A .. . qe a O 7% ar > » e. . .. Ye. _—> ENE NRO pd Y YA Pe JN É O pe 108) sk YN YA e ei HE A Dad de US Mp, MEMORIAS DE LA SOCIEDAD CUBANA DE HISTORIA NATURAL “FELIPE POBY” MEMORIAS DE LA SOCIEDAD CUBANA DE HISTORIA NATURAL ARELIE POEY" VOLUMEN I. 1915 DIRECTOR: DR. CARLOS DE LA TORRE. JEFE DE REDACCION: DR. ARISTIDES MESTRE. IMPRENTA DE AURELIO MIRANDA TENIENTE REY 27 En] JN A LIBRA! INDICE DEL VOLUMEN 1, 1915 YE Y YÍ ¡OTANÍ Número 1, Enero y Febrero VARDI Páginas DOS AA BRA a o do ds Da. Redacción: s... rain sa 1 Homenaje a Poey.—Datos biográficos (con . MA Lo AAA A IA Dr. Aristides Mestre ..... 3 Sesiones de la Sociedad (Mayo 26 de 1913; Enero 20, Abril 30, Mayo 30, Octubre 3 TAO e A MES E e A ON 8 Noticia biográfica del Profesor Van y Dr. Mannel Gómez de la TO y A ADO Pd INE A rn 19 Plantas nuevas o poco conocidas de Cu- e A Dr. Juan Tomás Roiy.... 22 Revisión del Catálogo de la Fauna Cuba- na. (Continuará)...... O A Dr. Carlos de la Torre... 31 Bosquejo histórico acerca de los estudios mineralógicos y geológicos relativos a la Isla de Cuba. Causas del evidente atra- so de los mismos (Continuará)....... «.. Dr. Domingo TI". Ramos... 37 REVISTA BIBLIOGRÁFICA.—1. Memoirs of the Museum of Comparative Zoology, Vol. XLIV, núm. 2, Cambridge, Mass. U.S.A., 1914.—2. La Ciguatera y los peces que la producen; por el Dr. Pedro Valdés Ragués, Habana, 1914......... Dr. Aristides Mestre...... 46 VARIEDADES. —Tesis sobre Historia Natural... o. "48 Número 2, Marzo y Abril Sesiones de la Sociedad (Enero 15 y 30 de Ms e A EC A A A ca OS 40) El Real Museo de Historia Natural de O A A AS Dr. Aristides: Mestre. .... 51 vi ÍNDICE Páginas Bosquejo histórico acerca de los estudios mineralógicos y geológicos relativos a la Isla de Cuba. Causas del evidente atra- so de los mismos (Conclusión)......... Dr. Domingo F. Ramos... La infancia de la humanidad (Continuará) Dr. Luis Montaré ........ Nuevas orientaciones sobre el transfor- MS (CAI . Dr. José Nicolás Ferrer... REVISTA BIBLIOGRÁFICA.—1. Bulletin of the United States National Museum, No. 5, Washington, D. C.. 1914.— 2. Anthropological papers of the Ameri- can Museum of Natural History, Vol. XI (Part. V.—Part. VI). New York, 1914.—3. Bulletin du Muséum Natio- nal d' Histoire Naturelle, Núm. 1, 1914, Paris.—4. Anales del Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires, tomo XXV, 1914, Buenos Alres........ Dr. Arístides Mestre...... VARIEDADES.—Conferencias sobre Historia Natural................ Número 3, Mayo y Junio Sesión pública solemne del 26 de Mayo NN os iso Bo ISO aiToa A SO ALO CUCN d OS Dr. Santiago de la Huerta Reseña de los trabajos durante el año de E A a So Se Dr. Aristides Mestre...... Poey en su aspecto literario y lingiístico. Dr. Juan M. Dihigo...... La Biología y las Ciencias Médicas ..... Dr. Federico Torralbas.... Junta Directiva para el año de 1915 a 1916.—Relación de los socios bGMÍaTeS. ets A e E y o oa Número 4, Julio y Agosto Recientes adquisiciones biológicas. Carrel y el Instituto Rockefeller ......... 2. Dr. Mario G. Lebredo... Elementos para el estudio de la Flora Cu- f Dres. Manuel Gómez de la A ao TON Ey L Maza y Juan Tomás Roig Revista BIBLIOGRÁFICA.—1. Bulletin of the New York Botanical Garden, Vol. 8, núms. 27, 28, 29 y 30 (March 14, 1912; November 23, 1912; March 18, 1913; April 4, 1914). —2. Anthropological Pa- pers of the American Museum of Natural History, Vol. XIX, Par. 1, New York, 96 91 05 97 9S 100 aut 139 ds 144 ÍNDICE Número 5, Septiembre y Octubre Sesiones de la Sociedad (Febrero 27, Mar- AN e O O E) A A O RN Ae A A AA Une nouvelle fourmi de Cuba; par le Dr. DARTE AA A E O AA DESICRE E: DUROS >>. <<. La destrucción del Anobio.......... .... Dr. José Ramos Almeyda. La infancia de la humanidad (Conclusión). Dr. Nuevas orientaciones sobre el transformis- MOCOS A Lo TDi REVISTA BIBLIOGRÁFICA.—Bulletin du Mu- séum National d' Histoire Naturelle, nú- ECOS 2 Y 90 OIE PAÍS oe Dr: VARIEDADES.—Las Ciencias Zoológicas en nuestra Universidad......... POS Luis Montané........ José Nicolás Ferrer... Aristides Mestre...... OE CIRO TOR SIA Número 6, Noviembre y Diciembre Sesiones de la Sociedad (Junio 26 de 1915)... A propósito de los manantiales de Vento. Sr. Notas sobre un chimpancé nacido en Cuba (CON GUALTO Sabados). coa. ode Dr. Nuevas orientaciones sobre el transtormis- MOMN(CONCIUSION): <>. 0.0 ia data Di El trips de los laureles .................. Sr. OS IR IA Antonio Pastor Giraud. Luis Montané....... ". José Nicolás Ferrer... Patricio G. Cardin... Demas lentiiRabre: de Dr. Carlos de la Torre ... REVISTA BIBLIOGRÁFICA .—The diseases of ( tropical plants; by M. T. Cook, Lon- ? A VARIEDADES.—Nuestro Doctorado en Cien- E Dr. Manuel Gómez de la Maza . y TES A AS O E E A VII Páginas AA A A % ba JA A par no O Ia 4 dins, halo p- BDAD CUBANA DE HISTORIA NATURAL —— “FELIPE POEY” £ 0 DIRECTOR: DR. CARLOS DE LA TORRE. JEFE DE REDACCION: DR. ARISTIDES MESTRE. ; IMPRENTA +1 -EL SIGLO XX DE AURELIO MIRANDA TENIENTE REY 27 en 1OLOS JUNTA DIRECTIVA DE LA de SOCIEDAD CUBANA DE HISTORIA NATURAL “FELIPE POEY” | 00% PARA EL AÑO ACADEMICO DE 1915 A 1916. Presidente: Dr. Carlos de la Torre. Vice-Presidente: Dr. Luis Montané. Secretario: Dr. Arístides Mestre. Dn Vice-Secretario: Dr. Federico Torralbas. Tesorero: Dr. Mario Sánchez Roig. SECCIONES 1. Mineralogía y Geología. Director: Dr. Santiago de la Huerta. Secretario: Sr. Pedro Guerra. 2. Biología. Director: Dr. Mario Lebredo. Secretario: Dr. Alberto Recio. 3. Botánica. Director: Dr. Manuel Gómez de la Maza. Secretario: Dr-Torge oYratruamn Trigo. 4. Zo: . y Faleontología. x Director: li. Felipe García Cañizares. Secretario: Dr. Pedro Y. Ragués. 1 J gto Director: Jr. T::is Montané. Secretario: lr. Juan M. Dibigo. 6. Agronomía. Director: Sr. José Cadenas. Secretario; Dr. Buenaventura Rueda. A" Los Sres. Secretarios de las Secciones forman el Comité de Redacción de las MEMORIAs, según acuerdo de la Sociedad; y el Sr. Tesorero tiene a su cargo la administración. ENERO Y FEBRERO DE 1915. Núm. 1. MEMORIAS DE LA - ¡SOCIEDAD CUBANA DE HISTORIA NATURAL nr > , ¡ “FELIPE POE Y” E) LIBRA R Y “EW "XORE BOTANICAL DOS PALABRAS “ARDEN; Para los que cultivamos en nuestra patria las Cien- cias Naturales, ha sido un paso importante la fundación de la Sociedad Cubana de Historia Natural «Felipe Poey», que, de consolidarse y desenvolverse progresivamente como creemos, salvará las dificultades propias del tra- bajo aislado y nos hará ver en plazo no lejano todas las ventajas de la labor colectiva en las investigaciones de ese género; y, ahora, la publicación de sus MEMORIAS es la consecuencia necesaria de la fundación de aquella Sociedad por lo mismo que desde hace medio siglo ca- recemos de una revista en «especial dedicada a la di- fusión de tales estudios. * Los que aquí trabajan por adelantar esos conocimientos no tendrán que guardar sus manuscritos inéditos, ni enviar al extranjero el fruto de sus constantes vigilias. En las Memorras se publicarán periódicamente las sesiones de la Sociedad de que es órgano oficial, así como los estudios presentados por sus miembros. TPam- bién reproducirá en sus páginas los trabajos que, juz- i gados favorablemente, estén dispersos en muy distintos J= impresos correspondientes al espacio de tiempo que . 2 Memorias de la Sociedad Poey. separa de nosotros el Repertorio de Poey, y que se re- fieran a las naturales riquezas de este país. Por otra parte, interesados como los que más por todo lo que afecte al problema de la enseñanza de la Historia Na- tural en Cuba, recopilaremos asimismo las tesis, leccio- nes, conferencias y otros escritos que revelen un salu- dable esfuerzo en el sentido de nuestras preferentes dedicaciones, sin olvidar tampoco dar cuenta de las pu- blicaciones, obras, folletos, etc., que merezcan infor- mación bibliográfica; tratando muy particularmente de desarrollar nuestras relaciones con la prensa científica extranjera que se ocupe de estas materias, y de formar, a virtud de nuestro canje, una extensa y variada colec- ción de esas publicaciones, tan útiles por múltiples motivos a los fines que persigue la Sociedad. La aparición de las MEMORIAS DE LA SOCIEDAD Cu- BANA DE HisrorRIA NATURAL (FELIPE Pory» es un hecho que señalamos con legítima satisfacción; y confiados en la bondad de nuestra causa en pro de los intereses de la ciencia cubana, esperamos ver compensado nues- tro empeño recibiendo alentadores estímulos de todos los que se sientan preocupados por el mejor conoci- miento de los productos de este suelo pertenecientes a los tres reinos de la naturaleza. LA REDACCIÓN. HOMENAJE A POEY.—DATOS BIOGRAFICOS (0 El día 28 de Enero del actual hizo veinticuatro años que este ilustre naturalista falleció en esta ciudad, a una edad ¡muy avanzada; y en la tarde de ese día, ante el mausoleo que se levan- ta en el centro del Museo de Zoología que lleva su nombre, se rindió homsnaje a la memoria de Felipe Poey, el maestro de las Ciencias Naturales en Cuba, el fundador de la enseñanza de la Zoología y de la Anatomía Comparada en la Universidad de la Habana. El mausoleo que contiene los restos venerados de aquel sabio estaba adornado de plantas y de flores, siendo visitado por catedráticos de la Facultad de Letras y Ciencias y numerosos estudiantes; y, para conmemorar el vigésimocuarto aniversario de aquella muerte tan justamente sentida, a la hora de la clase, en torno del Dr. Carlos de la Torre, se congregaron los alumnos de las asignaturas que les explica este discípulo de Poey. La clase la dedicó el Dr. La Torre, de la misma manera que en el año anterior lo había realizado, a dirigirles a sus oyentes una alocución recordando en ella la dilatada y meritísima labor del inolvidable maestro, su gloriosa jornada en sus cincuenta años de profesorado. Pasma, sin duda, lo fructífero de esa vida y lo muy alto que elevó, por la importancia notable de sus múltiples investigaciones e interesantes escritos, el nombre de Cuba ante la América y la Europa científicas. ¡Siempre se evocará la me- moria de Poey entre los que en esta tierra cultiven las ciencias que él ilustró tan intensamente con el brillo de su ingenio! Felipe Poey y Aloy nació en la Habana el 26 de Mayo de 1799 y falleció el 28 de Enero de 1891. Antes de consagrarse a las Ciencias Naturales, Poey estudió el Derecho español, y luego el francés; fué Abogado de la Au- (D La Historia Natural en Cuba; por Manuel J. Presas, «Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba», 1865.— Biografía de Poey; por David S. Jordan, «Popular Science Monthly», 1831.—Poey; por el Dr. Arístides Mestre, «Revista Cubana», 1891.—Elogio del Sr. Felipe Poey; por el Dr. Arístides Mestre (Sociedad Económica de Amigos del País; sesión pública del 27 de Junio de 1891) .—Discurso sobre Poey; por el Dr. Carlos de la Torre (ante el busto de Poey en el patio de la Universidad), 1903.—Conferencia sobre Poey; por el Dr. Carlos de la - Torre (Sociedad de Conferencias), 1914; etc.—Los restos de Poey setrasladaron del Cemente- rio de Colón (Panteón de la Universidad) al Museo de Zoología el 5 de Junio de 1907. 4 Memorias de la Sociedad Poey. diencia de Castilla la Nueva, y, en la Academia Nacional de Am- has Jurisprudencias de Madrid, explicó parte de la Novísima re- eopilación y aleo de la Constitución política de la monarquía; mas, anteriormente, en la Habana había obtenido el título de Bachiller en Derecho Civil. Discípulo de Félix Varela y de Justo Vélez, al resolver un programa sometido a los alumnos, ““nadie presentó un diseurso más correcto en cuanto a ideas, ni nadie lo resolvió mejor que Poey?””, escribe Vélez; y también entonces, disertando “sobre si es más punible el rapto por se- ducción que el rapto por fuerza física?”, mereció “un premio de distinción por el modo brillante?” con que lo hizo. Esta faz de la vida de Poey—allá por el año 1819—£forma contraste con los otros períodos de su existencia. En 1832, estando en París, publica una parte de su Centurie des Lepidopteres de lle de Cuba, siendo nombrado “miembro fundador?” de la “Société Entomologique de France””, de la que era entonces Presidente honorario el ilustre Latreille. Dirigió sus Memorias de la Historia Natural de la Isla de Cuba (1851 a 1861) y después el Repertorio Físico Natural de la Isla de Cuba (1865 a 1868) ; en ellos se encuentran numero- sos trabajos de Poey, como también en los **Proceedines of the Academy of Natural Sciences””, de Filadelfia, en los **Annals of the New York Lyceum””, en los **Anales de la Sociedad de His- toria Natural de Madrid””, y en otras publicaciones de la mis- ma índole. Pero, ninguno de sus estudios es de la trascendencia de su Ictiología Cubana que comenzada, puede decirse, desde 1826, llegó a ser una obra realmente notable, que mereció los aplausos de Cope, eminente naturalista norteamericano, y de Giúnther, el célebre autor del catálogo de peces del Museo Bri- tánico. La obra—en vías de publicarse actualmente—fué com- prada por el Gobierno español, depositándose en el Museo de Madrid, después de haber obtenido en la Exposición de Ams- terdam medalla de oro, y su autor condecorado por el Rey de los Países Bajos con la Cruz de Caballero de la Orden del León Noerlandés. Daremos idea de la Zetiología con las propias palabras de Poey. “El Texto contiene (además del Número de la especie, el Nombre científico, el Nombre vulgar, la Sinonimia completa, la Descripción de los colores, Pormenores descriptivos, Rela- ción de las variedades, Comparaciones, Observaciones críticas, A. Mestre: Homenaje a Poey. Datos biográficos. 0 Historia del pez) los caracteres de subclases y órdenes, fami- milias, géneros y especies: no aleanza la extensión que el pri- mer aspecto exige el número de peces que forman la /ctiología Cubana, porque presenta las láminas como parte principal de la deseripción; no repitiendo lo que está a la vista, con lo cual puedo dar en breve membrete titulado Pormenores, lo que el dibujo no enseña, como son las particularidades de anatomía interna. | ““El número total de láminas contenidas en el' Atlas, con- tando aleunas repetidas' (bis) es de 1.040, y comprenden: 758 especies de peces cubanos representados por 1,300 individuos de todas edades; 90 escamas; 94 cortes verticales; 87 esqueletos completos; 51 medio esqueletos; 43 pormenores de esqueletos; 85 vísceras completas; 32 pormenores de vísceras; 8 helmintos, y 120 con otros pormenores distintos. ““Son 782 el total de especies de peces cubanos. De ellos hay 105 dudosos, con su correspondiente número, pero no específi- camente nombrados, porque los tengos en suspenso hasta que pueda completar algunos datos con otros ejemplares, ya por razón de la edad del pez, ya por la constancia de las variedades que presenta. ““Las 105 especies dudosas se reducirán a menos según va- yan otras deseribiéndose en el texto, llevando sus nombres al Atlas. Entretanto contamos 677 especies bien determinadas, de las cuales más de la mitad han sido por primera vez descritos por mí, en las diversas obras que acompaño. No pasan de una docena las especies no vistas por mí, inscritas bajo la confianza que merecen los autores que afirman haberlas recibido de la Isla de Cuba: otras tantas son las especies vistas, descritas y no figuradas. ”? El mismo Poey refiere de esta manera la historia de su obra: ““El estudio de los peces de la Isla de Cuba, dijo, ha sido la atención constante de toda mi vida, fuera del tiempo que las ocupaciones universitarias me tenían embargado. En 1826, cum- plidos mis veintisiete años, hice mi viaje a París, llevando con- migo 85 dibujos de Peces de esta Isla y 35 especies contenidas en un barril de aguardiente. Era el tiempo en que el ilustre Cuvier ordenaba sus primeros trabajos para la publicación de su erande obra titulada Historia general de los Peces. Todo le fué entregado; y tuve el honor—agrega Poey—de ser citado 6 Memorias de la Sociedad Poey. por él y por su colaborador Valenciennes””... “Vuelto a la Habana en 1833 continué mis primitivas tareas; pero ya pre- parado con estudios icetiológicos, que me permitieron dibujar con más inteligencia y corrección””... “La redacción del texto me ha costado inmensamente más tiempo y trabajo, por los es- tudios preparatorios que ha exigido. En cuanto a la determi- nación de las especies, rara es la que no me ha tenido ocupado una semana entera, con el fin de presentar lo cierto como cierto y lo dudoso como dudoso; así es que casi todas las que he decla- rado nuevas lo son en realidad, y han conservado el nombre por mí impuesto.”” Muchas descripciones hechas en otros perió- dicos científicos han sido reproducidas en la [ctiología; sirvien- do para su redacción, el Conspectus Piscium Cubenstm, objeto de un estudio crítico del ilustrado profesor Th. Gill, y el catá- logo de peces cubanos revisado en 1875, que llamó Enumeratio Piscium Cubensium. El nombramiento de Poey de Catedrático de Zoología y Anatomía Comparada data del 24 de Octubre de 1842; encar- gándose en 1863 de las asignaturas de Zoología, Botánica, Mi- neralogía y Nociones de Geología; y quedó de propietario de las de Zoología y Mineralogía, por la reforma de 1871. Des- empeñó en el curso de 1880 a 1881, las cátedras de Zoografía de Vertebrados, Zoografía de Articulados, y Zoografía de Mo- luscos y Zoófitos. En 1873 fué Decano de las Facultades de Fi- losofía y Letras y de Ciencias; y, en 1880, de la de Ciencias únicamente. En sus últimos años de profesorado sólo explicaba las asignaturas de Zoografía de Vertebrados y de Zoografía de Articulados, conforme la otra reforma de 1888. En 1843 pu- blica su Curso de Zoología y, más adelante, su Curso elemental de Mineralogía (tres. ediciones, 1875.) Sin contar con los títulos que le otorgaron en Cuba, entre otras corporaciones, las entonces Real Sociedad Económica de Amigos del País, Real Academia de Ciencias de la Habana y Sociedad Antropológica, fué asimismo corresponsal de la So- ciedad Española de Historia Natural de Madrid, de la Real So- ciedad Zoológica de Londres, de la Sociedad Entomológica de Filadelfia; Socio de Honor de la de Amigos de la Historia Natural de Berlín, para no citar más; y entre los naturalistas que fueron corresponsales de Poey, están sabios como Peters, Gill, Cope, Chevrolat, Pfeiffer y Agassiz. La Corona Poeyana, el con- A. Mestre: Homenaje a Poey. Datos biográficos. 7 junto de las especies zoológicas a Poey dedicadas, es, sin duda, la mejor demostración de su prestigio científico. Testigo excepcional fué Poey del inolvidable debate entre Cuvier y E. Geoffroy St. Hilaire sobre la fijeza y variabilidad de las especies orgánicas. “Dos grandes escuelas—escribía Poey—se dividen las ciencias biológicas: una que tiene al fren- te el nombre de Cuvier y otra que se halla personificada en Geoffroy St. Hilaire””... “Yo no soy—dice—de ninguna es- cuela, sin embargo de que mis convicciones más firmes son por las creencias de Cuvier; pero he encontrado tanta filosofía en las doctrinas de la escuela contraria, que me he dejado arreba- tar por ella de un movimiento simpático, y como busco ingenua- mente la verdad, he tomado el partido de quedarme con Cuvier, siempre que la fuerza de los hechos bien observados no me obli- guen a apartarme de las lecciones de tan sabio maestro.”” Par- tidario primeramente de Cuvier y Agassiz, se nota poco a poco en los escritos de Poey el cambio de sus apreciaciones. **En cuanto a ideas filosóficas—ha escrito el Dr. La Torre—nos ofre- ce Poey en sus opiniones sucesivas una síntesis de los progresos realizados por las Ciencias Naturales en el presente siglo (xIx): fiel en un principio a los preceptos de Linneo y Cuvier, acepta sus doctrinas, aunque le seducen las atrevidas concepciones de de Lamarck y Geoffroy Saint Hilaire; más tarde se deja arras- trar por los razonamientos de Agassiz, y busca la interpretación de los hechos en la célebre teoría de las causas finales; pero, en casi todos sus escritos, y particularmente en su disertación so- bre la especie, se sienten palpitar los gérmenes de las nuevas ideas y presenta numerosos ejemplos de variabilidad de las es- pecies, base fundamental del transformismo; doctrina aceptada por Poey a medida que Darwin y su escuela fueron destruyen- do los argumentos que hicieron sucumbir las tentativas de sus ilustres predecesores.?? Poey interpretó con un eriterio darwl- nista—el de la supervivencia de los más aptos, y cuando Darwin todavía no había publicado su obra famosa en 1859—el hecho de la persistencia de formas antiguas a través de las edades ceológicas. En Poey, la evolución de sus principios científicos corría pareja con su hermosa fisonomía moral. A su cultura científica uníanse estrechamente sus aficiones literarias, en cuyo campo hubiera logrado “puesto eminente de haber podido dedicarle con más despacio sus felices disposicio- 8 Memorias de la Sociedad Poey. nes, su irresistible afición, su gusto depurado y sus fruetuosos estudios filológicos””; e insistió constantemente en sus Cursos universitarios en todo lo que pudiera afectar la propiedad de los términos y en la corrección de las traducciones hechas al idioma castellano; preocupábale en sus trabajos tanto la forma como el fondo. Sus Obras literarias publicadas en 1888 contie- nen pruebas irrecusables de este aspecto intelectual de Poey, de quien con razón se dijo, cuando aparecieron aquéllas, que era un sabio muy literato, tan amigo de Cuvier como de Virgilio y muy capaz de preferir, al Buffon naturalista, el Buffon es- eritor. Dr. A. MESTRE. SESIONES DE LA SOCIEDAD 12 sesión (preparatoria).—Mayo 26 de 1913. Presidencia del Dr. Carlos de la Torre. En la ciudad de la Habana, a las 4 15 de la tarde del día 26 de Mayo de 1913, se reunieron los que a continuación se ex- presan, en el Museo de Zoología (**Museo Poey?”*) de la Univer- sidad, previamente convocados por los Dres. Carlos de la Torre y Arístides Mestre, al objeto de constituir una Sociedad Cien- tífica dedicada al cultivo de la Historia Natural en la Isla de Cuba, escogiéndose esta fecha para ello por ser la del aniversa- rio del natalicio del ilustre ictiólogo Felipe Poey, el 26 de Mayo de 1799. Los asistentes: fueron: Dr. Carlos de la Torre, Profesor de Botánica, Zoología y Zoografía de la Universidad; Dr. Arísti- des Mestre, Profesor Auxiliar de Biología, Zoología y Antropolo- gía, Conservador del “Museo Poey?””, de la Universidad; Dr. Manuel Gómez de la Maza, Profesor de Botánica y Fitografía, de la Universidad; Dr. Jorge Horstmann y Trigo, Profesor Auxiliar de Botánica, Director del Jardín Botánico de la Uni- versidad; Dr. José Cadenas, Profesor de Agronomía de la Uni- versidad; Dr. Buenaventura Rueda. Jefe de los Museos y Labo- ratorios de la Escuela de Agronomía; Dr. Felipe García Cañi- ==>====> EELIREROEY Mayo 26 de 1799. + Enero 28 de 19591. + Sesiones de la Sociedad. 9 zares, Profesor de Historia Natural del Instituto de Segunda Enseñanza de la Habana; Dr. Mario Sánchez Roig, Profesor de Historia Natural de la Granja Escuela Agrícola de la Habana; Dr. Juan T. Roig, Jefe del Departamento de Botánica de la Estación Experimental Agronómica de Santiago de las Vegas; Dr. Patricio Cardín, Jefe del Departamento de Patología Ve- getal de la misma; Dr. Benjamín Muñoz Ginarte, Ayu- dante 1.” de Botánica de dicha Estación. Exvusaron su asisten- cia, si bien identificados con la creación de la Sociedad, los Dres. Luis Montané, Profesor de Antropología; Santiago de la Huer- ta, Profesor de Mineralogía y Geología, ambos de la Universi- dad; y el Dr. Pedro Valdés Ragués, Conservador de los Museos del Instituto de Segunda Enseñanza de la Habana. El Dr. Arístides Mestre expuso detalladamente los antece- dentes que motivaban la reunión actual, presentando las pro- posiciones relacionadas con la fundación de la Sociedad men- cionada; haciendo uso de la palabra con igual objeto los Dres. La Torre, Cañizares y Cadenas. Después de discutirse por di- chos profesores las consideraciones del Dr. Mestre, se adopta- ron por unanimidad los siguientes acuerdos: 1.2 Queda constituída en la Habana una Sociedad dedica- da al estudio de las Ciencias Naturales (Mineralogía, Geología, Botánica, Zoología, Antropología, Paleontología y Agronomía) y a sus aplicaciones; la que se llamará Sociedad Cubana de His- toría Natural “Felipe Pocy”?, como tributo a la Memoria del egregio fundador de las Ciencias Naturales en nuestra patria. 2.2 La Sociedad tendrá por fin, principal el cultivo de la ciencia local, a más de estrechar los lazos de compañerismo, en- tre los que aquí persiguen esos estudios, haciendo así más efi- caz la labor científica personal. 3.2 La Sociedad tendrá, tan pronto sea posible, su publica- cación especial, donde aparecerán periódicamente sus trabajos; cuya revista contribuirá a establecer relaciones científicas con naturalistas y las sociedades análogas del extranjero; y 4. Se nombra una Comisión gestora para la redacción del Proyecto de Reglamento y lo referente a la organización de la Sociedad; constituyendo esa Comisión los Dres. C. de la Torre y A. Mestre. o 10 Memorias de la Sociedad Poey. 24 sesión (preparatoria).—Enero 20 de 1914. Presidencia del Dr. Carlos de la Torre. En la ciudad de la Habana, a las 4 4 de la tarde del día 20 de Enero de 1914, se reunieron en el “Museo Poey””, de la Uni- versidad de la Habana, los Sres. Dres. Carlos de la Torre, M. Gómez de la Maza, B. Rueda. S de la Torre, M. Sánchez Roig, J. Horstmann Trigo, P. Cardín, B. Muñoz Ginarte, J. Ramos Almeyda y V. Rodríguez, para continuar tratando de la organi- zación de la Sociedad Cubana de Historia Natural “Felipe Poey?”?. Excusaron su asistencia los Sres. Cadenas y Valdés Ragués. El Dr. Mestre leyó el acta de la sesión de Mayo 26 de 1913, que fué por unanimidad aprobada; y seguidamente dió cuenta de las comunicaciones de los Dres. José Ramos Almeyla, Juan M. Dihigo, Profesor de Lingiiística, y Pedro Guerra, Ayudante del Museo de Mineralogía y Geología, adhiriéndose a los tra- bajos de formación de la Sociedad. Después el Dr. Mestre leyó a su nombre y en el del Dr. La Torre, el proyecto del Reglamento de la Sociedad, cuya redac- ción les fué encargada. Se discutieron aleunos de sus artículos por los Dres. S. de la Torre, J. Ramos Almeyda, A. Mestre y €. de la Torre, precisándose en especial lo referente a la constitu- ción de la Junta Directiva, de la cual formarían parte, en ca- lidad de Vocales, el Director y Secretario de cada una de las cinco Secciones de la Sociedad. El Reglamento quedó aprobado por unanimidad, de esta manera: Art. 1.—Se constituye en la Habana una agrupación cien- tífica dedicada al estudio de las Ciencias Naturales (Mineralo- gía, Geología, Botánica, Zoología y Paleontología, Antropología y Agronomía) y a sus aplicaciones. Art. 2. —Dicha agrupación se denominará Sociedad Cuba- na de Historia “Felipe Poey””, como tributo a la memoria del sabio fundador de las Ciencias Naturales en Cuba. Art. 3.-—El fin principal de la Sociedad será el cultivo de la ciencia local, tendiendo a estrechar los lazos de compañeris- mo entre los que persiguen en Cuba esos estudios, para que la labor científica personal resulte más eficaz. Sesiones de la Sociedad. 11 Art. 4—El número de socios será ilimitado, pudiendo per- tenecer a la Sociedad así los cubanos como los extranjeros; ne- cesitándose para ser admitido la propuesta de un miembro, y la admisión en la siguiente sesión por las dos terceras partes de los votos de los concurrentes y previo informe, de una ponencia nombrada al efecto. Art. 5.——Los socios serán fundadores, titulares, corresponsa- les y honorarios. Los primeros son los que han asistidos a la se- sión de constitución y organización de la Sociedad. Los titula- res son los miembros ordinarios de la agrupación, residentes en toda la Isla, y abonarán la euota anual de seis pesos moneda ame- ricana. Los corresponsales lo son en el extranjero. Para ser nombrado miembro honorario es preciso haber sobresalido en las Ciencias Naturales, puras o aplicadas, por sus conocimientos e importancia de sus publicaciones. Los corresponsales y hono- rarios están exentos del pago de la cuota mencionada. Art. 6—A los efectos de los trabajos de la corporación, ésta comprenderá las siguientes Secciones, que tendrán sus respee- tivos Director y Secretario: 1.2, de Mineralogía y Geología; 2.*, de Botánica; 3.*%, de Zoología y Paleontología; 4.*, de Antropo- logía; y 5.2, de Agronomía. Art. 7.—La Sociedad elegirá anualmente su Junta Directi- va compuesta del Presidente, Vicepresidente, Secretario, Vice- secretario y Tesorero, los que constituyen la Mesa; siendo Vo- cals de aquélla el Director y Secretario de las Secciones que comprende la Sociedad. Dicha: Junta Directiva será nombrada en la primera quincena de Enero de cada año; verificándose las elecciones entre los socios titulares residentes en la Habana por mayoría de votos y pudiendo ser reelectos. La Sociedad podrá nombrar un Presidente honorario. Art. S..——Las sesiones de la Sociedad serán ordinarias y ex- traordinarias, ya privadas o públicas, según el carácter de la orden del día. Las ordinarias se celebrarán en la última sema- na de cada mes, exceptuándose los meses de Julio, Agosto y Di- ciembre. Las sesiones extraordinarias podrán convocarse por el Presidente cuando las juzgue oportunas o a virtud de peti- ción por eserito de tres socios titulares. Los acuerdos de la So- ciedad se tomarán siempre por mayoría de votos, decidiendo la presidencia en caso de empate; y constituyendo el quorum para la celebración de las sesiones cinco miembros titulares. La So- 12 Memorias de la Sociedad Poey. ciedad celebrará el 26 de Mayo de cada año una sesión solemne conmemorativa de su fundación, fecha del nacimiento de Poey, en 1799. Art. 9“—La Sociedad tendrá lo más pronto que sea posible su publicación, órgano oficial de ella, y donde periódicamente aparecerán sus trabajos; y un Comité de Redacción, nombrado por la Sociedad, se ocupará de todo lo concerniente a dicha pu- blicación, de acuerdo con su Junta Directiva. Art. 10.—La Sociedad resolverá lo que no se exprese en este Reglamento, el cual no podrá modificarse sino en sesión extra- ordinaria convocada a ese fin; y en caso de disolución de la So- ciedad, los fondos y propiedades de la misma se destinarán al “Museo Poey”” de la Escuela de Ciencias de la Universidad de la Habana. Resolvióse remitir el Reglamento al Gobierno Civil, confor- me a lo legislado y para su aprobación. - Se acordó considerar como socios fundadores a todos los se- ñores que se hubiesen adherido a los trabajos de organización hasta la sesión en que, aprobado por la Superioridad, se dé cuenta de ello, y quede, al mismo tiempo, elegida la Junta Directiva de la Sociedad. El Dr. Mestre, creyendo interpretar los sentimientos de los presentes, dedica algunas palabras a la memoria del Dr. Pedro Cué, Profesor de Historia Natural del Instituto de Segunda En- señanza de Sta. Clara, recientemente fallecido; palabras que apoyó el Dr. Carlos de la Torre refiriéndose a los méritos del compañero. Los presentes se identificaron con lo expuesto por los Dres. Mestre y C. de la Torre. Por último, el Dr. Carlos de la Torre expresó algunos con- ceptos sobre la misión que ha de tener la Sociedad continuando la labor de Poey y de Gundlach en el estudio de la naturaleza de Cuba; y, por otra parte, vulgarizando los conocimientos ya adquiridos en los diversos ramos de las Ciencias Naturales: tra- bajos de la Sociedad que resultarán más eficaces cuando publi- que periódicamente, cual es uno de sus propósitos, su boletín o revista. Sesiones de la Sociedad 13 32 sesión.—Abril 30 de 1914. Presidencia del Dr. Carlos de la Torre. Bajo la Presidencia del Dr. Carlos de la Torre y con la asistencia de los Sres. Dres. Montané, Horstmann, Guerra, B. Rueda, Sánchez Roi, Cardín, B. Muñoz, V. Rodríguez y Mes- tre, celebróse la sesión, en el Museo Poey, de la Universidad. El Dr. Mestre dió lectura al acta de la sesión anterior, que fué aprobada por unanimidad. Se excusaron de asistir a la se- sión los Dres. Gómez de la Maza, Huerta, Cadenas, Dihigo, Gar- cía Cañizares y J. T. Roig, y $. de la Torre. Seguidamente el Dr. Carlos de la Torre expuso que el Re- oelamento de la Sociedad había sido aprobado por la Superiori- dad, por cuyo motivo procedía elegir la Junta Directiva corres- pondiente al año actual y que debía resir a la Sociedad hasta Enero de 1915, según el Reglamento, lo que no se había reali- zado en Enero de este año por las circunstancias especiales de estarse organizando la corporación. Verificada la votación secreta resultaron electos por mayo- ría de votos los siguientes: Presidente, Dr. Carlos de la Torre; Vice-Presidente, Dr. Luis Montané; Secretario, Dr. Arístides Mestre; Vice-Secreta- rio, Dr.-Salvador de la Torre; Tesorero, Dr. Mario Sánchez Roig. Sección de Mineralogía y Geología: Director, Dr. Santiago de la Huerta; Secretario, Sr. Pedro Guerra. Sección de Botánica: Director, Dr. Manuel Gómez de la Maza; Secretario, Dr. Jorge Horstmann Trigo. Sección de Zoología y Paleontología: Director, Dr. Felipe García Cañizares; Secretario, Dr. Pedro Valdés Ragués. Sección de Antropología: Director, Dr. Luis Montané; Se- cretario, Dr. Juan M. Dihigo. Sección de Agronomía: Director, Sr. José Cadenas; Secre- tario, Dr. Buenaventura Rueda. Fué proclamada la Junta Directiva electa, que comenzará sus funciones en la inmediata sesión; terminando su trabajo preparatorio la Comisión gestora por quedar constituída defini- 14 Memorias de la Sociedad Poey. tivamente la Sociedad Cubana de Historia Natural “Felipe Poey””. . Se acordó no celebrar la sesión conmemorativa del 26 de Mayo (art. 8.), hasta el próximo año de 1915, y solamente la sesión ordinaria correspondiente al mes; dejándose para más adelante el nombramiento del Comité de Redacción de la pu- blicación que ha de tener la Sociedad; acordándose, por último, que los socios fundadores fueran considerados también como titulares, es decir, titulares fundadores. El Dr. Carlos de la Torre hizo aleunas consideraciones sobre los primeros pasos de la Sociedad hasta que logre desenvolver- se y realizar sus planes; e indicó lo conveniente que será para el estudio de los elementos naturales de Cuba nuestras relacio- nes científicas con Profesores de otros países; también hizo re- ferencia el Dr. La Torre a la Comisión del Museo Nacional de Washington que pronto ha dedicarse al estudio de nuestra zoología marítima; y se dió por terminada la reunión. 42 sesión. —Mayo 30 de 1914. Presidencia del Dr. Carlos de la Torre. Socios CONCURRENTES.—Sres P. Guerra, S. de la Torre, J. Ramos Almeyda, M. Sánchez Roig, J. M. Dihigo, B. Muñoz Gi- narte y A. Mestre (Secretario. ) El Secretario leyó el acta de la sesión anterior, que fué aprobada. COMUNICACIONES.—El Secretario manifestó que oportuna- mente se extendieron los nombramientos de la Junta Directiva proclamada en la sesión última, remitiéndose a los interesados HOMENAJE A PoerY.—Expresó el Dr. Mestre que en la Cáte- dra de Biología, Zoología y Zoografía, se ha iniciado ya la práe- tica de consagrar la lección a la memoria del naturalista Felipe Poey el día 28 de Enero, fecha de su fallecimiento en 1891; y que este año, en dicho día se adornó el mausoleo del inolvidable maestro con flores naturales, y el Dr. La Torre dirisió la pala- bra a los alumnos de las mencionadas asignaturas, trazando los rasgos principales que le dieron valcr a la laboriosa vida del ilustre fundador de la enseñanza de las Ciencias Naturales en Cuba. El 26 de este mes, fecha de su natalicio (Mayo 26 de Sesiones de la Sociedad. 15 1799), agregó el Dr. Mestre, también fué visitado el mausoleo por él y algunos discípulos, a pesar del tiempo inclemente que hacía, cumpliéndose de esa manera con el para nosotros sagrado deber de no olvidar al maestro. INVESTIGACIONES DE ZooLoGía Marítima.—El Dr. La Torre dió verbalmente cuenta a la Sociedad de las investigaciones Zoo- lógicas que en la actualidad practican en la costa norte de la Isla de Cuba una Comisión del Museo Nacional de Washington, compuesta de los Sres. John B. Henderson (de Washington), Dr. Bartsech (de Washington), Geo Clapp (de Pittsburg, Pa.), y Charles Jorrey Simpson (de Little River, Fla.) ; agregándose a dicha Comisión el Dr. La Torre y el Sr. V. Rodríguez, Ayudan- te del Museo Poey. Se detiene el Dr. La Torre a explicar el ca- rácter científico de la excursión, lugares recorridos, clase de animales ya recolectados, el modo de conservar su coloración, las observaciones nocturnas, ete.; y tembién, en aleunos puntos del litoral, penetraron en tierra para fijarse en ciertos eurio- sos fenómenos geológicos. Las investigaciones, suspendidas tran- sitoriamente, se reanudarán en breve. El Dr. La Torre termina su comunicación expresando que el Dr. Mestre se propone en este verano 1r a Europa y estudiar la oreanización de aleunos de los Laborotorios de Biología marítima del viejo mundo, para lo que ha sido debidamente autorizado por nuestra Facultad de Letras y Ciencias.—El Dr. Mestre hizo después referencia a este estudio, prometiendo no olvidar en su próximo viaje a las conveniencias de la Sociedad en los primeros tiempos de su or- ganización. AGRADECIMIENTC.—El Dr..J. M. Dihiso, Profesor de Lin- súística y de Filología de la Universidad, asradece a la Socie- dad el nombramiento hecho a su favor de Secretario de la See- ción de Antropología y pone a disposición de ella su mejor voluntad; contestándole el Presidente que acepta su coopera- ción, dadas sus dedicaciones científicas, en una de las ramas de la Sección de Antropología. Se da por terminada la sesión, 16 Memorias de la Sociedad Poey. 52 sesión. —Octubre 31 de 1914. Presidencia del Dr. Carlos de la Torre. SOCIOS CONCURRENTES.—Sres. J. T. Roig. M. Gómez de la Maza, $. de la Huerta, J. M. Dihiso, M. Sánchez Roig, J. Horst- mann Trigo, V. Rodríguez, P. Guerra y A. Mestre (Secretario). Asisten también a la sesión los Sres. H. A. Van Hermann, Jefe del Departamento de Horticultura de la Estación Experi- mental Agronómica de Santiago de las Vegas. y el Sr. agróno- mo M. de J. Rabassa. El Secretario leyó el acta de la sesión anterior, que fué apro- bada. FormMItciDos CUBANOS.—El Dr. M. Sánchez Roig, en una co- municación verbal, manifiesta su propósito de hacer un estudio de los formícidos cubanos, exponiendo aleunos datos históricos sobre los naturalistas que se han ocupado de ese importante ca- pítulo de la entomología de esta isla desde mediados del siglo último hasta nuestros días. El Presidente expresó que el trabajo que proyecta el Dr. Sánchez Roig debe estar acompañado de no- tas zoogeográficas, tan importantes en esa clase de estudios; y el Dr. 5. de la Huerta indica asimismo ser conveniente dar en cada familia, subfamilia, géneros y subgéneros, jos caracteres pro- pios de esos grupos, facilitándose así su conocimiento a los que no sean especialistas. El Dr. Sánchez Roig contestó que al llevar a efecto su Contribución al estudio de los formícidos cubanos, tomaría en eonsideración lo manifestado por los Dres. La Torre y Huerta, cuyas indicaciones juzgaba oportunas. EL ProreEscR Van THieGHeEmM.—Seguidamente el Dr. M. de la Maza lee una Noticia biográfica dei Profesor Van Thieghem, eminente profesor del Museo de Historia Natural de París. Na- ció Van Thieshem en Bailleul, Francia, el 19 de Abril de 1839, y murió el 29 del mismo mes en este año de 1914.—El Presiden- te aplaude que el Dr. Gómez de la Maza haya recorda:lo en su **Noticia”” la vida y las obras de Van Thieghem, que ha sido para los estudiantes de Botánica lo que el Profesor Claus para los de Zoología: hemos rendido, dijo, por boca de nuestro com- pañero, un tributo de justicia al sabio maestro. EL Museo De BéLcica.—El Dr. Mestre presenta a la Socie- Sesiones de la Sociedad. 17 dad una información sobre El Real Museo de Historia Natural de Bélgica, entretanto redacte su trabajo sobre los Laboratorios de Biología marítima y Museos de Historia Natural visitados por él en su viaje a Europa, donde la guerra no le permitió realizar sus estudios sino incompletamente. El Dr. Mestre dedicó aleunas frases de asradecimiento al Profesor Gilson, Director actual del Museo de Bruselas, por la atención que le dispensara cuando lo visitó en los momentos en que la desastrosa contienda se iniciaba en la heroica y desventurada Bélgica.—El Presidente estima de interés los datos contenidos en el estudio leído por el Dr. Mestre por lo mismo que nuestro Museo de Zoología está en período de organización. SESIÓN PRIVADA.—5Se constituye la Sociedad en sesión priva- da para tratar del nombramiento de socios titulares propuestos y de otros particulares. 62 sesión. —Noviembre 28 de 1914. Presidencia del Dr. Luis Montané. Socios CONCURRENTES.—Sres. S. de la Huerta, J. M. Dihigo, J. T. Roig, P Cardín, M. Sánchez Roig, J. Hortsmann Trigo P. Guerra, V. Rodríguez y A. Mestre (Secretario). Asisten también a la sesión los Sres. J. R. Johnson, del De- partamento de Patología Vegetal y Entomología de la Estación Experimental Agronómica de Santiago de las Vegas. El Secretario leyó el acta de la sesión anterior, que fué apro- bada; y excusa la asistencia del Dr. La Torre, que se encuentra efectuando una excusión científica en la Isla con el Sr. Hender- son, de Washington. PREBISTORIA CUBANA.—El Dr. Montané hace una comunica- ción sobre prehistoria cubana; expresándose así: ““Los descubri- mientos hechos en estas dos últimas décadas en el dominio de la Geología, de la Paleontología y de la Antropología de nuestro país, nos permiten proponer, siquiera bajo forma de un bosquejo incompleto—pero cuyas líneas principales dejan adivinar lo que falta—el esbozo de una prehistoria cubana. Hoy, que asistimos a una suerte de renacimiento de los estudios históricos, y que se ha creado una Academia de la Historia, tiempo es ya de tratar de formar—aun con los datos incompletos de que podamos dis- 18 Memorias de la Sociedad Poey. poner, el primer capítulo de la obra histórica local, el de los orígenes prehistóricos. Hasta estos últimos años los historiado- res habían completamente descuidado estos orígenes; habían vo- luntariamente omitido el dar a conocer no sólo la formación del suelo nacional, sino también todo lo que se refiere a los prime- ros ocupantes del suelo, a las razas primitivas, cuya sangre se vuelve, sin embargo, a encontrar, más o menos mezclada en nuestra sangre. Hoy, por hoy, nadie que se precie de historiador serio se exime de esa obligación; pues, aunque ningún testimo- monio escrito ha quedado de esas épocas lejanas cuya duración se traduce por millares de millares de años—parece bien claro, sin embargo, que esas épocas pertenecen a la historia actual, al mismo tiempo que los períodos recientes sobre los cuales abun- dan los documentos. Ese período primordial nos es suficiente- mente conocido, gracias a las ciencias nuevas que han hecho tantos progresos durante el último medio siglo; la Geología, la Paleontología, la Antropología, y la Arqueología Prehistórica. La Sociedad Poey—de reciente creación—encierra en su seno todo lo que brilla en la Ciencia Natural. Manos, pues, a la obra para que los maestros especialistas de reconocida autoridad cien- tífica, agrupando en torno suyo a los jóvenes y entusiastas co- laboradores, puedan a fines de 1915 publicar el primer capítulo de nuestra historia, que se intitulará: Ensayo de una prehistoria Cubana?”.—Las palabras del Dr. Montané fueron tomadas en consideración por la Sociedad, estimando lo importante que se- ría llevar a efecto ese capítulo de nuestra Antropología; y en apoyo de esto expresaron aleunos conceptos los Dres. Huerta, Mestre y el propio Dr. Montané, encaminados a la realización de esa obra. PLANTAS DE CuBA.—El Dr. J. T. Roig lee un estudio referen- te a Plantas nuevas o poco conocidas de Cuba.—El Dr. Huerta juzga de gran interés para el conocimiento de nuestra flora el trabajo del Dr. Rois, a quien el Dr. Montané, en nombre de la Sociedad, elogia por su serio esfuerzo; manifestando el Dr. Dihi- go que pudiera publicarse en la Revista de la Facultad de Le- tras y Ciencias por no tener la Sociedad aún su periódico. SESIÓN PRIVADA.—Constitúyese la Sociedad en sesión privada para nombrar socios titulares y ocuparse de otros asuntos. 19 NOTICIA BIOGRAFICA DEL PROFESOR VAN THIEGHEM POR EL DR. MANUEL GÓMEZ DE LA MAZA Profesor titular de Botánica general y de Fitografía. (SESIÓN DE OCTUBRE 31 DE 1914.) La historia de la Botánica cuenta con un nuevo erespón de luto desde el 29 de Abril del corriente año, en que la ciudad París, murió el sabio Secretario perpetuo de la Academia de Ciencias, Mr. Philippe Van Thieghem. Con él desaparece no sólo una de las más gloriosas figuras de la ciencia francesa, simo también un genial maestro de los botánicos de todo el mundo, que de cerca o de lejos seguían los eursos o estudiaban los libros del incansable investigador que ha muerto. Laborioso, enérgico, infatigable en sus tareas, el profesor Van Thieghem no interrum- pió sus fructíferos trabajos sino días antes de caer agotado, a los 75 años de edad, después de una vida ejemplar, virtuosa, orlada por la severidad y la sencillez, y dedicada a la investigación cien- tífica y a la difusión de la verdad. Nació el 19 de Abril de 1839 en Bailleul, Departamento del Norte, siendo su padre un comerciante francés, muerto de fiebre amarilla en la Martinica y su abuelo, un holandés, de Hondshoot, que pasó a Francia con las tropas imperiales de Napoleón I. Huérfano de padre antes de nacer, y de madre desde muy tem- prana edad, Philippe Van Thieehem fué educado por sus tíos y hermanas, conociendo en su infancia y juventud, más que las alegrías de la vida, la severidad puritana del que tiene que valer- se a sí mismo y vencer en cada paso un obstáculo, deslizándose su existencia en la frialdad claustral de un hogar provinciano y sin más horizontes que los abiertos a sus ojos en la biblioeca de los viejos libros de su padre, que lo inclinaron al estudio. Distin- guido en la escuela primaria de su pueblo, se recibe en 1856 de bachiller, pasa luego al liceo de Donuai, a la Escuela Politécnica, y a la Normal Superior, donde, cosa curiosa, se distinguió por su aplicación en los más fuertes asuntos de las ciencias matemá.- ticas y físicas, en las que obtuvo el grado de licenciado; no tar- dando en ser nombrado preparador agregado y de ser admirado 20 Memorias de la Sociedad Poey. en el laboratorio de Pasteur, donde inició sus investigaciones so- bre la fermentación amoniacal, con la que redactó su tesis del doctorado en ciencias físicas, en 1864. En esta época, Pasteur, que en la evolución de sus estudios sobre las fermentaciones, se inclinaba hacia las ciencias naturales, considerando la impor- tancia que tendría el aportar a éstas el esfuerzo de una juven- tud bien preparada en las matemáticas, física y química, lleva a Van Thieghem, con otros más, por la nueva senda; y, ayudado por el sabio Decaisne, determinan la vocación definitiva del que tan brillante puesto ha alcanzado en el desenvolvimiento de la moderna botánica francesa. Poco después, en 1866, nuestro bio- erafiado presenta, como tesis del doctorado en ciencias naturales, un acabado trabajo sobre la anatomía de las Aroídeas, que mere- ce los mejores elogios de otro sabio, Duchartre, cuyo nombre es familiar a cuantos han estudiado botánica. A partir de su iniciación en la historia natural, Van Thieshem consagra su inteligencia y sus esfuerzos a tres ramas de la Bio- logía general: las fermentaciones y la anatomía y fisiología de las plantas, especialmente del mundo de las eriptógamas, donde es- tablece el polimorfismo sorprendente de los hongos mieroscópi- eos, sus arborizaciones elegantes, su fruetificación maravillosa; y ya con estos estudios, que le sirven de base para redactar nu- merosas memorias, tan ricas de ciencias como bellas de forma literaria, adquiere el profesor que nos ocupa un puesto promi- nente entre los eriptogamistas del mundo, ve abierta las puer- tas de la Academia de Ciencias, que lo recibe como miembro a la temprana edad de 37 años, y logra con título justo un puesto en el profesorado del Museo de Historia Natural de París. Son interesantísimos los estudios originales de este sabio sobre las mu- coríneas, las nostocáreas, las bacteriáceas, que clasifica entre las cianofíceas o algas azules y sobre el agente de la fermentación butírica, el bacillus amylobacter, tan extendido en la naturaleza, donde ¿juega papel tan importante en la descomposición de los cuerpos organizados. Para sus estudios, inventa una pequeña ampolla de cristal, llamada célula de Van Thieghem, que permi- te seguir, mediante el cultivo, el desarrollo de las bacterias o de los hongos desde las primeras fases de la evolución del organis- mo generador, del huevo o de la espora. Son de gran interés los trabajos que realizó sobre la anatomía experimental de las Utri- cularias y de la moscatelina, y acerca del parasitismo del muér- M. G. de la Maza: El Profesor Van Thteghem. 21 dago y de las Santeláceas (1870), que lo llevaron a otros sobre | las Timeleáceas (1893) y Lorantáceas (1894). Consagrado más que nada al estudio de la Anatomía vege- tal, no tardó Van Thieghem en realizar una labor cuya análisis nos es imposible en esta noticia, aunque diremos que recuerda la de los monumentos benedietinos. Sorprendido de ver que la clasificación de las plantas se basaba más que nada en los carac- teres exteriores y en los de la flor y fruto, se dedicó a investigar en los misterios de la textura y constitución de los órganos en las especies de plantas, para establecer los caracteres de verda- dera importancia biológica, que fijan las analogías de esos se- res, forman sus grupos naturales y permiten fundar una clasi- cación científica, que constituye en sus fines el más acabado es- fuerzo taxonómico, y en su elaboración una labor inmensa, infi- nita, que asombra que haya sido realizada por los estudios de un solo cerebro. No es nuestro misión el análisis de la vida científica del pro- pesor Van Thieghem; no lo seguiremos, por tanto, en sus traba- bajos sobre la fisiología vegetal, sobre la alimentación con una pasta artificial del embrión privado del albumen, la vida en el aceite, la germinación del grano de polen fuera del estigma, etc.; tampoco indicaremos cuánto le debe la Academia de Ciencias en los muchos años que ha desempeñado su secretaría; ni me- nos, por último, hablaremos de la evolución de este sabio a tra- vés del alto profesorado francés. Nos limitaremos a decir que Van Thieghem, desde su cátedra francesa, con las múltiples edi- ciones de su Traité de Botanique y Eléments de Botanique, es el maestro de un número inmenso de botánicos modernos o de estudiantes de la ciencia de las plantas, que acaba de perder uno de sus más eficaces investigadores, que rinde su tributo a la naturaleza después de una vida fruetuosa de virtud y de labor. 22 Memorias de la Sociedad Poey. PLANTAS NUEVAS O POCO CONOCIDAS DE CUBA POR EL DR. JUAN TOMÁS ROIG Jefe del Departamento de Botánica de la Estación Agronómica. (SESIÓN DEL 28 DE NOVIEMBRE DE 1914) E El título escogido para el presente trabajo necesita ser €x- plicado. Al decir plantas nuevas no queremos significar que hemos encontrado especies no estudiadas ni descritas hasta la fecha. Nuestros escasos conocimientos por una parte y la falta de oportunidades que hemos tenido para explorar la Isla, unido a la escasez de medios con que tropieza en Cuba todo el que se dedica al estudio de la Botánica, por otra parte, no han permiti- do que hayamos podido encontrar aún ninguna especie verdade- ramente nueva. Con esta expresión queremos referirnos a las plantas que han sido ya estudiadas y descritas por los botánicos de otros países y que siendo también indígenas de Cuba y en contrándoselas espontáneas en los bosques, no han sido, sin em- bargo, anotadas en ninguna de las obras cubanas de Botánica. Bajo este título nos proponemos ir anotando todas aquellas plantas que en nuestras excursiones podamos encontrar, bien sean especies nuevas o simples identificaciones o determinacio- nes, siempre que estas últimas no hayan sido publicadas aún. Existen en Cuba numerosas plantas, valiosas muchas de ellas, cuyos nombres vulgares se conocen y hasta han sido consignados en el Diccionario de Pichardo y en el del Dr. Gómez de la Maza; pero cuya identificación o determinación científica no se ha hecho, o al menos no se ha publicado. Esto se explica por el hecho de que las pocas personas que en Cuba se han dedicado a la Botánica, no han contado para sus exploraciones más que con - sus escasos recursos personales, sin apoyo alguno oficial, limi- tándose a estudiar la flora de sus localidades respectivas. No sabemos que se haya hecho desde la época de La Sagra nineuna exploración oficial o estudio de la flora cubana por cubanos. Los botánicos extranjeros que nos visitan a menudo, especialmente los americanos, publican los resultados de sus investigaciones J. T. Rory: Plantas de Cuba. 23 en las revistas de las instituciones que costean o patrocinan la exploración, y en su propio idioma, como es natural. Por otra parte, como sus estudios son puramente científicos no se ocupan de los nombres vulgares de las plantas, cosa que para ellos tie- ne escasa importancia. A su vez el campesino y el montero cu- banos designan las plantas indígenas de valor medicinal o econó- mico por sus nombres vulgares, no importándoles poco ni mucho sus nombres científicos ni la familia a que pertenecen. No podemos decir que la flora de Cuba esté aún desconocida y que queden muchas especies por describir: lo más probable es que la casi totalidad de las plantas cubanas hayan sido ya des- eritas y estudiadas en alguna parte por los botánicos america- nos y europeos. Lo que falta por hacer es la identificación o de- terminación de esas plantas, cuyos nombres científicos se desco- nocen para llegar a saber a qué especies botánicas pertenecen. Basta recorrer las páginas del Diccionario de Voces Cubanas, de Pichardo, para convencerse de que hay aún en Cuba muchas plantas por determinar. Y no se crea que se trata de diversos nombres locales de una misma planta. En muchos casos es cierto que una misma especie es conocida por distintos nombres, según las regiones. Pero hay también muchas plantas exclusivas de una región que son bien conocidas por los campesinos, y que sin embargo, no aparecen en los catálogos. Basta mencionar los nombres de cogote de toro, jatía, monda-capullos, najesí, tagua- tahara, etc., maderas conocidas, de las que existen ejemplares en las colecciones y cuyos coeficientes de elasticidad, resistencia, ete., han sido estudiados, para convencerse de que no se trata de sinónimos, sino de especies no determinadas y cuya determina- ción importa dar a conocer. Esto es lo que nos proponemos ir haciendo en una serie de trabajos, de los cuales éste será el pri- mero. Hechas estas aclaraciones pasamos a hacer la enumeración de las plantas que hasta ahora hemos determinado. ABROJO DE LA FLORIDA (Pereskia portulacaefolia, Haw.,) Esta planta ha sido anotada por Grisebach en su Catalogus Plantarum Cubensium, y también por Sauvalle, pero ninguno de los dos la describe, y el único ejemplar de herbario existente 24 Memorias de la Sociedad Poey. es uno incomplento del Herbarium Sauvalle. Por otra parte, el Dr. J. N. Rose, Conservador del Herbario Nacional de los Es- tados Unidos, manifestó dudas acerca de la existencia de esa especie. En mi reciente viaje a Guantánamo tuve la suerte de encontrar en el lugar conocido por Novaliches, a lo largo del Ferrocarril de Guantánamo, a la Caimanera, un gran número de arbustos espinosos y de hermoso aspecto, en los cuales pude re- conocer sin ningún género de dudas la especie mencionada, Pe- reskia portulacaefolia, Haw. Todo el árbol está cubierto de espi- nas aciculares y sus hojas son pequeñas, enteramente semejantes a las de la verdolaga común. Las flores son preciosas, grandes, rojas, a manera de rosas. Los frutos son verdes, casi completa- mente redondos y del tamaño de una ciruela del país. Contiene numerosas semillas negras. Sembré algunos de estos frutos en la Estación Agronómica y obtuve en pocos días un buen núme- ro de posturas. El sabor de los frutos es algo soso, pero no des- agradable. AFIÓ (Arracacia xanthorrhiza, Baner.) (Arracacia esculenta, DC.) Esta interesante y valiosa planta crece abundante y espontá- neamente en las regiones montañosas de Oriente, siendo muy popular como alimento entre la población campesina de aquella región. Es completamente desconocida en las demás provincias y no aparece consignada en ninguna de las obras cubanas, ni ha sido señalada como de Cuba en ninguna parte. En mi viaje a Yateras tuve ocasión de estudiarla, reconociendo en seguida que se trataba de una Umbelífera originaria de Jamaica y común en las montañas de la República de Colombia y de Panamá, don- de la conocen por apio alemán. En otros lugares la designan por arracacha. Su nombre científico es Arracacia xanthorrhiza, Baner. (A. suculenta, DC.). Sus hojas tienen el aspecto de las del perejil, pero son mucho más grandes. Produce esta planta un enorme rizoma o raíz tuberosa que es muy estimado por los orientales, que lo comen rayado y cocido en forma de bollos y buñuelos. Su color es amarillo verdoso y el sabor peculiar es muy agradable. He visto llenar todo un serón con el rizoma de J. T. Roig: Plantas de Cuba. * 25 una sola de estas plantas. En los puestos de frutas de Guantá- namo se vende el afió como en la Habana el boniato o la malan- ga. Quizá este nombre afió sea una corrupción de la palabra apio, debido a la influencia de la inmigración francesa en aque- provincia. Las posturas traídas de Guantánamo se han desarro- llado perfectamente en los terrenos de la Estación Agronómica. ANACAGUITA (Sterculia carthaginensis, Cav.) El verdadero anacahuite (Cordia boissierim, A. DC.), plan- ta mejicana ,ha sido anotada en los diccionarios botánicos cu- banos como anacagiita; pero probablemente ha habido en ello un error inducido por la semejanza del nombre vulgar, pues lo que en Cuba y especialmente en Oriente, conocen por anacagit- ta, es la Sterculia carthaginensis, Cav., anotada en los catálogos con el nombre vulgar de camaruca. Puede decirse que el ana- cagúita es el árbol favorito en Guantánamo, San Luis y otras poblaciones de Oriente, empleándose exclusivamente para el arbolado de las carreteras y como árbol de sombra en los bate- yes de los ingenios y en los patios de muchas casas. Alcanza enorme desarrollo y se le encuentra también espontáneo en los bosques de Santiago de Cuba. En Guantánamo sienten cier- ta veneración por este árbol y de sus flores hacen una infusión tenida como un pectoral excelente. Las semillas son del tamaño y forma de las del maní, pero más oscuras. Se comen tostadas y aleunos consideran su sabor como superior al del maní. CABRITO (Spilanthes oleracea, Jacq.) El único autor cubano que menciona esta planta es Pichardo, que la describe en los siguientes términos: “Dice Gundlach que llaman así en Trinidad a una planta cuya flor, restregada en la perilla del tabaco causa al fumador movimientos convulsivos en la boca, sin dañarle”?. En mi visita a Trinidad en Enero de este año pude ver esta planta y comprobar en seguida que se trataba de una compuesta, llegando hasta la determinación del género Spilanthes. No pudiendo precisar la especie se remitió 26 Memorias de la Sociedad Poey. un ejemplar a Washington para su identificación, siendo clasifi- cada en la Smithsoniam Institution como Spilanthes oleracea, Jacq. Es una hierba anual, de poca altura y sus cabezuelas ama- rillas tienen la forma cónica. Esta planta es originaria de las Antillas y abunda en la América del Sur, donde la llaman berro de Pará. Sus hojas se comen en ensalada como el berro, teniendo un sabor fuertemente picante. En realidad ellas tienen una ae- ción excitante sobre las glándulas salivales. En Trinidad dicen que los galleros usan el ardid de untar las flores de esta planta en la cresta del gallo que desean que gane la pelea, pues el gallo contrario una vez que lo pica en la cresta, no vuelve a pi- car más. COMECARÁ (Casearía spinencens, Griseb.) Pichardo dice de esta planta lo siguiente: ““Arbol elevado en Bayamo, Cuba y Guantánamo: una especie con frutos ama- rillos y los ctros negros, algo mayores que granos de café, que comen los muchachos”? (Gundlach). Pudimos encontrar esta planta en Guantánamo y determi- narla. No es otra cosa que el Casearia spinescens, Griseb., una Samidácea, cuyos caracteres commeiden con la descripción de Gundlach. En efecto, los muchachos de Guantánamo comen es- tas fruticas, al igual que se comen los de otras plantas del mismo género, tales como la raspalengua (Casearia hirduta). INCIENSO (Artemisia abrotamum, Lin.) Dice Pichardo: ““Planta bien conocida en nuestros jardines o arriates, euyo olor aleo se asemeja al de la gomo-resina que se quema en las iglesias; álzase dos o tres pies; las hojas dividi- das en muchas hojuelas deleadas, color verde azuloso elaro,?”” Esta planta es tan común en Cuba que puede decirse que apenas hay un patio en las poblaciones de campo donde no se le cultive con amor, por sus propiedades medicinales. Sin embargo no había sido ella aún determinada científicamente en el país. El Dr. Gómez de la Maza y yo llegamos a determinarla como Arte- r J. T. Row: Plantas de Cuba. 2 misia abrotamum, Lin.; mas para mayor seguridad remitimos ejemplares para su identificación al Profesor Paoul Guerin, Catedrático de Botánica en la Escuela de Farmacia de la Sor- bona, quien confirmó nuestra determinación. NARIZ (Anacardium rhinocarpus, DC.) (A. excelsum.) Esta planta no ha sido consignada en ningún catálogo cuba- no, ni siquiera como cultivada. Es un gran árbol que he visto únicamente en la carretera de Casilda a Trinidad; su aspecto es el de un hermoso almendro de la India, pero con el follaje no formando pisos como en este último. Sus hojas son muy parecl- das a las del marañón, pero mucho más grande. También se parecen mucho la inflorescencia y el fruto, pero éste no es co- mestible. Carece del pedúnculo carnoso del marañón y su for- ma se asemeja algo a la de una nariz aguileña, a lo que debe su nombre vulgar. Los cerdos comen este fruto y el árbol resul- ta una magnífica planta de sombra para las carreteras. Su seme- janza con el marañón y su nombre vulgar de nariz me sugirie- ron la idea de que tal vez se tratase del Anacardium .rhinocar- pus, árbol originario de la América del Sur, que se emplea en Colombia como rompe-vientos en los plantíos de café. En efec- to, remitido un ejemplar al Smithsonian Institution de Wash- ineton, fué clasificado por aquella Corporación como Anacar- diuwm excelsum, que es el nombre moderno de esta planta, pa- sando a la categoría de sinónimo el de Amacardium rhino- carpus. 7 NEGRACUBA (Thouwimia nervosa, Griseb.) Pichardo menciona esta planta y la describe del siguiente modo: ““Arbol que abunda en el Cabo Cruz, cuyas hojas muy aromáticas se ponen debajo de la ropa aplanchada para darle buen olor. En Baracoa se aplica el mismo nombre a otra es- pecie?”? (Gundlach). Nosotros tuvimos ocasión de examinar y recoger esta planta 28 Memorias de la Sociedad Poey. en Guantánamo, donde el pueblo la tiene en gran estima como medicinal. No es otra cosa que el Thouinia nervosa, Griseb, que en el Catálogo de Sauvalle se designa por canelillo o copalillo, planta de la familia de las Sapindáceas que se utiliza como maderable y cuya corteza y hojas son medicinales. w NOGAL DEL PAÍS (Fuglans insularis, Griseb.) Esta planta está consignada en todos los catálogos cubanos posteriores al de Grisebach, de quien la tomaron los demás. Grisebach describe el Juglans insularis como especie nueva y menciona el Juglans cinerca, Lin., según Richard. Pero en nin- gún herbario cubano existían ejemplares de esta planta ni tam- poco se tenían detalles sobre su distribución geográfica. Nos- otros encontramos en los montes de Rangel, cerca de Taco- Taco, Pinar del Río, grandes árboles de nogal creciendo en las alturas y numerosas posturas a lo largo de los lechos arenosos de los ríos y arroyos que corren entre las montañas. Recogimos numerosos frutos del mismo tamaño y sabor que los del nogal europeo, pero con la corteza más gruesa y el exterior negro, lo ' que le da cierta semejanza con el Juglans nigra de la América del Norte, pero es superior a este en tamaño y calidad. Los caracteres del Nogal de Taco-Taco corresponden con los del Juglans insularis de Grisebach lo mismo que otros ejemplares de hojas y frutos que recibimos de Trinidad, remitidos por el Dr. José Morte y Echániz, quien las recolectó en las faldas del Pico de Potrerillo. Pero en mi excursión a Guantánamo en Agos- to de este año encontré en los montes de Yateras en el lugar co- nocido por la Piedra, a una altura de unos 850 pies, otros no- gales también en fruto que indudablemente pertenecen a una especie distinta de las de Taco-Taco y Trinidad. Remitido un ejemplar a Washington fué determinado por el Departamento de Agricultura como Juglans portoricensis Dode, especie que hasta ahora no había sido anotada en Cuba. Los frutos de estos tres nogales eran perfectamente fértiles, y sembrados en la Es- tación Agronómica, se han obtenido aleunas posturas de cada uno. La existencia de nogales indígenas es un hecho impor- tante ,no sólo porque sus frutos pueden ser mejorados por se- J. T. Roig: Plantas de Cuba. 29 lección, sino porque la madera de este árbol alcanza un elevado precio y porque él puede servir como patrón para ingertar el nogal de Europa y la pacana. SASAFRAS (Bursera graveolens, Triana € Planeh.) Este árbol, muy empleado en Cuba para formar setos vivos, y sus hojas como abortivo. ha estado durante mucho tiempo erróneamente determinado como 4Amyris balsamífera, que es la cuaba blanca. El Dr. Gómez de la Maza y yo llezamos a determi- nar la verdadera especie que es Bursera graveolens, Planch, planta originaria de Méjico. SUMACARÁ (Myrcia ferruginea, DC.) Esta planta aparece consienada en los católogos de madera. Pichardo dice de ella: “Vegetal silvestre que echa el fruto del tamaño de un aj? dátil y de su color cuando está maduro.”” Lue- go pregunta: “Será el comecará de Bayamo?””. Yo pude eom- probar en Guantánamo que el comecará y el sumecará eran dos plantas distintas. Y precisamente, en una planta existente en la Quinta de los Molinos y remitida entre las plantas maderables cuando la primera Exposición, he podido reconocerla y llegar hasta la determiración del sumacará, que ahora se encuentra en flor y en fruto. Es la Myrcia ferruginca, DC., planta de la fami- lia de las Mirtáceas, que no ha sido hasta ahora anotada como cubana. TEBENQUE (Pectis ciliaris, Lin.) Dice Pichardo: “Planta casi rastrera, aromática, de las pla- yas arenosas, abundante por el Castillo de Jagua y otros pa- rajes; florecitas amarillas y las hojitas de sabor como el de anís. Es'muy eficaz contra las enfermedades del pecho””. Esta planta fué remitida de Trinidad para su determinación. En aquella 30 Memorias de la Sociedad Poey. localidad es muy usada contra las enfermedades pulmonares. Existe un preparado farmacéutico denominado. ““Extracto flui- do de tebenque””. Dicha planta es una Compuesta rastrera, el Pectis ciliaris, Lin. Ofrece la particularidad de que antes de la floración las hojas y tallos tienen un penetrante olor agradable de limón y anís, que después de la floración se torna en repug- nante olor a chinches, por lo que en algunas localidades le lla- man yerba chinchera. TRAVESERA (Eupatorium villosum, Sw.) Planta muy popular en Trinidad, empleada en las enfer- medades intestinales. Ninguna obra cubana consigna este nom- bre vulgar. Es el Eupatorium villosum, Sw. Compuesta conoci- da en otros lugares por albahaca de sabana y rompezaraguey. YÁBUNA (Zamia pumila, Lin.) Esta planta la menciona Pichardo confundiéndola con una Gramínea que, según él, se parece mucho al espartillo. Esto es erróneo: yo he recibido ejemplares de los mismos luzares a que se refiere Pichardo y he podido comprobar que se trata de una Cicadácea indígena, el Zamía pumila, Lin., que en otras lo- calidades llaman yuquilla y de cuya gran rizoma se extrae mucho almidón. YAREY (Copernicia, Sp.) Es extraño que una planta tan útil y conocida como el yarey no haya sido identificada científicamente y que ni siquiera figure este nombre en el Catálogo de Sauvalle. Pichardo la describe del modo siguiente: “Una de las especies de guano o palmas silves- tres, abundante, la más útil y apreciada para tejidos de sombre- ros, petacas, jabas, ete.; es menos nudosa que la caña; el tronco, más delgado y bajo; las hojas de las pencas, cerradas, que toman C. de la Torre: Revisión Catálogo Fauna Cubana. 31 un color blanco pajizo. Es más común en tierra adentro y se hace un comercio regular con aquéllas en sus distintas manu- facturas. ?” Como en estas provincias no crece el yarey, he tropezado con muchas dificultades para llegar a su determinación, pues los ejemplares que pedí a Jiguaní, Trinidad y Yaguajay, venían siempre incompletos e imposibles de determinar. Lo único que pude deducir de estas remisiones fué que en Cuba había por lo menos tres especies de yarey, siendo una de ellas muy supe- rior a las otras. Esta opinión pude comprobarla en mi viaje a Oriente, al paso del tren por Bayamo y Jiguaní. Desgraciada- mente no pude detenerme en estos lugares y sólo he podido es- tudiar con detención una especie que crece en Guantánamo que es el Copermicia glabrescens, Griseb. € Wendland y a la que Sauvalle llama en su flora jata y guano. (Continuará.) REVISION DEL CATALOGO DE LA FAUNA CUBANA POR EL DR. CARLOS DE LA TORRE Profesor titular de Biología, Zoología y Zoografía. (SESIÓN DEL 30 DE ENERO DE 1915.) INTRODUCCIÓN Al comenzar la publicación de sus MEMORIAS, la SOCIEDAD CUBANA DE HISTORIA NATURAL *“FrELIPE Pory?” debe consagrar una atención preferente a la rectificación de las clasificaciones de la fauna y flora de Cuba, de acuerdo con los modernos preceptos de la nomenclatura adoptados en los Coneresos científicos inter- nacionales. El mejor conocimiento de los autores antiguos y la aplica- ción rigurosa de la ley de prioridad han dado origen a numero- sos cambios en la denominación de algunas especies, aun de las más comunes: sirvan de ejemplos, las Jutías conga y carabalí, seneralmente conocidas entre los autores cubanos por Capromys fournierí Desmarest, 1823, y C. poey? Guérin, 1834, nombres que 32 Memorias de la Sociedad Poey. han debido ceder a los más antiguos €. pilorides (Pallas, 1778) y C. prehensilis Poeppig, 1824, respectivamente, no obstante lo incompleto de la descripción del Mus pilorides Pallas y el error cometido por Poeppig al consignar como carácter específico la desnudez de la parte inferior del rabo en el Capromys prehen- silis. Y es que aun cuando la ley de prioridad exige que el nom- bre haya sido clara y suficientemente definido, en la práctica basta que pueda reconocerse una especie o demostrarse cuál fué la que se quiso nombrar o deseribir, para que se le reconozca el derezho de prioridad a un nombre, por incompleta o errónea que sea la descripción; de aquí la importancia excepcional de los ejemplares tipos que sirvieron para la descripción de las espe- cies, los cuales se conservan como verdaderos tesoros en los mu- seos, por ser los únicos llamados a resolver las frecuentes dificul- tades y dudas que surgen en la determinación de ciertas es- pecies. Por otra parte, la multiplicación, por lo general innecesaria, de nuevos géneros y subgéneros, y la sustitución de muchos nombres genéricos por otros más antiguos o por haber sido em- pleados con anterioridad para otros géneros. han contribuído ¡eualmente al trastorno que ha experimentado la nomenclatura biolósica en estos últimos años; inconvenientes qu» se han trata- do de conjurar en los Congresos recientes por medio de las re- soluciones de la Comisión Internacional de la Nomenclatura y la publicación de una lista oficial que comprenda al menos los géneros fundamentales y las especies clásicas o de uso frecuente en las obras didácticas. La admisión de un tercer nombre en la antigua nomencla- tura binominal, para designar las subespecies y variedades im- portantes, constituye otra novedad de útil y frecuente aplica- ción en nuestra fauna y flora insulares, porque permite distin- guir las variaciones locales, sin perder de vista las especies fun- damentales de que probablemente proceden por segregación y alslamiento: son también ejemplos, el Capromis pilorides relic- tus G. Allen y C. prehensilis gundlachi Chapman, subespecies representativas en la Isla de Pinos de las especies cubanas antes citadas. Numerosos casos de subespecies representativas nos ofre- cen la fauna y flora de Cuba en sus relaciones con las demás An- tillas y el Continente, y aun, dentro del territorio mismo de nues- tra Isla, abundan las variedades locales que exigen un tercer C. de la Torre: Revisión Catálogo Fauna Cubana. 33 nombre para distinguirlas, por la importancia que tienen desde el punto de vista del origen de las especies. Los laudables esfuerzos realizados por los ilustres fundado- res de las ciencias naturales en Cuba, ya deseribiendo las espe- cies nuevas que abundantemente les proporcionara su inexplo- rado suelo, ya poniendo en manos de los más afamados especia- listas del pasado siglo las ricas colecciones, producto de su la- boriosidad ejemplar, quedaron consienados en obras monumen- tales, como la Historia Física, Política y Natural de Cuba, de D. Ramón de la Sagra, y las Memorias de Poey, o en las páginas del Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba, que bajo la dirección de D. Felipe Poey y con la colaboración de Gundlach, Arangeo, Sauvalle, Morales, Presas, Vilaró, ete., vió la luz en la Habana allá por los años de 1865 a 1868. Desde aque- lla época, no hemos tenido una revista consagrada especialmente a los intereses de las Ciencias Naturales. Durante el lareo período de guerras y luchas políticas que culminaron en la independencia patria, los trabajos de aquellos y otros entusiastas cultivadores de la Historia Natural en Cuba hallaron hospitalidad en las publicaciones de la Academia de Ciencias de la Habana, de la Sociedad Española de Historia Na- tural de Madrid, y en aleunas revistas extranjeras, o han per- manecido inéditos, como la famosa Ictiología Cubana del sabio cuyo nombre glorioso ostenta nuestra naciente Sociedad. La creación de la Facultad de Ciencias en la Universidad, en 1881, aportó un nuevo contingente a los que, a título de amateurs o aficionados, se agrupaban alrededor de los maestros Poey y Gundlach para disfrutar de los goces sencillos y de las puras emociones que proporcionan el estudio y la observación de la Naturaleza. Distinguidos Profesores, entre los que descuella el malogrado Dr. Planellas, vinieron a secundar al insigne Poey, metodizando la enseñanza y encauzando las vocaciones o aficio- nes naturales de sus discípulos. Las notables tesis doctorales y los triunfos obtenidos en oposiciones a cátedras de la Universidad y de los Institutos por graduados de la Facultad de Ciencias son buenas pruebas de la labor realizada por ésta, no obstante la deficiencia de las Bibliotecas y Museos y de otros medios mate- riales de enseñanza. Después de constituida la República, nuevos y poderosos fae- tores han venido a sumarse a los que oficial u oficiosamente man- 34 Memorias de la Sociedad Poey. tenían el culto de las Ciencias Naturales en nuestra patria: tales son la Estación Central Agronómica de Santiago de las Vegas y los Laboratorios del Departamento de Sanidad. Los distinguidos naturalistas que, bajo la acertada dirección del Prof. F. Earle organizaron la Estación Central Agronómica, realizaron trabajos de verdadera importancia desde el punto de vista científico, independientemente de sus aplicaciones prácti- cas: bastará citar, en efecto, las notables memorias sobre Hon- gos Cubanos, de F. Earle; Agallas de Cuba, producidas por In- sectos, de M. T. Cook; Halictinae de Cuba, por C. F. Baker, y otras sobre Himenoptera, Coccinellidae, Termitidae, y Ortoptera, debidos a la iniciativa del mencionado Prof. Baker, trabajador infatigable, que no sólo creó el Herbario de la Estación y reorga- nizó el de la Academia de Ciencias, que se le facilitó para su estudio, sino que en sus horas de descanso colaboró eficazmente en el Departamento de Entomología. No son menos importantes los trabajos que se vienen realizando bajo la nueva e inteligente dirección del Profesor J. T. Crawley, y buena prueba de ello es la importantísima contribución para el estudio de la Flora de Cuba que acaban de publicar, bajo sus auspicios, nuestros distinguidos compañeros Dres. M. Gómez de la Maza y y. T. Roig. En cuanto a los Laboratorios del Departamento de Sanidad, bien conocida es la importantísima labor en ellos realizada, de- bido a la iniciativa de su benemérito Director Dr. Juan Guiteras, hábilmente secundado por los Dres. Agramonte, Lebredo, Pazos, Plasencia, Recio, Martínez y el insustituíble Mr. Taylor. Los brillantes triunfos obtenidos por la guerra declarada a los mos- quitos y otros insectos transmisores de gérmenes patógenos, han abierto un ancho campo a ese nuevo género de investigaciones, e indirectamente se han beneficiado la Entomología y la Parasi- tología cubanas. Otro tanto pudiéramos decir de los beneficios que reportan al adelanto de las Ciencias Naturales en Cuba la creación de las Escuelas de Agronomía y de Veterinaria y de las Granjas Agrí- colas, íntimamente relacionadas con las diversas ramas de estas ciencias. El desenvolvimiento prodigioso que han alcanzado las Ins- tituciones científicas, Universidades. Academias, Sociedades, Bi- bliotecas, Laboratorios y Museos, en los Estados Unidos, y el gra- do de perfección a que han llevado el conocimiento de la Fauna O) 1 C. de la Torre: Revisión Catálogo Fauna Cubana. E y Fora de América, no ha podido menos que ejercer una influen- cia poderosa en nuestras orientaciones, encaminadas antes pre- ferentemente hacia Francia y Alemania, por las predilecciones personales de Poey y Gundlach, las dos formidables columnas sobre que descansa el edificio de las Ciencias Naturales en Cuba; si bien, estos sabios ilustres, convencidos de que en Europa no se conocían muy bien las cosas de América, estrecharon los lazos de amistad y correspondencia con los más insignes naturalistas del lado de acá del Atlántico; y a los nombres de Cuvier, D”Orbieny, Guérin, Chevrolat, Lucas, Pomel y Cocteau, de Pfeif- fer, Peters, Cabanis, H. Schaeffer, Hagen, Roger, Dunker, ete., sustituyeron en el estudio y clasificación de especies cubanas los no menos ilustres de Louis y Alexander Agassiz, Leidy y Cope, Lawrence, Seudder, Cresson, Gill, Jordan y tantos otros. Desde entonces hemos procurado cultivar esas relaciones con los natu- ralistas americanos, y no pasa un año sin que recibamos la bené- fica influencia de las visitas de entusiastas viajeros y especialis- tas, como el Dr. Britton, Director del Jardín Botánico de New York, y su colaborador Mr. Shafer; los Sres. Palmer y Chapp- man, Nichols y B. Brown, Lutz y Leng, de Washington y New York; los Profesores Wheeler y Barbour, de Harvard University; Eigenmann, de la de Indiana; Paul Bartsch, de G. Washington; Pilsbry, de la Academia de Ciencias de Philadelphia, y mis cola- boradores los Sres. Henderson, Simpson y Clapp; sin olvidar a los muy ilustres miembros de la Comisión Geológica, Sres. Hayes, Vaughan y Spencer; y en estos mismos momentos nuestro mo- destísimo Laboratorio tiene el honor de dar hospitalidad a dos distineuidos entomólogos, los Dres Metz y Sturtevant, del Labo- rotorio de Carnegie, en Cold Spring Harbor N. Y., que han veni- do a estudiar los Dípteros de Cuba. Todos estos naturalistas, al volver a su país, consignan en sus publicaciones el resultado de sus estudios sobre el abundante material que recolectan; pero también nos dejan útil enseñanza y enriquecen con nuevas especies los catálogos de nuestra Fauna y Flora. A reunir los resultados de esas investigaciones, dispersos en revistas y publicaciones generalmente fuera del alcance de los que no se dedican ni pueden dedicarse al estudio especial de cada una de las ramas de la Historia Natural, va también encaminado este trabajo que nos proponemos realizar con la cooperación de 36 Memorias de la Sociedad Poey. todos y cada uno de los distinguidos miembros y queridos com- pañeros en esta Sociedad Cubana de Historia Natural que leva por lema el glorioso nombre de Felipe Poey. ¿ Cuáles son los materiales con que contamos? Los preciosos originales de la letiología Cubana, la obra inédita de Poey, así como las colecciones típicas del Museo Gundlach, el Herbario de Morales y Torralbas, los Fósiles de Poey, Jimeno y La Torre, se conservan en el Instituto de la Habana, gracias a las gestiones de su antiguo Director Dr. Fernando Reynoso y a la atención preferente que le han consagrado los Directores sucesivos Dres. M. Sanguily y E. F. Pla, y los Profesores y Conservadores Dres. J. Gundlach, J. 1. Torralbas, Y. G. Cañizares y P. Valdés Ragués. En la Academia de Ciencias se conservan las colecciones de Forns, Arango, Gutiérrez y los herbarios de Sauvalle y Wright; los Padres Escolapios poseen las colecciones mineralógicas y geoló- gicas del P. Francisco Clereh; el Instituto de Matanzas guarda con amor los restos del Museo Jimeno; el nuevo Colegio de la Compañía de Jesús, en Santiago de Cuba, ha adquirido la colee- ción de aves que perteneció al Sr. Brook<; en Cárdenas y en Santiago de Cuba existen dos importantes Museos; entre las colecciones particulares ocupa el primer lugar la que viene for- mando en Guantánamo el entusiasta naturalista Sr. Charles T. Ramsden, que ha agregado algunas especies nuevas a nuestros catálogos; es también importante la de nuestro compañero el Dr. Mario Sánchez Rois; y el Museo de la Universidad, que cuen- ta con una colección de tipos de aleunas de las especies de peces nombradas por Poey, encontrándose los otros en el Museo de Zoología Comparada de la Universidad de Harvard. En cuanto a las colecciones de Antropología y Arqueología cubanas, el Mu- seo Montané, en la Universidad, el de la Academia de Ciencias v algunas colecciones particulares, como las de los Sres. Rasco y García Feria poseen objetos de inestimable valor para la Prehis- toria y para la reconstrucción de la raza primitiva de Cuba. Tal es el legado de los que nos precedieron en la honrosa labor que los miembros de esta Sociedad nos hemos impuesto y tales los materiales con que contamos para realizarla. (Continuará. ) BOSQUEJO HISTORICO ACERCA DE LOS ESTUDIOS MINERALOGICOS Y GEOLOGICOS RELATIVOS A LA ISLA DE CUBA CAUSAS DEL EVIDENTE ATRASO DE LOS MISMOS POR EL DR. DOMINGO F. RAMOS Ex-Ayudante del Museo de Mineralogía y Geología de la Universidad. La historia de los estudios mineralógicos y geológicos relati- vos a un país, ha de preceder a cualquier investigación seria so- bre estos asuntos, pues su conocimiento es necesario para em- prender los trabajos especiales. Por esta razón, sin duda, ha sido redactado el tema que nos ocupa, y colocado el primero entre los de la sección de Mineralogía y Geología del Cuestio- nario para las tesis del grado de Doctor, pues en Cuba falta dicha historia Estas han sido también las causas de mi elec- ción. No pretendo llenar la falta citada, pues para ello carezco de condiciones; tampoco lo exige el tema, en el cual sólo se pide un bosquejo de tan interesante cuestión. Comprendiendo dos partes su enunciado, dividiremos también en dos partes su des- arrollo: en la primera bosquejaremos la historia de los traba- jos de Mineralogía y Geología de Cuba; en la seeunda indica- remos las principales causas de su atraso. PRIMERA PARTE Dando al término estudios un sentido amplio, es decir, con- siderando como tales no sólo los trabajos puramente científicos, sino todos los que se hayan efectuado, relativos a la constitución mineralógica y geológica de Cuba, puede dividirse su historia en los siguientes períodos: A. Fase no científica. . . . a. Antes del descubrimiento. b. Desde el descubrimiento, hasta el siglo xIx, en sus principios. ec. Desde 1801 hasta hoy. B. Fase científica. (D) Tesis para el grado de Doctor en Ciencias, leída y sostenida en la Universidad de la Habana el 8 de Marzo de 1906. 38 Memorias de la Sociedad Poey. Los dos primeros períodos, formando un solo capítulo, dada su menor importancia, los trataré de una manera rápida. Los estudios (en el concepto definido) mineralógicos y geo- lógicos de los indios cubanos, eran semejantes a la de los pueblos europeos más antiguos. Conocimientos puramente rutinarios de las piedras duras de sus armas, y de algunos metales preciosos; esto en los que se refiere a los estudios mineralógicos. Con respee- to a la Geología, tendríamos representada la Geognosia por la destitución que hacían de las tierras según sus producciones. De todo esto tenemos pruebas por los datos que dan los eronis- tas de Indias. Los españoles descubridores, pueden a este respecto divi- dirse en dos grupos: unos, sólo aumentaron la explotación de los metales preciosos, sin adelantarla en lo que a procedimientos se refiere; otros, los cronistas de Indias, trabajaron desintere- sadamente, haciendo narraciones, no sólo de lo que vieron, sino también de hechos referidos. Estas erónicas comenzaron con Cristóbal Colón, que desde Octubre de 1492, escribió en su Dia- rio de navegación o Derrotero, noticias acerca de la constitución de las Antillas y muy particularmente de Cuba. Después Bar- tolomé de las Casas, Herrera, Anglería, etc., ete., hasta pasar de 300, los que se consagraron a esta tarea durante los siglos que siguieron al descubrimiento; en cuya época más se ocuparon estos narradores, del Nuevo Mundo, que de la Península. De todos estos cronistas, ha sido Oviedo el mejor narrador de la Naturaleza Americana. En este período histórico, sólo en- contramos trabajos no científicos, unos, puramente de explota- ción y explotación rutinaria, otros deseriptivos y de carácter también poco científico, pues sus autores no eran versados en estas ciencias que aún no estaban constituídas en aquella re- mota época. Comienza la segunda era de la Mineraloyía y Geología en Cuba, con los trabajos del sabio alemán Alejandro Humboldt, primeros de carácter verdaderamente científicos, que sobre es- tas materias se han hecho en este país. Con justicia se ha llama- do a Humboldt el segundo descubridor de América, porque realmente ha sido su descubridor para la ciencia. Antes de refe- "irme a esos trabajos, permítaseme indicar el estado de estas ciencias en aquella época y la posición científica de Humboldt. Fué a fines del siglo xvi que se hicieron los primeros trabajos Di D. F. Ramos: Estudios Mineralógicos etc. de Cuba. 39 científicos en Mineralogía y Geología, pues si aleunas ideas se habían obtenido ya, por Stenon, Guglielmini, Rome de 1'Isle, ete., en Mineralogía; Burnet, Woodward, Stenon, Leibniz, ete., en Geología, eran muy aislados y podemos decir que hasta en- tonces estos conocimientos no formaban verdadera ciencia. En la época referida nacían estas ciencias, como han nacido todas, con un carácter sistemático, constituyendo escuelas en las que se reconocían importancia sólo al carácter estudiado por sí. Así tenemos en mineralogía: la escuela geométrica sostenida por Haouy en París; la empírica, por Werner, en Freibere; la quí- mica, por Cronstadt, Bergmann y Kirwan; y los naturalistas puros representados por Mohs en Graetz. Los geólogos repre- sentados por Huton y Playfair en Inglaterra, y Desmarest y Dolomieu en Francia, defensores del vulcanismo, sostenían una encarnizada lucha con Werner, que quería explicar todos los hechos geológicos por la acción de las aguas. Los discípulos de estos hombres fueron los encargados de combatir estos sistemas, pues saliendo de sus localidades, visi- tando otros lugares pudieron darse cuenta de los errores de sus maestros. Alejandro Humboldt fué uno de los más distinguidos discípulos de Werner, cuyas sabias lecciones tomara en la es- cuela de las minas de Freibere; de esa escuela salió con Andrés del Río y Leopoldo Bueh, que fué el primero en rectificar y com- batir las teorías sistemáticas de Werner, comunicando sus ideas a Humboidt antes que a nadie, el que a su vez en sus viajes se dió cuenta de ellas. El Baron de Humboldt de ese modo pre- parado, no habiendo podido realizar su proyectado viaje al Asia Central, sueño dorado de su juventud, se dirigió a América, para cuya región, con permiso del Rey de España, embarcó en La Coruña, acompañado de Mr. Aimé de Bompland, en Junio de 1799. Su viaje duró cinco años. Permaneció en la Isla muy poco tiempo, siendo los lugares que visitó: la Habana y sus alrededo- res, donde estuvo el mayor número de días; el valle de Guines, Batabanó, Cayo de Jardines y Jardinillos y Trinidad; todos estos lugares fueron visitados de una manera muy rápida; la Isla de Pinos sólo pudo observarla de lejos. Lo que mejor estu- dió fué Guanabacoa, sobre cuya geoenosia publicó un artículo titulado ““Noticia mineralógica del Cerro de Guanabacoa.”” Por esa misma época hacía estudios mineralógicos de la parte oriental de la Isla el Sr. Francisco Ramírez; estos traba- 40 Memorias de la Sociedad Poe. . jos fueron, sobre todo, de orden químico; hizo el análisis de los ejemplares recogidos en esa parte de Cuba. Estos datos sirvie- ron mucho a Humboldt, pues él, sin haber visitado esa región pudo hacer deducciones geognósticas de ella, lo cual no le era posible a Ramírez, pues si éste tenía una buena ilustración mine- ralógica y química, cuya ciencia había estudiado con Proust, no tenía preparación geológica. Ramírez hizo el análisis de algunas aguas minerales de Cuba, y en 1802 escribió en la Habana una Mineralogía de la Isla de Cuba, obra que ha quedado inédita. Las publicaciones de Homboldt sobre Cuba son: la ya citada “Noticia Mineralógica del Cerro de Guanabacoa”” que fué el primero de los escritos sobre sus viajes al Nuevo Mundo; este trabajo, comunicado en 7 de abril de 1804 al Capitán General de la Isla, vio la luz en el Patriota Americano, tomo 11, pági- na 29 (1818); reproducido en las Memorias de la Sociedad Eeo- nómica de Amigos del País, página 233, tomo XIX (1845), y en otras publicaciones. El Ensayo físico y político de Cuba, Pa- rís, 1827; Viaje a las regiones equinoxiales del Nuevo Conta- nente hecho de 1799 a 1804 (1826). ¿ Cuál es la constitución geológica de Cuba según Humboldt? En el tomo XI, página 22 del Viaje a las regiones equinoxiales resume sus ideas sobre esta cuestión en las siguientes frases: ““El suelo está cubierto de formaciones secundarias y terciarias, de donde salen algunas rocas de granito-eneis, de sienita y de eufótida.”? En idénticas frases se expresa en la página 38 de su Ensayo político de la Isla de Cuba, al comenzar en el capí- tulo 1I, titulado : '“Extensión, División territorial, Clima””, a estudiar la geología. Veamos ahora la opinión de Humboldt sobre cada región en particular. Le geognosia del Este de la Isla, que fué la referida por Ramírez, según el cual es una formación granítica con abundan- cia del gneis de esquistos primitivos; atribuyvendo Humboldt a estas rocas. el origen de las arenas de oro que encontraron los españoles. y de las escuales se encontraban vestigios, en la época * de su viaje en los ríos de Holguín y el Escambray. Atribuye la abundancia de cobre de que hablaban los conquistadores del siglo xvI, a las formaciones de esquisto anfbólico de throns- chiefer de transición, mezclados de diorita y de eufótida, aná- . logos a los encontrados por él en Guanabacoa. D. F. Ramos: Estudios Mineralógicos etc. de Cuba. 41 En la parte Central y Occidental fué donde Humboldt es- tudió aleunas localidades. En esas regiones encontró las si- guientes rocas: dos formaciones de caliza c«ompacta: una de ereda arcillosa, otra de espejuelos. La primera, vista en Gines, Loma de Camoa, Tetas de Managua; Matanzas, y Lomas de San Juan, en Trinidad; la clasifica como jurásica, y fundán- dose para esta clasificación sólo en la composición y aspecto, él confiesa no conocer su posición o superposición, datos indispen- sables en las determinaciones geocronológicas. Del espejuelo del Este de Matanzas, San Antonio de los Bayos y Cayos Fuerte a Remedios, dice: **Creo que el espejuelo de la Isla de Cuba, no corresponde al terreno terciario, sino al secundario. Llama ha- cinamiento calizo a los terrenos modernos del Este de la Isla de Pinos, Sur de Batabanó y cayos e islotes que rodean a Cuba desde éste a Cienfuegos, principalmente al sur de la Ciénega de Zapata, entre los que se encuentran Cayo Bonito, Cayo Flamen- co y Cayo Piedra, que indica como terciarios (con lo que quiere decir modernos, pues en su época no se distinguían los terrenos terciarios y cuaternarios de los modernos). En la región habanera, considera como jurásicos: La Punta, el fondo meridional de la Bahía, lo mismo que su parte Septen- trional (colinas del Morro y de la Cabaña); y como de transt- ción (primarios de los geólogos modernos), la orilla Oriental, Regla y Guanabacoa, que fué la región que mejor estudió, por lo cual hace en su Ensayo político una deseripción extensa de sus rocas; fué en ella donde encontró, por primera vez, la dia- laga metalizada bajo los trópicos. La tierra. «colorada de cultivo cuyo origen ha preocupado a algunos geólogos, la cree Hum- boldt procedente de la descomposición de aleunas capas super- ficiales de hierro oxidado mezelados con sidico y arcilla o ereda margosa rojiza sobrepuesta al calizo. ¿Cómo debemos aceptar estos conceptos? En la página 49 del Ensayo político, dice Humboldt: *“Sin querer asignar con certeza al calizo de Gines, que es el del Castillo de la Punta, un sitio determinado en la tabla de las formaciones (lo descu- brió antes como jurásico), no tengo duda acerca de la antigiie- dad relativa de esta roca, respecto del hacinacimiento calizo de los Cayos (que consideró terciarios), situados al Sur de Bata- banó y al Este de la Isla de Pinos.*”? Estas frases nos indican la duda con que debemos tomar las determinaciones de terrenos 42 Memorias de la Sociedad Poey. efectuadas por un hombre muy perito, pero que hizo un viaje tan rápido por nuestro país, en una época en que no se habían estudiado bien los fósiles, ni se conocía la microscopía de las rocas ígneas, únicos datos verdaderos en la determinación de terrenos y rocas. No poseyendo estos conocimientos, tampoco se fijó, como lo indica en la página 44 del mismo libro, para la determinación de la edad de esos terrenos en su posición que no conocía, sino sólo en la composición y aspecto; datos que para nada se tienen hoy en cuenta, cuando se va a determinar un terreno. Poco después de Humboldt, visitó la isla el Dr. Descourtilz, que publicó en 1809 los Viajes de un naturalista y sus observa- ciones sobre los tres reinos de la naturaleza en España, en Cuba, en Santo Domingo y en la América Septentrional, trabajos que resultan de escasa importancia al lado de los del sabio alemán. Cortés, en sus Memorias sobre geología de las Antillas, al ocuparse de Cuba, sigue las ideas de Humboldt. Este trabajo ha sido publicado en el Journal de Phisique, vol. XXX, página 129 (1810). En 1836, en las Transactions of the American philosophaical Society of Fhiladelphia, vol. VÍ, págima 191. fué publicado un trabajo referente a Cuba titulado: “Noticias sobre una vena de hulla?*”; estudio presentado a la citada Sociedad de Filadelfia por los Sres. R. Taylor y F. Clemson. Este artículo mereció ser re- producido por The Lond. and. Edimb. Magaz., en Marzo de 1873, vol. X, página 162; y en Mayo del mismo año en la ““Bibliothe- que universelle de Genéve.?”? Dicha vena fué descubierta a tres leguas al Este de la Habana y a dos leguas de Guanabacoa. Los autores de la comunicación consideran esta vena como un filón de carbón común; e insisten mucho sobre las ramificaciones que, saliendo de dicho filón, penetran en las rocas vecinas en diree- ción del suelo. Esta particularidad para ellos establece una di- ferencia notable, entre esta formación y la de las minas ordina- rias de carbón, pues ella no ofrece ni capas regulares estratifi- cadas ni la mejor traza de fósiles animales o vegetales. Esta sería, dicen, probablemente una cavidad natural de la roca, que se ha llenado de una materia carbonosa, que se creería ha- ber sido lanzada por una fuerza instantánea. Al insistir sobre esta particularidad, llama la atención de los geólogos sobre el sistema que atribuye al fuego subterráneo la formación de la D. F. Ramos: Estudios Mineralógicos etc. de Cuba. 43 serpentina y de la eufótida, en cuyas rocas se encuentra la cita- da vena. Enrique Galeotti, miembro del Instituto Nacional de Méxi- eco, publica en el vol. VIII, número 6, del Bulletin de l'Aca- demie de Genéve (1837) un ““Apereu geognostique des envi- rons de 1"Havane””, trabajo que tiene mucha importancia no tanto por lo que en sí representa, pues no es más que un com- pendio del estudio geognósico de los alrededores de la Habana; sino porque ha de servir de mucho a quien complete este tra- bajo de tanto interés para nosotros y que figura como tema en el cuestionario para la tesis de esta Facultad. La versión espa- ñola de esta Memoria hecha por el Dr. Carlos Theye, se publi- có en el tomo XXVII de los “Anales de la Academia de Cien- cias de la Habana”” (1890). R. Taylor leyó en la sesión de 30 de mayo de 1843, de la Fhilosophical Society of Philadelphia, una comunicación titu- lada: “Carácter y porvenir de la región cuprífera de Gibara y ojeada sobre la Geología del NE. de Cuba””. Esta comunica- ción fué inserta en las Transacciones de dicha Sociedad, volu- men IX (1846). En la Historia física y política de la Isla de Cuba, publicada en español y francés en los años 1842 y 1844, respectivamente, su autor D. Ramón de la Sagra, Director del Jardín Botánico de la Habana, dedica un capítulo a la Mineralogía y Geología de nuestra Isla. En dicho capítulo sólo hay de nuevo la deter- minación de los ejemplares, rocas; minerales y fósiles, recogidos por la Sagra, D. Pedro Alejandro Auber, y otros, en toda la Isla, cuya clasificación fué hecha por notabilidades francesas, como Cordier, profesor del Museo de Historia Natural de Pa- rís, Berthier, profesor de la Escuela de Minas, ambos miem- bros del Instituto Real; D'Orbieny, que dibujó los fósiles lle- vados por la Sagra, láminas que sólo llegaron a ocho, pues la muerte arrebató a su autor. Los trabajos de la Sagra tienen eran importancia, por haber sido las suyas las primeras colee- ciones cubanas. A más de las obras a que nos hemos referido, publicó la Sagra varios artículos sobre Mineralogía y Geología de Cuba en la Revista de Ciencias, Artes, Agricultura y Comer- cio de la Habana, trabajos que habiendo sido anteriores a la Historia física y política de la Isla de Cuba, podemos conside- rar incluídos en dicha obra. 44 Memorias de la Sociedad Poey En el periódico antes citado vió la luz también un trabajo bastante importante: “Topografía vegetal, geológica y médica de Alquízar””, por D. Juan José Mión y March. San Richard, en sus ““Ideas sobre Cuba””. publicadas en el Diario de la Habana de 7 de Agosto de 1841, reproducido en el American Journal, vol. XIII, página 388 (1842), trata algo sobre Mineralogía y Geología. En la misma publicación ameri- cana se insertó en su vol. XLVI, página 297, un trabajo de M. Thrembere, titulado: '“Baneos de infusorios de Cuba””. El Diario de la Marina publicó en 1844 un informe de D. Manuel Goltmann “sobre una mina de oro en la jurisdicción de Holguín””. En esa misma época vió la luz en el Redactor de Santiago de Cuba y en Diario de la Habana, otro informe de D. Pelegrín Ferrer, sobre las minas de Cayos Troneones. En el siguiente año apareció la obra de Vicente Vázquez Queipo, titulada: Informe fiscal sobre el fomento de la pobla- ción blanca en la Isla de Cuba, entre cuyos apéndices hay al- gunos del mayor interés para la historia de la minería en Cuba. En 1847, salió la obra de Sainte Claire de Ville Viaje geo- lógico a las Antillas. Don José Luis Casaseca insertó en el tomo XXV de las Memorias de la Real Sociedad Patriótica de la Habana, un artículo sobre los mármoles de la Isla de Pinos y sobre las mi- nas de cobre de Santiago de Cuba. Estos trabajos vieron la luz en 1847. D”Archiac, a quien llama Fernández de Castro verdadero cromista de la ciencia geológica en todo el mundo, en su libro Histoires des progrés de la geologie, dedicada un apéndice a Cuba en el tomo V, página 526. También se refiere a nuestro país en otros lugares de dicha obra publicada a mediados del siglo pasado. Don Joaquín Elizaguirre, en la Noticia sobre las minas de Santiago de Cuba, Puerto Príncipe y la Habana, trata algo de la Geología de estas regiones; dicho estudio fué publicado en el Boletín «lel Mapa Geológico de España. En 1855, el trabajo de Policarpo Cía, que llevó por título ““Observaciones geológicas de una gran parte de la Isla de Cuba””, fué publicado en el tomo V de la Revista Minera. En ese año aparece la “Descripción de una veta notable de mine- ral en Santiago de Cuba””, por el profesor Anster, en el tomo XII D. F. Ramos: Estudios Mineralógicos etc. de Cuba. 45 del Quartely Journal, y un artículo de D. Fernando Valdés Aguirre, titulado “Fósiles cubanos””, en el tomo 1V de la Re- vista de la Habana. En esa época era Cuba, de las posesiones españolas la que dió origen a mayor número de eseritos mineralógicos y geoló- gieos, entre los que tenemos: uno “sobre minas de cobre de San Fernando””, por el Dr. Anster, impreso en el tomo XIII del Quartely Fournal; una “Memoria sobre los productos bitu- minosos de la Isla de Cuba por el Dr. Carlos Moisant; otro acerca del estado de la minería en el departamento Occidental y dos informes sobre minas de las inmediaciones de Santiago de Cuba, todos manuseritos por D. Diego López de Quintana; una noticia sobre el criadero y minas del Cobre, por D. Poli- carpo Cía, inserta en el tomo XVIII de la Revista Minera, y el informe de D. Alvaro Reinoso sobre el guano de los Cayos de los Jardines y Jardinillos, publicado en la Gaceta Oficial de 12 de Octubre de 1858, y en el tomo I de la 4.* serie de las Memorias de la Sociedad Económica de la Habana. En 1856, el Manual de la Isla de Cuba, de D. José García de Arbolella, publicado en la Habana; unos Apuntes para la historia de Cuba primitiva, por D. Fernando Valdés Aguirre; una Memoria de D. Diego López de Quintana acerca de la mina de cobre ““La Unión”? en el término de Mantua. Sobre una mina de asfalto de las inmediaciones de la Habana escribió D. Manuel Fernández de Castro un informe que contiene algu- nas consideraciones geológicas sobre el yacimiento de esta sus- tancia en las Antillas, de cuyo informe se publicó un extracto en el tomo XL de la Revista Minera. En los cuatro años que sieuileron a 1859, encontramos: Ar- tículo de D. Carlos Moisant “sobre los productos bituminosos de Cuba, impresos en el Diario de la Marina y que viene a ser un complemento de la Memoria que publicó el año anterior. ““Sobre la posición geológica. composición y aplicación de las sustancias bituminosas de Cuba””, por M. Th. Chateau, en el que habla del chapapote; inserto en el año III de los Annales du génie civil. El Diccionario geográfico estadístico histórico de. la Isla de Cuba, por D. Jacobo de la Pezuela, que empezó a pu- blicarse en 1863, en el cual se trata de la Geología por Manuel Fernández de Castro. La Guía de las Cuevas de Bellamar, de Eusebio Guiteras. Un Informe sobre el estudio de la indus- 46 Memonas de la Sociedad Poey. tria minera en el departamento Oriental, por D. José Fernán- dez de Castro; y varios eseritos de su hermano Manuel, que vie- ron la luz pública en el Diario de la Marina, entre los cuales figuran: “Informe dado con motivo del reconocimiento del po- trero Toledo para el establecimiento de una Escuela de Agricul- tura?”, “Del yeso y el hierro oxidado en Cuba””, y un artículo del mismo sobre ““la formación de la tierra colorada que constituye gran parte de los terrenos de la Isla””, publicado en los Anales de la Sociedad Económica de la Habana y reproducido en el tomo IV de la Revista Porestal, en cuyo artículo atribuye el autor el origen de dicha tierra colorada a los nódulos de óxido de hierro diseminados en la caliza terciaria subyacente contra- diciendo en ello las ideas de Humboldt, que la atribuía, como hemos dicho, a la desaparición de una capa superior preexis- tente. (Continuará.) REVISTA BIBLIOGRAFICA 1. MemoIRs or tHe MuseumB*$0r COoMPARATIVE Zo0LOGY, vol. XLIV, núm. 2, Cambridge, Mass. U. S. A. 1914. Contiene este volumen el trabajo del Dr Thomas Barbour titulado A Contribution to the Zóogeography uf the West Indies, with special reference to amphibians and reptiles, cuyo estudio es del mismo interés científico que el publicado por dicho com- petente naturalista en 1912 y referente a la Zoogeografía de las indias orientales (A Contribution to the Zoógeography of the East Indian islands). En la Introducción de aquella monografía, el Dr. Barbour hace la historia de las colecciones que existen en el Agassiz Museum de representantes de la fauna de las islas occidenta- les y la relación de su viaje a los distintos lugares de esa re- gión americana; y al visitar varias veces a Cuba, nos ofreció la oportunidad de estrechar la mano del buen amigo. Sucesivamente comprende la obra estos capítulos: Last of species incorrectly recorded from lhe West Indies,—Introduced Revista bibliográfica. 47 species (fortuitously or otherwise) —Zoógeography (Cuba, Ja- maca, Haití and Santo Domingo, Porto Rico, the Virgin Islands, the Lesser Antillas, GErenada)—Conclusiones—Annotated list of the species —Fable of distribution. Además, una lámina lito- eráfica con vistas de la cabeza, manos y pies de estas tres espe- cies: Eleutherodactylus jhonstonez Barbour, Eleutherodactylus urichi Retteer y Scolecosaurus allen Barbour. De este importante estudio de Barbour ocúpase el Dr. C. de La Torre en la parte herpetológica de su trabajo sobre la Revi- sión del Catálogo de la Fauna Cubana, euya publicación ha co- menzado en este número de las MEMORIAS. 2. LA CIGUATERA Y LOS PECES QUE LA PRODUCEN; por el Dr. Pe- dro Valdés Ragués, Habana, 1914. El Dr. Ragués, Conservador de los Museos de Historia Na- tural del Instituto de Segunda Enseñanza de la Habana y Vo- cal naturalista de la Junta Nacional de Pesca, ha publicado un opúsculo útil y nosotros aplaudimos sinceramente su trabajo, que merece ser conocido por todos aquellos a quienes va dedica- do: los jueces, alcaldes, inspectores y personas interesadas en la pesca, acarreo, venta y alimentación por los peces. Y las ma- terias que trata revisten indiscutible importancia: La enferme- dad Ciguatera; Conclusiones sobre los peces que pueden produ- cirla; Nómina de los peces sospechosos de Ciguatera según el artículo 106 de las Ordenanzas Municipales; Causas productoras de la ciguatera; Algunas consideraciones sobre los peces llama- dos ciguatos; Medios de evitarla, y Descripción de los peces ci- guatos. Varios grabados ilustran este estudio, el cual dice el Dr. Ragués, “sólo tiene por objeto presentar un resumen de los trabajos sobre la ciguatera y los peces que la producen, pues en no lejano día, una obra más completa será publicada por una comisión de naturalistas.?? Desearíamos que el anuncio de semejante labor no tarde en realizarse, presentándose con am-. plitud las informaciones sobre los varios particulares ligados al problema de la ciguatera, de indiscutible importancia para nosotros. Dr. A. MESTRE. 480 Memorias de la Sociedad Poey. VARIEDADES Tesis sobre Historia Natural. De 1906 a esta fecha, según los datos de la Facultad de Letras y Cien- cias, se han leído y sostenido las siguientes tesis para el grado de Doctor en Ciencias referentes a la Historia Natural: : —Bosquejo histórico acerca de los estudios mineralógicos y coiaRd 3 relativos a la Isla de Cuba. Causas del evidente atraso de los mismos; por Domingo F. Ramos y Delgado (Marzo 8 de 906). —Esxposición sintética de la rigueza mineral de Cuba; por José Antonio Ortiz (Julio 7 de 1906). —Estudio comparativo de las prigatadies clasificaciones botánicas; por Antonio Ponce de León (Enero 17 de 1908). Las tres anteriores corresponden a la época en que sólo existía el grado de Doctor en Ciencias, y las que se expresan a continuación, a cuando quedó nuevamente establecida la división de la Escuela de Ciencias en tres Secciones (Físico-Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales) con sus res- pectivos doctorados. —Nuevas orientaciones del transformismo; por José Nicolás Ferrer (Mayo 9 de 1908). ¡ - —Origen de'los sexos; por Pedro Cué (Junio 20 de 1908). —Contribución al estudio de los mamíferos acuáticos observados en las costas de Cuba; por Luis Cuní (Junio 30 de 1910). —Estudio de las cactáceas cubanas; por Juan T. Roig (Abril 16 de 1912). —Consideraciones sobre el transformismo; por Leandro González Velez (Junio de 1913). —Contribución al estudio de la langosta; por Salvador de la Torre (Enero 23 de 1914). —Necesidad de protección a las aves cubanas; por Salvador Llinás (Noviembre 20 de 1914). —Leguminosas de la Flora Cubana; por José Frayde (Febrero 4 de 1915). En las páginas de las MeEmMoRIAS publicaremos algunas de estas tesis de doctorado. Entre las aún inéditas encuéntrese la del Dr. D. F. Ramos que aparece en el presente número y contiene abundantes datos e indica- ciones de gran utilidad para los que se propongan estudiar los documentos que constituyen la historia de nuestra mineralogía y geología desde tiem- pos lejanos. - Se constituyo en. la chan? una da científica dedi- dio de las Ciencias Naturales (Mineralogía, Geología, Biología, , Zoología y Paleontología, Antropología y Agronomía) y a sus ART. 2."—Dicha agrupación se denominará Sociedad Cubana de His- YE ' Natural ““Felipe Poey*?, como tributo a la memoria del sabio fun- or de las Ciencias Naturales en Cuba. Arr. 3.—El fin principal de la Sociedad será el cultivo de la ciencia cal, tendiendo a estrechar los lazos de compañerismo entre los que persi- an. a Cuba esos estudios, para que la labor científica personal resulte 8 eficaz. - ArT. 4.—El número de socios será ilimitado, pudiendo pertenecer a la ciedad así los cubanos como los extranjeros; necesitándose para ser ad- mitido la propuesta de un miembro, y la admisión en la siguiente sesión las dos terceras partes de los votos de los concurrentes y previo infor- de una ponencia nombrada al efecto. ART. 5."—Los socios serán fundadores, titulares, corresponsales y hono- _Los primeros son los que han asistido a la sesión de constitución y anización de la Sociedad. Los titulares son los miembros ordinarios de la upación, residentes en toda la Isla, y abonarán la cuota anual de seis os moneda americana. Los corresponsales lo son en el extranjero. Para nombrado miembro honorario es preciso haber sobresalido en las Cien- cias. Naturales, puras o aplicadas, por sus conocimientos e importancia de Sus publicaciones. Los corresponsales y honorarios están exentos del pago > la cuota mencionada. Arm. 6.—A los efectos de los trabajos de la corporación, ésta compren- derá las siguientes Secciones, que tendrán sus respectivos Director y Se- retarid: 1.*, de Mineralogía y Pra 2.*%, de Biología; 3.*, de Botáni- a; js, de Zoología y Paleontología; 5.*, de Antropología ; y 6.*, de Agro- ía. e —La Sociedad elegirá anualmente su Junta Directiva compues- 8 , del E loiao Vicepresidente, Secretario, Vicesecretario y Tesorero, los que constituyen la Mesa; siendo Vocales de aquélla el Director y Se- eretario de las Secciones que comprende la Sociedad. Dicha Junta Direc- tiva será nombrada en la primera quincena de Mayo de cada año; verifi- ES eándose las elecciones entre los socios titulares residentes en la Habana por mayoría de votos y pudiendo ser reelectos. La Sociedad podrá nombrar Presidente honorario. - Art. 8.“—Las sesiones de la Sociedad serán ordinarias y extraordina- rias, ya privadas o públicas, según el carácter de la orden del día. Las or- —_dinarias se celebrarán en la última semana de cada mes, exceptuándose los eses de Julio, Agosto y Diciembre. Las sesiones extraordinarias podrán nvocarse por el Presidente cuando las juzgue oportunas o a virtud de petición por. escrito de tres socios titulares. Los acuerdos de la Sociedad tomarán siempre por mayoría de votos, decidiendo la presidencia en caso empate; y constituyendo el quorum, para la celebración de las sesiones, neo. miembros titularse. La Sociedad celebrará el 26 de Mayo de cada año sesión solemne conmemorativa de su fundación, fecha del nacimiento Poey, en 1799; tomando en ella posesión la Junta Directiva elegida. Arm 9.—La Sociedad tendrá lo más pronto que sea posible su publi- cación, órgano oficial de ella, y donde periódicamente aparecerán sus tra- bajos; y un Comité de Redacción, nombrado por la Sociedad, se ocupará de todo lo concerniente a dicha publicación, de acuerdo con su Junta Di- tiva. Arr. 10,—La Sociedad resolverá lo que no se exprese en este Regla- 1 a ese fin; y en caso de disolución de la Sociedad, los fondos y propie- des de la misma se destinarán al “*Museo Poey?” de la Escuela de Cien- cias de de Universidad de la Habana. Ea: a Poe Datos biográficos (con un grabado); q por. : AREA A. Mestre. , Ea 3 SR ST eslones de la lucida (Mayo 26 de 1913 ¿Enero 20 Ab Mayo 30, Octubre 31 y Novbre. 28 de 1914). e —Noticia -biográfica del Profesor Van Thieghem; por. el Dr. M Gómez de la Maza. y —Revisión del Catálogo de la Fauna Cubana. Introducción 6 por Carlos de la q eo relativos a la Isla de Cuba. Causas del o ldénte atraso de los mismos; 1 4 A Dr. Domingo F. Ramos. (Continuará.) -— — REVISTA BIBLIOGRÁFICA. ? —Menmoirs of the Museum of Comparative Zoólogy, vol. XLIV, n —Cambridge, Mass. U. S. A., 1914, , A E —La Ciguatera y los peces que la producen; por el Dr. Pedro Vald Ragués, Habana, 1914. O —-VARIEDADES.—Tesis sobre Historia Natural. ú obras, de los que daremos cuenta debidamente El Comité de Redacción de las MEMORIAS no se hace solida ar de las ideas sustentadas por o autores da los trabajos que pu ab que. y “EL AS Para todo lo concerniente a las MEMORIAS, Gmanusoritos, es je, remisión de obras, €.) dirigirse al Dr. Arístides Mestre, 1 seo Poey, Universidad de la Habana, República de Cuba. “FELIPE POEY” / DIRECTOR: DR. CARLOS DE LA TORRE. z JEFE DE REDACCION: - DR. ARÍSTIDES MESTRE. —, és NE 2 De " a A 7 Le DANA AA 13 ez ] pa e A IMPRENTA EA E > EL SIGLO XX (558 > DE AURELIO MIRANDA — . > TENIENTE REY 2/ 1915 EA “FELIPE POEY” PARA EL AÑO ACADEMICO DE 1915 A 1916. Presidente: - Dr. Carlos de la Torre. Vice-Presidente: Dr. Luis Montané. Seuretario: Dr. Arístides Mestre. Vice-Secretario: Dr. Federico Torralbas. Tesorero: Dr. Mario Sánchez Roig. SECCIONES! 1. Mineralogía y Geología. Director: Dr. Santiago de la Huerta, - Secretario: «Sr. Pedro Guerra. ; 2. Biología. Director: Dr. Mario Lebredo. Secretario: Dr. Alberto Recio. 3. Botánica. Director: Dr. Manuel Gómez de la Maza. Secretario: Dr. Jorge Horstmann Trigo. 2. Zoología Y Paleontología. Director: Dr. Felipe García Cañizares. Secretario: Dr. Pedro V. Ragués. 5. Antropología. “Director: Dr. Luis Montané. Secretario: Dr. Juan M. Dihigo. 4 6. Agronomía. Director: Sr. José Cadenas. Secretario: Dr. Buenaventura Rueda. ds — | A E , Los Sres. Secretarios de las Secciones forman el Comité de Redacción de las MEMORIAS, según acuerdo de la Sociedad; Sr. Tesorero tiene a su cargo la administración. A id IN Vol. 1. MARZO Y ABRIL DE 1915. Núm. 2. MEMORIAS DE LA | SOCIEDAD CUBANA DE HISTORIA NATURAL | “FELIPE POE Y” E LIBRARY SESIONES DE LA SOCIEDAD NEW YOR SUTANICA! UARDEN, 72 sesión (extraordinaria).—Enero 15 de 1915. Presidencia del Dr. Santiago de la Huerta. Socios CONCURRENTES.—Sres. J. Horstmann Trigo, F. del Rio, F. Torralbas, M. Sánchez Roig, P. Guerra, S. Massip, M. de J. Rabassa, V. Rodríguez y A. Mestre (Secretario). | Lectura y aprobación del acta de la sesión anterior (No- viembre 28 de 1914). Se excusan de asistir a la sesión los Sres. E. F. Plá, J. Varela Zequeira, J. M. Dihigo, S. Cuevas Zequeira -y J. Cadenas; no concurriendo el Dr. C. de la Torre a la re- “nión a causa de enfermedad de un familiar, por cuyo motivo - se deja para la próxima la lectura de su trabajo anunciado re- lativo a la Fauna de Cuba. SESIÓN PRIVADA.—BSe constituye la Sociedad en sesión pri- vada extraordinaria para introducir modificaciones en el Re- olamento, elegir la Junta Directiva para el año de 1915 a 1916, crear la Sección de Biología y tratar de la revista órgano oficial de la Corporación. y? 82 sesión. —Enero 30 de 1915. Presidencia del Dr. Carlos de la Torre. ño Socios CONCURRENTES.—Sres. S. Cuevas Zequeira, M. Sán- chez Roig, J. M. Dihigo, F. del Río, J. Horstmamn, J. T. Roig, 50 Memorias de la Sociedad Poey. . de la Huerta, F. Torralbas, P. Guerra, V. Rodríguez y A. o e (Secretario). El Secretario da lectura al acta anterior, que fué aprobada. APLAUSO A UN REPRESENTANTE.—Asiste a la sesión el Re- presentante Sr. Juan Ramón Xiqués, cuya presencia aprovecha el Dr. La Torre para tributarle un aplauso en nombre de todos los asistentes por sus proyectos de reformas en la enseñanza y organización de las Escuelas Normales, así como por su apoyo a la Ley para continuar los trabajos relacionados con la publica- ción de los estudios ictiológicos de Poey; proponiendo el Dr. La Torre se envíe una comunicación a la Cámara de Represen- tantes expresándole el natural regocijo sentido por la Sociedad a consecuencia de la aprobación de dicha Ley: lo que fué acep- tado.—El Sr. Xiqués da las gracias al Dr. La Torre por sus pala- bras, manifestándole estar siempre dispuesto a ayudar con su modesto esfuerzo a todo lo que contribuya a nuestro progreso científico. SOBRE LOS MANANTIALES DE VeENTO.—El Sr. Presidente pre- senta al Sr. Antonio Pastor Giraud, a quien conoció en el último Congreso Internacional de Geología celebrado en México, y el cual va a leer su trabajo A propósito de los manantiales de Vento; estudio que no fué escrito, según consienó el Presidente, sino con el carácter de un artículo de vulearización en la pren- sa diaria, pero que, juzeándolo interesante, le indicó lo presentara a la Sociedad.—El Sr. Pastor Giraud lamenta que su trabajo no comprenda datos tomados sobre el campo y sólo consideracio- nes sugeridas por la interpretación de un mapa, cosa expuesta a error.—El Dr. Huerta felicita al Sr. Pastor Giraud por su artículo y le da la bienvenida por la Sociedad; mas, para co- nocerio y juzearlo debidamente, pide quede sobre la mesa: acor- dándose así. El Sr. Presidente señala una vez más la importan- cia que para nosotros tienen las investigaciones a que alude el escrito del Sr. Giraud, y espera sean el punto de partida de trabajos efectivos y prácticos sobre la geología cubana. ENtTomMOoLoGÍA DE CuBa.—El Dr. Sánchez Roig lee el prin- cipio de su Contribución al estudio de los formícidos cubanos. —El Dr. S. de la Huerta observa cómo el Dr. M. Sánchez Roig ha seguido indicaciones hechas a él anteriormente, anotando en su Contribución los caracteres de los grupos superiores al mismo tiempo que los genéricos y específicos. A. Mestre: El Museo de Bélgica. 51 CATÁLOGO DA LA FAUNA CUBANA.—Seguidamente el Dr. C. de la Torre dió lectura a la Introducción de su Revisión del Catálogo de la Fauna Cubana (véase pág. 31 de las Memor1as).—El Dr. Mestre alude a lo que significa la primera parte del estudio del Dr. La Torre, que es, como si dijéramos, nuestro programa de trabajo; todo debemos empeñarnos en la realización de esa obra que no es tarea de un día ni de un solo hombre, que necesita del concurso de variadas y especiales competencias, aprovechándose la labor de los que nos precedieron en las investigaciones y de los naturalistas de esta época. SESIÓN PRIVADA.—Se constituye después la Sociedad en se- sión privada para el nombramiento de socios titulares, :elec- ción del Director y Secretario de la Sección de Biología y tomar acuerdos concretos sobre la publicación de las Memorias en el próximo mes. EL REAL MUSEO DE HISTORIA NATURAL DE BELGICA POR EL DR. ARÍSTIDES MESTRE Profesor Auxiliar de Biología. Zoología y Antropología. Conservador del Museo Poey. (SESIÓN DEL 31 DE OCTUBRE DE 1914) En la sesión de Mayo 30 prometí no olvidar a la Sociedad Poey en mi viaje a Europa. adonde iba, autorizado por la Fa- cultad de Letras y Ciencias, a estudiar la organización de algu- nos Laboratorios de Zoología marítima; y ahora cumplo mi pro- mesa de entonces con esta nota informativa sobre el Real Museo de Historia Natural de Bélgica que me permito dar a la Socie- dad entre tanto redacte el trabajo que debo a la Facultad, por más que la guerra actual no me dejó realizar mis estudios sino incompletamente; por otra parte, esta exposición tiene que ser limitada a ciertos particulares relacionados con dicho Museo porque otros datos que sobre el mismo poseo encuéntranse toda- vía con otros documentos científicos en París, sin haberlos re- cibido hasta el presente por la dificultad de las comunicaciones. Desde que leí hace aleún tiempo el estudio de A. B. Meyer, Director del Museo Zoológico y Antropológico de Dresden, so- 52 Memorias de la Sociedad Poey. bre varios museos americanos y europeos (Studies o the Museums and kindred institutions of New York City, Albany, Buffalo and Chicago, with notes on some european institutions (““Report of the U. S. National Museum””, Washington, 1905), confieso que me interesó notablemente el Museo de Bruselas al cual dedica unas pocas páginas consignando, al terminarlas, estas palabras: ““It is not easy in a brief space to do justice to this original and uniquely organized museum. ?? En mi primera visita al Museo acompañóme “nuestro Minis- tro en Bruselas, mi buen amigo el distinguido Dr. Francisco Zayas Alfonso; después tuve oportunidad de conocer al Dr. G. Gilson, su Director, no pudiendo ver también, como era mi deseo, al Dr. E. Rousseau, Conservador adjunto del Museo y Director de la Estación Biológica de Overmeire, por estar en esa época en Suiza. El Museo se instaló en 1891 en el local que actualmente ocu- pa; pero su historia pasada puede dividirse en dos épocas: des- de sus orígenes—que se remontan a 1769 cuando la Emperatriz M. Teresa fundó una Sociedad literaria “con el propósito de hacer revivir las ciencias y las letras en las provincias de los Paí- ses Bajos””—hasta 1868, en que Eduardo Dupont, discípulo de Omalius d*Halloy, uno de los padres de la Geología, se hizo cargo de la dirección del Museo; y, después de esa fecha a nuestros días. Dupont inició para el Museo de Bélgica una nueva era y un cambio completo en su orientación futura. Explorar el territo- rio belga fué la idea de Omalius; impulsar a la Bélgica “a eseu- driñar sus archivos históricos, a reunir sus tesoros artísticos, a analizar sus recursos científicos””: tal fué también la preocupa- ción dominante de Dupont; claramente demostró en el curso de sus importantes trabajos “que la exploración es inseparable de la colección, y que el Museo debe ser la reunión de los mate- riales de la exploración del país, acompañados de objetos de comparación extranjeros que son necesarios al estudio de las producciones del territorio nacional””. Realiza Dupont, en una palabra, ““el primer tipo de Museo de exploración regional””; y aparte de esto, el crecimiento extraordinario que tuvieron las colecciones bajo la dirección de ese sabio y la formación de un buen personal de naturalistas y preparadores, dilatándose así el horizonte de la labor del Museo. Al período de Dupont pertenecen importantes adquisiciones: $ AGP AA : 1 y ? ! ] A. Mestre: El Museo de Bélg:ca. 53 el Mamouth encontrado cerca de Lierre; las osamentas cuater- narias de la baja Bélgica; restos humanos prehistóricos de la época en que apareció la industria del metal; osamentas de los cetáceos de Amberes; los célebres iguanodones de Bernissart; los Mosasaurianos de Baudour y de Ciply; los dos Hainosaurios, tipos gigantescos nuevos y únicos. La galería de Vertebrados ostenta actualmente toda esa riqueza. A pesar de que la Bo- tánica y la Geología están confiadas al Jardín Botánico y al Servicio Geológico, dos instituciones que funcionan in- dependientemente, el Museo “tiende a conservar los vegetales Fósiles, porque ellos constituyen materiales de exploración y su- ministran documentos preciosos para el estudio de las condicio- nes de medio que encontraron los seres vivientes en las diversas edades del pasado””. Dupont parte a su viaje de exploración del Congo; y se modifica entonces la reglamentación del Museo. Con- tinuaron realizándose otras exploraciones: yacimientos de silex tallados paleolíticos y neolíticos, capas geológicas de diversas es- taciones, exploración entomológica, de aguas dulces, y la del mar que baña las costas belgas: todo lo que contribuyó al ereci- miento del Museo. Necesítase mayor espacio: se ordena entonces su traslado del Palacio de Nassau al Parque Leopoldo (1891); y se redacta el plan Dupont Janlet de mejoramiento indiscutible. Al fin, “el principio de exploración como función primordial y dominante del Museo es firmemente establecido; y el de la construcción y de las instalaciones especialmente adaptadas; el de la explicación general y etológica de la colección pública; y, en fin, el de la colaboración externa no lo son menos sólida- mente. ?? Instalado el Museo en el Parque Leopoldo, como hemos di- cho, para 1905, ya quedó añadido a los anteriores locales un ala nueva, el ala Sur, primer atractivo de un edificio simétrico de dos alas, cuya parte media comprenderá la porción antigua modificada. El ala Sur, nueva, aloja hoy exclusivamente las pro- ducciones del territorio belga: es la Galería Nacional. Dicha ala Sur está construída bajo las ideas de Dupont y los planos del arquitecto Janlet; y realmente—como me exponía M. Gil- son—aunque no está exenta de reproche, “su construcción y su disposición merecen, sin embargo, fijar la atención de todo el que se interese por la cuestión de los Museos””. El carácter que llama la atención en el mencionado edificio es su notable adap- 54 Memorias de la Sociedad Poey. tación a las necesidades de un museo regional. Tiene 84 metros de largo y 30 metros de ancho (planta baja); y comprende cua- tro pisos distintos: 1. Los subsuelos: salas de trabajo, labora- torios, talleres de montaje y almacenes; 2. Primer piso (rez de chaussée): exhibición de vertebrados belgas.; 3.” El entresuelo : gabinetes de estudio, biblioteca y bureau de la Dirección; 4.? Piso superior: consagrado a los imvertebrados.. Los anaqueles y vitrinas ofrecen conveniente disposición, así como la aereación y luz. Los muebles están aislados en el inte- rior de los locales. El sistema de mesetas va indicando netamen- te la repartición cronológica. El subsuelo (del ala Sur) contiene vastos talleres muy bien acondicionados, y almacenes convenien- tes; aleunos talleres han sido recientemente transformados en laboratorios, pero su instalación requiere mejorarse. En la disposición de los muebles, se han observado estas re- glas: (a) no hay muebles pegados a las paredes entre las ven- tanas; están colocados frente a la luz; (b) en los armarios, las menos partes opacas posibles; (e) la abertura de los muebles, armarios, lo más difícil posible. Los muebles de la colección en- tomológica sistemática y comparativa, son de un modelo nuevo y original, así como otras que pudieran citarse. La disimetría del mueble, a que obliga la gran variedad de las dimensiones de los objetos, ha sido atenuada en lo posible, por más que no exelu- ye la unidad de plan. La reunión de las produciones del territorio belga y de las aguas marítimas que bañan sus costas, obedecen a un principio fundamental cronológico: por lo general, se han distribuido los objetos en grupos pertenecientes a cada una de las etapas que la geología distingue en la historia del territorio belga. “Están reunidos, próximos a los reptiles de Bernissart, todos los restos de seres vivientes, animales y vegetales, de esta localidad, con el propósito de reconstruir, ayudado de estos restos de una fau- na y de una flora muy ricas y muy interesantes, el cuadro de la vida en la época y en lugar donde vivían los Iguanodones”?; disposición muy científica, pero que no es dable siempre practi- carse por falta de espacio; y por esta cireunstancia, tres explo- raciones actualmente tienen su conservatorio: la exploración del mar, la exploración entomológica-etológica, y la exploración orni- tológica-etológica. Las “colecciones comparativas? "comprenden todos los materiales no belgas que el Museo se ha procurado para A. Mestre: El Museo de Bélgica. 55 el estudio de los objetos belgas, y se encuentran en la parte anti- gua del edificio. Las colecciones entomológicas, ricas en tipos, son de las más considerables y las mejores estudiadas en mundo. Las colecciones comparativas están clasificadas desde el ppunto de vista puramente sistemático. Tiene el Museo, como establecimientos auxiliares: la Esta- ción biológica del lago Overmeire, el Museo Comunal de Spa- (Museo local), el Aquarium de Bruselas (reservorios de agua de mar y de agua dulce); el Aquarium marítimo de Ostende; y la Estación de investigaciones relativas a la pesca, instalada en la Escuela libre de pesca de Ostende. El Museo, en diversas épocas, ha dado a luz muy interesan- tes publicaciones científicas. Desde 1877, catorce volúmenes de sus Annales; de 1882 a 1888, cinco volúmenes de su Bulletin. Además, hasta ahora, siete volúmenes de sus Mémotres. Al adelanto y prestigio que tiene en el mundo culto el Mu- seo Real de Historia Natural de Bélgica, están unidos los nom- bres de Omalius y de Dupont; pero también quedará íntimamen- te ligada a su hermosa historia el nombre de Gilson, su ilustre Director actual, cuyos esfuerzos en pro del mencionado Museo son bien satisfactorios, persiguiendo su proyecto del ““Institute Royal d*Histoire Naturelle de Belgique”” con siete departamen- tos que habrán de funcionar con relativa autonomía: Museo Na- cional Zoológico, Museo Nacional Botánico, Museo Nacional Geo- mineralógico, Museo Colonial Zoológico, Museo Colonial Botá- nico, Museo Colonial Geo-mineralógico; y Museo Antropológico (a la vez Nacional y Colonial). Para Gilson, el Museo actual será sólo el futuro Museo Nacional Zoológico. Así nos hablaba el 29 de Julio próximo pasado, citándonos para realizar, en la inmediata semana, la visita a la Estación Biológica del lago Overmeire; pero la guerra, que por increíble paradoja ha puesto los instrumentos formidables de la civili- zación al servicio de la barbarie, nos hizo suspender nuestros es- tudios en Bruselas y trasladarnos a Londres. ¡Qué lejos estaba Gilson de la tremenda injusticia que azotaría a su patria, tan heroica como desventurada! 56 Memorias de la Sociedad Poey. BOSQUEJO HISTORICO ACERCA DE LOS ESTUDIOS MINERALOGICOS Y GEOLOGICOS RELATIVOS A LA ISLA DE CUBA CAUSAS DEL EVIDENTE ATRASO DE LOS MISMOS (1) POR EL DR. DOMINGO F. RAMOS Ex-Ayudante del Museo de Mineralogía y Geología de la Universidad. (Conclusión.) En 1864, existen de D. Manuel Fernández de Castro varias memorias tituladas: Estudios sobre las minas de oro de la Isla de Cuba, De la existencia de grandes mamúferos en Cuba, trabajos de gran importancia y ambos publicados en la Habana; un in- forme dado con motivo del reconocimiento del potrero ““Ferro””; unos artículos sobre los terrenos de la Isla de Cuba donde se cultiva la caña considerados geológicamente; y en unión de D. Nicolás Valdés, D. José Ruíz León, D. Joaquín Aenlle y D. Pe- dro Salderain, un “Informe acerca de las obras del canal pro- yectado para conducir a la Habana las aguas de los Manantia- les de Vento””, impreso en el tomo V de la Revista Minera y en la Memoria de la Academia de Ciencias de la Habana que entonces empezaban a publicarse, y en las de la Sociedad Económica. El autor de esa obra de ingeniería, Albear, estudió la constitución geológica de los terrenos por donde pasa el canal. De la misma época son un “Análisis de varias calizas de la isla de Cuba””, por D. Pedro Salterain, publicado en el Diario de la Marina. En el catálogo oficial de los productos presentados en la Exposición Universal celebrada en París en 1867, el Sr. Manuel Fernández de Castro hace una reseña de las minas y localidades de que proceden los ejemplares exhibidos. En 1868 se publicó en los Proceedings of the Academy of Natural Sciences of Philadelphia una “Noticia de algunos res- tos de vertebrados procedentes de las Indias Occidentales””, por. Mr. Joseph Leidy, donde se incluyen entre los de Cuba los res- tos de un mamífero descritos por Fernández de Castro compa- (Y Véase el núm. 1 (pág. 37) de las Memorias, 1915, mc E D. F. Ramos: Estudios Mineralógicos, etc., de Cuba. 57 rándolos con el Megalonyx del Norte América, que fué nombrado por el geólogo francés Myomorphus Cubensis, a los que clasi- fica Leidy como Megalonyx rodens primero, y Megalocnus rodens después. D. Miguel Rodríguez Ferrer comenzó a publicar en 1869 una serie de artículos con el nombre de “Estudios coloniales cosmogónicos, arqueológicos, físicos, geográficos y geológicos de la Isla de Cuba””, con los que luego reunidos hizo un libro ti- tulado Naturaleza y civilización de la Isla de Cuba, en cuya obra dedica un capítulo, el XXI, al carácter geognóstico y geológico de la región cubana, tomando para ello casi todos los datos de los trabajos de Humboldt, Cia, Salterain y Fernán- dez de Castro. En el capítulo 1 titulado ““Estudios cosmogóni- cos””, se ocupa del Archipiélago de las Antillas y de si Cuba es- tuvo o no unida al Continente. En 1869 también D. Diego López de Quintana formó un plano topográfico minero de las pertenencias de mineral de cobre existentes en las inmediaciones de Santiago de Cuba, don- de se señalan las fallas que dislocan las tres vetas de aquel criadero. Posteriormente tenemos la *““Noticia acerca del género Aste- rostoma””, por M. G. Cotteau, en el tomo 1X de la segunda serie de las Memorias de la Sociedad Geológica de Francia. Don Manuel Fernández de Castro publicó en 1870 con el título de Myomorphus Cubensis, una segunda parte de su ““Me- moria sobre la existencia de erandes mamíferos fósiles en la Isla de Cuba””; haciéndose cargo de lo que sobre el particular habían escrito: Mr. Leidy, en las actas de la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia, en 1868; Mr. E. D. Cope, en las de la Sociedad filosófica americana, tomo XX (1860), y Mr. Pomel, en el Comptes Rendus de 1?Academie de Sciences de París (1868). El mismo Sr. Fernández de Castro publicó una “Nota o rápida ojeada sobre la constitución geológica de la Isla de Cuba”” en el Diccionario de Pezuela ya citado. Esta misma cues- tión fué objeto de su trabajo en el Congreso de america- nistas celebrado en Madrid en 1881. Anteriormente a esta úl- tima fecha leyó en la Academia de Ciencias de la Habana una “Nota sobre un diente de Placoyde fósil””, publicada en los números de Junio, Julio y Agosto de 1874 de los Anales de esta Corporación; estudio que con ese mismo título se insertó en el 58 Memorias de la Sociedad Poey. tomo XXIII de la Revista Minera y se reimprimió más tarde en otra forma con el de ““Aetobatis Poey1i””. En los números de los Anales correspondientes a los meses de Noviembre de 1876 y Abril de 1877, se publicó un **Catálogo y Cuadro sipnótico de los fósiles eubanos””, presentado a la Academia por el autor de los anteriores trabajos. Y también con anterioridad al citado Congreso, en 1880, se publicaron en el tomo del Boletín del Mapa geológico de España correspondiente a ese año, dos trabajos relativos a geología cu- bana: uno del Sr. Salterain, de fecha 20 de abril, titulado “Apuntes para una descripción físico-geológica de las jurisdie- ciones de la Habana y Guanabacoa””, acompañado de un mapa geológico de dicha jurisdicción, en cuyo trabajo, después de ocuparse. de la geografía física de esa región, a la que da una extensión de diez y seis leguas cuadradas, limitándola en su orilla terrestre al Este, por la jurisdicción de Jaruco, al Oeste la de Santiago de las Vegas, y ésta y la de Santa María del Rosario por el Sur; tratan en el segundo capítulo de la geolo- vía de la región, en la cual acepta las siguientes formaciones : cuaternaria (reciente y posplioceno), mioceno y plioceno; en las cuales encuentra fósiles; el cretáceo lo acepta con dudas, dada la carencia de estos datos; concluye este capítulo con la deserip- ción de las rocas hipogénicas, a la que llama formación serpen- tínica, por ser la serpentina la roca dominante. No acepta como tal el gneis a que se refiere Humboldt en la **Noticia minera- lógica del Cerro de Guanabacoa””, sino como diorita pizarrosa. Su mismo autor, al indicar lo incompleto que resulta este tra- bajo debido a las dificultades que en Cuba se han encontrado hasta ahora para todos los de estas clases, dice: *“Expongo, pues, con mucha reserva mis observaciones geológicas acerca de las jurisdicciones de la Habana y Guanabacoa, y sólo con la espe- ranza de que algunas servirán como dato o punto de partida para estudios más precisos y completos.”” El otro trabajo publicado en el mismo tomo del citado Bo- letín a que me he referido, lleva el título: ““Descripción de un nuevo equinodermo fósil de la Isla de Cuba Encope Cioe””, he- cha por D. Cortázar y a la que acompañan láminas representa- tivas del fósil. Ocupémonos ahora del concepto geológico que tenía Fernán- dez de Castro sobre Cuba, expuesto, como ya he dicho en el D. F. Ramos: Estudios Mineralógicos, etc., de Cuba. 59 4. Congreso Internacional de Americanistas al presentar un trabajo titulado **Pruebas paleontológicas de que la Isla de Cuba ha estado unida al Continente Americano y breve idea de su constitución geológica”?. Este discurso se publicó en el tomo XI!II del Boletín del Mapa geológico de España corres- pondiente al año 1881, y en 1884 en los Anales de la Academia de Ciencias de la Habana, página 146 del tomo correspondiente a ese año. Después de tratar de la orografía dividiendo las montañas en tres sistemas principales: Occidental y Oriental, de forma- ción secundaria y Central terciara, y una multitud de sierras de “segundo orden formadas por serpentinas dibasas y andeci- tas, pasa a considerar la representación que tienen en Cuba los distintos sistemas geológicos y podemos decir que los encuentra todos; pero a excepción de los modernos, cuaternarios, tercia- rios y ceretáceos que describe con seguridad, enumerando los fósiles, duda de los demás. Una vez tratado los terrenos sedi- mentarios, dedica varios párrafos a los hipogénicos y metamór- ficos, el estudio de los cuales interesa mucho en Cuba para las determinaciones eronológicas, dada la falta de fósiles en mu- chos de los primeros. En los estudios de Humboldt sobre la serpentina de Gua- nabacoa (1804), decía en 1851 sobre la meseta de Puerto Prínci- pe y los propios de Santa Clara y Guanacabuya (1864); deduce que la serpentina debe ser continua ya asomando a la superfi- cie, ya oculta en el subsuelo desde el extremo occidental de Cuba hasta Santo Domingo, donde también la ha encontrado ere- yéndose se prolonga hasta la Isla de Trinidad. Acompaña a este estudio un eroquis geológico de la Isla de Cuba por Salterain, Fernández de Castro y Segarra. Las ideas geológicas de Fernández de Castro sobre Cuba, se caracterizan por la generalización y la duda. Además, estos trabajos, aun aceptando como ciertas sus conelusiones, no cons- tituyen más que una brevísima reseña de la geología de Cuba, cuyo estudio, como dice el autor, apenas está iniciado. En lo que se refiere a la unión insulo-continental, la cree irrefutable ante las pruebas paleontológsicas, atribuyéndola a la época cua- ternaria en que vivieron los grandes mamíferos, cuyos restos presentaba en el Congreso de Americanistas. En ese año de 1884, en la sesión de 28 de Septiembre de la 60 Memorias de la Sociedad Poey. Academia de Ciencias de la Habana, presentó D. Pedro Salte- rain un trabajo titulado “Ligera reseña de los temblores de tie- rra ocurridos en Cuba””; tema tratado también por el Padre Viñes. En 1888, el Dr. Luis Montané, por encargo de la Academia de Ciencias, efectuó una exploración de la región de Sancti-Spíri- tus, donde recogió, en Sierra de Banao, cueva denominada Roca del Purial, objetos de erandísimo interés para la historia antropológica de este país. La descripción geológica de esa región fué hecha por el Sr. Salterain. El resultado de la excursión lo comunicó el Dr. Montané a la Academia en la sesión de 22 de Julio de dicho año. La tesis de Doctorado del Sr. Pedro Valdés Ragués, presen- tada en 1899, versó sobre “Formación geológica de la Isla de Cuba””. Con ese mismo título leyó dicho señor en la Academia de Ciencias de la Habana, el 2 de Febrero de 1897, un trabajo que se publicó en el número de los Anales correspondientes a Abril del mismo año. La deducción geológica más importante de esa tesis, según el autor, es que Cuba formó parte del Con- tinente Americano durante el Mioceno superior. El Dr. Juan Zamora presentó a la Academia, en 1890, un informe sobre mineral de manganeso, analizado por él, proce- dente de la mina número 602, denominada “La Mancha””, sita en el Caney (Santiago de Cuba), de cuyo mineral dona ejempla- res al Museo. Trabajo publicado en los Anales. En 1891 aparece en los Anales de la Academia de Crencias, un trabajo titulado: ““La diorita de Guanabacoa””, presentado por el Dr. Francisco Vidal y Careta, Catedrático de Geología de la Universidad de la Habana, para obtener el título de Miem- bro Corresponsal de dicha Corporación. En el mismo tomo se publicó el informe del Dr. J. F. Ramos, Catedrático de Botáni- ca, sobre el anterior estudio. La provincia de Santa Clara ha sido explorada por el Dr. Carlos de la Torre, en la zona comprendida desde Cruces hasta Encrucijada por la vecindad de Cienfuegos, Santa Clara y Sa- gua la Grande, en 1892; siendo objeto el resultado de sus obser- vaciones de una comunicación oral a la Academia de Ciencias que en extracto se publicó en el número de Agosto de sus Ana- les, con el título de ““Observaciones geológicas y paleontológi- cas de la región Central de la Isla””. al AS D. F. Ramos: Estudios Mineralógicos, etc., de Cuba. 61 El Sr. Arturo Codeso y Vinageras, presentó a la Academia en su sesión de 12 de Abril de 1896, unas “Notas geográficas sobre los terrenos terciarios del Camagiiey?” Al año 1897 corresponde el trabajo de Valdés Ragués ya citado, que lleva por título “Formación geológica de la Isla de Cuba””. El Censo de Cuba hecho durante el Gobierno Militar del General Americano Brooke (1899), dice muy poco sobre minas. En 1901, a petición del General Leonard Wood, Gebernador General de Cuba en esa época de la Intervención americana, el geólogo C. Williard Hayes, asesorado de los auxiliares T. Way- land Vaughan y Arthur C. Spencer del Geological Survey de los Estados Unidos, hicieron un estudio mineralógico y geológico de las Islas de Cuba y Pinos, fijándose sobre todo en su riqueza mi- neral, pues así lo indicaba la comunicación de Wood. í La comisión geológica permaneció en Cuba tres meses y me- dio, empleando cinco en el estudio de los datos recogidos y pre- paración del informe; en ese tiempo se hicieron cortes micros- cópicos de las rocas eruptivas cubanas, única manera seria de estudiar. El informe que se publicó en el vol. 1 del Civil Re- port de 1901, consta de dos partes principales. La primera, pu- ramente científica, está distribuída en tres capítulos: I. Geo- erafía y Topografía; II. Geografía General (Estratigrafía); TIT. Geografía Estructural; TV. Geografía Historica. Analice- mos los tres últimos, pues, son los que se refieren al estudio que perseguimos: expondremos las ideas de esos geólogos de un modo sintético. Opinan que el núcleo de Cuba está formado de serpentina y granito, cubierto indudablemente por terrenos eretáceos o eocenos, oligocenos (superiores e inferiores) y pleistocenos; y quizás paleozoicos, jurásicos y pliocenos. Como rocas ígneas, a más de la serpentina y granito, encuentran sienita, diabasa y gabros. Bosquejan la constitución geológica de cada provin- cia a cuyas pequeñas descripciones acompañan seis croquis de cortes dados en dirección Norte Sur. Las formaciones deserip- tas e indicadas en los cortes, son: En Pinar del Río, en la di- rección Norte Sur ya dicha, desde Viñales a la costa, compren- diendo la capital, se encuentran: una caliza azul dura que for- ma el núcleo de las lomas de Viñales, en cuyo lugar está cu- bierta por pizarra rojiza esquistosa con estratos de arenisca. De 62 Memorias de la Sociedad Poey. esas lomas a la costa en el siguiente orden: caliza gris dura, cali- 24 y amarga del oligoceno superior, arenas y pizarras y arenas de la costa. Entre la Habana y Batabanó: serpentina y rocas ígneas precretáceas de Guanabacoa, Norte y Sur, de la cual, constituyendo de un lado el suelo de la Capital de Cuba y del otro toda la parte Central y Sur de la Provincia, una forma- ción de caliza terciaria rematada en la costa septentrional por seboruco y por depósitos de faneo en la meridional. Al través del Valle del Yumurí, por cerca de Matanzas, en- cuentran en la provincia de este nombre también la serpentina saliendo a flor de tierra en el Recreo que constituye el centro de una montaña oradada, pues a sus lados Norte y Sur se en- cuentran inclinados los mismo estratos constituidos por arenisca y pizarra y por caliza terciaria. En la provincia de Santa Clara se nota una gran extensión de serpentina desde la capital a Cerro del Sitio, volviéndola a encontrar en la Loma Bruja. Los otros terrenos que se notan en la región del corte, que compren- den desde la primera a la última de esas localidades, son: gra- mito, piedra arenosa, arkosa y pizarra, caliza cretácea y depó- sitos aluviales. Un corte que atraviese la ciudad de Puerto Prín- cipe pone de manifiesto en esa provincia: una buena extensión de serpentina, diabasa y diorita, sobre cuyos terrenos está la citada ciudad. Al Norte y Sur de ella calizas y margas tercia- rias y cretáceas. En el corte de la provincia Oriental, donde más variedad geológica notan. Desde Nipe hasta el Cobre, compren- diendo a Santiago, rocas metamórficas, serpentinas con diabasas e intrusiones de gabro, pórfido, calizas, mareniscas, margas con bandas calizas, piedras conglutinadas volcánicas y aglomeradas con alguna caliza intercalada; caliza pesada (Oligoceno); se- boruco de costa y marga oligocena. La historia geológica de Cuba hecha con toda la duda que requiere los pocos datos en que se funda, pues las rocas son muy parecidas y los fósiles conocidos, que resultan aún más ne- cesarios que nunca en virtud de esa semejanza litológica, for- man un pequeño número; la resume Hayes del siguiente modo: ““En la era primaria hubo una introducción de rocas ígneas entre las sedimentarias. Conectada probablemente con la Flori- da y parte noroeste de Sur América, en la edad del Jura se sumergió totalmente en los tiempos cretáceos siguiendo sumergj- da en los eocenos; en ambos debió haber actividad volcánica, D. F. Ramos: Estudios Mineralógicos, etc., de Cuba. 63 mayor durante los últimos. En el Oligoceno inferior son más profundas las inmersiones parciales que se hacen totales en el superior a excepción de las líneas de colinas de la parte Norte y Sur de Santiago de Cuba. En la época miocena hay elevacio- nes haciendo aberturas; probablemente aleuna actividad vol- cánica. Inmersión dudosa en el plioceno de cerca de doscientos pies. Durante el pleistoceno parece haber habido oscilaciones me- nores.?? A más de los cortes indicados acompañan un mapa topográfico de la Isla y muchas fotográfías de sus regiones na- turales. La segunda parte de mayor extensión, es puramente económica. Un estudio análogo de la Isla de Pinos termina el in- forme. El anterior trabajo, el mejor sobre mineralogía y geología cubanas hasta la fecha, resulta aún muy deficiente, deficiencia declarada por sus autores, pues no se hace en ocho meses el estudio de la constitución geológica de un país como Cuba. Pero este trabajo será incompleto pero no erróneo, pues las determi- naciones de los terrenos sedimentarios y rocas eruptivas, base del estudio geológico, se han hecho científicamente por los fósiles vw con el microscopio. Los autores colocan una interrogación donde no han tenido estos datos. Ese informe ha de servir de euía para el estudio completo de la constitución geológica de Cuba. No fué esta la primera vez que preocupó al Gobierno de los Estados Unidos la Geología de nuestro país; en los informes consulares de casi todos los años anteriores a la Intervención, hay notas sobre distintos puntos de esta materia, datos que sir- vieron a los geólogos que vinieron a estudiarla. Y no les intere- saba la constitución geológica por puro amor a esta ciencia, sino porque estudiándola es el único modo de conocer la riqueza mi- neral de un territorio. El mismo General Wood, en el informe civil de 1902, hace un estudio sobre la riqueza minera, en el que dice muy poco más que el año anterior. La Secretaría de Hacienda del Gobierno de la República ha publicado en Septiembre de 1903 un estado de las minas en ex- plotación en aquella época. En ese informe se expone una rique- za siguiendo una disposición provincial. En la Memoria publi- cada por la Secretaría de Agricultura, también se le dedican al- gunos capítulos a la explotación de minas. Las inundaciones del Roque han sido objeto de una confe- 64 Memorias de la Sociedad Poey. rencia y una comunicación a la Academia de Ciencias de la Ha- bana por el Sr. Paradela en Noviembre 7 de 1901 y Marzo 24 de 1905, respectivamente. De este interesante asunto se ocupó también el padre Viñes. El Dr. Montané comunicó a la Academia de Ciencias, en su sesión de 11 de Noviembre de 1904, la opinión de notabilida- des francesas en Antropología sobre los restos humanos recogi- dos por él en Cuba. Estos trabajos tienen gran importancia geológica, pues dichos restos humanos, como todos los fósiles, determinan la edad geológica del terreno en que yacían. El Ingeniero Sr. Cowan presentó al Primer Congreso Mé- dico Nacional celebrado en la Habana en Mayo de 1905, un “Estudio del subsuelo de la Habana””; trabajo interesantísimo, pero para el cual se carecen de datos, por lo que resulta defi- ciente. En el Museo de la Universidad sólo existen dos colecciones cubanas: una “Colección geológica de Cuba?””, clasificada por Boubée y otra que se está fomentando con los ejemplares que se remiten a dicho Museo. Poey, en su tratado de Mineralogía, lo mismo que Seidel en el suyo, al describir cada especie, se ocupan de los yacimientos cubanos. Terminaré este bosquejo anotando el trabajo aún no coneluído de mi compañero Dr. José An- tonio Ortiz, sobre “Riqueza mineral de Cuba””, tema que va a servirle de tesis para el Grado de Doctor en Ciencias, y cuya cuestión resulta análoga a la que trato, siendo además de gran interés bajo el punto de vista económico (1). SEGUNDA PARTE Evidentemente, de los estudios históricos anteriores puede deducirse que la Mineralogía y Geología de Cuba se encuentran bastante atrasadas. Antes de indicar la causa del atraso de es- tos estudios, paréceme lógico poner de manifiesto dicho atraso. (1D El bosquejo anterior va resultando aún más incompleto de lo que presumiera al ecomenzarlo. dadas mis pocas condiciones. por causa de otraíndole: la precipitación con que he tenido que terminar esta tesis debido a mi próximo viaje al extranjero en uso de la Beca de la Facultad de Medicina y Farmacia. Pero esta misma causa que ha sido desfavo- rable a este trabajo, espero aprovecharla en pro, pues podré buscar en bibliotecas extran” jeras estudios sobre Geología y Mineralogía de Cuba, donde los encontraré en mayor nú- mero de los que he recogido aquí, pues la constitución geológica de Cuba se conoce más fuera que en ella. D. F. Ramos: Estudios Mineralógicos, etc., de Cuba. - 65 Los estudios sobre su constitución mineralógica y geológica en general, son: el de Humboldt, el de Fernández de Castro y el de los geólogos americanos Hayes, Vaughan y Spencer, las co- lecciones de La Sagra, el Catálogo y Cuadro sinóptico de los fósilos cubanos presentados por Fernández de Castro a la Aca- demia de Ciencias de la Habana. Todos los demás trabajos so- bre la geología de la Isla de Cuba en general, se han deducido de los anteriores. Las únicas localidades cubanas aleo estudiadas hasta el pre- sente, son: la Habana y sus alrededores. Santiago de Cuba y Santa Clara. Los otros trabajos se reducen a estudios muy aisla- dos y de pequeña importancia. Y es indudablemente en esta falta de trabajos locales donde se ve el atraso, pues estudiando localidades, es como se empieza a hacer la Geología de un territorio, que no es más que el agre- vado de ellas. Todos sabemos que en geología es a la localidad a la que mayor importancia se da; su estudio constituye el punto de partida que siempre permanece inmutable, pues las deduc- ciones que de dicho estudio se hagan, que es lo que constituye la Geología de territorio, varían según el concepto geológico de la época. Pasemos a las causas. El estudio completo de la constitución mineralógica y geo- lógica de un país, tiene que ser hecha por cuenta de su gobierno; así ha pasado en todos los que poseen la suerte de conocer la geología de su suelo. Del conocimiento que de este estudio se de- duzca. va a ser ese gobierno, que representa al país entero, el más beneficiado, pues después que se posean dichos conocimien- tos, se abre su mayor campo a la industria minera y se facilita también mucho la explotación agrícola así como todo trabajo público. Y para efectuarlos se necesitan: hombres bien prepa- rados que tengan a su disposición Laboratorios, y sobre todo Museos y Bibliotecas, tanto generales como locales, elementos estos indispensables para las determinaciones naturales; y, por último, mucho dinero, pues las investigaciones mineralógicas y geológicas son muy costosas, resultando más en Cuba en cuyo país existe una dificultad natural mayor debida a la feracidad del suelo cubierto por un gran manto de tierra vegetal, y la ex- tensión de las llanuras como consecuencia de lo cual la distan- cia que se encuentran unos de otros los escasos puntos en que' puede observarse la roca subyacente es inmensa. 66 Memorias de la Sociedad Poey. Además, la falta de vías de comunicación resulta doblemen- te perjudicial al estudio de la Geología: 1.*”, porque hace más difícil el traslado de los exploradores; y 2.%, y prineipal, por- que los cortes que se llevan a cabo en los ferrocarriles y carrete- ras son los que aprovecha el geólogo para estudiar la tierra; estos cortes, por la dificultad natural antes indicada, son en Cuba más necesarios que en otros países, pues el investigador tiene que buscar las rocas ya que éstas no se le presentan en la superficie. Los gobiernos que han regido los destinos de este país no le han dado a este asunto la importancia que en realidad tiene. El español, que si se preocupó de este estudio en la Península, para lo cual nombró una Comisión especial encargada de hacer su mapa geológico, lo desatendió en sus colonias, pues esa Comi- sión no hizo estudios de ellas. Lo que se ha publicado en el Bole- tín de dicha Comisión sobre Geología y Mineralogía cubanas, se refiere sólo a trabajos particulares, muy incompletos por tanto. El Gobierno Interventor, si bien envió tres geólogos a Cuba, no llenó la falta, pues el estudio que esa Comisión hizo sobre la constitución geológica de la Isla fué sólo como una introducción al objeto principal de ella, estudiar la riqueza minera. Además, en el tiempo que esos geólogos permanecieron en Cuba, no se hace un estudio completo de este suelo por muchos medios de que se disponga. El Gobierno de la República, hasta el presente, no ha hecho en este sentido más que, recogiendo los datos de las minas de- nunciadas, publicar varios estados de la riqueza minera en ex- plotación. Pero hay un hecho reciente que demuestra le pre- ocupan estos conocimientos; me refiero al nombramiento del Profesor de Mineralogía y Geología de la Universidad de la Habana para representarlo en el Congreso Geológico que ha de celebrarse en la ciudad de México en Septiembre próximo. El tomar participación nuestra nación en ese Congreso será de eran provecho para los estudios de su geología. Los Museos y Bibliotecas de Mineralogía y Geología, tanto senerales como locales, puede decirse que no han existido, pues los que ha habido y hay, que son insuficientes para la enseñanza, de nada sirven en las investigaciones especiales. En la enseñanza de la Mineralogía y Geología durante el Gobierno Colonial fué más que insuficiente; el Interventor la D. F. Ramos: Estudios Mineralógicos, etc., de Cuba. 67 modificó, haciéndola práctica, que es como se ha seguido en la República. Esta historia de la enseñanza de dichas ciencias ex- plica por qué casi todos los trabajos que aquí se han efectuado han sido hechos por extranjeros, pues la enseñanza dada a los cubanos durante mucho tiempo fué puramente teórica incapaz por tanto para hacerlos peritos en estos trabajos. Por las mo- dificaciones que se hicieron en ella, durante la Intervención, dándole un carácter práctico se pone a los alumnos en condicio- nes de emprender esta clase de estudios. Además, la creación de la Escuela de Ingenieros exigiendo el estudio de estas dos asig- naturas en esa carrera, es lo que más influirá, quizás, en el ve- nidero adelanto de dichas ciencias en Cuba, pues los Ingenieros bien preparados han sido siempre los que más han contribuido al desarrollo de la Geología en todos los países. Pero esas favorables manifestaciones de la enseñanza no pro- ducirían el efecto que muy pronto se notará en el progreso en nuestro país de los conocimientos que nos ocupan, si no fuera por otro factor: la ilustración, el celo y el amor al trabajo del Profesor encargado de dicha enseñanza, el cual, aprovechándose de los pocos medios de que dispone en lo que se refiere al Museo y Laboratorio, ha hecho verdad la enseñanza de sus asignaturas en la Universidad de la Habana. A los buenos profesores es a quienes más se deben las investigaciones científicas en un país, pues ellos son los autores indirectos de los trabajos de sus dis- cípulos. Podemos resumir, pues, las causas del atraso en que se en- cuentran los conocimientos mineralósicos y geológicos relativos a la Isla de Cuba, en la despreocupación de su Gobierno mani- festada por la falta de enseñanza que ya poseemos, de Museos y Bibliotecas, tanto generales como locales; y de instituciones especiales encargadas de estas investigaciones que aún no existen en la actualidad. 68 Memorias de la Sociedad Poey. LA INFANCIA DE LA HUMANIDAD “ POR EL DR. LUIS MONTANÉ Profesor de Antropología. Señores : Confieso ingenumente, que la sola idea de hablar en público, ante tan competente auditorio—y después de los notables con- ferenciasta que me han precedido en este mismo lugar—tenía sumido mi espíritu en un estado de malestar indecible. Apelo a los que han tenido que pasar por esas zozobras. ¿Sólo he podido recabar aleuna calma. después de haber leído en una obra, notable por cierto (A. de Candolle. Histowes des Seiences et des Savants), esta opinión original, que tiene todas las apa- riencias de una paradoja, a saber: que en materia de enseñanza, un profesor mediocre es a veces superior a un profesor elocuen- te; porque siendo sus explicaciones algo oscuras, forzosamente los discípulos tienen que consultar los textos. Doy, pues, por presentada mi excusa, si, como es de creer, al separarnos, se ven ustedes obligados a abrir los libros. Y más tranquilo ya, puedo dar comienzo a esta conferencia convidándoles a acompañarme en una excursión hacia el pasado de la humanidad, en pos de la primera aparición del hombre en la superficie de la tierra. No teman ustedes que podamos extra- viarnos en ese largo recorrido, pues el camino está trillado de poco tiempo acá; y para alumbrar los puntos oscuros de la ruta, tenemos las proyecciones luminosas que debo a la amabilidad inagotable de nuestro ilustrado compañero el Sr. Orús. Entre los grandes espectáculos que ofrece la segunda mitad del siglo pasado, hay que contar, sin duda alguna, la recons- trueción de la prehistoria del género humano, bosquejada bajo tantos aspectos a la vez que puede creerse que las miras ya puestas podrán ser enlazadas entre sí haciendo completa aque- lla reconstitución. ¿Quién podía imaginarse que en una cspe- cie de museo, principiado desde el origen de las cosas y conti- nuado sin interrupción hasta nuestros días, estaban encerrados (1) Conferencia pronunciada en la Universidad el día 25 de Marzo de 1905, (Rev. dela tueultad de Letras y Ciencias. vol. 1, 1905,) L. Montané: La infancia de la humanidad. 69 y clasificados por orden eronológico, para instrucción de nues- tros tiempos y del porvenir, todos los documentos capaces de iniciarnos en la vida íntima de los pueblos y de las razas que se han sucedido sobre la superficie de la tierra y aun aquellas que desaparecieron sin dejar siquiera su nombre? No se pensaba en la llegada del día hermoso en que las puertas de ese museo se abrirían a los ojos penetrantes de la ciencia... Convertido el problema de nuestros orígenes en objeto bien definido de investigaciones positivas, mucho de la historia pasó a ocupar el lugar de la levenda y. allí, donde las religiones colocan sus mitos y los filósofos sus hipótesis. la ciencia presentará sus he- chos escrupulosamente recogidos y observados. Ese museo existe; se encuentra establecido en las capas su- perficiales del planeta que pisamos; cada una de estas capas constituye realmente una de sus espaciosas salas, que están llenas de los recuerdos que dejarón en su tránsito las genera- ciones que les fueron contemporáneas. Descended y casi desde los primeros pasos veréis ciudades romanas, os hallaréis en pre- sencia de templos egipcios, de los célebres palacios de Babilonia y de Nínive. Más adentro del museo romano nos encontramos en la edad de hierro; y debajo están los pueblos innominados que no conocieron más que el bronce; más abajo todavía aque- llos en que la piedra pulimentada realizó el papel de los meta- les: y si continuamos nuestra marcha a mayor profundidad, aparecerán los pueblos cuya industria nunca logró elevarse has- ta el pulimento de-la piedra tallada! Pues bien, esta sala profunda del museo, adonde los he con- ducido, y en que vemos mezclados los restos humanos eon osa- mentas de erandes animales desaparecidos y confundidos con piedras toscamente talladas, tiene en la ciencia geológica un nombre bien conocido: la era cuaternaria, o más brevemente, el cuartenario. Pero, antes de pasar más adelante quiero recordaros que existe un hecho completamente demostrado hoy en día, y es que la tierra no siempre ha tenido el aspecto que le conocemos. Los seólogos nos enseñan que estuvo primero en estado de fu- sión y que, a consecuencia del enfriamiento, se solidificó poco a poco por el exterior. Ella estuvo envuelta en una atmósfera que contenía mucho vapor de agua, y ese vapor, al condensarse, dió origen a lluvias sumamente abundantes que al caer sobre la 70 Memorias de la Sociedad Poey. corteza terrestre, formaron una capa continua. En ese momento de su evolución nuestro planeta no presentaba ningún relieve en la superficie; pero los gases, los vapores encerrados en el interior de la capa solidificada, la levantaron en determinados puntos e hicieron surgir, en medio de un océano sin límites, primero islotes, luego continentes más vastos. La temperatura era demasiado elevada para que nineún ser organizado pudiese vivir sobre la tierra, y por esa razón es por lo que se ha llamado a ese período época azoica, es decir, sin animales. Como la temperatura descendía cada vez más, los mares de- positaron en sus profundidades las materias que la aguas man- tenían en disolución o en suspensión, formándose así capas que se designan con el nombre de terrenos de sedimento. Cuando la temperatura estuvo bastante baja, surgieron ve- oetales y animales de una organización muy simple. Este pe- ríodo es la época paleozoiwca o de los animales antiguos. El descenso de la temperatura continuó y nuevas capas se depositaron en la superficie de la tierra, cuyo espesor se acre- centó en el exterior. Al mismo tiempo la solidificación de una parte de la masa que había estado primitivamente en fusión, aumentaba el espesor de la corteza por el interior. Las fuerzas volcánicas levantaron nuevas tierras y, a medida que las condi- ciones de existencia se modificaron, otros seres organizados hi- cieron su aparición: los más recientes tenían una organización más complicada que los antiguos. Durante esa época secundaria, o mesozoica, es decir, de los animales intermediarios, los reptiles, los saurios, los batracios, pulularon. Aleunos de ellos, tales como los plesiosaurios, llegaron hasta tener veinte y eimceo metros de largo. El tercer período ha sido bautizado con el nombre de época terciaria, y ése es el momento en que comienza la época neozoica o de los animales recientes, que continúa en nuestros días. La temperatura era aún elevada durante el tercer período, y por eso es que las plantas o los animales que aparecen entonces, pertenecen a géneros que no tienen ya ejemplares más que en las cercanías de los trópicos. Los mamíferos empiezan a hacerse numerosos en esa época. Los fenómenos del enfriamiento aumentaron en el cuarto período, o época cuaternaria. Los glaciales aparecieron en la superficie del globo y se adelantaron a lo lejos en dirección al L. Montané: La infancia de la humanidad. 71 ecuador. Á esa extensión de los glaciales es a lo que se debe que ese período sea llamado con frecuencia época glacial. La formación de los terrenos de sedimento cesó casi por completo; pero las aguas corrientes arrastraron materiales arrancados a los estratos antiguamente emergidos y los deposi- taron más lejos, formando nuevas capas que han recibido el nombre de aluviones. Al mismo tiempo que esos fenómenos, nuevas especies animales y vegetales venían a sumarse a aque- llas que habían aparecido anteriormente, o a reemplazar a las que iban desapareciendo. Los glaciales desaparecieron al fin, y la tierra adquirió el relieve que le vemos actualmente; las plantas y los animales fueron lo que son en nuestros días: la época actual sucedió a los tiempos cuaternarios, de los que, para muchos geólogos, no es ella más que la continuación. Los fenómenos que acabamos de recordar se produjeron len- tamente; y de una épuca a la otra se pasa de un modo insensible. Merced a la Paleontología, se ha llegado a conocer la edad rela- tiva de las diferentes capas que forman la corteza terrestre. Es fácil, en efecto, comprender que las plantas o los animales de otra época han dejado sus restos en la superficie de la tierra y que las capas que se han formado más tarde han cubierto esos restos; luego el descubrimiento en una capa de seres organizados permite indicar la edad del yacimiento. Se da el nombre de fósiles a todos los restos de plantas y de ani- males que se encuentran en-las capas que se han formado antes del comienzo de la época actual En todo lo que acabamos de expresar no hemos hecho más que recordar lo que han dieho—y muy bien por cierto, en sus magistrales conferencias—los Dres. S. de la Huerta y C. de la Torre, quienes nos han demostrado que la evelución del mundo físico, así como la del mundo animado, presenta una larga serie de encadenamientos y que, en toda la historia de la tierra, nota- mos una evolución progresiva y continua en su conjunto. Dichos profesores nos han hecho ver, que, al principio de los tiempos primarios, los animales eran pequeños, no muy numerosos, poco sensibles y poco activos; y podemos asegurar que esos seres antiguos tenían una inteligencia muy débil, a juzgar por los de hoy en día que menos se diferencian de aquéllos. I 59) Memorias de la Sociedad Poe. En la era secundaria, los continentes han visto la fuerza brutal llegar a su apogeo bajo la forma de reptiles dinosaurios; y ahí también se puede asegurar que las facultades que indican el perfeeccionamiento de los seres animados, eran incompletas, lo cual demuestra que había aún en el mundo poca sensibilidad y poca inteligencia. Durante la era terciaria, las dimensiones de los cuerpos de animales terrestres disminuyen; pere esa disminución estaba compensada por un progreso en la actividad, la sensibilidad y la inteligencia. Esos progresos han sido continuos desde la auro- ra del terciario, hasta el piso superior que marca el summum del mundo animal. En fin, en la era actual, a la que pertenece la época cuater- naria, mientras los océanos alimentan a los mayores animales marinos, la fuerza brutal disminuye siempre en el continente: los mamíferos no son ya tan importantes. Entonces empieza el remado del hombre, en el que se resumen y se completan. las maravillas de otros tiempos. Los seres organizados más simples, habiendo nacido los pri- meros, y siendo ellos reemplazados por seres cada vez más 20m- plicados, el hombre—el más completo de todos en organización— ha debido aparecer el último ¿En qué época debemos fijar la fecha de esa aparición? He aquí una pregunta que—por decirlo así—sólo se ha hecho en nuestros días. En efecto, en presencia de los descubrimientos que se hacían por todos lados, fué preciso admitir que el hom- bre había existido en épocas que la historia no menciona. En los Kjókkenmóddingos o restos de cocna de Dinamarca, en los Skovmoses o pantanos de selvas del mismo lugar, en las antiguas tumbas de los países Escandinavos; en medio de las estacas que en otras épocas han sostenido habitaciones levanta- das sobre los lagos de la Suiza, se encontraban pruebas de la exis- tencia de tribus que han vivido en épocas muy remotas. Poco a poco se llegó a esta conclusión: que antes de emplear el hierro para fabricar sus útiles, el ser humano había recurrido al bron- ce y que en una época más antigua él había completamente igno- rado el uso de los metales; entonces se servía de instrumentos de piedra. Por lo tanto, se denominaron esas tres edades de la humanidad así: 1.” la edad de la piedra; 2.” la edad del bronce, L. Montané: La infancia de la humanidad. 13 y 3.2, la edad del hierro. Sin embargo, si bien se había llegado a demostrar la existencia del hombre prehistórico, nadie pensa- ha en buscar más allá del comienzo de nuestra época geológic: la fecha de la aparición de nuestros primeros antepasados. No obstante, descubrimientos que datan del prineipio del siglo xvtni habían permitido, en Candstat, notar la forma de los restos hu- manos en una capa que encerraba osamentas de animales hoy desaparecidos. En 1715 se había hallado en Inelaterra sílex que habían sido ciertamente trabajados por un ser inteligente y que estaban mezclados con restos de elefante: pero no se le dieron importan- cia a esos hallazgos, lo cual es bien concebible, pues la Paleonto- logía, es decir, la ciencia que se ocupa de las plantas y los ani- males que han vivido en épocas remotas, no había nacido to- davía. A principios de nuestro siglo. numerosos restos de industria humana fueron encontrados mezclados con osamenta de ani- males extinguidos y, sin embargo, cuando murió Cuvier, el fun- dador de la Paleontología (1832), ese gran naturalista dudaba aún de que el hombre hubiese vivido en épocas anteriores a la nuestra. Los descubrimientos se multiplicaron rápidamente. Entre los sabios que más hicieron adelantar el estudio del hombre fósil, hay que citar a Boucher de Perthes, el marqués de Vibraye, Eduardo Lartet, y muchos otros. Por todas ¡partes se hallaron, en las capas que se habían formado durante la época cuaterna- ria—y que no habían sido removidas—las pruebas de la con- temporaneidad del hombre. y de los animales que han vivido en esa época. Aquí, son armas, herramientas de piedra, que no han podido ser fabricadas más que por nuestros antepasados; allí, son esculturas y grabados que representan con tanta fide- lidad los mamíferos del período glacial, que se hace preciso admitir que el artista ha tenido a éstos ante la vista; más allá, son los restos del hombre mismo que han sido recogidos junto a osamentas de animales extineuidos. En Eizies (Dordoña), los Sres. Lartet y Chrysty han en- contrado una vértebra de un joven reno atravesada por una punta de sílex, que había quedado en el hueso después de haber sido matado el animal; prueba ésta muy evidente de que vivía a su lado y le perseguía. En resumen, los hechos que denues- 14 Memorias de la Sociedad Poey. tran la existencia del ser humano en la época cuternaria, y has- ta en el principio de esta época presente, son hoy tan numerosos que nineún sabio piensa en negar su realidad. * * * ¡Han aparecido el hombre en una época anterior? ¿Ha vivi- do durante esa época terciaria que ha visto surgir tantos mamí- feros ? He aquí un punto, que está aún muy obscuro en la actuali- dad. Para unos hay que ver la prueba de la intervención huma- na en ciertas incisiones que se observan en las osamentas de ani- males terciarios o en ciertos sílex cuyas formas serían el resul- tado de un trabajo intencional; para otros, las incisiones son debidas al diente de aleún carnicero y los sílex no fueron talla- dos intencionalmente y son mucho menos antiguos de lo que se ha pretendido. El Dr. Verneau dice que, a pesar de la tendencia que él tiene en aceptar la existencia del hombre terciario, es preciso conve- nir en que las pruebas que se han dado no constituyen una demostración bastante grande para llevar la convición a todos los espíritus. Es, pues, prudente, antes de afirmar de un modo definitivo, esperar hechos más concluyentes. Podría muy bien suceder además que las incisiones y los útiles que se han atri- buído a un ser humano, fuesen obra de aleún precursor de la humanidad, de un ser intermediario entre los grandes monos y el hombre. Esta hipótesis, que ha sido formulada por G. de Mortillet, no había tenido más que un número muy reducido de partidarios. Hoy, esa cuestión ha adelantado un paso: el hombre-mono el antropopiteco, como le denomina el sabio a quien acabamos de citar, ha sido descubierto en 1894 en Java por un médico del ejército holandés, el Dr. Eugenio Dubois, que lo ha nombrado pithecanthropus, es decir, mono-hombre, lo cual, en resumen, expresa la misma idea que la palabra an- tropopiteco. El descubrimiento consiste en aleunos huesos, de los cuales el principal es una bóveda craneana. El vacimiento de Java tiene muchas afinidades con el depó- sito de las colinas subhimalayas de Siwalik, en la India, y del cual decía Falconer: “al registrarlo siempre me parecía que vela aparecer al hombre!”” J. N. Ferrer: Nuevas orientaciones sobre el transformismo. 75h El descubrimiento de E. Dubois tuvo eran resonancia; y las opiniones han estado muy divididas: en un principio se agru- paron en nacionalidades. Los ingleses han emitido la opinión que se trata de un hom- bre inferior, pero ya de un verdadero hombre. Los alemanes creen que se trata de un mono. Los franceses han adoptado pura y simplemente las apre- ciaciones del joven sabio holandés. La división en partes casi iguales de las opinones extremas es más que suficiente para demostrar claramente que se trata de un ser intermediario. Y ésa es, en efecto, la conclusión que se desprende del es- tudio de las piezas recogidas. (Continuará.) NUEVAS ORIENTACIONES SOBRE EL TRANSFORMISMO “” PCR EL DR. JOSÉ NICOLÁS FERRER Ex-Profesor de Historia Natural del Instituto de 22 Enseñanza de Santiago de Cuba. Es peligroso, hacer ver demasiado clara- mente al hombre cuán semejante esa los ani- males sin mostrarle igualmente su grandeza. Es también peligroso hacerle ver demasiado su grandeza, sin mostrarle al mismo tiempo z su pequeñez. Mucho más peligroso es, sin "embargo, dejarlo en la ignorancia de una y otra. Por el contrario, es de la mayor utili- dad darle una clara idea de ambas, PAscarL La larga serie de observaciones e investigaciones en que per- severan los biólogos de nuestra época. sin embargo de encauza- das por la buena senda de la experimentación, no les han per- mitido aún decir la última palabra sobre las propiedades físicas y químicas de las sustancias vivas; por lo cual la teoría de la evolución que indaga el determinismo inicial—o sea la razón o razones que hay en el mundo físico para que el protoplasma y las formas vivas que éste contribuye a formar, hayan podido (1 Tesis para el grado de Doctor en Ciencias Naturales ieída y sostenida el 7 de Mayo de 1908, y publicada, por recomendación del Tribunal examinador, en la Revista de la Fa- cultad de Letras y Ciencias (Vol. VII, 1908). í 76 Memorias de la Sociedad Poey. difererseiarse camino de la especialidad celular—no tienen, en consecuencia, un fundamento bastante sólido ni la debida preci- sión. De Le Dantec, la línea, la vida elemental, la ley aproxima- da aplicada a la herencia, y a su brillante teoría de la canaliza- ción del azar. son buenas pruebas del gran esfuerzo realizado por el eminente Profesor de la Sorbona, sin que él pueda asegu- rar, tampoco lo pretende, haber determinado el mecanismo 0 combinación de que la vida depende. ni aclarado por tanto el concepto del determinismo inicial como base de la teoría de la evolución. Las teorías evolucionistas no son modernas, y si algunas, aun las de plan más lógico, han tenido que vencer serios obstáculos, débese más que a vra causa, según Vogt, a la precipitación con que querían expliarse los fenómenos naturales de la vida sin contar con fundamentos bastantes para hacerlo; pero sobre las cuales se ha venido trabajando sin cesar desde principios del siglo xvI11, como lo prueban los estudios filosóficos y los ensayos de los enciclopedistas de aquella época. Benoist de Maillet, cón- sul que fué de Francia en Egipto en el año de 1692, citado por Dastre, escribió un libro titulado Conversaciones de un filósofo indio con un misionero francés, publicado diez años después de su muerte, que revela hasta qué purto se fantaseaba sobre el determinismo, viéndose asociados en un mismo texto los últimos ecos de las fábulas antiguas de las sirenas con las modernas ideas de la evolución. Dice De Maillet: “En cuanto se forma un planeta, sus aguas se pueblan de seres viviente que resultan de la agregación de partículas orgánicas; luego aparecen los animales aéreos y después los animales terrestres. Los unos derivan de los otros por verdaderas transformaciones; estas mo- dificaciones son producidas por las mismas propiedades de los cuerpos vivos que evolucionan, que se van haciendo, 0, si son bruscas, por cambios del medio que han impuesto a los seres nuevas costumbres””; y ya se ve en este último rasgo, agrega Dastre, apuntar la idea que luego habían de desarrollar Buf- fon y Lamarck. 'También Erasmo Darwin, abuelo de Carlos Darwin, expu- so las nuevas ideas apuntadas en su Zoonomia, siquiera incom- pletamente; como podía hacerse en aquella época de 1794 a 1796 en que ni la Biología, ni las ciencias auxiliares, tenían el grado de adelanto que alcanzaron después. Sin embargo de esto, Eras- J. N. Ferrer: Nuevas orientaciones sobre el transformismo. 77 mo Darwin sentó como base del determinismo dos categorías de hechos bien precisados, como son: 1.* Las propiedades innatas de los seres vivos deciden de su acción sobre el mundo; 2.” Las sensaciones experimentadas por los seres vivos, en cada etapa de su forma, funciones a la vez de su forma y de su ambiente actual que determinan sus esfuerzos, sus costumbres en una palabra, son parte principal en la realización de sus destinos futuros. Para Erasmo Darwin los seres vivos aparecieron, sin duda, en un principio. en forma de filamentos sencillos, los que a su vez originaban embriones; y de éstos, estableció tres clases : unos constituían el tronco de los vertebrados; otros, el de los articulados y otros, por último, el de los gusanos, cuyos cam- bios eran regulados por las dos citadas categorías de hechos. El aspecto dinámico de éstos lo desarrolló Lamarck en la exposición de su doctrina; pero esforzóse en demostrar que por el contra- rio, los primeros organismos han podido constituirse de la ma- teria inerte, mostrándose en este caso, partidario de la genera ción espontánea. Tuvo también Buffon ideas evolucionistas que nos interesa señalar. No hay diferencia esencial, dice, entre animales y vege- tales; la naturaleza desciende por grados y transiciones imper- ceptibles de un animal que nos parece más perfecto a otro que lo es menos y de éste al vegetal. Además, añade, lo vivo y lo animado, en vez de ser un grado metafísico de los seres, es una propiedad física de la materia. Partidario del determinismo inicial, era, en cuanto a la variabilidad de las especies, sostene- dor convencido de la acción permarente del medio sobre los organismos superiores y complicados. “La acción de los oje- tos sobre los sentidos, dice, es la que hace nacer el deseo, y el deseo es el que produce el movimiento progresivo.?? Ideas éstas que. al decir de Heeckel, fueron el germen de la teoría de la des- cendencia de Lamarek. El Caballero de Lamarek, undécimo hijo de Pedro de Monet, de origen bearnés, estuvo destinado ai tranquilo pastoreo de los fieles de la iglesia; pero sin vocación religiosa bastante para esa misión, dejóla a la muerte de su padre cuando libremente podía disponer de sus destinos, abandonando en el camino de la vida el austero traje sacerdotal, para ceñirse el brillante uni- forme y el militar arreo, en cuya carrera ganó grados y hono- 78 Memorias de la Sociedad Poey. res, y tuvo al fin que abandonarla por enfermo. Su pensión de retiro como militar y el productor de su trabajo como Contador de una casa de Banca, le permitió llevar vida tranquila, y sus ocios los destinaba a los estudios de Botánica. En 1773 publica una flora francesa en tres volúmenes que le abrió las puertas de la Academia de Ciencias. Ya académico, siguió siendo un traba- Jjador infatigable, y en su trato íntimo con Buffon, de cuyo hijo era preceptor, este elocuente zoólogo influyó poderosamente en la evolución de los pensamientos de aquel profesor. Durante quince años colaboró en la Enciclopedia de d*Alem- bert y Diderot, publicando entonces cuatro volúmenes de des- eripeiones de plantas y su /lustración de los géneros, obra con- sultada mucho tiempo por los botánicos. Cuando en 1793 el antiguo Jardír del Rey fué reemplazado por el Museo fundado por Lakanal. se crearon dos cátedras de Zoología. La de “Historia natural de los animales superiores?” para el eminente Etienne Geoffroy Saint-Hilaire; explicando Lamarck, la de “Historia natural de los animales inferiores??, el que con su genio inmortal fué inundado de luz el grupo hete- rogéneo y caótico entonces, cuyo estudio y enseñanza tenía a su cargo. Mientras permaneció en el Museo publicó varios trabajos, todos interesantes; pero entre todos se destacó, brillantemente documentada, su Milosofía Zoológica, obra de síntesis, producto del estudio de más de quince años, y que dió a su enseñanza un sello y carácter especiales. No obstante las ideas apuntadas por los que precedieron a Lamarek, bien puede asegurarse que la hipótesis transformista no podía ser enunciada, con fundamento serio, sin que previa- mente se hubieran clasificado las especies, determinado sus cCa- racteres, estudiado sus afinidades y también su distribución en series. La Historia Natural desde este punto de vista es una ciencia moderna, y no es necesario esforzarse mucho para com- prender que sin clasificaciones metódicas, el naturalista no hu- biera podido conocer el conjunto organizado ni mucho menos hacer deducciones generales. Fué Lamarck el primero que for- muló este concepto, como claramente se expresa en su Filosofía Zoológica cuando dice: “Las especies constituyen una diver- sidad tan considerable y tan regularmente ordenada, que en lu- gar de poderlas clasificar en grandes masas, en una serie única, J. N. Ferrer: Nuevas orientaciones sobre el transformismo. 79 simple y lineal, a la manera de escala graduada, estas mismas especies constituyen grandes núcleos de que forman parte ra- mificaciones laterales que terminan en puntos aislados””. Según esto, la idea de los llamados árboles genealógicos es a Lamarck a quien debe atribuirse, y no a otro como se ha intentado; y cabe a Brica la gloria de haber dilucidado este punto de priori- dad que unos reclamaban para Darw:n y otros para Blainville. En la doctrina de Lamarek hay dos conceptos bien preci- sados, que son: el principio general del transformismo, y la teoría de la adaptación que él llamó influencia del imperio de las circunstancias. El primer concepto nos llega incólume, tal como fué formulado por aquél, de tal modo que Ferriére, un darwinista entusiasta. así lo reconoce: y el segundo—conocido hoy por nosotros con la denominación de “influencia modifica- dora del medio””. tomando esta palabra medio en su acepción más lata—en el que se encuentran definidas y ampliadas las ideas de Buffon, depende de dos categorías de sucesos señalados por el mismo Lamarek, y que son: 1.2, acciones inmediatas del me- dio; 2.2, acciones mediatas en las que intervienen la necesidad. el deseo y la costumbre; y las más de las veces, sólo a esta se- gunda proposición reducía la acción evolutiva, que exagerada por él mismo dió ligar a disensiones que allanaban el camino a sus adversarios. La sola enunciación de su doctrina que transformaba el ca- rácter de la Historia Natural haciéndola de empírica y estáti- ca, observadora, experimental y dinámica, fué causa de que se desatara contra él un torbellino de ubjecciones y la más viva oposición; pero lo que hizo más vivlenta esta oposición, fué cuando Lamarek aplicando el transformismo al hombre, intentó demostrar hasta qué punto era lógico pensar en los cambios gra- duales que han debido sucederse en el pasado histórico para llegar a la transformación de monos en hombres. Teólogos y filósofos, en nombre de sus creencias, escuelas y tradiciones, fueron los más encarnizados enemigos de Lamarck; los fisiólogos la atacaron por su punto más débil, el de la influen- cia del hábito; en general, la ciencia ortodoxa le opuso el dogma de la inmovilidad absoluta y de la invariabilidad de las es- necles. £ Pero Lamarek, como “ave que canta aunque la rama cru- 0) Memorias de la Sociedad Poey. ja??, hizo escuela que adoptó su doctrina, y tanto él como sus compañeros y discípulos, sostuvieron la no fijeza de la especie v afirmaron el concepto de la sola posible definición de la misma en un tiempo dado. Familiarizado con la naturaleza, sabía leer con pasmosa clarividencia en el libro de la vida y su gran cono- cimiento de los animales y de los vegetales se revela en todo cuanto escribió, y, a mayor abundamiento, cuando dice: “Cuan- to más se agrandan nuestras colecciones, más pruebas encontra- mos de que todo está más o menos variado, que las diferencias notables desaparecen, y que las más de las veces la naturaleza no pone a nuestra disposición más que particularidades minu- closas y en cierto modo pueriles para establecer distinciones”?; v agrega: ““No quiero decir con esto que. los animales que exis- ten formen una serie muy sencilla y uniformemente graduada, en toda su extensión; pero sí digo que forman una serle rami- ficada, 1e"ceularmente graduada y que no tiene discontinuida- des en sy, partes; o que. por lo menos, no las ha tenido siempre, si bien es verdad que hov tiene alennas a consecuencia de la desaparición de acierto número de especies.?? Opinión esta de Lamarek, al cabo confirmada y muy recientemente por Le Dantee en su libro La influencia de los antepasados, el que al tratar de la continuidad de las líneas escribe: “Cuando ob:xer- mos un cuerpo que vive hoy, podemos afirmar que forma parte de una línea que se puede remontar sin interrupción hasta su primer antepasado; en otros términos, que entre todas las varia- ciones que se han manifestado en la línea, ninguna ha produ- cido la muerte.?? Y como Le Dantee, los demás naturalistas mo- dernos, aun los darwinistas más apasionados, vienen confirman- do estos y otros conceptos que son fundamentales en la doctrina de Lamarek. En suma, la doctrina de Lamarex puede condensarse, «ice Houssay, en dos ideas capitales: 1.2. evolución continua; 2.2, evolución originada físicamente. Sienta como principio la ne- cesidad de perseguir los fenómenos biológicos hasta reducirlos a fenómenos de orden físico, por lo enal el mismo Houssay eree superior el concepto de la evolución de Lamarck al sostenido por Darwin; nos da además la explicación orgánica y conjun- tamente la de otro hecho no menos interesante: “que las fases transitorias del desenvolvimiento embrionario de un animal, reproducen a menudo estados que sor permanentes en otros in- J. N. Ferrer: Nuevas orientaciones sobre el transformismo. 81 feriores a él en la escala zoológica”?”. Venimos exponiendo, bien que a grandes rasgos la doctrina del ilustre profesor del ¡Mu- seum, y no terminaremos de referirlai sin antes consignar aquí lo dicho por el inolvidable Dr. Antonio Mestre en su erudito discurso sobre el Origen natural del hombre. “Así como si he- mos de dar erédito a Luciano, en uno de sus diálogos merrora- bles, sólo después de intensísimos dolores y gracias al hacha afilada de Vulcano, pudo efectuarse el alumbramiento de Jú- piter y nacer para el mundo olímpico la diosa de la sabiduría, así también—agrega el Dr. Mestre—la aparición de aquella teo- ría no ha sido un suceso del todo sorprendente; fué precedida de la teoría del desarrollo terrestre, especialmente en sus fases más recientes, durante el cual surgió la vida sobre nuestro pla- neta; y el verdadero precursor, tanto de la evolución geolóyica como de la biológica, es Lamarek. El había dicho en su filosofía zoología: ““S1 se considera por una parte, que todo lo que es obra de la naturaleza nada se hace bruscamente y siempre ope- ra con lentitud y por grados sucesivos; y, por otra, que las causas particulares o locales de los desórdenes y de los trastor- nos pueden dar razón de todo lo que se observa en la superficie de nuestro globo, y están sin embargo sujetas a sus leyes y a su marcha general, se reconocerá que no es absolutamente nmece- sario suponer que una catástrofe universal haya venido a vol- tear y a destruir una eran parte de las operaciones mismas de la naturaleza.?”? Lamarck había negado resueltamente la fijzeza de los tipos oreánicos y proclamado el cambio continuo e inde- finido como una ley natural, estableciendo la doctrina de la «vc- lución progresiva de los seres y expligando así un eran número de hechos de la mayor importancia: la adaptación de las espe- cies al medio en que viven, la complicación creciente de los organismos que se han desarrollado de época en época, la exis- tencia de los órganos inútiles y de los rudimentos de órganos, de los animales incompletos, de las especies dichas anómal»s o paradójicas; en fin, la formación, la evolución y la disposición de la serie orgánica.?” “Y Darwin—continúa el Dr. Mestre—apoyando el trans- formismo y la transmisión hereditaria de los cambios individua- les, coloca sobre la influencia del hábito, la de las divergencias espontáneas y originales; y apoderándose del principio de Mal- thus. la relación de la población a las subsistencia, formula la (89) ( Memorias de la Sociedad Poey. ley. que merece su nombre, la lucha por la vida, el combate por la existencia, la concurrencia vital.?” Las ideas de Lamarek dominan el campo de la Biología e inflayen poderosamente sobre el de las otras ciencias, prirel- palmente en las doctrinas filosóficas. como lo prueban los tra- bajos de Haeckel y de Spencer; y restaurada hoy, después de medio siglo de olvido, dice Houssay, forman parte integrante del patrimonio intelectual contemporáneo. A iniciativas del actual Director del Museum, en el Jardín de Plantas de París se va a erigir la estatua del Linneo francés; y cuando, muy pronto, según parece, se cumpla este deber de eratitud, diremos con el Dr. La Torre que todos los naturalistas que visiten el Jardín de Plantas, tendrán motivos para rendir un merecido homenaje de gratitud a sa memoria. Juan Bautista de Monet, el Caba:lero de Lamarek, fué, en síntesis, como dijo nuestro ilustre Poey, “el padre de la doc- irina de la descendencia, ilustrada por la selección natural de Darwin?””. *k k S1 tenemos en cuenta el concepto de casualidad, o de' deter- minismo inicial, dos teorías principales, la de Lamarck ya ex- puesta, y la de Darwin que vamos a exponer, se distinguen en razón a dicho concepto, según el punto de vista que se adopte respecto del mismo. Una que considera como fundamento de la evolución ulterior, un caos inicial o por lo menos una génesis indeterminada, de la que no se preocupan ni creen necesaria, como es la de Darwin; y otra, la de Lamarek, que, como hemos visto, se aplica a descubrir las causas desde el mismo origen de las cosas. De la teoría de la evolución sin determinismo inicial, es de- eir, de la de Darwin, es de la que ahora nos vamos a ocupar. La supremacía intelectual de la Tglesia apoyada por el Cuvierismo era, en época por fortuna lejana, el más recio obs- táculo que encontraron las doctrinas de la evolución. La erea- ción bíblica bastaba para explicar las formas más comunes, y las monstruosidades eran miradas, hasta Geoffroy Saint-Hilaire, como milaeros y curiosidades incomprensibles; y así se expli- ca que el doematismo de Cuvier triunfara como triunfó, apa- rentemente al menos, de la doctrina de Lamarck. Fueron para J. N. Ferrer: Nuevas orientaciones sobre el transformismo. 83 Lamarck aquellos tiempos, en su paso de avance en la ciencia, paso gigantesco de más de medio siglo, como se ha comprobado después, los abrojos del camino, y para Darwin, su continuador, dígase lo que se quiera y cuenta aparte de la idea de causalidad, el amplio camino que había de conducirlo a edificar sobre los cimientos del lamarckismo. Más que divergencias y antagonis- mos, que sin duda alguna los hay si nos guiamos por las apa- riencias y desdeñamos la cuestión de fondo, debiéramos todos ver en las teorías de Darwin y de Lamarck, dos ideas afines igualmente hermosas. Fúndome para decir esto en un testimonio, para todos de irrecusable valor y más para nosotros los discípulos de esta Escuela de Ciencias, el discurso antes citado del Dr. Antonio Mestre sobre Lamareck como precursor del transformismo; y en otro trabajo que apareció cinco años después, “La Filosofía zoológica antes de Darwin”? por Edmond Perrier, cuya autori- dad es indiscutible. Carlos Darwin—nacido en Sehrewsbury, Inglaterra, el año de 1809, a la sazón que Lamarck enunciaba su doctrina y su abuelo Erasmo Darwin la aceptaba—consagró su vida entera, ana de las más dignas, al decir de Federico Houssay, con en- tusiasmo creciente a la investigación científica. “La mesura en la discusión, el eserúpulo con que amontonaba prueba y hechos, la ansiedad en madurar continuamente sus pensamientos antes de exponerlos, son rasgos que hacen honor a su carácter y que se desprenden tanto de sus' obras científicas, como de su co- rrespondencia tan interesante por todos conceptos.” A los vein- tidós años de edad, corriendo el 1831, se embarcó para hacer un viaje alrededor del mundo a bordo del The Beagle, coman- dado por el capitán Fitz-Roy, permaneciendo en ruta durante cinco años hasta “su regreso a Inglaterra. Visitó sucesivamente las Islas de Cabo Verde, el Brasil, Tahití, la Patagonia, la Tie- rra del Fuego, Chile, las Islas de los Galápagos, Nueva Zelanda, Australia, la Polinesia, Isla de San Mauricio, Santa Elena, la Asunción, y por último Bahía, que fué la postrer etapa antes de llegar a Inglaterra. En 1837, el año de haberlo terminado, publicó la relación de su viaje, y, salvo una monografía técnica de los cirrópodos que dió en 1853, ya no escribió nada más hasta el año de 1858 en que apareció su obra más importante (Hous- say). Entonces, irguiéndose como estatua viva sobre el sólido 84 Memorias de la Sociedad Poey. pedestal de sus vastísimos conocimientos, proclama serenamen- te el imperio de las leyes naturales, ataca lo sobrenatural, que en su refugio dogmático se creía inexpuenable, busca para la mo- ral el firme apoyo de las leyes eternas que rigen el universo, y proclama también de una vez, y para siempre, rasgando el tu- pido velo que lo cubría, confirmando ideas de su precursor Lamarek, el origen natural del hombre explicado por las leyes naturales de la evolución; y admira pensar, dice Perrier, cómo esta erande y leal figura, este pensador que ha sabido perma- necer impasible como un Dios, en medio de la tempestad que él había desencadenado, persiguiendo sin desmayo, en su tranquilo retiro de Down-Beckenham, la solución de algún problema des- conocido. sin otro afán que el de encontrar la verdad, y no sevelando su existencia, más que a intervalos, para la publica- ción de sus nuevos trabajos, prodigios de documentación, obras maravillosas, de clara al par que sobria exposición, que cada una abría un nuevo horizonte para el observador atento y el natu- ralista entusiasta. En medio de aquella tempestad surgieron los discípulos y los que se adherían al maestro; y si bien es cierto que aleuno de ellos (Bates su colaborador), que se mantuvo dentro de los límites de la lógica más cireunspecta, no lo es menos, que otros, los más, a apasionados ataques opusieron apa- sionadas defensas, y al cabo. cada comentarista o discípulo se forjó un Darwin a su manera, concebido en el calor de sus juicios y pasiones. Y fué más honda la división originada a la aparición de su obra Origen de las especies, pues dentro del mismo campo de los evolucionistas, hubo Lamarekistas y Darwl- nistas y hasta el mismo Darwin, penoso es confesarlo, que ““te- nía conciencia perfecta del grado de diferencia que había entre su doctrina y la de Lamareck?””, en su correspondencia se muestra a veces tan irreverente con su predecesor, que más bien parece, dice Houssay, no haberle comprendido. Las discusiones sin em- bargo, a medida que se calmaban los espíritus irritables, fué tomando un aspecto más sereno, se argumentaba y se razonaba; y más tarde Darwin, en sus últimos trabajos, revela una cierta evolución de sus ideas, llegando a considerar la posibilidad de acción, siquiera débil, que concede, sin confesarlo, a la acción del medio ambiente, según se desprende de su segunda edición del Origen de las especies, al emitir ideas que no había expre- sado en la primera. J. N. Ferrer: Nuevas orientaciones sobre el transformismo. 85 No siendo nuestro trabajo un trabajo de crítica, que a tan alto no podemos llegar, y menos si se considera que en ese sen- tido han hablado tanto y bien los más eminentes naturalistas, dejaremos a un lado este aspecto de la cuestión y manteniéndo- nos dentro de los límites de la exposición metódica y sincera que nos hemos propuesto hacer. Al presente, esto es ya cuestión juzgada y nadie podrá arrebatar la gloria a Lamarck de su carácter de creador de la doctrina de la descendencia, como lo proclamó Heckel en su comunicación al 4. Congreso Interna- cional de Zoología celebrado en Cambridge del 22 al 27 de Agosto de 1898, es decir, hace próximamente diez años. La teoría de Darwin está basada en principios generales, ar- monizados con tal arte y solidez, que: él consideró y sus discí- pulos sostienen como verdaderos postulados. Se apoya sobre hechos de un valor indiscutible, aunque a veces exageradamente interpretados. De deducción en deducción, llega Darwin a emi- tir conceptos fundamentales para su doctrina, como son: 1.”, no dar importancia aleuna verdadera al determinismo de la varia- ción por la influencia del medio ambiente; 2.” sostener que la variación es un dato del ser, y es ventajosa o funesta para la competencia que se hacen los seres por conservar su vida; 3." establecer la indeterminación de la variación; y 4.*, que de la combinación natural de la variación con la lucha, se deter- mina una selección que asegura las transformaciones de las es- pecies. Esta selección natural qué se deriva de la lucha por la exis- tencia, o concurrencia vital como la llama Royer, es el más alto exponente de la doctrina darwiniana; lo apoyan sus detenidas reflexiones y observaciones de la naturaleza en el variado mundo organizado, reforzadas por la experimentación o selección arti- ficial, dándole un carácter de base inconmovible: todo lo cual no fué óbice para que poderosos impuenadores se la refutaran. De Quatrefages pretendió demostrar que la lucha por la existen- cia en lugar de variar una raza, tendía a uniformarla. Lacaze- Duthiers llamó a la lucha por la existencia, la ley de destrue- ción recíproca; y tanto Pfeiffer como Houssay han manifestado ““que la competencia es causa de reducción, sin elección, del número de individuos de una especie; que mientras las condi- ciones del medio no cambian, la especie conserva su equilibrio en número y forma, y cuando cambian, la especie se transforma 86 Memorias de la Sociedad Poey. toda o toda desaparece””. Si se nos dice, agrega, que en este caso también hay selección, ésta no es más que un efecto de la evo- lución, no una causa que la dirige y gobierne. También de un ruso—de Pierre Kropotkine, hombre de un valimento excepcional, profundo conocedor de los grandes pro- blemas de la naturaleza y eminente sociólogo, que de las estepas de las Siberia Oriental y de la Manchuria septentrional al río Amour, ha sentido sus desoladoras tristezas—viene a nuestras manos un libro por todos conceptos dieno del más entusiasta elogio, en que se desarrollan ideas que son, a semejanza de las de los autores antes señalados, contradictorias del que llamamos el más alto exponente de la doctrina del sabio de Beckenham. Relata Pierre Kropotkine en. su libro L*Entr'aide, que es al que queremos referirnos en lo anteriormente expuesto, con naturalidad que cautiva, sus impresiones de viaje por las regio- nes del Asia septentrional, que hizo cuando joven en busca de enseñanzas para su espíritu influenciado por la lectura del Ori- gen de las especies y deseoso de confirmar las ideas de Carlos Darwin. Llamaron su atención los dos aspectos de la vida animal que pudo observar, y que lo impresionaron fuertemente. De un lado veía el extremado rigor de la lucha por la existencia que la mayor parte de los animales tienen que sostener en aquellas re- giones contra una naturaleza inclemente; la anulación perió- dica de un gran número de existencias debida a causas natura- les; y como consecuencia, una pobreza de la vida sobre el vasto campo de sus observaciones. Por el otro, aun en aquellas regio- nes donde la vida animal abunda, él no pudo encontrar, no obs- tante su deseo de comprobarla, esa lucha encarnizada por los medios de existencia entre animales de la misma especie, que la gran mayoría de los darwinistas, casi más que el mismo Darwin, consideraban como la principal característica de la lucha por la vida y el principal factor de la evolución. La vida animal en el vasto territorio del Asia Septentrional, tiene que sostener un casi constante combate contra los rigores de la naturaleza; las tormentas de nieve, durante el invierno, que se reproducen a mediados de Mayo cuando los árboles en flor prometen el regalo de su fruto, cuando millones de insec- J. N. Ferrer: Nuevas orientaciones sobre el transformiwsmo. 87 tos viven y se transforman; y también por los meses de Julio y Agosto en que nevadas tardías destruyen la vida de tantos seres e impiden la incubación de millones de huevos; cuando, en fin, las inundaciones que se suceden a las heladas, destruyen cuanto pasto hay en los campos, en una extensión superficial tan grande como Francia y Alemania, dificultando la vida de los rumiantes y demás herbívoros—es entonces que se llega a comprender toda la importancia que tiene, para la vida en ge- neral, los que Darwin describe con el nombre de obstáculos na- turales a la multiplicación. A lucha tan dura y tenaz, no corres- pondía la esperanza de Darwin; la lucha contra la naturaleza es más temible que la que sostienen por la existencia los anima- les dentro de la especie. Cuando Kropotkine vió de cerca la naturaleza, aunque pene- trado de las ideas darwinistas, concibió dudas, que sus estudios posteriores confirmaron respecto de la realidad de la lucha por la existencia, base primordial de la doctrina y artículo le fe de la gran mayoría de los darwinistas. Pero Kropotkine llegó a más; donde quiera que encontró la vida animal en su plenitud, en los lagos y en sus inmediaciones, en las grandes colonias de roedores, de castores principalmente, en las emigraciones de aves en cantidades innumerables y par- ticularmente en una de ciervos, de que fué testigo presencial, en la que vió millares de estos inteligentes animales viniendo de un territorio inmenso donde ellos viven diseminados, huir de las grandes tormentas de nieve y reunirse para atravesar el Amour por la parte más estrecha de su curso; en todas estas escenas de la vida animal, que se sucedieron a su vista, dice él: “yo vi l'entr?aide (ayuda recíproca) y el apoyo mutuo practi- cado en proporciones tales que me hicieron pensar en ese aspec- to de tan alta importancia para el mantenimiento de la vida por la conservación de cada especie y para la evolución ulterior??. En fin, agrega, que cuando vió entre los caballos y las bes- tias medios salvajes de la Transbaikalia, entre todos los rumian- tes salvajes, entre las ardillas, ete., que los animales han de luchar contra la falta o escasez de alimentos que tienen por cau- sa las ya referidas, propias de aquellas latitudes, comprobó que todos los animales de la especie que han sentido los efectos de la inclemente naturaleza, salen de la prueba sufrida de tal ma- nera quebrantados, sin vigor y salud, que ninguna evolución 88 Memorias de la Sociedad Poey. progresiva de la especie, puede producirse después de tales pe- ríodos de tan dura competencia. A Al establecer como ley de la naturaleza el principio darwi- nista de la lucha dentro de la especie, y considerada ésta en cuanto al hombre susceptible de suavizarse por la inteligencia y la sociabilidad de la especie humana; pero reconociéndola como ley de efecto inevitable entre todas las especies, no “es posible aceptarla como una ley de progreso, porque sería ade- lantar sin pruebas bastantes para ello una afirmación que no concuerda con los resultados de la observación directa. L'entr'aide, ayuda recíproca, auxilio mutuo como factor de evolución, ¿cuál es el alcance de este concepto? Según Kropotkine, el primero que se dió cuenta de esta ley de la ayuda recíproca, como ley de la natwraleza y factor prin- cipal de evolución progresiva, fué un zoólogo eminente, Decano de la Universidad de San Petersburgo, el Profesor Kessler, quien, en un discurso pronunciado en un Congreso de natura- listas rusos celebrado en Enero de 1880, sorprendió a aquellos - congresistas y particularmente a Kropotkine, iluminando sus ideas sobre el desarrollo de la evolución al sostener que al par de la lucha recíproca, hay en la naturaleza otra ley, la de la ayuda recíproca, que se debe considerar como de efecto eficaz para el éxito de la lucha por la vida y, sobre todo, para el éxi- to de la evolución progresiva. ““En su calidad de viejo zoólogo, dijo Kessler (citado por Kropotkine) él se sentía tentado de protestar contra el abuso de una expresión—la lucha por la existencia—o al menos, por la importancia exagerada que se atribuía a esa expresión. En zoología, dijo, y en todas las ciencias que al hombre estudian, se insiste sin cesar, sobre lo que se denomina “ley sin merced de la lucha por la vida””. Pero se olvida la existencia de otra ley, que puede ser llamada ley de /*entr?aide o del auxilio recíproco, y esta ley, al menos para los animales, es de mucha mayor im- portancia que la primera.?? Hizo notar que la necesidad de edu- car su progenie, reunía a los animales y que “mientras los individuos se asocian más, más y mejor mutuamente se sos- tienen, y más grandes son para la especie las probabilidades de sobrevivir y de progreso en el desenvolvimiento intelectual. ?” Todas las clases de animales, agrega, y sobre todo las más elevadas, practican l'entr'aide, y daba en apoyo de su tesis J. N. Ferrer: Nuevas orientaciones sobre el transformismo. 89 ejemplos tomados de la vida de los necróforos y de la vida so- cial de las aves y algunos mamíferos. Los ejemplos que puso, sigue diciendo Kropotkine, eran poco numerosos como convenía al carácter del acto que se realizaba y más, tratándose de una breve alocución de apertura; pero los puntos principales fueron claramente establecidos y fijados, y después de haber indicado, que en la evolución de la humanidad, l'entr'aide juega un papel todavía más importante, Kessler, concluyó en estos términos: ““Ciertamente, yo no niego la lucha por la existencia, pero sí sustento que el desenvolvimiento progresivo del reino animal, y particularmente de la humanidad, es más bien favorecido por el sostén y apoyo mutuo que por la lucha recíproca... Todos los seres organizados tienen que satisfacer dos necesidades esen- ciales: la de Hutrición y conservación, y la de propagación de la especie. La primera los lleva a la lucha y hasta el exterminio mutuo, en tanto que la segunda o deseo de conservar la especie, los impulsa a acercarse los unos a los otros.”?” A esto puede objetarse que el Decano de la Universidad de San Petersburgo, al hacer esta última afirmación no tuvo pre- sente las luchas tan tremendas que en la época del celo se libran entre animales de una misma especie por la posesión de la hem- bra, pero esto que en más de un caso, es causa de la muerte de uno de los contendientes, *“el idilio monstruoso”*” de Dario, no es más que un episodio de la obra pan-conservadora de la especie, en la que predominan los rasgos y gestos de atracción común para lograr la viabilidad de su progenie. Y descartando esta objección, que no es de fondo, pueden los sostenedores de 1*en- tríaide, afirmar con Kessler: '“que en la evolución del mundo organizado, en la modificación progresiva del ser organizado, el sostenimiento mutuo entre los individuos juega una función más importante que la lucha recíproca.?” Estas ideas de Kessler, fueron apoyadas en el mismo Con- ereso de naturalistas rusos, por el Profesor Sieverbsoff, orni- tólogo y geósrato ilustre, favorablemente conocido en los prin- cipales centros científicos del mundo, quien las amplió en una comunicación oral y confirmó con numerosos ejemplos tomados del amplio panorama de la vida universal. Por todos los presentes a aquella reunión fueron acogidas con simpatía las ideas de Kessler, y era de suponer que tal suce- diera entre naturalistas rusos acostumbrados a estudiar el mun- 90 Memorias de la Sociedad Poey. do animal de las regiones del Asia Septentrional y de ia Rusia Oriental, porque el cuadro que a la vista del observador atento se expone en aquellas comarcas induce lógicamente a conclusio- nes semejantes. : Pudiéramos asegurar sin temor a equivocarnos que el con- cepto de la ayuda recíproca, emitido por Kessler por primera vez en un acto oficial, que aleún otro, antes que él, había seña- lado su importancia '“si se pudiera probar la generalización de los hechos que la explican””; y fué al genio de Goethe que no se ocultó l'entr?aide, como factor de evolución. Refiérese que un un día, cuando cursaba el año de 1827, Erckmann relataba a Goethe el hecho de haberse escapado dos pequeños reyezuelos y haberlos encontrado dos días después no lejos del lugar que abandonaron, ocupando un nido ajeno, de paserinas como ellas, donde se ocupaban de alimentar los pequeñuelos allí encontra- dos con tanta solicitud y cuidado como si fueran sus propios hijos. A Goethe interesó el relato en el que creyó ver una con- firmación de sus ideas panteistas; y dijo a Erckmann: “Si fuese cierto que este hecho de nutrir a un extraño se generalizase en toda la naturaleza y alcanzara el carácter de una ley general, muchos enigmas dejarían de serlo””. Al siguiente día, recordan- do con Erckmann lo relatado el anterior, le sugirió la idea de hacer de todo esto un estudio especial, que él estimaba pudiera ser fuente de luz para aclarar conceptos aún oscuros y que ten- drían consecuencias de un valor inestimable (cita de Kropot- kine); mas Erckmann no pudo dedicarse a ello; pero es muy probable, que, de esta idea de Goethe naciera la actividad que demostró Brehm en recoger pruebas y documentos relativos al auxilio mutuo, que le sirvieron de base para sus estudios su- Cesivos. Kessler de quien tanto se esperaba sobre este tema, sólo indi- cado brevemente en su antes citada conferencia, no pudo termi- nar sus estudios porque la muerte en 1881 lo arrebató a la cien- cia. Pero la idea lanzada por él fué simiente en abonado terreno, que prosperó, como son bastante a probarlo los trabajos de Es- pinas, de Lanessan, Brehm, de Buchner y otros. Kropotkine, que había publicado ya, en la Nineteenth Century algunos ar- tículos rebatiendo conceptos de Huxley expresado en su libro Ethics, concibió la idea de publicar un libro sobre “L*entr*aide considerada como una ley de la naturaleza y como un factor de AAA Revista bibliográfica. 91 evolución””, que hiciera más conocido y estudiado este punto de vista, desde el cual, la naturaleza se ve como escenario de amor y de esperanza. Cuando Huxley en 1888 publicó su libro tan notable sobre la lucha por la existencia, en el cual Kropot- kine da una interpretación en extremo exagerada, de los hechos de la naturaleza que expone, se dirigió al Director de la citada revista Nineteenth Century preguntándole si publicaría una refutación metódica de las opiniones de uno de los más notables darwinistas. M. James Knowles recibió la proposición con sim- patía y la contestó en sentido afirmativo. Kropotkine se dirigió entonces a M. W. Bates, el gran cola- borador de Darwin, al que expuso su idea, y fué estimulado por él, a que emprendiera el trabajo que pensaba hacer, con estas palabras: “Sí, ciertamente: ése es el verdadero darwinismo; lo que han hecho de Darwin es abominable. Eseribid esos artículos y cuando ellos se publiquen, yo os escribiré una carta que po- dréis publicar.?? Pero Kropotkine empleó siete años en publicar sus trabajos y cuando apareció el último deseraciadamente M. Bates había muerto, viéndose por tan sensible pérdida, privado de su valoso testimonio en pro de su refutación a los trabajos de Huxley. (Continuará.) REVISTA BIBLIOGRAFICA 1. BULLETIN OF THE UNITED STATES NATIONAL MUSEUM, N.* 50, Washington, 1914. El Conservador del Departamento de Aves del Museo Nacio- nal de Washington, Mr. Robert Ridway, publica en todo ese tome “21 Bulletin la sexta parte de la obra The Birds of North and *zddle America. Las familias que comprende son éstas: Picide, Capitonide, Ramphastide, Bueconide, Galbulide, Al- cedinide, Todide, Momotidee, Caprimuleide, Nyetibiide, Tyto- nide y Bubonide. La primera parte publicóse en 1901, con los Fringillide úni- camente; la segunda, en 1902, con los Fanagride, Icteride, Co- rebide y Mniotiltide; la tercera, en 1904, con los Motacillidee,. Hirundinide, Ampelidee, Ptilogonatide, Dulide, Vireonide, La- 92 Memorias de la Sociedad Poey. niidee, Corvidee, Paridxe, Sittide, Certhiidee, Troglodytidae, Cin- clide, Chameide y Sylviide; la cuarta, en 1907, conteniendo los Tardide, Zeledoniide, Mimide, Sturnide Ploceide y Alan- didee, con los Oxyruncide, Tyrannide, Pipride y Cotingide; y la quinta parte, por último, en 1911, con los Pteroptochidee, For- micariide, Furnaride y Dendrocolaptide, los Trochilide y Mi- eropodide, y los Trogonide. Sumando las familias estudiadas en el presente volumen con las de los anteriores se han estudiado en todas ellas 520 géneros, 2,111 especies y subespecies, cuyos ca- racteres diagnósticos son suministrados convenientemente, así como su sinonimia principal. Los dibujos que acompañan el libro son copias de los originales hechos por Miss. Ruth G. Col- lette, de Washington, D. C. 2. ANTHROPOLOGICAL PAPERS OF THE AMERICAN MUSEUM OF NATURAL History, vol. XI (Part. V.—Part. VI), New York, 1914. En la Dancing Societies of the Sarsi Indias, Pliny Earle Godard estudia la oreanización del baile en los indios Sarsi, nombre colectivo que abarca a estas eimeo sociedades en las cua- les el baile era un importante elemento: Mosquitos (ts'1), Perros (likuawa), Policía (tasguilna), Estorbador (nagulte'ujna) y Dawo (pequeño pájaro no identificado). El Sarsi tiene un baile de origen extranjero que ellos llaman Mitsikistagulinna, “those who part their hair in thesmiddle””. El trabajo etnográfico de Godard concluye por la descripción de The dog feast. Esto corres- ponde a la parte V. El de Alanson Skinner sobre Political orgamization, cults, and ceremonies of tre Plains-ojibway ad Plains-cree indians, forma la parte VI de dicho XI volumen. Los Plains-Ojibway son un pequeño grupo Aleonkin; los Plains-eree viven en Sackatche- wan, y de ellos se ocupó antes H. Youle Hind, analizando su etnología. Curiosos dibujos relativos a las costumbres de estos indios americanos intercalan el texto. 3. BULLETIN DU Muséum NATIONAL D'”HISTOIRE NATURELLE, N.* 1, 1914, París. Este número del Bulletin, después de dar cuenta de la 145.2 Reunión de los Naturalistas del Muséum de París (Enero 27 Revista bibliográfica. 93 de 1914)—actos administrativos, discursos del Profesor Bou- vier en las exequias de H. Marmottan y de E. Olivier, presenta- ción por S. Meunier sobre La Méacorite d*El Nalela-el-Bakariah (El Cairo, 1913) —publica las siguientes comunicaciones: Sur VPaorte anterieure des girafes, por M. H. Neuville; Quelques ob- servations sur les moeurs du BLENNIUS OCELLARIS L., por H. Pieron; Note sur quelques Nemertiens récoltés au cours de la deuxieme Expedition Antartique du Dr. Charcot, por L. Joubin; Notes sur les especes Lamarckiennes de Gar, por Ed. Lamy; Liste des Holothuries et Crinoides rapportés par la deuxieme Expedition articque du *“Pourquoi-Pas?””, por C. Vaney; Liste des plantes récoltées dans 1*Asie central (continuación), por P. Danguy. La comunicación de Mr. Pieron relativa al Blenmius occel- laris L. es un estudio experimental de la psicología de los peces, donde se demuestra cómo los machos de esa especie reconocen la concha que les sirve de nido y la buscan durante cierto tiempo excluyendo otras; también pueden cambiar y adaptarse a un nuevo nido. Dicho trabajo es un documento que añadir a los que patentizan la memoria de los peces. 4. ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTORIA NATURAL DE BUE- NOS AIRES, tomo XXV, 1914, Buenos Aires. El Sr. Cayetano Rovereto ha publicado su extenso estudio de paleontología estratigráfica sobre Los estratos araucanos y sus fósiles, que ocupa totalmente dicho tomo de unas 250 pági- nas, sin contar con una hermosa serie de láminas litosráficas. Aparte de la biografía, del índice alfabético de los géneros y especies citados en el texto y de la explicación de las láminas, el libro consta de estos siete capítulos: 1. Introducción estratigrá- fica; 2. Los fósiles del Rionegrense; 3. Los fósiles del valle de Santa María en la provincia de Catamarca, localidad típica del Araucanense; 4." Los fósiles de Monte Hermoso, localidad típica del Hermosense; 5. Los fósiles de la Guayquerías de San Car- los en la provincia de Mendoza; y 7.* Los fósiles de la Pampa Central. Examina el Sr. Rovereto en las primeras páginas del libro lo que constituye el “Araucano”? de Doerine y F. Ameghino desde el punto de vista de las faunas fósiles del terciario y cua- 94 Memorias de la Sociedad Poey. ternario argentinos; el Rionegrense, Araucanense, Hermosense Chapalmatense, y con la distribución cronológica de sus géne- ros respectivos, y otros yacimientos araucanos; los caracteres de su fauna; y analiza seguidamente las correlaciones del arauca- no con el plioceno del Norte América y Europa, para afirmar, en contra de Ameghino, que “hay razón para creer que la sucesión de las faunas se haya efectuado con mayor lentitud o con mayor rapidez en un continente que en otro””; como los cielos climaté- ricos no se desenvuelven por igual en todas partes y los elemen- tos de las faunas son distintos en la superficie de la tierra, im- pone el admitir las causas de las diversidades regionales en el complicado mecanismo de la transformación de las especies. 5. FLORA DE CUBA (DATOS PARA SU ESTUDIO) ; por los Dres. M. Gómez de la Maza y Juan T. Roig (Estación Experimental Agronómica de Santiago de las Vegas, Boletín núm. 22). 1914, Habana. Bajo los auspicios de la Estación Agronómica de Santiago de las Vegas han publicado últimamente los Dres. Manuel Gómez de la Maza, Profesor de Botánica general y de Fotografía de nuestra Universidad, y Juan Tomás Roig, Jefe del Departamen- to de Botánica de aquella Estación, una importante contribución al estudio de nuestra Flora. La obra, de 180 páginas, contiene numerosos grabados inter- calados en el texto, y consta de las siguientes partes 1.* Plantas tas de la Isla de Cuba, comprendiendo estos capítulos: (a) Flora viviente (criptógamas y fanerógramas. Generalidades; vegeta- ción. Enumeración alfabéticas de las familias fanerogámicas cu- banas); (b) Flora fósil: —2.2 Comparación de la Flora de Cuba con la de otros países; —3.2 Elementos para el estudio de la flora Cubana, que trata: (a) Herbarios eubanos; (b) Obras para el estudio de la flora cubana; (ce) Establecimientos botánicos y agrícolas cubanos; (d) Bibliotecas botánicas cubanas; (e) Co- lecciones citadas en este trabajo ;—y 4.2 Plantas económicas; ocu- pándose en esta parte de los siguientes particulares: plantas ali- menticias; frutas; plantas sacarinas; plantas melíferas; plantas medicinales o venenosas; forrajes; maderas; textiles; plantas oleoginosas; plantas sebíferas; plantas cauchógenas; plantas tin- toreas y curtientes; plantas aromáticas y ornamentales; plantas Variedades. 95 para carreteras, sombra y cercas; plantas útiles o perjudiciales a la Agricultura; plantas de gran cultivo; y, por último, de cul- tivos menores. Al final del trabajo existen dos índices: uno de los nombres vulgares y otro de nombres científicos. Los Dres. Gómez de la Maza y J. T. Roig, con la publicación del libro a que nos referimos y sobre el cual sólo nos hemos limi- tado a dar cuenta de los asuntos que estudia, han prestado un verdadero servicio a la botánica cubana. No vacilamos en tribu- tarles nuestra sincera felicitación por ese meritorio esfuerzo; y también porque entre otros datos, tuvieron la buena idea de re- unir oportunamente los que se refieren a los factores con que contamos para las investigaciones locales, elementos que no por ser modestos dejan de ser muy interesantes. Dr. A. MESTRE. VARIEDADES Conferencias sobre Historia Natural. La Facultad de Letras y Ciencias estableció en el curso académico de 1903 a 1904 las series de conferencias de extensión universitaria dedicadas principalmente a los maestros públicos; euyos actos se han venido realizan- do en- nuestra Universidad año tras año, efectuándose en la «actualidad las que corresponden a la undécima serie (1914 a 1915). Entre esas con- ferencias, las siguientes fueron sobre temas relativos a la Historia Natural: —La evolución del reino animal (con proyecciones); por el Dr. Carlos de la Torre. —Nociones sobre la corteza terrestre (con proyecciones); por .el Dr. Santiago de la Huerta. —Las funciones de relación en los vegetales (con esquemas); por el Dr. Juan Vilaró. —La imitación como factor de defensa en el reino animal (econ proyee- ciones); por el Dr. Arístides Mestre. —La infancia de la humanidad (con proyecciones); por el Dr. Luis Montané. —Formas interesantes del reino vegetal (con proyecciones); por el Dr. Manuel Gómez de la Maza. —La enfermedad de los Cocoteros; por el Dr. Carlos de la Torre. —Los estudios de la Naturaleza en la escuela primaria (con presenta- ción de ejemplares); por el Dr. Carlos de la Torre. 96 Memorias de la Sociedad Poey. —México y el Congreso Geológico (con proyecciones); por el Dr. Santiago de la Huerta. —Los midos de las aves y su filosofía (con proyecciones); por el Dr. Arístides Mestre. —La Madre Naturaleza (con presentación de ejemplares); por el Dr. Carlos de la Torre. —Estado actual de nuestros conocimientos sobre el origen del hombre (con proyecciones); por el Dr. Luis Montané. —Mattucci y el Vesubio (con proyecciones); por el Dr. Santiago de la Huerta. —Osamentas fósiles de la época diluvial encontradas en las casimbas de la Sierra de Jatibonico. Comprobación de la naturaleza continental de Cuba a principios del período cuaternario (con presentación de restos en- contrados); por el Dr. Carlos de la Torre. —El hombre fósil en Cuba; por el Dr. Luis Montané. —El naturalista Cuvier y sus paradojas científicas. Homenaje al Dr. La Torre; por el Dr. Arístides Mestre. —Resultado de mis investigaciones paleontológicas en los Congresos de Graz y de Estokolmo; por el Dr. Carlos de la Torre. —El sitema nervioso y su educación (con proyecciones); por el Dr. Arístides Mestre. —El Indio de la Ciénaga de Zapata; por el Dr. Luis Montané. —Alfred Russel Wallace en la historia de la filosofía biolódica; por el Dr. Arístides Mestre. —Formaciones calcáreas de Cuba desde los puntos de vista geológico, agronómico, hidrográfico e higiénico (con proyecciones); por el Dr, Santia- go de la Huerta. —Las bibijaguas (con esquemas y presentación de objetos); por el Dr. Carlos de la Torre. —Clasificaciones modernas de las plantas; por el Dr. Manuel Gómez de la Maza. —La evolución del sistema nervioso (con proyecciones y presentación de modelos anatómicos); por el Dr. Arístides Mestre. La anterior relación responde al orden en que, de 1904 a la fecha, las conferencias han sido dadas. Las tres últimas pertenecen al presente curso universitario. A Y an e a Pm ¿AS S y r = Eh 3 e ds - REGLAMENTO DE LA SOCIEDAD | Arm. 1—Se constituye en la Habana una agrupación científica dedi- cada al estudio de las Ciencias Naturales (Mineralogía, Geología, Biología, Botánica, Zoología y Paleontología, Antropología y Agronomía) y a sus - aplicaciones. ART. 2."—Dicha agrupación se denominará Sociedad Cubana de His- toria Natural “*Felipe Poey?”, como tributo a la memoria del sabio fun- dador de las Ciencias Naturales én Cuba. > ART. 3."—El fin principal de la Sociedad será el cultivo de la ciencia local, tendiendo a estrechar los lazos de compañerismo entre los que persi- —guen en Cuba esos estudios, para que la labor científica personal resulte más eficaz. ART. 4."—El número de socios será ilimitado, pudiendo pertenecer a la Sociedad así los cubanos como los extranjeros; necesitándose para ser ad- mitido la propuesta de un miembro, y la admisión en la siguiente sesión por las dos terceras partes de los votos de los concurrentes y previo infor- me de una ponencia nombrada al efecto. ART. 5.—Los socios serán fundadores, titulares, corresponsales y hono- rarios. Los primeros son los que han asistido a la sesión de constitución y organización de la Sociedad. Los titulares son los miembros ordinarios de la agrupación, residentes en toda la Isla, y abonarán la enota anual de seis pesos moneda americana. Los corresponsales lo son en el extranjero. Para ser nombrado miembro honorario es preciso haber sobresalido en las Cien- cias Naturales, puras o aplicadas, por sus conocimientos e importancia de sus publicaciones. Los corresponsales y honorarios están exentos del pago - de la cuota mencionada. ArT. 6."—A los efectos de los trabajos de la corporación, ésta compren- derá las siguientes Secciones, que tendrán sus respectivos Director y Se- ceretario: 1,*, de Mineralogía y Geología; 2.*, de Biología; 3.*, de Botáni- ca; 4.*, de Zoología y Paleontología; 5.*, de Antropología; y 6.*, de Agro- nomía. ArT. 7.—La Sociedad elegirá anualmente su Junta Directiva compues- ta del Presidente, Vicepresidente, Secretario, Vicesecretario y Tesorero, los que constituyen la Mesa; siendo Vocales de aquélla el Director y Se- cretario de las Secciones que comprende la Sociedad. Dicha Junta Diree- tiva será nombrada en la primera quincena de Mayo de cada año; verifi- cándose las elecciones entre los socios titulares residentes en la Habana por mayoría de votos y pudiendo ser reelectos. La Sociedad podrá nombrar un Presidente honorario. ArrT. 8."—Las sesiones de la Sociedad serán ordinarias y extraordina- rias, ya privadas o públicas, según el carácter de la orden del día. Las or- dinarias se celebrarán en la última semana de cada mes, exceptuándose los meses de Julio, Agosto y Diciembre. Las sesiones extraordinarias podrán convocarse por el Presidente cuando las ¡juzgue oportunas o a virtud de petición por escrito de tres socios titulares. Los acuerdos de la Sociedad se tomarán siempre por mayoría de votos, decidiendo la presidencia en caso de empate; y constituyendo el quorum, para la celebración de las sesiones, cinco miembros titularse. La Sociedad celebrará el 26 de Mayo de cada año una sesión solemne conmemorativa de su fundación, fecha del nacimiento de Poey, en 1799; tomando en ella posesión la Junta Directiva elegida. ArT 9.—La Sociedad tendrá lo más pronto que sea posible su publi- cación, Órgano oficial de ella, y donde periódicamente aparecerán sus tra- bajos; y un Comité de Redacción, nombrado por la Sociedad, se ocupará de todo lo concerniente a dicha publicación, de acuerdo con su Junta Di- rectiva. a ArT. 10.—La Sociedad resolverá lo que no se exprese en este Regla- mento, el cual no podrá modificarse sino en sesión extraordinaria convoca- da a ese fin; y en caso de disolución de la Sociedad, los fondos y propie- dades de la misma se destinarán al “Museo Poey?” de la Escuela de Cien cias de la Universidad de la Habana. : seo de lá Sociedad (Entra. 15y —El Real Museo de Historia Natural de mano por. al Dr. Arís s - Mestre. 7 ; eN eluye.); por el Dr. Donoida F. Ramos. —La infancia de la humanidad; por el Dr. Luis Montané. —Nuevas orientaciones sobre el transformismo; por el Dr. Jo O! colás Ferrer. —REVISTA BIBLIOGRÁFICA. —Bulletin of the United States National Maso N.* 50, ak ton, 1914, —Anthropological paper of the American Museum of Natural Hist: vol. XI (Part. V.—Part. VI.), New York, 1914, la Maza y Juan T. Roig (Estación Experimental Agronómica de Santis de las Vegas, Boletín N.* 22,) 1914, Habana, E —-VARIEDADES.—Conferencias sobre Historia Natural. ARO y y ñ EEN Las MEMORIAS DE LA SocIÉDAD CUBANA DE HISTORIA NATURAL «FrLIPR PorY», se publicarán bimestralmente. de las ideas sustentadas por los autores de los trabajos que se q S bliquen. EDAD CUBANA DE HISTORIA NATURAL. | e DIRECTOR: DR. CARLOS DE LA TORRE. JEFE DE REDACCION: “DR. ARISTIDES MESTRE. , IMPRENTA e EL SIGLO XX ¿ DE AURELIO MIRANDA TENIENTE REY 27 1915 A y SOCIEDAD CUBANA DE HISTORIA NAT “FELIPE POEY” ; PARA EL AÑO ACADEMICO DE 1915 A 1916. Presidente: Dr. Carlos de la Torre. Vice-Presidente: Dr. Luis Montané. AR Secretario: Dr. Arístides Mestre. jod Vice-Secretario: Dr. Federico Torralbas. Tesorero: Dr. Mario Sánchez Roig. SECCIONES 1. Mineralogía y Geología. Director: Dr. Santiago de la Huerta. Secretario: Sr. Pedro Guerra. 2. Biología. Director: Dr. Mario G. Lebredo. Secretario: Dr. Alberto Recio. 3. Botánica. Director: Dr. Manuel Gómez de la Maza. E ¿E Secretario: Dr. Jorge Horstmann Trigo. S , 4. Zoología y Paleontología. > re E Director: Dr. Felipe García Cañizares. obs A Secretario: Dr. Pedro V. Ragués. 5. Antropología. Abd 1 Director: Dr. Luis Montané. poi Secretario: Dr. Juan M. Dihigo. 6. Agronomía. Director: Sr. José Cadenas. Secretario: Dr. Buenaventura Rueda. Sr. Tesorero bióne a su cargo la administración. Vol. 1. MAYO Y JUNIO DE 1915. Núm. 3. MEMORIAS DE LA SOCIEDAD CUBANA DE HISTORIA NATURAL, “FELIPE POEY” € _ LIBRARY NE YY YOR BOTARMICA e CANHIkaA SESION PUBLICA SOLEMNE DEL 26 DE MAYO DE 1915 Presidencia del Dr. Santiago de la Huerta. A las 414 de la tarde del 26 de Mayo de 1915 celebró la Sociedad Cubana de Historia Natural “Felipe Poey?” en el Mu- seo de Zoología de la Universidad (Museo Poey) la sesión pú- blica solemne conmemorativa de su fundación, bajo la presiden- cia del Dr. Santiago de la Huerta, Director de la Sección de Mi- neralogía y Geología; ocupando también los puestos de la mesa los Dres. Evelio Rodríguez Lendián, Decano de la Facultad de Letras y Ciencias, y Mario G. Lebredo, Director de la Sección de Biología, junto con los doctores Juan M. Dihigo, Secretario de la Sección de Antropología, Arístides Mestre y Federico To- rralbas, Secretario y Vice-Secretario, respectivamente, de la Corporación; estando presente además los Sres. socios titulares S. de la Torre, J. Horstmann Trigo, M. Guiral Moreno, A. Pas- tor Giraud, A. Recio, J. Frayde, F. Mencía, P. Guerra, F. del Río, J. G. Díaz, S. Cuevas Zequeira; y otras personas distinguidas en las letras y las ciencias no pertenecientes a la Sociedad. El Dr. S. de la Huerta, después de manifestar que los Dres. Carlos de la Torre y Luis Montané, Presidente y Vice-Presiden- te de la Sociedad, excusaban su ausencia al acto por encontrarse ambos fuera de la Habana y el primero en una Comisión cien- tífica en Baracoa, pronunció una breve alocución en que enal- tece la figura intelectual de Poey, a cuyos prestigios personales así como a la importancia de sus publicaciones alude, citando 98 Memorias de la Sociedad Poey. algunas de ellas, y termina con estas palabras que condensan el mérito de Poey, superior a todo elogio: Tanto nomini nullum par elogium. Conforme a la orden del día se dieron sucesivamente lectura a estos discursos : la Reseña de los trabajos durante el año de 1914 a 1915, por el Dr. Arístides Mestre; el de Poey en su aspecto literario y lingúístico, por el Dr. Juan M. Dihigo; y sobre Biolo- gía y Ciencias Médicas, por el Dr. Federico Torralbas. Terminada la lectura de los mencionados discursos, tomó po- sesión la Junta Directiva del año académico de 1915 a 1916, elegida anteriormente; con lo cual se dió por concluída la sesión conmemorativa. ALOCUCIÓN POR EL DR. SANTIAGO DE LA HUERTA Profesor titular de Mineralogia y de Geología de la Universidad. (SESIÓN SOLEMNE DEL 26 DE MAYO DE 1915.) Señores : Imposibilitados de asistir a este acto el Presidente y el Vice- presidente de esta Asociación los doctores La Torre—legítimo heredero de la ciencia y de la gloria de Poey—y Montané—tan inspirado y acertado en el decir—ha caído sobre mí altísimo e inmerecido honor de presidir esta sesión solemne dedicada a conmemorar la fecha feliz—para la ciencia y para la patria— en que vió la luz el más ilustre de los naturalistas cubanos. La presidencia me obliga—1inesperadamente y bien a mi pesar—a dirigiros mi palabra pobre y sin atavíos que trataré de inspirar tan sólo en recuerdos, en impresiones ¿juveniles ya dormi- das y en las del momento actual —demasiado vivas; procuraré en torpes pinceladas trazar un sencillo bosquejo, una silueta vaga de la pálida y fueitiva sombra que en estos momentos pro- yecta en mi mente confusa, aquel hombre sencillo y bueno, de pasmosa modestia, cuyo nombre aprendí a admirar y venerar desde los más tiernos años; cultísimo abogado, literato notable, helenista cuidadoso, que manejó el latín con dominio y dono- sura linneanos; aquel catedrático de condiciones excepcionales S. de la Huerta: Alocución. 99 que profesó en nuestra Facultad la Zoología, la Anatomía com- parada, la Mineralogía, la Zoografía de Vertebrados y de Ar- ticulados, que siempre estudioso dejó la huella de su paso en las colecciones todas del Museo, aún en las de minerales y en las de fósiles; aquel naturalista de corazón que muy joven publicó la primera década de su Centuria de Lepidópteros; aquel sabio eximio que nos legó tesoros de ciencia en sus Memorias y en el Repertorio, por él fundado y dirigido, que, como si fueran pocas todas estas manifestaciones de su actividad tan desmedida y de facultades tan variadas y excepcionales, además de abogado, de literato, de observador sagaz y pintor afortunado de nuestras costumbres, de lingiiista, de catedrático, de curioso y profundo filósofo naturalista, siempre dispuesto a la rectificación y al pro- ereso evolutivo, con la vista profética del verdadero genio, perte- neció y recibió los honores de todas las instituciones científico-na- turalistas del mundo; fué fundador de la Sociedad Entomológica de Francia, fué aún más, fué un especialista, un ietiólogo, que desde muy temprana edad fué considerado y citado por Cuvier y Valenciennes en su obra monumental sobre los peces, que estudió detenida y concienzudamente los peces de nuestras aguas, brin- dándonos en el Conspectum, en la Synopsis, en el Enumeratio piscium cubensium el producto de su fructífera labor, alcanzan- do mayor fama, mayor renombre y un puesto de honor entre los primeros ietiólogos del mundo y culminando su labor fecunda en ese tesoro científico, que le valió premios y condecoraciones, en ese monumento de su gloria que se titula la Ictiología Cuba- na...; aquel elegido, tan filósofo, tan sabio como artista, que sintiéndose al borde de la fosa ya abierta, que le ofrecía bien conquistado descanso, supo arrancar lágrimas a los secos 0jos de los sesudos académicos que le oyeron pronunciar (la piel erizada por la emoción más intensa) aquellas frases tranquilas, llenas de humildad, de amor y de sublime poesía—brote espon- táneo de lo profundo de su corazón: *“Joven atleta, noble sol- dado de la Ciencia; yo, humilde veterano, te saludo, y de ti me despido. Sea tu vida larga; sean tus días prósperos; brilla como el astro que nos ilumina; calienta con tus rayos mi tumba fría !”” Vaga sombra, hace un instante en mi confusa mente, a la luz de los recuerdos se destaca, se anima y se agiganta aquella figura colosal, aquella gloria siempre fresca, aquel sol refulegente de nuestro hermoso cielo—más grande aún en el ocaso—que supo 100 Memorias de la Sociedad Poey. atraer hacia sí, y hacia nuestra amada Cuba la atención de los sabios y la admiración de la cultura universal, cuyo glorioso nombre —¡Felipe Poey!—ampara, anima y estimula a esta na- ciente Sociedad fundada para glorificarle: Tanto nomim nullum par elogium. RESEÑA DE LOS TRABAJOS DURANTE EL AÑO DE 1914 A 1915 POR EL DR. ARÍSTIDES MESTRE Profesor Auxiliar de Biología, Zoología y Antropología, (SESIÓN SOLEMNE DEL 26 DE MAYO DE 1915.) Sr. Presidente: Estimados compañeros: Dos años hace hoy que un grupo de amigos nos reuníamos en este mismo lugar para fundar una Sociedad de Historia Natural a quien pusimos por nombre el de Felipe Poey, rindiendo con ello un justísimo tributo a la memoria del insigne zoólogo haba- nero; porque en ese momento pensábamos intensamente en él, que surgió cuando “muy poco se había escrito sobre la Histo- ria Natural de Cuba*?; “muy pocas personas habían cultiva- do ese campo—decía el malogrado Presas en 1865—cuando apa- reció el verdadero iniciador de la nueva era, Felipe Poey, a quien el espectáculo de la naturaleza convidó desde muy tem- prano al estudio de la Historia Natural, alcanzándole más tar- de el nombre de Cantor de Atalaya, sin embargo de que des- eribió en prosa esa bella ninfa de la mar,??... Sí, por unánime espontánea aclamación de los que nos congregamos ese día, lle- va nuestra Sociedad el glorioso nombre de Poey—¡ de Poey, que inició y sostuvo durante medio siglo la enseñanza de la Zoo- logía en nuestra Universidad ! (19 Antes del 26 de Mayo de 1913 veníamos madurando la idea de la creación de la Sociedad y así lo hubimos de manifestar en más de una ocasión : en 1910 cuando felicitábamos a los Dres. La Torre y Montané con motivo de los éxitos por ellos alcan- A. Mestre: Reseña de los trabajos de de 1914 a 1915. 101 zados en los Congresos de Graz, Estokolmo y Buenos Aires; y, en 1912, cuando le tributaba, al primero de dichos compañe- ros, la Facultad de Letras y Ciencias, su aplauso por el otor- gamiento—honoris causa— del grado de Doctor en Ciencias de la gran Universidad de Harvard. Al fin, eristalizó el propósito y, después de las sesiones preparatorias y de la aprobación de nuestro Reglamento, quedó oportunamente constituída la Junta Directiva, iniciándose la presentación de los trabajos científi- cos en la sesión ordinaria del 30 de Mayo de 1914: desde enton- ces la Sociedad ha venido efectuando sus tareas con la mayor re- gularidad posible. De esa labor vuestra, estimados amigos, he de trazar siquiera brevemente los rasgos más importantes; de- mostrando con esta rápida reseña que se ha aprovechado el tiempo, y que, a juzgar por sus primeros pasos en la senda em- prendida, con entusiasmo y calor, por los identificados con el programa planteado en día inolvidable, a juzgar, repetimos, por los trabajos de este año hoy terminado, un bello porvenir se nos prepara: sigamos sin desmayar y le prestaremos un ser- vicio positivo a la ciencia y a nuestra patria. Respetando en cierto modo el orden de las sesiones celebra- das, daremos cuenta de los estudios considerando las Secciones que comprendía la Sociedad; y decimos comprendía porque pri- meramente fueron cinco aquéllas: 1.2%, de Mineralogía y Geolo- gía; 2.*, de Botánica; 3.2%, de Zoología y Paleontología; 4.*, de Antropología; y 5.*, de Agronomía; más tarde , y a causa de las modificaciones introducidas en el Reglamento, en la sesión extraordinaria del 15 de Enero último, se creó la Sección de Biología, creación que no pudo estar más justificada. Dos estudios interesantes, relativos a la Geología presentó el Sr. Antonio Pastor Giraud : uno titulado A propósito de los manantiales de Vento y el otro Al margen de un trabajo sis- mológico. En el primero, examina su autor las procedencias del agua de esos manantiales y hace aleunas consideraciones sobre la manera de efectuar las exploraciones encaminadas a descu- brir la verdad, cireunstancia que exije necesariamente la mul- tiplicación de observaciones bien establecidas. En el curso de su trabajo, el Sr. Giraud precisa estos conceptos, que amplía : 1.%, sin lluvia no puede haber manantiales; 2.2, todo manantial tiene su zona superficial de infiltración; y 3.%-la zona de infil- tración y el manantial se encuentran en comunicación. Refiére- 102 Memorias de la Sociedad Poey. se a las características que han de estudiarse en toda zona de in- filtración, lamentando la carencia de cartas que señalen las eur- vas de nivel de la región y son punto de partida de las investi- gaciones. Señala también ese artículo lo que constituye la práe- tica del estudio hidrológico de la región de Vento y no olvida lo relativo a los cortes geológicos del caso y a los trabajos com- plementarios. Trátase asimismo del problema de la salubridad de las aguas, y manifiesta que las potables y sanas son más ra- ras de lo que suele creerse. El Sr. Giraud siente que su estudio no comprenda datos tomados sobre el campo, de valor positivo frente a las apreciaciones que pueda sugerir la sola interpre- tación de un mapa y cuyos razonamientos están expuestos a error; y concluye exhortando a la unificación de los esfuerzos en pro del adelanto científico de Cuba que mucho desea y por eso, decía, le complacen los propósitos que animan a la nacien- te Sociedad Poey. El segundo trabajo del Sr. Giraud es referente a uno del Dr. Jover sobre sismología. Ríndele homenaje de admiración al ilus- tre metereologista, estimando su estudio como *“el primero en su género en Cuba”? y luego precisa la discrepancia en sus Opi- niones respecto a estos particulares contenidos en el artículo del Dr. Jover acerca del maecroseismo del 27 de Febrero de 1914: la tectónica como causa determinante, la existencia de brónti- des, la profundidad de los sismos tectónicos, el origen del tem- blor de Gibara atribuído a infiltraciones de las aguas marinas a través de las grandes dislocaciones de la corteza; y después de algunas consideraciones sobre los epicentros limitantes de una zona sísmica, la periodicidad de los temblores y la subsistencia de las dislocaciones y la formación geológica de la zona pleito- seista, concluye el Sr. Giraud el estudio a que ahora nos referi- mos, confiando en que la obra de exploración geológica de nues- tro suelo se lleve a efecto: entre tanto, dijo, bueno será esperar en la labor de los que '“como el Dr. Jover, ponen su talento al ser- vicio de su patria”?”. Ambos trabajos dieron origen a importan- tes discusiones en que tomaron parte varios de nuestros socios y que no podemos detallar aquí dado los límites de este resumen, pero que ellas demostraron el interés que despertó el estudio de índole local presentado por nuestro laborioso compañero. El Sr. Giraud debe sentirse satisfecho de haber iniciado en es- ta Sociedad el estudio de nuestra Geología, ocupándose de dos A. Mestre: Reseña de los trabajos de de 1914 a 1915. 103 problemas que no pueden revestir mayor importancia para nos- otros como son el de los manantiales de Vento y el de los temblo- res de tierra. Sinceramente deseamos que ellos sean el punto de partida de nuevas investigaciones en pro del conociminto de la cubana geología. Los Dres. Manuel Gómez de la Maza y Juan Tomás Roig, en dos sesiones diferentes ocupáronse de asuntos botánicos. El Dr. Maza nos leyó una sintesis hioeráfica del eminente profesor Van Thieghem, indicande en ella cuán valiosa fué la labor cien- tífica del autor del Tratado y de los Elementos de Botánica, que tanto contribuyeron a difundir la ciencia de las plantas a la luz de los modernos descubrimientos. Sus estudios todos, tésis doctoral, trabajos de diversa índole, el desempeño de su largo profesorado y de su puesto de Secretario perpetuo de la Acade- mia de Ciencias de París, constituven la historia de una vida ejemplar, que deja huella inolvidable. La Sociedad rindió de ese modo un tributo a la memoria del sabio maestro que ha sido entre nosotros, como expresó oportunamente el Dr. La Torre, para los estudiantes de Botánica lo que el Profesor Claus pa- ra los de Zoología. El espíritu que informó la Noticia biográfica hecha por nuestro compañero el Dr. Maza, correspondía a la significación del hombre ilustre que honró la ciencia francesa. En la sesión del 18 de Noviembre próximo pasado, leyó el Dr. Juan F. Roig su estudio sobre Plantas nuevas o poco cono- udas de Cuba. El laborioso jefe del Departamento de Botánica de la Estación Agronómica de Santiago de las Vegas explica, ante todo, en ese meritísimo trabajo, su titulo. “Al decir plan- tas nuevas, expuso, no queremos significar que hemos encontrado especies no estudiadas ni descritas hasta la fecha””; refiérese a ““plantas que han sido ya estudiadas y deseritas por los botá.- nicos de otros países y que siendo también indígenas de Cuba, encontrándoselas. espontáneas en los 'bosques, no han sido, sin embargo, anotadas en ninguna de las obras cubanas de Botáni- ca.?? Y trata de las siguientes plantas en este trabajo, cuyos nombres vulgares son: Abrojo de la Florida, Afió, Anacagiii- ta, Cabrito, Comecará, Incienso, Nariz, Negra Cuba, Nogal del País, Sasafrás, Sumacará, Tebenque, Travesera, Yábuna y Ya- rey. Es una prueba evidente, la parte que nos leyó, del méri- to de ese estudio emprendido por el Dr. Roig; siéndonos bien grato consignar que él se irá ocupando sucesivamente de las Í 104 Memorias de la Sociedad Poey. plantas que vaya recogiendo en sus excursiones por al Isla, ““bien sean especies nuevas o simples identificaciones o deter- minaciones, siempre que éstas últimas no hayan sido publi- cadas aún.” Aplaudamos el propósito que anima al joven y ya reputado botánico, que se está formando un nombre como consecuencia de sus serios esfuerzos en asuntos fito- oráficos. En materia de Zoología y Paleontología, nos referiremos a los siguientes trabajos y por el orden en que sus autores nos lo dieron a conocer en distintas sesiones: 1.% la comunicación del Dr. La Torre sobre las investigaciones zoológicas en nuestra costa norte; 2., la contribución a los formícidos cubanos, por el Dr. Mario Sánchez Roig; 3.%, la organización del Museo de His- toria Natural de Bélgica, por el Dr. A. Mestre; 4.”, la revisión del Catálogo de la Fauna Cubana, por el Dr. La Torre; 5.*, la nota sobre un himenoptero cubano, por el Dr. J. H. Pazos; 6.*, la comunicación sobre la destrucción del Anobio, por el Dr. JJ. Ramos Almeyda; y 7.”, la nota del Dr. La Torre, referente al estudio de los fósiles recogidos en Ciego Montero. El Dr. La Torre nos hizo una comunicación sobre las investi- gaciones zoológicas que a principios de 1914 practicaba en la cos- ta norte de la Isla de Cuba una Comisión del Museo Nacional de Washington, compuesta de los Sres. Henderson, Bartsch, Clapp y Simpson; a cuya Comisión se agregaron el Dr. La Torre y el Sr. Rodríguez, Ayudante del Museo. El Dr. La Torre explicó el carácter científico de la excursión, lugares recorridos, clase de animales ya recolectados, modo de conservar su coloración, etc., prometiéndose seguir esas exploraciones tan ventajosas para el conocimiento de nuestra zoología marítima.—En dos ocasiones el Dr. Mario Sánchez Rois trató de los formicidos cubanos: en la primera, manifestó el programa de su estudio, y en la segunda nos leyó el comienzo de su Contribución a esa rama de la Zoo- erafía local. Entonces traza la historia de ese capítulo de nues- tra fauna desde Guerin Meneville que describió cuatro especies en la obra de Sagra (1859), Mayr y Roger, etc., hasta Poey y Gundlach, y los estudios de nuestros contemporáneos, citan- do el trabajo reciente del profesor Wheeler. El Dr. Sánchez Roig propónese publicar la mencionada Contribución de tal ma- nera que resulte útil a los especialistas y también a los afi- cionados, anotando los caracteres de los grupos superiores al A. Mestre: Reseña de los trabajos € de 1914 a 1915. 105 mismo tiempo que los genéricos y específicos, y acompañarla de notas zoogeográficas, muy importantes en esta clase de estu- dios. El Dr. Mestre presentó a la Sociedad una información sobre El Real Museo de Historia Natural de Bélgica, que visi- tó en su reciente viaje a Europa, ocupándose de su organiza- ción actual principalmente e indicando sus establecimientos au- xiliares, entre los cuales está la Estación biológica del lago Overmeire. El Museo al organizarse ha respondido al prin- eipio de que **la exploración es inseparable de la colección y que el Museo debe ser la reunión de los materiales de la explo- ración del país acompañados de objetos de comparación extran- jeros que son necesarios al estudio de las producciones del te- rritorio nacional””; y terminó dedicando algunas frases de agra- decimiento al Profesor Gibson, actual director de dicho Museo, por la atención que le dispensara al visitarlo en los mismos mo- mentos en que la tempestad de la guerra se desataba sobre Bél- gica, heroica e infortunada. El Dr. La Torre nos ha leído dos partes de su Revisión del Catálogo de la Fauna Cubana: la Introducción y algo del ca- pítulo consagrado a los mamíferos. En esta labor nuestro Presi- dente se irá ocupando, capítulo por capítulo, de esa revisión. ““Se impone, nos decía, la rectificación de las clasificaciones de la fauna y de la flora de Cuba, de acuerdo con los modernos preceptos de la nomenclatura adoptados en los Congresos Cien- tíficos internacionales”?; y alude: a los cambios ed la denomina- ción de algunas especies debido al mayor conocimiento de los autores antiguos y la rigurosa aplicación de la ley de priori- dad, a la multiplicación de nuevos géneros y sub-géneros y a la admisión de un tercer nombre en la antigua nomenclatura bi- nominal. Después recorre la historia de los esfuerzos de los fun- dadores de las Ciencias Naturales en Cuba y de los trabajos pos- teriores hasta este instante próximo a publicarse las MEMORIAS de la Sociedad; incluyendo en esa, relación el valor positivo de la enseñanza suministrada en la Universidad y otras institucio- nes científicas del país y de Norte América, así como nuestras relaciones con sabios naturalistas extranjeros. El objeto del es- tudio del Dr. La Torre reviste extraordinaria importancia: as- pira a reunir esas investigaciones de interés para todos, y cuya. realización se hará con la cooperación de todos y cada uno de 106 Memorias de la Sociedad Poey. los compañeros de esta Sociedad, constituída bajo la advocación del nombre inolvidable de Poey. En la sesión del 27 de Febrero de este año fué leída por el. Secretario la comunicación que remitió el Dr. J. H. Pazos acom- pañada de la nota del notable mirmecologista F. Santschi dan- do cuenta de una hormiga capturada por Pazos y que ha sido nombrada Pseudomyrma Pazosi. Los caracteres de la especie están publicados en el Bulletin de la Societé Entomologique de Francia, de la que es socio el Dr. Pazos; la nota verá también la luz en las MemMoRrIaAs de la Sociedad Poey.—Asimismo, en dicha sesión dió cuenta el Dr. J. Ramos Almeyda del resultado de su experiencia respecto al empleo de la solución de formaldehido al 40 por ciento para la destrucción del Anobio, llegando a en- contrar en dicha sustancia gran ventaja después de ensayar otras en la práctica de la desinfección de los libros: asunto que provocó una animada discusión que todos recordamos Por último, para terminar la relación de los estudios sobre Zoología y Paleontología, expresaremos que en esa fecha, en la mencionada reunión, el Dr. La Torre dió cuenta de una co- rrespondencia a él dirigida recientemente por los Profesores H. F. Osborn y W. D. Mathew, del Departamento de Paleontolo- gía de los Vertebrados del American Museum of Natural His- tory, de New York, sobre la marcha de los estudios que en los fósiles recogidos en Ciego Montero se vienen practicando :en aquel Museo. El nombre del Profesor Osborn es suficiente a comprender la significación que en el terreno de la paleontolo- gía tendrán esas investigaciones y el valor de sus resultados. En este dominio de la Paleontología, el Dr. Montané dió cuenta en la última sesión ordinaria de la nota preliminar de Ameghino sobre la Montaneia Anthropomorfa, nota en que se describe el sistema dentario de la mandíbula encontrada en la Cueva del Purial, cuya descripción inédita hecha por Salte- rain leyó previamente el Dr. Montané. ““Sabido es que Ameghino, sabio paleontólogo de la República Argentina, designó con el nombre de Montaneía a ese género de mono, (a la especie con el de anthropomorfa) en honor del Dr. Montané, su descubri- dor; y cuyo descubrimiento es tanto más notable, dice Ameghi- no, si se toma en consideración el hecho de la no existencia de monos en la Isla de Cuba.”” De este particular, que originó impor- tante discusión sobre problemas ligados al mismo—principal- A. Mestre: Reseña de los trabajos € de 1914 a 1915. 107 mente el aspecto taxonómico—se ocupará el Dr. Montané con ma- yor extensión en el próximo Congreso antropológico que ha de verificarse a fines del año actual en Washington. Anteriormente el Dr. Montané entretuvo la atención de la - Sociedad con una comunicación en que estimulaba al estudio de la Prehistoria cubana. '“Los descubrimientos hechos en estas dos últimas décadas—nos decía el ilustrado compañero—en el dominio de la Geología, de la Paleontología y de la Antropolo- gía, de nuestro país, nos permiten proponer, siquiera bajo for- ma de un bosquejo incompleto, el esbozo de nuestra prehisto- ria.'? A la Sociedad Poey—expresaba el Dr. Montané—toca publicar ese primer capítulo de nuestra historia, completándo- lo debidamente. Manos a la obra! Dos profesores de la Estación Experimental de Santiago de las Vegas presentaron estudios relativos a la Agronomía: el Dr. Cardin (Patricio G.) del Departamento de Patología Vege- tal y Entomología, sobre el Trips de los laureles (Gynaikotrips uzeli, Zimmermamn); y el Dr. Luaces (Emilio L.) del Departa- mento de Veterinaria y Zootecnia, sobre un caso de úlcera del cuajar en un rumiante, cuya relación se acompañaba de dos fo- tografías que comprendían los aspectos interior y exterior de la ulceración. El trabajo del Dr. Cardin descansa en la infor- mación que le facilitara el Profesor J. Douglas Hood, de Wash- ington, procediendo de Java el tipo que utilizó para la descrip- ción; y sirviéndole de alimento varias especies de Ficus. De la comparación de los ejemplares de Java, Algeria, Canarias, Florida, Cuba y Puerto Rico, conclúyese que todos pertenecen a la misma especie del Gynaikotrips uzelli, Zimmermann. En cuanto a la comunicación del Dr. Luaces reviste peculiar in- terés ese caso, porque en él no existía relación entre los sínto- mas observados en vida y las lesiones reveladas en la autopsia después de muerta la vaca de raza Holstein Freisian a que se refería la observación; notábase en dicho caso la ausencia de síntomas y el diagnóstico fué hecho post-mortem, necesaria- mente. Y a propósito de esta comunicación del Dr. Luaces, permitá- senos considerarla desde el punto de vista de un comentario a que su anuncio dió lugar. Algunos compañeros nos interrogaron respecto de si el problema que comprendía—una cuestión clíni- ca, desde luego,— cabía en el marco señalado a las labores de * 108 Memorias de la Sociedad Poey. nuestra Sociedad o más bien debía tratarse en corporaciones de otra índole. Nosotros no vacilamos en contestar afirmativa- mente; y por varias razones creíamos en ese momento, y, conti- nuamos pensando, que ese asunto de patología amimal podía presentarse y discutirse en el seno de nuestra Institución. En efecto, tenemos una Sección de Agronomía considerada como una rama de las Ciencias Naturales aplicadas, y esta rama de la Agronomía abarca desde luego la Veterinaria y la Zootec- nia. Pero, también tenemos otra Sección de Biología y el estudio de las desviaciones, oreánicas o funcionales, del proceso nor- mal cae dentro del capítulo de las investigaciones biológicas: que no sin fundamento ha eserito uno de los más notables repre- sentantes de la Francia científica, el Profesor Ch. Robin—-de acuerdo con las interpretaciones de Augusto Comte—estas pa- labras, al examinar juiciosamente los medios de investigación empleados por la Biología: “En fin,—decía Robin,—el círculo de las comparaciones biológicas se cierra con ayuda de un tér- mino complementario, propio en la mayoría de los casos, liga- do en el fondo con el primero, y que comprende la comparación del estado natural con los estados accidentales o morbosos y teratológicos de los seres, de sus partes y de sus actos, tomando por punto de partida uno cualquiera o la totalidad de los as- pectos generales bajo los cuales viene a continuarse la compa- ración biológica.?”? Y un argumento más que añadir en apoyo de nuestra tesis. ¿No existe en la capital de Francia una *““Socie- dad de Biología”? que se ocupa de todas las ramas de las Cien- cias Naturales? En la actualidad se afirma que “biólogo?” es sinónimo de naturalista; se es biólogo lo mismo por describir una especie de lepidóptero, como por estudiar las funciones de un fermento organizado o por observar el complejo fenómeno de los instintos animales; y no falta quien, por caracterizar una verdadera obra de síntesis, pretende sustituir la palabra Biolo- gia—ereada por Lamarek y Treviranus—por el término Biolo- gía general, en consonancia con el espíritu que informa el elá- sico libro del gran Claudio Bernard. Hemos resumido los trabajos de las sesiones celebradas por la Sociedad durante el año que hoy termina, el primero de nues- tra vida científica. Como habeis visto, todas las ramas de cono- cimientos a que se refieren las varias secciones—en que se divide nuestra Corporación, a los efectos de la distribución de sus traba- A. Mestre: Reseña de los trabajos de de 1914 a 1915. 109 jos—han tenido su buena representación en la anual tarea. Di- chos estudios han sido sobre Geología, Botánica, Zoología, Paleon- tología, Antropología y Agronomía. La alta significación de las cuestiones que se han planteado en el seno de la Sociedad no puede ser más manifiesta: ha predominado en esa jornada el problema local, el que directamente nos atañe; se han tratado de las investigaciones respecto de los tres reinos en la cubana naturaleza y nos prometemos continuar con el mismo empeño, hasta llegar al éxito de esta empresa de ciencia y de patriotis- mo. Y si interés despiertan esos trabajos, tanto lo tienen las discusiones que muchos de ellos hicieron surgir oportunamente; pero que, por no aumentar la extensión de este cansado discur- so, no relatamos: ellas están vivas en nuestro recuerdo y que- darán, por lo menos en sus líneas generales, conservadas en la documentación de la Secretaría o en las MEMORIAs, en la parte correspondiente a las sesiones. : Mas, no resultaría completa, Señores, la reseña de estos tra- bajos, si, por lo menos, no aludiéramos a las conferencias dadas en esta Universidad en los días 12 y 15 del presente mes por el Dr. Mario G. Lebredo, Director de la Sección de Biología y competente Jefe del Laboratorio Nacional de Investigaciones. Las conferencias, acompañadas de proyecciones luminosas pa- ra su mejor comprensión, se refirieron a las recientes adquisi- ciones biológicas efectuadas en el Instituto Rockefeller por Ca- rrel y sus colegas; adquisiciones que tienen absorto al mundo científico. Limitémonos a transcribir las palabras con que las terminó el querido compañero, por dar ellas una idea del ca- mino recorrido en las mismas. “En la primera—nos decía el Dr. Lebredo—vimos cómo la vida se conserva activa, aun fue- ra del organismo humano, en los elementos más simples de ese organismo. Vimos cómo es posible cultivar esos elementos sim- ples, ¿m vitro, y qué progreso representa esa técnica de eulti- vos para que puedan con ella resolverse en el porvenir tantos interesantes problemas de embriogenia, diferenciaciones celu- lares adultas, poliferaciones restitutivas, y hasta los de meta- plasia, y quizás los de regresión celular.”? En la segunda “he- mos visto, agregaba, cómo puede conservarse la vida latente de los tejidos para muy prácticas aplicaciones, y cómo se hace po- sible la franca intervención torácica”. El Dr. Lebredo no nos 110 Memorias de la Sociedad Poey. habló por referencia, nos habló en su carácter de asistente al Instituto de Rockefeller donde presenció y siguió personalmen- te esas importantísimas investigaciones; circunstancia que acre- cienta el mérito de su relato. Satisfecha debe sentirse la Socie- dad al iniciar sus conferencias de difusión científica de un mo- do tan brillante, y ocupándose de problemas planteados en el campo experimental y cuyas conclusiones afectan al hombre en aplicaciones tan ciertamente beneficiosas. Señores: esas experiencias y esos éxitos del sabio Alexis Carrel, que tan justamente nos asombran por sus condiciones extraordinarias, si cabe, interesan doblemente al naturalista. Ah! es que la naturaleza nos ofrece ejemplos de esa indepen- dencia de los órganos provocada en el Laboratorio. ¡Cuántas maravillas no nos muestran las estrellas de mar, las holutorias y el proceso de la metamorfosis de los insectos! Maravillas que el sabio de hoy reproduce y aprovecha en el dominio 2dmirabie del Laboratorio, y que recuerdan lo que el genio de Claudio Ber- nard llamó *“*la independencia de los elementos anatómicos””, y cuyos sorprendentes hechos guardan estrecha relación 144 Memorias de la Sociedad Poey. * JUNTA DIRECTIVA DE LA Sociedad Cubana de Historia Natural “Felipe Poey” PARA EL AÑO DE 1915 A 1916 Ererdente e ION Dr. Carlos de la Torre. Vice-Bresidentes ad . Dr. Luis Montané. Secretario. aii IA Dr. Arístides Mestre. Wicessecretamo Dr. Federico Torralbas. RESOTCLO name aiivaao Dr. Mario Sánchez Roig. SECCIONES. Director: Dr. Santiago Huerta. Secretario: Sr. Pedro Guerra. j Director: Dr. Mario G. Lebredo. l Secretario: Dr. Alberto Recio. Director: Dr. Manuel Gómez de la Maza. Secretario: Dr. Jorge Horstmann Trigo. Director: Dr. Felipe García Cañizares. Secretario: Dr. Pedro Valdés Ragués. Director: Dr. Luis Montané. *** | Secretario: Dr. Juan M. Dihigo. f Director: Sr. José Cadenas. l Secretario: Dr. Buenaventura Rueda. 1.—Mineralogía y Geología... A 3 BOtaMICa atar tala ies E 4.—Zoología y Paleontología... 5.—Antropología........ 6. ASTON Are e aso ie a RELACION DE LOS SOCIOS TITULARES. Amer, Vicente Biosca, Federico Bosque, Arturo Cadenas, José Cardín, Patricio G. Cuní, Luis A. Cruz, Francisco B. Cuervo, Ernesto Cuevas Zequeira, Sergio Concepción, José L. Cartaya, José T. Cruz, César A. Centellas, Juan F. Dihigo, Juan M. Díaz, José Guillermo Espín, José M. Etchegoyen, Francisco Ferráez, Guillermo Frayde, José Figarola— Caneda, Do- mingo García Cañizares, Felipe Guerra, Pedro Gómez de la Maza, Ma- nuel Gómez Murillo, Ricardo Guiral Moreno, Mario Horstmann Trigo, Jorge Huerta, Santiago de la Hernando Seguí, Do- mingo Herrera Molina, Ma- nuel Hernándéz Rodríguez, Francisco Herman, H. A. Van Jhonson, J. R. Luaces, Emilio L. Lebredo, Mario G. Ledón Uribe. Juan J. Llinás G., Salvador Mestre, Arístides Montané, Luis Muñoz G., Benjamín Masip, Salvador Mencía, Felipe Navarro, Jorge Ortiz, José A. Ortiz, Fernando Olivé y García, José Ma Ponce de León, Antonio Pérez, Rafael Pazos, José H. Plá, Eduardo F. Pastor Giraud, Antonio Padró, Luis Rueda, Buenaventura Ragués, Pedro V. amos Almeyda, José Rodríguez, Víctor Roig, Juan T. Rabasa, Manuel de J. Rionda, Carlos Ruiz, Juan B. Ravelo, Juan M. Rameden, Chas T. Río, Francisco del Recio, Alberto Ruiz Ariza, Juan Sánchez Roig, Mario Sánchez Alfonso, Mario San Martín, Julio Stincer, Rogelio Torre, Carlos de la Torre, Salvador de la Torralbas, Federico Toro Sánchez, Guillermo Varela Zequeira, José Valdés Figueroa, Er- | nesto Valdivia, Jesús > ox REGLAMENTO DE LA SOCIEDAD — mE | AñrT. 1.—Se constituye en la Habana una agrupación científica dedi- - Cada al estudio de las Ciencias Naturales (Mineralogía, Geología, Biología, Botánica, Zoología y Paleontología, Antropología y Agronomía) y a sus aplicaciones. j ArT. 2."—Dicha agrupación se denominará Sociedad Cubana de His- toria Natural *“*Felipe Poey””, como tributo a la memoria del sabio fun- dador de las Ciencias Naturales en Cuba. ArrT. 3.—El fin principal de la Sociedad será el cultivo de la ciencia local, tendiendo a estrechar los lazos de compañerismo entre los que persi- guen en Cuba esos estudios, para que la labor científica personal resulte más eficaz. ArT. 4.—El número de socios será ilimitado, pudiendo pertenecer a la Sociedad así los cubanos como los extranjeros; necesitándose para ser ad- -. Mmitido la propuesta de un miembro, y la admisión en la siguiente sesión por las dos terceras partes de los votos de los concurrentes y previo infor- me de una ponencia nombrada al efecto. ART. 5."—Los socios serán fundadores, titulares, corresponsales y hono- - rarios. Los primeros son los que han asistido a la sesión de constitución y organización de la Sociedad. Los titulares son los miembros ordinarios de la agrupación, residentes en toda la Isla, y abonarán la cuota anual de seis pesos moneda americana. Los corresponsales lo son en el extranjero. Para ser nombrado miembro honorario es preciso haber sobresalido en las Cien- z cias Naturales, puras o aplicadas, por sus conocimientos e importancia de pe sus publicaciones. Los corresponsales y honorarios están exentos del pago fe de la cuota mencionada. : Eos ART. 6..—A los efectos de los trabajos de la corporación, ésta compren- derá las siguientes Secciones, que tendrán sus respectivos Director y Se- eretario: 1.*, de Mineralogía y Geología; 2.*, de Biología; 3.*, de Botáni- ca; 4.*, de Zoología y Paleontología; 5.*, de Antropología; y 6.*, de Agro- A 2 AR nomía. 10d _ Art. 7.,—La Sociedad elegirá anualmente su Junta Directiva compues- A ta del Presidente, Vicepresidente, Secretario, Vicesecretario y Tesorero, los que constituyen la Mesa; siendo Vocales de aquélla el Director y Se- - cretario de las Secciones que comprende la Sociedad. Dicha Junta Direc- - tiva será nombrada en la primera quincena de Mayo de cada año; verifi- cándose las elecciones entre los socios titulares residentes en la Habana por mayoría de votos y pudiendo ser reelectos. La Sociedad podrá nombrar un Presidente honorario. ART. 8.“—Las sesiones de la Sociedad serán ordinarias y extraordina- rias, ya privadas o públicas, según el carácter de la orden del día. Las or- dinarias se celebrarán en la última semana de cada mes, exceptuándose los meses de Julio, Agosto y Diciembre. Las sesiones extraordinarias podrán convocarse por el Presidente cuando las juzgue oportunas o a virtud de petición por escrito de tres socios titulares. Los acuerdos de la Sociedad se tomarán siempre por mayoría de votos, decidiendo la presidencia en caso de empate; y constituyendo el quorum, para la celebración de las sesiones, cinco miembros titularse. La Sociedad celebrará el 26 de Mayo de cada año una sesión solemne conmemorativa de su fundación, fecha del nacimiento de Poey, en 1799; tomando en ella posesión la Junta Directiva elegida. ART 9.—La Sociedad tendrá lo más pronto que sea posible su publi- cación, órgano oficial de ella, y donde periódicamente aparecerán sus tra- bajos; y un Comité de Redacción, nombrado por la Sociedad, se ocupará de todo lo concerniente a dicha publicación, de acuerdo con su Junta Di- rectiva. ArrT. 10.—La Sociedad resolverá lo que no se exprese en este Regla- mento, el cual no podrá modificarse sino en sesión extraordinaria convoca- da a ese fin; y en caso de disolución de la Sociedad, los fondos y propie- dades de la misma se destinarán al ““Museo Poey?*” de la Escuela de Cien- cias de la Universidad de la Habana. pa - —Sesión pública solemne del 26 de Mayo de 1915. ET 3 : y Deo E eo —Reseña de los trabajos durante el año de 1914 a 1915; Para el Dr. 7 = Arístides Mestre. DIR WU Ea dl —Alocución; por el Dr, Santiago de la Huerta. r > e e —Junta Directiva para el año de 1915 a 1916. —Relación de los socios titulares de la Sociedad Poey. «FreLIPE PoryY», se ble AS Solicitamos el canje de las revistas científicas que se0ón de los que daremos cuenta debidamente. = El Comité de Redacción de las MEMORIAS no se hace solidar de las ideas sustentadas por los autores de los trabajos que se AN bliquen. h | A OS - MEMORIAS DE LA A EDAD CUBANA DE HISTORIA NATURAL —— RD PELIPE POEY”. 5 , | DIRECTOR: 0 DR. CARLOS DE LA TORRE. : EE JEFE DE REDACCION: : E $ DR. ARISTIDES MESTRE. . dee f IMPRENTA EL SIGLO XX DE AURELIO MIRANDA TENIENTE REY 27 1915. Ro z ; Presidente: Vice-Presidente: Secretario: Vice-Secretario: Tesorero: - Director: Secretario: Director: Secretario: Director: Secretario: Director: Secretario: NASA Director: Secretario: Director: di Secretario: “PELIPE POEY> PARA EL AÑO ACADEMICO DE 1915 A 1916. y Mineralogía y Geología. 4. Zoología y Paleontología. 5. Antropología. Sr. Tesorero tiene a su bno la administración. Dr. Carlos de la Torre. Dr. Luis Montané. Dr. Arístides Mestre. Dr. Federico Torralbas. Dr. Mario Sánchez Roig. SECCIONES Dr. Santiago de la Huerta. Sr. Pedro Guerra. 2. Biología. Dr. Mario G. Lebredo. Dr. Alberto Recio. 3. Botánica. Dr. Manuel Gómez de la Maza. - Dr. Jorge Horstmann Trigo. Dr. Felipe García Cañizares. Dr. Pedro V. Ragués. Dr. Luis Montané. Dr. Juan M. Dihigo. 6. Agronomía. Sr. José Cadenas. Dr. Buenaventura Rueda. ol: 1. JULIO Y AGOSTO DE 1915. Núm. 4. MEMORIAS DE LA SOCIEDAD CUBANA DE HISTORIA NATURAL “FELIPE POE Y” E) RECIENTES ADQUISICIONES BIOLÓGICAS CARREL Y EL INSTITUTO ROCKEFELLER ( POR EL DR. MARIO G. LEBREDO Director del Laboratorio Nacional de Investigaciones. Señores: Cuán difícil se hace seguir la diaria evolución de los pro- oresos científicos, aun limitándonos a aquellos que tienen para nosotros singular interés. Cada día se siente mayor la necesidad de que un organismo —asociación o periódico—recolecte y seleccione lo que se pro- duce, para vulgarizar sólo lo útil. Hasta ayer los Congresos Internacionales y la Prensa, pro- fesionales, fueron las instituciones mejores, encargadas de la vulgarización de las observaciones y trabajos, hijos de la conti- nua laboriosidad humana. Pero, por la misma extensión que adquirieron, esos Congresos —donde se admiten cuantos trabajos se presentan, sin la pre- via censura de aleún comité fiscalizador,—no sirven hoy para la difusión de la ciencia constituída, ya que, al lado de trabajos de verdadera importancia que muestran las provechosas ense- ñanzas de la experiencia, o verdades bien confirmadas por la experimentación, encontramos otros que nos hacen perder el - (D Conferencias dadas en la Universidad, bajo la presidencia del Sr. Rector Dr. Be- rriel, en los días 12 y 15 de Mayo de 1915; estuvieron acompañadas de proyecciones lu- minosas para la mejor ilustración del asunto objeto de aquellas. LISR. NEW d BOTAP MAR 4 146 Memorias de la Sociedad Poey. tiempo, cuando sustentan atrevidas concepciones hipotéticas su- getas a severa crítica, y cuando, con miras interesadas, lanzan a la publicidad descubrimientos falsos, que adquieren aparente valor con el hecho—hábilmente explotado por sus autores—de haber sido expuestos y aun discutidos en el seno de la impor- tante congregación. Por su parte, también, la prensa profesional mundial, en su desarrollo infinito, ha llegado a constituir una carga para los que quieren seguir, ávidos, el vertiginoso adelanto de la ciencia. Todo se publica, desde la más simple observación, hasta el más importante hecho experimental. No hay tiempo para leer tan siquiera las publicaciones especiales. Y aunque esto fuera hacedero, ¿cómo es posible que el especialista se con- erete a la lectura de la especialidad, ya que ésta sólo existe en su aplicación, pero sujeta a las leyes generales de la ciencia, cuyos progresos está obligado a seguir? A esto se debe que, muy a menudo, no se preste a muchas observaciones e investigaciones aisladas, que parecen tener un valor transitorio y servir sólo para deducciones de momento, la debida oportuna atención, y, únicamente, más tarde se conside- ran, cuando una aplicación práctica, por lo general rutinaria, evidencia el inmenso valor de su descubrimiento. ¿Cómo remediar el mal producido por la dificultad de lee- tura metódica y conveniente, ante el exceso de la publicación ? ¿Cómo orientarse, sin perder tiempo, en medio de la enorme diaria producción científica profesional ? Entre otros, hay dos modos: Uno, de provecho colectivo, llamar a los hombres que han pro- ducido trabajos de amplio horizonte, para que expongan su obra. De esta manera tenemos de su labor, un resumen de considera- ble utilidad, conociendo por ellos mismos, de sus investigaciones, con lo ya sancionado, el concreto resultado del trabajo defi- nitivo. El otro medio es de provecho individual; consiste, en ir uno mismo—siguiendo el interés científico que lo guíe—a los centros donde esos hombres se encuentran, para ver con ellos la vía que descubrieron y las técnicas que emplean. De este segundo medio me he aprovechado yo, que intere- sado en determinados estudios de Biología, y deseando poseer determinadas técnicas especiales, tuve la suerte de que el señor M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 147 Secretario de Sanidad y Beneficencia, con la aprobación del Honorable Sr. Presidente de la República, me diera facilidades de practicar mis propósitos en el Instituto Rockefeller dedicado - a Investigaciones médicas. En aquel centro, durante tres meses de labor diaria, pude aprender las téenicas—objetivo principal de mi viaje—y pude tratar y ver en acción a los hombres más importantes de aquel eran centro científico: Flexner, Carrel, Noguchi, Rous, Loeb, Meltzer, oyendo de sus labios la natural exposición de sus eseri- tos, conociendo de cerca sus obras, viéndolos trabajar en los asuntos de mayor interés, asistiendo a las conferencias semana- les, exclusivas para el personal del Laboratorio, conferencias donde se exponen y discuten las primicias de los trabajos rea- lizados. Al regresar, la disciplina y la gratitud me imponían la agradable tarea de rendir un informe; pero cireunstancias es- peciales no me permitieron hacerlo en su oportunidad. Hoy, ya dispuesto, he obtenido la venia del Sr. Secretario de Sanidad y Beneficencia para traerlo al seno de esta Socie- dad, deseoso de contribuir, modestamente, a las labores que iniciamos al amparo de la sombra augusta del amado sabio D. Felipe Poey. Y por eso me encuentro aquí, con el carácter de simple pro- pagandista que me libra de toda apariencia de personal pre- tensión, contento si al exponer ante ustedes algunos trascen- dentales problemas planteados en el campo experimental, logro quede en ustedes, como ha quedado fijo en mí, el convencimien- to de que está prácticamente resueltos unos, y en vías de resol- verse otros, para provecho del hombre, con las modernas adqui- siciones biológicas. DISTRIBUCIÓN DE LOS TRABAJOS En este primer trabajo, me referiré a las nuevas téeni- cas que nos permiten ver la célula viviendo fuera del organis- mo, haciendo antes, para mostrar la existencia de la autonomía de la vida celular, de manera que sirva de paralelo con el estu- dio de su vida ¿n vitro, un rápido recorrido de los hechos más culminantes que han señalado, sucesivamente, las individuales 148 Memorias de la Sociedad Poey. actuaciones, que, como parte integrante del organismo, ejercen sobre él. En otro trabajo, me ocuparé exclusivamente de las apli- caciones prácticas que se han derivado del conocimiento de la la vida de los tejidos y órganos, en y fuera del organismo, y de las razones biológicas que explican los éxitos y los fracasos, que puedan resultar, en muchas importantísimas experiencias de Carrel, experiencias que permitirán a los cirujanos abarcar, hoy, en el hombre, un radio de acción extensísimo en el campo ya dominado de la cirugía vascular, y en el de las grandes inter- venciones torácicas. : BIOLOGÍA CELULAR El valor de la célula en la vida del ser organizado, antes visto, se ha revelado de manera incontrovertible, únicamente, desde que los estudios experimentales dieron pruebas irrefuta- bles de sus múltiples actuaciones. Y sólo entonces, y por el “conocimiento de estas actuaciones, es que se llegó a obtener ca- bal idea de la causa intrínseca del síntoma, de lo que es la enfermedad, verdadera idea de lo que es la muerte del ser—en quien se rompe el armónico funcionalismo orgánico—, y tam- bién la muerte más tardía, la elemental, la de la destrucción celular. Y el estudio de este particular se impone cada vez con más fuerza: la biología celular explicando el mecanismo de la fun- ción propia, el de las reacciones de defensa y curativas del or- sanismo; de tal manera, que ha obligado al médico a volver la vista, otra vez, hacia los aspectos generales de la medicina, de los que se había alejado algo por las necesidades de la especializa- ción. Hoy, tanto el médico puro, como el cirujano, tienen que tener la vista fija en las varias manifestaciones de la biología celular, en cuyo campo continúan los investigadores hurgando, cada día con mayor afán, para arrancar nuevos secretos de estructura y función del elemento más simple: la célula. A este tan importante empeño, nos han llevado, con fija di- rección, los hechos desarrollados sucesivamente desde casi los primeros conocimientos médicos. M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 149 Natural es que el conocimiento de la enfermedad, en los tiem- pos hipocráticos, consistiese en la apreciación de los síntomas aparentes, que, por lo tanto, la observación pura y simple de los fenómenos anormales—desceriptos con maravillosa precisión en aleunos casos—presidiese exclusivamente, en ese momento de la medicina fundamental; y, natural también es, que al querer explicar la causa de la enfermedad, o al interpretar la pato- ceenia de los síntomas se perdieran en falsedades hipotéticas, ya que, hasta la investigación más simple'y lógica—la del cadá- ver—estaba prohibida. Con el estudio del cadáver humano, y por medio de las vivi- secciones, se llegaron a obtener más positivos conocimientos ana- tómicos y de función, consiguiéndose aún mayores adquisiciones cuando, descubierto el microscopio, se pudo conocer la estrue- tura compleja de los órganos y de los tejidos, con cuyo conoci- miento echan raíces los estudios de Anatomía, Histología y Fisiología normales. Pudieron en seguida determinarse, con el examen directo de los órganos y tejidos enfermos, lesiones y degeneraciones especiales, que se señalaban como correspondientes de tales o cuales síntomas. En esta etapa que pudiera llamarse de la Anatomía e Histología patológicas, casi todas las enfermedades quieren explicarse por la lesión, esto es, por un daño material, más o menos visible, pero siempre daño: infiltración, degenera- ción o necrosis, y Virchow, el gran Virchow establece en fin su valiosa teoría ““omnis celula in celula'?, pero siempre en el supuesto de que la enfermedad dependía de una lesión celular A pesar de este adelanto, el problema etiológico y patogé- nico de la enfermedad, aunque más limitado, quedaba aún muy confuso. Las más diversas enfermedades mostraban las mismas degeneraciones; ¿cómo explicar en estos casos la pato- genia de los distintos síntomas ? Se aguzó el sentido clínico; se llegaron a formar cuadros sintomatológicos correspondiendo a cuadros anátomo-patológicos, y nada más. Dos memorables sucesos confundidos en una época, pusie- ron de un golpe a la ciencia médica en una vía interminable de los más fructíferos descubrimientos. Me refiero al adveni- miento de Pasteur a los estudios biológicos; a Pasteur, cuya figura conmueve por su humana sencillez contrastando con la 150 Memorias de la Sociedad Poey. erandeza de su genio, divino fundador de la microbiología; y me refiero, al advenimiento de Koch a la bacteriología, Koch, el impecable técnico y sabio que nos dió el proceder de los cultivos en medios sólidos. Cuán incalculables descubrimientos se han sucedido desde 180, en que Davaine, precursor de Pasteur, señaló,—sin dar- les, es verdad, importancia etiológica, '“en la sangre de los carneros muertos de carbuneclo, pequeños bastoncillos inmó- viles y refrigentes.”” Pasteur, primero, con sus estudios sobre los fermentos: láctico (1857) ; alcohólico (1860); butírico (1861), y después con tan- tos otros estudios trascendentales; él y sus discípulos, en in- vestigaciones animales y humanas, hicieron más que fun- dar la ciencia que estudia a los infinitamente pequeños, hicie- ron obra mayor, pues borraron la frontera que encerraba a la medicina en el estrecho campo de la medicina extrictamen- te humana, y ensanchando el horizonte, reunieron todos los conocimientos hasta entonces adquiridos en medicina, bajo la base de una ley general que rige la existencia de todos los seres: la biología general, hermosa ley que agrupó para el principal beneficio del hombre, a aquellos que hasta entonces parecían desviados por distintos derroteros, encontrándose, al fin, persiguiendo el mismo objetivo, el químico, el zoólogo, el médico, el veterinario: Pasteur, Charrin, Chauveau, Arloing, Roux, etc. Pasteur además, con las precisas técnicas de culti- vos de los infinitamente pequeños, abrió, inagotable, la sen- da de la experimentación. Por la experimentación bacteriana conocimos no sólo cómo vive cada microbio aislado, sino que investigamos los efectos que sobre el organismo humano y animal producen, ya por sí, ya por medio de sus toxinas. Y luego, por técnicas cada vez más interesantes, activando o disminuyendo la virulencia bae- teriana, o provocando reacciones sobre el organismo de los animales inoculados se obtuvieron métodos de curación y de prevención de terribles enfermedades contagiosas considera- das hasta entonces incurables. La serie es larga, desde la pe- brina, el carbunclo, ete... en los animales, hasta la rabia y la difteria en el hombre. Se' llegó, pues, con Pasteur y sus discípulos (Jenner lo hizo entes empíricamente) por primera vez en la historia de la M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 151 humanidad, a curar la enfermedad con la enfermedad, curiosa aplicación del similia similibus curantur, y lo que es más extraordinario aún, a prevenir la enfermedad por ella mis- ma, echándose desde entonces, con el elemental estudio de la inmunidad, los cimientos firmísimos del grandioso edificio de la Profilaxis, donde se asienta hoy, sólida y efectiva, la Hi- giene pública. Pero, señores, después de este período en que parecía, por lo múltiple de las prácticas adquisiciones haberse dado solu- ción a los más de los grandes problemas de biología, los inves- tigadores no se detienen, y el progreso ha llegado a ser ex- traordinario. Descubrimientos tras descubrimientos han ido mostrando cómo se explican determinados fenómenos vitales, justamente esos fenómenos no visibles que constituyen la de- fensa orgánica contra aquellos agentes morbosos cuya exis- tencia y manera de vivir nos mostraron Pasteur y sus discípu- los; defensa orgánica, —estudio el más importante de medicina actual,—que en concreto, puede asegurarse, no es más que el mecanismo de defensa de la célula. Curioso ha sido este cuarto período, que corresponde ya a la medicina contemporánea. En él, se nos revelan substancias que no podemos conocer sino por medio de reacciones, y apre- ciar, solamente, por procedimientos indirectos de experimen- tación animal. Y fué necesario que otro portentoso genio, Ehrlich, crea- ra esa estupenda teoría de las cadenas laterales, con la cual se explican, por medio de nombres y hasta signos convencio- nales, (no menos ciertos que los nombres y signos de la nume- ración hablada y escrita), la mayor parte de los fenómenos químico-biológicos que provocan las luchas y reacciones celu- lares entre sí, o las luchas y reacciones que se establecen entre los microbios y las células del organismo; compartiendo con Ehrlich, el honor, en el mismo terreno de fundar la teoría celular de la inmunidad, el sabio Metehnikoff. Y he aquí cómo hemos vuelto a la teoría celular, pero no ya a una teoría como la de Virchow fundada en la lesión, no, sino a una basada en la biología de la célula. En resumen, célula es, pues, tanto el elemento anatómico constitutivo de los tejidos, a veces elemento aislado dentro 152 Memorias de la Sociedad Poey. del ser organizado, como lo es también el elemento simple, total componente de una bacteria o de un protozoario. ' En el ser organizado evolucionan por crecimiento y pro- liferación; toman del medio los elementos que necesitan para su nutrición; excretan las impurezas producto de su metabolis- mo de desasimilación; fabrican aleunas—según su calidad—se- ereciones propias para la función a cada una de ellas encomen- dadas (bilis, jugo gástrico, ete.), secreciones que eliminan al exterior (secreciones externas), o secreciones que eliminan di- rectamente en el torrente circulatorio (secreciones internas). Tal es la biología celular normal. Pero la célula, ya lo hemos dicho, reacciona y produce subs- tancias especiales en sus actos de defensa; actos de defensa que se revelan de manera aparente por los síntomas de la en- fermedad, y que provocan, las más de las veces, la inmunidad, sólo demostrable en algunos casos por procederes de experimen- tación. El organismo tiene, además, un vector importantísimo in- dispensable, la porción líquida de la sangre, el suero, en el cual van diluidos tanto los elementos de asimilación y de infección como los de desasimilación y resistencia. Las células todas—tan- to las fijas como las libres (glóbulos sanguíneos) —toman de él los principios necesarios para su vida, o los que provocan su enfermedad, y a él devuelven los de su desasimilación y los de su defensa. Y a ese suero, en consecuencia, se le pueden en- contrar propiedades generales fisiológicas y propiedades espe- ciales, curiosísimas e importantes: propiedades proteolíticas es- pecíficas, precipitantes, aglutinantes, tóxicas, etc., propiedades debidas, ya lo dijimos, a substancias de la propia y exclusiva fabricación celular, que producidas por las células al reaccionar contra tal o cual agente que las irrita, se vierten en el torrente circulatorio. Y cuántos recursos prácticos no nos ha proporcionado el conocimiento de esas substancias y de los métodos que comprue- ban sus específicas reacciones sobre los mismos elementos que excitaron su producción: diagnósticos por la desviación del com- plemento, aplicado a la sífilis y muermo; problemas de medi- cina legal resueltos; vulgares y ya rutinarios diagnósticos de tifoidea, paratifoidea, etc., por las aglutinaciones; conocimien- M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 153 to de los graves fenómenos anafilácticos, de sensibilizaciones es- peciales de las células. Y ante este evidente movimiento de fuerzas artificiales pues- tas en juego en el ser organizado que se defiende, ante la inevi- table producción de tantos y tan diversos componentes como in- teeran un organismo adulto que ha estado sujeto a las múlti- ples vicisitudes de la vida, ocurre preguntar: ¿Existe en el mundo un tipo de pura constitución anatómica normal? No. Después de lo expuesto se comprende cuán distinto ha de ser el componente celular y del suero, no sólo comparando em- brión, niño y ser adulto, sino comparando los adultos entre sí. Hay que fijarse bien en esto que explica la existencia de la individualidad biológica. Cuando un ser viene a la existencia extrauterina, en gran parte está influído por la herencia; pero entonces, sus tejidos y suero, tienen, aún, una constitución más próxima a la constitución virgen, a la que pudiéramos llamar constitución ideal, pura, anatómica, es decir, a aquella que nor- malmente debería de tener como ser organizado, en el lugar que le corresponde de la escala zo0ológica, si hubiera estado des- ligado de las inflencias del ambiente. Pero la evolución vital dentro del medio influyendo en el organismo por la alimentación, clima, higiene, ete., por una parte, las enfermedades infecciones por otra; y por otra, las mismas actuaciones terapéuticas—principalmente la bacteriote- rapia y la sueroterapia—, van cambiando la propia constitu- ción nativa, al extremo de formarse tan infinitos tipos humanos, en el sentido de su constitución, como existen en el sentido de su autónoma existencia. Así es que podemos asegúrar que cada individuo adulto tie- ne su propia ecuación celular como tiene su propia ecuación serológica, explicándose de esta manera, perfectamente, los fra- casos biológicos que se obtienen, por lo general, en las trasplan- taciones de órganos complejos, aun entre animales de la misma especie, como ha sucedido en varias interesantes experiencias de Carrel. Pero no tan sólo es el hecho de la ¿mdiwidualidad de las célu- las y suero de los adultos el que provoca esos fracasos de tras- plantaciones de órganos y aun de tejidos, sino, también, el pro- pio hecho de la adultez celular, ya que en los tejidos adultos 154 Memorias de la Sociedad Poey. se producen efectos heterólogos celulares por la mayor dafe- renciación que adquieren sus células. Prueba de esa tesis, de efectos heterólogos correspondiendo a hechos de mayor diferenciación celular, por adultez y función compleja, tenemos, en las recientes experiencias, que he pre- senciado, de Murphy, del Laboratorio Rockefeller, sobre culti- vos de diversos tejidos en pollos. Murphy, lo mismo que otros experimentadores, fracasaron, cada vez que trasplantaron tejidos normales, o cáncer de ra- tón, en el pollo adulto. Siempre se ha pensado que esta tras- plantación resultase fracasada por tratarse de amimales de dis- tintas especies; se consideraron fracasos por hetero-trasplanta- ción. Y sin embargo, no existe en estos casos tal fracaso por heterogeneidad biológica, porque se trate de animales de dis- tintas especies, no; lo que pasa, es que desde que se llega a cierto grado de diferenciación celular, con el erecimiento y adultez de los tejidos, se crean substancias que impiden el éxito de la trasplantación; fenómeno que llama Murphy de resisten- cia de los tejidos. (?) Murphy en sus experiencias muestra que “tumores de ra- tas y otros tejidos de especies extrañas crecen activamente en el embrión del pollo hasta el momento en que empieza el período refractario.” Yo he visto los procederes de simple técnica, y he podido observar, cómo se han desarrollado voluminosísimos tumores, procedentes del ratón en embriones de pollos de 7 días de vida ovular. Murphy ha probado, que, ya a los 18 y 19 días de vida embrionaria empieza el período refractario, que éste continúa haciéndose más intenso a los 20 y 21 días, para llegar a su máximum, desde entonces permanente, a los 22 días. Tan importante investigación ha originado una serie de in- teresantísimas experiencias de este sagaz biólogo. ¿Quién pre- viene el crecimiento del tejido maligno, —perfectamente inocu- lable al embrión en su época no resistente, —cuando inoculado al pollo adulto? Inoculando Murphy a embriones de pollos en su época vul- nerable, fragmentos de tejido neoplásico de ratón con fragmen- tos de tejidos y órganos de pollo adulto: tumor de ratón e hígado de pollo adulto; tumor de ratón y riñón de pollo adulto; ete., (D J, B, Murphy. Studies in Tissue Specificity. 11. The Ultimate Fate of Mammalian Tissue implanted in the Chick embryo. M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 155 etc., encontró —muy interesante descubrimiento—que el bazo es un tejido orgánico que inhibe el crecimiento del tumor. En re- sumen, pues en el brazo del pollo adulto habrá de encerrarse una substancia que inhibe un crecimiento celular, substancia que se ha creado con la adultez, merced a la diferenciación ce- lular, y que no existe en el pollo, en la época embrionaria, antes de los 18 días. Estas importantes experiencias de Murphy, hechas ¿nm vwOo, principalmente con miras a la histogenesis cancerosa, han sido también, con igual resultado, repetidas, usando el novísimo mé- todo de cultivo de los tejidos ¿n vitro, habiendo tenido yo el ho- nor de hacer, con dicho objeto, numerosas preparaciones. CULTIVO DE LOS TEJIDOS IN VITRO Así como los cultivos de los microorganismos en los medios artificiales que la bacteriología pone a nuestra disposición, se reconocen como positivos, cuando hay multiplicación (enturbia- miento en los medios líquidos, formación de colonias en los me- dios sólidos), los cultivos de los tejidos, ¿n vitro, han de reve- larse, también, por el desarrollo, por el crecimiento del tejido inoculado. Pero si en las bacterias la multiplicación se hace de una manera sencillísima, en los seres organizados superiores (animal o planta) la multiplicación se verifica por el proceso de la pro- liferación celular; y justamente ahora, es cuando parece posee- mos una técnica que nos revelará muchos de los misterios que aún encierra, en el mecanismo de los procesos de proliferación, la biología celular. Es importante antes de entrar en el estudio de la técnica im vitro, y de sus resultados, que recorramos, ligeramente, al- eunos de estos puntos importantes, aún obseuros, de la que pu- diéramos llamar proliferación celulogénica diferenciadora, y de la simple proliferación. En el organismo, en efecto, hay crecimiento por evolución ce- lular, células que se diferencian más y más durante algunos pe- riódos de la existencia, (embrión, primera infancia, y adultez), que se mantienen proliferando simplemente, ya sin más dife- renciación, y que, —muchas de ellas, —en un período posterior, regresan, (vejez, senilidad). 6 Memorias de la Sociedad Poey. Y maravilloso es considerar cómo, en esas primeras etapas de la proliferación diferenciadora, esa diferenciación celular, que llega a ser extrema, parte de células morfológicamente iguales. En el huevo, humano o animal, en su forma tan simple, se encuentra encerrada toda la vida de un ser. Cuando viene la im- pregnación, recibe el latigazo que ha de dar lugar a la diferen- ciación de tantos elementos celulares de absoluta semejanza de forma. Cada una de aquellas células, en sucesivas proliferacio- nes, diferenciándose, constituirán en la edad adulta, tipos celu- lares tan distintos, que se asombra uno ante el hecho de que el pelo, la uña, los huesos, tuvieron origen de células que en nada se distinguían de las que produjeron los tejidos blandos, los elóbulos sanguíneos, ete. La mayor parte de las células se diferenciaron ya al consti- tuirse el embrión, pero muchas reservan su fuerza de diferencia- ción para más tarde, quedando, pues, con ello, detendias hasta entonces, las funciones a esas diferenciaciones reservadas. Así sucede con la dentición, con la función genital. ¿Quién al ver en un pollo joven, sus cañas secas, puede imaginar, que en la superficie lisa, unida, igual, de su epitelio, haya allí un sitio, en donde muchas células, 'al parecer iguales a las demás llevan en sí, latente, un tremendo impulso de proli- feración que dará lugar a la formación de la espuela? ¡Qué curiosa desconocida propiedad, esa que rige a la célu- la, que almacena, por tiempo a veces considerable, ese impulso a la diferenciación ! Pero, además de esa proliferación diferenciadora, necesaria para el desenvolvimiento de los seres, y que parece marcar que la existencia individual tiene un límite, —más largo que el que señala la vida humana hoy, es verdad, pero, al fin, limita- da,—hay otra proliferación importantísima, simple prolifera- ción que pudiera llamarse restitutiva. y En la naturaleza la proliferación restitutiva se verifica cons- tantemente. El tejido cicatricial es el mejor ejemplo. A toda solución de continuidad sucede un trabajo de restitución, proli- ferando inmediatamente las células que han de producir la re- paración. Por lo general el tejido conjuntivo y el fibroso son los que proliferan, rellenando el sitio vulnerado, estableciéndose la cir- M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 157 culación por vasos nuevamente formados y cubriéndose la su- perficie con el epitelio de revestimiento, por proliferación de éste. Los epitelios se regeneran en mucho menor grado. Cuando una solución de continuidad, en la piel, ha sido muy extensa, por ejemplo, una grande quemadura superficial, una vez cubier- ta la herida por los mamelones del tejido granuloso cicatricial, detiénese a veces la cicatriz, porque las células epiteliales, en su corto radio de proliferación no tienen fuerzas para cubrir toda la superficie denudada. En estos casos se ha recurrido a los ingertos de piel, que aumentan el número de núcleos de proligeración, ingertos de fragmentos de piel fresca, sacada de otro ser, vivo, o acabado de morir, proceder que ha duplicado su valor, desde que Carrel logró probar que puede artificialmente conservarse la vitalidad celular de muchos tejidos mantenidos en determinadas condi- ciones, y que, por lo tanto, fragmentos de piel, y aún de vasos sanguíneos, guardados durante largo tiempo, fuera del organis- mo humano y animal, quedaban en excelentes condiciones para ser de nuevo repuestos, con éxito, en el propio organismo. La proliferación celular, regenerando tejidos simples y has- ta complejos (glandulares), y aún, órganos, es cierta, mostrán- dose en la naturaleza muchos ejemplos, en la vida corriente. Pero estas proliferaciones celulares, responden, también, a la ley de diferenciación de que hemos hablado antes. El poder regenerativo natural, de células, tejidos, y hasta órganos, se manifiesta, cada vez más fácilmente, conforme ba- jamos en la escala animal; y Ziegler, el tratar de la capacidad regenerativa de los tejidos, defiende, que *“se pierde en los ma- múferos, a causa de su alto grado de diferenciación.”” En las turbelarias se ha mostrado, por Loeb, (*) que **cor- tándole los extremos, se producía una regeneración invertida; una cabeza se genera en la extremidad caudal, mientras que ésta se desarrolla en al extremidad que originariamente poseía la cabeza.”” Algunos anfibios, “desarrollan rápidamente patas, colas y ojos cuando se destruyen estas partes, como sucede con el re- nacuajo y la salamandra”” (D J.Sundwall. Tissue proliferation in Plasma Medium. Hygienic Laboratory Wash- ington. 158 Memorias de la Sociedad Poey. En las experiencias de Stockard (?%) sobre la salamandra manchada (Spotted salamander) Diemyctylus viridescens, los miembros (órganos a extructura compleja), amputados por la articulación mediana del miembro, lo mismo que la cola (extrue- tura más uniforme), se regeneraban siempre, y lo hacían, con más o menos actividad, según los componentes del agua en que se colocaban. Estas últimas interesantes experiencias, han mostrado, de- terminadas activaciones o inhibiciones, que las substancias sa- linas pueden determinar en la proliferación celular comprobando la importancia que tiene el determinar la polivalencia salina de los líquidos isotónicos empleados en la conservación de la vitalidad de los tejidos. Según se va subiendo en la escala animal, la natural rege- neración, no ya de órganos, sino simplemente de tejidos, se va haciendo más difícil, hasta que, en los mamíferos, queda limi- tada a proliferaciones celulares de muy determinados tejidos. Como resumen de esas posibles proliferaciones naturales, voy a dar las importantes conclusiones de Stundwal sobre la regeneración de varios tejidos en mamáferos superiores: ““Epitelio de la piel y membranas mucosas, endotelio y teji- do conjuntivo fibroso, notable poder de regeneración.”” ““Periostio, hueso y su médula, cartílago, tejido linfoide, elementos formados de la sangre, tejido vascular y elástico, va- riable poder de regeneración.”” “Tejidos glandulares complejos: tiroide, glándulas salivares y riñón (este último en animales jóvenes), marcado poder de regeneración.”” ““Hígado, muy limitado poder de regeneración.”” ““Páncereas, bazo, testículos y ovario, no.?” “Glándulas simples mucosas, en alto grado.”” “Músculos estriados, limtiado.”” ““Músculos lisos, no.”” ““Célula nerviosa, no, si el perikaryon se destruye.?” El conocimiento de la proliferación celular obtenido por los hechos de observación y experimentación referidos, se agran- da, con nuevos horizontes, al aparecer las recientes técnicas des- cubiertas, que permiten observar, bajo el microscopio, la pro- (1) Charles R. Stockard. Studies of Tissue Growth (MI-IV). M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 159 liferación de muy distintas células del organismo. Los novísi- mos métodos abren una vía considerable a los problemas de morfología y función celulares, así como a la influencia que en la vida de la célula ejerce la naturaleza del medio. Las células que se sacan del medio orgánico natural de don- de son originarias, si se colocan, ¿n vitro, en iguales condiciones a las que tenían en el organismo de origen, siguen viviendo, multiplicándose, y lo que es más notable, conservando su fun- ción en alto grado, mientras encuentran en el medio en que se colocaron, suficientes elementos propios para su nutrición y para su sostén. Harrison,—en el Laboratorio de la Universidad de Johns Hopkins, —fué el primero que eultivó elementos nerviosos de embriones de rana, en gotas de linfa extraída del saco linfático de la rana adulta, linfa coagulada en cubre-objetos, en forma de gota colgante. La observación microscópica le reveló hecho- indudables de proliferación ¿n vitro. Sus primeros trabajos datan de 1907. Montrose T. Burrows (*) después, estudiando el método de Harrison en el propio Laboratorio del Johns Hopkins, logró en- contrar una técnica, hoy la usual, para adaptar la de Harrison al cultivo, fuera del organismo, de los tejidos de los animales de sangre caliente, adultos. Esta técnica sirvió a Burrows, unido a Carrel, en el Institu- to Rockefeller, para innumerables experiencias, proseguidas hasta el día, por éstos y otros investigadores. Las células de un fragmento de tejido, necesitan utilizar como medio de cultivo, el plasma, principalmente,—por no de- cir siempre,—el plasma del mismo animal de donde proceden. En el plasma se encuentran dos cosas: una, fibrina, cuyos trac- tus fibrinosos formados al coagularse aprovechan como sostén; y otra suero, de cuya riqueza se sirven para su metabolismo nutritivo. : La técnica de preparación de estos medios de cultivo aunque simple, es delicada: 1%, porque el plasma ha de recogerse com- pletamente líquido, y se ha de mantener así, hasta el momento de su utilización; y 2”, porque todo el proceder de obtención del plasma, ha de hacerse con la más absoluta asepsia, cosa difícil, (D M.T. Burrows. Thecultivation of the Tissues of the Chick-embryo outside the bodie, The Journal ofthe Amer. Med. Assoc. Vol. LV, No, 24 Dic, 10-1910. 160 Memorias de la Sociedad Poey. ya que siendo muchos los tiempos de la técnica son muchas las manipulaciones sujetas a una posible infección del plasma. Para adiestrarse en el manejo de los cultivos conviene em- pezar por el de los tejidos del pollo en plasma de pollo. El plasma de pollo no se coagula tan fácilmente como el de otros animales, de manera que se presta muy bien para hacer la san- oría, teniendo por otra parte la ventaja de que, al centrifugar la sangre para la separación del plasma, no hay necesidad de hacerlo a baja temperatura, poniendo hielo en los recipientes de la centrífuga, requisito indispensable en la obtención de otros plasmas de rápida coagulabilidad a la temperatura am- biente. La técnica del cultivo de los tejidos fuera del organismo com- prende dos tiempos: A).—Sanería del animal para obtener el plasma. B).—Cultivo de los fragmentos de tejidos, dentro del plasma, im vitro. Aparte deseribiré prolijamente las técnicas, con los más mí- nimos detalles, tales como ví emplear y empleé hace poco en el Instituto Rockefeller : técnicas de Carrel y de su auxiliar Ebeling, y las semejantes del Dr. Lane, del Pabellón del Dr. Rous, limi- tándome ahora a la rápida exposición de algunos detalles, fiján- dome más bien en las cuestiones biológicas en que se basan los éxitos o fracasos de tales cultivos. A.—SANGRÍA DEL POLLO Antes de sangrar el pollo es necesario tener ya preparados, absolutamente estériles los tubos gruesos donde se ha de rocoger la sangre para la centrifugación, y los tubos finos donde se ha de conservar en pequeñas cantidades el plasma obtenido. Es in- dispensable que todo este material donde se recoge la sangre y el plasma, así como todas las pipetas con que se manipula, estén perfectamente parafinados, para prevenir la coagulación de la fibrina, lo que sucede, si se pone el plasma en contacto con cualquier superficie rugosa. La sangría del pollo puede hacerse por la carótida (Carrel), o por la femoral (Rous, Lane). La operación por la carótida es simple, pues la arteria es fácilmente manipulable, hallándose muy superficial y fácilmente aislable en gran parte de su tra- M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 161 yecto; pero, en cambio, su pequeñísimo diámetro hace necesa- rio el empleo de cánulas de vidrio de un grosor muy delicado. La técnica por la femoral, por el contrario, tiene verdaderas dificultades, ya que es necesario hacer una verdadera operación teniendo conocimientos anatómicos de la región; hay que cortar mucho tejido subcutáneo, muy amenudo cruzado por vasos que nos obligan a-ligarlos, prolongando el acto operatorio; hay que buscar los intersticios musculares, hay que disecar y aplicar la cánula conveniente, a la arteria, en el fondo,de una herida pro- funda; hay que hacer las ligaduras, por medio de pinzas. En cambio tiene la ventaja, de que la cánula puede ser de mayor diámetro, lo cual facilita su introducción en la arteria. Naturalmente el animal se anestesia con éter, y ya sea por la femoral, ya por la carótida, la operación ha de hacerse con el. mayor rigor aséptico, recordando, que necesitamos una asep- sia bacteriana total, no la parcial, suficiente quirúrgica, de gér- menes patógenos. Cualquiera que sea el campo operatorio elegido, y siguiendo las reglas que en otra parte daré, una vez aislada la arteria se aplica un clamp, a muelle suave, pues es indispensable no he- rir en lo más mínimo el endotelio arterial, en la arteria, hacia la porción correspondiente al cuerpo, con objeto de interrumpir la circulación, y se aplica una ligadura de seda hacia el lado opuesto de la arteria, es decir, hacia el lado correspondiente a la extremidad del animal. Hecho esto se incinde la arteria y se introduce una cánula de vidrio, dirigiendo la punta en contra de la corriente cireulatoria, cánula que se fija por medio de una ligadura que previamente se ha preparado. Las cánulas son de cristal, y del grosor conveniente, y se es- terilizan en aceite de oliva. Al aplicar la cánula, se la debe dejar bien empapada del aceite. Fija' la cánula, aflojando el clamp se deja pasar la primera * porción de sangre para que arrastre el exceso de aceite de oliva que en la cánula pueda haber quedado, y se recoge la sangre en los tubos parafinados gruesos, que previamente se han colocado en un receptáculo que contiene una mezcla de hielo machacado y sal. Sangrado el animal a muerte se llevan inmediatamente los tubos (capacidad de 50 e. ec.) a la centrífuga y se centrifugan, sin necesidad de ponerles fuera mezcla frigorífica, durante 5 162 Memorias de la Sociedad Poey. minutos, tiempo suficiente para separar el plasma de los glóbu- los sanegíneos. En seguida el plasma obtenido se reparte para su conservación indefinida, en el refrigerador, en tubitos para- finados, en cantidad de 2 0 3 e. e. para cada tubito. Esta repartición es ventajosa, pues no se exponen las pe- queñas cantidades requeridas para varios cultivos de una vez, a contaminaciones más fáciles de verificarse si se conserva el plasma en un solo tubo que tenemos que abrir y cerrar a menu- do para tomar cantidades parciales. El plasma del pollo así extraído puede utilizarse durante una semana, aun 10 días, y por excepción 12 días. Después, o se coagula, o, por el contrario, pierde su poder de coagulabi- lidad, haciéndose inservible para los cultivos, La manipulación de otras sangre de otros animales es mu- cho más difícil, por la eran tendencia que tiene el plasma a coagularse, con rapidez, por la más simple causa accidental. En estos casos hay que mantener los recipientes parafinados que contienen la sangre extraída, constantemente, en hielo ma- chacado mezclado con sal, no sólo mientras se recoge la sangre en el tiempo de la sangría, sino en todo el tiempo de la centri- fugación, poniendo la mezcla frigorífica en los tubos metálicos de la centrífuga. Después, también hay que mantener en hielo y sal los tubos que contengan el plasma obtenido. B.—CULTIVO IN VITRO Entre otros pequeños materiales, a los que no me referiré aquí, lo necesario para hacer los cultivos, es: 1%, plasma; 22, lá- minas porta-objetos gruesas, con excavación especial de gran diámetro y bien profundas; 3%, laminillas cubre-objetos, gran- des, por lo menos de 22 por 35 milímetros de dimensión. Todo ese principal material, lo mismo que los demás acce- sorios, tienen que estar perfectamente estériles. Los tejidos que han de cultivarse, han de ser recogidos, de manera absolutamente aséptica. Además, es requisito indispen- sable que hayan sido extirpados inmediatamente antes de ha- cerse los cultivos: La célula separada del organismo o del medio propio para su nutrición, muere muy pronto, empezándose en ella, inmedia- tamente, el trabajo de desintegración. M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 163 Conocemos en histología, el valor que tiene para el estudio normal o patológico de un tejido, el que se extraiga del cadáver en el momento más próximo consecutivo a la muerte. Y para conservarlo así, es decir, en la forma que tenía en los últimos momentos de la vida, o en el acto de verificarse la extracción, se aplican las propiedades de las substancias o reactivos llama- dos fijadores (histológicos), substancias fijadoras que detienen los trabajos del metabolismo de destrucción celular, pero subs- tancias (alcohol, formol, bicloruro, ete.) que sólo fijan, a costa de la existencia de la misma célula. Las necesidades de la experimentación actual, han requeri- do, el descubrimiento de métodos y de substancias que fijen las células sin matarlas, es decir, que las pongan en condiciones de vida latente. Sobre los métodos de conservación de las células de manera que puedan ser utilizadas de nuevo con éxito al replantarlas en el cuerpo animal, aunque hayan estado largo tiempo separadas del organismo, insistiremos, en el próximo tra- bajo, al tratar de la cirugía vascular. Pero este asunto de la vitalidad celular, es mucho más delicado de considerar en las experiencias de cultivo de los tejidos in vitro. La célula que sufre, por poco tiempo que sea, shock o dese- cación, no prolifera. De ahí dimana lo indispensable, de que los tejidos que han de cultivarse, se corten con toda perfec- ción, que las incisiones se hagan netas, y en un tiempo, si es posible; que no se produzcan tracciones ni desgarramientos; y, además, que se separen para su utilización inmediata, del orga- nismo, vivo, o acabado de morir. No obstante, algunas veces, una solución conveniente (Rin- ger), aplicada a los tejidos que han de cultivarse, ayuda a man- tenerlos, durante aleún tiempo, en buenas condiciones para el objeto deseado. Y he aquí cómo volvemos a tocar esta cuestión de la im- portancia de la composición salina en las soluciones isotónicas que se emplean para conservar la vida celular. La solución de cloruro de sodio, solo, aunque esté en pro- porción isotónica, que tan buenos efectos produce en el ser humano, no es, sin embargo, el ideal compuesto fisiológico del suero artificial; siendo poco beneficioso, sólo, para la prolife- ración de la célula. Ya hemos citado antes las experiencias de. Stockard sobre la regeneración de los órganos amputados a la 164 Memorias de la Sociedad Poey. salamandra, retardadas a activadas según los componentes de las soluciones que empleó. Una de las soluciones complejas, —la de Locke es otra bue- na, —más conveniente para mantener a los tejidos bañados en un líquido de conservación, solución universalmente usada co- mo la mejor, es la de Ringer, cuyo componente es como “sigue: Solución de Ringer Cirat 00 REI nosd oso boe ao ola da, 9.00 gramos. Morro lercaleio e e tool oe o INS 0.25 o Cloruro de oa it 0,42 5% Agua destilada, para hacer 1.000 c. e. Otra fórmula de solución Ringer ClOLURO A A a 8.00 gramos. COLL LOA NS 0.075 53 turno Cedenlay soy. e ea o oe o a 0.1 b BIEAroonato de 0,1 5 Agua destilada, para hacer 1.000 e. e. Para hacer los cultivos se pone en una laminilla una o dos votas del plasma,—el cual ha de estar líquido;—y se le deposita inmediatamente en el centro de la gota de plasma un frag- mentillo, mínimo del tejido que se ha de cultivar. Generalmen- te para hacer estos cortes, que verdaderamente deben ser casi microscópicos, se utilizan bisturís de cataratas. Hay que tener presente, siempre, que las secciones han de ser perfectamente limpias, sin desgarraduras que producirían un efecto mortal para la vitalidad celular. Permítase la coagulación del plas- ma, la que se verificará rápidamente, y, una vez seguros de la coagulación se invierte la laminilla sobre una de las placas exca- vadas, de manera que queda el plasma coagulado, como gota colgante, en la excavación. Fíjase la laminilla a la lámina, bor- deándola con parafina fundida. Pónganse las preparaciones cuando se trata de tejidos de pollo, cultivados en plasma de pollo, en la estufa, a la tempe- ratura de 39 a 40 y aún 41” centígrados: Los cultivos de tejidos se ponen en la estufa, a temperatura conveniente. Cuando se trata de tejidos de pollo, de 40 a 41? e. M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 165 ESTUDIO DE LOS CULTIVOS IN VITRO Si el plasma está en buenas condiciones y el tejido se reco- gió fresco, y se ha manipulado con técnica perfecta, desde las pocas horas después de hechos los cultivos, empieza a notarse una fuerte proliferación celular. En las primeras 19 horas, puede manifestarse la actividad reproductiva bajo dos formas de proliferación. Una, por gran número de células libres, aisladas, que han emigrado del te- jido, como avanzadas, invadiendo el plasma en una bastante ex- tensa zona, células viajeras (wandering cells), que han adqui- rido su independencia, se han hecho autónomas, y cuya mor- fología recuerda la de algunos leucocitos; otra, por células fijas que han proliferado del tejido primitivo, aprovechando, para fijarse, y extenderse, los tractus que forma la fibrina coagulada, proliferando de manera contigua, como radios, sujetándose por sus bordes o por sus extremos. Las células libres, migratorias, presentan muy diversas for- mas, son más o menos fusiformes, triangulares, estrelladas, o adoptan las apariencias de las células ameboideas; las células fijas son todas fusiformes. El aspecto de conjunto de un cultivo bien proliferado, por ejemplo bazo de embrión de pollo en plasma de pollo, en las primeras 24 horas es como sigue: “—En el centro, el fragmento del tejido; 22—A todo su alrededor una zona compuesta de radios cen- trífugos constituidos por células fusiformes. Esta zona es, aún a las 18 horas, a veces, tan grande como 4 o más veces el ta- maño del tejido; 32—Por fuera de esta segunda zona, otra, extensa, de célu- las libres. En los días siguientes el crecimiento continúa muy activo; la proliferación va ganando en superficie, centrífugamente, mien- tras encuentra plasma, siempre por los procederes de migración y proliferación fija. Pero, como es natural, las porciones proli- feradas que rodean al tejido original, empiezan a hacerlo en sentido lateral, llegando a producir un intrincado entrecruza- miento celular presentando un verdadero aspecto de tejido. La apariencia de conjunto de la preparación será entonces: 166 Memorias de la Sociedad Poey. 1—Centro, tejido originario; 22—Zona de células entreeruzadas; 32—Zona de células fusifomes, colocadas como rayos diver- gentes saliendo de la zona anterior; y 4% —Zona de células migratorias. El crecimiento es, pues, concéntricamente centrífugo. Resulta a veces, que ese crecimiento regular, centrífugo se halla detenido por cualquier causa, generalmente terminación periférica abrupta del plasma, o pliegue circular, por retrac- ción del mismo, en fin, por cualquier obstáculo que se oponga al homogéneo crecimiento centrífugo. Entonces la mayoría de las células se hacen fijas y se organizan siguiendo el obstáculo, señalándose como un aro espeso, concéntrico con el fragmento del tejido, de euyo aro parten hacia la periferia del plasma las células que logran salvar el obstáculo y que progresan en su primitiva centrífuga dirección. Todo es cuestión de homogenei- dad o no del medio. Naturalmente al cabo de 7 a 8 días las células para mante- nerse, han tomado cuantos materiales nutritivos encontraron en el suero del plasma de la preparación, y, entonces, la carencia de esos materiales, por una parte, y el encontrarse, por otra parte, el plasma cargado de los principios propios de la desami- lación celular, hacen al medio impropio para que continúe la proliferación celular. Si no acudimos en auxilio de las células proliferadas y del tejido inicial, renovando el medio, morirá el cultivo. Las célu- las, en su mayor parte, conforme empiezan a sufrir de la caren- cia o de la perversión del medio, se van cargando de glóbulos orasos, lipoides; así vienen algún tiempo, hasta que por fin mueren. Es importante anotar este hecho experimental que parece dar valor a la idea de que los lipoides son más bien señales de degeneración que substancias de defensa. El aspecto de las células de proliferación cualquiera que sea la forma que tengan, ¿n vitro, es de gran transparencia: Nó- tase la limitación celular contrastando sobre la ligera opacidad del medio; señálese el núcleo por su apariencia menos refringen- te que el resto protoplasmático celular; y manifiéstanse, en cam- bio, los gránulos lipoides, más o menos gruesos, con su extraor- dinaria refringencia. M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 167 Se han adaptado técnicas especiales para la conservación permanente de las preparaciones in vitro: fijación, (ácido ósmi- eo, vapores de formalina, formol, etc.); coloración (hematoxi- lina y Van Gieson, sudán Il, etc.) Manipúlanse simplemente, como preparaciones en cubre-objetos, y se aclaran y montan por las habituales técnicas histológicas. Con estas técnicas de coloración se puede seguir bien la evo- lución proliferante celular, observándose en muchas células, las figuras carioquinéticas, y el progreso de su sobrecarga de lipoides. Pero en definitiva, que queda del tejido originario después de 8, 10 o más días de cultivado, donde ha habido una exuberan- tísima proliferación. Sufre cambios considerables según los días de cultivo, en algunos casos. A la proliferación de las células periféricas, corresponde un aclaramiento sucesivo del fragmen- to que se hace más y más delgado apareciendo más homogeneo, hasta que llega, en los casos de máximum de proliferación, a quedar constituído por sólo un amasijo de plasma coagulado y aleunas células, entre las que me ha parecido entrever, en aleunas ocasiones, gránulos de pigmentos. La evolución proliferante que acabo de describir corres- ponde al tipo de evolución celular del tejido conjuntivo. En casi todos los cultivos de tejidos, el tejido conjuntivo apa- rece en un tanto por ciento muy elevado de las preparaciones, hecho fácilmente explicable. Cuando cultivamos un fragmento de tejido sacado de un ór- gano cualquiera, por pequeño que sea el fragmento no tiene una composición celular simple, sino compleja, encontrándose siempre, en gran número, células de tejido conjuntivo. Y como quiera que el tejido conjuntivo prolifera con mayor actividad que los demás, este crecimiento rápido inhibe, en la mayoría de los casos, el crecimiento de los otros elementos celulares que en el tejido cultivado había, resultando, en la mayoría de las pre- paraciones de tejidos, únicamente mostrable la proliferación conjuntiva. No obstante, se han obtenido cultivos puros de otros ele- mentos celulares. Justamente Harrison descubrió el principio de la técnica in vitro, cultivando con éxito médula de embrión de rana en linfa de rana y mostró ““que de los neuroblastos de His emer- Y 168 Memorias de la Sociedad Poey. cían filamentos hialinos que crecían por medio de movimientos ameboideos””, interpretando Harrison esos hilos, cilindro-ejes. Burrows (Journ. Exp. Zool. 1911. X. 63) observó cilindro- ejes desarrollados de médula de embrión de pollo de dos días cultivadas en plasma de embrión de pollo; y Lewis (Anat, Rec. 1912. XV. 7,) ha señalado crecimiento de nervios simpáticos de los intestinos de embriones de pollo cultivados no ya en plas- ma, sino en soluciones salinas. Marinesco y Minea (“Ensayo de cultivo de los ganglios es- pinales de los mamíferos ¿n vitro.) (Anat. Anz. 1912. XLIT,) cultivaron en plasma, ganglios espinales de gatos jóvenes y de conejos. Al mismo tiempo que estos últimos autores Ragnvald In- cevrigtsen (*) en el Laboratorio Rockefeller, el año antes pa- sado, 1913, siguiendo las técnicas de Burrows y Carrel, que son las generales descritas antes, cultivó ¿n vitro tejido nervioso con muy interesantes resultados. Cuando sembró en plasma de pollo joven, tubos neuronales de embriones de pollo de 2 o 3 días, sólo en 5, de 102 experi- mentos, obtuvo, ““después de 10 a 24 horas, crecimiento de fila- mentos, con un extremo en forma de bulbo que por medio de movimientos ameboideos, a través del plasma, hacían aumentar la longitud del filamento”?. Atribuye, con razón, antes hemos hablado de ello, el poco porcentage de éxito, 5 para 102, al he- cho de que en los cultivos hubo al mismo tiempo un gran ere- cimiento de tejido conjuntivo, cuyo crecimiento de tejido con- juntivo, según manifiesta Insevrigtsen, **previene el desarrollo de tejidos de un orden superior”?”. Abandonando el cultivo de tejido nervioso central de embriones tan pequeños, logró un ciento por ciento de cultivos positivos de cilindro-ejes, usando corteza de embriones de pollo de 6 a 7 días. Carrel, Burrows e Ingevrigtsen (*) discípulo de Carrel, han cultivado con éxito, obteniendo proliferación celular propia: bazo, médula, ósea, hipófisis, glándulas tiroides, riñón, supra- renal, cartílago, hueso, peritoneo, piel, envoltura arterial. En los cultivos de tiroides e hipófisis *“aparecen al segundo (11 Studies of the Degeneration and Regeneration of Axis Cilinders in vitro. The Jour of Exp. Med, Vol. XVIT. No. 2, 1918. (2) Characteristic of Different Culture Media and Their Influence upon the Growth of Tissue Outside of the Organism. The Jour. of Exp. Med. Vol. XVI. No. 4, 1912. M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 169 y tercer día, sólidas columnas de células epiteliales que repre- sentan con toda probabilidad, las células específicas glandula- res de estos órganos””. También en estos casos sucede que en aleunas preparaciones “la célula fusiforme del tejido conjun- tivo, proliferando antes, parecen prevenir el desarrollo de las eestructuras epiteliales””. Los demás tejidos señalados han dado positivos cultivos en manos, no sólo de los citados experimentadores, sino de otros más que hasta el día se han dedicado a estos importantes estudios. De lo expuesto, podemos decir, en conclusión, que casi todas las células se reproducen, fuera del organismo, cuando son cultivadas usando plasma del mismo animal a quien pertenecía el tejido: Ahora bien, estudios más profundos, ya dirigidos hacia el medio, en busca de los más convenientes para cada caso, según la calidad del tejido que se siembra, han dado enorme cantidad de conclusiones muy importantes de conocer. La primera notable conclusión corresponde a Carrel y Bu- rrows: “los plasmas autogénicos y homogénicos son los mejo- res medios para el crecimiento de los tejidos””. Esta conclusión a pesar de la considerable verdad que en- cierra, no ha de tomarse en un sentido absoluto. Muchos tejidos crecen en plasmas heterogénicos, es decir, en plasma de ani- males de especie distinta a la del animal de donde se sacó el tejido. El mismo Carrel, Rous, Murphy, otros muchos y tam- bién yo, hemos cultivado, con éxito, tumor de ratoncillo en un plasma heterólogo (pollo); y Lambert y Hanes también lo obtu- vieron en plasmas de curiel, conejo, perro y paloma. También notable es la diferencia en el éxito del cultivo, según se siembra tejido embrionario o adulto. Ingvevrigtsen estu- diando este particular de una manera acabada ha comprobado que mientras ““el tejido adulto sólo crece en plasma, y mejor en plasma homólogo, el tejido embrionario no sólo puede crecer en suero sino en suero más agar. Con tal motivo Carrel y sus discípulos han hecho un estudio de las substancias capaces de activar o inhibir, ¿n vitro, el cre- cimiento de los tejidos, siendo los más importantes experimentos aquellos en que se utilizan extractos de órganos como activa- dores. En uno de sus trabajos titulado activación artificial del cre- 170 Memorias de la Sociedad Poey. cimiento ¿n vitro del tejido conjuntivo (*) llega Carrel a las si- cuientes conclusiones : ““Extractos de tejidos y jueo de tejidos bajo ciertas condi- ciones aceleran el erecimiento ¿%n vitro del tejido conjuntivo, de 3 a 40 veces. Ese poder activador se ha encontrado en mu- chos tejidos. Fueron más marcados, sin embargo, con extracto de embriones de bazo adulto y de sarcoma de Rous (pollo). El poder disminuía directamente con la dilución de los extractos y no aparecía aplicable a los tejidos de un animal heterogénico. El poder era reducido si se calentaba el extracto a 56% C., y destruído si se calentaba a 70%. Marcadamente disminuído si filtrado por una bujía Jerkefeld y completamente suprimido si filtrado a través de un filtro Chamberland ””. La técnica para obtener los extractos es más o menos com- plicada. Carrel usa “extracto de embriones de pollo de 6 a 20 días; bazo, riñón, músculos, ete., muele los tejidos y los pone a incubar a 38. Agrega un volumen de tejido para un tercio, hasta 4 o 5 vilúmenes de solución de Ringer, dejando los tubos en el refrigerador desde pocos minutos hasta 20 días. Centrí- fuga. El líquido sobrenadamente se usa puro o diluído con Ringer?”. Yo he visto usar a Ebeling, auxiliar de Carrel, extracto de embrión de pollo preparado en el mismo momento de usarlo de la siguiente manera: Embrión de pollo de 8 días sacado del huevo con todo rigor aséptico, se corta muy menudo con tijeras hasta reducirlo a papilla; a la papilla le agregan 2, 3 o 5 gotas, o un volumen igual,—según la fuerza que se desea del extrac- to,—de solución de Ringer; se centrifuga y el líquido que sobrenada, compuesto de gran cantidad de juego embrionario, es un excelente activador que agregar al plasma. No seguiremos en todos sus detalles los variados experi- mentos verificados en esta cuestión de las activaciones e inhibi- ciones de la proliferación celular ¿n vitro, que tanta importancia tienen y que algún día darán cabal explicación de las activa- ciones y retrasos que sufren en determinadas cireunstancias las proliferaciones celulares del organismo en la reparación de los tejidos. Las técnicas de cultivo de los tejidos ¿n vitro es aplicada (1) Carrel. The Jour. of Exp. Med, Vol. XVII. No. 1, 1913. M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, ete. 171 con eran interés en la investigación histogénica del cáncer. No sólo el cáncer del ratoncillo, también investigado por los docto- res R. A. Lambert y F. M. Hanes, en la Universidad de Colum- bia, en la Fundación especial, '“George Crocker””, para la in- vestigación del cáncer; no sólo el cáncer del pollo (cáncer de Rous) investigado por él, por Carrel, por otros y cultivado por mí mismo en el Instituto Rockefeller, interesante espécimen de tumor que molido y filtrado por bujías finísimas, reproduce la inoculación del filtrado, el tumor originario, sino, también, el cáncer humano está siendo cultivado en plasma humano. A pesar de tantas importantes observaciones, como las des- eritas, suministradas por la clásica téenica «que hemos señalado, ya se deja sentir la necesidad de perfeccionarlo. En efecto, ya lo dijimos antes, la pequeña cantidad de medio nutritivo por una parte,—una o dos gotas del plasma,—y por otra la función catabólica de las células que viven a sus ex- pensas, hacen impropio el medio para la normal vida celular y mueren las células, pronto, en 3 a 10 días o 15 días (Carrel), si no se trasplantan a nuevos plasmas. Sería muy conveniente, para estudiar la vida de la célula en toda su normalidad, en- contrar una técnica en la que el plasma, en donde se cultiva el fragmento de tejido, pueda tener sus vías de entrada de los elementos nutritivos (suero), y otras por donde drene sus prin- cipios de desasimilación. Carrel cree haber resuelto el problema, pasando de medio gastado a medio nuevo, constantemente, el fragmento de tejido. Yo no creo que esto sea suficiente para el completo estudio de la vida celular. En la técnica de Carrel, por trasplantes sucesi- vos se reproduce, ilimitadamente, el fenómeno, observándose la simple proliferación, por multiplicación de las células, proceso de proliferación simple al que nos hemos referido antes. Pero no ereo que con esa técnica lleguemos nunca a ver el proceso de la proliferación que hemos llamado celulogénica di- ferenciada, problema quizás el más importante de la biología celular: estudio de la metaplasia normal o patológica. No es posible que con la técnica actual podamos nosotros ver las transformaciones celulares, que, sin embargo, se verifican a diario en el organismo, por ejemplo, cartílago en hueso; ni po- damos llegar a reconocer la histogenesis de los glóbulos sanguí- neos ¿n vitro; ni que aclaremos, con absoluta precisión, el pro- 172 Memorias de la Sociedad Poey. blema del cáncer, afirmando o negando la teoría etiológica ce- lular, para mí la más racional. Si llegásemos a perfeccionar las técnicas de cultivo de los tejidos ¿n vitro en la forma deseada, quizás lleguemos a resolver de una manera experimental, por lo menos, dos de las tres teo- rías con que se pretende hoy, de una manera hipotética, expli- car la metaplasia de los tejidos, y que Stundwell resume como sigue : a).—kRestos celulares. Células embrionarias del nuevo tejido formado, pueden encontrarse desde el principio en el organismo. b) —Modificación del contorno. Función y nutrición modi- ficada (para Adami la mejor explicación). c).—Acarreo de nuevas células, al sitio de la metaplasia, de las estructuras que en el cuerpo, normalmente, poseen tales células. (Ribert). También otro punto que pudiera ser indagado con la nueva técnica deseada, en busca de solución positiva o negativa, es si existe regresión celular del tipo adulto al tipo embrionario. A veces estudiando las preparaciones de la técnica actual, a crecimiento obligado de pocos días por agotamiento del medio se encuentran algunas células redondas, amorcilladas o poligo- nales, que se suelen presentar tardías junto al tejido originario después de una profusa proliferación de los elementos conjun- tivos del fragmento, células que también se encuentran a veces en el resto del tejido fundamental y que han adoptado forma completamente distinta a las adultas originarias. ¿Qué son esas células? ¿Será posible que algunas células adultas, amenazadas en su vitalidad al proliferar en el medio pobre o casi agotado de substancias nutritivas lo hagan tendiendo a tomar una for- ma embrionaria, a tipo común y que esas células de nuevo tras- plantadas vuelven a diferenciarse para tomar otra vez forma adulta originaria, mecanismo análogo al que emplean algunos protozoarios en su faz de involución defensiva? Puntos todos de celulogenia diferenciada donde se encuen- tran comprendidos los más importantes problemas de biología. Dejando a un lado esta disresión lógica y ciñéndonos a lo existente, lo que ciertamente nos muestran las técnicas adquiri- das, repetimos, es la 2dwmitada existencia de la especie celular, por ilimitada multiplicación celular; técnicas con las que mani- M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 173 pulamos los elementos celulares, como se manipulan las bacterias, en una proporción siempre creciente, duplicante. Carrel (*) y Ebeling han mantenido como prueba de ““per- manente preservación, ¿n vitro, de la vida activa celular””, te- jido conjuntivo durante más de 16 meses. Uno de los tejidos recultivados muchas veces, Ebeline (*) tenía en Febrero 3 de 1913, cuando publica su trabajo, a los 138 pasajes, más de un año de vida, tan activa, como la que tenía el día de la siembra del fragmento originario (tejido conjuntivo). Se concibe que con estos pasajes, por corte costante de los fragmentos, en cada subcultura hay efectiva multiplicación, re- sultando al fin que se obtienen 15, 20 y más veces, el volumen del fragmento originario, según el número de esos trasplantes. Se ha podido demostrar, también, con estas experiencias, que las células de los tejidos cultivados se aclimatan fácilmente al medio artificial; esta adaptación es demostrable por la rapidez y exuberancia, cada vez más grande, con que se logran las pro- liferaciones, conforme se hacen los subcultivos de tejidos que eran aleo refractarios cuando cultivados la primera vez, recién sacados del organismo. £ También se ha comprobado con las técnicas de cultivo in vitro, de una manera notable, la supervivencia de la función propia celular. Uno de los espectáculos más interesantes que pueden hallarse en el terreno experimental, es la observación de un fragmento de tejido cardíaco, que continúa latiendo, im vitro, por un espacio de tiempo puede decirse ilimitado. Yo he visto, pulsando rítmicamente, un fragmento de cora- zón de pollo, cultivado en plasma de pollo, in vitro, 7 días des- pués de extraído del animal. Y quiero llamar la atención sobre algo muy interesante, y es, que la función propia de la célula puede cesar por espacio de tiempo, a veces largo, sin que, sin embargo, la propiedad funcional haya desaparecido, sino que subsiste latente, y se despierta, cuando cireunstancias propias, —que hay que bus- car,—la hacen aparecer de nuevo. Véase un ejemplo notable de lo que acabamos de decir, en = (D Contribution the Study of the Mechanism of the Growth of Connective Tissue. (2) The Permanent life of Connective Tissue outside of the Organism, The Jour. of Exp. Med. Vol. XVII, No. 3, 1913. 174 Memonas de la Sociedad Poey. una de las experiencias de Carrel sobre cultivo de tejido car- diaco: (*) ““Cultivo del corazón (experimento 720-1). ““Enero 17 1912, cultivo en plasma hipotónico de un frag- mento del corazón de un feto de pollo de 18 días. El frasmento latió con regularidad durante unos pocos días y ereció ex- tensamente- "Después del primer traspaso (con lavado del fragmento), en Enero 24, el cultivo creció otra vez extensamente, pero no hubo rítmicas contracciones. “En Enero 29 y Febrero 1, 3, 6, 9, 12, 15, 17, 20, 24:28 sufrió el cultivo 11 lavados y pasajes a nuevos plasmas. Se ro- deó de células fusiformes y muchas células muertas. No había pulsaciones. Después del 12 pasaje el cultivo no creció nada. ""Entonces se disecó el tejido extirpándolo del plasma viejo. Se cortó un fraemento central, se lavó y se puso en un medio nuevo. En Marzo 1” estaba pulsando, a razón de 60 a 84 por minuto. En Marzo 2 las pulsaciones fueron 104 a temperatura de 41? C., y en Marzo 3, 80 pulsaciones a 40? C.; pero en Marzo 4 las pulsaciones eran muy débiles y se detuvieron por completo alas 2.97 am. '""En Marzo 5 se hizo el 14? pasaje del cultivo y las pulsa- ciones reaparecieron inmediatamente. Volvieron a hacerse dé- biles en Marzo 6. ""En Marzo 8, 15% pasaje. En Marzo 9, las pulsaciones eran otra vez 80 a 82 por minuto a temperatura de 40% C., y en marzo 12 eran 60 por minuto. Entonces se hicieron más lentas y más débiles. ""Después del 16% pasaje, en Marzo 12, las pulsaciones se hicieron irregulares y el fraemento latía por series de 3 a 4 pulsaciones y se detenía por espacio de unos 20 seeundos. Des- pués del 17% pasaje en Marzo 16 reaparecieron las pulsaciones regulares a 52 latidos por minuto, y el tejido creció abundan- temente. Después del 18% pasaje en Marzo 19, las pulsaciones eran irregulares””- La observación no fué continuada al tiempo de publicarse este trabajo. Fijémonos en la observación anterior en que el tejido dejó de latir (seguramente por las condiciones del medio) desde (1D) Onthe Permanent life of Tissues outside od the Organism. The Jowr. of Exp. Med. Vol, XV, No. 5. 1912. M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 175 Enero 29 hasta 1? de Marzo, es decir, un mes justo, y luego ¡con cuánta fuerza y regularidad vuelve a su función! En otro caso el cultivo de fragmento cardiaco, después de haber estado, sin movimiento, por dos meses, la parte central del cultivo manifestó fuertes rítmicas contracciones, entonces, a los 65 días de su vida in vitro. | Se han observado fragmentos de corazón de embrión de po- llo, aún pulsando a los 104 días de cultivado. ¡Cuántas ideas no nos sugiere esa permanencia funcional, inherente a la célula contráctil, muscular, cardiaca! ¡Cuánto horizonte no abre al concepto del verdadero papel de la iner- vación sobre la contractilidad del corazón! ¡Cuántos puntos de vista nuevos no son de esperarse de estas experiencias en lo que respecta a la función celular! Por último, señores, no se podía escapar el estudio de biolo- gía celular fuera del organismo, de la investigación químico- biológica tal como se hace cuando se encuentra en el organismo. También Carrel con Ingevritesen aborda la importante cues- tión de “La producción de anticuerpos por los tejidos fuera del organismo?” (*). En sus experiencias, a las que prestó aten- ción el téenico Noguchi, provocó el crecimiento celular de la mé- dula ósea y de los ganglios linfáticos de curiel en plasma de curiel en cajas de Gabritschewski en presencia de un antígeno (slóbulos rojos de cabra), y buscó después si en el flúido exu- dado o extractado del medio (0.5 a 0.75 de e. e.) había hemoli- sinas, empleando la técnica.de Epstein y Otembere,—para los glóbulos de cabra en suspensión de 5%. Y, en efecto, esos anticuerpos se producen, ya que el flúido obtenido hemolisa a los glóbulos rojos de cabra, “sin adición de complemento””; calentando el fiúido a 56C. durante media hora pierde su poder hemolítico, porque se inactiva al destruirse los complementos que naturalmente tenía el flúido, volviendo a hemolisar si se le agrega nuevo complemento; pruebas y contra- pruebas que revelan la efectiva acción de un anticuerpo. Di- versas experiencias de control fueron negativas. Y termino, señores. Hemos recorrido, demasiado cansadamente quizás, el proble- ma biológico de la célula que se planteó ya desde Virchow. (1) TheJoarn, of Exp. Med. Vol. XV. No. 3, 1913. 176 Memorias de la Sociedad Poey. Y hemos llegado al final. Cómo se destaca en este último período, tras el trabajo pre- cursos de Harrison y de Burrows, la colosal labor de un hombre que' modestamente ostenta el título de Jefe de los trabajos de Cirugía experimental en el Instituto Rockefeller, Carrel, a quien debemos admirar más que por el brillo de las primorosas tée- nicas que ejecuta con sus admirables personales aptitudes, por los destellos geniales de su inteligencia que han permitido des- correr el velo tras el que se ocultaban tantos importantes hechos de orden biológico celular, de los que hemos tratado hoy y otros, de mucho mayor trascendencia, de aplicación quirúrgica, de los que nos ocuparemos en la próxima conferencia. Honor a él, honor a los demás: Róus, Murphy, Lane, Ebeling, etc., infatigables, modestos y útiles trabajadores que laboran, con resultados evidentes, en aquel hermoso centro de la ciencia, de admirable organización, que la generosidad de un hombre —Rockefeller—ereó, para el bien de la humanidad. TH Señores : Quien ha obtenido más prácticos provechos de las enseñan- zas que la Medicina experimental ha procurado, es la Cirugía: Pocos se acuerdan de las prudentísimas,—no tan antiguas, — operaciones vulnerantes con los ecraseurs para prevenir las he- morragias, y de los procederes que procuraban la previa adap- tación de las serosas en las intervenciones hepáticas. Con Lister la cirugía recibió ya un gran impulso al esta- blecerse la cura ouatada, pero cuando adquiere una extrema seguridad, —que hizo creer posible se llevaran a cabo cuantas Operaciones se imaginasen,—es cuando Pasteur descubre el mo- do de prevenir la infección, fundando en bases sólidas los pre-' ceptos de la asepsia, y cuando Pean, el ilustre cortador, aplica sus pinzas hemostáticas garantizando el control de la hemorra- gia Operatoria. Hízose posible la intervención abdominal. El noli me tan- gere se convirtió, por el contrario, en demasiada intervención, y, por el hecho de que la parte mecánica quirúrgica dejaba con vida al cuerpo, se operó con exceso, sin preocuparse del interés M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 177 biológico que hubiera en conservar las importantes funciones de muchos órganos amputados. Ovarios y úteros se extirparon, a veces, con precipitación interventora, con menoscabo de la salud general, casos en los que graves trastornos se presentaron como secuela de una inú- til mutilación de órganos en pleno período funcional. Afortunadamente, muchos cirujanos de eran valer,—aún en esa época en que la Cirugía era, puede decirse, casi absoluta- mente extirpadora,—no quisieron entrar en esa vía de puro aprovechamiento téenico; otros retrocedieron; y, la mayor parte de ellos, seguros de las técnicas, estudiaron más al individuo y se esforzaron en lograr el mejor modo de intervenir con la me- nor mutilación posible, predicando, verdaderos cirujanos-médi- cos, la Cirugía conservadora. Como es natural, la osadía quirúrgica siempre ha ido siguien- do los pasos a las grandes conquistas anatomo-fisiológicas y bio- lógicas. La intervención abdominal—ya lo hemos dicho—fué una gran conquista, como también lo fueron las grandes inter- venciones en los huesos, artículaciones y en la misma cavidad cerebro-espinal, etc. Pero, sin embargo, la cirugía que tendiera a la reparación estructural o de función era, hasta hace poquí- simo tiempo, muy limitada: alguno que otro ingerto de frag- mentos de piel recién extraídos; suturas óseas, tendinosas, y aun nerviosas, fueron intentonas de una cirugía tendente a devolver las funciones abolidas por la enfermedad o por el traumatismo accidental. Hoy no, hoy, con los últimos conocimientos suministrados por la Fisiología y Biología experimentales, el cirujano tiene por delante un campo más vasto que explotar, campo recién abierto a sus actividades, con la que podemos llamar, en principio, re- suelta, Cirugía de reposición. En efecto, actualmente, son practicables con absoluto éxito, las suturas vasculares, muchas reposiciones de fragmentos de vasos y tejidos, en el mismo ser humano; y si no son de reco- mendarse de manera absoluta, se practiquen en el hombre, hoy trasplantaciones totales de óreanos,—con éxito llevadas a cabo en los animales, —es por la dificultad de conservar stock de ór- ganos en el refrigerador, y por detalles de biología de los que me ocupé en la anterior conferencia, que, seguramente, han de re- solverse en beneficio del hombre en un porvenir no lejano. 178 Memorias de la Sociedad Poey. - Carrel, a quien principalmente se debe esta nueva cirugía, ha hecho aun más; ha mostrado que es fácil penetrar en el tórax interviniendo ampliamente en sus vísceras. Estas intervencio- nes toráxicas hasta hace muy poco, parecían estar fuera del al- cance quirúrgico, al menos de una manera simple, fácil; pare- cían impracticables, si no se usaban grandes, costosísimas es- peciales cámaras, hoy inútiles, al aplicarse las técnicas senci- llas y precisas recomendadas por Meltzer y Auer para hacer la respiración artificial, técnicas derivadas de las enseñanzas que mostraron irrefutables experiencias de Fisiología experimental de la respiración. He podido presenciar innumerables y variadas intervencio- nes,—de las que me ocuparé en el transcurso de este trabajo, — verificadas por Carrel en perros y gatos, operaciones tan efec- tivas en sus resultados, que dejaron en mi ánimo impresa la convicción de que, no por haber sido verificadas en animales, dejan de ser inapreciables conquistas prácticas para la Cirugía humana. Quizás no se arriesguen todavía muchos cirujanos modernos a prácticar en el hombre algunas de las intervenciones que voy a describir; y,—¿por qué no,—pregunto yo,—si el caso lo amerita ? Creo indispensable, absolutamente indispensable, el que to- do cirujano posea todas estas nuevas técnicas para aprovechar- las en los casos necesarios, y, principalmente, los Cirujanos de los Servicios de Emergencias. Operar abiertamente un tórax, a quien ha recibido heridas profundas, verificando una intervención quirúrgica segura, con exploración de las vísceras en él encerradas, tan fácilmente como se hace la exploración abdominal por laparotomía, regu- larizando los traumatismos recibidos; empatar, extremo a extre- mo, arterias que hayan sido seccionadas o interponerles frag- mentos vasculares, ete., ete., son operaciones que debe estar preparado para hacerlas, hoy, quien tiene a su cargo procurar el remedio inmediato de un traumatismo criminal o accidental. ¿Por qué los cirujanos modernos no han de intervenir en tan- tas cireunstancias perentorias que hacen necesarias una explo- ración o intervención en el mediastino, el esófago, pleura, pul- mones y en el mismo pericardio?, que hasta aquí alcanza la cirugía contemporánea. No tardaremos en ver intervenir con ” M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 179 éxito en los casos de gruesos aneurismas aórticos,—los pequeños de arterias menores son hoy practicables,—y en tantas otras circunstancias en que una osada tentativa puede salvar a quien, de otra manera, estaba irremisiblemente entregado a la muerte. Sólo de pasada, y de una vez, me referiré a la habilidad técnica de Carrel, a su doiyté extraordinaria; hace—y reclama siempre se hagan—los cortes rectos en un solo tiempo para evitar toda tracción, todo magullamiento, que originan, la mayor parte de las veces, el schock causante del detenimiento de la función y aun de la muerte de los tejidos: Recuérdese cuanto dijimos sobre este particular al hablar del corte de los frag- mentos. Sin embargo, técnicos hay muchos, y doryté ieual tienen muchos cirujanos de habilidad reconocida, siendo, pues, para mí lo que constituye su verdadero mérito, la originalidad del número considerable de las valiosas técnicas que se han descu- bierto y aplicado. Deseando exponer cuanto me parece interesante, he de des- eribir aleunas de esas importantísimas técnicas, en el orden siguiente : 1*—Téenicas de sutura vascular, (punta con punta), arteria con arteria, vena con vena, arteria con vena. 22—Trasplantación de fragmentos vasculares conservados fuera del organismo, en luzar de los fragmentos vasculares ex- tirpados. Modo de: conservar los fragmentos en depósitos. 3—Hechos experimentales de replantación y trasplantación de órganos. 4 —Intervención toráxica. Intervención en la arteria pul- monar a su salida del corazón. SUTURAS VASCULARES Para hacer las suturas vasculares deben de tenerse bien pre- sentes en la memoria dos diferentes cuestiones: una, cuestión de técnica pura (trucs quirúrgicos para la adaptación arte- rial); otra, cuestión biológica, (requisitos indispensables de aplicar para que la sutura resulte con éxito.) Me referiré, pues, por separado a ambos puntos importan- tísimos, exponiendo lo más claramente posible el proceder que emplea Carrel, y usando sus propias láminas esquemáticas y 180 Memorias de la Sociedad Poey. fotográficas, ya que son de una absoluta fuerza comprobatoria. Antes que nada deseo manifestar que estas técnicas para la sutura arterial, sobre todo la punta con punta, que parece a primera vista imposible de realizarse no requiere una especial habilidad personal en quien las hace; son sencillísimas y eje- cutables por cualquier cirujano no sólo en vasos gruesos, fá- cilmente, sino también,—aunque operación de más delicadeza técnica, —de segura ejecución en vasos de pequeño calibre. Con la técnica de Carrel se equilibran las dificultades que por su naturaleza ofrecen los vasos a la aplicación de las su- turas, pudiéndose pasar los hilos con la misma facilidad, a tra- vés de una pared arterial, cuya estructura elástica mantiene abierta la luz del vaso en la superficie de sección, como en las venas, en las que las paredes se aplican una a otra cuando sec- cionadas y vacías. Veamos cómo se hace una sutura vascular de extremo a ex- tremo. Huelga decir que ha ge haber hemostasis de ambos ex- tremos. Más adelante diremos cuáles son las pinzas más conve- nientes para ello. SUTURAS DE APROXIMACIÓN ; FIJADORAS Lo primero que debe buscarse al hacer la sutura, es la aproximación de extremo con extremo, de una manera natural, es decir, sin que quede exagerada, (mejor ninguna), torsión de ninguno de los extremos arteriales. Los extremos arteriales que han de afrontarse deben de estar disecados y movibles en ex- tensión suficiente que permitan se manipulen con los dedos: La aproximación se logra pasando tres puntos de sutura de tal suerte que queden colocados equidistantes en todo el perí- metro vascular. Luego señalaremos cuáles capas vasculares han de cogerse en las asas de las suturas según la calidad del vaso. Estos tres puntos a que hacemos referencia se aplican com- pletamente, separados, afianzándolos uno después de otro. El primero se hace de la siguiente manera: se pasa la seda de fuera a dentro a poca distancia del borde seccionado hasta atra- vesar la pared llegando a la luz del vaso, incluyendo siempre el endotelio, en uno de los extremos arteriales, y lueso, en el lado exactamente correspondiente del otro extremo arterial, se pasa M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 181 la aguja en sentido inverso, de la superficie endotelial hacia afuera. Pasado este primer punto se hace el acercamiento de ambos extremos hasta que lleguen a ponerse en contacto, de tal manera que queden aproximadas todas las capas del vaso, me- nos la externa, tendiendo más bien siempre a que halla con- tacto endotelial, es decir, evitando de todos modos que pueda quedar la menor porción de pared externa vascular interpuesta entre las superficies adaptadas, lo cual haría fracasar la sutura. Atado definitivamente este primer punto, se dejan ambos cabos de la seda largos y también la aguja aplicada al extremo corres- pondiente. Procédese en seguida a poner el segundo y tercer puntos de acercamiento y fijación, equidistantes, atravesando de la mis- ma manera las paredes arteriales. El segundo punto es más fá- cil de colocar y de afirmar, y más lo es el tercero, pues sepa- rando con ligera fuerza los cabos de los puntos primero y eundo, al ensancharse trasversalmente la pared arterial, se ofre- ce a la vista y a la acción de la aguja la superficie de sección en la misma forma en que se presenta cualquiera incisión larga longitudinal. Es indispensable que los cabos de las sedas de los puntos aplicados se dejen largos con objeto de facilitar el siguiente tiem- po operatorio. APLICACIÓN DE LA SUTURA EN ““SURGET?”” Son muchas las ventajas que proporciona la aplicación de los tres puntos anteriores: ellos no sólo fijan firmemente en posición los extremos vasculares unidos, sino que, ahora tirando sobre los cabos de dos en dos, en sentido contrario,—según se hace la sutura,—se ofrecerán al cirujano para hacer el surget continuo, los bordes de las secciones casi juntos, en forma ree- tilínea, y perfectamente asequibles a la conveniente manipu- lación de la aguja. Para hacer el surget, pues, se toma la aguja que se dejó con la seda del primer hilo fijador, y tirando del otro extremo libre de este primer punto en contraposición con los cabos. del se- eundo punto, se pasa el surget corrido del primero al segundo; luego, con el mismo hilo y aguja se continúa el surget en la incisión que se presenta entre el segundo y tercer punto fijador 182 Memorias de la Sociedad Poey. AA estirados; y por último se hace lo mismo entre el tercer punto fijador y el cabo del primer punto, donde, como está terminada la vuelta del surget, habiendo vuelto la aguja al punto de partida, se amarra ya definitivamente. Entre cada punto de fijación es suficiente colocar tres puntos del surget; no más. Son suficientes para que haya absoluta he- mostasis. Si se colocaran más numerosos, sólo habría una adap- tación ficticia sin que hubiera cicatrización posterior por ser escaso el tejido de ambos extremos vasculares que se hubiesen afrontado. Antes de cortar los hilos de los cabos, es conveniente asegu- rarse de que la sutura ha quedado bien hecha; que no ha que- dado ningún espacio abierto. Para ello, se restablece la cireu- lación, quitando, sin brusquedad, y uno después de otro, los clamps. Si hay salida de sangre, en pequeña cantidad, como por trasudación no hay temor, esa pequeña hemorragia se cohibe aplicando suavemente durante corto tiempo una compresa de asa. Pero si persiste la trasudación o si hay efectiva salida de sangre copiosamente se ha de buscar de dónde emana la hemo- rragia, y, previa hemostasis de ambos extremos arteriales, o sin ella, —según los casos, —se aplican los puntos suplementarios que se juzguen necesarios: Nunca ha de dejar de cohibirse, en absoluto, toda hemo- rragia. : Las agujas que se usan para hacer las suturas vasculares son sumamente finas. Las que usa y recomienda Carrel son-las de Kirby número 16, rectas, para pequeños vasos, hasta el calibre de ““una arteria femoral humana””, aunque en ésta y en más eruesos vasos puede también usarse la aguja de Kirby núm. 12. La seda, finísima, también de Kirby, ya se vende, lo mismo que las agujas para uso arterial, en las principales fábricas de instrumentos de cirugía. No es conveniente usar agujas más gruesas. Yo intenté en una ocasión, hacer una sutura de aorta de gato, con agujas finas para suturas intestinales, y tengo la seguridad de que el trom- bus local que se formó y provocó la muerte del animal al cuarto día de operado, fué producido por la herida grande que la an- chura excesiva del extremo de aplicación del hilo de la aguja hubo de producir en las paredes vasculares. Hay que operar M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 183 siempre con agujas finas, redondas y de igual diámetro en toda su extensión; en último caso pueden servir las simples agujas finas de sastre a calibre igual. Aunque Carrel dice que pudieran emplearse agujas ligera- mente curvas, él nunca usa sino las rectas. No basta para obtener éxito duradero con aplicar la téc- nica descrita. Por bien hecha que esté una sutura vascular, no habrá cicatrización, si no se toman las siguientes precauciones de un orden biológico: 1?—Es indispensable resecar en aleuna extensión, o echar bien atrás, la capa externa de los vasos cuando se hacen las suturas. Hemos dicho ya que la interposición de esta capa entre los bordes de la sutura vascular, si no impide siempre la cicatrización, proporciona con seguridad el punto de partida de un trombus. 22—Hay que evitar de todas maneras cuantas causas puedan dar origen a la formación de un trombus, trombus que mata, — rápida o tardíamente según la importancia del obstáculo cireu- latorio creado,—aunque la sutura vascular, —objeto principal de la operación y parte más difícil de la intervención, pues es la de técnica delicada, —hubiese resultado perfecta y completa la con- solidación de la cicatriz vascular. Podrá impedirse semejante complicación, si ponemos en prác- tica las siguientes precauciones: a).—Impedir que en el campo operatorio, en el momento en que se va a proceder a la sutura, haya la menor cantidad “de sanere coagulada, de fibrinógeno o de tejidos extraños””, subs- tancias que determinan la producción de un trombus. Para ello, una vez bien limitado el campo operatorio por medio de compresas, ya preparados los extremos arteriales, an- tes de aplicar los puntos, se lavan bien, por fuera, y por dentro (con una jeringuilla) hasta donde la compresión hemostática lo permite, ambos extremos vasculares; igualmente se lavan to- dos los espacios ecruentos que queden expuestos a la vista, con solución de Ringer. Se secan todos los espacios lavados, y se embadurnan bien todas las superficies expuestas con vaselina ligeramente caliente para que esté líquida. Debe recordarse respués, cuando se vayan a dar los últimos puntos de la sutura vascular, el hacer la expresión de los ex- 184 Memorias de la Sociedad Poey. tremos arteriales, con objeto de. que salga del vaso algún exceso de vaselina que hubiese, antes de su total oclusión. b).—Consecuente con la anterior recomendación de impe- dir cuerpos extraños en la luz del vaso, las suturas deben ha- cerse con sedas convenientemente vaselinadas- La técnica para preparar las sedas vaselinadas es sencilla (Carrel). Se enhebran un gran número de agujas de Kirby con hilos de seda de conveniente largo; cada aguja con su seda co- rrespondiente se enrolla en un fragmento de cartulina; las car- tulinas así preparadas se sumergen en vaselina (el petrolatum amarillo es bueno), dentro de un frasco que se cierra hermé- ticamente; se esterilizan en el autoclave a 15 o 18 libras de presión. Una vez estériles, se sacan las cartulinas mientras la vaselina está aún caliente y líquida, y se colocan entre los plie- gues de una toalla negra estéril. Un proceder cómodo es colocar estas toallitas (que deben de ser de seda japonesa), para su más fácil manipulación, en platos de Petri grandes, esterilizándolos entonces envueltos en papel. De estas toallitas muy útiles para limitar el campo operatorio, poniendo un fondo negro, sobre el cual resalta muy bien lo blanco de los vasos y de los hilos de seda empleados en la sutura, se pueden tener muchas, cada una esterilizada en su plato de Petri, de absoluta garantía aséptica. En una de esas toallitas estériles es donde deberán de co- locarse las cartulinas con las agujas enhebradas que se sacaron de la vaselina aún caliente. Ahí la seda de la toalla absorbe el exceso de vaselina, y ésta al enfriarse, no sólo deja impregnado al hilo de seda, sino que le forma una verdadera envoltura, ne- cesaria para que la sutura arterial se haga sin riesgo de forma- ción de trombus. c).—Es igualmente necesario que el endotelio de los vasos se conserve sin desecación y sin traumatismos que lo desinte- eren, causas éstas que darían también lugar a la formación de un trombus. La desecación queda impedida con la técnica descrita en a) lavado con Ringer y aplicación de la vaselina ligeramente ca- liente, líquida; pero en lo que respecta a impedir cuanto produz- peca un traumatismo endotelial, obliga a ser muy cuidadosos en la clase y uso del instrumental con que se obliteran los extremos erteriales en el momento de la operación. M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 185 En la hemostasis previa sólo se utilizan dos pequeños clamps de Crile o bien dos serras finas comunes, a muelles comproba- damente poco recios. Al aplicarlos debe uno estar seguro de que la presión ejercida por estos instrumentos, sobre las pare- des vasculares hacen la hemostasis, sin dañar en lo más míni- mo por fuerte compresión, la pared endotelial. Justamente por no lastimar el endotelio es que se aplican los puntos de sutura en los extremos arteriales con auxilio de los dedos, nunca con instrumentos; y si por una rarísima excep- cional circunstancia ha de utilizarse aleún forceps, además de elegirlo muy fino, sólo asirá la capa externa del vaso. Tales son los cuidados principales que hay que observar cuando se verifican las suturas vasculares. En estas interven- ciones hay mayor necesidad de una asepsia perfecta, ya que la menor infección habría de impedir la reunión vascular. Arterias y venas se suturan con igual proceder téenico, dife- renciándose solamente en que, en las suturas arteriales se busca el afrontamiento de todas las capas, menos la externa, tendien- do, más bien, a una ligera eversión, mientras que, en las sutu- ras venosas importa que halla eversión, es decir, que los frag- mentos se unan por su superficie endotelial. En ningún caso, arteria, ni vena, ha de haber inversión- Las suturas arterio-venosas se hacen con igual manipulación técnica, cuidando solamente de distribuir los puntos de sutura de manera inteligente, ya que la circunferencia venosa es casi siempre mayor que la de la arteria; en estas suturas ha de pro- curarse que el endotelio venoso quede aplicado a la superficie del corte arterial. Las suturas latero-laterales vasculares se hacen por proce- der análogo que no nos detendremos en describir. Los puntos de sutura, hemos dicho ya, en todos los vasos pequeños y medianos, y aun en muchos de los gruesos, se hacen, por simple surget. Sin embargo, en más gruesos vasos, como la aorta, principalmente en su porción torácica, la extrema friabilidad de sus paredes hace imposible el surget, habiendo de recurrir entonces, como variación de téenica, a los puntos de sutura en U de Jaboulay, que permiten la atracción y adapta- ción de los extremos, sin que se corte la pared vascular. 186 Memorias de la Sociedad Poey. En resumen, las suturas vasculares son siempre efectivas si se guardan los requisitos técnicos que nos hemos esforzado en describir, y la consolidación de la cicatriz es tan perfecta que se pierde la señal del sitio de la reposición. Ya la cirugía humana se ha aprovechado de este importante proceder, pero no en el grado en que debe hacerse. Brau (citado por Carrel), “practicó la sutura circular de la aorta después de una sección de la misma””. Hace pocos días encontramos en la prensa profesional un caso de transfusión de sangre de marido a mujer, practicada por Bryan ““por sutura arterio-venosa con amplio adosamiento de los endotelios””. Muchas han de ser las circunstancias en que los cirujanos se verán obligados a intervenir haciendo suturas de vasos sec- cionados. Conozco casos en los que simples heridas en el trián- gulo de Escarpa o en la región braquial, seccionaron arterias, cuyas hemorragias fueron cohibidas por medio de tortores; casos que sufrieron cruentísimas intervenciones donde habían ciruja- nos capaces de hacer desarticulaciones escápulo-humerales, 0 coxo-femorales; o abandonados a una segura muerte, donde no había quien se atreviese a verificar esas enormes, en tales casos, necesarias mutilaciones. Pero, ¿no os parece que hoy es posl- ble intentar antes, la sutura del vaso? Cierto es que hay dificultad a veces, en atraer los dos extre- mos del vaso seccionado—sobre todo si se trata de arteria—, que se han retraído fuertemente. Pero, aunque siempre es posible lograr el contacto por medio de los tres puntos de fijación, cuando hubiera alguna cireunstancia que no permitiese el acer- camiento de ambos extremos, o cuando hubiera alguna destrue- ción de parte del segmento vascular, o cuando opine el cirujano que por la presión del tortor, o por otro motivo se hubiese daña- do el endotelio y temiera por consiguiente la formación de un trombus que inutilizase el éxito operatorio, aun en todas esas circunstancias, hay un recurso: la posible sustitución del frag- mento vascular enfermo o vulnerado por un fragmento vascu- lar sano. Y esto es perfectamente ejecutable con los métodos de su- tura y con los cuidados operatorios descritos. Todo está en te- ner a mano fragmentos de reposición, conservados sencillamen- te en la nevera. M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 187 La cirugía de nuevo en estos casos, dirige los ojos a la Biología en busca de auxilios y ahora también, Carrel, reco- ciendo antiguas experiencias de hace dos siglos de Loewenhoeck en el Milnesium Tardigralum—animal relativamente organiza- do—, que volvía a la vida después de haber estado largo tiempo desecado al hidratarlo nuevamente; y otras de Doyere (en 1840) con el mismo Milnestum, que recuperaba la vida con sólo humectarlo, después de haber sido secado por calor a una tem- peratura de 100%C., Carrel, repetimos, deja de ser el experl- mentador quirúrgico para ser el biólogo ocupándose nuevamente del estudio de la vida de los tejidos fuera del organismo. Pero estos estudios fueron hechos desde un punto de vista distinto al que hemos descrito en el anterior trabajo. En aquél mostramos con él, cómo las células pueden conservarse fuera del organismo humano con una vida activa, proliferando en el medio en que se siembra. Ahora comprobamos cómo los tejidos, y por lo tanto las células, pueden—por técnicas que hemos de deseribir—ponerse en condiciones de vida latente, de tal suerte, que se conservan indefinidamente, sin proliferar, sirviendo de nuevo cuando son trasplantadas al organismo vivo. Dice Ca- rrel (*): “un tejido se encuentra en vida latente cuando su metabolismo se hace tan ligero que escasamente puede ser reco- nocido, y también, cuando su metabolismo está completamente suspendido””. No hemos de seguir en este trabajo—cuyas tendencias deseo sean de práctica vulgarización—las interesantes concepciones biológicas que determinan los caracteres de lo que es la vida actual y la potencial; ellas se desprenden, en gran parte, na- turalmente, comparando lo manifestado en mi anterior trabajo dedicado a la vida activa celular, con los hechos prácticos de conservación de tejidos, en vida latente, que he de exponer a continuación- Con vida latente, fuera del organismo, Carrel, y muchos más investigadores después de él, han conservado diversos teji- dos: piel, hueso, peritoneo, vasos sanguíneos, etc., de tal mane- ra, que sirvieron de nuevo al ser reaplicados al organismo. Mu- chos casos prácticos de tales utilizaciones, verificadas con éxito, pueden citarse. (1) The Preservation of Tíssues and its applications in surgery. Jour. of Am. Med. Assoc. August 17, 1912. Vol, LIX. 188 Memorias de la Sociedad Poey. He aquí aleunos ejemplos: ““Tuffier (Carrel, loc. cit.) preservó, en 1910 y 1911, en petrolatum y en un refrigerador, pedazos de tejido adiposo, hueso, cartílago y peritoneo, extirpados a miembros amputados; también usó lipomas y fragmentos ováricos y de peritoneo, ex- tirpados durante ciertas operaciones”... ““ingertos de lipoma y de omento, fueron insertados por el Dr. Tuffier, entre la pleura y la pared torácica, en varios casos de pleuresía y de abscesos intra-pulmonares. En la reconstrucción de coyunturas, el Dr. Tuffier, varias veces usó piezas de omentum, peritoneo, y cartílago. En un caso de resección del codo cubrió la super- ficie de sección de los huesos, con cartílago preservado por 5 días en refrigerador. Después de 17 meses el paciente fué examinado y se encontró un excelente resultado. En otro caso de resección del codo, el Dr. Tuffier cubrió las extremidades de los huesos con un fragmento de omentum preservado por un mes en el refrigerador. Diez días después, la coyuntura del codo podía ser movida fácilmente. En 10 operaciones del mismo o similar carácter, no hubieron, ni eliminación del in- gerto, ni otros accidentes””. Otro caso interesante es el del Dr. Magitot, de París, prin- cipalmente para los oculistas. “En 1911, el Dr. Magitot, de París, extirpó el ojo a un enfermo que padecía de glaucoma. Colocó el ojo en un tubo que contenía suero humano y, en esa condición, lo dejó por 8 días en un refrigerador a la temperatura de 4%C., en cuyo período la córnea se mantuvo transparente. El Dr. Magitot resecó la parte anterior de la córnea de un hombre que había sido quemado por cal viva (álcali). Una ancha escara se había desarrollado en la córnea y el paciente estaba ciego. En la abertura que dejó el fragmento resecado fué insertado un col- gajo de córnea del ojo preservado en el refrigerador. El in- gerto prendió. Siete meses después de la operación la córnea trasplantada había permanecido transparente, y el paciente veía a través de ella.?”” El método de recolección de los fragmentos de piel y el em- pleado para su conservación, poco difiere del proceder de con- servación de vasos al que nos vamos a referir principalmente. La utilización de los distintos tejidos conservados fuera del or- ganismo, varía según su extructura, y para su reposición só- M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 189 lo requieren,—excepción hecha de los fragmentos vasculares que necesitan las técnicas especiales descritas al principio de este trabajo,—los conocimientos técnicos, quirúrgicos, habitua- les. En múltiples trabajos y conferencias se encuentran citas uumerosas de estas utilizaciones de tejidos. No seguiremos la interesante serie de experiencias en las que Carrel (2) guardó vasos preservados muertos por calor; por elicerina; hasta solución formalinada al 2%; ni tampoco aque- llas en que los preservó congelados, a temperaturas de — 3” C.; o por secamiento, usando el cloruro de calcio, métodos todos que han dado algunos pero muy inconstantes resultados. Nos cir- eunseribiremos a la técnica actual de grandes seguridades de conservación. Los vasos, —y en general, los tejidos, —hay que ponerlos en un medio preservador, manteniéndolos dentro del medio, des- pués, constantemente, en un refrigerador a baja temperatura. Han sido muchos los medios preservativos usados: solución salina, solución de Locke, solución de Ringer, aire húmedo, sue- ro o sanere desfibrinada, vaselina. Todos estos medios son convenientes, pero los de resultados más constantes y mejores, fueron la solución de Ringer y, prin- cipalmente, el petrolatum, (amarillo es mejor). Se ponen los fragmentos que han de conservarse, estériles, dentro del medio también estéril, dentro de tubos de cristal esté- riles, que se sellan a la lámpara: Inmediatamente se coleca el tubo en el refrigerador, a tem- peratura de 0 a + 1? C., pudiendo en aleunas ocasiones tole- rar que la temperatura, excepcionalmente, suba más. En un aparato mal confeccionado, de Carrel, ocurrió oscilación de la temperatura, entre — 2%, —3% a + 12, + 15? C., sin perjudi- car la vida latente de los tejidos. Naturalmente que los fragmentos vasculares, que deben de tener 3, 4 y hasta 5 e. m. de lareo, han de extirparse con todo cuidado aséptico, del individuo o del animal, inmediatamente después de la muerte, o bien durante un acto operatorio. Al aplicar el fraemento vascular entre los extremos arteria- les, o venosos a los que va a ser suturado, los vasos que han sido conservados en vaselina se encuentran perfectamente listos pa- (D) Carrel. Latent life of arteries. Jour of Exp. Med. Vol. XII. No. 4,1910. 190 Memorias de la Sociedad Poey. ra la sutura, (nueva ventaja de la preservación en vaselina); si se preservaron en otras substancias, hay que prepararlos, la- vándolos con Ringer primero, aplicándoles luego la vaselina. Los fragmentos vasculares guardados pueden conservarse en tal estado, que histológicamente se les encuentra poca varia- ción de extruetura. Sin embargo, lo general es, que sufran al- eunas modificaciones. Para dar una idea clara, de conjunto, de todo lo manifesta- do en aleunos de estos últimos párrafos voy a transeribir las si- guientes conclusiones de Carrel: “Cuando un segmento de arteria, se mata por calor, forma- lina o glicerina, sufre rápida degeneración; sus fibras muscu- lares desaparecen, mientras que el tejido conjuntivo del hués- ped reacciona formando una nueva pared de tejido conjuntivo.”” ““S1 el vaso trasplantado se preservó en condiciones de vida latente no hay degeneración, o sólo la hay, parcial, en las paredes del vaso.”” ““La mejor manera de preservar los vasos consiste en eolo- carlos dentro de vaselina, en un refrigerador cuya temperatura esté muy ligeramente, por encima del punto de congelación.”” ““La proporción de resultados positivos (desde un punto de vista quirúrgico), fué de 75 a 80 por 100, cuando las arterias se conservaron en sangre desfibrinada, o en vaselina.?? Esta pro- porción ha sido aumentada, posteriormente al año 1910, en que se publicaron las conclusiones anteriores. ¿Qué vasos conviene más usar: arterias, o venas? A primera vista parece peregrina la pregunta, y sin em- bargo tiene verdadera importancia, desde el momento en que los fragmentos arteriales, una vez replantados, sufren regre- siones, y las venas, por el contrario, —aunque también sufren, — se muestran superiores. Y es que a pesar de la conservación de los vasos en vida la- tente, esta vida latente, no implica, desgraciadamente, la total cesación del metabolismo celular, el cual a la larga ha de ve- rificarse. Este hecho ha determinado que el tiempo convenien- te para conservar en wda latente un fragmento de tejido o de vaso, es de dos semanas: Pasado este tiempo, los vasos conservados, —aún varios me- ses, —pueden todavía servir, con gran éxito, en la reposición de segmentos de vasos resecados, pero en estas circunstancias el M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 191 vaso conservado ha sufrido cambios profundos, y entonces, los tejidos del organismo refuerzan los tejidos del segmento vascu- lar que se implantó. Es muy interesante esta tendencia de los tejidos vasculares, a aceptar entre sus cortes, segmentos oreánicos y hasta inor- eánicos, organizando tejidos, de tal manera, que con ellos sus- tituye admirablemente la función del segmento extraído. Veamos el siguiente interesante experimento de Carrel (?). A un perro en la aorta abdominal, por debajo de las arterias re- nales, previa hemostasis, colocando dos pinzas de Crile como a 4 e. m. una de otra, reseca un fragmento de la pared anterior de la aorta. '“La abertura tiene unos 20 mm. de largo y 12 mm. de ancho””. “En esta abertura aplica, suturando, un pedazo de goma muy fina.”” Tres meses y días después, extirpa, para examinarlo, el frag- mento de la aorta en el cual se aplicó el parche de goma y he aquí lo observado: “El calibre del vaso, normal; ni estenosis, ni dilatación al nivel del parche. En el lado externo de la aor- ta no hay señales del parche y la adventicia es más espesa que lo normal. Con una incisión se abre la parte posterior del seg- mento. La íntima está suave y resbalosa... El fragmento de goma se presenta a la vista al cortar la pared anterior del seg- mento vascular. En su cara externa se desarrolló una nueva adventicia, mientras que por su cara interna se ve cubierta de una espesa capa de tejido íntimo.”” En resumen, se puede decir, que el fragmento de goma, sir- vió como de molde o armadura para que sobre él,—por dentro y por fuera,—se regenerasen los tejidos de las porciones conti- guas vasculares. , Y si este es uno de los mecanismos posibles, tratándose de substancias inorgánicas, cuánto éxito no darán propios elemen- tos orgánicos que han conservado, latentes, gran parte de su vitalidad: Los fragmentos vasculares conservados, sirven, aunque sean de animales de distinta especie, lo cual fácilmente se explica después de conocidas las explicaciones dadas en los dos párra- fos anteriores. j Carrel ha puesto con éxito, fragmento de arteria poplítea (1) Carrel. Patching of the abdominal aorta, with a piece of rubber. Jouwrn. of Exp. Med. Vol. X1V, No. 2, 1911. 192 Memorias de la Sociedad Poey. humana, (*) en lugar de segmento aórtico, (por debajo de las ar- terias renales), de una perra. Es interesante hacer notar que el miembro humano de donde se sacó el fragmento, amputado en abril 10 por el Dr. E. Eliot en el Hospital Presbiteriano, fué puesto en la nevera, inmediatamente, y enviado al Instituto Rockefeller al día siguiente, 11 (1907). “En este día se extirpó la porción inferior de la arteria femoral y superior de la po- plítea, poniéndola en solución isotónica y preservándola, en el refrigerador, a una temperatura ligeramente por encima del punto de congelación, durante 24 días, fecha en que se practicó la operación señalada. La operación tuvo éxito, el animal vivió 4 años, pariendo en diversas ocasiones con toda normalidad. Murió de parto. Por lo general es mejor usar segmentos de animales de la misma especie, y, ya lo hemos dicho, mejor, segmentos veno- sos en sustitución de segmentos arteriales. Hay en apoyo de esta última recomendación, razones biológicas que el estudio histológico de los segmentos incluídos, en tantas experiencias, ha revelado. Cuando se examinó el fragmento arterial trasplantado, en el caso que citamos antes, (poplítea humana, entre aorta de perro), el examen microscópico reveló que la pared de la arteria poplí- “tea trasplantada, “estaba exclusivamente compuesta de tejido conectivo, que, en pocos lugares, mostró degeneración hialina. No se veían, ni fibras elásticas, ni células musculares. ”” Por el contrario, en otro caso, se insertó un fragmento de vena yugular externa de perro, (24 horas en refrigerador), en lugar de un fragmento de arteria aórtica, torácica de un pe- rro. “Después de 2 años y 2 meses el animal murió de una en- fermedad epidémica. El examen histológico mostró que estaba compuesto el fragmento trasplantado “de una adventicia nor- mal, de una media, en la que no se veían ni fibras elásticas ni células musculares, y observándose células endoteliales en su cara interna?”. Por otra parte se ha comprobado en múltiples experiencias que, las paredes venosas cuando son trasplantadas entre las arte- rias, reaccionan contra la presión sanguínea, engrosando sus (1) Carrel. Ultimate results of aortic transplantation. Jowr. of Exp. Med. Vol. XV. No. 4, 1912, M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 193 paredes, y que pueden funcionar perfectamente como si fueran porciones de arteria normal. En resumen, de cuanto acabamos de exponer, podemos decir que contamos con : 1*—Proceder de suturas vasculares. 2: Técnicas de conservación de fragmentos vasculares, fue- ra del organismo humano. 3—Pruebas de absoluto y duradero éxito de utilización de esos fragmentos, prefiriendo las venas, aún para sustituir frag- mentos arteriales: A una de las intervenciones a la que visa siempre Carrel, econ sus métodos, es a la de los aneurismas. Pueden fácilmente emprenderse estas operaciones cuando se trata de aneurismas chicos, situados en regiones donde la temporal hemostasis, que da tiempo a la sección del segmento dilatado y a la sustitución por otro sano, no trae consecuencias graves y hasta mortales. La circulación en los miembros puede suspenderse por largo tiempo. ¿Pero cómo intervenir en los gruesos vasos, aorta por ejemplo? Está comprobado que: Cuando la aorta descendente (*) se comprime por más de 10 o 15 minutos, las extremidades poste- riores se paralizan. La forcipresura de la aorta ascendente no puede continuar: se sin peligro por más de 30 segundos. Para evitar estos peligros de la cireulación de la corriente cireulatoria, Carrel ha buscado el modo de desviar la circulación en los casos de intervención en esas regiones, aplicando dos métodos: uno, “intubación temporal de la aorta””; otro, estable- cimiento artificial de una circulación colateral. Muy lejos nos llevaría la descripción detallada de ambos métodos; es suficiente saber que el primero, sumamente senci- llo, menos peligroso, consiste en colocar tubos bien parafinados, con objeto de impedir la producción de trombus, temporalmen- te, en el acto operatorio, en los lugares convenientes. Se ha com- probado por múltiples experiencias, que estos tubos si se dejan, aun hasta dos meses, no proporcionan daño, mientras los bor- (1) Carrel. Exp, intrathoracic Surgery by the Meltzer and Auer Method cf intratracheal insuffiation. Med. Record, 1910. 194 Memorias de la Sociedad. Poey. des extremos de los tubos no produzcan herida endotelial, y con ello, el punto de partida de la formación de un trombus. El segundo método, es también sencillo, anastomosando a los extremos sanos, opuestos a la dilatación aneurismática, con un fragmento de vaso. En este campo es asombroso lo hecho por Carrel; no se hace uno idea de la osadía y de los éxitos. Carrel invierte la circulación comunicando “por medio de un tubo de goma parafinado, o de una gruesa vena yugular, pre- servada en el refrigerador””, el ápice del ventrículo izquierdo con la porción superior de la aorta descendente. De esta ma- nera opera con toda libertad, .en la aorta ascendente, pues la circulación sube por la porción descendente. Es cierto que la mortalidad en esta experiencia ha sido mucha; pero, los hechos quirúrgicos experimentales han mostrado con los éxitos, uno o dos que hayan sido, lo posible de estas grandes intervenciones que deben de ser conocidas, pues encierran grandes enseñanzas. Yo no puedo menos de recordar que el cirujano, antes de operar, cree estar seguro de lo que va a hacer; pero que en la mitad de las ocasiones, los recursos de su capacidad y de sus conocimientos se ponen en ¿juego para recurrir, rápidamente, al remedio de imprevistos contratiempos. Y entonces, con cuan- tos más recursos cuente, con cuanta mayor garantía de éxito operará. £ HECHOS EXPERIMENTALES DE REPLANTACIÓN Y TRASPLANTACIÓN DE ÓRGANOS Resuelta por Carrel, y con éxito seguro, de una manera de- finitiva, la sutura de los vasos, siempre que se sigan rigurosa- mente las técnicas descritas, abordó la importante cuestión de las replantaciones y trasplantaciones de órganos, obteniendo de * sus experiencias importantes conclusiones que conviene conocer, aunque a primera vista parezca que no han de aprovecharse, hoy mismo, en beneficio del hombre. El principal escollo de estas particulares intervenciones, con- siste, en lo difícil que es el mantener un stock de órganos huma- nos preservados en vida latente, con objeto de que sean utiliza- dos cuando sean necesarios; y también, hay otro escollo en el hecho de que el metabolismo destructivo, ya tan difícil de dete- M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 195 ner en fragmentos de tejidos, —como hemos dicho antes al tratar de la preservación de los vasos, —se hace imposible de interrum- pir, por tiempo suficiente, para que no sufran los órganos, siempre de estructura compleja y de funciones, generalmente elandulares, importantes. Por otra parte hay en esto de poner órganos de unos indi- viduos a otros, algo grave que se opone al éxito, y es, el parti- cular que tan detenidamente estudiamos en nuestra primer con- ferencia, y que llamamos individualidad biológica. Y si este obstáculo se presenta en órganos de animales pertenecientes a la misma especie, ¿qué no pensar con respecto a la utilización de órganos de animales de especies distintas ? En efecto, las experiencias siguientes aclaran lo que acaba- mos de decir. Cuando a un gato le extirpa Carrel un riñón y después de hacerle la “perfusión””,—es decir, un lavado por el sistema vascular del órgano extraído, con solución de Locke o Ringer, para no dejar la menor cantidad de fermento fibrinógeno que origine trombus,—lo pone en solución de Ringer y luego lo vuel- ve a su sitio, suturando de nuevo arteria, vena y ureter, ese riñón se suelda bien, y funciona bien, por tiempo ilimitado, toda la vida del animal; y se comprueba el restablecimiento total de la función, porque se practica, sin accidnetes posteriores, la nefrectomía del riñón no tocado, a los pocos días de hecha la re- plantación. Esta auto-replantación es, en lo que respecta a la función y a la vida del animal, de 100 por 100 de éxitos. Pero si se hace la iso-replantación, es decir, si se extirpa a un gato un riñón, y se pone en su lusar el riñón de otro gato, y luego, cuando seguros del éxito quirúrgico de las suturas vas- culares y ureterales aplicadas, se hace la extirpación del riñón no tocado, el gato continúa saludable durante aleún tiempo, pero a la larga aparece albuminuria, síntoma de la degeneración re- nal, que, al fin, dará al traste con la vida del animal. ¿Cómo explicar este resultado, que sucede en un gran tan- to por ciento de los casos? Aún no se ha hallado la explicación precisa, pero es posible pensar que teniendo el suero propio del animal a quien se aplicó la víscera, sus peculiares característi- cas, y las células del riñón trasplantado, nacidas y criadas en medio de otra ecuación suérica, otras, al recibir éstas la influen- cla del nuevo plasma, sufren como si recibieran la acción de un 196 Memorias de la Sociedad Poey. suero cargado de toxinas, que producen, tras la lesión, la muerte. He ahí, pues, uno de los importantes lados del problema, el hallar órganos de replantación, de constitución biológica, tan análoga a la del extirpado, que resulte lo mismo que si fuera una auto-replantación. Y esto puede suceder, desde el momen- to en que las isoreplantaciones—aunque raras—pueden hacerse con éxito, éxitos que obligan a no desmayar en la vía experimen- tal con el fin de resolver esta cuestión en lo que a las dificulta- des biológicas compete, ya que resuelta está, y de manera abso- luta y brillante, en lo que a la parte quirúrgica corresponde, gracias a las impecables técnicas descritas. ¡Cuan importante sería la intervención renal, y aun la es- plénica, humana; qué beneficios no se obtendrían en esas nefritis intersticiales, esclerosantes, que matan por el doble mecanismo de la función glandular abolida y de los trastornos que a la circulación general y al corazón provocan! En la literatura profesional encontramos que E. Villard y Perrin estudiando las cuestiones de las posibles trasplantacio- nes renales, creen “legítimo intentar con un fin terapéutico la trasplantación heteroplástica (riñones de mono) como ya lo ha hecho dos veces Unger.”” Y, señores, cuando se verifican esas extirpaciones y replan- taciones de órganos, con éxito quirúrgico constante, seguidas del restablecimiento de la función, más o menos durable, según sea, —ya lo dijimos,—auto o iso-replantación, ¿qué es del sistema nervioso?; ¿no se preocupa nada de él la técnica quirúrgica al reponer la víscera en el lugar en que fué extraída? Cierta- mente que no, sólo se suturan los vasos y los conductos ex- cretores. En la experiencia de evisceración animal, que he visto ve- rificar a Carrel he comprendido, y de qué manera convincente, cuanto hay que estudiar en lo que respecta al radio de influen- cia de cada inervación. Cuando Carrel secciona a un gato la traquea y el esófago, y luego, abriendo la cavidad abdominal, separa el intestino del- gado del grueso, y recoge todas las vísceras abdominales: intes- tino delgado, estómago, riñones, hígado y bazo, adheridas a la aorta y a la cava por sus vasos correspondientes, aorta y cava, que ligadas al nivel de su bifurcación, se disecan de abajo arri- ba ligando las colaterales posteriores; cuando al llegar al dia- M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 197 frasma se abre el tórax por su pared interior, momento en que se practica la respiración artificial por la traquea seccionada, y se ligan los gruesos vasos del cuello y de los miembros superio- res, —ofreciéndose entonces el curioso espectáculo de ver mortr, en medio de algunas convulsiones, al caparachón animal, y luego se termina la disección de la aorta y cava superior, de arriba abajo, ligando todas las colaterales posteriores: si todo ese ra- cimo de vísceras mantenidas al aparato circulatorio por sus vasos, se coloca en solución de Ringer, a la temperatura conve- niente, y se mantiene la respiración artificial por el proceder que luego describiremos, se verá que las vísceras todas continúan su función, tan perfectamente, en apariencia, por lo menos duran- te 12 o 13 horas, como si estuviera el animal completo, es decir, ligado al caparachón óseo muscular, cutáneo, poseedor del siste- ma nervioso central. Y es interesante ver cómo se mantiene la tensión sanguínea si en la operación no hubo hemorragia; como aumentan hasta 120 y 130 los latidos por minuto si se hace una tranfusión de sangre; y cómo de manera gráfica se aprecia la tensión san- guínea y el impulso violento del corazón que late normalmen- te en el medio líquido, en la bandeja si, habiendo hipertensión, —porque se hizo excesiva tranfusión,—punzamos, con una je- ringuilla de Luer armada de su aguja, un extremo arterial, en cuyo caso se ve subir el émbolo solo, impulsado por la presión sanguínea a cada golpe del corazón. Por otra parte, continúan, las funciones renal e intestinal, prosiguiéndose la digestión del contenido estomacal que hubiese en el acto de hacerse la evisceración. La única víscera que se sustrae a esa dependencia de la iner- vación involuntaria es el pulmón, cuyo funcionamiento se ve- rifica por la indirecta acción que sobre él ejercen los movimien- tos voluntarios de las paredes toráxicas y del diafragma en los actos respiratorios. Por este motivo, hasta ahora, el tórax ha sido la cavidad más respetada por los cirujanos. Se han operado vientres, fácilmente, una vez dominable la infección peritoneal, por el hecho de que la abertura de la cavi- dad, en nada influye sobre las funciones de las vísceras en él encerradas. Pero, fuera de pequeñas intervenciones parciales toráxicas, 198 Memorias de la Sociedad Poey. nadie se ha atrevido a hacer amplias incisiones con doble neu- motorax, pues interrumpidos los movimientos de las paredes toráxicas, ¿cómo hacer la respiración ? Ante este obstáculo, la cirugía toráxica se detuvo y poco avanzó, ya que no sirvieron para practicas utilizaciones, el costosísimo empleo de las cámaras especiales ni la aplicación de aire comprimido. Por fortuna este es otro particular resuelto, tan resuelto co- mo el señalado de las intervenciones vasculares. A Meltzer y Auer, del Instituto Rockefeller, debemos el muy importante descubrimiento de la respiración artificial por me- dio de la insuflación rítmica pulmonar, por cuanto permite sus- traer, por completo, la función respiratoria, de la necesidad de los movimientos costales y diafragmáticos. La técnica es de gran simplicidad. Todo consiste en mantener la química respiratoria, pasando una corriente de aire, a presión conveniente, al través de la trá- quea. Basta poner un tubo de goma, que llegue a la bifurcación de la tráquea y enviar una corriente de aire a través de él, por medio de un simple fuelle,—el habitual, de pie, de los laborato- rios, es suficiente. Sólo son indispensables tres requisitos: 1?—Colocar un manó- metro entre el fuelle y el tubo traqueal, con objeto de que la presión no pase de la conveniente, de manera que no se produzca anormal dilatación de los alveolos pulmonares; 2%—Los golpes de fuelle deben de ser, al minuto tantos como inspiraciones al minuto verifica, normalmente, el animal en quien se opera; y 3—Muy importante es que el calibre del tubo traqueal no ocu- pe sino los. dos tercios, cuando más, del calibre de la tráquea. Con este simple mecanismo el aire penetra por el tubo hasta la bifurcación traqueal, con una presión normal que lo impulsa hasta los alveolos extremos; y, la corriente de expiración sale entre el tubo y la tráquea. No hace ninguna falta que las paredes costales se muevan. “Un animal curarizado continúa viviendo, con ritmo cardíaco normal y con igual presión sanguínea, con ambas pleuras abier- tas, siempre que se inyecte el aire de esa manera.”” En este proceder es perjudicial que el tubo que se aplica pueda obstruir la luz del conducto traqueal, pues en este caso M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, ete. 199 la asfixia sobreviene por la dificultad de retorno del aire ex- pirado. Uno de los hechos más importantes del proceder de Meltzer y Auer, comprobado por todos los medios imaginables de expe- rimentación, es el que a pesar de estar la glotis constantemente abierta por la presencia del tubo en la tráquea, no penetran las secreciones que puedan acumularse en la garganta, mi los vó- mitos, si se producen en los actos operatorios, ni hay infección pulmonar por irritación provocada por los cuerpos extraños mi- núsculos que parece debieran penetrar, y no penetran, sin em- bargo, al través de la glotis, con tal de que se mantenga cons- tantemente la insuflación rítmica. Pero si se deja de hacer la insuflación, si la corriente de aire se paraliza, entonces la cánula que se deja en la tráquea no impide la penetración de exudado, vómitos, cuerpos extraños, ete., sobreviniendo rápi- damente trastornos mecánicos, inflamatorios o infecciosos, mor- tales. Para la anestesia en esas Operaciones toráxicas, se interpone un frasco con éter, de tal manera que sean o no llevados los va- pores a voluntad por el tubo respiratorio al pulmón. Armado Carrel con tan ventajosa técnica, la utilizó para lle- var a cabo las más variadas intervenciones en la cavidad torá- xica de algunos animales (+) : “resección de lóbulos pulmonares; extirpación de un segmento de la parte media del esófago se- euida por sutura circular; disección del mediastino abriendo las dos pleuras y el pericardio””, y, también, intervenciones atrevi- das, a las que antes nos hemos referido, sobre la aorta, con miras al tratamiento quirúrgico de los aneurismas de ese vaso. Por último, no puedo pasar por alto, sin referirla, la opera- ción llevada a cabo por Carrel, sobre la arteria pulmonar, ope- ración al mismo tiempo cruenta y plástica. Durante mi permanencia en Rockefeller, el profesor Tuffier, eminente cirujano de París, a quien me he referido varias ve- ces antes, vino al Laboratorio Rockefeller, a presenciar esas posibles intervenciones sobre los gruesos vasos del corazón, en perros. De seis Operaciones verificadas en aquellos días, tuve ocasión de ver dos. De los seis casos operados sólo murieron: uno de enfisema (1) Experimental intrathoracic Surgery by the Meltzer and Auer Method of intratracheal - insuffation. Medical Record, March 19, 1910. 200 Memorias de la Sociedad Poey. (acidente debido a un descuído de técnica de la respiración artificial, durante la operación) y otro debido a una pericarditis (sepcia severamente criticada por el mismo Carrel)- Los otros cuatro sobrevivieron perfectamente sanos, con su sistema cir- culatorio perfectamente normal. Cuando se ha de abrir ampliamente el tórax, por una in- cisión circular, con corte del esternón, y se obligan ambas su- perficies de sección a ser dislocadas por medio de un potente separador de Gosset, hay que conjurar dos peligros: uno el que la respiración se detiene en cuanto se abren ambas pleuras; otro que las pleuras son especialmente susceptibles, no sólo a las in- fecciones sino a las menores irritaciones de orden mecánico, pudiéndose producir pleuresías gravísimas. El primer peligro se conjura aplicando el sistema ya des- erito de insuflación intra-traqueal de Meltzer y Auer; y el se- eundo o el pleural se obvia, usando finísimos pañuelos, a pare- des dobles, de seda japonesa, pañuelos que se aplican en las aberturas pleurales, y que protejen a los pulmones y porciones de la pleura correspondientes al sitio de la incisión, con especial eficacia, y tan fácilmente como lo hacen las compresas protecto- ras del intestino y del peritoneo en las intervenciones abdo- minales. El objetivo principal de esta operación sobre la arteria pul- monar, es ver, si es posible se operen las estenosis vasculares. He aquí cómo procede Carrel: Una vez hecha la incisión circular del tórax, retraídos am- pliamente los bordes de la incisión de manera que se vea per- fectamente la base del saco pericardio, se aplican los paños de seda en las aberturas pleurales, y se incinde en la longitud ne- cesaria, a veces casi total, la pared anterior del pericardio, que- dando perfectamente descubierto el corazón. En seguida se procede a operar sobre la arteria pulmonar. ¡Cómo se ha de hacer la incisión de la arteria? ¿En qué parte? ¿Cómo se ha de ocluir la incisión que se haga? Para esta técnica vuelve Carrel otra vez a utilizar los frag- mentos de vasos sanguíneos conservados en vida latente; pero no ya segmentos vasculares, sino fragmentos, verdaderos parches que se han de aplicar, sobre la arteria, en el sitio en que va a ser incindida. La arteria se habrá de incindir por un corte longitudinal, en M. Lebredo: Recientes adquisiciones biológicas, etc. 201 el sitio donde se supone la estrechez, más o menos alta, pero nun- ea interesando el propio orificio cardio-pulmonar. En el acto de la incisión hay que atender dos puntos: 19?—A] incindir, hacerlo en la porción del segmento arterial libre de ramas importantes, de las coronarias que a derecha e izquierda suben por delante en el sitio del nacimiento de la ar- teria pulmonar. Siempre habrá un espacio intermedio por don- de poder ejecutar la incisión, aunque se llegue bastante cerca del orificio cardiaco de la arteria pulmonar. No es posible olvidar que si se hieren importantes ramas de las coronarias, inmediatamente se presentan las contracturas fibrilares cardíacas, y con ellas, irremediablemente la muerte del animal. 22—Hay que impedir la hemorragia considerable que se pre- sentará al hacer la incisión de tan grueso vaso. ¿Cómo impedirla? Ya hemos dicho que la circulación de la aorta ascendente sólo puede interrumpirse durante segundos. Para evitar el hacer nineuna compresión arterial, recurre Carrel, ingeniosamente a la aplicación parcial de un parche de vena cava, O vena yugular, antes de hacer la incisión. Toma el parche algo más largo del tamaño que ha de incin- dir y en el sitio elegido como conveniente lo cose por medio de una sutura continua que abarca todo el espesor arterial por tres de sus bordes, es decir, los bordes laterales y el superior. Cosido el fragmento introduce una tijera fina entre el fragmento y la pared arterial y corta esta pared en la extensión deseada. Ape- nas verificado el corte aplicando un dedo por encima del parche, al adaptarlo a la herida hecha se previene, con seguridad toda hemorragia. Mantiene el dedo así mientras se aplican los pun- tos de sutura en el borde del parche que quedaba por suturar. Terminada la operación sutura el pericardio, cierra las pleu- ras, acerca las porciones seccionadas del esternón por medio de una o dos asas de seda fuerte que reunen dos costillas de cada lado; y termina por la sutura en dos planos, uno músculo-apo- neurótico y otro cutáneo. No se han señalado posteriormente a esas intervenciones com- plicaciones inmediatas: ni hemorragias, ni trastornos de la pre- sión sanguínea, ni trastornos pulmonares consecutivos a la respi- ración artificial ni de irritación pleural; y más extraordinario es que estas complicaciones no resulten, aunque se haya tenido 02 Memorias de la Sociedad Poey. [89] por mucho tiempo, media hora y más, el corazón palpitando an- te la vista y haya sido movido según las necesidades del acto operatorio, habiendo momentos en que la aurícula izquierda con su ritmo constante molesta interponiéndose a la vista por de- lante de la arteria pulmonar, aurícula que con el dedo hay que desviar a veces para aplicación de los puntos. Y hemos terminado, señores. En estos dos modestos trabajos hemos recorrido un amplio panorama. En el primero vimos cómo la vida se conserva acti- va aun fuera del organismo humano en los elementos más sim- ples de ese organismo. Vimos cómo es posible cultivar esos ele- mentos simples, ¿n vitro, y qué progreso representa esa técnica de cultivos para que puedan con ella resolverse en el porvenir tantos interesantes problemas de embriogenia, diferenciaciones celulares adultas, proliferaciones restitutivas y hasta los de metaplasia y quizás los de regresión celular. En el segundo, hoy, hemos visto cómo puede conservarse la vida latente de los te- jidos, para prácticas, muy prácticas aplicaciones, así como se hace posible la franca intervención toráxica. Quizás hoy mismo Carrel esté dando pruebas efectivas de sus técnicas aplicadas al hombre en gran escala, ante los terribles traumatismos provo- cados en la dolorosa contienda que azota al mundo. Hagamos votos porque pronto termine, y que las nuevas adquisiciones quirúrgicas descritas, ya por desgracia harto fre- cuentemente aplicables para restablecer graves daños provocados por la crimnalidad, queden en definitiva como recursos de que echar mano ante los accidentes fatales, que el azar pone en el camino de la humanidad. Por último, señores, deseo hacer constar que los precisos diapositivos que han servido para las proyecciones de estos tra- bajos, han sido hechos por el Dr. Rodolfo Guiral, a quien hago público testimonio de mi gratitud. G. de la Maza y J. T. Row: Flora Cubana. 203 ELEMENTOS PARA EL ESTUDIO DE LA FLORA CUBANA (*? POR LOS DRES. MANUEL GÓMEZ DE LA MAZA Y JUAN T. ROIG ..: 1l.—-HERBARIOS CUBANOS El principal herbario cubano es el de Sauvalle (*), que exis- te en la Academia de Ciencias de la Habana, y que está formado con las plantas recogidas, en sus excursiones por Cuba, por Charles Wright (%). La primera colección de este autor fué enviada a Grisebach, para su estudio, quedando en la Univer- sidad de Gotinga. Con las plantas de ese herbario, el profesor Grisebach (August Heinrich Rudolf [*]) publicó primero sus Plantae Wrightianae e Cuba orientala (Mem. Amer. Acad., new ser. VIII, part. L, pp. 153-192, 1860, part. II, pp. 503-536, 1862), y posteriormente su Catalogus plantarum Cubenstum (Lipsiae, 1866), que ha sido revisado por Sauvalle, Flora cubana (Ha- vanae 1873) y ha dado base a varios trabajos de Maza, como su Catálogo de las Periantiadas cubanas (*), Catálogo de las Pert- goniadas cubanas (*), Catálogo de las plantas cubanas (Progreso Médico, VIII, 1896), y Apuntes para una flora cubana (Revista de la Facultad de Letras y Ciencias de la Uniwersidad, VII. 1908; y Anales de la Academiía de Ciencias, XLIX: 1912). Otra colección de plantas: cubanas existe en el Instituto de Segunda Enseñanza de la Habana, y se ha publicado un Catá- logo de la Flora cubana (del Museo Botánico del Instituto), con la revisión científica del Dr. Felipe García Cañizares. Bajo la dirección del profesor C. F. Baker, que fué Jefe del (+) Tercera parte de la Flora Cubana (Datos para su estudio). Véase Memorias de la Sociedad Poey, Vol. 1, n.2 2, pág. 04. 1915. (1) Nacido en 1807, fallecido en 1879. E. Ramos, Francisco A. Sauvalle, elo- gio fúnebre de la Academia de Ciencias, 19 de Mayo de 1879, reproducido en La Enciclopedia, 111, 377. Habana 1887 (con el retrato de Sauvalle). (2) Underwood, A summary of Charles Wright's explorations in Cuba (Contr. from the Depart. of Botany of Columbia University, N.* 217.—Bull. Torrey Bot. Club, XXXII, 291, 1905). (3) Nacido en 1814, fallecido en 1879. (4) Anales de la Sociedad Española de Historia Natural XIX y XXIIT. Ma- drid, 1890-94. (5) Revista Cubana, XIX-XXI, Habana, 1894-95; Anales del Instituto de Se- gunda Enseñanza, 11, Habana, 1895-96. 204 Memorias de la Sociedad Poey. Departamento de Botánica de la Estación Agronómica de San- tiago de las Vegas, con entendidos colectores, se ha formado un. herbario valioso, hoy a cargo del Dr. J. T. Roig, y nosotros nos complacemos en publicar el retrato de aquel distinguido natu- ralista norteamericano. Entre los colectores que han auxiliado a Mr. Baker, se cuentan Mr. F. S. Earle, Hasselbring, M. Za- rragoitia y O'”Donovan, Percy Wilson, Abarca y H. A. Van Herman (*). En el Printer informe, pág. 136, de la Estación Agronómica, Mr. Baker ha publicado interesantes noticias sobre el herbario de esa Institución. Muchas otras colecciones cubanas se han hecho, debidas a las herborizaciones de Mr. Shafer, Maxon, W. Palmer, J. H. Riley, A. Taylor, R. Combs (?), S. M. Tracy, el Hermano León (del Colegio ““La Salle””, Vedado, Habana), etc. Algunos datos sobre estos particulares se encuentran en A. S. Hitchcock, Catalogue of the Grasses of Cuba (Contr. U. S. Nat. Herb. XII, 183. 1908-09), cuyo botánico igualmente ha recogido plantas cubanas. El Honorable N. L. Britton, Director del New York Botanical Garden, también ha herborizado en Cuba y a veces con Mrs. E. G. Britton y Mr. Shafer, y considera que ha hallado muchas especies nuevas (*). Hemos tenido ocasión de conocer al colector decano de los Estados Unidos, A. H. Curtis, cuyas últimas herborizaciones las realizó en el Jardín Botánico de la Universidad de la Habana. Se le deben muchas colecciones americanas y algunas especialmente cubanas (*). La Estación Agronómica y el Jardín citado tienen numerosas exsiccatas de Curtiss. El Dr. Eugenio Cuesta, Profesor de Historia Natural del Instituto de Pinar del Río, posee también un herbario que forma cuidadosamente. El Jardín Botánico de la Universidad posee un pequeño y útil herbario, debido a la bondad de los señores Baker y Curtiss. Existen algunas colecciones secundarias de semillas, made- (1) En Diciembre de 1903 era administrador de la finca “Mulgoba” de Mr. Conklin, Santiago de las Vegas, dedicada al cultivo de frutales tropicales y la im- portación y venta de plantas ornamentales. Es una “nursery” o vivero de plantas, por el estilo del Royal Palm Nursery de la Florida. Recientemente ha sido nombra- do Jefe del Departamento de Horticultura de la Estación Agronómica. (2) Plants collected in lhe District of Cienfuegos, Province of Santa Clara, COu- ba, in 1895-1896 (Trams. of the Acad. of Science of St. Louis, VII, N.o 17). (3) N. L. Britton, Botanical exploration in Cuba (Journ. New York Bot. Gard., XII, 89, 1911). (4) List of West Indian Plants: Isla de Pinos y Province of Havana. G. de la Maza y J. T. Roig: Flora Cubana. 205 ras, ete., como las de maderas de la Estación Agronómica y la de la Quinta de los Molinos, formadas, en parte, con donativos de ejemplares del Honorable Sr. Presidente de la República, Mario G. Menocal, y del Ingeniero Sr. T. Frasquieri. Entre los herbarios cubanos que hay en el extranjero (*), además del de Grisebach, en Gotinga, y Krug y Urban, en Berlín, hay que señalar una colección hecha en Isla de Pinos por José Blain (?), existente en el Field Columbian Museum, y sobre la cual ha escrito Ch. F. Millspaugh sus Plantae insulae Ananasensis (Field. Col. Mus., Botanical Series, 1. 425. Chica- go, 1895). El mismo Millspaugh (1. c. 11, 3) da cuenta de las plantas que recogió en Cuba, en su trabajo Plantae utowanae. El New York Botanical Garden y la Smithsonian Institution de Washington, poseen colecciones de plantas cubanas. 2.—OBRAS PARA EL ESTUDIO DE LA FLORA CUBANA La obra fundamental de la flora cubana es ya muy antigua y deficiente, y consiste en la parte botánica de la Historia física, política y natural de la Isla de Cuba, por Ramón de la Sagra (*), París, 1853; la Criptogamia (un volumen) fué escrita por C. Montagne, la Fanerogamia (dos volúmenes), por A. Richard, y existe un volumen de láminas (*). Después es necesario llegar a los catálogos ya citados de Grisebach y Sauvalle, que ofrecen descripciones de las especies nuevas, y a los de Maza. Pero la obra imprescindible para conocer la flora de la isla es la de Grisebach, Flora of the British West Indian Islands, London, 1864. Y, por último, se encuentran dos notabilísimas obras de un sabio botánico alemán, el profesor Ienatio Urban, de Berlín, que cuenta, en el Museo Botánico de dicha ciudad, con un va- lioso herbario de plantas antillanas, compuesto de muchos miles de ejemplares. Las obras de Urban son:Additamenta ad cogna- tionem Florac Indiae Occidentalis, Leipzig, 1892-97, y Symbolae Antillanae seu fundamenta Florae Indiae Occidentalis, 1-VII, Lipsiae. (Mm Hay algunas noticias sobre estos herbarios en Alph. De Candolle, La Phy- tographie, 391 (París 1890), artículos Grisebach, Ossa, Wright, etc. (2) Nacido en 1808, fallecido en 1877.—C. F. Baker, José Blain, (Est. Agron., Primer informe, 217, con el retrato de Blain). (3) Nacido en 1798, fallecido en 1871. (4) Maza, Nombre moderno etc. de las plantas representadas por A. Richard (Progreso Médico, VIII, 22 y 39, 1896). 206 Memorias de la Sociedad Poey. En sus esfuerzos por dar elementos para el estudio de la flora cubana, en su cátedra de Botánica, el profesor Maza ha publicado los siguientes modestos trabajos: Botánica sistemática, 1893, Diccionario botánico de los nombres vulgares cubanos y puerto-riqueños, 1889, Flora habanera (*), 1897, Leguminosas cubanas: Sinopsis de los géneros (Revista Facult. Letr. y Cienc., V, 300. 1907), Elementos para el estudio de la flora cubana (Tabla de las familias naturales de la Flora of the British West Indian Islands, de Grisebach (Rev. Facult. Letr. y Cienc., XI, 178, 1910), Compuestas cubanas (An. Acad. Cienc., XLVII, 156, 1910), Determinación de plantas cubanas (Anales Acad. Cienc., XLIX, 556, 895. 1912-13. Tirada aparte, con índices. 1913), Apuntes para una flora cubana (Rev. Bimestre Cubana, VILL, 287. Habana, 1913). 9.—ESTABLECIMIENTOS BOTANICOS Y AGRÍCOLAS CUBANOS Existe en la isla un Jardín Botánico, dependencia de la cá- tedra de Botánica y Fitografía y Herborización (?), de la Uni- versidad Nacional, un Jardín Botánico del Instituto de Segunda Enseñanza de la Habana, anexo a la cátedra de Historia Na- tural (*), y una Escuela de Agronomía, también de la Univer- sidad, establecida en la Quinta de los Molinos (*). Además del Instituto de la Habana, existe otro en cada una de las cinco provincias restantes, hay seis Granjas Agrícolas, provinciales, y una Estación Agronómica (”), en Santiago de las Vegas. Esta Estación, en la que se encuentra el herbario de Baker, lleva publicados dos magníficos ¿nformes anuales (1906-09) y una se- rie de útiles boletines y circulares (*). Bibliografía.—Bosque (A.), Enseñanza de la Botánica en Cuba, durante los tres últimos lustros (Memoria anuario de la Umversidad de la Habana, de 1891-92). (1) Donde se presenta una lista de otros trabajos del mismo autor. (2) Profesor, Dr. Manuel Gómez de la Maza. (3) Director y Profesor, Dr. Felipe García Cañizares. (4) Director y Profesor, Ingeniero Sr. José Cadenas. (5) Director, Prof. J. T. Crawley.—Jefe del Departamento de Botánica, Dr. Juan T. Roig.—Las Granjas y la Estación son instituciones dependientes de la Se- cretaría de Agricultura, desempeñada en la actualidad por el Hon. General Emilio Núñez, estando la Dirección General a cargo del Ingeniero agrónomo Sr. Roberto L. Luaces. (6) En 1914 tenía publicados 21 boletines y 45 circulares. Revista bibliográfica. 207 4.—BIBLIOTECAS BOTANICAS CUBANAS La mejor biblioteca de obras botánicas existe en la Estación Agronómica, siguiéndole la del Jardín Botánico de la Universi- dad y la de la Biblioteca Nacional de la Habana. El Instituto de la Habana y la Biblioteca de la Universidad cuentan con libros muy útiles para conocer la fitoerafía y la flora de Cuba, y el pro- Tesor Maza posee su biblioteca particular, que ofrece buenos libros. 5.—COLECCIONES CITADAS Hemos revisado maderas o plantas desecadas (exsiccatas) de una colección de maderas de la Quinta de los Molinos, del herbario de la Estación Agronómica de Santiago de las Vegas y del herbario del Hermano León, del Colegio *“La Salle””, Vedado; y los ejemplares los indicamos en este trabajo con las abrevia- turas siguientes: Mad. Q. de los M.—Maderas de la Quinta de los Molinos. Exs.—Exsiccatas del herbario de la Estación Agronómica. H. E. A.—Herbario de la Estación Agronómica. (El nombre de un colector se refiere al ejemplar del herba- rio de la Estación.) H. León.—Herbario del Hermano León. REVISTA BIBLIOGRAFICA 1. BUuLLETIN OF THE New York BOTANICAL GARDEN, vol. 8, núms. 27, 28, 29 y 30 (March 14, 1912; November 23, 1912; March 18, 1913; April 4, 1914). El número 27, contiene: Report of lhe Secretary and Director- in-Chief for the year 1911;—Report of the Assistant Director; —Report of the Head Gardener;—Report of the Head Curator of Museums and Herbarium;—Report of the Honorary Curator of tke Economic Collec- tions;—Report 0f the Director of the Laboratories; —Report of the Librarian;—Report of the Superintendent of Buildings and Grounds; —Schedule 0f Expenditures During the year 1911;—Report of the Chairman of the Scientific Directors; —Report of the Commitee on 208 Memorias de la Sociedad Poey. Patrons, Fellows and Members for the year 1911;—kReport ef the Treasurer for the year 1911;—Report of the Special Auditor. El número 28, contiene: New Species from Bolivia, collected. by R. $. Williams, 1, by H. H. Rusby;—The Polyporacez 0f Mexico, by W. A. Murrill;—4Additions to the Paleobotany of the Cretaceous Formation on Long Island, n2 TIT, by Arthur Hollick. Y los nú- meros 29 y 30 (1913 y 1914), contienen las mismas clases de informaciones que el número 27, las cuales revelan el extraordi- nario desarrollo que ha adquirido el Jardín Botánico del Bronx Park de New York en estos últimos años. 2. ANTHROPOLOGICAL PAPERS OF THE AMERICAN MUSEUM OF NA- TURAL HisTorRY, vol. XIX, Part 1, New York, 1914. Comprende exclusivamente el estudio del profesor Vilhjálmur Stefánsson titulado The Stefánsson- Anderson arctic expeditian of the American Museum: Preliminary etnological report. Después de la Introduction en que exponen numerosos datos relativos a la zona de Norte América objeto de la expedición y que de 1908 a 1912 recorrieron Stefánsson y Anderson, unas veces juntos y otras separados, la obra (consta de unas 400 páginas) comprende estos capítulos principales: The Coronation Gulf Eskimo (Range and Distribution, — Climatic Conditions, — Drift-wood,—Trees and Vegetation,— Fuel, — Food, —Cooking and Handling Food,— Dwellings and Furniture,—Household Utensils,—Meth«ds of Travel, —Hunting Implements and Weapons, —Implements and Fools, —Clothing,—Ornaments and Charms,—Hairdressing,— Religion, —General Conditions of Life);—The Machenzie Eskimo (Food, —Clothing,—Work in Skins);—Miscellaneous Notes (The Mackenzie Delta, 1906-7,—The Colville River, 1908-9,—Cape Parry, 1909-10,—Coronation Gulf and Victoria Island, 1910-11, —The Horton River, 1911-12,—To Point Barrow-1912). Eltexto tiene noventa y cinco figuras, y dos mapas: el primero muestra la distribución de los esquimales entre Point Barrow y Cape Bathurst, y el segundo la de la Coronation Gulf Eskimo. El tra- bajo de Stefánsson reviste verdadero interés para los que gusten estudiar la etnografía de la América del Norte. Dr. A. MEsTRE. REGLAMENTO DE LA SOCIEDAD Arr. 1>—So constituye en la Habana una agrupación científica dedi- cada al estudio de las Ciencias Naturales (Mineralogía, Geología, Biología, Botánica, Zoología y Paleontología, Antropología y Agronomía) y a sus aplicaciones. ArT. 2.—Dicha agrupación se denominará Sociedad Cubana de His- toria Natural ““Felipe Poey?”, como tributo a la memoria del sabio fun- dador de las Ciencias Naturales en Cuba. ART. 3.—El fin principal de la Sociedad será el cultivo de la ciencia local, tendiendo a estrechar los lazos de compañerismo entre los que persi- guen en Cuba esos estudios, para que la labor científica personal resulte más eficaz. ArT. 4."—El número de socios será ilimitado, pudiendo pertenecer a la Sociedad así los cubanos como los extranjeros; necesitándose para ser ad- mitido la propuesta de un miembro, y la admisión en la siguiente sesión por las dos terceras partes de los votos de los concurrentes y previo infor- me de una ponencia nombrada al efecto. ART. 5.—Los socios serán fundadores, titulares, corresponsales y hono- rarios. Los primeros son los que han asistido a la sesión de constitución y organización de la Sociedad. Los titulares son los miembros ordinarios de la agrupación, residentes en toda la Isla, y abonarán la cuota anual de seis pesos moneda americana. Los corresponsales lo son en el extranjero. Para “ser nombrado miembro honorario es preciso haber sobresalido en las Cien- cias Naturales, puras o aplicadas, por sus conocimientos e importancia de sus publicaciones. Los corresponsales y honorarios están exentos del pago de la cuota mencionada. ArT. 6..—A los efectos de los trabajos de la corporación, ésta compren- derá las siguientes Secciones, que tendrán sus respectivos Director y Se- cretario: 1.*, de Mineralogía y Geología; 2.*, de Biología; 3.*, de Botáni- ca; 4.*, de Zoología y Paleontología; 5.*, de Antropología; y 6.*, de Agro- nomía. ArT. 7..—La Sociedad elegirá anualmente su Junta Directiva compues- ta del Presidente, Vicepresidente, Secretario, Vicesecretario y Tesorero, los que constituyen la Mesa; siendo Vocales de aquélla el Director y Se- eretario de las Secciones que comprende la Sociedad. Dicha Junta Direc- tiva será nombrada en la primera quincena de Mayo de cada año; verifi- cándose las elecciones entre los socios titulares residentes en la Habana por mayoría de votos y pudiendo ser reelectos. La Sociedad podrá nombrar un Presidente honorario. ArT.-8.“—Las sesiones de la Sociedad serán ordinarias y extraordina- rias, ya privadas o públicas, según el carácter de la orden del día. Las or- dinarias se celebrarán en la última semana de cada mes, exceptuándose los meses de Julio, Agosto y Diciembre. Las sesiones extraordinarias podrán convocarse por el Presidente cuándo las juzgue oportunas o a virtud de petición por escrito de tres socios titulares. Los acuerdos de la Sociedad se tomarán siempre por mayoría de votos, decidiendo la presidencia en caso de empate; y constituyendo el guorum, para la celebración de las sesiones, cinco miembros titularse. La Sociedad celebrará el 26 de Mayo de cada año una sesión solemne conmemorativa de su fundación, fecha del nacimiento de Poey, en 1799; tomando en ella posesión la Junta Directiva elegida. ArtT 9.—La Sociedad tendrá lo más pronto que sea posible su publi- cación, órgano oficial de ella, y donde periódicamente aparecerán sus tra- bajos; y un Comité de Redacción, nombrado por la Sociedad, se ocupará de todo lo concerniente a dicha publicación, de acuerdo con su Junta Di- rectiva. ArrT. 10.—La Sociedad resolverá lo que no se exprese en este Regla- mento, el cual no podrá modificarse sino en sesión extraordinaria convoca- da a ese fin; y en caso de disolución de la Sociedad, los fondos y propie- dades de la misma se destinarán al ““Museo Poey?” de la Escuela de Cien- cias de la Universidad de la Habana. por el Dr. Mario G. Lebredo. —Elementos para el estudio de la Flora Cubana; e los Dres. M Gómez de la Maza y Juan T. Roig. — REVISTA BIBLIOGRÁFICA. SE —1. Bulletin of the New York Botanical Garden, vol. 80, nún . 28, 29 y 30 (1912, 1913, 1914), New York;—2. Antropological pap the American Museum of Natural History, vol. XIX, Part I, 9 Dr. Arístides Mestre. las MemoRIaAs; así como la remisión de catálogos, folletos ú o de los oro daremos cuenta o de las ideas sustentadas por los autor es de los trabajos ques se bliquen. Para todo lo concerniente a las MEMORIAS, (manuscritos, e : DELAS 7 DIRECTOR: DR. CARLOS DE LA TORRE. a JEFE DE REDACCION: 4 Pee DR. ARISTIDES MESTRE. z IMPRENTA EL SIGLO XX ; DE AURELIO MIRANDA TENIENTE REY 27 co 1915 - CARA “FELIPE - POEY”. PARA EL AÑO ACADEMICO DE 1915 A 1916. Presidente: Dr. Carlos de la Torre. Vice-Presidente: Dr. Luis Montané. es Secretario: Dr. Arístides Mestre. Vice-Secretario: Dr. Federico Torralbas. Tesorero: Dr. Mario Sánchez Roig. aa SECCIONES Po : k 1. Mineralogía y Geología. Director: Dr. Santiago de la Huerta. Secretario: Sr. Pedro Guerra. 2. Biología. Director: Dr. Mario G. Lebredo. e Secretario: Dr. Alberto Recio. 3. Botánica. Director: Dr. Manuel Gómez de la Maza. Secretario: Dr. Jorge Horstmann Trigo. ed 4. Zoología y Paleontología. Director: Dr. Felipe García Cañizares. Secretario: Dr. Pedro V. Ragués. | 5. Antropología. Director: Dr. Luis Montané. Be ce Secretario: Dr. Juan M. Dihigo. ae 6. Agronomía. Director: Sr. José Cadenas. Secretario: Dr. Buenaventura Rueda. pS Los Sres. Secretarios de las Secciones forman el Comité « Redacción de las MEMORIAS, según acuerdo de la Sociedad; ye Sr. Tesorero tiene a su cargo la administración. Vol. E SEPTIEMBRE Y OCTUBRE DE 1915. Núm. 5. MEMORIAS DE LA SOCIEDAD CUBANA DE HISTORIA NATURAL E AE OIE | SESIONES DE LA SOCIEDAD 92 sesión. —Febrero 27 de 1915. Presidencia del Dr. Carlos de la Torre. Socios CONCURRENTES.—Sres. M. G. Lebredo, A. Recio, S. de la Huerta, J. M. Dihigo, J. Frayde, V. Rodríguez, J. T. Roig, J. Hortsmann Trigo, F. Etchegoyen, V. Amer, F. García Cañi- zares, A. Pastor Giraud, M. Herrera Molina, M. Gómez de la Ma- za, M. Sánchez Roig, M. Sánchez Alfonso, J. Ramos Almeyda, L. Montané, B. Muñoz Ginarte, P. Guerra y A. Mestre (Secretario). LECTURA Y APROBACIÓN DEL ACTA.—Leída el acta de la ante- rior sesión, fué aprobada después de una aclaración—pedida por el Dr. Huerta y en que tomaron parte los Sres. La Torre, Pastor Giraud y el Secretario—relativa a las manifestaciones que se hi- cieron al considerar el trabajo del Sr. Pastor Giraud sobre los manantiales de Vento; e insistiéndose por todos en la necesidad de nombrarse por el Gobierno una Comisión Geológica para que puedan tener eficiencia las investigaciones que sobre Geología se realicen en Cuba en lo adelante. : NUEVA ESPECIE DE HORMIGA.—El Secretario dió cuenta, des- pués, de una comunicación del Dr. José H. Pazos remitiendo un - ejemplar del Bulletin de la Societé Entomologique de France que contiene una nota del mirmecologista F. Santschi rela- tiva a una hormiga capturada por Pazos y que ha sido nom- 210 Memorias de la Sociedad Poey. brada Pseudomyrma Pazos (Une nouvelle Fourmiwe (Hym.) de Cuba; por le Dr. F. Santschi). El Dr. Pazos solicita la publica- ción de dicha nota en las Memorias de la Sociedad Poey; y así se acordó por la Corporación. LA DESTRUCCIÓN DEL ANoBI0.—El señor Presidente concede la palabra al Dr. Ramos Almeyda, quien expuso el resultado de su experiencia en la Biblioteca Nacional, respecto del empleo de la solución de formaldeido al 40 por ciento para la destrue- ción del anobio, llegando a encontrar en dicha sustancia gran ventaja después de ensayar otras en la práctica de la desinfee- ción de los libros. Los anobios han disminuído en la Biblioteca Nacional en más de un sesenta por ciento. DiscusióN.—A bierta discusión sobre el particular hicieron uso de la palabra: el Dr. Montané interrogando respecto de la forma en que se vende el líquido usado—; el Dr. Gómez de la Ma- za exponiendo que lo usa con resultado brillante en los libros y colecciones del Jardín Botánico de la Universidad, y explica el procedimiento; el líquido lo venden preparado en la droguería de Johnson—; el Dr. La Torre presenta un tomo precisamente de las ““Memorias”” de Poey, en el que se veían vivas las larvas, a pesar de haberse utilizado, según indicación del Dr. G. de la Maza, el permanganato potásico y formol en una vasija y la inyección di- recta, y refiere el porqué de lo limitado de la acción del formol; para él, es útil el empleo del preparado, aunque, a juzgar por el hecho observado, no suficiente en todos los casos—; el Dr. Ramos Almeyda insistió en las ventajas por él obtenidas, lo mismo que el Dr. G. de la Maza; aludiéndose también, por el Dr. J. T. Roig, al empleo del ácido cianhídrico y del sulfuro de carbono en los herbarios;—deduciéndose de la discusión la necesidad de conti- nuar experimentando sobre la manera de destruir el anobio por el formol, a fin de poder precisar la verdadera utilidad de este producto y en qué circunstancia podría no surtir el efecto que se pretende. Los FÓSILES DE CieGO MONTERO.—BSeguidamente el Dr. La To- rre expresóse de un modo general sobre una comunicación a él di- rigida recientemente por los profesores H. F. Osborn y W. D. Mathew, del Departamento de Paleontología de los Vertebrados del American Museum of Natural History, de New York, y re- lativa al estudio de los fósiles recogidos en Ciego Montero; con lo Sesiones de la Sociedad. 211 cual se terminó la sesión al objeto de asistir a la conferencia que referente a la Clasificación moderna de las plantas iba a pronun- ciar el Dr. M. Gómez de la Maza en la misma Universidad. (Se- rie 11? de las organizadas por la Facultad de Letras y Ciencias). 102 sesión. —Marzo 27 de 1915. Presidencia del Dr. Carlos de la Torre. Socios CONCURRENTES.—Sres. L. Montané, J. Frayde, B. Mu- ñoz Ginarte, A. Recio, S. Masip, A. Bosque, J. T. Roig, F. Men- cía, A. Pastor Giraud, M. Sánchez Roig, J. Ramos Almeyda, y. M. Dihigo y A. Mestre (Secretario). LECTURA Y APROBACIÓN DE ACTA.—El acta de la sesión ante- rior (Febrero 27, 1915) fué leída y aprobada sin discusión. FALLECIMIENTO DEL Sr. ReyNoso.—El señor Presidente dió cuenta del reciente fallecimiento, ocurrido en España, del Dr. Fernando Reynoso, Director que fué del Instituto de 2.* Ense- ñanza de la Habana durante muchos años y en la época colo- nial. El Dr. La Torre considera un deber suyo dedicar un re- cuerdo a la memoria del Dr. Reynoso por la protección que dispen- só siempre éste a las Ciencias Naturales en Cuba; y bosqueja sus servicios importantesen lo que respecta a la adquisición del Museo Gundlach, formación del Herbario debido a los Sres. S. A. de Mo- rales y J. 1. Torralbas, compra de las colecciones de fósiles cubanos de Poey y Jimeno, y arreglo de los manuscritos de la Ictiología de Poey, sin lo cual no se hubiera podido comenzar su publicación. El auxilio que Reynoso prestó a Gundlach, en la organización del Museo, que lleva su nombre, fué bien eficacísimo, contribuyen- do a que aquel naturalista efectuara sus excursiones por toda la, Isla y pudiera formar y ampliar con las mayores facilidades posi- bles sus importantes colecciones. La obra de Reynoso en el Insti- tuto se reflejó también en el desenvolvimiento de los Gabinetes de Física y de Química, y en la ereación del Jardín Botánico del Instituto, hoy bajo la dirección inteligente y laboriosa de nuestro compañero el Dr. F. García Cañizares. El Dr. La Torre manifes- tó que, gracias al Dr. Reynoso, ocupó la plaza de Ayudante de los Museos de la Historia Natural del Instituto de 2* Enseñanza de la Habana, dejando su puesto de Profesor privado de un Cole- 21% Memorias de la Sociedad Poey. gio de Matanzas, y de esa manera pudo realizar sus estudios uni- versitarios. Nos consideramos obligados, agregó el Dr. La Torre, a consignar la pena que nos ha producido la muerte de quien ayu- dó en Cuba al progreso material de las ciencias que constituyen nuestros estudios. Los socios presentes se identificaron con las frases del Dr. La Torre, comprendiendo la justicia y la oportuni- dad de ellas. EXCURSIÓN CIENTÍFICA.—El Dr. La Torre expresa asimismo que los Sres. Barbour y Broocks, de la Universidad de Harvard, encuéntranse entre nosotros realizando una excursión científica en San Antonio de los Baños y en la Isla de Pinos; excursión que espera sea tan provechosa como las anteriores por ellos lle- vadas a cabo en la República. Ultimamente, los Sres. Henderson y Simpson han encontrado, en reciente excursión, especies nue- vas de moluscos que relacionan bajo este punto de vista las re- giones de Jatibonico a la mencionada Isla de Pinos. El Dr. La Torre entregó al Dr. Montané varias fotografías sobre asuntos etnográficos para el Museo correspondiente; y con tal motivo, al dar las gracias el Dr. Montané por dicha donación, explica la con- veniencia de practicar un viaje por toda la extensión de la Re- pública a fin de obtener fotosrafías de los objetos que están dis- persos por su territorio y que tienen relación con nuestra antro- pología. SOBRE SEISMOLOGÍA.—Seguidamente el Sr. Antonio Pastor Giraud leyó su estudio titulado: Al margen de un trabajo sers- mológico hecho por el Dr. Jover.—El Dr. Giraud estima como el ““primero en su género”? (en Cuba), el trabajo del Dr. Jover; le rinde el homenaje de admiración que le insipra su labor al mismo tiempo que expresa la discrepancia de sus operaciones : sólo le mueve en este caso su interés científico y ninguna idea de *“crí- tica malsana””. Después entró en materia exponiendo su diferen- cia de criterio respecto a aleunos particulares contenidos en el artículo del Dr. Jover acerca del macroseismo del 27 de Febre- ro de 1914; la tectónica como causa determinante, la existencia de bróntides, la profundidad de los seismos tectónicos, el origen del temblor de Gibara atribuído a infiltraciones de las aguas ma- rinas a través de las grandes dislocaciones de la corteza; y luego que hizo aleunas consideraciones sobre los epicentros limitantes de una zona seísmica, la periodicidad de los temblores y la sub- Sesiones de la Sociedad. 25 sistencia de las dislocaciones y la formación geológica de la zo- na pleistoseista, terminó el Sr. Pastor Giraud su estudio con- fiado en que la obra de exploración geológica de nuestro suelo se lleve a efecto: entre tanto, dijo, bueno será esperar en la la- bor de los que, “como el Dr. Jover, ponen su talento al servicio de su patria””.—El Presidente conviene en la importancia cientí- fica de los particulares tratados por el Sr. Pastor Giraud; insis- tiendo éste una vez más en las ventajas que proporcionará el es- tudio de los fenómenos geológicos de Cuba cuando éstos se prae- tiquen con los recursos y procedimientos adecuados; así podrá apreciarse la deficiencia de lo que hay hasta ahora hecho, sin que esto desestime el mérito del esfuerzo personal. PROPOSICIÓN Y ACUERDO.—El Presidente propuso se publica- ra en las Memorias de la Sociedad, con el estudio del Sr. Pastor Giraud, el trabajo del Dr. Jover que lo motivó;— y el Dr. Mes- tre manifestó que se invite al Dr. Jover para que, si lo deseaba, discutiera en el seno de la Corporación sus opiniones, como prue- ba de la deferencia que sentimos por él y las simpatías que nos inspiran sus prestigios intelectuales: acordándose la aceptación de ambas proposiciones. APRECIACIÓN ETIMOLÓGICA.—El Dr. Mestre expone la causa de haber anunciado el estudio del Sr. Pastor Giraud usando la palabra sismológico; y fué porque tomó en consideración la con- sulta hecha por el Dr. Huerta al Dr. Dihigo cuando el primero publicó en la “Revista de la Facultad de Letras y Ciencias”” unas lecciones sobre Sismología. Esto dió motivo a que el Dr. Di- higo explicara la terminología del vocablo a la luz de la lin- gúística; a que el Dr. La Torre distinguiera en el término lo que afecta a su escritura y a su pronunciación, recordando lo dicho por Poey respecto de los vocablos Sicología y Psicología; y a que el Sr. Pastor Giraud se refiera a la terminología de las especies mineralógicas relacionadas con los congresos científicos. SESIÓN PRIVADA.—En vista de lo avanzado de la hora se cons- tituye la Sociedad en sesión privada para proceder al nombra- miento de socios; quedando en primer término para la próxima sesión el trabajo del Dr. La Torre, continuándose la lectura de su Revisión del Catálogo de la Fauna Cubana (Mamíferos). 14 Memorias de la Sociedad Poey. 112 sesión.—Abril 30 de 1915. Presidencia del Dr. Carlos de la Torre. SOCIOS CONCURRENTES.—Sres. L. Montané, J. M. Dihigo, V. Rodríguez, A. Pastor Giraud, P. Cardín, M. Sánchez Roig, F. Mencía y A. Mestre (Secretario). Acra.—Lectura y aprobación del acta anterior (Marzo 27 de 1915).—Excusan su asistencia a la sesión los Dres. Juan T. Roig y S. Cuevas Zequeira. Pésame.—El Dr. Dihigo, en nombre de la Sociedad, da el pésame al Dr. La Torre por el fallecimiento de su hermano Ju- lio, cuyas prendas personales hacen más sensible su muerte. Los presentes se asocian a las palabras del Dr. Dihigo; y el Dr. La To- rre agradece esa manifestación de afecto de sus compañeros de Sociedad, expresando que ha sufrido la misma desgracia el Dr. Montané recientemente, por lo que le acompaña también en su pena. PALEONTOLOGÍA.—Seguidamente el Dr. Montané entera a la Sociedad de varios particulares ligados a la nota del profesor Ameghino sobre los dientes de mono encontrados por aquél en Saneti Spíritus. Por indicación del Dr. La Torre, el Dr. Montané lee previamente el informe del Sr. Salteraín (1888) sobre la geolo- gía de la Cueva del Purial, documento que se conserva inédito; y después describe, ayudado de un esquema que traza, dicha cue- va y la distribución en ella de restos humanos y otros animales, así como los dientes de mono que estudió y clasificó Ameghino; quien designó con el nombre de Montanera a ese género de mo- no y a la especie con el anthropomorfa en honor del Dr. Monta- né que encontró dichos restos; siendo muy notable, a juicio de Ameghino, ese descubrimiento considerando el hecho de la no existencia de monos en la Isla de Cuba. El Dr. Montané se refie- re a las investigaciones por él hechas respecto a los datos existen- tes sobre la ausencia de monos en Cuba y la importancia de ellos como una buena prueba en favor de la tesis de la unión de la isla al continente en cierta época geolósieca. El Dr. Montané, aludiendo a otra parte de la nota de Ameghino no acepta el con- cepto de dicho sabio respecto del Homo cubensis y sólo lo llama- QU Sesiones de la Sociedad. 21: rá Hombre fósil de Cuba; y estima insuficientemente robusteci- da la manera de pensar de Ameghino en sus estudios referentes a la paleontología humana de la América del Sur. El Dr. Mon- tané, manifestó, por último, que se proponía presentar un tra- bajo todo lo completo posible sobre ese particular en el Congreso Antropológico que ha de celebrarse en Washington en Diciem- bre del año actual. DiscusiónN.—El Dr. Mestre expresa que está de acuerdo con el Dr. Montané sobre el exagerado concepto de Ameghino res- pecto del hombre fósil sur-americano; y alude a la crítica del sa- bio Prof. Ales Hrdlicka, encargado del Departamento de Antro- pología Física del Museo Nacional de Washington, el cual ha rendido un brillante informe sobre ese asunto en 1912; informe que recibió del propio Hrdlicka el Dr. Mestre al visitarlo en Washington y que lo dará a conocer a la Sociedad en una de sus sesiones por su gran interés científico.—El Dr. La Torre se de- tiene a considerar el valor de la comunicación que acaba de ha- cer el Dr. Montané, a quien felicita por la significación que ella tiene en nuestros estudios locales de Paleontología humana prin- cipalmente. El trabajo inédito de Salterain sobre la Cueva del Pu- rial reviste, sin duda, verdadera importancia y debe publicarse íntegro en las Memorias de la Sociedad ; y se ocupó de otras cuevas que existen cerca de Madruga, cuya disposición guarda semejan- za con la de Jatibonico, no quedando duda de su remota anti- giiedad y por lo menos pueden referirse al período pleistoce- no. Alude al caso de la mandíbula y explica lo mal escogido del término anthropoforma.—El Dr. A. P. Giraud se ocupa de las rápidas formaciones de tobas, llevados a cabo en medio siglo ;— sobre cuyo hecho aporta nuevos datos el Dr. La Torre: entre és- tos el de un hueso (femur?) recogido por V. Rodríguez en Paso Real de San Diego, y que Barbour ha llevado a Allen para que dé su opinión y lo devuelva. El caso de la mandíbula, dijo el Dr. La Torre, ofrece mucho interés por su origen en aquella cueva, su examen completo y clasificación debida.—El Dr. Montané estima la significación de todo lo dicho con motivo de su comunicación sobre la mencionada mandíbula, y que debe considerarse única- mente como estudio preliminar; más adelante se hará en detalle la descripción correspondiente; y se extiende en consideraciones sobre lo que representa el descubrimiento al ser debidamente in- 216 Memorias de la Sociedad Poey. terpretado.—El Sr. A. P. Giraud expone algunas palabras refe- rentes a las apreciaciones hechas por Salterain sobre los terrenos y su determinación. OTROS TRABAJOS.—El Dr. Cardín leyó su comunicación sobre el Trips de los laureles; llegando el Dr. M* Schez. Roig al género hace ocho años; y ahora se define la especie, y se llena ese vacío en la colección entomológica de Gundlach, según manifestó el Dr. La Torre.—El Dr. Mestre leyó la comunicación del Dr. Lua- ces sobre la Ulcera del estómago en un rumiante, con dos fotogra- fías.—Y por último, el Dr. La. Torre también leyó parte de la continuación de la Revisión del Catálogo de la Fauna Cubana (Mamíferos), explicando su redacción. SESIÓN PRIVADA.—Para el nombramiento de socios se consti- tuye la Sociedad en sesión privada. UNE NOUVELLE FOURMI DE CUBA (0 PAR LE DR. F. SANTSCHI NOTA PRESENTADA POR EL DR, JOSÉ H. PAZOS (SESIÓN DEL 27 DE FEBRERO DE 1915.) PSEUDOMYRMA Pazost, n.sp.—Ouvriéere.—Long.: 3-4 mill. Jaune ambré, abdomen noir. Dents et denticules des mandibules brun noirátre. (Parfois chez les petits exemplaires une étroite bande brunátre sur le 28 article du pédicule.) Lisse aver une fine ponctua- tion tres espacée sur la téte, plus dense en avant des yeux et le dessus du thorax mieroscopiquement réticulé, surtout en arriére. Mandibules faiblement striées, luisantes. Abdomen trés luisant. Quelques rares poils dressés sur la téte, pubescence fine et courte sur les antennes et les pattes, absentes ailleurs. Téte moyenne- ment allongée, á peine un peu plus large en avant, a cótés paral- léles á peine convexes. Bordoccipital droit. Yeux grands comme la moitié des cótés de la téte et situés tres en avant comme chez fla- ridula Sm. Trois ocelles distinets. Épistome prolongé en lobe tron- qué caréné, limité de chaque cóté par une échanerure angulaire. Arétes frontales paralléles á peine plus rapprochés en arriére. (1) Extrait du Bulletin de la Société Entomologique de France, 1909. J. R. Almeyda: La destrucción del Anobro. 217 Le scape n'atteint pas le milieu de la longueur de la téte. Man- dibules armées de deux dents apicales assez fortes suivies de 3 a 4 denticules indistincts. Thorax légérement aplati, faiblement ar- qué d'avant en arriére et peu impressioné entre ses segments. Pronotum á peine plus long que large, plus large en avant, ou il est subbordé ainsi que sur les 2/3 antérieurs. Mésonotum comme chez flavidula Sm. sur le méme plan que l'épinotum. Celui-ci a sa face basale d'un tiers plus longue que la face déclive : 18r neud du pédicule dupédicule comme chez flavidula, mais un peu plus arrondi transversalement, légérement plus élevé et plus large en arriére; 2e neud un peu plus court et plus globuleux. Abdomen tres étroit. Femelle.—Long.: 5 mill. Insertions alaires brunátres, téte beaucoup plus longue que l'ouvriére, le reste semblable. San Antonio de los Baños, Cuba (Dr Pazos). Cette jolie espéce, assez voisine de flavidula Sm., est tres ca- ractéristique par la couleur tranchée de son abdomen. Trouvé sur des arbustes dont elle habite probablement les tiges creuses comme beaucoup d'autres Pseudomyrma. LA DESTRUCCIÓN DEL ANOBIO POR EL DR. JOSÉ RAMOS ALMEYDA Auxiliar de la Biblioteca Nacional. (SESIÓN DEL 27 DE FEBRERO DE 1915.) Habiéndole manifestado el año 1909 al señor Director de la Biblioteca Nacional, que el petróleo que se venía usando para la destrucción de las larvas y anobios de los libros no daba re- sultado favorable, me encomendó que estudiase el procedimiento más adecuado para ello, y después de ensayos con distintas sus- tancias, le propuse el empleo de la Solución de Formaldehido (al 40%), presentándole las pruebas del resultado de mis estu- dios; y habiendo aceptado el uso de la referida sustancia, con ella se practica la desinfección de los libros, teniendo el formaldehi- do las ventajas siguientes: 1? Lejos de manchar los cueros, los limpia y preserva. 22 No altera el dorado de los lomos. 218 Memorias de la Sociedad Poey. 3% No es nocivo para el lector. 4 No mancha el papel. 52 Destruye las larvas por su acción esclerógena. 6 Sus vapores, también destruyen los anobios y otros insectos. 72 Es muy manejable. (Con una aleuza pequeña puede in- yectarse en los trayectos que hace la larva). 8 Puede usarse también en fumigación, en caja cerrada para mayor número de libros. (La Casa de Gonin, de París, prepara unos fumigatorios de varios tamaños para ese objeto). 9% El precio del Formaldehido es, relativamente, económico, Nortas.—En la Biblioteca han disminuído, en esta fecha, en en más de un sesenta por ciento los anobios. El ácido bórico es muy bueno para la destrucción de polillas y cucarachas. La bencina mata este último insecto momentáneamente. LA INFANCIA DE LA HUMANIDAD () POR EL DR. LUIS MONTANÉ Profesor de Antropología. (Concluye.) Las épocas que han precedido al período geológico actual, han sido de larga duración y para estudiarlas fructuosamente, los geó- logos y los paleontólogos han establecido subdivisiones. Á pesar de que la época cuaternaria haya sido menos larga que las otras, no por eso ha dejado de durar mucho tiempo, pues algunos sa- bios han llegado a atribuirle una duración de 200,000 años, cifra que parece bastante exagerada. Pero no deja de ser cierto que durante el tiempo cuaternario las condiciones climatológicas no han sido las mismas desde el principio hasta el fin—que las espe- cies animales y vegetales se han modificado—y la industria hu- mana ha sufrido una evolución que no ha podido operarse sino en el espacio de centenares de siglos. Es evidente que cuando se habla de hombre cuaternario sin dar más explicación, se emplea una expresión muy vaga; para (D MEMORIAS DE LA SOCIEDAD PokY, Vol. I. núm. 2, pág. 68, 1915, L. Montané: La infancia de la humanidad. 219 hacer cesar esa variedad, es por lo que se ha tratado de subdivi- dir los tiempos cuaternarios en épocas de segundo orden. Ed. Lartet había propuesto una clasificación basada en el predominio de tal o cual especie animal en un momento dado. Otra clasificación es obra de G.de Mortillet, que descansa prin- cipalmente en las diferencias ¿mdustriales que él ha tratado de poner de acuerdo con los fenómenos geológicos y con la paleonto- logía. Agreguemos, para mayor exactitud, que esta clasificación se refiere sobre todo a la Galia. Durante todo el transcurso de la época cuaternaria, el hombre ha fabricado numerosos útiles de piedra, pero ninguno pulimenta- do. Más tarde, al principio de la época actual, nuestros antepasados han empleado también la piedra para hacer instrumentos varia- dos; pero entonces hallamos cierto número de herramientas que han sido pulidas frotándolas sobre una piedra que servía de pu- lidor. Ha sido, pues, preciso dividir el período de la piedra en dos edades: 1* La edad de la piedra tallada o paleolítica. 22 La edad de la piedra pulimentada o neolítica. Cuando se habla de época de la piedra tallada o de época pa- leolítica, se entiende que se trata del período que corresponde al conjunto de los tiempos cuaternarios. Ese período, caracterizado por la simple talla de la piedra, es también el que ha sido subdividido por Mortillet en cuatro épocas que han sacado su denominación del nombre correspon- diente a las estaciones y yacimientos principales. Son, por orden de antigúedad : Chelles, Moustier, Solutré, Madelawme. CHELLES.—Al principio de esos tiempos, el hombre trabaja- ba muy toscamente los objetos. Con la ayuda de un canto que le servía de martillo y de percutidor, él desprendía grandes lascas de un bloque o núcleo, y esas lascas eran muy poco retocadas. Si la lasca tenía una forma larga, si era delgada y cortante en los bordes, se utilizaba como cuchillo; si terminaba en una punta aguda, se empleaba para armar la extremidad de una lanza de madera. Fragmentos calcáreos y de sílex, han sido tallados para adelgazar sus bordes, transformándose en raspadores. Unos dis- cos—cuyo uso es difícil explicar—han sido hallados en capas de esa época. Pero el instrumento más característico es el que se co- noce con el nombre de hacha y que debe mejor ser considerado 220 Memorias de la Sociedad Poey. como una maza. Esa hacha tiene una forma particular, que más bien se asemeja a la de una almendra. Está tallada en sus dos caras, pero hecha de grandes trozos, como todos los instrumentos que se encuentran en las mismas capas. G. de Mortillet cree que muchas de esas hachas debían ser llevadas directamente en la mano, es decir, sin mangos, y les ha dado el nombre de manopla. Las hay que miden hasta veinticinco centímetros de largo, y se ha encontrado gran número de ellas en la Somme, sobre todo en St. Acheul; más tarde, un yacimiento importante fué encontra- do cerca de París, en el depósito de arena de Chelles; del nom- bre de ese yacimiento se ha sacado el nombre de chelense usado para caracterizar esa primera época. MoustIerR.—En el período siguiente, llamado época de Mous- tier, todos los útiles de piedra están aún tallados en grandes tro- zos. El hombre ha continuado haciendo uso de percutidores, de discos, de raspadores, de raspadores muy análogos a los de la época chelense. Ciertos raspadores presentan en sus bordes unos dientes que los han hecho considerar como serruchos; pero el ha- cha en forma de almendra se hace rara. Esta maza es reempla- zada por una punta de lanza delgada que, a causa de su débil es- pesor, podrá penetrar fácilmente en la carne. En cuanto nues- tros antepasados empezaron a tallar la piedra, obtuvieron segu- ramente astillas triangulares, con las que debieron armar la extre- midad de un bastón; y habiéndose dado cuenta de la utilidad de esa arma, renunciaron casi completamente a la maza de St. Acheul y se empeñaron en fabricar puntas de lanza mortíferas; para darles más fuerza de penetración les afilaron los bordes todo lo más posible. En la época de Moustier, el hombre empezó a utili- zar las esquirlas de hueso y estiletes de caballo, para hacer unas especies de punzones o leznas. Todo el trabajo para eso, ha con- sistido en afilar una extremidad con el frote y la raspadura. SoLUTRÉ.—Con el tiempo y la experiencia, la habilidad de los obreros que trabajaban el sílex se desarrolló de un modo nota- ble. Se continuó utilizando los percutidores, las astillas, las pun- tas de lanza, los raspadores, los perforadores de las épocas prece- dentes. Esos instrumentos están cada vez mejor trabajados, pero siguen siendo idénticos en el fondo. En Solutré vemos aparecer un nuevo tipo de instrumento: es el raspador doble. Figuráos una astilla de sílex de forma alargada de bordes casi paralelos, L. Montané: La infancia de la humanidad. 221 de la cual una extremidad ha sido tallada en bisel cortante, y tendréis una idea de esa herramienta. Pero lo que sigue siendo muy característico de la industria solutrense es la gran punta en forma de hoja de laurel retocada en las dos caras con una habili- dad de que es difícil formarse una idea si no se ha visto el obje- to. Las hay que miden cerca de treinta centímetros de largo y cuyo espesor no pasa de un centímetro. Otras puntas más peque- ñas demuestran la misma habilidad en el que las hizo: me refiero a las que han sido talladas de modo que se obtuviera una muesca en la base. La púa así formada hacía al arma muy temible, pues una vez que la punta había penetrado en el cuerpo de un animal, se encontraba retenida por ese relieve lateral. En fin, en esa época se han encontrado buriles de sílex que han debido servir para trabajar los objetos de hueso (punzones, pitos, etc.) hallados en gran número en Solutré, y para esbozar algunos grabados, así como las esculturas rudimentarias que se han recogido. MADELAINE.—En la Madelaine y en las estaciones de la mis- ma época, los útiles de sílex están menos acabados que en Solu- tré, pero no por eso dejan de revelar cierta habilidad, una segu- ridad notable en la ejecución y sobre todo una admirable sagaci- dad. El operario parece haber obtenido, sin la menor dificultad, la herramienta que necesitaba: las puntas se asemejan a las de las épocas precedentes; el raspador doble, hasta entonces raro, se hace muy abundante; está muy bien tallado en la extremidad más ancha. También se encuentran sierras, perforadores, cuya punta ha sido retocada con meticuloso cuidado, y también nume- rosos burles. Una parte de esos útiles servía para trabajar el hueso o asta de reno. Este animal pululaba en ciertas regiones y proporciona- ba a los hombres que lo cazaban no sólo su carne y su piel, sino también sus ástas, excelente materia prima que servía para fa- bricar multitud de objetos; de él sacábanse puntas de lanza y fle- chas, unas veces cilíndricas y terminadas en punta en una extre- midad, otras veces dentadas de un solo lado o de los dos; el nú- mero y la forma de esos dientes varían infinitamente. Con el as- ta del reno es con lo que nuestros antepasados fabricaban unas especies de pequeños husos un poco encorvados los que, amarra- 222 Memorias de la Sociedad Poey. dos por la parte media, podían servir de anzuelo, y con lo que fabricaban también sus harpones. Del hueso sacaban punzones, pulidores, agujas, puñales, ete. Pero no era sólo en la fabricación de los objetos de uso común en los que se empleaba el asta del reno: se han encontrado gran- des fragmentos presentando uno o varios agujeros redondos, y adornados con grabados o esculturas en bajo relieve. Lartet los ha considerado como bastones de mando. En efecto, se encuen- tran entre los salvajes modernos objetos que presentan gran seme- janza con los de que tratamos. Los indios de América del Norte, que viven a las orillas del río Mackenzie hacen uso de un objeto —el Pomagan—hecho con asta de reno, adornado con grabados, y al cual no le falta, para ser idéntico a los de la época de la Ma- delaine, más que los agujeros que tienen éstos. En el último congreso internacional de Antropología y de ar- queología prehistórica, celebrado en París en 1900, el Dr. O. Schoetensack (de Heildebers), se interroga para qué sirven los bastones de mando. Y parece que una hipótesis expresada en dis- tintas ocasiones responde a las diversas preguntas del problema. Los bastones son unas especies de fíbulas. El dibujo que acompa- ñaba el trabajo del citado autor representaba a un esquimal en- bierto de una piel de bestia; la piel está sujeta en el pecho por medio de grampas que no son más que los bastones de mando muy conocidos. Las falanges del reno atravesadas por un agujero, son desig- nadas con el nombre de pitos de cacería. Unas placas de hueso marcadas con unas hendiduras son conocidas como marcas de ca- cería. En esa época, el hombre era artista, pues ha representado, por medio del grabado y de la escultura, una multitud de áni- males que vivían a su alrededor, y lo hacía a veces con tanta fide- lidad que se pueden reconocer las especies. También ha ejecutado aleunas figuras humanas que se hacen notar generalmente por un relieve exagerado de las nalgas; pero esas figuras están lejos de ser tan perfectas como los renos o los demás animales que el ar- tista escogía por asunto. Para terminar lo que se refiere al arte cuaternario, debemos decir dos palabras sobre la pintura. Ya sabemos que el hombre de esa época debía pintarse el cuerpo y que sabía preparar en pe- queños morteros colores minerales. Puede, pues, admitirse 4 L. Montané: La infancia de la humamdad. 223 priori, que había embadurnado algunos objetos; pero se podía ereer fácilmente que toda traza de esas pinturas tan antiguas había desaparecido. Mr. Piette ha hallado en los Pirineos algunos pequeños gui- jarros con trazas de pintura rojiza. El hombre de esa época pintaba también grandes figuras en las paredes de las cuevas obscuras que habitaba. Hasta ahora se cuentan nueve estaciones en el Sur de la Francia y en España, donde se encuentran pinturas representando osos, bizontes, ca- ballos, ciervos, etc. Al principio surgieron, desde luego, dudas sobre las pinturas descubiertas en Altamira (España), pero después de haber en- contrado en Francia dibujos cubiertos de estalactitas enormes, los sabios volvieron a España y allí, Cartailhac, auxiliado por el abate Breteuil, (que es un excelente dibujante), estudió y pu- blicó esos hechos curiosos. Esos dibujos son enormes y miden has- ta un metro y pico de altura.(1) Por todo lo que antecede, se ve que el hombre de aquella épo- ca tenía idea muy elevada del arte. Si estamos ciertos de que el hombre vivía desde el principio de la edad cuaternaria, en cambio, no conocemos aún el carácter físico que presentaba en esos primeros tiempos. Sólo sabemos que en aquel momento la temperatura era aún suave. El elefante an- tiguo, el rinoceronte de Merck, el hipopótamo, ete., han dejado sus huesos en los arenales de Chelles y todos esos animales esta- ban organizados para un clima cálido; por lo tanto, nuestros an- tepasados podían vivir al aire libre o en habitaciones rudimen- tarias. Ellós vagaban por las llanuras, los montes, por las orillas de los ríos sobre todo, y sin tener necesidades de vestirse, pues en estos lugares es donde se ha encontrado el mayor número de objetos de la época. Rodeados de temibles animales, aquéllos se veían obligados a defenderse contra éstos, y cuando les habían dado muerte, utilizaban seguramente su carne para alimentarse con ella. Por lo demás, la caza no faltaba ni en la llanura ni en los ríos; y, armados como estaban, los hombres de entonces de- (1 Esos datos. aún inéditos, los debo a la amabilidad del sabio arqueólogo Mr. E. Cartailhac. quien me los facilitó en una entrdvista qoe tuve el honor de hacerle en Tolosa en 1904, 224 Memorias de la Sociedad Poey. bían proporcionarse fácilmente su alimentación. En la época del Moustier, la temperatura había bajado sensiblemente, los mamí- feros de los países cálidos se habían extinguido y si, junto al oso de las cuevas, hallamos un rinoceronte (de narices tabicadas) y un elefante (el Mammouth) estos animales estaban cubiertos de un espeso vellón que les permitía resistir el frío; así es que el hombre se vió obligado a buscar puntos en donde abrigarse. Las cuevas situadas a orillas de los ríos, inundadas hasta en- tonces, se descubrieron a consecuencia del descenso de las aguas; el hombre estableció allí su residencia y se hizo troglodíta (habi- tante de las cavernas). Se vió obligado a cubrir su desnudez, y fabricó trajes con los despojos de los animales que mataba. Los raspadores le servían para preparar las pieles, los punzones para abrir agujeros con objeto de fijar las conligaduras. Se dedicaba siempre a la caza y hacía entrar en su alimentación vegetales sil- vestres y raíces, como lo indica el desgaste considerable de los in- cisivos. Conocemos, en efecto, la raza que vivía entonces en nues- tras regiones. De pequeña estatura, con un cráneo aplastado, una frente fugitiva, los arcos superciliares formando un relieve enor- me encima de grandes ojos redondos, aquellos individuos tenían las quijadas echadas hacia adelante, la barba extremadamente retraída. Parecen haberse visto oblizados—dado el carácter de su fémur y de su tibia—a caminar ligeramente inclinados sobre sus piernas. Esta raza, hoy bastante conocida, es llamada raza de Candstat, raza de Neanderthal, raza de Spy: nombres que provienen de las localidades donde se han descubierto los restos más interesantes. A esa raza sucedió más tarde, la hermosa raza de Cro-Magnon, de la que encontramos representantes en Men- ton. Como el clima era siempre frío, ella continuó viviendo en las cuevas y vistiendo con trajes de piel, de los que reunía las diferentes piezas con la ayuda de esas agujas de hueso que an- tes hemos señalado. Mucho mejor armados que sus predecesores, aquellos hom- bres robustos tenían que proporcionarse una alimentación abun- dante, y con tanta mayor facilidad, cuanto que el reno, el caballo y muchos otros animales, que constituían su alimentación, for- maban numerosos rebaños salvajes. Por eso mismo tuvieron tiem- po sobrante para desarrollar sus instintos artísticos: ellos son quienes hicieron esos grabados, esas sepulturas, esas pinturas tan L. Montané: La infancia de la humanidad. 225 notables, mencionados anteriormente. Ellos demostraban tener también un gusto muy pronunciado por los objetos de adorno, y con el fin de proporcionarse hermosas conchas, ejercían un trá- fico entre tribu y tribu. Esas poblaciones debían tener una ver- dadera jerarquía. Quizás poseían creencias religiosas, pues cler- tas colgaduras han sido consideradas como amuletos. En todo caso, es cierto que cuidaban mucho a los muertos, y los enterra- ban en las mismas cuevas que les servían de refugio. La raza de Cro-Magnon sobrevivió a la época cuaternaria; atravesó todo el período de transición, entre esa época y la actual; período sobre el cual empezamos a tener datos ciertos, merced sobre todo a los trabajos de Mr. Piette. Al principio de nuestra época, dicha ra- za vivía aún en las cuevas y se entregaba a la caza. Pero habien- do emigrado el reno, ella perdió una parte de sus recursos. Su industria se resintió, y le fué preciso sustituir el asta del reno por la piedra, lo cual dió por resultado que fueron creados nue- vos tipos de instrumentos, sobre todo una especie de hacha o cha- veta que no está pulimentada en su extremidad más ancha, pero que no obstante se termina por un filo cortante. La experiencia había enseñado al hombre a reconocer las mejores piedras, aque- llas que daban superiores lascas: supo distinguir los buenos y ma- los sílex y fabricó herramientas notables por su dimensión. Muy pronto llegaron los invasores, los unos de cabeza corta y frente ancha, los otros de cabeza larga y elíptica, y de faz estre- cha. Estaban armados con flechas de sílex, provistos de púas; sabían pulimentar sus instrumentos de piedra y hacer toscos tra- bajos de alfarería. Habían domesticado animales y cultivaban algunas plantas; construían—para enterrar a sus muertos— grandes cámaras compuestas de inmensas lozas de piedra y a las cuales se les ha llamado dolmens. Sabían también construir cho- zas, lo que probablemente habían ya hecho aleunos de sus pre- decesores. La guerra estalló entre esas nuevas razas y los descendientes de los hombres cuaternarios. Los invasores, merced a su superio- ridad industrial, fueron vencedores y una parte de sus adversa- rios abandonó el terreno, emigrando sobre todo hacia el Sur. Sin erabargo, un gran número se quedaron en el país de sus antepa- sados y establecida la paz, celebráronse alianzas, efectuáronse cruzamientos y las razas se fusionaron, 226 Memorias de la Sociedad Poey. Los Cro-Magnon adoptaron la industria de sus vencedores; empezaron a pulimentar sus hachas, sus cinceles, y algunas otras herramientas; a fabricar alfarería, a criar animales domésticos, a cultivar plantas y a construir dolmens. En ese momento el tra- bajo de la piedra adquirió una perfección inconcebible; los ins- trumentos que no estaban pulimentados fueron cuidadosamente retocados. Esos instrumentos neolíticos, tienen un sello especial, el que casi siempre los distingue perfectamente de los instrumen- tos paleolíticos. He aquí, en resumen, relatados del modo más suseinto posible los hechos que han puesto en evidencia las investigaciones mo- dernas sobre la edad de la piedra. Señores: de todos los notables acontecimientos, que sólo a grandes rasgos he podido presentarles en el corto espacio de tiempo de esta conferencia, se desprende una filosofía serena y consoladora. La humanidad, como el conjunto del reino animal, se ha perfeccionado paso a paso: la historia del mundo está do- minada por una ley de progreso. Acabamos de recorrer la época cuaternaria, esa época que dista tanto de nosotros (centenares de siglos). En ella, hemos sorprendido al hombre casi en su estado primitivo, allá cuando tallaba las toscas puntas de St. Acheul y de Chelles. Luego la hemos seguido de etapa en etapa, desde las puntas biconvexas de Chelles hasta las plano-convexas de Moustier; desde las pla- no-convexas de Moustier, hasta la hermosas lanzas de Solutré; desde las lanzas de Solutré hasta el maravilloso arte de la Made- laie. En cada una de esas etapas hemos estudiado sus costum- bres y sus ocupaciones y hemos visto cómo mejoraba su existen- cla, con los nuevos instrumentos y nuevas armas que él inventa- ba. Y, a la par que las industrias, hemos visto sucederse y super- ponerse tres razas: la dolicocéfala de Neanderthal y de Spy, la dolicocéfala de Cro-Magnon, y las braquicéfalas de la época neo- lítica. Si consideramos ahora, en conjunto, este desarrollo del hom- bre cuaternario, en medio de tantos obstáculos que se oponían a su paso, nos causarán ciertamente asombro los adelantos que lle- vó a cabo en la industria, únicamente explicables por el incon- L. Montané: La infancia de la humanidad. 227 trastable poder de la inteligencia sobre las fuerzas brutales de la naturaleza. ¡Nunca se ha visto ser más débil en medio de mayores enemi- sos! Inerme, él se veía rodeado de aquellos gigantescos carnice- ros y paquidermos, los más fieros y poderosos que jamás conoció la Europa. Salvaje, él tenía por vivienda un continente agreste, medio cubierto de hielo, sureado de anchurosos ríos, teatro de frecuentes inundaciones y de furiosas tempestades. ¡¿ Quién, al verlo en tan erítica situación, no hubiera asegurado que iba a su- cumbir? Pero brillaba en su frente la chispa divina, la luz del pensamiento; y este elemento espiritual, al parecer insienifican- te, ante aquellas grandiosas manifestaciones de la fuerza natural, fué suficiente, sin embargo, para que superara todas las dificul- tades, triunfara de todos los animales y diera aquellos pasos agi- gantados en la senda del progreso. La historia entera de la evo- lución es, pues, la historia de la lucha y del triunfo de la con- ciencia sobre la inconciencia, de la inteligencia sobre la materia, de la idea sobre la fuerza! BIBLIOGRAFÍA. N. JoLY.—L£L'homme avant les metauz. E. CartarLHac.—Les ages prehistoriques de l"Espagne et du Portugal. E. €arTaiLHac.—£La France prehistorique. G. DÉ MortiLLET.—Formation de la nation francaise. G. DE MortILLET.—Le Prehistorique. M. BouLe.—Conférences de Géologie. VERNEAU.—L'Enfance de l'humanté. De este interesante estudio se tomaron los principales datos que han servido para la conferencia; la que se ilustró con veinte y cinco proyecciones lu- minosas. 228 Memornas de la Sociedad Poey. NUEVAS ORIENTACIONES SOBRE EL TRANSFORMISMO (5 POR EL DR. JOSÉ NICOLÁS FERRER Exprofesor de Historia Natural del Instituto de 22 enseñanza de Santiago de Cuba, (Continuación.) En los citados artículos de la Nineteenth Century, se consa- gra en primer término a probar—eon observaciones tomadas de Goethe y de Kessler, de Erekmann y de Brehm, y las recogidas en sus viajes de exploración y principalmente cuando en unión de Poliakoff, zoólogo amigo suyo, recorrió la región de Vitim, en Siberia, ambos bajo la impresión que dejara en ellos la lectu- ra del Origen de las especies, —cómo se cumple, entre los ani- males, la ley de la ayuda recíproca; y, sucesivamente la función de este factor en la evolución del hombre; no sólo para probar el carácter de general que necesitaba para sentarla como tal ley de la naturaleza, si que también porque un cierto número de evolucionistas, que no podían negar y admitían la importancia de l'entr?aide, rehusaban admitirla, como hizo Herbert Spencer, en cuanto con el hombre se relacionaba. Para este gran biólo- go y sociólogo eminente, la guera entre los hombres, de cada uno contra todos los demás en ley de la vida; y refutando estos con- ceptos de Spencer, fué que eseribió sus capítulos consagrados a los salvajes y a los bárbaros, en que pone de manifiesto de qué manera tan eficaz, practican l'entr?aide las masas salvajes y semi-salvajes. Para Kropotkine, no es tan “áspera e impía la lucha por la vida””, que sostienen animales contra animales, y el salvaje con- tra los demás salvajes; niega que tuviera alcance tanto la lucha por la existencia sostenida por Darwin como principal funda- mento de su doctrina, y de tal modo es así, que el mismo maestro expresó sus temores en los trabajos de sus últimos tiempos, de que no se le hubiera comprendido y en más de una vez exage- rado, como expresa Vogt; y, por último, su libro todo es un códi- go de vida, al par que hermoso, la más sólida base de los prin- cipios de una buena y sana moral. 13 (1) MEMORÍAS DE LA SOCIEDAD Pogy. Vol. I, núm. 2, pág. 75, 1915. J. N. Ferrer: Nuevas orientaciones sobre el transformismo 229 Darwin fué, no obstante lo expuesto, entre los naturalistas del siglo XIX, el que ha obtenido el éxito más brillante y des- lumbrador, y ejercido la influencia más eficiente sobre las cien- cias naturales pudiéndose sin exageración, llamar con Haeckel a la última mitad del siglo pasado, la era de Darwin; tal fué el efec- to que produjo la exposición de sus puntos de vista scbre la doc- trina de la evolución. Darwin logró, lo que se llama formar es- cuela dentro de las ciencias naturales, a la que E. Ferriére, uno de sus expositores más afortunados—como que mereció el honor de ser felicitado por el Maestro, por la claridad y precisión de- mostradas al exponer la doctrina en su obra El Darwinismo—le pone esta dramática divisa: “La vida es un combate””. Esta obra concisa y elegantemente escrita, es la más clara explicación de la doctrina que nosotros hemos leído; sin exelusivismos torpes, y en el terreno de toda discusión, contraproducentes, hábilmente la de- sarrolla, y llega hasta a considerar y tratar de las aptitudes pa- ra la aclimatación, ““de la mayor resistencia física contra la ae- ción de la naturaleza””, prueba de grandísimo valor, habida cuen- ta de ser felicitado por Darwin, de la evolución de éste en el sen- tido de admitir la influencia modificadora del medio, señalada por Lamarek, como factor también de evolución. Darwin fué un continuador y hasta un reformador de la doe- trina de la descendencia o lamarckismo, la que apoyó con nutri- das nociones nuevas tomadas de la Biología: su obra consagró la de Lamarck. La Biología en época de Darwin, auxiliada por la Física y la Química, también era más capaz de suministrar datos de que La- marck no pudo disponer, para el estudio del determinismo ini- cial; no debiendo nadie que quiera juzgar imparcialmente ver el concepto que acerca de éste Lamarck tenía, a la luz de los conoci- mientos actuales, sino a la de los que en aquellos tiempos se tenían, cuando alboreaban las ciencias naturales en el recinto del Museum de Lakanal. Tuvo además el mérito Darwin de fundar la teoría moderna de la selección natural, que es el darwinismo propiamente dicho; y si esto ya no fuere bastante para su gloria, estableció la Antro- pogenia, “solemne conclusión de la doctrina de la descendencia o lamarckismo que supera en importancia, dice Heeckel, a todos los demás problemas de la evolución ””. 230 Memorias de la Sociedad Poey. Estudiando hasta aquí el transformismo como ley general de la naturaleza aplicable a launiversalidad de los seres vivos, y como ley de progreso orgánico, porque toda transformación producida beneficia la especie y la mejora, ya que de ningún modo puede producir la muerte, en cuyo caso, según Le Dantec “no puede aplicarse esta ley a los seres que mueren””, siendo como es ley de la vida; es necesario para dar fin a este trabajo que nos propusi- mos realizar, que busquemos en el estudio de una especie organi- zada cualquiera la confirmación de cuanto a este respecto hemos escrito, siguiendo la pauta que los grandes maestros nos han lega- do en las páginas de sus obras imperecederas. La flora nos atrae por lo bello de su aspecto, y dentro de ella fácil nos sería encontrar un ejemplo de positiva y franca evolu- ción que diera a nuestra labor algo del brillante colorido y de las gallardías con que la evolución marca sus pasos en el reino de los vegetales, con lo cual mucho ganaríamos; pero recientes lee- turas de una parte, y por otra, nuestra predilección por la mate- ria que vamos a tratar, nos hacen decidir por la especie humana, no sin que antes recordemos aquellas palabras de Pascal, que nos han servido de introducción a este trabajo: **Es peligroso hacer ver demasiado claramente al hombre cuán semejante es a los ani- males, sin mostrarle igualmente su grandeza. Es también peligro- so hacerle ver demasiado su grandeza, sin mostrarle al mismo tiempo su pequeñez. Mucho más peligroso es, sin embargo, dejar- le en la ignorancia de una y otra. Por el contrario, es de la ma- yor utilidad darle una clara idea de ambas.”” El campo en que vamos a espigar es tan vasto que no está de más digamos hasta dónde llegaremos en el desarrollo de esta cues- tión. No es empeño nuestro, y queremos que conste, realizar un estudio analítico del ser humano hasta en sus más pequeños de- talles, ni hemos de tratar con igual extensión los variados aspee- tos del asunto mismo; no, nuestro objeto es otro: es hacer una re- seña de aquellas semejanzas y desemejanzas que como animal tiene el hombre con los monos antropomorfos y principalmente de ciertas particularidades, sobre las cuales algo se ha expuesto recientemente considerándolas a la luz de los actuales conocimien- tos y de las orientaciones científicas que sean aplicables a la que llamó el eminente Huxley “la cuestión suprema.?”” El estudio del origen del hombre, desde muy antiguo ha preo- J.N. Perrer: Nuevas orientaciones sobre el transformismo 231 . i eupado a la humanidad que, considerándola el resultado feliz de una creación particular y como obra divina, creyó encontrar la solución de este problema en el seno de los dogmas religiosos, en medio de la ortodoxia más intransigente, donde se creyeron fuer- tes, sin sospechar que al cabo la crítica científica demostraría la imposibilidad de semejante suposición. Bueno es confesarlo para ser verídicos, que los hombres de ciencia que estudiaron el trausformismo, sólo mencionaban en su principio, la posibilidad de ciertas relaciones de parentesco entre el hombre y los monos antropoides, porque la Iglesia, poderosa entonces, cohibía hasta a los espíritus más fuertes. Al enunciar Lamarck su teoría de la descendencia, que ya he- mos expuesto, sólo intentó demostrar hasta qué punto **era lógico pensar en los cambios que han debido sucederse en el pasado his- tórico para llegar a la transformación de monos en hombres””, lo que le valió la más tremenda de las condenaciones de teólogos y filósofos apoyados por aquellos naturalistas que no comulgaban en la escuela del Museum. Carlos Darwin, casi medio siglo más tarde, fué el que sostuvo con más decisión este pensamiento de Lamarek, no sin antes ir tanteando la opinión hasta que, por último, en su obra tantas ve- ces citada El origen de las especies, expuso desde sus puntos de vista el origen animal del hombre, e hizo entonces de este asunto el tema predilecto de los naturalistas y filósofos de aquella época, unos para apoyarlo y otros, los más, para combatirlo. En el año de 1863 publicó Husley su admirable obra “El lu- gar del hombre en la naturaleza, en la que apoyó con argumentos de gran valor científico la citada tesis enunciada por Lamarck y sostenida por Darwin, concluyendo con la afirmación de que el hombre debe ser considerado como un mamífero vecino de los mo- nos y particularmente cercano de los monos antropomorfos. Esta obra de Huxley es la base de que han partido los que siguieron estudiando esta cuestión, y no obstante su magistral exposición (traducción francesa de 1891), aún se encuentran personalida- des de alta sienificación intelectual y de una elevada cultura, co- mo Mr. Brunetiére, que, en un trabajo publicado en la Revue de deux mondes el 1? de Enero de 1895, declaraba que en su sentir la ciencia no había dado aún satisfactoria respuesta a *““saber de 232 Memorias de la Sociedad Poey. dónde venimos””, y que la teoría de la evolución “no nos la daría jamás””. El gran Linneo señaló para el hombre el primer lugar entre los Primates, y los estudios de anatomía comparada han permiti- domostrar, de una manera definitiva, su estrecho parentesco con los monos superiores, comprobándose asombrosas analogías hasta en los menores detalles. Es bien sabida toda la importancia que tiene la dentición en- tre los mamíferos como medio de determinar las diferencias y analogías entre ellos. La dentadura del hombre es muy semejante, por su aspecto, a la de los monos antropomorfos: la presencia du- rante la primera edad de ambos, de los dientes de leche o prime- ra dentición, y luego la de los dientes permanentes en número de treinta y dos; la clase y disposición general de la corona, son los mismos caracteres que encontramos en ambas especies, que- dando limitadas las diferencias existentes a caracteres secunda- rios de forma y dimensiones, de tal manera que, en general, pue- de decirse que en los antropomorfos están los dientes más desa- rrollados que en el hombre, caracterizándose por la mayor di- mensión de los caninos y también por ser más complejas las raí- ces de los falsos molares. Para valorizar estos caracteres señala- dos es preciso no olvidar que son menos marcadamente diferen- ciales que los que existen entre los antropomorfos y los demás mo- nos, pues en los llamados monos del Nuevo Continente se presen- tan los dientes en número de treinta y seis en lugar de treinta y dos, como hemos dicho, en aquéllos y el hombre, y también por su forma son bien distintos, como es fácil comprobar; no siendo, pues, de extrañar, que Huxley después de exponer las semejanzas y desemejanzas entre las dentaduras de los monos y del hombre, concluyera de este modo: **que cualesquiera que sean las diferen- cias que puedan notarse en la dentadura del mono más elevado comparada con la del hombre, éstas son mucho menores que aque- llas que se observan entre la de los monos superiores y la de los inferiores”?. El esqueleto en general, y particularmente el cráneo del hom- bre presenta diferencias notables comparados con el de los mo: nos antropoides, y no obstante ser éstas tan acentuadas, puede afirmarse que son mayores las observadas al hacer la comparación entre éstos y los monos inferiores, lo que permite repetir con el J. N. Ferrer: Nuevas orientaciones sobre el transformismo 233 sabio inglés '“que las diferencias existentes entre los esqueletos del hombre y del gorila son menores que las que hay entre el de éste y los de los otros monos””. La anatomía del sacro nos ofrece un carácter de semejanza bien marcado entre los antropoides y el hombre. En los monos propiamente dichos, el sacro está constituído por tres o, rara- mente, por cuatro vértebras, y en los antropomorfos por cinco, es decir, en número igual al que tiene el sacro humano. Se ha insistido mucho, por los partidarios de considerar la es- pecie humana como distinta de todos los monos conocidos, sobre la diferencia entre el pie del hombre y el de los monos antropo- morfos; y si bien es verdad que esta diferencia no puede negar- se, lo es también que se ha exagerado su importancia. Hay que te- ner en cuenta para apreciarla, que el hombre está habituado a mantenerse en posición vertical sobre sus extremidades posterio- res de una manera continua; y que los monos por el contrario, aun los más elevados, sólo lo adoptan en ocasiones determinadas, lo que ha traído por consecuencia un mayor desarrollo del pie humano. Por este solo dato se ha querido probar que los monos son cuadrumanos, y que sus extremidades posteriores se terminan por manos como las anteriores, estando ya demostrado, por sus rasgos más esenciales, que el miembro posterior del gorila termi- na en un verdadero pie, a semejanza del del hombre. “El miem- ' bro posterior del gorila, dice Huxley, se termina por un verdade- ro pie con un grueso artejo móvil. Este pie prehensil no es, en manera alguna, una mano; es un pie que no difiere del del hom- bre por ningún carácter fundamental, y solamente se diferencia por sus proporciones, por su grado de movilidad y por la disposi- ción de sus partes secundarias””. Si al desarrollo del esqueleto en general es aplicable la regla establecida por Huxley, hay que convenir, en cuanto a éste cass particular citado, que también la confirma, pues que ““cuales- quiera que sean las diferencias que existen en la mano y el pie del gorila comparados con los del hombre, son mayores las que se observan si se comparan, las de aquél con las de los monos infe- riores””. En cuanto al sistema muscular y a los órganos internos, la ley de Huxley es de singular aplicación, como lo vamos a ver en el siguiente ejemplo. 234 Memorias de la Sociedad Poey. Entre los órganos internos hay uno, el cerebro, en que cifra- ban sus esperanzas los que creyeron encontrar en él, como órga- no de la inteligencia que es, las diferencias que buscaban para de- mostrar el error en que incurrían los que señalaban para el hom- bre el primer lugar entre los Primates. Se ha discutido mucho la anatomía de este óreano comparado con el de los monos, y entre los que sostenían las citadas diferencias existentes figura Owen, que precisó la ausencia en los monos de determinadas e impor- tantes partes del cerebro, que él las creía particularmente carac- terísticas del hombre, como son el lóbulo posterior, asta posterior y pequeño hipocampo; y a pesar de todos los esfuerzos realizados en contra, hoy se acepta casi unánimemente que todas las partes esenciales y todas las cireunvoluciones primarias, son las mismas en el hombre que en el orang, cuyo cerebro, entre los antropoides, es el que más se asemeja al del hombre, lo que permite suponer al orang ligado al hombre por los lazos del más cercane parentes- co; y que se confirme en este caso también la regla de Huxley, de mayor semejanza entre los antropoides y el hombre que entre monos entre sí. Un argumento más en favor de este parentesco nos lo ofrece el aparato digestivo. En efecto, el intestino ciego humano, está provisto de un apéndice vermiforme llamado íleo-cecal, que por su situación se tiene por órgano rudimentario y que recientemen- te ha tenido gran notoriedad por ser el sitio de una enfermedad, la apendicitis, grave en muchos casos y capaz de producir la muerte del individuo. El apéndice del hombre es muy semejante al que tienen los monos antropomorfos y en los otros monos pue- de no existir; y en los casos que existe lo presentan en forma de una bolsa redondeada que es más bien una expansión del ciego, muy diferente al de aquéllos y por consiguiente al de la especie humana. Tales analogías observadas y otras muchas, además, que no son de citar en este trabajo, indujeron a los naturalistas hace ya medio siglo a proclamar como evidente el parentesco existente entre el hombre y los monos antropoides, constituyendo esta cues- tión una tesis clásica dentro de los estudios naturales, la cual ha sido reforzada poderosamente por los conocimientos recientemen- te adquiridos de la morfología orgánica de los grandes monos antropomorfos y con auxilio de éstos es interesante confrontar la J.N. Ferrer: Nuevas orientaciones sobre el transformismo 235 doctrina de la descendencia simiana del hombre, como vamos a hacerlo. Es bien sabido que Darwin, Vogt y Heeckel no tuvieron a su alcance para apoyar esta doctrina los tan útiles conocimientos de la embriología de los monos; y hasta el mismo Huxley, no pudo reforzar con ellos su no obstante sólida argumentación en pro del origen animal del hombre, porque en su época no eran suficien- temente conocidos, siendo aleo más tarde que se recogieron ob- servaciones fidedignas y nos dieron esta índole de hechos. La historia del desarrollo de un embrión brinda al naturalis- ta toda una serie de datos de gran valor, que permiten probar el parentesco que haya entre organismos de un mismo género; y es- tá ya aceptado por la generalidad de los observadores que la on- togenia o desarrollo del embrión es una historia abreviada de la filogenia o desarrollo de la especie; pero la dificultad con que se tropieza para adquirir o tener a la vista las piezas necesarias para su estudio, en tiempo oportuno, es causa de que los actuales cono- cimientos no sean completos por lo cual nosotros sólo hemos de referirnos a las observaciones recogidas que hayan sido debida- mente sancionadas. Limitándonos al estudio de la placenta en los monos, vemos que hasta hace poco sólo se tenían conocimientos de la de los pi- tecos y cebínidos: de dos discos distintos, dispuestos frente uno del otro, implantados sobre los lados de la cavidad uterina y con un solo cordón provisto de dos arterias y una vena, en los prime- ros; y en los segundos, formada de un solo disco como en el hom- bre, cuyo cordón contiene cuatro vasos en lugar de tres, dos arte- rias y dos venas umbilicales. La de los antropoides era desconocida tanto para Huxley co- mo para Owen y los demás naturalistas de su época y fué preciso esperar hasta los trabajos de Deniker y Selenka, realizados desde 1898 a 1902 para conocerla y poder apreciar sus caracteres. Owen, que se propuso estudiarla, no logró en ella un conocimien- to exacto, porque las de gibón y chimpancé que tuvo a mano le ¿[proporcionaron escasos detalles. Hoy la placenta de los monos antropomorfos es bastante conocida gracias a las investigaciones de los citados zoólogos Selenka y Deniker. Según ellos, la placenta de los antropomorfos es discoidal del . mismo tipo que la humana, y la disposición del cordón umbilical 236 Memorias de la Sociedad Poey. que se consideraba como característica de esta especie, es la mis- ma que en los monos antropomorfos, es decir, que está provista de dos arterias y una vena, y también único; siendo de notarse en cuanto a las membranas envolventes fetales, que se cumple !a ley de Huxley, pues la placenta de los antropomorfos es más se- mejante a la del hombre que a la de los demás monos inferiores. En cuanto a los embriones mismos, la semejanza entre los mo- nos y el hombre es notable. Selenka, citado por Metchnikoff, insiste sobre ““el hecho de que los discos embrionarios del hombre, los de menos tiempo que hayan sido observados, apenas pueden distinguirse de la de los monos provistos de cola, tanto desde 21 punto de vista de su situación como de su forma””; pero los esta- dos más avanzados de desarrollo acusan una mayor diferencia- ción, y entonces los embriones humanos se parecen más a los de los antropomorfos, que a los de los monos inferiores. Se cita co- mo ejemplo el feto de un gibón obtenido y estudiado por Selenka de gran parecido a uno humano. A medida que son de más edad, las líneas que distinguen al hombre de los monos superiores, van haciéndose cada vez más marcadas; la cara de éstos se hace más prominente y reveladora de cierta bestialidad; pero no obstante esto, es bien grande la se- mejanza que aún se observa entre fetos bastante avanzados de los antropomorfos y los humanos en quinto y sexto mes de gestación. M. Deniker, dice Metehnikoff, tuvo la buena suerte de encontrar un feto de gorila, pieza de una rareza extraordinaria y hacer de ella un estudio lo más completo posible. Aparentemente la seme- janza es muy marcada y el estudio anatómico de ambos confirma dicha apariencia; y es caso fuera de duda que el feto del gorila tiene más rasgos humanos que el gorila adulto. El cráneo de fetos humanos y el de monos antropomortfos jó- venes, se parece más, mucho más, que el de estos animales adul- tos al cráneo humano. Refiriéndose a esto, dice Selenka: *“Los cráneos infantiles de los antropomorfos presentan grandes analo- eías entre sí y con el de un niño; pero a partir de la primera dentición las diferencias típicas se manifiestan de una manera tan marcada, que el lazo genético no puede ser aceptado, sino con el auxilio de formas intermediarias extinguidas””. La armonía del cuadro específico, que hasta aquí, nos exponen Selenka y Deniker, es de tal naturalidad y certeza—como que es J. N. Ferrer: Nuevas orientaciones sobre el transformismo237 copia de la naturaleza viva, y con toda la fuerza incontrastable de la realidad, aunque haya ojos que no quieran verla y espíritus imbuídos de prejuicios que no quieran apreciarla—que la hi- pótesis del origen animal del hombre, dentro de la doctrina d2 la evolución, va afirmándose cada vez más hasta pasar a la ca- tegoría de hecho probado, y hecho bien probado sería si del seno mismo de los órganos de la generación no surgiera, como un has- ta cierto punto poderoso argumento, un elemento indiscutible que es preciso estudiarlo debidamente, para ver el modo de con- ciliarlo con el desenvolvimiento de la evolución orgánica. Los enemigos de la teoría de la descendencia simiana del hom- bre, aprovechándose de los lugares descubiertos del reducto dar- winiano, sostuvieron lujosa polémica exponiendo razones y argu- mentos en contra de la misma; pero las tentativas realizadas pa- ra demostrar en el cerebro humano la presencia de órganos par- ticulares y exclusivos, que no existen en el de los monos, puede decirse que han fracasado. Se ereyó que dada la superioridad in- telectual del hombre, en el cerebro, sería más fácil encontrar el rasgo característico de la especie, que lo alejara del orden de los Primates, sin sospechar que era entre los órganos sexuales donde encontrar podían cierta especialización orgánica, que les sirviera como base de apoyo, siquiera débil, para sostener sus puntos de vista. En efecto, el hombre no tiene hueso peniano; pero sí lo tiener notablemente desarrollado los monos antropomorfos, algunos otros monos y, en la clase de los mamíferos, muchos roedores y carniceros. Las formaciones óseas, que a título excepcional se en- cuentran en el miembro viril del hombre, son una forma de ata- vismo que recuerda el de sus antepasados, pues éste, sin que se pueda precisar la causa, ha perdido el que le correspondía por ley de herencia. La diferencia, pues, entre los antropoides y el hombre se ma- nifiesta, en el sexo masculino, por la ausencia del hueso peniano; y en el sexo femenino, por la presencia de la membrana virginal o himen, que es una adquisición de la especie humana, es decir, un órgano de nueva ereación, dicho sea en el lenguaje del trans- formismo. Esta membrana sutil y delicada, tan al alcance de to- dos, sin exceptuar los sabios, era la que podía servir a los que, empeñados en diferenciar al hombre de los antropomorfos, bus- 238 - Memorias de la Sociedad Poey. caban a cualquier costo, un órgano particular en la humana es- -tirpe; y que empeñados en encontrarlo, tomaron erróneamente el hipocampo minor, asta posterior y lóbulo posterior del cerebro, sin sospechar, como antes dijimos, que en lugar diametralmente opuesto se hallaba esta membrana, que los monos en general no tienen, y en particular carecen «dle ella los monos antropomorfos. La ausencia del himen en los antropomorfos, fué señalada por Bischoff y confirmada más tarde por otros muchos observadores. Recientemente ha dicho Deniker: “no la he encontrado ni en el feto ni en el gorila joven. Sólo en el gibón, a la entrada de la vagina, vió un abultamiento circular que podrá tomarse como órgano homólogo; pero que en ningún caso ciertamente, puede tomarse como esta membrana modificada””. Deniker se decide por afirmar, como secuela de sus observaciones de benedictino, que la membrana virginal falta en los monos antropomorfos de to- das las edades. Es más, la embriología nos enseña que la aparición de la men- prana himen, corresponde a un desarrollo tardío en el feto hu- mano; y se ha fijado por otros autores, que ésta hace su aparición durante la décima novena semana de la gestación y frecuente- mente más tarde. El himen es, pues, un órgano de reciente for- mación, con alarmante tendencia a progresar, que comprueba, una vez más, el desarrollo evolutivo de la especie humana. Y siguiendo otro orden de ideas, podremos preguntarnos, ¿qué utilidad reporta el himen a la mujer ? Si de un órgano rudimentario nada debemos esperar ni pe- dirle, a un órgano de formación reciente sí tenemos el derecho de suponerle por lo menos, una fase progresiva del desarrollo, y, por consiguiente, una ventaja para la especie, siguiendo las ideas de Le Danteec. ¿Para qué sirve la membrana himen? Wiedersheim contesta esta pregunta, diciéndonos “que la función de la membrana que se encuentra a la entrada de la vagina, designada con el nombre de himen, no está aún suficientemente aclarada””, y podemos agregar, a tenor de lo publicado sobre este particular, que ni poco ni mucho, porque de su función, esto es lo cierto, nada se sabe con fijeza. (Continuará.) 239 REVISTA BIBLIOGRAFICA 1. BULLETIN pu MusÉum NATIONAL D'HISTOIRE NATURELLE, NÚ- meros 2 y 3, 1914, París. El sumario del número 2, es el siguiente: 146% Réunion des naturalistes du Muséum (17 Février 1914) ;—Mission géodésique de DP Equateur. Insectes recueillis par M. le Dr. Rivet. Coléoptéres cla- vicornes, par M. A. Gronvelle; —Notes sur les espéces Lamarckiennes de Garioez (fin), par M. Ed. Lamy; —Sur les Polychétes rapportées par M. Ch. Gravier de San Thomé, par M. P. Fauvel; —Líiste de plantes récoltées dans 1” Asie centrale par F. Chaffanjon (suite), par M. P. Danguy;—Contributicn á la Flore de la Nourelle- Calédonte, par M. A. Guillamin;—Sur une Hemogrégarine noutelle et ses kistes de multiplication chez CAIMAN TRIGONATUS Gray, par M”* Phisalix; —Etat cataleptique chez un jeune CROCODRILUS NILOTICUS Linné, par M”*. Phisalix;—Teneur des Sardines en eau et en matiéres grasses, par M. M. L. Fage y R. Legendre. Acompaña al número la fotografía de Auguste Verneuil (1856-1913). El número 3, además de la 1/7" Réunion des Naturalistes du Muséum (31 Mars 1914), contiene estas comunicaciones: Olser- vations faites sur le sang du Mammouth offert au Muséum par le Comte Stenbock-Fermor (con grabados), par M. M. H. Neuville et J. Gautrelet;—Sur quelques particularités biologiques du Bar commun (LaBrRAx-LABRAX L.), par M. L. Roule;—Sur une derntére collec- tion de Poissons recueulie á Madagascar par feu F, Geay, par M. J. Pellegrin ; —Description d'une nouvelle espéce du genre Trichiorysse- mus, par M. G. Bénard;— Myrméléonides nouveaux de Syrie (con grabados), par M. Longin Navas;—Lépidopteres: TorRTROIDG, Tinerbez, par M. E. Meyrick;—Note sur les variations du TABANUS ALGIRUS Macquart en Algerie et en Tunisie, par J. M. R. Sourcouf; —Notes sur les espéces du genre MAcrTRa décrites par Lamarck, par M. Ed. Lamy;—Liste des plantes récoltées dans l' Asie centrale par J. Chaffanjon (suite), par M. P. Danguy;— Champignons recuei- llis dans l? Annam par M. Eberhardt, par M. M. P. Hariot et N. Patouillard;—Note sur la fioraison d'un GOVENIA GARDNERÍ Hook. dans les Serres du Muséum, par M. H. Poisson;—Note preliminaire sur quelques Végétaux fossiles du Sud-Ouest de la Chine rapportés par le Dr. Legendre, par M. F. Pelourde;—Áutour du Jardin z00logique 240 Memorias de la Sociedad Poey. de Buenos- Ayres, par M. A. Coutaud;—Sur une Hémogrégarine nouvelle parasite de SIsTruRUS CATENATUS Garman et ser formes de maultiplication endogéne, par M”* Physalix. Por falta de espacio no damos cuenta, en el presente número de las MemMoRrIaAs, de los trabajos publicados en The American Na- turalist (Indiana), Zoologica (New York), The Journal 0f Animal Behavior (Boston), Anales del Museo Nacional de Buenos Aires (Argentina), etc., cuyas revistas científicas hemos recibido últi- mamente. Agradecidos de esa remisión, seguiremos gustosos correspondiendo a dicho canje. Dr. A. MESTRE. VARIEDADES Las Ciencias Zoológicas en nuestra Universidad. El día lo de Octubre celebróse en la Universidad el acto solemne de la apertura del año académico de 1915 a 1916, y al cual asistió el Sr. Presi- dente de la República. La prensa diaria elogió la importancia de ese acto por múltiples motivos; mas, para nosotros, revistió especial significación, porque el discurso inaugural estuvo a cargo del Dr. Arístides Mestre, Pro- fesor auxiliar de la Escuela de Ciencias y Secretario de nuestra «Sociedad Poey», quien escogió por tema de su disertación el de Las Ciencias Zoológi- cas en nuestra Universidad, asunto que estudió desde el doble punto de vista histórico y filosófico. El trabajo del Dr. Mestre, tan justamente aplaudido por su forma y su fondo y por el servicio que con él ha prestado a la historia de nuestra cultura científica, se publicará en las páginas de las MeÉmorras. A ello nos estimula muy particularmente el interés del tema elegido, que consti- tuye uno de los aspectos del desarrollo de las Ciencias Naturales en Cuba. - REGLAMENTO DE LA SOCIEDAD ArrT. 1.—Se constituye en la Habana una agrupación científica dedi- cada al estudio de las Ciencias Naturales (Mineralogía, Geología, Biología, Botánica, Zoología y Paleontología, Antropología y Agronomía) y a sus aplicaciones. ArT. 2,"—Dicha agrupación se denominará Sociedad Cubana de His- toria Natural *“*Felipe Poey?”, como tributo a la memoria del sabio fun- dador de las Ciencias Naturales en Cuba. ArrT. 3.—El fin principal de la Sociedad será el cultivo de la ciencia local, tendiendo a estrechar los lazos de compañerismo entre los que persi- guen en Cuba esos estudios, para que la labor científica personal resulte más eficaz. ART. 4,—El número de socios será ilimitado, pudiendo pertenecer a la Sociedad así los cubanos como los extranjeros; necesitándose para ser ad- mitido la propuesta de un miembro, y la admisión en la siguiente sesión por las dos terceras partes de los votos de los concurrentes y previo infor- me de una ponencia nombrada al efecto. ArT. 5."—Los socios serán fundadores, titulares, corresponsales y hono- rarios. Los primeros son los que han asistido a la sesión de constitución y organización de la Sociedad. Los titulares son log miembros ordinarios de la agrupación, residentes en toda la Isla, y abonarán la cuota anual de seis pesos moneda americana. Los corresponsales lo son en el extranjero. Para ser nombrado miembro honorario es preciso haber sobresalido en las Cien- cias Naturales, puras o aplicadas, por sus conocimientos e importancia de sus publicaciones. Los corresponsales y honorarios están exentos del pago de la cuota mencionada. ART. 6.-—A los efectos de los trabajos de la corporación, ésta compren- derá las siguientes Secciones, que tendrán sus respectivos Director y Se- eretario: 1.*, de Mineralogía y Geología; 2.*, de Biología; 3.*, de Botáni- ca; 4.*, de Zoología y Paleontología; 5.*, de Antropología; y 6.*, de Agro- nomía. ArT. 7."—La Sociedad elegirá anualmente su Junta Directiva compues- ta del Presidente, Vicepresidente, Secretario, Vicesecretario y Tesorero, los que constituyen la Mesa; siendo Vocales de aquélla el Director y Se- cretario de las Secciones que comprende la Sociedad. Dicha Junta Direc- tiva será nombrada en la primera quincena de Mayo de cada año; verifi- cándose las elecciones entre los socios titulares residentes en la Habana por mayoría de votos y pudiendo ser reelectos. La Sociedad podrá nombrar un Presidente honorario. ArT. 8.—Las sesiones de la Sociedad serán ordinarias y extraordina- rias, ya privadas o públicas, según el carácter de la orden del día. Las or- dinarias se celebrarán en la última semana de cada mes, exceptuándose los meses de Julio, Agosto y Diciembre. Las sesiones extraordinarias podrán convocarse por el Presidente cuando las juzgue oportunas o a virtud de petición por escrito de tres socios titulares. Los acuerdos de la Sociedad se tomarán siempre por mayoría de votos, decidiendo la presidencia en caso de empate; y constituyendo el quorum, para la celebración de las sesiones, cinco miembros titularse. La Sociedad celebrará el 26 de Mayo de cada año una sesión solemne conmemorativa de su fundación, fecha del nacimiento de Poey, en 1799; tomando en ella posesión la Junta Directiva elegida. ArT 9.—La Sociedad tendrá lo más pronto que sea posible su publi- cación, órgano oficial de ella, y donde periódicamente aparecerán sus tra- bajos; y un Comité de Redacción, nombrado por la Sociedad, se ocupará de todo lo concerniente a dicha publicación, de acuerdo con su Junta Di- rectiva. Arr. 10.——La Sociedad resolverá lo que no se exprese en este Regla- - mento, el cual no podrá modificarse sino en sesión extraordinaria convoca- da a ese fin; y en caso de disolución de la Sociedad, los fondos y propie- dades de la misma se destinarán al ““Museo Poey”” de la Escuela de Cien- cias de la Universidad de la Habana. eN ¿ se S j $ sa e X —Sesiones de la Sociedad (Febrero el, Mao 27 y Abril 30 d —Une nouvelle fourmi de Cuba; par le Dr. F. Santschi Ea tada por el Dr. José H. Pazos). | A —La destrucción del anobio; por el Dr. José Ramos Almey a. | —La infancia de la humanidad (concluye); por el Dr. Luis —Nuevas orientaciones sobre el transformismo E n) - Dr. José Nicolás Ferrer. —Revista AR .o. . : 90% A 4 Els Solicitamos el canje de las revistas científicas que recib bliquen. Para todo lo concerniente a las MEMORIAS, (manuscritos je, remisión de obras, £.) dirigirse al ás Arístides Mestre , M 2 Y DICIE S SOCIEDAD CUBANA DE HISTORIA NATURAL —— “BEELIPE POEY>” Da DIRECTOR: DR. CARLOS DE LA TORRE. JEFE DE REDACCION: DR. ARISTIDES MESTRE. IMPRENTA EL SIGLO XX DE AURELIO MIRANDA TENIENTE REY 27 1915 Presidente: -. Dr. Carlos Me la Torre. Vice-Presidente: Dr. Luis Montané. Secretario: Dr. Arístides Mestre. -Vice-Secretario: Dr. Federico Torralbas. Tesorero: Dr. Mario Sánchez Roig. SECCIONES AS 1. Mineralogía y Geología. E Director: Dr. Santiago de la Huerta. : Secretario: Sr. Pedro Guerra. 2. Biología. Director: Dr. Mario G. Lebredo. Secretario: Dr. Alberto Recio. / 3. Botánica. Director: Secretario: 4. Zoología y Paleontología. 5 Director: Dr. Felipe García. Cañizares. Secretario: Dr. Pedro V. Ragués. 5. Antropología. Director: Dr. Luis Montané. E Secretario: -Dr. Juan M. Dihigo. E sl 6. Agronomía. Director: Sr. José Cadenas. ño Secretario: Dr. Buenaventura Rueda. Los Sres. Secretarios de las Secciones forman el C de Redacción de las MEMORIAS, según acuerdo de la Socie | Sr. Tesorero tiene a su cargo la administración. Mol E NOVIEMBRE Y DICIEMBRE DE 1915. Núm. 6. MEMORIAS DE LA SOCIEDAD CUBANA DE HISTORIA NATURAL “FELIPE POE Y” EJ SESIONES DE LA SOCIEDAD 122 sesión. —Junio 26 de 1915. Presidencia del Dr. Carlos de la Torre. SOCIOS CONCURRENTES.—Sres. L. Montané, M. Lebredo, P. Car- dín, S. de la Huerta, J. San Martín, F. del Río, A. Recio, L. Pa- dró, J. Horstmann, J. M. Dihiso, A. Pastor Giraud, J. M. Olivé, M. Sánchez Rois, V. Amer, y A. Mestre, (Secretario). APROBACIÓN DEL ACTA.—Leídas por el Secretario las actas de la sesión ordinaria del 30 de Abril y la solemne conmemorativa del 26 de Mayo, fueron aprobadas; habiendo antes manifestado el Dr. Montané **que en lo referente al Profesor Ameghino quiso de- cir que no se atreve a aceptar por ahora el concepto del Homo cu- bensis, por encontrarlo insuficientemente robustecido.”” BIOGRAFÍA DE GGUNDLACH.—A propuesta del Dr. Mestre se acordó traducir al castellano y publicar en las MEMORIAS el ar- tículo biográfico escrito por nuestro socio Sr. Charles T. Ramsden, de Guantánamo, sobre el naturalista Dr. Juan Gundlach, que tan- to contribuyó al conocimiento de nuestra ornitología principal- mente. EL “Parque Pory?””.—Presente el Sr. Saiz de la Mora, pidió le permitiesen hacer aleunas manifestaciones sobre el **Parque Poey”” (entre Concha y Luyanó). Solicita que la Sociedad gestio- . ne por su parte y ante el señor Secretario de Obras Públicas la construcción de aquel, terminándosele lo más pronto posible. A 242 Memorias de la Sociedad. Poey. propósito de esto, el Dr. San Martín expresó que entre los edificios que han de levantarse en los terrenos de la Universidad y el Hos- pital núm. 1, también se tiene el proyecto de hacer un parque que llevará el nombre de Poey. EL AURA Y LA PROPAGACIÓN DE LAS ENFERMEDADES INFECCIOSAS. —Seguidamente leyó el Dr. Julio San Martín su trabajo sobre si el aura tiñosa es útil o nociva desde el punto de vista de la propagación de la pintadilla de los cerdos. Refiérese en dicho estudio: a cómo el problema, con razón, preocupa seriamente al Gobierno y a la Secretaría de Agricultura, a la trascenden- cia de las pérdidas que ocasiona al propitario cual lo atestiguan datos numéricos; estudia el precio de la carne a causa de las epi- demias de dicha enfermedad y del carbunclo bacteridiano y sinto- mático, considerando el aumento del precio en relación con la dis- minución del ganado. Examinando el agente de diseminación del mal a distancia, se fija en nuestra aura tiñosa a la que considera causa de aquélla; y entonces revisa, al objeto de obtener datos, la literatura de que disponía. Estos datos, entre los cuales está el in- forme del Dr. Darlrymple, del que copia una parte, sobre el car- bunelo, apoyan la tesis del Dr. San Martín de que el aura tiñosa, es un importante medio de trasmisión de la mencionada enferme- dad; y, por otra parte, no acepta el papel higienizante atribuído a dicha ave, que no es útil, sino incómoda y nociva. Solicita enton- ces de la Comisión de Epizootías acordara algo que pudiera servir de base al Congreso para suprimir de la Ley de Caza el precepto que ampara al aura tiñosa; y continuó su labor en esa dirección luchando con opiniones contrarias publicadas en la prensa. El Dr. San Martín pide a la “Sociedad Poey”” le diga su opinión so- bre este particular; le manifieste si está o no equivocado y “si la destrucción del aura sería origen de los enormes perjuicios que se profetizan para la salud pública. En una palabra, si el aura debe considerarse en el año de 1915 como un ave útil o nociva.”” £l Discusión Y acurrDo.—El Presidente abre discusión sobre el trabajo del Dr. San Miartín.—El Sr. J. F. Centellas, Inspector ge- neral de Caza y Fauna, presente en la sesión, expresa no estar de acuerdo con lo sustentado por el Dr. San Martín, creyendo no de- be destruirse el aura y que mejor resultado daría, en cuanto a evi- tar la propagación de la pintadilla, la educación y exigencia al campesino de la destrucción completa por el fuego de los anima- les muertos. El Sr. Centellas no viene preparado para discutir el Sesiones de la Sociedad. 243 asunto, pero se ocupará de recoger otros datos y presentarlos en la próxima sesión.—El Dr. La Torre hace algunas consideraciones sobre el interés del estudio del Dr. San Martín, que lo ha impre- sionado favorablemente; y alude a nuestro problema de Salubri- dad pública en las relaciones de Cuba y los Estados Unidos, a la fauna de los cadáveres y sus peligros, y al abandono del campesi- no aunque le destruyan el aura, no siendo ésta el único medio de diseminación del mal.—El Dr. San Martín refiere haber observado que el aura come la res carbuncosa, cosa opuesta a lo que gene- 'almente se piensa; e insiste en las condiciones que concurren en dicha ave, por cuya destrucción aboga.—El Dr. Cardín llama la atención sobre el papel de las auras en el descubrimiento de los crímenes; es, en esos casos, sin duda, un poderoso auxiliar de la administración de justicia.—El Dr. Mestre manifiesta que importa fijar los puntos en la materia de que se trata: el Dr. San Martín en su trabajo presenta datos en pro de la destrucción del aura con motivo de sus peligros al trasmitir ciertas enfermedades del ganado; y el Sr. Centellas, que opina lo contrario, ha prometido traer los documentos que sirven de base a su idea. La Sociedad, di- jo el Dr. Mestre, debe escuchar el trabajo del Sr. Centellas y, des- pués que el asunto se discuta suficientemente, nombrar una comi- sión que dictamine sobre el problema planteado, a fin de llegar a conclusiones bien fundadas. Y esto se acordó por la Corporación. EL arqueóLOG6o DécneLerre.—Terminada la discusión ante- rior, el Dr. Montané leyó una nota necrológica sobre el eminente arqueólogo francés José Déchelette, nacido en 1802, y muerto va- lerosamente en el campo de batalla, en Aisne, el 4 de septiembre de 1914; nota en la cual se bosquejan algunos aspectos de su vida, con indicaciones referentes a sus obras publicadas. Déchelette re- cogió pacientemente todos los conocimientos adquiridos en la ar- queología de los tiempos primitivos en Francia: su Manual de Arqueología prehistórica, céltica y galó-romana, por más que no logró completarlo, quedará como una obra maestra en su género, cuyo objeto “es el estudio de las antigiiedades de la Galia desde la aparición del hombre hasta la caída del imperio romano.” — El Dr. Mestre aplaude la oportunidad de la nota del Dr. Monta- nó, rindiéndole un justo tributo al sabio a quien debe la ciencia trabajos de tanto valor como son las obras a que ha hecho refe- rencia. EXCURSIÓN CIENTÍFICA A OrRIENTE.—Entonces el Dr. Montané 244 Memorias de la Sociedad Poe. ocupó la Presidencia y el Dr. La Torre da brevemente cuenta de su última excursión por Oriente, donde fué a investigar sobre la recolección de objetos que allí efectuaba un comisionado america- no del Museo creado en New York para arqueología. Después de hacer la historia de los antecedentes que motivaron su viaje, el Dr. La Torre refiere la importancia de los objetos recogidos y que se quedarán en Cuba, según acuerdo con el Sr. Harrington; y muestra a los asistentes aleunas representaciones de esos objetos : fragmentos de barros con dibujos, pedazos de sílex, mandíbulas, piedras de hoyuelos, ete. Entre éstos, fijóse su atención en tres cráneos: uno caribe; otro nodeformado, de aspecto femenino, y sin los caracteres de las razas actuales que pueblan a Cuba; y el ter- cero recogido en una caverna. El Dr. La Torre explicó la signifi- cación antropológica de ellos; y manifiesta—al ser interrogado por el Dr. Paaró—que se están haciendo gestiones para que todos esos objetos, recientemente recogidos, sean depositados en el ““Mu- seo Montané”” de la Universidad.—La Sociedad se constituye en sesión privada. A PROPOSITO DE LOS MANANTIALES DE VENTO POR EL SR. ANTONIO PASTOR GIRAUD (SESIÓN DEL 30 DE ENERO DE 1915.) Desde hace tiempo, porque esto ya llueve sobre mojado, se viene discutiendo el origen del agua de Vento, pues cuando más olvidado se cree tener dicho asunto vuelve a surgir a la palesta, conmoviendo y excitando a los interesados por esta clase de es- tudios. Quien se le ocurre decir que el agua procede del mar, des- pués de recorrer gran extensión de terreno, subterráneamente, endulzándose y depurándose por este medio; quien que procede del continente habiendo hecho un recorrido aún mayor y pro- fundo, quien del río Ariguanabo, etc. Por supuesto que entre tantas teorías hay unas admisibles y otras no, pues las ideas guar- dan relación con los conocimientos científicos de las personas que las lanzan. No quiero entrar en la disensión de las dos primeras, porque, A. P. Giraud: A propósito de los manantiales de Vento. 245 no se espaca a cualquier persona medianamente ilustrada en es- tos asuntos, que ellas están desprovistas de base científica, y sólo diré como argumento en contra de los que afirman tales, y como razón convincente en que fundarse los que ignoran geología, lo siguiente : El agua de Vento no puede proceder del mar, porque se- ría un recorrido demasiado corto para perder su salinidad y de- masiado largo para no haber sido causa de hunaímientos bastan- te grandes en toda la zona comprendida entre la costa y el lu- gar de los manantiales. Y que yo sepa no ha ocurrido nada que atestigúe tal fenómeno. - Con respecto a que procedan del continente, supondremos que nos llegue del lugar más asequible: de la Florida. (1) Las aguas continentales tendrían que hundirse a más de 1200 metros, euan- do menos, y su temperatura sería, en los manantiales, de 50 a 55 grados centígrados, teniendo en cuenta que por cada 30 a 33 mts. de profundidad alcanzada, aumenta un grado la tempera- tura de las aguas (grado geotérmico). Vemos que no hay tal co- sa, luego precisa desechar para siempre esta suposición. Abundan razones de más peso científico que las expuestas y que omito por la sencillez que encierran las antedichas. Y por último a la hipótesis de que las aguas de Vento procedan del Ariguanabo diré que me parece probable tal supuesto, pero que peca de excesivamente restringido. La cuenca hidrográfica del Ariguanabo me parece pequeña como zona de abastecimien- to de los manantiales de Vento, y creo que ella no será sino una parte de la zona total de infiltración superficial. Desconozco absolutamente la región bajo el punto de vista geológico, orográfico e hidrográfico, no obstante, me permito hacer algunas consideraciones que creo pertinentes y recordar muchas otras que me parecen necesarias. A este fin, y con los mapas que tengo a mano trataré de fijar mis ideas respecto a este asunto, y como, según mi opinión, de- ben hacerse las exploraciones encaminadas a descubrir la verdad, cual es la de saber el origen del agua de Vento y tantas otras que resultarían de mayor o menor utilidad. (1) Por supuesto, la proveniencia de las aguas de Yucatán, queda descartada, porque todos sabemos la extrema aridez de la península, en la cual sólo se presentan aquéllas en canales subterráneos conocidos con el nombre de cenotes. 246 Memorias de la Sociedad Poey. Dejemos al vulgo con sus ideas más o menos fantásticas y asentemos aquí, que toda el agua subterránea tiene por origen el agua de precipitación meteórica, restada la cantidad que es devuelta a la atmósfera por evaporación y la que corre superfi- cialmente dando lugar a los arroyos, riachuelos y ríos. De donde se deduce: 1*—$Sin lluvia no puede haber manantiales. 22—Todo manantial tiene su zona superficial de infiltración 32—La zona de infiltración y el manantial se hallan en comu- nicación: Trataré de ampliar algo más estas ideas haciendo algunas observaciones y analizando todo los casos probables para ca- da una. LLUVIAS. El conocimiento del régimen de las lluvias (2) es uno de los más importantes. Debido a la carencia de suficientes Estaciones Me- teorológicas, no podemos darnos cuenta de la precipitación anual en milímetros, ignoramos el cociente de evaporación, así como igualmente el gasto de las corrientes en general, de las fuentes y de los manantiales. La cantidad de lluvia que cae en una comarca, depende de muchas y variables circunstancias, entre las cuales pueden ci- tarse las siguientes: su situación continental o marítima, su pa- ralelo, la dirección de los vientos y la posición y orientación de los macizos montañosos. En Cuba tenemos lluvias torrenciales, y en bastante cantidad. Podemos juzgar por la alta temperatura que poseemos durante casi todo el año, del cociente de evapora- ción, el cual debe ser muy grande también. Pero estas no son sino ideas generales, porque datos precisos y fundados no tene- mos los necesarios para dar la característica regional, ni nume- ral, ni gráficamente. Es necesario multiplicar las observaciones y a este efecto bue- no sería que el Departamento de Agricultura presuadiera a los (2) No puedo seguir adelante en esta parte de mi trabajo, sin reco- nocer antes que personas inteligentes y doctas corporaciones, han hecho fructuosos estudios sobre el particular, proporcionando muchos y valiosos datos; pero que yo conceptúo insuficientes para llevar a cabo un serio estudio hidrogeológico. A. P. Giraud: A propósito de los manantiales de Vento. 247 hacendados y agricultores a que prestasen su concurso. Debía así mismo repartir algunos pluviómetros, barógrafos, higróme- tros y otros instrumentos en algunas o todas las haciendas o co- legios rurales, los cuales proporcionarían una inmensa cantidad de datos. Las estaciones meteólogicas de la provincia podrían publicar cartas anuales de precipitación, en colores, referentes a sus res- pectivas comarcas. Tendríamos el espesor de la capa de agua, el volumen precipitado, el cociente de evaporación y circulación, y por tanto determinaríamos, conocida la zona de infiltración, el gasto probable de los manantiales y fuentes. ZONA DE INFILTRACIÓN. El agua pluvial después de haber corrido sobre la superficie del suelo, siguiendo todas las ondulaciones y pendientes del mis- mo, penetra a través de los poros de las capas permeables, o a tra- vés de las grietas, diaclasas y hendiduras de las rocas compactas impermeables. Al cabo de un trayecto más o menos largo el agua infiltrada vuelve a la superficie, dando lugar a la formación de un manantial o de una fuente. Se da, pues, el nombre de zona de infiltración superficial a aquella que recibe el agua de lluvia, y deja pasar toda o parte de ella a través de su suelo, proporcionando mayor o menor can- tidad para el abastecimiento de las fuentes y manantiales. La zona superficial de infiltración debe de estar en condicio- nes de poder recibir una cantidad suficiente de agua. Según la especie de los estratos que la componen será permeable o imper- meable, existiendo una escala de términos sucesivos entre los estratos permeables y los impermeables. Las características a estudiar en toda zona de infiltración son las siguientes : 12>—Calidad y permeabilidad del terreno. 2—Area de la región de alimentación. 3—Estructura orográfica y fisionómica. A igualdad de superficie y precipitación la permeabilidad aumentará la recepción de agua. Y una comarca cuyo terreno sea permeable infiltrará más agua que otra que no lo sea. Si a esto unimos la evaporación propia de la región y la in- elinación del terreno, complicaremos más aún el asunto. Un 248 Memorias de la Sociedad Poey. terreno de pendiente muy fuerte no podrá infiltrar mucha agua, aun a pesar de su gran permeabilidad, debido a que la acción de la gravedad llevará una gran cantidad de dichas aguas a las regiones inferiores de la comarca, transportando en igualdad de tiempo mayor volumen, de las cúspides de las montañas al fondo de los valles, que el que movería dicha fuerza gravitatoria en trayectos horizontales sobre superficies casi niveladas. La orografía de una comarca es muy interesante porque si en ellas hay fuertes pendientes abundarán los ríos mientras que sl la comarca está casi nivelada, con suaves declives y laderas tendidas, habrá más infiltración, pues al circular el agua con mayor lentitud, el terreno se humedece, se impreena y se satura mayor que el anterior. Y ¡los factores que aumentan la infiltración son a no dudarlo el material detrítico que cubre el suelo, la capa vegetal y el arbolado. En lugares de fuertes pendientes no hay erandes acumula- ciones y depósitos porque siendo la fuerza del agua muy grande, transporta los materiales hacia las partes bajas. Por el contrario, en los valles y planicies extensas hay una deposición enorme a la cual se suma la espesa capa vegetal. Ese suelo incoherente (regolita) obra a manera de esponja chupando una cantidad de agua, que varía según la substancia de que se trate. La capa ve- cetal neera conocida con el nombre de humus absorbe una canti- dad de agua, que fluctúa entre una y cuatro veces su peso. Se comprende que el arbolado, que dificulta no solo la circulación superficial del agua, sino que también impide la fuerte evapora- ción en nuestro clima, sea un gran regulador de las corrientes, y uno de los factores más importantes a facilitar la infiltración, aparte de su influencia saludable bajo el punto de vista higié- nico, estético y climatológico. Es pues de imprescindible necesidad en los estudios hidroló- cicos poseer buenas cartas en las cuales estén bien señaladas las diferentes curvas de nivel de la región que es causa de investi- vaciones. Tendremos su área y fisonomía y los menores acciden- tes del terreno, saltarán a la vista del investigador, que, abrevia-. do en su tarea, tendrá una base sólida y veraz sobre la que apo- yar sus juicios, induecciones y deducciones. Todos aquellos datos que se desprenden de cuidadosas observaciones quedarán preci- sados sobre el mapa. A. P. Giraud: A propósito de los manantiales de Vento. 249 En nuestro país tenemos que deplorar la carencia de cartas, por lo que no es de extrañar se ienoren, no sólo los recursos na- turales, sino también la topografía de casi toda la Isla. Llamo aquí respetuosamente la atención del Secretario del ramo, hacia la urgente necesidad de crear una comisión geodésica y otra to- pográfica que proporcionen esos mapas, base y fundamento para las investigaciones geológicas en sus múltiples ramas y las no menos diversas exploraciones de las ciencias biológicas y na- turales. Es preciso darnos cuenta del atraso en que nos hallamos y re- mediar el mal lo antes posible, porque aparte del interés pura- mente científico y especulativo del asunto, existen aun mayores bajo el punto de vista práctico: agrícola, mineral, hidrológico, industrial, militar, económico, ete., ete. Realizar lo anterior es trabajar por la alta cultura de un país, exponente quizás el más preciado en el exterior porque a pueblos extraños no llegan nuestras intimidades políticas ni sociales, pe- ro si el esfuerzo intelectual, las investigaciones científicas, la ruda labor del pensamiento, que haciéndose en silencio, en deter- minado lugar, aunque éste sea tan pequeño como Cuba (preci- samente por pequeño es más timbre de gloria) constituyen, no obstante, el patrimonio de la humanidad, en su lucha contra la ienorancia, en su esfuerzo de progreso, en su marcha hacia la luz. CIRCULACIÓN SUBTERRÁNEA. Parece probable que, en general, la caliza forma la' casi to- talidad de la roca perteneciente a la región de abastecimiento de Vento. Creo pertinente hablar sobre la circulación por condue- tos a través de la caliza, eximiéndome de tratar lo referente al paso de las aguas a través de otras rocas. En las rocas muy po- rosas y en materiales incoherentes, el agua es absorbida, con re- lativa facilidad satura las capas, y se mueve en los espacios sub- capilares y capilares, cuando la resistencia debida al frotamien- to es compensada por la presión hidrostática. Pero en las rocas compactas, coherentes, poco porosas, las aguas son difícilmente absorbidas; cuando son completamente impermeables, entonces el agua, como único camino, sigue el que le ofrecen las grietas, los intersticios, las fracturas, las cavidades y las diaclasas más o menos amplias de dichas rocas. 250 Memorias de la Sociedad Poey. Debido a los esfuerzos de tensión producidos por el deseca- miento de la roca y por los cambios de temperatura, aquella se agrieta cerca de la superficie, formando una tupida red de pe- qu ños conductos, ya al descubierto, ya debajo de la capa ve- getal. Las perforaciones que hacen varios animales, al construir sus guaridas, así como el destrezo que producen las raíces de las plantas al penetrar en el subsuelo, dan un no escaso contigente de grietecillas o leptoclasas, que unidas a las que se acaban de citar aumentan los conductos de absorción. Por la acción del ácido carbónico que traen las aguas pluvia- les en suspensión, al poco tiempo de su circulación aumentado por el que le ceden las mismas rocas que atraviesa; por la acción de los ácidos orgánicos provenientes de la descomposición de las materias vegetal y animal; por el aumento de presión, que ad- quiere en su descenso, y que la capacita para un esfuerzo mecá- nico, superior, erosivo; por la mayor temperatura, que favorece su poder disolvente, y por otras causas: el agua carcome la cali- sa, disuelve el carbonato de cal, ensancha sus conductos, y aun transporta los materiales insolubles, pues en aleunos lugares se forman verdaderos ríos subterráneos. Es así como se forman los embudos, de forma cónica, traga- deros inmensos que aparecen muchas veces en la superficie; es así como se constituyen las cavidades, y así también las venas que las unen. Las grandes depresiones, no son sino cavidades desplomadas, que faltas de apoyo lateral, fueron incapaces de soportar la carga excesiva de su bóveda. Los hundimientos acae- cen de vez en cuando, y allí donde se verifican, queda un abis- mo por donde escapa el aire, o donde se escucha el ruido subterrá- neo de la circulación del agua. Las aguas no siguen una dirección solamente vertical, sino que se mueven también horizontalmente. Siendo la rigidez de la roca mucho mayor en la superficie que en la profundidad, porque la plasticidad aumenta con la presión, las diaclasas y fracturas se van cerrando, y la circulación, cada vez más difícil, acaba por hacerse imposible. Es allí donde el agua comienza a acumularse y cuando adquiere presión se mue- ve lateralmente, ensanchando la zona o asciende de nuevo a la superficie, derramándose al exterior. El nivel superior de los manantiales, está constituído por la capa libre de agua, en la región de acumulación, nivel variable según la cantidad de agua A. P. Giraud: A propósito de los manantiales de Vento. 251 infiltrada y dependiente por tanto de la época del año. El nivel inferior de los manantiales será aquel donde se hace imposible el descenso del líquido. Hay, pues, dos zonas bien marcadas, una de descenso rápido (región activa de las aguas) que no alimenta, en todo caso, sino a manantiales temporarios, y otra, la región pasiva, región de acumulación, región de difícil descenso, que proporciona agua para los manantiales permanentes. El agua acumulada en las cavernas y detenida por el adel- gazamiento de las galerías, cuyo diámetro, a veces, no excede de algunos centímetros; los desplomes a profundidad que forman diques y obstáculos al movimiento de las aguas, y los cuales de- ben ser atravesados o rodeados, retardando la marcha del líqui- do, proporciona cantidad suficiente de receptáculos, a los ma- nantiales, para hacerlos permanentes. El descenso de los techos o bóvedas.de las galarías, da lugar a la formación de sifones naturales, por medio de los cuales se transporta el agua de un nivel a otro, explicándose así, las resurgencias subfluviales y aun submarinas. Si a todas estas consideraciones añadimos la probable exis- tencia de diques y mantos de roca íguea, de pequeñas lacolitas, de fallas de mayor o menor extensión, así como de capas imper- meables intercaladas en el espesor de la caliza, comprenderemos lo difícil de una investigación de este género, en la que toda prudencia es poca, y en que es necesario una buena preparación seológica. En tanto no se nombren personas competentes, suficiente- mente capacitadas, para tales asuntos, no tendremos una idea cla- ra sobre estas y otras, cuestiones de vital interés, viéndonos pre- eisados a no poder resolverlas por ahora, y a dejar campo libre a la fantasía e imaginación individual que formule en el vacío las más absurdas hipótesis y las más descabelladas teorías. Enumeradas a la ligera las ideas antedichas, (porque no ha sido mi intención, hacer una monografía hidro-cveológica acerea de Vento, sólo permitida en el caso de que se hiciera un estudio especial de dichos manantiales), pero a exponer la idea funda- mental que constituye el fin de este trabajo, cual es, cómo ha de hacerse el estudio hidro-geológico de la región de Vento. 15) Ot ¡ES Memorias de ¡a Sociedad Poey. CÓMO HA DE HACERSE EL ESTUDIO HIDROLÓGICO DE LA REGIÓN DE VENTO. Después de lo que acabamos de decir, se comprende que el es- tudio hidrológico de una región determinada, constituye un pro- blema bastante difícil, estudio que requiere tiempo, pues necesi- ta la acumulación de datos y observaciones sobre el terreno. He- mos visto que lo esencial es poseer buenos mapas, así como ad- quirir noticias exactas acerca de los factores meteorológicos de la región, con especialidad en lo que hace referencia a la pluviome- tría. Pero hay algo que todavía no hemos dicho, y que es de im- prescindible necesidad que conozcamos, pues sin él resultarían vanos nuestros esfuerzos de investigación y fallidos los deseos hacia la consecución de la verdad. Se necesita conocer perfecta- mente bien la topografía subterránea, la tectónica interna, la es tratigrafía de la comarca. lenorando la formación, ángulo y di- rección de los pliegues anticlinales y sinclinales, la situación, an- chura y longitud de las fallas, la sucesión, rumbo e inclinación de las capas, y, en general, la de toda clase de dislocaciones, imposi- ble nos será lNlegar a un resultado verdaderamente práctico. En aquellos países donde existen cartas geológicas, cualquier ingeniero O persona medianamente culta, puede, a su solo exa- men, interpretar y resolver infinidad de problemas; mas, como aquí carecemos de tan preciosos documentos, tendríamos que co- menzar por confeccionarlos, encargando dicha misión a un gru- po de geólogos. No siempre es posible, ante las necesidades del momento, es- perar pacientemente la formación de las cartas geológicas, y en- tonces se emplean procedimientos más rápidos, que, sin llegar a la exactitud del mencionado, son, no obstante, bastante eficien- tes, veraces y prácticos. Haso referencia a la construcción de cortes geológicos ya transversales que se hacen atravesando la región en diferentes rumbos, ya verticales, que nos darán un con- junto del modo de sucesión de las capas en determinado lugar. En la Isla hay dos vertientes principales, se puede decir que las únicas: la vertiente Norte y la vertiente Sur. Todos los ríos y arroyos vierten, en los mares respectivos, las aguas que desde: el interior le aportan afluentes y riachuelos, así como, igualmen- te, depositan en sus costas los materiales que, mediante los proce- sos denudativos, robaron a la tierra sobre la cual corrieron. A. P. Giraud: A propósito de los manantiales de Vento. 253 La línea divisoria de las aguas o parte-aguas insular atravie- sa por la parte media de Cuba; extendiéndose del uno al otro extremo, como se dice en frase muy corriente: desde San Anto- nio hasta Maisí: unas veces acercándose más a la costa Norte, otras más al Sur; pero en general encontrándose equidistante de ésta y de aquélla. Conforme con estas ideas, no será necesario es- tudiar la región Sur de la provincia de la Habana, puesto que las aguas pluviales que caen en esta parte Sur se infiltrarán y eo- rrerán en esta dirección, y, por tanto, no aportarán ninguna can- tidad a las que abastecen los manantiales de Vento. La provincia de la Habana (según los mapas que tengo a mano) tiene una extensión media de E a W de 80 km. y una media en la di- rección Na S de 50 km. Vemos que la zona eliminada, mitad de la superficie de la provincia (en Cuba) nos abrevia en nuestro estudio, puesto que queda eliminada como zona probable de abas- tecimiento. De la faja que nos queda podremos separar aún vas- tas porciones de terreno, cireunseribiendo cada vez más la su- perficie de infiltración perteneciente a la región de Vento. En efecto: en el centro de la provincia el parte-aguas forma una me- dia luna, de concavidad, mirando al NW formada por las lomas de Managua, Reyes, Gallo, Camoa y Tapaste. En el centro de dicha concavidad nacen los diversos afluentes del Almendares. Todos los arroyos y ríos que nacen al otro lado (del lado de la convexidad) tienen una dirección SE, enderezándose después pa- ra tomar decididamente la del Sur. Como el extremo oriental de esta media luna se encuentra muy al Norte, resulta explícitamen- te probado que al dividir este obstáculo a las aguas, obligándolas a tomar un camino hacia el Este o al Oeste, la parte oriental de la provincia quedará descartada como probable zona de infiltra- ción. Desecharemos también el trozo del terreno al Norte del Al- mendares, en el trayecto comprendido desde el nacimiento del río hasta la altura del poblado de S. Miguel del Padrón (poco más o menos) es decir, casi toda la Municipalidad de Guanabacoa. La parte Norte de la cuenca del Almendares está separada de la de los ríos de Cojímar y Bacuranao, y desde luego todas las aguas que caigan al Norte de la línea que va de las lomas del Tapaste a Santa María del Rosario y San Miguel del Padrón, se perderán hacia el Norte sin añadir una gota al ¡agua de Vento; y lo mismo sucederá con toda la faja costera comprendida entre la Habana y la sierra de Anafe, en una anchura de 6 a 10 km. 254 Memorias de la Sociedad Poey. Resumiendo, queda pues como zona probable de abasteci- miento el espacio limitado por los pueblos de Guatao, Hoyo Co- lIcrado y Anafe; Laguna de Ariguanabo; poblados de San Anto- nio de los Baños y Bejucal; lomas de Managua, Reyes, Gallo, Ca- moa y Tapaste, y los pueblos de Santa María del Rosario, San Francisco de Paula y San Miguel del Padrón. Estos son los ra- zonamientos más lógicos que pueden hacerse, no teniendo al al- cance más que un simple mapa, y por lo tanto susceptibles de modificación después de que se hasan los estudios consiguientes. Cree que todas aquellas personas que me hayan seguido paso a paso en este trabajo, abundarán en mis propias ideas cuando asentaba que pareciéndome probable como zona abastecedora la laguna de Ariguanabo, la consideraba no obstante muy peque- ña, mientras que al área del terreno limitado por mí sería alre- dedor de 600 km. Considerando un coeficiente de infiltración anual de un mm+ (milímetro cúbico) por mm? (milímetro cuadrado) de superficie, tendríamos un aporte de 600,000 metros cúbicos de agua, du- rante el año, que irían a parar a los receptáculos subterráneos que abastecen los manantiales de Vento. Damos estas cifras, con objeto de que pueda formarse una idea suscinta del asunto, pues no obstante lo mínimo del coeficiente escogido, puede verse el gran resultado a que se llega. CORTES GEOLÓGICOS. No entraré en los pormenores acerca de como se hace un cor- te geológico (1) ; todos saben el valor y la utilidad que representan a falta de los mapas geológicos de detalle. Los cortes tienen por objeto mostrarnos a la vez que el relieve topográfico de la re- (1) He visto en el estudio geológico hecho por la comisión america- na, en tiempos del general Wood un corte que se extiende de la Habana a Batabanó, corte que presupone un ancho y bajo anticlinal, uno de cuyos lados, muy tendido, con ““echado?” al sur, abarea en longitud casi toda la región que yo señalo como probable zona de infiltración. Como dicho estudio está en desacuerdo de la tesis por mí sustentada, me reservo para más adelante manifestar las razones por las cuales no estoy conforme con la veracidad de dicho corte. (*) Se presupone, en este trabajo, la conformidad entre el relieve topográfico y el geológico, pero como muchas veces dicha conformidad no existe, hago constar aquí que, en ese caso, se tendrían que modificar, en parte, las ideas sustentadas en él, mas quedando, no obstante, en pie las generales, A. P. Giraud: A propósito de los manantiales de Vento. 255 sión la estructura interna de la misma. Según las necesidades, se hacen siguiendo trayectos en línea recta, aunque muchos pre- fieren los hechos en línea quebrada, sujetándolos en todo caso a escala, es decir, poniendo en relación profesional las distancias horizontales con las alturas o líneas verticales. A veces con obj.- to de aclarar y mostrar cierta extensión, se exageran las alturas y los trazos horizontales. Es cuestión de conveniencia y de técnica. A mi parecer bastaría con que se hiciere un itinerario si- guiendo la línea del ferrocarril que va de la Habana a Bejucal, pudiéndose prolongar un poco más al Sur, si fuere necesario. Tendríamos un corte geológico hecho en dirección N a S. Como el espesor de la capa vegetal y la exuberante vegetación dificulta mucho, en todos los países tropicales, las exploraciones geológi- cas, es por lo que escojo la línea del ferrocarril, pues ésta nos ofrece, en todo su recorrido, cortes naturales, donde a más de ha- cernos bien visibles las capas, nos presenta oportunidad para to- mar sus rumbos y echados (inclinación). Creo que otro de los cortes se habría de hacer siguiendo la línea férrea que se extien- de de la Habana a Guanajay. Por último, sería preciso hacer un tercero que nos diese la configuración y estructura del terreno en la dirección E a W. Como no tengo un buen mapa, me absten- go de señalarlo, aunque me atrevo a sugerirlo: el trayecto desde la laguna del Ariguanabo a las lomas de Tapaste. Por medio de estos cortes tendríamos: la sucesión de las ca- pas, sus direcciones, sus inclinaciones, sus plegamientos, sus rela- tivas permeabilidades, sus espesores, ete. Sabríamos si existen erandes fracturas, dislocaciones y grietas, y, por ende, llegaría- mos a conocer la estructura interna de la zona. Completaría nuestro trabajo el estudio de los manantiales, pozos, algibes, y, en general, el de toda clase de perforaciones; el que nos suministraría eran cantidad de datos, entre los cua- les mencionaremos: variación del nivel hidrostático de la capa friática 0 agua superficial, potencia de la misma, niveles profun- dos de las capas auríferas, cantidad de ellas, origen geológico de las fuentes, régimen de las mismas (aunque esto requiere obser- vaciones periódicas durante años), etc. Como apéndice y complemento añadiremos el estudio quími- co de las aguas, pues teniendo en cuenta que el agua de cada fuente tiene una composición determinada, obtendremos con ello la certeza de su potabilidad y en caso contrario los usos a que 256 Memorias de la Sociedad Poey. pueden dedicárselas, así como también el poder distinguir unas de otras. Y ya que hablamos del análisis del agua, bueno será que emitamos algunas ideas respecto a las condiciones higjénicas que deben acompañar a toda captación de agua, y mi opinión acerca de la salubridad de los manantiales de Vento. SALUBRIDAD. Las aguas potables y sanas son más raras de lo que opinan la inmensa mayoría de las personas. Es corriente creer que toda agua que no tiene mal sabor eumple con las exigencias higiéni- cas, y no obstante de la transparencia, limpidez y buen gusto de algunas, están muy lejos de la verdad los que la suponen sanas y potables, y muy lejos de llenar los requisitos de salubridad en el sentido estricto de la palabra. Que un manantial proporcione hoy agua potable no quiere decir que siga así siempre. Es preciso, pues, asegurarse de la po- tabilidad indefinida, porque no conviene hacer uso de un agua que cualquier día puede envenenarnos o convertirse en propa- gadora de alguna enfermedad. De quí que sea condición sine qua non el cerciorarse de la incontaminación de las aguas, desde su infiltración en el suelo, hasta su salida por los manantiales. Si la zona o perímetro de abastecimiento es arenosa, si el es- pesor de las capas es grande y si las aguas no son muy superfi- ciales, cabe asegurar que serán potables, no habiendo necesidad de tomar precauciones sino en los alrededores del lugar de su salida. En efecto, muchas veces el manantial geológico no res- ponde al real o natural, porque encontrándose aquél cubierto con un talud de escombros y aluviones, el agua aparece al pie de él después de haber recorrido una extensión más o menos grande exponiéndose aquí a la contaminación que le ofrecen las habitaciones que se levantan en su cercanía. Por supuesto que el geólogo habrá tenido que emitir antes su Opinión de que no hay filones minerales que ofrecen peligro aleuno. Aquellos terrenos que no siendo arenosos y en donde la eir- culación se hace por conductos, no pudiéndose, el agua, depurar en su trayecto, claro está que ésta ofrece un inmenso peligro, pues su salubridad depende de las condiciones higiénicas de toda la zona abastecedora. Hay necesidad, en este caso, de recorrer mi- A. P. Giraud: A propósito de los manantiales de Vento. 257 nuciosamente el perímetro de alimentación, de señalar los puntos peligrosos en donde las substancias nocivas puedan infiltrarse, y de dictar leyes sumamente estrictas que pongan a cubierto, para el futuro, la salud general de los moradores. Las causas de las enfermedades son provocadas, a veces, por una excesiva cantidad de substancias inorgánicas disueltas, tales como caliza, magnesia, óxidos de hierro, potasa, ete., y otras, por los despojos animales, excusados y aguas sucias. En las épocas de lluvia, es cuando más expuesto se está a las contaminaciones, de modo que durante ella ha de extremarse la vigilancia. La mortalidad de una región tiene como una de sus causas el drenaje de su suelo, porque variará la potabilidad de las aguas, según sea arenoso o calizo, arcilloso o volcánico. Otra de las cau- sas es la carencia de condiciones higiénicas en que se encuentran los pozos. Lo conveniente sería que desaparecieran de una vez, pero como resulta imposible suprimirlos, puesto que hay pueblos de bastante importancia que no tienen otro abastecimiento de agua, necesario será dictaminar sobre la construcción y resguar- do de los mismos, con objeto de eliminar, en lo posible, las epi- demias. En todos los países, y para no citar más que uno, Francia, se han dictado leyes sanitarias con respecto al asunto de que trata- mos, y aún más, envía a las municipalidades comisiones mixtas de bacteriologistas y geólogos, para que emitan su informe, sobre las condiciones higiénicas del perímetro de abastecimiento. Como se ve, se toman todas las precauciones posibles. Después de lo que acabamos de decir, está de más que nos ex- tendamos en la exposición de nuestro criterio con respecto a las condiciones de potabilidad de las aguas de Vento. Como parece que la circulación subterránea se hace por canales, creo que to- dos convendrán conmigo que dichas aguas están expuestas a las contaminaciones consiguientes a la circulación por este medio. Su composición tampoco es del agrado, ni para beneficio de todos, porque es incalculable el número de personas que padecen de en- fermedades del estómago. Lo que más ha de importarnos es la se- euridad de su potabilidad, porque ella dependerá de las condicio- nes higiénicas sobre una zona probable de 600 kilómetros cuadra- dos. No dudo que muchas veces la escasa salubridad de las aguas de Vento, sea motivo de casos de fiebre tifoidea, que de vez en cuando se presentan sin saber la causa que los origina. 258 Memorias de la Sociedad Poey. Como este campo de investigación no me pertenece no insisto más, siendo mi ánimo, solamente, señalar el peligro, para que los especialistas estudien sobre este asunto y den su valioso parecer. Finalmente, deploro no poder dar noticias más coneretas ba- sadas en notas y apuntes tomados sobre el campo, que siempre tendrían un valor mucho más real que las que puede proporcio- narnos la interpretación de un mapa y los razonamientos, que no por ser muy lógicos están exentos de error. Me ha movido a hacer este trabajo el deseo de cooperar con mi modesto esfuerzo el adelanto de la ciencia cubana, tan aban- donada, tan falta de apoyo y mirada con tanta indiferencia por la generalidad de nuestro pueblo. Cierto que un grupo de hom- bres puena por difundirla y lucha por el desarrollo de todas sus ramas; cierto que no faltan cubanos de reconocida competencia que sobresaliendo en algunas de ellas han dado fama y honor a la patria; cierto que estamos adelantados en Medicina y en Dere- cho; pero los otros órdenes de la actividad mental, ¿están sufi- cientemente desarrollados? Respondan a esta pregunta todos los hombres cultos. Una de mis mayores alegrías será el día que vea estrechamen- te unidos al grupo científico cubano, actuando con todas sus ener- sías contra el ambiente, reclamando la atención que merece de los poderes públicos, y ejerciendo saludable influencia por me- dio de la extensión universitaria y de los congresos en el corazón de todos sus conciudadanos. Porque creo en las energías de mi patria y sueño con que será el día de mañana una Suiza, grande por sus hijos, grande por sus virtudes y grande por sus activida- des; porque sueño con una época de redención moral e intelectual, porque sueño con la disciplina que ajusta la libertad al patrio- tismo, porque sueño con la grandeza de Cuba, es por lo que no desmayaré en el camino que me ha trazado, y aun si no lo creye- ra, quizás me serviría de acicate para redoblar mis esfuerzos en pro del adelanto de la ciencia en mi país. L. Montané: Sobre un chimpancé nacido en Cuba. 189) (SI 9 NOTAS SOBRE UN CHIMPANCE NACIDO EN CUBA POR EL DR. LUIS MONTANÉ Profesor de Antropología. (SESIÓN DEL 30 DE OCTUBRE DE 1915.) En una memoria notable sobre El orden de los Primates. Para- lelo anatómico entre el hombre y los monos (París, 1877) Broca, al enunciar que los fenómenos de la gestación y la evolución de cier- tas partes de las membranas fetales presentan en los Primates diferencias asaz importantes, declara que en este punto, no se po- día sino muy raramente hablar de los antropordes, puesto que es- tos animales no se reproducen en cautiverio; *“y lo poco que se sa- be de ellos ha sido observado sobre aleuna que otra hembra ma- tada en plena gestación.”” La procreación, pues, y el nacimiento de un chimpancé en Cuba, constituye un acontecimiento científico, digno ciertamente de ser registrado en los anales de las Ciencias Naturales; porque a nuestro entender, es la primera vez que nace en pleno cautive- rio un mono antropomorfo. ¡ Dulce cautiverio si se piensa que este hermano inferior del hombre ha abierto los ojos a la luz bajo un cielo maravilloso, y a la sombra misma de un castillo, rodeado de un amplio y fron- doso parque, imagen reducida de las misteriosas obscuridades de los impenetrables bosques ancestrales! Hecho científico notable, lo repito, que hace exclamar al Dr. Metehnikoff, en una carta dirigida a la acaudalada Sra. Rosalía Abreu, dueña de la **Quin- ta Palatino””: ““Es absolutamente maravilloso lo que se ha podi- ““do realizar; pues es la primera vez—que yo sepa—, que se ha “logrado obtener la reproducción de un mono antropomorfo en “cautiverio. Según todos los datos que me ha sido dado recoger “de los médicos coloniales, —aun en la misma Africa, en Guinea, ““en el Congo, nunca se ha podido obtener la reproducción de un “chimpancé. La felicito, pues, por el resultado. Sépalo bien; en ““el porvenir ésto presentará una grandísima importancia para el “estudio de las enfermedades infecciosas, tales como escarlatina, “Sarampión, difteria, ete.”” (París, 29 Agosto, 1915.) 260 Memorias de la Sociedad Poey. Igual manifestación había anteriormente dirigido a la culta señora el Dr. W. T. Harnaday, director del New York Zoologi- cal Park: ““Una vez, dice, tuvimos aquí un pequeño chimpancé con su ““madre; pero la madre fué capturada en estado salvaje poco ““antes de nacer el chimpancé; y por tanto estaba en estado de ““preñez al ser capturada. ““La felicito, pues, calurosamente, y me alegraría mucho re- ““cibir detalles completos del hecho. Infiero, naturalmente, que el nacimiento tuvo lugar por el cuidado en cautividad. (New York, 21 Julio, 1915.) Y no ha faltado siquiera, en este asunto, la nota psicológica. El Dr. Robert M. Yerkes, del “Psychological Laboratory””, de la Universidad de Harvard, expresa en su carta toda la alegría que le ha producido el acontecimiento científico que vamos a relatar: ““Yo estoy trabajando, dice, sin descanso para obtener la “creación de una estación americana, en la que podrán ser estu- ““diados directamente los monos y antropoides, desde el punto de ““vista de sus costumbres, relaciones sociales, vida mental, así co- ““mo desde el punto de vista morfológico, fisiológico y patológico.”” “¡Qué buena fortuna, pues, para todos, que haya nacido en pleno cautiverio un joven chimpancé!.... (30 Septiembre, 1915. Harvard Umversity, Cambridge, Massachusetts.) Ha llegado, pues, el momento de presentar la familia antro- pomorfa, de la cual nos vamos a ocupar. Jimmy, el padre, vino de Londres a la Habana el año próxi- mo pasado de 1914. Este chimpancé adulto (11 a 12 años) mide como talla 1 m. 13 cent. Es irascible y feroz. (Fig. núm. 1.) Cucusa, la madre, chimpancé oruinda de Sierra Leona y adulta (12 a 14 años) es un hermoso ejemplar de mona antropo- morfa. Mide como talla 1 m. 30 cent, y su perímetro torácico al- canza 90 cent. Cucusa había anteriormente contraído relaciones amorosas con Chimpí, chimpancé establecido desde 1904 en el parque de la “Quinta Palatino””,—de donde se ha ausentado a veces, acom- pañando a su dueña en sus viajes por Europa. Era un antropo- morfo notable por su inteligencia. Debido a cierta anomalía ínti- ma de su organización física, Chimpi no ha tenido sucesión—, muriendo en abril de 1914 a la edad de 14 años, a consecuen- Fig. núm. 1. Jimmy. e O - Y ll * e] o 5 MM _ de - MO > q pa y e 0 HN e A pm 6 E a S= SN a A SAA pi JP a Nte ES => US L. Montané: Sobre un chimpancé nacido en Cuba. 261 cia de maielitis aguda, según los datos fidedignos de la autopsia practicada por el Dr. Raimundo Menocal. En fin, el joven chimpancé, fruto de los amores de Jimmy y de Cucusa, fué desde el primer momento bautizado con el nom- bre de Anumá (divinidad simiana de la India), habiendo nacido el 27 de Abril de 1915, fecha de hoy en adelante memorable en el calendario de los alumbramientos de monas antropomorfas. De Júmmy poco tendría que contar, a no ser la postura original que ese mono adopta en el acto de la reproducción. Todo el mun- do sabe que los monos en sus actos más íntimos demuestran tener la menor dosis posible de pudor; y debido a esa particularidad todo el mundo ha podido asistir al acto de la generación, coram populo, y en la posición clásica, more canum, en esta familia interesante de animales. Pues bien, Júummy constituye una excepción de la regla, pero ¡qué excepción ! Cuando el señor y dueño de la jaula es preso da deseos ar- dientes de posesión,—y esto llega a ser frecuente—él se sienta en el suelo, las piernas tendidas y unidas, y golpea el piso con la cara dorsal de las manos y los dedos desdoblados. Esta señal debe ser bien conocida de la hembra, pues en cualquier momento que la sorprenda ella vuelve en el acto la cabeza, y sin la menor vacila- ción, pero pasivamente, se dirige al mono que la espera en la pos- tura ya descrita. Entonces ella se vuelve de espalda, se sienta sobre los muslos del mono, las piernas separadas al mismo tiempo que ejecuta un movimiento de inclinación hacia los pies de J¿mmy,—prosternada por decirlo así—, y en la actitud del musulmán en oraciones. Durante el acto la hembra queda hasta el final pasiva, asu- miendo el macho toda la parte noble y activa de la función. Vanamente he buscado en los documentos etnográficos refe- rentes a este punto especial, algo parecido a lo que acabo de des- eribir.... y sin embargo, creo haber encontrado en una relación de viaje reciente por Marruecos, un gesto humano que recuerda el gesto bestial de Jimmy. “En Marruecos, dice Cristian Houel, en ciertas partes del Mo- ““ghrob, los hombres tienen que ir a trabajar a largas distancias. “Las mujeres aprovechan su ausencia para escalonarse a lo lar- ““so de las carreteras, cuidadosamente disimuladas detrás de los ““repliegues del terreno, al acecho del viajero. 262 Memorias de la Sociedad Poey. ““Este, al pasar, hace una ligera señal. Ella entonces mira ““de cada lado para asegurarse que el transeunte viene solo, y ““que nadie pueda sorprenderla. ““Si el examen es favorable y si el hombre le agrada, ella se ““desploma de golpe ¿n situ, acurrucada: esto significa: “¡Ven!” ““Esos amores salvajes, agrega el corresponsal de guerra ya ““citado, este gesto bestial y emocionante, en medio de la inmen- ““sa e inmóvil soledad, constituye una de las impresiones más ““fuertes que pueda llevarse el viajero del país del Moghrb.””— (Marruecos, por Cristian Houel, Corresponsal de guerra en Ma- rruecos, París.) ] En cuanto a Cucusa, los primeros síntomas del embarazo pu- dieron sospecharse en el mes de agosto de 1914, por el hecho de que en la época catamenial, la turgescencia sexual era modera- da al mismo tiempo que había disminuído el flujo. sanguíneo ;— cuando se sabe que en las mismas épocas el desarrollo de las par- te genitales externas adquiere un volumen a veces monstruoso. En ese momento también, y el fenómeno duró 3 o 4 semanas, Cucusa perdió su jovialidad acostumbrada, al mismo tiempo que fué desapareciendo el apetito, demostrando por las comidas una repulsión que se traducía alguna que otra vezz por verda- deros vómitos. Muy pronto, no pudo haber duda ninguna sobre su verdadero estado, pues se hacían más prominentes las mámas, sobre todo el pezón, y el vientre ofrecía, ya un volumen, sensible a la vista; al mismo tiempo que desaparecía toda señal de mens- truación en los tres últimos meses del embarazo. (Fig. núm. 2.) De modo que queda demostrado un hecho declarado dudoso en esta frase de la notable Mieemoria de Broca sobre el orden de los Primates: en cuanto a los antropoides, la cuestión del flujo cata- menial ha quedado dudosa hasta ahora, puesto que no ha habido ocasión de estudiar en cautiverio, las hembras adultas. Cucusa, en estado normal, tiene pérdidas sanguíneas a veces abundantes, en la época catamenial. Otro detalle debe figurar aquí que interesa a los naturalistas. Contra lo que se observa en la mayor parte de los mamíferos, las relaciones sexuales de Jammy y Cucusa han tenido lugar durante todo el tiempo de la gestación—de día como de noche—desvane- ciéndose así la hermosa leyenda, la pretendida característica del Fig. núm. 2. Cucusa. L. Montané: Sobre un chimpancé nacido en Cuba. 263 hombre sacada de su deplorable aptitud a conducirse..... como Jimmy. ““Se suele repetir, dice a ese respecto Broca, que lo que dis- ““tingue al hombre del bruto, es el cohabitar en todo tiempo. He ““creído, sin embargo, poder recordar, de paso, que el hombre en- ““cuentra imitadores entre los brutos.”” En fin, después de 9 meses, más o menos, desde los primeros síntomas visibles, Cucusa dió a luz el 27 de abril de 1915, que- dando así también demostrada la duración de la gestación de los antropoides, dada hasta ahora como desconocida, por más que se sospechaba que debía durar más o menos el tiempo que acabamos de indicar. El parto de la mona antropomorfía debió resultar entre 5 y 6 de la mañana. Puesto que a las 6, hora en que el animal pudo ser observado por primera vez, el monito había nacido, descansando ya entre las piernas dobladas de la madre, unido todavía a ella por el cordón umbilical—el cuerpo desprovisto de pelos, excepto en la cabeza, en que se notaban abundantes—, los ojos grande- mente abiertos y con mirada azorada. (Fig. núm. 3.) Algo, pues, escapa a nuestra curiosidad : la actitud de la ma- dre en el acto del parto. Sin embargo, todo nos induce a creer que la postura obstétrica adoptada por Cucusa fué la actitud agachada e inclinada hacia adelante, como pasa en los demás monos. Más aún, parece bien que eso constituya la verdadera pos- tura que adoptaron en tiempos remotos las mujeres de todas las razas humanas. Pues siempre, y donde dibujos más o menos perfectos nos su- ministran documentos sobre las costumbres de remota antigile- dad, encontramos reproducción de escenas de partos en que se ve a la parturiente descansando sobre los dedos de los pies, sobre las rodillas o aun sobre las manos, mientras viene a ayudarla la partera colocada detrás de ella. Sólo más tarde, es cuando las mujeres se pusieron a dar a luz sentadas sobre las rodillas de una persona, obligando así a la ma- trona a operar por delante. A las 7 de la mañana, el cordón apareció separado .de la ma- dre, pero adherente al ombligo del joven chimpancé. Nadie ha asistido a la sección del cordón; y sólo se pueden recoger sobre 264 Memorias de la Sociedad Poey. el colchón, en que está tendida la mona, la extremidad placentaria del cordón, con parte de las membranas y dos coágulos, en uno de los cuales el hábil y concienzudo histólogo de la Facultad de Medicina, Dr. Valentín Castanedo, ha podido descubrir un pe- queño cotiledon placentario, según consta en la preparación pre- sentada a la “Sociedad Poey””. Es tanto más de sentir que no hayamos podido en este caso obtener la placenta, cuanto que no se sabe nada de las placentas de los antropomorfos. ¡Sólo una vez ha podido estudiarse este órgano en una hembra de chimpancé, por M. Owen,—(R. Owen. The anatomy of vertebrats, 1869) que encontró el órgano simple, discoide, del cual partía una vena umbilical, todo lo cual está comprendido dentro del tipo humano. Ahora bien, y por más que esto pudiera parecer un hors d”- oeuvre, no resisto al deseo de daros a conocer la descripción com- pleta tan sugestiva como instructiva del parto de una mona co- rriente por madame Louise Toussaint, partera de una cultura excepcional y publicista de talento, hija del naturalista Tous- saint. (1) Durante un viaje en Argelia tuvo ocasión de asistir al parto de una mona perteneciente a la especie conocida bajo el nombre de *“Magoto africano””. Acostumbrada a verla todos los días, ella notó su ausencia una mañana, y se dirige hacia la arboleda que rodea la casa de vivienda. Aquí dejo hablar a la sagaz obser- vadora: ““Al acercarme, me pareció oir ligeros gemidos; y al levantar “la cabeza pude advertir a la mona sentada sobre la división “que formaban dos gruesas ramas de una soberbia higuera. “No había duda ninguna para mí, que estaba en los momen- ““tos del parto. ““Apoyada al tronco del árbol fuertemente asida de las ma- “nos y de los pies a la rama sobre la cual se había estableci- ““do, yo la veía pujar, como una mujer de parto, por esfuerzos ““que se traducían por suspiros mal reprimidos. De pronto ví “aparecer en la vulva, por el oceipucio, una cabecita obscura que ““no tardó en desprenderse. La mona, en un gesto de prudencia “maternal, llevó allí la mano, afortunadamente; pues tras de una (1) Louise Toussaint. Causeries d'une accoucheuse. De este libro he tomado algunos datos, especialmente en lo relativo a la placentofagia. París, 1910. L. Montané: Sobre un chimpancé nacido en Cuba. 265 “contracción, en medio de una onda líquida, los hombros a su : ““vez se desprendieron bruscamente y el recién nacido hubiera “fatalmente caído al suelo, si la mona, avisada ya, no lo hubiera, ““en un movimiento ágil, llevado inmediatamente hacia adelante. “Siempre agachada, y antes de la expulsión de la placenta, *““no seccionado todavía el cordón flotante debajo del vientre, la ““*mona procedió a una toilette sumaria de su progenitura. De ““solpe, la joven madre se detuvo, como inmovilizada por un “*nuevo cólico. Tuvo el mismo gesto que en el momento de la ““expulsión precedente. Su mano, pasando entre las piernas, se “dirigió rápidamente a la vulva, y allí, en un esfuerzo último, ““en medio de un chorro poco abundante de sangre, recibió la pla- ““centa que se escapaba.... ““A la vista de esa masa informe y sanguinolenta, que no da- ““ba ninguna señal de vida, manifestó una viva sorpresa; y se ““puso a darle vuelta en todos sentidos para asegurarse de que ““*no era otro pequeño Magoto.... ““Al fin y al cabo se atrevió a lamerla. Asistta por vez pri- ““mera a un parto verdaderamente natural; ¿qué iba a hacer “la mona con el cordón umbilical ? Nótese bien, que desde el pri- ““mer momento ella había seguido una conducta absolutamente ““conforme a la enseñanza del Dr. Budin. Ella no había seccio- ““*na el cordón, en tanto que la placenta no había sido expulsada. “Seguramente que no existía ya el menor latido en los vasos ““funiculares. Las últimas contracciones uterinas habían expri- **mido el disco placentario de la mayor parte de la sangre que “contenía, y la había hecho penetrar en la circulación del recién “nacido que respiraba ampliamente. Las condiciones fisiológicas ““eran perfectas. ““No puedo asegurar—es siempre la partera que habla—