HISTORIA DE CHILE. TOMO PRIMERO. n HISTORIA. HISTORIA FISICA Y POLITICA DE CHILE SEGUN DOCUMENTOS ADQUIRIDOS EN ESTA REPUBLICA DURANTE DOZE AÑOS DE RESIDENCIA EN ELLA Y PUBLICADA BAJO LOS AUSPICIOS DEL SUPREMO GOBIERNO POR CLAUDIO GAY ` CIUDADANO CHILENO, INDIVIDUO DE VARIAS SOCIEDADES CIENTIFICAS NACIONALES Y ESTRANGERAS, CABALLERO DE LA LEGION DE HONOR. TOMO PRIMERO. HISTORIA. PARIS EN CASA DEL AUTOR. CHILE EN EL MUSEO DE HISTORIA NATURAL DE SANTIAGO MDCCCXLIV un Lt RAN M0 Ot bDiarden 1908 PROLOGO. i El apego con que, desde mi tierna infancia, me entregué al estudio de las ciencias, vino á ser en breve una irresistible pasion por todo cuanto en la natura- leza es digno esencialmente de un atento exámen y de un análisis especial, y causa, al cabo, para que, despues de ocho años de constante asistencia á las universidades mas célebres de Paris, cayera yo en la tentacion de consumir otros muchos investigando las preducciones de algun remoto clima que no pareciera muy andado. Mis maestros hubieron de señalarme la repú- blica de Chile por una de las rejiones que podia mas -cumplidamente responder á las exijencias de mi des- medida curiosidad, y como me cuadrara el asejo, resolvi seguirle, comenzando desde entónces - rotar cuidadoso, en tablas metódicas y analíticas, lo muy poco que de la historia y de la jeografía de aquella parte de la América se habia dicho. Este era el me- dio de traer mis ulteriores tareas á un sistema de ór- den que habia de hacerlas mas breves y muy menos a 1, HISTORIA - VI . PRÓLOGO. penosas; pero una circunstancia imprevista se ade- lantó á mis deseos llevándome á las afortunadas costas de ultramar mucho ántes de lo que yo presu- miera. Entré en Chile á principios de 1829, dispuesto á reconocer »su historia natural, su estadistica y su jeografía ; y como el gobierno de esta república com- prendiera, desde mis primeros ensayos, cuan impor- tante era la empresa, contento y jeneroso se llamó á parte en ella, dando con esto un saludable impulso á mis fuerzas, y el medio ventajoso de dejarme discur- rir en el pais con cuanta atencion y confianza eran menester para tomar tantos apuntes locales como pe- dia el complicado bosquejo de la importante publica- cion que desde este dia entro. Si no es temerario el empeño, bien habrá de pa- recer audaz, pues se trata no menos que de señalar cronolójicamente los sucesos parciales y jenerales ocurridos en una de las partes del nuevo mundo, -con las causas que los provocaron; hay que pintar la fi- sionomía del pais de suerte que sucesiva y ordena- damente asomen sus valles, sus campiñas y oteros, sus cordilleras y vegas; se ha de hablar de las produc- ciones naturales del suelo, de la calidad del terreno que las lleva, de los fenómenos atmosféricos que allí se cumplen, que así es de hacer para inteli- jenciarse en la esencia del clima, y en el por- venir y los límites reservados á la industria y á la agricultura; es indispensable el exámen crítico del estado actual de la civilizacion, distinguiendo muv PRÓLOGO, yii particularmente la de cada localidad; en una pa- labra, se ha de descorrer tambien el interesante cuadro donde luzcan los -usos , las inclinaciones y costumbres de los tan altivos cuanto intrépidos Araucanos, que idólatras de su libertad é indepen- dencia, y merced á su heróico valor, han sabido guardar intactas hasta el dia sus rústicas institu- ciones, y con ellas su hereditaria dignidad. Ya se vé si es inmenso el campo que me propongo recorrer, y á cuyo fin he de llegar; que así me lo anuncia mi propia conciencia, mas que á primera vista parezca presuncion del amor propio...¡ Ojalá yo lo logre con el tino que la obra exije y merece! . Como quiera, cumple aquí una lijera reseña de mis viajes , una abreviada enumeracion de los mate- riales que han de formar el cuerpo de este vasto edi- ficio; todo muy oportuno para disipar cualquier re- celo, la mas leve desconfianza que alzarse pudiera contra hechos dignos ciertamente de igual fé, del justo crédito que á mí mismo me merecen. Ya se ha dicho cual fue conmigo el puntoso porte del gobierno de Chile desde que notara el celo, la conciencia, la escrupulosa atencion, con que yo em- prendí, en cuanto llegué á Santiago, la visita de aquel pais, reuniendo y copiando cuantos objetos de histo- ria natural lograba ver; buscando, ademas, en los archivos, las noticias estadisticas que habian de - llevarme al exacto conocimiento del suelo donde me hallaba, y de semejante patrocinio fue consecuencia el recomendarme oficial y eficazmente á todas las auto- $ vmI PRÓLOGO. ridades provinciales, aventajando así sobremanera mi posicion, siendo ademas motivo para que desde mis primeras pruebas distinguiera yo, no tan solo la valía del favor, si tambien los preciosos resulta- dos que me esperaban al fin de la carrera; pero no tardé en tropezar con inconvenientes harto hechos para desalentar al hombre mas resuelto y tenaz. Falto, en efecto, de instrumentos para determinar todos los fenómenos físicos que en aquellas rejiones ocurren, mal podia yo armonizar mis ensayos de histo- ria natural, ni por consiguiente apreciar la influencia directa del clima en la distribucion y forma de los seres animados, ni sus relaciones recíprocas ó de de- pendencia. ¿ Qué hacer? Atravesar segunda vez los mares, y procurarse en Europa todo cuanto para este jénero de trabajo se hacia de absoluta necesidad. No era pequeño el sacrificio, pero ni me faltó aliento para cumplirle, ni le doy por mal empleado; ántes merecí á esta medida, y á la noble jenerosidad del gobierno chileno (1), el hacerme con una hermesa y rica coleccion de instrumentos de física y de meteo- rolojía , debidos á la habilidad de los primeros artis- tas de Paris, ejecutados bajo la direccion de varios académicos, comparados conlos del real observato- rio; lo cúal, sobre realzar su precio, dió á todos mis cálculos un órden enteramente comparativo, con- duciéndome á descubrimientos dignos, en verdad, de la mayor confianza. Esplicaré mi idea. (1) En Chile es de uso jeneral el adjetivo Chileno, pero la academia española dice Chileño, PRÓLOGO. I% De vuelta á Chile en 1833, restablect, como era na- tural, mis tareas con el mayor ahinco, aunque siguien- do estrictamente un plan trazado esta vez de acuerdo con varios sabios de Paris, plan que consistia en re- correr una por una las nueve provincias de que cons- ta la república , asentar sucesivamente en cada cual de las capitales mi observatorio, y recojer , de con- cierto con algunas personas intelijentes, una serie de observaciones siete y ocho veces repetidas por' cada dia, y ademas renovadas, rectificadas sin cesar, - durante mi permanencia en un mismo punto. Escusado decir que de semejante tarea no podia resultarme sino el estudio perfecto del clima local, pero ni tenia tampoco otro objeto : para adquirir el de la jeografía, y de la naturaleza, convenia ve- redear por toda la provincia, cualquiera que fuese la estacion, ora trepando con atento y detenido em- peño hasta vencer las mas encumbradas montañas, ora midiendo paso á paso el lecho de los rios des- de su oríjen hasta su confluencia recíproca, alzan- do, por supuesto, la fiel delineacion de todos ellos; y esto es cabalmente lo que yo he cumplido, sa- cando , si se me permite la voz, el escuadreo del pais en todas direcciones, con el fervor, con la cons- tancia y el entusiasmo propios de la juventud; al paso que las muchas personas que me acom- pañaban reunian el gran número de plantas, de ani- males y de minerales que tengo destinados para un tratado muy completo de la historia natural de Chile, Gracias debo á aquellos intelijentes auxiliares, pues b X PRÓLOGO. con ahorrarme ese trabajo material, pude darme resueltamente al de investigacion, hasta fijar la altu- ra de los lugares visitados, indagar con fruto la su- cesion de animales y vejetales , á medida que mas se adelanta hácia la cresta de las SORAMOrOS: distinguir los límites ; hacer un gran número de observacion es de física terrestre con efectos dignos de induciones filo- sóficas sobre el conjunto de la naturaleza animada de aquella privilejiada rejion, y que servirán, ade- mas, de complemento á esta obra, ó mejor de adorno, traido como de intento contra la aridez y el fastidio de las descripciones cientificas, con términos cuyo co- lorido la hagan parecer pintoresca á par que literaria, He experimentado atentamente las costumbres de los animales ; la virtud medicinal de los vejeta- les, y la utilidad que de ellos puede reportar la industria; Jas curiosidades naturales del pais, los lugares cuyos acontecimientos políticos son dignos de nota; y todo ello vendrá en la historia detallada de ciudades, y aldeas, al relatar el estado de su co- mercio é industria segun las diferentes administra- ciones, y sus respectivos períodos; pues poseo do- cumentos para entrar con alguna confianza en todas esas materias. | Intrincado , molesto, parecerá semejante trabajo, pero muy precioso, muy útil, cuando de él ha de resultar tambien la publicacion de una historia po- lítica de Chile, á contar desde que allí arribaron los Españoles hasta el fin de la guerra de la indepen- dencia, época gloriosa de la rejeneracion social, prin- o PRÓLOGO. XI cipio de vida, de actividad, de intelijencia, y asiento perenne de la existencia civil y gubernativa de aque- lla república, alzada desde entónces al merecido ran- go de nacion libre é independiente. No le faltará'á esta parte descriptiva el interés que de suyo pide, ántes abundarán en ella los elemen- tos sociales, políticos y relijiosos, que se desprenden de infinitos materiales cuya autenticidad descansa en veinte y dos manuscritos históricos recojidos en el mismo Chile y en las repúblicas vecinas, en una ultitud de documentos que el gobierno chileno tenia archivados, otros que provienen de familias tan distinguidas cuanto han sido cautas y curiosas, y aun en muchas reales cédulas orijinales. No sin fruto he pasado tres meses en Lima reco- nociendo los archivos, y apuntando cuanto tuvo re- lacion con Chile miéntras su dependencia de aquel - vireinato; y por si algo pudiera faltar, todavia es fortuna el haberme procurado gran número de códi- ces existentes en ciertas bibliotecas de Paris, princi- palmente en la del señor Ternaux-Compans, dueño de una baraja de obras sobre la América, de inestima- ble precio, quien con fino y jeneroso desprendi- miento las deja á mi entera disposicion. Esto, sobre facilitar el curso de mis confronta- ciones, y resolver dudas, me ayudará á dar con acierto la idea jeneral y fundada de cada una de las secciones en el propio curso de su respectiva intro- duccion. En una palabra, rico en materiales , sumamente XH PRÓLOGO, agradecido á lo mucho que al gobierno de Chile , y á sus dignos y dichosos administrados debo, per- mítaseme afirmar, sin viso de vanidad , que esta obra, si acaso hubiera debido caber á manos mas diestras que las mias, de ningunas saliera tratada con mas apego, con el atento esmero que me he impuesto en satisfaccion de la confianza pública. Sin duda traeré yo noticias y opiniones que se apartarán mucho de las que otros historiadores han consagrado , pero no por ello se apresure la critica, que si, careciendo de los documentos orijinales que la fortuna ha traido á mis manos, se viéron los escritores en la dura necesidad de repetirse, de aceptar, unos tras otros, los mismos errores , las propias preocupaciones, de estas y de aquellos tra- taré de huir á beneficio de la señalada ventaja. Sea muestra de esta verdad la administracion de D. Pedro Valdivia, una de las mas interesantes cier- tamente , y la que menos conocida anda; porque po- seo copia íntegra de la correspondencia que con Car- los V siguió aquel caballero, copia que fue sacada fielmente de las cartas orijinales, trasladadas, con otros documentos, desde Simancas á Sevilla, donde existen hoy, y que guardó muchos años el célebre Muñoz, Cuando se compara el contexto de esos preciosos manuscritos con otros que de Chile y del Perú he traido, no se sabe cual es de mas sentir si los varios anacronismos que se advierten, ó el asiento de al- gunos hechos inverisímiles, y otros lijeramente in- PRÓLOGO, XIN terpretados. Se nos dice, por ejemplo, que al resolver Valdivia su expedicion contra Chile, el renombre mi- litar de que gozaba su persona le atrajo un sinnúmero de soldados, que entusiasmados corrian de todas partes para venir á engrosar las filas : la verdad es que si llegó á reunir aquel jefe unos ciento y cin- cuenta Españoles, todavia fue muy á duras penas, y con el sacrificio, no solamente de todo su caudal, sino de crecidas cantidades que hubo de tomar pres- tadas. Asientan los historiadores que Valdivia llevó, pasando á Chile, el mismo camino que o. trepando por las encrestadas cordilleras de Copiapo, y de aquí hacen materia para pintar detalladamente dificultades , riesgos, infortunios, - etc., etc., porque así se lo figuró la imajinacion de los primeros auto- res; el hecho es que Valdivia pasó á Chile siguiendo las costas , atravesando el desierto de Atacama. Encarécense de tal suerte los tesoros de Chile, se dan tan subidos colores á la desmedida ambicion de Valdivia que aun hoy dia cuentan cándidamente los biógrafos, como los Indios, apoderados de la persona de aquel, le hicieron tragar el oro derretido para ver si asi descansaba su hartura : asercion ridícula, pue- ril, y sobre todo mal avenida con los nobles senti- mientos de Valdivia, afanado constantemente en la colonizacion, en el auje de la agricultura, en la prosperidad de todo el pais, que á ella atendió cui- dadoso desde que entró á gobernarle. Sí que de vez en cuando se le vió beneficiar algunas minas, pero el producto de ellas pasaba á manos del rey, ó se XIV PRÓLOGO. consumia en la adquisicion de reclutas y de colonos que á propósito se solian filiar en el Perú ; pero no se crea que era tan considerable ese producto: el oro entónces no andaba muy abundante, y pruébalo el siguiente aviso que á Carlos V se le dió, desde la Con- cepcion, en 15 de octubre de 1550. — « Partió este » barco llevando los que en él iban mios y de parti- » culares casi sesenta mil pesos, que áir á otra parte » que al Perú eran gran cosa, pero, como aquella » tierra ha sido y es tan próspera é rica de plata, » estimarian en poco aquella cantidad, y acá tenía- » mosla en mucho por costarnos cada peso cien gotas » de sangre , y doscientas de sudor. » Con otros muchos testimonios pudiera yo argúir, no solamente del gobierno de Valdivia, si tambien del de Garcia de Mendoza, de cuyo sujeto guardo va- rias comunicaciones; pero presumo haber dicho aquí cuanto era menester para quedar á cubierto de los tiros que una crítica inadvertida pudiera ases- tar contra mí, á querer apadrinar hechos con de- masiada lijereza sentados, y sin atenta y averiguada procedencia recibidos. Tras lo expuesto ya no me resta sino notar que - el desempeño material de esta vasta y variada ta- rea no es, ni debe ser obra de un solo hombre. Yo me reservo la direccion , sí : trataré cuantas ma- terias parezcan por su naturaleza de mi propia in- cumbencia , todas las que por su nimiedad demanden detenido exámen y escrupulosas investigaciones , con el apego, el teson, el constante querer que solo puede - PRÓLOGO. xv sentir quien pone en el compromiso sus intereses y su honra personal; todo lo demas queda á cargo de personas las mas cientificas de la Francia y del es- tranjero, cada cual en su propia especialidad. Son, en jeneral, miembros de la academia, y este solo tí- tulo me dice de antemano cual esmero, cual mérito ostentarán todas mis publicaciones. Gran parte le queda que hacer al pincel para el mayor lucimiento y triunfo de esta importante em- presa, así es que de entre los tantos injenios como en esta capital han contribuido á la ilustracion de esas magníficas ediciones | salidas á luz en-estos últimos tiempos , los mas acreditados estan conmigo. Para la version castellana tengo la pluma de D. Pedro Martinez Lopez , sujeto cuyos conocimientos literarios andan ya consignados en todas sus obras de enseñanza, unas adoptadas por la Direccion jeneral de estudios de Madrid , otras por el Consejo real de esta universidad de Paris , para los colejios de su inspec- cion. Sin duda responderá dignamente á las exijen- cias del público, y su decir mantendrá el carácter de orijinalidad que le distingue , y que tanto cuadra * con las esperanzas que el patriotismo chileno ha puesto en esta su obra. Con el texto irán cuantos retratos pueda ¡e de los personajes á quienes mas ó menos directamente debe Chile su prosperidad y su esplendor, que en obrar así respondo al grito de mi corazon, ansioso de probar su desprendimiento, su constante anhelo por que desaparezca de esta grande empresa toda máxi- E ae est de dle monumen yi PRÓLOGO, ma de ciclón aunque enormes sean los sacris ficios, que, al fin, yo los considero como debido tri- buto del sincero culto que desde mi niñez Jm respetuoso á las ciencias. El cuadro de la civilizacion chilena en las diferen- tes épocas de su historia, le reservo para la intro- duccion jeneral de la obra, y habrá de precederle, como es justo , una lista de todos los suscriptores, ya que reconozco que á sus esfuerzos se debe la conse- PES Ez sia: CLAUDIO GAY. Ed HISTORIA DE CHILE. > ‘ze E E y E 8 Me s Š Şt CAPITULO PRIMERO. | Estado de la España ántes del descubrimiento del Amé a, Borrascoso reinado de Henrique IV. Isabel aclamada reina de Castilla contra los derechos dela princesa Juana, Su matrimonio Red Fernando. Su e id se o o de » - El e sE $ ar e Varios eran los estados ie tenian n dividida la España á mediados del siglo XV „todos ellos independientes, todos en la mas completa deso: ganizacion , consecuencia for- ZOSA delespíritu turbulento 4 y sedicioso.de la Época; espí- de Navarra y de Aragon, cuya. existencia ] política, ya tan precaria, pusieran las guerras intestinas Poco menos que á merced de sus vecinos, sobre todo de esa gran familia mauritana , señora , despues de casi ocho siglos, de la rica é importante provincia de Granada. Tal era el estado de las cosas cuando Henrique IY, hijo de don Juan TI, subió al trono de Castilla. No debió * pensar este príncipe en granjearse el amor de sus pue- los, haciendo de modo que llegaran á olvidar las de- masías y vejaciones de- sus predecesores ; ántes deja desde luego que en su corte la corrupcion se asiente sin 1. HistoRIA+ ho + h -mia el público en la` “impotenc ia í 2 HISTORIA DE CHILE. r disfraz , y, socolor de impotencia, se resuelve á á repudiar su esposa Blanca , ¿princesa da Navarra, celebrando se= gundas nupcias con doña Juana, hermana de Alonso Y, rey de Portugal. - Esta princesa , cuya juventud , jovialidad y donaire, eran el adorno, el embeleso de la corte de Lisboa, no o precio del carácter de austeridad que la etiqueta guardaba en la de Castilla, y dió por lo mismo ocasion á que se la tildara de 5. de liviana, y hasta de infiel á su esposo , suponiéndole, nosin fundamento., en relaciones ilícitas. e. Beltran de la Gueva, caballero de bellísima * ] a señalarse en una justa celebrada en obsequio A de Juana. Respondia Henrique á estos rumores prodigando dis- fo horiras y mercedes al nuevo valido, como si en dn apep intriga, > su monarca, , la ines- perada nueva del embarazo de la reina, y el nacimiento de una princesa, á quien se le dió el nombre de su madre, le llenaron de asombro, no viendo en la recien nacida sino la hija de Beltran, y apodándole por lo mismo la Beltraneja; mote que conservó hasta el des- graciado fin de sus dias, Dilijente anduvo Henrique hasta hacer que aquella princesa fuese públicamente reconocida, y declarada he- redera presuntiva de la corona; acto que provocó el je- neral disgusto., entre la nobleza sobretodo, , que no podia mirar sin celos la influencia de un favorito orgulloso y presumido. Con todo, particular mencion harémos de dos persona- jes que como por encanto pasaron de la nada al colmo de CAPÍTULO - l 3 ad y de la opulencia, Era el uno don Juan Pa- pues marqués de Villena, y don Alonso Car- rillo, arzobispo de Toledo, el otro. El primero, hombre astuto y de irresistible persuasiva, subyugó la apagada voluntad del monarca hasta encerrar las soberanas dis- posiciones dentro del círculo de sus personales intereses y caprichos, El segundo , de un carácter dominante y re- celoso , servia cumplidamente á las miras ambiciosas del marqués, amparándolas con el supremo ascendiente de su elevada dignidad. Sin embargo, envidiosos ambos del singular favor de Beltran de la Cueva, no vieron mejor medio de rebajarle sino favoreciendo cautelosamente las pretensiones de Luis XI sohre la Cataluña, cuya mayor parte se habia apropiar do ya Henrique, sin respeto á los derechos hi de Ara 5 on , en guerra entónces contra los-Catalanes ; pero ania su perfidia , la indigna- cion soberana vino á castigar la ingratitud y deslealtad de estos ministros alejándolos de sus puestos y de la corte. Triste, lamentoso , desesperado era entónces el cuadro que ofrecia la Castilla. Exhausto el tesoro; agobiados los pueblos con reiterados tributos, insuficientes todavia para la prodigalidad réjia; la relajacion de la corte que se propagó en el pais hasta hacerse un mal endémico ; la alteracion de la moneda que solo tenia un valor nomi- nal , y que hizo poco menos que imposible la salida de los productos en el mercado; todo parecia presajio de una catástrofe, Por otra parte, los señores, cuyos pri- vilejios no tenian límites en aquella época de brutal feu- dalismo, hacian gala de ejercitarse en toda suerte de crímenes y atrocidades, salteando en despoblados y ca- minos, mancipando palio: transeuntes hasta obtener - de ellos un crecido rescate, y encastillándose despues h : HISTORIA DE CHILE. para gozar impunes el fruto de sus rapiña aun á sus fundos podia acercarse la ¡ea impotente en todo caso, como emanacion de un gobierno corrom- pido, con un jefe sin carácter y sin voluntad. Como tambien la grandeza se viera á su vez siendo juguete del capricho de cuatro advenedizos, tomó en ¿a la mísera situacion de la Castilla, y se propuso hacer que Alonso, hermano de Henrique, fuera llamado å sucederle ; pero la muerte prematura de aquel príncipe desconcertó el proyecto , poniendo á los conjurados en la necesidad de consagrar el fruto de sus desvelos á la ele- vacion de la princesa Isabel, hermana de Alonso, que Henrique hubo de reconocer por su heredera, firmando un tratado tan indecoroso , cuanto contrario á los inte- reses de su hija Juana. Con manifiesto despecho llegó á vir la reina la existencia de un documento de tanto ultraje para su honra y para su dignidad, concibiendo desde luego la idea de invalidarle en todos sus extremos, Isabel, sin la voluntad de Henrique, habia celebrado secreto | matrimonio con Fernando, rey de Aragon. Mu- cho desagradó á la corte la noticia de este enlace, y apro- vechando Juana tan favorable disposicion de los ánimos, pronto se apoderó del de su esposo empeñándole á pro- testar solemnemente contra la clandestina union, y re- vocar, por consecuencia, el pacto convenido en favor de aquella princesa, reservando de nuevo la corona para Juana, que el rey declaró esta vez hija suya con público j juramen $ Motivo àia nuevas discordias para el pais era esta re- solucion, aunque no faltó quien entónces la aplaudiera, entre otros el marqués de Villena, ya reconciliado con la corte; pero no se destemplaron los ánimos hasta que la sl CAPÍTULO L 5 muerte de Henrique vino á dar á la contienda esa apa- sionada enerjía que suelen desplegar siempre las guerras de sucesion. - Invadió la Castilla un ejército portugués, á cuyo frente estaba Alonso, resuelto å sustentar los derechos de la princesa Juana, su prometida esposa; midió sus armas con las de Fernando.en muchos y muy repetidos reen- cuentros, mostrándose siempre indecisa la victoria ; pero pronuncióse al cabo por Fernando, y el rey de Portu- gal hubo de abandonar su empeño y retirarse, dando así ocasion á Juana para que, exasperada, consagrara el resto de sus dias á perpetua reclusion en un convento. Muy satisfactorios debieron ser estos señalados triun- fos para Fernando é Isabel ; pero mayor fue su contento al saber el voto solemne que la princesa Juana acababa de pronunciar, dejándoles, por consiguiente, en quieta posesion de la corona, pudiendo darse sin recelo á las reformas que el espíritu de la época y la situacion del pais reclamaban. Meénester habia el pueblo de una organizacion política y de un gobierno que le pusiese al abrigo de toda arbi- trariedad , y como esto cuadrara cumplidamente con los deseos de los reyes, convocáronse cortes en Toledo, roh estos consejos exclusivo patrimonio de la grandeza, ántes la exquisita sagacidad de la reina se sirvió con acertado aprecio de los talentos que en la clase media de los tribunales, que logró hacer imposi ble la violenció; impracticable la parcialidad, dando con esto tan cierta 6 | HISTORIA DE CHILE, ! y verdadera proteccion al desvalido, cuanto pudiera prometérsela el poderoso. Sea testimonio de su acen- drado amor á la justicia la severa institucion de cela- dores protectores del pueblo en los negocios contencio- sos, medida importantísima, y causa única de ese espíritu de igualdad y de independencia que la estupi- dez desconocia, y el temor tenia enfrenado. -Comprendieron tambien los reyes que todas las guer- ras intestinas tenian un mismo orijen, el demasiado poder que ejercia la nobleza en menoscabo del débil, y desdoro de las soberanas regalías; cumplia rebajar este poder vulnerándole , y la esclarecida política de los mo- narcas comenzó la obra haciéndose con el maestrazgo de las órdenes de nina de Mtra y de a: as temibles fortalezas y numerosos ne ellos caballeros solian cerc emos sad derechos y la auto- villa del soberano. Todavia robustecieron el cetro dando al tribunal de - la santa hermandad cuanta consideracion é impulso convenia al restablecimiento del órden en las provin- cias, conteniendo los latrocinios de nobles y caballe- ig ros armados; institucion tan útil para el pueblo co- mo para el trono, y contra la cual fueron. vanos los É clamores de la nobleza, quejosa porque e mode nsa lo que ella llamara sus prerogativas , arrébatándoli dependencia en que, de juro, decia tener pe sus nilo Aun no lleno el ánimo de Fernando y de Isabel con medidas de tanta prudencia, como de fecundo porvenir, concibieron el audaz proyecto de expulsar los moros de la península, y agregar el importante reino de Granada á sus estados, ya enriquecidos con el de Aragon, por la E t CAPÍTULO i i 7 srta de su rey don Juan ; empresa de mucha. oportu- nidad , porque amaestradas las armas castellanas en las guerras Civiles, deseosas se mostraban de medirse con las de los infieles, cuyas disensiones domésticas daban á entender una resistencia tibia 6 incierta. « Varios fueron los estados empeñados en esta con- quista desde el rey S. Fernando hasta Henrique IV, sin otro éxito que el peiallaciminnio de pueblos. cristianos tan contiguos á los de los moros, que el eco de las campanas. se perdia entre el destemplado lelilí que en lo mas ele- . vado de los alminares traian los papazes de Mahoma. Los esfuerzos parciales de tan diferentes estados en absoluta indep pe apai sin e ng odo, poe prend sag cie denaede, pero p r Apis que, desnudos ambos partidos de toda idea de com- - quista , y fanáticos por sus respectivas creencias, era su bandera la parca ensangrentada, cuyo alfanje solicita- “ban con frénesi, estos por el triunfo del evanjelio, aquellos por el del coran, siendo unos y otros mártires de la fe y de la esperanza. Hacia algunos años que Muley-Aboacem, rey de Gra- nada, negaba á la corona de Castilla el tributo pactado con sus predecesores, y de este pretexto se apoderaron Fernando é Isabel para disponerse á la conquista, ya que ningun recelo les inspiraban los estados vecinos, y ancaniaiA veian la paz en el interior de los suyos. - Muley habia do con demasiada altivez al men- saje en que Fernando reclamaba aquel tributo. « Ha- > cedle entender, dijo á los enviados , que para el rey de » Castilla no tiene el de Granada s o lanzas y cimi- » tarras.» Naijatada que nọ perdonaria jamas el or- e 8 , HISTORIA DE CHILE. gullo m Fernando, y que mandaba apaina buscar medios con que sustentarla; esto es'lo. que hizo Muley, preparándose por su parte á la guerra. . Tal era el estado de los negocios cuando "Muley š cayendo de improviso sobre el fuerte de Jahara,, logró to- marle; acto, aunque hostil en apariencia , muy conforme | con lo estipulado en el armisticio de las dos potencias , e que podi podian atacarse recíprocamente , y tomarse las for- talezas, siempre que estas empresas quedaran cumplidas - dentro de tres dias, sin ningun carácter oficial; pero que - acabó de TE Y al rey de Castilla , pesaroso con tal pérdida , aunque en breve la. reparó. el marqués de Ca- diz, apoderándose del Alhama , una de las poblaciones nas florecientes del reino de Granada. Suelto así el rayo zuerra, no tandó en n extender sus estragos, llevando Sep villas musulma el pe «MAS, cuyo reci y sus palmo á palmo sus. mora- dores, aunque inferiores en fuerzas, manteniendo, al grito de venganza, una lucha de diez años que selló cumplidamente el arrojo, y la desesperada valentía de ambos partidos. Acorralados se miraban ya los infieles entre A mu- rallas de la Capital, y todavia repelian con admirable. te- nacidad la irrupcion de los Castellanos, que, con aliento. entusiasta, demandaban el triunfo de la santa causa, y el. de sus queridos reyes, partícipes constantes de sus fati- gas y de sus privaciones; pero hubieron de sucumbir, no tanto al valor español, cuanto al i funesto desgobierno en - me las desavenencias traian pueblo y mikis desde que comenzó la guerra, 16 / la toma de Granada á principios de 1492, i pertando en el mu paadi cristiano ese espíritu de por- ar ESSA He ae L ` CAPÍTULO 1. i k> 9 tentosas conquistas que han de considerarse como ) CON- secuencia de la de aquel reino, en cuyo obsequio ostentó la sede pontificia cuanta suntuosidad cabe en funciones de piadoso júbilo, en tanto que Pogagdo é Isabel, tam- por 5 cosas á la ve z; decretaban la expulsion de cuantasilérsonas hubiese en sus dominios fuera del seno de la iglesia cristiana. Hubieron de abandonar el pais millares-de familias + cedieran algrito del amor pitie y ya. reconoejeriiial. Ja llanos nuevos las prácticas relijiosas se cumplian po pup deber, cuando el o castellano, vane- Eain con esto E encore los ; ánimos; rona | cieron inveteradas. enemis y su gamag y sus benéficos ciones civiles. no son de comparar, Ry? israelitas y mahometanas, que con su comercio é indus- tria mantenian la riqueza española; al paso que otras, ya - Ln O -w ~ ER 0 3 E’ HISTORIA DE CHILE, venas del idólatra, cuya alucinacion, tan culpable en sentir del creyente , merecedora es de un interminable é impío tormento. `. He ahí la causa primordial « del rectalolacimienta de la inquisicion en España, solicitada con afan tanto por un clero demasiado ganancioso en esta nueva contienda , y otorgada por los reyes. con señaladas muestras de protec- cion; tribunal terrible que tan directamente influyera en los destinos del pais. Decimos terrible: porque no hay que disimularse el rigorismo, la vituperable inhumanidad de sus primeros actos; y si bien libertara á la España de las § guerras de relijion, que aflijieron á la mayor parte dela Europa, todavia no fueran disculpables, á no abstraernos de las ideas del dia, y de ese tolerantismo que de un siglo acá nos gobierna; que en tal hipótesis, | ajustados con. las máximas de aquella época de ignoran- cia, de fanatismo, de groseras costumbres; recordando ) XIV la supersticion era el alma de los pueblos, sobre toda en España, donde la relijion cris- tiana-, en continuo roce con el judaismo y el islamismo , encrudecida con la guerra y los insultos, se habia hecho intolerante é implacable; mucho menos extrañarémos que las masas, deslumbradas con tan señalados triunfos, viesen la institucion del Santo-oficio como cosa muy apropiada á sus miras, y á las circunstancias ; prestán- dole por lo mismo ese apoyo, ese impulso que tanto desdice de nuestras costumbres. zy Pierde sus justos títulos la critica cuando se examinan los. hechos bajo un punto de vista relativo , apartándose — induciones mas ó menos aventuradas, y huyendo de la exajeracion, Yo no soy fatalista ; ño quiero hacerme cargo de la parte q pudo « caber á la política en el resta- + A AA A e A E CAPÍTULO I. ; 14 blecimiento de esa inquisicion, conocida ya en Bera desde 4240, pero ante los restos activos y turbulentos de la relijion musulmana , oríjen de tantas disensiones, consecuencia natural me parece. Observemos ademas que solo dos ó tres son los autores contemporáneos que vituperaron, y eso indirectamente, la institucion de ese tremendo tribunal , tan popular en sus dias , cuando todos los demas le colmaron de encomios; siendo muy pro- bable que hoy mismo hicieran de nuevo su apolojía, dado que al mundo volvieran con las ideas absolutas de suépoca ; circunstancia que arguye victoriosamente con- tra ani e. que dealgun janja á esta guióel e espíritu del ditimo s sito; CAPITULO II. La monarquía española constituida. Se propone Cristoval Colon el descubri- miento de las Indias. Preséntase con este objeto á la corte de Lisboa, y en seguida á la de España. Desprecian los sabios de Simancas el plan de Colon, Dispónese este á pasar á Francia despues de muchas humillaciones y esaires , pero la reina Isabel le detiene, entra en sus miras, y ordena la ejecucion de ellas, Tomó la Castilla el nombre de reino de España desde que se le agregaron los de Granada, de Aragon y de Cataluña , adquiriendo la preponderancia de una de las monarquías de primer órden , porque sus entendidos y laboriosos soberanos, movidos de un comun celo, no ` pararon hasta plantear en ella una administracion que supo contener los excesos del feudalismo , al paso que reparar los estragos que la corrupcion de sus predecesores hiciera, Poseedores de cuantos elementos convienen al logro de las grandes empresas , y ayudados del aura popular, fácilmente pudieron poner en juego todos los resortes de la complicada máquina en que ruedan la suerte y el por- venir de las grandes naciones, desplegando afanosos el valor , la prudencia , la constancia, la grandeza de ánimo y los talentos de que dotados se vieran esos ilustres es- posos, que en dicha de la España habia unido el destino, reservando á su ingénita justicia, á su política, y á su exquisito discernimiento para penetrar el corazon hu- mano, los tantos trofeos que á mayores glorias les llamaran. i y Y es de notar cuanto luce al lado de esas dotes per- En CAPÍTULO Ti. 13 sonales , la hipocresía, la estudiada solapa con que Fer- nando marcha tras la realizacion de su ardua y no menos jigantesca empresa, aparejando con leyes de prudente reserva el establecimiento de un sistema de equidad y de Justicia entre sus vasallos, y el despojo de las regalías que la grandeza se habia apropiado en deslustre de la corona: : pues á todo esto le empeñaba la buena armonía que guardaban con él las naciones vecinas , y la tranquilidad de sus estados, donde la severa viijlancia del Santo- oficio traia amigos y Snegalgos callados y sumisos entre Como el pueblo se: j tuviera siempre en manifiesta oposicion á la nobleza , y como comprendiera en las miras de Fernando la rejeneracion de su existencia polí- tica, y el asiento del principio democrático que mas ó menos tarde habia de romper el vasallaje, resuelta y de- nodadamente favoreció la reforma; pero la santa her- mandad fue el poder material de que echaron mano los reyes españoles, como de los archeros,, en su tiempo, el monarca francés Cárlos VII. En tésis jeneral bien cabe avanzar que la política de aquellos monarcas fue un traslado de la de sus vecinos. ¿Quién no descubre en los principios de Fernando , en su imperiosa índole, en sus desvelos por humillar el orgullo de la nobleza, la propia persona de Luis XI? Sí que hubo en el rey castellano mas tacto, mas juicio , pues que, lejos de desairar å los nobles posponiéndolos descubiertamente á jentes de os- cura condicion, dando así motivo á interminables guerras civiles, se los atrae con contemplaciones, en tanto que indirectos medios, hábilmente combinados, hacen su descrédito , y que ellos mismos se labran, sin pensarlo, la pérdida de sus privilejios, la de su prestijio, hasta 14 HISTORIA DE CHILE, ver con asombro en derredor suyo la mas completa hu- millacion, Ni salió mejor parada la silla apostólica. Valida sin duda de la exajerada devocion de los dos reales esposos, acudió á ellos entónces con ciertas pretensiones que, sobre ser desatendidas, pusieron al pontífice en la ne- cesidad de otorgar á los reyes nuevas prerogativas, con algunos subsidios destinados EX mayor lustre de nuestra santa relijion. Notoria era en aquella é y su relajada vida, por tanto esta importante obra al conte nilo el francis- cano Ximenez de Cisneros, hombre de tanta altivez cuanto era ríjida su austeridad. Apenas hecho este pre-' lado arzobispo de “Toledo, segunc narquía española, cuando ya inten máximas que mas conducentes creyera para offer k digeidad de oa mo- el laxo clero; pero tropezó en una terrible oposicion r robustecida de los de su misma órden, y hasta del poder pontificio, ya ganado por los sacerdotes de alta cate- goría. Habia en Ximenez conviccion , una voluntad de bronce , y en ella se estrellaron los esfuerzos de todos sus enemigos, dejándole asentar la regla en todas las comunidades, sin enmienda, sin restriccion, sin particu- lares consideraciones, é imponer al culto un carácter de autoridad y de respeto, exento de la supersticion de que falsamente se le acusó mas de una vez. Sí que puso grande empeño en la conversion de los moros, en que desapareciera de España toda idea de mahometismo ; y ya tomara en cuenta la conveniencia política, ya ( y es lo mas probable) cediendo á su fervo- e A $ A a CAPÍTULO TI S 15 rosa caridad por los infieles, se trasladó 4 Granada re- - suelto á fundar de un modo estable la unidad relijiosa, como prenda segura de la prosperidad y del sosiego de _Jos-habitantes. Si á su administracion miramos, preciso Ximenez, se hace encomiar el órden y la economía de afanado en rebajar tributos, en protejer industria y le- tras, en traer á la corona el poder de que tanto abu- - saran los grandes, y solo, y sin ejemplo que imitar, haciendo por la nacion española lo que por la Francia hicieron despues Richelieu y Mazarin. Un reino nuevo ,un gobierno fuerte, una ciao cion de imparcial y severa justicia, máximas de una re- lijion bien ci un n- principio de -iguhldad que ani- quila el feudalismo, y cuyo espíritu p ocial fue causa primera de la nacionalid d española; he ahí la fuente de la prosperidad , de b ERa posicion que la Castilla debiera á los tantos y tan briosos esfuer- zos del saber, y de la prodijiosa actividad de sus mo- narcas. A la unidad del poder, á la centralizacion delos intereses comunes, consecuencia de semejante meta- mórfosis , todavia siguieron otros sucesos muy á propó- sito para acrecentar la fortuna de esta nueva y flore- ciente monarquía, pues que se la ve curar la mortal llaga que la ausencia de judíos y mahometanos abriera en su agricultura, en su industria y en su comercio; y como si algo faltara al lustre de aquel reinado, sin par en los anales de Castilla, sin par quizá en el orbe, en- cumbrarle al lleno de la gloria con la conquista de un mundo nuevo que el talento y la habilidad de un oscuro extranjero acabara de descubrir, Cristoval Colon, dedicado desde su tierna infancia al estudio de la jeografía, de la cosmografia, y ála práctica a $ dos y convincentes razonamientos, que vari i é 16 - HISTORIA DE CHILE. “ He de la navegacion, concibió la “idea de ir tras lines erandes Indias de que tantos tesoros sacaran Venecia- nos y Genoveses, mientras fueron dueños' absolutos. del comercio del oriente. Ánsioso de realizar sù proyecto, Be. * encaminó á Lisboa, presumiendo hallar en esta. corte cuantos auxilios reclamaba la importancia: de la empresa, que á mot le inclinabás xs pas razon; el entusiasta arrojo con que , i corrian los Poe las costas occidentales del Arica. Moti- vos hubo desde luego para que la presuncion pasara á á ser“ realidad. El rey don Juan , digno heredero de las miras y de las luces de su tio Henrique, acojió con distinguida benevolencia la persona de Colon , y oyóle exponer las razones de su demanda con particular interés, en tanto que un detenido y maduro exámen acabó de inclinar el ánimo del soberano en favor: del plan , sobre el cual i pidió consejo á la junta especial de descubrimientos ma- rítimos. Concurrió Colon á esta junta haciendo ante sus miembros una reseña especulativa sobre la forma de la tierra, y exponiendo cuantas nociones tenia adquiridas acerca de la existencia de lasislas de las especias, al oc- cidente de la España y del Portugal , pero con- vocales no pudieron resistir á la evidencia : por desdicha no supo el mayor número penetrar los arcanos de aquella teoría cosmográfica, y, esclava de vulgares preocupa- ciones, vió en el tal proyecto una ridícula quimera, y en su autor una cabeza demente ó visionaria. ? No satisfizo al rey este resolver de la junta, y como - ya estuviera muy de parte en las ideas de Colon, y con no poco deseo de realizarlas, requirió el parecer de sus propios consejeros, que vino.á ser, despues de exami- + > - p" 3 CAPÍTULO 11. 17 1 so de nada la cuestion en todas sus formas, aun mas desfavo- rable que el de la asamblea; bien es verdad que, acomo- El cauto y jeneroso Juan no pudo esta vez resistir á tan desleal y pérfida estratajema, ántes despachó misteriosa- mente una carabela , cuyo capitan, no menos escaso de valor que de luces, hubo de volver en breve sin resultado ninguno; dando así lugar para que Colon, sabedor del hecho, y reconociéndose juguete hasta del rey mismo, cuya franqueza y lealtad tantas esperanzas le habian inspirado, abandonara indignado el Portugal, llegando á España casi reducido á mendigar el necesario sustento, El renombre de que gozaban los monarcas españoles hubo de aconsejar á Colon una nueva tentativa en obse- quio de sus planes. Sirviéronle á este intento algunos amigos que, sin esfuerzo ni repugnancia, reconocieran la exactitud de sus opiniones, y que le acompañaron á la corte, donde se presentó compuesto y lleno de mo- destia, aunque con el desembarazo á que le autorizaba el convencimiento de sus creencias, por extravagantes que á primera vista pareciesen. El plan de una empresa que tan perfectamente cua- draba con la sed de gloria y de engrandecimiento que alimentaba Fernando, no podia menos de hallar favora- ble acojida, sobre todo cuando los importantes descubri- mientos que diariamente pregonaban los Portugueses, eran otros tantos pesares para el alma envidiosa del rey o 1. HISTORIA, OP D ena 18 i HISTORIA DE CHILE. castellano; pero casualmente los preparativos de una guerra, de cuyo éxito pendia el porvenir del pais, preo- cupaban demasiado la soberana atencion, y el proyecto del ilustre Genovés fue sometido al saber de los hombres especiales de la península, convocados con este abjeto á la ciudad de Simancas. Con complacencia recojia Colon la celebridad de los nombres llamados á esta asamblea, prometiéndose iba á fallar en su causa un criterio racional, saludable, desnudo de todo jénero de prevenciones. Se engañó. Era un arbolario, un extravagante; y como la estrecha inteli- jencia de sus jueces no alcanzase á ver, ni á comprender, la trascendencia de los argumentos que él sentara, ó se le barajaban con absurdos, ó se le replicaba con denuestos á su honra y á su delicadeza. Mucho juicio, mucha mo- deracion, gran fuerza de alma es menester para man- tenerse compuesto ante un aréopago que la pasion - deslumbra, si mejor no le domina el espíritu desdeñoso que suele seguir al doctoramiento, como si la borla fuera exclusivamente el árca santa del humano entender. Ni ya correspondian aquellos pretensos sabios al objeto para que fueron llamados. Las ideas de un hombre que nin- guna universidad, ninguna academia traia matriculado, desdecian soberanamente entre aquella corporacion car- gada de perejiles; eran un insulto 4 su exquisito saber, y cumplia por lo mismo que la tenacidad sistemática sa- liese á combatirlas con estudiadas sutilezas, y con cuan- tas armas prestase la mas dañada fe. Este injusto, cuanto inesperado, proceder no desvió á Colon de su empeño, ni le acobardaron tampoco la repu- tacion y el prestijio de sus jueces, y declarados ene-. migos; ántes no escuchando sino á sus deseos, ó sea, de a CAPÍTULO 1H, — como él decia entónces, á la inspiracion divina que le aseguraba coronar sus esfuerzos, persistió gn las pe tensiones, Salió, en esto, la corte de Simancas encaminándose contra Granada , á cuyo punto le siguió el célebre Ge- novés, entrando á parte en muchos lances, y hasta en la toma de aquella capital, que tan inmarcesibles glorias reportó á las armas castellanas. Este importante suceso produjo en toda la España una relijiosa veneracion por sus reyes, y fue celebrado con fiestas y regocijos de todo jénero, en tanto que la corte, establecida en Santa Fe, daba, entre muestras de lucido ps y suntuosa pompa, un ioeie doaia cakline de sus satisfacciones, Perdida la atencion de Cristoval en el anchuroso espacio de a eS oreo, si acaso logró distinguir esas demostraciones de jeneral contento, fue solamente para presumir inoportunas á sus fines aquellas circunstancias ; y como se viera olvidado y desatendido, resolvió pa- sar á Francia, y probar sus pretensiones en esta corte, Salió con este objeto de Santa Fe, sin que los ruegos, ni las reiteradas instancias de sus amigos, lograran de- tenerle; pero hablaron estos inmediatamente á la reina con tal eficacia que se despachó un mensaje ordenando regresase Colon á la corte, y alcanzado á dos leguas de ella, hubo de obedecer, no sin desconfiar de la realidad de la voluntad soberana; de quien en breve recibiera distinguidas pruebas de aprecio, y la solemne promesa de adherir á su súplica, y aceptar sus condiciones. Fernando, cuyas miras ambiciosas tanto halagara en sus principios el proyecto de Colon , mirábale ya con in- diferencia , porque, consecuente con su política incierta y recelosa , le pareció oportuno dejar como definitiva la 20 HISTORIA DE CHILE. sentencia de los doctores de Simancas; pero diósele á la empresa un carácter puramente relijioso, y esto le de- cidió á tomar una parte, sino directa, porque se habia de ejecutar á espensas de la Castilla, bastante á promover y facilitar los medios de realizarla. Firmáronse, en consecuencia, convenios harto lison- jeros para Colon, y como dejara sentado Toscanelli que los primeros descubrimientos habian de ser la isla de Cipango (el Japon), y los misteriosos reinos de Cathay, y de Mangi, tan maravillosamente bosquejados por Marco Polo, y que tantos tesoros rindieran al comercio de Génova y de Venecia, cuya opinion fuera entónces de comun asentir; los monarcas españoles ministraron al ilustre marino recomendaciones para que el gran Khan se dignase dispensarle su soberana proteccion hasta el feliz término del viaje. l Todavia fueron mas señaladas y positivas las merce- des con que Isabel honró á su digno ahijado, cuyas luces y extraordinarios juicios la traian enajenada , pues que- riendo probarle, no tanto el interés con que asistia å la empresa , sino el que sentia en obsequio del porvenir de su familia, hizo á su hijo Diego paje del príncipe Juan, heredero presuntivo de la corona; honra reservada hasta entónces para los jóvenes de ilustre cuna, y que llevó al alma noble y jenerosa del marino un puro gozo, un sentimiento de eterna gratitud. Tales fueron los auspicios que acompañaron á Colon hasta el puerto de Palos, en Andalucía, cuyo punto le fue. destinado para disponer lo necesario á su impor- tante, y no menos arriesgada empresa, CAPITULO IHI. Da Colon con nuevas dificultades. Logra vencerlas con los jenerosos esfuerzos -de Martin Alonso Pinzon, y sus dos hermanos, Su partida del puerto. Descontento de la tripulacion : esta se rebela, Colon el primero que descubre tierra. Merced á la paciencia, á la perseverancia, y á las luces de Colon, ya prevaleció la idea que en su mente traia des- pues de veintidos años, y por cuyo triunfo consagró diez, sustentándola con el fuego de un irresistible conven- cimiento, contra los violentos ataques de los seudo-sa- bios, cuya nidad y amor propio, tan haitftiódos dejaran los exquisitos conocimientos cosmo- gráficos del descubridor de un nuevo mundo. Como quiera, no ha agotado todavia el célebre Colon el cáliz de sus amarguras. Un terror pánico se apodera de toda la tripulación, cuyos temores no logran disipar las astutas razones de un jefe tan práctico y versado en la naútica, que demuestra cuanto aquellos son infunda- dos, cuanto los peligros disminuyeran desde el descu- brimiento de la brújula, y la aplicacion del astrolabio al arte de navegar; ni tampoco la elocuente persuaviva con que concurrió á robustecer esos argumentos el Prior del convento de la Rábida, F. Juan Perez. Y problamente quedara la expedicion sin efecto,á no venir Pinzon y sus hermanos, ofreciendo liberales sus personas y ha- ciendas, en obsequio de una empresa que de dia en dia daba con nuevos obstáculos, Eran los Pinzones intrépidos y ricos pilotos de Palos, y pasaban por muy entendidos en el arte de la navega- 22 HISTORIA DE CHILE. cion, entónces tan difícil. Sobrado prácticos para dar un justo precio álas ideas de Colon , y, por otra parte, pre- dispuestos de antemano en favor de una empresa que tanto los preocupara, sin esfuerzo entraron en ella; y se presume que, á instancia suya, se obligó Colon á pagar á los marineros la octava parte de los gastos ; cuales fueran las condiciones, no es cosa averiguada. Sábese que aquella familia gozaba mucho crédito ; que poseia varios bajeles; y que tenia á su servicio un muy completo marinaje de probada fidelidad! y sumision, todo lo cual sirvió para vencer dificultades, y llevar á efecto un proyecto que parecia cada vez mas problemá- tico. En el temor de que no se tuviera por muy dispendiosa la ejecucion de su plan , excesivamente modestas habian sido las pretensiones con que Cristoval se acercara á los reyes de España; así es que estos no le otorgaron sino tres carabelas, la mayor de algunas ciento y veinte to- neladas, y con cuya mezquina escuadra el célebre Ge- novés se arrojó audaz á merced de ese misterioso y soberbio océano, mansion, segun pública fama, de los horribles monstruos que aun se ven en los mapas de la antigúedad, y alma de las furiosas Eee que el de ie se entretuvo en describir, De aquellas tres carabelas, cuya forma niiki ha» cia la navegacion lenta é insegura , una sola se viera con cubierta, y en ella entró Colon, dándole el nombre de Santa Maria, bajo cuyo amparo se puso con relijioso respeto. Reservóse la comandancia de las dos restantes para los rs siendo capitan de la Pinta, Martin Alonso, á cuyo lado iba en calidad de pilotin su her- mano Francisco; y de la Niña, Vicente Yañez Pinzon, CAPÍTULO II. 23 otro hermano de aquellos; y cerrado ya, á fines del mes de julio, el número de los ciento y veinte hombres que habian de componer la tripulacion, se aplazó el viaje para los primeros dias de agosto. Supuesto el carácter sagrado con que convino vestir esta expedicion, fue preciso tributarle nuevamente algu- nos ejercicios de fervorosa piedad, llevando 4 los cora- zones la consoladora uncion de la fe contra los grandes riesgos, y haciendo teatro de esta santa ceremonia el con- vento de la Rábida, donde Golon hospedara á su paso del Portugal para la España, y al cual concurrió proce- sionalmente toda la marinería, que iiantivo un muy devoto recojimiento, en n tanto que el Prior F. . pedia al € io divino fra una em- presa, cuyo objeto era propagar la relijion. Tras esta reverente plegaria, cada marinero llevó al tribunal de la penitencia el arrepentimiento de sus cul- pas; recibió despues el sacramento de la eucaristia, y así reconciliados todos con el redentor del mundo, se vol- vieron al puerto en el propio órden con que å estos actos asistieran, determinando la partida para el te dia, es decir, para el viernes 3 de agosto, en el nl dió vela la escuadra, una hora ántes de salir el sol, entre los ayes y lamentos de los habitantes de Palos, y de otros pueblos, que se de n angustiados de aquellos de sus ' parientes ó amigos, unidos ya á la suerte del intrépido Genovés, Un secreto presentimiento anunciar ser aquel el último adios; eran por lo 1 mismo s demo ciones del dolor tan agudas que l ån los marineros, pci desaliento y pesar; pero | Colon, cuya sagacidad descubriera cuan funestos resul- tados pudieran acarrear tantas y tan punzantes con- 21 HISTORIA DE CHILE. mociones, se hizo mar-adentro con cuanta dilijencia pudo, para asentar de una vez el imperio de su única vo- luntad. Lejos ya de la costa, comenzó á revolver en su mente las, nuevas tierras que su gratitud pensaba ofrecer rendido á los pies de los bienhechores monarcas ; re- cuerdo halagúeño que le hacia olvidar los pasados de- saires, no cuidando sino de despertar en ol corazon de sus súbditos la confianza y el contento : cosas muy ne- cesarias, en efecto, al logro de su atrevida empresa, pero no fáciles de imprimir en pechos, unos arrancados violentamente de su pais, otros sin fe en los supuestos resultados. Pronto fue ocasion para que . se aumentaran los temores. El timon de la Pinta no pudo resistir á la bra- veza del olaje, y aunque la habilidad de Martin Alonso paró con dilijencia. el peligro, -no fue de tanta duracion el remedio que dejara de hacerse indispensable el acos- tar á las Canarias, para reponerse en estado de conti- nuar el viaje. | Cerca de un mes se detuvo la expedicion en estas is- las, lisonjeándose Cristoval poder apresar en ellas algun bajel de mejor servicio que los suyos, porque autorizado estaba para ello ; pero viendo frustradas sus esperanzas, y temiendo la desercion de los descontentos, ó acaso su ya meditado sublevamiento, lo cual le pusiera en-la necesidad de abandonar un plan que tantos años le traia, cupado, y cuyos resultados distinguia con entera evi- dencia, aceleró la reparacion de la Pinta, corrijió el - velámen de la Niña, para que de este modo pudiera ir de par con las otras dos carabelas, y se apartó de Ca- narias el 6 de setiembre. A CAPÍTULO 11, 25 No tardó en mirarse surcando la embravecida frente del majestuoso océano, ante el cual yacian postrados el aliento , y la intrepidez del navegante. Guiábanle á Colon su exquisito instinto, y el convencimiento de que al oeste existian las famosas Indias orientales, y bastaba eso para mantenerse sin ningun jénero de inquietud ; mas no podian compartir sus compañeros esa seguridad, máxime recordando, como recordaban , que toda una corporacion de sabios, sobre haber tildado de ridículas y absurdas las presunciones del célebre piloto, le habian declarado insano; cuya injuria todavia le echaban en cara algunos de sus súbditos. Temor, desesperacion , he ahí lo que reinaba en todos, los ánimos , sin que las pro- mesas de gloria vd qu ze pretendió hala- garlos, pudieran templar s su 1 inquietud. La presencia de un mastelero que asomó barbeando las aguas , resto sin dud de algun antiguo naufrajio, fue señal de los primeros rumores de indisciplina, aunque sin el carácter de gravedad que en breve to- maron. Notóse en seguida que el extremo de la saeta no norteaba exactamente, como ocurria en todas las demas aguas conocidas, sacando, por consecuencia de esta irregularidad, que el iman perdia su virtud avan- zando hácia el oeste ; que era por lo tanto impracticable la navegacion, y que la esquadra no tardaria en verse perdida en la inmensidad de aquel desierto piélago. No era infundada la suposicion entónces ante un fe- nómeno desconocido , cuyas causas no alcanzaran tam- poco las esmeradas luces de Colon ; pero atento siempre este å disipar temores, procedió con acertada presteza diciendo que semejante anomalía, negativa en aparien- cia, no provenia de la aguja , ántes, al contrario, de la 26 HISTORIA DE CHILE, estrella polar que, debiendo marcar un círculo en der- redor del verdadero polo, no podia guardar punto fijo ; esplicacion injeniosa que los marineros aceptaron satis- fechos, y casi convencidos del gran talento astronómico de su jefe. E E e Tras estos y otros incidentes que de vez en cuando comprometian la suerte de la expedicion, algunos sur- jian tambien que la ponian esperanzada, hasta el caso de creer en un pronto y feliz resultado; ordinaria alter- nativa de la vida humana, por entre la cual marchara el impávido Colon al cabo de su viaje, ora usando, con prudente reserva, de su autoridad ; orá recordando la de- su soberano ; ora, en fin, descendiendo afable 4 templar impaciencias, á reprimir amagos de rebeldía , harto pronunciados ya entre muchos descontentos, que á toda costa y riesgo querian dar vuelta 4 España. Vez hubo que, ansioso de desperte pe e con ellas entusiasmo, llamaba la atencion de su jente con la detallada reseña de las admirables curiosidades rela- tadas en los viajes de Marco Polo; cuyas curiosidades prometia poner ante sus ojos; cuidando siempre de es- plicar en otras, el misterio de los repetidos fenómenos que por primera vez venian á llenar de asombro, y de sobresalto , el corazon de aquellos hombres : así es como solia contener la tempestad, marchando hácia su objeto cada dia mas comprometido. i Ya por fin, quiso la fortuna que se dejaran ver algu- nas aves tenidas entre los marineros por terrestres. Au- meéntábase el número de dia en dia, hasta que dieron en bajar con solazosos revuelos en torno de las naves A contra cuyos bordos tambien se habian arrimado varias madejas de finas, frescas, y verdorosas yerbecillas; infié- 3 CAPÍTULO ÍT. i 27 rese cual seria el alborozo que provocó tal accidente. No puede estar muy distante ese tan deseado suelo, y todo el mundo corrió entusiasmado para ver hácia que punto le ofrecia el horizonte, y ganar así la renta de los diez mil (1) maravedís, que el rey Fernando prome- tiera á quien primero anunciara tierra; promesa justa y de importancia para la expedicion, aunque con el in- conveniente de agriar la impaciencia del marinero, por- que sabido es que el horizonte pinta muchas veces en alta mar la imágen verdadera ya de rocas, ya de islas, ya de cordilleras , allí donde no hay sino un conjunto de nubarrones de celaje atierrado. prono pa Entes a de los conti- se presentó por primera: vez á vista de Martin Alonso, dei TEF vists de realidad. que no pudo menos de exclamar ¡Tierra ! ¡ Tierra !.. Fo de consuelo á que toda la tripulacion respondió com indecible algazara , acrecentándose esta despues que el ilustre jefe, ilusio- nado tambien, como todos los demas, y lleno del celo relijioso que le distinguia, hubo de arrodillarse, y en- tonar, en accion de gracias y de reconocimiento, el Gloria in excelsis Deo. Esta engañosa pintura , que se mantuvo hasta perderse. entre las sombras de la noche, hizo que cada cual se creyera salvo de nuevas zozobras y peligros, y que de- seara, con entusiasta anhelo, la venida del aurora para saltar en tierra ; ajenos todos de presumir que solo pa- receria la primera luz para hundirlos en el lleno aero lor, tanto mas terrible, cuanto era violento el comun sentir de satisfaccion y de alegría. (A) 447 pesos Fúertes. 28 HISTORIA DE CHILE, Huyó, en efecto, la noche; con ella la tierra deseada, y las venturosas esperanzas que su apariencia hiciera nacer; porque no quedaron sino muy remotos recuerdos de un sueño de placentera ilusion , contra el sentido ex- tremo de haber de continuar en incierta derrota , entre nuevas dudas, y nuevos recelos. , Gomo quiera, con sobrada frecuencia se dejaba. oir ya la voz ¡Tierra ! mas por el vivo anhelo con que se apetecia, que por el premio de los diez mil maravedís ; pero como ese tránsito inmediato del contento al dolor 3 de la esperanza al despecho , debiera determinar, en úl- timo caso, el mas terrible desaliento en la tripulacion , y aconsejarle un alzamiento que frustrara todo resultado, acudió el jefe á remediar aquel abuso, declarando sin derecho á la renta quienquiera que anunciase tierra, si al cabo de tres dias no se presentaba de un modo evi- dente ; medida que impuso mucha reserva en los mari- neros, reprimiendo tambien las diversas conmociones que tan comprometida ponian la suerte de la expedicion. No por eso dejaba de asegurar el ilustre Genovés que el viaje seria ya de corta duracion, porque tal era su íntima fe, y anunciaba estas promesas con un semblante de confianza y de verdad que todos sus súbditos se incli- naban á creerle: desgraciadamente este efecto era ins- tantáneo , sin que se pueda estrañar en hombres tantas veces engañados, que desesperaban por lo mismo del porvenir, á pesar de tantos presajios de que testigos fueran ; ántes no querian ver en ellos , Si tal vez los re- cordaban , sino unos objetos fatídicos que los arrastra- ban á despecho suyo á la sima del insondable é hiper- bólico océano, Y contra tanta ansiedad todavia tendian involunta- ' CAPÍTULO T. 29 riamente la vista penetrando el anchuroso espacio, para confundir, entre su melancólica desesperacion, un rayo de esperanza con que mitigar pesares, tán arraigados ya en los jefes de las carabelas , como en todos sus súbditos. Volvieron á presentarse de vez en cuando varios de esos objetos, que aun hoy dia son la delicia del impaciente navegante, y cuyo precio no puede sentir, ni estimar, quien no haya recorrido los mares; y estos verdaderos indicios de una tierra inmediata, imprimieron un deli- rante entusiasmo en la débil intelijencia de aquellas jentes, á quienes la inquietud y el miedo traian aba- tidas, por entre aguas q e, á decir del fanatismo, solo recorrieran ola formidabla; orrándales: uera del dominio de l y Aumentábanse dos objetos i addaa que la paii avanzaba hácia el oeste, y por si alguna duda quedara de un inmediato arribo , vino á disiparla la presencia de varios peces, de ordinaria residencia en torno de las ro- cas; la de algunas matas de yerba en todo su verdor; de un ramo cargado de fruta ya madura; y, por último, de un palo donde parecia haberse ejercido la mano del hombre. Estos y otros varios despojos que las aguas ar- rastraban , aseguraron enteramente el jeneral contento, dando campo para que aquellas jentes, tímidas y supers- ticiosas, redoblaran el celo y la cuidadosa atencion con que procuraban ya rejistrar el espacio, en busca del suelo, despues de tanto tiempo, apetecido. Como siempre se mantuviera Colon en acecho de las ocasiones, sacando de todas ellas un saludable fruto, pa- recióle esta de mucha oportunidad para desterrar de una vez toda suerte de recelos; y concluido el Salve regina, himno quetodaslas noches se cantaba á bordo, con reli- 30 HISTORIA DE CHILE. jioso recojimiento, se puso á discurrir entre sus súbdi- os, ponderando cuan dichosos debian llamarse, pues que se encontraban al cabo de una navegacion fácil y bonancible, y á orilla de una tierra cuya existencia ne- gaban la ignorancia y la supersticiosa ceguedad; asegu- rando que en aquella misma noche la verian todos, si despiertos y vijilantes quisieran mantenerse, Tras esta consoladora promesa, Colon- e de apartarse de los suyos, y puesto sobre la toldilla, su alma inquieta y medi- tabunda queria descorrer el tenebroso manto que empa- ñaba el horizonte , penetrándole hasta punto de figurarse alcanzar el brillo de una luz artificial. Mal seguro de lo que su vista le dijera, llamó 4 don Pedro Gutierrez, que tambien entró en el sentir de Colon, ya que otros llegaran á tenerle por una nueva aprehension del deseo ; que las dudas nunca se apartan de las esperanzas , y entre ambas cosas fluctuaron los ánimos, hasta que á las dos de la madrugada, un cañonazo de la Pinta dijo de- finitivamente, que la expedicion estaba en presencia de la costa, llenando de júbilo todos los corazones, F Fué el descubridor Rodrigo de Triana, marinero á las órdenes de Martin Alonso ; pero cúpole á Colon la renta de los diez mil maravedís, por el señalamiento de la luz artificial, ocurrido algunas horas ántes. nA APRA E 3 -en ella la Santa María; funda una colonia de treinta y ocho personas, y vuelve á España, A Con vivísima impaciencia anhelaba Colon el dichoso instante de ocupar aquella tierra, debida á su perseve- rante empeño, parte, ó isla por lo menos, de la famosa y rica Cipango, porqué, paia: creencia le inclinaban algunos e cosmográficos, La tripulacion, por su parte, como no' palor Near de los resultados , y reconociera en ellos el juicio, el esmerado saber de su jefe, tan indignamente ultrajado en Simancas, corrió, con leal y sincero arrepentimiento, á echarse á sus pies implorando perdon de su pasada indisciplina ; olvido de tantas ofensas como se le hicieron; y de paso, acla- mándole almirante de aquellos mares, y virey del terri- torio que los rayos arjentados de la risueña aurora iban abriendo á la vista de los regocijados marineros. Con bondadosa afabilidad recojió Colon estas muestras de respeto y de pesar, dando á entender que sin violencia, ni repugnancia, sabia olvidar los mayores agravios, ya que tambien encomendara la enmienda para el porve- nir, y la comun obediencia tan necesaria al mayor lustre del nombre castellano; encargo que debió renovarse en el desembarcadero, donde reprodujeron sus súbditos los mismos votos de arrepentimiento, las AA aclama- de almirante y de vireys = 32 HISTORIA DE CHILE, e Tomadas aquellas medidas de precaucion que opor- tunas parecieran, dado que los moradores de la isla llegasen å Meiran hostiles, saltó Colon en tierra, á la cabeza de los jefes de las otras carabelas, de varios ofi- ciales, y de un corto número de soldados y marineros; consigo el pendon real, y las grímpolas expedi- cionarias, n cuyo lienzo lucian una cruz verde, y las iniciales de Fernando y de E- a de una corona. Así puestos en aquella tierra de isis con el ma- jestuoso aparato de triunfadores que la gloria envanecia, todos doblaron las rodillas, y con los brazos elevados al cielo, como en señal de un respetuoso reconocimiento á sus favores, sellaron con sus labios el suelo que acaba- ban de pisar; hecho lo cual, desnudó el jefe su espada, y flameando la señera, declaró la isla posesion de los ilustres monarcas españoles, entre repetidos vivas, y en- tusiastas aclamaciones; suceso que hizo memorable el dia 12 de octubre de 1492, y que ocurrió 4 los treinta y seis, despues de la salida de la Gomera, y setenta y uno, del puerto de Palos. El imponente aspecto de las naos, que á velas se se avanzaban cortando las aguas, dió lugar á que los naturales presumieran el arribo de algunos endriagos salidos del seno del océano, y confusos y despavoridos ieron á ocultarse en el corazon de los majestuosos bosques que embellecen los paises intertrópicos, ó entre malezas y encrespados tormos, desde donde poder ad- mirar, con turbada curiosidad, la marcha grave y com- puesta de aquellas moles, en su sentir, animadas. - Mayor: fue todavia su asombro cuando vieran que, del centro de aquellos corpulentos bultos, salian hombres ri- ; CAPÍTULO IV. 38 camente vestidos, para darse 4 ceremonias cuyo carác- ter anunciaba dulzura, caridad, y profunda venera- cion; debiendo ser por lo mismo espíritus celestiales : idea que aplacó todos sus temores, y les empeñó á ve- nir á mezclarse entre los estranjeros, cuyos trajes y blanca tez, era para ellos objeto de viva admiracion, al paso que su desnudez y color hosco, excitaba la de los Españoles. d En esto estaban cuando el horrísono cañon vino á dar, con su repentino y atronador estruendo, la exacta idea de la perturbacion del aire entre la furiosa tempestad ; quedáronse inmóbiles los isleños, y cuando hubieron de recobrar, en algun modo, sus abatidas fuerzas, solo fué para deshacerse en signos y ademanes que daban á en- tender cuan dispuestos y resignados se sintieran 4 rendir un respetuoso culto á hombres de tanto poder. Inexplicable fue el contento que causara en aquellos pacíficos insulares el presente de algunas baratijas y bujerías que los Castellanos les hicieran, y á las cuales dieron tal importancia, que se conservaban como santas reliquias, dignas de la mas profunda veneracion ; pero ansiosos de responder á la gratitud que semejante don imponia, corrieron ofreciendo afectuosos borras de algo- don , algunos loros, y considerable cantidad de frutas, cuya esencia no supieron valorar los Españoles, Los naturales llamaban aquella isla Guanahani, pero - ya se ha dicho que Colon le puso el nombre de San Sal- vador , dando con esto á entender que en ella se habia salvado su empresa de los tantos peligros como la siguie- ran, ála vez que constante en el error de que la dicha isla componia parte del continente de la India, llamó Indios á los que la habitaban ; y este nombre impropio 3 1, Historra. 3h HISTORIA DE CHILE, ha venido hasta nuestros dias, comprendiendo á todos los hijos de las dos Américas, Enel reconocimiento que de esta isla hiciera Golon, ya por mar, ya por tierra, hubo de observar que ni era muy extensa, ni encerraba tampoco la abundancia de oro que á su codicioso desvelo cumplia; y como los na- turales le indicaran , en direccion del sud, otras tierras mas ricas en aquel metal, se dispuso á visitarlas, lle- vando consigo algunos Guanahanos, que habian de ser- virle, ála par que de guias, de intérpretes, si necesario muere >” A E ; Dejáronse ver en el tránsito numerosas islas de pin- torescas campiñas, donde la vejetación ostentaba mila- grosa lozania, despidiendo al viento los mas suaves y delicados aromas, como digna y merecida ofrenda há- cia un cielo tan esplendoroso y puro, cuya admirable diafanidad parecia atestiguar la existencia del grande archipiélago , que con tan lindos colores Marco Polo de- jara retratado. Aprehendida la posesion de algunas de aquellas islas, en nombre de los reyes castellanos , y bautizadas con el de Santa Maria de la Concepcion, Fernandinas, Isa- bela, etc., hizo Cristoval objeto particular de su exámen la de Cuba, creyendo era la célebre Cipango, y parte muy inmediata á la gran Cathay, en cuyo error le afirmó la siniestra interpretacion que á ciertas palabras de aquellos isleños se diera, ó acaso la cultura de estos, mucho mas desarrollada que la de los Guanahanos. Fue este motivo para que despachára Colon algunos Españoles con órden de allegarse á la ciudad de Quinsai, y poner en manos del Khan las cartas de Fernando é Isabel; cargo confiado al particular desempeño del CAPÍTULO IV, 35 converso Luis de Torres , sugeto versado en las lenguas santa, caldea y árabe, y por tanto el mas á propósito para insinuarse en la corte de aquel emperador; y dié- ronsele ademas algunos Indios de Cuba y de San Salya- dor, por si de ellos hubiere menester en el viaje, No quiso Colon quedar ocioso durante una embajada cuyos resultados habian de ser, segun él, de suma impor- tancia; ántes pasó á reconocer una parte de la isla, ad- quiriendo cada vez mayor certeza de que se hallaba en el pais descrito por Marco Polo, y resuelto, por lo mismo, á ponerle en relaciones mercantiles con la España, no menos que á proveerse de una regular carga de esas especias que, en aquel tiempo, tanto codiciara la Europa; presunción vana de que debió curarle la vuelta de Luis de Torres asegurándole que, en lugar del gran monarca, y Sus suntuosas ciudades, no habia dado sino con cha- cras habitadas por jentes en todo semejantes á las de la costa. Esta inesperada novedad, que así destruia los dorados sueños del Genovés, fue causa para que saliera la expedicion de aquellos parajes con el posible acele- ramiento; llevando ya los marineros algunas hojas de ta- baco, cuyo uso les habian indicado los naturales de Cuba, y dirijiéndose en busca de Haiti, centro del mas precioso trofeo hasta entónces descubierto, montones de oro! Dada vela en aquella direccion, y cuando apenas se apartaran las carabelas de la costa de aquel supuesto continente, la Pinta se separó de la Santa María, y de la Niña, tomando distinto rumbo; suceso que aflijió ex- traordinariamente el alma de Cristoval.. Martin Alonso Pinzon, que desde su infancia estabahecho å mandar, no podia doblarse á la obediencia, ni menos á un papel se- cundario en una empresa donde traia su posicion social, 356 HISTORIA DE CHILE. a sus bienes, sus talentos naúticos, y su propia persona, sin lo cual quizá no se realizara; ya porque supuestos riesgos contenian á los mas alentados marineros, ya porque faltaban embarcaciones, ya, en fin, porque los recursos pecuniarios fueran insuficientes, sin el bolsillo del marinero de Palos, abierto para atender á la octava parte del gasto comun. - Andaban los dos jefes deslindando todas esas preten- siones, pero supuso Colon que Martin las habia pretex- tado sin otro objeto que hacerlas motivo de separacion para adelantarse á Haiti, cargarse de toda especie de tesoros, y, siendo su carabela mas vélera que las otras, regresar á España para atribuirse la honra de todos los descubrimientos; villanía que llenaba de amargura el caballeroso pecho del delicado comandante. Llegó este á Haiti, con sus dos carabelas, el 6 de diciembre, y dió á la isla el nombre de Española. Los Indios buscaron pavo- rosos un refujio en los montes, sin que bastaran á tran- quilizarles las repetidas muestras de paz con que les convidara un corto número de Españoles, destacados en su seguimiento , ántes huian con mayor espanto , y de- bieron volverse los soldados sin mas presa que una jóven isleña, á quien se dió libertad, habiéndole hecho muchos agasajos, y algunos presentes. No fue estéril este jene- roso proceder. Como vieran los isleños á su paisana enga- lanada con arrequives de brillante apariencia, sin recelo vinieron donde estaban los estranjeros, y les ofrecieron, con señales de mucho interés, el cordial acojimiento de que los salvajes hacen su primera ley, porque todavia si- enten latir en sus pechos la clásica fraternidad, que la co- dicia y el egoismo han desterrado de las naciones cultas, Mantúvose varios dias la expedicion en esta isla, viendo, CAPÍTULO 1V. 37 con sentimiento, cuan escasa era tambien en mineros del metal que tan afanosa buscaba ; recorrió en seguida al- gunos puertos, llegando por último al de Santo Tomas, á donde concurrieron embajadores del muy acreditado caci- que Guacanagari, manifestando cuanto su señor anhelaba. la visita de Colon , y la sincera amistad de que le daria pruebas, si se dignaba pasar á su morada, sita tras un cabo ó promontorio que se dejaba ver á la parte opuesta. Dispúsose la expedicion á montar la punta en cuanto viera un tiempo favorable ; pero como marchara en me- dio de una noche despejada y serena, el timonel come- tió la imprudencia de confiar el pinzote á un grumete, y el aguaje varó la Santa María en un bajío; novedad de indecible pesadumbre para el almirante, á quien solo la Niña le quedaba, y ni en ella podia entrar el carga- mento del bajel naufragado , ni se suponia resistencia para regresar á España. Este fatal contratiempo puso á Colon en la necesidad de dejar en aquellos parajes al- gunos de sus súbditos, que esperarian el retorno de su jefe al abrigo de un fortin, bastante bien defendido, y á cuya obra contribuyeron gustosos los naturales del pais, Esta nueva colonia , llamada Navidad, se componia de treinta y ocho individuos de los mas diestros y mas jui- -ciosos, todos voluntarios y sumisos á las órdenes de don Diego de Arana, contramaestre de la Santa María; y no parece quedar comprometido su porvenir, ni haber de verse expuesta á insultos y graves riesgos; al contrario, se le considera en pacífica y segura posesion, porque á tanto obligan las muestras de amistad y de respeto que á Colon tributara Guacanagari, y mas todavia la bonda- dosa índole de los insulares, su extremado contento con- siderando que aquellos estranjeros habian llegado allí . 38 HISTORIA DE CHILE. para abatir la insolencia guerrera de sus mas encarnizados enemigos, los Cáribes, Con todo, no quiso Colon apartarse de sus compañe- ros sin encarecer cuan útil y necesaria se hacia una es- trecha circunspeccion con los naturales, un noble porte, una armonía, y una union, cual convenia á la gravedad » del caso; aunque recomendándoles tambien mucha dili- jencia en registrar cuidadosos aquellos valles, donde las encumbradas cordilleras que losresguardan verterian pre- cisamente abundante porcion de oro en polvo : tras cuyo encargo, y hecha ostentacion de su sobrehumano poder, por medio de un gran ejercicio de fuego, cuyo traquido llenó de espanto á los salvajes, se despidió de sus celo” nos, dando á la vela el 3 de enero de 1/93. | Tierna, fraternal y bien sentida fue esta comun sepa- racion, porque habituados á compartir unos mismos re- celos, las propias esperanzas y amarguras, entre los violentos embates de un mar nunca visitado, y los peli- gros de que constantemente se creyeran amenazados, reinaba en todos esa simpatía, esa pura amistad, reco- nocida indestructible, por lo mísmo que se contrae en el infortunio. De singular contento fueron para el almi- rante estos recíprocos desahogos del mas puro y noble afecto, pero no tardó en compadecerlos y llorarlos en su interior, reflexionando que no á sus conocimientos náuticos, no á sus esfuerzos, deberia ya el regreso á la Metrópoli, sino á la casualidad, á la veleidosa fortuna, dado que guardarle quisiera la endeble carabela de cin- cuenta toneladas , que le habia quedado. Así desesperanzado salió de la Navidad, y fue cos- teando Haiti, siempre con la idea de descubrir alguna ciudad populosa que viniese á confirmar el plan de Tos- CAPÍTULO IV. 39 canelli, como quien no veia en Cuba sino parte del con- tinente asiático, muy cercana de la gran Cathay, y en Haiti la verdadera y célebre Cipango; pero mientras que su falsa presuncion le paseaba por la costa oriental de la isla, uno de sus marineros, que á la sazon se ha- llara sobre el mastelero de gavia, distinguió muy á lo lejos la Pinta, que vino, no tardando, á unirse á la Niña, cuya tripulacion, harto desalentada ya, recojió este suceso con señales del mayor alborozo. Bien mereciera Martin Alonso que el jefe le deman- dase cuenta de su receso, mas era de mucha importan- cia la prudencia para con un hombre de tanta valía entre los marineros, y prefirió Colon mostrarse indiferente al deber, no pensando desde entónces sino en volver ca- mino de España, para procurarse una nueva escuadra capaz de responder cumplidamente á la naturaleza y gra- vedad de sus meditadas investigaciones; aunque , obsti- nado en su pretendida Cipango, visitara todavia algunas de las bahías, hasta dar con una inmediata al cabo Ca- bron, y que él llamó cabo Enamorado, cuyos Indios, armados de arcos, y bien provistas las aljabas, se arro- jaron impávidos contra los Españoles, Sin mucho esfuerzo fueron rechazados y puestos en derrota, llevando algu- nos heridos; primer sacrificio de sangre americana que los Europeos hicieran en el nuevo mundo, y de muy poco sentir entónces para aquellos salvajes, que acuden al siguiente dia con franca y resuelta voluntariedad donde les Españoles estaban , y continuan frecuentán- doles hasta que Colon hizo á la vela para la península , en cuyo viaje hubo de arrimar á los Azores, y despues á Lisboa, huyendo de una furiosa tempestad que por poco , no le echara á pique. y CAPITULO V. Arriba Colon á España. Brillante acojimiento que le hace la corte. Envidiosas pretensiones del Portugal á cerca de los descubrimientos de Colon. Bula de repartimiento. Prepara Colon su segundo viaje. > No hay para que encarecer el entusiasmo de los mo- radores de Palos en presencia de la carabela Niña, tanto mas pronunciado, cuanto que los curaba de la punzante incertidumbre en que la suerte de la expedicion los tenia. - Parientes, deudos extraños, todos, llevaron al desem- barcadero un copioso tributo de placenteras lágrimas, desahogo tan necesario á la inesperada ventura, como al repentino pesar; y una vez templada la mutua y co- mun ansiedad con mil parabienes, y mil amorosos y tiernos abrazos, púsose Colon al frente de sus compañe- ros, dirijiéndose á la iglesia, en cumplimiento de cier- tos votos que tenia prometidos. Siguióle todo el pueblo en masa, porque tambien que- ria- participar de aquella piadosa ceremonia, y entró en el templo con tal alegría, con devocion tanta, que el acto de gracias revistió cuanto la imajinacion puede discurrir en lo sublime y majestuoso, dando despues suelta al jú- bilo de que todos se sentian poseidos, en un constante campaneo durante el dia, y en los repetidos saludos con que el tronitoso cañon anunciaba å los pueblos lejanos la dicha, la ventura de los moradores de este Eai En el lleno de ese lejítimo deporte se estaba cuando la Pinta, que la tempestad alejara de la capitana, rindió CAPÍTULO V. 44 tambien el bordo; mas su jefe Martin Alonso se abstuvo de aumentar, con su presencia, las distinguidas honras que á Colon se le estaban tributando, y no quiso tomar tierra hasta ampararse en las sombras de la noche. Hase . dicho que, desatendidas las exajeradas pretensiones con que presumió contrarestar la gloria del jefe de la expe- dicion, una incurable licantropía le arrastró al sepulcro, lleno de pesar y de arrepentimiento; es justo recordar, que si no fue muy leal la conducta de este jeneroso pi- loto para con Colon, si tal vez pasó á baldonarle; sin. su celo, sin su crédito, sin su caudal, sin sus naves y sus marineros, probablemente quedara la empresa en proyecto, á pesar de la proteccion, y de la autoridad soberana ; y en semejante hipótesis bien merece Martin un rasgo de gratitud, señalándole á la posteridad como causa segunda del descubrimiento del nuevo mondo. Como quiera, la familia de ese malhadado nauta se declaró en seguida enemiga imp acable de toda la del noble Genovés. Residia entónces la corte en la ciudad de Barcelona , y Colon le dirijió un relato detallado de todos sus descu- brimientos, con lo que pensó poder pasar á Sevilla, en cuyo punto queria asentar su domicilio; pero anticipá- ronse sus soberanos con respuesta muy satisfactoria, y no poco lisonjera, por medio de la cual se le prevenia recojer en aquellos lugares cuantos datos pudieran con- venir al pronto empeño de otra nueva expedicion , y pa- sar en seguida á la corte, donde se le esperaba con im- paciencia. No descuidó Colon el cumplir de este man- dato, con un trabajo que su propio interés le aconsejara desde el instante mismo en que desembarcó; y púsose despues en camino acompañado de seis Indios, y en i h2 HISTORIA DE CHILE, posesion de varios objetos curiosos que se habia procu- rado en los nuevos paises, : Escusado fuera hablar del entusiasmo con que las jentes corrian al camino para ver y conocer un perso- naje, de cuya gloria y hechos todo el mundo se hacia len- guas; fue el tránsito un constante y nunca desmentido timido cuyo fastuoso lustre vino á coronar la capital de , Hevando nobles , cortesanos y plebeyos, al en- cuentro del ilustre Colon, y acompañándole con vivas aclamaciones hasta el magnífico solio que ocupaban los reyes, en una vastísima sala, de libre y pueda acceso en esta ocasion. Distinguido fue el aprecio con qe los monarcas Teci- bieron al almirante, quien , despues de satisfechas debi- damente las exijencias del ceremonial , se puso á relatar, con su ordinaria trascendencia, todo cuanto en sus viajes le habia parecido dig de nota, descorriendo con en- cantador aseo el cuadro sublime de los remotos paises , de sus lascivas producciones, y de sus variadas riquezas, como para probar la importante conquista que allí tenia segura la relijion cristiana, de tan fácil asiento entre unos habitantes de suyo pacíficos, afables y condescen- dientes; y por si mas fuera necesario par completar el embeleso, expuso á la jeneral espectacion las raras curio- sidades, los vistosos adornos de oro, de plumas, etc., cuya extrañez nadie se cansaba de mirar y de admirar, La presencia de tantas riquezas pintó en el semblante de todos los espectadores un loco enajenamiento; pero ¡ cual seria el de los monarcas, que, reconocidos á tantos beneficios como acababan de recibir de mano del omnipotente, se arrodillaron, y, con los brazos hácia el cielo, tributáronle gracias entonando el Te Deum CAPÍTULO Y. 43 laudamus con los músicos y chantres de la capilla real! Especiales y muy lisonjeros fueron los testimonios de estima que, de los monarcas y demas miembros de la real familia, Colon recibiera, durante su permanencia en Bar- celona. Confirmáronsele sus títulos de almirante del mar de las Indias, y virey de las tierras descubiertas , y que en adelante descubriera ; las prerogativas contenidas en el célebre pacto de 17 de abril de 4492 fueron ratifica- das; y, para que nada faltara á la gloria del Genovés, la munificencia rejia vino en hacer títulos de Castilla á todos sus parientes, constituyendo blason de su escudo las propias armas reales, cuarteladas con un castillo y un leon, y timbrado, simas e del àimimnie con un grupo d de islas y cin aiid IE A azur, á cuyo pie esta divisa: Å CASTILLA Y À LEON NUEVO MUNDO HALLÓ COLON. Ni le faltó tampoco el incienso y la lisonja de la gran- deza, que dilijente solicitaba su amistad y trato; ocur- riendo el famoso banquete del cardenal Gonzalez de Men- doza, donde la maledicencia y la envidia de algunos viles palaciegos recibieron el mas cruel desaire, en la gra- ciosa experiencia del huevo, con que les dejó corridos y abochornados el ilustre navegante. En alas de la fama, y con la rapidez del rayo, corria su gloriosa reputacion hasta los extremos del continente europeo, siendo objeto de todas las conversaciones, y particularmente de los sabios, que preveian la importan- cia de tales descubrimientos; causa de tanto pesar, y de tan desesperada envidia para la corte de Lisboa, que veia eclipsarse entre ellos los que á costa de muy grandes bh " HISTORIA DE CHILE. sacrificios ella se granjeara en las costas del Africa ; así es que, recordando que la bula del pontífice Martin V le declaraba dueña de las tierras descubiertas, y por descu- brir, en toda la costa oeste del Africa y de la India, pronto sorprender sin armas con que rechazarlas. Apenas si el almirante habia llegado á Barcelona cuando ya iban ca- mino de Roma embajadores encargados de anunciar al papa los señalados beneficios que el todopoderoso aca- baba de otorgar á la corona de Castilla, destinada con especial esmero á la propagacion de la fe por que tanto suspiraban sus reyes; al paso que habian de instarle para que declarase buena y lejítima la posesion de los descubrimientos, por medio de una bula cual la que, por semejante causa, se le habia dispensado al rey de Portugal. Esta novedad fue de sumo gozo para el papa español Alejandro VI, que aplaudió las pias intenciones del mo- narca castellano , y apeteciendo acrecer sus temporales poderes, respondió á la demanda con la famosa bula del 3 de mayo de 1493, por cuyo medio distribuyera, entre las coronas de Portugal y de Castilla, la mayor parte de nuestro globo; pero en ideal línea de demar- cacion que abrazaba cien leguas al occidente del meri- diano de las islas de los Azores, siguiéndole desde el polo ártico hasta el antártico, con declaracion de perte- necer al Portugal las tierras de la parte este, y las del oeste á la España (1). (1) No por esto cedieron las discusiones diplomáticas entre las dos cortes, ántes llegaron á enredarse cn términos que Alejandro hubo menester acallarlas CAPÍTULO V. 45 ¿A qué argúir del derecho de sancion en esa tan es- traña medida? Estaba en el formulario de la omnipo- tencia pontifical de aquel tiempo, y basta; con todo, no fue del gusto de Fernando, ni de su esposa , y túvoles algun tiempo preocupados é irresueltos; pero pronto volvieron á pensar seriamente en los preparativos de otra empresa, digna esta vez de la excelencia del objeto. Con este motivo se estableció en Sevilla una comision, especialmente encargada del despacho de los negocios del nuevo mundo, nombrando superintendente de ella al arcediano aa un tesorero, un interventor, con cuyos tres mi tenderia Colon hasta dejar cum- plida la voluntad de los monarcas. Esta comision se dió á conocer mas tarde con el nombre de PP. de las Indias, ó, Casa de contratacion de Sevilla. -El rey de Portugal aprestaba entre tanto, con caute- losa dilijencia, algunos bajeles, en ánimo de explorar secretamente los nuevos paises ; mas como Fernando tu- viera noticia de un proyecto que importaba desbaratar, ó, por lo menos, ganar por la mano, confirió á Colon y á Fonseca ilimitados poderes para que apresáran cuantas embarcaciones considerasen convenientes á la empresa , á reserva de un flete racional; apoderándose tambien de todos los enseres y municiones de boca y guerra necesa- rios al armamento, llevando la violencia hasta contra capitanes, oficiales y marineros, si no pareciere sufi- ciente número de voluntarios; abuso que patentiza cuan despóticas y arbitrarias eran las leyes de la época. Desde entónces data igualmente el desacertado jiro que los Españoles dieron á su sistema colonial, impri- promulgando otra bula en 1494, donde la línea de demarcacion se tuvo å 370 leguas oeste del meridiano de las islas de Cabo-Verde, h6 HISTORIA DE CHILE, miendo en la organizacion mercantil el aspecto mezquino de que nunca logró curarse; porque, ya quisieran los monarcas reservar para la corona todos los beneficios de las futuras conquistas ; ya entraran en las torcidas ideas que, del comercio y de la naturaleza de las nuevas colo- nias, prevalecian; ya, en fin, tomaran por norte la política con que los Portugueses gobernaban las importantes po- sesiones de que eran dueños en la costa occidental del Africa , donde el recelo, la mezquindad y la envidia, bos- quejaron el tipo de las colonias modernas, en todo dife- rentes de las antiguas de Griegos y Romanos, ello es que ordenaron terminantemente que ningun Español pudiera embarcarse para el nuevo mundo sin el soberano per- miso , el de Fonseca, ó el de Colon : medida impolítica, mantenida hasta de poco acá, y con la cual quedó sofo- cado el espíritu de la filantropía, el de la moral, no menos que el de la industria,- Supuesto ó verdadero, la conversion de los Indios era . el principal colorido que á la expedicion se le dió, y el mismo Alejandro la encomendaba eficazmente en su bula ; por tanto, no se descuidaron los reyes en hacer que recibieran el bautismo los seis isleños que el almi- rante dejara en la corte, y debia trasladar de nuevo å su pais natal, Réjia fue ciertamente esta ceremonia, Fernando concurrió al bautisterio en calidad de padrino del bizarro Goucanaric, honrado con el nombre de Fer- nando de Aragon; el jóven príncipe Juan se presentó en seguida pidiendo el ser de gracia, para otro ahijado suyo, que pensó guardar en Sevilla hasta que, versado en la teolojía, pudiera regresar 4 su patria en calidad de misionero : una muerte prematura vino á destruir esas piadosas miras, - CAPÍTULO V. KT- Esa primicia de jentilidad indiana que el trono aca- baba de ofrecer á nuestra relijion , prometia venturosos resultados , y lisonjeras esperanzas, no menos para los nuevos vasallos, que para la propagacion de la fé por que tanto suspiraba Isabel, aunque encomendara cons- tantemente el uso de las armas espirituales, la dulzura, la caridad, la persuasion, como mas eficaces que el prestijio violento de la fuerza ; así es que, para corres- ponder á la pureza de sus nobles deseos de asentar en las nuevas colonias las santas verdades del evanjelio, la unidad relijiosa, sin la cual siempre peligran los vínculos de la amistad y de comunes intereses, dispuso fuesen en esta segunda expedicion doce eclesiásticos bajo el go- bierno del benedictino fray Bernardo Boyl, sujeto de saber y de piedad , que el papa nombró su vicario apos- tólico. Debian estos sacerdotes instruir á los Indios, predicando la moral, la caridad, é iniciándolos,. con paciencia y moderacion, en los misterios dela ley cris- tiana, sin dejar tampoco de ejercer las funciones de su ministerio con los cristianos Das al nuevo mundo, Por otra parte se le dió á la pe un gran sur- tido de cereales, simientes de toda suerte de hortaliza, ` plantones fructíferos , sarmientos, cañas de azúcar, gana- dos y animales domésticos, y una multitud de útiles de agricultura y de mecánica con que poder acelerar la prosperidad en las proyectadas colonias. Y como fuera sabido el gran precio y estimacion que daban los Indios á las chucherías europeas, hizo el comercio buena provi- sion dealjófar, abalorio(1), espejos, cascabeles, etc., etc., dl remarca se e en SE en so deta y " N puntos de América; se o y cañutillo. 1 A8 HISTORIA DE CHILE, prometiéndose que á manos llenas vendria el oro recla- mando el cambio. De suerte que todas estas disposiciones espirituales y temporales, hijas de la voluntad de los monarcas, pusieron en concurrencia los dos grandes po- deres , dando oríjen á la civilizacion, ignorada hasta en- tónces en aquellas incultas rejiones. CAPITULO VI. Emprende Colon su segundo viaje, Descubre las Antillas, Llega á la isla Española, donde se le anuncia la destruccion de la Navidad, habiendo sido degollados todos sus compañeros. Fundacion de la ciudad Isabel. Violenta inquietud de sus habitantes; logra Colon calmarla. Échase á nuevos recono- cimientos en el mar, Descubre la Jamáica. Se mantiene en su error respecto á la isla de Cuba, Diez y siete bajeles contaba esta segunda expedicion, y aunque apenas si contuvieran los tres mayores cien to- neladas, todavia es digna de reparo tomando en cuenta la época, sobretodo cuando la vemos con cuanto es me- nester para hacerse á la vela á mediados de setiembre de 1493, es decir, poco mas de seis meses despues de haber desembarcado Colon en el puerto de Palos, y á los ciento y veinte dias de su salida de la ciudad de Barce- lona. Eran muchas las maravillas que de los remotos paises se contaban, de agudo estímulo las curiosidades que se habian traido de ellos, y ni el entusiasmo, ni la codicia - podian mantenerse callados, Así es que, contra la resolu- cion de no tomar á bordo sino mil personas , entre ma- rinos, soldados y pasajeros, luego contó Cadiz mil qui- nientas de todas clases y condiciones, que, poseidas de un espíritu aventurero, habian puesto en juego cuanto el ardid y la intriga pueden en las humanas pretensiones ; ofreciendo así aquella ciudad un teatro de contento y de Constante accion, dentro del cual se ajitaban nobles, caballeros , administradores, militares de graduacion, que, mal hallados en el ocio, desde que con bizarra intre- pidez plantaran en la torre de la soberbia Alhambra el I, Historia, 4 -eyar r an Mo.Bot.Garaen 1908 50 HISTORIA DE CHILE, estandarte de la fe, corrian á confundirse entre los jor- naleros, artesanos y labradores, destinados á formar el poder material de las nacientés colonias. Con exajerado anhelo ansiaba todavia el espíritu pug- naz de aquellos militares otros climas donde ganar nue- vos prosélitos á la gloria de nuestro divino Salvador, pues demandaban con indomable impaciencia se les trasladase á donde poder renovar las esclarecidas haza- ñas que, al nombre de Granada, recordaban llenos de ufanía ; á tanto iba su pasion por la andante y aventurera órden. Sobresalia entre ellos don Alonso de Ojeda, si no féliz en empresas, célebre por su arrojo en tentar las mas raras, las mas aventuradas, tal vez las mas teme- rarias; y no menos célebre por sus prendas personales, Persuadido este caballero, como Colon, como todo el mundo entónces, que las tierras descubiertas en el pri- mer viaje formaban parte del grande imperio indio, bien creyó alcanzar especial nombradía, tomando por cuenta suya el penetrar en la populosa Cathay, y no detenerse hasta descubrir las tantas maravillas y precio- sidades que allí guardaba hacinadas la pública opinion. Llegó por fin el dia 24 de setiembre para templar impaciencias y satisfacer deseos, pues que debiendo dar vela en la mañana del siguiente, marinaje , soldados, y la mayor parte de los pasajeros hubieron de irá bordo, donde quedaron esperando á que pareciera la próxima aurora , que fue saludada con aclamaciones de universal júbilo, al paso que se cruzaban en los aires los ecos compasados de la maniobra, el bronco rechino de los ferros, y el estrepitoso bullicio de todo un pueblo agol- pado al puerto para despedirse de los que, en brazos de la fortuna, iban á trasladarse á paises de abundancia y E - CAPÍTULO VI, 51 de bendicion. ¡Qué contraste” con el luctuoso cuadro que pintó el pueblo de Palos al emprenderse el primer viaje ! Voluntad, alegria, esperanzas, ilusiones , entu- siasmo, todo corre esta vez en torno de Colon, que es el alma de tan grandioso movimiento , el héroe de la escena; y sin embargo no distingue la diferencia, porque embebido como le tenia tanta faena , Solo atiende å verla concluida para comunicar la señal de largarse, como, en efecto, lo ejecutó así que oyera la voz vergas en alto, enmarándose el primero en la Maria-Galante, que todas las demas naos siguieron con ordenada majestad. Lenta y entormecida se mostraba al principio la capi- tana, serpenteando en las aguas de la vasta bahía gadi tana; pero apenas se pusier: á cierta distancia de la costa, y tendido que fuera su velámen , cuando, rom- piendo las aguas con indecible soltura, pronto hubo de hacerse mira de la vijilante atencion de todos los oficia- les de cuarto. Siguió la expedicion el derrotero de las islas Canarias; repuso en ellas ciertos mantenimientos ; tomó: algunos animales domésticos, varias semillas, y - Otros objetos de utilidad para las nuevas colonias, y en seguida dió vela en direccion del oeste-sud-oeste. Bonan- cible y de corta dura fue la navegacion, pues que en la mañana del domingo, 3 de noviembre, ya celebraba el almirante , con acciones de gracias, que en aquella época de piedad y de fe eran para los corazones un bálsamo - Saludable y consolador, el descubrimiento de la isla Do- minica, así llamada atendiendo al dia de este suceso, El 4 se dejó ver otra nueva isla, y los descubrimientos se sucedian como mas se avanzaba ; hasta que, por último, la expedicion se reconoció en medio de un archipiélago, que el error y la ilusa ignorancia, dieron entónces, por 52 HISTORIA DE CHILE. el de esas famosas Antillas tan pregonadas en antiguos autores, sobre todo por el célebre jeógrafo Behain, que las suposo delante de la gran Cathay, y limítrofes con Cipango ; habiéndoseles conservado este nombre hasta hoy. Goma quiera, vieis Galon algunas de aquellas islas, pe, donde por primera vez vió, y aun gustó, ananas y otros frutos no menos fragantes y suculentos, en tanto que los naturales se internaban , Ile- nos de espanto, en lo mas retirado de los bosques, des- preciando las señales de paz de los Españoles que los seguian. Tuvieron estos que volverse con la dolorosa prueba de que los isleños eran antropófagos , suponién- doles, por lo mismo, los Cáribes, ó caníbales, de que se les diera noticia en su primer viaje; repugnante y bár- bara costumbre confirmada en la deposicion de algunas mujeres prisioneras, que voluntariamente vinieron donde el almirante estaba, asegurando que la isla era un como cuartel jeneral de aquellos intrépidos é impíos guerreros, destinados á llevar muerte y exterminio en todas direc- ciones. | Aunque el deseo de poner término ála navegacion era jeneral, y tocara ya en descontento; aunque la isla ofre- ciera una perspectiva pintoresca y halagieña; no quiso el almirante quedarse en ella, ántes tuvo por mas con- veniente visitar primero la Navidad, con cuyo motivo se encaminó para la Española; cuidando en el tránsito de hacerse cargo , con mas ó menos exactitud, de todas las islas que sucesivamente se ofrecian å su vista, Aportó á la Española el 22 de noviembre, y algunos dias despues á la Navidad... ¡ ya sepulcro de sus anti- guos y malhadados compañeros]... CAPÍTULO VI. 53 Apenas se ausentara Colon de aquellos desgraciados, cuando la mas completa anarquía vino á desunirlos. No se conoce autoridad, ó, por lo menos, es obra de cada dia, pasando de mano en mano, y haciéndose mas digno de ejercerla, aquel que mejor responde á los caprichos, y á los fines del funesto interés, y que sabe callar ante cri- minales demasías; porque como no siguieran mas ley que la de los brutos, esto es, la violencia , entendian ser lejítimos dueños de cuanto poseian aquellos insulares, hasta corromper y profanar la honestidad de sus hijas y de sus mujeres, haciéndose por lo mismo pendencieros , despues ladrones, y al cabo asesinos unos de otros (que å todo esto conducen los celos y las envidias), para que los hijos del pais, hartos y exasperados de tanta insolencia, de tan violentas exacciones, y de tamaños desafueros, corrieran á vengarlos , dando á todos los colonos una de- sastrosa muerte. Con extremado sentimiento supieron esta novedad los marineros que habian hecho parte de la primera expedi- cion , siendo para todos los demas, indicios, por lo menos, de un calamitoso porvenir. Tambien Colon la lloraba con agudísimo desconsuelo, hasta que allegada á su mente la imájen del cruento sacrificio, halló fuerzas para huir de aquel ensangrentado lugar, yendo á establecer su colonia en otro que, á las inmediaciones de Monte- Cristi, le pareciera mas propicio, y en el cual fundó la ciudad Isabel, en memoria de su digna y real protec- tora. Rendidos traia la larga navegacion á la mayor parte de los Españoles , pero todos ellos se prestaron gus- tosos al trabajo material de la construccion de los edifi- cios, no obstante el bochorno cargado de humedades que reina en el pais, resultando, por lo mismo, la relajacion 5h HISTORIA DE CHILE, de la salud, y en breve un cúmulo de graves enferme- dades, que ni aun respetaron la persona del almirante. Funestas fueran las consecuencias del comun desaliento que semejante conflicto imprimiera en los ánimos, si di- chosamente no viniera á fortalecerlos la gran cosecha de oro que en el interior de la isla se habia procurado el famoso don Alonso de Ojeda; porque sin este remedio fueran quizá ineficaces los que, para templar inquietudes, contener turbulencias, y rehacer el espíritu de los enfer- mos, la prudencia y la autoridad de Colon os aunque obligado á guardar cama. El almirante se habia reservado cinco naves para con- tinuar sus viajes y descubrimientos, yendo todas las demas camino de España; pero distinto era el destino que el descontento pensó darles. Quiso apoderarse de ellas el interventor Bernal Diaz de Pisa, con otros conju- rados, todos ellos resueltos á volver á su pais, donde presumian que, con acusar la insalubridad del clima, y la escasez del oro, tras que andaba su interesada codicia, quedaria su crimen lavado. Tambien Fermin Cado vino á robustecer este culpable proyecto con cuanta autoridad le diera su título de docimástico , y no hay duda que la trama consumara su obra, sin la despierta vijilancia del almirante , arrestando á Diaz y á los principales conspi- radores, quienes recibieron en breve un castigo suave, que desdecia demasiado de la enormidad de la culpa, pero que no por eso dejó de ser jérmen de una enemiga cuya ponzoña habia de consumir lenta, y atribulada- mente, la gloriosa existencia del cordato Genovés. Restabletida la paz en la colonia, dispuso Colon pasar al Cibao, donde la dilijente codicia de don Alonso de Ojeda habia descubierto tanto oro; pero como importara hacer CAPÍTULO Vi. 55 alarde de gran poder, para darse á respetar de aquellos insulares, y enfrenar su carácter indómito, mandó que los - soldados vistiesen sus mas ricos uniformes , y emprendió la marcha al frente de una numerosa banda de tambores y trompetas, cuyos marciales y sonorosos ecos difundian asombro y espanto por lo mas recóndito de aquellas rús- ticas, y solitarias selvas. La novedad de este majestuoso espectáculo atrajó en breve una muchedumbre de Indios que, si el lucir de las armas, y el lujo de la tropa te- nian asombrados, la vista de caballos y jinetes no com- poniendo, en sentir suyo, sino un solo individuo, acabó de enajenar; siendo causa para que casi todos ellos si- guieran maquinalmente con la columna hasta el Cibao, donde Colon, ayudado de estas pobres jentes, hizo muy buena cosecha de oro, y de varias muestras de- cobre. Este suceso dió márjen á que el almirante alzara en aquel paraje el fuerte llamado Santo Tomas , á propó- sito de la incredulidad de sus súbditos respecto á la exis- tencia del precioso metal ; fuerte que presidió competen- temente, quedando la guarnicion encargada de recorrer todos los alrededores en busca de veneros de oro, porque este era el móvil principal de aquellas expediciones, y el conato de prosperidad á que propendieran las colonias establecidas y por establecer. Regresó Colon á. Isabel , donde la intensidad de las enfermedades , y la escasez m alimentos, así europeos como indígenas, habian despertado alarmas, y hecho presentir los horrores del htimbes; con cuyo motivo dictó todas cuantas necios: de precaución: aconsejahan con imperio las ci cojid aun entre las personas mas juiciosas, siendo una de ellas el vicario apostólico Boyl ; y acabaron de exasperar á no- á 56 HISTORIA DE CHILE, bles y caballeros , que no podian avenirse con el trabajo corporal á que se veian obligados. Hechos á una vida opulenta é independiente, de que su imaginacion nove- lera, y sedienta de aventuras, los sacara, arrastrándolos engañados donde no parecian medios de contentarla i dieron entrada á la mas negra melancolía, tanto mas vehemente y desesperada, cuanto que no quisieron ver en las órdenes del almirante sino un desafuero contra su lus- tre, dignidad y nacimiento, y un humillante insulto al orgullo castellano. No faltó quien con frívolos pretextos pretendiera negarse al servicio que reclamaban las nece- sidades de la colonia, pero tambien hubo en Colon nervio para desatenderlos, fuerza para hacerse obedecer, cuando la persuasion era ineficaz; afinando así la balanza de la justicia equitativa ; aunque no desconociera que esta apa= rente rijidez habia de motivar quejas que rebajarian su reputacion y crédito en el ánimo de sus soberanos. Creyendo que la delicada salud de muchos de sus sol- dados, cada dia mas comprometida en aquellos paludosos parajes, podria curarse de sus descalabros á beneficio de nuevos aires; deseoso tambien de distraer el espíritu atro- nado y peligroso de los descontentos , Organizó una expe- dicion bajo las órdenes de Margarita, mandándole recor- rer militarmente la mayor parte de la isla ; de este modo pudo entregarse con mas desembarazo á reponer el mo- ral de su abatida colonia, cuyo aspecto tétrico y silencioso contrastaba maravillosamente con el júbilo y la completa satisfaccion que allí mismo sintieran las jentes de la pri- mera empresa ; porque es verdaderamente de admirar el carácter de oposicion delas dos expediciones, si en cuenta se toman ] i t iaar ; aldan = de una y deotra, En la primera, temores, recelos, peli- CAPÍTULO Vi, Y gros, desazones, resistencias, una acalorada prevencion contra el éxito; al paso que el prestijio de una maravillosa ilusion viene ofreciendo á la segunda mas de lo que fuera menester. Aquella no lleva sino la modesta pretension de descubrir una tierra; esta ya codicia gloria, ó mejor, riquezas aseguradas en supuestas realidades que la am- bicion acoje siempre con fe. Alcanza el lleno de sus deseos la una, viendo entusiasmada un pais que la veje- tacion viste de ricas y majestuosas galas, y donde cada objeto es un embeleso ; mientras que la otra, como, al ten- der la vista en aquellas afortunadas rejiones , no distin- gue hacinado el metal de sus quiméricas esperanzas , cede á un doloroso abatimiento, y, por fin, á una desespera- cion de funestas consecuencias para el mayor número de los nobles colonos. : En tanto que la expedicion de Margarita recorria la isla, armó Colon tres bajeles, y encomendado el órden y la tranquilidad de la colonia á una junta , presidida por don Diego, su hermano , se embarcó , en ánimo de hacer nue- vos descubrimientos. Despues de haber rejistrado gran parte de la isla de Cuba, se inclinó hácia el sur, y vino á descubrir la Jamáica , con cuyos naturales empeñó algunas refriegas, notando por primera vez el arresto con que los perros acometian á los Indios; mas no hizo larga estancia en aquel suelo, una vez persuadido que no respondia al objeto capital de sus afanosas investigaciones, ese oro por cuyo hallazgo tanto se suspirara ; y hubo de volverse á Cuba, resuelto á esclarecer el juicio que de ella tenia for- mado, considerándola parte del gran continente, ó ver si + era una simple isla. Sin voluntad para sacudir la influen- cia de su errada prevencion , volvió de nuevo á convertir en sustancia cuantas indicaciones le suministraron los ha- 58 HISTORIA DE CHILE. bitantes de la costa, concluyendo que aquel pais era pro- piedad del gran Cathay, en cuyo sentir entraron todos sus compañeros ; lo cual dió márjen á que inmediatamente se instruyera, por ante escribano público , un como expe- diente en que quedaron consignados el descubrimiento , y el unánime parecer; título que hasta los grumetes fir- maron, y que por fortuna se ha salvado de los estragos del tiempo. : En seguida partió el almirante para la Isabel. CAPITULO VIL Vuelve Colon á la Española, y encuentra en ella á su hermano Bartolomé, Batalla de la Noa con is naturales, Bagress, pen á España y sapri tercer viaje. Descubre el continente Roldan. A á lá Española, encargado de informar cual era el estado de la colonia. Pone preso al almirante, y le envia á España, con una cadena al pie, para que com- parezca ante los monarcas. Imperfecto desagravio contra tamaño o mitrajos; Cuarto y último viaje de Colon. Sus tribulaciones. Su muerte. Apenas entrara Colon en Jeabel cuando se: de anunció la desercion del ingrato jeneral Margarita, l é intrigante Boyl, y de la mayor parte des sus 18 implacables enemigos, que todos reunidos habian dado vela para España. Comprendió el almirante las consecuencias de tan innoble proceder, que pusiera en inminente riesgo su ya tan resentida salud , á no concurrir, para atemperar la pena, el arribo de su hermano Bartolomé , tras doce atormentado pecho los Garna: afectos de la vorsaera PA A A de nobles y raras s virtudes, tan hábil en la naútica, como versado en la administracion, Y par tanto s apu de cargar con gran parte dê tan lab siendo de no menos precio y utilidad para la colonia, que para el jefe de ella; porque, consecuente y ríjido, sin dejar de ser hidalgo, precisamente se habia de captar el amor de los colonos, asegurándoles un porvenir que la veleidad de su hermano Diego amenazaba comprometer. 60 HISTORIA DE CHILE. En efecto, confiósele el cargo de adelantado (1), y des- cansando en su prudencia, pudo el almirante marchar contra los naturales, declarados ya en abierta hostilidad, y que habian atacado el fuerte de Santo Tomas, irritados del continuo merode de la tropa , que la fuga de Margarita dejára sin jefe, y alentados tambien con la ausencia de aquel. Midieron sus fuerzas las dos naciones en el punto llamado la Vega, pero aunque muy superiores en número, pronto cedieron los Indios á las terríficas armas de los Españoles, declarándose en completa derrota, y, al cabo, viniendo al campo castellano en busca de un perdon , que no les fuera otorgado, á no comprarle con la solemne promesa de contribuir cada individuo , y por trimestres, con una cantidad de oro en polvo equivalente al valor de cinco pesos fuertes (2) poco mas ó menos, ó, en su de- fecto, una bala de veinticinco libras de algodon, Este fue el oríjen de un tributo que todos los Indios conquistados tuvieron que pagar despues á los monarcas españoles. Mientras que, á favor del tino y de los desvelos del ade- lantado y del almirante, recobraba la isla la paz de que tanto habia menester, los maldadosos desertores descor- rian ante la corte de España un triste y espantoso cuadro sobre el estado de la colonia, hasta lograr de los reyes los competentes poderes para que pasase un tal Aguado 4 to- mar conocimiento de los negocios, y correjir abusos y vicios de la autoridad administrativa, Ya otra vez habia hecho Aguado este viaje, y debia al almirante muy distinguidos favores ; pero ingrato hasta el punto de declarada enemiga, se presentó ante su protec- (1) Gobernador político y militar, (2) Hoy, que el oro tiene mas precio, puede valuarse aquel tributo en unos quince pesos, a ` CAPÍTULO VIT. 61 tor, con ese ruin entono que visten los necios, desde que se ven con facultades cuya trascendencia no sabe medir su presuntuosa vanidad. No por eso se descompuso la na- tural moderacion , nila gravedad del almirante, solo que reconociendo la trastienda, y la dañada intencion, con que se trataban asuntos de tanta monta, tomó al instante el partido de pasar á la península, cuyos soberanos le acojieron de nuevo con pruebas de particular aprecio. Con verdad, y elocuente persuasiva, dió el almirante cuenta å sus reyes del estado mas ó menos aventurado de la colonia, notando causas , y arguyendo razones que des- cubrian un porvenir mas venturoso ; sometiendo de paso á la réjia consideracion uha multitud de objetos preciosos, de raras curiosidades, y gran cantidad de oro, producto de una mina que acababa de ser descubierta; pero si este proceder, si el lenguaje de la sinceridad y de la franqueza debilitó la prevencion que á los reales pechos la calumnia llevara, no logró borrarla enteramente; y si los reyes resolvieron otra expedicion, solo fue porque estaban con- vencidos del provecho que habia de reportar á la corona la adquisicion de nuevas posesiones. Í Tenaz fue el empeño con que los implacables enemigos de Colon , armados de celos, de intrigas y de perfidia, promovian obstáculos, dificultades y embarazos , para que no se realizara esta tercer empresa, manteniéndola en- torpecida hasta el 30 de mayo de 1498, en cuyo dia pudo dar la vela el infatigable Genovés, al cabo de veinticinco meses de residencia en la península. Componíase la es- cuadra de seis naves, tres de las cuales marcharon con provisiones á la Española, y el almirante con las otras tres hácia el sud-oeste, rumbo tal cual apartado del de sus pre- cedentes viajes. Preocupados entónces los ánimos con la 62 HISTORIA DE CHILE, supuesta existencia de un fuego permanente en las regio- nes de la zona tórrida, cuya opinion alcanzaba mayor peso á medida que mas adelantaran las naves hácia los trópicos , porque se sentaba el sol de tal manera que sobre hacer molestísima. la navegacion, maleaba considerable- mente los mantenimientos; y como por otra parte se re- conocieran los marineros en medio de unas aguas nunca visitadas, se manifestó al instante una inquietud y un des- contento general. El almirante, á quien traia postrado despues de algunos dias una accesion de gota, hubo de precaver mayores resultados inclinándos la Española , cuyo incidente le llevó á una nueva tierra que llamó isla Santa, para caer, despues de haberla cos- teado durante algun tiempo, contra el curso de un cau- daloso rio que le hizo presumir la existencia de un gran continente; y no fue cálculo aventurado , Pues se veia en el Orenoque, cuyas aguas bañan la tierra conocida con el nombre de Paria, al nordeste del América del sud. Sin duda hiciera este inesperado suceso que Colon mar- chara investigando. hácia el ecuador, pero los escesivyos calores habian averiado casi todos los víveres, y debió continuar su viaje para la Española, donde aportó á fines del mes de agosto, Lamentosa era la situacion de la colonia transportada ya, en virtud de órden de su jefe , sobre las márjenes del Ozensa. Carecia de toda especie de municiones; una fac- cion terrible y numerosa luchaba contra las disposiciones del gobernador Bartolomé; y el taimado, cuanto teme- rario Roldan, á mas de fomentar la anarquía en los suyos, la propagó tambien entre los isleños ya declarados libres y exentos de todo tributo; de suerte que si á costa de grandes esfuerzos pudo llegar Colon á que la ley fuera de e. en direccion de CAPÍTULO Viis 63 nuevo acatada, á pique estuvo su estrella: de eclipsarse, arrancándole todo el prestijio de autoridad sobre aque- llos hombres que. un imprudente cálculo tomara para pobladores , siendo los mas de ellos galeotes, bandidos, y gentes de lo mas corrompido y soez que en España hubiera. i Por otra parte, el ahinco frenético con que perseguian la ruina del almirante sus encarnizados enemigos , le de- nunciaba á la corte como un tirano , un ambicioso, un traidor , cuyos calumniosos epítetos venian á confirmar las repetidas quejas de las turbulentas facciones de la co- lonia, y aun de los soldados, resentidos tambien porque se les debia el pré de algunos meses, Tapias y tan repe- tidas a usé es hicieron que F ernando y su magnánima esposa recordaran como, en efecto, el almirante habia mostrado tal cual vez un jènio irritable, y aun andado descomedido con un funcionario público en cierta oca- sion ; no fue menester mas para que , movidos de un es- píritu de humanidad y de justicia, nombraran un nuevo comisionado con encargo de inquirir los motivos de las últimas revueltas, y la conducta del gobernador. Cupo esta importante y delicada mision á Bobadilla, juez y parte en el asunto; quien despues de haber tomado consejo del pérfido Fonseca, y hecho buen acopio de car- gos sobre que apoyar sus meditadas hostilidades, pasó á Santo Domingo, donde con encrestada impudencia, y con atropellamiento de los límites de sus facultades, y por consiguiente de la ley, arrestó á Colon, le despojó de todos sus bienes , y le envió á España con una cadena al pié, sin concederle el consuelo de sus hermanos Diego y Bartolomé, que fueron puestos en distinto buque, como en testimonio de que la ferocidad de Bobadilla aun no 6h HISTORIA DE CHILE. quedaba satisfecha con esta bárbara y asquerosa prin- : cipada. Con ánimo resuelto, 'con imperturbable decoro y no- ble calma sufrió el almirante tamaños insultos, y si Bo- badilla presumió imprimir con los hierros baldon y opro- bio en la frente de su víctima, este no vió en ellos sino un nuevo timbre destinado á ensalzar sus glorias, resistiendo por lo mismo, hasta llegar á Cadiz, 4 las instancias del capitan del buque , el virtuoso Vallejo , que quiso descar- garle de las afrentosas prisiones. No es de decir cual sen- sacion experimentó el pueblo gaditano á vista de tanto desafuero contra persona tan caracterizada , y menos la presteza con que se extendió por toda la España, des- pertando en los reyes tan profundo enojo, que sin esperar á oir descargos del almirante, ordenaron viniese inme- diatamente á residencia el autor del atentado. Tambien Colon fue llamado å la corte, y recibido con agasajos que desdecian mucho de la severidad de las ór- denes dadas á Bobadilla; pero era caso ya de rechazar groseras imputaciones , y el almirante supo demostrar, con moderacion y brio, la falsedad de cuantas calumnias asestaban sus envidiosos enemigos contra el lustre , la fama, y los triunfos de un hombre, por desgracia ESTRAN- JERO ; logrando que la sinceridad de sus palabras impri- miera en el corazon de Isabel el convencimiento de su inocencia, No por eso se le restituyó á Colon su gobierno ; era Isa- bel temosa en ciertos casos, y nombró en su lugar 4 don Diego Ovando, sujeto de salada facundia , cuya sed de autoridad cubria un exterior de acendrada rectitud y cal- culada modestia. Treinta y dos bajeles se le dieron 4 este nuevo gober- CAPÍTULO VIT, 65 nador , que se hizo ála vela el 13 de febrero de 1502, y aportó á Santo Domingo el 15 de abril del propio año; siendo el primer acto de su autoridad la prision de Boba- dilla , la de Roldan y de sus cómplices, embarcándolos todos para la metrópoli, en cumplimiento de soberano mandato; pero forzoso es que la justicia divina intervi- niera, pues que una furiosa borrasca hizo que la mayor parte de las naves que llevaban aquellos desgraciados bajaran al insondable abismo del vasto océano. Purgada la colonia de jenios turbulentos y alborotado- res, podia esperar curarse en breve de los muchos males que por tanto tiempo le aflijieran, y mas con dos mil quinientos hombres que llevó Ovando, todos ellos labo- riosos, todos dóciles, y todos de ajustada vida. -Con instancia reclamaba Colon se le repusiese en su go- bierno, porqueá ello le daban derecho los pactos de 4492. Acostumbrado desde su niñez á una vida de continuada tarea, y no obstante su avanzada edad y sus dolencias, ni podia resignarse al peligroso fastidio del ocio, ni ver indi- ferente el vivo impulso que se daba á la colonizacion de un pais que, á su habilidad, y á su valerosa constancia, la co- rona de Castilla mereciera ; pero por desgracia eran ya las conquistas de muy subido precio para no infundir recelos en el ánimo de los monarcas , y por lo mismo eludian estos el cumplimiento de los tratados ; dando así lugar para que el almirante les sometiera impaciente el plan de una nueva expedicion contra mares desconocidos, y que él presumia hallar del otro lado del continente descubierto, si algun estrecho ó istmo , le procuraban el paso; cuya demanda fue acojida con solícita benevolencia. Solos cuatro navíos se le otorgaron esta vez, siendo el mayor de escasas setenta toneladas. El 9 de mayo de 1502 I, HISTORIA. y 66 HISTORIA DE CHILE, dió vela el almirante, y fue directamente á la Española, donde tuvo ocasion de reconocer la pravedad de Ovando, y casi ser testigo de la catástrofe de su antigua escuadra; caminando en seguida para el sud hasta dar con el vasto continente comprendido entre el cabo Gracias á Dios , Y el Havre de Puerto Rico. Bien quiso plantear en pila sitios una colonia bajo la autoridad y direccion de su hermano Bartolomé , por- que á ello le convidaban lo pintoresco de los campos, la lozanía de los vejetales , y sobre todo la abundancia de mi- neros de oro; pero mas alentados aquellos naturales que los de las otras islas, le habian hecho sufrir un revés, y como por otra parte la indisciplina de sus súbditos leins- pirara recelos, resolvió abandonar el pais dirijiéndose hácia la Jamáica, en cuyo punto por poco no fuera víctima, con toda su jente , del mas violento temporal, que sobre echarle á pique dos naos, el choque recíproco en que man- tenia barloando con furioso ímpetu las otras dos, las traia muy mal paradas, hasta que por último un maretazo las arrojó á la costa, poniendo la tripulacion en la triste ne- cesidad de pedir asilo á unos isleños que en tiempos de mas fortuna tanto maltratara ella misma. Mas de un año pasó Colon en esta isla teniendo que ha- cer frente á las amenazas de los naturales, que rehusaban suministrarle los necesarios alimentos, y á los clamores subversivos de sus propios súbditos, que le suponian cau- sante de todos sus infortunios; pero su sagaz entendi- miento vino á sacarle de tan terrible agonía, á favor de ese eclipse de luna tan famoso en la historia; ya que atri- bulada todavia su alma en presencia de compañeros, ó gravemente enfermos, ó amotinados hasta el caso de ha- cer armas unos contra otros, no perdiera de vista la hor- CAPÍTULO Vii, 67 rorosa imájen de una muerte próxima, sin siquiera espe rar recibirla entre los consoladores auxilios de nuestra santa relijion. Sabedor era Ovando de ese cúmulo de penalidades y de tribulaciones, pues que se habia apelado á su clemen- cia por medio de varios mensajeros que, arrostrando toda suerte de peligros , se prestaron á pasar á la Española; pero mostróse insensible á la desyentura de sus compa- triotas, haciendo con esto mas desesperada su posicion. PERIE por fin recojerlos y trasladarlos áSanto Doming mas sin pérdida de tiempo los embarcó para España, donde la inconstante fortuna de Colon, que el espantoso naufrajio desquiciara, recibió el último golpe en la noticia de la muerte de su soberana protectora, la reina Isabel. Justas y debidas lágrimas de dolor tributó el almirante á la muerte de esa ilustre reina, gloria de la Castilla, y án- jel tutelar de los dóciles y pacíficos habitantes que las nue- vas conquistas hicieron de su dominio , pues aunque con razon pudiera recordarle tal cual rasgo de inmerecida se- veridad , no eran de olvidar los nobles sentimientos de su justicia, ni su constante anhelo por sacarle limpio de las acusaciones y calumnias de todos sus enemigos. ¿ Qué prometerse ya de la mala fe, del egoismo de Fernando, en cuyo pecho tanto influian las apariencias ?... Con so- brada justicia solicitó Colon se le mantuviesen sus regalías y sus rentas , pero el astuto, cuanto ingrato monarca, no respondió sino con promesas vagas, evasivas ; desleal conducta que llenó de afliccion el alma del ilustre marino, agravó sus muchas dolencias, y le arrastró al sepulcro, sin haber logrado conocer la importancia de los descubri- mientos que la España debia á sus talentos y å sus infa- tigables desvelos, 58 HISTORIA DE CHILE. El 20 de mayo de 1506, le vió Valladolid pasar á me- jor vida , å los setenta años de edad(1). Sus restos, desde luego encerrados en la iglesia de Santa María, fueron despues trasladados á la de las Cuevas de Sevilla, en se- guida á la catedral de Santo Domingo,.y, por fin, á la de la Habana. (1) No bs pic en lo historiadores respecto ála edad que Colon tenia á la hora de su mue a y nueve años le señala Robertson , pero Was. Irving 1 tent t , en efecto, la verdadera, segun documentos de los cuales se infle ere haber ocurrido el nacimiento del ilustre náutico hácia el año 1437. Asentar cual fuera el pueblo de su naturaleza , tam- bien ha dado márjen á muchos y muy sostenidos altercados , por lo mismo que era de muy subido Cd la tE se un nombre tan singular, euo glorioso ; y si bien Colonetto, € APESTA Ms : tan envidiable fortuna, por a descubrimiento que hizo el distinguido arqueó- a Isnardi, hoy viene la Córcega disputándosela , siendo por tanto la Francia n habrá wy jodigar la honra de haber pr roducido un Colon, si, como lo kir dicho anjeros , llega á confirmarse la noti cia de que el señor Guibega, antiguo préfecto de Córcega, ha descubierto en Calvi, una de las aldeas de la provincia, la fé de bautismo del inmortal arante CAPITULO VIII. El Portugués Vasco de Gama se hace célebre logrando doblar el cabo de Buena Vespucio. Don Diego Colon , hijo del inmortal almirante , recobra judicial- mente Jon ape, y ptas de pa padre. Pasa al gobierno de su co- de España. Diego Velazquez conquista la isla de Cuba. Ponce de Leon somete la de Puerto Rico, y da con la Florida. e e a En don Vicente Yañez Pinzon, y Juan Diaz de So de Darien. Descubre el mar del Sur. Es lado adelantado de este. mar, y premuador de Panamá ed de Coyba M quistar el Perú. Recházanle los naturales. Segunda tentativa no ohe desgraciada. Afanosos andaban ya los anda tras nuevos descu- brimientos, aun ántes de la muerte del señalado Colon, y - muy atentos para asentar un réjimen colonial en bases regulares y uniformes; pero no era menor el celo con que los Portugueses rejistraban las playas occidentales del Africa, donde su intrepidez y su constancia habian ad- quirido una prodijiosa extension de costas, desde 11412 que comenzaron estas arriesgadas expediciones; verdad es que todavia permanecia postrado su arrojo ante el cé- lebre é imponente cabo Tormentoso, que así le llamó su descubridor Diaz, y que el rey Juan II puso de Buena Esperanza, respondiendo á la que él alimentara, de que por allí pasaria un dia á las grandes Indias, tan apete- cidas de todo el mundo. No quiso la muerte que este príncipe realizara su atre- vido proyecto; estaba sin duda reservada la ejecucion para su entendido sucesor M lel afortunado, que, envi- dioso de tantos d ientos como los Españoles alcar- 70 HISTORIA DE CHILE. zaran , aprestó una escuadra, á las órdenes del célebre asco de Gama, cuya probidad, honradez y lucido sa- ber hacian muy merecedor de tal confianza. Esta expe- dicion dió la vela en julio de 1497, siguiendo constante- mente el derrotero del sud, pero ni anduvieron escasos los peligros , ni faltaron duras penalidades, sin que por eso desalentara la entereza de Gama , ántes se mantuvo logrando doblar el terrible cabo, arrimar å la ciudad de Melinda, y en seguida á Calicut, cuyos naturales pare- cieron en un grado de civilizacion, sino increible, por lo menos desconocido hasta entónces. Admirada dejó á toda la Europa la noticia de tán inespe- rado suceso, cuyas consecuencias desde luego debió temer el comercio de Venecia y de otros puntos, aunque no con tanto pesar como hubo de sentir el ambicioso Fernando, porque presumió que concurria para frustrar todos los re- sultados de sus nuevas adquisiciones, que tan gravada tenian á la corona. No así pensaron los navegantes espa- ñoles, sobre todo los antiguos compañeros del inmortal Cristoval, que vieron en aquel descubrimiento un nuevo y poderoso estímulo muy conforme con su sed de adqui- rir riquezas, disponiéndose por lo mismo å rivalizar en esfuerzos con sus vecinos los Portugueses; porque ya llegó el amor propio á punto de saber de quien á quien seria el mayor número de las tierras desconocidas, y el primero que habia de llegar á las Indias por el camino mas llano y mas corto , el que Colon habia trazado. No habia que apelar á las arcas públicas para la eje- cucion de estas nuevas empresas; las guerras civiles y estranjeras habian dejado exausto el tesoro, y las rentas de la corona eran en aquel tiempo escasas : así es que cada cual se propuso hacer este jénero de viajes á sus CAPÍTULO VII. 71 propias expensas, prometiendo al gobierno una no mala parte de los beneficios que rindiesen ; pero no era admi- sible la propuesta en presencia de la relijiosidad del con- venio existente entre el rey y el almirante, y solo la des- lealtad de un Fernando, que quebraba su palabra siempre que á su interés conviniera, pudo aceptarla mandando quese otorgaran letras patentes por el ministerio de Fon- seca, á cuantos las solicitasen con aquellas condiciones. El primero á quien cupo esta gracia fue don Alonso de Ojeda, cuyas proezas y audacia quedan ya consignadas, y como algunos armadores y mercaderes asociados le avia- ran un bajel, dió vela el 2 de mayo de 1499, en compañía del Florentino Américo Vespucio, hombre de algunas lu- ces, sobre todo en la cosmografia. A vuelta de este viaje, Américo publicó en España una relacion donde por pri- mera vez se vieran señalados los usos y costumbres de los habitantes de los remotos paises, no menos que la ma- jestuosa perspectiva de estos; y preciso es que eso le va- liera la gloria de dar su nombre ál nuevo mundo, por- que causó mucha sensacion en toda la Europa; como quiera , el tiempo ha sancionado esta honra, y la ingrati- tud la deja correr. Don Pedro Alonso Niño, y don Vicente e Yañez Pinzon, ambos pilotines en el primer viaje del ilustre Genovés, y el segundo muy recomendable por la jenerosidad con que él y sus hermanos acometieron aquella memorable em- presa, obtuvieron tambien de Fonseca las respectivas pa- tentes , y pasaron al nuevo mundo, como Ojeda, en el propio año de 1199; pero estos y otros viajes que la sór- dida avaricia provocara, no fueron de gran provecho para los especuladores, como no sea el de Niño, que reportó algunos beneficios ; no trayendo los demas sino relaciones 72 HISTORIA DE CHILE, mas ó menos exajeradas de los nuevos descubrimientos, y la esperanza de un brillante porvenir de gloria y dein- tereses para las futuras expediciones. Ni hubo menester de mas, porque ese hipo de la ambi- cion humana penetró en todas las clases de la sociedad, haciendo que concurrieran å las esquadras que en los puer- tos se preparaban, esta tras una ideal granjería, aquella ansiosa de gloria, y la de mas allá en busca de maravi- llas y portentos, que cebo habia para todos los deseos. Crecido era el número de los exploradores que la emu- lacion, el entusiasmo y la codicia pusieron á vista del nuevo mundo, aunque pocos á expensas del gobierno, porque el comercio y algunos fúcares flamantes surtian y empeñaban casi todas aquellas empresas , estimulados eficazmente por el mismo Fernando , como quien com- prendia cuantas ventajas habian de reportar á la corona, Fue pues preciso dar mayor ensanche 4la administracion dividiendo en dos gobiernos la parte conocida del conti- nente, y formando en-ella varios establecimientos, cuya resolucion vino á premiar el talento , la actividad y bizar- ría de don Alonso de Ojeda, encargándole uno de aquellos dos gobiernos; siendo el otro para don Diego de Nicuesa, hombre no menos digno de esta gracia, diestro cual nin- guno en todo jénero de ejercicios alentado en las peleas, donairoso y galante en la sociedad. Por desgracia hubieron de enemistarse estos dos nobles aventureros, y no rindie- ron las colonias el fruto que de ellas debió esperarse. Don Diego Colon, hijo lejítimo del almirante, habia emparentado con las familias mas distinguidas de la Es- : paña » Casando con doña María de Toledo, hija de don Fernando de Toledo, primo carnal del rey, y hermano del duque de Alba; pero, ni podia permanecer ocioso CAPÍTULO VIH. 73 ni quiso tampoco ver por mas tiempo descontados los pactos convenidos entre el rey y su padre, saliendo á reclamar los títulos y dignidades que á este pertenecian, por la via judicial; y como los tribunales pronunciaran en su favor, no tardó en pasar á la Guadalupe, sino el tiempo que hubo menester para atraerse un séquito de ca- balleros, de señoritas y de personajes, que, con él y su ilustre esposa, llevaron á las nuevas poblaciones un fausto, un esplendor cual nunca se viera, Mucho habia ya prosperado la colonia, porque Ovando, sobradamente inhumano para con los Indios, fue para los colonos harto equitativo y justiciero , llevando el celo hasta sentar algunos pueblos 28 Puerto- finos y hacer que Sebas- tian de O mno fre desde entónces de- UU LUY UVY clarada isla verdadera. Por tanto, en este teatro de accion permanente, no habia de quedar sin parte el nuevo go- bernador don Diego Colon, ántes determinó nuevas ex- ploraciones, é hizo que Diego Velazquez con trescientos hombres fuese á la conquista de Cuba, que en verdad no fue difícil, ni dispendiosa. Tambien Ponce de Leon ha- bia sometido ya la isla de Puerto Rico, pero como este hombre, tan acaudalado como emprendedor, se sintiera poseido de un irresistible entusiasmo á cada uno de los descubrimientos que sus compatriotas anunciaran, armó tres bajeles, y seguido de otros muchos aventureros se empeñó en una expedicion para la parte norte del conti- nente americano , que, tras no pequeños riesgos, le hizo hallar la Florida. - Tampoco fue mezquina la fortuna con los que guiaban por otras partes del nuevo mundo, sobre todo para don Juan Diaz de Solis, ydon Vicente Yañez Pinzon, que dieron con la llave del reino mejicano, el Yucatan , despues de 7h HISTORÍA DE CHILE, haber rejistrado muy buen trecho del continente. En otro viaje que Diaz de Solis ejecutó por disposicion del rey Fer- nando, reconoció tambien una parte del Brasil, pero este grande imperio ya le habia visto algunos años ántes el cé- lebre Portugués Cabral, que una tremenda borrasca ar- rojara en aquellas rejiones , y que, navegando despues en direccion del sur, fue 4 recibir en el rio de la Plata una muerte tan atroz, cuanto gloriosa. Era entretanto él golfo de Méjico teatro de ináuditas violencias de la autoridad de losdos gobernadores, Ojeda, y Nicuesa, quienes, ya respondieran ála Supersticion de la época, ya tambien á la voluntad de su monarca, de cual- quier modo ellos d gaban incl tes sobre los Indios un brazo de hierro para que callados y sumisos doblasen la cerviz al yugo del evanjelio. Muy capaces ambos para gobernar, y contendiendo con empeño y celo por ver quien mejor desempeñaria el cargo, de presumir era que sus colonias gozasen, por lo menos, órden yelementos de estabilidad: no fue así; ántes sentian los estragos de la anarquía como casi todas las demas del nuevo mundo, y si en ellas se habian fundado algunos establecimientos de importancia , el desconcierto y las continuas guerras que habia que sustentar con los naturales, propendian á des- truirlos, y ahogar todo jérmen de progreso y de prospe- ridad. Ya por fin, Vasco Nuñez de Balboa se apoderó á mano armada del gobierno de Darien, Nicuesa fue de- puesto, y las cosas tomaron otro rumbo. Balboa era hom- bre de accion y arrojado ; habia ido en muchas expedicio- nes, y como oyera á los naturales del pais que el famoso mar del Sur, buscado con tanto ahinco por el inmortal Colon, estaba á muy pocas jornadas de la colonia, se pro- puso descubrirle , y no paró hasta lograrlo , superando los CAPÍTULO VI : 75 mayores peligros y grandísimas privaciones. Ufano con este suceso que tanta fama le diera , entró en la mar hasta que el agua le cubrió la rodilla, y con la espada en una mano , y la bandera en otra , aprehendió posesion de aquel vasto océano en nombre de su ilustre monarca. Este hallazgo, ocurrido en el mes de setiembre de 15143, fue uno de los mas ruidosos del América, porque facili- taba nuevas vias al comercio, y un nuevo estímulo á la codicia, que así lo comprendió tambien el alentado cuanto sencillo Balboa, proponiéndose ademas, como se lo acon- sejaba su fogosa imajinacion , que aquel mar era el paso seguro para ir á las islas de las especias. Ya habia mucho tiempo que Fernando apetecia llegar á este descubri- mento, y Balboa se le par , acompañando su respe- tuosa comunicacion con Daalia cantidad de oro, y una preciosa remesa de perlas, cuyo número y magnitud bor- raban totalmente el mérito de todas cuantas piedras de esta especie se conocian entónces; que así se propuso agradar al rey , inclinándole á que le perdonara el crímen de la revuelta , y le conservara su título de gobernador ; pero estaba ya nombrado en su lugar don Pedro Arias, conocido bajo el de Pedrarias Dávila, cuando llegó á ma- nos del príncipe el magnífico agasajo de Balboa. No fue esta vez ingrato Fernando, quien á mas de per- donar el orfjen å que debia Balboa su gobierno de Da- rien, le nombró inmediatamente adelantado del mar del Sur, y gobernador de las provincias de Panamá y de Coyba ; pero no tardaron en disputarse sus atribuciones él y Pedrarias, y como este viera el grande ascendiente “de Balboa sobre los colonos, con ruin perfidia le suscitó una causa de alta traicion, llevándole, por consecuencia, al palo; trájico fin que llenó de dolor y de consternacion 76 HISTORIA DE CHILE. á todos sus partidarios, como que nada le motivara sino el consejo de la mas vil y vergonzosa envidia. Pedrarias, al contrario, celebraba con hipócrita re- serva esta injusta muerte, que , cubierta con el manto de un procedimiento legal, le descartó de un hombre suma- mente respetable en el pais, pudiendo de este modo hacer de su único capricho la suprema ley de la administracion, y tal fue ella que no paró hasta desvastar y aniquilar aque- llas ricas y hermosas rejiones, para trasladar en seguida la colonia sobre la costa occidental del istmo , dando fun- damento á la ciudad de Panamá, El malhadado Balboa habia afirmado en diferentes ocasiones, apoyándose en datos harto dignos de apre- cio, que aquella era la puerta por donde habia de pa- Sarse para llegar al pais de la verdadera riqueza ; y como los colonos oyeran, en llegando á Panamá, que los na- turales confirmaban esta misma voz con la mas hidalga é inocente franqueza, pronto se hizo la colonia el em- porio de un crecido número de aventureros que, para contentar su codicia, comenzaron á proyectar nuevas empresas. Ninguna de las tantas como se empeñaron siguiendo la costa del sur, ninguna correspondió al de- seo ; mas no por ello se enfriaron las esperanzas, ni se postró el valor, sobre todo entre aquellos hombres cuyo querer y hacer fueron tan tenaces y enteros durante la conquista del nuevo mundo; ántes salen tres, verdade- ramente extraordinarios, que dueños de harto caudal, ni temen aventurarle, ni presumen tampoco que todo el imperio del Perú pueda resistir 4 sus esfuerzos : fue- ron estos atrevidos, Francisco Pizarro, Diego Almagro, y Fernando de Lucas. ` Admira el que estos tres sujetos vean en sí mismos CAPÍTULO VIT. 77 el conjunto de cuantos elementos son de contar para con- ducir á feliz término cualquier empresa, por extraordina- ria y difícil que pudiera parecer. Era el primero hijo noto de un hidalgúelo; ni aun leer sabia, lo que no se ha de extrañar pues que pasó toda su juventud siendo un triste porquero. No podia acusar mejor oríjen el segundo, borde tambien hallado en la piedra de la villa de Almagro, cuyo nombre hubo de apropiarse, y criado de limosna , hasta que con la edad se le pudo dsatiner á las armas. En cuanto al tercero, un clérigo de Panamá , con escuela de primeras letras abierta, y. algun viso en la colonia, bastara su dignidad sacerdotal. Desde luego dieron estos hombres principio á su colosal proyecto pasando á sen- tar en auténtica y legal forma, que Pizarro, como el de menos peculio, se encargaria de la parte activa y mas arriesgada de la empresa, es decir, de la conquista del Perú; que Almagro conduciria á Pizarro socorros de soldados y de municiones de todo jénero, cuando menester se hiciera, y volveria á Panamá con cuantos productos fueran rindiendo los descubrimientos; enfin, que Lucas permaneceria constantemente en la colonia, manteniendo relaciones amistosas y de interés con las autoridades, y procurándose medios para acudir á to- das las necesidades de la expedicion; siendo de notar que este contrato, sobre ser autorizado por el mismo gobernador Pedrarias, recibió una sancion solemne por medio de las graves ceremonias de nuestro venerable y sagrado culto, / Tras esas prevenciones, Pizarro se echó en un bajel, y seguido de ciento y catorce soldados, pasó al reconoci- miento del rico y misterioso pais, siempre en direccion del sud, y tomando tierra á medida que mas avanzaba; 78 HISTORIA DE CHILE, porque le importaba ver el terreno, y entrar en rela- ciones con los naturales, como que ellos solos podian ministrar datos de donde inferir las disposiciones que á la empresa convinieran. - Ni el pais presentaba un aspecto halagieño, ni los habitantes se mostraron serviciales; siendo de un ca- rácter altivo y belicoso, vieron indignados la imprudente audacia de aquellos advenedizos , comprendieron que no podia ser otro su ánimo sino el hostilizarlos, y ni la trastienda, ni la táctica, ni la superioridad de las ar- mas españolas, pudieron resistir al bizarro ímpetu de los Indios; viéndose Pizarro en la necesidad de aban- donar el campo, y marchar precipitadamente á refu- jiarse en Chinchama, no muy distante de Panamá. Ya en esto, andaba tambien Almagro la costa del sud; llevaba un refuerzo de sententa hombres, y, no pudiendo dar con susocio, vino precisamente átomar tierra al punto de donde aquel saliera tan malparado; pero los Indios le recibieron con no menos indignacion , y aunque de Almagro fuera la victoria, forzoso le fue embarcarse con pérdida de algunos muertos, y no pocos heridos, sién- dolo él mismo de un flechazo que le saltó un ojo ; suceso grave en un hombre de avanzada edad , y en un pais tan cálido. Tan mal trato, tanto disgusto, y viendo por otra parte cuan inútilmente rejistraba las aguas, dió vela para Panamá, perlongando siempre, y esto le procuró descubrir el asilo de Pizarro, sirviendo de sin- gular consuelo á aquellos intrépidos emprendedores , que los reveses, las privaciones, y mas que todo, las enfermedades, traian ya rendidos, En Fue resultado de este encuentro que Almagro se le- gase á Panamá por mas refuerzos , porque no podia CAPÍTULO VII, 79 abandonarse la conquista de un pais, donde la ilustra- ` cion de los naturales era un seguro testimonio de im- ponderables tesoros; pero no obtuvieron los esfuerzos de aquel sino ciento y diez nuevos reclutas, los cuales, con treinta que solo le quedaban á Pizarro de los ciento ochenta y cuatro recibidos, habian de enseñorearse de aquella vasta y opulenta monarquía. Así aparejada la presuncion de ambos jefes, no temieron echarse segunda vez por entre breñas, malezas y balsares , y en medio de habitantes demasiado numerosos para subyugados , y harto escasos de oro para pensar en alejarse de ellos sin sentimiento; pero no tardaron las enfermedades en car- gar sobre la columna expedicionaria , hasta que conven- cidos Pizarro y Almagro de la impotencia de sus fuerzas para acabar el jigantesco proyecto , resolvieron retirarse á la isleta de Gallo. Volvió Almagro á Panamá en busca de nueva jente. Entre los Españoles que en Gallo queda- ran con Pizarro, habia muchos descontentos, y escribie- ron bajo mano á sus amigos , pintándoles lo desesperado de su posicion, y pidiendo con encarecimiento concur- riesen en toda dilijencia á sacarlos de ella; de este modo el gobernador Pedro de los Rios, que habia sucedido á Pedrarias, fue noticioso del aprieto en que sus compa- triotas se veian, y lleno de paternal compasion , acudió inmediatamente, no solo prohibiendo que Almagro cum- pliese nuevos enganches, sino que hizo que el correji- dor Tafur pasase á Gallo , y recojiese cuantos individuos desearan volver á la colonia. : En poco tuvo Pizarro esta medida ; perseverante y tenaz en sus proyectos, pasó á calmar la inquietud de sus súb- - ditos con ricas y pomposas ofertas fiadas al porvenir, y cuando se apercibiera que la incredulidad mantenia la 80 HISTORIA DE CHILE. indecision , despues de haber trazado una línea con la punta de su espada , dijo en imponente acento que « solo quien se resolviese á pasarla pareceria digno de » quedar á su lado.» Trece individuos lo ejecutaron, y la historia ha recojido sus nombres ; todos los demas mar- charon á Panamá dando al cuadro de los nuevos paises tintas demasiadamente lóbregas. Pizarro y sus trece compañeros quedaron en la isla Gorgona, en tanto que el socio Almagro regresaba con fuerzas suficientes para emprender por tercera vez la invasion del grande imperio, pero seis meses de cruel é impaciente espera, entre muchos padecimientos, y co- mestibles de muy triste condicion, pusieron á aquellos hombres en la dura necesidad de atender á sus vidas , trasladándose á la colonia, y como no tuvieran embar- cacion , empezaron á construir una como balsa : ya la tenian concluida cuando les llegó un bajel que el com- pasivo Pedro de los Rios les enviaba con órden termi- nante de volver á Panamá. Mas incentivo tenian para Pizarro las tierras meridionales, y por tanto , ya con es- tudiadas lisonjas, ya con inventadas exajer: ciones, no paró hasta ganar la voluntad del capitan del 1 mque, llevándole camino del sud hasta dar en Tumbes, donde tanto fue de admirar la cultura de los naturales, como la abundancia de oro que poseián en joyas, en vajilla, en otros mil objetos de servicio, de que hicieron los Es- pañoles no mala provision, y por consiguiente motivo para volver al pais, así como se procuraran en Panamá los medios de ejecutarlo, a Mucho encareció Pizarro las riquezas del pais que aca- baba de descubrir, y sobrado argúian de ellas los tazones, tei los vasos, y objetos preciosos de oro que consigo llevara , ; $ -CAPÍTULO VIT. 81 pero no bastó esto para que Pedro de los Rios determinase una expedicion, ni menos permitir que otros la emprendie- ran ; aferrado en su sistema de prudente reserva , desoyó cuantas súplicas le hicieron Almagro y socios, diciendo que no comprometeria la suerte de su débil colonia, em- peñándola á invadir una monarquía tan vasta, tan beli- cosa y de tanto poderío ; cuya resolucion dió lugar á que aquellos procuraran á Pizarro los medios de pasar á Es- paña en solicitud de los suficientes auxilios para la ejecu- cion de sus planes, E a 6 1, Historia. CAPITULO IX. Pasa Pizarro á España. Vuelve á la América para emprender de nuevo la conquista del Perú. Cual era entónces el estado de los Peruanos; cual la re- ligion que sus Incas , 6 emperadores, 1 , les dieran, haciéndola objeto de todas sus conquistas. Arriba Pizarro á Tumbes. iS los príncipes Atahualpa y Huascar por medio de embajadores. Llega P o á Cajamalca. Apresa al Inca reinante. Enorme suma que este osas idad por su libertad. Su Guatemala, Pedro de Alvarado, en el Perú. Almagro sale resuelto á comba- tirle, Conciertan paces estos dos jefes. Grande era la gloria, grande la preponderancia de la nacion española entónces, á cuyo frente se veia ya Cár- los V, que á punto estuvo de dictar leyes sobre todo el continente europeo , mientras que los brillantes , los ináu- ditos hechos que el célebre Hernan Cortés habia acabado en el rico y poderoso imperio mejicano , hacian presentir que tambien la América, toda ella, estaba para rendirse á la voluntad de aquel monarca. Cárlos se pagaba mucho del arrojo, y mas aidi mas temerario se anunciara, así es que apenas viera la osada entereza con que Pizarro llegó á pedirle el gobierno ab- ¿soluto é independiente de los paises que con tan grandes tesoros acababa de reconocer, hízole incontinente gober- nador, capitan general y adelantado de pe descu- bierto y por descubrir al sud del istmo, concesion | tónces puramente nominales. Pizarro carecia de fondos. Sus primeras expediciones habian quebrantado el caudal de los socios (1), y estos no pudieron ministrarle sino lo - muy preciso para llegar á la península; mas no a k (1, Cuentan qre consumieron unos doce mil ducados, - CAPÍTULO IX, 83 se hallaba Cortés en ella , y deseoso de que su antiguo compañero de armas llevase su proyecto á cabo, acudió á socorrerle con algun dinero; de suerte que así pudo em- barcarse en Sevilla, acompañado de sus cuatro hermanos, y de algunos sujetos que la codicia impelia hácia las remo- tas tierras. Cruda, irritante fue la acojida que sus socios le hicieronen Panamá, sobre todo Almagro, cuyo despecho no hallaba términos con que reprender y condenar el egoismo de Pizarro, que solo por sí mirara, sin haber pedido una cualquier gracia al soberano para sus dos ami- gos; y aunque, con calculada prudencia y afectuosas pa- labras, trató aquel de sosegarlos, vanos fueran todos sus esfuerzos, si con magníficas promesas, si con compromi- sos efectivos no viniera, dando el título de adelantado para Almagro , y el de un gobierno independiente del suyo, en cuanto las circunstancias lo permitiesen ; que- dando para Lucas una mitra; pues parece que no formuló mayores pretensiones la ambicion de este sacerdote. Tras este arreglo de intereses respectivos, y una vez trazado el plan de campaña, se le procuraron á Pizarro tres bajeles, ciento ochenta infantes , y treinta y seis caba- llos ; ni permitia mayor esfuerzo el haber de la compañía, pero aquel le tuvo por sobradamente poderoso para llevar sus proyectos al término deseado , que á tanto podia su- bir la presuncion con vista de la heroicidad , del teson y del sufrimiento que los Españoles traian ya probados. Fue la escuadra á buen viento hasta unas cien leguas ántes dejai idad de Tumbes , que se resolvió el jefe á desem- ċar con todos sus soldados, para ir atrochando en Disie ptfúblicion, sin reparar cuanto esta jornada a de ser larga y penosa , cuan espuesta en un pais nocido, en un pais sin caminos , y donde caudalosos SA HISTORIA DE CHILE. rios tenian á cada momento atrancado el paso; de ma= nera que el cansancio, el hambre, y maslas enfermedades, vencida, por decirlo así, llevaban la columna, cuando quiso su fortuna salvarla dejándola sorprender el pueblo de Coaca, donde, cebada la codicia en una cantidad de oro, equivalente á unos treinta mil pesos, tomó aliento, y nuevas esperanzas. Tambien se hicieron aquí los Españo- les con una cosecha prodijiosa de esmeraldas, pero la estupidez las sometió á la accion del martillo para apre- ciar su mérito , porque era opinion que estas piedras ha- bian de tener la solidez del diamante, y tan necio error fue causa de que casi todas ellas quedaran hechas polvo. Nose descuidó Pizarro en mandar un buque á Panamá, y otro á Nicaragua, con las riquezas que en Goaca reco- jiera, como quien sabia que ante el atractivo no podia quedar muda la ambicion , y era preciso reclamarla para que viniera apoyando sus fines. Él, entretanto, salió de aquel punto, y ya atacando abiertamente á los naturales, quienes no podian contener la impetuosidad de los Espa- ñoles, hasta que los moradores de la isla Puna, en la bahía de Guayaquil, supieron hacerse respetar resistiendo con brio seis meses enteros, al cabo de los cuales hubie- ron de someterse. i Pasó en seguida Pizarro.á Tumbes, y allí estableció su cuartel jeneral en tanto que se curaban algunos solda- dos enfermos „y descansaban los demas, que buena ne- cesidad tenian; mas no fue de larga duracion el reposo, porque como plegaran algunos socorros de Nic a, á lasórdenes d fes, tan arrestados ca siguió la marcha hasta: el rio Pinza, contra cuyo desem- boque fundó la primera colonia española en el imperio del - Perú, llamada San Miguel. Ya se ha debido reparar que CAPÍTULO 1X. 85 “en este atrevido jefe no hay plan; anda á tientas; no tiene mas guia que su instinto; pues pasemos á verle dado enteramente al impulso de su distinguido ingenio, que recoje y combina con admirable tacto cuanto contri- buye á facilitar la realizacion de su aventurado proyecto, tomando por pauta , como todos los conquistadores desu época , la política mañosa y solapada de Hernan Cortés, que aplicada á los mas insignificantes acaecimientos, toda vez que las circunstancias lo permitieran, vino á dar á esta expedicion un realce , una importancia exajerada y ridícula, si resultados extraordinarios y. maravillosos no salieran para acreditarla con asombro. | Nos lo dirán los hechos , tras la breve reseña del es- tado de los naturales del pais que ocup i on A Todavía mantenian los Peruanos su salvajez , cuando hubieron de establecerse al extremo del valle de Sarsa- huaman ciertos estranjeros procedentes de los paises me- ridionales, y estos dignos bienhechores que parecian ins- pirados del espíritu divino, anunciándose los ministros é intérpretes de su voluntad , sin que saliesen de su boca sino palabras de paz y de ventura, llevaban consigo el jér- men de una civilizacion , destinada á operar en breve di- chosísimos resultados. Como notaran la presura con que los salvajes corrian á escuchar sus consejos, y recojer sus prudentes dogmas, se resolvieron á plantear los cimientos de un gobierno absoluto , que al instante se trasformó en una verdadera teocracía, merced al prestijio, al ascen- diente que llegaron á eranjearse; pero siendo en ellos muy vaga la idea de la divinidad para fijarla en cosas espirituales , la confundieron en el objeto de la creacion, y por consiguiente, el sol y la luna, cuyo inmediato influjo Sa arial ranita ACA COUHY MIS 86 HISTORIA DE CHILE. atestiguaba efectos harto patentes , naturalmente debie- ron preocuparlos , y señorear su intelijencia, De ahí, pues, sacaron los primeros Incas todos los ele- mentos de la relijion, y en ánimo de que su poder quedara mejor sentado, y mas robusto , se dieron como hijos de aquellos dioses visibles, asentando en su honra el corres- pondiente quito ; ; sin que este oríjen del imperio de aque- llos virtuosos monarcas haya desmerecido andando los siglos, pues se nota que siguieron en todos con el mismo celo, propagando en los inocentes habitantes de sus domi- nios los principios de la moral, el apego á una vida abastecida de cuanto conduce al tar que, ántes de este suceso , desconocian enteramente. Y este era sin duda el término á que hubieron de llegar unos súbditos sobre quienes influian dos grandes poderes , uno relijioso, otro civilizador , y ambos contribuyendo á fundar en aquella sociedad naciente, una comunidad. de intereses, y el espí- ritu de honradez sin el que no puede existir ventura social. Aunque dóciles y pacíficos, bien conocian aquellos In- dios el arte de la guerra, y mas de una vez les fue menes- ter practicarle, pero nunca vistieron Sus empresas un carácter violento, ni rencoroso, porque no las intentaban con la idea de extender sus posesiones, sino en mayor bien de semejantes suyos , pudiéndose asegurar que mas que guerra, era una propaganda , una cruzada civiliza- dora encargada de mejorar la_suerte de los vencidos, trayéndolos al suave yugo de un gobierno paternal i para recojer despues merecidas bendiciones. Tal fue el sistema que hubo de valerles el extender E autoridad con admirable rapidez desde el Cusco hasta fronteras que se alejaban á medida que los Incas se suce- dian , pues. ka, importantes provincias de Charcas, Chi- „CAPÍTULO, IX., 87 * quitos, Aymaras ,: Cumana , Cajamarca, etc., ete. , 8€ sometieron sucesiva y voluntariamente unas, tras una dé- bil resistencia las otras , á las leyes de aquellos monarcas. Huana-Capac, duodécimo de estos Incas, cuyas armas habian conquistado el gran reino de Quito, hácia media- dos del XVI siglo, casó con la hija del rey vencido, y en ella tuyo Atahualpa, á quien instituyó heredero de este reino ; pero es de notar que las leyes santas del Cusco prohibian terminantemente el enlace de un Inca con per- sona que no fuera de su propia sangre, y Como Huana- Capac infrinjiera esta ley, el pueblo no queria recono- cer la lejitimidad de aquel príncipe. Huascar, verdadero descendiente de Manco-Capac,, Ó, hijo. del Sol, tampoco entendia partir sus estados con Atahualpa, su hermano; y com: , viera en su favor la opinion pública, no receló en declararle guerra; pero habiase granjeado Atahualpa de antemano los caudillos de mayor nombradía , y el triunfo no podia ser dudoso, saliendo Huascar completamente derrotado , y hecho prisionero, Tal era su cion cuando se le anunció el desembarco en Tumbes de unos estran- jeros, no menos singulares que valerosos. No hizo gran novedad este suceso en el ánimo del desgraciado príncipe, porque tenia oido á su padre que debia bajar del cielo el eran Viracocha para visitar el pais; solo que anhelando la amistad del celestial personaje, que bien la necesitaba su triste suerte, mandó inmediatamente un embajador para que en su nombre.le cumplimentase. Tambien Ata- hualpa enviaba casi al mismo tiempo el suyo, pero con prenda de sumision asegurada en riquísimos presentes , que incitaron la codicia de Pizarro; siendo ademas esta prueba delad ncia de los d ri cipes , Causa para Y r t3 : que el jeneral español , considerado ya en el pais como una 88 HISTORIA DE CHILE, ” divinidad, envanecido con sus triunfos, se echara alen- tado por el interior del reino, avanzando hasta Cajamalca, punto donde el Inca estaba acampado. Con palabras de estudiada modestia y aparente franqueza se presentó Pi- zarro ante aquel monarca, ponderando la magnanimidad, - el poderío de su amo y señor Cárlos V, quien le enviaba para anunciar á todos los reyes de aquellas apartadas tier- ras, lo mucho que le importara ser en paz y en amistosas relaciones con ellos; pero el pérfido ya revolvia en su mente una de esas ruindades que siempre vinieron á empañar los hechos mas lucidos de aquellos hombres de bronce, y por supuesto trayendo nuestra santa relijion á la escena, como para escudo del meditado crímen. Como quiera, si en esta entrevista la novedad pudo dar lugar á inquietudes y desconfianzas, el fementido porte de Pizarro hubo de destruirlas enteramente , que así lo dan á entender la alegría, las tiernas conmocio- nes, las señales de amistad con que los Indios concurren en derredor de su soberano, para mirar y admirar por segunda vez unos estranjeros cuya procedencia anda cerca de la divinidad, El padre Valverde, con Jesus cruci- ficado en una mano, y un breviario en la otra, se acercó al Inca, y comenzó un como vespertino, cuyo trasunto era un compuesto de los misterios de la relijion , del poder espiritual y temporal de los papas, y de una muche- dumbre de dogmas, que el intérprete llegó á verter con mas ó menos exactitud ; y acabó ordenando al Inca que abrazase el cristianismo, y se reconociese vasallo del rey de España , ó de lo contrario habria grandes calamidades para él y para el pais, « ¿Donde has aprendido tú todas esas cosas tan incomprensibles? » le dijo el Inca. — « En este libro,» repuso el obispo, alargando el breviario. — g CAPÍTULO 1X, 89 Tomóle el monarca; revolvió algunas hojas, le aplicó al oido, y como no llegára á ver, comprender, ni oir una sola palabra , le arrojó con desden, dando así á entender cual era su derecho, cual su dignidad ; accion sobrado inocente, pues que parece sin idea premeditada, pero que fue sinembargo la señal de ataque. Los soldados españoles, colocados en órden de batalla, cargan de interpresa con ináudita ferocidad contra los Indios, que confiados, inermes y cojidos de rebato, nada pue- den sino huir despavoridos ; entra la caballería aumen- tando el desórden y el espanto, y entónces Pizarro se acerca al Inca, le arrebata de su litera, apesar de la re- sistencia que opone su escolta , y le guarda en calidad de prisionero. Fue de mucho precio para Hernan Cortés la prision de Montezuma, y la copió Pizarro esperando sacar igual 6 mejor partido del desgraciado Atahualpa. A este ruin y desleal proceder, todavia sucedió otro no menos reprensible, el saqueo de los muchos tesoros que el Inca y sus cortesanos tenian en sus tiendas, de suerte que al notar el malhadado prisionero la descompuesta violencia con que los Españoles se arrojaban sobre el oro, llegó á presumir que con ofrecer á aquellos terribles estranjeros una cantidad suficiente á saciar su funesta codicia , obtendria la libertad. Atahualpa estaba encer- rado en un cuarto de veintidos pies de largo, con diez y seis de ancho, y le dijo 4 Pizarro que se le llenaria de oro y plata hasta la altura que pudiera alcanzar su brazo , con tal que por ello se le dejára libre; proposicion que fue aceptada sin titubear un solo instante , aunque pareciera, sino imposible , por lo menos difícil de realizar. El Inca mandó inmediatamente algunos de sus oficiales al Cusco, å Quito, y á otros puntos, en los cuales se habian de re- 90 HISTORIA DE CHILE. cojer los tesoros prometidos , pero como aquellas ciuda- des estaban tan distantes , Y los caminos tan malos, los envios eran lentos, y la impaciencia de los ambiciosos soldados comenzaba á trasformarse en recelos. Para templarlos pidió oportunamente el Inca qué pa- sasen algunos Españoles al Cusco , porque esta era la ciudad que habia de ministrar la mayor parte del oro, y fueron nombrados á este. fin Pedro del Barco y Fer- nando de Soto, los cuales dieron en el camino con las tropas de Atahualpa que traian prisionero al príncipe Huascar. Hablaron los Españoles con él y le dieron cuenta del trato convenido entre Pizarro y el Inca relati- vamente al rescate; parecióle á Huascar buena coyun- tura aquella para recobrar su libertad, aun å. expensas de la del usurpador , y por consiguiente dijo que él no se contentaba con llenar de oro la habitacion å la altura que el brazo. señalara , sino hasta que, tocara con el techo el precioso metal, „añadiendo que esta cantidad no tenia que mendigarla , ántes era dueño de ella, porque la hab iaheredadode su padre. Esta magnífica oferta debió hacer que los Españoles regresaran al campamento, pero sin duda les aconsejó la codicia ir al cabo de su mision , reservando, para despues de concluida, una nueva cuenta con Huascar. Atahualpa entendió el asunto. de muy distinta manera : sabia per- fectamente que su hermano era mas capaz que él para contentar la sed de riquezas que.sus vencedores sentian ; era peligroso exponerse á las resultas de la competencia , . y ordenó que al instante sus soldados le libertaran de tan terrible enemigo, asesinándole. Apenas. dicho y he- | cho; perdiéndose con esta muerte el tesoro que Huascar guardaba enterrado, sin qpe hasta el dia se haya logrado CAPÍTULO IX. | 91 descubrir, aunque con exquisita y ongelea dilijencia se ha buscado (1). A medida que las remesas de oro iban llegando á Ca- . jamalca, se aumentaba el deseo de verle repartido, tanto que sin que. todavia estuviera completa, la cantidad con- venida , hubo que responder á á la jeneral impaciencia, ha- ciendo derretir todas las alhajas, aparte algunos vasos, jarrones, y otros objetos de esmerado trabajo, que se re- servaron para el rey; saliendo una. masa equivalente á un millon seiscientos mil quinientos duros, que fueron distribuidos, guardada proporcion, conalcance para cada soldado de caballería de ocho mil quinientos pesos, y Pe mil al infante; suma enorme e para la época, : y que als do parte de los soldados reclama- bi yoly á España, endo ya podian gozar una vida a y desahogada. De muy buena gana se prestó Pizarro á semejante solicitud, facilitando paso para la península á cuantos le pidieron, ya que este propio viaje iba á emprender su hermano Fernando, encargado de poner en manos del monarca la parte que ,, por razon de quinto , le habia cabido ; porque conocia que el ruido de tantas riquezas como sus soldados llevaban, le. habia de procurar sobrado número de ambiciosos, resueltos á å seguirle en la conquista del Perú. (1) Buscábase el oro en tiempo de la conquista con tan desenfrenada avidez que los naturales del Cusco se apresuraron á enterrar todo cuanto poseian, omenzó la imajinacion á multiplicarlos bajo tan aparente realidad, que los habitantes del Cusco corrian € conHovamente tras nuevas pera vaciones. sin que noticia del lugar de aquellos escondrijos , y yo he tenido ocasion de ver en Cusco varias indicaciones ó derroteros qué coa con minuciosa escru- pulosidad el paraje donde habian de hallarse tales Lesoros. a 992 HISTORIA DE CHILE, Aun se estaba en la distribucion de aquel caudal , cuando se presentó Almagro, que venia de Panamá con un corto refuerzo, y por supuesto él y su jente se llamá- ron á derecho igual sobre el rico botin , manteniéndose muy sentidos aunque Pizarro hizo se les dieran á los sol- dados cien mil duros, y á su socio preciosísimos regalos que fueron recibidos con insolente desden. El ambicioso Almagro hubo de temer que el oro que faltaba para com- pletar la cantidad convenida se partiria entre los solda- dos de Pizarro, en perjuicio de los que consigo él lle- vaba, y concibió la ruin idea de poner término á los dias de Atahualpa, -cosa que cuadraba perfectamente con las miras del jeneral. El Inca fue, por consecuencia, llamado á responder, 1” de inducir sus vasallos (que lo eran ya del rey de Es- paña) á la insurreccion ; 2 del asesinato cometido en la persona de su hermano Huascar; dando á la acusa- cion cierto carácter legal por medio de un fiscal que la sostuvo, contra las súplicas, las protestas y quejas del infortunado monarca, condenado á morir entre las lla- mas, ya que, en premio de haber recibido el bautismo , se satisfizo la barbarie ahorcándole en su propio en- cierro , á despecho de algunos honrados militares que, llenos de horror Y de indignacion , ON contra tamaña atrocidad, CAPITULO X. Nombra Pizarro un sucesor á Atahualpa y parte para el Cusco. Invasion de Pedro de Alvarado. Consecuencias que acarrea. Fernando Pizarro vuelve de España. Usurpa Almagro el gobierno del Cusco, Se reconcilia con Pizarro. Resuelve ir á la conquista de Chile, Reseña histórica de su descubrimiento por el Inca Yupangui. : Cumplidos ya tantos desórdenes, ó acaso no viendo Pizarro en derredor suyo donde cometer otros nuevos, con esperanza de que habian de responder á su desme- surada codicia, hubo de resolverse á dejar el pais para buscar otros en que poder contentarla, pero ántes hizo que uno de los hijos del infeliz Inca, de un carácter pacato -y sin experiencia, subiese al trono del Perú; en tanto que los Peruanos del Gusco proclamaban á Manco- Capac, hermano de Huascar. Ello es que, por una parte las guerras intestinas, y por otra la perniciosa influen- cia de los estranjeros, traian ya divididos los ánimos; el equilibrio hierárquico y administrativo andaba roto; y varios ambiciosos, enteramente extraños á la familia real, aspirando al supremo poder; de manera que la anarquía se extendió, sirviendo cumplidamente al fin que Pizarro se tenia propuesto. Como ya no se hablara en Guatemala , en Nicaragua y otros puntos , sino del cúmulo de riquezas de los paises que Pizarro recorria, era inmenso el número de aven- tureros que venian á engrosar sus filas ; por lo mismo no tardó en creerse con sobradas fuerzas para adelantar sus conquistas, y emprendió su marcha á la cabeza de quinientos hombres de ánimo resuelto , destruyendo en 9A HISTORIA DE CHILE, varioslances á sus débiles, aunque numerosos enemigos, hasta que llegó al Cusco, capital de este vasto imperio , para extraer de sus adoratorios una cantidad de oro no menos prodijiosa que la recojida en Cajamalca. Los Indios no pudieron mantenerse indiferentes ante tamañas demasías; pensaron en vengarlas, y corrieron resueltos á una resistencia arrojada, atropándose en dife- rentes puntos para oponerse á los progresos de aquella tan funesta, cuanto audaz, invasion, que, si no conocian el arte de la guerra , ni tampoco la disciplina, hervia en sus pechos el amor de la libertad, y esto bastaba para alen- tarlos; siendo ademas de no pequeño incentivo el relijioso respeto que les inspiraba la familia del malhadado Inca, cuya política supersticiosa y apagada le llevó al patíbulo. Las esperanzas de un mejor porvenir cebo hallaron en algunas ventajas preliminares, pero era imposible una reaccion entre banderías demasiado desavenidas para ha- cer causa comun; de su ignorancia no habia que esperar el ajuste de un buen plan de ataque; y en tal caso, solo debieron prometerse el poder acosar, destrozar, si se quiere, tal cual vez , una ó mas de las partidas sueltas que se aventuraban imprudentes por terronteras, y hondísi- mas barrancas, desde donde los Indios podian defenderse sin daño, Con todo, pronto tuvo que atender Pizarro contra dos jefes que acababan de levantar bandera , el uno el usur- pador Ruminaqui, en Quito; el otro Quisquis , en Con- desujo , enviando contra este último algunas tropas que, sobre hacerse respetar de los Indios, habian de mantener despejado el camino, porque tal lo requeria el continuo tránsito de soldados y de aventureros españoles, atraidos á aquella tierra de predileccion en pos de las inmensas CAPÍTULO X, 95 riquezas que la lejanía no dejaba de encarecer. Ni se coñ- tentó la codicia tentando á los colonos de Panamá, y de los demas paises de la costa veste del nuevo mundo , án- tés se hizo oir hasta del mismo gobernador de Guatemala, el célebre paladin Pedro de Alvarado, empeñándole á probar fortuna en la entáblada conquista. Ya en la de Méjico habia tenido una párte harto activa, y en ella con- signado no comunes proezas, que hubieron de ser motivo para que acudiera á 5. M. demandando el permiso de pa- sar al Perú, ansioso de participar de la de este imperio ; y aunque es de considerar como una repulsa la respuesta que se le dió , cuando oyera la interesante pintura que de los nuevos paises vino á descorrer García Holgun, tras el minucioso reconocimien y que de ellos traia hecho, ya no pudo Alvarado resistir al cumplimiento de una expe- dicion. No escaseó los preparativos ; su título de gobernador de una provincia tan importante como la de Guatemala, contribuyó mucho al pronto avío de cuanto al caso conve- nia; y por si mas pudiera ser necesario para asegurar el éxito de la empresa, tomó en Nicaragua dos naves que allí se estaban aprestando por cuenta de Pizarro. Si este proceder, y la misma expedicion en sí, eran ó no leales, esto es lo que no curaron de examinar las jentes ya des- tinadas para entrar en aquellos bajeles; muy contentas en caminar bajo lá conducta de un jefe cuyas hazañas probadas, y prendas personales , daban tantas garantías, con impaciente conato solicitaban se diera vela cuanto ántes; de suerte que pronto se vió Alvarado con quinien- tos soldados, la mayor parte de caballería , y de noble progénie. No ignoraba Pizarro el renombre que Alvarado se gran- 96 HISTORIA DE CHILE. jeara en Méjico, y cuanta preponderancia vino á darle su gobierno de Guatemala , de manera que, al tomar noticia de como el tal gobernador se preparaba para pretender tambien á la conquista de un pais, cuya soberanía hubo de parecerle de propia, única, y legítima pertenencia, entró en recelos, que, revueltos en su mente con airada in- dignacion, le aconsejaron prontas y eficaces medidas coer- citivas , en ánimo de guardar el fruto que ya habian ren- dido los tantos sacrificios , los tantos quebrantos como traia vencidos. ; F - El denodado Almagro corrió á la costa con un trozo de jente, para oponerse al desembarco del nuevo rival, siá tiempo asistia, ó en otro caso detenerle el paso; mas como llegara al puerto de San Miguel, donde ninguna no- ticia se tenia de Alvarado, nidesus gentes, y supiera que el gobernador de esta colonia, Benalcazar; cansado de -una ociosidad, así de monótona, cuanto AR caminaba contra Quito resuelto á someter aquella rica y hermosa rejion, y á deshacer al famoso Ruminaqui, que andaba hostilizando ciertas poblaciones indias, ya aliadas de los Españoles; marchó en ayuda de aquel, con lo que tuvo la empresa un desenlace activo y lisonjero. Volvíase Almagro para el Cusco á fin de reunirse 4 Pi- zarro , cuando un jefe indio le salió al encuentro dándole parte de la llegada-de Alvarado al pais, y de como se en- caminaba hácia Quito; esto le hizo retroceder inmedia- tamente, y no tardó en mirarse ante su adversario pr ánimo de atacarle. Superiores eran las fuerzas del gober- nador de Guatemala, pero tambien pacíficas sus inten- ciones, que, ya le hiciera cargos su conciencia contra la determinada resolucion , ya tomara en cuenta tantos pe- ligros , tantas privaciones como él y los suyos habian su- CAPÍTULO X. > 97 frido , si por desgracia tras ellos todavia se encubriera un terrible y tardío desengaño, prefirió abandonar-el em- peño y regresará su gobierno, con tal que, en desquite de gastos, y estimacion de los bajeles y enseres que en el Perú dejaba, se le otorgasen cien mil pesos. Así quedó estipulado entre ambos jefes sin que la tropa tuviera no- ticia del asunto, con lo cual se dirijieron unidos para el valle de Pachacama, donde llegaron despues de haber jugado con el célebre Quisquis algunas escaramuzas, en una de las cuales anduvo muy en riesgo la vida de Al- magro. Ya se hallaba Pizarro en el citado valle, y no solamente se contentó con acojer al gobernador entre de- mostraciones de agasajo, sino que, contra el sentir de Almagro, volviendo Alvarado á Guatemala casi sin nin- guno de los que le habian seguido. No fue otro el desenlace de una expedicion de que Pi- zarro llegó á recelar demasiado , y que á dicha de sucesi- vas circunstancias le vino á ser sobradamente útil, porque dejándole enteramente dueño de sí mismo, ya no pensó sino en dotar al hermoso pais conquistado, con una re- gular administracion, una existencia política y moral, en fin, un sistema de gobierno cual convenia á la índole de quellas hordas a ras. Almagro pasó al Gusco para que, en union-con los dos hermanos de Pizarro, Gonzalo y Juan, entretuviera en Manco Inca la esperanza de que sele mantendria rey del Perú, provisionalmente saludado y reconocido tal ; pero Pizarro quedó en Pachacama en ánimo de fundar con toda dilijencia un establecimiento marítimo, que le abriera relaciones activas con la penín- sula, y con las colonias americanas; y COMO varios de sus oficiales reconocieran que el lugar mas á propósito å 7 1, HISTORIA. 98 HISTORIA DE CHILE, para el caso era la orilla del rio Rimac, en ella tuvo in- mediatamente fundamento la ciudad llamada Los Reyes, por tomar oríjen en la Epifanía de 1535, ya que mas tarde se le dió por nombre Lima. Su comercio, su lujo, su magnificencia y sus riquezas la superpusieron en breve á todas las capitales de la América del sur. ` Pizarro se trasladó en seguida á Trujillo para reani- mar y robustecer la colonia que en este punto Almagro habia establecido ; recibiendo , á poco de haber llegado, la plausible nueva de la ostentosa acojida que la corte de España habia hecho á su hermano Fernando, si acaso no fue obsequio al rico presente que le ofreciera, y al cual respondió con el título de marqués para el conquis- tador; dándole ademas el gobierno de toda la tierra conquistada, que en + se ibori Castilla la Es el RA cd q 3 F a DODEN > CA A Py UUU RS, los servicios que Al- magro llevaba cumplidos en esta empresa, le nombró adelantado y gobernador de la parte, dicha desde en- tónces, Toledo la Nueva, doscientas leguas al sur del territorio jurisdicional de su socio; mas como fuera la línea de demarcacion vaga, ó mejor ilusoria, nacie- ron entre los dos jefes disidencias que pusieron en peso daa la pasea de los colonos. Pretendia y como Son de sus amigos ap ion o titubeó en darse 4 reconocer en «entidad de ir- dor abisotatò: Los hermanos de Pizarro, que á la sazon se hallaban en el Cusco, salieron contra la usurpacion primero inofensivos, y esforzándose á persuadir la ma- nifiesta injusticia del proceder; pero viendo que Alma- CAPÍTULO No 99 gro ni aceptaba consejos, ni oia razones, recurrieron á la violencia, provocando varias asonadas de que resul- taron hartos heridos, y aun varias muertes; y fueran cruelmente sangrientas, á nO Ser el aceleramiento con que Pizarro corrió. al lugar de la escena, deteniendo con su presencia el conflicto, re restaurando el órden, y haciendo que su socio: renunciase - solemnemente é su ambiciosa exijencia (1); pero no se crea que esto ocur- riera sin condiciones. - De la fé que los dos jefes se juraron nuevamente ante los, altares, salió tambien el convenio de que Á iria al descubrimiento y conquista desChilos pai: abun- dantísimo en oro del Gusco; > kx e E r E e i TA cita n P narla , con volver al Perú le haria Pizarro partí- pae de su 4 propio gobierno, no menos que de todos los rendimientos de aquellarica y floreciente colonia. $ Bajo esas concesiones dispuso Almagro pasar á sub- yugar un pais que , como vamos. á verlo, dependia , ya hacia mas de un siglo, de las leyes peruanas: Fieles los Incas á la difícil y sorordoles mision. sas les imponian st su no y las leyes patrias, p piadosas conquistas econ izando amg s y nciliándose el amor de numerosas tribus salvajes, que desde luego: comenzaban á paama dichosas en el i j de una civilizacion naciente. Ya duraba casi dos siglos est afan ps conquis Y ma A SE SE i lar y dd Desde Trujillo al Cusco se > cuentan mas de doscientas se de un camino ido él samamen ‘todo m amana aca cat z poco I menos que solo, el terror que los Españoles. raban. ya å los Indios, 2 po o 4 os rias todo el pais sin temor, sia be oa sin ningun jénero de pei peligro. corre Pizarro esta vez 100 HISTORIA DE CHILE, decivilizar, cuando Yupanqui, último Inca de la dinastía, tomó el cetro de aquel vasto imperio. Este monarca, en quien resplandecian las mas exquisitas prendas, por entre las eminentes virtudes que mantienen al hombre en el santuario de la bondad, de la caridad y de la j jus- ticia, quiso, á ejemplo de sus mayores , ir adelante con el sistema de propaganda, extender la dominacion, y plantar en nuevos pueblos la unidad relijiosa injénita, característica , en todos los descendientes de Manco- Capac. ss Parecióle. cuerdo que, para el logro de este intento, convenia ver por si mismo el estado de sus vasallos, y se dió, por consiguiente, á recorrer las provincias, re- glando en todas ellas la parte administrativa , y acu- diendo á remediar las necesidades comunes; tras lo cual resolvió emprender la conquista de los Antis , entre quie- nes pensaba asentar sus leyes políticas y relijiosas, Marchó hácia los Moxos al frente de un crecido ejér- cito, siguiendo el venaje del rio de la Plata, y salvando por este medio la aspereza, y la éscabrosidad de los montes que cortan los dos paises; pero los Chunchos, habitadores de aquellas riberas, hostilizaban 4 Yupanqui con tenaz encarnizamiento , despachando nubes de fle- chas envenenadas contra sus soldados : fue preciso sal- ir en tierra, combatir cuerpo á cuerpo contra los in- idos salvajes, de los cuales siempre triunfaron los Peruanos, hasta que al cabo se rindieron, aceptaron la ley del alos: y se le declararon aliados, - Sobradamente cara compró Yupanqui esta alianza, y si bien caminó con su empeño contra los Antis, no pudo ser sin reparar que apenas contaban sus banderas la dé- cima parte de la jente que del Cusco habia sacado ; apu- CAPÍTULO X. 101 rada posicion á la cual no podia oponer sino la honra- dez de su conciliador carácter, esperando que ya, no la violencia, sino el consejo y la elocuente persuasiva, eran las armas de que podia prometerse el triunfo de sus proyectos. Cual apóstol de verdad , cual hombre que no anhelaba sino el bien de sus semejantes, se pone Yupanqui á ponderar, entre los Antis, las ventajas de un continuo y mesurado trabajo, las de la vida social, de la temperancia , deduciendo mil maravillas del orijen de la divinidad, de la naturaleza del Sol, su padre, y asegurando que á la observancia de tan santos precep- tos habian debido sus antecesores muchos y muy pre- -sultados; de suerte que, encantados los salvajes con palabras de tanta caridad, de tan fraternal con- suelo, espontáneamente se escribian en aquella relijion de premio y de dulzura, declarándose aliados del Inca, ya que con la prudente reserva de no sonar como vasa- llos, ni tributarios suyos. Tal fue nada menos el dichoso desenlace de la expedi- cion contra los Moxos, nacion dada á las mayores extra- vagancias, á los desórdenes , á los vicios mas asquerosos y repugnantes, y que, como por ensalmo, pasó de re- pente á la vida mas noble y mas arreglada, á la mas es- ulosa y ríjida moderacion. LAA No fue Yupanqui tan feliz con los Chiriuanos, jente en esceso sacudida, y tan apegada á su independencia, que sobre resistir con inaudito arrojo á las armas de la mili- cia civilizadora, no paró hasta destruirla, causando esta catástrofe, en todo el imperio de los Incas, la mas terri- ble consternacioíy odai t= n AR e Con todo, no por eso se abatió la entereza del sobe- rano, Comprendia la importancia de la empresa , y redo- de . VIVYVƏ 102 HISTORIA DE CHILE. bló el celo y la actividad por traer aquellas inocentes criaturas al seno de la sociedad , y al culto del Sol , ex- presion única de la verdadera dicha, ley para él sacro- santa, y en cuyo obsequio determinó tentar nuevos em- peños, á los que habia de concurrir personalmente, hasta plantear, en las mas apartadas qm la regla ecrit de sus nobles sentimientos. - Con nuevo ejército se: encaminó eaii jsi Ata- caina, límite sur de su extenso imperio , queriendo ade- lantarse hasta el gran reino de Chile; mascomo ignoraba la naturaleza de este pais , y las costumbres de sus mora- dores, dispuso cuerdo suspender la marcha, en tanto que algunos espías pasaban á reconocerle; los cuales debieron luchar contra todo jénero de privaciones, atravesando un desierto de mas de ochenta leguas, ya que tuvieran la suerte de llegar á la provincia de Copiapo, ó Copayapo (que así la llamaban los naturales). Recojidas cuantas noticias convenian al caso, volvieron estos emisarios á Atacama, y así como su soberano los oyera, hizo que el valiente Chinchiruca, con una division de diez mil sol- dados, invadiera el pais; pero mostrando resistencia los habitantes de Copiapo, Yupanqui, que habia que- dado en Atacama para atender de cerca al mejor éxito de la empresa, mandó otros diez mil hombres, con: lo -x entraron los Copiapinos en la voluntad del Inca, a ndo sincera y- Sp non su e ys sus leyes. | Tras este triunfo , march los P ontra Co- WHU VUI LA UO UU ó Cuquimpu, y desdeaquí: 4 ¿Chile (que dió su o á todo aquel pais), sin haber de superar obstá- culos de ninguna sapakin haii aae al llegar á ius del rio M TOA PEY "2 e MEA A S kok FoG UJI un z E de CAPÍTULO X. 103 de Purumuca, ó Promaucas (1), que parecieron deter- minados á guardar intactas Sus costumbres , y su indepen- dencia. Chinchiruca usó desde luego de blandura, de persuasion, creyendo que de esta suerte lograria ganar aquellos Indios ; pero como viera desatendidos estos me- dios , acudió å la fuerza, fiando á las armas la solucion de la contienda. Tres dias duró el combate , demasiado san- eriento por desgracia , pues que un recíproco fanatismo daba aliento á los dos bandos, este para hacer valedera su relijion, aquel para alcanzar el triunfo de su libertad y de su exajerado amor patrio , hasta que cansados , ren- didos, hecho el campo una carnicería , seretiraron unos y otros sin que la victoria hubiese pronunciado. Como probara el jefe peruano la bizarra resistencia de 1eblos, ya no quiso car- gar con la responsabilidad de tentar de nuevo al enemigo. Antes se contentó con poner en conocimiento del Inca Yu- panqui lo acontecido en la primera refriega, y el monarca le respondió de esta suerte (2) : «Queno conquistasen mas » nuevas tierras, sino que atendiesen con mucho cuidado » en cultivar y beneficiar las que habian ganado, procu- » rando siempre el regalo y provecho de los vasallos, para » que viendo los comarcanos cuan mejorados estaban » en todo con el señorío de los Incas, Se redujesen tam- » bien ellos á su imperio, como lo habian hecho otras na- » ciones, y que cuando no lo hiciesen perdian ellos mas » que los Incas. » Ese fue el término de las conquistas de Yupanqui, (1) Es opinion de varios autores que estos Indios eran escelentes bailarines , suponiendo que así lo dice la palabra Promaucas, compuesta de prum, baile, y aucas, jentes vivarachas. (2) Garcilaso de la Vega. 104 HISTORIA DE CHILE, sirviendo de límite del de sus dominios en Chile el rio Maule (1) á la parte del sur. se el la opinion de Garcilaso ae > gs t BS gobierno mon o Incas et ete- nian as akn norte del rio Rapel.. Fueramos con Molina queriendo ab precio de los escasos vestijios de ciertos propugnáculos , ques aun se e er mr á cierta distancia de ese último rio, Aa p l Inca, adopt ar el testimonio de Garcilaso, quien, en todo evento, es la sola autoridad com- A militar UL IVS GARAVA XI. Penetran il Indi Manco Inca les s dió como apuiharte Panyi la mayor parte de esa jente en. las cor- dilleras. Como se € iapo. Treinta natu- rales condena: nados á muerte en Huasco, y otros sucesos. Funcion de Rioclaró. Vuelve Almagro al Cusco. Da contra los Pizarros. Batalla de las Salinas. Almagro prisionero , juzgado y ajusticiado (1). ; Lucian en Almagro el valor, la actividad, un dormim dimiento sobrado jeneroso, y estas prendas no po- dian dejar de servir cumplidamente á la ambicion de gloria que tanto He a su pecho; así es que, comenza- dos los preparativos para la conquista de Chile, y por consiguiente el alistamiento de la jente con que se habia de emprender, soldados, oficiales, y aun aquellos aven- tureros que ya poseian en el Cusco una regular, fortuna, todos volaban contentos y presurosos á las banderas de Almagro, aunque otras muchas empresas estaban seña- ladas; pues, por una parte, se hablaba con encareci- miento de las riquezas de Chile, y de sus inumerables mi- nas , poderoso atractivo entónces ; y por otra, el respeto en unos, la amistad en otros, Y el reconocimiento en muchos, ello es que aquel jefe se vió no tardando con unos par ó osisciopios: SN i kpli piados (1) No hay en toda la historia de Chile un hecho de tanta vaguedad como. de la espedicion de aquel desgraciado PEE porque a no k aane fidedignos , t sentir enteramente opuesto , y no fácil parar en un juicio as ceci paat ue con constante dilijencia asa trabajado para poder ase le. Nuestra duda , sin embargo, NO recae sino en algunos detalles; en he conjunto de los acontecimientos todos los autores convienen. 106 HISTORIA DE CHILE, a y equipados á expensas de su jeneral, aunque á título — de devolverle en su dia el importe de estos tan subidos gastos. Manco Inca, que Pingerea habia puesto en el trono de Atahualpa, entró á parte en esta audaz tentativa con quince mil Indios á las órdenes de cabos valientes y es- perimentados, siendo los principales su hermano Paullo Toppo y el gran sacerdote Villacumu, cuyos personajes eran, por su dignidad y elevada prosapia, muy á propó- sito para allanar cuantas dificultades pudieran presen- tarse entre los naturales de Chile, dependientes ya del imperio del Perú. No falta quien quiere ver en esta de~. terminacion de Manco un rasgo de pura amistad hácia los Españoles ; ya veremos luego como el interés la dictó, En Manco era ilusorio el título de Inca, y él queria con- vertirle en realidad; pero convenia obrar disimulada y cautelosamente con- los jefes españoles; y, ya que hu- biera de reprimir el grito de su conciencia con mostrarse auxiliar de los enemigos de su patria, no es probable fuera sin la idea de rebajar sus fuerzas separándolas, y lograr asf, con mayor probabilidad, su completo ester- minio. Esta fué por lo menos la opinion de algunos au- tores, y la comprueban los acontecimientos que en el Cusco ocurrieron despues. - Don Juan Saavedra, con los primeros cien hombres que Almagro reuniera, marchó para las Charcas, á donde los dos jefes peruanos, acompañados de cinco Españo- les, habian ido para fundar la aldea Paria , y: pe rios al. paso de la: espedicion, go de Orgoñez quedó Seaan. de nare en el Cusco cuantos soldados pudiera, y Ruiz Diaz y Bena- ? CAPÍTULO Xi 107 vides fueron con la propia comision para “Lima y sus provincias rayanas, que así solo podia Almagro hacerse con brazos para la meditada conquista, y aun para repa- rar las resultas de un revés, si la desgracia llegara á traérsele, máxime conociendo, como conocia, el espíritu belicoso de los Chilenos, Y la extraordinaria distancia á que iba á ponerse sin poder pensar en prontos y eficaces -Cerca andaba ya el invierno de 1535, cuando las ar- mas españolas dejaron el Cusco, caminando hácia el Paria, en cuyo punto permañecia Saavedra con sus cien hombres. Marchó toda la division á Topija ; unióse aquí con los dos jefes indios, y pasó algun tiempo en prepa- siónes en las tierras de Jujui - hasta sacar completa ven- ganza de la muerte que los naturales dieron á tres Españoles imprudentes, que el arrojo y un mal entendido entusiasmo å sus moradas habian arrastrado. El castigo. de esta ofensa le fue encomendado al capitan Salcedo, quien con sesenta caballos marchó contra los Indios, ya cuerdamente atrincherados, y por consiguiente en posi- cion de resistir el ataque, no obstante el arrojo y valor del enemigo. Salcedo tuvo necesidad de reclamar nuevas fuerzas, y aunque con dilijoncia se le otorgaron , yendo 4 las órdenes de Francisco de Chaves, no fue tanta como tándole todo el tren, é yendo en seguid? 4 guarecerse en Ocurria esto precisamente cuando Almagro recibió la 108 HISTORIA DE CHILE, noticia de estar ya en el Cusco la real cédula que le nom- braba gobernador de doscientas leguas de extension al sur del Perú, y tambien varias cartas de sus amigos, invi- tándole todas á echará un lado su plan de conquista, y correr con presteza á tomar posesion del gobierno de aquella ciudad, parte, en sentir suyo, de la jurisdiccion concedida, $ Cusco , capital entónces de todo el Perú, era, en efecto, poblacion muy importante, y acaso la hacian mas sus magníficos monumentos y la multitud de Españoles i lec apos; digna por lo mismo de ambicioso como Almagro ; pero su jenio emprendedor no ar permitió abandonar un proyecto que tanto orecia sus esperanzas, proyecto de tanta gloria, en cambio de un título cuyo fondo al cabo era susceptible de controversias. Ni se extrañe tampoco que así se mantuvieran sus ilusiones, cuando en el. trán- sito llevaba ya recojida una cantidad de oro mas que sobrada para caminar contento al fin: de sus deseos, y desoir los ruegos de sus amigos ; señaló , pues, su partida con toda la dilijencia de su tin acti- vidad. Como vieran Paullo Toppo, y los demas dotes perua- nos el itinerario que Almagro se habia trazado para pa- sar á Chile , corrieron á ver si lograrian disuadirle del empeño, demostrándole cuan penoso , cuan imposible y fortunal camino escojia, empeñando la tropa por en- tre cordilleras de difícil paso, de numerosos precipi- cios, y que guardaban, durante el invierno, parveros de nieve, Todo fue vano para aquel conquieiados atre- vido ; no conocia el peligro , despreciaba las privaciones y las penalidades, tenia fe en su empresa, y la sl mas r A mn CAPÍTULO Xis 109 corta era, en su sentir, la mejor, sin cuidarse de las re- sultas. No hubo en las primeras jornadas motivos de arrepen- timiento ; los mantenimientos abundaban, gracias á la dilijencia de Paullo Toppo y de Salcedo, y el soldado lleno de contento guardaba cuanta disciplina se podia esperar de aquellas mesnadas aventureras. Mantúvose algunos meses el ejército en las llanuras de Jujui, al cabo de los cuales cumplió su movimiento en direccion del oeste hasta vencer las cordilleras vecinas al valle de Copiapo. En esta travesía ejecutada Casi siempre por páramos en que rara ó ninguna vez piano un fontanar, tambien las muni- i y tal contratiempo llenara a la actividad, sin la cuidadosa praa con = Almagro saia? pinia pero todo ello no era en suma sino un muy corto anuncio de los infortunios que la reciura del invierno reservaba contra aquellas jentes así como llegaran á la cumbre de aquellos empinados y soberbios puertos, cuya riscosa garganta la popa sola eo? pa a ticable. Y es de notar que en lo mas der E gia cisamente cuando Almagro se arrestó al paso de aquellas escabrosas y peladas sierras de elevacion progresiva , partidas, como de propósito, en diferentes órdenes de derrumbaderos; pero todas estas consideraciones no impidieron que aquellos intrépidos guerreros dobla- ran, aunque con dificultad, la primera. cordillera : inter- náronse avanzando contra las restantes; las dificultades se aumentaron , y ya dieron en el triste extremo de haber de trepar por senderos tan fragosos, tan impracticables no solo para la caballería que las penalidades de la desi- 110 HISTORIA DE CHILE. gual marcha traian vencida, sino que hasta la infantería iba por ellas expuesta á despeñarse. En esta horrorosa lucha de los hombres contra los obs- táculos de la naturaleza, contra las injurias de la estacion, y contra el poder atmosférico, todo parecia darse la mano. Las nieves venian en cellisca, y prodijiosa abundancia, para cubrir como de propósito los precipicios, y atraerles de este modo mayor pasto ; los vientos enfurecidos, des- encadenados se convertian en impetuosos huracanes, difundiendo espanto, desesperacion y tormento en todas las filas de aquella. division casi en completa desnudez ya, y nada de esto fuera quizá de sentirá no descargar el hado toda su ira, desde que la tropa se viera en la cresta de las cordilleras, refinando el aire de tal modo que apenas si dejaba un anheloso espirar; cuyo acontecimiento , sobre turbar todos los órganos de la vida, ocasionó la indis- posicion llamada en el pais puna , y por consiguiente ese abatimiento profundo que solo puede sentir quien mira la vida como una carga insoportable; hízose por lo mismo el descanso una necesidad irresistible, y tanto mas fu- nesta, cuanto que interceptada, por decirlo así , la ac- cion vital , el cuerpo quedaba expuesto á todo el rigor, á todas las intemperies de aquellas frijentes montañas. Como los Peruanos, sobre andar ligeramente vesti- dos, no estuvieran hechos á tales fatigas, la muerte se cebaba en ellos de un modo espantoso, y no perdonaba tampoco á los Españoles, aunque mucho mas defendidos contra el frio, y de un carácter tanto mas roblizo, tanto mas entero cuanto mayores eran: los tabs pues: mu- chos murieron helados, otros p 1el uso d bros, y hasta los hubo que cegaron momentáneamente, con el reverbero del radioso albor de la nieve, Dicen CAPÍTULO Xi,- 444 varios historiadores que el tránsito de estas cordilleras costó la vida 4 diez mil Indios, ciento cincuenta y seis Españoles, una mujer y cuarenta caballos (1). - Mucho contribuyó la escasez de alimentos para que tantas desgracias quedaran cumplidas , y acaso no saliera vivo un solo hombre, á no adelantarse Almagro hasta Copiapo, y mandar inmediatamente cuantos socorros pudo; con lo que, la “poca jente que le restaba, librada así del peligro, logró avanzar hasta las vastas riberas on el descanso y la sastres pasados, y llegó á temer que infhuyeran demasiado nda e halla Ha: ” dos mil duros. 3 112 HISTORIA DE CHILE. « fieros de armas, y como si ya estuviera en el lleno de la fortuna, en la última grada de la gloria que tan afanoso buscaba, todavia se muestra entre los suyos entusias- mado; háceles ver los créditos que contra cada cual de ellos tenia, desde el equipo que á costa suya se efectuó en el Cusco, y los rasga y -n como diciendo pública- mente : — ¡Nada me debeis !.. No con otra accion se addita precisar la desinteresada indole de aquellos tan altivos , cuanto desprendidos con- quistadores. Tras ese rasgo de nobleza , ya no pensó Al- magro sino en acelerar la conquista del pais en que se hallaba, trayendo, por supuesto, á juego, esa solapada y desleal política de que mas tarde quiso fundar oa el célebre Maquiavelo, Como sele dijera que el cacique de aquella tribu habia usurpado esta dignidad á uno de sus sobrinos, que para sustraerse del malquerer de su tio andaba errante en el corazon de aquellos montes, pronto vió Almagro cuanto le importaba introducir la discordia en el pais, declarán- dose partidario y defensor del jóven Indio, hasta hacer valer sus lejítimos derechos, y revestirle con el título de que se mantenia despojado. Salióle esta empresa muy á medida de su deseo, y la influencia de Paullo por una parte, y el esfuerzo del jóven cacique por otra, le procura- ron algunos batallones de Indios, con los cuales empren- kati Mibrcha resuelto á conquistar las provincias del sud, i tesaun del gobierno de los Incas. En llegando al valle de co o, al instante ordenó viniesen 4 su ed o mano y veinte y siete pe i s de viso en el pais, y todas acusadas de pe en la muerte dada á tres Españoles que incautos se internaron en aquellas ò CAPÍTULO XI. 143 tierras, Acaso esos imprudentes se hicieran merecedores de la suerte queles cupo, pero tambien Almagro creyó de- ber usar de rigor para dar poder y fuerza á su débil co- lumna, y mandáralo la necesidad, ó la justicia, ello es, que todos aquellos personajes fueron pasto de las llamas , acompañados en el martirio por el cacique de Copiapo, que consigo llevaba el jeneral español. Estas fueron las primicias de la sangre chilena y española que regó aque- lla tierra de libertad, aquel suelo de probado valor y de exquisito heroismo, y donde, si durante tres siglos ha continuado humedeciendo las feraces provincias arauca- nas, todavia mantienen estas con orgullo sus límites, toda su primitiva y venerada independencia. E Pasó el ejército conquistador desde Coquimbo , por el sur. de la provincia de Chile , al punto llamado Concomi- cagua, teniendo hartos motivos Almagro para notar en la marcha que las riquezas del pais no debian ser tales cual la exajeracion habia supuesto , y de ese mismo modo de ver parecerian sus mas allegados, pues (que concurrie- ron aconsejándole regresase al Cusco, como mas aven- taiado en toda suerte de recursos, Bien lograran su intento á poderse aunar el consejo con el excesivo amor propio de aquel á quien se le daban , pero se creia Almagro de- masiado empeñado en la funcion para haber de abando- narla sin resultado plausible , y continuó su jornada hasta Rioclaro, donde los atrevidos Promaucas, que los Perua- nos no lograron subyugar, se presentaron ante los Espa- ñoles con imperturbable continente , con sacudida impavi- dez. Sí que las armas de los Españoles, y sobre todo la novedad que les causaron los caballos, los tuvo un mo- mento suspensos, y como desalentados, pero pronto reco- braron su natural valor, y cargaron con tal denuedo 8 1. HISTORIA. 414 HISTORIA DE CHILE. sobre las filas de los Indios entrados en obra los prime- ros, que en breve fueran rotos y deshechos, á no correr Almagro con los Castellanos, para medirse, y no de balde, con hombres de un temple, de un ánimo guerrero muy sobre cuanto hasta entónces se traia probado. Fatal fue este choque para ambos partidos, y el español no quedó con vivos deseos de renovar otros; pero, quiso la suerte que llegaran Rodrigo Orgoñez y Juan Rada (1), y esto motivó en Almagro una resolucion de que vinieron como eslabonados los acontecimentos, hasta arrastrarle al patíbulo, como lo veremos en breve. Dijimos que esos dos capitanes habian quedado en el Perú haciendo jente para reparar las pérdidas que Alma- gro pudiera sufrir, y ayudarle en la empresa. Anduvieron en ello tan activos , se mostraron tan tenaces contra cuan- tas privaciones é intemperies les oponian la estacion, y el pais, que llegaron á Gopiapo muy poco despues de ha- berse ausentado Almagro, marchando infatigables hasta dar con este , y poner á sus órdenes los reclutas que la muerte quiso perdonar , porque muchos de ellos sucum- bieron tambien á las penalidades del camino. Rada llevaba ademas para su jeneral la real cédula en la cual se le de- claraba adelantado de la Nueva Toledo, designando este gobierno al sur del Perú, aunque sin límites determina- dos, como ya se ha dicho. En dos bandos estaban ya en- tónces los Españoles. Querian unos quedar en Chile; ape- tecian otros volverse al Cusco , y como Almagro no creyera en los tesoros inmensos que la fama atribuia al suelo, - cuya conquista tenia comenzada , se puso sin renuencia de parte de los del último bando, como se lo pedian tambien (1) Unos escriben Herreda, otros 4rrada, otros, y son los mas, Rada, como nosotros CAPÍTULO XI, -—— Mb susamigos Diego y Gomez de Alvarado, no menos que Or- goñez, sosteniendo todos ellos que precisamente corres- pondia al Cusco el ser capital del gobierno de la Nueva Toledo. Ni fue menester mas para despertar la ambiciosa pretension con que Almagro aspirara á reinar en el Cusco, y por tanto, decidido á regresar con cuanta velocidad pe- dia el caso, llamó á Paullo Inca, y á la mayor parte de los oficiales que mejor conocian el pais, consultando con ellos cual camino seria de preferir para volver al Perú; parece que los reveses le habian hecho ya mas prudente, Prevaleció esta vez el consejo de Paullo que, como al venir del Cusco á Chile, mantuvo debia seguirse do- blando toda la costa, por donde se salvarian embarazos y penalidades; ya que se hubiesen de cumplir muchas mas jornadas; y tan en punto se mostró en esta ocasion la cordura, que de comun resolver fue destacado anti- cipadamente un cierto número de hombres encargados de registrar, y habilitar fosando, cuantos surtidores pare- ciesen por todo el tránsito, para que no faltase agua al ejército en marcha tan dilatada y molesta. Tras estas me- didas encomendadas á un peloton de Indios y de Españo- les, la columna se puso toda ella en movimiento, en trozos harto adelantados unos de otros, á fin de dar tiempo á que los manantiales llenaran de nuevo las arcas, donde depositaban su caudal, para servir simultanea- mente å las necesidades de la tropa, que sin esta pre- caucion económica mal respondiera al consumo la ari- dez de aquel vasto desierto. i En Atacama; se le dijo á Almagro que Nuguerol de Ulloa se hallaba en la costa reconociendo los puertos , y resuelto 4 tomar conocimiento de la posicion de Chile; pasó á verle inmediatamente, y al cabo de algunos dias 116 HISTORIA DE CHILE. volvió á reunirse con su jente en Arequipa, no sin saber ya como los Indios, capitaneadospor Manco Inca, habian cumplido un alzamiento, desde luego parcial y en breve jeneral, contra los Españoles, cuya vida estuviera en inminente riesgo; y presumiendo sacar gran partido de estas disensiones, en su sentir muy oportunas para el logro de sus fines, aceleró la marcha contra el Cusco, y desde Urcos ya se puso en correspondencia con el Inca, ofreciéndole toda su proteccion con tal que de comun acuerdo se diera, hasta derribar álos Pizarros, cuyos su- jetos le traian indignamente engañado. Fernando Pizarro ejercia entónces la comandancia del Cusco , y tambien trató por su parte de atraerse la per- sona del bizarro Saavedra , brindándole con una crecida suma , mas se estrelló la tentativa contra la honradez de este militar incapaz de venderse á partido ninguno, ni de mentir á la fidelidad y al respeto que su jefe le inspi- rara; ántes vino á ser muy pronto uno de los que mas intervinieron en la fatal contienda que se alzó entre Al- magro y los Pizarros, Fernando y Gonzalo, cuyo resul- tado fue la prision de los últimos, y la tan completa anarquía que se extendió en todo el Perú, haciéndole teatro de las mas lamentosas calamidades. Ya venia Francisco Pizarro contra el Cusco, resuelto á castigar las imperdonables demasías del arrojado Al- magro, que, á mas de usurparle el gobierno y la capital del Perú, habia encarcelado 4 sus dos hermanos ; pero recelando no tener bastantes fuerzas para contener la invasion del usurpador que, ufano con algunos triunfos , marchaba tambien sobre Lima, volvióse á esta ciu- dad para ponerse en estado de defensa , alzó nuevas tro- pas, y habiendo escojido setecientos hombres de los CAPÍTULO XL MT mas esforzados y mejor dispuestos, salió de nuevo al encuentro de su adversario, que ya estaba á las inme- diaciones de Chincha. Bien comprendieron ambos jefes lo mucho que impor- taba economizar la sangre española, y que sus persona- les contiendas podian comprometer en el Perú la suerte de todos sus compatriotas ; se pensó por lo mismo en el medio de entenderse amistosamente, citándose al efecto á un lugarcillo llamado Mela , pero fueron tan desmedidas las pretensiones recíprocas que hubieron de separarse acaso con mayor erronía , y sin obtener Pizarro otra con- cesion que la libertad de su hermano Fernando. Cuando viera Almagro cuanto le aventajaba su con- trario en fuerzas, no quiso tomar la ofensiva, ántes se - posesionó en lo mas elevado de la montaña de Guaytara , no obstante sentir su salud sobradamente quebrantada; mas como los hermanos de Pizarro vinieran á atacarle, abandonó casi sin resistencia su ventajosa posición , y marchó al Cusco, en donde pasó dos meses fortificán- dose, fabricando armas, y amaestrando jente con que poder defender sus intereses y Sus pretensiones. - Comprendiendo el marqués que su tropa era mas que suficiente para destruir la enemiga, hizo que sus her- manos marchasen contra el Cusco, donde la espada re- solveria definitivamente una querella que tanto turbaba el órden, y de tal suerte entorpecia la administracion ; pero él se volvió á Lima con una corta escolta. Almagro hubo de cortar los caminos y destruir los puentes al retirarse para el Cusco. Poco detuvieron estos obstáculos á los hermanos de Pizarro, quienes, al cabo de algunos dias , dieron alcance, en las immediaciones de las Salinas, á la columna de su enemigo, capitaneada 118 HISTORIA DE CHILE. ya por Rodrigo Orgoñez-, habiéndose agravado la enfer- medad del jefe principal. Tomáronse las armas en am- bos partidos con decision y entusiasmo, cada cual de ellos resuelto á sacrificarse en obsequio de su propio cau- dillo; y llegada la mañana del 26 de abril de 1538, en la cual hizo Fernando Pizarro que muy de madrugada se celebrara el sacrificio de la misa , se dió inmediatamente órden al capitan Mercadillo para que avanzase con la caballería, en tanto que los Indios rompian el ataque en partidas sueltas. Pronto fué jeneral la funcion, y pronto de observar el denuedo, la bizarría y la impavidez de ambos bandos, En este se señala con singular arrojo la actividad de Pedro Valdivia, maestre de campo de Pizarro; en aquel se hace admirar el bizarro Orgoñez, - quien, sin olvidar el deber de jefe, desempeña el de - soldado, acuchillando á derecha y á izquierda á cuantos oponérsele pretenden, no obstante llevar la cabeza bar- renada de un balazo. Desgraciadamente eran muy infe- riores las fuerzas de este famoso eabo para resistir largo tiempo á las de su enemigo; fue preciso declararse en retirada , y ceder á Pizarro las palmas de la mas completa victoria, Veia Almagro desde la cresta de una colina la preci- pitada fuga de sus soldados, y corrió á encerrarse en el fuerte de Gusco, de donde no tardaron en sacarle sus enemigos conduciéndole á un calabozo, y al cabo de seis meses al suplicio, Ese fue el fin trájico de uno de los capitanes mas va- lientes que viera el nuevo mundo , y del primer Español que penetró en el interior de Chile. Nunca supo á quien debió sus dias, porque al nacer fué abandonado á. las puertas de una iglesia, y por consiguiente la caridad pú- CAPÍTULO XI. 0 blica cuidó de su porvenir. Se dió al ejercicio de las armas desde que se lo permitió la edad , y hay quien dice que se halló en las guerras de la Italia; pero como en aque- lla época de aventuras y de prodijios, era la América la que absorviera toda la atencion de la Europa, como allí vieran los entusiastas un vasto teatro de gloria y de sin- - gulares proezas, el desgraciado Almagro entró en el mo- vimiento jeneral, con el firme propósito de llegar á dis- tinguirse entre los demas hombres, que todo se lo prometia él de su cáracter, de su osadía y del valor que jamás desmintiera. Marchó, pues, á la América, y cúpole gran parte de las expediciones del intrépido conquistador Vasco Nuñez de Balboa, adquiriendo tambien en ellas un cau- dal que supo ir mejorando sucesivamente, aunque no era la pasion de riquezas la que mejor asiento ocupara en su pecho, donde no ardia sino el amor de la gloria; y tal el frénesi por adquirirla que, á fin de tributarle ofrenda de mayor consideracion, hasta misereaba en cuanto á su persona correspondia, al par que era un maniroto cuando venia ocasion de sacrificarse por la ven- tura y bienestar de sus compañeros de armas. Gran parte se le debe de la conquista del Perú, á la cual contribuyó con la mitad del numerario que se consideró menester, y con su propia espada ; pero estaria escrito en el libro del destino, como este hombre, que tanta gloria diera á su patria , fortuna tanta á Pizarro y á todos sus secuaces, tuviera por premio una oprobiosa muerte, á una edad, y en el lleno de dolencias harto capaces de excitar el res- peto, la veneracion de los encarnizados enemigos , cuanto mas la de compañeros testigos de sus hazañas y de su noble desprendimiento, 190 HISTORIA DE CHILE. į Desgraciado ! ¡ Expuesto su cadáver durante. el dia, sir nia de escarnio á la curiosidad de un populacho vil. y desmoralizado ! į Casi en di o y la gratitud calla tímida ; y la ia ensordece ; y nadie osa venir ofre- ciéndole una triste mortaja!.... Un negro, uno de sus antiguos esclavos, se allega al anochecer al cadalso , re- coje respetuoso el cuerpo de su señor, y corre á depo- . sitarle en una capilla de la iglesia de la Merced. Almagro murió á fines del año 1538, á los sesenta y seis años de vida, segun varios autores, bien que no falta quien le da mas de setenta. Mantúvose celibato, pero tenia un hijo que llevó su mismo nombre , y fue en- viado á Lima , donde, de acuerdo con los partidarios de su padre, allí señalados con el apodo de Chilenos , tramó la conspiracion que trajó á Francisco Pizarro el mismo fin que él habia aplicado á su antiguo socio, á aquel á quien sin duda era deudor. de su personal engrandeci- miento. ITULO XII. Emprenden nuevas conquistas otros cabos españoles. — Encargásele á Valdi- divia la de Chile. — Cuanto le cuesta el hacerse con soldados, — Su salic i del Cusco, y su llegada á Atacama en donde rompe el acuerdo celebrado - con Pedro Sanchez de Hoz , quedando dueño de la expedicion. —Entra en el valle de Copiapo y le declara posesion de la tde España. —Su mar: -á través del pais, — Batalla en el valle de Chile, — Llega á las llanuras de Mapocho. (1539—1541. ) S r disputaba el gobierno del Perú, hubo de traerle tambien el gran número de oficiales y de soldados que seguian la bandera de Almag?o; mas como recono- ciera cuanto importaba un severo castigo en los prin- cipales delincuentes, así para el mantenimiento de la disciplina, como para impedir nuevas revueltas, deter- minó que los vencidos, diseminados entre los vencedores, pasasen á emprender nuevos descubrimientos y conquis- tas para la corona de España; medida muy acertada pues que con ella se precavia contra nuevas guerras ci- viles que el resentimiento, ó el deseo de venganza, suelen promover, con el furor que siempre visten las reacciones. Gomez de Alvarado fue encargado de la conquista de Guanuco ; de la de Conchuco Francisco de Chaves; Pedro de Vergara marchó á la de Bracamores; á Juan Perez de Vergara se le ordenó la de Chachapoyas; la. de Mule, llubamba cupo á Alonso de Mercadillo, y por fin la del alto Collao á Pedro de Candia. — avía pensó Pizarro en cargar de nuevo contra Chile, HISTORIA, 9 199 HISTORIA DE CHILE. no obstante el terrible revés y los desastrosos resulta- dos de la primera tentativa; porque allí era donde la fama se empeñaba en dad otables tesoros, hasta tal punto pregonados que el rey de España, de- seando poseerlos, hizo que don Pedro Sanchez de. Hoz pasase desde la península al Perú, encargado particu- larmente de la conquista de doscientas leguas de Jeo al d : del precedente. No reconoció Pizarro en ese sujeto las prendas nece- sarias al intento de una obra tam importante , y por con- siguiente echó mano de Pedro de Valdivia, hombre muy capaz, y cuya fidelidad se habia probado en la airada con- tienda que con Almagro se acababa de cumplir. En efecto, era Valdivia el caudillo que para semejante em- presa mejor convenia, porque sobre muy militar, y traer practicado este arte desde sù niñez , habiendo asistido á las guerras de Italia, á la toma de Milan, y á la Batalla de Pavia, en que fue hecho prisionero el rey de Francia Prandiddo Tr, se hallaba ya en América des- dë 1535, distinguiéndose en la conquista de Venezuela, y por último pasando al Perú desde que se hizo teatro de las singulares proezas, en busca de las cuales andaban él y otros guerreros con el mismo anhelo, el propio en- tusiasino que en las guerras contra Granada se mostra- ra; : con igual deseo de señalarse en prodijios de valor. - Ei mas de un lance debió probar el suyo Valdivia, piah: que lé vemos maestre de campo de Pizarro desde que el levantamiento jeneral de los Indios, con Manco « Inca á la cabeza, puso al jefe español en la necesidad de diseminar. todas. sus fuerzas, distribuyéndolas entre sus fer para que cada uno, en distinta direccion ; contr las facciones pognon Así es que un $ CAPÍTULO xi 193 resuelta la conquista y colonizacion de la Nueva Toledo que Macia ! p io A en uso. real cét to á la tento, a asoció el ya bald Pedro Sanchez de Hoz, quien hubo de tomar-el formal compromiso d de procurarse ÁS expensas en la ciudad de Los-Reyes, cincuenta ca- À oscientas corazinas, y un buen surtido de ob- ara el equipo de los soldados ; y todo esto en el espacio de cuatro meses, sag, así se estipuló en 28 de diciembre de 1539. Con admirable actividad _ empezó. Valdivia. las levas, para la proyectada campaña, desde « que se le comunicó el cargo superior de la expedicion contra Chile, pero los desastres de la primera vivian todavía en el angustiado pecho de los moradores del Cusco ; eran tambien la ma- yor parte antiguos compañeros del desventurado Alma- consiguiente, no solo se negaban al llama- | conocida: andaba en él la que rep an con empresa, ponderando, á par que la estrema pobreza - del pais, la sin igual valentía de los Chilenos, quienes, si por fortuna pudieran ser vencidos, jamás consenti- rian mantenerse subyugados. qe: n Vestian estos clamores un tono de tan singular con- vencimiento, que ni los sectarios de Valdivia lograban | _ fruto alguno en sus dilijentes esfuerza y s tras brazos que vinieran á ayudarlos en la conquista, ni la ambicion espa- ñola salia del profundo letargo en que el desengaño y los reveses la habian hundido. De suerte que, al cabo de inau- 12h HISTORIA DE CHILE. ai ditos esfuerzos, de un constante teson , y mas que todo, á beneficio de consumir Valdivia todo su dinero, y no ueñas sumas que tomó prestadas, vino á contar en sus filas ciento cincuenta hombres de ambas armas, y un corto número de Indios, co 0: destino al reset y conducta de los bagajes. El 20 de enero de 1540 fue el dia aplazado para co- menzar la jornada, pero la víspera concurrió toda la tro á formar en la plaza del Cusco, y allí, Valdivia, : pañado de sus oficiales, hizo fueran reconocidos er lidad de maestre de campo, Pedro Gomez, de al del real estandarte, Pedro de Miranda, y de sargento mayor Alonso Monroy. ; Habia ademas para cada compañía dos capitanes de probado ardimiento, y de conocida habilidad, siéndolo de la caballería Francisco de Aguirre y Jerónimo de Alderete; de los arcabuceros y ballesteros Francisco de Villagra; enfin, Rodrigo de Quiroga el de los ps y rodeleros ; haciéndose tambien notar en e - drigo, y Gonzalo Marmolejo, que, compañeros , se propusieron responde al ritu de ca- ridad que sentian, yendo á predicar la fe santa å los nuevos paises. Así dispuesto y aparejado, se dirijió Valdivia ála ca- tedral, en cuyo atrio hubo de recibirle el célebre obispo D. Fray Vicente Valverde, para oir y recojer los votos que en aquella época prometia relijiosamente la milicia “por medio de sus caudillos, toda vez que iba á tentar empresas de gravedad. Los de Valdivia fueron en esta ocasion la promesa de dedicar á la Vírgen de la Asun- cion, patrona del -A y bajo cuyo amparo se puso, E CAPÍTULO XII. 195 el primer templo que en Chile la gratitud y la devocion vinieran 4 levantar ; y la primera ciudad que en aquel pais se fundara seria consagrada al apóstol Santiago : dados doblaron sus rodillas Pe ed de muy exquisita devocion, en tanto que el ilustre prelado bendecia sacerdotalmente el proyecto, y las esperanzas de los emprendedores, pidiendo al Todo Poderoso allanara” clemente las dificultades de tan arriesgada obra; y dando fin á esta majestuosa cere- monia con arn oniosos himnos en que los corazones hallaron ensanche , conformidad y plena confianza. Emprendió la expedicion su marcha hácia el sur, pero Valdivia se sentia cada dia mas mal hallado con Pedro Sanchez de Hoz, cuya obligada compañía le Páreció carga muy pesada, de que era menester desembarazarse cualquiera que fuese el pretexto, para quedar jefe único de la empresa; y como este socio se le uniera en Áta- cama sin haber llenado una de las varias condiciones estipuladas con Pizarro, Valdivia hubo de echarle en cara a, y tomar de ella motivo para compelerle á renun- tras cuyos votos, jefes y 8 aIia ciar por escrito cuantos derechos, cuantos títulos hubiera y pudiera haber á la conquista de Chile, aunque de nuevo se les confiriese la corte de España; pero fue tambien condicion del compromiso que Alehez de Hoz conti- nuaria en las filas con aquel empleo qué su rango y sus cualidades merecian. Este pacto (1) fue firmado en Atacama el 12 de agosto de 1510 por Pedro Sanchez de Hoz, Juan Bohon , Alonso de Monroy, Pedro Gomez, el clérigo Diego Perez, y pasado por ante el escribano pú- (1) Guardo copia literal de ese documento. La matriz existe en el archivo jeneral de las Indias de Sevilla, con los demas papeles que allí se trasladaron del de Simancas. i E 126 HISTORIA DE CHILE. blico del ejército Luis de Cartajena; quedando por con- siguiente Valdivia señor de sus obras, dueño único de las fuerzas conquistadoras , con lo cual pudo desplegar cuanta enerjía, cuanto arrojo hervia en un corazon . ansioso de gloria y de singulare ) a Cuando la columna hubo repuesto las fuerzas que el cansancio de la jornada le habia rebajado, Valdivia resolyió pasar á Chile llevando su tropa por el vasto y monótono desierto de Atacama, cuya travesía siempre habia sido difícil y penosa, como que en ella todo lo que pide la existencia falta, y hacíase mas aventurada esta ez porque iban con la division una multitud de animales domésticos, destinados al asiento y prosperidad de la granbolonia en proyecto; pero amaneció el dia 14 de agosto para decir por medio de un cañonazo, cuanto aquel jefe desdeñaba los peligros, y como era preciso cejar ante su entera voluntad rompióse la marcha, ya que, para guarecerse de alguna celada, tomó la prudente precaucion de destacar en vanguardia algunos caballos encargados de reconocer las inmediaciones de costados, | 4 Iba con Valdivia el mercenario Fr, Antonio Rondon , que con el malhadado Almagro habia cumplido la pri- mera invasion, y fue este relijioso de suma utilidad, haciendo de guia, por decirlo así, y señalando los altos ó descansos, en aquellos lugares mas cómodos , mas pro- pios para responder á las necesidades de la columna, ciendo mas ó menos dias en cada uno, segun astos , el combustible, las aguas, ete, , eran mas ó menos abundantes; pero no por esto se mantenian ociosos los soldados, ántes se los empleaba en el manejo de la lanza á estos, en el del estoque á aquellos; tales >. ] a * CAPÍTULO XIL. 127 entraban en el ejercicio de fuego con el arcabuz, y otros, por fin, se daban al de la ballesta. Si tal vez se les per- mitia el descanso , entonces se ponian al rededor de su jefe, le oian respetuosos mientras les encargaba cuanto importaba se condujesen como verdaderos militares, como hombres de pundonor, de probidad, siendo mode- rados y ista e S leales en su trato con los Indios, cuya conquista iban á cumplir para plantear entre ellos una nueva civili- zacion. i Esta cordura , este amable porte de Valdivia le gran- $ jearon, á mas del respecto, el cariño de sus soldados, y = ello le dieron sobrados ais aunque autores hay, y entre ellos Antonio Garc a, que suponen en esta jor- nada una sedicion á causa de haber faltado momentá- neamente los “mantenimientos, sedicion que Valdivia hubo de reprimir en breve, Mal admitiéramos tal supo- sicion, cuando sobre ser constante la mucha estima de que aquel jefe gozara entre los suyos , todavía dice el libro del cabildo : «que los habia traido y gobernado >» con tanto acierto sin haber habido escándalos ni disen- - > » SIONES. » : Como quiera, llegó Valdivia á Copiapo no sin dejar Ta idas h dificultades en la travesía del desierto , ndo que atender å la seguridad de .las muchas mujeres y niños que á la expedicion siguieron ; + y estableció su campo á orilla de un riachuelo, ponién- dose á cubierto de cualquier ataque; tras lo cual hizo que todos los sacerdotes entonaran el Te De udamas en reconocimiento de la dicha con que permitido acabar su penosa jornada. Siguióse á esta pía de un júbilo entusiasta, haciendo los atrevidos conquistadores que mil gritos de alegría. 128 HISTORIA DE CHILE. llenasen los aires de aquellas rústicas rejiones, con ex- tremos, mas bien que militares, propios de peregrinos en romería, si de tiempo en cuando no salieran el eco del ca- ñon y el ruido de los atabales recordando la gravedad é imponente pompa de una funcion bélica -: tambien respondian las filas con sonorosos vivas, en tanto que el héroe de la ceremonia, con la espada desnuda en una mano y el pendon en otra, se declaraba poseedor, á nombre del rey de España , de todo aquel pais, y para perpetuar la memoria de este tan importante aconteci- miento, ordenó que en adelante se diria valle de la Po- sesion, y no de Copiapo, aunque este es el que la cos- tumbre ha hecho prevalecer. La expedicion toda notaba sin embargo que aquel pais no ofrecia con que contentar la codicia del aventure- ro, ni aun siquiera objetos capaces de pagarle las inco- modidades que el visitarle le habia costado. Así discurria tendiendo la vista por el inmenso y desierto valle, no sin reparar en el trascurso de sus go0zosos desahogos. - que ni un solo salvaje asomaba, cuando en el mismo lugar habia probado Almagro en otro tiempo la mas pura, la mas sincera hospitalidad : era pues:de presumir que esta vez los naturales pensaban oponerse ek yea sores, y tal recelo hubo de entristecerlos, | Como Valdivia concibiera tambien los mismos de leia: con dilijencia destacó algunos caballos encargados de dile a Toi que los jefes de aquellas tribus estaban reunidos tratando estos dos puntos capitales; hostilizar á los Españoles segun unos, gu : con ellos pe Se- gun parecer de otros, sei E Ra = PPARA CAPÍTULO XIIL. y 129 Comprendió perfectamente Valdivia las consecuencias del proceder, y sin perder instante se preparó á usar de violencia, dado que con la persuasion no viniesen los In- dios á partido; y una vez que hubo arengado á su tropa marchó con ella á punto muy bien escojido , y harto in- mediato al en que los Indios se hallaban reunidos. Cuando á la mañana del siguiente dia iba á romperse el ataque contra la asamblea toda, se le dijo al jeneral español que tres huerquenés, ó enviados, provistos de flechas, guarnecidas de un lazo azul, que era la señal de paz, demandaban parlamento. Queriendo dar á la negocia- cion cuanta importancia era del caso, se puso al instante en armas toda la milicia, rodeóse Valdivia de su oficiali- dad, y, descorrido con majestad y pompa el real estan- darte, ocurrió la introduccion de los tres embajadores, precedidos de la banda de tambores y atabales. Andu- vieron escasas las palabras, pero muy llenas de sencillez, diciendo los Indios que sentian no haber sido mas exactos en venir á rendir homenaje, en prueba de la amistad que con Almagro tenian de antemano pactada, cuya amis- tad renovaban, y prometian contribuir desde aquel dia con cuanto fuera menester al sustento de la columna. Sintió Valdivia un contento interior casi difícil de re- primir, porque esta nueva prueba de paz y de sumisión : de parte de los habitantes arguia muy en favor de la empresa ; pero sobradamente astuto disimuló cuanto pu- do, y respondió á los tres Indios reprendiendo con apa- rente gravedad su inhospitalaria índole, y como si solo cediera å las vivas instancias de sus propios oficiales pronunció el perdon en nombre del rey Cárlos Y, no sin exijir se le trajese un buen número de Indios destinados al trasporte de víveres y bagajes. 130 > HISTORIA DE CHILE. Dándose en seguida recíprocas muestras de paz y de concordia, pasaron los tres Indios embajadores á visitar el campo de los Españoles, que la curiosidad es caracte- rística de las tribus salvajes; y no supieron cual era mas de admirar si la gallardía de los caballos, el brillo de lasarmas, óla orijinal variedad de los trajes, hasta que cumplidamente satisfecho su deseo, pensaron en pro- bar la sinceridad de su sumision yendo en busca de cuanto la tropa habia menester para el sustento. Como quiera, no respondian los naturales al principal objeto de los que seguian la expedicion, codiciosos todos y sedientos de ese oro que tantas empresas proyocaba ; y como este proceder, si acaso naciera de una inocente indiferencia, pudiera tambien ser resultado de calculado intento, los invasores se apresuraron á poner de mani- fiesto gran porcion de chaquira, de cañutillo, de cuen- tas de diferentes formas y colores, de agujas, y de otros objetos muy á proposito para deslumbrar y atraer la inocente curiosidad de aquellos rústicos habitantes, quie- nes al momento concurrieron al cambio con diferentes trozos de carbonato, de silicate de cobre, de insigni- ficante precio (aunque grande le creyeran los Españo- les, tomándolos por turquesas (1) merced al hermoso azul que vestian), y con oro en grano ó en polvo hasta en cantidad de unos mil quinientos pesos. | Satisfecho ya Valdivia de la amistad de los habitantes de aquel pais, y ansioso de conocer otros nuevos, de- terminó su partida, y al instante se encaminó hácia las a) Pretende Ovalle que la palabra Copiapo significa sementera de turque- sas, pero dudamos que así sea, no obstante creer probable que de ahi han to- , ocasion varios autores, despues de Herrera , para asegurar grande abim- dancia de turquesas en el valle de Copiapo. A CAPÍTULO XI. 1314 provincias australes, con tanta mas seguridad, como que el cacique de la tribu habia surtido todos cuantos mante- nimientos y enseres fueran de desear hasta llegar á la tribu inmediata, y ademas cuatrocientos ganapanes (1) para trasportar los equipajes, que los tamenes peruanos ha- bian conducido hasta Copiapo, y estos fueron inmedia- tamente armados para entrar tambien en funcion, si la necesidad lo exijiera. Toda esta cautela necesitaba Val- divia, no obstante las muestras de sumision de los Copia- pos, pues no desconocia que Almagro ha ó entre ellos un loco entusiasmo, cuando para él solo habia pare- cido una tarda y, por tanto, dudosa. visita. | La marcha revistió tambien esta vez el pomposo y marcial carácter. que tanto influyera en el ánimo de aquellos Indios meticulosos, y ] r entre los cuales se - desfilaba con bandera ida: tambor batiente, y repetidos cañonazos , entre cuyo trueno se perdia el ventempi de los naturales, expresion de despedida hija, Mo de una afectuosa y sincera amistad, ántes de un odio , aunque concentrado ,+violento. No fue larga la jornada primera, porque se perdió mucho tiempo en los preparativos de la marcha, pero continuóse á la a i del siguiente dia con direccion isalillo, Portezuelo de E. hasta acampar en Pait s, å cuyo punto concurrió dilijente el cacique Marcandei, nieto del que Almagro condenó á las llamas, ofreciendo á Valdivia, en su nombre y en el de otros varios personajes que Je (1) Entre los Peruanos y algunos “otros Ss de la América se llaman tamenes; en Chile mancun. ` Bo ud A e 132 HISTORIA DE CHILE, acompañaban, á mas de respeto y sumision, todo cuanto pudiera ofrecérsele durante su permanencia en el pais. Ocho dias solamente se mantuvo Valdivia en este punto, y como al cabo de ellos se le dieran provisiones y brazos para continuar el viaje, licenció los tamenes de Copiapo, despues de haberles regalado algunas joyue- las, y se encaminó para Coquimbo por Quebrada Honda, Chañeral, Quebrada de los Choros, hasta Yerbabuena, en donde se le participó que el cacique Huelquemilla deseaba fuese á campar en una ramada que para toda su jente tenia ya preparada. Guadróle á Valdivia la pro- puesta, y fue á sentar sus reales contra las márjenes del rio, no distante del mar sino unas cinco á seis leguas ; pero al cabo de tres dias se volvió á poner en movimien- ' to, dirijiéndose por las Lagunillas, Rio de Limari, y Rio de Chuapa, reparando , no sin extrañez é inquietud , que los habitantes no concurrian á ofrecérsele, ni con manteni- mientos para la tropa, antes parecian en todo el tránsito desde aquel último rio hasta el de Longotoma, mas - dispuestos á hostilizar, que io å alargar una mano hospi- talaria, haciéndose por tanto muy necesaria la prudencia, una exquisita cautela en la marcha, y erande actividad y vijilancia de parte de las guerrillas avanzadas, á fin de reconocer el campo, tantear la intencion de los Indios, y precaver á la jente de emboscadas y de sorpresas. Dos dias pasó Valdivia á orillas del Longotoma aper- cibiéndose para rechazar cualquier acometimiento de los Ms Indios, pues con fundamento le esperaba desde que se le anunció la fuga del cacique con todos los hijos de aquella tribu, y no menos vijilante que activo, pasó du- rante la noche á espiar la conducta de los Goquimbanos, _ E de la cual tanto desconfiara, Seguíale en esta nocturna CAPÍTULO xi ronda don Palla da Miranda, sujeto bastante práctico en la lengua del pais, y acercados á un cierto corrillo de salvajes, pudieron oir como los moradores del valle de Chile, hoy llamado Aconcagua (1), se andaban concer-- tando, para oponerse esforzados á la invasion de 108 Españoles. Esta novedad, enteramente de acuerdo con, olos precedentes, hubo de aconsejar al-jeneral la nece de proceder inmediatamente á la fundacion de su nia, entre defensas capaces de resistir toda irrupcion , y como se le hubiese ponderado aventajada posicion la risueña y fertil llanura de Mapocho, resolvió pasar á establecerse en ella; pero era preciso ejecutarlo diri- jiéndose hácia el regazo de las Cordilleras, que solo así podia evitar el choque con los naturales; ó ir sino re- sueltamente å combatirlos, á ver si por medio de una cumplida victoria, y con un aparente terror, llegaba á intimidar el inconsiderado arrojo de tan numerosos, aun- que débiles enemigos. Este último plan fue el que prefir ió toda la oficialidad de Valdivia en consejo que al efecto se tuvo, como que era el que mas se armonizaba con su intrépido y beli- coso carácter; por consecuencia se emprendió la marcha contra los Chilenos ya reunidos en el vasto valle de Chi- le, segun razon dada | por algunos espias , que cayeron en manos de las avanzadas españolas. Valdivia hizo al- gunos presentes á los espias y se sirvió en seguida de ellos para decir al cacique chimalonco , toqui ó jefe de los Indios, que se rindieseá tratos de paz y de amistad, delo cual habria ventajas para ambos bandos, cuando la (1) Valdivia le lama Conconcagua en su correspondencia con Cárlos Y. toda DE CHILE, güerra no dejaba esperar sino desastres ; pero el ca- cique no quiso responder, y fue ya necesario que Valdi- via legalizara con las armas su tan atrevida cuanto in- justa invasion. Aparejados , pues, los partidos para el combate, al ` cual corrieron los naturales muy engalanados con visto- as, provistos de flechas, de hondas y de mazas, señal, comenzó la funcion, que ciertamente no fue muy sostenida, ni era de esperar lo fuese entre enemigos demasiado numerosos por una parte, mal ha- llados con la disciplina, bisoños en. la táctica, cuando en la contraria sobraban habilidad, valor $ y gran superiori- dad en las armas : así es. que acosados los salvajes en todas direcciones pronto se declararon rotos, y en pavo- rosa fuga, no sin dejar en el campo gran número de muertos y de heridos, con otro no menos considerable de prisioneros, á quienes se les dió inmediatamente li- bertad, fuera de unos cuatrocientos que se reservó Val- _ divia, para trasportar los bagajes, y con esto poder licen- ciar á los Coquimbanos. Tras esta sangrienta refriega fueron los Indios á refu- jiarse en las breñas del seno de aquellas sierras, dejando de libre paso el rio de Aconcagua; pero quedó Valdi- via en aquel campo el tiempo que se hizo necesario para aplicar á á los heridos prisioneros los auxilios que su posi- cion reclamaba , con el mismo interes que el que se tuvo respecto á los Esp añoles que de aquella lucha salieran maltratados : cumplido] lo cual se emprendió la marcha por Tapibue, cuesta de Zapata, Mallarauco, Talagante, etc., hasta llegar 4 la vasta y deliciosa llanura de Mapocho, en donde se habia de establecer la colonia” No era posible dar con una posicion mas ventajosa, A A A e e # a" ; E ni de mas encantadora perspectiva; era una campiña de doscientas leguas de superficie, partida por medio de verdosos collados, y por entre los cuales corren dos caudalosos rios cuyo manantial rompe en la frente de las encumbradas Cordilleras con tan rápida declinacion, que convida con abundante riego á todo aquel vasto ter- ritorio, y por consiguiente con lozana vida á los produc tos de la >, cedo | CAPÍTULO XI. CAPITULO XII. Resuelve Valdivia establecerse á la falda del cerro Huelen. — Concédenle un término y toma posesion de él. — Funda la ciudad de Santiago. — Instala- cion del cabildo y nombramiento de capitulares. — Estratajema de los In- los para deshacerse de los Españoles. — Noticia de la muerte de Pizarro, y cual sens causa. — Valdivia nombrado gobernador de Chile por el ca- bildo y el pueblo. — Pasa á la embocadura del rio Chile para fabricar un bergantin. — Conspiracion en Santiago contra la vida de Valdivia. — Vuelve este á la ciudad. — Cinco conjurados en la horca. — Los Indios asesinan á los Españoles ocupados en la construccion del buque, (1541) Valdivia fundaba grandes esperanzas para el porvenir de su colonia, rejistrando con escrupuloso interés aque- lla inmensa llanura. Andaba en busca de un punto donde levantar su ciudad, y hubo de parecerle muy á pro- pósito un terreno propio del cacique uelen-Guala, contra las márgenes del rio Mapocho, cuya acertada eleccion aprobaron sus oficiales no menos que las perso- nas de cierto viso en la expedicion. El terromontero de Huelen , que hoy se llama cerro de Santa Lucia, era ciertamente por su forma, como por su aislamiento y proximidad al rio, de una importancia suma, de una po- sicion militar harto aventajada para defendida cuando la necesidad lo mandase; pero Valdivia, siguiendo la política de la época , solicitó amistosamente la concesion de aquel terreno, empleando la persuasion, y no esca- sas promesas, todo con el fin de atraerse la voluntad de los naturales, y dar á la invasion un viso de legalidad cuya sancion descansaba en la intolerancia relijiosa. CAPÍTULO XUI. 137 Anunció, por Donsiguiente, una junta jeneral á que fueron invitados la mayor parte de los caciques del con- torno, que concurrieron mas por temor que por vo- luntad, y la junta $ se celebró á principios de 1541. Valdi- via desplegó esta vez cuanta pompa su aislada posicion le permitiera, poniendo todá su jente en armas, y co- locándose con toda su oficialidad, relijiosos y sacerdotes que le seguian, en un lugar harto elevado para descubrir y dominar los contornos. Comenzó la ceremonia ; los caciques eran recibidos á son de cajas y atabales, no- tándose entre los. concurrentes las personas de Huelen- | terreno que tanto se ambicionaba , > de la parte superior de: rio neu, cacique de los cerrillos de Pies., cacique de las playas del rio Mami. su todos ellos con adorno de ricas y vistosas plumas en la cabeza, y en la mano un ramo de voyghe (2), símbolo de paz, y todos pasando por entre filas hasta tomar asiento al lado del jefe español, que mee este parlamento (3). - Concluido el recibimiento, tomó Valdivia la palabra; y recitó de un cabo al otro el interminable discurso que, de órden real, habia formulado de antemano Bdoctor (1) Tambien la dehesa se llamaba Gualaguala Pian Hoy lleva este árbol el nombre jäipiopio de canelo , y los botanistas le E se e nombre se ha dado á las juntas, ó reuniones diplomáticas habidas entre los Españoles y los Indios. Llegaron á hacerse muy frecuen aña y otra, hacian con frecuencia hosa. Ya tendremos de notar los resultados de cada uno de estos parlamentos, y lo que corresponde al ceremonial vendrá cuando pintemos los u y costumbres de los Arau- canos. 10 J, Historia. e 138 HISTORIA DE CHILE. Palacios Rubios, para que los conquistadores supiesen E como habian de hablar con ocasion de posesionarse de algunos terrenos. Allí se trataba de nuestra jenealojía; del poder espiritual y temporal de los papas, de la con- cesion que el uno de ellos habia hecho á los monarcas españoles de todos los paises de la América, y al que debian los Indios sumision y vasallaje, si no querian mas una guerra continua, durante la cual verian sus campos talados, sus mujeres é hijos traidos á la esclavitud. Estas amenazas venian doradas con palabras de caridad y de consuelo, que propendian á encarecer los placeres de la vida social, y el cuadro venturoso de un porvenir hasta entonces ignorado en aquellas rejiones ; beneficios que solo serian adsequibles consintiendo el establecimiento de los Españoles para que, haciendo comunes con los - naturales susluces, sus esfuerzos, sus tareas y sus afec- ciones, llegaran á desarrollarse todos los elementos de la prosperidad. He ahí porqué, decia Valdivia, si se nos otorga el terreno que pertenece a! cacique Huelen-Guala, se le darán en cambio, así como á sus Indios, las tierras de los Mitimaes del Inca en el término llamado Ta- lagante. Vinon apoyo de estas pretensiones el cura Marmo- lejo,cuyo discurso interpretó Fray Antonio Rondon, no- tando cuidadoso las ventajas de una relijion fundada en la moral y en la fraternidad, y la única que habia de con- ducirlos á la bienaventuranza. El lenguaje no dejó de chocar á los caciques, y mas cuanto menos pensaban ellos en que aquellos extranje- ros querrian establecerse en el pais, antes se habian figu- rado que la reunion no importaba otro objeto “sino el de reclamar viveres y algunos su de carga para conti- - CAPÍTULO xiti 139 nuar su marcha ; pero sobrado cautos no creyeron deber romper lotes Ln injustas ES sino que escon- diendo el ji , dijo Huelen-Guala, como el mas pitele en esta contienda, y en nombre de todos los caciques, « que aceptaban go0zosos y reco- » nocidos la demanda, y contribuirian con buen número » de indios para que les ayudasen en el desmonte del terreno y construccion de los edificios. » fal declaracion llenó de júbilo el alma del ilustre Val- di y pasó al instante á declarar posesion del rey de Es- paña todo el territorio vecino al cerro de Huelen , plan- tando por sí mismo una cruz en el pe en qm se! emo a he iglesia parroqui ıl, dedicada el voto que en el el Cusco habia prometido. Esta ceremonia. ocurrió el 12 de febrero de 1541, entre . mil vivas, y entre las salvas que la artillería disparaba para solemnizar el acto. Trazó al instante Valdivia el plan de la ciudad divi- diéndola en cuadros, y estos subdivididos en otras cuatro partes llamadas PERRET cada una de las cuales perte- neceria á un propietario : dando á dicha ciudad el nombre de Santiago, patron de España. Cumplieron los caciques su promesa enviando multitud de Indios, destinados á lomas penoso de la obra, y fue tal su zelo y su constante asistencia que como por ensalmo se veian concluidos los edificios muy á satisfaccion del gobernador, que gustoso entró á parte en el trabajo material, como queriendo JE un ejemplo de igualdad entre sus compañeros de as, y enseñarlos así á contribuir con sus brazos al pritë desempeño ” x empresa. Todas las casas sal ángulo de las dos calles que- daron aisladas unas de otras; er bajas, pequeñas, con 110 HISTORIA DE CHILE. » muy cortas comodidades, construidas con madera, cubier- tas de bálago, y con dos cercas de terreno donde se sem- braron por de pronto hortalizas y cereales, aunque despues se les prohibió á los dueños el cultivo de los últimos, en ánimo de que la agricultura f tendiéndose por aque- llos hermosos campos, cuya propiedad habian de apoyar las armas. y - Era la relijion el principio dominante entre los audaces aventureros, y por consiguiente se hizo de necesidad y templo. Levantáronle con notable sencillez sobre-el án: gulo de la parte oeste de la plaza, y se le destinaron tan solo los objetos indispensables para las principales cere- ` monias. Tambien construyeron en uno de los lados de dicha plaza la casa del ayuntamiento, y la de las oficinas fiscales, así como la de Valdivia, algo mas desembara- zada esta que las demas, porque así lo exijia el despa- cho provisorio que de allí salia para todos los ramos de la administracion. a $ ! Como quiera, esta ciudad naciente presentaba un cierto aire de igualdad de especial contraste c n el rigo- rismo de un gobierno puramente militar, com o a LS > $ disciplina, no menos que la policía , emanaba de los cau- - dillos de la expedicion; y el soldado y el colono todos indistintamente tenian que obedecer callados las órdenes, por masque parecieran caprichosas. ronto comprendió Valdivia que semejante réjimen no odia ser duradero , y como le interesara tanto la prospe- ridad de la colonia, se apresuró á tomar medidas que * amparasen la seguridad personal, y las propiedades, como lo habian hecho tambien los demas conquistadores; pues no desconocia que su prestijio, su talento, su posi- cion misma peligraban en el mando militar y absoluto, CAPÍTULO XII. 1451 sobre jentes de intereses distintos, de intereses privados, y á quienes la naturaleza misma de su vida aventurera habia hecho temibles y no poco exijentes. Derrocado el absolutismo , no menos que el imperio feudal, se sentian las masas animadas de un -espíritu democrático harto descubierto en la instalacion de las comunidades encar- gadas de defender los intereses jenerales, de discutir, yaun de poner límites á los actos de la autoridad. Casi toda la Europa marchaba; en esta hermosa época de transicion , bajo la benigna influencia de un réjimen de gici y dè libertad, dando á la sociedad ese carácter dependiente tan del gusto de la clase media, aparta- da hasta entonces de los negocios administrativos, y el | medio de apreciar los intereses locales como base del de- recho comun, de un verdadero principio de equidad; pero sobre todo la España era la que contaba ya algu- nos siglos probando las preciosas ventajas de esa inno- vacion, y en muchas de sus ciudades el señorío habia praci sus derechos, recojiendo ellas privilejios y fran- quici e los reyes prodigaban de intento, como que ake era el medio de acrecentar y consolidar su auto- ridad á expensas de la grandeza, siempre predispuesta á cercenársela, yá obrar segun su propio capricho. Y an E dignos de nota los servicios que esas ciudades prestaban å toda la nacion, pues obligadas á mantener las: obla- ciones en militar forma , usaban de sus fuerzas para re primir la insubordinacion y las rapiñas de los grandes, ó las llevaban á las guerras internacionales contra la morisma, ó contra los estados vecinos. Tambien esta forma de gobierno era muy illajoss en América para los intereses del pueblo, y los de la corona, pues que en el sistema de propia defensa tenia 142 HISTORIA DE CHILE, el colono una arma terrible contra el abuso de autori- dades que la lejanía de la metrópoli hizo mas de una vez injustas, sistema á que tenian que asentir todos los con- quistadores, una vez en posesion de tierras destinadas á la colonizacion. to en No por eso se ha de confundir el réjimen municipal de aquella época con el de la presente. Era el poder de los antiguos municipios mucho mas lato, mucho mas complexo, y su institucion, á mas de la parte civil y lo- cal, gozaba todavía de una intervencion política, que , alcanzaba en muchos casos á contrarrestar las órdenes del jefe. En una palabra, llámese un gobierno verda- dero cuya soberanía se extendia por los ángulos de la república, conociendo en todos los ramos de la admi- nistracion; aunque no tardó esta organizacion democrá- tica en inclinarse al federalismo estableciendo nuevas comunidades, pues que cada ciudad aspiró á gober- narse por sí, y á tomar una parte directa en los nego- cios, preparando, por lo mismo, los elemen! de la anarquía, de la discordia, que todo lo conv i desórden á no concurrir el establecimiento de la kn audiencia , centralizando el poder. La arbitrariedad de Valdivia fue en el principio la que presidió á la eleccion de los concejales; sin embargo preciso es reconocer que no hubo en ello violencias, ni parcialidades, porque solo el mérito personal se tuvo en cuenta, resultando electos en nombre del rey, el 7 de marzo de 1 1541, Francisco de Aguirre y Juan Dávalo Jofiré, alcaldes ordinarios; Juan Fernandez Alderete, Juan Boon , Francisco Villagra, Martin de Solier, Gas- par de Villaroel, y Jerónimo de Alderete, rejidores; Antonio Zapata, mayordomo , y ‘Antonio Pastrana, pro- CAPÍTULO XII. 149 curador. Este cabildo, cuyas funciones habian de aca- bar al un año, prestó juramento, ante el jeneral, el 11 del dicho mes, prometiendo cumplir fiel y relijio- samente su cargo en obsequio de Dios, del rey, de los colonos y de los Indios, cuya civilizacion iban á perse- guir ; y en seguida quedó determinado que se juntarian todos los concejales tres veces por semana, los lunes, los miércoles, y los viernes, celebrando sus juntas en la iglesia despues de misa mayor; y asistiendo á ellas los altos funcionarios tales como el tesorero, el alguacil mayor, etc. =" Al considerar el estado de civilizacion de aquella épo- ca, que, apenas si dejara ver en las diferentes cla ses de la sociedad, ni aun entre los mas célebres conquistado- res, quien leer supiera, queda uno admirado notando que el libro de acuerdos de aquel cabildo está atestado de firmas trazadas por casi todoslos habitantes de aquella débil colonia; monumento precioso que tanto abona la condicion de los primeros conquistadores de Chile , sien- _ do acaso oríjen del carácter pacífico de sus actuales mo- radores, de la repugnancia con que miran la venta de los negros, y el tráfico que se hace con los esclavos. Como notaran los Indios los rápidos progresos de la colonia , y se desvaneciera con ellos la esperanza de ver- se libres de aquellos extranjeros, resolvieron recurrir á la fuerza para obligarlos á dejar el pais, y en ánimo de concertar el plan de ataque anunciaron una asamblea jeneral. A Valdivia no se le ocultaban estos designios, y menos desde que por algunos Indios, ‘S0 prendidos en el camino, cuando desde el Gusco pasó á Chile, habia sabido que Manco Inca, al anunciar á los Chilenos esta segunda expedicion, por medio de varios emisarios, les 454 ` HISTORIA DE CHILE, aconsejaba retirasen de la vista de los Españoles oro, algodon y víveres, y hasta sus ropas, aparentando así una extrema miseria, como medio único para que los conquistadores abandonaran de nuevo el pais. El con- sejo fue seguido con la mas exquisita escrupulosidad , pues no conservaron los Indios sino los víveres necesarios hasta la recoleccion de nuevos frutos, y sin duda por no exponerlos aparentaron muestras de una paz, de una sumision que interiormente aborrecian, siendo ademas . tan medidos que llevaron la cautela y el patriotismo hasta punto de parecer ante los Españoles casi en completa des- nudez.. En nada tuvo Valdivia el artificio, ni tampoco hizo -precio de lo que acerca de Manco Inca llegó á saber, antes sin apartar su vista de los manejos que pudieran tentar los naturales, se dió á encerrar en un fortin, al pie del cerro de Santa Lucia, una cantitad de maiz, suficien- te para mantenerse dos años, ejecutando en seguida va- rias salidas contra los Indios insumisos, y que de vez en cuando daban señales de hostilidad. En una de estas ex- Pizarro, y de la mayor parte de los Españoles que habita- ban el Perú, noticia que los Indios extendian con imponde- rable gozo, no sin pronosticar el mismo fin á los invasores de Chile, y que corriendo hasta Santiago, llenó de espan- to y de turbacion á todos sus habitantés, considerándola como preludio de las calamidades que los amenazaban. Valdivia , luchando entre el temor y la desesperacion , y por tanto, infundadas las consecuencias å que ella daba lugar; ponderaba tambien el carácter embustero de los Indios, como si así hubiera de reltacegif mimo en todos cursiones llegaron á saber sus soldados la muerte de CAPÍTULO XUL. 145 sussúbditos. En eso andaba cuando le trajeron varios pri- sioneros del valle de Aconcagua, que se negaron á res- ponder á cuantas preguntas se les hicieron, desprecian- do la persuasion , como las mas terribles amenazas, Esto fue causa para que los Españoles, ansiando, salir de la cruel incertidumbre en que se hallaban, apelaran á esas atroces medidas inventadas en la edad media, y usa- das todavía en aquel siglo de transicion, es decir, al tormento, sometiendo aquellos desgraciados á espanto- sas é inhumanas pruebas, hasta que, allegados á la ago- nía, y cansados del martirio, confesaron como habia ya dos dias que Michimalonco tenia avisos de los caciques de Copiapo, Gualimi y Galdiquin, en que se le anuncia- ba la muerte de Pizarro, asesinado en Pachacama (Li- ma) por el hijo de don Diego Almagro, ayudado de algunos de sus partidarios ; que desde entonces los Indios del Perú andaban tras el completo exterminio dé los Españoles, sumamente débiles ya á causa, de sus guerras intestinas ; que, en fin, el cacique de Atacama, el cual les habia trasmitido esta noticia por medio de mensajeros llegados en siete dias 4 Aconcagua, los invitaba á levan- tarse al instante contra los colonos de Chile, para quedar completamente libres de aquellos tan incómodos cuanto perjudiciales extranjeros, pues él por su parte ya habia quitado la vida á diez y ocho que iban á atravesar el de- sierto dirijiéndose á Chile. Confirmada de esta suerte la infausta noticia recibida el dia anterior, los colonos cayeron de nuevo en el mas completo abatimiento, y por mas que se confiaban reci- procamente sus temores, y los medios que cada uno de juzgaba dignosd ircunstancias, eran tan escasas sus fuerzas que no veian como salir del peligro. El cabil- 146 HISTORIA DE CHILE. do se declaró en sesion permanente y pública, dejando libre voto á todos los ciudadanos ; oyéronse todas las opiniones, y aunque la confusion crecia cuanto mas abultaba el riesgo, se llegó por fin á proponer que Valdi- via seria investido de una autoridad completamente in- dependiente del gobierno de Lima, del cual no era hasta entonces sino un delegado. Aceptada esta proposicion par la joncesiiind de los asistentes, y tomada tambien en cuenta por el ayunta- miento, el procurador síndico Antonio de Pastrana se presentó á fines del mes de mayo con una memoria, en la cual, despues de pintar los males de tan violenta po- sicion , la necesidad de prontas y vigorosas medidas, y la obligacion de nombrar un jefe independiente, hasta ver qué determinaria la voluntad soberana, concluia lla- mando á Valdivia al ejercicio de la suprema autoridad, en nombre del rey y del pueblo. Agradecido este jeneral á los favores que de Pizarro tenia recibidos, hácia el cual no queria parecer ni in- grato, niinjusto; dudando de las desgracias que de Lima se contaban ; y temiendo, ademas, las consecuencias de esta especie de insubordinacion por mucho que vistiera el carácter de obligada , pidió algunos dias de reflexion , y el dos de junio ya respondió, diciendo « que no aceptaba » una dignidad tan opuesta á su honor , á su carácter y » á sus deberes. » Mal podian los miembros del cabildo ceder ante seme- jantes escrúpulos, maxime temiendo que Almagro no de- jaria de vengar la ofensa en sabiéndola, y por lo mismo y los los concejales reunidos concurrieron en casa de livia, suplicándole de nuevo aceptase el mando que en nombre del rey se le concedia, y en el cual se funda- CAPÍTULO XII. 1447 ba la tranquilidad de la colonia, cruelmente ajitada y recelosa ; y que de no hacerlo se le constituia respon- sable de cuanto pudiera acontecer. Esta súplica con tra- zas de imperioso mandamiento pareció mas enérjica á beneficio de una voz que salió diciendo : « que la paz » del pueblo hacia forzosa esta medida , y que si Valdi- » via rehusaba el poder, no faltarian personas dispues— » tas á recojerle. » . Con tan severa salida harto comprendió el jeneral cuan inútil era luchar contra la evidencia de los hechos; declaró, pues, ante los asistentes la sinceridad y pu- reza de sus intenciones , y para desvanecer todo temor, todo motivo de desórden , asintió resueltamente al cargo con que el pueblo lo convidaba, causando esta novedad un contento jeneral entre aquellas jentes que los sucesos del Perú tenian llenas de pavor. La expresion de confianza con que los colonos acaba- ban de honrar á Valdivia, sobre lisonjear no poco el amor propio de este jefe, alentó tambien en su corazon el constante deseo que sentia por la mayor ventura de to- dos sus compañeros. Como comprendiera que no podrian ellos dejar de mantenerse algun tiempo bajo la impre- sion desconsoladora de las noticias del dia, y viéndose sin medios para ponerse en comunicacion con el Perú por tierra, creyó oportuno ir á construir un bergantin con que poder seguir relaciones en Lima y en España, y dar de paso ocupacion á los colonos, arrancándolos de la especie de letargo en que yacian. a -—Depositó por lo mismo su autoridad en el capitan Monroy, y él se dirijió, con alguna jente, al valle de Aconcagua, desde donde pasó á las ricas minas de Malga-Malga que tantos tesoros rindieran á los Incas, 148 HISTORIA DE CHILE. y que permanecian entonces abandonadas; y siguiendo despues el curso del rio de Chile, fue á establecerse en el desembocadero para llevar su proyecto al cabo. Te- nia consigo ochó soldados de caballería para guardar los doce carpinteros encargados de la construccion del ba- jel, cuya obra se comenzó con actividad y conato; pero pocos dias habian trascurrido cuando Monroy mandó un parte diciendo al jeneral : «que algunos soldados par- Almagro tenian el proyecto de asesinarle egresara á Santiago. » — Recibió Valdivia esta estraña novedad á media noche, y como en casos semejantes las disposiciones deben ser prontas y severas, no tardó en ponerse en camino sino el tiempo necesario para aconsejar á los carpinteros se mantuviesen con- stantemente alerta, y que en caso de necesidad aban- donasen el pais, no debiendo fiar en manera ninguna de aquellos Indios. : Puesto el jeneral en Santiago, y justificada la exac- titud del parte dado, descubriendo un no pequeño nú- mero de conjurados, aunque las circunstancias no eran las mas propicias para descargar sobre tantas cabezas la cuchilla de la justicia, mandó poner en un palo á cinco de los principales conspiradores; los cuales confesaron antes de morir que los partidarios de Almagro les ha- bian aconsejado, al dejar el Perú, matasen á Valdivia, entre los meses de abril y mayo, en cuya época seria tambien la muerte de Pizarro, Triste, repugnante, horrendo es el espectáculo de una ejecucion de la pena capital en las grandes poblaciones, 4 aa CAPÍTULO XI 149 hasta la misma existencia, marchan mancomunados ; entre jentes constituidas en una verdadera familia y que se ayudan y consuelan recíprocamente , sin pretensiones de cuna, sin exijencias derango, ni de supremacía. El pueblo de Santiago quedó consternado ante la se- veridad de aquella justicia , y todavía lloraba silencioso la infausta suerte de sus desgraciados compañeros, cuando llegó, para aumento de su dolor, la noticia de que los Indios habian incendiado el bergantin, y dado muerte á los individuos encargados de su construccion. En efecto, pocos dias despues de la vuelta de Valdivia å Santiago, los Indios de Michimalonco, siempreen guerra con los Españoles, como llegaran á saber la ausencia de aquel jefe, se acercaron á los carpinteros diciéndo que les enseñarian una gran masa de oro si querian seguirles al paraje donde se encontraba ;-iban provistos de algunas muestras, la codicia de los Españoles dió sin recelo en el lazo, y todos siguieron á los Indios, abando- nando el astillero, dentro del cual podian muy bien de- fenderse; y allegados á la emboscada que Michimalonco tenia dispuesta, fueron víctimas de su img dencia. Solos se salvaron el capitan Gonzalo de los Rios y un negro, porque tenian buenos caballos, y lograron ocultarse en los montes, hasta que, al favor de la noche, pudieron encaminarse á Santiago á donde llegaron en el mas las- timoso estado (1). e Ya » hacer un bergantin, iel trabajo que costó Dios » maron los Indios, é mataron ocho Españoles » dia por exceder la órden que les dejé.» CAPITULO XIV. w Comienzan las hostilidades. — Valdivia srai contra un cipa de Indios Sant AA A ametaá4l Mi teá la ciudad y letst in- posicion de los Españoles. — lino se live á eb hueca. de devas opit Su m arch a. — Los colonos cul- tivan los a armados, — Llega un m pae del Peri y vuelve Monroy. — Contento jeneral. — Relacion del puesto y trabajoso viaje de Monroy. — Valdivia sale contra los Indios de provincia de los Promaucaes. E zai Ed R E (15411544) Muy llena de inquietud y de zozobras parecia ya esta débil colonia, y harto desesperaba de su porvenir; no era extraño despues de tan calamitosos y tan repetidos acontecimientos como habia probado. El mismo Valdivia sentia, á pesar suyo, doblegar su natural entereza, por- que á mas de haber de recelar con fundamento de las ma- quinaciones de los conjurados, sabia mejor que ningun otro de sus compañeros la firme resolucion con que los Indios se aprestaban á destruir violentamente todo plan de una colonizacion injusta, y en extremo oprobiosa en sentir de ellos. Valdivia queria evitar la guerra porque conocia muy á fondo el carácter belicoso de sus enemigos, pero esa guerra se habia hecho inevitable desde la jornada de Comon, y fue, como lo llegó á presumir el jeneral cas- tellano, el orijen de la continuada y encarnecida lucha, ae con desesperada y furiosa bizarría fijó la suerte de , dejándole hasta hoy su digna y merecida independencia: = +i CAPITULO XIV: 451 + Estos deseos de paz, ŝi bien sentados en el alma del gobernador, no eran tan absolutos que viendo como los - Indios se preparaban á inquietarle, hubiera de mante- - nerse indiferente é inactivo ; antes sobrado interesado en la prosperidad de su colonia, le pareció útil conjurar á tiempo la tempestad, y destruir sus efectos; con cuyo objeto, seguido de noventa hombres, se encaminó hácia el sur para dispersar las partidas enemigas que allí se iban reuniendo. Dos diferentes cuerpos, desiguales en número, pre- sentó el enemigo, con ánimo de atacar en dos puntos distintos á los Españoles, y Valdivia marchó contra el mas fuerte; pero apenas se empeñó la funcion, cuando Mi- chimalonco, jefe del bando menos numeroso, se revolvió hácia la ciudad, que estaba fiada al cuidado de Monroy, y empeñó con este un ataque terrible y que fue bien sos- tenido, aunque el cabo español solo disponia de treinta infantes y veinte caballos. La metralla causaba espanto- sos estragos en las filas enemigas, cuyos tiros no podian ofender, mas no por esto disminuian el entusiasmo ni el valor en los Indios, pues unos cargaban con arrojada resolucion, mientras que Otros querian allanar el paso llenando los fosos con cadáveres de sus hermanos. Ya obtenian tal vez alguna ventaja, pero de muy poca im- portancia; hasta que al fin lograron poner fuego á la ciudad, matar algunos soldados y varios caballos, y ex- tender la confusion en el campo castellano. En medio de - esa confusion, de ese inminente riesgo, parece ser que doña Ines de Suarez, mujer de Rodrigo de Quiroga, notando cuanto se esforzaban cinco caciques para romper los hierros con que se los tenia amarrados en la ciuda- dela, cojió un sable y los degolló. .. ¡ Infelices ! su de- 152 HISTORIA DE CHILE. lito no era otro sino un acrisolado amor á su pais, y el natural deseo de sustentar sus derechos y su libertad (1). Semejante accion, demasiado violenta sin duda, y que nada pudiera aconsejarla sino la desesperada posi- cion de los sitiados , fue la señal de un ataque encarni- zado de parte de los Indios, que ansiosos de venganza, despreciando los mortíferos fuegos de arcabuces y obu- ses, corrieron en masa contra aquel puñado de ene- migos, casi extenuados tras tantos y tan instantáneos embates, sin reparar que sus e nada A y das. Ya, por fin, sintieron Wi neces idad del descanso , y hubieron de abandonar el tenaz empeño, en ánimo de renovarle al dia siguiente, como lo ejecutaron, aunque con menos probabilidad del triunfo. Hay quien dice que esta batalla, que puso á los sitiados en grandes apuros, costó la pérdida -aa miles de data kanha de dalla a pd a isd h: : r, mos este hecho ae (1) Cita rentes á Chile, en lasi impresas, como en las que aun pe: rmanecen manuscritas ; ro mas de un motivo hay para no creerle verdadero. Todavía no hemos lo- ado ver un solo documento que ese hecho confirme; el libro de acuerdos e. cabildo de Santiago no hace mencion de él, ni tampoco Valdivia, aunque ab dan en todas sus cartas los detalles de cuantos sucesos acontecieron Elba. Tambien nos parecen exajerados esos grandes combates que Monroy hubo de sostener en la plaza y fuera de ella, sobre tod inciertos, pr Es seda " yars sino pa x la T, h yas eR a todo el dia, y á la mañ enteramente restablecida. Respecto á su pentendida espedicion de Penco ó PE sur de Cacha- pual , es asercion enteramente falsa, aunque todos los autores la hayan reco- jido , pues hay infinitos testimonios contra ella y tambien una aguda crítica. Esa expedicion ocurrió mucho puc. , y con las fuerzas que Monroy trajo del Perú. Quien quiera ver la prueba de todo usd se m de las cartas de Valdivia, kordian n los do: , public n ella se verá tambien cuan interpretaron los autores este interesante periodo s da historia de Chile, timos ácerca de esto porq creemos al abrigo de pudiera de ic ehia, parand nuestras opini e apar- tan de las de otros historiadores, A A aa ğ CAPÍTULO XIV. 153 Indios, y que de los Españoles murieron cuatro hombres y veinte y tres caballos, baja insignificante en verdad, pero de gran precio si nos hacemos cargo del aislamiento en que se hallaba lacolonia, y de su cruel posicion. Per- dieron ademas los Españoles todos sus víveres, todos sus efectos, que, como sus casas, fueron pasto de e llamas ; no quedándoles sino sus armas y la ropa pues en cuanto á animales domésticos, solo escaparon del in- cendio dos porquezuelas, un cochinillo, una polla, un pollo, y dos almuerzas de trigo (4). Bien digno de reparo es el heróico sacrificio que se- llaron en esta circunstancia aquellos conquistadores. Así de alentados cuanto tenian de sufridos, pues que apesar del rigor de su suerte, no obstante la total escasez de víveres en distintas épocas, todavia guar dan relijiosa- mente esos tan débiles elementos de colonizacion, que vinieron á ser orígen de todo cuanto en la matiera po- see hoy la república de Chile. Como quiera, Michimalonco abandonó el campo , y se retiró á Quilicura para dar tierra á los que perecieron en la refriega, y descanso tambien á los que de ella sa- lieron salvos; con lo cual los Españoles, no menosrendi- dos, se reunieron en comun, tratando de consolarse re- cíprocamente de las penalidades, de las vicisitudes de aquellas empeñadas conquistas. Lastimosa era entonces su suerte. Hállabanse en lo mas crudo del invierno, no solamente sin víveres, sino en la triste eran de- (1) Asi lo nota Valdivia en carta al emperado or Cárlos V : « Pelearon todo el » dia en peso con los cristianos, i les mataron 23 cavallos i 4 € ti r ; é que- » maron toda la ciudad i comida i la ropa i quanta hazienda ten , que no a quedamos sino con los andrajos que teniamos para la guerra i con las armas » que á cuestas traiamos, i dos porquezuelas i uu cochinillo , i una polla i un » pollo, i hasta dos almuerzas de trigo. » i T. HISTORIA. 454 HISTORIA DE CHILE. pasar á la inclemencia dia y noche, sin un trapo con que cubrir sus carnes, y preservarse del frio y de la escarcha. La pérdida de sus cuatro compañeros y de los veinte y tres caballos les era tambien muy sensible, y mas como que de cuanta utilidad les fueran, caso de haber de abandonar {o pais; de suerte que estos y otros males llegaron á relajar la parte moral de los colonos, ya atacada desde la terrible escena de los cinco ajusti- ciados. Tal aspecto ofrecia la colonia cuando en conse- cuencia de una comunicacion de Monroy , volvió Valdivia å Santiago, donde, aparentando calma y serenidad, trató de realzar el espíritu de sus compatriotas; y de inspi- y rarles confianza, ahogando en su pecho el vivo dolor que ES le causaban tantas calamidades. Importantes, numerosas fueron las medidas que tomó el gobemadad: procurando, desde luego, el posible alivio á los males de los colonos, empeñándolos á que olvidaran sus pasados trabajos, y á reedificar sus casas, aunque de un modo harto lijero, con las maderas que se cortaron en los alrédedores, y el auxilio tan pre- cioso de los Indios que del Perú se trajeron para el ser- vicio jeneral, Ni podian recibir estas obras mejoras de mayor conveniencia , porque la jente tenia que atender á otras de las cuales pendia el sosten de la colonia, y contaba ya cuatro meses obligada á alimentarse de cebolletas que å mano armada le era preciso buscar en el campo, con expo- sicion de la vida, y en continua ajitacion y sobresalto. Semejante conflicto llevó el abatimiento de los Espa- ñoles a extremo, y hasta sobrecojió la ingénita en- tereza de Valdivia. Discutíase entre los principales co- Jonos cual medio pareceria mejor para salir de situacion - CAPÍTULO XIV. 155 tan aflictiva , y no veian otro sino el de enviar por 80- corros al Perú, pero ¿como hacerlo? El bajel que á este efecto podia haber servido los Indios le habian reducido á cenizas; faltaban elementos para construir otro ; por tierra era imposible el tránsito, porque ámas dela inmen- sa distancia que mediaba entre Lima y Santiago, todo el pais estaba yaen completa insurreccion. Contra todos estos obstáculos que tenian la opinion incierta y con- fusa, quiso la fortuna que saliera el capitan Monroy ofreciéndose jeneroso á ejecutar un viaje que, si con di- cha llegaba á su término, tan beneficioso habia de ser para sus aflijidos compatriotas, Indecible fue el júbilo -de todos, y no menos grande el de Valdivia, al recono- cer ese pratiotismo, ese sentimiento filantrópico, esa noble abnegacion de Monroy, que así exponia su vida en obsequio de la de sus compañeros. Súbditos y jefes todos comprendieron la importancia de tan singular servicio; y cada cual de ellos vislumbraba tambien las venturosas consecuencias que eran de esperar, Valdivia recojió la jenerosa oferta de su lugarteniente con la expresion de un viyo reconocimiento en nombre del rey, y en ánimo de que marchara mas seguro al fin de su atrevida, cuanto peligrosa empresa, ordenó le acompañarian cinco de sus mejores soldados, todos bien montados, tras lo cual pasó á disponer lo conveniente al camino, con mani- fiesta alegría de cuantos en la colonia demoraban. La expedicion que el difunto Almagro habia cum- plido en Chile, y su retorno tan fatal, cuanto fueron patentes las muestras de la miseria y de la indijencia con que en el Perú entrara, llevaron á los ánimos una -muy desfavorable idea de aquel pais. Por tanto, si de él se hablaba era eon profundo desden, deduciendo conse- 156 HISTORIA DE CHILE. cuencias AR funestas , y harto capaces para oponerse á toda suerte de progreso que en su favor se meditara. Muy presente tenia Valdivia con cuanta difi- culti d llegara él á reunir-los ciento y cincuenta hombres con que vino á Chile, y no dudaba que Monroy diera con los mismos inconvenientes en llegando al Perú, á no llevar consigo alguna prueba de la riqueza del suelo. Ministróle con este motivo una cantidad de oro equiva- lente á siete mil duros, que los soldados y los Anaconas, ó Yanaconas (eran Indios amigos de los Españole 5 1 bian recojido en las preciosas minas de Aconcagla, mientras duró la construccion del bergantin , y que vo- luntariamente habian entregado á su jefe. Parte de esta materia se consumió en seis pares de estribos, en las guarniciones de los sables de los seis viajeros, y en dos hermosos jarrones, todo, por supuesto, hecho en ánimo de despertar la codicia de los Peruanos. Los estribos de hierro se convirtieron en herraduras, dando á cada sol- dado cuatro de repuesto, por si en tan dilatado viaje fuere preciso calzar á los caballos, y tras todas estas preven- ciones el gobernador, habiendo recordado á Monroy con sentida eficacia la lamentosa situacion en que dejaba á sus hermanos , y cuanto importaba la presteza en volver á socorrerlos, dióle, así como á los otros cinco compañe- ros, su paternal bendicion, y ellos se pusieron en camino el 18 de enero de 1542, Arriesgada, difícil era esta empresa, pero sin em- bargo desde su principio comenzó á ser de provecho para los colonos, porque les inspiró nuevas esperanzas , entibiando un tanto sus justas inquietudes. Tambien Val- divia confiaba como los demas en un mejor porvenir, solo que media perspicaz la gran distancia que hay CAPÍTULO XIV. 157 desde el deseo hasta el logro de lo deseado, y por consi- guiente en nada rebajaba lo apurado de la extremosa posicion, que tenia á todos los colonos condenados á sustentarse de cebolletas, cuyo alimento se buscaba siempre con riesgo de la vida. és Ya por fin, dispuso el gobernador se comenzase la cultura de la tierra para confiarle las dos almuerzas de trigo que se habian salvado del incendio, y con este mo- tivo fue preciso que una parte de los colonos quedara destinada á abrat? recojer los frutos, mientras que los otros, bien armados, habian de defenderá lostrabajadores de los ataques de los Indios, teniendo ademas que custo- diar los campos por la noche; para que aquellos no los ta- lasen cual lo pretendian. Esta tenaz y esmerada vijilan- cia, á mas de desesperar á los salvajes, los llenaba de asombro, y llegaron á creer que para sustentarla era preciso ser Cupais, esto es diablos, mote que desde en- tonces dieron á los Españoles. Mucho ánimo, maravilloso arrojo probaban los colo- nos en esta augustiosa crísis, pero el gobernador veia que este incesante trabajar habia de concluir gastando la salud de todos, hasta el sensible extremo de tener que abandonar un pais cuyo asiento llevaba ya consumidos tantos y tan esforzados sacrificios. Era de su deber pa- rar, por cuantos medios fueran en sus manos, un tan funesto resultado, labrando poco á poco el remedio de salvacion comun, contra cualquier calamidad que el des- tino quisiera descargar de nuevo. Habia que combatir noche y dia contra cuadrillas de Indios cuya osadía se arrojaba hasta las chozas mismas de la colonia , matando cuanto encontraban , Anaconas, ó hijos de los Españoles que estaban en el cultivo de los campos; y tal estado de 158 HISTORIA DE CHILE. cosas reclamaba con urjencia que Valdivia emprendiese medidas conservadoras. Con este motivo juntó Anacohas y Españoles y se puso inmediatamente á construir un fortin al pie del cerro de Santa-Lucia, cuya obra marchó con asombroso aceleramiento, sin dejar de ser bastan- temente sólida, y dentro de la cual se entraban, á la pri- mera señal de ataque, no solamente los víveres que habia á mano, y otros enseres, si tambien mujeres, niños, y cuantos se hallasen en caso de no poder tomar las armas. La infantería tenia el cargo de defender este recinto, y la caballería, distribuida en guerrillas, salia contra el ene= migo á campo raso, del que siempre solia desalojarle (1). Tras tantas penalidades en medio de todo jénero de privaciones, de temer era que en la colonia naciera el descontento, con él la licencia, y por fin la fatal discordia, arrastrando los ánimos á toda suerte de excesos; que tan terribles fueron siempre los resultados de tna situa- cion sobre violenta, sin viso de mejora. Bien rocúraba Valdivia inspirar confianza, y consolar àl allijido con palabras de ternura, de interés, y de fe en un dichoso porvenir; pero esto no bastaba; era preciso un remedio mas eficaz, un consuelo positivo, el cambio instantaneo eo Dicele Tadia á pare V acerca em estas refriegas : « Matándonos cada Anaconas, que eran nuestra vida, i » E los hijos de los cristianos; determiné ques un céftado de estado i medio de » alto, de mil i seiscientos pies en cuadro, que llevó doscientos mil adoves de å » vara de largo i un palmo de alo que á elos i á 2 hicieron á fuerza + hea- » zos los vasallos de V. M. i yo ellos, i ; > mos desde que lo comenzamos pian que se aca bó sin descansar hora, » habiendo grita de Indios se acojian á él la jente menuda i bagaje, i allí iee » la comida poca que teniamos guardada, i los peones quedaban á la defensa, » i los de á caballo saliamos á correr el camino i pelear eon los Tndiós, i defen- » der nuestras sementeras; esto nos duró desde que la tierra se obró , sin qui- » tarnos una hora las armas de á cuestas hasta que el espias Monroy volvió á » ella con el socorro que pasó espacio de casi tres años. `» que no lo podria significar, i con muchos de los cristianos les Bas T i atar saa oih CAPÍTULO XIV. 159 de aquella dura é insoportable existencia sobradamente rica en peligros y eninfortunios, ya que exausta de todo, por lo que toca á, cuanto Se necesita para conservarla, En. Monroy estaba la vida de esta infeliz colonia, pero mil razones habia para Mirar, sino como imposible, como muy dudoso y problemático su regreso, en cuya suposi- cion el conflicto debia parecer bajo un aspecto mucho mas aterrador. | Por otra parte, tambien las municiones de guerra co- menzaban á escasear, los viveres eran ya tan raros que se creia dichoso el individuo si lograba cincuenta granos de maiz por dia, ó un puñado de trigo del que ni aun el salvado queria desperdiciar (1). Las plantas sal- vajes, las raices, los ratones de Campo, conocidos en- tre los hijos del pais con el nombre de Devá, y otras co- sas mas inmundas eran el sustento de aquellas jentes aventureras, cuya imaginacion tanto enardecieran los dorados sueños de gloria y de inmensas riquezas, para no dejarles ver al cabo sino el horror del hambre, el cons- tante empeño en haber de defender sus vidas, y los frutos de sus tareas campestres, del diario arrojo con que los Indios concurrian para destruir cuanto encontra- ban por delante; siendo tal y tan laboriosa la contienda «queá pique de rendirse estuvo la acerada é infatigable fi- bra de aquellos intrépidos conquistadores. año de estos tres que üy bien i tuvi » mos harta comida, pasamos los dos primeros con , i tanta era forzado ir ey. tros dos, i acabados » aquellos tornaba á lo mesmo, i las piezas todas de nuestro serv » esto se mantenian , Í carne no habia ninguna, i el eristiano que alcanzaba » y 50 granos de maiz cada dia no se tenia en poco, i el que tenia un puño i trigo, no lo molía para sacár el salvado. » — valdivia á Carlos V, ¡IIA 160 HISTORIA DE CHILE. Algo mejoró su condicion en el último año de su mise- ria, porque las dos almuerzas de trigo, salvadas del in- cendio , sembradas y custodiadas con exquisita vijilancia , rindieron doce fanegas, que fueron distribuidas casi en partes iguales entre los colonos; tambien los demas fru- tos vinieron en mayor abundancia que hasta entonces. Por lo demas la situacion siguió igualmente incierta y arriesgada, teniendo que mantenerse la jente refujiada en el fortin , ó cuando mas recorriendo un muy estrecho círculo en el campo inmediato, al cual era forzoso bajar armados y acompañados. Tan terrible era la posicion de la colonia cuando le ' llegaron noticias de la expedicion del capitan Monroy , por medio de un bajel, que fondeó en Valparaiso en setiembre de 1543; acontecimiento que dió nueva vida á todas aquellas pobres jentes, inspirándoles un contenta- miento indecible. El jeneroso y denodado Monroy, apeteciendo burlar la vigilancia de los Indios, y salvarse de su furor, tomó, desde su salida de Saniagd: el medio de pasar las horas del dia oculto en lo mas fragoso de las selvas, y caminar durante la noche por veredas y senderos poco trillados ; pero ni aun esta precaucion bastó , porque en llegando al valle de Copiapo, al instante se vió atacado porlos indí- jenas, con el sentimiento de perder cuatro de sus com- pañeros que murieron en el lance, quedando él y el otro soldado prisioneros del cacique de la localidad. Fue cau- sante de esta disgracia un renegado español que en la primera expedicion de Almagro habia desertado su ban- dera, y pasádose “los Indios, pero cupo la gloria de la accion á un jefe indio llamado Coteo. Agudísimo era el dolor que Monroy senda, en su cauti- E E CAPÍTULO XIV. 161 vidad , no por su suerte particular, sino mas bien por la que á la colonia habia de acarrear este desdichado contratiempo, y revolviendo en su mente toda suerte de cavilaciones vino por fin á concertar, con su compa- ñero en desgracia, un golpe atrevido que pudiera lle- varlos å su libertad, ó á su ruina, si acaso llegaban á errarle. . Como los dos prisioneros se vieran un dia con el re- negado, convertido en Indio, cayeron å seña conve- nida sobre él, le arrancaron el cuchillo de que siempre iba armado , y con esta arma dieron inmediatamente muerte al cacique : hecho esto con cuanta celeridad era del caso, se apoderaron de tres de los caballos que sa- caron de Santiago , y escaparon á esconderse en el de- sierto, llevándose delante á su pérfido compatriota (4). Desesperados andaban los Indios de Copiapo con la fuga de los cautivos y la muerte que á su cacique die- ron, pero toda suira, todo su conato de venganza fue- ran vanos; estaba muy próximo el desierto , las medidas de persecucion no se tomaron tan á tiempo como era menester, nadie pudo indicar cual direccion seguian los fugados, y estos á fuerza de penas y de constantes esfuerzos alcanzaron por fin la frontera, encaminándose en seguida al Cusco. esta parte sino el tenor de la carta de Valdivia, en la no se dice tampoco que el campañero de Monroy era un capitan llamado Miranda, como asientan los autores , antes bien un soldado raso : « Llegó en el Perú solo con uno de » los soldados que de aquí sacó i pobre, habiéndole muerto en el valle de Co- » piapo los Indios los quatro compañeros , y preso á ellos, etc. » 162 HISTORIA DE CHILE, En esta ciudad se hallaba el gobernador del Perú, Vaca de Castro, á resultas de la batalla de las Ghupas en que fue vencido don Diego Almagro, hijo del adelan-. tado, y pocos dias despues condenado á muerte. Castro atendia entonces á reparar los sensibles desca= labros de aquellas discordias intestinas; trataba de re- conciliar los partidos, amortiguar odios, y llamar la atencion del soldado hácia nuevos descubrimientos; tal - era la tarea en que leencontró Monroy llegando al Gusco en un estado harto deplorable. Como oyera el gobernador la relacion que del estado de la colonia chilena le hizo aquel valeroso capitan, afirmando cuanto importaba ir, sin pérdida de tiempo, en su auxilio, su sensible corazon quedó lacerado, y aun- que las continuadas guerras de que acababa de salir ha- bian consumido todos los caudales del fisco, y cuantiosas sumas debidas á la jenerosidad de algunos poderosos , queriendo prestar los socorros que se le demandaban; in- terpuso toda su valia con dos sujetos que vinieron en responder á los patrióticos clamores del e aja e Val- divia. Cristoval de Escobar surtió lo necesario para: la monta y equipo de setenta soldados de caballería. — El reve- rendo padre Gonzalianes entregó, por su parte, cinco mil castellanos en oro, y tambien se puso á catequizar los ánimos, inclinándolos á la expedicion ; pero con tal destreza y fortuna tanta que en breve pudo marchar Monroy con una muy lucida columna, y la seguridad de que así como vacaran un tanto las muchas ocupacio- nes que tan atareado traian al gobernador, se pensaria en la colonia de Chile y se le enviaria un buque BNBAdO de cuanto se ereyera serle de utilidad, CAPÍTULO XIV. 163 Monroy se dirijió desde el Cusco á Arequipa, en ánimo * de comprar armas y otros objetos de necesidad para la jente que le seguia. Vaca de Castro no pudo obtener el bajel de un propietario del Cusco , pedido para traspor- tar la expedicion á Chile; pero Monroy dió”en Arequipa con un tal Lucas Martinez Vegazo que se ofreció á man- dar uno, cargado de armas, de quincalla y de otros jé- fieros ; el cual buque caminó bajo la direcion de don Diego García de Villalon , y aportó á Valparaiso , como -ya lo tenemos dicho. Monroy siguió con su tropa el camino del desierto, teniendo que repeler diariamente masas de Indios en re- vuelta que salian á hostigarle en todas direcciones, pues el levantamiento era ya jeneral; así es que esta expedi- cion no llegó å Santiago hasta fines de diciembre de 1543, 6.séa, cuatro meses despues del socorro que por mar se le envió á la colonia. Habíase celebrado en ella la llegada del bajel que apor- tó 4 Valparaiso con todo jénero de regotijos, entre los ettales tambien la devocion hizo su parte con una pro- cesion solemne, un Te Deum, y una misa de eracias, de que ya habia cuatro meses carecian los fieles por falta de vino para celebrar; pero mayof fue el contento á la llegada de Monroy, y de su columna, por la que se renovaron con indecible entusiasmo los ejercicios de - piedad, dando suelta á un gozo cual hasta entonces nun- cà experimentaran los colonos. — l Vivas y no pequeñas muestras dieron todos de lo mu- cho que agradecian los filantrópicos esfuerzos del bizarro Monroy; todos le colmaban de bendiciones , todos, en- fin, se le declaraban deudores de su nueva existencia, pues los curaba de tantos males, de tantas zozobras, de 164 i HISTORIA DE CHILE. tan duros sufrimientos como resignados habian resis- tido ; no rebosando en el pecho de cada colono sino esperanzas, vida, y nuevo aliento para procurarse una, comun y próspera posicion. Tambien Valdivia revolvia ya en su mente nuevos proyectos de conquista , nuevas posesiones en las provin- cias meridionales, y vivos deseos de marchar contra aquellos Indios que tantas veces le habian provocado, y que si con la llegada de Monroy se alejaran algun tanto de Santiago, no por eso habian depuesto ni su osadía, ni su singular presuncion. , Quiso, sin embargo, que sus súbditos corrieran un mes en el reposo, en el desahogo de sus pasadas vicisi- tudes, olvidadas muy pronto entre la conveniencia, el alegría y el poder. Al cabo de este periodo marchó para la provincia de los Promaucaes, ádonde los Indios se ha- bian retirado; iba destruyendo y talando cuanto por delante veia; arrojó al enemigo de sus atrincheramien- tos, y le hizo retirar hasta el rio Maule, cuyas riberas tan feraces, cuanto pintorescas, fueron el asombro, la admiracion de los Españoles. Dos meses y medio habia que seguia Valdivia casti- gando la arrogancia de los Indios, cuando parecieron en la costa tres Españoles y un negro, restos de una expedi- cion mercantil que varias personas determinaron probar comerciando con Chile. Como esta expedicion llegara á Copiapo, los naturales del pais la atacaron, y forzaron la jente á reembarcarse, no sin dejar varios muertos en la refriega. Continuaba la navegacion, pero una terrible maretada , en medio de la tempestad, arrojó el buque á la boca del rio Maule, y fue tal la furia con que los Indios cargaron sobre la tripulacion, que la hicieron pedazos, CAPÍTULO XIV. . 165 sin salvarse Se los cuatro individuos atras mencio- nados; el bajel mercantil sirvió de pábulo á las llamas. Semejante pérdida , si acaso insignificante en otra oca- sion, no dejó de influir singularmente en el ánimo de Val- divia, empeñándole á volver con su tropa á Santiago, á fin de tomar medidas salvadoras , dado que los Indios, engreidos con este reciente triunfo, pretendiesen des- correr de nuevo el pendon del jeneral alzamiento. CAPITULO XV. Ei capitan sees con nuevos socorros para Chile, por órden de Vaca de Castro. — El gobernador hace que aquel nauta pase á visitar la costa hasta las alturas de la e de a y tome posesion de ella. —Comienza la sumi- de los Indios. — Se benefician e minas. — Fundacion de la ciudad la Serena. — santa e Aptos al Perú, y Ulloa y Monroy le acompañan. — ja militar de Valdivia Ao E rio Biobio , cuales e on los resul- dos, y su retorno á Santiago. — Faltan noticias del Perú; ocasiona esto un oil jeneral en la colonia, y el gobernador manda que Juan Dá- valos marche á aquel pais ( 1544—1546. ) El licenciado Vaca de Castro, gobernador del Perú, tenia muy presente haber prometido á Monroy nuevos socorros para Valdivia, en cuanto el órden y el asiento de la tranquilidad en el pais le permitieran recojerlos, y comprendia cuanto importaba la conquista de Chile, no obstante el desgraciado éxito de la expedicion que Al- magro habia dirijido; pero con los mejores deseos no pudiera él salir airoso de su empeño, pues carecia de buques, de dinero y de enseres, á no traer la fortuna al puerto de Lima al piloto mayor de la real audiencia de Panamá, Juan Bautista Pastene, y concurrir al mismo tiempo Juan Calderon de la Barca, ofreciendo jene- roso su dinero. : Pastene era un noble Genovés que recorria los mares del sur, desde Lima á Panamá unas veces, otras incli- - nándose mas al norte. Gran reputacion de hábil, de cauto - y de experimentado , tenia adquirida, y los principales mandárines de la época le manifestaban mucho apre- Ld CAPÍTULO XY: ` 467 cio, en consideracion á los relevantes servicios que á S. M. llevaba prestados. Concertóse, pues, con Juan Calderon de la Barca, para pasar á Chile, siendo el bu- que de cuenta del uno, y los capitales de que hubiere necesidad, á cargo del otro; y estas proposiciones acep- tadas , ellos dieron vela para aquel pais, al que arribaron en Julio de 1544. A ; Valdivia atendia entonces á reparar los estragos que acababa de ocasionar una espantosa riada del Mapocho, en la cual peligró sobremanera la colonia, y habia muy pocos dias que estaba de vuelta de su expedicion contra los Promaucaes; pero en cuanto supo el arribo de un bajel á Valparaiso, que le mandaba el Pastene de quien tanto decia la fama, sintió un gozo imponderable, y concibió al instante la idea de nombrarle su lugarteniente de marina (como Monroy lo era para la tierra), con cargo de correr toda la costa de Chile hasta el estrecho de Magallanes, rejistrando puertos, rios, y posesionándose de todo ello, en nombre del rey de España. No era el momento muy favorable para viajes de in- vestigacion y de descubrimiento ; se estaba en lo mas recio del invierno, época de ordinario borrascosa y de - navegacion difícil, molesta, tal vez arriesgada ; pero se emprendieron preparativos, entre ellos el acomodo de otro buque para que acompañara á Pastene, Y así se pasó hasta principios de setiembre que Valdivia se tras- ladó 4 Valparaiso, seguido de algunos oficiales con des- Indios que abandonaban en masa sus hogares, y tambien Francisco de Aguirre se mantenia á orillas del rio Maule 168 HISTORIA DE CHILE. para cortar el paso y defenderle contra la emigracion, como contra la invasion, si acaso se intentara. Así preparado, puso en el bajel, llamado San Pedro, treinta hombres, bien armados, y otros cuantos en el Santiagueño que debia ir á las órdenes de aquel, y la empresa á las de Pastene, ya que se le dieran tres auxi- liares encargados de guiarle con sus consejos, y tomar una parte activa en sus tareas, siempre que la necesidad lo exijiese. Eran estos tres sujetos Gerónimo de Alde- rete, tesorero del rey, y hombre muy versado en la administracion; Rodrigo de Quiroga, escribano mayor del juzgado, muy cumplido militar y hábil estratéjico ; Juan de Cárdenas que, en su calidad de secretario de Valdivia, habia de instrumentar en legal forma la toma de posesion de cuantos lugares fueran declarados de real pertenencia. Estos lugares habian de recibir todos ellos sus nombres respectivos, ya fueran puertos, ya islas, ya rios ó terrenos, que tal lo tenia ordenado el gober- nador, y ademas habian de traérsele Indios de cada uno de los nuevos descubrimientos, afin de que le ministraran noticias relativas á sus propios paises. Tras estas prevenciones, entregó Valdivia 4 Pastene una bandera con las armas imperiales á un lado, y al otro las del gobierno colonial, recibiendo de aquel jefe el juramento solemne de desempeñar fiel y lealmente su targo y obligaciones; con lo cual se le dió órden de hacerse á la vela. El 4 de setiembre de 4544 salieron los dos bajeles el puerto de Valparaiso, encaminándose hácia el sud. o: el viento suele siempre ser contrario en aquella a, la expedicion tuvo que hacerse mar adentro na- vogikii hasta el M° san casi frente á la isla de CAPÍTULO XV. 169 Chiloe, pero como no se habian de recorrer sino dos- cientas leguas de costa , Pastene creyó deber acercarse de nuevo á tierra, y esto le condujo al descubrimiento de un puerto que tomó el nombre de San Pedro, en honra del gobernador, y del navío que hizo el hallazgo. Po- sesionada de este puerto, encaminóse la expedicion há- cia el norte, dando en breve con otro puerto que fue llamado Valdivia, en obsequio tambien del gobernador; en fin resultó en este viaje el descubrimiento de los rios Tolten y Cauten, de la isla Mocha, de la bahía de Penco, etc., y regresó la expedicion á Valparaiso el 30 de setiembre , con veinte y seis dias de mar (1). Esta expedicion, sobre rendir una parte muy instruc- tiva acerca de la extension de Chile, fues ente útil por el inmenso ascendiente que con ella adq rieron las ar- mas castellanas, llenando á los Indios de asombro y de admiracion, y como ellos presenciaran al mismo tiempo las atrevidas excursiones de Francisco de Villagra, las de Francisco de Aguirre, y las no menos arrojadas que poco antes acabara el mismo gobernador, tan pavorosos se sintieron, que desarmados y humildes descendian de las cordilleras unos, salian del corazon de los bosques otros, y todos resueltos á establecerse en los campos, & confundirse entre los Españoles, y á vivir con ellos en buena paz y perfecta armonía. Valdivia comunicó órdenes á los caciques que se le (1) Entre los PEPEN curiosos que daremos por separado , irá el poder que Pedro de Valdivia con firió á Pastene en el momento de echarse á la mar. Es preciso ver los diferentes descubrimientos que hizo este nauta, Há las , peregrinas fórmulas de la toma de posesion de las tierras. Este : cuyo original existe en los archivos de Sevilla , es de una Aa. ta pe putable. La crítica á que nos conducen esos descubrimientos, la reservamos para cuando tratemos la parte jeográfica. 1. HISTORIA, 12 170 - HISTORIA DE CHILE. habian mañtenido fieles, encargándolos recibiesen con afabilidad todos cuantos Indios se presentasen-y vi- niesen á socorrerlos con maiz, y aun con trigo, para que despertara en ellos el apego á la cultura de la tierra; este era el pensamiento dominante, no solo del gobernador, sino de casi todos los jefes de aquella co- lonia, cuya extension y prosperidad se notaban ya de dia en dia. Contaba entonces (1545) unos doscientos Españoles, sin incluir en este número las mujeres, ni los niños. Los animales domésticos se habian multiplicado de una ma- nera prodijiosa, y se esperaba que, á mas de una rica co- secha de maiz, en aquel año seria la de trigo de entre diez á doce mil fanegas (1). Con dilijente esmero andaban todos los Españoles tras su comun engrandecimiento, pero es preciso confe- sar que Valdivia era el alma de aquella ciudad; el que la impulsaba con todo jénero de sacrificios, porque su je- nerosidad , si inferior á la de Almagro, ofrecia rasgos no menos hidalgos, tales como el absolver å los colonos de todo cuanto le eran en deber, aunque se viera él mismo abrumado de deudas y de compromisos por atender al establecimiento de familias que continuamente hacia ve- nir de otras colonias. Sin embargo, ansioso tambien de salir honrosamente a) Le dice Valdivia al emperador Carlos V : « Y porque ya en esta tierra se pueden sustentar 10dos los que estan i vinieren, atento á que se recojerán ; PA a å tres meses por diciembre que es el medio del verano en esti ciu- ; 42 mil fanegas de trigo, i maiz sin número, Ì de las dos porque- nillo que salfamos cuando los Indios quemaron esta dudd, y r 0 mil cabezas, i de la polla i el pollo tantas gallinas como yerbas y que verano é invierno se crian en abundancia. » Nos parece que Valdivia exajera en esta ocasion el producto de los animales, CAPÍTULO XV. 471 de sus empeños, echó mano de los Anaconcillos para que fueran en busca de oro con que satisfacer á sus acree- dores, y adquirir nuevos brazos, cuya necesidad se ha- cia mas y mas imperiosa cada dia ; tambien concibió el proyecto de mantener un camino libre y desembarazado entre el Perú y su colonia, á cuyo efecto hizo que el ca- pitan Bohan fuese á fundar una aldea en el valle de Co- quimbo , desde donde se habia de atender á los manejos de Indios mal intencionados, á la seguridad de los aven- tureros que del Perú pasasen á Chile : y este pueblecillo, llamado la Serena, en memoria del en que nació Valdivia, se alzó å la derecha del rio, y á pocas leguas de la mar, siendo sus primeros moradores en número de diez, todos ellos bien armados para defenderse de los ataques de los naturales. En nueve meses que los Anaconas trabajaron en las minas, bajo la direccion de algunos Españoles, se recojió una cantidad de oro apreciada en sesenta mil castella- nos (1). Bien hubiera querido Valdivia emplearla en pago de sus empeños , pero era suma muy insignificante para tal destinacion, y sobre no cubrir con ella las tantas obligaciones que tenia contraidas, prefirió aplicarla á las necesidades de la colonia; confiando tambien en que no dejaria S. M. de concurrir socorriéndole, desde que sus tareas y el resultado de sus conquistas le fueran conocidos. - Dispuso, pues, que aquella cantidad se inv ertiria en armas, en algunos útiles necesarios, y en el enganche de nuevos colonos que podia hacerse en el Perú, confiando esta mision 4 Pastene, bien digno de ella por sus pren- (1) Valia cada castellano catorce reales y catorce maravedis. 179 HISTORIA DE CHILE. das personales, y por la reputacion de que gozaba. En el mismo navío de aquel capitan se embarcaron varios mer- caderes y otras personas, interesadas en el aceleramiento de esta empresa , yendo entre ellos don Alonso Monroy, cuyo noble porte en su primer viaje al Cusco ya conoce- mos, y don Antonio de Ulloa. Este debia pasar á España para noticiar á S. M. cuanto en Chile quedaba ya cum- plido, el estado de la colonia, y las lisonjeras esperanzas que en ella debia fundar la corona ; aquel llevaba órden de volver del Perú por tierra, con cuantos soldados , Cam ballos y yeguas llegare á recojer, evitando así los peligros de una navegacion demasiado lenta entonces, y por tanto peligrosa. No le faltaban averías al bajel San Pedro, y no habia medio de repararle en el puerto de Valparaiso ; fue, pues, preciso trasladarle á la rada de Coquimbo, donde con el betun vejetal, ya en uso en aquella época, se logró la “rehabilitacion, y la jente dió vela el 4 de setiembre de 1545. | El mismo Valdivia habia acudido tambien á Coquimbo para acelerar la expedicion, no obstante estar de ante- mano preparado para cumplir otra en las provincias rayanas con la Araucania; y mientras se detuvo en aquel valle reformó muy mucho la parte administrativa de laSe- ` rena, hizo levantar en ella una capilla, y acreció la guar- nicion del pueblo con otro trozo de gente bien armada, planteando ademas en el mes de setiembre del propio año un cabildo, ó ayuntamiento regular , compuesto de per- sonas de su confianza, al paso que llamó otras á funcio- nes concernientes á la conservacion del órden y de la tranquilidad de la ciudad naciente. A su regreso á Santiago, que se verificó por tierra, CAPÍTULO XY. 173 visitó con detenida atencion todos aquellos valles, deter- minando en muchos de ellos la fundacion de unas como ventas, que en el pais se llaman tambos, á fin de pro- porcionar á los viajeros en lo sucesivo un lugar donde recojerse. Estas ventas se multiplicaron mucho en se- ‘guida, sobre todo en el camino que guia desde Co- quimbo á Penco; y fueron de suma utilidad , porque á mas de ofrecer abrigo y seguridad para pasar en ellas la noche, andaban muy surtidas de víveres perfectamente acondicionados. Cuando entró en Santiago ya andaba su maestre de campo muy dado á los preparativos necesarios para ir hácia el sur tras nuevas conquistas con que poder surtir, en terrenos y en Indios, á las personas que habitaban el pais, y carecian de propiedades, y tambien á las que de- bian venir con Pastene y Monroy. Como el oro recojido en las minas de los Incas, á la partede Malgamalga, bastara para estimularlas codiciosas esperanzas del gobernador, volvió á enviar un cierto número de Anaconas en busca de aquel metal, principal elemento, en su sentir, para la prosperidad de la colo- nia, y capaz por sí solo de responder á todas sus necesi- dades y deseos. Tambien se puso á beneficiar otros mine- ros recientemente descubiertos en el valle de Quillota, y una vez determinadas cuantas disposiciones habian de conducir al mantenimiento de la tranquilidad entre los moradores de la capital, se ausentó de ella acompañado de sesenta caballos bien dispuestos, y bien equipados. Ya se estaba en febrero de 1546. Ningun enemigo, ningun obstáculo se opuso á ¿la mar- cha de Valdivia en los primeros dias, antes daban, en muchos parajes del tránsito, con Españoles establecidos 174 HISTORIA DE CHILE, en el pais, entre los cuales debieron hallar cuantos auxi- lios fueron necesarios; pero apenas llegaron á pasar el rio Maule, cuando fue preciso observar que todos los In- dios pintaban en su semblante muestras nada equivocas de azoramiento y de turbulenta inquietud, hasta que al cabo parecieron unos trescientos hombres resueltos á in- terceptarles el paso. Un destacamento de Valdivia cargó inmediatamente contra aquella masa de Indios, causando la muerte á una cincuentena de ellos, y poniendo los restantes en preci- pitada fuga; pero este revés no los desalentó, antes se unieron con otros cuerpos, y por la noche cayeron sobre los Españoles mas de ocho mil, atacando con un ardi- miento desconocido hasta entonces, y manteniendo la. funcion durante dos horas. Es indecible la feroz bizarría con que á beneficio de la oscuridad, cargaban á la ca- —ballería castellana, ya en grupos sueltos, ya en masas cerradas y compactas, todo con prodijiosa actividad ; pero disueltos, por la ventaja de que el enemigo disponia, hu- bieron de ceder, declarándose en retirada , y dejando el campo sembrado de cadáveres entre los cuales el del in- trépido y denodado cacique que con tanto valor los ha- bia dirijido en la pelea. Los Españoles tuvieron cinco soldados y cinco caballos heridos, con dos mas de estos muertos (1). Como viera Valdivia, en la mañana siguiente, que su tropa podia continuar la jornada, marchó todo el dia en direccion del sud, hasta dar con el rio Biobio, pero no pudo atravesarle por su demasiada anchura, y fuele € ) Aunque n no dice Valdivia donde ocurrió esta accion, somos de parecer á batalla que en esta parle refieren todos los demas historiadores, CAPÍTULO XV. 175 preciso descender hácia la mar, lo cual le procuró el llegar á la bahía de Penco, descubierta por Pastene, y que con cuidadosa atencion visitó el gobernador, repa- rando un lugar muy á propósito para fundar una nueva ciudad. Es menester reconocerlo, en aquel conquistador no lucia sino un solo pensamiento, el dar á su gobierno una vida duradera, un verdadero y sólido porvenir, y justo apreciador de la importancia de las minas, si las beneficiaba tal cual vez, no era con el mezquino objeto de que resaltara la riqueza del suelo, sino para procurarse medios con que atraer nuevos colonos. Queria que la agricultura se desarrollara ; que se aumentaran las po- blaciones para utilizar aquellos campos tan feraces, é im- poner mayor respecto á los Indios, cuya cultura anhelaba de todas veras, porque los consideraba como la base de la poblacion ; pero acompañado, como entonces iba, de un tan corto número de hombres, y en presencia de una tierra cuyos habitantes andaban en completa re- vuelta, se apartó de Penco, bien decidido á volver en breve con elementos que le permitieran la ejecucion de su plan. ! En marzo entró Valdivia en Santiago despues de una ausencia de cuarenta dias. Gon visible entusiasmo le re- cibió el pueblo, y no fue menor el que manifestó cuando supiera que las tierras visitadas, de suyo tan fértiles, y situadas en parajes sobremanera deleitosos y pintorescos, iban á ser repartidas entre los conquistadores, reservando algunas para las jentes que habian de venir del Perú, con Pastene y Monroy, ausentes despues desiete meses, y de quienes ninguna noticia se tenia. | Era de extrañar el silencio hi biéndose llevado algunos Indios encargados de regresar por tierra, desde que en 176 HISTORIA DE CHILE, - el Perú desembarcaran aquellos jefes; con todo, lo atri- buia Valdivia á causas tan inevitables como involunta- rias, porque no habia razon para recelar del tino, de la habilidad y prudencia de sus comisionados, ni menos - del distinguido patriotismo de Vaca de Castro. Por lo mismo de hora en hora suponia el retorno de estos en- viados, con buen número de nuevos colonos , Cuyo mantenimiento y arreglo de antemano traia prepara- dos, haciendo mayor siembra de cereales y de maiz que en los años anteriores. Tambien las minas se bene- ficiaban ya con mas ahinco y regularidad, y para que la ciudad estuviese mejor surtida se habia construido un barco harto sólido con destino á la pesca en la bahía de Valparaiso. Otras prevenciones surjieron en esta ocasion, todas muy provechosas para la colonia, pero como pareciera _€l regreso de Pastene cada dia mas remoto y mas in- comprensible, los recelos, los temores y hasta un muy pronunciado descontento entraron de nuevo en los espi- ritus, y el gobernador tuvo que salir para tranquilizarlos, encomendando á Juan Dávalos que, con siete hombres y el barco pescador, pasase inmediatamente al Perú, á fin de averiguar el paradero de los expedicionarios, Era aquel sujeto persona de la confianza de Valdivia; dióle este unos sesenta mil pesos para la adquisicion del mayor número posible de brazos, y se embarcó con direccion á su destino en setiembre de 4546. Algo se calmaron los colonos al ver cumplida esa re- solucion, pero no los satisfizo enteramente, porque te- mian con fundamento que un leve descalabro en las armas castellanas, aconsejaria de nuevo el levantamiento jene- ral de los Indios, cuya actividad é índole guerrera harto CAPÍTULO XV. 477 se acababa de enseñar en la última excursion de Valdi- via, que á no retirarse tan á tiempo á la capital, sin duda se viera esta acometida y sitiada otra vez, con mas encarnizamiento que la primera; como que mas hechos ya los Indios al poder y violencia de las armas españolas eran, si mas osados, tambien mas astutos y cautos para esquivar los tiros enemigos. Comprendian ademas todos los colonos que, sin rela- ciones permanentes entre Chile y el Perú, la existencia de la colonia seria siempre precaria y vaga, siempre expuesta á los embates de los altivos Indios, cuyo alen- tado arrojo andaba ya tan perfectamente probado. La inmensa distancia que media entre aquellos dos paises ; la falta de caminos ó veredas, que si alguna habia, de trecho en trecho se solia perder enla continuidad del de- sierto, entre arenales sin asiento ; la escasez de buques para correr por agua aquellas rejiones, todo parecia oponerse al establecimiento de una comunicacion soste- nida y saludable, y era causa de que los colonos, y cuan- tas personas apetecian sinceramente el fomento de San- tiago, no pudieran curarse de un desaliento receloso y . justo : sí que la constante vijilancia del gobernador, y su exquisita atencion á cuanto pudiera ser en dicha de sus aflijidos compañeros, ya que no desterraran aquellos negros presentimientos, harto lograban moderarlos tra- yendo todos los brazos en constante accion, con tareas de pública utilidad, que distraian no poco de la triste reflexion á que en la ociosidad hubieran podido venir. Así es como se logró el asiento de una excelente policía urbana en la colonia, y de reglamentos de prudente pre- caucion contra la usura en los tratos, contra el perni- cioso abuso de los logreros. En las casas Se echaron tam- 178 HISTORIA DE CHILE. bien tejados con que se les dió mayor realce ; en la ciu- dad se abrió un gran número de acequias, y un alarife asalariado tomó el cargo de atender al aseo, limpieza y conservacion de calles y de edificios; en fin hasta se determinó la construccion de un puente sobre el rio Maypú, á expensas de todos los vecinos, PP CAPITULO XVI. causa del rey, y siguente diez de sus oficiales en el bajel de Pastene. — Llega al Callao despues de haber abordado en Coquimbo y en Tarapaca. — Se reune en Andahuayla con el virey D. Pedro de la Gasca. — Batalla de Sacsahuana. — Se le confirma á Valdivia en el gobierno de Chile. — Go- mienza á procurarse jentes para su colonia. Cargos á que tiene que res- ponder ante el virey y la real audiencia. — Su regreso á Valparaiso. (1547 1549.) En todas esas reformas se andaba para el mejor estar de aquella sociedad naciente, cuando llegó la noticia del arribo del San Pedro á las órdenes de Pastene, despues de veinte y siete meses de ausencia. De inexplicable satisfaccion fuera esta novedad para los habitantes de Santiago, ya tan angustiados, si con ella no supieran tambien que el bajel, quedado á doce le- guas de Valparaiso, á causa del viento sur, no conducia socorro de ninguna especie en hombres, ni en mercade- rías, y que su capitan habia tenido que lucharcontra todo jénero de desazones, y de no pequeños peligros. En efecto, al cabo de veinte y cuatro dias de navegacion habian llegado al Callao los comisionados de Valdivia, para ver con dolor como se despedazaba el Perú entre la mas cruenta anarquía, y por virey, no ya al patriota Vaca de Castro, tan querido de todos, y en cuyo civismo tanto esperanzaba Valdivia, sino á Blasco Nuñez Vela, cuya exajerada severidad en el cumplir iento de las nuevas leyes de repartimientos de tributos y de Indios, habia 1180 HISTORIA DE CHILE. provocado terribles clamores en el pais, y traídole una muchedumbre de enemigos muy dispuestos á romper la obediencia con el grito de un alzamiento. Aumentóse el número de los descontentos; fue, pues, preciso pensar en un jefe que los dirijiera, y recayeron estas miras en la persona de Gonzalez Pizarro, hermano del marqués, primer virey del Perú. . Tranquilo se mantenia entonces este ilustre personaje, en la vasta provincia de las Charcas, atendiendo al cul- tivo de sus haciendas, y como quedaran tan comprome- tidas con aquellas leyes como las de los demas conquis- tadores, no hubo que hacer un grande esfuerzo para traerle al Cusco , á donde sus amigos, sus partidarios, y el voto de muchas poblaciones le llamaban, convidándole con el título de virey. En su principio no se mostró dispuesto á recojer cargo semejante, antes le repudió de un modo positivo; mas venciérale la persuasion, rindiérase al clamoreo público, ó ya quisiera aprovechar tan oportuna coyuntura para re- cobrar un vireinato de que, en su sentir, la injusticia le habia desposeido, ello es que vino en aceptar aquella dignidad, comenzando resuelto todo jénero de prepara- tivos para marchar contra Lima. No quiso esperar en esta ciudad Blasco Nuñez; era jeneral el descontento contra él, y esto le hizo ver en Pi- zarro un enemigo demasiado formidable. Retiróse , por lo mismo, hácia el Popayan, y alcanzado por los insur- jentes tuvo que recurrir á las armas en los contornos de Quito, pero pereció en la accion ; siguióse la derrota com- pleta de sus partidarios; y esto le dejó 4 Pizarro dueño absoluto del Perú, Poco habia que Pastene estaba en el pais, sintiendo CAPÍTULO XVI. 481 en extremo las crueles desavenencias en que le veia en- vuelto, no menos que la ausencia de su digno protector - Vaca de Castro, tan empeñado en que prosperase la co- lonia chilena. La suerte de sus dos compañeros Monroy y Ulloa habia sido tambien muy diferente. El primero, cojido de una fiebre cerebral llamado chavalongo en el acto de desem- barcar sobre el pais, murió á los pocos dias; el segundo, como se hallara que su cuñado Lorenzo de Aldaña era justicia-mayor, y lugarteniente de Pizarro en Lima ya no quiso pasar á la corte de España en desempeño de su mision : antes puso en juego cuantas ventajas presumió de esta inesperada posicion, para que la empresa de Pastene corriera de cuenta suya, y en su propio y per- sonal interes. Apropióse por consiguiente cuanto oro Valdivia le habia entregado, recojió ademas lo que llevaba el desgra- ciado Monroy, y se incorporó con Pizarro, acompañán- dole hasta Quito. Contento este caudillo del porte de Ulloa en la batalla que al virey costó la muerte, se rindió å la solicitud que le hizo reclamando el encargo particu- lar de conducir å Chile los socorros que Pastene habia de procurar segun su especial comision ; conducta desleal é injusta que no podia dejar de irritar á aquel capitan , tanto mas cuanto que su buque fue embargado por man- damiento de Aldaña. Apoyado Pastene en la mediacion de Carvajal, pasó á verse con Pizarro, y como este cediera å la justicia de su demanda, al momento dispuso trasla- darseal Callao, pero los dos navíos habian salido pocos dias antes con direccion á Atacama, en cuyo punto ha- bian de esperar á Ulloa, que caminaba ya por tierra. Este nuevo atentado acabó de exasperar el ánimo de 189 HISTORIA: DE CHILE. Pastene, no tanto porque le colocaba en la imposibilidad de regresar á Chile, cuanto porque sabia que Ulloa abri- gaba proyectos abiertamente hostiles contra Valdivia, y deseaba de todas veras poder parar los efectos; así es que trayendo á cuento su bien sentada reputacion y su cré- dito, no paró hasta alcanzar una suma de dinero bastante para procurarse un barquichuelo, y entrándose en él con unos treinta hombres entre soldados y marineros, pudo al cabo de seis meses pasar á Atacama. Allí estaban todavía los dos bajeles, y Ulloa, quien le convidó al des- embarque so pretexto de concertar ciertos y determina- dos asuntos; pero Pastene, que tuvo aviso de las dañadas intenciones de aquel, halló escusa para no concurrir å la cita, y tambien el medio de evitar el peligro en que tenia su vida, burlando la vijilancia de sus enemigos, y los esfuerzos del buque que en su perseguimiento se echó; mas llegó á las costas de Chile en un estado verda- deraméente lastimoso. En igual miseria parecieron pocos dias despues otros ocho Españoles, entre ellos un criado de Valdivia que con Dávalos pasara al Perú. Estos desgraciados se habian agregado en Atacama á la expedicion que Ulloa prepa- raba, pero hubo de abandonar el proyecto, y diez y ocho soldados reunidos se aventuraron á volver á Chile atra- vesando el desierto, sin armas, porque con motivo de las guerras civiles del Perú, se las recojieron. Como los Indios los vieran indefensos, cayeron sobre ellos, mata ron doce, pudiendo salvarse los ocho, aunque heridos, en yeguas salvajes que los llevaron á la Serena, en donde de- positaron lo poco que traian y unos cuantos negros, y seis niños, trasladándose despues á Santiago. Estas desastrosas ocurrencias, y la relacion de tantas CAPÍTULO XVI. ; 41883 tribulaciones, tantos peligros ocurridos, así á los llega- dos por mar, como å los qué vinieron por tierra, llenaron de consternacion å toda la colonia, sin dejar por ello de : parecer compasiva y jenerosa con los que, no el valor, sino la casualidad habia salvado. j f La muerte del capitan Monroy era sobre todo objeto del mas vivo dolor, pues nadie podia olvidar esa valerosa abnegacion de sí mismo còn que aquel infortunado ar- rostraba toda suerte de riesgos siempre que con sus es- fuerzos pudiera ver servidos á sus compañeros; nadie desconocia que en todos sus cargos no se habia notado sino justicia, activigad, tino y desprendimiento; todos sabian que á su juicio, no menos que á su valor, se habia debido la gloriosa defensa de la ciudad, cuando la sitió Michimalonco; y, por consiguiente, todos, incluso el gobernador, lloraron la pérdida de este hombre tan singular, cuanto era para la colonia nece- sario. i d Valdivia era hombre de unnatural templado y sufrido, pero sobrecojido de tan infaustos acontecimientos dió suelta al despecho con palabras que pintaban abierta- mente su intento de vengar en persona el desacato hecho al rey, ó por lo menos, abrazar con resuelto interés la defensa de su causa. Vituperable en sumo grado le pare- ció la conducta de Pizarro, porque no descubria causas con las cuales poder disculparla. Aquella conducta era tambien uftéjemplo desastroso que ponia en peligro á to- dos los gobiernos sucesivos, y se hacia de necesidad un pronto y severo castigo. Tales consideraciones le condu- jeron naturalmente á la resolucion de pasar al Perú y unirse con Pedro de la Gasca, comisionado de Carlos Y para pacificar aquel pais y rejirle; cuyo caballero, á 18h : HISTORIA DE CHILE. decir delos ocho soldados recientemente llegados á San- tiago, se hallaba yaen Panamá. Como conociera Valdivia que entre su oficialidad habia sujetos muy á propósito para dar á sus proyectos mayor impulso, y mas seguro desenlace, reuniólos á todos en junta particular, en ánimo de llevar á sus pechos el vivo entusiasmo de que él se sentia poseido en favor del rey; dándoles á entender que si quedara impune la sedicion _ peruana , era tanto como declarar destruida la escala polí- tica, el rango confundido, la autoridad sin poder, y por consiguiente, el ambicioso en amplio libertad de marchar al logro de sus miras, por entre desórdenes y excesos; mas como notara que este discurrir ho hacia gran mella en el ánimo indeciso de algunos de sus oyentes, de re- pente descendió el gobernador apelando á la conciencia individual, con el recuerdo delos juramentos de fidelidad y de adhesion que por el emperador tenian todos ellos prestados, y de tal modo logró remover los corazones que fue unánime la resol de seguirle, de ayudarle á sufocar la anarquía qu rozaba las hermosas provin- cias peruanas : llama devoradora que podia cundir hasta los umbrales de la pacífica colonia de Santiago, cuyos in- tereses reclamaban una esmerada proteccion (4). Así ajustada esta nueva expedicion contra el Perú, comenzó el gobernador á procurarse cuanto convenia y era de necesidad para darse á la vela; pao tuvo gran > del Monte, Diego de Oro, Garcia de Cáceres. Tambien fue con elak Jaan y de Cárdenas, escri- bano beve. del juzgado, encargado, como de ordinario , de la aotretaria de Valdi g RE CAPÍTULO XVI. 185 Es E y guna el designio, niparece que le púnsizecan los conce- jales, pues que escribiendo estos á S. M. dicen : estar en la persuasion de que el viaje del gobernador se pro- longaria hasta España, en mejor interés y servicio de la colonia ,—sin que en esta comunicacion se suelte una sola palabra acerca del verdadero objeto de la ausencia de Valdivia, que era hacer la guerra á Pizarro y á todos É. sus secuaces, El bajel de Pastene se hallaba en Valparaiso desde el 4° de diciembre de 41547, y Valdivia pasó á este puerto acompañado, no solamente de los sujetos que debian seguirle al Perú, si tambien de otros varios á quienes el deber ó la amistad aconsejaban concurrir á la despedida. Entretúvose varios dias determinando. cuantas instruc- ciones creyó para el mejor curso de la administracion | durante su ausencia, siendo entre ellas, el depósito de su autoridad en el capitan Francisco de Villagra, mandán- | dole pasar inmediatamente á Santiago para que las auto- | ridades todas y el pueblo le reconociesen por su gober- nador interino; bien entendido que sin tener Valdivia el acta de aquel reconocimiento legalizada por dichas autoridades, y extendida segun leyes por ante el notario mayor de los reinos (1) no saldria del puerto. | Tambien hizo que el escribano mayor del juzgado , Juan Cárdenas, le ministrase un testimonio, dando fe A R SSS resar wi nstriicento que Villagra quedaba en posesion i caciques é Indios peee á Valdivia, para con sus s que este tenia contraidas. Gon , e ordenar cuanto en bien de la m $ venir; para rar funcionarios, y destituirlos si pre se 3 hiciere, aun apt excepcion pega maestre de campo; pero el teniente as de “marina D. Juan Bautista Pastene no habia de ser depuesto de su empleo por ningun motivo ta 13 1, HISTORIA, HISTORIA DE CHILE. de quedar la colonia con cuanta seguridad y órden per» mitian las circunstancias, y de que solo se ausentaba de ella por haber de emplearse en obsequio del rey contra Gonzalo Pizarro y sus partidarios: documento que fir- maron , á mas delos oficiales de esta expedicion, cuan- tas personas concurrieron á Valparaiso en ánimo de des- pedirse de su jefe. A beneficio de estas mismas personas pudo reunir Valdivia en esta ocasion, hasta unos cien mil castellanos en oro, siendo los sesenta suyos y de sus amigos, y los cuarenta procedentes de un repartimiento entre el vecin- dario; pero á condicion de inmediato reintegro con el oro que recojian los Indios del gobernador, que podia valuarse en unos quince mil pesos cada año ; siendo, por supuesto, destino de aquella cantidad, no menos que de las que en el Perú pudieran obtenerse, la adquisicion en este pais de todo cuanto pudiera redundar en prove- cho de los moradores de Chile (1). | Tranquilo Valdivia con haber parien esas medidas de prudente precaucion , dió vela en el 40 de diciem- bre de 1547, llegando dos dias despues al puerto de Co- quimbo , porque le pareció muy del caso no salir de (1) Tal era el afecto de los habitantes de Santiago por Valdivia, que este, dicen varios autores, obtenia de ellos cuanto dinero deseaba, á des. de prés- tamo, ó como donativo gracioso. Pretenden otros, al contrario, que sola- mente la violencia, y el ardid tal cual vez, Je procuraban al pe ir los caudales, y de este sentir es D. Diego Fernandez en su historia del Perú, pájina 129 y 130. Con las piezas justificativas y otros documentos interesantes ei á Valdivia, pues si bien que vez á medios ilegales para la exaccion de tributos que servian siempri clusivamente al sustento y adelantos de la pa como las cartas del pairos lo patentizan , y polonia se ea eron con la arbitrariedad CAPÍTULO XVI, 187 Chile sin visitar de nuevo la Serena, para comunicar algu- nas instrucciones al cuerpo municipal de esta naciente poblacion, y encargar á sus habitantes guardasen buena paz y armonía con los naturales, conduciéndose con pru- dencia y circunspeccion. El gobernador tenia en mucho aquel puesto avanzado , porque aseguraba con él, ó por lo menos favorecia y facilitaba el paso de los Españoles á Chile, sirviendo ademas como de escala para comu- nicar mas desembarazadamente con el Perú. Marchó en el mismo dia para Tarapaca, y cuando llegó á este punto dijéronle sus moradores que Gonzalo Pizarro era ya dueño absoluto del Perú, y que el virey que S. M. mandaba para este pais se habia detenido en Panamá, no atreviéndose á luchar contra un enemigo que tantos partidarios contaba, todos ellos dispuestos á morir antes que doblarse á la obediencia de las nuevas ordenanzas. | Tan desagradables noticias capaces eran de intimidar al hombre mas alentado, pero ni un momento desconcer- taron la serenidad de Valdivia, antes impaciente de llegar al término de su viaje, en aquella misma noche volvió á largarse con direccion al Callao, y los vientos, de ordinario favorables en aquellas rejiones para nave- gar hácia el norte, fueron esta vez, sino contrarios, tan sumamente débiles que ningun poder tuvieron sobre el tosco y pesado bajel en que iba la expedicion, du- rante los diez y ocho dias que esta puso para arribar á su destino, 7 Mucho ansiaba el gobernador ver por sf mismo cual era el estado de los negocios en el Perú; porque de ese estado pendia su suerte futura ; pero luego tuvo ocasion de reconocer la falsedad de las nuevas recojidas en Ta- 488 HISTORIA DE CHILE. rapaca. La Gasca, sobre no haberse detenido en Panamá, iba ya camino del Cusco con ánimo de atacar á Pizarro en esta capital. Tan plausible noticia hizo que el gober- nador de Chile, procurándose en Lima con toda pres- teza , cuanto para él y sus jentes considerara necesario, saliese al cabo de ocho dias y á marchas forzadas en busca de las tropas reales, llegando muy pronto á la aldea Andahuaila, donde ellas tenian su cuartel jeneral. Presentóse Valdivia al virey que le acojió con señala- das prendas de satisfaccion y de” interés, como hombre que de antemano conocia la pericia militar de tan ilustre caudillo, y la lealtad que á su rey y á sus juramentos guardaba; en prueba de lo cual, y no obstante tener á su lado cabos de justificado mérito, el virey le confió in- mediatamente el mando del ejército, como el mas digno de esta honra en razon de su arrojada valentía, y por los exquisitos conocimientos militares que, asistiendo á las campañas de Europa y de América, traia adqui- ridos. Sobremanera sensible y agradecido Valdivia á una muestra de tan distinguida confianza, se apresuró á pa- earla besando la mano del virey , como en testimonio del vasallaje que de nuevo rendia al rey de España, en la persona de aquel su representante, prometiendo de paso llenar con fidelidad y celo el deber del cargo á que se le llamaba. Fue en seguida á revistar las tropas, reglar los cuerpos, preveerlos de armas y de municiones, y atender á todo lo que tuvo por necesario para la campaña , si- guiendo alerta y vijilante para que el órden y la disciplina se mantuviera en las filas durante la marcha, y guiando esta hasta las cercanías del Apurima, cuyo caudaloso rio logró pasar con toda su jente, aunque no fue mucha CAPÍTULO XVI. 189 la puntualidad con que se ejecutaron las medidas al in- tento por él ordenadas. Así acercados ya los dos bandos, ambos parecian obrar con igual prudencia, ambos con la misma actividad, en- trando en sucesivos reencuentros, mas ó menos soste- nidos, y por tanto de mayor ó menor importancia ; hasta que ya por fin se allegó á una funcion que puso en com- pleta derrota la columna revolucionaria, cuyos cabezas quedaron casi todos prisioneros, siéndolo tambien el mismo Pizarro, y decapitado poco despues en el Cusco con el tan famoso cuanto alentado Carvajal. En esta accion, que volvió el Perú 4 la obediencia de la corona de Castilla, se habia distinguido Valdivia de muy lucida manera, así con su propia persona, como con el tino que en todas sus disposiciones desplegara; - y harto lo habia reparado el virey la Gasca, pues que para premiar debidamente tan relevantes servicios, usan- do de las facultades que de S. M. tenia, confirmó á Val- divia en el gobierno de Chile, y le aseguró interpondria toda su autoridad para llegar con mas aceleramiento al. logro de los socorros con que aquel pensaba regresar á su colonia. | Oportunas eran, en efecto, las circunstancias. Durante la discordia civil habian tomado las armas muchísimos aventureros, cuya existencia entre tantos bandos, pu- diera con el tiempo poner en peligro la tranquilidad del pais; pues si bien no pocos debian haber quedado conten- tos, ó con los empleos, ó con el repartimiento de fincas que del nuevo virey recibieron, paraotros no hubo nada, y tras estos se echó Valdivia tratando de llevárselos para po- blar el Chile, dónde tan necesarios se hacian los brazos, Llegó, por consiguiente, á enganchar unos ochenta sol- 190 HISTORIA DE CHILE, dados de caballería, que fueron mandados á Atacama , en cuyo punto se reunirian los víveres necesarios para la jente que debia pasar por tierra á la colonia de San- tiago; determinacion juiciosa con la cual pensaba suplir á la escasez, si acaso los Indios llegaban á ocultar sus frutos, como era de temer, dado que la tropa no pudiera llegar al pais antes de la recoleccion. Tenia ademas Valdivia un capitan en Arequipa encargado de cumplir por su parte cuantos enganchamientos pudiera, y espe- rarle en esta ciudad ; otro capitan habia pasado con igual comision á las Charcas, aunque prevenido de trasla- darse á Atacama con los reclutas que lograra; y como se viera abastecido de todo cuanto su posicion le per- mitiera ejecutar en favor de Chile, pasó al instante á los Reyes, compró dos buques de la marina real y uno mercante, y puso en ellos cuantos enseres y colonos ad- quiriera desde que, con este solo intento, se habia au- sentado del Cusco. Bien pensó embarcarse en uno de aquellos bajeles, para ir ála mira de sus súbditos, pero pareciéndole demasiado larga la navegacion, hubo de confiárselos al capitan Jerónimo de Alderete, y él mar- chó por tierra para Arequipa, de donde salió diez dias despues con la jente que allí habia reunido su comi- sionado. Es de reparar el estado turbulento á que redujo, en aquella época las provincias meridionales del Perú, el concurso de esos aventuréros, ociosos , y dados, despues de la paz, á todo jénero de excesos y de tropelías. So pretexto de pertenecer á las filas que Valdivia formaba para marchar á la conquista de Chile, se creian autori zados para recorrer el pais, causando atrocidades sin cuento, exacciones pecuniarias; á que ningun derecho CAPÍTULO XVI, 191 tenian, en fin, injusticias que, á fuerza de repetidas, pusieron al virey en la dura necesidad de ordenar que el jeneral Pedro de Inojosa, con diez arcabuceros, se in- quiriese con dilijencia de la conducta del gobernador de Chile, y le hiciera volver á Lima, si pareciere resul- tar delincuente. A pocos dias de haber salido Valdivia de Arequipa , le alcanzó el comisionado del virey la Gasca, y expuesto el objeto de su mision, debieron ser bastan- tes los descargos del acusado, puesto que vemos como - este continúa tranquilo su camino hasta llegar á Tacna, y parece, á fines de setiembre de 1548, en la pequeña aldea de Atacama, entre toda la jente que él y sus ca- pitanes habian podido reclutar. cd Como quiera, mal recibió el virey el resultado de la mision de Inojosa. Se le habia asegurado que un gran número de descontentos y partidarios de Pizarro habian concebido el proyecto de asesinarle, no menos que al obispo, al maestre de campo y á los capitanes que le seguian ; y marchar despues á robar la tesorería real de las Charcas, proclamar á Valdivia jefe del Perú, y dar por tierra con las nuevas ordenanzas, oríjen de tantas turbulencias y de tan desastrosas discordias (1). En una palabra, se le habia dicho tambien que el gobernador no anduvo distante de aceptar tan desleal ofrecimiento, y que si no aprobaba las vejaciones y delitos de los que (1) He aquí como se explica Valdivia en carta al emperador Carlos V. « Con » eertificar á V. M. estaba la tierra tan vidriosa quando volvi i la gente tan endia- » blada por los muchos descontentos que havia por no haver paño en ella para » vestir á mas de á los que el Presidente vistió, que intentava mucha gente de » lustre, aunque no en bondad, de matar al presidente , é mariscal, é á los ca- » pitanes, é obispos que le seguian, i muertos salir á mi i llevarme por su » eapitan por robar la plata de V. M. que estava en las Charcas, i alzarse cor E cal 9 » la tierra como en lo pasado, 1 si no lo quisiese hacer de grado compelerme » por la fuerza á ello, ó matarme, ele,» 192 ` HISTORIA DE CHILE, le seguian , harto parecia tolerarlos con su indiferencia é inaccion. Decidido , pues, el virey á contener tamaños desórde- nes, de acuerdo con la real audiencia, ofició á Valdivia encomendándole regresase á Lima para responder á los numerosos cargos contra él resultantes; y el mismo Ino- josa tuvo que pasar con esta órden á Atacama , donde el gobernador acababa de llegar. Sumiso respondió este al emplazamiento del virey, aunque sus oficiales querian que le desobedeciera, y marchó inmediatamente con Inojosa para Arequipa, en donde, como se les dijera que una de las galeras destinadas å trasladar viveres á - Chile iba á dar la vela, resolvieron aprovechar esta oca- sion; embarcáronse, y al cabo de diez dias arribaron al Callao, á cuyo punto concurrió tambien el virey en persona, : En la audiencia particular que con el majistrado su- premo tuvo Valdivia , ocurrieron cargos que este trató de barajar y desvanecer con toda la entereza de su carácter; pero no por ello dejó de comparecer ante la sala , y con- vincentes y claras debieron ser sus réplicas , pues se nota, que al cabo de un mes de semejante suceso, marcha ya el gobernador para Arequipa, en donde cayó gravemente enfermo, Repuesta su salud, pasó á Arica para embar- carse en uno de sus bajeles dispuesto á salir para Chile, lo que se verificó tres dias despues, por complacer al vi- rey , que encargaba á Valdivia se ausentase con la posi- _ble presteza de aquellas rejiones, para que de una vez acabasen los extravíos de sus soldados (1). a8 (1) Diego Fernandez dice en su historia del Perú que en nombre de Valdivia se cumplieron los tantos desórdenes como en aquella época sufrieron las pro- vincias meridionales; que él fue causa de todos los excesos, y que mientras su CAPÍTULO AVI. : 193 ` Partió , pues, de Arica el gobernador el 24 de enero de 1549, llevándose unos doscientos hombres, con muy pocos abastecimientos y en un bajel tan averiado que hacia agua por todos los costados , causando por lo mismo una travesía sobre penosa, llena de riesgos, aunque no ` fue de larga duracion para la época, puesto que en abril, ó sea á los dos meses y medio de navegacion , ya estaba la jente en el territorio chileno con un contento indeci- ble, por verse libre de tantas incomodidades y del grave peligro en que el bajel la tenia. Y tiempo era tambien de abordar á tierra, porque varias familias que tan solo dejaron el Perú , huyendo de los disgustos, de las vejaciones y desastres de las guerras civiles, traian su salud tan descalabrada que, á durar mas la navegacion, acaso perecieran. En cuanto al goberna- dor, hecho como estaba desde su niñez á todo jénero de privaciones, á todos los contratiempos que en la milicia ocurren, poco le abatia el peligro, y menos la mala con- dicion de los mantenimientos; pero anhelaba tanto y mas que nadie el arribo al pais, cuyo estado le intere- saba conocer al instante, como que ya le consideraba de su propia pertenencia , y contaba comenzar en llegando la conquista de las ricas y deliciosas provincias del sur, últimamente descubiertas. residencia en Lima para responder á la acusacion contra sí mismo resul- tante, un gran número de personas vinieron de Chile para quejarse á la au- diencia de las exacciones violentas á que las habia compelido á su salida de precedentes, para suponer que si no era la violencia lo que le procuraba los recursos, no hay duda que los demandaba con imperiosa autoridad, 194 HISTORIA DE CHILE. Así es que apenas tomó tierra, cuando envió á San- tiago el parte de su arribo, por medio del primer pescà- dor que pareció en el puerto ; y algunos dias despues ya tenia á su lado infinitos sujetos venidos para informarle de todo lo ocurrido en la colonia durante los diez y siete meses que ausente de ella estuvo, CAPITULO XVII. Gobierno de Francisco Villagra en ausencia de Valdivia. — Conspira Pedro de Hoz y muere decapitado. PU de Villagra.—Vuelve del Perú Juan Dávalos Jufré, y Villegra á este pais. — Levantamiento de los Indios del norte. — Ince cielo e Serena. — Cuarenta Españoles degolla- dos. — Medidas para detener las consecuencias de ese suceso. — Vuelta de o dificar la Serena. — Se abastece de cuanto es necesario para c expedicion militar á la parte del mediodia. — Medidas de precaucion para la Pron z el órden de la ciudad. — Acontecimiento que por poco no le cuesta la vid -(1587—1549.) Con no poco sentimiento vieron los habitantes de San- tiago la ausencia de su gobernador para el Perú, pero no carecia de importancia el motivo, y como en él se fundaran esperanzas de un mejor porvenir, hubo de- celebrarse con toda suerte de regocijos ca Al nombre de Villagra, señalado para el gobierno i interino de la colonia, hay que atribuir esta vez un pad de - aquella comun demostracion que los colonos mantuvie- ron tres dias seguidos con el mayor órden, con verdade- ras señales de un puro entusiasmo. Era, en efecto, Vi- llagra un militar muy cumplido y experimentado, y como en muchos casos hubiera probado una inteligencia no comun en el arte de gobernar, en el que siempre se mos- tró atinado y prudente, todo el mundo aplaudia la elec- cion ; yr en fin descansaban en la sagacidad de este jefe provisorio, hasta que uno de los colonos salió con pretensiones al mando; las cuales, fundadas ó in- 196 HISTORIA DE CHILE, fundadas, cerca estuvieron de desconcertar la armonía que existia entre aquel puñado de hombres , cuyo mis- terioso instinto los llevó á ser casi los antípodas de su suelo natal, Fue ese colono Pedro de Hoz, á quien el rey tenia encargada parte de la conquista de Chile por tierra, mientras que Camargo ejecutaria otra por mar (1). Pizarro, que no debió notar en aquel ni la actividad , ni acaso los conocimientos necesarios al cargo de que ve- nia revestido , dispuso se asociara con Pedro de Valdivia, y este fue quien quedó jefe absoluto de la expedicion , aun sin haber salido del Perú, como ya se ha dicho, por medio de un pacto que entre él y Hoz se firmó en Atacama (2). Prestóse Pedro de Hoz á este sacrificio con aparente conformidad , pues que se supuso útil y necesario al buen éxito de la empresa ; pero de distinto modo juzgaba él interiormente aquel acto, en su sentir violento; y aun- que se decidió á participar de la conquista con semblante satisfecho, no supo esconder bastante el secreto de sus fines, mostrando por lo mismo cuanto convenia recelar de sus pasos, y atender con cuidado á su conducta ulte- rior. Mejor que ningun otro habia penetrado Valdivia las (1) Llegó Pedro de Hoz al Perú con ese encargo, pero, como se vé, sus operaciones habian de ir á el con las de Alonso de Camargo, quien por ( el obispo a D. Gutierrez de Varga, salió de los puertos de España con tres bajeles, dlrijido al estrecho de Magallanes. El objeto de esta expedicion era, segun lo anhelaban los administradores del Tor , cuya conquista pareciera ya tan importante, el asegurar directas y co conti- nuas, si se llegaba á facilitar el paso de dicho estrecho; pero por acia naufragó en él uno de los tres buques; otro tentó el paso vanamente , y pe que dar vuelta á España, y el tercero, en el cual iba Camargo, cria á Arequipa aunque ya lleno de ay (2) Con los documen: tos justificativos ir; PS tambien copia exacta de ese pacta El orijinal existe en el archivo de las Indias de Sevilla, CAPÍTULO XVII. 197 intenciones de Hoz, á quien colmó de mercedes y de ri- quezas en inmensas posesiones y encomiendas, sin que por ello dejara él de andar taciturno, siempre como pen- sativo y lleno de algun proyecto , dando tambien en que entender durante el terrible conflicto en que la colonia se viera, pues ni concurrió á consolarla , ni á socorrerla ; antes miró sus padecimientos con chocante indiferencia, atribuida por muchos al carácter indolente del sujeto , cuando solo era el fruto de un calculado resentimiento. Como quiera, sospecharon mal de él los amigos del gobernador, y á fin de que en ningun caso pudiera ex- ponerlos á la suerte de una intentona, le apartaron de | todo empleo , de toda intervencion , cuyo carácter hu- biera de traerle un influjo social de importancia, y quedó, por lo mismo, sin entrada entre los capitulares , sin ac- cion en funciones así de honrosas como eran lucrativas, y hasta casi olvidado de la milicia ; lo cual despertó en su alma ese odio mezquino que el débil suele convertir al instante en una implacable sed de venganza. No fue otra cosa lo que Pedro de Hoz llegó á experi- mentar entonces. Pretenden varios historiadores que en la conjuracion de los Almagristas , cuando Valdivia pasó 4 Concon para hacer construir un buque, su parte tuvo tambien Pedro de Hoz, y que aquella quedó sin resul- tado por no tener este hombre entereza Y denuedo ; pero å vista de lo poco que hubieron de influir sus manejos en los ánimos , nada le convenia como aplazar, para mejor ocasion, el plan de ir á donde su vanidad y su ambicion le llamaban. Demasiado conocia él cuanto respeto, cuan erande aprecio sentian los colonos por Valdivia, y no le era me- nos patente la sagacidad con que este sabia descubrir $ + 198 HISTORIA DE CHILE, cualquiera trama, para cargar en los criminales con in= flexible severidad. Esto, por una parte, y su incapacidad para dirijir una conspiracion, por otra, llegaron á ha- cerle tímido y circunspecto, y acaso le tuvieran apartado de sus pretensiones, si el gobernador, al ausentarse de Chile , no viniera llamando á Villagra al desempeño de un puesto que Hoz creia ser de su inmediata pertenen- cia, ni reparara en otras injusticias que como de propó- sito ocurrieron para acabarle de exasperar. Tambien parecia la ocasion oportunísima, El hombre de prestijio estaba ya ausente; en la colonia no fal- taban descontentos, y el número de estos se aumentó con el modo algo ilegal de que usaba Valdivia para procu- rarse medios pecuniarios destinados á los gastos de su expedicion, aunque sabia siempre dorar estas demandas, trayendo á cuenta el bien público, Sin embargo, en una sociedad donde, por decirlo así , dominan el fastidio, los trabajos y las privaciones, el mas insignificante dis- gusto asoma presentando temores y riesgos, y suele concluir desquiciando el órden y la paz. Hartas pruebas tenia dadas Villagra de su saber y tino, y lo mismo de sus buenos deseos por la equidad y la justicia, mas esto sin prestijio no era suficiente, y el prestijio no es cosa que se granjea en un dia aunque uno se vea ejer- ciendo la primera autoridad. Era, pues, precaria la po- sicion del gobernador interino, y Pedro de Hoz quiso aprovechar de esta coyuntura para derribar el gobierno, y asentarse sobre las ruinas, valido del nombramiento que del rey recibiera con autorizacion de cumplir por sí la conquista de Chile, Fue ventura para la colonia el que, al querer ejecutar el plan á este efecto propuesto, se vió que la combinacion era soberanamente descabellada, y por CAPÍTULO XVI, 199 consiguiente la empresa abortó aun antes de nacer, pa- gando Pedro de Hoz con la cabeza su temeraria ambi- cion, y Juan Romero, en un palo, á la mañana siguiente, el delito de lleyar consigo una carta dirijida á varios hidalgos de la colonia. He ahí las dos únicas víctimas de una conjuracion con tanta sagacidad descubierta, cuanta fue la prontitud en reprimirla ; quedando todos los demas conspiradores, ó totalmente ignorados, ó con cargos de tan leve compro- mišo que hubo de mantenerse sorda la justicia , siquiera por avenirse á la induljencia y á la moderacion del jefe. Con manifiesto desprecio vieron los habitantes de San- tiago la ruina del autor de aquel mal concebido, y peor veñado plan; pero no por eso quedó sin efecto moral en la colonia, porque eran públicos los horrores que las guerras civiles ocasionaban en el Perú, y con razon se temia que tan contajioso ejemplo cundiera un dia en Chile, donde, si la desunion entraba , todos los colonos tendrian que sucumbir para siempre. Villagra, á cuyo cargo estaba confiada la vida de aque- lla sociedad, vino al momento con medidas capaces de impedir el retorno de semejantes atentados, y de guardar tambien intacta la tranquilidad de que habia me- nester, Atendió despues á cuantas reformas reclamara la mejor administracion, ya con respecto al bienestar com- mun, ya por lo concerniente al ramo de la policía ; y como era presidente nato del cabildo, de concierto con este, sa- lió nombrando para desempeñar el cargo de alamin ó fieladgo á uno de los rejidores, como tambien un alarife para atender á que las acequias se mantuviesen en el necesario aseo. En ánimo de dar mayor ensanche á la agricultura, prohibió se sembrasen legumbres en las 200 HISTORIA DE CHILE. huertas contiguas á las casas, no debiendo llevar en ade- lante sino lo que se llama propiamente hortalizas. Ya se hacia una cosecha de trigo muy regular en esta época, pero para reducirlo á harina habia que macha- carlo å fuerza de brazos entre piedras; costumbre pu- ramente india, de tarda é imperfecta operacion , y ex- tremamente trabajosa. Quiso el rejidor Rodrigo de Araya remediar esos inconvenientes con la construccion de un molino, y como se accediera á su demanda, le levantó en la cumbre del cerro de Santa Lucia, á la parte sur, y al lado de la hermita y casa de nuestra Señora del Socorro ; con lo cual dotó al pais en una máquina sobradamente útil, y que sirvió de modelo para otra semejante, que Bar- tolomé Flores fundó á la parte opuesta del mismo cerro. Tambien el comercio llamó la atencion de Villagra. Eran sumamente raros los barcos que del Perú venian de vez en cuando, pero sobrado el número de los gran- jeros que concurrian á ellos comprando en globo todas cuantas mercaderías trasportaban, para vender despues en detalle á precios exorbitantes. Ya se habian quejado los vecinos de ese escandaloso abuso, pero esta vez el cabildo, con competente autorizacion, publicó un bando por cuyo medio se mandaba que los compradores con- curriesen á declarar el precio de los objetos comprados, y habian de darlos á ese mismo precio durante los nueve primeros dias á contar desde aquel en que se abria la venta. Podian los vendedores señalar á su arbitrio el precio de los jéneros, acabado que fuera aquel plazo, pero todavía: se reservó el cabildo el derecho de inter- vencion y de señalamiento siempre y cuando las circuns- tancias aconsejasen esta medida. En estas reformas andaban Villagra y el cabits; por- CAPÍTULO XVH. 201 que ambas autoridades apetecian la prosperidad del pais, cuando vino la noticia de la llegada de Juan Dávalos Ju- fré, con una carta del Presidente del- Perú, Pedro de la Gasca, para el ayuntamiento de Santiago, en la cual se le daba parte de la órden que de S. M. habia recibido para trasladarse al Perú, sufocar la anarquía, y dar su merecido á los cabecillas de tan criminal desórden. El ayuntamiento acusó inmediatamente el recibo de esta comunicacion, suplicando de paso á la Gasca, se dig- nase disponer que Pedro de Valdivia, ausente de Chile ya habia mas de ocho meses, y cuya existencia se igno- raba, volviese con la posible brevedad á su puesto; que si por ventura hubiese aquel pasado á España, Ó causas desconocidas impidiesen su regreso, viniera el presidente en nombrar para el gobierno de Santiago á Don Fran- cisco de Villagra, sujeto que el mismo Valdivia dejó en su lugar al ausentarse. Tras esto todavia salió el pro- curador síndico Bartolomé Maella proponiendo se di- putara una persona con cargo de solicitar al presidente, á mas de algunos socorros para la colonia, aquella pro- teccion que mas pudiera avenirse con la seguridad y acrecentamiento de sus intereses; y como pareciera bien la propuesta recayó la eleccion en Pedro de Villagra, rejidor y maestre de campo, quien caminó para el Perú en el bajel con que habia venido Juan Dávalos Jufré. En seguida volvió el gobernador interino á sus tareas de utilidad pública con el mismo celo, la propia activi- dad que de antes traia probados. Ya le habian llegado algunos refuerzos del Perú por tierra , entre los cuales hay que notar ochenta hombres con que vino á Chile Estevan de Sosa, á quien La Gasca habia nombrado para contador en esta colonia. De la mision de Villagra tam- 14 I. HISTORIA. 202 HISTORIA DE CHILE. bien esperaba otros auxilios, y todo esto daba nuevo aliento á á SUS benévolas intenciones ; pero, por desgra- cia, un desastroso acontecimiento vino á interrumpir sus tareas, y á enlutar tambien el asiento de sus lisonjeras esperanzas. Entraron en Santiago varios Indios anunciando la destruccion completa de cuantos Españoles habitaban en las vallejadas de Coquimbo , de Huasco y de Copiapo ; el incendio de la aldea la Serena, y el alzamiento jeneral de los naturales. Tan funesta novedad , en breve confir- mada por Pedro Gomez de las Montañas , que concurrió en nombre de todos los trabajadores de las minas de Malga-Malga , demandando fuerzas con que defenderse del ímpetu de los Indios sublevados, sembró el espanto en la ciudad, y los capitulares se reunieron para resol- ver medidas contra el comun peligro. Se dispuso que el gobernador, con algunos soldados, marchara á recono- cer las provincias del norte, debiendo atacar á los In- dios en masa, y castigar á los primeros instigadores hasta asentar la paz del pais, y hacer imposible la revuelta. Sin duda era corta la fuerza de que se podia echar mano para el desempeño de semejante empresa ; pero considerámosla suficiente para contra una poblacion que desde el valle de Aconcagua hasta Copiapo, apenas si contara tres mil Indios (1). Así es que el gobernador no titubeó entrar en la medida , antes partió á Malga- Malga en cuanto se procurara lo necesario para el viaje, y que vió reconocido en su lugar á Francisco de Aguirre, como así lo habia dejado dispuesto Valdivia para los casos extraordinarios. $ (1) Carta de Valdivia al emperador Carlos V. CAPITULO XVIL 203 El marcial continente de este puñado de hombres , en su marcha tan rápida cuanto exterminadora, sobrecojió de tal manera á los Indios, llevó á su espíritu meticú= loso y feble un tan exajerado terror, que ni aun con fuerzas para resistir se sintieron. Acobardados, sin aliento para hacer frente á un enemigo tan poderoso, corrian á esconderse en los montes ó entre las riscosás breñas de las Cordilleras, quedando Villagra en medio del desierto, sin objeto sobre que descargar su enojo, de modo que en vano, por decirlo así, se gastaban los es- fuerzos de aquellos hombres; y con todo se sabia que los Indios se comunicaban de tribu á tribu con activa regu- laridad , y que trazaban un nuevo plan de accion en juti- tas generales á este efecto convocadas. Villagra escribió á Santiago, mandando se saliese á prender á los caciques y - principales gulmenes del valle de Chile, á fin de que no pudieran tomar parte en el levantamiento; y la persona á quien esta órden fue encomendada tuvo la fortuna de llegar á la ciudad, pero Francisco de Aguirre ya no es- taba en ella; habia salido á perseguir varios cuerpos de Indios que en armas corrian por aquellas inmediaciones. Como supiera el cabildo el contenido de aquel mensaje, y viera cuanta era su importancia para haber de sus- pender la ejecucion hasta el retorno de aquel jefe, acu- dió por sí mismo á cumplirle, mandando una partida de hombres bien armados que respondieron digna. y acerta- damente á los deseos de Villagra , trayéndose los perso- - najes de mas viso é influencia entre los Indios, siendo del número el cacique de Lampa y el de San Juan, quie- nes fueron puestos á dispobición de dsd desde que este regresó á la ciudad. Rigorosas, violentas fueron las ita que en estas 204 HISTORIA DE CHILE. circunstancias adoptaron los Españoles, irritando hasta tal extremo el carácter sensible de los Indios, que aun los que se les mantenian fieles y aliados debieron pensar en hacerles cruda guerra. La inquietud era, pues, univer- sal, y todo indicaba como muy inmediato el dia de un alzamiento en masa, pues hasta en el mismo Santiago penetraban espias que contaban el número de los que podrian defender la ciudad, para atacarlos con mayor confianza y seguridad. La ausencia de Valdivia y de Vi- llagra daba mucho aliento á los Indios ; eran los dos jefes | ue mas terror les infundian ; no se les ocultaba que en la colonia reinaban piques y desavenencias capaces de desquiciar la armonia social, y como era tan reciente el sacrificio de los cuarenta ó cuarenta y tres Españoles de- gollados en las provincias del norte, el patriotismo de los Indios habia subido de punto hasta la esperanza cierta de que era llegado el momento de purgar su pais de aquellos extranjeros audaz é injustamente en él posesionados. Esa fermentacion, ese entusiasmo que los Indios mos- traban por todas partes , como queriendo proseguir hasta: el fin las ventajas con que comenzaron las hostilidades, llevaron al alma de los colonos una inquietud , un recelo desesperado , pues aunque contaran ya ocho meses de una tranquilidad no interrumpida, todavia guardaban todos los moradores recuerdos muy tristes de sus pasa- das vicisitudes , de sus peligros y privaciones , y temian se renovaran esta vez si acaso no cayeran con mayor rigor. El cabildo, que siempre se mostró activo y viji- lante, ansioso de contener los desastrosos efectos de una. insurreccion jeneral, recurrió á medidas que: pudieran infundir espanto y terror; y despues de haber autorizado al alguacil mayor Juan Gomez para que, sin distincion CAPÍTULO XVII. 205 de personas, hiciese obligatorio el servicio público, se le ordenó salir en busca de Indios de paz ó de guerra; y los infelices que caian en sus manos eran condenados al tormento , hasta declaracion de lo que supieran respecto å los proyectos de sus compatriotas (1). Tal y tan violenta era entonces la posicion de los Españoles. j Corre en esto la noticia del arribo de un bajel á Val- paraiso, en el cual venia el gobernador don Pedro de Valdivia, y al paso que el suceso, tan fausto como in- esperado, llena de júbilo y de entusiasmo á la colonia, creyéndose salva de peligros y de temores al abrigo de un jefe que tan á propósito venia á decidir la suerte , que se entrega loca de gozo á todo género de regocijos, en los Indios se acrece, al contrario, el pavor ; conocen -por experiencia el audaz aliento de Valdivia , su prodi- jiosa actividad ; piensan que con él no dejará de venir un número considerable de soldados, y desesperando de ver coronados sus esfuerzos , todos huyen zozobrosos y dispersos á lo mas recóndito de los bosques. Mes y medio permaneció Valdivia en Valparaiso , á cuyo punto abordó, al cabo de doce dias, el bajel que en el Callao habia dejado; y pocos despues entró tam- bien en la propia ciudad su lugarteniente Francisco de Villagra, de vuelta de las provincias del norte, á las que habia corrido, como ya vimos, para apagar la revuelta de los Indios, y castigar su audacia. Tras la primer con- ferencia ocurrida entre estos dos jefes, Valdivia despa- (1) Dice el cabildo en acuerdo de 13 de marzo de 1549 , acerca del alguacil mayor : « Y que pueda salir de esta ciudad siéndole mandado por nos á tomar » lengua de los que ai en la tierra, y para ello pueda tomar qualquier Indio » de qualquier repartimiento sea de paz ó de guerra, y lo atormentar y quemar » para saber lo que conviene se sepa en lo tocante á la guerra. 206 HISTORIA DE CHILE. chó para Santiago á Jerónimo de Alderete , con los su- ficientes poderes y encargo de darle á reconocer por gobernador de Chile, en nombre de S. M., y de prestar, en el suyo propio, el juramento de costumbre ; cumplido lo cual se trasladówá la capital de cuyo recinto faltaba ya diez y ocho meses, Concejales, empleados civiles y mi- litares, poblacion, todo el mundo salió al encuentro de este ilustre personaje, que fue recibido, el 20 de junio de 1549, con señaladas muestras de cariño y de singular respeto, acompañado, ante todas cosas, á la iglesia, donde solemnemente se tributaron gracias de reconoci- miento al Todopoderoso por tan feliz regreso, y seguido despues hasta su morada, en la que, cí presencia del cabildo, renovó el juramento que en su nombre habia prestado Alderete. Con sobrado celo se habia dedicado Villagra , durante su administracion , al arreglo de la policía urbana ; pero eran muy escasos los elementos de que al efecto pudo disponer : por otra parte el carácter turbulento de los Indios le tenia enteramente distraido , y apenas si llegara á trazar las primeras y mas esenciales reformas de una administracion que la llegada de Valdivia y los recursos que traia consigo hicieron mas regular y mejor enten- dida. La hacienda sobretodo contaba ya tres empleados de nombramiento del licenciado Pedro de la Gasca , los cuales habian de dar á este ramo de administracion una forma metódica y expeditiva, haciendo de tesorero Je- rónimo de Alderete, de contador Estevan de Sosa, y de veedor (1) Vicencio de Monte (2). ! (4) Este nombre tuvieron en lo antiguo los miembros del consejo de ha- (2) Vino á Chile de capitan de una galera con abastecimientos para la co- » CAPÍTULO XVH. 207 El licenciado Antonio de las Peñas era tambien un sujeto de mucha utilidad para la colonia , por sus esme- rados conocimientos en el derecho , y por el tino con que de ellos solia usar. En los primeros años de gobierno, mas de una vez habia reconocido Valdivia lo mucho que le importaba tener á su lado un asesor, ó consejero, con quien poder resolver la gravedad de ciertos asuntos; y como esto le hiciera desear el hallazgo de una persona capaz de desempeñar tan importante encargo, parecióle muy á propósito Antonio de las Peñas, y el 8 de julio de 15119, le nombró justicia mayor, para que administrase la de toda la república , aunque con apelacion de sus acuerdos å la real audiencia de Lima, siempre que los negocios fueran de alguna importancia. Este juez prestó su juramento ante el cabildo , cuya corporacion interve- nia en todos los actos gubernativos, y la ceremonia debió ocurrir en la iglesia ; porque ya hemos dicho que en ella se celebraban las sesiones de los concejales , tres veces por semana, y despues de la misa mayor. Pero recono- ciérase entonces la inconveniencia de este santo lugar para tales reuniones, en las que acaso no se guardara la mesura tan escrupulosamente como era menester, ó fuera otro-el motivo, ello es que se determinó concurrir en adelante á la casa de Francisco de Villagra, ausente ya de la colonia, y esta medida no fue del agrado de Anto- nio de las Peñas ; antes pretendió que tales juntas debian celebrarse en su propia morada, y por tanto no quiso asistir á la que el cabildo habia escojido. lonia. Acompañáronle su esposa y una hija, con otras seis señoritas hijas de otros conquistadores. « Para que casándose en esta tierra hiciesen vecindad y » fun lasen nobleza con las personas principales de aquellos conquistadores. » (Título de encomienda de Aguirre. ) i 208 HISTORIA DE CHILE. Entre-otras disposiciones que dieron al gobierno polí- tico de la colonia una base mas lata y mas duradera ; hay que contar las ordenanzas de policía y de minas; las que sirvieron de freno á la codicia de los mercaderes ; las que atendieron á la conservacion de montes y plantios, pro- hibiendo las cortas; y una, en fin, por la cual quedó la ciudad de Santiago declarada capital de todo aquel pais. No se mostraba Valdivia menos atareado que el ca- bildo. Dejando á un lado las medidas de detalle, atendia á la organizacion en globo, echando mano de todo cuanto pudiera contribuir al fomento de su nueva sociedad ; y como comprendiera que este venturoso resultado no se habia de lograr sin tener relaciones abiertas con el Perú, á merced de un punto intermedio, vino en resolver que la Serena fuese de nuevo reedificada. Francisco de Aguirre fue el hombre que el gobernador escojió para llevar á efecto este importante proyecto, y no hay duda que ningun otro podia responder tan aventajadamente como Aguirre , á las miras de su jefe. Desde luego debia Aguirre atacar á los Indios, re- chazarlos hasta lo mas extremo de sus guaridas , y hacer de suerte que nunca pudieran ofender, ni renovar el ejemplo de la atroz traicion con que incendiaron aquella aldea. El 26 de julio de 1549, salió de Santiago este caudillo, con una corta division (1), y despues de una multitud de refriegas, todas ellas desastrosas para los Indios, vino á levantar la nueva poblacion á orillas del rio de Coquimbo, mucho mas cerca del mar que la anti- (1) No señala Valdivia en sus cartas el número de los soldados que siguieron á Aguirre. Los autores andan en este punto discordes; pretenden unos que fueron treinta , otros suponen setenta, y en un título de encomienda de la familía de Aguirre se dice que ochenta. CAPÍTULO XVII gua. El 26 de agosto, ya existia otra vez el San Barto- lomé de la Serena, pero con título de ciudad (á pesar de la oposicion del cabildo de Santiago), y con los fun- cionarios correspondientes así á la parte política como á la económica. ; | Francisco de Villagra, que Valdivia habia nombrado teniente gobernador, se embarcó el 9 de julio en una de las fragatas arrimadas al puerto de Valparaiso, enca- minándose para el Perú, donde debia cubrir algunas deudas que el gobernador dejara, y procurarse Socorros ; con cuyo objeto se le dieron unos treinta y seis mil cas- tellanos , que con su maña y natural persuasiva pudo sa- car de sus amigos Valdivia. pai ¿06 El principal conato de este jefe era la conquista de las feraces provincias del sur, que en años atras habia re- conocido, A esto propendian todas sus miras, y nada apetecia tanto como la ocasion en que poder realizarlas , ocasion que no tardó en ofrecerse con aspecto harto favorable. Apenas si habia un mes que él habia llegado á San- tiago , cuando se le presentaron las tropas que desde el Perú despachó por tierra y bajo la conducta de tres de sus capitanes. Las fuerzas no eran muy considerables, y en el camino se habian perdido mas de cien caballos que mató el cansancio ; pero no por ello desistió el go- bernador de su proyecto, antes se dió á combinar cuan- tos elementos se hacian precisos para ir al cabo de la jigantesca empresa que en su mente revolvia afanoso. Bien intentaron borrarle esta idea los habitantes de San- tiago , porque temian , y eran de temer, los resultados de cualquier descalabro , y hasta el mismo cabildo fue á re- convenirle, diciendo que la expedicion de Aguirre habia 210 HISTORIA DE CHILE. rebajado sobre manera las fuerzas de la ciudad, y que si se efectuaba la que él traia meditada, aquella quedaria casi sin jente, y por tanto expuesta á los ataques de los Indios. - ' En muy poco tenia Valdivia las reconvenciones ni los consejos, en tratándose de la adquisicion de nuevas tier- ras, solo que por no romper abiertamente con los conce- jales satisfizo á sus razones diciendo, que el arribo de las nuevas tropas habia llenado á los Indios de terror y de desaliento; que ademas todavia les quedaria para defen- der la ciudad mayor número de brazos que aquel con que se cumplió la ocupacion del pais, y su asiento en él. Con todo, tanto por su propia tranquilidad, como para mayor seguridad de los habitantes, ordenó, de acuerdo con el cabildo, que todos los encomenderos y mercaderes man- tuviesen sus caballos en las cuadras; que quien no tuviese caballo le habia de comprar; que á los vecinos se les suministraran armas, y que todos ellos se recojerian du- rante la noche á la ciudad : esta última disposicion Ile- vaba consigo la pena de muerte contra quien llegara á infrinjirla, 5 Esas fueron las medidas que Valdivia dictó para man- tener la tranquilidad de la colonia, y asegurarle una få- cil y ejecutiva defensa. Prodijiosa es ciertamente la acti- vidad que este hombre muestra en sus determinacionés, sobre todo cuando le vemos gravemente enfermo de re- sultas de una caida que en un alarde hizo su ca- ballo (1); y en este estado de dolencias, de contrariedad (1) « Habiendo descansado la jente en Santiago mes é medio , determinó de » tomar la reseña para saber lo que habia para la guerra, porque se aderezasen CAPÍTULO XVIL 211 y de sufrimiento todavia mira al bienestar de sus súbdi- tos, todavia hace que se aceleren los preparativos para ir á la conquista de la parte sur, todavia , en fin, trata de acrecer las rentas de la corona, aplicándole el quinto del producto minero , y dando un nuevo método á la ad- ministracion de los diezmos, establecida ya habia algun tiempo en aquel pais, » con la jente de caballo por el campo, cayó el caballo conmigo é di tal golpe » con el pie derecho que me hize pedazos todos los huesos de los dedos » de él, desechando la choquezuela del dedo pulgar, i sacándomela toda á » pedazos. El discurso de la cura estuve tres meses en la cama, porque la » tuve muy trabajosa, é se me recrecieron grandes accidentes, i tanto que » todos me tuvieron muchas veces por muerto. » (Carta de Valdivia 4 Carlos CAPITULO XVIII. Marcha Valdivia á las provincias meridionales. — Llega al rio Biobio. — Em- peña varias escaramuzas con los Indios. — Se dirije hácia el mar despues de haber reconocido el pais. — Su permanencia temporal en las honduras de Andalien. — Entra en funcion contra los naturales. — a en palenque y concurren un sinnúmero de Indios atacándole, — Resultado de ion. — Arribo por mar del capitan Juan Bautista Pastene. — Mision de este piloto y del Capitan Jerónimo de Alderete para la Araucania. — Fundan los Españoles la ciudad Concepcion, é instalan su concejo. — Alonso de Aguilera pasa á España por órden de Valdivia. i > Y) o 5 o o = 5 ( 1550.) En la enerjía, en la actividad del alma de Valdivia no hacian ya mella los padecimientos del cuerpo, y como no pensara sino en llevar á cabo el halagúeño plan de las soñadas conquistas que tan bien se aunaban con su des- medida ambicion, no quiso guardar por mas tiempo la cama; antes recorriendo entusiasmado cuantos triunfos, cuanta gloria se llegó á imajinar en el cumplimiento de esta empresa, el dilatarla le parecia un crímen, puesto que la verdadera existencia política de aquel pais, y su elevacion al rango de nacion americana , del suceso de aquel empeño dependian. lejítimos, sin duda, habian de ser los medios de que debia usar para llegar al colmo de sus deseos, y tambien indignos de un verdadero mili- tar ; pero no desdecian del espíritu de la época, cuyo es- píritu absuelve, en todo caso, las demasías de aquellos atrevidos é incomparables conquistadores. Ansioso, pues, de reponer su salud, y dar, por consi- guiente vigor y nueva vida 4 sus miembros, dejó Valdi- CAPÍTULO XVIII. 213 via la cama á principios de diciembre de 1549, pero por desgracia no le permitieron las heridas mantenerse en pié, y tuvo menester de pasar dias y dias recostado en un sillon con no poco tormento para un carácter emprende- dor y activo que así se veia encadenado. Por otra parte era la estacion la mas propicia para ir á poner en obra la empresa; se hacia urjente el abastecerse de cuantos víveres se pl ios para el mantenimient de las tropas ; estas necesitaban tiendas donde abrigarse durante el invierno que iban á pasar en aquellas rejiones de continuadas lluvias, y Valdivia estaba enfermo!... Llegó por fin la Pascua de Navidad en cuya celebridad eran de uso funcion de iglesia y regocijos públicos; quiso el gobernador disfrutarlos saliendo este dia á ca- ballo, pero fue preciso renunciar al proyecto, no obstante cuantas precauciones se tomaron para que el movimiento no le fuera molesto, ni perjudicial; y en tal extremo ya reconoció, bien apesar suyo, la necesidad de aplazar la expedicion para el año siguiente, aunque su imperioso querer siempre rayara en inflexible obstinacion. Con todo como tanto anhelara la ejecucion de los planes ordenó se le hiciese una como litera ó silla de manos, y satisfecho este deseo, encargó la penosa tarea de trasportarle de un lugar á otro, á varios Indios de los mas robustos y mejor aleccionados. El 1? de enero de 1550, ya hizo Valdivia que sus tropas emprendiesen la marcha , despues de cumplidos los de- beres relijiosos de una piedad tal cual en contradicion con las groseras y á veces inhumanas costumbres del siglo de- cimo sesto. La expedicion contaba unos doscientos hom- bres entre jefes y soldados de ambas armas, y la guiaba el gobernador desde su litera, pues aunque los Indios de 21) HISTORIA DE CHILE. las inmediaciones de Santiago parecian pacíficos y sumi- sos, no estaba de mas la cautela contra un ataque impre- visto. En tres trozos iba dividida la columna; entre el centro y la retaguardia marchaban los bagajes de tras- porte, y la vanguardia, compuesta de treinta ó cuarenta caballos, iba mandada ora por el mismo Valdivia, ora por su maestre de campo, ya en fin, por cualquiera de los - demas jefes, debiendo recorrer los contornos en todas di- recciones descubriendo tierra, reconociendo el pais, se- ñalando como los aposentadores, los puntos á propósito para los descansos, y saliendo á desbaratar todos los mo- vimientos de los Indios que solian presentarse resueltos á cerrar el paso de la tropa, y hostigarla en sus marchas, Allegado Valdivia sobre las márjenes del rio Itata, dió un descanso á su jente, y entretanto envió un mensaje á los caciques del pais invitándolos á que de grado se so- metiesená la corona de España , fórmula que de órden de S. M. tenia que llenar todo conquistador, antes de pa- sar á instruir el acta de posesion del pais conquistado. La expedicion alzó su campo hacia mediados de enero, y pasó el rio sin encontrar ningun obstáculo. Valdivia , que ya habia abandonado su litera, marchaba á la ca- beza de sus compañeros, inspirándoles la confianza, el contento que en sí mismo sintiera desde que se vió á ca- ballo, y enteramente libre de sus dolencias; siguió cons- tante el camino que se extiende por la inmensa lla- nura que media entre la gran Cordillera y la de la Costa, hasta dar con el rio Nivequeten (1), á muy corta dis- tancia de su confluencia con el Biobio. El primero que llegó á este punto fue el maestre de campo, quien man- (1) Hoy se llama la Laja. 4 CAPÍTULO XVII. 215 daba en aquel dia la vanguardia, y tuvo que empeñarse contra dos mil Indios obstinados en cerrarle el paso del rio; pero con facilidad y presteza fueron rotos , dejando en el campo muchos muertos, y varios prisioneros, entre los cuales parecieron tres caciques que dieron al gobernador noticias harto extensas acerca del pais cuya conquista -tanto codiciara. Una vez puestos los Españoles al otro lado del rio, continuaron marchando en direccion del sud, y el 24 de enero ya dieron con las márjenes del Biobio, algo mas arriba del paraje en que este bebe el caudal del Bergara; pero como vieran que era imposible vadearle, comenza- ron 4 formar balsas de paja, en cuya tarea los cojió una muchedumbre de Indios, resueltos tambien á disputarles el paso. Muchos de ellos se echaron al instante á nado para venir á medirse abiertamente con los Españoles en su propio campo, fiando sin duda en el número, aunque pronto pagaron su imprudente arrojo dejando diez ó doce muertos, y huyendo el resto en busca de su salvación á la parte del rio que acababan de dejar. E Ya estaban las balsas dispuestas; mas llegó á temer Valdivia que sele desgraciara algun caballo, y por lo mis- mo se puso en marcha para ver si daba con un paso menos azaroso; lo cual le condujo ante otro cuerpo de Indios ya preparados á la resistencia, El capitan Alde- rete, con veinte caballos, dió de repente la carga, y como reparara cuan á poca costa llegó á dispersarlos, se arrestó á pasar el rio tras ellos, decidido á seguirlos en la desordenada fuga ; pero como Valdivia, que habia notado el movimiento, alcanzara á descubrir del otro lado una masa de mas deveinte mil Indios, temió que el número conseguiria envolver á su alentado capitan, y despachó M6 HISTORIA DE CHILE. otros treinta caballos mas, que á todo escape pasaron para protejer la retirada de los primeros, ó ayudarlos al vencimiento. Gran parte del dia gastaron los Españoles ~ sacrificando aquellas inocentes víctimas que el estrepi- toso trueno de las descargas de las armas de fuego, y sus efectos, no menos que los del acerado corte de las escarcinas ó espadas , tuvo llenos de espanto y de terror; ya por la tarde regresaron los conquistadores con mas . de mil carneros cojidos en el pais, sin otra pérdida por su parte que la de un caballo y su jinete, arrastrados ambos por la corriente del rio, y hundidos en su cauda- loso seno. ; En cuanto volvieron los soldados dè Alderete donde el gobernador se hallaba, se puso toda la columna en movimiento siguiendo la orilla norte del Biobio, siempre en el designio de dar con un lugar que permitiera un fácil y seguro paso á toda la jente; pero ya que cuanto mas se ascendia, mas estrechaba su lecho el rio, y mas rebajaba su caudal, todavia no queria Valdivia acome- terle , recelando se reprodujesen tales desgracias como la que acababa de presenciar en el malhadado soldado que se ahogó. Acampóse por lo tanto sobre la misma orilla que seguia ; y tomando consigo unos cincuenta ca- r ballos , se echó con ellos á nado para dispersar nuevos cuerpos de Indios que venian á impedir la invasion, y ven- gar la muerte de sus inocentes compatriotas. Tuvieron el mismo lastimoso fin que estos, porque tarde, y muy á sus expensas, reconocieron el estrago de las armas es- pañolas, habiendo menester huirlas entre el terror y la confusion, y dejando á Valdivia en el lleno del contento con un triunfo que le hacia desear nue as ocasiones de alcanzar otros, Al | de 4 o CAPÍTULO XVII. 217 Púsose este en movimiento á la mañana siguiente, y recorrió durante dos dias gran parte de las vegas de Tol- pen y de Bureu, en cuyo paraje se detuviera algun tiempo mas, á no temer que la parte de su jente que- - dada en el campamento podia correr riesgo durante su ausencia. Sí que eran aquellas hermosas campiñas muy propias para fundar en ellas una poblacion. Báñanlas el Biobio y sus confluentes, y convidan con una vejeta- cion lozana y rica, pero conocia el gobernador cuan in- cierta era todavia su posicion y prefirió inclinarse hácia el mar como punto mas seguro para poder abandonar el pais, dado el caso de un inminente peligro; no viendo en esta ocasion un puesto de tanta importancia como Penco le pareciera desde que por primera vez le visitó, y resuelto por lo mismo á encaminarse á este sitio en cuanto reconociera los contornos del pais que ocupaba. Ocho dias se mantuvo corriendo con algunos caballos aquellas vastas llanuras de una numerosísima poblacion , y los Indios le suministraron, de grado ó por fuerza, ganados y cuantos víveres creyó necesitar para sus cuar- teles de invierno, tras lo cual, y harto satisfecho asi de sus descubrimientos, como de las impresiones que en su ánimo hicieran, levantó el campo, y continuó la expe- dicion el curso del Biobio.: : ds En llegando al valle de Andalien asentó los reales á orillas de un lago de agua dulce, como paraje mas se- guro para defensa de la columna, y en tanto que se descubriera , con la precaucion debida, un sitio á própo- “sito para el establecimiento de una nueva colonia ; por- que conocido el carácter belicoso de los Indios y su es- merado apego á la independencia, era menester obrar con dilijente prudencia, y no carecia de ella el gober- Ss J. HISTORIA. E > gi Y AT N a 218 HISTORIA DE omg: i . A nador, antes cuidaba de que la mitad. de sus soldados velara mientras la > mitad gozaba del necesario des- ! canso. p Los naturales dela pai no arie, , en efecto, pare- a cer indiferentes viendo como aquellos extranjeros daban muestras dè querer establecerse en un terreno al que con j ningun otro título concurrian sino con el que pudieran fundar en una insolente y presuntuosa usurpacion. Des- experados tambien de los reveses que se les habia hecho esperimentar, y ansiosos de vengarlos cumplidamente, + vienen en ala á muy poca distancia del campo enemigo, aclaman por su Toqui, ó jeneral, al tan altivo como > valiente Aillavilu, y llenos todos ellos del prestijioso en- tusiasmo de su cuyuntucan (1), marchan con las aa - de la noche resueltos á embestir á los Españoles; pero ya a: como al pasar el Biobio asomara en los aires un me i É , que la jente de Ya divia llegó tambien á ver, tal A e o AT ue gran de ellos quiso volver atras, ya bros: muchos deducian por consecuencia de aquel = fenó meno un favorable auspicio para su santa y justa empresa; por fin marcharon las masas adelante, aunque tímidas por lo mismo que habian dado entrada á la dosconfian A i * Allegados al campo ¿nella con cuanto silencio es 5 a de suponer, divididos en cuatro cinipo; y echando. al aire ! y (1) Así llaman al estilo sublime y o de gue usan 1 ; sus-juntas, ya se trate de paz, ya de guerr: ) veces se pos sido testigos del asombroso ito que el a en el án >. VIY y DOALUSIASTa »esquadror gasto XVHI. EA 219 es , con tan gran ímpetu y ala- undir la tierra, y comenzaroná pe- á »rido, que p -»lear de tal manera que prometo. mi fe que ha treinta. años. » que sirvo á V; M. y he peleado contra muchas naciones, » y nunca tal teson de gente he visto jamas en el pelear > como estos Indios tuvieron contra nosotros, que en pac io de tres horas no podia entrar con cierto de cavallo yal un esquadron , y ya que entravamos algunas veces, era tanta la gente de armas enastadas y mazas, que no » podian los christianos hacer á sus cavallos arrostrar á »los Indios; y de esta manera peleamos el tiempo que »tengo dicho; é viendo que los caballos no se podian sarro entre los Indios, arremetieron la gente de á a á "i EUU VANA ys UD ' Pe herir. Sentiendo entre sl las espadas que no »andaban perezosas , é la mala obra que les hacian, se - »desvarataron. Hirieronme sesenta cavallos y otros toii py »tos christianos, de flechazos é botes de lanza, aun »los unos é otros no podian estar mejor armados, »murió sino solo un cavallo-á cabo de ocho: lias , » peca que es otro iyarini un arcal 22 ` HISTORIA DE CHILE. Mientras se remediaban del mejor:módo posible los estragos de esta encarnizada funcion, el gobernador se puso á visitar los contornos, buscando el sitio mas conveniente para fundar un pueblo. Ya por último plantó el real estandarte á orillas del riachuelo Penco, y en la misma playa del mar, posicion ciertamente ventajosa y de seguro porvenir para la colonia, asentada en un puerto magnífico, hermosísima bahía, con abundancia de pes- cados, y muy próxima al caudaloso Biobio , con que se ` le ofrecia la navegacion interior. Ocurrió este suceso el 23 de febrero de 1550 , concur- riendo toda la columna. Como importara mucho el pre- caverse contra los embates de los Indios, que los repe- tian sobradamente, sin que los descalabros entibiaran su ardor, se dió principio å la obra, levantando una esta- cada entre un hondísimo foso, con maderos sumamente gruesos y de mucha resistencia; y fue tal el celo yel apego durante este trabajo , que al cabo de ocho dias ya se veian los Españoles dentro de un círculo « tan bueno » é fuerte que se puede defender á la mas escogida nacion » guerrera del mundo. » En seguida pasó Valdivia á des- lindar todo el terreno interior, dividiéndole en suertes mas Ó menos grandes, que fueron repartidas entre la jente que le „acompañaba el 3 de marzo de 1550, y cada cual empezó á levantar en ellas su propia mor dle Tal es la época con que da do la ciudad llamada Concépcion (1). Así guarecidos, bien hubieran pod goar los Bpa E 0) Autores hay que pasan la fundacion de esa ciudad. al 5 k de 1550, y asi lo indica tambien Valdivia en dos de sus cartas, Si el prix de un púeblo no ha de contar hasta desde el dia en que se verifica la insta miento, razon tienen, pues que el 5 de octubre se instaló el de la Concepcion; ; pero moiair contamos de otra manera, i A : z —CAPÍRLLO KVU 221 ñoles de algun descanso abandonande sobre todo la ` penosa alerta en que tenian que pasardas noches la mi- tad de ellos, si los Araucanos respetaran-.algo mas el fuego de los arcabuces , ó que con tan repetidos reveses llegaran á desalentarse ; pero fue el caso que, fiados siempre en el inmenso número de combatientes con que sus filas se aumentaban de dia en dia, y llenos de un arrojo tantó mas temerario cuanto mayor se presentaba el -peligro, volvieron inmediatamente al frente de un ene- migo cuyas armas y pericia militar le hacian sobrado im- ponente y temible. Bien conocia Valdivia como se prepa- raban los Indios para atacarle, y aunque su audacia iba de par con el violento deseo que sentia por salir contra sus enemigos, todavia se contentó con esperarlos dentro del palenque hasta el anochecer del 12 de marzo, en que todos los oteros y collados de los alrededores parecieron cubiertos instantaneamente de millaradas de guerreros prontos á descolgarse contra la columna expedicionaria. ` Eran mas de cuarenta mil, y los mandaba el famoso Lincoyan, personaje de tan prodigiosa estatura, cuanto eran singulares sus talentos y su señalado valor. « Ve- »nian (dice Valdivia á Carlos V, con referencia á este ` »suceso) en estremo muy desvergonzados quatro esqua- » drones de la gente mas lucida y bien dispuesta que se » ha visto en estas partes, é mas bien armada de pelle »jos de carneros y ovejas é cueros de lobos marinos » cruzados de infinitas colores, que era en estremo cosa » muy vistosa, y grandes penachos todos con celadas »de aquellos cueros å manera de bonetes grandes de clérigos, que no hay hacha de armas, por azerada > que seá, que haga daño al que las traxere , con -» mucha flechería y lanzas, á veinte é á veinte y cinco - Š 292 HISTORIA DE CHILE, » palmas, y masas y garrotes : no pelean con Distr Cuanto era deshacer habia hecho Valdivia para desviar á los indígenas de sus hostiles intenciones, y aun algu- nos dias antes les envió varios prisioneros, brindándolos con la paz,, si le daban por prenda la obediencia ; mas como fueran vanos todos estos medios, hízose la guerra indispensable, y ya no pensó el gobernador sino en alentar á sus soldados para que le ayudaran esforzados á sacudir un golpe decisivo que sumiese para siempre la indomable obstinacion de aquellas hordas guerreras. Como reparara que el enemigo se le acercaba en 'cua- tro divisiones por cuatro puntos distintos, y de tal modo dispuestas que no podian ampararse simultanea y recí- procamente, corriendo ordenó que Jerónimo de Alde- rete, con cincuenta caballos, saliese contra el cuerpo que se dirijia hácia la puerta de la estacada, de la cual no distaba ya sino el alcance del arcabuz ; y fue la carga tan súbita , tan arrojada y terrible, que no pudiendo los Indios contenerla, turbados y sobrecojidos retrocedie- l ron ; encarnizándose en ellos la caballería española con _ inaudita ferocía y crueldad. No salieron mejor paradas las otras tres divisiones, Así es que los Indios, sin aliento de á vista de una tan grande derrota , y no distinguiendo en — derredor suyo sino espanto y confusion, en una presu- rosa fuga fundaban todos su vida. Todos corrian , ansio- sos de allegar á las crestas de montañas iaoea la caballería; y como eran tantos, y el desórden tan grande, unos á otros se embarazaban , dando con esto á las armas castellanas cuanto tiempo - pun apetecer para saciar su feroz y brutal osadía. « Mataronse (dice » Valdivia al emperador Carlos V) hasta mil y quinientos » ó dos mil Indios, y alanzearonse otros muchos, y po. - —€ CAPÍTULO XVII. 223 ps s $ » dieronse algunos, de los quales mandé cortar hasta: » doscientos las manos y narices, en rebeldía de que mu- » chas veces les habia enviado mensajeros y hecholes los » requerimientos que V. M. manda. Despues de hecho » justicia, estando todos juntos , les torné á hablar por- » que habia entrellos algunos caciques é Indiós principa- »les, y les dixe é declaré como aquello se hacia, porque „los habia enviado muchas veces á llamar y requerir con »la paz, diciéndoles á lo que Y. M. me enviaba á esta »tierra, y habian recibido el mensaje , y no cumplido lo » que les mandaba, é lo que mas me pareció convenir en » cumplimiento de los mandamientos de Y. M. é satisfac- » cion de su real conciencia; y así los embié. » | Injusto , soberanamente atroz fue ese proceder, pero no por eso se intimidaron los hijos del pais, antes redo- bló su exasperacion ; y si por ser sus desastres tan re- cientes, no vieron mejor medio que retirarse á sus rústi- cas moradas, en ellas comenzaron desde luego á meditar ¿ y resolver modos de cumplir uno dé esos grandes hechos que solo un muy puro y ardoroso amor á la independen- ° ` da puede aconsejar, Quieto y libre dejaron á Valdivia en + sus acciones, y harto presumió él con esto que los tenia sumisos, llevando por lo mismo todas sus miras y su in- - cansable actividad al acrecentamiento instantáneo de su nueva poblacion. Recojidos cuantos víveres creyó serle necesario, y puestos en paraje seguro, Se dió á correr los alrededores del pais, mezclándose con los Indios, cuya obediencia hubo de parecerle muy natural, muy sincera. Infiérase tambien si le seria satisfactoria, puesto aque , con la simplicidad mas cándida, escribe, al cabo “¿de cuatro meses, diciendo que, con la ayuda de Dios, - dela santa Virgen y del apóstol Santiago , quienes siem- 22% HISTORIA DE CHILE. pre apadrinaron sus proyectos, habia podido réducir la. tierra, traerla á paz, y obligar á los Indios á que le sir- viesen en la construccion de los edificios de la ciudad que estaba fundando (1). | Al ausentarse Valdivia de Santiago , dejó mandado se le enviasen dos de los cuatro buques que del Perú espe- raba ; y ocho dias despues de su última refriega con los Indios , le llegó el capitan y piloto Pastene, con algunas fuerzas traidas por mar. No podia venir mas á propósito el refuerzo , por muy pequeño que fuese; así es que se le recibió con singular contento, y mas Valdivia que no soñaba sino conquistas. Escasos andaban ya los mante- nimientos, y como los Indios de las inmediaciones hu- bieran contribuido con mas de lo que fuera de esperar de sus cortas provisiones, tuvo el gobernador que despachar el bajel de Pastene para las costas de la Araucania, en busca de maiz, mientras que Jerónimo de Alderete , con sesenta caballos , seguia por tierra la misma direccion yá fin de guardarse y socorrerse recíprocamente esos dos $ capitanes. El éxito de esta expedicion respondió muy mas - allá de las esperanzas ; pues sobre reparar que la sumi- TE sion de los salvajes era jeneral, se procuraron los Espa- EN ñoles tal abundancia de víveres , que cayó el gobernador * en la idea de volver á mandar el mismo Pastene con igual cargo para aquellas rejiones; y así lo cumplió el piloto cuatro meses despues de Su regreso, visitando esta vez á — (1) Algunos autores, hablando de ese último triunfo de los Españoles, le suponen tan inesperado, tan milagroso que el reconocimiento votó en su me- moria la ereccion de un templo, alzado cuatro años despues allí donde la pelea fue mas reñida y aventurada. Con los documentos justificativos que han de ir- en tpmo separ: daremos una idea de los milagros de aquella época, entre, los cuales contará Ja aparicion del apóstol Santiago, que vino á ser desp l Nahuelbuta de los Indios, Tal es por lo menos nuestra opinion, AA A ci en is AAA. A A A O SI nio + a . CAPÍTULO XVIII. 225 mas de la isla de Santa María, en la que tan bien re- cibido fue la primera, la isla de la Mocha , cuya po- blacion era muy considerable. Comunicó á todos los caciques una órden del gobernador, por medio de la cual se los convocaba á Penco, para prestar juramento de fidelidad y de vasallaje al rey de España, pena de ser exterminados si se negasen á darle cumplimiento ; y aunque no la voluntad , sino un exajerado temor, los pu- siera en presencia del jefe español , este quedó muy pa- gado de la obediencia, y dedujo consecuencias como con- venian á sus risueños planes de conquista, que mas se ~- - dilataban cuanto mayor era la fama que el prestijio de sus armas adquiria. Grandes triunfos se prometió ; y no le deslumbró poco el cuadro de un brillante porvenir ; solo que antes de comenzar nuevas empresas , se dedicó al arreglo de la administracion en su parte económica y política, instituyendo el cabildo el 5 de octubre de 1550, con personas de viso y mérito, siendo uno de los dos alcaldes el jurisconsulto Antonio de las Peñas, que habia abandonado la ciudad de Santiago por no ser blanco de enconadas rencillas. Publicó en seguida un ordenamiento en cuarenta y cuatro artículos todos muy ajustados á las —necesid: es de aquella sociedad; dividió los Indios en “veinte y seis encomiendas, y sorteó los terrenos entre sus soldados, reservando para sí la extensa península situada entre el embocadero del Biobio y el rio Andalien. Tambien se señalaron en la ciudad espaciosos solares para los edificios públicos, como casa del concejo, cár- cel, hospital, y sobretodo iglesias, objeto siempre pre- ferente entre aquellos supersticiosos conquistadores, aun cuando se tratase de un insignificante aldeorrío. Se dió á cada individuo aquel espacio de tierra á que , para levan- 226 HISTORIA DE CHILE. tar casa, hubo de parecer merecedor, en cuenta de su rango y de sus títulos, ya que en este punto no fue ex- tremoso el rigor, porque no se quiso herir el amor pro- pio ni la ufanía de aquellos aventureros que una misma causa mantenia, por decirlo así, en igual línea. La ca- tedral quedó bajo el amparo y patronazgo del apóstol san Pedro, como para memoria del nombre del insigne go- bernador, y este fundó su casa en la plaza, con sobradas conveniencias y bien entendida distribucion ; lo primero porque era el pais muy de su gusto, y lo segundo por- que la destinaba para morada de su digna compañera, doña Marina Ortiz de Gaete, que desde Salamanca debia trasladarse á aquellas rejiones. Con todo, no así quedaba asegurada la vida de esta república, ni con ella debia contar á no interesarse el erú en su conservacion. Con harta frecuencia marcha- ban para aquel pais delegados de Valdivia , pero muy es- casos eran los socorros que le solian recojer. Habia man- dado á España algunos de sus oficiales, y uo puesto, por este medio , en relaciones directas de Castilla, sin fruto veia tambien sus demandas ; con cuyo motivo resolvió que Alonso de Aguilera, uno E sus pa- rientes, pasase á la corte de Carlos, con una nueva é importante mision. j Púsose en camino este sujeto el 45 de octubre de 1550 , llevando una muy estensa y detallada comunica- cion de Valdivia para Carlos V (1), en la cual le daba cuenta minuciosa de lo que le habia sucedido , y en favor de la egani llevara hecho ; pidiendo que, por via de 1) aaa copla de este precioso documento, del que extractarémo il apoco para que acompañen á los justificativos que tenemos an- i > . CAPÍTULO XVII. 2997 remuneracion, S. M. le conservara en el empleo de go- bernador de Chile; — le concediese, para él y sus here- deros , el oficio de alguacil mayor, y las escribanías pú- blicas de cuantas ciudades llegara á fundar ; — la octava parte del territorio conquistado, honrándole con aquel título que mas fuera del real agrado ; el permiso de in- troducir dos mil negros sin causar derecho de ninguna especie ; — que le absolviese del pago de ciento diez y ocho mil pesos fuertes tomados en las tesorerías de Santiago y de Lima, para los gastos de sus expediciones; —que le diese ademas otros cien mil pesos. para ayuda de nuevas conquistas; — que le asignase el sueldo de diez mil duros anuales , en atencion á los infinitos gastos que le impo- nia su posicion.... En fin, como se hubiera determinado que el cura don Rodrigo Gonzalez, bachiller en teolojía, acompañaria á don Alonso de Aguilera, Valdivia concluia recomendando eficazmente á S. M. la persona de aquel sacerdote, y pidiéndole con encarecimiento le nombrase para la mitra de Santiago ; pero don Rodrigo desistió de este viaje poco conforme con su avanzada edad , ó acaso cediendo á los votos de sus feligreses, entre a. go zaba de una bien merecida veneracion. CAPITULO XIX. Estado de la ciudad de Santiago. — Marcha Valdivia á la conquista de la Arau- cania. — Funda la ciudad llamada apral é instala en ella un cabildo. — Regresa á la Concepcion. — Recibe en este punto una carta del monarca iy otra de Hrs de Villagra d: mole: cuenta de hallarse en las Pampas in- mediatas á Santiago. — Villagra arriba con dos bajeles á la Concepcion. — Pasa EA á las provincias del sur. — Acontecimiento de Calle-Calle. — (1551—1552. ) En cuanto Alonso Aguilera hubo tomado en Santiago los pliegos que el cabildo creyó deber elevar á conoci- miento de S. M. , comenzó Valdivia sus preparativos para marchar contra las provincias meridionales. No se retar- dara esta expedicion si para efectuarla solo se hubiera de consultar el afan, el zelo con que el gobernador con- curria á todas sus empresas; pero no po ausentarse de la nueva poblacion, sin exponerla á los ataques de un enemigo, sobre numeroso, soberanamente lleno de una virtud patriótica que le mantenia alentado y resuelto. Si tímidos, si vacilantes parecieron „los Indios tras los primeros reveses que experimentaron ; la razon de esa timidez, de esa perplejidad en el prodijioso efecto de las armas castellanas está, efecto que hubo de sorprenderlos y llenarlos de pavor ; pero bien comprendia Valdivia que en rebajándose el prestijio, y preciso era que se reba- jase, volverian los Indios con mayor audacia, con em- peño mas violento, y por tanto mas pido para los CAPÍTULO XIX. 229 Españoles. Recelaba ya tambien de la sinceridad de las promesas con que los caciques supieron dorar su sumi- sion y rendimiento, como que los hechos vinieron contra las palabras, y nada le convenia mejor que una estudiada y prudente reserva en todas sus operaciones. Por otra parte, para conducir á término sus proyectos contaba con dos buques que del Perú venian, y era útil aguardar el recibo de semejante refuerzo. Tambien la ciudad de Santiago reclamaba la atencion del gobernador, pues si bien el ayuntamiento cuidaba de que la ley fuera acatada, y el órden siguiera su ordinario curso, ya estaban encontradas las opiniones de los miem- „bros que aquel cuerpo componian , y la discordancia pu- diera ser fatal á la colonia. El sabio jurisconsulto Antonio de las Peñas, que vino del Perú con Valdivia, era de un caracter arrogante y díscolo. Ya se ha visto como so pre- texto de injusticia rehusó concurrir á las juntas; pero de rencilla en rencilla fue dando tal importancia á la desu- nion de los capitulares, queel gobernador no vió mejor medió para contener el mal, sino llamándole á la Concep- cion, y nombrando en su lugar á Jerónimo de Alderete, al paso que Rodrigo de Quiroga fue señalado teniente del “gobierno y de la capitanía general, en ausencia de Valdi- via, El 2 de marzo de 1550 entraron en ejercicio esos dos jefes con venia del cabildo , aunque opuesto y resen- tido se mostró don Antonio de las Peñas, protestando contra la eleccion. — Separado este último individuo de su cargo, y con ayuda de Alderete y de Quiroga, ya pudo el cabildo re- mover çon mas fuerza y método cuantos arbitrios conve- venian al desarrollo y prosperidad del vecindario y del pais; publicó, en efecto, pragmáticas en (jue lucian y 230 HISTORIA DE CHILE. ae de pen Mantis humanidad para con los Indios, te no se los enviase á trabajar en las minas , á no pertenecer á la clase de los de repar- timiento, y aun de estos solo se podria disponer seis meses al año, dejándolos otros seis libres de tan penosos tra- bajos. Renovóse tambien la ley de no vender las mercan- cías procedentes de Castilla, sino á precio de coste y porte, durante los nueve dias primeros á- contar de aquel en que hubiesen sido adquiridas; porque este era el me- dio de atajar el escandaloso abuso del monopolio; y como servia de moneda el oro en bruto contra los precios del jénero, se dispuso no tendria curso aquella materia, áno ir con el sello de la contaduría y las armas de S. M. , in- dicio cierto de empii los cambios sin fraude, sin lte- racion ninguna. n | Con esta medida habia? ado para el comercio, = provecho para el fisco, porque en tan saludable interven- cion sobre asegurar la ley del metal, se descubria la can- tidad, para poder apropiar el quinto de ella en favor de la corona, mas de una vez perjudicada en esta parte. Tras esas providencias, y otras que miraban al bien- estar de los habitantes, como la distribucion de las aguas, y el aseo de las fuentes, todavia se trató de entablar re- laciones de franca y amistosa concordia con los hijos del pais ; se publicó una nueva ley concerniente á las minas, y para impedir abusos de autoridad.ó de poder pasaron á las de Malga-Malga jueces de conocida probidad, con cargo de contener robos, y prohibir juegos, sobrado co- munes ya entre los mineros, Frecuentes y no aventuradas eran las comunicaciones a entre Santiago y la Concepcion, aun cuando bastante distantes entre sí estas dos poblaciones, y con paso por e a CAPÍTULO XIX. 231 entre Indios nada pacíficos. De siete en siete leguas habia un tambo ó meson, y con esta ordinaria jornada llega- ba el viajero á puntos donde guarecerse, y en los que tambien encontraba Indios dispuestos á acompañarle de tambo en tambo mediante una corta recompensa. Esto le facilitaba al gobernador una constante correspondencia con Santiago, atendiendo vijilante á todo cuanto pedia su mayor prosperidad, hasta que puesto Alderete en el empleo de justicia mayor pudo descansar en el patriotis- . moyen las lucesde este hombre de confianza, para volver toda su atencion á la meditada empresa contra la Arau- cania. Tenia entonces en su compañía unos entos y veinte Españoles, y esperaba con impaciencia los « Perú debian llegar de un momento- á otro; mas 5 viendo que el arribo se retardaba, y Hena su imajinacion de los trofeos que en aquel su empeño traia de. antemano recojidos, dejó una guarnicion de treinta peones y veinte caballos para defensa de la ciudad, donde se acababa de levantar un fuerte hecho de piedra y de adobe; y él con ciento y veinte caballos y cincuenta infantes se dirijió hácia el Biobio, cuyo paso cumplió á favor de balsas, y muy cerca del embocadero. Ocurria esto 4 mediados de febrero de 1551. Gomo hubo pasado aquel rio , siguió su movimiento por la parte de la costa (1), empeñando de cuando en cuando varias escaramuzas con los Indios de Lincoyan, entre quienes no habia órden ni arrojo; y así llegó, por fin, sin el menor accidente al rio Cauten (2). (1) No dice Valdivia cual camino tomó. Autores aa que suponen fue por los llanos, es decir, por Angol l Pureu cuando otros aseguran haber ido ptes DRA: este es nuestro parecer entire ol : ta) Hoy llamado el i Imperial, 232 HISTORIA DE CHILE. En 4544 habia visto Pastene esta localidad y recono- cido su importancia ; pero esta vez fue tan del agrado de Valdivia, que al instante resolvió poblarla , comenzando con la villa llamada Imperial, distante unas siete ú ocho leguas del mar , y puesta en el mismo recodo que forma el rio de las Damas , al perderse en el Cauten. Para que no peligraran los habitantes de esta nueva poblacion se construyó inmediatamente un fortin mucho mejor acondicionado y defensable que el de Penco; hecho lo cual se emprendieron varias correrías por las inme- diaciones para asegurar paz en los Indios, ó alejar del pais los que parecieran dispuestos á la guerra. Asom- brado quedó desde luego el gobernador reparando la in- mensa poblacion que aquellos lugares encerraban; la jente era numerosísima aun en los puntos masretirados, fue, pues, causa para que Valdivia proyectara al instante sacar de aquí las ricas encomiendas con que queria re- munerar los importantes servicios, el mérito de aquellos de sus compañeros mas distinguidos ; pero loadelantado de la estacion, y la continuidad delas lluvias, hubo de des- viarle del repartimiento ya comenzado, dedicándose á mi- rar por las necesidades de los cuarenta individuos que ha- bian de formar la base del pueblo Imperial, á quienes se les dieron los terrenos necesarios así para fundar, como pa- ra abrir sus chácaras , y los Indios que habian de cultivar- las. Encomendóles Valdivia se mantuviesen sumisos y obedientes al jefe que les dejaba, y cuanto importaba el que guardasen un honroso comportamiento; y en se- guida marchó para la Concepcion con ciento y treinta hombres, á cuyo punto llegó el 4 de abril de 1551. Grande fue el gozo de los habitantes de la Concepcion al ver llegar al gobernador, y con señaladas prendas de o CAPÍTULO XIX. 233 cariño le recibieron, porque durante su ausencia habian sido muy vagas, muy inciertas las noticias que de la expedicion y sus resultados se adquirieran, mas que confiados en la prudencia y en la habilidad del jeneral, atendieran tranquilos al porvenir y fomento de un pue- blo que prometia ventajas de mucho importe. Mayores adelantos hicieran aquellos nuevos colonos si la incons- tancia natural de los Indios no les dejara poco menos que abandonados á sus propios esfuerzos, siendo esto causa para que å la llegada del gobernador, todavia se vieran muy atrasados los trabajos dirijidos á la cons- truccion de los monumentos públicos; aunque merced á su índole activa y emprendedora, luego se dió on- cluida la iglesia, así como una sala donde los concejales habian de celebrar susjuntas siempre que fuera de aten- der 4 la solucion de negocios concernientes al procomu- nal. Trató ademas Valdivia de granjearse la amistad de los caciques, pero sin dejar de fortificar mas y mas la villa, pues no habia que fiar mucho en las palabras de los naturales. E Dos meses de tarea en beneficio público llevaba ya gastados, cuando recibió una misiva de S. M., y carta, dos dias despues, del capitan Francisco de Villagra que con doscientos soldados, y cuatrocientos caballos y ye- guas recojidos en el Perú, habia llegado á las Pampas inmediatas 4 Santiago, y deseaba se le dijese si de- bia , ó no, pasar incontinenti á Chile. El capitan Diego “Maldonado, que venia acompañando á Villagra, se ar- restó á pasar las cordilleras en lo mas duro del invierno con ocho hombres solamente, y él fue quien entregó la ` carta 4 Valdivia, no menos que el portador de la res- puesta , con que se puso en camino diez dias despues, 16 1 His:ORIA. AE 234 HISTORIA DE CHILE. diciendo resuelto que no serian las nieves las que le habian * de impedir el paso ásu destino. Ponderaba Valdivia en esta respuesta lo mucho qne convenia el que Villagra viniese å reunírsele, como hombre que ya se le hacia tarde el to- mar un tan excelente refuerzo para extender con él sus conquistas, y afianzar el goce de las que tenia acabadas, .mayor dicha suya y de la colonia, llegaron por este tiempo en la hermosa bahia de Penco los dos bajeles que del Perú aguardaba , y en los cuales venian otros cien hombres ; no parece sino que la fortuna se declaraba abiertamente en gracia de este arrojado conquistador, reuniéndole en pocos dias un cuerpo de tropas harto t á sus planes, y sobrado imponente para los. Iag ios, ya que los de las inmediaciones dieran tras de querer mantener amistoso trato con el go- bernador y sus secuaces. Cobró, con esto, Valdivia nuevo aliento; y dió en- tada en su imaginacion á planes mas extensos, mas atre- vidos, entre ellos la fundacion de otra ciudad al sur de - la Imperial, á donde habia de trasladar un crecido nú- mero de potros nacidos en el mismo Chile; creyendo , por supuesto, que no debia distar mucho esta nueva poblacion del estrecho de Magallanes, y que seria en tal caso de suma importancia política para la corona de Castilla. La ejecucion de este famoso proyecto pedia de toda necesidad la llegada de Villagra, y como este oficial tambien anhelara verse al lado de sus antiguos compañeros de armas, no tardó en atravesar las cordi- lleras con toda su jente, y tras un corto descanso que tomó en Santiago, se encaminó para Concepcion, acom- pañado del denodado y activo. Alderete. a Brillante acojida dispensó Valdivia á estos sus dos va- CAPÍTULO XIX. 235 lerosos tenientes, no solo porque así lo aconsejaba la ley de la gratitud, sino porque daba en ello suelta al grito de la pura, la íntima y franca amistad que desde muchos años atras ambos le merecian. Inquieto le habia tenido la larga ausencia de Villagra ; mias subido, por lo mismo, fue el júbilo que experimentó en volviéndole á ver á su lado, sobre todo cuando le procuraba tantos brazos para realizar las brillantes esperanzas fundadas en sus pro- yectadas conquistas. Llegó Villagra en ocasion en que el gobernador atendia, ton resuelto empeño, al asiento de reglamentos de policía urbana, con leyes tambien que endulzaban la posicion de los indíjenas fue- to ó la multiplicacion de los lambot | ar hasta la Imperial, sirviendo de comunicaciones fáciles, prontas y seguras, entre esta última villa, la Concepcion, y Santiago capital del pais, y por consi- guiente punto céntrico de todas las combinaciones socia- les y políticas. En estos importantes trabajos gran parte tuvo Fran- cisco de Aguirre, que de la Serena viniera á verse con el gobernador, reclamando un sello semejante al c usaba en Santiago para marcar los rieles de oro « servian de moneda en los tratos, lo cual le fue conce- dido, solo que como no se hallara en la Concepcion pla- tero ni gravador alguno capaz de abrir el tal sello „fue preciso encargarle á Santiago, arreglado al ida. del de la tesorería jeneral; y con esto pudo Aguirre conte- ner un tanto el fraude y estorbar la liga con que empe- zaban á correr en su colonia las barras de oro. . ¡ e i infie 2 cuanto, se avivaria la ambicion le sencia de los refuerzos que por mar y pe. Ed 236 HISTORIA DE CHILE. por tierra acababa de recibir; y bien se ve tambien como se han multiplicado sus medios de accion. Si quiere mas auxiliares puede contar con los Indios de los alre- dedores de Concepcion, pero todo lo espera del va- lor de sus tropas; le basta el prestijio de sus armas; crée, por otra parte, que hay mala fe en los naturales; aun cuando así no sea, no distingue que sean ellos ni de una mediana importancia para la solucion de una re- friega , y por lo mismo solamente admite un número ; de indíjenas para el trasporte de los bagajes, parecién- -dole que sus conquistas han de ser rápidas y seguras. En esta expedicion que marchó, como la primera, >< bordando- la costa , iban Jerónimo de Alderete y Fran- s cisco de Yillagra, Dirijióse el gobernador , ante todas co- mperial, deseoso de conocer cual era el estado sta nueva colonia, y de encomendar á sus habitantes seguida siguió hácia el sur hasta llegar al caudaloso rio Calle-Calle, que sale de la laguna Guanegue, y vierte en la vasta bahía descubierta por Pastene en su primer viaje marítimo, y á la cual dió el nombre de Valdivia, en E honra del digno gobernador que esta mision le encar- ) mostraron gran pujanza los Indios en las di- lentes veces, que durante este tránsito , salieron contra las armas españolas, mandados las mas de ellas por el apagado Lincoyan ; pero como llegaran á aquel rio , ya se les puso al frente un numeroso ejército de los hijos de la tribu de los Cuncos, muy decididos á impedir el paso; . indispensable se hacia la refriega, y á darla se disponian- campos , pero una mujer llamada Recloma, que- riendo economizar la sangre de sussemejantes , corrió al instante de campo á campo exortando 4 los ns á la as de precaucion , y de utilidad comun. En 3 $ CAPÍTULO XIX. 237 paz, y con sus palabras logró templar la irritacion de los Cuncos, poniéndolos, aunque de una manera tácita , bajo el yugo de los alentados extranjeros. — A los esfuerzos de la caritativa Recloma y sus resultas, satisfecho y contento se mostró el jeneral castellano, porque al fin bien le pareció evitar una guerra que pu- diera traerle disgustos, y acaso males; pero con todo harto le pesaba en su interior el no haber hecho ostenta- cion del poder de sus armas, y del valor de sus tropas, ante aquella turba de inconsiderados, tanto como atre- vidos guerreros, á quienes hubiera puesto en derrota con facilidad, by dado una n locion de escarmiento mey útil po% e ocasion no rari € en presentirscle? ET por € q se puso en busca deun punto á propósito en que fundar otra colonia para entrar en posesion de aquellas tierras. Se alzó, pues, la nueva poblacion , y como fuera costumbre dar un nombre á todos los lugares conquista- dos, respetó esta vez el gobernador las intenciones con que Pastene habia bautizado en otro tiempo aquella fa- mosa rada, y por consiguiente el Calle-Calle y la si se llamaron tambien Valdivia. al E Con marcado interes, con exquisito cada To at ate ndió el gobernador á la prosperidad de este p ebl : su nombre, y esta preferencia la justificaba una posicion delas mas hermosas , de las mejor socorridas, y que pa- recia brindar con cuantos elementos son menester para prosperar segura y rápidamente, quedando ademas de- fendida por una extensísima bahía, y libre de toda inva- sion naval á merced de algunós fortines, por insignifi- aros m cantes y débiles que fuesen. Mas ambicionaba Valdivia, cuanto mayor era la faci- 238 HISTORIA DE CHILE. lidad con que adelantaba sus conquistas, y mas grande la importancia que ofrecian en provecho de la corona de Castilla. Parecíale poco la posesion de un territorio capaz de contener mas de diez millones de habitantes , y aunque le traian muy entretenido los trabajos de construccion, las disposiciones reglamentarias y gubernativas para afianzar cuanto conviene al órden y la tranquilidad delos nuevos colonos, todavia maduraba en su fecunda imaji- nacion el mejor modo de asentar otra colonia capaz de ser- + vir de barrera á todas las demas, pues que habia de conte- ner y estrechar á los Indios del interior del pais. En efecto, hallábanse sobre la costa, ó en sus cercanías, las ciudades Concepcion, Valdivia, é Imperial, y nada tan urgente, nada mas indispensable como el tener un pueblo al pie de las cordilleras, para evitar así que aquellas no fuesen acometidas ; pues solo se habia de enfrenar el carácter independiente é indómito de que alarde hacian algunas tribus araucanas , con el asiento de una como cadena ó escala de baluartes de distancia en distancia ; mas no tenia tiempo el gobernador por entonces rodeado de mil atenciones, ya para distribuir tierras á los nuevos colo- nos, ya para el arreglo de la administracion pública y municipal, cuya tarea le habia de llevar hasta fines del otoño, del que no se estaba muy lejos. Queria, por otra parte, recorrer los contornos, y ver si el pais era tan importante, de tal preponderancia militar como él se lo tenia figurado, llegando á conside- rarle la llaye de toda la mar del sur, y entre tantas miras preciso era aplazar la ejecucion de aquel atrevido plan, ya que no por ello le perdiera de vista; antes revolviéndole Mas y mas cada dia con cuanto pulso y cuidado son de suponer en un militar prudente y experto, vino en ordenar x CAPÍTULO XIX. 239 que Jerónimo de Alderete marchara á desempeñarle. La eleccion no pudo ser mas acertada, porque en Alderete habia actividad, valor y sano criterio; así es que con sesenta hombres escojidos de entre los que Villagra habia traido del Perú caminó para las cordilleras, y en marzo de 1552 levantó contra las márjenes del lago Mallalavquen la villa llamada Villa-Rica, en razon de los preciosos mi- neros de oro que allí se vieron. Mientras que Alderete se ocupaba en poblar este nuevo pais, el gobernador activaba cuanto podia el fomento de su nueva ciudad , resuelto á ponerla tal cual conviene á una plaza militar, que la naturaleza quiso, ciudadosa y so fuerte y resguardada, Envi- ( s naciones del continente europeo, al Ve cuantas y-cuan ricas provincias gozaba España en las Américas, deber era de los jefes de aquellas conquistas el atender 4 la conservacion de sus posesiones, y defen- derlas de los indijenas constantemente en pugna por ar- rebatárselas, como de los extranjeros que vinieren á in- vadirlas, y para contra estos no hay duda que la bahía de Valdivia prestaba grandes ventajas. Es, por decirlo así sd la puerta de todo el mar delsur, y podia servir de punto de reunion á cualquier armada que las circunstancias guiaran hácia aquellas rejiones, ó de abrigo á la que huyendo de un revés ó contratiempo viniera á refujiarse en ella. Conveniente, por lo mismo, que Valdivia persi- guiera con tanto empeño utilizando los importantes re- cursos que la naturaleza le ofrecia, y de los cuales preca- vido se armaba contra el porvenir, fundando su ciudad en medio de dos budiales que la tenian resguardada, y dotándola con mayor número de moradores que en las otras ciudades dejara, si exceptuamos la de Santiago. resguardo E 240 HISTORIA DE CHILE. Impaciente tambien de examinar el interior del pais, y acercarse mas al estrecho de Magallanes, emprendió un nuevo reconocimiento con una corta escolta para de- fenderse, en caso de ser acometido , pero hizolo en direc- cion del sur, y por un camino ante el cual debiera pos- trarse toda ambicion de conquista por muy exajerada que se suponga, porque era, en efecto > intransitable. Sin embargo, Valdivia siguió impávido su resolucion hasta que al fin dió en la risueña y rica vega de Dagli- * pulli, y despues á orillas del rio que hoy se llama Bueno(1), cuya corriente no osó atravesar, antes caminó agua ar- riba hasta la laguna de Ranco, visitándola en casi toda su circunferencia; tomó el camino de Huiti, y entró de nuevo en Valdivia, tras poco mas de un mes de ausencia. No fue larga su permanencia en este lugar, porque que- riendo que Alderete pasara en comision á España, y concluir durante el invierno los reglamentos adminis- trativos de la capital, solo se detuvo unos dias para dictar varias providencias, al cabo de los cuales se ausentó de- jando cien colonos (2), y pasando con la demas jente á Villa-Rica en la cual le esperaba su alentado capitan. Con minucioso cuidado estudió el gobernador el trazo ó diseño que Alderete tenia dispuesto para aquella po- blacion , y ya se veian dentro algunas casas ; pero pare- cióle el punto desnudo enteramente de miras que la es- (1) Pretenden varios autores que Valdivia llegó en esta ocasion hasta el ar- chipiélago de Chiloe , y que visitó parte de él : es falso; no pasó el rio Bueno; esde aquí se encaminó hácia la cordillera, y regresó á Valdivia en cuanto re- corriera la inmensa laguna de Ranco, (2) El cabildo de Valdivia envió al rey de España, con fecha 20 de julio de 1552, una relacion de los servicios del gobernador; y en ella se dice que el nú= pEr le los moradores era doscient ; pero preferimos quedar en ciento, que ciento señala el mismo Valdivia en una de sus cartas. $ CAPÍTULO XIX. 21 tratejíatoma siempre en cuenta, mas necesarias entonces, cuanto mayor era el peligro, y las fuerzas de resistencia mas cortas y mas aisladas. Cambió, por lo mismo, de lugar asentando su colonia alli donde el lago Mallalav- quen presta su caudal al rio Tolten ; pasó algunas semanas dirijendo los trabajos de construccion, de- terminando los terrenos para cada uno de los cincuenta colonos que en este pueblo habian de quedar; dióles tam- bien los Indios necesarios á su servicio, y Como hubo nombrado un ayuntamiento entre los sujetos mas dig- nos y capaces, se puso en movimiento para Imperial, atravesando despues las llanuaras de Lumaco y las de la costa sobre las cuales Jev es fortines de Puren, Arauco, y Tucapel, en mejor defensa de las nuevas colonias, y mayor seguridad de sus recíprocas comu- nicaciones; cumplidos estos trabajos marchó á la Con- cepcion. A fines del invierno de 1552 ya estaba el gobernador en Santiago , preparando el viaje de Alderete á España , 4 donde tantos comisionados habia enviado, entre ellos å su pariente Alonso de Aguilera, siempre en la idea de hacer comprender al gobierno de S. M. la importancia de las conquistas, para que acudiera de un modo directo y activo á la prosperidad de las colonias. Alderete era muy á propósito para semejante mision, porque desde que Valdivia salió del Cusco no se habia apartado de su lado ; tenia vistas todas sus empresas, desempeñando los primeros empleos civiles y militares, y por tanto, un perfecto conocimiento de las necesidades , como de los vicios de cada una de las administraciones; y Con esto, 4 mas de serle fácil el dar cuenta fiel y circunstanciada del estado del pais, todavia podia indicar aquellos me- r levanto.L0S. ortin 212 HISTORIA DE CHILE. ds dios de que convenia echar mano para mejorar la posi- cion. Era, pues, tanútil cuanto oportuno el que hiciese este viaje, cuyos resultados pudieran ser satisfactorios ; así es que Valdivia, apeteciendo dar salida á este intento, se puso á escribir una memoria para el gobierno español, donde con harta prolijidad pintaba todo cuanto ofrecia Chile, sus recursos, y el porvenir que debian prometerse los Españoles en él establecidos. Así dispuesto, le entregó á Alderete una crecida suma de dinero para sus particu- lares encargos, y ademas todo el oro que por razon del quinto real se hallaba en las arcas de la tesorería. Los ayuntamientos de las nuevas poblaciones, fiando en las : nobles prendas y buenos deseos de aquel comisionado, y + seguros tambien de que los habia de servir con celo, le +2 dieron competentes poderes, y una suma de trece mil - pesos fuertes, para que solicitara y obtuviera de la corte de Castilla las demandas que cada uno de aquellos ex- puso por escrito; y como todo pareciera corriente y ar- reglado hácia el setiembre de 1552, Alderete se despidió de su esposa, pasó á Valparaiso acompañado del gober- nador y de varios oficiales y amigos, en cuyo punto se embarcó para Lima en un bajel que, á decir de Her- rera, acababa de traer algunos alquiladizos á Chile, Regresó el gobernador á Santiago y emprendió sin tardanza todas cuantas reformas administrativas aconse- jaban el estado de la sociedad , y las lecciones de la ex- periencia. Comenzó ante todo por ver como habia de traer los Indios al cristianismo, como apartarlos de los caprichos, de la pasion tal vez brutal, á que una solda- desca inmoral, atrevida, orgullosa é intolerante solia darse, aun en presencia de sus propios jefes, sin que estos osaran reprimirla; y al efecto, dispuso con el ca- eem ns CAPÍTULO XIX. 213 bildo ciertos acuerdos relativos al servicio de los natura- les. En ellos se establecia que nadie podia cargar en un Indio mas de dos arrobas, ni cojerle, ni obligarle á que le siguiera en viaje á no ser de los de su propia enco- mienda. Como existiera entre ellos la bárbara costumbre de matarse unos á otros, á instigacion de sus adivinos, allí llamados ambicamayos, se acordó que de vez en cuando recorrieran los jueces el pais á fin de acabar con las horri- bles ceremonias de los ambihechos , castigando severos á los que se empeñaran en mantenerlas, Cuidó ademas del aumento y mejora de los tambos, como que por ellos tenia la capital relaciones abiertas con los demas pueblos de la provincia; revisó. las .ordenanzas,.de..eco nomía, órden social; y por fin volvió-á pensar en la sumisión de nuevas tribus, porque en Valdivia la pasion de las conquistas era ya una necesidad, dominaba todas las de- mas, se convertia en frenesí, imponia silencio á todo otro deseo, y en el alma de aquel hombre se aglome- raban de tal suerte los proyectos, parecian todos tan elaborados, y tan factibles, que no habia sino pasar á la ejecucion por débil que fuera el destello tle la espe- ranza que los recordara, Francisco de Villagra hubo de notar admirado, du- rante su permanencia en las Pampas al regresar del Perú, que aquel pais era sumamente vistoso, acomodado, y rico; ya se supone cuanto esta noticia ensancharia el corazon del gobernador, y si la recibiria con sobrado en- tusiasmo; en verdad que muy natural era pensar en esta conquista, porque extendiéndose ya los límites de su gobierno hasta el Tucuman, parte de aquel pais, preciso se hacia reconocerle con mayor ó menor detenimiento, puesto que los establecimientos sitos en la Araucania Ordenanza 24 HISTORIA DE CHILE. dejaban suponer que la dependencia de todo el Chile quedaba asegurada, Este plan de conquista era ademas muy del gusto del cabildo de Santiago, y por propio interes. La medida de la riqueza de cada particular estribaba entonces en el número de los Indios que poseia como encomendero; y estos Indios no andaban numerosos, sobre todo al norte de Santiago, desde el valle de Aconcagua hasta el pára- mo de Atacama. Ya se habian quejado de la escasez de brazos para el t'abajo, el ayuntamiento de la Serena, y las familias principales de esta poblacion , proponiendo que debieran cumplirse algunas excursiones å la parte delas cordilleras para recojer trabajadores; por tanto los deseos de unos, y las necesidades de otros allanaron e cuanto para la empresa pareció de útil y con- J y se resolvió la expedicion. 1 as pronto resultado, fue esta determi- nada por tres distintos puntos invadiendo á la vez el valle de Coquimbo, elde Aconcagua y el de Villa-Rica, enteramente al sur de la Araucania. Capitaneaba la pri- mera coluna Francisco de Aguirre, con órden de ade- lantarse hasta Tucuman , y visitar la villa del Barco (4) fundada en este pais por el capitan Juan Nuñez de Prado á virtud de mandato del presidente y licenciado Pedro de la Gasca, cuya poblacion dejó sometida 4 Valdivia, desde que por ella pasó Francisco de Villagra, siendo en (1) En ninguna historia de Chile, se haya impreso, ó ande manuscrita parece el nombre de esta poblacion, como no sea en la que escribió José Perez Garcia, y despues Carvallo, repeticion casi literal de la de aquel; y ambos la señalan ju mente contra las márjenes del rio Mapel, cuando estaba en el valle de Tucuman. Ni podian estos autores hablar de un modo determinado, puesto que solo la vieron citada con vaguedad en yarios acuerdos del ayuntamiento de Santiago. ` E CAPÍTULO XIX. 245 seguida separada por el mismo Prado, de la dependencia de este gobernador. Era jefe de la segunda un capitan no menos entendido (1) que debia internarse cuanto po- sible fuera en las Pampas situadas frente á Santiago ; en fin, acaudillaba Villagra la tercera, encargado de alle- gar hasta el Oceano atlantico, distante unas cien leguas de Villa-Rica, segun opinion de los Indios que en este pueblo se mantenian. Esta última columna cumplió su movimiento mucho antes que las otras dos (2). Para que el reconocimiento fuese mas completo, y mas uniforme la marcha de estas tres columnas despachadas por tierra, Francisco de Ulloa, capitan de luces y de aliento, , marchó con dos bajeles y algunas tropas en direccion del sur de - ls la ciudad Valdivia, dando con infinidad de pu os y islas muy pobladas. Acaso llegara navegando estrecho y no regresara á Concepcion sino despues A la muerte del gobernador. (1) Las cartas de Valdivia no dan el nombre de este capitan. (2) Los autores no hablan sino de la columna de Francisco de seppi al- gunos detalles da Valdivia en sus cartas acerca de las otras dos 4 CAPITULO XX. `` Dichoso desenlace de la empresa. — El cabildo de la Concepcion reprueba el sistema colonizador de Valdivia. — Funda este el pueblo de 4ngol , ó de los Confines. — Mi cion del sur á las órdenes de Francisco de Villagra. — Sabe Valdivia la insurreccion de los Araucanos. — Carácter de este alzamiento. — Desaye- nen on y suceso fatal que produjo. — Marcha contra la de Tucapel y la asedia, — lado desesperado de la guarnicion, — Abandona esta la plaza y se retira á t Š J a (1552—1553.) 0 Conquistado el Tucuman y las Pampas limítrofes al Chile propiamente dicho, sin duda iba Valdivia á verse dueño absoluto de todo el círculo que el virey del Perú le tenia señalado por límites de su gobierno, y con una como soberanía secundaria, cuya dominacion alcanzaba muchedumbre de tribus, que la diferencia de usos y costumbres mantenia separadas. Como de todas sus empresas saliera segun habian sido los deseos, como á su imperiosa voluntad todo parecia ceder sin grande esfuerzo, en fin, como la fortuna le continuara risueña sus veleidosos favores, llegó á formar tan exajerado jui- cio de sus armas, y del valor de su jente, que se figuró- indestructible su poder, afirmado para siempre jamas , y en su loca fantasía ya no rayaba sino la posibilidad de de CAPÍTULO XX. 247 dar á sus dominios esa respetable importancia que otros paises de América tenian adquirida (4). Por desgracia pecaba de muy grave su sistema de co- lonizacion, y tenia que acarrear en su dia un gran cú- mulo de tribulaciones, porque establecidos los pueblos á largas distancias unos de otros, el amparo recíproco ha- bia de ser tardo, difícil, acaso imposible; pero nada de esto se tomó en cuenta, deslumbrado como le tenian los repetidos triunfos, y la bien figurada sumision de los naturales. ¡Mil Españoles cuando mas, diseminados en tan vasto territorio, donde pululaban hombres así de te- mer en consideracion al número, como por su salvaje y característica osadía !... ¿ No debió reparar el goberna- dor que su poder disminuia cuanto mas terreno abrazaba, porque necesitaba desmembrar sus fuerzas, y por tanto- debilitarlas? En tal caso viera las funestas consecuencias á que arriesgaba el pais, sobre todo si despertando los Araucanos corrian reclamando con feroz imperio esa san- ta é independiente libertad que en sus pechos habia visto grabada Valdivia, en mas de una ocasion. No eran de este temple los indíjenas de la parte norte, y por consiguiente tampoco habia causa para temerlos, aunque Michimalonco proseguia tenaz en su empeño de recobrar la independencia, y no anduvieran olvidados los horrores que en la Serena cometiera; porque al cabo, Los trajo á al sobervia y vanagloria , Que en mil leguas diez hombres no cabian. s -Sin pasarles jamas por la memoria p7 Que en siete pies de tierra al fin avian de De venirá- -caber sus hinchazo - Su gloria vana, i vanas pretensiones, i ¿RAUCANA DE finas, Canto primero.) 218 HISTORIA DE CHILE. si todo esto no fuera digno de un absoluto desprecio, no pedia á lo sumo sino una prudente vijilancia ; pero los - Indios del sur merecian distinto trato :su aguerrida continencia, sus manejos, su porte siempre equívoco, harto daban en que entender; demasiado recordaban lo que anteriormente habian hecho; y con ello dijeron tambien al entendimiento de los hombres que sabian pen- sar, todo cuanto eran capaces de hacer. Inquieto y re- celoso hubo de sentirse el mismo Valdivia respecto á este particular, siendo de atribuir á su recelo el aglomera- miento de pueblos que puso en este pais activo y belicoso, como para estrechar y encadenar mejor á sus hijos,. pues que en el resto de la nacion las poblaciones eran tan raras que casi se mantenia desierta, Con elojio hablaramos del sistema colonizador de Val- divia á verle Ao número de brazos para poblar, idos : en tal caso la con- quista de todo el pais y la dominacion de la arrogante Araucania eran ciertas, seguras ; pero sin esa condicion locura el aspirar átan grandioso fin. Del Perú venian algu- nos refuerzos, mas de tarde en tarde; la madre patria estaba muy distante para esperar en los que ella pudiera suministrar; debió pues Valdivia usar de las armas exis- tentes en Chile concentrándolas en un solo punto; cuyo circulo hubiera podido abrir poco á poco labrando con cautela y prudencia una dominación tan fácil de hacer, como de conservar. Y tal fue el p: T er de muchas per- sonas de viso y de sano juicio, solo. que este dictámen no podia aunarse con la índole inquieta yi ambiciosa del . gobernador, empeñado en hacer sus conquistas tanto y mas sonadas en el continente europeo como ya lo eran las que Cortés y Pizarro habian acabado. Así es que le- e CAPÍTULO XX. 219 jos de reconcentrar fuerzas , fue á desmembrarlas plan- tando nuevas colonias en el seno mismo de la orgullosa é indómita; Araucania. “Dictadas las reformas administrativas en Santiago, y determinado un extenso reglamento de policía, que hubo de someter á la aprobacion de la audiencia real del Perú, se puso Valdivia en camino para la Concepcion, donde entró á fines de 1552. En los primeros dias de enero de 1553, ya tenia á su disposicion cuanto creyó serle de necesidad para penetrar en el interior del pais, y levan- tar nuevos pueblos, cuya conservacion y defensa le pa- recia asegurada en un corto número de hombres , á los cuales se les dis Mm gr nos Indios, pei era, en verdad, lo que mas querian los colonos, y en ellos fundaban sus mayores es- peranzas. Como el cabildo de la Concepcion conociera á fondo la índole y el carácter de los naturales, no titu- beó un instante en abrirse con el gobernador dicién= dole, cuan inconducente le pareciala fundacion de nue- vas colonias, y las desgracias á que se los exponia ; pues que dispersos los habitantes en destacamentos tan peque- ños, su resistencia habia de ser sumamente debil, é im- perfecta , dado que se los atacara con teson. Estas ob- servaciones, hijas de un temor fundado, tambien las apo- yaron varios militares de nota, mas en nada rebajaron la resolucion de Valdivia, cuya entereza no dejó de escocer á los concejales considerándose desdeñados. El gobernador partió, pues, á la ejecucion de su plan caminando contra el curso del Biobio, y quedó suma- mente encantado al descubrir la famosa vega de Angol, pues le parecia no haber visto nunca tan hechicera pers- pectiva , ni lugar mas á propósito para un nuevo estable- 17 HISTORIA. 250 HISTORIA DE CHILE. cimiento ó pueblo, bajo el nombre que el mismo sitio llevaba, y que mas tarde se llamó Angol, ó los Con- fines. Fueel primer edificio, segun costumbre, un fortin ; enseguida vino la distribucion de terrenos entre las per- sonas que habian de componer estacolonia ; y por fin, la eleccion de concejales, pareciendo en estos el ya re- cordado licenciado las Peñas, que la fatalidad llevaba errante de pueblo en pueblo. Vuelto Valdivia á Concepcion para terminar el regla- mento concerniente al mejor estar y trato de los Indios, por los cuales siempre- sintiera un solícito interes , se le anunció el descubrimiento de ricas minas de oro en los oteros inmediatos á Confines; y ya se beneficiaban tam- bien las de Quilacoya con fundadas esperanzas de buenos rendimientos, solo que los trabajos iban lentos y sin cons- tancia, y por lo mismo de muy poca monta los frutos; pero en ello no hacian los colonos sino conformarse con las órdenes del gobernador, opuesto siempre al beneficio de los mineros, en tanto que no llegaran á verse las colo- nias con seguro porvenir, y sólidamente establecidas (1). Con todo, ansioso de ver prosperar el pais que por suyo contaba, considerando que á este fin convenia multiplicar los bazos europeos, pero que para atraérse- los erán necesarias prendas que pregonasen la riqueza del suelo, y le diesen reputacion en el continente, dió de mano á su natural repugnancia, ordenando sé echa- sen los ria e la ata de las minas, ó en (1) «E-como al presente no sé sacá oro sino en ésta ps adad de Santiago é la naerenn atento á que no consiento se saque tan presto en. demas que mar á causa de asentar é cimentar bien los naturales, é que! los vecinos se NóPnathar »para su perpetuación, pe » e criar, por enoblecer la tierr (Carta uW Paldivia å Cator rj CAPÍTULO XX. 251 pudiendo cada uno em- plear una parte de sus Indios, que alternarian con mas ó menos regularidad. Tambien Valdivia envió el gran número de los que poseia en sus encomiendas de Arau y Tucapel; y si bien fueron muy satisfactorios los pa 4 tados que obtuvo, si este jénero de ocupacion llegó á ha- cer las delicias de todos los Españoles, pues creyeron ver afianzado un porvenir venturoso , del gobernador no po- dia alojarse la ambicion de las conquistas, ni su errado sistema de multiplicar pueblos y pueblos en daño de los ya establecidos, porque, como se ha dicho, las fuerzas se diseminghan, , y quedaban mas expuestas al faror de sus salvajes y pcs enemigos. Enteramente al sur de Rio-Bueno pensaba esta vez ir Valdivia, siempre con el fin de allegarse al estrecho de Magallanes, punto , en su sentir, muy importante para la consolidacion de las posesiones españolas en aquellas rejiones, y único paso paradar entrada al comercio de las especias, de que ya se tenia conocimiento en las islas del mar del sur. Esta era tambien la opinion de los miem- bros del cabildo de la Concepcion, y de otras poblaciones dela Araucania, mas objectaban sin embargo contra las conquistas, que decian ser inútiles, y expuesta dido el corto número de Españoles existentes y se alzaran resueltos á impedirlas si la gratitud, si el prestijio del jefe conquistador, no tuviera el poder civil en la incapacidad de medirse con el poderio militar. Hubieron, pues, de ceder á las pretensiones de valen y auxiliarle con cuanto convenia al caso. No podia ser crecido el número de los Soldados desti- nados á esta: empresa, y aun pareciera insuficiente á no llegar con mucha oportunidad dos buques del Perú que busca de oro en polvo y pepitas ] 2509 HISTORIA DE CHILE. ` conducian algunos reclutas, y entre los pasajeros, la esposa del gobernador doña Marina Ortiz de Gaete y su hermana doña Catalina, que casó á muy poco con Lo- renzo Suarez de Figueroa. Alderete fue quien aconsejó á aquella señora el paso á Chile, y tierna y sentimen- tal fue la acojida que le hizo su ilustre marido ; pero el público la recibióccon muestras de imponderable con- tento, manteniéndose varios dias en fiestas y regocijos con un entusiasmo cada vez mas crecido y mas patente. Quizá se creyera que esta circunstancia, la edad algo an- dada ya en el gobernador, el descalabro á que su salud habia llegado tras una vida tan laboriosa y ajitada , le traerianá nuevas reflexiones, de que hubiera de resul- tar el total abandono de sus proyectos de engrandeci- miento, porque al cabo con ellos nada tenia que pro- meterse como no fuera un muy feble destello mas de la celebridad á que sus importantes hechos le habian lle- vado; pero aun no sonaba para él la hora del descanso, y en su irresistible ardor por los combates, se entregó contento á la pasion de sojuzgar nuevas tribus, y afron- tar con ánimo sereno los peligros. Pronto salió para el Biobio, por disposicion de Val- divia, el bizarro Villagra (don Francisco) jeneral de los reales ejércitos, y su lugarteniente, quien llevaba órden para fundar contra aquel rio una ciudad que habia de llamarse Santa Marina de Gaete, en memoria de su ilustre compañera; él, por su parte, estaba ya dispo- niéndose para pasar á esta nueva colonia, con treinta hombres que al intento reservara, y en esto le cojió la noticia del alzamiento jeneral de los Indios, puestos á las órdenes del intrépido Caupolican. Eran señores los Españoles de casi toda la Araucania, CAPÍTULO XX. 253 y desde que la invadieron no fermentaban en los pechos de los naturales sino ideas de odio y de venganza. Acos- tumbrados á mandar y nunca á obedecer, en su domi- nacion no hacian sino meditar silenciosos, y con estu- diado misterio, sobre el medio de reducir al polvo esas cadenas entre las cuales se encendia su orgullo, pues les parecian ignominiosas á par que insoportables, y era preciso no sosegar hasta el total exterminio de aquellos arrojados aventureros que á labrarles afrenta, inquie- tudes y disgustos vinieran. Mandábalos todavia Lincoyan, cuyo carácter no res- pondia á la sublime mision que el amor de la patria ins- piraba, pues ó por sobrado circunspecto, ó por falta de tino y de luces, en todas sus empresas habia sido desgraciado; con lo cual difundia temor, desaliento entre los suyos, casi desesperanzados del porvenir. En semejante estado de abatimiento bien habia menester de remover los animos de aquellos salvajes, para sacar- los del letargo en que infinitos reveses, y prodijiosos acontecimientos los tenian hundidos; por su cuenta tomó esta patriótica encomienda un anciano y virtuoso ca- cique de mucho nombre en el pais. Este noble caudillo, llamado Colocolo, ansioso de re- cobrar la independencia nacional, sacando á su pais de tantas desgracias como le aquejaban, comenzó á reha- cer el espíritu de sus compatriotas, invitándolos á una liga jeneral. Sus canas, la mucha experiencia que del mundo tenia, y mas que todo, como con su acendrado patriotismo se habia granjeado la estima y la confianza del pais, en donde gozaba de una prestijiosa influencia, de todas esas circunstancias hubo de echar mano á fin de convertirlas en provecho de su suelo natal. Se puso, 2511 HISTORIA DE CHILE. pues, á recorrer las principales tribus despertando su amor propio con recuerdos de su antiguo poder, y bri- llantes hechos; y como lograra traerlas á una asamblea, hízoles admitir la posibilidad de rescatar superdida liber- tad, si aprovecharse querian de la dispersion y del aisla- miento en que se habia puesto el ejército enemigo. Su decir, que por lo simple rayara en lo profético, pare- ció tan convincente que unánimes los Indios juraron dar sus vidas por la salud de la patria, trayendo por testi- monio de este voto tres Españoles gina que fueron sacrificados al Pruloncon (1). Despedazados en muy menudas porciones los cuerpos de aquellos tres desgraciados, fueron mandados á todas las tribus en señal de un apellidamiento militar, y estas aceptaron el presente dando así á entender que adherian á la resolucion. Los caciques y los gulmenes entraron contentos en las miras del venerable Colocolo, porque tambien les pesaba el atribulado y oprobioso existir á que los Espa- ñoles los tenian reducidos, resueltos, como estaban Så sacudirle, cualesquiera que fuesen los sacrificios al caso necesarios; así es que abrazando el proyecto del anciano cacique, en muy pocos dias lograron verse todos re- unidos en lo mas retirado de un frondoso bosque. Inde- cible el entusiasmo que acompañó á esta reunion nacio- nal. Llenos todos los caciques de un cruel enojo contra los extranjeros, todos aspiraban al mando en jefe de esta santa liga, sobresaliendo entre tantos el famoso Elicura tan esforzado como valiente ; el atrevido Tucapel, acér- rimo enemigo de los cristianos; el denodado Angol, y (1) Nombre de la ceremonia que se hace en toda asamblea de Indios cuando» romo en este caso, se trata de inmolar á los enemigos de la patria. ie CAPÍTULO XX. 955 el no menos bizarro Millarapue; el salvaje Cayocupil, jefe de los rústicos serranos; eran, en una palabra, in- finitos los que codiciaban parte en la gloria y en los pe- ligros de aquella conjuracion (1). A pique estuvo de quedar comprometida la causa araucana en las acalora- das discusiones que el exceso en las bebidas hubo de provocar aquel dia (2); pero á través de esta perturba- cion de los espíritus, todavía hay que ver, no la am- bicion, sino el patriotismo disputándose la honra de dirijir la proyectada empresa, hasta que llegada á colmo la ajitacion , salió Colocolo llamando al órden; y ponde- rando cuanto importaba una union estrecha y franca en- tre todos los jefes, hízose juez arbitro de opiniones y de partidos, y señaló para el mando de la expedicion al in- trépido Caupolican. Grande fue el júbilo de toda la asam- -blea al reparar en una tan acertada eleccion (3) porque (1) En la Araucana de Ercilla se pueden ver los nombres de otros muchos caciques T Sugo hn esta co y el número de Indios de que cada uno se izo ac (2) Tal es el sentir de e ab Es constante que entre los Indios no puede celebrarse asamblea pd sin que los licores anden en abundancia; pero los principales miembros de estas juntas no beben hasta yer los puntos sobre Pe versa la pcia que así lo hemos visto veces en la misma Araucania. Lo que hay es que concluida ó disuelta la junta esos mismos sujetos se apresuran á salisfacer su pasion hasta el extremo de una muy completa e (3) Dice Ercilla, y lo eos con él otros muchos historiadores, que esta elec- cion, aunque debida en parte al amaño, todavía fue hija de una prueba de fuerza materjal. Esta prueba consistia en abia pretendiente con una enorme ; y. disima viga, y He vaba. la palma aquel que mas tiempo | la resistia en hombros. Allá estr la sociedad andaba en mantillas siendo las facultades intelectuales, y las inaciones injeniosas, sino nulas, de insignificante pre- cio, no hay duda que que: el premio para la fuerza muscular y la dureza del cuerpo, puesto de propósito á este jénero de experiencias; pero hoy con el conocimiento que de los usos y costumbres de e los actuales Araucanos tenemos adquirido, siendo en ellas, y en su id temple, muy tales como sus mayo- res, déjesenos duda de aquel poeta, poco exacto, al cabo, á mirarle como historiador, y á quien el estro a con sobrada frecuencia; ¡ cuidado 256 HISTORIA DE CHILE. era, en efecto, un cacique de muy distinguido mérito, esforzado cual ninguno, de tan imponente cuanto majes- tuosa presencia, aunque ciego de un ojo; y en su repu- tacion traia justificadas prendas de valor, de prudencia y de liberalidad. Hablaba Colocolo de este jefe con tal admiracion y entusiasmo tanto; era tal el respeto que le rendian las tribus vecinas de Pilmayquen, donde él tenia su cacicazgo, que fue preciso reconocer en este Indio la persona mas idónea para salir airosos del em- peño que iban á acometer. En tanto que los demas caciques se disputaban ardo- rosos la gloria de mandar, el juicioso y modesto Cau- polican se mantuvo aparte de la discusion, y sin pre- senciar lo que deliberaba la asamblea, hasta que Colocolo salió en busca suya para verse aclamado toqui principal con unanime asentimiento , y armado del hacha, divisa de este cargo, y de la cual se desnudó Lincoyan con franca y leal resignacion. Bien conocia el nuevo jeneral los deberes del empleo á que se le acababa de llamar, y se propuso, desde luego, llenarlos con el celo, con el talento que le distinguia, comenzando á rodearse de cuantos jefes habian de ayudarle en la empresa, y aun sucederle en el mando, siempre que las circunstancias lo hi. ieran necesario. Mariantu, pariente suyo, fue nom- brado vice toqui; Tucapel tuvo un grado superior, y otro semejante le cupo á Lincoyan, sin que le pareciera des- mengua el haber de combatir bajo el mando del nuevo jefe , porque en jeneral todos los caciques, no obstante el violento empeño con que solicitaran el primer puesto en la milicia, todos se sometieron con gusto y despren- con hombres que sustentaban á cuestas, durante vente y cuatro, y otros cin- cuenta horas, una viga de peso tal que nadie podia mover ni aun rodándola !,.. CAPÍTULO XX. -257 dimiento 4 la voluntad de Caupolican, ofreciéndosele á parte en la expedicion , mas que hubieran de ir en clase inferior á su carácter. | ¡Vamos desde aquí mismo contra los enemigos de nuestra patria !... exclamaba con temeraria uniformidad aquella muchedumbre beblada, y sacudida todavía del ardoroso fuego en que se mantuvieran al principio los debates de la asamblea ; mas no entendia su cauto jefe obrar con lijereza tanta, ni fiar tampoco al acaso el éxito de un empeño en que la sana razon no habia to- mado parte alguna, antes aplazó las operaciones para cuando tuviese combinado un plan de campaña capaz de rendir frutos mas ó menos considerables. Entre los salvajes el ardid es la verdadera táctica mi- litar; así es que Caupolican debió dar en esta ocasion -pruebas inequívocas de sagacidad, imaginando el medio de tomar por interpresa la fortaleza de Arauco. En una como reseña que de todas sus tropas hizo, sacó aparte ochenta individuos de los mas audaces y resueltos, y los puso å las órdenes de Cayeguano y de Alcatipay. Estos cabos habian de entenderse con los Indios que ser- vian á la guarnicion de Arauco, y penetrar despues en la plaza, con sus armas ocultas ya en haces de leña, ya en gavillas de yerba, cosas que diariamente entraban para las necesidades de los moradores, y alimento de sus ganados. Conseguido así, atacarian todos reunidos á la guarnicion , cuidando de apoderarse de la puerta de la plaza para dejar libre el paso á la jente con que habia de acudir Caupolican. Difícil, arriesgada era la empresa, pero los Indios la ejecutaron como Se les tenia prevenido, ya que el éxito no respondiera å las esperanzas , porque el comandante del fuerte don Francisco Reinoso, hom- 258 HISTORIA DE CHILE. -bre vijilante y astuto, se encontró en disposicion de parar esta injeniosa sorpresa , y como , dada la alarma, todos sus soldados corrieran contra el comun peligro, al instante se empeñó una refriega funesta para los alentados Indios, pues los mas fueron degollados, y muy pocos los que pudieron volver al campo de Caupolican, quien -no llegó á tiempo para defender á sus valerosos solda- dos. No desalentó este reves al jeneral araucano, antes -viendo que no podia penetrar en el fuerte se decidió á sitiarle, aunque de un modo tan imperfecto que Reinoso pudo fácilmente despachar partes 4 Concepcion, dando cuenta al cabildo y al gobernador de todo cuanto ocurria. Los Araucanos no se mantuvieron mucho tiempo en “Arauco, pues como creyera Caupolican que le era impo- “sible el reducir esta plaza, prefirió ir contra la de Tuca- pel, antes que llegara 4 oidos de esta guarnicion el alza- miento jeneral que se acababa de cumplir. Emprendió su marcha á favor de la noche, yendo por atajos que te- nia muy bien conocidos, pero tambien le fallaron estas precauciones, porque avisado oportunamente Martin Ezijar, comandante de aquella guarnicion, compuesta de cuarenta caballos, con animo sereno esperaba al enemigo, y le recibió á balazos. Como quiera, un tan corto nú- mero de hombres no podia ofender demasiado, aun su propia defensa parecia de poca duracion , y fue tal el apuro en que el asedio los puso que uno de ellos , aven- turando su vida en obsequio de la de sus compañeros, se ofreció á pasar á Arauco, como lo: hizo, demandando auxilio 4 Reinoso, jefe de esta plaza. Seis hombres bien montados se le dieron , y los mandaba Diego Maldona- do, los cuales partieron para Tucapel; pero tenian los CAPÍTULO XX. 259 Indios tan perfectamente guardados los caminos, fue tal su empeño en atajar el paso, que los Españoles , no obstante su valor, y el tenaz propósito de prestar ayuda á sus compatriotas, tuvieron que retroceder á Arauco despues de haber fenecido la mitad. - Caupolican estrechaba la plaza de Tucapel, cada dia con mayor rigor, por la innumerable multitud de In- dios de que disponia; y Ezijar reconocia tambien el terrible apuro de la situacion que de hora en hora se agra- vaba. Ya habia cumplido algunas salidas contra el ene- migo, pero con resultados insignificantes, por manera que deseaba una ocasion propicia para poner término á tanta incertidumbre, á tan inminentes riesgos como de- lante de su vista tenia. Se veia aislado; miraba aquel campo cubierto de Indios, que le recorrian con una petulancia insultante ; faltábanle mantenimientos, y esto tenia poco menos que exasperados á algunos de sus súb- ditos, que demasiado seguros de su valor, si acaso des- preciando lijeros el poder del enemigo, en tiempo opor- tuno no pensaron en almacenar provisiones, antes tuvieron por imposible el que se los viniera á hostilizar ; desuerte que todo esto era para el jefe un muy poderoso motivo que le encomendaba pronto remedio. De entre este puñado de guerreros hay que mencionar al joven Leonardo Manrique. Con sobrada dósis del espíritu an- -dantesco, todavía muy comun en aquella época de aven- turas y de galanteos, y sin dar cuenta á nadie de su idea, se echa de la muralla abajo, y marcha, con la es- pada desnuda, desafiando á un corro de Indios, quienes sin comprenderle quedaron mirando y admirando su atre- vida empresa. Pronto se vió cercado de un número con- siderable de enemigos, contra los cuales atacaba furioso 260 HISTORIA DE CHILE. y desesperado, y ciertamente sucumbicra en la lid, si Ezijar y sus compañeros, viendo desde las murallas este ejemplo de bizarría, no corrieran á defenderle; cuyo he- . cho trajo el empeño de una funcion jeneral, batiéndose ambos bandos con igual encono. Dueños los Españoles del campo, todavía hicieran que el enemigo abandonase el sitio; pero los esfuerzos de aquel dia los traian tan rendidos, eran los brazos tan pocos, que les pareció mas conveniente volverse al fuerte para meditar con consejo el medio mas seguro de abandonarle en la primera oca- sion que se les presentara. Tal era, en efecto, el deber de Ezijar, cerrado como es- taba en una plaza á la cual no podian allegar socorros de ninguna especie. Por otra parte los víveres escasea- ban de dia en dia, y esperará que enteramente faltaran fuera dar lugará que los soldados, rompiendo la disci- plina, se amotinaran contra sus jefes; por cuya razon Ezijar, con acuerdo de los demas oficiales, resolvió aban- donar la ciudadela, y atravesar el campo enemigo, am- parándose en las sombras de la noche, para ir á refu- jiarse en la plaza de Puren, distante una docena de leguas. Chasqueada se vió esta vez la sagacidad de Cau- polican. Figurósele que esta salida de los Españoles no tenia otro objeto que el procurarse mantenimientos, y determinó, por consiguiente, varias celadas con fuertes destacamentos de Indios, que al retorno de aquellos, ha- bian de acometerlos con resolucion y denuedo; mas pronto comprendió aquel caudillo que su enemigo habia efectuado su retirada, y como, al acercarse al fuerte, le : viera totalmente desamparado , hizo que los suyos le de- molieran inmediatamente, Tras este suceso dispuso el jeneral araucano que sus + = CAPÍTULO XX. 261 hordas fueran á ocupar diferentes puntos de posicion aventajada para poderse defender con oportunidad ; y como presumiera que los Españoles no dejarian de con- currir á socorrer la plaza de Tucapel, recurrió de nuevo al sistema estratéjico tan natural en los Indios, la arte- ría, emboscando varios cuerpos de trecho en trecho, hasta el cerro de Marigueñu, sito entre Arauco y la Concepcion; cuyo cerro se hizo célebre en los fastos mili- tares de la Araucania. , " CAPITULO XXI. La noticia del levantamiento de los Indios causa en la Concepcion un terrible desánimo. — Marcha Valdivia para restablecer el órden. — Se presenta en Arauco. — Degúello de dos avanzadas españolas. — Desprecia Caupolican las proposiciones que le hace Valdivia. — Derrota de los Indios. -— En vano tratan sus jefes de reunirlos. — El Indio Lautaro, criado de Valdivia, de- otas. (1553. ) La noticia del alzamiento de los Indios llenó de rece- los á los moradores de la Concepcion, temiendo que las tribus de las cercanías seguirian tambien ese funesto ejemplo. Se veian sin fuerzas para repeler al enemigo, porque un falso cálculo en el colonizar, y una infundada confianza, las tenia diseminadas ; pero estaba por for- tuna el gobernador en la ciudad, aunque preparándose para ir á la conquista del sur que ya tenia Villagra co- menzada , y la presencia de aquel jefe -no dejó de ser consuelo para unos habitantes sobradamente azorados é inquietos. . : Sí que eran de mucho valer los militares talentos de Valdivia , sus pasados hechos, y la grande experiencia que de la guerra tenia; pero esto sin hombres no bas- taba, y como se ha dicho andavan dispersos en pobla- ciones muy distantes, todos aquellos que hubieran po- dido ayudarle en las empresas. Pedir fuerzas á Santiago tambien era casi inútil porque el servicio no permitia * A E e DA CAPÍTULO XXI. 263 demora, la situacion de los sitiados reclamaba pron- tos socorros, y por otra parte como todo se lo pro- metiera el gobernador del denuedo castellano, pues que nunca llegó á desmentirse, resolvió partir incontinente, y sufocar la insurreccion- ó por lo menos enfrenarla. Habia encargado pocos dias antes al comandante del fuerte de Puren, que enviase catorce hombres para Tucapel, punto á que él se encaminó á fines de diciem- bre de 4553, seguido de cincuenta hombres solamente , por no dejar desamparada la ciudad Concepcion. Pasó el Biobio en barcas, y continùúó marchando sin emba- razo ninguno, bordando la costa hasta Arauco, donde le hizo Reinoso una pintura, sino satisfactoria, muy exacta, relatando la naturaleza y la importancia de - la insurreccion de los Indios; y aunque nada su- piera de lo ocurrido en el fuerte de Tucapel, abando- nado ya por Ezija, harto presumia tristes consecuencias, con lo que acerca de este punto le habian contado los tres militares que la fortuna quiso reservar , cuando con otros tres pretendieron ir á la defensa de aquel fuerte, desde eldeAra uco. ` mpi Era uno de estos tres militares el capitan Maldonado, y aunque guardando cama para curarse de las heridas recebidas, todavía confirmó los recelos que Reinoso ex- plicaba al gobernador, y otros que su larga experiencia hubo de sujerirle; con tal fuerza de persuasion todo, con tales y tan ajustadas palabras, que de sobra impre- sionaron el alma de Valdivia, solo que como este nunca supo deponer sus proyectos, ni menos huir del deber; teniendo por muy sagrado el que le mandaba correr á la defensa de sus compañeros de armas, y sacarlos del peligro en que los suponia, decidió marchar adelante, 26h HISTORIA DE CHILE. no dejando en Arauco sino los soldados necesarios para su guarda , y servir de refujio en caso de necesidad (1). De Arauco á Tucapel cortan el camino muchísimos hondones, todos ellos serpenteados de mil torrenteras que obstruyen el paso, si acaso no le hacen intransita- ble. Las desventajas de semejante trecho para una co- lumna ofensiva, de sobra las distinguia Valdivia , y como no quisiera por lo mismo marchar á tientas, mandó que seis caballos se adelantasen á descubrir campo, los cuales, acometidos en breve por una celada de Indios, fueron degollados, menos uno que pudo volver á la co- lumna con esta fatal noticia. Semejante accidente no desconcertó al gobernador, pero le dió 4 entender que convenia redoblar de vijilancia en su empresa, y por tanto despachó otros diez caballos, cuya infausta suerte fue como la de los anteriores sin salvarse ninguno. Esto puso á los Españoles en indecible aprieto , luchando en- tre el parecer incierto de continuar su camino ó regre- sar á Concepcion; mas como el grito de sus pechos se pronunciara por el cumplimiento del deber, como sin- . tieran tambien un ardoroso deseo de venganza, avanza- ron intrépidos, y al cabo de algunos dias llegaron á Catiquichay, punto muy cercano á la fortaleza de Tucapel. Era noche ; se acamparon, y por consiguiente nada pu- dieron advertir sobre elestado en que la ciudadela se ha- llaba ; mas llegada la aurora, con profundo que aquella plaza estaba demolida, y ocupados los. contor- nos por una prodijiosa muchedumbre de Indios de infini- tas tribus. A vista de un enemigo tan poderoso, tan ufano (1) Como caminara Francisco Reinoso con el gobernador, el mando de esta plaza recayó en Maldonado CAPÍTULO XXI. 205 tambien por los insignificantes triunfos que adquiridos traia, conveniente era una resolucion veloz; así es que Valdivia se determinó ante todas cosas á convidar á Caupolican con palabras de paz, ofreciendo perdon y seguridad individual dado que al órden volviese , y vasa- llo de la corona de Castilla quisiera decirse. No eran inju- riosas las proposiciones, pero hay que tenerlas por incon- gruentes pues que se dirijen á un pueblo en cuyo ánimo, lejos de haberse enfriado el patriotismo, arde, al con- trario , tal llama de nacionalidad y de independencia, es su arrogante orgullo tan subido, que le lleva árecibir con insolente desden tratados de una paz que el sentimiento íntimo de la justicia de su causa rechaza. No hay sino empeñarse en una. cruenta batalla, y así lo comprendió el gobernador como recibiera la respuesta del jeneral - indio. Comenzaron, pues, ambos bandos å moverse, Cor- riendo los jefes de aquí para allí á fin de enardecer á los soldados y avivar el valor con que se debia jugar en aquel dia la suerte de la patria. Soberanamente desigua- les eran las fuerzas : de un lado tantos miles de Indios; del otro un puñado de valientes, pero estos tenian en su favor elrenombre de sus armas, la táctica en las manio- bras, los caballos de tan señalada ventaja por el terror que imponian á aquellas inocentes hordas; y como á todo esto debieran los Españoles sus constantes victo- rias, en ello se apoyaban tambien sus esperanzas, perma- neciendo serenos, audaces y aun exijentes en medio de un enjambre de bravos que no respiraban sino des- pecho y ferocía. ' Tambien Caupolican tomó prudente cuantas medidas creyó conducir á un dichoso desenlace ; y esa dle 1. HISTORIA. a 266 HISTORIA DE CHILE. nocida, completamente la disciplina militar entre aquellos salvajes que de ordinario combatian cada uno por su lado y á su antojo, el haber observado con frecuencia como se mantenian los Españoles en las refriegas, le ministró ciertas ideas de órden y de teoría, de que en esta oca- sion pretendió hacer uso. Desde luego elijió una posi- cion aventajada, y con consejo del anciano Colocolo, dispuso sus huestes en tres grandes divisiones que habian de cerrar con la caballería enemiga simultaneamente, y socorrerse unas á otras en caso dado. Encomendó el mando del ala derecha al bizarro Mariantu, su lugarte- - niente; cupo la direccion del ala izquierda al intrépido y arrebatado Tucapel, y él se reservó mandar el centro, donde se guardaba el pendon nacional, en cuyo campo una estrella en cintas encarnadas, y el hacha de piedra, insignia de la dignidad de toquí. Sus soldados iban ar- mados de lanzas , de picas en extremo largas, de maca- nas (4); de hondas, y algunos de lazos, Ó cuerdas con nudo corredizo, de que se servian tirándolas contra los jinetes (y mas de una vez con acierto) para desmon- tarlos; y era su traje tan raro, tan abigarrado que harto ponderaba el gusto pueril de aquellos sencillos naturales, Con manifiesta impaciencia anhelaba por su parte el gobernador el corto socorro de brazos que al coman- dante de Puren le tenia pedidos; no se resolvia 4 em- bestir al enemigo, y con todo, esto era lo que los suyos (1) No volveremos á notar ninguna de la voces que pertenecen al lenguaje de los Indios, ó son aiai invencion y uso de los Chilenos. Al fin de esta obrá escri- bético cuantos nombres nos parezcan aparte de los que conoce La ia istellana, y los pondremos en relacion con estos, pry med edio decquivalenies si los hubiere, ó tráduciéndolos concisamente, ; O o y CAPÍTULO XXI. 267 apetecian ar nos jóvenes ales de tanto brio cuanto exajerado era su entusiasmo , su deseo de entrar vengando cumplida- mente los alaridos provocadores, ofensivos é insultantes de aquellas mesnadas salvajes. Canso ya de esperar, ó mejor, desesperando de que le llegara el refuerzo, y como no pudiera reprimir la impetuosa ardicia de sus compañeros, dividiólos en tres partidas, una al mando de Reinoso, otra al de Bobadilla, y otra en fin, que él se guardó para el centro como que era el alma de aquel tan corto numero de adalides; tras lo cual, á impulsos del grito de piedad que siempre sintieron estos conquistado- _ res, se apearon todos, doblaron las rodillas en derredor de su digno y virtuoso capellan, y recibieron humildes y respetuosos el dulce consuelo de la absolucion. En cuanto los Españoles cumplieran con estos saluda- | bles deberes de nuestra santa relijion, cada cual fue á ocupar el lugar que se le tenia señalado para entrar en la pelea; y con ansia la esperaban los Indios, porque en ella pensaban castigar de una vez cuantas tribulaciones les habian hecho sufrir aquellos aventureros. Bien qui- siera el osado Tucapel ser el primero de todos sus com- patriotás en acometer al enemigo , pero es sta honra tocaba de derecho á Caupolican, y la aceptó con el feroz ardi- miento que siempre viste aquel pueblo marcial; pues su jente, alentada que fue con un tremendo lelilí de seña- lado encono, se arrojó impávida contre la que mandaba el impertérrito Francisco Reinoso, que la recibió con su injénita serenidad. Dan al momento Mariantu y Tuca- pel contra las otras dos partidas, atacándolas de un - modo tan confuso y tumultuoso, que la funcion se hizo + Jeneral, el encarnecimiento imponderable, el zelo por - s, excitados como estaban por algu- la santidad de la causa uno, y único; sol 268 HISTORIA DE CHILE. solo que estos se inmolaban defendiendo patria y libertad, y los otros queriendo poseer un hermoso pais, y creyendo ser grato á Dios el exterminio de unos infieles, en quienes todavia no habian podido hacer mella las verdades del evanjelio. Para desgracia del bando español, faltáronle las armas de fuego, pues no llevaba entonces la caballería sino lanza y sable, y carecia por lo mismo de una de las mayo- res ventajas; pero fue preciso que el valor la supliera, y esto se hizo de manera que jamas se vieron prodijios tales, ni heroicidad tanta. Acuchillaban los Españoles por todas partes con un furor temerario, desesperado ; y el ejército enemigo pugnaba inútilmente para comprimir el arrojado choque, y mantener indecisa la victoria; sí que con tantos millares de brazos podian sustentar la lid, y oponer nuevas víctimas á la impetuosidad ; castellana, pero entró al fin el desórden en las filas de los salvje y una fuga, tal cual semejante á una der- rota, dejó á los Españoles casi dueños del campo de batalla. Harto se salorskba ii Te jefes araucanos para detener á los fujitivos, y rehacer en ellos un ardor que aun no les habia abandonado enteramente. Caupolican y Tuca- pel se empeñaban en volverlos de nuevo al combate, pero ni oyeron súplicas, ni temieron amenazas, ni tam- poco cedieron á los exhortatorios clamores del anciano Colocolo, que tomó en esta refriega una parte muy ac- tiva ; y probablemente la suerte de la Araucania quedara para siempre resuelta desde entonces, si un inopinado acontecimiento no concurriera cambiando la fortuna de las armas. CAPÍTULO XXI. 269 si clase de sirvientes, contaba el joven Lautaro, criado ya habia mucho tiempo de Valdivia, y á quien este hiciera bautizar con el nombre de Felipe. Mozo de jenio alegre, activo y sobrado inteligente, se supo granjear el cariño de su señor, y queríale este tanto que apenas si le apartó de su lado ni en las campañas, ni en las invasio- nes que cumplió durante los años de su gobierno en aquel pais. Este continuo roce con un hombre del temple de Valdivia pasó al alma del jóven indio un resalto de glo- ria y de ambicion que crecia con la edad , sin por ello pensar en hacerse desleal ni pérfido , antes se mantuvo fiel 4 las órdenes de su amo, y muy de parte de los in- tereses de los Españoles, con cuyas costumbres se avenia perfectamente; hasta que, asaltado de repente de una inspiracion patriótica, se dejó ir á un acto que fuera in- comprensible , á no“suponerle motivo en las desgracias de sus conciudadanos. E Metido entre los Españoles durante esta tan sostenida y furiosa lucha , harto debió ver cuan rendidas quedaran las fuerzas de unos hombres que con tanto brio contuvie- ron la acometida cien veces renovada por millares de enemigos; comprendió por lo mismo que aquellos” no soda *Dodrian resistir esforzados å una segunda prueba , y en consecuencia se resolvió á pasar al campo araucano, con- tando alcanzar un triunfo breve y completo si logra- ba alentar á sus compatriotas, y traerlos de nuevo al combate. TTE Parecióle esta accion muy noble, muy leal, y sin el menor escrúpulo marchó á ejecutarla para libertar á su pais de un enemigo á cuyo servicio la fuerza ó las cir- cunstancias le habian arrastrado. No le fue difícil el paso; estaban los dos campos tan inmediatos entre sí, 270 HISTORIA. DE CHILE. : que burlada la vijilancia de las abanzadas paola al instante se halló entre los suyos. Como en llegando viera el crecido número de reii y de muertos, traidos del campo de batalla en. obsequio de vulgares preocupaciones , tomó su indignacion tal in- cremento, tanto se exaltaron sus potencias, que discur- riendo acerca de la santa causa por qué aquellos cuerpos habian sido sacrificados, llamando á la venganza, y prometiendo entusiasmado el triunfo, despertó en sus compatriotas aliento, furor, desesperacion, y desespe- rados, en efecto, volvieron contra los Españoles; porque prendiendo en los Araucanos el fuego patriótico que con zelo tanto supo atizar el jóven Lautaro, con clamores de únanime y feroz aprobacion, se le aplaudia por todas Byron: los fi fajitiyos entraron otra vez en masa , y todos sorpresa repararon los conquistadores este rel 10 de los. Indios, pero esperaron serenos á la defensiva, aunque con cierta inquietud , como hombres que comprendian su falsa y peligrosa posicion. - Terrible fue el arrojo con que Lautaro cargó antes que los demas jefes indios, si bien estos no tardaron en venir å la fun- cion, haciéndose otra vezjeneral, para ver en ella co los capitanes españoles, llenando á la vez los deberes = de soldados y de jefes, andaban por entre las masas en busca, de caudillos indios, como si de la muerte de estos hubiera de depender el vencimiento, Pronto mató Diego de Ofo al intrépido Paynäguala , pero para morir él mis- mo en seguida á manos del famoso Caupolican ; casi igual. desgraciada suerte cupo á Juan de Mesa, á quien Mariantu abrió la cabeza de un terrible porrazo que- le asentó ; por manera que así de encruelecidos, así de ar- =. CAPÍTULO XXI. i. jados todos los demas cabos, no parece se satisfacian S no arrancándose recíprocamente la vida, con tal em- eño, con desprecio tanto de la propia que el valor rayaba en ferocidad..... Pero nadie mostró la temeridad que el impávido Valdivia, quien, sin reparar en el número, ni en los riesgos, rompe audaz por entre las masas tumul- tuosas, ábrese paso hasta el centro del enemigo , acomete al denodado Ongolmo, logra herirle, mas notando que Francisco de Reinoso iba á sucumbir bajo los tiros de Leucaton , marcha veloz en su defensa, y le aparta de una muerte inevitable si mas tardara en socorrerle. ¿No eran vanos todos estos esfuerzos? ¿ No escusado ese valor heróico contra batallones que se sucedian en la lid con admirable regularidad y rapidez?... El jóven Lautaro pensó cuerdo que del demasiado número de combatientes cerca anda la confusion, y por tanto dis- puso la jenfé en seis cohortes , cada una de ell bajo las órdenes de caudillos alentados y expertos, teniendo estos que atacar por turno, y solo cuando la division empeñada en la refriega se sintiese descompuesta, debilitada, ó tan mal traida que no tuviera ya fuerza para imponer re peto á los Españoles; en este caso era cuando de re- fresco concurriria otra division á sostener el empeño. Nada de semejante podian hacer los Españoles; antes el escaso número de los que allí se encontraran tenia. ás que acudir á gastar sus fuerzas en constante accion, y f plieron i ebrantados de os lo cumplieron hasta que molidos, quebran nto esfuerzo , cubiertos de heridas, los muy pocos que la muerte todavia respetara , ó cedieron, ó se conten- laron con oponer una muy debil resistencia, en lo que tardaron (que no fue mucho ) el tendir todos ellos el último suspiro en los llanos de Tucapel; porque pre- R : HISTORIA DE CHILE. s firieron perecer antes que cumplir una vergonzosa re- tirada, de que sin duda sus caballos pudieran haberlos sacado con bien. id: No presenció el malhadado Valdivia este cruento sa- crificio del resto de sus compañeros. Seguro de que su fin no andaba lejos, y dando, como siempre, oidos á los sentimientos relijiosos que su corazon abrigaba, se habia retirado con el capellan á un punto algo apartado del cerro Tomelenco, para recibir los auxilios de la relijion, y hacer así que la muerte no le fuese tan sensible. Mien- tras que cumplia este piadoso deber, los Indios de Hua- ticol le sorprendieron, y cargaron con tal ímpetu, que sin dar lugar á la defensa, ni á la fuga, mataron al mi- nistro del altar, y prendieron al gobernador, cuya vida guardaron para mayor celebridad de su bárbaro triunfo, conduciéndole maniatado y lleno de heridas á presencia del toquí Caupolican , quien hubo de recibítle con una wilidad ajena enteramente del carácter salvaje de aquellos Indios, Con semblante sereno , con audaz continente pareció Valdivia ante el jefe araucano, pero el instinto de con- hoz CAPÍTULO XXI š . escuchara vozes de clemencia para con el mayor ene- migo de su patria, le asestó por detras un tan terrible golpe con su macana que cayó exánime á los pies de sus ven- E cedores..... | Esta accion temeraria, villana y feroz, propia es sola- | mente de aquellos ajs , Y por ser entre ellos muy co- mun quedó el asesino impune, no obstante la reprobacion or que acaso rros, á ser el e actividad , con su carácter atrevido y laborioso. Se le ha visto como con un puñado de avent eros arrestados, gana para la corona de España un número prodijioso de va- sallos, enriqueciéndola con certa de quinientas leguas de terreno ; como se mantiene en constante lucha contra nu- merosas tribus enteramente feroces é incultas, y alenta- E das; como en muy corto período funda , en un pais con e E justas pretensiones de nacion, siete poblaciones crecidas, todas ellas con su iglesia, su cárcel, su casa de ayun- “tamiento, y los fuertes necesarios á su defensa. Sí que sus conquistas fueron sobrado rápidas, puesto que apé- gunos historiadores, mas ó menos injustos, no se ejer- ciera con abuso tanto contra aque pide Pp | ) ; i . Tal era la ambicion de Valdivia, tanta el ansia de que los Indios no vieron aciéndole tragar oro der- HISTORIA DE CHILE, retido... Calumnia absurda que tanto desdice de ii in- clinaciones simples y modestas del desventurado gober- nador, que tan mal cuadra c a Su constante posicion, sino indijente, escasa , incierta, y siempre alcanzada. Fue tal vez parcial ; obró en otras con arbitrariedad, exijiendo cantidades indebidas á å Ciertas personas ; pero rasta disculpables os parecen esas exacciones, supuesto que se consagran á | speridad de la colonia , ó sit- ven para pr 'azos, indispensables si se queria la con tas conquistas. Y al cabo, o: es cuentes, ni de melo importe; nada nos afirma en i que las quejas y clamores alzados contra Valdivia por esta causa, hayan sido fundados ; hay, al contrario, razon para pensar que este pasajero resent: ientálsolamente la envidia y la exajeracion le forjaron, «be A de la Ss Pratingig de Estremadur a, = E jenio aventurero y belicoso, pasó al ho donde - desde luego se señaló, ya contribuyendo á la conquista de Venezuela , ya trayendo su espada contra la guerra civil que comenzó dislocando los establecimientos del Perú, y puso en gran riesgo su existencia. Encargósele en se- guida la conquista de Chile, de cuyo pais se guardaban terribles recuerdos á vista de las desgracias que en él ex- perimentara Almagro. Valdivi ivia admitió gustoso el cargo, e a | CAPÍTULO XXI, p 275 y le desempeñó con tal cordura, y con destreza tanta, que se vió señor de casi todo Ghile en menos de diez años - de tarea. No hay sino q decido con sus triunfo i > en mesurada ambicion de gloria, ni supo ser político, ni ver tampoco la índole característica de los naturales que,so- juzgaba, yendo por lo mismo á labrarse. imposibles para ak conservacion de un pais que no podia menos de re= elarse desde que la fundacion de tantos pueblos tra; : la necesidad de desmembrar las fuerzas invasoras. POE esta causa , en mur iendo, no dejó para sus Speesorop herencia que la guerra y la discordia : mb: yn en la Araucania; han trascurr de y todavia no estan inutil muertas as ceni- 7 BRA e En Valdivia iban de par lo Ben y lo jeneroso; pas- - mosa fue la moderacion de sus costumbres, y no menos, admirable el afan con que corria en servicio de sus € pañeros. de armas, ya hubiera de sacrificar su reposo, ya sus LESA Ei EGO De su j | A € una vez excesivamente severo con ello ála pc y “seria injusto acu- enq gae reconociera tre conquistador, ya que las leyes de de la época si i descargaban implacables contra cualquiera que osara dudar una. sola de las verdades de la relijion de Cristo, con mayor motivo habian de alca war á los que no querian rendirse å ninguno de sus dogmas. Semejante rigorismo la intolerancia romana parecia aconsejarle, A por esto no era raro el ver como sujetos Š $ 276 srl DE CHILE. de noble estirpe, de virtudes y reconocida piedad, come- tian tal vez las mayora atrocidades en honra yu lauro de Ricas eran las A q que ve Valdivia se apropiara, ido el ae e Indios que mantuvo en el bene- o de estas encomiendas siempre fue invertido en eli? ento de la nacion que tanto anhelara fundar; así es á la hora de su muerte, sus posesiones parecieron gravadas con una deuda de doscientos mil pesos ) siend i ñ i $ todos sus soldados cuan los en el Cusco (1). | -El gobierno de Chile era la sola riqueza que apetecia sio de Valdivia, pero con afan tanto que todas sus rtas dirijidas al emperador, todas eran la reiterada súplica de que no le removiese S. M., que no mandase al pais ningun otro gobernador hasta cuando la conquista pareciera segura, y al abrigo por consiguiente de los T acontecimientos promovidos 'en el Perú. ¿Tres años antes de morir, es decir en octubre y igle costó el equipar- n otros quinientos mil que he gastado en el descubrimiento, cion, sustentacion é perpetuacion de estos re reinos, que son los V. M. se le han descubierto, i donde mas servido será.» la á Carlos V en carta del 26 de octubre de 1552. CAPÍTULO | XXI. 277 adelante pudiera descubrir, con mas un título de Castilla para él y sus descendientes. + La munificencia real vino en concederle el mayor | E número de las gracias que solicitaba, y justicia hizo (1), pero cuando Aguilera llegó á Chile, el cia ya ha- bia perecido. Valdivia murió en los últimos. dias de diciembre de 1553, y tenia unos cincuenta y seis años. Segun cantas escritas en aquella época, los salvajes partieron as su cuerpo, y se le comieron, haciendo huesos unas como flautas, que en el pais llaman (2). No dejó posteridad, y cuantos en seguida se dijeron « descendientes de este ilustre caúdillo, no pro- ceden sino de la hermana de su esposa, que, Como se ha dicho, casó con Lorenzo Suarez de Figueroa (3). $ e z 30) Con. los documentos E irá la carta en que constan las gracias pidió en aquella époc fechada stando (9) En sarta de Separra Pouce de 2 y Juan Fernandez Alderete, en Santiago el 10 de setiembre de 1959, as lo siguiente. — « que tigar é á pacificar los In- de los AAE, periodos de su gobie ad "$ es, de sus e mic del all EA mas se interesa la ría de los habi ; semejante métódo no sirviera sino para rom- er con frecuencia la filiacion narrativa saaie pintar el cuadro de la civilizacion chilena, que ` vend cuando se llegue á la estadistica histórica y € historia detallada de cada pecera á comenzar dao el principio de la conquista , hasta en estos nuestros o A è 278 HISTORIA DE CHILE. En cuanto á que los Indios partieran en pedazos el cuerpo del desgraciado gobernador y se le comieran, no podemos admitir el hecho, á pesar de esa autori- dad contemporánea. Jámas fueron antropófagos los Araucanos; por lo menos ningun monumento de su historia hay que lo contrario nos incline á presumir. Que en el lleno de su furia arrancaran el corazon de aquellas víctimas ; que derramasen su sangre con los dedos, y aun con la boca, despues de haberla os is Tampoco entramos en que la muerte del gobernador ` de el degúello de sus compañeros ocurrieran el 4° de enero de 155h ; es positivo que el cabildo de la Concepcion tuvo la noticia de esta desgracia el 2 de ese mes; llévese al último extremo el aceleramiento con que se marchó desde Tucapel á Concepcion, y seguro es que no se alravésará la distancia en mengi de dos dias. + y los fuerzan á retirarse. — Prepáranse para la aupolican á sus tropas. , viene de Puren; 1 guerra. — Destino qu 0(11554.) Celebraron los Araucanos su completa victoria con fiestas públicas á que concurrieron ancianos, mujeres , niños, y cuantos tomaron parte en aquella memorable jornada. Lautaro era el héroe de esta como apoteosis. Sentado en medio de los sangrientos trofeos amontona- dos en aquel lugar segun bárbaras costumbres de aque- llos Indios, recojia las felicitaciones que á los señalados servicios rinde presuroso y pródigo el bien sentido reco- nocimiento. Caupolican sobre todo le colmaba de ala- banzas, de bendiciones y de honras, apellidándole mas de una vez salvador de la patria, el héroe, el único capaz de sacarla de la dominacion de aquellos rui- nes extranjeros, para lo cual le nombró en el acto vice-toquí, no obstante su tierna edad; cuyo hecho aplaudió entusiasta toda la asamblea. y En tanto que las masas daban salida á su extremado contento en todo jénero de diversiones , aquellos perso- najes en cuya posicion descansaba el porvenir del pais, se apartaron á un lugar solitario para convenir en medios propios á no dejar estéril el trianfo que celebrando es- taban, En sentir de unos era el carácter de sus compa- MA -280 = HISTORIA DE CHILE. triotas muy mas á propósito para defender que para ofen- der, y parciales por lo mismo sumamente cuerdo el 'se en la Araucania. Pretendian otros que lo mejor era arcar contra Santiago, y estrechar al ene- migo de tal suerte que en la precision de abandonar el suelo chileno se reconociera. De este parecer era el tur- ver á su patria libre de enemigos ; ni era gran cosa ir á exterminar los que el Perú ocupaban , y por lo menos convenia caminar á atacarlos hasta en el mismo seno de la apartada Castilla. Grandemente confiados y gozosos acojieron este plan los infinitos Indios, que con la inva- sion española fueron á asilarse en la Araucania , furiosos como estaban contra sus opresores , y no fue : pequeño el número del los atrevidos Araucanos que le Į porque á todo esto conducian los recientes SUCESOS ; pero o ni el valiente Caupolican , ni el entendido : Colocolo se ilusionaban con rebatos momentaneos y pasajeros. Gon mas cordura, y por lo mismo, sin la temeridad que el atolondrado Tucapel, veian lo mucho que importaba el obrar con exquisita circunspeccion cuando se trataba de un enemigo , no menos formidable en sus armas, que en el arte con que de ellas servirse sabia ; y ciertos de que convenia abandonar toda idea de conquista, y atender solo á la seguridad del pais, propusieron que era menes- - ter contentarse con atacar, y sise podia tomar, los pue- blos y fortalezas fundadas en la Araucania, demoliéndo- las despues para que ningun medio de seguridad, ni punto de reunion quedara á los audaces extranjeros. Muchos fueron los caciques que combatieron este parecer, YUU sin duda el mas prudente de: lodos, porque los tenia su- CAPÍTULO XXIL . 284 mamente preocupados la fogosa y elocuente persuasiva de Tucapel ; siendo esto oríjen de acaloradísima disen- siones de que naturalmente surjiera otra vez la desunion entre los jefes , á no ocurrir la llegada de uno de los In- dios de la division de Lincoyan , entonces apostada en el desfiladero de Laggibora, con la noticia de que los sol- dados de Puren venian á atacarlos ; pues este accidente hizo presentir el comun peligro, y repuso la armonía entre los mandarines. Ya se ha visto, en efecto, que Valdivia, antes desalir de Concepcion , habia pedido al jefe de Puren catorce soldados que en las inmediaciones de Tucapel habian de unirse al gobernador. Fuera neglijencia , ú otro motivo que nadie conoce, es solo cierto que Juan Gomez de sim Almagro no fue muy expeditivo en el cumplimiento de aquella órden, pues tardó dos dias en salir de Puren con el destacamento que se le habia pedido. Como nin- guna noticia tuviera de lo ocurrido con Valdivia, mar- chaba Almagro con su jente confiado, y sin recelo alguno, pero al llegar á la tribu de Illicura se vió envuelto por un cuerpo de Indios que Lincoyan y Huancon capita- neaban. Empeñóse la funcion y Huancon pereció en ella; tambien de los Españoles murieron varios, y acaso su- frieran mayor descalabro si Almagro, que habia quedado á retaguardia con cuatro hombres, no corriera á la de- fensa de los demas. Dispersos estos Indios , continuaron los Españoles su ruta con gran cautela , y con cuanta vi- jilancia era menester ; y allegados á una corta distancia de Tucapel, se les presentó el mismo Indio enviado á Valdivia desde Puren, para anunciarle como se iban á ejecutar inmediatamente sus órdenes. Llenó de pena y de descaimiento les contó este mensajero fiel la muerte del 19 1, HISTORIA. triotas muy mas á propósito para defender que para ofen- der, y pagoíales pr lo mismo sumamente cuerdo el mejor: era marchar contra Santiago, y estrechar al ene- migo de tal suerte que en la precision de abandonar el suelo chileno se reconociera. De este parecer era el tur- ver á su patria libre de enemigos ; ni era gran cosa ir á exterminar los que el Perú ocupaban , y por lo menos convenia caminar á atacarlos hasta en el mismo seno de la apartada Castilla. Grandemente confiados y gozosos acojieron este plan los infinitos Indios, que con la inva- sion española fueron á asilarse en la Araucania , furiosos como estaban contra sus apeecarca y no fue : pequeño el número de los atrevidos Araucanos que le ay porque á todo esto conducian los recientes sucesos ; pero ni el valiente Caupolican , ni el entendido Colocolo se ilusionaban con rebatos momentaneos y pasajeros. Con mas cordura, y por lo mismo, sin la temeridad que el atolondrado Tucapel, veian lo mucho que importaba el obrar con exquisita circunspeccion cuando se trataba de un enemigo , no menos formidable en sus armas, que en el arte con que de ellas servirse sabia ; y ciertos de que convenia abandonar toda idea de conquista, y atender solo á la seguridad del pais, propusieron que era menes- - ter contentarse con atacar, y sise podia tomar, los pue- blos y fortalezas fundadas en la Araucania , demoliéndo- las despues para que ningun medio de edad, ni punto de reunion quedara á los audaces extranjeros. Muchos fueron los caciques que combatieron este parecer, sin duda el mas prudente de todos, porque los tenia su- i CAPÍTULO XXIL . 281 mamente preocupados la fogosa y elocuente persuasiva de Tucapel ; siendo esto oríjen de acaloradísimas discu- siones de que naturalmente surjiera otra vez la desunion entre los jefes , á no ocurrir la llegada de uno de los In- dios de la division de Lincoyan , entonces apostada en el desfiladero de Tagelboru, con la noticia de que los sol- dados de Puren venian á ¡ar los ; pues este accidente hizo presentir el comun peligro, y repuso la armonía entre los mandarines. Ya se ha visto, en efecto, que Valdivia, antes desalir de Concepcion, habia pedido al jefe de Puren catorce soldados que en las inmediaciones de Tucapel habian de unirse al gobernador. Fuera neglijencia , ú otro motivo que nadie conoce, es solo cierto que Juan Gomez de Almagro no fue muy expeditivo en el cumplimiento de aquella órden, pues tardó dos dias en salir de Puren con el destacamento que se le habia pedido. Como nin- guna noticia tuviera de lo ocurrido con Valdivia, mar- chaba Almagro con su jente confiado, y sin recelo alguno, pero al llegar á la tribu de lllicura se vió envuelto por un cuerpo de Indios que Lincoyan y Huancon capita- neaban. Empeñóse la funcion y Huancon pereció en ella; tambien de los Españoles murieron varios, y acaso su- frieran mayor descalabro si Almagro, que habia quedado á retaguardia con cuatro hombres, no corriera á la de- fensa de los demas. Dispersos estos Indios , continuaron los Españoles su ruta con gran cautela , y con cuanta vi- jilancia era menester ; y allegados á una corta distancia de Tucapel, se les presentó el mismo Indio enviado á Valdivia desde Puren, para anunciarle como se iban á ejecutar inmediatamente sus órdenes. Llenó de pena y de descaimiento les contó este mensajero fiel la muerte del 19 1, HISTORIA. 282 HISTORIA DE CHILE. gobernador y sus soldados, y el loco entusiasmo con que era la victoria celebrada en el campo de los salvajes. Tan desastrosa novedad fue causa para que Almagro pensara en tornar aceleradamente á Puren , á donde llegó con solos siete hombres , porque los otros siete perecieromen los diferentes empeños á que los Indios los forzaran en el tránsito. No quedó mucho tiempo en aquélla plaza ; lo crítico de las circunstancias, y la revuelta jeneral de los indíjenas , hicieron que fuese á refujiarse en la Impe- rial (1). Tambien la guarnicion de Arauco sintió al ins- tante la necesidad de retirarse , bien segura desu impo- tencia para resistir á las armas victoriosas de aquellos bár- baros, y pasó á Concepcion , que permanecia entonces casi despoblada. Atentos anduvieron los Araucanos á fin de que el acon= tecimiento de Tucapel no sonara en parte ninguna, porque como su modo de guerrear solo se funda en el ardid y en la sorpresa , eran guardadores del secreto en sus empresas ; hasta tal rijidez, que no diremos una traicion; pero ni sospecha de indiscretos se ha de suponer en ellos. Mas como con la refriega de Tagelboru , y con la retirada delos Españoles á Puren, ya no pudieran man- tenerse callados los hechos, comprendieron que sus ene- migos no dejarian de concurrir á lidiar denodadamente para castigar el reciente desbarato , y que era penosos 1 Aunque sin ningun documento auténtico con relacion á este suceso, no hénios queridó acojer lo mucho que de él cuenta Ercilla én el canto 4% de su poema. En esta parte vamos con los historiadores de mas conciencia. Ercilla asienta los nombres de los catorce militares de quienes. acabamos de hablar : Jüan Gomez de Almagro, Pedro González Córdova, Go Gonzalez, Fernandez, Ver- de vo | Puren; Leo- nardo Mape, Cortés, Maldonado, Pago Ep Poono. oraora 3 Pedro Niño Indiós, po A e E A di diia CAPÍTULO XXIL 283 disponerse á la defensa. Entraron, pues, en los pre- parativos con cuanta actividad muestran siempre las tri- bus guerreras , y en breve se vieron en aventajadas po- siciones , desde las cuales podrian fácilmente defenderse. El jóven, y ya célebre, Lautaro con diez mil hombres escojidos ocupó la montaña de Marigueñu; Lincoyan volvió con cuatro mil al desfiladero de Tagelboru, para obstruir el paso entre Puren y Angol; el indómito Tu- capel tomó por su cuenta la guarda del camino de Cayu- cupil, que conduce á la Imperial, y aunque solo llevara tres mil soldados, fiaba tanto en su valentía y en su arte - para inspirársela á las tropas, que acometiera desde luego á los Españoles , sin miedo á sus terríficas armas, sin cuenta ninguna en el mayor ó menor número de ellos. Estos tres jefes , así encargados de guarnecer las principales veredas por donde el enemigo pudiera tran- sitar, no debian cerrar el paso, al contratio, mante- nerse con la jente en zalagarda, dejando que aquel entrara en el pais hasta que atacado en a TEE se saliera cortandole la retirada á sus $. Por lo que hace 4 Caupolican, en Tucapel y vecinas tribus quedó acampado con Colocolo, quien siempre le siguió dando los preciosos conséjos que la edad y la experiencia acertadamente sujieren. - ] CAPITULO XXIII. Se divulga C ion el fatal descalabro de Tucapel y la muerte de Val- divia. — Dolorosa impresion que en los habitantes causa esta novedad. ede, Se empeña con los Indios en Marigueñu y sale roto. — Vuelve á Concepcion en un estado lastimoso. — Los habitantes todos huyen, y se encaminan á O. ( 1554.) De la feroz matanza ocurrida en Tucapel solo dos In- dios lograron salvarse, los mismos que el 2 de enero de 1554 comunicaron á los moradores de la Concepcion el infausto fin del gobernador y de su jente, llenando todos los corazones de angustia y de terror. El sentir fue tremendo. No habia en la ciudad quien no contara entre las víctimas un padre, un marido, un hermano, un pariente, y sobre haber menester de llorar la pérdida de objetos tan queridos, inquietos presumian tambien que en breve se mirarian á merced de aquellos insulares á quienes la victoria hiciera mas audaces, mucho mas in- solentes y feroces. Si al menos quedado hubiera con vida el gobernador, ni el dolor fuera tan intenso, ni el desa- liento tan exajerado ; habia corrido ya grandes riesgos la colonia, y de todos salieron triunfando la sagacidad yel valor de Valdivia; con presencia -de este infortunado jefe CAPÍTULO XXIIT. 285 los Españoles se contemplaban dichosos, tranquilos, se- guros, mas que se acordaran tal cual vez de que en der- redor suyo no parecian sino masas de encarnizados ene- migos; pero la muerte de aquel ilustre caudillo fue la que apagó todas las esperanzas, la que llenó al pueblo de luto y de consternacion. Su lugarteniente don Francisco de Villagra traia bien ganada la reputacion de activo, de valeroso soldado , y de hombre de capacidad; pero luce poco el mérito cuando el prestijio con que se ha de ir á las grandes empresas falta. Ni tampoco se hallaba Villagra en Concepcion en- tonces, antes se mantenia inmediato á Rio Bueno, ocu- pado en fundar la villa Santa Marina de Gaete, y, por tanto , en la imposibilidad de correr á la defensa de los moradores de aquella despavorida poblacion, con la ur- jencia que se hacia preciso. Esperar en socorros de las otras colonias sitas en la Araucania, tampoco se podia , porque el ejército indio tenia cojidos todos los pasos; de cuatro bajeles que poseian los Españoles, bastantes quizá para salir en aquella ocasion del inmediato peli- gro, andaban los dos mayores en el reconocimiento del archipiélago de Chiloe, y de la costa que corre hasta el estrecho de Magallanes; de suerte que si grande era el conflicto, los temores muchos, el dolor imporiderable , y hubo que recurrir al cabildo de Santiago con anuncio de los acontecimientos, y requiriéndole viniese á la guarda y defensa de los colonos de Concepcion , con la mayor dilijencia. Con medidas de póit precaucion entró el ayun- tamiento de Santiago, así como le llegara aquella tan desconsoladora noticia. La gobernacion estaba entonces á cargo de Rodrigo de Quiroga , sujeto que, con su afa- 286 HISTORIA DE CHILE. bilidad y esmerado porte, tenia conquistado el afecto de todos sus conciudadanos, y que, considerando oportunas las circunstancias, trató de ver como salir nombrado go- bernador de Chile, hasta tanto que S. M., ó la real au- diencia de Lima , proveyesen. No fue vano su pensar. Los concejales entraron sin esfuerzo en las miras del pretendiente, y como el 11 de enero de 1554 ya vi- niera el procurador síndico Santiago de Azoca, con formal propuesta, el acuerdo fue unánime, pareció de necesidad absoluta para la seguridad del pais, y por consiguiente Quiroga hubo de prestar en este mismo dia el juramento de lei, y verse proclamado gobernador con manifiesto gozo de los habitantes que concurrieron casi todos á firmar el acta de su eleccion. El antiguo virey del Perú, don Pedro de la Gasca, habia facultado á Valdivia para nombrar sucesor inte- rino á su gobierno de Chile. Valdivia, en uso de estas facultades , tenia hecho su testamento con designada persona llamada á sucederle; este documento fue de- positado en una arca de trés llaves, cada una de las cuales quedó en manos de los tres primeros majistrados de Santiago. No era el llamado Rodrigo de Quiroga, mas del contenido del testamento no se tuvo noticia hasta el dia siguiente al en que salió nombrado aquel, y los concejales presumieron que nada convenia ya como el cuidar de que no se descubriese el secreto. Por tanto su resolucion fue que nadie pronunciase palabra alguna sobre la disposicion testamentaria de Valdivia, y que todo aquel que hubiese menester de escribir á personas fuera de la ciudad, presentase antes su carta á uno de los con- cejales, sopena de pagar mil pesos fuertes de multa, y perder la mano derecha. SAESP ne - que andar en a CAPÍTULO XXI, ' 287 De nada sirvió esta extremosa medida. Valdivia habia «dejado en el archivo del cabildo de Concepcion una co- pia auténtica de su testamento, cuando con la última ex- pedicion marchó á la muerto, y de consiguiente el silencio se hizo imposible , porque los concejales de esta pobla- cion, con mejor fo que los de Santiago, ansiosos de co- nocer y respetar la postrer voluntad de su gobernador, ya que le supieron muerto , pasaron å abrir en solemne forma la escritura, cuyo contexto era que recayese el gobierno interino de Chile en Jerónimo de Alderete; este ausente, en Francisco de Aguirre, y en su defecto en Francisco de Villagra; con. obligacion el que fuere de tomar por suyas cuantas deudas el testador hubiere con- traido para atender á las necesidades y al fomento de la - colonia. De todo esto se tuvo noticia en Santiago el 18 de ene- ro, pero no por ello dejó Quiroga de proseguir Y. disposiciones gubernativas, antes atendió á todo cuanto las circunstancias con mas imperio reclamaban. Sabe- dores los Mapochos de lo acontecido en Tucapel, y deseosos de romper tambien el yugo de aquellos abor- recibles extranjeros, saliendo de su dominacion, se apres- ‘taron al alzamiento, y los sintómas de su intentona hasta las inmediaciones de Santiago allegaron ; pero marchó contra ellos muy å tiempo el capitan Juan Jofré, que contuvo á los revoltosos, castigó á los caciques é Indios que mas culpables parecieron ; aunque verdad es que no se recobró un órden perfecto, pues que el gobierno tuvo $i e receloso no solo con los Indios, si tambien con los Yanaconas , de quienes por necesidad habia que servirse. Como presumiese el nuevo gobernador lo mucho que * 288 HISTORIA DE CHILE, convenia el notificar á todos los ayuntamientos lo dis- puesto por el de Santiago, dando sucesor al difunto Val= divia, determinó que Fernando de Aguirre pasara á la Serena con comunicacion de aquella acta; y los capita- nes Gaspar Orense, y Francisco de Riveros, fueron enviados á Concepcion, con muchos caballos , pero muy pocos soldados, pues faltó tiempo para reunir mayor número. Estos capitanes habian de reclamar al cabildo de Concepcion uno de los cuatro buques anclados en la bahía de esta ciudad, para con él elevar á conocimiento del soberano y de la real audiencia del Perú lo que con motivo de la muerte de Valdivia acababa de resolver. Así, mientras que los Españoles del norte de Chile luchan entre el temor y el recelo de una insurreccion jene- ral de los Indios, los que habitan el sur yacen postrados, abatidos ante el doloroso recuerdo de que la tea incen- diaria los tiene cercados, y en medio de salyajes así de udidos Euanto es grande su feroz audacia. La guar- nicion de Puren ya se habia retirado á la Imperial, y con el relato de sus infortunios, y de sus inminentes ries- gos pasados , en tal manera consternó el ánimo de aque- llos débiles colonos, que como por encanto se propaga- ron terror y desaliento, alcanzando á todos los demas pueblos. > En cuanto á Villagra, allá le dejamos ocupado en la fundacion de una nueva colonia al sud de Rio-Bueno, y espera impaciente la llegada de Valdivia para atrave- sar de nuevo las Cordilleras , y ponerse en busca del mar 8 del norte, que, segun decian los naturales , estaba muy ~ inmediato, y al este de la soberbia sierra ; debiendo ser por tanto de suma importancia para el comercio futuro de aquellas provincias, e dd A E A E a A di te E CAPÍTULO XXI. 989 No necesitamos encarecer cuanta, cuan grande fue la sorpresa de ese jefe, al oir la relacion que de lo ocur- rido en Tucapel le hizo un Español, allegado con algu- nos Indios 4 donde él se hallaba ; se inferirá en sabien- do que sin pasar instante hizo recojer cuantos enseres allí tenia, y se retiró 4 Valdivia con apresuramiento, decidido á mandar que los moradores de esta poblacion huyesen tambien, tomando acaso en cuenta el aisla- miento en que se veian; mas como considerara en se- guida que semejante paso no habia de servir sino para acrecer la alarma y la confusion, vino en dejar algunos de sus soldados para mejor defensa de la villa , y dadas algunas instrucciones adecuadas á las circunstancias, se puso en camino para la Imperial. No se detuvo muchos dias enresta colonia. Era todo su anhelo llegar cuanto antes á Concepcion , porque le constaba estar enteramente desguarnecida, y suponia tambien que sobrado tiempo habria de perder en el trán- sito, pues forzoso se hacia caminar por derrotas apar- tadas, y con grande cautela , para no caer en manos de las masas enemigas. Contentísimos vieron los habitantes de la Imperial la llegada de este jefe bizarro y de los pocos guerreros que le seguian , pero ¡cuanto su dolor fue como le miraran alejarse de sus puertas! Con funda- mento temian aquellas pobres jentes condenadas, por decirlo así, á ver desde sus propias moradas el cruento teatro en donde fueron descuartizados sus compañeros, á mantenerse en continuà y zozobrosa alerta , y á susten- “tar de vez en cuando reñidas funciones con las tribus ve- cinas, que si de estas refriegas salian siempre victoriosos los Españoles, merced á la excelencia de sus armas, por fin y postre no podian dejar de serles fatales. "= 290 HISTORIA DE CHILE. Villagra emprendió el camino de la costa, y atravesóla sin dar con ningun obstáculo; pues los Indios, ó por temor, ó por desacierto de sus espías, habian abando- nadodesfiladeros que la misma naturaleza hizo inexpug- nables, y retirádose al interior del pais; con que el jeneral español logró entrar en Concepcion mucho mas pronto que se tenia prometido. Sobremanera celebraron estos habitantes la llegada de Villagra , como que la idea de un alzamiento en masa los traia atribulados, y á tanto convidaban los triunfos que los Araucanos alcanzaran, á tanto llamaba tambien el deseo de venganza insepa- rable de aquellos Indios, sobre todo cuando la ciudad no podia oponer resistencia, pues llevó Valdivia consigo casi toda la jente de guerra, no quedando en Concepcion -sino ancianos, mujeres; niños, y cuando mas, algunos adultos incapaces todavia de oa alguno para con- tra: un lance arrojado. in la mañana del dia siguiente se chinió el cabildo para determinar el cumplimiento de la voluntad de Val- divia, y Villagra , que ya conocia las disposiciones del difunto , asistió á esta junta, en la cual se volvieron å leer las cláusulas del testamento. Ya hemos dicho las tres personas llamadas á suceder en el gobierno de Chile: en primer lugar Jerónimo de Alderete, en segundo Fran- cisco de Aguirre, y en tercero Francisco de Villagra, El primero se hallaba en España; el segundo en la con- quista del Tucuman; tocaba, pues, de: derecho el go- bierno, por “lo menos interinamente, al tercero, es decir, á Francisco de Villagra, que así lo entendió tam- ` bien el cabildo proclamándole gobernador, y dándole á reconocer por tal en-todas las colonias del sur, que aco- jierón la eleccion con ceitaledo contento. SY. di CAPÍTULO XXIII, 294 Funestas pudieran ser las consecuencias de esta me- dida, mas que con el aparato de la justicia se cubriese, y necesariamente se resentiria el amor propio de los concejales de Santiago , presumiéndose ser en su' de- recho el nombrar segun les pareciere, y sin hacer cuenta ninguna del testamento de Valdivia. Sobrada experiencia habia en Villagra para prever las resultas de la desu- . nion; con todo, suponia de su parte la justicia, estaban 4 sus órdenes las mejores tropas, esto es, aquellas que uñ continuo combatir traia amaestradas, y por consi- guiente aceptó el mando. ~ sé ] C , el cabildo hizo que los capitanes Diego y Juan Godinez pasasen á Santiago con on oficial de este nombramiento, en todo con- Villagra, por su parte, comenzó á reunir cuantas fuerzas consideró menester para marchar contra los In- dios, pues como ambicionara el gobierno, presumió que - un hecho de armas brillante y sonado era el mejor camino para afianzar el logro de sus deseos. Hizo que la aldea de Angol fuese inmediatamente abandonada, lo cual le procuró algunos soldados, que con los venidos de Santiago, y los correspondientes á la expedicion mandada al estrecho de Magallanes, que acababa de l Negar, compuso una columna de ciento ochenta hombres perfectamente equipados y montados, á quienes tambien se les dieron arcabuces y otras armas de fuego, recojiendo ademas algunos pedreros, y los mulos necesarios para el transporte. - me Así preparado, y encargada la defensa y guarda de la ciudad á una guarnicion de ochenta hombres, salió Villa- gra con sus ciento ochenta, en persecucion de los Indios. uah 299 HISTORIA DE CHILE. Ocurria esto entre fin de febrero ó principios de marzo, estacion de corta espera ya para semejante campaña; pero era tal la confianza del jeneral español en el pronto desenlace de su empresa, que el traerla á cabo antes que comenzasen las grandes lluvias no parecia sino asunto de su entero querer. Se dirijió, pues, al Biobio, y pasado este rio á muy corta distancia de la mar, con- inuó la costa hasta entrar sin accidente en Arauco. Des quí partió para Tucapel, resuelto á traer los Indios á un nce decisitð, pues consideraba que estos, envanecidos con el reciente triunfo, correřian por otro al propio lugar. Se engañó. $ Aunque entre los Araucanos no húbiéra un plan re- gular de operaciones, todos ellos estaban convenidos en dejar que los Españoles. penetraran + sin oposicion en el pais, pero que al querer regresar se les habia de em- E con fuerza y denuedo, para cuyo fin tenian de an- emano cojidos los desfiladeros; así es que vieron la co- lumna enemiga en el interior, sin bajar á provocarla. Canso ya Villagra de esperar inútilmente 4 los Arauca- P nos, resolvió volverse á Concepcion y asentar en ella sus cuarteles de invierno; entonces fue cuando pareció el paso obstruido, y de necesidad la fuerza para despejarle. Al principio, empero, solo habia que sacudir contra pelo-; tones de Indios cuya resistencia no argúia grandes ue. dados ; aumentábase el número de aquellos, cuanto mas se acercaban los Españoles al norte, y cada vez parecian en mejor órden y continente; pero en llegando á Lara- queta, r hubo ocasion de ver cuan grandemente defen- dida y guarnecida tenia esta colina un numeroso ad bajo el mando del célebre Lautaro. Pre ambos bandos para la batalla ; pordis y e S AN CAPÍTULO XXIII. 293 esta se hizo indispensable, los Indios empeñados en no dejar paso å los Españoles, y estos en abrírsele á toda costa ; así es que puestos en funcion , y como si todo debiera ceder al valor castellano, acuchillados los Araucanos en todas direcciones , con presura abandona- ron el campo dejando libre el camino. Gon esto, sinem- bargo, no se hizo sino vencer una dificultad no pequeña pues que la colina, por su posicion, pudiera haber sido mejor defendida , pero ¿ como doblar la montaña de Marigueñu? Su desmesurada elevacion, los escarpados y corridos derrumbaderos que mantiene; las leñas y ma- lezas de que en todo su ámbito está vestida, si cuando mas los surcan estrechos y casi impenetrables sen- deros, todo, en fin, hacia de este sitio una barrera “ inexpugnable, y á él corrió el jóven Lautaro con diez mil Indios, colocando una parte en la cresta del monte; otra ocupó los flancos en donde se tenian fosos abiertos para cortar el paso á los caballos, y la tercera, con los restos de Laraqueta, se puso á retarguadia del enemigo, para hostigarle á la vez por todos los costados. Como llegara á creer Villagra que los Indios habian concentrado la mayor parte de sus fuerzas en el cerro de Laraqueta , estas vencidas y dispersas, ya no restaba sino continuar tranquila jornada ; mas reconoció su error al dar vista á la montaña de Marigueñu, reparándola coronada de una muchedumbre de soldados, y estos en ademan de disputarle el camino. Seguramente compren- dió que no habia de pasar á no hacerlo sobre los cuerpos e aquellos feroces guerreros, Y dispuso su jente para em peñar esta segunda lid que mostraba mas gravedad que la primera. Distribuyóla, pues, en tres destacamentos confiados á capitanes de arresto y probada perícia, Olmo 294 HISTORIA DE CHILE. de Aguilera habia de cargar el primero á los Indios , y estos respondieron con presteza al reto, acometiéndose ambos bandos con tal arrojo y furor, que apenas empe- ñados y ya se contaba la muerte de dos de los principales y mas osados jefes araucanos, de cuya venganza tomó cumplida cuenta el valeroso Curioman, quien, echándose en las filas españolas, cebó furioso su lanzon en el cuerpo de siete enemigos, sin recibir por su parte lesion alguna; y todavia le hincara en otro, á no concurrir de rebato el capitan del centro, el valiente Diego Cano, que, alentado por el mismo Villagra, de un tremendo hachazo acabó con aquel tan hazañoso y tremendo salvaje. Era este momento en que la funcion se habia hecho jeneral, y los Españoles se miraban ya en la cúspide de la montaña , que grandes trabajos, sensibles tribulacio- nes costó la llegada hasta tal punto. En cuanto Villagra se viera en aquel paraje, colocó sus pedreros donde mejor pareció para sustentar y protejer las cargas de la caba- llería , pero por desgracia ni el terreno, ni el espesor de las leñas, se avenian con la táctica de las armas espa= ñolas, y era menester luchar no en masa, antes bien así como guerrillas de tropa lijera en servicio de abanzada; de suerte que, no obstante la actividad , el ardoroso co= nato del jeneral, siempre y constantemente en medio de los combatientes , á pesar tambien de los prodijios que el ala izquierda operará á las órdenes del resuelto Alva- rado , la victoria se declaró en breve por los Indios. El número de estos, que se reponia con asombrosa rapidez, el desesperado arrojo con que caian sobre los Españoles. concluyó humillando la soberbia extranjera , forzándola. á dejar la ofensiva, y á no pensar sino en proc ‘una retirada extremamente difícil, en verdad , en razon del CARÍQULO XXIHL. 295 precipitoso descenso, no menos que de la estrechez y de la tortuosidad de las veredas que le señalaban, pero alcabo indispensable, pues quedaban ya fuera de combate muchos soldados, y los cañones estaban tambien en _ poder del denodado Lautaro. Apesar de todo, la desesperacion, á vista de tanto re- vés, inflama de nuevo el corazon de Villagra ; quiere re- petir otra ibero, POE á su jente ya casi - postrada, y pasando del valor á la temeridad, se echa él mismo como un rayo allí donde mayor era el peligro, para caer al instante sin sentido de un golpe que le asentó en la cabeza uno de los jefes indios. Y fuera su muerte infalible 4 no concurrir trece de sus soldados, que lograron arrancarle de las manos de sus terribles enemigos, siendo este acontecimiento causa para que la refriega tomase otra vez el mismo ardor, el propio en- carnizamiento que en la primera, no respirando los bandos sino encono, saña, vivísimo deseo de aniqui= larse. Mas ¿qué esperar ya de un puñado de valientes durante tanto tiempo acosados , y traidos tan en accion por masas de refresco, por tropas que se ompla con celeridad tanta? Una corta y débil resistencia. Tu- - vieron que retirarse y á la vez ir conteniendo , con las armas en la mano, los ataques del famoso Cayupillan. Al valor mas exquisito, ó acaso el mas desesperado, le pudiera ser permitido el doblar aquella montaña, ha- biendo de descenderla por derrumbaderos que las tor- = renteras cortan á cada instante, y que numerosos Indios guardaban , manteniéndose como en cordon desde la cresta hasta el regazo mismo de aquel empinado cerro : los vencidos le bajaron. | En documentos de aquella época se dice que los Es- 296 HISTORIA DE CHILE. Ea pañoles perdieron en esta batalla ochenta hombres (1), los Indios mas de setecientos, sin contar un gran número de caciques y de gulmenes ; pues á creer el dicho de _ varios autores, el bizarro Lautaro, y el indomable Leu- caton , fueron los solos jefes salvos , quedando los demas. tendidos en diferentes puntos de ame montaña, que lleva desde aquel dia memorable el no; Villagra, como si los conquistadores hubieran querido pasar á las jeneraciones la fama de tan desastrosa re- friega. Indecible el dolor y la desesperacion de los habitantes - de Penco así como vieran llegar å sus puertas una ex- pedicion en que puestas tenian las mas risueñas espe- ranzas, una columna ya derrotada, abatida, y que sobre haber perdido la mitad de sus fuerzas, apenas si en las salvadas venia hombre alguno que no tuviera su cuerpo acuchillado. Como esta colonia estuviera tan in- mediata al lugar en que ocurrió la sangrienta accion, todavia fue caso de temer que el diestro Lautaro utiliza- ria el triunfo corriendo tras los fajitivos, hasta venir á atacar la aldea para saciar en ella su venganza con toda suerte de excesos y de atrocidades. El mismo Villagra en- traba en esos temores, y por lo tanto, convocando in- (1) Hay autores que suponen á los Españoles acompañados esta vez de un crecido número de Indios auxiliares, de los cuales quedaron tres mil cadá- veres en el campo. Ninguna de las menilrias que hemos logrado consultar, ninguna hace mérito e semejantes auxiliares, ántes no faltan historiadores de merecida confianza que se declaran contra el aserto. Nunca, en efecto, seña- laron los indíjenas una amistad franca y sincera á sus opresores; pero siempre > y poseian sobrada prudencia para que fuéramos á creer recur- cr i o sobre todo cuando tan reciente estaba el triunfo de Tucapel, n audaces hizo á los Indios. CAPÍTULO XXI. -297 mediatamente el cabildo dió cuenta del mal estado de sus armas ; refirió los recelos que le asaltaban , una vez que no habia medio de hacer frente á aquellas hordas de pojoidos, por segunda vez victoriosos, y concluyó pro- oradas, retirándose á Santiago, en cuyo punto se concertarian medidas de segu ad, y planes con que - volver á restaurar el pais perdido. Sensible, dura hubo de parecer á los concejales la propuesta de su goberna- dor , pero harto comprendian que así la dictaban las cir- cunstancias, y suscribieron unánimes al sacrificio, re- solviéndose á huir de sus hogares, y á dejar todos sus intereses á merced de sus enemigos. Manteníanse en la bahía dos bajeles , y de ellos se echó mano para traspot- tar cuantos ancianos, mujeres , niños y soldados heridos pudieron admitir, caminando la demas de la jente por tierra, bajo el amparo y defensá de los que parecieron en estado de llevar las armas. 1. HISTORIA, CAPITULO XXIV. Estado de Chile despues de la batalla de Marigueñu. — Villagra y Qui disputa del gobierno. — Hace el cabildo de Santiago que Quiroga se - de su título de gobernador, y guarda las facultades de esta suprema di — Sale Francisco de Aguirre reclamándola. o sobre la provincia de Tucuman, y resultado de la empresa de Aguirre. — Como se conduce el cabildo de Santi tiago con los pretendientes al a — Pronuncian en esta cuestion dos letrados, pero sin anuencia de Aguirre.—No se conforma Villagra con el parecer de los jurisconsultos, y pretende se le nombre gober- nador. — Opónense los concejales, sb al EN violentados le admiten. — Se apodera de los fondos que habia en a di (1554..) A vengar la muerte de Valdivia, y reconquistar los fuertes perdidos en la Araucania, habia ido Francisco - de Villagra, mientras que Rodrigo de Quiroga empleaba todo su zelo y su actividad en el gobierno de Santiago, y en sufocar motines que de vez en cuando levantaban los Indios Mapochos. Como Quiroga ignorara todavia las pretensiones de Villagra, y la inmensa lejanía que le apartaba de Francisco de Aguirre le pareciera razon bastante para no hacer precio de este rival, en paz pre- sumió gozar su título de gobernador. Fue por lo mismo su principal idea la popularidad, tras la cual iba reas así de beneficiosas para la colonia, como. para cada uno de los que la componian. Prendas le adornaban para el intento, y con facilidad le trajeron á fin su ca- - Tácter llano y afable, y sus modales tan sencillos cuanto se ostentaban desnudos de vano presumir, pues de tal suerte se ganó las voluntades, que cuando los diputados 10 como ya lo habian verificado todas las poblaciones del sur , aquellos concejales , con parecer del licenciado Alta- mirano, se negaron abiertamente á lademanda, diciendo que las circunstancias los pusieron en la necesidad de elejir un gobernador, y no era cosa de destituirle sin mas motivo que haber de pasar la autoridad á otra persona. Como quiera, conocedores todos ellos del arresto de _ Villagra, de la justicia de su causa, y del número de soldados con quienes contar podia, lamentosos resulta- dos presumian descubrir tras la contienda suscitada enire los dos jefes, y resultados que acaso se resolverian cn una: guerra civil. Importaba evitar esta calamidad , mas de temer por lo mismo que cada dia presentaban peor aspecto las cosas en el Perú, y resolvieron que el Chile quedaria interinamente dividido en dos grandes provin- cias independientes, una al norte, otra al mediodia, siendo límites de la primera el rio Maule, y habia de gobernarla Rodrigo de Quiroga; mientras que la demas tierra quedaria para el gobierno de Villagra (4). Esa pa- reció ser la medida mas acertada, si se atiende al descon- cierto, al estado de inquietud y de alarma en que anda- las ciudades Concepcion , Valdivia y demas de e mip Sumosa debió ce: así, (1) Le nombraban de capitan jeneral y rgotociiidos de las ciudades de Gon- cepcion, Imperial, Villarica, Valdivia, hasta el estrecho de Maga » tal condicion que en esta ciudad (Santiago) y en sus términos » ver ni se entromela en prov oveer cosa alguna, é que est a fhaa » bierne, é sea capitan jeneral é justicia mayor, como al presente lo es, el dicho » Ha Rodrigo de Quiroga, hasta que S. M. mande otra cosa.» (Acuerdo del ildo del 14 de febrero de 1554.) ig $ 300 HISTORIA DE CHILE. puesto que, lejos de mostrarse sentido , gabe á los con- cejales de aquella colonia , inclinándolos á entrar en las pacíficas y prudentes proposiciones que los de Santiago les comunicaban. No se dice con esto que Quiroga anhelaba conservar el gobierno; antes reparamos que, ó por no avenirse el carácter desprendido y moderado de este jefe con un cargo de tanta tarea y responsabilidad , cuando todas sus inclinaciones le llamaban á un jénero de vida tranquilo y retirado, ó temiera, si se quiere , las consecuencias de un enairenitientos con marcada indiferencia guardaba un título del que sin embargo no hubiera quer ido desnu- darse ante las exijencias del capricho, y mucho menos si se apelara á medios violentos. Ni abrigaba tampoco en su pecho resentimiento alguno contra su competidor; lejos de esto, como llegara á saber que Gaspar Orense acababa de llegar á Valparaiso, encargado de trasladarse al Perú para poner en manos del virey y de la real au- diencia una súplica del ayuntamiento de Concepcion, en que pedia se nombrase á Villagra para el cargo que va- cante dejó la muerte de Valdivia , con el cabildo de San- tiago firmó y apoyó igual deilanda, en menosprecio de sus propios intereses, Afanado andaba entonces el concejo de nta con la construccion de un bajel en el astillero de palpa jencía á este mao atento á que la etapa: dad de Concepcion se okk ceder uno de los cuatro vasos que en su puerto tenia, y que-aquel concejo habia requerido con repetidas instancias; mas con la llegada de # CAPÍTULO XXIV. 301 Orense ya no se pensó sino en concurrir á un mismo fin, pidiendo todos en favor de Villagra como queda dicho, y despachando con urjencia al encargado. Concluido poco despues el nuevo buque, dió tambien vela para el Perú, sin mas objeto que para confirmar las noticias de que Orense habia dado ya cuenta, pero mal dirijido, vino á estrellarse en la costa á unas cuatro leguas del valle de Huasco. sa A pocos dias de este acontecimiento, los dos bajeles que dijimos haber salido de Penco arribaron á Valpa- raiso con la triste noticia de la derrota de Marigueñu, y "del abandono de la ciudad Concepcion. Reunióse in- mediatamente el cabildo para concertar aquellas medidas que reclamaba la apurada posicion del pais, y la pri- mera fue mandar que sin perder instante se acudiera al socorro de la Imperial y de Valdivia; y en segundo lugar que el alcalde Juan de Guevas y el capitan Francisco de Riberos saliesen á verse con Villagra, que se acercaba ya con las tropas de Concepcion y con los habitantes de esta colonia : medida muy oportuna, pues se acababa de recibir una comunicacion en la cual Villagra requeria al cabildo de Santiago el reconocimiento de gobernador de Chile, en virtud del testamento de Valdivia, y porque “así lo estimaba tambien la voluntad de las ciudades Con- portuna, nada conciliable con el amor propio d cuerpo justo apreciador de la importancia de sus atribu- ciones, y muy propia para conducir al ensayo de las guerras civiles que en aquella época corrian devastando la América con sobrada frecuencia. 302 MISTORTA DE CHILE. Que se pudiera llegar á este fatal término, lo compren- dieron perfectamente todoslos capitulares; y ya que no se rindieran á las exijeticias de Villagra, les pareció queda- rian algun tanto calladas con hacer que Quiroga se desnudara de su título de gobernador, aunque pro- testando resuelta y eficazmente contra la injusticia del proceder, y haciéndolos responsables de cuanto en el pais sobreviniera. Exijió tambien se le ministrase testi- monio del tiempo de su administracion y de su porte, y con esto entregó un mando que solamente un mes traia ejercido. Llegó Francisco de Villagra 4 Santiago cuando el ayuntamiento de esta ciudad estaba ya en posesion de todos los poderes, y desde luego aparentó respetar cuan- tas disposiciones de aquel cuerpo emanaran, y hasta contribuir para que no sufrieran retardo ni dificúltad alguna en la ejecución ; pero harto se dejaba ver que esta conformidad era simulada, traida de intento en cuanto tardara la ocasion de E, al fin que en su mente tenia grabado. En efecto, al cabo de algunos dias (el 24 de marzo) ya remitió Villagra al concejo un requerimiento para que se le reconociese en calidad de gobernador, porque el pais habia menester de órden y de arreglo en sus negocios, era preciso allanar y restaurar la tierra, y en negarse á esta instancia, añadia, pudiera envolverse la p ina de las tropas, si ya no la mas completa Mio h habla de cierto en esta parte. Queríanle so- bremanera los soldados; las provincias del sur corrian grandes riesgos, y era forzoso recurrir á medidas rigo- rosas y prontas para aquietar los ánimos, lo cual pedia unidad en el poder, ó mas bien un poder dictatorio, CAPÍTULO XXIV. 303 Detenidamente midieron esta cuestion los concejales, y u n oyeron el parecer de los jurisconsultos llamados para mayor ilustracion de la materia; mas fue resulta de todo una segunda repulsa á la pretension de Villagra, mani- festando cuan peligroso les parecia el desasirse del poder en ocasion en que concurria otro nuevo pretendiente mas poderoso que Quiroga, de mejor derecho, con so- brados títulos, y con fuerzas tambien para hacerlos va- lederos. Era este pretendiente don Francisco de Aguirre, ocu- pado hasta entonces en la conquista del Tucuman. Es de recordar aquí que los límites del gobierno de Chile iban de oriente á occidente hasta cien leguas de la costa, y fenecian despues de dobladas las Cordilleras en las provincias de Cuyo, Diaguitas, etc. Cuando Francisco de Villagra atravesó este pais, dió en un pue- blo llamado Talina con el capitan Juan Nuñez de Prado, autorizado por el presidente la Gasca para conquistar aquel terreno de rigorosa pertenencia al gobierno de Val- divia. Hubo entre esos dos jefes algunos altercados, de que resultó la desunion de los colonos; pero como Vi- lagra se ausentara , Nuñez pasó al valle de Calchaquí , y, de concierto con el cacique de la localidad, fundó una aldea que fue llamada el Barco. En una correría que con treinta de los suyos ejecutó Nuñez, vino á caer sualidad donde Villagra se mantenia. acamp rando ocasión para atravesar las Cordillera rasclo el resentimiento, ó un repentino acceso d vengadora , cargó al jeneral chileno sin siquiera reparat en la inferioridad de sus fuerzas, y por consiguiente al instante se halló roto, y perseguido hasta el Barco, de cuya colonia se apoderó Villagra en nombre de Valdivia. e ira 301 HISTORTA DE CHILE. Nuñez, que continuaba fugitivo con algunos de sus sol- dados, no vió mejor medio de salvacion , que el rendirs humilde y pesaroso á su adversario ; hízolo así, y Villagra: á mas del perdon, le honró con el título de teniente go- bernador de aquel pais, reconocido y declarado enton- ces propiedad de Chile. No valian mucho las protestas de lealtad, los j juramen- tos de fidelidad á Valdivia, con que Nuñed de Prado entró en su nuevo cargo; porque un papel inferior no le cuadraba en cuanto las circunstancias pudieran llevarle al desempeño del principal. De su deslealtad , decimos mas , de su traicion, abundantes pruebas katia soltado nitenin al servicio del partido de Gonzalez Pizarro es- tuvo , pues que, desertándole, y pasando á las filas de la Gasca , en mucho fue la causa de la ruina de su antiguo jefe. Este porte , que todos los milnios del Perú conocian , debiera hacer mas precavido á á Villagra, porque pro- bablemente, con eleccion mas acertada, se le evitaran å la colonia los disgustos y los disturbios que experimentó, pues apenas supiera Nuñez que aquel habia atravesado las Cordilleras, cuando declaró el pais fuera de la domi- nacion de Chile, dándole el pomposo título de Nuevo maestrazgo de Santiago , y haciéndose reconocer gober- nador absoluto, independiente, ó cuando mas, sumiso al manifiesto desagrado llegó á recibir Valdivia esta noticia, y queriendo castigar tan villana accion , pues le importaba guardar una provincia de conocida utilidad al porvenir de Chile, por el gran número de Indios que podia ministrar 4 las del norte, que tanto carecian de ellos, mandó que Francisco de Aguirre se trasportase al Ae s $ T OCAPÍTULO XXIVe 305 pais con una escojida partida de hombres. En 1552 em- prendió ese jefe la marcha atravesando las Cordilleras por la vallejonada de Elqui, y pronto se miró muy cerca del desleal Nuñez, quien, sin fuerzas para resistiral nuevo adversario, escapó al Perú despues de poner-en la horca á un alcalde que defendia su perpetuacion , y que en fa- vor de Valdivia se habia pronunciado (4). Cuando Aguirre entró en el Barco, apur ,dísimo era el estado de la poblacion, desierta casi la mitad de ella, y circuida de cuerpos de Indios que sin cesar la atacaban y aflijian. Como viera que la posicion no ofrecia una de- fensa fácil y segura, se resolvió á abandonarla trasla- dando la colonia contra las márjenes de Rio-Dulce, dando al nuevo pueblo el nombre de Santiago del Estero, el mismo que hoy conserva. Pronto se hizo poblacion importante , merced á la actividad del jefe que la dirijia., y atareado andaba este en busca de elementos con que impulsar la prosperidad de la villa, cuando se le presentó su hijo Fernando con la novedad de que Valdivia habia muerto, y nombrádole en su testamento para suceder en el gobierno de Chile, en caso de ausencia ó fallecimiento de Alderete, primer llamado. Aguirre era ambicioso y emprendedor. En la con- quista del Tucuman no veia gran gloria para sí, porque obraba por mandato de un jefe, y cualesquiera que los toria de Buenos Aires que A este pasaje de una carta de Valdivia. — «Aunq » despobló la ciudad del Barco que el dicho Villagra hab a favorecido en » nombre de V. M. é dejado debajo de mi protección, atento á que de aquí » podia ser proveido, ¿no de otra parte, é segun han escrito se fué al Perú » ahorcando á un alcalde que defendia su perpetuación porque conocia lo que » importaba para una tal jornada estar allí poblado, etc. » (Carta á Carlos V.) y 306 HISTORIA DE CHILE. resultados fueren, mas parte de mérito habia de caber á quien ordenó la expedicion , que al encargado de ella por esmerada que su solicitud pareciera. En tal supuesto ya se infiere con cuanto gozo recibiria aquel capitan la noticia, y cual lugar se labraria en su fogosa imajina= cion ; dispuso , pues, sin perder instante, que su segundo Juan Gregorio Bazan se encargase del gobierno de la nueva colonia, y hecho, partió para la Serena con gran parte de las fuerzas que á sus Órdenes traia. “Los habitantes de la Serena y su concejo le recibie= ron con imponderable alegría, al paso que le tributaban las honras que como á gobernador de Chile le tocaran , conformándose en esto con la voluntad de Valdivia. Se- mejante suceso, que concurria legalizando, digámoslo así, las pretensiones de Aguirre, le inclinó á dirijirse al ca- bildo de Santiago, para que á imitacion del de la Se- rena, y con vista de sus derechos á la sucesion en el gobierno, se le declarase su jefe supremo. He ahí la causa porque los concejales de Santiago creyeron no de- ber acceder á la demanda de Villagra, que acaso fuera dividir las armas en dos partidos enconados, y acar- rearse una guerra civil de espantosos desastres, Ni fue aquel cabildo menos explícito y entero con Aguirre, di- ciéndole que habia juzgado conveniente rejir por sí mismo el pais hasta la resolucion de la voluntad soberana, á este intento ya consultada. Diego Garcia de Cáceres, y Juan Godinez, marcha- ron encargados de poner en manos del pretendiente aquella respuesta y « de hacer á Francisco de Aguirre » un > eee de que no venga á esta ciudad con la S » ga | » ella, por escusar escándalos y alborotos que se podrian » recrecer entre el jeneral Francisco de Villagra y su » jente , que está en esta ciudad (1). » Grande fue el enojo de Aguirre así como tomara co- nocimiento del acuerdo + I cal ildo de Santiago, para ante el cual despachó incontinenti á su hijo Fernando, con órden de que viniese en declararle gobernador de Chile, de cuyo título usó en todas sus comunicaciones ; pero aunque imperioso en la forma como en el fondo de su demanda, y aunque enérjicamente apoyada esta por el cabildo de la Serena, nada adelantó con el de San- tiago , resuelto como estaba á guardar el gobierno, hasta providencia real, porque así presumió convenir á la paz y Ae del pais; antes de unánime voz respon- dieron los concejales en tono amenazador que aprendiese el pretendiente á respetar sus deberes por sí propio, ó en otro caso se encargarian de mostrarle con la fuerza cuales eran los límites en que habia de contenerlos. Ni jugaba sola en esta abierta lucha la persona de Francisco de Aguirre, pues con igual empeño concurria tal cual vez Villagra porque prevalecieran sus pretendi- dos títulos al gobierno; y entre tanto se halla yan las provincias del sur en completo desamparo , en € "mayor aislamiento, amenazadas de ruina. Aun se llegó á decir en esta ocasion que todos sus moradores habian perecido, rumor que, si por dicha salió falso , todavia llevó el ca- bildo de Santiago á ordenar que persona ninguna , aun- que muchas lo tenian solicitado , pudiera pasar al Perú en el bajel dispuesto á dar vela, con demanda de socor- ros al virey y á la real audiencia, á quien se le in- formaba de todo cuanto habia ocurrido, considerando el pais abocado á una horrible y espantosa anarquía. (1) Ácuerdó del cabildo de 25 de mayo de 1554, 308 MISTORTA DE CML Zelo, decision y entereza ai los concejales de Santiago en tan azarosa crísis, ya cuidando del mante- nimiento del órden , ya oa esforzados las instan- cias de aquellos dos ambiciosos; mas harto veian no haber en ellos fuerza para rendir > voluntad de dos al- tivos competidores, ambos cumplidos militares, ambos con apoyo de colonias que se presumieron con derecho de resolver toda clase de contienda administrativa, y - ambos- «en fin al frente de tropas que les eran entera- mente fieles y adictas. En tal estado de cosas recurrieron á ia persua- diendo y negociando, lo que su débil poder nunca, habria r tieron á la prudencia y juicio de péritos el fallo de tan importante negocio, ministrándoles para el mejor acier- to cuantos documentos y antecedentes habia en muestra _ del derecho y alegaciones de cada uno de los pretendien- tes. No rehusó Villagra este medio, antes entró gustoso en él, pero no así Aguirre, que al notificársele el rejidor Juan Godinez contestó no le aceptaba, ni de él habia menester, siendo sus títulos lejítimos , indisputables, y por tanto fuera de toda controversia con quienquiera que fuese ; receloso sin duda de que la presencia de Villagra en Santiago, y los esfuerzos de sus amigos no dejari ian, de influir en la solucion, mas que los concejales acudie= ran con cuantos ie fueren en su mano para hacer. que decidiera recta é imparcial justicia. Esta respuesta no apartó á los miembros del concejo desu conciliador proyecto, pues hicieron que los letrados Altamirano«y las Peñas, con fama de los mas entendi- dos del pais; y de mayor rectitud . Comparecieran en su presencia, quedando encargados de examinar y resolver CAPÍTULO XXIV. 309 el punto de derecho ; mas como importaba que en aquel lance se vieran aquellos jueces á parte de toda influencia, por que pareciera el fallo con absoluta é independiente libertad, se dispuso pasasen á bordo de un bajel, en donde se mantendrian hasta dejar sentada su opinion. Así se verificó despues de haber jurado solemnemente los letrados en la iglesia , y sobre los santos evanjelios, que procederian segun conciencia y la mas desinte- resada justicia, y Villagra, que se conformaria sin ré- plica al fallo de los sabios lejistas. Salieron estos para Valparaiso en setiembre de 1554, acompañándolos hasta dejarlos á bordo el alcalde ordi- nario Francisco de Alderete, los rejidores Rodrigo de Arana y Francisco Ribero, el capitan Juan Bautista Pas- tene y tambien Alonso de Escobar; y los letrados comen- zaron el exámen de todos los antecedentes relativos al caso en cuestion. Sobrado quisieran ellos poder pronun- ciarse definitivamente en favor de una de las partes in- teresadas, y sacar con esto al pais de la mortal incer- - tidumbre en que le traian despues de algunos meses, ya los levantamientos de los Indios, ya la inquieta agonía de las provincias del sur, ya en fin la ajitacion de los ánimos en las del norte; y causa era esta, en verdad, para acelerar el dictámen , y atribuir el poder con toda su fuerza á uno de los dos pretendientes, para que Con urjencia „diese cara á las necesidades del dia; pero su carácter tibio éirresoluto alargó la discusion, dieron oidos á la prudencia, saliendo por fin y postre con que Fran- co de Villagra debia marchar inmediatamente en so- , las ciudades Imperial y Valdivia, y que sı en el trascurso de siete meses, es decir, en abril de 1555; no tuviera S, M. provista la plaza de gobernador de HISTORIA DE CHILE. Chile , viniera el cabildo de Santiago en nombrar al dicho Villagra, con preferencia á Francisco de Aguirre. Llegó á Santiago ese dictámen. El 4 de octubre recibió cuanta publicidad requeria, y á la mañana siguiente Vi- llagra, aunque no muy satisfecho de los lejistas, convocóá los concejales á su propia morada para decirles que, pues se habia resueltodeber concurrir al socorro de lasciudades de la Araucania, era preciso que el tesoro le ministrase los caudales necesarios, dispuesto como estaba á presen- tar tales fianzas cual correspondiesen á la cantidad que se le diera; y que ademas convenia sele proclamase sin espera ninguna gobernador y capitan jeneral de Chile, pues si (y esto en tono de absoluto imperio) en el término de una hora no lo veia así cumplido , la fuerza le pondria en el lugar que demandaba. La altanería y presuncion en requerimiento de un título que al cabo no se le tenia negado, revolvió el brioso or- gullo de aquellos concejales, quienes denodados respon- dieron se conformase con lo proveido , como así lo tenia ofrecido con juramento, protestando contra toda otra resolucion ; y pues se miraban allí « opresos y sin liber- tad,» conveníales retirarse al lugar de costumbre para sus deliberaciones, donde deslindarian la toa de semejante negocio. - Justa era esta resolucion y no habia motivo para que Villagra -pretendiera estorbarla. La junta aquella ca- recia de la conveniente legalidad ; los votos de los con- cejales andaban entre el imperio de la intriga y el de la violencia, y por lo mismo con razon se hubiera p argúir de nulidad el resultado. Sinembargo Villagra en estas consideraciones; dada ya la medida de sus deseos, y confiando en la d EA BETERA CAPÍTULO XXIV. 34 de sus tropas para hacerlos triunfar, repuso en nombre de S. M. : « Que debian nombrarle; i luego incontinenti » el dicho señor jeneral mandó á muchos caballeros i » soldados que estavan fuera en la sala que entrasen » dentro en el dicho aposento , i en presencia de todos » -ellos dijo que él se hace recibir por fuerza en este €a- » bildo i que parade dar favor é ayuda para ello los » manda entrar como han entrado : i luego muchos de » ellos , i especialmente el maestre de campo Alonso de » Reinoso, i Juan de Figueroa é otros muchos dijeron » que ellos i los demas vienen á dar favor é ayuda para » que se haga recibir el dicho señor jeneral, i hacer lo » que les mandare como su capitan jeneral i justicia » mayor ; i luego los cabildantes lo recibieron contra sus » voluntades, protestando i tomando por testigos los sol- » dados i caballeros que estavan presentes (1). » Bien comprendió Villagra la incongruencia de vestir un título tan intempestivo , y arrancado de un modo de- masiado violento ; mirándole por lo mismo como nulo, se dirijió de nuevo al ayuntamiento con razones y argu- mentos en quese pintaban los males que eran de temer para el pais si Aguirre llegara á venir contra Santiago, en viéndole con sus tropas entretenido en pacificar la Araucania ; peró como su estudiada persuasiva, y sus palabras mañosas , se estrellaran en la severa y tenaz resolucion de aquellos funcionarios , salió ordenando á sus secuaces fueran á proclamarle capitan jeneral y jus- ticia mayor, dándose desde entonces en busca de cuanto creyó convenir para marchar å la defensa del Imperial, Valdivia y Villarica , privadas de comunicacion con. las - (4) Acuerdo del cabildo del 4 de octubre de 1554. HISTORIA DR, CHILE. elonias del norte. Acudió con este objeto á la tesorería, en solicitud de caudales, y como se le negaran hizo pe- dazos las arcas, recojiendo trescientos ochenta y sus mil seiscientos veinte y cinco pesos, que encerraban > que empleó en prest y equipo de ciento ochenta soldados i con los cuales emprendió su expedicion (1). | E E u) « E como no le socorrimos, se hizo recibi Pi fuerza en esta ciudad por *» capitan jeneral é justicia net diciendo servir á V. M. en ello. Un dia esta- » vamos en la fundicion quintando, i entró dentro con ciertos hombrgs é nos » requirió le diesemos el oro que estava en la caja real, é nosotros se lo defen- » dimos con requerimientos é apelaciones para ante V. M. E non embargante » esto nos quebrantó la caja é forciblemente , sin poderlo nosotros oh por” » estar como estaba a sacó de la caja real 338625 p. diciendo así con- » venia al servicio de V. M., con los cuales hizo ciento i ochenta hombrest con tesoreros de Santiago Arnao, Separra Ponce de Leon, Juan Fernandez Alde- rele, y se Albarez, dirijida á Carlos V el 10 de setiembre de 1555.) e E NN CAPITULO XXV. Lautaro á Caupolican ` riesis de Marigueñu. — Marcha contra Con- Cepeion y la incendia. — Su aribo. á donde habia concurrido el ` toqui. — Asamblea jenial de de Indios. — Opiniones encontradas acerca llagra á defender esas dos ciudades. — Rechaza á los Indios, y asienta sus armas en Arauco y Tucapel. — Estragos de la viruela. (1554 å 1555. ) Envanecido Lautaro en cuanto se mirara rodeado de tantos trofeos como en la famosa batalla de Marigueñu recojiera, causando á los Españoles pérdidas tan consi- derables y tan sensibles , por lo mismo que no era fácil repararlas, ya no pensó sino en despachar emisarios al toquí Caupolican, con cargo de noticiarle el reciente triunfo, y como se determinaba en busca de otros con que la fortuna parecia convidarle. Con singular actividad y presura reunió de nuevo sus huestes , y habiendo Ile- nado con guerreros de probada habilidad las plazas de mando que la muerte arrancó de sus filas en la sangrienta refriéga, marchó contra Concepcion para cargar segunda vez á su enemigo, y no dejarle descanso, posicion ni abrigo alguno en el suelo de la Araucania. En llegando å orillas del rio Biobio , se le anunció que los habitantes de aquella ciudad, atribulados, llenos de espanto y de zozobras , huian presurosos unos por mar, otros por tierra, sin dejar jente que la colonia defendiera; cuya no- ticia aceleró la marcha del jeneral araucano , que no € ) 1. Histouta: 21 314 “HISTORIA DE CHILE. paró hasta mirarse dentro de la poblacion abandonada. Bien hubiera continuado Lautaro la derrota de los Es- pañoles , cuya retirada forzosamente habia de ser lenta y embarazosa , teniendo que atender á la guarda de al cianos, de mujeres y niños, que la falta de espacio en lo bastimentos, ó la elad con que se hubo de cump lir la fuga, en la precision de caminar por tierra habian puesto ; pero es la inclinacion al saco harto natural en aquellas hordas salvajes , y como era Concepcion una de las poblaciones mas ricas , entre todas las que entonces poseian os Españoles, y como no hubo tiempo para re- cojer cada uno lo de su pertenencia, las casas habian quedado atestadas de alhajas, de enseres y de basti- . mentos de aliciente sobrado poderoso para que los In- dios, una vez dentro de muros , no miraran sino á des- bandarse buscando cada uno de ellos donde acumular mejor botin. Como hubieran recojido cuanto de buen uso y mayor importancia les pareciera , cansos ya t tambien de quemar muebles , y destruir cuantos animales domésticos llega- ron á encontrar, entregaron la ciudad á las llamas, y pasaron á arrasar el fuerte que la defendia, encomen- dando Lautaro á los Indios del pais, que ni contribuye- sen en adelante á la fundacion de nuevas moradas , ni tanto arruinasen los muros de las incendiadas, que habian de quedar como para testimonio del poder A esfuerzo Araucano. : El loco deporte á que tras ese hecho de venganza se entregaron los soberbios naturales es indecible ; que en- tre ellos costumbre fue celebrar los triunfos de su in- comparable esfuerzo, y los estragos de su selvática fiereza, con juegos, con borracheces y TE e extremos, eo $e CAPÍTULO XXV. 315 y en todo eso se entretenian cuando le llegó al jóven je- neral un aviso del toquí, convocándole á una asamblea que debia ocurrir sin dilacion , para resolver cuanto á la guerra apareciera de mejor consejo ; por cuya razon alzó Lautaro su campo, y se encaminó á donde se le orde- naba. d “Celebró Caupolican la llegada de este adalid con toda suerte de regocijos públicos y de meditados obsequios , que esto y mas le parecia merecer quien con tanta dicha y prontitud tanta acababa sus gloriosas empresas. Ni se mostraron menos agasajadores los demas jefes , quie- nes, en mayor gala y mas pública ostentacion del júbilo que la ruina de sus opresores despertaba en sus pechos, parecieron todos ó casi todos vestidos con despojos de Españoles vencidos , y aun se vieron entre ellos las mis- mas prendas de que en sus dias habia usado el goberna- dor Valdivia. Iban, en efecto, los Indios en alas de la fortuna, y natural era que se aprestasen para requerir nuevos favo- res; así es que, mientras las masas daban libre suelta al contento que la prosperidad de sus armas debia excitar- - les, el toquí y los caciques, en número de ciento y treinta, se formaron en consejo para ajustar el medio de prose- guirla campaña, y ver de cual pareceria mejor usar, hasta que limpio. « enteramente quedase el pais de sus aborre- cidos i i eee. que fue el primero en la palabra , mostró en esta junta mucha pasion por la guerra. Traia recojidos ya frutos de sumo valer, y por tanto no quiso ajustarse con el moderado sentir que al principio de su elevacion probara ; antes pensaba, dar inmensa anchura á la línea de sus operaciones futuras, que habian de a : i 6 i Ea O HISTORIA DÉ CHILE: : abrazar distintos y apartados puntos. Apoyaban estas máximas Lincoyan y Petehuelen, pero mas arrojados to- davia , y mas temerarios, parecieron los caciques An- gol, Angolmo y Tucapel, con pretensiones de que las armas debian marchar en dilijencia á la conquista de las ciudades Santiago y la Serena. Pensaron otros que, con acometer desde luego á Valdivia y la Imperial, seria empresa de sobrada faena, sin que fuera la presuncion por entonces con miras mas exajeradas , y este opinar hubo de parecerle á Tucapel tan tímido, tan incongruente que á hechos de inconsiderada violencia pasara en medio de la asamblea, á no detenerle la grave y ríjida amones- tacion de ancianos respetables (1). El prudente Colocolo, avisado y constante consejero de aquella milicia audaz, supo aquietar diferencias y traer la cuestion á fin , pro- poniendo que era caso de no pensar sino en comenzar la campaña con el asedio de la ciudad Imperial, acome- tiéndola desde luego por tres diferentes puntos , con los tres cuerpos en que, en sentir suyo, debia dividirse el ejército. Vino en ello el toquí, y como un gran número de caciques se arrimaran tambien á la opinion del entendido anciano, se llamó inmediatamente á las armas , y el ejér- cito todo se puso en ordenado movimiento á ne de marzo de 1554. Treinta mil combatientes seguian esta y y las marchas se cumplieron con aceleram nto; pero 3 . hnha ds eS Si us el lenguaje medido del cacique Puchecaleo, se adelantó jugando su maza, y en mitad de la asamblea mató de un solo golpe á aquel jefe indio ; otros dicen que no hubo sino reto sin efecto. Carácter cole y violento mostró constantemente Tucapel, pero no por ello creemos que á tanto se excediera en esta ocasion , ó cuando mucho probablemente no habria sino el ale: + CAPÍTULO XXY. 347 fuera que el jeneral araucano tuviese por muy pequeña empresa la toma de la Imperial, atendido su valor y el que probado traian sus soldados, ó pareciérale conve- niente cumplir hechos de su propia meditacion y consejo, ello es que se apartó en parte del plan de Colocolo , pues . como se viera sobre las márjenes del rio de las Damas, dió 4 Lautaro diez mil hombres, y la órden de marchar al cerco de Valdivia. Adelantóse él contra la Imperial, encargando el mando de su retaguardia al intrépido Le- molemo , y bien pronto se vió ante la ciudad enemiga, contando rendirla sin grande esfuerzo , pues le tenian informado los Indios que servian á los Españoles , como estos , recelando e' asedio, y sintiéndose sin fuerzas para ana larga resistencia , habian despachado á Santiago hi- jos, mujeres y ancianos , en ánimo de retirarse y aban- donar el pais con desembarazo en cuanto apretara el peligro. i Pronto comprendió Caupolican que el comandante de las armas españolas , Martin Ruiz de Gamboa, no se mostraba dispuesto á ceder ni tan luego, ni tan de balde como aquel presumiera ; antes rechazaba todos los em- bates con no poco daño de los Indios, y envalentonaba -á los suyos mas que con estudiadas pláticas, con hechos de armas de singular arrojo. Consumiéronse los quince primeros dias en un empe- ñado ataque, respondiéndole desesperada defensa, y al cabo resolvió Caupolican el asalto con toda su jente á la vez ; pero al llegar la hora de ejecutarle sobrevino un tem- poral furioso con tal destemple de granizo , de truenos, de relámpagos, de tormentosa cellisca , que los Indios hubieron de alzar el campo, y « retirarse á sus tierras, » dicen todos los historiadores, porque así se lo ordenó £ - 318 HISTORIA DE CHILE, » la vírjen María, aparecida en aquella ocasion al toquí » araucano, y á sus soldados (1). » Harto presumia el cabildo de Santiago la estrechez y peligros que debian experimentar aquellas ciudades; pero ya vimos como los jefes de las tropas que pudieran volar al socorro atendian, antes que å otra cosa, á recojer la herencia de don Pedro Valdivia, y por consiguiente, los mismos jefes araucanos llegaron á suponer que ningun auxilio á la Imperial, ni á Valdivia, podia por entonces realizarse. Con todo, el astuto Caupolican cuidó de que se extendiera la voz de haber sido destruidas aquellas dos colonias, y perecido en ellas todos sus moradores, por si se trataba de socorros, que parecieran con tal noticia tar- díos, y por tanto excusados. Pudiera surtir efecto el injenioso ardid, si por fortuna no llegara á Santiago, para invalidarle, aviso del ca- pitan Gamboa, que reclamaba con urjencia un alivio al extremoso apuro en que los sitiadores le tenian. En efecto, escaseaban ya las municiones de boca y guerra en la plaza; el ardor de los Araucanos se aumentaba de dia en dia; mientras que, usado hasta el exceso el de la corta guarnicion española , si acaso se despertaba $ vista del inmediato peligro, el primer descanso volvia á rebajarle, por lo mismo que se reconocian los s sitiados (1) Con una blanda voz é delicada, dice : ¿ Adonde andais, gente perdida ? Volved , volved el paso á vuestra tierra, No vais á la Imperial á mover guerra. - (4raucana, canto 1x.) $ Dejando aca las creencias de aque ella época, no hallamos > el que dos Araucanos desisilcana de su empeño en presencia de la peo tempestad, por: sobradamente o ol en ella pudieron leer agúero desfavorable á sus proyectos. Es de todos modos cierto que, si á pido el sitio llegaron , en breve volvieron å po , como lo veremos, CAPÍTULO XXV. 319 sin esperanza para sustentarse. Ni era menor tampoco el conflicto en que Lautaro ' tenia la poblacion de Valdivia, y ambas ciudades sucumbieran sin ' reme- dio, á no llegarles favor en Su último y desesperado trance. . | El nuevo gobernador Francisco de Villagra , así como tomara conocimiento del aviso de Gamboa, ya no pensó sino en socorrerle. Con ciento ochenta caballos que pudo reunir en la capital, salió en octubre de 4551, sin que le arredrara el número de los enemigos, ni que mucho precio hiciera de las infinitas celadas, que de antemano sabia le tenian puestas los Indios en diferentes puntos | del tránsito... .: EI Siguió con dilijencia en línea de la parte oriental de los montes de Nahuelbuta , pero, como lo habia pre- visto, obligado á cada instante al uso de sus armas para abrirse un paso que los Indios pretendian contener con atrevido teson. A muy duras pruebas le puso el enemigo en esta jornada tan laboriosa , y de tan difícil tránsito, pero todo lo superó el ardidoso Villagra, llegando dicho- samel ueve dias å vista de la Im- y ansioso le una cumplida venganza , ya no se satisfizo con ver libres á los moradores de la Imperial ; antes se echó A correr los campos de aquel distrito, acuchillando y ma- tando inclemente á los naturales , destruyendo , abra- sando todos sus sembrados , arrebatándoles sus provi- siones de maiz y otros granos, en fin, derramando consternacion , espanto, luto y muerte en toda la tierra , 320 TISTORIA DE CHILE. como si los reveses pasados le autorizaran á dar prueba en este lance de una cruenta y desmedida saña, sobre jentes que, al cabo, no hacian sino defender su propia patria, su adorada independencia. Igual y tan triste suerte cupo á los Indios de Valdivia y Riobueno, contra los cuales fue destinado el maestre de campo de Villagra , Alonso Reinoso. Traidas á forzosa obediencia todas las tribus indias mantenidas desde la Imperial hasta Valdivia y Riobueno, y abastecidas aquellas dos ciudades con cuanto era me- nester para su sustento y defensa, Villagra se. echó en persecucion de las masas araucanas con el mismo sistema de incendio y asolacion de los campos, y llegó á plantear su real en Arauco y Tucapel con solo cumplir algunas escaramuzas tan mal empeñadas, como tibia- mente sostenidas , porque los Indios disminuian en nú- mero como por encanto, los que parecian daban muestras de un inconcebible desaliento, y al fin vino á verse el caudillo español sin un solo enemigo, como si el pais se abriera para encerrar en su seno hasta el último miem- bro de aquellas formidables huestes, cuyo carácter guer- rero y porfiado á tanta costa habian llegado á conocer los Españoles. 4 Pronto supo Villagra la causa del misterioso silencio. Los Araucanos, cojidos de repente de la viruela, de cuya enfermedad ni una sola idea tenian , huyeron azorados todo trato , todo comercio humano, para esconderse en lo mas árido de los montes; la epidemia se propagó con celeridad tanta, su violencia fue tan instantanea, que allí donde ponia su enseña, allí obraba una repen- tina muerte, sobre todo entre los Indios del segundo Bu- talmapu, ó provincia llamada de los Elanós,enconada ene- -. CAPÍTULO XXV. 391 miga de los Españoles, y cuyos naturales quedaron muy pocos con vida (1). : Es cierto, como lo asienta Molina, que los Españoles produjeron en aquellas rejiones el mortal contajio; como quiera, tambien ellos le pagaron entonces un crecido tributo, sirviendo de cebo á su estragada voracidad. arme CAPITULO XXVI. da 7 da Apni p i ci guirre al gobierno de Chile.—Resiste con teson el cabildo de Santiago , y toma medidas de defensa. — Entra Fernando Aguirre en Santiago diez y seis soldados. — Desármalos el ayuntamiento, —Los reclama Aguirre y se le devuelven. — Alzamiento de los Promaucaes.— vi rechaza el cabildo. — Llegan cuatro bajeles; y en uno de ellos Arnao Segarra. — Provision de la real audiencia de Lima. — Villagra en San- tiago, ( 1555.) El cabildo de Santiago habia recojido el supremo poder desde que Villagra se ausentó de la capital para socorrer á las colonias del sur; porque firme en su propósito de no ceder á ningun jénero de exijencias, entendió ser muy conveniente el guardar el gobierno hasta tanto que la real audiencia de Lima ó la corte de España determina- ran el sucesor de Valdivia. Entretenido Villagra en subyugar las tribus araucanas, si acaso no fueran de olvidar sus pretensiones á un puesto que tanto se aunaba con sus ambiciosas miras, habralas por lo menos aplazado, y con esto bien pudiera el cabildo continuar tranquilo el ejercicio de la primera dignidad; mas pronto pareció quien saliera disputándolé la pose- sion, dando así motivo ¿nuevos cuidados, porque los cabil- dantes apenas si tuvieran otra fuerza para combatir pre- tensiones que su carácter entero y no poco resuelto, como nos lo han de decirlos hechos. Ex cuanto se recibiera la noticia de que Francisco de Metro XXVI. 323 Aguirre, despreciando el fallo de los letrados, habia cojido su jente y puéstose en camino contra Santiago para hacerse reconocer en calidad de gobernador de Chile, el ayuntamiento pronunció el dia 4° de enero de 1555 una acordada, declarando á Aguirre aleve y traidor á su rey, é incurso en la pena de muerte y perdimiento de sus bienes, si á la jurisdiccion de Santiago allegase con jente armada ; debiendo salir el escribano del cabildo á noti- ficar este auto , y el sacerdote licenciado Marmolejo, y el capitan Rodrigo de Quiroga, habian de acompañarle tambien para mejor penetrar las intenciones del pieier diente. Ni se detuvieron aquí las ERARE del concejo, antes queriendo parar cualquier golpe arrestado que pu- dieraintentar Aguirre, salió el 5del mismo mes haciendo un apellidamiento jeneral á las armas, y determinando punto donde todos los vecinos habian de reunirse á señal convenida; pero el 7 ya penetró en la ciudad, no el pretendiente en persona, sino su hijo Fernando, acom- pañado de diez y seis soldados, con los cuales pasó al concejo, entregando una carta de su padre c con tras- lado de otra que anunciaba ser de la real audiencia, y cuyo contexto era que Francisco Fernandez Giron se habia alzado en el Perú contra la causa del rey, y acaso vendria á caer en el reino de Chile (1). Como se notara que de los soldados venidos con Fer- nando Aguirre seis traian arcabuces y mecha encendida, presuroso ordenó el opjaenta el desarme de aque- (1)Se dirijia la audiencia al cabildo de Santiago, pero por: eipilicto de Fran- cisco de Aguirre á quien ella presumió en Tucuman, y le invitaba á que saliese en persecución del traidor. Aguirre estaba ya en la Serena, y retuvo la carta en su poder hasta esta ocasion. 32h HISTORIA DE CHILE. llas jentes, el embargo de sus armas y caballos, y el arresto preventivo, aunque cada jinete en casa parti- cular, como si solo se entendiera un alojamiento sepa- rado; pero Fernando fue desterrado de la capital. Tambien la noticia del levantamiento de Giron dió nuevos recelos á los concejales, y mas cuando se les decia que probablemente se internaria en Chile aquel alboro- tadór; pero infatigables y resueltos por mantener á toda costa la tranquilidad pública, acudieron mandando que persona ninguna saliese de la ciudad, ni enviase sus In- dios á las minas; que cada domingo se pasaria una re- vista jeneral, y en fin que á expensas del tesoro se fabricasen armas con que poder oponerse á cualquier ataque, dando el mando de la plaza á Rodrigo de Qui- roga, “en acuerdo del 14, y la fiscalía á don Alonso Alvarez. | Si la autoridad hubiera á mano una fuerza armada en que apoyarse, en bien y en breve quedaran resueltos semejantes incidentes; pero aquella faltaba, y estos se complicaban de dia en dia. Entre el concejo, y los vecinos don Pedro Gomez de don Benito, el capitan Juan Jofre, Juan de Guevas y Alonso Alvarez se produjeron diferen- cias que lo crítico.de las circunstancias tuvo que mantener impunes, para responder nuevamente á Aguirre que por conducto de Guevara se dirijió al cabildo con fecha 26 del referido mes, reclamando la inmediata libertad de sus soldados, pues que (decia con imperio) «no se le da » nada que haya en esta ciudad trescientos ni quinientos » hombres para defenderla, que vendrá desde la Serena » á& alborotarla. » Br : No se fue sin la merecida repulsa esa tan « lesn amenaza, antes el ayuntamiento, y todos los moradores CAPÍTULO XXVI 325 de Santiago, cuyo voto se consultó esta vez, rechazaron indignados lo que con insolencia tanta se les pedia; mas como se insistiera pretextando que Aguirre tenia necesi- dad de aquellas fuerzas por si el rebelde Giron se alle- gaba al pais, como por otra parte pudiera la obstinacion acrecer el despecho hasta encender una guerra civil, cuyas consecuencias precisamente fueran fatales , se tuvo mejor acuerdo disponiendo que Rodrigo de Quiroga pasase á la Serena para entregar los soldados, y nego- ciar acomodos con Francisco de Aguirre, invitándole á que esperase en aquella ciudad la soberana resolucion acerca del gobierno de Chile (1). En estas inconsideradas y sucesivas contiendas no habia provecho sino para las tribus indias, prontas siempre á sacar partido del desacuerdo de sus opresores. . En el ayuntamiento habia enerjía y actividad, pero no tenia brazos con que hacer su autoridad valedera ; llevaba ya dos años contados sin recibir refuerzo nin- guno, ni siquiera una consoladora noticia del Perú, y en medio de su fundado aprieto todavia se le anuncia el levantamiento de los Promaucaes que acababan de dar muerte, en el pueblo de Duno, al Domínico Buirox, y herido á varios de sus acompañantes, descargando tam- bien rabiosos en los Indios de paz. Bueno es el comun peligro para dar de mano las rencillas, y grave hubo de perecer aquel, pues repara- mos que, reconciliados de nuevo los concejales con Al- varez, Jofre, y Cuevas, al primero le guardan fiscal S. M. y á los dos últimos se les confia el cargo de ir maucaes, cada uno de ellos con diez hom- (1) « se man ntenga en la dicha ciudad hasta que S. M. declare quien » sea el gobernador. » (Cabildo de Santiago , 28 de enero de 1535.) 326 HISTORIA DE CHILE. bres de á caballo, que salieron de Santiago, Jofre en los primeros de febrero, y Cuevas el 22 del mismo de 1555. Tambien se remitió en el propio mes «un corto socorro á Villagra, con cuatro mil pesos que al efecto se tomaron en el tesoro, pero con apagadas esperanzas de éxito, porque concurrió en la ocasion la triste nueva « que » dan los Promaucaes que los Araucanos le han desbara- » tado (1). » - Por fortuna la noticia fue una invencion de los Indios, ` y como el alzamiento de estos no llegó al carácter grave que desde luego se pudo presumir, recobraron los mo- radores de Santiago alguna mas confianza por su futura suerte, no en balde, pues que para bien y contento suyo leer al puerto de Valparaiso un buque mercantil, anunciando que pronto llegarian otros cuatro del Perú, y que así de este puerto como de la Península traia noti- cias muy satisfactorias (2). Entre esas noticias no era la menos importante la „prision y condigno castigo que ya habia sufrido en el Perú el cabecilla Giron, por cuyo motivo los habitantes de Santiago fueron llamados inmediatamente 4 entregar en manos del tesorero de S. M. Juan Fernandez de Alderete, las armas que para la defensa de la ciudad tenian recibidas : así se cumplió en 1° de abril de 1555. Por lo demas no faltaban razones para mostrarse sa- tisfechos y contentos aquellos conquistadores, á quienes se les decia tambien que la real audiencia habia venido en nombrar persona (3) para el gobierno bera de - (1) Acuerdo del cabildo de 15 de febrero de 1555. (2) Que se le escriba å Francisco de Villagra yá todos los ciudades las noticias, pues son tan buenas que en ellas se rego vertidos, (Acuerdo del pu. de 1? de abril de 1555.) (3) Ya veremos como ta noticia no se confirmó, CAPÍTULO XXVI. 397 Chile, al paso que por la parte de España se insinuaba “en camino con gran número de soldados el adelantado Gerónimo de Alderete, nombrado en propiedad por el rey para gobernador de las tierras que Valdivia habia - ganado. Nueve dias despues fue motivo de mayor editis, la llegada á: Pichualca de Gaspar de Villaroel (1), que trajo en un buque algunos refuerzos del Perú, mas que con la comunicacion de su arribo acompañara una carta de Villagra que reclamaba de nuevo el gobierno, fun- dándose en ser trascurridos ya los siete meses que los jurisconsultos aplazaron para la formal y definitiva pro- vision, cuando se les consultó acerca del valor del testa- mento dè Valdivia ; porque en la demanda habia mesura, y tambien fundamento. Pero como el cabildo se consi- derase en vísperas de acontecimientos que cerrarlan de una vez la puerta á “todas las pretensiones, porque á tanto podia ir el discurso con las recientes noticias, respondió á Villaroel con acuerdo de 9 y 12 de abril « que desde allí se volviese con la respuesta (para Villa- » gra) de queviene navegando la resolucion del gobierno, » y así que espere con paciencia la llegada , i en el en- » tretanto acabe de hacer el castigo en Arauco, pues » parece que anda en buenos términos.» En efecto, ya contaba Villagra seis meses en los campos de Arauco, y aunque algunas treguas pudo traer la epidemia á las armas araucanas, es de suponer que en tanto tiempo no dejaran de ocurrir funciones de a) Ovalle le llama Cristóval de colas Villarroel, mas. no ha ay en esto sino equivocac ocacion de no nombre , siendo el de aquel capitan Gaspar de Escobar Villa- el; de Garcia que « el difunto Valdivia le envió en busca de socorros al Perú desde el valle de Mariquina, en cuanto recibiera los que le condujo del mismo punto Francisco de Villagra. : a 328 | HISTORIA DE CHILE, las cuales saliera el general español con dicha y luci- miento, porque, como lo siente el mismo cabildo : « No » es presumible que el ardor araucano, despues de sus » triunfos , sabiendo que las victorias son como las pal- » Mas que no quieren estar solas, se estuviesen en Arauco » mano sobre mano. » Como quiera, preciso es confesar que los Araucanos ó no fueron felices en esta campaña, ó no usaron con empeño de sus armas, pues notamos que el mismo Vi- llagra abandona (1) aquel pais en principios de junio, di- ciendo al cabildo, que ni tiene ya enemigos contra quienes combatir, ni elementos en su poder para pensar por entonces en poblar de nuevo las antiguas colonias, por cuya razon habia determinado su regreso á San- tiago. Bien cabe tambien un motivo de esta resolucion en el parte que este caudillo habia recibido algun tiempo antes, de los alcaldes Rodrigo de Arana y Alonso de Escobar, comunicándole el descompuesto empeño con que Aguirre volvió á sus pretensiones ; por lo menos no dejó de entrar en recelos con tan inesperada ocurrencia, pues sin perder instante despachó para Santiago, con los competentes poderes 4 su tio el capitan Gabriel de Villagra, y cargo de requerir al cabildo que sin excusa ni restriccion le declarase gobernador de Chile, con- forme á sus derechos y á la resolucion de los árbitros (1) Garcia dice al contrario abandonó timi l costa de 3 E "E y Eo i E ii » sus fatigas habia adelantado en Arauco, pues teniendo arrinconado á Caupo- an » viruelas , al tiempo que iba á repoblar las despobladas ciudades, y quedar » 5 con el resto del ejército de su escolta, con su campo volante le quitaron la » de la mano... » (Alude con esto á la provision de la real audiencia de que luego se hablará, y. CAPÍTULO XXVI 329 letrados, publicada en 4 de octubre del año anterior. El 29 de abril se le notificó al concejo la pretension , pero fue desechada sosteniendo que no se haria novedad en el gobierno hasta saber la voluntad soberana ; y como el apoderado de Villagra insistiera en su demanda e 4° y 19 de mayo, conminando á los municipales con la multa de cinco mil pesos para la cámara y redencion de cau- tivos, si no venian en hacer justicia, le fueron devueltos ambos escritos sin mas respuesta que, ó hablase á la au- toridad con mesura, ó ella concurriria severa para se- ñalar la fórmula : « Y notifíquesele al adelantado y á los » que andan con él en Arauco para que no entren en » el distrito de la capital, pena de perdimiento de » bienes. » | En esto se andaba cuando arribaron á Chile los na- víos de que atrás dimos cuenta, y en uno de ellos Arnao Segarra, que presentó al cabildo de la capital el 23 de mayo la real provision de la audiencia de Lima, por medio de la cual se fallaba en materia de gobierno con lo sustancial : 4? de quedar por nulo y de ningun valor el testamento de Valdivia, no menos que los nombra- mientos hechos por las diferentes ciudades ; 2 que se li- cencien las tropas puestas al servicio de los distintos jefes en accion en el reino, y se pasase á repoblar la. Concepcion , prestando auxilios el vecindario de San- tiago, si de auxilios hubiere menester; 3° que no hu- biese gobernador, sino que cada alcalde lo fuese así para lo político como para lo militar, en lo concerniente á su distrito 6 jurisdiccion, Esa fue la resolucion que pronunció la audiencia de Lima en 3 de febrero de 1555, ó sea trece y mas meses despues del fallecimiento de Valdivia, cuya providencia l, Broka 22 330 HISTORIA DE CHILE, cumplimentada por el cabildo de Santiago con el cere- monial de usanza, y tomados los traslados correspon- dientes, fue notificada en forma al apoderado de Villa- gra, y á Francisco de Aguirre que apeló de ella, sin éxito. Desde que Francisco de Villagra tomó conocimiento: del rescripto, se apresuró á cumplirle con muestras de relijioso respeto, y de esmerada sumision, mas que in- teriormente hubiera de sentir cuan mal se respondia á sus relevantes servicios , pues relevantes y muy meri- torios debieron parecer, cuando dice el mismo cabildo : « Aunque desdeñado Francisco de Villagra del cabildo » de Santiago , i no escarmentado en el riesgo que tuvo » en la cuesta de Villagra, no falló al bien público con » SUS deveres exponiendo su ancianidad al travajo i su » vida al riesgo marchando con su ejército , corrió á s0- » correr la Imperial y aos i reducir en aquellos dis- » tritos los naturales. » Tras semejante prueba vanas fueran las que pudiéra- mos acusar en lauro de ese ilustre y valeroso caudillo; que regresa conforme y silencioso á Santiago, se despide de sus leales compañeros de armas, y entra sin repug- nancia, ni queja, en una vida retirada, desnudo de toda autoridad, sin cargo alguno de república, pero rodeado del amor de todos los colonos, y lo que mas es, porque parece inconciliable con la desgracia, siguiéndole constantes y verdaderos amigos los que durante su for- tuna y superior mando no debieran aparecer sino como en calidad de astutos é interesados cortesanos, CAPITULO XXVII. Ao alcaldes de las ciudades gobernadores. — Escudo de armas con que á la ciudad de os Honi A M: — Los cabildos man un E gobernador, — Empréndese auxilio á los bicis — Lautaro con 4000 soldados viene contra Concep- cion. — Batalla en campo abierto. — Se renueva en el palenque. — Son rotos en ambas los Españoles, — Se retiran con mucha pérdida. — Concep- cion arrasada segunda vez, (1555.) Tardía, pero tambien desacertada, parece la determi- nacion de la real audiencia, porque si en mejores cireuns- tancias pudiera cumplir una medida que así desquicia individuales pretensiones, prontas á trasladarse en ban- derías, por lo mismo que hasta los ayuntamientos tenian en la materia distintas miras , si no fuera mas propio de- cir, distinto candidato para el vacante gobierno, en sabiendo que todas ó casi todas las tribus indias del suelo chileno se mantenian en constante pugna contra los conquistadores; que no una de las pocas colonias esta- blecidas, sino las mas, y hasta la capital misma, se temia mas de una vez la repentina y brusca irrupcion de ma- Sas, contra cuyo arrojo valiera tan poco el tronido del cañon , como la muerte, cuyo alcance parecian desdeñar; no préscita acuerdo ni tinotan gran relajacion del poder, de que ni pudo salvarse la parte militar, en la que enton- ces se afianzaba la tranquilidad, y tambien la vida de los ciudadanos. Por lo demas, bien se manifiesta en la tal medida el espíritu dominante de aquella época, siempre en 332 HISTORTA DE CHILE. por mantener esas regalías jurisdiccionales ó principios democráticos que al cabo perecieron con las famosas co- munidades de Castilla; pues á ellas se asemejaran las distintas colonias chilenas, si largo tiempo continuaran sus concejos con el gobierno político y militar de su distrito, ó solo se diferenciarian por la simple fórmula de tener un como merino de superior ordenamiento. De todos modos, llevando á debido efecto y cumpli- miento el rescripto, cada alcalde ordinario de las ciu- dades de Chile vistió el pomposo título de maestre de campo, quedando para los rejidores el de capitan; y cada concejo estableció su milicia cívica, cuyos indivi- duos fueron llamados soldados de número, porque se les dió el correspondiente. No escasearon los alardes ni los ejercicios , pues si para fortuna de los Españoles la “horrorosa. epidemia de las viruelas tenia á los Indios desarmados y ocultos, con sus familias, en apartadas guaridas, bien pudiera ceder el contajio, renacer la pasion de la guerra, ó mejor de la venganza, en los pe- chos de los indomables Araucanos, y cuerdo era el man- tenerse amaestrados y prontos pas rebatir provoca- ciones en dia oportuno. El cabildo de Santiago comenzó su gobierno decla- rando de buena ley y curso el oro de las minas del Alamo, y por lo que toca á sucesiones ó herencias, « que los » hijos ó mujeres de los vecinos de la ciudalifieredasen » los Indios (1) de la propia manera que los demas » bienes. » Data de veinte y dos dias mas tarde el privilejio que del rey de España recibió la ciudad de Santiago con erdo del 30 de mayo de 1555, CAPÍTULO XXVI. 333 título de Noble y leal, y escudo de armas en campo de plata, un leon en su color que empuña una espada des- nuda, y ocho veneras de Santiago formando brosla. Como iba ya casi vencida la rigurosa estacion, y se notaba el descaimiento de los Indios del sur, desde que con tanta reciura los cargó la peste, bien se pensó en . cumplir una expedicion para domarlos de modo que mas ; pero sin poder ninguno el ayuntamiento fuera de su u propio recinto , mal se po- dia dar salida á semejantes proyectos ; antes dieron mo- tivo para que bien examinada y HA la difícil posi- cion del aislamiento jurisdi quesobre no haber razon para discurrir tan osadaínente, apenas si se pudiera esperar en la obligada defensiva, supuesto . que el enemigo llegára á descorrer de nuevo su estan- darte. Hallábanse entonces en Santiago los cabildos de las ciudades de Concepcion, Confines , Villarica é Imperial, “y comprendiendo todos ellos que la nueva forma de gc- bierno, sobre no rendir ventaja ninguna al pais le traia expuesto á vicisitudes, que, si no se precavian con tiempo , pudieran labrar su total ruina, en junta jeneral y acuerdo de 10 de agosto de 1555, fue dispuesto uná- nimemente que el contador nombrado por S. M. para la real audiencia, Arnao de Segarra, pediria á la superio- ridad viniese en nombrar á Francisco de Villagra para gobernador de Chile, como solo medio de prevenir los trastornos , los males á que presumian habia de arras- trarlos la poliarquía. La real audiencia, al resolver á su manera la cuestion gubernativa, todavia se entró en puntos de economía - política, cuya solucion acertada solo de los que de cerca 394 HISTORIA DE CHILE, palpaban los hechos podia salir. Prevenia, como ya se ha notado , que se volviera á repoblar la ciudad Concepcion, y á ello contribuyera el cabildo de Santiago con los auxi- lios que fueran menester; y preciso fue cumplimentar esta disposicion, si acaso no la demandara tambien la escasez de provisiones en la capital (1), ó no pareciera inconveniente en llevarla ábuen fin, supuesto que los Indios no daban ninguna señal de volver á la guerra. Sea lo unoó lo otro, determinada fue la repoblacion por auto de 11 de octubre, previniendo el cabildo que no solamente los vecinos de la Concepcion, sinolos de Con- fines, Villa-Rica, é Imperial, pasasen á sus respectivas colonias, siendo incursos en la multa de doscientos pesos de oro, cada uno de los que, al cabo de ocho dias de la publicacion del bando, fuese hallado dentro del distrito 4 Santiago correspondiente (2). No fue esta providencia muy del gusto de los antiguos ns de as pero tuvieron que someterse. como los vecinos del el 4° de noviembre. El concejo de ¡Sualiago: suministró A esos diferentes pueblos la cantidad de diez mil pesos fuer- tes procedentes del real tesoro, y con calidad de reinte- gro, toda vez que S. M. no viniese en aprobar el don, des- cargando la responsabilidad de aquel cuerpo municipal. (1 WE DE Py ep $ » no po se gasta la comida que g i prepne no habrá comida e e » se coja la nueva, etc, » (Acuerdo del 30 de pierda ee 1555. :) (2) s de los Confines y Villa- » rica salgan á repoblar las ciudades acompañados del los vecinos de la Imperial 1y Valdivia, y que todos juntos part an i de mañana sábado en diez dias y no » esta tierra, á fuera de los términos de esta ciudad, sopena de cada doscientos » pesos de oro. » (Acuerdo de la fecha citada.) CAPÍTULO XXVI. 335 Trece jornadas hicieron jantos los nuevos repobladores, al cabo de las cuales se vieron sobre márjenes del rio Maule , y desde este punto apartaron camino, vadeando el Biobio, en frente de Negrete , los que correspondian á las ciudades Imperial y demas de arriba, que sin acci- dente llegaron á sus respectivos destinos, y encaminán- dose hacia la costa, con direccion al valle de Penco, los que iban 4 poblar la Concepion, que parecen con sus alcaldes Juan de Alvarado, y Francisco de Castañeda (1), y en número de ochenta y cinco individuos , siendo los treinta y uno de anterior vecindad, y los restantes unos nuevos, otros alquilados para el servicio militar (2) , con mas los sacerdotes Abreu y Ortiz, y un religioso de la Merced. ` l , Alvarado entró en Concepcion el 24 de noviembre de 4555, despues de haber reconocido que en sus contor- nos no parecian enemigos; y pregonado acuerdo formal de repoblacion en el mismo dia, se pasó al repartimiento de ochenta y cinco solares, con igual número de estan- cias , dejando para la señora viuda de Pedro de Valdivia la propiedad que en esta colonia poseyera su difunto esposo, segun así lo pidió su apoderado Francisco Gudiel, porque aquella señora habia quedado en Santiago. : Con esmerado celo, con prodijiosa actividad se co- menzaron los trabajos de reedificacion sobre las antiguas ruinas, aunque el alzamiento del fortin se hiciera objeto (1) Yerra Molina en asentar que Francisco de Villagra, ya gobernador, con- dujo esos pobladores. Ni Villagra salió de Santiago, ni Villagra era entonces tñrciadds: > E. a ras TE IAN esta: vez. En el que señal 1 Concepci -discuerdan los autores entre 60,68, y 109; verdad es que los del número menor hablan solamente de ados, y acaso no tomaran en cuenta los 31 vecinos antiguos, cuyas fami - lias , con otras para las demas colonias , pasaron por mar. 396 HISTORIA DE CHILE, preferente, porque esto es, en efecto, lo que aconsejaba la prudencia por si llegaba caso de nuevos acometimientos ; - así es que, si no pudo el palenque llegar al grado de so- lidez y resistencia que Ercilla le supone, pues no hubo tiempo para tanto, bastaria por lo menos para abrigarse de los tiros de un enemigo entre quien no eran de uso las bocas de fuego. Como quiera, en esta tarea andaba aquella coloni afanada cuando le legó el bajel San * Cristoval , que desde Santiago le conducia mujeres, hijos, y muchos útiles de que habia menester. Grande fue el disgusto con que los Indios Pencones vieron á estos importunos y detestados vecinos, solo que como nose sintieran con fuerza para rechazarlos, hicie- ron como si disimularan el ultraje en tanto que se ase- guraban el favor de los Araucanos, á que recurrieron con estudiada cautela, y crecidos ofrecimientos. Cau- polican recojió la demanda con tan señalada satisfaccion, cuanto fueron ejecutivas las resoluciones al caso conve- nientes , pues que sin demora ninguna hace que Lau- taro, con cuatro mil soldados, marche contra los Espa- ñoles, debiendo contar ademas, para desalojarlos, con los Indios de Penco, de Andalien, de Talcahuano y Gualpen (1). | El astuto cuanto denodado Lautaro observó en sus jornadas una muy escrupulosa cautela para cojer descui- dado al enemigo, pero conocedor Alvarado del ardid de los Indios, desde luego habia puesto espías avanzadas (1) Pretende Ercilla que Lautaro no fue esta vez sino con Otros DOS MIL pláticos soldad, Acaso se decvi a M E a S REN pct 1 con la voz cuatro que le descomponia la medida del verso, Corto, en efecto, fuera aquel número, máxime apuntando, como apunta el poeta, diez y siete caudillos de los mas valientes, entre los cuales cuentan Tucapel, Leucaton , Lemolemo, y otros, todos á las órdenes del héroe Lautaro, CAPÍTULO XXVI. 337 en observacion de movimientos que pudieran ocurrir, y antes que Lautaro pasara el Biobio, ya tenia noticia de su venida el jefe español; siendo causa para que con toda dilijencia encargase á Lope de la Landa el paso á San- tiago en demanda de socorros para sustentar la colonia, y defenderla nuevamente del encarnizamiento araucano. Esmerada era la solicitud con que el concejo de la capi- tal daba cara á tantas necesidades como surjian de dia en dia , pero andaban escasos los recursos. Tranquilo por entonces respecto å la situacion de las colonias de la tierra de Arriba, como él decia, por lo mismo que nada sabia de ellas; acaso satisfecho de su propia obra, de la que manifiesta gozar adelantado diciendo en auto de 12 de noviembre : « Se escriba á los señores de la real audien- » cia se ba á poblar la Concepion i los demas cabildos » son hidos, i como esto ha hecho mucho provecho; » habia vuelto toda su atencion contra los inquietos Pro- maucaes que acababan de dar muerteá dos yanaconas y un Español, destacando en su persecucion al rejidor Juan Cuevas encargado de correr el sur del rio Maule ; å Pedro de Miranda se le encomendó castigar á los In- dios de la Sierra, y Santiago de Aroca fue contra los que en la costa andavan : esas tres partidas salieron de San- tiago el 9 de diciembre de 1555. Pero no por esto falló el cabildo á la demanda que la Landa le hizo en esta ocasion por órden de Alvarado, pues acudió á socorrerle con tres mil pesos de la caja real (1), y con cuantos soldados pudo recojer; partiendo. este refuerzo por tierra el 18 de diciembre, y de Val- paraiso un bajel de dos palos que el jeneroso sacerdote (1) Tambien en calidad de reintegro, si el rey no los abonase. 338 HISTORIA DE CHILE. Marmolejo (4) cargó de vituallas á sus propias expensas, y ofreció gustoso para el mejor y mas pronto servicio de la colonia. Contra esta prodijiosa actividad, nunca des- mentida entre aquellos emprendedores, va á surjir la del jóven Lautaro mucho mas robusta, y tambien mas afor- tunada. Pasaron las huestes araucanas el Biobio, y å su en- cuentro salieron nueve caballos que Alvarado enviara en reconocimiento para distinguir el número y las disposi- ciones del enemigo. Esta descubierta tuvo ocasion de notar que con los Araucanos se unian masas de Pen- cones, conocidos porque cada tribu ó departamento solia vestir plumajes ó penachos de color diferente ; y volvió lijera á dar cuenta de la proximidad del enemigo. El comandante español no quiso esperar á la defen- siva; de un aliento probado y en cuyo pecho nunca halló lugar el temor, pareciéndole por otra parte que en salir al campo raso la batalla le ofrecia Mayores recursos, pu- diendo usar desembarazado de su caballería , se arrojó á recibir al contrario, con cuya frente dió al doblar un otero distante de Concepcion poco mas de media legua, y en el llano donde el otero fenece se enredó la funcion con ánimo ensañado en ambos bandos , hotándose desde luego que en el ejército de Lautaro venian algunos pifanos , tambores (2) y armas blancas de las que en sus reveses habian perdido los Españoles, (4) Fue don Bartolome Rodrigo Gonzalez de Marmolejo el primer cura par- roco de Santiago, el primer yicario jeneral y visitador del reino de Chile , en cuyo ejercicio entró el 13 de junio de 1555, p bramiento del obisp: Charcas, y provision dela real audiencia, y en fin su primer obispo, y primer evanjelizador, segun aparece del sinodo de Alday, y de su propio retrato que estuvo en la sala episcopal, y ha desaparecido. (2) Pero usaban de ellos con áspera y rabiosa disonancia, fal Ut 1439 a ES CAPÍTULO XXVI. 339 Cuatro horas de reñido empeño se mantuvieron los dos campos, redoblando el ardor del Araucano cuanto mayor riza cumplia en sus filas el pronto y exterminador alcance de las bocas de fuego y demas armas castellanas; pero canso ya el brazo español de tan laboriosa con- tienda, viendo por otra parte que nuevos cuerpos de Pencones corrian de refresco al socorro de los batallones de Arauco, Alvarado pronunció retirada hácia la plaza, habiendo de hacer cara , de trecho en trecho, al ímpetu brioso y acelerado con que el valiente Lautaro le seguia la retirada. : Abrigados los Españoles en el fortin , y teniendo al pie las masas indias que por todos los costados trataran de asaltarle, se abrió nueva pelea con mas encono, con mayor desesperacion de que en la primera se diera prueba, y como los Castellanos comenzaran de repente á jugar con algunos recampanados que en los cubos tenian dispuestos, horroroso eta el estrago que la metralla abria en las masas indias; no hay sino que estas, idólatras de su independencia y de su libertad, llenas del exajerado arrojo á que las arrastraba una implacable sed de ven- ganza, acostumbradas. tambien á ceñir gloriosas palmas, y lo que mas es, en sobrado número para reponer si- multáneamente las considerables pérdidas que les pudie- ran hacer las armas de sus odiosos enemigos, desprecia- ban la muerte, se mantenian impertérritas y á pecho abierto ante las tronitosas bocas que la vomitaban , y solo un pensamiento lucia en aquella muchedumbre, morir matando, y matar hasta vencer... Ora abalanzándose sobre los débiles tapiales del fuerte, ora esquivando tajos y reveses de la caballería española, que en derredor del atrincheramiento funcionaba con despechado valor, ya ir 340 HISTORIA DE CHILE, tal vez penetrando impávidos, furiosos, en el defendido recinto, no parecia sino que sitiadores y sitiados , deco- mun convenio, traian vendidas sus vidas para aquella jornada, en ánimo de que entre ellos no se pudiese can- tar vencimiento, ni aparte de ellos otra cosa que la mu- tua y bárbara destruccion de ambos partidos, - Gon porfiada ferocía se iba cumpliendo tambien la ruina en los Españoles de mayor graduacion y valer, por- que tanto Lautaro como Tucapel, Angol y otros caudillos araucanos, acabaron en este dia hechos tan hazañosos que la pluma mas ejercitada desluciera relatándolos, por- que no hay palabras que basten, ni en ellas el colorido necesario para pintar lo sublime del ardimiento en fun- cion de lo que el alma finje ser de causa propia, para que el fanatismo lo sustente, anticipara sus silenciosas é imponentes sombras, que bien entrar en consejo mas acertado. Lautaro se apartó del sitio con ánimo de ordenar sus desmembrados escuadro- nes, Y esperar á que la primera luz le dejara volver 4 concluir el empeño de arrasar de nuevo la colonia, y hacerla sepultura de todos sus moradores; pero Alvarado, que viera en derredor suyo un gran número de heridos ; y treinta combatientes muertos, comprendió el inútil y perjudicial teson de su defensa, y se dispuso á abandonar el puesto. | Como se encontrara todavia en rada el San Cristoval de Valparaiso habia venido con las familias de aque- 'sgraciados moradores, yy como Lautaro se pusiera aparte del atrincheramiento castellano para durante la CAPÍTULO XXVII slt noche, el caudillo español aprovechó con dilijencia la ocasion , poniendo á bordo el mujeriego , y los ancianos y heridos, sin dejar en tierra sino los pocos hombres que de las armas podian hacer buen uso (1), y con los cuales se puso en retirada al amanecer. Embarazosa , difícil y arriesgada la tuvieron los Espa- ñoles, porque Lautaro corrió hostilizando la retaguar- dia hasta del otro lado del rio Itata, y los naturales de ambos sexos, furiosos y audaces, salian tambien para cortar el paso á los vencidos; de suerte que el tránsito fue un continuo peligro, un perpetuo combatir. Por fin, dieron en el camino con el refuerzo de hombres que á Lope de la Landa el cabildo de Santiago habia entre- gado, y ya pudieron prestarse á un bien necesario des- canso, entrando ademas en busca de algun alimento, del cual los tuvo privados el enemigo con su presurosa persecucion , durante tres dias. Esta jente pasó despues el Maule, y emprendió el ca- mino de Mapocho, hasta haber de unirse con los peque- ños destacamentos que andaban entonces en la sumision de los Promaucaes de la jurisdiccion de Santiago; y su derrota la supo el cabildo de esta ciudad el 23 de diciem- bre de 1555, por parte que al intento le dirijió desde el rio Maule Pedro de Villagra , diciendo: : — «Lautaro i los (1) Quiere Ercilla que el embarque”ocurriera en medio del dia, en lo mas ar- doroso del combate, y precisamente suponiendo que los Araucanos peleaban dentro del mismo fortin , allí con nfundidos con los Españ oles ; pero este decir se prede ser otra e tom - una Joao poes T version se funda en dos anza; es por otra parte un aserto que lejos de y reponer se armoniza ae con los demas - hechos, sobre todo cu la retirada de Laut aro, que el mismo Er reilla a asegura, -a ener aquellos da apretado o trance, Y nos incli naramos á suponerle con antelac'on ál la re- prisa que asi quedaba Alvarado libre de cuidados contra un revés, 3/2 HISTORTA DE CHILE, » Indios dieron sobre la Concepcion que se estaba reedi- » ficando , i desbarataron los Españoles de ella, matán- » doles la cantidad de treinta hombres, i los demas que » quedaron vienen huyendo (1). > Nose cuenta en parte ninguna el número de muertos que los Araucanos tuvieran en esta Jornada, aunque todos los historiadores le suponen muy crecido, y no hay duda que debió serlo en lid tan dilatada' y reñida, de la que dice Ercilla (2). Sin embargo, Lautaro arrasó de nuevo la colonia, y regresó á Arauco para recojer parabienes y alabanzas de sus compatriotas, en premio á tantos y tan verdorosos laureles como sobre su frente Juvenil se placia en tejer la veleidosa fortuna, (1) « Y que se de aviso á la Imperial i á los demas pueblos de arriba, é que » para esto se les escriba i envie comision á Pedro de Villagra para que los en- » tretenga i hagan espaldas á la tierra de adelante, » (Acuerdo del cabildo en ismo dia.) ) Haciendo en los contrarios tal estrago | Que la plaza de sangre era ya la ; (Araucana, canto 1x, ) CAPITULO XXVIII. Liga de Lautaro con los Promaucaes y otros Indios. — Caupolican y Lautaro cada uno con diez mil Araucanos asedian el primero la Imperial, el segundo Valdivia. —Son socorridas estas colonias. — El capitan Jofre contra los Pro- maucaes. — La audiencia del Perú encarga el gobierno de Chile á don Francisco Villagra. — Marcha este caudillo en socorro de las plazas sitiadas, El ayuntamiento destina á Altamirano contra los Indios de las cercanías. — Los Araucanos se retiran. — Villagra regresa á Santiago. (1555—1556.) En la lucida y resuelta imajinacion del valeroso Lau- taro así se agolpaban las empresas, como los medios de que era menester servirse para llevarlas al deseado fin, siendo de admirar como el jóven indio presuponia que aun los mismos imposibles habian de ceder ante el solo indicio de su fogosa y arrestada voluntad. Convertida ya en ruinas la ciudad Concepcion, y en marcha Lautaro con toda su jente para Arauco, lejos de que el triunfo llevara desvanecida y embriagada esa juvenil gloria de las armas auraucanas , tan solo revolvia planes con que recojer nuevas coronas, disposiciones para asegurarlas y asegurar con ellas dicha y paz á su idolatrado pais. En efecto, preciso se hacia el completo exterminio de los ex- - tranjeros; convenia purgar el suelo de odiosos usurpado- res, y todo hecho de armas que atras quedara de tan grandiosas miras, era, en sentir del jóven vice-toquí, de muy poco valer. Por tanto, al paso que, para rehacer el espíritu público en todas las provincias, despachó men- sajes con noticia de su última victoria, tambien previno 344 HISTORIA DE CHILE, á los naturales de Itata, Cauquenes, Perquilabquen, Pro- maucaes y otros, que, siendo su intento no dejar las ar- mas hasta acabar con todas las colonias españolas situa- das en el pais, y habiendo de comenzar sus Operaciones por la Imperial y Valdivia, convenia que todos los In- dios de aquellas tierras se alzasen y concertasen para con sus fuerzas y acertadas disposiciones contener á las par- tidas extranjeras que de la capital se llegaran á destacar en socorro de los pueblos del sur. Como las provincias respondieran todas protestando quedar dispuestas á la ejecucion de cuanto se les ordenaba , desde que á propó- sito se apelara á su cooperacion para la comun indepen- dencia, Lautaro apresuró sus marchas para Arauco , mas con ánimo de requerir de su inmediato jefe el otorga- miento de ejecutar sus atrevidos proyectos, que en la mira , por otra parte muy justa , de recojer de nuevo las alabanzas, las bendiciones de todo un pueblo que á voz en grito le aclamaba su héroe, su salvador. Con demostraciones de imponderable júbilo se vió aco- jido el jóven Indio, entre todos los jefes de su bando, pero Caupolican sobre todo parecia andar en busca de expresiones con que honrarle, como de obsequios en que darle á entender cuanto celebraba sus glorias, cuanto se complacia en su fortuna : corazon leal, magnánimo, desprendido, pues nunca quiso ver en la turbulenta ambicion de su jóven lugarteniente un rival , ni enel pres- tijio popular que le seguia, el arma de que un dia pu- diera servirse para desposeerle sin esfuerzo de la autori- dad suprema ; pues la presunción de saber y de merecer mandar, no se suele hallar bien en la línea de la obe- diencia, | | Lautaro , sin embargo , mas atento al término de sus * > q CAPÍTULO XXVII. 345 esperanzas que á los aplausos, obsequios y aclamaciones de sus compañeros de armas , propúsoles en junta jene- ral cuan útil, cuan perentoria y al mismo tiempo fácil le parecia la destruccion de las ciudades del sur, si sin pérdida de tiempo se venia á poner en obra la empresa; dando por razon la promesa que las provincias le habian hecho de concurrir á la ruina de los Españoles, y el desconcierto en que estos hi desde la desacertada providencia que-trajo el poder gubernativo á manos de los alcaldes, que desarmó á los cabos de nombre y de señalada práctica, y que, en fin, hizo de cada colonia un poder aislado, débil, acaso indiferente para cuanto ocurrir pudiera fuera de los límites de su particular juris- | diccion ; pues bien comprendió el jóven indio toda la im- portancia detan fatal error, é instaba por lo mismo para que no se perdieran en el ocio los frutos con que la en- gañosa fortuna llegaba á convidarle, si en seguir sus ins- piraciones se mostrara activo y resuelto. Unánimes entraron los pareceres en el proyecto que el vice-toquí expuso , y A fines de diciembre de 1555, Caupolican y Lautaro se arrimaron con veinte mil com- batientes al rio Cauten , separándose en este punto los dos jefes, para caer el primero sobre la Imperial, con la mitad de las tropas, y siguiendo la otra ritad á las órdenes de Lautaro que marchó á sitiar á Valdivia. Tras la derrota de la Concepcion harto era de suponer que los Araucaños habian de, tratar de cumplir las de otras colonias, y tal fue la idea de los cabildantes de Santiago, puesto que acuerdan con fecha 25 de diciem- bre que marche un bajel al Perú para noticiar al virey la desastrosa pérdida de aquella ciudad, lo cual se cumplió inmediatamente; y que otro bajel pase con igual noticia 23 J, HISTORIA. + 316 HISTORIA DE CHILE. á las ciudades australes á fin de que se mantuviesen alerta y en pie de defensa por lo que contra ellas pudiera ocurrir; solo que esta disposicion no tuvo inmediato efecto, y es de presumir que así sucediera por carecer de algunos de los medios con que se pensó concurrir para socorrerlas (1). -. Como quiera , las ciudades sitiadas resistieron tenaces á los térribles ataques de los jenerales indios, y si acaso pudo asomar en los colonos alguna inquietud por no ha- ber grandes motivos para esperar en socorro de fuerzas amigas, pronto fue ocasion para desecharla y cobrar mayor aliento, merced á la actividad de los alcaldes de Santiago, Pedro de Miranda y Francisco Riberos, en despachar de Valparaiso un buque con tropas, con mú- niciones de boca y guerra, que llegó breve y felizmente para mejor defensa de las dos colonias amenazadas. Ni se contentó con esta medida salvadora el ayunta- miento de la capital, sino que mandó tambien que el capitan Juan Dávalos Jofré , acompañado de treinta sol- dados, se apostase incontinenti entre los Promaucaes, y contuviese por cuantos mediós fueren de emplear el levantamiento á que ya se disponian conformemente á la promesa gue á Lautaro tenian hecha; determinacion que paró la revuelta, y dió al traste con las anticipadas es- peranzas del jóven vice-toquí, como van 4 demostrarlo los hechos, en cuanto reparemos el nuevo aspecto que la a (1) Que pues no se despachó el navio con el aviso i socorro á las ciudades de arriba segun se determinó en cabildo de 25 de diciembre, que se haga ahora perial i que se han concertado con los naturales de aquellos lados, i de los r de esta ciudad, se alzen para que no sepan ni se puedan socorrer los unos Españoles 4 los otros, (Cabildo, 13 de enero de 1556.) CAPÍTULO XXVII. 317 * administracion de Chile va á vestir, justamente cuando mayor parece el conflicto de su dislocada máquina, Despues que los ayuntamientos de las ciudades reco- nocieron los peligros de aquella como poligarquía á que la real audiencia los redujo, y que, con sentimiento y anhelo del bien comun, pidieron respetuosos se les diese un solo gobernador para todo el pais, no parece sino que, 6 agobiados bajo el peso de un poder excéntfico, ó con desprecio de atribuciones que carecian de la fuerza salyadora de las armas, la sola útil , la sola necesaria en circunstancias tales, hasta de las disposiciones pura- mente locales se olvidan ; y aun el mismo cabildo de la. capital se muestra sobradamente parco en sus acuerdos, y entre los pocos, raro es el que versa sobre intereses del procomunal, si por acaso no le conciernen él celebrado en 18 de abril relativo 4 minas y diezmos, y otro del 2 _ de mayo, en que se previno que todos los artesanos ha- . bian de exponer sus invenciones para cada celebracion anual del Corpus-Christi (1). : De este como letargo administrativo vino á sacarle Rodrigo Volante , notificándole el 44 del propio mayo una real provision de la audiencia de Lima, que con fe- , cha 15 de febrero anterior habia venido en nombrar á Francisco de Villagra, no gobernador de -Chile , sino su correjidor y justicia mayor, que al cabo fue variar el nombre, y de ninguna manera las atribuciones guber- nativas, puesto que se le concedieron amplias y jeñe- rales (2). (1) Ya asoma aquí el establecimiento de los gremios; en su lugar veremos cuanto llegaron á influir en los destinos del pais, señalarlo ahora fuera antici- par los hechos. Fae z (2) Y en carta particular que la audiencia dirijió con igual fecha á Villagra se decia entre otras cosas: — « Que en las ciudades que estaban en pie se hicie- 318 3 HISTORIA DE CHILE, Grande fue el contento del ayuntamiento de Santiágo y de todos los moradores en conociendo semejante dis- posicion , obedecida y ejecutada sin pérdida de mas tiempo que los cortos instantes de que Villagra hubo me- nesterpara- presentar las fianzas de ley (1), y pronunciar el juramento usado en casos tales, i : Como Villagra recojiera el poder, desde luego co- mendó á pensar en reunir elementos con que acudir á la defensa de las ciudades sitiadas ; pero licenciadas todas las tropas el dia en que se hizo de cada alcalde un go- bernador, andaban los soldados dispersos y avecindados en las provincias setentrionales, que se mantenian pa- cilicas , y fue preciso hacer un nuevo apellidamiento 4 las armas, y esperar å que se fueran reuniendo, en tanto que se prócuraban medios con que equipar y abastecer á la jente con cuantó del caso era para el desempeño de una expedicion formal. La estacion , por otra parte, no pedia priesa , antes convenia dar lugar á que se abriera la primavera para sustentar la campaña sin haber de li- diax contra intemperies siempre fatales á los humanos esfuerzos, - - Mientras que Villagra da todo su conato á los prepa- rativos que á su proyectada empresa cumplen , tambien el cabildo aparece ya mas afianzado en esperanzas de un mejor porvenir, y decreta en 9 de julio que el dia de Santiago sea fiesta solemne, como patron de la capital, nombrando alferez real 4 Juan Jofré , con encargo de » sen de todo muchas sementeras para la sustentacion del mucho socorro de » tropa que para reducir á los Araucanos venia navegando desde España al » cargo del adelantado del reino de Chile don Jerónimo de Alderete, » (1) Fueron sus fiadores Pedro Gomez de don Benito, Al, de Escobar, el n Bautista Pastene, y Marcos Veas, CAPÍTULO XXVII, 349 presentar en el dia del santo el real estandarte en que salieron bordadas de oro las armas de la ciudad, y en su cima la imágen del apóstol á caballo; cuya ceremonia quedó desempeñada en la tarde del 24 del mismo mes (1). Entró ademas en contrata con Francisco Galvez para echar un puente sobre el Maypo á unas cinco leguas de la ciudad de Santiago, y Cl propuso construir por dos mil q de madera de algarrobo sobre sus correspondientes ta- jamares ; proyectos utilísimos pero que no tuvieron efecto - por D Ya en esto se estaba en el mes de octubre , y como el nuevo correjidor se mirara con fuerzas para pasar á fa- vorecer las colonias de la Imperial y Valdivia, tan es- trechadas del enemigo durante diez meses de repetidos ataques y de asaltos valerosamente rechazados , dispuso y cumplió su salida de Santiago el 27, no sin haber de- jado unida al libro del cabildo su disposicion testamen- a (2), por si en la empresa que iba á acometer vi- niera á serle adversa la fortuna. Cuales hechos de armas pudo cumplir Villagra en el trascurso de esta expedicion cosa es e no anda averi- (1) « Diciendo los alcaldes desde una ventana al alferez que estaba en la | » calle : — Este estandarte entregamos å V. md., señor alferez de esta ciudad `» de Santiago del nuevo extremo, en nombre de Dios i de 5. M. nuestro rey i » señor natural, i de esta ciofi; rM cabildo, justicia i rejimiento de ella, » para que con él sirvais á S. M. todas las veces que se ofreciere. — Y el dic cho » ipee Jofre dijo que asi lo recibia i prómeta de hacerlo E de lo comple, i » Sres á la iglesia mayor, Ri donde oy eron visperas, i despues de acacia u tor- » naron å cabalgar, i anduvieron por las calles de esta ciudad hasta que » vieron á la caña de este DE á donde se quedó el estandarte. » has bildo.) (2) Asi consta por testiQivino Y cual de Ybaceta. 1 hilda Pas e 350 HISTORIA DE CHILE, guada; consta de los apuntes oficiales de los cabildantes, que así en el 7 como en el 14 del mes de diciembre, se dió cuenta en pleno concejo de cartas de Villagra en que se le avisa haber logrado rechazar á los sitiadores, obligándolos á levantar el sitio de ambas poblaciones, y como aquel correjidor continuaba castigando á los Indios, siempre con éxito feliz; pero.en el 24 del propio mes pa- reció Villagra en Santiago, porque como se llegara á de- cir que el marqués de Cañete, virey nuevamente llegado al Perú, iba á nombrar ó tenia ya nombrado un goberna- dor para Chile, hubo de desagradarle una noticia tan poco conforme con los servicios que al pais habia prestado, y abandonó la campaña, queriendo desnudarse de su autoridad en la misma capital (1). Tambien llegó á oidos del cabildo y de los moradores de Santiago esta anticipada resolucion del virey, y ya veremos en su lugar cual causa tuvo ; así es que si bien fue recibido Villagra en la capital con públicas d braci (1) Esta expedicion de Villagra en socorro de la Imperial y Valdivia todos los historiadores la trasladan al año d 1557, siendo resultado de ella la salvacion d aquellas dos colonias, y la derrota de Lautaro. Conformes iremos en este YA uo de que los Araucanos á las órdenes de Lautaro andaban en la jurisdiccion de aquella capital; y que en consecuencia fue comisionado para salir contra el enemigo, segun unos Godinez, segun otros Altamirano , y de cualquier modo obligados un ú otro á retroceder con pérdida en tres reencuentros consecutivos que con el jóven vice-toquí tuvieron. Todos esos son hechos de necesaria y rigurosa reforma. Los cabildantes dispusieron , en efecto, el 5 de noviembre jeg á los Indios sublevados cirse que eran los Indios de Lautaro, contra quienes no fue aquel capitan, sino Pedro de Villagra, El mismo contexto del capítulo en que vamos á entrar será una prueba patente en pro de la opinion que aquí defendemos, y quedarán destruidos todos esos asertos con que se. nombres, + Y ope- raciones militares, CAPÍTULO XXVII, 351 del alto aprecio á que sus hechos militares y sus prendas personales le hacian acreedor, todavia no fue para mu- chos un desahogo, antes un motivo de verdadero pesar, reparando cuan poco habia de durarles el prudente go- bierno del hombre á quien en aquel instante se dirijian festejos, parabienes y una aclamacion jeneral. CAPITULO XXIX. Quiere invehir el toqui á Lautaro, y este, escocido, le llama á nuevas empresas. — Acéptalas Caupolican. — Lautaro con seiscientos Araucanos hacia el Maule, y llega á fortificarse en Peteroa con unos tres mil auxiliares mas. — Caupolican pone cerco á la Imperial con diez mil Indios. — Lincoyan asedia á Valdivia con igual número. — Temores de las ciudades sitiadas. — Miguel de Velasco, gobernador de perial, avisa á Villagra del peligro que corren las colonias del sur. — El correjidor sale con cien caballos para la Imperial. sorprende al romper del dia. — Reñido combate. — Desiertan los auxi- vi a ME M 5 E A y illarra e estey lentos compañeros.—Villagra triun- fante en Santiago. ( 1556—1557. ) Como el éxito no respondiera á las promesas y seguri- dades con que el jóven Lautaro promovia la dilatada y penosa campaña que tan sin fruto mantuvieron los In- dios ante los muros de Valdivia y la Imperial ; como tam- bien viera el toquí que las armas españolas llegaran por fin á socorrer las colonias, contra la protesta que las provincias hicieran de levantarse y obstruir el paso al ene- migo , fue caso de cruzarse algunas palabras entre aque- llos dos arrestados jefes, si no con la necesaria acrimo- nia para llevar á sus corazones un funesto y recíproco encono, ajeno en todo caso de dos capitanes tan cumpli- dos y tan perfectamente hermanados, por lo menos, vistiendo cuanta expresion bastó para despertar el amor propio del jóven Lautaro, y traerle á empeños siempre CAPÍTULO XXIX, 353 audaces, siempre tales cual suele aconsejarlos un valor ` sin límites, una ufanía exajerada , un patriotismo de en- vidiable temple , de probado desinterés. . Habian mentido los Promaucaes á su palabra, y ¿qué importa esa deslealtad? Lautaro se ofrecia á castigarla, y lo que es mas á romper con la ciudad de Santiago, si necesario fuere, å impedir por lo menos que las armas castellanas volvieran al auxilio de los establecimientos meridionales, y esto con solos quinientos soldados que se le dieran, á tal condicion que Caupolican habia de volver contra Valdivia y la Imperial, y una vez arruina- das estas colonias, venir con su ejército á donde el jóven caudillo se hallara , para emprender juntos la destruccion de la capital de Chile (1). Como Caupolican tenia sobradas pruebas del arresto de su lugarteniente, y que en tratándose del exterminio de sus opresores, en cada pecho araucano ardia la temera- ria llama que tanto ajitaba y consumia el alma tierna del joven vice-toquí, de contado entró en las arriesgadas proposiciones que se le hacian , disponiendo que å su an- tojo escojiera aquel los soldados demandados, y mar- chase al desempeño de su empresa ; en tanto que él por su parte acabara la que contra las ciudades del sur se le propuso de nuevo. Poco tiempo gastó Lautaro en la eleccion de los guer- reros que habian de seguirle, y acaso menos de lo que deseara , por apartarse cuanto antes de un ejército que á voz en grito pedia ir á esta campaña, teniéndose por (1) Yojuro al infernal poder eterno, Y de sangre empapar toda la tierra. (Encina, canto-x11.) - 354 HISTORIA DE CHILE. muy dichoso cada uno de los soldados llamados å ser- vicio de tan esclarecido cabo, siendo en todos ellos seiscientos, que á tanto le obligó la insistencia del toquí para que tomara cien combatientes mas de los pedidos. Así dispuesto, rompió su marcha en direccion del rio Maule, siguiendo Caupolican para la Imperial con veinte mil hombres, y desde este punto los diez mil sobre Val- divia á las órdenes de Lincoyan. Dienrriaran t a as a EDE 1 de 1556, y si de espanto vinieron á ser causa para los moradores de aquellas colonias, que apenas si habian sacudido todavia los temores en que el precedente asedio los tuvo (1), espanto y asombro difundió tambien en Santiago la noticia de que Lautaro, con muchos Indios y muchos cabos de nombradía, coronaba ya los oteros que dominan el valle de Peteroa, y en él se forticaba. En efecto, al paso del Maule contaba el caudillo araucano tres mil soldados, y ademas alg partidas de P Valdivia y la Imperial presumian una suerte muy des- - favorable , porque conociendo cuales causas habian apar- - tado de su recinto pocos dias antes al activo y denodado Villagra, de recelar era que este , supuesto haber de des- cender del elevado lugar á que con justicia se le llevara, ya no querria exponer sus recientes glorias á un revés de la inconstante fortuna , dejando que la tanteara el que á sucederle habia de venir. En cuanto á Santiago, el temor fue instantaneo, y na- PO > (1) Entra Villagra en Santiago de regreso de aquellas colonias el 21 de di- ciembre (véase la nota última del 22 a g> CAPÍTULO XXIX. 390 cido solamente de que de intento se abultaron los hechos, corriendo entre los Indios de boca en boca ; porque ante la pericia del correjidor no pudo pasar el arrojo de Lautaro, sino en forma de temeridad , y su plan de ata- car á la capital, como una incongruente baladronada para ver si el deber de la propia defensa imponia silen- cio al deseo de emprender la ajena , es decir, la de las villas que el toquí sitiaba. Para que tan acertadamente juzgara Villagra de los nuevos sucesos , bastábale tener á la vista el aviso que del gobernador de la Imperial, don Miguel de Velasco, sucesor de Gamboa, acababa de recibir, noticiándole el nuevo cerco , y la necesidad de fuerzas que le socorrie- ran, suponiendo tambien que en el propio apuro GRIN hallarse Valdivia. Como quiera, esas dos colonias resisten denodadas al -Ímpetu con que los Indios las acometen ; Lautaro, por su parte , levanta en su campo un fortin en igual sistema, y así de defendido , como los que viera levantar en otro tiempo á su maestro y dueño el gobernador Valdivia; a> > Villagra reune fuerzas, acelera preparativos, sin contar- los pocos dias que le toca el mandar, antes aprovecha las horas para servir de nuevo á su rey, al pais, y á sus. amenazados compañeros, ps satos en peligro, ya no - pudiera él guardar en su p tos mezquinos, indignos de quien entiende su deber, y en algo estima el propio honor. Sale, pues , el correjidor de Santiago acompañado de su maestre de campo Pedro de Villagra y cien caba- llos (1) , acaso entre el 38 6 20 de enero de 1557, á (1) Molina pone ciento noventa a y mil Indios auxiliares, En el libro 2° e 356 HISTORIA DE CHILE. cuya conjetura nos lleva el ver que en acuerdo del ca- + bildo del 27 del propio mes consta que el capitan Juan Jofré pareció pidiendo se le reconociese en calidad de correjidor interino, nombrado tal por el mismo Villagra, en el tambo de Cucalquete, y fecha de 24 (1), ácuyains- tancia hubieron de ceder los cabildantes una vez que fue dictámen de sus asesores, los juri ltos Martinez Escobedo y Peñas, que Villagra podia poner sucesor ya que su ausencia era necesaria y motivada. | El cabo español obró cuerdo guardando para sí el | plan de operaciones que en aquella empresa pensaba eje- cutar (2), y desde el tambo se encaminó aceleradamente al campo de Lautaro , arrimándose, envuelto en las som- bras de la noche, y no para atacar al enemigo, sino para, con conocimiento de sus posiciones, ordenar me- didas que surtir pudieran tal entretenida como era me- nester al fin de sus designios. En efecto, reconocido el: terreno, y penetrado tambien el intento del caudillo araucano , determinó que Pedro de Villagra con treinta caballos quedase á la vista de los Indios, tratando de entorpecer cuantos movimientos ellos intentaren , pero as habia de proceder con la mayor prudencia; esquivar de provisiones de la capital no se hace mérito de auxiliar ninguno, ni en taro con treinta. — El correjidor volvió de la ae con cuarenta, y los treinta restantes los dejó en refuerzo á ato dos colonias (1) Que para que en mi ausencia no perezca la pr i haya quien de- aadi la ciudad nombro de mi iris je correjidor y justicia mayor á el capitan Juan Jofré, alcalde ordinario que sois este año en dicha ciu- ») (2) Tan solo al ree se le anunció, y eso desde el tambo de Cu- calteque, diciendo : voi al so e la Imperial y de las demas pobladas » arriba en esta Aste ete. » (Ca bildo de Santiago.) CAPÍTULO XXIX. 357 reñidas funciones, no atacar sin una seguridad del ven- cimiento, y sobre todo entretener al enemigo hasta tanto que , de vuelta de las ciudades del sur, entraran ambos á desbaratarle. Dispuestas de este modo las cosas, el cor- rejidor dobló la falda del cerro en que se habia fortificado el bando araucano, caminando sijiloso , y sin ser visto, á la defensa de la Imperial. - E A la luz del siguiente dia pudo ver el jóven Lautaro las armas castellanas ya apostadas á su frente , pero ni el menor recelo tuvo de que otras fuerzas marchaban á - medirse con las que sitiaban las ciudades del sur, pues á suponerlo de sobra corrijiera el plan que en aquella posicion le detenia. Siendo su particular cargo impedir el paso á los Españoles , en esto solo piensa , á esto solo atiende empeñando desde luego algunas escaramuzas, hasta que, por demas descubierto en una de ellas, le “cargaron sus enemigos, arrojándole impetuosos del for- tin (1), forzándole á retroceder hasta las márjenes de Rioclaro, en cuya vega tambien se atrincheró el intré- pido Villagra. . Como el jefe araucano se viera sobre márjenes que el caudal del rio venia barbeando , y reparara que su ene- migo estaba acampado en lo mas hundido de la vega, pensó sacar gran partido de la posicion, recurriendo á (1) Son varios los historiadores que en esta contienda con Lautaro hacen jefe de los Castellanos á Juan Godinez, quien segun "e fue batido tres veces y siempre con notable pérdida (véase la nota úl capítulo). Es una equivocacion. — « Y porque nos ha servido (Juan Ruiz de E) con » sus armas i caballos en todas las ocasiones, batallas i reencuentros, que en ¿» 21 años se han ofrecido con los naturales ; especialmente la que eh cuando - `» fue con el maestre de campo Pedro de Villagra contra el capitan Lau- » taro y su baises en el valle de Peteroa, donde habia hecho un fuerte: » į estaba gi -desbaratar i tomar el dicho fuerte. » pan : (Real cédula p ps II° en el Pardo, M4 de marzo de 1578 358 HISTORIA DE CHILE. medios sobradamente peregrinos, Fue su idea desmon- tar un trecho del terreno que servia de dique á la cor- riente para que esta rompiera por la vega, y durante la - noche anegara las tiendas del ¡campo castellano y su jente, y el plan surtiera el deseado efecto si la vijilancia de Villagra no llegara descubriéndole á tiempo oportuno, para huir con todos los suyos el riesgo, apostándose donde el agua no podia alcanzarlos. ` Al cabo de algunos dias de insignificantes hechos, por- que en ambos bandos parecia dominar el empeño de una recíproca observacion, mas bien que el de entrar en una riña decisiva, Lautaro alzó su real, y no paró con su jente hasta el sitio que llaman del Peralillo , Orilla boreal de Mataquito, donde volvió 4 fundar una trinchera con posicion ventajosa 3 pero siempre seguido del jeneral es- pañol , que, atento á su deber, como entendido en la guerra, aprovechaba oportunamente todas las ocasiones para contrariar cuantos designios dejaban traslucir los movimientos del héroe indio, - En tanto que así se divertian estes dos campos , el cor- rejidor siguió su jornada para la Imperial con cuanta di- lijencia demandaban las circunstancias, y llegó á ella en diez y nueve dias de marcha, habiendo pasado por Angol, cuyos moradores le vieron con indecible ale- gría (1). : La presencia de Francisco Villagra en la Imperial fue para Caupolican un golpe inesperado, y seguro como él estaba de que aquella colonia ya carecia de todo sus- tento, hasta de ánimo para luchar mas tiempo contra su (1) Son todos estos hechos constantes en la real cédula de Felipe 11”, citada en la precedente nota, : CAPÍTULO XXIX, 359 poderoso enemigo, con sumo despecho acusaba á Lau- taro, cuando en la mente de este esclarecido jóven no existia, ni podia en realidad existir, idea de otras fuerzas enemigas que aquellas que á su frente entretenia, con- forme al proyecto convenido. Esto no obstante forzoso fue que el jeneral araucano le- vantara apresuradamente el sitio, dejando que los Espa- ñoles entraran en la Imperial, desbarataran en seguida todos cuantos ataques tenian abiertos los Indios, y se apoderaran de gran cantidad de mantenimieñtos que en su campo tenian hacinados , y de los cuales tanta nece- sidad sentian los colonos. Corrió Villagra á Valdivia, pero cuando llegó á ella ya los sitiadores la habian abandonado, en virtud del aviso que al efecto les habia pasado el toquí; y por tanto, sin detenerse mas que para dejar algunos hombres de re- fuerzo (1), por si los enemigos volvieran, caminó en paso de Villarica, Imperial, y Confines, sin descanso hasta unirse con su maestre de campo Pedro de Villagra, haciendo le guiase por veredas escusadas un Indio co- nocedor del terreno (2) , quien con fidelidad el de noche hasta el campo de Lautaro. La fortuna ha vuelto la espalda al jóven indio; le ha cerrado los ojos para que no vea el paso de las armas castellanas á la defensa de las ciudades meridionales ; para que no entienda que estas mismás armas, ya vic- (1) Unos treinta hombres repartidos en las ciudades del sur, y regresó al campo de Lautaro con cuarenta é (2) Y si donde está el campo Lautarino En una noche puedes tú mani > Del trabajo seras gratificado, - Y al fuego, si me mientes, entregado. (ERCILLA, canto xH.) 360 : HISTORIA DE CHILE. toriosas , estan al pie de la escojida posicion en donde él se cree inexpugnable; tres horas guardará todavia la noche su tenebroso manto, y Villagra las gasta en pre- parativos que á la alborada han de entrar en juego para que el sol fije sus primeros rayos en torrentes de sangre humana. En efecto, ni ha parecido la primera luz , cuando ar- rojándose los Españoles de interpresa al fortin delos In- dios, se trabó una de aquellas funciones que el irresis- tible despecho puede solo aconsejar, funcion tan cruenta que condenó al olvido todas cuantas en la conquista iban cumplidas, funcion, en fin, donde, si el arresto y el desprecio de la propia vida han de valer el nombre de | hazaña, todos los que á ella concurrieron fueron héroes, todos dignos de un recuerdo inmortal. Dilijente corrió el caudillo araucano allí donde el pe- ligro asomara mas amenazador, y con ánimo sereno dis- puso cuantas órdenes conceptuara de mejor remedio contra los efectos de la terrible sorpresa, ofreciendo el primero su valeroso pecho á las lanzas enemigas, por- que nunca llegaron á arredrarle. Con igual bizarría, con no menos admirable arrojo salieron todos sus soldados á la pelea (1), pero los muchos auxiliares que desde Itata hasta Promaucaes se le habian reunido, en cuanto vie- ran , ya despavoridos, los estragos que las armas espa- (1) Sacudiendo el pesado y torpe sueño, Y cobrando la furia acostumbrada, en, por salir mas presto, va sin nada; Pensando averiguarlo desarmados Si no pueden á puños, á bocados. : (Encruta, canto xni.) > CAPÍTULO XXIX, 361 ñiolas hacian , ó huyeron llenos de terror ó rindieron sus armas cuando apenas si se habia entrado en la pelea. Esta cobarde desercion , acaso no bastara para resol- ver la contienda ; fue todavia mucho mas sensible para el bando araucano, el que desde luego, y cuando mas recia y temeraria comenzaba á hacerse la refriega, del invicto Lautaro, digno de larga ventura, solo vino á quedar el glorioso nombre que con sus proezas supo es- cribir él mismo en el templo de la fama... (1) Desventurado!... Apenas ha entrado en el mundo cuando ya se ausenta , como si en su rápida y laboriosa carrera llegara á ver llena la medida de esos grandes trabajos con que perpetuaron sus nombres los atletas de los tiempos heróicos. Mientras vive es el espanto de los enemigos de su patria, los persigue, los vence, los ahuyenta de las posesiones usurpadas ; mientras vive, y cuando advierte la humillacion á que casi suscribe ya su pais, salta en medio del teatro donde sejuegan los des- tinos del pueblo araucano, y del ciudadano abatido hace un invencible guerrero, del hombre indiferente un pa- triota denodado, obliga á que el fujitivo borre su afrenta con volver al campo del honor, enseña á triunfar, y fija para siempre la libertad, la gloriosa independencia del suelo que le vió nacer. Y muerto; ah! muerto sus com- patriotas le lloran con el mas profundo dolor, y le lloran entonando himnos que csai laj jeneracion presente repite con señalado respeto, y muy debida gratitud... Y tam- (1) Una flecha á buscarle venia Por el siniestro lado ; ó dura suerte !... Que jamas se encerró en humano pecho !.., J. HISTORIA» : 2% 362 HISTORIA DE CHILE, bien sus enemigos fueron justos hasta el extremo de tri- butarle cuantos elojios merecieron asi sus prendas per- sonales, como las que probó en calidad de soldado, que si, cual era natural, contentos celebraron la infausta suerte de este invicto jóven, su mas terrible adversario, no por ello quisieron desentenderse de lo que se debe al valor, al injenio, al patriotismo , á una alma verdadera- mente elevada y magnánima : y al cabo, en honrár la memoria , y admirar las virtudes del manserit Lautaro, á sí mismos se honraron los Españoles, Dijimos que esta fue mayor-pérdida para los Arauca- nos que la deserción de los Promaucaes, y sin embargo, ó en las filas de aquellos valientes no se anuncia toda- via la muerte de su caudillo, que escondida se mantiene entre las sombras de la noche, ó si noticia de ella tienen necesariamente han jurado vengarla, porque el furor en ellos acrece á medida que con mayor encarnizamiento los atropellan y déscuártizan los Castellanos. Todo es sangre, todo es horror, todo grito de desesperación y de exterminio, arrojándose los Indios sobre las lanzas eš- pañolas, como si con clavar sus pechos en el aguzado acero, hubieran de asegurar el triunfo apetecido. Harto le supone ya de su parte el correjidor Villagra, y canso de tantas víctimas como traia hechas un valor mas que temerario, trató de ver si con el anunció de un hónroso cuartel llegariadá economizar sangre humana; pero con propuesta semejante no hizo sino acrecentar la rabia de aquellos indómitos y feroces guerreros, para quienes no parecia medio ninguno fuera de la gloria del vencer, ó la gloria del morir que alcanzó á jefes y sol- dados, sin salvarse sino el cacique Remuleo, y muy mal herido, como si el destino le reservara para que MAPI TULO XXIX, 363 diera cuenta 4 Caupolican de tan desastrosa cuanto fu- nesta expedicion (1). No compraron de balde estas palmas los Españoles, antes dieron mucha sangre, aunque no fue crecido el numero de sus muertos, entre los cuales no cita la his- toria sino el nombre del bizarro Juan de Villagra, pa- riente del correjidor. - Contar las. proezas que en esta jornada hicieron cada uno de ellos, fuera ya escusado : dieron muerte á Lau- taro y á seiscientos guerreros, que escojidos por tal jefe, necesariamente abrigarian un templede alma semejante al suyo. ¿Qué otra prueba mejor en lauro de los vence- dores?... Faltóles, empero, la gloria de poder decir : — ¡Los vencimos!... cuando los hijos de la Araucania de- bieron exclamar con orgullo : ¡Antes muertos que ren- didos!... Acabada esa sangrienta refriega, Villagra regresó á Santiago, cuyos habitantes, sabedores de tanta dicha como le habia seguido en la empresa , salieron presuro- sos á recibirle con cuanto aparato, pompa y algazara pudo aconsejar el delirio á que los llevó la noticia de tan (1) Cuando de la real cédula ya citad Itara la justificacion de estos he- chós; en el aserto de todos los autores la hallariamos. Fue verdaderamente atroz el ataque, y como los Indios se vieron sorprendidos dentro del palenque, y este a. por los AO, de ea e se mod epa la san- illa diciendo en VMILICUUO Cll gr pp opm el canto xy: ` Crece la rabia y el furor se enciende, La jente por juntarse se Que ya ninguno mas lugar SENE Del g para morir en pie Quien corta, quien barrena, Eog , hiende Y era el paii tal, i priesa brava Que sin caer los muertos de apretados Š Quedaban á los vivos arrimados, 364 HISTORIA DE CHILE. señalados triunfos. En la capital y en las demas ciudades del reino se ordenaron tres dias seguidos de iluminacio- nes, de festejos y regocijos públicos, todo en celebridad de la muerte del vice-toquí araucano, todo en obsequio y merecida. gloria de su vencedor, sin siquiera reparar que á las puertas de la entusiasmada poblacion estaba quien habia de desterrar el contento con hechos que im- primieran en los corazones honrados un dolor lejítimo, una indignacion justa, aunque enfrenada la supo man- tener la sensatez de los ciudadanos. > x A y CAPITULO XXX. Jerónimo de Alderete y la corte de España. — Mercedes que Felipe 11 conce- dió al difunto Valdivia. — Asia lic AT de ais . embarca en San Luc Arde la nave en ¡Abiamediaciones de Puerto-Bello , y nO se salvan sino cuatro personas.— Doña María de la Rueda a causa de esta fatalidad. — Mucre Alde- rete de sentimiento. — El virey del Perú marqués de Cañete, iges para gobernador de Chile á su hijo don Garcia Hurtado de Mendoza. — Llega este á Coquimbo con setecientos hombres. — Prision de Francisco de Aguirre en la Serena. — Destitucion de los alcaldes en Santiago, y en el propio dia el arresto del correjidor don Francisco Villagra. z e (1557, ) , Motivo habia para que los Españoles celebraran de tan lucida manera la muerte de Lautaro, que aleccionado en la escuela del gobernador Pedro de Valdivia , y valo- roso cual otro, supo dar á las armas araucanas gloria mucha con hechos propios; pero fue mayor presente el haberles enseñado el camino de alcanzarla en las oca- siones, con preceptos prácticos de órden, de sumision y disciplina, de que hasta entonces ninguna señal tenia dada aquella desmandada y rústica milicia (1). Y con todo, si bien se miden los sucesos de esta (1) Dejen de encarecer los yer A los que el arte militar Ni mas celebren ya los teventores Que el duro acero y el metal forjaron; $ (Ercilla, canto xxv.) 5 366 HISTORIA DE CHILE, época, el paso recíproco en ambos bandos del dolor al mas loco contento, para caer del júbilo en el mas triste y desalado abatimiento, era la justasmedida de una for- tuna desleal y empeñada en equilibrar las esperanzas entre los que con solo el derecho de la fuerza pretendian dictar leyes á pueblos extraños, y los hijos de estos que en uso de una a ea justicia cojieron las armas , para mantener puras, de su sangre, su indepen- dencia, sulibertad, la posesion del suelo que de sus mayores traian heredado. Suene entre unánimes aclamaciones ese triunfo del ər Villagra en Mataquito, y goce este caudillo e delas palmas que en su carrera tiene recojidas, pues bien se auna todo, y bien respónde á los distinguidos servi- , vicios que su espada lleva hechos á la causa que sirve; pero entretanto reconozcamos cual estado de cosas ofrece Chile, donde la guerra disminuye considerablemente el número de los colonos, donde las parcialidades y dd derías, lejos de disolverse, toman mayor incremento. hora en hora, y, en fin, á donde no llegan recursos, ni refuerzos despues de varios años , aunque vimos poco ha que ya se anunciaban con suma satisfaccion de aque- llos infatigables conquistadores. En efecto , Jerónimo de Alderete, primer llamado por Pedro de Valdivia en su testamento, para el gobierno de Chile, y que por órden de aquel marchara á España en setiembre de 1552 para exponer al rey el cuadro de la conquista, y sacar de S. M. cuantos socorros permitieran las circunstancias , llegó á Sevilla , y desde este punto se encaminó para Salamanca á fin de cumplir el encargo particular del difunto gobernador, que era inclinar el ¿ánimo de su esposa doña Marina Ortiz de Ea CAPÍTULO XXX. 367 Gaete, á que se aventurase á pasar å donde su marido se hallaba, entregándole, con este motivo, el dinero r E | » Acabada esta dilijencia , pasó Alderete á la corte,’ en- tablando en ella un buen número de pretensiones, pues ya vimos que Valdivia , á mas de las gracias particulares que á la soberana voluntad demandara , todavia señaló otras varias relativas á indemnizaciones , y auxilios, y por otra parte en calidad de apoderado de las colonias del sur, tambien fue preciso que aquel comisionado aumen- tara el catálogo de las solicitudes sometidas á la rejia disposicion. a Por lo que toca á mercedes que miran ála halifa per- sonal , el gobierno español no se mostró tardo, ni tam- poco mezquino, respondiendo á Alderete con el hábito de Santiago; y para Pedro de Valdivia, título de ade- lantado y gobernador perpetuo de Chile , estendiendo los límites de su jurisdiccion hasta el ectrecho de Magallanes; alguacil perpetuo de todas las ciudades del reino ; con- firmacion de sus encomiendas de Indios que eran nume- rosas, y hasta la promesa de un título de Castilla con el epíteto de marqués de Arauco. jape A Las ciudades que Alderete representó fámbien obtu- vieron los títulos que ambicionaban, y el escudo de ar- mas conforme al orijen de cada una de ellas, cual se in- fiere del que de la gapital dejamos relatado ; mas aquellas instancias en que e. directamente tras sacrificios de intereses mayores, como siempre exijen circunspeccion, conveniencia y un esclarecido consejo, la corte se man- tuvo sobrado morosa, y tanto que Alderete hubo de lu- char con ella cerca de cuatro años antes de tráérla á una resolucion satisfactoria. a 5 # 368 HISTORIA DE CHILE, Grande fue el contento con que por último aquel en- tendido y perseverante capitan recibió el cargo de po- nerse á la cabeza de seiscientos hombres, Mo á las tonquistas de Chile, provistos de cuanto era de hacer, y prontos ya en Sevilla para que á la llegada de su jefe pudiera este pasarlos á bordo y dar la vela ; mas fue de poca duracion el satisfactorio consuelo, pues al llegar Alderete á aquella ciudad , bien resuelto á no gastar sino el tiempo preciso para el embarque de la jente, entró tambien la triste nueva de la desastrosa muerte que Val- divia recibiera en Tucapel. ES Con,señalado sentimiento lloró esta pérdida aquel so. ¿Milo capitan, deudor á su desgraciado jefe, no de honras, no de empleos, no de distinciones , porque aun- que mayores las gozara, ganadas las traia su espada, sino de una amistad leal , Íntima y siempre consecuente; y eso que todavia ignoraba la última fineza con que el difunto le llamaba á gobernar todo un reino, caso de que la muerte llegara á sorprenderle. Pero entrando en el exámen del desventurado suceso, pronto comprendió que no debia desalentar hasta el extremo de perder de vista, por la muerte de un amigo, el porvenir de tantos com- patriotas á quienes el auxilio que en su mano tenia, habia de ser de tan gran provecho; y como Felipe 11 se hallara á la sazon en Londres, ya no quiso embarcarse para Chile , sin pasar en posta á la Inglaterra en consulta de la voluntad del soberano, con expresion de la in- fausta nueva. El rey, en efecto » Con vista de semejante aconteci- miento, g de reformar sus anteriores resoluciones, y atender sobre todo á la provision del cargo que vacante dejó Valdivia ; pero sin conocimiento ninguno de las } CAPÍTULO XXX. f 369 personas mas dignas que en Chile podia haber para des- empeñar fiel y cumplidamente tan -superior empleo; y aunque el difunto gobernador le tenia hechos grandes elojios de! mérito , de la capacidad , de los distinguidos servicios de Jerónimo de Alderete, todavia quiso S. M. que este capitan le informase en la materia , supuesto co- nocer muy de cerca á todos los militares que en la con- quista de aquella rejion hubieran podido señalarse. Alderete respondió de un modoasí de resuelto cuanto tuvo de honroso para los jefes Hrancisgo de Villagra , Francisco de Aguirre, y Rodrigo de Quiroga, sus ami- gos, y pintó en su lenguaje tal viso de Verdad, tanta modestia y desprendimiento, que recordando čelipe II cuanto de este jefe dijera el antiguo gobernador, no pudo menos de replicar satisfecho : «Está bien , yo pre- » miaré en su dia los servicios de esos tres sujetos; pero » es mi voluntad que seas tú mismo el gobernador de » Chile ; » agraciándole ademas con el hábito de San- - tiago, E . (1) Segun Ovalle en Sevilla se verificó el embarque de Alderete (2) Hermana quieren muchos autores que sea; añadieran política y anda- riamos de acuerdo; era hermana de doña Esperanza de la Rueda, esposa de ka 370 r HISTORIA DE CHILE.. establecer uñ beaterio, y comenzó desde luego á instar porque el capitan del buque la consintiera en su cama- rote una luz, que decia serle de toda necesidad para el rezo de sus oraciones y cumplimiento forzoso de la regla de su órden ; mas de estas demandas que de dia en dia, parecian con mayor importunidad , noticia ninguna te- ` nia su cuñado Alderete, solo que el capitan, olvidando lo queá su obligacion importaba, ó no queriendo pare- er inexorable á.los reiterados y tenaces: ruegos de una señora tan allegada ála persona del nuevo gobernador, aunque con encargo de mucha prudencia y zelo , cedió á la exijencia , Para tener el dolor de ver al cabo de pocos dias que su debilidad atrajo el incendio del navío, y con él la ruina de unas ochocientas personas. Dormida doña Maria sin haber matado la luz, esta prendió el fuego en su camarote , se propagó á todo el cuerpo del bajel y cuando se advirtió el desastre, ya no pudieron salvarse sino el mismo capitan , Alderete y otras dos personas ($), que con presteza se echaron en una lancha inmediata , para tener que apartarse del buque con la mayor dili- jencia; pues cebadas las llamas en las municiones de guerra , y en la artillería, comenzó un tronitoso estam- pido entre cuyo horror se ahogaron los lamentosos ala- ridos de tantas inocentes víctimas que en cenizas vino á recojer el seno del imponente piélago. Ocurrió este accidente hacia mediados de 1556 (2) no muy lejos de Puerto Bello, pero de tal manera sobre- (1) Un hijo del mismo capitan; pero perdió otro, que no tuvo tiempo para saltar en la lancha, y pereció como los demas. Alderete se salvó porque pre- - Cavido ni aun quiso vestirse, sino que en camisa se arrojó donde vió espe- ranza de salvacion, : aa ET (2) El 22 de diciembre cibió la n icia el ayuntamiento de Santiago , PAE de namactrá 1 TE A O : Vas Y PUT > nave, CAPÍTULO XXX, 371 cojió el ánimo del gobernador Alderete que llorando las tantas desgracias de que causa fue su cuñada, enfermó gravemente, y la pesadumbre no cesó hasta paor con su existencia en la isla de Taboga (1). ; Este fatal acontecimiento fue causa para que los Es- pañoles establecidos en Chile derramasen abundantes (1) Herrera, Gar SPE: y otros historiadores pretenden que Alderete regresó á España en uno de los galeones, en demanda de nuevas patentes, Ó sean, despachos de sus ett Bi como tambien de socorros con que oa á Chile, pues que todo lo perdió. Despues le traen con la pole en que viene el marqués de Cañete para virey del Perú, con cuyo acompañado mas, segun otro autor, de don Alonso de Ercilla, so á 4 Panama, e el 1? para su vireinato , y el 2% expirando en lisa poder hacerse perior á las desgracias que sufrió en viaje. ri 3 opiniones semejantes. Desde luego el marqués de Cañete tiene nectar de Carlos V para virey del Perú com a de 5 de bear sais de 1554, y órden de no demorar su partida, ni alegar escusas; renueva S. M. este encargo € carta autógrafa para la marquesa el m de enero des ce — ut es becho gobernador de Chile en 1556, y por Felipe II, quien con este año comenzó su reinado o por abdicacion de su aa Carlos. No es ¡asin pa por mucho la metrópoli, hacer nuevo acopio de jente, y tornar con la escuadra que iba al Perú. Ademas, si tal ocurriera, en los asientos del cabildo , en el mismo Er- cilla ya que se le nombra, vieramos cual destino se dió á las fuerzas que con Alderete debian venir esta segunda vez. Nadie nos da cuenta de ellas, antes Cálida ina 3 ds 3 Mas con vos, gran Felipe, en Inglaterra, Cuando la fe de nuevo alli plantastes; Alli le distes cargo de esta tierra De allí con gran favor le despachastes; 5 Pero co spero destino El hilo dela vida en el camino. i (Canto x1.) Ešo mismo siente Molina; tal es tambien nuestro creer, aee en efecto, el suceso no admite combinaciones que par una parte te destruyen su y por otra gritan contra la evidencia. Que á vista del ma! la idas mate isi lido como el nuevo vo gobernador lo era, se con nuevos elementos, quiebre el aliento 5 QU ` y no pare hasta acabar aat so es lo que nos parece problemático. 372 HISTORIA DE CHILE, lágrimas,.al paso que los Araucanos le celebraron con toda suerte de fiestas, sobre las que en aquella misma ocasion cumplian en honra del enlace que su jeneral Lautaro contratado habia con la India Guacolda. Clara es la razon de esas tan opuestas demostraciones entre ambos partidos. El Araucano conocia el mucho valer de Jerónimo de Alderete, primer descubridor de aquel pais, fundador de Villarica , hombre activo, denodado y se- vero (1), que si allegara al punto de su destinacion con los seiscientos guerreros hundidos en el mar, graves daños acaso se hubieran seguido para los Indios, y en tal suponer ya se entiende si debieron ellos dar suelta á un loco contentamiento. En cuanto å los Españoles, lejí- timo era su llanto, pues no solo perdian un hombre de todos querido, de todos conocido y alabado, sino tam- bien un refuerzo de tropas harto capaz de enfrenar la audacia de los enemigos , y restablecer el órden que daba muestras de desconcierto en mas de un establecimiento colonial, por ambiciones y envidias puramente perso- nales, e e | Francisco de Aguirre no podia ver con indiferencia el gobierno del pais en manos ajenas. Mientras el cabildo de Santiago pudo resistirle ; mientras por disposicion de la real audiencia en cada alcalde hubo que ver un gober- nador, en una palabra, mientras en Villagra, su com- petidor, llegó á creer fuerzas bastantes para tener su am- bicion á raya, aquel pretendiente, aunque se mostrara (1) Ningun historiador señala la patria de ese esclarecido caudillo, ni en nuestro poder hay documentos quela indiquen.. Sabemos si que el apellido no es comun en España, y la sola familia que en aquella época le llevaba , era la del l Iderete , fiscal togado del supremo tribunal de la corte de Felipe H en su último año de resi ia en Valladolid; segun asi resulta de un manuscrito existente en la biblioteca real de Paris, CAPÍTULO XXX. 378 tenaz, pareció echar siempre delante una cuestion de bien entendido derecho , ó cuando menos de un derecho cuestionable ; mas en cuanto viera que á Francisco Vi- llagra le dió la dicha real audiencia el gobierno de Chile, y que aquel su émulo habia caminado para las tierras del sur contra las armas araucanas , empeñadas en talar y destruir todos los establecimientos españoles , descon= fiando de llegar un dia al apetecido mando , comenzó á suscitar enconos contra el correjidor, y hasta rencillas y rivalidades entre colonias cuya salvacion reclamaba la mas formal y perfecta armonía; de suerte que no de go- bierno merecia el nombre, sino de desórden aquel en que las fuerzas españolas se encontraran (1), en tanto que Villagra con las suyas recojia mas gloria de la que debió prometerse al entrar en las arriesgadas empresas de que dejamos hecha mencion. Esos interesados manejos no quedaron estériles , antes penetraron hasta el cuerpo concejil de la capital, y ya desearan sus miembros poner coto á las demasías de una existencia tan desorganizada, ya sintieran que, falto el socorro de que Alderete venia encargado, si no recurrian en busca de otro, remedio alguno habian de hallar para sus infortunios; de cualquier modo convinieron , ausente el correjidor, en reclamar al virey del Perú, don Andres Hurtado de Mendoza, un gobernador para Chile (2), y tropas con que volver al pais la paz que sus enemigos tenian por todas partes turbada, y el órden que las pa- siones traian tambien descarrilado. (1) Aguirre gobernaba en la Serena y toda su foc con pende absoluta, lo ridad, solo que lo disimulaba la época con la la cuestion de dere (2) Y el peo señaladamente pedia el q del a. p este era de obtener un crecido favor. a 314 HISTORIA DE CHILE. Con esta encomienda se presentó en el Perú el procu- rador síndico de Santiago don Diego Garcia de Cáceres, tras el fallecimiento de Jerónimo de Alderete, El virey midió los hechos en que se apoyaba la demanda y se prestó incontinenti á los deseos que sele indicaron dando el gobierno de Chile á su hijo don García (1), que aca- baba de cumplir veinte y dos años, y que como descen- diente de tan distinguida persona, halló en breve gran número de caballeros dispuestos á seguirle en su nueva carrera (2), y mas de setecientos soldados de entrambas armas. La de caballería fue puesta á las órdenes del fa- moso don Luis de Toledo, que pasó á Chile siguiendo el desierto de Atacama hasta llegar á Copiapo. El gobernador don García Hurtado entró con la infan- tería y Ínuchos clérigos y relijiosos en cuatro (3) naves que al intento se prepararon en el Callao, y dió vela en los principios de febrero de 1557; llegando al puerto de Coquimbo un dia antes que don Luis de Toledo, es decir, el 25 de abril de 1557, y ya cuando Francisco de Aguirre habia tomado conocimiento de comunicacion que el vi- rey le trasmitió por medio del indicado don Luis, Saltó en tierra el nuevo gobernador, despues de ha- berle cumplimentado á bordo Aguirre y todas las auto- ridades de la Serena, entre quienes fue reconocida su (1) Por patente de 9 de enero de 1557. ` : i (2) El oidor de la real audiencia Hernando de Santillana vino con don Garcia en calidad de auditor de guerra, ; ES (3) Unos quieren que las naves fueran Cinco, otros ocho y hay quien pone nueve, Pedro de Oña dice en este punto : * Por esta sola causa raudo y listo $ a Ti E Ml proceloso mar depen ilea o Do esperan cuatro naves artilladas Pendientes de las ancoras ferradas, ; (Arauco domado.). Y > CAPÍTULO XXX. 37 dignidad, siendo alcaldes Pedro de Cisternas y Alonso de Torres; todo por supuesto sin faltar en lo mas mínimo á los usos de aquella época, que no permitia entrar en - funcion de importancia, sin que las de iglesia quedaran solemne y relijiosamente desempeñadas. Aun en la que esta vez celebró la Serena , parece que el pretendiente Aguirre quiso mostrar una extremada sumision y obe- diencia, tomando de la brida el caballo en que iba don García y sirviéndole así de guia hasta su morada , para en ella comenzar prodigando á un tan noble huesped sus obsequiosos rendimientos; esto no obstante no le excusó de la prision en que don García le puso en breve : luego iremos indagando la causa que pudo motivar tal salida. El maestre de campo Juan Ramon, que con don Gar- cía venia, salió de la Serena para Santiago el 26 de abril, encargado de hacer que la autoridad de la capital reconociese en su persona la del nuevo gobernador y jus- ticia-mayor del reino, y de hospedar en la propia casa del correjidor Francisco de Villagra. Llevaba en su com- pañía cuarenta arcabuceros, y como se le impusiera el deber de acelerar cuanto posible fuese sus cient, en- tró en-Santiago el 6 de mayo, ó sea un dia despues que el correjidor regresó de su felicísima empresa, y el se- gundo de los PA ee con que se celebrába el triunfo, Ramon pidió á los alcaldes Juan Fernandez Alderete m y Juan Jofré, que llamaran inmediatemente á cabildo, - en el cual presentó los poderes y despachos de don Gar- pt se dió entero y formal cumplimiento , recono- endo Mo su persona la autoridad de Justicia-may or. esii este acto, los dos alcades se vieron embarga- dos en sus funciones, y ya que Alderete fue repuesto en 376 HISTORIA DE CHILE. su lugar el 29 del mismo mes , Jofré tuvo por sucesor á Diego de Araya, al paso que el maestre de campo, apo- derado del nuevo gobernador, dió á reconocer en el pro~ pio dia, en calidad de correjidor de la capital y su juris- dicion, á Pedro de Mesa, llamado á esas funciones por disposicion de don García. Mas adelante fueron todavia esas medidas de rigor que tanto desdecian en ocasion en que el vecindario de San- tiago cantaba gozoso el importante triunfo de sus armas sobre las del héroe araucano; mas inconcebible nos pa- rece el que mientras todo un pueblo está colmando de alabanzas y de bendiciones al afortunado caudillo que con tanto acierto, y ventura tanta, le guiara, sin motivo aparente se le desvie de la natural alegría á que los su- cesos le traian muy de tarde en tarde, sumiéndole en el disgusto, en el sentimiento, si por acaso su prudencia no le dejó ir hastala desesperacion. En fin , mas injusto, mas desleal se descubre el proceder de que, recibido y acla- mado por gobernador de Chile, don García Hurtado de Mendoza, sin resistencia, sin señal alguna de oposicion ; hospedado , agasajado con fina hidalguía su represen- tante Ramon en la morada del correjidor don Francisco de Villagra, venga aquel al dia siguiente deponiendo á los dos alcades de la capital , y prendiendo al ilustre ven- cedor de Mataquito, sin acusar causas, sin oir descar- gos, ó de tal manera como obrar se suele contra los sal- - teadores (1). — Ayer entró Villagra en Santiago cubierto (1) Preciso es que el jóven don García viniera del Perú os instrucciones el no Y ejecutarlas D od rancisco de Aguirre es la posada que elije ea e con la prision del que le acoje y obsequia casi hasta la Só Sl — ¿Cual causa se arguye en abono de este proceder ? CAPÍTULO XXX. 377 de coronas, cargado de parabienes; y hoy le pone el ajente de don García en la triste condicion de un reo de Estado. Tal es la burla con que la fortuna maneja á los mortales!... Suarez de Figueroa quiere que Aguirre, resentido de no hallar silla privilejiada en la funcion de iglesia á que el nuevo gobernador asistió, se saliera furioso y dijera á la puerta :—« _4migos, si como sois veinte fúirigiós cincuenta, yo » revolveria hoy el hato.» — Tal trivialidad ajena nos parece de un hombre » ride á donde fuera su voluntad. » — Autores hay que piensan cubrir este | i nombre del rey, y por provision de la real inaia. Hubo notoria Pa ticia, y la hemos de ver reparada en su dia; hubo envidias, hubo celos contra los dos jefes de mayor lustre en Chile, y por consiguiente vino la arbitrariedad apartándolos del teatro donde habian derramado su sangre, y T lau- reles inmarcesibles. 1, HisTORIA. CAPITULO XXXI. - Determina don G.-H. de Mendoza un trato noble y uniforme en favor de los Indios paz. — Nombra alcaldes mineros. — Reforma y regulariza la administracion pública. — Señala el valle de Penco para sus primeras ope- itares. — Se embarca. — Aporta å Quiriquina parte de la ar- tras una forjosa tempestad que echó el resto de las naves á Valparaiso. — Convídase con paz 8 E sá LA los Araucanos responden á don G. Hurtado po di ill Pasa el gobernador de 7 Quiriquina its con ciento. cinguenta hombres y levanta el fuerte de Pinto. — Vuelve Millarauco al campo español con finjidas palabras de paz, mientras que Caupolican se apareja para la guerra. — Asalta el toqui el fu erte de Pinto. — Salta en tierra Julian Venezuela con la jente que se mantenia á bordo, y salva á los Españoles de la muerte, — Retirase el .. con po pérdidas. — En los Españoles hasta el mismo gobernador -sale herido. (1557.) Tras el arresto de los capitanes Aguirre y Villagra, que fueron ambos trasladados. á bordo del bajel San por órden de don G. H. de Mendoza (1), este goberna- dor ya no pensó sino en asentar en sus nuevos dominios aquel sistema que mas pudiera aunarse con las necesi- dades del pais, siendo de las preponderantes la que ponia por condicion un concierto regular y de amistosas rela- ciones entre naturales y extranjeros, si de veras se ape- tecia el que los establecimientos expañoles llegaran á arraigarse en un suelo de donde con tan despechado, « cuanto constante empeño, salian , como por encanto, numerosas Masas de hombres resueltos á sacrificar sus Mm «Para. galia de mi po » decia el nuevo gobernador, segun resulta de los acuerdos + cabildo a CAPÍTULO XXXI. 379 vidas, antes que llevar el baldonoso yugo de extraña dominacion , por suave y paternal que se anunciase. En el jóven don G. H. de Mendoza, que no contaba entonces sino veinte y dos años, no nos han de escasear dotes de merecida alabanza, y si demasiado dócil prestó oidos á cierta clase de hombres que, por responder á la envidia que los despedaza , echan mano de las armas de la calumnia, creyendo ser ella el mejor escalon para subir á honras de que en todos conceptos son indignos, tambien anduvo atinado tomando consejo de las personas mas señaladas del reino cuyo gobiezno se le acababa de encomendar. Es de citar entre esas personas la del cé- lebre licenciado Gonzalez Marmolejo, que sobre señalar cuantos eran los males que aflijian á cada una de las co- lonias chilenas, y cual el oríjen de ellos, todavía fue hasta el punto de indicar el remedio provocando á me- didas de templanza y de jenerosidad para con los Indios, ya que la experiencia enseña que con el rigor, si el odio se encubre y disfraza , no por ello decae, ni deja de cum- - plir en su dia los estragos que en silencio prepara. No perdió el gobernador las justas insinuaciones de aquel digno sacerdote, antes en cuanto supiera de una manera oficial, que así el ayuntamiento de Santiago, como los de las demas ciudades, habian cumplimentado la real provision, y que en la capital quedaba recono- cido por su lugarteniente el oidor Hernando de Santi- llana, su auditor de guerra, porque el apoderado y maes- tre de campo Juan Ramon fue llamado á servir en el ejército con don Luis de Toledo, hecho teniente jeneral, jefe de la caballería, y destinado á ocupar el valle de Penco, ya volvió toda su atencion tras de medidas pura- mente administrativas, 380 HISTORIA DE CHILE. $ Convocó , con este objeto, á todos los moradores de la Serena , y á cuantos Españoles en esta ciudad se ha- llaran entonces, unos vecinos de Santiago, otros de las demas colonias, para hacerlos comprender cuanto era de su desagrado el mal porte y trato que con los Indios se observaba, dando así motivo á la cruenta guerra en que se veian empeñados, y cuanto convenia el volverá un réji- ue de Perako y caridad cristiana para con aquellos les que la persuasion, y no: la fuerza, habia de traer al servicio de la relijion y del rey. Llamados de esta manera los colonos á sentimientos de humanidad y de templanza, dispuso el gobernador varias ordenanzas, 0 bandos, entre otros uno que, sobre reco- mendarle política acertada, devolvió al hombre lo que á la dignidad de su ser se debia, siendo sus bases prin- cipales : — 1* que ningun encomendero pudiese dispo- ner para el laboreo de las minas sino de la sexta parte de sus Indios; — 2* estos Indios habian de tener diez y ocho años cumplidos, y no pasar de los cincuenta; — 3' á cada uno de ellos se le habia de entregar en cada sábado por la noche el sexmo ó la sexta parte del oro que en la semana hubiere recojido; — 4" las mantenimientos para los trabajadores se habian de enviar á los minas en bestia de carga, todo á coste y porte del dueño; — 5° que estos dueños habian de instruir á los Indios en los preceptos de la relijion sin recurrir á amenazas ni á castigos, antes con filial ternura y Ca cariño; — 6' que á ningun Indio se le obligaria al trabajo e en dia fes- tivo. Y por que esas disposiciones or el efecto que se apetecia quedó nombrado un alcalde para cada mina, con facultades harto latas contra los que á violar la ley se CAPÍTULO XXXI. 991 propasaren, ya continuando el bárbaro é inhumano trato de que hasta entonces se habia hecho alarde, como si los inocentes Indios fueran indignos de compasion y de mi- ramiento, ya escaseando los alimentos, porque en can- tidad como en calidad habian de responder en adelante á lo que la conservacion de la salud individual prescribe, y á lo que necesita el agr dg las fuerzas gastadas en el trabajo cotidiano. Tambien salieron tras estas otras reformas que dieron å la administracion de justicia mayor regularidad, y al desvalido medios con que hacer frente á las tropelías que comunmente cometen los poderosos? de suerte que como en los primeros pasos de su gobierno entrara el jóven don G. H. de Mendoza con disposiciones amoldadas todas ellas en la mas perfecta equidad, se acarreó las voluntades, despertó un indecible entusiasmo, y de todas partes salian hombres brindándole cón servicios de toda especie, y hasta con el sacrificio de sus vidas, á tal de -concederles el apetecido honor de alistarse en sus ban- eras. e En tan buena disposicion de los ánimos, ya comenzó el gobernador á dictar medidas con que llegar al nece- sario conocimiento del estado de las colonias españolas, como del aprieto en que el enemigo pudiera tener al- gunas de ellas, particularmente las de la parte del sur, ilizaban los indómitos Araucanos. Mandó la Imperial una lancha, y órden al gobernador militar de aquella plaza, previniéndole que, si las circunstancias lo permitian, habia de hállarse en el valle de Penco con cincuenta caballos á los principios del próximo agosto (1), y para Valparaiso despacho (1) Se decia esto en mayo, cuyo mes todavía le pasó el gobernador en la È 382 HISTORIA DE CHILE. tambien tres de los bajeles de su propia armada, todos ellos encargados de conducir municiones de boca y guerra, con destino á las fuerzas llamadas á aquel re- ferido valle. En seguida, don G. Hurtado con toda su jente, y muchos de los hacendados de la Serena que voluntarios quisieron seguirle, se embarcaron en las naves res- tantes, y dieron vela para el señalado destino; pero como anduviera el invierno en su mayor reciura,, pues ocurria la empresa en principios de j junio, como se mi- rara la armada á los 35° de altura pocó mas ó menos, una tremenda tempestad vino á sacudirla con empuje tan violento que á pique de perderse estuvieron las em- barcaciones, sobre todo la capitana (1) que hubo me- nester de Te en mas de una mitad su cargamento , y que con otras dos naves logró, como por milagro, arribo al puerto apetecido, dispersas las restantes y for- zadas del temporal hasta la bahía de Valparaiso , desde cuyo punto, volvieron sin riesgo á unirse con el gober- nador, Este habia désembarcado : en la isla Quiriquina (2), Serena , aunque Olivares , Figueroa y Molina asientan que ya en el de abril habia desembarcado en la Concepcion. El mismo don Garcia Hurtado de Mendoza dice desde la Serena á su padre : — « iae Seeng: reforzar la » Caballería que irá á juntarse conmigo en Penco á la ta de la primayera. » (1) Ercilla iba en ella , Y dice á esle propósito en su pci canto xy: De mi nave podré solo dar cuenta ES T Que arrojada de la áspera tormenta $ aba sin gobierno derramada. > (2) Segun Ercilla, los naturales de esta isla se arrimaron al puerto, , y con inaudita resolucion pretendieron opone 4 desembarque de ge Españoles, pero estos poniendo en juego la artillería, Kor ron inmediatamente ahuyen- tarlos. Ya hemos dicho que Ercilla iba con el gobernador; pi nció los su- ¢es0S; no tenemos motivos para contradecirle en el que al intento relata, solo que considerándole de muy pon importancia, con ne aquí creemos haber sat al deber de imparciales historiadores. dt dey CAPÍTULO XXXI 385 resuelto á esperar en ella en tanto que se cumplieran los rigores de la estacion, aunque dado enteramente á ne- gociaciones de paz con los Indios enemigos, por medio de los naturales de la isla ocupada , que llevaron mensaje á Caupolican. De antemano sabia el toquí araucano, y lo sabian todos los jefes indios, que un nuevo gobernador habia llegado á Chile, y con él un muy respetable cuerpo de soldados, porque mantenian espías diestros y vijilantes en todos los puntos del reino, y ni les faltaban tampoco servidores leales entre aquellos mismos Indios del repar- timiento que con los Españoles vivian. Por tanto, nada de nuevo fueron anunciando los mensajeros del caudillo español, como por tal no se cuente la propuesta de una paz que, con solo envolver la mas remota idea de sumi- sion , se hacia inadmisible en un pueblo que parece no apetecer la vida , en tal de no gozarla con la mas abso- luta independencia. Así es que en sentir del toquí, y del mismo parecer asomaron todos los demas jefes araucanos, en parlamento jeneral convocado en Ongolmo, á virtud de la compricapion de don G. H. de Mendoza, los In- dios lvieran al real castellano con mas respuesta que un solemne desprecio, ó quizás un reto re- vestido de valentonadas en forma de insultos, que en esta parte grande acopio pudieran recojer en aquel dia de la boca del destemplado y terrible Tu- a juventa ni ps permitir que la experiencia y las canas que la ppt expusieran con templanza el consejo, sobre condenar las atolondradas máximas de los jefes reunidos, hizo empeño para que se admitiese la pro- 384 HISTORIA DE CHILE. puesta del enemigo, y asentó de un modo claro zep tendido , y concluyente , cuanto importaba el entrar en ajustes de paz, ya porque convenia conocer si las con- diciones rendirian ó no ventajas al pais , ya porque en el curso del ajuste se lograba la ocasion de reparar cuales eran las fuerzas enemigas, cuales sus elementos de accion, cuales, en fin, sus intenciones. Venció este dictámen , porque en verdad, si el venera- ble anciano no ejercia el mando supremo en la milicia, > por no ser compatible con su avanzada edad , tenia en aquella, y en todo el pueblo una tal influencia que sin su beneplácito, ni el mismo toquí lograra disponer de la fuerza armada para cumplir operaciones de ninguna es- pecie. Por consecuencia fue comisionado para responder á la propuesta del gobernador el sagaz cacique Milla- rauco , con facultades amplias para concluir paces men- tidas, porque el verdadero objeto de esta mision no era otro sino el de observar con cuidadoso estudio tantos cuantos elementos de ofensa consigo traia el nuevo jefe de las armas castellanas. . Millarauco se embarcó , pues, en una piragua , y se dirijió al campo enemigo, en el cual fue recibido con tal aparato que los Españoles, no solo hubieron de creer en poco el juego del tronitoso cañon, el son concertado de atabales, tambores, y otros cien instrumentos de la mar- cial música, sino que hasta parecieron todos en órden de batalla por cuyo frente hubo de pasar el embajador indio para llegar á la tienda del gobernador, sin dar la -menor muestra de sorpresa, sin siquiera pintar en su sem- blante un leve indicio de esos comunes afectos que la no- vedad remueve sin esfuerzo. Don García Hurtado de Mendoza recibió al jefe arau- e SIE d CAPÍTULO XXXI. 385 cano con distinguida amabilidad , y como recargara, en desahogo de sus sinceros deseos, sobre la adelantada in- vitacion , diciendo que en su pecho no habia encono ni malquerer contra los Indios; que era hombre nuevo en el teatro de la guerra, y por tanto exento de cualquier resentimiento que la venganza pudiera despertar; que así estaba dispuesto á castigar á los Españoles si en algo hubieren agraviado á los naturales como con estos lo ha- ria si 4 desmandarse llegaran ; el taimado Millarauco no tuvo mas que hacer que reproducir esas mismas expresio- nes de descubierta reconciliacion , asegurando con estu- diada naturalidad, que Caupolican, como él mismo, como todos los moradores de la Araucania, nada apetecian tanto como el fin de una guerra desastrosa , la consoli- dacion de una paz valedera y durable, sin que les pare- ciera afrenta el reconocer por soberano suyo al rey ca- tólico, dado que ni tenidos por sus esclavos fueran, ni como tales tratados. « Y tened entendido, añadió en » tono significativo, que todo esto lo hacemos por puro » efecto de humanidad , no porque de soen modo nos » asuste vuestro poder. » Prendado hubo de quedar de las ainia wa idio el gobernador español; acaso llegó á convertirlas en un cierto é inesperado triunfo , cuyos dichosos resulta- dos á sí propio le parecian debidos, y por lo mismo no solamente anduvo familiar, y; en extremo cortés, para despi ir al cacique, sino que le colmó de pre- sentes é hizo que todos sus oficiales concurrieran para cuerdo sentir de que po ia ser la guerra indispensable. Esto era precisamente lo que mas anhelaba Millarauco ; esto lo que logró cumplida y pr lmeni , sin ha- arle cuanto en el campamento tenia hacinado el- 396 HISTORIA DE CHILE. berlo pretendido, y tras lo cual se restituyó á su pais. Vencido ya el invierno, y harto confiado en palabras de paz, el gobernador echó al continente un cuerpo de ciento y cincuenta hombres , con órden de levantar un fortin en el otero de Pinto, á la parte occidental del valle de Penco, sobrela ribera del mar, y con uno de sus cos- tados naturalmente defendido, atendiendo å la guarda de los demas con salchichones y fosos, entronando tam- bien en su corona ocho piezas de artillería ; esta órden quedó en breve desempeñada , y todo, por lo mismo, , en estado de responder á cualquier interpresa que el ene- migo pudiera intentar, Como la caballería que mandaba don Luis de Toledo se hallara ya al paso del Mapocho, marchando para Penco , segun órdenes que desde la Serena se le dieron, no vió el gobernador inconveniente ninguno en aban- donar Quiriquina, trasladando su cuartel al continente; mas en cuanto los Pencones notaran que los extranjeros descubrian en su hacer el propósito de establecerse nue- vamente en aquel suelo, se dirijieron cautelosamente á Caupolican para que con sus fuerzas concurriera al ex- terminio de tan odiosos huéspedes. No se hizo de rogar el jefe araucano; y como se de- terminara en jeneral amblea el rompimiento de hosti- lidades contra las fuerzas invasoras, concibió y llevó á término un ardid, no noble en verdad , pero sobrada- mente injenioso para adormecer al enemigo haciéndole creerse seguro cuando mas cerca de sí tenia el daño que le amenazaba. es Sn | Dispuso, pues, el toquí que, mientras él recojia hasta unos nueve ó diez mil (1) guerreros en los estados de A (1) Quince mil supone Calancha ; Olivares y Figueroa dan el mismo número pr e CAPÍTULO XXXL. 387 Arauco, de Catyray y de Tabolebu, con los cuales se encaminó para el Biobio , Millarauco habia de concurrir al campo del gobernador reiterando sus protestas de paz y buena intelijencia con los Españoles, y solicitando de estos un trato humano , una correspondencia fina y amis- tosa. Descargó el Indio su embajada con el arte de que era tan capaz , porque si bien aparecia como inoportuna, tras las seguridades con que dos meses antes se le habia despachado, todavía supo hacerla circunstancial llamando muy á propósito antecedentes de cruel recuerdo, y de los cuales traia oríjen la desesperada lucha á que el pais se habia arrojado; pues todo esto era menester para do- rar apariencias, y llegar á ver cual parte del atnįjnche- ramiento de los Españoles era la mas débil, cual, en fin, la mas fácil de saltar el dia en que Caupolican le embistiera de repente. Tan atento, tan hidalgo como en la Quiriquina se mostró esta vez el jóven gobernador en Pinto con su disfrazado enemigo , asegurándole que ni pensaba en la guerra, ni nunca la haria á no provocarle con ella, y despidióle con nuevos dones; pero para el Indio era prenda de mayor estima el entero reconocimiento de la posicion que el campo castellano ocupaba: esta fue la prenda que recojió con particular esmero, volviendo á donde el toquí se hallaba , con la exacta reseña de cuanto se pudo hacer condicion gE el acertado éxito de las operaciones. ido Caupolican, ón Millarauco no calló ni lo dido del lugar que los Españoles guardaban, ni los a ) venientes y mingoe Bm q. que vencer hasta ex- 388 HISTORIA DE CHILE. pugnarle, ya no quiso oir otro consejo que el de acabar con sus enemigos , ó morir en la contienda , y en la noche del 9 de agosto se allegó al rio Andalien trayendo su ejército en tres divisiones, para compartirlas en este punto entre los jenerales Huacamante, Marihuenu, Picul, Tucapel, Loncomilla y Curupillan. A los tres primeros se les encargó el cuidado de allanar el foso del fuerte, llevando cada uno de los soldados que los seguian un haz de fajina, y dióseles á los tres segun- dos la órden de sustentar á todo trance el ataque mien- tras que abierto paso cargase todo el ejército al asalto de la muralla. Aun no asomaba la aurora del dia 10 , cu andoen des- empeño de su deber yacian ya revolcados en su propia sangre los denodados Marihuenu, Picul , Loncomilla, y Curupillan, porque como llamaran al arma los centi- nelas españoles, con aceleramiento y tino comenzó el plomo sus horrendos estragos en aquellas inconsideradas y fanáticas masas... ¿Temieron ellas la muerte alguna vez? Tres veces deshechas y quebrantadas, tres veces vuelven con leonina furia contra el fuerte, y por fin lo- gran allanar el foso, no como intentado habian , SIno á fuerza de cuerpos que la metralla desmembraba , y por cima de los cuales corren nuevos guerreros hasta abrir brecha, hasta taladrar el muro , hasta penetrar en el fortin, cual lo cumplieron con asombrosa osadía los va- lientes capitanes Huaconu, Tucapel, Lebentun, Remul- co, Lepunmanque , Talcahueno y Encol'; importando el arrojo de estos siete esforzados varones , que ci sus mazas y macanas derribaban enemigos á diestra y á si- zA niestra en el interior del fortin, tanto acaso como im- portar pudiera el brusco choque de todos los Indios reu- i CAPÍTULO XXXI 389 nidos. No hubo hasta este dia ejemplo de tanta teme- ridad ; nunca se esperó ver que un Tucapel habia de lu- char á brazo partido con don Felipe Hurtado de Men- doza, y que cansados ambos atletas, se habian de apartar por mutuo convenio; no parecia de presumir que Hua- conu hubiese de arrebatar al brioso Martin de Elbira su propia lanza, ya que desgraciadamente un balazo (1) cortara el hilo de tan valerosa vida, al tiempo de saltar- el foso, trayendo por trofeo el arma del Castellano; no habia, en fin, porque suponer que siete guerreros, á quie- nes el despecho solo pudo dirijir, tuvieran al presidio es- pañol casi confundido , casi desesperando del vencimiento y con la muerte á los ojos, que acaso la recibieran á no saltar en tierra los Españoles mantenidos á bordo de la escuadra, corriendo presurosos contra los Indios, yá las órdenes del famoso Julian Valenzuela (2), que rompió punta de lanza las filas del cacique Feñiston encargado de contenerle, y tan arrojado que tambien perdió la vida. Trás ese suceso se allegó el refuerzo al fuerte , pe- netró en él, y el toquí desesperanzado se pronunció en retirada siendo ya cerca de las dos de la tarde; es decir, tras nueve ó diez horas de la funcion mas obsti- nada, mas feroz y cruenta de cuantas hasta enton- (1) Una pedrada , dice Molina. Como quiera, este' suceso dió márjen á otro no menos audaz, no menos digno de contar con las heroicidades de aquella va gloriosa. Como viera el cacique Huaticol que Huaconu rendia el recoje la lanza de Elbira: este, que de lo post Zo se arroja ai foso y s E la descubre la enseña de su afrenta, y m la medió os con que repari E se pibes al foso á riesgo de que el golpe le cueste la vida, salta como un rayo contra Boa; wats bote que este le asesta, le clava s la al fue rte. un fata enel pecho y á (2) Olivares le dice Valenci , poniendo que es probable le llamara Ercilla Valenzuela para hacerle consonar con rodela. Vajenznela leemos nosotros en los manuscritos yue poseemos 396 HISTORIA DE CHILE, ces habian empeñado las armas de aquel indómito pais (1). De esta batalla, donde los hechos aparecen como si ponderaciones del humano ardimiento fueran , harto es- trago pregonan mas de dos mil cadáveres indios que en el campo quedaron tendidos (2), y si por la desigualdad de sus armas no lograron dar muerte á Español ninguno - (lo que nos parece improbable), es por lo menos constante que cada cual de ellos salió con una ó mas heridas de mayor menor gravedad, contando entre los muy mal- tratados los capitanes Simon Pereira , y Francisco de Osorio, y en los heridos de menor peligro aquel mismo jóven con quien Millarauco acababa de ajustar paces, es decir, el gobernador del reino de Chile. (1) . Era el estruendo tal que parecia El batir de las armas presuroso Que de sus fijos quicios, todo el cielo Desencajado se viniese al suelo. : (ERCILLA, canto xvi de la Araucana.) (2) Digno de recuerdo nos parece el arrojo de la esposa del cacique Pillu- hueno, que sabedora de la muerte de este corre durante la noche al cam batalla, b ya sacados del foso el de su amado Pillu- hueno; logra descubrirle, se asienta al lado esperando á que venga el nuevo pulta el cuerpo, queda con los Españoles, y no pasa dia ninguno que no vaya á visitar el lugar donde yacen les cenizas de su idolatrado marido. . CAPITULO XXXII. El cacique Curahuenu participa al gobernador una nueva leva de Araucanos para volver contra Pinto. — El capitan Ladrillero en demanda de acelerados socorros á don Luis de Toledo. — Llegan al fuerte los caballos españoles. — Vuelve el toquí al asalto; sale don García Hurtado á recibirle; aquel se re- caballos de la Imperial. — Sale don García Hurtado en línea de Arauco. — Llega al Biobio, y le salva no queriendo Caupolicán disputarle el paso. — El toquí se establece en las Lagunillas, — Preludios favorables al bando arau- cano. — Carga este al campo invasor, y la caballería le rompe despues de un encarrizado combate. — Estragos que cumplió la inhumanidad de los vencedores. LS (1557.) -No siguen los Españoles picando al enemigo que se retira, porque harto necesitan reparar sus abatidas fuer- zas, atender á sus heridas, desahogar el foso, remendar el fortin , en una palabra, volver á ponerse en estado de rechazar nuevos insultos, que á los Aráucanos n ni se les escarmienta con derrotas, ni se les impone re la lóbrega y horrible enseña de la muerte. Gastados seis ú ocho dias en volverá la fortificacion la firmeza de que menester habia, y ya muy mejorada la tropa, gracias á la solicitud y esmero con que se atendió al recobro de los heridos, pues no se cuenta que muriese ninguno de ellos; acaso comenzaran los Españoles á celebrar contentos su estragoso triunfo, si no llegara para impedirlo un aviso secreto 3 cacique Curahuenu, comunicando al go- bernador que alzados en masa todos los estados de Arauco, Se disponían á caer > de nyo sobre el fortin de Pinto, d 399 HISTORIA DE CHILE. Esta novedad era sumamente desconsoladora para el presidio español, corto en número, y mucha parte de él casi en la imposibilidad de hacer uso de las armas, si los enemigos acometian antes que la multitud de heridos y contusos se curara completamente. Comprendió el jóven gobernador el aprieto, y despachó con toda cautela y dilijencia al capitan Ladrillero en una lancha con la órden de pasar á las aguas del Maule , arriesgándolo todo hasta ver si lograba prevenir al jeneral de la caballería. don Luis de Toledo, así del apuro en que se reconocia la guarnicion de Pinto, como de lo mucho que importaba el que adelantara sus marchas, y allegara socorros, aunque dia y noche hubiese de caminar. El toquí, por su parte, hizo alto sobre las márjenes del Biobio, desde donde despachó todos sus heridos para que en sus hogares cuidaran de reponerse. Dió tam- bien prontas y vigorosas órdenes para que las parcia- lidades de Arauco y de Tucapel, como las de las pro- vincias limítrofes, concurriesen á su -campo ; pues tan terrible descalabro como el que acababa de experjmen- tar, y sobre todo, el intenso encono que al nombre es- pañol resentia, traian á este jefe tan fuera de sí, con tal anhelo de venganza , que tuviera por cierta su misma muerte , y no por ello faltara al nuevo asalto que contra Pinto tenia ya resuelto. Ni siquiera fue dueño de la necesaria calma hasta que á sus filas entraran todos cuantos refuerzos pedidos tenia al pais, sino que ansiando dar contra su enemigo, antes que mayores elementos cobrase, caminó para el valle de Penco con acelerado paso ; pero como á este tiempo ya tuviera el gobernador cien caballos que don Luis de To- ledo destacara con presura, en cuanto supo la estrechez AY k CAPÍTULO XXXII. 393 en que aquel se reconocia, y la vijilancia de los espías llegara á señalar con tiempo el movimiento de Caupolican, pensó don García Hurtado de Mendoza que era caso de salirle al encuentro para utilizar en campo raso el arma de la caballería. Puesto en marcha el 14 de setiembre , se dieron al instante frente los dos bandos en las vegas del rio Andalien, mas sin efecto, porque para el toquí fue inesperada nueva el arribo de aquel refuerzo, y al instante revolvió camino para Arauco en ánimo de acre- cer elementos y fuerzas con que darse mas seguro á ulte- riores disposiciones. Tambien retornó 4 Pinto el gobernador, y grande fue su gozo el 18 del propio mes viendo llegar á su campo la caballería que don Luis de Toledo mandaba , y otros muchos voluntarios de la capital, entre los cuales doce 4 las órdenes de don Antonio Gonzalez, que su tio el vicario jeneral Gonzalez Marmolejo habia mon- tado, equipado, y que á sus expensas mantenia. Para mayor consuelo de las armas castellanas, y cuando ape- nas se apearan los soldados que á las órdenes de don Luis venian, ya asomaron en el abra de Penco otros cincuenta caballos que de la Imperial seguian al capitan Martin Ruiz de Gamboa ; de suerte que de la noche á la mañana salió el nuevo gobernador de la estrechura en que con un puñado de combatientes se mirara , para contar en el primer alarde cuatrocientos cincuenta ca- ballos, y unos trescientos sesenta infantes (1); fuerza (1) No sabemos cual razon pudo E con la caballería de don Luis de Toledo, y suponerle á este jefe mil caballos cual múmero sacó del Perú el gobernador; ¿ pudieron ministrarlos las colonias chilenas en aquella época? Seguro es entre todas ellas no contaban ni trescientos. qa :26 L. HISTORIA. 394 HISTORIA DE CHILE. ar y de la disciplina, no menos que la importancia de los elementos que para ofender á su ene- migo llevaba. En presencia de un cuerpo semejante, ya no quiso el gobernador gastar inútilmente el tiempo manteniéndose en espera de un adversario cuyo vencimiento hubo de parecerle infalible, haciéndose tambien necesario, si se habia de atender al fomento de todos los establecimien- tos españoles, á la creacion de otros nuevos, y sobre todo á una administracion desembarazada y regular por me- dio de la cual vendrian á cicatrizarse las llagas que un continuo sobresalto, un pelear incierto, y una existen- ciade problemático porvenir, mantenian abiertas ; siendo causa de que todo vacilara , todo se presumiera sin esta- bilidad, sin arraigo. Con este objeto, abandonando el fuerte de Pinto, y provisionalmente acampado en el valle de Penco, dispuso don García Hurtado de Mendoza q aestre de campo don Juan Ramon tomase el mando de la infantería, lle- vando á sus órdenes el sarjento mayor Pedro de Obre- gon, y los capitanes don Felipe Hurtado de Mendoza > don Alonso Pacheco y Basco Suarez. Guarneció los flan- cos de esta arma compartiendo la de caballería entre los cabos don Luis de Toledo, y Martin Ruiz de Gamboa, entrando tambien en ella los capitanes Alonso de Rei- noso , Rodrigo de Quiroga ,. y Francisco de Ulloa; y el gobernador se reservó un cuerpo volante, trayendo por su alferez al capitan Pedro del Castillo. = | = CAPÍTULO XXXIL. ¿ 305. sufrimiento contra las largas fatigas y penalidades que precisamente habia de causar un enemigo terco, arrojado y envanecido con antiguos laureles (1) ; tras lo cual hizo levantar sus reales (el 2 de octubre) (2), marchando en direccion del Biobio, con las ocho piezas de campaña de que el capitan Francisco Alvarez Berrio hizo uso en la defensa del fortin de Pinto. No anduvo menos activo en sús preparativos el jenoral araucano, en cuyas filas entraron con presteza admira- ble hasta cuarenta y cuatro parcialidades, y treinta y dos capitanes que en mas de un encuentro traian ya me- didas sus armas con las del orgulloso conquistador ; reu- niendo en todo un número de diez y seis mil combatien- tes (3), veteranos por la mayor parte, mas que los nuevos no desmerecieran en aliento, ni en ese civismo singular que á tantas proezas arrastró á los hijos de Eon inmor- tal pais. Con este ejército llegó ainia á orillas del Biobio mucho antes que descubrirlas pudieran los Et io ad, ¿ pero se mantuvo silencioso esperando á e sus el (1) ; Lo que yo de mi parto silo: y digo i E Es que en estas batallas y revueltas, > Aunque os haya ofendido - Jamas vos le ofendais á espaldas pi Antes le defended como al amigo, Si volviéndose á vos, las armas suel - Rehuyere el morir en la Bs Pues es mas dar la vida que jahli. 2 (Ercitta , canto xxi de la Araucana.) (2) A ici despachado para el Perú los bajeles que á Chile le , 4 excepcion de dos que pasaron á las ciudades del sur, con cargo de o viveres $ conducirlos á Arauco, piesaintesdo que no R hallarian 8) pt hr Calancha ; quedan otros. autores. en catorce mil; con san los documen pa: no podemos. ar del número que 396 HISTORIA DE CHILE. T gos salvaran el rio , porque hubo de parecerle que asegu- raba el derrotarlos con dar tiempo á que dejaran á su espalda un tan poderoso estorbo para la retirada. De muy distinta manera calculó el gobernador, quien tras de aparentes demostraciones de querer cumplir el paso de las aguas por la parte llamada plaza de San Pe- dro, se corrió unas dos leguas y media contra la embo- cadura , y en lanchas al intento dispuestas puso sus tro- pas y trenes en la opuesta orilla, con cuatro dias de no interrumpida tarea, ni obstáculo de ninguna especie. . Fueron los primeros que saltaron en la ribera meridional Juan Ramon, Julian de Bastida , Diego Cano y el mismo gobernador, quienes al momento montaron y se echaron á reconocer el campo. Como el toquí viera cumplidos sus deseos, emprendió el movimiento hacia el rio, y llegó á sentarse en los lla- nos que llaman de las Lagunillas; imperdonable falta, pues que siá propósito quisiera cometerla no hubiera po- dido facilitar juego tan escojido y ventajoso para la caballería española, que era justamente la que mas le Podia ofender, y de la que lecciones anteriores le man- daban esquivar las cargas. Sin embargo, distribuyó su jente en tres distintas lí- neas, harto bien dispuestas para prestarse mutuo apoyo; pero mantúvose en su posicion esperando á que el ene- migo le atacase. Otro tanto hubo de desear don García Hurtado toda vez que vemos que cada uno de los bandos guarda su lugar, contentándose con enviarse mutua- mente débiles destacamentos incapaces de entablar una seria y reñida funcion. Al cabo hubieron de encenderse los ánimos hasta punto de jugar una escaramuza á la que concurrieron opuestas y sueltas partidas que llegaron CAPÍTULO XXXIIL 397 å ensangrentarse , y de la que salieron los Españoles mal- parados, dejando en el campo á Francisco de Osorio, y á Hernando Guillen (1), víctimas de la airada mano de los furiosos Lincoya y Tucapel. Con preludio que así argúia en favor de los Arauca- nos, ya reformó Caupolican sus planes, y lejos de espe- rar á que le cargase su enemigo, se echó ardidoso á envestirle, bien seguro de que habia de desbaratarle en su centro, así y del mismo modo que habian sido desba- ratados los insignificantes grupos de avanzada y descu- bierta. En ambos bandos reinaba ya el furor; venganza, sangre querian los Españoles, como debido tributo á la que ellos acababan de perder, y que llegó á parecerles el sello de su ignominia ; sangre, venganza pedia Cau- polican, deseoso de castigar el agravio que en Pinto se le hiciera , y dar á su patria una de aquellas coronas que con ufanía tanta del immortal Lautaro ella recordara , y en cuya memoria distinguia el valeroso toquí deslustre , afrenta para sí propio, mas que la imparcial razon acu- sar no polisi sino á los caprichos de una inconstante for- tuna. ` Y como en extremos tales el despecho es el consejero que el hombre escucha, el que le induce, el que le im- pulsa , el que, en fin, le precipita, así el toquí, ciego de rabia y ferocía , cayó sobre el campo castellano ofreciendo miles y miles de pechos al plomo de cañones y arcabu- ces, á una muralla erizada de aguzados aceros, que tal - parecia la infantería española, formada en cuadro, y presentando e. pe sus costados un ia Perezi, ; es el caso que Ercilla trae ese nombre como acie PE e ae Ma 7 a a 398 HISTORIA DE CHILE. lienzo , en cuya faz asomaba la horrenda Parca segando vidas que, silenciosa y corrida, hubiera de respetar si con armas iguales las llamara á la pelea. Y con todo, temerario , loco es el empeño con que los Araucanos se obstinan en romper las filas castellanas, ansiosos de con- fundirse en ellas para que se fie el juego al arma blanca ; porque, si á este caso los trae la fortuna, sobrado saben ellos lo mucho que de su brio y esfuerzo deben esperar; pero contra sus atrevidas heroicidades , contra sus ter- ribles é imponentes choques, que ni discontinuan, ni flaquean , por mas que la muerte redobla sus tiros en las despechadas masas, la caballería enemiga sale, y dando por los flancos á los batallones mas entrados en la riña, todo lo hunde, todo lo desbarata y atropella hasta inu- tilizar las atrevidas disposiciones del toquí, que supo ser soldado en lo mas recio de la lid, sin por ello descuidar lo que al deber de un | muy cumplido jefe en casos tales atañe. Y muriera este ilustre caudillo antes que declararse en retirada; pero descompuestas varias de sus columnas, aunque con otras menos castigadas quiso contenerlas, Una vez en desórden ya, no hubo medio de gobernar las indisciplinadas huestes, y estas se declararon en precipi- tada fuga en direccion de los bosques que á espaldas se dejaban ver. Caupolican, con la ferocía den un à irritado leon, se revolvia entre los grupos mas n ar r nazando á jefes y á soldados para que volviera odioso ) enemigo en cuyas manos dejaban las palmas de E pärn dominaba las masas un páni A una con- fusion incurable. No andaba lejos la hubiera sido que cor desdicha > CAPÍTULO XXXII. 399 para” recojer en sus sombras aquellos desmandados guerreros en quienes la caballería española descargó in- clemente una bárbara saña, no queriendo perdonar, ni dejar con vida, á ninguno de los que en el alcance tro- - pezara (1). Sangrienta en extremo fue la funcion de este dia, marcada en algunas historias con el nombre de batalla del Biobio; pero ni aun el mismo Ercilla, que en ella se hallara, se-acuerda de notar qué pérdidas sufrió cada uno de los bandos , pues solo atiende á relatar 1 s admi- rables hazañas que cumplieron varios caciques arauca- nos, no menos que muchos de los capitanes españoles, cuyos nombres consigna. En el propio descuido han in- currido todos los demas historiadores, y sentimos no poco que en nuestros documentos no haya remedio para repararle, pues que solo nos señalan la muerte de los dos Españoles ya citados, un considerable número de heri- dos de gravedad, y no pequeña pérdida de caballos (2). Verdad es que allegados -ya los ánimos á una lu- a a) Hubo prisioneros , pero hechos unos durante la lucha , t en A É se 3a desordenada. que m entre la caballeria que se echó en persecucion de los fujitivos, yel e infanteria empeñado en la accion. Molina y otros asientan que el gobernador ortaran las manos á todos los prisioneros, y que asi mutilados fueron su solo hubo de ser contra el cacique Gualbarino, del que anduvo descompuesto é insolente con la persona misma sn el bizarro porte que en esta bátalla probaron los » Ramon, Pedro Olmo de Aguilera, Alonso Reinoso, viggo 100 HISTORIA DE CHILE. cha de que no es posible retroceder sin que uno de los partidos quede completamente deshecho , y fuera de juego, con rapidez se han de suceder las jornadas, el - rebato se ha de desarrollar de un modo maravilloso, y contra los hechos de hoy traerá el dia de mañana otros que sepulten aquellos en lo mas profundo del olvido. CAPITULO XXXIII. Camina don García Hurtado en direccion de Laraquete. — Obstáculos con que le trabajan los Araucanos.— Respeta los campos de los Indios, pensando que fas se lo OPE de agradecer, * — E. el gobernador en LARE; yl — Marcha para Millaraupe. — No Re que creer del costal siléndo y reserva con que se guardan los movimientos = toquí, cuando le tiene á su frente con catorce mil guerreros. — Acomete Caupolican al campo cas- tellano y le pone á pique de perecer : cantan pon los Indios. — Éntralos á la desesperada don Luis de Toledo, y logra desmandarlos obligándolos á precipitada fuga. — Impio qt del gobernador. — Los Españoles mar- chan á Tucapel. — Reedifican esta plaza : alzan otra en Lebú. — Fundacion de Cañete. — Indios en asa de mariscos, — Su jefe Colhueman pone en terrible aprieto á Rodrigo de Quiroga, pero al fin es roto. — Cayueupil. — — Los Indios matan cuatro Españoles en Tucapel, (1557. ) ap dias gastó el gobernador en su campo para recobrar fuerzas y reponer las armas, porque todo lo habia dislocado el reñido empeño á que los Araucanos le habian traido , que el vencimiento no salva de desca- labros, antes con ellos se compra siempre. En estado ya de continuar sus operaciones militares, ordenó el movimiento en direccion de Colcura y Lara- - quete; mas no " escasa su admiracion, notando que contra sus ros pasos comenzaron á oponerse des- tacamentos. Anelics de Indios que Caupolican dejara en observacion, y con cargo de inquietar al enemigo, en tanto que él reponia su ejército en el interior del pais : proceder muy conforme con la índole batalladora, ac- - tiva, arrojada é infatigable de aquellas hordas, y arre- 1109 HISTORIA DE CHILE. glado enteramente al plan de operaciones que en la mente del toquí se revolvia. Así, á medida que se arrimaban los Españoles á la parte que mas quiebra en el pais, mas y mas numerosas eran las guerrillas indias, guarecidas todas ellas tras tor- renteras y derrumbaderos unos naturales, otros artificial- mente abiertos ó cortados; de suerte que cada paso era un tropiezo, y á cada paso era menester desnudar la es- pada, aunque en balde, porque los Araucanos parecian en posicion de poder ofender casi siempre, y rara vez en la de dejar descubierta la ofensa. Llegó por lo mismo á creer el gobernador que Cau- polican, con el grueso de sus peones, se hallaria campado en la famosa cuesta de Villagra (1), donde, sobre en- contrar una posicion difícil de expugnar, podian los Araucanos prometerse fortuna con el glorioso recuerdo de los laureles que allí ciñera un dia su malogrado héroe Lautaro; pero allegado al sitio, y PERONA pge fue con exquisita cautela, vino á sacudir ty los en viéndole desembarazado. En la marcha tuvo el gobernador gran e por que se respetaran religiosamente las sementeras y pose- siones indias, pensando que este porte no dejaria de considerarle el enemigo con favorable juicio; pero si . mejor conocido tuviera el carácter araucano, desde ted habria reparado que hombres que desdeñan su vida desde que amenazada reconocen su adorada independencia, en nada habian de estimar los bienes. Como quiera , una vez puesto en el valle de Laraqu ue rd a) 1 embiándoles siempre á rogar con la paz hasta la cuesta á donde des- varataron á Villagran que teniamos por cierto que estaba allí toda la junta. (Carta de don Le Hurtado al "i su padre, existente en al archivo de Simancas.) a CAPÍTULO xxxni. 103 tomó unos dias de descanso con ánimo de recojer los bastimentos que debian “arrimar á aquella ensenada los dos vasos que con este encargo despachado habia para Valdivia, al abandonar el fuerte de Pinto. Inquieto le tenia la falta de noticias sobre el lugar y proyectos del toquí, aunque la constancia de las partidas sueltas que los Indios mantenian á vista, daba á entender que ni ellos estaban cansos de guerra, ni escarmentados, ni tampoco desprevenidos. Como durante este campamento se cumplieran por la caballería española diferentes y repetidas correrías para explorar el pais, en una de ellas dió Arnaldo de Cegarra con una celada de Indios, con los cuales hubo que empeñarse; pero cuerdos los natu- rales desde que reconocieron la ventaja de los Españoles, se echaron presurosos en una ciénaga que los caballos no podian penetrar, y Cegarra no osó entrarla á pie, antes creyendo que si á tal imprudencia fuera , ninguno de sus soldados quedara con vida, revolvió al campa- mento dejando en manos de los Araucanos el caballo de Juan Ralon, y este muerto en la primer acometida. Con sumo desagrado acojió el gobernador este suceso que atribuyó desde luego á la impericia de Cegarra, y como apeteciera que cuanto antes se castigara cumpli- damente la muerte de Ralon ; mandó incontinenti que el adelantado Rodrigo de Quiroga corriese con su com- paña al lugar de la escena, y vengase en los Indios el daño que Cegarra dejó impune; mas aunque dilijente “anduvo Quiroga, ya no dió con Indio ninguno, solo que “eruzando de una á otra parte para ver si lograba des- cubrirlos, vino á tropezar en una de las piezas de arti- llería que Lautaro arrebató á Villagra en Marigueñu, con cuyo despojo regresó al real. : hO HISTORIA DE CHILE. De nuevo creció el enojo en el pecho del jóven don García Hurtado, por parecerle que era afrenta de las ar- mas castellanas el dejar sin reparo la muerte de uno de sus hombres, y sin pararse mas en diversiones que tan poco fruto rendian, levantó su real caminando en direccion de Millaraupe , á cuyo punto llegó en dos seguidas jor- nadas. En este tiempo vagas, inciertas eran la noticias que circulaban respecto á los movimientos y disposicio- nes del toquí; sabíase solamente que, presentado el cacique Gualbarino en el senado araucano, enseñando en sus manos cortadas el irrecusable testimonio de la cruda ferocidad de los Españoles, un grito de horror y de indignacion resonó en la asamblea , penetró en se- guida como un rayo por todos los puntos de la Arauca- nía, y fue causa para que hasta las mujeres juraran el sustento de una guerra sin fin contra sus aborrecidos opresores. Empero no estaba tan lejos el jeneral indio, ni tam- poco pensaba en guardar al jefe español en la incer- tidumbre en que le traia la fidelidad constante con que aquel pueblo reserva los secretos que en provecho suyo se le encomiendan ; antes como viera que en lo quebrado del terreno de Millaraupe se le ofrecia buena oportu- nidad para atacar, sin haber de temer un gran daño de la caballería enemiga, al alba del 30 de noviembre dió cara al campo real con catorce mil combatientes _ que veinte y dos cabos de acreditado nombre dirijian. La acometida fue tan súbita, tan inesperada, que cuando los Españoles quisieron repararla, ya los Arau- canos habian roto parte de la caballería avanzada , y tambien penetraran el centro, si con su acostumbrada sritería, y ruidoso destemple de sus bocinas, no llamaran CAPÍTULO XXXIII. 105 la atencion de los Españoles, trayéndolos en ala á don- de se anunciaba el peligro, que bien sabian era á su frente, como que ocupaban punto que la misma natura- leza defendia en los flancos y por la espalda. Detenido por este medio el brusco embate de las ma- sas de Caupolican, tuvo el gobernador tiempo para aparejar todas sus tropas, y señalar cuantas disposi- ciones podian conducir al seguro sostenimiento de la funcion á que se le provocaba, y como comenzara ya el dia á descorrerse, dispuso que el capitan Ruiz de Gamboa se adelantase á dar carga á los Indios con su escuadron, mientras que la infantería llegaba á enredarse en la batalla, En efecto, trabáronla los dos bandos con ensañada resolucion, y llevaron muchas ! dando suelta á hechos de temerario arrojo; pero como cada vez creciera mas y mas el de los Indios, causando muchos y muy sensi- bles descalabros en el real castellano , este comenzó á perder brio y terreno hasta punto de que su adversario llegó, no sin fundamento, á cantar el triunfo, y acaso le perdiera por cantarle demasiado lijero, pues que en este instante de confusa irresolucion, el gobernador or- denó que don Luis de Toledo con el escuadron de su mando se revolviese contra el cuerpo mas avanzado de- Caupolican, y se ejecutó esta maniobra con tanto tino, con rapidez tan señalada, que entró el desórden en las masas araucanas, y con el desórden una derrota lasti- mosa, y mas fatal siempre para los Indios, que el des- medido aliento con que ponian sus pechos á la boca del horrísono cañon. ya Perdieron los Araucanos en esta jornada, que duró hasta bocas de noche, cerca de cinco mil hombres, en- ERA. a 106 HISTORIA DE CHILE. tre los cuales ochocientos prisioneros (1), pero hecho una lástima dejaron el campo castellano, entre los ayes de centenares de heridos, y el dolor á que movia la muerte de un crecido número de valientes, cuyos nombres debiera haber recojido la historia. De todos modos, de reprobar es en esta ocasion el impío proceder de don García Hurtado de Mendoza, mas que se atribuya á sujestiones de sus implacables allega- dos, que no vemos razon para quitar la vida á los doce ulmenes hallados entre los ochocientos prisioneros, y mas irritante aparece el hecho cuando se mira que con cal- culada inquina, y asquerosa barbarie, son aquellos in- felices condenados á ponerse á sí propios el infame cor- del que la justicia humana destinó para el cuello del malvado , y á colgarse cada uno de lo mas elevado de un árbol (2). ¡Como si menester hubiera de un espectá- culo en que holgarse y celebrar la destruccion de la especie!... Como si porque los Indios se cebaran furiosos en la sangre de sus enemigos, ya fuera justa la imita- cion de excesos tales entre hombres que decian llevar en una mano la civilizacion, en la otra la ley de un Dios de clemencia!.... í si El pias del lugar de la escena y la hisani io dla hubieron de tener sis entre un lijero y caldi las pl de 1 mil remolinos de Pl con “mas, el cs excesivo de una larga , constante y despechada accion, fue causa (2) Obedecieron estos desgraciados e al incalificable mandato con ánimo resuelto y eric E ds sapuan, berian = O eno le e ajos ; « Sea para que en ol y mis compatriotas li euearnáa adviart £ y constante en defensa de las libertades patrias, que acabó para siempre mi espíritu, pero que ni por ello se me apagó el odio y aborrecimiento que al nombre español guardo en el corazon, » No fue menos terrible la himalion del manco é indefenso , que cuenta tambien en el número de estos ús CAPÍTULO XXXIII. 107 En los primeros dias del mes de diciembre, se puso . el gobernador en marcha para Tucapel, porque no se E detuvo en aquel teatro de sangre sino cuanto fue indis- pensable para recojer algun alivio y refresco con que los heridos pudieran aguantar las fatigas del camino. No halló en él estorbo ni contraresto, porque eran de cuan- tía las pérdidas que los Araucanos sufrieran en setenta y cinco dias, empeñando tres encarnizadas batallas, y varias escaramuzas contra un ejército muy de otra natu- raleza que los que hasta entonces habian concurrido á la guerra, tanto por el número de hombres, cuanto por los elementos de destruccion que le seguian, y por lo mismo, tiempo era menester para restaurarse, Allegado don García Hurtado á la arruinada plaza, al instante puso en obra la reedificacion , y tambien pasó á levantar otra en Lebú, que fue dedicada á santa Mar- garita, y habia de servir como de- barrera que estos estados incomunicara con los de Arauco. En seguida, receloso de que los Indios volverian á reunirse y á pro- i Seguir en su sistema de infatigable hostilidad, destacó varjas partidas contra los districtos de Puren , Catyray, y otras parcialidades de Nahuelbuta; y aunque en nin- guna de ellas dieran sus soldados con jente armada, el encono contra los Indios de estos paises revueltos se habia hecho ya jeneral, y por lo mismo, poco tolerantes se mostraron en sus excursiones. A vuelta de ellas, y como no aparecieran motivos de inquietud, concibió el gobernador la idea de poblar el pais con algunos esta- blecimientos dispuestos de manera que unos á otros pu- dieran darse la mano en el dia del peligro; y principió este plan en el distrito de Iicura y márjenes del rio Togoll-Togoll, con la ciudad dicha Cañete de la Frontera, 108 HISTORIA DE CHILE. - nombre del mismo título que llevaba la casa de quien su fundacion acababa de ordenar (1). Trazado el casco de la ciudad, señalados y distribui- dos los solares, como tambien el lugar en que se habia de alzar un fuerte de bien entendida defensa, entró el gobernador en el nombramiento de un cabildo, con eleccion de don Alonso de Reinoso para gobernador de la plaza, y de don Miguel de Velasco para el mando de un escuadron de caballos que en defensa de los traba- jadores habian de quedar en aquel punto; pero apenas determinadas estas disposiciones cuando comenzaron á dejarse ver algunos destacamentos de Indios armados con los cuales fue preciso jugar diferentes escaramuzas y con tanta mas prudencia y cautela ,. cuanto que por grandes dilijencias que se hicieron, imposible el lograr si acaso el toquí andaba ó no con un nuevo ejército en aquellos contornos, Ocurrió al mismo tiempo el que cerca de tres mil In- dios de ambos sexos se descolgaron sobre las playas de Lebú, para ver de'suplir con la pesca de mariscos á la grandísima escasez de viveres en que llegaron á reco- nocerse; y conducia toda esta hambrienta jente el ulmen Colhueman ; iban sin armas, y fuele facil, por lo mismo, al capitan Francisco Ulloa, que con su compañía bajó á reconocerlos, el declararlos sus prisioneros, y conducir- los á presencia del gobernador. Este, mas cuerdo y menos irritado ya que en Millaraupe, resolvió usar de clemencia con ln jentes (no habia en verdad por A ¿8 El paraje era ameno y deleitoso, y dista del mar siete leguas. La fres frutilla , así llamada en Chile, sobre venir en abundancia, era Po regalada calidad, CRA la que en aquel reino se coje. La ciudad "égcabizo desde su fundacion ci ecinos. SN o CAPÍTULO XXXII. 1109 qué rehusársela) y ordenó se les restituyese á todos la libertad; pero el ingrato ulmen , que viera en su arresto y en el de su jente una injuria, y en la liberalidad del jóven gobernador un hecho que el temor solo habia po- dido aconsejar, apenas libre cuando ya no sintió sino violentos deseos de venganza, no parando hasta reunir - cinco mil Indios, con los cuales marchó resuelto á expug- nar el fuerte de Lebú, y acabar con su presidio. Todo parecia contribuir para dar cumplida satisfac- cion á ese enojado y nuevo guerrero. Andaba Rodrigo de Quiroga recorriendo la tierra con solos treinta y dos soldados, y, como quien no trae descubierto enemigo ninguno, dispuso aposentarse confiado , justamente en punto cuyas avenidas ya tenia cerradas el ulmen con emboscadas numerosas que habian de asaltar al Espa- ñol en cuanto asomara la primera luz del dia siguiente 27 de diciembre, como en efecto lo ejecutó , con asom- brosa extrañeza del incauto Quiroga. Con todo, como nunca se asentara el miedo en el ánimo de aquel Cas- tellano, inmediatamente ordenó á su segundo Alonso de Escobar que con doce hombres empeñara la lucha, mientras él con los restantes trataria de romper por entre los grupos para desunirlos y desbaratarlos, como lo con- siguió al cabo de dos horas de inaudito esfuerzo y rara valentía ; pero echándose rabioso en alcance de los fujitivos, vino á dar de hocicos con dos numerosos cuerpos de Indios, que alsocorro delos vencidos corrian, y se envolvió de tal suerte en una nueva refriega, que _desconcertados de repente todos los Españoles, á pique de Perecer estuvieron, y de seguro sufrieran | esa des- dichada suerte con otro jefe menos aguerrido que Qui- roga, quien sacudiendo airoso su instantanea turba- I. HISTORIA. y S R hi0 HISTORIA DE CHILE. cion, y apelando grave é imponente al ardor de sus soldados, comenzó á producir hazañas de imponderable osadía, y como los suyos concurrieran imitándole, aca- bó por destrozar al ulmen matándole cuatrocientos hom- bres, con otros ciento que le sacó prisioneros (1). Semejante leccion bien debiera bastar para que los Araucanos mirasen antes de venir á la pelea, con cua- les medios habian de sustentarla; pero no se paraban ellos en tales consideraciones, antes parece que en los reiterados. reveses encontraban razones de nuevo alien- to; y por lo mismo vemos que poco despues de esta funcion ya parecen mas unidos y mas numerosos en Cayucupil (2), desafiando á su detestable enemigo. El gobernador, con noticia de esta ocurrencia, dispo- ne que su maestre de campo Ramon, seguido de las com- pañías de don Felipe Hurtado de Mendoza, y de don Alonso Reinoso, marche y ataque aquel cuerpo indio, lo cual se ejecutó en una noche tan sumamente negra y enlutada que gran parte de los Españoles descarri- laron , y sin el dia no les fuera posible reunirse. Al rom- per del sol descubrió Ramon un pequeño destacamento de Araucanos, del que no quiso hacer caso alguno , por- que el atacarle hubiera podido ser señal de alarma para el cuerpo de Cayucúpil, sobre el cual deseaba caer de interpresa. El éxito respondió en parte á sus esperan- zas, porque cojidos de improviso los Acaucanos pronto fueron rotos, y muchos perdieran sus vidas, á no tener tan cerca un monte en que lograron asilarse ; pero (1) En nl ers siguiente Loro se causa para pintar: ce Esas onso de Escobar, Juan de Cuevas y Luis de Toledo, pin de individuos de esta partida tan me en a nerh lugar se hicieron en la historia con hecho tan arriesgado y haz CAPÍTULO XXXIII. 4 4411 entretanto el destacamento de que Ramon no quiso hacer precio se corrió hacia la plaza de Tucapel, y si los Españoles desbarataban al enemigo apostado en Cayu- cupil , los Araucanos despedazaban en las inmedia- ciones de aquella plaza cuatro Españoles que andaban recojiendo leña, y con cuyas cabezas, apartadas del tronco, huyeron á esconderse en los montes, para cele- brar å sus anchas un triunfo de mucha mas valía que el que ganó 4 la misma hora el pendon castellano. CAPITULO XXXIV. Despacha don G. Hurtado al capitan Jerónimo de Villegas con ciento cincuenta soldados para que repueble la Concepcion. — Licencia á los vecinos que de Santiago vinieron á servirle voluntarios. 3 de Villegas en su destino con En je pl - aio de Cone m — IO desol ares. qe SULares, dote Marmolejo. — Miguel de Velasco pasa á la Imperial por órden de don lijencia al encuentro y resguardo de Velasco. — El toquí coje á estos dos jefes en el estrecho de Cayucupil, los ataca y reduce al mas lastimoso. es- tado. — Cébanse los Indios en el saco del convoy, y la codicia les hace perder el completo triunfo que ganado traian. — Llegan los Españoles á Cañete. — Caupolican se acampa en Talcamavida. (1558. ) Como la aparente tranquilidad del pais en los prime- ros dias que los Españoles se asentaran en los estados de Tucapel hiciese suponer que, si los Araucanos no ha- bian renunciado á la guerra, estaban por lo menos en la imposibilidad de continuarla por entonces, D. G. Hur- tado de Mendoza á mas de ir con el plan de poblar aquel suelo, tambien resolvió se alzase de nuevola ciudad Con- cepcion, cuyo encargo recayó en el entendido capitan Jerónimo de Villegas, habiendo puesto á sus órdenes ciento cincuenta soldados, y cuantos efectos fueran de ne- cesidad para asentar por tercera vez la desventurada colonia. Gon esta jente despachó tambien el gobernador todos los voluntarios que desde Santiago concurrieron á Pinto, ansiosos de tomar parte en esta campaña ; aquel les manifestó cuan pagado y agradecido quedaba de ellos, CAPÍTULO XXXIV. 113 y el interes con que elevaria sus nombres å la conside- -racion soberana, para que á cada uno le cupiese el pre-. mio merecido á sus brillantes servicios, | Al recibir Villegas el título de correjidor y justicia mayor de la Concepcion, de mano misma del jóven a don G. Hurtado, le fue entregada nómina de todos los sujetos destinados á ejercer los diferentes oficios de re- pública que en la Concepcion compondrian un rejimiento civil y político , suficiente y capaz para que ninguno de los ramos administrativos quedara sin juego; de suerte que en llegando con su jente á la arrasada ciudad, nada tuvo que hacer sino dar cumplimiento y publicidad de esa y otras disposiciones en nombre del rey, y del superior que se las habia ordenado. Así se cumplió , en efecto, el 6 de enero de 1558, en cuya mañana , puesto Villegas al frente de toda su par- tida, en la plaza de la Concepcion, tras el asiento de cruz y rollo, como enseña principal de justa posesion y «soberano dominio, leyó en alta voz los nombres de Fran- cisco de Ulloa y Cristoval de la Cueva para alcaldes; don Luis de Toledo, don Miguel de Velasco, Pedro de Aguayo para rejidores perpetuos; Juan Gomez, Gaspar de Vergara y Juan Gallegos para rejidores amovibles cada tres años ; Pedro Pontoja para síndico; Juan Pe- rez para alguacil mayor; y en fin, fue nombrado alarife, con trescientos pesos de sueldo, Francisco Medina; en igual cantidad se dotó la escribanía del ayuntamiento, que le cupo á Domingo Lozano; la portería, con dos- cientos pesos, å Cristoval Nicon, y de la fábrica ó mayor- domía de la iglesia se encargó el rejidor perpetuo don Luis de Toledo. : Despachada esta dilijencia, Y publicado tambien el $ de , 4144 HISTORIA DE CHILE. auto de repoblacion , entró Villegas en la medida y dis- _tribucion de terrenos, que fueron repartidos con calidad de despropiamiento de todos cuantos al cabo de un año no parecieran cerrados; pues con esta medida se conse- guia lo que era de apetecer, esto es, el alineamiento y uniformidad del casco sin vacios ni descubiertas, que sobre deslucir la perspectiva, facilitarian qe al ene- migo el dia de una irrupcion. Comenzaron los Españoles por el iia de un fuerte, para ampararse contra los acometimientos ON e los Araucanos quisieran intentar, y como esta fue pig aio, apego, con jinai actividad encomendaban de circunstancias; siendo digno de notar el zelo, la libe- ralidad y presura con que corrió el piadoso é ilustrado sacerdote de la capital, Gonzalez Marmolejo, poniendo en manos de estos nuevos pobladores todo cuanto caudal poseyera , para que con él se socorriesen en los apuros. Menester habia entonces de hombres de caridad y de des- prendimiento , pues no respondian los recursos del pais á tantas necesidades como surjian de la desoladora guerra que no permitia labrar los campos, y arrasaba cuantos encontrara con algun fruto. Escasez, hambre entre los Araucanos ; hambre ds casez en los establecimientos españoles mas internados entre aquellos arrogantes guerreros, sobre todo en los de Tucapel , Lebú y Cañete , cuyas guarniciones comen- zaban á sentirse exhaustas hasta qe: Iyurigiónos de ¿a falta semejante no pudiera reporarse en aquellos Velasco, con la compañía de su mando, á la Impe- $ “verdad es que contra la superioridad de las armas cas- < CAPÍTULO XXXIV. 115 rial (1), encargado de recojer y conducir buena provi- sion dereses, de cecina, y de otros artículos, debiendo tomar de paso las municiones de guerra que para de- fensa de los establecimientos de Tucapel se necesitaban. Llegó esta empresa á oidos de Caupolican , y como siempre se mantuviera en acecho de ocasiones en que poder recurrir demandando favor á una fortuna para él desleal y traidora, concibió esta vez la resolucion de des- hacer á Velasco, recurriendo á un ruin proceder, aunque tellanas nada habia en manos de los Araucanos sus desnudos pechos, y el derecho indisputable de usa del ardid para ver de contrarestar la opresion, y sacar sin mancha la libertad y la independencia de su suelo con- tra toda justicia invadido y usurpado. Dilijente, pues, el toquí toda vez que de sacudir un golpe de mano se trataba, despachó un crecido número de espías entre los cuales se habia de correr el aviso de cuantos movimien- tos cumpliera el comisionado Velasco , del dia en que de la Imperial saliese con su CONVOY CON direccion á Cañete, y de la jente que en su compañía sacara. Instruido cua! - (1) En esta colonia ponen los autores á don G. Hurtado de Mendoza, para l ieron los sucesos de que á dar cuenta vamos, Como que le sacan de Cañete en cuanto determina el trazo de la ciudad, y ni aun le despues. El gobernador vino desde se pretende, que así lo vemos en manusen y T ; ì mpoco nuestros lectores en viendo el órden y natural desenlace darán tampot de las operacione Mas por si la crítica se empeñara en buscar salida contra nuestro “temos un hecho. ¿ Declaró Villegas el auto de re- j ibat į an poblacion el 6 de enero? Es cosa auténtica, pues en 24 del mismo mes escri gobernador á su padre desde Cañete y le dice : « Imbié á Gerónimo de Villegas » con ciento ¡cincuenta hombresá poblar la Concibicion. Yo me e quedado aquíá » poblar esta ciudad. » Y en otra parte : « Me estaré aquí comiendo por racion » como ha un año que lo hago, etc. » (El original en el archivo de Simancas.) en 5116 HISTORIA DE CHILE, convenia en todos estos pormenores, diputó para Ca- nete á los capitanes Talcachima y Amuché, para que de su parte dijeran al gobernador que reunidos los estados de Arauco, Tucapel, Puren, Catyray y otros, en una asamblea jeneral, para resolver medios de término 4 un estado de cosas tan violento, tan desastroso para el pais, habia sido voto unánime el deponer las armas , jurar obe- diencia al rey de España, y ponerse bajo la proteccion de sus banderas; siempre que sin encono , sin reacrimi- naciones ni mala voluntad, se les otorgara tan especial acia ; pero tras estos enviados salió el toquí con seis mil Indios en direccion dela sierra de Puren, por donde Velasco habia de pasar con su convoy ; porque de nin- guna manera se pensaba en tratos de paz , sino en diver- tir á don G. Hurtado, á fin de que menos pensara en ase- gurar la vuelta de sus soldados. Li Llegaron aquellos dos mensajeros á Cañete , recibién- dolos el gobernador con su acostumbrada afabilida cortesanía, y como los hubo oido, en breves palabras les hizo comprender lo muy dispuesto que siempre le ha- bian de hallar á usar de clemencia, y recibir con amis- tad sincera á los que sumisos y obedientes se le ofrecie- sen, con lo cual los despidió, rogando político diesen cuenta al toquí del cumplido éxito de su embajada, Probó en esta ocasion don García Hurtado de Men- doza sagacidad en el decir, y admirable tino en el obrar, porque cierto, por antecedentes, de que en los Araucanos no habia fe, y que cuando con paz convi- daban, entonces saltaban å la guerra , como lo hicie- ron en el fuerte de Pinto; apenas volvieran la espalda Talcachima y Amuché, y ya se le comunicaba al capitan Alonso de Reinoso la órden de cojer sin demora cien GE o aaa CAPÍTULO XXXIV. 447 caballos, y ponerse en acelarada marcha al encuen- tro de Velasco, para escoltarle y defenderle del enemigo, si acaso le saliera al camino. En la acelerada jornada de Reinoso, no hubo contratiempo, ni siquiera pareció cosa que á pensar en él indujera, antes llegó al cabo de la imponente garganta de Cayucupil en la cual entraba ya Velasco con su convoy, y sin haber visto tampoco enemigo alguno, aunque encima le tenian. El astuto Caupolican de intento dejó que el convoy pasara Puren y entrase en el estrecho desfiladero de Cayucupil , como de intento consintió que Reinoso se encerrara tambien con su tropa en un sitio que aprietan dos largas y empi- nadas crestas, desde cuya cúspide la ofensa puede ser terrible, pero no consiente respuesta. No se detuvieron los Españoles sino lo que hubo me- nester la jente de Reinoso para revolver el angosto carril, ó mejor sendero de aquella formidable vallejada, en la cual se fueron internando sin el menor recelo; pero alle- gados á la mitad de ella, cargaron los Indios con tan es- trepitosos bramidos , Con tal lluvia de galgas, de troncos de árboles, de flechas , de hondas y de otros proyectiles, lanzados de ambas crestas á la vez, que los Españoles quedaron desde la primera 3 ga muy mal parados (1), y lo que peor es, sin recurso ninguno de que echar mano para precaverse contra el riesgo en que tenian Sus vidas. (1) Unos al suelo van descalabrados, Otros Arrastrando procuran recojerse A algun reparo, ó hueco de la senda, Que de aquel torbellino los defienda. 7 (ERCILLA , canto XXVIIN dela 4raucana.) Ed 118 HISTORIA DE CHILE. No podian volver pie atrás, obstruido como ya estaba el sendero con maderos y peñascos rodados; al frente ca- minaban ganados (1) y acémilas, formando tambien otro estorbo no menos difícil de salvar que el de la espalda ; de suerte que fue preciso, si sentir un furioso anhelo de cumplida venganza, resignarse á morir de una pedrada ó bajo el golpe de un enorme leño, sin esperanzas de - saciar aquel deseo. Fue fortuna para ellos el que un gran número de Arau- canos , notando el desconcierto y abatimiento en que parecian sus enemigos, y codiciando un botin que mas tarde les ofreciera sin daño una completa y segura victoria , corrieron incautos á disputarse el saco del convoy, y por consiguiente, mas que no descontinuara la tormenta y arrojo de proyectiles, se distinguieron claros de que el advertido é impávido Reinoso supo hacer precio para sacar las armas castellanas de tan singular conflicto, ordenando al instante que el capitan Nuño Hernandez con once de los mas valientes (2), trepase caracoleando hasta domar una corona de mor que se ostentaba desguarnecida , cuya determinacion, desempeñada con dicha , cambió totalmente el juego. En cuanto esta docena de Españoles se llegó á (1) En la carta que en terrace done citamos dice don G. Hurtado : « Ahora me llega noticia de que dieron seis mil Indios tra de mil quinient » cabezas de p Jue habi iado á q traj le la Imperial. Porque » ha cuarenta dias que no se come carne en esta ciudad de Cañete. (2) Del número fue el mismo autor de la Araucana, don Alonso de Ercilla, y á parte se llama en esta acertada resolucion, diciendo : « Que ganada la cumbre de la sierra » La victoria era nuestra conocida, » Porque toda la jente de la tierra Es » ya ya en el saco embebecida. vm.) 2 CAPÍTULO XXXIV. 119 mirar en posicion de medirse con los Indios, envióles una tan acertada rociada de balas que llenó de pavor á las masas, no tanto por el destrozo que causarles pu- diera, cuanto que cojidas de improviso llegaron á pre- sumir que les ofendian tropas de refresco, allegadas en auxilio de las que encerradas y vencidas suponian, y este fatal error les inclinó á una precipitada fuga, sin que de nada servieran los esfuerzos con que Caupo- lican (1) quiso traerlos á la pelea. Cuando Reinoso notó que las crestas de aquellos montes quedaron sin jente ofensiva, reunió sus soldados y saltó al centro del convoy sobre los crecidos grupos de - Araucanos que en saquearle se entretenian, despues de haber dado muerte 4 varios Indios de carga venidos de la Imperial, y á algunos Españoles que escoltándole iban ; pero si bien pudo recobrar gran parte de ganados y de efectos, y tambien vengar en los mas descuidados las sensibles pérdidas que traia experimentadas, la es- cabrosidad del terreno permitió al mayor número salvar sus vidas, encrespándose de corrida en los bosques, con buen carguío de víveres, y otros despojos con que poder llamarse vencedores, á mayor título que vencidos. Así es que de esta funcion, ocurrida el 20 de enero de 1558, ninguno de los dos bandos debió salir muy (1) Los autores no dicen cual fuera el jefe de esta expedicion, y respecto á * Caupolican cuentan que cuando en Talcamavida supo que por su culpa y des- medida codicia, ieran los cuatro mil Indios un lance en que debieron pe- os los Españoles, la indignacion le llevó hasta el extremo de un ejem- plar castigo en algunos de los capitanes que á aquella funcion asistieran. De nuestros documentos resulta que el toqui en persona se halló que tanto ha menester de un triunfo para reponer su deslucida reputacion en el pais; pero castigó á varios de sus súbditos , porque le desobedecieron y huyeron del lugar de la escena. 120 - HISTORIA DE CHILE. satisfecho ; sin embargo celebráronla mucho los Indios, y no la cantaron con menos estrépito, algazara y pompa los Españoles, aunque en realidad debíase á su milagrosa salvacion un desahogo, y al acierto del jóven gober- nador en el envío'de Reinoso, un tributo de jeneral alabanza y público deporte : todo ello comenzó, en efecto, con la llegada de los osados é infatigales conquistadores á la ciudad de Cañete, en el lastimoso estado que de sorpresa semejante es de suponer (1), y con pérdida de diez á doce Castellanos, cuyos nombres nos fal- tan (2). (1) Al rumor de atambores caminando, Con buena guardia y diestros corredores, Llegamos al real todos heridos Donde fuimos con salya meb io. (Ercitta , canto xxvn de la Araucana.) (2) De esta reñida funcicn guardaba testimonio fehaciente la familia de los sica vecinos de la Concepcion y descendientes de Nuño Hernandez, en cuyo no se pasó á prueba de tribunales en 1568, conviniéndole justificar haberse hallo en la referida refriega, CAPITULO XXXV. $e Pasa don G. Hurtado á la Imperial. — Da en esta ciudad órdenes para que se solemnize la proclamacion de Felipe H por rey de España. — Hace que Martin Ruiz de Gamboa con ochenta lanzas vaya á reforzar la guarnicion de Cañete. — Ataca el toquí Caupolican esta nueva colonia, y sale derrotado, — Fiesta de la proclamacion en la Imperial. — Ercilla y Pineda condenados á la decapitacion. — Reforma de esta sentencia en destierro, — Los capita- nes Juan Ladrillero y Cortes Ojea salen de Concepcion con dos bajeles por órden de don G. Hurtado en busca del estrecho de Magallanes. — Resultado desastroso de la expedicion. — El gobernador marcha por. tierra hasta dar vista á Chiloe ó archipiélago asi llamado. — Julian Gutierrez reconoce una de las islas. — Don García Hurtado r ed y puebla en Curucavi la ciudad Santa Marina de Gaete, dándole el nombre de Osorno. — Caupolican ataca á vez. — Marcha Caupolican contra la Imperial y corre á los Españoles de don mete, y su retirada á Tucapel. ( 1558.) Pocos dias se detuvo el gobernador en Cañete, porque viéndola ya medianamente abastecida con lo que de la batalla de Cayucupil se logró salvar, y deseando cor- tar algunos abusos y demasías que en las colonias del sur comenzaban á cometerse, remitió el correjimiento de los establecimientos de Tucapel al capitan Reinoso; y se encaminó para la Imperial, donde fue recibido con lucido aparato y jeneral satisfaccion , oyéndose aclamar libertador del pais, y restaurador delas armas castellanas. 1] msieo el g } dorunareal cédula en que se le encomendaba la proclamacion oficial de don Felipe de Austria por rey de España, á virtud de renuncia que de la corona en él hiciera su padre Carlos, cuya provi- arn + 11992 HISTORIA DE CHILE. d sion mandó el virey del Perú al paso de los bajeles San Luis y San Sebastian que con víveres, algunos útiles y vestuarios , se le mandaron desde el Callao á don G. Hur- tado, para que con mayor desahogo y comodidad pu- diera continuar la campaña. Como la ceremonia de la proclamacion fuera una no- vedad para aquel pais, el gobernador quiso hacerla mo- tivo de festejos y recreaciones públicas, y despachó por consiguiente las oportunas órdenes, asentando que el 7 de abril era el dia en que las ciudades habian de cum- plimentar el proveido, aclamando por su rey y soberano dueño al señor don Felipe. Entre tanto que los Españoles se daban á preparativos con que subir de puntó'su contento, otros muy dife- rentes revolvia en su imajinacion el toqui, á la sazon apostado en Talcamavida. Sabiendo este caudillo que el jefe español habia pasado á la Imperial, no dejando en los estados de Tucapel sino las fuerzas justamente nece- sarias para presidiar los fuertes, y la escasa guarnicion entre que contaban los moradores de la nueva Cañete, despachó aceleradas órdenes por todo el ámbito del pais con apellidamiento á las armas para dar por tierra con los establecimientos referidos, comenzando por la ciù- dad. Era incurable erronía la que gobernaba ya todas las facultades del atrevido toquí, en tratándose de des- atar á su enemigo, y como ahora le ve desmem- brado, un crimen le pareciera el mantenerse inactivo. Con todo, la reunion de estos guerreros diseminados en Arauco, en Tucapel, en Puren, en Catyray, y en otros puntos, no fue tan sijilosa, ni tan acelerada como al caso convenia ; antes llegó con tiempo á oidos del jóven gobernador, y e , tanto como activo, compren- + CAPÍTULO XXXV. 493 a dió que los Araucanos iban á cargar en su ausencia contra Tucapel, por lo que sin pérdida de momento hizo que Martin Ruiz de Gamboa con ochenta lanzas corfiera al socorro de Cañete. : ” Llegó este cabo å la ciudad, cuando ya andaba el toquí reconociendo la parte que por mas flaca y ventajosa le pudiera ofrecer un favorable resultado ; y la vista del re- fuerzo español no dejó de sobrecojerle é irritarle , por- que á preveer su venida, él hubiera cuidado de atajarla; pero alcabo fiando-en su brio, en el de tantos y tan dis- tinguidos capitanes como le acompañaban á la cabeza de diez mil soldados , todos ellos muy curtidos en la guerra, mantuvo su proyecto de atacar resueltamente á Cañete, disponiendo sus líneas de suerte que mientras ciertos cuerpos habian de despachar sus tiros contra la jente que coronase los muros del fuerte impidiendo los apro- ches, otros concurririan con leñas y fajinas á allanar el foso, otros debian poner fuego å los maderos que forma- ban el rebellin, otros, en fin , tentarian el asalto, si acaso no encontraran medio para el completo desmonte de la fortaleza; porque á esto y á mucho mas adelantaba la presuncion de aquellos inocentes adalides, quienes sin mas armas que sus macanas y toscas picas, cosa fácil creyeran el escalamiento de la mas recta y empinada roca. Prevenido estaba Alonso Reinoso para repeler el ataque, y acertadas eran las disposiciones que, habia dado para que, tras el cierto y seguro rechazo en que á su enemigo habia de poner, la caballería diese las sañosas y brutales cargas que de costumbre habia hecho, no per- donando vida, ni respetando leyes que la clemencia y la jenerosidad tienen dictadas en las naciones cultas, en favor del vencido. s * hh > HISTORIA DE CHILE, dé -Así es que, echado Caupolican al combate con aquel denuedo de que nunca supo desmentirse, la metralla por una parte, y el plomo de la arcabucería por otra, co- menzaron á barrer compañías enteras de Indios, y tanto “mas certeros eran los tirós de los Españoles, cuanto que sus adversarios, lejos de huir el cuerpo á vista de tan terrible y destrozadora ofensa, corrian en tropel y masa ofreciendo sus pechos á las bocas de fuego, sin reparar que marchaban ya sobre cadáveres de herma- nos , sin mas idea en su mente que la de romper, si era posible, á un odioso opresor, ó recibir de sus manos la gloriosa muerte que deber presumian al sustento de su idolatrada libertad. Cinco horas sostuvieron los Araucanos con tenaz em- peño esta temeraria y desigual lucha , y sin poder ofen- der, sin reparar siquiera que su osadía era ruinosa y sus esfuerzos vanos ; pero cansos de batallar, envueltos entre centenares de cuerpos, y anegados, por decirlo así, en sangre humana, se pronunciaron en desconcer- tada fuga, y los caballos de Gamboa, que apostados espe- raban, dieronentonces un nuevo rasgo de impía barbarie con arrancar vidas de hombres inermes ya, y desalados ; y mas allá fuera su furia, si la noche, empañada de repente cuando su cuenta comenzara el crepúsculo, no corriera dando á entender el duelo que la causara un espectáculo de tanto cruor (1). e es. esta batalla la que nos cuentan los autores conocidos, dando por jefe varios hechos gloriosos, y hechos de irrevocable Kiia. Como quiera, vamos 4 be apartándonos del aserto de los que en la historia de Chile nos n, y para que la crítica no adelante juicios, preciso se hace el u de de razones que nos han inclinado á huir esta vez hasta del mismo a, testigo de las operaciones de aquella época. Algo prolijos parecerémos, pero la materia lo exige 1° Ercilla, y los que á Ercilla han seguido, pasan en silencio la funcion de CAPÍTULO XXXV. 195 Con la nueva de este triunfo supuso el gobernador que los Indios no habian de levantar cabeza en mucho tiempo, y entró, por consiguiente , en la idea de ade- lantar conquistas con nuevos descubrimientos, para pagar los servicios de un crecido número de militares dignos de recompensa; porque enmendada ya la ad- mininistracion civil y política con medidas de equitativa justicia , y no viendo al frente enemigos para entretener que acabamos de dar cuenta, segun de nuestros manuscritos resulta, y sin em- bargo no puede dejar duda, puesto que está confirmada en expediente al intento y á Sranda de Moyo Herand onrera por: pae el dorar Peralta, okote probando el Hernandez haberse paredón en ella con Francisco de Celada, Alonso de Miranda, Juan de Cabrera, Lt de Galerei y Faasi 2 ñeta, testigos declarantes. —Y J Į illa ct p asando en silencio otra batalla, Será de otro escritor esclarecida. Pues con los acontecimientos de aquel año á vueltas anda este autor, 2° Sacan de la escena m historiadores á a 3 ceci sq. A gobernador anda corri ni Esto es ir muy de priesa con proa , Porque pot se ha de ver con don G. Hurtado de Mendoza, tras vuelta del archipiélago, y mientras esta se cumpla se me otros st JPEE PARDEE ¿Cabe que el gobernador, escribiendo al virey su padre n 24 de enero de 1558, y que le dice : « Fo me estaré aquí hasta ver q se asosieguen mas, y que empiecen á dar señales de paz, » leios los tenemos to- truyendo esa fecha corriéndola algunos meses, con perfecta claridad se entrega- rán los hechos, y esto es lo que pensamos poder lograr. ue aprendemos como verdadero, es lo que nos obliga á separarnos del sentir de otros autores, y no el deseo de censurarlos, pero evidentemente parecen invertidos todos los hechos que narra el pepa xxxy1 de la 4raucana; , fecundo en maravillas roezas, deslucida y Diki. confusa y llena de contradicciones. No las notaremos, porque quien nuestro estudiado silencio comprenda y aprecie, en com. pa nuestro decir con lo que anda escrito, sobrado ha č tener para fundar juicio y pronunciar. = l. HISTORIA h26 HISTORIA DE CHILE. las armas, natural era pensar engrandecerse con la adquisicion de tierras, sino conocidas, contadas de ante- mano dentro de una línea imajinaria; solo que como se estuviera en vísperas del dia señalado para la ceremonia de la proclamacion, á los preparativos que para cele- brarla se habian determinado, retrajo don G. Hurtado todas sus miras. Así es que el 7 de abril abundantes parecieron 10 juegos y festejos públicos en la Imperial (1), mas que vinieran á parar en alborotos que á pique anduvieron de rendir graves y dolorosos males entre los hijos de un mismo pais, y compañeros que , lidiando en defensa de una misma causa , solo á su mutua y recíproca conserva- cion debieran atender. | Sobre mastil hincado en la plaza se habia fijado un estafermo , contra el cual se reunieron gran número de jugadores, todos ó los mas de ellos hijos de las mas ilustres casas de España, con los cuales tambien alter- naron el célebre autor de la Araucana don Alonso de Ercilla, y el famoso en armas don Juan de Pineda. Sobre si á Ercilla le habian rozado en la espalda los bo- lillos del estafermo, por no haberle herido con la nece= saria destreza; ó sobre si Pineda anduvo menos diestro - que Ercilla; cruzaron estos dos caballeros sus palabras, tras estas vino la amenaza, y en seguida , desnudando sus espadas, un serio cuanto atropellado reto (2). No (1) Con igual fecha y no menor aparato celebró esta fiesta la ciudad de Santiago, presidiéndola el y Hernando de Santillana , lugarteniente de don Garcia Hurtado de Mendo. (2) El padre Torres en su Cri 1 o incidente se consumó dentro de la ad de la Imperial, y drcmato ya pea id cion de la misa de gracias. En tal caso grave fue el desacato, pero duro es creer que los Españoles de aquella época osasen convertir la casa de Dios en A CAPÍTULO XXXV. * 12] se pararoù en barras los espectadores, lo mismo la noble- za que la plebe: lejos de poner en paz á dos hombres que por causa tan nimia pasaban á disputarse sus vidas, echaron mano de las armas, y unos á otros se empezaron á sacudir sin compasion, sin siquiera decir porqué, hasta que corriendo el goberfíador al lugar de la escena, pudo apaciguar la tempestad , mandando arrestados á Ercilla y á Pineda, que un consejo de guerra condenó á la pena capital en aquel mismo dia, por graduar de hecho premeditado para dar salida á un motin, lo que en realidad no era sino casual y hasta de orijen pueril; ya que con otra cara vinieron presentándole escozores y resentimientos mezquinos que de tiempo atrás se des- colgaban. Como no resultaran graves males del alboroto , como los dos sentenciados tenian sobrado número de amigos de valía, como el pueblo todo á voz en grito pidiera su perdon; tuvo el gobernador que relajar la sentencia, contentándose con la pena de destierro, que no fue pe- queña injusticia, mas que con la ordenanza militar se quiera venir á los casos en que el hombre se halla fuera de faccion ; ó si acto de clemencia hubo, no aplicar el - castigo motivando la conmuta con la cláusula de justifi- cada impremeditacion (1). id Hoi un campo de batalla , ellos tan mirados y reverentes la i g sas , ellos cuyas creencias á fuerza de sagradas y venerandas. rayaban en un señalado fanatismo. En el carácter de don G. Hurtado, antes se desnudara del mando , que perdonar profanación de tanto importe. Estamos, pues, por lo os. (1) Suarez Figueroa y otros pretenden que Ercilla, resentido contra don G. Hurtado, calló sus mas señalados hechos, y desfiguró tambien los que del tiempo de aquel caudillo relata; se extraña que tras tal sentir todavia hayan seguido al poeta. Nosotros creemos que no ha habido sino un trastrueque en las operaciones militares cumplidas desde 1558 hasta 1560; pero librárase 128 y MISTORIA DE CHILE. Como quiera , así puestos fuera del ruido de las armas esos dos ilustres conquistadores, el uno se dió á cantar las proezas ejercitadas en el suelo araucano, mientras que el otro, en el convento de San Agustin de Lima, celebraba las del criador con vida de virtud ejemplar, y de santa conformidad. Tras tan inesperada cuanto extraña peripecía el go- bernador vino á su proyectado plan de descubrimientos , que tanto valian y tanto nombre daban en aquella época de singular índole, y para que mejor resultado rindiera, ordenó al correjidor de la Concepcion, Jerónimo de Villegas, que pusiera á disposicion de los capitanes Juan Ladrillero, y Cortés Ojea, los bajeles San Luis y San Se- bastian, con la jente y enseres necesarios para caminar en demanda del estrecho de Magallanes; encargándoles hicieran un minucioso y bien entendido reconocimiento de cuantos puertos , bahías y caletas se dieran á ver ; en tanto que él, por tierra, habia de visitar todo loque pu- diera conducir al deseado complemento de tan impor- tante empresa. Como los buques se mantenian de antemano apareja- dos, no hubo sino poner á bordo de cada uno de ellos treinta hombres, y los víveres que se consideraron ne- Ercilla de as impugnacion si, juzgando su propia causa, no incurriera en escribir lijero « Ni digo como al fin por accidente » Fui sacado á la plaza injustamente » Á ser publicamente deg gollado, » Ni la larga prision impertinente » Do estuve tan sin culpa molestado, » Ni mil otras miserias de esta suerte » De comportar mas graves que la muerte. (Canto xxxvi de la Araucana.) CAPÍTULO XXXV. 129 cesarios, con lo cual Ladrillero y Ojea dieron la vela, siendo jefe de esta expedicion el primer nombrado. En llegando á Valdivia (últimos de agosto) tomó Ladrillero å su bordo el famoso nauta Sebastian Hernandez, vecino de aquel puerto, muy conocedor de aquellos mares desde que con el capitan Francisco de Ulloa los rejistrara por disposicion del malhadado gobernador don Pedro Valdi- via, y las naves dieron rumbo en busca del estrecho; pero pronto fue caso de andar á tientas, porque, no hecho á consejos ni á reconvenciones el extremado orgullo del jefe de esta expedicion, en cuanto se comenzó á navegar aparte de costa conocida, ó se pasaban los dias en aguas perdidas, ó corrian frente á ensenadas y embocaduras que desorientaban á la jente, y lejos de avanzar en la descubierta se solia retroceder cada vez mas. Llegaron por fin á escasear los víveres, y tambien á amenazar peligros de naufrajio , con lo cual comenzó el marinaje á pintar señales de un muy sentido descontento. Hernandez, por su parte, exponiendo sin rebozo los daños á que la terquedad de Ladrillero arrastraba á toda la jente , instaba porque se diese vuelta á Chile , puesto que ni habia ya víveres, ni parecia punto en donde re- cobrarlos ; pero todo en vano, porque aquel resolvió te- merario el descubrimiento del estrecho, Ó perecer; y como en este camino se estaba mas bien que en el otro, el marino de Valdivia, que con su propia vida queria se conservara tambien la de toda la tripulación , comenzó con sijilo á traer esta á sus miras para que se pronun- ciara resuelta contra el empeño de su iluso comandante. Desgraciado t sabedor de estos manejos Ladrillero, se apoderó de su persona antes de tener ganada la necesa- 130 HISTORIA DE CHILE, ria fuerza para resistirle, y le colgó de un penol, pro- bando que poseia lo cruel con lo ingrato. Satisfecho así su enojo, continuó libre su derrota, siempre en busca del estrecho magallánico, pero siempre alejándose mas del lugar que á ciegas buscaba, Estábase ya en los primeros dias del mes de octubre, y á favor de este tiempo emprendió don G. Hurtado sumarcha hacia el estrecho, con ánimo de llenar las miras de la empresa por tierra, y venir de paso en ayuda de la que los bajeles continuaban por mar, si de ayuda hubieran menester ; pero parecia que un mal jenio se atravesaba para desconcertar el proyecto, porque si la jente de mar andaba perdida y sin guia ni juicio (1), la de tierra la guiaba la traicion, para precipitarla y hundirla en un abismo, desde que adelantada la columna castellana mas allá de Valdivia, y recojiéndose de la costa, tuvo menester de aceptar guias del desconocido pais. Estos guias salieron de la primer tribu serrana, limi- trofe con la de los Cuncos, y cuyo jefe ó cacique era el Indio Orompellu (2) que con dañada intencion mandó á sus súbditos dirijiesen á los Españoles por derrum- baderos y malezas, huyendo de ellos en cuanto los pu- sieran en lo mas áspero de las sierras, donde el hambre, (1) Ni supo de ella por entonces el gobernador, ni pareció en las costas de Chile hasta en mayo de 1559 en que una soberbia borrasca trajo las naves dis- persas con poca interrupcion de dias, la pepa al puerto de Valparaiso con Ladrillero, un marinero y un negro, y el bajel de Ojea aportó á Valdivia, con su jefe y tres Españoles mas, que murieron, así como el marinero de la capitana , ode tiempo despues de haber saltado en tierra. Se perdieron, ni rindió pues, nta hombres, y no se descubrió el estrecho, fruto 2 la tal a e ES :(2) Tunconobal je laman los historiadores, y le hen... pa o de los esta- p 10 a de quien se habla en la inina de Millarapue. tn. CAPÍTULO XXXV. hat la escabrosidad de las veredas, el cansancio y las intem- peries, dieran fin de ellos. En falta anduvo esta vez la fecunda penetracion de don G. Hurtado , pues con buena fe y sobrada confianza, siguió con los suyos cinco dias, atropellando obstáculos, resistiendo incomodidades y venciendo imposibles de tal naturaleza cual en ninguna de las anteriores empresas se experimentaran ; pero no viendo el fin de tantas penalidades, ni medio tampoco para salir del enredoso laberinto en que å fuerza de do- blar puertos, y revolver estrechas gargantas, llegó á mirarse, barruntó el engaño, se apoderó de los £ amenazándoles con muerte cruel si no le sacaran å tierra de su señor, y como el temor surtiera el efecto apetecido, Orompellu, que no esperaba semejante retorno, pagó con su cabeza el desleal proceder. La propia suerte re- cayera en los Indios que hicieron de guia , á no comprar as vidas con la promesa de que seguirian. fieles hasta llegar al punto en cuya demanda se iba, y así lo cum- plieron , poniendo al gobernador á vista de Chiloe. Aquí tomó don G. Hurtado una piragua eños del pais, é hizo que el capitan Julian Gutie n rios arcabuceros, entrara al reconocimien una de las mas inmediatas islas del archipiélago, y de la cual “volvió al cabo de tres dias con informes no desventajosos an , ni tampoco por lo que cciones y calidad del suelo; pero como eS maba descubiertamente , el empeño de asentarse no era grande ni sostenido. Por lo mismo, ni quiso- descubrimientos , ni tampoco fundar el gobernador adelantar sus donde entonces se de § 139 HISTORIA DE CHILE. hallara , diciendo que nada era de esperar de un pais tan quebrado y montañoso, no dejando ver sino cena- gales en sus pequeñas y desairadas faldas. Cierto es que sus sierras pretenden algunas de ellas medir su soberbia cumbre con las de los Andes, y que no carece de cierto rigor el temple de aquel pais, pero posiciones hay que recompensado hubieran el sudor; y si se quiso extender el juicio hasta las islas, en la lozanía de sus leñas y ma- lezas , andaba manifiesta su fertilidad. : | quiera, volvió paso atras el gobernador incli- en línea de los majestuosos Andes, en cuyas inmediaciones ya comenzó á pasear ricas praderías , cor- ridas y fértiles vegas de vistosa y alegre perspectiva que le condujeron hasta Curacavi, punto en que el difunto Valdivia asentado habia (1552) la ciudad llamada Santa - Marina de Gaete, en honra de su ilustre esposa, y que pobló don G. Hurtado, con el nombre de Osorno O recordando así el título del condado que su abuelo poseia en Castilla , Como si la grandeza heredada fuera de mas valer que la personalmente adquirida por el primer go- bernador de Chile, y como si los relevantes y laboriosos hechos de este célebre conquistador no fueran dignos de cuenta, y de un jeneroso respeto. wo $e Entanto que el gobernador cuidara del asiento de - x s $: (1) Rápido hubo de ser su florecimiento , pues que poblada en noviembre de 1558, notamos que en 1576 Nieto de Laete, uno de sus vecinos, lega, antes de morir, la enorme suma de 27.000 pesos de buén oro para los tre: I CAPÍTULO XXXV. 133 esta nueva colonia, de la que salió correjidor el licen- ciado Alonso Ortiz, Caupolican, que reparado habia sus reveses, y comprendido ventajas para sus armas con la ausencia de las castellanas , que siguieron la empresa de Chiloe, concurrió con mas de ocho mil guerreros contra la Concepcion (1). Sabedor Alonso Reinoso de seme- jante movimiento entró por retaguardia de su enemigo con unos ciento cincuenta hombres hasta las llanuras de Digahue, inmediatas á Talcahuano ; donde trabada la refriega llegó á hacerse tan porfiada y sañuda que cuando el jefe castellano quiso desenredarse de ella, á penas si viera vivos la tercera parte de sus soldados : por lo cual se retiró ardiendo en ira, y discurriendo medios de venganza. Púsose el toquí mucho mas envanecido , mas confiado y tenaz en ofensa delos moradores de Concepcion, á la cual respondia siempre el correjidor Villegas con acerta- das disposiciones, y un valor admirable , no permitiendo - Que los sitiadores adelantasen terreno alguno, y Causán= doles daños de consideracion con las descargas; mas que en poco los tuvieran los Araucanos, hombres tan hechos á mirar la muerte con asombroso desprecio. En esto andaban sitiadores y sitiados, cuando avisado —Caupolican que volvia Reinoso con nuevas fuerzas en desquite de su anterior derrota, salió 4 recibirle apartán- dose de la ciudad, y le causó otra nueva afrenta, ni menos desastrosa, ni menos pronta que la recibida en los llanos de Digahue; con cuyo motivo se retiró el Español á su ciudad de Cañete. gi (1) Molina y otros traen á Caupolican II para esta Y otras operaciones que que los hechos del año en hasta la muerte deltoquí veremos; ya hemos dicho hos de > ban sido tratados con desordenada lijereza en las historias. t 1134 HISTORIA DE CHILE. Bien volviera el toquí al asedio de la ciudad enco- mendada al valeroso Villegas, pero venia de Osorno el gobernador don G. Hurtado habiendo desmembrado de mucho sus tropas con la poblacion de aquella ciudad ; era natural pensase en pasar á Cañete para reunirse con aquella guarnicion, é importaba sobre manera estor- barlo; porque el jefe araucano andaba leal y perfecta- mente servido hasta por Indios de paz, y á tiempo solia saber siempre los moyimientos de las armas enemigas. Así es que dejando para mejor lance la colonia de Con- cepcion , se puso el toquí en aceleradas marchas hacia la Imperial, en ánimo de contener á don G. Hurtado, y traerle al combate. Don G. Hurtado supo tambien con tiempo la marcha de Caupolican , le echó al camino una partida de caba- llos en celada, que descubierta á punto, y rota con ma- ravillosa presteza, fue corrida hasta -las mismas puertas de la ciudad. Tantos y tan acelerados, cuanto favora- bles , sucesos, desvanecieron en tal manera al toquí que recolrik el asedio de la Imperial, y presumió expugnarla sin grandes esfuerzos, sin costosos sacrificios , olvidando en su inimitable ardimiento el gran poder del arma ene- miga, sobre todo jugando de entre barreras. Numerosos, andog asaltos acometieron los Arauca- admiracion y ntc de los sitiados; pero contra la mayor heroicidad , salia de repente la mas fatal desgra- cia por entre bocas encendidas que vomitaban muerte y destruccion, cebándose á placer en masas de extremada impavidez, y que la imprudencia malgastaba, por no pa- Tarse á tomar consejo de las lecciones del tiempo. Compre ni lió al fin Caupolican lo inútil de sus satis” CAPÍTULO XXXV. 135 zos, y abandonó su empeño marchando ordenadamente å los estados de Tucapel, no para emprender nuevos si- tios, porque comenzó á conocer cuan caros le costaban, “sino decidido á mantenerse de modo que se acabaran relaciones entre las inmediatas colonias, y que amena- zando hostilidades en apartadas líneas, las fuerzas de los - Españoles tuvieran que desmembrarse , y entrar en fun- ciones aisladas ; de las que se prometia salir airoso y triunfante, pues sobradamente digno de ese premio le hacia su laborioso é infatigable trabajar por la gloria y la independencia de sus pueblos. de CAPITULO XXXVI. Marcha don G. Hurtado á la ciudad Concepcion.— Se traslada á Cañete. — Concepcion. — Visita la capital. — Regresa á la ec y publica en ella ordenanzas , que se llamaron Tasa de Santillana, ( 1558—1559. ) e En la marcha misma del jeneral araucano reconoció el gobernador que el intento del enemigo era por lo me- -nos el poner incomunicadas las ciudades Concepcion y Cañete, y como le interesara desbaratar un plan que habria de rendir frutos de gravedad si:á efecto se le dejaba venir, aceleró tambien su partida caminando para Concepcion, en cuya colonia gastó muy pocos dias de descanso, porque era todo su afan unirse en Cañete con Reinoso, para guarecer este nuevo pueblo de cualquier irrupcion repentina, Llegó felizmente á este punto, pero pronto corrió la noticia de que Caupolican con catorce mil soldados, muchos cabos de fama, y el anciano Colocolo entre ellos, se encontraba acampado en Quiapo, y defendido con un magnífico fuerte, en derredor de un monte muy áspero, muy paludoso, y que por naturaleza parecia impenetrable, Era el objeto del ¿dls , como ya se ha insinuado, que Ñ CAPÍTULO XXXVI. 137 los Españoles no pudieran ministrarse auxilios de esta- blecimiento á establecimiento, y que en ellos los mantu- vieran encerrados diferentes cuerpos volantes que se “habian de correr en distintas direcciones, hostilizando al enemigo , siendo punto de comun asilo el palenque de Quiapo ; en cuya construccion probaron los Indios, sinó superioridad á sus conquistadores , cuanta destreza se pudiera pedir para una perfecta copia de las cortinas, baluartes y rebellines , que en su suelo asentaron las ar- mas castellanas. i on G. Hurtado aprehendió serias resultas de este nuevo sistema de guerra de los Araucanos, y como'el dilatar una empresa para ver de desalojarlos de tan ventajosa posicion fuera dar márjen á que mas y mas Se afirmasen en ella, acabando por comprender utilidad inmensa con el alzamiento de defensas donde ampa- rarse contra un desbarate, resolvió ir en persona al campo araucano , seguido de doscientos caballos , y al- gunas piezas de artillería. No fue poca su sorpresa en cuanto Se viera en pre- sencia de su enemigo , cuya posicion se ostentaba en tan imponente aspecto que acaso fuera aquella la primera vez en que la probada bizarría del soldado español sin- tièra desfallecer, hasta el caso de pintar en su semblante poca ó ninguna gana de acometer el allanamiento de un punto, en su sentir, inexpugnable. Con intenso , aunque enfrenado dolor alentado caudillo la desfavorable impresion de que pare- ció afectado el ánimo de los que le seguian, y para darles lugar y motivo con que rehacerle, se echó con muy corta escolta en reconocimiento del fortif enemigo, 00X tanto mas asiento y seguridad , cuanto que sabia hasta donde , reparó el d 138 HISTORIA DE CHILE. podia ir el empuje del arma rústica con que quisiera ofenderle su adversario, En esta dilijencia, vió con sumo descontento que el atacar era imprudente y en extremo arriesgado, pero puesto ya al frente deun enemigo cuya soberbia habia de acrecentarse, si acaso se le volviera la cara, ni aviniéndose tampoco con la vanidad del pabe- llon conquistador un proceder que de temor ó de recelo pudiera pregonar indicios, asentó el gobernador su campo, resuelto å provocar á la pelea con guerrillas des- montadas, á ver si los Araucanos, en su impavidez y natural rebato, se arrojaban á raso para que por su cuenta los tomase la caballería. Y con la indomable fogosidad del toquí, entantas ocasiones reconocida y admirada , esa era, en efecto, la ¿ima que convenia seguir , porque seguramente no se contuvieran mucho los Indios ante el reto de un enemigo que tanto aborrecian; pero estaba con ellos el experi- mentado y prudente anciano Colocolo, cuyas canas el mismo toquí veneraba, y ya se comprende con cuales consejos de irresistible freno, y acertada cordura, no correria las líneas aquel respetable é ilustre patricio. Así es que en balde se gastaban las provocaciones del Español, en balde sus tiros, y si tal vez se le llegó á res- ponder en algun atrevido avance, nunca fue de modo que diera por entablado el juego, nunca con resultado de traer tal cual Indio fuera de barrera. Fastidiado don G. Hurtado de un hacer tan esteril, tentó el medio de su artillería contra el rebellin, para reconocer tambien la insuficiencia del cañoneo contra los corpulentos y empinados troncos que sustentaban el án- gulo de aquella obra flanqueada ; de suerte que era pre- ciso asaltar el recinto, ó resolverse á levantar campo : + i Be CAPÍTULO XXXVI. 139 . en este último medio no podia entrar el gobernador; fue, pues, preciso acometer el primero. A la sazon hacia de maestre de campo del gobernador el atrevido Alonso Reinoso , por ausencia de Ramon que don G. Hurtado habia despachado en comision al Perú, antes de entrar en la empresa de Chiloe. En aquel jefe ardia un crudo encono contra el toquí indio, á quien no podia perdonar la seria y afrentosa leccion que en Digahue, y cerca de la Concepcion, le diera sucesvia- mente;-y á él se le ordenó el asalto del fortin araucano por el frente, mientras que el capitan Gonzalo Fernan- dez habia de ejecutarle por el flanco derecho, y por el izquierdo el mismo gobernador. La determinacion era oportuna, porque irritado ya el soldado con inútiles avances, y repetidas escarapelas, habia recobrado su habitual valor, y pedia con instancias que se le pusiera en lance decisivo; 4 él los llevó don G. Hurtado y dieron todos pruebas de que eran dignos del valeroso enemigo contra el cual fueron ; pero rechazada fue su audacia con singular órden, y señalada serenidad. - Así humillada la arrogancia de aquellos conquistado- res, cuyo aliento siempre se muestra mas lucido y ro- llizo cuanto mayor fuese el contřatiempo con que la suerte saliera probándolos, ya se hizo comun el grito de vencer ó morir en la contienda, y los asaltos se reprodu- jeron con admirable despecho, pero estrellándose todos ellos en el bien dirijido y porfiado resistir de los Arau- canos, quienes, coronando el baluarte , formaban, por decirlo así, cortinas de bronce ni menos inmóviles que las de la fortaleza , ni menos insensibles al tiro y esfuerzo del agresor. Io o andaba ya el jóven don G. Hurtado, no 140 HISTORIA DE CHILE. viendo medio de recojer fruto alguno para tantos traba- jos como el Araucano le habia inutilizado , y mas le des- esperaba el recelar que su jente, cansa y aburrida ya de tanto hacer, no podria menos de desalentarse. Cuidó sin- embargo de no apartarla del campo, aunque con dispo- siciones que sobrado daban á entender no se pensaba en nuevos empeños hasta que con el descanso se hubiesen recobrado fuerzas. Nunca pudo presumir el jóven gobernador que con ceder á una medida impuesta por la misma necesidad , quebrantaba la saludable prudencia en que el enemigo tenia afianzado su triunfo. Para los Araucanos la inaccion de los Españoles fue cobardía ; rechazados tantas veces, ya solo pensaban en una vergonzosa deshilada; y era preciso saltar sobre ellos y acabarlos antes que asegura- ran sus vidas poniendo tierra de por medio; presuncion descabellada contra la cual nada, por desgracia, pudo la elocuente cordura del mentor araucano , porque se echa- ron las masas á fuera del atrincheramiento corriendo al campo castellano con un furor y un desvarío imponde- rable. A este extremo apeteció traerlos desde luego el go- -bernador, pero en ocasion mas aliviada; como quiera, menester fue recurrir á las armas, aunque por prontos que los Españoles anduvieron en ello , envueltos y con- fundidos entre numerosos haces de Indios se miraron, y en la sensible obligacion de recurrir á la espada, ya que de las bocas de fuego la confusion vino estorbando el uso. La batalla se trabó con encarnizamiento, y muchas fueron las fatigas que hubieron de superar los Españoles hasta rehacerse en ordenada línea para contener el empuje de los escuadrones enemigos , pero como al cabo de dos ho- ras de acaloradísima contienda, lograran desenredarse TRS CAPÍTULO XXXVI. AA lo suficiente para jugar con algunos pedreros, y parte de la arcabucería , contra varios cuerpos de Indios, el desór- den se introdujo, y fue preciso retroceder con precipi- tacion albaluarte. Don G. Hurtado con veinte soldados arrancó de re- pente contra los fujitivos, pero tan despechado y fuera de juicio que por entre sus mismos enemigos penetró en el recinto ya desmontado y con la espada desnuda , por habérsele roto la lanza en cuanto á la entrada del fuerte se apeara. Por fortuna de este arrojado caudillo, Reinoso ` le reconoció en la armadura, y apelando á voz en grito al valor de todos los Españoles para qne corrieran á de- fender la amenazada vida del imprudente gobernador, rodeado ya de centenares de enemigos, saltó la barrera toda la columna castellana donde al arma blanca se sos- tuvo otras cuatro horas la lid, costando á los Araucanos mas de dos mil cadáveres, y teniendo que abandonar el puesto , derrumbándose por las asperezas del monte. No cuentan los historiadores cuales pérdidas experi- mentaran los Españoles en esta funcion, ocurrida el 13 de diciembre de 1558, ni tenemos documentos con otra noticia que, de los nuestros faltaron algunos , Y así debió de ser en contienda en que los Indios pudieron por mucho tiempo probar con efecto el uso de sus macanas y picas. En el recinto hallaron los Españoles cinco piezas de bronce y varios arcabuces , trofeos que Lautaro habia recojido en la cuesta llamada de Villagra por la derrota que en ella sufrió este jeneral ; tambien en el recinto re- cojieron gran cantidad de víveres que Caupolican tenia almacenados , y como si nada de esto hubiera de bastar para que el jóven don G. Hurtado depusiera jeneroso la ira que el teson de su enemigo pudo causarle, repitió en J. HISTORIA. 142 HISTORIA DE CHILE. los prisioneros indios un acto, sino de tan atroz com- placencia como el ejecutado en los Ulmenes de Milla- rapue , así de injusto, y poco menos bárbaro , pues que indefensos y rendidos hizo se les quitara la vida (1). Terminado este sacrificio, regresó Ramon Reinoso á Cañete, y el gobernador se trasladó á la antigua plaza de Arauco (en 18 de diciembre) (2) que reparada nueva- mente y presidiada con fuerzas suficientes , permitió á don G. Hurtado dar vuelta en los primeros dias del mes de enero de 1559 á la Concepcion, cuyos moradores le recibieron con un júbilo y un entusiasmo superior á todo encarecimiento. Y en verdad, que contando con la di- cha de este jóven caudillo en la guerra, el valeroso ar- dimiento que á ella llevaba, y las pruebas de jeneral experto con que se acercó á la batalla, digno era de ta- les demostraciones públicas, digno de la admiracion de los suyos, y mas digno por lo mismo que tanto sus hazañas y sus cuerdas disposiciones se adelantaran á lo ue es de comun esperar en una edad propia solamente para desbarros, por faltarle la escuela de la experiencia. Contados hubieron de ser los dias que el gobernador pasara en esta colonia, de la cual se apartó dirijiéndose á la capital, con ánimo de visitarla , y dictar algunas providencias en mejor desempeño del órden judicial y rejimiento civil, que bien habia menester de enmienda, á pesar del zelo y del amor de la justicia con que procedia (1) Logró guardar la suya el interesante jóven Pichilmelemu, hijo del caci- que perean e pujar ad epi» del gobernador, con protesta de servirle fiel, le recojió, 1 n su compañía, le trató con nobleza, y recibió en ao la mas E «a fidelidad. (2, Un año avanzan los autores; como que consta así del libro xxxu de Provisiones de la capital , fo 18: « Que el 20 de enero de 1559 estaba allí el » gobernador, habiendo hecho ya el descubrimiento del Archipiélago, » ty CAPÍTULO XXXVI. siempre el ilustre cabildo de Santiago. Con severo rigor salió don G. Hurtado castigando los latrocinios de los encomenderos , que retenian los jornales de sus Indios, como si estos les debieran su sudor y fuerzas sin otra retribucion que un pedazo de pan mal aliñado, y con él tal vez un bárbaro trato. En los empleos de lucro cria- turas que la intriga, la lisonja, ó la contemplacion alza- ban, en daño de hombres benémeritos, de veteranos intelijentes, inutilizados en la guerra, y sin mas auxilio para mantener sus vidas, sino el que la caridad pública quisiera otorgarles. La hacienda, dilijente en la recauda- cion de sus rentas, cuando se trataba de dar contra contribuyentes no deudos ni allegados á los jefes del ramo, todavia se mantenia olvidada y remisa cuando se la llamaba á rendir cuenta de caudales, y ni hacia gran escrúpulo de distraerlos, porque el tráfico, la granjería, y la usura estaban por entonces en su mayor fuerza y vigor. La justicia entorpecida; la autoridad en ciertos casos desacatada, débil y tímida en otros, so- bre todo si tropezaba con personas caracterizadas, á las cuales no osaba llegar. A todo eso y 4 mucho mas tuvo que hacer frente el gobernador, en llegando á Santiago ; y amante de una estricta equidad, con ella entró, ya destituyendo em- pleados, ya premiando antiguos servicios, ya determi- nando medidas de órden, ya, en fin, regularizando aquella relajada administracion , que en ausencia de este jefe habia de recaer otra vez en los propios vicios , por falta de una mano robusta, ríjida y capaz de tenerla á raya. Quisiera el gobernador permanecer en la capital del reino cuanto tiempo se hiciese preciso para formular y 444 HISTORIA DE CHILE. publicar una ley comun, donde quedaran ordenados los deberes y derechos así de los Españoles como de los Indios; mas Santiago estaba muy apartado del teatro de la guerra; don G. Hurtado tenia por de mucho interés .el andar á la mira de las operaciones militares, y aun- que muy imperfecta era la reforma acabada de hacer en la administracion de aquella colonia, se propuso lle- varla á fin con la que para todos los demas estableci- mientos meditaba decretar en Concepcion , si las armas le dejaban descansar algunos dias. Era, en efecto, necesario, esencial el arreglo de la administracion civil, cien veces correjida, cien otras barrenada en todos sus resortes ; pero ¿de qué venia todo esto sino de la debilidad , y tambien de la contemplacion con que los funcionarios públicos solian tratar á sus administrados? Bien nos hacemos cargo de la época, y en cuenta tomamos sus costumbres; mas si Valdivia, con menos elementos que sus sucesores, y con atenciones de mayor cuidado, tuvo el nervio suficiente para rejir las colonias con mano severa, disculpa ninguna tienen los demas gobernadores si acaso pareciere débil é impotente la autoridad que ellos ejercieron. Todoeso lo comprendió perfectamente don G. Hurtado de Mendoza, y con propósito de poner enmienda. Con ese propósito salió de la capital para Concepcion, llevando en su compañía al oidor Santillana para que con su acuerdo quedara tambien resuelto el repartimiento de los Indios de paz, su padron y escrupulosa revista, y su- pliendo la ausencia de aquel su lugar teniente, Ro- drigo de Quiroga, nombrado el 20 del dicho enero para representar en Santiago la suprema autoridad (1). (1) Acuerdo del cabildo , cuyo acuerdo han confundido los historiadores CAPÍTULO XXXVI. 445 El padre del gobernador Mendoza, virrey del Peru, tenia conferidas amplias, omniímodas facultades á su hijo, por rescripto de 9 de enero de 1557, para que pudiera otorgar encomiendas, y reformar las otorgadas por otros gobernadores, tal y como á su alvedrío y mejor convenir cumpliese, y el asesor Santillana hubo de ver en esta disposicion toda cuanta latitud fuera de desear para hacer de don G. Hurtado un absoluto señor de ajenos bienes, un lejislador soberano. Lleno de esta singular idea, salió declarando vacantes todas las encomiendas del distrito de la Concepcion, suponiendo justificar el despojo con que los poseedores fueron lijeros y débiles hasta punto de haber abandonado la ciudad en dos lances seguidos, cuando ninguna otra cosa mas hicieran que rendirse á la imperiosa órden de quien en aquellas ocasiones los mandaba y dispuso la des- poblacion, ó abandono de la ciudad, siendo en primer lugar el gobernador Francisco de Villagra, y despues Juan de Alvarado (1). Al cabo, si aquella fue época de prodijios, no esca- seó tampoco en arbitrariedades repugnantes, siendo del número esta que encomendó los Indios de la jurisdi- con otro en que resultará puesto en el gobierno de Chile el mismo Quiroga por don G. Hurtado. Véase el capítulo XXXVI. buena ó mala gana hubo de obedecer al superior, sino ni aun á aquel que re- co in fuerzas para cont tar las de su enemigo, le huye voluntario ? Se quiso atender al ensalzamiento de nuevas criaturas; se dió con un jefe jóven, y esta parte de las ordenanzas (Tasa de Santillana) salió con clara in- justicia, + . id AhG HISTORIA DE CHILE. cion de la colonia referida, en Miguel de Velasco, Cris- toval de la Cueva, Gaspar de Villaroel , Pedro de Pan- toja, Pedro Aguayo, Pedro Murino de Lobera , y otros muchos, todos ellos hombres beneméritos y dignos sin disputa de premios y mercedes singulares, pero que se les hubieran debido y podido dispensar sin perjuicio de tercero; sin traer otras familias á la indijencia , tras haber derramado su sangre en gloriosos empeños; en fin, sin parecer parcial ni déspota acarreándose las maldiciones de aquellos á quienes tanto debió herir y perjudicar el descabellado desafuero. CAPITULO XXXVII Se traslada el gobernador á la plaza de Arauco.—Nombramientos que en ella se- ñala para el rejimiento de la capital. —Envia á Gabriel de Villagra con ochenta y 3 anzas imprudentes de este emisario con de plaza Alonso de Reinoso. — Irrup- añete y su total derrota. — Caupolican se retira e el Indio Andres, criado del g cion de los Araucanos en C Indigno porte de Reinoso con el esclarecido toqui. a y ( 1559.) Luego que el gobernador ordenara en Concepcion las sas tivas á los nuevos moradores de esta colonia, : conforme al entender del oidor Santillana, firmando leyes y ordenanzas, si que el resolutorio dictar de aquel letrado, se restituyó á la plaza de Arauco, dispuesto á consolidar la ista de toda la tierra que en este Estado llegara i p gobernador D. Pedro de Valdivia. Debió llegar á la “plaza en los primeros dias de diciembre de 1559, aun- que no vemos fecha segura hasta el 18 del propio mes y año en que parece nombrado un alguacil mayor, para la ciudad de Santiago, Y señalados con fecha los que re irian la capital en calidad de alcaldes ordi- na ; para el año de 1560 (1). Mas que algunos en- 2 OO. SA xk n a Bic A (t) « Pasó á entradas de verano à la p Felipe de Arauco, Y po. E . . A sd $ 4 . A EE Tlenaciomavor. de y pa de la ciudad de Cañete. — Proceder de pi, o E tii 4 $, h g A o A a £ J k = . ainia E" » SP O. . ee de a o o A EI IA 2 ya i i EEA aE As 3 ts K ` S a y z 6 + 3 WER A $ ; qX AS A. ES oda Y mie A E rr » X pi iiare ` t} sl. i v a! a , į 448 HISTORIA DE CHILE. Muss ocurrieran á don Garcia Hurtado con los natu- rales, como de todos ellos saliera con fortuna, y en ninguno parecieran causas para inferir que los Indiosha- bian de pensar en inquietarle con la fuerza ni el teson de que eran capaces, concluyó considerándose perfecta- mente seguro en aquel pais, y para que á este mismo estado de seguridad viniera la ciudad de Cañete, cuya prosperidad tanto anhelara el gobernador, despachó á Gabriel de Villagra con ochenta hombres en refuerzo de aquella poblacion, necesitada tambien de brazos para bar sus edificios. E gó Villagra á Cañete sin accidente ninguno, por- - que desde la fatal derrota de Quiapo , comenzó el ilustre Caupolican á ser blanco de las acerbas calumnias con que la rivalidad envidiosa trataba de dirruir clandestina y traidoramente la merecida popularidad del infatigable y valeroso toquí, y como despues de aquel dean a- via concurrieran hechos de armas, ya que no de señ gravedad, contrarios siempre al pendon araucano, los ánimos andaban entre estos mas ocupados en repetir quejas y propagar infundados cargos contra su jeneral, encon Los enemigos de Caupolican contaban una pori u pe ; todas las pérdidas que las armas habian sufrido bajo ; la direccion de agoel jefe, y sin tomar en cuenta masa comparara, para que el pueblo h lasi vista de tan opuesto contraste, pidiera pasase el aeiia » diciembre de 1559, y nombró ake ee alcaldes hordinarios y Tejidores el me » guiente dia - ia CAPÍTULO XXXVI. 149 de la dignidad suprema á manos de uno de los varios que la ambicionaban , pues el crecer, aunque á expensas de la mas lucida honradez sea, aunque pasar se necesite por cima de dignas y merecidas reputaciones, usando de armas vedadas, desleales y traidoras, obra de todos los pueblos parece, sea cual fuere el grado de cultura de cada uno de ellos. Supo Caupolican en sus dias ser sordo á la lisonja, despreciar las alabanzas, y responder tan ríjida cuanto imparcialmente á cuantas obligaciones le impusiera su cargo; por lo mismo, nole habia de faltar, ni le faltó en este lance, la necesaria calma, la entereza conveniente para dar de mano el agravio, aunque fácil le fuera el castigarle, no pensando sino en cuanto pudiera rendir gloria á su patria, lustre á sus armas y el afianzamiento de la sagrada independencia en que ver queria á todos sus compatriotas; solo que, ó con algun resentimiento del innoble proceder de sus adversarios, ó quizás para probarlos en público trayéndolos al último extremo de un. desprendimiento, de un arrojo, de un sacrificio que acaso no cupiera sino en pecho de un Lautaro y de un Caupolican, convocó á todos los mandarines para una asamblea jeneral. e e q -— Enella relató con noble franqueza el mal estado á que la guerra le habia reducido, y el:hado fatal que parecia salir al desbarate de todas sus empresas despues de al- gun tiempo ; pero que contra ese hado elementos pode- rosos tenia el pais si, como lo suponia, todos sus hi- jos sentian el amor de la libertad que pregonaban , el odio y execracion de que alarde se hacia contra el san- guinario y altivo conquistador; pero vió que en llamar á un levantamiento jeneral con la dura condicion de dar est pel 150 HISTORIA DE CHILE. á las llamas lo que cada cual poseyera (1), y servir pu- diese al sustento del enemigo, si la fortuna le dejase el triunfo, los que mas valentonaran para desconceptuarle y arrebatarle el prestijio , aquellos fueron los que parecie- ron menos determinados á poner tan subido precio en las aras de la nacional independencia. Con todo, era preciso continuar la guerra y apeló á nuevas levas, á nuevos sacrificios, pues nada ciertamente se le pudo rehusar como que tenia de su parte los mas acreditados jenerales, entre los cuales cuentan el célebre Colocolo, el invicto y tan feroz cuanto desprendido Tu- capel; y era entonces la guerra un pensamiento natural, pues los Españoles estaban diseminados en la guarda de diferentes puntos, unos de nueva planta, y de repobla- cion otros, y por consiguiente su poder no habia de ser tan robusto. En el plan de operaciones que el toquí se propusiera esta vez, las plazas de Cañete, Lebu y Tucapel fueron las primeras sobre que habian de caer las hostilidades , y, fecundo en amaños, abrió campaña contra Cañete, esperando que la sorpresa le facilitaria lo que la fortuna se empeñaba en negarle ; pero para que el ardid saliera á medida del deseo hubiera sido menester emplear un hom- (1) Conviene, ó gran se enado relijioso, 4 Como último remedio confiemos : Las casas, ropa y mueble infructuoso Y fodo, con TR poe se oys ea no b de habas partido ni concierto ; Sino solo vencer ó quedar muert -— (EnciLLa, canto xxix de ú Araucana.) ` CAPÍTULO XXXVI. 451 bre tan reservado y sagaz como Millarauco , ó dar con uno de los Indios que al servicio de los Españoles estaban, sino del temple de alma de un Lautaro, por lo menos con igual sentir en gloria del suelo que le viera nacer ; hubo, al contrario, un Purán harto imprudente y crédulo, y un Andres demasiado aleve para con su patria, pues que sin venderla traidoramente pudo muy bien mantener fi- delidad á los que le daban el pan, y que ciertamente no le pidieran en descuento una de esas acciones villanas que solo en pechos ruines hallan oríjen y sustento. Purán, oficial del intrépido toquí, hombre que habia servido un tiempo á los Españoles, y que no carecia de ingenio y travesura, pasó á la ciudad de Cañete, con cargo de examinar las disposiciones y fuerza de la plaza ; las horas en que sus defensores pudieran parecer mas confiados ó desprevenidos; los puntos mas flacos para la resistencia; en una palabra, cuantas noticias nubieran de conducir á una sorpresa fácil y segura, confundiéndose al efecto entre los Indios de paz como uno de los tantos que por su calidad tenian libre entra- da en la poblacion. Seguia Purán su secreta mision con ventura, pues que ni sus compatriotas, ni los mismos Españoles llegaron á recelar de su persona, pero hubo de presumir que en los Indios no cabia traicion, y apete- ciendo iniciarse mas y mas en los medios de resistencia con que el enemigo contara, no menos que conocer cual momento seria el conveniente para atacarle con mayor éxito, trabó relaciones con el criado del gobernador de la plaza Alonso de Reinoso, que unos llaman Andres y otros Andresillo (1); en cuyo Indio descargó confiado todos sus. secretos, todo el fondo de su mision, estimu- T (1) Figueroa pone Baltasar, nombre que ningun autor ha recojido. = 159 HISTORIA DE CHILE, LA lándole con magníficos premios á cooperar con él al triunfo que su patria comun necesitaba. La proposicion, lejos de traer al semblante del taimado Andres tal cual pinta de desagrado, produjo, al contra- rio, esas prendas con que al leal y crédulo, el hombre mañoso deslumbra protestando interés, simpatía, zelo, reserva, parte eficaz en una causa sin duda ninguna comun y causa ganada, añadió el renegado Andres, siempre que el jeneral dé repentinamente en este pue- blo al medio dia, porque esta es la hora en que nuestros opresores se entregan al descanso como que pasan las noches sobre las armas. En estos mentidos manejos se pasaron algunos dias, Andres engañando y Purán creyendo; Reinoso dispo- niendo cuanto era menester para rechazar el meditado asalto, como que le tenia bien advertido su criado, y Caupolican preparándose para recojer el triunfo que su espía le aseguraba con admirable fe y sencillez. Así que allegado el dia de convenida señal con inaudita celeri- dad corrieron los Araucanos al establecimiento español, y le penetraron con grande algazara y gritería, sin dar en oposicion de ningun jénero; pero como Alonso Rei- noso viera dentro de barrera las masas para cuyo rechazo estaba prevenido, ordenó con un cañonazo el cierre de las puertas de la ciudad, y con la artillería, y con la ar- cabucería, comenzó á barrer columnas indias en las calles hasta poner en espantosa confusion y desórden á su ene- migo, matándole sus mas lucidos y esforzados jefes, y cubriendo el suelo de cadáveres, siendo contados los In- dios que lograron volver á campo abierto para unirse á los cuerpos que Caupolican dejara á retaguardia, y fuera - del recinto, CAPÍTULO XXXVII. 153 Tras esta horrorosa matanza la caballería española dió contra los Indios de reserva , desalentados ya habiendo reconocido la perfidia con que se los habia traido á la muerte, y rotos, y deshechos, y víctimas del implacable furor de los soldados castellanos, pocos fueron tambien los que pudieron hallar en las malezas y fragosidad del pais el amparo de una vida sacrificada en la impruden= cia de Purán (1), no menos que en la alevosía del desna- turalizado Andres. Con la ruina total del ejército araucano , mandado por el soberbio Caupolican, debiera quedar Reinoso vengado y satisfecho , apartando de su mente el sentir de los dos reveses que aquel caudillo le habia hecho experimentar en campos no muy distantes dela Concepcion. No parece así. Antes suponiendo sin duda que sin la muerte del toquí nada habria de llegar á templar el encono que en su pecho abrigara, puso á precio, y muy subido, la ca- beza de su noble adversario, pregonando grandes sumas para quien se le entregara vivo ó muerto; hecho nada jeneroso, nada conforme tampoco con las costumbres de aquella época mas caballerosa en este punto que “la ac- tual, y que sobre todo si usaba de recursos tales , nunca, como ni hoy se hace, para con personas de la categoría de un Caupolican, sino solo contra facinerosos y asesinos de fama cuyo exterminio tanto importa á la sociedad. El toquí llevaba harto castigo en la dolorosa pérdida que acababa de sufrir, y sobrado debió sentirla cuando con sola su familia y un muy corto número de amigos se retiró 4 los montes de Pilmayquen, su pais , para esperar que el tiempo le permitiera reponer fuerzas con que (1) En la contienda murió de los primeros ese desventurado, porque iba guiando á la cabeza de sus compañeros de armas. ASA HISTORIA DE CHILE. acudir á la defensa del albedrío y bien comun; pero res- pondió al pregon de Reinoso el capitan Tongollmo (1), vecino, amigo íntimo en quien el desventurado toquí te- nia depositados hasta sus mas recónditos arcanos, y, el malvado!... le trajo á poder de sus enemigos cuando me- nos en ellos pensara, cuando mas confiado y seguro llegó á considerarse en su retiro. Guiando aquel codicioso y desleal Indio al capitan don Pedro de Avendaño, que con cincuenta Españoles sa- lió comisionado para cercar la morada del toquí y sor- prenderle, llegó la partida 4 Pilmayquen antes que el alba rayara, y-la prision del caudillo araucano quedó cumplida, mas que con bizarría se la disputaran él y una docena de partidarios que le acompañaban , pues sobre que fuera injusto negar á los Españoles arrojo y aliento en los lances, por terribles que aparecieran, era su número muy crecido para salir esta vez de entre sus ma- nos, rompiendo un cerco que la sorpresa les dejó acabar á toda su satisfaccion. Avendaño condujo el noble cautivo á la plaza de Tu- capel , y mal herido en un brazo, pero parece que hubo de guardar con él cuanto miramiento pide el infortunio, cuanta hidalguía es de presumir en hombres bien naci- dos; no así Reinoso, que en viéndose con su ansiada presa á los pies se mostró descompuesto , soberbio y cruel, hasta el momento mismo de ponerla en un afrentoso palo (2). (1) Otros culpan al cacique Ed es callan el nombre de este traidor; pero ni Caupolican se hallaba en las tier de aquel cacique, como se pretende, sino en su propia casa, ni en nuestros puts. tos vemos otro nombre que el de Tongollmo. R tada. menos Garcia que pretende absolverle de ella so pretexto de necesario escar- CAPÍTULO XXXVII. 155 Ni las penalidades, ni los ultrajes, ni la vista misma del tablado en que la estrella esplendorosa del pueblo araucano iba á ser espetada y asaeteada en mengua y baldon de las armas vencedoras, desalentaron un solo instante el ánimo fuerte de aquel varon traidoramente miento. Delincuente nos Pompa Reinoso por lo que toca al duro trato que man- tuvo con la ilustre víctima hasta verla sacrificada, pero no quisiéramos acu- sarle del sacrificio. ho cre reible que Reinoso se atreviera á pronunciar contra la primera persona del pais enemigo, sin consultar con su jefe? ¿No estaba este jefe en la plaza de Arauco? Y aunque en la empresa de na estuviera, como lo sienten los que no hicieron cuenta de muchos de los hechos de este año, trastornando de paso el órden de los que relatan , ð Bi E pe con instruc- ciones de natural prevision , y por lo mismo facultado para obrar, ó si no fue- ran de admitir esas facultades , por mas que aborreciera aquel capitan al cé- lebre pana aiis la persona Ada mie de ouaa mih para determinar por sí ordenó y Reinoso any se culpable contento. Nos inclina á esta creencia el que la mu uerte au- dillo araucano se eumplió, segun todos los historiadores , varios dias e de su captura, en los cuales pretenden que se convirtió á la fe, y recibió el bautismo totriande el nombre de Pedro : estos dias pudieron gastarse muy bien esp on de don García Hurtado de Mendoza. — El gobernador, se nos dirá, no o consintiera que el jeneralisimo de las armas enemigas acabase . O E] zZ consejos de ruines, ni desconocia el mérito y el valor de sus adversarios; pero en qué los tuvó él? — « Y pensé que q opan puri > N » nunca mas cabeza , i ellos estan tan emp mal Indio de Cau » polican, que otro dia envió á decir que aunque fuese con tres Indios me » havia de matar, i aun desafiándome en forma como si fuera hombre de » gran punto, etc. » (Carta de don Garcia aido a al virey su padre, fecha en Cañete, 24 de enero de 1558.)— Esa respuesta sirve tambien para p pos Ercilla no fue muy escrupuloso en la narracion de los hechos, pues pone boca de don García, con referencia á ese desafío, lo siguiente : > DOY ces De sectii a pene ile asegu Que á el plazo puesto, y lios asiento, hd ea don E canto xxy de la Araucana.) h56 HISTORIA DE CHILE. vendido (1). Si para arrastrarle al cadalso, si para dar mas ponderancia y solemnidad á la ejecucion de lo que ya en el vulgo corre con nombre de justicia, creyó Rei- noso ser muy oportuno traer á la escena cuantos Indios en aquellos contornos anduvieran, cuantos Españoles á sus órdenes tenia, enseñándoles un héroe desfigurado en el asqueroso aparato de un malhechor (2), no hizo con esto sino que la afrenta con que quiso cubrir la me- moria de la víctima , sobre el mismo sacrificador la echa- ran las jeneraciones, maldiciendo indignadas esa tan repugnante y bárbara injusticia con que se dispuso de una vida digna de mejor fin (3). Tal y tan trájico acabar tuvo aquel caudillo araucano bajo cuyo gobierno pareció la ciudad de la Concepcion dos veces arrasada; aquel que desalojó á sus enemigos de Angol, de Villarica, de Santa-Marina de Gaete, de las plazas de Arauco, Tucapel y Puren; aquel que en tan apurado extremo puso á los moradores de la: Impe- rial y de Valdivia con asedios de incomparable tenacidad y osadía; aquel que en once batallas campales, si no le faltó gloria, supo tambien derramarla á manos llenas en el pendon castellano trayéndole con incomparable brio á (1) Venga (la muerte) que yo la pido, yo la quiero, Que ningun mal ai grande, si es postrero, (ErciLLa, canto xxxiv de la Araucana.) (2) road , destocado, á pie desnudo; Dos pesadas cadenas arrastrando Con una soga al cuello, y grueso ñudo , De la cual el verdugo iba tirando. (ErciLLa , canto xxxiv de la Araucana.) (3) De cien flechas quedó pasado el pecho a Por do aquel grande espíritu echó fu Que por menos heridas no cupiera. + (Ercinta, canto referido. ) CAPÍTULO XXXVII. ] 157 empeños en que ejercer rasgos de pasmosa heroicidad, recojer triunfos de perpetuo nombre, y ceñir laureles cuyo verdor no agostará el tiempo, ni cubrirá jamas el olvido ; aquel, en fin, á cuyos pies cayera asesinado el ilustre y tambien desafortunado gobernador de Chile don Pedro de Valdivia (1). (1) No quisiéramos incurrir en nota de inexactos por solo callar el hecho que todos los persia refieren respecto á la India llamada Frisia segun unos, Guden en sentir de otros, y esposa del ES E ý -o como viera preso y con vida á su esposo, comenzó á le de d cabó por estrellar contra una peña á un hijo de Canpolad ae en los doin i. diciendo que no queria hijo infame de padre tan cobarde é infame. No son epi- tetos esos que con ningun periodo de la vida de aquel guerrero cuadrar pudie- ran, y mas nos parecen de invencion “poética pes colorir el cuadro, que de exactitud histórica : estímelos cada cual á su maner ý 1. HISTORIA, 30 CAPITULO XXXVIII. Ofrece el gobernador la paz á los Araucanos por medio del jóven do lemu. — Encuéntralos este enviado sa intratables. — Colocolo los convierte, y vuelve Pichihuelemu á Arauco - compañado de varios oa nages comisionados para el ajuste de las ii — Muchas familias Don Gare ía Hurtado pone de gobernador de Cañete al capitan Gonzato Fer- nandez. — Alonso de Reinoso traslada la plaza de Tucapel á Talcamavida, y la colonia de los Confines á Colhue, por órden del gobernador. — bernador de Tucuman Juan Gomez Zurita deis del Castillo funda en Cuyo las ciudades Mendoza y San sang — Pasa don Garcia nome á la Concepto ion, — Yoeiva á Sanilago: — Doh el gobierno de Chile en Ro- S por r el rey Se se embarca en Valparaiso con direccion al Perú, * ( 1560—1561.) Que con la muerte del noble é impávido toquí arau- cano hubieran de quedar los Indios sumidos en el abati- miento mas doloroso y cruel; que la noticia de tan in- fausto suceso les habia de arrancar las armas de las manos, aunque luego las recojieran mas feroces y enco- nados, una vez que, vueltos del espanto, se acordaran que deber era suyo el vengar aquella sangre ilustre , vendida á los enemigos del pais, y derramada con escarnio y baldon, cosa era de natural consecuencia, y cosa en que dió la lucida penetracion del gobernador; mas que se adelantara presumiendo imposible que aquel pueblo be- licoso volviera á levantar cabeza. El fondo del jóven don García Hurtado era verdaderamente hidalgo, y si la experiencia anduviera con él manteniéndole sordo á tm CAPÍTULO XXXVIII. 459 insinuaciones de hombres de baja ralea , tan cumplido y grande pareciera en el gobierno militar como en el po- lítico, porque si se mostró constantemente amante de la justicia, enemigo de los abusos, humano, jeneroso, protector de todos-los Indios de paz; á la paz anhelaba traer tambien los pueblos revueltos; por su mejor estar se hubiera sacrificado gustoso, y gustoso les perdonara tras el triunfo aunque muy caro llegara á costarle. Muchas eran las veces que habia ya convidado con la paz al pueblo araucano , y harto le dolia el ver que con insultos volvia siempre la respuesta; pero estando fuera de juégo el malhadado adalid que con tan májica ponde- rancia domeñaba y removia aquellas alentadas masas, supuso más hacedero el ajuste de amistosas relaciones con el indómito pueblo, y resolvió que el jóven Pichi- huelemú pasase al campo de sus compatriotas , llamán- dolos å una reconciliacion honrosa y leal con la bandeta conquistadora. Pichihuelemu, jóven de despejado entendimiento, noble en todos sus procederes, adicto con relijiosa fe al gobernador, cuyo señalado cariño llegó á granjearse en muy poco tiempó, caminó al desempeño de su mision bien fesuelto á no omitir medio ninguno de los que en sü mano estuviesen, para ver de vencer la obstinada repug- nancia, y mejor, el odio con que los Araucaños mira- ~ þan å los Españoles; pues harto le aflijian tambien los horrores que sobre sü patria descargaba la guerra, y como él no hallará en don García Hurtado sino bondad y cariño, cariño y bondad presumia en el corazon del jó- ven caudillo para todos los Indios, si todos le juraran paz y quietud. : Este emisario penetró en el campo aratcano justa- HISTORIA DE CHILE. “mente cuando todos los mandarines del pais, reunidos en jeneral asamblea, discurrian sobre los mejores medios con que conviniera venir en las circunstancias, no sola- mente al reparo de la terrible pérdida de la célebre ca- beza que rejia los destinos del pueblo., si tambien al lo- gro de elementos con que castigar en el enemigo la insultante demasía å que su crueldad le arrastrara en la ejecucion de tan injusto sacrificio. Como Pichihuelemu diera inmediatamente cuenta de su mision, la guerra!... la guerra! fue el estrepitoso grito que sonó en los aires de la herbosa y escondida vallejada que ocupaba la junta, pintando al propio tiempo todos los semblantes ese paño lívido que la ira vomita cuando, tentada de improviso, se revuelve y di- -lata hasta punto de saltar la estrechura en que se la te- nia comprimida; pero hallábase allí Colocolo, y si re- cojido, y si silencioso se mantuviera ante el justo motivo con que sus compañeros rechazaban una embajada en cuyo ajuste iba por condicion primera la servidumbre, con mas experiencia que todos ellos, todavia comprendió que en la paz habia grandes bienes , que la paz era opor- tuna, que la paz era, en fin, una tregua de estimable precio para reparar estragos, y volver á la guerra mas robusto, mas prevenido, y mas alentado. Ni un solo ins- tante quisiera Colocolo vivir sumiso á un extranjero, porque en esta parte tan Araucano era como todos los - demas; solo que en llevar un tiempo aquella degradante calidad, creia él ver asegurada para siempre la indepen- dencia de su patria, y si venia á tratos de paz, no por ello entendió renunciar á la guerra cuando con medios para hacerla se volviese á ver el pais. En tal sentir, así como’ el astuto y venerable anciano ¡ CAPÍTULO XXXVHI. 161 reconoció que en el turbion de injurias y valentona= das que las propuestas del gobernador provocado habian, ya mas tibios los ánimos y mas desahogados, fácilmente podrian admitir consejo de la prudencia, entró expo- niendo su parecer y ponderando la fortuna de las armas castellanas, pues mas resaltaba , cuanto que con mayor estudio la supo poner al lado del calamitoso cuadro que de su propio pais bosquejara, descorriendo la muerte de sus mas ilustres hijos, la de millaradas de soldados, y por fin, la del hombre importante que en su sola persona parecia guardar el invencible poder de toda la nacion, sus esperanzas, y su gloria. Parecíale arriesgada y fatal la resistencia, puesto que sobre escasear los brazos, sobre encontrar visoños la mayor parte de aquellos de que se hubiera de echar mano, hasta de bastimentos se sentia necesitado, y fiar en un resultado ventajoso con tan débiles recursos era segun él imperdonable locura. Con razones tan pertinentes nuevo fue el jiro en que las cosas entraron, y Pichihuelemu vió con no poca satisfaccion que á su demanda cedieron los votos mas importantes de la asamblea, ya que no faltaron jefes que consintieron abandonar sus hogares antes que doblar la cerviz al yugo extranjero, del cual se libertaron reti- rándose á lo mas remoto é impenetrable de los montes. Nunca tan subido contento paseara el alma del jóven E don García Hurtado de Mendoza, como en viendo venir ásu favorecido mensajero en compañía de un crecido nú- mero de próceres araucanos que ofrecieron paz sin hu- millacion , paz sin desdoro, para los estados de Arau- co y Tucapel; y como les fuera otorgada sin doblez, ellos la afianzaron con poner á disposicion del goberna- 1692 HISTORIA DE CHILE. dor cuantos brazos consideró necesarios para doblar las defensas de la plaza de Arauco, repetir sus fosos, ensan- char sus cuarteles, hacerla, en fin, impenetrable. En esta plaza se mantuvo don García Hurtado hasta los primeros dias del mes de junio de 1560, y sus ocu- paciones no eran otras sino un asiduo é infatigable zelo en el despacho de los negocios administrativos, porque limpios los caminos desde el ajuste de la paz, los Espa- ñoles de todas las colonias , autoridades como particula- res, todos concurrian á Arauco, estos en queja de agra- vios ó injusticias, áquellos en consultas ó demandas de públicas disposiciones. Aunque con fe en la paz, por lo mismo que de todas veras la deseaba, como ya le habia dicho la experiencia la lijereza con que aquellos Indios rompian sus promesas, pensó que no era imposible que la guerra renaciera, y anhelando cortarla, ó por lo me- nos debilitar sus elementos, dió el mando de la ciudad de Cañete al capitan Gonzalo Fernandez, encargando á la probada actividad de Reinoso pasase á Tucapel, y trasladase incontenti aquella plaza á Talcamavida, por si los Araucanos vinieran á rebelarse, cojido de ante- mano estuviera el abrigo de aquellos montes. Ni á esto solo se redujo la comision de Reinoso. Una vez aquella plaza en estado de resistencia, habia de correrse á los llanos de Angol, poner la colonia de los Confines en - Colhue con nombre de ciudad de los Infantes (1), pero dejando en aquella un fortin competentemente presi- . diado; todo lo cual quedó cumplido con on des- treza y recomendable celeridad. Con esta, medidas de prudente cautela. para guardar (1) No jei : A este nombre porque los vecinos continuaron el de Con- fines, y Confines se conservó. > CAPÍTULO XXXVII. 163 lo ganado, todavia aparejó otras la honrosa ambicion deljóven conquistador, quien, como sus predecesores, medía su gloria segun la importancia de las conquistas, siendo por lo tanto de mayor luz cuanto mas se dilataran los límites de la dominacion soberana. En esta mira, al paso que Juan Gomez Zurita se viera con el nombramiento de gobernador de la provincia de Tucuman y órden de salir sin demora para su destino, al capitan Pedro del Castillo se le encomendó marchase con cien caballos á subyugar la provincia de Cuyo. Siguió este jefe el ca- mino de los Hornillos hasta doblar la cordillera , entró en la ordenada conquista , y como los naturales no pare- 22 cieran dispuestos á pedirle cuenta del derecho en que es- a tribaran sus pretensiones, nada tuvo que hacer sino asentar la ciudad llamada Mendoza (en honra del uno de los sobrenombres de la casa del gobernador) , y á bene- fici de la inalterable paz en que los Cuyos se mantenian, adelantar sus descubrimientos hasta donde plantó la co- lonia dicha San Juan (1). En tareas de tanta utilidad consumia los dias el g0- oaa a EAE PARE st 3a esta énoca. siquier esta ep ` l uUSs UL (1) Merec quiera enlazaron en mayor honra de personajes importantes en la historia. — la primera que como una partida de Españoles apresara (no se dice porqué) á la esposa é hijo del Ulmen Ayllapagui, este corrió á Arauco pidiendo á don Garcia Hurtado la libertad de su familia, pero con la particularidad de desli- zarle entre las manos un tejo de oro en apoyo de su demanda, que á ese ino- cente insulto empeñaba el ansia con q los Españoles buscaran aquel metal. ẹ Don Garcia Hurtado oyó al Indio con afabilidad , le otorgó con gusto lo que anhelaba, pero le devolvió el tejo, y pasmado el Ulmen de tan desinteresada - jenerosidad , no vió con que retribuir el favor sino trayéndole á paz toda la con ay» ; o una conjuracion de varios Araucanos que, ansiosos de dar muerte aleve al jóven gobernador, dispusieron regalarle un cestillo de fruta delicadas por medio del capitan Metucalcha , quien con un cuchillo habia de asesinarle al tiempo de poner en sus manos aquel regalo. Esta villana traza llegó á oidos del venerable Colocolo , con el tiempo medido para hacer que sW $ 464 HISTORIA DE CHILE, bernador, cuando le cojió carta del virey su padre anun- ciándole como el rey habia dispuesto del gobierno de Chile en favor de Francisco de Villagra, y cuanto anhe- laba su retorno á Lima por si fuese para el sepulcro con la grave enfermedad que en cama le tenia postrado. A cuenta de que en las disposiciones de su hijó no hu~ biera demora, cuidó aquel ilustre anciano de que con la carta le llegase la competente autorizacion para nombrar persona que el gobierno de Chile ejerciese, en tanto que Villagra concurriera á desempeñarle, Don García Hurtado, con vista de semejante noticia, -salió de Arauco, y marchó para la ciudad Concepcion 7 sin duda alguna resuelto á entrar en los deseos que su padre le manifestara, pues que allegando á este punto su primer acuerdo fue el nombramiento de goberne interino del reino de Chile, cometido á Rodrigo de 1j- roga hasta haberse personado el propietario Francisco de Villagra, porque si en Santiago ejercia ya aquel cargo (1), limitado estaba á la ausencia provisional de don García Hurtado, y sujeto á á consultarle en los casos de gravedad (2). Con todo, lejos de ausentarse , lejos de desnudarse del hijo corriese á descubrirsela al mismo don Garcia Hurtado en persona; per] petrarle, perdonándole , así como á sus e mplices, un atentado que de indignacion Jlenara el alma jenerosa del po personaje á cuya honradez se debió el descubrimiento. Hoenig) era Colocolo del caudillo español, ; enemigo mucho mayor de ] que la ruindad concierta. (1) Véase la penúltima nota 230 capítulo xxxv1 (2) Se nota no sin sorpresa, por lo mis a es causa ignorada, urtado firma el sn de su sucesor interino en la pana cion el 7 de junio de 1560, que Quiroga no quedó reconocido en su calidad de gobernador interino hasta mediados de febrero de 1561, como que siguió go- bernando don ah Hurtado , y se le ve en Quillota el 3 del dicho mes y año, CAPÍTULO XXXVI. h65 mando, vemos que de nuevo y con su injénita actividad se entrega á reformar todos los ramos de la pública ad- ministracion , y no por lo que aisladamente concerniese á aquella colonia, sino comprendiendo con medidas uni- formes y jenerales el gobierno de todo el reino, sin olvidar Indios de paz, encomenderos, beneficio de minas, administracion de justicia , policía, hacienda , ayuntamientos, en una palabra á todo atiende, todo lo enmienda y equilibra con extraordinario acierto , con asombrosa equidad, con irrecusables prendas de que en su juvenil pecho el amor á sus gobernados , el mas rt deseo de su bienestar, tenian raices pro- fun + 3 d desde Candia 4 Santiago, cuyos mora- dores respondieron dignamente á lo que- á persona tan caracterizada , tan dichosa en la-guerra, y tan entendida en el arte de gobernar se debia, pues ni anduvieron mezquinos en obsequios y festejos de pública satisfaccion, ni demasiados tampoco aclamándole en el lleno de su contentamiento restaurador del reino, pacificador y con- quistador de nuevas tierras, que todos esos nom eranjeó en siete batallas campales, y siete establecimion- tos que en el pais vino á sentar (1). Esas demostraciones entusiastas con que los pueblos todos salian probando cuan satisfechos les tenia el go- pues todo consta de una manera auténtica en el libro del cabildo. ga don García Hurtado anticipó de siete meses aquel nombramiento, si ánimo estaba staba de seguir gobernando? Cualquier solucion pudiera a aventurada, y cumple á nuestro atape el no fallar sin un AOE cogen- cimiento, pues por nada ni por na die quisiéramos apasionarn (1) e xi en la parte expositiva que precede al iiai de Siriy del Perú con que 5. o Aaa treinta años mas tarde. « Mediante la victo- » ria que Filtra o daros en siete batallas qe tuvisteis con » los Indios, entre los idos ri siete ciudades. » 166 HISTORIA DE CHILE. bierno de su caudillo, para este serian sin duda de suma complacencia, pero nunca causa de que se enfriara la ri- jidez con que él asistia al cumplimiento de sus deberes, Dejó por lo mismo que los moradores dela capital goza- ran á placer de aquellas fiestas, de aquellos diferentes juegos con que voluntarios quisieron solemnizar su lle- gada, mas en cuanto las viera concluidas, entró en un exámen detenido y severo acerca de la administracion, reparando con disgusto que miramientos y contempla- ciones tenian la de hacienda poco menos que desampa- rada, porque raro era el vecino que no le fuera en deber ORRAT aOleE sumas , ya por razon de tributos, ya en lo perteneciente al quinto real del beneficio minero : su en- tera voluntad hizo en breve que el erario recibiera q plida satisfaccion. Es la catedral de Santiago obra debida al piadoso A de este jóyen guerrero, que puso la primera piedra de su . fundamento pocos dias antes de alejarse de un suelo en que con tanta ventura hizo su pı ner ensayo, así en armas , como en el uso de la justicia; no pareciendo des- pues hecho alguno de su gobierno, si por tal no se tiene la visita que hizo á las famosas minas de Quillota, en cuyo tambo se le ve el 3 de febrero de 1561 (1) y el 5 en el puerto de Valparaiso embarcándose para el Callao, donde supo con pesadumbre el fallecimiento de su padre, virey que fue del Perú. Favorecidos, amparados quedaron los Indios. de paz con los reglamentos que don García Hurtado acertó á sacar de entre la severidad de su justicia, y la natural clemencia que le caracterizaba, cuando libre disponia de sus inspiraciones. Los encomenderos ante el inexorable - (1) Cabildo de Santiago. + d CAPÍTULO XXXVII. 467 querer de aquel jóven tuvieron que enfrenar su brutal inclinacion, y no Ver en sus siervos animales de carga y vara, para cuyo sustento bastaran desperdicios entre in- solente desprecio, como era de costumbre; antes por el hombre respetaron al hombre, considerándole en el trato y en las relaciones de modo que la humanidad pareciera honrada, el déber respetado y la justicia satisfecha. - Sobre un gobierno con pauta uniforme y equitativa, con reglas de estudiada armonía para que todos los ra- mos jugaran con desembarazo en sus diferentes aplica- ciones, todavia logró Chile en esta memorable época tregua al desastroso jenio de la guerra, seguridad en los caminos, plazas bien guarnecidas, ensanche en las po- sesiones, y una fuerza armada en reserva como nunca habia visto desde la comenzada conquista. g Para alcanzar todos esos bienes ya hemos notado cuales y cuantos fueron los sacrificios, pero estos sacrifi- cios apreciarlos y pagarlos con largueza supo don García Hurtado , procediendo en las mercedes y recompensas con tan estrecha imparcialidad que se puede deci rindió un relijioso culto al mérito, y entre disputársele. el eco interior de la amistad, ó el de particulares resen= timientos de personas que sabia no eran muy suyas, mayor pago recibieron estas, que las que con aquella honraba. Nada diremos de su vida pública y privada durante su mansion en Chile, sino que fue un modelo de compostura y de llaneza, contra el esperar de sus pocos años, y lo elevado de su cuna... į Lástima verdaderamente que des- k preciables aduladores torcieran la índole de ese claro y virtuoso varon, empeñándole á lavarse en Sangre inocente, 168 HISTORIA DE CHILE. en sangre de criaturas que disputaban sus lares, y su al- bedrío, con el doble derecho de lejítima propiedad, de lejítima defensa á una injusta agresion !... Y ¿para qué? para que sin cuenta á la tierna edad, sin cuenta á extra- ñas influencias , todavia digan las jeneraciones : Fue ti- rano, fue sanguinario, é impio. Al menos no le acusarán de interesado, pues que, so- bre ser constante que cuantos muebles y enseres po- seyera, otros tantos fueron distribuidos unos para adorno. y servicio de los templos, otros para uso de particulares sus amigos, no es menos cierto que salió de Chile acaso sin los fondos necesarios para la navegacion (1). Sí que de la capital, como de otras ciudades, corrieron los hom- bres de posibles brindándole con todo su dinero, y aun- que nada de nadie aceptara, un tal rasgo debió pasar al alma del jóven conquistador la firme persuasion de que sus actos dejaban lisonjeros recuerdos, y su per- sona un nombre querido y respetado ; motivos ambos so- brado poderosos para que el hombre de bien asiente en su corazon un contento inalterable, el espejo fiel de su buen obrar, con la consoladora imájen de la gratitud que sus semejantes le tributan. Por desgracia, no en entero hubo de caberle al esclarecido y jóven caudillo esa dulce herencia, pues como si el destino quisiera recordarle que no en todas sus obras anduvo justo, de entre las prime- ras personas que concurrieran con el bolsillo en la mano, para que sin cargo, ni cuenta, atendiera cumplidamente á todas sus necesidades, salieron Juan Jufré y el ayunta- (1) Y convienen los historiadores en que con haber conservado las economías de sus sueldos y obtenciones no fuera mucho hallarse al fin de su gobierno con fasuma de cien mil pesos fuertes, ó su representacion en oro pallado ; pero todo lo invirtió en la guerra, y en varias obras piadosas. CAPÍTULO XXXVII. 1169 “miento de Santiago, mostrando órden de poner á dis- posicion de don García Hurtado todos cuantos fondos quisiese, y una encarecida cuanto hidalga súplica , so- licitando se dignase admitir, con el obsequio , la amistad de' un nombre... que trajo á los ojos del invicto gober- nador una lágrima de noble pesar, y que decia : Fran- cisco de Villagra. E CAPITULO XXXIX. Gobierno interino de Rodrigo de Quiroga. Estado de is cosas en aquel tiempo entre Españole es ra Araucanos. —Los Indios asesinan á Pedro de Avendaño y á alo oles mas. — Consecuencias del atentado.— El gobernador pasa á Puren.—Vuelve í Santiago.—Entrega el mando, y se retira del servicio. ( 1561.) Como á mediados de febrero de 1561 quedó cumplida yobedecida en Santiago (1) y demas colonias españolas de Chile, la provision del gobierno interino en Rodrigo de Quiroga, sujeto distinguido ya en este, como en otros cargos de república , á que anteriormente se le habia llamado, siéndolo en esta ocasion por nombra- miento de don G. H. de Mendoza, fechado el 7 de junio de 1560 en Concepcion, cual se ha dicho imas atrás, Presentaban entonces las cosas un muy favorable as- pecto para los Españoles, porque si mentida pudiera ser la paz que con ellos pactaran los Araucanos, manteníanse estos como olvidados de pensar en romperla , dando así ocasion á que sus enemigos corrieran confiados allá donde la satisfaccion de un deseo los llamaba; que pues callaban las armas, en cuyo ejercicio tantos disgustos, y trabajos tantos, habian hallado, natural era ir en busca de distrac- ciones y placeres permitidos, mientras no se declarara relajada la armonía entre los dos pueblos. Decimos ar- monía porque no hallamos voz que á nuestro pensamiento responda, y esa está muy lejos del interior sentir que en (1) El 5 en esa capital. E CAPÍTULO XXXIX. h74 - los dos bandos presidia ; ni los Españoles aspiraban á menos que å sojuzgar un pueblo cuyos hijos, en com- pensacion del desposeimiento de su,suelo natal , recibi- rian cadenas y servidumbre; ni los Araucanos pudieran pensar en corresponder finos y agradecidos con jentes, que á tan degradante posicion los bajaran. Si ajustaron paces, no con mas objeto que el de re- parar tantos reveses como sus armas habian experimen- tado. Aunque no escasos en capitanes de acreditado valor, todavia los puso la muerte del ilustre Caupolican en el caso de atreguar la guerra, que el reponer la suprema dignidad del estado, si cosa sencilla y breve parece en- tre naciones cultas, tiempo pide, y grandes embarazos trae, entre tribus enteramente independientes unas de otras, y así como llamadas á la defensa de una causa co- mun, tambien convenia que todas ellas, y sus respectivos jefes, á una vinieran depositando el toquiato en sujeto digno de rejir los destinos del pais. Es presumible tambien que si quedara don G. H. de Mendoza en el gobierno de Chile, la paz fuera de mas duracion; habian reconocido los Araucanos la admirable fortuna de aquel jóven conquistador en las armas ; como nunca conocieron el miedo, no diremo 4 e la temieran,. pero llegaron å respetarla, y con la ausencia de- aquella afortunada persona , ese respeto pudo muy bien olvi- darse, en la esperanza de que, habiendo de medirse con un nuevo jefe, acaso quisiera el hado mostrárseles propicio. Es de todos modos evidente que en el alma de los Araucanos dos sentimientos i de consecuencia se susten- taban con indecible robustez; amor de su independen- cia, odio implacable contra aquellos que esa indepen- 1792 HISTORIA DE CHILE. dencia querian arrebatarles, y si ocasion para probar ambas cosas llegaba á presentarse, seguro que no la ha- bian de desperdiciar. Pareció esta ocasion el 22 de febrero, en que Pedro de Avendaño con otros cuatro amigos cayó en su estan- cia (1) situada en la jurisdiccion de Puren , sin mas ánimo, ni otra idea que la de pasar algunos dias de re- creo en el campo entre sus Indios, y dirijir en tanto el órden y distribucion de una casa que de nueva planta estaba alzando en su encomienda. Ocurrió que como veinte ó mas de sus Indios tuvieran que cargar con maderos de bastante peso para arrimarlos á la obra comenzada , cada uno de aquellos tomó una enorme estaca finjiendo apoyar en ella para resistir mejor la carga, y en cuanto llegaron á donde su amo y demas Españoles estaban, y que hubieron soltado los maderos, comenzaron á trancazos ente acabarlos en muerte las- timosa (2). - Los Indios cojieron la cabeza de su señor, Pedro de Avendaño, se refujiaron en las tierras del cacique Anga- lican en el mismo distrito de Puren , y desde allí se pasó á los estados de Arauco y Tucapel la ensangrentada prenda que de! atentado sacaran, y fue recibida en am- bos puntos con. singular satisfaccion y contento; cosa equivalente á— nos cuadra el rompimiento de la paz, y con gusto volvemos de nuevo contra los enemigos de nuestro pais. Ni otras eran tampoco las intencionesdel cacique An- galican, quien, con palabras de marcada soberbia, re- (1) Hacienda de campo, si acaso no fuera mejor caseria. (2) Debió Pedro Cortés salvar su vida huyendo precipitadamente, puesto que se supone, en su manuscrito histórico, Go a de la escena, CAPÍTULO XXXIX. 17: chazó la pretension del comandante de la plaza de Puren, Miguel de Velasco, que reclamaba se le en- tregasen los reos en su jurisdiccion asilados ; pasó el jefe castellano á la amenaza, y con insultante des- precio le respondió el jefe indio; causa para que aquel, comunicando al gobernador interino Rodrigo de Qui- roga el asesinato cometido en la persona de Avendaño y sus cuatro amigos, diera tambien cuenta del mal res- ponder de Angalican , encareciendo lo mucho que im- portaba el castigarle sin ninguna demora, por lo mismo que presumia que el sacrificio se habia cumplido á insti- gacion del cacique; porque se decia que andaban ya los proceres del pais en la eleccion de un toquí (1), y (1) Nuevos razonamientos son necesarios en abono del contexto de los tres precedentes capítulos.¿ Quien sucedió al Caupolican muerto en Tucapel? Cau- polican su hijo, ó i, agrs 2% llama ban y ms des UREA En sentir de saipo fu rior á la muerte l ilust Jill daba á los Afaucanos? ome olican II, segun e Saiph segun Fi igueroa. Ercilla no hace mencion de Caupolican l, ni tal jefe parece haber existido. En efecto , si ese hijo tuviera el verdader Caupolican, ¿ no hubiera parecido al lado de su padre en algunas racial pe Lautaro se ganó un nombre inmortal, rayando en los diez y nueve años, ¿no es de presumir que con veinte y dos ya cumplidos diera Ema ari H tal cual Pa de ser hijo digno del que ejercia el supremo poder ? Menester ester habia de esa prueba , porque entre los Araucanos no se medra sin as valor y osadia; son todos ellos valientes y osados, preciso es, pues, que quien haya de mandarlos lleve esas cualidades hasta el asombro; i las traia escritas Cau- polican II , mozo desconocido hasta que plugo á los historiadores entregar le el hacha de piedra? Santistevan Osorio debió conocerle sin duda, pues dice Tep mantuvo en un oculto valle, de donde nunca jamas habia salido, y que Todo el tiempo que digo, el Araucano, Comunicando siempre con las fieras Haciéndose en sus hechos inhumano , Andaba por los montes y riberas : Mataba muchas de el las, por su mano, Buscando las mas brav as y ] No hay sino que este continuador de la ARAUCANA, si desapacible en el canto, 31 1. HISTORIA. 47h HISTORIA DE CHILE. porque, en fin, en la cabeza del desgraciado Avendaño iba el grito de guerra para todos los estados, en lo que sus hijos entienden por correr la flecha. : Imponderable el dolor que esta noticia llevara al sen- sible corazon de Rodrigo de Quiroga , viendo por testi- monio de la paz violada, por enseña de un nuevo levan- tamiento, la cabeza de Pedro de Avendaño, su yerno..... Así es que entre sobrecojido y desesperado salió de San- tiago con una corta escolta, y tomando en Concepcion otras fuerzas, otras tambien en Cañete, se puso sin dila- cion ninguna en Puren (el 9 de marzo), resuelto á ven- gar la ofensa sin parar en medios, sin escuchar conse- cuencias. Sí que á esta sazon ya andaban los Araucanos en pre- _parativos para volver á la guerra, pero como ni Arauco, ni Tucapel, ni otros distritos de los que en la paz habian entrado, dieran todavia muestras señaladas de hostilidad, Rodrigo de Quiroga no podia, ni debia, descargar en esos estados la ira envenenada que en su pecho ardia desde que supo lamuerte de Avendaño; y forzado, por lo mismo, á hacer pasto de ella el único punto en que el crímen se cometiera, dió suelta á una desmandada indignacion, ar- rasando toda la comarca , para que entre el hierro y el fuego perecieran personas y propiedades de inocentes, como propiedades y personas de culpados. Fue fortuna para una parte del territorio de Puren, que el ayuntamiento de Santiago llegaratodavia á tiempo, pidiendo en manera imperante el retorno instantáneo de Rodrigo de Quiroga á la capital, donde habia de dimitir su cargo de gobernaddr interino, para poder reconocer todavia tuvo la desgracia n ali donde la sana razon le peter» . ae singular en el cuento, acabándole CAPÍTULO XXXIX. 475 en el gobierno la persona de Francisco de Villagra, re- presentado en forma por el licenciado Juan de Herrera. Sin ese aviso, que puso á Quiroga en la necesidad de obedecer, quedado hubiera todo el distrito de Puren aso- lado, yermo; verdad es que sobrado dejó cumplido la crueldad , para que los Indios se revolvieran de nuevo con teson y ensaña , pidiendo á su enemigo cuenta de tanto ultraje, y cabezas con que aplacar el grito de la orfandad desvalida, y de la inocencia sin piedad cas- tigada (1). (1) a nos pedirá la historia otra vez el nombre de Rodrigo de Quiroga, solo importa saber aquí que en cuanto se desnudara del gobierno interino de Chile, voluntaria ó forzosamente quedó retirado de Jas armas : el modo no a infundada, y tiene contra sí no pocos antecedentes; con que el cabildo e Santiago, y el mismo Villagra, desaprobaran el extremado rigor que Qui- roga descorrió en Puren, mirándole como una provocacion á la guerra, pudo llegarse al punto que se nota, y esto es lo mas probable de todo cuanto sobre la materia se ha dicho; mas faltan datos para convertir la probabilidad en hecho. EE CAPITULO XL. Los reos Francisco de Villagra y Francisco de Aguirre.—Llegada de Villagra á Coquimbo.—Dase á reconocer gobernador de Chile.—Salen á recibirle dos concejales de la capital.—Pedro de Villagra pasa á Cañete.—Gregorio o Casta- ñeda á la reconquista del Tucuman. — Parecen los Araucanos en Lumaco.— Pasa el gobernador á Arauco. — Altamirano marcha á reforzar á Cañete.— Se embarca el gobernador para Arauco y lç llevan los vientos á Chiloe. — El toquí Antuhuenu en frente de Cañete.—Se refuerza el toqui en Nahuel- buta, y le bate otra vez BEET — Villagra enferma y se traslada á Concepcion. ( 1561—1562. ) En cuenta hemos tomado el injusto porte de don G. H. de Mendoza con Francisco de Villagra, que preso, y en compañía de su competidor Aguirre, fue mandado á disposicion del marqués de Cañete, virey del Perú; pero resta saber que con los resultados de tal disposicion, si la honradez del perseguido Villagra subió á su lugar natural y merecido , la de él que tanto blasonaran sus detractores con terrible merma se acercó á la balanza de la imparcial justicia. Ni pudiera suceder otra cosa cuando se ve que Aguirre, supuesto reo como Villagra , halla en el virey del Perú, con recomendacion de don G. H. de Mendoza (1), un amigo, un protector, en fin, (1) Como con ese gobernador se aparta tambien Suarez Figueroa de los asun- tos que á Chile conciernen , preciso es que aquí notemos cuanto nos choca € ver que, si acertado pudo andar reprendiendo á Ercilla un voluntario olvido de hechos que la verdad histórica reclamaba, parcial é inconsecuente se muestra no dando á Valdivia, á Quiroga y á Villagra sino injusticias y excesos, que mas gritan, cuanto que con cuidadoso estudio se vierten entre desmedi- los defectos y demasías de ese sobitatder, tambien sus apreciables prendas, y e. CAPÍTULO XL. xr una espada, y las fuerzas, y los recursos necesarios para ir á la conquista de la provincia de Tucuman, cuando para Villagra no hubo sino desaires y al cabo inhospitalidad, poniéndole en la dura precision de tras- ladarse á su patria. Ni pudiera suceder otra cosa cuando allegada la víctima á los pies del trono en demanda de castigo si crímenes se le prueban, ó de desagravio si su inocencia luce, con conocimiento de causa le alza el so- berano al gobierno de Chile, adornado con los títulos de mariscal y adelantado, y dándole cuatrocientos sol- dados que habian de seguirle á su nuevo destino. El remedio dice en sí cuanta fuera la gravedad del mal, Embarcóse Villagra con su jente para Tierra-Firme, desde donde pasó al puerto de Payta, y en seguida á Lima ; no deteniéndose en esta capital sino el tiempo necesario para el apresto de dos bajeles que le pusieron en Coquimbo el 4 de junio de 1561. Saltó en tierra el 5, y entrando en la Serena fue recibido y aclamado gobernador de Chile con señaladas demostraciones de júbilo , así de parte de aquel vecindario, como de sus autoridades ; otorgando en el siguiente dia 6 el compe- tente poder para que el licenciado Juan de Herrera, ` con presentacion del real despacho, pidiese su obe- diencia y cumplimiento al cabildo de la capital, y se diese á reconocer por su lugarteniente y capitan jeneral del reino, en lo que la ausencia durara. El 13 del- propio mes entró Herrera en el ejercicio de sus funcio- nes (1). Villagra, por su parte, confiando en la paz que con como estas no den vinculadas, bien las descub era Figueroa en aquellos rece causarle el villanaje. conquistadores, á reprimir un poco el hastío que (1) Así resulta de los asientos del cabildo de Santiago. $ 178 a HISTORIA DE CHILE. su antecesor tenian tratada los Araucanos, se entró á visitar el estado de las minas de aquella provincia, y cuantas encomiendas en ella habia, siéndole sumamente grato el ver que, gracias á las severas ordenanzas de don García Hurtado de Mendoza, la condicion de los Indios habia mejorado sobremanera , porque los enco- menderos tenian en aquellas un freno que no se habia de romper impunemente. Así es que si acaso creyó con- veniente traer de su autoridad propia algunas disposi- ciones de oportunidad, ó de interes puramente local, en nada alteró el réjimen que Pedro de Valdivia asentara, y don G. Hurtado habia enmendado con acierto. En este intermedio el cabildo de Santiago preparaba un pomposo y magnífico recibimiento á su nuevo gober- nador, y para que por todos los medios se expresase la satisfaccion con que se le veia en el mando supremo, fue acuerdo del 11 de julio que uno de los alcaldes, y un rejidor pasarian inmediatamente á felicitarle , con cargo tambien de acompañarle en su tránsito de la Se- rena hasta la capital. En el camino hubieron de hallarle esos dos miembros de justicia, porque Villagra , olvidadas ya las incomodi- dades de su larga navegacion, venia para Santiago y en- tró en esta ciudad el dia 19 del dicho mes. } ¿Monos tan pródigo aquel vecindario en toda suerte de y de festejos; nunca entusiasmo tal como el con - dea corrió á saludar ásu nuevo gobernador, siendo dig- no de reparo el grito unánime que se perdia en los aires, no de vana alabanza á la persona vestida con la suprema áutoridad del reino, antes de bendicion á la justicia del soberano porque tan á punto pagado habia lo que al mérito. y á la honradez se les estaba debiendo. » CAPÍTULO XL. 479 ¿ Y porqué no dar entonces libre curso al contento? En sus resultados la paz con los Indios no inspiraba to- . davía entrada á un serio recelo, pues que corria sin contar otro accidente que el de Avendaño y sus amigos, accidente que con demasía habia castigado Rodrigo de Quiroga, y accidente, en fin, cuya importancia no supo estimar el gobernador Villagra , como si con la ausencia de Chile se le hubiera ido de la memoria todo cuanto le enseñara el pueblo araucano, para probar que no habia de sernunca esclavo de otro pueblo, ni reconocer obliga- torio tal pacto á que lanecesidad ó la violencia le trajeran. Con todo, por si los Indios pensaran en vengar los estragos que en la comarca de Puren habia ejecutado el enojo de Quiroga, vino Francisco de Villagra en mandar que su hijo Pedro pasase á la ciudad de Cañete nta lanzas, y cargo de recorrer aquellas cer- canías sin hostilizarlas, antes conduciéndose de modo que las buenas relaciones ni la tranquilidad no se alte- rasen. Algunas partidas de Araucanos se cruzaban ya en a uel distrito; pero con la llegada de Pedro de. dl -Afan fue de todos los conquistadores el Enio posible los límites de su dominacion, y ya que el go- bernador Villagra, en desprecio de lecciones de tiempo pasado , no presumiera fácil el quebrantamiento de la paz, volvió sus miras al Tucuman, cuya provincia él mismo habia agregado al reino de Chile en 1549, venciendo á Juan Nuñez Prado, que en nombre del virey del Perú la gobernaba. Pertenecia otra vez esta provincia al virey, y mandábala Juan Gomez Zurita (nombrado anteriormente por don G. Hurtado); mas como Villagra se reconociera con mejor derecho : + ` 3 480 HISTORIA DE CHILE, y mirara en el despojo un agravio contra los estados que en nombre del soberano rejia, hizo que Gre- gorio Castañeda (4) con cien caballos volviese á re- conquistar aquellas tierras, usando de las armas si la razon llegara á ser desatendida : Zurita fue destrozado, y el Tucuman quedó nuevamente dependencia de Chile (2). Cuidadosos atendian los Araucanos á todas las dispo- siciones del nuevo gobernador que inadvertido desmem- braba sus fuerzas, y confiado se mantenia en la capital; y anduvieron entre tanto tan cautelosos, tan atinados, en los preparativos para la guerra, que cuando los Españoles menos lo esperaban se vieron con un Cuerpo de cinco á seis mil guerreros, fortificados en el lago m Lumaco , y hostilizando los distritos de la Imperial, de Puren, de Angol y de Colhue, bajo las órdenes del nuevo toquí Antuhuenu (3). e Al nombre de este jeneral con que de improviso sa- lieron los estados de Arauco y Tucapel, rasgando los tratados convenidos con don G. H. de Mendoza, como encanto se alzaron Catyray, y otras provincias de los con- tornos, y fuera jeneral el levantamiento, á no concur- (1) No tardó en A Juan Jufré « para proseguir en la conquista, » por órden del gobernador (Cabildo de Santiago.) (2) Procedió mal Villagra A: esa disposicion , mas que en su favor nato derecho. Apelar á las armas contra sus perisknos con arè de e ¿qué? Un terreno con dueño, es decir un Consúltese, pues, con ese dueño , él p sus consejeros dirán si es po e para el pais en cuestion el gobierno de A ó el gobierno de B. Fue n desacato á la corona el extremoso medio del gobernador de Chile ; justo obli sido pedirle cuenta de la sangre por su causa vertida, solo que en aquella época de instituciones civiles sin carácter determinado, por todas ee aran el cetro, exceptuando la que guardaba la mano del inqui- O Tal uë el nombre del jefe que sucedió á Caupolican. pi CAPÍTULO XL. 481 rir el mismo Villagra donde el peligro amenazaba, aunque mas de una de las estancias españolas habian sido arra- sadas , cuando él llegó á dar cara al enemigo. Dilijente y animoso recorrió el gobernador las tierras de Arauco y de Tucapel, las de Cañete y de Angol, llegando á la Imperial en los principios de mayo de 1562 (1), cuyos moradores le recibieron con sumo contento y llana cor- dialidad ; que á ello .les autorizaba la circunstancia de ver un convecino en el que para otros pueblos no era sino el jefe del Estado. Antuhuenu no quiso tomar la ofensiva, ni tampoco descubrir su frente, que aunque esforzado y audaz, no escaseaba en prudencia; y como comprendiera cuanto importara el ordenar y amaestrar sus batallones, antes de empeñarlos en funcion de consecuencias, en las* algaidas mas guardadas y seguras del pais se mantenia, mientras que con falaces y nuevas protestas de paz se fuera ganando tiempo para abrir convenientemente la campaña. - Con.esas estudiadas proposiciones y pretexto de cum- plimentar al gobernador , le habian salido varios caci- ques á su paso por Arauco, Tucapel y Cuyacupil, y esta vez concurrieron otros å la Imperial probando, para asombro de las jentes, que en el alma de aquellos Indios . “ni cabia idea de sumision, ni entrar pudiera la del 3 pp abatimiento; antes como si trataran de igual á igual, hemos dicho poco, como si dolidos de aquellas manadas (1) A cuya ciudad debia ll ae jer doña Cá lida Montes, y que « el gobernador habia 1 á ella, pues se ve el 22 de mayo en que nombró » á su joven hijo don Pedro de su teniente de gobernador, y capitan jeneral » para la ciudad de Santiago, é interin volvia el propietario Juan Jofré que » estaba á la otra banda de las cordilleras en Cuyo, y Carea, conquistando y » poblando. » (Cabildo de Santiago.) 182 HISTORIA DE CHILE. - de aventureros errantes que allí parecian sin patria ni hogar, un rasgo de magnanimidad fuera ya necesario, entraron ofreciendo al gobernador algunos terrenos donde pudieran fundar los Españoles, y cultivar para su sustento; seguros de no ser inquietados en manera ninguna: « Pero que no habian de contar con mytayos, » sino que ellos mismos ganasen el pan con su propio » sudor, » Preciso es reconocer "que, tanto como de santa, tiene la máxima de atrevida , solo que hubiera debido pegar en un don G. H. de Mendoza, para que al trasluz re- parara la poca solidez del cdf que creyó de tanta duracion. A punto estuvo el mismo Villagra de ver en semejante propuesta el delirio de un descompuesto or- gullo, pero justo apreciador del valer del enemigo con quien “trataba, sagaz se mostró en respuestas muy medidas y de ningun compromiso, y hasta despidió á los caciques con presentes de alguna importancia, para que menos pudieran penetrar sus secretas miras. Apenas salieran los caciques de la Imperial, cuando ya marchaba el gobernador para Valdivia, desde cuya plaza, reunidas con dilijencia algunas tropas que de Osorno y Villarica se mandaron venir, con ciento se- tenta hombres, se dirijió el maestre de campo Julian Gutierrez Altamirano para Cañete, encargado de obrar con el jóven Pedro Villagra, que habia de hostilizar y castigar abiertamente las provincias rebeladas. i El gobernador tomó tambien inmediatamente un buque en el puerto de Valdivia, resuelto á trasladarse á Arauco, porque aquejábale demasiado la gota, y prefirió este viaje al que, en mejor estado, hubiera querido hacer por tierra; pero un mal temporal le puso | se a Ed CAPÍTULO XL. 183 de arribada en la isla de Quinchao, una de las del archipiélago de Chiloe, con cuyos Indios tuyo un ventajoso empeño, y concluido dió nuevamente vela para su destino, al cual aportó sin ningun otro contra- tiempo. Cuando Altamirano llegó á Cañete , ya encontró esta plaza sitiada por el toquí araucano, mas se le abrió inmediatamente paso, porque el astuto Antuhuenu dyirtió que si se enredaba con este inesperado re- uerzo , tambien saldria á funcion el presidio de aquella ciudad ; y retiró sus fuerzas con ánimo de utilizarlas contra los cuerpos ó destacamentos sueltos que los Españoles habrian menester de sacar á campo , para hacerse con forrajes de que sentian extrema escasez. A suponer que los Españoles habian de quedar á la defensiva, y nada mas, fundada era la esperanza de Antuhuenu, pero lejos andaba esa suposicion de órdenes de Villagra, en virtud de las cuales , salió inme- diatamente Altamirano con cerca de doscientos ochenta hombres, en persecucion del toquí, que de antemano se habia fortificado en Lincoya, término de Tucapel, y en cuya posicion fue roto, dejando en manos de su ene- migo muchos prisioneros, gran cantidad de mante- nimientos, y en el campo mas de ciento cincuenta ca- dáveres. Tras este hecho se volvió Altamirano á Cañete, pen- sando que, con el escarmiento, mucho habian de tardar los Indios en reponerse para venir con nuevas provoca- ciones; pero ni mas tiempo perdieron que el necesario para llegar á los montes de Nahuelbuta, en la parciali- ad de Rucapillan, donde habiendo reparado una. posi- 1 que no podia ser atacada sino por el frente, en ella 484 HISTORIA DE CHILE, asentó el toquí su real, cerrando con bien entendida. estacada la parte descubierta , y despachando un cuerpo que habia de correrse en amenaza del presidio de Angol, mientras que otro no muy considerable dis- curriria en avanzadas , para divertir mejor al enemigo; ER porque las fuerzas indias de dia en dia se aumentaban. Con noticia de estas disposiciones se puso otra vez Altamirano en movimiento, marchando derecho á las posiciones que el toquí ocupaba. Aunque llegó á ellas sin haber reparado en el tránsito quien de este movi- miento parte hubiera podido dar á Antuhuenu, no dejó de sorprenderle el ver con cuanta vijilancia se mantenia el campo del jeneral enemigo, y lo que mas es, lo acertado del punto en que parecia resuelto á de- — fenderse , y al cual no podia llegar en manera ninguna la caballería que mandaba en aquella ocasion Nuño Her- nane lez. Resuelto el ataque, fue preciso echar pie á tierra y marchar contra la empalizada, lo cual se ejecutó con arrojo y destreza; pero tambien respondieron los Indios con igual aliento al que en sus dias probaran los veteranos del esclarecido Caupolican, aunque menos prácticos en lides, para mal suyo, dejaron que los Espa- ñoles penetraran en el recinto. En tal caso ya se hizo la refriega jeneral, y si despavoridos algunos cuerpos vi- soños, comenzaron á echarse por los barrancos y der- rumbaderos , ó por entre las espesuras de los impene- trables bosques que á espaldas tenian, otros hubo que á la voz del alentado Antuhuenu, sustentaron la lid con extraordinario despecho, siendo para ellos la muerte mas apetecida y buscada que la fuga, ó un vergonzoso rendimiento. Las armas castellanas recojieron el triunfo, mas en grande apuro les puso Antuhuenu con sus $ CAPÍTULO XL. 485 tres mil guerreros, y si muchos de estos perecieron en la contienda, tambien á Altamirano le mataron cuatro hombres, sin que uno solo de todos los demas dejara de sacar heridas de mayor ó menor gravedad. En muy mal estado, en efecto, quedarian los Españo- les, cuando de regreso el maestre de campo á la ciudad de Cañete, fuele menester enviar á la lijera un socorro á la plaza de Angol, ya amenazada de otro cuerpo de Indios, y solo pudo dar á Pedro Fernandez de Córdova, veinte y cinco hombres, que sin duda pérecieran en la primera jornada, si Andres Fuensalida , uno de ellos , no se entendiera en ardides mejor que aquel capitan. Con esta partida dispuso Córdova pasar la noche á inmediaciones de un bosque, en el cual estaba con seis- cientos Araucanos un cabo de Antuhuenu llamado Rucapi- llan (1). Cuando viera este jefe, y sin ser visto, el corto número de extranjeros que tan inmediato daba muestras de echarse al descanso esperando la venida de nueva luz, en ánimo entró de sorprenderle y destro- zarle; pero acaso con menos fe en el éxito que la que á sus fuerzas dar debiera, cae en la fatal idea de pasar al campo contrario con veinte de los suyos, dejando los demas en celada, y con seña convenida para cuando habian de responder á la interpresa que en su mentė - traia ya combinada. Presentóse Rucapillan á Córdova con desembarazo y muestras de muy particular interés , hasta llegar á de- cirle que nada tanto como la paz ambicionaba, que por renovarla se habia resuelto á salir de su morada con aquellos sus siervos, y que de ellos habia de disponer el jefe español en prenda de la sinceridad de sus pala- (1) Cacique ó ulmen de la parcialidad del mismo nombre. ES A 186 HISTORIA DE CHILE. bras. Mucho agradeció Córdova las buenas disposiciones del cacique, y quisiera hallarse en mejor caso para po- der pagarle un tan fino obsequio , del cual dispuso efec- tivamente, haciendo que cada uno de aquellos veinte Indios entrase á servicio de uno de los Españoles que le seguian ; mientras él amistosa y familiarmente se entre- tenia conversando con Rucapillan. Fuensalida, de un natural sumamente receloso, no quiso creer de buena fe al jefe araucano , y apartándose á un regazo quebrado con el Indio que le cupo, sin detenerse, ni ser visto de nadie, le puso el mosquete al pecho, amenazándole que allí iba á dejar la vida, si no confesaba injenuamente las intenciones con que su señor viniera al campo; medida que surtió el efecto deseado, y tras la cual, dada parte á Córdova, todos los demas Indios y Rucapillan quedaron presos. Con firme resolucion negó este la trama que ya la amenaza en unos, ya un inhumano trato en otros, de- jaron aclarada y descubierta ; pero para completa prueba, cuatro Indios mas parecieron en la cresta del monte, voceando á su jefe; forzósele á este para que les respon- diera, y como entretanto corrieran Pedro Cortés, y Monroy con otros tres soldados á cortarlos por la espalda, fueron presos dos de ellos, quienes tambien declararon lo mismo que se sabia, siendo en seguida todos los veinte y tres víctimas del encono de Pedro Fernandez de Córdova, que se alejó de aquel lugar en cuanto aca- bara el cruento sacrificio, Mientras de esa suerte iba extendiéndose la guerra aquellas provincias, tambien en el gobernador y se agravaban las dolencias, y å tal punto que sintió la necesidad de retirarse 4 Cöndptiön , para poder conti- $ CAPÍTULO XL. 187 nuar un réjimen curativo capaz de dar resultados. Dis- puso en consecuencia que Altamirano viniese á la plaza de Arauco, y cumplida esa órden, encargó el mando de dicha plaza al capitan Lorenzo Bernal del Mercado ; puso un destacamento volante bajo las órdenes de Arias Prado, con cargo de atender, como lo pidieren las cir- cunstancias, al auxilio respectivo de Cañete, Tucapel, Angol, y los Infantes; y tras esas disposiciones hizo que su maestre de campo le escoltase hasta la Concep- cion, en cuya ciudad entró el 22 de diciembre 1562(1), teniéndole la gota como atafagado á fuerza de padecer. (1) Asientos del cabildo de Santiago. CAPITULO XLI. Antuhuenu activa el arreglo y la organizacion de su ejército. — Desacatos á la justicia en Santiago y en la Serena. — Los Araucanos en Millapoa. — Atá- alos Arias Pardo con mal éxito. — Avanza Arias hasta Catyray y Antuhuenu le destroza. — Sitia el toquí la plaza de Arauco. — Ardiz con que engañó á Lorenzo Bernal. — Alza su campo Antuhbuenu. — Fatal condescendencia del gobernador — Pedro Villagra en Millapoa. — Antuhuenu eu Mari- guenu. — Batalla en que perecen el jóven Villagra ik casi todos los Espa- ñoles y ie eisiaa — Bizarría del Chileno Pedro Corté (1568. ) Entre paz y guerra vacilan ya algunas parcialidades , viendo que los primeros hechos de armas del nuevo to- quí no responden á la esperanza del pais, y como, irritados los Españoles por el quebrantamiento de los pactos, todoen él lo talan , todo lo encienden y destruyen, tal tribu se siente consternada y llena de espanto , mien- tras que en otra la irritacion y el despecho recobran imponderable enerjía. El toquí, por su parte, no cuenta los reveses, ni me- nos piensa entrar en acomodos con un enemigo cuyo vencimiento le parece probable desde que sus jóvenes guerreros, mas habituados al juego de las armas, man- tengan en los lances la calma, la audacia y el esfuerzo que en este digno sucesor de Caupolican lucian. Por lo mismo, infatigable se le ve organizando sus huestes, instruyéndolas, ejercitándolas, mudando cabos y arre- glando cuerpos, que si de elementos carecia para ponerse á igual en armas con su contrario, sobrábale imajina- cion para dar á sus líneas un jiro enteramente nuevo, CAPÍTULO XL h89 y un plan de operaciones regular y sostenido, desde que se imprimiera su inflexible y severo querer en aque- llas masas indisciplinadas y soberbias. Bien comprendia el gobernador Villagra que la guerra, lejos de ceder, habia de encruelecerse de dia en dia, y con no poco sentimiento se trasladó á la Concepcion; pero el descalabro de su salud no le dejaba otro arbi- trio , aunque si en el reposo suponia un remedio á sus dolencias, nuevos enemigos le esperaban dispuestos á robársele. Lleno de zelo por la prosperidad pública, no menos afanado por que el reino, cuyo gobierno estaba á su cargo, floreciese con monumentos que comenzasen pro- clamando grandeza y poder, apenas llegara å Concep- cion , y postrado como le tenia el mal, todavía dió curso á cuantos expedientes tenian entorpecidas las operacio- nes militares, todavía encomendó al correjidor de la capital (1) que sin demora, pretexto, ni escusa, se apresurasen las obras comenzadas, en particular la casa del concejo, y el templo, cuya primera piedra habia sentado don G. H. de Mendoza. En camino estaba la órden cuando llegó aviso del _ correjidor de Santiago, quejándose del desacato que en esta ciudad se hacia á la justicia, por medio de pasquines y baldonosos libelos que se distribuian subrepticiamente, ó de noche se sembraban con profusion por las calles, y en todos ellos se llamaba á un levantamiento contra la autoridad. Gran mella hizo esa novedad en el sensible corazon de Villagra, y aunque con poder para descargar el tremendo golpe que tanta avilantez requeria, aunque cierto tambien del fautor y fautores principales de ta- (1) Éralo Juan Jufre , vuelto ya de 1. HISTORIA, 32 ucuman, 190 HISTORIA DE CHILE. maño insulto, mas que la justicia no los trajera señala- dos, con muestra de nuevas pruebas de la jenerosía y caballerosidad de su alma, ni parte, ni juez se quiso hacer en la causa, antes mandó que el licenciado Alonso de Ortiz pasase á sumariarla, y allá resolviese conforme å resultas, y al eco de su propia conciencia (1). Apenas puesto en la capital este comisionado cuando la autoridad de la Serena concurre con la propia queja que la de Santiago , pero diciéndose ademas insultada y atacada abiertamente por los mismos hombres que el - gobernador presuponia, esto es, por Francisco de Aguirre (2), sus hijos Fernando y Francisco, y Otros sus amigos. ; bsa al licenciado Alonso (1) Dió la comision desde la Concepci de Ortiz para que remediase los escándalos y libelos contra la real justicia, y baneda. (Cabildo de Santiago.) » nando de Aguirre, y á Francisco de Aguirre el mozo, y á los demas cul- » pados, en los desacatos y resistencia á la real justicia.» Se ignora el resultado de ese proceso , pero ya que la historia no pasa de este punto con el nombre ceder, y preguntando cual recompensa queria, el J g p dispensase contraer matrimonio con su prima hermana doña Constanza ; le que Y CAPÍTULO XLI 491 De estas incalificables tropelías, que sobre distraer á la autoridad, la desvirtuaban , muy detallados por- menores tenia el toqui, y atento á ocasiones favorables, no habia de perder una en que la anarquía parecia ense- ñarse robusta, antes hizo que en desprecio del campo volante con que se paseaba Arias Pardo, varios de sus capitanes corriesen con cuerpos distintos las cercanías de Cañete, encargándoles que no entraran en empeños serios con los Españoles, solo sí provocarlos por direc- ciones opuestas para que las fuerzas se aparentaran mayores, y mas incierto el punto que el grueso de ellas ocupaba. Uno de esos cuerpos que órden tenia de reunirse á otro en Talcamavida , se adelantó marchando á media noche hasta las inmediaciones de Cañete, y con silen- cio tanto que llegó á cojer un hato de cerdos, y un ca- ballo de los de una partida española que conducia aquel ganado á la ciudad, cuyos soldados descuidados se en- traron en una como choza que en aquellos éjidos se habia alzado. Grande fue la sorpresa del jefe Juan de Lazarte cuando con la luz del alba viera que le faltaban la manada de cerdos y un caballo, pero como por la huella presumiera descubrir y recobrar lo perdido, se puso inmediatamente á seguirla con once hombres mas, antes que los Indios allegaran á reforzarse con otros , a fue lance de disputar seriamente la presa. El terreno era escabroso; los Españoles acometieron con brio, pero fiando los Araucanos en su número, respondieron al ata- z.a Hecho j tonora] tambien oficial real, y capitan á á Coquimbo, gi refundó la + cuya ciudad puso por timbre de sus armas la inicial F. de Francisco, mayor honra de Aguirre, Conquistó tambien y PRA las Diaquitas y Surjes; en fín, fue grande y acabó olvidado. h92 HISTORIA DE CHILE. que con unidad tanta que en breve sacaron la vida á Lazarte y á otros tres, y perdiéranla todos los Españo- les, si, ya muy mal heridos y estropeados, no cuidaran de abandonar el empeño retirándose mas que de prisa å Cañete, para referir la desgracia á que un reprensible descuido los trajo. : Cuando el entendido Antuhuenu tuvo noticia de este suceso, al momento comprendió que sus enemigos no . le habian de dejar sin represalias, y por consiguiente determinó que todos los cuerpos sueltos se unieran , no donde él tenia su real (1), sino sobre el cerro de Milla- poa , y que allí se mantuviesen alertas en tanto que los Españoles pronunciasen sus movimientos, pero que si de improviso fueren acometidos, de la defensa del ter- reno cada uno de los capitanes le habia de rendir es- trecha cuenta. A tal caso se vino sin tardanza, porque Arias Pardo, con noticia de este nuevo campo, por relacion que de él le hicieron algunos Indios de paz, marchó incontl- nenti á batirle, y acaso sin un exacto conocimiento de la posicion que ocupaba, pues que al descubrirle no pudo menos de confesar que costaria el desalojar al enemigo si en la defensa se empeñaba con su natural temeridad. Como quiera, el ataque comenzó cuando aun no estaba el sol á mitad de su carrera, y los conquistadores pene- traban la escabrosa sierra con admirable constancia y denuedo , pero tropezaban en la cima con una resisten= cia impenetrable. Las lanzas se escondian en pechos in- dios, los arcabuces no erraban tiro, y ni por eso se perdia un pie de terreno, ni por eso se descubria una en Catyray, como lo veremos luego ; Molina le supone infunda- . damente en Millapoa. de ; CAPÍTULO XLI ik h93 calle en aquel como baluarte, formado de hombres re- sueltos á sellar con su muerte la órden de su toquí. En desesperada pelea se mantuvieron ambos bandos toda la tarde ; en ambos descargaba la muerte su extermina- dor alfanje; en ambos resonaban los ayes y lamentos de multitud de heridos, y fue menester que la noche los apartara, pues si algunas horas mas se hubiera retar- dado, tal era ya el temerario despecho, que en ellas acabaran quizá las vidas de todos los combatientes. Pensó Arias Pardo volver con el alba á la refriega, aunque no pocos muertos, no pocos heridos le costara la de este dia; pero los Araucanos, que habian sufrido pérdidas de mucha consideracion, abandonaron el cerro durante la noche, y se dirijieron al cuartel jeneral de Antuhuenu cantando victoria, que á esto los autorizó Arias con haberse apartado del campo de batalla por lo que durara la noche. Así es que con la llegada del dia, y ausencia inespe- rada de los Indios, enfurecido se mostró el caudillo es- pañol, y mas sensible le pareció el descalabro del dia anterior, por lo mismo que no veia delante objetos en que vengarle. Resolvióse, pues, á seguir la huella de su enemigo y no parar hasta descubrirle ; acaloramiento imprudente que le llevó á Catyray, y le puso en la ne- cesidad de dar contra el mismo toquí, cuyas cra sobre numerosas, eran de las mas floridas, como que se guardaban para marchar al asedio de . Arauco. | La batalla de Catyray comenzó con un ardimiento de “encarnizado encono, pero cerrados los Españoles en una recia acometida, todos ellos hubieron de quedar descubiertos á la particular defensa; probando en ella c> HISTORIA DE CHILE. hechos de sin par bizarría, hasta que cansos de tanto esfuerzo, despedazados muchos de ellos, y al fin todos rotos con rabiosa furia, fue preciso huir de aquella car- nicería para refujiarse unos en Cañete, en donde acaba de entrar Altamirano , otros en Arauco, yendo con estos últimos gravemente herido el arrojado jefe Arias. Con tan feliz suceso adquirió el toquí una preponde- rancia inménsa sobre el pueblo, como sobre la milicia, y esto le empeñó á tomar resuelto la ofensiva, comen- “zando con el asedio de la plaza de Arauco. Mandaba en ella el capitan Lorenzo Bernal, y 4 mas de la guarnicion española, tenia un cuerpo de Indios auxiliares cuyos cabos, llamados Llincalcubu, Malluque- tal, Tehualemu , Coluantu, y Pelluleb, traian probado valor araticaño, y á quienes cupo esta vez la guarda del ` foso, colocados noche y dia en el mismo rebezo de la contraescarpa. : A las acometidas de Antuhuenu, la artillería de la plaza y la arcabucería respondian con acierto, pero eL. mayor mal para el toquí venia de parte de los capitanes - auxiliares , porque conocedores, si acaso no antiguos amigos, de los mejores jefes de las filas araucanas, se los ponian por punto de mira á los Españoles, y por este w medio raro era el dia que no perdiera Antuhuenu seis buen éxito del que á la imajinacion se le vino para reme- diar aquel mal, resolvió ponerle en obra, y echando mano de un parlamentario sagaz, le envió á la plaza en- cargado de decir al jefe español que — ganado y vencido le tenia desde que así le acomodara ordenarlo, pero que no queria deber el triunfo á la traicion, estimando en $ CAPÍTULO XLI. 195. mucho mas que los Españoles se le rindieran voluntaria- mente, con palabra de ser bien tratados. Con esto quiso retirarse el parlamentario para mejor disimulo, pero Bernal le pidió nuevas explicaciones sobre la palabra traicion, y como con desprecio respondió el mensajero-que los auxiliares ofrecian la entrega de la plaza, si el toquí les aseguraba el perdon. Sí que era proverbial la deslealtad de los Indios, y que esa deslealtad habia costado muchas vidas; pero creer por entonces desleales á unos hombres á cuyo zelo se debe el acierto de la defensa, hombres que avanzados al daño le desprecian, y cumplen con heróico esfuerzo el deber que se les tiene impuesto, fue desacierto de Ber- nal; y como si marchara sobre un volcan, como si en derredor suyo ya no viera sino traidores, ni se para á investigar, ni quiere oir descargos, ni da fe á protestas “y súplicas, es ante todas cosas preciso que los inocentes y denodados auxiliares evacuen incontinenti la plaza para ver..... que el enojo de Antuhuenu los sacrifica, los asesina å todos ellos sin. piedad , en venganza de los da- ños que le habian causado. — ¡ Indiscreto ! cuando ya no “tenia remedio comprendió aquella infernal estratajema que le atrajo no poco descrédito. i Concluido el bárbaro sacrificio, que, como lo dijo el sañudo toquí, toda su odiosidad: habia de recaer sobre los Españoles, y reconociendo que inútilmente gastaba > A sus fuerzas contra la plaza, el jeneral araucano levantó el cerco, y marchó contra los establecimientos de Ca- ñete, de Angol y los Infantes. ; Ese consecutivo desaliento de las armas castellanas , llevó al alma del gobernador: Villagra un muy sentido pesar, porque como no le permitiera su estado el dirijir- 196 HISTORIA DE CHILE. las personalmente, ni le parecia dar con disposiciones acertadas, ni aun osaba ya cargar con la responsabili- dad de ellas, antes comenzó á traerlas todas al exámen de consejos de guerra, que se sucedian con frecuencia ; que retardaban las operaciones cuando mayor actividad demandaban; que, en fin, suelen perder la ocasion entre opuestos pareceres, para que por lo regular triunfe el mas desconcertado. Esta vez así sucedió. Fué acuerdo que Pedro de Vi- llagra, hijo del gobernador, saldria con cien caballos de las compañías reformadas (1), tropa toda ella de una mo juventud, si brillante, no en menos grado desvanecida ; que llevaria los auxiliares necesarios para el trasporte de municiones de boca y guerra; que habia de hostilizar sin contemplacion las provincias rebeladas ; pero que cigni- vase todo jénero de empeño con cuerpos numerosos hast ) recibir órdenes donde otra cosa se dispusiera. Ss El jóven Villagra pasó el Biobio con toda su jente, y se apostó en Millapoa, como punto mas á próposito para acudir en ayuda de los establecimientos comarcanos, y (1) Y lo que mas es con el mando en jefe de todas las armas que recorrian el teatro de la guerra; desacierto imperdonable de que algunos escritores hacen fundamento para decir que Villagra fue en esto injusto, y sobrado am- bicioso , pues que pospone hombres de mérito, de talentos y de servicios sin- gulares, á un mozalvete visoño , porque es hijo suyo! Es, en efecto, culpable el gobernador, pero culpable de debilidad, pues ep asiente á las instancias de los jóvenes que habian de seguir á su hijo Pedro, la mayor parte volunta- rios, y que le bps por su jefe, ó no quieren servir á las órdenes de otro ninguno; por lo demas, harto sabia Villagra la poca experiencia de su hijo. Con todo, exajeracion nos parece la de García poniendo en boca de e aquella m inguno de España. » — Muc delant ese decir el ins- me de independencia, y si tan mal estaban ya ooo jóvenes con sus pios padres, porque no pasarse á las filas de los Indios, y no ir contra su pre Mas que alabanza, nos parece insulto esa bocanada que tan fuera de sazon ya se atribuye á aquella juventud, E alrobada : « Ahora si que iremos con gusto á rd que no nos O A O EE CAPÍTULO XLI. 197 tener al enemigo mas estrechado en las operaciones ; pero pronto se le reunió Arias Pardo con otro destaca- mento de sesenta hombres, que se habian podido reclu- tar en Concepcion, porque el gobernador, mal seguro de aquella manada de locos entusiastas que con su hijo se- guian, y no menos desconfiado de este, puso en juego todo su crédito y valer, para que concurrieran soldados de nombre y práctica al campamento de Millapoa, al que tambien bajó con veinte y cinco hombres desde Ca- ñete el intrépido y entendido mariscal de campo Alta- mirano, en cuanto supo que en él se hallaba el hijo del jefe supremo. En tanta fuerza confiados, se dieron los Españoles á la “tala de los campos indios, dejando el pais en estado las- timoso, y rechazando los naturales á lo mas retirado de los montes; que Antuhuenu no hubo de creer cuerdo el atacarlos á descubierto. Como supiera el gobernador que con su hijo andaba Altamirano, ya no titubeó en disponer la ofensiva contra el ejército del toquí, antes mandó que se fuese en su busca , y se le acometiese con arresto siem- pre que se reconociera oportunidad ; pero sucedió que al recibo de esta órden , se estaban dando disposiciones en el campo del jóven jeneral para trasladar á Concepcion mas de cien Españoles y otros tantos auxiliares, cojidos de una encendidísima correncia que los tenia casi exá- nimes. Quedó por consiguiente el campo con ochentá y cinco Españoles y cien auxiliares, y aunque tan rebajado , to= davia fue acuerdo de continuar las hostilidades , como que si tal vez se tropezaba con algun cuerpo indio, era tan débil que no habia motivo para respetarle. De entre esos cuerpos merodistas se recojió un dia una "y 198 : HISTORIA DE CHILE. persona de venerable aspecto, de gallarda presencia , de tan singular continente, que le creyó Altamirano uno de los mas lucidos hombres de la Araucania; y como le com- peliera con amenazas de muerte å decir francamente si era el mismo Antuhuenu, ó donde este se hallara , el pri- sionero le respondió : « No la muerte me hiciera hablar, antes la prefiero á la esclavitud en que la suerte acaba de colocarme; pero pídesme verdad, y verdad es mi len- guaje « ordinario. Antuhuenu tiene su cuartel en Mari- guenu; por quince dias se le han prometido víveres para su ejército. Si en la primera batalla es vencido , tendreis incontinenti la paz; sila fortuna corona sus sienes, did y no mas que guerra habrá para vosotros. » i Prendado Altamirano del noble desembarazo con que E el Indio se explicara , hizo que se le diesen ropas, se le curase una herida que traia , y que se le dejase en liber- tad con tres jóvenes mas que de entre los prisioneros se- ñaló como hijos suyos ; y vuelto en seguida al campo de Villagra dióle conocimiento de lo que acababa de saber acerca de Antuhuenu. No mas fue menester para que el BN corazon del jóven jeneral , atropellando todos cuantos consejos encontrara la prudencia y la pericia del maestre de campo, y los de algunos otros capitanes amaestrados en la guerra, se contemplara ya con el toquí y todo su _ ejército, sino muertos, por lo menos aherrojados á sus j plantas , yen tal entender el clarin profirió al instante la -voz de marcha. En llegando á la plaza de Arauco, el mismo Bernal quiso redargúir contra la resolucion de Pedro Villagra, pero se le impuso silencio, y órden de aparejar una do- cena de hombres de los de su presidio, con los cuales se CAPÍTULO, XLI. 199 .. y NAS > > & volvió á emprender la ruta, hasta acampar en la ensenada de Chibilingo (1). Mandóse una partida en reconocimiento del campo enemigo, la cual volvió en breve dando cuenta de haber descubierto varios cuerpos avanzados en línea de la mon- taña, y en su placeta ó cumbre un crecido ejército ; con cuya noticia Altamirano fue de parecer que no se tentase el ataque, sino que se pusiese la jente en emboscada , y una corta parte pasase á destruir los sembrados que ver- degueaban sobre un espacioso otero contiguo á la famosa cuesta de Mariguenu (2) ; pues pensaba que con este ar- bitrio no dejarian de concurrir los Indios en defensa de sus campos, perdiendo así las ventajas de la posicion que ocupaban. Si no á cobardía, por lo menos á impertinencia, atri- buyó este expediente la inconsiderada juventud del jene- ral y de su atolondrada pandilla, y fue menester apretar con las guerrillas avanzadas de los Araucanos, que sin resistir se replegaban al monte, conforme su jeneral se lo tenia encomendado. En ordenada marcha y bien entendida disposicion si- guieron trepando los Castellanos hasta las trincheras de - 1) Ese es su nombre, aunque Pedro Cortés, que en aquella expedicion iba, pone Quebrada de Catyray, y otros mas modernos dicen al sitio Colcura. Todos que todos paran en un mismo término, solo que el sitio tienen razon , como contra la cúal nada pueden las intemperies, ni la reciura de las estaciones. En su eresta, Y sitio mismo en que venció Lautaro, | el atrincheramiento de Antuhuenu. No hay camino para doblarle ; tal cual sendero de aventurado y peligrosisimo descenso se descuelga sobre la iya e w 200 HISTORIA DE CHILE. “Antuhuenn, porque el experto Altamirano, ya que sin poder para estorbar la desigual pelea, olvdando jeneroso el desaire con que se acababan de pagar sus palabras, todavia quiso que se entrara en la contienda con el con- "cierto debido, con cuantas precauciones imponian por una parte el injénito valor del enemigo, por otra la prodi- jiosa defensa en que aguardaba. Fue el primero que dió contra los Indios el Es Gomez de Lagos, que llevaba con doce hombres la v guardia , y recibió una muy crecida rociada de flechas y de piedras que le obligaron á hacerse atrás. A este mo- vimiento retrógado se echaron varios Indios fuera de trin- chera, acometiólos Lagos, y como lograra desordenarlos y ponerlos en fuga, al mismo tiempo que se acercaba con nuevas fuerzas Pedro Villagra, el imprudente soldado Gre- gorio! Gabrera exclamó : — ¡A ellosque huyen ! — Y los Es- pañoles se desmandaron , seguros ya de un triunfo cuya prueba todavia no habia comenzado. Apéase el j jeneral ; imítanle los suyos, saltan la empalizada ; se revuelven los Indios, y en un cerrar y abrir de ojos Villagra , diez y ocho Españoles, y mas de sesenta auxiliares cesan de exis- ` tir, sin quedarle otro arbitrio al maestre de campo que avanzarse á arrancar de manos de los Indios el cuerpo del malhadado jeneral, y con él, y con ocho hombres que le acompañaban, y con los doce del capitan Gomez Lagos, echarse precipitado por losderrumbaderos al llano S Col- cura, desde donde continuó la retirada. Varios Españoles quedaron cortados dentro del re- cinto, y caras vendieron sus vidas, pero la mas grade y la mas ardua empresa de la bai para el bizarr chileno , Pedro Cortés, quedó reservada, como lo ni vió la retirada de Altamirano que se efectuó por cos- $ CAPÍTULO XLI. 501 tado opuesto al en que él estaba con catorce hombres de reserva, y algunos auxiliares, ni sabedor era de la muerte del jóven jeneral, y demas compatriotas, cuando por todas partes se reconoció rodeado de masas ene- migas. Acompañábale Agustin Hernandez, y le propuso como remedio contra el irresistible aprieto el despeñarse. — Nos retirarémos peleando, exclamó el jóven Cortés, y no haya aquí mas voz que la mia, ni nadie se rinda : la muerte ó una honrosa salvacion. — En efecto, comenzó la carga con admirable serenidad y marchaba abrién- dose paso con la muerte por delante, cuando á poco asomaron con igual empeño dos de los escarriados en el recinto, Gonzalo Rodriguez y Pedro Castillo, que cansos de matar y acribillados de heridas, todavia tuvieron aliento para venir á expirar ambos á los pies del valeroso Cortés, por entre una muchedumbre ya llena de respe- tuoso terror. El caballo de Castillo, como por instinto saltó por entre los Indios, dándole á Cortés su rienda; móntale el Chileno, pero en breve se le matan los enémigos, y él mismo pereciera tambien en la caida si con desespe- rado arrojo no se interpusiera defendiéndole Francisco Perez (1), y cojiéndole á grupa con una soltura im- ponderable. Ya estaban estos héroes muy inmediatos á la ensenada de Chibilingo, pero solos con Gonzalo de Salazar, pues los otros diez compañeros muertos queda- ron en el empeño de cinco horas que les costó el des- censo de la montaña por entre escuadrones enemigos. A quí, nuevos cuerpos salen en su perseguimiento ; el caballo de Perez se atasca en un barrizal; algunos In- (1) Hijo de Chile tambien, y amigo intimo de Cortés. - se a 502 HISTORIA DE CHILE. dios se adelantan contra los fujitivos; salta en tierra el jeneroso Cortés, pues no quiere ser causa de que por él perezca su amigo; acomete furioso á los Araucanos mas adelantados, tiende á dos de ellos con su espada, detiénense los otros á vista de tal accion , y como Perez ha salido del atolladero, como la fortuna pone delante un Indio auxiliar á caballo y con un niño español, Cortés se revuelve, alarga el niño á Perez, salta en la cabalgadura del auxiliar, y se salvan todos llegando á Arauco el adalid chileno con ocho terribles heridas, de las que ni siquiera habia cuidado durante su mara- villosa resistencia, ¿ Qué costó la impericia, el atronamiento del malo- grado jóven Villagra? Su muerte; la de cuarenta y siete Españoles de los mas lucidos y acrisolados del pais, y la de cerca de cien auxiliares que con su sangre sellaron aquel dia una heróica resistencia, una lealtad digna en verdad de mejor fin (1). ha (1) No de balde compró Antuhuenu este completo triunfo, DA consta que „contaba en sus filas cinco mil y quinientos guerreros, y pasa esde Mari- guenü á las inmediaciones de Arauco apenas si raya en los cinco aoj ademas de suponer es que muchos heridos se retirarian á curarse en sus hogares. CAPITULO XLII. t Valerosa resolucion del gobernador trasladándose á Arauco. — Alza la anar- quia nuevo pendon. — Cae la cabeza del jefe rebelde. — Insurreccion de los Indios mochos. — Va contra ellos el hermano del gobernador, y tiene que retirarse. — Antubuenu pone cerco á Cañete, — Despoblacion de esta co- lonia, de Tucapel y de Lebu, de órden del gobernador. — Muere este en Concepcion , llamando para que le sucediera en el gobierno á su hermano Pedro. i (1563. ) Llora el gobernador Villagra interiormente la per- dida de un hijo querido ; con ella la muerte de tantos valientes ; en fin, el descrédito del pendon castellano, - porque todo eso ha acarreado su no escusable condes-- cendencia para con una manada de muchachos, de bri- llantes esperanzas, sin duda, de un temple de alma que ansía señalarse en el camino de la gloria, pero en quienes no habia asiento, luz ni práctica, y por tanto debieran ir á riendas de cabos diestros y experimenta- dos , que no faltaban en el pais. Síguele la adversidad al desgraciado gobernador, pero no trae al semblante el sentimiento que en su inte- rior se revuelve, agravando sus dolencias hasta punto de consumir á tego tento aquella alma rica en recursos, los golpes de la ingrata fortuna ? Pero si su salud no le permitia salir de remedio contra los reveses, y él, él solo era quien podia repararlos : esta conviccion era la que le lágrimas de despecho. destrozaba, y la que le arranca 2 i 3 504 HISTORIA DE CHILE. El estado de los negocios pedia sin embargo una de- terminacion pronta, y se habia de venir á esa determi- nacion sin escusar sacrificios por violentos y costosos que ellos pudieran ser; no los rehusó el gobernador, antes —Tirmemente persuadido que á encontrarse él mismo al frente de sus armas no habrian recibido estas tantas y tan repetidas afrentas, con desprecio de todo parecer contrario, sin cuenta del grave riesgo en que iba á po- ner su atotpentida existencia , mandó que se le dispu- siese una silla de manos, y con los restos que de Mari- guenu trajó su maestre de campo, y con una treintena mas de hombres que en la Concepcion pudo reunir, se trasladó á Arauco , en ánimo de asistir á la guerra, y dirijirla en persona. Para rasgo de tan acendrado civismo un premio á su manera tenia preparado la mas negra y criminal envi- dia , porque los manejos de los anarquistas hondas raices ifisi echando en todos los establecimientos, aunque para fortuna del pais, y mayor honra del angustiado Vi- llagra, ya no eran los Aguirres, sino la jente perdida , la jente inmoral, la sola que se alistaba en las filas del desórden. Apenas saliera de Concepcion el gobernador , casi ca- davérico, cuando un Martin de Peñalosa (1) alzó pendon traidor contra el rey, y pidiendo la cabeza de su repre- sentante Francisco de Villagra. No gustó sin duda un tan peregrino lema, pues que vemos como corriendo | de Villagra , tio del gobernador; al instante resultó preso el cabe- cilla parando su preasa en un infame cordel (2). (1) Véase la nota de la página 282 d (2) Nadie hace mérito de este acontecimiento, y sin : g no hay para CAPÍTULO XLI. 505 Apagada apenas esa ráfaga de una violenta ambi- cion, cuando los Indios de la isla Mocha enseñaron tambien su bandera tinta ya en sangre de un sacerdote español que entre ellos vivia, y que ellos mismos habian- solicitado con grandes ofrecimientos, só pretexto de que- rer persona que en los deberes temporales y espirituales los iniciara. El gobernador, cuyas dolencias de hora en hora empeoraban , no pudiendo pasar á la isla para comprimir la rebelion , y castigar la muerte del sacer- dote, envió sesenta hombres á las órdenes de su her- mano pedio, quien , como desembarcara, ya le fue preciso empeñarse en reñidísima refriega con los natu- rales, que bien apercibidos esperaban; perdió dos hombres, y si poco mas descuida el retirarse, no cojiera el bajel que le condujo, y con el cual regresó al puerto de la Concepcion. A esta ciudad volvió de nuevo el gobernador con su maestre de campo, pues reconoció que sus débiles fuer- zas no estaban para responder á sus animosos deseos , y porque á pesar de la esmerada vijilancia de sus auto- ridades civiles y militares, por probable se tuvo otra' explosion de la anarquía, y en la alternativa, mas im- portaba estorbar una guerra entre Españoles , que la en que contendian estos y los Araucanos. El toquí de ese invencible pueblo vió gran juego en esa diversion de las fuerzas enemigas, gastadas en su mayor parte en apoyo de la justicia, desacatada en va- que argúir contra su atü, no que en real cédula, fechada en el ` Pardo el 11 de marzo de 1578se lee : — « Habié éndose ofrecido que Martin de » Peñalosa se hubiera alzado en el reino de Chile, contra nuestro servicio en » el gobierno del mariscal Francisco « Villagra, fuiste (Juan Ruiz de Leon) » en busca del tirano con el jeneral Gabriel de Villagra, y te hallaste en le pren- » der y Sastigar, etc». Historia. a ; 506 ISTORIA DE CHILE. rios puntos, sobre todo en la Serena. donde habia no pocos partidarios de Francisco de Aguirre; y por consi- guiente asomó con el asedio de Cañete. Fue, pues, me- r que Juan Gomez de Lagos con algunas tropas, r cojidas á la lijera , pasase al socorro de aquella plaza ; mientras que Altamirano con otro destacamento habia de llamar la atencion del enemigo entrando con todos 108 horrores de la guerra desde Catiray hasta el lago maco ; y la determinacion surtió el efecto propuesto, lo que como fueran estas las solas fuerzas de que en- tonces se podia disponer, y cerrarlas en los distintos establecimientos amenazados , hubiera acaso traido graves males de parte de los conspiradores españoles ; el. gobernador estimó conveniente la despoblacion y abandono de Cañete , de Tucapel y de Lebú, cuyos pre- sidios pasaron á la plaza de Arauco, trayendo la jente inservible con mujeres y niños á la Concepcion; que se ejecutó sin obstáculo ninguno (1). Como quiera, resultados eran esos que importaban tanto cada uno de ellos como la mas acabada derrota , y de tal suerte afectaron el alma del valeroso Villagra, sobre quien tras cada dia descolgaba el hado un nuevo infortunio, que sin mas fuerza para resistir al extre- moso rigor que física y. moralmente le perseguia , al asomar la luz del 22 de junio rindió su espíritu, con fin (1) ¿No fué impolítica esa resolucion una vez que Gomez de Lagos forzó el tra tales declamaciones los motivos que apuntados dejamos, otros aconsejarian ese abandono, y de gravedad habian de ser, mas que el tie mpo los haya con- ' denado al olvido, pues de memorias de la época ige que todo el reino aplaudió la medida, y en particular la encomiaron os mismos mo oradores de las ciudades despobladas. Grace el obiema de Quiroga lo pro- CAPÍTULO XLi. 507 de sus infatigables tareas, y principio de una gloria de que hasta sus mayores enemigos le declararon desde luego merecedor. a ` Tras la muerte es cuando entra la justa medida de las reputaciones , Porque rara vez la envidia se atreve å profanar la estrecha y silenciosa mansion en que al hom- bre se le pone de paso á la eterna paz. Justicia hubo concediendo al mariscal Francisco de Villagra cuantas dotes se necesitan para pasar con igual lucimiento y elevacion de alma por tres vidas, si la expresion se nos consiente , la vida militar, la política y la privada; que si en la primera consiguió proezas singulares, en la se- gunda se señaló por lo equitativo é imparcial, no' ense- ñando en la tercera sino jenerosía para con sus enemi- ; gos, y admirable resignacion contra las amarguras que ellos le causaron. ; Lloráronle todos los establecimientos españoles , y ¿ qué mucho cuando siempre le tuvieron 4 su lado, siem- pre al frente del peligro, siempre sirviendo de sosten al reino (1), y de respeto al soberbio y audaz Araucano? Pasó Francisco de Villagra de España al Perú en compañía de su antecesor Pedro de Valdivia , Con opor- tunidad del socorro que el marqués del Valle mandaba sal marqués de los Atabillos. Sirvió en aquel reino con ionrosa distincion, pero fue preso en la encarnizada contienda que se levantó entre Pizarros y Almagristas, y, como estos, pereciera á no dar en cuarto de hora en que la justicia quiso admitir por racional descargo que . (1) Acaso se le debiera la conqi ista, pues si, jefe de la corta guarnicion de Santiago S miles de Indios ausente Valdivia E nose a quel dia pereciera el nombre español en 508 HISTORIA DE CHILE. en la milicia la ciega obediencia es la primera ley. Ya le vimos lugarteniente de Pedro de Valdivia ; ya le vi- mos con gran parte en la conquista de Chile, y sus adelantamientos hasta el Tucuman , que por dos veces hizo propiedad del territorio chileno. Tres veces gobernó este reino, y siempre con jeneral aplauso, que tal re- sulta de los asientos del cabildo de la capital , aun de los acordados en aquellos dias que esa corporacion le dis- putara la autoridad. | Asentóse de vecino en la ciudad Imperial, dotándola con tres mil quinientos Indios de repartimiento en la provincia de Maguegua , treinta de los cuales quedaron para su propia encomienda. En 1561 agregó á propios dela ciudad Concepcion un vastísimo campo, que desde la línea del señalado -al difunto Pedro de Valdivia corre á hasta el rio Ytata, y lecomparte la carretera que Con- duce á Santiago. OE Este inclito caudillo nació en Colmenar de Arenas, provincia de Estremadura. Casó con doña Cándida Mon- 4 tes y en ella tuvo dos hijos (1), Pedro, que se malogró en la famosa batalla de la cuesta Mariguenu, y Alvaro, cuya descendencia hubo de mancharse con enlaces so- bradamente incongruentes, aunque segun memorias antiguas, con la pobreza se viene en disculpa del he= A cho (2). dra (1) Olivares y Pedro Figueroa no admiten mas de uno, pronto señalaremos (2) Lo de pobreza pudiera comprobarse en leyendo el testamento que el mariscal otorgó en la ciudad Concepcion el 13 de junio de 1563, y en el cual que así lo ordenaban ya entonces las leyes, y nada se dice. Pues contra tan po- derosas objecciones sale esta respuesta. En un título de correjidor y justicia w $ CAPÍTULO XLU, sais 909 Por real provision de 17 de agosto de El € e virey del Perú conde de Nieva tenia mandado que los gober- nadores de Chile pudiesen nombrar y nombrasen en adelante sus sucesores al gobierno, que habian de ser reconocidos por todas las ciudades, y mantenerse en sus empleos, hasta que otra cosa dispusiera la real audien- cia, con conocimiento de las prendas y de los méritos del nombrado; pero el ilustre Francisco de Villagra no hubo menester de aquella facultad porque de la misma munificencia rejia (1) la tenia, y en uso de ella, cuando se reconociera cerca de la muerte, quiso que su tio Ga- briel de Villagra entrara en el gobierno de Chile ; escu- sándose este, ya con algun. achaque, ya con lo avan- zado de su edad, el atribulado mariscal ordenó que su hermano Pedro se encargara de rejir el pais, en tanto que er monarca le confiase á persona de su real agrado. > mayor de la provincia de Colchagua, que el gobernador don Martin Garcia Oñez de Loyola extiende en la ciudad Concepcion, con fecha 30 de mayo de 1593, en favor de don Alvaro de Villagra, y saio que tiene rejistrado el libro VI de provisiones de la art con folio 496 y v°, se dice del Alvaro que es hijo del mariscal Francisco de Villagra. No es, pues, posible resistir á un ona de importancia por ni en otros pormenores necesita entrar la hist (1) il rarisimo y que tanto prueba Ja alta idea que Felipe II hubo de formarse sobre las esclarecidas prendas del hombre que llegó al trono en de- manda de una equitativa y pública justicia. CAPITULO XLHI. Pedro Villagra en el gobierno. — Parecen los Indios en FA — An- tuhuenu asedia la plaza de Arauco. — El gobernador rompe el campo de Lebequetal. — Aprieto en que se ven los po — Abandona Lorenzo Bernal k plaza de Arauco. — " Taconcebibie Ssa de Anteneculi en F cion y su retirada á Laraque e — El toquí s po del Tabolebo. — Avanza el toquí co los Infantes. — Antenecul sitia de nuevo la Concepcion.—Lorenzo Era contra Antu na — Socorre Santiago á Concepcion. — Antenecul sabe la muerte del toquí, y se retira á sus estados. ( 1563—1564.) El 2 de Julio de 1563 reconocida estaba ya en todas las colonias del sur la autoridad de Pedro de Villagra, hermano (1) del mariscal Francisco, pero no era en- tonces el gobierno cosa apetecible, porque si acaso su- ficiente fuera la fuerza armada para que la discordia no alzara cabeza, de muy poca jente se podia disponer en contra del indómito enemigo que amenazaba ya la maya parte de los establecimientos españoles. Con la muerte de Francisco de Villagra, los Indios presumieron correr de triunfo en triunfo, y hasta los moradores de Lebequetal se rebelaron al instante, asen- tando un campo á es leguas de Concepcion ; mientras que el intrépido toquí ceñia Son numerosos batallones la plaza de Arauco. | Con sesenta caballos salió el gobernador Pedro, y en (1) Primo le supone Molina. « Se recibió de gobernador y capitan jeneral » interino del reino de Chile en el cabildo de la Concepcion el 13 de junio » de 1563. » (Cabildo de Santiago.) A E Aa A + CAPÍTULO XLNT. 544 dos dias de reñido empeño logró echar de sus posi- ciones al enemigo de Lebequetal, causándole mas de cien muertos; y regularmente avanzara en socorro de Arauco, á no ver que los Indios vencidos volvian entre filas de dos mil Araucanos mas, con que el vice-toquí Antene- cul formó el sitio de Concepción sin dejarle otra puerta abierta que la del mar. Advertido anduvo Antuhuenu en esta disposicion , con la cual acorraló á los únicos Españoles que podian marchar á la defensa de Arauco, en cuya plaza seguia mandando las armas castellanas Lorenzo Bernal, que respondió á los muchos y muy atrevidos ataques del toquí con un acierto y un valor sin par. Con todo, ambos sitios se continuaban con firme propósito de acabarlos hundiendo los establecimientos extranjeros, y si el soste- nido fuego de la jente de Bernal causa en las masas ias no pequeños estragos , los soldados de Antenecul incendian casas, derriban huertas, TPR viñas, arrasan sembrados, y tienen á los colonos de Co desesperada estrechez, no obstante el esforzado aliento ` con que sus hogares defienden. - En cuanto á Bernal, no pudiera dísmtirio el toquí, dado que en la plaza guardia hartas provisiones para cansar la pertinacia de los sitiadores; pero carecia de bastimentos, y aunque por dos veces,asomara un bajel que de Concepcion habia despactisao M ro de Villagra con víveres para la guarnicion, tan alerta se mantuvo An- tuhuenu, que no hubo fuerza para romper sus líneas en la legua que media entre la plaza y la ribera; el socorro no llegó á su destino, y el conflicto de los sitiados de dia en dia se aumentaba (1). de (1) Por esto, y segun otros autores, porque quisiera el toquí vengar per- de A ; p de 512 HISTORIA DE CHILE. Por fortuna, se manifestó en los “Indios, primero un cierto desmayo, cuya causa no comprendian los Espa- ñoles, segundo tal cual grupo de jente que de dia en dia abandonaba el campamento para internarse en los montes, y era que, guardado el cerco con tanta constancia durante casi todo el invierno, que no suele ser suave en aquel distrito, la mayor parte de los Araucanos en- fermaron, y hasta el mismo toquí sintió que le fallaban sus propias fuerzas. Aunque Lorenzo Bernal desconocia esa tan impor- tante nueva para él, con solo ver que su enemigo habia cesado en sus impetuosos ataques, y que continuamente rebajaba su número, ya entró en la esperanza de poder llegar á salvar su jente por medio de una vigorosa Sa- lida, pues sin víveres ni municiones, abandonar la plaza era menester, ó rendirse. Cumplió, en efecto, esta resolucion al favor de la noche, sacando á todos sus soldados bien dispuestos á vender caras las vidas, y en medio de ellos las mujeres y niños ; mas no fue poca su sorpresa notando paso abierto, y que los Araucanos no le perseguian, lo cual le procuró. el seguir tranquilo la sierra de Nahuelbuta por el camino de Lonconahuel, hasta llegar sin inconveniente á los Confines (1). sonalmente las pérdidas que iariamente le hacia la artillería del fuerte, los dos jefes enemigos se citai erial Ma 2 foro; y que sigut mas, qe dos horas sin ao ni mengu m S 5 a o z, 5 E >» +. 5 Ẹ © = E za 9 = e g S Z, if.. e-s E land a isnnejo de las armas, y que cada uno de ellos volvió á su respoliiia al con la satisfaccion de haber encontrado un digno competidor (0 Otros dicen que á los Infantes. Sí que Lorenzo Bernal asi los Trifantes en co lonia estaba avecindado, pero fie 0 vuelta de MENOREABeOn, : ea : punto pasó desde los Confines, y de dond muy incomodado contra el e a Pedro. Villagra, “porque no le habia he- cho su maestre de campo led ` CAPÍTULO Xij M3 Harto se ve, pues, cuanta era la prudencia del toqui. Bien reparó la ausencia de sus contrarios, pero su campo no estaba entonces para acometer una empresa que de todas maneras hubiera sido terriblemente disputada , y como era principal empeño alejar de aquel pais toda en- seña de dominacion , todo albergue de las armas extran- jeras, se consiguió este objeto, arrasando en la maña- na siguiente la plaza de Arauco y sus dependencias, no quedando en este departamento, ni en el de Tucapel, por recuerdo de las obras castellanas sino escombros que el fuego no pudo consumir. | No habia de salir en Concepcion con tan cumplida fortuna el vice toquí Antenecul, y menos cuanto Mas se alargaba el asedio, porque aquella colonia recibia ya de cuando en cuando algunos socorros de Santiago y de ciu- dades del mediodia, pero continuaba probando el jeneral araucano que á ningun otro cedia en valor, ni en inteli- tencia. Ni cabe estrechar mas á los sitiados que ponerse los Araucanos á cuatrocientos cincuenta pies de la plaza mayor de Concepcion, saquear la casa de Pedro Perez de Valdivia, y á otras pasaran despues, sin la audacia de Nuño Hernandez de Salomon que con una partida de caballos se arrojó entre la multitud invasora, y con despechado furor acometiendo (1), logró rechazar los enemigos, corriéndolos en confusion hasta las líneas de su acampamento. Eos A A tanta provocacion ya no pudo resistir el gobernador, que hasta entonces habia creido deber mantenerse en la E (1) Pronto cayó del caballo gravemente herido, pero Francisco Celada yal- „gunos otros soldados le ayudaron á montar, y sin hacer cuenta de la sangre que corria la herida entró de nuevo en el choque con incomparable aliento y serenidad. e É - HISTORIA DE CHILE. iva por no arriesgar en un lance el corto número de hombres que con él seguian lá guerra, y resolvió por consiguiente que soldados y colonos todos se aprestasen para salir á desbaratar el cerco compuesto de seis cuerpos de Indios formados en media luna; prevenidole esperaba el vice-toquí. Los Españoles salieron á campo no dejando en la ciudad, sino los hombres necesarios para el juego de algunos pedreros con que se defendia, y el número de alg 0 bernador s siguieron apenas si llegaba á ciento. Sin embargo, ya que los cuerpos araucanos estuvieran á punto de prestarse mutuo apoyo por medio de una bien entendida línea de comunicacion, todavía era gran ven- taja para Pedro Villagra el podes entrar á elección y separadamente, contra la sesta parte de su enemigo; partido supo sacar el cabo castellano de esa ventaja, pues ora cargando con toda su jente á este cuerpo, ora revolviéndose contra aquel, ora enfin, dando cara al que de otra parte queria moverse, ctrl la funcion todo el dia, causando grave daño á los Indios, y dislo- cando casi todas sus líneas. Cesó el combate con la noche, quedando los dos bandos en determinadas posiciones, para medirse de refresco en el siguiente dia, pero'tuvo Antenecul una tan feliz ins- piracion en aquella noche, que á desarrollarla sin parar en reflexiones de consecuencias mas ó menos et p ciudad amenazada pereciera sin remedio. - Indefensa, por decirlo así, confiada ademas en qué el: gobernador está delante de las armas que apretada la. tenian, y al romper dela aurora se ve con estas al umbral de sus puertas, y se pierde en conjeturas sobre la suerte que ha podido caber en aquella noche á todos sus defen- & PEPEE E CAPÍTULO XLIH. 55 sores. No se concibe el porqué no la invadiria el atrevido d Antenecul, que con ese solo objeto debió acercarse á la — ciudad, burlando la vijilancia del gobernador. Pasmado quedó éste cuando al romper el dia no des- cubriera å su frente ni un solo Indio , pero mas sobreco- jido una vez que puesto sobre el lugar que de campa- mento habia servido al vice-toquí, para ver de distinguir por la huella hacia donde guiaba su retirada, reconoció la marcha contra Concepcion ; pues presumió, con mucho fundamento, que ya estaba la ciudad en manos de su ad- versario. A escape echó Villagra con toda su jente, é inexplicable fue su contento cuando llegó á reparar que el ejército araucano tenia inactivo fuera del recinto, porque conocida la índole de estos guerreros, fácil era suponer que de haber penetrado en la colonia, las masas andarian desbandadas entre el saco, la destruccion, Y el incendio. Así que, con ese ciudado de menos, dió ani- moso contra las filas de Antenecul, y en cosa de una hora fueron esta vez rotas y dispersas en suma confusion, nó obstante los esfuerzos ton que su jefe trataba de asentar el órden, y de oponer una robusta resistencia ; y seguida oportunamente la derrota. fue consecuencia el desbarate de la milicia india, poniéndole al vice-toquí en la necesi- dad de huir hasta Laraquete, en cuyo punto ya se ha aba el campo de Antuhuenu (1). la (1) No quieren varios autores que Antenecul se retirara esta vez á fuerza las. armas castellanas, sino voluntariamente , y en virtud de órden del to- quí. ¿Para qué esa órden? ¿para que Antenecul volviera inmediatamente al asedio de la Concepcion con los mismos dos mil hombres? ¿No es, pues, un sueño el creer que Antuhuenu, reconociendo ser útil el sitio de aquella colonia, mande alzarle, pasear esta jente hasta Laraquete, sin mas objeto que el de decir á su jefe; — Vuelva V. contra Concepcion? Aunque nuestros documentos no nos se r la exactitud de ese acontecimiento, de suyo se dejara presu- mir, y no pudiera pasar sin el debido criteri , porque os and busca g F 516 HISTORIA DE CHILE. Desembarazado Pedro. Villagra de un tan terco ene- Y - migo, y por si acaso en rehaciendo sus huestes intentara volver á la carga, avisó á los comandantes de armas de las ciudades de arriba, para que con dilijencia le man- dasen algun refuerzo, si de él podian disponer en las circunstancias, sin comprometer su porvenir. Escasísimo tambien de víveres hizo que el capitan Franciso Baca con treinta y cuatro soldados pasase á Itata para recojer mantenimientos, pero le acometieron muchos Indios ya rebelados, y le forzaron á retirarse pérdida hácia orillas del Maule. El 15 de enero de 41564 llegó á Concepcion la noticia de esta derrota, muy sen- tida del gobernador y del cabildo, que reunidos in- mediamente para resolver nuevos medios con que abas- tecer la ciudad, vinieron encomendando á Juan Perez de Zurita pasase á Angol en busca de mantenimientos, y : hombres y caballos, si pudieran hallarse dispo- ni Salió al desempeño de su mision aquel jefe en la | noche del dia 16 del propio enero, y le siguieron doce hombres que llegaron á su destino el 18 por la tarde. Di- lijente anduvo Zurita, pues que el 20 sale ya de Angol con muchas provisiones y 38 lanzas, entre las cuales ocho del correjidor de la ciudad, don Diego Carranza, que quiso pasar á Concepcion para entender al gobernador en negocios de justicia y de rejimiento; pero el 22 á medio dia (1) le cercaron los Indios en Lebequetal, le de la verdad por entre muchedumbre de escritos tal vez apasionados, tal vez mbien escasos de noticias. Luego se retirará Antenecul voluntariamente. MS ) Esa exactitud en las Siik guarda: el mismo Zurita, escribiendo al cabildo bo de , en Peterva , y cuya a carta, que por demasiado larga no trasladamos, existe integra en el libro cabildo de la capital. Con todo, para prueba de lo que se asienta en la precedente copiamos de la dicha cartalo siguiente : — « Sali de E oa el jueves . CAPÍTULO XLHI. 517 mataron cuatro Españoles , siendo del número el distin- guido don Pedro de Godoy, y le quitaron todo el bagaje, - apretándole de tal suerte que no pudiendo refujiarse en Concepcion, se echó á escape hasta el Maule. A este tiempo ya andaba Antubuenu con sus tropas sobre las riberas del Tabolebo, y para comenzar nuevas operaciones, no esperaba sino las fuerzas que á la Laja tenia pedidas. En Molchen tambien parecieron nume- rosos reclutas cuyo jefe no se nombra, y como se corriera lavoz de que iban á poner sitio á los Confines, el cabildo de esta ciudad hizo que Juan Moran con veinte y ocho hom- bres, de cuyo número fue Pedro Cortés , marchara en descubierta de los movimientos del enemigo. Harto raya en temeridad esa disposicion , pero al extremo la llevó aquel capitan, que á favor de una espesísima niebla, cae de improviso á la alborada sobre el campo de los Indios, y figurándose estos que tienen encima todo el poder cas- tellano, un imponderable terror se apodera de ellos, _ huyen azorados en todas direcciones , se dejan despe- dazar ó prender sin siquiera indicio de resistencia , y vuelve el afortunado Moran á su colonia con mas de cien prisioneros, dejando muertos en el campo un nú- mero de Indios no inferior. Pronto llegó á oidos de Antuhuenu `este revés, y acreciendo su ira contra el nombre español, sin mas dilacion determinó perseguirle hasta sacar cumplida ven- ganza, porque, ya se ha visto, en sangrar al pueblo » siguiente , trahiendo conmigo con los que yo llevé 38 hombres, aunque los » ocho ó diez de ellos no tenian sino la muestra. A la hida hallé todo » cercade la Concepcion, y que me tenian tomados para la vuelta todos los ca- » minos. » Este fue el retorno de Antenecul, como veremos luego. os ; pero tuve lengua que estavan los Indios haciendo fortaleza E $ E 518 HISTORIA DE CHILE. araucano no se hace sino dar mayor tesura y pujanza á su irresistible valor. Marchó, pues, con dos mil qui- nientos soldados contra la ciudad de los Infantes, pero para que el gobernador no pudiera socorrerla, volvió 4 m | despachar á su vice-toquí , con órden de sitiar otra vez la > 1 ion: é El toquí, subiendo á la parte acida del Vergara, y en suconfluencia con el Biobio, puso balsas conque salvar las aguas, y tomó una excelente posicion cuyo frente y lado sur quedaron en breve defendidos con fosos y ter- raplen, sirviendo aquellos dos rios de baluarte para reta- guardia y lado norte, como que eran invadeables. Como con antelacion supiera el concejo de los Infantes E cuales eran las intenciones del toquí , y que el esperarle ` fuera consentir advertidamente la total destruccion de todas las estancias españolas, si acaso tambien, con el - aprieto del asedio no viniera la ruina de la colonia en- tera, pe probar fortuna en campo abierto, para lo rgó el o de las armas á Lorenzo Bernal , por ausenci del correjidor Diego Carranza. Salió Bernal con cincuenta caballos á reconocer el campo enemigo, pero no quiso empeñarse con él, por- que desde luego reparó ser sus fuerzas muy cortas para competir con las del toquí ; y regresó 4 los Infantes. “Habia en esta ciudad varios caciques de los que volun- tariamente se dieran á la dominacion española, y fueron todos ellos convocados á la sala consistorial, en donde Bernal los hizo entender que tambien los amenazaba el 0, que curasen de la comun defensa, y contri- esen personalmente con los Españoles, sus amigos, al exterminio del rebelde Araucano. El vener rable anciano Mincheleb, muy respetado de los de as * CAPÍTULO XLU. ` 319 demas caciques que allí estaban , y despues de haberse entendido con ellos, respondió por todos á Bernal ofre- ciéndole cuatrocientos auxiliares , con la singular con- dicion de que á cada Indio se le habia de dar un hilo de chaquira de una vara de largo, su buena racion de chi- cha (1), y veinte perros para celebrar en bugná comilona el triunfo que del toquí suponian arrancar (2). : Eso y mucho mas otorgó con gusto el jefe castellano, prometiendo que si con bien se salia de la empresa, en abundancia habria mercedes para toda aquella jente; y por tanto se pasó al apresto con cuanta celeridad pedia el caso, como que ya corria -a AK del toquí á bo- ylos cuatrocient auxiliares, con vista de lo cual las par- tidas avanzadas de Antuhuenu se fueron replegando or- denadas hasta su atrincheramiento, dejando que los Es- pañoles asentaran su real , que lo hicieron á cerca de mil pasos distantes de aquel. Gran prudencia mantenian ambos campos, porque se conocian perfectamente sus respectivos caudillos, y se respetaban tambien. Bernal contemplaba li la ventajosa - posicion de su adversario , examinaba cuidadoso por cual costado convendria acometerle, volvia una mirada escudriñadora sobre los auxiliares, y cada vez le parecia mas aventurado el haber de encomendar una parte de — á hombres en quienes nunca quiso fe : por lo mismo, 1099 de hacer (1) Especie: de cidra; hacen los Indios ese brevaje de manzanas, de diversas frutas, y aun de ci semillas, (2) Bocado deleitoso pudo ser el perro entre los antiguos Araucanos, baste que así lo diga Pedro Cortés, testigo ocular ; peo por lo que toca á los de hoy e ido número ro sustentan, sobre dido para la la caz ded Alarma tr vadrúpedos, y e è . e B ; e 520 HISTORIA DE CHILE. armas, pidió al ayuntamiento nuevo refuerzo y un pe- drero. Este y quince caballos le llegaron en seguida , no quedando en los Infantes sino veinte soldados, que acaso los reclamara todavía Bernal no obstante ser hom- bre en cuyo pecho no halló cabida el miedo, si de casualidad no naciera un incidente que aceleró las ope- raciones llenando de un fanático entusiasmo á los auxiliares que á voz en grito pedian el ataque, mientras que sembró en el ejército araucano un desánimo y una confusion que solo puede absolver quien conozca su su- persticiosa crianza. Ocurrió, pues, que una zorra , ahuyentada sin duda de entre la maleza, vino á echarse por medio de los dos campos , y como la viera el galgo de Pedro Cortés aco- metió tras ella hasta matarla , justamente contra el foso de la defensa de Antuhuenu, cuyos soldados con lasti- mosa gritería comenzaron á vocear su inevitable derrota. ¿ Porqué, les decia el valeroso Antuhuenu con la mayor firmeza, porqué augurar torcidamente de un hecho ca- sual y sin consecuencia ?... Y en tanto que aquel jefe recorria sus líneas exhortándolas á que sacudieran el absurdo y fatal encojimiento en que las veia, los auxi- liares no cesaban de gritar — al asalto !... al asalto!... No perdió Lorenzo Bernal tan favorable coyuntura , solo que con la continuada escuela ya sabia que si tal vez se ha de dejar al acaso su parte « A de las armas, el guiarlas con discer imiento y pruden- cia es siempre indispensable condicion. Asi , lo que hizo fue distribuir sus tropas en tres trozos; puso veinte Es- - pañoles con cada tercio de auxiliares; uno de esos tres cuerpos se habia de mantener en reserva, y los otros dos saltarian el atrincheramiento del or Ps di AS E CAPÍTULO XL 521 punto y á señal dada : de este modo dispuesto , sacó al frente diez ó doce caballos que le restaban , y dióles la órden en alta voz de ponerse á retaguardia, y hacer fuego contra cualquiera que se apartase del campo, aun- que se le viera herido, ó inutilizado para la pelea; pues se iba á entrar en funcion decisiva, y habia resuelto la muerte para todos, ó el vencimiento (1). Ni tras esas disposiciones quiso entrar todavía contra el toquí; se contentó con avanzar uno de los cuerpos, no tanto que quedase á tiro hecho, y lo suficiente para provocar los Araucanos al fuego (2), y dejarles consu- mir las municiones en salvas; pero armas de aquella naturaleza por primera vez en sus manos, mas que de ayuda , habian de servirles de estorbo, y poco arries- gara el capitan español aunque menos caso hiciera de ellas. Cuando cesó el desconcertado tiroteo , pasó Bernal de avance con cuatro soldados mas hasta la trinchera, por la parte sur; Antuhuenu exhortó á los suyos con tan ne iS (1) Molina supone que esa determinacion de Bernal vino cuando ya tenia =_= parte á Pedro Cortés, que con Bernal estaba en aquel dia; tambien siente lo propio Ugarte, y nuestros manuscritos conforman perfectamente con el relato de esos dos escritores. Verdad es que si nos o E en notar todos los errores del Abate lejos fuéramos con la tai (2) En la cuesta de Mariguenu y lle ce costó la vida al jóven Villagra, barriles de cartuchos, de cuyas armas y municiones comienzan á servirse en esta funcion. ¡ Inocentes! Muy á costa de sangre reconocieron la ventaja de las ore de e y. si > inn medido su alcance, ai saben lo ape etae la a pólvora i fecto ado, y por lo mismo peas contra el aire, que mal dijéramos: saia los una vez que Bernal, de intento, copo fuera de > Tero que los Indios quemaron inútilmente todas las municiones. Se repara en ese ensayo una Jpniinaeipn b oniar en uso = lo que tanto sia rendia á los extrangeros útil buces, y enton: n- ces operará ese arrogante pueblo una isGmótfosis completa. : 34 aiy R: 1. HISTORIA. E 522 HISTORIA DE CHILE. altiva gravedad que de nuevo pareció en todos los sem- blantes el natural denuedo, y el ataque comenzó amena- zando los Españoles dos puntos apartados en los cuales hallaron maravillosa resistencia. : Ya se habian gastado en la pelea mas de dos horas, - y considerables estragos traian hechos las armas de los dos partidos, cuando Lorenzo Bernal, que con singular bizarría se obstinaba en romper el flanco enemigo , ad- irtió como este cargaba en masa á la parte que él queria forzar, dejando casi descubierto su frente; revolvióse con la celeridad del rayo, y cargó tan repentino sobre el punto flaco, que con los suyos y gran número de auxiliares penetró el recinto ; corre entonces á resolver la contienda el cuerpo de reserva, entra en los*Indios la confusion, el campo se convierte en una espantosa carnicería, en vano el animoso toquí pretende contener å los fujitivos que á docenas se arrojan á las aguas del Vergara , para asegurar sus vidas en la opuesta márjen ; en vano acaba por sí mismo, y con algunos cuerpos y capitanes disciplinados, hechos de sin par gallardía, porque al cabo cantan victoria los conquistadores; los auxiliares la vociferan con feroz alegría, y Antuhuenu ya solo, ya desesperado, se arroja al Biobio que, como si de parte del dichoso vencedor estuviera, apagó un espíritu de brillante porvenir, la vida de un guer- rero que supo sustentar ilesa la libertad de su patria, la gloria de las armas araucanas, con una juventud nueva y aun no hecha á la maestría y superior poder de las del audaz conquistador. o Esta funcion costó á los Araucanos mas de mil dost cientos hombres, entre los cuales quinientos o id ; que Bernal condujo á la ciudad, con cuarenta y un ar- Ca Es CAPÍTULO XLII: 593 cabuz , veinte y seis cotas, y quince celadas que recojió en el campo, de las que en el cerro de Mariguenu per= dido habia la incotisiderada presuncion del hijo de Fran- cisco Villagra; pero el mal mayor estuvo ën el desas= troso fin del entendido y valiente toquí. Perdieron los Españoles cinco soldados, y mas de cuarenta auxiliares ; hubo de aquellos véinte heridos , y el número fue grande. en estos últimos, pues combatieron en aquella jornada como con empeño de acreditar que eran verdaderos chilenos : ¿ 4 qué otra calificacion ? En tanto que todos esos hechós con rapideztal venian al triste desenlace que ya hos enseñan, no dejaba de ade: lantar Antenecul en el asedio de Concepción; cuya colonia sucumbiera necesariamente sin el desprendimiento, sin la actividad y el patriotismo del cabildo y moradores de Santiago, Reparemos cúal erá su posicion: == «La tierra » estáen punto de ser perdida; el gobernador y toda la » jente de aquella ciudad está en gran riesgo y peligro, » como el capitan Diego Carratiza informará á viesas » mercedes; y si el socorro no lo tienen de Dios y de vuesas » mercedes, temo se pierda, y aun lo creo, porque toda » la tierra está Bobre ellos, así los del pe dd como los » del cerro, y conjurados todos de e alzar el cerco asta háver rendido aquel pueblo, ó ser ellos venci- » dos. Todas las mujeres é hijos tienen consigo para 5 que los ayuden 4 sustentarse ; cójenles las comidas å » los de la Concepcion, etcs (1)» Los colonos de Con- cepcion ya ño apetecian sino que së les procurase medios | ar del terrible aprieto en que llagra, imitando en esto á los Índio gia tambien. resuelto el hundirse entre las rui- (1) Juan Perez de Zurita al cabildo de Santiago en carta del 27 de enero. 52% HISTORIA DE CHILE. nas de la ciudad, antes que consentir que por tercera vez. se la abandonase á la furia de los Indios. Hallábase en esta colonia el Aleman Pedro Lespirguer, capitan inteligente, nauta experimentado , y de este su- jeto echó mano el gobernador, encargándole pasase á Santiago, en donde, de acuerdo con el cabildo, habia de procurarse cuantos recursos quisiera facilitarle la suerte, y volver con ellos sin ninguna demora, que así lo im- ponia la estrechez en que á los sitiados dejaba. Lespirguer regresó con fortuna, y nave bien cargada á la Concepcion, y aunque poca era la jente que consigo trujera , con ella, y con la abundancia de bastimentos bastara para reanimar el espíritu de los aflijidos colonos, que del mas funesto desmayo pasaron á un loco contentamiento en cuanto el nauta aleman les dijera que por tierra venia á marchas dobles don Juan Perez de Zurita con ciento cin- cuenta hombres de refuerzo (1). (1) Digna es jey nota, en esta ocasion sobre todo, la wanen de los cabil- dantes de Santiago, y el civismo de sus gobernados. Se reunen á las nueve de la noche GF 1° de febrero de 4564 para resolver acerca dl contenido de la » no embargante que los vecinos de esta ciudad é sus “moradores estan m » pobres, é adeudados, é faltos de lo necesario, así de armas como de ca- ballos, á causa de haver sustentado i sustentar este reino á su maje i « de 24 años á esta Ledo i haver ayudado de cada dia á hacer esta ciud » grandes socorros é ayudas de comidas, armas é jente para la sustentacio » de las de arriba conforme su posibilidad. Que esto no obstante, aunque » Sa ER jente en la ciudad , é la que hai sea necesaria para su susten- ; que con todo que se dé el socorro al gobernador, de jente, armas » es os: el mas y mejor que se pueda proveer...... Que para que el » auxilio sea mas copioso, que para, el e ee ora 2 de febrero Y en seguida se « En el cabildo sai estuvieron los cabildantes y vecinos tan imersos 5 CAPÍTULO XLII. 525 En efecto, no tardó en llegar aquel jefe, pero dos dias despues de haber levantado Antenecul su campo, con noticia que tuvo del fatal fin del toquí Antuhuenu, pues sin duda no quiso cargar con la responsabilidad de las operaciones militares, sin oir nuevo consejo de los mag- nates del pais, con conomimiento del último y tan impor- tante suceso. ` » y empeñados que muchos, á mas de dar un soldado equipado, se ofrecieron » hir en persona ellos mismos á tan necesario socorro, y llamaron á Zurita que » viniese á recibir la tropa equipada de arcabuces , de utensilios, etc., etc, » FIN DEL TOMO PRIMERO. INDICE dee DE LAS MATERIAS DEL TOMO PRIMERO. — A ; Pág. PróLoGO. . PA E e E a AS A y GAPÍTULO PRIMERO. — — Esad ua la España ántes del ld del América, — Borrascoso reinado de Henrique IV. — Isa mada reina de Castilla contra Pe peee de la princesa Juana. — 7 matri- monio con Fernando. — Su acertada administracion. — Conquista de Panada, — Beiatieeinteno de la inquisición... s. eg... haf APÍ monarquía española constituida, — Se propone Cristos val Colon el a de de las Indias. — Preséntase con Ep objeto á la corte de Lisboa, y en seguida á la de España. — Desprecian los sa- bios de Simancas el pan. de Cojon, — e Jete este á pasar í l rancia despues d y desa pero la reina Isabel le de- tiene , entra en sus miras, y ordena la ejecucion de ellas. o. ese.. 12 . Cariryro I, — Da Colon con nuevas dificultades, —- Logra vencerlas con los jenerosos esfuerzos de Martin Alonso Pinzon, y sus dos hermanos, — Su partida del puerto. — Descontento de la tripulacion ; esta se re bela. — Colon el primero que descubre terra, + > ss otr +t ss CAPÍTULO 1. — ae. e pa en una ii; y la nombra San Ps dor. — Sus relaciones con Descubre — Su errada pea acerca de a de ~ lan: del navío la Pinta, — Visita Colon la isla Española, ría; funda una colonia de treinta y ocho. personas, y vuelve á España, , 31 CAPÍTULO 4 — Arriba Colon á España. — Brillante acojimiento que le hace la corte. — Envidiosas pretensiones del Portugal á cerca de los tama de Colon. - Bula de repartimiento. — Prepara a Colon su Segundo viaje... ............ ntc? no... es Y CaríruLo VI. — Emprende Colon su segundo viaje. — Descubre las Anti- En llas. — Llega á la isla Española, donde sele anuncia la destruccion de la Navidad, habiendo sido degol lados todos sus compañeros. — Funda- és 528 | ÍNDICE. ; P cion de la ciudad Isabel. — Violenta inquietud de sus habitantes; logra Colon pun — Échase á nuevos reconocimientos en el mar. — Des- cubre la Jam — Se mantiene en su error respecto á laisla de Cuba. CapiruLo VII. — Vuelve Colon á la Española, y encuentra en ella á su hermano Bartolomé. — Batalla de la Vega con los naturales. — Regresa Colon á España y e ¡FLA su tercer viaje. — Descubre el continente. — Insurreccion de R — Aporta Bobadilla á la Española, encar- gado de informar ps era BA estado de la colonia. — Pone preso al al- rezca ante los monarcas. — Imperfecto desagravio contra tamaño ultraje. — Cuarto y último viaje de Colon. — Sus tribulaciones. — Su muerte. CapíruLO VIII. — El Portugués Vasco de Gama se hace célebre logrando a F nand: brimientos acompañado del Florentino Américo Vespucio. — Don Diego Colon, hijo del inmortal almirante, recobra judicialmente los empleos y proroeativs de su padre. — Pasa al gobierno de su colonia seguido de s de las principales familias de España. — Diego Velazquez con- quista la isla de Cuba. — Ponce de Leon somete la de Puerto Rico, y da con la Florida. — Descubrimiento del Yucatan por don Vicente Yañez Pinzon, y Juan Diaz de Solis. — Balboa se apodera del gobierno de Darien. — Descubre el mar del Sur.— Es nombrado adelantado de este mar, y gobernador de Panamá y de Coyba. — Muere en un cadalso. — Francisco Pizarro se piryar descubrir y arnage el Perú. — Re- cházanle los naturales. — Segunda tentativa no desgraci CaríruLo TX. — Pasa Pizarro á España. — tuve á la América para em- prender de nuevo la conquista del Perú, — entónces el estado de los Peruanos; cual la re wy que sus i adore les die- ran, haciéndola objeto de todas sus const: — Arriba Pizarro á Tumbe icíta ... de emba gye só — E eri “Pizarro >. Por á ome y parte para el . — Se reconcilia ~ Pizarro. — paies irá la ene Pizarro vuelve de España. - — Usurpa Almagro el gobierno del Cusco conquista de Chile. — Reseña histórica de su descubrimiento por el Inca Yupangui. . Caríruto XI, nuagi netran I Españ divisi de quince mil Indios Ra os Inca les dió como auxiliares. — Perece la mayor parte de esta jente en las cordilleras. — Como se condujo Almagro con los caciques de Copiapo. — Treinta naturales condenados á muerte en a © e ÍNDICE, , 029 Huasco, y Otros .. — Funcion de Rioclaro. — Vuelve Almagro al Cusco. — Da contra los Pizarros, — Batalla ria prisionero, juzgado E ete E e a 05 Cariruro XII. — Emprenden nuevas conquistas otros cabos a -=e le á Valdivia la de Chile. — Cuanto le cuesta el Pp con soldados. — Su salida del Cusco, y su llegada á Atacama en donde ro! el acuerdo celebrado con Pedro Sanchez de Hoz, quedando dueño có la expedicion. — Entra en el valle de Copiapo y le declara posesion de la corona de España. — Su marcha á través del pais. — Batalla en el valle de Chile. — Llega á las llanuras de Mapocho. .. .... E . 121 CariruLo XIII. — Resuelve Valdivia establecerse á la falda del cerro Hue- len. — Concédenle un término y toma posesion de él. — Funda la ciudad tiago. — Instalacion del cabildo y nombramiento de capi para fabric, bergantin. — Conspiracion en Santiago contra la vida de pora — Vuelve este á la ciudad. — Cinco conjurados en la horca. — Los Indios asesinan á los Españoles na a Ena AS a E Ad CarítuLo XIV. — Comienzan las hostilidades. — Valdivia marcha contra un cuerpo de Indios apostados al sur de Santiago. —Michimalonco acomete á la ciudad y ct incendiarla. — Accion desesperada de doña Ines de Suarez. — Retorno de Valdivia. — Apurada posicion de los Españoles. que mantenerse armados. — Llega un bajel del Perú, y vuelve Monroy. — Contento jeneral. — Relacion del expuesto y trabajoso viaje de Mon- roy. — Valdivia via sale contra los Indjos de la provincia de los pre 150 CapíruLo XV. — El capitan Pastene € con nuevos socorros para Chile, por órden de Vaca de de Castro. — El go bernador hace que aquel nauta pase á visitarla costa hasta las alturas de la isla de Chiloe, y tome posesion de — Fundacion de la Ps la Serena. — Vuelve Pastene al Perú, y Ulloa y Monroy le acompañan. — Expedicion militar de Valdivia hasta ps rio A cuales fueron los resultados; ys w romni á Sa A — Dari » araciana morsi an el F ; b yel ao manda que Juan Dávalos marche á aquel jong 166 CariruLo XVI. — Regresa Pastene á Chile. — Triste desenlace de su mision. Guerras civiles en el Perú. — Marcha Valdivia á este pais para sus- el bajel de Pastene. — Llega al Callao despues de haber abordado en auaa y en Tarapaca. — Se reune en Andahuayla con el virey L. Pe- dro de la Gasca. — Batalla de Sacsahuana. — Se le confirma á Valdivia ÍNDICE. P enel gobierno de Chile. — Comienza á procurarse jentes para su colo- nia. — Cargos á que tiene vi responder ante el virey y la real audien- 2.4 cia. — Su regreso á Valparaiso, ...... A AA Capíruno XVII. — Gobierno de Francisco SER en ausencia de Valdivia. — Conspira Pedro de Hoz y muere deeapitado. — Administracion de yV agra pais. — Levantamiento de los Indios del norte. — Incendio de la Serena. — Cuarenta Españoles o — Medidas para detener las conse- cuencias de ese suceso. — ta de Pags" á Chile. — Recibimiento que se le hace como aa a — Sus tareas gubernativas, — anda que Francisco de Aguirre pe k reedificar la Serena. — Se abas- tece de cuanto es necesario para cumplir una expedicion militar á la art ps — Medidas ds precaucion para la seguridad y el J de da ciu ciud — Acontecimiento que por poco no le cuesta la yida. CapíruLo XVII. or Valdivia á las provincias meridionales. ss al rio Biobio. — Empeña varias escaramuzas con los Indios. — Se diri hácia el mar despues de haber reconocido el pais. — Su open temporal en - sg de Andalien. — Entra en funcion contra los natu n Penco un palenque y concurren un sinnúmero de Indios E — Resultado de esta accion. — Arribo por mar del jitan Juan Bautista Pastene. — Mision de este piloto y del capitan 19 Jerónimo de Alderete para la Araucania. — Fundan los Españoles la ciu- . dad Cone eion , é q e su concejo. — Alonso de AIR po á a por pA órden de Valdivia... . o; e A A o Estado de la Bar de ba. zm Marcha Valdivia á la conquista de la A usgniormnPunda la ciudad Il é instala en ella un cabildo. AA este punto una carta del monarca, y otr ole cuenta cisco de Y de hallarse en las Pampas era Santiago. — vil llagr a arriba con dos bajeles á la Concepcion. — Pasa Valdivia á las provincias del sur.— Acontecimiento de Calle-Calle.— Fundacion de la ciudad de Valdivia.— Reconocimiento del rio Bueno y del lago Ranco,—Vuelve el + á Santiago. — Jerónimo de Alderete pasa á España. — picada para mpal». - buques del Perú. — Expedicion del sur á las órdenes de Francisco Villagra. — Sog Agldiia a insurreccion La los Araucanos. — Carácter de este alzamiento. los Indios á propósito de la eleccion de un pal — — kenahieto y la armonía y hace que el nombrado sea Caupolican. — Calidades y mérito de este cacique. — Su Marcha contra la de Tucapel y la asedia. — Estado desesperado de la. 5 n — Abandona esta la plaza y se retira á Puren. .. . . . - - 246 ÍNDICE. 531 CaríruLo XXI, La noticia del. lee los Indios causa en la Con- cepcion un t terrible d esánimo. — Marcha Valdivia para restablecer el órden. — Se presenta en Arauco. — ere de dos avanzadas españo- Derrota de los Indios. — En vano tratan sus jefes de reunirlos, = El Indio Lautaro, criado de Valdivia, desierta el campo español, y logra Si talla en que perecen todos los Españoles, — Valdivia prisionero zes inado por Leucaton en presencia de Caupolican, que se disponia á ¿arte la vida. — Ca- rácter de aquel lic dra MO: a 0 a da Pita Capítuzo XXII. R causa de la victoria de aa Lau- taro nombrado vicetoquí. — Medios con que los caciques presumen mantener las ventajas del triunfo. — Dordi en pareceres. — Sabe n que un refuerzo de Españoles viene de Puren; los atacan y los á retirarse, — Prepáranse para la guerra, o. que da Caupolican A AA ON ee eE CariruLo XXIIT. Se divulga en la Concepcion el fatal descalabro de Fuca- ovi y demanda de socorros, — Disposiciones de este cabildo. — Rodrigo de Quiroga gobernador interino, contra lo dispuesto en testamento de Valdivia. — Insurreccion de los Indios Mapochos sufocada. — Caminan algunas fuerzas en amparo de la Concepcion. — Coneurre á bota ba Francisco de Villagra, y en entrando se le nombra goberna suelve este jefe vengar la muerte de era —Llega con su qe hasta 262 Tueapel sin impedimento. — Retrocede. — Se empeña con los los Indios en- Maien y sale roto. — Vuelve á a se un estado lastimoso. — Los ¡tantes todos huyen, y se encaminan an ái o... na ran Estado de Chile despues de la hatalla:de Mariguenu. — Villagra y Quiroga en disputa del gobierno. Hace el cabildo de Santiago que Quiroga se desnude de su título de gobernador, y guarda 284 las facultades de esta suprema dignidad. =- Sale Francisco se Aguirre ; con los pretendientes al gobierno. — Pronuncian en | letrados, pero sin anuencia de Aguirre. — No se ero Sina con de los jurisconsultos, y pretende se le nombre gobern nador, — pinga os concejales, y al cabo violentados le admiten, —Se pasin de lo ahia en ARCAS... e e A os e Capiruno XXV. — Noticia Lautaro á Caupolican el ho eS rec — Marcha contra usa y la incendia. — Su regreso á Arauco, á donde habia concurrido el toqui. — Asamblea jeneral de los Indios. - Opiniones encontradas acerca de la guerra. — Canpolican con treinta mil soldados sobre la Imperial. — Da diez mil á Lautaro encomendán- 298 532 ÍNDICE. dole el asedio de Valdivia. —Corre Villagra á defender esas dos ciudades. — Rechaza á los Indios, y asienta sus armas en Árauco y pa Estragos de la viruela. . ..... O A Capiruno XXVI.—N iones de Francisco de Aguirre al gobierno de Chile, — Resiste con teson el cabildo de Santiago, y + tonta medidas de siones de Villagra al gobierno de Chile. — Las rechaza el cabildo. — legan cuatro bajeles , y en uno de ellos Arnao Segarra. — Provision de la real audiencia de Lima. — Villagra en Santiago. . .......... 32 Capíruzo XXVII. — Los alcaldes de las ciudades paii — Escudo de armas con que á la ciudad de Santiago honra S. M, — cabildos Pág. piden un soio gotornadpr, — poeprehdese. u rra de x colọnias del sur. ucanos.—Lautaro con 4000 soldados viene contra Concepcion. — Batalla en campo abierto. — Se renueva en el palenque. — Son rotos en ambas los Españoles. — Se etiran con mucha pérdida, — Concepcion arrasada segunda vez. . . . Capíruto XXVII.— Liga de Lautaro con los Promaucaes y otros Indios.— Caupolican y Lautaro'cada uno con diez mil Araucanos asedian el pri- la Imperial, el segundo Valdivia.—Son socorridas estas colonias. — - Elca itan Jofre contra los Promaucaes.— La audiencia del Perú encarga el gobierno d á don Francisco Villagra. — Marcha este caudillo en socorro de las plazas sitiadas. — El ayuntamiento destina á Altami- rano contra los Indios de las cercanías. — Los Araucanos se retiran. — vilagra tafresa á Santiago. +. AA ss CaríruLo XXIX. — ea invehir el toquí á Lautaro, y este, escocido, le llama á nuevas empresas. — Acéptalas Caupolican. — Lautaro con seis- cientos Araucanos Mind si Maule, y llega á Toe en Peteroa con de unos tres mil auxiliares mas. — Caupolican pone cerco á la Imperial con diez ndios. — Lincoyan asedia á Valdivia con dl número. — * Tem de e las ciudades sitiadas. — Miguel de Velasco, gobernador de Imperial, avisa á Villagra del peligro A corren las colonias del sur. — El correjidor sale con cien caballos para la Imperial. — Deja treinta á su maestre de campo Pedro de e Villigra a para que se mantenga á la vista de pautar — Este jefe pierde su atrincherami py se — Muere este y sus seiscientos compañeros. OS a 343 352 ÍNDICE. 533 Pag CAPÍTULO XXX. — Jerónimo de Alderete y la corte de España. — Mercedes dados, vários érigoš y religiosos, — Arde la nave en las inmediaciones de Puerto-Bello, y no se salvan sino cuatro personas. — Doña María de El virey del Perú marqués de Cañete, o ara goberna 5 á su hijo don García Hurtado de Mendo — Llega esteá consi: con h — Destitucion de los alcaldes en cortan y en el propio dia el Pe del correjidor don Francisco VIA a A e DOG Caríruno XXXI. — Determina don G. H, de Mendoza un trato noble y uniforme en favor de los Indios de paz. — Nombra alcaldes mineros.— cincuenta hombres y levanta el fuerte de Pinto. — Vuelve Millarauco al campo español con finjidas pR de paz, mientras que Caupolican se apareja para la guerra. — Asalta el toqui el fuerte de Pinto. — Salta á los Españoles de la muerte. — Retírase el toquí con grandes pérdidas. — g En los Españoles hasta el mismo gobernador sale herido. o.e.. 378 ra ag — El cacique acen ira e: L gonar una n Ladrillero Di Pin to. en pa e acelerados socorros á "pe Luis de Ta: — Lleganal - fuerte 1 españoles. — Vuelve e el toquí al asalto ; sale don García . Hurtado á recibirle; aquel se retira á sus estados, y este á Pinto. — E Don Luis de Toledo en el valle de Penco; concurre á este mismo punto E eps favorables a i campo invasor, y la caballeria le rompe despues de un ui o combate. pi que ongi la inhumanidad de los vencedores, 391 Cariruo XXXIIL. Camina d ía Hurt i de Laraquete —O p que le: dei los Araucanos. — Respe l de los Indios, pensando que estos se lo habian de agradece: $$ sabe que creer del continuado silencio y reserva con que se guardan los movimientos del toqui, cuando le tiene á su frente con catorce mil guer- 33h ÍNDICE, reros. — Acomete Caupolican al campo castellano y le pone á pique de perecer : cantan yetona los FES — — Éntralos á $8 parada don fu uga. Impio proceder del gobernador. — Los Españoles marchan. á Peod — Reedifican esta plaza : alzan otra en n Lebú. — Fundacion de Cañete. — Indios en busca de mariscos. — Su u je efe Colhueman e en terrible aprieto á Rodrigo de Quiroga, pero al fin es roto. — E ga de Sa . h a = Indios matan cuatro Españoles en Tucapel... .. — Despacha don G. Hurtado al capitan Jerónimo de sy con dd cincuenta soldados para que repueble la Concepcion. un fuerte, Marmolejo. — Miguel de Velasco pasā 4 la impera p en órden de don G. Huriado en busca de municiones de boca y gue — Caupolican se propone recojer el convoy de Velasco. — ihia á que para ello apela. — Le penetra don G. Hurtado y hace que el capitan Alonso de Reinoso marche en dili- jencia al encuentro y resguardo de Velasco. — El toquí coje á estos dos jefes en el aitoa de Cayucupil, los ataca y reduce al mas lastimoso estado. — Cébanse los Indios en el saco del convoy, y la codicia les hace perder el bla triunfo que ganado traian. — a los Espa- ñoles å Cañete. — Caupolican se acampa en Talcamavida. APÍTULO IAN piha don G. Hurtado á la Imperial. - — Da en esta udad órder opaa que se solemnize la ] on de Felipe H por ,—H e que CAE n ochenta lanzas de + f t aro éo vaya á re MAF ië gu: y esta nueva catal y sale dë la amacion « Imperial. — Ercilla y Pineda conde nados à la decapitacion. — Reform de esta sentencia en destierro.—Los capitanes Juan Ladrillero, y Corts Ojea, salen de Concepcion con dos bajeles por órden de don G. Hurtado - en büsca del estrecho de Magallanes. — Resultado desastroso de la ex- _pedición. — El gobernador marcha por tierra hasta dar vista á Chiloe ó archipiél t asi llamado.— Julian Gutierrez reconoce una de las islas. On Hurtado retrocede y puebla en Curucavi la d Santa + Marina de os dándole el nombre de Osorno. — Caupolica caries = i Digahue y le destroza en enteramente. — -Sitia á la Cone Jille ontra el toquí y es ei nos PE Marcha , Caupolican contra la Xperia + corre ái e e don G. Hurtado 4 la ciudad Concepcion. — Caupolican se atrinchera en Quiapo con catorce s = T gobernador concurre con doscientos caballos 412 4 ES ÍNDICE. 595 P _ contra el fuerte del toquí. — La prudencia de aa vs cuantos “arbitrios pone en juego la pericia del goberna -- Desacertada pre- suncion de los Indios, causa de su derrota. cad Pe de don G. Hurtado. — Es otra vez inclemente con los prisioneros. — Pasa á Arauco y reedifica la antigua plaza. — Vuelve á Concepcion. — Visita la capital. — Regresa á la Concepcion y publica en ella ordenanzas, E se llamaron Tasa de Santi ia EP Cariruto XXXVII — Se traslada el gobernador á la E e ú Arauco, — Nombramientos que en ella señala para el rejimiento de la capital. = Taina flal ETE ARE P Rp 1 roda E de la ciudad de Cañete, — Proceder de algunos caciques con kanei del lican, — Convoca este una asamblea jeneral. — Sus pro tas. Apellidamiento á la enora: — El capitan Purán (Indio) entra disfrazado en Cañete. — Confianzas imprudentes de este emisario con el Indio dres, criado del gobernador de plazá Alo onso. de Reinoso. Aa an de los Araucanos en lican se » du eado. — gu ied porte de Reinoso con cli “esclarecido toquí. . . . 447 Capíruto XXXVIII. Ofrece el gobernador la paz álos Araucanos por medio del jóven Pichihuelemu. — Encuéntralos este enviado furiosos, intratables. — Colocolo los convierte, y vuelve Pichihuelemu á Arauco acompañado de varios personajes comisiónados para el ajuste de las ` eE ape — Much as familias indias ri süs hogares por no á la dom ilata espanol la. — Don García Hurtado pone de bell de Cañete al capitan Bonciló Reie — Alonso de Rei- noso traslada la plaza de io Talcamavida , y la colonia los afines olhue por órden del gobernador ciudades Mendoza y y Sab García Hurtado á la Concep- cion. — Vuelve á Santiago. — Deja el gobierno de de en Rodrigo Quiroga hasta que de él se encargu gue Francisco d llagra, nombrado por el rey, y se embarca en Valerio con pul al Perú 45 CapíruLo XXXIX. Gobierno interino de Rodrigo de Quiroga. Estado de las cosas en aquel entre Españoles y Araucanos. — Los Indios asesinan á Pedro d 9 y å cuatro les mas.— Consecuen= cias del atentado. aitor pasa á e ada á Santiago. —- Entrega el mando , y se retira del servicio. <... -> E » - 470 Caríruto XL. Los reos Francisco de Villagra y Francisco de Aguirre.— Bjegada r Villagra á Coqu uimbo. — Dase á reconocer gobernador de Chile. en á recibirle dos concejales capital.— Pedro : ; gra pasa á y apreta, er: —Parecen los Ara aucanos en Lumaco. — fa el gobernador å Arauco. 4 —Altamirano marcha á reforzar á Taa. — Se embarca el gobernador de $ 536 ÍNDICE. : Pag. para Arauco y le llevan los vientos á Chiloe. — El toqui Antuhuenu en frente de Cañete.— Se refuerza el toqui en Nahuelbuta, y le bate otra vez Altamirano. —Villagra enferma y se traslada á Concepcion. . . . . 476 Caríruto XLI. Antuhuenu activa el arreglo y la organizacion de su ejér- cito,—Desacatos á la justicia en Santiago y en la Serena.—Los Arau- canos en Millapoa.—Atácalos Arias Pardo con mal éxito.—Avanza Arias hasta Catyray y Antuhuenu le destroza. — Sitia el toquí la plaza de Arauco. — Ardid con pie engañó å sasan Bernal. — Alza su campo Antuhuenu. — Fatal d Pedro Villagra en Millapoa. — Antuhuenu en Mariguenu. — Batalla en que perecen el jóven Villagra y casi todos los Españoles y auxiliares. — Bizarría del chileno Pedro Cortés. CU de dx nie o E CapíruLo XLII poeta resolucion del gobernador trasladándose á - Arauco.— Alza la narquía nuevo pendon.— Cae la cabeza del jefe re- belde. — acción de los Indios ochos, — Va contra ellos el her- Cañete. — Despoblac acion de esta colonia , de Tucapel y de Ledu, de órden del gobernador.—Muere este en Colada, llamando para que le suediera en el gobierno á Bu hermano Pedro, . > s.. >a.. + 503 Caríruto XLIII. Pedro Villagra en el gobierno. — Parecen los Indios en Lebequetal.— Antuhuenu asedia la plaza de Arauco.— El gobernador el campo de Lebequetal.—Aprieto en que se ven los Españoles. — Abandona Lorenzo Bernal la plaza de Arauco. — Inconcebible des- cuido de Antenecul en Concepcion, y su retirada á Laraquete. — Fran- sucesivame cisco Baca y Juan Perez de Zurita, rotos nte. — El toquí á orillas del Tabolebo.—Avanza el toqui — Antenecul sitia de nuevo la Conc: — Socorre Santiago á Concepcio toqui, y se retira á sus estados. . ..+.+... e A A . 510