la voz Ballena, se decidieron á tomarla en la acepción más lata y generalizada entre ellos, considerando tal nombre aplica- ble á todos los cetáceos cuya longitud exceda de diez metros, por ha- ber observado lo entienden así muchos hombres de mar á quienes consultaron con este motivo, creyendo comprendido en el interroga- torio al Xibarte ó ballenato de aquellos pescadores. 41 La carencia de conocimientos zoológicos sólo ha podido dar lugar á tal duda; pues, de otro modo, al hablar de Ballenas, hubieran comprendido que sólo se trataba de aquellos cetáceos cuya boca en el paladar está provista de anchas placas córneas, en su extremo deshi- ladas, que el vulgo conoce precisamente con el nombre de ballenas, y cuyo uso industrial es bien conocido. Son tales cetáceos realmente de gran talla, llegando su longitud á veces hasta 80 piés, poco más ó me- nos, aunque en algunos es más limitada, pero considerable siempre en los hasta hoy conocidos. Verdad es que también existen otros cetá- ceos de tamaño gigantesco que no son Ballenas; pues, lejos de tener su boca guarnecida de placas córneas en el paladar, tienen provisto el borde alveolar de la mandíbula únicamente de fuertes dientes. Tales cetáceos pertenecen á otro grupo distinto, que se llama de los Z?- phioidos y cuyo tipo, Physeter ó Cachalote, también suele verse en nuestro litoral oceánico, y del Mediterráneo algunas veces. Por la descripción que del Xibarte se da en el informe de los pes- cadores de Rivadeo, puede deducirse sea una Balcenoptera, proba- blemente la B. Musculus, que no es raro verla en nuestras playas del Oceano y del Mediterráneo; pero considerándola, como dice el in- forme, una Pteroballena ó Ballena con aleta dorsal, supongo quieran decir, no es admisible de manera alguna la referencia que hacen del Nord-Caper, que ya dejo dicho es la Balcena biscayensis, la cual carece de semejante carácter. Pasando á las contestaciones dadas al interrogatorio, debo hacer notar que el decir accidental la aparición de las Ballenas en la costa de Rivadeo, no concuerda muy bien con fijar las épocas de Marzo á Mayo, y en Septiembre y Octubre, en que asegura la contestación primera aparecen allí, lo cual se confirma después en la cuarta res- puesta, resultando de todo esto, que efectivamente las Ballenas visi- tan también aquella parte de nuestro litoral asturiano. 42 Comandancia de Gijón. La contestación de esta Comandancia, con menos comentarios. es más precisa y categórica, concordando bastante con las respues- tas que dieron los gremios ó sociedades de pescadores de Laredo y Castrourdiales á mi interrogatorio de 1870, cuando verifiqué la explo- ración científica marítima del Departamento del Ferrol, y nos dice: 1.* Que, la aparición de la Ballena hace muchos años es fija pór aquellas costas. 2.” Que, si bien suele verse alguna que otra en los meses de in- vierno y primavera, su presencia es segura desde mediados de Junio hasta fines de Septiembre. 3.? Que se instalan las Ballenas en los referidos meses en toda la extensión del litoral de la provincia, á distancia de 20 ó 30 millas de tierra. 4.” Que la aparición y desaparición de las Ballenas queda contes- tada en la segunda respuesta. 5.* Se ignora la causa de la aparición de la Ballena, pero coinci- de con la del bonito, siendo regla constante que al divisar en esos meses una Ballena es seguro que cerca anda el bonito. 6.* Que se ven las Ballenas en grupos de dos y tres, las grandes, y algunas veces en corta extensión han llegado á verse cinco y seis. Los Ballenatos, ó sean las crías, se les ve en grupos separados. 7.* Que los pescadores por eso suponen sea una especie dividida en dos, que distinguen á las grandes por Ballenas, y por Ballenatos á las pequeñas. 8.* Que suponen, por lo que en su vista puede deducirse, tengan de 50 á 60 piés de longitud, si bien suelen presentarse algunas de mayores dimensiones. 9.* Que no sólo no son espantadizas, sino que permanecen quie- tas aunque las lanchas pasen por su lado, pareciendo en ocasiones que están dormidas. 43 10.* Que no hay pescadores que se dediquen á la pesca de esos cetáceos, pero, de crearse alguna compañía, es de suponer que en los primeros años obtendrían excelentes resultados. Aquí, como confirmatorio del informe dado por esta Comandancia, copio la carta que, referente al asunto, me escribió nuestro distin- guido naturalista malacólogo, D. Joaquín González Hidalgo, con fe- cha 16 de Agosto (1887), recién llegado á Madrid de las playas de Candás, donde, además de ocuparse en sus predilectos estudios, no olvidó los míos, recogiéndome noticias que le agradezco de veras. «Agosto 16 de 1887. »Sr. D. Mariano de la Paz Graells: »Mi estimado amigo: Al abandonar el pueblo de Candás, á dos le- guas de Gijón, donde hemos pasado un mes tomando baños de mar y descansando de tareas, he tenido ocasión de hablar con pescadores y otras personas de aquí respecto á las Ballenas, y adjunto le mando las noticias que he adquirido. »Respecto á siglos pasados, gracias á la amabilidad del Párroco de ésta, D. Gregorio Díaz Bayón, he copiado los párrafos siguientes, de un extracto que existe en la parroquia de Candás, hecho de un libro antiguo que posee el Presidente de la Audiencia de Tineo, don Mariano Laspre. «Nos Abas, an sembla con ó Combento facimo pleito ó home- nage con los homes de Abeyes Juan Berenguel, Bernardo Cam- pa, etc., etc., que si bais dá pesca de balena, habis dar 22 mrs. por ela (como canon á la Colegiata de Santa María de Anbase, del puerto de Pajares), si a balena non los balere, d bis dar ó tercio de la, e dos docenas de Pexjotas para calzas os mañeros (marine- ros), e que foron testes fulano, citano, etc. E aquí un significado par con los marineros y pescadores de la Vallena, y muy inmediatas a Antrellusa se ven en el día los vestigios ó cimientos de los antiguos almacenes donde se delian 0 derretian pa grasa de arder las Ballenas. cuyos grandes huesos 44 de pecho con los de bertebras de los Espinazos que serbian y sir- ben en las casas para tayos de asiento, hemos visto y aun posee- mos por este gran armamento, Veneficio, utilidad en la grasa y valor que tenian las barbas de Vallena, y otras expediciones que maritimamente se hacían, se vehían sus natales y mas havi- tantes. » »En el extracto no se indica la fecha del contrato, pero es ante- rior á 1650, por lo que después se relata. »En cuanto á los tiempos actuales, los pescadores de Candás es- tán acordes en que durante estos últimos diez años han aparecido, durante el verano, Cuatro grandes Ballenas muertas: de una de las cuatro pudieron beneficiar la grasa, etc., mas no de las otras, ya por el estado del mar, ya por no poder remolcarlas. »Las Ballenas vivas las ven constantemente, todos los años, á ocho ó diez leguas de la costa, durante los meses de primavera y ve- rano; pero desaparecen por completo en el otoño é invierno. Son más frecuentes en los meses de Jayo y Junio, en los cuales algunos días vieron muchas, hasta treinta ó Cuarenta ; va disminuyendo su fre- cuencia en los meses siguientes, Julio, Agosto y Septiembre, hasta desaparecer por completo. Las temen por si en algún movimiento tropiezan con las lanchas y las vuelcan, y alguna vez las crías han estado dando vueltas alrededor de sus barcos. »En los alrededores de la población debe haber enterrados muchos huesos de Ballenas, porque hace muy poco tiempo, al hacer una casa frente al muelle, en las excavaciones practicadas para los cimientos, aparecieron muchos de ellos, que luego tiraron por otros sitios. El Párroco me asegura que todavía existen en algunas casas, y él ha visto, los asientos hechos con las vértebras de las Ballenas. » También se encuentran á ocho ó diez leguas de la costa Tiburones de 14 ó 16 pies de largo, ya por haberse enganchado alguno en los anzuelos de los pescadores, ya porque con frecuencia los ven apode- rarse de los bonitos que ya están prendidos en el anzuelo. » Algunas veces ven aparecer entre las Ballenas unos peces enor- mes, Casi tan grandes como ellas, que traen en la cabeza un bulto 45 muy grande, y que corren con mucha rapidez. No he podido adquirir más datos que estos, porque los tienen un miedo horroroso, ya por lo que les impone esa gran masa, ya porque dicen que en cuanto aparecen siguen inmediatamente los grandes temporales. Así, tan pronto como los ven, vuelven sus barcos en dirección á tierra, y va- rias veces les ha sorprendido el temporal antes de tomar puerto. Yo me he preguntado si serán Cachalotes por el tamaño *, el aparecer con las Ballenas, y ese gran bulto ó prominencia que ellos dicen lle- van sobre la cabeza. » También cogen algunas veces Delfines, á que dan el nombre de Calderones, y yo los he visto desde el puerto saltar y zambullirse durante largo tiempo. =/0aquin Gonzalez Hidalgo.» Comandancia de Santander. Casi de ninguna importancia es la contestación de esta Coman- dancia, que apenas tiene noticias del asunto de que se trata, pudién- dose suponer, con razón sobrada, que sólo han sido consultados los pescadores de la localidad, como dice, ¡os cuales ejercerán su indus- tria dentro de la misma ría, porque de otra manera ¿cómo no habían de haber visto las mismas Ballenas que encuentran periódica y cons- tantemente, en épocas determinadas, los pescadores de Santoña, La- redo, Castrourdiales y demás distritos de esta Comandancia, que ya en el año 1870 me informaron lo que consigné en mi exploración científica? A la pregunta primera, responde que los pescadores de aquella localidad saben que sólo por el año veintitantos, sin que puedan fijar la época, varó un Ballenato en la costa de San Pedro del Mar. 1 El encontrar los pescadores, que han informado á mi amigo Sr. Hidalgo, al que llaman pez, mezclado entre las Ballenas, me hace sospechar sea la Orca gladiator, que las persigue de muerte y de un modo feroz. Su longitud alcanza más de 16 piés, y nada con una velocidad admirable, como he tenido ocasión de verlo navegando por las mismas costas asturianas. 46 La contestación á la segunda, dice que, no teniendo época fija, ignora el tiempo de permanencia, y de esto se deduce ya que, con época fija ó no, se presentan las Ballenas. A la tercera y cuarta preguntas no se contesta nada, y de la quinta dice que se desconocen las causas que contribuyen á su apa- rición; y de esto lógicamente se deduce que, en efecto, hay apari- ción de Ballenas; y como de todo lo que después dice se ve que no se han fijado los pescadores de Santander en nada referente á Balle- nas, confiesan en las restantes contestaciones su ignorancia en el asunto. Súplase, pues, esta falta con la contestación que me dieron en 1870 los gremios de Pescadores de Laredo y Castourdiales, cuyos distritos marítimos pertenecen á la Comandancia de Santander, con lo cual queda demostrado que en el litoral de esta provincia, como en las demás que hemos visitado, las Ballenas se presentan todos los años en las épocas señaladas por estos pescadores, agremiados en número considerable, pues no bajan de 700 los de la asociación de Laredo y los de Castrourdiales. No creyendo suficientemente bien informada del asunto á la re- ferida Comandancia, he consultado con los patrones pescadores de sus costas inmediatas, hasta Santoña, por medio del Director de la Com- pañía Ostrícola de Santander y Santoña, D. Arsenio Igual, que me contesta diciendo : «Que la Ballena aparece en dicha costa á principios de Junio, y desaparece á fines de Octubre. »Que en estos últimos años se presentan en más abundancia en dicha época, y como es raro verla en otras que en la citada, se la supone de paso. »Que se atribuye su aparición al pasto que hallan y templanza de las aguas, viéndoselas siempre rodeadas del bonito, sardina y multitud de pequeños peces, por lo que son un anuncio seguro de abundante pesca, la que ellos aprovechan. »Que por lo regular se presentan aisladas ó apareadas, y, aunquo pocas veces, las han sorprendido unidas macho y hembra, levanta- das como un árbol sobre el mar á bastante altura. 47 »Que suelen medir de largo de 16 á 20 metros, con un ancho de 3 64. »Que nadie se ocupa en aquellas costas de su pesca.» Tales datos están en más armonía con los suministrados por otros distritos de la misma Comandancia: las de Laredo y Castrourdiales. Comandancia de Bilbao. Los informes de la Comandancia marítima de Bilbao, que com- prende la provincia de Vizcaya, confirman, como los anteriores, la presencia de los grandes cetáceos en sus aguas, pues dice aquella Junta de Pesca que de los informes dados por los pescadores de su provincia, resulta: 1. Que la presencia de la Ballena en aquella parte del mar can- tábrico, es un hecho accidental. 2.” Que, según unos, su permanencia es corta, y que durante al- gunos días se las ve repetidas veces; al paso que otros pescadores aseguran que se estaciona largas temporadas, que duran casi todo el año. 3. Que en general son vistas durante el verano, cuando las lan- chas se alejan de la costa para la pesca de la merluza, y sobre todo del bonito, que exige un gran recorrido en distintas direcciones. 4.” Que para algunos su aparición es debida á la persecución de que han sido objeto, pues se ven algunas heridas; pero para otros es la venida de la Anchoa, principalmente para la especie que llaman aquellos pescadores Serón ó Seda, que hace gran estrago en dichos peces. 5.” El Serón ó Seda es un Cachalote, pues dicen aquellos pesca- dores que, en vez de dos surtidores de agua que echan las Ballenas, el Serón sólo echa uno, y siendo de dicha opinión aquella Junta de Pesca, le refiere al que en el Mediterráneo llaman pez Mular. 6.” Que en general suelen verse aisladas, pero que algunas ve- ces se ven hasta 10 y 12 juntas. 48 7. Que las Ballenas que allí ven suelen tener de 144 15 metros de longitud, y que los Serones son algo más cortos. 8.” Que no son espantadizas, pues se dejan acercar mucho de los botes ó lanchas. 9.” Que en todo aquel litoral no existe ni una sola lancha balle- nera, ni aparejos para tal pesca, á pesar de haber sido en pasados tiempos célebres pescadores de Ballenas: tanto, que en el archivo del Ayuntamiento de Lequeitio existen escritos que remontan al 1381, ó sea cinco siglos cumplidos, en los que se refiere el número de Balle- nas que se cogían. Desde el 1781 al 82 no constan ya en dicho ar- chivo noticias de Ballenas capturadas, pudiendo deducirse que dejó de ejercerse tal pesca en aquellas aguas, por ir á practicarla á otros sitios, como se infiere de un documento de 1780, en el que se mani- fiesta no había marineros en Lequeitio por haber ido á la pesca de la Ballena; cuyo dato, con una diferencia de diez años, consigné en la página 282 de mi Exploración científica de las costas del Ferrol. 10. Según en su informe manifiesta la Comisión provincial de pesca de Bilbao, parece que hoy los vapores de pesca que existen llevan el arpón moderno y demás pertrechos. Comandancia de San Sebastián. Las contestaciones al interrogatorio que esta última Comandan- cia marítima del Departamento del Ferrol da es la siguiente: 1. Debe considerarse accidental, pues si bien en algunos años se las ve á unas 60 ú 80 millas al NO. de la costa, en otros no se las ve. 2.” Se ha notado que su aparición coincide regularmente en la primavera y otoñada, cuando tiene lugar la de los grandes cardú- menes de anchoa y sardina. 3.2 Es de suponer que sean de paso, puesto que fuera de las épocas enunciadas en la segunda respuesta, deja de notarse su pre- sencla. 49 4.* Queda contestada esta pregunta con lo que se responde á la segunda. 5." La coincidencia que se indica en ésta hace suponer que su aparición, simultánea con los citados cardúmenes, da origen á la presunción de que se mantiene de éstos ó de los infusorios de que á la vez deben alimentarse aquellos, puesto que hay autores ictiologis- tas que afirman que cetáceos tan colosales se nutren únicamente de seres microscópicos. 6.” Regularmente se las ha visto por parejas, y raras veces con crías: Casi nunca en número mayor que unas dos parejas. 7. Hánse notado dos especies de las llamadas Ballenas francas, que se las divisa á largas distancias en el horizonte por el chorro que lanzan de los resuellos, elevándose á varios metros de altura, y de las que pertenecen al género de los Rorcuales, que los balleneros distinguen con el nombre de Jorobadas (Humphack) *, que no las persiguen porque tienen la desfavorable condición de irse á pique en cuanto mueren, y no sobrenadan, como se explicará al responder á la décima interrogación. 8.” De ambas especies han solido verse de más de 20 metros de largo, con un diámetro de cuatro metros en la parte más grande del cuerpo. 9.* No son espantadizas, dejan aproximarse con facilidad, pero huyen en cuanto se sienten heridas. 10. No existen pescadores en la verdadera acepción de esta pa- labra en la localidad, dedicados 4 la pesca de la Ballena ni de otros cetáceos. Unicamente, cuando alguno de ellos ha aparecido rozan- do contra las peñas de la costa, como ocurrió en los dos últimos años, salen á tentar fortuna algunas traineras provistas de arpones, pero augurando las remotas probabilidades de éxito, pues más de una vez, en una larga serie de años, se ha presenciado que Ballena arponeada en buena disposición no pudo cobrarse porque tendía á internarse en la mar, viéndose las lanchas obligadas á cortar las ' 1 Esla Megaptera boops. 50 amarras del arpón, y perdiéndola para no tener más noticia de la misma. Termina el informe diciendo que hace dos años, en 1885, desde el cabo Iger al Machichaco, hubo dos grandes Ballenas, recorriendo aquellas aguas más de dos meses y medio, las que al fin fueron muertas por la tripulación de uno de los vapores de la flotilla de pesca, de D. Ignacio Mercader, que va provisto del arcabuz norte- americano, inventado para matar los grandes cetáceos con balas ex- plosivas *, apareciendo después de algunos meses corrompidas en la superficie de las aguas, sin poder aprovechartlas ?. Ayudantía de Lequeitio. Siendo este puerto de pesca uno de los que en el golto de Viz- caya más fama tuvo en la ballenera, y cuyos marineros hoy mismo pasan todo el año engolfados en el mar cantábrico, ejerciendo su 1 De esta arma traje yo un modelo en 1875 para el Museo de Pesca del Minis- terio de Marina. 2 — Mientras estaba escribiendo estas líneas, en El Imparcial del 6 de Agosto de 1887 leí la siguiente noticia: «En la madrugada del martes, la tripulación del vapor de pesca, Mamelena, número 4, que se dirigía á San Sebastián, fué sorprendida á 16 millas de la costa por un choque formidable que la llenó de terror. »Los marineros se creyeron en peligro de perecer instantáneamente; pero, re= puestos del susto, vieron aparecer sobre la superficie del agua un colosal cetáceo, que se supone una enorme Ballena que se hallaba dormida, y cuyas dimensiones excedían en largura á los 100 piés de quilla del Mamelena. »Sintiéndose mal herido el tremendo cetáceo, dió dos coletazos á cual más ter- ribles, haciendo con el primero retemblar el vapor, y elevando con el segundo una montaña de agua, que excedió á la altura de los mástiles y anegó la cubierta hasta la altura de su obra muerta. »Se cree que la Ballena ha recibido una herida mortal con la furiosa embestida, que torció el branque y contrabranque del barco, obligando á sus dueños á que entre inmediatamente en carena, »Este nuevo y recientísimo hecho, es otro dato que confirma la existencia de la Ballena en nuestra Fauna marina oceánica, de la cual se suponía borrada.» 51 peligroso oficio, circunstancia por la que nadie como ellos puede cerciorarse con más seguridad del asunto de mi cuestionario, creí conveniente dirigirme al Ayudante de marina de dicho distrito, Don Melchor Pérez, quien después de consultar con los Alcaldes de mar de su jurisdicción y los de la de Bermeo, contesta en los siguientes términos, con fecha del 2 de Noviembre de 1886: Preguntas y respuestas. «1.* La aparición de la Ballena en este litoral, ¿es fija ó acci- dental? Generalmente es fija, aunque suelen verse en diferentes épocas del año. 2.” ¿Siendo fija, permanecen todo el año, ó sólo en determinada estación? Alguna que otra casi permanece todo el año, pero lo común es que desaparezcan después de los meses de Julio y Agosto. 3." ¿Son de paso, ó se instalan en una extensión de mar donde se las suele encontrar fijas hasta que emigran á otras regiones? Son de paso, pero en su época suele encontrárselas á 20 ó 30 mi- llas de la costa. 4.” ¿En qué época del año verifican su aparición y desaparición? Aparecen en los meses de Julio y Agosto, después de cuyos me- ses suelen emigrar. 5." ¿A qué causas puede atribuirse la aparición de las Ballenas en este litoral? A la aparición de la Anchoa. 6.” ¿Vienen aislados los individuos, apareados por sexos, ó las madres con las crías, ó en número mayor ó menor, como suelen ha- cer otros cetáceos? Generalmente apareados, pero suelen verse también grupos. 7.2 ¿Es una sola la especie de Ballenas, ó ven esos pescadores otra ó más? 52 Son dos especies: una, la Ballena, y otra la llamada Seda, siendo ésta la más visible. 8." ¿Qué magnitud máxima suelen tener? De 50 á 60 piés de largo, y de 12 418 de ancho. 9.” ¿Son espantadizas al aproximárseles las lanchas de los pes- cadores, ó se dejan acercar sin huir? Se dejan acercar de tal manera, que muchas veces se hallan en peligro las lanchas, porque vienen dos de ellas. 10. ¿Existen pescadores en la localidad dedicados á la pesca de la Ballena ú otros cetáceos? Nadie se dedica, y no se hace ninguna pesca de esta clase. » Bilbao y San Sebastián son la residencia de los centros oficiales de nuestras dos provincias marítimas vascas, cuyos pescadores, en el asunto de que tratamos, fueron los que más renombre alcan- zaron de hábiles, valientes y atrevidos arponeros, y de ser los in- ventores y maestros de la pesca ballenera, que, como los historiado- res aseguran, tuvo su origen en el golfo de Vizcaya, ó de Gascuña, como otros le llaman, apoyándose dichas opiniones hasta con prue- bas materiales que aún subsisten y vemos conservadas en los es- cudos y sellos de las Casas Consistoriales, y hasta de algunos par- ticulares, vecinos de varios pueblos del litoral cantábrico; tales como 'astrourdiales, Lequeitio, Bermeo, Ondarroa, Zarauz y Plencia, cu- yos dibujos reproduzco en este escrito, y me han sido proporcionados por el Director del Instituto Vizcaino de segunda Enseñanza, Don Fernando Mieg, Vocal naturalista de la Comisión de Pesca de la provincia de Bilbao, y muy querido amigo y discípulo, que en oca- siones se presta á facilitarme las noticias que para mis variadas ta- reas científicas le pido, haciéndose acreedor á todo mi agradeci- miento. También son pruebas materiales los sitios donde estuvieron las que aún llaman Atalayas, desde donde, como hoy se hace en nuestras almadrabas, llamadas de vista, para descubrir el arribo ó llegada de los Atunes, se colocaban los vigías para avisar la apari- ción de la Ballena en la costa. Sónlo igualmente las grandes tinajas 53 que de cuando en cuando se han encontrado enterradas en los sóta- nos ó bodegas de los edificios antiguos arruinados, al tratarse de re- edificarlos, cuyas vasijas, sin que quede duda alguna, por lo fétidas y grasientas, debieron servir en tiempos remotos para depositar la grasa ó aceite de arder, que así se llamaba al de Ballena, cuyo des- tino era el del alumbrado con candiles en las casas pobres de las aldeas, alumbrado fétido que aún alcancé en mi niñez y ya ha des- aparecido. En el Instituto Asturiano existe un cuadro que repre- senta la casa en que se hacía la operación de derretir la grasa de las Ballenas, y que por un descuido se había incendiado la caldera, pi- diendo socorro la mujer para apagarla: es del 1695. Pruebas de la misma naturaleza pueden ser consideradas los. vestigios de los edifi- cios llamados Cabañas, especie de almacenes grandes, donde los pescadores agremiados guardaban sus utensilios para la pesca ó caza de las Ballenas: tal, los cabos y arpones, de los que aún en On- darroa se conservan algunas muestras, y las calderas para derretir el lardo. Y, por fin, lo son irrecusables los restos esqueléticos que, dis- persos, se encuentran en varios puntos de la costa, donde he visto emplear los cuerpos de las vértebras como taburetes, y llamar costi- llas de Ballena á las mandíbulas, que me han servido para determi- nar las especies de que procedían. De todo esto podrá asegurarse el que, como yo, quiera recojer noticias que aún recuerdan los ancianos pescadores, ó por tradición las han aprendido los habitantes de San Sebastián, Pasajes, Irún, Fuenterrabía, Motrico, Zumaya, Zarauz, Ondarroa, Bermeo, Mundaca, Plencia, Guetaria, Lequeitio, Castro- urdiales, Laredo, Santoña, Santander, Gijón, y en general los de casi todos los puertos de pesca del litoral cantábrico-gallego , donde las he oído. En dichos sitios, repito, es donde pueden adquirirse los datos más positivos, no sólo de lo que se recuerda de la antigua pesca ballenera, sino de lo que hoy mismo observan Jos pescadores sobre la aparición de los balenidos en sus aguas jurisdiccionales, entre las que, como participé á mi sabio amigo Van Beneden, reina ahora admirable paz y concordia, y tal que los primeros esperan con impaciencia la perió- 5h dica llegada de tan gigantescos huéspedes, por ser el anuncio seguro de la próxima costera de sardinas, albocartes y bonitos. Termino aquí el relato de las contestaciones oficiales dadas al in- terrogatorio mío sobre cuestiones balleneras por las Comandancias de Marina de los Departamentos de Cádiz y Ferrol, que no sin funda- mento esperaba serían confirmatorias de las observaciones consignadas hace diez y ocho años en mi Exploración científica del litoral oceá- nico cantábrico-gallego, y como complemento añadiré la Memoria manuscrita que el Vocal naturalista de la Comisión provincial de Pesca de San Sebastián remite como informe suyo, y por lo mismo lo copio tal cual está redactado, aplaudiendo el interés que toma en el asunto y agradeciéndole la descripción que hace del esqueleto de la Balceena biscayensis que existe en el Instituto de San Sebastián, el que, como dejo dicho, es el tercero armado que existe en los Museos de Europa. LA PESCA DE LA BALLENA EN EL LITORAL VASCONGADO POR Don Cinbipo Ríos y RiaL, Catedrático de Historia Natural en el Instituto de 2.* enseñanza de Guipúzcoa y Vocal de la Junta de pesca de la misma provincia. La pesca de la Ballena en el litoral vascongado. Que los pueblos deben permanecer fieles á las tradiciones respec- tivas á industrias antes ejercidas, tratar de mejorarlas poniéndolas en armonía con los modernos adelantos de la ciencia y del arte, y crear otras nuevas, á fin de no desmerecer ante la historia del progreso, para que no se diga que los hijos se han dormido en los laureles con- quistados por los padres mediante el trabajo de la inteligencia y el de las manos y se atribuya la decadencia á holgazanería intelectual 55 y material, es una verdad que alcanza la conciencia de todos y has- ta el sentido común, y que como tal debiera tenerse más en cuenta de lo que ordinariamente sucede. Causa dolor volver los ojos á la historia de nuestra patria y ver en ella ramas de la actividad indus- trial, ayer pujantes y florecientes, hoy marchitas y de difícil, cuando no incapaz, ulterior desarrollo; y el dolor es aún más agudo cuando al contemplar alguna de ellas se la ve privada del jugo de la vida y que no figura más que como simple recuerdo histórico, ó quizá como tradición que se va desvaneciendo con el tiempo. Los que no son indiferentes ante el bienestar y la prosperidad del país que los vió nacer; los que comprenden que una industria muerta equivale 4 un manantial agotado para el Erario y la Ciencia; los que, en fin, al pulsar cualquiera de las múltiples arterias de España, sentirían en- sanchárseles el corazón de noble orgullo viéndolas todas henchidas de vida, todos esos no pueden menos de estremecerse de tristeza y desaliento al notar que alguno de esos vasos ya no late, que ha per- dido la sangre que antes le vivificaba. Una de esas arterias, ya privada de vida, cuya pérdida debieran llorar todos los verdaderos amantes de las glorias de la patria, es precisamente la pesca de la Ballena en las costas del país vasconga- do, antes tan floreciente, que constituía una de las principales fuentes de riqueza de estas provincias, y ahora abandonada por completo y reducida á simple recuerdo, conservado en la historia y los blasones de algunas casas de los pueblos litorales. Muy pocos desconocerán la alta importancia de esta pesca: todos saben que en Inglaterra, Esco- cia, Suecia, Noruega, Dinamarca, Holanda, etc., se tripulan barcos con la gente más arriesgada y mejor marinera, para la persecución y pesca de los mamíferos acuátiles, principalmente de los grandes ce- táceos (Ballenas, Balenópteros ó Rorcuales, Cachalotes, etc.); y nadie ignora que una Ballena apresada equivale á un gran botín, que, á la par que enriquece, da testimonio del valor y arrojo de los que le han conseguido. Ninguno de los mamíferos que habitan las aguas existe que no ofrezca múltiples utilidades: se aprovecha la grasa, siempre muy abundante debajo de la piel y en la proximidad de las vísceras, 56 la carne, los huesos, dientes, todas las partes orgánicas en general, sin exceptuar la misma sangre; de todo se saca partido, si se lo so- mete á la dirección de una mano inteligente y activa; porque, pres- cindiendo de la grasa, cuyo uso todo el mundo conoce, la carne ó se emplea como alimento * ó se utiliza para abono, muy rico en mate- rias nitrogenadas; los huesos, si son compactos, sirven para la construcción de mil objetos; si blandos ó esponjosos, para convertir- los en gelatina, y es un abono muy útil á la agricultura, puesto que en ellos abunda el fosfato de cal, tan necesario á la vegetación; de los dientes se aprovecha el marfil; la piel y las paredes de la masa gastro-intestinal, ó se reducen á materia gelatinosa, ó, si ofrecen la resistencia necesaria, se trasforman aquella en cuero, y éstas en per- gamino; las demás vísceras pueden conservarse, enterrarlas después mezcladas con cal, y obtener de este modo una tierra muy rica en materias nutritivas para los vegetales; de la sangre pueden obtener- se varios productos importantes, entre ellos el azul de Prusia. Iría- mos muy lejos si hubiésemos de enumerar detalladamente las diver- sas 6 importantes utilidades que pueden obtenerse de las diferentes especies de mamíferos marinos; baste recordar que una Ballena de 20 metros de largo y 78.400 kilogramos de peso, da próximamente 33.600 de grasa, y 1.680 de sustancia córnea, que en conjunto representan un valor de unas 300.000 pesetas. Exigiendo la pesca de los grandes cetáceos, señaladamente la de la Ballena y el Cachalote, amén de excelentes barcos, marinos inte- ligentes é intrépidos, por ser inherentes á ella azares y peligros de diversa índole, no es extraño que haya tantas naciones que se dispu- ten la gloria de haber sido los primeros que se lanzaron al mar en persecución de seres tan codiciados. A decir verdad, difícil es deci- dir semejante polémica, en que están empeñados aún los historiado- res de los diferentes pueblos, ni seremos nosotros quienes pretenda- mos inclinar la balanza; empresa es esta que requiere gran copia de 1 Sabido es que en los pueblos del Norte se come la carne de muchos pinípedos y cetáceos, principalmente la de los individuos jóvenes. 57 datos y testimonios, de que hoy por hoy carecemos. Mas, si noes fá- cil demostrar quién haya sido la primera nación que envió sus hijos á los mares del polo con tan laudable fin, en cambio puede hacerse ver que los vascos ejercieron la pesca de la Ballena en tiempos bas- tante remotos, y que llegó á constituir una de las artes de mayor im- portancia en los puertos que circunda el golfo de Vizcaya; arte que decayó cada vez en mayor escala, hasta desaparecer por completo. Varios son los datos tradicionales é históricos que comprueban este aserto. En la mente de los habitantes de los pueblos de Fuente- rrabía, Guetaria y Motrico, se conserva todavía bastante fresca la noción de que sus antepasados se dedicaban á la pesca de la Ballena; que solían perseguir este cetáceo, no sólo en los mares lejanos y pró- ximos al polo, sino también en las inmediaciones de la costa cantá- brica; idea que se halla robustecida por los escudos de armas de los respectivos pueblos, de los cuales el primero ostenta un navío con Ballena aferrada en su costado; el segundo, otra ya arponada; y el tercero, otra en el mismo estado, y á los marineros en actitud de he- rirla nuevamente desde el esquife y en el momento de producir el animal el conocido salto de agua. En varias casas de los citados pue- blos y el de Zarauz se ven escudos cuyos emblemas se refieren á la pesca de la Ballena antiguamente ejercida: entre estas viviendas de antiguo origen cita el benemérito historiador de Guipúzcoa, D. Ni- colás de Soraluce y Zubizarreta *, una existente en la villa de Za- rauz, calle de Azara, núm. 13, cuyo frontis tiene en el dintel de la puerta una inscripción, en su mayor parte ilegible, al parecer de le- tras del estilo ó tipo de letra de imprimir del siglo xv, y en su par- te izquierda una Ballena arponada, cuya cuerda arrastra á una lan- cha en que se ven representados dos hombres. Datos de análoga im- portancia ofrecen otros pueblos litorales de aquende y allende el Bi- dasoa, especialmente los primeros, entre los que merecen mencionar- se Lequeito y Bermeo. 1 Véase su Memoria del origen y curso de las pescas y pesquerías de Ballenas y bacalaos, etc., Vitoria, 1878, de donde tomamos importantes datos. 8 58 Los historiadores, al ocuparse de las provincias Vascongadas, se manifiestan también conformes en admitir que desde muy antiguo se ejerció aquí la pesca de la Ballena, y que llegó á constituir una de las principales industrias del país. Oigamos lo que á este tenor dice el Dr. D. Lope de Isasti en su Compendio historial de la M. N. y M. L. provincia de Guipúzcoa, publicado el año 1625. «No conten- tos con lo de la tierra, van cada año los guipuzcoanos con muchas naos de los puertos comarcanos para Terranova, región frigidísima septentrional, y cuasi inhabitable por las muchas y grandes nieves y heladas; resistiendo con admirable ánimo, llegan, navegando por el mar Océano 446 leguas, á la costa que llaman de Bacallaos, partien- do por el mes de Marzo y Abril, y volviendo por Septiembre y Octu- bre cargados del pescado bacallao, que descargado en el puerto del Pasaje se lleva á la villa de San Sebastián, de donde, etc.» Y luego más adelante dice: «Van también á esta región de Terranova por grasa, llamada comunmente de Ballena por hacerse del unto y gro- sura de las Ballenas derretidas en calderas. Hay en aquella costa de la mar abundancia de estas Ballenas, que pasan de una parte á otra», etc. El Dr. D. Lope de Isasti describe 4 su manera los habi- tantes del polo Norte; los divide en dos géneros: esquimaos y mon- tañeses; dice que los primeros son inhumanos, muy diestros en el manejo del arco y la flecha, y que comen carne humana; «los segun- dos les dan aviso cuando vienen los otros males». Habla de lo peli- groso que entonces era la pesca de la Ballena en Terranova, motivo por el cual los vascos se dirigieron á la costa de Noruega, más abun- dante en tales cetáceos, y observa que «á algunos que fueron allá con sus navíos les fué bien al principio, y á otros que fueron después, por la contradicción que hallaron, les fué su perdición.» Después de describir minuciosamente la manera de practicar la pesca de la Ba- llena con arpones y chabalines, dice que las Ballenas grandes eran aprovechadas para grasa, y las jóvenes las guardaban en salmuera para comida de los franceses; por último, añade: «Y también entra acá la lengua, que tiene mucha sustancia, sino es que se presente á alguna iglesia devota por costumbre, como en la villa de San Sebas- 59 tián, que se da á la Cofradía de San Pedro, y en Guetaria á la fábri- ca de la iglesia; esto es, en las que matan en la costa de Guipúzcoa de que se dirá luego. Y es de notar que con estar descubierta la na- vegación de Terranova, y ser manifiesto el mucho provecho que de ella redunda sobre los de esta provincia, no otros algunos osan ir allá. De esta grasa que traen se abastecen algunas tierras de Espa- ña, particularmente las de Navarra y Campos, para alumbrarse y la- brar paños, y para algunas enfermedades del ganado, de que han he- cho experiencia y se han hallado bien. Llévase por mar á Flandes, Inglaterra y otras grandes provincias», etc. El ilustrado y laborioso escritor D. Nicolás de Soraluce y Zubizarreta, aduce en su intere- sante trabajo, de que antes hicimos mérito, datos y documentos * que tienden á demostrar que la pesca de la Ballena se ejerció en las pro- vincias Vascongadas desde el siglo xr1 hasta principios del xvr1; que llegó á su apogeo en los siglos x111, xIV y xv, y que ya en el xvi se hallaba en decadencia; pretende probar más, á saber: que los vascos fueron en los lejanos siglos los únicos pescadores de Ballenas, y, por consiguiente, los primeros que iniciaron industria tan importante. Hay, en efecto, tanto en su citada Memoria como en su Historia ge- neral de Guipúzcoa, publicada el año 1870 en Vitoria, datos muy dignos de mencionarse y tenerse en cuenta, pues si bien no puede decirse que tengan el valor de pruebas tan contundentes que intro- duzcan en el ánimo del lector la firme convicción de que efectiva- mente los vascos fueron, cuando menos, los primeros europeos que se lanzaron al mar con el fin de perseguir y dar caza á las Ballenas, y, porlo mismo, los verdaderos inventores de los utensilios necesarios para el ejercicio de industria tan lucrativa, tienen, sin embargo, el suficiente para hacer creer á cualquiera desapasionado que ésta es antiquísima en España y que fué ejercida principalmente por los ha- 1 Cualquiera que se tome la molestia de leer la Memoria del Sr. Soraluce acer- ca de la pesca de la Ballena, no podrá menos de admirar su mucha erudición é in- fatigable celo en buscar datos de toda especie: trabajó como hijo amantísimo de su país, y ésle le deberá siempre un grato recuerdo. 60 bitantes de la costa cantábrica en grande escala, Entre los docu- mentos que cita el Sr. Soraluce en su Memoria, merecen mencionar- se los siguientes: 1.” el célebre Fuero de San Sebastián, del año 1150, expedido por el Rey Saucho el Sabio, de Navarra, y las Ordenanzas de comercio marítimo y tarifa de derechos de hostelage, de tránsito y de naves, en que se habla de las barbas de Ballenas; 2. la Cédu- la del Rey Fernando III de Castilla, el Santo, expedida á favor del Concejo de Zarauz, año 1237, en la que se hace mérito de la enton- ces ya antigua pesca de Ballenas: 3.” un documento de la villa de Guetaria, en el cual consta que en la primera mitad del siglo xr se consideraba de antigua ley el dar al Rey la primera Ballena que se pescara cada año, de la que el Rey más tarde hizo donación de la mi- tad al pueblo, cediéndosela últimamente en totalidad para reparación de muelles, cercas y guardamares; y 4.” los ocho libros de Fábrica, que se conservan en la villa de Lequeito y que datan desde 1510. Por lo que hace á la pesca de la Ballena ejercida en la costa can- tábrica, hay también datos irrecusables que prueban, además, que en- tonces era mayor el número de cetáceos que en determinadas épocas visitaban nuestros mares del Norte. Para convencerse de ello basta consultar la historia de cualquiera de las dos provincias que lindan con el golfo de Vizcaya. En el Compendio historial antes citado se encuentra una noticia importante y curiosa bajo este concepto: he aquí su texto: «Algunos marineros de Guipúzcoa, de las villas de Orio, Zarauz, Zumaya, Deva y Motrico, por no ir en tan larga navegación y de tanto riesgo á Terranova, acostumbraban ir cada año por el mes de Octubre á la costa de Vizcaya y Asturias á esperar las Ballenas que pasan en el invierno á luengo de la costa; y viéndolas, van luego con sus esquifes é instrumentos con mucha presteza y las matan, y traídas á puerto les sacan la grasa é hinchen muchas barricas y vuelven á sus casas por Marzo bien aprovechados. Esto es demás de las que matan los que quedan en sus propias tierras, que tienen par- ticulares atalayas». Noticias de índole análoga se encuentran tam- bién en la Historia general de Guipúzcoa, y en la Memoria acerca del origen, curso de las pescas de Ballenas y de bacalaos, etc., 61 escritas y publicadas en Vitoria por el Sr. Soraluce, respectiva- mente los años 1870 y 1878, en el último de cuyos trabajos hay una nota, en que se dice que, al reedificar la ciudad de San Sebas- tián por haber sido incendiadas sus nueve décimas partes el año 1813, se encontraron gran número de tinajones muy grandes, enterrados en los pisos bajos; el mismo hallazgo se había verificado ya hacia el año 1770, cuando el Marqués de Grandas transformó en labrantíos los juncales del barrio del Antiguo. El Sr. Soraluce considera como muy probable que los últimos tinajones dataran después de la Orde- nanza municipal del año 1415 *, en la que se ordenaba que en ade- lante no se derritiera la grasa de Ballena en el interior del casco de la entonces villa de San Sebastián. He aquí los términos en que está redactada dicha Ordenanza: «Otro sí: Ordenamos que qualquier que _ dentro de la cerca de esta dicha villa ficiese lumerá, que pague por cada vegada que ficiere la dicha Lumerá», etc.* El Sr. Soraluce lamenta, y no sin mucha razón, el que hayan desaparecido las atalayas para observar la aparición de las Ballenas y dar inmediatamente cuenta de ello. Tales observatorios serían en efecto de mucha ventaja, no sólo bajo el punto de vista de la indus- tria, sí que también bajo el de la ciencia zoológica; por medio de ellos no hubieran pasado desapercibidos muchos de esos cetáceos, que á la par que enriquecerían al industrial, ilustrarían al sabio con su orga- nización y las manifestaciones de su vida; con ellos hubiera adquiri- do más luces la geografía zoológica para precisar el área de disper- sión de esos seres. No hay que dudarlo: la ciencia y la industria es- tán tan estrechamente unidas entre sí, que lo que gana la primera lo aprovecha la segunda; y al contrario, el daño ó provecho que re- ciba la una necesariamente ha de reflejarse en la otra. Si bien no puede negarse que la pesca de la Ballena no podría ejercerse hoy en la misma escala en la costa cantábrica que en tiem- pos pasados, por haber disminuido considerablemente el número de 1 Véase la pág. 31 de su Memoria, nota 1.* 2 Loco citato. 62 cetáceos que se aproximan á nuestras costas, pudiera, no obstante, continuar ejerciéndose en los mares, á donde probablemente, por efec- to de la excesiva persecución de entonces, se han replegado dichos séres, como en la costa de Groenlandia, Spitzberg, etc. Y cuenta que el Gobierno y las autoridades en general ganarían mucho fomentan- do por todos los medios posibles tal industria, puesto que, además de las nuevas cantidades que ingresarían en el Tesoro, saldrían de ella marinos intrépidos, con que podría contar España en caso de guerra. No sólo en la costa cantábrica, sino también en la galíica, nada se perdería con que aun hubiese atalayas, para en determinadas épo- cas del año observar si se divisa alguna Ballena ó algún otro cetáceo. Sabido es que de vez en cuando suele aproximarse á nuestra costa oceano-atlántica alguna que otra Ballena y aun penetrar en las ba- hías: de estas aproximaciones y entradas han dado ya cuenta opor- tunamente los periódicos, y de algunas Ballenas apresadas y explota- das se conservan documentos en algunas de las localidades respecti- vas. Así, por ejemplo, consta que en 1805 fué pescada en Fuenterra- bía una Ballena de grandes dimensiones *, habiendo sido testigo ocular de esta pesca D. José Bernardo Londaiz, habitante entonces en San Sebastián; que en 1834, hallándose anclados en el puerto de Pasajes los buques de guerra 4! Meteoro, inglés, Isabel 17 y Fénix, españoles, entró en él una Ballena grande, y llegó hasta más allá de la torre fuerte (construida hacia el año 1621 y derribada hace aun pocos años) de Pasajes occidental, la que daba al frente de la plaza pública de la parte oriental; que en 1838 y 1839 se vieron durante algunos días en las aguas de algunos pueblos de Guipúzcoa muchas Ballenas; que en 17 de Enero de 1854 se cogió una Ballena en la inmediación de la bahía y río Urumea de esta ciudad, habiéndole plantado el primer arpón D. Martín de Berástegui, y por último, que en 9 de Febrero de 1878, fué cogida en Guetaria por los pescadores otra Ballena de cortas dimensiones y que estos la regalaron al Ayun- tamiento de la ciudad de San Sebastián, en cuyo Instituto provincial 1 Véase la Memoria del Sr, Soraluce, pág. 30. 63 se conserva el esqueleto, que suele ser objeto de admiración por parte de los que visitan el gabinete de Historia natural del mismo Estable- cimiento. Además, es notorio que en el Instituto de 2.* enseñanza de la provincia de Pontevedra y en la Universidad del distrito correspon- diente, existen esqueletos de Ballenas jóvenes. Hará cosa de un año que el autor de esta pequeña Monografía ha reconocido un indivi- duo, todavía muy joven, del género Balenoptera ó rorcual, especie boops? cogido en las inmediaciones de esta bahía por uno de los va- pores de pesea del Sr. D. Ignacio Mercader, residente en esta ciudad, y no habrá aún transcurrido mucho más de un mes que se presenta- ron cerca del barrio de Gros restos de un Ballenato, que, sin previo examen por parte de personas legalmente competentes y tal vez sólo por razones de higiene pública, fueron enterrados, siendo así que de otro modo se hubieran aprovechado quizá para la Ciencia, sin perju- dicar en lo más mínimo á la salud pública, ni aun á la privada. Es- tos hechos y otros que no enumeramos por ser demasiado conocidos, prueban que los balénidos aun no han abandonado por completo nues- tras costas, y hacen suponer que varias de sus visitas habrán pasado desapercibidas por carecer de observatorios á propósito '. Y puesto que en el gabinete de Historia natural del Instituto de 2.* enseñanza de esta provincia se encuentra el esqueleto de la Ballena, cogida por los pescadores de Guetaria el 9 de Febrero de 1878 y conocida con el nombre de Ballena de los vascos (Baleena bisca- yensis, Van Beneden?), justo parece que describamos, siguiendo al- gún tanto al pormenor, dicho ejemplar, á fin de que los que aún no le hayan visto puedan formar una idea aproximada de él. Ocupa la mayor parte del gabinete y está hábilmente articulado y montado sobre fuertes tripodes de hierro; mide 10,50 metros de largo, de los que corresponden á la región cefálica 3,34; á la cérvico- dorsal 2,24; á la sacro-lumbar 2,22; y á la coxígea propiamente di- 1 Conviene no olvidar que siendo más constante la temperatura en el seno de las aguas que en el de la atmósfera, el área de dispersión de los animales es más extensa en el mar que en el continente, hallándose limitada más bien por las con- diciones de alimentación y propagación de la especie que por el calor. 64 cha 2,70. El mayor diámetro transversal, que corresponde poco más ó menos á la parte media del dorso, es de unos dos metros. La cabeza limita una forma ovoideo-piramidal-triangular, una de cuyas aristas corresponde á la línea media occipito-nasal (lado lu- minoso de Carus *), y las otras dos están comprendidas en el plano que pasa por las ramas de la mandíbula inferior: tanto estas como aquella ofrecen una curvatura parecida á la de una rama de parábola cuya amplitud es próximamente de 2,70 metros; considerando ésta como abscisa, su ordenada máxima es de unos 60 centímetros. Los huesos intermaxilares están yustapuestos por sutura liso-escamosa á los maxilares en sentido longitudinal, siendo internos en la mandíbu- la inferior y externos en la superior *, en donde forman una especie de quilla de caras cóncavas, cuya arista terminal corresponde al vomer ó sea al cuerpo de la vértebra representada por el efmoides; estas Ca- ras cóncavas son precisamente las que dan insersión á las láminas córneas transversales, cuyas fibras del borde interno se conocen vul- ' garmente con el nombre de barbas de Ballena. El cráneo es * bas- tante pequeño comparativamente á la cara, representada en su ma- yor parte por las tres ramas mandibular y los pómulos ó huesos de las megillas. El mayor diámetro transversal de la cara, ó sea la má- xima distancia entre las mandíbulas inferiores es de 1,95”, ofrecien- do cada una de ellas una curvatura de 4,21”. Del mayor diámetro de la base cabeza (considerado el animal en posición vertical) se pue- de juzgar por la distancia comprendida, ya sea entre los huesos tim- pánicos, ya entre los yugales ó pómulos (contada desde el borde ex- terno de cada uno), la cual es próximamente igual á 2,01”. Las apó- fosis ptérigo-estilóideas, distan (se supone el esqueleto en posición horizontal, que es la que corresponde á las condiciones de existencia del cetáceo) en la parte superior 0,20”, y en la inferior 0,35", lo 1 Véase su Vergleichende Anatomie. 2 En rigor anatómico son también internos; á primera vista se toman por in- termaxilares los que, bien considerados, son maxilares. 5 Prescindimos de muchos detalles anatómicos por ser impropios de este trabajo. 65 cual da una idea suficientemente clara de lo muy estrecha que debe ser la faringe ó sea la cámara posterior de la boca. La región cervical es, si se la compara con el tronco, sumamente corta: mide unos 0,30%; consta de siete vértebras, de las cuales sólo las dos primeras y la última se encuentran bien desarrolladas; las cuatro restantes aparecen muy atrasadas en desarrollo y están como atrofiadas; todas, menos la última, ofrecen soldaduras, así en la línea propiamente cervical, ó sea la correspondiente á la región apofisaria, como en la gutural, parte inferior de los respectivos cuerpos de las vértebras, de modo que éstas sólo son distinguibles en parte en la re- gión lateral. Las láminas también están soldadas entre sí, formando masa común, muy manifiesta en las primeras vértebras, y extendién- dose hacia atrás en una especie de apófosis escamosa é imbricante, tanto más manifiesta cuanto más próxima esté la vértebra á la últi- ma cervical Todas las vértebras tienen apófosis espinosas y trans- versales: aquellas, poco elevadas, soldadas entre sí menos con la últi- ma y formando una especie de cresta; éstas, bastante más salientes y * dotadas de soldaduras análogas; unas y otras se encuentran, respec- to al tamaño y el espesor, en progresión decreciente, á partir del atlas y el axis hasta la inmediata á la región torácica. En todas las vér- tebras cervicales se ven rudimentos de costillas, muy manifiestas en el atlas y el axis '. La vértebra dotada de mayor desarrollo es el atlas; sigue á éste el axis; las cuatro siguientes apenas difieren en tamaño. Al unirse las apófosis transversas entre sí, forman agujero, muy ma- nifiesto en la unión del atlas con el axis, que se dirige oblícuamente de arriba abajo, de dentro afuera y de atrás adelante. Esta unión sería igualmente manifiesta en todos los huesos de la cerviz, si se hubiesen conservado los cartílagos, ó el esqueleto correspondiese á un individuo adulto, en el que, como es sabido, se ha completado ya la oxificación normal, 1 Algunas de las costillas rudimentarias y apófosis transversales no se hallan en el ejemplar que describimos, por haberse desprendido durante la preparación de los huesos; pero aparecen indicadas por las caras articulares respectivas. Debe además advertirse que algunas piezas esqueléticas están bastante mutiladas. 9 66 La región torácica ó dorsal tiene una forma algún tanto ovoídea, se parece en cierto modo á la de un barril más estrecho por un extre- mo que por el otro; está representada por las vértebras dorsales, en número de catorce, y las costillas vertebrales correspondientes, de las cuales las dos últimas (el último par), tienen muy poca extensión longitudinal y aparecen como rectificadas; su amplitud va creciendo hasta la séptima, en donde alcanza próximamente 1,40”, y luego de- crece; de la curvatura puede juzgvarse por los diversos diámetros de la caja torácica, y son los siguientes: diámetro transversal anterior = (0,90"; ídem posterior = 0,62”; ídem medio, correspondiente al lugar ocupado por la séptima costilla, = 1,94”; ídem antero-poste- rior = 2,53"; ídem vertical medio = 1,25" *, La curvatura lateral, tomada en sentido longitudinal en una de las caras del torax es de unos 2,97". La región lumbar tiene cinco vértebras provistas de apófosis trans- versas muy desarrolladas y espinosas, regularmente elevadas, las que forman progresión decreciente hacia la décima vértebra coxígea en donde desaparecen por completo unas y otras. Sigue á esta región la sacra, formada por otras cinco vértebras, las cuales, además de las apófosis ordinarias tienen huesos upsiloides, verdaderos rudimentos de costillas destinados á alojar la arteria y vena caudales. La región coxígea está, en rigor, representada por 22 vértebras, de las que sólo las dos primeras tienen huesos upsiloides: las restan- tes carecen de ellos, pero se encuentran acanaladas en el lado ven- tral hasta la vigésima, en que ya no hay indicios de acanaladura. Los cuerpos de las vértebras están formados en su mayor parte por tejido esponjoso, tanto más reticular y flojo cuanto más las con- sideramos hacia los extremos ó caras de unión con el cartílago inter- vertebral. Su forma, al principio cilíndrica, va degenerando en esfe- roidal á partir de la duodécima vértebra coxígea. Los tamaños res- pectivos forman una verdadera progresión decreciente, cuyo primer término está en la primera vértebra lumbar. Los cartílagos interver- 1 Se supone el esqueleto en posición horizontal 67 tebrales forman cuerpo aparte, menos en las doce últimas coxíges; aparecen formados por dos mitades, una para cada vértebra: estas se van confundiendo poco á poco con el cuerpo vertebral: 4 medida que nos aproximamos á la última caudal. La porción basilar de las extremidades torácicas (aletas) está tan sólo representadas por el omoplato, hueso triangular redondeado, cuya mayor latitud es de unos 84 centímetros. El brazo tiene 0,37" de largo, y está formado por un hueso relativamente corto, pero de un grosor considerable. El cú4bito y el radio que forman el antebrazo son notables por su poca longitud y grande anchura hacia la articu- lación de la mano; esta es de 0,20” en el primero, 0,30 en el segun- do, mientras que aquella apenas pasa de 0,40. El carpo y metacarpo nada ofrecen de particular: el primero contiene dos hileras de huesos cortos de tamaño normal. Los dedos son cinco en cada aleta, los cua- les, juntamente con los huesos del carpo y metacarpo, dan á la mano una longitud de 0,83”. Las falanges forman progresión ascendente hacia el dedo medio. Algunas se han perdido, pero á juzgar por las todavía existentes, se encuentran en la siguiente proporción: cuatro en el dedo meñique, cinco en el anular, siete en el medio, cinco en el indice y dos en el pulgar. CAnbipO Ríos Y R1aL. Recapitulación y deducciones que de los nue- vos datos recogidos pueden sacarse. De lo consignado por el Magistral Cabrera, en su manuscrito au- tógrafo de la lista de los peces del mar de Andalucía, resulta «que en el año 8 arrojó el mar, en la playa gaditana, una Ballena que me- día 20 varas (60 piés) de largo, ocupando la cabeza sóla una tercera parte del cuerpo, y tenía la boca grandisima», habiéndola clasifi- cado de Balcena mysticetus. 68 Más tarde, en 1863, el Catedrático de Historia natural de la Uni- versidad de Sevilla, Dr. D. Antonio Machado, nos dice en su Catd- togo de los mamireros de Andalucía (pág. 48), poseer aquel gabi- nete un esqueleto de la Baleena mysticetus? que fué cogida en la costa de la Higuerita ó isla Oristina, provincia de Huelva, existiendo otro de la misma especie en la Escuela de Medicina de Cádiz, cuya Ballena varó en la costa Sur de la isla gaditana , á dos kilómetros de dicha población. «Además, dice, no es rara la aparición de estos ce- táceos en las proximidades de aquellas playas, entre el castillo de San Sebastián, Santi Petri y la embocadura del Estrecho de Gibraltar». Esto mismo confirma el Rector de la Universidad mencionada, en su comunicación del 31 de Mayo de 1886, dada al Gobierno. La Comandancia de Marina de la provincia de Cádiz atestigua la aparición de las Ballenas en su litoral, sin época fija, por lo que la cree accidental, no consciendo las causas que la determinan. Pero la Comandancia de la provincia de Huelva, dicha aparición la señala fija en determinada zona, donde se estaciona desde principios de Mayo hasta fines de Septiembre, atribuyendo la causa á la abundancia de pescada ó merluza que entonces se encuentra en los mismos sitios; y además, que se las ve unas veces aisladas, otras por parejas, y á veces reunidas en un número mayor, pero sin crías. Sólo conocen aquellos pescadores una especie de Ballena, cuya longitud suele ser de 20 metros, y no es espantadiza, ni los pescadores ejercen su caza. Las deducciones que de todo lo expuesto, referente al Oceano an- daluz, se pueden sacar, son las siguientes: 1.* Que los Balenidos fijamente aparecen todos los años en aque- llas costas, instalándose en cierta zona litoral desde Mayo á Septiem- bre, y que para llegar hasta el estrecho de Gibraltar han debido re- correr las riberas oceánicas de la península 1bérica. 2. Que, puesto que Escricht afirma, y lo mismo Reinhard, que la Balvena mysticetus jamás se encuentra más acá del 64” de latitud Norte, en manera alguna pudo ser esta especie la observada por el Magistral Cabrera, en 1808, en la playa gaditana; y, de ser verda- dera Balcena, quees posible lo fuera por las proporciones de la mag- A AO 69 nitud de la cabeza, que, con referencia al resto del cuerpo da, y aun por lo que de la boca dice, dicha Ballena debió ser la B. biscayen- sis Escricht, que algunas veces se sabe ha penetrado por el estrecho de Gibraltar en el Mediterráneo, y aun se han capturado ejemplares de este cetíceo dos veces, internadas en este mar hasta el golfo de Tarento: una en el siglo xr, y otra, más recientemente, en 9 de Fe- brero de 1877. 3.” Que con fundamento puede suponerse también que la Ballena de los vascos, al llegar al mar de Andalucía, pase á las costas de Ma- rruecos, y que, como las de Europa, quizá recorra las africanas hasta el golfo Guineo, á donde me consta oficialmente acuden muchos ba- Jleneros. De esta suposición mía convendrá asegurarnos, por la grande importancia que tendría conocer con certeza la extensión que alcanza el área geográfica que recorre la Ballena de los vascos, puesto que de un modo fijo sabemos que hacia el polo Boreal no pasa del límite meridional señalado á la Ballena franca ó mysticetws (el 64” de lati- tud Norte), y que hacia el Sur resulta ya, por lo que dejo consig- nado en el anterior párrafo, avanza mucho más de lo que creía el profesor Van-Beneden y nos dice en su Historia Natural de la Ba- llena de los vascos *. Si como el capitán Maury ha dicho, las Ba- llenas de un hemisferio nunca atraviesan el Ecuador, ¿qué especie será la que en el golfo guineo arponean los balleneros anglo-ameri- canos? Y si la Balvena mysticetus no pasa del 64” de latitud Norte, la Balceena australis y la B. antipodarum son del otro hemisferio, y la Balena japónica ó aleutiensis representa en el Pacífico lo que la biscayensis en el Atlántico, ¿qué otra especie más que ésta, repito, podría ser la del golfo guineo, si efectivamente allí se encontraran verdaderas Ballenas? Someto al exámen de los cetólogos balleneros la suposición que me ocurre al ver llegar á las costas de Marruecos la Ballena de los vascos, que, aunque rara vez, también se ha obser- 1 «Crest ainsi que l'on en voit apparaítre encore de temps en temps sur les có- tes de la Nouvelle-Angleterre depuis le cap Cod jusqu' aux ¡les Bermudes et, en Europe, dans le golfe de Gascogae depuis Biarritz jusqu' á la Galice;» pág. 21. 70 vado penetra, como he dicho, en el Mediterráneo : y para que sirva de antecedente en la investigación que recomiendo, copio aquí mi interrogatorio, dirigido á la Comandancia de nuestra Estación naval en el golfo de Guinea, y contestación que he recibido: Interrogatorio que, sobre las Ballenas y su pesca, fué dirigido á la Estación naval de Fernando Póo. 1 ene lugar en el golfo de Guinea la pesca ballenera? 2.2 ¿De qué nación son los buques que van á practicarla? 3,2 ¿Qué rumbo traen las Ballenas que afluyen al mencionado golfo? ¿Proceden de las costas de Europa, siguiendo el litoral afri- cano hasta llegar al Ecuador, ó vienen atravesando el ACA desde las de América ? 4,2 ¿En qué época del año aparecen las Ballenas en el golfo de Guinea, y qué tiempo permanecen estacionadas en sus aguas? Señá- lese también cuándo las abandonan, y rumbo que siguen al dejarlas. 5. ¿Van acompañadas de sus crías ó Ballenatos, ó solos los in- dividuos, ó por parejas de macho y hembra, ó bien en manadas. 6. Van á parir en las aguas templadas del golfo referido, ó qui- zás á celebrar sus bodas para reproducirse? 7.2 ¿Qué especie de Ballena ó de grandes cetáceos arponean los balleneros en el golfo guineo? 8. ¿Se ha observado si las Ballenas que proceden de nuestro hemisferio atraviesan la línea y pasan al Antártico, ó si bien retro- ceden para regresar á las regiones boreales del Artico? La Comandancia de la Estación naval española del Golfo guineo, contesta, diciendo que allí las Ballenas se presentan en gran canti- dad desde Julio á fin de Septiembre; que á la única posesión espa- ñola donde suelen llegar los buques balleneros, es á Annobón; que siempre son norteamericanos, pero que, como no arriban á Fernando Poó, no ha podido adquirir noticias directas de tales pescadores, te- niendo sólo que atenerse á lo que le informa en el siguiente escrito un Padre de la casa de los Misioneros, en Annobón, el cual advierte 7 que, á falta de datos, no puede contestar á todas las preguntas, y además, que sus contestaciones se refieren sólo ú las playas de la re- ferida isla, en que está instalada la Misión. Esto supuesto, dice: 1. Tiene, en efecto, lugar la pesca de la Ballena en aquella isla. 2.” Son norteamericanos, y en especial de los Estados Unidos, los balleneros que allí se presentan. Los indígenas son en extremo diestros en cazar las crías: en sólo 1885 mataron siete, de las que cinco entraron en el pueblo, y dos fueron á fondo. Se las comen. 3.” Al parecer, vienen las Ballenas atravesando el Atlántico de Oeste á Este, esto es, desde las costas de América. 4.” En la estación seca, que comienza en Mayo ó Junio; pero cuando más abunda es en Septiembre y Octubre. En estos dos meses aparecen estacionadas, jugueteando con sus crías por los alrededores de la isla, y desaparecen por el S. E. 5.” Suelen ir generalmente acompañadas de sus crías, y tam- bién apareadas, y no es raro presentarse muchas á la vez. 6., 7.2 y 8. No puedo contestar con acierto, pues no soy com- petente en el asunto. Sólo diré que por los restos que tenemos reco- gidos en la Misión, son de grandes dimensiones, y que los annobo- neses (quienes varios de ellos han estado embarcados con los ballene- ros) dicen que las madres son también para aceite, aunque no tan estimadas como otras. Los indígenas, con sus miserables cayescos, hacen todos los años sus habilidades, y con provecho. Viniendo ahora al exámen de las contestaciones que al interroga- torio han dado las Comandancias de marina, y siguiendo el orden mismo señalado en mis preguntas, diré que sobre la primera se ob- serva divergencia entre las contestaciones dadas por los pescadores de Villagarcía, Corcubión, Malpica, Ferrol, Rivadeo, Bilbao y San Sebastián, y los de Muros, Gijón, Laredo, Castrourdiales y Lequei- tio, Los primeros nos dicen ser accidental la aparición de las Balle- nas en su litoral, al paso que los segundos aseguran que es fija, y unos y otros dirán verdad por lo que no han visto y han visto. Los 72 que, como los pescadores de Vigo, Villagarcía, Camarón, Ferrol, Rivadeo y Bilbao, ejercen su industria en estas Rías, ó próximos á su desembocadura, realmento sólo podrán ver, de un modo accidental, las Ballenas cuando por casualidad penetran en las mismas; y cosa parecida, aunque en menor escala, debe acontecer con los que tienen su residencia en el fondo de las ensenadas ó bahías, porque es proba- ble que las Ballenas sigan su rumbo por fuera de las puntas *, pene- trando sólo en los estuarios y senos cuando son atraidas por el cebo de la comida que allí haya. De este modo podemos explicarnos, por ejemplo, que en San Sebastián se las encuentre ¿unas 60 ú 80 millas mar afuera, mientras que en Laredo, Gijón y Castrourdiales, situados en mar abierto, se las ve arrimarse á la costa á 30, 20, 10, y hasta 8 millas de la orilla”, no siendo accidental su presencia, sino constante y segura, en las épocas del año en que vienen á visitar sus riberas, así como que nunca se las vea en las rías de la Coruña, Ferrol y Sada, por el gran tráfico de vapores y otros barcos que entran y salen del puer- to; en Camariñas, por estar reducida su vía á exíguas proporciones; y en la de Vivero, por suescaso braceaje, pues en la vaciante quedan descubiertos los fondos en términos de no ser navegable hasta cerca del mar. Así me explico la discordancia de las contestaciones á la primera pregunta; pero al responder á las otras se observa que en todas par- tes de la costa se ven balenidos, más en unos sitios que en otros, durante las costeras de sardina, albocartes, chicharros y bonitos, principalmente en los meses de Julio y Agosto; y además, que los pescadores de Rivadeo las ven de Marzo á Mayo, y en Septiembre y Octubre; los de San Sebastián en primavera y otoño; y en algunos otros puertos, como son Rivadeo, Jijón, Bilbao y Lequeitio, aunque 1 En testimonio de esto, en el distrito de Muros nos dicen que las Ballenas se instalan durante la estación de verano en la parte de Vecamur, comprendida en- tre los vabos de San Vicente y Finisterre. 2 Mientras esto escribía, con fecha 28 de Julio de 1887, me avisaron los pes- cadores de Laredo que encontraban las Ballenas en aquella costera de sardina y bonito, que era grande, en mucho mayor número que en otros años, y á la dis- tancia de cuatro á diez millas de tierra. 73 en escaso número, ven aquellos pescadores Ballenas en todas las es- taciones del año. Son para apoyar mi tarea concluyentes tales datos, porque de ellos se deduce que, efectivamente, lejos de haber desaparecido de nuestras costas oceánicas los Balenidos, siguen frecuentándolas pe - riódicamente, y hasta algunos individuos fijamente todo el año, como en aquellos tiempos antiguos de que se nos habla, y en los que motivo tendremos para creer no eran más abundantes que hoy, cosa que puede muy bien deducirse de las capturas anuales que de un modo oficial constan hechas en los siglos xvi y xvi par los pescado- res de Lequeitio, que tan célebres fueron en la captura de Ballenas. En extracto tales datos, que ya dejé consignados en mi Kxwplo- ración científica de las costas del departamento del Ferrol, son como sigue: Ballenas Fechas. capturadas. RM tn 2. » 1531 Enero“y Febrero..... 3, dos grandes y una chica. io Aids. ye eo aos 3, dos grandes y una chica. DA o AS tO 6. A OS IT tao 4, alias 1. » 1545 el 24 de Enero...... una grande, delante de la isla de San Nicolás. eo ern ebreroe 2, madre é hijo. MIO aos E AUS ¿2 DUB cosooe Na 3 UU Lao A IESO dde 2 UIT soovasap Saro oh 4, tres grandes y una cría. » 1611 O caia e » 1617 OLEO UE OE 1 DAS 3. OOOO OOOO 1 DAIWIO deceso soc ace de DA O O ala NI e a 2, una con su cría. A ob ao aTs ONO aSO 2 FUGA) esoo cda coloco 2. II A es «.... 4, dos con dos crías. MIT OOOO DOD O de AAC o OO 1. Años, 23 Ballenas... . 48 10 7h De manera que, poco más ó menos, resultan dos Ballenas por año en aquella época en que aún se ejercía la pesca de estos cetáceos en el Golfo de Vizcaya, donde los historiadores ponderan la abun- dancia que entonces había; y sin embargo, hoy, á pesar de la su- puesta desaparición de los Balenidos, que se viene asegurando, si los pescadores de Lequeitio nuevamente las dieran caza, ¿no habían de matar tanto número como arponeaban sus mayores hace cuatro siglos? Seguramente que más, atendiendo á las contestaciones que nos dan al responder á la 1.?%, 2.%, 3.2, 6.* y 9.* preguntas del cuestionario, en las cuales se dice: «Que siendo de paso las Ballenas, su aparición es fija en la tem- porada de verano, y además permanecen algunos individuos todo el año. »Que, á pesar de ser de paso, instalan su residencia veraniega á unas 20 6 30 millas de la costa. »Que lo común es verlas apareadas, aunque también suelen en- contrarse grupos de algunos individuos; y, por fin, »Que lejos de ser espantadizas, se dejan acercar por las lanchas, y á veces se vienen á ellas. » Además, el perfeccionamiento que se ha dado en nuestros días á los medios de matar la Ballena con más seguridad y menos riesgo, haría hoy su caza más copiosa. Pero lo que hay es que, como escribí al eminente cetólogo de Lovaina, y lo ha publicado, no son Baleni- dos los que faltan en nuestras costas oceánicas, pero sí balleneros, porque nuestros actuales pescadores vascos han firmado una paz in- comprensible con los animales gigantes de la creación, y no porque hayan degenerado en bravura para arrostrar todos los peligros de la mar, ni tampoco porque sean menos ansiosos de aprovechar los fru- tos del agua salada que baña sus riberas, yy por lo mismo no es fácil comprender la causa que ha producido la desaparición de nuestros balleneros cantábricos, que ya no pudo conseguir el Gobierno de Carlos III renacieran, á pesar de los muchos privilegios que conce- dían sus Ordenanzas á las grandes compañías de pesca. Queda, pues, por lo que llevo expuesto, probado no haber sido la ma 75 falta de Balenidos en nuestras costas oceánicas la causa de la des- aparición de los balleneros vascos, quienes, llevados de entusiasmo por las grandes pescas, á mediados del siglo xv abandonaron sus riberas para engolfarse en los procelosos mares árticos, al paso que las Ballenas continuaron y continúan, como siempre, normalmente vi- sitándonos. ¡Y cómo no había de ser así, si no es posible al hombre de un modo absoluto contrariar las leyes de la naturaleza, que forzo- samente obligan á su observancia las necesidades biológicas de los seres orgánicos! Yo sé que en Inglaterra la activa persecución extin- guió los lobos y las zorras, según se dice, y que tampoco en nuestra Fauna baleírica se encuentran ya estos mamiferos; ¿pero se ha logra- do exterminarlos en el continente? Se podrán ahuyentar más ó me- nos, disminuyendo las causas que los atraen á determinados sitios, pero de seguro que á ellos vuelven á pesar de la persecución de los cazadores, en cnanto aquellas reaparezcan. Sin semejante persecu- ción emigran todos los años los pájaros insectívoros al desaparecer su alimento, y los vemos regresar á nuestros campos en la época en que vuelven á pulular en la atmósfera los insectos, ofreciéndoles abundante comida. Otras causas hay también que incitan á los ani- males á cambiar de residencia en determinado tiempo del año para satisfacer necesidades de la vida. ¿Por qué emigran de los mares congelados las palmípedas que en inviernos rigurosos vienen á las regiones templadas, como lo hace la Ballena de los vascos? No es porque allí sean perseguidas y aquí encuentren más reposo, pues sucede lo contrario. Vienen dichas aves porque, congelado el mar, no pueden buscar para sacar de las aguas el alimento necesario, cosa que les es facilísima cuando pueden sumergirse. Prescindiendo de las necesidades que impone la alimentación, hay las de la reproducción y crianza, que tiene que verificarse en puntos que reunan condiciones especiales para que los recién nacidos puedan vivir y robustecerse fácilmente. Así vemos, que tanto en las rela- ciones de los antiguos vascos como en la de los pescadores del día, se dice suelen ver á las Ballenas generalmente por pares y frecuente - mente las madres con sus crías. ¿Será que éstas nazcan en nuestras cos- 16 tas, ó que las traigan á criarlas á un clima suave y abundante de ali- mentos propios para la edad primera? Es muy posible, y de esta opi- nión es también nuestro sabio consocio Doctor Van Beneden al tratar en su distribución geográfica de las Ballenas el asunto de las estacio- nes de tales cetáceos ”. Sean las causas las que fueren, resultará siempre que en nuestro litoral existen las que atraen á él las llamadas por Eschricht Ballena vizcaina ó biscayensis, y que en tésis general, á menos de desapa- recer aquellas, no es creible la desaparición de tal Ballena, que abun- dará más ó menos en la época de su temporada, según sean las varia- ciones que puedan ocurrir en los motivos que las mueven á visitarnos, que posible es suceda no existan siempre de igual modo, porque en la mar, como en los campos, sobrevienen influencias extraordinarias que instintivamente los animales, cuando les incomodan, procuran evitar como pueden. De todas, las meteorológicas son de las más eficaces, porque no sólo obran directamente sobre el organismo de los séres vivos, sino sobre la abundancia ó reducción de los productos de las aguas, como de la tierra. Y cuando estos disminuyen ó desaparecen, si son de los que sirven de alimento á los animales ¿qué de extraño tiene verles emigrar para buscarlos donde los encuentren abundantes? Haciendo aplicación de este principio á la aparición de la Ballena de los vas- cos en nuestras costas y en número mayor ó menor, según sean las 1 «On sail que tous ces grands auimaux ont leurs stations d'hiver et leurs sla— tions d'eté, et que non-seulement la méme espece fait, réguligrement son appari- ¡ion sur chaque cóte, mais que les individus eux mémes son! quelque fois connus dans les parages qwils fréquenten»..... L'étude de ces stations ne présente pas seulement un haut intéret pour appre— cier Paire plus ou moins vaste qu'occupe chaque espece, elle peut nous faire connaitre en méme temps l'époque de les mise-bas, la durée probable de la gesta- tion, et le temps pendant lequel le baleineau accompagne sa mer. Dans tel parage, en effet, la femelle met bas; dans tel autre parage elle con- duit sou baleineau et si l'onveut que ces baleineaux aient toujours le méme áge dans les mémes localités, on a quelques eléments pour apprécier la durée de la gestation. (Les Baleines'et leur distribution géographique, p. 13). 77 circunstancias de los años, voy á responder á la pregunta que hizo hace 33 años Eschricht, aun:no contestada por nadie, y á pesar de que ya difunto no pueda oirmi respuesta, por él la oirá la Ciencia en nombre de la cual se hizo la pregunta en un cuestionario que la So- ciedad Lineana de Burdeos publicó el 1.” de Junio de 1854, para ave- riguar si en las estaciones donde en el golfo de Vizcaya las Ballenas acuden, se encuentran moluscos pteropodos ú otros de pequeña talla, ó bien crustáceos de los grupos inferiores que puedan servir de pasto á tales cetáceos. Sí; es afirmativa mi contestación, y tal ha podido comprenderlo el célebre cetólogo de Copenhague, al ver estacionarse en épocas fijas las Ballenas en nuestro litoral cantábrico; que á no estar ellas segu- ras de que tienen mesa puesta en tal hospedaje y también de la épo- ca en que se sirven los platos que les son más apetecidos, pasarían de largo en busca de comedores bien provistos, y los del mar cantá- brico deben de estar lo bastante en todas épocas del año cuando re- sulta de las contestaciones dadas á mi interrogatorio por los pesca- dores de los Distritos marítimos de Rivadeo, Gijón, Bilbao y Lequei- tio, que dicen no sólo vienen los huéspedes mencionados en la pri- mavera y verano, sino que también se presentan durante el invierno, y de esto certifican los documentos antiguos que existen en el Ar- chivo del último pueblo citado y son referentes á la pesca de Balle- nas, realizada en el siglo xvr, como puede verse en la tabla anterior- mente dada, en la cual se consigna que en Enero y Febrero de 1531 se mataron dos Ballenas grandes y una cría; en Noviembre del 1536 otras dos Ballenas grandes y otra pequeña; en 24 de Enero del 1545 se Capturaron dos, madre é hijo, y el 26 de Febrero del propio año una muy grande, delante de la isla de San Nicolás, y esto mismo ha sucedido y sigue sucediendo, poco más ó menos, de la misma manera, pues en el Compendio histórico de la M. N. y M. L. provincia de Guipúzcoa del Dr. Lope Isasti, publicado en 1625, se lee que algunos marineros de las villas de Orio, Zarauz, Deva y Motrico, por no 11 á la larga y arriesgada navegación de Terranova, todos los años iban por Octubre á la costa de Vizcaya y de Asturias á esperar las Ballenas que 78 en el invierno pasaban álo largo de la costa; y al verlas, con presteza acudían con sus esquiles y arpones á matarlas, trayendo su presa al puerto para extraer la grasa que, depositada en barricas, por el mes de Marzo se la llevaban al regresar á sus casas; y en nuestros días se repite bastante la aparición de Ballenas en la estación fría, tales las que en número notable, durante algunos días, según aseguró don Martín Barástegui, patrón de buques de cabotaje en Fuenterrabía, llamaron la atención en aquella costa durante el invierno de 1838 al 1839, y las más recientes el 18 de Enero de 1854, cuyo esqueleto el Dr. Eschricht se llevó de Pamplona al Museo de Copenhague, y la del esqueleto que hoy figura en el gabinete de San Sebastián, captu- rada entre Zarauz y Guetaria el 11 de Enero de 1878; y, por fin, en este mismo Enero de 1888 las dos grandes Ballenas que entre Mo- trico y Bayona se han estado pescando pacíficamente entre las tral- ñeras de los vascos; la que, dormida en las aguas de San Sebastián, fué causa de un choque peligroso con uno de los vapores de pesca de la Compañía Mercader; las dos que se han vistotodo el invierno en el litoral montañés, según anunciaron los periódicos de la localidad; la que varó en la playa de Ajo, entre Santander y Laredo, el día 15 de Abril último, y las que en crecido número han obligado á los pesca- dores franceses de Arcachón, Capbretón, Biarritz y San Juan de Luz á pedir auxilio al Vicealmirante Prefecto marítimo de Rochefort para que las ahuyentaran los vapores guarda-pescas, operación que fué ejecutada por el Travailleur, L' Elan y el Nautile, según refirieron los periódicos de aquellas localidades, que han atribuído tal copiosa aparición de Ballenas á los rigores del pasado invierno en los mares del Norte. Pero de las diversas épocas de la aparición de Balenidos en nues- tras riberas oceánicas, surge una cuestión que precisa aclararse para que mi contestación á la pregunta de Eschricht resulte fundada. ¿Los mysticetes que ven nuestros pescadores en invierno y vera- no, son las mismas especies? Probablemente no, y lo deduzco de los relatos que me han hecho los mismos pescadores, y son referentes 3 la comida de tales cetáceos, pues unánimemente opinan que se alimen- 79 tan de los clupeidos y scombéridos (sardinas, albocarte, bonito, chi- charros, caballas, etc.) y hasta con la de los gádidos en la provincia de Huelva (pescadas ó merluzas), cuya aparición en grandes cardú- menes anuncia la llegada de dichos Balenidos, con impaciencia espe- rados en la primavera, época del año en que se les ve venir con rum- bo del N. al NO. hasta aterrar en las costas del golfo de Gascuña, haciendo su vuelta al O, después de haber permanecido hasta fin de verano en nuestras aguas oceánicas. Y siendo esto positivamente cierto, como lo he comprobado, ¿qué razón habrá para la venida de la Ballena vizcaina durante la inverna- da, lo cual se atestigua desde tiempos remotos hasta nuestros días con documentos auténticos y hechos que hemos observado tan reciente- mente? ¿Será que tampoco le falta apetitosa comida, que, como es sa- bido principalmente consiste en diminutos crustáceos y moluscos ce- falópodos y pterópodos? Mis investigaciones así Jo confirman, pues son bien conocidos de nuestros pescadores, que me los han enseñado en el sitio mismo, los bancos de Gueldo *, cuyos pequeñísimos crus- táceos, ya en las orillas como en la altura, forman extensas masas de materia viva que con cestas recojen para utilizarlo, en vez de la raba, como cebo en la pesca de la sardina. Y no son estos solos los manjares selectos que la Ballena vizcaina encuentra en nuestro mar cantábrico-gallego, porque en sus aguas pululan también á falta del Clio borealis, las crías menudas de los calamares, de las gibias y otros cefalópodos que también forman grandes bancos, sirviendo de cebo á la par á infinidad de peces, entre ellos el bonito, de cuyo es- tómago los he extraído yo en mis in vestigaciones, así como del de los clupeidos, sardina y albocarte, el gueldo ó menudas crías de crustá- ceos de que antes he hablado. Y si á todo esto añadimos los hilos de 2 El Gueldo está formado de Misidos, y de la cría recién nacida de crustáceos, Cyclometópodos, y de otros grupos, que, después de salir de los racimos de huevos que las hembras llevan, protegidos por los apéndices membranosos ó falsas pa- tas, se lanzan al piélago ó establecen en las playas, constituyendo verdaderos bancos de materia viva, que, á no devorarla por tantos otros séres marinos que de ella se alimentan, cuajarían las aguas. 80 agua, como los pescadores llaman á esa cuerda de espumas que á lo largo de la costa vemos extenderse á considerable número de millas, y que examinada de cerca alberga un hervidero de gérmenes vivos que llaman marmoque los de Laredo, y que, como me decía un vie- jo patrón de pesca de la Coruña en su lenguaje rústiso, que tales hi- los son lugar de jolgorio para todos los habitantes de las aguas sala- das, porque acuden á ellos á cebarse los unos con los otros, ¡si en- contrará comida de su gusto la Ballena de los vascos, y también los demás Mysticetes que visitan nuestro oceano! Queda, pues, contesta- da satisfactoriamente la pregunta que Eschricht hizo hace 34 años para darse cuenta de la aparición de la Balceena hiscayensis en el golfo de Vizcaya. Por circunstancias que dependen de causas variadas, los bancos de comida de los Mysticetes, de los bonitos y de las sardinas, aparecen más ó menos aterrados ó engolfados en el piélago á mayores ó me- nores distancias, que, cuando son considerables, nos explican el mo- tivo por el cual las costeras de tales animales nos parece que faltan, creyendo que no han venido. Y si tales circunstancias se repiten con más ó menos frecuencia, dan lugar á decir que la aparición es acci- dental, como lo vemos consignado en algunas contestaciones dadas á mi interrogatorio sobre las Ballenas. Deducciones. De cuanto llevo expuesto resulta: 1.* Que no han desaparecido de nuestras costas oceánicas los Balenidos que fueron objeto de la caza ó pesca de los antiguos vascos. 2.* Que hecha la estadística ó censo de los Mysticetes captu- rados anualmente en aquella época remota, no excede su número del que arroja los que nuestros pescadores del día suelen encontrar re- corriendo ó estacionados temporalmente en sus costas, y que, por 8! consiguiente, es inexacta la opinión emitida de que por consecuen- cia de la persecución que los antiguos vascos hicieron á las Ballenas, está casi extinguida la raza de tales cetáceos. 3.” Que del examen hecho de los huesos de los mismos, ya con- servados de antiguo en algunos pueblos de la costa, ó ya desenterra- dos en excavaciones modernas “verificadas para edificar en los mis- mos, resulta ser idénticas las especies que arponeaban los antiguos pescadores y las que hoy ven sus descendientes, notándose esto mis- mo en los tres escudos de la Casa Consistorial de Lequeitio, de los que en uno hay una Baleenoptera con su cría, en otro una Balcena sola, y en el tercero una Balcena con su Ballenato. 4.” Que la aparición normal de los Balénidos en nuestro litoral oceánico sigue siendo constante, y hasta la del Cachalote, pudiéndo- se deducir por las capturas hechas en nuestros días y también por los vistos varados, encallados, y aun muertos y arrojados por la mar á las playas, que la aparición de la Ballena vizcaina tiene lugar principalmente en la invernada, y la de la Balceenoptera musculus en la primavera, al presentarse la sardina y bonito. 5." Que existiendo en nuestras costas, hoy, como antes, condicio- nes meteorológico-hidrográficas y también abundante alimento para tales cetáceos, que ahora no son hostigados, no hay razón en que pue- da apoyarse la desaparición supuesta, como dejo demostrado, tanto más, cuando vemos que la activa caza que de antiguo se hace en las regiones polares á todos los Mysticetes tampoco ha podido descar- tarlas. 6.* Que tal idea, que viene propalándose desde el siglo xvrr, ten- drá por motivo no ver ya cazar Balénidos á nuestros vascos, los cua- les, llevados de su pasión por las grandes pescas, abandonaron sus riberas para ir á engolfarse en los mares polares, de los que excluídos más tarde, no volvieron á dedicarse á la pesca ballenera, que así abandonada cayó en manos de los marinos del Norte de Europa y hoy aun más en las de los norteamericanos. 1,2 Que viendo venir á los citados cetáceos con bastante frecuen- cia acompañadas las hembras de sus crías ó Ballenatos, es de supo- 11 82 ner que no es en nuestras riberas donde celebran sus bodas, si bien hay quien me asegura haber visto en el Abra de Santoña y Laredo casos de conjunción sexual, que describe en términos de no poder dudarse ser cierto lo que dice. 8.” Que el ver los pescadores Balénidos todos los años, de un modo constante y en mayor ó menor número, ó sólo accidental- mente en este ú otro punto de nuestro litoral oceánico, consiste en las circunstancias siguientes: — En vivir los pescadores informantes los unos en playas de mar abierta, que dichos cetáceos recorren sin dificultad alguna, y los otros en tener la residencia en lo interior de las rías ó; de ensenadas muy adentro de tierra, donde las Beallnas no penetran, pasando por fuera de puntas sin variar el rumbo que llevan, á menos de ser atraídas por los bancos de comida que buscan, ú obligadas á refugiarse.—Cuando los bancos de comida están ate- rrados á la costa, se ve arrimarse á las Ballenas hasta distancia de unas cuatro millas, y aun menos, y estos son los casos en que, sor- prendidas por las rápidas corrientes de los grandes reflujos de las ma- reas, se las ve varar vivas, como sucedió recientemente á la Balce- noptera rostrata, apresada en Ajo en Abril último; pero si, por lo contrario, la instalación de dichos bancos tiene lugar en la altura, y á distancia á que no llegan los pescadores con sus lanchas, enton- ces, no viendo Ballenas, ó pocas, suponen que no han venido y que la aparición de estos cetáceos es accidental. 9. Que siendo una ley natural, inquebrantable, la que á los ani- males somete á las influencias determinantes de los fenómenos bio- logico-periódicos, no ha podido influir la persecución de los antiguos pescadores vascos á que las Ballenas desaparecieran de sus aguas, que, por otra parte, está demostrado abandonaron ellos para empren- der en los mares polares pesquerías más productivas; y, por lo tanto, así como en tierra vemos todos los años aparecer las aves de paso ó las emigrantes en épocas fijas, también los Balénidos han debido, sin excepción alguna, seguir visitándonos, como realmente sucede y queda probado con los datos consignados en mi escrito. 10. Que la Ballena de los vascos no termina su viaje periódico 83 en el mar Cantábrico, puesto que ha habido casos en que se la ha vis- to, quizás extraviada, en el Mediterráneo, lo cual prueba llega por lo menos hasta Gibraltar, y sin que por ahora pueda asegurarse con- tinúe su derrotero por las costas de Africa hasta llegar al golfo de Guinea; siendo esto posible, conviene averiguarlo por el interés geo- gráfico que tiene, no siendo difícil adquirir noticias positivas por los balleneros que de los Estados Unidos van á hacer la pesca de los grandes cetáceos al golfo referido, según me han enterado nuestros misioneros de la isla de Annobón, y marinos de la estación naval de Fernando Póo. 11. Por fin, que es un hecho positivo que, á pesar de encontrarse en nuestra costa oceánica los grandes cetáceos, á veces reunidos en considerable número, nuestros pescadores han abandonado su caza de un modo absoluto, siendo incomprensible la indiferencia con que ven arrimárseles á sus lanchas sin intentar su captura, cuando, por otra parte, tanta prisa se dan á repartírselos al encontrarles varados ó arrojados por la mar en la playa, y aprovechar la grasa. 84 Más noticias sobre cetáceos que recorren los mares de España. Ya que estoy con las manos en la masa, como vulgarmente suele decirse, voy á completar mi tarea con algunas otras noticias referen- tes á los cetáceos que en nuestra fauna marina encontramos con más frecuencia, y con esto, y con la relación de los que poseen nuestros gabinetes de Historia natural, y también sus esqueletos, ó sólo hue- sos sueltos, habré satisfecho dos cosas: una, la petición que me tiene hecha el sabio profesor Van-Beneden para completar su Memoria titulada Les esquelettes de cétacés et les Musées qui les renfermen, y la otra, ofrecer á los naturalistas un fragmento más, que adicio- no á mis estudios publicados sobre nuestra fauna española, y con el fin de que mis discípulos puedan con facilidad clasificar, adi- cionar y completar este mi Catálogo de cetáceos de España, á me- dida que encuentren nuevos elementos, voy á encabezarlo con el cuadro analítico con que Van-Beneden termina su Memoria sobre los de los mares de Europa, advirtiendo también, que en sus interesan- tes Memorias cetológicas (de las que me he servido para ilustrar este escrito) encontrarán interesantes noticias, que conviene consultar para ponerse al corriente de lo que se sabe sobre la historia de los que describe, su sinonimia, su característica, su organización, sus Cos- tumbres, distribución geográfica, pesca, capturas y encuentros de individuos ó sus restos, arrojados por la mar á las costas; y, por fin, la citación de los Museos que poseen ejemplares, los dibujos publica- dos y hasta la relación de sus comensales y parásitos. 85 "Do() "snd WD.) sniado 91 "DILOPpUIL] "sdo15.0n J, *snouhiya0uabo] "snuyd]9 po. q STATE "sd29100]) "UNS “DUI d “uo 4a9do..0Jp “uopoo.adfiy "snydrz NEVERA | "D9ydouD]ug *»u9gdoba y "DUDIDT “"se[pieue sepueq Á o0jad uor 00..2..--. 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La Ballena que periódicamente viene á recorrer nuestras costas oceánicas, no es la B. mysticetus, como se ha creido durante mucho tiempo, sino la Baleena biscayensis, DE ESCHRICHT. Sinonimia científica: Balcena cisarctica del Profesor Cope, de Fila- delfia. Baleena tarentina, de Capellini. (Balceena Van-Benediana.) Balceena Svedenborgi, Lilljeborg. Sinonimia vulgar: Slátbag, ó sea Ballena del dorso liso, nombre que la dieron los antiguos balleneros de Ís- landia. Sarde, de los franceses, según Du Hamel. Le Nordkaper, de los holandeses, por encon- trarla en el Cabo Norte. Easteoart whale, de los balleneros antiguos en el mar de Baffin. Moscote la llaman los pescadores de Laredo, nombre que los de Castrourdiales y Zumaya aplican á la Phocena orca. B. vizcaina la llamaremos nosotros, por ser la traducción legítima de biscayensis, nombre dado por Eschricht. No he visto frase descriptiva de esta Ballena, y traslado lo que he leido en la página 13 de la Memoria publicada por el Profesor Capellini, el año 1877, sobre la que fué apresada en el golfo de Ta- 87 rento, las siguientes notas referentes al dibujo sacado por el Doctor Alejandro Hueber, cuya acuarela fué hecha á la vista del cetáceo, re- cien extraido á la playa. «Da quel disegno si ricava che questa Balena era di forma relati- »vamente snelle e di colore interamente nero; il rostro vi apparisce »poco curvo, quindi ifanoni cortissimi; le natatoie corte esse pure; »sulle labbra e allestremitá del muso si notano traccie de parassistl.» En la página 9 se dan las medidas de diferentes partes del ani- mal, que sólo son relativas al desarrollo alcanzado por aquel indivi- duo, pero que pueden aumentar ó disminuir en otros mayores ó me- notes, teniendo más importancia el señalamiento del número de fa- nones ó ballenas del paladar, que ascienden 4 240 por cada lado, de longitud diferente, siendo los del centro los más largos, que mi- den 0.76, y los de los extremos anterior y posterior los más cortos, de muy pocos centímetros. Su color es negro, sin estrías ó reflejos. Van Beneden, en su Historia natural de la Ballena de los vas- cos, no la describe, diciéndonos sólo que es más pequeña que la mys- ticetus, con la cabeza menos voluminosa; los fanones más cortos, con la superficie menos lisa, lo que deprecia su valor comercial. La piel se cubre, sobre todo la de la cabeza, de cirrópodos (Coronula), lo que nunca sucede en la Ballena Franca. Dice también que se encuentran caracteres diferenciales en casi todos los huesos del esqueleto, y particularmente en la caja del tím- pano. Que hay 56 * vértebras, que tiene 13* costillas (supongo 13 pa- res), en general muy gruesas, sobre todo en la extremidad inferior. Añade, por fin, que la Ballena de los vascos es más uraña ó bra- vía, más dificil de capturar, y produce menos aceite. Su talla alcanza unos 50 piés. Prescindiendo de lo que más adelante diré al hablar de los esque- letos de cetáceos que existen en los gabinetes de Historia natural de nuestras Uniyersidades, aquí sólo haré notar: ! Cincuenta y cuatro tiene el esqueleto del Instituto de San Sebastián. 2 Catorce pares tiene el esqueleto conservado en el referido Instituto. 88 1. Que en la primera lámina de esta Memoria copio el dibujo de la acuarela hecha á la vista del objeto por Alejandro Hueber, la que suplirá la falta de una descripción zoográfica en regla, que no tene- mos, así como el dibujo hecho á la vista por el Sr. Monedero en San Sebastián cuando se capturó el ballenato que se llevó Escricht á Copenhague, y en la lámina 2.* la acuarela que representa la pesca de la Ballena en el escudo de Lequeitio *. 2.” Que lejos de ser bravía, uraña ó esquiva la Ballena de los vascos, resulta todo lo contrario de las relaciones unánimes de nues- tros pescadores que, como queda consignado en las contestaciones á la pregunta 9.* de mi interrogatorio, no son espantadizas, y, por lo contrario, se dejan acercar por las lanchas, y hasta pasan por su costado sin recelo. Megaptera boops, Gray. Sinonimia científica: Balcena boops, Fabr. » nodosa, Kein et Bonaterre. » longimana, Rud. Megaptera longimana, Gray. Kyphobalcena Keporkak, Eschricht. Sinonimia vulgar: Humback, Flockfisch, Kuotenfisch. Kuobbel- fisch, nombres usados por los balleneros. Keporkaak, de los groenlandios. Baleine a bosse, de los franceses. Xibarte ? en Asturias. Que este Balenido se ha presentado algunas veces en nuestro li- toral, no puede dudarse cuando sabemos que en 1885 el profesor Marión, de Marsella, vió el que varó en Bruse, cerca de Saint-Na- 1 El dibujo referido se ha copiado exactamente, en lo que toca á la Ballena y pescadores, del expresado escudo de armas, pero colocando la escena delante de San Sebastián. 89 Zaire; que en 1877 dió otro en la costa, al Sur de la isla de Noirmon- tier, en el golfo de Gascuña; que en 1865 vimos en Madrid una cría que medía unos cinco metros de longitud, y fué expuesta al público, y, por fin, que Saraluce nos dice en su Memoria acerca del. origen y curso de las pescas y pesquerías de Ballenas y de bacalaos (pá- gina 49), haberse cogido uno en Zarauz el año 1878, reconocido por él mismo, así como el Sr. Rios y Rial, en su informe, que dejo co- piado, nos habla de otro individuo muy joven cogido por uno de los vapores de pesca del Sr. Mercader en la bahía de San Sebastián. No obstante, no deben ser á propósito para estacionarse las costas de Es- paña, y podemos considerar su presencia como accidental. Baleenoptera musculus, DE LAcEPEDE, que fué el inventor de este nombre genérico para los Mysticetes pro- vistos de una aleta dorsal. El nombre especifico de musculus, le fué aplicado por Plinio, y es como sigue: Sinonimia: esla Mysticetus de Aristóteles. el Physalus antiquorum, de Gray. y la Pterobalcena communis, de Eschricht. Vulgarmente: Rorqual del Mediterráneo, Cuvier. Tunnolik ó Keporkarnak, de los groenlandios. Sildreki, de los islandeses. Razorbab, de los americanos. Rohwal, de los noruegos, y Finnfisch y Vinwal, de los balleneros. Ballena y Balena, de los españoles, según las pro- vincias. Este Balenido es el más común y más frecuentemente visto en nuertro litoral oceánico y del Mediterráneo, visitando periódica y constantemente todos los años las costas Cántabro- gallegas, donde se presenta desde Abril hasta entrada la otoñada. 12 90 Balsenoptera rostrata, Gray. La sinonimia científica y vulgar que nos da el sabio Van Bene- den, de esta especie, con ser la más pequeña del género, resulta la más extensa. O. Fabricio la llamó Balena rostrata, que no es la de Linneo. Baleenoptera acuti-rostris, La-Cep. Rorqualus minor, Kuox- Pterobalena minor, Eschricht. Balenoptera Eschrichtit, Rash. » Davidsonít, Scammon. » Mondini, Capellin. » Bonerensis, Bunsmeister. » de /Tutton, Gray. Los pescadores noruegos la llaman vulgarmente Vaagehval. Pi- kedwahle la llamó Pennant. Little Finner Pike Vale, los ballene- ros ingleses. Tihagulik, los groenlandios. Zwergwhal, los alemanes. La Balenoptera rostrata suele verse de cuando en cuando en nuestro litoral oceánico, y penetra alguna vez en el Mediterráneo, de lo cual dan testimonio el esqueleto de un individuo capturado en el Adriático, que se conserva en el Museo de Bolonia, y otro en el de Florencia, que fué cogido por los pescadores de Saint-Hospice, en el departamento de los Alpes marítimos. El domingo, día 15 de Abril de 1888, en la pleamar de las cinco de la tarde, se presentó en la barra del puerto de Ajo, población situada entre Santander y Santoña, una de estas Balsenopteras que, embis- tiendo hacia tierra, se vió sorprendida por una rápida vaciante que la dejó en seco en poco tiempo, sin poder largarse á la mar, á pesar de los grandes esfuerzos que hacía para poder nadar. Apercibida por los pescadores de dicho pueblo, fué atacado el cetáceo, que se revolcaba en la playa, ya seca, y consiguieron matarla con hoces, apoderán- 91 dose de su cadáver para aprovechar su grasa. La lengua pesó 46 li- logramos, la longitud medía 30 piés, y ocho de ancho la aleta can- dal. La cabeza tenía doble grueso del centro del cuerpo. No tenía marisco alguno parásito; el espesor de la grasa subcutánea era en todo el cuerpo de cuatro pulgadas, pero en la cabeza llegaba á un pie. Varias personas comieron la carne de este cetáceo, y afirman era buena y sabrosa. Las ballenas (fanons), ó barbas de Ballena, como vulgarmente se llaman, según me escribe el Cura de Ajo, que es quien me dió las noticias que llevo consignadas, no bajaban de 300 por cada lado, si bien otro me dice haber contado 234, que, con parte de la cabeza, aletas torácicas, y unos 12 piés de espinazo de la re- gión torácica, pues tiene costillas adheridas. mas las dos mandíbu- las, me promete enviármelas tan pronto como estén limpias y des- pojadas de carnes y grasa. Otros dos individuos de esta Balenoptera han estado recorriendo aquella costa este invierno pasado, según aseguran los mismos pes- cadores de Ajo, que los han visto varias veces en el mes de Enero, cerca de su puerto. En el periódico 47 Atlántico, que se publica en Santander, del día 19 de Abril (1888), se anunció la captura de esta Baleenoptera, pero sin ningún detalle de los que dejo consignados. CETODONTES Nuestra fauna cetológica tiene representantes de las dos fami- lias de este grupo. ZIPHIOIDOS Physeter macrocephalus, Aucrorum. Sinonimia genérica: Cetus, Briss. Physalus et Catodon, La. Cep. 92 Sinonimia vulgar española: Piseter. Cachalote. Marsopa y Marsopla. Seron y Seda, de los pescadores can- tábricos. Pez Mular, de los del Mediterráneo . Periódica y fijamente se le encuentra en el litoral oceánico de España durante las costeras de bonito y sardina, y penetra también en el Mediterráneo, donde no es raro verle *. Nuestros pescadores le acusan de voraz y destructor de los dos peces mencionados, pero esto no se aviene con la opinión de aquellos que dicen se alimenta de co- mida de Ballenas, á no ser que se refirieran á la de las Balenopteras. Saben distinguirle de los Mysticetes á bastante distancia por el chor- ro de agua único que lanza, en vez de los dos que despiden éstos ?. DELFINIDOS De este grupo, que comprende los cetáceos provistos de dientes en ambas mandíbulas, existen en nuestras costas los géneros y es- pecies siguientes: Phoceena communis, Less. Sinonimia: Delphynus Phocena, Linn. et Auct. Phocena Rondeletiíi, Willughb. Marsuin commun., Cuv. 1 El Príncipe de Mónaco al dar noticia de su última campaña científica, en 3de Diciembre de 1888, nos retiere la pesca de: Cachalote en la bahía Pím por los balleneros del cónsul de los Estados Unidos en la isla de Fayal. Parece no ser es- casos estos cetodontes en las Azores, desde donde deben correrse, unos hacia las costas cantábricas y otros hacia el Mediterráneo. 2 Como el Ziphius cavirostris ha sido encontrado en Francia, cerca de nuestras costas de Cataluña y Guipuzcoa, posible será se le yea algún día en nuestro ex- - tenso litoral. : 93 Vulgo: Tursío, los latinos. Puerco marino 6 Tursión, Huerta. Arroaz, los portugueses y gallegos. Touliña, en Galicia. Comunísima en ambos mares que bañan las costas de la Penín- sula, aun dentro de los puertos muchas veces. Phocsena Rissoanus, Desmar. Vulgo: Capd'olla, en las Baleares (Barceló). En las costas de Mallorca suelen verse manadas de bastantes in- dividuos, que á veces penetran en la bahía de Palma, y llegan á medir 20 piés de largo. Globiceps melas, Gray. Sinonimia científica: Delphinus globiceps, Cuv. Delphinus melas, Trail. Phocoena globiceps, Less. Narwal edenté, Camper. Vulgarmente: Capd'olla en las Baleares, donde se la ve con frecuencia en manadas, á veces numerosas, Como la que apareció el 21 de Diciembre de 1860, compuesta de 150 individuos, en la bahía de Alcudia, y varó en la playa del Pinar, dando un espec- táculo sorprendente, según refiere 'D. Francisco Barceló y Combri, Profesor de Historia natural del Instituto Balear. Altocar á la arena, sin fondo para nadar, dice se revolcaban vio- lentamente para ponerse á flote y escapar, pero qne, acosados por los pescadores, y luchando con la muerte, exhalaban lastimeros quejidos que llegaron á producir impresión molesta y conmovedora á muchos de los espectadores de aquella extraordinaria matanza. Durante al- gunos días, aquella playa ofrecía el aspecto de una carnicería horri- 9% ble, y á pesar de lo desperdiciado, la fusión de las grasas produjo más de 22 pipas de aceite. También nuestros pescadores del Cantábrico ven ú este Delfi- nido, que denominan Vaca. Orca Gladiator Sinonimia científica: Delphinus Orca, Linn. Delphinus gladiator, Bonnet. Delphinus Duhamelii, Lavepede. Delphinus grampus, Hunter. Delphinus ventricosus, Hunter. Phocena gladiator, Lesson. Phocena grampus, Lesson. Sinonimia vulgar española: Orca, Orco, Candorca y Alcandorca; en Galicia; Xspadarte, de. cuyo nom- bre Cuvier formó el Zupaulard, que dice le dan los pescadores santoneses. Moscote se le llama en algunos puertos de Cantabria. Es común en nuestro litoral oceánico, y yo le he encontrado va- rias veces dentro de las rías, en términos que algunas veces, como cuenta el P. Sarmiento en sus cartas del 7 de Julio de 1760 al du- que de Medina Sidonia, hubo una varada en la playa de Isacun, de 207 moscotes, que produjeron gran cantidad de grasa á los veci- nos de aquella localidad. También abundan en el mar de Andalucía, y de ello hablan ya autores muy antiguos, y entre ellos Huerta y Cornide, y más mo- dernamente Cabrera y Machado, que en su Catálogo de los mamí- feros de Andalucía, dice, es el más abundante Delfinido de aquellas costas. 93 Grampus griseus, Gray. Sinonimia: Delphinus griseus, Ouv. Phocena grisea, Leson. Común en las costas de la provincia de Huelva, según asegura en su Catálogo de Mamiferos de Andalucía el Profesor Machado. Tursiops tursio Sinonimia: Delphinus tursio, Fabr. Delphinus Nesarnak, La Cepede. Dauphin vulgaire, Cuvier. Grand dauphin ou suffleur, Ouv. Tursion ó Puerco marino, Huerta. Vulgo: Mula y Pez mular, en las Baleares. Arroaz, en Galicia. Los pescadores al Bou, con sus parejas, le ven frecuentemente en el Mediterráneo, lo mismo que los de Galicia, hasta dentro de las rías, persiguiendo la sardina. Delphinus delphis, Linn. et Aucr. Omn. Vulgo: Delfin y Golfin, en castellano, Defí y Dufi, en catalán y mallorquín. Golfiño y Marsoviano, en Galicia. Calderón y Tonino, en Asturias. Es abundantísimo en todas nuestras costas, tanto oceánicas como del Mediterráneo, y producen grandes perjuicios á los pescadores de la sardina, tanto por espantar los lances, como por los destrozos que hacen en los xeitos cuando está enmallada. 96 Noticia de los esqueletos y huesos sueltos de cetáceos que se encuentran en los Gabinetes de Historia natural de España. Voy á satisfacer otra de las peticiones cetológicas que también me tiene hecha el venerable Van Beneden para completar la historia de los cetáceos que encierran los Museos del mundo. No son muchos, por cierto, los que poseen los nuestros, por no ser fácil la adquisición de tales ejemplares y á veces su magnitud excesiva para colocarlos en las galerías de un edificio reducido, de cuyo mal adolecen gene- ralmente muchos gabinetes. Madrid. Esqueleto de un individuo adulto, sin armar y casi completo, de la Balenoptera musculus, que fué arrojado por la mar á la playa de la Escala, en el Golfo de Rosas, el día 28 de Junio de 1832, adqui- riéndolo el Gobierno para el Museo de Historia Natural, en el precio de 1.000 pesetas, ú los Señores D. Juan Coll y D. Ramón Castillo, que fueron los que lo obtuvieron de los pescadores. Por no haber espacio donde colocar el esqueleto armado, están sueltas las piezas sobre los armarios de la Sala de Anatomía compa- rada, y en medio de la galería depositada la cabeza completa, hasta con las barbas ó /anones. Mide 4,60” y el largo de las mandíbulas, medidas por su parte convexa, es de 4,75", Existen 47 vértebras en perfecto estado, y de ellas son ocho cervicales bien caracterizadas por el conducto arterial que atraviesa la base de sus apófosis transversas, y tal anomalía no sé de qué depende, pues son siete las vértebras cervicales que se asignan á este cetáceo, y, no obstante, las ocho que aquí existen se ajustan bien. La longitud de la cabeza y vértebras existentes arrojan una longitud de 16,50"; y calculando que las 15 97 vértebras que faltan, junto con el cartílago de la cola, medirían por lo menos cinco metros más, resulta que tendría este individuo unos 21,50" á lo menos. Faltan bastantes costillas, por estar rotas muchas, y las enteras miden 2,50 de largo. Existen las piezas caudales en V. El húmero tiene 0,57 de largo, y de grueso, en el cuerpo, 0,55 con 0,86 en la periferia de la cabeza de este hueso. El cúbito, 0,85 de largo. El radio, 0,77. El omóplato mide 0,67 desde la cabeza á su base, y tiene de an- cho en su base ó borde mayor 1,26. De los huesos de la pelvis ó innominados, no existe más que uno. De la mano, existen algunos huesos sueltos del cuerpo y fa- langes. En la bóveda del paladar se encuentran 329 fanones ó barbas por banda: las 129 primeras, contando por la punta del hocico, son blan- quecinas, y las 200 siguientes negras con las barbas blancas. Las mayores tienen de largo 0,50 y de ancho 0,13. Balena antipodarum: una mandíbula que mide 4,36 de largo y su diámetro en la base 0,35. Procede de Filipinas, enviada por el Capitán General. Megaptera Lalandi: dos mandíbulas, que tienen de largo 3,90 por la parte convexa y 3,80 por la parte interior ó cóncava. Los dos ma- xilares muy rotos; 6 vértebras cervicales, 13 dorsales y 14 lumbares y caudales, faltando 20 para el completo de las 53 vértebras que se- ñalan al espinazo de este cetáceo; 80 apofisis discóideas vertebrales; la pieza primera del esternón mide transversalmente su borde ante- rior 0,42 y longitudinalmente 0,50; 50 costillas, que deben pertene- cer á varios individuos; las dos escápulas, cuyo diámetro mayor trans- versalmente es 1,44, y tiene de largo desde la cabeza al borde opues- to 1,07; por fin, el vergajo ó pene, que mide dos metros; también procede de la misma remesa hecha por la autoridad mencionada. Balenoptera rostrata: los restos del esqueleto del individuo va- 15 98 rado en la playa de Ajo el 15 de Abril último, han sido traslados al Museo de Madrid, para cuyas colecciones ha sido recogido por el Pa- trón de pesca de Laredo D. Antonio López Cavada. Del Physeter macrocephalus, esqueleto de un macho. Está sin armar, y la cabeza mide, con el espinazo 7,05, de longitud total: exis- ten 42 vértebras, las costillas, omóplatos y todos los huesos de las extremidades: más las piezas en V de la cola. Este esqueleto fué re- mitido de América en 1796. Separadamente hay tres dientes juntos de Cachalote, que con un vergajo de Ballena de dos metros de largo fueron regalados al Museo por el Príncipe de Anglona en 1832. La procedencia de todo esto se ignora. Del Monodon monoceros hay tres grandes defensas. Del Delphinus Delphis, un esqueleto completo, armado; dos crá- neos; un brazo y mano, completo y articulado naturalmente. Cetáceos disecados. Dos Delphinus Delphis y una Phocena communis de nuestro li- toral. Barcelona. Balenoptera musculus: existe un esqueleto incompleto, por ha- berse deteriorado los huesos, al macerarlos, en el Gabinete de la Real Academia de Ciencias y Artes. Es de un individuo muy joven que arrojó la mar á la playa de la Barceloneta en el mes de Julio de 1835. En el Gabinete de Historia natural de la Universidad de la mis- ma ciudad hay otro esqueleto magnífico y armado del mismo cetá- ceo, que fué encontrado en la costa, cerca de Llansá, el 11 de Junio de 1863. Además, en este Gabinete hay un Delphinus delphis y un Tursiops tursio, armados. 99 Cádiz. Balenoptera musculus: un esqueleto que se conserva en el Jar- dín de la Escuela de Medicina, y procede del individuo que varó en la costa del Sur de la isla Gaditana. Granada. Phocena communis, del puerto del Almuñear, cogido en 1862. Jijón: Instituto de Jovellanos, de 2.” enseñanza, Balena biscayensis; una mandíbula del lado derecho, que mide 4,00 de largo y 3,43 por su cara cóncava. Pamplona: Instituto de 2.* enseñanza. Balenoptera rostrata: esqueleto completo, que fué cambiado con Eschricht por el de la B. biscayensis: tiene 5,20 de largo. Delfín de las costas de Zelandia: un esqueleto completo, y dos fetos conservados en alcohol; una cabeza de Delfín adulto. Beluga: una cabeza. Pontevedra: Instituto de 2.* enseñanza. Balenoptera musculus: esqueleto incompleto y sin armar de un individuo que apareció muerto y arrojado por las olas en la playa de Marín, en el año de 1854. Faltan los huesos de las manos. Su largo es de 12,9", Salamanca: Universidad. Balena mysticetus: una vértebra sola, encontrada en las exca- vaciones realizadas en las ruinas del Colegio Mayor, titulado Oviedo. Delphinus Delphis, procedente del Mediterráneo. 100 Santiago: Universidad. Balenoptera musculus: esqueleto completo y armado, de un in- dividuo que fué encontrado en Abril de 1878, muerto y flotando en la mar, por unos pescadores de Son, en la Ría de Vigo, y fué ven- dido á una fomentador de salazones, el cual regaló á dicha Universi- dad todos los huesos después de haber aprovechado la grasa. La longitud total de este esqueleto es de 19,88. Phocena communis, del mar de Galicia. San Sebastián: Instituto. Balena biscayensis: esqueleto armado casi completo, del cual se ha dado una descripción detallada, y cuyo dibujo acompaña á esta Memoria, hecho por el alumno de Anatomía comparada, D. Manuel Janer y Ferran, comisionado por el Ministerio de Fomento para ve- rificar este trabajo que le honra y acredita. Sevilla: Universidad. Balenoptera musculus: esqueleto desarmado de un individuo que varó en 1884 en la costa Higuerita, junto á la isla Cristina. Delphinus delphis: esqueleto armado de un individuo cogido en Punta Candor, de la costa de Rota. Valencia: Universidad. Balceenoptera musculus : esqueleto armado, que mide 21,80 de largo, y procede de un individuo arrojado por la mar en la playa de Burriana (provincia de Castellón), el 19 de Febrero de 1861. Tursiops tursio : individuo joven, procedente de las costas de Valencia: longitud, 1,42. Delphynus Delphis: de 2,55, también del golfo de Valencia. Phocceena communis: de 1,2, de los mismos sitios. 104 Valladolid: Universidad. Phocoena communis: de nuestros mares. Zaragoza: Universidad. Una vértebra de Misticete, ignorándose de qué especie sea. Coruña. Existen en el Instituto varias vértebras soldadas de Ballenas que fuéron desenterradas en sus costas. Además de los ejemplares que quedan referidos se encuentran en los Gabinetes de los establecimientos de enseñanza oficial, debo ha- cer mención: 1. De la mandíbula inferior de un cachalote, que aún se ve fija sobre la puerta de la bodega del Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial. Dicho cachalote, que en 1574 fué herido de un cañonazo, cerca del estrecho de Gibraltar, por la tripulación de una nave, le arrojó el mar en la playa de Valencia, cerca de la gola de la Albufera, y las mandíbulas presentadas al Rey D. Felipe Il; éste mandó colocar- las en el mismo sitio donde aún están. 2.” En varios pueblos de Galicia , Astúrias y Cantabria, se en- cuentran aún vértebras, que, como he visto en Camariñas, hacían servir de taburetes ó asientos las gentes pobres. 3. En un bosque del concejo de Villaviciosa, yace abandonada, hace muchos años, una mandíbula de Balena biscayensis, igual á la del Instituto de Jijón; y entre Candas y Luanco, en la playa de Antromero, existen otras tres mandíbulas, que sirven de pared para formar una rinconada, en la cual depositan los ribereños el ode ó algas marinas que en las mareas recogen, y, después de podridas, van á llevarse á los campos para abonarlos. 102 4.” Por fin, no son raros los casos de encontrarse en nuestras costas, arrojados por la mar, restos de esqueletos de cetáceos, que he visto algunas veces, recordando los once esqueletos de delfines dis- persos en los Sables del Barquero, y el esqueleto entero de un gran Misticete que existía hace poco cerca del cabo de Toriñana, según informaron al profesor de Paleontología de nuestro Museo de Cien- cias, Dr. D. Juan Vilanova. Restos de cetáceos fósiles. En el gabinete de Historia Natural de la Universidad de Sevilla, existen los de un cetáceo, que el profesor de dicha enseñanza, Doc- tor D. Antonio Machado, encontró próximo á las minas de carbón de piedra, junto á un molino de la ribera de Huercar, en el terreno mioceno; y como no se dan detalles sobre los caracteres que ofrece, nada puede decirse sobre la pertenencia genérica de tales ejemplares. En las colecciones de la Comisión del Mapa Geológico de España, existen restos de otro esqueleto de un grande cetáceo, sobre los cua- les trascribo las noticias que me han sido dadas por el Sr. D. Daniel de Cortázar, Secretario de la Comisión citada, á cuya amabilidad debo también las fotografías de dichos restos, que figuran en esta Memoria. «En el año de 1877 se descubrió, en término de Cuevas de Vera, provincia de Almería, á unos seis kilómetros del mar Mediterráneo, la mayor parte de un esqueleto fósil de Ballena, del que se recogie- ron diversas vértebras y parte del cráneo y de ambas mandíbulas, cuyos restos existen en la Comisión del Mapa Geológico de España. »Los huesos fósiles estaban todos enterrados á menos de dos me- tros de profundidad, sin señales de haber sido acarreados, é indi- cando más bien que en aquel sitio encontró la muerte el enorme cetáceo de que proceden. La transformación de la materia orgá- nica ha sido completa, y sustituída por el carbonato de cal, quedando 103 todo cubierto por una capa adherente de arenas calíferas, de las mis- mas que constituyen el terreno plioceno, entre el cual se halló el fósil. »Dicho terreno plioceno está formado esencialmente por gredas, margas y areniscas muy deleznables, en capas de espesor muy va- riable y posición próximamente horizontal. Suelen hallarse en este terreno venas y nódulos de yeso cristalizado, que cortan en todas di- recciones los estratos de la formación, cuya base se apoya en las ro- cas estrato-cristalinas de la sierra Almagrera, tan ricas en minas de plomo y plata. »Además de los restos de Ballena, en las mismas capas se en- cuentran otros fósiles, tales como la Ortroza longirostris, el Pecten opercularis, la Janira Jacobea, la Mactra triangulata, el Strombus bubonius, etc., que indican lo reciente, relativamente, [del terreno, y que además hacen comprender que el mar Mediterráneo se ha re- tirado por esta parte, dejando en las vertientes de la sierra los sedi- mentos, entre los que se ven hoy los citados fósiles. »Las fotografías copiadas, dan idea del estado en que se hallan los principales restos de la Ballena de que hemos hablado.» 104 BIBLIOGRAFIA Publicaciones españolas que se refieren d cetáceos, y la caza ó pesca de éstos, y manuscritos inéditos sobre la misma materia que he consultado para mi trabajo. Poco, muy poco he podido encontrar, referente á estos asuntos, escrito en nuestro idioma, así como es mucho y de gran importan- cia lo publicado en otros países. La decadencia completa de nuestra pesca ballenera explica la cwusa del por qué en nuestros días nada se escribe sobre tal materia, que ni en las obras de texto de Historia natural, que para la enseñanza dan á luz los profesores de tal cien- cia, se lee una palabra, al tratar de los cetáceos, que tenga otra 1m- portancia que la mera taxonómica, y esto no siempre al nivel de los adelantos del día. Asíes que he tenido que limitarme á citar, por ór- den alfabético, los siguientes impresos, algunos meras listas de ma- míiferos, y aun de peces, en los cuales se ven incluídos los nombres de tres ó cuatro cetáceos, sin noticias biológicas que puedan impor- tarnos. BarceLó.— Apuntes para la fauna balear : Folleto en 4.*, de 16 páginas, publicado en los Anales de la Sociedad Española de His- toria natural; tomo IV, 1875. CABRERA. —/ctiología ibérica: Memoria de los peces del mar de Andalucía; autógrafo inédito del Magistral Cabrera, que da á luz, anotado, el Vocal naturalista de la Comisión central de Pesca, Ma- riano de la Paz Graells, en la Revista de la Real Academia de Cien- cias exactas, físicas y naturales de Madrid, núm. 3 del tomo XXII. CavaniLLLAS (D. Antonio). —Lequeitio en 1857: Una Memoria en que hace la historia de este pueblo, y habla incidentalmente de las 105 Ballenas. —Madrid, imprenta de J. Martín Alegría, San Bernardo, número 73, 1858. Cornme (D. José). — Ensayo de una historia de los peces Y otras producciones marinas de las costas de Galicia: pág. 104 y siguientes. Habla de las Ballenas y otros cetáceos de aquel litoral. DurAN.—Ballena monstruosa que pareció en alta mar, y trajeron al puerto de los Tazones los pescadores de dicho puerto, distante le- gua y media de la villa de Villaviciosa, en el Principado de Astu- rias, día 22 de Octubre de este año de 1778, delineada por D. Anto- nio Durán y Morera, médico titular del Illmo. Deán y Cabildo de la Santa Iglesia Catedral de Oviedo: Una hoja en fólio mayor, que, además de la descripción é historia, contiene estampado el dibujo grotesco de la mencionada Ballena, por el cual claramente se ve era un Cachalote macho. GrarLts (Mariano de la Paz).--Exploración científica de las cos- tas del Departamento maritimo del Ferrol, verificada de orden del Almirantazgo : Un tomo en 4.” de 540 págs., con láminas. —Madrid, establecimiento tipográfico de Fortanet, calle de la Libertad, nú- mero 29, año de 1870. Huerta.—7Zraducción de los libros de Cayo Plinio, seguido de la historia de los animales, hecha por el Licenciado Jerónimo de Huer- ta, médico y filósofo, y anotado por el mismo con anotaciones curio- sas, en las cuales pone los nombres, la forma, la naturaleza, la tem- planza, las costumbres y propiedades de todos les animales, pescados, aves é insectos, y el provecho ó daño que pueden causar á los hom- bres, y los jeroglíficos que tuvieron de ellos los antiguos, con otras muchas cosas curiosas: primera parte, dirigida al Rey D. Felipe UL, nuestro Señor, Rey de las Españas é Indias. —Alcalá, Sanchez Cres- po, 1602. Contiene sobre los cetáceos de nuestro litoral más noticias que algunas publicaciones modernas. Isari (Dr. D. Lope de). — Compendio historial de la M. N. y M. L. provincia de (Guipuzcoa, año de 1625.—El autor da en su escrito importantes noticias, principalmente referentes á las pesque- rías de los vascos, y entre ellas de las de la Ballena. 14 106 Macnano (D. Antonio). —Catalogo metódico y razonado de los mamiferos de Andalucía, etc. Cita cinco especies, entre ellas la Ballena mysticetes. Revista de pesca marítima. En el núm. 74, año de 1888, se publicó una Memoria inédita, cuyo manuscrito se conserva en el ar- chivo de la Academia de la Historia, y se titula Memoria sobre la pesca de la Ballena en las costas de Asturias y sus inmediatas, presentada por D. Felipe Canga Argiielles á la Academia de la His- toria en 1841. Acompaña una lámina que representa la casa de un puerto de aquel litoral, donde se hacía la fusión de la grasa de las Ballenas, y habiéndose prendido fuego á la caldera, acude la gente á apagar el incendio. SaNez-RecuAr (D. Antonio). —Diccionario histórico de los artes de la pesca nacional.—Madrid, imprenta de Ibarra, 1791. Contiene en la palabra arpón un largo y detallado artículo sobre Ballenas y su pesca, en el cual da interesantes noticias sobre lo que se refiere á esta industria antigua de nuestros balleneros. SARMIENTO (P. Fray Martín). —Carta del Y de Julio de 1760, di rigida al duque de Medina Sidonia, en la que da noticias de varios cetáceos que recorren nuestras costas. SARALUCE (D. Nicolás Saraluce y Zubizarreta). — Historia general de Guipuzcoa. —Vitoria, 1860. SARALUCE (el mismo). —Introducción, cap. Í, y otras descripcio- nes de la Memoria acerca del origen y curso de las pescas y pes- querías de Ballenas y de bacalaos, así que el descubrimiento de los bancos é'isla de Terranova.—Vitoria, imprenta de los hijos de Manteli, 1878. : En esta publicación el autor da interesantes detalles y noticias sobre la pesca de la Ballena por los vascongados, y sobre las recien- tes apariciones en las costas cantábricas, hablando de la captura de la Balcena biscayensis, cuyo esqueleto figura en el Gabinete de Histo- ria Natural de San Sebastián, siendo quien con otros cinco señores de aquel vecindario, pidieron al Municipio la adquisición de tan notable ejemplar para su Instituto de segunda enseñanza. 107 Nuevas cuartillas sobre asuntos balleneros que deberán adicionarse á las ya presenta- das á la Academia en mi Memoria sobre Las Ballenas en nuestras costas oceánicas Son confirmación de mi aserto referente á la no desaparición de los Balénidos que de antiguo visitan nuestras costas oceánicas, ya sea temporalmente de un modo fijo, ó más de tarde en tarde acciden- talmente, las siguientes noticias que sobre el asunto me han sido trasmitidas en el año presente. Las buenas relaciones que dejé en dichas costas cuando fuí en- viado por el Almirantazgo á explorarlas científicamente con motivo de asuntos de pesca, me tienen al corriente de las ocurrencias que en tales asuntos en ellas acontecen. No es extraño, pues, que yo tenga noticias de cosas que por lo general pasan ignoradas de mu- chas personas, que por otra parte no las dan la importancia que real- mente tienen. Un suelto de tres líneas, publicado en los periódicos de Santan- der en el mes de Abril, dió cuenta sin detalles de la varadura de un Ballenato cerca de Ajo, y pocos días después, los pescadores de La- redo me trasmitían detalles que casi al mismo tiempo me los confir- maba el Cura de Ajo, D. Luis Jorganes Roza, en la siguiente carta: «Muy señor mío y de toda mi consideración: el que estas líneas »le escribe, es Cura párroco de Ajo, en la provincia de Santander, y »vista una carta de V. presentada por D Antonio López Cabada »para que le diera datos sobre la Ballena que salió en este pueblo en »los días primeros de Abril del corriente año, debo manifestarle que »á la pleamar de las cinco de la tarde se presentó el cetáceo en la »barra del puerto con dirección á tierra, pero como bajaba el mar 108 »rápidamente, se halló instantáneamente varada, haciendo grandes »esfuerzos para volver á la mar; pero ya fuese por el agua que por »momentos le faltaba, ó ya por la mala posición que tenía, nole fué »posible volver á nadar. »De los tres dibujos que V. manda para ver cuál era la figura de »dicho cetáceo, es el número 2, que corresponde á la Balcenoptera. »La longitud que tenía era de 30 piés, y ocho el timón de la cola. »Salió viva, y á dos piés de agua la mataron cinco hombres, con »hoces de rozar, siendo su último movimiento el abrir la boca é in- »corporarse. La cabeza era doble gruesa que el centro del cuerpo. No »la ví ningún marisco encima. El número de placas córneas de la »boca no bajaba de unas 300, aunque no las conté. Tenía la piel »tres ó cuatro pulgadas de tocino ó grasa en toda la extensión del »Cuerpo, y al lado de los ojos y parte de la cabeza llegaba al espe- »sor de un pié. Estaban tan frescas las carnes, y tan bonitas lon- »jas tenía, que su vista convidaba á comerlas, y algunos las comie- »ron y me dijeron era buena carne. »En Enero del presente año se vieron en esta costa otras dos Ba- »llenas, conociéndose por dos castillos de agua que arrojaban. El li- »bro que yo tengo, y por donde distinguí que era Ballena, se llama »D. M. Pons y Fuster. »Cuando la abrieron el vientre, estaba presente, y como mi ob- »jeto era ver si había peces, y éstos no les ví, no reparé más, »Los periódicos de Santander que anunciaron el caso, fué por mi »noticia. En mi poder se encuentran seis placas córneas de la boca, »pudiendo V. disponer de ellas. »Con este motivo se ofrece de V. afectísimo y dispuesto á ser- »virle, Luis Jorganes Roza.» Consecuencia de tales noticias fué encargar á mi amigo D. An- tonio López Cabada, fomentador de pesca de Laredo, que fuera á Ajo y procurase recojer los restos que encontrara de la referida Ballena, encargo que desempeñó con la mayor diligencia y con un celo tal, que á pesar de las contrariedades que surgieron, sin su empeño en 109 servirme y el auxilio y concurso del Alcalde y Médico de Ajo, los Sres. D. José María Carre y D. Benigno Carre, hermano suyo, no se hubieran salvado gran número de piezas esqueléticas que pudie- ron recojerse en la playa, y que hoy figuran ya en la sala de Ana- tomía comparada de nuestro Gabinete de Historia Natural, sin más coste ni gastos que los portes y embalaje para remitírmelos: tan cumplido ha sido el servicio que en provecho de la ciencia han lle- vado á cabo los señores citados, mereciendo plácemes cumplidos de los naturalistas, porque, después de estudiadas las piezas esqueléticas recogidas, resultan ser de la Balenoptera rostrata, Gray, antes Ba- lena rostrata de O. Fabricio, que aún no había sido señalada en las costas de España, sino de un modo conjeturado por mí mismo en la Memoria que presenté, y deberá pronto imprimirse, en cuyo catálo- go cetológico incluyo esta especie, sin más datos que algunas citas de haberse visto individuos extraviados en el Mediterráneo, los cua- les, para llegar allí viniendo de los mares del Norte, han debido re- correr nuestras costas oceánicas, y además, por tres placas córneas que me fueron enviadas de Laredo, y no pueden ser más que de dicho cetáceo. Hoy, pues, es ya un hecho inconcuso la existencia de la Balenoptera rostrata, Gray, en nuestra fauna cetológica; precioso dato obtenido merced al empeño en complacerme los seño- res nombrados, á los que, en nombre de la ciencia, les envío un voto de gracias. Pero no es esto sólo; porque además de las dos Ballenas que estuvieron paseándose por delante de Ajo en la primavera pasada, se me escribe que este verano ha sido tal el número de Balénidos que se han visto en aquellas costas, que los pescadores las contaban por cientos, cosa que nunca habían observado, y que les tenía alar- mados, pues con frecuencia salían 4 la superficie del agua al lado de las lanchas, temiendo un desastre por la contingencia de que las volcara con el poderoso empuje que traen al salir á respirar. Sospechando yo que los pescadores equivocadamente confundie- ran los Espodartes con las Ballenas, por ser aqnellos cetáceos tam- bién de magnitud grande, aunque no tanta, y haberlos visto en 110 considerables manadas por aquellas costas, les hice presente mi duda, y me han contestado saben distinguir bien los Espartones, como ellos llaman á la Orca Gladiator, de las Ballenas, pues habiendo na- vegado muchos por regiones distintas de todos los mares, han te- nido ocasión frecuente de ver Ballenas propiamente tales. También me dicen en carta de 28 de Noviembre último, que, aunque en menor número, siguen en el día viéndose Ballenas en la costa, y es de suponer no sean de la misma especie que las del ve- rano, conviniendo mucho asegurarse de esto; cosa no difícil, si se tiene cuidado en examinar científicamente los individuos que, vivos ó muertos, arrojan á la playa las olas en las distintas épocas del'año, ó por lo menos adquirir los esqueletos de unos y otros para compa- rarlos. Si de las noticias que antes y ahora vengo consignando sobre cetáceos, renaciera la idea en nuestros pescadores vascos de empren- der nuevamente la pesca ballenera, á la que les brinda y aun pro- yoca el encuentro diario de los gigantescos Balenidos, cuya captura tanta fama y riqueza produjo en remotas siglos á sus antepasados, por bien empleado daría el tiempo que llevo invertido, durante diez y ocho años, en investigaciones sobre tan importante asunto. 1444 EXPLICACIÓN DE LAS LÁMINAS LAMINA 1. FIGURA 1.* Es copia de la acuarela ¡hecha por Alejandro Hueber á la vista de la Ballena capturada en la playa de Taranto el día 9 de Febrero de 1877, que Ca- pellini denominó Balena di Taranto, y según parece es la misma Balena biscayen— sis de Eschricht. FiGura 2.* Cría ó Ballenato de la Balena biscayensis; dibujo copiado de una litografía del Dr. Monedero, que lo sacó á la vista del ejemplar capturado en las inmediaciones del puerlo de San Sebastián, en el mes de Enero de 1854. LAMINA II. Vista de San Sebastián y su marina, que representa á los pescadores vascos en el acto de acosar la Ballena vizcaina con su cría, cuyo dibujo está sacado del escudo de armas que existe en la Sala Consistorial de Lequeitio, y se reproduce en la figura 1.2 de la lámina VII. LAMINA II. Figura 1.* Esqueleto de la Balena biscayensis, Escrich, representado de cos- tado: dibujo hecho por el Sr. Janer á la vista del natural que existe armado en el Gabinete del Instituto de segunda enseñanza de San Sebastián (1). (1) Por falta de conocimientos en osteología, al armar este esqueleto se han cometido varios defectos que precisa señalar para evitar la censura de los entendidos en esta materia, y la de aquellos que le hayan visto y no encuentren conforme nuestro dibujo, en el cual se han en- mendado las principales faltas, que voy.á señalar: 1.2 En el ejemplar, la mandíbula inferior está cambiada la colocación de la derecha con la izquierda, y además vueltos hacia abajo los bordes superiores, resultando una notable deformidad, 2.* Todas las costillas están corridas ha 112 FIGURA 2.2 El mismo esqueleto, visto por encima. Longitud total del esqueleto, 101,46Cs, Longitud de la cabeza, desde los cóndilos del occipital hasta la sínfisis de la mandíbula, 39,270s, Anchura máxima de la cabeza, 22,00. Longitud de la región cervical, 09,306s, Idem de la región dorsal, 11,78 Cs, Idem de la región lumbar, 11,17, Idem de la región sacro-coxígea ó caudal, 3M,96 cs, Anchura máxima del tórax, 10,760, Anchura de la cuarta vértebra lumbar, tomada en los extremos de sus apófisis transversas, que es la mayor del espinazo, 0,76%, y desde esta parte hacia la punta, va gradualmente disminuyendo. Desde la 43 vértebra hasta la última, des- aparecen las apófisis espinosas y transversas, quedando sólo reducidas al cuerpo. LAMINA IV. Detalles de algunos huesos del mismo esqueleto. FIGURA 1.* Cabeza, vista de lado, un poco escorzada. a, b, es la longitud de la cuerda secante que va desde el cóndilo de la mandí- bula hasta la sínfisis, 2,8808, c, d, esla secante que desde el fondo dela bóveda palatina, va hasta la punta de los maxilares, y mide 21,57%, dejando así indicada la corvadura del expre- sado hueso. FIGURA 2.2 Cabeza, vista por la cara superior. a, 0. Longitud tomada desde los cóndilos del occipital hasta la punta de los maxilares, 2,8805, Cc, d. Longitud de las ramas de la mandíbula inferior, 2,8805, e, f. Distancia máxima intermandibular, 1",60s, h, y. Anchura máxima del occipital, 01,765, FIGURA 3.* Región cervical del espinazo, vista de lado. a, b. Longitud, 09,30%5,—c, d. Altura, 0m,4308, FiGURA 4.2 La misma región cervical, vista por encima. a, b. Longitud, 0m,30%,—c, d. Anchura máxima tomada en la vértebra atlas, 0,m'765, cia atrás, de modo que el primer par de costillas le han articulado con la segunda vértebra dor- sal, y el último con la primera lumbar. 3.* Las apófisis en Festán articuladas en el cuerpo de las vértebras, en vez de estarlo entre la conjunción de vértebra y vértebra, y además empieza la colocación más adelanle del lugar que deben ocupar. Estas anomalías y algunas más se han enmendudo en la lámina que se da del esqueleto referido, que bien merece la pena sean corregi- das en el original, . 143 FiGura 5.2 Aleta torácica. Omoplato.—a, b.—Anchura mayor, 0m,83%8,—c, d. Longitud desde la cabeza has- ta su borde mayor, 0m,64:5, Húmero.—Longitud, 0m,41..“.—Anchura mayor de su cabeza, 0, 300, Cúbito.—Longitud, 0m,44'5,—Anchura del cuerpo, 0m,18.—Anchura de la arti- culación carpiana, 0m,4165, Radio.—Longitud, 0m,37,—Anchura del cuerpo, 0.m,09.—Anchura en la articu- lación carpiana, 0m,200S, Carpo.—Longitud, 0m,18%,—Ancho, 0m,615, Dedos.—1.%...... 0m,]1CS, ae 0m,3705, OS . 0m,480s, A 0m,66“5 a ole 0m 5305 Oboe 0m,340s, Figura 6.2 Primer par de costillas: a, la de la derecha; longitud de la cuerda secante que va de extremo á extremo, 0m,97"5; anchura máxima del extremo es- ternal, 0m,16*5; c, d, anchura en el extremo vertebral, 0m,07 CS; b, la de la izquier- da: longitud, 0m,83%S; anchura del extremo external, 0 ,18: e, f, anchura mayor del extremo vertebral, 0,m9". FiGURA 7.2 Quinta costilla de la derecha: a, b, cuerda de la curva que forma, ]m,20%; anchura en su extremo libre, 0m,11% anchura del extremo vertebral 0m,11CS; c, d, extensión del radio aproximado de dicha curva, 1m,69"S: esta medida sirye para indicar con la anchura de las vértebras dorsales, cuál sea la capacidad del torax en el esqueleto. FIGURA 8.? Costilla dela derecha del par 13.9, longitud, 1m,180s, FIGURA 9.2 Costilla de la derecha del último par, 0m,690s, FIGURA 10. a, b, apófisis en Y: a, es la mayor: su altura mide 0m,18; b, la me- nor y última, 0 m,09*. LÁMINA V. La Balena dei Baschi (Balsena biscayensis Eschricht) catturata nel porto di Taranto il 9 Febbraio 1877. Dibujo sacado de un calco enviado al Sr. Vilanova por Carlo Gapellini, Profe= sor de la Universidad de Bolonia. Las piezas esqueléticas que representan la cabeza vista por encima y de lado, deben ser copiadas de las láminas publicadas por Francisco Gasco en su Memoria titulada Intorno alla Balena presa in Taranto nel Febbraio 1877, que se publicó en el Rendiconto de la Reale Accademia delle Scienze Fisiche e Mathematiche di Napole, con nove tabole, fascicolo 12, dicembre 1877. Nótese la diferencia del dibujo que en esta lámina representa al cetáceo tendi- do en la playa, con el que se ve en la figura 1.* de esta Memoria, copiado de la de Capellini y hecho por Alejandro Hueber á la vista del objeto recien sacado del 15 114 mar. La figura dada por Francisco Gasco, se parece más á la de la litografía del Doctor Monedero de Pamplona. LÁMINA VI. Huesos de la Balena biscayensis conservados en el Instituto de Jovellanos de Gijón; dibujos copiados de una fotografía que me fué remitida por el Sr. Goman- dante de Marina. FIGURA 1.* Hueso mutilado, que mide 1m ,28% de circunferencia. FiGura 2. Rama derecha de la mandíbula, vista por su cara exterior, que mide 4 metros de longitud. FiGurA 3.7 La misma, vista por su cara interna. FiGura 4. La misma, vista por su borde superior para apreciar la corvadura, cuya cuerda mide desde la apófisis coronoides hasta la punta, 3m 4305, LAMINA VII. Escudos de armas que existen en los municipios de Lequeitio, Castrourdiales, Ondarroa y Plencia, en los cuales se ven representados barcos balleneros y cetá- ceos acosados por los pescadores vascos. FIGURA 1.* Escudo colocado en la sala del Ayuntamiento de Lequeitio: en su campo se ve la Ballena vizcaina bien caracterizada, resguardando á su cría, como suelen hacer estos cetáceos cuando se ven atacados de cerca, tal cual se repre- senta en el dibujo de este cuadro. FIGURA 2.* Es copia del escudo de piedra que hay en la fachada de la casa del Ayuntamiento citado. Como en el anterior, se ve en el campo representada la caza Ó pesca de la Ballena de los vascos, también reconocible á pesar de la tosca escultura empleada. FiGURA 3.* Este escudo, también de Lequeitio, es, por su leyenda, uno de los más cilados, y además de verse en su campo representada la misma escena que en el de la figura 1.*, con alguna diferencia pequeña en la lancha y arponero, hay una muy notable, pues en vez de representar el cetáceo la Ballena vizcaina con su cría, el dibujo claramente figura una Balenoptera también con su hijuelo resguar= dado, circunstancia que viene á confirmar la opinión que he emitido en la nota de la página 8. Figura 4.” Es copia del escudo de la casa Ayuntamiento de Castrourdiales, cuya leyenda al pie, y cetáceo en el campo, dan fe de haberse ocupado sus mari- neros en la pesca ballenera. FIGURA 5." Escudo que usa el Municipio de Ondarroa, en el cual se ve tam= bién representada la Ballena. FigGura 6.2 Escudo de armas de la Alcaldía de Plencia, cuyo centro ocupa un buque ballenero de los que iban á los mares polares. LÁMINA VII. Escudos de armas de Bermeo. FiGura 1.2 Esel que usa hoy el Ayuntamiento. FiqGuraA 2.* Esel que hoy usa la Alcaldía. FIGURA 32 El que usaba antes la Alcaldía. FiGURA 4.* El que usaba antes la policía. Figura 5,2 El que antiguamente usaba la Sanidad. FiGuraA 6.2 El que últimamente usa la Alcaldía. FiGurRA 7.2 El que se ve en la sala de la Casa Consistorial. FiGuRA 8. El que había en los siglos xv y XVI. FicurRA 9.2 El que se ve colocado en la fachada principal de la Casa Consisto= rial de la referida villa. En todos ellos se ven los balleneros dando caza á un cetáceo, y en las figu- ras 6.2, 7,2, 8.2 y 9.2 en el acto de clavar el arpon. LÁMINA IX. Dibujos de los restos fósiles de cetáceos recogidos en Cuevas de Vera (Alme- ría) por la Comisión del Mapa geológico de España, en cuyas colecciones se Con servan: FiGurA 1.2 Longitud, 0m,95%; altura 0m, 550, FIGURA 2.* Longitud, 1m,120; altura Om, 4505, FIGURA 3." Longitud, 1m,53%; altura Om, 5005, y Om, 24 5, FIN ) e ES ¿ . o A ha . hi ' J ] * 1] - CATA AAA, ' Í E E Can ab na ob 20D : A ATENTA GEO. j p . AIM OTTO , : ( go ' ANEP » ( DAA IS nd he 1) Mí hi q Ax Me rl A 01 57 aan PE > 0 sá EME My er lid ro ; i : A Lámina 1. Fig. 1.2 Emman, Janer et Ferrán exscripsit. Fig. 2.2 Ballenato ó cría de la Ballena vizcaina. Lámina ll. Emman. Janer et Ferrán delin, Ballena de los vascos copiada del Escudo de armas que se ve en la Sala Consistorial de Lequeitio. *uB 119 q Á 19uep Jonuer “q 10d ]eamgeu pop soperdoo soquiy “eroua xod o3sta oyojonbso otustu TAL e “SII —'0P89500 dp O3StA OjoJombs HT yt SIA "JUOLIYOS A, sisuoÑhDos29 DUDE “111 eurure"T ¿SN Lámina IV. Y pa de coslillas Bf 6. Escala 37 Figo 10 Escalaz5 a Escala 7 Escala 3 2 Emman. Janér et Ferrán delineabit. Balena biscayensis, D'Eschricht,—Copia del natural. > o q a, mM: e Ñ 4 es 7 q ci , DR ee bo AR A 4 A z > ' ' AN > Í . » 4 E * a S - MN 1] » ' YA : e e ú : > E , 8, A A pa e á 3 , € V . Pe ] 3 p de ys r 4 y ad 7 y > E Ye rd z * h y á j 4 E ee ' z "7 y 13 E: e + e A , “ a 4 p E j > bl : - ni , > ES a e 2 Ny o A . > o o A 7 y q a 0 y 5 j be e E alle A. - "L2ST 010149,T 6 Tl OPUBAB L, 1p 04107 19 ey01m998 0) *(QUOLIOS E] *S28UI/DOSI) DUNIDE) WOSTY Pp BULL e] "IS ÓLLISZA UDLLZT 19 LIUD[ “UDI er Tr "A eurure"T Lámina VI. Fig. 12 Emman. Janer el Ferrán ex pholographia exscripsit. Fig. 4.2 Huesos de la Balena biscayensis Eschricht, conservados en el Instituto de Jovellanos de Gijón. Lámina VII. Fig. 1.* Lequeitio reges debellavit, horrenda cete subjecit terra marique potens. PLENCIA Fig. 6.2 Emman, Janer el Ferrán exscripsil, Fig, 3.1 Armas, escudo y señal, castillo, puente y Santa Ana, naves, ballena y mar llena, son de Castro la Leal. Fig. 44 Lámina VIII. Emman. Janer et Ferrán exscripsit. Escudos de armas y timbres de la Villa de Bermeo. Lámina IX. Emmun. Janer ex photographia exscripsit. Fig. 3.2 Dibujos de los restos fósiles de cetáceos recogidos en Cuevas de Vera (Almeria). ' NA ¿eri pd Pr HD ANA A sé AR e ES en ¡ í ÍNDICE PÁGS. Las ballenas en las costas oceánicas de España.............. do duo dooo e 2 Documentos, observaciones y datos nuevamente recogidoS................ 26 La pesca de la ballena en el litoral vascongado, por D. Cándido Ríos y EU ondo aos a, CARGO ROS OROdOS donovavonacuVosan. OL. Recapitulación y deducciones que de los nuevos datos recogidos pueden NED ome VVVa daa a Oo ULdoUnaDo oo voo Da Dodd oe ooo be Spondoogarsonoor 67 DEE cveVosonVcunaor DAMOS DUO PI oro oO ESPE e 80 Más noticias sobre cetáceos que recorren los mares de España......... oboe 84 Noticia de los esqueletos y huesos sueltos de cetáceos que se encuentran en los Gabinetes de historia natural de España......... IN gvongoDL 96 Restos de cetáceos fósileS. .....o.o.oooomooo.o.o... 30000 poa oo da book LO Z BIO ot GOBoroapoDOdu ova AE dacoadoone 104 Nuevas cuartillas sobre asuntos balleneros que deberán adicionarse á las ya presentadas á la Academia en mi Memoria sobre Zas Ballenas en nuestras COSÍas OCeÁNACAS........ Do00Jo gos TOA PROS DO gO09punad aaa có y 107 14 15 23 25 26 32 32 32 32 32 32 33 33 33 33 34 39 41 42 43 45 45 CORRÍJASE DICE importancia pequeña Ziphioides Fiched commue y ocupado en Historia natural al hablar de los cetáceos á continuación de los Delfines, Marsoplas y Orcas, Ondarra Ondarra tintorial consignar aducidos Sangengo en la mar 24D 3.0 4.0 5. (55 des 8," 0 bastantes más veces al cual que no son Ballenas que en su vista Anbase, del los los LÉASE pequeña importancia Zifioidos Ficher comme me ocupé de la Historia natu- ral y al hablar de los cetáceos es donde á continuación de los Delfines, Marsoplas y Orcas, Ondarroa Ondarroa tintorea exclamar recogidos Sanjenjo en lo más 3.2 4,0 09) 63) eS 8.0 SJ Oz bastante unas veces que y no son Ballenas que de su vista Arbas, e del les les gladiator Castourdiales la que ellos las de Laredo (Humphack;) dos de ellas que en ocasiones estaciona cayescos Camarón Rías penetran Baienidos Balenidos par la ballena Balenidos pescando Balenidos Balenidos Balenidos de los huesos de los mismos esto mismo descartarlas los pescadores Balénidos Beallnas pliegue torneado no torneado sin ranuras vertebrales Prendorca Kasleoart orca muso si notano traccie de pa- rassisti estrias ó rreflejos Megaptera boops Gray Flockfisch Balenido Razorbab Rohwal Vinwal Balenido Gladiator Caslrourdiales que ellos tal Laredo (Humpback) donde ellas que en todas ocasiones estacionan cayucos Camariñas. rías penetren Balénidos Balénidos por las ballenas Balénidos paseando Balénidos Balénidos Balénidos de sus huesos esto en descastarlas Balénidos los pescadores Ballenas pliegues torneados no torneados sin ranuras; vértebras Pseudorca Easteoast Orca musso ai notato traccie di pa- rassiti estrias ni reflejos Megaptera boops ó Megapteron Gray Pflockfisch Balénido Razorbak Rohrval Vinwall Balénido 89 90 90 90 93 93 - 93 93 98 98 100 101 103 104 nuerto Bunsmeistes Wale tihagulik Capd” olla Capd” olla se la ve Combri traslados ha sido recogido por el una fomentador este mandó Ortreea. nada se escribe sobre tal ma- teria nuestro Bourmeister Whale tikagulik Cap d'olla Cap d'olla se le ve Combis trasladados los recogió él un fomentador mandó este Ostrea nada aquí se escribe sobre esla materia » AIDA 3 2044 093 250 652